Picones Y Promaucaes
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Biblioteca Digital DIBRI -UCSH por Universidad Católica Silva Henríquez UCSH -DIBRI . Esta obra está bajo una licencia Attribution-NonCommercial-NoDerivs 3.0 Unported de Creative Commons. Para ver una copia de esta licencia, visite http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/3.0/ Boletín de Historia y Geografía N° 8 PICONES Y PROMAUCAES Eduardo Téllez Lugaro Tradicionalmente a los aborígenes promaucaes se les ha incluido en el exienso conjunto étnico conocido como picunche. Esta voz, que en mapuche designa a la Gente del Norte, se aplica a las entidades indígenas establecidas entre los ríos Aconcagua e Itata, todas ellas hablantes del mapudungún l. Pese a configurar un término discutible dado que carece de un preciso sentido etnológico 2, se ha empleado profusamente para designar a los agroalfareros de Chile Central". La literatura etnográfica nacional terminó por aceptarlo ampliamente, aunque más por razones de comodidad que en mérito a una precisión de la que carece 4 La necesidad de aglutinar bajo un mismo gentilicio a la colectividades asentadas en el territorio aludido ha conducido al empleo generalizado del nominativo. Así, se afirma que habrían sido tan picunches los aborígenes que en el siglo X habitaron el paraje interior de María Pinto 5 como muchos dp los pueblos costeros de Chile Central ". No asumiremos aquí el problema de resolver hasta que punto la voz picunche permite obviar los contrastes culturales que pueden advertirse a escala regional. Pero es incuestionable que en el siglo XVI estas diferencias eran reales y llevaron a los hispanos a encarar parecidas dificultades al momento de proceder a delimitar la identidad de las diversas comunidades étnicas. Los peninsulares del siglo XVI jamás utilizaron un nombre genérico al definir a la población del centro. Aluden a indios de Aconcagua, mapochoes, maules o cauquenes, nunca picunches 7. Dos siglos más tarde se seguía hablando de quillotanos, mapochoes y promaucaes para referirse a la población autóctona 8. En el Chile de la Conquista, los Hispanos contactaron con conglomerados tribales que no obstante su homogeneidad étnica, recibían, a la vez, dos o más nominativos. Es lo que sucede con términos como picones o promaucaes. La primera de estas denominaciones las encontramos en Fernández de Oviedo, quien en realidad la tomó de una relación escrita por Almagro. Por consiguiente, se encontraba en uso en 1536. Relatando los pormenores de la exploración efectuada por el Adelantado en Chile, el cronista sustenta que: ... anduvo el general Almagro personalmente visitando la provincia de Chile e la de los Picones, su comarcana... La provincia de Chile debe entenderse aquí por Aconcagua, de la cual la región picona era vecina. Al no mencionar el valle del Mapocho nos deja en la duda respecto de si Almagro recibió informes que la incluían como dependencia de Aconcagua. El valle del Mapocho se hallaba entonces colonizado por los incas. Incluso, luego del retiro de Almagro, Quilacanta, gobernador inca de Aconck gua se replegó a la zona mapochina 1", donde se situaba también Vitacura, otro jerarca del Tawantinsuyo ll . Ambos se encontraban probablemente, rodeados de mitimaes 12 . Por consiguiente, la población indígena del mapocho se mostraba fuertemente aculturada por los contingentes quechuas a la llegada de los peninsulares. De allí quizás que Vivar no designara a los mapochinos como picones, no obstante reconocer un estrecho parentesco etno-lingüístico entre unos y otros. En su relato Vivar aclara que en 1541 sumaron fuerzas los indios de Acon- cagua. "...más todos los indios del valle de Mapocho y otros que llaman los picones que son los que agora se dicen pomo-caes.... 13 El término promaucaes data de la conquista incásica. Derrotados por los indígenas asentados al sur de la angostura de Paine, los peruanos dieron en llamar los purun aucas, vocablo que alude a rebeldes o enemigos no sometidos, según el Vocabulario de Diego González 01- guín (1608). Vivar, en cambio, asegura que derivaría de pomaucaes, voz que interpreta como lobos monteses, desde luego en sentido figurado". Lo cierto es que la palabra se refiere a poblaciones rebeldes al Tawantinsuyo y no constituía un gentilicio local. De lo que no hay duda es de la identidad existente entre picones y promaucaes. A éstos Vivar los describe asentados en el territorio delimitado por la Angostura y el Maule. Iguales en lengua y traje a los mapochino, eran menos labradores, hecho que los obligaba a alimentarse de raíces. En referencia a su gentilicio asevera el cronista que "Visto los ingas su manera de vivir los llamaron poniaucaes, que quiere decir lobos monteses, y de aquí se quedaron pormocaes, que se ha corrupto la lengua, porque de antes se llamaban picones porque estaban a la banda del sur y al viento sur llaman pico" 15 . Sin duda, a los promaucaes se refiere Oviedo cuando señala que Almagro, al indagar por los territorio situados al sur de Aconcagua, se enteró por los mismos indios del valle de "...la pobreza y poquedad de la provincia de Chile e cómo era mucho 'mayor e peor la de adelante y que los picones eran quince o veinte pueblos, cada uno tenía diez casas de gente muy pobre, vestida de pellejos... "16 . Respecto de los límites de la "provincia picona", si nos conformanos al criterio de Vivar, deberían ser coincidentes con los deslindes que se señalaron a la región promaucae, esto es desde la Angostura hasta el Mauk (en términos estrictos). En los hechos, sin embargo, el límite septentrional fue fluctuante. Así se desprende de la concesión de una encomienda entregada por Valdivia a Juan Bautista Pastene en 1550. En el documento en que se formalizó el beneficio se aludió a "Los caciques llamados Antequilica e Chumavo o Catalogna con todos sus indios ... que tienen su tierra en la provincia de los picones e valle llamado de Poangui... con más las tierra e asiento que tienen los dichos caciques cerca del río Maipo, llamado Pico, para sembrar los años que son de sequía que por no tener agua el valle dicho de Poangue van allí a sembrar 1 los tienen por suyo de tiempos pasados" 1 Las tierras y asientos de Pico se situaban inmediatamente al norte del Maipo. Justamente allí gozó de una encomienda el obispo Rodrigo González Marmolejo, al cual Valdivia le entregó 70 tributarios de esa localidad. Más tarde, ese repartimiento fue transferido al sobrino del prelado, Antonio Gon7ález Montero 18 . Después de algunas variaciones en cuanto a la tenencia de la encomienda ésta pasó a los descendientes de don Antonio. La encomienda de Pico concluyó en la familia Velásquez de Covarrubias. En el siglo XVIII se menciona al pueblo de Pico, junto al de Pomaire, el cual se encontraba precisamente en Pico, hacienda que perteneció a don Alonso de Covarrubias. A fines del siglo XIX y primeras décadas del actual, todavía se conservaba parte de la antigua hacienda, la que poseía 200 hectáreas de riego y 150 de bosques; se ubicaba a 8 kilómetros al noreste de Melipilla (33 2 38' L.S; 68 9 42' L.0.) 19 . Ciertamente, los predios de Pico pertenecieron, al menos hasta las medianías del siglo XVI, a linajes establecidos en la provincia picona. De modo que el paraje en cuestión se incluía en la misma o se en- contraba sometida a la ingerencia de sus caciques más relevantes. No sabemos que efectos tuvo sobre esta dependencia la dominación incásica. Pero es casi seguro que antes de la invasión peruana los límites boreales de la provincia picona se iniciaban, cuando menos, en las proximidades de Melipilla o, tal vez, un poco más al norte. La configuración, por parte de los incas, de una franja intermedia que operase como zona de seguridad respecto del valle del Mapocho, debió importar una fuerte presión militar sobre las bases más septentrionales de los promaucaes. La confrontación condujo a que los cuzqueños extendieran el limite austral de su área de seguridad o amortiguación hasta la Angostura, comarca que los hispanos consignan como el inicio de la región promaucae. Sin embargo, la relación con los territorios picones al norte del Maipo no se extinguió del todo o, sencillamente, se restableció una vez que los incas desalojaron sus posiciones meridionales para fortalecerse en el Mapocho. Vivar testimonia que en tiempos de Valdivia los quechuas habían abandonado el pueblo que levantaran en la Angostura; igual ocurrió con el principaIpuente que mantenían sobre el Maipo . De allí que el reblandecimiento de la presencia inca pudo derivar en la recuperación del con trol sobre terrenos situados en la margen norte del río, situación que Valdivia encontró operante. Por lo demás, no existían líneas de separación absolutas entre los indígenas mapochinos y los picones. Indudablemente, existía parentesco etno-cultural y lingüístico entre ellos, si bien la domina- ción cuzqueña modificó, vía aculturación, parte considerable de la existencia de los aborígenes del Mapocho. Tampoco se advierte una oposición radical en el orden socio- político, como se puede apreciar de la presteza con la que formalizaron alianzas militares a partir de 1541. A pesar de la aculturación quechua, los promaucaes consideraban a los mapochinos muy cercanos a sus propias raíces. De otro modo no se entiende como pudieron enviar emisarios al área santiaguina invitando a sus naturales a que se refugiaran en territorio picón, donde les ofrecían amplias tierras para sembrar y poblar, las cual o las "darían de muy buena voluntad"" Mas, no se debe pensar fácilmente en la existencia de una férrea unidad cultural pre-cuzqueña. Es claro, por ejemplo, que el Complejo Cultural Aconcagua se implanta con mayor fuerza entre la po- blación del Mapocho, en tanto su influencia se debilita notoriamente al sur del Cqchapoal, territorio de los promauc,aes Es sugerente, por lo demás, que la dominación cuzqueña se impusiera con relativo éxito entre los grupos indígenas pertenecientes a este complejo pre-incásico y que no consiguiera otro tanto con las colectividades mapuches menos permeables a éste.