Nosferatu. Revista de cine (Donostia Kultura)

Título: Bong Joon-ho: Epica de lo minúsculo

Autor/es: Costa, Jordi

Citar como: Costa, J. (2007). Bong Joon-ho: Epica de lo minúsculo. Nosferatu. Revista de cine. (55):181-185. Documento descargado de: http://hdl.handle.net/10251/41528

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Entidades colaboradoras:

Bong, Joon-ho Epica de lo minúsculo Jordi Costa

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1 marca la pegadi za sintonía. Como casi todo en el cine de Bong Joon-ho, esa escena funciona (y muy n una escena de Memol'ies of M urdcr: bien) a muchos niveles, pero, a la vez, proporciona E Crónica de un asesino en serie (Sa/i­ una inesperada vía de acceso a la peculiar poética de nui chueok, 2003), los dos policías mrales que pro­ un cineasta que ha logrado atrapar la identidad co­ tagonizan la película detienen un interrogatorio para reana (del Sur) en los códigos universales del cine­ mirar por televisión, en compañía de su acusado, un espectáculo post-spielbergiano. El guiño pop satisfa­ episodio de la serie Soo Sa Ban Jang. Las piemas ce el apetito nostálgico del espectador local y sinteti­ de los tres no pueden evitar moverse al ritmo que za lo que podríamos ll amar (con un grandísimo mar- gen de imprecisión) el "factor C uéntame" de una ortodoxia genérica, precisamente porque les han in­ películ a ambientada en la Corea del Sur previa a la yectado vida real dentro. Volvamos, pues, a esa reforma democrática. Pero, al mismo tiempo, ese frase que ha quedado tan atrás para customizarla momento-paréntesis ofrece el encuadre preciso don­ con propiedad: Barldng Dogs Never Bite 1 Dogs de Bong Joon-ho aísla la esencia de su discurso of Flanders es una película donde la vida se acaba cinematográfico: como en Las ¡\1eninas, aquí el to­ pareciendo a una comedia negra, entre otras cosas. que de di stinción es una cuestión de encuadre. En Esas otras cosas podrían ser: un fresco social de este caso, un encuadre que relaciona al insignificante una sociedad que crece entre la corrupción y la hombre común con esas mitologías ele ficción que pervivencia de un pasado que se recicla en leyenda siempre fu ncionan como ventana abierta a una urbana, una comedia romántica sobre el desencuen­ (i)realidad inalcanzable. El choque entre la cotidiani­ tro de dos soledades que no tendrán más remedio dad y los códigos de la fi cción articula una carrera que perpetuar su respectivo aislamiento, un vodevil de apari encia heterogénea que, bajo su engañosa al­ sórdido con perros muertos ... El protagonista de ternancia de géneros, elabora un coherente discurso Barldng Dogs Nevcr Bite 1 Dogs of Flandcrs es alrededor de la im perfecta grandeza del hombre sin un profesor desemp leado que espera reunir el dine­ atributos. ro suficiente para un soborno que le garantizará una plaza fija. Su esposa está embarazada y le esclaviza con sus antojos y la imposición de tareas domésti­ 2 cas. Los ladridos de un perro en el complejo de viviendas donde reside roen sus nervios hasta el Cuando Bong Joon-ho tenía once años ele edad, des­ punto de optar por poner un fin expeditivo al pro­ cubrió un perro muerto frente a la puerta de su blema. Su particular descenso a los infiernos le apartamento fa miliar. Ese cuerpo inmóvil sería la pri­ pondrá en contacto con una posibilidad de condena mera piedra sobre la que, años más tarde, comenza­ y otra de redención. La condena está en la realidad ría a edificar su discurso creativo. En Barldng subyacente que el personaje descubre en los subte- Dogs Never Bite 1 Dogs of F la nders (F/andersui gae, 2000), su primer largometraje, los perros no son un macguffin, sino la pertinente metonim ia de 182 un país en proceso de transformación: del perro consumido como plato de propiedades afr·odisíacas por las clases humildes de la viej a Corea al perro elevado a mascota (e indicador de estahlS social) de la Corea emergente. Barl

ción inocente. Todo en Memories of Murder: Cró• para todo tipo de público, logra que entendamos la nica de un asesino en serie transpira control (del pequefíez de ese triste Park Doo-man en relación a 184 material y, muy especialmente, del tono) y concien­ esa historia que le ha hecho como es (i nnoble) y a zudo conocimiento de la tradición cinematográfica. esas historias (televisivas, cinematográficas) que le Una de las escenas iniciales aporta la perfecta clave muestran lo que nunca será. La poderosa escena para entender la película: el largo plano secuencia en final (que cierra en círculo el relato) admite una el escenario del crimen, en el que la presencia de lectura interesante: Park Doo-man quizás no había unos niños y el paso de un tractor puntúan una reparado en el asesino porque era demasiado normal. coreografia del caos que logra enmascarar su traza­ Demasiado real. Como él. Como todos los que viven do matemático impostando la ilusión de fluidez de la bajo un orden perverso que los ha modelado y les ha vida misma, siempre suj eta a la entropía. Hubo algu­ convertido en posibles (e invisibles) cu lpables. nos críticos que invocaron desconcertantes referen­ tes - como Loca academia de policía (Po/ice Aca­ demy; Hugh Wilson, 1984) o la comedia española 4 desarrollista- para situar las incursiones de la pelícu• la en registros afines al humor: los elementos de La documentada cinefilia del dictador de Corea del comedi a de Memories of .Murder: Crónica de un Norte Kim Jong-il le hace seguir con atención la asesino en serie forman parte hasta ta l punto del eclosión cinematográfica de sus vecinos del sur. Se tejido vocacionalmente hiperrealista de la película cuenta que reclamó una copia de Joint Security que esas al usiones se antojan completamente fuera Area (Gongdong gyeongbi guyeok JSA, 2000), la de lugar. En la película no hay construcción del gag, película-revelación de Park Chan-Wook, para un vi ­ sino vida, con su indisociable trenzado de dolor y sionado privado que podría haber inspirado un cine­ ridículo, de oscurid ad y ali vio. A Bong Joon-ho se le fó rum de altísimo nivel sobre las ideas de reconci lia­ escapan, quizás sin pretenderlo, ecos cinéfilos que ción que manejaba la cinta. Sería interesante conocer parecen remitir ocasionalmente al formali smo del las reacciones del dictador ante el tercer largometraje giallo - los asesinatos bajo la lluvia, la canción radia­ de otro destacado representante de la emergente ci­ da, el guiño hitchcockiano/argentiano de la escena de nematografía del Sur. Thc Host (Gwoemu/, 2006), la cantera .. .-, pero el motor de la película no es de Bong Joon-ho, arrebata a Pulgasari ( 1985), de referencial: de hecho, su (anti)héroe ex perimenta el Shin Sang-ok, el títu lo de monster movie coreana desamparo de la inoperancia referencial frente a una más famosa de la historia. Pulgasari, metáfora anti­ situación que le sobrepasa. Y Bong Joon-ho, que capitalista modelada a imagen y semejanza de una sabe orquestar con todo ello un gran espectáculo pelí cula de , fue uno de los siete largometra- jcs que Sh in Sang-ok, director de Corea del Sur, inercias narrativas que el género ha fosilizado en realizó a instancias de K im Jong-i l después de que nuestro subconsciente: tras un climático prólogo, la este le secuestrase a mediados de los 70 junto a su criatura hace rotundo acto de presencia en el primer ex esposa, la actriz Choi Eun-hee, de la que acababa tramo de la película, revelando todo su hipnótico de divorciarse. Excéntrica nota en la historia del se­ esplendor en una jugada narrativa que pone en riesgo creto cine de Corea del Norte, Pulgasari no fue el la capacidad del ci neasta para seguir asombrando al único ejemplo de eiga coreano - valga usar el espectador el resto del metraje. También hay ruptu­ inapropiado términ o j aponés- previo al reciente tra­ ras marcadas por esa mirada hiperrealista del cineas­ bajo de Bong Joon-ho: en 1967, Tael

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