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PEDRO ELIAS SARMIENTO Cerca de treinta años i en la Marina de Guerra | de i j — EN ESTE LIBRO ESCRIBEN § | CUATRO CONTRAALMIRANTES | 1 | —' SEPARACION DE SEIS OFICIALES I SUBALTERNOS DE LA ESCUADRA É | QUE ERAN UNOS REALIDADES | Y OTROS ESPERANZAS 1 i Í — EN LA ESCUELA NAVAL | SE LES PASA UN MAL NACIDO i I i —r LOS DOS TIBURONES I % l | DE LA ARTILLERIA DE COSTA | i • i PEDRO ELIAS SARMIENTO

Cerca de treinta años en la Marina de Guerra de Chile

— EN ESTE LIBRO ESCRIBEN CUATRO CONTRAALMIRANTES

— SEPARACION DE SEIS OFICIALES SUBALTERNOS DE LA ESCUADRA QUE ERAN UNOS REALIDADES Y OTROS ESPERANZAS

—T EN LA ESCUELA NAVAL SE LES PASA UN MAL NACIDO

— LOS DOS TIBURONES DE LA ARTILLERIA DE COSTA Juro por el Señor de los Cielo* que todo lo que aquí digo es la verdad escueta, sin quitarle ni ponerle y sin agregarle ni suponerle.

EL AUTOR

Lector: lee este libro si erees que: la Patria y lo Madre es lo más sagrado que hay en la vida. La vida de este autor

La fe de bautismo

Obispado de La Serena. Certifico: Que en uno de los Libros de Bautismos de este archivo parroquial de mi c.\rgo que principia el día primero de Abril del año mil ochocientos setenta y siete se encuentra anotada a fojas 138, una partida, cuyo tenor es como sigue: «En la Iglesia. Parroquial de San Vicente Ferrer, ciudad de Ovalle, a ocho de Julio de mil ocho- cientos setenta y ocho, bautizé, puse Oleo i Grisma a Pedro Elias, de edad de nueve días, hijo lejítimo de don Pedro An- tonio Sarmiento i de doña Carmen Arias de esta parroquia; Fueron padrinos de agua i óleo, don Manuel González Arias i doña Emilia Campos, do que doi fe. Tomas Campaña». Concuerda con su orijinal a que me refiero etc., Ovalle a 20 de Enero de 1896. Fdo. Bernardino Ponce. Un timbre quio dice Parroquia de Ovalle. Nótese que la fé de bautismo está con la Academia de Bello. La Real Academia empezó en 1894.

Escuela Superior de Ovalle.

Certificado para ingresar a la Escuela de Artes. CEBTIFICO que el joven Pedro Elias Sarmiento Arias, fué alumno de esta escuela durante 4 años, siendo muy apro- vechado aunque travieso a cada momento; pertenece a una fa- milia muy honorable de esta localidad. (Fdo.) David León Tapia. Ovalle, a 12 de Enero de 1896.

— 331 Certificado de licénciamiento

El ciudadano Sr. Pedro Elias Sarmiento, queda licenciado del Servicio de la Guardia Nacional en calidad de Aspirante a Oficial en el arma de Ingenieros Militares en virtud de ha- ber cumplido con las exigencias de la Ley. Santiago, 23 de Octubre de 1898. (Edo.) Gap. Anabalon Urzua. Timbre que dice: Curso Militar de la Escuela de Artes y Oficios. Por Decreto del Estado Mayor del 10 de Julio de 1898, fué nombrado Aspirante a Oficial de la Reserva de la Guardia Nacional, destinado a este cuerpo.

Datos Generales de la vida militar:

En los ejercicios de tiro obtuvo un término- medio de 6,42. No fué un tirador escogido por no haber cumplido con todas las lecciones. Sus aptitudes militares pueden clasificarse por las siguien- tes notas: Salud buena, aplicación buena, aprovechamiento bueno, conducta buena, espíritu militar suficiente.

Estada en la Escuela de Artes.

Certificado de competencia

Sgo., 12 de Enero de 1912. El Director de la Escuela de Artes CERTIFICA: Que el joven Sr. Pedro Elias Sarmiento, fué alumno de esta Es- cuela, desde el 22 de Marzo de 1896 hasta el 30 de Abril de 1899, fecha en que rindió su prueba final a fin de otorgarle el diploma correspondiente al curso de 4 años que hizo en 3. Fué un alumno sobresaliente. (Fdo.) Rafael Puelma, Director. El timbre respectivo.

4 Certificado cíe haber sido pensionado en ios Estados Unidos:

El Director de la Escuela de Artes y Oficios, CERTIFICA: Que el Sr. Pedro Elias Sarmiento fué pensionado por festa Escuela a perfeccionar sus conocimientos en Nortea-América durante tres años, desde 1901 a 1904, por decreto supremo N.« 3736 del 23 de Diciembre de 1901 que dice: He acordado y Decreto: Comisiónase al Sr. Pedro Elias Sarmiento para per- feccionar sus conocimientos en los Estados Unidos. Ríndase la fianza respectiva y sométase junto con este decreto a escritura pública. (Fdo.) Riesco. Rafael Orrego.

Mi entrada a la Marina de Guerra

Por insinuación del ilustre Almirante Sr. Arturo Cuevas (que también se educó en la Escuela de Artes y Oficios, lió mismo que el Almirante Sr. Miguel Aguirre) entré a la Marina do Guerra, el l.« de Abril de 1917, como Dibujante Técnico, para hacer clases de dibujo de Máquinas a un curso de «Mecá- nicos Artilleros» en la antigua «sección Armas de Guerra», hoy «Artillería Naval». Por no haber una vacante con decreto supremo fui contratado corno Maquinista Mayor, serie K 1193, («1 más al'lo grado entre los tripulados). Al dejar este puesto mis despachos fueron firmados por él Comandante Sr. Ber- nardo Riqmelme. El 16 de Abril de 1920, obtuve el primer lugar en un concurso público para llenar una vacante de Dibujante de Primera Clase. Los documentos dicen: Sec. 1.» N.» 1097, Valpo., 16 de Abril de 1920. Sr. Ministro: Para ocupar el puesto de Dibujante de Primera clase que consulta el ítem 147, se llamó a concurso y de los tres interesados resultó como el mejor preparado, el Sr. Pedro Elias Sarmiento, por lo tanto ruego a V. S. extender el decreto respectivo. (Fdo.) J. Muñoz Hurtado y, con fecha 20 de Abril el Ministro Sr. Régulo A'a- lenzuela firmó el decreto junto con el Presidente de la Repú- blica Sr. . Cerlificados de dos jefes de la Marina de Guerra.

DIRECCION DEL PERSONAL DE LA ARMADA

El que suscribe certifica: Oue el DIBUJANTE MAYOR ÍR) Sr. PEDRO ELIAS SARMIENTO ARIAS, SIRVIO EN lA ARMADA VEINTIOCHO AÑOS Y VEINTIOCHO DIAS Y LLEGO AL MAS ALTO GRADO EN EL ESCALA- FON DE SU ESPECIALIDAD.

Valparaíso, 23 efe Febrero de 1951, (Fd,o.) Gustavo Carvallo Gundelach. Director del Personal de 1a Armada.

Valparaíso, 29 de Marzo de 1951.

EL COMANDANTE EN JEFE DE LA U" ZONA NAVAL CERTIFICA: OUE EL Sr. PEDRO ELIAS SARMIENTO, SIRVIO EL CARGO DE JEFE DE LA SECCION «ARQUI- TECTURA DE LA ARMADA» EN CALIDAD DE INTERINO DESDE EL PERIODO COMPRENDIDO ENTRE EL 10 DE OCTUBRE DE 1937 Y EL MES DE ENERO DE 193S.

DE ORDEN DEL SR. COMANDANTE EN JEFE.

(Fdo.) Alejandro Navarrete Torrea. Cap. de Fragata.

JEFE ESTADO MAYOR I.» ZONA.

•6 — Prefacio

¿Por qué escribo este libro? ¿Cuál es su objeto? Me explicaré. Me propongo corregir errores que jamás debieron cometerse y pam que no vuelvan a repetirse. Al mismo tiempo, es mi intención vindicar a dos o fie/ales subal- ternos que fueron sépamelos del servicio, siu que nunca se les haya repuesto. (Léase la pácj. 43). Tanto a la Escuela ele Artes como a la Marina de Guerra donde hice carrera hasta jubilar, les debo Lo qué soy. Por eso considero un deber ele buen ciudadano, cuidar del prestigio de ésta y defenderla con alma, vicia y corazón ele las acechan- zas del destino que en todo tiempo son muchas. De la verdial plena que encanta he vividb enamorado y desde cuando adquirí el uso de la razón. Es por eso que aquí y escrito, doy a conoeer a la conciencia pública ele mi peiís, a todos aquellos que han delinquido. Estimo que esto lo hace toda persona que sabe y entiende que es patriotismo, - pundo- nor, lealtad, honradez, honorabilidad y delicadeza personal y amor a la patria, que nunca deben confundirse con la com- plicidad. Me complace ele jar constancia plena que el 99,99 "¡o ele los oficiales ele la Marina son dignos de la tierra en que han- nacido por lo inteligentes que son, habiéndolos observado en cien ocasiones en el ejercicio ele mi profesión. Puedo asegu- rar que todos ellos viven llenos de esperanzas, anhelando un futuro mejor y más grande que se pueda concebir para la Institución y no hay ningún derecho para- defraudarlos. Cuando al espirar el siglo pasado, en ¡898, para ser exacto, se ventilaba • el famoso & proceso Drey fus -y, el genial

— 331 escritor parisién Emilio Zolá, publicó en un gran diario de París, el célebre artículo «Yo acuso», que primero-, conmovió a toda Francia y¿ después, al mundo entero. Zolá exigía en- tonces la revisión del proceso de la Isla clel Diablo, a donde primero, sus feroces enemigos lo habían confinado y después la justicia francesa rubricó el castigo que era injusto y cruel. Y, los partidarios ele dejar las cosas como estaban, en tono amenazante le dijeron a Zolá, que su actitud vulneraba al ejército francés, -a lo que el literato indignado respondió-. ¿Qué importa el ejército? y agregó: «'más importa el honor ele Francia». Y no se equivocaba. En este caso, honor es lo que creen tener los oficiales que han delinquido y lo que está por .encima de todo es el honor de la Marina de Querrá de mi país. Silenciar estos hechos es hacerse cómplice ele lo que perjudica a la Ins- titución.

•8 — LA ESTATUA DE PRAT

Cuando en 1884 se discutía la colocación de la estalua de I'ral que mirase al Cerro Cordillera ganaron por un voto, que desde luego es por muy poco ganar. Y, debió ser por luna- «¡rimlítd, tratándose de la importancia del acto. Y Santa María que entonces presidía eí Gobierno, entregó la coloca- ción del monumento, hace 74 años al Municipio porteño. Y los regidores resolvieron por tres votos contra dos, quie Praí mirara a la Intendencia o al cerro citado, que es 1o mismo. Y todo hay que decirlo, repetirlo y volverlo a decir. La razón que dieron los que votaron por la actual colocación fué : qtie ios desfiles para honrar a los héroes no se podían haces? nada más que por la calle Blanco. Y eso era debido a que los rieles del ferrocarril mordían la estatua. Era un inconveniente. Pero, es precisamente el «gran pero» que nunca antes se ha explicado ni se ha escrito, ni considerado: y es que el pro- greso entra ahora a jugar su parte, como que el panorama analítico del puerto de antaño ha variado substancialmente. Los rieles están a cien metros de ía estatua, los trenes ganaron terreno al mar y la calle por donde éstos pasaban existe la Avenidla Errázuriz. Esto quiere decir: que el desfile de las fropas debe hacerse ahora por la citada avenida. Y nada falta, po'rque al frente del monumento y con líneas 'bien definidas, hay una plaza sin nombre, lista para celebrarse la Santa Misa, hacer los honores a las autoridades y oír los discursos de aniversario. No voy a decir que para mover af insigne Capitán falte iniciativa a los marinos, sería una perfecta insolencia. Lo que falta es deseo de hacer bien las cosas. Por ahora lo importan- te es corregir el error de los que antes actuaron. Si está en el mar la gloria de Prat, al mar debe mirar. Esto no se discute, porque carece de base para una discusión. Hace años un señor dijo que Prat estaba así, era porque venía a dar cuenta de su homérica hazaña. Esas son tonterías. Los héroes a nadie tienen que dar cuenta de sus actos. AI contra- _ 9 .rio, los porteños estamos demorando 'más de la cuento para colocarlo en forma. ¿Qué en Brrázuriz va a pararse el tráfico cuando las fiestas? ¿Qué novedad? Asi la ciudad lo ha presenciado, cada 21 de Mayo, durante 74 años. Cuántos escritores ilustres h¡an visitado Valparaíso, artis- tas, urbanistas, poetas, etc., todos extranjeros, han preguntado el por qué de esta anomalía de Prat que no mire al 'mar donde está su gloria y para virarlo, bastarían estas opiniones, jor- que además de ser justas, son dignas y razonables. Que habría que cambiar de ubicación a los oficiales que están en Blanco por Aldea y el marinero, pues, t/ambión ge cambian y todos quedamos contentos.

FRASES CELEBRES DE LA MARINA DE GUERRA

Del ilustre Almirante Latorre: «Servicio que se enrostra deja de ser servicios. Del ilustre Almirante Montt: «Cuando te pregunten algo contesta de inmediato, bien o mal, pero contesta, si no lo haces te creen lerdo. Si yerras tienes tiempo para enmendarlo)'. Del ilustre Almirante Nef: «Que la Marina no entre en la política y que la política no entre en la Marina». Del Teniente 1.a señor 'Salvador de la Piedra Martínez, dirigiéndose al personal subalterno, deí buque en que serña, para ireunirios en la cubierta: «Arriba ia India». Del Teniente 1.® señor Marcial Sanfuentes, amargando al personal subalterno de las oficinas en tierra: «¿Amor se escribe con h o sin h?» ÍQ <£>2 ifi

•10 — LA ESCUELA NAVAL

En el N.s 556 de «LA REVISTA DE MARINA» publica Rene Berisso Monsalvez un estudio muy oportuno sobre lo que debe ser la Escuela Naval y desde luego la titula «LA UNIVERSIDAD NAUTICA». Según René Berisso, cuya opinión la estimamos muy ati- nada, piensa que es preferible admitir jóvenes que hayan cursado el 6.° año de Humanidades y es razonable, porque la Escuela se ahorra* así de enseñar a sus alumnos los ramos citados y se dedicaría a los «ramos profesionales», especial- mente «Navegación», que es el « alma-rnatter» de un oficial de la Marina de Guerra o Mercante. «En un período de 11 años —dice— de 870 jóvenes ise graduaron 440, lo que es- un 50°/o de egreso. Se supone que la mayoría de los jóvenes que ingresan, abandonan la Escuela por salud, inadaptación o falta de capacidad para los estudios, lo que a su vez permite colegir que la cuota por estos renglo- nes está formada por jóvenes que tampoco habrían, concluido satisfactoriamente el 6.» año de Humanidades. Considerando —agrega Berisso— el'volumen y naturaleza de las materias que componen el actual «Programa de ja Escuela Naval», es necesario una cuidadosa selección física, intelectual y vocacional de quienes se incorporen a ella. Esti- mamos que la Escuela Naval debiera sacrificar, en parte, la ventaja que le representa él ingreso de elemento juvenil, pol- lino de mayor madurez intelectual, capaz de asimilar los' va- riados conocimientos profesionales que imparten, para entre- gar al servicio mayor número de oficiales con menos ingre- sos. La idea parle- del convencimiento de que un joven que ha terminado satisfactoriamente sus estudios humanísticos dentro del plazo normal, es capaz de alcanzar toda otra metas. Al final expresa, refiriéndose a todos los que allí estudian: «Debe irse a una base común de ingreso para todos y en referencia a los «cadetes Contadores», suguiere harían el ter- cer año como ayudantes de los Contadores en servicio activo». - 11 Y aunque no lo dice, se supone, que es para que adquieran práctica y experiencia. Por mi parte digo sobre la Escuela Naval: Gastar una cantidad de millones de pesos en expropiación para darle más amplitud a la Escuela es un error. Al hacer los patios de bal- dosas (1936 ó 1937), comprobé que'hay dos niveles apreciables en los cien metros planos. Otro dato: Cuando se instalaban los alemanes en la Universidad «SANTA MARIA» se les ofreció a ellos la Escuela Naval para instalarse y dijeron que «NO». Por algo sería. Lo que debe hacerse es algo grandioso que lo aplaudiría todo Chile: instalar la Escuela Naval en Quintero, donde los niños estarían a diario en contacto con eí mar, más que se gastaran doscientos millones de pesos y después convertirla en un Liceo de 1.» clase, tal como es la Escuela Militar. LA GRAN ROSCA EN LA ISLA DE PASCUA EL 22 DE SEPTIEMBRE DE 1932

Mareado, más muerto que vivo, navegaba eo el «Arau- cano» en Junio de 1932, el Capitán de Carabineros, señor Ismael Silva Barboza. En su cartera portaba la transcripción del Decreto Supremo que lo nombraba Gobernador de Pascua. Firmaban Dávila, por cien días, Presidente de la República Socialista y su Ministro del Interior, señor Juan Antonio Ríos. Con Silva también navegaban a Pascua el Tte. de Carabineros señor Jorge Ortiz Ramírez con 13 hombres de tropa, para vi- gilar a los deportados por Dávila, señores Eugenio Matte Hur- tado, Marmaduque Grove y su hermano Jorge, el Capitán Marchant y el Tte. Charlin. A muchas millas ele Valparaíso, el comandante del barco señor Miguel Elizalde, supo que al Gobernador lo había nom- brado el Ministro del Interior, cuando todas las autoridades de la isla son del resorte de la Marina. Esta anomalía, lo que Elizalde vió y el temor que en los rostros de cada deportado él comprobó, hicieron que por Radio la Moneda fuese consul- tada y ésta autorizó el cambio de autoridades, y en una terna formada por los Ttes. señores Arancibia, Fernandois y ligarte Torres, fué elegido este último. Todo listo, Elizalde comunicó a los deportados, a Ugarte, Silva y Ortiz, participándoles del cambio. Silva quedó de Se- cretario del Gobernador. Entre Ugarte y Ortiz se estableció una camaradería única y digna de una buena causa que llamó la atención. Y la expe- riencia ha enseñado que, lo que no es expontáneo casi, por no decir siempre, se agrieta, como en este caso ocurrió. Los relegados desembarcaron, pero no tenían donde hos- pedarse y mientras tanto quedáronse dos días con Williamson, arrendador de la isla, allí estaban encantados; pero no podían continuar a juicio del Gobernador ligarte, que consi- deró que habría sido así como «un estado dentro dé otro

- 13 estado». Muy apesarados salieron a ocupar la casa del isleño, Urbano Edmon en la avenida Policarpo Toro. A las 96 horas en la isla, chocaron Ugarle y Ortiz, (dificul- tades que culminaron con un asalto en que ambos se jugaron la vida. Que Ortiz tenía orden de matar a Malte y Grove, es verdad. ¿Cómo? El o los detalles lo vería el mismo Ortiz y era lo de menos, y no tenía importancia. Había que liquidarlos. —Me das orden verbal y los liquido a ambos. Así con esa frescura y sangre fría, le dijo "Ortiz a ligarte a los dos días de estar en la isla. ¿Broma? Ya así era demasiado fuerte y cuando Ugarte oyó de Ortiz por 2.» vez esta canción, se sul- furó y le contestó brava y secamente: —Le prohibo que repita esto. La Marina de Guerra ¡no cometerá este crimen político. Si los relegados intentan fugar- se, tengo instrucciones escritas sobre mis ametralladoras (éstas llegaron 20 días después en el «Rancagua») y las haré fun- cionar sin contemplación y estése Ud. quieto. El 22 de Julio zarpó para Pascua el «Rancagua» ul talan- do del entonces Capitán de Fragata, señor Carlos Torres Hevia. Conmigo navegaban 12 obreros constructores, un practi- cante, un enfermero y todo el material para un edificio que serviría- para la Gobernación. Nunca, ni en 1888, cuando Chile tomó posesión de la isla, nada decente para oficinas fiscales se había construido. En el mismo barco navegaba Eduardo Avalos Prado, que jugó un papel muy desagradable en Ja rosca a relatar. Verlo los indios y decirle «Pipitun» L(quiere decir pigmeo) fué un solo acto. Y por lo osado que es, era «masca leones» en la Armada. El apodo está «como se pide» en ambos casos. Avalos es absorvente. Avalos desconoció las órdenes; de Elizalde, más que fue- rail do la Moneda y Ugarte toleró. Silva quedó al garete y creíamos que por su grado estaba sobre Ortiz, y no era así. Chocaron por una bagatela y se arranchó con nosotros, es decir, con el personal de la Armada.

•14 — Ortiz es más fresco que una barra de hielo. Ortiz se tomó varias libertades que no estaban bien en un oficial de las Fuerzas Armadas, que no las nombro por no ruborizarlo y que Ugarte frenó por el prestigio que todos teníamos que cuidar en aquella posesión chilena. En aquella espantosa soledad, carente de toda la comodi- dad para la vida, el carácter se achica, se desnivela, se desfi- gura, se Chocando las relaciones entre autoridades o vecinos entre sí, rara vez se mejoran, el menor incidente se explota al revés, de lo que es.. Ese 18 de Septiembre lo celebramos con un trago sin al- cohol. Con piñas que facilitó Victoria Rapahango hicieron chicha que resultó muy agradable al paladar. Con el chanchito se cuadró Mr. Smith. Ortiz fué invitado y no asistió ni envió excusa alguna, que se interpretó como una descortesía. Ser discreto vale mucho en la vida. Es cualidad que ia inmensa mayoríá de los hombres no la tienen y en una insti- tución armada es imprescindible. No es cátedra de ningún sabio ni la enseña ningún libro. Ortiz .es indiscreto. Por eso, en Pascua perdió su carreña y /de recuerdo, tres balas tiene en su cuerpo. Estuvo al borde de la muerte. Es mi ánimo decir siempre la verdad entera, pura y com- pleta. La indiscreción de Ortiz sirvió para impedir el asesinato de los relegados, porque éste tenía orden de Santiago para matarlos. Es la impresión de todos allá al examinar los docu- mentos de su baúl cuando Ortiz agonizaba después de la re- yerta, pero alguien dirá: ¿Si tenía esas órdenes, para qué pe- día autorización? Porque así comprometía á la Marina. Es la treta de todos los tiempos, comprometer, y es mejor si la auto- ridad es la comprometida y el autor se lava las manos. En Pascua cada casa es un «Peñuelas» en miniatura. .El agua de la iglesia es de la autoridad. No llovia y el agua esca- seaba. Se dispuso el racionamiento con personal de la Armada. Según A va los, los carabineros, también con armas, desobede- cieron la orden y a él le hicieron los. puntos. Fuera de absorvente, Avalos es burlesco, incongeniable y atropellador. Sulfuróse tanto como para asegurar a ligarte (estábamos presente) que ninguno de ellos merecía perdón y pi- dió para todos un severo y «sonoro» castigo y rápido. Con aque- llo de los plintos, Ugarte palideció y se dejó influenciar pol- os e bellaco. «A tí te puede pasar lo mismo i, le recalcó Avalos a Ugarte, dramáticamente. Avalos, en aquella ocasión, fué todo lo malo que el .alma humana puede concebir. Para ese momento desgraciado que vivíamos, Avalos fué todo: alma, cerebro y dirección y todo lo que se requiere |»ar& llevar a efecto lo que allá ocurrió y fué la mecha que prendió la pólvora. Propuso el asaltó, lo estudió, lo llevó a cabo con lujo de detalles, con premeditación, alevosía y con verdadera y extraordinaria sangre fría. Confieso paladinamente que esta vez sentí miedo. Esa noche todos los míos, por mi 'mente desfilaron con la veloci- dad de una tragedia. Por pura maldad veríamos correr sangre de hermanos que de nada eran culpables. Eran puramente juguetes "de las pasiones de los hombres que mandaban. 'Y no se podía saber el resultado, ni qué harían los vencedores, con los ciudadanos pasivos de la Marina» para el caso de que la suerte fuera adversa. Minuto a minuto me daba ánimo, tal como el personaje do la zarzuela. El acuerdo se tomó en la sobremesa de la comida del 21 de Septiembre. La mesa estaba así ocupada: Ugarte presidía, con Sarmiento a la derecha y Avalos ~a la izquierda y Silva al frente. Fui consultado, ya que entre mis operarios casi todos habían hecho el servicio militar, eran buenos elementos a lle- var. Eran 12 hombres y 14 de la guarnición. Y, acordado $•! asalto en principio, Avalos quería y pedía con insistencia, ter- minar con todos los carabineros, sin piedad y sin dejar uno solo ni para remedio. —Si la vamos a hacer, hagámosla bien en grande h . . . y lo repetía sin cesar. ¿Y...... ? ¿Y cómo fué que así no se hizo, como Avaíos quería y por qué no fué así? Por una de aquellas casualidades que sólo Dios no más lo sabe. Los que de golpe llegamos en el «Rancagua» entre ma- rinos y operarios, deportados y carabineros, sumábamos 40 personas. Así como así no fué fácil encontrar habitaciones. Unos quedamos aquí y otros allá sin hacer capítulo. Clorindo Veliz, mi practicante, quedó con los carabineros, los canacas lo llamábanle «El Doctor». Por no matar a Veliz no se usaron las ametralladoras y se optó por ir armados con rifles. Se pensó en ir por Veliz, peix> se objetó que podían pararlas. Partieroní Nada, como otras veces me anunciaba el corazón. Silencio de tumba y para evitar ruidos delatores, pisaban en zapatillas. Avalos con Ugarte hicieron fuego en la puerta de entrada y con un coraje que se precisaba fuera de verdad, siguieron avanzando. Avalos, con un croquis de la pieza cíe Ortiz que Silva le había proporcionado, fuese derecho a matar a Ortiz. Era su obsesión. Avalos decía que él Teniente con heridas en el estómago, por cangrena tenía que morir, pero la profecía de Avalos no se cumplió por otra casualidad igual a la anterior. Por tinca o por lo que sea, Ortiz había dado otra distri- bución a su pieza. La cama sobre un catre de campaña, quedó más "cerca de la puerta, entonces el croquis no sirvió para el fin que Avalos persiguió. Sirvió para que los Avalos perdiera las dos primeras balas que mandó sobre el cuerpo do Ortiz t Así le metió tres balas cerca dé los testículos. El. estómago; quedó intacto, lo que fué una desilusión para Avalos. Los carabineros quedaron desarmados esa misma noche y sin una sola arma. Avalos recibió una bala de carabina, algunos milímetros arriba del corazón que le salió por la espaida y así triunfante, en sus cinco sentidos, caminó 400 metros en un camino abrupto, obscuro, con altos y bajos, adonde no se ven ni las manos, por la Avenida Policarpo Toro,

17 llegó a la casa de los deportados que, al ruido de las bala® en el silencio de esa noche trágica, habían despertado, igno- rantes de lo que pasaba. Al llegar Avalos, les dijo: — Aquí vengo a morir entre caballeros. Y se desplomó. Jorge G.rove, que era dentista, atendió a Avalos hasta sal- varle la vida. Este abandonó el lecho el 8 de Octubre, des- pués de 16 días de tratamiento. ¿Por qué, siendo 13 los carabineros, solamente uno de ellos disparó y por qué disparó una sola vez? No sabría con- testar esa pregunta. Fuera de Avalos y el teniente herido resultó un carabi- nero también herido en la cara, al lado izquierdo que le rozó hasta la oreja, con marca para siempre. Ese fué el balance trágico de esa noche de angustia en que me jugué la vida. Tomado el acuerdo del asalto, hubo un momento de tregua, que traté de aprovechar, tendiendo un puente de plata entré los asaltantes y me equivoqué enteramente. Si continuo pi- diendo tregua, Avalos me hace fusilar por derrotista, ya que éste es como Hitler: el que -esa noche no estaba con ó], estaba contra él.

jErivhe!

Mariita Laja roa, de 15 años, era la pascuense más bonita de la isla y de nada servía que no fuese para desde lejito contemplar su belleza. Estaba en la leprosería, con ese (nal infame del que parece nadie sana. Erivhe Paoa era la más guapa, como se expresan los españoles sobre las niñas bonitas. Erivhe era un enigma y nadie en sus pensamientos la había penetrado. No hablaba, era un signo de -interrogación conti- nuo, intraducibie. Solamente sonreía, igual que el japonés. Erivhe a todos borneaba la cola y con todos era igual, con quien llegara a verla, a enamorarla, a nadie se entregaba, como por hábito y costumbre todas las canacas lo hacen sin recato, digamos por ley natural allá y así morirán si antes

•18 — no reaccionan. Con decir que ni su hermana Francisca nada consiguió con ella para otro de los deportados que se lé hacia agua la boca por la cabra. Que Erivhe jugó un papel importante en ei tiroteo, lio me cabe duda. Detalles me lo adelantaron, pero poco real para asegurarlo. Admiré los ojos de Erivhe: con ellos me deleité. Preci- samente Dios ha sido pródigo con los seres humanos, porque nos lia dado los ojos para contemplar la belleza, venga de donde venga. Demás está decir que la mujer con todos sus encantos le hace al hombre amable la existencia. ¡Erivhe! Hasta su nombre es exótico y llama a curiosi- dad. Sin preferencia ni cansancio, de 8 a 12 de la noche bai- laba que daba gusto verla. A todos atendía y a nadie desdeña- ba. Su cuerpo flexible invitaba al amor, a lo que las niñas de esa isla son maestras por tradición, o por temperamento p por lo que se quiera. ¡Erivhe! Que nunca de decidió por ninguno de los |jue la cortejaban, que por excepción cierta no simbólica, nunca quiso a nadie (que lo dejara saber a los demás) que sujetaba los ímpetus de los más atrevidos; que con pasmosa habilidad rechazaba al más cargante o al más mal educado. ¡Erivhe! Que era entonces o será todavía la mujer pinta- da por Manuel Rojas en el libro «Hijo de Ladrón», que dice: «Una pluma delgada, ágil, liviana, con los ojos llenos de una luz que alumbra desde muy adentro». Esa será todavía la parte visible de esa muchacha, que día y noche contemplaba el cielo de su isla, como con la imaginación "mirando algo que, seguramente ella misma no sabia definir, ¡Erivhe! ¿De qué se valía para mantenerse inyecta ante todos sus admiradores? Del arma terrible, implacable, de toda mujer: los ojos. Con ellos hería a su gusto y a mansalva a sus admiradores y los mantenía rígidos cohio a una escopeta. Caminando en la playa o en el muelle de Anga líoa, parecía una princesa, ascendiendo llena de inquietudes. Su rostro sol- ferino, sus orejas, antesala de sus ojos aterciopelados y sus sus labios impecables, sin lápiz labial, así ai natural eran pn

— 331 aquella soledad contradictorias en la vida moderna. Siempre se la veía limpia, bien peinada, luciendo diferentes tenidas que costábanle, tal vez, mucho adquirirlas y conservarlas. Se la veía apretadita, liviana, calzando buenos zapatos, contra la costumbre de sus compatriotas, que a muchas siempre andan descalzas, y así son ellas. Esta muchacha era en aquel páramo como para saborearse. Bailaba «re-bien» con música de una victrola. Su cuerpo ondulante, sus senos vírgenes, su talle de seda, si así pudiera decirse, y todo lo demás, libre de polvo y paja, dejaban ai macho boquiabierto, contemplando y pensando en esa hembra soberbia. ¡Erivhe! Maestra para disimular, era su escuela. Quién- sa.be si pensó o creyó que en la noche de la reyerta uno o más de ellos caerían fulminados (si es que alguna vez lo supuso) o el más inocente, apaleado, mientras ella se contemplaría im- pávida ante el destino que esa noche jugó con los hombres,

¡Avalos!

Eduardo Avalos Prato, «Pipitun» en Pascua y «masca leones» en la Armada Nacional, es el personaje central de la gran rosca de la isla de Pascua en 1932. Confieso que en mis 55 años que entonces tenía (aho/ra tengo 76), la vida no me había deparado encontrarme y con- templar un hombre como éste que, repito, la reyerta la pensó y la preparó él solito, y con cálculos de hiena. Menos mal que nadie murió y se redujo a los heridos ele ambos bandos, al susto de los deportados y de pascuenses, que $il eíía siguien- te partieron todos a los cerros y a los cráteres de los volca» nes. Creían que Avalos a todos los iba a matar. ¡Avalos! Que quería ver que la sangre corriera a borbo- tones; que- luchó desembozadamente para que Ugarte «diera huasca» (ese término usaba) para c[ue ocupara las ametralla- doras, que en la isla estaban para, un fin distinto del que é| intentaba aplicar; que de un viaje deseaba liquidar a todos ios carabineros, para que toda la institución que ellos representa- ban supiese lo que «por principio de autoridad» entienden los marinos de Chile.

•20 — ¿Qué nó? Cualquier cosa permito que me digan, menos esto. Quien esto refiere que estuvo de cuerpo presente y sereno como correspondía a su edad en el momento preciso cuando se acordó el asalto en esa noche trágica se jacta de decir siempre la verdad; las imagines las veía desfilar por mi mente atormentada por la emoción ante la hecatombe que se acerca- ba. De un lado un hombrecito pequeño y enjuto que, con za- patos puestos no alcanza a medir un mil quinientos milímetros y que, seguramente fué engendrado en una noche trágica para el futuro de él, igual o peor que la de la reyerta, o de tem- pestad terrestre o del «dulce hogar» que nunca falta. Todo puede ser. Del otro lado un Tiombronazo como es Femando Ugarle, que con A va los en presencia, estatura y contextura físicas, condiciones morales entre los dos, no admiten ni com- paración simbólica, se dejó influenciar por ese bellaco, sin Dios ni ley, cuando todo pudo arreglarse distinto a lo que se hizo. Y recuerdo como último episodio, mas que no venga al caso, que si ante el bárbaro de Avalos me muestro derrotista, esa misma noche y de inmediato me hace fusilar. Y ahora a reírse todos los que estén dispuestos. ¿Cómo? ¿Por qué? Lo verán, Pensar que el diminuto ele Avalos, en estatura y valor (en estructura física no se atrevió) en una ocasión se comparó y sin arrugarse por la audacia, se comparó, repito, nada frienos que con Napoleón. Si el Gran Capitán resucitara, es seguro que lo contemplaría con un olímpico desprecio. Se pensará que habiéndose tomado el acuerdo con mi anuencia, también yo tengo parte en la reyerta. Es verdad y también lo es que ese acuerdo se tomó de sobremesa y en la misma mesa en que todos diariamente almorzábamos y co- míamos todos los días y que oo fui avisado del acuerdo a tomarse. Al saberlo a tiempo, no .sabría decir si habría estado presente o no. Llegar a tiempo

¿Cuántas veces (tal vez ninguna) Avalos lia llegado a tiempo donde una viuda decente y medicante, cargada de hijos que, para educarlos, vestirlos y encacharlos que en los pocos centavos que en la costura gana una mujer, pongo por caso, este tipo se ha desprendido de su cartera o parte de' ella, aliviando esta desgracia? ¿Cuándo Avalos ha llegado a tiempo a aliviar las penas de una madre soltera, menospreciada por los suyos que po saben perdonar, mitigar, ni olvidar, que, abandonada por el malvado que la engañó y ha visto' a esa creatúra, de ese amor libre y tan mal pagado y desgraciado, que sin padre a la vista, se desarrolla entre hirsuto y huraño? ¿En qué época, Avalos ha lavado las manos y la. car i ta de un milito humilde y después, ha rubricado su buena acción, llenando sus manitas de febles monedas que hayan alegrado su rostro y sonreído sus labios? ¿Cuándo Avalos ha hecho el balance de sus actos de un día, de un mes, de un año, levantando sus brazos al cielo, y por sus culpas pidiendo clemencia y perdón? ¿Cuándo Avalos, contrito y humilde, ¿arrepentido? sería mucho pedir, ¡que esperanza! ha llegado a los pies de un sacerdote, a pedir no por su osadía, .por su soberbia, o por ser un rajacliablos, del que pinta en su novela Eduardo Barrios? Dice un filósofo giriego: «manliéncle con los pies calien- tes y la cabeza fría y nada temerá tu salud» : pero, esc milagro lo hacen un par de zapatos nuevos o usados, para un estudian- te muy pobre, regalo que nunca ha hecho Avalos. La mujer que a Avalos le lava las camisas, el 'mozo que le sirve un bocado, el niño que le alcanza el diario con las noticias frescas, es seguro, fijo, han recibido tiesura y cara agria, y jamás ui^a sonrisa que alarga la vida. Refiriéndose a Avalos, todo hay que decirlo, incluso hasta lo que le favorece.

22 Estoy en situación de asegurar que en sus actos hay un atenuante. ¿Es la herencia atávica? Si no es lo cierto, ya varemos. En el hogar Avalos Prado suponiéndolo una máquina hay una golilla, tuerca o remache suelto o así ha vivido por meses o años. Desde luego, en un momento de expansión que tuvo en Pascua nos refirió que tenía un hermano descarriado lo que llaman «una oveja negra en la familia». Los hijos sacan las buenas y las malas acciones de los padres. Esa es por otra parte, mi personal experiencia en mis años que tengo. Los hijos de morfinómanos sacan este vicio de punta a cabo y también los hijos de padres que tienen muchas de las otras enfermedades que aflijen a la humanidad. Los hijos de padres tuberculosos no sacan esta "dolencia, qui- zás por una excepción, pero viven predispuestos a obtenerla en-cuanto se descuiden y si no se cuidan como corresponde, especialmente en la edad entre los 12 y los 24 años, que ho adquieren mientras más se alejen de esta ultima edad.

Avalos intrínseco

Sin quitarle ni ponerle, Avalos es muy inteligente, y la verdad haj decirla. Además es de una portentosa imaginación y de* una asimilación innata en lo que él tiene que intervenir, dirigir o mandar. No tiene dolencia física alguna, ni siquiera sufre de amnesia. Capacito sería, sin ser médico, de manejar un hospital. El no sabe colocar una inyección. Sin ser industrial y sin conocer más que el perfume que deja en el olfato un trago de papaya, se las arreglaría, para salir airoso, al frente He una fábrica de bebidas gaseosas; en medio de una tormenta sería de verlo con una huasca arrear un piño de cabras sin extraviar una sola hasta llegar con ellas a un lugar seguro; puede con éxito manejar una sastrería, una fiambraría o agencia de empleos, efeetc., y sería una nulidad completa para solucionar una huelga, porque no sabe conjugar el verbo «contemporizar».

23 En la misma isla empiezan a palanquear a Avalos

Los cuatro papá hiles de la isla: Charles Teao, del gremio del puerto, Juan Paoa, el padre de Erivhe, de la Esquila, Francisco Pakaratti, con mucho prestigio (con los paramentos sagrados colocados al revés en su espalda, orden y ocurrencia del Obispo Edwards, reemplaza al sacerdote católico en las funciones religiosas) y Pedro Atan, Acalde de la isla y orador popular por excelencia y a quien los canacas seguían con la pasión de un iluminado; todos ellos, digo, bajo la viva inspi- ración de una dama británica y en casa de ella misma tam- bién, que a Avalos le tenía pánico, miedo, terror, espanto, todos arrodillados y ella también, como si se tratara de una conmoción, que produce alarma pública, que agita todos los espíritus, que golpea todas las conciencias, esperaban al sa- cerdote y al mismo tiempo al médico alemán, Herr Prof . Dorn Gibert Rahun Liers, del Instituto Universitát de Freiburg, que les oyó complacido y a quien le pidieron, rogaron y suplica- ron que se interesara por la isla y, finalmente que Avalos no volviera por nada del mundo de Gobernador. El ilustre sacerdote que, como turista hacia un viaje en redondo en el vapor a Cohyaique», así también el Doctor Antonio Robert, lamentó mucho y así a los jefes isleños ee lo manifestó y que por ser extranjero no debía intervenir en la política interna del país. Dicha negativa fué 30 horas antes de partir el barco de regreso a Valparaíso. La negativa del sacerdote no anonadó a Mrs. Smith. Solicitaron una nueva entrevista y la última al padre nombrado que al arribar a la isla portaba una carta de presentación del Obispo Edwards para Francisco Pacaratti y eso solo ayudaría mucho y que, por ser católico como Edwards resultaría un éxito y como en realidad ocurrió, para decir las cosas desde luego. Y los pascuenses no se equivocaban, por- que las multitudes rara vez se equivocan. Los isleños tenían una fe ciega en el Obispo Edwards, a quien querían entraña- blemente. Era su protector, su guía espiritual, su todo para y con él conseguían del Gobierno cuanto querían, fuera éste de Derecha o de Izquierda. Edwards conocía la isla de palmo

•24 — a palmo y en sus apuntes personales tenía inscritos a los principales dirigentes, después de Pacaratti. Así como los isleños, todos ellos culparon a Avalos del tiroteo y su inspirador y realizador; la dama británica de mi referencia confiaba plenamente en él médico y sacerdote alemán. Podía él y pudo sacar a Avalos para siempre de Pascua. Y, la segunda reunión no fué de cuatro isleños como ía primera vez. Llegaron 50, 60. . . que, por la humildad con que se posternaron a los pies ele aquel sacerdote, la fe ciega con que pidieron lo que deseaban, fué ese caballero, honda- mente conmovido, y ya su espíritu voló con toda la isla entera a hacer la petición de rigor y que si todos no se lo agradecían, nunca un servicio es perdido, por lo menos Dios lo agradece y eso basta. Contribuyó a la conseguida» una nueva crueldad de Avalos: La prisión de Bagolini cometida en las postrimerías de su estadía en Pascua de Ja que fué testigo presencial el propio padre alemán, detallada más adelante.

Jau ... Huasti.., Isti. . . Buarly . .

Con estas palabras del idioma pascuense, que ignoro si están bien o maí escritas y que fueron pronunciadas en coro y con la entonación dramática que el caso exigía. Así iniciaron la segunda embestida los más prominentes cíe la isla ante el padre alemán, hasta conseguir sacar de Gobernador a Avalos de Pascua. Las cuatro palabras de este título, ¿qué significado te- nían? ¿Qué encerraban y qué querían decir esos para mi cuatro giroglí fieos? Lo ignoro total y completamente. Aprendí varias palabras pascuenses. «Llorana» era la que más usaba, ignoro si está bien o mal escrita. Significa: «Buenos días», «buenas tardes»', «buenas nocheá». Es como el aAll riglit que a los norteamericanos les sirve para todo. El año del tiroteo, 1932, Pascua carecía de «Radio»; en- tonces la Superioridad de la Armada ignoraba lo que allá había ocurrido. El 22 de Octubre, cuando el vapor «Castró»

- 25 fué por los relegados políticos, se aprovechó para que regre- saran a Valparaíso él Gobernador ligarte, el personal de la guarnición de la Marina y los carabineros, ordenando que quedaran Avalos, Sarmiento y su personal que construía, que- dando terminado el edificio y recibido conforme por una comisión de recepción que presidió Avalos con los guardia- marinas señores Wiegand y Jorquiera que, por requisitos que les faltaban, hacían también en redondo una travesía en el «Cohyaique», al mando del capitán mercante señor Jan sen. Y, de orden superior, Avalos, en una corla ceremonia, el 14 de Diciembre, entregó la Gobernación a Mr. Smith, Gerente de Williamson, la Compañía que tenía entonces el arriendo" de la isla y que la gobernó hasta el 22 de Marzo de 1934, para entregarla al Sr. Ernesto Cornejo, Contador en retiro. Va en Valparaíso, al frente del nuevo fiscal, ligarte entre- gó a la Superioridad el sumario so'bre el tiroteo que en la isla él mismo ordenó instruir al Capitán de Carabineros Silva Barboza y que fué, en buena cuenta, el único trabajo que ese hombre tuvo en Pascua, el demás tiempo lo pasó de turista, ligarte, también en esa ocasión, se responsabilizó de la ocu- rrencia de Pascua al ser llamado a declarar. Do esa manera, Avalos apareció como cumpliendo órdenes y «No responsable» y riéndose de todos. Y por eso, por no aparecer ^culpable,, la Superioridad no tuvo ningún inconveniente que Avalos regre- sara a reasumir su puesto, que no pudo hacerlo por la «con- seguida» del padre alemán y ya todo lo demás se sabe. ¡El nuevo fiscal no llamó, a Sarmiento a declarar sobre el tiroteo. Avanzaremos a'Marzo de 1934. Era Ministro de Defensa de Alessandri el Sr. Emilio Bello Codecido que es un político de gran figuración y a quien con una caria de Monseñor Eclwards se presentó para hablarle so- bre la salida de Avalos de Pascua, el sacerdote alemán. El Ministro pidió hablar con Edvvards. Al día siguiente los dos Monseñores llegaban a presencia del Ministro con quien tuvie- ron una entrevista a puertas cerradas. ¿Cuánto tiempo fué antes • de zarpar la «Baquedano» a Pascua? ¿A tiempo* o a última hora se hicieron los trámites? Ninguna de estas dos preguntas puedo contestar.

•26 — De aquí para allá y para acullá se le vió a Avalos en Valparaíso preparar su viaje, cuatro semanas antes de partir el barco. Llevaba una escopeta para cazar zorzales, codornices etc., que en Pascua nadie los caza. Abundan en cantidades fantásticas, tantas son, que las bandadas oscurecen el cielo, estando presente el sol; portaba también una montura criolla, de esas tipo de «la colonia», con estribos de madera, hecha por Sócrates Sotomayor, Pasaje Santiago 15. La «Baquedano» zarpó el 14 de Marzo. Los infidentes no se terminan nunca. Parece (es un puro parecer) que un oficial subalterno sabía algo sobre la decisión del Gobierno y que Avalos se que- daría por el camino. De sobremesa le largaba pullas a «Pipi- tun» que lo molestaban. El puesto de comandante lo servía el capitán de navio Sr. Arturo Young y el de 2a oficial del detall el capitán de fragata Sr. Gerald frudgett Délano. Debido íi que llevaban material de servicio de la Armada, estuvieron varios días en Arica. A Pascua debían zarpar el 22 de Marzo, a las 18 horas. A las 14 horas llega de Santiago un Radio ur- gente para el comandante que estaba en tierra, cumpliendo los últimos trámites del zarpe. Del Radio, por ausencia fiel comandante se impone el Sr. Trudgett, pero guardó silencio hasta que apareció él comandante. Avalos es llamado a la cámara de éste, quien a Avalos le alarga el Radio del Ministro Bello ,y el silencio de tumba que había, es roto por Avalas, que dicte: — I Mierda, carajo, ya sé quienes son. Ya verán. Le dan de plazo una hora para largarse del buque. Avalos intenta pedir 'reconsideración» al Ministro Bello, pero Young le dice que sería atrasar el barco en su itinerario y no da lugar.

Mario Bagolini

Mario Bagolini fué Gobernador de Pascua desde Diciem- bre de 1930 hasta Junio de 1932, retirado de su puesto por su condición civil y por el régimen militar implantado por la relegación política que ya se conoce.

1 — 33 Se necesitaba un hombre de espada, vivo y enérgico, que se creyó encontrar en Ligarte, que si cometió errores, sirvió para evitar un crimen político en que se quería mezclar a la Marina de Guerra o por lo menos, lavarse las manos. Bagolini reclamó varias cosas valiosas que perdió o se le quedaron en Pascua, debido a lo inesperado de su embarque en el «Araucano». Solo dispuso de dos horas con su equipaje y tres familiares, consiguiendo de Alessandri un pasaje en re- dondo, también en el «Cohyaique» y fué cuando sufrió una vejación de Avalos. Avalos nunca lo había visto. Primero, Avalos ordenó que Bagolini se quedara sin bajar a tierra los «seven working days» que el barco permanecería en la rada, lo que era peor que un arresto. Esta arbitrariedad se comentó entre algunos pasajeros y se le permitió desem- barcar por una hora al día sin que nada lo justificara, era entonces, una perfecta maldad. Todo el pueblo oíamos la «Santa Misa» en la Catedral, de Pascua el tercer Domingo de Diciembre que celebraba el sacerdote alemán y ante el asombro y consternación de los feligreses vemos que un marinero armado, como si se tratara de la prisión de un bandolero, saca de su puesto a Mario Bagolini, y cuando el sacerdote elevaba al cielo la hostia sa- grada, lo que significa una profanación y sin esperar que termine el servicio religioso o haber esperado en la puerta la salida de Bagolini. Bien sabía el «Pipitun» que allá no hay donde escapar, de suerte entonces, que el vejamen fué triple. Fué paseado con bala en boca, sin haber cometido delito alguno. Fué un golpe de autoridad de Avalos, muy propio de él que sirvió al padre alemán para convencerlo de !o que era capaz el chicoco Avalos.

Jorge Ortiz Ramírez A Jorge Ortiz ya lo hemos presentado. Falta terminar de presentarlo. Ortiz es alto, delgado, de buen talante. Su estatura es de 1.80 metros. Como oficial de carabineros le quedaba el uni-

28 forme «como se pide» y sé veía rígido como una barreta. Y en todos los hombres que llevó estuvo acertado, menos en uno, que resultó una calamidad. Me refiero al 2.a jefe, un sargento cuyo nombre es mejor no darlo, norque no hace honor a la institución. Cuando el tiroteo, en vez de presentar combate, cualquiera que hubiese sido el resultado, escapó, co- rrió como caballo desbocado, siguió corriendo dos kilómetros a Mataveri, residencia de Mr. Smith, a pedir albergue. ¿Es tolerable en un suboficial, su 2." jefe, que desempeñara ese papel? No haberlo visto en esa facha, en paños menores, para haberle gritado: — ¡Métete las manos en los bolsillos.... Oh!

Ismael Silva Barboza

Ismael Silva era en isla de Pascua un perfecto amargado. Ir de Gobernador y quedar en nada. Y, por una bagatela ser botado del recinto de los carabineros para nunca volver y después desempeñar el papel que tuvo. Pertenecer a una institución de orden donde descansa la seguridad pública y dar el croquis preciso para matar a un compañero oficial como él, considero que por decencia, por decoro, debió haberse abstenido. ¿Suena o no suena a traición?

Fernando Ugarte Torres

Fernando Ugarte, Tte. de Marina, Gobernador, pertenece a una distinguida familia porteña. Su señor padre es un juris- consulto do fama, jubilado del servicio. —Implanté en Pascua «el principio de autoridad» y no se conoce otro modo de implantarlo qué no sea a base de sangre; —Tengo plena conciencia que mi actitud salvó la vida de los deportados que en Pascua me entregaron y todo eso vale más que cien consideraciones juntas; —El comandante Elizalde me los confió para que estu- viesen bajo mi responsabilidad. La muerte de todos o de cual-

'29 quiera de ellos, habría sido un crimen político del que habríase culpado a la Marina y yo no estaba para cargar con esa res- ponsabilidad. —Nadie sabe, si pensando de buena fe, todo lo que veía- mos como lo más natural, inocente y correcto, él Tte. Ortiz hubiera persistido en asesinar a estos caballeros, ¿qué conse- cuencias habría tenido para nosotros que a la Marina repre- sentábamos? Una noche cualquiera, armado como estaba y con un personal decidido como el que tenía, ninguno de los deportados habría quedado vivo y nosotros tampoco; —Y de lo sucedido yo afronto toda la responsabilidad. Lo referido me lo dijo Ugarte con su mente tranquila y plácida. Ugarte es de anchas espaldas, igual a las de Calvo So te lo, el político español que precipitó la guerra civil en España; con buena planta, es decir, bien formado y con facha de capitán. Y donde pone una de sus manos, no sale pasto. En esa memorable noche se portó como un valiente. Y no faltó la nota cómica. Uno de esos días aciagos en que a Ugarte le pareció que Ortiz agonizaba, me ordenó confeccionar un cajón para colo- car sus restos. Le trasmití la orden al suboficial carpintero .Tustiniano Figueroa y me largué a caballo al centro de la isla para darme un día de descanso. Al regresar pregunté a mi subalterno si Ortiz había muer- to y si estaba confeccionando el cajón ordenado por el Gober- nador, Entonces Figueroa se largó a reír a todo trapo. Me contestó que tanto yo. como Ugarte, seguramente ignorábannos, que el Código Sanitario nuestro, exige 24 horas la exposición de un cadáver antes de darle sepultura y agregó que él en 24 horas me "hacia 24 ca jones- . De donde resultó, sin ningún aliño, que el carpintero palió mucho más habiloso que el Gobernador y que el Arquitecto. El doctor señor Antonio Robért, oculista porteño y médi- co del barco, hace por escrito la siguiente exposición, que afecta directamente a "Pipitun: «En compañía de un amigo y del sabio biólogo, profesor de la Universidad de Freiburg (Suiza), don Gilbert Rahm

•30 — (O.SiB.), naturalista de rango universal, y con la autorización de la Marina Nacional, emprendimos en 1932 un viaje de observación. Este viaje, también de estudio, lo efectuamos en el «Cohyaique», fletado por la Compañía Concesionaria, al mando del capitán de alta mar señor Janseil. Durante la travesía ele 11 días conocimos a los escasos pasajeros del barco, entre los que estaba un ex-Gobernador de la isla hasta hacia poco entonces, un señor Bagolini, depuesto de su cargo, pues la isla había sido transformada en cárcel de relegados políticos, citados en este libro, que ya habían regresado, quedando obreros que terminaban un chalet para oficina pública y un Gobernador o Subdelegado. Por la autoridad que corresponde, Bagolini estaba auto- rizado para volver a la isla, para retirar efectos personales que no pudo hacer en su oportunidad. Zarpamos a principios de 'Diciembre y después de una feliz travesía divisamos la isla, fondeando en lianga-Pico. lejos de la costa isleña. Lanzada el ancla, invadieron el barco numerosos botes, tripulados por nativos, de uno de los cuales subió a bordo un señor de talla pequeña, aunque de aire fiero y decididp, con pistola al cinto y cubierto con un cucalón se dirigió ftl capitán y le expresó ser el ¿Teniente de Marina? Sr. Avalos, Gobernador o Subdelegado de la isla. Junto con darnos la bienvenida declaró que al Sr. Bagolini le quedaba prohibido desembarcar, bajo pena de prisión, debiendo permanecer a bordo todo el tiempo que eí barco estuviese fondeado. Desembarcamos. Diez días estuvimos en la isla, los que aprovechamos visitando aquellos lugares de valor arqueológico y etnológico; también desde el punto que nos interesaba, (estu- vimos en el leprosario estudiando los diversos tipos de lepra que allí existen. Y con la dirección del Profesor Rahn, com- pletamos un estudio de la «Clasificación de los Grupos Sanguí- neos» en la raza polinesia a la que pertenecen los pascuenses. Este trabajo fué publicado por el citado sabio en una «Revista europea de Biología». Por mis ojos y de oídas, pude constatar los dí¡as que permanecimos en la isla, que la población vivía bajo un régi-

31 men de terror. Se debía a la conducta de Avalos, quien, com|o autoridad no encontraba obstáculo alguno para imponer su dominio en forma incontrolada. Así bastará citar sólo dos hechos de los que fui testigo presencial: l.fi Regresando de a bordo del barco en un bote hacia la isla, el señor Gobernador, en estado de completa ebriedad, pretendió dirigir él mismo e! ritmo de los remeros (al pasar í¡a barra, que es sumamente peligrosa y está siempre plageada de tiburones) y para ello se colocó de píe a popa, cayendo al mar, ¿Qué hacer? Lo sacamos del agua, tomándolo de donde pudimos y, 2.6 El Profesor Rahm, respetable sacerdote de la Orden Benedictina y Profesor de «Biología de la Universidad de Freiburg», dis- puso para una tarde de un día Domingo el bautizo de todos los niños de la isla que no estuviesen bautizados. Se organizó una ceremonia con cánticos sagrados El Gobernador, la pri- mera autoridad visible del pueblo, en deplorable estado de em- briaguez, que por milagro o por su costumbre en pertnanente equilibrio, irrumpió en mitad de la procesión, arrebató violen- tamente el hisopo y el receptáculo del Agua Bautismal al sacristán Pakaratti y comenzó a hacer chacota del acto, que se admite como sagrado. Esta actitud de Avalos llenó de indig- nación al Profesor Rahm y a todos los asistentes.' Hacía poco habíanse sucedido en la isla sucesos muy graves que tenían aterrorizada a la población, razón por la cual el ambiente era tenso y muy atemorizante. Y para nosotros que íbamos en calidad de investigadores científicos, nos fué muy poco propicio por este motivo fe! desempeño de las tareas que nos habíamos fijado. Y así, después de 10 días de estadía, levamos ancla y partimos . «E uncíano a riveder le Sfolie». (Y volvimos a ver las estrellas). Ultiino verso del «Inferno» de la divina comedia de Dante Alighieri. (Fdo.) Dr. Antonio fíoberí B. Valparaíso, 20 de Julio cíe 1952.

•32 — EL ALMIRANTE SEÑOR INMANUEL HOLGER

El almirante Holger está cataloga ció como el Príncipe N.® í de la Armada Nacional. Se ha destacado entre los oficia- les generales de la Armada. De un talento especial es como mandado "hacer para di- rigir los asuntos públicos y posee un tino que solamente lo tienen los grandes hombres. Se mantuvo con el prestigio de un gran funcionario en dos ocasiones de nuestra vida republi- cana, de Ministro del Interior, ¡a cartera política por exce- lencia. Hay la siguiente versión mantenida y sostenida por el Vicealmirante Rodríguez y es la verdad: «En primer lugar el Ministerio era político; conservando el Presidente las car- teras del Interior y Defensa, para darlas a militares en Vista de la situación interna del país; fas demás las tomaron los partidos radical, liberal y conservador (Agosto de 1947). El general Barrios quedó en Defensa y Holger en Interior. Este último, atendiendo a su buen tino que, puesto al servicio del pasís y de ese Ministerio, tendría que triunfar y así fué en efecto. Holger no fué candidato de la Armada, como muchos creen. Es un error de apreciación que se debe, seguramente, a que un marino de gran graduación en casos difíciles, tal cual es una crisis vpolítica, ocupaba siempre esa cartera. Al Vicealmirante Allard le debo la siguiente declaración que corrobora todo lo dicho por Rodríguez sobre cómo resultó Holger para Ministro del Interior: «El señor Hernández, Mi- nistro de Defensa, recomendó a Holger para Ministro del Interior, quien estaba en Santiago, creo que de Jefe del Estado Mayor». Y el Presidente que no lo conocía nada más que por el escalafón, oyó complacido a Juvenal y no lo pensó dos veces, lo llamó y asunto terminado. Se asegura también que el Presidente, antes de nombrar Ministro del Interior para su Gabinete, consultó también al general Barrios, quien era su Ministro de Defensa y este caba- llero le pidió al Presidente nombrar a Holger como Jefe del Ministerio, porque era muy dedicado a sus labores y con él deseaba compartir en el Gobierno. — 331 EL ILUSTRE ALMIRANTE SEÑOR ENRIQUE SPOERER

Es el oro en polvo de. los almirantes en retiro* Donde él puede poner comprensión, esperanza y buenas intenciones, ahí está de cuerpo entero el señor Spoerer. Creo como un convencido y como me imagino qué cree el señor Spoerer, que un servicio a tiempo, mejor si es a tiempo, o cuando sea, nunca es perdido. Si el favorecido es ingrato, que es lo corriente, Dios lo agradece y eso basta. El Almirante es incapáz de una maldad, más todavía: nunca Ira hecho llorar a nadie. Por todo esto que no tiene precio, su alma es diáfana. Está preparado, puede partir cuan- do Dios lo disponga y en su santo reino será recibido como corresponde a un hijo predilecto, que cumplió como debía su deber en la tierra... ¡ Cuánto diéramos por ser como .es el señor Spoerer! Cuando era oficial subalterno y después Jefe, todos, sin excepción, lo querían y lo respetaban, condiciones ambas, estoy absolutamente cierto, muy difíciles de aunar en instituciones donde hay tantos caracteres que conducir, donde nunca hay dos iguales y con los que se precisa convivir y trabajar. Y la vida privada del almirante es un crisol. Y ésta como la de todo funcionario público, es el reflejo ele su vida fun- cionaría. Nunca, para decirlo de una vez, lo han atraído el juego, ni las carreras, ni las drogas heroicas, ni la disipación con las trasnochadas que son inseperables, que a la Sarga perjudican al organismo y que, para "hacerle con todo éxito frente a la vida, es condición prévia, mantenerlo sano, ni nada que le quiten vida ni le acorten ios años- En su hogar siempre han presidido el amor y la paz de verdad, que es la paz de Dios, la que El pide; esa paz bendita que hace a los hombres más dignos y que los distingue de los demás.

34 - No exagero. No soy capaz de hacerlo, fuera de que tampoco me agrada. El Almirante Spoerer es pobre; si; cierto, muy cierto. Claro, que no es pobre de solemnidad, quiero decir que no dispone de dinero en abundancia, como disponen otros que han tenido grandes puestos y después de retirados del servicio, nadie ha visto el sacrificio ni el trabajo- honrado, diario ,y per- sistente que crean la fortuna hecha como Dios manda. Si en un momento dado revisáramos la, cartera del Almi- rante o su cuenta bancaria, si la tiene, le encontraríamos el gasto en movilizarse, ya sea para bencina, si es que tiene auto o para pagar la micro. La necesidad es la suprema ley. Si el señor Spoerer, en vez de descansar: aún trabaja, 6s porque necesita y no es agradable para un caballero de su edad dejar el lecho tibio en una mañana fría de invierno para salir a trabajar. Y nada más.

— 331 LOS JEFES ABAJO CITADOS Y EL SEÑOR FEDERICO CORSSEN DECHER

Los Contraalmirantes señores Miguel Aguirre, Arturo Cuevas, Diógenes Córdoba y Juan de la Cruz Tapia Contreras y el Tte. Ignacio Serrano, que el 21 de Mayo sucumbió en fe cubierta de la «Esmeralda», se educaron en la Escuela, de Artes. Los dos últimos hicieron el último curso en las Escuelas de Ingenieros y Naval, respectivamente. El ingeniero señor Corssen se retiró voluntariamente de la Marina de Guerra con el grado de capitán de fragata. Se educó en la Escuela de Ingenieros de la Armada. Fuera de poseer una poderosa imaginación, está demás decir que es honorable y capaz, es decir, las tiene todas. Es además, un gentleman, en todo lo que este vocablo significa y como debe ser todo hombre; es casado y su hogar es un santuario de serenidad, de vicia plena, de amor y esperanza. Como ingeniero y gerente de «Las Habas» hizo una ha- zaña fantástica, digna de ser conocida por el mundo entero. El dique que por un accidente marítimo o un tetnporal se había dado vuelta de campana, basado en un teorema geomé- trico, lo pescó como un juguete mecánico cualquiera, lo colocó en su puesto y después se quedó absorto, como un chiquillo malo contemplando lo que había hecho. La hazaña preinserta le valió en la Marina de Guerra y, aunque retirado entonces, ser ascendido a Ingeniero de Navio. No descansa, le comen las manos. Ahora está empeñado en construir un ascensor perpendicular para reemplazar ai que se incendió en la calle Esmeralda. Los vecinos del Cerro Alegre, lo vamos a convencer para que se presente a regidor porteño en la próxima elección. Todo el Cerro Alegre votaría por él. ACTUACION DE LOS ALMIRANTES RODRIGUEZ Y GERKEN

El contraalmirante Rodríguez como Jefe Superior de la Primera Zona Naval en Valparaíso presidió la elección presi- dencial, cuando fué elegido Rios. En esa ocasión dejó bien puesto su nombre, ya que fué imparcial en la contienda. Entonces sacó a relucir un relicario que fué bien recibido por el público y los diarios lo publicaron en sus páginas de ho- nor, mientras otros jefes que lo han precedido en esas funcio- nes, no han tenido escrúpulos para copiar íntegra aquella bella inspiración hasta hacerla suya. Les ha faltado intelecto para escribir otra mejor. Por cierto que inspirarse en ella está bien o dictar otras similares o mejores, repito, ensayando todo gu talento..... Por su acción independiente o por otras causas se quiso eliminar a Rodríguez del mando de la Escuadra. Según el citado Almirante, a él le correspondía por anti- güedad y a ningún otro de aquel tiempo, tomar el mando de la Escuadra para ascender a Vice, sin que ninguna razón atendible le quitara esa satisfacción. Pasada la lucha electoral, pidió su feriado y ya en Santiago, solicitó y obtuvo de un amigo íntimo suyo, una entrevista al Presidente electo, en la que pidió a este personaje el mando de la Escuadra, alegando como primera razón, que dicho puesto era y siempre habla sido, para el Almirante que le correspondía por antigüedad; y que él, dado su carácter de oficial general, bien conceptua- do y mejor calificado, el puesto y ese honor le correspondía. Rios le oyó complacido y cumplió su palabra, solemnemente empeñada en esa ocasión, nombrándolo —en su oportunidad—•• Comandante en Jefe de la Escuadra. Estábamos en Abril de 1942. A los 14 meses de este nombramiento se producen en el pasís acontecimientos inesperados. El almirante Allard es nom-

— 331 bracio Ministro del Interior, dejando la Comandancia de ¡a Armada. El Almirante Gerken tomó el mando de la Armada y creyó seguramente, así se cree, que por ser Comandante en Jefe in- terino, podía hacer y deshacer como lo hace el jefe en pro- piedad. Se cuenta por ejemplo, que quiso relevar de su puesto al Contraalmirante Rodríguez del mando de la Escuadra, noti- ficándole oficialmente que lo iba a reemplazar por el Almi- rante Aíviña, que era Comandante de la Primera Zona Naval y se agrega, que Rodríguez hizo ver a Gerken que su relevo no era oportuno, dada la situación interna del pofís y que no era correcto sacarlo del mando en la forma inusitada que se buscaba, fuera de lo que dirían sus oficiales de una salida, así como así, del comando. Y según los que sftben ftiás que ti que esto escribe, Rodríguez era de la más alta confianza del Gobierno, con aprecio personal del Presidente y por lo tanto, no podía sacarse de su puesto sin una ¿ansa patente como justa en que todos quedaran contentos. Gerken ignoraba que Rodríguez es de mucha intuición y a un hombre así de cualquier^ gerarquía es difícil derrotarlo, es además, muy zorro (como dice e! pueblo), de malicia reco- nocida. Entonces es cierto que a Gerken le preguntó si el cambio del comando lo había consultado con el Presidente, mientras otros creen que la pregunta se refería al Almirante Allard. En ambos casos se cree que Gerken con les!ó que él a nadie tenía que consultar y sorpresivamente dió por termi- nada la entrevista. ¿Cómo será? o mejor dicho ¿cómo sería? Según Gerken, Alvina podía aspirar también al Comando de la Escuadra. ¿Y por qué 110 podía ser esta ocurrencia? ¿Por qué no? ¿No era justo ni digno ese deseo o aspiración en un jefe como éí? Desde luego y a la vista estaba que había hecho sin tropiezos toda su carrera naval desde cadete y el puesto que tenía y desempeñaba era de la confianza del Gobierno. Eso sí, que las cosas en la vida no son siempre como parecen y en las altas esferas se creyó en un complot que ambos jefes auspiciaban —cuando no había tal-— sin alio- narse ninguna medida de buen sentido, de sacar a Rodríguez de la Escuadra, por más títulos que Al viña tuviese y es así y

•38 — asi no más fué, como Gerken Y Alvina salieron sacrificadbjs, lo que es verdaderamente sensible, dada la capacidad de ambos que es reconocida aún por los más recalcitrantes en hacer justicia y la actuación de los dos jefes cijados, digna, hon- radísima y finalmente, honorable a carta cabal. Por casualidad, por coincidencia o como se quiera llamar o entender, con anterioridad a esos días habíase verificado una reunión de altos jefes de las Fuerzas Armadas en Paida- hue, en la casa particular del Presidente Rios que por éste fué apreciada (por lo menos así se cree) como una presión a su autoridad de mandatario, concurriendo allá Gerken. Si la in- tención fuese verdad del Almirante Gerken de releva,r a Ro- dríguez o pretender removerlo del mando de la Esc.uadm le valieron la reprobación del Jefe _ del Estado, que le quitó el interinato del Comando de la Armada, volviendo Allard a su puesto y sacándolo violentamente de la Marina, como fué con- cedei'le un permiso que él no había pedido mientras se trami- taba su expediente de retiro de las filas. La verdad hay que decirla en toda circunstancia de la vida. El autor ele este libro, por cierto que muy modesto, in- tenta y quiere y desea decir siempre la verdad, porque así está en paz con su conciencia. Estos dos últimos párrafos son para decir qUe lo escrito y ya leído sobre los Almirantes Rodríguez y Gerken movieron al autor a dar a leer los nueve últimos acápites que preceden al Almirante Rodríguez y las correccio- nes que este jefe hizo, en nada alteraron su parte intrínseca. El último, es decir Gerken, hizo por escrito las siguientes de- claraciones : «Las instituciones armadas no pueden substraerse al am- biente en que actúan y así, desde 1939, también la Armada, los embates los ha experimentado de toda suerte, y todo pl país, con sus escándalos administrativos por todos conocidos. En la Superioridad Naval la división la formaban: los opositores, los incondicionales y los complacientes. Los primeros o sean los opositores, que no aceptaban que las buenas prácticas administrativas fueran atropelladas, eran

39 todos eliminados de las filas sin contemplaciones y variando los medios de eliminación, según el prestigio de los jefes. Paidahue fué un medio para eliminar a un General y a un Almirante, siendo citados por el Presidente Rios por intermedio de un General del Aire de toda su confianza y a cuya reunión asistieron acompañados de un ex-Ministro de Defensa, con- suegro del Presidente (Duhalde^ siendo esta reunión tildadp de subversiva de parte de cierta prensa y con comentarios ¡pía] intencionados con el fin dé desprestigiar a los dos oficiales generales, dándoles carácter o patente de subversiva y no había tal cosa. Los incondicionales disfrutaban de los mejores puestos tanto en el extranjero como en el país, a condición de coope- rar a los que mandaban. Los complacientes (laissez-faire) sólo cuidaban de sus puestos y así no se exponían a que les digieran que presen- taran sus retiros. Sabía perfectamente el Almirante Gerken que no llegaría a la Comandancia en Jefe en propiedad y con ese ánimo .pre- pararon el golpe de su desprestigio, manifestándole que yo contaba con la confianza del Gobierno. Es muy largo enumerar el cambio de notas entre el Go- bierno y el Almirante Gerken y sólo a la brillante defensa del Senador señor Poklepovic, el Gobierno se vio obligado re- tirar su nota de pretendió de ser la lápida de la purga de un revolucionario. La Marina es una sola, respetada y querida por todos nosotros, los que cambian son los hombres. Unos la llevan a un alto prestigio, como Blanco, Prat, Simpson, Montt, Sou- blete, Nef, etc., cuyo recuerdo venero y otros » Como se ve, dista mucho, completamente de la verdad lo expresado por el otro conducto (el ele Rodríguez) de los su- cesos en que a Gerken le cupo actuar.

•40 — ANECDOTA DEL COMANDANTE SEÑOR HERRERA AGUIRRE

El capitán de fragata señor José Herrera Aguirre era jnuy dado a su labor- Nunca faltaba a su puesto y era querido y respetado por todos sus subalternos. Tuve el honor de servir bajo sus órdenes y de él estoy agradecido. Esto ocurrió en los años 1918 y 19 y entonces pud'o aquilatar su hombría y §u capacidad. Fué jefe de la sección Armas de Guerra que ahora se conoce por Artillería Naval.

Un día Herrera vió en un escaparate en calle Serrano p(n carretoncito como juguete de niño, que era una monada y pensó en uno para un hijo suyo. Habló con Francisco Bourgeois, también su subalterno, para que ingeniara cómo sacar un croquis de ese aparato, lo que el dibujante hizo con todo talento. Obtenido el pianito con todos sus detalles, se lo presentó al comandante y éste ordenó que por el taller de carpinterjia mandase hacer uno. Se cumplió la orden, eso si que Bourgeois ordenó hacer dos. Y el carpintero que era tan fresco como un bote con hielo, se puso a hacer tres; uno para Herrera, olV'o para el dibujante y el otro para él. Se puso a la obra hacien- do plantillas y al tener cuatro, así como la 5.» parte del con- junto se presenta Herrera de improviso, se impuso de todo y por poco se desploma, tal fué su dolorosa contrariedad. [Todas las plantillas las patio a su gusto. Así terminó aquella casi inocente iniciativa, porque un carretoncito no era casi nada pero ya una fábrica.....

—•'41 ? •

«Puedes burlarle a veces de las ¡H'rsonas: Puedes hurlarte de algunas personas siempre; Pero nunca podrás burlarle, siempre de lodos las personas». A. LINCOLN.

Héctor Vigil, sabía mucho; Héctor Vigil, sabía lo que hacían en la Liga Marítima: Héctor Vigil, un día entró de sorpresa a la Liga Marítima; Héctor Vigil, sabía a que iba a la Liga Marítima: Héctor Vigil, era un porteño que 110 le tenía miedo al miedo; Héctor Vigil, era miembro de la Liga Marítima desde su fun- dación ; Héctor Vigil, echó a puntapié de la Liga .Marítima a todos lo- que usufructuaban de ios bienes de la Liga: Héctor Vigil, acusó a Carlos Bowen de abuso de confianza en la Liga Marítima; Héctor Vigil, acusó de que el papel, la tinta, los sobres, ti pa- pel de carta, las máquinas de escribir, el teléfo- no, el trabajo personal de la servidumbre y de la señora secretaria de la Liga, 110 eran utilizados por la Liga en su totalidad, quedando por ahí, en manos ajenas. Hum, hura Héctor Vigil, salvó a la Liga Marítima de la bancarrota finan- ciera y moral; Héctor Vigil, hizo noticia e» los diarios. >EI Mercurio - y ,< La Unión» publican al día siguiente los bochornosos incidentes ocurridos en la Liga y aplaudiendo a Vigil y estimulándolo.

42 LA MAS GRANDE INFAMIA QUE CONOZCO EN LA ARMADA

«Manteniendo el Concepto» y a solicitud de un Vice- Almirante en retiro, para el lector pacato, cambio ei título por

«Insólitos procedimientos»

En virtud de los Arts. 112 y 16 del Código de Justicia Militar, pide a V. S. que se haga el sumario de rigor, —decía— ai Juez Naval, Sr. Francisco Nieto, el oficial sub- alterno señor Manuel Alvarez Torres», terminando así: «las acciones punibles que denuncio pueden acarrear el despresti- gio de la institución y graves consecuencias comprometer mi honorabilidad personal.» Esto ocurría el 4 de Agosto de 1931. Presentación más detallada hacía al día siguiente otro oficial subalterno, también de la Artillería de Costa, el seftpr Oscar Latuz Gravo y como Alvarez, muy bien calificado. — «Te van a echar», así le dijo Latuz padre a su hijo Oscar, que hacía presentación «más detallada». Y el padre del joven no se equivocó. Los padres no se equivocan jamás. Hecho el denuncio, Rodolfo Turenne, uno de los acusa- dos, impuesto por Nielo o algún infidente, reunió a la oficia- lidad en ©1 Fuerte Vergara y después de poner de oro y azul a los denunciantes, los echó del casino, relevándolos de sus cargos. (El año 1918, el almirante Nef expulsó del Club Naval al almirante Cuevas por un acto de honradez espartana de éste. Todos los honrados pagan caro su osadia). Y ese mismo día reunió Carlos Bowen a la misma oficialidad antedicha y expuso que traía del Ministro Frodden orden para destituir a los denunciantes, medida que se achingó, porque no había tal. Al contrario, al sabter la verdad Frodden a tiempo, a los acusados los habría liquidado, como sin contemplación li- quidó la antigua Policía Marítima,

- 43 En vista del artículo citado del Código ..Militar, Nieto ordenó un sumario judicial. Fiscal fué el comandante San- fuentes, quien comenzó sus labores con mucha parsim0nia y estaba descubriendo los denuncios cuando Nieto (que no tenía deseos de descubrir nada) ordenó que el sumario se siguierp como «Administrativo Secreto» y que Sanfuentes lo entregara al comandante señor Luis Caballero. Ahora bien. ¿Quién echó abajo a Sanfuentes? Fué Turenne. Ahí pues, están las notas 60 y 66 del 9 y 19 de Octubre de 1931, en que se asusta por lo que hace Sanfuen- tes, lo cree sin tino y falto de criterio y alega: «que se va a conmover el regimen disciplinario, de su repartición» termina diciéndolo y recalcándolo dos veces. Sanfuentes revolcado, sigue Caballero. Solicita cíe Bowen, jefe acusado, resumen de los cargos (Nota 68, 3-\ 1-1931 ¡. Aberración es pedir informe a los acusados y todavía, el de mayor volumen, cargo 28. Bowen se sulfura y considera desleales a los denuncian- tes, llama «equivocaciones» a las irregularidades y no refuta ningún cargo. Caballero comprueba 32 cargos ya 16 los considera de- litos. Y ocurre lo paradojal y además, estupendo y cínico, esti- mo —dice— en su dictamen, que a estos oficiales se les apli- que un castigo ejemplar, ya que lian fallado a la disciplina, obsequio y confianza al superior, sin indicar qué castigo (30-XII-1931). ¿Qué se puede esperar de un Fiscal que al. comprobar 32 cargos de los 57 denunciados, pide castigo para los que quieren depuración? Es la crueldad refinada. Imposible dudar cjue en ese preciso instante no se estremecieran todos los oficiales subalternos de la Armada, ya que cada uno lleva en su alma la grandezá de la institución. Y si Caballero fué cruel con los denunciantes, el coman- dante Merino Benitez, en su doble carácter ele Fiscal y Direc- tor del Personal, a quien pasó el sumario, fué peor: pidió la separación de ellos. Y quieras que no, éste comprobó 10 car- gos de los más graves. ¡Vaya con esla disciplina, inventada seguramente por el espíritu ele cuerpo! Para un informe únicamente (cosa rara), Merino entregó el sumario de orden del Ministro de Marina al Almirante Marchan!, Director General entonces y éste comprobó dos fechorías: por 15.000 y 23.000 pesos, respectivamente, venta de consumios y armamentos. Y dejó hacer, salió cómodo, pada de castigar a los culpables y terminó así': «En Ja Artillería de Costa ha existido una deplorable administración, con (Jo- litos delictuosos, que reflejan baja, moralidad y una línea de procedimientos que vulnera profundamente la disciplina y la total eficiencia de estos servicios». De orden del Ministro de Marina ya citado, el sumario pasa al comandante señor Juan Agustíh Rodríguez, para que, como Fiscal haga un sumario judicial, causa 322. Después de muchas vicisitudes, este jefe evita que la tropa sea influen- ciada por los acusados que estaban aún en sus puestos y Baca, a los comandos y detales respectivos. Rodríguez observa y ve todo. Su fallo (23-VI11-1932). Resumen: Cargos administrativos comprobados: los N.as 2, 3, 28, 29, 40, 55, 37, 47, 48¡, 49, 46, 46a, 50, .51, 52, 25, 31, 31b, 39, 43, 44, 10, 20, 32 y 35. Total 35. Cargos .judiciales comprobados: N^s 6, 7, 8, 9, 12, 13, 15, 16, 17, 19, 21 y 23. Total 12. Referente al cargo 57, hay desde años atrás una causa contra el Tte. Hermosilla, a raíz de un denuncio contra él por Bowen. Hay un cargo gravísimo que Rodríguez consi- dera delito: la venta a la Artillería de un auto usado, por una suma considerable, por el comandante Troneoso. Durante el proceso hay un acto que repugna. A la vista, presencia y paciencia de los oficiales subalter- nos de la Artillería, que jamás soñaron presenciar nada igual, del personal de tropa y a pura boca pelearon los compadres Bowen y Turenne, los dos más grandes tiburones de este ~ar- pazo. Se dijeron cuatro frescas, en que los carretoneros y playeros resultaron académicos por el lenguaje que usaron para insultarse mutuamente y la sangre no llegó al río, epí- logo de toda figura de cartón. Dos raterías echó Turenne en cara a Bowen: «Percepción indebida de dinero del proveedor del Grupo Talcahuano y venta de objetos fiscales de Ja Arti- llería de Costa».

— 331 Rodríguez hízose cargo de otros procesos que permanecían sin sanción. a)—Sumario por averías del remolcador «Fortunas y cuyo fallo responsabiliza a Bowen y Angulo y de la Maza, por recepción en malas condiciones y abandono de este remolca- dor; b) Sumario pedido por ios denunciantes Alvarez y Latuz, en el que se deja constancia que el capitán de corbeta Gui- llermo Córdova y Ttes. Aceituno y Aranda nada tienen que ver con el proceso y son denunciantes y testigos y fueron re li- rados del servicio con una simple «nota administrativa de la que se encargó de la Maza Cortes, también afectado. El proceso, ya con 8.000 páginas, fué entregado al co- mandante Carlos Herrera. Para quitarle el dictamen a Rodrí- guez fué súbitamente trasbordado a! «Lynch» (30-VÍI1-1932); pero éste con su secretario Tle. Chacón se las ingeniaron y aun- que ios procesos no deben sacarse de las oficinas (seguramente porque creen que los reglamentos se han hecho para los tontos), lo sacaron y después de una noche entera de trabajo entregaron el sumario con el dictamen. Dice la última parte: «Termino el presente dictamen, dejando constancia que a travéz de las diligencias efectuadas, que en la (Artillería de Costa existe un completo desorden, se cometieron gravísimas, irregularidades y hechos delictuosos, que quebrantaron la disciplina y lealtad de los oficiales, de la que salieron dos apoyados por los res- tantes, haciendo presentaciones contra sus jefes, denunciando todo lo que se ha investigado en el presente sumario*. «El Fiscal estima que debe disolverse la «'Artillería de Costa», para proceder a su reorganización bajo la base de una alta, moral, lección «vidente que se desprende de los actuacio- nes efectuadas». Y con todo lo curioso del caso se ve y se palpa que el Fiscal Rodríguez no pidió castigo para nadie. ¿Y entonces? Entonces quedamos como antes; adonde mismo. Y eso no debe ser, porque el Fiscal, en vez de decir . ahí tienen todo eso». Debió pedir o exigir' un castigo, ese es su papel y ningún otro y no paliar con recursos académicos, que

46 lio conducen a nada, y lodo simbólico, íácil, cómodo. Y, en este caso, no se podía más, ya que el Fiscal es fragata, con un galón menos que los acusados que son «navios ». Y como linea corrida, todo lo que consiguió fué: el puro cambio de nombre, en vez de llamarse «Artillería de Costa», ahora se !e designa como «Defensa de Costa». «Benditos sean». Herrera resultó cómodo, no examina, no estudia, ni lee el sumario: Y viene la paradoja: borra la parte judicial de Ro- dríguez, los cargos que quedan como «hechos administrativos», Y aquí el sumario se estancó. Fué que Rodríguez pidió & la Corle de Valparaíso el desafuera del Diputado señor Abrahatn Morales Jbañez en el proceso implicado como proveedor, que después fué confirmado por la Excma, Corte Suprema. Y cuando la justicia chilena, que es- la más pura y digna del mundo, así procede, ¡es porque hay delitos que pesquisar. Los detalles del desafuero aparecen en «El Mercurio» ¡de fecha 13 de Mayo de 1932. La I. Corte termina: «Que el pro- veedor no entregaba los víveres que debía entregar y los pa- gaba en dinero, con sumas inferiores a las que en las cuentas se cargaba, verificándose falsedades en materia que constitu- yen delitos, etc., etc. Se declara que se acoje la petición de desafuero hecha por el Juez militar y que ha lugar a forma- ción de causa contra el Diputado Sr. Abraham Morales, etc. Comuniqúese a la H. Cámara de Diputados». Después el sumario pasa al comandante Brito Rioseco, quien resultó más cómodo que: todos los demás Fiscales. Se limitó a sobreseer .definitivamente a todos por parejo, tanto como autores, cómplices, encubridores, etc. en el referido fallo. Yr Brito procede de su cuenta. Entrega el proceso a la Corte Marcial de la Armada y está presidida por el almirante Reyes, con asistencia de los comandantes en servicio fti aquella ocasión, señores Becerra, Muñoz Artigas, Krugg, Claval y .Vivare/ Jaramillo, y después dé considerar tres horas el proceso, sobresee definitivamente, menos el cargo «Facturas Falsas», que lo sobrecedió temporalmente, pero que resultó otra paradoja, quedó en aquel tonel sin fondo como con las

47 irregularidades administrativas, tal cual puede rerse en el informe 4, Que haya sobreseído el Almirante Reyes del Río, se ex- plica, porque este jefe estuvo años fuera de la Marina y del sumario nada sabía. Pero que hayan sobreseído ios otros jefes que todo lo sabían, de punta a cabo, incluso el desafuero de Morales. ¿Es esto lo que se llama «espíritu de cuerj» >>? ¿Lealtad? ¿Disciplina pura? La Corte Naval era lo último que quedaba. Todos se cu- brieron y cubrieron a todos los culpables. Los acusados yol- vieron a sus puestos y con todos los honores. Algunos de ellos conocieron la prisión preventiva, otros declarados reos a medio sueldo y con mando de tropa y para esto contribuyó la tropa con sus declaraciones y, por lo tanto no verán en ellos la dignidad de verdad para comandarlos. El autor de este libro sostiene que: «Si el sumario lo hubiese llevado un Almirante, un hombre capaz de a'marra,r«o bien los pantalones, y que hubiese estado encima de todos los culpables en galones, en situación social, en virtud, honradez acrisolada, y paciencia para saberlo y averiguarlo lodo, habría también descubierto toda la verdad, como la descubrió Rodríguez y así se habrían castigado a los culpables de esta vergüenza nacional en que salieron sacrificados dos oficiales subalternos que eran una esperanza para la patria. Los • señores Latuz y Alvarez con la Ley en la mano se lanzaron a defender el honor y el prestigio de la Marina de Guerra y consiguieron que la Corte Marcial, a indicación del señor Becerra, además de desleales, declararlos «carecer de contextura moral para ser oficiales de guerra». Preguntamos: ¿Cómo se llama esto? He aquí los nombres de los jefes acusados: Comandante Carlos Bowen Ochsenius, Comandante Rodolfo Turenne Badilla, Comandante Javier Angulo, Luis Troncoso Pizarro, Arturo Fuller Ri veros, Manuel de la Maza Cortes,

,48 La. verdad como punto final, hay que decirla bravamente, sin miedo ni temor. Queda por decir otra acción inconcebible y que es la maldad en forma; la maldad refinada; la maldad a la alta escuela; la maldad que no tiene perdón. ¡Oh ! Nada, por escrito. ¿Cómo se les ocurre? ¿Qué no ven que por escrito queda constancia?. Fué una orden verbal, que se la lleva el viento, así entre copa y copa del Apostadero, cosa de amigos, hágamelo, por favor. ¿Para qué somos amigos? y miren a quien, al más ilustre de los cirujanos navales, al que nació con las mechas tiesas, a quien las amenazas nunca han podido doblegar, al Dr. Merino Reyes. Pero, con tanto misterio ¿qué querían los perlas? Nada. Una bagatela. Querían nada menos que la Comisión de Ciru- janos declarara loco al Tte. Latuz y se empeñaron por conse- guirlo con una audacia digna de una buena causa y los ciru- janos de la Marina, que son todos una virtud andando, virtud hecha carne en el espíritu de cada uno de ellos. Dijeron «nones» y no se prestaron para semejante aventura. «En conformidad a una orden verbal de V. S.» —decía el informe— «la Comisión de Cirujanos ha procedido a exa- minar al señor Latuz, desde- el punto de vista de su sistetaa nervioso y estado mental como de los diversos informes que obran en poder de la Comisión, se desprende, que el señor Latuz tiene un temperamento emotivo, sin que dicho tempera- mento tenga repercusión sobre sus facultades mentales, las que a juicio de la Comisión, se encuentran en estado normal. Saluda a V. S. (Fdo.) Dr. Luis Merino Reyes, Dr. Lautaro Silva, Dr. Hugo Vicuña. Confidencial N.« 197. (17-VIII-1931)». El autor de este libro declara: Que todo lo que digo ¡sobre el proceso es el resumen del sumario que consta de 8.000 pá- ginas y cuya copia íntegra se guarda (por una de las víctimas) en las bóvedas de un Banco en Santiago. También declaro: Todos los que son tocados por este comentario, les será muy difícil que se mantengan verticales.

49 Finalizarnos con la siguiente carta, recibida oportuna- mente : Santiago, 21 de Septiembre de 1951. Sr. P. E. Sarmiento Estimado amigo : Referente a sus consultas puedo informar a Ud. lo so- guien te : Primer Fiscal M. Sanfuentes Segundo Fiscal L. Caballero Tercer Fiscal J. A. Rodríguez Cuarto Fiscal C. Herrera Los Ttes. Nuñez, Miranda, Aceituno, Solón A randa ¡y Cap. Guillermo Córdova fueron testigos en el sumario y a corto plazo todos fueron víctimas, pero se empleó otro procedi- miento para liquidarlos. Además acompaño el importantísimo documento N.« 2 en- forma completa. Espero que tenga éxito en su trabajo. (Fdo.) O. Latu: G. El documento a que hace mención es el informe del Almi- rante Marchant y que nosotros ya lo establecimos diciendo que resultó muy cómodo, casi igual a los demás Fiscales que des- cubrieron pero que no castigaron o que se abstuvieron, a pe- sar de dejar constancia de dos graves irregularidades por un global de $ 40.000.—.

50.— DOS DOCUMENTOS QUE DEL MUSEO NAVAL HAN DESAPARECIDO

Recalcaré: Los documentos que no están ahora en el Museo Naval y de verdadera importancia histórica son, pno de fecha 24 de Mayo de 1879 y el otro del 7 de Enero de 1891, con 74 y 62 años de edad, respectivamente. ¿Se los rotaron? ¿Se perdieron? ¿Se extraviaron? ¿Cuándo? ¿Cómo? ¿En qué momento? La siguiente carta, publicada por «La Unión» con fecha 17 de Octubre ppdo., se refiere a los citados documentos:

Documentos históricos no están en el Museo Naval Señor Director: Dos documentos históricos de suma im- portancia ya no están en el Museo Naval y son el acta tle deposición del ilustre Presidente Balmaceda de fecha 7 de Ene- ro de '1891, hace hoy 62 años, encabezada por don Waldo Silva Palma, vicepresidente del Senado en aquella fecha y por don Ramón Barros Luco, y parlamentarios opositores al Pre- sidente mártir que entrando al Museo a mano izquierda esta- ba en un molduraje elegante detrás de una puerta. Tampoco está el citado molduraje y la puerta. También de la sala adya» cente tampoco está el suplemento del diario de la época, «El Independiente», que al Museo regaló don Luis Alvarez Urquie- ta. Fué un volante de 200 palabras, con fecha 24 de Mayo de 1879, "hace hoy 74 años, como se ve a tres días después del combate que seguramente electrizó a las multitudes y en el cual se daba cuenta del sacrificio de Prat y sus compañeros de gloria. Sobre estos dos documentos históricos se refiere extensa- mente «La Unión» de Valparaíso en las ediciones del 2 y del 8 de Mayo de 1941, hace hoy 13 años. Sr. Squella: Como cuando le preguntan a Ud. por estos documentos Ud. se sulfura. ¿Será porque... en la pérdida parece ¡culpable . . . . ?

51 UNA ANECDOTA DEL Tte. I.q SEÑOR MANUEL A. FRANCKE

El comandante del «Elicura»,. Manuel A. Francko, el año 1923 me trasladó a la isla de Más a Tierra, del grupo de Juan Fernández, en comisión del servicio. Ya para zarpar de la Bahía de Cumberland a Valparaíso, mientras se hacían» los últimos preparativos, charlábamos en la cubierta, el comandante, sus oficiales que eran dos, uno era el Tte. Puga y el otro cuyo nombre no recuerdo, que después todos ellos hicieron carrera en la aviación, de cuyo servicio se encuentran jubilados, cuando recibimos la visita del capi- tán de una goleta cuyo nombre tampoco recuerdo, que traía una' cara de desesperado y que acudía donde Francke 3 pedir- le un servicio personal y que era que al zarpar el «Elicura» lo remolcara mar a fuera, cuanto el comandante quisiera y ale- gando que por un desperfecto insignificante que no podía subsanar en Más a Tierra y que no afectaba la seguridad de navegar, no querían darle el zarpe. . Francke, que es todo un caballero y, además bueno, dig- nó, honorable y capaz ciento por ciento, pensó un rato y 1c dijo: «Conforme». Pero usted llegue lo más cerca de mi bu- que y dígame con voz fuerte, ronca, cierta y clara y que lo oigan todos mis oficiales: Mi comandante: «Aquí están tais despachos» (ni yo bajaré a su goleta ni usted, por levantada la escala, subirá a mi buque y debo creer que lo que dice es la verdad) y yo lo remolco. Así se hizo y cuando zarpamos, lo remolcábamos, no sabría decir cuánto tiempo. Días después la goleta llegaba sin novedad a un lugarejo cerca de Caldera.

•52 — EL COMANDANTE BRITO RIOSECO Y EL ARQUITECTO HAGEL

Los timbrazos, nerviosos algunos, violentos otros, que causaban espanto, todos reiterados a la oficina de Augusto Hagel, arquitecto de la Universidad de Chile, recien recibido y que había entrado a la Marina a servir en la profesión, bajo las órdenes del entonces capitán de fragata Alberto Brito, también mi Jefe inmediato en 1924. Hagel, embebido en su trabajo, no se movía y ni siquiera pensaba hacerlo. En su fuero interno Hagel diría: ¡Qué espe- ranza! ¿A mí? Nadie me llama a timbrazos. Después de media hora de timbrazos desesperados que nadie comprendía, se alarmó todo el personal y cada uno de los oficiales, empleados, técnicos, mozos,' ordenanzas y porte- x'os sacaban cuentas de lo que podía ocurrir. Era que el comandante Brito llamaba a $u oficina al arquitecto Hagel y éste no pensaba- moverse. A Hagel ya le habíamos dicbo que el comandante acostumbraba a entendér- selas así con sus subalternos. A Brito no le importaba un cuesco ni la dignidad personal ni el fuero interno de cada uno de los que servían a sus órdenes, esa era su costumbre y nada había que hacer. Pero Hagel nació con las mechas tiesas. Y es todo un talento. Cuando estudiaba y faltaba un pro- fesor, él mismo hacia la clase, de suerte entonces que tiene su propio ascendiente y a hombres así como es éste no se Ies puede, así como así, echar al bolsillo, por muy superior que sean: «Que Brito llame a timbrazos a su abuela, lo que es a mi nadie me llama así». Hasta que al fin Brito, que ya estaba desesperado y des- pués de cerciorarse que Hagel estaba en su oficina, lo mandó llamar con el portero, acudiendo aquel.

53 —Hace medía hora, le dice Brito, que lo estoy llamando y Ha ge] contesta: —¿A mí? ni el Presidente me llama a timbrados. Soy arquitecto de la Universidad de Chile y tengo dignidad y deli- cadeza personal y dejando plantado a su jefe, sin saber para que lo necesitaba, sin recibir órdenes, se dió media vuelta y partió. Y salió a la calle triste y taciturno, pero con su alma in - tacta. El movimiento de la calle y el aire salino reconforta- ron su corazón. Y cara al sol, miró al mundo de frente, cara a cara, reincorporándose bravamente después de la primera y para él la última amargura en la Marina, cuando recien, lleno de esperanza, empezaba su carrera de arquitecto. No faltaba más. No lo pensó dos veces. ¡Solamente una vez y asunto liquidado. ¿Quedar cesante? Así es, que no se debe dejar un puesto sin tener otro. Eso es para los pusilánimes, para los pobres de espíritu y para los que no saben lo que valen. En una hoja de papel sellado y de su puño y letra de académico redactó la renuncia de su puesto y debajo de su firma escribió: «Arquitecto, titulado en la Universidad de Chile». Personalmente Hagel entregó a .Brito su renuncia. Con su carita de manzana que tiene entró sonriente a la oficina de su jefe, para quedar cesante, lo que no le importaba un rábano. Tenía plena confianza en si mismo y como se sabe bueno, digno, honorable y capaz, tenía su alma llena de esperanza. Pensó y así fué en'efecto, que todas las puertas a un hombre no se les pueden cerrar, alguna debe quedar abierta v Dios iluminaría esa ilusión. Brito se alarmó de verdad, porque mucho .le había costa- do de la Superioridad conseguir el arquitecto, y perderlo, asi como así, por una tontería, de nada .servía. —No_ le voy a dar curso a. su renuncia, le dijo Brito, tras mirábalo. •54 — —Yo renuncié, le contestó Hagel y nada más tengo que decir ni saber. Brito se confundió y tuvo la deferencia de acompañarlo hasta la puerta y le pidió que retirara su renuncia y que no tomara las cosas tan a pecho. Hagel, caballero al fin, le extendió su mano y salió de la oficina de Brito con el sombrero a la generala y desafiando la vida, como los grandes caracteres. Y, una semana después y ante la estupefacción de muchos y el aplauso de los más, era nombrado Arquitecto Provincial de las provincias de Valparaíso y Aconcagua, puesto que aún conserva con él beneplácito de toda la ciudad y de sus amigos que son muchos. Y lodos ganamos la pelea, porque Brito nunca más llamó a timbrazos c nadie y perdió el arquitecto. Hagel es, repito, todo un talento y es honradísimo hasta la exageración. Le defiende al Fisco hasta los centavos. Mi- llones de pesos han pasado por sus manos y él no tiene más que su alma y su conciencia, que es un crisol. Así nació y así morirá. Brito es muy impetuoso, quizás se le quite con los años. Siempre andaba a caballazos con todo el mundo, sui respetar a nadie. Se pagan caro las faltas a la dignidad humana.

— m EL ALMIRANTE SEÑOR EMILIO DAROCH

Emilio Daroch, cadete en 1905, muchos años después Co- mandante en Jefe. Fué sobresaliente entre sus compañeros. Obtuvo sus ascensos con la dignidad que corresponde ¡a un talento y demás está decir que sirvió todos los puestos hasta llegar al más alto en la institución. Lo conocí muy de cerca. Más todavía: cuando Daroch era jefe de la «Radiotelegrafía» en 1925 ó 1926, hoy «Comu- nicaciones», dos años trabajé con él, codo a codo, quiero de- cir, Daroch como jefe y yo como subalterno y puedo asegurar que su educación es refinada y es por eso, que en su más alia expresión sabe lo que es la dignidad humana. Quien esto escribe' lo px-esenta al público tal cual es, como ha sido y como creo será hasta que Dios determine de él. Que Daroch es digno, correcto, honorable y capaz hasta la exageración, no lo discute nadie; lo que se discute es la ingrata tarea que a él le tocó al asumir la Dirección de la Armada y que el fraude era desde años atrás, tampoco nadie lo discute, entonces. ¿Cuál es la responsabilidad de .Daroch? Haber llegado en el preciso instante en que faltaron fondos para cubrir el último cheque fatal del fraude, eso es "todo. Y fué Daroch quien ordenó inmediatamente la instrucción del sumario y la detención de los culpables. Y después el epíloco: el Fiscal lo declara culpable de «negligencia» en el desempeño de su puesto. ¿Por qué? Por no haber «previsto la defrauda- ción». ¡Vaya! ¡Vaya! Por no haberlo adivinado. ¡Qué de ironías tiene el destino! Y avanza la segunda parte del trágico epílogo: se escla- reció todo y se encontraron a los culpables y la forma como efectuaron el fraude y sin embargo aún sigue el «¿-Coman- dante en Jefe siendo responsable del delito cometido. Y ni fiscalizaron, ni descubrieron, ni siquiera husmearon la 1>¡-

•56 — rección de Contabilidad con todo su «Estado Mayor» de ad- láteres. Repito: ¿Cuál es la responsabilidad de Daroch? Unica- mente haber estado al mando de la institución cuando la gota desbordó el vaso, es decir, al girarse el último cheque que acusó que faltaban fondos para cubrirlo. Fuera ele la justicia inmanente que es implacable en toda tierra, en este caso llegará y brillará y ya veremos .... Daroch tiene un defecto grave en los tiempos modernos: es bueno sin malicia y él cree de buena fé que todos los que a él rodean son iguales a él. La frente de Daroch es como la de todo hombre bueno: limpia y orlada de confianza y serenidad.

— 331 EN LA ESCUELA NAVAL SE LES PASA UN MAL NACIDO

El último Domingo de Enero de 1949 almorzaban 44 per- sonas de ambos sexos en una casa particular de una hermosa quinta de un pueblo cercano a Valparaíso. Oficiales de la Marina de Guerra, de grados subalternos, estaban en dicho almuerzo. Servía a la mesa una señora que a las claras era venida a menos. Su tenida era impecable. Sus modales hasta en sus menor®? detalles la delataban de haber recibido buena educa- ción. Y a pesar de sus 40 años, que parecía entonces tener, era una de esas bellezas vivas que siempre hieren los corazo- nes masculinos. Era fina y de alegre expresión. Era, para decirlo cuanto antes, una dama como para un regato, y así tal cual dice en caso similar, Manuel Rojas, en su expresivo libro «Hijo de Ladrón». En medio del almuerzo que fué opíparo y rociado con los mejores vinos de la región y por cierto con aperitivo y baja- tivo, por tratarse de hacer los honores al clásico pastel de choclo, con el infaltable pollito tierno, arte gastado por nues- tros abuelos y aderezado con pasas, aceitunas »v huevos y por arriba dorado al fuego y la superficie, en medio ele la cocción, rociada con zumo de limón con azúcar granulada, resultando el conjunto exquisito al paladar. Y así, a mitad del almuerzo, la dama de mi referencia dijo lo .siguiente, que se oyó nítida- mente : —;Tengo un hijo guardiamarina». Oir esta exclamación en ese comedor de campo que era una ramada criolla y dado el rigor que en dicho colegio se gasta para la admisión de los cadetes, el servicio detúvose por un instante y los oficiales quedáronse perplejos y absortos. Después se olvidaron del asunto. A muchos, tal vez los más, les entró por un oí'do y les salió por el otro.

58 - — «Puede ser y puede no ser», decían. «Pero» ese pero, que en el mundo siempre manda y a veces acogota, se mantenía inyecto, firme. I no de los comensales de paciencia, cachudo ¡y listo, autor do este comentario, le siguió «camino al asunto». ¿•Y....-..? Hemos personalmente estudiado el caso. Investigando esto o aquello, es muy humano que dicha señora sea una madre abnegada, negando la maternidad por no perjudicar ¿il joven en su carrera, Y, personalmente estamos convencidos de que hay una anomalía en el nacimiento del protagonista de esta historia. Esto es lo básico y primordial del asunto. Los detalles son variados, complejos y emocionantes y se ve hasta donde llegan las mujeres que, o que nacen fatalistas o el destino juega con ellas. Hasta aquí lo que el autor de este libro ha escrito sobre el particular. La narración de mi amigo que siguió «camino al asun- to» tal cual digo en el párrafo 10, es nítida, a veces, cruda siempre, pero real, fiel y verídica. Unicamente he revisado su texto, presentándolo más ordenado y suprimiéndole lo superfino. ¿Y .? ! n capitán de corbeta le hizo el amor hasta seducirla a una niña de Santiago de familia honorable y de físico distin- guido. JNo era pues, una suelta ni una que nada vale. ¿Qué no era una Isabel Riquelme?, ¡quién sabe! y comparando.. . y analizando, y ... . también, como ella, ¡qué coincidencia! . . tenia 15 años. I i) bocado. Prómésas y regalos llovieron sobre aquella cabecita ino- cente y confiada; todo ese ensueño que teje cada galan, lo que no es nada. Las miradas incendiarias de cajón y los boto- nes amarillos hicieron lo demás y ella cayó en la trampa .. . Y siguió después rodando. El agua hirvió antes de los 100».

— 331 Allí pues, lejos del mundanal ruido de las grandes ciu- dades, exigentes, novedosas y a trayentes, mordiendo la \ ía férrea a los 8 meses y días que nacen las guaguas que vienen de tiempo, llegó un niño, fruto de ese amor tan ínal pagado. Fué en una calle con nombre de héroe, dónde se formó ese nido de amor, ilusiones y esperanzas. ¿Cómo fué inscrito ese niño en el Registro Civil, si es que lo fué? No encuentro la respuesta. Más: estoy colgado. El chico fué siempre vivo y despierto. Peqiieñiío, era do muchos alcances. Su madre lo idolatraba. En su cochecito con manillas de plata, regalo de su padre, orgullosa lo paseaba limpito siempre por las calles polvorientas de la aldea. Se regocijaba de su hijito. Se enternecía ante un mimo o una alabanza al chico. Juguetón creció rápidamente, como todo niño bien ali- mentado. Ninguna porquería de laboratorio ni alimento en farros criaron al niño. Con el néctar ele sus pechos, nada más. X por largo tiempo y salió fuerte, sano y fortacho, alimento que no es obra del hombre ni nada parecido, es obra del Creador y es un alimento que no ostiga, está lisio siempre y viene en envases muy mononos. Como el niño dormía bien, crecía cuarta por noche. De pie, a los 6 años decía su nombre completo, que creo, son los mismos del padre. Un concurso hizo falta entonces., Y si se hubiese verificado, de niños bonitos y bien criados, éste habríase sacado el premio, por su desarrollo y lozanía. Para su madre era el niño una esperanza neta, viva \ clara. «Bien sabemos — dice el pensador, filósofo y escritor Mau- ricio Leyendre en su libro sobre España, escrito en 1944—. que la esperanza carece de vacilaciones y retroceso y agrega: que es la diosa bendita que esperan día y noche los corazones que sufren» y el editorialistá de «La Estrella» portería- recalca: «Cuando se pierde la esperanza, sobreviene la quiebra del espíritu».

•60 — De ver más claro el panorama se deshizo la esperanza de esa madre y que hasta entonces había contemplado. Llevado al terreno de la realidad donde se ven las caras, el galán se negó a casarse, prometiéndosele a la niña al tomar el tren. Era que sobre la hembra el goce animal había triun- fado. Lágrimas de amargura caían diariamente de sus mejillas. Esa madre pensó en escapar con su hijo a cuesta como los indios a casa de sus padres que la buscaron día y noche, años enteros. Padres buenos y comprensivos la perdonarían. Pero . . . nó, eso nó . . . Y la fuga fué desechada, parque el amor propio y doña «soberbia» son muy malas consejeras. Y sucedió lo do siempre: hecho un daño irreparable, hay que abandonar a la víctima y como la rúbrica de una deses- peración. Esa casa, durante años fué de fingida felicidad. Terminó como termina todo lo que debe ser disputa, temor, amargura, todo ese infierno de los espíritus que sufren y que sufren sin saber cuando terminará. El galán empezó por distanciarse de su amada. Se perdía días y noches y seguía perdiéndose de esa mujer que pudo hacerlo feliz hasta donde es posible en este valle de lágrirñas. Y cuando llegaba, era un atado do nervios, de tomarlos con algodoncitos para que no estallaran. La conversación de ex- pansiva que era, pasó a ser dominada por los monosílabos o imperaba la cacofonía que siempre espanta. Era que el capitán preparaba su matrimonio con otra dama. ¡Ah ! Era la última emboscada la más dura y la más terrible que sufrir y soportar una madre: que le quiten su hijo. Por las leyes la divina y la humana se casó con otra mujer. A la semana siguiente de esta boda de verdad, el chico caminó largo y tendido de la mano de su padre a otra villa, a su nuevo hogar, para ser entregado a la otra mamá que él nunca había visto, ante quien, como es humano, se resistió al principio, pero después las golosinas domesticaron al cabro,

— 331 pensando quiénsabe en qué. Su mente inocente, quizás si vagó noches enteras o pensaría en su madre que ella el sueño no lo podía conciliar, pensando en su hijo adorado, anegada en llanto en esas lágrimas que son un consuelo para un amor interrumpido. Y al niño sonrosado, bonito, bien criado, y mejor enseñado, que a los 6 años decía su nombre de pila y su apellido y en su media lengua pronunciaba discursos, a su madre Se fué arrebatado para siempre y hace 20 años que no lo ve. ¿Hay derecho para esto? Sí; pues, en este país del cielo azulado se puede hacer esto y mucho más. En el país de las paradojas, en los Estados Unidos, cuan- do una pareja se divorcia, a ios padres y a las madres le es permitido y según el caso, les entregan los hijos por los días de Pascua y Año Nuevo, pero en este caso ni esa dávida ha sucedido. El capitán de mi referencia ni ha intentado esta cruzada que, además de muy justa, es perfectamente humana, ni siquiera por esa ternura que su ex-amante le dispensó en esos días felices en que parecían marido y mujer. Sin el niño a su lado, sin ese amor que era su vida y toda su esperanza, empezó para esa mujer una nueva vida, de des- esperación, de venganza, de odio para ese hombre que mancilló su porvenir y su vida, que, malvado, debió llamarlo, en más de una ocasión. La alegría que era su hijo escapó y el aban- dono en que quedó cuando se fué el capitán y la pobreza pri- mero y la miseria después, germinaron en su mente quién sabe qué proyectos y en su alma atormentada por los sufrimientos pensó que podían salvarla o sacarla del caos en que se encon- traba. Y resbaló. Y resbaló sabiendo plenamente que resbalaba. Y tomó un nuevo amante. ¡Oh ! Y lo tomó confiada en que este nuevo galan se casaría con ella. Y éste también iá engañó, después de prometerle esta mundo y el otro y de quien tuvo 5 niñas v un niño que ahora

•62 — tiene 7 años, mientras la mayor cuenta con 20 años, las de- más la edad intermedia, y todas tienen viva cada una en $u rostro la belleza de la madre. Todos, por cierto, son medios hermanos del guardiamarina. A este altura viene como anillo al dedo el siguiente pen- samiento: «La vida, dice Josefina, que contesta y escribe en un consultorio sentimental de. un diario porteño, está plagada de toda clase de desengaños, cada ser ha venido al mundo- con un destino y no puede apartarse de él». En este caso sucedió así. Péro, mascando también, lo que dice Josefina, una com- prensión a tiempo y en forma, sujeta la desgracia. Y ahora, volviendo al objeto de esta denuncia, existe una sospecha. Me explicaré. La ampliación de la Ley del Matrimonio Civil (conocida como la Ley de Ibáñez, por haberse dictado en su Presidencia hace 27 años) dispone que cuando ambos contrayentes hacen vida marital, tienen hijos y resuelven casarse, es "decir, regu- larizar una situación anormal, éstos quedan legitimados auto- máticamente en el fromento de convertirse la; pareja en mari- do y mujer legítimos y por cierto, quedando los hijos inscritos en la libreta respectiva y en los archivos que lleva cada ofi- cina y, por lo tanto, adquiriendo los huachos la calidad de «legítimos» y con todos los beneficios que las leyes acuerdan para ellos, sin ser legítimos de verdad, y»i que así son única- mente los nacidos después de verificado el matrimonio civil de rigor. Existe la sospecha, de que al casarse el capitán, inscribió como de él y de su novia al mal nacido de esta triste historia y por lo tanto como tenido en vida marital con ella, quedando el niño con su calidad de legítimo, valiéndose de oportuni- dad que legalmente se daba y que estaba lista para aprove- charse. Esta sospecha la recordaremos más adelante. Ahora, amigo Sarmiento, para solaz de su espíritu le re- feriré una anécdota muy sabrosa ocurrida el 24 de Abril ppdo. en el barrio O'Higgins, cuando se verificó el censo de la po- blación porteño. Es un caso auténtico de amor libre y digno de ser comentado.

63 En una cité humilde de la calle principal de ese sector, declaró una señora con 45 años de edad, que tiene 5 hijos, que tienen cada uno apellidos diferentes. —¿Cómo es esto?, fué interrogada. ¿Qué no son herma- nos? Así despacito, para no herirla en su fuero interno y en su amor propio. Y la señora, que había corrido la vida «como ,se pide, Rafaela», que comprendió o nó la intención, dijo como una cosa lógica y náturaf y además, con desparpajo: —¿Qué no son hermanos? ¡Mis hijos! Son hermanitos mis hijos, pero nada más que de madre y los tenía así catalo- gados: Al mayor, porque es legítimo, lo envuelvo en papel sellado; al segundo, después que enviudé, está por su padre reconocido por escritura pública ante Notario como hijo na- tural, lo envuelvo en papel proceso; al tercero lo inscribió su padre en el Registro Civil, dándole su apellido, lo envuelvo en papel de ofició y después al cuarto y al quinto los inscribí yo misma en el Civil con mi apellido, pero cada uno de ellos ¡sabe quien es su padre y a ambos los envuelvo en papel de azúcar. ¿En qué papel envolverá a su hijo el capitán, tenido \en una niña santiaguina y quitado después para darle la calidad de legítimo en su primer matrimonio? Por si algún lector creyera que viene al caso, transcribo el siguiente comentario o pensamiento expresado por Josefina, que en su Consultorio sentimental consuela a los desatinados en las lides de Iámor, escrito en «La Estrella» del 21 de Abril de 1947: «No existe amargura y decepción más grande que saberse sin padres legítimos, porque la sociedad es cruel pon los desgraciados seres que no han sido debidamente inscritos de acuerdo con las leyes .que rigen las relaciones humanas». Que la justicia divina es inmanente y sin dolor físico alguno, castiga implacable, castigo que precede siempre a las grandes bellaquerías, no se discute. En el caso del capitán con la mujer legítima, no tardó en llegar. ¡Pobre hombre! En esa dama se presentó primero el consabido y vulgar resfrío, causado por un día lluvioso o frío o por una recogida de madrugada sin el abrigo de rigor, por una mala suerte, que

•64 — se convirtió en «un tente en cama que ya pasará» y que np pasó, como se creyó al principio, antesala de todas o casi to- das las enfermedades que acechan al ser humano; después apareció la tuberculosis incipiente, con la corneta de rigor, la tos, no falla ni falta, seca al principio, bramante después (con- forme va avanzando la enfermedad), más adelante aterradora, brava en el día, más brava en la noche y más en la madrugada y que sin piedad afecta a los pulmones, fueron minando a aquella naturaleza frágil o de pocos alcances, escogida proba- blemente para sufrir, sucumbiendo a los 18 meses de casada, felizmente sin dejar descendencia. Y ese hombre diligente para otras actividades, se dejó estar, quedó impávido y permi- tió que el mal avanzara, nada hizo por detenerlo —que si no fué producto de la herencia de sus antepasados (de ella) — y aunque vivía en un clima apto para devolver la vida a los tísicos y a los que sufren del pulmón, sucumbió al destipo implacable que a su vida le estaba reservada. Con las contrariedades que en estos casos ¡son de rigor, el niño partió de una etapa a otra y ya contaba con 11 años. Partió a una residencial en que lo primero que aprendió fué a comer tarde, mal y muy poco a su gusto. Y así .con todo eso en contra, lo salvó su robusta naturaleza, gracias ¡a su madre, que por mucho tiempo le dió el néctar de sus pechos que en toda mujer es una bendición de Dios. El capitán estuvo un año viudo, para casarse nuevamente y de cuyo matrimonio tiene un hijito de 3 años y ahí está pues, cachándole al destino que otra vez pretende jugárselas, quitándole esta otra dama, porque, al parecer, padece de una dolencia mortal, difícil de Sustraerse. Quiera y permita Dios, que el mal sea 'detenido a tiempo, porque si no es así.... morirá también y así sucedió y Viudo otra vez. ¿Esta dama supo o no que Ta muerta que la precedió en el matrimonio con su marido, le había enchufado el niño y, al casarse por primera vez, le había dado al bastardo su cali- dad de «hijo legítimo», aunque ni por ese enjuague es legíti- mo de verdad y como lo hemos explicado? Nunca lo ha sabido.

— 65 Creyó o creerá todavía que ese niño fue concebido, na- cido y criado en ese hogar tan tempranamente deshecho. A la semana de casado legítimamente y por segunda vez, el capitán le llevó a su nueva y flamante mujer ai niño, pero esta vez fué sacado 'de una residencial en donde, si el niño no sucumbió por la mala alimentación, l'ué un milagro, quien lo recibió y como su nueva mamá, como debe hacerlo siempre, una gran dama, con los brazos abiertos, ignorando su acci- dentada vida y procedencia, 'su historia y toda su tragedia. Estaba en la edad en que el hombre empieza a vivir y a perfilarse y a desarrollarse la futura peersonalidad. 1' entró a la Escuela Naval, siendo Director el señor Y i de la y salió tic Aspirante dos años después de tomar el cargo el comandante. Cubillos. En los diversos cursos no fué un alumno brillante, tampoco de los últimos. Terminó bien. Nunca enfermó. Ahora (ignoro desde cuando, antes no se exigía) piden cu el concurso de alumnos, además de la fe de nacimiento, que acusa la edad del candidato, el acta o partida de matrimonio de los padres, documentos que otorga el Registro Civil respec- tivo, es decir, madre y padre, cuándo so casaron y dónde el niño nació y fué inscrito. ¿Cómo, en el caso que nos preo- cupa, fueron cumplidos estos trámites, que son imposibles de falsificar? Tiene y tuvo que ser —otro procedimiento no se concibe— figurando como hijo legítimo de la primera esposa del capitán, que ya lo describimos, falleció tísica. ¿Por qué en los colegios navales, militares y ele aviación se exigen estos documentos que, repito, son muy difícil .dé falsificar? Porque, vamos a recalcarlo, cuando lleguen a ofi- ciales generales, es decir, a jefes de gran figuración social, internacional y política, se les quiere evitar ías amarguras que carecen de una posible compensación, que no han tenido ni la tendrán nunca, llamándolos «huachos». Así, lo conside- raban y lo murmuraban los hermanos Carreras, al más /lustre entre los ilustres, al genio de la Independencia, O'Higgins, como si él hubiese sido culpable de,esa anomalía. Y ayer no más, comparado con el tiempo pasado, el primer Domingo de Marzo de 1915, en un arrebato de impotencia de Jas turbas, a las 7 de la tarde, en las esquinas de la Avenida Pedro Monft

•66 — con Rodríguez, de este puerto y con motivo de la derrota de Guillermo Rivera Cotapos a la Senaturía de las provincias de Valparaíso y Aconcagua. ¿No le gritaron «huacho» arriba y khuacho» abajo al más ilustre de los almirantes de Chile, gloria de Chile y ex-Presidente de la nación, señor Alvarez, cuando él nunca fué bastardo? No se trata de que un bastardo sea o tenga menos inte- ligencia, imaginación y talento etc. que uno normal en su nacimiento. Eso ni para que nombrarlo. Es su, nacimiento lo que se objeta. Y esto es así y tendrá que serlo para sécula. Por todo lo dicho, explicado y sostenido, todas las medidas que se tomen para asegurarse de que los niños ahí, admitidos son legítimos de verdad, está de sobra justificado. La chusma esa noche se portó como siempre, ruin y mi- serable. ¿Qué hacer? Nada, porque la policía no detiene a los que insultan. Detiene únicamente cuando hay lesiones que se producen por sangre que corre, sea ésta mucha o poca. Y así,, esa memorable tarde el ilustre Almirante de mi .referen- cia fué vejado sin piedad. ¿Cómo un capitán de corbeta, con sus 30 años, que cono- ce mejor que muchos los reglamentos de la escuela ¡en que él mismo se educó, falseó el nacimiento de su hijo bastardo, por la ambición de hacerlo oficial de la Marina de Guerra? ¿No encontró otro colegio más digno para su hijo? Sólo él mismo puede responder.' ¿Qué hacer ahora? Unicamente lamentarlo y recordarlo bien que —dada la importancia de lo que eslo significa— el más culpable de todo esto es el padre del muchacho que, cuando se descubra el pastel, ojalá que en todos, protagonistas y autores, haya conformidad y uniformidad de pareceres. Un" secreto es secreto y cae y cabe bien única exclusiva- mente entre dos personas, entre tres ya no es secreto y tienen que ser corazones masculinos los dos que lo sepan. Esta regla carece de excepción. Ahora si Jo sabe una mujer, todo se va a las pailas y en la aldea lo saben más de dos personas. Tai vez más de tres.

'67 Dejamos al flamante guarcliamarina en la cubierta de su barco. Continuamos relatando la vida de esa pobre mujer, vic- tima de su candorosidad primero y después de su miseria y de la miseria dorada que es la más terrible para los que la hayan sufrido. El nuevo amigo de la ex-amante es y era muy descuidado en su indumentaria y en su trato personal hasta a veces cau- sar repulsión y asco. Para esa pobre mujer, los primeros tiefn- pos fueron pasables. Ella no tenía 'más falla que !a falta de experiencia de la vida. El descanso no lo conocía ni de noche ni de día. Doce años fué, para ser exactos, los que vivió con ella, habiendo épocas en que no le daba ni lo necesario para un mediano pasar y lo peor de ese abandono fué que un día cualquiera no volvió más y la dejó con sus 6 hijos, viviendo en medio del egoísmo actual del mundo en que nadie se con- mueve de nadie y así va el mundo rodando. Ahora, si se encuentran en la calle, para ella jio es grata la emoción y para él es muchísimo menos o es nada. No quedará más que el recuerdo del goce animal que tiene un puro valor nominal para los de cortos alcances. ¡Este abandono no iba a ser una excepción en este hombre. Esta pareja concurre con lo del poeta que así, ¡decía: «Un amor interrumpido puede encenderse otra vez: un amor gastado no se enciende jamás». LA SEPARACION DE LOS SEIS OFICIALES SUBALTERNOS DE LA ESCUADRA DE RODRIGUEZ

El señor Juan Agustín Rodríguez Sepúlveda, vicealmirante retirado, a quien conozco más de 20 años, es un hombre inte- ligente de verdad y muy minucioso. Lo que como jefe debía resolver lo pensaba clos veces. Es también un hombre de ho- gar, lo que un «gentleman» entiende por «home». Y hay quo decirlo, el hogar de Rodríguez es un crisol, es más: es un santuario de amor y esperanza, en que preside la felicidad y reina su ambiente y donde Dios está siempre presente. Por todo lo dicho y sostenido que es la realidad, estoy perplejo y absorto, luchando con mi conciencia y se me hace cuesta arriba que un jefe como él, digno siempre, magnánimo, correctísimo, por sus jefes bien conceptuado y mejor califi- cado, se haya paralogizado, pretendiendo como pretendió que los oficiales subalternos que él separó, se convirtieran en de- latores así como así, de sus propios compañeros. ¿Por qué digo esto? Porque tengo de puño y letra del citado almirante una declaración que me ha hecho y que dice: «Cada vez que se me pidió mi aprobación a reincor- porar a' los oficiales afectados, respondí invariablemente que no tenía inconveniente en aceptar todas las reincor- poraciones, siempre que informaran sobre los verdaderos culpables de los actos de indisciplina que se registraron en la Escuadra, como fueron los de pretender una insu- bordinación agitada por panfletes que circularon entro los oficiales». ¿Delatar, ellos? ¿Los separados? ¿Delatores? Nó y nó. Eso está muy bien y así debe hacerse siempre, porque eso es de hombres que tienen conciencia de que son hombres de verdad y, además, que tienen comprensión real y cierta del papel a desempeñar en una institución armada.

— 69 ¿Panfletos? Tampoco fueron panfletos. Para creer en ellos tendría que ver uno. Lo que ocurrió fué que el Gobierno ordenó al Almirante Rodríguez recorrer ta cosía chilena has la frente a Chuquicamata, temeroso de que algún buque japonés molestara la industria del cobre, por estar en guerra con ellos, pero no debg olvidarse que era una guerra simbólica, uacla más. La guerra de verdad era con los Estados Luidos. ¡Y Jo que pasó fué que cuando algunos oficiales (casualmente sub- alternos) conocieron esa orden, hicieron un mohín de desagra- do (muy mal hecho también) y no creyeron que ningún buque japonés viniera a nuestras costas, como que ninguno nos visi- tó, cuando allá tenían muchas otras cosas importantes que hacer. Chile 110 era entonces, no es ahora, ni será jamás un enemigo formidable para el Japón y destruyendo Chuquicama- ta, pongamos por caso, todavía quedaba «El Teniente. y no destruyendo toda la industria y parando la producción, no va- lía la pena de separarse de la base de la Escuadra nipona. No debo olvidarse y entonces lo olvidaron, que en una guerra \ con un en,emigo tan formidable del Japón, como son los Esla- dos Unidos, es una inocentada que un buque de guerra andar uno }3ara acá y otro para allá. Para pensar así 110 ,se precisa ser estratega. Entonces buscaban delatores. ¿Pero cómo? Ahí está Ja declaración del almirante. ¿O no se quiere entender lo que se lee? «Siempre que informaran sobre los verdaderos culpables.». Estas siete palabras son una acusación formidable. Entonces quiere decir y está más claro que el agua, qui- los oficiales separados «no son los verdaderos culpables» > que los culpables de verdad son otros y que para ser separa- dos es necesario que sean delatados. Quiere decir más: Que el castigo recibido por esos jóvenes es inhumano y cruel. ¿Es posible todo esto? Desgraciadamente es así. Fuera de que no hay derecho para arrebatarle el porvenir a nadie en el inundo y mucho menos a un oficial de Marina que, ;si entró a la Es- cuela Naval fi porque creyó que ahí eslaba sil porvenir y todas sus ilusio ^s.

70 ¿Delatar? Si, pues. Y aquí se perdió el sentido de las proporciones y se perdió más: la dignidad personal y la. sal- varon los que no se prestaron para delatores. ¿Qué |;iacer ahora? Dejar constancia para que el caso no se repita. ¿Delatar? No. Eso nunca y allá los responsables, ante la conciencia que muerde y la almohada que acusa. ¿Delatar? «a los verdaderos culpables». Y los oficiales separados no eran, no son, no han sido nunca «los verdaderos culpables». A estos hay que delatarlos. En un Colegio de Monjas que conozco, las niñas cometen una falta. La Directora pregunta quien fué. Y e,ntre todas las niñas formadas en el patio se produce un silencio de tumba. Nadie delata a nadie. Eso es de hombres y son todas niñas hasta 18 años. ¿Qué me dicen? ¿Es o no lección de pundonor? ¿Delatar? No. Porque habían leído seguramente lo que en cierta ocasión le ocurrió nada menos que a O'Higgins en Lima, relatado por el escritor Fernando Santiván, en su" libro-«El Mulato ñiquel- me», pág. 67, cuando lintemo en un colegio limeño, ¡el padre de la patria estudiaba. Una noche ocurrió un alboroto en (pie él tomó parte. Empezó el sumario de rigor. Interrogado por el rector, no negó su parle y agregó: «Si señor, soy del complot y eso ¿quiere decir qué?» — ¿Y tus acompañantes? —Estoy dispuesto a sufrir el castigo por mi delito, no delato a mis compañeros. —Tendrás doble pena, encierro, azotes. Silencio de tumba de O'Higgins. Sin arrogancia, pero con firmeza, marchó al calabozo; sus labios no se abrieron para formular delación. No suponemos. Aceptamos como fantástica la lección de O'Higgins para los que conocen el Código de Honor y los que no lo conocen o se hacen que lo ignoran, hasta obtener «de- latores» entre los acusados que a veces son inocentes.

71 Ser delator es entonces el papel más infame que púa per- sona puede desempeñar. Para los que no quieran creer, por lo antiguo, que hizo O'Higgins. tenemos un caso "del año 1888, cuando Balmaceda gobernaba la República. Era subdirector de la Escuela Militar ei entonces Sargento Mayor del Ejército, que después fué Ge- neral, señor Estanislao del Canto, que no fué cadete, jri si- quiera alumno de la Escuela de Clases. De batalla en batalla en la Guerra del Pacífico, se ganó sus ascensos; era eí mejor tirador al blanco- que Chile ha producido, famas no jrnás apun- taba; el que largando con la mano un objeto cualquiera al aire libre, como cuerpo cierto, hasta con una chaucha antigua de 18 d. y de 9 décimos del fino, no le erraba el tiro y, final- mente, el que le perdonó la vida al ilustre General de División en esa época, señor Jorge Boonen Rivera, cuando, desafiado por éste en Noviembre de 1892, por una apreciación personal que no valía la pena, dicióndole del Canto a Boonen, ya §n posición de disparar: «No quiero matarlo, voy a'herirlo en la frente gravemente». Y así fué en efecto. Si hubiera querido matarlo, lo habría herido en la boca, en del Canto no más dependía. En aquella ocasión, so produjo en la Escuela Militar una sublevación de esas patagiiinas que producen espanto, donde el ánimo del público piensa sobre sus consecuencias que pue- den derivarse. Y el más afectado era el Subdirector, por lle- var la disciplina del internado. Pidió y obtuvo ser nombrado Fiscal del alboroto o complot.y empezó su tarea con dignidad y entusiasmo. Encerró individualmente a los cadetes de inás mala conducta y a los que creía culpables y así Jos tuvo 6 horas consecutivas. Después, privadamente a cada uno les dijo: «Todo, absolutamente lo sé, detalles no más ignoro» y mien- tras a unos les sacaba datos concretos, de otros tenía dalos que no le interesaban. Y así, con paciencia, talento y discreción, desenredó toda la madeja. Ese es el modo de hacer las inves- tigaciones y en ningún corazón dejan amargura y iodos que- dan contentos, pero para eso se precisa tener mucho talento, repito, grandeza de alma y carecer de prevenciones contra los acusados.

•72 — En el sumario de los oficiales separados do la Escuadra de Rodríguez ocurrió lo contrario, porque querían delatores mientras con del Canto no hubo delación y como Jos acusa- dos nunca delataron a nadie¿ sufrieron justos por pecadores. Tenía que ser así, dado el hombre que instruyó ¡el sumario, porque «la rata ciega» como-le dicen, carece de virtudes esen- ciales como jefe. Me refiero al señor Jorge Videla. Toda la verdad sin miedo ni temor hay que decirla. Dios ha permitido que en este triste episodio de Ja Mari- na de Guerra no sea toda la culpa del Vicealmirante Rodríguez. Hay un atenuante que a él favorece y para detallarlo, abro un paréntesis. Cuando por orden de la Dirección de la Armada en Enero de 1933 construí él Stand para la exhibición de ,sus adelantos que hasta entonces tenía, en los terrenos baldíos de Ja Univer- sidad Santa María, torneo de verano que llamaron «Exposición Industrial», tuvimos en Valparaíso muchos días nublados, que se seguían unos tras otros, hasta inquietarme y temí que llo- viera y todo el trabajo se perdiera. La verdad es que mía no habría sido la culpa de la lluvia, pero mis padres me enseña- ron a cuidar los intereses ajenos como míos y manifesté mis temores al Almirante Reyes que, para tapar ei edificio en cons- trucción me ofreció y dió la orden de envío inmediato de las velas de la «Baquedano» y como el «constructor tenía toda la responsabilidad, tenía también todas las atribuciones», es decir y en otras palabras: era dueño tanto de aceptarlas como de rechazarlas. •En camiones y con un séquito de 20 personas entre ofi- ciales subalternos, condestables y marineros, venía a cargo de las velas el capitán de corbeta recien entonces ascendido, señor Jorge Videla Cobo. Y para apreciar el estado de éstas, pedí extenderlas. Estaban llenas de partículas de carbón, vi y comprobé que no me servían y así se 1o manifesté a Videla y le agregué que el remedio me resultaba peor que Ja enfer- medad. Videla me gritó fuerte, es su costumbre habitual (no sé si será así todavía). Los sordos siempre gritan fuerte, sin ex- cepción. A lo mejor éste lo es. Me preguntó para qué entonces

—- 73 las había pedido y .cuando a mí uie las ofrecieron y si me servían, lo que le expliqué, sin tener por qué. , Vicíela partió con sus velas a cuesla, tal cual, llegó al edificio en construcción. Y aquí, porque se precisa, abriré otro paréntesis. El diseño de la banderola y sus trazos .y sus característi- cas, como también el escudo y su disposición y exposición de_. sus luces, que en sus fiestas y aniversarios que luce el OuIj Naval, son obra mía. Los diseñé en Septiembre de 1924, de orden del entonces capitán de corbeta señor Vicente Merino Bielich, miembro en aquella ocasión del Directorio del citado Club, que era mi jefe inmediato en ¿Radio Telegrafías, que ahora es «Comunicaciones». Como había pedido el escudo que, repito, también es obra mía, para, colocarlo en un hueco que hice ex-profeso gneima de la puerta de honor del edificio, Videla volvió días después con él, pero sin las respectivas ampolletas, y que son su alma- rnater, entonces le manifesté a Vicíela que el escudo pelado me hacia gracia y que así no me servia. Montó en cólera. Y con la ira viva que no pudo o no supo disimular, me gritó por segunda vez: •—Voy a pasar una nota sobre inutilidad suya en la Marina. Tenía entonces 55 años. Hoy tengo 76. Estaba muy jejos de los 20 años en que cada niño es violento y cuando hombre quiere ser bombero y radical. Y ahora mismo no escribo con propósito deliberado contra nadie, ni menos contra Videla que, para mi es menos que un átomo y mi alma aún no ¡a tengo envenenada, a! contrario, está libre de .rencores y de odios, a los que creo no conocer. V para decir las cosas de una vez y desde luego, tampoco estoy amargado, porque todo hombre que es feliz hasta donde es posible en este valle de lágrimas, podrá apreciársele como se quiera, pero nunca como un amar- gado. Escribo con la buena intención de corregir defcclots. Confieso que con lo que me dijo Videla se j»c ensom- breció mi alma; que la sangre se me sublevaba 4y que iní co-

74 razón estaba fuera de sí. Confieso también que todo esto puso a prueba mi carácter. A la insolencia de Videla, bravamente contesté: — «Si se trata de inutilidad física, usted es más inútil que yo en la Marina». No me grita, con la mímica de rigor se enfurece, próximo a perder el control. — «¿Por qué»? me dice, —Porque usted es ciego, así le dije, con tocias sus letras y sangre fría. (Bien o mal llamo ciego a toda persona que como Videla, no se saca los lentes nada más que para dormir y semi-ciego a aquel que usa anteojos para leer o para firmar). Yo no necesito ni uno ni otro. En la Marina de Guerra y desdo ese día, me hice de un enemigo. Y de un enemigo formidable. Es así, pues, como Videla. «mete el caballo» y así también se expone a recibir su merecido y a escuchar humillado lo que le largué el ofendido. Más, mucho más, si éste está en la ra- zón y carece de sangre de horchata. Creo que mis padres me enseñaron bien. ¿Cómo? A ser humilde con quien es humilde conmigo y a no aguantarlo ca- ballazos a nadie. Y lo del Videla era un perfecto caballazo. Repito: Cuando Videla me gritó, sentí que mi alma se me sublevaba, porque era una humillación que por nada del mundo debía admitir y mi carácter siempre tranquilo me obli- gaba a dar una lección, para que en ocasión similar ese hom- bre supiera manejarse y respetar la dignidad humana. Por otra parte, en el mundo hacen raya las enfermedades mentales y la Marina de mi país no va a escaparse de este nial endémico. Hay jefes que sufren de una neurastenia terrible, que confunden el respeto con el miedo, el valor con la gro- sería y la gracia con la paciencia. A lo mejor Videla es neurasténico. Complican la vida y también a los que con ellos conviven ¡o trabajan. Lo escrito sobre Videla conmigo es tal como se lee, sin quitarle ni ponerle.

75 Formaba parte del séquito nombrado el señor Jorge Mo- rales Cañas, también capitán de corbeta ingeniero, quien pue- de dar fe de lo ocurrido. Dos días después de la amenaza de Videla fui llamado por el Director del Material, comandante Villarroel, a explicar lo sucedido. Con Villarroel yo tenía una hachita que afilar. Cuatro años antes de este mal rato, había en Faros y Balizas sido mi jefe el comandante señor Miguel Bahamonde, con quien durante dos años trabajé en completa armonía. Ante Villarroel se interesó por mí, de suerte «j{ue la leche estaba cocida». Villarroel me pidió que sin omitir nada, le refiriera lo ocurrido con Videla y lo hice. Me oyó complacido. Meneó la cabeza varias veces. Dió por terminado el asunto y se dispuso a partir. Como acordándose de algo y para terminar, me dijo se- camente : — «Nunca a un jefe de Marina debe contestársele .como usted le contestó a Videla». — «Conforme», le dije, « tampoco el debió decirme lo que me dijo». — «Exacto», contestó Villarroel, «los dos hicieron mal». Si así, sin conocerme se comportó conmigo Videla en aquella ocasión, sin respetar mi cabeza blanca con mis fulos encima, váyase calculando todo lo que habrá hecho en su vida de muchacho, desde oficial subalterno en la cubierta de yn barco y cuántas amarguras de las que a él le cuelgan y que corren de boca en boca en el sufrido persona! subalterno de la Armada. Lo ocurrido conmigo hace pensar la falta que hace en la Escuela Naval la cátedra del «Respeto a la personalidad huma- na», porque en el mundo moderno nadie discute que cada hombre tiene su fuero, que por lo menos hay que considerar. Pensar siquiera y no está demás saber que la Universidad Católica de Santiago tiene un saino polaco para explicarles a ios futuros médicos lo que para ellos debe ser «La ética y el secreto profesional». Algo debe hacerse por aquí también. Cerrado* los dos paréntesis. Este jefe, es decir el señor Videla, en su capacidad do capitán de navio y comandante de uno de los barcos de la Escuadra de Rodríguez» fué él que instruyó el sumario que dió por resultado la separación de los tenientes señores ...... que nunca será lo suficientemente lamentado. Mala suerte. Cualquier otro jefe que hubiese actuado como Fiscal, tengo cierto que el castigo no habría existido o habría sido de uno, dos, tres o más meses de suspensión sin sueldo, pudien- do el oficial tocado por el castigo seguir o no en ,el servicio etc., etc. ¿Quién ignora que para ser Fiscal se requiere ser espíritu quieto, nunca fuerte, alma y corazón bien puestos, imparciali- dad manifiesta, paciencia y minuciosidad libre de toda sos- pecha y comprensión y educación refinadas de que carece mucho de esto Videla? Y con todo lo dicho sobre Videla puede calcularse si con este jefe como Fiscal, podrían salir y quedar bien parados los tenientes de aquella ocasión, porque como es él, atropellador y violento, nunca servirá , para Fiscal. Echar por tierra todas las aspiraciones de los jóvenes te- nientes, todos sus anhelos, sus sueños desde niños, las ilusio- nes y satisfacción de sus padres; toda esa amalgama que es como un programa o heraldo de vida de cada uno de ellos, vibra y vibrará en la conciencia de Videla como una maldición y por el resto de su vida. Si conmigo no más nunca había tenido nada, ni nos co- nocíamos y tratarme en la forma que ya conoce ,el lector, es porque no tiene conciencia de la dignidad humana, repito, o porque considera como a pelagatos a sus subalternos que lo rodean. Ahora, lector ¡ mira y contempla a quien instruyó el sumario! Raro fué que Videla no pidió la pena de muerte para los jóvenes tenientes, a quienes él les cortó la carrera en la Mari- na de Guerra. Raro, porque las ordenanzas militares hasta

77. medio siglo atrás, eran copia fiel de las ordenanzas españolas que todo delito, intención y falta manifiesta, merecía la pena de muerte. Era como la cataplasma de bar.ro qae para toda dolencia dan los médicos naturistas. ¡Vuelvan a mirar! ¡quién instruyó el sumario! Si en el sumario hubiese actuado otro jefe con suficiente imaginación, el «don» con' que se nace (porque no .se aprende en libro alguno, ni es cátedra de sabio alguno? es como ser discreto), so habría dado cuenta 3el daño sin remedio que iba a causarles a los jóvenes tenientes, la pena habría sido rebaja- da o no habría existido. Es un atenuante en favor .cíe Rodrí- guez, pero que tampoco lo libera de responsabilidad ni ayuda a pagar. Y esos jóvenes eran todos esperanzas ' de la patria y con todas sus letras. Tocia la verdad hay que decirla. Y Videla Cobo es un hombre muy inteligente, oslo no se discute, yo mismo no permito que se discuta. Inteligente ¡nació y así va a morirse. Le sobra inteligencia, pero le falta imagi- nación, lo repito otra vez. También es impetuoso y estos sir- ven para un barrido, nunca para un fregado. El inteligente sirve para organizar servicios, jamás en un sumario para ha?- cer justicia. Por eso es, que fué un acierto para reorganizar la Contabilidad de la Armada, después del último colapso, 'colocar allí a Videla, pues llevó a aquel servicio a los más capaces, sacándolos de otras reparticiones. La hoja de servicios del vicealmirante .Rodríguez, que en la Marina de Guerra lo llaman «el beato», .seguramente porque su hijo mayor estudia para sacerdote, desde cadete, oficial sub- alterno, superior y general, era un crisol. Era, porque ya no es. Ahora está empeñado por la separación de los tenientes que fueron oficiales de la Escuadra, que en las postrimerías de su carrera, él comandaba. Almirante Rodríguez: Tenga la bondad de escucharme: La separación de un oficia!, de cadete o colegial, y además del sumario y a conciencia y rígidamente comprobada su Calta, debe, la separación, recalco, ser el último castigo, como ¡es H

78 fusilamiento de un bandolero, si se me permite hacer esa inde- seable comparación y como un ejemplo específico. Y respecto a los citados tenientes, no existió ni la serenidad necesaria que para estos casos siempre se dispensa, ni la comprensión com- pleta que el caso aconsejaba. ¿Quién ignora que toda falta en una institución armada debe ser corregida de inmediato? Siempre que no se confunda la sandia con la chanfaina. Averiguarlo todo con perseveran- cia y sin apasionamiento (que es mal consejero), con |ino y tacto, que repito, en este caso no existió. Pienso que un Consejo de Almirantes que aún 110 es tar- de, siquiera para librarse de un cargo ele' conciencia, en que se dilucidaran estas ocurrencias, pudiera determinarlo y acla- rarlo. No pido ni deseo la revisión del proceso. Me basta la declaración del Almirante, que lo- exhibe «le cuerpo entero ante el país. En la vida nunca fallan ni la nota cómica y la triste, am- bas se hacen presente. Uno de los tenientes separado, cuyo nombre no debo dar al público, porque sería hacerle más patente su dolor que hay que respetar, no se conforma aún con la pérdida de su carre- ra. Diariamente se traga, las lágrimas, que son-más amargas que las otras, en su dormitorio se coloca su uniforme; se contempla con su espada al cinto, se considera un oficia-I cío Marina, de su patria y después ve que no es tal. cosa, viene la enorme realidad... la qué desencanta, agobia y espanta. Quien presencie esta escena', debe disponer de un espíritu muy fuerte para contener las lágrimas. En el mundo en que vivimos existe «lá justicia inma- nente». Es la justicia divina que jamás se equivoca. Nadie, ni reyes, ni príncipes, ningún mortal, por más honores que tenga, se salva de la «justicia inmanente» y siempre cae implacable.

79 Y no van a sor una excepción íos almirantes Rodríguez Scpúlveda y Videla Cobo. Y tanto uno como el otro tienen hijos. Ya veremos.... Ya esos hijos saldrán a la Escuadra y enfrentarán al por- venir y al destino. Con mis 76 años, hago recuerdos, confronto circunstancias, recorro el pasado, apunto, comparo y veo lo que les ha pa- sado a otros que no han procedido bien, ya sea por pasión, por ignorancia o maldad, o por lo que sea. Y nada hay que afrontar con baladronadas, lo que el des- tino depare, ni golpearse el pecho, hay que ser hombre entero y de verdad para enfrentar una adversidad que puede ser trágica. Mi libro que el Almirante Rodríguez está leyendo se Je cae de las manos; le ocurre lo mismo al joven separado, que el uniforme se coloca todos los días. ¡Qué coincidencia!

Papel que juegan los almirantes Allard y Merino en la separación de los jóvenes oficiales de la Escuadra de Rodríguez.

Ei 14 de Diciembre de 1951, el almirante Allard y gobre los jóvenes separados de la Escuadra de Rodríguez, me ¡hizo por escrito las siguientes declaraciones: Me propuse conseguí ría reincorporación de íos oficiales separados y para eso hablé personalmente con el Director Ge- neral de aquella ocasión a quien yo mismo entregué el cargo. Entre ellos habían dos o tres que yo conocía muy bien (y de quienes tenía muy buena impresión. Me puse a la obra. Creí que todo saldría bien».

Y, si Allard buscaba para ellos la vuelta al tservicio, es porque los «conocía muy bien», sabía del talento que llenen y los creía dignos de seguir vistiendo el uniforme de oficial de la Marina de Guerra de Chile. Después de saludar efusivamente Allard a Merino Bie- lich, le planteó de hecho su petición y éste, después de recibirlo fríamente, le dijo:

•0 — —¿Con que esas tenemos? Cuando estas palabras resonaron en los oídos del cien veces ilustre Almirante VI la ni, vió y comprobó después, un mal presagio y la petición presentada con la mejor buena fe dentro de su alma, rodaba por el suelo, destrozada. Era el diablo que se cuadraba en contra de esa reincorporación que a nadie ha- cia daño y que, abriendo los brazos al cielo, clamaba: pedía: clemencia y justicia. Sin inmutarse, como lo saben hacer los grandes hombres, sin una muestra de desagrado en su rostro, Allard volvió a la carga y como que ni estoicamente había recibido la primera negativa. Pero no. ¡Estaba escrito! Eran, primero, falta de comprensión y de cortesía por negarse a considerar 1a suerte y el porvenir de esos jóvenes que hasta entonces J levaban en sus rostros la amargura patente que el destino ¡es había de- parado. Está demás agregar que Merino Bielich persistió en su negativa. Seguir insistiendo era tiempo perdido. Era como pedirle peras al olmo. Era la crueldad refinada que no tiene perdón. Y en el mundo es más fácil ser bueno que ser hialo. Que el almirante Allard se retiró contrartiado no hay que creerlo dos veces. Ya en la calle el Almirante transpiraba duro. La escena había terminado. ¿Qué hacer? Conformarse y a Dios pedirlo. El Almirante que es comprensivo, humano y digno, tuvo una respuesta piadosa. Les dijo a los jóvenes, que Merino le iba a contestar y así estarían, si días después no le hubiera relatado la entrevista a uno de ellos, quien se encargó de transmitirla a sus compañeros. El almirante Allard "tiene la virtud de ser más ingenuo que malicioso, Es así la vida de todos los hombres buenos. La trayectoria de la existencia de cada uno de ellos ¡está cua- jada de sorpresas y la frente de todos ellos está orlada de buenas acciones. Cuando sirven reciben el consabido «muchas gracias» y les basta saber que han hecho un servicio.

81 Terminamos esta via-crucis. Dejo constancia que mientras un Almirante .y un capitán de navio querían que por medio de la delación y el soplonaje descubrir el complot, si es que hubo, este último, quiero decir Merino, nada quería saber de ellos, cuando pudo haberlos rein- corporados; en él no más estaba, dada la calidad de quien los recomendaba, para el caso que él no los hubiese conocido, lo que parece difícil que así haya sido.

Dos casos más de Merino Bielich por mi comprobados personalmente.

Hace 14 años, el señor Merino Bielich era Comandante del Apostadero de - Valparaíso, por consiguiente jefe superior de la Sección Arquitectura, repartición en la quien esto escribe, trabajaba. Ocurrió que pidió feriado mi jefe inmediato, señor Fer- nando Silva Blumen. La nota que concedió feriado, firmada por Merino, terminaba así: «Más que usted esté con feriado será responsable de lo que ocurra durante su ausencia ¿ . ¿Qué tal? Ni con pomadil.a marca «oso blancos estaría buena esta ocurrencia. ¿Le habría gustado a Merino que al salir él .misino con feriado, la Superioridad le hubiese anticipado también a él, una orden similar? ¿De dónde, de qué reglamento, disposición, ley o decreto-ley se inspiró Merino para dictarle al secretario ese úkase, que es una verdadera aberración? La inspiración nunca la tuvo, la sacó de su intelecto. Y tuve que saberlo, ya que a mi me Correspondió reem- plazar a Silva durante su ausencia. ¿Qué tranquilidad de áni- mo, de gusto para descansar en un feriado puede tener ¡un funcionario que piensa «que será responsable;: (duranle la ausencia de su oficina) que en ese momenlo no dirije? . Es duro pensar que pueda caber esto en la ¡cabeza jle un Almirante que llegó al más alto grado en oí escalafón, K*

•82 — claro que puede caber en el interior de un adoquín o en la azotea de un pobre diablo. Hace muchos años, en 1896, cuando el Congreso elegía Presidente de la República al señor Federico Errázuriz Echau- rren, contendor en la lucha presidencial con el señor Vicente Reyes, por no haber obtenido ninguno de ellos la mayoría absoluta para ser proclamado Presidente electo en lo que se llamó «el voto de los parientes», discutiendo si éstos votaban o se abstenían, por haber entre los diputados parientes de un candidato, el eminente político señor Enrique Mc-Iver, en medio de sus brillantes discursos decía: — ¡Cómo desciende la Cámara! — ¡Cómo desciende el país! ¡Que triste es todo esto! Y parodiando al señor Mc-Iver, nosotros podemos decir también: — ¡Cómo descienden los Almirantes de Chile! ¿Qué procedía? Procedía ser leal en mi reemplazo con mi jefe, dándole trámite a lo que era de cajón y sin ningún subterfugio y nada más. Otro caso más. En Marzo de 1945, un caballero con 29 años de servicios inmaculados se vio abocado a un serio problema, (para colo- car a otro en su lugar), pidieron su retiro en circunstancias que no le convenía a sus intereses y como en 1924 fuera sub- alterno de Merino cuando éste era capitán de corbeta con quien muy bien habíase desempeñado, como comandante en jefe, al ir a verlo para exponerle su reclamo y su aquiescen- cia para continuar un año más en el servicio y lo que se podía hacer sin quebrantar la disciplina y nada consiguió de Merino. Más habría ganado si no hubiese ido. Se habría ahorrado una desilusión y una amargura. ¡Es que Merino es más malo que bueno! EL COMANDANTE SR. SANTIAGO LORCA PELL-ROSS Y LA COMPRA DE UNA PROPIEDAD.

Halaga toda mi fantasía el recuerdo que tengo 3e este oficial superior a cuyas órdenes serví. Fué ayudante mayor del Almirante Hipólito Marchant, quien quiso hacer pagar una comisión de la compra de una propiedad que éste nunca encon.endó. Veamos. Moisés Rodríguez era dueño de una propiedad situada en el Cerro Mariposa que se la había comprado a su señor padre por intermedio de la Caja de Ahorros y la vendió a un dibujante de la Marina y también por intermedio de la misma Caja en la suma de $ 37.000.—, con $ 15.000.— al contado y el resto a 28 años plazo y ya fué pagada, en 12 años porque el dibujante es un hombre muy ordenado.

«El conflicto después de la victoria

Con motivo de la liquidación de la Guerra del Pacífico, Julio Pérez Canto escribió un libro con el título que damos más, arriba y solamente vamos a invocar el título porque viene al caso. Después de comprada la propiedad y entregada se pre- sentó el conflicto. Dos corredores de propiedades persiguieron al dibujante, pretendiendo cobrarle, $ 740.— (que era plata entonces) por comisión que el dibujante no había encomendado. Real- mente el citado, caballero se vio en un serio conflicto y costó safarse de ellos. Cuando un comprador bwsca a un corredor de propiedades y la operación se realiza con el concurso citado, entornc.es hay que pagar. Pero., aquí el caso era diferente, no fueron buscados para nada los corredores. Sirve todo esto para ex-

•84 — plicar que en la vida «puede mucho más la ^pechuga que el alax. Se. largaron a la oficina del dibujante a cobrarle, hasta acusarlo al Almirante Marchant y éste funcionario sin más antecedentes que los que los corredores le habían informado, llamó al dibujante, e ignorando por completo estos negocios le ordenó perentoriamente pagar. Y, con esa confianza, seguros de su triunfo, llegó el señor Enrique L. Bunster, representante de los corredores, a la oficina del dibujante, amenazándolo con la pérdida de su puesto si no les pagaba. Esta amenaza la hizo el citado señor en presencia de dos empleados, también de la Marina, que ocasionalmente se encontraban en la oficina del dibujante en comisión del servicio. Ya la cosa pasaba de castaño a obscuro. Fué entonces cuando el dibujante dio cuenta oficialmente de lo que pasaba y el comandante le ordenó que a la próxima vez que Buns- ter volviera, lo llevaran a su presencia, para recordar la amenaza que le había hecho si no pagaba. La situación que se pílanteaba era interesante. El dibujante era quien deseaba que la visita de Bunster se repitiera. Después de algunos días se presentó dicho señor. De inmediato fué invitado a hablar con Lorca y llevó asimismo a los dos compañeros que trabajaban en el mismo edificio y en presencia de Lorca, el dibujante, explicó la amenaza ya relatada. Bunster se contuvo, pero 110 pudo evitar una mueca de desagrado que en su ánimo se reflejaba después de la acu- sación de que había sido objeto. —¿Con que usted se ha permitido amenazar con la pérdida de su puesto al dibujante si no paga la suma que cobra ?, preguntó Larca a Bunster. Y después de una pausa, agregó: —¿De modo que usted en la Marina, dispone de los puestos a su antojo ?

— 85 Y antes que Bunster contestara, fueron mostrados los empleados que oyeron y ellos corroboraron. Bunster enmudeció. Loica ordenó volver a sus labores a los empleados que oyeron la amenaza. Y quedaron los 3 de pié en la oficina de Lorca, for- mando un triángulo. Entonces Lorca dijo: Deseo que. este asunto termine honorablemente. ¿Por qué no nombran un árbitro que les resuelva este asunto ? Bunster interrumpió para decir que se había propuesto arbitros y que no se habían aceptado. El dibujante dijo que era verdad y agregó que la lista de tres personajes. que Bunster propuso en una ocasión, eran corredores de muy escasa solvencia moral. Sostuvo que si de la reunión de los tres se elegía un árbitro, aceptaba en principio. Entonces Lorca propuso^ a Emilio Errázuriz, abogado de prestigio y Fiscal de la Marina en aquélla oca- sión, para que oyendo

•86 — Hay un episodio pintoresco x}ue referir. Ocho días después que Bunster había aceptado a Errá- zuriz como árbitro, se presentó al dibujante, pintando a Errázuriz como un hombre inmoral, en quien nadie puede confiarse y queriendo cambiar el árbitro. Entonces Bunster oyó: Todo lo que a mí me ha dicho, dígaselo a Loica y él verá qué se hace. Aceptamos a Errázuriz propuesto por Lorca y no puedo nombrar a otro. Bunster no se atrevió. Mucho tiempo después el dibujante encontró a Errázuriz en la calle Prat y le refirió el episodio, por ío que este ca- ballero se indignó. Y no se lo dijo antes del fallo- para que este señor no fuera a creer que con ese chisme (que podía ser inventado) pretendía atraerlo a su causa.

— '87 UN CAPITAN DE NAVIO EN LA LIGA MARITIMA MUY ENAMORADO.

Aún, Héctor Viji 1 Oíate, no llegaba a los dominios de la Liga, de poca y grata memoria para los sinvergüenzas que allí imperaban, que él de sus salones echó a empellones. Erase... érase... érase un Secretario de regular cuerpo, frondoso por vivir bien alimentado como un pachá, en sus 45 años o pasaditos, vigoroso y psicólogo (bravo para .subir al peral) y entero, y completo y, en su parte externa, sin falla alguna. Le había dado, mucho más que eso: se le había metido en la cabeza, hacerle el amor hasta triunfar, a una secretaria de él mismo, creyéndola de fácil conquista, pero resultó más dura que uña piedra de molejón, incapaz de cometer una falta, ni siquiera el menor desliz, ni por nada del mundo engañar a su marido (es casada con un empleado subal- terno del Hospital Naval, muy honorable) a quien conozco, casada por las dos leyes, es decir, por la divina y la hu- mana. Y..., diariamente se veía - como dice el estoico escritor, Manuel Rojas, en su libro, tan rico en emociones, «Hijo de Ladrón», Pág. 325 -, «siempre limpia, apretadita, solferina los cachetes, lavada y peinada» «up to date». «El vestido le llegaba a media falda» más bien chica como el enamorado ga- lán, pómulos salientes, con los ojos aterciopelados, con sus ojeras que mataban, flamantes medias de seda tipo romboide, en que la cainita blanca está a la vista y sus pies diininntos como el de las princesas. Más que mujer, parecía un regalo, Y un regalo muy bien presentado. El Sr.- Secretario era con ella muy meloso, gastaba como siempre en estos casos, una educación refinada, esqui- sita, sonriente, y, siempre" insinuante, picaro a veces, v fué

•88 — en su mocedad, cuando cadete, estupendo para las matemáti- cas, pero en este caso le fallaron los cálculos, medio a me- dio, y para decirlo al tiro, nada consiguió, absolutamente, ni una mirada de esperanza... Y, no arredraba. «No hay como la constancia», pensaba, cualidad «que premia Dios», agregaba. — «Hay que pelearla, porque lo bueno, siempre se pelea», repetía, sin cesar. Cuando siguió una de requiebros era para sacarle una fotografía, por la cara de angustia que ponía ante esa hem- bra soberbia que el picaro .destino al frente le había colo- cado para su felicidad o para su desventura, porque una y otra de estas alternativas sin término medio, no había escape. ¿Qué hacer ? ¿Dejarla ir ? ¿Cómo se les ocurre ? So pencos. Al contrario, adelante con los faroles y que la luz no falte. Y, todo esto en la oficina de la Liga. ¿Qué importa ? El amor era la causa de ese desvarío. Y, ella se presentaba, esa es su costumbre y como es, y ha sido siempre, cada día más interesante, correctísima, en su aspecto exterior y en sus tenidas, con esa falda a media pierna ,conto es de moda en las damas chilenas como las parisienses que íes gusta mostrar todo lo bonito que tienen. Y esa jpantorrilia al galán lo enloquecía y quería, deseaba con ímpetus, que no podía controlar, transformarse en un conquistador formidable, pero la hebra con el hilo adjunto no alcanzaba para más, y ahí quedaba como tonto, ese mo- mento feliz que no llegaba, ni haciéndole mandas a San Judas Tadeo, el santo de las o los imposibles. Ella parecía heroica, en sus decisiones, firme para decir «nó» a todo «full» y en todo trance, por difícil que fuese el momento y como correspondía a su dignidad de mujer casada que vivía enamorada de su marido. Y, lista estaba para castigarlo bravamente y sin piedad cuando el caso lle- gara, no le importaba ni el puesto, lo importante era su honor que nunca mancillaría. El galán-secretario seguía adelante, como quien oye llover.

— 89 Ella se lo había dicho muchas veces que nada quería con él ni con nadie. El galán no entendía. Repetía en su interior. «Hay que pelearla». —Soy esposa y madre y amo a mi marido, con la pa- sión de una enamorada, le dijo, una mañana, que el galán llegó más cargante que otras veces. Y él seguía y seguía. La negativa de la dama le entraba por un oído y le salía por el otro. Y él insistía y volvía a insistir. —«No me moleste, se lo ruego», le decía, pero el galán, nada escuchaba. Y el agua dura más dura que nunca, no hervía. —Sírvase pastelitos, mandados confeccionar especialmen- te para este acto, le dijo una mañana que se presentó con un mono no paquetito y con graciosa coquetería colgando de una cinta de plata. —Cómaselos usted, nada quiero con usted ni con nadie, —¿Cómo se le ocurre, él le respondió, y le agregó, «comer yo .sólito». Y pretendió hacer y que le hiciesen una caricia, de esas que hacen estremecer al macho deseoso del goce sexual. Y, despasito, despasito, siguió acercándose a ella hasta pretender darle un beso de amor y esperanza. Antes le recitó los versos del poeta, que dicen:

En la mejilla es bondad En los ojos es ilusión, En la frente es majestad Y en los labios, es mucho mejor, Porque es amor puro y es pasión.

Y siguió acercándose, hasta irse encima. Y ella misma, herida en su dignidad, con pica, en sus 5 sentidos, se armó del tintero lleno, de tinta y se lo largó al insolente, poniéndole imposible el traje y de arriba a abajo. Y se armó la rosca.

•90 — Y se armó en grande, en regla, como que era un es- cándalo. Y el teléfono funcionó. Y, llegaron el Presidente de la Liga, varios Directores, todos lois adíate res y aquí nunca ha pasado nada. ¿Quién contradice ? Calumnias, puras calumnias. Y, hombres al fin comprensivos, comprobaron que el amor es causa y tú, también lector serás comprensivo. Una dama defendió su honor y un galán se chupó. Y mandaron a casa del «Caballero» a Viña del Mar, por otro traje, una temada completa con corbata elegante, zapatos ajustados, tongo o sombrero Panamá. Y, llegó el temo pedido:, y la camisa, y la corbata, y el tongo pasado de moda 01 el sombrero Panamá. Renunciar. ¿Para qué ?, entró otro al cargo, después de jurar que para caso similar, por lo menos, respetaría las salas de la Liga, para subir y bajar del peral. Y, nada más.

- "91 NO HAY DEUDA QUE NO SE PAGUE NI PLAZO QUE NO SE CUMPLA.

Estábamos en 1897. No sabemos cuál fué la falta cometida -—seguramente grave— la de un muchacho de 20 años, marinero de un bu- que de guerra que acompañado de un teniente y de un séquito de 14 hombres de uniforme, llegaba a la playa del Recreo, y a su suerte lo dejaban abandonado, sin más abrigo que un calzón de baño cubriendo los genitales. Allí quedó después de propinarle el teniente mismo, bofetadas por donde caían, puntapiés a destajo, era una escena impropia de un país civilizado. ¿Qué había pasado? Lo ignoro y nunca lo supe. El castigo brutal que refiero fué presenciado por Enri- que Vergara Pérez, educado en la Escuela de Artes, que actualmente vive en Linares y que era mecánico del buque en aquella ocasión. Que el .castigo fué brutal no me cabe duda y cuales- quiera que hubiese sido- la falta cometida no era para lo que hicieron con ese pobre diablo. Cuando el séquito se retiraba y estaba a 20 metros del marinero, éste se rehace, se incorpora bravamente, se toma la cabeza a dos manos, clama mirando al cielo, se contempla en la forma que lo dejan en aquella serranía, (Recreo de entonces, no es el " de hoy) y al teniente le dice con voz llena de coraje, clara y nítida, que todos oyeron: — En .tus hijos lo veras. ¿A quién le decía ? Nada de cuentos ni de dudas, eran para el jefe que lo dejó aban- donado. Al oír el jefe el vaticinio del joven castigado tan bru- talmente, quiso volverse para castigarlo nuevamente, pero, éste que vibraba de desesperación, les había hecho la craza a todos. Nadie se movió, pareció una revancha colectiva del personal subalterno. Era, también, lo único digno de esa triste escena.

92 Los años corrieron, Un hijo de i teniente se educó en 3a Escuela Naval y cuando su padre era contralmirante, yendo ere su viaje de instrucción en «La Baquedano» deserto en Panamá. Después de faltar varios días al barco por colegia- ladas que todo muchacho hace, y que nada valen en la vida de un hombre., el comandante mandó a buscarlo insinuándole su regreso al barco a lo que él joven por amor propio se negó por su estado calamitoso en que estaba,. ¡Y era tan sencillo como el joven se imaginaba! ¿Qué había que tender un puente de plata para la ma- niobra ? ¿Y eso que importaba ? Se precisaba, entonces volver al buque trayéndole una temada completa,. Así era otra cosa muy distinta y mejor si después el comandante lo hubiese perdonado.. Habrían, salvado una vida con todo su porvenir y a una madre, ahorrado sus lágrimas durante 20 años,. En este caso desgraciado a todos los que él intervinieron les faltó comprensión, lo que hay que decirlo bravamente. Y tanto al comandante, como al segundo y más al instructor de guardia-marinas, a los tres juntos, les faltaron cuatro condiciones esenciales, todas necesarias, para ios casos di- fíciles, de la vida como este en que, servían de jueces de un niño, que recién se iniciaba en su existencia: la originalidad que en los hombres prende en momentos solemnes; la pie- dad de Jesús Nazareno; el coraje moral y la grandeza de alma de cada uno ¡de ellos que hacían de jueces del joven en desgracia, «La Baquedano» partió y lo último que el joven vi ó fué la bandera de su patria flameando al viento panameño con la estrella solitaria que le arrancó una lágrima de des- pedida. Para poder subsistir en Panamá, desempeñó los oficios más humildes que caben en la escala de la servidumbre, desde mozo de hotel, restaurant, casa de huéspedes. Un día muy temprano llegó desesperado y hambriento buscando pega a un edificio en construcción y se desmayó,. Supo entonces por primera vez, cuando trabajaba, de la fatiga del trabajo, que solamente el artífice lo sabe, lo siente, lo sufre y lo padece.

93 El pantalón azul marino: fué el único que tenía y con sus zapatos de amarrar al trente lo delataban como a un desertor de buena calidad. Completaban su tragedia sus ma- neras distinguidas y su educación refinada y el rostro en- cendido por las contrariedades de su situación creadas por desertar de su buque, En tina ocasión, el ilustre poeta Tongoyino-, la pepa fnás grande de oro puro que ha producido "Coquimbo', como ex- clamaron en un banquete a Víctor Domingo Silva, redactor de. «El Mercurio», reprodujo un artículo de la página central de «La Estrella de Panamá» que copió sin nombrar a nadie, refiriendo un incidente de menor cuantía én que el joven de- sertor se vió envuelto, con o sin razqn, llamándolo el dia- rista panameño «El Hijo del Almirante» y con policía, mu- jeres, sangre y machucones. ¿Y...? Se presentó el contralmirante a reclamar al diario y allí se le contestó que nada sabían y que el diario se limitó a copiar lo que el colega decía, Un día cualquiera, cansado de esa vida azarosa que lle- vaba en Panamá y más contrariado porque la prensa lo lla- maba ,«E1 Hijo del Almirante» por cosas que él no había hecho, partió a pie a Costa R¡cal donde fué cafetero, pio- neta de camión, bananero, barrendero municipal, vendedor ambulante, etc., siguió caminando sin desmayo, atravesando toda la América Central. Su recia, contextura física, con sus 20 años sin enfermar jamás, le dieron ánimo hasta que cruzó México y entró a los Estados Unidos entre los aco- modadores de un circo, sin documentos que entonces no se exigían. Siguió avanzando muy pobremente vestido pero con su alma dispuesta al máximo sacrificio, ya que era suya y de nadie más, la pérdida de su carrera. Todo tenia que pagarlo junto con la soberbia de su Sr, padre, de no mandar a Pa- namá a buscarlo y perdonarlo. Y allí estaba patente y nítido todo el brutal castigo de ese marinero .que el ignoraba y murió sin saberlo. Llegó a Nueva York después de cruzar México y por medio de una dama altruista que se cruzó en su camino •94 — se quedó cinco años en aquel país donde aprendió el inglés a la perfección,. Ya fué otro diferente al pordiosero de la América Cen- tra! y Panamá. —Nada de cuentos y arriba el corazón se decía a cada momento y a triunfar. Vistió como un dandy y corno profesor de castellano se lució. Después de sufrir la vida a manos llenas, que es como un temporal que después viene siempre la calma, quiso ser héroe y lo fué. En la última guerra mundial la Embajada inglesa en Washington lo contrató como aviador y entonces, el talento del joven hizo lo demás. Primero le entregaron un avión «Mosquito» y después lo prepararon para dejar caer bombas donde sembraba la destrucción y la muerte en el campo enemigo, En cada salida se jugaba la vida. Tanta temeridad lo perdió. Cien veces fué felicitadlo en la orden del día y mostrado a otros aviadores como un. ejemplo de audacia y valor. De todos los extranjeros ninguno más capáz que él y fué siempre un «gentleman», lo que era de ate- mano. En plena guerra, un día lleno de salud, de vida y es- peranza y deseoso de ganar más laureles para su patria ausente, un avión enemigo' lo hirió de muerte. Valiente hasta la exageración, así herido' llegó; a su base en Inglaterra, en- tregando su avión con una ala de menos. Cuidándolo los ingleses echaron la casa por la ventana, viendo modo He conservar esa vida tan girata para ellos y para todo el im- perio, pero, las heridas eran mortales hasta que expiró. Lo embalsamaron por si de su patria lo reclamaban y así fué. Ya descansa en su tierra, a Dios gracias. Lo último que se le encontró, fué un retrato de su buena madre que estaba debajo de su almohada, retrato que si hablara diría como a besos se lo comía, cuando llegaba a su corazón adolorido, el dolar y el desaliento. Y actualmente, el marinero' de antaño, como comerciante tiene una situación brillante en Valparaíso, con un capital de millones de pesos.

95 ALBERTO CONS1GLIO, JEFES EN RETIRO, ALFREDO NOVION Y UN PROFESOR UNIVERSITARIO.

En mi libro del Centenario de la Escuela de Artes de 1949, dije que Consiglio había negado a su señor padre cuando fué a verlo al «Latorre», siendo su hijo Tte, l.«. Ahora agrego y sostengo que el caballero murió abandonado en la sala común de un hospital de caridad y pregunto si esto cabe en la cabeza de un ser bien nacido. Y como de ingra- titud se trata sepa el lector que el padre de dos contraalmi- rantes (Rdos.) murió abandonado en San Fernando. Que Novión me escuche algún día tengo la esperanza. Sabrá para su capote algo que ignora. Entonces se dará dos palmadas en la frente y lo agradecerá. Digo esto porque hasta el 29 de Agosto de 1949 nada había entre ambos, hasta nos saludábamos cordialmente. Pues bien, ese día y el 12 de Septiembre, en nuestra Caja de Previsión y en el Correo Central, respectivamente, ambas veces, exaltadísimo, me largó dos carajadas, increíbles en él, y en la primera al partir, agregó: —Ya llegará Consiglio y lo meterá a usted a la cárcel. Por fin, un día llegó el viajero que se hacía tanto de rogar. A un metro de distancia hemos estado en el ordinario de Santiago, en una ocasión en que él viajaba, tren que yo tomé en Peñablanca y... nada... ni media palabra. Es que la verdad siempre se impone. Es muy difícil contenerla. Quien dice la verdad está con Dios y nada ni nunca tiene que temer. Desde que el mundo existe, la Verdad ha padecido y padecerá, pero nunca perecerá. Otra cosa es con guitarra, quiero decir, cuando insultan o injurian. En este libro yo no insulto ni injurio a na- die. En un proceso, declarado reo un Helincuente, el Código Penal acepta el trámite (que la ciudadanía cree pura

•96 — huifa) de la libertad bajo fianza. Es precisamente lo que en este caso ha ocurrido. Un advenedizo, en un semanario que para muchos po- teños es un pasquín, fué insultado y vejado —para mi el caso es igual— el señor Oscar Guzmán, Director del Peda- gógico, caballero que füé el afectado recurrió en demanda de justicia. Él juez de la causa declaró reo al culpable y cuando así sucedió por algo sería. El reo entró por una puerta y mediante la fianza salió por la otra. Entonces. ¿Para qué sirve la orden de prisión? ¡Pajarito! Para bur- larse de ella. Y pensar que el señor Guzmán como profesor univer- sitario es un talento de verdad, mientras su hogar, para de- cirlo todo y de una vez, es un santuario de amor y dulzura, como hay pocos en mi país. Así es la vida.

"97 MARCIAL SANFUENTES

(La vaca)

Llegó a la «Radiotelegrafía» en 1926 ó 27, recién as- cendido a Tte. l.s. Era estrellero y atropellador y nada sabía de dignidad humana y tenía la monomanía de pregun- tarles a los subalternos si amor se escribía con h. Muchos bajaban la cabeza y contestaban que se escribía sin h; otros, los más tímidos. Je decían que ignoraban como se escribía, A! fin encontró uno tieso que le dijo que era otra la pala- bra que se escribía con h y se la dijo de viva voz y dejó la canción. En una ocasión hizo formar en su oficina como si hu- biese sido la cubierta de un buque, al oficial mayor señor Eduardo Muñoz Calderón, ,secretario de Faros y Balizas, al ingeniero' de faros señor Laureano Ayala, al Oficial primero señor Luis Oyarzún y a mí y leyó un Decreto Supremo que a mí se refería y terminó dándome el tratamiento de «indi- viduo» que le corresponde a la tripulación, a quienes tam- bién llaman «traros», «equipaje», «polvillo» lo que no debe ser, porque eso es rebajar la dignidad humana. De inmediato le referí el caso al comandante señor Es- cobar Molina y éste lo llamó y de un viaje le lanzó un stiá- cate que lo dejó patitieso, Alcanzó a estar ó meses con nosotros, cuando se fué quemamos cohetes de puro gusto. Pero los años y los golpes lo hicieron cambiar. Ahora lo cuento entre mis amigos y rae jacto de eso.

•98 — LOS SEPULTUREROS DE LA COOPERATIVA DE EMPLEADOS DE NAVEGACION Y EL COMANDANTE SR. ANDRADE TARABA.

Un grupo de muy buenos empleados en que imperaban los técnicos, fundó hace 20 años la «Cooperativa de Em- pleados); funcionando en una sala del Departamento de Na- vegación. Conocieron la prosperidad cuando eran años de ganancias. Todos se admiraban y se frotaban las manos de satisfacción. Aquello era una maravilla completa, todo 'mar- chaba sobre ruedas.- No pagaban patente, empleados, luz, arriendo, nada. Un colega elegido por ellos mismos era «ge- rente» y todos los demás cuando repartían la mercadería, después de las horas de oficina, desaparecían las jerarquías, en mangas de camisa y sin chistar ayudaban al Jefe que mandaba. El té, azúcar, mantequilla, jabón, etc., al alto comercio se compraba al contado violento y rabioso. Y por pérdida u otras causas, se recargaba en un 5°/o y así con todo resultaba barato en relación con el comercio libre. Tanta maravilla no podía durar. El interés rompe el saco. Los oficiales (para quienes no se había creado la Coo- perativa de Empleados, lo decían su mismo nombre y los estatutos) y donde no tenían por qué intervenir, vieron que había un filón y empezaron a invadirla. Fuera de que se llevaban lo mejor con $ 200.— que compraban en acciones, sacaban •$ 2.000.— en mercaderías y jio sé les podía atajar ni había a quien reclamar, porque los galones mandan y aunque son mudos por lo tanto no hablan y donde ellos ponen los ojos no cabe cuestión. ¿Quién iba a pararles gallo ? ¿Quién cometería esa osadía ? ¿Cuándo ? No había más que agachar la cabeza, humillarse y ca- lladito el loro, porque si nó, ya sabían los que les pasaría: la calificación, ese cuchillo anual de un filo...

- 99 ¿Que nó? Nada, nunca, aseguro una cosa que yo no sepa y que sepa bien. Conozco varios casos. Citaré uno solo. Durante 25 años un empleado fué bien calificado y estando en el más alto grado del escalafón de su especialidad y faltándole un año para jubilar voluntariamente, sin ninguna amargura, como eran sus deseos, fué mal calificado, es decir, jubilarlo a la fuerza, colocando a otro favorito en su lugar. Y si eso lo hacen con un funcionario en la cúspide de su carrera, cal- cúlese lo que se hará con uno del montón.. Si hay duda o discución, daré su nombre. De «que los galones mandan» citaré otro caso. La Cooperativa compró en una ocasión, tres sacos de adú- car de 80 kilos cada uno. Pues bien, el «señor» comandante, se reservó un saco, es decir, la tercera parte del tota!, era mu- cha cantidad, ya que el personal pasaba de 50, resultando que a cada empleado le tocaba, dos kilos más 200 gramos, (lina bicoca, siendo dueño del negocio).. Entonces, ¿Mandan O' no mandan los galanes ? Así era el señor González Na- varrete. La prosperidad se iba al suelo y se fué. La Cooperativa que tanto había costado fundarla, discu- tirla, protegerla y 'mantenerla, se desmoronaba, se iba «a pailas», en término criollo, ¿Detenerla? ¿Cómo? ¿En qué forma? Todos los cerebros que la manejaban estaban yertos, atónitos. Otros yacían verdes de espanto, los más estáticos, absortos, algunos colgados de la brocha, como dicen los ¡bañistas. Total: el miedo a los señores oficiales que si los contenían... Y los que se iban trasbordados, las. deudas, pagarlas cuando.. Se iban muy frescos tan frescos como barras de hielo. He aquí una lista de deudores morosos de muchos de ellos en que algunos pagaron y otros...

100 Algunos deudores morosos de la Cooperativa de Empleados

Deuda Deuda efectiva Acciones Rene Lanza 997.50 997.50 Ramiro Tapia 38.15 38.15 Heriberto Atañed a 96.15 96.15 _. Ramón Pino 253.60 253.60 — - Carlos Vergara 552.50 552.50 — Cristian Wiegand 4.951.55 235.80 Alejandro Santander 816.75 491.75 1.321.— Ernesto Rouser 2.715.40 — 1.165. Humberto Herrera 2.537.50 87.50 2,450.- Guillermo Cabieses 2.485.25 935.25 1.550.

Repetimos: la Cooperativa murió. Pero, como la conciencia no se borra a dos tirones y muerde y muerde y vuelve a morder y la almohada acusa y como la conciencia, tampoco se puede suprimir, ocurrió otra felonía digna de ser conocida por los honrados, que por suerte para todo Chile aún quedan más que no sean para semilla, que explico así: Para que nunca hubiera que reprochar, no quedaron .mi dejaron rastros, entre algunos oficiales (que tampoco nunca pagaron y Juan González y Eduardo Vera Quintana, desa- parecieron los libros mayores y todo vestigio que pudiera delatarlos, de modo que ellos no más saben quién estafó a quien. Esto trae a mi memoria un recuerdo amargo que ínte- gro voy a referir. V ocurrió en la Sociedad de Empleados Civiles de la Armada. El presidente y el tesorero remolían en las casas de 'tolerancia, pagando los gastos con cheques de la socie- dad mencionada, todos al portador. Uno de estos cavó en poder de un caballero quien dió la voz de alarma y surgió entonces esta pregunta: ¿Cómo salvar el resto del dinero? Muy sencillo: sorprender a los culpables con tas manos en la masa.

— im Como siempre iban a la misma casa, el golpe fué fijado para las dos de la madrugada. El actor principal encargado de dejar las cosas en el aro entre tantos socios no lo distin- guían los disipadores. Es macizo, fornido, resuelto a todo 'y a cuanto sucediera. Hacía su entrada que se suponía que se- ría de éxito cuando actuace en beneficio de sus compañeros explotados por esos, sinvergüenzas. Los otros socios que eran tres, esperaban los acontecimientos en una sala conti- gua, acompañados de dos detectives, que actuarían en el caso que los badulaques se resistieran o formaran escándalos pero nada ocurrió. Muy cerca de las tres de esa madrugada el tesorero saca el libido de cheques y extiende uno al portador por el gasto de esa noche trágica, cuyo total era de $ 1.251.50 y lo firma junto, con el presidente de la sociedad, que por cierto no fué pagado. Eñ ese preciso instante cae sobre el talonario una mano férrea y lo arrebata y a una señal, apa- recen los demás socios y los seis se quedaron absortos con- templándose. ¿Qué hacer ? ¿Demandarlos ? Tiempo perdido, ya que nada se obten- dría. Stiglich (de la Contabilidad) y Sullivan (Navegación) era dibujante, de, los ' fondos de la Sociedad, habían gastado S 22.545.60 del total que habían en Caja de £ 50,000. - reunidos, peso' a peso, para los socios que morían y cuya cuota mortuoria a- las viudas se les entregaban y también para los funerales. El Sr. Ricardo Prat Chacón, hermano del héroe, expli- có la ocurrencia a la Superioridad y mediante la influencia de aquel caballero se consiguió, con el porcentaje que les correspondía retirar del servicio, jubilados a aquellos dos bellacos. La oficina de Hidrografía y Navegación, que es como de- biera llamar esa repartición de la Armada para evitarse una cacofonía, en vez de Navegación e Hidrografía, es el Coman- dante señor Andrade Taraba, es todo un talento, elevado a

•102 — la décima potencia. Cuando rindió su último año en la Es- cuela Naval necesitó un camión para llevarse los premios, porque se los llevó todos. Arrasó con todos los honores, lo único que tampoco és culpa de él— que ya en el barco que le designaran, y con su espada ai cinto, notó que se ma- reaba, lo que es contrasentido en un oficial de Marina. Lo mismo le han pasado a otros jefes. El comandante Brito Rióseco se mareaba como un angelito. Desde entonces a los niños que ingresan como ' cadetes, antes de aceptarlos, se les hace la prueba marinera, que consiste en enfrentarlos al mar llevándolos a bordo. El qué se marea queda Con los crespos hechos y las espuelas puestas sin poder ser mari- no y por cierto sin poder entrar a la Escuela Naval.

103 EL ALMIRANTE REYES DEL RIO Y EL COMANDANTE ENRIQUE CASTRO Y CASTRO.

El almirante Reyes del Río tiene un parecido estupendo en su modo de ser con un político nuestro de gran figura- ción social ya fallecido y que fué el Sr. Luis Aldunate Carrera, descendiente por línea paterna de una aristocrática familia colonial y que, a juicio del historiador de Chile, Sr. Fran- cisco Encina, era «el cerebro más poderoso de su generación». Se caracterizaba «más por su amplitud y por la elegancia algo afectada de la forma, como por su brillante irradiación, que se impuso sólo después, de haber alcanzado un puesto político en que debía mostrar todo su intelecto» y tal como Reyes, su superioridad sólo se impuso después de su paso como comandante en jefe de la Armada. Aldunate «era aris- tócrata de raza, de figura y de modales» dice Encina y así es Reyes, y sin quitarle ni ponerle y corno en Aldunate «hay en Reyes, también, una soberbia mal contenida y una inflexibilidad altanera y desdeñosa, dentro de su todo», que no ha pasado inadvertida en todo el personal de la Marina de Querrá, de capitán a paje. «Altanera y desdeñosa». Sí, cierto. Todo esto en Reyes es la verdad. Lo aseguro y quiero probarlo. Varias veces invitó al Almirante a presidir el almuerzo de nuestro aniversario, la Sociedad de Empleados Civiles de la Armada, tal como muchos jefes en varias ocasiones asis- tieron, eso sí, que muchos socios no participábamos, de ninguna invitación que considerábamos estúpida, en que, apa- reciéramos rogando o implorando la asistencia de Reyes o de cualquier otro jefe por pintado que fuese. Y una vez que nos parecía que asistía, le ocurrió momen- tos antes de partir un accidente en el rostro, quiero 'decir

104 -- en la cara, cierto o simulado que sirvió para eseusarse del compromiso. Se vio, con este accidente o percance, que nada quería con la invitación. Empezamos con la otra canción. El comandante en retiro, Sr. Enrique Castro y Castro lo llaman en 1a, marina <ÓE.l Ca sabl,an quino». También So co- nocen como «Cualquier Cosa». Este último sobrenombre la explico más adelante. El estoico al revés Castro y Castro, desacredita al Almi- rante cuanto más puede, incluso, lo que noy debe ser, a los familiares de éste. Cuando estaban en- servicio ocurrió una controversia entre amibos, que el grueso público ignora todo su contenido. Sobre la materia hay diversas y contradictorias versiones y ninguna se puede tomar como base cuando se tiene respeto, por la verdad desnuda, sin temor a ser desmentido. Castro saldría de la Marina. ¿Quién ignora que la cuerda siempre se corta por lo más delgado ? Llevado el asunto al Gobierno tenía que resolverse por uno u otro. ¡Claro! Estaba escrito. Reyes ganó la pelea y muy lejos. Corno dicen en término náutico, Castro y Castro quedó al garete. Castro salió cuando tenia listo su ascenso a contraalmi- rante. Castro tuvo en una ocasión su desahogo conmigo.. Di jo- me- que a Reyes nunca se la perdonaría. Y si Castro tuvo esa franqueza se debe a que en 1926, fui su subalterno. Para quedar Castro en el servicio se intentó lo indecible, hasta pedir una comisión al extranjero y con la influencia del Sr. Agustín Edwards, pero Reyes resultó inflexible. Uno u otro. O Castro o Reyes. Alessandri no iba a preferir a Castro, cuando puso toda-su confianza en Reyes

105 para reorganizar la Marina, después de los sucesos que en 1931 conmovieron al país. Pude ver que entre todo el personal, Reyes tenía mu- chos enemigos; pero también muchos amigos y bien deci- didos. Entre los primeros hay muchos fracasados. Y, por nada olvidar que «mientras más enemigos tiene un hombre, más vale», aforismo del cx-Presidente Sr. y Montt. Y no hay enemigo chico. Castro y Castro es arbitrario de carácter muy difícil y todo su entero es así, asi no más. Es engreído, lo que llaman pagado de si mismio. En estas virtudes personales, Reyes le da a Castro, cancha, tiro y lado. Para que el público; juzgue por si mismo, referiré una sola anécdota de Castro, que para el afectado fué una per- fecta amargura. En Las Salinas habían dos fareros y uno de ellos no tenía casa. Para él construí una sin cocina porque material no me dieron. El afectado, Pablo Ramírez, habló con Castro, reclamando de esta anomalía y éste le respondió que la hiciera de «cualquier cosa». Pero, ¿en qué cabeza cabe hacer una cocina de cualquier cosa? Pues, Sr. replicó Ramírez, ¿qué es y dónde está esá «cualquier cosa»? Y, lo que Castro sacó fué: que quedó con el sobrenombre de «cualquier cosa». Una vez llegó' por correo y en forma anónima a Castro, un trabajo estupendo, por lo menos así el mismo Castro lo calificó, concienzudo, muy bien hecho, quizás de algún talento oculto. Desechó el trabajo por la forma en que llegó, lo que no debió ser porque si el contenido era bueno debió aceptarse y Castro no lo entendió asi. Y se perdió una ocasión de mejor servicio que eh los faros hace falta. Castro corrigió muchas cosas raras que había en Faros y Balizas. Es de una honradez. espartana.

106 LOS SEÑORES MERINO JARPA Y MERINO BIELICH.

El Sr, Vicente Merino Jarpa como capitán de fragata, fué una gloria nacional, como marino de la escuadra revolu- cionaria que subleve') el Almirante Sr. Jorge Montt, cuando era capitán de navio, el 7 de Enero de 1891. Merino Jarpa fué en la escuadra del comandante Montt el primero o tal vez el único estratega que ellos tenían. Este fué partidario del desembarco de la escuadra en Quintero, —tal como se hizo— en vez de Coquimbo o los Vilos, como se habló y se discutió en Iquique, para batir al ejército de Balmaceda. Y, fuera de estratega era también un organizador formidable y por eso es que fué enviado a Inglaterra a vigilar, la cons- trucción del acorazado O'Higgins en New Castle on Tyne en 1893. A él le cupo recibir, distribuir, dirigir y enseñar a los 20 jóvenes titulados como mecánicos el 21 de Diciembre de 1895, en la Escuela de Artes, enviados por el Presidente Mon'tt en el último año de su gobierno, para que practicaran como mecánico® en la construcción de ese buque de guerra que en su época fué- una potencia de combate. Después -todos ellos fueron ingenieros. Uno de ello® fué Ministro de Indus- tria y Obras Públicas, Julio Velasco González, nacido en Coquimbo, en el gobierno del Presidente Ibáñez en 1927. El Sr. Merino Bielich es hijo del Sr. Merino Jarpa, con la sensible diferencia de que el hijo no sacó las virtudes, ni la capacidad, ni la grandeza moral de su ilustre padre. Es Merino porque así el padre se llamaba, eso y nada mas. El Sr. Merino Bielich es honrado, pero, desgraciada- mente, —esa es la palabra— no es honradísimo. ¿Cómo ? ¿Por qué? Escuche el público. Siendo comandante en jefe de la Armada, en un terre- moto que hubo en el sur, casi perecieron dos de sus hijos. De la muerte los salvó un suboficial de la Armada, cuyo

— 107 nombre no voy a dar, porque «a quien Dios se la de, San Pedro se la bendiga». El servicio había que pagarlo. Ese era su deber. Pagarlo estaba bien, pero de su peculio, como habría sido digno y honorable, eso no se vió, entonces tengo razón cuando digo que es honrado pero no es honradísimo. Y la gratitud en toda tierra es virtud, no sé discutirá jamás. Y cuando la gratitud se puede pagar con dinero ajeno. ¿Por qué no ? ¿Y...? Como el Sr. Merino estaba en el Gobierno y mandaba, hizo colocar en el presupuesto nacional en el Ministerio del Interior y continúa todavía y en gastos rijos un ítem por varios miles de pesos para pagar el cuidado que puede llamarse simbólico, a la casa del comandante en jefe de la Armada en calle Independencia, casi esquina con Carrera, en Valparaíso, para ser cobrado mensualmente por el subofi- cial de mí referencia, que también es jubilado de Marina. Los socios del Caleuche están indignados con el Sr. Merino Bielich. ¿Por qué? Porque el Sr. Merino intentó —rueños nial que no resultó— ser socio de la ruleta de Viña del Mar. ¡Oh...! Así es, fué la expresión de asombro de los socios del Caleuche cuando supieron de la ocurrencia nombrada. Porque si el Sr. Merino quisiera agregarse a una embajada u obte- ner un puesto honorífico, todos nos alegraríamos, pero para la ruleta, francamente, es deplorable... Cuando en Septiembre de 1949, se discutía a quien en- tregar la nueva concesión de la ruleta, el Sr. Merino figuró como socio de Rementería y Co., sociedad que hizo lo ima- ginable por quitarle la poncesión a Escudero, sin conseguirlo. Veremos si insiste en sus pretensiones, cuando Escudero ter- mine en 1955.

108 Con cuanto oficial de la Armada en servicio o en «¡tita hemos conversado y comentado este episodio lo han lamen- tado sinceramente. No se pueden conformar que el Sr. Merino se desee vincular a ese negocio que no es para él ni para ninguna persona de su categoría y en el Caleuche se tiene prohibido hablar de este asunto. El Almirante Merino Bielich, que vistió el uniforme de cadete, aficial subalterno,, oficial superior , y general, con- traalmirante y vioe, ministro del interior y por 9 días, Vice- presidente de la República, después de ruletero... No me diga. Descenderá en el concepto publico y eso no se debe permitir. Nó. Eso, nunca. Oigalo bien, señor Almirante.

Divagaciones sobre la ruleta sin referirme en nada al Sr. Merino.

Un chancho que nace en un corral de burros, ¿Qué es? Un burro que nace en un corral de chanchos, ¿Qué es ? Un caballo que nace en un corral de bueyes, ¿Qué es ? Un ternero que nace en un corral de caballos, ¿Qué es ? En el primer caso es chancho; en el segundo caso es burro; en, el tercer caso es caballo; en el último caso- es ternero. ¿Quién aseguraría que no es así ? ¿Y? ¿Y, con un criterio igual, parecido p diferente, esto es, como el lector quiera entenderlo, mirarlo o contemplarlo, el caso es igual. a) Cocheros son: los que manejan coches que corren con caballas; animales de cuatro patas;

— 109 b) Maquinistas son: los que manejan máquinas de cual- quier cíase, tipo, etc. En este caso están todos los maquinis- tas de los ferrocarriles de todo el mundo; c) Choferes son: (palabra aguda, hecha grave, sacada del francés) los que manejan góndolas, camiones, tractores y autos de lujo y de arriendo; d) Ruleteros: son los socios activos y pasivos de ruleta en que tientan suerte; e) Ruletero es: el tren que (cuando funciona la ruleta en Viña, sale de la estación de Mi ra mar a las 4 de la ma- drugada para Santiago para arribar a las 7 horas). Lo lla- man así a causa de que la costumbre se hace ley. Así lo denomina el pueblo, cachudo, pintoresco y confianzudo. ¿Insistirá el Sr. Merino Bielich en adelante en ser socio de la ruleta ? • Esperamos que nó.

110 — UN AUDITOR DE LA ARMADA QUE NO MERECE SERLO, EL ABOGADO SIN PLEITOS ENRIQUE MOLINA LOPEZ, EL CONTRALOR Y LOS SABIOS DE CARTON.

El 22 de Julio de 1932 fui enviado a la isla de Pascua a construir un edificio para Gobernación, Me embarqué en el «Raneagua» con 12 hombres y el material necesario. El plano era del arquitecto Fernando Silva Blumen. En vista de la importancia del trabajo y de lo difícil de la vida civilizada en aquel páramo, el Gobierno de Dávila ordenó que todos los que "formábamos el séquito, además, del sueldo y la gratificación de zona, tuviéramos rancho y viático, como para estimular un mejor comportamiento (Ra- dio Ministerial del (12-VII-32). A pesar de las dificultades que tuve que vencer, cons- truí el edificio y lo entregué el 14 de Diciembre de 1932. Al regresar cobramos el viático ordenado, por el Ministro de Defensa, general Fuga y desconcertante fué el asombro nuestro cuando fué negado, al informarlo en contra el auditor Molina López, alegando que viático no nos corres- pondía, «por haber tenido «rancho» y que, además, había sido ordenado por un Gobierno «de Facto» de suerte que de puro suelto de cuerpo nos virio el viático... ¡Una injus- ticia más que importa al mundo! Si él que como subalterno disciplinado, obedece, se estu- viera fijando en el color y forma de gobierno que rige un país, no se me ocurre que aquello sería. Pero el auditor. ¿Cobró o no sueldo: al que él llamó «gobierno de Facto» ? Mi personal y yo servimos abnegadamente a aquel gobierno. Repito, que nada importaba el color. ¿Quien discute que todo rancho es con pan ? En Pas- cua la tierra es negra ya que es volcánica, no amalgama con la; paja, que allá tampoco hay, entonces es imposible hacer un horno y seis meses vivimos y pasamos sin pan, que pa- recieron siglos. ¡Las ironías del destino!! En las últimas 10 semanas en Pascua, para no morirnos de hambre, apelamos a las re- servas de Williatnson Balfour, consumiéndole los víveres, gasto que cubrimos del sudor de nuestra frente, porque ya en Valparaíso, de nuestro, sueldo mensual nos fué descontado, de Enero a Julio de 1933, el gasto en que allá incurrimos. Y, ahí están las planillas de pago, no "hay más que verlas-, Y así nos negaron el viático-. Así es, pues, se cumple una comisión en buena forma y con feliz resultado y Sespués, cuando no niegan lo que en justicia hay que pagar porque así fué ordenado, le cuenfan a uno los centavos que le pagan.

Molina me niega un abono de dos años que me otorgaba una ley que al fin conseguí.

El artículo transitorio de la Ley 3,029 (del 9-9-1915) Previsión del Ejército- y Armada, establece un abono de dos años para los estudiantes de la Escuela de Artes que sirvan en las Fuerzas Armadas. Y al solicitarle el abono, le ofrecí a Molina los tres precedentes establecidos que no quiso oír ni considerar. ¿Qué hacer ? Tener paciencia y barajar. ¡Y -ese abono era para mí de suma importancia! Con él enteraba mis 30 años y gozaría de sueldo íntegro, la mayor satisfacción de un funcionario. El Chicoco le rogué, le imploré, todo esto es cierto, pero no me humillé. Fuera de ser el abo-no negado por Molina, este hombre que por lo chico- más parece ser llapa de una compra, fué mucho más allá en su maldad, en su perfecta maldad. ¿Cómo ? ¿Qué hizo? Algo tan monstruoso que carece de nombre, ade- mas, quema la sangre. Para que el lector comprenda mi indignación lo expli- caré cuanto mejor pueda. Fuera de negar Molina e! abono citado que lo ordena una ley del Congreso- Nacional, hizo

112 -- lo peor: que mi petición fuera rubricada por el Contralor General y que es corno remacharla, y la cobardía de regla- mento: lanzaba el chicotazo y escondía la inano. ¿Cómo- se llama esto? Prefiero no decirlo. Dejo al lector la contestación. En nota oficial al Ministro de Defensa, decía este funcionario: Santiago ,8 de Bniero de 1942. Sr. Ministro: El abono de tiempo contemplado en el Art. Transitorio de la Ley 3,029, rige sólo para Oficiales y en ese sentido se ha aplicado. Por lo tanto y de acuerdo en todas sus partes «con el Dictamen del Auditor de la Ar- mada» estima el infrascrito, que procede «denegar la petición que estos antecedentes formulan». Informo a U.S. contestando su providencia N.9 4897, de Dic. 31 de 1941. Dios guarde a U.S.— (Fdo.) Agusfíti Vigoretifl. «De acuerdo con el dictamen del Auditor de la Armada». ¿Quiere o no quiere decir que éste se adelantó a negarlo? ¿O no es así ? Además, Molina lo remachó más, ya que solicitó y obtuvo un Decreto Supremo que lo negó por tercera vez. A mis padres les debo un servicio fantástico. A mis padres les debo mi carácter. Nadie en la vida me lo ha tumbado. Nunca mis padres me enseñaron a apostar; siempre me enseñaron a porfiar. Para el abono había, según ley, un año de plazo para conseguirlo y la pelea estaba en Santiago. Más que coraje se precisaba tener carácter hasta dejar en claro la ignorancia jurídica de todos los badulaques5 que actuaban en mi contra. He aquí los precedentes que el Chicoco, nunca quiso considerar: Primer caso: Por Decreto Supremo (18-1V-927). Compú- tese al Sr. Desiderio Rosales, Jefe del Taller de Cargas de

- U3 Infantería del Ejército, dos años que establece el Art. Tran- sitorio de la Ley 3-,029 y el mismo abono para el Sr. Ro- bustiano Arredondo Qrdoñez, Topógrafo l.Q del Instituto Geográfico Militar, Decreto (31-X-1931); concédese el retiro al Sr. juaij José Hernández Cornejo, en su calidad de jefe de la Maestranza del Ejército, con el abono de dos años que contempla el Art. Transitorio de la Ley 3,929 de 1915, decreto (16-V-1945). Todos los antecedentes citados oficial- mente extendidos por él Archivo Nacional, me presenté al Gobierno y por fin apareció mi abono en el Decreto N.° 1329, de Julio 18 de 1945. Un tonto no más puede discutir que la Ley de Previsión (como la llaman ahora) es para los «Oficiales» y también su Art. Transitorio. Así se les había ocurrido a los dos perlas, como dice «Topaze», Vigorena y Molina. Por todo lo que tengo escrito, sobre, Molina, aseguro y sostengo que nunca este medio hombre, será comprensivo ni digno, porque... Genio y Figura... Las leyes prohiben o permiten y son para todos los ciudadanos de un país, sean estos, altos, chicos, chatos, gordos, feos o buenos mozos; blancos, negros o mulatos; rubios, morenos, pálidos, albos, cobrizos, rosados o solferinos; patipelados, de la clase media, que es la mía, o de la otra; rico, burgués, pobre o pobre de solemnidad, solteros, ca- sados, divorciados, separados o enojados; sanos o enfermos; mugrientos o hediondos. Y Molina ignora todo esto y lo peor es que no quiso, nunca entender. Lo. que tampoco nunca entenderá Molina es que los corazones humildes, que saben de las injusticias que el mun- do les ha deparado, el buen Dios .deposita en ellos más fe y esperanza, por lo mucho que han sufrido y perdonado. Aprenda Sr. Molina: que todos los adolescentes del mundo y muchos que no lo son, sufren con las incompren- siones que son difíciles de atajar y controlar, son más puros y enfrentan la vida sin más capital que su ingenio, que tam- bién es talento y, con la necesidad y la iiiteligiericia salen airoso» en la lucha en que ellos actúan,

114 -- Avanzan los sabios de cartón.

Cada Uno de los sabios de cartón con quienes discutí mi. asunto voy de ellos a reírme un rato y es sabido que quien ríe al último, ríe siempre mas. Dignos de referir son casi todos los episodios que en- contré en mi camino. Sin estudio previo, sin palpar las disposiciones legales, sin ver, ni analizar, ni considerar, mi estudiar los precedentes establecidos, qué al fin son parte integrantes de las leyes, que son normas que guían los actos jurídicos y, esto otro, tan importante también, siin fijarse el daño que hacen por su falta de diligencia, machacan no más y el que venga de atrás que arree. El Sr. Humberto Donoso, «Jefe de la Oficina de Pen- siones» título que colocaba por encima de su firma, el mismo de los pantalones ajustados, de los zapatos apretados, de las elegantes corbatas al viento primaveral, no sabía el pobre por donde iban tablas, le hizo firmar al Ministro de Defensa, la carta que va a continuación dirigida al Senador Sr. Guz- mán que este caballero me regaló, que conservo: «Arnaldo Carrasco C., Ministro de Defensa, saluda aten- tamente al Senador Sr. Enrique E. Guzmán, y respecto a la petición del Sr. Redro E. Sarmiento, tiene el agrado de informarle lo siguiente: El abono de dos años, como ex- alumno de la Escuela de Artes, conforme lo dispuesto en la Ley 3,029, no es procedente, por cuanto la citada Ley, sólo comprende en sus beneficios, al personal de oficiales, tropa y gente de mar, quedando al margen el personal de empleados civiles. Las razones anteriormente expuestas impiden al Minis- tro de Defensa acceder en esta oportunidad a los deseos del Sr. Senador, y anulan la mejor disposición para atender a semejante solicitud que no cumple con los requisitos es- tablecidos por la ley.—Santiago 25 de Abril de 1945». ¿Quién entiende a quién? ¿Qué expresiones son estas? Pobre gallo con estacas ñeclas. Todo un señor como se cree. Un Ministro de Estado, a quien se le rinde honores por su

115 sabiduría, por su prestancia, por su posición social, por su celo profesional, por todo lo que el destino quiera, aparece tan ignorante, que él mé]or que nadie, debiera saber, por ser de su exclusivo resorte. Decir en documento oficial, que es como una escritura pública, que el abono solicitado poir mí, era «para Oficiales, y gente de mar» mientras los sabion- dos de pobre cuño, Vigorena y Molina, Contralor y Auditor, respectivamente, «que era para Oficiales solamente», y así los perlas lo habían aplicado». Si esto no se llama «contrasen- tido» no se me ocurre como llamarlo. Esto trae a mi memoria una amargura de mi niñez. En 1895, daba en la Esc.uela de Artes examen de Aritmética final: Todo ese ramo lo sabía como 4 más 4 son 8 y veo con asombro que la votación es una perfecta aberración: las consabidas tres bolitas: una colorada, una blanca y una ne- gra. Puse el grito en el cíelo y sobre calientito reclamé al Director-y solicitándole que me' examinaran los seis profe- sores de Aritmética que tenía la escuela a lo que accedió de inmediato. El Subdirector que a mí no me pasaba ni con aceite, era el presidente de la mesa, explicó sin que nadie se lo pidiese, que él había colocado la bolita negra porque yo tenia mala conducta a lo que repliqué que se daba examen de Aritmética y no de conducta. Y la mala conducta era porque el niño, gritaba, brincaba, saltaba y corría y jugando a la pelota quebraba los vidrios de las puertas y las venta- nas ,que el Club para quien jugaba cubría al instante al contado rabioso y violento. En mi caso, cualquiera tira la esponja. Repito: Mis padres me enseñaron a porfiar; nunca me enseñaron a apostar. Y las cosas no son corno Molina dice. E,n un informe a Julio Santibáñez, ex-Director del Personal, alegó el Chico Molina, que fué el Contralor ,quien me quitó dicho. abono, cuando lo 'cierto que no fué otro que el Auditor Vigorena, quien rubricó lo que por cierto, es diferente y peor. El Chico es embustero, de los que no dejan rastro. Y aquí viene el epílogo de toda tragedia, que es curioso y pintoresco. El Auditor; o sea el "histórico chicoco cábal-

116 -- gaba eii la montura del Contralor; Donsso que por su ape- llido debía ser donoso y nunca feo, cabalgaba en la montura del Ministro Carrasco y corrían, los dos sabios a desenten- derse de un abono que me otorgaba una ley. El Donoso se distinguía por lo de «Jefe de la Oficina de Pensiones». ¡Pobres avies! A todos los perdono y no es por lo malo que han sido conmigo. Es por el espectáculo que han dado, atrepellándose entre sí, no reconociéndose capaz de aplicar en forma, la Ley 3,029 del año 1915. Dos compañeros míos, educados también en la Escuela de Artes, que en la marina de guerra fueron lumbre- ras efectivas, trabajando de dibujantes, como que el par- que Las Salinas, donde se efectúan los banquetes oficia- les, sin ayuda ni insinuación alguna de ingenieros, urbanistas ni arquitectos, cada uno de ellos, se quemaron las pestañas y vaciaron todo su ingenio artístico, inventivo y creador, hasta hacerlo lo que es, donde los jefes superiores y los subalternos de la institución, pasean y recrean la vista y el espíritu contemplando la belleza viva que encierra aquel her- moso paraje de bienestar y confort, que mis compañeros que en paz descansen, Francisco Bourgeois Quijada y Alejandro Zúbicueta Arce que, también en su oportunidad pidieron al auditor y también negó, el beneficio citado que a mí tomo matones de las leyes (que se creían) quisieron negarme.

El Chicoco Molina López retratado cual es con todas sus virtudes y defectos. Repito: En ia marina de guerra, el auditor Molina y López es conocido como el chicoco. Hasta en su propia oficina así lo designan. En la vida todo tiene su compensación. Cuesta esfuerzo físico trepar una repechada, bajarla es una guinda,. Gastar lo menos posible es otra guinda. Esto es para decir que Molina desde que nació ha ahorrado mucha plata —que para nadie está mal - viajando en los trenes cuando era más pequeñito que ahora. Hasta cuando midió menos de un metro no pagó pasaje, lo que es garantía efectiva. Si hoy paga su pasaje es por tres razones «imparagitábles» como dicen los arqui-

- 117 tectos cuando en un edificio que se quiere transformar existe algo imposible de mover. a) Por las patas de gallo que enfilan a la niña do sus ojos ,que 'indican que ya pasó la niñez y la pubertad; b) Por las arrugas de la frente que lo acusan que como pasó los 40 años; c) Por la forma a p, a b, o, a m que caminan sus pies que lo delatan que para él ya entró en la vejez. — Mama: poca nali, le decía muy compungida a la autora de sus días, una muchachita humilde, por la nariz ri- dicula que tenía, que más bien parecía una montura inglesa en el lomo de un caballo. Asi también el chico Molina le habrá dicho a la autora de sus días, conversado con ella, más, nunca reclamado, por- que el chico, dígase de él todo lo que se quiera es un ser respetuoso de sus padres. Y, seguramente no le habrá dicho mama, será así: —Mamá: tan chiquito que me quedé. Porque, bromas aparte. Es terriblemente lamentable ca- recer de estatura normal. Y, lamentarlo, sentirlo y no poder ayudarlo. Porque lo de chico, molesta a todo el mundo. Se sabe que la mejor caricia desde que el mundo es mundo, es un beso, quiero decir, un beso en plenos labios de la novia o de la mujer que se ama y darlo con molestia, 0011 sufrimiento físico, equivale, a no darlo, de suerte que, darlo o recibirlo con sacrificio es un martirio para quien sabe de lá belleza que ese pasatiempo significa.

Pensamientos sobre los chicos y otros anormales que pueblan el mundo. Mr. Harry M. Presión, de Roche ster, en el estado de Nueva York, cree, sostiene y propaga que los chicos, chatos, hombres y mujeres, sin incluir a los criminales natos o anor- males o tipo; Juliano o Lombrosiqno, son, seguramente en- gendrados en una noche o madrugada de tempestad, terres- tre o marítima, en que la hembra por el espanto causado, se aferra al macho, y en el • instante mismo del placer o sea, del goce animal, obstaculiza el paso normal del esper-

118 matozoide que no baña como debiera, el óvulo que lo fecunda No hay otra explicación médica que esta. Presten tiene sobre los anormales una larga y nutrida experiencia. Sostiene que a los anormales, a quienes llama mojones (no mojones de hitos de límites sino mojones de materia fecal) no desmerecen en talento, disposición, tempe- ramento y agilidad mental, de los demás mortales y que tampoco tienen nada de emocional o emotivos. Sostiene que para él no es lo mismo los que nacen feos, chuecos, dispa- rejos, en la forma o en eí fondo o los lunáticos, retardados, inconstantes, aprensivos, faltos de carácter, de voluntad, pe- simistas, linfáticos o de mirada torva o extraviada. No cita a los jorobados, que en Chile los llamamos «curcos» que no nacen con ese defecto, que se adquiere por quebradura, lesióh o trizadura de la espina dorsal. A las mujeres que nacen chicas aquí las llamamos «me- dias botellas» y sobre ellas apunta un dato, ques es de lo mas sugestivo. Sostiene Preston que en su clínica recibió una vez, a una mujer chica, dueña de una gran fortuna, que fe dijo que ella no había nacido para monja y que tenía que casarse, porque le gustaban los niños y quería tener muchos. Presión la aconsejó buscar un marido alto, lo más alto dentro de lo de talla grande, que no llamaba ta atención en la calle, como ocurría con una mujer con un hombre más chico que ella. La mujer se quejó de la ocurrencia de las revistas de moda mundiales, que mostraban sus novedades en monas altas, nunca en monas chicas, lo que, a juicio de ella, era una injusticia. En todos los de talla chica no hay un zurdo, apunta Preston. También apunta que tas chicas son de carácter emocional, pesimistas, aprensivas, y muy emotivas. Que, además, son pendencieras, agresivas, voluntariosas, intrigantes, tenaces y testarudas. Sostiene que los hombres chicos, corno es mi amigo Molina, tienen, salvo casos muy raros, los mismos defectos que las mujeres chicas. Cuenta que la neurastenia prende con mucha más facilidad en los hombres chicos que en las mujeres de la misma talla. — 119 ENRIQUE CORDOVEZ (Rosina)

Cuando este señor mandaba en Hidrografía y Navega- ción era una perfecta calamidad porque sufría de una neu- rastenia feroz digna de tenerle lástima. Según decían se debía a su matrimonio. ¿Qué hacer? Así es la vida, somos raros los que somos felices. Tengo 20 informaciones que lo ponen como a un tipo intratable. Relataré una sola en que demostró abusar de sus galones. Un menor de edad entabla un juicio a su padre porque éste no lo deja casarse. Interviene el juez señor Anabalón, hoy Ministro de la Corte de Apelaciones. El padre gana el juicio y el joven no puede casarse. Era el foto litógrafo de Navegación, repartición que servía Gordovéz a donde acude el joven. Gordovéz llama al padre, siendo que no era subal- terno de él y hace presión para que acceda al matrimonio del joven. El padre vacila y no se atreve a decirle que abusa de,sus galones, porque si lo hace firma su salida de la Ma- rina, ya que en un conflicto todo jefe gana la pelea ante el Director del Personal, entonces, los galones mandan. Y, la oposición no era en cuanto a novia ni en cuanto a mujer .ya que era una señorita virtuosa. Lo que había era que el joven no había corrido él caballo. El padre, hombre entonces de 56 años sabía y sabe por experiencia que el hombre que no cumple con este requisito, corre el caballo después de casado y es un desastre. Gordovéz intervino porque si le falla el fotoMtógrafo la Superioridad lo habría declarado tonto y falto de imagi- nación corno jefe de un servicio y después una arbitrariedad y una injusticia más que importan al mundo. Si el padre hubiese contestado: «Si usted interviene en este asunto le meto cuatro balas donde termina la espalda •>

•120 — media hora después el padre habría estado en la calle, por- que, repito, «los galones mandan» y, además, no se conoce un solo caso en que, en un conflicto entre jefe y subalterno ante el Director del Personal, repito, haya ganado el subal- terno y no es así no más, quedarse a la ventura y con hijos que educar, vestir, alimentar y encachar. Esa es la parte que en este asunto le cupo a Cordovéz. Otra víctima más. Cordovéz tenía de secretario a Arturo Rivadeneira IJrnitia, quillotano y muy buen muchacho. Un día lo encontré en la Calle y me refirió cuanto le pasaba con Cordovéz; sus sufrimientos, sus penas, su espantosa trage- dia. «Es de los que se comen las uñas», me dijo, y para rematar el cuadro sus compañeros le pusieron el sobrenom- bre de «La vieja» por su cabeza blanquita de canas, su cara arrugada, Un hombre que parece con el doble de los años que tiene. No puedo asegurar pero he oído que la señora Cordovéz murió abandonada en el Lazareto de Playa Ancha,. Es posible. La distancia que los separaba era enorme. Viudo se casó otra vez y ahora tiene un chico de cor- tos años. Ya veremos... Hay una justicia inmanente que cae implacable sobre todos los malvados, lo repito otra vez y no se salva nadie y de ahí el proberbio «no hay deuda que no se pague, m plazo que no se cumpla». Lo de «Rosina» que lo explique él mismo. UN INVALIDO EN FAROS Y BALIZAS.

¿Quién es el responsable moral que haya hecho carrera en el servicio de Faros y Balizas, un inválido, falto de una pierna, Jo que vulgarmente llaman «cojo»? Es una herencia trágica y atávica, del ingeniero López, a quien en la marina llaman «el mulchenniano», por ser de ésa pintoresca aldea austral en donde a los zapateros nunca se les pone el sol. Referiremos descarnadamente como Lqpez se incrustó en los Faros. Nada, absolutamente ignoro" de este audaz episodio. Cuando ocurrieron los hechos me desempeñaba como Primer Dibujante en él Territorio Marítimo. Conozco lo que relato como conozco la Plaza de la Victoria. El 31 de Diciembre de 1922, jubilaba de Faros, Enrique L. Dupuy, que procedía de la Escuela de Artes. Lo reem- plazó Armando Zamora, mecánico de a pulso, sin ninguna preparación técnica y en Enero de 1925, el comandante Ditt- burn que en Faros mandaba y a quien Zamora había infor- mado que no había quien lo reemplazara cuando él jubilara, salieron de la escuadra los ingenieros terceros, Nemecio Ruíz y Sabino López para ver si podían desempeñarse en Faros y Balizas. Ruíz. prefirió seguir en las filas y ahora llega a los primeros puestos de su escalafón. Y López que había, a bordo sido mal calificado por su salud precaria (sufría de tuberculosis incipiente) ensayó hasta pasar a la rama de los civiles. Emilio Moreau, igual que López, procede de la Escuela de Ingenieros, viajando a Santiago, en un tren de carga, perdió una pierna a la altura de la ingle, por ley tenía que dejar las filas, entonces ingresó a Faros como dibujante. Y, ahora mismo, se publica un aviso en los diarios pidiendo un ingeniero para Faros. ¿Será porque hay o por- que no hay ? Entonces, está más claro que el agua, que nada

•122 — se ha formado en 30 años de diaria labor, o se ha formado a un cojo, como ingeniero. Esto es posible en este país del cieío azulado. Y así como el pasado por agua es tonto;- el tuerto es tuerto y el cojo es cojo. Y López por amparar a un cojo sufre un bochorno. En Enero de 1951, Moreau es designado para cumplir una comisión en los canales australes,, .comisión que ,nq pudo cumplir por serle imposible subir, por su invalidez a una es- campavía, entonces tuvo López que reemplazarlo pero para eso López tuvo que desocuparse de otra comisión que en ese preciso momento desempeñaba en una isla cercana a Punta Arenas. Y nada de bromas en los servicios a los Faros que en Magallanes son casi todos aislados y en él atraso de un día, puede ser fatal, tanto para el servicio mismo como para el personal. Que en Magallanes hay personal para estos servi- cios, es cierto, es la verdad, pero sus conocimientos son li- mitados, en consecuencia si ellos tienen responsabilidad ésta es relativa y sus atribuciones no abarcan la capacidad que tiene un ingeniero, que como tal figura en un escalafón de su especialidad. Para entender todo esto se precisa mas- carlo. ¿Y si López no hubiese podido cumplir esa comisión por enfermedad ?--Esto en él es muy corriente y en cual- quier cristiano. ¿Qué hubiese pasado ? El bochorno fué que López tuvo que enfrentarse en el sur con el bravo, como pocos hay, para el cumplimiento de su deber, comandante Rojas Parker, que por el servicio mismo y por Moreau que no se presentó a cumplir su co- misión tuvo un altercado con López, en que éste no quedó muy bien parado, que Rojas comunicó a la Superioridad. «Amar a una institución donde se gana el pan y'toda la subsistencia de un hogar» es en mi concepto, la misma cosa que amar a una mujer. Se quiere para ella siempre lo mejor, porque la cabeza ¡es la que piensa y el corazón el que siente y estos dos órganos así lo ordenan. Este pensa- miento me lleva a considerar que lo que López ha hecho

123 no cabe disculpa, no preparando en el servicio mismo, que es la mejor escuela, a otro funcionario que lo reemplace cuan- do éí se retire jubilado. ¿Piensa'que le harían sombra? ¿Es egoísmo, es ,falta de imaginación? ¿Qué es? Esto,, todo bien descarnado, lo que en 'Faros y Balizas ha pasado. En la Marina de Guerra hay faltas que nadie castiga; atribuciones que nadie entrega; situaciones que nadie con- templa. El caso de Faros y "Balizas es único. ¡ Miren que colocar a un inválido en ese servicio, de tanta importancia pública, y que, le rinde al fisco una en- trada apreciable! Y en' un servicio complicado y difícil en que se requieren tener las dos patas, y los dos pies sin defectos, fuera de los dos brazos conformes y todos los cinco sentidos bien colocados en su puesto. ¿Y ahora, quienes van a cargar con el muerto ? La;; preguntas de su merced. La Marina, pues.

124 -- ZAPATEROS HACEN NOTICIA EN LA MARINA DE GUERRA Y UNO EN LA CORTE DE APELACIONES DE VALPARAISO.

Nuestra Constitución Política asegura igualdad de los ciudadanos ante la Ley. Primero es teoría y después tanda y música. Está bien para los tontos que creen en esa maravilla. Cadetes de la Escuela Naval pueden ser solamente los hijos legítimos (el por qué, se explica en detalle en la pá- gina 63); no pueden ser cadetes los hijos de zapateros ni los que regentan negocios de dudosa reputación, lo que, naturalmente, se aplaude y está muy bien. El reglamento sobre este detalle es mudo, por lo tanto- nada hay escrito, no se dice, no se Comenta; se aplica y río se ve, se palpa, y está én el ambiente. Vivió en Valparaíso un zapatero (ya no existe) que, desde luego no era un 'cualquiera del montón, era un hom- bre forjado en el trabajo que dignifica, que hace grandes a las creaturas, que purifica el ambiente de sus compañeros del ramo, que hace patriá. Y, no era un zapatero remendón, ni uno que pone y saca taquillas, media suela y tacos de goma, etc., etc. Tenía su negocio en grande, bien instalado y hacía todo tipo de calzado y clase. Había servido a gusto a las señoras y niñas-bien de Valparaíso y Viña y por en- comienda y contra reembolso había enviado a todo Chile su industria, sin recibir nunca un reclamo. Tenía, además, un amplio crédito y podía sobre girar en cualquier banco. Está demás decir que era de una honradez acrisolada y también, profesionalmente. ¿Qué más se desea ? Pero, este señor era para la Escuela Naval nada más que zapatero y para toda la Marina de Guerra y ahora tam- bién, para la Mercante.

— 125 Y es curioso: consideran «industrial» a un panadero, Un zapatero no es industrial. Repito: es zapatero. Son como los norteamericanos que: únicamente, a los ingleses,, fran- ceses y alemanes llaman «europeos». Y los españoles, ita- lianos, austríacos, griegos, etc., son también europeos, ya que viven en Europa, pero, en el concepto de ellos no lo son. ¿Por qué ? No sabría contestar esta pregunta. Dicho zapatero presentó hace años a su únicoi hijo al concurso de la Escuela Naval. El niño había rendido con éxito sorprendente el Tercer año de Humanidades y repa- sado a más y mejor por un sabiondo de esos de pelea, o sábelo-todo, que pupulan por ese plantel en época de con- curso, que son infalibles como los que dan datos para las carreras y no había cuando ni como rajar al joven. ¿v...? Lo rajaron siempre. No me diga. ¿Cómo? Fué una rajadura simbólica, de esas que dejan roncha y que nadie imaginaba. El muchacho era de muy buena presencia, condición previa en Chile y en "varios, países (menos en el Brasil) para figurar en empresas de carácter particular y también, para ser oficial de Marina. Cuando contaba 10 años, cayó de un manzano y por el golpe mostraba una cicatriz blanca, que después de sanada una herida, aparece siempre la raya. «Eureaa» dijo en coro la comisión que examinaba. Aquí está el rechazo y toda la injundia y adelante con los faroles. En contra del niño inventaron lo peor; que la herida cicatrizada, que tema cinco años' podía fallar o ser obstáculo, cuando marchando el niño, perdiera el •paso, en forma osten- tosa no pudiera, hacer con brillo, el paso de parada, dejada en Chile como herencia de los militares alemanes;" Y ni una palabra más y el niño quedó rechazado. ¿Qué va contra la democracia chilena, la lógica y la razón ?, será así pues.

•126 — Y, .piénsese como se piense, y digan lo que digan, en la Marina de Guerra, y ahora en la Mercante, consideran deshonrosa tener un colega oficial, hijo de zapatero y tam- bién hijo de cervecero. Hace años un cadete era hijo de un cervecero, era tanto lo que sus compañeros lo molestaban por la profesión de su padre que no tuvo otro remedio que retirarse de la Escuela Naval. Hoy es millonario. En cambio «cosas de la lite? toleran .y admiten que sea hijo de un panadero. En la Marina de Guerra hay un servicio un Capitán de Corbeta hijo de panadero. ¿Y .por qué? Porque un panadero es un industrial a juicio de los galones que son los que mandan y ordenan y aquí paz y después gloria. Hay un zapatero en Mulchén que tiene una poderosa ima- ginación, más que eso, es portentosa y la verdad hay que decirla en todo tiempo y a 'toda hora. Ha conseguido que sus. hijos sean en la vida mucho más que él. Eso es,de hombre y de buen padre y en- sus condiciones personales es igual a! zapatero que a su hijo lo rechazaron en la Escuela Naval. Sirva esto de introducción. Para seguir, abriré un paréntesis. En Chile y en cuanto país conozco, un hijo de zapatero puede ser médico, abogado (en Valparaíso varios abogados hijos de zapateros) ingenieros, dentistas, etc. Las puertas están abiertas para los dos sexos que quieran surgir y sin pregun- tarles de dónde vienen ni quiénes son sus padres, pero, re- pito, ni oler ser oficial de Marina. Y volviendo al ciudadano zapatero de Mulchén, ha edu- cado a un médico, a una pedagoga y a un ingeniero de Faros y Balizas,, todo lo que enaltece a ese hombre, ya que lo pone en ía cúspide de la fama y de la grandeza moral. Desde hace poco el médico tiene estudio en Valparaíso es especialista en una enfermedad mortal, cuyo diagnóstico para derrotarla, aún la ciencia médica no lo descubre o lo ignora. Practicó en la clínica privada del Dr. Manuel Mella Veloso, Avenida Providencia No. 1426, sobrino político de este autor.

- 127 Pero (que equivale a un trozo de acero, calentado al rojo cereza y colocado en la palma de una mano) por nada del mundo quieren o intentan, ni por broma, confiesan su origen. «Todos —los piojos resucitados— así dice el corta- dor sastre, Sr. Benjamín Rojas Contreras, Plaza Aníbal Pinto N.8 1185 tiene en la sociedad moderna, vergüenza de con- fesar su origen». La historia del zapatero que en Valparaíso, hizo íioticia, es así: En Enero de 1920, la Sra. Blanca Vergara, dueña de tocio Los Placeres, por intermedio de un abogado, notificó a todos los compradores de sus predios y dándoles un plazo perentorio, la cancelación del saldo insoluto y en caso con- trario, vendría el remate. Por experiencia se sabe que si esto oeurne, para el ocupante es un desastre. Entre los perjudicados estaba un zapatero que compraba un sitio de 10 por 20 metros, ein la Plaza de la Conquista, N.Q 218, quien con una sangre fría admirable y un dominio completo de si mismo, en los estrados judiciales alegó su propia causa, sosteniendo la tésis jurídica que: una propie- dad que se compra a plazo, estaba vendida únicamente, des- pués de estar inscrita en el «Conservador de Bienes Raíces» y que la escritura primitiva de compra, no era más que un compromiso de venta, sujeta al pago de las cuotas y nada había que hacer mientras el trámite arriba explicado no se cumpliera. Cuando el abogado notificó a los parceleros, decía ufano «Todos tienen que raspar la bola, si no pagan». Y pasó lo inesperado. Y pasó así porque los magistrados de mi país son la esencia de la honradez, son mucho más: son los genios espartanos aplicando las leyes. Con sus talentos engrandecen diariamente a Chile y lo hacen jurídicamente grande entré las naciones. Y después del alegato que fué brillante en la sabiduría de un zapatero la Corte dejó la causa en acuerdo y así la

128 mantuvo ocho días, seguramente, para estudiarla a fondo y fallarla de acuerdo con las leyes, la lógica y la razón. Y el fallo se esperaba con marcada impaciencia ya que afectaba a todo un pueblo de mejoreros, incluso a mí también que en calle San Luis N.s 141, compraba un sitio y muchos, con las facilidades que daban, habíamos levantado nuestras moradas. Por fin, después de días que parecieron siglos, la Corte con asistencia de todos sus ministros y por la unani- midad de sus miembros, falló que las ventas a plazo, se consideraban legales, cuando el terreno asi comprado, estaba inscrito en el Conservador, tal cual el zapatero de mi cuento lo había alegado. Al grupo que rodeó al zapatero después del alegato, este le decía: «el que sabe, sabe, y el que no. sabe, nunca sabe nada». De donde resultó lo- paradojal: un zapatero de lo más humilde en su profesión, porque en su hogar trabajaba, «dale que dale», le dtó lecciones de «Derecho» (no encuen- tro como expresarme mejor) a un abogado que. había em- pezado diciendo, «si no pagan, todos tienen que raspar la bola». Y pensar que ahora Los Placeres son un barrio resi- dencial.

----- 129 HAROLD FOXLEY

El Sádico

Por el carácter irascible que tiene este ex-Jefe dejó fama en la Marina. Sin ser caballo por nada se encabrita. Es de los que se comen las uñas por la neurastenia que sufre, dolencia que sin ser médico, se conoce a la legua en un jefe que manda, por las tonterías de que hace gala... ¡cuántos terminan en la Casa de Orates! Cuando Foxley desempeñaba un cargo en la 1.a Zona Naval, si un subalterno suyo enfermeba quería él hacer de médico. Sin arrugarse, con sus galones atrepellaba y a su cri- terio y voluntad hacía y deshacía y subía y bajaba al des- dichado empleado que caía en sus manos. Y es así, porque no tiene idea de lo que es la dignidad humana y el ningún respeto que le merece el secreto persona!, que es sagrado. Presentaré un solo caso de Foxley. Uno solo. El ya fallecido Sr. Agustín Prat, sobrino del héroe, ocupaba una pieza permanente en el Club Naval, pasaba el fin de semana en QuiIlota y como era un «geritleman» de verdad, para casos de emergencia, que siempre se presentan, autorizaba que su pieza fuese ocupada. Así las cosas y ad- vertido Foxley, la ocupó. Y, como Prat llegara, las perte- nencias de Foxley fueron trasladadas a otra pieza que quedó desocupada. Por los cuatro costados ardieron Sodoma y Gomorra; desde sus cimientos se estremeció el Club, tal cual si hu- biera sucedido una hecatombe.

•130 — Por haberle quitado la pieza, por eso y nada más, Foxley el terrible, el 'inaguantable, dejó caer un lenguaje procaz, increíble en un oficial de su categoría en aquel re- cinto de belleza, paz, descanso y confort. Es que su mal lo domina de abajo para arriba y vice- versa. E11 «El Libro de Reclamos» se le quebró la pluma al solicitar y pedir lo absurdo y lo imposible que no fué con- cedido por ser de una injusticia evidente: la rápida, la in- mediata separación del mayordomo Sr. Bustos, que en su puesto es plata en barra de buena ley y, es además, humilde y tranquilo. Menos mal y esa se le fué que no pidió la pena de muerte para quien lo atendió con toda solicitud. Como represalia a su propia torpeza, Foxley presentó la renuncia de socio del Club, la que de inmediato y por unanimidad fué aceptada por el Directorio. Tal vez, en coro «dijeron»: ¡ pobre ave! ¡Y pensar que el perla fué Jefe en la Marina, es decir, conductor de hombres!

— 131 INDICE

La vida de este autor ...... 3 Prefacio ...... 7 La estatua de l'rat ...... 9 Erases célebres de la Marina de Guerra ...... 10 La Escuela Naval ...... 11 La gran rosca en la Isla de Pascua, el 22 de. tSeptiembr© de 1932 13 El Almirante señor Ínmanuel Holger ...... 38 J21 ilustre Almirante señor Enrique Spoerer ...... 3i Los jefes abajo citados y el Sr. Federico Gorssen. Declier 36 Actuación de los Almirantes Rodríguez y Gerken 37 Anécdota del Comandante señor Herrera Aguirre 41 ? ...... 42 La más grande infamia que conozco en la Armada 43 Dos documentos que del Museo Naval han desaparecido... 51 Usa anécdota del Tte. 1.° Sr. Manuel A. Francke ... 52 El Comandante Brito Rioseco y el Arquitecto - Hagel ... 53 El Almirante señor Emilio Daroch .... 56 En la Escuela Naval se les pasa un mal nacido 58 La separación de los seis oficiales subalternos de la escua- dra de Rodríguez 69 El Comandante sefror Santiago Pell-Ros,s y la. eompra de una, propiadad ...... 84 Un Capitán de Na,vio en la Liga Marítima, muy enamorado 88 No hay deuda que no se pague ni plazo que no se cumpla, 92 Alberto Con.siglio,' Jefes en Retiro, Alfredo Novión y un Profesor Universitario 9.6 Marcial Sa-nfuentes 98 Los sepultureros de la-Coopera,tiya .de. Empleados de Nave- gación y el Comandante señor Andra,de Taraba...... 99 El Almirante Reyes del. Río y el Comandante Enrique Cas- tro y Castro ... 104 Los señores Merino Jarpa y Merino Bielich ...... 107 Un Auditor de la Armada que no merece serlo, el Aboga. do sin pleitos, el Contralor y los sabios de cartón... 111 Enrique C'ordovez 120 Un inválido en Faros y Balizas , 122 Zapateros ha-.-en. noticia en. la. Malina, de Guerra y Uno en la Corte de Apelaciones de Valparaíso ...... 125 Harold Foxley ...... 130

Imprenta VICTORIA, ValDaraiso