REVISTA DE HISTORIA NAVAL

Ao XVI Núm. 63

INSTITUTO DE HISTORIA Y CULTURA NAVAL ARMADA ESPAÑOLA INSTITUTO DE HISTORIA Y CULTURA NAVAL ARMADA ESPAÑOLA

REVISTA DE HISTORIA NAVAL

Año XVI 1998 Núm. 63 REVISTA DE HISTORIA NAVAL

CONSEJO RECTOR:

Presidente: Director del Instituto de Historia y Cultura Naval, José Ignacio González-Aller Hierro, contralmirante.

Vicepresidente y Director: JoséCervera Pery, general auditor. Periodista.

Vocales: Fernando de la Guardia Salvetti, Secretario General del Instituto de Historia y Cultura Naval; Rafaél Estrada Giménez, Jefe del Departa mento de Cultura del Instituto de Historia y Cultura Naval; Hugo O’Donnell y Duque de Estrada, de la Comisión Española de Historia Marítima; Enrique Martínez Ruiz, Catedrático de Historia de la Universidad Complutense de .

Redacción, Difusión y Distribución: Isabel Hernández Sanz, Ana Berenguer Berenguer.

Administración: Manuel Pérez García, comandante de Intendencia de la Armada.

DIRECCIÓN y ADMINISTRACIÓN:

Instituto de Historia y Cultura Naval Juan de Mena, 1, 1.’ planta. 28071 Madrid (España). Teléfono: 91 379 5000 Fax: 91 379 59 45

EDICIÓN DEL MINISTERIO DE DEFENSA

IMPRIME:

Servicio de Publicaciones de la Armada.

Publicación trimestral: cuarto trimestre 1998. Precio del éjemplar suelto: 650 pesetas.

Suscripción anual: España y Portugal: 2.600 pesetas. Resto del mundo: 4.000 pesetas.

Depósito legal: M. 16.854-1983. ISSN-0212-467X. NIPO: 076-98-007-2

Impreso en España. - Printed in .

CUBIERTA ANTERIOR: Logotipo del Instituto de Historia y Cultura Naval. CUBIERTA POSTERIOR: Del libro Regimiento de Navegación, de Pedro de Medina. Sevilla, 1563. SUMARIO

Págs.

NOTA EDITORIAL .

Reflexiones finales de un centenario, por José Cervera Pery7

Los libros del 98: una aproximación reflexiva, por Belén Fernández15

Un héroe de Filipinas: Ambrosio Ristori, «El manco de Bacoor», por Manuel Ristori Peláez23

La acción. naval de Santiago de : aspectos cuantitativos, por Gustavo Placer Cervera27

El crucero acorazado Cristóbal Colón, desde su botadura hasta su partida hacia Cuba (Septiembre de 1896 a marzo de 1898), por Manuel Rolandi Sánchez-Solís41

Cosas del noventa y ocho, por Carlos Martínez-Valverde71

Digna representación de suboficiales, marinería y tropa, comba tientes en Cuba y Filipinas, reposa en el Panteón de Marinos Ilustres, por Juan Carlos Fernández77

La historia vivida: Regreso a España del almirante Cervera y el personal superviviente de la escuadra, por Marién Gómez89

Documento: Dictamen del fiscal militar en la causa instruida contra el contralmirante don Pascual Cervera93

La Historia Marítima en el mundo: Los museos militares de Cuba, por José Antonio Ocampo121

Noticias Generales125

Recensiones141 COLABORAN EN ESTE NÚMERO

José Cervera Pery, general auditor y periodista. Diplomado en Tecnología de la Información y en Derecho Intemacional. Miembro conespondiente de la Real Acade mia de la Historia y de numerosas academias hispanoamericanas y autor de una serie de libros de historia naval. Conferenciante y articulista. Ultimo premio «Santa Cruz de Marcenado» del Ministerio de Defensa. Actual director de la REVISTA DE HISTORIA NAVAL.

Belén Fernández y Fuentes, historiadora naval. Colaboradora habitual del Instituto de Historia y Cultura Naval, como conferenciante ha impartido numerosas conferen cias sobre la prensa y su influencia en el conflicto del noventa y ocho; asimismo ha realizado trabajos bibliográficos sobre prensa naval, historia y artículos históricos, y sobre la proyección histórica del periodismo militaty naval.

Manuel Ristori Peláez, coronel de Infantería de Marina, es articulista en diversos medios de información. En la actualidad trabaja sobre el papel del arsenal de La Canaca en el alzamiento militar de 1936.

Gustavo Placer Cervera es investigador naval del Instituto de Historia de Cubá. Ha escrito diversos libros y ensayos sobre la guena naval hispano-norteamericana, siendo el último de los publicados El Maine como pretexto. Colabora igualmente con entida des culturales españolas y puertorriqueñas. Guionista de TVE en los episodios del 98.

Mañueli4olandi Sánchez-Solís es licenciado en Ciencias Geológicas por la Univer sidad Complutense de Madrid. Ha publicado una treintena de artículos sobre temas técnicos e históricos en diversas revistas especializadas. Es coautor de la obra Los maytienos (1991), y entre los años 1991 y 1996 fue director de la revista Tierra y Tecnología. En la actualidad prepara un trabajo sobre la sublevación cantonal de Cartagena de 1873.

Carlos Martínez-Valverde, contralmirante de la Armada. Prolífico autor, sus aporta ciones a la historia marítima española, tanto en la Revista General de Marina como en la REVISTA DE HISTORIA NAVAL, son sobradamente conocidas. Ha presentado trabajos tanto de temas históricos como de actualidad en diversas publicaciones de índole especializada, colaborando también en la elaboración de la Enciclopedia General del Mar. Cabe destacar, asimismo, su faceta como ameno conferenciante. NOTA EDITORIAL

Despedida sin serlo

Durante diez años el editorialista ha desempeñado la dirección dé la REVIS TA DE HISTORIA NAVAL para la que fue nombrado en noviembre de 1988, y ha vivido intensamente su identificación con la misma, sin atribuirse aciertos, cuando los hubo, o caer en el desánimo cuando las dificultades se hicieron presentes. Tiene sin embargo ante sí, y ello constituye su mejor recompensa, el fruto logrado de los cuarenta y un editoriales —desde los números 23 al 63, firmados por la misma pluma. Pero los cargos como las personas no son inconsumibles, y es necesario tener a punto el reloj cuando llega la hora del relevo. Nuevos planteamientos exigen nuevas dinámicas y la aportación de nuevas savias que comporten mejores cosechas. Por eso estoy seguro de que mi sucesor en la dirección de la REVISTA, el coronel de Intendencia de la Armada Rafael Estrada, que une a sus dotes personales la experiencia de anteriores destinos vinculados a los medios de comunicación, será un magnífico timonel para seguir maniobrando con pericia y acierto esta querida nave que tanto nos obliga. No es el cansancio ni el desánimo lo que me impulsa a esta despedida, que no va a serlo, sino un poco la conciencia del deber cumplido. Dios mediante mi firma seguirá apareciendo en la REVISTA, ya descargada de responsabilida des directorales, como un colaborador más que desea seguir aportando su granito de arena en esta tarea común que a todos nos concierne. Testimonialmente he querido que el número que cierra mi gestión como •director cierre también la temática del 98, tan presenté y vigente durante todo este año emblemático del centenario. Meritorios trabajos del historiador cuba no Gustavo Placer, de la historiadora Belén Fernández, del contralmirante Martínez Valverde, del coronel Ristori Peláez y demás estimables colaborado res que honran estas páginas, figuran en el presente número, cuyas secciones habituales y recensiones se dedican también a tan importante conmemoración. Y para todos, suscriptores, lectores, colaboradores, a quienes deseo agru par bajo una simple palabra, amigos, el cordial abrazo de amistad y gratitud desde esta despedida sin serlo.

José CERVERA PERY General Auditor del Cuerpo Jurídico Militar Periodista. (Ndmero de inscripción 3.726.) UN ASCENSO DE TODOS

REAL DECRETO 1674/1998, de 24 de julio, por el que se promueve al empleo de General Auditor del Cuer po Jurídico Miiitar Con carácter honoriflco, al Coronel Auditor don José Ramón Cervera Peiy. En atención a las circunstancias excepcionales, méri tos contraídos y virtudes militares sobresalientes, y con arreglo a lo establecido en el artículo 81.2 de la Ley 17/1989, de 19 de julio, reguladora del Régimen de Personal Militar Profesional, a propuesta del Ministro de Defensa y previa deliberación del Consejo de Ministros en su reunión del día 24 de julio de 1998, Vengo en promover al empleo de General Auditor del Cuerpo Jurídico Militar, con carácter honorífico, al Coro nel Auditor don José Ramón Cervera Pery, en situación de retiro. Dado en Palma de Mallorca a 24 de julio de 1998.

JUAN CARLOS R. El Ministro de Detensa, EDUARDO SERRA REXACH

Circunstancias excepcionales, méritos con traídos y virtudes militares sobresalientes... Desde estos supuestos, verdaderamente enaltecedores, se redacta el Real Decreto en el que Su Majestad el Rey, y a propuesta del minis tro de Defensa, promueve al empleo de general auditor del Cuerpo Jurídico Militar, al coronel José Ramón Cervera Pery, director de la REVISTA DE HISTO RIA NAVAL. Quienes conocemos sobradamente al general Cervera Pery, quienes hemos vivido muy cercanos a él tareas compartidas de dedicación y esfuerzo, sabe mos perfectamente que el Real Decreto viene a hacer justicia a una larga trayectoria de méritos y virtudes de las que habla la real disposición. Treinta libros publicados, la mayor parte de historiografía naval a la que ha aportado excelentes contribuciones; premio nacional «Marqués de Santa Cruz de Marcenado», que recompensa la más importante contribución a la cultura castrense; conferenciante en los más importantes foros nacionales y extranje ros, viajero incansable, ensayista y poeta; articulista y académico, especialista en Derecho Internacional y, periodista de titulación oficial. No es preciso reproducir su currículo para saber —para ventura nuestra— que nos encontra mos ante una personalidad de relieve y buen quehacer, buen captador de afec tos y simpatías, y hombre, sobre todo, de su tiempo. La REVISTA DE HISTORIA NAVAL, en el sentir unánime de su Consejo Rector, y de cuantos venimos haciéndola a pie de obra, felicita cariñosamente a José Ramón Cervera Pery, y se felicita a sí misma, porque este ascenso es también un poco un ascenso de todos. José Antonio OCAMPO REFLEXIONES FINALES DE UN CENTENARIO

José CERVERA PERY Director de la Revista de Historia Naval

Para muchos 1998 ha pasado como un año cualquiera, con los aspectos negativos de que España fue apeada de buenas a primeras del mundial de fútbol y la grata noticia de que hay un astronauta español puesto en la órbita espacial, lo cual no sucede todos los días. Para los menos, es el año en que se ha recordado —que no conmemorado— el centenario de la pérdida de los últi mos reductos ultramarinos españoles, y los desastres navales de Cavite y Santiago dé Cuba, con la Marina como gran sacrificada. Para el que esto escri be es el momento para una reflexión meditada y vivencial, porque los hechos del pasado con el tiempo reverdecen y se renuevan, y recompensan con gene rosidid la inquietud de quien los revive; aunque el sentido común nos diga que su conmemoración no puede ser otra que una llamada de atención, un secó aldabonazo, en el dintel del siglo xxi. Permítaseme pues el recorrido un poco a trasmano de una revisión históri ca, a través del encuentro finisecular que tanto condicionó a nuestros antece sores decimonónicos en aquel siglo de búsquedas y hallazgos, que fue un pérseguir constante de la identidad nacional tantas veces quebrada por pronunciamientos y asonadas, y rematada duramente por una realidad innega blemente desoladora. Diferentes son las interpretaciones que se han hecho sobre el tema concreto del 98, o sobre aspectos desgiobalizados, con toda su carga lesiva de conductas o actitudes. ¿Qué se ha intentado o intenta trasmitir con ello? ¿Qué valoración puede dársele casi en las esquinas del siglo xxi? Es un tópico creér que el pasa do es forzosamente el fundamento del presente, pero es evidente que si existe un hoy, es porque ha existido un ayer, y el hoy de nuestro tiempo ha de ser el fundamento del mañana. El pasado, por tanto, recibe los elogios o las críticas desde el presente y con la suficiente perspectiva para calibrar o discernir. Para algunos las causas serán de mayor gravedad que sus efectos; para otros, las consecuencias están muy por encima de los planteamientos. Ambos razona mientos serán válidos a la hora de medir sus valoraciones y sus alcances. El fin de siglo dejó en España y en los españoles una huella indeleble de múltiples aristas; en él se produjeron las conmociones más profundas y decisi vas que marcaron durante muchas décadas el destino de España. Y no puede ser contemplado a la ligera desde el cómodo recurso de pasar la página. Fueron años de inercia mental, de oscuras sensibilidades complicadas desde el punto de vista político, pero que cuestionan también el sistema de valores imperantes en determinadas parcelas de la vida nacional, ¡y la Marina supo mucho de ello!

Año 1998 7 JOSÉ CERVERA PERY Es cierto que el mayor o menor conocimiento de un hecho histórico está en relación directa con los puntos de referencia que se utilicen. El análisis del centenario nos lleva inevitablemente a sentirnos inmersos en él. Es necesario asumir el compromiso que nos deja su recuerdo y reflexionar prudentemente sobre una discutida y discutible interpretación histórica. En el torcido itinerario hacia la catástrofe nacional, la incompetencia de algunos, el egoísmo de otros y la frivolidad negligente de los hombres públi cos permitió el sentir equívoco de la distorsión y el recelo. Lo que al principio surgió de un tono alegre y despreocupado, de inconsciente optimismo, se trocó en pesimismo arrollador. De aquel entusiasmo desbordante se pasó en muy poco tiempo al más sobrecogedor desaliento. A contrapelo de la actitud timorata mantenida por el Gobierno tras el error estratégico del envío de la escuadra de Cervera a Cuba, el pueblo expresó con violencia sus sentimientos cuando alcanzó a medir la cuantía del desastre, y el temor a que afectara a las más altas instituciones de la nación pudo hacerse realidad de haber contado con una orquestación adecuada. La Marina, entonces con graves cargos sobre sus espaldas, fue ofrecida también en bandeja como pararrayos de las iras populares a las que el Gobierno ni supo ni pudo oponerse. La gran sacrificada en la guerra también habría de serlo en aquella paz huraña y hosca que nos dejaba el Tratado de París. Pero a la hora de las reflexiones de los cien años poco parece haber contado. La pérdida de las Antillas, a las que Humboldt había calificado ¡como lo más hermoso del mundo!, y del resto de los dominios ultramarinos, donde en un tiempo no se ponía el sol, supuso la rotura del espejo de una nación vuelta de espaldas a su propia realidad, aislada en sus frustraciones, negada a cual quier milagro. Corno ha escrito Rubio Cordón, éramos «una dispersión inver tebrada» que ni se conoce a sí misma, ni tiene conciencia de sí misma, ni tan siquiera la fe necesaria en el intento de reanimación cultural que siguió al desastre, en la activación de nuevos rumbos para la recuperación del mermado espíritu español. Las autonomías previstas por Prim, Pi i Margall, e incluso la de Maura, aplicadas a tiempo, pudieron haber evitado la dolorosa conflagración y la pérdida de hombres y de barcos, y habrían planteado a los Estados Unidos otra estrategia de: apropiación de la isla cubana. La decretada por Sagasta —tan entusiastamente apoyada por Moret— llegaba tarde y hacía buenas las palabras de un corresponsal de guerra llamado Winston Churchill: «Qué desgraciados se sienten los españoles ante la idea de perder Cuba!». Si por magia se entiende el arte de transformar las cosas, los políticos y hombres públicos del 98, al igual que un buen censo de periodistas, debieron ser investidos magos, porque no pudieron dar una visión más equívoca de los hechos, y con su triunfalismo irresponsable arrastraron a toda la nación a la humillación de la derrota. Pero tampoco es menos cierto que nadie parecía temer la guerra; los audaces intempestivos echaban su bravatas inconscientes: «,Que los Estados Unidos quieren la guerra? pues vengan en buena hora, que a quien supo derrotar a los ejércitos de Napoleón poco le asusta McKinlay», e

8 63 Niírn. REFLEXIONES FINALES DE UN CENTENARiO incluso el mismo pueblo, aquel que ofrecía como nadie su sangre en defensa del honor patrio, el pueblo humilde que no conocía en su existencia más que la dureza inclemente de un trabajo de sol a sol con salarios de hambre, el pueblo cuyos mozos no se libraban de cruzar el Atlántico por mil quinientas pesetas, tampoco temía la guerra. ¿Qué nos deja el recuerdo de aquel 98, que se abrió con el orto iluminado de la esperanza y se cerró con el ocaso imborrable de la decepción? Desfiles patrióticos a la ida bajo los alegres sones de la Marcha de Cádiz; regresos silenciosos casi a escondidas, sin notas musicales que los animen. La triste estampa de los hombres, aún con el traje de rayadillo desgarrado, que deam bulan como fantasmas por las ciudades de los puertos de arribada y que en ocasiones no tienen ni para una taza de café. ¿Es que hay también que conme morar tan triste imagen? Seamos serios. Corridas de toros. Válvulas de escape para un pueblo desengañado. Brindis patrioteros del Guerra, Fuentes y Bombita. «Ojalá fuera este miura un yanqui para meterle esta espá por el hoyo de las agujas!». También sienten como españoles los ídolos de la fiesta nacional, y ser español en esas fechas es sentir odio y desprecio por los «tocineros». En el Congreso el calor sofocante hace que Sagasta se enjugue repetida mente el rostro con un pañuelo y alguien le recuerda que más ardiente será el clima de la manigua; también toma pastillas de cafeína para aliviar su agitado corazón y los azucarillos disuelven .en los diputados los sinsabores de las noti cias. Moret, que pretendía conservar sus papeles íntimos para que la historia lo absolviera, los terminó quemando en su despacho. Los intelectuales de la trágica generación —que después creará escuela— afilan sus plumas y templan sus voces para el reproche y el rechazo, y los periódicos siguen vendiendo sus críticas y sus lamentos. En Palacio, la reina María Cristina clausura su piano favorito mientras acaricia la cabeza del Rey niño, que viste con ingenua sonrisa y rubios bucles un traje de marinero. Sigamos al hilo de los recuerdos para que la reflexión tenga después su debate íntimo: la multitud que aplaudió a Isaac Peral cuando realizó sus pruebas en la Caleta, en Cádiz, era la misma que años más tarde —abril del 98— acudía a la misma rada a aplaudir y alentar a una parte de nues tros buques de guerra que se dirigían a Cuba en obediencia a las disposi ciones del Gobierno. Al frente de los mismos el capitán de navío Fernando Villaamil, con una flota de torpederos y destructores, partía dispuesto a atravesar el océano. Aquello ya era una hazaña, pues aquellos barcos lige ros habían tenido siempre como misión la vigilancia de las costas y no efectuar grandes travesías. La rapidez de los destructores y su buen mane jo había impresionado gratamente al público, que no cesó de aplaudir y augurar al marino Villaamil una feliz travesía. Pocos días más tarde también habría de repetirse la escena con la salida del almirante Cervera y sus dos cruceros, Infanta María Teresa y Colón, arrumbados al holocausto. Los versos, ciertamente ripiosos, con los que el poeta despidió a los barcos parecían premonitorios:

Año 1998 9 JOSÉ CERVERA PERY Barcos que en marcha constante vais al mar ganando millas la nación va en vuestras quillas Barcos de la patria, ¡avante! El pueblo en ansia anhelante os ve a la gloria marchar. Si no la habéis de ganar ¡no volváis! ¡Reste el honor! Dios os preste su favor barcos que vais por el mar.

Y los barcos no volvieron porque fueron sacrificados con plena concien cia, y todavía están por desentrañar muchas de las ocultas razones del sacrifi cio. La España de la rabia y de la idea sólo supo la verdad a medias. El capi tán general de Cuba, Blanco, recibió la orden del Gobierno de que la escuadra saliera de Santiago, sin discutir y sin medir las consecuencias, que de antema no se sabía cuáles habrían de ser. El honor se impuso sobre todas las cosas. El almirante Cervera —aquel aguafiestas para los ministros Bermejo y Auñón— sabía perfectamente cuál era la situación y la había expuesto reiteradamente. No se le hizo caso y no se equivocó. Unos tras otros los buques españoles, inferiores en número y tonelaje —aunque algunos «estrategas» actuales se empeñen en lo contrario—, y con una artillería muy por debajo de los norteamericanos, fueron sacrificados. Fidel Castro lo ha resumido muy acerta damente: «Aquéllo no fue el combate de una escuadra contra una escuadra, sino de un barco tras otro, obligados a desfilar frente a la poderosa escuadra norteamericana en un sacrificio inútil». Por eso, para el presidente cubano, el vencedor moral de aquel combate fue el almirante Cervera y no sus homóni mos norteamericanos,.. Pero, ¿qué cuentan las victorias morales frente a la fuerza material que las aflije y desdibuja? Todavía se advertía alguna reacción antes de surgir el estado cataléptico de la indiferencia: Weyler puso el dedo en la llaga: «Sostener el actual Gobierno es sencillamente caminar al abismo. Fracasado, humillado, aborrecido de la opinión pública, cada momento que pase constituye un serio peligro para las instituciones y, lo que es más grave, para el honor de España». Pero ese mismo Gobierno, hundido y desacreditado, fue el que negoció la vergonzosa paz a través del embajador de Francia en Washington. Sin embargo, nuestro ejército en Cuba, en una decisión que le honraba, se oponía a deponer las armas sin haber apenas combatido, y Sagasta y su equipo ministerial tuvieron que apelar a toda su autoridad, bastante deteriorada, para que los combatientes obedecieran, tragándose su desacuerdo en sorbos de mal contenida rabia. Dolía mucho más la pérdida de Cuba que la de Filipinas, más lejana, más olvidada, más incomprendida, y en la que la desasistida y rancia marina del arsenal de Cavite fue también aniquilada en un cómodo ejercicio de tiro al blanco. Pero en aquellos mares de plañidera retórica se oía la voz de Castelar: «Necesitaríamos las quejas de Job y los plañidos de Jeremías (siempre los

10 63 Núm. REFLEXiONES FINALES DE UN CENTENARIO pasajes bíblicos presentes en el tribuno gaditano) para llorar nuestras desgra cias. Manila encendida y puesta en trance de muerte por el infame ayunta miento de los yanquis voraces con los tagalos rebeldes; cortadas las comuni caciones entre la metrópoli y el archipiélago; falto éste de todo recurso y desesperado de todo auxilio; sumergidas en el mar o acaparadas por la violen cia nuestras naves, factores capitales de la defensa nacional; prisioneros o muertos los marinos; rotas las navales máquinas a que fiáramos nuestra salva ción y en que consumiéramos nuestros ahorros...». Pero don Emilio no puede soslayar la cuestión de Cuba, y cuando Sagasta, antes de entablar las negociaciones de paz, quiere conocer la opinión de los más conspicuos políticos, le expresa su opinión de esta manera: «Bien es verdad que en la cuestión de Cuba podemos decir lo que dijo el poeta en la crucifixión de Cristo: todos en él pusisteis vuestras manos. Si contribuyeron los radicales a perdernos con locas impaciencias, no contribuyeron menos los reaccionarios a perdernos por su parte y a su vez con ciegas resistencias. Si todo el mundo llega por cualquier evento a empeñarse en deciros que estáis enfermos, enfermos caeréis siquiera tengáis la más florida salud del mundo. No se podía proponer una reforma en Cuba sin que fuese tachada por los incondicionales de antipatriótica. No podía surgir un reformador sin que inmediatamente se le tildase de antiespañol. Cuando se necesitaba un partido allí verdaderamente demócrata y conservador a un tiempo capaz de conjurar las maniobras americanas y las propensiones separatistas existía un partido intransigente, irreconciliable por naturaleza con sus adversarios creando facciones a toda colectividad -opuesta por cualquier motivo a sus odios, y llamando faccioso a cualquier ideal animado por el éter y la electricidad del progreso. A todos cuantos resisten fuera de la medida con ceguera y violencia les sale sin remedio el tiro por la culata, y lejos de cazar sus presas se cazan a sí mismos. Los incondicionales ayudaron al propósito de los separatistas a convertir la evolución en revolución...». No le faltaba ciertamente razón al último presidente de la Primera Repúbli ca española y gaditano ilustre. Pero los parches no eran capaces ya de zanjar el grano. Las soflamas patrióticas y zarzueleras, tan en boga en aquel verano trágico; las suscripciones populares para la compra de barcos, que tanto habla ron de la generosidad del pueblo llano y la cicatería de la clase política; los escapularios y los puros —combinación de espíritu y materia— ofrecidos a los soldaditos que partían por las damas de buena sociedad; las caricaturas de los tocineros o del larguirucho Tío Sam, con su chistera de barras y estrellas y

su barba de chivo- todo era ya agua pasada que no movía molino. Toda una interpretación de aquella vida del 98, estrecha, famélica y triste, que pasó del entusiasmo al desaliento, del estímulo a la apatía, del orgullo a la indignación. Si el país entonces no se lanzó a la revolución es porque realmente se hallaba anémico, pero es indudable que tras las sangrías de Cuba y Filipinas se apun talaron las bases para que otras fuerzas sociales y políticas, hasta entonces meramente presenciales, irrumpieran con fuerza en la vida nacional ... El divorcio ue entonces se produce entre la nación y el Estado da también un

Año 1998 11 JOSÉ CERVERA PERY buen motivo para la reflexión. La falta de confianza en personas e institucio nes es total y cada uno se encierra dentro de sí en busca de propias soluciones. Y corno el ave fénix de las leyendas, algunos intentarán un proceso de revitali zación y revisión de todo el pasado inmediato y remoto de España.

* * *

Todo lo hasta aquí expuesto responde a criterios personales de interpreta ción del 98 de hace cien años, pero no sería consecuente conmigo mismo si no dejara siquiera esbozadas algunas reflexiones de actualidad al cumplirse el centenario. De cómo he visto y he vivido la conmemoración, y cuáles son las consecuencias y las deducciones que de ella extraigo. Aunque en su momento se creó una comisión nacional conmemorativa, con participación de los más diversos estamentos de la nación, la realidad es que ha habido demasiada dispersión en las acciones y demasiada desconexión en los actores (y son opiniones estrictamente personales). Las universidades han actuado un mucho por su cuenta en su programación, lo cual no es ilógi co, ya que cuentan para ello con la necesaria autonomía, pero la temática a tratar ha sido en muchos casos reiterativa y particularizada. Y corno hace cien años, la Marina y su heroica trayectoria ha sido la gran olvidada. En la mayo ría de los foros ha habido mucho García Lorca y mucha generación del 98 y muy poco Villaamil, Lazaga o Cadarso, por citar a los que murieron a bordo de sus buques en el cumplimiento del deber. Se ha prestado también poca atención, como si fuera un pasaje molesto, al tema de los repatriados y las penosas condiciones en que volvían y eran recibidos, y las fechas del 1 de mayo o del 3 de julio pasaron prácticamente inadvertidas, en lo que al recuer do religioso de una misa, o una simple ofrenda floral se refiere. Se ha escrito y publicado, sin embargo, mucho durante el año, sobre todo en libros y ensayos periodísticos, y también la televisión ha traído el recuerdo a sus pantallas. No voy a invadir el terreno de los libros, que son objeto de otro artículo en este mismo número de la REVISTA, pero sí consignar que de todo el amplio escaparate finisecular, sólo dos se refieren concretamente a la acción naval: el del almirante Carlos Vila, España y la Armada en las guerras de Cuba, y —perdóneseme la inmodestia— el mío propio, La guerra naval del 98: a mal planteamiento peores consecuencias. Cierto es que la animosa Editorial San Martín ha reeditado La escuadro del almirante Cervera, de don Víctor Concas, pero es un libro sobradamente conocido, aunque no por eso deja de ser menos valorable. En cuanto al resto de los títulos, o dan versiones parciales —algunas con poca sujeción al rigor histórico— o se trata de simples refritos aprovechando la coyuntura. Destaco sin embargo un libro excepcional, el editado por los prestigiosos profesores Pedro Laín Entralgo y Carlos Seco Sen-ano (con la colaboración de Julián Marías), España en 1898: las claves del desastre que constituye el más acertado enfoque generalizado de la problemática noventayochista. También los periodistas Javier Figuero y Carlos Santa Cecilia vienen publicando día a día en el diario El Mundo la

12 63 Núm. REFLEXIONES FINALES DE UN CENTENARIO crónica fiel de aquellos tristes hechos, que anteriormente habían condensado en un espléndido libro, La España del desastre. Aquí las referencias a la Mari na son puntuales y tratadas con toda objetividad. No han sido tampoco escasas las exposiciones de prensa, carteles e incluso de uniformes y objetos de las campañas, que han atraído la curiosidad de muchos españoles poco habituados a estas demostraciones, y que, sin duda, se habrán sentido más cerca de aquellas ingratas efemérides. El Museo Naval también abre diariamente sus puertas a la contemplación y el recuerdo, sobre todo en su sala dedicada a los avatares navales del siglo XIX, del que todavía queda tanto que aprender. No tengo demasiadas noticias de cómo han transcurrido las conmemora ciones en Estados Unidos y Puerto Rico, aunque de la primera sí he podido consignar un amplio esfuerzo editorial. Pero sí he podido constatar el cariño y respeto que el pueblo cubano ha evidenciado hacia sus antiguos adversarios en el hermoso acto celebrado en el 3 de julio pasado, con las banderas de España y Cuba hermanadas en lo más alto del Castillo del Morro; la ofrenda floral a los seis barcos hundidos; las salvas de veintiún cañonazos y los abrazos de tres descendientes del almirante Cervera con descendientes de Antonio Maceo, Calixto García y Máximo Gómez. ¿Cabe más hermosa recon ciliación? Quizá haya pasado también demasiado inadvertida. Por último, el Instituto de Historia y Cultura Naval, con el que me honro en colaborar a través de la dirección de esta REVISTA, sí mantuvo la atención a lo largo de todo el año con los dos seminarios programados en San Fernando y Pontevedra, en los que se afrontaron con decisión y valentía los más ingratos aspectos de la conflagración naval y sus trágicas consecuencias. También tiene• prevista su participación en la semana que la ciudad de Medina Sidonia dedi cará en homenaje al almirante Cervera, y testimoniará en sus Cuadernos Monográficos toda la gratitud y respeto que en consecuencia se debe a las armadas de Cuba y Filipinas. Las exigencias temporales para la publicación de este artículo hacen que tenga que ir a la imprenta antes de que el año concluya su andadura, y cuando todavía hay programados actos como el de Cartagena, que contará con la presencia de Sus Majestades los Reyes de España, y posiblemente alguno más en el que la Marina sea esencial protagonista. Ojalá que sea así y tengamos la cumplida referencia del desagravio. Y pienso modestamente, desde las coordenadas de la mejor intención, que bien pudiera haberse aprovechado el año para llevar al Panteón de Marinos Ilustres los restos de aquel bizarro capitán de la Marina Mercante, Manuel Deschamps. que tanta historia hizo en Cuba, o los del heroico contramaestre José Casado Ferreiro, «que no dejó morir a aquel hombre envuelto en llamas». España debe a su memoria el tributo de su emotivo reconocimiento. Tal vez no sea demasiado tarde...

Año 1998 13 NOTA PARA NUESTROS SUSCRIPTORES

La REVISTA DE HiSTORIA NAVAL se encuentra en una fase de reorga nización administrativa que comprende, entre otras cosas, la compro bación y depuración de datos de nuestro archivo. Con este motivo solicitamos de la amabilidad de nuestros suscriptores que nos comuni quen cualquier anomalía que hayan observado en su recepción, ya porque estén en cursos de larga duración, ya porque hayan cambiado de situación o porque tengan un nuevo domicilio. Hacemos notar que cuando la dirección sea de un organismo o dependencia oficial de gran tamaño, conviene precisar no sólo la Subdirección, sino la misma Sección, piso o planta para evitar pérdidas por interpretación errónea de su destino final. Por otro lado recordamos que tanto la REVISTA como los Cuader nos Mono gráficós del Instituto de Historia y Cultura Naval están a la venta en el Múseo Naval y en el Servicio de Publicaciones de la Armada, c/. Montalbán, 2.— 28071 Madrid, al mismo precio ambas de 650 pesetas el número. La dirección postal de la REVISTA DE HISTORIA NAVAL es:

Instituto de Historia y Cultura Naval. C/. Juan de Mena, 1, 1.0 28071 Madrid. LOS LIBRO DEL 98: UNA APROXIMACIÓN REFLEXIVA

Belén FERNÁNDEZ Historiadora

Una reacción apresurada y dolorosa

La reacción literaria, crítica o emocional, tras el desastre del 98, y sobre todo en lo que a su aspecto naval se refiere, no se advierte de inmediato, porque sus protagonistas están demasiado afectados o demasiado confusos para confiar al papel sus doloridas impresiones. La prensa, sin embargo —la general o la militar—, sí está ciertamente sensibilizada con el tema y no lo deja escapar, en una creciente suma de decepciones, críticas, lamentos, repro ches y hasta denuestos. Es como una carrera contrarreloj en la exigencia de una reparación que más tarde habrá de tener también su eco entre los libros, sobre todo en la llamada generación del 98, forjada por políticos y literatos, o ambas cosas a un tiempo, que se lanza al ruedo literario y hace fortuna la pala bra «regeneracionismo», que constituye evidentemente el eje de lo que luego habrá de llamarse literatura del desastre: El problema nacional, de Macías Picavea; Hacia otra España, de Maeztu; La moral de la derrota, de Luis Morales; Del desastre nacional y sus causas, de Isern, serán sus títulos más significativos. Gavinet, el precursor, pero sobre todo Costa, Unamuno, Azorín y Baroja simbolizarán esa amarga decepción del panorama del fin de siglo, «tras lo de Cuba y Filipinas». Azorín refleja en síntesis el pensamiento y el propósito de aquellos hombres hermanados en una idéntica amargura: «Senti mos el destino infortunado de España derrotada y maltrecha más allá de la vida y nos prometimos exaltarla a la nueva vida». Para todos los españoles abiertos a la existencia histórica, el desastre de ultramar fue como un imprevisto hachazo (Laín Entralgo). «Recibí la nueva, horrenda y angustiosa, como una bomba» escribirá Cajal en sus recuerdos, y el pesimismo de Antonio Machado —«la España que muere y la España que bosteza»— no será otra cosa que su personal visión de la España perdida e insatisfactoria que a partir del desastre de fin de siglo va a librar de continuo un feroz y enconado combate con ella misma. Los hombres del 98 lo supieron anticipar y buscaron a través de esa reacción tan lógica como incomprendida la solución del problema de España, porque sentían también una España distinta a la que contemplaban, y que les había sido servida tras aquel conglo merado angustioso de heroísmos y equivocaciones. Toda la tragedia nacional abarcó el panorama de esa generación de pensadores, escritores y poetas, de la que dejaron amplia constancia en sus escritos y experiencias. Y del contraste entre unos y otros pueden deducirse sus propias diferencias, porque si en algu nos puede más la tristeza y la indignación ante el espectáculo que contemplan,

Año 1998 15 BELÉN FERNÁNDEZ en otros afluye el espíritu esperanzador dirigido a los compatriotas abatidos. Y ello dará medida de la esencia y dimensión de esa reacción intelectual y litera ria, a la que sólo mencionamos como obligada referencia, ya que el tema que nos ocupa —los libros del 98— viene constreñido esencialmente a los aspec tos bélicos y navales y a sus tristes repercusiones.

La guerra del 98 desde la perspectiva de los Estados Unidos

La guerra hispano-norteamericana de 1898 ha recibido mucha más aten ción en los Estados Unidos que en España y, sobre todo, sus estudios fueron más madrugadores. Una amplia documentación contenida en la colección Collier Mac Millan Publisher, reeditada no hace mucho tiempo en Londres, bajo el título de The War with Spain 1898, centra toda su exposición en los acontecimientos navales y militares del conflicto. Contempla las actividades de todos los protagonistas (España, Cuba, Puerto Rico, Filipinas, Estados Unidos y hasta de ciertos países neutrales) por lo que constituye una historia internacional, aunque la consideración de los aspectos políticos de los belige rantes lo hacen igualmente una historia militar política, según el clásico esquema clausewista. Si bien basada fundamentalmente en obras ya publica das, el nivel de investigación es aparatoso, incluyendo abundante material español, atestiguándolo las numerosas notas y fichas que incluye. Un testigo presencial, el capitán de navío F. Endsor Chadwick, comandante que fue del acorazado New York, publica su libro The relations of the and Spain: The Spanish American War (son dos volúmenes con mapas), y en los mismos analiza en profundidad (sin llegar naturalmente a la de Mahan) los avatares de la guerra naval y la destrucción de la escuadra de Cervera, al que trata con profundo respeto. También el ensayo de J. Parker, de larguísimo título: Rear-Admirais Schley, Sampson and Cervera. A review of the Naval Campaign of 1898, in pursuit and destruction of me Spanish Fleet cornmanded by Rear Adi’niral Pascual Cervera, editado en Nueva York y Washington, da una visión ajustada de los hechos en los que no falta tampoco influencia mahaniana, que ya el mismo año 98 se había anticipado a su cono cidísimo libro traducido La guerra naval y sus enseñanzas, con Lessons of the War with Spain and other articies, publicado en Londres. Constatamos también otros títulos del vasto repertorio norteamericano: M. Wilcox: A short history of the War with Spain (Nueva York, 1899); J. V. Vivian: The Fali of Santiago (Nueva York, 1898, con ilustraciones); Mc Quinlan: The Spanish American Wa,: The events of the war described by eve witnesses ilustrated (Chicago y Nueva York, 1899); J. Weeler: The Santiago Campaign 1898 (Nueva York-Londres, 1898); J. Davis: The Cuba and Porto Rico Campaigns (Nueva York, 1898); C. Morris: The War with Spain. A complete history of the war of 1898 (Filadelfia, 1899); N. C. Green: The War with Spain and Stoiy of Spain and Cuba (Baltimor, 1899). Muchos, muchísimos títulos más (hemos contabilizado aproximadamente cien) podrían

16 63 Núm. LOS LIBROS DEL 98: UNA APROXIMACIÓN REFLEXiVA citarse, pero harían de este artículo una monografía que, por cierto, no vendría del todo mal para mayor conocimiento del tratamiento que los norteamerica nos concedieron a «su espléndida y pequeña guerra» y sus diferentes puntos de vista manejados en ella.

Tres libros que fueron decisivos

En las valoraciones reflexivas de la primera hora tres libros resultarán esenciales para un posicionamiento realista y sin concesiones a la galería, en cuanto respecta al desastre naval y sus consecuencias: el libro del capitán de navío Víctor Concas, La escuadra del almirante Cervera; el del padre Vicente Risco del mismo título, y el del capitán de navío A. T, Mahan, La guerra naval y sus enseñanzas. El capitán de navío Concas, comandante que fue del crucero Infanta María Teresa de la escuadra del almirante Cervera y capitán de banderas del mismo, escritor también erudito y empedernido, publica un libro en el que narra magistralmente todas las peripecias y contratiempos de la escuadra de Cerve ra, así como la epopeya de Santiago de Cuba, la prisión de Annápolis y el regreso a España de los vencidos, y emite duros juicios sobre la política y los políticos de la época, propiciadores en buena parte por ignorancia o negligen cia del anunciado y cantado desastre naval. El libro, por su descarnado realis mo, causó un gran impacto en sus lectores, pero no fue bien recibido en los medios políticos, y a tal efecto la dedicatoria a su editor es bien significativa: «Si para obtener justicia hace falta la publicidad, a nadie puedo dedicar un ejemplar con más justicia que a mi apreciado amigo don Añgel San Martín que tanto me ha ayudado para ello» (1). La publicación de este libro tan docu :mentado como objetivo marcó un cambio de rumbo en una opinión pública confusa y desorientada aún tras el mazazo, y acabó de tener claras las ideas con la edición —un par de años más tarde— de la colección de documentos publicada por el almirante Cervera tras el sobreseimiento de la causa que se le instruyó, que no hizo más que confirmar y reiterar mucho de cuanto Concas había vertido en su libro. Concas fue también el defensor del almirante Montojo, el vencido de Cavite, y de aquella defensa son los tremendos y esclarecedores párrafos que tanta mella hicieron en las mentalidades de buena fe: «Siempre se ha dicho, ¡ ay de los vencidos!, pero ahora hay que agregar ay de aquéllos a quienes se envía para que sean vencidos!, pues por muchos que mueran en la contienda siempre parecerán pocos para cubrir las faltas ajenas y la traición a la patria; porque es traición llevar a la ruina al país y a la pérdida de diez millones de habitantes invocando romanticismos y leyendas que los hombres políticos tienen el deber de saber que no son verdad, que no son ni han sido nunca la guerra y que las naciones que han apelado a ese triste recur

(1) Del libro de Concas se han hecho varias reediciones. Una por la Editorial Algazara de Málaga y otra, nuevamente, por San Martín, con prólogo ambas de José Cervera Pery.

Año 1998 17 BELÉN FERNÁNDEZ• so han acabado por desaparecer del mapa». Creemos que estas frases sinteti zan cumplidamente el hilo conductor del referido libro. El padre Vicente Risco, sacerdote jesuita, es ante todo un biógrafo apasiona do del almirante Cervera, pero si en su semblanza biográfica —trazada desde el cariño y la admiración a su vida familiar y salpicada de no pocas anécdotas— cae algo fuera de contexto, en su otro libro, La escuadra del almirante Cervera (de idénticó título que el de Concas, aunque publicado varios años después), se muestra como un historiador serio y minucioso, yendo en muchas ocasiones más allá del título, con acertados análisis políticos y el aporte de una documen tación necesariamente crítica. Ciertamente se deja llevar en algunos pasajes por las exigencias de una retórica tan al uso en el tiempo, pero en su conjunto la obra merece la pena ser leída, y más que leída meditada, pues son dolorosas verdades que más dañan cuanto más se confrontan. Por último, el conocido y tantas veces comentado libro de A. T. Mahan, La guerra naval y sus enseñanzas, traducido al español por el teniente de navío Juan Cervera y Jácome (hijo del almirante), y publicado en 1899 como sepa rata de la Revista General de Marina, cierra con todos los pronunciamientos favorables esta trilogía lectiva. Mahan, que nunca se distinguió por un españo lismo a ultranza y que fue en gran parte el artífice del armamento naval de los Estados Unidos, no vacila a la hora de emitir sus juicios sobre la guerra naval hispano-norteamericana y escribe honestamente que «los clamores de la igno rancia y el pánico contagioso son capaces de barrer todo razonamiento instructivo que emane de la experiencia militar. Y de esta suerte se hizo a la mar Cervera con sus cuatro valientes naves, sentenciado irremisiblemente por la locura o por el falso orgullo nacional que se manifestaba en la forma de presión política, sorda a todo juicio profesional y experiencia militar». El libro razona, entre otras cosas, las circunstancias que obligaron al bloqueo de Cuba y estudia las intenciones y movimientos del almirante Cervera; los problemas que se le presentaron a la escuadra norteamericana por la presencia de Cervera en las Antillas y cómo fueron resueltos; la guardia que se puso ante Cervera y la vigilancia a que obligó la escuadra de Cámara (que nunca llegó a pasar el canal de Suez) y otras reflexiones y consideraciones que demuestran un juicio nada común y altamente clarividente de la estrategia y la táctica naval. Mahan escribe ciertamente para la opinión pública y no para los profesio nales y técnicos, pero sus enseñanzas y deducciones merecen ser estudiadas y asimiladas por los técnicos o profesionales de otras naciones. Además en su relato no prescinde, como es lógico, de los juicios y análisis que le merece la conducta del enemigo en la guerra naval del 98 y, adversos o favorables, dulces o amargos para los españoles, firmados por Mahan adquieren tal reso nancia que no es posible desconocerlos o subestimarlos. Y aunque el principal objetivo de Mahan en su libro es conseguir que su país llegue a comprender lo que vale una marina y todo lo indispensable que le es a su nación llegar a adquirirla, sus razonamientos y sus deducciones tienen validez universal y España debió tomar buena nota de ellas, por aquello tan manido de que los pueblos que olvidan su historia se ven obligados a repetirla.

18 63 Núm. LOS LIBROS DEL 98. UNA APROXIMACIÓN REFLEXiVA

Los libros del centenario

Como es previsible el centenario del 98 ha propiciado un buen número de títulos actuales conmemorativos de la efeméride en los que, sin embargo, la temática naval queda reducida a una exigua parte, aunque esté presente —interrelacionada de algún modo— en bastantes de estas publicaciones. Sin ánimo de redactar un censo completo de las mismas, que caería fuera del obje tivo de este trabajo, sí mencionaremos las que de todo este amplio escaparate nos han parecido más significativas. En nuestra opinión el estudio más conseguido por la solvencia de sus valo res es España en 1898: las claves del desastre, editado conjuntamente por los prestigiosos intelectuales Pedro Laín Entralgo y Carlos Seco Serrano, con un excelente plantel de colaboradores de distintas ramas y especialidades que dan al libro una amplia visión de la problemática en sus más esenciales aspectos, y cuya resultante es una obra ambiciosa que aborda exhaustiva y metódicamente todos los aspectos de la España del 98: economía, política, pensamiento, arte y literatura. La guerra de Cuba y la España de la Restauración es también otro libro compartido por distintos autores y publicado por la Editorial Complutense. Son quince estudios que revisan el sentimiento de la España ultramarina en las vísperas del conflicto armado y en sus primeros compases, «tiempo lejano y simultáneamente próximo pero especialmente apasionante». Más se perdió en Cuba completa esta relación de libros de diferentes auto res y su contenido responde a sus exigencias, pues son también notables y prestigiosos historiadores quienes lo tripulan y conducen a buen puerto. La España del desastre, de los periodistas Javier Figuero y Carlos Santa Cecilia, es un recorrido día a día del año 98, que encadena el relato bien medi tado y contruido sobre aquellos doce meses que conmovieron en brutal sacu dida las entrañas españolas hasta dejarlas «sin pulso». Publicado deñtro de una modélica colección, «Así fue», la historia rescatada que ha lanzado con indudable acierto Plaza & Janés, La España- dei desastre rescata y revive pági nas de un pasado que debe seguir siendo reflexión presente (2). El desastre del 98, del profesor Calvo Poyato, es una acertada síntesis del conflicto hispano-cubano con el remate de la intervención norteamericana que produjo la pérdida de los últimos reductos del imperio español. Su reflexión final condensa su paginación: «España se queda sin pulso por culpa de una minoría oligárquica que por no renunciar a nada acaba perdiéndolo todo». Otro buen intento sintetizador es La guerra hispano-norteamericana de 1898, de José Barón Fernández, libro también de abundante aportación docu mental y bibliográfica (cita 187 obras y ocho manuscritos) y que transcribe una versión fiel de la contienda y de las causas que la provocaron. Juan Eslava Galán y Diego Rojano con su libro La España del 98: el fin de una era van más allá de la simple determinación de los reveses navales o mili

(2) Ambos autores publican diariamente en El Mundo una ampliación de su libro, muy interesante y con criterios muy objetivos.

Año 1998 19 --—--- EL ALM]JIRANTE La España del 98 (EIVIIA El fin de un.a Era UN MARINO ANTE LA HISTORIA 3. Eslava Galán ¡ D. Rjano Ortega;0] JOSI CERVERA PERY

EDITORIAL SAN MARTÍN

José Barón Fernéndez JOSÉ CER ERA PERY LA GUERRA HISPANo-NORTEAMERICANA DE 1898;1] 1 -! :di, LOS LIBROS DEL 98. UNA APROXiMACIÓN REFLEXiVA tares que conforman la efeméride, pues se adentran en el análisis de la vida cotidiana de los españoles y de los ideales regeneracionistas que coincidieron en aquella generación llamada del 98 que quiso volver a tomarle el pulso a aquella España replegada y maltrecha que nos dejó el fin de siglo. Desde la óptica o la perspectiva cubana, destacaremos dos libros que no deben pasar inadvertidos: Guerra hispano-norteamericana, de Gustavo Placer Cervera, y En torno al 98 cubano, de Enrique Pérez Cisneros. Ambos tienen valores muy encomiables y puntos de vista imparciales y objetivos, aunque lógicamente se adviertan matices isleños. Son, por tanto, dos excelentes apor tes para la historiografía cubana. El capítulo de las biografías no parece haber animado a los numerosos especialistas con que esta materia cuenta. Solamente merece destacarse Weyler. Nuestro hombre en La Habana, de Gabriel Cardona y Juan Carlos Losada, que trazan con amenidad pero con rigor histórico la biografía del controvertido general que estuvo a punto de ganar la guerra en Cuba, pero al que las circunstancias poco aclaradas de su relevo se lo impidieron. Con soltu-’ ra y buen estilo, Cardona y Losada consiguen una de las más logradas aporta ciones en esta evocación histórica del fin de siglo español (3). Si eñ las resonancias argumentales del conflicto Cuba parece haber desper tado la mayor parte de atención, Filipinas figura como más olvidada y de Puerto Rico no hemos encontrado absolutamente nada en los escaparates de las librerías. Sin embargo, dos títulos sobre el conflicto en el lejano oriente merecen destacarse: Filipinas: de la insurrección a la intervención de los Estados Unidos, meritorio esfuerzo de la profesora de la Universidad de Cádiz Alicia Castellanos, cuidadosamente editado por Sfiex en su colección «Claves Históricas», y el libro del general Mas Chao La guerra olvidada de Filipinas, que viene de alguna manera a llenar esta laguna y ofrece al lector una visión global de las campañas desarrolladas en aquel lejano árchipiélago, último florón de un imperio en el que un día nunca se puso el sol. Hemos dejado para el final la revisión de los temas exclusivamente navales de nuevo cuño, con abstracción de las reediciones de libros ya consignados. Agustín Ramón Rodríguez González, que tan buena impresión causó con su Política naval de la Restauración, decepciona con su Gueria del 98. las campañas de Cuba, Puerto Rico y Filipinas, libro bien ilustrado (aunque con errores) y de evidente oportunismo, y tampoco aporta nada nuevo en su pequeño estudio de 70 páginas El desastre naval de 1898. Se mantiene en su postura anticerverista, bebida de otras fuentes de no muy claros cauces y que ha sido más que refutada pór la Historia, por lo que desmerece de sus empeños. No obstante, no pueden negársele sus dotes de excelente historiador, de mejor aplicación en otros trabajos. El libro de José Cervera Pery La guerra naval dei 98: a mal planteamiento peores consecuencias, editado por San Martín, es un libro duro y escrito sin

(3) Está próxima a salir una nueva biografía de don Pascual Cervera titulada El almirante Cervera: un marino ante la Historia, de la que es autor José Cervera Pery. También ha sido editada por la Editorial San Martín y contiene aportaciones documentales inéditas hasta hoy.

Año 1998 21 BELÉN FERNÁNDEZ contemplaciones o concesiones edulcoradas. Su profundo conocimiento del tema ayala esta dureza, y aunque será sin duda un libro discutido, es a nuestro juicio el planteamiento más completo de las causas y circunstancias que propiciaron nuestro desastre naval finisecular. Por último, España y la Armada: las guerras de Cuba, de reciente apari ción y debido a la pluma del almirante Vila Miranda, es un trabajo minuciosa mente realizado, muy correcto y con atinados juicios de valor en cuestiones que no siempre aparecen tratadas con la suficiente claridad. Tendrá a buen seguro buena aceptación en los medios navales, en los que el autor ha desem peñado cargos de alta responsabilidad.

Colofón

A punto de finalizar «el año del centenario», el tema que le dio origen sigue interesando a una buena parte de los españoles, civiles o militares, técni cos o profanos y, por tanto, seguirá produciendo en «el año del día después» copiosa literatura con mayor o menor asentamiento real. Se seguirán publican do estudios en Cuba, Estados Unidos y también en otras naciones europeas como Francia o Italia, que ya editaron La guerra hispano-americana en París en 1908, de E. Bujac o Isegnamenti della guerra Ispanoamericana, de D. Bona nico, publicado en Roma en 1900, así como también en Brasil (De Cavite a Santiago, de Raúl Tavares, o los estudios del almirante Custodio de Melo) y Argentina en las investigaciones de don Enrique de Gandia. Nosotros sólo hemos querido dar una panorámica muy generalizada y una aproximación reflexiva a los libros más significativos que giraron en la órbita de nuestro 98. Posiblemente se nos podrá objetar que no están todos los que son, pero sí es indudable que son todos los que están...

22 63 Ntm. UN HÉROE DE FILIPINAS: AMBROSIO RISTORI, EL MANCO DE BACOOR

Manuel RISTORI PELÁEZ Coronel de Infantería de Marina

Las campañas de Cuba y Filipinas del fin de siglo propiciaron una serie de héroes, algunos de ellos lo suficientemente conocidos y honrados, pero también otros muchos de los que se ha sabido o escrito poco y que merecen el desagravio de una mejor información sobre sus meritorios hechos y virtudes. Entre éstos figura el teniente de Infantería de Marina Ambrosio Ristori Grana dos, laureado de San Fernando y conocido con el sobrenombre de El Manco de Bacoor por su destacada intervención en el combate de Bacoor el 28 de mayo de 1897. Tenía entonces veinte años.

Una vida en acto de servicio

Ambrosio Ristori Granados había nacido en Cádiz el 28 de octubre de 1878, siendo descendiente, corno toda la familia Ristori, de don Pedro Antonio Ristori Justiniani Fiesco y Palavichini, marqués de Casaleggio, almirante de la Real Armada española. en la que ingresó como guardiamarina en la Real Compañía de Cádiz el 23 de agosto de 1759 por privilegio concedido por el rey Carlos III. Don Pedro Antonio desempeñó notables servicios en la Armada y llegó a desempeñar la Capitanía General del Departamento Marítimo de Cádiz. La familia fue repitiendo en sucesivas generaciones sus vinculaciones marineras y en razón de ello, Ambrosio Ristori Granados ingresó como alum no en la Academia de Infantería de Marina de San Fernando en mayo de 1895 formando parte de la promoción 67, que fue la primera al abrirse la Academia después de cuatro años de estar interrumpida la enseñanza, y salió con el número uno de su promoción. La mayoría de aquellos jóvenes oficiales que terminaron sus estudios llenos de entusiasmo y «ardor guerrero» eran destina dos a Cuba y Filipinas, sumidas ya en las guerras insurrecionales, y el joven Ambrosio no sería la excepción. Corno su gloriosa conducta en aquella campaña merece párrafo aparte, cuando fue repatriado ingresó en el Cuerpo de Inválidos en 1901 y en él obtuvo el grado de general, ocupando, entre otros cargos, el de director del Cuerpo de Inválidos Militares, y .fue el organizador y director del Museo de Artillería, luego Museo Histórico Militar. Murió de avanzada edad (ochenta y siete años) y en posesión, además de la Cruz Laureada de San Fernando, de las medallas de la campaña filipina y otras importantes condecoraciones. Fue, por tanto, el exponente de una vida y una obra en permanente acto de servicio.

Año 1998 23 MANUEL RISTORI PELÁEZ La gloria se halla en Filipinas

Por imperativo de las circunstancias y las exigencias de las campañas ultramari nas, Ambrosio Ristori, apenas alcanzada la estrella de alférez de Infantería de Marina, fue destinado al primer batallón del primer regimiento de Infantería de Marina que operaba en Filipinas en las provincias de Cavite y Mindanao, y que había tenido una actuación muy destacada en las playas de Binicayan. El joven alférez de sólo 18 años se encontró de inmediato en la primera línea de combate recibiendo su bautismo de fuego en la isla de Joló, batiéndose contra los rebeldes tagalos y más tarde contra los sublevados del Regimiento de Legazpi 68, en aquella serie de traiciones encubiertas y probadas deserciones que tanto complica ron las operaciones de las tropas españolas. En 1897 ascendió a teniente y pasó a formar parte de la dotación del crucero Ambrosio Ristori y Granados, El Manco Reina Cristina como comandante de la Bacoor de guarnición de dicho buque, y soportó con elevado espíritu las consecuencias de aquel desventurado combate. El Reina Cristina, buque insignia de la escuadra de Montojo, y con Ristori a bordo, había tratado de abordar al crucero norteamericano Olimpia, pero los destro zos e incendios causados por los cañones yanquis obligaron al abandono del buque, tras la brava muerte de su comandante, el capitán de navío don Luis Cadarso. Ambrosio Ristori, herido, no se retiró de su puesto hasta que el buque fue echado a pique, momento en que tuvo que arrojarse al agua para salvarse a nado, no sin antes haber salvado de perecer ahogados a dos marine ros y un contramaestre, evidenciando sus condiciones de formidable nadador; pudo llegar tras no pocos esfuerzos al costado del buque Isla de Cuba y pasar más tarde a tierra. El teniente Ristori, apenas curadas sus heridas, se presenta al jefe de su batallón, y participa en la defensa del arsenal de Cavite, que también tuvo que ser evacuado ante la superioridad numérica de norteamerica nos e insurrectos, estos últimos atacando por la retaguardia. No vamos a cargar las tintas sobre el estado en que se encontraba la escua dra de Montojo en Cavite, con barcos totalmente obsoletos, sin protección ni blindaje, maquinaria inútil y artillería anticuada: auténticos pontones, algunos totalmente de madera, con lo que la propagación de los incendios era mucho más efectiva. En la defensa que el capitán de navío Concas realizó del desven turado Montojo en el consejo de guerra a que éste fue sometido se pusieron de manifiesto con la mayor crudeza tales carencias, y también se invocó la admi

24 Núm. 63 UN HÉROE DE FILIPINAS. AMBROSIO RISTORI EL MANCO DE BACOOR rable conducta de los marinos que, como el teniente Ristori, dieron con su ejemplo el más alto testimonio de abnegación y de heroísmo.

El Manco de Bacoor

Una vez evacuado Cavite, la primera compañía del primer batallón del regimiento de Infantería de Marina es trasládada a Bacoor para la defensa de este importante enclave, en el que a dos kilómetros de distancia se encuentra el puente de Banalo, vital para la defensa de todo el sector. La citada compa ñía, que manda el capitán de Infantería de Marina Juan Casanova, y a la que se ha incorporado el teniente Ristori, se ha trasladado a San Francisco de Malabón y después a Bacoor, población cercana a Cavite. Dicha población se ve de inmediato sitiada por millares de insurrectos y la compañía soporta sensibles bajas (dos cabos y quince soldados muertos y un capitán, un tenien te, un alférez, cuatro sargentos, un cabo, dos cornetas y trece soldados con heridas de consideración). La situación no arredra a los defensores y, el 29 de mayo, el teniente Ristori es destacado al mando de una treintena de hombres a reforzar el puente de Banalo o de mus (entre Bacoor y Binayan); atacado en ese punto por un gran número de insurrectos, y con las deserciones de los voluntarios indígenas, se bate con tal bravura que causa el estupor y la admi ración de sus propios enemigos. Prácticamente sin municiones, al haber sido alTojadas al río por los indígenas dos cajas de explosivos, continúa la lucha, no obstante las dos graves heridas de bala que recibe en su brazo y que le obli garán a su amputación, y se defiende bravamente hasta que abrumado por la superioridad enemiga, habiendo sufrido trece bajas entre muertos y heridos (según otras fuentes toda la fuerza menos dos individuos), y agotadas las municiones, fue asaltado el puente y Ristori hecho prisionero de los tagalos, que no regatearon su admiración y respeto a tan heroico oficial. Conducido a Cavite, tuvo que soportar estoicamente la amputación de lo que le quedaba del brazo derecho tras una cura poco hábil, permitiéndosele su traslado a Manila (todavía en poder español), donde el capitán general del archipiélago lo promovió al empleo de capitán de Infantería de Marina por los méritos con traídos, nombramiento que tuvo su confirmación por la Reina Regente, de conformidad con lo informado por el Centro Consultivo del Ministerio de Marina. Tenía entonces veinte años. Una vez repatriado le fue concedida la Cruz Laureada de San Fernando, tras el correspondiente juicio contradictorio, y se dispuso su pase al Cuerpo de Inválidos, en el que permanecería hasta su muerte, tras las distintas vicisitudes orgánicas y su conversión en el Benemérito Cuerpo de Mutilados por la Patria. El Manco de Bacoor, como fue llamado hasta por los propios norteamericanos, había escrito una de las páginas más gloriosas de toda la campaña filipina con esencial heroísmo, aunque él mismo fuese el encargado de crear la anécdota. Aquel joven capitán Ristori Granados, después de ampu tado su brazo en el campo enemigo, comunicó a su esposa la triste circunstan

Año 1998 25 MANUEL RISTORI PEL4EZ

cia con un lacónico telegrama con innegable sentido del humor, al enviarle como despedida «medio abrazo», aunque el entero ya se lo había tributado la nación española cuando tuvo conocimiento de su hazaña.

Una laureada con contrarréplica

Aunque el episodio cae fuera del tema, por lo que tiene de significativo y también corno homenaje a la huella que supo dejar el laureado Manco de Bacoor, voy a permitirme la referencia a su hijo Ambrosio Ristori de la Cuadra, también oficial de Infantería de Marina, en cuyo Cuerpo alcanzó el empleo de comandante y que murió valientemente en combate en Illescas el 19 de octubre de 1936, a la edad de 35 años. El segundo Ambrosio Ristori había sido también número uno de su promo ción, y había tomado parte en el desembarco de Alhucemas y en la posterior ocupación del territorio como ayudante del batallón expedicionario. Con vein tiséis años ascendió a comandante y obtuvo el título de piloto aviador. Sus ideas. liberales, y la circunstancia de haber sido ayudante de los ministros republicanos Indalecio Prieto y José Giral, le llevaron a tomar partido por la República en la guerra civil, pero no se plegó a ser un ayudante de despacho, sino que se incorporó de inmediato a los lugares de mayor peligro en los fren tes de combate, y alcanzó la muerte en acción de guerra en el frente del Tajo. La prensa republicana de la época le dedicó encendidos elogios, calificándolo de «marino prestigioso» y «aviador meritísimo», así como de «heroico servi dor de la República». Su cadáver fue expuesto en la sala de actos del Museo Naval y su entierro tuvo caracteres de relevante acontecimiento. Por su heroico comportamiento en el frente de Somosierra se inició un expediente para concederle la Placa Laureada de la República (equivalente a la Cruz Laureada de San Fernando) y aunque no se ha encontrado constancia de que le fuera concedida (solamente se sabe que la obtuvieron el general Miaja y el capitán de corbeta González de Ubieta), la propuesta contrarréplica de la Laureada es sin duda un valioso testimonio de que la semilla había deja do surco. Sin entrar en valoraciones sobre sus ideas o su elección de bando en aquella tremenda contienda entre hermanos, diremos sólo para terminar, y a la vista de su hoja de servicios, «que de casta le venía al galgo».

26 63 Núm. LA ACCIÓN NAVAL DE SANTIAGO DE CUBA: ASPECTOS CUANTITATIVOS

Gustavo PLACER CERVERA Instituto de Historia de Cuba

Entre las cuestiones más importantes a tener en cuenta cuando se lleva a cabo el estudio de cualquier acción combativa, a los efectos de extraer expe riencias de la misma, se encuentran el análisis de la correlación de fuerzas entre los bandos participantes, así como el de la efectividad en el empleo del armamento. El análisis de la correlación de fuerzas consiste en la comparación cuanti tativa de aquellos parámetros medibles, determinantes de la capacidad comba tiva de los bandos en pugna. En el caso de las fuerzas navales, su propia natu raleza y características nos proporcionan un conjunto de indicadores que permiten comparar, cuantitativamente, las posibilidades combativas de los adversarios, tomando en cuenta el momento histórico en que se desarrolló la acción, el armamento y los métodos vigentes de su empleo combativo. En cuanto a la efectividad del armamento, la misma está dada por la canti dad de impactos que efectivamente se ha obtenido respecto al número de disparos efectuados y se expresa en tantos por ciento. En el presente trabajo se muestran los resultados del estudio de los aspec tos cuantitativos, anteriormente mencionados, en el caso de las escuadras participantes en la acción naval de Santiago de Cuba el 3 de julio de 1898. Se ha dicho y reiterado en muchas ocasiones que la escuadra norteamerica na del almirante Sarnpson era muy superior a la española que mandaba el contralmirante Cervera, y los resultados del combate confirmaron en la prácti ca este aserto; pero, cabe preguntarse ¿en qué consistía esa superioridad?, y si así fuera ¿a cuánto ascendía la misma? Esas interrogantes han sido el motivo de este trabajo. El análisis de la correlación de fuerzas entre las armadas norteamericana y española en 1 898 había preocupado al contralmirante Pascual Cervera aun antes del rompimiento de las hostilidades. Conociendo el marino español el grado de tensión existente en las relaciones entre ambos países, convencido de que la guerra era ya inminente y de que al declararse la misma el enfrenta miento entre ambas fuerzas sería inevitable, se dirigió al ministro de Marina del Gobierno español en un oficio reservado de fecha 25 de febrero de 1898. En dicho documento, Cervera expone sus reflexiones acerca del poderío de ambas flotas y, profesional como era, respalda sus argumentos con un estudio de las posibilidades combativas de sus respectivos buques, tomando como índices el tonelaje global, la velocidad y el poder de la artillería, que era su armamento principal.

Año 1998 27 GUSTAVO PLACER CERVERA Respecto al primer índice, el contralmirante suma los tonelajes de los acorazados, cruceros acorazados, cruceros protegidos y cruceros no protegi dos de cada una de las dos marinas y los compara con el resultado de que:

«... en total de Marina útil para toda clase de operaciones 1 16.445 toneladas ellos, contra 56.644 toneladas nosotros, o sea .poco menos de la mitad...» Con relación al segundo índice considerado, el jefe español concluye que: «... En velocidad son nuestros acorazados superiores a los suyos, pero no a sus cruceros acorazados; y en los demás tipos somos inferiores en andar...».

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1 lá.

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1

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En cuanto al armamento artillero, Cervera hace un análisis detallado:

«Comparando la artillería que montan, admitiendo que se puedan disparar cada diez minutos un número de tiros consignado... y que sólo disparen la mitad de las piezas de calibre inferior a 20 centímetros, y suponiendo que la eficacia de cada tiro de los calibres de 32; 30; 28; 25; 20; 16; 15; 14; 12; 10; 7; 5; 5,7; 4,2 y 3,7 esté representada respectivamente por los números 328, 270, 220, 156, 80, 41, 33, 27, 17, 110, 4, 2, 1, que son las centenas de los cubos que representan sus calibres, expresados en centímetros, tendremos que la fuerza de artillería de los acorazados americanos estará representada

28 Núm. 63 L4 ACCIÓN NAVAL DE SANTIAGO DE CUBA: ASPECTOS CUANTITATIVOS por 43.822, y la de los nuestros, por 29.449; la fuerza de los cruceros acoraza dosde los Estados Unidos se representará por 13.550, y la de nuestro Colón por 6.573; los cruceros protegidos de los Estados Unidos estarán representa dos por 62.725, y los nuestros, por 14.600; los cruceros, sin protección, de los Estados Unidos, tendrán su fuerza artillería representada por 12.300. En resu men, según estos datos, la fuerza ofensiva de la artillería de los buques de los Estados Unidos estará representada por 132.397 y la de los nuestros, por 50.622; o sea algo menos de los 2/5 de la adversaria».

Siguiendo la idea y el método empleados por Cervera, he procedido a estu diar las escuadras que se enfrentaron en las aguas frente a Santiago de Cuba. Para ello, en primer lugar, valiéndome de los datos que nos proporcionan las tablas 1 y 2*, he comparado los tonelajes y la velocidad. Respecto al primero, se puede apreciar que el tonelaje de desplazamien to de la escuadra norteamericana ascendía a 48.178 mientras que el de la española era de 28.280, o sea, que la correlación era de 1,7:1 favorable a los primeros. En relación con el segundo índice, los datos de las tablas muestran que, nominalmente, los cruceros acorazados españoles eran más veloces que los acorazados norteamericanos y que sólo un buque de estaúltima nacionalidad, el crucero acorazado Brookl’,n, era más rápido que los buques de Cervera. Aunque no conozco el fundamento científico del método empleado por Cervera para calcular la fuerza ofensiva de cada una de las escuadras, lo he seguido, considerando en los cálculos solamente las piezas de calibres supe riores a 100 milímetros y tomando en cuenta, además, sólo el número de piezas que, de acuerdo con el piano de la artillería de cada buque, podían disparar por ambas bandas o por una sola. Así, en los buques norteamericanos, a excepción del acorazado Texas, que tenía sus piezas, de 12” (305 mm) dispuestas «en escalón» todas las piezas de 12” y 13” (330 mm) podían hacer fuego por ambas bandas, mientras que el resto de los calibres podía hacerlo sólo por una, por lo que se ha considerado en los cálculos sólo la mitad de las piezas. En el caso de los buques españoles, las piezas de 280 mm podían tirar por cualquier banda, mientras el resto podía hacerlo por una sola. Haciendo uso de los datos que aparecen en las tablas 3 y 4 y siguiendo el procedimiento explicado por Cervera, he calculado que la fuerza ofensiva de la escuadra norteamericana viene representada por 32.234 y la de la española por 23.100, lo que da a los primeros una correlación favorable de 1,4:1. Ahora bien, toda vez que, como ya he expresado, no he podido conocer los fundamentos del método anteriormente utilizado, he procedido con los mismos datos y consideraciones antes expuestos a calcular el volumen del fuego de cada escuadra según dos índices: el peso de metal que era capaz cada una de ellas de poner en el aire por minuto y la cantidad de proyectiles que cada una podía disparar en la misma unidad de tiempo.

* Ver las seis tablas ilustrativas de este artículo al final del mismo.

Año 1998 29 GUSTAVO PL4CER CERVERA Como puede apreciarse, observando las tablas 3 y 4, la escuadra nortea mericana podía poner nominalmente en el aire 5.032 kg de metal por minu to, mientras la escuadra española podía disparar 3.051. Esto da una correla ción favorable a los norteamericanos de 1,7:1. Respecto a la cantidad de proyectiles por minuto, los españoles podían nominalmente superar a los norteamericanos al disparar 73,8 proyectiles por minuto, mientras que los buques de estos últimos podían disparar 68,2 proyectiles en esa unidad de tiempo, para una correlación de 1,1:1 favorable a la escuadra de Cervera.

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El combate de Santiago de Cuba. Acuarela de González de Aledo. Museo Naval, Madrid

Prosiguiendo en mi análisis de las características del armamento artillero, he procedido a comparar el número de piezas de artillería de calibre superior a los 200 mm que poseía cada escuadra. Con los datos que agrupan las tablas 3 y 4 se puede ver que los norteamericanos contaban con 46 piezas, mientras los españoles tenían 6. La correlación era favorable a los primeros en proporción de 7,7:1, siendo éste un índice sumamente importante, pues a mayor calibre, mayor alcance, y esta correlación favorable brindaba a los norteamericanos la posibilidad de batir a los buques españoles desde una distancia tal que ellos se hallaban fuera del alcance de las piezas de su adversario. Como podrá haberse notado, hasta ahora hemos supuesto que ambas escuadras estaban en igualdad de condiciones para el empleo de su arma mento, pero la realidad fue bien distinta debido al hecho de que los buques españoles se encontraban en el interior de la bahía de Santiago de Cuba y para salir al mar estaban obligados a navegar a través de un estrecho canal que sólo permitía el paso de un buque. Esta situación táctica obligó a los

30 NOm. 63 LA ACCIÓNNA VAL DE SANTIAGO DE CUBA: ASPECTOS CUANTITATIVOS buques españoles a tenerse que enfrentar cada uno a todos los buques de la escuadra norteamericana, pudiendo emplear en los momentos iniciales del combate solamente su artillería de proa. Así, por ejemplo, el Infanta María Teresa, buque insignia de Cervera, tuvo que enfrentarse él solo al fuego de los cuatro acorazados y el crucero acorazado Brooklyn. De manera que en los momentos en que hace su salida, sólo podía emplear su cañón de 280 mm y dos de 140 mm, mientras que contra él podían hacer fuego ocho piezas de 330 mm, cinco de 305 mm, 16 de 203 mm, 17 de 152 mm, seis de 127 mm y tres de 100 mm. En total, 45 piezas contra tres, para una proporción de 15:1 a favor de los norteamericanos, 5.032 kg/mm contra 314 kg/mm, 16:1 a favor de los norteamericanos, 68,2 proyec tiles por minuto contra 6,3; 11:1 a favor de los norteamericanos. El resto de los buques españoles se enfrentó a una situación análoga. Esta desproporcio nada correlación de fuerzas, determinada ante todo por la situación táctica, nos da una explicación del porqué de la aplastante derrota española. Pueden analizarse además otros elementos. La información de las tablas 5 y 6, conjugada con la que aparece en las ta-blas 3 y 4, permite ver cómo los buques norteamericanos, blindados con acero Harvey, estaban conveniente mente protegidos en sus costados, cintura acorazada y parapetos, contra los proyectiles que podía dispararles la escuadra española, mientras que los buques de esta última, cuya coraza era del tipo compound —a excepción del Colón, que la tenía de acero Harvey— eran vulnerables a la penetración de los proyectiles norteamericanos, sobre todo aquellos de 8” (203 mm) y mayores. En cuanto a la efectividad del empleo del armamento artillero, las tablas 5 y 6 proporcionan la información necesaria para hacer el correspondiente análisis. En la tabla 5, se puede apreciar que más de la tercera parte de los impac tos, que en mi criterio fueron decisivos, provienen de los cañones de calibres de 4”, 5”, 6” y 8”, y digo esto porque son los que más efecto productivo deben haber tenido, toda vez que los impactos de las piezas de 6 libras, si bien son más numerosos, debieron hacerse a una distancia mucho más corta, dado el alcance de los proyectiles de este calibre y seguramente cuando los blancos ya habían sido dañados, con el objetivo de rematar el trabajo de las piezas de mayor calibre. Según los datos de la tabla 6 podemos llegar a la conclusión de que el tiro artillero, si bien logró, dadas las circunstancias de superioridad antes analiza das, el objetivo propuesto de aniquilar completamente a la escuadra española, tuvo una efectividad que, en general, no rebasa el 2 por 100. Algunos autores, como los españoles Gómez Núñez y Concas y el británico Wilson, han resal tado mucho este aspecto del combate. Wilson incluso hizo una comparación con los resultados del tiro obtenido por la flota británica en sus entrenamien tos anuales en 1896, 1897 y 1898, resultados que variaban entre 21 por 100 y 36 por 100, según los calibres. Aunque no estamos de acuerdo con esta comparación, debido a que las condiciones de un polígono de entrenamiento distan bastante de las reales de un combate, lo cierto es que la efectividad del

Año 1998 31 GUSTAVO PLACER CERVERA tiro fue muy baja, y así fue considerado por el propio mando norteamericano que, como resultado de las experiencias obtenidas en la guerra en general y en esta acción en particular, tomó un conjunto de medidas para mejorar la instrucción del personal de artillería. En resumen, el análisis de los aspectos cuantitativos de la acción naval de Santiago de Cuba nos permite llegar a las siguientes conclusiones:

1) La correlación de fuerzas entre las escuadras era favorable a la nortea mericana. Esta superioridad se acrecentó hasta hacerse aplastante por la situa ción táctica que obligó a los buques españoles a enfrentarse cada uno a toda la escuadra enemiga. Esto fue un factor determinante en los resultados del combate. 2) La efectividad del tiro artillero norteamericano fue baja, no obstante lo cual, dada la superioridad antes mencionada, cumplió con sus objetivos.

Ahora bien, estos resultados no son absolutos. Todo lo que anteriormente se ha expuesto de ninguna manera minimiza la influencia que en esta acción combativa tuvieron otros factores no cuantificables, como lo son, entre otros, el estado político-moral de mandos y tripulaciones, la preparación combativa de los dotaciones, la preparación táctica de los mandos, y el esta do técnico de los buques y su armamento, factores todos que sólo pueden valorarse cualitativamente a través de los informes, testimonios y descrip ciones del combate. Sobre esto, la historiografía nos da abundantes elemen tos de información. La acción naval de Santiago de Cuba, si bien no tuvo, desde el punto de vista táctico, aspectos novedosos, sí proporcionó al mando norteamericano y al de otras potencias navales de la época —Inglaterra, Francia, Alema nia, Japón— que la estudiaron minuciosamente, valiosas experiencias que les sirvieron para perfeccionar la construcción y organización de sus mari nas de guerra, así como la preparación del personal de mando y dotacio nes. Los efectos de este estudio estarían presentes poco tiempo después en la guerra rusojaponesa de 1904-1905, en la que se empleó por primera vez la dirección centralizada del tiro, se utilizaron instrumentos ópticos perfeccionados para la determinación de distancias y proyectiles de mayor poder de penetración y carga explosiva. El éxito alcanzado por los norte americanos dio nuevos bríos a la carrera armamentista en ese país y especialmente al crecimiento de su marina de guerra, que pasó en pocos años de un sexto lugar entre las potencias navales a un segundo lugar en vísperas de la primera guerra mundial, sólo superado en ese entonces por la Gran Bretaña.

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GLOSARIO

Acero Harvey: Acero de gran dureza que se obtenía según un procedi miento creado en 1890 por el ingeniero norteamericano Harvey. La resistencia de este acero a la penetración era de 1,8 a 2,2, veces mayor que la del hierro forjado. Acorazado: Era en la época el principal tipo de buque de las grandes marinas de guerra. Durante la década de 1890-1900 alcanzó las siguientes características medias: desplazamiento de 10 a 15.000 tone ladas; una velocidad de 12 a 20 nudos; blindaje o coraza de 300 mm o más y un armamento constituido por dos torres dobles de 305-330 mm situadas a proa y popa, 12-14 cañones de 152-203 mm y numerosas piezas de calibres inferiores. La misión del acorazado era el aniquila miento de las fuerzas principales del adversario mediante su armamen to artillero. Artillería de alto calibre: También denominada artillería gruesa. Era la de calibres de 200 mm o más. Artillería de mediano calibre: La constituían las piezas entre 76 y 200 mm. Blindaje mixto o compound: Estaba constituido por una plancha de acero sólidamente adherida a una de hierro de doble espesor que la primera. La resistencia de este blindaje era 1,25 a 1,7 veces mayor que la del hierro forjado. Cañones de tiro rápido: Pieza de artillería cuyo proyectil estaba unido a la vaina (carga impulsora), lo que permitía que se les cargara más rápi damente y pudieran alcanzar una mayor frecuencia o «cadencia» de tiro. Crucero: Buque de menor desplazamiento que el acorazado, con menos blindaje y artillería. Su principal característica era la velocidad. Se le destinaba a misiones de exploración, protección de convoyes, destruc ción de mercantes enemigos, etc. Los cruceros comenzaron a construir- se con una cubierta acorazada que protegía calderas y máquinas. Nació así el crucero protegido, cuyo auge llegó a 1904. El desplazamiento de estos buques oscilaba entre 2.000 y 8.000 toneladas, su velocidad era de 20 a 22 nudos y su armamento principal consistía en cañones de 8” (203 mm). Contaban también con gran cantidad de piezas de tiro rápi do, lo que les permitía combatir contra los torpederos y destructores del enemigo. En la década de los 90 del siglo xix se construyeron también cruceros acorazados, buques a los que se dotó de un mayor espesor en los costados, por lo que podían batirse en condiciones de superioridad con los cruceros protegidos; desplazaban entre 4.700 y 14,000 tonela das y su velocidad variaba entre los 20 y 24 nudos. Tenían una artillería principal que oscilaba entre 203 y 280 mm. Crucero auxiliar: Se llamaba así a buques mercantes movilizados para cumplir misiones militares, para lo cual se les dotaba de artillería. Sus características tácticas y técnicas eran muy variadas.

Aíío 1998 39 GUSTAVO PLACER CERVERA

Destructores: Este tipo de buque surgió en la década de los 90 del si glo xix como un híbrido del torpedero y de su contraparte, el cazatorpe dero. Solían alcanzar en la época hasta 500 toneladas de desplazamiento y unos 28 nudos de velocidad. Su armamento principal era 2 a 4 tubos lanzatorpedos. Los torpedos de entonces tenían un alcance de unos 1.000 metros, una velocidad de 20 a 24 nudos y estaban dotados de una carga explosiva de 60 a 75 kg de algodón-pólvora.

Bibliografía

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40 63 Núm. EL CRUCERO ACORAZADO CRISTÓBAL COLÓN, DESDE SU BOTADURA HASTA SU PARTIDA HACIA CUBA (septiembre de 1896 a marzo de 1898)

Manuel ROLANDI SÁNCHEZ-SOLÍS Licenciado en Ciencias Geológicas

Introducción

En la mañana del 16 de septiembre de 1896, y a los acordes de la Marcha Real española entremezclados con vivas a nuestro país, a Italia y al insigne navegante y descubridor genovés, se botaba el crucero acorazado Cristóbal Colón en los Cantieri Sestri Ponenti de la Casa Ansaldo de Génova. Se trataba del mejor buque de la escuadra española de la época, y no puede decirse qúe tuviera precisamente suerte, sino todo lo contrario, siendo probablemente el de más corta vida de toda la historia de la Armada española contemporánea: exactamente se mantuvo a flote durante 21 meses y de ellos solamente 14 bajo bandera española. Este primer artículo pretende reconstruir la historia del desafortunado crucero, desde su botadura en los astilleros genoveses, hasta su partida en marzo de 1898 junto con el resto de la escuadra del almirante Cervera, hacia aguas cubanas. En un segundo y posterior artículo se expondrá la última etapa de su historia naval, desde su salida de la península hasta su hundimiento en el histórico combate naval de Santiago de Cuba, el 3 de julio de 1898, en cuya acción pudo haber jugado un papel más destacado de haber contado con su artillería pesada. Dos de las fotografías que acompañan al presente artículo posiblemente constituyan las últimas imágenes gráficas del citado buque antes de su hundi miento en la desembocadura del río Tarquino (Santiago de Cuba) y fueron tomadas desde el faro de La Curra, de Cartagena, en el mes de marzo de 1898, por el entonces joven cadete de ingenieros de 19 años Enrique Rolandi Pera, abuelo del autor del presente artículo. Estas dos fotografías totalmente inédi tas hasta la fecha, que han permanecido en el archivo familiar durante un siglo, han sido el origen de esta investigación, que le dedico obviamente a mi abuelo, autor de las mismas, y a mi padre, Enrique Rolandi Gaite, marino de guerra, que siempre me transmitió un profundo amor a la mar, a su mundo y a sus gentes.

Año 1998 41 MANUEL ROLANDI SÁNCHEZ-SOLÍS El Cristóbal Colón dentro de los planes o programas navales de la Restau ración

Durante las dos últimas décadas del pasado siglo la Marina española esbo zó una serie de sucesivos planes o proyectos de construcción de una nueva escuadra, denominados oficialmente «Planes Navales», entre los que cabría distinguir dos etapas claramente diferenciadas: la de seguridad (1879-1893) y la defensiva (1894-1898).

Primera etapa (18 79-1893)

La primera etapa, comprendida entre diciembre de 1879 y marzo de t893y considerada como de relativo optimismo y seguridad desde un punto de vista naval, fue llevada a cabo durante diferentes gobiernos alternantes conservado res y liberales (cinco de Antonio Cánovas del Castillo, ocho de Práxedes Mateo Sagasta y uno de José Posada Herrera), que contaron para su realiza ción con 21 ministros de Marina: Santiago Durán, Francisco Pavía, Rafael Rodríguez Arias (cuatro veces), Carlos Valcárcel, Juan Antequera, Manuel de la Pezuela, José M.l Beránger (tres veces), Rafael Rodríguez Arias (tres veces), Juan Romero y Moreno, el propio Cánovas del Castillo interinamente, Florencio Montojo, Marcelo Azcárraga, José López Domínguez interinamente y Pascual Cervera. Con tanta variedad de gobiernos y de ministros de Marina en tan corto periodo de tiempo (casi un gobierno cada siete meses y un ministro de Marina cada dos) era prácticamente imposible llevar a efecto ningún plan naval serio, que obviamente necesitaban de periodos más dilatados de tiempo. Por lo general, los gobiernos liberales (nueve en 14 años) optaron por una política proteccionista que desanollara una industria naval y auxiliar propia, encargan do unidades denominadas «coloniales» (tipo cruceros ligeros, avisos y caño neros) a los astilleros nacionales y del Estado. Por el contrario, los gobiernos conservadores (cinco en los citados 14 años) prefirieron adquirir grandes buques denominados «de batalla» (del tipo acorazados o grandes cruceros blindados) y encargarlos a astilleros extranjeros por su menor coste y mayor efectividad. Durante esta primera etapa (1879-1893), y con escaso éxito por diferentes motivos (dificultad de aprobación en Cortes, limitaciones de financiación, diferencias de opinión de los expertos, etcétera), se intentaron llevar a efecto los Planes Durán (1880), Pavía (1883), Antequera (1884), Moret (1885), Beránger (1886) y Rodríguez Arias (1887). De estos seis planes navales, el de Rodríguez Arias (coincidente con tres gobiernos liberales seguidos presididos por Práxedes Mateo Sagasta, conocido históricamente como el «gobierno largo»: octubre de 1886 a enero de 1890) fue el más completo de todos los de esta primera etapa, creando nuevos buques y financiando la construcción de otros, muchos de ellos ya encargados en planes anteriores. Era muy ambicio so, para los exhaustos presupuestos de la época, pretendiendo, a un mismo

42 63 Núm. EL CRUCERO ACORAZADO CRISTÓBAL COLÓN, DESDE SU BOTADURA HASTA SU... tiempo, construir una escuadra y desarrollar la industria naval nacional. Entre sus muchos méritos cabría destacar el que fuera el primer plan naval que previó, de forma seria, un posible enfrentamiento con los EE. UU., intentando crear una escuadra en condiciones para la ocasión. Con un presupuesto extraordinario de 225 millones de pesetas, reducido posteriomente a 189, tenía previsto construir dos tipos de buques: seis cruce ros acorazados y un protegido que pudieran superar a los posibles cruceros enemigos, operando a grandes distancias, y 10 cañoneros-torpederos. Los retrasos en las entregas y ciertos defectos constructivos hicieron que la mayor parte de los buques no estuvieran listos para el año 1898, en cuyas fatídicas fechas hubieran sido tan necesarios.

Etapa defensiva (1894-1898)

La segunda etapa de la política naval de la época coincide con los cuatro últimos años anteriores al conflicto de 1898. Este periodo, denominado en términos históricos como la «fase defensiva de 1894-1898», corresponde con una etapa de crisis anunciada, caracterizada por una estrategia de repliegue y por una sensación de creciente inseguridad naval. La escuadra española de la época, tras el fracaso parcial del programa naval de Rodríguez Arias (1887) y la pobre actuación de la Marina en la campaña de Melilla de 1893-1894, se encontraba en un estado francamente insatisfactorio. Los buques disponibles eran bastante mediocres y antiguos, lo cual, unido a una continua actividad colonial sin las correspondientes repara ciones y modernizaciones, llevó a una etapa de graves y continuos accidentes (sólo en el año 1895 se produjeron seis accidentes graves, con pérdida de tres cruceros y sufrimiento de graves averías en otros tres, con más de 450 muer tos, entre ellos el almirante Delgado Parejo, comandante general del apostade ro de La Habana). A pesar de la lógica preocupación por el auge militar y naval conseguido por Japón tras su aplastante victoria contra China (1894), y del miedo a que se interesara por las posesiones españolas en el Pacífico, así como de la amenaza continua de los EE.UU. en el área caribeña, sobre todo tras el inicio de la construcción de una poderosa fuerza naval a partir de 1885, la estrategia naval del Gobierno español se orientó hacia una política más defensiva y concentra da hacia el escenario europeo y mediterráneo. Es en este momento histórico, y tras un largo período de Gobierno liberal presidido nuevamente por Sagasta (cuatro gobiernos seguidos, desde diciem bre de 1892 hasta marzo de 1895), y en los aspectos navales dirigido por los ministros Pascual Cervera Topete y Manuel Pasquín de Juan, cuando se produjo la vuelta de los conservadores al poder, con Antonio Cánovas del Castillo a su cabeza (23 de marzo de 1895). El nuevo ministro de Marina elegido fue el ya veterano contralmirante José M.’ Beránger y Ruiz de Apoda ca, quien al año siguiente de su nombramiento presentó su proyecto de plan

Año 1998 43 MANUEL ROLANDJ SÁNCHEZ-SOLÍS naval, conocido como «Nuevo Plan Beránger» (abril de 1896), que no era otra cosa que un conjunto de medidas que completaban y mejoraban el plan de Rodríguez Arias de 1887, al que se sumaban algunas de las viejas ideas del antiguo Plan Beránger de 1886, basado en las teorías de la Jeune Ecole francesa.

El Nuevo Pian Beránger (1896)

El nuevo ministro, apremiado por la crisis de Cuba (nuevamente sublevada desde abril de 1895 y con el general Valeriano Weyler dirigiendo una dura campaña tenestre desde febrero de 1896) se dedicó durante su primer año de gestión ministerial (marzo de 1895 a marzo de 1896) a acelerar las gestiones anteriores de compra de buques en el extranjero y a concluir las obras de modernización y reparación de seis cruceros que estaban llevándose a cabo en los sobrecargados astilleros nacionales (Vea Murguía, de Cádiz, y otros). Fue un periodo de gran polémica en las Cortes y en la prensa nacional sobre la necesi dad de que la Marina consiguiera hacer efectivo un bloqueo naval de la isla de Cuba, evitando la entrada por mar de refuerzos y ayudas a los independentis tas cubanos. Tras este primer año de obligada política continuista, Beránger planteó la necesidad de disponer de dos escuadras o divisiones navales (en aquellos momentos sólo existía una: la de Instrucción), compuesta cada una por un acorazado, dos cruceros acorazados, un crucero protegido y varios contratorpederos o destructores. Era sin duda un plan menos ambicioso que el anterior de 1884, suyo, que pretendía la creación de un verdadero poder naval para la época (ocho acorazados, ocho cruceros de 1.a clase, siete cruceros de 2. clase, 40 cruceros de 3. clase, 36 cañoneros y 75 torpederos), con el que la Marina española habría estado entre las grandes potencias navales del momento (Gran Bretaña, Francia, Rusia, Alemania e Italia), superando incluso a los EE.UU., con lo cual el conflicto de 1898 se hubiera podido evitar, o se habría solventado con un resultado muy distinto al que se produjo. No obstante, el nuevo Plan Beránger de 1896 significó un gran esfuerzo económico y tecnológico para las posibilidades reales del páís, aunque des graciadamente no pudo llevarse enteramente a cabo antes del fatídico año de 1898. El nuevo plan preveía la adquisición en el extranjero de un acorazado de 10 a 11.000 toneladas de desplazamiento y 18 nudos de andar, totalmente blindado, con baterías protegidas y una gran autonomía de acción. Aunque se pensó en su posible nombre (Felipe 110 Don Juan de Austria) no llegó ni tan siquiera a encargarse. Igualmente, se pensó en la adquisición en el extranjero de dos cruceros acorazados de 6.500 toneladas de desplazamiento y 20 nudos de andar. De estos dos sólo se llegó a adquirir el Cristóbal Colón. El segundo no llegó a concretarse, salvo su nombre, Pedro de Aragón, a pesar del ofrecimiento

44 63 Núm. EL CRUCERO ACORAZADO CRISTÓBAL COLÓN, DESDE SU BOTADURA HASTA SU...

italiano de un pequeño crucero protegido, el Bascir, que finalmente fue adqui rido por Marruecos. El nuevo plan preveía también la adquisición de un crucero protegido simi lar al Reina Regente (encargado a los astilleros de El Ferrol), la compra en el extranjero de dos a cuatro destructores, la modernización del acorazado Pela yo y de las fragatas blindadas Numancia y Destructor, y otra serie de obras y reformas en el dique flotante de Cartagena, en los depósitos de agua de La Graña y en el taller de calderería de El Ferrol, así como la adquisición de tres remolcadores.

El crucero acorazado Cristóbal Colón: adquisición y características

Negociaciones para su adquisición

Para la adquisición de los dos cruceros acorazados previstos en el nuevo Plan Beránger, y ante la premura de tiempo, se barajaron diferentes ofertas de astilleros británicos, franceses e italianos y’ finalmente, el director de Material de la Armada, contralmirante Patricio Montojo, propuso que se hiciera el encargo a la casa italiana Ansaldo, que tenía en construcción en sus astilleros de Génova y Sestri Ponenti dos cruceros acorazados gemelos, el Garibaldi y el San Martín, de características muy similares a las que Beránger proponía. El primero de ellos estaba encargado por la Marina italiana y el segundo por la argentina. - Los dos cruceros estaban a medio construir en los primeros meses del’ año 1896 y su finalización no se preveía hasta finales de dicho año o princi pios del siguiente. De los dos había uno, el San Martín, que estaba más adelantado por presiones del Gobierno argentino, que había ofrecido primas para acelerar su término. El alto coste final creó problemas al Gobierno argen tino, quien buscó pretextos para romper el acuerdo, lo que aprovechó el presi dente de la Ansaldo, senador Bambini, para enviar a España como interlocutor a Fernando María Perrone y ofrecer el buque. En España se produjo una fuerte polémica sobre la adquisición de ambos buques, tanto entre los expertos del Ministerio de Marina, como en las Cortes, -e--incluso en la prensa, lévántandose una oleada de críticas que se oponían a la compra- de un buque; previamente rechazado por la Armada argentina, que alegó la existencia dé algunos defectos constructivos. Al margen de la polémi ca surgida, las prétensiones del Gobierno español eran adquirir ambos cruce ros, pero el Gobierno italiano se opuso desde el principio, ofreciendo tan, sólo uno de ellos. El 22 de junio de 1896 la Junta de Material discutió en Cartagena la po lítica a seguir en las negociaciones con la Casa Ansaldo, recomendando pre sionar demandando los dos o ninguno. Mes y medio después (3 de agosto) el Gobierno italiano hizo oficial su decisión, por la que ofrecía únicamente el Garibaldi, lo cual, aunque con disgusto, fue aceptado finalmente por

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o EL CRUCERO ACORAZADO CRISTÓBAL COLÓN, DESDE SU BOTADURA HASTA SU... el Gobierno español, que decidió no romper con el astillero italiano y formali zar un contrato para la adquisición del único buque ofrecido. La decisión del Gobierno español fue del todo acertada, pues se trataba de un momento muy difícil para la adquisición de buques de guerra en el merca do internacional, debido a que por aquellos años varios países estaban forman do a toda prisa sus escuadras, entre ellos Japón, Argentina, Brasil, Chile, Portugal y Marruecos. Las mencionadas prisas obligaron a que las negociacio nes españolas se dirigieran hacia buques en estado de construcción ya avanza do y encargados por otras marinas, lo cual dificultaba las negociaciones y obligaba a acuerdos a tres bandas y con condiciones siempre extraordinarias y no muy ventajosas, Hubo, lógicamente, algunas otras negociaciones paralelas, sobre todo con astilleros ingleses, quienes ofrecieron con gran interés cruceros protegidos o acorazados. En concreto, hubo negociaciones sobre dos cruceros de la Casa Armstrong, de Elswick (Amazonas y Almirante Abréu), encargados ambos por Brasil. Las negociaciones no pudieron terminar peor, pues acabaron siendo adquiridos por la Marina norteamericana y, rebautizados como New Orleans y Albany, el primero de ellos llegó a participar en el conflicto del 98 contra la Marina española.

Características del Cristóbal Colón

Con respecto al crucero acorazado Cristóbal Colón, el único que por diver sas razones pudo ser adquirido finalmente por la Marina española, conviene destacar que se trataba de un buque técnicamente muy bueno, posiblemente de uno de los mejores cruceros acorazados del mundo de aquellos momentos, cuyo coste final fue enorme para la época: la friolera de 23 millones de pese tas, superando en 8 millones los 15 inicialmente previstos. Fue el primero de los diez cruceros acorazados de la clase «Garibaldi» que llegaron a construirse entre los años 1896 y 1905. Estos diez cruceros, con un diseño excelente y muy avanzado tecnológicamente para la época, tuvieron un éxito de ventas sorprendente, adquiriendo uno la Marina española (Cristóbal Colón: 1896-1898), tres la italiana (Giuseppe Garibaldi: 1898-1901; Varese: 1898-1901 y Francisco Ferruccio: 1898-1905), cuatro la argentina (General Garibaldi, General San Martín, General Beigrano y General Puey rredón) y dos la japonesa (Kasuga y Nishin). La ficha técnica del Cristóbal Colón era la siguiente:

Desplazamiento: 6.840 toneladas.

— Dimensiones: eslora (entre pp) 100 m, manga 18,20 m, puntal 12,19 m y calado 7,75 m. Propulsión: aparato motor formado por dos máquinas alternativas verticales de triple expansión, alimentadas por 24 calderas Niclause; potencia de 13.000 caballos (CV) con tiro forzado y de 8.600 con tiro

Año 1998 47 MANUEL ROLANDI SÁNCHEZ-SOLÍS natural; combustible 1.000 toneladas de carbón; velocidad en pruebas, y a tiro forzado, rozó los 20,4 nudos, dando en tiro natural los 18,9 nudos; autonomía 8.300 millas a consumo económico (10 millas de marcha), la cual era considerada escasa por los expertos para el tipo de buque de que se trataba. — Armamento: 2 piezas Armstrong de 254/40 mm en torres barbetas (que nunca llegaron a instalarse); 10 piezas Armstrong de 152/40 mm y 6 de 120 mm, de igual sistema y tiro rápido en reductos; 10 piezas Nordenfelt de 57 mm; 10 piezas Hotchkiss de 37 mm; 2 piezas de desembarco; 2 ametralladoras Maxin en las cofas y 5 tubos lanzatorpedos. — Protección: cubierta o faja de acero-níquel que cubría dos tercios de la eslora del buque en flotación, con un espesor de 120 a 150 mm. Cubría los costados, flotación y batería principal y media (secundaria), así como el puesto de mando. La cubierta protectora disponía de un blindaje de 25 a 30 mm. — Dotación: el buque contaba con una tripulación de 543 hombres.

En su conjunto, se trataba de un buque formidable, sin duda el mejor de la escuadra española del momento y, como ya se ha comentado con anterioridad, podía considerársele como uno de los mejores cruceros acorazados del mundo de la época en cuanto contara con su artillería completa. Su blindaje era importante, aunque incompleto, al estar sólo protegidas con su coraza de acero-níquel de 15 cm sus baterías principal y media, compuestas por 10 cañones Armstrong de 152/40 mm, pero permaneciendo al descubierto, aunque bien instalados, su batería en reducto de 6 cañones de tiro rápido de 120 mm y las 10 piezas Nordenfelt de 57 mm (o de 6 libras). Por consi guiente, era vulnerable a los cañones de 200 mm (8 pulgadas) o superiores (305-330 mm), que en el combate del 3 de julio de 1898 fueron más de 50, e invulnerable a los de menor calibre (cerca de 200). En cuanto a su armamento, cabría decir que éste era muy poderoso si hubiera contado con su artillería pesada o principal de 254 mm (que nunca llegó a montar), y los analistas navales de la época lo consideraban —con su artillería completa— superior a los cruceros protegidos norteamericanos. Sería sólo superado, en aquellos momentos, por los cruceros acorazados de 1 .‘ clase, entre ellos por los cinco que disponía la Marina norteamericana con artillería superior a 280 mm (305 a 330 mm), a los cuales lógicamente no podía enfrentarse, sobre todo sin contar con su artillería gruesa. El fatí dico destino le reservó el triste privilegio de tener que batirse con cuatro de los cruceros acorazados de 1: clase de la Marina norteamericana (Iowa, Oregon, Indiana y Texas), que en su conjunto montaban 14 piezas de 305 a 330 nmi, 24 de 200 mm y más de 130 de diversos calibres menores (150, lOO, 57 y 37 mm y. TLT), así como con dos cruceros protegidos (New York y Brooklyn) artillados con 6 y 8 piezas de 200 mm cada uno y 61 piezas de calibres inferiores que, sin la artillería pesada del Colón, también le supera-

48 63 Núm. EL CRUCERO ACORAZADO CRISTÓBAL COLÓN, DESDE SU BOTADURA HASTA SU... ban en armanento, tonelaje (8.200 y 9.200 toneladas, respectivamente) y en velocidad (21 nudos).

Primeras andaduras del Cristóbal CoMn (septiembre de 1896 a enero de 1898)

Botadura, pruebas de mar y entrega a la Armada española

El crucero acorazado Cristóbal Colón fue botado el 16 de septiembre de 1896, asistiendo al acto el veterano vicealmirante Eduardo Bútier Anguita, experto en buques blindados de la época, y el embajador español en Roma, conde de Benomart. Siete meses después, en abril de 1897, se realizaron las pruebas de mar (navegación y máquinas) ante la comisión española encargada de supervisar y admitir el buque, en las que alcanzó los 19,56 nudos de media durante 24 horas y los 20,4 nudos en tiro forzado (con 13.000 CV de poten cia). Con respecto a la artillería, las piezas de 254/40 mm no superaron las pruebas a las que fueron sometidas y los inspectores éspañoles presentes rechazaron ciertas partes de los citados cañones. Se dio comienzo aquí a un largo contencioso entre la Marina española y la Casa Ansaldo sobre la sustitu ción de dichas piezas, cuya dilación obligó a que el buque tuviera que acudir con la escuadra de Cervera a su histórica cita del 3 de julio de 1898 sin su arti llería pesada y precisamente a enfrentarse a los temidos cruceros acorazados de 1.’ clase norteamericanos y a sus potentes cañones de 300 y 330 mm. Un mes más tarde, el 16 de mayo de 1897, y sin resolverse el problema de su artillería pesada (es decir, sin ella montada), se entregó el buque a la Arma da española. En aquella soleada mañana primaveral ligur, y entre salvas de artillería y vítores de los asistentes, se izó la bandera nacional y se hizo cargo del buque la tripulación española, con su comandante, el capitán de navío Emilio Díaz Moréu, a la cabeza. El acto protocolario se completó con la entre ga de una placa de plata alusiva al ilustre descubridor genovés por el alcalde de Génova al primer y último comandante del buque. Tras repostar carbón y pertrechos en el puerto de La Spezzia, el Cristóbal Colón zarpó para España, arribando como primer puerto español a Mahón y dirigiéndose posteriormente a El Ferrol para incorporarse a su primer destino: la Escuadra de Instrucción,

Con la Escuadra de Instrucción: de El Ferrol a Cartagena, pasando por Lisboa, Santa Pola y Tolón (junio de 1897 a febrero de 1898)

A su llegada a la Base Naval de El Ferrol el Cristóbal Colón se incorporó a la Escuadra de Instrucción, mandada por el contralmirante Segismundo Bermejo, y compuestapor los cruceros acorazados, o acorazados de 2.’ clase como se les denominaba pomposamente desde el Decreto del 18 de agosto de 1895 a los cruceros protegidos de más de 6.000 toneladas de desplaza

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OC• - cC -t EL CRUCERO ACORAZADO CRISTÓBAL COLÓN, DESDE SU BOTADURA HASTA SU... miento, Vizcaya (buque insignia del contralmirante), Infanta M.’ Teresa Oquendo y por el cañonero-torpedero Destructor. Se trataba de los buques más modernos y potentes de la Armada y, por consiguiente, constituían la fuerza realmente operativa de la Marina española de la época, a la que se tenía previsto incorporar, en breve, los cruceros acorazados de 1,” clase (acorazados) Carlos V y Pelayo, el primero de ellos todavía sin terminar y en las gradas del astillero Vea Murguía, de Cádiz, y el segundo en proceso de modernización de su artillería en los astilleros de La Seyne (Tolón), donde también estaban con el mismo fin las veteranas fragatas blinda das Numancia y Vitoria. Ninguno de ellos estuvo a punto para el conflicto del 98, lo cual les salvó del desastre. Tras cuatro meses de estancia en El Ferrol, dedicado a labores de entre namiento y mantenimiento, en la segunda quincena de septiembre el Cristó bal Colón partió, junto con el resto de la escuadra, hacia Lisboa, donde fondeó el día 23 para asistir a la inauguración de una exposición marítima en Estoril. El 4 de octubre el nuevo presidente del Ejecutivo, el liberal Práxe des Mateo Sagasta, nombró ministro de Marina al contralmirante Segismundo Bermejo y éste, a su vez, jefe o comandante general de la escuadra al contral mirante Pascual Cervera Topete quien, a los pocos días de incorporarse a su nuevo cargo, solicitó del ministro autorización para trasladarse a Santa Pola a realizar ejercicios tácticos y de tiro, obteniendo el permiso con la recomenda ción ministerial de «no gastar mucho, ni en carbón ni en disparos». La escuadra, reforzada con los cruceros protegidos de 1.’ clase Aifonso XIII y Lepanto, la fragata blindada Vitoria y los cazatorpederos (o «destroyers», como también se les denominaba) Furor y Terror llegó a Santa Pola a finales de noviembre, aunque a las pocas semanas la escuadra se vio reducida consi derablemente al presentarse una avería en los condensadores del Oquendo, que tuvo que entrar en obras, al igual que el Alfonso Xlii y la Vitoria. El Cris tóbal Colón ni tan siquiera pudo realizar las pruebas de tiro con sus piezas de 152, 120, 57 y 37 mm (las únicas que montaba). Tras una visita por aque llos días a Madrid de una comisión de la Casa Ansaldo, acompañada del embajador italiano, con el objeto de tratar el tema de su artillería pesada pendiente y de hacer pruebas con piezas de 254 mm, los interlocutores espa ñoles desestimaron los dos cañones ensayados (en concreto, los nos 313 y 325) que proponían los italianos y les comunicaron que también estaban inoperati vos, por problemas de expulsión de casquillos, dos piezas de 140 mm en el Colón y otras cinco en el resto de la escuadra. El Cristóbal Colón partió para Tolón, con la intención de resolver la cuestión, sin conseguirlo a tiempo. Finalizados los ejercicios tácticos y de tiro a finales de enero del fatídico año de 1898, la Escuadra de Instrucción, con las mencionadas bajas de los cruceros acorazados Cristóbal Colón y Oquendo, del crucero protegido Alfon so XIII y de la fragata blindada Vitoria, zarpó de Santa Pola con dirección a la Base Naval de Cartagena, donde fondeó el viernes 28 de enero, ya en plena crisis prebélica con los EE.UU.

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EJ momento histórico del conflicto cubano

La situación militar en Cuba (1896-1897)

Parece oportuno hacer un paréntesis en el camino narrativo y dejar, por un momento, a la escuadra de Cervera arribando a la Base Naval de Cartagena a finales de enero de 1898 para intentar describir, brevemente, la situación del conflicto cubano por esas fechas y la galopante complicación de las relaciones con los EE. UU. Ambos hechos serían los principales condicionantes del futu ro próximo de la escuadra de Cervera y, por consiguiente, del crucero acoraza do Cristóbal Colón. El momento histórico era realmente muy delicado desde octubre de 1897, como consecuencia de la escalada bélica en la isla de Cuba y de la actitud, cada vez más amenazante y prointervencionista, de los BE. UU. Desde febrero del año anterior (10-11-1896) el nuevo capitán general de Cuba, Valeriano Weyler Nicolás (marqués de Tenerife), venía desarrollando una dura campaña contra los insurgentes cubanos, que derivó hacia una desafortunada política de concentración de la población civil (Bando de Concentración del 21-X-1896), que afectó a unas 400.000 personas y que supuso la muerte, por enfermedades y hambre, de cerca de 200.000. Este hecho, que tuvo una gran repercusión negativa dentro y fuera de nuestras fronteras, constituyó un grave error políti co y militar, que aumentó el resentimiento de los cubanos contra los españo les, inclusive de los todavía fieles a España, y permitió que fuera aprovechado por los norteamericanos para acusar de inhumanas las acciones del Ejército español y justificar la necesidad de su intervención pacificadora. Por otro lado, las acciones militares llevadas a cabo por Weyler tampoco habían supuesto una clara mejora de la situación cori respecto a las etapas de sus predecesores (Martínez Campos y Calleja), los’cuales habían sido acusa dos, en su día, de escasa agresividad. La prometida pacificación de la isla en dos años a la partida de Weyler hacia Cuba (Cádiz, 20-1-1896) estaba muy lejos de ser una realidad. Tras unos primeros éxitos con los que se había logrado bloquear al cabecilla cubano Maceo, el Titán de Bronce, en la provin cia occidental de Pinar del Río por medio de la nueva «trocha de Mariel» y el refuerzo de la del «Júcaro» e incluso la propia muerte en combate de Maceo cuando, en un golpe de efecto, intentaba atacar Marianao, en los arrabales de La Habana (25-XI-1896), los dirigentes independentistas cubanos Máximo Gómez y Calixto García desencadenaron sus duras campañas de Las Villas y de Oriente, ocupando la ciudad de Güines (28-11-1897), en la provincia de La Habana, y los fuertes de Holguín y Jiguaní (12-V-1897), y consiguiendo la importante victoria de Las Tunas (agosto de 1897), que supuso la ocupación de la mencionada ciudad, fuertemente protegida por los españoles, y la inte rrupción de las comunicaciones entre Camagüey y Oriente. A mediados del año 1897 era ya evidente que España había perdido mili tar, política y económicamente la guerra de Cuba, y el Gobierno de Madrid y, sobre todo, su presidente Antonio Cánovas del Castillo, eran conscientes de

52 63 Núm. EL CRUCERO ACORAZADO CRISTÓBAL COLÓN, DESDE SU BOTADURA HASTA SU... que la guerra no se podía sostener por un tiempo prolongado y que, por lo tanto, había llegado el momento de ensayar un programa de reformas para la isla. Con este objetivo, el 3 de febrero de 1897 el Consejo de Ministros aprobó una serie de reformas en la isla sobre administración local (ayuntamientos y diputaciones), enseñanza, etcétera que, a todos los efectos, resultaban total mente insuficientes y tardías para las aspiraciones cubanas. Pero los acontecimientos empezaron a precipitarse de una forma inespera da en la dirección de los EE.UU., comenzando un periodo de continuas gestiones diplomáticas y de una intensa campaña propagandística destinada a preparar las condiciones necesarias para la intervención armada. El 4 de marzo tomó posesión como 25.° presidente de los EE. UU. el republicano William McKinley (1897-1901) en sustitución del demócrata Stephen Grover Cleveland (1893-1897), que había mantenido una política respecto a Cuba razonablemente moderada y neutral. Apenas dos meses más tarde (19 de mayo), las dos Cámaras norteamericanas (Congreso y Senado) aprobaban una resolución para socorrer a los ciudadanos americanos residentes en Cuba y, a propuesta del anciano secretario de Estado, Sherman, el reconocimiento del derecho de beligerancia a los cubanos. La presión sobre el Gobierno español continuó y, apenas unos meses después (26 de junio), el citado secretario de Estado envió a Madrid una nota de protesta por la política que estaba llevando a cabo el general Weyler en Cuba y por la repercusión que la continuación de la guerra suponía en los intereses norteamericanos en la isla. Otra nota en similares términos fue entregada por el emhajador en Madrid, Stewart L. Woodford, el 16 de julio. La situación se cotnplicó aún más, si cabía, con el asesinato del presidente del Ejecutivo españoF, Antonio Cánovas del Castillo, en Santa Agueda (Mondragón, Guipúzcoa), a manos del anarquista italiano Michele Anguioli ib, el 8 de agosto. La reina María Cristina nombró interinamente como susti tuto al general Marcelo Acárraga, quien continuó con el mismo gabinete ministerial de Cánovas y confirmó en su cargo al general Weyler, a pesar de los adversos resultados militares obtenidos en los últimos meses y de las críti cas recibidas a su política.

Una nueva política para Cuba (octubre-diciembre de 1897)

El cambio de política en Cuba insistentemente reclamado desde amplios sectores de la sociedad española e internacional, se produjo finalmente el 4 de octubre de 1897 con el nombramiento de un nuevo Gobierno liberal, presidido por Práxedes Mateo Sagasta, quien nombró como ministro de Marina al contral mirante Segismundo Bermejo. A ambos, junto con el ministro de la Guerra, general Miguel Correa, y el de Estado, Pío Guyón, les tocaría vivir la primera parte de la crisis del 98. Como era de esperar, una de las primeras medidas del nuevo Gobierno fue el cese del capitán general gobernador de Cuba, Valeriano Weyler (9 de octu

Año 1998 53 MANUEL ROLANDI SÁNCHEZ-SOLÍS bre), y su sustitución por el general Ramón Blanco Erenas (marqués de Peñapla ta), qúe acababa de ocupar el cargo de capitán general de Filipinas (1893-1897) y ya lo había sido anteriormente de Cuba en 1879, y que en esta ocasión era enviado a La Habana por el Gobierno de Sagasta con el difícil encargo de implantar el régimen autonómico y terminar con la guerra. Le siguieron toda tina serie de medidas pacificadoras, como fueron la concesión de amnistía a todos los insurgentes ctibanos (6 de noviembre) y de derechos constituciona les plenos a toda la pqblación cubana (15 de noviembre), junto con el ofreci miento de la formación de un gobierno autónomo para Cuba y Puerto Rico. Las concesiones çfrecidas eran un intento bienintencionado de detener la guerra en Cuba y deevitar el temido enfrentamiento armado con los EE. UU. pero, desgraciadamente, se hicieron a destiempo y con carácter todavía restringido. Se les concedió la autonomía cuando ya era tarde y sólo cabía la independencia negociada. La respuesta de los EE.UU., que claramente no pretendían la pacificación de Cuba sino el control simple y puro de la isla y el final de la soberanía espa ñola en la zona, no se hizo de esperar. El 6 de diciembre el presidente McKin ley anunció al Congreso el cambio de política iniciado por el Gobierno espa ñol y, acto seguido, y sin esperar ni tan siquiera a sus primeros resultados, volvió a amenazar a España con la intervención militar. Era evidente que las nuevas medidas pacificadoras españolas no entraban ya en los planes interven cionistas de los norteamericanos y que incluso suponían un peligro para los mismos, por lo que implicaban de posible retraso en sus objetivos y en la pérdida de sus argumentos. El resultado fue una aceleración de su política de presión continua hacia España que condujera irremisiblemente a la guerra y a la rápida expulsión de los españoles del área caribeña.

La estancia de la escuadra de Cervera y del Cristóbal Colón en Cartagena (28 de enero a 28 de marzo de 1898)

Aspectos generales

La larga estancia de tres meses en Cartagena de la escuadra de Cervera en los momentos previos a su marcha hacia Cuba presenta un interés especial para el tema que nos ocupa, al ser en este periodo cuando se produjo la escala da de la presión norteamericana contra España, que condujo finalmente a la guerra, y cuando paralelamente se gestó todo el proceso de preparación y aprovisionamiento de la escuadra española para el previsible conflicto bélico, con todas sus increíbles carencias y dificultades, que repetidamente denuncia ría el contralmirante Cervera en un desesperado intento de evitar el desastre anunciado que se les venía encima. La estancia cartagenera de la escuadra de Cervera será analizada en este artículo en tres de sus aspectos principales: la profunda relación que tenían algunos de sus principales mandos con la ciudad, los problemas de puesta a

54 63 Núm. EL CRUCERO ACORAZADO CRISTÓBAL COLÓN, DESDE SU BOTADURA HASTA SU... punto y de abastecimiento de la escuadra, y las valoraciones de la situación prebélica y de los planes de guerra para el previsible conflicto que se fueron planteando.

Cartagena y la escuadra de Cervera

La ciudad de Cartagena estaba unida por fuertes lazos de amistad y consanguineidad con un gran número de tripulantes de la escuadra de Cerve ra. Aparte de los numerosos jefes, oficiales, suboficiales y marineros de la escuadra que eran naturales de la ciudad, y entre los que cabría destacar los conocidos apellidos Roldán, López Cerón, Carrasco, Melgares, Paredes, Serrano Facio, Bárcena, Pueyo, Montero, Chereguini, etcétera, dos de sus personajes más relevantes habían tenido una relación muy estrecha y reciente con Cartagena: éstos eran los casos de su comandante en jefe, el contralmi rante Pascual Cervera, y el del jefe del estado mayor de la escuadra, el capi tán de navío Joaquín Bustamante, quien sería herido mortalmente en los combates de Las Lomas de San Juan del día 1 de julio, en la defensá de Santiago de Cuba. El contralmirante Cervera había mandado el arsenal naval de Cartagena durante los últimos dos años (1896-1897), justarnenteen el periodo inmedia tamente anterior a hacerse cargo del mando de la escuadra, y en la ciudad contaba con una prima hermana, Josefina Topete Carvaillón, casada con Juan Spottorno Bienert (auditor general del Departamento Marítimo) y con otros fieles amigos, comó Estanislao Rolandi Bienert (ex alcalde de Cartagena y vicecónsul de Portugal) y Manuel Aguirre Anrrich, con los cuales, y con algu nos otros más, planeaba fundar una compañía naviera (la Compañía Cartage nera de Navegación), que finalmente sería realidad un par de años más tarde (26 de octubre de 1900). La confianza en sus parientes y amigos cartageneros era tal, que fue preci samente a uno de ellos —a su primo político Juan Spottorno— a quien confió toda una serie de documentos que él mismo definió como su «testamento mili tar», con objeto de que, producido el descalabro de su escuadra (de lo cual él nunca dudó), pudieran salir a la luz y ser utilizados en defensa de su memoria, si fallecía en el combate, o de su actuación profesional, si sobrevivía y era llevado ante un tribunal militar. El envío de cartas y documentos a Juan Spottorno comenzó dos años antes, con una carta fechada el 14 de marzo de 1896 en Puerto Real, en la que el contralmirante ya expresaba su creencia de que un conflicto con los EE.UU. «. . .sería una gran calamidad nacional...», y que constituiría un gran error enviar a la escuadra fraccionada a las Antillas «...dejando inde fensas nuestras costas y el Archipiélago filipino... Por mi parte... —prose guía Cervera—, no envidio la triste gloria, si gloria puede haber en ser vencido a ciencia cierta, de perecer a la cabeza de la Escuadra; si me toca tendré paciencia y cumpliré con mi deber, pero con la amargura de conside

Atio 1998 MANUEL ROLAND1 SÁNCHEZ-SOLÍS rar mi sacrificio estéril y antes de ir, han de oír esto que te digo Beránger y Cánovas...». Continuaba Cervera opinando sobre el desastroso estado de la escuadra, en lo referente a municionamiento, aprovisionamiento de carbón y organización, y terminaba diciendo que «...estas cosas no es ocasión nunca de divulgarlas, y menos ahora, por lo que te encargo gran reserva sobre lo que te digo, pero al mismo tiempo te suplico que no rompas esta carta, sino que la guardes, por si conviniera alguna vez conocer mis opiniones de hoy...» Dos años más tarde, y apenas dos días después de fondear con su escuadra en Cartagena, Cervera envió una segunda carta a su primo Juan Spottorno (30 de enero de 1898) en la que le suplicaba que la uniera a la primera para que «...ambas sean como mi testamento militar...», y en la que le volvía a insistir sobre la desastrosa situación de la escuadra española. Terminaba diciéndole «...no es mi propósito acriminar, sino explicar, por qué podemos y debemos temer un desastre.. Pero como es preciso llegar al fin, y decir esto públicamen te sería hoy un crimen, me callo y voy resignado a afrontar las pruebas a que Dios se sirva someterme...». Junto a esta segunda carta le adjuntó su corres pondencia con el general AzcálTaga, recordándole que confiaba en sus manos su honor. La última carta la envió Cervera ya en la mar, rumbo a las Antillas, el jueves 5 de mayo de 1898, y en ella le decía lo siguiente: «Querido Juan. Para nuestra colección de documentos creo conveniente que tengas la adjunta copia del telegrama de Villaamil a Sagasta, que te envío por dos cazatorpederos que destaco a La Martinica en busca de noticias. A bordo de los buques no hay novedad, y el espíritu es excelente. ¡Veremos la suerte que el Señor nos reser va! En definitiva no es dudosa, ¡pero si tuvieramos la suerte de empezar dando un buen golpe! Dios esté con nosotros. Adiós muchas cosas a los tuyos, etc. Pascual C.». Juan Spottorno guardó celosamente estas cartas y documentos, y el sába do 2 de julio de 1898, apenas unas horas antes del combate naval de Santiago de Cuba, pidió a dos testigos (el ingeniero de minas Ginés Moncada Ferro y el abogado Antonio Martí Pagán) que acudieran a su casa de Cartagena para leer dichas cartas y los documentos adjuntos y firmar un acta de autenticidad previa al combate y a sus consecuencias. La oportunidad no pudo ser mayor, pues sólo unas horas más tarde comenzaron a recibirse los primeros telegra mas con las funestas noticias del resultado del combate y de la destrucción total de la escuadra. También el capitán de navío Joaquín Bustamante, jf.e del stado mayor de la escuadra, estaba muy unido a Cartagena, donde había estadoTecientemente destinado como comandante de Marina entre principios del año 1894 y febre ro de 1897. En dicha fechafue ascendido a capitán de navío y se le confió el mando del crucero acorazado Princesa de Asturias, todavía en contrucción, en cuyo destino solamente permanecería ocho meses, al tener que incorporar se rápidamente a la jefatura del estado mayor de laEscuadra de Instrucción .(octubre de 1897). Durante su estancia cartagenera como comandante de

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-o MANUEL ROLANDI SÁNCHEZ-SOLÍS Marina, Bustamante escribiría tres importantes tratados: Notas sobre el gobierno de buques, Memoria sobre las maniobras de torpedos y La aguja náutica e instrucciones sobre su compensación, que constituyeron un gran aporte técnico a los conocimientos de la época.

Problemas de aprovisionamiento y acondicionamiento de la escuadra

Al día siguiente de la llegada de la Escuadra de Instrucción a Cartagena (sábado 29 de enero de 1898) Cervera comunicó al ministro Bermejo su llega da y el estado de los buques disponibles, dando comienzo con ello a una larga serie de comunicaciones con el ministro —25 en los 69 días de estancia en Cartagena—, en las que intercambiaron todo tipo de opiniones sobre el estado de la escuadra y sobre las escasas posibilidades de ésta en un conflicto abierto con los EE.UU. Pocos días después, el jueves 3 de febrero, fondeó en Cartagena el Cristó bal Colón, el cual, en su viaje de regreso desde Tolón, había sufrido en el golfo de León a causa del mal tiempo algunos desperfectos en la dinamo, en la escala real y en una canoa, trayendo sus carboneras en muy malas condicio nes. Con la llegada del Cristóbal Colón, Cervera inició una serie de gestiones para solucionar los problemas de su artillería gruesa y de la dinamo averiada, junto con otros asuntos generales de la escuadra como el aprovisionamiento de munición, casquillos, carbón y galleta. El Arsenal de Cartagena estaba especializado, por aquellas fechas, en el montaje de torpedos y proyectiles, incluidos sus casquillos y sus cargas de proyección, pero carecía de medios para la construcción de armamento (piezas de diferentes calibres) que, generalmente, la realizaban las empresas mixtas «Portilla y White» y la hispano-británica «Placencia de las Armas», así como las extranjeras «Krupp», «Berliner Maschinenbau» y «Shwarz-Kopft», éstas últimas encargadas del suministro de torpedos y tubos de lanzar. Igual mente el arsenal cartagenero carecía de medios para la fabricación de calderas y motores, realizados normalmente en el Arsenal de El Ferrol y en la empresa «Nueva Vulcano» de Barcelona, o de generadores y material eléctrico, encar gados por lo general a las francesas «Saulter Lemmonier et Cie», «Suc de Ouvrad» y «Constructión d’appareils d’Eclairage». El mismo día 6 Cervera comunicó a Bermejo que intentaba solucionar el problema de la artillería gruesa del Colón, con la ayuda del comandante gene ral del arsenal, general Guillén, y le anunció las graves dificultades que estaba encontrando para conseguir en Cartagena todo el carbón y la galleta que nece sitaba. Algo insólito, pero claro indicador de las carencias que sufría, era el hecho de que aún no dispusiera de las cartas náuticas de las Antillas. Dos días más tarde, el martes 8, llegó a Cartagena un ingeniero de la casa «Creuzot» (empresa con la que también se estaba gestionando una posible solución al problema de la artillería gruesa del Colón) y comunicó que los primeros cañones no podrían suministrarlos hasta el mes de junio, lo cual

58 63 Núm. EL CRUCERO ACORAZADO CRISTÓBAL COLÓN, DESDE SU BOTADURA HASTA SU... estaba fuera de todos los planes del Gobierno. Este hecho provocó que el vier nes 11 Cervera convocara una junta consultiva sobre el tema, en la que opinó que, como mal menor, podrían aceptarse las piezas de 254 mm propuestas por la Casa Ansaldo (ya se lo había comunicado por telégrafo a Bermejo el día 9), y en la que se concluyó que entre montar las nuevas piezas (junio) y probarlas en el polígono de tiro, nunca estarían listas antes del mes de septiembre. Por estos mismos días (día 8), se hizo el encargo al Arsenal de El Ferrol del indu cido para la dinamo averiada del Colón, al no haber existencias en el de Carta gena. El problema de la artillería gruesa del Colón era realmente grave y preocu paba enormemente tanto a Cervera como al ministro Bermejo, quien llevó el tema al Consejo de Ministros celebrado en la noche del lunes 14 de febrero, y en el que se tomó finalmente la decisión de no admitir las dos piezas de 254 mm (flos 313 y 325) propuestas por la Casa Ansaldo y sustituirlas por piezas de calibre 252 mm. El Gobierno indicó que «no quería incidentes ruidosos» por motivos obviós de discreción, sobre todo cuando días antes el embajador italiano había comunicado que podrían producirse problemas en las Cámaras legislativas y en la prensa italiana si España rechazaba, por defectuoso, un sistema de artillería naval ampliamente empleado en la Marina italiana. Esta decisión gubernamental llevó a que, con toda la discreción posible, el ministro Bermejo comunicara el día 23 a la Casa Ansaldo la inadmisión de las dos piezas de 254 mm propuestas y les conminara a que, en breve plazo, presentasen otras para someterlas a pruebas. Ese mismo día Bermejo preguntó a Cervera si el Cristóbal Colón estaba listo para hacer pruebas de tiro en Santa Pola. El 25 de febrero Cervera transmitió a Bermejo su opinión de que prefería 4 cañones de 200 mm a 2 de 250 mm, que eran equivalentes en peso, aunque, en cualquier caso, no pensaba que estuvieran disponibles para el mes de abril, y el 26 le comunicó que también existían en el Colón problemas para recargar los casquillos de los proyectiles, al no disponer de horno para recibir el recoci do que necesitaban, ni el aparato para recalibrar los casquillos. Para solucio narlo le proponía construir el horno en el arsenal cartagenero y traer allí los aparatos que hicieran falta, o bien adquirir los casquillos para las cargas exis tentes, que eran del orden de 720 de 150 mm y de 432 de 120 mm. Dos días después Bermejo le respondió diciéndole que buscaba los recursos para solu cionar el problema. Pero los días pasaban y la escuadra seguía sin resolver sus principales problemas, lo cual llevó al contralmirante Cervera a transmitirle el día 3 de marzo al ministro Bermejo su honda preocupación por la situación de la escuadra, añadiendo «...las dificultades surgidas... son la prueba de la falta de recursos, defectos de organización y falta de preparación en todoen víspe ras de emprender la guerra contra la nación más rica del mundo...». El día 5 el ministro comunicó a Cervera que acababa de recibir un telegrama de la Casa Ansaldo en el que le anunciaba su pedido a la Casa Armstrong, de Elswich (Inglaterra), de los nuevos cañones solicitados, y que los casquillos

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Detalle de la popa del crucero acorazado Cristóbal Colón. Se observan las baterías de babor: la inferior compuesta por 5 piezas Armstrong de 152 mm y la superior con 3 piezas de 120 mm y tiro rápido. Fotografía de Enrique Rolandi Pera, marzo de 1898. (Archivo familiar.) EL CRUCERO ACORAZADO CRISTÓBAL COLÓN, DESDE SU BOTADURA HASTA SU... para munición de 140 mm no los recibirían hasta el mes de agosto. Cervera le contestó dos días después indicándole que en ningún caso esperaba que las piezas de 254 mm solicitadas estuvieran montadas para finales del mes de abril, ni que para esas fechas se dispusiera de la munición de 140 mm. A finales de esa misma semana (domingo 13 de marzo) se abrió un rayo de esperanza al recibirse un telegrama de la Casa Ansaldo anunciando que ese mismo mes quedaría resuelto el problema del artillado de 254 mm, con la entrega de dos nuevas piezas en La Spezzia, y notificando que los casquillos de 140 mm ya estaban camino de Cádiz y que los de 120 y 150 mm se habían pedido a la Marina italiana. El ministro Bermejo, acto seguido, ordenó a Cervera que el crucero acorazado Cristóbal Colón estuviera preparado para zarpar en breve plazo hacia Génova para montar definitivamente su artillería pesada. Tres días más tarde Cervera contestó a Bermejo alegrándose del tele grama de la Casa Ansaldo, aunque dudando de sus promesas «...Nos han engañado ya tantas veces...» y preconizando que no creía que los casquillos de 140 mm llegaran a tiempo para el conflicto, ni aun en el caso de que se enviaran 100 por semana. No obstante de las dudas razonables y pesimistas de Cervera, cumpliendo las órdenes del ministro (de 17 de marzo), mandó el 19 que el Cristóbal Colón entrara en dárseña a carbonear. Se aprovechó la ocasión para montar un nuevo cañón de calibre ligero en el citado crucero acorazado y para completar su municionamiento, que para las piezas de 140 mm consistía en 78 tiros por pieza, y de ellas sólo 30 de absoluta confianza. Los días fueron pasando y la deseada orden de que el Cristóbal Colón zarpara para La Spezzia a montar su artillería pesada no llegaba, como así lo había vaticinado en varias ocasiones el propio Cervera. Lo que sí llegó, por el contrario, fueron las prisas para partir hacia Cuba, apremiados por la situación prebélica, y el Cristóbal Colón seguía sin su artillería gruesa y sin haber podi do realizar ejercicios de tiro. Finalmente el jueves 24 de marzo Bermejo orde nó a Cervera que ultimara los preparativos de marcha, y el 27 Cervera notificó al ministro que «...está listo y esperando sus órdenes para salir hacia Cádiz...». Embarcó en sus buques todos los proyectiles de 140 mm disponi bles en el Arsenal de Cartagena (en total 1.128), que sumados a los 1.228 que tenía previamente a bordo y a los 677 que les prometían embarcar en Cádiz, hacían un total de 3.033. Esta munición suponía unos 100 proyectiles por pieza de 140 mm disponible en su escuadra (10 piezas en cada uno de los cruceros protegidos Infanta María Teresa, Vizcaya y Almirante Oquendo).

Los pianes de actuación naval del Gobierno español en los meses previos a la declaración de guerra

Enlazando con los acontecimientos descritos en páginas anteriores, que finalizaron con el cambio de política para Cuba puesto en marcha por el nuevo Gobierno Sagasta en el último trimestre del año 1897, el 1 de enero del nuevo año de 1898 entró en funciones el primer Gobierno autónomo cubano, presidido

Año 1998 61 MANUEL ROLANDI SÁNCHEZ-SOLÍS por el abogado José María Gálvez. La medida, que creó grandes espectativas en España y en Cuba, y fue recibida con alivio y esperanza por la mayor parte de los gobiernos y la prensa europea e iberoamericana, por el contrario susci tó una fuerte oposición en el sector más radical proespañolista de Cuba (sobre todo del partido de la Unión Constitucional), así como entre un determinado sector de oficiales del Ejército destinado en la isla, que se oponían a cualquier reforma que pudiera llevar a la autonomía cubana, incluso dentro de la sobera nía española, y que propugnaban la continuidad de la guerra total contra la insurrección cubana, aunque ello condujera finalmente al enfrentamiento béli co con los EE. UU. y a la pérdida de la isla. Desgraciadamente, detrás de esta actitud tan fervorosa y patriótica se asentaban claramente los intereses econó micos de los grandes propietarios y hacendados españoles o españolistas de la isla, y antiguos proesclavistas, como Julián Zulueta, suegro del político Rome ro Robledo, y otros como Alava, Zaza y España, los cuales, cuando vieron la situación perdida ante la seria amenaza de intervención norteamericana, cambiaron sorprendentemente sus criterios y abogaron rápidamente por la solución del anexionismo yanki, como única salida a la defensa de sus inver siones en la isla. El precio de esta política intransigente e interesada desgra ciadamente no lo pagaron ellos sino, por el contrario, miles de soldados espa ñoles, entre ellos los cerca de 400 marinos sacrificados inútilmente en los combates de Santiago de Cuba y Cavite. La abierta oposición de este sector intransigente a las reformas iniciadas se vio reflejada en la manifestación celebrada en La Habana pocos días después (12 de enero), en la que se lanzaron gritos de ¡abajo la autonomía!, ¡muera Blanco! y ¡viva Weyler!, sin que curiosamente se hiciera ninguna mención a los norteamericanos ni a los rebeldes cubanos. El propio capitán general de la isla, Ramón Blanco, tuvo que acudir al lugar de los hechos y disolver la mani festación con una carga de caballería, mandando arrestar a varios oficiales del Ejército que se encontraban entre sus cabecillas. La revuelta situación en Cuba fue aprovechada, como siempre, por el Gobierno norteamericano, quien el 25 de enero envió a La Habana al crucero acorazado Maine, procedente de Cayo Hueso. El hecho no dejaba de ser insólito y demostraba la ingenuidad del Gobierno español al aprobar la visita, a petición del cónsul norteamericano en La Habana general Fitzhugh Lee, después de dos años de prohibición absoluta a visitas de buques de guerra norteamericanos a la isla. A pesar de la oposición del capitán general Blanco, la visita se organizó tras seis horas de intensas gestiones del secretario de Marina Long, y del propio presidente McKinley, con el embajador español en Washington Dupuy de Lóme, que se mantuvo en continuo contacto telegráfico con el ministro de Ultramar, Segismundo Moret. Una semana después el comandante del Maine, Charles D. Sigsbee, enviaba a Long un detallado informe sobre las defensas arti lleras de La Habana y sobre los buques disponibles en su apostadero. Este hecho puede parecer sorprendente o incluso increíble, pero no menos que el que meses antes se aceptara que un capitán de navío norteamericano visitara los arsenales peninsulares, enseñándosele, incautamente, el retraso de

62 63 Núm. EL CRUCERO ACORAZADO CRISTÓBAL COLÓN, DESDE SU BOTADURA HASTA SU... nuestras construcciones navales, o que el Gobierno de Madrid no se opusiera con energía a las presiones norteamericanas a la política naval española de los últimos años, quienes llegaron a hacer observaciones a la adquisición del Cristóbal Colón y a la construcción de destroyers, e intervinieron negativa mente en determinadas obras de reformas y modernizaciones que se estaban llevando a cabo en astilleros ingleses. Esta política de inocencia y debilidad por parte del Gobierno español, que seguía queriendo ignorar la realidad agresiva de los EE. UU., culminó con el envío a Nueva York de los cruceros Oquendo y Vizcaya, corno devolución cortés de la visita del Maine a La Habana, lo cual obligó a que el Vizcaya no pudiera entrar en dique a limpiar fondos (llevaba un año sin hacerlo) y a que, apenas unas semanas después, marchara a incorporarse a la escuadra de Cervera en Cabo Verde y a enfrentarse, muy disminuido de andar, a la escua dra norteamericana del contralmirante Sarnpson. Mientras el Maine se encontraba fondeado en La Habana y sus oficiales se informaban plácidamente de todas las defensas españolas existentes entre La Habana y Matanzas, en Cartagena el contralmirante Cervera era agasajado con una cena de despedida (8 de febrero) y al día siguiente comunicaba al ministro Bermejo que estaba listo para partir en 24 horas, si así se le ordenaba. Tres días más tarde (sábado 12 de febrero), Cervera solicitó de Madrid instruccio nes sobre la situación de las divisiones navales norteamericanas, sus puertos de aprovisionamiento, posibles teatros de operaciones, objetivos previstos y planes de combate. La contestación a Cervera le llegó el 14 de febrero por la noche, aunque antes de conocerla convendrá comentar otra serie de aconteci mientos previos que influyeron notablemente en los planes españoles. Durante la primera quincena del mes de febrero se produjo una intensa actividad diplomática, en cuyo desarrollo, como siempre, jugó con ventaja la diplomacia norteamericana. A lo largo de la primera semana de febrero, y con el secreto más absoluto, el presidente norteamericano McKinley comunicó al Gobierno español por medio de su embajador en Madrid, Stewart L. Wood ford, su oferta de compra de la isla de Cuba, amenazando con la intervención armada en caso de que no se llegara a un acuerdo satisfactorio para sus intere ses. La oferta concreta norteamericana consistía en la entrega de 300 millones de dólares al Gobierno español en concepto de compra, y en un millón más a repartir directamente entre los intermediarios oficiales, en concepto de simple y llano soborno, lo cual ofrecía una clara imagen de lo que realmente era la diplomacia norteamericana de la época. Atrás, y totalmente olvidada, quedaba la defensa del derecho de los cubanos a su independencia que tanto habían defendido en otros momentos, y que ahora intentaban comprar como una mera mercancía, cuyo coste consideraban inferior al que podría resultar de un conflicto bélico. Ante la gravedad de la situación, el presidente Sagasta y la propia reina María Cristina realizaron consultas con los líderes de los principales partidos políticos quienes, prácticamente en su totalidad, consideraron que la oferta era inaceptable y que, por consiguiente, la guerra se hacía inevitable, coincidiendo

Año 1998 63 MANUEL ROL4NDI SÁNCHEZ-SOLÍS todos en que, en aquellos delicados momentos, debía continuar Sagasta como presidente del Gobierno y contar con el apoyo de todos. Solamente el líder repu blicano Francisco Pi y Margall apróbó conceder la independencia a Cuba, aunque se unió al sentir general de rechazar la oferta norteamericana de compra. Mientras tanto el Gobierno norteamericano, y sin conocer todavía la deci Sión de su homólogo español, continuó aumentando la presión diplomática sobre el mismo, desencadenando un escándalo diplomático que tenía retenido desde principios del pasado mes de diciembre. El miércoles 9 de febrero el periódico sensacionalista The Journal de Nueva York, propiedad del irrespon sable William Randolph Hearst, publicó una carta particular del embajador español Dupuy de Lóme al político José Canalejas, en la que se incluían algu nas frases insultantes al presidente McKinley. La carta, extraída subrepticia mente del despacho de Canalejas en Madrid por un cubano, Gustavo Escoto, amigo de su secretario particular, terminó en manos del delegado de la Repú blica de Cuba en Nueva York Estrada Palma y, poco después, del Gobierno y la prensa norteamericana. La publicación de la carta provocó un escándalo extraordinario, que fue considerado por algún articulista como «. . . el peor insulto a los EE. UU. en toda su historia...» y desencadenó un estado de opinión prointervencionista, jaleado por determinados grupos de presión .que controlaban la prensa belicista y más radical norteamericana «jinjoista», totalmente favorable a la guerra con España si no abandonaba rápidamente la isla de Cuba. El tremendo escándalo no fue mitigado ni tan siquiera por la inmediata dimisión del embajador español —producida incluso un día antes de la publicación en la prensa de la polémica carta—, dimisión que fue rápidamente aceptada por el Gobierno de Madrid, que lo sustituyó, en un primer momento por el primer secretario de la embaja da,Du Bosc, y más tarde (día 10), por el diplomático Polo de Bernabé. En estos tensos momentos, Sagasta convocó una reunión urgente del Consejo de Ministros (noche del lunes 14 de febrero), en la que se valoró la difícil situación por la que se pasaba y se esbozaron los primeros planes de guerra para la escuadra española. Estos planes, enviados a toda prisa y esa misma noche al contralmirante Cervera en contestación a su telegrama del día 12, eran los siguientes:

— En el plazo más breve de tiempo posible se reforzaría la escuadra de operaciones con los acorazados Carlos V y Pelayo, el primero de los cuales todavía estaba sin términar en los astilleros gaditanos y el segundo modernizando su anticuada artillería en La Seyne (Tolón).

— Se crearían dos «centros de resistencia» con dos divisiones navales. El primero en las proximidades de Cádiz, para la defensa de la península, y compuesto por tres cruceros de 2. clase, tres destructores y tres torpederos. El segundo en Cuba, formado por los dos acorazados mencionados (Carlos V y Pelayo), tres cruceros, tres destructores y tres torpederos que, unidos a los ocho buques disponibles en el Apos tadero de La Habana (cruceros no protegidos Venadito, Alfonso XII y

64 63 Núm. EL CRUCERO ACORAZADO CRISTÓBAL COLÓN, DESDE SU BOTADURA HASTA SU... Reina Mercedes —estos dos últimos averiados y sin posibilidad de navegar—, transportes Legazpi y Magallanes y diversos cañoneros y torpederos), tendrían como misión cubrir las comunicaciones entre el seno mejicano y el Atlántico, destruir la base naval de Cayo Hueso, bloquear la costa atlántica norteamericana e interceptar su comercio y comunicaciones con Europa.

Los fantásticos e increíbles planes de actuación naval del Gobierno español, con dos irreales divisiones navales en las que una gran parte de sus principales buques todavía no estaban disponibles o en estado de no navegación, se vieron sacudidos en la noche del día 15 de febrero cuando el telégrafo empezó a lanzar la fatídica noticia de que a las 21.35 horas había hecho explosión en La Habana el Maine, falleciendo como resultado de la misma 2 oficiales y 260 marineros. Las autoridades españolas colaboraron rápida y eficazmente en el salvamento de heridos y supervivientes y la Reina Regente y el Gobierno en pleno se apresura ron a enviar las condolencias oportunas al presidente McKinley. Sin esperar a los resultados de las dos comisiones técnicas que se crearon para estudiar el hecho (una española y otra norteamericana), y a pesar de las recomendaciones de prudencia y de no precipitación hechas por el propio comandante del Maine, el secretario adjunto de Marina Teodoro Roosevelt manifestó que la voladura había sido un «acto de traición» y dio pie con ello a que la mayor parte de la prensa belicista (encabezada por los diarios de Nueva York The fon mal, de Hearst, y The World, de Joseph Pulitzer) responsabiliza ra del hecho a España y reclamara la guena. Apenas unas horas después de la voladura, el contralmirante Cervera tele grafió al ministro Bermejo y le transmitió su preocupación por las posibles repercusiones que el hecho podría tener en el desencadenamiento de las hosti lidades, junto con su opinión particular sobre la valoración de fuerzas y planes de actuación naval previstos por el Gobierno. A este respecto, le participó que la equidad de fuerzas indicada por el ministro él la consideraba equivocada y más próxima al 1 a 3 favorable a los norteamericanos, y que le parecía un «sueño» que pudieran bloquear y atacar la costa americana con las escasas fuerzas disponibles. Cervera finalizó su telegrama con unas acertadas reco mendaciones: «... una campaña contra ellos será hoy día defensiva o desastro sa... miedo da pensar en las resultas de un combate naval...». A la angustiosa primera quincena de febrero le siguieron unos días de tensa calma, tan sólo perturbada por la continuación en la prensa radical norteameri cana de la campaña antiespañola. Ya en los últimos días del mes (viernes 25 de febrero), Cervera envió al jefe del estado mayor del Ministerio de Marina un extenso comunicado en el que le presentó un análisis muy pesimista de la situa ción, dado que el dominio del mar no sería de ellos, sino de los norteamerica nos, y en el que le avisó «... si éste (el dominio del mar) queda a merced de nuestros adversarios, inmediatamente serán dueños de los puertos que deseen en la Isla de Cuba, que no estén fortificados, contando, como cuentan, con la insunección, y en ellos se apoyarán para sus operaciones contra nosotros. ..».

Año 1998 65 MANUEL ROLANDI.SÁNCHEZ-SQLÍS Ese mismo día Cervera insistió en su análisis pesimista, o más bien realis ta, de la situación, comunicándole al ministro Bermejo: «...no conviene hacerse ilusiones sobre nuestra situación...», añadiéndole que él no creía que ni tan siquiera para el mes de abril estuvieran disponibles los acorazados Pela yo y Carlos V, los cruceros de l.a clase Lepanto y Alfonso XIII, la fragata blin dada Numancia, ni por supuesto la artillería gruesa del Cristóbal Colón, con lo cual los planes de actuación debían realizarse con lo realmente disponible en esos momentos. Çon el comienzo del més de marzo el ministro Bermejo envió, el día 4, un extenso comunicado «particular y reservado» a Cervera, que conviene analizar detalladamente porque en él se refleja claramente las valoraciones del Gobier no ante el previsible conflicto y la justificación de sus planes. Bermejo, tras hacer un duro comentario sobre «. . . la penosa impresión que le había causado la lectura de su reservado y carta...» (carta de Cervera del día 3, ya comentada en páginas anteriores), le esbozaba su valoración sobre ambas escuadras. En primer lugar le indicaba la dificultad que tendría el Gobierno norteamericano en disponer de sus fuerzas navales que protegen el área de San Francisco y el Arsenal de San Diego, así como sus líneas trasatlánticas con China, Islas Hawai y Australia, tanto por lo dificultoso de su desplazamiento al área cari beña, como por la cuestión estratégica que suponía dejar indefenso dicho flan co. Por consiguiente, Bermejo estimaba que el Gobierno norteamericano solo dispondría en el teatro de operaciones caribeño de su Escuadra del Atlántico Norte, compuesta por 3 acorazados con más de 10.000 toneladas de desplaza miento cada uno (Iowa, Indiana y Massachussets), tres cruceros acorazados de entre 6.000 y 9.500 toneladas (Brooklyn, New York y Texas), cinco cruceros de 1.a (M. Terro, Detroit, Montgo,ne,y, Marbiehead y Nashville), un aviso y cinco torpederos. En total, y sin contar los torpederos, dispondrían de doce buques acorazados o protegidos, con 66.500 toneladas de desplazamiento. Por su parte, el posible combinado español que formara la división naval o Escua dra de Operaciones de Cuba dispondría, según su opinión, de dos acorazados de más de 9.000 toneladas (Pelayo y Carlos V), cuatro cruceros acorazados de entre 6.800 y 7.000 toneladas (Cristóbal Colón, Infanta M.a Teresa, Vizcaya y Oquendo), dos cruceros protegidos (el de 1. clase Alfonso XIII, con 4.826 toneladas y el de 2.a Marqués de la Ensenada, con 1.064 toneladas) y cuatro no protegidos, dos de ellos de 1.’ clase (Alfonso XII, con 3.900 toneladas, y el Reina Mercedes, con 2.900 toneladas) y los otros dos de 2. clase (Conde de Venadito e Infanta Isabel, ambos de 1.189 toneladas). Este combinado alcan zaba un total de 62.000 toneladas de desplazamiento (algo inferior, aunque muy similar, al de la Escuadra del Atlántico Norte norteamericana), al que habría que añadir tres destroyers y tres torpederos. El ministro Bermejo admitía que para poder disponer de esta escuadra necesitaba contar con un plazo mínimo de dos meses (finales de abril), y que el Gobierno conocía perfectamente el hecho de que un gran número de estos buques se encontraban en aquellos momentos reformándose o carenándose en el extranjero, por lo cual procuraría «...por todos los medios posibles, en rela

66 63 Núm. EL CRUCERO ACORAZADO CRISTÓBAL COLÓN, DESDE SU BOTADURA HASTA SU... ción también con los intereses generales del país, el seguir con sus relaciones con los EE. UU. una política de perfecta amistad, a pesar de haberse dibujado algunas veces puntos de no fácil solución...». Finalmente lç informaba de-las medidas que se estaban tomando en el puerto de La Habana, acondicionando un dique para posibles reparaciones y fortificándose algunos puertos, corno los de Cienfuegos y Santiago de Cuba, que estarían dispuestos para cerrarlos con dispositivos de torpedos. - Cervera no perdió el tiempo y, apenas tres días después (7 de marzo), contestó al ministro participándole su opinión de «...que los propósitos de los EE.UU. son llevarnos a la guerra, parece fuera de toda duda... y-que insensato sería negar que lo que racionalmente podemos esperar es la derrota, que nos haría perder la Isla en las peores condiciones...». En la misma comunicación Cervera realizó un análisis de la situación de ambas escuadras muy diferente a la anterior de Bermejo, insistiéndole en que «...tengo por seguro que no estarán disponibles el Carlos V Pelayo, Vitoria y Numancia... También pareceseguro que a finales de abril no estarán montados los cañones del Colón, de 254 mm. Y aun cuando yo me equivo cara, entonces nuestra fuerza útil en las Antillas sería el 49 por 100 de la americana en tonelaje y el 47 por 100 en artillería, y solo seríamos superio res en cazatorpederos y torpederos, si todos ellos llegan útiles allá. Yo no sé fijamente cuáles son los sentimientos patrios respecto a Cuba, pero me inclino a creer que la inmensa mayoría de los españoles desea la paz antes que todo.. . ». El día 13 el ministro Bermejo anunciaba a Cervera que se estaban reali zando gestiones para la compra de algunos buques, las cuales no terminaban de cuajar, pues aunque efectivamente se ofrecieron ciertos buques buenos al Gobierno, y el ministro hizo enormes esfuerzos para su adquisición, no encontró el apoyo necesario en el resto del gabinete ministerial, porque consideraron que, finalmente, no habría guerra y se alcanzaría un acuerdo. El día 16 Cervera continuaba con su visión realista del conflicto, participán dole al ministro que «...la guerra nos conducirá seguramente a un desastre seguido de una paz humillante y de la ruina más espantosa...», y éste le contestaba el día 21 ampliándole sus planes previstos, en los que se contem plaba que el Cristóbal Colón acompañara a la escuadra de torpederos hasta Puerto Rico, desde donde, al no poder entrar por su calado en San Juan, se dirigiría a San Thomas para carbonear y regresaría a España para montar su artillería pesada. Pero, por estas fechas, el Gobierno de los EE. UU. tenía ya decidido ir a la guerra y resolver el conflicto lo antes posible, al considerar acertada mente su mando naval (al que se le habían dando tantas facilidades de información) que la mayor parte de la escuadra española todavía no esta ba concluida, bien por estar en fase de modernización o de alistamiento. El momento, por tanto, era muy apropiado y fue perfectamente elegido, pues suponían —como así fue— que a partir de la fecha de comienzo del conflicto los astilleros extranjeros congelarían todas las reformas o alista

Año 1998 67 MANUEL ROLANDI SÁNCHEZ-SOLÍS mientos de buques españoles, y que la escuadra o escuadras que acudie ran a las Antillas y al archipiélago filipino lo harían en un estado muy limitado y siempre de inferioridad con respecto a las divisiones navales norteamericanas. La decisión debió de tomarse en los últimos días de febrero o en los prime ros de marzo, aprobando el Senado norteamericano el día 10 de marzo un crédito de 50 millones para armamento y poniendo, prácticamente desde esas mismas fechas, en pie de guerra toda su Marina, En el Atlántico, que era donde lógicamente preveían que se desarrollaría el teatro de operaciones, concentraron el grueso de sus buques, organizando con ellos tres poderosas agrupaciones o divisiones navales:

— La Escuadra del Atlántico, estacionada en Cayo Hueso (Florida) y destiñada a operar sobre Cuba: estaba bajo el mando del contralmiran te William T. Sampson. — La División del Atlántico del Norte, mandada por el comodoro Howell y con la misión de proteger la costa nordeste de los EE. UU.

— La Escuadra Volante, con base en Hampton Roads, posición intennedia entre las dos anteriores, lo cual le permitía acudir en sus auxilios, si era necesario, y cubrir el litoral meridional de Nueva York. Estaba mandada por el comodoro Winfield Scott Shley, que enarbolaba su insignia en el crucero acorazado Brooklyn y contaba con los poderosos acorazados Massachussets y Texas y los cruceros protegidos Minneapolis y New Orleans, que se vieron reforzados por el potente acorazado Oregon, que zarpó de San Francisco el día 19 de marzo y pasó por el estrecho de Magallanes (a pesar de las dificultades que suponía el ministro Berme jo), participando en el combate de Santiago de Cuba y siendo precisa mente el principal artífice del hundimiento del Cristóbal Colón.

Y mientras el mando norteamericano organizaba y ponía a punto, con tiempo suficiente, sus poderosas fuerzas navales, en España el Gobierno seguía pensando ingenuamente que no habría guerra y el ministro de Marina intercambiaba mensajes con el almirante en jefe de su única escuadra de operaciones, lamentándose de su falta de medios, y mantenía sus menguadas fuerzas repartidas por Cartagena (el grueso de la escuadra avituallándose), Tolón y El Havre (acorazado Pelayo modernizandose), La Carraca (acorazado Carlos V y fragata blindada Numancia artillándose), Nueva York (cruceros Vizcaya y Oquendo en visita de cortesía al futuro enemigo), Cuba (cuatro cruceros no protegidos, uno de 1.a clase, tres de 2. y uno de 3., todos ellos de escaso valor militar, y varios cañoneros y vapores), Puerto Rico (un crucero no protegido de 2.a clase y varios cañoneros-torpederos, igualmente de escaso valor militar) y en el archipiélago filipino (dos cruceros no protegidos y varios cañoneros y lanchas artilladas). El miércoles 23 de marzo, y apenas tres días después de que la comisión española de investigación anunciara que la explosión del Maine se había

68 . 63 Núm. EL CRUCERO ACORAZADO CRISTÓBAL COLÓN, DESDE SU BOTADURA HASTA SU... debido a causas internas, por combustión espontanea del carbón y afección al pañol de municiones de proa, comenzó nuevamente a desencadenarse la tormenta diplomática norteamericana, tras una entrevista celebrada entre el embajador Woodford y los ministros de Estado, Gullón, y de Ultramar, Moret, en la que les hizo entrega de un ultimátum por el que, si en el plazo de unos días no se daba una solución satisfactoria al problema de Cuba, el presidente McKinley sometería el tema al Congreso, junto con el informe sobre la explosión del Maine (cuya comisión norteamericana de investiga ción concluía que había sido producida por una mina submarina). Junto con el ultimátum se insistía sobre la compra de la isla propuesta semanas antes. El presidente del Gobierno, Sagasta, y el ministro de Ultramar, Moret, apoyaron en Consejo de Ministros extraordinario la venta de la isla como solución in extremis para evitar la guerra, pero el resto del Gobierno se opuso rotundamente y, acto seguido (día 24), el ministro de Marina ordenaba a Cervera «...que estuviera listo y esperando sus órdenes para salir hacia Cádiz...». El día 25, y en un intento desesperado de ganar tiempo, el ministro de Estado, Gullón, contestaba al embajador Woodford que era indispensable consultar a las Cámaras cubanas, precepto legal imprescindible tras la conce Sión de autonomía a Cuba el primero de enero último, y al día siguiente el secretario de Estado norteamericano, Day, enviaba otra nota apremiando a un «desenlace rápido». Cumpliendo las órdenes recibidas, el lunes 28 de marzo zarpó de Cartage na la Escuadra de Operaciones rumbo a Cádiz, y como su mismo comandante había vaticinado, sin el refuerzo de ningún buque más y sin la artillería gruesa de su buque más poderoso, el crucero acorazado Cristóbal Colón. Como comentaría él mismo semanas después «...con la conciencia tranquila iba al sacrificio...».

Bibliografía

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Año 1998 69 MANUEL ROLANDJ SÁNCHEZ-SOLÍS

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70 63 Núm. ÇOSAS DEL NOVENTA Y OCHO (Recordadas en 1908 con motivo de la visita a La Habana de la corbeta Nautilus)

Carlos MARTÍNÉZ-VALVERDE Contralmirante

Recordadas también ahora, 1998

La escala de la corbeta Nautilus, buque-escuela de guardiamarinas, en La Habana fue una gran manifestación de entusiasmo españolista por parte de los cubanos y de fervor patriótico de los españoles residentes en la capital cubana. Vibraron también nuestros marinos al ver cómo eran acogidos y en razón del lugar. Era la primera visita que hacía un buque de guerra español después del luctuoso noventa y ocho. Luctuoso sí, pero entonces se mostró todo cuanto suponía gloria, que era mucho... Se recordaron las luchas de la emancipación pero dándose caballerescamente la ______a mano cubanos, norteamericanos y españoles Hubo generosidad en todas J las partes en los antiguos contendien tes, con un regusto de «Madre Patria» (PAGINAS en el sentir de los cubanos. En cierto PARA LA modo se añoraba a España. La inmensa muchedumbre en los ÑISTORIA) muelles y en las calles, los estamentos organizados (oficiales y particulares), la prensa, la cúpula del que fuera llamado Ejército Libertador, el clero, los terrate mentes, todos respondieron manifestan- y do amor a los españoles, admiracion por los heroes del noventa y ocho No solamente la prensa ubicada en / la isla sino tambien los corresponsales 7 en los Estados Unidos se volcaron en 24,JUNIO1908 el evento. Uno de éstos, el del Diario Español, en Washington, publicó en La Habana lo sentido en Norteameri ca, dos «nobles anécdotas». Una de ellas es la referente al antiguo teniente de navío Hobson, el que con heroísmo hundió el Merri,nac en el canal de Santiago para embotellar a nuestra escuadra. No consiguió del todo su objeto pero el gran mérito existió y el almirante Cervera lo reconoció, y al hacerle prisionero tuvo con él las consideraciones que los héroes merecen.

Año 1998 71 CARLOS MARTÍNEZ-VALVERDE En 1908, ya retirado, era diputado por Alabama y recientemente había dado una conferencia ante más de mil guardiamarinas en Annápolis. Tomó como ejemplo del cumplimiento del deber a un marinero español de los de la escuadra de Cervera. El texto de lo que dijo ante aquella importante concurren cia fue más o menos el que sigue: «Después de la batalla naval de Santiago —dijo——, pedí permiso para visi tar los buques del almirante Cervera, y en la sala de máquinas del Vizcaya ví a un marinero español completamente carbonizado, que por un raro fenómeno de equilibrio se mantenía de pie y agarrado a las manivelas de la válvula de vapor. La muerte le sorprendió en esa actitud. Cuadro tan terrible y tan hermo so me produjo tal emoción que me quité la gorra ante aquel héroe anónimo y modestísimo marinero del Vizcaya y pensé: “Esta es la estatua del deber...” Jóvenes, pensad en el marinero español carbonizado!» Ejemplo tomado del enemigo vencido. La otra noble anécdota se la había referido al corresponsal un jefe americáno que era en la actualidad comandan te del crucero Nevada. Antes de referir lo que le dijo hay que hacer constar que el periodista hace su panegfrico diciendo de este oficial de la Armada que su carácter es severísimo, que es hombre de honor intachable, bravo, humani tario y franco, se llama Mr. Huse. Habla perfectamente el castellano. Veamos

su relato: «... era por la tarde —dice—, ya casi al final de la batalla. Yo estaba embarcado en el Glowcester. De repente un oficial da la voz de alarma. Uno de los torpederos (sic) españoles se nos venía encima. Como es natural todos los fuegos de nuestro buque se concentraron en el diminuto barco español (el Plutón o el Terror, si mal no recuerdo) sobre el que mandamos una verdadera lluvia de metralla. No perdimos de vista al torpedero (sic) español; los oficia les con los anteojos podíamos ver la cubierta: los marineros españoles, unos inmóviles... ¡muertos!, otros arrastrándose... heridos que luchaban entre la vida y la muerte; los charcos de sangre iban de babor a estribor o de proa a popa, según el balance o el cabeceo de la nave. Desde el barquito español no se hacía ni un disparo. No obstante seguía avanzando sobre nosotros. De pron

- to, de una de las escotillas del barco vimos salir a un oficial español, descalzo y ensangrentado o lleno de manchas de sangre, coñ la gorra hacia atrás mira aquel espectáculo espantoso de hombres muertos o agonizantes, de piezas desmontadas, de todo lo horrible que es una batalla naval y, no obstante lo terrible de nuestros disparos, pues ya estaba tan cerca el torpedero (sic) que hasta disparábamos con los cañones revólveres, sin buscar protección de ninguna clase aguantó de frente y al descubierto tan terrible fin como el que ya no espera más que morir lo antes posible, pero morir como un bravo, y con una sangre fría y un valor admirable sacó una petaca, hizo un cigarrillo de papel, encendió una cerilla y guardando el equilibrio como pudo para no escu rrirse en los charcos de sangre que corrían por la cubierta se puso a fumar impávido. En aquel momento me apercibí que el timón del torpedero (sic) estaba hecho pedazos, que el barco estaba sin gobierno, que la corriente era la que lo traía a la boca de nuestros cañones y mandé parar el fuego.

72 63 Núm. COSAS DEL NOVENTA Y OCHO Y cuando el barco estuvo más cerca y vimos que aquel oficial era el único superviviente de la nave, espontáneamente de todos los pechos de los tripulan tes salieron tres ¡hurras! francos y nobles, vibrantes de entusiasmo y admira ción por aquel caballero oficial de la Marina española, y era curioso el ver que los marineros americanos vitoreaban a España y a la nación española en el mismo momento de la lucha, cuando las pasiones son más violentas. Siento no recordar el nombre de ese señor oficial, pero si alguna vez tiene usted ocasión de hacerlo, hágale saber el profundo respeto y la admiración que sentimos todos los que presenciamos la desenvoltura y el valor que mostró al encender aquel cigarrillo». Hasta aquí lo recordado por el capitán de navío Huse, puede haber involun tarias inexactitudes debido al tiempo transcurrido; el Glowcester era el buque americano que estaba más cerca de tierra, era un yate armado. Cuando los cruceros españoles salieron fueron acosados por los acorazados y cruceros enemigos que navegaron hacia el oeste siguiéndoles. Salieron los cazatorpederos y el Giowcester marchó sobre ellos. Lo dicho por Mr. Huse responde más a la salida del Plutón, esto es, el segundo de los cazatorpederos del valiente Villaamil (1), mandado por el teniente de navío de primera Vázquez. El buque, al fin, con las máquinas en marcha y el timón todo metido a estribor fue a varar eñ la costa. El Giowcester fue el primer buque a que fue llevado prisionero el almirante Cervera. Lo que tiene más valor del relato de Mr. Huse es el deseo de ensalzar a los españoles, aunque el tiempo haga que su relato no se ajuste exactamente a lo que pasó. Hurra!, pues, ahora por él y por los hombres que mandaba: ¡Hurra!

Consideraciones: 1908, 1998

No pueden relatarse todos los actos que tuvieron lugar en La Habana con motivo de la visita a ese puerto de la corbeta Nautilus. Sería alargar mucho este corto trabajo, y muchos de los actos, aunque patrióticos, no estaban rela cionados con los hechos del «noventa y ocho»; sí mencionaremos por su rela ción la Misa de Réquiem que se celebró en la catedral de La Habana, oficiada por el señor obispo de la diócesis, a la que acudieron las fuerzas vivas, en las que no faltaron representaciones del Ejército y de la Marina, cubanos y norte americanos. Hubo también a bordo otro oficio. También debemos citar por su alto sentido patriótico la entrega a la Nauti lus de una bandera nacional española, que fue izada a bordo con toda solemni dad. Era un obsequio de los alumnos de las escuelas pertenecientes al Centro Gallego.

(1) «Los cazatorpederos habían de mantenerse, si podían, fuera del fuego, espiar un momento oportuno para obrar, si se presentaba, y tratar de escapar con su mayor andar si el combate nos era desfavorable». Del parte del almirante Cervera al capitán general de la isla, Blanco, general en jefe del teatro de operaciones.

Año 1998 73 CARLOS MARTÍNEZ- VALVERDE

A

Este grupo de marineros es altamemente representativo, y eso creyeron los cubanos en 1908. Son hombres sencillos, de todas las partes marineras de España; sumamente semejantes a los que se batieron tan bravamente en 1898 en las lomas de San Juan y, a bordo, en las aguas de Santiago de Cuba: las mismas características físicas y morales, los mismos uniformes, gorros y galones, el mismo aspecto modesto, ocultando el.heroísmode que son capaces. Todo eso tuvie ron presente, aun sin pensarlo, los habaneros cuando les festejaron. Eran un exponente del «noventa y ocho», aunque les veamos sirviendo como buenos —eso sí— en la Nautilus. ¡Tan sólo habían pasado diez años!

Muy importante fue la visita de la cúpula aún viviente del ejército llamado «Libertador». Impresiona ver la elegancia de esos próceres. Exponente de la gente que tomó parte en el movimiento independentista que formó, junto con los intelectuales, el elemento cubano más pudiente, poniendo como soldados en la causa a sus guajiros, blancos y de color; y a fe que se batieron bien, riva lizando con nuestro valientes soldados. Y en todos los actos estuvo presente la admiración por los marinos de la escuadra de Cervera, luchando contra fuerzas muy superiores aquel luctuoso tres de julio de mil novecientos noventa y ocho. No se olvidaron tampoco los otros combates sostenidos por nuestros buques ligeros contra las fuerzas americanas, más fuertes, en los que tantas veces los enemigos llevaron la peor parte. Combates muchas veces poco conocidos por el gran público en la metrópoli, pero allí, entonces (1908), aún quedaban gentes que desde la orilla los presenciaron. Del recibimiento de la Nautilus hubo bellos y sentidos relatos. Uno publi cado por La Discusion (25 de junio) decía: «Y fue la recepción imponente; la

74 Núm. 63 COSAS DEL NOVENTA Y OCHO multitud ondulaba; la corbeta española, lenta, venía escoltada por numerosos barcos hirvientes de mujeres hermosas y de hombres magnificados por el entusiasmo; la muchedumbre estremecida se hizo sonora en un viva unánime; los buques surtos en la bahía llenaron el aire con los broncos alaridos de sus sirenas; toda la ciudad tembló al retumbar de los cañonazos; la policromía de las banderas se alborozó a lo largo de los cordajes». —Bella estampa, sin duda!— Recoge muy bien los momentos de entusiasmo. La Habana, y con ella Cuba entera, estallaba de emoción (2). Y es interesante también considerar algo de la situación del momento, algo que firma Néstor L. Carboneli. Dice: «El alma de Cuba, abatida por grandes infortunios que aún la tienen sujeta por manos extrañas, expermentaen estos momentos una reacción bendita y saludable: la ha arrancado del pecho un ¡Hosanna! que ha resonado en la América sajona como eco plañidero de dolor, y por el mundo latino como ola bendita de amor, como la explosión de nues tros corazones». Manifiesta: «Los americanistaS codiciosos que hasta ahora han venido amenazando de muerte nuestra personalidad cubana... iban palide ciendo de horror y de vergüenza ante el colosal acto que reseñamos» (una constante que siempre amenaza a Cuba). Debemos terminar estas líneas haciendo resaltar la acción diplomática y humana del comandante de la Nautilus, el capitán de fragata don Salvador Moreno Eliza. Fue de la mejor calidad.

(2) Sin llegar a los extremos del recibimiento de la Nautilus he vivido allí uno de esos momentos de emoción intensa —La Habana se vuelca siempre con España—: Entraba el Juan Sebastián de Elcano, desfilaba suavemente el buque por delante del castillo del Morro, tan bravamente defendido por Velasco: tocaba la banda del buque aquel pasodoble «Los Volunta dos», marcha del «noventa y ocho’>. Los barcos nos rodeaban, nos comían de cariño, agitando en ellos las gentes banderas y pañuelos.

Año 1998 75 ÍNDICES DE LA REVISTA DE HISTORIA NAVAL

Ya están a la venta los ÍNDICES n P de los cincuenta primeros núme REVISTA ros de la REVISTA DE HISTORIA I4ISTORIA NAVAL NAVAL, cuyo contenido es el que sigue: íNICS D LOS CI {CtJBNTA PRIMEROS NÚMEROS • Introducción (estudio histórico y estadístico). • Currículos de autores. • Indices de los números 1 al 50. • Artículos clasificados por ) orden alfabéticos. • Indice de materias. ,• Indice de la sección La histo ria vivida. • Indice de la sección Docu NtiM1L& TtLAOINAklo inentos. • Indice de la sección La Histó Ño *V ria Marítima en el mundo. tNS1ttftO D YtULTVR NAVAL. • AMAM isÑoLk Indice de la sección Recen ______siones.

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INSTITUTO DE HISTORIA Y CULTURA NAVAL DIGNA REPRESENTACIÓN DE SUBOFICIALES, MARINERÍA Y TROPA, COMBATIENTES EN CUBA Y FILIPINAS, REPOSA EN EL PANTEÓN DE MARINOS ILUSTRES

José Carlos FERNÁNDEZ Capitán de fragata

Como era de prever, a lo largo de 1998 hubo plumas que señalaron a los protagonistas de los acontecimientos de Cuba y Filipinas, disculpando a unos y condenando a otros, diciendo bien de los héroes y maldiciendo a los enemi gos; pero de lo que no hay duda es de la meritoria labor, casi siempre anóni ma, de las clases subalternas. De ellas trata el presente trabajo y a ellas va dirigida mi más sentida admiración.

Marinero de primera clase José Alvariño Gabeiras

Natural de Sillobre, Fene (La Coruña), fue el primer marinero que alcanzó el alto honor de reposar en el Panteón de Marinos Ilustres. Sirviente del cañón de estribor del Plutón, sus compañeros Nicolás González, Francisco Rico y Cayetano Aneiros testificaron que lo vieron muerto en cubierta, destrozado por una granada norteamericana. Pero vuelto en sí todavía tuvo fuerzas para agarrarse a un candelero y pedir auxilio a los que ya se encontraban en tierra. El alférez de navío Carlos Boado Suanzes se lanzó al agua y pudo rescatarlo, depositándolo en una cueva entre las rocas de la orilla. Como estaba muy mal herido se despojó el oficial de su guerrera (llevaba puesta la de invierno como mejor protección para el combate) y doblándola la colocó bajo la cabeza de Alvariño para que pudiera descansar. Una patrulla norteamericana lo hizo prisionero y les pidió Boado que recogiesen también al herido. Al poco tiem po regresó la patrulla, la cual había llevado un sillón y cuerdas para sujetarlo, manifestando que el herido había fallecido (1). En marzo de 1899 corrió el extraño rumor en Cuba de que habían apareci do los restos de Villaamil dentro de una cueva, en las rocas cercanas al lugar donde se encontraba hundido el Plutón, hallándose asimismo un sillón, unas cuerdas, unos huesos y un uniforme destrozado de capitán de la Armada espa

(1) BOADO SUANZES, Carlos: «Los restos de Villaamil. Una aclaración importante». Mundo Naval Ilustrado, 1 de junio de 1899.

Año 1998 77 JOSÉ CARLOS FERNÁNDEZ ñola. En el convencimiento de los gobiernos de España y Estados Unidos de que efectivamente eran aquéllos los restos de Villaamil, se embarcaron con todos los honores en el vapor Montserrat, rumbo a la península, para ser inhu mados en el Panteón de Marinos Ilustres. El 7 de noviembre de 1901, unos días antes de arribar a Cádiz, dirigió el ministro de Marina, duque de Veragua, una real orden al capitán general del Departamento, en la que le comunicaba que los restos no eran de Villaamil sino de Alvariño, y que se sepultasen en el cementerio de San Fernando no sin antes posibilitar su reconocimiento por la familia del infortunado capitán de navío. El 19 de noviembre de 1901 se depositaron en el Panteón y, una vez despe jada toda duda sobre su autenticidad, se exhumaron el 17 de junio de 1902 y se condujeron al cementerio católico de San Fernando, volviendo a acogerlos el Panteón el 21 de marzo de 1904, aprovechando la llegada de restos huma nos pertenecientes a la escuadra de Cavite (2).

Panteón de Marinos Ilustres, San Fernando (Cádiz)

Cavite y los «últimos» de Filipinas (Baler)

Puestos a flote por los norteamericanos los cascos de los cruceros Reina Cristina y Antonio de Ulloa, así como del vapor Argos, pertenecientes a la escuadra de Montojo hundida en combate en la ensenada de Bacor (Cavite) el 1 de mayo de 1898, se encontraron restos humanos de marinos españoles

(2) Diario de Cádiz, 21 de marzo de 1904.

78 Núm. 63 DiGNA REPRESENTACIÓN DE SUBOFICIALES Y MARINERÍA Y TROPA... fallecidos aquel memorable día. El cónsul general de España en Manila, Emilio de Perera, llevó a cabo las gestiones para trasladar estos restos a la península, disponiéndose por Real Orden de 5 de febrero de 1904 se les diese honrosa sepultura en el Panteón de Marinos Ilustres, tributándoseles los hono res de capitán de navío de primera clase con mando por la posibilidad de que entre ellos se hallasen los del capitán de navío Cadarso, comandante del Reina Cristina. La comisión española, compuesta por José Iturralde y Juan B. Fernández, recibió en la mañana del domingo 14 de febrero de 1904 de su homóloga .norteamericana, integrada por A. R. Canden y Gustavo Raermu rehug, los restos de Cavite (575 huesos, entre ellos un cráneo casi completo), como también los exhumados en el pueblo de Baler, correspondientes a los defensores del sitio de su iglesia. En la despedida y embarque de estos gloriosos restos concurrió una impo nente manifestación, tributándoles las autoridades norteamericanas los más altos honores. Los buques y fuertes de Cavite dispararon los 80 cañonazos de ordenanza y los cañoneros Mindoro y Corregidor los acompañaron desde Cavite a Manila, donde en la iglesia de San Martín se celebraron los solemnes funerales. El agustino Fuentesber pronunció una sentida oración que conmo vió a los asistentes, correspondiendo al arzobispo norteamericano entonar el preceptivo responso. Finalizadas las exequias, los restos se llevaron al muelle en un armón de artillería tirado por seis caballos alazanes, embarcando en el vapor isla de Panay al son de las notas de la Marcha Real española, interpreta da por la banda americana. El día 21 de marzo se celebró en el Panteón de Marinos Ilustres el solem ne acto de inhumación, presidido por el capitán general, contralmirante José Ramos-Izquierdo Castañeda, acompañado por el alcalde de San Fernando, Ramón Lobo Ortega, y demás concejales del Ayuntamiento. El Isla de Panay traía en una capilla ardiente tres urnas. Correspondía una a los restos de Cavite; las otras dos al capitán Enrique de las Morenas y a los combatientes de la iglesia de Baler (teniente Alonso Zayas, cabo Chaves Martín, fray Cándido Gómez, soldados Rovira Mompó, Donat Pastor, Lafarga Abad, López Lozano, Fuentes Damián, Larrode Paracuellos, Navarro León, Izquier do Arnaiz, Alonso Medro, Sanz Miramendi, Santamaría Aparicio y José Peta nas). En la capilla del buque, además de la corona de flores, lazos y pensa mientos dedicados, venía una placa de mármol en la que se grabó la primera página del diario Mercurio deManila, correspondiente al 15 de febrero de 1904, que decía: «A los héroes de Cavite y Baler». Esta placa se colocó en la tercera capilla de la izquierda del Panteón. La primera de las urnas y la de Alvariño se enterraron en la fosa del capi tán de navío Bustamante; las otras dos las entregó en Barcelona el capitán del Isla de Panay, señor Mir, el 16 de marzo a una comisión madrileña formada por los comandantes de Infantería Donoso y Montilla y el teniente Las More nas (hijo del fallecido). El día 18, a la llegada de la comisión a Madrid, les esperaba un numeroso cortejo encabezado por el ministro de la Guerra. Las dos urnas se colocaron en sendos armones, dirigiéndose la comitiva hacia el

Año 1998 79 JOSÉ CARLOS FERNÁNDEZ cementerio del Este. Ante la estatua de Espartero se rezó un responso y se despidió el duelo (3).

Fallecidos en el hospital de Portsmouth (Estados Unidos)

Después del combate de Santiago deCuba, los oficiales españoles hechos prisioneros fueron llevados a bordo del Saint Louis hasta la Escuela Naval de Annápolis, donde quedaron alojados. Al resto de las dotaciones las llevó el Harvard a la isla de Seaveyes, de Portsmouth (New Hampshire). Allí, en el hospital de Portsmouth, fallecieron 31 hombres, cuyo traslado a España durante mucho tiempo se gestionó sin resultado positivo. El ministro pleni potenciario de España en Washington remite el 7 de abril de 1900 al de Estado copia traducida de una lista de los prisioneros españoles fallecidos en Norfolk y Portsmouth, con indicaciones de las causas de dichos falleci mientos (4). Cada 30 de mayo (Memorial Day) los norteamericanos colocaban ofrendas de flores y banderitas españolas sobre las tumbas de estos marinos, a la vez que los buques de aquella nacionalidad tributaban honores de ordenanza. Con ocasión de un viaje a Nueva York del transporte Almirante Lobo, que debía traer a España material de guerra adquirido en los Estados Unidos, pudo ofrecerse la oportunidad deseada, y el 12 de abril de 1916 se embarcaron las 31 cajas con los restos mortales de aquellos hombres. El buque llegó a Cádiz el 29 del mismo mes. El 3 de mayo, rendidos los oportunos honores, se tras ladaron al Panteón de Marinos Ilustres y se inhumaron solemnemente, ocupando una amplia fosa en la primera capilla de la izquierda, donde actual mente se encuentra el bello monumento a las clases de Marinería y Tropa. Estos fueron los 31 fallecidos:

Crucero Vizcaya

Practicante de primera clase SANTIAGO Pozo y Pos. Hijo de José y de María de la Concepción, nació el 25 de julio de 1841 en Cádiz. El 17 de noviembre de 1862 ingresa en la Aunada como practicante de Cirugía de segunda clase. El 20 de septiembre de 1893 contrae matrimonio en Rota con Isabel María de la Gloria Rodríguez Segundi, de 35 años de edad. El 8 de marzo de 1898 se le desestima su instancia solicitando la graduación de médico de segunda de Sanidad de la Armada, por no contar en sus servicios con ningún hecho especial o mérito extraordina rio exigido en la Real Orden de 5 de enero de 1895. Murió el 16 de julio de 1898 de paraplejía. — Marinero de primera ANTONIO BARCIA CRESPO. Casado con Josefa Boullosa Martínez. Residían en Marín (Pontevedra). Murió el 19 de

(3) La Vanguardia de Barcelona, 18 y 19 de marzo de 1904. (4) Archivo Alvaro de Bazán. El Viso de El Marqués. Sección Histórica, leg. 4838.

80 63 Núm. DIGNA REPRESENTACIÓN DE SUBOFICIALES Y MARINERÍA Y TROPA...

julio de tifus malárico, resultante, probablemente, de Febris remittens (paludismo).

— Marinero RAMÓN ROMERO DosIL. Natural de Muros (La Coruña). Solte ro. Murió el 17 de julio de paludismo.

— Marinero ANSELMO ALSASUA ZULOAGA. Natural de San Sebastián (Vizcaya). Soltero. Murió el 18 de julio de paludismo.

— Soldado de Infantería de Marina BALDOMERO FERNÁNDEZ PARAPAR. Natural de Mañón (La Coruña). Soltero. Murió de paludismo.

— Soldado de Infantería de Marina JosÉ DOMINGO TEJERA FERNÁNDEZ. Hijo de Francisco y de Manuela, nació en Tagle, Suances (Santander). Soltero. Murió el 23 de julio de paludismo.

Crucero Oquendo -

— Tercer condestable MANUEL RODRÍGUEZ BARRIOS. Nació en Bornos (Cádiz). Soltero. Su padre, Antonio Rodríguez Díaz, solicitó pensión, que se le concedió, así como plaza de gracia para el hermano de aquél, Antonio, en escuelas y academias de Marina. Murió el 18 de julio de disentería. — Fogonero de primera AGUSTÍN VALES COUCE. Casado con María Juana Lago Fariña, residían en San Salvador de Leiro, Castro (La Coruña). Murió el 19 de julio de catarro gastrotífico, producido probablemente por el paludismo.

— Fogonero de segunda FRANCISCO DÍAZ FERREIRO. Casado con Catalina Felpeto Rodríguez, residían en Serantellos, Serantes, Ferrol (La Coru ña). Murió el 22 de julio de paludismo.

— Fogonero de segunda JosÉ VEIGA SEOANE. Casado con Angela Josefa Rodríguez Novo, residían en Santa María de Neda (La Coruña). Murió el 29 de julio de paludismo.

— Artillero de mar de primera ISIDRO BECEIRO RODRÍGUEZ. Hijo de José y de Pastora. Nació en San Juan de Esmelle (La Coruña). Casado con Josefa Losada Montero, residían en San Román de Doniños, Serantes, Ferrol (La Coruña). Murió el 19 de julio de paludismo.

— Marinero de primera JOSÉ VILAR TOIMIL. Al estar enfermo de gravedad no pudo embarcarse con los repatriados rumbo a España. Falleció el 13 de septiembre de paludismo. — Marinero de primera JosÉ BERMÚDEZ OUTEIRAL. Hijo de Alejandro y Francisca, nació en Cangas (Pontevedra). Soltero. Murió el 20 de julio de paludismo. — Marinero de primera JosÉ RIVAS CHAPELA. Natural de Moaña (Ponteve dra). Su padre, José Rivas Incógnito, solicitó pensión por el fallecimien to de su hijo. Soltero. Murió el 18 de julio de paludismo. — Marinero de primera FRANCISCO NÚÑEZ CHAPELA. Natural de Bueu (Pontevedra). Su padre, José Núñez Fernández, solicitó pensión por el fallecimiento de su hijo. Soltero. Murió el 24 de julio de paludismo.

Año 1998 81 JOSÉ CARLOS FERNÁNDEZ

— Marinero de primera MARCELINO COELLO FERNÁNDEZ. Natural de Villa- garcía de Arosa (Pontevedra). Soltero. Murió el 23 de julio de paludismo.

— Marinero (armero) JACINTO SUÁREZ VENTURA. Natural de Miravalles (Vizcáya). Su padre, Miguel Suárez Alvarez, solicitó pensión por el fallecimiento de su hijo. Soltero. Murió el 20 de julio de gastritis infec ciosa, producida probablemente por paludismo.

— Marinero DOMINGO FRUCTUOSO SOLANO CALLEJA. Natural de Argoñós (Santander). Su abuela, con la que vivía, solicitó pensión por el falleci miento de su nieto. Soltero. Murió el 22 de julio de paludismo.

— Marinero MIGUEL LLORET PÉREZ. Natural de Denia (Alicante). Murió el 18 de julio, probablemente de paludismo ya que no existen datos de su enfermedad, al ingresar moribundo en el hospital. — Marinero JUAN PÉREZ SALVADOR. Natural de El Puerto de Santa María (Cádiz), Soltero. Murió el 30 de julio de paludismo.

— Marinero FERNANDO LAGO MARTÍNEZ. Natural de El Tres (Pontevedra). Soltero. Murió el 18 de julio de paludismo.

82 Núm. 63 DIGNA REPRESENTACIÓN DE SUBOFiCIALES Y MARINERÍA Y TROPA...

Crucero Cristóbal Colón

— Artillero de mar de primera FRANCISCO MARTÍNEZ LÓPEZ. Residente en Cartagena (Murcia), calle Villamartín, 6. Su padre, Francisco Martínez Lucas, solicitó pensión por el fallecimiento de su hijo. Soltero. Murió el 28 de julio, probablemente de paludismo.

— Marinero de primera CELESTINO LÓPEZ MÉNDEz. Natural de San Andrés de Carroedo (La Coruña). Su padre, Manuel López Ponte, solicitó pensión por el fallecimiento de su hijo. Soltero. Murió el 19 de julio de paludismo.

— Marinero de primera DANIEL HORMAECHEA NAvERÁN. Natural de G. de Arteaga, Bermeo (Vizcaya). Su padre, Atanasio Hormaechea Lartitegui, solicitó pensión por el fallecimiento de su hijo. Soltero. Murió el 19 de julio de paludismo.

— Marinero de primera CIRIACO OCHOA BRINCAS. Natural de Laredo (Santander). Su padre, Roque Ochoa, solicitó pensión por el falleci miento de su hijo. Soltero. Murió el 8 de agosto de paludismo. — Marinero de primera ANTONIO FERNÁNDEZ GRANDE. Natural de Torre- vieja (Alicante). Soltero. Murió el 23 de julio de paludismo. — Marinero INDALECIO RIVAS FERNÁNDEZ. Natural de Coiro (La Coruña). Soltero. Murió el 6 de agosto de meningitis cerebral, producida proba blemente por paludismo. — Marinero JOSÉ M. BERDIÑAS ABRUÑEDO, Natural de La Coruña. Su madre, Rafaela Abruñedo, que vivía en la calle de la Felperra de dicha ciudad, solicitó pensión por el fallecimiento de su hijo. Soltero. Murió el 16 de julio de catarro gastrotífico.

— Marinero MANUEL LEIRAS BONOME. Hijo de José M. y de Josefa, nació el 26 de abril de 1876 en Fremelle, Monfero (La Coruña). Soltero. Murió el 22 de julio de paludismo. — Soldado de Infantería de Marina MANUEL CARRIÓN CASADO. Natural de Sevilla. Su padre, Francisco Carrión Lati, solicitó pensión por el falleci miento de su hijo. Soltero. Murió el 20 de julio de paludismo.

Crucero Infanta María Teresa

— Marinero de primera ANTONIO D0PIC0 BASCO. Natural de Santa María de Souto, Paderne (La Coruña). Su madre, María Basco Lagares, solici tó pensión por el fallecimiento de su hijo. Soltero. Murió el 25 de julio de paludismo. Casi todas las instancias de los familiares solicitando pensión estaban redactadas y firmadas «A ruego», lo que da idea del bajo nivel de formación existente en España en aquel entonces, sobre todo en las clases humildes. Por Real Orden de 26 de mayo de 1924 (Diario Oficial, núm. 120), se dispuso erigir un monumento para perpetuar la memoria de los miembros de las clases subalternas de la Armada que fallecieron en acciones de guerra, bajo cuyo suelo se dispuso, asimismo, se inhumaran los restos de los que ya reposaban en el Panteón, así como los que en lo sucesivo se

Año 1998 83 —. PANTEON DE MARINOS ILUSTRES FOSA EN EL CENTRO DEL CRUCERO PARA ENTERRAMIENTO DEL FOGONERO ALVARIÑO, HEROES DE CAVITE Y OTROS

CARRACA 26 NOVIEMBRE 1924

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PLANO DE LA CRIPTA - AÑO 1124 1 —Antonio Dopico Basco 11 —Mguel Lioret Prez 22—Santiago Pozo Pos 2 -José Veigo Seoane 12 — Celestino López Méndez 23 —Francisco Nuñez Chape lo 3 -Cirioco Ochoa Bringas 13 -Antonio Fernández Grande 24—Mortuel Leiros Bonome 4 —José Vilor Toimil 14:-Antonio Barcia Crespo 25—Francisco Mczi(nez López 5 rlndalecio Rivas Fernández 15 —Ramón Romero Dosil 26—Isidro Beceiro Rdríguez 6 —Juan Pérez Salvador 46:-Arttonio Alsosua Zuloaga 27—Domingo Solano Calleja 7 —Agustín Vales Couce 17—Marcelino Coello Ferndndez 28—Manuel Carrión Cosodo 8 — Manuel Rodríguez Barrios 18:-Daniel Hormoechea Noverdn 29:-José Bermudez Outeirol 9 :-Boldomero Fernández Porapor 19—José Tejero Fernández 30—Jacinto Suárez Ventura 10-Francisco Díaz Ferreiro 20:-Femando Lago Martínez 31—José Rivas Chapelo 2$ —José Berdios Abruñedo

Plano de la cripta. Año 1924 d u z N o o o

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o JOSÉ CARLOS FERNÁNDEZ

consideraran acreedores a tan señala da distinción. Una Real Orden de 16 de agosto de 1924 dispuso se hicieran las excavacio nes necesarias en el centro del crucero del Panteón a fin de trasladar allí los restos de Cavite y de Alvariño. Se designó una comisión, formada por el ciAsrs coronel de Artillería Luis Bustamante MAÑt PI de la Rocha, hijo del de Las Lomas de San Juan (Cuba); capellán mayor, José r . Cordero Piano, y teniente de ingenieros Manuel Luna, llevándose a cabo el tras lado los días 16 y 17 de octubre de dicho año. La misma junta trasladó el 19 de noviembre, también a la fosa del crucero, las 31 cajas antes mencionadas, dando cumplimiento así a una Real Orden de 31 de octubre de 1924. La distribución de los restos era la que presentaba el plano de noviembre del año 1924. Por la Real Orden de 26 de mayo, Lápida que cubre la cripta en que repoSan. los ya citada, se nombró una comisión, restos de los miembros de las clases subalter compuesta por el coronel de ingenie- nas fallecidos en acciones de guerra ros Joaquín Concas Mencarini y comisario de Marina, José María Sabater Rodríguez, para gestionar el monu mento en cuestión, Se adjudicó al escultor Gabriel Borrás Abella, quien fina lizó su preciosa obra en 1929. En julio de dicho año se adecuó la cripta para sostener el monumento, colocándose los restos en los nichos indicados en el plano de 1929. Los costes fueron los siguientes (5):

— Monumento25.000,00 ptas. Modificación de las figuras yacentes (mármol en lugar de piedra blanca de Novelda)9.000,00 ptas. Embalaje, transporte e instala ción10.650,00 ptas.

— Adecuación de fosa2.021,30 ptas.

— Construcción de 31 cajas de pino rojo para reemplazar las existentes en mal estado416,71 ptas.

(5) Ibideín. Sección Panteón de Marinos Ilustres, legs. 1164 y 1165.

86 Núm. 63 DIGNA REPRESENTACiÓN DE SUBOFICIALES Y MARINERÍA Y TROPA... En los años 50, al cubrirse el Panteón —que se encontraba sobre corni sas— y construir un altar en la cabecera del crucero, se trasladó el monu mento a la primera capilla de la izquierda, donde habían estado depositadas las 31 cajas con los restos de los fallecidos en Portsmouth. Puede verse al fondo una placa conmemorativa del contramaestre Casado en la que se relata el hecho singular que protagonizó, salvando al cabo Ricardo Bellas Rivas, y que se leyó, por Real Orden de 8 de febrero de 1921, en todos los buques de la Armada. Probablemente muchos familiares ignoren que un ser querido reposa en tan digna sepultura. Los nombres y lugares de nacimiento encenderán, sin duda, la luz del lejano recuerdo de aquel muchacho que un día embarcó para derra mar su joven sangre en una dolorosa guerra; y así, después de cien años, podrán estos familiares tributarle, al menos, un piadoso homenaje. Yo lo. haré con una oración.

Año 1998 87 A PROPÓSITO DE LAS COLABORACIONES

Con objeto de facilitar la labor de la redacción, se ruega a nuestros colaboradores que se ajusten a las siguientes líneas de orientación en la presentación de sus artículos:

El envío de los trabajos se hará a la Redacción de la REVISTA DE Ht5T0RIA NAVAL, Juan de Mena, 1, 1.» 28071 Madrid, España. Los autores entregarán el original y una copia de sus trabajos para facilitar la revisión. Con objeto de evitar demoras en la devolución, no se enViarán pruebas de corrección de erratas. Estas correcciones serán efectuadas por el Consejo de Redacción o por correctores profesionales. El Consejo de Redacción introdu cirá las modificaciones que sean necesarias para mantener los criterios de uniformidad y calidad que requiere la REVISTA, informando de ello a los autores. No se mantendrá correspondencia acerca de las cola boraciones no solicitadas. A la entrega de los originales se adjuntará una hoja en la que debe figurar el título del trabajo, un breve resumen del mismo, el nombre del autor o autores, la dirección postal y un teléfono de contacto; así como la titulación académica y el nombre de la institución o empresa a que pertenece. Podrá hacer constar más titulaciones, las publicaciones editadas, los premios y otros méritos en un resumen curricular que no exce da de diez líneas. Los originales habrán de ser inéditos y referidos a los contenidos propios de esta REVISTA. Su extensión no deberá sobrepasar las 25 hojas escritas por una sola cara, con el mismo número de líneas y conveniente mente paginadas. Se presentarán mecanografiados a dos espacios en hojas DIN-A4, dejando margen suñ ciente para las correcciones. Deben entregarse con los errores mecanográficos corregidos y si es posible grabados en diskette, preferentemente con tratamiento de texto Microsoft Word Windows, u otros añnes. Las ilustraciones que se incluyan deberán ser de la mejor calidad posible. Los mapas, gráficos, etc., se presentarán preferentemente en papel vegetal, convenientemente rotulados. Si se trata de fotografías, se darán en diapo, positivas y en b. y n. Todas irán numeradas y llevarán su correspondiente pie, así como su procedencia. Será responsabilidad del autor obtener los permisos de los propietarios, cuando sea necesario. Se indicará asimismo el lugar aproximado de colocación de cada una. Todas las ilustraciones pasarán a formar parte del archivo de la REVtSTA.

Advertencias

• Evítese el empleo de abreviaturas, cuando sea posible. Las siglas y los acrónimos, siempre con mayúsculas, deberán escribirse en claro la primera vez que se empleen. Las siglas muy conocidas se escribirán sin puntos y en su traducción española (ONU, CrE, ATS, EE.UU., Marina de los EE.UU., etc.). Algunos nombres convertidos por el uso en palabras comunes se escribirán en redonda (Banesto, Astano, etc.). • Se aconseja el empleo de minúsculas para los empleos, cargos, títulos (capitán, gobernador, conde) y con la inicial mayúscula para los organismos relevantes. • Sg subrayarán (letra cursiva) los nombres de buques, libros, revistas y palabras y expresiones en idiomas diferentes del español. • Las notas de pie de página se reservarán exclusivamente para datos y referencias relacionados directamente con el texto. Se redactarán de forma sintética y se presentarán en hoja aparte con numeración correlativa. • Las citas de libros y revistas se harán así:

• ApEwuos, nombre: Título del libro. Editorial, sede de ésta, año, número de las páginas a que se refiere la cita. • APELLIDOS, nombre: «Título del artículo» el Nombre de la revista, número de serie, sede y año en números romanos. Número del volumen de la revista, en números arábigos, número de la revista, números de las páginas a que se refiere la nota. • La lista bibliográfica deberá presentarse en orden alfabético; en caso de citar varias obras del mismo autor, se seguirá el orden cronológico de aparición, sustituyendo para la segunda y siguien tes el nombre del autor por una raya. Cuando la obra sea anónima, se alfabetizará por la primera palabra del título que no sea artículo. Como es habitual, se darán en listas independientes las obras impresas y las manuscritas. • Las citas documentales se harán en el orden siguiente: Archivo, biblioteca o Institución. Sección o fondo. Signatura. Tipología documental. Lugar y fecha. LA HISTORIA VIVIDA

Marién GÓMEZ C. E. H. M.

El regreso a España del almirante Cervera y del personal superviviente de su escuadra

El regreso a la patria del almirante Cervera y del personal de su escuadra supervivieñte de la batalla naval de Santiago de Cuba no tuvo los bombos y platillos que acompañan a la vuelta de los vencedores. Los vencidos tienen siempre otro tratamiento, y así el Gobierno español, desconcertado todavía ante las posibles consecuencias de la catástrofe, no había querido que desem barcasen en un puerto departamental por temor a las reacciones que en un sentido o en otro pudieran producirse. Decidió por tanto que fuese el puerto de Santander el lugar del desembarco, y en la tarde del 19 de septiembre de 1898 fondeaba en la bahía cántabra el City of Rorne con aquel puñado de valientes que lo habían perdido todo menos el honor. Dos almirantes (Cervera y Chacón), ocho jefes, setenta oficiales y guardiamarinas y 1.754 entre clases y marinería era cuanto quedaba de las dotaciones de los seis barcos que salieron por la boca de Santiago de Cuba; el resto, hasta tres mil, encontraron honrosa sepultura en las cálidas aguas antillanas o en las inhóspitas tierras de la mani gua cubana. Sin embargo, a pesar de las reticencias gubernamentales, comisiones de marinos y numerosos familiares se habían trasladado por cuenta propia a salu dar al almirante y sus heroicas dotaciones y la recepción se hizo en el come dor del vapor, en un ambiente familiar de emotivá cordialidad, muy ajena a la frialdad de los recibimientos oficiales. El mensaje del Departamento de Cádiz lo entregó el general Warleta, pronunciando al ponerlo en manos de Cervera estas sentidas frases: «Las altas virtudes de los marinos de la escuadra que combatió en Santiago nos han llenado de gloria a todos los marinos españoles y nos obligan a realizar este acto de respeto, de cariño y de unión. En nombre de mis compañeros os entrego este mensaje que os envía el Departamento de Cádiz y en el cual estan consignados los sentimientos de toda la Marina». Cervera contestó a los mensajes con breves frases que se han conservado textuales: «Nosotros tenemos la conciencia tranquila de haber cumplido con nuestro deber; pero las naciones no se engrandecen más que con sus victorias y nunca con sus derrotas por gloriosas que puedan ser. España ha vivido en la ficción y es necesario que nos coloquemos en la realidad». Aún estaba el almirante en el barco inglés cuando recibió un telegrama de la Reina Regente que decía así: «La Reina Regenta al almirante Cervera: A su llegada a España le saludo cariñosamente, así como a todos los jefes oficiales, clases y marineros que lo acompañan. Le ruego me dé noticias del estado de los heridos y enfermos. María Cristina». También el marqués de Comillas

Año 1998 89 MARIÉN GÓMEZ saludaba a Cervera con otro telegrama: «Privado por ineludibles deberes y bien a pesar mío, de la satisfacción y honra de recibirle a su llegada a España, no puedo sustraerme al deseo de enviarle junto a mi más afectuosa bienvenida, el testimonio de mi admiración entusiasta por el heroico comportamiento de nuestra Marina en la gloriosa jornada de Santiago. El marqués de Comillas». Junto al telegrama del marqués vinieron también los del general Linares y los de muchas otras personalidades. Para compendiar debidamente el emotivo episodio, hemos consultado periódicos de la época, como El Imparcial, el Mundo Futuro, La Epoca, pero sobre todo La Crónica de Santander, que tiene el mérito de relatar

Los marinos.— En todas las fondas donde se hospedan los marinos se había dado la consigna de levantarse a las cuatro y media de la mañana. Con una puntualidad de barco de guerra, los marinos se presentaron a las cinco y media en el muelle de pasajeros, todos de uniforme con sus largas levitas de doradas botonaduras, sus gorras blancas y sus galones. El remolcador Cuco llenose bien pronto de uniformados viajeros que iban a cumplir a bordo del City of Rome una misión hermosa y grande: la de recibir dignamente al gene ral ilustre de la Armada que vuelve con la historia de una desgracia, pero con el honor incólume, con la valentía probada, con el derecho de contarse entre los héroes que se han sacrificado por la patria y con la gloria de haberse entre gado todo él, con sus hombres y con sus barcos ¡y con sus hijos! a una empre sa suicida, necesaria a la patria quizás, impuesta por la obediencia y por la subordinación realizada: ¡la empresa de ofrecerse en holocausto a la codicia del enemigo! A las seis partió el Cuco del muelle de pasajeros. Iba completamente lleno y un público numeroso a pesar de ser tan de mañana presenció la salida del vaporcito, detrás del cual salió un corconera, conduciendo al gobernador civil señor Manzano, a los señores Hoppe, consignatarios del City of Rome, al distinguido general Topete, a lbs representantes de la prensa y otras personas... (relata después las dificultades para subir a bordo, y cómo los marineros con la indumentaria proporcionada por la marina yanqui, mostraba su impaciencia por desembarcar y pisar la tierra española que ninguno creyó volver a ver).

El saludo a bordo.— Cervera esperaba a sus compañeros junto a la escala y a los primeros que llegaron los estrechó fuertemente en sus brazos. De los primeros en abrazarle fue el comandante del Colón Díaz Moreu. El coman dante del Teresa, Concas, también pasaba de unos a otros brazos y lloraban de emoción... En la cubierta no se cabía ya y el general bajó al salón comedor donde continuó recibiendo a los marinos... El general Warleta, como marino de más edad de los que forman las comi siones, tomó la palabra en nombre de todos y dirigió al general Cervera un saludo afectuosísimo extensivo a todos cuantos lo acompañaron en la jornada

90 63 Núm. LA HISTORIA VIViDA de Santiago. (Ya ha quedado consignado anteriormente, así como la respuesta del almirante, por lo que prescindimos de la repetición.)

El desembarco.— A las ocho y media empezó el desembarco de la tropa y la marinería. Fueron descendiendo los marineros con su petate por la escala de cuerda y llenaron tres grandes lanchas y un vapor Corconera que, remolcando las otras embarcaciones se dirigió al Meteoro, donde quedaron alojados los soldados y marineros. Durante la mañana fueron trasladados todos al buque de guerra donde quedaron instalados. Numeroso público presenció desde los muelles el paso de las embarcaciones llenas de repatriados y mucha gente corrió a Maliaño a verlos embarcar en el Meteoro.

En la ciudad.— Llegó a las diez el Cuco al muelle de pasajeros conducien do al general Cervera y a los capitanes de navío Díaz Moreu, Concas y Eulate y a todos los demás marinos que se hallaban en el City of Rome. Esperaban en el muelle al general todas las autoridades, y el recibimiento que se le hizo tanto al general como a sus acompañantes fue muy afectuoso. Con el mayor respeto y con muestras de profunda simpatía se descubría’ la gente, y muchas personas le estrechaban la mano y le daban la bienvenida. Acompañado por los gobernadores militar y civil, del señor alcalde, de las demás autoridades, de los marinos, de diputados y concejales, de muchas personas distinguidas y de un gentío grande, se dirigió el general por el muelle siendo objeto de la general curiosidad, recibiendo afectuosos saludos, al hotel Continental, donde se despidieron de él las autoridades. El general Cervera se mostró muy complacido del recibimiento y así lo manifestó... Multitud de gente permaneció largo rato en los alrededores del hotel esperando que el general saliese para verle y saludarle. Por la tarde, en el tren correo salieron para Madrid el general Cervera y los señores Díaz Moreu, Eulate, y Concas, que fueron despedidos en la estación por las autoridades, los marinos, y por otra multitud de personas que llenaban los andenes. La despedida fue cariñosísima y los ilustres marinos estaban muy conmovidos. Al partir el tren se dieron algunos vivas a Cervera y la gente agitaba sus pañuelos mientras el general y el señor Díaz Moreu’ se asomaban muy emocionados a las ventanillas.

Otras noticias.— A las dos y media fueron conducidos al Meteoro los marineros y soldados enfermos. Efectuó el traslado la ambulancia de la Cruz Roja. Terminaron las operaciones de desembarco a las cinco de la tarde y poco después salió el Cii of Rome con rumbo a Glasgow.

La llegada a Madrid.— Hasta aquí el extracto de las informaciones publi cadas en la Crónica de Santander y referidas a la llegada de Cervera y sus marinos a aquel puerto, pero queremos completar la noticia con la referencia de la llegada del almirante y sus acompañantes a Madrid, tomada de otros periódicos, y cuyo resumen es éste:

Año 1998 91 MARIÉN GÓMEZ La Reina Regente envió a la Estación del Norte, para que en su nombre recibiera al personal indicado, al capitán de navío José Morgado, su ayudante de Ordenes. También estaban el ministro de Marina Auñón con sus ayudantes, así como un gran número de jefes y oficiales de los distintos cuerpos de la Armada. Consignaremos también que había un nutrido grupo de curiosos, muchos de los cuales se habían retirado, aburridos de esperar al tren que venía con mucho retraso. El encuentro de Cervera con Auñón, aunque respetuoso, fue frío y media ron pocas palabras. El ministro le ofreció su coche oficial, que Cervera decli nó cortesmente, ya que el marqués de Comillas le había ofrecido también el suyo. Todo el trayecto, desde la estación hasta el cruce de la Rambla de San Vicente, estaba acordonado por la Guardia Civil de a caballo y cubierta la carrera por guardias de seguridad. Se había desplegado por parte del Gobierno tal lujo de precauciones que parecía ternerse algun atentado público en contra de los vencidos marinos. Nada ocurrió, sin embargo, y el pueblo presenció el espectáculo más con señales de cariño que de aversión a los héroes de Santia go, oyéndose al propósito algunas frases contundentes, que no dejaban al Gobierno bien parado. Después, ya en el Ministerio, las cartas y telegramas que en auténtico aluvión recibió el almirante, evidenciaban que no eran repro ches sino elogios los que su heroica conducta había merecido por la mayor parte de ks españoles.

Monumento a la memoria de los héroes de Cavite y Santiago de Cuba en Cartagena, erigido por suscripción pública e inaugurado oficialmente por los reyes Alfonso XIII y Victoria Eugenia el 9 de noviembre de 1923

92 Núm. 63 DOCUMENTO

Un documento de excepcional importancia

La pérdida de las escuadras de los almirantes Montojo en Cavite y Cervera en Santiago de Cuba motivaron la instrucción de sendas causas que termina ron en los respectivos consejos de guerra con distintos resultados. Así como de las instruidas a los generales Montojo y Sostoa hay bastantes referencias y se publicaron incluso las defensas formuladas por el capitán de navío Concas y el Conde de Torre Vélez, de la instruida al contralmirante Cervera y personal a sus órdenes no aparece documentación alguna ni en archivos oficiales ni particulares, ni sus biógrafos dan la menor referencia, no constando ni siquiera el nombre del que pudiera haber sido su defensor. Sin embargo se ha encontrado, en el Archivo Alvaro Bazán de El Viso del Marqués, Ciudad Real, esta documentación excepcional y hasta ahora riguro sainente inédita del dictamen del Fiscal Militar, que también hace suyo el Togado y que propone el sobreseimiento definitivo de las actuaciones con respecto al contralmirante Cervera, capitanes de navío Concas y Eulate, y tenientes de navío Carlier y Vázquez de Castro, elevándolas a plenario con respecto al capitán de navío de 1.a Paredes y capitán de navío Díaz Moréu. De todo ello parece deducirse que acordado el sobreseimiento definitivo por el Consejo Supremo de Guerra y Marina, no tuviera lugar el consejo de guerra contra Cervera y sus subordinados, por lo que este dictamen fiscal que da origen a dicho sobreseimiento tiene un valor excepcional y en mérito a ello lo publicamos en su totalidad. Posiblemente se repitan hechos más que cono cidos pero con el trascendente valor que supone la procedencia de una actua ción procesal, en un dictamen que en lugar de acusación se convierte en defensa.

Año 1998 93 DOCUMENTO

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98 63 Núm. DOCUMENTO

EXPLICACIÓN DEL DOCUMENTO

Dictamen del Fiscal Militar en la causa instruida contra el contralmirante don Pascual Cervera y Topete y jefes y oficiales de su Escuadra por la pérdida de la misma en el combate naval de Santiago de Cuba el 3 de julio de 1898

El Fiscal Militar dice: Que esta causa ha sido instruida con motivo de la destrucción de la Escuadra Española mandada por el Contralmirante Señor Cervera en el combate que sostuvo en aguas de Santiago de Cuba contra la Escuadra de los Estados Unidos del Norte de América el día 3 de julio de 1898. El infelicísimo resultado de la desigual pelea en dicho día entablada, la trascendental importancia que aquel combate hubo de tener en el desenlace de la guerra sostenida a un tiempo en los campos de Cuba contra los rebeldes defensores de la separación de la madre patria y el ejército de los Estados Unidos; la dolorosa impresión que se produjo al ver tan rápidamente destroza da la que por muchos se creyera poderosa escuadra, y la alarma causada en la opinión, han obligado al que suscribe a estudiar con el mayor detenimiento estos autos, dedicando a los hechos que en ellos se consignan muy detenidas meditaciones, a fin de llegar a determinar las responsabilidades que de aquel infausto suceso pudieran derivarse para el Almirante, Jefes, Oficiales y dota ciones de los barcos que en él intervinieron. Aunque esta Fiscalía debe limitarse en su dictamen al asunto que en la causa se persigue, estima necesario reseñar a modo de antecedentes las condi ciones de la Escuadra mandada por el Almirante Señor Cervera, e historiar rápidamente las incidencias desde la salida de Cabo Verde hasta su llegada a Santiago de Cuba. La Escuadra que al mando del Contralmirante Señor Cervera se hallaba en el mes de abril de 1898 en la isla de San Vicente de Cabo Verde, componíase de los cruceros protegidos de 7.000 toneladas Infanta María Teresa, Almirante Oquendo y Vizcaya al mando de los Capitanes de Navío, Concas, Lazaga y Eulate, respectivamente; crucero acorazado de 3•a Cristóbal Colón, de 6.800 toneladas al mando del Capitán de Navío Díaz Moréu, donde arbolaba la insignia de su clase el segundo Jefe de la Escuadra, Capitán de Navío de primera Señor Paredes y una división mandada por el Señor Villaamil, compuesta de los destroyers Furor, Terror y Plutón cuyos jefes respectivos eran los Tenientes de Navío de primera Carlier, Rocha y Vázquez. El Fiscal penetrado de la alteza de su misión y haciéndose superior a todo linaje de estímulos y consideraciones que no sean el superior de la Justicia, no trata de exculpar a nadie; mas cree deber de conciencia dar una idea ligera, bien que precisa, del poder material de esta Escuadra, con la que España equi vocadamente por desgracia, pretendía sostener su integridad y abatir la pujan

Año 1998 99 DOCUMENTO za americana, castigando así la no justificada intromisión e incalificable proceder de los Estados Unidos en los asuntos cubanos. Ignora el infrascripto los fundamentales propósitos del Real Decreto de 18 de agosto de 1895 que determinó en nuestra marina de guerra una nueva clasi ficación en virtud de la cual los cruceros protegidos Teresa, Oquendo y Vizca ya por el mero hecho de tener más de 6.000 toneladas de desplazamiento y ser protegidos, se denominaran acorazados de segunda clase, consistiendo sus corazas en una parcial protección de cintura en la flotación de treinta centíme tros y cubiertas protectoras de cinco centímetros. Su artillería de catorce centí metros sobre cubierta, estaban completamente al descubierto y sin otra protec ción que la de sus manteletes respectivos. Solo llevaban protegida la artillería de veintiocho centímetros dentro de torres cuyo espesor no pasaba de veinti cinco centímetros. Tan deficiente eran los elementos defensivos mencionados ue cualquier proyectil de tiro rápido de calibre pequeño podía destrozar sus débiles cascos, poniendo en riesgo cierto la vida de su tripulación que habría de batirse casi a pecho descubierto en estos acorazados. La misma deficiencia de protección apuntábase para la artillería, observábase en los elevadores montacargas para el servicio de la misma, mejor dicho, la protección aquí no era deficiente sino mala, pues no existía en absoluto, al punto de que más parecían ascensores de viandas que de municiones de combate. Causa horror el considerar los efectos de los proyectiles enemigos en esta cadena de elementos explosivos que arrancando de los pañoles de repuesto terminaban en la cubierta principal. El único buque que podía merecer la denominación de acorazado era el Colón y para eso era de tercera clase y deficiente pues su batería alta no tenía la protección debida a los de este tipo. En cuanto al poder ofensivo lo constituían en cada uno de los tres primeros cruceros 2 H de 28 cms, uno en cada extremidad, una batería sobre cubierta de lOE de 14 cms; una batería baja de 16 cañones de tiro rápido alternados ocho que eran de 57 mm con otros ocho de 37 mm; dos ametralladoras de 11 mm y dos piezas de desembarco de 7 cms G. H. y finalmente ocho tubos lanzatorpe dos. La artillería del Colón no era la reglamentaria sino la que llevaba al salir de Cabo Verde y consistía en diez cañones de 15 cms, seis de 12, veinte de tiro rápido de pequeño calibre y cinco tubos de lanzar. Conocido ya el poder ofensivo y defensivo de los principales buques que el Gobierno destinaba a operaciones en las Antillas, estima necesario el Fiscal poner de manifiesto las notorias deficiencias con que estos buques salieron a campaña, circunstancia que deberá tenerse en cuenta al tratar de discernir responsabiliidades. Obra al folio 169 un oficio del General Cervera fechado en Santa Ana de Curaçao el 15 de mayo dirigido al entonces Ministro de Marina con motivo de su reciente elevación a dicho cargo en el que compen diosamente se enumeran las principales deficiencias con que se hicieron a la mar los buques de su mando. Tan concisa y terminantemente se enumeran éstas, que resulta preferible a un extracto la reproducción literal del referido oficio que dice así: «En este buque el Teresa la falta principal es la de muni

100 63 Núm. DOCUMENTO ciones de 14 cms que ofrezcan confianza que es en general en toda la escuadra, habiendo entre todos los buques unas 620 cargas de confianza de las 3.000 escasas que constituyen el cargo. En el Vizcaya hay además dos cañones de 14 cms y uno en el Oquendo que no merecen confianza y están mandados a cambiar por otros. De los estopines hay gran número que ofrecen pocas garantías de confianza por los defectos de origen. En toda la escuadra no hay ni uno de los torpedos Bustamante de los sesenta que se mandó que tuvie ran. El Colón no tiene sus cañones gruesos ni tampoco aparatos para recalibrar y cargar los casquillos de la artillería de 15 cms y 12 cms. El Vizcaya no limpia desde julio y eso le ha hecho perder su andar en términos que no se pueden contar hoy más de 13 a 14 millas lo cual hace perder a esta escuadra la única ventaja que podría tener sobre la enemiga porque no he de abandonar a tan importante buque. Y con esto termino no porque no haya otras cosas, pero son de un interés más pequeño con relación a la campaña y no es mi objeto moles tar a Y. E. sino poner de manifiesto el estado real de estas fuerzas».: En estas condiciones y después de oída la opinión de la Junta de Genera les de Marina que tuvo lugar en Madrid el 23 de abril de 1898 (folios del 1.168 al 1.179) ordenó el Ministro del ramo en cablegrama del 24 de abril (folio 690) la urgente salida de los cuatro acorazados y los tres destroyers para las Antillas. No pudo el General Cervera dar cumplimiento inmediato a dicho cablegrama por no haber terminado de hacer carbón, así como tampoco el transbordo de los efectos enviados desde Cádiz y por no tener aún comple tamente lista la flota de torpederos que debía despachar para las Canarias. En autos queda probado de una manera evidente por las comunicaciones y tele gramas dirigidos por el Almirante al Ministro de Marina y que obran a los 132 y 136 al 140 vuelto que a pesar de los constantes trabajos durante el día y la noche de las dotaciones de los buques para hacer carbón no pudo salir hasta el día 29 de abril, fecha en que envió el General Cervera un cablegrama al Ministro de Marina, (folios 55 y 131) concebido en estos términos: «Salgo para el Norte», frase convenida según orden telegráfica del Ministro de Mari na (folio 684) que habría de indicar la salida de la Escuadra para las Antillas. Ya en el Atlántico, el Almirante Cervera comunicó oportunas órdenes de precaución respecto a las luces y otros extremos que habían de observar los buques de la Escuadra durante la navegación (folio 148), los cuales consti tuían una ampliación de las minuciosas y adecuadas que oportunamente dio a sus capitanes antes de la salida de Cabo Verde y cuyas copias obran a los folios 153 a 157. Asimismo y con objeto de adquirir noticias que estimó convenientes y repostarse al propio tiempo de carbón formó el propósito de dirigirse a Fort de (Martinica) toda vez que la latitud de las instruccio nes recibidas (folio 690) le facultaban para hacerlo. Con oportunidad, precau ciones necesarias e instrucciones perfectamente concebidas en las que no se olvidaba el menor detalle y preveía todos los casos, destacó en la mañana del día 9 de abril al Jefe de la División de Torpederos para que con los destroyers Furor y Terror se dirigieran a Fort de France, con velocidad de 20 millas por horas, (folio 141) a fin de que adquirieran noticias, ordenándole volviera,

Año 1998 101 DOCUMENTO como es natural, a dar cuenta del resultado de su comisión. La Escuadra conti nuó con rumbo preciso y combinadas velocidades hasta el 11 en que encontró al Terror hecho una boya por graves averías sufridas en sus calderas y al Furor convoyándolo a fin de no dejarlo abandonado. Remolcado el primero por el Teresa siguió el Furor su derrota para el desempeño de la comisión que se le había encomendado, incorporándose a la Escuadra después de evacuada aquella en la noche del 11 al 12. Las noticias comunicadas por el Jefe de la División de Torpederos, Señor Villaamil, (folio 164) fueron en extremo desconsoladoras: que estaba bloquea da la parte O de Cuba desde Cárdenas a Cienfuegos; que el grueso de la Escuadra enemiga estaba sobre Puerto Rico y que debían haber bombardeado la capital; que Santiago de Cuba estaba libre de bloqueo; que los americanos habían tomado posesión de Puerto Plata; que la guerra de Cuba continuaba lo mismo, siendo la última noticia a ella referente la de un reñido combate en Siena Maestra; que en España había crisis ministerial; que en Martinica no permitían hacer carbón y sí víveres, y como complemento de tan infaustas nuevas, la tristísima de la destrucción de nuestra Escuadra de Filipinas. En vista de tan graves noticias el General Cervera llamó a Junta a sus Capitanes y segundo Jefe de la Escuadra y después de expuesta la situación y de deliberar sobre la resolución que debían tomar, decidió ir a Curaçao para hacer carbón, medida justificadísima por no poseer ya más que el indispensable para llegar a Santiago de Cuba, y por haberle anunciado el Gobierno que le tendría preveni do el necesario en aquella isla (folio 693) de cuya determinación se levantó acta que obra al folio 151 y siguientes, fechada en la mar frente a la isla Martinica a 12 de mayo de 1898. Acto seguido dejando en Fort de France el torpedero Terror para reparar sus averías y haciendo falsos rumbos se dirigió a Curaçao. A las siete de la mañana del 14 de mayo encontrándose a unas cinco millas de Curaçao chico, destacó los destroyers para que fuesen tomando puerto, lo que no pudieron realizar por haber sido detenidos en la boca, espe rando permiso del Gobierno holandés, el que sólo permitió la entrada de dos buques, designando entonces el Almirante para tal fin al Teresa y al Vizcaya por ser los más escasos de carbón, quedando fuera el Colón, Oquendo y los dos destroyers. Aquel Gobierno también limitó la estancia de los dos buques en el puerto exigiendo no excediese de 48 horas. El General Cervera aceptó las únicas 600 toneladas de carbón que había en la plaza; adquirió víveres para el completo de treinta días y se hizo a la mar (folios 165 a 168). Hace notar el Fiscal al llegar a este punto que según consta en autos, (folio 166 vuelto) cada uno de los cruceros necesitaba por lo menos 700 toneladas de carbón y que en la plaza solo pudo adquirir 600 toneladas para dos de ellos, no encontrando en Curaçao el buque carbonero que por telegra ma de 26 de abril (folio 693) le anunció el Gobierno que tendría prevenido en aquel puerto. A la menguada potencia ofensiva y defensiva de sus barcos; a la limitada velocidad de algunos de ellos por el largo tiempo transcurrido sin entrar en dique para limpiar sus fondos; a la escasa y mala calidad de las municiones, deficiencias todas notadas con antelación por el Almirante y

102 63 Ntím. DOCUMENTO contra las que repetidamente aunque en vano, reclaman según se desprende de los autos, agregan ahora el contratiempo originado por la exigua provisión de carbón que ata y constriñe sus movimientos. En tal estado salió el Almirante con toda la Escuadra del puerto y aguas de Santa Ana de Curaçao para entrar de lleno en el campo o mar de operaciones en la tarde del 15 de abril con rumbo desconocido y sin revelar a nadie sus propósitos hasta el 19 de mayo en que anuncia telegráficamente había fondea do en su mañana en el puerto de Santiago de Cuba, noticia que llenó de júbilo al Gobierno y a S. M. de quienes recibió entusiasta felicitación por la pericia demostrada en su hábil maniobra, (folios 67 y 70); felicitación que constituye una aprobación terminante de cuantas medidas y determinaciones tomó hasta fondear en Santiago de Cuba, determinaciones y medidas que siempre comu nicó al Gobierno no desaprovechando para ello ocasión ni medio de hacerlo durante su delicada navegación. Llegado el General Cervera a Santiago de Cuba, sus primeras disposiciones fueron encaminadas a la pronta y necesaria limpieza de las máquinas y calde ras, de sus buques como también a proveerlos de combustible lo antes posible. Encontrose por desdicha que el carbón a más de ser malo no era ni con mucho suficiente para el completo relleno de las carboneras de sus buques y por añadi dura escasísimos los medios para facilitar el rápido transporte y embarque de aquel combustible. Tanta importancia dio el General Cervera al rápido avitua llamiento de sus buques con todo lo necesario para salir cuanto antes a la mar que sus telegramas al Gobierno desde su llegada (folios 65, 68, 69, 71, 73, 75, 77, 79 y 84) indicaron siempre este deseo pidiendo encarecidamente le envia ran víveres y carbón. Por desgracia no pudo recibir los auxilios que necesitaba tanto por que no había nada dispuesto inmediatamente, como por impedirlo a los cinco días de su entrada el bloqueo del puerto establecido por poderosas fuerzas enemigas (folio 78) tiempo que resultó insuficiente para el embarque del carbón que logró encontrar por la desesperante lentitud con que forzosa mente por falta de elementos hubo de realizarse aquella operación. El estable cimiento de medios de defensa para precaver las sorpresas que pudiera intentar el enemigo forzando el puerto u obstruyendo su boca ocuparon la atención del General y los trabajos de la Escuadra durante los primeros días del bloqueo en los cuales ya pudo apreciarse lo dificilísimo que habría de resultar salir del puerto por ser cada día más fuerte la Escuadra de combate y auxiliar que guar daba la entrada. No se ocultó seguramente al General Cervera que la situación ya muy grave se haría cada día más crítica por cuya razón pensó siempre en la salida aun comprendiendo lo aventurado del propósito, (acta del 26 de mayo, folio 405), pero el poco andar del Vizcaya por un lado, el no tener aún más que la tercera parte de combustible, por otro y últimamente la vigilancia del enemi go tan continua y extremada con fuerzas tan superiores le hicieron desistir decidiéndose a esperar una ocasión oportuna. Creyó encontrarla el día 26 de mayo en que se presentó mal tiempo (folio 406) pero no comprometiéndose los prácticos a sacar el Colón por la mucha mar arbolada que había a la entrada del puerto y no creyendo acertado abandonar este barco por ser de todos los que

Año 1998 103 DOCUMENTO llevaba el de mayor representación y poderío, hubo de abandonar este propósi to. Igualmente lo intentó en otras varias ocasiones (según consta en los folios 408 vuelto y 410) desistiendo por absoluta imposibilidad de realizar lo. A la casi seguridad que abrigaba de la inutilidad del riesgo que se apres taba a correr, sumábase la consideración del estado de casi indefensión por la parte de mar en que quedaría la plaza de Santiago en el momento que la Escua dra abandonara el puerto, cuya boca vigilaban continuamente los destroyers y defendió el Colón durante largo tiempo con sus fuegos combinados con las del Reina Mercedes y las de algunas batería montadas con cañones que desde éste se trasladaron a tierra. Gracias a la vigilancia de su Escuadra lograron echar a pique en la madrugada del 3 de junio un barco enemigo, el Merrimac impi diendo que obstruyera totalmente la entrada del puerto como era su propósito lo cual hubiera hecho perder hasta la esperanza de poder salir en lo sucesivo. Es de advertir que los hechos de armas sostenidos por la Escuadra en defensa del puerto durante los repetidos bombardeos del enemigo, debieron revestir gran importancia como lo prueban de un lado las bajas de jefes y oficiales y marinerías ocurridas en los mismos folios 86, 91, 93, 97, 99, 100 y de otra la aprobación y felicitación que merecieron del Capitán General de la isla y de S. M. (folios 375, 89, 92), Cuerpos colegisladores (folio 371) y Cámara de Representantes de Cuba (folio 372). Acumuladas contra Santiago de Cuba así por mar como por tierra las fuer zas enemigas, la necesidad de auxiliar a la plaza con los elementos de la Escuadra hízose cada vez más imperiosa contribuyendo a demorar la salida de la misma. Los telegramas y comunicaciones mediadas entre los generales Blanco y Linares y el Jefe de la Escuadra, telegramas y conversaciones que constan en autos (folios 373 al 379 vueltos) ratificados todos por las declara ciones que por interrogatorios y certificaciones han prestado los generales Blanco y Linares, (folios 343 y 962) prueban de una manera plena que el General Cervera no solo tuvo que guardar con sus buques la entrada del puer to sino que se reclamó y hubo de prestar su auxilio, con las compañías de desembarco de la Escuadra para contener la embestida del enemigo a la plaza por parte de tierra. Como tales documentos explican también la demora en la salida así como la causa determinante de la misma, cree necesario el Fiscal hacer un extracto de los mismos. Con fecha 12 de junio el General en jefe dijo por cable al General Linares que en caso necesario contase para el auxilio de la plaza con el poderoso de las compañías de desembarco de la Escuadra (folio 392) elemento de auxilio que ya el Almirante había ofrecido y que volvió a reiterar al contestar al tras lado que le diera el General Linares del telegrama mencionado (folio 392). El día 19 de junio pidió el General Linares las columnas de desembarco (folios 392 vuelto) bajando éstas a tierra el día 22 para cooperar con el Ejército. El General Cervera en cablegrama dirigido al General Blanco en 25 de junio (folios 275 vuelto) le participaba que había recibido órdenes del Ministro de Marina para que se pusiera a las inmediatas del General en Jefe. Con tal motivo comunica a aquella superior autoridad el verdadero esta

104 63 Núm. DOCUMENTO do de la Escuadra que ya el Fiscal relató antes en su informe donde resalta el dato desconsolador de que entre las tres mil cargas para cañones Hontoria de 14 cms solo 620 eran de confianza pues las demás fueron clasificadas como inútiles, no habiéndose reemplazado por otras por falta de existencias a su salida de la Península. Advertía además en este telegrama la superioridad de la Escuadra que le bloqueaba y le daba cuenta de la mucha gente que tenía en tierra reforzando la guarnición. Aquella superioridad en telegrama (folio 376) que sin duda se cruzó con el anterior manifiesta su deseo de conocer la opinión del almirante. Este ampliando su telegrama de 25 de junio se la da en términos pesimistas haciendo notar que nunca la Escuadra bloqueadora ha contado de menos de siete buques de los que seis representan más del triple de la fuerza que constituye su Escuadra; que la falta de baterías de tierra que mantengan a distancia los buques enemigos, hace que estos se hallen siem pre cerca de la boca del puerto; que a su juicio la salida implica seguramente la. pérdida de la Escuadra, determinación que no tomará nunca por sí, pero que si se le ordena la salida ejecutará la orden; que la pérdida de su escuadra se decretó el día que le ordenaron salir para las Antillas no extrañándole por tanto su situación, reiterando que sin embargo de su convencimiento en contrario era el sacrificio cuando se le ordenó marchar. El General Blanco contesta a este telegrama el día 26 (folio 777 vuelto) indicándole parecían exageradas las manifestaciones, puesto que no se trata de combatir sino de esca par y razonando para concluir que debiera intentar la salida aprovechando la oscuridad de la noche. Con la propia fecha, el General Cervera considerando los términos del telegrama anterior como orden de salida, telegrafió al General Blanco (folio 379) y suplica confirmación de la orden pues no estando aquella explícita, sentiría interpretarla equivocadamente. Sin embargo el General Cerve ra se alista para salir y pide al General Linares las dotaciones que como compa ñías de desembarco tenía en tierra contestándole este General (folio 379 vuelto) que no le es posible reembarcarlas hasta que lleguen refuerzos de Manzanillo. El Almirante traslada esta contestación a la autoridad superior de la Isla dicien do el General Blanco en telegrama que obra al folio 379 vuelto y siguientes que desea mejorar la situación de Santiago de Cuba, que enviará raciones y más refuerzos a fin de prolongar su defensa y lograr quizá el levantamiento del sitio y la salvación de la Escuadra que de no conseguirlo se impondría la salida de ésta a pesar de las dificultades que no se le ocultan y resolviendo en definitiva que la Escuadra permanezca en Santiago sin apurarse ni precipitarse y aprove chando la ocasión que pudiera presentarse para la salida, pero que en el caso de agravarse los acontecimientos hasta el punto de creerse próxima la caída de la plaza, salga resueltamente la Escuadra lo mejor que pueda. Vista la grave situación de la plaza, sus escasos recursos, y el avance del ejército enemigo, el general Cervera convoca a sus capitanes el día 1 de julio (folio 410 vuelto) y dándoles lectura del anterior telegrama del General en Jefe les consulta si creen llegado dicho momento contestan todos que en su entender era llegado el momento de salir, pero que no podía realizarse la sali da sin las dos terceras partes de la dotación que estaban en tierra defendiendo

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la plaza y de las que según manifestaciones oficiales del Jefe de aquel Cuerpo de Ejército no podría éste prescindir. En telegrama de 1 de julio (folio 381 vuelto) el General en Jefe en vista del progreso del enemigo y de acuerdo con el gobierno de S. M. ordena al Gene ral Cervera reembarque las tripulaciones y que aprovechando la oportunidad más inmediata salga con la Escuadra seguidamente. Trasladose el General Toral Jefe a la sazón de la plaza la orden para que dispusiera el embarco y aunque los deseos del almirante eran salir la tarde del 2 de julio, no fue posi ble realizarlo por no haber regresado aún las fuerzas del Vizcaya que estaban lejós, lo que obligó a aplazar la salida para la mañana del día 3. En el tiempo que media desde el traslado al General Toral de la orden del General en Jefe para que aquel ordenase el reembarco de las fuerzas; hasta la noche del 2 recibió el General Cervera dos telegramas más del General en Jefe, uno deI 1 de julio como continuación del último, urgente, (folio 382) para que apresurase todo lo posible la salida y el otro de fecha 2 urgentísirno (folio 382), ordenando nuevamente reembarcase las fuerzas y saliera inmedia tamente, orden que ya estaba cumplirnentándose en la primera parte, no sien do posible llevar en el mismo momento a la práctica el mandato referente a la salida por la causa ya dicha. Como consecuencia de tan reiteradas órdenes, el General Cervera llamó el día 2 de julio (?) a la Capitana, al Segundo Jefe y comandante de los barcos y de la División de torpederos para darle conocimiento de su plan y comunicar les las órdenes que había acordado para la salida. Después de decirles que había fijado ésta para aquel mismo día a las cuatro de la tarde, si para dicha hora había embarcado toda la gente que la Escuadra tenía en tierra, lo que no pudo realizarse aplazándose por esta causa la salida hasta las nueve de la mañana del día siguiente, les comunicó verbalmente sin previa discusión ni consulta las siguientes instrucciones: rompería la marcha para salir del puerto el Teresa buque insignia, siguiéndole sucesivamente el Vizcaya, Colón, Oquendo y destructores en el orden en que se encuentran, una vez fuera del puerto, el Teresa arremetería al buque enemigo que encontrase más cerca para llamar la atención y favorecer el escape de los demás; el resto de la Escuadra sin cuidarse del Teresa debía dirigirse al Oeste a toda máquina, tornando la cabeza el Vizcaya como de menos andar, para buscar la salvación propia y manteniéndose todos ellos cerca de la costa para que les fuera posible cumplir lo que manda el artículo 153 título 1.0 Tratado 3.° de las Ordenanzas de la Armada, que a la letra dice: «Deberá combatir hasta donde quepa en sus fuer zas contra cualquier superioridad, de modo que aun rendido sea de honor su defensa entre los enemigos; si fuese posible varará en costa amiga o enemiga antes de rendirse, cuando no haya un riesgo próximo de perecer el equipaje en el naufragio, y aun después de vararlo será su obligacion defender el baxel y finalmente quemarle si no pudiera evitar de otro modo que el enemigo se apodere de él»; preceptos legales que recordó el General porque tenía la evidencia de que llegarían a verse en tan duro trance; los cazatorpederos procurarán mantenerse fuera del fuego, si bien resguardados de él por los

106 63 Núm. DOCUMENTO buques mayores o en otra forma que pudieran para poder obrar si se.les presentaba ocasión favorable y tratar de escapar en caso contrario, dado su superior andar, metiéndose entre cayos; para el caso de que escapara algún buque debería dirigirse a Cienfuegos, y si encontraba circunstancias favora bles a La Habana y ordenó finalmente que no se hiciese caso del buque que estuviese embarrancado, puesto que la asistencia aumentaría los riesgos del auxiliador sin ventaja para el auxiliado. Tales son las terminantes órdenes dictadas por el General y que se deducen de su parte de campaña (folio 2) y declaración del mismo (folio 160) y con las que están conformes las de sus capitanes, (folios 648, 305, 28 y 280). Antes de entrar a exponer los detalles del repetido combate, origen de este proceso, cree necesario el Fiscal dar a conocer las condiciones e importancia de la flota enemiga que esperaba, formando un semicírculo de pequeño radio relativo, la aparición de nuestra Escuadra cuyos buques habían de salir forzo samente uno tras otro por el estrecho y tortuoso cañón que da acceso al puerto de Santiago de Cuba. Los buques de combate que sostuvieron constantemente el bloqueo y que en los días anteriores al combate formaban el cerco, clasificados por las listas oficiales internacionales en las que se consignan los datos principales referen tes a los mismos, datos que coinciden con los de las listas también oficiales de los Estados Unidos, eran los siguientes: New York buque en que arbolaba su insignia el Almirante Sampson, clasificado con la letra «F» como crucero- acorazado de a clase de 8.480 toneladas, cintura parcial, cubierta protecto ra, 6 tubos de lanzar torpedos y toda su artillería de grueso y mediano cali bre protegida, consistiendo ésta en 8 cañones de 20 cms, 12 de 10, 8 de 7 y 8 de calibre menores; Brooklyn con la insignia del Comodoro Schley, del mismo tipo y letras que el anterior, 9.153 toneladas, un tubo menos de lanzar torpedos y su artillería siempre protegida consta de 8 cañones de 20 cms, 12 de 12, 5 y 18 desde 5 y 7 a menor; el andar oficial de este buque y del anterior es de 21 millas, alcanzando nueve décimas más el Brooklyn que el New York; Iowa, acorazado de 1.a clase, letra «A» de 10.296 toneladas, seis tubos de lanzar torpedos, artillado con 4 cañones de 30 cms, 8 de 20, 6 de 10 y 28 de pequeños calibres desde 5 y 7 con un andar de 16,5 millas; Oregon, acoraza do de 1a clase, letra «A» de 10.231 toneladas, 7 tubos de lanzar torpedos, artillado con 4 cañones de 33 cms, 8 de 20, 4 de 15, 3 y 30 de pequeños cali bres, desde 5 y 7 andar 17,5 millas; Indiana y Massachussets iguales en todo al anterior, Texas acorazado de 3a clase, letra «C» de 6.300 toneladas, 6 tubos de lanzar torpedos artillado con 2 cañones de 30 crns, 6 de 15, 3 y 22 de pequeños calibres desde 5 a 7 a menor andar 17 millas, Nervvak crucero protegi do de 2, clase, letra «H», 4.083 toneladas, seis tubos lanza torpedos, artillado con 12 cañones de 15,3, 8 de 5,7, 4 de 3,7, 2 ametralladoras y un andar de 17 millas; Marbiehead, crucero protegido de 3• clase, letra «J» de 2.000 tonela das, dos tubos lanza torpedos, artillado con 10 cañones de 12 cms, 6 de 5,7, 2 de 3,7. 2 ametralladoras y un andar de 18,4 millas. Además acompañaba a esta Escuadra cierto número de cruceros auxiliares artillados para casos de guerra.

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El día de la salida de nuestra Escuadra se encontraban en Guantánamo reforzándose de carbón el acorazado Massachussets y los cruceros protegidos de 2. 3 Nerwak y Marbiehead, constituyendo tan solo dicho día la línea de bloqueo, el Brooklyn, Texas, Iowa, Oregon, New York e Indiana, según pudo apreciar el comandante del Teresa en la descubierta realizada en la mañana del mismo. Ocupaban estos buques una extensión de ocho millas en forma de semicírculo hallándose al extremo E el último y al O el primero de los expresados, siendo su distancia a la costa como de milla y media, y a la boca del puerto de unas 3 millas aproximadamente; los restantes barcos se hallaban en el orden que arriba se enumeran y unifoÉmemente espaciados sobre el semicírculo a que se ha hecho referencia. Entre el Indiana y la costa y más próximo que éste a la boca del puerto de hallaba situado el «yatch» Gloucester de 400 toneladas, 12 piezas de 5,7 crns y 25 millas de andar y entre el Brooklyn y la costa al extremo O, el auxiliar del mismo desplaza miento, artillería y marcha, Vixen. Terminada la reseña de las fuerzas enemigas y la posición que ocupaban el día del combate el Fiscal reanuda su relato. En la mañana del 3 de julio y previo a un reconocimiento hecho a descubierta por el entonces Jefe de Estado Mayor comandante del Teresa señor Concas, para determinar el número y posición de los buques enemigos que cerraban la boca del puerto, se hicieron las señales de movimiento e iniciose éste poco después de las nueve horas rompiendo la marcha el crucero María Teresa y siguiéndole los demás por el orden señalado en las instrucciones (folios 2 y 161). Dadas las malas condi ciones del canal dificultadas aún más por el casco del buque Merriniac echado en él a pique, se dirigió la capitana a la máxima velocidad posible para fuera, seguida por su escuadra, cuyos buques conservaban entre sí la distancia apro ximada de 900 metros o sea la mínima posible teniendo en cuenta que ningu no podía embocar el canal hasta que su mastelete de proa hubiese enfilado el torno de la boca. Todos llevaban alta presión en sus calderas, las dotaciones en sus respectivos puestos de combate y lista la artillería para romper el fuego en la primera ocasión que se presentase (partes de campaña). A las nueve y media el crucero María Teresa buque insignia y vanguardia, encontrándose franco de puntas y bajos, libre por lo tanto para poder manio brar, metió sobre estribor para dar campo de tiro a la artillería de babor, y rompió el fuego sobre los dos acorazados que estaban más al O, dirigiéndose acto seguido sobre el Brooklyn que demoraba al S:O. y al que puso la proa con objeto de que todos los demás buques pudieran franquear fácilmente la línea enemiga y se dirigieran al O según el plan trazado por el General Cervera, lo que efectuaron decididamente los comandantes de los buques que iban rompiendo el fuego a medida que franqueaban la boca y podían realizar gene ralizandose de este modo el combate entre las dos Escuadras. La americana siempre en constante observación después de romper el fuego con toda su arti llería de grueso y mediano calibre al avistar la nuestra, emprendió un movi miento de avance para cerrar distancia hacia la boca del puerto, verificando simultáneamente un cambio de frente dirigiéndose con proa al O en combate

108 63 Núm. DOCUMENTO de caza y desordenada formación desarrollando su máxima velocidad, consi guiendo ventajas extraordinarias, el Brooklyn, el Texas y el Iowa por sus posi ciones más al O. y el Oregon por el superior andar desarrollado en aquella ocasión. La arriesgada y temeraria maniobra del Teresa no dio seguramente el resul tado que se había propuesto el General Cervera; el Brooklyn que ordinaria mente según tenía observado estaba siempre separado de los acorazados hacia el Oeste se había corrido agrupándose al núcleo de ellos, resultando por esto serle imposible realizar su objeto y sin el riesgo de caer en el centro de toda la Escuadra, así es que se vio obligado a poner la proa al O siguiendo bajo fuego certero del enemigo, que contestaba, la dirección de los buques de su Escua dra los que hasta entonces, en línea ordenada, se batían en retirada por su través y amura de estribor, perseguidos por la Escuadra americana, que con su superior andar acortaba rápidamente distancias poniendo en juego toda su arti llería, incluso la de tiro rápido. Al llegar a este momento del combate no cree posible el Fiscal hacer una narración sintética que ofrezca la necesaria claridad. El fatal resultado iniciose tan rápidamente que no pudieron mediar órdenes para evoluciones de conjun to y cada buque hubo de maniobrar con entera independencia dentro del plan concebido y con arreglo a las instrucciones comunicadas por el Almirante. Por dicha razón prefiere estudiar separadamente las maniobras y comportamiento de cada uno de los buques y sus dotaciones durante el desigual y fuertísimo combate. El crucero María Teresa, primer buque que sucumbió en esta jornada no pudiendo, como queda dicho, cortar al Brooklyn siguió por fuera de los buques de su escuadra, la misma dirección que estos llevaban por su situación en el orden de salida, recibió el Teresa la primera andanada de todas las piezas de grueso y mediano calibre de los buques americanos, siendo hostilizado constantemente por el Brooklyn que llevaba de través y los acorazados Texas e Iowa por aleta y popa respectivamente; desde los primeros momentos queda ron fuera de combate considerables número de sus tripulantes, entre ellos su comandante señor Concas, rompiendo uno de los proyectiles el tubo de vapor de la bomba real, cuya rotura le hizo disminuir de andar por pérdida de vapor y falta de alimentación; otros proyectiles cortaron el tubo central de la red de contra incendios, destrozando al buque el nutrido fuego enemigo que ponía rápidamente fuera de combate su resignada y valiente dotación, la que seguía haciéndo fuego sin tregua a pesar de las muchas deficiencias del material, sofocando simultáneamente los pequeños incendios parciales que desde un principio se iniciaron, a los que siguieron otros a popa de consideración por efectos de las granadas enemigas que explotaron en aquella parte del buque, incendios que se corrieron al centro del mismo, tomando alarmantes propor ciones, siendo imposible evitarlos por falta material de agua; en tal situación el general Cervera, que desde que cayó herido el comandante del buque había tomado el mando de él, por no serle posible comunicar con el segundo coman dante para entregárselo, y ser críticos y rápidos los acontecimientos mandó

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annegar los pañoles, operación que fue irrealizable por haber sido imposible entrar en los callejones de las cámaras cuantas veces se intentó; sin agua para dominar los incendios, viendo caer sin cesar la gente, disminuido notablemen te el andar del crucero, no pudiendo subir municiones ni nada que exigiera ir bajo la cubierta protectora y en la seguridad de ser envueltos y caer el buque en poder del enemigo, el general Cervera, convencido que no podía hacerse más, consideró llegado el momento de varar el buque y lo embarrancó como una hora después de haber roto el fuego, en una playa al O de Punta Cabrera y cuando ya las máquinas iban parándose por falta de presión, determinación que consultó con los jefes y oficiales del buque que la encontraron acertada. Asimismo, mandó el general arriar el pabellón lo que no tuvo efecto porque el terrible incendio que dominaba la popa lo destruyó con sus llamas; seguida mente y abierto los grifos se procedió al salvotaje; ya era tiempo las explosio nes parciales de los depósitos de las baterías habían empezado avanzando al propio tiempo el incendio de popa y siendo escaso el tiempo para abandonar el buque, fue preciso se tiraran al agua los que sabían nadar; trataron de utili zar botes, lo que no les fue posible, intentando repetidas veces pasar guías a tierra y lo consiguieron por fin, pero ya ayudados por los botes americanos que llegaron tres cuartos de hora después de embarrancados. El general Cervera ganó la tierra a nado y cuando se concluyó el desembarco de toda la gente fue invitado por el comandante del yate Gloucester cuyos botes contri buyeron al salvotaje, a pasar a bordo del expresado buque; en él encontró el almirante hasta 93 individuos de su escuadra entre ellos los comandantes de los destroyers, oficiales del Teresa, contador del Oquendo y heridos de estos buques. El crucero General Oquendo segundo que se vio en la necesidad de embarran car, pudo considerarse destrozado en el momento de franquear la canal, recargada la potente y numerosa artillería de grueso calibre de la flota enemiga precisa mente cuando este buque franqueaba el puerto, recibió esta segunda y terrible andanada al mismo tiempo que el rompía el fuego sobre el enemigo, razón por la cual éste buque se encontró rápidamente averiado con la mayor parte de sus tripulantes fuera de combate inutilizada su artillería y devorado por el incendio; causa honda pena el reconocimiento y detalles que aparecen en los folios 2 y 35 al 40, referentes a este buque. Sin embargo de esto siguió dispa rando sobre el enemigo hasta el último extremo, las dotaciones de las piezas se reemplazaban inmediatamente de sucumbir sus sirvientes, rotos los ascen sores de municiones sin poder guarnir aparejos para subir éstas a cubierta por el horroroso incendio de las cámaras de torpedos que destruían al buque, muertos los conductores que desde los depósitos o repuestos llevaban las municiones a las dos únicas piezas que le quedaban disponibles para defen derse, eran éstas conducidas por los mismos oficiales que acudían presurosos secundando las órdenes de su comandante a los sitios de mayor peligro para evitar la destrucción del buque y dejar de hostilizar al enemigo; en disposición tan crítica sembrada de cadáveres la cubierta, muertos el segundo y tercer jefe, muertos y heridos la mayor parte de sus oficiales, sin poder disponer de sus

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cañones ni dominar los incendios declarados en las cámaras de torpedos de proa y popa, cuyas llamas subían hasta la cubierta, no pudiendo mandar los pañoles de popa que amenazaban volar al buque, determinó su comandante, comprendiendo había hecho cuanto humanamente le fue posible, embarrancar el buque antes de ser presa del enemigo, lo que efectuó a unas dos millas al O del crucero Teresa y unos quince minutos después. Antes de varar disparó todos los torpedos menos los de popa, por si el enemigo trataba de abordarle: ya embarrancado procediose al salvamento de la gente que se hizo con gran des dificultades por falta de embarcaciones menores, teniendo que verificarlo la mayor parte de los supervivientes a nado. También la bandera de este buque fue presa de las llamas que cortando su driza la hicieron caer en el fuego. El Fiscal hace constar en este relato que con uno de sus disparos el cañón núme ro 6 de 14 crns escupió la pieza de cierre, dejando fuera de combate a todos sus sirvientes y ciego al cabo de la pieza, avería que con otras propias de la deficiencia del material de guerra debió de influir en el ánimo de los defenso res de este buque como también el que su valeroso comandante, último que quedaba por desembarcar, cayó muerto en la cubierta del buque, que con tanto afán y heroismo trató de defender. El crucero Vizcaya salió del puerto de Santiago de Cuba ocupando el segundo lugar en el orden de formación mandado; una vez fuera del puerto rompió el fuego sobre la Escuadra enemiga dejando las aguas del Teresa que a toda velocidad se dirigía al Brooklyn y puso su proa a toda fuerza de máquina, batiéndose contra dos acorazados que desde un principio le atacaron haciendo certeros disparas sobre él. Desde los primeros momentos empezó este buque a experimentar considerables bajas y averías en su artillería a las que se unían las que por deficiencias de su material de combate resultaban y que fueron comunes a los tres cruceros; los proyectiles, no entraban en los cañones, habiendo tenido que probar en uno siete y en otro ocho casquillos para poder disparar, las agujas eran escupidas, los cierres rebeldes a cerrarse y los caño nes tardos para entrar en batería: en esta disposición siguió siempre el fuego, llegando el caso de no tener gente suficiente para servir las piezas y atender a otros necesarios servicios propios del combate entre ellos la extinción de los incendios: En la segunda hora de fuego que sostuvo este buque se incorpora ron para hostilizarle otros dos combatientes, el Brooklyn y Oregon que después de varado el Teresa y Oquendo dirigieron con más tenacidad sus fuegos sobre el Vizcaya, siguiendo al propio tiempo su caza y la del Colón; imposible fue resistir a tan ruda acometida con tan escasos medios; acribillado por los proyectiles enemigos, desmontada e inútil la batería baja, casi en las mismas condiciones la alta, herido su comandante y fuera de combate la mayor parte de su dotación, con fuego a bordo de consideración que no podía dominar por tener destrozada la tubería de contra incendio, antes de caer en poder del enemigo determinó varar embarrancando en el aserradero a unas 18 millas al oeste del puerto de Santiago de Cuba, y dos horas largas después de — haber disparado su primer cañonazo. Consta en autos que antes de tomar el comandante de este buque la determinación de varar intentó de embestir al

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Brooklyn que tenía por el través de babor, maniobra que evitó el buque enemi go por preferir hostilizar más ventajosamente con la artillería; consta también en este proceso que los jefes y oficiales más próximos al comandante fueron consultados por éste antes de tomar la determinación extrema y todos se conformaron. La bandera del Vizcaya fue aniada y quemada izando otra en su lugar. Tan pronto como embarrancó este buque procedió rápidamente a su salvo- taje, por esperar de un momento a otro su voladura ocasionada por los incen dios que seguían en todas sús fuerzas; éste se hizo con el orden debido, pasan do los supervivientes al Iowa y otros buques de la escuadra enemiga: el Colón siguió en su salida las aguas del Vizcaya, según le tenían ordenado, y en esta disposición siguió batiéndose con solo su batería de babor, primero sobre el Iowa y sucesivamente y conforme se iba presentando al caer el buque hacia estribor, sobre el Oregon, Texas y Brooklyn; en estos momentos del combate fue el periodo en que sintió el Colón el mayor efecto de los proyectiles enemi gos, gran número de éstos chocaron en su coraza sin más consecuencias que dejar en ella sus huellas marcadas; sólo dos dejaron sentir mayores conse cuencias, uno de ellos penetró en el sector no protegido de popa que atrave sándole de banda a banda produjo un incendio en los camarotes de los oficia les situados en aquella parte del buque, incendio que fue dominado fácilmente; el otro, al parecer de calibre 20 cms chocó en el batiente alto de la porta de la proa de la batería principal, que no penetró por la resistencia de la coraza, deformó ésta y la cabeza de los baos, haciendo pedazos el pequeño mastelete de la parte superior de la porta y cuyos fragmentos penetraron por la misma, puso fuera de combate a la dotación de aquel cañón, a excepción de un sirviente y quedando el montaje de la pieza entorpecido para llevarlo a las junterías extremas de caza y retirada. La explosión de este proyectil también produjo averías y bajas en la cubierta alta; otros proyectiles de diferentes cali bre alcanzaron aquella cubierta destrozando por completo la caseta del puente averiando la lancha y bote de vapor produciendo ligeros incendios que se sofocaron en el acto, ocasionando además algunas bajas entre los sirvientes de las baterías de 12 cms emplazadas en la referida cubierta. El total de bajas que sufrió por los efectos de los proyectiles expresados y durante el combate, fue de un muerto y 19 entre heridos de más o menos gravedad y contusos. Dada su superior marcha sobre el Vizcaya y en los primeros momentos también sobre los buques enemigos, rebasó la línea siguiendo siempre al O hasta que pudo ponerse fuera del alcance del cañón enemigo pero siempre perseguido por el Brooklyn que recibió mucho fuego del Colón y por el Oregon. Convencido que los referidos buques no podían alcanzarle se ciñó más a tierra dejando un poco abierto por babor a Cabo Cruz, haciendo alto el fuego de sus cañones; momentos después y agotado el combustible escogido que antes de salir de puerto había acumulado en las bocas de sus carboneras, empezó a bajar la presión disminuyendo el andar a pesar de los esfuerzos que hicieron para recuperar las revoluciones perdidas, hasta el punto que próximamente a las doce volvió a estar el Brooklyn a tiro,

112 63 Núm. DOCUMENTO reanudándose el fuego con lentitud por la gran distancia que se encontraba; como una hora después, el Brooklyn le demoraba ya por la amura de babor y el Oregon por la aleta de babor muy cerrado a la popa haciéndole fuego con la artillería de grueso calibre de caza cuyos proyectiles rebasaban ya la proa del Colón al que solo podía contestar con el cañón más a popa de la batería de 15 cm, por carecer en absoluto de cañón de retirada la torre de popa y teniendo que guiñar para hacerlo; ya en estos momentos divisaron por la aleta de babor al Texas y New York que venían a reforzar la caza; en esta disposición y temien do ser apresado por el enemigo se puso su comandante de acuerdo con el segundo jefe de la escuadra que arbolaba su insignia en este buque, resolvien do embarrancar y perderlo para no sacrificar inútilmente las vidas de sus tripulantes, determinación que se llevó a efecto sin previa consulta de jefes y oficiales del buque como está prevenido por no considerar conveniente en concepto de su comandante, distraerlos de sus destinos, dada la estructura y disposición de las escotillas que representaban pérdida dç tiempo y con el ánimo de aprovechar hasta el último momento la ocasión si se presentaba de hacer fuego; puso por lo tanto proa al Río Tarquino embarrancando en sus inmediaciones a una velocidad de 13 millas a las dos de la tarde de tan infaus to día abriendo todas su válvulas de inundar y arriando el pabellón; minutos antes de varar se dio la orden de descargar la artillería lo que se efectuó segui damente. Ya varado el buque y reunidos la mayor parte de los oficiales mani festaron su conformidad a las determinaciones tomadas; poco después atraca ron los botes con jefes y oficiales americanos quedando toda la dotación prisionera de guerra del Brooklyn y trasladada a los buques de la escuadra enemiga. Las arriesgadas y precisas maniobras que llevaron a efecto los buques enemigos para poner a flote el Colón no dieron resultados satisfactorios, zozo brando ese buque en la noche del día del combate tumbado sobre el costado de estribor y determinando su completa pérdida. Los cazatorpederos Furor y Plutón conservando la unión debida pero a más distancia del último crucero que la que éstos llevaban entre sí, salieron fuera del puerto habiendo empezado a experimentar el fuegb del enemigo dentro de la canal. Fuera de puntas ordenó el jefe de la División de Torpederos capitán de navío señor Villaamil que encontró muerte gloriosa en este comba te poner la proa al O y romper el fuego sobre el enemigo, el Furor que iba delante empezó a sentir muy pronto el mortífero fuego del enemigo que lo envolvía así como el Plutón que seguía sus aguas; las bajas en el Furor fueron considerables y los desperfectos tan graves en las máquinas y calderas que causa compasión la lectura del parte de campaña de este buque y las declara ciones de su comandante y oficiales; inutilizado el servomotor se le declaró un incendio considerable en el camarote del maquinista bajo el cual estaba el pañol de granadas y otros de menos consideración; en estado desesperante, completamente destrozado, con la mayor parte de la dotación fuera de comba te, ordenó su comandante el señor Villaamil al comandante del buque arriar la bandera siendo salvados algunos de sus pocos supervivientes por un buque

Año1998 113 DOCUMENTO americano y otros a nado y con salvavidas; ya en ese tiempo el buque explotó precipitándose en el abismo como a una y media milla de la costa; el jefe de la División fue muerto por una granada enemiga pocos momentos antes de empezar el salvotaje. Al Plutón cupo próximamente la misma suerte que su similar; siguió sus aguas y rompió el fuego al mismo tiempo, siendo contestado por una lluvia considerable de proyectiles que aumentaba a medida que entraba en el centro de la línea enemiga, atravesado por los proyectiles, inundado los sollados y hocicado de proa encontrose en grave situación, las calderas de proa explota ron por rotura de proyectiles, otro proyectil entrando por el pañol de municio nes de la cámara del Comandante produjo una vía de agua y el consiguiente incendio, aun en condiciones tan conflictivas su valiente dotación acudía a todas partes continuando el fuego y navegando como podía; pero nada podía conseguirse; el buque se sumergía por momentos y considerándolo así su comandante quiso embarrancar en una playa próxima, pero faltandole un guardián y averiado el servo-motor no obedeció sus movimientos y se estrelló contra unas rocas sumergiéndose hasta tocar el fondo. El salvotaje de este buque se hizo con más facilidad por haber servido su proa de puente a su dotación y con oportunidad por haber seguido a éste una fuerte explosión que destrozó el buque. El Almirante segundo Jefe, todos los de la Escuadra, la mayor parte de los oficiales y considerable número de clases y marinería fueron transbordando de los buques de guerra americanos donde se encontraban en las primeras horas después del combate al transporte de guerra San Luis para ser conducidos a las costas de los Estados Unidos del Norte de América. El Fiscal ha terminado ya la fiel relación de los hechos incluyendo en ella no solo lo que al combate se refiere sino también los antecedentes y noticias que ha estimado necesarios para formar acertado juicio respecto de los hechos origen de esta causa y llegar por este medio a discernir responsabilidades en el caso de que estas aparecieran. ¿Es efectivamente responsable de la pérdida de la Escuadra el general Cervera? ¿Puede achacarse la destrucción de ésta a su negligencia, impericia o falta de valor? ¿Puede alcanzar alguna responsabilidad en el lamentable resul tado de aquella luctuosa jornada a los jefes, oficiales y marinería de los buques? Tratando el Fiscal de contestar con acierto y claridad a estas pregun tas, estima conveniente para el logro de la segunda condición seguir los hechos en el orden en que se han sucedido y razonar sobre aquellos que aparezcan con asomos siquiera de alguna condición censurable a fin de deter minar de una manera precisa la culpabilidad o inculpabilidad de quienes resul ten como autores y responsables de los mismos. Cierto que esta causa se ha instruido por el solo hecho de la destrucción de nuestra escuadra en aguas de Santiago, pero los hechos anteriores al combate relatados por el Fiscal se hallan tan íntimamente conexionados con el determinante de esta causa que si en algunos de ellos aparecieran caracteres punibles, exigiría desde luego las debidas responsabilidades. Desde el momento en que el Almirante Cervera se

114 63 Núm. DOCUMENTO encarga del mando de la Escuadra, empiezan a gravitar sobre él, en sentir del Fiscal que suscribe, responsabilidades exigibles en este proceso. El éxito o la desgracia de un combate no se determina exclusivamente durante las horas en que el sangriento choque se produce de un modo directo, ni el éxito se debe tan solo al genio estratégico, a la pericia náutica y al valor sereno demostrado durante el mismo; tiene una gestación más larga, de días, de semanas, de meses durante los cuales se allegan y combinan los elementos que en el instante del choque han de ser origen de la fuerza. Por esta razón el General que aun utilizando a maravilla los escasos elementos de que disponga resulte derrotado en un combate, responsable será de la derrota si no previó sus defi ciencias y no procuró allegar los medios necesarios para subsanarlas. Si el sentido común no bastara a fundamentar tan claras y elementales razones, nuestro sabio Código Penal Militar nos obligaría por los preceptos contenidos en su artículo 176 a examinar la gestión del General Cervera durante el perio do de preparación de la Escuadra de su mando. ¿Fue acaso el General Cervera negligente en la preparación de sus barcos? ¿No previó las deficiencias de los mismos? ¿No reclamó oportuna y reiterada mente los medios necesarios para subsanarlos? Ciego habría de estar quien no viera que este General denunció deficien cias y reclarnó con reiteración contra ellas; con infatigable actividad, con soli citud que pudiera calificarse de excesiva si fuese dable utilizar este adjetivo cuando se trata de tan sacratísimos deberes, procura reforzar y vigorizar los elementos de su Escuadra; desde que toma el mando en Cartagena empiezan sus constantes reclamaciones exponiendo las deficiencias en el armamento, municiones, pertrechos de guerra y velocidad de sus buques, proponiendo medios para remediarlos y anunciando que iba al desastre con tales elementos. Llena está la causa de testimonios que lo comprueban, bastando al efecto tener en cuenta los que se contienen en los folios 194, 196, 243 al 367, 271, 272, 273, 275, actas folios 1040 al 1046, Real Orden de 16 de marzo de 1897, al folio 696. Respecto de los hechos acaecidos desde su salida de la isla de San Vicente de Cabo Verde hasta su llegada a Santiago de Cuba, expuestos en el relato contenido en la primera parte de este dictamen, con el único fin de poder apre ciar las condiciones en que mandaba la Escuadra al campo de lucha, no cree necesario el Fiscal hacer género alguno de consideraciones. Sale de la isla obedeciendo órdenes del Gobierno obligatorias para él, en virtud de lo dispuesto en el artículo 172 del Código Penal, dicta acertadas disposiciones para la travesía y arriba felizmente al único puerto que pudo hacerlo según se justifica en el relato de hechos, sin que en momento alguno aparezca nada que resulte digno de censura. Si alguna duda cupiera y en el sentir del Fiscal no cabe duda alguna, la desvanecerían las felicitaciones que el Gobierno y S. M. le dirigen en aquel momento por el resultado estratégico de la navegación. Durante la permanencia de la Escuadra del General Cervera en Santiago de Cuba solo encuentra el Fiscal un punto que a primera vista parece censurable, el que no saliera durante los cinco o seis días que la entrada del puerto estuvo

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franca. Estudiados los autos con desapasionamiento, encuéntrase la justifica ción en la imposibilidad de realizarlo con el total de sus buques. Hase dicho en el relato de los hechos que al llegar a Curaçao donde según aviso del Gobierno debía encontrar un buque carbonero para reponerse de combustible, se encontró chasqueado pues no existía tal barco carbonero. El contratiempo era grande pues la provisión se había reducido considerablemente durante la travesía del Atlántico, y en dos de sus buques el Teresa y el Vizcaya no queda ba carbón para continuar la corrida. Adquiere según se ha dicho, el que encuentra en la plaza y lo mete en estos dos buques, únicos que le permiten entrar en puerto sin que la provisión hecha llegue a la mitad de su capacidad en carbonera y a fin de repostar los otros barcos y buscar entretanto refugio se dirige a Santiago de Cuba, único puerto que se le presentaba. Encuentra allí la misma información de que fue víctima en Curaçao, el carbón que allí hay es escaso y malo y los medios de conducción y embarque deficientísimos. No puede salir a correr la mar con riesgo de dificultades gravísimas para nuevos aprovisionamientos sin llevarse hasta él el último kilogramo de combustible que existe en Santiago. La operación a pesar del trabajo de las dotaciones que no cesa día y noche se hace con lentitud desesperante y al fin cuando ésta termina, el enemigo se presenta y establece el bloqueo del puerto con fuerzas muy superiores. Las incidencias de la lucha que desde entonces se entabla y que lo retienen en el puerto consignadas van en la relación de hechos y justi fican plenamente su estancia en el mismo hasta que lo abandona de orden superior. Parece a primera vista que pudiese formularse un nuevo cargo al General Cervera por haber salido en pleno día no aprovechando para realizar su inten to la protección que pudieran ofrecerle las sombras de la noche. El Fiscal que ha dirigido su mirada investigadora a todos aquellos fundamentos en que pudieran asomar siquiera barruntos de falta, declara lealmente que, después de haber bien estudiado los hechos de autos y las condiciones de la canal de sali da, no puede censurarse tal determinación del Almirante. En efecto la constan te vigilancia ejercida por la Escuadra americana hacíase de noche con mayor eficacia; las baterías de la boca del puerto que durante el día y no siempre mantenían a alguna distancia a los buques enemigos cesaban en sus fuegos al llegar la noche, medida contra la que reclamó el General Cervera en oficio al General Linares que obra al folio 390 vuelto y que censuraban los mismos enemigos al aprovecharse de tan incalificable descuido permitiéndoles acer carse más a la costa y estrechar el semicírculo que ordinariamente formaban sus poderosos reflectores dirigidos hacia la canal de entrada hubieran delatado inmediatárnente la presencia de nuestros buques que no pudiendo marchar con tanta velocidad como en pleno día probablemente hubiesen sido destrozados por el enemigo antes de ganar la mar libre. Dificilísima por no decirimposi ble, era además la salida en tales condiciones; de peligrosa puede reputarse la salida en pleno día por una canal tan accidentada y tortuosa como la que pone en comunicación el puerto de Santiago con el mar; si se agrega a esto las difi cultades originadas por la ofuscación que en los timoneles y encargados de

116 63 Núm. DOCUMENTO indicar los peligros del canal habrían de producir los haces de intensísima luz lanzados sobre las proas de los barcos por la Escuadra enemiga, se comprende que el peligro alcanzaba un grado extraordinario. En estas condiciones y marchando por necesidad, dada la angostura de la canal, enfilados unos tras otros, cualquier avería en uno de ellos, facilísima en tales condiciones, había de refluir en cuantos le siguieran; detenido uno de ellos, los que tras él marcharan se irían unos sobre otros y sin necesidad de la intervención del enemigo produciríase la catástrofe. Y bien en aquel trance, bien destruidos los barcos por el enemigo, las tinieblas de la noche hubieran aumentado las difi cultades del salvamento y la magnitud de la catástrofe. El General Cervera que tenía la firme convicción de su derrota ya saliera de día ya de noche, al punto de que tan solo sale obligado por ineludibles y terminantes órdenes superiores, no podía, no debía sacrificar inútilmente centenares de vidas y así pues marcha al sacrificio en puesto de honor, pero procurando aminorar en lo posible la magnitud de la catástrofe necesaria. En cuanto a la conducta observada por cada uno de los barcos y sus dota ciones durante el combate, el Fiscal entiende que procuraron atenerse a las instrucciones recibidas del Almirante; no bien salen mar afuera ponen rumbo al O y se dirigen a toda máquina a franquear la línea enemiga utilizando al mismo tiempo artillería contra los barcos que encuentran más a su alcance; persisten en la huida bajo el horroroso fuego de la artillería enemiga, procu rando al mismo tiempo ofender con los medios de que disponen, muy inferio res por desgracia a los de sus bien defendidos y pertrechados contrarios. Tan solo cuando el Teresa, Oquendo y Vizcaya ven sus cacos acribillados, destrui da su artillería y el personal que la sirve, rotos los ascensores de municiones, llena la cubierta de heridos y cadáveres, dominados por los incendios que por diversas partes surgen sin que puedan ataj arlos las bombas y tuberías de contra incendios, averiados también prontamente por la escasez de defensa y en riesgo inminente de que el fuego alcance a los pañoles de municiones, en una palabra, cuando ya resulta imposible toda defensa, deciden los comandan tes en cumplimiento del artículo 153, Tratado 39, Título 1 de las Ordenanzas cuyos preceptos los recordará el Almirante antes de la salida y después de consultar en la forma que pueden a sus oficiales, poner proa a tierra buscando en la varadura el último medio de salvar el barco de caer en poder del enemi go, abriendo entonces los grifos de inundación y arriando finalmente el pabe llón, si éste no había sido antes devorado por el incendio. La igualdad de condiciones de los tres cruceros hízoles correr casi idéntica suerte y por esto el Fiscal la aprecia en conjunto debiendo advertir tan solo que el Vizcaya antes de varar y viéndose ya en extremidad lamentable, intentó lanzarse valientemente sobre el Brooklyn no logrando resultado en su manio bra por haber logrado esquivar su encuentro el barco enemigo. En cuanto a los destroyers, claramente aparece en el relato del combate la destrucción completa que sufrieron con enormes pérdidas en sus tripulaciones. No bien aparecen en la boca del puerto, el terrible fuego del enemigo concen trado sobre ellos produce casi al mismo tiempo que en su narración se emplea,

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espantosas averías en sus cascos, calderas, tuberías y máquinas, al mismo tiempo que se producen voracísimos incendios que amenazan comunicarse a los pañoles de explosivos. El Furor se hunde en el agua a los pocos instantes de abandonarle los últimos supervivientes y en el Plutón que perdido el gobierno por las averías experimentadas sufre espantoso choque contra las rocas, quedando su proa destrozada prodúcese a poco de abandonarlo formi dable explosión que lo dejó por completo destrozado. El Fiscal no puede por consiguiente considerar responsables de la pérdida de los ante dichos buques a los jefes, oficiales y dotaciones de los mismos pues en su conducta no solo se ciñeron estrictamente a las instrucciones reci bidas, sino que su valor estoico durante el combate más los hace aparecer como mártires del deber que como responsables de hechos punibles. Así lo declara también noblemente el propio Almirante, manifestando al folio 878 vuelto «que está plenamente satisfecho de la conducta de sus comandantes y que los cree dignos de la mayor recomendación». Y en términos aún más laudatorios y expresivos emite análogas apreciaciones el capitán general de la isla de Cuba, (folios 209 vuelto, 210 y 211) encareciendo «el bizarro compor tamiento de nuestros marineros en aquella jornada y el valor, la serenidad y la abnegación de que dieron relevantes pruebas en aquel rudo combate contra fuerzas muy superiores tanto los generales, jefes y oficiales como las dotacio nes de los buques» y considerando «acreedores a una señalada recompensa por su distinguido comportamiento así al Contralmirante señor Cervera, como a los comandantes de los buques que componían la Escuadra y a cuantos en él tomaron parte». Lejos pues de existir en parte alguna indicios de responsabilidad criminal contra ninguno de los jefes de los citados buques, aparecen éstos según de los autos se desprende como cumplidores de su deber, no siendo por lo tanto en modo alguno responsable de la pérdida de sus buques ni puede culpárse les de la catástrofe. Claras aparecen las causas de éstas en los hechos de autos; en completo resumen constan las principales en los folios 894 a 898 y de un modo suscinto, bien que completo, quedan expuestos por el Fiscal en su relato, pero la responsabilidad de ellas no alcanzan en modo alguno al Almirante de la Escuadra ni a los comandantes de los buques que antes se hizo referencia. No incluye el Fiscal en las anteriores consideraciones generales al Colón por entender que la exención de responsabilidad del 2.° Jefe de la Escuadra y la de su Comandante no aparece tan clara como la de los restantes procesados. Nada censurable se encuentra en la conducta de los expresados jefes del Colón durante la primera parte de su huida pues en ella se atienen a las instrucciones recibidas por el Almirante; las dudas surgen al considerar el final del combate sostenido con los buques enemigos que le dan caza y el momento elegido para la varadura. Aminorada su marcha por la disminución de presión que en sus calderas originaba la mala calidad del combustible que en tales momentos se ve obliga do a emplear, es cañoneado por el Brooklyn y Oregon que gracias a tan fácil

118 63 Niírn. DOCUMENTO circunstancias logran entrar en el radio de acción de su artillería, cañoneándo lo primero el Brooklyn que llegó hasta colarse por su través y amura de babor y después, el Oregon que ganando siempre le hacía fuego con los cañones de caza, y al que no podía el Colón hostilizar más que con uno de sus cañones de 15 cms por faltarle el cañón de grueso calibre en la torre de popa; otros dos buques enemigos, el Texas y el New York aparecen en estas condiciones a la vista con objeto de reforzar la caza de que es objeto. En esta situación aparece como imposible que continúe la huida y más aún que pudiera en modo alguno lograr la victoria sobre tan superiores fuerzas. Mas no exigen nuestra sabias ordenanzas que la victoria se logre siempre, limitándose a exigir que se combata hasta donde quepa en sus fuerzas contra cualquier superioridad, de modo que aun rendido sea de honor su defensa entre los enemigos. Las averías sufridas por este buque al ordenar su comandante de acuer do con el 2.° jefe de la Escuadra que arbolaba su insignia en él su varadura no son en verdad de gran importancia; tan sólo un proyectil logra atravesar su costado a popa sobre la flotación causando algunos desperfectos e incendios que son sofocados fácilmente; otro de gran calibre choca en su coraza sin otras consecuencias que deformar ésta averiando un cañón y poniendo fuera de combate a sus sirvientes; otros alcanzan la cubierta alta y costados haciendo averías de escasa importancia y causando algunas bajas, un muerto y 19 entre heridos y contusos es el total de las bajas a que ascienden su dotación; la artillería está en buenas condiciones y el buque se gobierna sin dificultades, hallándose también en perfecto estado sus principales servicios. En tales condiciones y aun reconociendo la abrumadora superioridad del enemigo, parece ser que el Colón disponiendo aún de medios para hostilizarle no hubo de combatir hasta el último extremo o hasta donde pudieran sus fuer zas, empleando la frase de nuestras Ordenanzas antes de embalTancar en las inmediaciones del Río Tarquino. Parece también desprenderse de las declara ciones prestadas aun tomando en consideración las razones que se emiten en contrario, que si no a todos, pudo haberse consultado a algunos jefs y oficia les antes de decidir la pérdida del buque. En vista de todo lo expuesto el Fiscal Militar es de dictamen:

Primero: Que el Contralmirante don Pascual Cervera, capitanes de navío don Antonio Eulate y don Víctor Concas, y los tenientes de navío don Diego Carlier y don Pedro Vázquez, ateniéndose siempre a las disposiciones de nuestras Ordenanzas, cumplieron plenamente su deber sin que existan en parte alguna indicios de delito ni de responsabilidad criminal para los mismos, procediendo por tanto con justificación completa el sobreseimiento definitivo para todos ellos.

Segundo: Que en vista de las dudas surgidas respecto al Colón de las cuales pudieran acaso deducirse responsabilidades para el capitán de navío

Año 1998 119 DOCUMENTO

de 1 a don José Paredes Chacón y capitán de navío don Emilio Díaz Moréu, procede elevar la causa a plenario con respecto a estos.

El Consejo no obstante acordará con su superior e ilustrado criterio lo que estime más conveniente. —Madrid, 24 de junio de 1899.— Ramón Noboa.

EL FISCAL TOGADO: acepta y suscribe el precedente dictamen de su digno e ilustrado compañero el Sr. Fiscal Militar y entiende que por los motivos que en él se exponen procede acordar el sobreseimiento definitivo de la causa en cuanto a los procesados, contralmirante don Pascual Cervera y Topete, capita nes de navío don Antonio Eulate Terry y don Víctor Concas y Palau y tenien tes de navío de primera clase don Diego Carlier y don Pedro Vázquez, con arreglo a lo que preceptúan los números 1.0 y 3•0 del artículo 252 de la Ley de Enjuiciamiento Militar de Marina, y la elevación a plenario respecto a los otros dos procesados, capitán de navío de 1.a don José Paredes y Chacón y capitán de navío don Emilio Díaz Moréu, por cuanto de los cargos que contra ellos resultan del sumarioaparecen méritos para considerarlos responsables de delito previsto y penado en el Libro Segundo del Código Penal de la Marina de Guerra.

El Consejo no obstante resolverá.

Madrid, 30 de junio de 1899.

Nicolás Tella (?).

120 63 Núm. LA HISTORIA MARÍTIMA EN EL MUNDO

José Antonio OCAMPO

Los museos militares de Cuba

La República de Cuba presta una gran atención a sus museos militares, en los que se condensa no sólo parte de su historia actual, sino que asume con dignidad y nobleza el legado de tiempos anteriores cuando la Perla de Las Antillas formaba parte esencial de la Corona de España. Lo explica perfecta mente la bien cuidada guía museística de la que extraemos principalmente la mayoría de los datos. La privilegiada posición geográfica de Cuba, a medio camino entre las dos Américas, y a la entrada del golfo de México, hacían de la isla, y muy espe cialmente de su capital, San Cristóbal de La Habana, una pieza muy codiciada por los enemigos de España, a los que habrían de unírseles los piratas y corsa rios que infestaban el mar Caribe, quienes en aquellos turbulentos tiempos atacaron Cuba con bastante frecuencia. Ante tales peligros España cuidó de fortalecer San Cristóbal de La Habana con un poderoso sistema defensivo, construyendo en puntos estratégicos de la villa varias fortalezas con objeto de hacer de la capital cubana un bastión inex pugnable, para que en la actualidad dos de sus más conocidas defensas, el castillo de los Tres Reyes del Morro y la fortaleza de San Carlos de la Cabaña, constituyan un emblemático conjunto histórico que ofrece a los visitantes variadas ofertas culturales.

Castillo de los Tres Reyes del Morro Es la más emblemática de las fortalezas cubanas y fue edificada en el lado este del canal de acceso al puerto de La Habana bajo la dirección del ingenie ro militar italiano al servicio de la Corona española Juan Bautista Antonelli, comenzando a construirse en 1589 para terminar las obras en 1630. Con una dotación de doscientos hombres y varias baterías de cañones fue pieza clave en la defensa de La Habana contra los frecuentes ataques de corsa rios y piratas. En 1762, durante la toma de La Habana por los ingleses, el castillo —mandado por el capitán de navío don Luis de Velasco— resistió heroicamente durahte varias semanas el asedio de tropas conjuntas del ejército y la marina británicas al mando del conde de Albermale y del almirante sir George Pocok. Los invasores, pese a sus esfuerzos, sólo pudieron apoderarse de La Habana luego de hacer estallar una mina bajo los muros del castillo.

Año 1998 121 JOSÉ ANTONiO OCAMPO

Pocos años después de su construcción, al castillo se le agregó un faro que en sus orígenes era de cal y canto y utilizaba leña como combustible. En 1845 fue sustituido por otro de sillería de 45 metros de altura sobre el nivel del mar, que es el mismo que se aprecia actualmente y constituye una de las imágenes más populares de La Habana en el ámbito internacional. Luego de iniciarse su restauración en 1986, el castillo pasó a integrar, junto con la fortaleza de San Carlos de LaCabaña, el Parque Histórico-Militar Morro-Cabaña, más conocido por su abreviatura popular de «El Morro», y que constituye un espléndido museo histórico cuya visita supone establecer un contacto directo con la Historia. Es como saltar en el tiempo y trasladarse a la época lejana de los corsarios y piratas, admirar desde sus vetustos y sólidos muros la ciudad; subir al faro y captar para el recuerdo unas espléndidas imágenes de La Habana; disfrutar de las más hermosas puestas de sol en el balcón de la Reina; caminar por sus estrechas calles adoquinadas admirando cada piedra, cada recodo, cada plazoleta recoleta y evocadora, mudos testimo nios del pasado. En sus salas pueden también admirarse muestras de las expe diciones marítimas que España y Portugal realizaron en los siglos xv y XVI, a través de la exposición «Los grandes viajes». Un recorrido por el tiempo difí cil de olvidar. Actualmente se procede a un reajuste de salas con acoplamiento de distin tas piezas de la época: cañones, armas, cartografía y planimetría, uniformes y documentación, confiándose que al término de las obras el Museo adquirirá la trascendencia y relevancia para las que ha sido propuesto. El horario es diario, desde las nueve de la mañana hasta la puesta de sol, y su dirección: Parque Histórico-Militar Morro-Cabaña. Carretera de La Cabaña Habana del Este. Teléfono: 62 06 17.

Fortaleza de San Carlos de La Cabaña

Es. sin duda, la mayor de las instalaciones militares creadas por España en América. Comenzó a construirse en 1763, una vez devuelta La Habana por los ingleses a cambio de La Florida, en la alta ribera este del puerto de La Haba na, desde la que se domina la ciudad, bajo la dirección del brigadier don Silvestre Abarca, y quedó concluida en 1774. Su imponente presencia tuvo un efecto totalmente disuasivo para los enemigos de España. Desde su construcción albergó a las unidades de élite del Ejército español en Cuba, pero durante la guerra de la Indepertdencia del pasado siglo sirvió de prisión, y en sus celdas permanecieron durante algún tiempo José Martí y otros destacados caudillos independentistas, y el llamado foso de los laureles adquirió triste celebridad. Desde su construcción, La Cabaña, como popularmente se la conoce, está ligada estrechamente a una de las más arraigadas tradiciones de La Habana: el cañonazo de las nueve, cuya explicación detallada es la que sigue. En épocas coloniales, a las 4.30 de la mañana y a las 8 de la noche, se disparaba por la

122 63 Niírn. LA HISTORL4 MARÍTIMA EN EL MUNDO

.t.

I.

•1

Fortaleza del Morro y La Cabaña de La Habana en la actualidad nave capitana en el puerto un cañonazo para avisar de la apertura y cierre de las puertas de la muralla que rodeaba La Habana y la colocación y retirada de la cadena que, situada entre los castillos de la Punta y el Mono, cerraba la entrada del puerto. Luego de la construcción de La Cabaña, el disparo del cañonazo se efectuaba indistintamente desde el puerto o desde la Fortaleza; pero después que las murallas fueron derribadas a fines del pasado siglo, la costumbre de disparar el cañonazo —en este caso una hora después, a las nueve— continuó como una tradición que se mantiene en nuestros días y sirve para que los habaneros pongan en hora sus relojes. Presenciar la ceremonia del cañonazo de las 9, efectuada por una dotación de soldados vestidos a la usanza del siglo xviii que desfilan a los sones de una marcha reproducida con asombrosa fidelidad, es una de las atracciones más compartidas y admiradas que la Fortaleza ofrece cada noche a sus visi tantes. Con sus calles adoquinadas inundadas de luz y sombras, sus plazoletas abiertas a la brisa, se llega al patio de los Jagüeyes, umbroso y evocador remanso de paz; su plaza de armas, saturada de verdes y salpicada de recole tos jardines; sus vigilantes cañones, hoy en evocación silenciosa de una época de ataques y sobresaltos; su imponente muralla, inexpugnable valladar antaño y hoy soleado balcón sobre la ciudad; sus estancias interiores convertidas en un museo cuyas salas muestran una completa colección de armas provenientes de varias partes del mundo, desde la prehistoria al siglo xix, con varias salas dedicadas a su historia. También está sometida a obras de ampliación para enriquecer su destacado patrimonio. La apertura es diaria, desde las diez de la mañana hasta las diez de la noche, y su dirección la misma del castillo de los Tres Reyes del Mono.

Año 1998 123 JOSÉ ANTONIO OCAMPO Museo Bacardí de Santiago de Cuba

Costeado por una familia de hacendados cubanos, fundadores también de las destilerías del ron de su nombre, el Museo Provincial «Emilio Bacardí Moreau» de Santiago de Cuba es un complejo polivalente especializado en

Museo Bacardí, en Santiago de Cuba

arte, historia y arqueología, pero al mismo tiempo un vivo testimonio de la última guerra por la independencia (1895-98), sobre todo en su sector oriental, y con un riquísimo repertorio de recuerdos y objetos personales de los princi pales caudillos independentistas, Martí, los hermanos Maceo, Máximo Gómez, Calixto García, Agramonte, Cebreco, etc. Destaca también una figura ecuestre de Santiago Apóstol (patrón de España y también de Santiago de Cuba) con el uniforme mambí y la cruz de Santiago en el ala vuelta del sombrero, así como un estandarte con la bandera cubana en pleno despliegue. Las salas están perfectamente clasificadas y armonizadas y constituyen una agradable sorpresa para el visitante, que en todo momento se ve atendido con exquisita deferencia. El horario de visita es: lunes de 3 a 6 de la tarde; martes y sábado de 9 de la mañana a 8 de la tarde, y el domingo de 9 a 12 de la mañana; y la dirección es Aguilera, esquina a.Pío Rosado. 90100 Santiago de Cuba, teléfono: 28402.

124 Núm. 63 NOTICIAS GENERALES

Acto de homenaje en Cartagena a los héroes del 98. Fue presidido por Sus Majestades los Reyes de España

El pasado día 12 de noviembre tuvo lugar en Cartagena el acto de homena je a los héroes de Cavite y Santiago de Cuba, como clausura de los actos recordatorios del 98 celebrados precisamente frente al monumento a dichos héroes, único en toda España que honra la memoria de los marinos y militares que lucharon infructuosamente hace un siglo en defensa de ‘los últimos tenito nos españoles; monumento inaugurado por los reyes Don Alfonso XIII y Doña Victoria Eugenia el 9 de noviembre de 1923. El acto fue presidido por Sus Majestades Don Juan Carlos y Doña Sofía, que llegaron al mediodía procedentes de la base aérea de San Javier. Tras escuchar el Himno nacional y las salvas de ordenanza a cargo de una sección del Regimiento de Artillería Antiaérea 73, Don Juan Carlos, vestido con el uniforme de capitán general de la Armada, pasó revista a una compañía de honores formada por soldados de los tres Ejércitos. Después, y acompañado de la Reina, depositó una corona de laurel en el citado monumento entre los cálidos aplausos de las más de quince mil personas que lo aclamaron a lo largo de toda su estancia en Cartagena. El acto institucional fue inaugurado por la alcaldesa de Cartagena, Pilar Barreiro, con una alocución en la que recordó el papel histórico de Cartagena a finales del pasado siglo, resaltando los vínculos de la ciudad con la Armada y la lealtad a la memoria de los marinos muertos en el cumplimiento del deber, entre los que figuraban no pocos cartageneros. A continuación, el gene ral auditor José Cervera Pery, director de la REVISTA DE HISTORIA NAVAL, como miembro de la familia Cervera y representante de las Fuerzas Armadas, expresó el significado del acto y su valoración histórica en el ámbito de la Armada, y el presidente de la Comunidad Autónoma de Murcia, Ramón Luis Valcárcel, se congratuló del desagravio de la ciudad de Cartagena hacia aque llos heroicos marinos, haciendo también referencia a la historia de la región y sus vinculaciones marítimas. Se cerró el acto con las palabras de Su Majestad Don Juan Carlos 1, quien recordó en su discurso la actitud valiente y heroica de aquellos soldados y aseguró que nunca serán olvidados. «A los héroes del 98 —señaló el Monar ca— debemos la España que hoy disfrutamos y es éste el mejor tributo que podemos rendirles. La sangre que derramaron, la enfermedades que padecie ron y la muerte oscura de la mayoría de los que sobrevivieron no han sido inútiles. Los españoles hemos conseguido amasar con aquellas lágrimas y la’ levadura de la experiencia el pan de la concordia y el progreso que todos podemos sentarnos a comer juntos». Culminó la ceremonia con un desfile militar frente a la tribuna de honor, en la que junto a Sus Majestades se encontraban la alcaldesa de Cartagena, el

Año 1998 125 NOTICIAS GENERALES presidente de la Comunidad de Murcia, el ministro de Defensa Eduardo Sena y el general auditor Cervera Pery. Asimismo se hallaban presentes los jefes de la Casa Civil y del Cuarto Militar del Rey, vizconde de Almansa y teniente general Rodríguez de Austria, y el secretario general de la Casa de Su Majes tad, Rafael Spottorno.

En otras tribunas levantadas al efecto se encontraban el jefe de Estado Mayor de la Defensa, teniente general Valderas; el jefe del Estado Mayor de la Armada, almirante Moreno Barberá; el jefe del Estado Mayor del Aire, tenien te general Lombo; el jefe de la Región Militar Sur, teniente general García Martínez; el jefé de la Zona Marítima del Mediterráneo, almirante Baturone Colombo, y otras autoridades civiles y militares, así como el embajador de los Estados Unidos en España, Edward Romero, y todos los componentes de la Corporación Municipal de Cartagena. Tras el reconido que Sus Majestades hicieron por las actuales excavacio nes del teatro romano, se trasladaron al Parque de Torres, donde en una impro visada carpa se sirvió un multitudinario aperitivo en el que Don Juan Carlos y Doña Sofía pudieron departir extensamente con los sectores oficiales y popu lares invitados a la recepción. Recogemos a continuación las palabras del director de nuestra REVISTA, general Cervera Pery: Majestades: Como antiguo miembro del Cuerpo Jurídico de la Armada y actual integrante de la prolífica familia del almirante Cervera, asumo el alto e

126 Núm.63 NOTICiAS GENERALES

inmerecido honor que significa participar en este acto de especial rele vancia pero también de íntima emoción. La presencia de Sus Majesta des los Reyes de España, lo enaltece, y la noble ciudad de Cartagena de tan probadas lealtades y vinculaciones marineras, lo dignifica en esta muestra de su generosidad y su talante. Toda conmemoración histórica supone un punto de reflexión, aunque conlleve también la permanencia en el recuerdo. Y la distancia de cien años permite medir y valorar desde una perspectiva histórica y desapasionada lo que significaron aquellos tan desafortunados como heroicos combates de Cavite y Santiago de Cuba, tan generosamente evocados en este monumento emblemático que por suscripción popular alzó el pueblo de Cartagena en un gesto entusiasta y solidario, y que a tantos años de aquellos tristes hechos sigue conservando inalterable sus valores esenciales. Se ha escrito tanto sobre el 98 en su faceta del comportamiento naval, aunque no siempre con justicia, que hasta parece tópico remachar en el mismo clavo. Se discuten conductas y actitudes. Se ensalza o criti ca desde muy diferentes ópticas. Pero los héroes de la efemérides, almi rante, jefes, oficiales, clases subalternas y marinería, inmolados en el cumplimiento del deber y cuya capacidad de sacrificio rebasó todos los límites, merecían este homenaje, este desagravio que sólo un pueblo de tanta raigambre histórica como el cartagenero —y con sus Reyes al frente como sus más esclarecidos ciudadanos— es capazde tributar. Tanto los almirantes Montojo como Cervera tenían unas brillantísi mas hojas de servicio adquiridas a lo largo de sus dilatadas carreras. El segundo de ellos, mi antepasado, también estuvo vinculado a Cartagena en una época difícil de nuestra historia, y más tarde como capitán de puerto, poco antes de ser nombrado ayudante de órdenes de Su Majes tad la Reina Regente Doña María Cristina, y ministro de Marina en aquel gabinete de notables. No es por tanto de extrañar que guardara de Cartagena y de sus numerosos amigos cartageneros —y hay constancia de ello en su correspondencia particular—, los mejores recuerdos. La realidad de la guerra naval del 98 vino a probar de un modo tangible que el abandono de una organización marítima durante un largo tiempo de paz en que las armas se desengrasan y las conciencias se tranquilizan, sólo puede ser compensado por otro largo tiempo de afanoso, asiduo y perseverante trabajo. De hecho, cuando los Estados Unidos declararon la guerra a España nuestra Marina estaba gracias a la indiferencia o negligencia de los gobiernos turnantes casi abandonada, y ni siquiera medianamente preparada para los primeros envites de una guerra desproporcionada y desventajosa desde el principio. Así se llega al conflicto sin ideas definidas, sin planes operativos, tantas veces soli citados por el almirante Cervera, con una desidia o despreocupación que tan negativamente habrá de influir en la visión estratégica a decidir. A los hombres del botón de anda se les imponía como exigencia peren

Año 1998 127 NOTICIAS GENERALES toria sacar partido del deficiente o inadecuado material de que dispo nían. Es algo así como el «supla V. E. con su celo» que tanto se repetía en los escritos del fin de siglo, y que era como una socorrida frase, muchas veces vergonzante, para esconder carencias elementales. El 98 naval no quedó lastrado ante la historia. Sus efectos y conse cuencias se prolongaron durante mucho tiempo y se proyectaron en muchas direcciones, pero el recuerdo de los marinos españoles que pese a todo supieron cumplir con su deber con el más alto espíritu de sacrifi cio permanece vigente. Los nombres de Montojo, Cervera, Cadarso, Bustamante, Concas, Lazaga, Eulate, Villaamil, Díaz Moréu, Carlier, Vázquez de Castro, los del guardiamarina Chereguini y el contramaes tre Casado, recios exponentes de las virtudes de la raza, y los de tantos otros, suboficiales y marinería, que no por menos conocidos pueden ser más olvidados, siguen siendo merecedores de este homenaje que la ciudad de Cartagena rinde a su memoria. Luzca pues resplandeciente esta justicia por encima de las alabanzas o las críticas, de las opiniones encontradas o los juicios controvertidos, como luce hoy el sol sobre este espléndido balcón mediterráneo, que tiene el digno privilegio de haber merecido la presencia de Sus Majestades los Reyes de España, como los más altos exponentes de esta permanencia en el recuerdo.

Entrega de los Premios «Virgen del Carmen» de la Armada española, correspondientes a 1998

En el salón de actos del Cuartel General de la Armada tuvo lugar el pasa-do 6 de noviembre el acto de entrega de los Premios «Virgen del Carmen», corres pondientes al año 1998, en sus modalidades de libros, periodismo, universidad, poesía del mar y juventud marinera, así como los diplomas de honor a personas o entidades distinguidas en el fomento de los intereses marítimos. El acto fue presidido por el jefe del Estado Mayor de la Armada, almirante Moreno Barberá, y fue abierto por las palabras de presentación a cargo del contralmirante González-Aller Hierro, director del Instituto de Historia y Cultu ra Naval, quien hizo breve referencia del objetivo de estos premios de tanta raigambre en la Armada, destacando igualmente los méritos de los premiados. A continuación, el general auditor Cervera Pery, director de la REVISTA DE HISTORIA NAVAL, pronunció una conferencia sobre «La Virgen del Carmen como fuente de inspiración: poesía lfrica y alma popular», en la que glosó las profundas vinculaciones poéticas que la Virgen del Carmen ha inspirado a los mejores poetas españoles a través de esa constante de la mar que tantos lazos ata, destacando también sencillos exponentes de la musa popular de identifica ción carmelitana. Seguidamente por el secretario-coordinador de los premios, capitán de navío Femando de la Guardia Salvetti, se dio lectura a la Orden Ministerial de concesión que, en síntesis, es la siguiente:

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Premio del Mar (Libros), a doña Marina Alfonso Mola, por su trabajo La flota gaditana del libre comercio (1778-1 828). Premio Elcano (Periodismo escrito y audiovisual), a don Enrique Montiel Sánchez, por su artículo «Dos siglos midiendo las estrellas». Mención especial al trabajo «Océanos», de la Fundación Iberoamericana para el Fomento del Mar, representada por don Enrique Lechuga. Premio Universidad, a don Raúl Herrán Ortigosa, por su trabajo «La admi nistración marítima española durante la Segunda República (193 1-1939)». Premio Poesía del Mar, a don José Javier Alfaro Calvo, por su poema titu lado Tres momentos para entender el mar. Premio Juventud Marinera, a la alumna del colegio Juan XXIII de Zamora Sara San Martín Martín, por su trabajo titulado «La Marina», y diploma de honor al director del citado colegio. Diplomas de Honor, a la Editorial San Martín de Madrid por su destacada contribución a la difusión y el fomento de los intereses marítimos españoles, y a don Ignacio Hernando de Larramendi por su importante aportación creativa en beneficio de la cultura naval. Finalizó el acto —previa a las palabras de clausura del AJEMA— con una sesión de poesía del mar a cargo de poetas de reconocido prestigio nacional, poseedores de diversos galardones literarios, siendo en esta ocasión los parti cipantes Juan Van-Halen, Luis López Anglada, José Gerardo Manrique de Lara, José Javier Aleixandre y José Cervera Pery. Entre los asistentes al acto se encontraban el almirante jefe de la Jurisdic ción Central, Marcelino García Teibel, y el vicealmirante segundo AJEMA, Joaquín Pita da Veiga, el presidente de Metrópolis y antiguo patrocinador del

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premio «Doce de Octubre», José Calma Prieto, almirantes, jefes, premiados de otros años y otros numerosos invitados que sigüieron con todo interés el desarrollo del tradicional acto cultural que tan brillantemente mantiene la Armada anualmente.

Conferencia en el Aula Cultural «Vista Hermosa» del Puerto de Santa María. España

El pasado 5 de agosto, y dentro del ciclo de conferencias «Historia y Humanismo» organizadas por el Aula Cultural «Vista Hermosa» del Puerto de Santa María, pronunció una conferencia el director de la REVISTA DE HISTORIA NAVAL, general auditor José Cervera Pery, sobre el terna «1898: a bordo del Maine>, que fue seguida por un numeroso auditorio. Al final hubo un animado coloquio con el conferenciante, quien fue presentado por el director cultural de la entidad, Jaime Valdivieso. Dentro del ciclo, tuvieron también intervenciones el ensayista Alfonso Ussía, el contralmirante Manuel Catalán, y el director del Real Observatorio de Marina, capitán de navío Rafael Boloix Carlos-Roca.

XVI Semana de Estudios del Mar. Ferrol, España

Entre los días 21 y 25 del pasado mes de septiembre e celebró en Ferrol la XVI «Semana de Estudios del Mar», organizada por la Asociación de Estudios de la Mar (ASESMAR) con la colaboración de diversas autoridades, institu ciones y organismos de aquella zona marítima.

130 Núni. 63 NOTICIAS GENERALES Las sesiones tuvieron lugar en el Centro Cultural y Social de la Armada, desarrollándose, entre otros, los ternas que siguen, que recogemos aquí inter pretando el interés de nuestros lectores:

— «El dominio marítimo», por José Luis Meilán Gil. rector de la Univer sidad de La Coruña.

— «Geoestrategia del Atlántico», por el vicealmirante Ricardo Alvarez Maldonado.

— «El puerto de la ría de Ferrol», por Guillermo Romero Caramelo, presi dente de la Autoridad Portuaria de Ferrol. «La Infantería de Marina Española», por Abel Gamundi Insúa, general de brigada de Infantería de Marina. La sesión inaugural corrió a cargo del vicealmirante Julio Albert Ferrero, presidente de ASESMAR. La semana terminó con la lectura de las conclusiones, la entrega de diplo mas y, finalmente, la clausura por el presidente de la Diputación Provincial de Pontevedra, Manuel Abeledo López. Para más información dirigirse a: ASESMAR. Cf Génova, 20. 28009 Madrid. Recordemos que ASESMAR viene realizando estas Semanas de Estudios del Mar con periodicidad anual en distintas ciudades portuarias españolas, desarrollando conferencias y coloquios sobre temas marítimos a cargo de personal altamente cualificado. La entrada es libre y gratuita y se conceden diplomas de asistencia a las personas que se inscriban previamente y asistan a las conferencias, las que son objeto de su posterior publicación y entrega de ejemplares a los participantes.

Centenario del 98 en Pontevedra Organizado por el Instituto de Historia y Cultura Naval, en colaboración con el Museo Naval de Pontevedra y la participación de otras entidades como el Ayuntamiento y la Diputación Provincial, ha tenido lugar en Pontevedra el Seminario «Visiones de ultramar: el fracaso del 98», entre los días 13 al 15 del pasado octubre, y que congregó a numerosos asistentes en todas y cada una de las sesiones. El Seminario se llevó a cabo en el siguiente orden. Martes 13: apertura por el contralmirante José Ignacio González-Aller, director del Instituto de Histo ria y Cultura Naval. «Filipinas y su historia», a cargo del catedrático de la Universidad de La Coruña Luis Alonso Alvarez, y «Cuba, Puerto Rico y su historia», tema desarrollado por la profesora titular de la Universidad de Santiago Pilar Cagiao Vila, cerrando la apretada jornada la intervención del catedrático y académico de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas Juan Velarde Fuentes, con el tema «La economía española y del ultramar».

Año 1998 13 NOTICiAS GENERALES El miércoles 14 intervinieron el capitán de navío Ricardo Cerezo Martínez, que disertó sobre «El fracaso de la política naval española en el 98», y el general auditor José Cervera Pery, director de la REVISTA DE HISTORIA NAVAL, cuyo tema fue «La misión imposible del almirante Cervera». El jueves 15 de octubre intervinieron Emilio de Diego, profesor de la Universidad Complutense, que trató de «La política de la Restauración en Ultra mar», y Demetrio Ramos, de la Real Academia de la Historia, cuyo tema fue «La gente principal que escapó de Cuba...», clausurando el acto el director del Museo de Pontevedra, José Carlos Valle, en nombre y representación del presi dente de la Diputación Provincial de Pontevedra, Manuel Abeledo López. Entre los asistentes se contó con la presencia del almirante jefe de la Zona Marítima del Cantábrico, Rafael Morales, del director de la Escuela Naval Militar, capitán de navío Enrique Valdés Santana, así como de una nutrida representación de caballeros guardiamarinas que siguieron con todo interés el curso de las disertaciones.

Jornadas de Historia en Cádiz: la repatriación de 1898

Organizadas por la Asociación de Amigos de los Museos Militares, con la colaboración del Aula de Estudios Hispano-Americanos Alvaro Picardo, y en el marco del Salón Regio de la Diputación Provincial, han tenido lugar en Cádiz, entre los días 22 al 24 de octubre, las Jornadas de Historia dedicada a la repatriación de 1898, con la intervención de destacados conferenciantes que abordaron una temática tan desconocida como apasionante. Dichos temas fueron desarrollados por el profesor de la Universidad Complutense Rafael Núñez Florencio («El drama de la repatriación»), el general auditor, director de la REVISTA DE HISTORIA NAVAL, José Cervera Pery («La sociología de la repatriación: sus diferentes impactos»), el periodista Manuel Rodríguez Maneiro, sobre el tema «La repatriación de Cuba», y el coronel Jesús Flores Thies, que se refirió a la repatriación de Filipinas. Clausuró el acto el coronel José Pethengui Estrada, presidente de la Real Academia de Bellas Artes de Cádiz. Y, como actos anejos, hubo sendas recep ciones en la Diputación Provincial y Ayuntamiento de Cádiz; recorrido por los monumentos históricos de la ciudad; colocación de una corona de laurel en el mausoleo de los repatriados de 1898 en el cementerio de San José, y visita al Museo Marítimo y Panteón de Marinos Ilustres de San Femando.

VI Congreso de Historia Militar en Zaragoza

La Comisión para la conmemoración del II Centenario de la muerte del conde de Aranda, en colaboración con la cátedra «Miguel de Cervantes» de la Academia General Militar y de la Universidad de Zaragoza, programó del 4 al 6 de noviembre último el VI Congreso de Historia Militar bajo el título de «Guerra y milicia en la España del X Conde de Aranda».

132 Núrn.63 NOTICiAS GENERALES El ciclo de conferencias se celebró principalmente en la sede de la Acade mia General Militar y estuvieron divididas en dos secciones: la carrera militar del conde de Aranda y los Ejércitos de la Ilustración, con intervención de numerosos ponentes y comunicantes, entre los que destacamos como compo nentes del ámbito naval al teniente coronel de Sanidad Manuel Gracia Rivas, que disertó sobre «Marinos aragoneses de la Ilustración: Juan Lastre y Aisa»; «Los tenientes de navío Jorge Juan y Antonio de Ulloa, dos notables científi cos de la Ilustración», a cargo del capitán de navío Ricardo Cerezo; «La cons trucción naval: el marqués de la Victoria» dictada por Hugo O’Donnell y Duque de Estrada, y «Los navíos de la Ilustración: un objetivo alcanzado», pronunciada por el general auditor José Cervera Pery, director de la REVISTA DE HISTORIA NAVAL. En el acto de inauguración estuvieron presentes junto al teniente general Suanzes Pardo, jefe de la Región Pirenaica, el director de la Academia Gene ral Militar, general Blas Oliver, y las primeras autoridades regionales de Aragón.

Ciclo de conferencias sobre Felipe II en la Fundación «Gregorio Mara ñón». Madrid, España

Durante los días 4, 5 y 11 del pasado mes de noviembre, bajo la presiden cia de Su Majestad la reina Doña Sofía, se celebró un ciclo de conferencias sobre Felipe II, organizado por la Fundación «Gregorio Marañón». El día 4 se abrió el ciclo con una sesión inaugural presidida por Pedro Laín Entralgo, presidente de la Fundación y moderada por Carmen Iglesias, directora del Centro de Estudios Constitucionales. La atención de los asisten tes se centró en el debate entre los eminentes historiadores Geoffrey Parker, del Departamento de Historia de la Universidad de Ohio, Norteamérica, y Henry Kamen, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), España. El día 5 tuvo lugar una mesa redonda moderada por Gregorio Marañón Bertrán de Lys, vicepresidente de la Fundación. El día 11 se celebró la última sesión, que fue moderada por Alfonso de la Serna, embajador de España. En el desarrollo de las conferencias intervinieron numerosas personalida des de la Universidad y de la Academia de la Historia, que presentaron princi palmente temas alrededor de la figura de Felipe II, de su Corte y de la Corona de Aragón. Lamentablemente para nuestros lectores, en este ciclo de conferencias no se tocó uno de los aspectos más importantes del reinado de Felipe II: el tema naval. Lo sentimos de verdad. Para más información dirigirse a: Fundación «Gregorio Marañón». San Bernardo, 123, 5.°. 28015 Madrid. Teléf.: (91) 593 02 73. Fax: (91) 446 38 12.

Año 1998 133 NOTICIAS GENERALES

XXXVI Curso del Aula Militar de Cultura de Cádiz. «Cuba en el 98: las últimas campañas»

Durante los días 16 a 19 de noviembre tuvieron lugar en Cádiz las sesiones correspondientes al XXXVI Curso del Aula Militar de Cultura de dicha capi tal, cuyas ponencias a cargo de destacados especialistas e historiadores giraron en tomo a «Cuba en el 98: las últimas campañas». Tras la conferencia inaugural «Provisiones del almirante Cervera en su estrategia atlántica» dictada por el académico de la Real de la Historia Deme trio Ramos, las ponencias se agruparon en tres secciones (Sociedad, Ejército y Armada) y fueron desarrolladas por los profesores María Dolores Fuertes Bajo y Alberto Gullón, Juan Velarde Fuentes, José Marchena Domínguez, Alberto Ramos, Emilio de Diego, Luis Navarro, Joaquín Piñeiro Blanca, Jesús Romero González y Julio Pérez Serrano. Las correspondientes al Ejército y la Armada estuvieron a cargo del general Sequera Martínez («El valor militar de las trochas»), general Miguel Alonso Baquer («La última campaña del general Weyler») y el almirante Carlos Vila Miranda («La Real Armada española en las Antillas»). El curso fue seguido por numerosos alumnos inscritos en el mismo, así como por oyentes libres, expediéndoseles a su término los correspondientes certificados de asistencia, ya que según criterios de la Comisión del Doctora do de la Universidad de Cádiz, copatrocinadora del curso, la convalidación de créditos para los estudios del Tercer Ciclo podrá ser concedida en su día.

X Semana de Medina Sidonia (Pascual Cervera: un almirante asidonense en Cuba) Durante los días 21 a 28 de noviembre ha tenido lugar en Medina Sidonia, ciudad natal del almirante Pascual Cervera Topete, la semana cultural organi zada en su honor, que ha consistido en una ofrenda floral al monumento del almirante con intervención de la banda de música del Tercio Sur; el acto de inauguración, con la presencia de las autoridades militares y civiles, y la aper tura de la exposición «El legado Cervera en el Archivo Histórico Municipal», en el Salón de Plenos del Ayuntamiento. En el ciclo de conferencias participaron el director del Instituto de Historia y Cultura Naval, contralmirante González-Aher Hierro, que disertó sobre «La Marina que vivió el almirante Cervera», y el general auditor José Cervera Pery, director de la REVISTA DE HISTORIA NAVAL, cuyo tema fue «Pascual Cervera: rasgos esenciales de un ilustre asidonense». El resto de las conferen cias estuvieron a cargo del catedrático de Geografía e Historia José Calvo Poyato («El desastre del 98»), el profesor de la Escuela de Suboficiales de la Armada y concejal del Ayuntamiento de Medina Juan Luis Barroso («Medina Sidonia y el mar») y el profesor de la UNED Manuel Baraja («La guerra de la independencia cubana a través del Diario de Cádiz»).

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r 1 Igualmente se realizó una ofrenda floral en el Panteón de Marinos Ilustres ofrecida por el alcalde de Medina Sidonia, Mariano Maestu, con asistencia de numerosas personalidades y miembros de la Armada. Durante esos días el Panteón estuvo también abierto para la visita de distintos grupos escolares de Medina Sidonia.

Año 1998 135 NOTICIAS GENERALES Por último, tras la conferencia del contralmirante González-Mier, el lunes 23 se presentó el libro de José Cervera Pery El almirante Cervera: un marino ante la Historia, con intervenciones del citado contralmirante González-Aher, del alcalde de Medina y del propio autor, procediéndose acto seguido a la firma de ejemplares.

Hermanamiento en San Fernando entre el Instituto de Historia y Cultura Naval y la Fundación Municipal de Cultura El 21 de noviembre tuvo lugar en el Ayuntamiento de San Fernando el acto de hermanamiento entre el Instituto de Historia y Cultura Naval y la Funda ción Municipal de Cultura de dicha ciudad, reforzándose así los estrechos lazos de unión que mantienen ambas instituciones a través de una labor cultu ral redundante en el fomento de los intereses marítimos. Por parte del Ayuntamiento isleño estampó su firma el alcalde Antonio More no, mientras que el contralmirante José Ignacio González-Aller, director del Instituto de Historia y Cultura Naval, hacía lo propio en un documento firmado ante la presencia del primer teniente de alcalde Manuel María de Bernardo y del delegado de Cultura José Quintero por la parte isleña, y del capitán de navío Fernández de la Puente, delegado del Instituto de Historia y Cultura Naval en la Zona Marítima del Estrecho y del general auditor Cervera Pery, director de la REVISTA DE HISTORIA NAVAL y asesor histórico-cultural de dicho Instituto. Antonio Moreno destacó en su alocución la relación de la cultura isleña con las señas de identidad de la Armada e hizo entrega de una reproducción del cuadro de Casado de Alisal, que refleja las Cortes constituidas en la iglesia mayor parroquial en el siglo XIX, cuya pintura original se encuentra en el Congreso de los Diputados. Por su parte, el contralmirante González-Aller recordó el papel de la ciudad de San Fernando, unida a la Armada en momentos históricos de gran relevancia, desde 1587, con la salida de la expedición de don Pedro de Acuña desde los caños de La Carraca para repeler a los ingleses, hasta la detención del ataque francés en 1810, e hizo entrega de varios libros a la Fundación Municipal de Cultura para sus fondos. El acuerdo firmado refleja que teniendo en cuenta los extraordinarios lazos que unen a-la Armada y a la ciudad, manifestados en numerosas ocasiones en la celebración de simposios, conferencias, exposiciones y otros actos institu cionales, y deseando reforzar con mayor empeño tales vínculos, se declara el hermanamiento que permitirá la realización de actividades conjuntas e inicia tivas que emprendan ambas instituciones.

Ciclo de conferencias «España y el 98», organizado por el Ateneo Jovella nos de Gijón Durante los meses de octubre a diciembre el Ateneo Jovellanos de Gijón ha mantenido un ciclo de conferencias sobre «España y el 98» en que, con la

136 63 Núm. NOTICIAS GENERALES intervención de destacados historiadores, economistas e investigadores, se ha revisado toda la compleja problemática del 98 en el año emblemático de su conmemoración centenaria. El orden seguido en las conferencias ha sido el siguiente:

Jueves 22 de octubre: Rafael Puyo! Antolín, rector de la Universidad Complutense: «España del 98 al 98. La demografía en el último siglo». Viernes 23 de octubre: Luis E. Togores, doctor enHistoria Contemporánea. «La pérdida de Filipinas». Miércoles 28 de octubre: José Cervera Pery, general auditor, director de la REVISTA DE HISTORIA NAVAL: «El honor de la Armada en la crisis del 98». Miércoles 4 de noviembre: José María Segovia Azcárate, presidente de la Sociedad Colombina Onubense: «El descubrimiento de América y su repercu sión en la Europa de la Edad Moderna». Viernes 20 de noviembre: Emilio de Diego, catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad Complutense: «La pérdida de Cuba y sus repercusiones político-económicas en España». Miércoles 25 de noviembre: Demetrio Ramos, académico de la Real de la Historia: «La emigración de los hacendados cubanos a París». Miércoles 2 de diciembre: Pío Caro Baroja, escritor: «La soledad de Pío Baroja vista por su sobrino». Viernes 11 de diciembre: Juan Velarde, economista y premio «Príncipe de Asturias»: «El 98 y sus repercusiones en la industria y el comercio asturiano».

Todas las conferencias, que fueron seguidas por numeroso público, tuvie ron sus respectivos coloquios, con masiva participación de asistentes, habien do constituido el ciclo un rotundo éxito para sus organizadores, dada la varie dad y alcance de los temas planteados.

Ciçlo de conferencias sobre Felipe II. Reino Unido

De entre las conferencias dedicadas a onmemorar el cuarto centenario de la muerte de Felipe II, bajo el tema general «The re-shaping of a world», organizadas por el Instituto Cervantes y la Embajada de España en el Reino Unido con la colaboración de importantes instituciones británicas, durante el año 1998, recogemos aquí la pronunciada por el doctor Hugo O’Donnell, del Consejo rector de nuestra REVISTA, en diferentes foros, sobre el tema «Algu nos mitos de la Armada».

— El 17 de marzo, en el Museo de Plymouth. — El 14 de octubre, en el Museo Marítimo Nacional, de Greenwich, Londres. — El 16 de noviembre, en el Royal Armouries, de Leeds.

— El 18 de noviembre, en el Museo del Ulster, Belfast.

Año 1998 137 NOTICiAS GENERALES Este ciclo, que comprendía entre otros actos 24 conferencias repartidas entre el 20 de enero y el 19 de noviembre del pasado año, fue prograniado y coordinado por la profesora María José Rodríguez Salgado, catedrática de la School of Economics, y por Dámaso Lario, ministro encargado de Asuntos Culturales de la Embajada de España en Londres, con la intención de ilustrar y reafirmar algunos de los aspectos más sobresalientes de la vida y obra de Felipe II, con un enfoque a la vez académico y divulgativo. En él intervinieron doce destacados especialistas que desarrollaron una amplia variedad de temas. Todas las conferencias se publicarán en breve en un volumen en español. Para más información dirigirse a:

Instituto Cervantes. London SW1 9AN. Telef.: (07) 44.171.2350359. Fax: (07) 44. 171. 2350329. Great Britain.

Coloquio Internacional «Andalucía y el 98». Córdoba, España

Durante los días 14 a 16 de diciembre han tenido lugar en Córdoba las sesiones correspondientes al coloquio internacional «Andalucía y el 98», desarrollado en torno a tres núcleos temáticos (siendo uno de ellos el referente a la crisis del 98 en Andalucía): relaciones entre Andalucía y el Caribe y Fili pinas; participación andaluza en las guerras de emancipación y el impacto del desastre colonial. Cada una de las sesiones estuvieron a cargo de ponentes de reconocido prestigio nacional e internacional, entre los que destacaron el catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Córdoba José Manuel Cuenca Toribio, presidente del Comité Científico y los vocales del mismo Soledad Miranda García, profesora titular de Historia Contemporánea de la Universi dad de Córdoba; Luis Palacios Bañuelos, catedrático de Historia Contemporá nea de la Universidad de Córdoba; Julio Pérez Serrano, profesor titular de Historia Contemporánea de la Universidad de Cádiz; Rafael Sánchez Monte ro, catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Sevilla, y Octavio Ruiz Manjón, catedrático de Historia Contemporánea de la Universi dad Complutense de Madrid. Las jornadas del coloquio fueron organizadas por el Departamento de Historia Moderna, Contemporánea y de América de la Universidad de Córdo ba, al que pueden dirigirse los interesados en obtener más información sobre el mismo, siendo sus señas:

Departamento de Historia Moderna, Contemporánea y de América. Facultad de Filosofía y Letras. Plaza del Cardenal Salazar, s/n. 14080 Córdoba, España.

138 63 Núm. NOTICIAS GENERALES Hallazgo del submarino C-3. Málaga, España

Recientemente la prensa diaria daba la noticia del hallazgo en Málaga de los restos del naufragio del submarino C-3, perteneciente a la flota republica na durante la guerra civil española de 1936-1939. Recordemos que el submarino desapareció el día 12 de diciembre de 1936 a la vista del puerto de Málaga, cuando regresaba a la base navegando en superficie. No se registraron más que tres supervivientes, uno de los cuales, timonel, vive todavía. El resto de la dotación se quedó en el interior. La causa de este hundimiento permaneció en el misterio, especulándose principalmente con las hipótesis de una explosión interna o un impacto de torpedo. Posteriormente se supo que el C-3 (comandante, alférez de navío Antonio Arbona Pastor) fue torpedeado por el submarino alemán U-34 (comandante Grosse). El pasado mes de junio la noticia salta de nuevo a los medios de comuni cación de la mano de don Antonio Checa Gómez de la Cruz quien, buceando desde hace algún tiempo por la zona en busca del origen de unas manchas de aceite, se tropezó con el pecio a una profundidad de 70 metros, cuatro millas y media a la altura de El Palo. En el mes de octubre siguiente el buque de salvamento de la Marina de Guerra Mar Rojo identificaba los restos: el casco del submarino C-3, muy deteriorado, con pérdida del doble casco y partido por la mitad. La televisión mostró algunas tomas facilitadas. por la Armada.

EXPOSICIONES Exposición «Soldados y marineros del 98». Madrid, España

Organizada por la Asociación de Amigos de los Museos Militares, y con la colaboración del National Park Service de San Juan de Puerto Rico y de la Academia de la Historia puertorriqueña, tuvo lugar el pasado 8 de octubre, dentro de la Exposición «Soldados y marineros del 98», ubicada en el Servi cio Histórico Militar, el «día de Puerto Rico», en el que fueron expuestas las últimas banderas que ondearon en el territorio, fotografías, mapas, libros y prensa de la época y otros documentos, así como una excelente colección de miniaturas. El acto fue presentado por el general Castrillo Maceres, presidente de la Asociación, con la intervención de una representante de la Academia de la His toria puertorriqueña, y asistieron al mismo autoridades civiles y militares y numerosos invitados. Esta exposición ha estado dedicada al recuerdo y homenaje de los que cumplieron con su deber en la guerra hispano-norteamericana de 1898, así como a la exaltación de la amistad entre los pueblos que participaron en la contienda.

Año 1998 139 NOTICIAS GENERALES LIBROS

Presentación del libro del almirante Vila España y la Armada en las guerras de Cuba. Madrid, España

El día 27 del pasado mes de octubre, en el salón de actos del Cuartel Gene ral de la Armada y bajo la presidencia del almirante jefe del Estado Mayor de la Armada, Antonio Moréno Barberá, se presentó el libro del almirante Carlos Vila Miranda, antiguo AJEMA, España y la Armada en las guerras de Cuba, que ha sido editado por la Fundación Alvargonzález de Gijón, de la que su presidente Juan Alvargonzález fue copresentador del libro en unión del contralmirante José Ignacio González-Aller, director del Instituto de Historia y Cultura Naval. El almirante Carlos Vila ofrece en su libro nuevos datos sobre el conflicto cubano, obtenidos tras una larga investigación en distintos centros y archivos particulares y resalta algunos aspectos inéditos de lo que aquel conflicto signi ficó, circunstancias éstas que fueron referidas por los presentadores de la obra. La Fundación Alvargonzález fomenta desde 1992 la cultura y la investigación de temas relacionados con la Marina, y concede también una beca anual para tales menesteres editando al mismo tiempo libros relacionados con la temática. Al término del acto el almirante Vila firmó numerosos ejemplares de su libro.

CONVOCATORIAS Primer Congreso Internacional sobre Investigación e Innovaciones Técni cas Marítimas. Barcelona, España Organizado por el Departamento de Náutica, Ciencias e Ingeniería de la Universidad Politécnica de Cataluña, entre los días 21 y 23 del próximo mes de abril se celebrará en Barcelona el Primer Congreso Internacional sobre Investigación e Innovaciones Técnicas Marítimas. El objeto de este Congreso es crear un marco válido para presentar y anali zar iniciativas en el campo de la investigación, desarrolladas por instituciones públicas y privadas y para examinar las innovaciones en el campo de las acti vidades marítimas y en el transporte. Las sesiones tendrán lugar en el edificio de la Facultad de Náutica, Pla de Palau, 18. Para más información dirigirse a: Secretaría del 1 Congreso Internacional sobre Investigación e Innovaciones Técnicas Marítimas. Departamento de Ciencias e Ingeniería Náuticas. Universidad de Cataluña. Pla de Palau, 18. 08003 Barcelona. España. Teléfono: 93 401 79 32. Fax: 93 401 79 23. Internet: www.vpc.es/ceu. J.A.O.

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MAS CHAO, Andrés: La guerra olvidada de Filipinas (1896-1898). Editorial San Martín. Madrid, 1998. 240 páginas.

Si se repasan los actuales escaparates de las librerías en las que abundan los temas del 98, se verá que se llevan la palma los que hablan de Cuba y del Caribe o los planteamientos globalizadores del conflicto desde el punto de vista político, sociológico, literario e incluso naval; pero también se advierte de inmediato que el tema filipino no está demasiado tratado, o es contemplado desde parámetros muy limitados. Excepción a esta regla es el libro del general Mas Chao, La guerra olvidada de Filipinas, que, de entrada, asume una profunda y minuciosa investigación sobre la acción española en aquellos lejanos archipiélagos desde el estallido de la insulTección en 1896 hasta el final de la soberanía española con la heroica defensa del puesto de Baler. Adquiere por tanto el combatiente, el heroico soldado español, un protagonismo esencial que era de justicia recobrar. Una de las virtudes más sobresalientes de este libro es su acertada conduc ción y los apoyos cartográficos con que cuenta. Las operaciones militares quedan esencialmente reflejadas y denotan la riqueza argumental del trata miento. También cuenta con un excelente material fotográfico reproducido con modernas técnicas. Un cuidado prólogo del general Alonso Baquer complementa este intere sante libro, que viene a llenar un importante hueco entre la nutrida bibliogra fía que del 98 y sus consecuencias se sigue produciendo.

Antonio de la VEGA

PÉREZ LLORCA, Jaime: 1898 La estrategia del desastre. Sílex, 1998. 196 pági nas. Ilustraciones. El tema del 98 parece inagotable en cuañto al ritmo sostenido en la publi cación de libros que lo abordan en sus aspectos globales o en facetas de su parcelación histórica. El empeño de Jaime Pérez Llorca en su estudio La estrategia del desastre se configura en los intentos globalizados, si bien siguiendo muy de cerca el comportamiento naval, en lo que existen bastantes desacuerdos con otros autores, de aquellos hechos que comportaron las derro tas de Cavite y Santiago. Con una trama ligeramente novelada, Pérez Llorca traza un itinerario de puntual seguimiento de todo el planteamiento del conflicto finisecular hispa no-norteamericano, con una visión representativa de los factores que contribu yeron tanto a su desencadenamiento como a su resolución, con paisajes en los que no se regatea la dureza, aunque también con interpretaciones que pueden ser discutidas desde otros puntos de vista comprometidos.

Año 1998 141 RECENSIONES Es, sin embargo, un libro de fácil lectura con reflexiones y consideraciones que entiendo no serán a gusto de todos, pero redactado con indudable lealtad a los principios que sustenta, y de los que hace clara definición en la dedicato ria-introducción. De cuidada edición por parte de la Editorial Sílex, el prólogo del ex minis tro Fernando Morán constituye también un ajustado e interesante estudio de la problemática expuesta, con la solvencia que representa su exposición por un experto en cuestiones internacionales.

Antonio de la VEGA

CERVERA PERY., José: El almirante Cervera: un marino ante la Historia. Editorial San Martín, 1998. 248 páginas. Ilustraciones.

No es tarea fácil publicar dos libros en un mismo año, con un intervalo de menos de cinco meses, y sobre una temática tan prolija y complicada —a la que hay que saber conocer e interpretar con rigor y solvencia— como es la que gira en torno al 98. Pero ello no ha sido obstáculo para José Cervera Pery que en su más reciente libro (y hace el treinta de sus publicados), El almirante Cervera. un marino ante la Historia, ofrece quizá el estudio más decisivo y culminado sobre la biografía de tan ilustre como controvertido personaje, corno fue el marino sacrificado en Santiago de Cuba, en aquel desdichado combate que nunca se debió librar. Cervera Pery huye en est& libro de todo panegirismo apologista, para enfrentarse a la realidad de la valiosa y poco conocida documentación que ha manejado, en buena parte inédita y de inestimable valor, como el dictamen fiscal hasta ahora nunca publicado, y enfrenta al personaje seria y honesta mente a su circunstancia, de tan diversos y acusados matices a lo largo de toda su trayectoria; y así, el relato tiene el valor de la autenticidad, sin obviar o silenciar situaciones poco gratas por las que el almirante atravesó y que no fueron siempre las devenidas de combates navales o heroicas hazañas, pero que nos muestra el talante veraz y maduro de un marino que no supo ni uiso ser político de su tiempo, y que pagó con creces las consecuencias de tal inhi bición. Libro trazado y construido con la autoridad que proporciona un exacto conocimiento de hechos y actitudes, el lector encontrará en sus páginas razo namientos y deducciones a las que poco acceso había tenido hasta ahora, con el hallazgo de muy valiosas fuentes de información que Cervera Pery no quie re utilizar con exclusividad. Es pues un camino abierto —magníficamente abierto, me atrevería a decir— para futuros esfuerzos investigadores desde la realidad, que no desde la fantasía o la improvisación. Si todo cuanto libro que sobre el ámbito naval del 98 se viene publicando, y en el que Cervera Pery también aportó su comprometido estudio La guerra naval del 98: a mal planteamiento peores consecuencias, quisiéiamos meta

142 63 Núm. RECENSiONES fóricamente agrupar como si de una escuadra de combate se tratara, sin lugar a dudas El almirante Cervera: un marino ante la Historia habría de ser la nave capitana.

Antonio de la VEGA

LAÍN ENTRALGO, Pedro y SECO SERRANO, Carlos (Editores): España en 1898: las claves del desastre. Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores, 1998. 240 páginas.

Resulta difícil, pero al mismo tiempo alentador, reunir en un mismo libro autores de tan reconocido prestigio y autoridad en las materias que tratan como los integrados en España en 1898: las claves del desastre, que bajo la coordinación y edición de los profesores Pedro Laín Entralgo y Carlos Seco Serrano, dos figuras capitales de la intelectualidad española, dan como resul tado esta espléndida obra en feliz conjunción, de matices muy diferentes y conocimientos fundamentales sobre las claves del desastre finisecular que comportó la pérdida de los últimos reductos ultramarinos españoles. Bajo la acertada batuta de sus coordinadores/editores, José Luis Abellán, Santiago Alcolea Gil, Miguel Alonso Baquer, Julián Companys, Luis F. Díaz Larios, José Luis García Delgado, Juan Carlos Jiménez Jiménez, Pedro Laín Entralgo, Carlos Seco Serrano y María Cruz Seoane, plantean y resuelven los diferentes ámbitos temáticos a los que se contraen, sin que queden en el olvi do o la marginación cualquiera de los aspectos presentes en la España del 98: economía, sociedad, política, pensamiento, arte, literatura, en un recorrido global de fácil y amena lectura que lleva hasta el lector todos y cada uno de los aconteceres de aquella compleja etapa histórica. Como puede leerse en la solapa de la cubierta, «Además del relato del concreto desarrollo del conflicto, se repasan los hechos y se analizan las situa ciones que condujeron a la pérdida de las colonias y se calibran las con se cuencias —de amplio calado— que esa frágil y compleja España de finales del siglo xix proyectó sobre el siglo que entraba». Creemos por tanto hallarnos ante un libro excepcional, de imprescindible lectura en el año emblemático de la conmemoración del centenario, y que ha de ser fundamental tanto para apologistas, detractores o indiferentes en aque lla trayectoria tan discutida y discutible de hace cien años.

Antonio de la VEGA

VILA MIRANDA, Carlos: España y la Armada en las guerras de Cuba. Funda ción Alvargonzález, Gijón, 1998. 320 páginas. Ilustraciones.

El almirante Vila ha escrito un libro excepcional. Ésta podría ser la mejor frase resumen sobre el contenido del estudio España y la Armada en las

Año 1998 143 RECENSiONES guerras de Cuba, que la Fundación Alvargonzález, con indudable acierto y haciendo una vez más presente su dedicación y esfuerzo en defensa de los intereses marítimos españoles, acaba de publicar. Para el crítico, que conoció y trató al almirante Vila desde los tiempos de juventud, no ha sido una sorpresa la realidad de este libro, bien pensado, exce lentemente trazado y espléndidamente desarrollado a través de sus siete capí tulos y los dos apéndices capitulares con los que cuenta. No podía esperarse menos de las dotes personales del almirante Vila, su visión de unos hechos a los que ha dedicado muchas horas de estudio y reflexión, y el estilo directo, casi castrense, de su redacción. El libro es fruto de una investigación paciente, reflexiva y minuciosa, de un tratamiento equilibrado del tema sin dejarse llevar por triunfalismos o admoni ciones, y va más allá del título que modestamente ha querido asignarle, pues es todo un recorrido intenso y extenso por los vericuetos de la política españo la en ultramar, con sus luces y sus sombras, y sus aspectos económicos, políti cos y sociológicos, con el aporte de un importante acopio documental que responde con creces al planteamiento propuesto por el autor, desde el inicial desarrollocubano (1763 a 1837) hasta la culminación de la guerra hispano- norteamericana (abril-agosto 1895). Libro preciso y rico en información; claro y bien sistematizado, lo que no es fácil dado el alcance y amplitud del tema, ameno y penetrante, que seducirá no sólo al especialista y al profesional, sino a todo lector preocupado por la esencia y sustancia de la crisis española de fin de siglo, y que en el libro de Vila tiene un hilo conductor iniciado muchos años atrás. Es por tanto la respuesta a una vocación exigente, que por la solidez de sus fundamentos, su objetividad y su rigor histórico puede quedar como ejemplo. Complementa tales calidades la magnífica y bien cuidada edición de la Fundación Alvargonzález, que atestigua una vez más el magisterio y madurez de sus publicaciones, en vanguardia siempre del mejor servicio a sus lectores y favorecedores. J.C.P.

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