Abel Santiago
Total Page:16
File Type:pdf, Size:1020Kb
ABEL SANTIAGO Número 33 2017 Mtro. Alejandro Murat Hinojosa Gobernador Constitucional del Estado de Oaxaca Mtra. Ana Isabel Vásquez Colmenares Guzmán Secretaria de las Culturas y Artes de Oaxaca Lic. Guillermo García Manzano Director General de la Casa de la Cultura Oaxaqueña Lic. María Concepción Villalobos López Jefa del Departamento de Promoción y Difusión Lic. Rodrigo Bazán Acevedo Jefe del Departamento de Fomento Artístico Ing. Cindy Korina Arnaud Jiménez Jefa del Departamento Administrativo C.P. Rogelio Aguilar Aguilar Investigación y Recopilación Un personaje indeleble axaca ha sido cuna de personas que han destacado en el arte, la ciencia, la literatura y en general, las Be- Ollas Artes; muchos de estos personajes van cayendo de nuestra memoria porque en un pasado no muy lejano, no tenían la posibilidad de ir a vivir y actuar en los grandes cen- tros de cultura del país, un país que prácticamente centraliza- ba todo en el antiguo Distrito Federal, donde las expresiones artísticas eran cobijadas por instituciones públicas o privadas que centralizaban los procesos de enseñanza, de perfeccio- namiento profesional y sobre todo de difusión. Así, muchos de nuestros talentos cayeron en un absurdo olvido. Sólo aquellos que pudieron trasladarse a los sitios referidos llegaron a tener la posibilidad de ser reconocidos y ser trascendentales en su ocupación profesional. Un poco más adelante, en la plenitud de la primera mitad del siglo XX, nuestros hombres de cultura no se conformaron con ser admirados, reconocidos y estimulados por el fervor pro- vinciano; así, tuvieron la oportunidad de ocurrir a la capital del país, otros a la del estado de Jalisco, unos más a Monterrey, a 2 Veracruz y a Puebla, donde tuvieron la posibilidad de conocer nuevos horizontes de promoción cultural y ahí desarrollar su talento. Uno de estos hombres de gran valía lo fue sin duda Abel San- tiago, nito que vio la luz primera el 30 de marzo de 1936 y que, con un natural talento, sintió la necesidad de expresarse eligiendo la rama del periodismo cultural y de la literatura. No tardaron los diarios capitalinos en buscar sus colaboraciones, los cuales nutrió con un sencillo pero muy elegante manejo de la pluma. Abel recurrió a la enseñanza de lo que por déca- das su devenir profesional y su estro artístico le exigió; fue en- tonces cuando destacó como profesor de literatura mexicana e hispanoamericana en la Escuela Nacional Preparatoria. En el inter, es reconocido como miembro fundador de la Asocia- ción de escritores de México y perteneció al Círculo de Estu- dios Mexicanos, independientemente de que jamás se olvidó de sus raíces lugareñas por lo que participó con entusiasmo y con calidad en el Centro de Estudios Oaxaqueños de Biblió- grafos Oaxaqueños y de la Asociación de Escritores Oaxaque- ños. Miembro que fue de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, y de la Academia de Folklor y Tradiciones metido en el tema de Oaxaca y de todo su bagaje cultural. Pero más allá de todos estos señalamientos de distinción y de actividad propia de quien cultiva y quien expresa, Abel San- tiago fue un incansable escritor de múltiples obras, ensayos, críticas, cuentos y análisis sociales, políticos y culturales. Su imagen, que aún conservamos con cariño y admiración en la modestia que siempre reflejó en el trato cotidiano, lo hicie- ron ver aún más grande y como al principio se mencionó, más trascendental y representativo del mundo cultural de Oaxa- ca. Poco tiempo ha que Abel pasó a mejor vida, pero en ésta, los que le conocimos, los que le tratamos y los que tuvimos el privilegio de escucharle, ha quedado en nuestra mente, en nuestro perenne recuerdo y en nuestro corazón. Guillermo García Manzano. 3 Carta de vida ernando Abel Santiago Díaz pertenece, por méritos propios F(Macario Matus Dixit), a la gran estirpe de los escritores de novelas, cuentos, ensayos y practicantes del periodismo cultural, que nacieron en Oaxaca: José Vasconcelos principalmente en Ulises Criollo, Jacobo Dalevuelta en Desde el tren Amarillo, Rogelio Barriga Rivas en Mayordomía y Juez Letrado; José María Bradomín y Alfonso Francisco Ramírez en relatos y leyendas, entre otros genuinos y talentosos literatos. Cada cual en su tiempo y espacio, en los más disímbolos géneros: ensayos de lo social y político, crónicas, testimonios y creación imaginativa de alto valor ético, estético y narrativo. Fernando Abel Santiago, por cuestiones subterráneas, coterráneas, sólo comprensibles para los estudiosos del alma pura, ha heredado de sus antecesores el uso certero del manejo de la pluma, y ha asumido la responsabilidad de su ser inherente y destino pre cifrado. Como los mencionados en el quehacer literario, cumple su deber fatal de ser crítico del tiempo que le ha tocado vivir, exaltando, resaltando, relatando el entorno físico y espiritual, el ambiente social que ha padecido o disfrutado a plenitud. En nuestra natal Vieja Antequera, se pueden corroborar sus antecedentes en los libros que ha editado, cuyos títulos y contenidos ilustran ese aserto, por lo que esta reseña de su vida procuraré quede formada con las palabras de Abel Santiago, rindiendo el homenaje más preclaro que puede rendirse a un escritor: leer su obra. La principal zona de El Peñasco está formada por tres enormes manzanas, en las que podrían caber varias de tamaño regular. Una tiene como frente la primera del callejón de El Muerto y a su lado los callejones de El Punto y El Sapo. Ambos desembocan en las faldas del cerro de El Fortín, que con el tiempo se fue poblando a toda su capacidad. El callejón de El Sapo termina en vecindades enormes. Las primeras de fácil acceso, pero las que más se aproximan al cerro sólo son franqueadas por veredas muy angostas. La otra, más grande aun, parte del callejón de El Sapo, tiene por frente la calle del Dos de Abril y por costado derecho el callejón de Los Reyes, que también termina en grandes vecindades 4 sobre las faldas del cerro. La manzana mayor, partiendo de Los Reyes, ocupa gran parte de División Oriente, calle que por el lado norte se fracciona sólo por veredas muy estrechas desde su inicio hasta la terminación en el panteón de El Marquesado. Igualmente, las vecindades se fueron extendiendo hacia El Fortín. El barrio termina a pocas calles, contadas del lado sur, porque del norte no hay ninguna división notable. Las otras manzanas, aunque grandes también, no alcanzan el calificativo de gigantescas, pero en los años cercanos al famoso temblor del miércoles 14 de enero de 1931 a las 19.53 horas, tenían la característica principal de que todas las casas eran de adobe con techos altísimos de carrizo, lodo, vigas y tejas. En su mayoría eran enormes vecindades de gente humilde, generalmente proveniente de pueblos cercanos. “Una casa sola”, se decía, para dar a entender que la habitaba una sola familia; pero una “vecindad”, cuando eran muchas, muchísimas, como en el caso de este barrio. Se trataba de un terreno, un solar, un patio inmenso, rodeado de infinidad de cuartos, cada uno para una familia, que de acuerdo a sus necesidades le agregaba una pequeña cocina de carrizo y tejamanil. En medio del patio, por lo general, estaban los lavaderos y el baño colectivo. Los habitantes de una vecindad, como miembros de una comunidad, se apoyaban mutuamente, en todo, como si se tratara de una gran familia. Los más identificados, tan pronto como les era posible, se hacían compadres. Las posibilidades de compadrazgo eran muchas, aparte de las de usos y costumbres comunes. Los había de levantada de cruz, de acostadita y paradita de niño Dios, de bendición de santos recién adquiridos, de escapulario, de sacada y presentación a misa, de evangelio y otras. Un hecho raro, natural y sobrenatural inadvertido: que en el temblor del catorce las casas solas fueron afectadas y las vecindades no sufrieron ningún daño. La nota mayor fue que la iglesita de El Calvario se cayó y muchos años después fue reconstruida, pero más pequeña que como era. Entre las bardas que se cayeron figuró la del lado del callejón de El Sapo de la casa que hace esquina con la calle del Dos de abril. Durante muchos años quedó como recuerdo del temblor, porque en vez de levantarla de nuevo, se cercó con órganos, carrizo y arbolitos diversos, entre los que destacaban los de chichicaste, que fueron el terror de la chamacada, porque algunos padres crueles, de los que golpeaban a sus hijos, lo hacían en ese tiempo con ramas de ese arbusto, dolorosísimo con sólo un ligero contacto. 5 Esa fue una de las casas abandonadas por sus dueños, pero como anteriormente los sábados, día de plaza, su patio y corredores se alquilaban como posada para los que llegaban de los pueblos más alejados, los de Peñoles sobre todo, los huéspedes seguían llegando, apersogaban los burros en los horcones después de haber vendido su carga, y se iban de compras. Como antes, a los que se les hacía tarde se quedaban a dormir en los corredores, con la única diferencia de que ya no pagaban alquiler. Algunos, al percatarse del abandono, se quedaron a vivir allí, convirtiéndola en una vecindad más, hasta que los dueños, viejos ya y curados de espanto, volvieron para recobrar la casa y la reconstruyeron. (Abel Santiago.- Mi barrio el Peñasco) En este barrio tan oaxaqueño, nació Fernando Abel Santiago Díaz el 30 de marzo de 1936. Sus padres fueron Clara Díaz Ibáñez e Isauro Santiago Rojas, ambos oriundos de la mixteca oaxaqueña. En su libro: Morir, eso es todo, Fernando Abel recuerda a su padre en “Así era él”: “Pocos como él, se aferran desesperadamente a la vida por amor, por convicción, por deseo íntimo de vivir.