Poemas Escogidos

J.Sandoval B.

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Poemasp

Penas y alegrías del amor (Rafael de León) Mira cómo se me pone la piel cuando te recuerdo por la garganta me sube un rio de sangre fresco de la herida que atraviesa de parte a parte mi cuerpo tengo clavos en las manos y cuchillos en los dedos y en la sien una corona hecha de alfileres negros mira cómo se me pone la piel cada vez que me acuerdo que soy un hombre casado y sin embargo te quiero . Entre tu casa y mi casa hay un muro de silencios de ortigas y de chumberas, de cal, de arenas de vientos, de madres selvas oscuras y de vidrios en acecho un muro para que nunca lo pueda saltar el pueblo que está rondando las llaves que guarda nuestro secreto si yo sé bien que me quieres y tú sabes que te quiero y lo sabemos los dos y nadie puede saberlo . Salgo de mi casa al campo solo con tu pensamiento por acariciar a solas la tela de aquel pañuelo que se te cayó un domingo cuando venias del pueblo y que no te he dicho nunca mi vida que yo lo tengo y lo estrujo entre mis manos lo mismo como un limo nuevo y miro tus iniciales y las repito en silencio para que ni el campo sepa lo que te estoy queriendo . Ayer en la plaza nueva, vida no vuelvas hacerlo te vi besar a mi niño a mi niño el más pequeño y como lo besarías hay virgen de los remedios que fue la primera vez que a mí me distes un beso, llegue corriendo a mi casa alcé a mi niño del suelo y sin que nadie me viera como un ladrón en acecho en su cara de amapola mordió mi boca tu beso

Qué alegría y que pena quererte como te quiero mira pase lo que pase aunque se hunda el firmamento aunque tu nombre y el mío lo pisoteen por el suelo aunque la tierra se abra y aun cuando lo sepa el pueblo y pongan nuestras banderas de amor a los cuatro vientos sigue queriéndome así tormento de mis tormentos hay que alegría y que pena quererte como te quiero

De pantalones largo (Antonio Casero) Está Pepe “el Rosca” y está la “Milagros, que bailan de gozo, porque su “muchacho”, cumple hoy, doce abriles, y pá festejarlo, hoy ponen al chico, pantalones largos. Hay que ver al chaval, hecho un hombre, anda recio y bracea con garbo, y su padre y su madre, le miran, le abrazan, le besan y dicen llorando: Dios mío, si paece mentira, que sea este mozo el mocete de antaño, si paece que está más crecio, y hasta ya da vergüenza besarle. Dios mío, como pasan los pícaros años, se nos hace viejos, mira este renacuajo, y que bien le sientan los calzones largos. Las vecinas, se salen al verle, Y al cruzar el chaval por su puerta Le jalean, le aplauden y gritan: Ole ya por los cuerpos serranos Dios bendiga a los mozos de rumbo! Vas por novia, por un, por si acaso, Por qué aquí tengo yo a una morocha, Que hoy también ha vestío de largo! Y el mozo, camina más serio que un ajo. Y el padre y la madre , sonríen Al verle tan serio y tan guapo. Van en cá del ágüelo Faustino, que no sabe palabra del caso Y quieren largar la sorpresa. Y suben y llaman, y sale el anciano Que al ver a su nieto, va y dice: Repuño, quién es este señó tan reguapo, Y le mira, y le abraza y le besa, Y vuelve a mirarle y vuelve a besarle Y quie convencerse, Y dice cambiando de tono, al mocete que escucha al agüelo, Y al padre y la madre que están extasiados; Hijo mío, hoy te visten de hombre siendo niño, Tú no sabes lo serio y difícil del trance mi vía, Que aunque a broma mi bien, lo tomamos, tú no sabes Lo serio que es dar en el mundo este paso. Muchas veces, hijito del alma, nos vestimos Alegres de largo y después de algún tiempo decimos, Al mirar que no vais caminando por el mundo, Por buenos senderos. Quien pudiera volver a otros años! Quien pudiera vestir de niño al que de hombre vestí! Pero … cielo santo! Basta ya de penas y sermones rancios, Toma … pa que invites a toos, pero cuidao a quienes invitas, Que hay amigos malos. Dios mío, cómo pasan los pícaros años, Se nos hace viejos, Mira, este renacuajo,

Menos faltarle a mi mare de mi alma,(Pepe Pinto)

tó te lo consiento, serrana; menos faltarle a mi mare, que a una mare no se encuentra y a ti te encontré en la calle. Vete, vete, vete, si a ti te tiene cuenta.

¿Te acuerdas de aquella copla que escuchamos aquel día, sin saber quién la cantaba ni de qué rincón salía? Pero qué estilo, qué duende, qué sentimiento y qué voz; creo que se nos saltaron las lágrimas a los dos. Toíto te lo consiento menos faltarle a mi mare, que a una mare no se encuentra y a ti te encontré en la calle.

No vayas a figurarte que esto va con intención. Tú sabes qué por ti tengo clavao en mi corazón el querer más puro y firme que ningún hombre sintiera por el que Dios, uno y trino, le entregó de compañera. Pero es bonita la copla y entra bien por soleares.

Toíto te lo consiento menos faltarle a mi mare; y me he enterao casualmente de que le faltates ayer; y nadie me la contao, nadie, pero yo lo sé. Yo tengo entre dos amores mi corazón repartío, si me encuentro a uno llorando, es que el otro le ha ofendío.

Y mira, nunca me quejo de tus caprichos constantes; quiero un vestío, quiero un reloj, de brillantes; ni me importa que la gente vaya de mi murmurando, que soy para ti un juguete, que si me has quitao el mando, que en la diestra y la siniestra tienes un par de agujeros por donde se va a los baños el río de mis dineros; Y a mí, ¿qué?

Yo con tal que nunca de mi lao tú te separes toíto te lo consiento menos faltarle a mi mare; porque ese mimbre de luto que no levanta su voz, que en seis años no ha tenío contigo ni un sí ni un no, que anda como una pavesa que no gime ni suspira, que se le llenan los ojos gloria cuando nos mira, que me crió con su sangre, que me llevaba la mano para que me santiguara como todo fiel cristiano y a las candelas de un hijo consumió su juventud, cuando era cuarenta veces mucho más guapa que tú; tienes que hacerte a la cuenta que la has visto en los altares, y jincarte de rodillas antes de hablarle a mi mare; porque el amor que te tengo se lo debes a su amor, que yo me casé contigo porque ella me lo mandó.

Conque a ver si tu conciencia se aprende esta copla mía mu semejante a aquel cante que escuchamos aquel día, sin saber quién la cantaba, ni de qué rincón salía. A mi mare de mi alma la quiero desde la cuna por Dios, no me la avasalles, que mare no hay más que una y a ti yo te encontré en la calle.

MAZAZO (Rafael de León)

Sonó la palabra "dinero" y todo lo echaste a rodar y en vez de decirte: "Te quiero", te dije: -¿Qué quieres cobrar?-

Y me valoraste las rosas, poniéndole precio al jardín y fueron tomando las cosas un tono metálico y ruin.

Y aunque esta verdad me traspasa, prefiero saber la verdad: que al mes, pago luz, pago casa y pago la felicidad.

DUDA (Rafael de León) ¿Por qué tienes ojeras esta tarde? ¿Dónde estabas, amor, de madrugada, cuando busqué tu palidez cobarde en la nieve sin sol de la almohada?

Tienes la línea de los labios fría, fría por algún beso mal pagado; beso que yo no sé quién te daría, pero que estoy seguro que te han dado.

¿Qué terciopelo negro te amorena el perfil de tus ojos de buen trigo? ¿Qué azul de vena o mapa te condena

al látigo de miel de mi castigo? ¿Y por qué me causaste este pena si sabes, ¡ay, amor!, que soy tu amigo

La casada infiel (Federico García Lorca) Y que yo me la llevé al río creyendo que era mozuela, pero tenía marido.

Fue la noche de Santiago y casi por compromiso. Se apagaron los faroles y se encendieron los grillos.

En las últimas esquinas toqué sus pechos dormidos, y se me abrieron de pronto como ramos de Jacinto.

El almidón de su enagua me sonaba en el oído, como una pieza de seda rasgada por diez cuchillos.

Sin luz de plata en sus copas los árboles han crecido, y un horizonte de perros ladra muy lejos del río.

Pasadas las zarzamoras, los juncos y los espinos, bajo su mata de pelo hice un hoyo sobre el limo.

Yo me quité la corbata. Ella se quitó el vestido. Yo el cinturón con revólver. Ella sus cuatro corpiños.

Ni nardos ni caracolas tienen el cutis tan fino, ni los cristales con luna relumbran con ese brillo.

Sus muslos se me escapaban como peces sorprendidos, la mitad llenos de lumbre, la mitad llenos de frío.

Aquella noche corrí el mejor de los caminos, montado en potra de nácar sin bridas y sin estribos.

No quiero decir, por hombre, las cosas que ella me dijo. La luz del entendimiento me hace ser muy comedido.

Sucia de besos y arena yo me la llevé del río. Con el aire se batían las espadas de los lirios.

Me porté como quien soy. Como un gitano legítimo. Le regalé un costurero grande de raso pajizo,

y no quise enamorarme porque teniendo marido me dijo que era mozuela cuando la llevaba al río.

ASÍ TE QUIERO (Rafael de León) El día trece de julio yo me tropecé contigo.

Las campanas de mi frente, amargas de bronce antiguo, dieron al viento tu nombre en repique de delirio. Mi corazón de madera muerto de flor y de nidos, floreció en un verde nuevo de naranjos y de gritos, y por mi sangre corrió un toro de escalofrío, que me dejó traspasado en la plaza del suspiro.

¡Ay trece, trece de julio, cuando me encontré contigo!

¡Ay, tus ojos de manzana y tus labios de cuchillo y las nueve, nueve letras de tu nombre sobre el mío que borraron diferencias de linaje y apellido! ¡Bendita sea la madre, la madre que te ha parido, porque sólo te parió para darme a mí un jacinto, y se quedó sin jardines porque yo tuviera el mío!

¿Quieres que me abra las venas para ver si doy contigo? ¡Pídemelo y al momento seré un clavel amarillo! ¿Quieres que vaya descalzo llamando por los postigos?

¡Dímelo y no habrá aldabón que no responda a mi brío! ¿Quieres que cuente la arena de los arroyos más finos? Haré lo que se te antoje, lo que mande tu capricho, que es mi corazón cometa y está en tu mano el ovillo; que es mi sinrazón campana y tu voluntad sonido.

Nunca quise a nadie así; voy borracho de cariño, desnudo de conveniencias y abroquelado de ritmos como un Quijote de luna con armadura de lirios.

Te quiero de madrugada, cuando la noche y el trigo hablan de amor a la sombra morena de los olivos; cuando se callan los niños y las mocitas esperan en los balcones dormidos; te quiero siempre: mañana, tarde, noche... ¡por los siglos, de los siglos! ¡Amén! Te querré constante y sumiso, y cuando ya me haya muerto antes que llegue tu olvido, por la savia de un ciprés subiré delgado y lírico, hecho solamente voz para decirte en un grito: ¡Te quiero! ¡Te quiero muerto igual que te quise vivo!

ROMANCE DE LA VIUDA ENAMORADA (Rafael de León)

Siempre pegada a tu muro y al filo de tus almenas; siempre rondando el castillo de tu amor; siempre sedienta de una sed mala y amarga de desengaño y arena.

¿Por qué te querré yo tanto? ¿Por qué viniste a mi senda? ¿Quién hizo brillar tus ojos en la noche de mi pena? ¿Qué lluvia de mal cariño quiso convertirme en yedra, que va creciendo y creciendo pegada a tu primavera?

¡Ay, qué montaña de amor tengo sobre mi cabeza! ¡Ay, qué río de suspiros pasa y pasa por mi lengua!

Yo estaba en mis campos hondos, allí en Castilla la Vieja, durmiéndome entre molinos y coplas rubias de siega y era mi vida una noria monótona y polvorienta. Mis hijos venían del campo con sus camisas abiertas y en el pulso de sus hombros reclinaba mi cabeza. Así, un día y otro día, allí en Castilla la Vieja...

Una tarde (por los nardos subía la primavera...) una tarde vi tu sombra que venía por la senda dentro de un traje de pana, tres vueltas de faja negra y una voz dura y redonda lo mismo que una pulsera.

-Buenas tardes, ¿Hay trabajo? -Sí- te dije toda llena de un escalofrío lento que me sacudió las venas y que me quitó de encima diez años de vida muerta, bordando en mi enagua oscura una rosa dulce y tierna.

-Está bien- fueron tus gracias, y, doblando la chaqueta, te sentaste a mi lado en el borde de la senda.

Vive este amor de silencio y entre silencio se quema, en una angustia de horas

y en un sigilo de puertas. El pueblo ya lo murmura en una copla que rueda todo el día por el campo y, de noche, en la taberna.

Dicen que si soy viuda, y sacan el muerto a cuestas; dicen que si por mis hijos me debía dar vergüenza...

Dicen, tantas cosas, tantas que las paredes se llenan de vidrios y maldiciones y hasta a veces de blasfemias.

Mi hijo el mayor (veinte años, dulce y moreno) con pena me habló esta mañana: -Madre, ese traje no te sienta, ni esas flores, ni ese pelo, ni ese pañuelo de hierbas...

Yo no me atreví a mirarlo y me sentí muy pequeña, como si fuese mi madre la que hablándome estuviera.

-Por nosotros, tú no debes vestirte de esa manera...

¡Ay, por vosotros! Os di todo el trigo de mi era; todavía de vosotros mi cintura tiene huellas ¡Sangre mía que anda y vive y a mí me va haciendo vieja!

¿Pero es que yo ya no tengo derecho a querer? ¿Qué ciega ley me prohíbe que al sol deje mis rosas abiertas? ¿Y qué me mire al espejo y que me vista de fiesta y que en mi jardín antiguo florezca la primavera...?

¡Ay, qué montaña de amor tengo sobre la cabeza!

¡Ay, qué río de suspiros pasa y pasa por mi lengua!

¡Canten, hablen, cuenten, digan, pueblo, niños, hombres, viejas, que yo de tanto quererle no sé si estoy viva o muerta!

¡Quiero y quiero y quiero y quiero! Están en flor mis macetas; cien ruiseñores heridos cantan amor en mis venas y me duele la garganta y está mi voz hecha piedra de tanto decir: "¡Te quiero como a ninguno quisiera!

Poema xx (Pablo Neruda)

Puedo escribir los versos más tristes esta noche. Escribir, por ejemplo: "La noche está estrellada, y tiritan, azules, los astros, a lo lejos." El viento de la noche gira en el cielo y canta.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche. Yo la quise, y a veces ella también me quiso.

En las noches como ésta la tuve entre mis brazos. La besé tantas veces bajo el cielo infinito.

Ella me quiso, a veces yo también la quería. Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche. Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.

Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella. Y el verso cae al alma como al pasto el rocío. Qué importa que mi amor no pudiera guardarla. La noche está estrellada y ella no está conmigo.

Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos. Mi alma no se contenta con haberla perdido.

Como para acercarla mi mirada la busca. Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.

La misma noche que hace blanquear los mismos árboles. Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.

Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise. Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.

De otro. Será de otro. Como antes de mis besos. Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.

Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero. Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.

Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos, mi alma no se contenta con haberla perdido.

Aunque éste sea el último dolor que ella me causa, y estos sean los últimos versos que yo le escribo.

Volverán las oscuras golondrinas (José Adolfo Becker)

Volverán las oscuras golondrinas en tu balcón sus nidos a colgar, y otra vez con el ala a sus cristales jugando llamarán.

Pero aquellas que el vuelo refrenaban tu hermosura y mi dicha a contemplar, aquellas que aprendieron nuestros nombres… ¡esas… no volverán!.

Volverán las tupidas madreselvas de tu jardín las tapias a escalar, y otra vez a la tarde aún más hermosas sus flores se abrirán.

Pero aquellas, cuajadas de rocío cuyas gotas mirábamos temblar y caer como lágrimas del día… ¡esas… no volverán!

Volverán del amor en tus oídos las palabras ardientes a sonar; tu corazón de su profundo sueño tal vez despertará.

Pero mudo y absorto y de rodillas como se adora a Dios ante su altar, como yo te he querido…; desengáñate, ¡así… no te querrán

Los Sonetos de la muerte (Gabriela Mistral) Del nicho helado en que los hombres te pusieron, te bajaré a la tierra humilde y soleada. Que he de dormirme en ella los hombres no supieron, y que hemos de soñar sobre la misma almohada.

Te acostaré en la tierra soleada con una dulcedumbre de madre para el hijo dormido, y la tierra ha de hacerse suavidades de cuna al recibir tu cuerpo de niño dolorido.

Luego iré espolvoreando tierra y polvo de rosas, y en la azulada y leve polvareda de luna, los despojos livianos irán quedando presos.

Me alejaré cantando mis venganzas hermosas, ¡porque a ese hondor recóndito la mano de ninguna bajará a disputarme tu puñado de huesos!

II

Este largo cansancio se hará mayor un día, y el alma dirá al cuerpo que no quiere seguir arrastrando su masa por la rosada vía, por donde van los hombres, contentos de vivir...

Sentirás que a tu lado cavan briosamente, que otra dormida llega a la quieta ciudad. Esperaré que me hayan cubierto totalmente... ¡y después hablaremos por una eternidad!

Sólo entonces sabrás el por qué no madura, para las hondas huesas tu carne todavía, tuviste que bajar, sin fatiga, a dormir.

Se hará luz en la zona de los sinos, oscura; sabrás que en nuestra alianza signo de astros había y, roto el pacto enorme, tenías que morir...

III

Malas manos tomaron tu vida desde el día en que, a una señal de astros, dejara su plantel nevado de azucenas. En gozo florecía. Malas manos entraron trágicamente en él...

Y yo dije al Señor: ?«Por las sendas mortales le llevan. ¡Sombra amada que no saben guiar! ¡Arráncalo, Señor, a esas manos fatales o le hundes en el largo sueño que sabes dar!

»¡No le puedo gritar, no le puedo seguir! Su barca empuja un negro viento de tempestad. Retórnalo a mis brazos o le siegas en flor».

Se detuvo la barca rosa de su vivir... ¿Que no sé del amor, que no tuve piedad? ¡Tú que vas a juzgarme, lo comprendes, Señor!

MADRE, LLÉVAME A LA CAMA (Miguel de Unamuno)

Madre, llévame a la cama. Madre, llévame a la cama, que no me tengo de pie. Ven, hijo, Dios te bendiga y no te dejes caer.

No te vayas de mi lado, cántame el cantar aquél. Me lo cantaba mi madre; de mocita lo olvidé, cuando te apreté a mis pechos contigo lo recordé.

¿Qué dice el cantar, mi madre, qué dice el cantar aquél? No dice, hijo mío, reza, reza palabras de miel; reza palabras de ensueño que nada dicen sin él.

¿Estás aquí, madre mía? porque no te logro ver.... Estoy aquí, con tu sueño; duerme, hijo mío, con fe.

INCIDENTE DOMÉSTICO (Miguel de Unamuno)

Traza la niña toscos garrapatos, de escritura remedo, me los presenta y dice con un mohín de inteligente gesto:

"¿Qué dice aquí, papá?"

Miro unas líneas que parecen versos. "¿Aquí ?" "Si, aquí; lo he escrito yo; ¿qué dice? porque yo no sé leerlo..." "¡Aquí no dice nada!", le contesté al momento.

"¿Nada ?", y se queda un rato pensativa -o así me lo parece, por lo menos, pues ¿está en los demás o está en nosotros eso a que damos en llamar talento?-.

Luego, reflexionando, me decía: ¿Hice bien revelándole ? -no el suyo ni el de aquellas toscas líneas, el mío, por supuesto-. ¿Sé yo si alguna musa misteriosa, un subterráneo genio, un espíritu errante que a la espera para encarnar está de humano cuerpo, no le dictó esas líneas de enigmáticos versos?

¿Sé yo si son la gráfica envoltura de un idioma de siglos venideros? ¿Sé yo si dicen algo? ¿He vivido yo acaso de dentro?

No dicen más los árboles, las nubes, los pájaros, los ríos, los luceros ... ¡No dicen más y nos lo dicen todo! ¿Quién sabe de secretos?

ME DESTIERRO... (Miguel de Unamuno) Me destierro a la memoria, voy a vivir del recuerdo. Buscadme, si me os pierdo, en el yermo de la historia,

que es enfermedad la vida y muero viviendo enfermo. Me voy, pues, me voy al yermo donde la muerte me olvida.

Y os llevo conmigo, hermanos, para poblar mi desierto. Cuando me creáis más muerto retemblaré en vuestras manos.

Aquí os dejo mi alma?libro, hombre?mundo verdadero. Cuando vibres todo entero, soy yo, lector, que en ti vibro. BLAS, EL BOBO (Miguel de Unamuno) Blas, el bobo de la aldea, vive en no quebrado arrobo; La aldea es de Blas el bobo, pues toda a Blas le recrea.

Blas, que se crio desde niño sin padres, con madre moza, en una pérdida choza, libre de carnal cariño;

Blas, tradición la más pura, sabe todo el calendario, reza a la tarde el rosario y le ayuda a misa al cura.

Gracias a Blas el bendito no descarga Dios su vara sobre la aldea, la ampara Blas, botón del infinito.

Juventud, divino tesoro (Rubén Darío) Juventud, divino tesoro, ¡ya te vas para no volver! Cuando quiero llorar, no lloro y a veces lloro sin querer

Plural ha sido la celeste historia de mi corazón. Era una dulce niña, en este mundo de duelo y de aflicción.

Miraba como el alba pura; sonreía como una flor. Era su cabellera obscura hecha de noche y de dolor.

Yo era tímido como un niño. Ella, naturalmente, fue, para mi amor hecho de armiño, Herodías y Salomé…

Juventud, divino tesoro, ¡ya te vas para no volver! Cuando quiero llorar, no lloro… y a veces lloro sin querer… Y más consoladora y más halagadora y expresiva, la otra fue más sensitiva cual no pensé encontrar jamás.

Pues a su continua ternura una pasión violenta unía. En un peplo de gasa pura una bacante se envolvía…

En sus brazos tomó mi ensueño y lo arrulló como a un bebé… Y te mató, triste y pequeño, falto de luz, falto de fe…

Juventud, divino tesoro, ¡te fuiste para no volver! Cuando quiero llorar, no lloro… y a veces lloro sin querer…

Otra juzgó que era mi boca el estuche de su pasión; y que me roería, loca, con sus dientes el corazón.

Poniendo en un amor de exceso la mira de su voluntad, mientras eran abrazo y beso síntesis de la eternidad;

y de nuestra carne ligera imaginar siempre un Edén, sin pensar que la Primavera y la carne acaban también…

Juventud, divino tesoro, ¡ya te vas para no volver! Cuando quiero llorar, no lloro… y a veces lloro sin querer.

¡Y las demás! En tantos climas, en tantas tierras siempre son, si no pretextos de mis rimas fantasmas de mi corazón.

En vano busqué a la princesa que estaba triste de esperar. La vida es dura. Amarga y pesa. ¡Ya no hay princesa que cantar!

Más a pesar del tiempo terco, mi sed de amor no tiene fin; con el cabello gris, me acerco a los rosales del jardín…

Juventud, divino tesoro, ¡ya te vas para no volver! Cuando quiero llorar, no lloro… y a veces lloro sin querer… ¡Mas es mía el Alba de oro! 10081

Soneto de la dulce queja (Federico García Lorca)

Tengo miedo a perder la maravilla de tus ojos de estatua, y el acento que de noche me pone en la mejilla la solitaria rosa de tu aliento.

Tengo pena de ser en esta orilla tronco sin ramas; y lo que más siento es no tener la flor, pulpa o arcilla, para el gusano de mi sufrimiento.

Si tú eres el tesoro oculto mío, si eres mi cruz y mi dolor mojado, si soy el perro de tu señorío,

no me dejes perder lo que he ganado y decora las aguas de tu río con hojas de mi otoño enajenado.

Romance de la luna, luna (Federico García Lorca) (A Conchita García Lorca) La luna vino a la fragua Con su polisón de nardos. El niño la mira, mira. El niño la está mirando.

En el aire conmovido mueve la luna sus brazos y enseña, lúbrica y pura, sus senos de duro estaño.

Huye luna, luna, luna. Si vinieran los gitanos, habría con tu corazón collares y anillos blancos.

Niño, déjame que baile. Cuando vengan los gitanos, te encontrarán sobre el yunque con los ojillos cerrados.

Huye luna, luna, luna, que ya siento sus caballos. -Niño, déjame, no pises mi blancor almidonado.

El jinete se acercaba tocando el tambor del llano. Dentro de la fragua el niño tiene los ojos cerrados.

Por el olivar venían, bronce y sueño, los gitanos. Las cabezas levantadas y los ojos entornados.

Cómo canta la zumaya, ¡ay, como canta en el árbol! por el cielo va la luna con un niño de la mano.

Dentro de la fragua lloran, dando gritos, los gitanos. El aire la vela, vela. El aire la está velando.