Lourdes en la puerta del horno La pesadilla que visita las tranquilas noches de Lourdes Flores es la de volver a perder la presidencia en el último instante de la campaña electoral, como sucedió cinco años atrás luego de la aparición de su papá en televisión insultando al entonces candidato . Esta vez, el papá está bien guardado. Y ella corre sola, sudando la gota gorda en este infernal verano recorriendo arenales, pueblos jóvenes, pampas, corralones y asistiendo a cuanta pollada, anticuchada y cuyada bailable se le cruce. Porque una cosa es una pollada en el Marriott a 100 dólares la tarjeta con su amiga Laura Bozzo y otra la popular, a 6 soles por cabeza; y ella estuvo en ambas, pero el sabor no fue el mismo. Sus críticos la llaman la candidata de los ricos, de la pituquería, de los empresarios, de los grandes negocios. Y en su plancha está Arturo Woodman, el hombre de Dionisio Romero, entre otros, para corroborarlo. Muchos dicen que ella es buena gente pero está rodeada de mañosos, de conservadores como , de fujimoristas solapas, de topos montesinistas, de la derecha más rancia, arcaica y cristiana. Pero ella viene del PPC, el partido mesocrático limeño de Luis Bedoya, su papá político, que nunca llegó a la presidencia. Ella viene de un colegio de monjas, una muchacha de la Universidad Católica, temerosa de Dios, que, como le dijo a , se casaría con el Perú. Lulú es la novia del Perú. No por casualidad su canción de campaña es «Estoy enamorada de mi país». Lourdes ha dedicado gran parte de sus 46 años a la política nacional desde su partido, como congresista, como lideresa de una Unidad Nacional que a veces parece un conglomerado de intereses en una olla a presión. Desde que Valentín Paniagua dejó la cabecera de las encuestas Lourdes se mantiene en primer lugar, subiendo y bajando: una Eva con dos Caínes tratando de alcanzarla, de quitarle la punta, de bajarle la llanta. y Alan García no logran sacarla del primer lugar, no pueden tumbarla todavía. Pero Lourdes viene bajando desde enero en las encuestas, poco a poco, punto a punto; Humala está estancado y García está entrando por los palos, arremetiendo en un trance de furioso reguetón. ¿Qué representa Lourdes Flores? El continuismo de una política económica que no se modifica desde el primer fujimorismo. Toledo prometió construir el segundo piso del modelo económico, quitándose la vincha del cholo terco y rebelde. Ahora los empresarios lo empiezan a extrañar. Lourdes colocará los acabados, una mano de pintura por aquí y por allá, y seguirá todo igual. El equipo económico de Unidad Nacional está en el clóset, una corporación de tecnócratas eficientes y pragmáticos esperando el momento de hacer su chamba: la camita del gran capital y el goteo para el resto del país. El embudo perfecto. Pero cuando regresa a casa, extenuada después de una endemoniada agenda electoral, la pesadilla del 2001 la persigue: como el pan, que en la puerta del horno se nos quema.