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Universidad Veracruzana Instituto de Investigaciones Lingüístico-Literarias Madero, el otro de Ignacio Solares: la reelaboración del personaje histórico Tesis Que para obtener el Título de Maestro en Literatura Mexicana Presenta Iván Gonzalo Partida Partida Directora Dra. Donají Cuéllar Escamilla Xalapa, Veracruz, México Agosto, 2013 La tesis, al contrario de lo que se piensa, no es una labor solitaria frente al documento y a la pantalla de la computadora. Es un trabajo comunitario, un diálogo con ideas, personas y lugares que no está exento de conflictos, sorpresas, decepciones y satisfacciones. Por ello, deseo expresar mi más profundo agradecimiento a aquellas personas que hicieron posible el trabajo que el lector tiene en sus manos. Aunque sea un lugar común, agradezco a mi madre, Patricia Partida Castellanos, a mi tía, María de Lourdes Ochoa, y a mi amiga, Beatriz Chávez Montes y a mi directora de tesis y amiga, Donají Cuéllar Escamilla. Yo no estaría aquí sin su solidaridad, paciencia, entrega y fe en mi trabajo. También quiero dar las gracias a las Doctoras Norma Angélica Cuevas Velasco, Claudia Elisa Gidi Blanchet, Martha Elena Mungía Zatarain y Asunción del Carmen Rangel López por la ayuda invaluable que me prestaron a lo largo del posgrado y en los instantes más complicados de esta travesía. De igual forma agradezco a la Doctora Malva Flores y a los integrantes de su seminario por las recomendaciones y el apoyo hacia mi trabajo en cada una de las sesiones. No olvido a todo el personal administrativo del Instituto de Investigaciones Lingüístico- Literarias, quienes en me facilitaron la estancia en el posgrado y me auxiliaron contra la salvaje burocracia que ronda la vida académica. Aprovecho para recordar a la Auxiliar de la Biblioteca de la BUAP, que me trató con el respeto y la cortesía que todo joven investigador merece. Extiendo mi agradecimiento al Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología por el estímulo económico que me permitió desarrollar y terminar la presente investigación. Agradezco también a Kevin Huerta Domínguez, por recordarme que hay ciertas partes de mí que aún viven. Cerraré cíclicamente: una vez más agradezco a mi madre, a mi tía, a mi amiga Beatriz y a mi amiga y maestra Donají porque creyeron en mí cuando ni siquiera yo podía hacerlo; porque han estado conmigo desde hace mucho tiempo y aún no se cansan. Sobre todo, porque me ayudaron a salir adelante en el momento más severo de vida, en la noche más oscura. Para ustedes son estas páginas. Índice Introducción………………………………………………………………….. 1 1. La poética y el lugar de Solares en la Literatura mexicana………………... 9 1.1. Perspectivas teóricas y críticas en torno de la obra de Solares……..…. 9 1.2. Aproximación a la obra de Solares………………………………….... 27 1.3. La poética explícita de Solares……………………………………….. 55 1.4. La obra de Solares en la narrativa mexicana moderna………….……. 82 2. Versiones sobre Madero …………………………………………...……… 99 2.1. Madero en el discurso historiográfico……………………………….... 99 2.2 Caracterización de Madero en la ficción…………………………….... 131 3. Madero, el otro……….………………………………………………….... 144 3.1. El Bardo Thodol …………………………………………………..…..144 3.2. El narrador….………………………………………………....……… 148 3.3. Tiempo y espacio ………………………………………..…………… 153 3.4 Caracterización del personaje...……..…………………………..…….. 157 Conclusiones……………………………………………………….………… 201 Bibliografía……………………………………………….………….………. 219 1 Introducción Ignacio Solares (Chihuahua, 1945) se inició profesionalmente en 1964 como reportero de El Heraldo Cultural y otras publicaciones periódicas,1 en las que se puede rastrear algunos de sus intereses personales y acercamientos a la vida cultural; ejemplos de ello son sus crónicas taurinas y de teatro. A lo largo de los años desempeñó cargos de jefe de redacción y director en periódicos y suplementos culturales como Excélsior, Revista de Revistas, Plural, Diorama de la Cultura, entre otros. Actualmente es director de la Revista de la Universidad de México. Al tratar de ubicarlo en una generación, Ignacio Solares debería pertenecer al grupo de escritores que fueron denominados como “de la Onda”, cuya producción se desarrolló a mediados de los sesenta y principios de los setenta. Esta corriente literaria cultivada en México, que encontró sus principales exponentes en Gustavo Sainz, José Agustín, Parménides García Saldaña, René Avilés Fabila, entre otros; tuvo como punto de eclosión el hartazgo de la juventud de la década de los sesenta que veía en los valores establecidos por la sociedad mexicana postrevolucionaria un obstáculo para la libertad personal. José Miguel de Oviedo señala en su recorrido por la literatura hispanoamericana que estos escritores eran de raigambre urbana y estaban influidos por la contracultura de la beat generation norteamericana; buscaban lo efímero, lo novedoso, lo que estaba de moda entre la juventud de aquella época. Su literatura tenía un espíritu rebelde y antisolemne que se 1 Las revistas Mañana y Caballero, y el diario Esto. Además fundó en 1964 la efímera revista Don junto con Gustavo Sainz y José Agustín. 2 manifestó en el escándalo verbal, la provocación temática y un culto por las drogas, el sexo, el rock, el cine, y el arte pop (Oviedo 2001: 379- 380). En esa misma línea, Margo Glantz (1979) reflexiona sobre esta manifestación de las letras mexicanas y explica, siguiendo a Paz, que es una literatura adolescente urbana y de clase media no sólo por sus personajes, también por sus temas y, sobre todo, por su lenguaje.2 Para los escritores de la Onda, el lenguaje fue una herramienta que les permitió construir una nueva realidad citadina y respondió a los ritmos del rock, de la psicodelia y del caló de las tribus urbanas. Sin embargo, la producción literaria de nuestro autor no responde a prácticamente ninguna de estas características; tal vez sólo tiene similitud en la idea del lenguaje como una forma de construir un mundo propio, pero la intención de los escritores de la Onda era revestir con rasgos del habla popular de su época a una ciudad y una sociedad que consideraban anquilosada. Por su parte, Solares buscaba un espacio sagrado en la lectura y la escritura. En él no hay una preocupación por regodearse en las palabras, en los giros locales, ni por caracterizar solamente el mundo urbano o un estrato social. Más bien explora en sus primeros libros la angustia de la existencia del mundo moderno y ensaya, desde la imaginación y la vida espiritual, la manera de escapar de ella. Cuando se le pidió que valorara a su generación, afirmó: “Esto es también muy curioso porque realmente yo soy, de alguna manera, de la generación de ‘La onda’ y, a pesar de ello, no tengo nada que ver 2 La relación con el mundo y su descripción, la anécdota- exprofesamente no definida-, se sitúan en el nivel del lenguaje típico que el adolescente crea, de ese lenguaje mimetiza y reproduce a la vez una interioridad y una exterioridad significativas. [...] El dinamismo de la acción y el lenguaje creado por el propio adolescente para apartarse de los demás, de los adultos y del mundo que él cree establecido, nos llevan a su mundo en el momento en que se encuentra sumergido en esa visión que lo desdibuja al tiempo que pretende estampar su efigie (92). 3 con la generación de ‘La onda’, o sea, mi literatura es totalmente distinta de ‘La onda’ y, sin embargo, pertenezco a la generación que llaman del ’68’” (Arenas y Olivares 2001 65). Como veremos más adelante, el propio autor confiesa una enorme deuda con escritores considerados parte del boom latinoamericano, como Carlos Fuentes, Jorge Luis Borges o Julio Cortázar. Debemos recordar que, como apunta Oviedo, el boom no fue un movimiento generacional ni estético (a pesar de su aparente filiación con el realismo mágico), ni una “conspiración comercial” de las casas editoriales. Fue más bien un fenómeno literario con un contexto sociocultural específico que tuvo como mayor descubridor y explotador a la editorial Seix Barral en España, Argentina y México. Acerca de ello Oviedo explica que: El <<boom>> funcionó como un imán que concentró la atención sobre un puñado de nuevos autores y sobre sus inmediatos maestros, creando así un diseño o mapa que redefinió nuestra literatura, específicamente la novela; es decir, hubo un sustancial cambio en la relación de fuerzas sociales, culturales y estéticas que dan origen a nuestra creación literaria. Ese cambio no sólo consistió en el redescubrimiento o la aparición de ciertos autores contemporáneos [...] sino el surgimiento de una nueva y más amplia capa de lectores, de un auge editorial dentro y fuera del continente y de una especie de expectativa histórica despertada por la naciente Revolución Cubana. La consolidación de estos tres aspectos explica la rápida difusión que alcanzó todo lo que venía presentado bajo el membrete del ‘boom’ (2001 300). Más adelante, el crítico señala que los escritores con una obra de cierto grado de madurez inmediatamente después del momento álgido de esta corriente literaria y que incorporaron en sus producciones el modelo del boom, ya sea como variación o reacción contra él, pueden catalogarse como “autores del post boom”. Este grupo que incluye a Isabel Allende, Alfredo Bryce Echenique, Eduardo Galeano, Ricardo Piglia y Cristina Peri Rossi, se distingue por reflexionar o evidenciar la contradicción del discurso historiográfico, ofreciendo alternativas como el mito, la leyenda u otras formas de la 4 tradición popular; también busca indagar sobre el yo y el ámbito que rodea a ese yo, o mostrar una evidente elaboración de la narrativa como fantasía y juego. Ignacio Solares podría encontrarse entre estos escritores del “post boom” porque sus narraciones son introspectivas y exponen los procesos internos de los personajes y su enfrentamiento con el mundo exterior, con la otredad amenazante o misteriosa. Además, una parte de su producción se enfoca en eventos de la historia mexicana y en sus contradicciones. Sin embargo, en el clímax inmediatamente posterior al boom latinoamericano, que podemos fechar a finales de los setenta y principios de los ochenta, la obra de Solares aún no tiene la madurez que Oviedo señala como rasgo característico de estos autores.