Colombianidades De Telenovelas
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Cátedra de Artes N° 10 (2011): 37-52 • ISSN 0718-2759 © Facultad de Artes • Pontificia Universidad Católica de Chile Colombianidades de telenovelas Soap opera Colombianities Omar Rincón1 Universidad de los Andes, Colombia [email protected] Resumen Colombia está mejor contada en la telenovela que en las noticias de televi- sión. En este ensayo se documenta cómo las telenovelas han representado un país plural y diverso, han ido acompañando la historia nacional de ese rural exótico a ese narco-urbano, han producido las historias del reconocimiento de la colombianidad: para saber quiénes somos (en Colombia) tenemos que ir a las telenovelas. Así, la telenovela colombiana ha sido un auténtico laboratorio de la identidad colombiana. En este ensayo se describe la marca Colombia en telenovela. PALABRAS CLAVE: telenovelas, melodramas, popular, Colombia, cultura narco. Abstract Colombia is best told in the telenovelas (kind of soap operas) than in tele- vision news. This paper documents such as telenovelas have been shown a plural and diverse country, have accompanied the national history from the exotic to the narco rural-urban, stories that recognizes nationalist sentiments: to know who we are (in Colombia) we must go to the teleno- velas. Thus, the Colombian telenovelas has been a veritable laboratory of Colombian identity. Thispaper describes the Colombian telenovela brand. KEYWORDS: Telenovelas (soap operas), melodramas, Colombia, popular culture, narco culture. 1 Autor de Televisión Pública: del consumidor al ciudadano (Bogotá: FES, 2001), Narra- tivas mediáticas o cómo cuenta la sociedad del entretenimiento (Barcelona: Gedisa, 2006) y Televisión, video y subjetividad (Buenos Aires: Norma, 2002). Es director del tv-ensayo Los colombianos tal como somos (Sao Paulo: Tal.tv, 2006). También se desempeña como crítico de televisión en El Tiempo. 38 Cátedra de Artes N°10 (2011): 37-52 “En América Latina el espacio de la cultura se ha convertido en un lugar fundamental de la interrogación sobre el sentido de las trans- formaciones que implica la modernización. Y dentro del espacio cultural, la televisión se ha constituido en medio estratégico de la modernización” Jesús Martín-Barbero, 1992. “En Colombia pasa más país por la telenovela que por los informativos”, afirmó hace tiempo el maestro Jesús Martín-Barbero. Y es que para saber cómo ha venido siendo Colombia solo podemos ir a la ficción televisiva, hecha de melodrama y comedia, porque no hemos tenido documentales, ni periodismo de profundidad para reflejar nuestras violencias sin sentido y las bellezas de deseo de las que estamos hechos. El argumento que queremos desarrollar es que ¡la ficción es nuestra mejor realidad! Y todo porque nuestras formas de ser y pensar se reflejan/representan de mejor forma y con mayor profundidad y diversidad en los melodramas, como, por ejemplo,Café con aroma de mujer, Caballo Viejo, Yo soy Betty la fea, Pedro el escamoso, Sin tetas no hay paraíso, El Cártel, El Capo… Allí nos vemos bien colombianos, y por eso el rating llega. Vernos bien no significa una afirmación positiva. No es que nos reconozcamos en nuestro lado deseado, sino que nos vemos cómo somos, cómo venimos siendo, con nuestras ambigüedades, violencias, gustos y sinrazones. La ficción televisiva nos ha servido para tener imágenes que mostrar(nos): rostros e historias propias; estéticas y sentimientos para existir desde lo popu- lar; relatos donde encontrarnos como nación; memorias en nuestra tierra del olvido. Y es que “en medio del desgarramiento que vive el país, ¡el fútbol y la telenovela pueden llegar a ser una de las pocas maneras como los colombianos nos sentimos juntos!” (Martín-Barbero, “Un nuevo mapa…”). Somos como la tele/ficción que gozamos. Que sea la telenovela donde mejor nos re-conozcamos como colombianos y latinoamericanos no es extraño, pues la telenovela es nuestro gran producto cultural, nuestro mejor y más diverso relato: un formato que hemos inventado, lo hemos convertido en industria, lo asumimos como identidad y referente popular. De esto dan testimonio los estudios de Jesús Martín-Barbero y Sonia Muñoz (1992) en Colombia, Nora Mazziotti (1993) en Argentina, Immacolatta Vasallo en Brasil (2008) y Carlos Monsiváis (1999, 2005) en México. El siguiente ensayo se enfocará en la telenovela colombiana, de esa que nos distingue tanto como identidad así como industria; de esa que se ha constituido en recurso de reconocimiento; de esa que exportamos y produce nuestro modo globalizado de estar en el mundo; de esa que va de lo rural bucólico de Café con aroma de mujer a la obsesión nacional por la belleza comercial-corporal de Yo soy Betty la fea y la inconformidad moral estética de lo narco en Sin tetas no hay paraíso y El Cartel. Este ensayo discurre sobre la marca de la telenovela Omar Rincón • Colombianidades de telenovelas 39 colombiana: un poco de contexto histórico, algo de laboratorio de la identidad desde la telenovela y mucho de las colombianidades actuales tipo telenovela. Una breve historia de ficción.TV Las transmisiones televisivas se iniciaron en Colombia el domingo trece de junio de 1954, a las nueve de la noche. La crónica indica que ese día se con- memoraba el primer año de gobierno del General Rojas Pinilla2. Las primeras transmisiones buscaban hacer una televisión cultural guiada por “principios del buen gusto”, según consta en los archivos. La siguiente fue la programación de la primera transmisión de la televisión colombiana: 1) himno nacional interpretado por la Orquesta Sinfónica; 2) pa- labras del Presidente de la República, teniente general Gustavo Rojas Pinilla, desde el palacio presidencial; 3) noticiero internacional TeleNews; 4) recital desde los estudios: violín, Frank Preuss; piano, Hilda Adler; 5) film documental; 6) “El niño del pantano”, obra breve, adaptación para televisión de un cuento original de Bernardo Romero Lozano, con la actuación del niño Bernardo Ro- mero Pereiro; 7) película; 8) “Estampas colombianas”, sketch cómico original de Álvaro Monroy, con la participación de Los Tolimenses; 9) película enviada por las Naciones Unidas: reportaje con colombianos desde Nueva York; 10) recital de danzas folclóricas a cargo de la academia de Kini Pikieres; 11) tele-final; e, 12) himno nacional. Aquí, en su nacimiento, ya está explícita la marca definitiva de la televisión colombiana: pretensión culta en la música, el teatro y la educación; reconoci- miento popular en el folclore y el humor. Se pretendía hacer una televisión educativa y, por esta razón, para 1955 se planteó que ocho programas de treinta y seis tuvieran una línea estrictamente educacional, junto a una consideración especial al teatro universal para televisión. El resto de programación incluía ocho programas bajo el título “diversos culturales”, dos de opinión pública, dos de cine, cuatro de diversiones, tres musicales y uno religioso3. Una televisión en variación del propósito de élite cristiana que “se dirige preferentemente a salvar las almas, ya que buscaba ‘llevar’ la cultura al pueblo, ‘elevar’ por el espíritu lo que permanecía lejano de los cuerpos. Pero junto a ellas ya se entrometía la comicidad popular, el tono regional de un humor” (Rey, “El encuentro” 12). En la ficción todo comenzó con elTele-Teatro (1953-1963) de Romero Lozano, trabajo creador de escuela en los artistas y realizadores colombianos, donde se celebraban las obras de referencia mundial. La telenovela y las series de las décadas del sesenta y del setenta encontraron como fuente de inspiración 2 Único militar que de manera dictatorial gobernó a Colombia durante el pasado siglo. Su ascenso al poder fue promovido por la clase alta, los políticos y los medios de comunicación (quienes después lo derrocaron, también).Gobernó entre 1953-1957. 3 Revista Semana. 31 Ene. 1955. 32. 40 Cátedra de Artes N°10 (2011): 37-52 y construcción del oficio las obras literarias latinoamericanas y colombianas, Corín Tellado y los radiodramas cubanos. En los ochenta, Colombia crea su propio género de telenovela al introducir en la estructura de esta un marcado componente de color (“sabor”) local, ironía y música. Y, en pleno siglo XXI, se inventa un nuevo formato local: la narco-ficción. La ficción melodramática en clave cómica ha documentado el país y nuestros modos de ser Colombia(nos). Primero quisimos ser universales, ilustrados y cultos, que es lo que reflejan las producciones que se transmiten hasta los años ochenta, época en que el gobierno de turno decidía qué debía ir en la ficción televisiva. En ese escenario, hubo un fuerte predominio de teatro universal, literatura latina y colombiana. De hecho, ejemplos de este afán “culto” son las adaptaciones de clásicos de la literatura latinoamericana, como La Tregua (1980) y Gracias por el fuego (1980) de Benedetti, La tía Julia y el escribidor (1977) de Vargas Llosa, y Los premios (1985) de Julio Cortázar. Es en esta misma década4, sin embargo, que comienza a aparecer lo propia- mente colombiano: el primer recuerdo es la historia sobre la bonanza marimbera o cuando Colombia exportaba marihuana (La mala hierba, 1982, Caracol, ba- sada en la obra de Juan Gossain); aparece la marca del humor que se toma con poca solemnidad al melodrama con Pero sigo siendo el rey (1984, Caracol, David Sánchez Juliao y Martha Bossio); el paso de la ruralidad exótica y divertida del caribe a la ciudad (Gallito Ramírez, 1986, Caracol, Martha Bossio; Saint Tropel, 1987, Caracol, Martha Bossio; Caballo viejo, 1988, Caracol, Bernardo Romero Pereiro); el recurso a nuestra tradición valorada