diario íntimo

SOLEDAD ACOSTA DE SAMPER diario íntimo

soledad acosta de samper Catalogación en la publicación — Biblioteca Nacional de

Acosta de Samper, Soledad, 1833-1913, autor Diario íntimo / Soledad Acosta de Samper [presentación, Melba Escobar]. — Bogo- tá : Ministerio de Cultura : Biblioteca Nacional de Colombia, 2016. 1 recurso en línea : archivo de texto PDF (668 páginas). — (Biblioteca Básica de Cultura Colombiana. Autobiografía / Biblioteca Nacional de Colombia)

ISBN 978-958-8959-38-2

1. Acosta de Samper, Soledad, 1833-1913 - Biografías 2. Mujeres en la literatura — Colombia - Siglo XX 3. Libro digital I. Escobar, Melba II. Título III. Serie

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Diario íntimo 1853-1855 17 §§ Presentación

§§ Diario íntimo de Soledad Acosta: un pasado presente

«La barca pasa, pero el río queda», dice un pro- verbio malayo refiriéndose al tiempo. Al leer elDiario íntimo de Soledad Acosta de Samper, pienso en esa bar- ca pasajera del ritmo holgado de sus días donde ella, una mujer provinciana y cosmopolita a la vez, privilegiada por nacimiento, con una aguda conciencia social, nos acerca a la intimidad de su cotidianeidad, a la, a menudo, tediosa monotonía de sus horas, a la banalidad de un mundo de fiestas, reuniones y chismes de pueblo y ciudad, a los acon- tecimientos en la política nacional vistos desde el balcón donde recibe las serenatas de sus pretendientes. De su actualidad, sus perpetuas, etéreas y tan concre- tas tensiones, sus divertimentos e infamias, también pasa a encarnar el pensamiento romántico de la época. La melan- colía que la invade y la hace sentirse distante de su propio entorno social y cultural es un sentimiento constante. El

7 Presentación medio de expresión que encuentra en la escritura diaria le permite una forma de desahogo por la opresión que a menudo le produce una vida encorsetada en unos ritos y costumbres que encuentra estrechos, superfluos y ago- biantes. Soledad Acosta nos permite asomarnos, con pala- bras honestas, a su paso de joven a mujer. En esas primeras palabras vemos nacer a la escritora ansiosa por aprender, por descollar en un oficio que aún no sabe si será la escri- tura, por pensar, entender, conocer el mundo, la poesía, la narrativa, el pensamiento histórico, la política y la eco- nomía, desde su lugar como mujer. Pero más allá de permitirnos una visión de un con- texto social, un retrato de época y el nacimiento de una de las voces más contundentes de la literatura hispanoameri- cana de su tiempo, el Diario íntimo nos permite una lec- tura comparada de la Colombia de hace un siglo y medio con la de ahora. La frustración con una clase política centrada en seña- lar la paja en el ojo ajeno e incapaz de verla en el propio viene a mostrarnos que el ayer está más cerca de la actua- lidad de lo que podríamos suponer:

Todo el mundo es de mala fe. ¿Cuándo encontraré un ser, una conciencia pura? Pero en política ¿adónde está la buena fe? Se fue, dejó este mundo, huyó apresurada. ¿Pero adónde? ¿Tal vez en algún corazón, se habrá, la triste, refugiado? ¡Pero cómo encontrarla, adónde buscarla! ¡Se fue, se desapareció de esta tierra! ¡Intrigas! ¡Hacer trampas! ¡Engañar, esto es lo que llaman ser astutos,

8 Presentación

tener talento! Estas cosas las cuentan como gracia y las llaman servir a la patria: ¡pobre país, donde los engaños son borrados, y los intrigantes ensalzados! Cuando ven trampas en un partido opuesto dicen que es un horror, que no se debían permitir tales cosas, todo porque no pueden ganar, porque encuentran que son más astutos que ellos; pero cuando suceden las mismas cosas, o tal vez peores, en el partido al que pertenecen, entonces se callan (pág. 51).

Entre 1853 y 1855, Soledad Acosta se sumergió en el fluido de sus pensamientos a través de setecientas páginas en las que traduce poemas, cita a filósofos, reflexiona sobre historia, género, política y economía, mientras vuelve una y otra vez sobre el ser amado a quien apenas conoce cuando empieza su diario, el que termina cuando se convierte en la amantísima esposa de José María Samper. En el transcurrir del día a día, donde vemos aparecer a otras damas de alcurnia en el municipio de como las Orrantia, las Gallardo, las Castello o las Price, desde un retrato pintoresco de territorio, de sociedad, de persona- jes y costumbres, vemos a la población cundinamarquesa cuando aún conservaba a flor de piel la memoria de ser el sitio de veraneo de los virreyes. El honor de haber visto nacer a la heroína Policarpa Salavarrieta y de haber sido un escenario protagónico en la época de la Independencia le da una alcurnia al munici- pio que hoy podría ganarse un premio por ser uno de los más ruidosos de la región, en donde abundan las motos y los puestos de comida callejera. No sobra recordar que

9 Presentación el Camino Real entre Honda y Santa Fe fue por donde Europa entró al país. Entonces la ruta más importante de Colombia tenía comunicación directa con el río Mag- dalena y desde ahí, a través del Atlántico, con el resto del mundo. Virreyes y visitantes ilustres de toda clase, como el barón o el botánico José Celestino Mutis, lo recorrieron. Por Guaduas pasó Nariño rumbo a su destierro en 1814 y cabalgó Bolívar en 1815. También la población vio huyendo al virrey Sámano en 1819, quien dejaba al Nuevo Reino de Granada para no volver. Así mismo, en Guaduas habría hecho una escala el general Santander antes de embarcarse a Europa, y en 1830 por Guaduas habría de pasar Bolívar ya en su último viaje con destino final Santa Marta, donde murió. La cultísima Soledad Acosta hace parte de esa estirpe. Su padre, Joa- quín Acosta, fue nombrado por el mismo Simón Bolívar como Subteniente del Batallón de Cazadores del Nueva Granada. Es así como las palabras de Soledad, sinceras, cultas, por momentos ingenuas, son también testimonio vivo de la vida diaria en una nación que apenas comenzaba a echar raíces golpe a golpe y entre revuelta y revuelta.

§§ El nacimiento de una gran escritora

Entre los años 1864 y 1878, Soledad tiene un periodo muy prolífico en el que su novelística se basa sobre todo en

10 Presentación mujeres de origen burgués, quienes problematizan sus raíces así como el lugar que ocupan en la sociedad. Ya en 1878, la escritora abre el periódico La Mujer (1878-1881). Pero a pesar de haber sido una autora inagotable, de haber fundado su propio periódico y de haber colaborado con múltiples medios iberoamericanos, su obra permaneció casi en el anonimato. Sólo hasta que el trabajo dedicado de algunas académicas como Monserrat Ordóñez y Ca- rolina Alzate desempolvan su legado, la voz de Soledad Acosta vuelve a tener eco. Antes de convertirse en un personaje público, antes de ser quien fue, de tener resonancia no sólo en Colom- bia sino en toda Iberoamérica por sus novelas, relatos de viaje, textos de género, política, religión e historia, antes incluso de llevar el apellido de Samper, Soledad escribió este diario, el diamante en bruto de su futuro quehacer como autora, intelectual y activa feminista.

§§ Una romántica desobediente «Yo nací para sufrir y nunca, ni en mis sueños más hechice- ros, puedo creer que seré feliz enteramente ni por algunos días. ¡El sol de la alegría no presidió mi nacimiento!… Y por eso soy desgraciada en mi alma desde que me conoz- co». Así se expresa Soledad dando muestras de ser un es- píritu de la época. No en vano su novela Dolores apareció el mismo año que María de Jorge Isaacs (1867), cuando la enfermedad, el dolor, la naturaleza, lo etéreo e inasible

11 Presentación en lo bello, el infructuoso afán humano por huir de la so- ledad, eran una constante en la literatura (pág. 231). Más adelante, Soledad dice: «sus cabellos que parece que un rayo de sol los iluminó con luz dorada y los envolvió con tanta gracia. Siempre el héroe es pálido y con rasgos llenos de expresión. Con su perfil de estatua griega parece que la poesía la trae pintada sobre su frente…». Cautiva la valentía de una mujer que habla de un hombre con la misma ternura, el mismo romanticismo y poesía con que lo haría él al referirse a ella. Y es que más allá del discurso a favor de la igualdad de género, de un feminismo ilustrado, analítico y acti- vista que la acompañaría a lo largo de su carrera, es evidente que ya en estas primeras letras hay una pulsión de quien retrata, expone, observa, analiza, admira y sabe expresarse en palabras. Desde esta misma expresión ya está alejándose de la mirada de una mujer obediente y sumisa. Soledad se erige como un nuevo modelo de mujer intelectual, activa, inquieta, cómplice y socia de su marido, no humilde servidora. Desde el origen mismo de su relación con José María Samper, que vemos evolucionar a través de su pluma en estas páginas, y en las últimas cien del puño y letra de él mismo, encontramos cómo ambos crecen como confiden- tes revelándose hasta en sus más secretos miedos y deseos, en una relación de iguales que se construye por medio de lecturas y conversaciones sobre los temas más variados. Soledad hablaba varios idiomas, conoció el mundo, escribió muchos libros, dirigió medios que ella misma fundó, fue madre de cuatro hijas, esposa, amiga de autores,

12 Presentación ministros y diplomáticos, una mujer a quien muchos til- darían de fuerza enérgica, quien incluso tuvo que hacer frente a la precaria situación de su hogar cuando su marido fue un perseguido político. En 1854 José María Melo da un golpe de Estado que habría de desembocar en una gue- rra civil. Para entonces, José María Samper hizo parte de quienes se alzaron a la lucha:

A las tres y media empezamos a oír tiros en Las Cru- ces. Fuimos a los patios de atrás, de donde se oía mejor y se veía a algunos de los nuestros que subidos sobre una colina tiraban sobre los melistas. Los tejados de las casas estaban llenos de personas que miraban el combate… Seguían los tiros sin cesar y de tiempo en tiempo caño- nazos. Se oían los vivas que repetían los Constitucionales que presenciaban todo desde los cerros y colinas… Yo no pude aguantar más y me fui para mi cuarto, adonde pasé las horas más amargas y las angustias más terribles que he tenido en mi vida… A las cuatro y media comenzó a llo- ver. Seguía sin embargo el tiroteo. El caño corría como un río y el agua caía a cántaros. Entonces calmó algo el fuego y volví a respirar (pág. 527).

§§ El diario de José María Samper

Las últimas cien páginas compilan el diario de José María Samper, páginas que escribió por petición de quien se con- virtió en su esposa luego de dos años de correspondencia,

13 Presentación visitas y paseos matutinos. El amor de José María por Sole- dad le hace un hombre frágil, delicado, honesto, capaz de abrir su corazón y de expresar incluso sus más ocultas inse- guridades —«algunas veces temo que no me amas, porque la imagen de otro hombre vive quizás en tu memoria»—. Así relata su amor:

¿Qué amaba yo en ella? No su fortuna, porque yo la ignoraba, y soy muy noble en eso de intereses; no sus vir- tudes, porque no las conocía; no su hermosura, porque ella si tiene una belleza fantástica, poética y espiritual —belleza extraña, tipo sin semejanza que revela melanco- lías profundas, ensueños y genio—, no tiene sin embargo la hermosura femenil, en el sentido que el vulgo le da a esta palabra. ¿Entonces de qué me apasioné? He aquí el misterio: era que el dedo de Dios me la señalaba.

Y esa a quien «el dedo de Dios le señalaba» habría de ser su compañera en tiempos de guerra y paz. Mientras Soledad escribía de forma cada vez más rigu- rosa y comprometida para lectores que se iban expandiendo a lo largo y ancho de Iberoamérica, José María Samper fue autor de varias obras de teatro, ejerció distintos cargos públicos, integró la Sociedad de Geografía Americana y de París, la Academia de las Bellas Letras de Chile, la Real Academia Española y el Instituto de Ciencias Morales y Políticas de Caracas. Sus páginas destilan idealismo, com- promiso de nación, así como amor, respeto y admiración por su mujer, de quien fue aliado y precursor.

14 Diario íntimo

Además de un documento histórico, el contenido que los lectores van a encontrar a continuación es la con- fesión de una escritora en ciernes sobre sus deseos, temo- res y necesidades más ocultas; es también la historia de un amor, así como una mirada al pasado capaz de infundirle inspiración al presente para descubrir otras barcas que alguna vez atravesaron el mismo río.

Melba Escobar

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Diario íntimo 1853-1855

14 de septiembre1 Me he decidido a escribir todos los días alguna cosa en mi diario, así se aprende a clasificar los pensamientos y a reco- ger las ideas que uno puede haber tenido en el día. Estuvi- mos hoy adonde el doctor Cardoso que vino de Tocaima ya bueno, se habló de la casa de Guaduas y se repitieron las mismas cosas que se dicen mil veces en visitas, los mis- mos cumplimientos, las mismas contestaciones. ¡Cuántas veces escondidos debajo de sonrisas y alegres conversacio- nes el corazón está desgarrado de tristeza y aprehensiones! ¡Cuántas veces, si se pudiera levantar el velo que cubre nuestros verdaderos sentimientos, se asustarían al cono- cer las ideas que se encuentran al fondo de nuestra men- te! Cuántas sonrisas forzadas, cuántas veces he sentido

1 El Diario inicia con el siguiente texto de encabezamiento de la au- tora: «Diario / S. Acosta / Septiembre de 1853 / Bogotá».

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más deseos de llorar que de contestar a un alegre répartie2. Sin embargo, sin esta seriedad artificial no se puede vivir cuando uno se ha acostumbrado a ella. Hoy salieron en El Pasatiempo3 unos versos de Agripina Samper4 que me parecen bonitos y llenos de sensibilidad: ¿serán corregi- dos por el hermano? Hoy hace un mes que comenzaron las fiestas en Guaduas, no, me he equivocado: va a ser un mes mañana. ¡Hoy hizo un mes que llegaron a Guaduas casi todas las personas que debían asistir a las fiestas!… Estoy muy desabrida esta noche, no tengo pensamientos, mis ideas… ¿Por qué es que mi carácter es tan desigual, por qué estoy un momento triste, otro alegre, siempre in- cierta? Nunca tengo una idea fija. ¿Cómo conquistarme, cómo haré para ser igual en todo?… Algo me falta pero no sé qué… Dicen que es ridículo pensar que a uno no lo comprenden: pero solamente una persona, una sola persona, creí que me comprendería. Mis ilusiones han caído una a una así como las hojas de un árbol en otoño, pero no hay la esperanza de que como en el árbol en la primavera vuelvan a nacer. Todos los días hay

2 Répartie: palabra francesa que alude a una respuesta amena y a la participación activa en una conversación. Desde estas primeras páginas la autora manifiesta su carácter melancólico, el cual hace que en muchas ocasiones prefiera la soledad a la alegre compañía de quienes la rodean.

3 El Pasatiempo: periódico de Bogotá que circuló entre 1851 y 1854. 4 Poetisa. Hermana menor de José María Samper. Escribió bajo el seudónimo de «Pía ­Rigán», anagrama de su nombre.

20 Diario íntimo algún desengaño. Algunas veces una palabra, una expre- sión, hacen huir los sueños más etéreos; las ilusiones que uno ha fabricado con tanto placer, todo cae al suelo y el choque es terrible. Todas estas emociones se tienen que esconder y debemos parecer más frías cuanto más intere- sadas estamos, y parecer más desentendidas cuanto más deseos tenemos de oír.

15 de septiembre Nada de particular, ¿qué puede haber digno de escribirse en la monotonía de la vida? Esta tarde hubo una especie de guerrilla por allá abajo en el llano aprestándose los sol- dados para en caso de necesidad. Nosotros fuimos adonde las Vélez: ¡pobres señoras, siempre una misma rutina, siem- pre enfermedades, siempre tener que aguantar muchachos molestos, exigentes, bravos, sin esperanza de cambiar esta vida sino con la muerte! Y están resignadas y felices tal vez, a su modo; ¡lo que es la costumbre!, si yo tuviera que vivir así, antes de poco moriría de desesperación. Acaba de pasar la retreta5. Hoy hizo un mes que también estaba oyendo música, pero bai- laba al compás de sus acordes. El corazón humano es un misterio que no se puede comprender, si muchas veces uno no goza sino después de que han pasado los aconte- cimientos; cierto es que no vivimos sino de recuerdos y esperanzas.

5 Retreta: concierto que se hacía los domingos en las plazas públicas, costumbre que aún se conserva en algunas poblaciones pequeñas.

21 Soledad Acosta de Samper

Estoy leyendo un cuento llamado Ellen Lyndhurst. Algunas partes de él me han hecho una viva impresión, hay algunas cosas que tocan la cuerda del corazón y que lo hacen vibrar, ya con tristeza, ya con alegría.

17 de septiembre La vida se compone de pequeños incidentes que nos lle- van a grandes acontecimientos. Uno mismo no se cono- ce sino cuando algún autor toca la cuerda sensible y, así, encuentra que tiene los mismos sentimientos. Yo tengo gustos raros, me gusta lo fantástico, lo vivo, lo raro, en fin, lo que no es común; no puedo sino admirar hechos de valor, sentimientos generosos, románticos, y aquello que a todo el mundo le parece locura arranca de mi alma un grito de admiración; si alguna vez hago traslucir mis sen- timientos todos me miran con disgusto y creen que no sé lo que hablo. ¿Cuándo encontraré un ser como yo me he figurado? Tal vez… Ayer no escribí porque no tuve tiem- po. Por la noche vinieron mi señora Tadea6 y María Jose- fa Rizo. Fuimos a pasear por la Alameda; no había gente. Virginia y Sofía nos acompañaron. Antes el pasar por mi antigua casa me hacía cierta impresión, pero no sé, ahora como que todo me es indiferente. 18 de septiembre

6 mi señora: la autora repetidamente introduce de esta manera el nombre de las señoras en su diario. No indica jerarquía y parece ser una fórmula en desarrollo hacia el coloquial miseá colombiano.

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Hoy es domingo, día lluvioso y feo. Acaba de salir de aquí Antonio C.; pobre muchacho, creo yo que poco tiempo vivirá, parece muy enfermo. Eusebio y Domingo están en un cuarto bajo arreglando trastes, alegres y contentos de todo. Se ríen, todo los divierte, ¡pobres! Algún día vendrá cuando acordándose de sus inocentes diversiones verterán amargas lágrimas por su pasada juventud. Estoy leyendo el Tío Tom7, libro tan popular en todo el mundo; verdade- ramente es una cosa horrible la esclavitud, nunca la había yo mirado bajo este aspecto.

19 de septiembre Ayer después de comer, al pasar por la sala, vimos que to- dos los libros que estaban sobre la mesa habían desapa- recido, menos uno. Preguntamos a toda la gente, nadie sabía de ellos; seguramente mientras estábamos comiendo vino alguien y se los llevó. No dejaron más que uno, se- guramente porque no pudieron con más; entre los libros había unos viajes en España, magnífica edición dada a mi padre por el autor, un libro que nos había mandado la se- ñora Illingorth, y otros. Llovió ayer tarde. Toda la tarde yo estuve haciendo la prueba de la sortija entre un vaso: le he preguntado mil cosas pero rara vez salen ciertas. Otros momentos toqué piano. Después salí al balcón para ver la pobre gente que pasaba mojándose. Todas las vecinas

7 La cabaña del tío Tom: novela antiesclavista muy influyente, escrita por la estadounidense Harriet Beecher Stowe (1811-1896).

23 Soledad Acosta de Samper estaban en sus balcones aburridas; yo no lo estaba mucho porque tenía en qué pensar. La retreta se ahogó porque apenas tocaron una media piececita y se fueron: era el aniversario del último día de las fiestas y vi brincar por la tarde un caballo, lo que me recordó los brincos de un caballo por la tarde ayer hizo un mes.

21 de septiembre El demonio de la pereza no me dejó escribir ayer. Ayer por la mañana fuimos a ver a las Guzmanes, no las habíamos visto desde que se les murió el padre; Julia estaba bien triste. Me entristecen siempre mucho los vestidos negros. Después fuimos adonde la señora Price y por la noche adonde mi señora Margarita Roche; cuando entramos se nos presentó una escena doméstica: la madre sentada en un canapé teniendo delante de sí una mesita cubierta de costuras que cosía para sus hijos, el general París8, senta- do junto a ella y la cabeza apoyada sobre la mano, el bra- zo puesto sobre la mesa, les leía en alta voz mientras que Virginia bordaba también cerca de la luz. La luz roja de la lámpara daba un viso a este grupo que parecía una pin- tura holandesa antigua. He leído… Mis ojos han vagado silenciosos sobre aquellos versos llenos de fuego…, aquellas inspiraciones de un feliz… ¡Entonces su corazón rebozaba de alegría y de

8 General Joaquín París (1795-1868), militar y político neogranadi- no, héroe de la Independencia, hizo parte de la Campaña del Sur junto a Nariño, y de la Campaña Libertadora a órdenes de Bolívar.

24 Diario íntimo juventud inquieta! Desgraciado, qué poco te duró la feli- cidad, pronto, muy pronto, se abrió para ti un mar de des- gracias negras y llenas de duelo. ¡Infeliz, tus esperanzas, tus ilusiones, qué pronto huyeron! ¡Se marchitaron tus años, y la experiencia vino hacia ti bajo la forma de la muerte! ¡La muerte, que aterra tanto a la juventud, la muerte, des- graciada, cuán cerca te tocó! En aquello que más amabas vino a poner sus manos destructoras, y la vida para ti es un desastre sin fin, sin sombra… ¿Por qué, Dios mío, cuando leo aquellas poesías mis ojos se llenan de lágrimas y de mi pecho oprimido se exhalan suspiros desesperantes?9. ¿Por qué es esto, Dios mío? ¡Ayúdame, Señor! No me desam- pares… no… Y no puedo menos que leer aquello; y mis ojos sin cesar buscan las ideas trazadas por el poeta…, y se humedecen mis ojos siempre al leerlas… ¡Eran ilusiones, sí, las que me mecían hoy hace un mes!…, y cuán dulces eran aquellas ilusiones que pasaron ya… No, no volveré a pensar… Mi imaginación me lleva…

23 de septiembre Se me había olvidado escribir en el diario. No sé qué me ha sucedido, unos ratos estoy alegre, en todo encuentro

9 Debe tratarse de los poemas de José María Samper (1828-1888) es- critos a la muerte de su primera esposa. Samper menciona tres de ellos en sus memorias: «La soledad del sepulcro», «Lágrimas» y «Tu sombra». Véase Historia de un alma (1880). Medellín, Be- dout, 1971, pág. 285. Estos poemas se publicaron en su libro Ecos de los Andes. París, Thunot y Cía., 1860.

25 Soledad Acosta de Samper placer, mientras otros ratos vienen unos pensamientos tan tristes… Unas veces estoy tan triste, tan abatida, que quisie- ra llorar y gemir. Y todo esto no sé por qué. Me hablan de baile, de diversiones; desearía ir, pero un instante después querría esconderme en un lugar adonde nadie me viera. No conozco mis mismos sentimientos, no entiendo qué se me ha hecho mi carácter que yo creía tan firme, sí, que yo creía tan constante en sus resoluciones. Son las diez de la noche; acabamos de venir de donde mi señora Margarita, adonde bailé la schottish, que es ahora toda la moda. No había nadie. Don Juan Melo nos vino a traer hasta la casa. Estuve esta mañana en la Calle Real a comprar diferen- tes cosas. Mi mamá me llama para que me acueste. Adiós, ser imaginario a quien le estoy hablando mientras que escribo.

24 de septiembre «Any mind that is capable of real sorrow is capable of good»10. Tengo yo la más grande convicción, la más pro- funda, de que esto es verdad. Siempre creo yo que una persona que ha sentido grandes calamidades tiene que ser buena en el fondo: los grandes pesares nos muestran y nos describen nuestro corazón, hacen ver lo que es capaz de hacer, lo que ha hecho y lo que debe hacer. Yo digo sen- tido grandes pesares, porque cuántas personas se ven en

10 «Todo aquel que es capaz de verdadera tristeza es capaz también de bondad».

26 Diario íntimo el mundo que han sufrido grandes calamidades pero que no las han sentido.

26 de septiembre Ayer estuvieron contentas Sofía y Virginia. Vinieron aquí a pasar el día en el balcón viendo pasar gente. Sucede en esta calle una cosa extraordinaria y es que un hombre de capa corta y sombrero de funda se para en la esquina de arriba tardes enteras y aunque llueva y haga sol siempre aguanta toda intemperie; algunas veces da la vuelta alre- dedor de la manzana y se para en la otra esquina, siempre solo, siempre serio, nunca lo he visto reírse cuando pasa por aquí; mira para arriba mucho y es la única seña de que ve alrededor de sí, el caminado siempre despacio y pensa- tivo. Por la noche llovía y Sofía se quedó aquí; mi madri- na Ana Josefa vino por ella hoy. Dicen que se han ganado las elecciones por los conservadores, los guaches11 están enteramente de baja. Como a las diez de la noche pasaron una multitud de democráticos gritando: «¡Viva la unión del gran Partido Liberal!» y otros vivas que yo no pude distinguir.

27 de septiembre Qué idea tan bonita la de la señora Beecher Stowe en su Tío Tom: en el principio de un día, el sol al elevarse sobre el firmamento tan claro, tan solemnemente hermoso, parece

11 Guaches: nombre con el que se designa a los hombres del pueblo bajo. Hoy es un término despectivo, ignoramos si entonces lo era.

27 Soledad Acosta de Samper decir al hombre: «Miradme, todavía tienes esperanza, es- forzaos para conseguir la gloria inmortal». Qué idea tan sublime, tan poética, tan profundamente religiosa. He es- tado copiando unos versos que me mandó mi tía María, tengo un libro donde copio los que me parecen bonitos.

1.º de octubre Hace algunos días que no he escrito, no he tenido qué. Lle- garon las Orrantia; anoche fuimos a verlas: son muchachas, y la madre es lo mismo, que se les figura que bordar, coser y hacer cosas de mano es el más alto grado de talento, que la inteligencia consiste en aprender pronto algún bordado o encaje, y hacerlo aprisa es para ellas un gran mérito. Nos mostraron mil enaguas de crochet, nos llenaron de enca- jes de bolillos, nos cubrieron de mil bordados que habían hecho; después nos llevaron a la sala, y allí hicieron que mi mamá tocara y que bailáramos schottish, polka, valse, ¡ay! Dios, estaba tan cansada de ellas que yo ya no podía respirar. Después siguió la conversación. Me dijeron mil cosas de las personas de Bogotá; ambas hablaban a la vez, hasta que me atolondraron. Después me llevaron a un cuarto y me estuvieron mostrando los sobres escritos de unas cartas de diferentes personas haciéndome el panegí- rico de cada una no muy en su favor. En fin, volví a casa con la cabeza dándome vueltas, tanto me habían hablado de bailes, versos, modas, matrimonio civil, zapatos, peina- dos, dulces, paseos, juegos, teatro y… quién sabe qué más. Sobre cada persona tenían alguna cosa qué decir que desagradaba; una expresión, una palabra, basta para

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que le choque a uno que hablen de una persona por quien tiene aprecio… Hablaron de un ser cuya memoria es para mí tan dulce y tan amarga, cuyo nombre me hace estreme- cer… Ellas, las insulsas muchachas del mundo, hablaron de él, ¡qué martirio para mí!

4 de octubre Hace días que no escribo. Anoche estuvimos adonde mi señora Mariquita, donde bailé. Había tres Ortegas y un Escallón; no había más mujeres que Virginia y yo; sin em- bargo estuvieron tan divertidos que nos dieron las once bailando. Nos vinieron a traer a la puerta un Ortega y Es- callón. Qué cosa es bailar, dar unos saltos y caminar de un lado y de otro en la guardilla y así se divierte uno y no se cansa. ¡Bailamos en honor de que se ganaron las eleccio- nes por los conservadores! Qué boberías hay en el mundo.

6 de octubre No he escrito porque no tengo qué, ni puedo explicar los pensamientos que me atropellan y me atolondran: algu- nas veces creo que estoy un poco loca. ¡Qué misterio tan tenebroso contiene la vida! ¡Qué horribles deben ser los pensamientos de un ateo!, ¡viviendo sin esperanza de una vida futura! Feliz si ha tenido virtud, porque no consiste la bondad en rezar palabras inventadas por otros: los sen- timientos de uno no pueden ser iguales a los de otros. Se puede tener más o menos fervor, más o menos frialdad, y entonces no vienen bien los sentimientos de otros; cuán- tos habrá que se creen virtuosos, buenos, pero oigamos sus

29 Soledad Acosta de Samper

ideas verdaderas y no las que profesan y tal vez nos horro- rizaríamos, y otros que se creen ligeros, locos, malos, oi- gamos lo que piensan, y tal vez encontraríamos un alma pura y una conciencia sin mancha. ¡Esta es la vida y estos los hombres! Rousseau dijo: «¿Adónde viste a Dios? No solamente en el universo que se conmueve, sino en el pá- jaro que vuela, en la piedra que cae, en la hoja que lleva el viento». Esta es una idea linda: me ha gustado mucho, tie- ne sencillez, tan llena de verdad, tan fina, tan pintoresca.

O had I thought thou couldst have died I might not weep for thee Put I forgot when by thy side That thou couldst mortal be; If never throughout my mind had passed The time would o’re be gone That you thee should look my last And thou should smile no more.12

El poeta Corneille tradujo la mitad de sus versos del español y la otra mitad lo prestó de los antiguos.

9 de octubre, domingo Estuvimos anoche adonde la señora O’Leary, y nunca creo que he pasado una noche menos agradable. Había pocos hombres, y esos no hablaban sino con ciertas personas, y

12 Primera estrofa del poema «A María», del poeta irlandés Charles Wolf (1791-1823).

30 Diario íntimo había gente de lo más insoportable. Carlos, el muchacho más soquete que he visto. Anoche fue cuando yo recordé momentos felices de mi existencia, momentos que he pa- sado y nunca, nunca volverán, cuando vi una fisonomía que me pareció tan poética, que tal vez no volveré a ver jamás, a lo menos en las mismas circunstancias en que se me presentó por primera vez. ¡Entonces soñé por un ins- tante! Soñé que tal vez podía ser feliz… Pero después vi que aquí en el mundo no tienen lugar los sueños de mi fantasía… Huye la ilusión y me deja sola. Las Briceño es- tuvieron aquí anoche antes de que nos fuéramos y Justo me dijo que hoy vendría a preguntarme una cosa que ha- bía sabido en misa, ¿quién sabe qué será? Yo tengo mucho deseo de que venga.

12 de octubre Estuvimos esta noche donde mi señora Mariquita. La no- che está linda, encantadora, divina, celestial. La luna en el cielo brilla como el día, las estrellas centellean, ¡qué her- mosura! Los cerros parecen dormidos debajo de un vapor azuloso que embellece más el paisaje. Todos los edificios se ven callados, todos duermen y nadie goza. En una noche como esta cuántos recuerdos tengo al ver la luna silenciosa que parece sonreír sobre los mortales que la contemplan. ¿Habrá algún ser que al mirarla piense en mí?, ¿inspira- rá a algún alma poética pensamientos que vuelen hacia mí?… No, nadie se acuerda de mi existencia. Hasta las flores cuando un rayo de luna atraviesa por entre sus ra- mas parecen despertarse e inclinarse a recibirlo, se abren

31 Soledad Acosta de Samper sus lindas corolas para que penetre el rayo amado hasta su corazón, todo se sonríe en la naturaleza y hay una quietud tan clara, tan sosegada, que parece invitar a todo mortal a adorar al Señor que ha creado tanta hermosura, tanta be- lleza que no somos dignos de contemplar.

13 de octubre Los rayos de la esperanza, ¡qué nombre tan lindo, tan a pro- pósito para este divino valse, esa música!… Qué cosa tan sencilla, pero al mismo tiempo la música…, la armonía, nos enternece. Algunas veces un solo acorde, unas pocas notas, nos estremecen, nos sacuden hasta el interior del alma, nos recuerdan escenas, momentos de gusto, de fe- licidad inmensa que jamás vuelve a gozar… Este valse, sus primeros acordes me enternecen, me conmueven, me lle- nan de gusto, de recuerdos, de pesar… Estuvimos hoy donde mi señora Isabel Caicedo. Elisa estaba allá. Lo que son las mujeres, unos días están boni- tas y otros días hasta feas parecen; estuvimos hablando de viajes, parece que doña Manuela Caro llegó a Inglaterra y está muy contenta. Hicimos un castillo en el aire, como dicen, de ir a viajar las cuatro en Europa, pero encontra- mos que se necesitaba un compañero para poder ir tan lejos y nos encargaron a Elisa y a mí de buscar novio porque de otro modo era imposible hacer el viaje; nos encargamos de hacer nuestro posible para encontrarlo. Todas las bobe- rías que uno habla, y con ellas pasa la vida y se divierte con simplezas como estas aunque sabe el poco o ningún fondo de las observaciones que se hacen en la sociedad. Ayer estaba

32 Diario íntimo yo leyendo que en general las personas que escriben cosas tristes, tiernas, con alma, son las que en conversaciones son más ligeras, más aéreas, más alegres, y dicen que consiste en que un corazón muy sensible, muy tierno, se estremece con el contacto del mundo sin simpatías, sin sensibilidades, y demuestra lo que no, lo que muchas veces no siente, de miedo de que conozcan verdaderamente sus sentimientos y se endurezcan con la poca sensibilidad del mundo. Esto creo que es muy verdad, porque los sentimientos poéticos, elevados, son siempre causa de irrisión y burla para las almas comunes sin sentimientos; los pensamientos bellos son para ellas idioma desconocido, incomprensible, y creen que lo que no entienden debe estar falto de sentido común. En el Correo de la Europa13 leí el cuento siguiente, que voy a traducir:

§§ La última hada

Había yo cumplido dieciséis años cuando me apareció ella por la primera vez. Recuerdo que era en el mes de mayo, una tarde hermosísima; había salido solo de la ciudad, y erraba sin destino atravesando la campiña pensativo,

13 Correo de la Europa: gaceta anglo francesa que circuló entre 1776 y 1792. Fue una de las colecciones más importantes del siglo xviii. Ofrecía el resumen de innumerables gacetas de Inglaterra, atendía asuntos políticos de ese país y de las colonias inglesas en América, que en aquel entonces estaban en lucha con la metrópoli.

33 Soledad Acosta de Samper inquieto sin saber por qué; hacía algún tiempo que estaba así y me gustaba la soledad. Vi el sol esconderse hermoso en un mar de púrpura y no vi la sombra oscurecerse sobre las colinas y los campos cercanos, las estrellas se escondie- ron una a una en el cielo tan azul. Los pajarillos cantaban en sus árboles ya cerca de su nido y los trinos encantadores del ruiseñor se hacían oír de rato en rato. Oí los árboles conmoverse y estremecerse y la hierba alta recorvarse bajo las brisas con un murmullo triste y dulce. La luna, que se había elevado sobre el horizonte roja y opaca, tomó al lle- gar sobre un cúmulo de nubes nacaradas una luz blanca y radiante, y parecía dormir al echar sobre la tierra sus rayos de plata. El aire tibio me traía los perfumes más deliciosos y yo escuchaba cerca de los árboles floridos los gritos de las aves que se acariciaban en sus nidos. Yo caminaba abriendo mi corazón a todos estos rumo- res, a todos estos perfumes encantadores, cuando vi una tropa de doncellas que, los brazos entrelazados, volvían cantando a la ciudad. Ellas cantaban en coro la primavera y el amor; sus voces frescas y puras vibraban en el silencio de los campos dormidos como el ruido lejano de una cas- cada. Me escondí detrás de un árbol de ajiacanta y las vi pasar: parecían tropel de blancos fantasmas que se juntan por la noche cerca de los lagos, para formar danzas ligeras y desvanecerse a la llegada de la aurora. Yo distinguía a la claridad de las estrellas sus blancas y negras cabezas; sentí el roce de sus vestidos y respiraba enajenado las emanaciones misteriosas que dejaban en pos de sus pasos y me llegaban más deliciosas que los perfumes de las flores.

34 Diario íntimo

Cuando se desparecieron a lo lejos sentí una turba- ción desconocida hasta entonces, y habiéndome sentado en tierra cerca de las praderas que se extendían a mis pies como un océano de verdura, escondí mi frente entre las manos y quedé sumergido en una profunda meditación escuchando y buscando comprender los ruidos confusos, los estremecimientos extraños a mi ser y que sentía ahora mi corazón. Lo que yo sentía no podré decirlo; sentía mi corazón oprimido y pronto a estallar. Lloraba, gritaba, y encontraba en mis lágrimas una felicidad, un gusto hasta ahora desconocidos. ¿Cuánto tiempo duré en este delirio? Cuando me levanté, vi, a algunos pasos de distancia, un ser celestial que me miraba con la sonrisa en los labios. Una túnica más blanca que la azucena cubría su cuerpo y caía en gra- cioso pliegue hasta los pies descalzos y blancos como el mármol de Paros. Sus blondos cabellos flotaban alrededor de su cuello, sus mejillas tenían la frescura y el brillo de las flores que coronaban su cabeza; sobre el alabastro sonroseado de su cutis brillaban sus ojos que parecían dos violetas abier- tas sobre la nieve con los primeros besos de una mañana de abril. Los brazos los tenía desnudos, una de sus manos reposaba sobre su pecho mientras que con la otra parecía convidarme con un gesto bondadoso. Me quedé algunos instantes mudo, inmóvil, contem- plándola. Sin duda ella venía del cielo, porque su hermo- sura no tenía nada de parecido a las hijas de la tierra; yo

35 Soledad Acosta de Samper veía centellear a su rededor una atmósfera que la cubría y la envolvía de un vestido luminoso. «¿Quién eres tú?», dije por fin, extendiendo los bra- zos hacia ella. «Amigo», contestó con una voz más dulce que el viento de la noche, «yo soy el hada que el rey de los Genios adormeció sobre tu pecho en la hora de tu nacimiento. Esta mañana todavía dormía, pero la turbación primera de tu corazón me despertó. Mi vida está hecha de tu vida; yo soy tu hermana y seré tu compañera hasta el día en que me desprenda de ti como la flor marchita se agobia y se descuelga de su tallo; yo te abandonaré en medio de tu carrera, que la primera parte la habremos hecho jun- tos. Ese día no está muy distante, amigo. La rosa que no vio más que una mañana es la imagen de mi destino. Para amarme, no esperes que me hayas perdido, porque ni tus lágrimas ni tus sentimientos me reanimarán cuando me hubieses perdido. ¡Apresúrate!, mi mano no tiene ni ramo mágico ni varita encantada, no tengo otro adorno que las flores que ves mezcladas con mis cabellos; pero yo te col- maré de más tesoros que jamás hada bienhechora prodigó sobre una cuna real. Bella corona ornará tu frente, corona que muchos reyes se estimarían felices cambiándola por la que tienen; yo te compondré un séquito como rara vez se encuentra en los palacios y las cortes. Invisible y pre- sente yo te seguiré por todas partes; siempre sentirás una influencia fecunda: yo embelleceré los lugares en donde debas pasar la noche, yo perfumaré tu lecho; yo daré mi alma a toda la naturaleza para poder sonreírte cada mañana

36 Diario íntimo al despertarte. ¡Qué bellas fiestas tendremos! Solamente, estos bienes que yo te traigo, aprended, creatura, a cono- cerlos: cógelos antes de que se te acaben, sabed tocarlos sin marchitarlos y gustarlos sin agotarlos; juntad, guardad para la otra mitad del viaje que tienes que acabar sin mí. Amigo, yo te lo he dicho, tengo pocos días de vida, pero depende de ti alargar o acortar mi débil existencia: yo soy como aquellas plantas delicadas a las que se necesita eco- nomizarles el sol y la lluvia. Mis pies son delicados, no los canses siguiéndote. El brillo de mis mejillas es más tierno que la frescura de la campanilla de los campos; si quie- res verlo fresco y bello no lo expongas a los ardores muy vivos, llévalo más bien bajo las sombras espesas de los bos- ques. Cuidad que ningún remordimiento, no, envenene la amargura y el pesar que nuestra separación te dejará; que mis recuerdos sean buenos, que yo alegre tu corazón con un dulce reflejo largo tiempo después de haber dejado de aclarar y calentar tu vida». Habiendo dicho estas palabras, como el ángel de guarda que se inclina sobre una cuna, ella agachó hacia mí su blonda cabeza y yo sentí sus labios acariciar mi frente, más frescos, más perfumados que las yerbas aromáticas que crecen en las márgenes de los arroyos. Abrí los brazos para cogerla, pero la blanca aparición había desaparecido como un sueño. ¿No era esto un sueño? Continué atravesando las praderas y los campos, ya corriendo como un loco, ya echándome sobre la hierba que mojaba con mis lágrimas abrasadoras; otras veces tendía los brazos hacia las estrellas

37 Soledad Acosta de Samper y les hablaba con amor. Hablaba con las flores, los árboles, las espinas; me sentía alegre, me reía, lloraba, nadaba en un mar sin límites de gustos sin fin y felicidades sin nombre. Cuando vi hacia el Oriente levantarse el sol, me pare- ció que por primera vez veía despertarse la naturaleza. Mi corazón se hinchaba, yo aspiraba el aire con orgu- llo, creía por un instante que mi alma iba a desprenderse de mi cuerpo para huir, libre y ligera, y atravesar el espacio confundida con los vapores que el sol al levantarse despren- día de las colinas. De lo alto de la montaña adonde había subido, medía el horizonte con la mirada de un vencedor; la tierra se había creado para mí y yo era el amo del mundo. No tenía todavía treinta años cuando ella se me apa- reció por segunda vez. Fue, recuerdo bien, una tarde de octubre. Había salido solo de la ciudad, iba sin destino atravesando la campiña, sombrío, cansado y sin saber por qué; hacía algún tiempo que estaba así y, sin gustarme, buscaba la soledad. El cielo estaba velado y oscuro; un viento helado abatía con ruido siniestro las últimas hojas que habían quedado en los árboles; los campos estaban desnudos y las flores ya no adornaban los arbolitos de los vallados. Los lúgubres ladridos del perro de una cabaña, el humo azuloso que se elevaba con pereza a través de los árboles a lo lejos, eran las únicas señas de vida en estos campos desolados. Sin embargo, algunos pájaros asustados volaban aquí y allí de rama en rama; los negros cuervos se veían en la llanura mientras que batallones enteros de grullas volaban lenta- mente en el aire nublado de la noche.

38 Diario íntimo

Yo andaba mezclando mi alma con el duelo de la natu- raleza. Hacía largo tiempo que tenía aquella melancolía fría y triste que acompaña el fin de los hermosos días. En este mismo lugar donde me hallaba ahora, había visto pasar aquella tropa de doncellas que, los brazos entre- lazados, volvían cantando a la ciudad. Entonces tenía yo dieciséis años y el campo estaba florido. ¡Recuerdo extraño!, ¡memoria caprichosa! Habién- dome sentado al pie de un árbol, vi pasar cerca de mí dos viejas que caminaban a pasos lentos y recorvadas por un lío de leña, provisión de invierno que ellas llevaban a sus miserables chozas. Yo escondí la cabeza entre las manos y repasando en mi espíritu los días que habían pasado entre aquella noche de mayo y esta de octubre, quedé meditando y profundamente pensativo y aburrido. Cuando me levanté, vi a algunos pasos de distancia una pálida figura que me miraba con tristeza. Cuán cam- biada estaba, con trabajo la reconocí. Ya no tenía a su rede- dor aquella atmósfera brillante que la cubría cuando se me apareció por primera vez. Una túnica rota descubría su pecho despedazado. Sus pies estaban ensangrentados; sus lindos brazos caían sin vida sobre su cuerpo desar- mado. El azul de sus ojos estaba mezclado con manchas negras, las lágrimas habían arrugado sus mejillas lívidas. Apenas podía sostenerse, y, como una flor marchita sobre su tallo, parecía inclinarse hacia la tierra. «¿Para qué me quieres?», le pregunté. «Amigo, ya vino la hora en que debemos separarnos: antes de irme para siempre, quise venir a darte un adiós

39 Soledad Acosta de Samper eterno», murmuró ella con una voz quejosa, más triste que el viento de invierno. «Vete, ¡ah!, ¡vete!», grité yo. «Hada mentirosa, ¿qué has hecho para mí? ¿Dónde están aquellos bienes que me habías prometido? Yo los he buscado vanamente en mi senda. ¿Dónde están aquellos tesoros que tú debías derra- mar en mi vía? Yo no he encontrado sino pobreza. ¿Qué se hizo aquella diadema que debías ponerme sobre mi frente? ¿Adónde se fue aquel séquito brillante que tú ofreciste darme? Yo no he encontrado sino desesperación y sole- dad. Tú hablabas de separarnos, pero, a menos que seas el Genio del dolor, ¿qué hubo en común entre los dos? Si es verdad que me has seguido a dondequiera y que siempre he estado bajo tu influencia, ¡vete!, seas maldita, porque tú debes ser el Espíritu del mal». «Yo no soy ni el Espíritu del mal ni el Genio del dolor», contestó ella con melancolía, «pero es el destino de los hom- bres no conocerme sino cuando me han perdido, no saber el precio de mis beneficios sino cuando ya no hay tiempo de gozarlos. Amigo, eres un ingrato como todos tus hermanos. Tú me injurias y yo te tengo lástima. Dentro de un instante me conocerás y querrás entonces, dando los años que te que- dan para vivir sobre la tierra, verme aunque fuera por un día tal como me viste la vez primera. ¿Me preguntas, amargura, dónde están los bienes que te había prometido? Todo lo que te predije lo has tenido, pero tú has desdeñado aquellos tesoros que yo te prodigaba, sin cansarme, a manos llenas. Por seguirte te di el amor y la fe, la esperanza y la ilusión. Tu pobreza yo te la hice tan risueña y tan bella que muchos

40 Diario íntimo poderosos acaudalados hubieran de buena gana cambiado sus palacios y riquezas por tu pobreza así hermoseada. Tu soledad habría poblado de pensamientos, de fantasías encan- tadas. Tu desesperación yo te la hice amar, y supe embria- garte con tus lágrimas hasta tal punto que tu desgracia más grande en adelante será el no poder derramarlas. Cuando tú andabas yo despertaba alrededor de ti la simpatía y te col- maba de favores; no encontrabas sino miradas amigables y manos fraternales te apretaban a cada paso; el cielo te son- reía y la tierra reverdecía bajo tus pies. ¿Y tú qué has hecho?, contestad, ¿dónde botaste mi munificencia?, ¿qué guardaste de mis dones? ¿Qué te queda de las felicidades que yo había sembrado en tu senda? Si no has sabido conservarlas no soy yo a quien debes culpar, si no has sabido gozar de nada no me debes acusar, cuando fui yo quien te las di». A estas palabras, un resplandor tardío iluminó mi ser. Sentí que un velo cayó de mis ojos y quedé atónito y asustado al ver claramente en mi alma mi propio corazón. «¡Quédate!, ¡oh!, ¡quedaos, no os vayáis!», grité yo con una voz de súplica. «Volvedme tus dones, yo los había desconocido; mis ojos se abren a la verdadera luz, vol- vedme el amor y la ilusión; ¡oh!, volvedme la fe y la espe- ranza. Dejadme amarte aunque sea un día; haced que yo te crea solamente una hora y seas lo que fueres te bende- ciré al morir». «¡Ay de mí!», dijo ella, «¿soy yo la que voy a esperar?, ¿no lo ves? Miradme; yo he sufrido mucho, ya no soy ni la sombra de lo que era. Hace largo tiempo que una enfer- medad desconocida me mata, un mal devorador me ha

41 Soledad Acosta de Samper secado los huesos y agotado en mis miembros el manantial de la vida. La sangre ya no me llega al corazón; tocadme las manos y sentirás la humedad glacial de la muerte. Pero si hubieras tú querido todavía vería yo por largo tiempo hermosos y felices días. ¡Eres tú el cruel que me dejas antes de tiempo! Yo he gastado mis fuerzas y tiempo, y tengo ensangrentados los pies por seguirte. «Inútilmente te rogaba que me esperaras, pero gri- tabas sin cesar: “Marcha, camina”, y yo andaba. Y andaba cansada, jadeante, rompiendo mis vestidos en las espinas del camino, quemándome la frente con los ardores del sol en su cenit. No me dejabas ni tiempo para atar mi cinturón y recoger las flores de mi corona que ya se marchitaban. Inútilmente, si encontrábamos algún asilo fragante, algún misterioso oasis, yo te decía: “Aquí está tu felicidad, amigo; aquí debemos erigir nuestra tienda de campaña, aquí debe- mos quedarnos”. Tú continuabas tu carrera encarnizada y me llevabas sin piedad atravesando áridas sendas, llanuras sin sombra y desiertos sin fin. Me has injuriado de cuantos modos has podido, ¿cuándo me has preservado de algún mal? Cuantas tempestades hubo, nunca resguardaste mi cabeza. Qué de veces me he sentado yo aburrida, desalen- tada, decidida a abandonarte. Pero ingrato, yo te amaba, y cuando admirada de no sentirte ya cerca de mí veía a lo lejos que me llamabas con el ademán y la voz, levantán- dome volaba hacia donde estabas y seguía siempre tus pasos precipitados. Pero hoy ya se acabó, amigo, ¡ya no puedo más! Mi sangre se para, mi mirada se turba, mis piernas se debilitan y se doblan. Abrid los brazos y apretadme contra

42 Diario íntimo tu pecho; fue sobre tu corazón que recibí la vida y es sobre tu corazón que quiero morir». «¡No morirás!», grité yo abriendo los brazos para reci- birla. «Pero criatura rara, habladme decid, ¿quién eres tú?». «¡Yo no soy nada!», contestó ella, «¡yo fui tu juven- tud!». A estas palabras, yo quise agarrarla; pero ya había desaparecido, y no encontré en su lugar más que algunas flores secas que habían caído de sus cabellos; yo las recogí todas, pero no encontré ninguna que hubiera guardado su primitivo perfume.

16 de octubre Hoy fuimos por la tarde adonde doña Tadea. Estuvimos con las Orrantia en el balcón, nada de particular. No sé por qué estoy tan triste, tan abatida; con trabajo puedo contestar a las risas y alegrías de estas muchachas que no piensan más que en bailar, divertirse y hacer burla; no ten- go casi valor para contestarles sus alegres chanzas y para retornárselas; me hicieron mucha burla porque no estaba alegre y riéndome como ellas. Hoy es el aniversario del primer día de las fiestas14. ¡Qué contenta, qué divertida, qué feliz estaba yo hoy hace dos meses! El ambigú, el valse, ¡ay!, Dios mío, tantos recuerdos, ¡y hace tan poco tiempo que pasó todo, pasó como un sueño! ¡Me parece que llevo

14 Se trata de las fiestas de Guaduas, celebradas en agosto de 1853, en las cuales Soledad Acosta conoció a José María Samper. La ver- sión de Samper de este mismo encuentro aparece en sus memorias, Historia de un alma, op. cit.

43 Soledad Acosta de Samper años de pensar, de meditar, de acordarme de aquel día! ¡O más bien de aquella noche! Mi fisonomía, me dijeron, no mostraba el gusto, ¡pero quién puede comprender aquella felicidad interior, aquel placer! Sí, yo me sentí diferente en aquella noche, me sentí cambiada; era otro ser, otros sentimientos de los que hasta ahora había experimentado llenaban mi alma de locura y mi corazón latía, sí, latía y se estremecía. Pobre corazón mío,

Te siento palpitar apresurado. ¿Qué es del antiguo brío? ¡Tú tan acongojado! ¡Ay! ¿Quién te ha puesto, dime, en tal estado? ¿Qué tan pronto se muda En temeroso un corazón valiente? Sácame de esa duda. Pues te tengo presente, Pero te desconocía enteramente15.

Estoy en el Coliseo16. Oigo la música. La tambora me recuerda…, ¡ay! Ese ruido, cuán dulce entonces para mis oídos. Sin embargo, esa noche no sabía nada, esa noche no podía comprenderme. Pero al día siguiente, al día siguiente supe… Supe… Pero no, que esto es delirio, ¿cómo yo?… No, no

15 Este poema parece haber sido escrito por la autora. De ser así, este diario contendría las únicas incursiones de la autora en este género. 16 El Coliseo era el teatro de la ciudad. Estaba en el lugar en que hoy se encuentra el Teatro Colón, frente al palacio de San Carlos y casi enfrente de la casa de la autora.

44 Diario íntimo puede ser, son ideas, fueron emociones ya pasadas. ¿Por qué he de recordar a quien yo creo que no me recuerda? ¡Infeliz!…, qué has hecho desde ese día, ¡otra cosa no ha pasado por tu mente despierta como dormida, en sueños, en las diversiones, en la calle como en la casa, entre la gente, la sociedad y en las profundidades de mi alma está grabada una imagen; siempre presente; en la música parece oír una voz, en el murmullo del agua, en los gemidos del viento, en el movimiento de los árbo- les, en…, en todas partes, a todas horas, en las horas que da el reloj, en la forma de las gentes en la figura de las personas que veo siempre trato de ver semejanza. ¿Y esto no es deli- rio?, ¿y esto no es locura? Me preguntan cuáles son los pen- samientos que tengo cuando recostada en el balcón parezco olvidarme del mundo y de mí misma; si supieran cuáles son los pensamientos que agitan mi corazón, cuáles son las ideas que hacen olvidar la existencia de cielo y tierra, si supieran. Pero Dios mío…, ayudadme a arrancar estas ideas, esta ima- gen, estas palabras siempre presentes. No debo, no, no debo recordar nada, todo debe pasar de mi mente como pasa el recuerdo del canto de un pajarillo o el vuelo de una brillante mariposa, tal como el meteoro que al atravesar nuestra atmós- fera se enciende y al llegar al suelo queda como otras piedras caídas, así debe pasarme esta ilusión, así quiero que pase. Pero ¿cómo olvidar lo agradable, cómo no volver a pensar en los momentos más felices de mi vida?

17 de octubre Son las nueve de la mañana… Cuán diferente es, Dios mío, aquella vida interior, aquella vida del espíritu tan diferente

45 Soledad Acosta de Samper a la que uno muestra a todo el mundo. ¡Mi Diario!, tú sólo sabes el interior de mi corazón, tú no más conoces lo que pasa en mi alma, tú no más sabes las emociones secretas, las alegrías que por momentos siento y los pesares muchas veces tan profundos que me agitan. Algunas veces creo que esa ilusión ha pasado de mi espíritu y erguida y orgu- llosa me alegro de mi victoria, estoy contenta, pude haber arrancado de mi corazón una imagen que tal vez no debe morar en él, quiero sacarla de allí pronto antes de que ya no sea posible… Pero esto dura mientras que una palabra, una expresión hablada en contra…, me vuelve en mí y tomo su defensa, pero en el interior de mi corazón, porque ex- teriormente no digo nada, ni en pro, ni en contra; pero qué misterio es el corazón humano, porque es que cuan- do hablan mal inmediatamente creo que no debo pensar bien, pero tomo su defensa contra mí misma y ganando la victoria ¡vuelvo a quedar como antes! Todo el trabajo perdido, ¡pero cuán dulce es arrullar una ilusión halagüeña! ¡Y qué difícil es echarla del alma!

18 de octubre Estoy sentada adentro de la ventana del balcón, un cojín con unos libros debajo hacen mi asiento. Estoy leyendo Juana de Francia por Madame de Genlis. Mi mamá está tocando las cuadrillas que bailaba yo en París, pero ya no despiertan emociones, tristes o agradables, en mi corazón. ¡La música de antes es para mí tan falta de pasión! Lo que antes me gustaba ya no me gusta, los libros que leía antes, en mi niñez, me divertían, y ahora no encuentro tiempo

46 Diario íntimo

para pensar en nada. ¡Sólo puedo pensar en la memoria de un sentimiento jamás pasado y del que quedaron los ma- yores trazos en mi corazón! No puedo oír un nombre sin conmoverme. Entonces yo pensaba que era cierto, que él pensaba en mí, lo creía sentir, ¡pero la verdad vino a mos- trarme lo que son las ilusiones de los primeros años! Está lloviendo. Son las cuatro de la tarde. El ruido del agua so- bre las piedras de esta calle desierta, acompañado de las notas armoniosas del piano, me hacen sentir una agradable sensación y la conciencia del bienestar agita mi alma, y me siento tan feliz como puede estar una persona de genio vivo y apasionado. El caño17 crece. Oigo sonar las piedras con el ímpetu del agua que las arrastra. De tiempo en tiempo se oyen los paraguas que cruzan aprisa por debajo de las goteras. Las criadas y muchachos pasan, de rato en rato, con los zapatones, paraguas y capas para sus amos que les manda alguna tierna madre o cuidadosa esposa. En las tiendas de enfrente los muchachos sentados en las puertas recogen agua de las tejas con pedazos de totumas hasta que la madre viene y de un golpe los hace entrar llo- rando mientras que ella saca unas bateas y toda especie de vasijas para aparar el agua que cae. Ya va escampando. Los cerros comienzan a despejarse, el cielo está menos nublado. ¡Hoy hace dos meses a esta misma hora estaba yo cuán feliz! Qué contenta, por primera vez me creía amada, ¡sí! ¿Por qué, pues, a caballo en medio de los toros, los ojos fijos en

17 Por el centro de la calle, más bajo que el resto, corrían las aguas lluvias, en la ausencia de alcantarillado.

47 Soledad Acosta de Samper el tablado, hacía ya caracolear el hermoso alazán, ya parar, ya hacerlo bailar?, ¿por qué? Yo no me atrevía a creerlo, era un pensamiento demasiado grande para mí, incompren- sible. ¡Yo!, ¡amada!, no, no puede ser. ¿Pero qué otra cosa podría ser? Feliz momento, feliz tarde, semana sin igual, ¡una semana! Para mí fue volver a vivir, comenzar la vida otra vez, ¡todos mis sentimientos datan desde aquel día! Me parece ver otra vez aquella hermosa figura tan elegante, aquella fiso- nomía tan expresiva, el talento brillaba en sus ojos, la elo- cuencia cada vez que hablaba se mostraba… Pero la verdad, la realidad, se hacen sentir. ¡Desvaneció la imagen, huyeron las fantasías con las palabras de hace hoy dos meses! Dos meses, ¡cuán cambiado estará ya, Dios mío! Son las ocho de la noche. Domingo está conversando de tal modo que es imposible meditar serenamente ni leer nada.

Yo vi una rosa mojada con lágrimas, una rosa blanca como una virgen y dije: «¡Oh rosa!, ¿por qué lloras?, eres demasiado linda para tener pesares». Y me contestó: «Señora, no te aflijas por mí, porque mis penas vienen del cielo. La constancia está en la naturaleza humana».

¡Contarini Fleming!18. Cuán parecida su historia, su poesía, su imaginación, su talento, todo, todo se parece. La catástrofe, la muerte de Alciste, su desesperación, sus

18 Contarini Fleming. A Psychological Autobiography (1832). Obra de Benjamin D’Israeli, influyente político y literato inglés nacido en 1804 y fallecido en 1881.

48 Diario íntimo mismas ideas, sí, sus ideas. ¡Pero la muerte de la bella vene- ciana! Hasta unos ojos negros grandes, líquidos, brillan- tes, lánguidos, vivaces… Los ojos… eran los mismos de E…19. Yo los vi una vez y me quedaron impresos hasta el fondo del alma, una sola vez los vi por un momento, qué hermosura, qué bondad, qué virtud. ¡Ay, Dios mío! Siem- pre que he leído ese cuento mis ojos se han humedecido… Cuando lo leí por vez primera me acordé, lo asimilé a la suerte de ***20… Y sin embargo no lo conocía y tenía pre- venciones contra él. Pero cuando mis ojos cayeron sobre él, cuando oí una elocuencia tan grandiosa, recordé a Con- tarini. Y cuántas veces al acordarme de su suerte se derra- maron lágrimas de compasión. ¿Sería ella amada con toda la pasión de que el héroe de esta historia fue capaz?…21. Cuántas cosas dicen sus enemigos, ¡cuánto dicen! Si fue amada así… ¿Para qué es pensar en esto? ¿A mí qué me puede importar, qué me debe importar? Voy a acostarme. Ojalá que el cielo me mande sueños consoladores y calle la turbación de mi espíritu…

19 Probablemente Elvira, la primera esposa de José María Samper, muerta en 1852. 20 Usamos estos asteriscos para señalar el lugar en que la autora utili- za un símbolo similar a la letra Z para evitar mencionar el nombre del amado. 21 Resulta interesante que la autora elabore a partir de la literatura esta historia de amor que tiene que ver con su propia vida. Podríamos decir que este es otro gesto romántico de los muchos que caracte- rizan su diario.

49 Soledad Acosta de Samper

20 de octubre La esperanza es el sueño de los tristes, Su ilusión los aduerme; pero luego Despiertan a los males, y cuales sombras Las esperanzas húyense ligeras, Y las más dulces huyen las primeras.

Arriaza22

Hojeando sin pensar las poesías de Arriaza encon- tré estos versitos que me parecieron muy bonitos, muy patéticos, y los copié aquí para recordarlos. Mi tío Benito vino anoche para la Cámara de Provincia. Hoy no estuvo allí ninguno de los de Guaduas: fue el miedo que los acompaña. Es horrible, no he visto pueblo más cobarde, viles nociones tienen todos sobre el valor, no conocen la vergüenza y siempre confiesan su falta de valor con la más grande sangre fría. Son las nueve de la noche. Están hablando sobre elecciones que me tienen aburrida. Todo el mundo es de mala fe. ¿Cuándo encontraré un ser, una conciencia pura? Pero en política, ¿adónde está la buena fe? Se fue, dejó este mundo, huyó apresurada. ¿Pero adónde? ¿Tal vez en algún corazón se habrá, la triste, refu- giado? ¡Pero cómo encontrarla, dónde buscarla! ¡Se fue, se desapareció de esta tierra! ¡Intrigas!, ¡hacer trampas!,

22 Juan Bautista Arriaza (1770-1837). Poeta español, traductor del Arte poética de Boileau.

50 Diario íntimo

¡engañar, esto es lo que llaman ser astutos, tener talento! Estas cosas las cuentan como gracia y llaman servir a la Patria; ¡pobre país, donde los engaños son borrados, y los intrigantes ensalzados! Cuando ven trampas en un par- tido opuesto dicen que es un horror, que no se debían per- mitir tales cosas, todo porque no pueden ganar, porque encuentran que son más astutos que ellos; pero cuando suceden las mismas cosas, o tal vez peores, en el partido a que pertenecen, entonces se callan, ¡pero siempre ayudan en todo lo posible y lo llaman gracia y talento entre ellos! ¡Y de esto se compone el mundo! ¡Esta vida me ha abu- rrido! ¡Qué haré yo para no oír tantas cosas que me cho- can, que me desagradan! ¡Pero el destino me empuja, me lleva hacia la senda que debo llevar hasta que encuentre la muerte! Vivir, para qué es vivir, para tristes desengaños tal vez, para pesadumbres del corazón, misterios que no debe uno mostrar y que secan la juventud al principiar su carrera; cuando comenzaba a gustar la copa de la vida encuentra en lo que creía dulce frías amarguras y terri- bles desengaños. ¡Qué misterio tan grande, tan terrible, encierra la palabra vivir! Marchar hacia la muerte, que es un principio escondido para el viviente.

23 de octubre Anoche tuve un sueño muy extraordinario. De repente me pareció que estaba transportada a la cabecera de la moribunda23. Yo estaba allí y oí sus últimos adioses a su

23 Debe tratarse, de nuevo, de la primera esposa de José María Samper.

51 Soledad Acosta de Samper tan amado esposo. ¡Ay, Dios mío!, ¡cuán amargos eran! Se quejaba la infeliz casi en las mismas palabras que la Elvira de «El estudiante» de Espronceda24:

¡Ah! Para siempre a dios. Por ti mi vida Dichosa un tiempo resbalar sentí, Y la palabra de tu boca oída, Éxtasis celestial fue para mí. Mi mente aún goza en la ilusión querida Que para siempre mísera perdí… ……………………………………… Piensa, están hartos de llorar mis ojos Lágrimas silenciosas de amargura. Y hoy, al tragar la tumba mis despojos, Concede este consuelo a mi tristura Y olvida luego para siempre a elvira. Y jamás turbe mi infeliz memoria Con amargos recuerdos tus placeres. Goces te dé el vivir, triunfos la gloria, Dichas el mundo, amor otras mujeres. Y si tal vez mi lamentable historia A tu memoria con dolor trajeres, Llórame, sí; pero palpite exento Tu pecho de roedor remordimiento A Dios por siempre, ¡a Dios!…

24 José de Espronceda (1808-1842). Poeta romántico español muy influyente dentro de la generación romántica hispanoamericana.

52 Diario íntimo

Yo oí esto y mis ojos se anegaron de lágrimas y con- fundí mi existencia con la de ella, y ya no solamente escu- chaba la voz de la desgraciada sino que sentía yo lo que ella había dicho, el mismo pesar me agobiaba y en ese instante desperté… Mi pecho estaba sofocado, mi corazón latía con vehemencia, mis ojos llenos de lágrimas habían mojado la almohada y tan patético era mi sueño, tan parecido a la realidad, que dispuesta seguí llorando con amargura sobre su triste suerte.

Y huyó su alma a la mansión dichosa Do los ángeles moran… Tristes flores Brota la tierra en torno de su losa; El céfiro lamenta sus amores. Sobre ella un sauce su ramaje inclina, Sombra le presta en lánguido desmayo. Y allá en la tarde cuando el sol declina, Baña su tumba en paz su último rayo.

Estoy agobiada de una melancolía terrible. Mis ojos están que parecen fuego, y sin embargo las lágrimas recha- zan salir. Qué tarde tan triste para un domingo, llover sin cesar; parece que me imita la naturaleza y llora sobre sombras ya pasadas y placeres que no se volverán a sentir, porque mientras más se viva menos se encuentra gusto en este mundo. Voy a tratar de leer algo…

53 Soledad Acosta de Samper

24 de octubre ¿Será verdad? Dios mío, dadme valor para poder arrancar de mi corazón lo que es indigno de que more allí. Ayer es- taba yo por la tarde sentada leyendo cuando mi mamá me dice —afortunadamente que tenía la cara ocultada por el piano— que había estado hablando con mi tío Benito so- bre ***. ¡Que le habían dicho en Guaduas que estaba muy corrompido! Que había jugado en las fiestas de Guaduas y había perdido dos mil pesos, y que debía muchísimo y quién sabe qué más. Yo no pude contestar, sólo dije: «¿Será cierto?». Fue imposible decir más, sentí quién sabe qué, ¡me pareció que la casa daba vueltas, el libro que tenía en las manos temblaba y las letras parecieron haberse vuelto mil demonios para bailar delante de mis ojos en danzas fantás- ticas!… Quería preguntar más pero mi voz rehusó dejarse oír. ¿Será verdad? ¡Después de tanta elocuencia, tan buenos sentimientos como parecía tener!… Después… ¡Ay!, ¡Dios mío!, salí al balcón, afortunadamente nadie pasaba, que si me hubieran visto la cara habrían creído que estaba loca, y traté de sofocar toda la desesperación que me oprimía el corazón. ¡Se me acortaba en resuello! Tener que parecer más en calma cuanto más agitada estaba y ¡vivir!, ¡y seguir viviendo así!, ¡y estar toda la tarde en este conflicto!, ¡no!, ¡no lo podré aguantar! ¡Corrompido el ser que yo había creído tan bueno, tan enmendado! ¿Adónde está el valor, adónde está la fuerza de ánimo y que yo creía antes tener? No me sería posible mirar con indiferencia todo… Afortu- nadamente vino don Joaquín París para convidarnos a su casa y fuimos, y yo casi con las lágrimas en los ojos atravesé

54 Diario íntimo calles y por fin llegamos. Y estaba allá Dolores Neira, y yo conversé mucho y me reí más, todo con una desesperación grande, y nadie sabía que todo esto era forzado, que más bien hubiera querido huir a un cerro y oír tronar y ver caer rayos alrededor de mí que oír conversar y chancearse25 y seguir conversando más que nunca y reírme de todo, y en mi risa había amarga ironía. Me miraban, ¡seguramente creían que nunca me habían visto tan alegre! Se fue la vi- sita y nos pusimos a bailar, y al sonido de Los rayos de la esperanza26 bailé y di vueltas hasta que me cansé, y… des- pués Virginia se puso a tocar Amalia, pero eso sí no pude aguantar, no, ¡imposible tanto! El martirio era ya muy grande y le dije que no tocara eso. Y volvimos a las once. ¡Pero dormir…!, ¡dormir fue imposible hasta mucho des- pués de amanecer! ¡Y esta mañana me desperté con más calma y me he decidido a no pensar, a tratar de divertir- me y echar lejos de mi mente aquella ilusión que acarició mi espíritu tan poco tiempo!… ¡Señor!… ¡Señor! ¡Dad- me alma para aguantar y valor para encubrir todo lo que siento de desesperación!… Son las diez de la mañana. He estado leyendo a peda- zos este diario, ¡qué mal hecho! ¡Mis sentimientos! Cuán triste es ver que los pensamientos que uno ha tenido no los debe abrigar en su corazón. ¿Por qué es esto? Yo, ponerme a desesperarme por un ser que no es digno de que hablen de

25 Chancear: hacer chanzas, bromas. 26 Vals al cual se había referido anteriormente, a propósito de las fies- tas de Guaduas.

55 Soledad Acosta de Samper

él… ¡no! Me sonrojo al pensarlo. ¿Soy tan débil, tengo tan poco respeto por mí misma, que por las palabras o mira- das de unos días me he de cambiar?, ¡no! ¡Estoy decidida a no volver a dejar que me dominen tales ideas!… ¡Yo, tan orgullosa siempre, permitir que gobierne mi espíritu un ser que bajo el carácter de franqueza está lleno de malda- des! ¡Cuán amargo es decir esto!… Pero no quisiera pen- sar más en él, nunca quisiera que mi imaginación vuelva a volar adonde mi deber mande que no vaya. Quiero que hasta el más mínimo recuerdo se arranque de mi alma y voy a trabajar para que antes que siga adelante este se borre eternamente de mi corazón. ¡Adiós ilusiones!, hermosas en un tiempo fuisteis. Ya desperté de aquel sueño y quiero mostrarme a mí misma el imperio que tengo sobre mi alma.

25 de octubre He seguido batallando conmigo misma… Pero qué de esco- llos, qué de trabajosos esfuerzos son necesarios para tratar de vencerme a mí misma, cuántos momentos de debilidad, cuántas veces me he encontrado pensando y tratando de pensar cosas que no debo, sin cesar tengo que arrancarme a mí misma de los dulces pensamientos en que me encuen- tro sin cesar sumergida. Aun ahora mismo es con trabajo que me obligo a escribir esto. He estado todo el día de mal humor al oír el nombre del que contó sus maldades: me es- tremece y sin mi voluntad lo aborrezco, me choca y me desespero cuando hablan de él. Qué día tan triste, qué pen- samientos tan amargos he tenido. No pudiendo aguantar el pesar tan grande que me agobia me he encerrado en mi

56 Diario íntimo cuarto esta tarde, y dejando rienda suelta a mis lágrimas y sollozos he durado en un estado de desesperación, casi de locura, más de una hora, cuando recogiendo todo el va- lor que pude salí de allí y lavando mis ojos y alisándome el pelo seguí la rutina del día sin que nadie sepa o tenga la menor idea de qué pasa en el misterio de mi alma. Cuan- do me dicen que por qué estoy brava, pocos saben la tris- teza profunda y la amargura que abriga mi corazón. ¡Ay, Dios mío!, ¡cuán débil es uno y qué horrible cosa es perder verdaderamente nuestras más dulces ilusiones! ¡Siempre la esperanza me persigue! Dios mío, Dios mío.

27 de octubre Las imágenes que nos visitan en el sueño no son inútiles para la enseñanza de la vida. Parece que cuando estamos sumergidos en este letargo nocturno, la imaginación, libre del freno que le impone nuestra voluntad en el día, se com- place en hacer esclava a aquella de nuestras pasiones, en que amemos más nuestra libertad. Cuán verdad es esto. De día se esfuerza uno a dominarse lo más posible, no permitiendo que el espíritu erre sin freno a través de aquello en que no debemos ocuparnos, pero de noche, ¡de noche!… Entonces nuestra imaginación libre nos arrastra al país de los sueños y allí nos pinta con colores halagüeños cosas que no pueden suceder, y en general estas ideas son siempre lo que uno se esfuerza en no pensar mientras que está despierto. La desgracia tiene a lo menos esto de bueno, que nos corrige de aquellas pasiones insignificantes y viles que agi- tan las gentes que están viciosas y corrompidas.

57 Soledad Acosta de Samper

La verdad es la primera necesidad de los mortales. El hombre que desee la felicidad trate de buscarla desde su infancia para poderla tener de compañera en el resto de su vida.

Platón

He estado leyendo pedazos del Magazín Pintoresco27. Poetas, ¿cuándo os cansáis de la poesía? ¿Cuándo habrás acabado vuestro canto eterno? ¿El cuerno de la abundancia nunca se vaciará? ¿Todas las flores no están ya cogidas, todas las fuentes no están ya agotadas? Mientras el sol brille en el cielo, y una cara hermana pueda voltearse hacia él; mientras el arco de alianza se cree en el cielo y los corazones se enternezcan en la reconci- liación; mientras la noche esté brillante para las estrellas en el firmamento y quede sobre la tierra un hombre que comprenda la voz de Dios; mientras haya aquí abajo un alma que sepa sentir y aspirar, mientras el bosque mur- mure dulcemente y refresque al viajero cansado; mientras la primavera embellezca la rosa entreabierta; mientras los días se sonrían y los ojos se animen de placer; mientras las tumbas parezcan tristes bajo sus cipreses; mientras queden ojos que derramen lágrimas y un corazón se pueda despe- dazar por la pesadumbre la poesía recordará la tierra; y el

27 El Magazín Pintoresco: colección periódica ilustrada francesa, fun- dada en 1833 por Édouard Charton y de gran circulación durante el siglo xix.

58 Diario íntimo

último poeta cantando saldrá del mundo viejo como lo será el último hombre cuando no haya quien cante su frescura. ¡Pero hoy todavía tiene el Señor la tierra en su mano creatriz28 como una flor abriendo apenas sus frescos péta- los y la mira sonriéndose! Espera que esta flor se marchite, que la creación sea como el polar que dispersa el viento, y entonces hasta ese día podremos preguntar cuándo cesará su eterno canto29. ¡Qué bonitos pensamientos! ¡Por qué, Dios mío, no me has dotado de elocuencia! ¡Por qué, cuando muchas veces tengo una bella idea y que creo que con ella podría convencer a los incrédulos, por qué entonces, Señor, mi boca rechaza expresar los sentimientos que me ahogan! ¡La elocuencia puede tanto!, con la elocuencia… ¡ay! Otra vez mis pensamientos vuelan hacia donde no deben. Imagina- ción traidora, ¡siempre cuando me pintan una idea bella, una fisonomía expresiva, un hombre profundo, cuando hablan de talento, cuando leo sobre algún poeta, siempre, siempre, ¡eternamente!, se me presenta solamente una ima- gen!… ¿Por qué es que tomo la defensa de los poetas, por qué?… Pero siempre me han gustado, pero ahora, ahora no es al poeta solamente… Tengo que irme a acostar con- tra toda mi voluntad…, ¡no puedo, no debo pensar más!

28 Creatriz: femenino de creador. Galicismo, tal vez. 29 Este fragmento parece ser tomado del periódico que cita.

59 Soledad Acosta de Samper

28 de octubre Cómo pasan los días, cómo vuelan las horas, y siempre una misma cosa. Ya casi estoy decidida a no tratar de ga- nar la victoria sobre mi alma. Qué difícil es, ¡todos los días me defiendo con menos valor!… Estoy leyendo antes de almorzar.

No dejemos que los sentimientos de nuestro cora- zón y de nuestra imaginación influyan sin cesar sobre la razón. El que quiera estudiar y encontrar la verdad se estudie y se conozca a sí mismo, que se diga: «¿Tu alma no está turbada por ninguna pasión? ¿No escondes en su interior algún afecto secreto que la domina? ¿Tus pensa- mientos, tus conjeturas, tus ideas, no las formas bajo la influencia de una impresión reciente que, modificando tus sentimientos, modifica también la forma, el color y la apariencia de las cosas? ¿Piensas tú, ves tú del mismo modo hace ya mucho tiempo? ¿No es verdad que sola- mente desde ayer es que ves las cosas bajo este punto de vista? Las ideas que te parecen infalibles hoy, si os encon- trarais en una situación diferente dentro de algún tiempo, ¿las juzgaríais tu del mismo modo?».

Este método es muy bueno y todo el mundo puede seguirlo y reglar su conducta bajo estas reflexiones. Algu- nas veces es verdad que las pasiones se ocultan hasta tur- bar y paralizar la razón; el hombre está entonces bajo el dominio de una especie de locura y las reglas serán inúti- les. Pero en general las pasiones no llegan a ese grado al principio, las más veces obscurecen nuestra inteligencia pero queda siempre al fondo del alma una luz infalible,

60 Diario íntimo vacilante pero que no se apaga. Su brillo se proporciona a la vigilancia que tengamos, y en medio de las tinieblas más espesas, en lo más fuerte de la tempestad, este faro de verdad nos indica el puente si hemos aprendido a reflexio- nar sobre nuestra posición, a dudar de nosotros mismos, y a no mirar las emociones, los sentimientos del corazón como guías que puedan suplirnos, servirnos, en vez de la razón y mostrarnos la senda que debemos llevar. Este es un extracto de El arte de conocer la verdad por J. Balmes30. Lo copié porque me parece que estos senti- mientos me deben animar y porque me venían muy bien ahora que sentía mi alma vacilar.

It is not so, it is not so. The world may think me gay And on my cheek the ready smile May ceassless seem to play.31

Why to the cold and careless throng The secret grief reveal?32 No!… joy may tinge the cheek —unseen Unheard, the tear drop flow!—

30 Jaume Luciano A. Balmes y Urpiá (1810-1848), filósofo catalán. 31 «No es así, no es así. / El mundo puede creerme alegre / y en mis mejillas una sonrisa presta / puede parecer sin cesar jugar». 32 «¿Por qué a la multitud insensible y fría / la secreta pena revelar?».

61 Soledad Acosta de Samper

Tis the poor sorrowing heart alone Responds it is not so!33

29 de octubre34 Mis pensamientos al comenzar este cuaderno quién sabe si serán los mismos cuando llegue al final de él. No sé si todo el mundo será igual, pero yo me siento cambiar de día en día. Mis ideas son diferentes ahora de las que tenía hace un año, mis sentimientos son otros de los que tenía ha pocos meses, pero quién sabe si serán mejores o peo- res. ¡No tengo quien me aconseje, no tengo un ser en el mundo a quien pudiera preguntar lo que debo leer, lo que debo estudiar! Anoche hubo una función de teatro en honor de San Simón. Nosotros fuimos con mi señora Mariquita Roche. Estuvo regular. Había bastante concurrencia. Vi por pri- mera vez a las Granados, tan ponderadas de bonitas. Y ciertamente que a lo menos Julia es bien hermosa, tiene las facciones muy perfectas. ¡Pero es lástima que dicen que se pinta! Era lo mejor que había en el teatro. Estaba Úrsula Herrera, pero esta es más bonita de cerca que de lejos. Estaba Clementina Forero, que también fue muy

33 «¡No!… el gozo puede teñir la mejilla —¡sin ser vista / ni oída la lágrima cae!— / Sólo el pobre y doliente corazón responde “¡No es así!”». 34 Esta entrada da inicio a un nuevo cuadernillo titulado «Diario de Soledad Acosta. Desde octubre, 1853, hasta 30 de enero, 1854. Bogotá».

62 Diario íntimo ponderada por las personas que estaban alrededor de mí. Lo que son las cosas, cuando estoy entre la gente siento cuán indiferente me es todo lo presente. Es vano trabajar para echar esta idea de mi mente, sin cesar estoy ocupada de un mismo pensamiento. Lo que representaron fue una Apoteosis de Bolívar. Mal, pero entre algunos versos que pude distinguir me parecieron bien bonitos y armoniosos. Ciertamente que el autor tiene algún talento poético, es un tal Emilio Macías Escobar. Después hubo una petite pièce35 que no estuvo tan mal representada y fue bien divertida. Era de Bretón de los Herreros36. Salimos temprano, a las once se acabó todo.

30 de octubre Acabo de venir de misa. Vi a Vicenta Pineda y a su esposo, que la lleva y le da el brazo y la cuida con el mayor cariño. Este hombre sí la quería de veras, tanto porfió y tanto hizo que tuvieron por fin que acceder a sus deseos. Cualquier otro con la milésima parte de lo que le dijeron se hubiera ido para siempre. Anoche estuvimos adonde mi señora Mariquita y yo bailé tanto hasta que se me desprendieron

35 Petite pièce: pieza teatral breve que usualmente representa de for- ma satírica sucesos sociales. 36 Bretón de los Herreros (1796-1873). Dramaturgo romántico espa- ñol, seguidor de Moratín; se le conoce por sus comedias que con frecuencia se convierten en documentos costumbristas.

63 Soledad Acosta de Samper las grampas37, y seguí bailando valses de Strauss con el pelo suelto que parecía loca. Pero ya había acabado de oír una conversación que me volvió la luz al corazón, que todo este tiempo ha estado sumergido en las profundidades de la desesperación, del despecho más grande. He trata- do de vencerme y, Dios mío, no lo he podido lograr. No más, no más trabajar inútilmente. Dicen que tiene buenos sentimientos, que es de un talento extraordinario, que se compondrá con el tiempo, que lo que ha hecho han sido locuras de juventud pero… Lo que han dicho, lo que yo he oído anteriormente, han sido calumnias, estoy segura, calumnias de sus enemigos. ¡Qué!, ¿voy yo a creerle a ese hombre que lo aborrece porque es mejor que él, a ese hom- bre que siendo él mismo enemigo creyó congraciarse con uno que él sabía que lo era también? ¿Pero… si me enga- ño?… ¿Si todo esto es una ilusión? Me llaman a almorzar. Son las nueve de la noche. Acabo de oír la retreta. Qué cosa tan maravillosa… las emociones interiores del alma. Acabo sin saber por qué de sentir una calma en el espíritu, una especie de cesación de todas las emociones tristes, un bienestar completo, y me parecía que el alma dejando su morada erraba libre en los aires y respiraba aquella vida espiritual a la cual pertenece cuando solamente por algún tiempo está condenada a vivir sobre la tierra. Recostada en el gabinete, que todavía no está acabado, y a los sonidos apacibles de la música, dejé libre curso a

37 Grampas: ‘grapas’. Piezas de metal cuyos extremos doblados y agu- zados se usan para unir la suela o el tacón al zapato.

64 Diario íntimo mi imaginación, que ya me presentaba escenas pasadas, ya cambiando de faz volaba y veía en lo futuro. Qué de dul- ces imágenes poblaban mi mente. ¡Lo futuro! Lo miraba por entre el prisma encantador que me presentaba la espe- ranza, y de repente me traía, me recordaba las emociones que ya no tienen eco en mi corazón. Y recordaba mis ideas presentes y mis pensamientos pasados. Cuán diferentes eran, y en tan poco tiempo puede cambiar un ser así. Dos meses ha que se hizo una revolución en mi alma. ¿Habré por fin encontrado la verdad que tanto ansiaba encontrar o será todo una ilusión de la cual despertaré? Engañada puedo estar. Pero ¡no!, nunca he tenido los sentimientos que me animan ahora, y todo en el mundo es un miste- rio que nunca podremos saber… La simpatía ciertamente que la hay, pero también se encuentra falsa de solamente un brillo exterior, que al frotarla se encuentra que era una ilusión…, y que se había confundido la simpatía verdadera con una amistad facticia y de poca duración.

31 de octubre Nada de particular. No he tenido ni tiempo de pensar y sin embargo no he hecho nada, se ha pasado el día y no sé en qué. ¡Así se pierde el tiempo sin leer, sin pensar! Sin acumular en mi mente el saber de que tan escasa está mi imaginación. Todos los días veo más mi ignorancia y co- nozco la necesidad en todo ser que desea vivir y gozar del mundo de tener conocimientos profundos de la natura- leza humana y que los hombres que ya no existen nos han legado. Pero se pasan los días y en lugar de saber más me

65 Soledad Acosta de Samper parece que cada día olvido algo de lo que anteriormente estaba mi espíritu dotado. Estuvimos esta tarde adonde las Briceño, en el balcón. Cuánta gente vi en los portales, cuántos hombres inútiles a la sociedad y que sin embargo se creen personas de mucho interés. Dios nos ha mandado a este mundo a cada uno para hacer en su vida un bien aunque sea, ¡pero no!, estos miserables, la cabeza llena de viento y de fatuidad, pasan el día sin haber tenido un pensamiento digno de nuestra misión sobre la tierra. «La inteligencia que no se renueva con ningún con- tacto exterior se limita insensiblemente y acaba por per- derse». Cicerón dice:

Para aquel que no ha encontrado en su interior el elemento de la felicidad todas las edades son penibles38; pero aquel que se acostumbra a tener sus mayores goces en sí mismo, en la vejez de la cual todos se quejan encuentra sus gustos también.

Cada edad tiene sus felicidades, así como cada flor tiene su perfume y, aunque diferentes, siempre se encuen- tra placer en aspirarlos. Los dos capitanes más famosos del tiempo antiguo y moderno conquistaron la Italia antes de tener veinticinco años. La juventud. Un joven todavía en su primera edad

38 Penible: del francés pénible, ‘penoso’. Probablemente la autora lo está traduciendo del francés.

66 Diario íntimo desbarató el imperio de Persia. Don Juan de Austria ganó en el Levante39 a los veinticinco años la batalla más her- mosa de los tiempos modernos, y sin la envidia de Felipe al año siguiente, hubiera sido emperador de Mauritania. Gaston de Foix a los veintidós años, fue vencedor en Ravena; tenía la misma edad de Roiroy. Gustavus Adolfo, murió a la edad de treinta y ocho años40. Entre sus gene- rales Weymar murió a los treinta y siete; Juan Banier, lla- mado el segundo Gustavo después de haber hecho tantos milagros, murió a los cuarenta y cinco. Cortés contempló las cúpulas doradas de México a la edad de treinta años; cuando Mauricio de Sasconia murió a los treinta y dos años, toda Europa conoció que había perdido al capitán más grande de su época. Inocente iii era el déspota del mundo y el más grande de los papas a la edad de treinta y siete años. ¡Pascal escribió su obra más famosa a los dieci- séis años! ¡Richelieu era secretario de Estado a los treinta y un años! La Historia de los Héroes es la historia de la juven- tud. Alimenta tu espíritu con ideas grandes y profundas y serás héroe. «Creer en lo heroico hace los héroes».

39 Don Juan de Austria, hijo natural de Carlos v, obtuvo en 1551 la victoria en Lepanto y reconquistó Túnez en 1573. 40 Gaston de Foix, duque de Nemours (1489-1512). Ilustre capitán francés, sobrino de Luis xii. Ganó la batalla de Ravena en 1512. Gustave Adolphe, rey de Suecia entre 1611 y 1632. Durante la Guerra de los Treinta Años estableció una alianza con Richelieu para apoyar a los protestantes alemanes.

67 Soledad Acosta de Samper

Los hombres grandes no necesitan experiencia, todo lo que se ha hecho de grandioso se ha hecho en la juventud del hombre.

Coningsby, Israeli41

Hojeando el Magasin Pittoresque de repente encontré un extracto que inmediatamente conocí era sacado de una obra que es la que me ha hecho más impresión en mi vida. Cuando la leí por primera vez pareció que había corrido un velo sobre mi espíritu oscurecido por las sombras de la ignorancia y la apatía. Al leer esto conocí la necesidad de aprender, de saber y puse manos a la obra. Pero cuán- tos obstáculos han venido a interponerse para no dejarme aprender a estudiar. Conocí entonces mi grande ignoran- cia, tanto más penible que solamente yo sé su extensión. Era el mes de septiembre, recuerdo bien, cuando se abrie- ron mis ojos a la luz y me decidí a saber. Y hace ya más de un año. ¿Qué he adelantado? ¡Nada! Nada.

2 de noviembre Ayer no escribí, no tuve tiempo. Virginia estuvo aquí todo el día con su madre. Por la noche vino Vicente y Maria- no y bailamos hasta las diez, así es que no tuve tiempo de pensar y mucho menos en escribir.

41 Coningsby, or The New Generation (1844). Obra de Benjamin D’Israeli.

68 Diario íntimo

Como a la una de la tarde ayer cayó un aguacero espan- toso y una tempestad tremenda. Estaba aquí el señor Cas- tello y las personas que he dicho antes. Comenzó por un páramo y fue cressendo42 poco a poco hasta que el caño parecía un río de sanpedro43 haciendo correr las piedras enormes por las calles con el ruido más grande. Aquí delante de la casa se hizo un hoyo hondísimo. En medio de todo este estrépito comenzó a caer granizo y los relám- pagos, que apenas se notaban, se acercaron y oímos de repente un trueno espantoso y seguido de otro y otro, cada uno más cerca, y entonces comenzó a escampar, se alejó la tempestad y se acabó el aguacero. Después hemos sabido que en la iglesia de Santa Clara había una monja en el campanario que imprudente estaba doblando por ser día de Todos [los] Santos. Uno de los truenos que oímos fue un rayo que le cayó y la desgraciada monja quedó muerta inmediatamente y otras compañe- ras cayeron sin sentido pero no murieron. Los otros rayos cayeron en otras partes de la ciudad pero no fueron más que alarmas porque no hubo más muertos. Esta tarde estuvimos adonde las Orrantia. Por la mañana había yo ido adonde María Castello. No había visto yo aguacero tal desde un día… Ay, Dios mío, cómo me acuerdo, y llovía, y tronaba y se cruzaban los relámpa- gos y yo nada, nada oí. Por allá entre sueños me acuerdo

42 Cressendo: ‘creciendo’. 43 Río de sanpedro: expresión que se refiere al movimiento desenfre- nado y caudaloso de las corrientes de un gran río.

69 Soledad Acosta de Samper que llovió, también había gente en casa, ¡pero qué gente!… Me parece que vuelvo a ver aquella figura, a oír aquella voz… Cuántas veces y aun en medio del sueño se vuelve a presentar delante de mí esa figura, vuelvo a oír una voz… Y también cuántas veces recuerdo aquel suspiro tan pro- fundo, aquel gemido que parecía venir del fondo del alma. ¡Algunas veces me estremezco porque me parece que está tan cerca que no es la imaginación que recuerda sino que en los oídos me parece resuena aquel gemido!

Del hondo del pecho profundo gemido, Crujido del vaso que estalla el dolor, Que apenas medroso lastima el oído, Pero que punzante rasga el corazón.

Gemido de amargo recuerdo pasado, De pena presente, de incierto pesar; Mortífero aliento, veneno exhalado Del que encubre el alma ponzoñoso mar.

¡Ay! ¡El que vio acaso perdida en un día La dicha que eterna creyó el corazón, Y en noche de nieblas, y en honda agonía, En un mar sin playas muriendo quedó!

Y solo y llevando consigo en su pecho Compañero eterno su dolor cruel, El mágico encanto del alma desecho, La pena, su amiga y amante más fiel;

70 Diario íntimo

Miró sus suspiros mirarlos el viento Sus lágrimas tristes perderse en el mar, Sin nadie que acuda ni entienda su acento, Insensible el cielo y el mundo a su mal.

Y ha visto la luna brillar en el cielo Serena y en calma mientras él lloró, Y ha visto los hombres pasar en el suelo ¡Y nadie a sus quejas los ojos volvió!

Y él mismo, la befa del mundo temblando, Su pena en su pecho profundo escondida Y adentro en su alma su llanto tragando ¡Con falsa sonrisa su labio vistió!…

¡Ay! Quien ha contado las horas que fueron, Horas, otro tiempo que abrevió el placer, Y hoy solo y llorando piensa cómo huyeron Con ellas por siempre las dichas de ayer.

¡Ay! De aquel que vive sólo en lo pasado, ¡Ay! Del que su alma nutre en su pesar. Las horas que huyeron llamará angustiado, ¡Las horas que huyeron jamás tornarán!…

Quien haya sufrido tan bárbaro duelo, Quien noches enteras contó sin dormir, En lecho de espinas, maldiciendo al cielo, Horas sempiternas de ansiedad sin fin.

71 Soledad Acosta de Samper

Quien haya sentido quererse del pecho Saltar a pedazos roto el corazón, Crecer su delirio, crecer su despecho, Al cuello cien nudos echarle el dolor.

Ponzoñoso lago de punzante hielo, Las lágrimas tristes que cuajó el pesar, Reventarle, ahogarle, sin hallar consuelo Ni esperanza nunca, ni tregua en su afán.

Tal era la expresión de ese suspiro, todo esto lo decía con un solo suspiro. Y seguía el valse y la música alegre sonaba, y caras contentas en torno de nosotros pasaban. Y sentí mis párpados humedecerse porque yo comprendí todo el pesar de aquel gemido. ¿Y tanta pesadumbre se puede acabar? ¿Y en gusto se puede trocar tanto dolor? Insensata, yo creía… No puede ser, todo fue una mentira, ¿pero para qué engañarme?… Si todo fue ilusión y tanta pena no se puede cambiar de un día a otro…

Las ilusiones que fueron recuerdos, ¡ay! que te engañan…

Rossini y Meyerber son de la raza judía. La Grisi y la Pasta son de la misma raza hebrea. Soult, Massema, Men- dizabel y otras muchas notabilidades son también descen- dientes de los hebreos. Sacado de mi favorito, Coningsby44.

44 Coningsby, or The New Generation, op. cit.

72 Diario íntimo

4 de noviembre El pecho no me cabe de cólera, de despecho, ¡ciertamente que nunca he tenido tanta rabia! Anoche estuvimos adon- de mi señora Mariquita y cuando volvimos como a las diez y media la criada que tenemos nueva, se me acercó con mu- cho misterio y me dijo: «En el comedor está un clavel que le dejaron a su merced». Al principio no entendí y le pregunté qué quería decir eso. Entonces me dijo que por la tarde es- tando ella en la puerta habían pasado dos caballeros y que habían preguntado si habíamos salido y que adónde estaba yo, y que uno de ellos le había dado ese clavel para que me lo entregara. ¡La cólera no me permitió contestarle más sino que eso no podría ser para mí porque a mí nadie se atrevería a mandarme claveles! ¡Nunca se ha visto tanto atrevimien- to! Cachacos mal criados. La criada se fue asustada y como sin embargo de mi despecho tenía mucha curiosidad salí pasito y fui al comedor adonde encontré un hermoso clavel encarnado. Me dieron ganas de despedazarlo, pero después vi la inutilidad de tanta cólera y lo dejé adonde estaba. Lo único que hice fue llamar esta mañana a la criada y decirle que cuidado cómo volvía a recibir nada para mí de parte de ningún caballero, y que si ellos le preguntaban si me había entregado su clavel, que dijera que no porque me hubiera yo puesto muy brava. Esta sí que es aventura, ya yo sé quién es el de los atrevimientos, es uno que pasa por aquí todas las tardes. Mandarme a mí claveles, verdaderamente que no me conoce si creía que yo los iba a recibir. Por la tarde hoy estuvimos adonde mi señora Isabel Caicedo porque yo no quería quedarme aquí esta tarde y tener que ver a los infames

73 Soledad Acosta de Samper

chinos45 del clavel. Yo no sé por qué me ha dado tanta cóle- ra esto. Yo no le dije a mi mamá por qué era que tenía que salir hoy, así es que está curiosísima para saber la razón del deseo de salir esta tarde con tanto empeño. Estuvimos hablando con Elisa sobre lo que habíamos convenido el otro día, que ella y yo buscaríamos novio para que nos acompañaran en un viaje que habíamos proyectado el otro día —en burla por supuesto— porque sin hombres no podíamos ir. Ella se encargó de buscar por su lado y yo por el mío. Yo le dije que imposible me había sido encontrar. Aunque más había hecho ella: me dijo que como estaba de luto no había podido hacer diligencias, no pudiendo salir a la sociedad. Entró don Pepe Caicedo y estuvimos hablando de viajes por mar, y estuvo él refiriendo un naufragio que habían sufrido unas personas de aquí en el mar de las Anti- llas, cómo habían estado ocho días esperando la muerte por- que al buque de vapor en que venían se le habían roto las ruedas con la tempestad. Cuando pudieron componerlas y los pasajeros comenzaron a verlas mover, todos, hombres, mujeres, muchachos de todas edades y religiones, se habían precipitado de rodillas para dar gracias a Dios porque los había salvado de un peligro tan eminente.

Porque orar es enlazarse desde el suelo con los tímidos ángeles de Dios.

45 Chinos: según el diccionario de colombianismos de Julio Tobón Betancourt se denomina chino a un niño o a un muchacho, inclu- so a un criado.

74 Diario íntimo

El capitán lloraba… de gusto, y por fin con mil traba- jos pudieron arribar a las costas de Luisiana. Los pasajeros tenían tanto terror al pensar en embarcarse, que muchos decidieron quedarse allí más bien que volver a confiar sus vidas a tan temible elemento.

6 de noviembre Estamos en domingo por la tarde. No había escrito en días pasados, pero no sé por qué. Ayer tarde… Mi pluma rehúsa escribir… Mi mente no puede formar pensamientos apropiados, frases para expli- car mis sentimientos. Ayer tarde qué gozo sentí destilar dulcemente en mi alma. Estaba yo sentada cerca de la ventana leyendo y me inte- resaba lo que leía —era Iskander, de Israeli hijo46— cuando entró mi mamá y me dijo: «Adivine de quién he recibido un regalo de un libro». Yo por supuesto no pude adivinar. Entonces me entregó un libro divinamente empastado con letras de oro encima dedicándoselo el autor. No sé lo que me pasó, sentí por un instante el placer más grande. ¡Con- que esta es su obra! Es decir que no me ha olvidado, que todavía se acuerda. Sería entonces verdad lo que creía, ¡es decir que no me he engañado!… ¿Leer, leer después de esto? Imposible. Me salí al balcón y toda la naturaleza parecía estar feliz como yo. El sol brillaba y los cerros se sonreían y me parecía que se había abierto un manantial de alegría en

46 The Rise of Iskander, novela de Benjamin D’Israeli, escrita entre 1830 y 1833.

75 Soledad Acosta de Samper mi corazón. La sonrisa no dejaba mis labios, dulces emocio- nes mecían mi corazón. Encantadoras ideas y pensamientos volaban al través de mi espíritu, cuán lindo me parecía todo, qué amables se me hacían las gentes. En fin, el sol entró en mi alma y la calentó con sus rayos la esperanza. Una calma completa reemplazó las dudas y negros pensamientos que me alimentaban un instante antes, la serenidad más com- pleta reinaba en mi alma. ¡Cuán feliz estaba! ¡Cuán profun- damente feliz estaba! ¡Y no tengo a quién comunicar mis más íntimos sentimientos! ¿No hay aquí una persona que pudiera simpatizar conmigo, no hay a quién comunicarle mis alegrías? Tú…, mi Diario, recibe mis pensamientos… Tú…, no más, conoces la extensión de mi gozo… Guarda mis ideas y no las vayas a revelar a ningún ojo imprudente y curioso. Pobre Soledad47, ella no más. Aunque no me entiende bien, aunque todavía no ha podido conocerme a fondo… me quiere, y cree y simpatiza con todo lo que yo le comunico. Tiene una idea vaga de poesía, y aunque ella misma no lo conoce simpatiza con mis ideas.

7 de noviembre Estoy leyendo la historia. El estilo me parece claro, fácil de agradar, atrae y lleva en la corriente de su elocuencia e

47 Se trata de una prima de la autora. Vivía en Guaduas pero pasaba algunas temporadas en Bogotá. Estando en su casa de Guaduas conoció la autora a José María Samper. Es una de las pocas perso- nas con las cuales la autora tiene una relación más cercana, como se verá más adelante.

76 Diario íntimo interesa tanto, que al ponerse a leer, tiene uno que seguir porque no puede menos. No sé si es que a mí me gusta, pero me parece que el talento está pintado en cada frase, se co- noce mucho estudio y pensamientos elevados, profundos, románticos y armoniosos. Boyacá, 7 de agosto de 181948. Acaban de salir del Palacio del presidente con música, quién sabe por qué será. Hoy hubo una discusión muy aca- lorada en la Legislatura Provincial sobre la casa de Refugio, y Murillo pronunció un discurso muy espantoso contra las señoras de Bogotá. ¡Qué hombre tan infame! El sapo Gómez le contestó con mucha energía defen- diendo a las señoras y diciendo que hasta ahora había sido siempre de las opiniones del doctor Murillo, pero que ahora estaba enteramente opuesto al discurso que acababa de pronunciar y que no aguantaba que se dijeran cosas como esta de las señoras. Mi tío Benito dijo que le había dicho Zaldúa en mucho secreto que iba a acusar al presi- dente, ministros y gobernadores de Zipaquirá, Antioquia, Cartagena, y que él podía hacerlo como Ministro de la Corte Suprema. Quién sabe en qué parará todo esto. Los miembros de la Legislatura Provincial hicieron una peti- ción unánime al presidente para que pusiera orden, porque todos los miembros de Zipaquirá tuvieron que disolverse, no pudiendo obrar en libertad en aquel lugar. Muchos de ellos están aquí. Qué gobierno este tan malo, cuando le

48 Boyacá, 7 de agosto de 1819: lugar y fecha de la batalla que deci- dió la Independencia del país. Tal vez se refiere a un apartado del libro del amado.

77 Soledad Acosta de Samper entregaron la comunicación a Obando dijo: «Que se des- pedacen esos pícaros conservadores y gólgotas y entonces pondré remedio». Esto dicen que es cierto porque una persona dice lo oyó. Pero quién sabe, hay tantas exagera- ciones en el mundo que siempre hay que ponerle cuaren- tena a todo lo que dicen. No porque yo crea que Obando no sea capaz de cualquier cosa que tenga maldad, por- que esos son sus sentimientos, sino porque yo nunca creo nada si no tengo pruebas evidentes de su certeza. Tengo que escribir para Guaduas esta noche. Así es que dejaré de escribir aquí.

9 de noviembre Ayer tarde estuvo aquí María E. y llovió muchísimo mien- tras duró la visita. Cuando escampó vino el señor Childe a llevársela, y aunque nosotros le dijimos que se quedaran a tomar el té, no quisieron porque los esperaban en su casa. María tiene mucho deseo de baile y quiere divertirse, y como el día del Santo de Virginia habrá baile allá, me co- misionó para que la convidaran. Anoche estuvimos donde mi señora Mariquita organizando el baile. Yo, aunque es- taba muy animada sobre la materia, siempre no tengo toda la gana que manifiesto porque siempre en toda diversión siento como que me falta algo, como que no tengo interés, en fin, nadie me interesa, nadie me llama la atención. ¡La esperanza sin embargo me sostiene!… ¡Qué locura! Pero como dicen que el que se está ahogando de una espina se agarra, así yo por última esperanza me acojo a lo que me ha dicho la sortija magnetizada. ¡El baile será el día 20 y la

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sortija me ha dicho que él está aquí el diecisiete! Feliz día. Pero cómo voy yo a creer en esta simpleza, son ilusiones. Son las siete. Ha llovido todo el día. Fuimos a la Calle Real con María C. Yo compré un camisón de lino bordado de blanco para tertulias. ¡Qué vida esta! ¡Continuamente comprando cosas para parecer mejor de lo que se es!… Y en esto se pasa el tiempo, horas enteras conversando sobre lo que se debe poner y lo que se debe dejar de poner. ¿Y para qué? Para que digan estaba bonita o estaba muy ele- gante o bien vestida. Esto halaga el amor propio, esto les gusta a algunas mujeres que les digan en su cara, lo crean o no. A mí basta que me insinúen un cumplimiento para que crea que quieren burlarse de mí. Y hay hombres que creen que este es el único modo de agradarnos a nosotras, ¡pobres mujeres!… ¡Ay!, cuántos modos hay para tratar de agradar cuando verdaderamente se siente lo que desea decir. ¡Sí!, ¡con cumplimientos y suspiros a destiempo no me ganarían a mí! Yo necesito un sentimiento que esté ajeno de estas pequeñeces, un sentimiento que sea sublime, bello, noble, que no sea lo que comúnmente llaman amor y que no es más que una ilusión pasajera, facticia. ¡El sen- timiento que yo soy capaz de experimentar no se acabaría ni con la muerte!… Y esto mismo lo exigiría en cambio. Pero se necesita un alma pura, poética, hermosa. ¡Ay de mí!, no la podré encontrar, quién sabe, ¡me estremezco al pensarlo!… Estuve esta tarde leyendo a Henriette Temple49.

49 Henriette Temple (1837), otra novela de Benjamin D’Israeli. His- toria de amor.

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¡Qué escenas se encuentran en este libro!… ¡Estoy segura de que no se debía dejar leerlo a muchachas de imaginación viva, exaltada, porque aunque no tenga nada de malo, una muchacha sin experiencia creería que todos los hombres son como Fernando Armin y se convencería de que ellas debían hacer todo lo que hace la heroína! En la vida y como está organizada la sociedad sería imposible. Es solamente en Inglaterra, el país clásico de la libertad de las mujeres, que se ven tales cosas. Se pueden sentir tales cosas pero quién las va a decir a un hombre que no ha conocido más de cinco días, aun- que en menos tiempo creo que se puede sentir lo que ella sintió. Pero creo que sería faltarse a sí misma el confesarlo. «La vida no se data solamente por los años. Los acon- tecimientos son los mejores almanaques».

10 de noviembre «Platón creía en la existencia de un anteotipo espiritual del alma, así es que desde que nacemos tenemos en nues- tro interior una cosa que nos impele a buscar y a desear encontrar nuestra semejanza». «¡Ah!, ¡si los primeros sentimientos de nuestro corazón se desaparecen, se mar- chitan como las primeras flores de la primavera; los años que pasan, que se suceden como el verano se acerca, tal vez pueden traer emociones no menos encantadoras, y acaso mucho más ardientes!…». ¡Cuánto consuelo en estas palabras! Pero será posible, ¿la poesía de la vida no está con las primeras emociones? ¿Tal vez estos sentimientos están faltos de su hermosura, e

80 Diario íntimo imágenes pasadas vienen a turbar la calma de estas emocio- nes, y entristecer con las formas amadas en la primavera de la vida, cuando el alma era pura y bella como el soplo del céfiro entre las flores? ¡Ay Dios!, ¡yo he oído decir siem- pre que el primer amor nunca se desaparece enteramente del corazón!… ¿Pero tal vez? Las simpatías no siendo tan iguales, los genios, las aspiraciones no siendo las mismas, sería una ilusión de la cual se puede despertar al encon- trarse de repente con el verdadero anteotipo… No me enamoró tu trato Ni tu semblante perfecto, Sino un simpático afecto Que tal vez nací con él. Yo me figuré un retrato De las gracias verdaderas, Y conocí que tú eras El original de aquel. Arriaza explica así el sentimiento del que habla el grande ingenio de la antigüedad.

11 de noviembre ¡Jazmín, jazmín, qué lindo eres! ¡Tus pétalos blancos lle- nos de perfume me entusiasman! Tus botones sonrosados con el color más tierno, tus hojas pequeñas erguidas pre- ciosas, todo, ¡todo en ti, lindo jazmín, me llena de delicia y mi corazón late apresurado a tu vista! ¡Pero todo esto es ilusión, porque no los veo verdaderamente sino pinta- dos! Quién pudiera aspirarte, fragante, divina flor, quién

81 Soledad Acosta de Samper pudiera contemplarte admirada al recordar días ya pasados momentos, momentos nunca olvidados. ¡Sí!, ¡los recuer- dos que tú me traes, linda flor, son tan hermosos! Nunca puedo mirarte sin recordar palabras que todavía suenan en mi oído entusiasmado, me parece volver a ver una fi- gura que ya pasó lejos de mis tristes ojos, una figura que jamás podrá huir de los ojos de mi espíritu. Voy a copiar unos versos de Agripina. Los primeros no me parecen tan buenos como los últimos dos que publi- caron en El Pasatiempo,

§§ Un diseño Es tu labio voluptuoso y tierno Suena tu voz en mi oído Como una emoción de amor, Como brisa matinal, Embriagante y delicioso Con murmurante ruïdo Como el beso misterioso Como tímido gemido De una flor con otra flor. De albo seno virginal.

Es radiante tu mirada Como sueño que acaricia Cual fugaz exhalación. Es tu aliento embriagador, Y ora límpida, animada, Y me inunda de delicia Ora lánguida, apagada, Como cántiga propicia, Me enajena el corazón. Como suspiro de amor. Como despliega la brisa Los pétalos de un botón, Tal tu mágica sonrisa Abre tu labio que hechiza Con suavísima presión.

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§§ El sauce

[i] [ii] Cual con blando movimiento Cuando en la noche callada, Los sauces se balancean Mustio sauce, yo te miro, Y sus hojas juguetean Un prolongado suspiro Agitadas por el viento. Le doy al viento angustiada, Cuando del sol los reflejos Que eres tú, sombra querida, De oro límpido bermejos Remedo fiel de mi vida En el oriente a lo lejos Pálida, descolorida, Descuelgan su pabellón, Llena de duelo y pesar. Dulcemente enardecidas Por eso al verte doliente Mis ilusiones queridas De lágrimas un torrente Agitan mi corazón. Siento agitado y ardiente Por mi mejilla surcar.

[iii] [iv] Sauce mudo, silencioso Porque lánguido te quejas Que vegetas infelice Si la juguetona brisa ¿El cielo no te predice Al rozarte inquieta riza Algún porvenir dichoso? Tus tembladoras guedejas. ¿Has de apurar noche y día Tal vez la grata memoria Tu negra melancolía De alguna escondida historia Sin que hermosa te sonría Guardas tú… ¡sueños de gloria Jamás la esperanza, di? De otro tiempo que pasó!… ¿Has de ver cual yo los años, ¡Y murmura misterioso Unos tras otros huraños Entre tu ramaje umbroso Pasar, sólo desengaños Un acento quejumbroso Dejándote en pos de sí? Como eco de un triste adiós!

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[v] [vi] Eco dulce que en mi oído Cuando de la blanca luna Al recogerlo vibrante, La lumbre que se derrama De emociones palpitante, Se cierne de rama en rama Mi corazón ha sentido, Poblándolas una a una, ¡Ay!, Cuán trémulo se exhala Cuando en silencio profundo Y blandamente en el ala Duerme fatigado el mundo Del aura sutil resbala En tanto que furibundo [Que besa mi ardiente sien]50. Lejos ruge el aquilón, Yo al escucharlo en tanto ¡Oh!, ¡Cuánta dulce poesía, Entono mi triste canto Cuanta célica armonía, Que entre suspiros y llanto Revelan al alma mía Un eco vuelve también. Magnífica otra mansión!

[vii] [viii] Hay en la noche tranquila Tú que mudo me contemplas, De natura en el reposo Sauce, tú acaso me entiendes, Un no sé qué misterioso, Sí, tú solo me comprendes, Como un genio que vigila. Tú que mi tristeza templas… Y entre tu suelto ramaje, El tiempo vuela incesante. Y en tu menudo follaje, Quizá no esté muy distante Suena un místico lenguaje De mi fin el crudo instante, Que hace mi alma conmover. Ese instante de dolor ¡Ah!, ¡Si expresar elocuente En que el alma se depura, Pudiera entonces mi mente Deja la materia impura, Todo cuanto sueña ardiente En su espléndida hermosura Mi corazón de mujer!… Se remonta hacia el señor.

50 Esta línea no aparece en el manuscrito, pero la hemos reproduci- do aquí, de la versión publicada en Ecos de los Andes, para que no quede incompleto.

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[ix] [x] Cuando una losa olvidada Mas puede que llegue un día Cubra mi escondido osario, En que piadoso viviente Ve tú, sauce solitario, Derrame llanto ferviente Vela mi postrer morada. Sobre mi lápida fría: Recoge tú mi memoria, Entonces, si silencioso, Guarda fiel la triste historia Conteniendo su sollozo, De mi vida transitoria, Con ademán lastimoso, De mi continuo soñar. Alza su mirada a ti, Guarda mi nombre escondido, De su pena condolido Y no del viento silbido Con acento conmovido Ni del céfiro al gemido, Lanza un lánguido gemido No lo vayas a confiar… Que le responda por mí.

Agripina Samper

What is thy power! Music! 51

¡Ah! ¡Qué dulce armonía!… La rêverie52, un nombre a propósito para esa linda pieza. ¡Ah!, cuántos recuerdos me traen aquellas notas llenas de dulzura y al mismo tiempo de una cierta calma triste como el suspiro del viento entre las cuerdas de un instrumento. Entonces, ¡sí!, ¡entonces!… Cuando por primera vez oí yo aquella música, ¡cuán dife- rente era! Mi corazón sencillo no abrigaba secreto alguno ni el viento de la pasión había tocado mi frente. Entonces, alegre, sin más pensamiento que el deseo de aprender, sin

51 «¡Cuál es tu poder! ¡Música!». Tiene que ver con los sentimien- tos de tristeza que despierta la música.

52 La rêverie: ‘la ensoñación’.

85 Soledad Acosta de Samper más deseo que el de correr libre en los campos lejanos de mi adorada Patria… ¡Sí!, ¡porque siempre, desde mi más tierna niñez, todos mis gustos estaban concentrados en mi Patria! ¡Patriotismo! Noble sentimiento que siempre abriga mi alma. Entonces no estaba mezclado con otro sentimiento alguno. ¡El jardín de la casa de educación! Me traen otra vez a la memoria aquellos acordes deliciosos el olor, el suavísimo perfume de jazmines y de lilas de que estaba rodeado aquel jardín. Allí cuántas veces, sumergida en meditación, perdía de vista a mis compañeras que pasea- ban por allí. Sentada sobre un banco de piedra debajo de las espesas sombras de los tilos y coronada por los jazmines que había cogido, escuchaba como entre sueños esta pieza que a- travesando su armonía la ventana del salón de estudio me llegaba hasta adonde estaba yo, dulcificada en sus acordes por la distancia. Allí sentada dejaba ir mi imaginación y me pintaba mi Patria, los sitios adonde había pasado mi niñez. Sueños, la venturanza, todas mis esperanzas enton- ces se paraban en volverte a ver, ¡oh tú, Nueva Granada! Hasta que alguna de mis compañeras me despertaba de mi sueño encantador con el epíteto de sombría y cuando levantaba los ojos inflamados y las mejillas encarnadas por el entusiasmo de mis pensamientos me decía: «Pobre niña, adónde están tus sueños de fuego… Ven a jugar, ven, no seas tan sombría y no me mires así como loca. Cierta- mente tienes la sangre española muy pronunciada en tus venas con tan sombría y terrible expresión». Así se acaba- ban mis sueños dorados y poco después estaba yo loca y más loca y alegre que las demás jugando y burlándome de

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las sous-maîtresses53 a todo mi gusto. Nadie hubiera creído que era la misma niña que poco antes había durado horas enteras sumergida en pensamiento cuando ahora era la más alegre. Aunque esa alegría no duraba y pronto buscaba un lugar adonde no me viesen, o tapándome la cara con el pupitre me desahogaba en ardientes lágrimas. Esta era mi vida entonces, de pensamientos volando hacia mi Patria, de amor al estudio y, de tiempo en tiempo, momentos de alegrías sin causa y pesadumbres imaginarias. Son las ocho de la noche. Qué día el que he pasado. ¿Qué he adelantado? Nada. ¿Cuáles son los pensamientos dignos de inscribirse en las hojas del libro del tiempo? ¿Cuá- les los hechos? ¡Ningunos! Así pasan los días sobre mi cabeza sin saber qué se han hecho. ¿Para qué me hizo Dios inteli- gente? ¡Para qué todos mis sentidos si no han de servir para el bien de mi alma y de la humanidad! ¿Pero qué puede ha- cer una mujer? Mi conciencia me contesta: si no puedes hacer obras nobles, hechos dignos de memoria por tu sexo y tu corta inteligencia, puedes hacer la felicidad de las per- sonas que te rodean. ¿Qué bien tratas de hacer cuando está en tu poder mejorar la suerte aunque sea de alguna desgra- ciada? ¿Por qué en lugar de dejarte llevar por tu mal humor y por tu orgullo no haces algún bien, no buscas en tu imagi- nación la felicidad de algún ser viviente? ¿Por qué no tomas un libro filosófico y meditas sobre la nada de la vida y la

53 Sous-maîtresses. Maîtresses: palabra francesa que significa ‘maes- tras’. La autora puede estar refiriéndose a alguna jerarquía dentro de las maestras.

87 Soledad Acosta de Samper grandeza del alma que está bajo nuestra guardia? ¡Y te dejas llevar por tus impresiones pasajeras de una tristeza mórbida sin razón, sin causa! ¡Ah, carácter malo! ¿Y está en tu poder remediarlo y no lo haces? Desgraciada, no te dejes llevar por tu imaginación porque si le sueltas la rienda, aunque creas que es agradable sentirse llevar por el aire y profundizar las honduras de tu espíritu, por fin llegará el día en que impe- tuoso no puedas detenerlo. Y ahora dime, cuál fue la causa de estar recostada en el butaque con la frente arrugada, las manos apretadas de colérica impaciencia, sin saber por qué. Dime por qué cuando te ponen un papel en la mano tu frente vuelve a tomar su forma natural, casi de sonrisa, tus ojos brillan de placer y tus manos cogen el papel con preci- pitación, por qué es que te vuelve otra vez el buen humor y casi amable —porque nunca lo eres enteramente— puedes hablar y reírte. Ah caprichos del alma, de los sentimientos humanos. ¿Qué es lo que has visto, qué te importa lo que dicen? Qué te debe interesar esa persona, ¿unas pocas líneas en un papel público pueden hacer tantas maravillas? ¿Qué son esas líneas que miraste con tanto gusto? Estas eran las palabras que volvieron el sol al alma llena de amargura:

Felicitamos al señor… por el triunfo que ha obtenido con su publicación. Ella nos revela un nuevo atleta que colgando su lira por unos momentos, ha empuñado el severo buril de la historia y con él ha descendido hasta el fondo de la sociedad. La figura histórica… sale ani- mada y vigorosa bajo los rasgos de la blanda pluma, como Minerva tomara vida del cerebro de Júpiter.

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El estilo y la estructura de su narración son sostenidos. El señor… es poeta, escoge las palabras por la dulzura de sus sonidos y coordina los periodos según la melodía de su cadencia, y en lo general su estilo es como un espejo convexo que refleja todos los rayos luminosos y que brilla bajo cualquier punto de luz que se le mire. Patriotismo y sentimiento, imparcialidad y decisión son las dotes pro- minentes en ese escrito, al que parecen trasladados los movimientos del alma de su autor.

12 de noviembre Anoche estuve leyendo el arte de pensar de Condillac54. ¡Qué obrita tan agradable! Tan necesario es aprender a pensar con fijeza como cualquier otro estudio, y es lo que menos enseñan a la juventud. Qué graves resultados pue- de acarrear el pensar sin orden ni fijeza y dejarse llevar por la imaginación engañadora. Acabamos de entrar de la calle. Estuvimos pagando algunas visitas. Fuimos adonde doña Medarda Carrizosa, que es una mujer que me desagrada muchísimo, tan seria, tan seca. La hija es regular de cara pero me parece muy bobita la pobre. Tomás Campuzano la saluda mucho y parece que la admira mucho. Dicen que el viejo Carrizosa es muy rico. Está lloviendo, gracias a Dios que volvimos. ¡Ay!, qué trabajo es tener que cumplir estos deberes que nos exige la sociedad. De una canción copié estos versos

54 Étienne de Condillac (1715-1780). Filósofo francés autor de L’Art de raisonner (1769).

89 Soledad Acosta de Samper que tienen no sé qué de patéticos que me agradan y me interesan.

I stood amid the glittering throng, I heard a voice its tones were sweet! I turn to see from whence they came And gazed on all I long’ d to meet! She was a fair and gentle girl! Her bright smile greeted me by chance, I wisper’ d low, I took her hand And let her forth to dance.

There was but little space to move, So closely all were drawn; But she was light to heart and step And graceful as a fawn. A virgin flower gemm’ d her hair, Her beauty to enhance: She was the star of all who stood In that close cottage dance.

I’ ve moved since then in princely halls I tread, I tread them now; I hold in mine, the hand of one, Of one with coronetted brow; I may seem to court her smile, And I may seem to heed her glance; But my heart and thoughts wander home, To that sweet country dance.

Oft when I sleep, a melody Comes rushing o’er my brain: And the light music of that night Is greeting me again.

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I take still, her small hand in mine, Amid my blissful trance; And once more, —vision worth a world— I lead her forth to dance.55

Estos versos son malos pero tienen algo que me gusta. Los últimos rayos del sol reflejados por las nubes en el horizonte venían a iluminar un lado de los portales, que parecían salir de entre la oscuridad que los rodeaba, como refleja un espejo los rayos de luz lejanos cuando todo queda en su rededor en tinieblas. El enlozado de la cua- dra recibía alguna luz, bastante para que los transeúntes vieran una pequeña sombra que parecía la figura fantás- tica y triste de algún espíritu que recorría la tierra en que

55 Canción norteamericana de autor desconocido: «¡En medio de es- plendorosa multitud, / Oí una voz de tonos dulces! / Torné a bus- car su origen / ¡Y encontré lo que anhelaba! / ¡Era una hermosa y tierna niña! / Su sonrisa brillante se encontró con mis ojos, / Yo su- surré, tomé su mano / Y la invité a bailar. // Había poco espacio, / Todos bailaban cerca, / Y aun así su corazón y paso eran ligeros / Y graciosos como de cervatillo. / Una flor adornaba su cabeza / Para aumentar su belleza: / Era la estrella de todo lo existente, / En aquel baile familiar de la cabaña. // Desde entonces he estado en elegan- tes salones / Que aún ahora recorro; / Estrecho entre mis manos las de otra / De elegante expresión; / Y puede parecer que atiendo a su sonrisa, / Y puede parecer que sigo su mirada; / Pero mi corazón y pensamientos aún van a casa, / A ese dulce baile en la cabaña. // A menudo cuando duermo, una melodía / Se adentra en mi cabeza: / Y la suave música de aquella noche, / Me vuelve a saludar. / Jun- to de nuevo su mano con la mía, / En adorado trance; / Y una vez más, ­—visión que vale un mundo— / La invito a bailar».

91 Soledad Acosta de Samper había habitado mientras tenía vida. La calle fría, sombría, mojada por la lluvia que había caído todo el día. Las casas que se veían a lo lejos como gigantes aterradores y pare- cían más altas y más tristes que de costumbre. Los pasantes subían y bajaban a pasos contados y pesados, los paraguas al hombro y las cabezas inclinadas hacia el suelo. Parecía que la atmósfera cargada de humedad había invadido a todos con la melancolía más mórbida. La pobre esposa abandonada estaba en su balcón recostada; qué cara de tanta amargura, el pesar se veía pintado allí, ¡infeliz! Tal vez estará recordando. Tal vez al mirar aquellas nubes de grana que pierden el color por momentos las ves tú como tus esperanzas burladas, ¡los sueños de alegría que acari- ciaba tu pura juventud! Sí, y tal vez la imagen de aquel que te abandonó vuelva a pasar por tu mente tal como lo viste por la vez primera. Recordarás sus palabras, tal vez su voz volverá a resonar en tu solitario oído. Y también seguirán pensamientos terribles, los días, las horas, los meses pasa- dos en angustias sin nombre, ¡en espantosa desesperación cuando encontraste que te había abandonado!, ¡que ni una palabra de recuerdo te ha mandado el ingrato! Y pasa la gente, y te miran distraídos, y no saben la pesadumbre que abriga ese pecho. Y todos dicen que tiene la infeliz una fisonomía repugnante, y nadie sabe el misterioso pesar que encubre tu corazón sumergido en tinieblas y lágrimas como la tarde. La noche ya había ganado la victoria sobre el radiante día y sus sombras ya oscurecían totalmente la tierra cuando cerrando el gabinete vine a escribir mis pen- samientos con la benéfica luz de la lámpara.

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13 de noviembre, domingo A misa a la Enseñanza. Me encontré con mi señora Isabel y con Elisa. Me vestí, fui a mi cuarto y allí leí un rato la historia56. Me llamaron a la sala. Por la tarde, en el balcón, conversación con las Orrantias. Dolores habló de muchos casamientos que iba a haber. Pasó una señora muy com- puesta, y dijo ella que era que esas gentes iban a un casa- miento de Joaquín Calvo, el loco, con una Azcuénaga.

14 de noviembre Anoche estuvimos adonde mi señora Mariquita. Allí fueron unas Parises con Joaquín María París, que ya es un joven, regular mozo, ¡el compañero que era de mi niñez! Cómo se pasa el tiempo. El universo en su giro perpetuo, va cam- biando a todo el mundo y a cada persona. Bailamos hasta más de las once y yo me divertí bastante. Nos encontramos en la avenida con dos embozados pero tan perfectamente cubiertas las caras que no pudimos ver quiénes eran. Habían estado esos mismos un rato antes en la esquina de Virginia tocando guitarra muy tristemente. Abrimos la ventana y no pudimos tampoco saber quiénes eran, aunque yo sí le conocí la figura a uno, pero no recuerdo quién es. Voy a leer, voy a oír hablar, voy a saber las opiniones del autor de la historia. Anoche me dijeron que él había estado haciendo alborotos en Ibagué, ¡que había dicho en la barra que se declarara la guerra a los partidos! ¡Pero yo

56 Se trata seguramente del texto cuyo comentario afirmó haber leído en un periódico al final de la entrada del 11 de noviembre.

93 Soledad Acosta de Samper no creo esto, son chispas!57 de conservadores exaltados que creen que todos se ocupan de ellos sin cesar y como son tan interesantes —para sí mismos— se les figura que cada uno les hace la guerra y que los quieren matar. ¡Qué opiniones! ¡Qué ideas! ¡Qué fuerza de imagina- ción, qué fuego, qué elocuencia! Pero sus sentimientos me asustan, me aterran… ¿Cuál es su religión? Temo mucho que su imaginación tan ardiente, tan entusiasta, lo haya arrastrado demasiado lejos y que buscando el camino de la verdad se haya extraviado de él. ¿Pero qué razón tengo yo para decir esto?… Tal vez la religión pura, hermosa como en la primavera del cristianismo, la habrá encontrado en las bondades de su corazón. ¿Y quién sabe si esa no es la más verdadera? Son las siete de la noche. Está lloviendo muchísimo. Qué noche tan desapacible. Se está hablando aquí entre mi mamá y mi tío Benito de la sociedad. ¡En general la gente es tan mala, Dios mío! Cuántas picardías, asesinatos, robos, hechos viles. Qué cosa tan espantosa, qué gente tan infame hay en el mundo. ¿Así serán todas las razas? No puede ser que siga así eternamente. Eran más ilustrados y con el tiempo tienen que ser más buenos, a lo menos estoy yo segura que la sociedad se mejorará con mejores institucio- nes y leyes. Hoy hace tres meses que estábamos en Guaduas. Siguen hablando aquí. Ya hablan de muertos y de gen- te viva, ya de cosas sucedidas ha mucho tiempo, ahora de

57 Chispas: ‘chismes, habladurías’.

94 Diario íntimo personas de Guaduas. Hablan de E. L.58, que era tan buena, tan linda, tan alegre. ¡Mi corazón palpita, escondo la cara entre las manos! ¿Por qué es que siempre la risa se me acaba sobre los labios cuando oigo el nombre de esta muchacha? No puedo hablar nunca de ella sin que me entristezca, sin que una profunda melancolía se apodere de mi alma. ¡Des- graciada! No quiero pensar más en ella. Sigue la conversación de viajes, de París, del tiempo en que llegamos a este país. Qué cosa tan rara es seguir el hilo de una conversación. Una cosa trae otra entera- mente distinta pero que recuerda la anterior y sigue… Ya hablan de casamientos, que necesitan novios para Sole- dad y para mí. ¿Cuáles son las cualidades que dicen que se necesita que tengan? Buenos, ricos —lo menos—, buenos mozos, que por última cualidad tengan talento. ¿Pero saben lo que yo podría admirar? Solamente la hermosura que da el talento necesito, yo no solamente qui- siera encontrar uno que habría de ser bueno, sino… Tal vez no debo tener estas ideas, pero no podría nunca amar, admi- rar, sino a un hombre que tuviera una noble ambición. Sí, ¡ambición de ser más que todos! ¡Noble y santa ambición, aquello que es el deseo de exceder por su talento y virtudes a sus compatriotas! ¡Y dejar a la posteridad un nombre! ¡Pero qué!, ¡vivir por vegetar, vivir para que cuando le cubra la tierra sus restos mortales no quede nada a la posteridad, estar amarrado a un ser que no pensara más que en la como- didad de la persona! Qué apatía, qué desesperación. Vivir

58 Se trata de Elvira, primera esposa del amado y muerta en 1852.

95 Soledad Acosta de Samper para ser algo, vivir para ser héroe, para hacer algún bien a la Patria, para verse superior a los seres con quien comu- nica, para conocer que es hombre, que tiene alma, que no es bruto. Mejor es vivir un instante y tener gloria eterna, ¡que los años que vengan tengan su nombre entre los héroes y que enseñen a sus hijos a respetarlo! ¡Qué importan mar- tirios! Qué desgracias serían bastante grandes en la tierra si se pudiera saber que sería honrado por el porvenir. Esto sí es vivir, esto sí es gloria… ¡Yo quisiera ser más bien Carlota Corday, la verda- dera heroína que vendió su vida por hacer algún bien a la Patria!59. Cambiaría con entusiasmo una larga vida de

59 Charlotte Corday D’Armont (1768-1793) es la mujer que dio muerte a Jean-Paul Marat (1743-1793), quien como administra- dor de la comuna tuvo gran parte en las masacres de septiembre de 1791 y en la persecución contra los girondinos. Corday era una girondina ardiente, una mujer inteligente y lectora asidua; ante la proscripción de los girondinos, refugiados en Caen, consideró que Marat era el principal obstáculo para la salud de la nación. Sin ha- cer partícipe a nadie de sus planes, viajó a París y pidió audiencia para darle informes sobre los acontecimientos de Caen; Marat la recibió desde su bañera, y en ella Corday lo apuñaló. Allí mismo esta mujer se dejó apresar, y después de un juicio murió en la gui- llotina. Probablemente Lamartine se refiere a ella en su obra sobre los girondinos (Girondins, 1846), inmensamente popular entre la juventud liberal colombiana de mediados del siglo xix.

96 Diario íntimo quietud y lo que llama el vulgo felicidad por vivir recordada como la Pola Salavarrieta60. Esto sí, esto llamo yo vivir61. ¡Pero adónde está la fama de Patriota! ¡Ay de mí, que la Patria ya no reconoce héroes! ¡Servir a su Patria!… Qué entusiasmo se apodera de mi corazón al oír estas palabras. ¿Pero yo qué puedo hacer? ¡Mujer! Sí, ¡podría ser algo! ¡Pero adónde está el genio, el talento que se necesita para tan santa misión! ¡Dios me ha concedido bastante entendimiento para conocer la necesidad del talento, para saberlo apreciar! ¡Para admirarlo! ¡Pero aquella inspiración sublime que viene del cielo para llenar de felicidad a los que tienen la dicha de oírla!, ¡la elocuencia! Qué cosa tan hermosa. Con ella se hace lo que se quiere con los hombres, ¡con ella se han hecho todas las maravillas de la tierra! ¡Sin ella no hubiera habido héroes, sin ella no se habrían desbaratado imperios, no se habrían creado repúblicas, no se hubiera conquistado el Nuevo Mundo! ¡Y la elocuencia es hija del talento! ¡Y el talento me lo ha negado el Ser Supremo, dis- pensador de todas las dichas del mundo! Quién sabe cuál

60 Policarpa Salavarrieta: heroína y mártir de la lucha de Independen- cia colombiana. Participó en la resistencia contra la reconquista española y fue fusilada en Bogotá el 14 de noviembre de 1817. 61 Es interesante la manera en que habla de la ambición de gloria que deberá tener el hombre a quien ella ame para pasar a ejemplos de mujeres y a su propia ambición. En una entrada anterior había ya hablado de qué podía ella hacer como mujer, y de lo poco que el medio tenía previsto para ellas.

97 Soledad Acosta de Samper será mi misión sobre la tierra. Ciertamente que no debía dejar que mi imaginación impotente vagara en terrenos que nunca puede llamar suyos. Yo inspiradora de los hom- bres, ¡yo! Infeliz, déjate de sueños y piensa en que debes ir a entregarte al poder del sueño que te espera, ¡desgra- ciada!… Son las diez pasadas y contra toda mi voluntad dejo todas estas ideas agitadoras para ver si el sueño me trae la calma que necesito y aquieta el torrente que hace latir mi pobre corazón…

15 de noviembre Son las siete de la noche. Mi imaginación vuela hacia la escena que estaba pasando en casa hoy hace tres meses. Era de noche. La luna se había levantado hermosa y risue- ña plateando todo el valle y la torre de la iglesia daba una larga sombra sobre la plaza, cercada de guaduas lisas y re- dondas que reflejaban también la tranquila luz del plane- ta. De tiempo en tiempo se veía la sombra de un tablado oscureciendo el suelo. La bandera nacional se hacía oír de cuando en cuando, el ímpetu del viento la movía. Estaba erguida en una alta vara en medio de la plaza. El silencio callado de la linda noche apenas se interrumpía por las risas y la conversación de las mujeres que iban a la pila a llevar agua o por el ladrido lejano de algún perro. Dos muchachas están en la puerta de la casa, una de ellas yo misma. De repente se oyen pasos de hombres que se acercan y voces. Entramos pronto a la sala. Y se paran los caminantes cerca de la puerta de la casa. Son más de ocho o diez. Qué discusión han armado aquí para no dejarnos

98 Diario íntimo salir a respirar el aire perfumado de la noche y disfrutar de tanta hermosura. No sé por qué me complazco en oír una voz que me dicen de quién es, deseo oírla aunque no distingo las palabras. ¿Por qué me gusta escucharla? No es melodiosa, jamás la había oído antes. ¿Qué misterio contiene esto? Por fin se dispersan. Salgamos a la puerta. Entra Mariano París. Un instante después se oyen pasos en la puerta y entra el dueño de la voz acompañado por otro que me desagrada. Vienen a convidar a baile. Un rato antes no quería ir, pero ahora sí estoy pronta para decir que sí, iremos. ¡Qué interesante figura! Qué amable es, y dicen que es tan malo… Me vestí después y fui al baile. ¿Estuve contenta? Sí estuve. Porque es que siempre, aun en medio del baile, buscaba siempre aquella figura y siempre que la encontraba me gustaba contemplarla. Tenía tanta gracia. Un aire de tristeza estaba pintado en su cara pen- sativa y de talento. Nunca había yo visto una figura que me interesara tanto. ¿Habría simpatía entre él y yo? No sé por qué lo digo, pero sí lo creo, una fuerza me impele a decirlo. Volví a la casa. No podía dormir, y cuando me sumergí en el sueño soñé, y con… él… Recordé un suspiro que le había oído. Tal vez pensaba en su desgracia, recor- daba sin duda la tumba fría de su infeliz esposa mientras que él se divertía. Y este pensamiento me conmovía y no me permitía cerrar los ojos acalorados. Y mis labios esta- ban secos, y parecía que un nudo atravesaba mi garganta. Por fin dormí. Desperté al día siguiente, día más calmo, y casi no volví a pensar en él. Pero… Lo dejaremos para seguir mañana.

99 Soledad Acosta de Samper

No, tengo que escribir todo lo que recuerdo porque estos días fueron los más felices de mi vida. Recuerdo que después de haber bailado conmigo, des- pués de haber estado en casa como lo dije anteriormente, qué idea se haría que esa misma noche vino con mi tío José María para que lo introdujera formalmente. Nunca olvidaré aquel instante. Su fisonomía desde entonces está grabada en mi alma. Esta tarde estuvieron aquí mi señora Soledad y las hijas. Estuve yo leyendo a Geneviève de Lamartine. ¡Cuándo hubiera yo creído al leerlo por primera vez que encontra- ría un ser que fuese tan entusiasta por este poeta y que lo mismo siendo poeta lo imitara!…

16 de noviembre Estuve leyendo la historia, los Apuntamientos62. Me pa- rece que el autor ha sido perfectamente imparcial hasta el 7 de marzo63. Se conoce que al comenzar la historia de esa administración su ánimo se acaloró, ya no es el histo- riador que ve a todos los partidos bajo la antorcha de la justicia, ¡no! Ya es el joven tribuno, el orador de las So- ciedades de partido que echando a un lado la imparciali- dad y con el fuego de su elocuencia describe este periodo, esta era, como la vio él, por entre el prisma engañador del

62 José María Samper, Apuntamientos para la historia política y social de la Nueva Granada. Bogotá, Imprenta del Neogranadino, 1853. 63 El 7 de marzo de 1849 el liberal José Hilario López llegó a la Pre- sidencia de la República.

100 Diario íntimo entusiasmo de las ideas que cree deben hacer la felicidad de su Patria y no con la verdad de los hechos. Yo creo que se ha engañado, y estoy segura de que lo que dice lo vio él, pero con los ojos de su imaginación, que embelleciendo todo lo que se le presenta engaña y hace que quede en el error. Está muy cerca el tiempo en que han pasado estos acontecimientos, y haciendo el autor un papel en ellos era imposible que escribiera con imparcialidad. Todavía reso- naban en sus oídos los gritos e injurias que había recibido del partido opuesto.

17 de noviembre ¡Son las diez de la mañana! Hoy hace tres meses mi alma estaba turbada por mil emociones contrarias. ¡No sabía qué era lo que tenía, mi corazón latía con ímpetu en mi pecho! ¡Qué noche la que había pasado! ¡Después de ve- nir del baile anterior, él nos había traído hasta la puerta y todos sus modales mostraban que yo no le era indiferen- te! Pero yo no me atrevía a creerlo. Imposible, pensaba yo, no puede ser, son cosas que yo no debía pensar. No podía echar esa imagen de mi corazón. ¡Qué noche tan terrible! Me levanté al otro día sin haber casi dormido. Monté a caballo con la esperanza secreta de que tal vez es- taría también a caballo, pero no. Volví a la casa, y cuando ya me había desmontado lo vi a caballo en la plaza. Qué caballo tan hermoso. Me parece verlo todavía haciendo caracolear el caballo. Yo estaba en la ventana, mis ojos no le quitaban un instante y qué miedo corría por mis venas cuando veía que el toro se le acercaba. Ya sus compañeros

101 Soledad Acosta de Samper lo rodeaban, ya quedaba solo de este lado de la cerca, ya daba más vueltas y volvía hacia el mismo sitio. Por fin se desmontó. Lo perdí de vista y me bajé de la ventana. Yo deseaba conversar, deseaba ver gente. Pero no pensar, no quería acordarme de nada. Son las ocho de la noche. ¡Se acabaron las esperan- zas que me habían acariciado todo el día! Sortija, sortija engañadora que me has dicho que hoy lo volvería a ver. Todo el día he estado en un estado de alarma esperando, desgraciada, que se cumplieran las promesas que me había hecho el anillo magnetizado. Se pasaron las horas, llegó la tarde, me puse en el balcón y cada forma lejana que mis ojos distinguían me parecía que era él. Pero la ilusión desa- parecía al llegar más cerca. Así se ha pasado el día. No he podido hacer nada de provecho por creer, o por lo menos esperar, que por casualidad se cumpliera este pronóstico. No he tenido ni corazón para leer y se ha pasado el día más desabrido que hay. No sé por qué no tengo ideas esta noche. No puedo escribir. Estoy cansada, aburrida del mundo, de la rutina, de los días siempre iguales sin ver una persona que le hable algo de nuevo, que le instigue de algún modo. ¡Ah!, que estoy de un humor inaguanta- ble. Me siento desalentada, ¡como que nada me interesa ya! La ilusión perdida de este día me entristece, así se me acabarán todos mis felices sueños, ¡ay! Y ahora tres meses estaba completamente feliz, a lo menos como lo puede estar un mortal en esta tierra… Sí, toda la tarde, que yo no había ido a los toros y estaba en la ventana. ¡Sí!, recuerdo bien que él, recostado contra la puerta cerrada de la casa

102 Diario íntimo de doña Petrona, se había estado allí. Tuve yo esa amable figura delante de mis ojos toda la tarde. Y pasaba delante de la puerta de la casa en que yo estaba para poder salu- dar, con tanta gracia al levantar el sombrero brillaban los rizos de pelo de oro. A esta misma hora, no habiendo yo ido al baile, estaba sentado en la puerta con Mariano con- versando. Qué noche tan divina, qué luna tan clara, tan brillante, ¡la tierra dormida debajo de sus rayos encan- tadores! Apenas se turbaba el aire de tiempo en tiempo con los gritos de los que jugaban en la plaza, o ya pasaba una pandilla de gentes del pueblo con tiples y cantando y después seguían en el baile en la otra puerta con alegres contradanzas y valses. Eran como las diez, recuerdo bien, cuando él pasó y nos saludó. No le había gustado el baile, dijo él después y se iba a escribir. Mariano. Siempre que lo veo me recuerda todo esto, así es que me gusta oírlo hablar. Tanto así me agradan estos recuerdos. Esa noche sí que dormí con tranquilidad porque estaba feliz, sin aquella agitación que había tenido anteriormente.

18 de noviembre El doctor Cuervo64 está muy malo, quién sabe si se morirá. ¡Pobre familia! Yo los compadezco doblemente porque yo también he sufrido el mismo golpe, yo también he pasado por el mismo lance, yo también he tenido una pesadumbre

64 Se refiere al político, abogado y periodista Rufino Cuervo —pa- dre de Rufino José Cuervo—, fallecido tres días después, el 21 de noviembre de 1853.

103 Soledad Acosta de Samper grande: ¡el perder a su padre! Nadie sabe, nadie ha sondeado hasta el fondo de mi alma y ha visto allí el pesar más gran- de. Perder, ver desaparecer de la tierra a la única persona que me comprendía, a la única persona que sabía lo que era yo porque me parecía en sus sentimientos, en el genio. Desde el día, desde la noche en que pude persuadirme de la realidad de tanta desgracia, desde ese momento me sentí cambiada, ¡y cuán cambiada! El pesar había hecho que de una muchacha sin pensamiento, sin ideas, apoyada en mi padre, de repente sintiera que el apoyo se me había ido y que estaba sola. Mi madre estaba ahí, pero ella no me comprende, no toma interés en mi instrucción, en mi espí- ritu. Su amor hacia mí es grande, pero no me conoce… Aque- lla noche tan amarga, tan terrible…, esa noche me volví independiente de todo y sentí que era otra. Fue grande la pena, tanto más inmensa, tanto, que nunca hablo de mi padre. Me parece un sacrilegio, me parece falta grande hablar de él y aun pensar en él con la sonrisa en los labios. Cuando quiero estar triste pienso en tan grande desgracia. Pero nunca es que siquiera pronuncio esas palabras que me conmueven, y no quiero mostrar mi pena porque mostrarla sería desear que me la alivien, y yo no quiero ser consolada. Tal vez dirán que yo soy indiferente porque todos los que pierden algún ser amado hablan sin cesar de la per- sona, de lo que hacía, de lo que decía… Pero yo no puedo. Cómo hablar con aquella impasibilidad, con aquella calma de lo que ya no existe… Y esto llaman sentir. No, no creo, yo a lo menos, yo no siento así…

104 Diario íntimo

Hay genios, hay naturalezas que no son capaces de conmoverse, que no son capaces de abrigar una pesadum- bre largo tiempo. Que pueden ver todo con quietud, con calma después de algún tiempo… Pero yo, Dios me ha dado un corazón que aunque no lo muestra es capaz de abrigar una pesadumbre, no con toda la violencia del principio, ¡pero una vez se me han conmovido las cuerdas del corazón siempre, al menor sentimiento, al menor recuerdo, vuelven a vibrar como al principio! ¡Y me creen fría y creen que yo no tengo sentimientos porque no los muestro!… Las per- sonas que no temen mostrar lo que piensan, lo que sienten, es porque sienten menos de lo que dicen, pero las personas que temen mostrarse como son es porque no están segu- ras hasta adónde las llevará la violencia de sus emociones. Así es que muchas veces las personas que parecen más frías son las que son capaces de experimentar pasio- nes más fuertes, más violentas. El proverbio inglés es muy verdadero:

Still waters run deep.

Se puede traducir: «Mientras más quietas corren las aguas más hondo es el cauce».

105 Soledad Acosta de Samper

19 de noviembre

They tell me I am happy, I try to think it is true!65

¿Por qué es que mi corazón se agita y late apresurado? ¿Por qué es que estoy triste? Tan triste como rara vez me siento. Yo no tengo más motivo de pesar ahora que antes. Todo está en una profunda calma fuera, mientras mi alma está despedazada por una apática melancolía sin causa. Todo me es indiferente, todo me aburre, me cansa. Leo y no entiendo las frases escritas, me hablan y no contesto porque no oigo, estoy caminando, conversando, viviendo, como en estado de sonambulismo. ¿Qué me importan diversiones? ¿Qué cosas son los bailes? Los bailes no tienen más objeto que unir unas personas sin entendimiento, sin pensamiento, casi sin alma, para que se cojan de las manos y al son de una música también sin alma den unos brin- cos, ejecuten unas piruetas, para que los hombres fabri- quen frases que no tienen sentido común, que no quieren decir nada, y para que las mujeres vestidas con lo mejor que tienen se rían, se crean lindas y traten de agradar a todos los monos en guantes amarillos que les hablan y se burlan después de ellas. ¡Esto es un baile y esto es lo que llaman diversión!… Qué degradado está el género humano cuando esta es la ocupación favorita. Toda esta gente, así reunida e individualmente, no tiene corazón, no les importa nada

65 «Me dicen que soy feliz. Yo trato de pensar que es verdad».

106 Diario íntimo ni nadie, ni sus propias familias les interesan, sus personas no más. ¡Qué egoísmo! La dueña de la casa que hoy me hace tanto caso, que parece que me quiere, Virginia que profesa ser mi amiga, si yo me muriera mañana seguiría el baile como siempre y ni una lágrima verterían sobre mi fin. Nadie, nadie le hace falta a otro. ¿Para qué sirve vivir, para qué? Mi misma madre, sí, ¡ella me lloraría unos días!… Pero pronto enjugaría sus lágrimas, encontraría consuelo, encontraría otras cosas en qué ocuparse y ya no quedaría en su memoria sino como un recuerdo triste que pasó… Pero… No hay quién me sintiera en esta vida. Estos han sido mis pensamientos todo el día. Están dando las ocho con melancólica pausa en los campanarios adyacentes. Hoy hace tres meses estaba yo feliz. Qué contenta todo el día. Nos fuimos a bañar a caba- llo a la canoa. Qué contenta iba yo por aquel verde llano hablando sin cesar de los pasados días, días que habían corrido, habían volado como un sueño. Cuando llegamos al baño había mucha gente. Estaba Paula con las hijas. Bajamos por un barranco algo escarpado al lugar del baño después de haber dejado los caballos arriba amarrados con- tra los árboles de los alrededores de una apertura de verde yerba y que se terminaba por una gran piedra plana que llaman laja. ¡Bajamos! Qué agua tan cristalina, hasta las piedras más pequeñas del río se veían. Nos quitamos los vestidos en una especie de cueva que había allí cerca y está- bamos tan alegres, es decir, yo estaba tan feliz, que todo me parecía lindo, toda la naturaleza me parecía se sonreía sobre mí. Los pájaros cantaban para celebrar mi alegría,

107 Soledad Acosta de Samper las mariposas volaban para mí no más. Yo conversé, yo canté, yo me reía a cada paso, estaba por fin feliz… Volvi- mos al lugar con el pelo flotando mojado sobre nuestras espaldas y haciendo que corrieran los caballos sin parar… Por la tarde estaba yo en la ventana cuando alguien tocó a la puerta y entró él. Qué conversación tan agradable. Sin mostrarlo ya conocía que para mí no más era la visita y que buscaba siempre la conversación que creía que me podía agradar. Llegó la noche y todavía estaba allí. No pensaba en irse. Trajeron velas y por fin nos dijo adiós. Soledad me decía en Guaduas que con solamente tocarme sobre una materia volvía yo a estar de buen humor aunque estuviese en la cólera más grande. ¡Así es! Aquí no tengo quién me hable de eso, pero al ponerme a escribir, a recordar aquellos felices días, me vuelve la paz al corazón. Esta noche me acuerdo que nos paseamos mi prima y yo en la plaza y que distinguía yo muy bien la figura de aquel que ocupaba mis pensamientos parado en la puerta de la casa de su madre, o ya lo oía hablar en la tienda de mi tío José María y reírse. ¡Cómo recuerdo aquella risa, tan ale- gre, tan franca! Y ya cuando sentadas en la puerta pasaba y nos decía buenas noches. Voy a leer un poco de su his- toria y así me parecerá que es que lo oigo hablar otra vez. Quién sabe si Dios me ha destinado a oír aquella voz otra vez, quién sabe si volveré a despertar de tanta felicidad. Mi Diario es como un amigo a quien no se conoce bien al principio y al que uno no se atreve a abrirle ente- ramente su corazón. Pero a medida que se conoce más se tiene más confianza y al fin le dice cuanto piensa.

108 Diario íntimo

… I go a smiling guest They call for music, and there comes Old familiar strain… I dash away the starting tear And turn and smile again!66

21 de noviembre Ayer no tuve tiempo de escribir. Nos mandaron a convi- dar de adonde mi señora Mariquita para que fuéramos a comer allá por ser el santo de Virginia. Estaban Pedro Ma- drid con su madre y esposa, Margarita París y la familia del general París. Por la tarde estuve ayudándole a Virginia a componer la sala y a adornarla con flores, pero mi corazón estaba triste. ¿Qué me importa la alegría?… A las seis nos fuimos a casa para vestirnos y volver al baile pero empezó a llover a la hora que debíamos ir. Yo quería quedarme pero mi mamá me dijo que era imposible no ir, y así lloviendo emprendimos camino. Los caños iban crecidos, el agua nos mojaba por todas partes. No había todavía gente cuando llegamos, pero pronto se llenó la sala y el corredor —que habían preparado para bailar también allí— con los convidados. Había mucha gente, Espinosas,

66 Fragmento del poema «The Lonely Heart» de la reconocida mo- ralista inglesa Sarah Stickney Ellis (1799-1872), publicado en la revista The Museum of Foreign Literature, Science and Art, vol. 25 (1834): «… Yo voy, invitado sonriente. / Piden música y comienza / Una melodía familiar… / Seco una lágrima que ya se insinuaba, / Volteo, ¡y sonrío otra vez!».

109 Soledad Acosta de Samper

Ujuetas, O’Learys, Paredes, Parises, Codazzis, Tejadas, Nei- ras y otros que ni conocí ni me acuerdo de ellos. Yo bailé con los siguientes: Joaquín París, tres. Medardo Rivas, dos. Antonio Escallón, dos. Vicente París, dos. Parodi, una. Bonitto, dos, Jacobo Ortega, dos. Fidel París, Juan Pablo Arrubla, Logan, Ricardo Rivas, Ricardo Wills, Timoteo Ricaurte y Mariano París y Antonio Ortega. En todo bailé veintidós piezas. Era mi primer baile en Bogotá. Me veía festejada, aten- dida por todos. Mi vanidad estaba contenta, pero mi cora- zón se encontraba solo y triste. En medio del baile cuando debía tener la sonrisa sobre los labios los ojos se me llena- ban de lágrimas. ¡Oh!, ¡mi espíritu volaba hacia el único ser que ha sabido conmover mi corazón! ¿Qué me impor- taban estos seres vanos, insulsos, que me rodeaban? Con la mirada trataba de encontrar alguna figura que al menos se pareciera algo a él… Inútilmente, pues no encontraba nadie en quien fijar mi vista. Bailé por primera vez la danza cubana. Me gustó, pues se parecía en algo a la contradanza y ella me recordaba momentos de alegría que jamás veré. Salimos a las cuatro y media. Mi tío Benito y Domingo nos llevaron a casa y en el camino este último me estuvo contando que habían estado en casa del doctor Cuervo, adonde estaban llenos de duelo porque creían que se estaba muriendo. Después de haber estado en medio del pesar fueron al baile, y se admi- raron y les hizo grande impresión encontrar tanta alegría y luces, flores, música y contento —a lo menos en aparien- cia— cuando a pocas cuadras de allí lloraban la muerte de

110 Diario íntimo un padre, de un esposo. El mundo sólo se compone de pla- ceres y de muchas penas, ¡mientras unos lloran otros ríen! Son las nueve de la noche. Acabamos de venir de adonde doña María Francisca, de darle el pésame porque hoy murió el doctor Cuervo a las tres de la tarde. Dicen que Antonio poco lo ha sentido a su padre, ¿podría ser cierto, cuando lo amaba tanto, no sentir a su padre? ¡No comprendo esto yo! Hoy hace tres meses a esta misma hora estaba yo pro- fundamente triste aunque trataba de parecer indiferente. Él se había despedido, se iba para el Magdalena otra vez. Me olvidaría, pensaba yo, ¿lo volverán a ver mis ojos? ¡Oh! Yo sé que él me ama, pues yo lo comprendo aunque nunca me lo ha dicho. Antes de despedirse conocí que estaba triste y sin embargo se reía y parecía contento. ¡Por qué, Dios mío, lo comprendo tanto cuando sin duda ya me habrá olvidado!

22 de noviembre Nada de particular hoy. Dormí profundamente y me soñé con aquel que ocupa mis pensamientos… Tal vez no lo volveré a ver jamás mientras que él está contento lejos de mí y mi imagen no pasa jamás por su mente. Yo, yo, yo no pienso en otra cosa, la conciencia de su existencia está tan junta con la mía que sólo de él se ocupa mi imagina- ción a todas horas. Por qué es que todos los libros que tomo hoy en la primera página sólo hablan de muerte y de cementerio. Todos son pesares. Ya hablan de la desesperación, después de la ingratitud, pero siempre hay algo en todo lo que cae bajo mis ojos que habla de muerte…

111 Soledad Acosta de Samper

Estoy cansada. Mi cabeza está pesada y tengo una espe- cie de tristeza mórbida, una especie de apatía, de frialdad que no conozco en mi corazón. Me voy a acostar. Venid, dulce sueño venid y mezclad la realidad con la ilusión, los recuerdos con las esperanzas y formad un sueño, lindo, alegre, que me dé más valor para vivir. Adiós… Adiós…

23 de noviembre Son las diez de la mañana. Acaba de pasar la procesión del entierro del doctor Cuervo. Había mucha gente, creo que estaría allí todo Bogotá. ¡Qué triste cosa es esto! Hoy tal vez pensarán en él, pero mañana ya se habrán olvidado to- dos de la existencia de tal hombre. Yo no me puedo acos- tumbrar a esta frialdad del mundo, no entiendo cómo es que se pueden reír y chancearse cuando acompañan a su último descanso el cuerpo de una persona conocida. Na- die piensa en que muy pronto tal vez ellos también segui- rán el mismo camino. ¡De entre todos los que acompañan ahora al muerto quién sabe cuántos faltarán de aquí a un año!… Y nadie piensa que le tocará su turno…

24 de noviembre Hoy nada de particular. Anoche sí hubo una cosa rara. Por la tarde estuvieron aquí Virginia y Fidel y después fuimos con ellos a la casa de mi señora Mariquita. Volvimos como a las once. Nos acostamos y después de un rato que ya me iba durmiendo oí un ruido en la calle como de música. Me le- vanté corriendo y fui a mi cuarto. Abrí a oscuras la puerta del gabinete muy pasito y vi que a la luz de dos faroles estaban

112 Diario íntimo tocando una pieza muy bonita como unos doce cachacos en- frente de la puerta de la casa, recostados contra una tienda cerrada. Había algunos clarinetes, violines y dos guitarras. Yo traté de verles la cara pero no me fue posible, estaban tan ta- pados con sus capas. Uno de ellos estaba separado de todos y más embozado que los demás. Cuando acabaron esa pieza el que estaba solo dijo «ahora», e inmediatamente se apaga- ron los faroles y cogiendo el embozado una guitarra que tenía debajo de la capa alcancé a ver con la luz de las estrellas que se adelantó y se puso a cantar con regular voz, aunque al princi- pio trémula y no se le entendían las palabras. Pero después oí que todos los versos acababan con «¡Soledad! ¡Soledad!». Acabó esta canción y la música tocó otra pieza, un valse que yo había oído en Guaduas… Cuántos recuerdos en ese valse. ¡Oh!, tiempos de dicha, ¿cuándo volveréis? ¡Jamás! ¡Y can- taba el embozado en la calle que era un tierno amante, el más fiel, el más constante! Y sonaban armoniosos los clarinetes, ¿y mis pensamientos adónde estaban? Volaban a Guaduas y a los días que ya pasaron, y sólo un ser ocupaba mi imaginación. ¡Y desde que veo que otros también me admiran y que uno que es tan apreciado aquí y dicen que es buen mozo y tiene al parecer de los demás tan buenas cualidades, desde que este me quiere hacer creer que me ama, encuentro que mi corazón jamás podrá pertenecer a otro sino a ***! Oh, qué me impor- tan los que pasan por las tardes y saludan y hacen venias sin gracia y cantan, ¿qué me importan si yo conozco uno que es para mí mejor? Por fin, después de haber tocado unas piezas y cantado otra canción, se fueron en silencio todos, y por fin se perdió en el viento el lejano gemido de los clarinetes.

113 Soledad Acosta de Samper

25 de noviembre Tengo una grande pesadumbre y no sé por qué. Quisiera llorar, irme lejos del mundo para no oír conversaciones que me chocan tanto. Aquí mi tío Benito y mi mamá no hablan de otra cosa que de serenatas y de boberías que me desagra- dan, que me desesperan. Las Orrantias dijeron que todas las noches hay música aquí. ¿Eso qué me importa a mí? He estado traduciendo algunas cosas del francés. Quiero estudiar, quiero aprender, pero me canso porque nadie toma interés en lo que sé. Sólo una persona creo yo que me podría comprender completamente, y él… Tal vez fue ilusión, tal vez él no piensa en mí. Y su linda esposa que perdió, ¿podrá olvidarla él? Jamás. ¡Qué!, ¿debo yo ocuparme sólo en un ser que no se acordará de mí más sino como una sombra que pasó por su espíritu y desapareció para siempre? Debía yo tener más orgullo y olvidarlo. Pero imposible. ¡Vano es todo esfuerzo para borrarlo de mi corazón!

26 de noviembre ¡Felicidad! Me escribe Soledad que él viene al fin de di- ciembre, que se lo dijo un hermano de ***. ¡Será cierto, Dios mío! Un mes o antes de un mes. Verlo otra vez. Qué felicidad, no sé qué escribo ni qué digo… Estuvo aquí Justo esta tarde y habló mucho de ***, y dijo que a él le gustaba mucho, que tenía un grandísimo talento y que no era como sus enemigos lo querían representar. Cuánto le agradezco que hable bien de él. ¡Y viene pronto!…

114 Diario íntimo

29 de noviembre No he escrito en estos días. Tengo pereza de todo, todo me cansa, todo me aburre. Ayer estuvimos adonde mi señora Mariquita y había allí alguna gente y bailamos. Volvimos a casa con Fidel y Vicente. Me estaba yo aprontando para entregarme al sueño, para olvidar todo y al menos descansar de mi monótona e insípida vida mientras sueño. Cuando oigo música en la calle voy al gabinete que estaba abierto, y escondida detrás de las cortinas escucho la música. Habían puesto una luz en la puerta de una tienda en frente. La noche estaba muy oscura y apenas se distinguían unos bultos de los de la serenata. Se veían a lo lejos relám- pagos y los cerros estaban cubiertos de niebla. Noche más lúgubre y música más triste no se podía escoger. Yo no sé por qué, todo, la oscuridad, el silencio que reinaba en esta fría calle interrumpido por los sonidos armoniosos de los clarinetes, me penetró de tanta melancolía tan profunda que apenas pude salir de aquella apatía, de aquella tranquila desesperación para irme a acostar cuando se alejó la música. Mis sueños se poblaron de terribles sombras y agitación.

30 de noviembre Nos convidaron a un baile pero yo no quiero ir y no voy. Yo no encuentro nunca placer para el corazón al ir a baile, aunque sí para mi vanidad de mujer. Mañana comienza el mes que decidirá de mi suerte, pues en este mes debe venir ***. ¿Pensará en mí como yo en él y cruzará mi memoria por su mente de poeta?

115 Soledad Acosta de Samper

Está lloviendo. Antes no quería ir y ahora que es imposi- ble tengo deseos de estar en el baile. Quiero que en mi diario vayan escritos todos mis pensamientos y hasta mis debilida- des. Quiero ir al baile sólo porque me gusta que me feste- jen y me admiren, tengo vanidad…, defecto que yo no creía tener y que nadie sabrá jamás. Las horas se pasan y se cam- bian sin cesar tus pensamientos. ¿Por qué te paras?… Por qué es que tu pluma dejó de escribir…, que tu oído atiende al ruido del agua. No lo oirás porque cesó ya de llover y un suspiro se escapa de tu pecho. ¡Infeliz! Así es como quie- res instruirte, con pensamientos de baile. ¿Qué te importa que llueva? No has de ir ya aunque estuvieras coronada de flores. ¿Querías sin duda ir a hacer alguna impresión? ¿Qué impresión ibas a hacer tú junto a otras muchachas mejores que tú? ¿No quieres que llueva? ¿Por qué? ¡Qué te importa la admiración de las gentes que van! No te atreves a con- testar, vanidosa eres y no quieres responder a esta pregunta aun a ti misma. Dejó de llover enteramente. Esto te ator- menta. Mejor, mejor… Están dando las ocho… Todavía está paramando67 un poquito. Acaban de salir de aquí el señor Castillo con la señora Price que venían a llevarnos al baile. No fuimos, por supuesto. ¿Lo sentí? No. Ya se acabaron los deseos de ir, tal vez el no ir será mejor. ¿Yo para qué quiero ir? Allí no está ***, qué me importan a mí otros. Soy muy boba en el deseo que tengo de ser admirada, ¿para qué me sirve esto cuando mi corazón está

67 Paramar: término empleado para referirse a una llovizna de gotas minúsculas.

116 Diario íntimo lejos?… Hasta ahora he encontrado qué vanidosa soy… ¡Defecto despreciable!…

1.º de diciembre ¿Cuándo tendré libertad? Dios mío, qué eterna morti- ficación. Ni siquiera mi cuarto está al abrigo de que me dejen quieta un momento. Ni un instante estoy sola, ni un momento… Siempre he de tener testigo para todo lo que hago. ¡Mi cuarto! Ya pronto ni mi cuarto será porque siempre he de tener quien entre y salga sin cesar. Esta tar- de cuando comenzó a oscurecer quería estar sola, sí, que- ría pensar, meditar un momento. Pero no, a cada instante se abría la puerta, que venía a cerrar la ventana, que venía a alguna cosa. ¿Qué hacer? No puedo decir nada, tengo que sufrir y callar y aguantar eternamente. No tener quien me comprenda…, quien me aconseje. No, en el mundo no hay quién simpatice conmigo. Pero ¿sobre qué es la simpatía? No sé, no me entiendo, mi mente no sabe lo que tiene. Las ideas se me enredan, mis pen- samientos son confusos, no tengo más alivio para que se calme mi corazón agitado sino el dejar correr mis lágri- mas… Y esto no me es permitido… Porque nunca, nunca puedo estar sola… Al fin fui al piano, y mientras tocaba un aire melancólico derramé unas lágrimas ardientes. ¡Cuán dulce es poderse desahogar! Cuán dulce es sentir resbalar aquellas lágrimas que se habían contenido con esfuerzo y así, al caer, volverle alguna calma al alma agitada por tris- tes pensamientos… Sin embargo yo no sé por qué tanta… Pero lástima da al pensar… Pero a mí qué me importa…

117 Soledad Acosta de Samper

¿Qué tiene de particular que yo derrame unas lágrimas sobre mi triste suerte?

2 de diciembre Acabamos de venir de adonde mi señora Mariquita. Son las diez y media. Yo quería salir esta tarde, salir de aquí, porque tenía una especie de desasosiego, de melancolía desesperante. Nada me gustaba, nada podía hacer. Ni leer ni tocar piano, nada. Anoche después de acostada dejé por largo tiempo libre curso a mis lágrimas y así me calmé un poco, aunque no sé la causa de tanta tristeza. ¡Tal vez será algún presentimiento! ¿Qué me podrá suceder? Me due- len los ojos, no puedo fijarme en nada. Mi mamá estaba hoy empeñada en preguntarme qué tenía que parecía no saber lo que hacía ni entender lo que me decían. No pue- do decir lo que tengo, ¡pero el pensar en pasar la tarde en el gabinete me aterraba! Me asustaba, ¡me había aburri- do tanto ayer! Me voy a acostar. El día de mañana pasará como el de hoy, ¡siempre la misma monotonía! Siempre lo mismo…

3 de diciembre Son las once de la mañana. ¡Lo que hace provecho para cuerpo y ánimo una noche de reposo, de tranquilidad per- fecta! Como dormí bien, con quietud, me desperté dife- rente de lo que había estado en días pasados. Ya no estoy desalentada de la vida como me encontraba ayer, ya no es- toy tan cansada de todo, me puedo reír y conversar como siempre. En fin, me siento enteramente otra. En el palacio

118 Diario íntimo hay música y tocan cosas, ¡ay!, que me recuerdan días pa- sados de felicidad sin nombre que nunca, nunca volveré a experimentar. Días tan tranquilamente felices, tan dul- ces, tan encantadores. Momentos en que yo me elevaba hasta los cielos en mi alegría perfecta. ¡Sin embargo mi horizonte se ha oscurecido desde entonces! Negras nubes que no quería yo ver en ese tiempo han cubierto después mi vida con un negro velo de dudas, de esperanzas bur- ladas y de melancólicos presentimientos por el porvenir. ¡Bellas armonías que halagáis mi oído, dulces acordes que me pobláis la mente de recuerdos placenteros! ¡Oh, ojalá pudiera oíros siempre y no recordar sino pensamientos de placer! ¡Pero no! Mis dudas, mis inquietudes de lo que tal vez será mi suerte me agitan y me obligan a entristecerme contra mi voluntad.

4 de diciembre ¡Ya estoy vestida! Hoy es domingo por la mañana. ¿Qué me importan a mí todos estos vestidos de tela y terciope- lo, para qué me sirven?… Qué tengo yo con parecer bien o mal… ¿Y cuándo es que parezco bien? Nunca, nunca. Dios mío. ¿Por qué no tengo yo alguna gracia para que me quieran?… Quién sabe, pero estamos en la tierra para ser amados. ¡Para qué es esta ansia de todos por hacer al- guna cosa que agrade, para ser amados!… Esto es lo que deseamos todos, todos los mortales. Y sin embargo yo nun- ca puedo conseguirlo, ¡jamás! Puedo tal vez agradar por unos días. Después poco a poco se olvidan de mí. Pero en este mes sabré mi suerte, ¡en este mes! Me aterra la idea.

119 Soledad Acosta de Samper

Me acaban de traer una novela para distraerme. Son las diez de la noche. Se acaba de ir de aquí Virgi- nia, que ha estado parte del día conmigo mientras que su madre fue a acompañar a mi señora Pachita, que tiene en su casa a Juan Luis Roche que está gravemente enfermo de tifo y en la casa temen que se muera. Estuvo aquí el señor Restrepo, de la Moneda, y nos contó una cosa que había sucedido ayer, una pelea entre Pedro Gutiérrez y Diego Junco, el último habiéndole robado una multitud de made- ras que le había recomendado la primera vez que se fue a Europa y que hasta ahora viene a descubrir Gutiérrez que lo había engañado. Parece que la pelea fue seria en la calle y que Diego Junco le descargó una pistola al otro. En fin, es una cosa de que todo el mundo habla aquí. Tengo que irme a acostar. Ojalá que mi imagina- ción fabrique sueños tan dulces como los que tuve ano- che, sueños inspirados por la esperanza que siempre me anima y me da valor para vivir contenta algunas veces y desear que pasen los días para que traigan otros más feli- ces y más bellos de los que aguanto ahora. Porque muchas veces los aguanto con calma por la esperanza que tengo de los que seguirán. Adiós mi fiel diario adonde reposan todas mis confianzas, adonde están escritas mis esperanzas como mis dudas, mis alegrías como mis tristezas. Adiós…

5 de diciembre Son las once de la noche. Acabamos de venir de casa de mi señora Mariquita, adonde fuimos a llevar a Virginia que había venido hoy aquí a comer y pasar la tarde. Por

120 Diario íntimo la mañana fuimos adonde María Castello, que nos habló de un baile que iban a dar en casa de su padre el sábado. Está muy empeñada en que yo le dé una lista de hombres para convidar y que sean dignos de ese honor. Le hablé a Virginia esta tarde y mientras que ella nombraba a algu- nos se habló de uno que antes convidaban a dondequie- ra. ¡Cuándo pensaba ella que el hablar de ese era para mí felicidad! Poco pensaba que al oír su nombre mi corazón late apresurado. Ella decía que ojalá viniera porque baila- ba bien, ¿y qué decía yo?… Qué noche tan linda. El cielo, cuando salimos de aquí, estaba cubierto con un manto de estrellas que brillaban quietas y silenciosas cumpliendo con la misión que Dios les impuso. La luna también, aunque no llena, aclaraba el suelo plateando con su dulce luz todo lo que tocaba. Qué placida, qué divina está la noche. Parece que esta calma de la naturaleza vierte un bálsamo de paz y de esperanza en cada hombre que la contempla. Cuando volvimos estaba la noche más oscura, la luna cubierta enteramente por negras nubes no nos dejaba ver su luz encantadora. A lo lejos se veían relámpagos rojos que alumbraban las silencio- sas calles. El cielo estaba cubierto de nubes que de repente se separan y nos dejan ver un pedazo tan lindo, ¡qué her- moso! Las estrellas brillaban con más dulzura sobre noso- tros mientras el resto del cielo estaba en tinieblas. Tengo que irme a acostar.

121 Soledad Acosta de Samper

6 de diciembre Estoy leyendo un cuento o novela que llaman Pride and Irresolution68. Hay partes en ella que me recuerdan emo- ciones pasadas. Porque todo lo que leo, todos los caracte- res de que oigo o leo, siempre, siempre, aun sin pensarlo, los comparo a ***. No encuentro gusto si no tienen algo que imagino que se parece. También este cuento me ha llenado de aprehensión. ¿Podrá ser que las personas hayan conocido en aquellos felices días mis sentimientos? ¿Habrán adivinado en mi fisonomía lo que pasaba en mi alma? Yo que creía antes que podía esconder de los ojos de todos mis sentimientos. Pero hay momentos en la vida en que no se puede tener bastante poder de ánimo para no mostrar lo que se siente. Hay algunos versos que me gustan porque tienen un tinte de melancolía que siempre es para mí muy dulce. Por- que mi espíritu siempre se inclina hacia lo triste.

Oh! when it is too late, thou wilt regret me, In vain thou’lt strive to hate and to forget me. Thy love for me in vain thou’ lt strive to smother, And ne’er again wilt thou so love another.

Oh! when it is too late and I am foresaken, Affection once so great will reawaken

68 Se refiere a la obra escrita por Emily Charlotte Mary Ponsonby (1817-1877): Pride and Irresolution: A New Series of the Discipline of Life, publicada en 1850.

122 Diario íntimo

And then wilt thou renounce the spell that bond [thee And sigh for those that once so fondly love thee. But when it is too late!69

In vain tonight my lips have strove To sent one holly prayer above. The knee may bend, the lip may move, But pray I cannot without thee.

A boat at midnight sent alone To drift upon the moodless sea, A lute whose leading string is gone, A wounded bird that hath but one Uncertain wing to soar upon Are like what I am without thee. …

Moore70

69 Estas dos primeras estrofas hacen parte de una cancioncilla del poeta inglés Thomas Haynes Bayly (1797-1839). Los versos res- tantes pertenecen al poema «The Love of the Angels» del poeta romántico irlandés Thomas Moore (1779-1852). 70 «Cuando sea demasiado tarde vas a extrañarme, / En vano tratarás de odiarme y de olvidarme. / En vano intentarás sofocar tu amor por mí, / Y nunca así podrás a nadie amar. / Cuando sea muy tar- de y ya no esté, / Revivirá tu afecto antes tan fuerte / Y entonces renunciarás al encanto que te ata / Y suspirarás por aquellos que una vez te amaron. / ¡Y será tarde ya! // En vano esta noche mis

123 Soledad Acosta de Samper

No son los accidentes exteriores los que miden y divi- den la vida. Son los accidentes de nuestro espíritu, los acon- tecimientos del pensamiento. Siempre, siempre un mismo pensamiento. Cuando mis ojos corren sobre la página del libro solamente una figura se me presenta. ¡Siempre la misma! Cuando leo, como ahora, de la muerte de una joven esposa simpatizo con el pesar del esposo porque siempre corren mis lágrimas al acordarme de las desgracias de ***.

8 de diciembre ¿Qué escribir? No sé, alguna cosa a lo menos debe haber que recordar en los días que han pasado sin poner no mano sino pluma a mi diario. ¿Ayer qué hice? Salí a pagar mis visitas, bastante desabridas como todas las visitas, adonde la mu- jer del señor Bunch y Hortensia, adonde la señora Lorkin. Doña Teresa Rivas también recibió visita nuestra. Esta se- ñora nos contó que Carolina no había amado nunca a na- die sino a su esposo que es ahora, y que ella decía que a nadie le había tenido respeto sino a este hombre… Qué cosa tan particular, estoy segura de que hay algunas cosas en Caro- lina que se parecen a mí, a mi modo de pensar. ¡Pero ella no tuvo guía! No estoy contenta con mi modo de reflexio- nar en días pasados… Aunque no estoy segura. Porque me

labios han tratado / De elevar una santa súplica al cielo. / La rodi- lla se dobla, los labios se mueven, / Pero orar, sin ti, no puedo. // Un barco enviado solo a media noche / Flotando en un mar indi- ferente, / Un laúd sin cuerda guía, / Un ave herida y con solo / Un ala débil para remontarse al cielo, / Eso soy yo sin ti».

124 Diario íntimo

parece que no debe ser…, que yo no debo pensar tanto en él ni en las diversiones a las cuales voy. ¿Por qué no encuentro ni pue- do encontrar nada que me pueda gustar, aunque sea por un momento?… ¿Pero será digno de tantos recuerdos aquel que siempre ocupa mis pensamientos? Esta es una pregun- ta que me he hecho ya tantas veces al oír lo que dicen de él. Su imagen no se aparta de mi alma ni un instante. Lo que han dicho de él algunas personas. Pero siem- pre encuentro en mi alma alguna cosa que me contesta en su favor… Diciembre, qué mes tan ansiado, tan deseado. Qué hago yo para que viniese más pronto, para que llegase en estos días… Mi espíritu me asusta algunas veces, siento que con el tiempo jamás, jamás podría cambiar… Terrible idea… ¡Tal vez yo no ocupo sus pensamientos, si acaso los he ocupado alguna vez! ¡Si acaso los he ocupado alguna vez! Tristes palabras que suenan en mi oído como el lúgu- bre sonido de la campana de los muertos que anuncia tal vez que todas han sido ilusiones, esperanzas vagas, vanas, sin fundamento alguno, esperanzas que han mecido mi corazón con el viento de mi ilusión pero que me atormen- tan. Yo no debía haberme dejado llevar por la corriente de una inclinación del momento… Con un genio tan vivo, tan fogoso, ¿qué se puede esperar? Una impresión no dura largo tiempo en un ser tan lleno de ideas diversas… De aquel que dijo que la variedad era la parte más bella del carácter del hombre… Cada día pienso en que será tal vez este el día en que volveré a ver aquella figura.

125 Soledad Acosta de Samper

Estuve adonde la señora Price. Allí estaba María. Des- pués entró Margarita Ricaurte. Esta última estuvo hoy mucho más amable de lo que yo la había visto nunca. Estaba María arreglando un baile para el sábado en la noche y al contar las parejas Margarita me dijo que había oído decir que cierta persona que me nombró era el que me daba sere- natas. Y parece que las vecinas tienen mejor cuenta que yo de las que ha habido, porque me dijo que diez habían sido, cosa que yo no sabía porque no he oído más que tres. Así es que han perdido su tiempo completamente. Y voy yo a bailes y trato de divertirme. ¿Para qué? Y me divierto algunas veces. Sin embargo siento lo que dice el poeta, sin objeto mi vida allí.

Why stands he gazing on those lighted halls Since buried is all hope, is all their lights recall? Why stands he listening to the merry sound Of music, and the rapid feet that bound Through light mazes of the midnight dance? Why turns he there his melancholy glance?

If she is not there, whose smiles, for many a day, Shed love and hope, like sunshine on his way.71

71 Versos de J. Heneage Jesee (1809-1874) publicados en el libro [Lon- don]. A fragmentary poem (Londres, 1847): «¿Por qué se detiene en esos iluminados salones / Si toda esperanza está enterrada y todo lo que recuerdan sus luces? / ¿Por qué se detiene y escucha el sonido feliz / De la música, y los rápidos pies que se agitan / Por los labe- rintos de luz de ese baile en medianoche? / ¿Para qué dirige allí su

126 Diario íntimo

Qué bonitos son estos versos que siguen…

Farewell! In tearless agony I part: Beloved, the pang can cost thee little now: The thought of triumph dwells within thy breast The smile of triumph plays upon thy brow.

But oh! When that is gone, and time has dimmed, —If time can dim the glory of thine eye— When the full cup of joy, which now is brimmed, Drained by thine eager spirit, shall be dry:

When the bright sun that gilds thy day is set, A star’s faint lustre may resume its reign; I am contented that thou should’s forget— All love thee now, but I will lose thee then.72

mirada melancólica / Si ella no está allí, aquella cuya sonrisa por tantos días / Derramó como el sol amor y esperanza a su paso?». 72 Fragmento del poema «Farewell!» de Caroline Sheridan [Norton] (1808-1877) publicado en el libro The Sorrows of Rosalie: A Tale with Other Poems (Londres, 1829): «¡Adiós! En agonía sin lágri- mas me marcho: / Amada, esta pena puede costarte poco ahora: / El pensamiento triunfal mora en tu pecho / Y la sonrisa del triunfo juega en tu rostro. // Pero, ¡ah!, cuando se vaya, y el tiempo opaque / —Si puede opacar— esa gloria en tus ojos, / Cuando la copa que hoy está llena de gozo […] /Drenada por tu espíritu ansioso se seque: // Cuando el sol brillante de tus días se oculte, / El lustre débil de una estrella podrá reinar entonces. / Me alegra saber que olvidarás: / Todos te aman ahora, pero yo te perderé entonces».

127 Soledad Acosta de Samper

Otro versito que es muy verdadero. Quién desearía vivir si se supieran las desgracias que le esperan:

Life is before you. Oh! if ye could look Into the secrets of that sealed book Strong as thow art in youth, and hope, and faith Ye should sink down and falter.73

Mrs. Butler

Se me había olvidado poner aquí que ayer tarde me mandó de regalo la señora Mark Las vidas de las reinas de Inglaterra por Miss Strickland. Es mucha gracia de esta señora, porque yo muy poco la visito.

9 de diciembre Acaban de venir a convidarnos a un baile en casa de Juan Malo. ¡Qué gente tan rara!, no conocemos siquiera a la mu- jer. Jamás hemos ido allá ni nunca hemos visto a la mujer. Joaquín María París vino a convidarnos. Es imposible ir, ni yo quiero tampoco. Primero, por la razón que he dicho anteriormente, y después, el baile es el domingo y después de la trasnochada del sábado, imposible.

73 Poema de Frances Anne —Fanny— Kemble (1809-1893), aboli- cionista casada con el negociante de esclavos Pierce Butler: «La vida está ante ti. ¡Ah!, si pudieras mirar / En los secretos de ese li- bro sellado, / Fuerte como eres, joven, con esperanza y fe, / Tem- blarías y caerías».

128 Diario íntimo

Acabamos de venir de casa de mi señora Mariquita. Son las once de la noche. Toda esa familia está muy triste porque murió el pobre de Juan Luis Roche, joven de die- ciocho años, de bastante talento y muy aprovechado. La noche está divina, la luna brilla en un cielo azul y la tierra bajo sus reflejos parece de plata. Las plantas, las flores, se mueven por el estremecimiento que les da un airecillo frío y penetrante. Qué frío hace, parece invierno en Europa. Los caños suenan con un dulce murmullo y en cada arruga del agua se mira la luna en mil reflejos. ¡Habrá quién al mirar esta luna me recuerde esta noche! Quién sabe. Pero mejor será ir a mi cama. Allí tal vez tendré sue- ños placenteros. Oh, ***, ¿me olvidas?… ¡Lo siento…, me olvidas en este momento!…

12 de diciembre ¡Cuánto tiempo hace que no escribo! Se pasan los días y no pienso en nada de provecho. Bailes, diversiones y bo- berías ocupan mi tiempo aunque no mis pensamientos. ¿Qué he hecho desde el viernes? El 10 por la mañana fui- mos adonde la señora Price y con María ayudé a componer la casa, a hacer bouquets74 de flores y ponerlos en la sala. Por la tarde vinieron mi señora Mariquita y Virginia. Des- pués de que ellas se fueron me puse a vestirme para el bai- le. A las ocho vino el señor Castello a llevarnos y cuando llegamos ya estaban allí las Pombo. Las pobres son muy feas, estaban espléndidas con los consabidos camisones

74 Bouquets: ‘ramos’.

129 Soledad Acosta de Samper de raso y muy amables. Después llegaron las inglesas, las señoras Dudley y Meek, con sus respectivos maridos. La primera con un traje de seda rosado de cuello y la otra con un traje amarillo de Damasco y châle75, ¡y así bailó cuadri- llas, y qué cuadrillas! Bolivia y Hortensia entraron al mis- mo tiempo que nosotros. Estaban en el baile las Ricaurte, que son muchachas muy célebres y muy amables conmi- go. Llevaron a Dotres, que es el novio de una de ellas, y a un Bengoechea, hermano del futuro de la otra. Margari- ta Ricaurte y Vicenta Durán también muy bien vestidas. Las Soto estaban extremadamente feas. Yo bailé todas las piezas menos la última, que aunque me convidaron mu- cho no quise bailar más. Mis parejas fueron las siguientes. Con Medardo Rivas bailé tres veces. Con Jacobo Orte- ga dos y una contradanza del país. Lo que son las cosas, a mí que me gusta tanto este baile no estaba contenta, ¿me faltaba algo? ¡Miraba la contradanza de arriba abajo y no encontraba nada digno en qué fijar los ojos!… Es que mi espíritu vuela al oír esta música hacia tiempos pasados, ¡sí! ¡Cuándo podrá alegrar mi vista una figura que fue para mí felicidad mirarla! Mes de diciembre, cómo os tardáis en pasar. Dios mío, ¡por qué tardarse tanto en venir! Algu- nas veces mi corazón se entristece, ya me habrá olvidado enteramente mientras que yo… Sólo su memoria está en mi corazón… Escribo tantas boberías que tengo que bo- rrar porque no se entiende.

75 Châle: ‘chal’.

130 Diario íntimo

Pero sigamos con el baile. Con un Ricaurte bailé dos veces. Con Bonitto, Simón Herrera y un Bengoechea, una vez. Con Logan, dos veces. Hubo mesa de refresco. Me llevó Bonitto y me trajo Joaquín Estrada. Muchas cosas buenas, pavo, jamón y cuantos bizcochos hay. Salimos del baile a la una y media de la mañana. A mi mamá la trajo el señor Castello y yo vine con Medardo Rivas. Qué noche tan divina, tan clara, tan linda. ¡La luna brillaba en toda su hermosura y yo venía de baile, y mi brazo no se apoyaba en aquel con quien vi brillar la luna no ha cuatro meses todavía!… ¿Y me habrá olvidado ya? No estuve tan alegre en este baile como en el de Vir- ginia. El domingo, ayer, vino Sofía desde temprano y se estuvo todo el día. Volvió Joaquín María a rogarnos que fuéramos al baile de Juan Malo. Por la tarde fuimos adonde mi señora Teresa Rivas. Había muchas señoras viendo la gente pasar para la pro- cesión. Estaban las Ricaurte, las Rivas, Mercedes es bien bonita, unas Castillo, doña Dolores Mutis y las hijas, y otros que no supe cómo se llamaban. ¡La multitud de cacha- cos que hay aquí es extraordinaria! Había como más de treinta parados debajo y enfrente al balcón mirando para arriba y en cada esquina era lo mismo. Doña Teresa nos rogó que no nos fuéramos hasta las ocho, que refrescáramos allá. Nos quedamos y nos vinieron a traer, a mi mamá don Valerio Ricaurte y Medardo Rivas nos dio el brazo a Sofía y a mí. Esto es lo que he hecho, en esto me he ocupado en estos días. Tener que parecer contenta, ¡oh martirio!

131 Soledad Acosta de Samper

14 de diciembre Nunca he pasado una noche más desesperada. Jamás me he visto en lugar en que sintiera tanto que no estaba en mi elemento. ¡Baile adonde Rizo! Qué cosa tan terrible, ni hecha pedazos volvía yo allá. Creo que más bien cami- naría hasta Guaduas a pie que bailar un valse en casa de ese demonio, porque hombre más vulgar, más común, más ordinario no he visto nunca. Fuimos con las Orrantias, lo que me pesó en el alma. Cuando llegamos no había gente. Comenzaron a entrar y empezó a chocarme la cosa. Había tanta señora para mí desconocida y tanto hombre que na- die había visto. ¡El espanto de Rizo con gorro puesto! No cabíamos en la sala y propuse yo a Margarita Ricaurte, Vi- centa Durán y Úrsula Herrera, con otras para mí descono- cidas —Quijano creo que eran—, que nos fuéramos de en medio de este bochinche a un cuarto que había junto. Allí nos estuvimos hasta que nos fuimos, que fue temprano. ¡No se ve otra cosa que lutos y pesadumbres en este pobre lugar! Todos los días mueren jóvenes de esperan- zas, todos los correos traen noticias de alguna desgracia que lleva al seno de las familias la desesperación y el pesar. Ayer fuimos a ver a Mime, que se le había muerto un cuñado viniendo por el camino, joven, bueno, de talento, que había estado diez años en Europa y que venía deseoso de ver a su familia. Por supuesto los Malo están llenos de tristeza. He estado hojeando mi diario. Qué meses tan desas- trosos estos últimos, muertos a cada paso, en cada día casi

132 Diario íntimo hay alguna cosa de alguna muerte o de que tal persona está muriéndose. ¿Y esto es vivir? Presenciar sin cesar la desa- parición de alguien del teatro de la vida, oír los gemidos de los dolientes y ver extinguirse para siempre el fuego de la vida en pechos jóvenes y llenos de felicidad y robustez. Veo a otras personas que todo lo miran con indiferencia, pero yo no puedo, ¡imposible! Aun algunas veces creo que no tengo bastante sensibilidad. Me parece que hasta ahora conozco al mundo. Antes pasaban años y no tenía pesadumbre alguna, nadie se moría que conociese o no sé cómo no me hacía impresión la muerte de nadie. ¡Nunca creía que me podía tocar de cerca! Pero cuando llegó hasta los umbrales de mi casa y se llevó lo más amado, hasta entonces supe lo que era una desgra- cia. Desde entonces nunca he podido tener un momento de gusto sin pensar un instante después que no hay felici- dad sin pena. Y espero la pena y ya nada me coge de nuevo, todo lo tengo prevenido, no me puede suceder desgracia alguna, que yo la había pensado de antemano. Pero nunca se puede preparar el hombre para esperar la vida como verdaderamente es sin tener alguna esperanza. Siempre la ilusión lo engaña y el pesar es aún más vivo mientras más cree en las falaces esperanzas hijas de la imaginación. Me dijeron una vez que mi fisonomía siempre expre- saba una melancolía permanente. Así debe ser, porque si la cara es el espejo del alma se deben pintar en la mía mil pensamientos siempre tristes, ¡y cuán profundamente tris- tes! ¿Así había soñado que sería mi juventud? ¡***, ***! Por

133 Soledad Acosta de Samper

qué será que no viene. Sólo él ha sabido comprender mi fisonomía.Él me dijo que era melancólica.

19 de diciembre Nos han convidado a bailes adonde doña Teresa Rivas. Anoche fui a uno, mañana a otro. ¿Estoy contenta? De- bía estar. Qué me falta, qué deseo que no se me cumpla, festejada por todos. ¿Por qué, pues, en medio de la alegría general estoy triste y descontenta con todo? Pero voy a bailes y diversiones porque tal vez llegará a su oído lo que de mí dicen y si me ama verdaderamente vendrá pronto. Quiero que crea él que yo lo he olvidado porque tal vez, si teme que ya no me acuerdo de él, vendrá. Dios mío, oigo sin cesar que todos hablan mal de aquel que ocupa mis pensamientos. Dicen que nadie podría ser feliz con él. Cuántas veces he tratado de desecharlo de mi espíri- tu, ¡pero no, imposible arrancarlo de allí, infeliz Soledad!

25 de diciembre Anoche escuché por primera vez palabras de amor… Eran las doce de la noche. La gente en el altozano de la Catedral esperaba la primera misa del año cristiano. Qué noche tan grandiosa. La luna no había salido todavía pero el cielo puro, azul, reflejaba sobre la tierra la luz de millares de es- trellas brillantes hermosas. Calladas seguían su nocturno curso y sus melancólicos rayos simpatizaban con mi triste y descontento corazón… Me disgustaba la fatuidad y mo- dales estudiados de la persona con quien venía, y aunque la noche estaba divina deseaba llegar pronto para salir de

134 Diario íntimo

él. ¡Mi imaginación volaba y al mirar la belleza del cielo tan poéticamente armonioso pensaba en él! ¿Lejos de mí adónde se hallará esta noche?, ¿acaso mi recuerdo será tan continuo en su corazón como en el mío? M. R.76, con quien venía, me había hablado varias veces pero yo no sabía lo que decía. Estaba mi mente ocupada con ideas tan dulces que no atendía a lo que me decían. De repente comienza él una larga frase, que sin duda había estudiado antes, diciéndome que me amaba hasta el fre- nesí y qué sé yo qué más. Solté inmediatamente su brazo y le rogué que no me hablara de ese modo porque era una conversación que me disgustaba en extremo. Me contestó que me pedía humildemente perdón pero que no había podido menos. Yo le repetí que no dijera más, que si ha- bía otras señoritas a quienes les agradaba yo no encon- traba gusto alguno en tal conversación y le rogaba otra vez que desistiera. No sé de adónde me salió tanto valor, no creía yo que podría jamás decir tanto cuando yo no estaba acostumbrada a esas cosas. Afortunadamente pronto llegamos a casa y se despidió, después de haber añadido sin embargo otras cosas que no pude contestarle porque ya estábamos en la puerta. ¡Oh!, ¡***!, si hubiera sido *** qué diferente hubiera yo sentido esta noche. Mi corazón lo siento oprimido. ¡Ojalá viniera pronto! Mi mamá me repite sin cesar que le gusta mucho este hombre que a mí

76 Puede tratarse de Medardo Rivas, a quien ha estado mencionando en las entradas anteriores.

135 Soledad Acosta de Samper tanto me choca. Yo nada puedo contestar. Se pasó ya casi el mes y nada sé de él.

27 de diciembre El domingo nos fuimos a pasear por la Alameda con Bet- sabé Briceño y Sofía. Estuve sumamente triste, oí cosas que me llenaron de amargura el corazón. Me aburre la vida con sus desengaños, sus pesares. ¡Cuántas veces una expresión dicha sin pensar, una palabra para todos insig- nificante nos puede llenar el corazón de desesperación, de desaliento y de arrepentimiento! ¡Qué misterios encierra la vida humana!… Cuántas veces fisonomías que parecen completamente alegres, sin pesar alguno en el corazón, llevan sin embargo en el pecho algún motivo de tristeza continuo mientras bailan, ríen y conversan alegremente. Cuánto placer, melancólico sin embargo, hay en ver bajar el sol y poco a poco entrar la noche… Quisiera pasar horas enteras sola en algún retirado sitio y allí repasar mi vida, mis sueños y pensar en mi dudoso porvenir. ¡Quisiera estar en el campo, andar libre por entre los árboles y al son del dulce y apacible murmullo de los riachuelos y quebradas meditar sobre mi suerte! Ver el cielo libre, puro, inmenso, grandioso. Oír el canto de los pájaros, ver la yerba bajo mis pies cubierta de florecillas. Refrescar mi mente con el agua cristalina de los campos, ¡sentirme sola!, libre de la socie- dad, aislada, quieta, no oír por horas enteras voz humana y ver solamente la naturaleza alrededor de mí. ¡Esto sería felicidad! Aquí en la ciudad no puedo respirar. ¡Denme campo, pero campo de tierra fría!… No puedo fijarme en

136 Diario íntimo lectura seria. Qué haré para que mi espíritu vuelva a su estado natural. Lo único que deseo es leer novelas, porque nada me interesa en otro libro. Cualquiera que leyese este diario y viera los desvaríos de mi imaginación, que leyera las emociones tan diversas, tan distintas cada día, creería que eran escritos de una loca… Sin embargo no puede haber, en lo exterior a lo menos, muchacha más tranquila, más callada, más quieta en la sociedad… Nadie me conoce verdaderamente. Son las diez de la noche. ¿Cuáles han sido mis pensa- mientos, cuáles mis ideas? El día lo he pasado, ¿y qué he adelantado, qué he aprendido, en qué me he ocupado? En nada. Leer novelas, cuentos en que no encuentro interés ninguno, escenas con las cuales no puedo simpatizar. Estoy continuamente buscando en todo lo que leo, en los carac- teres, retratos, escenas, algo que se parezca a mis sentimien- tos. ¡Pero no!, nada encuentro, que no quedo satisfecha. ¡Estoy descontenta conmigo misma, con el mundo entero en todo lo que encierra esto que llaman sociedad!… Qué día tan estéril, tan poco digno de un ser intelectual. Mis ocupaciones se han dividido en estar sentada en el gabi- nete, mirar por entre las cortinas las piedras secas y tris- tes de la calle, ver casas y gente sin interés para mí, mirar los cerros a lo lejos y suspirar con el deseo de respirar el aire libre del campo. Cerrar la cortina y seguir leyendo la novela, tener que leer cada frase dos veces porque mi ima- ginación corre de una idea a otra y no entiendo lo que estoy leyendo. Por fin cerrar el libro y dejando caer la cabeza entre las manos librarme a una larga meditación sobre

137 Soledad Acosta de Samper mi suerte, mi porvenir. Comparar mi carácter tan malo, pensar en mi desigual genio y aburriéndome concluir mi meditación sin provecho con una colección de suspiros. Fuimos esta tarde a pasear por San Diego con doña Teresa Rivas y Sofía. Desde una colina vimos el cementerio y estas ideas se me presentaron al mirar ese lugar de duelo: Qué se hicieron aquellas esperanzas que acariciaban antes los seres que están allí, huyeron como el humo que se ve subir lentamente y por fin se pierde de vista entre las nubes. ¿Qué se hizo aquel placer, aquella felicidad pro- metida? ¡La juventud, todo, todo se acaba como la flor se marchita y se dobla bajo el soplo del ábrego inclemente! ¡Ay!, si pudiéramos penetrar hasta el interior de las vidas de los que moran apaciblemente bajo la losa fría nos ate- rraríamos al ver que tantas vidas que habíamos creído feli- ces estaban llenas de pesares y desengaños. Cuántas vidas cortadas en medio de la juventud. ¡Sí!, muchos, todos los días, atraviesan por aquel mismo camino los carros lentamente y en aquel carro, ¡ay! ¡Dios!, ¡cuán- tas esperanzas prometidas, cuántas felicidades de la vida se acabaron aun al comenzar!… Muchas lágrimas se han derramado, muchas pesadumbres ha causado el pensar que se llevan para siempre algún ser amado a aquel lugar. Pero muéstrenme la persona que después de que algunos años han pasado, desea con el mismo fervor, con la misma pasión que no hubiese sucedido tal desgracia. Las lágrimas se secaron sobre las mejillas e hicieron lugar a las sonrisas del placer, el hueco que hacía en el corazón aquella persona se ha llenado con otro ser y todo ha cambiado, y miran

138 Diario íntimo con tierna melancolía hacia los tiempos pasados pero no desean cambiar el destino que Dios les hizo experimentar. ¡Así es la vida! Nadie hace verdadera falta en el mundo, todo se acaba y sigue el orden de las cosas lo mismo que siempre. Estas fueron las reflexiones que llamó a mi ima- ginación la vista de aquel lugar sagrado. Qué tarde tan linda, tan serena, tan quieta. Sobre el cielo tan azul se cruzaban leves nubecillas que cual plumas atravesaban aquel espacio inmenso y se formaban en mil grupos diversos mil figuras distintas. El sol brillaba en dife- rentes partes de la sabana, ya haciendo brillar el agua de las lagunas, ya mostrando lo verde de los campos. Monserrate77 dominaba todo cual gigante alto erguido y majestuoso. ¡Cuántas generaciones ha visto aquel gigante, cuántos pue- blos se han sucedido desde que moraron aquí los hombres por la vez primera! Volvimos a la ciudad y a las seis estába- mos en casa. Por la noche vino Justo y con él fuimos a ver el pesebre78 tan ponderado de Mogollón. Había mucha gente. Entre la multitud distinguí a la baronesa de Goary con el marido. Parece diversión bien desabrida la de ver pesebres. Estoy muy cansada, son más de las diez. ¡Me voy a acostar!

77 Monserrate: cerro tutelar de Bogotá, muy alto y escarpado. A sus pies se fundó la ciudad. El cerro respalda simbólicamente la Cate- dral y desde ella se mira la población y su entorno, según el diseño de la fundación colonial. 78 Pesebre: tradición navideña que escenifica con figuras pequeñas el nacimiento de Cristo en Belén. En España se le conoce como nacimiento.

139 Soledad Acosta de Samper

31 de diciembre Este es el último día del año, o más bien la última noche porque son las ocho de la noche. ¡Último día! Cómo será el año venidero para mí. Tal vez no volveré a ver un año nuevo, ¿pero para qué quiero yo? Todo en este mundo se compone de desengaños, ¿por qué tanta tristeza? Una pesadumbre mórbida sin causa es mil veces peor que un verdadero pesar porque entonces hay esperanza de que se acaba. Pero esta melancolía continua que me atormenta no tiene remedio, todo me es indiferente todo me choca, nada me interesa nada me admira. ¿Esto es vivir? Ha llega- do el cansancio de mi vida a tal punto que ahora me fui al gabinete. La calle está oscura, quieta, no se ve más que un farol a lo lejos. Allí sentada sorprendí a mi pensamiento con la idea medio formada de que mejor sería descansar eternamente con el sueño de la muerte que seguir vivien- do de este modo tan desabrido, sin familia, sin amigos. En todas partes del mundo en este día se reúnen las familias, bailan, se divierten entre sí. Pero yo…, ¿adónde está la familia? Cuál es mi diversión. ¡Y llegarán treinta y unos de diciembre, y se pasarán los años y yo estaré lo mismo! Dios mío, qué pereza da vivir cuando no se encuen- tran aquellos goces de los cuales yo podría disfrutar. Esta noche todos bailan, todos se divierten de algún modo y yo…, Dios mío, cómo se ocupará el tiempo hasta que me vaya a acostar. Mi mamá allí sentada está bordando sin figurársele que hay miles y miles más felices, contenta con su suerte no sabe lo que pasa en mi corazón. Yo sentada aquí escribo esto con la luz de la lámpara. Porque es que

140 Diario íntimo en estos días he tenido una especie de calma…, qué quie- tud penible…, ¿indiferencia por todo? Nada me alegra. Me estoy —y sobre todo hoy— horas enteras con los ojos fijos en un solo punto y pensando en no sé qué pero nada que me sea satisfactorio. Voladores, tamboras a lo lejos se oyen. Qué casa tan quieta, me desespera. Quisiera dar gritos, hacer algún ruido. Pero esto me enloquece. Cuántos estarán en todas partes de la República feli- ces y nadie se acuerda de mí… En Ambalema, en Ibagué también bailarán a esta hora felices, contentos, ¡pero nadie, nadie, estoy segura, estará pensando en mí! Este deseo de amar y ser amada será un sentimiento inherente a todos. No, creo que no. A lo menos a nadie he visto yo con aquel entusiasmo, con aquella pasión de ser amado como yo. Pero para qué es pensar en esto, nadie me ama ni jamás me amará. Tal vez no seré digna. Conozco ya bastante del mundo para creer lo que creí descubrir hace cuatro meses. ¿Adónde se fueron mis ilusiones? ¿Qué se hicieron los sueños de grana que acari- ciaban mi espíritu? Pregunta que aterradora es la fría rea- lidad. Después de haber vivido por algún tiempo entre los seres que conjuraba mi imaginación me aterra la vida, me cansa el mundo. Qué hago yo aquí entre tanta gente con quien no puedo comunicar mis más íntimos pensamien- tos. He tratado de hablar algo como pienso, pero nadie me comprende y tengo que volver a sumergir mis ideas en el interior de mi alma.

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These revolutions of years, which we commemorate, what do they recall! Are there any minds in which they do not reawaken some sorrow; or some trouble?

Dickens79

¡Son las diez de la noche! Estoy en mi cuarto. ¿Cuáles son mis pensamientos? Estoy cansada de mí misma. Qui- siera descansar por unos días aunque fuera de mis ideas. ¿Hacia adónde me lleva mi imaginación?: ¡hacia cuatro meses atrás! ¿Por qué vuela mi espíritu y me recuerda aquel tiempo? Porque la naturaleza es muy perversa, porque el corazón del hombre está compuesto de elementos tan diversos, tan distintos, que en lo que más piensa es en lo que cree que menos puede conseguir. Recuerdo aquel tiempo porque me creo olvidada tal vez. Qué cosa tan extraordi- naria son nuestros pensamientos. ¡Cómo definirlos, cómo fijarlos, cuán trabajoso o más bien imposible sería escribir como uno piensa! Ya es tarde, tengo que irme a acostar. Adiós año de 1853. Adiós. En ti he conocido días felices, muy felices. También días tristes he pasado mientras tú reinabas en la tierra. Salud, joven año de 1854.

79 «Estas revoluciones de los años que conmemoramos, ¡qué recuer- dan! ¿Hay alguna mente en la cual no despierten de nuevo algu- na pena, algún dolor?». Fragmento de The Haunted Man and the Ghost’s Bargain (1848) del escritor inglés Charles Dickens (1812-1870).

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5 de enero No he escrito en días pasados. Estoy cansada de todo y de mí misma, y más de mis tristes y desconsoladoras ideas. Acabamos de venir de casa de mi señora Mariquita. Son las once de la noche. No me voy a acostar todavía porque esta noche va a haber una serenata y tal vez ven- drán por aquí. ¡Ojalá!, porque me gusta mucho oírlas. Qué noche tan divina. La luna, que todavía no está en su mayor grado de perfección, se ve en los cielos rodeada de innumerables estrellas de todos grandores y brillo. Cuán- tas ideas, cuántos pensamientos despierta su suave luz en mi corazón. Me acuerdo que su luz tan tierna ha tenido siempre influjo sobre mi alma. Cuando todavía muy niña, una de las primeras cosas que recuerdo es el contemplarla yo extasiada una noche como esta. Qué emociones tan dulces abrigaba entonces en mi pecho. Parece que veo otra vez la escena de aquel inocente tiempo. El patio de la casa en que me crié, vuelvo a verlo; yo, recostada sobre la baranda a que apenas alcanzaba mi cabeza, los ojos levan- tados al cielo, gozaba sin darme yo misma cuenta de por qué me agradaba aquella hermosura de la naturaleza en calma. Monserrate se elevaba enfrente y su modesta torre brillaba bajo aquella plácida luz. El árbol de arrayán movía sus hojas perfumadas con el leve airecillo. ¡Qué pensa- mientos eran los míos entonces! Dulces, sencillos, puros, mi alma se elevaba a Dios y mi corazón pertenecía no más que a mis padres, a aquella felicidad, no estaba agitado por mil emociones vagas como lo está ahora. ¡***, ***! ¿Jamás pues te volveré a ver?…

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7 de enero He seguido leyendo a Corinne80 que me gusta mucho. La comencé a leer en español y estoy siguiéndola en francés. Extracto:

L’exil est quelques fois, pour les caractères vifs et sensibles, un supplice beaucoup plus cruel que la mort; l’imagination prend en déplaisance tous les objets qui vous entourent, le

80 Corinne ou l’Italie: Novela de Germaine de Staël (1766-1817), es- critora feminista francesa de origen suizo, de importancia funda- mental en el romanticismo, tanto europeo como hispanoamericano. Es autora de varias novelas y ensayos. Su estudio De L’Allemagne (1814) dio a conocer en Francia, Inglaterra y Estados Unidos el romanticismo alemán. También escribió ensayos sobre literatura y sobre las mujeres escritoras. Contraria al clasicismo, afirmaba que su generación debía alejarse de la imitación de los antiguos y «extraer su inspiración de las tradiciones nacionales, vivas y toda- vía fecundas, a las que los románticos habían de añadir las inspira- ciones nacidas de las visiones del porvenir y de sus llamamientos al alma humana». (Roger Picard, El romanticismo social. México, Fondo de Cultura Económica, 1947). Fue perseguida por Napo- león a causa de sus ideas liberales. Corinne, la protagonista de la novela mencionada, es italiana, de madre de ese país y de padre inglés. Siendo aún una niña pierde a su madre y su padre se va a Inglaterra. Corinne crece en Italia y se educa dentro de un ambiente muy liberal. Ya mujer, su padre decide llamarla a Inglaterra con él. Este es el exilio que menciona Soledad Acosta en su diario. Su padre ha vuelto a casarse y su ma- drastra es una mujer convencional y conservadora que no compren- de sus ideas liberales. Corinne establece una buena relación con su media hermana, menor que ella. Sin embargo decide regresar a Italia. Allí se convierte en una poeta reconocida y homenajeada.

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climat, le pays, la langue, les usages, la vie en masse, la vie en détail; il y a une peine pour chaque moment, comme pour chaque situation; car la patrie nous donne mille plaisirs habituels que nous ne connaissons pas nous-mêmes avant de les avoir perdue… La langue, les mœurs, l’air, les arbres, la terre, les mères, les pines. Metastacio81 C’est déjà un vif chagrin que de ne plus voir les lieux où l’on a passé son enfance; les souvenirs de cet âge, par un charme particulier rajeunissent le cœur; et cependant adoucissent la mort. Vous devez être contente; il ne vous manque rien. Stupide jugement, porte sur l’extérieur de la vie, quand tout le foyer du bonheur et de la souffrance est dans les sanctuaires les plus intimes et les plus secrets de nous-mêmes— Il y a des situations de l’âme où l’ on redoute de se confier à personne; il suffirait d’ une parole qu’ on dirait ou qu’ on entendrait pour dissiper à nos propres yeux l’ illusion qui nous fait supporter l’ existence; et l’ illusion dans les sentiments passionnés de quelque genre qu’ils soient… On met sa propre douleur sous la protection de la propre pitié— Le malheur du cœur est impensable, plus on a d’idées mieux on le sent—82

81 Pietro Metastacio. Seudónimo de Pietro Buonaventura Trapassi (1698-1782). Poeta italiano. 82 «El exilio es a veces, para los caracteres vivos y sensibles, un suplicio mucho más cruel que la muerte; la imaginación toma con desagra- do todos los objetos que nos rodean, el clima, el país, la lengua, las costumbres, la vida en general, la vida en su detalle; hay un dolor para cada momento, y para cada situación; porque la Patria nos da mil placeres habituales que no conocemos nosotros mismos

145 Soledad Acosta de Samper

¡Corina! ¡Cómo explicar mis sentimientos!, tan tor- mentosos. Qué entusiasmo corre por mis venas al leer este libro. Todas las palabras las encuentro frías, sin sentido para explicarme. ¡Hay pensamientos, hay ideas vagas, deliciosas en el fondo de nuestro espíritu a las que nunca podemos dar forma ni clasificar con palabras! ¡Qué felicidad para el alma será sentirse amada! ¡Pero amada verdaderamente, con todo aquel fuego, aquella constancia de que yo sería capaz! Algunas veces creo que esto es todo imaginación y que sobre la tierra no puede haber tanta felicidad. Pero cuando veo mis sentimientos, mis emociones más secre- tas explicadas por la pluma de Madame de Staël, vuelve a revivir mi entusiasmo. ¿Pero encontraré yo algún ser que me comprenda, que yo pueda conocer y amar profunda- mente? Un ser que a mí no más me quiera, que yo ocupe

hasta que los hemos perdido: / “la lengua, las costumbres, el aire, los árboles, la tierra, los mares, los pinos”. Metastacio. / Es ya una sentida tristeza el no ver más los lugares donde ha transcurrido la infancia; los recuerdos de esa edad, por un encanto particular, re- juvenecen el corazón; y también endulzan la muerte. / Hay que estar contento; no nos falta nada. Juicio estúpido, llevado sobre el exterior de la vida, cuando todo el sentido de la felicidad y del sufrimiento está en los santuarios más íntimos y más secretos de nosotros mismos. / Hay situaciones del alma en las que tememos confiar en nadie; bastaría una palabra dicha o escuchada para des- pojar a nuestros propios ojos de la ilusión que nos hace soporta- ble la existencia, y la ilusión de los sentimientos apasionados por quien quiera que sean… / Guardamos el dolor propio bajo la pro- tección de la propia piedad. / El dolor del corazón es impensable, entre más lo pensamos mejor lo sentimos».

146 Diario íntimo

sus pensamientos por primera vez verdaderamente. Tal vez yo no estoy destinada a tan grande felicidad. Una vez lo creí… Creí que me amaban hace más de cuatro meses. Jamás podré olvidar las felices fiestas de Guaduas. Pero me dicen que es muy variable y que es un loco… Busco en otros las cualidades de él pero nunca encuentro.

8 de enero Hoy estuve divertida. Como hay fiestas en Egipto83 pasa por aquí mucha gente. Me estuve con Virginia en el bal- cón viendo la multitud inmensa que se precipitaba hacia el cerro en busca de diversión. Al principio de la tarde no vimos más que mujeres de las tiendas. Daba compasión ver cómo había compuesto y arreglado cada una a sus hi- jos lo mejor que les permite su pobreza y los vestidos lim- pios pero de telas ordinarias de esta pobre gente hacían contraste con el esmero y lujo de las telas costosas de los hijos de los ricos que pasaban con sus criados, también en dirección de la fiesta. Ya no se acostumbra como antes que las señoras vayan a pasear hacia allá. En estos días ya no van o a lo menos muy pocas se ven en estas diversio- nes, pero los balcones de toda esta calle estaban llenos de muchachas bonitas y elegantemente vestidas. Como a las cinco comenzaron a pasar cachacos y siguieron viéndose en pandillas subir el cerro hasta que al comenzar a oscu- recerse volvieron a bajar. Nosotras nos divertíamos con los diferentes modos de saludar de cada uno. Es el único

83 Egipto: barrio del oriente de Bogotá ubicado sobre los cerros.

147 Soledad Acosta de Samper placer que tienen los pobres jóvenes aquí. Qué lugar este tan monótono. Con razón muchos, siendo ricos y sin oficio alguno, no teniendo en qué ocuparse, se entregan al jue- go cuando no tienen verdaderamente buenos sentimien- tos. Dieron las once. Me voy a acostar. Esta noche fuimos adonde mi señora Soledad O’Leary con la familia París.

10 de enero

Memory

There is a moonlight in the heart A lonely, sad expanse of light; Cold as the meteors that impart Strange lustre to the wintry night A vacant being, which though lit, By gleams that haunt it from the sky, Still feels cold phantoms o’er it flit, The shapes of those who should not die.

These are the memories of the past, Gray watchers on the waste of years, Shadows of hope that could not last, And loves, forever born in tears. The mellowed music that they bring Falls sweet but sad about the heart,— Around whose brink they sit and sing, Of death,— and will not thence depart.84

84 Poema de William Gilmore Simms (1806-1870) publicado en el libro Atalantis: A Story of the Sea (Filadelfia, 1848): «Recuer- do»: «Hay una luz de luna en el corazón, / Una solitaria y triste

148 Diario íntimo

Qué noche tan linda. Aunque el cielo está casi cubierto por blan- cas nubes suele la luna brillar de tiempo en tiempo por en- tre las aberturas que hace el viento por entre ellas. Los rayos de plata de este astro de los tristes, atravesando las cortinas del gabinete, vienen a caer sobre el suelo de mi cuarto ilumi- nándolo con su plácida luz y me recuerdan estos versitos…

Et quand les blancs reflets de la lune folâtre De ta fênetre ouverte inondent la paroi, En ce moment, ô toi que j’idolâtre, Pense à moi, mon amour, comme je pense à toi85 ………………………………………

Están dando las diez y media en la Catedral. El cielo está perfectamente cubierto de nubes y la opaca luz de la luna que atraviesa este denso manto da un aspecto triste y fantástico a la calle. Un paramito fino y penetrante moja la

extensión de luz / Fría como los meteoros que impactan, / Extraña luz en noche de invierno. / Un ser vacío aunque iluminado / Por brillos que lo asedian desde el cielo, / Aún siente fríos fantasmas en su vuelo: / Las formas de aquellos que no debían morir. // Es- tos son los recuerdos del pasado, / Grises vigilantes de los restos de los años, / Sombras de esperanzas que no duraron / Y amores nacidos entre lágrimas. / La suave música que traen / Cae dulce y triste sobre el corazón / —A cuya orilla se sientan y cantan / De la muerte—, y de allí no partirán». 85 «Y cuando los blancos reflejos de la luna juguetona / De tu ven- tana abierta inunden la pared, / En ese momento, oh tú a quien idolatro, / Piensa en mí, amor mío, como yo en ti».

149 Soledad Acosta de Samper calle y los transeúntes pasan aprisa para escaparse del frío de la noche. El caño con su monótono ruido es lo único que interrumpe la soledad de la cuadra, y este sonido con- tinuo y lúgubre aumenta la melancolía dulce que se ha apoderado de mi espíritu. ¿Cuáles eran mis pensamien- tos hoy hace un año? ¡Y cuáles serán de hoy en un año, si acaso todavía me hallo entre la lista de los vivientes! Qué triste, qué frío, qué espantoso estará el cementerio. Esta es la idea que sin cesar me recuerdan noches como esta. ¡Si los muertos sintieran! ¡Si pudieran ver el lugar adonde están! ¿No sería esto bastante infierno? Ver a sus parien- tes que pronto los olvidan y encontrarse en aquel sitio sin esperanza y solamente recordando lo pasado y porvenir. ¡Una eternidad incierta! Dios mío, ¡qué idea tan terrible! Pero yo pienso siempre mucho en los que han muerto, tal vez más que en los vivientes. El cementerio es lugar que se me ocurre a la imaginación sin cesar.

13 de enero ¡Qué placer, qué felicidad sentí esta mañana cuando vino la criada del correo con una carta de *** llena de respetuoso cariño y en la cual mi nombre se repetía a cada frase! Sobre todo lo que más gusto me dio fue que dice que estará aquí el primero de febrero. Yo no sabía qué hacerme de gozo, cuando mi mamá me despertó de mis alegres meditaciones diciéndome que a ella no le gustaba, que tenía mala fama, que era un loco y sobre todo que [no tenía] ninguna sim- patía para él. Todo esto es muy verdad…, pero al principio no hice caso y me dejé llevar de mi felicidad. Toqué, corrí

150 Diario íntimo y, en fin, si me hubieran visto hubieran creído que estaba loca, tanto era mi regocijo. Pero al calmar mi placer, la ra- zón cuando estaba mi espíritu tranquilo comenzó a ejer- cer su mando. ¡Ay Dios! Estoy en un conflicto horroroso, no sé qué pensar y mucho menos me atrevo a desear nada. Quisiera que no viniera unos momentos, otros me asus- to y desearía irme en los días que venga al campo. Y des- pués el deseo de volverlo a ver en todo su talento me llena de incertidumbre. ¿Para qué lo conocería yo? ¡Lo habré conocido para separarme de él siempre o tal vez será para mi desgracia eterna! Dios mío, ¡faltan veinte días! Veinte días se pasan muy pronto. Para mi felicidad creo que de- bía resistirle, ¡que no debía pensar en él!… Pero cuando recuerdo aquella elocuencia, aquellos modales tan respe- tuosos y al mismo tiempo mostrando a cada paso sus sen- timientos hacia mí, cuando mi imaginación me pinta la gracia, la elegancia de aquella fisonomía tan expresiva en la que descubrí tanto talento y fuego de imaginación, me asusto de volverlo a ver sin admirarlo cuando estoy segu- ra de que yo no debía. ¿Qué hacer? ¡Dadme, Dios, valor! Señor, alumbradme en el paso que deba llevar, mostrad- me el camino del deber y de mi felicidad porque creo que él haría mi desgracia. La noche está serena aunque la luna se muestra opaca entre las nubes que cubren enteramente el cielo y da una melancólica luz a los objetos. Quisiera yo tener el corazón tan tranquilo como este feliz astro. Apa- rece rodeado de una aureola de colores como el arco iris y dicen que muestra la humedad de la atmósfera.

151 Soledad Acosta de Samper

16 de enero Hace días que no escribo, ¿para qué he de tomar la pluma? Cuando no tengo nada fijo en mi mente qué es lo que voy a escribir. No sé por qué está mi espíritu agitado por tan- tos sentimientos contrarios que no sé qué hacer conmi- go misma. Sin embargo he continuado mis estudios, ¡ya no paso el día entero en pensamientos sin fin, no! Estu- dio ahora por la mañana, leo historia antigua, leo la vida de Alejandro por Plutarco. Por la tarde tomo un libro de menos estudio. Por ejemplo, hoy leí la vida de Virgilio. A las cinco o cuatro y media me ocupo con una novela hasta que comienza a oscurecer, que me asomo al balcón. Por la noche he estado estudiando la Eneida de Virgilio. Están dando las once de la noche.

20 de enero Hace días que no escribo, pero no tengo qué decir. Siempre las mismas aflicciones, siempre los mismos combates con mi corazón. ¿Cuál será el desenlace de todo esto? ¡Cuál! ¡Dios mío, inspiradme por el buen camino, se acerca el día tan temido! Se acerca, y cada vez que me acuerdo desearía que no llegase. Pero qué hacer, no hay remedio. Esperar- lo con toda la calma posible. Sin embargo algunas veces me asusta. ¿Cómo huir del peligro que me amenaza? Sí, peligro, peligro grande. ¡Ay, ay Dios! ¡Volver a verlo, vol- ver a oír su voz, tener que admirarlo! Mi corazón late a la idea. ¿Y podré yo resistir? ¿Podré yo no amarlo cuando aun ausente lo hago? ¡Cómo será cuando lo vea todos los días, cuando oiga sus poéticos y hermosos pensamientos!

152 Diario íntimo

¡Vendrá! De veras. ¡Hoy he estado todo el día adonde María Castello y en un momento de entusiasmo casi des- cubrí mi secreto! ¿Podré yo confiar en ella y mostrándole la agitación de mi alma me podrá dar algún consejo que me aliente? No… No me gusta dar parte de mi debilidad a ojos tal vez indiferentes. ¡No tengo a quién pedir alien- to, no tengo una amiga que me pueda comprender ínti- mamente y que me quiera verdaderamente! Pero dicen que los consejos nunca son bien recibidos. Lo creo y sobre todo con mi carácter… Me despedazan estas aflicciones. ¡Me voy a acostar!

23 de enero Ya no tengo qué escribir. Se pasan los días y el valor me fal- ta para recoger mis ideas, que andan sin fijeza, para darles una forma y ponerlas en palabras. Porque no sé qué hacer conmigo misma. ¡Ay!, si pudiera huir de Bogotá aunque fuera por unos días. ¡Qué felicidad sería estar en el cam- po mientras llega aquí aquel que temo y deseo ver! Pero no puede ser, tengo que aguantar en calma todos los días viendo que se acerca el tiempo. Me llaman a almorzar.

27 de enero Anoche llegó mi tío Benito con los muchachos. ¡Dios mío!, estoy desesperada, no sé qué pensar. No entiendo lo que se pasa en mi corazón. Dijo mi tío Benito que ya debería estar aquí…, que se fue de Guaduas un día antes que él. Tuve una larga conversación con mi mamá anoche y me dijo que era muy malo, que tenía muy mala reputación

153 Soledad Acosta de Samper

y que no debía yo pensar en él. ¡Me tiene aterrada la idea de que tal vez lo veré hoy! Verlo hoy, cuán deseado ha sido este día… ¡Volverlo a ver! Hubo un tiempo en que creí que sería la felicidad más grande. Pero ahora, aborrecido por todos, ¿debo desear verlo? Para qué lo conocí yo, para qué aprendí a amarlo si tengo ahora que desecharlo de mi corazón, si tengo que hacer un esfuerzo sobre mí misma para mirarlo con indiferencia. Puede haber una cosa más terrible que tener que parecer calma, indiferente, cuando estoy en una agitación violenta, cuando late mi corazón y parece que se me quiere salir del pecho. Me he decidido a ir adonde María Castello para no verlo. Por qué es, Dios mío, que él es tan elocuente, por qué le dio la naturaleza aquella brillante elocuencia que como un torrente lleva todo por delante. Toda mi vida he buscado el talento. ¡Por fin lo hallé rodeado de todo lo bello, de todo el ideal que había yo soñado! ¡Me dejé llevar por la corriente de la pri- mera impresión y encontré que tal vez no era digno de mí! ¡A lo menos así lo dicen! ¿Esto no es un martirio? Tengo que irme y lo más temprano posible de la casa. ¡No sé qué me sucedería en el estado de agitación en que me hallo!

Las diez de la noche Estar en Bogotá desde el miércoles y no haberlo visto yo. Es- tar en la misma ciudad, tan cerca. Unos pocos pasos nos separan, ¡y no verlo! Salí hoy y mientras eso vino, ¡vino! Sí, Dios mío, esta mañana no quería hablarle, verlo. Pero aho- ra, ahora me ha entrado un deseo tan grande y una deses- peración. Me parece que nunca llegará el día de mañana.

154 Diario íntimo

¡Mañana! ¿Tendrá él verdadero deseo de verme? Quién sabe lo que me sucederá si vuelven mis ojos a contemplarlo. Esta noche no más al oír golpear en la puerta me asusté de tal modo que la pluma que tenía entre las manos tembla- ba como la hoja que sacude el viento. Pero no debo pensar en él si mi deber me lo manda, yo no debo ocuparme de tal persona. Sin embargo, cómo echar esta imagen que está grabada sobre mi corazón, ¿cómo? ¡No puedo, Dios mío! Pero cuántos sacrificios han hecho otras, sacrificios grandes, ¿y no tendré yo bastante poder de voluntad para tratar de mostrarle que me es indiferente, que nunca sepa lo que he sufrido? ¿No soy yo valiente, no tengo un ánimo intrépi- do? Pues bien, tratad de no mirarlo como antes. Tratad, si lo debes hacer. Échalo de tus sueños, adonde se ve siempre mezclado con tus felicidades que crees son posibles sobre la tierra. ¡Y si no puedes romper el ídolo entierra el templo adonde se halla y que tu imaginación duerma mientras pue- da haber peligro de que vuele hacia ese punto y despierte los recuerdos que has enterrado para siempre! Esto me dice la razón. ¡Pero ay de mí! ¡Soy mujer! Débil, aunque sola- mente yo lo sé, y mis sentimientos son fuertes. No tengo modo de distraerme de una idea que me es tan agradable.

28 de enero 1854 ¡El 28 de enero 1854 por fin llegó el momento tan temido y tan deseado, y después de cinco meses y siete días lo vol- ví a ver! Lo volví a ver. Yo sabía que vendría hoy, lo sabía. Ay, Dios mío, qué agitación había en mi pecho… Mi cora- zón latía sin compás… Mi espíritu lleno de pensamientos

155 Soledad Acosta de Samper contrarios. Imposible leer y hacer nada de provecho. Me puse a tocar piano, pero tal era mi agitación y temblaba de tal modo al oír cualquier ruido que vi que no podría recibirlo así cuando quería yo parecer indiferente. Me fui a mi cuarto, tomé la vida de Demóstenes, y sentada en el gabinete quise verle llegar y así prepararme para recibirlo como debía. ¡Por fin lo vi venir! Oí su voz y lo pude ver antes que entrara. Oí tocar a la puerta, sentí pasos, ¡y yo estaba en la sala!… Qué agitación, todavía me tiembla la mano al acordarme. Con un esfuerzo terrible y sin dar- me a mí misma tiempo para pensar porque sabía que sería peor, salí con mirada indiferente y fría le hablé. ¡Ay Dios!, ¡si hubiera adivinado él lo que pasaba en el alma, si hubie- ra sabido lo que me costaba parecer indiferente!… Tal vez me creyó insensible o boba. Vi que por algunos momen- tos la emoción no lo dejaba hablar, tal vez sería ilusión. El mundo para mí ya está cambiado y las lágrimas que caen silenciosas sobre este papel son tan amargas. Había cam- biado, ¡ay! Estaba diferente, flaco, descolorido, triste. Tal vez recuerdos de sus felices días pasados llenaban su ima- ginación. ¡Ay, Elvira, desgraciada! Cuánto mal hiciste al morir. ¡Poco adiviné yo cuando la vi por primera vez que ella, ella sería para mí causa de pesadumbre! ¡Dijo él que ha- bía recuerdos tan profundos, que quedan grabados tan fuertemente en el corazón, que no se pueden eliminar de allí! Poco creía aquella feliz muchacha, cuando yo estaba pequeñita y me abrazaba y me halagaba, que esta chiquita sería rival cuando ella yaciera en su triste tumba. Y el espo- so que ella idolatraba la olvidó algún instante para pensar

156 Diario íntimo en esa niñita que ella miraba como insignificante… ¡Qué suerte tan terrible, morir tan joven y olvidada tan presto por aquel dueño de su ser! Pero no, que no la ha olvidado y mientras viva reinará en su corazón el recuerdo de su pri- mer amor tan puro, y aquellos hermosos ojos lo seguirán en su imaginación por todas partes… ¡Dios mío, yo deliro! Siento, sí, siento que lo amo con una preferencia irresistible. ¡Pero no debo! Ya es muy tarde y no puedo escribir más. Siento, lo sé, que es malo pensar en él. No debo. Y sin em- bargo no puedo menos.

30 de enero ¡Sí! Anoche fue noche feliz, feliz. ¡Qué agitación, qué pla- cer corría por mis venas! Fuimos al teatro. No había casi señoras, conocidas nin- guna. Entramos con Sofía, que habíamos convidado. Vino al palco Fidel París y representaban un drama intitulado La monja reina. Cuando estábamos al fin del primer acto se apareció en el palco él… Yo lo había visto en el patio. Entró y se sentó. Pronto el primero abandonó el campo y él… se apoderó de un asiento detrás de mí. Allí, ¡Dios mío!, pasé yo horas felices. Hubiera querido que durase la pieza eternamente. Qué conversación tan variada, tan chistosa, tan agradable. Recordaba Guaduas. Él decía que su segunda vida comenzaba allí, su vida moral. En fin, con risa y alegría pasé una de las noches más felices de mi vida. Unas veces la conversación era seria. Se habló del arzo- bispo que murió en Marsella, dijo que lo había sentido verdaderamente, que era un hombre como no volvería a

157 Soledad Acosta de Samper ver la Nueva Granada86. Todo lo que dijo fue mostrando sentimientos tan puros, tan buenos. ¿Y este es el hombre que llaman perverso, malo? Dicen que esto es hipocresía. ¿Cómo puede volverse hipócrita un carácter tan franco como ha sido? No puedo creer otra cosa sino que se ha compuesto y que está enmendado. A las once y media entró don Januario, que está recién casado, y él se fue, pero a sentarse enfrente, en el patio. El pobre de mi *** se fue, y quedé triste y meditabunda.

1.º de febrero Ya se pasó un mes de este año. ¿Tal vez cambiará mi suerte en el trascurso de los días que pasarán antes de llegar el fin del año? ¿Serán tristes o serán felices? ¿Pero felices, insen- sata? ¡Si la felicidad no existe sobre la tierra! Estaba leyendo anoche, o más bien, al abrir el libro sobre el imperio de las pasiones por Madame de Staël, cayeron mis ojos sobre un pasaje que yo había leído antes pero que nunca me había hecho tanta impresión. Hablando de que ningún ser huma- no puede ser feliz, dice que si acaso dos personas unidas por el himeneo se encuentran perfectamente felices teman por el porvenir, que teman y que esperen alguna desgra- cia, porque si una felicidad como esta se encontrara en el mundo ella está casi por creer que personas que gozaran de ella largo tiempo no podrían tener la eternidad feliz que

86 Se refiere a Manuel José Mosquera (1800-1853), arzobispo de Bogotá —hermano de Tomás Cipriano—, muerto en Marsella, Francia, el 10 de diciembre.

158 Diario íntimo les aguarda a los desgraciados, aquel descanso eterno que deben tener los que han sufrido en esta vida. Todos me di- cen que tengo fisonomía melancólica. Tal vez allí estarán retratados mis años por venir. Tal vez sin pensarlo llevo en la frente impreso el sello de la desgracia. Presentimiento que me acompaña siempre y con la edad en lugar de disminuir crece y gana imperio sobre mi espíritu. Esta idea me ha se- guido siempre, desde mi más tierna edad. Cuánta impresión hicieron en mi joven alma las palabras de una mujer que al contemplar mi extremada alegría, mi inquietud y viveza, dijo: «Esta niña será desgraciada algún día y mientras más alegre esté ahora mayor será su tristeza cuando esté gran- de». Palabras que jamás se me borraron de la mente y que recuerdo sin cesar. ¿Por qué estoy triste hoy? Esta tarde de repente me entró una melancolía que no he podido sacudir. Sin embargo no tengo razón, nada ha acontecido para que esté así. Vino esta noche mi señora Mariquita con Virginia y Vicente. Propusieron bailar pero yo no pude ni sonreír- me. Bailé pero triste, mi espíritu está pesado.

3 de febrero Ayer estuvo aquí Sofía todo el día. Virginia vino a comer y María E. llegó a la casa al oscurecer. Estuve yo muy ale- gre todo el día, pero unas palabras de María me llenaron de dudas el alma y de tristeza el corazón. Ella estaba aquí cuando pasó *** a caballo. Qué hermoso estaba y qué ele- gante en aquel brioso caballo. Después María me dijo que ella sabía que había dicho él que estaba haciéndome la cor- te, y que por el modo que lo dijo él se creía correspondido.

159 Soledad Acosta de Samper

¿Cómo voy yo a aguantar esto? Pero no sé cómo hablar, cómo parecer para que crea que me es indiferente. No pue- do creer que si me amara de veras sería capaz de hablar así. Es verdad que él se lo dijo a un amigo íntimo y que él lo ha traicionado, pero no, no tiene derecho que sus compa- ñeros se ocupen de mí. Dios mío, todos los días su carác- ter es diferente a mis ojos, ¡poca delicadeza es esta! Qué conflicto el mío, cuán diferente había yo creído que era… ¿Pero cómo se puede engañar mi alma? Yo estaba cabizbaja y triste mientras que él…, haciendo correr y caracolear el caballo, parecía lleno de triunfo y alegría. Son las siete de la noche. Han estado doblando todo el día, infiero que será por el arzobispo. Qué tarde tan fea, lloviendo sin cesar. Yo estuve sentada en el gabinete viendo el caño sucio, la calle mojada, barrialosa. Un páramo frío caía sobre la tierra y se oía el caer del agua con monótono ruido sobre el enlozado. Mis pensamientos fueron hacia los días pasados y llenaron de tiernos recuerdos mi mente. ¡Y recordé estos versos que suenan en mi oído dulces y lle- nos de armonía!

Triste esta tarde, enlutecido el cielo La luz apaga, y la flotante nube De cima en cima, caprichosa sube Dejando en pos la ráfaga fatal. El sol se eclipsa, el huracán empieza Y el crepúsculo cárdeno del día

160 Diario íntimo

Parece que muriendo de agonía Se disipa a la voz del vendaval.

Estos otros también se me presentaron a la memoria:

Leves canarios colorines bellos, Dulces cantores de selva sombría, Dadle canciones a la lira mía Y el raudo acento del divino amor, Que si en el bosque y la campiña hermosa Os columpiáis cantando saltadores, Quiero con vuestra voz cantar amores Que al fin amante soy y trovador.

Brisas de la arboleda misteriosa Que murmuráis entre la verde rama, Venid sonantes do el laurel os llama Cuando levanta su armonía ideal. Que así como apacible y tembladora Entre las flores vuestra voz suspira, ¡Al conmover las cuerdas de mi lira Himnos dará de encanto celestial!

Esta mañana estaba descontenta con él, ¡y ahora me llena de encanto cualquier producción suya! Pero sí estoy perfectamente decidida a parecer fría y muy seria la pri- mera vez que venga, quiero que vea que no es tan fácil como cree hacerse amar por mí a lo menos.

161 Soledad Acosta de Samper

4 de febrero Son las diez de la noche. Se acaba de ir de aquí Mariano y ha estado hablando sobre los cachacos y lo que piensan: siempre se creen amados de todas las muchachas a quie- nes ellos miran, dicen que les gusta tener dificultades y que no les hagan caso. Así es el mundo. Cómo haré yo para que *** crea que yo no pienso en él, que me es indiferente. Esta tarde pasó con toda la lluvia y se paró en la esquina mucho tiempo. Recuerdo bien que en la noche del teatro dijo él que sería gran felicidad poder conquistar mil trabajos, vencer mil dificultades y por fin llegar adonde deseaba el corazón, perseverar largo tiempo en una misma cosa pero siempre tener un fin dichoso y difícil de ganar, que mientras más difícil era más constancia tenía para perseverar en el camino que había escogido y que por fin llegaba a su objeto ven- ciendo todo lo que se le presentaba bajo la forma de dificul- tades. Sí, yo le haré ver que no soy tan fácil, yo le mostraré que conmigo hay mil dificultades que vencer. Voy a mos- trarme no solamente indiferente, sino que le voy a hacer creer que no me agradan absolutamente ni su presencia ni su conversación. Esto voy a hacer, aunque me cueste mil sacrificios el hacerlo, padecer así. A lo menos sabré si verdaderamente me ama o no es más que una inclinación pasajera. Veremos.

5 de febrero Me acabo de vestir. Es domingo por la mañana. Mi oído pone atención a cada paso que oigo en la calle porque temo

162 Diario íntimo

y deseo verlo. Tal vez vendrá él hoy, y tengo, sí, estoy persua- dida de hacerle creer que me es indiferente, que me choca. Vino y yo no pude estar seria, fría. ¿Cómo puede uno estar como un pedazo de nieve cuando él es tan amable, tiene una conversación tan agradable? Están dando las diez de la noche. Acabo de venirme a mi cuarto para escribir, ¿pero cómo explicar mis pensamientos? Son tan vagos, tan inciertos, y me falta aquel don sublime hijo del talento que llaman elocuencia. No puedo escribir mis pensamientos. No sé si es por el desorden que se encuentra siempre en mis ideas o es que no tengo verdaderamente poder de ima- ginación para explicar lo que siento. ¡Pero cuánto siento! Tal vez algún día hallaré la llave del recinto adonde se halle aquella infinidad de sensaciones que residen en mi alma. Como hoy es domingo hubo retreta. Toda la tarde llovió. Un páramo triste y destemplado mojaba las calles, pero al esconderse el sol bajo el horizonte se disiparon las nubes e hizo una noche hermosísima. Cuánto placer encuentra uno al poder contemplar la luna después de que por tanto tiempo no la habían dejado mostrarse a los humanos las nubes que habían tomado posesión del cielo en días pasa- dos. A las ocho comenzó la retreta. Yo me recosté contra el gabinete. La luna iluminaba mi cabeza y bajo sus rayos puros y encantadores y, al sonido delicioso de la música, me dejé llevar por la imaginación. Se veía en la esquina un numeroso grupo de personas que escuchaban los acordes de la música. La luna iluminaba las cabezas de los espec- tadores. No se veía a esta distancia sino multitud de som- bras blancas que se movían y se perdían en la oscuridad,

163 Soledad Acosta de Samper así como al levantarse un pequeño viento en el mar hace que las olas se rompan y se precipiten mostrando a lo lejos solamente la espuma blanca que sin cesar aparece y vuelve a desvanecerse entre las profundidades del océano. Aquí se me apagó la vela y no pude seguir, y no recuerdo bien los pensamientos que tenía anoche.

7 de febrero Todos los días nuevas penas, nuevos desengaños. ¡Dios mío! Cuán penible es tener que creer que aquel que yo había revestido de todo lo bello, lo ideal, que aquel que yo creía corregido, enmendado, ¡ya por fin tengo que con- fesar que no es digno de mí! Sí, tengo que renunciar a él. El combate será terrible pero nunca quiero volver a verlo con gusto, jamás volveré a escuchar su voz sino con la tris- teza más grande. ¡Adiós, sueños dorados! Adiós. Por fin se me han abierto los ojos y ya no me puedo engañar a mí misma. ¡Adiós para siempre!… Sin embargo soy débil, siento todavía en el fondo del corazón una espe- ranza que no debo abrigar, ¡no! ¡Para mí no hay ya esperan- za! Qué se me hizo aquel orgullo que tenía, ¿cómo es que no te indignas al ver su presunción? ¡Ay de mí!, ¡que no lo puedo aborrecer, no puedo hablar una palabra contra él! Mis labios rehúsan acusarlo y hasta en mis sueños lo veo. No puedo menos que, que… No, esto ya es demasiado, ¡no es digno de mí! ¡Y pensar en él es mal hecho! ¿Por qué pues son estas lágrimas, cuál es la causa de estos suspiros? Por fin tengo que creer lo que antes había negado. ¿Si me amara de veras podría decir a todos que vino a Bogotá para

164 Diario íntimo casarse conmigo?, ¿y que está seguro de esto? ¡No! ¡No! Aquí mostró la nobleza de su alma, y los sentimientos que yo creí que tenía no moran en su pecho. Renuncio para siempre a un hombre que se cree de tanta importancia y nunca volveré a salir cuando él venga. ¡Adiós! ¡Así se acaban las ilusiones! Gracias a Dios que lo he conocido. La luna brilla serena y sus lánguidos y tiernos rayos iluminan con cierta melancolía tranquila y calma la dor- mida ciudad. ¡Ay! Y yo tengo el alma despedazada por un mórbido pesar que agobia mi corazón como para hacerlo latir con un movimiento tan rápido que algunas veces no puedo aun respirar. La naturaleza en reposo parece burlar las pasiones de los hombres y mostrarles cuán indignas son sus miras y sus proyectos, ¡cuán pronto se desaparecerán de la tierra! Y queda aquella argentada luna, aquel cielo cubierto de estrellas, los montes medio tapados por un vapor que endulza sus contornos. Y todo, todo en el uni- verso queda como antes, mientras los pechos de los mor- tales, siempre agitados por mil pasiones diversas, pronto ni memoria quedará de ellos. ¡Pero ninguna reflexión puede cambiar mi pesar, nin- guna idea aunque sublime puede apartar mi imaginación un momento del sacrificio que pienso hacer y que ya comencé! Esta tarde principié a ejercer mi voluntad. Mi resolución, una vez fija, tengo que seguirla hasta su fin, cuésteme lo que me costare. Sí, pasó… A caballo. Y tuve valor para no mirarlo y en lugar de recibir su saludo voltear la espalda hasta que pasó. Cuando vi que se alejaba, ¡quién podría

165 Soledad Acosta de Samper haber analizado los sentimientos de mi pecho! ¿Quién hubiera creído la tristeza que abrigaba mi corazón y quién podría haber adivinado el sacrificio tan grande que hacía? ¿Y qué pensará él? Cuando anocheció me dejé caer sobre el suelo del gabinete, y contemplando la luna que por momen- tos brillaba en todo su esplendor y otros las leves nubes que vagaban por el cielo la cubrían, veía yo la imagen de mi vida. Ardientes lágrimas corrían lentamente por mis mejillas, ¡y qué pensamientos los que cruzaban mi mente! Conozco que cada día lo amo contra mi voluntad y en cada instante veo que es para mí más tierna su memoria. ¡Y tendré que echarlo de mi corazón para siempre! ¿Tendré que verlo para siempre lejos de mí, que mirarlo con indiferencia? ¡Mi suerte está entre mis manos! ¡Terrible idea!…

9 de febrero ¡Qué día de agitación fue el de ayer! ¡Por fin venció el co- razón y débil no pude decir no! Dios mío, ¿tendré yo que arrepentirme de mi imprudencia? Todavía no es tarde y creo que con el tiempo, si no lo volviera a ver, podría ol- vidarlo. ¡Si conociéndolo tan poco lo amo tanto, cómo será cuando lo haya visto a mis pies seis meses! ¡Escribió pidiendo mi mano!… Y qué agitación, qué locura se apo- deró de mis sentidos… ¡Me encerré en mi cuarto y en dos horas de meditación profunda no pude resolverme a decir- le el no fatal! Me levanté decidida a conocerlo más, ¡y yo sé que verlo siempre es para amarlo más! Esto es una debilidad grande, lo sé. Mi razón me dice que es muy probable que no sea feliz con él. ¡Ay Dios! Siempre tendrá bajo sus ojos

166 Diario íntimo la imagen, la encantadora belleza de la desdichada Elvira… ¡Y comparada conmigo cuáles serán los pensamientos que cruzarán por su mente tan poética! Y los recuerdos de su primer amor lo seguirán cual sombras de dolor. ¡Y yo que creía que deseaba amar a un hombre que no conociese lo que es amor! ¡Yo podré dejarme llevar así, y por el viudo de aquella hermosa con sus ojos de gacela y su mirada de ter- nura oriental! Jamás la podrá olvidar y siempre sus pensa- mientos volarán hacia la tumba de su esposa. ¿Qué hacer?… Ayer tarde estuvimos adonde mi señora Isabel Caicedo y parece que mi mamá le habló sobre esto. A ella —a lo menos así dice— no le parece tan mal el joven. ¡Cuánto agradez- co yo que hablen en su favor!… Como es necesario tomar informaciones, mi mamá le contó a don Manuel Vélez y él prometió saber y averiguar todo lo que él hace y conocer su carácter… El domingo viene por la contestación y se le dirá que no nos conocemos lo suficiente y por consiguiente hasta de aquí a seis meses no se le dará la contestación defi- nitiva. Que visite la casa y que se dé a conocer para poder formar una opinión favorable de él. Hoy no puedo leer ni estudiar nada, mis ideas vuelan a lo que más me interesa y no entiendo lo que está escrito. Pero tengo que educar mi espíritu, quiero que si no me parezco a la linda E., a lo me- nos mi entendimiento esté más cultivado de lo que estaba el de ella. Dijo don Manuel Vélez que se le debía exigir que dejase la política. ¡Y entonces para qué son aquellos brillan- tes talentos! ¿Para qué cultivó su fuerte y ardiente imagi- nación si es para no pensar más que en ganar plata? ¡No!, no, yo quiero que sea algo en la República. La ambición

167 Soledad Acosta de Samper que tiene de ser más que otros es casualmente lo que a mí más me agrada. Quiero verlo brillante, elocuente en la tri- buna. ¡Dios le dio el don de la palabra para poder gober- nar a los hombres! Hombres como este no se encuentran, talentos así no los hay. ¡Que le dijera yo que cambiara sus ideas para ser como todos esos seres viles que no tienen más ambición que tener plata ni más deseo que su comodidad! ¡Si fuera a cambiar, entonces perdería para mí toda la ilu- sión!… Ayer salieron en El Pasatiempo estos versos que me han entristecido al mismo tiempo que no pueden menos que halagar mi vanidad:

Amor ya vuelvo a delirar contigo: Vuelvo a sentir tu agitación y encanto, Tu luz, tu fuego, tu dolor, tu llanto Y palpitante de placer bendigo Tu ardiente inspiración…

Vuelvo a ese mundo de gigante gloria Que mi latente corazón suspira, Donde otro tiempo mi angustiada lira De mi esperanza reveló la historia Sin velo mi aflicción.

¡Cuánto yo amé!… Mis juveniles días Como las ondas de la mar corrieron, Como las flores su color perdieron Toldando el sol de tantas alegrías La sombra del dolor.

168 Diario íntimo

De entonces, ¡ay!, mi corazón doliente Muerto al placer sin ilusión vivía Porque ya le faltaba en su agonía Del cielo azul de su perdido Oriente Mágico el fulgor. Pero al verte tan bella en mi camino, Flor columpiada al suspirar del viento, Sentí otra vez que el corazón sediento Latió de amor… Obedecí al destino, Y amante me rendí… De entonces fuiste mi esperanza bella, Mi edén, mi fe, mi religión, mi orgullo, Sentíme grande al encontrarme tuyo. Si fuiste mi deliciosa estrella, Mi bien, tu esclavo fui… S. ¡Ay, Dios mío! Él mismo confiesa que amar como la vez primera no puede jamás. ¿Y yo le entregaré mi corazón?

10 de febrero Cada día encuentro más difícil el renunciarlo. ¡No!, no puedo hacer sacrificio tan grande. Ayer por la tarde estuvo aquí Sofía y mi mamá le contó todo… Cada vez que oigo hablar de él siento que lo amo más y más. Dios mío ¿será este mi destino? Desde la vez primera que lo vi sentí que me interesaba en él más de lo que yo podía comprender. Esta tarde pasó por fin… No lo había yo vuelto a ver desde el martes que no lo miré. Parecía

169 Soledad Acosta de Samper asustado. Yo le contesté el saludo muy fríamente. ¡Quiero que tenga bastante duda sobre mi contestación! Pero al mismo tiempo no desearía que tuviera un momento de pesar. ¿Qué digo?… Hasta adónde puede llegar mi cariño. ¡Ay, Dios mío!, y yo deseaba renunciar. ¿Qué tengo yo con lo que dicen las gentes, qué me importa a mí lo que pien- sen? ¡Yo lo amo! Lo amo y no me puedo engañar sobre esto. No más combates. Corazón, ya ganaste y… Pero esto es delirio. Don Joaquín París conoció que esos versos de El Pasatiempo son de él y a mí dirigidos. ¡Poeta, poeta! ¡Esta era la ambición de mis sueños más dorados! ¿Podré yo ser tan feliz que me ame él verdaderamente? La imagen de E. se me presenta siempre pálida y descolorida, ame- nazante, triste, cada vez que me entusiasmo sobre esto. Cuánto quisiera yo oírlo hablar. Esta noche estoy loca. Ya es tarde, me voy…

13 de febrero Días hace que no escribo… ¡Qué voy a decir, no tengo pa- labras, no tengo ideas para expresar lo que siento! Lo he sentido. Madame de Staël dice que un grande afecto, un amor verdadero está siempre unido con la melancolía… Cuando lo veo quisiera que se fuera, ¡pero cuando no lo he visto por dos días cuál es mi pena! Ayer vino por la con- testación. Se la dieron. ¡Yo no salí y desde que lo vi por entre el gabinete salir de la casa, mis ojos no lo han encon- trado en parte alguna! ¡Ay!, si soñara en el pesar, la pena que siento cuando no pasa por aquí, cómo dejaría así una tarde la calle solitaria. Porque cuando no viene encuentro

170 Diario íntimo todo triste… Hoy ha llovido tanto, ¡se habrá enfermado!… Cuáles serán mis pensamientos cuando hoy que tronó re- cio, que cayeron rayos y que parecía que fuera en la ciudad, la primera idea que se me vino fue que tal vez le tocó a él… Me parece que hace un siglo que no lo veo, ¡y sin embar- go no hace más que poco más de veinticuatro horas! ¿Y pude vivir feliz en cinco meses de separación? ¡Pero aho- ra he conocido la intensidad de lo que lo amo y entonces no lo sabía!… Parece que mi destino lo ordena, tengo que someterme a la suerte… ¡Sin embargo dudo algunas veces que me ame como yo quiero ser amada! ¡Podrá él engañarme! Y no ser cierto todo lo que dice… ¡Dios mío, qué será de mi vida! Yo que ambicionaba inspirar un primer amor… Dicen que yo seré la sucesora de E. ¿Adónde está mi orgullo? Ya, Dios mío, bajo este punto no tiene voz…, queda callado. Me avergüenzo al pensar algunas veces que con el soplo del amor se acabe así mi natural amor propio. Dicen que seré muy desgraciada con él… Pero también es tan diferente… Algunas veces en una frase hay un veneno que me llena de desesperación… ¿Qué hacer, cómo conocerlo nunca? Visitas de cumplimiento, ¡así no se conoce a nadie! ¡Y yo jamás podré verlo de otro modo!… ¿Sin embargo qué es la vida? ¡Por qué apurarse tanto, pensar tanto en los pocos días que tenemos que pasar en el mundo! Siempre, siempre pensando en lo futuro, en los momentos que vienen, ¿para qué? Cuando llegan aquellos días tan deseados, aquellas horas que nos habíamos figu- rado tan llenas de felicidad, ¿las gozamos? No…, jamás

171 Soledad Acosta de Samper disfrutamos de lo presente. Porque para qué es vivir, ¿para qué sirve el visitar, vestirse, hacerse amable? Si todo pasa, todo fluye de nuestra vista como se pierde el humo entre las nubes… Se pierde en nuestras miradas la flor que arras- tra la corriente, ¿y esto es vivir?… Lo que más deseamos es lo que menos tenemos, ¿y cuando lo conseguimos estamos satisfechos? Nunca, nunca gozamos de lo que deseamos más en este mundo, al conseguirlo se pierde la ilusión y el placer mata la esperanza. Y sin esperanza todo es calma, y esta quietud en ardientes caracteres, en genios vivos y entu- siastas, rompe la felicidad con el cansancio… Felicidad, por qué es que todo mortal la busca hasta que expira y jamás la halla… Me dan ganas algunas veces de dejar correr los días, dejarme llevar por la vida lentamente y no pensar. ¡Ay de mí!… Mis pensamientos no tienen nada de agradable… ¿Si tengo mi vida como desgraciada en el libro del destino quién puede interponer? ¿Qué importa qué piense yo?… Si ya todo está sellado de antemano por la mano del Omni- potente… Quisiera no tener que representar mi papel en el teatro del mundo sino estar de espectadora de los hechos de los demás… Pero esto no puede ser, valor es necesario. Mi papel es difícil y hay muchos espectadores… Valor, esto es lo que deseo. ¡Ay!, cuánto tuviera yo si no fuera por las dudas, incertidumbres que me llenan la imaginación de aterradores fantasmas… La noche está oscura, tal cual estrella brilla con incierta luz. Tal será mi vida.

172 Diario íntimo

22 de febrero87 Estoy triste… impaciente… No sé qué quiero ni qué es lo que deseo… Esta tarde estuvo aquí *** y poco después en- tró María. Yo le había dicho que viniera… ¡Ella había sido la amiga de su esposa! Quería saber qué impresión le hacía su vista. Estuvo callado, silencioso, ¿cuáles serían sus pen- samientos? ¡Pobre Elvira!… ¡Recordaría aquellos tiempos tan felices para él, aquellos tiempos en que conoció por primera vez el amor! ¡Y ahora cuán diferente es para él la vida, cuán cambiadas las esperanzas, cuán distintos sus de- seos! ¡Sin embargo hace apenas tres años!… ¡Y yo, insensa- ta, creía que podía amarme! Tal vez no le soy indiferente, pero aquel candor, aquella frescura del primer amor, pasó ya… Y qué joven es todavía, y ya pasó su vida, su primera vida perdió Del cielo azul de su perdido oriente, Mágico el fulgor. Y yo, yo, desgraciada…, ¿qué espero en este mundo? Yo sí me siento digna de ser amada como ninguna porque siento que no habría sacrificio bastante grande, no habría en el mundo modo alguno para mostrar cómo soy capaz de amar… Sí, amar verdaderamente… eternamente. Pero yo necesito el corazón entero y me resiento tal vez injusta- mente de recuerdos… Pero si no tuviera recuerdos él sería malo, no tendría corazón… Para qué lo formó Dios mío tan digno de ser amado… ¿Y yo seré la víctima? Qué te- rrible conflicto. O no amó aE . verdaderamente. Y si fue

87 El manuscrito pasa del 13 al 22 de febrero sin dar cuenta de los días en que la autora deja de escribir. No parece haber faltantes de texto.

173 Soledad Acosta de Samper así, ¿qué espero yo en este mundo ya? ¿Lo conocí y supe amarlo y sabré resignarme?

23 de febrero Y la noche está triste, triste. Y ni una estrella brilla en el cielo… Pero ningún sosiego encuentro, ninguna calma en mi alma al contemplar la naturaleza en toda su hermosu- ra… Esta tarde cualquiera al verme hubiera dicho, he aquí un ser feliz, qué necesita, qué desea que con moderación no pueda tener… Sin embargo, al abrir este corazón, ¿qué se habría hallado allí? ¿Por qué no estaba contenta, sí, por qué no me sentía feliz? Sentada en el butaque en mi cuarto, leyendo una novela muy divertida e instructiva, delante el estante de libros, mis ojos corrían por encima de todos. Allí tenía todo lo que necesitaba, lo que podía desear. Obras de filosofía, de poesía, mis libros favoritos, bastantes obras de historia. Entre estos últimos se paraban mis miradas sobre uno y dando un suspiro olvidaba todo para pensar en él, y las cortinas del gabinete al moverse descubrían un cielo azul puro, claro, y el perfume de las flores que tenía sobre mi mesa me inundaban de aroma… Tantas delicias juntas, por qué no estaba contenta. Me sentía inquieta, no quería estar con mis ideas y no quería que

A solas mi pensamiento Engolfado en esos mares Repasara los lugares Adonde contigo me vi.

174 Diario íntimo

No quería pensar en él. Temo lo futuro y no quiero acordarme de lo pasado. Adónde fueron los sueños de mi juventud… Dejemos de escribir, todo me cansa.

27 de febrero No he podido escribir en días pasados… Se murió el general O’Leary88, lo enterraron el sábado 25… Pero no tengo bas- tante valor para ponerme a hacer una descripción de esta desgracia… ¿Lo confesaré? No he sentido la menor pena al saber la muerte de este hombre… ¿Mi corazón se habrá endurecido? ¡Qué será, Dios mío, que antes me sentía en- ternecida al oír cualquier desgracia y ahora no puedo!… Vi el luto de la casa, alcancé a ver a lo lejos la sala adonde tenían el féretro tendido de negro y levantado de dos varas del suelo el cajón, cuatro erreales89 muy altos junto, y cua- tro soldados de guardia… Oí los sollozos de la viuda, es- tuve con Bolivia que tenía convulsiones. En todo esto estuve presente… Y no pude derramar una lágrima… ¡Qué será de mí!… Estoy escribiendo encima, por primera vez sobre su pupitre. Pobre de mi ***. ¡Ayer estuvo aquí! ¿Por qué lo amo tanto?…

28 de febrero Anoche estuvimos en el Congreso. Él nos había manda- do a decir que fuéramos, había una interesante discusión.

88 Daniel Florencio O’Leary (1801-1854), militar irlandés, héroe de la Independencia y autor de famosas memorias.

89 Erreales: es probable que se refiera a cuatro varas de madera.

175 Soledad Acosta de Samper

Convidamos a María y a la señora Price a una especie de palco o tribuna. Como fuimos un poco tarde habían teni- do que darle la llave a las Ricaurte y tuvimos que sentarnos junto a ellas. Estaba hablando Olano cuando entramos. Este señor tiene muy buena voz para hablar en público y bonito modo de expresarse. La discusión era sobre el ejér- cito. Este por supuesto estaba a favor de él. Después tomó la palabra el general Herrera pero no pude oír lo que de- cía. Don Pacho Barriga también habló, ¿pero este pobre hombre qué puede decir digno de oírse? Se concluyó con un tal Vicente Herrera, un joven de la provincia, pero es demasiado gólgota90. A las nueve y media se levantó la se- sión y nos vinimos. Él nos vino a acompañar. Me dio el brazo a mí y pasé un momento muy feliz. Oír su voz, es- cuchar lo que dice, es para mí un gran placer… Qué noche tan linda. Las estrellas brillaban en todo su esplendor, ¡y yo… venía con él!… Esta mañana fui adonde María y que- damos de ir esta noche al Coliseo con ella.

1.º de marzo ¡Anoche…, anoche qué contenta estaba yo a esta hora!… Cómo es la vida humana. Un día va uno a divertirse y el siguiente a la casa de duelo. Así está compuesto el mun- do, ¡en una casa lloran y en otra bailan! Son las diez de la

90 «Gólgota» es el nombre que se da a los liberales radicales a par- tir de una afirmación de José María Samper, quien, defendiendo el socialismo que militaba, dijo que esta filosofía era «una lágrima de Jesús en el Gólgota derramada sobre el pueblo oprimido».

176 Diario íntimo noche. Acabamos de venir de adonde mi señora Soledad. Me estuve con Bolivia, ¡desgraciada muchacha! Acostada en una cama a cada instante le dan unos accidentes horri- bles… Mi imaginación vuela y me pinta una escena cuán diferente de la que acabo de presenciar… Por qué es que siento que lo amo tanto, ¿qué poder tiene él sobre mi ima- ginación, sobre mi corazón?… ¡Con cuán diferentes senti- mientos lo miro en comparación con los demás! Fuimos, pues, anoche al Coliseo. Cuando entré al palco lo que pri- mero se me presentó a la vista fue una cabeza dorada que brillaba entre todos los demás sombreros y cabelleras de color diferente… Antes no me gustaba el pelo rubio, me parecía feo este color para un hombre… Y ahora, ahora… me parece el tipo ideal de belleza varonil… Esto lo digo porque hasta tal punto tiene él influencia sobre mis ideas que lo que me parecía antes de conocerlo un defecto me parece en él una gracia… Estuvo en el patio él el primer acto… Vino Posadas ebrio a insultar a Edernando E. que estaba en el palco… Yo no tuve cuidado alguno, ¡qué nos podía suceder estando él a mi vista!… Después subió y se estuvo con nosotras hasta que se acabó todo. Representa- ron una pieza de Hartzenbusch91 intitulada Los amantes de Te ruel, dos jóvenes que aunque separados por seis años se aman constantes… Me preguntó él si yo creía en un amor que durase tanto tiempo… ¡Ay de mí! ¡Yo me creo capaz de amar por más tiempo de lo que puede durar la vida!

91 Juan Eugenio Hartzenbusch (1806-1880): escritor español del romanticismo.

177 Soledad Acosta de Samper

Creo que entrando verdaderamente una imagen en el co- razón no puede eliminarse de allí jamás. Él dijo que los hombres eran muy inconstantes… ¿Lo juzga por sí mis- mo?… Yo le contesté que tal vez sí podría haber un amor como ese… ¿Qué podía decir?… La petite pièce, intitulada Mi secretario y yo, estuvo mejor representada… Pasé una noche llena de alegría, de contento. Salí de brazo con él, pero yo no sentía el frío… No pensaba más sino que me apoyaba en un brazo que para mí era el todo en la vida… Cómo me agrada oírlo hablar, hay un tinte de verdad, de seriedad en todo lo que dice. Nada de afectado, nada de forzado, todo es dicho con tanta franqueza… ¡Y aquella gracia, aquella sal! El talento brilla en cada palabra que pronuncia. Parece tan bueno, tan lleno de sentimientos nobles, grandiosos, románticos, poéticos… ¿Y este hombre es el que dicen que es malo? Imposible al conocerlo hallar, estoy segura, cualquiera antipatía. ¿Será que solamente yo pienso esto? No, todas, todas dicen que ha cambiado, que es diferente de lo que era… Pero siempre todo tiene una espina que me atormenta, el espíritu de la desgraciada E. me persigue, su sombra parece acompañarme a donde- quiera e interponerse entre él y yo. ¿Me amará más que a ella? ¡Imposible! Pero yo no soy celosa. Y de ella menos… Debía ser… Las diez de la noche acaban de sonar… ¿Por qué estoy algunas veces descontenta, aburrida con todo? Tanto, que temo el principio del día al pensar que tengo que pasar tan- tas horas en desasosiego, en cansancio… ¿Qué es esto, por qué tengo estos sentimientos, qué me falta? ¿Qué deseo?

178 Diario íntimo

Nada, nada. Tal vez será por eso mismo… ¡Dios mío, tened piedad de mí! ¡No me mandéis algún mal, alguna desgra- cia al verme tan poco digna de tus bondades! Estoy siempre llena de susto, cuando pienso en él con- tinuamente estoy creyendo que le puede suceder alguna cosa… Hoy me dijeron que Lleras había reunido a los democráticos para celebrar el 7 de marzo que es mañana92. Melo está furibundo porque en el Congreso han querido quitar a los militares. Temen que se amotinen los soldados con los democráticos contra los miembros de las Cáma- ras y maten a los principales conservadores y radicales o gólgotas93. Muchos no quieren dormir en sus casas de miedo. Murillo entre otros. Y él vive en casa de este y no quiere esconderse. ¡Estoy sin cesar sobresaltada porque no es improbable que le puedan hacer algún daño!… ¡Él que es tan valiente a nadie le tiene miedo!… Hoy no lo he visto. Esta tarde no estuve aquí, y cuando no lo veo siem- pre tengo funestos pensamientos.

7 de marzo Yo no sé si es que yo soy naturalmente descontenta o es que… me siento tan de mal humor que todo me desagrada. Mis pensamientos son inciertos, desabridos, ¡no encuentro aquel fuego, viveza de imaginación que antes tenía! Nada me interesa, me siento tan indiferente hacia todos que me

92 Durante estos meses de febrero y marzo, al parecer, la autora no identifica con fechas todas las entradas de su diario. 93 El amado era secretario de la Cámara y gólgota.

179 Soledad Acosta de Samper asusto al verme tan fresca, tan desentendida por todo lo que pasa: me habré vuelto fría… ¡Un carácter frío, qué cosa tan triste!… La vida, ¡la vida!… Qué problema tan lleno de terror. ¿Cuál será, cómo será aquel tiempo que tengo que pasar antes de llegar a las puertas de la eternidad?… ¿Ten- dré muchos pesares o algunas felicidades? ¡Dios mío!, ¡si tengo desgracias, penas destinadas para lo que me queda de años, dádmelas a mí no más!… Que yo las sufra, ¡me siento con valor para aguantarlas!… ¿Será presentimiento o solamente una idea de mi espíritu naturalmente melancó- lico? Creo que seré desgraciada, ¡un no sé qué me dice que tendré que sufrir grandes penas! Aquellos pesares secretos, mórbidos, ¡sin esperanza!, que solamente el corazón sufre callado. Aquellas penas que no se apartan un momento del espíritu pero que jamás se dicen. Una calma completa en lo exterior mientras que el alma está despedazada por mil desengaños tétricos, sin nada que los endulce, que los haga menos amargos, ¡no sabiéndolos nadie! ¡Sin que haya una persona en el mundo que los pueda mitigar! Cuando se ven huir sus esperanzas más bellas; cuando se ven pasar delante de sí en procesión las horas pasadas que jamás vol- verán; cuando con los ojos del espíritu vea en qué se trans- formaron aquellos dulces pensamientos; cuando aquellos sueños con que halagaba al corazón la juventud pasen otra vez y se vuelva a sentir todo otra vez, y mirando alrededor de sí se vea lo que quedó de sus ilusiones, ¡poder ver todo esto y seguir viviendo! ¡Cuán delicioso será entonces po- der levantar los ojos al cielo y decir tú a lo menos, Dios mío, no me has abandonado!… ¿Y esta será mi vida futura?

180 Diario íntimo

Qué cuadro tan horrible. Estos han sido mis pensamientos desde esta tarde que vino él. Estaba serio, callado. Sí, esta- ba tal vez pensando en E. Hoy hace tres años que estaba feliz. ¿Ya no la ha olvidado? Pronto, pronto se cansará de mí también, y si no me muero cuál será mi vida, ¿cómo se pasarán mis días sin su amor? ¡Dadme Dios todo!, lo puedo soportar, ¡sí, todo! ¡Pero no me quitéis su amor! Sin él cuál será mi vida.

8 de marzo Hoy hace un mes a esta misma hora vi yo la carta en que pedía mi mano… Y ayer cuando vino me pareció triste, aun indiferente. ¿Un mes lo puede haber cambiado así? Qué, ¿ya no me amáis como antes? ¿Qué he podido ha- cer, decir, para tal cambio? ¡Ay de mí! ¿Tan pronto y no piensas en mí como antes? Esto es un martirio horrible, no puedo escribir ni hacer nada. ¡Qué burla! ¡Qué burla! Acaban de traer ahora mismo El Pasatiempo, en el que hay muchas cosas escritas por él. Voy a copiar los pen- samientos delante del Tolima94. Qué elocuencia, natura- lidad en todas sus producciones. ¡Se conoce el talento en cada frase!…

«Hay recuerdos que no se borran nunca de la memo- ria, que viven en la urna del corazón, perfumados y bellos como una flor que jamás perdiera su frescura.

94 La autora se refiere al nevado del Tolima, descrito por el amado.

181 Soledad Acosta de Samper

«¿Habéis olvidado nunca la hora solemne en que el amor os hizo estremecer el corazón; el momento en que devorasteis con la vista el estupendo Tequendama95; en que llorasteis al lado de un cadáver, o en que adorasteis alguna de las grandes maravillas de la creación? No. Es que en cada uno de esos sucesos se ve la sombra, la mano y el poder de Dios, y Dios tiene la grandeza de no permi- tir que se le olvide nunca… «Era el ocho de diciembre de 1853; y yo a la luz vaci- lante de la aurora, trepaba al trote en mi inquieto zaino la cuesta que conduce del río Combeima —que circunda a ese huerto de naranjos y granados que se llama Ibagué— a la hermosa eminencia de la Palmilla. «Delante veía la cordillera, con todas sus bellezas, sus sinuosidades caprichosas, sus innumerables flores, sus lin- dos helechos, sus colinas pintorescas y sus bellos bosques poblados de perfumes. «Detrás quedaban el Combeima con los eternos rui- dos de sus aguas saltadoras, Ibagué con sus lindísimos cam- pos. Dormía la ciudad como una maga, entre los perfumes de las flores, de los árboles frutales y de toda una natura- leza espléndida que pudiera llamarse un idilio animado. «Yo dejaba en la ciudad las fatigas de la política, e iba a buscar los encantos y los primores de la naturaleza, esa gran canastilla de flores en cuyo seno se descubre la mano

95 : el llamado Salto del Tequendama es una casca- da de grandes proporciones ubicada en el departamento de Cundinamarca.

182 Diario íntimo de Dios… El hombre de la sociedad cedía su lugar al hom- bre contemplativo; el diputado cesaba donde empezaba el poeta… «A las seis de la mañana yo estaba en el alto de Las Casitas de pie, con mi lápiz y mi diario en la mano, olvi- dado de casi todo el mundo, en medio de una vegetación risueña y encantado con la hermosura de la soledad… ¡Oh!, ¡es muy bella la soledad! Tenía delante la maravilla del Tolima… Bello, blanco, magnífico, desplegándose a mi vista como una ninfa que sale de entre una tinta de oro envuelta en leves vestiduras de flotante armiño. No en balde aspiraba con tanto entusiasmo al placer de subir a la bella eminencia, para embriagarme en la más poé- tica meditación. Al llegar a este sitio escribí en mi diario: “He vuelto la vista al occidente para ver el Tolima. He permanecido completamente absorto ante el esplendor de tanta grandeza, y arrebatado por una profunda emo- ción de amor después de una muda contemplación, de un éxtasis de dicha suprema, y dominado por el más grande entusiasmo, conmovido por el espectáculo de la gigante maravilla y el paisaje espléndido, he levantado las manos y la vista al cielo exclamando con religioso recogimiento… ¡Señor, Dios infinito! Yo que no he aprendido a conocerte por revelaciones insensatas y vulgares tradiciones, sino por la sublime contemplación de tu poder misterioso que se revela en las bellezas y las palpitaciones de la naturaleza; yo que te amo porque siento tu soplo en las pulsaciones de mi corazón, y las vibraciones de mi alma soñadora, yo que te comprendo y te adoro, porque te leo en todas

183 Soledad Acosta de Samper partes, yo, Señor, ¡te reconozco y te encuentro con toda la magnificencia en la pompa suntuosa de ese gigante de granito y plata que tengo ante mi vista!… ¡Quién no ha de creer en tu existencia inmutable y en tu grandeza por- tentosa, si retratas tu brillo y la magia de tu soplo creador en las estupendas maravillas con que tu mano ha poblado el universo! ¡Oh! Ese Tolima encanecido por las nieves, y ese ancho panorama de verdura que se extiende al norte de la ciudad entre altas cordilleras, son el mejor altar adonde puede adorarte el poeta, y levantarte himnos de suprema armonía, arrebatado por la gigante inspiración. «“¡Cuánto convida a la filosofía la presencia de las bellas obras de Dios!96. Es entonces que el hombre se siente poeta porque se siente religioso. Cuán dulce es la medita- ción de lo infinito, lo hermoso y lo inmortal. «“¡Dios mío!, ¡cuánta pompa derramas en ese inmenso palacio de la creación donde tú eres soberano, y los poetas y pintores son tus rendidos cortesanos! ¡Qué lujo de her- mosura, qué vegetación tan gigantesca! ¡Qué altivez de cordilleras! ¡Qué caprichosa variedad de colinas, de faldas y de bosques, de pequeños valles y collados! ¡Qué música

96 «En la primera lección del bosquejo filosófico de Delacorde dice así: “el cielo sereno y claro, la sombra de los árboles cubiertos de hojas apenas abiertos al sol de la primavera, los suaves y aromáticos perfumes de las flores que abrían sus fragantes cálices al impulso de los céfiros, todo en la naturaleza disponía el alma a las dulces meditaciones que inspira este agradecimiento que sentimos al ver tantas bellezas”». Esta nota, al pie de su diario, parece ser un frag- mento de José María Samper que la autora está citando.

184 Diario íntimo de pájaros, de arroyos y de brisas! ¡Qué magnificencia de cielo, poblado a trechos de flotantes nubes que caminan a perderse en el espacio, semejantes a los espíritus huma- nos que flotan en la peregrinación incierta de la vida, para hundirse después en ese infinito mausoleo que llaman la eternidad! ¡Dios!, sangre de la inmensa creación… Ya que sé amarte, comprenderte y adorarte, ya que mi alma se ensancha en tan supremo deleite al meditar en las mara- villas que has creado, ya que eres la eterna inspiración de esa arpa de millares de cuerdas que se llama naturaleza, inspira también mi pobre y gemebunda arpa; ¡dadle a mi genio desfalleciente el vigor indomable y la animación que necesita para levantarse hasta ti, lanzando del fondo del corazón un poema de palpitaciones ardientes, para cantar ese poema de la creación entonado por tu labio inspirador al imprimir al universo su animación, sus arranques y su vuelo perdurable! «“Tú, Señor, que le das a la torcaz sus melancólicas querellas y al colorín sus trinos bulliciosos; tú, que le das murmurios al arroyo, suspiros a la brisa, blancos y tem- blantes lirios al prado, flexibles y rústicos helechos a la colina, esplendor a los campos, arreboles y bellas sombras al crepúsculo; ¡tú que haces palpitar toda la creación con tu vibrante voz, haz, Señor, que mi espíritu se envuelva en tu luz, que mi corazón se deleite con algo de tu santo misterio y que las cuerdas de mi arpa tembladora estallen en un delirio supremo de amor, de fe, de esperanza y de armonía como los fieles intérpretes de esa música román- tica y de ese lenguaje inimitable con que te habla toda la

185 Soledad Acosta de Samper creación!”… ¡Ah! Dios me escuchaba… porque al perderse mi voz en la hermosa soledad, la esperanza volvía como la blanca sombra de una fada a posarse sobre mi corazón desfalleciente ya…

J. M. S.97».

El ocho de diciembre estaba él meditando con la natu- raleza no más por testigo: tal vez pensando en mí. ¡Qué!, estoy segura de que yo ocupaba su mente, tenía esperanza de volverme a ver… ¿Y mientras eso yo adónde estaba, adónde? Ingrata, ¡ese mismo día sentía mi espíritu ale- grarse y estaba tal vez feliz pensando en bailar!… Sí, en ese día, tengo que confesarlo, estaba pensando en divertirme. ¡Ay!, sí, ¡tú me amas de veras! Y cuando lejos pensaba en mí, yo aquí me divertía, aunque jamás olvidaba98. ¡Pero el corazón de la mujer es tan vano!… ¡Y yo cómo iba a creer que fuera constante él solamente por aquella simpatía que creí descubrir en un ser que nunca me había dicho que me amaba! Jamás pasaron por sus labios aquellas palabras, aun- que lo mostraba en todo. Sin embargo no tenía ninguna causa segura para persuadirme, y siempre vacilante no sabía

97 Este texto del amado, citado extensamente, es ejemplo de la escri- tura romántica colombiana e hispanoamericana, religiosa pero no eclesiástica, y en este sentido rima bien con el proyecto político lai- co del liberalismo radical —gólgota— al que pertenece su autor. 98 Junio, 1864 — Todo eso era una burla, él no pensaba en mí enton- ces… (Nota de la autora).

186 Diario íntimo qué pensar. Pero siempre, ¡mi amado!, tú triunfabas en mi corazón… Tú siempre quedabas dueño del campo y siem- pre, siempre mi último pensamiento al dormir y mi pri- mero al despertar era tuyo, tuyo no más… Y cuando pude compararte con los otros, seres sin interés para mí, ¡cómo ganaste enteramente! Hoy también vi tus poéticos pensa- mientos. Yo desde esta mañana estaba triste, sin placer al recordarte. Antes todo para mí era amargo, todo me dis- gustaba y estaba en una especie de desesperación, de pro- funda melancolía. Cuando llegó El Pasatiempo, y al ver tus ideas, ¡mi bien!99, se disipó mi tristeza. ¡Qué noche tan espléndida, tan grandiosa!… La luna en toda su hermosura brilla clara en un cielo azul puro, cubierto de estrellas que vierten su luz vacilante al lado del mágico y argentado fulgor de la reina de la noche. ¡Feve!, linda Diana, ¡cuán bella eres! Sí, virgen, sí, tú eres el emblema de la virtud. Solamente ella puede llenar el espíritu de calma, de quietud perfecta. ¡Quién al mirar tu luminosa faz no siente tu poder! ¡Quién al contem- plar tu callada belleza no conoce la mano del Creador! ¿Y los hombres en su delirio te desconocen, mi Dios? Ay, ay, ¡pero el corazón que formó el Omnipotente no puede! No creo posible que haya en el mundo un ser tan perverso que alguna vez tu luz no despierte en él ideas de bondad y de agradecimiento al Señor.

99 Aquí comienza la autora a llamar al amado de alguna manera, a alternar el signo que hemos reemplazado por asteriscos con otras expresiones, como «mi bien».

187 Soledad Acosta de Samper

Ay, yo sí que puedo decir quién pudiera cantar para ti. ¡Mi bella Feve será mi primera inspiración!… Qué callada está la calle… Brilla la luna en el cielo, y en el suelo suspira la triste Soledad. Pero no, no triste, porque siente una calma, una quietud en su alma que solamente la contemplación de la naturaleza puede inspirar. ¡Quién pudiera meditar una noche entera bajo tus lindos rayos! ¡Quién pudiera al verte tan espléndida en aquel celestial sosiego mirarte, seguir tu curso sin cuidado, sin afán, y ver allí su porve- nir! El porvenir, bella palabra, ¡aunque asusta y llena de esperanza! Y de temor. ¡Ni una nube se ve en el cielo! Ay, te ruego mi Dios que me des sueños tan hermosos como está la noche… ¡Sueños adonde vea yo algo de mi futura vida! ¡Pero no! ¡Si no hay sino desgracias no me visitéis, Señor!, dejadme en mi ignorancia… Pero que él piense en mí es mi único deseo. Pensar en él, creerme amada y ado- rarte a ti Señor, que sea mi futura vida.

9 de marzo ¿Hoy he estado contenta? Sí. ¡Dime!, ¡oh!, dime, ¿cuál es la causa de aquel poder que ejerces sobre mi alma? Dime por qué cuando te veo triste, meditabundo, me encuen- tro yo desgraciada y nada puede alegrarme… Pero cuan- do vienes y te veo lleno de gozo y alegría, yo en el instante cambio enteramente y también me río, estoy contenta, y sin pensarlo me hallo feliz con cuanto veo… Dime, ¡oh!, ¡dime cuál es la causa de esto! ¡Ay!, ¡cuán bella, cuán en- cantadora es aquella idea del anteotipo! Serás tú el mío. Pero no, esto es ilusión. Siempre, siempre veo al pensar

188 Diario íntimo

en esto a la bella E. delante de mis ojos pasar. La veo tan linda, tan buena, es imposible que yo sea amada más que ella… Pero en la fuerza del destino, ¡qué misterio! Quién le hubiera dicho a él cuando la filarmónica en que yo lo vi ahora cuatro años… Entonces ni me acuerdo cómo era. Me lo mostraron y lo olvidé. Quién le hubiera dicho en- tonces, cuando amante de E., que pronto perdería a esa que entonces adoraba, y que una a quien él entonces ni miraría, ni conocería su existencia tal vez, sería amada por él después de poco tiempo. ¡Y si me hubieran dicho a mí que sería correspondido qué indignada me hubiera pues- to! Pero así es el destino, todo lo lleva, todo lo arrastra y nadie puede jamás adivinar lo que le sucederá. Lo que parece más imposible después lo encontramos lo más na- tural. Por eso es que los antiguos ponían al destino como inmutable y creían que tenía más imperio sobre el mundo que los demás dioses, a quien ellos mismos estaban suje- tos. Muy tarde es ya. Fuimos esta noche a llevar a Sofía a su casa. La noche tan divina como anoche. Al pasar por la plaza de San Francisco estaba tan claro con la luz de la luna que se podía distinguir todo perfectamente. Vi la casa adonde me crié, la casa de que tengo tan tiernos recuerdos. Allí por primera vez supe adorarte, oh luna, como enviada del Señor sobre la tierra. Allí pasé mis primeros años, años de paz, de tranquilidad. Los días de la infancia, cuán be- llos sois. Monserrate se elevaba claro detrás de la ciudad y casi como el día se distinguía cada sinuosidad de tan que- rido cerro para mi alma.

189 Soledad Acosta de Samper

10 de marzo ¡Mi vida!, ¡mi bien!, mi único placer es verte, mi único anhelo es oír tu voz. ¿Sin ti cómo sería el mundo? Sin ti nada, ¡oscuridad profunda en mi rededor no más vería!… Cada día, cada momento eres para mí más querido. ¿An- tes de conocerte qué sabía yo?, ¿qué sentimientos tenía? Sí, tú despertaste en mi alma la cuerda secreta del amor a la naturaleza. ¿Antes de conocerte qué era yo? Conocía la poesía, la amaba, pero no la sentía como la siento aho- ra. En mis sueños más dichosos, en mi ideal de felicidad futura imaginaba yo a un ser, ¡un poeta!, elocuente, her- moso, lleno de alegrías y penas… Orador, lleno de saber y religioso… Pasaron años y por fin lo hallé… Y todo, todo lo que había soñado lo traías pintado sobre tu frente… Com- prendiéndome lo más íntimamente. Sí, tú no más tienes la llave de este corazón. Y después de todo esto y de creer que me amas tanto, cómo no ser tuya y para siempre, cómo no amarte… Hoy pasaste por aquí tres veces, y cada vez que te veía, sentía mi corazón latir… Están dando las diez. Todavía tengo media hora antes de acostarme para pensar en ti… A toda hora del día, cada momento en mis sueños estoy pensando, estoy con mis ideas, con tu imagen siempre presente… Qué poder sobre mi alma. A todos los que hablan de ti con aprecio los quiero, siento por ellos simpatía al momento… Esta noche estu- vimos adonde mi señora Mariquita. Había unas gacetas sobre la mesa y encontré placer al ver tu nombre escrito en las actas del Congreso. Tu nombre es para mí tal talismán que el oírlo pronunciar… ¡qué!, el verlo solamente escrito,

190 Diario íntimo hace que huya cualquier tristeza o abatimiento de que esté abrumada mi alma… ¡Tu nombre! ¡Ay!, yo sí que puedo decir con el poeta:

Al salir el sol brillante, Al poner sus luces bellas, Al nacer luna y estrellas Estaré pensando en ti100.

Voy a contemplar la luna que brilla esta noche encan- tadora y al entrar por las cortinas de mi gabinete ilumina el paisaje sobre el pupitre regalado por él, ¡y esto es sufi- ciente para amarlo!…

13 de marzo Tengo la pereza más grande de escribir las boberías que han pasado en estos días. Tanta es la pereza que me es imposi- ble pensar en eso, perfectamente imposible. Otro día tal vez tendré valor, hoy no tengo ninguno absolutamente101. Ayer vino mi madrina y me contó que le habían dicho a ella que él era muy malo, que había tratado mal a la primera espo- sa… Aunque yo estoy segura de que no es verdad siempre me dejó en el espíritu una melancolía, una tristeza amarga.

100 Fragmento del poema «La despedida de Silvia», de Juan Bautista de Arriaza, publicado en el libro Poesías líricas (Madrid, 1829). 101 Un soquete escribió pidiendo mi mano, cuyo nombre no cono- cíamos siquiera. Yo lo había visto pero no sabía cómo se llamaba. (Nota de la autora).

191 Soledad Acosta de Samper

No tenía valor para nada, ¡quisiera haberme quedado horas enteras sin moverme y pensar, pensar!, ¡en mi suerte futu- ra! ¿Cómo será?… Son las cuatro de la tarde. Hoy vendrá porque ayer no vino, se fue a un paseo. ¡Qué triste estaba la ciudad porque yo sabía que él no estaba en ella! Para mí es mi sol, su presencia ilumina los lugares más oscuros y su au- sencia oscurece los más brillantes días. También me dijeron que M. R.102 me amaba todavía, ¿pero eso qué me importa a mí? Esto me es tan indiferente como es posible. ¿Yo para qué quiero más amor que el de mi ***? ¡Lo que cambia el carácter aquel sublime afecto que siento hacia él!… Antes deseaba ser amada por todos, ¡pero ahora no quiero agra- dar sino a uno! Mi ***, si tú no fueses lo que te creo, ¿qué sería para mí el mundo? ¡La vida la miraría como un don inútil si no sirviera para consagrártela a ti no más! ¡Me es- tremezco con la idea! ¡Si no fueras tú como lo manifiestas, qué porvenir el mío!, tronchado por su lado más precioso. No sé, ¡no sé! Dios mío, ¡no puede ser! No me deis ideas como esta, que me aterran y me matan. ¡Pero yo sin em- bargo seguiría viviendo, porque dicen con mucha verdad que el alimento de las mujeres es el pesar!…

102 Medardo Rivas, según hemos sabido por entradas anteriores del diario. Nacido en Bogotá en 1825 y muerto en 1901, fue un per- sonaje destacado de la escena política y cultural de la Colombia del momento. Abogado y periodista, luchó junto al general París con grado de teniente coronel contra la dictadura de J. M. Melo en 1854 y fue diplomático. Se distinguió como autor de la aboli- ción de la esclavitud en Colombia. Tuvo una imprenta muy activa durante la segunda mitad del siglo xix.

192 Diario íntimo

La noche está linda, la luna brilla en todo su esplen- dor… ¿Me amará, me amará con toda aquella abnegación de que yo soy capaz? Esta tarde estuvo aquí lo mismo que estaba cuando lo vi por la vez primera. Mi ***, cuánto temo perderte. ¡Yo no sé por qué esta idea me atormentaba mien- tras lo veía aquí! Perder tu amor sería para mí la muerte, si no físicamente, moralmente. ¿Qué soy yo sin él? Qué, ¿puedo yo imaginar, pensar un momento que no esté él en mis sueños futuros? ¿Y sin poder ocuparme de él como parte de mi vida qué sería yo? Mi primer pensamiento al despertarme, dime, ¡oh dime!, ¿sí piensas así en mí?, ¿ocupo yo tu mente como estás en la mía? ¡Esto pido, esto no más deseo! ¡Mis sueños son de ti en la noche! ¡Y en el día mi único deseo es verte, es oírte hablar! ¡Dime, dime si como yo pienso en ti piensas tú en mí! Dices que me amas. ¡Ay de mí!, ¡eso mismo le dirías a otra! ¿Y así mismo no has dicho antes? Y cómo ha sido tu fe, ¡no hacía dieciocho meses que habías perdido a tu desgraciada E. y esto mismo le decías a otra! ¡Cómo creerte! ¡Cómo puedo tener fe en ti!… ¡Mi bien, mi única esperanza! Mi suerte está en tus manos. No, ¡no me hagas desgraciada! Cuánto te amo, tanto… ¿Pero hacerme él desgraciada?, ¿con un corazón tan noble y tan poéticas ideas?… No, él es tan bueno. Per- dóname, bien mío, fui injusta, y te amo tanto. ¡Perdona!

14 de marzo Un día que estuvo aquí él nos refirió una cosa que había sucedido en Ibagué. Yo lo había oído antes contar pero creía que eran mentiras. Voy pues a comenzar la historia…

193 Soledad Acosta de Samper

¡Ah!, ¡quién tuviera la elocuencia!, pero deseo inútil…103. Había en Ibagué una señorita muy bonita, y no sola- mente tenía el don de la hermosura, sino que acompañada de unos ojos lánguidos, negros, líquidos y expresivos. Se veía el talento y el ingenio en todos sus modales y conver- sación. Esta belleza, pues, como se acostumbra en las nove- las siempre, tenía un padre severo, cruel, que creía que la felicidad no consistía más sino en la riqueza, y no haciendo caso alguno a los ruegos y lágrimas de su hija la obligó a que se casase con un hacendado brusco, sin ilustración, feo y que no supo conciliar su linda esposa con un casamiento tan poco digno de ella. La desgraciada muchacha tenía un amante104 que ella había amado con toda la pasión de que es capaz el corazón de una mujer. El padre la había echado de la casa para hacer que ella diera su mano al hombre rico mientras que el pobre joven sin plata y sin más hacienda que su amor, lamentaba su desgracia lejos de aquella que había sido su único bien en la vida. La joven se vio arrastrada a una lejana hacienda adonde no veía más que a su detestado esposo que la trataba indignamente. Allí vivió algunos años, pero no pudiendo aguantar más aquel terrible martirio se fue a casa de su padre a pedir amparo y protección. El joven que ella había amado la volvió pues a contemplar, ¡volvió

103 A continuación la autora asume la historia como un cuento, se en- saya como narradora. 104 En la época la palabra «amante» designa simplemente a alguien que ama.

194 Diario íntimo a ver aquella hermosura que siempre había guardado en su corazón! ¡No había perdido en nada su pasión hacia ella!, ¡la volvió a ver para seguirla amando!… Ella al verlo tam- bién sintió que desde que lo conoció por la vez primera su imagen se había grabado en su corazón para siempre, se dejó llevar por su pasión y permitió que el joven la visitase. Pero qué hacer, ella estaba casada con otro, no tenía reme- dio su desgracia. ¡Hacía nueve años que se amaban!… Esto sí es amar, esto sí constancia… Aunque culpable, el padre se enfureció con ella y los hermanos amenazaron al joven que lo mataban. Una vez que lo vieron entrar a la casa se precipitaron después sobre él en la calle y le dieron de fue- tazos105. Ella lo supo y fuera de sí se fue a vivir a otra casa sola. Mandó llamar al joven y le dijo que no podía vivir él así con esa deshonra y que era preciso que matara a los que lo habían azotado. Él le contestó que no tenía valor para manchar sus manos con la sangre de un hermano de ella, ¡que esto era imposible hacer! ¡Ella entonces compuso dos vasos de veneno que tenía prontos, de estrimina106, y le dijo a él que tenían que morir juntos y así llegarían a la eternidad al mismo tiempo!… ¡Tomó entonces su vaso y de un golpe se lo tomó íntegro y cayó a pocos instantes moribunda en el suelo adonde murió llena de horribles convulsiones!… ¿Y él qué hizo? El miserable tomó también el veneno, pero al momento en que sintió que estaba envenenado se fue de la

105 Fuetazos: ‘latigazos’.

106 Estrimina: puede tratarse de la estricnina, veneno muy activo.

195 Soledad Acosta de Samper casa y entrando en una botica confesó todo y pidió que le hiciesen remedios, mientras que la infeliz señora moría por él. ¡El hombre está en la cárcel de Ibagué! ¿Será cierto que jamás pasa del corazón el primer amor? ¿Que esa ilusión pri- mera nutrida con los sueños de la juventud naciente, aquella primera ilusión que pronto pasa, quedará en el alma como un recuerdo triste o que ya no tiene eco allí sólo cuando no fue verdadera? Pero qué, el meditar tanto, tanto como medito sobre una cosa que para mí es amarga, me llena el espíritu de una cierta melancolía… ¡Cómo corren los años!… Pero esta noche tengo un peso sobre el corazón que aun al pensar que son todas tristezas sin causa no puedo quitármelo. La noche está oscura, las nubes cubren los cerros y la luna no ha salido todavía. ¿Saldrá algún día la luz de mi felicidad?…

20 de marzo La noche la veo oscura como está mi corazón… ¡Ay!, cuán- tos tristes, amargos pensamientos desgarran mi alma… Y no sé por qué, no puedo explicar la verdadera causa de tan terribles ideas como cruzan por mi mente desde ayer, desde anoche… Anoche estuve llena de terribles sueños. Temo tanto, tanto el engañarme. Cualquier cosa se me fi- gura que es algún preludio de que por fin tendré que ser desgraciada. Una mirada de cualquier persona, una pala- bra. Creo que es que saben algo de él… Aun he venido a creer que sin motivo tendré tal vez que renunciarlo y que- dar en la vida sin sol, sin luz, sin esperanza. Qué porvenir sería este para mí. Y si viniera a suceder, Dios mío, dadme valor para saber cuál será mi deber…

196 Diario íntimo

21 de marzo ¡Di por qué, corazón mío, lates y te asustas al pensar en él! Por qué tan tristes pensamientos que agobian mi alma… ¡Ay!, ¡Dios mío!, si será algún siniestro presentimiento… Son las diez de la mañana. Hoy tengo que ir adonde el re- tratista para que me tomen el retrato al daguerrotipo… ¡Si pudiera tomar mi cara el colorido de mis ideas! Pero no, este enveloppe107 material está tan distante del alma que no da sino una débil idea de lo que pasa en el interior… Sin embargo me ha dicho él que mi fisonomía es melancólica… ¡Está en tu mano el hacerme feliz o desgraciada! Cuál de estas dos vías tomará… Dicen que a E. la hiciste desgracia- da, ¡pero cómo voy yo a creer que tú, mi tipo ideal, fueras a tener un alma tan cruel! ¡No!, no, esta no es otra cosa sino invenciones de tus enemigos para perderte. Pero… ¡Dios mío, el que ama siempre teme que vaya a ser su amor dado a un ser que no es digno de tanto! Pero él sí, él es digno de todo lo que yo puedo darle. ¡Hoy hace siete meses que des- pués de haberlo conocido una semana me despedí de él con qué tristeza! ¡Siete meses! Y me parece que hace años que te conozco, ¡tal es la fuerza de la imaginación! Dios mío, ¿qué haré yo?… ¿Cuál es mi deber, cuál es el camino que debo llevar en la vida? ¡Cómo renunciar a él, cómo manejarme de manera que no hable la gente!… Estoy triste, incierta, casi desesperada. Cuál será mi suerte en tan terrible conflicto. Todos, todos dicen que él no es digno de mí. ¡Yo quería salir esta tarde para que cuando

107 Enveloppe: ‘cubierta’, del francés.

197 Soledad Acosta de Samper viniera no me encontrara!, quería salir para no verlo y está lloviendo. El agua cae como un diluvio sobre la tierra. Si siguiera el tiempo así no vendría… ¡Pero no!, no puede ser, a mí me sucede siempre en todos mis deseos lo contrario de lo que yo quiero… Estoy loca, desesperada, no sé qué hacerme108, qué pensar. Sin embargo ya no he oído más de lo que antes decían. Por qué me hace esto tanta impresión. ¡Y no tener con quién desahogarme!, siempre sola con mis terribles pensamientos. Parece que cada minuto que pasa añade un peso más grande sobre mi acalorada mente. Siento la cabeza en fuego, nada me gusta, nada me interesa, nada me agrada. Qué hacer. ¿Nada? ¿Qué hacer? Quién me puede aconsejar, ¡nadie lo quiere!… ¡Ay, Dios mío!, ¿esto es vivir o esto es el tormento de mi imaginación? ¡Llueve más y más recio pero no se pasan las horas! ¡El tiempo está quieto y yo estoy… loca! El agua bate contra el gabinete con una fuerza increíble, ¡parece el ruido de las olas contra el buque que busca su camino por la mar!, ¡tal como baten mi corazón las olas de la desesperación e incertidumbre! Ay, cómo me gusta este ruido, ¡cuán agradable es oír que la naturaleza está agitada como yo! Pero pronto pasará el mal tiempo, y levantándose el velo que los cubre los cerros se mostrarán otra vez límpidos y las plantas que los cubren, y que se han recorvado bajo el ímpetu de la lluvia y el hura- cán, levantarán sus flexibles tallos y erguidas y más bellas se dejarán mecer al perfumado soplo del céfiro en señal de reconocimiento, y el cielo más azul y más puro que

108 «No sé qué hacerme»: posiblemente se trate de un galicismo.

198 Diario íntimo antes volverá a sonreírse sobre la naturaleza en paz y her- mosura… ¿Y pasará de mi alma la tempestad que la agita? ¡No!, me dice una voz secreta: «¡Dios te destinó para la desgracia cuando te creías más feliz!»… Todavía suena en mi oído la voz que me despierta de mi alegría cuando estaba todavía en mi hermosa infancia… Todavía creo ver el lugar adonde oí estas palabras: «¡Al pasar de los veinte años será desgraciada! Una tristeza sin alivio desgarrará su alma y marchitará su juventud. ¡Cuando se comienza la vida con tanto gozo y alegría, la juventud experimen- tará mil desgracias!»… Y he llegado a los veinte años, me faltan solamente dos meses para cumplir uno más. ¿Será que ahora comenzará la predicción a cumplirse? ¿Por qué tanta melancolía? ¡Ah, dulce ilusión de mi juventud, no me abandones todavía!… Por fin cesó la lluvia y nos fui- mos adonde mi señora Mariquita. Volvimos a las once. Yo esperaba, deseaba y temía que fuese hoy allá. Pero no…, no fue, ¡y yo volví triste y meditabunda a acostarme!

22 de marzo Sentir que el corazón late contra el pecho desesperado, sen- tir correr lágrimas amargas ardientes, sentir un peso en el al- ma sin alivio, sentir que no hay desahogo para mí en el mundo. Darle mil suspiros al viento, sentir mil amarguras, correr el llanto por mis mejillas. Y cada lágrima en vez de aliviar mi tristura parece que mi mente se enloquece más… ¡Sentir todo esto y seguir la rutina de la vida!… Ver pasar la gente como en un sueño… ¡Oír voces y no saber qué di- cen! No saber, no pensar más sino que él será la causa de

199 Soledad Acosta de Samper que yo sea la burla de todos. ¡Dios mío!, qué pensamien- tos tan terribles los que experimenté en aquel rato. Abrí el papel público y vi mi nombre en grandes letras, vi unas frases de la poesía… Y el pesar secreto que me agobiaba ha- cía ya días por fin se mostró… Hay no sé qué de agradable en dejarse llevar por un gran pesar, en dar rienda suelta a todo su amargo dolor… y creerse infeliz sobre la tierra. El corazón humano le tiene tanto amor a la melancolía. En el mundo la tristeza es tan común, ¡todos hemos sufrido más penas que alegrías!… Pobre Elvira, ya hace dos años que murió… ¿Y habrá quién la recuerde? Yo a lo menos no la olvido. Tú a lo menos nunca diste pena, tú amaste…

23 de marzo ¿Me amará de verdad? Sí, creo que sí. Entonces, entonces por qué tantas dudas, tanto pesar. Ay de mí, ¡no sabe él las grandes amarguras que por su causa he pasado!, no sabe todo, todo el pesar que yo he sufrido… Pero tiene tanta in- fluencia sobre mi alma que es increíble. Ayer tarde estuvo aquí. Yo salí triste y seria. ¡Hacía dos días que no lo había querido mirar! Y creía tal vez que yo me había incomoda- do con él… Pero pronto, al verlo, quién puede resistir a su gracia. Tiene un no sé qué que quita cualquier mal humor que se pueda tener hacia él. Por fin me dejé llevar otra vez y al preguntarme con tanto interés si estaba triste, no pude menos que dejar mi seriedad y se acabó la visita con risa y alegres chanzas. ¡No puedo ni por un momento sino mu- darme con un ser que tiene tal poder sobre mi corazón!, y decirle una palabra para entristecerlo me es enteramente

200 Diario íntimo imposible… Adiós, adiós dudas, adiós. Voy a dejar correr la vida sin más pensar, sin más reflexión. Lo que Dios tie- ne destinado eso será, y más es imposible. Hace tiempos que no estudio ni hago nada de provecho por entregar- me a fantásticas ideas de las cuales no saco bien ninguno. ¡Qué oscuridad tan profunda! ¡Oh noche, bella noche! Te amo oscura, tenebrosa… ¡Para el alma agitada, incierta, cuánto más dulce es contemplarte así!…, ¡cuánto más deli- ciosa es cuando parece simpatizar con el corazón! Negras nubes cubren el cielo y el agua que ha caído en todo el día moja el suelo… Qué quieta está la calle, no se oye ni un movimiento que indique que pasa gente. El caño suena con lúgubre compás. El farol del Palacio109, triste, opaco, apenas alumbra parte del enlozado y con su luz muestra más la oscuridad que reina sobre la ciudad. La campana de la Catedral toca lentamente las diez de la noche… ¿Cuáles serán mis pensamientos de hoy en un año?… Mi cabeza está pesada, siente una aflicción, un cansancio… ¡Mi suerte!, ¡Dios la tiene escrita en la naturaleza de las cosas! Está llo- viendo otra vez… Noche melancólica, noche triste, dime, ¡oh!, dime, ¿mi bien está pensando en mí? Cúbrelo de tu manto, ¡oh, mi ángel de guarda!, y dale seguridad y sueños en que piense en mí. Me voy a acostar. ¡Haced, Dios mío, que esté más feliz, que me encuentre mañana más contenta con mi vida!…

109 La casa de los Acosta era contigua al Palacio de San Carlos, el Pa- lacio presidencial.

201 Soledad Acosta de Samper

24 de marzo ¡Ay, Dios! ¡Cuántas dudas, cuántos pensamientos que como rayos caen de repente sobre algún lugar dudoso y nos descubren algún precipicio del que no teníamos idea ninguna! ¡Queda aquel lugar impreso en la mente eterna- mente! Dios mío, apenas me atrevo a pensarlo. ¿Será ver- dad? Qué horrible idea, la desecho como indigna de que more en mi espíritu ni un momento, ni un segundo… Sin embargo… no puedo menos que pensar en esto. Me aflige y me asusta. ¿Cómo mi ***, aquel que es para mí mi todo, mi vida, mi única esperanza de felicidad, este que siempre ha sido, desde que puse sobre él mis ojos, mi tipo ideal, mi modelo?… ¡No, no!… ¿Qué pruebas tengo? Los ojos de los que aman son muy perspicaces… Esta tarde estuvo aquí como una hora mi bien. Qué amable, qué interesante…, ¡como siempre!… Se habló de mi diario y dijo que desearía ver aunque fuera dos líneas, que bastaba que fuera mío para que él lo encontrara inte- resante. ¡Ay, él poco sabe que su persona ocupa sola cada página de mi diario como ocupa todo mi pensamiento!… Yo dije que nunca lo mostraba a nadie porque siempre se burlaban de mis pensamientos… Entonces preguntó que si yo encontrara un amigo que en lugar de reírse de aque- llo simpatizara con mis ideas se lo mostraría, simpatizaría. Esto sí que creo yo que nunca se lo podría mostrar, porque decirle hasta mis pensamientos más íntimos, sí, pero mostrárselos escritos, ¡imposible!…

202 Diario íntimo

26 de marzo Domingo por la mañana… No tengo qué escribir… Todo, todo es tan incierto en esta vida… Mi porvenir, que una vez lo creí tan risueño, está tan oscuro… El cielo azul de mi esperanza, tan bello, tan brillante en un tiempo, se ha ido cubriendo poco a poco de oscuras nubes, ¡y ya no me atrevo sino con miedo a pensar en mi vida venidera! Ay, qué demonio tan horrible es el pensamiento cuando está triste el porvenir… ¡El pensamiento, soplo de Dios cuando es feliz…, qué aterrador es cuando se duda! ¡Ay la duda continua, la incer- tidumbre que roe el corazón y debilita el alma!… Ya no leo… No puedo fijar mis ideas en nada… ¡Pasan los días, las semanas, y mi espíritu siempre agobiado por una misma idea!… y aquella idea, ¡la poca fe! ¡Cada frase, cada palabra, se hunde en mi corazón y vive allí alimentando mi pesar y duda! ¡Mi exterior en calma y mi alma en fuego! ¿Esto es vivir? ¡Dios mío, socorredme!, animadme y mostradme mi deber… ¡Nunca, nunca creí yo que un momento de feli- cidad seguida de tantos sueños de alegría… fuera después causa de días de desgracias sin fin! ¡Ay, que el alma que puede amar como la mía esté sujeta a tanto qué llorar!… ¡Lo que para otra no sería sino una vida alegre, palabras que nadie escucha y que se dicen sin pensar, se graban en mi corazón sin poderlas sacudir de allí jamás!… Y oír todo… y seguir el hilo de los pensamientos por una frase, y con un camino, sin fatigarse, pensar, pensar después así hasta el frenesí sobre todo lo que he oído…, y derramar amar- gas lágrimas sobre lo que he creído hallar… y después…,

203 Soledad Acosta de Samper volver a la esperanza, y llenarme de alegría por cualquier cosa, desechar toda idea que no me agrada hasta que otra palabra me vuelve a sumergir en un mórbido pesar… ¡Esta es mi vida!, y en estos conflictos paso las horas… Cuando entré en el teatro de la vida llevaba sobre la frente una corona de bellas y fragantes flores que llaman ilu- siones. ¡Qué lindas eran entonces, cuán delicioso era poder aspirar su perfume! ¡Todo en la vida era dichoso, brillante, me llenaba de gozo el contemplarlas! Pero sus tiernos cálices eran muy delicados y, ay de mí, que a cada paso que daba el viento frío, helado de la realidad, marchitaba alguna de mis flores favoritas… ¡Pasaron años y cuán pocas me que- daban ya! Y ahora día por día pierdo alguna de ellas y con terror veo que las que quedan débiles y decaídas inclinan sus divinas cabezas hacia la tierra. ¡Al ver que se rompen sus flexibles tallos antes erguidos y llenos de vida dejo correr lágrimas que tienen aquella melancolía tétrica y terrible que experimenta el corazón cuando pierde alguna ilusión amada! ¡Hay un sentimiento de pesar sublime que tiene un placer salvaje, un placer irónico al encontrase profun- damente triste!… Hay páginas escritas sobre el corazón que nunca se pueden leer a otro ser humano, ningún otro espí- ritu sino el que lo siente puede penetrar en aquel santuario del alma. Allí, si pudiéramos conocer a los hombres verda- deramente, allí hallaríamos la causa secreta de mil acciones cuyo móvil es para nosotros desconocido… ¡Hay en aquellas páginas, páginas de lágrimas, de remor- dimientos, y cuán pocas de alegría!… Ciertamente somos ángeles caídos del paraíso eterno, si no, ¿por qué aquel deseo

204 Diario íntimo de ser felices? ¿Por qué es que la realidad, lo material de la vida aterra tanto a algunos seres? ¿Y cómo pueden negar el espíritu, el alma?… ¡Todo lo que es de la vida terrestre, todo lo que tiende hacia lo material me disgusta tanto!… ¡Ay de mí!… ¡Creí encontrar un ser que podía simpatizar conmigo en todo! ¡Creí que por fin había encontrado aquel ente soñado!… Las ilusiones que ya en sí habían muerto al no encontrar con qué alimentarlas, volvieron de repente a vivir, se vieron bellas como al empezar mi carrera, y yo creí que no era soñado el bien que yo me había imaginado… Pero volvió poco a poco a descolorizarse mi horizonte y perdí de vista lo que por un momento creí entrever. ¡Conocí que una ilusión me engañaba y cerré los ojos desesperada!… ¿Ya para mí qué esperanza hay? ¡La poesía de mi sueño desapareció y un terrible desierto encontré adonde creí haber hallado el Edén más bello!… ¡Ah!, felices días de mi primera juventud. Quién pu- diera expresar el tierno placer que siento cuando veo algún recuerdo de mis pasados años, ¡allí no había dudas, no había pesares, porque mi corazón libre no abrigaba más que franca alegría con lo presente y felices sueños para lo futuro!… Benditos, felices días en que mis horas se dividían entre el estudio y el pensamiento de mi Patria110. Corrían las horas ocupada en el deseo del saber y en alegres conver- saciones con mis compañeras, siempre contentas. Si venían a visitarme los tristes pensamientos compañeros siempre de

110 Esta presencia de la Patria caracterizará la obra de la autora hasta el final de su vida.

205 Soledad Acosta de Samper mi vida, si pasaban por mi frente y la agobiaban ideas de pesar o me sentía desalentada con la vida y el mundo, o me asustaba por mi porvenir, alguna alegre chanza, algún chiste dicho alrededor de mí me volvía a despertar de mi sueño, y, contenta, olvidaba todo para librarme entera a las inocentes diversiones.

27 de marzo Deseando adelantar en mis estudios sobre filosofía y para poder fijar en la memoria con más fuerza duradera las re- glas que impone este ramo de estudio, quise traducir una obrita adonde se encuentra todo lo necesario para aprender a vivir con más felicidad sobre la tierra. Una de las causas mayores de las desgracias de los hombres consiste en no saber resignarnos a los pesares que continuamente afligen la naturaleza humana ya físicamente, ya moralmente. El estudio de una filosofía da esperanzas para lo futuro, con- sejos para lo presente y nos enseña las leyes que rigen en el mundo; no solamente calma todos los pesares: da fe a los que carecen de ella y nos llena de aquella dulce alegría que, siendo el fruto que hemos segado de la resignación, es duradera y buena. Creyendo que tal vez algún día pueda servirle a otro este cuaderno que a mí me ha hecho tanto bien, puedo asegurar que debe siempre ser el compañero de cualquier alma pensadora111. Porque si estoy triste y me aflige algún pesar, al leer una página de él me lleno de

111 Este comentario nos lleva a pensar que la autora tiene en su cabeza a lectores que todavía no prevé.

206 Diario íntimo esperanzas y vuelve mi alma a su calma natural; si siento demasiada alegría, las reflexiones que encuentro en él me recuerdan que nada hay de duradero en nuestro mundo y me llenan de quietud y aplacan mi demasiado gozo. Tal ha sido el objeto de esta traducción. Entre otras cosas, Madame Delacorde dice que las cualidades morales que debemos cultivar son: orden, bon- dad, rectitud, paciencia, valor, alegría, prudencia, piedad, esperanza, sinceridad, industria. Quiero pues tomar una de estas cualidades para exa- minarme sobre ella todos los días y comenzaré desde hoy. Orden. «El orden», dice el autor, «es la facultad de clasificar las cosas materiales y morales de tal modo que cada una ocupe el lugar que le conviene a la armonía del conjunto y la autoridad o derecho que tiene en ocuparlo». Y ahora, pregunto yo, ¿adónde está el orden en mis cosas? No tengo orden en nada, mis ideas, mis pensa- mientos, están en un caos incomprensible. Para arreglar- los se necesita paciencia, y esa no la hay. Orden, en mis cosas materiales, tengo todavía menos de esta cualidad. Sin embargo qué agradable será tener el espíritu con orden: mejor es tener poca imaginación pero las ideas arregladas y en su lugar, que una multitud de ideas que nunca vienen cuando se necesitan y están allí cuando no se quieren. Tal es el retrato de mi mente. Sin embargo encuentro que he mejorado mucho desde que empecé a escribir lo que pienso. Así no solamente se aprende a escribir con claridad y preci- sión sino que pensando mucho se encuentran en el fondo de nuestra mente ideas que aunque estaban allí no se sabía

207 Soledad Acosta de Samper que existían porque no había necesidad de que se mostra- ran antes112. Yo no recuerdo adónde he leído que mientras más se escribe más ideas se encuentran y que el espíritu humano es un fondo inagotable. Sacando mucho de la mente se aumentan las ideas y mejora el modo de expre- sarlas. Esto he encontrado yo. Ahora puedo hablar o escri- bir sobre cualquier materia con mucha más precisión, más claridad, y mis pensamientos los puedo vestir de palabras más escogidas. ¿Y cuál es la causa de todo esto? El haber conocido un ser que se interesase sobre mis estudios y el tratar, si no de igualarle, porque esto sería imposible, a lo menos de pare- cerme en su modo de pensar y no encontrarme más igno- rante que él…113. Sí, él ha sido la causa de muchos pesares y aflicciones para el corazón… También esos mismos pesa- res han madurado mi espíritu, esas mismas aflicciones me han hecho buscar en el estudio el olvido de ellas aunque no pueda mi imaginación apartarse un momento de la imagen que tengo grabada sobre mi corazón. Siempre me ha gustado el estudio, pero la falta de que al- guna persona se interesara en mis adelantos, el vacío que sentía siempre al no poder confiar a nadie mis ideas, el no tener aquella simpatía tan necesaria a lo menos para comen- zar, esto me faltaba y desanimaba cuando quería estudiar.

112 Este es uno de los fragmentos en donde la autora presenta parte de los objetivos de su escritura autobiográfica. 113 Encontramos aquí la figura del amado como origen de su escritura y de su reflexión.

208 Diario íntimo

Creí encontrar por fin lo que toda mi vida había deseado e inmediatamente volví a comenzar… ¡Pero Dios mío!, ¡estoy tan acostumbrada a los desengaños que no sé, no me atrevo a pensar en que pueda tener lo que deseaba tanto!… Los versos que siguen eran en el tiempo de mi primera juventud muy favoritos míos. Son por el poeta Arnould114:

De ta tige détachée, Pauvre feuille desséchée, Où vas-tu? Je n’en sais rien. L’orage a brisé le chêne Qui seul était mon soutien. De son inconstante haleine Le zéphyr ou l‘aquilon Depuis ce jour [je] me promène De la forêt à la plaine, De la montagne au vallon. Cependant au vent qui m’entraîne Sans me plaindre ou m’effrayer: Je vais où va toute chose, Où va la feuille de Rose Et la feuille du laurier.115

114 Antoine-Vincent Arnault (1766-1834), político, poeta y drama- turgo francés. La poesía citada se titula «La feuille», publicada en el libro Fables (1802). 115 «De tu tallo separada / Pobre hoja desprendida / ¿Adónde vas? No lo sé. / La tormenta ha quebrado el roble / Que era mi único sostén. / Con su inconstante soplo / El céfiro o aquilón / Desde

209 Soledad Acosta de Samper

Ayer saqué de entre mis cuadernos uno sobre litera- tura116. ¡Cuántos recuerdos no tiene de aquel tiempo! Estos versos antes siempre los repetía, pero ahora con diferen- tes sentimientos los leo. Hace seis años que escribí todo esto y cuánto, ¡cuánto he cambiado ya! ¡Parece que miles de años han pasado sobre mi cabeza desde entonces, y el recuerdo es como el recuerdo triste de una vida pasada y de la cual ya no quedan más restos que las hojas mal escri- tas de este cuaderno! En vano buscarías sobre toda la superficie de la tie- rra un país donde se encuentre floreciente la libertad, donde la especie humana brille con todo el resplandor de la juventud. ¡Un mundo sin fin se abre alrededor de ti, tu navío apenas puede medir el espacio y no hay en esta inmensi- dad un lugar para abrigar tus hombres felices!117.

Huid del tumulto de la vida y acogeos al santuario de tu corazón… La libertad ya no

aquel día me lleva / De la selva a la llanura, / Desde la montaña al valle. / Entretanto al viento que me arrastra, / Sin tenerme lástima o espantarme: / Yo voy adonde van todas las cosas, / Adonde va la hoja de Rosa / Y la hoja de laurel». 116 Se trata de un cuaderno escrito en 1848 cuando, a la edad de quince años, la autora se encontraba en París, como se verá más adelante. 117 Los dos párrafos anteriores podrían ser citas de otros autores que no aparecen señaladas como tales en el manuscrito.

210 Diario íntimo

habita sino el país de las quimeras; lo bello no existe sino en la poesía.

Schiller118

El don de la poesía es el santificar y embellecer el lugar adonde se mueve, vestir y presentar a la naturaleza con una fragancia más deliciosa que el perfume de la rosa y darle un tinte más mágico que los colores de la montaña cuando se contempla la aurora en todo su esplendor.

Washington Irving119

Este autor dice con mucha verdad que nada en el mundo puede hacer olvidar lo que ya no existe… ¡Olvidar no! ¡Cómo olvidar a los que hemos amado!… Dice: «¡Hay recuerdos de los que ya no existen que son más dulces, más llenos de melancólica belleza, y que nos hacen pensar más en ellos que los que viven con toda hermosura y juventud! ¡Oh, la tumba! ¡La tumba! ¡Allí se entierran los errores, allí se olvidan los defectos y se esconde todo resentimiento! ¡Recordamos la historia entera de virtud y bondad, y aquel afecto que no se extinguió sino con la

118 Friedrich von Schiller (1759-1805): pensador y poeta romántico alemán, muy influyente dentro del romanticismo tanto europeo como hispanoamericano. 119 Washington Irving: escritor estadounidense que vivió entre los años 1783 y 1859.

211 Soledad Acosta de Samper

última chispa de la vida, nuestra mientras duró sobre la tierra! ¡Anda a meditar sobre la tumba del amor! Cuán- tos recuerdos, cuántos amargos recuerdos de palabras, de acciones, por las cuales ahora nos roe el corazón el remor- dimiento y no poder nunca, nunca, pedir aquel perdón por lo que hemos hecho y hemos dejado de hacer. ¡La memo- ria entonces nos trae todo, todo, y qué terribles son esas horas de meditación!». ¡Oh! Dulce, bella E., ¡cuándo hubieras creído que a- quel que creía morir de pesar al perderte ahora dice que su corazón es de otra! ¡Oh!, ¡linda joven!, ¡qué pronto dice que te ha olvidado aquel que tú amabas!… La habrá olvi- dado. ¡No, olvidar jamás!… ¿Y entonces qué soy yo sobre la tierra? ¿El corazón de hielo, la muerte, podrá sentir lo que siente el mío en toda la frescura de la juventud que ama por la vez primera? El destino lo ha mandado, me resig- naré, si no a ser la primera, tal vez seré la última.

28 de marzo ¡Qué! ¿Será posible que él que parece tan bueno fuera a tratar mal a su dulce esposa? No, no, Dios mío, ¿cómo puede ser eso?, ¿cómo acabará todo?, ¿será bueno o malo? Ay, Dios, hoy estuvo aquí. ¡Pero renunciarlo yo! ¡Nunca podría!, imposible, mi ***.

212 Diario íntimo

§§ La Lune120

Doux reflet d’un globe de flamme, Charmant rayon, que me veux-tu ? Viens-tu dans mon sein abattu Porter la lumière à mon âme ?

Descends-tu pour me révéler Des mondes le divin mystère, Ces secrets cachés dans la sphère Où le jour va te rappeler ?

Une secèete intelligence T’adresse -t- elle aux malhereux ? Viens- tu, la nuit, briller sur eux Comme un rayon d’espérance ?

Viens-tu dévoiler l’avenir Au coeur fatigué qui t’implore ?

120 Este poema de Lamartine aparece a veces en sus libros con el título «Le soir»; aquí, «La luna». «Dulce reflejo de un fanal de cris- tal, / Encantador rayo, ¿qué esperas de mí? / ¿Vienes a mi pecho abatido / A traer luz a mi alma? // Desciendes para revelarme / El divino misterio de los mundos, / Esos secretos ocultos en la esfera. / ¿Adónde el día viene a llamarte? // ¿Una secreta inteligencia / Te dirige a los desdichados? / ¿Vienes, noche, a brillar sobre ellos / Como un rayo de esperanza? // ¿Vienes a descubrir el porvenir / Al corazón fatigado que lo implora? / Rayo divino, ¿eres la au- rora / Del día que no ha de terminar?».

213 Soledad Acosta de Samper

Rayon divin, es-tu l’aurore Du jour qui ne doit pas finir ?

Lamartine121

¡Divino poeta tú que comprendes los corazones, y vis- tes en palabras tan bellas las ideas que no podemos expre- sar! El poeta no escribe sino para los poetas, los demás no comprenden. Es preciso simpatizar, sentir lo que dice el poeta, para entender aquel lenguaje tuyo. ¡Mi amado cuaderno compañero de mi juventud! Cuán delicioso es trazar en cada página, recordar en cada línea algún pasaje ocurrido en los días tal vez más felices de mi vida. Cuántos recuerdos. Mis compañeras, ¿qué se han hecho? ¡Cuántas estarán ya en sus tempranas tumbas! Cuántas derramando lágrimas de amargura, llenas de pesa- res también, pensarán en aquellos días. ¡Cuántas desgra- ciadas y cuán pocas habrá felices! ¿Algunas pensarán en mí?… ¡No! Sin embargo todas me amaban, era la favorita entre ellas. Pero nunca tuve una amiga a la que le pudiera decir mis pensamientos, en la cual pudiera depositar mis más íntimas ideas. Hay recuerdos de sentimientos de aquel tiempo que ahora no puedo comprender. ¡Thérèse Leroux! ¡Por qué aquel nombre todavía es amado de mi corazón,

121 Alphonse de Lamartine (1790-1869): poeta romántico francés, historiador y político. Tuvo gran influencia en el romanticismo hispanoamericano; en la Colombia de entonces fueron de inmensa popularidad su obra histórica Los girondinos y su novela Graziella.

214 Diario íntimo cuál era la secreta causa del amor tan grande que por ella sentía! No era más que las demás pero tenía un no sé qué, una expresión que me llenaba de placer cuando me hablaba. Una palabra de cariño pronunciada por ella me precipi- taba en un loco gozo, hubiera yo dado mi vida por hacerle un bien. ¡Sin embargo ella nunca me pudo comprender! Después de tantos años, después de tantos acontecimien- tos morales y físicos, no la puedo olvidar. ¡Pobre Teresa! Yo creía haber encontrado en ella un alma entusiasta como la mía, bien su talento, una simpatía con mis ideas. Una vez —había yo cumplido ese mismo día quince años y tenía cierta melancolía al ver que en aquel día para mí tan deseado no tenía a mis padres a mi rededor como había sucedido siempre— viéndome pensativa y meditabunda de repente se paró Thérèse de su escaño y vino a sentarse junto a mí. Poniéndome el brazo alrededor del cuello vino a consolarme. Yo, llena de placer al ver aquella seña tan llena de cariño que ella nunca prodigaba hacia mí, traté de explicar mis sentimientos, traté de hacerle comprender cuánto la amaba y le rogué que fuese mi amiga durante los pocos meses que me quedaban entre ellas… Pero, ¡ay de mí!, cuánto me pesó la confesión. Mi sueño, mi ilu- sión, se deshizo, ella no pudo comprenderme… Después la amaba siempre, ¡pero mi ídolo se desbarataba y lo vi volverse humo entre las manos! Aquella noche cuántas lágrimas derramé, creí que amigas no había sobre la tierra como yo las había soñado. Ella, admirada de lo que yo le había dicho, y sabiendo que yo a nadie le había confiado ese secreto que embellecía mis horas de meditación, ella,

215 Soledad Acosta de Samper lo divulgó a todas…122. ¡El romanticismo de mi ilusión se acabó enteramente y me hizo ser aún más retirada, más taciturna en mis modales!… ¡Así se deshacen todos los afectos de colegio, así se desengaña el corazón! Y esta fue la primera piedra del edificio de mi ilusión que cayó. Las otras la siguieron. Dios mío, no permitas que jamás encuen- tre las ruinas. Yo tengo presentimientos, ideas muy raras, y me parece que el afecto mío hacia Thérèse fue porque ella tenía algo de parecido a ***. ¡Ahora es que recuerdo que he visto en él movimientos, cierta expresión a veces que no me era desconocida!… Cuando lo vi en Guaduas por primera vez creí que su fisonomía no me era enteramente desconocida, pero dónde y cómo la había visto, no sabía. Esta idea pasó como un relámpago por mi imaginación y la había olvidado hasta ahora… Por fin he descubierto yo no sé precisamente en qué parte de su figura, pero en la expresión, en los ojos…, en el modo de mirar… se parece a Thérèse… Qué pensamientos cruzan por mi mente… ¡Tal vez yo la amaba tanto porque tenía el presentimiento de que conocería a uno a quien yo debía entregar mi suerte y que tenía algo de semejante a ella! ¡Idea fantástica, idea rara! Podré algún día confiar… Hay cosas muy raras en él. ¡Hablando de mi diario hoy dijo que él estaba seguro de que en él hablaba de los

122 Fragmento ambiguo e interesante. Era común hablar de amistad en términos de amor, y de la primera amistad como un presentimiento del amor. Pero no deja de ser ambiguo, sobre todo en la medida en que para Teresa y sus compañeras la situación resulta extraña.

216 Diario íntimo días de colegio!… ¿Cómo adivinó los pensamientos, cómo sabe lo que yo pienso?

31 de marzo

There was no struggle Between her love and pride. He had been her destiny123

Pasan las horas lentamente y la tarde por fin se acabó y nada, nada vio la infeliz. Sentir un mórbido pesar sin esperanza, sentir que el corazón está yerto, frío, que las emociones en lugar de avi- var su pulso y sentirse estremecer con sus latidos, ya quedó sin movimiento, quieto como el lago que refleja todo pero no se mueve: el invierno lo heló con su soplo frío. Sentir un vacío inmenso en el mundo, los ojos en fuego no pueden verter una lágrima. Para avivar su angustia, sentir una terri- ble, espantosa calma, y pensar que no hay en el mundo quien lo pueda comprender, nadie, nadie que consuele su angus- tia. Nadie… Palabra tétrica que trae el dolor más grande que puede experimentar el alma. Nadie. Un mundo de seres me cerca, una multitud de almas me rodea, y entre aquella inmensidad de gentes, ¿no habrá una que pueda simpatizar

123 Fragmento del poema «She thought of him and wept» de Lady Harriette D’Orsay —Harriet Gardiner, casada con el conde Alfred D’Orsay—: «No había pugna / Entre su amor y su orgullo. / Él había sido su destino».

217 Soledad Acosta de Samper con mi desesperación? Desesperación, locura… Mi cabeza pesada apenas puede formar ideas y ponerlas aquí ¡Oh!, mi fiel diario… Ideas… ¡Ay!, quién tuviera la pluma de la elo- cuencia, hija del verdadero talento, quién pudiera expresar con palabras de fuego todo lo que mi alma siente. ¡Ah!, filo- sofía, ¡en vano, en vano busco consuelo en tu seno!, ¡en vano fijo mi atención sobre tus discursos. No…, es imposible, mi imaginación no abriga más que una idea, mi alma no tiene otro pensamiento… Me persigue noche y día. ¡Quisiera sen- tarme en algún pintoresco sitio y a la luz de las estrellas dejar que pasen los años, sin moverme, sin hablar, pensando, y a solas con mi amargura tomar hasta las heces124 la copa del dolor!… ¡Ay!, quién viera mi alegre faz, y sonrisa de placer, ¡ay!, ¡quién oyera mi conversación de loca, quién escuchara mis deseos de bailes y paseos y penetrando en mi interior viera que la sonrisa es de amargura y que mi labio tiembla al hablar lo que no siento! ¡Quien pudiera penetrar en mi interior, vería que cuando más me río, converso y bailo es porque deseo esconderme a mí misma mi secreto y cuán amargo pesar!… ¡Dios de mi alma, dadme valor para vivir! ¡Dadme alientos para seguir, con mirada impávida, y cal- mado paso, por la senda que me trazaste, Señor, entre los hombres!… Mi pesar, Dios mío, ¿tendrá fin? ¡Oh!, no se acabará sino con la vida. ¡Castigadme a mí, Señor, si has de

124 Heces: partículas sólidas de un líquido que se depositan al fondo de un recipiente; «tomar hasta las heces»: beber hasta la última gota.

218 Diario íntimo castigar alguno! ¡Castigadme a mí que estoy enseñada125 a sufrir! ¡Pero que tu mano no cruce con pesares el paso de los que nacieron para ser felices!…

Las diez de la noche Dios mío, ¿adónde, adónde está mi ***, por qué es que mis ojos no lo vieron hoy? ¿Qué será que por aquí no pasó? Ay, que mi corazón siente tanto pavor, tanto miedo de que al- guna desgracia lo atormente… ¿Estará enfermo? ¡Oh, idea terrible!, habrá perdido la ilusión…, ya no deseará verme. Pero anoche estaba tan alegre…, ¡y al despedirse me pare- ció lo mismo! Pobre de mi ***, me trajo un libro y las le- tras que trazó su mano adentro son el talismán que calma mi inquietud. ¿Pero por qué no lo vi hoy? Día aciago de desesperación terrible, por fin te digo adiós. ¡Oh!, mi ángel guardián: te entrego mi tesoro, ¡que esta noche cuides de mi bien!

1.º de abril ¡Ay de la pena profunda, espantosa, que abriga en mi pecho el incierto dolor!, ¡ay!, ¡del que tengo el alma despedazada por el terrible duelo de perder la ilusión! Ver correr las ho- ras de pena, cada una, ver correr los días, ¡sin esperanza ya!

Pasó mi juventud florida, ¡Pasó como la luz perdida

125 «Estar enseñado»: expresión coloquial que significa «estar acostumbrado».

219 Soledad Acosta de Samper

Del desierto en el confín O en el profundo mar! ¡Pasó! ¡Y mis primeros días Corrieron entre alegrías! ¡Las ilusiones huyeron, Las esperanzas murieron Para siempre en el corazón! Mirando correr las horas, Mirando volar los días Del dolor en su mansión.

Pero cuánto más terrible será el haber amado a un ser en quien se ha cifrado la vida de felicidad. ¡Sentir aquella ilusión de poeta que llaman simpatía creyendo el corazón haber hallado todo lo que buscaba sobre la tierra, después de que el alma se inundó de esperanzas para lo futuro, después de haber pasado horas y horas feliz con su pen- samiento, formando mil castillos, dejándose llevar por la corriente de su interior alegría, sin confiar a nadie su pla- cer que creyó jamás acabaría! ¡Apenas creyendo sus pensa- mientos ciertos, viviendo días después sobre una palabra, una sonrisa que sus oídos escucharon extáticos, que sus ojos apenas vieron!… Y después de todo esto, después… ¡sentir las percepciones de los que amaron muy ciertas, sen- tir que el corazón que creyó suyo se enfrió día por día!… Ver que ya ha cambiado…, ¡que no es como antes!… Y, aun- que con calma exterior anda sobre la tierra, ¡ya no se atreve a estar sola con su pensamiento, ya no se retira quieta a vivir como antes y feliz con la imagen que su imaginación

220 Diario íntimo le mostraba!… Y, por fin…, el peso horrible de una aflic- ción sin fin le cae sobre el alma… Y de repente, como un rayo, ve la realidad de las cosas…, y cuando aquella voz que la seguía en la soledad como mágicos acordes le habla sin emoción y conoce por fin la perfecta indiferencia que siente hacia ella…, rehúsa el corazón el creerlo y… ¡Dios mío!…, ¡la desesperación por fin se apodera del pobre ser! Deses- peración tétrica, ¿ya para qué es la vida? ¡Y aunque este pesar en el alma de la mujer dura eternamente, el orgullo no permite que lo confíe a nadie!… ¡El sol ya no brilla sino que parece que se burla de su pena, de su aflicción sin esperanza!… Sin esperanza. Por- que el corazón sin esperanza es el árbol seco. ¡Y ve pasar días y meses, y correr los años! Y siente que su juventud se acaba, y que nunca, nunca en la vida, habrá un momento de alegría. Vive en lo pasado, ese recuerdo lo atormenta y lo mantiene, el presente es nada y lo futuro un precipicio espantoso. Solamente el peso del deber puede permitir que siga viviendo. Oír el nombre del que ama todavía en el fondo del corazón, ¡oír el nombre de aquel ser! Y estre- mecerse…, ¡verle feliz sin ella!… ¡Y seguir viviendo! ¡Algu- nos corazones no pueden aguantar y expiran!, ¡felices de dejar un mundo vacío atrás, se doblan delante del dolor horrible! Y siguen viviendo como máquinas, sin ilusión, ¡sin esperanza!… Porque el corazón que se encontró indife- rente una vez, nunca, nunca puede volver a amar después: ¡una vida sin objeto se percibe para siempre!… Esto sí es dolor inmenso que solamente el alma sensible puede expe- rimentar… ¡Dios mío!, ¡no dejes que jamás mi alma sienta

221 Soledad Acosta de Samper el abrigo inclemente de esta pena!… ¿Por qué tanta melan- colía que apenas hablar puedo?, ¿por qué tan terribles pen- samientos?, ¿por qué este desaliento de vivir? Porque es que todo, todo, todo me es indiferente. Llueve y los rayos caen a lo lejos. Suenan los caños, la gente corre y yo siento un peso inmenso sobre el corazón. ¿Adónde está mi ***? ¿Qué se ha hecho? ¡Si yo muriera por un rayo, cuán pronto me olvidaría! ¡Tal vez el infeliz ahora sufre algún terrible mal! Mil ideas me asaltan, ¡se pasaron dos días sin verlo!… O tal vez jamás podré tener el inefable gozo de volverlo a ver… ¡Dios mío! Y lo aborrecen tanto algunos, tiene tantos, tantos enemigos. ¿Le habrán hecho algo?… Se pasan las horas y sigue lloviendo. Los relámpagos al brillar, oscurecen mi mirada. ¡Pero yo no tengo más pensamientos sino el de mi ***! ¡Será de veras mío! ¡Ay!, si yo dejara de existir ahora, ¡nunca volvería después de algún tiempo a pensar en mí! ¡Ay! Las ilusiones, mis ilusiones, ¡qué bellas eran aún ahora pocos días126! Cada día cae una en el pre- cipicio de la realidad, cada una que cae le arranca mil sus- piros al alma…, ¡cada día veo el porvenir con diferentes ojos y con una sombra más profunda sobre los años veni- deros!… ¡Qué diferentes eran mis pensamientos antes!… Mi ***, tú, al hacerme conocer el mundo, me has hecho la vida desgraciada, ¿algún día me la podrás hacer feliz?… ¡Y no vienes todavía! ¿Ya no te alegras al verme?, ¿por qué no vienes pues?… ¿Cuál es la causa de tu prolongada ausencia? ¡Nada veo!… ¡La calle para mí está sola! ¡Ya cesó de llover

126 «Ahora pocos días»: hasta hace pocos días.

222 Diario íntimo y no te puedo contemplar, mi vida!… ¡Qué terrible es la incertidumbre! Vuelve a aclarar el cielo… Mi ***, ¿adónde estás?… ¡Cada lejana figura, cada ser que veo, me parece que eres tú!… Pasan gentes con paraguas, salen los mucha- chos de la escuela, llenos de alegría corren y gritan; el único pensamiento que tienen, los juegos que tendrán mañana domingo cuando los suelten de los lazos de la disciplina: forman mil proyectos de felicidad al gozar de la libertad… ¡La libertad, tan inherente en el corazón del hombre desde que ensaya sus primeros pasos hasta el tiempo en que muere cargado de años! La libertad…, grito de las almas nobles. La libertad que yo amo tanto. Sin embargo el amar como yo es no estar libre… Y pasa el tiempo y mi espíritu lleva las cadenas de la incertidumbre… ¡Y pasa el tiempo y más débil en cuanto a mi esperanza!… ¡Y se pasa el tiempo y crece mi desasosiego!… Y se pasa el tiempo. Veo salir a los estudiantes del colegio y él no está entre sus discípulos, ¡y siguen para sus casas y él no viene!… Y el reloj da las cinco y media y nada, nada veo que pueda alegrar mis ojos… Y se pasa el tiempo y cruza la gente, toda para mí tan indiferente… ¡Y se pasó el tiempo y no vino!…

La [dibujo de un ancla] se murió Porque mi [dibujo de un corazón] se perdió y la [dibujo de una cruz] me faltó.

223 Soledad Acosta de Samper

Siempre en mi mente el pensamiento vive Del porvenir incierto que me aguarda

P. P. S.127

Para pasar mi tedio, mi cansancio, mi dolor, me puse a leer los versos de Pereira128 que me trajo la última vez que vi a mi ***. Y corrieron mis ojos por sus páginas hasta que encontré los dos versos que copié arriba. El porvenir. No sé qué pensar… La tristeza más grande se apodera de mi alma, y yo misma no comprendo por qué tanta aflicción. ¡Nunca, nunca desde que vino, se pasaron dos días sin verlo por no haber venido aquí cuarenta y ocho horas!… Ay, Dios mío, qué presentimientos me agobian el espíritu. Vi pasar a su amigo, ¡cuánto hubiera yo deseado pregun- tarle por él! Al llegar la noche, tener que aguantar tres mortales horas sin poder comunicar con mi alma. Por fin, al golpe de las diez, poderme levantar y retirarme al santuario de mi cuarto y pensar… Qué angustia, qué agonía sacudiendo mi cuerpo con los suspiros terribles que exhala la emo- ción. ¡Un caudal de lágrimas de fuego, ardiente por mis mejillas corrió! ¡Tan ardientes que parecieron quemar el lugar por donde pasaban las mensajeras del dolor! Pero no son aquellas lágrimas que abaten el pesar, no son aquellas

127 Soledad Acosta utiliza algunas veces estas iniciales para identificar los poemas de José María Samper, «Pepe Samper». 128 Versos tal vez escritos en Pereira.

224 Diario íntimo lágrimas que calman la aflicción, ¡no! ¡Son aquellas que mientras más se vierten más desesperación se siente! La locura pintada en mi semblante, los brazos sobre el pecho para detener los desiguales latidos del corazón, la cabeza inclinada, las sienes en fuego. Parada en el gabinete con- templé la noche, ¡noche lúgubre y oscura! De tiempo en tiempo alumbran la calle los relámpagos a lo lejos, como alumbra alguna esperanza la oscuridad de mi mente pero que al desaparecer la deja más oscura y tenebrosa de lo que antes estaba. ¡Para qué vivo yo, Dios mío, si mi bien no ha de vivir! No, Dios de mi alma, ¡dadme valor, esperanza! ¡Qué dije! Insensata, ¡no sabes si está enfermo y tienes estas ideas!… Esperaré hasta mañana, ¡mañana sabré el misterio! ¡Porque no vino mi única esperanza!, mi tesoro sobre la tierra… Mañana… Prosternada ante tu altar, Señor, rogaré que me oigas, no por mí sino por él…

2 de abril129 Pasó la mañana. ¡Son las diez y nada sé de ti! Qué agita- ción conmueve mi pecho. Qué te has hecho, mi ***. Mi bien, ¡adónde te hallas! Fui al templo esta mañana y recé con fervor por ti. ¡Dios mío!, solamente por él puedo re- zar de veras. ¿Por qué es que lo amo tanto, por qué es que cualquier cosa que tiene algo de él es para mí sagrada? ¡Ay!, mi bien, sin ti que cosa es el mundo. ¡El sol no luce, las flores no tienen brill,o en los libros no hay poesía! ¿Y

129 No es claro si a veces no escribe la fecha o si deja varios días sin escribir.

225 Soledad Acosta de Samper pasaré hoy todo el día en letal melancolía? ¿No vienes hoy, y todo el día se pasará esperándote? No puedo sonreírme siquiera, el alimento con trabajo pasa por mi boca, siento una terrible pena que nada puede calmar. No vienes. Tengo un horrible presentimiento que no puedo expresar. Qué terrible incertidumbre, por ti cuantas lágrimas he verti- do. Nadie sabe las pesadumbres profundas que desde que te conocí he sufrido. Y ahora que no sé de ti puedo decir estas palabras:

Entre llantos y sueños dudando un horrible martirio es amar130.

¡No sabes tú cuando hablas de mi diario que él con- siste enteramente en pensamientos dedicados a ti! ¡Que mi diario es el grito secreto del alma que se eleva e interroga tu espíritu!131. ¡No sabes que mis más íntimas ideas no tie- nen otro objeto que el de amarte!… Tengo una ligera espe- ranza de que tal vez hoy sí podré contemplarte. ¡Ay!, que no se conoce nunca el bien hasta que se pierde. ¡Nunca te había amado tanto hasta que dejé de verte por días ente- ros! No sabía yo que tenías tan inmenso poder sobre mi afecto como he encontrado ahora que tienes.

130 Estos versos hacen parte de la tercera estrofa de un poema de Sam- per, titulado «Amar esperando», incluido posteriormente en su libro Ecos de los Andes. 131 Tenemos aquí otro fragmento donde la autora describe su diario.

226 Diario íntimo

Son las diez de la noche. Se acaba de ir de aquí la familia de París…132. Después de tanta angustia, de tanto padecer, vino mi ***, y toda la mañana estuve feliz. ¡Qué alegría, qué contento inundaba mi corazón! Vino y con inefable gozo oí otra vez su amable conversación… Pero levanté los ojos y lo vi descolorido y flaco… ¡Dos días había estado enfermo y se había levantado para venir aquí!… Pasó la tarde y lo volví a ver… Y una duda horrible volvió a pasar por mi mente… duda que si no fuera que nadie lo había conocido, duda que nadie piensa y que sólo yo tengo. Aquella horrible incerti- dumbre, duda, espantosa fuera y mi alma sufriría terrible martirio si otro lo fuera a pensar… ¡No!, no, esto no es, no puede ser verdad… Pero siempre algún pesar en la memoria. Diré yo, ¿por qué no puedo tener toda aquella calma, paz que veo que otros gozan?… Por qué, Dios mío, no puedo decir

I love him, I trust in him He trusteth me always. The time flies hopefully.133

¿Por qué, Dios mío, no tengo en él aquella fe sin lími- tes que debía tener? ¿Por qué me falta aquella fe?

132 Del general Joaquín París. 133 «Lo amo, confío en él / Él en mí siempre ha confiado. / El tiem- po vuela, eso esperamos». Estos versos hacen parte de la última estrofa de un poema titulado «I Love Him»: «I love him, I trust in him / He trusteth me always; / And so the time flies hopefully, / Although he’s far away».

227 Soledad Acosta de Samper

¿Fe?

Y el encanto que gozó otro día Y la esperanza que hermoseó sus horas, Y las lindas quimeras tentadoras, Y los cantos de mágica armonía, ¡Ay, triste!, ¿adónde están?

¿Pero me amará de veras? Dios mío, ¡he sufrido tanto! ¡Estaba triste, abatida, meditabunda, hasta que lo vi! Ayer, qué día de amargura. Anoche, qué noche de dolor. Y dicen que estaba yo pálida hoy. ¡Si supieran lo que mi alma ha tenido que aguantar en silencio! Si pudieran adivinar cuán amargas son las lágrimas que vertí sobre mi lecho anoche, si supieran los pensamientos terribles que tenía entonces en mi espíritu, dirían: su fisonomía no muestra lo que siente. ¡Pero vino al fin y huyeron mis miedos y terror y estuve alegre otra vez! Me voy a acostar. A lo menos una noche la pasaré en calma, quién sabe cuáles serán mis pesares de mañana. ¡Tal es esta triste, incierta vida!

3 de abril Cuán delicioso es el perfume de la reseda134 que inundan- do el aire de su aroma me recuerda el campo y lleva el pen- samiento hacia las dichas inocentes y bellas del hombre

134 Reseda: flor de la planta del mismo nombre, de pétalos amarillos y olorosos.

228 Diario íntimo virtuoso. Deseando comprar algunas tazas de flores fuimos con Sofía adonde el doctor Cuervo, que vende flores y fru- tas. Este bueno y estudioso clérigo —que desgraciadamen- te es una de las pocas excepciones de virtud verdadera que tenemos en el país entre los ministros de Dios— es cape- llán del hospicio. El tiempo que le sobra después de haber cumplido con sus deberes de sacerdote lo emplea en cul- tivar unas espaciosas huertas, en donde se encuentran las frutas más raras y las flores más bellas que han traído a este país. Nos llevó a una huerta adonde los árboles de manzana estaban cubiertos de sus frutos; tiene peras y otros árboles particulares, y a la sombra de ellos, rodeado de flores dife- rentes, pude contemplar a este hombre. Allí, retirado del mundo, sin más placer que el cuidado de sus flores ni más deber que el amar a Dios, pasa sus días feliz y sin pensar ni acordarse de todas las miserias humanas sino para con- solarlas. Vestido con un gran sombrero para guardarse la cabeza del sol y con un vestido sencillo y limpio, me pare- ce ver uno de aquellos sacerdotes santos de que cantan los poetas… Modelo de virtud entre los hombres, cuánto más feliz es esta vida frugal y provechosa, admirando las mara- villas del Señor en sus obras y haciendo un bien a la socie- dad con las plantas nuevas que siempre tiene y cuya semilla propaga en la ciudad por un módico precio… Tales eran mis reflexiones mientras, siguiendo los pasos del sacerdote, oía con gusto su conversación sobre el modo de sembrar las plantas y cultivarlas con acierto… Cuando llegamos al patio exterior encontramos una multitud de gente que ha- bía venido también a buscar flores allí. Volvimos a casa a

229 Soledad Acosta de Samper las seis y traje un bonito ramillete que ahora con su deli- cioso aroma me hizo recordar la tarde que había pasado…

Non Rome subjuguant l’univers abattu Ne vaut pas un hameau q’habite la vertu.135

Estoy cansada con la caminada que hice. Fuimos hasta San Diego. Esta iglesia me hace cierta impresión que no sé si es dulce o melancólica. Para el alma que ha perdido en el mundo todo lo que ama, para el que ya no tiene ilusio- nes en la tierra y quiere pasar en paz sus últimos días, cuán delicioso será vivir en este sitio retirado con sus oscuros claustros, su alto ciprés y grandes huertas, y desde allí ver la ciudad con sus locuras, maldades y caprichos y contem- plarse feliz retirado de los hombres para adorar a Dios en silencio y perfecta quietud…

4 de abril ¿Por qué son tan inciertos mis propósitos? ¿Por qué es que le huyo al estudio con anhelo? ¿Cuál es la causa de que mi pensamiento no pueda fijarse en nada?… ¿En qué consiste, Dios mío, que cuando estoy contenta no puedo pensar ni estudiar? Sin embargo nadie, sólo yo, sé lo vacío que está mi espíritu, sólo yo sé que el talento que manifies- to es muy poco y que no tengo fondo ninguno de saber.

135 Fragmento de un poema de Jacques Delille (1738-1813): «Nin- guna Roma, subyugado el universo abatido, vale una aldea donde habite la virtud».

230 Diario íntimo

Y no puedo estudiar, ¡pienso no más que en darme gusto y el cuidado de que mi alma abrigue algo está siempre le- jos de mis ideas!… Hoy me voy adonde María C. Maña- na habrá otra disculpa para no hacer nada. ¡Y así se pasan los días en nada de provecho cuando yo soy tan ignoran- te! ¡Nadie puede figurarse lo amargo que es para mi alma cuando veo que las personas que aprecio creen que tengo talento y saber! Quiera Dios mío que no vayan nunca a saber cuán vacío está mi espíritu y qué poca es mi inteli- gencia… Mi ***, ¡si tú supieras lo que soy no me amarías! ¡Por eso yo estoy siempre desconfiada y no puedo nunca comprender cuando alguno profesa amarme! Pero a Dios le doy mil gracias que nadie sabe lo que verdaderamente soy… ¡Solamente cuando tengo algún gran pesar es que mi alma se despierta y siento tanto, tanto, no tener elocuen- cia para decir lo que entonces pasa por mi mente!…136. Yo nací para sufrir y nunca, ni en mis sueños más hechiceros, puedo creer que seré feliz enteramente ni por algunos días. ¡El sol de la alegría no presidió mi nacimiento!… Y por eso soy desgraciada en mi alma desde que me conozco. Pero no creas, Dios mío, que soy desagradecida, ¡no! ¡Yo sé que mis pesares son porque soy demasiado sensible, y bendigo la mano que me hace sufrir!…137. El cielo está azul, los cerros

136 Encontramos aquí un motivo romántico. El pesar es un senti- miento que señala a las almas sensibles y despierta en ellas nuevas sensibilidades. 137 De nuevo el mismo motivo romántico: la sensibilidad especial es la causa del sufrimiento y es la que permite escribir.

231 Soledad Acosta de Samper se ven claros a lo lejos, un aire tibio sacude lánguidamente las cortinas. Qué bello soñarme levantando el velo de la realidad, nadar en el éter de ilusión y de alegría que traen a la imaginación y a la mente mil ideas de felicidad que jamás podré gozar sobre la tierra. Siempre en mis dudas y rêveries138 veo a mi lado un ser que todo lo embellece y llena de hermosura con su elocuencia y poesía… Qué lin- da veo la naturaleza en mis sueños, los céfiros balancean las flores con su soplo y traen hacia mí fresco perfume… Oigo palabras en el aire. A mi alrededor cuántas mágicas bellezas. Suspiro felicidad a dondequiera y por un momen- to estoy llena de gozo… Pero una palabra, un movimien- to, desbarata mis sueños y vuelvo a bajar a la realidad con todos sus deberes y pesares. … Y leo novelas y mis ojos devoran en un minuto los detalles, las pinturas de caracteres diferentes que encie- rran en ellas, y sin embargo busco en sus más recónditas ideas algo de lo que encuentro en él. Pero nada de pare- cido hay allí, nada de mi desgracia puedo hallar entre las páginas de la ficción, nada que se parezca a mi suerte a mi modo de pensar… ¿Por qué? ¿Será que no puede haber ni en la imaginación ni en la realidad dos caracteres pareci- dos? Esto es muy particular… ¿Y por qué es este anhelo de encontrar lo parecido? No sé… Mi imaginación no puede conjurar139 cuando hablan de algún héroe sino el retrato

138 Rêverie: ‘idea vaga, ensueño’. 139 Conjurar: ‘invocar’.

232 Diario íntimo

de él. Siempre veo sus cabellos, que parece que un rayo del sol los iluminó con su luz dorada y los envolvió con tanta gracia. Siempre el héroe es pálido y con rasgos llenos de expresión. Con su perfil de estatua griega parece que la poesía la trae pintada sobre su frente… En fin, contemplo su retrato tan bello como el modelo… Y cuando el autor lo describe de otro modo pierde para mí el interés que en él hube y el libro me disgusta y no leo más… ¡Tal es el poder que tiene él sobre mi espíritu!… ¡Esta tarde estuvo aquí! ¡Alegre, lleno de chanzas y de chistes como siempre!… No tengo ideas esta noche. Estoy cansada. Anoche poco dormí, mi imaginación, no sé por qué, estaba llena de terrores. Oía dar las horas en el reloj, y sentía que corrían las horas y el sueño no venía a consolar mi pena sin motivo ni a aletar- gar mis sentidos… ¿Por qué siempre estoy en duda? ¿Por qué no tengo paz ni fe?

5 de abril Y siguen los días y pasan las horas y las semanas vuelan por mi vida. Y siempre un mismo pensar, ¡siempre la misma idea en mi mente!… Hoy salieron en El Pasatiempo unos versos de Agripina en los cuales encuentro algunos que me parecen sinceramente bellos y armoniosos… Hay en el es- tilo no sé qué de parecido a él. Seguramente él los corrige… Mañana los copiaré… Qué linda está la noche, brilla la luna siempre bella, siempre plateada y hermosa sobre la tierra. Nunca podemos contemplarla sin elevar nuestro pensa- miento hacia lo sublime… ¿Por qué es que el corazón del hombre jamás se cansa de las obras de Dios?… ¿Por qué,

233 Soledad Acosta de Samper sobre todo, siempre sentimos impresión deliciosa al ver la encantadora luna? ¿Eres acaso, bella compañera de la tie- rra, el ángel que cuida de los humanos? ¿Eres tú la dele- gada del Señor y viertes tus tiernos rayos sobre el mundo como mágico talismán para aquietar y calmar las pasio- nes? Porque al verte lo mismo siempre, al contemplarte tan callada y triste, ¿quién no siente el poder de Dios y lo alaba lleno de fervor?…, ¿y quién no siente fe y esperanza para lo futuro? Porque el Omnipotente, estoy segura, no nos quiere quitar nuestros goces inocentes, ¡porque tengo fe en que mi vida futura no será tan triste como algunas veces me lo figuro! ¡Oh!, luna, tú me diste esta noche es- peranza. ¿Por qué no tengo siempre el alma dispuesta para recibir tus beneficios? ¡Lindo planeta, compañero siempre del que sabe contemplarte!… Al triste lo consuelas en su pena y das esperanza; al que ya no la tiene en el mundo, le recuerdas que hay otra vida mejor después; y al que tiene el alma llena de gozo y placer, lo calmas y lo haces bende- cir la mano que le dio existencia… ¡Tal es tu poder, men- sajera de Dios, para el que os comprende!…

6 de abril Son las nueve. Todavía no hemos almorzado. Vine a mi cuarto. El día está lindo, el sol brilla y entrando por mi ventana abierta aclara el gabinete de tal modo que es im- posible estar allí. El cielo azul está cubierto de nubecillas que al ímpetu del ligero viento vuelan aquí y allá forman- do mil grupos diversos como copos de nieve. ¡Como el pensamiento vago, ya se acercan ya huyen unos de otros,

234 Diario íntimo mientras que yo los miro desde aquí! Voy a copiar los ver- sos de Agripina.

§§ Reflexiones

Pasan las horas, y pasan Los años también, veloces. Y entre mil penas, diez goces Saboreamos sin dolor. ¡Oh!, ¡la vida es un fantasma De ilusión fascinadora Que con risa seductora Nos ciñe cruel, torcedor!

Nacer, vivir y morir, Palabras cuyo sentido Es llanto, pena, gemido, ¡Sólo dolor, sólo mal! Se nace en el sufrimiento, Se vive en la desventura, Y bajo una sepultura Termina nuestro soñar…

¿Qué es el nacer en resumen? Es recibir sensaciones Y entre penas y aflicciones Iniciarse en el vivir. Es volver penosamente De un sueño largo, profundo, A despertar en el mundo Entre el llorar y sufrir.

235 Soledad Acosta de Samper

Y somos átomos, dicen, Partes del ser de los seres (Hay diversos pareceres Que hacen de esto una cuestión) Luego entonces (esto es claro), ¿La divina providencia Padece en humana esencia? ¡¡¡Oh misterio, o confusión!!! Un ser es en este mundo Lo que la hoja en la planta: Una voz que se levanta, Del concierto universal. Es un ¡ay! que entre suspiros Lanza al orbe congojoso ¡Ay que espira misterioso Entre el patio sepulcral! ¿Y el vivir? Mezcla confusa De placeres y tormentos, De risas y de lamentos, De mentira y de verdad. Es un piélago insondable De dichas y de bïenes En donde habita en rehenes Dispersa la humanidad. Es para unos la vida Campo risueño de amores, Donde balsámicas flores Les embriagan con su olor. Para otros, ¡ay!, un desierto, Sembrado sólo de abrojos, Donde no alcanzan los ojos Oasis consolador.

236 Diario íntimo

¿Y esto es vivir? ¿Se debe Reír preso entre cadenas? ¡Silencio! Que si de penas, También se llora de amor… ¡Oh!, y es dulce el sufrimiento, Y es delicioso el quebranto, Cuando se riega con llanto, Sí, ¡con llanto arrobador! También la tórtola gime, También la fuente murmura, Más también la noche oscura Brinda encanto sin igual. ¿Por qué pues hacer del mundo Una mansión de dolores, Cuando risueños colores Nos la tiñen divinal?

¿Por qué fingirnos llorando Siempre en áridos desiertos? ¿Por qué ese soñar despiertos Tormentosa vaguedad? ¿No hay, para llorar pesares, Noches de luna propicias? ¿No hay para apurar delicias Recóndita soledad? ¿Qué la vida si de goces Fuera toda una cadena? ¿Si no existiera la pena Para apreciar el placer? ¿Qué fuera el pesar sin llanto? ¿Qué fuera el llanto sin sueño? ¿Qué en el Edén más risueño El hombre sin la mujer?

237 Soledad Acosta de Samper

Trepa leve bejuquillo Sobre el olmo poderoso Y en festones deja airoso Sus verdes hebras colgar, Y sus hojas se entretejen Y entablan tierna porfía, El olmo en servir de guía Y el bejuquillo en florear. Crece un árbol solitario En un lugar apartado Sin verde césped al lado, Sin sentir junto una flor. ¿Sufre el árbol? No: dichoso Mil aves le dan su arrullo, Una fuente su murmullo, Los céfiros su frescor.

Como entre tosca materia El diamante su riqueza, Oculta naturaleza Do quier la mano de Dios. Perdón pues, Señor, si a veces Lanza mi alma ayes dolorosos De hoy más himnos fervorosos Sólo elevaré hacia vos. De hoy más, Señor, ya la duda No atormentará mi mente: Procuraré, indiferente, Descifrar mi porvenir. No traduciré en mis juicios, Equivocando el sentido, Por llanto, pena y gemido Nacer, vivir, y morir.

238 Diario íntimo

¿No tiene la noche día, Y el verano primavera? ¿Y no torna a la pradera En tenue lluvia el vapor? Yo contemplo el universo Todo en mística armonía… Alza, elévate alma mía, ¡Rinde culto a tu creador! Miro tímida paloma Al lado de sierpe aleve, Y copos blancos de nieve Sobre el cráter de un volcán. Sordo surge el ronco trueno Que en los aires se dilata Y en hilos mil se desata Que a fecundar campos van.

Vanas las nubes ostentan En el iris los colores. Si hay pólipos en las flores, Hay rica esencia también. ¿Por qué querer que las rosas No estén cercadas de espinas? Más galanas, más divinas, Entre otras flores se ven. ¿Qué me importa que entre el cieno Torpes reptiles discurran, Si blandamente susurran Nítidas aguas sobre él? ¿Qué mucho tiene que el viento Tumbe las flores nacientes, Si brotan otras simientes Que él va regando en tropel?

239 Soledad Acosta de Samper

Do quiera señales veo De una sabia Providencia, Cercada nuestra existencia De previsiones sin fin. Si el mar sus olas mugientes Levanta audaz como montes, De luz ricos horizontes Ciñen su vasto confín.

¡No!140. Para mí los versos a un sauce141 tienen algo más de poeta, algo donde se conoce que fue mujer quien lo escribió. Tiene aquel fuego de alma, aquellas tiernas imágenes de imaginación femenil142. O será tal vez que ese mismo sauce me trae a mis recuerdos pasados, ¡recuerdos de mi vida que fue tranquila como el balancear del árbol por el ligero viento!… ¡Él dijo que eran estos últimos los mejores! ¿Y gozará mi vida en lo futuro de la calma que ahora siento, y pasarán los días siempre contenta y feliz?… ¡Ay!, ¡que tiemblo al pensar en el porvenir! ¡El tiempo anda con rápidos pasos y no sentimos jamás lo presente, siempre hacia lo futuro vagando, siempre hacia el porvenir llevando la

140 Respuesta negativa al «tal vez él los corrige» de la entrada del 5 de abril, donde se preguntaba acerca de algunas características de los versos de Agripina Samper. 141 La autora recuerda aquí un poema que citó en una entrada anterior. 142 En este poema el tema romántico del universo como conjunto ar- bitrario de átomos se resuelve en el cosmos armonioso que revela la mano creadora de Dios.

240 Diario íntimo frágil nave de nuestra existencia en el caudaloso río de la vida! ¿No podremos pues nunca echar el áncora sobre un solo día? ¿No podremos jamás gozar de lo presente? ¿Por qué este continuo soñar con alguna dicha que tal vez jamás hallaremos? ¿No tenemos otras mejores que no solemos conocer? ¡Pasan, y nosotros, insensatos, ni nos acorda- mos del bien que tenemos cuando tal vez serán las úni- cas que gozaremos verdaderamente sobre la tierra! ¡Qué bella es la naturaleza cuando ostenta toda su hermosura en un claro día de verano! Y vemos sus bellezas, ¡pero al admirarla siempre, siempre suspiramos por algún bien que no tenemos! Qué linda está la noche, tan límpida y callada. Veo la luna en todo su esplendor, ¡el cielo tan bello! Qué estrellas tan brillantes. Sí…, conozco toda la hermosura de las Obras del Señor… Pero mi pensamiento vuela fugaz hacia mi ***… Él es el que me ha hecho admi- rar el mundo, ¡por él tiene hermosura el día, encantos la noche! ¿Al ver un espectáculo tan grandioso, tan lleno de mágica dulzura, su imaginación de poeta me recordará a mí? ¿Ocupo yo su pensamiento como su imagen llena mi espíritu? O tal vez otro ser mejor recuerda él en las horas calladas de la noche cuando todo duerme y él vela. ¡Con- templando la luz de aquel planeta, pasará por su mente el recuerdo triste de aquella que perdió! ¡Y lágrimas de amargura verterá al recordar los días felices que con ella pasó!… ¡Mientras eso, mis ojos vagan sobre la naturaleza en reposo y sólo tú ocupas mi pensamiento!…

241 Soledad Acosta de Samper

7 de abril Estuve leyendo mi diario143 de cuando estaba en el colegio en 1847. Qué triste pasaban mis días allí, suspirando sin cesar por mi Patria amada pasaba los días…, sin tener con quien congeniar… ¡Enferma, aburrida, y sin poder respi- rar el aire libre!… Esta es una página de mi vida que no me trae sensaciones agradables. Cuando recuerdo aquellos días siempre trato de olvidar ese tiempo… Cuán diferen- tes fueron en el otro colegio. Allí sí pasaba feliz las horas del día, allí aprendí a amar el estudio, allí comencé a ver el mundo con otros ojos, mientras que en el primero, sin cesar tiranizada por las maestras, sin poder comprender bien el francés, deseando lo que no podía tener, lloraba por los días de mi libre infancia. ¿Qué se hizo mi amiga, mi compañera de desventura y pesar? ¿Qué se hizo aque- lla romántica muchacha que me amaba tanto y que yo no pude nunca comprender como debía? Estoy escribiendo con la luz de la luna. ¡Linda, bella, encantadora luna!, qué placer siento al contemplar tu her- mosura… Mi bien estuvo aquí esta noche y cada día lo amo más. Después de que se fue dijo que iba a montar. ¿Estará ahora pensando en mí, me amará? Sí. Qué puede halagar más el espíritu que el retirarse uno a su cuarto silencioso y quieto… Sentada en mi mullido butaque, con mi amado pupitre delante, dejar correr mi pluma sobre el papel. Alumbrada por la incierta claridad

143 La autora menciona un diario que escribió en París, cuando tenía catorce años. Desconocemos el paradero de este texto.

242 Diario íntimo de mi luz mi cuarto parece más grande, y con esa claridad que apenas alumbra la mesa en que escribo, me parece ver mil figuras, mil espíritus a mi rededor. Por entre las cor- tinas medio abiertas del gabinete veo la luna brillar en la calle… Siento un bienestar, cuán agradable, al recostarme contra el ancho espaldar. Dejo errar mi pensamiento hacia el país de las quimeras… Volad, ideas, hacia donde está mi bien, ¡volad y recordadle mi imagen!… De tiempo en tiempo saco el libro en que trazó su mano esas líneas para mí y lo miro entusiasmada… ¡Porque son un talismán que me llena de gusto cuando más triste estoy!

Siempre mi ardiente corazón latiendo, Siempre entre quejas y dolor soñando… Luz y esperanza sin cesar buscando, Y en el placer de la ilusión perdiendo Las horas que se van.

Siempre entre espinas recogiendo flores Que el viento del pesar va deshojando, Siempre en el mar del porvenir bogando Donde al brillo del sol de los amores Me lleva el huracán.

Y ese anhelar de perdurable gloria, Y esa ambición de inagotable encanto, Y risa y gozo y con la risa el llanto, Y siempre algún pesar en la memoria Y eterna soledad…

Cruel inquietud que debilita el alma, Luz que las sombras por instantes dora,

243 Soledad Acosta de Samper

Fiebre tenaz que al corazón devora, Que siempre en cambio de su dulce calma Le da la tempestad.

¿Por qué mi amante corazón delira? ¿Por qué palpita en incesante anhelo? Placer, angustias, esperanza y duelo, Todo lo siente: ¿mas por qué suspira? ¿Tanta inquietud por qué?

¿Qué le falta a su vida? Enternecido, ¿No se dilata en amoroso sueño? ¿No está su cielo límpido y risueño?… Vive, es verdad, en el placer henchido Pero le falta fe…

¿Fe? Y el encanto que gozó otro día, Y la esperanza que hermoseó sus horas, Y las lindas quimeras tentadoras, Y los cantos de mágica armonía, ¡Ay, triste!, ¿adónde están?… ¿¡Qué!, se acabó cuanto ideal soñaba, Cuanto delirio el corazón tenía?… Las historias de amor y de poesía, Y el paraíso que la mente ansiaba, Ya nunca tornarán? ¿Todo acabó con el dolor profundo Que se llevó la transitoria calma? No, que en sus horas de ilusión el alma Goza contigo en su soñado mundo, Bendita soledad…

244 Diario íntimo

Y eres, ¡ay!, tan hermosa y te amo tanto, Y es tu misterio, soledad, tan puro, Que en la embriaguez de mi silencio abjuro Pesar, delirios, ambición y llanto Rendido a tu beldad… ¡Oh!, si es tan bello, soñando Amor, glorias, libertad, Dulcemente suspirando, Vivir encantado amando Tus misterios soledad. Es tan bello dar al viento, Mecido en dulce ilusión, A cada fugaz momento Un enamorado acento Del arpa al sentido son. Y hay en tu casta poesía Tanto célico placer, Que en tu seno el alma mía Olvida en dulce agonía Sus amarguras de ayer.

¿No es muy bella una plegaria De melancólico amor, Cuando brilla solitaria La luna en su sombra varia Con espléndido fulgor?

¿No es tiernísimo el acento, Que en la noche el ave da Al murmurio nunca lento Del arroyo turbulento Que de peña en peña va?

245 Soledad Acosta de Samper

¿No es bello el lejano canto Del errante trovador, Que vuela con encanto En la voz de su quebranto La soledad de su amor?

Así, en tu santuario hermoso Tras de incógnita deidad, Un no sé qué misterioso Lleva mi espíritu ansioso; Dulce amada soledad…

P.P.S.144

¡Estos son los versos que me dieron tanto pesar en días pasados, estos fueron la causa de mil lágrimas ardientes, de, ¡ay!, ¡cuántos suspiros de desesperación! ¡Verlos publi- cados en un papel público para que todos lean y sepan de quién son! Dios mío, cuando recuerdo la amargura con que los leí, ¡cuando recuerdo la pesadumbre horrible que ator- mentaba mi alma en esos días!… Pero siempre el verlo me quita toda incomodidad y pesar. Qué magnetismo tiene para quitarme toda idea al verlo.

144 La autora transcribe aquí el texto de Samper, al cual se refiere como «talismán», escrito por él para ella. Hay un juego interesante en el poema entre el amor romántico del poeta hacia la soledad y el amor de este poeta por Soledad, la autora. Se trata del poema «¡Oh!, dulce Soledad», aparecido inicialmente en un periódico e incluido luego por Samper en su libro Ecos de los Andes (1860).

246 Diario íntimo

Después de un rato que lo oigo hablar pasa todo mi pesar… Estoy muchas veces ¡cuando veo que se entristece él, huye mi enojo y vuelvo a estar amable otra vez!… ¡Ay, quién puede ver una nube de pena sobre su frente sin tratar de que se quite de allí! ¿Quién puede ver una sombra de dolor apesadumbrar aquel ente que ha sufrido tantos, tan terribles pesares sin lla- mar alegres ideas para que huyan de allí? ¿Y podré yo darle causa de pesar cuando ha sufrido tanto aquel ser que Dios crio para la felicidad?… Sí, Dios ha creado algunos seres para ser felices, ¡y cuán triste es ver que son desgraciados! ¡Ellos no debían sufrir! Traen estampada sobre su frente la alegría y no deben sufrir pena alguna, no fue ese su destino. Tal es el destino de él. ¡Criado para gozar de la vida, se le debe apartar toda idea de tristeza de su mente!… Y yo… yo, ¿Dios me crio para algún destino en la vida? ¿Será tal vez para sufrir, para penar que vine al mundo? Yo que puedo aguantar pesares, ¡tal vez mi destino será consolar y aguantar penas!… Dadme a mí, Señor, las penas que pudiera tener él, él no debe tener- las, ¡y yo por él sufro todo!…

16 de abril Dije anoche que seguiría pero no me fue posible escribir por varios días. Ahora haré la relación de lo que he hecho en días pasados. El jueves en la noche fuimos a ver monumentos145.

145 Rito católico de la Semana Santa. Consiste en visitar las iglesias y orar frente a la custodia que guarda la ostia de la comunión. Se realiza entre la muerte de Cristo y la resurrección, dado que du- rante estos días no se oficia la misa.

247 Soledad Acosta de Samper

Yo estaba llena de tristeza al pensar que no nos acompañaba mi ***. Primero entramos a la Catedral. Había en el altozano multitud de cachacos146 pero él no estaba allí. Llegamos al monumento y cuando volvimos vi yo al pie de él a *** con- versando con un hombre. Qué placer sentí… Nos acerca- mos, era necesario pasar por junto… Mi corazón latía… él tenía la cabeza volteada para otro lado… Pasamos… ¡y no nos vio! ¡Oh pesar! ¿Cómo fue, ingrato que no te avisó el corazón?… Yo seguí entrando a iglesias, arrodillándome maquinalmente… ¿Pero qué era mi pensamiento? ¿Llegó a pasar por mis labios alguna oración? ¡No!, ¡no tenía otra idea sino que mi amado147 no me había visto!… El viernes vino él y nos dijo que nos había seguido hasta que nos arrodillamos en la Catedral…, pero que entre la multitud de gente nos había perdido de vista… Buscó por todas partes pero nada que nos encontró… Anduvo por las calles pero fue imposible hallarnos… Por la tarde, proce- sión. Nosotras adonde las Briceño… Qué contenta estuve… Mi *** no se apartó de allí, ¡lo pude ver toda la tarde!… Nos fuimos a la casa con Justo… Un rato pasó y vino Domingo a decir que había habido un alboroto entre los democráticos148

146 Cachacos: señores y señoritos de la capital, apelativo que se opone a «los de ». 147 Esta es probablemente la primera vez que la autora lo llama «amado». 148 En el momento hay un enfrentamiento entre los democráticos —que entonces reúne a los artesanos y a una parte del ejército— y los cachacos de no importa qué partido. La Constitución liberal de

248 Diario íntimo militares y los cachacos, que había habido pedradas… Pero que no había sucedido nada. El gobernador había puesto todo en paz… ¡Dios mío!, ¡estaría mi *** entre ellos!, pensé yo… Pero en ese momento entró él y dijo que venía a acom- pañarnos al Sermón de la Soledad149: si queríamos ir no había cuidado, la ciudad estaba quieta… Salimos, me dio él el brazo. El sermón comenzó… No pude oír nada. Había muchos cachacos pero pocas mujeres. A la vuelta se estuvo él un rato y se fue. Yo lo vi por el gabinete huir de mis mira- das. La luna brillaba divina y su figura poco a poco se desa- parecía lejos de mí. Qué callada estaba la calle. El sábado supimos que la noche antes habían querido entrar a algunas casas para robar. ¡Qué maldad, el Viernes Santo, día venerado en toda la cristiandad! ¡Y este pueblo está tan desmoralizado que ya no respeta ni los días más solemnes de la religión! ¡Así acabó la Semana Santa! Ahora un año, pensaba yo, estaba de rodillas en la Catedral. ¡Quién hubiera creído que el año siguiente habría de venir yo a este sermón que tratamos de oír entonces, con aquel que tenía delante de los ojos! ¡Y aquel ser el esposo de Elvira L. y ahora mi amante!… Si se hubiera enton- ces rasgado el velo de mis ojos, viendo lo futuro hubiera exclamado ¡no puede ser verdad! ¿Y de aquí a un año cuál

1853, con la eliminación de los aranceles a las exportaciones, ter- minó enfrentando a los liberales y a los pequeños artesanos cuyos intereses esperaban representar. Esa misma Constitución buscaba también disminuir el tamaño del ejército. 149 «Sermón de la Soledad»: sermón de la noche del Viernes Santo.

249 Soledad Acosta de Samper será mi suerte? Dios mío, ¡apiádate de mí y tenme enton- ces tan contenta como estoy este año!… Hoy, Domingo de Pascua, estuvo aquí mi *** y me rogó que tocara aquel vals de Strauss. ¡Sí, hoy hace ocho meses que lo bailamos muy bien! ¿Se acordaría él de eso?… Adónde estará esta noche. ¿Estará divertido mientras yo estoy triste? ¿Estará contento lejos de mí mientras sólo él ocupa mi pensamiento?… Cada día, es muy verdad, lo amo más, cada día es más querido de mi corazón. Y tú, ¿tú me amas tanto como antes? Sí. Deseo creer esto, ¡porque si no cuál sería mi desespera- ción! Ya es tarde. Guárdalo, mi Dios, no le vaya a suceder mal alguno. Ten misericordia, Señor, y favorécelo de toda desgracia. Siempre temo tanto que le vayan a hacer algún mal en casa de Murillo, ¡de un hombre que aborrece tanto! ¡Dios mío, tal vez no lo volveré a ver más! Horrible idea…

Love him, my God, she inly cries, Love him, this night!…

Moore150

Oh! grief, beyond all other griefs!151

150 «Ámalo, Señor, ruega ella en silencio, / ¡Ámalo, esta noche!». Poema del ya citado Thomas Moore. 151 Este verso da título a un poema del mismo Thomas Moore: «Ah pena, ¡la más grande de las penas!».

250 Diario íntimo

20 de abril Por fin, mi fiel diario, te vuelvo a hallar. ¡Oh!, ¡cuántas desgracias, cuántas penas he sufrido en estos pocos días! ¡Guerras, alarmas, tristezas y terror! ¡Aun me he visto por tantos días encerrada en el fondo de un monasterio! Dios mío, ¿esto es vivir? ¡Dios mío, por qué abandonas mi des- graciada Patria en las manos de los militares salvajes! Señor, ¡será para que sepa cuáles son los dolores y desgracias de la vida y que no amemos tanto esta morada terrestre!… En cuatro días cuánto puede suceder, cuánto puede cambiar la suerte de nuestro corazón, de nuestra vida. ¡Ay de mí! El domingo me sonreía el mundo, mi cielo estaba puro, despejado, la vida era para mí en lo futuro sembrada de flores y placer, ¡mi porvenir lo contemplaba dichoso!… Y ahora… Ahora, Dios de mi alma, cuál será la suerte que me preparas. La esperanza siempre anima mi corazón desfa- lleciente… Pero, Señor, dame valor para sufrir mis penas, Señor, dame fuerzas para vivir. Ya está tarde, estoy cansa- da. Mis ojos pesados por las veladas pasadas me agobian la pupila. Mañana escribiré…, mañana haré una valoración circunstanciada152 de los graves acontecimientos que han pasado en estos días… ¡Mi bien! ¡Dale valor, Señor, para aguantar sus penas y sufrir su desconsuelo!…

152 La escritura del diario se asume como «relación» y como «valo- ración circunstanciada». Lo señalamos como una más de las ca- racterizaciones del diario que lleva a cabo la autora en el mismo texto.

251 Soledad Acosta de Samper

21 de abril Ahora que me encuentro sola, aunque sea por un momen- to, voy a escribir todo lo que ha acontecido en estos días pasados… ¡Ay de mí!, cómo puedo hablar de esto, mi ca- beza está agobiada por mil terribles angustias y en mi es- píritu hay un caos que no comprendo casi, no entiendo lo que ha sucedido, lo que ha pasado… El lunes serían las cinco de la mañana cuando des- perté sobresaltada y oí cañonazos a lo lejos y un terrible frío corrió por mi cuerpo porque la imagen que se me pre- sentó fue *** en el peligro más grande. Casi sin vestirme corrí, o más bien volé, hacia mi cuarto, me precipité en el gabinete y vi que los tiros que habíamos oído provenían de unos cañones que se veían en la plaza… ¡Una desespera- ción mórbida espantosa se apoderó de mi alma! ¿Qué sería? Veía correr gente y seguían tirando cañonazos y hablaban y andaban y preguntaban alrededor de mí, pero yo nada entendía, nada oía, estaba como en un sueño horrible que no comprendía qué era, qué sucedía. Se quedó sola la calle y pararon los cañonazos. Se asomó a la ventana del Pala- cio el general Barriga. Le preguntamos si era revolución. Dijo «Creo que sí». ¡Qué contestación para un secreta- rio del Gobierno!… Y pasaron horas… Por fin supimos qué contenía aquello: que Melo, el general de las tropas, se había levantado con toda la fuerza armada, que habían proclamado dictador a Obando153 pero este, no habiendo

153 General José María Obando (1795-1861): presidente entre 1853 y 1854. Firmó la Constitución liberal radical de 1853. Después

252 Diario íntimo querido admitir, se hallaba preso en su Palacio con todos los secretarios de Estado y que el malvado Melo mandaba en la ciudad a la cabeza de la tropa y los democráticos…154. Después supimos que habían entrado simultáneamente a las dos de la mañana a todas las casas de los miembros del Senado y representantes para tomarlos presos…155. ¡Ay de mí!, qué dolor inmenso, qué temor el que se apoderó de mi corazón, ¡Dios mío! Por fin pregunté si habían ido a casa de Murillo —porque allí vivía mi bien—… ¡La con- testación era para mí sentencia de vida o de desesperación sin fin!… Dijeron que habían ido, habían roto todo en la casa, las puertas las habían echado a abajo, las ventanas estaban atravesadas por balas, pero que no habían encon- trado a nadie… Respiré… Pero me dijeron que buscaban a mi *** y al compañero156 a dondequiera…

del golpe militar de José María Melo rechazó el ofrecimiento de este de asumir la jefatura del gobierno golpista. Al parecer, Melo no veía en Obando a un opositor y su golpe sólo buscaba derogar la Constitución vigente. 154 Lo que se narra aquí es el golpe de Estado dado por el general José María Melo contra el presidente Obando. Este golpe dio inicio a una dictadura y a una guerra civil que se prolongaría por varios meses. Los artesanos, democráticos, apoyaban el golpe en contra de la Constitu- ción liberal que eliminaba los aranceles para las importaciones. Este golpe unió a radicales y conservadores en una lucha contra Melo. 155 José María Samper era entonces secretario de la Cámara. 156 El compañero de fuga es Salvador Camacho Roldán, radical como Samper y figura de primer orden dentro del escenario político co- lombiano de la segunda mitad del siglo xix.

253 Soledad Acosta de Samper

Casi no me acuerdo de lo que siguió, tomé la copa del dolor hasta las heces… Desesperada, loca, sin saber qué hacía, el pelo caído sobre los hombros, vagaba yo por los cuartos sin hablar, sin decir nada… Todos mis pensamien- tos se cumplieron… ¡Temía yo tanto desde el día antes por la suerte de mi ***!… Cuánto trabajo me cuesta recordar todo esto…, es un sacrificio inmenso. Si no fuera porque sé que te gusta que yo escriba, mi bien, cuándo, cuándo tomaba yo la pluma157. Estoy tan triste, ¡ay de mi pesar!… ¡Qué rumores corrían, qué espantosas cosas decían con semblante impávido, qué horror! ¡Que ya lo habían cogido, que ya andaba vago de casa en casa buscando asilo!… Corría el tiempo hasta que por fin vino Quevedo y dijo que lo sabía de cierto que no habían cogido a mi bien… Enton- ces volví a vivir, salí por un momento de aquella apática tristeza que agobiaba mi alma porque dijo que él sabía que estaba en parte segura… Después dijeron que por la noche iba a haber saqueo y por consiguiente era imposible que nos quedáramos aquí, Soledad y yo a lo menos… Escribie- ron a doña Concepción Pinzón en las monjas de Santa Inés para ver si nos recibían… Fuimos. Llevé un poco de papel para escribir un diario allí pero no me fue posible. Voy a copiar el pedazo que pude escribir. No seguí porque me pareció que a las monjas no les gustaba.

157 Encontramos aquí otro fragmento metanarrativo que señala la dificul- tad que le significa el escribir ciertos pasajes, afirmando en este caso que lo hace porque sabe que a José María Samper le gusta que ella escriba. Además es una forma de mantener un diálogo con el amado ausente.

254 Diario íntimo

«No he podido escribir antes, pero ahora que estoy tranquila un momento lo haré. El 19 por la mañana a la una entré aquí. Mi tía Ana María nos dejó en la puerta de la portería a Soledad y a mí. Varias monjas vinieron a encontrarnos y nos llevaron a un cuarto largo y angosto que después supe que era la sala de profundis, cuyas puertas y ventanas dan sobre un hermosísimo patio todo enladri- llado y sembrado de flores alrededor del cual hay colum- nas de piedra adonde se ven enredadas muchas matas de rosa de toda clase. Arriba hay un ancho corredor alrededor del cual hay celdas de monjas, las cuales, aunque pequeñas, todas tienen su salita y dos alcobitas y algunas con balcón que da sobre algún patio interior. En estos departamentos vive la monja con su criada. Están muy bien arregladas, algunas aun con elegancia, con mesas, asientos de diferen- tes especies y alfombra sobre el suelo, la pared cubierta de imágenes, de santos por supuesto, pero sobre las mesas se encuentran adornos como en la mesa de una persona del mundo. Los balcones están cubiertos de tazas de flores que cuelgan hasta abajo y llevan el perfume de sus fragantes pétalos a la monja en su retiro. «Yo había oído hablar de la bondad de las religiosas, yo había oído ponderar su virtud, pero no creía yo que fuera cierto todo lo que decían. Ahora he visto por mis ojos su vida tan inocente y ocupada. Jamás se enojan, y siempre tranquilas no tienen otro placer sino el de orar. Solamente en un lugar privilegiado para el Señor, en un asilo protegido por la mano de Dios, puede haber tantas almas llenas de dulzura y bondad reunida.

255 Soledad Acosta de Samper

«Estoy ya levantada y comenzó el primer día en el con- vento. Estoy sentada en la ventana del cuarto que ocupa- mos todas juntas. Al movimiento del aire puro, un dulce aroma exhalan las rosas en el patio… Tocan una campana. La monja que nos cuida nos llama para que vayamos a rezar. Veo a las religiosas que atraviesan lentamente los anchos claustros, parecen blancas palomas con sus vestidos blan- cos y largas mantillas del mismo color. «¡Están con nosotras las Pombo, las Manrique, Zulia Barriga, Teresa Benítez y, el último día, las Orrantia!». Al segundo día de estar allá me llamaron a la portería. Mi mamá venía a verme y me trajo una carta que me llenó de placer y susto, por fin tenía noticia de mi ***. Aunque tenía el pensar de que tal vez lo podían encontrar, siem- pre supe que por ahora estaba seguro en un buen asilo… ¡Ay, Dios mío!, tener que huir, que esconderse, que, dis- frazado, atravesar las calles y correr. Mi bien, que nada había hecho, que ningún crimen había cometido, ¡estar así lleno de pesar y angustia, ah! ¡Mi ***, tú, tú no sabes lo que te amo, todo de lo que yo sería capaz para hacerte algún bien!… Mi ***, ¿hasta cuándo te volveré a ver? Y aunque no corrían lágrimas, no, no podía llorar, mi pesar era terrible. Pero no he podido desahogarme. Así pasó el tiempo, cuatro días, hasta que por fin dije- ron que no había riesgo alguno y nos sacaron del convento. Pero no había habido más noticias hasta que anoche entró una mujer y dio una carta… Era de mi ***… Después diré lo que en ella traía escrito, ya se oscureció y no puedo ver. Siem- pre, siempre mi único pensamiento es el de mi amado ***…

256 Diario íntimo

Algunas veces creo que no lo amo lo suficiente, que mi corazón no es lo bastante sensible… Pero son ideas. Algu- nas veces estoy como loca, pero es que no me gusta mos- trar mi pesar a nadie.

§§ Better sit…

And think thee safe though far away Than have thee near me in danger.158

Son las diez de la noche. Con paso lánguido y lento y apática melancolía entro a mi triste cuarto. Sí, triste, por- que ahora para mí todo lleva el pesar pintado en lo que es mío… Me siento… Dolor profundo, terrible, llevo en mi corazón siempre como un puñal que me atraviesa y me llena de desconsuelo. ¡La memoria159 de mi ***, mi, de mi única esperanza, mi bien, mi tesoro! ¿Estarás pensando en mí? Sí, porque tú me amas, sí, porque tú me adoras. Sin ti ya para mí todo es triste, oscuro. Sin ti vivo como planta sin hojas, como cauce sin arroyo, como una montaña sin dulces pajarillos que le canten y consuelen. ¿Sin ti qué es la vida,

158 «Mejor sentarme… / Y saberte a salvo, aunque lejos, / Que tener- te cerca y en peligro». Fragmento de unos versos del poema «La- lla Rookh, un romance oriental» de Moore. El texto completo de los versos dice: «Better sit and watch that ray, / And think thee safe though far away / Than have thee near me in danger!». 159 Memoria: en repetidas ocasiones la autora emplea esta palabra para referirse a «recuerdo».

257 Soledad Acosta de Samper mi bien? Qué puedo yo desear, qué pienso si no estás tú presente o tengo la esperanza de volverte a ver. Y ahora…, ahora…, Dios mío, qué tétrica aflicción. De la centinela en la calle oigo el fusil moverse y me recuerda mi horrible aprehensión. Hoy hace ocho días, Viernes Santo, Dios mío, cuán diferentes eran mis pensamientos. ¡Delante de mí te veía, y llena de alegría podía contemplarte aquí! Ocho días y cuánto ha cambiado de faz mi vida. Suenan las diez y media. Estoy muy cansada. El pesar debilita el cuerpo y agita el alma. Voy a entregarme en los brazos del sueño… Mi ***, ¡qué estará haciendo, pobre de mi bien!… ¡Bendito seas, mi Dios, que no vino mi *** esta noche!, porque estoy segura de que lo habrían cogido estos infames.

22 de abril Todo el día ha pasado y nada he sabido de ti, mi ***. Ayer por fin no dije cuál era la causa de escribir aquella carta: desesperado, loco, no pudo aguantar más y deseoso de ve- nir aquí escribió para avisar que venía, ¡y al mismo tiempo decía el pobre que le diera yo alguna esperanza para con- solar su corazón despedazado por las dudas!… Yo no sabía qué hacer, qué decir, ¡mi corazón es suyo hace ya ocho me- ses!… Pero me asustaba el tener que decírselo, me llenaba de temor el pronunciar el sí. Al mismo tiempo, si él salía a la calle lo podían coger, lo podían tomar preso. Qué temor, qué horror corría por mi cuerpo que temblaba al pensar en esto… Me asomo al balcón y veo a dos hombres, dos sol- dados, parados enfrente a Palacio en la última ventana… Esto sí que está peor, Dios mío, rogaba yo, no permitáis que

258 Diario íntimo

venga… Pasaban las horas y crecía el riesgo… ¡Por fin dieron las nueve y no vino! Después fue el susto de si lo habrían cogido. Al otro día, ayer, fue mi tía Ana adonde se hallaba él para decirle de nuestra parte que no saliera. Lo encontró lleno de aflicción, encerrado en un cuarto, desesperado sin saber qué hacer. ¡Se llenó de gozo al verla y prometió obe- decer a lo que le mandaban decir! Mi bien, ¡yo ocupo pues tu pensamiento como tú ocupas el mío! Mi ***, ¿estás más consolado con saber que nos interesamos en ti? ¡Ay!, mi vida, si supieras cómo te amo, si adivinaras la extensión de mi cariño, no dudarías un momento y tranquilo esperarías el desenlace de todo. Hoy no escribió ni supimos nada de él, ¿qué será? Pero en la casa adonde se halla está seguro, y a lo menos creo que hoy más tranquilo, ¡mi ***!… Son ya horas de entregarme al sueño. ¡Dadle Señor a mi bien dul- ces y consoladoras imágenes cuando sus sentidos estén em- bargados por el sueño! Dadle un sueño en el que me vea y a mí que mi imaginación retrate la imagen de mi bien en sus caprichosas fantasías mientras que duermo. Si nuestros es- píritus pudieran encontrarse en el espacio y nuestras almas se consolaran al verse otra vez por un momento sin saber cómo, mientras nuestros cuerpos reposan tranquilos en el sueño… ¡Ah!, dulce idea, ¡cuán bella es!…

23 de abril ¡Mi bien! Cuán diferente fue el domingo hoy hace ocho días. Sale la gente de misa y lentamente se encaminan ha- cia sus casas lo mismo que hoy hace ocho días. ¡Pero con cuán diferentes pensamientos estaba yo entonces! Mi alma

259 Soledad Acosta de Samper rebosaba de alegría porque esperaba verte a cada instante. ¡Y hoy, Dios mío, qué espero, qué son, cuáles son mis es- peranzas! Estoy sumergida en una apática melancolía y mi sueño anoche se pobló de horribles imágenes. ¿Te acuer- das ahora, mi ***, de lo que pasó el domingo? Fue el últi- mo día que pude verte, ¿te hago acaso falta? ¡Sí!, lo sé, has derramado amargas lágrimas al pensar en mí… ¿Mereceré todo este amor?, ¿soy yo digna de tanto? Pasó el día, llegó la noche, y con las horas que corrie- ron perdí también la esperanza, ¿esperanza de qué? No sé precisamente de qué pero creía que hoy podría saber algo de ti, mi bien, alguna cosa, algún recuerdo tuyo, tal vez una carta en que vendría retratada tu alma… Pero nada, nada…, se acabó el día y ni una noticia tuya… ¡Mis pensamientos todo el día se han poblado de negras imágenes y el recuerdo de mi sueño anoche me llenaba de horror! ¡Jesús!, qué sueño tan espantoso, no lo puedo apartar de la memoria a pesar de ser tan confuso e incierto… ¡Dios mío!, ¿por qué siento un pesar vago horrible que me persigue?… Pero sin embargo el alma de la juventud no pierde nunca la espe- ranza, y si no fuera por este dulce consuelo de los afligidos, ¿sería llevadera la vida en estos momentos de angustia y aprehensión? ¡Cada vez que me sonrío y hablo sin tristeza me parece que es mal hecho cuando mi *** está triste en un cuarto solo y pensando en mí! ¿Cuándo te volveré a ver, mi bien? ¿Cuándo podré disfrutar de tu dichosa conversación, oír tu voz, escuchar tus chistes?, ¿cuándo? Tú que eres la gloria mía, tú que para mí eres el ideal de lo que yo había soñado en mis primeros años, ahora te hallas sumergido

260 Diario íntimo en la tristura y lleno de temor de que te encuentren estos bandidos. ¿Y yo puedo sonreírme y hablar con calma? Dios mío, ¿de qué es hecha mi alma?

24 de abril ¡Mi alma está triste!, ay, qué triste. Siguen los rumores sordos, ya traen noticias que dan alguna esperanza, ya terribles que lo llenan a uno de pavor y aprehensión. Pero nada, nada de ***. ¿Qué será, Dios mío? ¿Por qué tenerme en esta inquie- tud? No tengo valor ni aliento para escribir. Estoy tan triste, tan triste. ¡Ah!, si a lo menos supiera algo de ti, mi bien…

27 de abril ¿Puede haber igual martirio que el no poder estar ni por un momento sola y que nos quiten aun las horas de me- ditación?… ¡Con cuánta tristeza y alegría contemplo el álbum160 que me mandó mi *** antes de huir de esta tira- nizada ciudad!… No encuentro palabras para expresar la profunda pena que sufro y al mismo tiempo la tranquilidad secreta que siento… Se me agolpan las ideas, me tiembla la mano… Él volvió a escribir, ayer se iba de Bogotá. Me mandó un lindísimo álbum que me había preparado para

160 Se trata del álbum de poemas escrito por el amado. Siendo secretario de la Cámara, José María Samper debió ocultarse durante unos días después del golpe de Estado y desde su encierro planear la huida: «Yo pasaba los días de mi encierro llenando en prosa y en verso un álbum que había comenzado a preparar para ella, y que me propo- nía enviarle como un regalo de despedida» (Historia de un alma, op. cit., pág. 347). Desconocemos el paradero de este manuscrito.

261 Soledad Acosta de Samper

el día 5 de mayo161 y pedía alguna esperanza. Yo le dije a mi mamá que le dijera que llevara toda esperanza. ¡ To d a esperanza! Él comprende que yo lo amo y llevará al menos en sus peligros y pesares este rayo de consuelo. Mientras que yo elevo mi voz al Señor pidiéndole que lo proteja, él cruzará el Magdalena162 alejándose de aquí, huyendo de los vándalos que lo persiguen, de los tiranos que lo aborrecen. ¡Dios mío!, qué bellos son sus pensamientos, tan llenos de genio y de armonía. Sí, como lo dice él, su alma trae pin- tada en esas páginas para mí tan preciosas, ¡páginas adonde trazó por su mano sus nobles sentimientos con la elocuen- cia de un poeta! Por fin hallé un ser que pronuncia con la voz de la poesía los pensamientos que siento en mi corazón vibrar, ideas que se hallan en el fondo de mi alma pero que jamás se han atrevido a levantar su vuelo hacia las regiones del genio… Sigue la indigna revolución, siguen los terrores, la tiranía, y yo sólo pienso en él, ¡en el fugitivo trovador!

28 de abril ¡Ya se marchitan las flores que mandaste, mi trovador! Yo triste las contemplo porque mientras más secas estén más lejos de aquí te hayas y más tiempo ha transcurrido des- de que no te veo. Por qué tanto desaliento, por qué tanta

161 La autora nació el 5 de mayo de 1833. 162 El Magdalena es el principal río del país y en la época de los suce- sos narrados era la más importante vía de comunicación. Recorre Colombia de sur a norte por aproximadamente dos tercios de su extensión y desemboca en la costa del Caribe.

262 Diario íntimo apática melancolía, ¡ay!, que mi corazón parece ya hela- do por el viento del pesar. Yo no puedo pensar, escribir ni meditar sobre los acontecimientos tan terribles, las alar- mas, los horrores que pasan alrededor y que conmueven esta infeliz ciudad. Nada puedo hacer, sólo pensar en él, acordarme de él sin cesar. Mi pluma no quiere trazar otras ideas si no son solamente de él. ¡Dios mío!, qué es esto, ¡mi alma no siente las desgracias de mi Patria, mi corazón no se conmueve y se agita al oír tantas maldades porque sólo una imagen lo llena todo! Grande alarma en la ciudad. Se oyeron a lo lejos como descargas y tiros desde las dos de la tarde hasta cerca de las cinco. La gente corría. Melo había salido esta mañana para abatir a Herrera163 que según dicen se halla en Zipaquirá con mucha gente… La ciudad estaba guardada por guaches164 o democráticos165 con armas. Todos los soldados habían salido esta mañana para las diferentes partes adonde hay patriotas. Supimos temprano que Rojas se había pasado

163 General Tomás Herrera (1804-1854). Jefe del poder Ejecutivo constitucionalista durante la dictadura de José María Melo. Fue quien convocó al Congreso a sesionar en Ibagué. 164 Guaches: nombre con el que se designa a los hombres del pueblo bajo. Su uso hoy es despectivo, ignoramos si lo fuera entonces. En la medida en que el golpe de Estado tenía el apoyo de los demo- cráticos y fue rechazado por los cachacos, democrático se convirtió en sinónimo de guache. 165 Democráticos: facción del Partido Liberal, entre cuyos integran- tes se encontraban los artesanos. Algunos liberales radicales, entre ellos J. M. Samper, fundaron «Sociedades Democráticas» en las

263 Soledad Acosta de Samper con seiscientos hombres al partido de Herrera y yo no sé por qué decían que este general se acercaba para venir acá. Al oír las lejanas descargas todos creyeron que la batalla había comenzado hacia el camino de Zipaquirá. Serían las cuatro cuando se oyeron las descargas más cerca y todos alarmados corrían, hombres, mujeres, muchachos por las calles, gritando los unos, llorando los otros. Por fin pasaron por aquí con alegres caras tres cachacos que sacudiendo sus pañuelos gritaban Viva Herrera. Estábamos en el gabinete y yo en mi entusiasmo les pregunté qué había. Dijeron que Herrera venía triunfante ya por San Diego. Qué placer, qué alegría por fin. Dios¡ mío, nos salvaste!, grité yo. Pero pasó el tiempo, se calmó la gente y nada se veía de tropas. Las descargas, parece, han cesado. ¿Qué será? Vemos desem- bocar soldados de Melo en orden por una calle y se paran en la cuadra de abajo. A su cabeza, montando un bonito caballo, vi a Beriña vestido de paisano y sin armas hacia el lado del Palacio. ¿A qué podía ser sino a consultar con Obando? De allí salió después de un rato y se encaminó la tropa hacia la plaza. Nosotras esperábamos ver entrar las tropas victoriosas. No se oían ya sino pocas descargas…

cuales impartían conocimientos políticos a hombres no pertene- cientes a las élites letradas. El sufragio universal de origen liberal y que en algún momento llevó —contradictoriamente, dado que los liberales esperaban resultar beneficiados— a los conservadores al poder, originó el debilitamiento de estas actividades liberales: quedó evidenciada la influencia de la Iglesia en el comportamien- to electoral e hizo que los liberales perdieran entusiasmo con res- pecto a ese sufragio universal. (Véase Historia de un alma, op. cit.).

264 Diario íntimo

Transcurría el tiempo y nada veíamos. Por fin pasó el doctor Arroyo. Preguntamos qué había y nos dijo —ah cólera— que aquello que habíamos oído no eran descargas sino… truenos… ¡Qué ridículo!, ¡toda la ciudad alarmada por una tempestad lejana!… Después de un rato volvió a entrar Melo con sus tropas porque nada había sucedido. ¡Llegó la tempestad y entonces conocimos que efectivamente eran truenos y no pólvora! Tal es el terror, la alarma que reina en la ciudad. ¡Estoy cansada, aburrida, casi desesperada!… Sin saber adónde está mi ***, sin tener la menor idea hacia qué punto dirigió sus errantes pasos, si estará con Herrera o Justo Briceño, o tal vez se fue hacia Ambalema. No sé nada, qué cosa tan terrible es la incertidumbre.

29 de abril Salió a las nueve esta mañana mi tía Ana María y nos tra- jo la noticia de la infamia de Melo. Ayer salió de aquí ha- ciendo creer que se iba a Zipaquirá, pero en lugar de esto parece que no fue sino hasta Chapinero y allí se puso a fingir hacer descargas con la tropa para hacer creer que comenzaba una batalla y que los cachacos hicieran algún movimiento para tomar el parque y entonces volver y ha- cer una matanza horrible. ¡Qué tigre, qué infamia! Ahora sí quedamos solas. Afortunadamente lo supie- ron y no hicieron nada. Ya se fueron todos y en silencio la casa triste parece a mis ojos, ¡sin voz amiga que resuene en las piezas ni mano consoladora a quien apretar! ¡Por fin mi tía Ana María y Soledad se fueron arrostrando todo peligro y nosotras nos quedamos en la soledad! ¡Mis labios ya no

265 Soledad Acosta de Samper tienen a quién contar sus penas, ya no hay quién me con- suele, ya no encuentro a quién decir mis aprehensiones! ¡A mi madre no le puedo decir lo que siento porque no sabe simpatizar con mi amante corazón! Cuán diversos son mis sentimientos a los suyos, no entiende mi silencio, no puede comprender por qué no me gusta hablar de él. ¡Sí! Porque el pronunciar su nombre sin cesar con semblante frío y secas palabras me parece profanación… Me gusta hablar sin cesar de él pero a media voz y casi sin pronunciar su nombre. Ahora, ¡Dios mío!, ya no puedo. ¡Tengo que escribir, escri- bir sin cesar mis pensamientos, pues ya no los puedo decir!… ¡Gracias te doy, Dios mío, porque me volviste otra vez sensible el corazón!… No sé qué me había sucedido, ni una lágrima había derramado ni mis ojos por un momento se habían humedecido de ternura. Nada, nada. ¡Parecía que mi alma no sentía, que no se conmovía por nada por el exceso del dolor! Pero al fin podré derramarlas, y siento ahora alivio a mi aflicción. Hacía ya casi quince días que el pesar profundo que llenaba mi alma no me dejaba vivir. Algunas veces mi cabeza en fuego, mi corazón latiendo, presentaba a la ima- ginación cuadros de horror, y como loca seguía viéndolos y con placer salvaje, con irónica sonrisa, ¡miraba aquello sin poder echarlo de mi mente!… Otras veces, el corazón helado, el cuerpo frío, parecía me había sumergido en una apática indiferencia, nada quería oír, nada saber. Me asustaba aquel estado pero no podía salir de aquel letargo. Qué horrible era todo aquello, porque no había podido derramar una lágrima. Estoy sentada en el gabinete con mi pupitre delante. La calle está tranquila, el cielo está opaco. Acaban de dar

266 Diario íntimo las doce y exteriormente todo parece estar como antes. ¡Pero ay!, siento en mi corazón un vacío tan grande y mi cabeza está agobiada por el pesar, cuán diferente de ahora quince días…166. ¡Mi alma está sola como mi nombre, mi espíritu está como un desierto, los recuerdos de dicha están ya tan marchitos como las lindas flores que me mandó mi ***! ¡Recuerdos, dulces pesares! ¿Si no fuera por ellos cómo estaría yo ahora? Solamente con ellos alimento mi corazón afligido, solamente esto me hace llevadera la vida. ¡El libro que me mandó mi *** lo había preparado para el día de mi cumpleaños, el 5 de mayo! ¡Este año sí que será triste ese día! Y yo que lo había creído tan lleno de ale- grías. Pensaba hacer un paseo a Monserrate y estar con- tenta, feliz en aquel día. Tales son los decretos de la Divina Providencia que nunca pueden los hombres hacer nada de lo que habían previsto porque lo manda el Señor de otro modo y debemos conformarnos con sus mandatos siem- pre. ¡Pero cuán difícil es pensar que todo lo que sucede es para nuestro bien! ¡Qué cansancio, qué aburrimiento!… No sé qué hacer. No puedo estudiar167. Esto es imposible, encuentro que mis ideas no se fijan en nada de lo que leo, no puedo hacer otra cosa que leer lo que ha escrito ***, ¡y no más acabo de

166 «Ahora quince días»: expresión coloquial para «hoy hace quince días». 167 Por fragmentos como este conocemos las actividades usuales de la autora, actividades en gran medida atípicas entre las personas de su sexo.

267 Soledad Acosta de Samper

poner en su álbum, en la última página, un pensamiento blanco! Ahora voy a leer más de sus poéticas ideas, ¡voy a hacer lo único que, si no mitiga mi inquietud y pesar, a lo menos calmará algo este desasosiego que sin cesar me persigue! Son las cuatro de la tarde. El sol brilla y yo qui- siera que lloviera, ¿para qué veo yo el sol?, ¿para qué?, ¡si sus rayos no iluminan a mi *** aquí! Están dando las seis de la tarde. Las sombras de la noche ya oscurecen la tierra y la cubren poco a poco con su negro manto… Esta es la hora para la meditación… Hay personas que dicen que es momento triste cuando entra el poder de la noche y huye el sol para alumbrar otras regio- nes. Pero tienen estos instantes cierta tierna melancolía, cuando el crepúsculo con sus sombras varias transforma todas las figuras y les da formas bizarras, fantásticas… Esta es la hora para expirar, esta es la hora en que el alma debe elevarse al cielo, cuando el mundo se enlutece y el día des- aparece… El alma que ama a Dios, el alma que tiene seres preciados a quienes dejar en la tierra, ¡a esta hora cuán dulce debe ser morir! ¿Morir, qué cosa es? Huir de esta triste morada, huir, dejar a este mundo vano y después gozar de Dios. ¿Por qué pues tanto terror? ¿Por qué le tememos tanto a la muerte?, ¿todos no hemos pues de morir? Entonces cuál es la causa del horror que sentimos al pensar en ella. La muerte para algunos debe ser ansiada. Pero siempre, siempre, aunque conozcan que es el único fin a sus desgracias, ¡cuán duro es expirar! Recuerdo bien que antes yo creía que las monjas desearían morir. Pero he visto que no es así. Separadas del mundo o sin goces,

268 Diario íntimo sin más placer que el orar, pues, ¡qué esperanza más bella sino la de llegar a aquel cielo hacia adonde elevan sin cesar sus voces! ¡No! Paseando el convento con una monja que aunque joven todavía siempre había vivido allí, llegamos al panteón que llaman ellas, una pieza pequeña en medio de la cual hay un túmulo de bóvedas adonde depositan a las que mueren… Yo dije ¡qué triste será morir aquí! La monja se inclinó. Una lágrima mojó sus párpados y yo vi que sus ojos buscaban las bóvedas vacías. Infeliz, allí con- templabas tú el lugar último adonde quedarán tus restos. ¿Tal vez aquel suspiro sería de arrepentimiento? Hacía apenas dos años que había tomado el velo… Salimos en silencio de aquel lugar sagrado, ¡llevaba yo el corazón opri- mido!… ¡Pobre monja! Pobre Felisa. Si hubiera estado yo allí en tiempos menos angustiados, ¡cuánto gusto hubiera tenido en hablar con ella, en explorar aquella cándida y vir- tuosa alma encerrada allí sin esperanzas, eternamente allí!… Horrible, tétrica idea, siempre lo mismo. Viviendo, ver el lugar adonde ha de morir, contemplar la celda adonde vive y expirará, y meditar sobre su misma tumba… ¡Sin reme- dio! Joven todavía, con talento, con una angelical bondad siempre, con un tinte de melancolía. Pobre monja, sin conocer el mundo estás allí. ¡Tal vez aquí estarías, si no más feliz, a lo menos harías algún bien a los hombres!… ¡Sin embargo estas instituciones las defiendo yo! Si hay algunas que no debían estar allí, hay también otras que en el mundo no estarían contentas…

269 Soledad Acosta de Samper

Ne me abandonne pas, toi qui m’as appelée: Dieu qui mourut pour nous, mon Dieu, je [t’appartiens Et moi qui console et soutiens J´ai besoin d’être consolée. Ignorante du monde avant de le quitter Je ne le hais point, et peut-être … J’aurais dû le connaître Avant de le quitter Pour ne jamais le regretter.168

Estos versos me parece que son cuán parecidos a los pensamientos, a la suerte de mi pobre monja. Siempre cuando la veía me avenían a la memoria, porque ella siem- pre hablaba del mundo con interés y quedaba después pensativa y meditabunda. Tiene veintiocho años y hace dieciséis que está allí. A la edad de doce años entró allí y no conoce nada del mundo sino su convento con sus anchos claustros, sus espaciosas puertas, sus celdas tan aseadas y sus monjas siempre enfermas. ¡Ella las cuida, es la enfer- mera! Consolar y sufrir ella, esto es su vida. Pero nunca una queja pasa por sus labios. Pasa las noches enteras cerca

168 Fragmento del poema «La sœur grise» del poeta, dramaturgo y novelista francés Alexandre Giraud (1788-1847): «No me aban- dones, tú que me has llamado: / Dios que has muerto por nosotros, Dios mío, yo te pertenezco / Y yo que consuelo y apoyo, / Nece- sito ser consolada. / Ignorante del mundo antes de abandonarlo / No lo odio. Y sin embargo / … Habría debido conocerlo / Antes de dejarlo / Para nunca lamentarlo».

270 Diario íntimo del lecho de la moribunda y no la abandona hasta que la ve curada o la acompaña hasta su última morada… Esto sí es virtud… Siempre suave, siempre amable, todas sus com- pañeras la quieren como una madre. Es el consuelo de las afligidas, de las enfermas, y si están alegres ella también se ríe y busca diversiones para que todas estén contentas. Pero si en medio de su transitorio placer hay una enferma que la llama, un remedio que administrar, corre adonde la necesitan y con semblante resignado y dulces palabras da valor para sufrir y llena de esperanza… Cuántas veces la vi yo, qué contenta, en medio de nosotros escuchando cuentos y al son de la guitarra oyendo alegres o tristes can- tos, divertida con las muchachas que conocían el mundo. Dejaba la diversión cuando más contenta estaba para ir a oír las quejas y lamentos de la enferma que la llamaba, y duraba horas enteras administrando consuelo, rezando con las que no tenían fuerzas para hacerlo ellas mismas. En medio de la noche se levanta de su lecho y atraviesa los oscuros claustros como blanca sombra y como ángel de guarda entra adonde ella cree que puede ser más útil.

Souvenirs de bonheur, que voulez-vous de moi? Que vous sert de troubler ma retraite profonde Et qu’ai-je à faire avec le monde, Dont le nom seul ici doit me glacer d’effroi? Ô de mes premiers jours images trop fidèles! Mes songes quelquefois me rendent sa douceur ……………………………………… Vaine illusion d’un instant,

271 Soledad Acosta de Samper

Dont le charme confus m’agite et me réveille Mais la cloche plaintive frappe mon oreille, À son lit de douleur le malade m’attend.169

30 de abril ¿Qué espero yo, qué me queda que desear? ¡No puedo ver a mi ***!… El sol entra alegre por las ventanas abiertas e ilumina con su luz cuanto encuentra, ¡ay!, ¡pero mi espí- ritu está triste agobiado por un tierno pesar! Esta luz tan bella, tan risueña en otro tiempo para mí, es horrible hoy, ¡está llena de lento fuego que me consume el corazón!… Hoy es domingo. ¡Ah!, siempre esperaba yo este día con un placer supremo. La Aurora del Domingo era para mí el signo de alegría, pues siempre te veía, ¡mi bien! ¡Miro ahora el lugar adonde solía verte sentado como el triste resto del naufragio de mi amor! Sí, naufragio, ¡pues ya no me queda sino el recuerdo de los felices días en que te veía aquí y ya hoy son quince días de no oír tu voz! ¡Ah!, mi presentimiento no era falso entonces, cuando al despedirte pensé yo «¡es por última, por última vez!». En la cabeza

169 Fragmento del poema «La sœur grise» del poeta, dramaturgo y novelista francés Alexandre Giraud (1788-1847): «Recuerdos de felicidad, ¿qué quieren de mí? / ¿De qué les sirve turbar mi reti- ro profundo? / ¿Qué tengo yo que ver con el mundo / Cuyo solo nombre debe helarme de espanto? / ¡Oh, fieles imágenes de mis primeros días! / Mis sueños algunas veces me traen su dulzura. /… / Vana ilusión de un instante / Cuyo encanto confuso me agita y me despierta. / Pero la campana lastimera resuena en mi oído, / En su cama de dolor el enfermo me espera».

272 Diario íntimo

ese día llevaba yo un Pensamiento y al salir al balcón para verte huir de mi vista vino el viento, y soplando, el pensa- miento se elevó en el aire, voló hacia ti… ¡Cayó a tus pies! Pero tú no lo viste y él quedó en el suelo triste. ¡Sería ca- sualidad! ¡O tal vez aun el viento supo mis pesares y llevó mi tierna flor hacia mi bien!… Ya se acabó el día. Son más de las cinco y ¡Dios mío!, maquinalmente abro el gabinete y distraída me asomo. ¿Qué veo?… Nada. Mis ojos buscan con anhelo una figura llena de gracia… Sí, buscad, buscad, ¡que ya no hallaréis ese ser ante tus ojos! Triste inclino la cabeza y mil suspi- ros de dolor me ahogan… ¿Adónde estás, mi bien, adónde te hallas que ya no alegras mi vista? Tal vez pasando mil penas, mil angustias, proscrito, sin asilo, ¡piensas en mí! Sí, tu pensamiento lo siento, ¡tus suspiros los oigo en este suave airecillo que refresca mi acalorada frente!… ¡Ay!, si supiera a lo menos hacia qué parte dirigiste tus pasos… ¡Entonces miraría el cielo hacia aquel lado y contemplando las nubes tendría la dulce idea de que esas mismas las ves tú, que ellas cubren tu cabeza y te pueden ver!… ¡Ah!, pero mi alma no sabe adónde te hallas y todo en el cielo para mí es oscuridad… Por mi ventana abierta veo el cielo tan azul y leves nubecillas se mecen en su seno. Así mis ilusiones se mecían llenas de gozo sobre el cielo azul que cubría mi vida. Pero pronto vendrá el ábrego170 e inclemente las llevará a otras partes o caerán sobre la tierra en tierno llanto. ¡Así la tempestad de mi destino se llevó a mi *** lejos de aquí,

170 Ábrego: viento sur.

273 Soledad Acosta de Samper y por eso mis lágrimas corren al recordar mi suerte!… Mis esperanzas se debilitan cada día… Vino ahora don J. París171 y dijo que todo iba mal. Quieren aquí hacer un convenio con el bandolero que usurpó el mando, ¡un convenio! ¡Qué humillación! ¡Ciertamente que si hay almas tan viles que se humillen hasta hablar con ese hombre tan indigno de ser no digo yo general de bandidos, sino el soldado más bajo, si hay gente de tan poca nobleza que haga tratados con él, no los deben clasificar con los de su especie sino poner- los entre los cobardes e infames más despreciables!… Hay razón en que otros países se burlen de nuestra pobre Patria si suceden tales atentados y se toleran estas revoluciones tan desprovistas de toda causa, que no es sino el deseo de robar lo que los llevó a hacerla… Estoy tan disgustada, tan aburrida de todo esto, que no sé qué hacerme… Ya se cubre el cielo de negras nubes, y los montes se tapan con su velo cual gasa transparente. El llano a lo lejos está opaco ya. No ha pocos instantes que del sol los últi- mos rayos lo alumbraban con el dulce fuego de su incierta luz e iluminando la verde alfombra brillaban las gotas de agua cual diamantes en la distancia. Pero todo se oscure- ció y apenas en los tejados más altos y la torre de la Cate- dral se ve el sol por la última vez. Mañana llegará como hoy y así seguirán los días unos tras otros, pasando. ¿Me conducirán a la alegría o al dolor?

171 General Joaquín París (1795-1862): miembro del ejército consti- tucionalista. Soledad Acosta escribió una biografía de este perso- naje, publicada en 1883.

274 Diario íntimo

Todo el día de hoy, no teniendo qué hacer y no pudiendo fijarme en lectura alguna, me puse a dibujar. Tomé de mi planta favorita unos pensamientos y los copié. Mis colores son malos y mi mano no sé por qué temblaba así. Es que están muy mal copiados. Puse abajo una S. No es el signo de mi nombre, no, que así comienza el apellido de mi bien. Al principio lo que yo quería era tener algún dibujo para regalarle a *** cuando lo volviera a ver, pero quedaron tan mal hechos que prefiero ponerlos en mi diario. ¡Tal vez algún día se los podré mostrar! Voy a poner sus ver- sos, que los sé ya de memoria, detrás de mi pensamiento, como está él en el mío constantemente172.

Siempre mi bien en tu seno Y en tu linda cabellera Brilla contigo hechicera Con dulce encanto una flor. Hermosa ostenta sus galas, Pero tus ojos la humillan Porque ellos tímidos brillan con angélico fulgor.

Si miro la flor de arriba Me encanta tu bella frente,

172 El poema que sigue aparece transcrito en hoja aparte. En la segun- da de sus caras está el poema, y en la primera el dibujo que acaba de describir. Se trata del dibujo de un pensamiento con una S, abajo, dibujada a manera de trenza de flores. Está fechado el 30 de abril. Samper incluirá luego este poema en su poemario Ecos de los An- des, de 1860.

275 Soledad Acosta de Samper

Si abajo, mi amor ardiente Ve en tu seno un talismán. Y delirando al mirarte, Honda esperanza de amores, No sé en cuál de las dos flores Mis ilusiones están.

¿Qué misterio oculta, dime, Ese humilde pensamiento, En un tierno sentimiento Para mí de casto amor? ¡Oh, Soledad adorable, Cuánta mi ventura fuera Si mi recuerdo estuviera Donde siempre está esa flor!

Triste está mi corazón esta noche. ¡Oh!, qué triste me siento, llena de pena, de remordimiento. ¿Por qué es que él me cree tan buena?, ¿por qué me ama tanto?, ¿soy yo digna de tanto, soy yo como lo cree él? ¡No! Dios mío, haced que mi alma sea tan pura y cándida como él dice. Señor te imploro, te ruego humildemente que fortifiques mi cora- zón, que lo llenes de esperanza y de amor por lo bueno, ¡sí! Porque me siento, Dios mío, que soy tal vez poco digna de tanto amor… No permitas Señor que conozca algún día que no soy como él creía. Cuán diferente me encuentro a su descripción ¡Ay, qué terrible sería que él, desengañado y viendo todos, todos mis defectos, pensara que yo lo engañé! ¿Engañarlo a él?… El único consuelo que tengo es que me conoce tanto, tanto, ¿pero mis defectos los sabrá también? ¡Ah!, noche oscura, triste, solitaria, al verte tan negra con tus

276 Diario íntimo lejanos truenos, el ruido de la lluvia al caer, los faroles sus- pendidos de las ventanas que hacen la noche aún más som- bría, siento un terror secreto, un horror sin causa. ¿Por qué le tengo miedo a la naturaleza? Yo he visto mil y mil veces noches como esta, ¿por qué tiemblo con profundo susto al ver tan triste noche fría?… Tal vez entre mi cama encontraré más sosiego. Cada trueno lo encuentro más lleno de pavor que el anterior. ¡Sin embargo están muy lejos! Mi ángel de guarda, cuidad, ¡oh!, ¡cuidad y salvad a mi bien si se halla en algún riesgo mientras yo duermo en esta espantosa noche!…

1.º de mayo Pasó ya el mes de abril y henos aquí en el mes de mayo… Qué noche de amargura y de angustia pasé. Un pavor se- creto llenaba mi alma de terror. ¿Por qué? No sé. ¡Dios mío! Qué le habrá sucedido a mi ***. Tal vez aquellos true- nos los oía él o estaría anoche en algún peligro. ¿Si no por qué mi mente se pobló toda la noche de siniestras imáge- nes? Y si por un momento dormitaba, ¡volvía a despertar sobresaltada con algún sueño espantoso!… Qué delirio se había apoderado de mi alma. ¡Repitiendo sus poesías pasé casi toda la noche y sin estar despierta no dormía!… ¿Cuál es la causa de toda esta angustia? Yo rara vez tengo miedo de nada, ¡y de truenos jamás! Mi cabeza está pesa- da, mi alma triste, mi corazón lo siento lleno de pesar y de aprehensión… ¡Por fin supe adónde estás, mi bien! A lo menos sé adónde dirigiste tus pasos. ¡Ah!, siempre tratando de encon- trar la verdad preguntaba a todos con aire distraído, no por ti

277 Soledad Acosta de Samper sino por tu compañero173. Y así, ¡por fin oyó Dios mi deseo y me dijeron adónde te fuiste! A tu provincia. Mariquita es pues el lugar que te puede contemplar. Sí, allí todos tienen el placer de verte y la dicha de oír tu voz… Pero insensata, qué digo, ¡sólo para mí es placer, es felicidad mirarte y escu- char tu voz! ¡Dios mío, tantos indiferentes pueden tener esa dicha y sólo a mí que te amo tanto me es negado ese favor! La luna brilla opaca en el cielo. Son las siete de la noche. Recostada sobre la baranda del corredor veo entre las som- bras al reclinarme a mi tierna solita, la dulce planta mía…, ¡el regalo de mi bien! Con cuánto placer te miro crecer y cada nueva hojita que muestran las verdes ramas. Siento alegría al verla prosperar, ¡ah!, que mi dolor sería grande si fueras a morir, ¡mi dulce amiga! ¡Poco a poco vas adelantando y cuando vuelva mi *** tal vez le mostrarás tu primera flor! Ya se esconde el astro de la noche. Un denso vapor lo cubre, así como enfría mi vida la densa niebla de la distan- cia que se encuentra entre mi bien y tu Soledad. Sí, tuya para siempre. ¡Aunque años pasaran sin verte, al volver me hallarías lo mismo! No lo mismo, porque mis ojos estarían mustios y sin brillo por haber llorado sin cesar tu ausencia, ¡gloria mía!… La revolución cada día se complica más y los nego- cios públicos se ven más difíciles de arreglar. Los hombres malos que mandan la ciudad cada día hacen nuevos pla- nes para perdernos más. Sin embargo dicen que Herrera tiene multitud de gente y que hay grande entusiasmo en su

173 Probablemente se trate de nuevo de Salvador Camacho Roldán.

278 Diario íntimo favor. Tiene este general bastantes armas y provisiones de boca. Parece que algunas personas de aquí se irán pronto para ayudarle. Pero los ricos, siempre avarientos, no com- prenden su situación y prefieren quedarse escondidos sin poder adelantar sus negocios y cooperando cada día nue- vas tiranías que el dar algunos recursos para adelantar a la crisis y ayudar a Herrera. ¿Por qué será que el oro, vil metal, ejerce tanto poder sobre las almas de los que más cantidad tienen y es su magnetismo tal que envilece y hace los cora- zones de los hombres despreciables y cobardes? Dicen que sería muy fácil ganar la tropa veterana teniendo plata para pagarles. Pero esta es la que falta. Así encallan las empre- sas más nobles. Yo no le veo fin a este espantoso estado de circunstancias tan ruinosas para todos, aun para los infa- mes que están a la cabeza de ella. Triste es ver un país en una anarquía tan completa. Y cuando este país es nuestra Patria no solamente es triste sino desesperante, horrible, ¡ah! Mi cara Patria, siempre te amo aunque conozco tus defectos, ¿y sería posible abandonar tu memoria siempre grata para el corazón sensible porque te ven en un estado tan digno de lástima?… Justo Briceño y Viana174 dicen que están ahora en el Guamo175 con bastantes hombres

174 Justo Briceño era el gobernador de la provincia de Tequendama. Parece ser el pariente de las Briceño que la autora menciona con frecuencia. El coronel Mateo Viana era gobernador de Honda. 175 Guamo: municipio del departamento del Tolima, ubicado en la ribera del río Magdalena, principal río del país. Está situado a cer- ca de 150 km de Bogotá.

279 Soledad Acosta de Samper preparándose para resistirle a Melo. Parece que en Neiva no pudieron proclamar la dictadura porque el goberna- dor puso presos a los revolucionarios. En Popayán suce- dió lo mismo. De Cartagena y Santa Marta no se sabe a punto fijo lo que ha sucedido, pero se infiere que no habrá habido nada. Si todas las provincias, o lo menos la mayor parte, están en contra de Melo y Obando, ¿no se acabará por su propio peso este infame complot? ¡Ah!, esperanza, tú siempre soplas sobre el corazón de la juventud. Don J. París, que estuvo aquí hoy, está muy desalentado. Pero demasiado de lo que llaman experiencia vuelve a los hom- bres indecisos. Todos los grandes hechos se hicieron en la juventud del hombre, ¿cuándo se ha visto un héroe de edad? Entonces, esperanza, ¡tú dices la verdad!… El cielo brilla espléndido con mágico fulgor. Sobre un manto azuloso las estrellas se ven cual diamantes, reverbe- ran bellísimas y puras. Distingo entre todas las constelacio- nes que veo. La grande Osa está, siempre ha estado presente en todas las fases de mi vida. Te conocí desde niña, y des- pués, cuando en el navío bogando hasta mi Patria siempre preciosa te veía brillar en el cielo, entonces pasaba horas contemplándote sobre cubierta mecida por las ondas. Mis ojos te buscaban para seguir el movimiento de tus estre- llas en su curso rutilante. A la sombra de la noche, con la bóveda celeste sobre mi cabeza, dejaba vagar mi espíritu en mil sueños de dicha. Qué fantásticas ideas, qué imágenes imposibles pintaba la mente mía a la luz de estos luceros. Desde entonces cuánto ha cambiado mi vida, mis ilusio- nes son otras, mis esperanzas distintas, ¡parece que aun

280 Diario íntimo mi destino ha cambiado ya de faz! El viento en su incierto curso soplaba sobre mi frente y mis pensamientos cam- biaban al movimiento del agua. Cada minuto que pasaba me hacía nuevas ideas y me agobiaban mis pesares, enton- ces siempre inciertos porque no tenían bello lucero hacia donde mirar. Oh *** amado, adónde te hallas. Te amo como a la estrella que preside mi destino. ¡Oh!, ¡esta noche, al entregarte al sueño, piensa en mí como yo pienso en ti!…

2 de mayo Y se pasan los días. Continuamente sobresaltos, incomo- didades. ¡Ay de mí! Estoy tan fatigada con todo esto. ¡Qué vida! ¿Qué espero, qué aguardo, qué pienso, qué hago? ¡Nada, nada!… Ni hay una persona con quién hablar aquí, que yo deseo oír su voz. Quisiera pasar las horas en la nada. ¡Ah!, si a lo menos supiera que mi *** está sin peligros. ¡Si está en salvo verdaderamente a mí que me importaba nada! ¡Pero no saber de él y no verlo, no tener esperanza de verlo hasta quién sabe cuándo ni tener noticia alguna después de que por tres meses lo veía continuamente!… Estoy desesperada, no sé qué hacer con las horas que tengo que pasar hasta que vuelva a comenzar otro día. Están dando las cuatro. No veo yo que suceda nada. En la calle todo está tranquilo, en calma, ¡y yo estoy llena de agitación!… Son las siete y media. Ya no puedo estudiar nada, mi espíritu no puede fijarse. Estoy ahora leyendo una novela pero no me es posible pensar en lo que leo. Mi ardiente imaginación vuela hacia Mariquita y no puedo ocuparme

281 Soledad Acosta de Samper

en otra cosa sino en él. ¡Continuamente una misma idea, un mismo pensamiento! La esperanza siempre alienta mi corazón. Unos momen- tos me desespero, pero viene su blanca sombra y me llena de recuerdos, y con su dulce voz me muestra imágenes bellas en lo futuro. Lo futuro… Cuán tenebroso lo veo por unos ratos. ¡Y después vuelve la esperanza hermosa a cubrirme de su manto tan precioso!… A cada instante se oyen los quién vives de los soldados del cuartel de enfrente. Qué triste cosa es ver una ciudad en la situación en que se halla esta. Qué tiranía. No se puede salir sin pedirle permiso al vándalo que nos rige. Cada vez que oigo ese grito le doy gracias al cielo que mi *** no está aquí, y en mi corazón se fortalece el odio grande que le tengo a los militares, ¡la desgracia, la plaga de mi pobre Patria!… ¡Ah, mi bien! Estuve ahora leyendo en el libro tuyo, ¡en aquel libro en donde abriendo las páginas escritas por tu mano se encuentran las inspiraciones de tu genio! Allí leí por milésima vez tu Viernes Santo. ¡Creí allí oír tu voz, entusiasmada creí escucharte otra vez! ¿Desde enton- ces cuánto tiempo hace que no tengo la dicha de verte?… Qué feliz fue la última Semana176. Entonces, si es posi- ble, te amé más, o a lo menos conocí que sin ti mi vida sería un desierto. ¡Lo conocí para perderte al punto, bien mío!…

176 Semana Santa.

282 Diario íntimo

3 de mayo Llegó otro día, ¡y con él los mismos pensamientos de ayer! Ya para mí no hay felicidad en el mundo… La dicha no morará jamás en mi corazón. Recostada en mi silla y por mi ventana abierta veo del cielo la techumbre azul. Blan- cas nubes atraviesan lentamente y se pierden a mi vista, y vienen otras y pasan también sobre mí. Tengo tu libro extendido y lo leo… ¡Te conocí para amarte bien mío! ¡Sí, yo te amo con toda mi alma, jamás otro ser ha oído de mí palabras de ternura, y mi amor tan inmenso como jamás otro corazón sintió! Sí, tú eres el primero a quien mi corazón se dio. El primero. ¿Y tú?… ¡Dios mío!, ¡para qué existo yo!… En mi mente solamente tu imagen está. ¡Y tú, otro ser más bello, más ideal tienes sobre tu corazón grabado! ¡Porque es que todos te aman tanto! Ella te amó con pasión y tú le correspondiste con tu primer amor. No quiero que la olvides, ¡no! Pero esta idea hará la desgracia de mi vida. Quisiera que sólo a mí me amaras. ¡Vana idea, esperanza no hay!… Quién llenaba tu alma cuando escribiste esto, ¡quién sino ella!

Qué hay en los ecos de la brisa inquieta Cuando gime en las copas de los árboles, Cuando riza las aguas y las flores Y del bosque se pierde en el follaje,

Un no sé qué de tierno y misterioso Vibración melancólica, inefable,

283 Soledad Acosta de Samper

Que despierta en el alma mil recuerdos Como la voz de la mujer amante…

Murmurio que nos dice en el oído Cien historias de amor inolvidables177.

¿Por qué al leer sus inspiraciones piadosas mi cora- zón late apresurado y de lágrimas mis ojos se llenan? ¿Qué más deseas que el ser amada por un ser tan poético, tan de talento, tal como lo habías soñado? ¿Por qué pues este pesar que mi alma agobia, por qué esta tristeza? ¿Serías acaso celosa de lo que él no puede nunca olvidar? No, no sé qué tengo, ¡pero siempre al pensar en ella se estremece el corazón y una espina de dolor mi alma atraviesa con punzante desesperación!… Pero esto es delirio, locuras. No más pensamientos. Sacudid ideas de llanto y pensad en lo futuro que la esperanza nos muestra sonriendo… Ya habían dado la oración y comenzaba a oscurecer. Sentada en el gabinete mis ojos habían visto desaparecer los últimos rayos de sol sobre los portales a lo lejos y la sabana había perdido el tinte morado que le daba el arrebol. Mis ojos vagaban indecisos sobre las nubes en su incierto curso y mi imaginación estaba llena de sustos y de temo- res y me atormentaban mil ideas. La vida la veía pesada y

177 Estos versos hacen parte de un poema de Samper titulado «A la orilla del río», publicado en Ecos de los Andes con fecha de 1853. Lo componen treinta y tres estrofas, de las cuales la autora trans- cribe la octava, la novena y el comienzo de la décima.

284 Diario íntimo temía por mi porvenir… ¿Por qué es que no puedo sino tener pensamientos siniestros? ¿Por qué es que mi alma es tan triste?… Tengo tanta desconfianza de mí misma, y tenía aquel mórbido pesar que agobia el corazón sin ani- marlo y enfría la sangre sin saber por qué… ¡Ah! Dios mío, ¿tantos conflictos, tantas penas tendrán fin? Mi espí- ritu se llenaba de tristeza, ¿mi *** me ama ahora? ¡Sí, lo creo! Pero no es a mi ser…, ¡su imaginación de poeta le ha pintado un ser cuán diferente de lo que verdaderamente soy!… Aquellas ilusiones con el tiempo huirán. ¡Y enton- ces encontrará que todo su amor de poeta no fue a mí a quien lo dio, sino al ser conjurado por su ardiente fanta- sía!… ¿Entonces qué haré yo en la vida y para qué viviré cuando él haya perdido su ilusión? ¡Qué me quedará en la tierra sin tu amor, mi bien! Ni la esperanza de morir, porque cuando el corazón de la mujer sufre se conserva en el mundo por más largo tiempo… ¡Dios la crio para la desgracia y las lágrimas son su patrimonio sobre la tierra! Después de amar, de sacrificarse a algún ser en que cifra toda su felicidad pasada y venidera, después de algunos años, o tal vez meses, despierta y ve que todo fue ilusión: el ser que la amó, encontrando que no es como la creía, olvida su amor y su tierna memoria y se ocupa de otras cosas para él más importantes que la mujer que adoraba antes… Amargas, tristes reflexiones como estas cruzaban mi mente y apagaban el fuego de mi alma… Mientras más elogios de mí hace ***, más el pesar me cubre el corazón de un negro velo porque más pronto encontrará que la que amó no existía sino en su mente. Y

285 Soledad Acosta de Samper yo lo conozco tanto. Aun sus defectos los amo porque son de él. ¿Podría caber en el corazón del hombre un amor tan desinteresado y tierno como el que abriga el corazón de una mujer? Si hay tal ser, es él el que posee esa cualidad, porque tiene la ternura y los delicados pensamientos de una mujer…178. Mientras mi espíritu vagaba en el país de la ilusión golpearon a la puerta y la criada entregó una carta… De quién puede ser sino de mi ***… ¡Escritas con lápiz en un pedazo de papel venían impresas las ideas de mi bien!… Estaba en salvo y en un lugar llamado La Puerta, y seguía para Ambalema inmediatamente. Era el 30 del mes pasado, ¡qué lejos estará ya!… Al ver el papel mi corazón no palpitó, al contrario se quedó quieto, inmóvil, tal fue mi emoción que no pudo moverse… Había pasado mil trabajos, a pie dos días por selvas, desiertos y páramos. Pensaba en mí, lo creo así, me lo asegura el alma mía… Sin embargo de tener pruebas de su amor profundo y de saber que él me comprende y siente como yo, ¿por qué no estoy contenta?

178 Susan Kirkpatrick muestra cómo durante el romanticismo la sen- sibilidad que se adscribía a lo femenino pasa a caracterizar a los poetas románticos. Esta misma sensibilidad es la que enfatizarán las mujeres, dentro de su propio discurso, para legitimar su escri- tura. Aquí Soledad Acosta asume esta sensibilidad en su amado y, teniéndolo como destinatario de su escritura, trata tal vez de in- clinarlo a amar incluso sus defectos con el desinterés que caracte- riza, según ella, al amor femenino. (Véase Susan Kirkpatrick, Las Románticas. Women Writers and Subjectivity in Spain 1835-1850. Berkeley, University of California Press, 1989).

286 Diario íntimo

Adónde están las lágrimas de sentimiento que antes ver- tía y así desahogaba mi alma. ¡Mi corazón lo heló el pesar inmenso de no poder verlo y mis ojos secos y rojos rehúsan derramar aquellas lágrimas que vertía de amor y de con- suelo para mi espíritu lleno de dolor! Ay, Dios mío, vol- vedme mi sensibilidad y no me dejéis helar por la sombra del pesar. Me ahogo, y aún no puedo llorar. Señor, te ruego de rodillas me des consuelo, ¡no me dejes enloquecer!… Rehúsan mis ojos darle consuelo a mi alma. ¡Señor, Dios mío!, ¿qué nueva faz es esta de mi carácter?… Sus- piros terribles, profundos, sacuden mi cuerpo, y lágrimas por fin derramé, pero pocas y de fuego que me sofocan en lugar de desahogar mi gran pesar…

4 de mayo Llegó por fin el momento de decirte adiós, ¡oh!, ¡mis veinte años! Pasó este último entre alegrías, así como el anterior fue de luto y de dolor. Cada año en su curso rápido trae siempre algún recuerdo triste, algún triste pensamiento, y para mí este día trae ideas de pesar. ¡Mi padre! ¡Ah!, es para mí sacrificio el pensar en él, mis labios siempre rehú- san hablar de él y mi espíritu se llena de tristeza cuando su sombra pasa delante de mi imaginación. Sí, sólo él me conocía profundamente. Siento un respeto tan profundo, tan llena de reverencia está su memoria para mí, que jamás puedo hablar de él sin emoción… Y hay personas que me creen por esto insensible, porque nunca, nunca hablo de él… ¿Qué diría la sombra de mi padre al saber mis pensa- mientos, de lo que se ocupa mi corazón?… Esta pregunta

287 Soledad Acosta de Samper me la hago sin cesar… ¡Nadie me contesta, nadie sabe cuá- les eran sus miras sobre mí! ¡Ay!, cómo me amaba, sólo yo estaba en su pensamiento siempre. Aunque severo y grave, lo que hacía era para mi bien, lo sé… Cuántos tiernos re- cuerdos de su amor en este día. Desde mis primeros años tenía algún regalo en honor de mi cumpleaños. ¡Y ahora pasan los días y solamente mi madre recuerda que maña- na hará veintiún años que nací! ¡No!, que yo sé que mi *** también se acuerda de mí, estoy segura, ¡también suspi- ra y piensa que él no estará aquí para verme en este día!… Estoy con un fuerte dolor de cabeza y no puedo escribir con sosiego, las ideas vienen y van y no puedo recogerlas para ponerlas sobre mi diario… Mis ideas están vagas y sin seguridad. No puedo escribir más. ¡Mi bien, mi ***! ¡Adónde estás, adónde te hallas, glo- ria mía! Por qué mis ojos no te ven y cuál es la causa de no oír tu voz, ¡tu voz que es música, armonía de alegría para mis oídos! ¡Oh!, qué pesar, qué dolor oprime mi alma, ¡oh!, Dios mío, ¿por qué lo amo tanto? Sí, tú eres mi anteo- tipo y por fin te hallé. ¡Quién puede negar la existencia de aquella doctrina tan bella del anteotipo! ¡Por qué no había de crear Dios, en su bondad suprema, dos almas para ser amadas eternamente en un afecto sin fin! ¡Por qué no ha de existir esto! ¡Sí, existe! ¡Porque lo siento aquí en mi corazón, mis latidos me lo dicen, mi ternura no es quimera ni ilusión sino amor tan verdadero como mi vida con la cual está ligado!… Pero esto es delirio, mi cabeza está en fuego y siento no sé qué… ¡Dios de mi alma! Señor Mise- ricordioso, tened piedad de mí y salvad a mi bien de todo

288 Diario íntimo

peligro, de todo mal. Me han dicho que esta él con Justo y hoy mandaron tropas contra los de allá… ¡Corred lágri- mas, corred, porque si algún mal le aconteciera a mi ***, serían las últimas que vertería , porque estoy segura de que loca me volvería!… ¡Ay!, que siento algunas veces que no pueden mis sentidos resistir a mi dolor inmenso y… Pero puede haber tanta desgracia, ¡el cielo no puede decretar!… ¡Ay, que no tengo palabras para explicar lo que siento por- que no puedo casi formar en sentencias las ideas que vie- nen a poblar mi mente!

5 de mayo ¡Triste, aburrida, desconsolada, llena de lágrimas y suspi- ros, enferma más de espíritu que de físico pasé el día en que cumplí veinte y un años! ¿Quién me hubiera dicho ahora un mes, que fabricando mil proyectos de alegrías me dejaba llevar por la idea de pasar un día feliz, que estaría en este día tan llena de pesar y de tristeza?… Mi bien, ¡mi ***! A la luz de aquella dulce luna que platea con su encan- tador fulgor al dormido mundo, ¿pensarás esta noche en mí?…, ¿mi imagen pasará fugaz por tu mente en tu sueño y al sonido de las aguas del raudo Magdalena creerás oír mi voz?… ¡Ay!, cuánto dolor me causa tu ausencia… ¡Esta es la causa de mi pesar!

6 de mayo La tarde estaba triste. El crepúsculo ya había dado lugar a que llegara la noche. La calle oscura, fría, lluviosa. Tal cual persona al pasar apenas se distinguía entre el llover y la

289 Soledad Acosta de Samper oscuridad de las sombras de la noche. Pero aún más triste, más profundamente melancólico estaba mi corazón mien- tras mis ojos vagaban sobre aquella vista tan poco capaz de consolarla. Los centinelas de enfrente unas veces se pa- seaban y otras se quedaban cual estatuas sin movimiento y volvían a tomar el fusil para seguir la triste e inútil guardia del cobarde e imbécil presidente… ¡Mientras mis miradas se paraban sobre estos objetos mis ideas, mis pensamien- tos, volaban hacia la tierna memoria de mi bien! Hace ya cuatro días que recibimos su carta y no más he vuelto a saber de él… Lágrimas ardientes mojaban mis mejillas al pensar en él. ¡Ay!, que nunca, nunca cuando pasa por mi espíritu la idea del afecto que me tiene, puedo menos que suspirar amargamente. ¡Otra forma, la imagen de la mu- jer que él amó, me cruza por la imaginación y me llena de dolor!… ¡Sí, él la amó verdaderamente, y no se puede amar sino una vez!…

7 de mayo ¡Dios mío! ¿Por qué mi corazón carga tan dura, tan horri- ble pena? Porque es que sin cesar pienso en ella y mil suspi- ros y lágrimas ardientes al recordar su memoria me llenan de aflicción. ¿Cuál es la causa de tanto dolor?… Cuál sino la terrible, tétrica convicción de que otro ser reina en su corazón, de que otra imagen por tantos años ha morado en su alma. Y en tan poco tiempo podrá olvidarla. ¡No! es el grito que contesta mi alma a mi incierto espíritu. ¡No!… ¿quién puede olvidar la noche en que cerca de un cadáver él oró despedazado?, ¿quién podrá olvidar aquella noche?…

290 Diario íntimo

¡Esto dice él, y al verme a mí piensa en ella! ¡Ella! No hay comparación. ¡Si era tan linda, tan buena, y lo amaba tan- to! Y…, y si con el tiempo la llegara a olvidar… Ella en su sepulcro frío, ¡sí!, su alma desde el cielo me ve, y yo llena de pavor me inclino. ¡Bello ángel del Señor, perdóname!… ¡Yo lo amo como tú lo amaste, tal vez más! Y nunca trataré de que tu tierna, tu bella y triste memoria huya de su espí- ritu. ¡Sí!, yo le ayudaré a amarte como al ángel más amado del Señor… Esta noche leí estos versos:

¡Y si (cruel pensamiento) Los muertos también amaran, Si memoria conservaran, Fuesen celosos allí!… ¡Estar quieto mientras ella, La mujer que se adoraba, Por quien el alma se daba, De tu nombre se olvidó!179.

¡Ah!, espantoso pensamiento… ¡Oh, dulce luna, con tus mágicos y seductores rayos que alumbran en calma la dormida ciudad! ¿Por qué, di, no me das consuelo y no aquietas mi agitado corazón?… Mi vida… mi porvenir… Señor, piedad, ¡piedad! os pido. ¡Dadme paz y tran- quilizad a mi alma!… ¡Oh!, ¡mi bien, mi ***, mi única

179 Fragmento del poema «El día de difuntos» del poeta español José Bermúdez de Castro (1807-1854).

291 Soledad Acosta de Samper esperanza! ¡Ay!, si tú supieras que el amarte me llenó de aflicción y un profundo pesar agobia mi espíritu… ¿Seré yo pues egoísta? No, es que te amo demasiado, ¡mi afecto hacia ti no tiene límites y en mi delirio quisiera que me amaras cual yo te amo!… Vana esperanza, no puede ser, es ilusión…

8 de mayo Ya vuelve la noche a extender sobre el mundo sus tristes sombras, ya pasó otra vez un día. Cuán bello es soñar a esta dulce hora cuando el alma se reposa de las fatigas del día y se deja libre curso al pensamiento… Cuántos recuer- dos tiernos me vienen a asaltar… ¡Oh!, mi bien, adónde estás…, ¿piensas en mí o me olvidas?… Dulces pensares venid, venid, poblad mi mente de gratas ilusiones. Y tú, linda, encantadora esperanza, ¡no dejes que mi espíritu se llene de tristes ideas!… La niebla cubre los montes, y allá abajo, hacia el llano, el cielo azul embellece el paisa- je. Aquí todo está melancólico, sombrío, y allá se sonríe la naturaleza dorada con los últimos rayos del sol. Será mi futura vida como cuál de estas dos vistas, ¿será triste, som- bría, o la alegrarán momentos de dicha dorados por el sol de mi amor?… ¡Oh!, dulces momentos que pasaron, ¿los volveré a ver?… ¡Oh! bellos, nobles, tiernos pensamientos de mi bien. Cuánta célica armonía hallo en tus dulces versos, cuánta poesía y hermosura en todo lo que tú compones. Por qué es que no he visto antes tus poesías, por qué gozo hasta ahora de tus ideas, ¡he perdido tanto en no haberlas conocido

292 Diario íntimo antes! ¡Me falta tiempo para admirarlas y para amarte!… ¡Ah!, mi bien, quién puede negar que tienes un tierno corazón al leer tu Lirio180. Esto hace ya años que lo escribiste y entonces tú ama- bas no a mí sino a otra más bella, ¡a un ser angelical! Y tú ahora me comparas a un lirio. Es acaso que recuerdas tus versos. El lirio estaba en tu composición cerca de la tumba de una linda doncella y te consolaba la melancólica flor con su color oscuro y su tristeza. Dime, ¿te podré yo con- solar algún día, bien mío?…

9 de mayo ¿Para qué tomo la pluma? ¡Para qué!… Mi pensamiento está sin ideas mi mente todo el día ha pasado en aprehen- siones, y ¡oh!, lo peor que me puede acontecer por ratos, ¡mi alma vacila y no tengo fe!… Mi bien, ¡mi ***!, ¿por qué es que algunas veces creo que no me amas? ¿Por qué es que horribles ideas cruzan por mi espíritu y mi cora- zón se para en su pesar, por qué todo esto? ¡No sé!… ¡Oh! Vida. ¡La vida la siento algunas veces cuán pesada! Sin mano tierna que me lleve hacia el paso de la felicidad. ¡Mi porvenir lo veo oscuro, ¡oh!, qué oscuro, sin tener nadie que me consuele ni me dé confianza la esperanza!… Na- die puede comprender mi pesar profundo, que algunas veces una palabra me llena de agonía y creo en mi delirio

180 Este poema, «A un lirio», pertenece al poemario Flores marchitas. Colección de poesías originales por José María Samper Agudelo (1849).

293 Soledad Acosta de Samper que ya no hay dicha para mí en el mundo, que todo todo es ilusión. ¡Y mi alma yerta, fría, desconsolada, sigue vi- viendo y lleva la carga pesada de no tener fe! No tener fe en lo que más se ama, ¡no estar segura, cierta en él, es la pena mayor para mí!… ¡Mi alma!, ¡ah!, si la tuya no fuera hermana de la mía, ¡si yo encontrara algún día que lo que yo soñaba no era más que fantasía, que fue ilusión de mi corazón amante!…

10 de mayo Siempre al pensar en ti, ***, de lágrimas se llenan mis ojos, porque es que tu imagen está siempre unida al pesar, y por- que suspiros de dolor se escapan de mi pecho oprimido… Son las cinco y media… ¡Ah!, ¡a esta hora siempre te veía, mi bien!… Salí a la sala y la vista del lugar donde te senta- bas me llenó de pena y de tristeza… ¡Siempre triste!, este es mi destino. ¿Por qué, ¡oh!, melancolía, por qué estoy continuamente en tu poder?… ¿Jamás habrá una mano que la arranque de mi alma?… ¿Jamás en mi vida podré tener felicidad?… ¿El contento no morará jamás en mi pecho? ¡No!… ¡Mi corazón en su desigual latido me dice que ja- más!… ¡Oh!, dulces esperanzas que antes tenía, ¿por qué habéis huido de mi mente y dejasteis a mi espíritu en una agitación que nunca puede calmar?… ¡Mi ***!… ¡Oh!, tú, ¡el único ser que ha despertado en mi alma aquel afecto, aquella feliz inspiración del cielo que llaman amor! ¡Oh, bien mío! ¿Me amas tanto, tan intensa- mente tan profundamente como tu Soledad? ¡Ah!, si fuere así, si yo tuviere la dicha de ser amada así, como sufrirá tu

294 Diario íntimo corazón con esta separación tan larga, ¡tres semanas hoy y tres días!… ¡Oh!, siempre, siempre dudando vivo, porque lo sé, lo siento en mi alma que solamente una vez se ama verdaderamente con aquel espíritu divino tan bello que participa más de adoración que de amor de un ser hacia otro, con aquel desinterés sin egoísmo alguno que no desea más sino la felicidad del ser amado… Dime, mi ***, —¡y yo al saber que es así no te amaría menos!—, dime, ¿no es verdad que a mí no me amas como adorabas a la desgra- ciada E? ¡Oh!, dime. Mi corazón late a la pregunta. ¿Cuál será la contestación? No admito igualdad sobre este punto, ¡no! En esto no hay igualdad posible. ¿Me amas menos… o más? ¡Ay!, esperanza es esta que mi mente no alcanza en sus sueños a esperar, ni siquiera me atrevo a desear… ¡Pero ay de mí!, que no hay quien me conteste. Él está lejos, lejos de mí en el ardiente clima de Ambalema, ¡allí donde fue el último teatro de su primer amor!… Ya es tarde, tengo que irme a entregar al sueño. Se ha calmado mi agitación un poco al leer tu Viernes Santo. ¡Ay, cómo podré yo mientras viva olvidar aquel día!, ¡día feliz! Y cuán pocos me falta- ban para perderte… Hay un proverbio francés que dice: «La ausencia es el modo de conocer la verdadera pasión, porque en ella mueren las ilusiones pero el amor verdadero se aumenta con la separación». Cuán verdad es esto: ¡des- pués de conocerte ocho días pude amarte sin saber de ti cinco meses!… Y al tratar de olvidarte más te amaba inte- riormente. ¡Adiós, mi bien! Duerme, ¡duerme tranquilo y piensa en mí en las calladas horas de la noche!…

295 Soledad Acosta de Samper

11 de mayo ¿Y esto se puede llamar diario? Diario sí, pero de mis pen- samientos interiores, de mis esperanzas, de mis penas secre- tas, diario de las ideas que pasan por mi mente, del llanto que me baña las mejillas, de la agitación en que se halla continuamente mi corazón…181. Sólo una imagen, ¡sólo un ser ocupa todas sus páginas porque únicamente mi alma se ocupa de él! ¡Es diario no de lo que hago ni de lo que sucede, sino de lo que pienso!… No encuentro valor para escribir lo que sucede, ¡no! ¡Lo único que sé es que quién sabe hasta cuándo te volveré a ver!…182. Sigue la guerra, o más bien los vándalos que se han apoderado de la ciudad cada día muestran más su tiranía. Han puesto presas a las principales personas de la ciudad… Siguen los atentados de toda especie… Siguen las desgra- cias de mi pobre Patria. Con dolor amargo veo que hasta quién sabe cuándo saldremos de este estado tan vergon- zoso, tan indigno… ¡Y llamamos a este el país de la liber- tad! ¡Cuando cualquier hombre indigno, despreciable, al tener la fuerza, la tropa armada en su poder, puede cometer todos los robos e infamias que quiere!… Ver los hombres honrados proscritos, los ricos, porque tienen plata, encar- celados, familias llenas de angustia esperando a cada ins- tante que caigan sus padres, maridos, hijos, bajo la cuchilla

181 En este fragmento vemos cómo la autora se pregunta por las ca- racterísticas mismas del género del texto que está escribiendo. 182 Es curioso cómo, con esta pregunta sobre la ausencia de la relación política en su diario, se inicia un fragmento de este tipo.

296 Diario íntimo

del asesino. Veo casas rodeadas por los que llaman policía, que es ahora el sinónimo de ladrones, saqueadas por estos hombres bajo el pretexto de buscar algún ser inofensivo y llevarlo a los cuarteles para insultarlo. Veo todo esto con horror y pienso que así es como mi amada Patria está insul- tada, y oigo las risas y alegres sonidos de la guitarra en el cuartel de enfrente. Llena de pesar quisiera esconderme adonde no viera y oyera tantos horrores… ¡Oh!, ¡Dios mío! ¡Si hablara más de ella!, si mostrara, si tuviera exteriormente el recuerdo de ella, entonces podría yo creer que aunque no la había olvidado me amaba más a mí, pues pensaba en ella sin cuidado en mi presencia. ¡Pero esto de jamás pronunciar su nombre, de nunca hablar de aquel tiempo, me convence cada día de que su recuerdo es sagrado!…, ¡y de que jamás, jamás, podrá pensar en mí con fervor! ¡Dios mío!, ¡Señor de Misericordia!, dadme valor para sufrir mi pena, mi profunda… ¡oh!, ¡qué profundo dolor! No puedo escribir más, las lágrimas me ciegan y me ahogan mis contenidos sollozos… Pero no puedo permitir que mi pesar me haga olvidarme de mí misma. Lágrimas, no permito que corráis, ¡no debe ser!… ¡Acabo de vagar por toda la casa para encontrar alguna calma y que mi madre, que está aquí en el gabinete, no vea mi agitación!… ¡Dios mío!, si pudiera a lo menos tener en el mundo un alma a quien confiar mis penas y que pudiera simpatizar con mi corazón. Pero no, no hay a quien le pueda yo decir ¡Él tal vez no me quiere como yo merezco ser amada!… ¡Ay!, ¡quién vertiera algún consuelo sobre mi alma afligida!… Inútil esperanza. ¡Mi aflicción, como no puede decirse en

297 Soledad Acosta de Samper palabras, aumenta en mi corazón aquella horrible, tétrica melancolía que siempre me persigue, o ya en mi delirio apenas puedo contener mi agitación!…

Las cuatro de la tarde ¡Dios de mi alma!… Por qué tanta agitación, por qué este pesar tan grande, tan terrible. ¡Oh! No hay palabras para explicarlo. Y esta idea vaga, horrible que me ha perseguido toda la tarde…, ¿será caso presentimiento, o que mi espíri- tu agitado conjura imágenes que no tienen causa?… ¡Ay! Y no puedo explicar, no puedo. ¡Imposible decir la razón por la que estoy tan triste!… Tanto lloré, y tan fuertes fue- ron mis sollozos, que mi mamá los oyó y preguntó la causa. ¡Pero decirle, cuando no le es posible comprender mis lo- cas ideas!… He estado leyendo…, y tanto me persuadí que *** algún día no me haría caso y que nunca podría amar- me, que me puse en la situación en que estaría cuando ya no me quisiese. Con horrible afán mi ardiente imagina- ción me trajo la fisonomía y los modales deél cuando ya no me quisiese, cuando le fuera yo indiferente… ¡Y miré en lo futuro y me contemplé en mi desolación, y leí lo que me había escrito ahora y lo que después me dirá!… ¡Des- pués me pareció leer en su pensamiento y ver la compara- ción que hacía entre Elvira y yo! Todo esto me pasó por la mente, y cómo podía yo explicar, hablar de él y decir mis ideas. ¡Imposible! Pero, ¡oh!, si tuviera yo quién me acon- sejara, quién se condoliera de mi situación… Son las diez y media de la noche…

298 Diario íntimo

12 de mayo ¡Cómo olvidar jamás las impresiones profundas del con- vento en los días que estuve allí!… Sin cesar recuerdo aquel tiempo y mis pensamientos de entonces me vuelven a la memoria… Había en aquel silencioso lugar una tranquili- dad, un recogimiento, que involuntariamente elevaba yo mi alma hacia el Señor… Y cuando el sol escondía sus rayos y entraban las sombras de la noche lentamente oscurecien- do los claustros y las blancas columnas enredadas entre las ramas de bellas flores que apenas se distinguían a lo lejos al toque de la oración, la campana del rezo sonaba. Entonces oí yo, sentada a la puerta del cuarto, los dulces sonidos de las monjas en su oración. Ya se perdía el cántico en el espa- cio y su última vibración parecía que la contestaba el viento que suspiraba entre las flores del espacioso patio y que me traían sus perfumes los céfiros hasta adonde yo me hallaba… Después veía bajar las monjas una a una orando todavía con la cabeza inclinada y lento paso hasta que se perdían en sus celdas a lo lejos… ¡Las estrellas brillaban con mágico fulgor sobre esta tierna escena de oración y quietud!… ¡Será que estas impresiones son melancólico presenti- miento de que mi vida acabará tal vez en un convento!… ¡Para el alma que no tiene a quién amar en el mundo cuánto mejor sería acabar su triste vida entre los perfumados claus- tros de Santa Inés!… ¡En mis sueños siempre estoy allí!… ¡Triste, triste está mi alma!… Y mi espíritu cansado no encuentra consuelo en parte alguna. Mi frente la siento ardiente al inclinarla contra mi mano helada, mis meji- llas calientes, mis ojos secos, y los labios no los puedo casi

299 Soledad Acosta de Samper cerrar y mil suspiros salen de mi latiente corazón, ¡esta es mi vida!… ¿Y podré seguir existiendo en esta fiebre de dolor, de pesar tal vez sin causa?, ¿adónde hallaré alivio, adónde encontraré calma?…

Las diez y media Tal ha sido mi vida… Luz opaca y triste de la luna que sin que haya oscuridad no ilumina, calma exteriormente cu- bierta por las espesas nubes de la reserva porque nunca han podido mis labios decir libremente lo que pasa en mi corazón… ¡Jamás, porque si acaso comienzo a hablar con franqueza, una palabra fría, una mirada que muestra la poca simpatía con mi alma, ponen un sello sobre mis labios y la confianza huye para siempre!… ¡Oh, mi bien!, mi amado ***, sólo a ti podré decir lo que mi espíritu siente, sólo a ti que me amas, me compren- des, podré algún día confiar mis sueños, mi vida interior… Y tú, ¡mi esperanza!, ¿adónde te hallas? ¿Piensas en mí, bien mío? ¿Mi recuerdo es para ti consuelo?… ¿Cuándo te volveré a ver, cuando podré volver a oír tu voz tan que- rida? ¿Cuándo?… Esta tarde, sentada al oscurecer viendo vagar las nubes por el cielo, mi imaginación me trajo a la memoria tu voz tan claramente que creí volverte a oír. ¡Oh!, dulce memoria de mis pasadas dichas, entonces no conocía bastante la felicidad de poderte ver… Pero ahora sin cesar pienso en cada palabra, en cada conversación tuya, en los tres meses que te veía cada día. Y ahora cuánto siento, cuánto lloro tu ausencia. Mi único consuelo es leer, ¡leer sin cesar tu álbum!…

300 Diario íntimo

13 de mayo Qué tanto será lo que es Melo aborrecido, odiado aquí, que vino esta mañana una pobre cubierta de harapos y de la clase más ínfima del pueblo a pedir limosna. Le dije yo que fuera adonde el general Melo a pedirle a él que bas- tante plata tenía. La mujer se puso furibunda, dijo que ella así, miserable como estaba, cuándo le iba a pedir nada a ese hombre de corazón negro. Más bien se moría de hambre que pedirle alguna cosa a ese que se llamaba el dueño de toda vida y hacienda. Hasta dónde ha llegado la poca po- pularidad de este malvado. Al tiempo de darle la limosna a la mujer, dijo ella que Dios nos favoreciera de todo pe- ligro y sobre todo de ese hombre… Dicen que Herrera y Justo B.183 vienen y llegarán a la sabana por diferentes la- dos con seis mil hombres el lunes 15 de este mes… Es im- posible que dure por más tiempo esta horrible situación, no tiene partido ninguno el que manda… ¡Ah!, ¡con cuán diferentes sensaciones tomo la pluma para escribir que por fin supe de ***! ¡Ah!, *** amado, el placer inefable, grande que sentí al saber que estás en segu- ridad y en el seno de tu familia me ha quitado del alma un peso enorme… Fuimos esta mañana adonde mi señora Mariquita para saber noticias. Yo tenía la esperanza de que tal vez por una casualidad supiera de mi bien, y así fue. Helena Miralla estaba allá, ¡y no sé si fue por casualidad o intencionalmente —¡lo que es la conciencia!— me dijo que había sabido de cierto que *** estaba de alcalde o no

183 Justo Briceño, tal vez.

301 Soledad Acosta de Samper sé qué destino en Honda!… ¡Ah!, nadie puede adivinar lo que sentí en aquel instante al saber que ya no tenía peli- gro y que estaba en seguridad, sin que hubiera quien dijera que estaba escondido y que no defendía a su Patria… El Mocho Vargas se fue hoy para La Mesa184 y sin cesar van gentes para allá… Tal vez pronto sabremos más y estare- mos más cerca ya del desenlace… Dicen que en Funza185 se han manejado las tropas —me- listas por supuesto— de un modo horrible. Cuando lle- garon allí parece que no había hombres, todos estaban con los que defendían a su país, ¡y esos salvajes enfureci- dos al ver que las desgraciadas mujeres no querían decir hacia adónde se habían dirigido, las han azotado indigna- mente y han tumbado casas y han vuelto aquí después de haber robado cuanto encontraron! ¿Y esto se puede per- mitir que continúe? ¡No!, ¡que hasta los menos valientes, qué digo, hasta las mujeres se levantarán para defenderse y aniquilar a este hombre tan indigno!… ¡Pobre país! Qué dirán los extranjeros, qué dirán las demás naciones al saber los desórdenes que se cometen aquí. ¡Y así podrá pros- perar esto! ¡Y vendrán de otros países a vivir aquí! ¡No! ¿Por qué todos han de sufrir la ambición de un hombre cuando nadie quiere sino trabajar y estar en paz?… Se nece- sitaba ahora tranquilidad y el país comenzaba a florecer

184 La Mesa: municipio del departamento de Cundinamarca, ubicado en una región montañosa a 70 km de Bogotá. 185 Funza: municipio ubicado en la sabana de Bogotá, a unos 30 km de la ciudad.

302 Diario íntimo extraordinariamente. ¡Todo progresaba y el tabaco y la quina estaban trayendo al país inmensas riquezas, mien- tras los entendimientos se educaban y la musa del pueblo con la libertad de imprenta y buenas leyes adelantaba en todas las vías de la industria hacia el progreso!… ¡Y en una noche cayó todo!… Y en una noche se desaparecieron los talleres y los que trabajaban se armaron, los utensilios de la industria se cambiaron en fusiles, la paz en guerra. ¿Y todo por qué? Para librar a un asesino de la mano de la justicia, para darles a los ladrones la plata ganada con el sudor de cada uno, para abrir campo a la infamia y que los malva- dos tuvieran lo que deseaban. ¡Matar y robar!… Y ahora, ¿hasta cuándo volveremos al estado en que nos hallába- mos no ha un mes?186. ¡Cuántos males acarreados por esta ambición! ¡Familias veremos sin sostén porque el padre, el esposo ha muerto en el campo de batalla! Familias en que no ha quedado ni un mendrugo de pan con qué man- tenerse mientras la cabeza de ella yace moribunda, herida, sin poder trabajar, familias llenas de dolor porque no les queda nada en la tierra y que no tienen ánimo para traba- jar después de que han visto todas las desgracias en su casa y que no queda ni un abrigo hacia donde acogerse porque los vándalos todo lo han quemado, todo destrozado. ¡Dios mío!, tenedles lástima, ¡tenednos lástima y libradnos de los horrores de la guerra!… ¡Dicen que Herrera mandó decirle a Melo que desocupara la ciudad que el 15 estaría aquí!… Estamos en el teatro de la acción, pasado mañana

186 «No ha un mes»: no hace un mes.

303 Soledad Acosta de Samper

veremos cuál será el desenlace, cuál a lo menos será el prin- cipio del fin… A la mujer de Portocarrero le tienen sitiada la casa y no permiten que nadie entre, ni siquiera el alimento dejan que le lleven, como el marido está escondido quie- ren saber si así da lo que le piden. Algunas personas de las que tenían presas han salido, pero después de dar plata… La ciudad está en un estado alarmante, no hay más que mujeres: todos los hombres se han ido, hasta los más viejos y más niños, y no han quedado sino las mujeres solas sin que las defienda nadie… en el poder de los militares y los democráticos. No se puede saber qué habrá cuando sepan que han perdido. El robo ciertamente será el plan que tie- nen descifrado para después tener con qué huir si acaso lo permiten los victoriosos… ¿Pero si Melo ganase?… No quiero ni pensar en tal desgracia. Entonces sí que estaba el país perdido… ¿Qué cosa es el panteísmo? Hacía ya mucho tiempo que deseaba saber a punto fijo cuál era la doctrina de esta filosofía de que tanto han hablado y tanto maldecido… En verdad que es una filosofía fría, horrible. ¿Para qué vivir teniendo tales convicciones?… El panteísmo es creer que estando Dios en todas partes y aun siendo un ser perfecto, y no habiendo más que Dios en el universo, cada parte del mundo es una parte de Dios, así que el amar a Dios es amarse a sí mismo y amar a todo el universo en general. Que nuestra alma y espíritu al morir, es decir cuando la materia se acaba, vuelve al espíritu perfecto a derramarse en toda la naturaleza otra vez. Qué idea tan horrible existir sin

304 Diario íntimo esperanza. Todo lo que hacemos no es con libertad, no. Es que estamos haciendo parte del universo que nos empuja y nos da impulso para obrar según debe ser. En fin, Dios no es el ser Supremo a quien rogamos, a quien le pedimos socorro, ¡porque no lo hay! Nosotros somos parte de él, Dios. En la doctrina de Spinoza187 Dios es el sinónimo de la naturaleza. Esta doctrina vilipendiada y odiada, había dormido desde el siglo xvii. Ahora pocos años188 ha vuelto a revivir en Alemania, adonde tomó nacimiento, y allí ha hecho grandes progresos en la imaginación de poetas como Goethe y otros189. Son las diez y me retiro a mi cuarto… Lo que es el espí- ritu humano… Hacía ya tiempo que no podía estudiar, pero hoy, después de que supe que mi *** estaba en salvo y que ya no tenía cuidado por él, me puse a estudiar filosofía. Esta es una ciencia que me llama la atención, es la única que distrae el espíritu y que obliga al pensamiento a medi- tar sobre el infinito y sobre el Creador de tantas maravi- llas de las cuales estamos rodeados. Con la costumbre de

187 Baruch Spinoza (1632-1677): filósofo holandés de origen judío. 188 «Ahora pocos años»: desde hace pocos años. 189 Encontramos aquí una presentación del concepto de «la muerte de Dios», que en la forma como lo conocemos aparece a finales del siglo xviii en el marco del romanticismo alemán, mencionado aquí en el nombre de Goethe (1749-1832). Este autor fue muy leído a lo largo del siglo xix, en especial durante la época que nos ocupa. Los jóvenes románticos colombianos leyeron con especial interés su novela Werther (1772), si bien luego se distanciaron de él.

305 Soledad Acosta de Samper contemplarlas, no vemos la sabiduría del Señor en todas sus obras. Siempre busca el hombre y quiere saber la causa de todo. Desde que comenzó el entendimiento a mostrarse, desde nuestros primeros padres, se ha buscado la verdad y han tratado los filósofos en todos tiempos de compren- der a Dios. Pero nuestra naturaleza es demasiado material para que jamás comprendamos al Dios del universo. Toda inteligencia tiene sus límites y nunca alcanzará el hombre más sino a amar al Señor. Y puede decir:

¡Señor! No te comprendo, ¡pero doquier te [alcanza Mi mente infatigable, gigante majestad! Y adoro en tu grandeza y admiro en tu [esperanza, ¡Misterio inescrutable de incógnita deidad!…

¿Será este acaso de mi bien? En la memoria190 me iré a entregar al sueño.

14 de mayo Volvió otra vez a aparecer el día. Y yo me acuerdo otra vez del Viernes Santo, ¡día que jamás olvidaré! Y también hace cuatro semanas que por última vez vi a mi ***. Me parece que hace años que no lo veo, y al mismo tiempo como siempre, siempre lo tengo en la memoria, ¡creo que fue ayer que lo vi!… ¿Te acuerdas, bien mío, de ahora hace

190 Con frecuencia usa «memoria» como sinónimo de «recuerdo».

306 Diario íntimo cuatro semanas?, ¿te acuerdas?… ¡Ah!, feliz, feliz momen- to mientras tú estabas aquí. ¿Te acuerdas del Tres pies?191. Cuando en el monte has oído cantar tristemente a este pa- jarillo, ¿ha traído a tu memoria a tu triste Soledad?… ¡Ah!, estoy segura de que no me has olvidado entonces, ¡si es tan dulce recordar con un sonido triste lo que se ama y está distante!… ¡Bien mío!, hace días que no he podido tocar. Mi corazón ha estado tan triste. ¡Pero hoy en tu nombre tocaré lo que te gustaba oír!… ¿Y podré yo mirar con calma, indiferencia, el grande acontecimiento que pende en este instante sobre nuestras cabezas? Imposible, ¡mañana se va a decidir la muerte de la República! Cuál será, Dios mío, el desenlace de tan terrible tragedia, cuántos a esta hora tal vez por la última vez verán a sus familias y disfrutarán del sueño porque mañana repo- sarán en el seno de la eternidad… Qué espantosa idea. ¡Y el tirano podrá estar tranquilo con su conciencia cuando sabe que por su causa habrá mañana una batalla probable- mente adonde morirán tantos infelices sin saber por quién ni por qué sacrificaron sus vidas!… ¡Ah!, Señor, qué lección tan solemne les enseñáis a los hombres. ¡Prevenid, Dios mío, el peligro que amenaza a los que tienen armas para destruirse entre sí!… ¡Mi ***, mi bien!, tú siempre me vie- nes a la memoria cuando se habla, cuando me acuerdo que van a exponer sus vidas. Porque cuántos tendrán también quién los quiera, ame como yo te amo. Mi afecto hacia ti

191 Parece tratarse de otro poema del amado, con ese título.

307 Soledad Acosta de Samper me enternece el corazón hacia los demás, ¡tú me enseñaste a amar a los prójimos, mi bien!… Parece que fue equivocación… todavía no se batirán.

15 de mayo Hoy hace nueve meses, bien mío, que hiciste una impre- sión tan profunda sobre mi alma que desde aquel día fuiste el ídolo de mi corazón. ¡Mi vida desde entonces está entre tus manos! Nueve meses de amarte, de pensar en ti sin ce- sar. Nueve meses hace que soy tuya sin saberlo yo misma. Cuando desperté de mi trance de felicidad me encontré otra, ¡no era la misma puesto que tú reinabas en mi co- razón para siempre!… Sin embargo, cuando me acuerdo de aquella noche, parece que fue una cadena eléctrica la que vibró en mi alma… El interés que tuve en ti, en todo lo que te pertenecía, fue maravilloso. Y sin pensarlo veía a tu familia con otros ojos, con un interés que yo misma no comprendía… ¡Aquella noche fue feliz y al mismo tiem- po amarga, puesto que no comprendía mis sentimientos! ¡Mi bien, mi amado ***! Será para mi felicidad o desgra- cia eterna. Porque siento, lo sé, que tu suerte y la mía es- tán ligadas… ¿Y tú, harás desgraciado a un ser que te ama tanto, tanto?… Te acordarás esta noche de mí y del tiem- po cuando me viste aquel día: el 15 de agosto está grabado en mi memoria como el destino tiene mi vida, mi porve- nir, en el libro de la eternidad. ¿Estarán tu vida y mi vida sobre una misma página?, ¿serás feliz como yo lo deseo? No, ¡porque en el mundo no hay una página tan brillante como la que mi alma te desea!…

308 Diario íntimo

Ya es tarde. La noche está oscura pero la esperanza me da su luz tan bella, ¡y te veo, oh mi ***, con los mágicos colores con que te pinta mi imaginación a la dulce luz de la esperanza de volverte a ver pronto!…

16 de mayo ¡Quién te hubiera dicho, trovador mío, ahora un mes que hoy estarías tan lejos de mí y que sería la última vez que te veía! Por la noche esperaba verte en la retreta y triste cada pieza que oía me mostraba, cuando se acababa, que no ve- nías. Hace un mes que estoy en una consternación horri- ble. Sin ti, ***, para qué es la vida. Como un desierto mi corazón se encuentra. ¡Un mes!… ¡Me parece que hace siglos que no te veo!… Las estrellas brillan serenas en el cielo y la constelación de la grande Osa ostenta su hermosura enfrente de la ven- tana… ¡Oh!, mi trovador, esta noche piensa, piensa en mí y levanta tu voz al cielo por nuestra pobre Patria… Dicen que habrá saqueo esta noche. No lo creo… Pero mi *** pensará algunas veces en el peligro que pueda correr aquella que lo ama tanto… ¿Pensará en la Soledad de su alma mientras que contempla solo y distante de mí los cielos tan brillantes y tan bellos? ¿Pensará, al aspirar el perfume del jazmín en la noche, cuando en mis cabellos tenía yo blancos jazmines y él dijo que era su flor favorita? ¿Te acuerdas de entonces, bien mío? ¡Oh!, ángel que me tenéis en tu guarda, cuidad, cuidad de mi bien y dadle felices sueños en que yo tenga parte. Yo siempre sueño en ti, me acuerdo cuando mis ojos están cerrados sin conocimiento y mis oídos no oyen lo

309 Soledad Acosta de Samper que pasa en su rededor. ¡Tú no más entonces estás presente a mi vista y mi oído entusiasmado escucha tu voz!… Hoy hace un mes que corriste tantos peligros, mi ***, hoy hace un mes que comenzó el poder de Melo, noche que cum- ple el mes de vandalaje e infamia. ¡Dios mío!, ¡haced que sea la última de su dictadura en esta desgraciada ciudad!…

17 de mayo Hoy hace un mes que comenzaron nuestras zozobras y temores, hoy hace un mes que tienen los ladrones la ciu- dad en su poder. Para celebrar tan feliz acontecimiento llevaron caño- nes a la plaza, y al son de la música tiraron mucho. Hicie- ron todo lo que pudieron para que gritara el pueblo en su favor, ¡pero no hubo un «viva»! Muy poca gente había en la plaza, muchas mujeres, algunos hombres de ruana y tal cual cachaco de curioso. Pero ningún entusiasmo vi entre los soldados, las criaturas de Melo. Acababa yo de ver poner enfrente del gabinete el soldado que a las seis de la tarde siempre llevan para guardar al presidente preso. Pasaba lentamente la gente que había ido a la plaza. Ya estaba casi oscuro cuando un oficial —o más bien un gua- che así vestido— se acercó al soldado y le dijo: «Si usted ve u oye hablar contra el general Melo, métale la bayoneta o dele un tiro». Al acabar de decir esto se pasó y me miró a mí con una cara muy colérica y gesto crudo, creyendo seguramente asustarme. Yo le retorné la mirada con labio de desprecio y riéndome, lo que parece no le gustó por- que le dijo algo más al soldado. ¡Volvió a mirarme con más

310 Diario íntimo cólera y marchó dándose tono hacia la esquina de Palacio de adonde venía!… ¡Hasta adónde ha llegado la insolencia de esta gente!… Anoche, anteanoche y ayer todo el día han estado saqueando casas de los míos, tumbando las puertas adonde no les que- rían abrir. Hemos visto pasar hermosísimos muebles de las personas saqueadas, dicen que es que están amoblando casas para los que gobiernan, que deseando tener lujo no podían. El señor Murillo predicó y dijo por la prensa que los robos eran efectos de la civilización, porque había per- sonas que deseaban tener lujo y no tenían con qué, ¿qué otra cosa podían hacer sino robar a los que tenían más que ellos? Seguramente estaremos ahora en el colmo de la civi- lización, pues ya no se roba a las sombras de la noche sino en la mitad del día y en presencia de todos los que quieran presenciar aquel acto de demasiada civilización. ¡El señor Murillo debía estar muy contento y, en lugar de huir de aquí, apoyar con su elocuencia lo que ahora ha sucedido!… Qué ingratitud del pueblo, odiar a un pobre que les abrió los ojos y les mostró que el quitar el bien ajeno no es robo sino inocente deseo de tener lo que los demás han trabajado. ¡Y ahora querían asesinarlo! ¡Ah!, ingratitud del mundo, ¡se aprovechan de los consejos que les dan para su bien y des- pués, a la hora de seguirlos, aborrecen a aquel ser desinte- resado que se los dio!… Pero está mi pluma esta noche muy amarga y dejaré de escribir… Son las siete de la noche… Y se pasan los días y vuelan las semanas. Bien mío, el único consuelo que tengo de no verte es leer tu álbum. ¿Cuándo podré oír otra vez pronunciar los sentimientos

311 Soledad Acosta de Samper nobles, poéticos que ahora leo?… ¡Ah!, ya hace un mes y un día que no te veo. Quisiera, como dice el divino Pla- tón, «¡Ser el cielo, contemplar su inmensidad, y que cada estrella fuera un ojo para con él poderte ver a dondequiera que te hallas!». Ya es tarde, me voy a acostar. ¡Adiós, bien de mi alma!…

18 de mayo Y siguen las infamias, y los crímenes, insolencias y robos continúan. Esta mañana estaban todas las tiendas de la Ca- lle Real rodeadas de soldados y seguramente sería para ro- bar lo que hay dentro. Parece que ha dicho Melo que él se queda aquí, que no sale de la ciudad esperando que venga Herrera y que lo echen de la plaza, adonde él quiere que sea la batalla definitiva, ¡pero mientras eso hará que los míos sufran cuantos daños les pueda él hacer!… ¡Este es el carácter del hombre que gobierna ahora a Bogotá! Sabe Dios todo lo que sucederá. ¡Ah, bien mío, *** de mi corazón! ¡Cuánto, cuánto tiempo hace desde que por última vez te vi! Ahora un mes estaba yo tan triste, tan horriblemente triste, que creía que alguna desgracia me iba a suceder. ¡Recuerdo bien aquel momento de pavor, de horror espantoso en que estaba mi alma esa noche!… Acababan de dar las nueve. Estába- mos todos en la sala de profundis, que era el lugar que nos habían dado. Yo estaba triste e indiferente a todo lo que pasaba cuando la monja nos dijo que fuéramos al coro bajo a rezar… Los claustros estaban oscuros. El pasadizo para ir a aquel lugar era largo y tenebroso. La monja adelante,

312 Diario íntimo con su largo vestido y una cruz en la mano, alumbraba a las muchachas que seguían detrás, vestidas de negro y las cabe- zas cubiertas con sus mantillas. Yo las seguía lentamente… Mis pensamientos no estaban allí… Entramos al coro bajo, que es el lugar adonde antes enterraban a las monjas. Es la parte de la iglesia que está situada debajo del coro… Siem- pre está aquello lúgubre, oscuro y húmedo. Se separa de la iglesia por una reja doble, una de fierro y otra de madera, y sobre la que está hacia el interior un gran velo negro no permite de noche ver la iglesia… Al entrar allí yo dije: «¡Arrodillémonos aquí cerca del velo y corriéndolo un poco veremos el Santo Templo de noche!»… Me hinqué, corrí el gran velo lentamente, ¡y qué escena tan solemne y al mismo tiempo tan tenebrosa se me presentó… volunta- riamente corriendo el velo de modo que sólo yo podía ver el interior!… Reinaba una oscuridad profunda en todo el templo y solemnemente en el altar mayor ardía una lám- para piadosa… Unas veces el mover del viento daba una luz más fuerte e iluminaba las doradas joyas de los altares por toda la iglesia… Después pasaban como sombras y vol- vía a quedar todo menos el altar mayor en tinieblas… Y la monja rezaba hincada en la mitad del coro cual blanca sombra en actitud devota, y la rodeaban negros bultos contestando a la oración. Las voces resonaban en aquel espacio cual eco doloroso y seguía la monja en su melan- cólica plegaria: ¡la luz que habían traído no servía más sino para hacer más fuertes las sombras al soplar el viento sobre ella!… En la iglesia silenciosa, ya oscura, ya aclarada por sus rayos, ¡la lámpara piadosa, hacía el cuadro cuán triste!…

313 Soledad Acosta de Samper

Yo no oraba, una especie de pavor me tenía los ojos fijos en el interior de aquel silencioso templo… De repente se oyen tres fuertes golpes en la puerta de la iglesia y la lám- para, con una ráfaga de viento, casi se apagó… Y volvió a quedar todo silencioso y no se oía sino el eco triste de la monja al rezar… No sé qué me sucedió, ¡creí que te habían tal vez asesinado, bien mío!… ¡Qué horror! Esperaba a cada instante ver tu sombra… Yo no soy supersticiosa, pero en aquel momento mi imaginación trazaba mil fantásti- cas ideas… ¡Ah!, yo creía que tu alma, que hasta el último momento sería mía, vendría en aquel solemne instante a llamar a la mía… Locas ideas, ¡pero en aquel tramo no pensaba si sería probable tal acontecimiento!… Y seguía la monja postrada rezando, y la lámpara ardía ya ilumi- nando el templo, ya dejándolo en tinieblas… Un sudor frío corría por mi cuerpo que temblaba esperando ver algo en aquel silencio del templo santo… De repente se oye un ruido confuso como el andar de mucha gente… dentro de la iglesia. Qué miedo tan siniestro… Escucho… Qué agi- tación… Todo vuelve a quedar quieto por un momento…, ¡cuando se eleva hacia el cielo cantando un Ave María!… Son las novicias que en el coro de arriba venían a ofrecer su plegaria a la Santa Madre de Dios. Sus voces no son tal vez muy armoniosas, pero suenan frescas y piadosas… Esto me volvió en mi juicio y pude orar, oh ***, ¡pero por ti!… ¡Ah!, Dios mío, ¡qué terribles y espantosas ideas cruzaron por mi mente aquella noche!…

314 Diario íntimo

19 de mayo Ya es hora de retirarme a mi cuarto. Tomo mi diario y es- cribo… ¡Ay!, siempre dicen aquí tanta mentira que no sé qué creer. Pero la última noticia es que el general Herrera está muy cerca de la ciudad, ¡que uno de los democráticos dijo que tal vez esta noche había192 tiroteo o mañana al amanecer!… Qué horror una guerra…, tan cerca de aquí. ¡Oh!, ¡desgraciados cuantos esta noche gozan de la vida y mañana no verán el fin del día!… Pero yo siempre des- confío de todo. Veremos mañana si es verdad que salimos de esta tiranía o… Pero no, no quiero siquiera pensar por un momento que este vándalo podrá triunfar. Dios está con la buena causa, ¿podría perder?… ¡Oh!, bien mío, El dulce enemigo de mi corazón193. ¿Lo veré pronto? ¡Ay!, ¡cuánto, cuánto sufro con una ausencia tan larga! ¡Un mes y tres días!…

20 de mayo Son las doce del día… Hasta ahora nada ha sucedido. Esta mañana salieron muchas tropas hacia Zipaquirá con ca- ñones y caballería. Nada se sabe de cierto… La ciudad está casi sola. No se ven ya soldados democráticos, sólo mujeres. Dicen que van a quitar el agua. A donde quiera están llenando vasijas de este alimento tan necesario a la vida. En algunas casas parece que ya no corre. Hubo esta mañana

192 Uso de «había» por «habría». 193 Puede tratarse de un poema del amado.

315 Soledad Acosta de Samper un bando para que a las seis alumbraran todos los balco- nes y ventanas con faroles. Qué noche tan horrible, tan alarmante… Se fue hoy Melo porque dicen que los soldados le hicieron saber que sin él no marchaban contra Herrera… La calle está oscura, el suelo mojado refleja las luces de las luminarias que pen- den de cada casa… De tiempo en tiempo pasan enormes patrullas de gente a pie y a caballo y el centinela de enfrente grita el quien vive… En fin, todo está lúgubre, espantoso. Tienen aprehensión de que habrá saqueo algunas perso- nas. No lo creo. Temen mucho que pueda haber un movi- miento ahora que ya no hay tropas en la ciudad… Ya es muy tarde. ¡Ah!, ¡bien mío!, pensarás en mí, tendrás algún cuidado, algún temor por mi suerte… ¡Ay!, ¡Dios mío!… Qué triste está mi corazón… Mañana es el aniversario de la Constitución. Ojalá triunfara Herrera en el aniversario de su Constitución194.

21 de mayo ¿Puede haber una cosa más horrible, más espantosa que la noticia que acaban de darme?… ¡Dios mío!, ¿esto es justo, puedo creer mis oídos?195. ¡Dicen ahora, a las cuatro de la tarde, que Herrera está prisionero, que Franco y Patria muertos!… No puedo explicar la pesadumbre, la deses- peración de este momento. Tiraron voladores, corrió la

194 La Constitución liberal de 1853 se firmó el 21 de mayo de ese año. 195 Expresión tomada del inglés. Hay que recordar que la autora es bilingüe, por la herencia de su madre, nacida en Nueva Escocia.

316 Diario íntimo gente… ¡Las campanas, repicaron!… ¿Será verdad? ¡Se- ñor!… Nadie parece contento. Esto es demasiado pavo- roso para ser cierto… Unos dicen que es todo farsa… Otros que Franco murió. Otros que hubo una acción y que murieron algu- nos oficiales de Herrera, que este huyó a pie. Quién sabe qué será por fin. Había mucha agitación en la calle, pero todos cabizbajos y tristes. Y si fuera verdad, ¿no estarían los oficiales alegres? Y no están. Son ya las cinco y la ciu- dad está otra vez en calma… Tal vez esta noche sabremos algo más. El gobernador Beriña a caballo corre de aquí para allí… Decían que Melo entraba196 triunfante esa noche o mañana temprano… Dios mío, cuál será el fin de todo esto. Parece que aquí tienen miedo, porque como a las ocho pasó una patrulla a caballo como de cincuenta hombres. Los guardias están muy vigilantes. Pero por fin en qué pararemos. Dicen tantas cosas y tan contrarias unas de otras, que es risible y extra- vagante como se contradicen mintiendo unos cuentos. Ya dicen que a las doce del día llegó un posta con la cara cubierta de sangre y que Beriña y Obregón lo pusieron en la cárcel, y al mismo tiempo aseguran que no ha habido nada, que todo es una farsa. Ya dicen que hubo una acción en donde murieron cuatro mil hombres y todos los gene- rales y oficiales menos Herrera que se escapó milagrosa- mente. ¡Ave María! Y otros mil cuentos por esta especie,

196 Uso de «entraba» por «entraría»: uso coloquial del imperfecto por el condicional.

317 Soledad Acosta de Samper que si se pusiera uno a creer todo es capaz de enloquecer el entendimiento mejor ordenado. ¡Pero yo he venido a concluir que el mejor partido es no creer nada! Dicen que aquí esta noche los de La Mesa llegaron. ¡Ah vida, Dios mío! Están dando las diez y media pero yo no tengo deseos de dormir. ¡Bien mío!…, ¡en medio de tanta amargura e incertidumbre, el saber que estás en salvo me vuelve algo de paz a mi triste corazón!…

22 de mayo Tomo la pluma para escribir… ¿Pero qué puedo decir de noticias? ¿Nada se sabe de cierto? Todos creen que lo que dijeron ayer fue mentira, no ha habido tal acción, y dan tantas pruebas evidentes de que no ha podido Melo llegar adonde se hallan las tropas constitucionales que yo estoy casi convencida de que tal vez es lo contrario lo que ha su- cedido. Pero yo nunca puedo creer. El mundo nos muestra siempre tantos desengaños, que lo que más deseamos es lo que menos sucede. ¡Señor, que tu voluntad sea honrada! Yo me someto a lo peor porque si es malo o parece contrario a nuestro bien, sé que algún día conoceremos el bien que de las desgracias se sigue, y si no llegamos nunca a conocerlo, siempre, Dios mío bendito, ¡es tu mano en todo!… ¡Estuve un instante leyendo tu álbum para volver el valor al espíritu fatigado!… ¡Ah!, ¡que si te amo! Bien mío, ¿me preguntas allí si te amo?… ¡Ay!, ¡Dios!, ¡no hay pala- bras para expresar toda la extensión, lo profundo, lo eterno de mi cariño!… Estuve hoy todo el día y en días pasados

318 Diario íntimo recordando tu fisonomía, o más bien poniendo con la ayuda de mi pensamiento tu imagen tan querida sobre papel… Muchos días he trabajado en ello y por fin creo que el retrato se parece, a lo menos así lo creo yo, y es para mí gran felicidad poder contemplarlo cada vez que me encuentro sola… ¡Bien de mi corazón, hasta mañana!…

23 de mayo Son las diez. Todavía no se sabe nada. Dicen y aseguran que esta mañana a las tres entró Ardila197. Con alguna gen- te vino aquí al Palacio y le dio muchos «vivas» —iróni- cos— a Obando, y le tocaron música de tiples y bandolas. Después fueron al cuartel de San Francisco e insultaron a Mantilla, y al tiempo de irse echaron voladores y vivas en la plaza. Esto dicen que es muy cierto… Si es verdad, qué cosa tan rara que pueda entrar aquí a la ciudad tropa ar- mada y hacer todo lo que quiera y volverse a ir, ¿qué esta- ban haciendo los guardias? Es verdad que tropas de Melo no hay aquí sino poquísimas. Seguramente Ardila ven- dría a reconocer y saber si no había tropas para entrar hoy. Quién sabe cómo será todo esto. Algún día sabremos qué son estos misterios. Otros dicen que batieron a Ardila los melistas y que los voladores fueron ellos —los melistas— los que los echaron en honor de la victoria. ¡Ay Dios mío!, ¿ya no hay pues esperanza? Todo, todo se acabó. La noticia es verdadera… Pero cómo podré yo

197 José María Ardila: hacendado de la sabana de Bogotá que formó parte del ejército constitucionalista.

319 Soledad Acosta de Samper decir la horrorosa, la infame traición con la cual estos salva- jes pudieron ganar o asesinar al valiente general Franco198. Herrera con sus tropas parece que estaba cerca de Zipa- quirá199. El que mandaba allí, Jiménez, hombre inicuo y des- preciable, le mandó a decir a Herrera que él —Jiménez— no podía competir con una fuerza tan considerable como la que tenía Herrera y que estaba pronto a entregarse con su tropa, pero que le mandara a un oficial de confianza con el cual pudiera hacer los arreglos necesarios. Franco, el des- graciado Franco, entró sin sospecha alguna a la plaza de Zipaquirá con cuarenta jóvenes… Cuando de repente se encuentra rodeado de una multitud de soldados, y antes de ponerse a la defensiva estos bandidos habían asesinado a todos los jóvenes y el infeliz general, después de haber matado a dos húsares, ¡expiró en la mitad de la plaza de Zipaquirá víctima de la traición atroz de un asesino!…200. Yo estoy desesperada, no sé nada de Herrera. Dicen que se fue con su tropa para la sabana a reunirse con Ardila y

198 General José María Franco (1801-1854), quien combatió en las guerras de la Independencia y murió durante la guerra civil del 54 en la batalla de Zipaquirá. 199 Zipaquirá: municipio del centro de la sabana, ubicado a 50 km de la capital. 200 «El encuentro más importante, en cuanto al Gobierno central se refiere, se produce el 20 de mayo en Zipaquirá y Tiquiza, con tro- pas dirigidas personalmente por Melo contra las de Tomás Herre- ra. Sufre un tremendo descalabro el ejército constitucionalista». (Véase Gustavo Vargas Martínez, José María Melo. Los artesanos y el socialismo. Bogotá, Planeta, 1998, pág. 82).

320 Diario íntimo el general París. Otros dicen que se dispersó la tropa de Herrera y que apenas pudo escaparse herido… Quién sabe cuál será la verdad. Cada día se conoce más lo infame que son estos vándalos. Aseguran que dos han muerto en la cárcel aquí y de hambre un hijo de Alemán cuyo padre se pasó al otro lado, y otro… ¿Pueden contarse, ni aun entre los salvajes ni entre las tribus más perversas, unos hechos de maldad diabólica como los de los compañeros de Melo —y Obando—? Ya se me fue casi toda la esperanza, aunque dicen que hay mucha tropa en la sabana. ¿Podrán ganar?… Los voladores y «vivas» de esta mañana fueron festejos y alegría porque a esa hora llegó el parte oficial dando parte de tan honrosa victoria. Vinieron a festejarle a Obando: ¿y pueden continuar diciendo que este hombre no está con ellos?… Como mienten aquí, cada cual añade algo hasta que por fin el cuento es muy diferente y contrario. Así como la mentira de que Ardila había entrado anoche. Hubo hasta quien asegurara que había estado con ellos. Así es que nunca quiero creer nada. Pero desgraciadamente la noticia de hoy es demasiado cierta. ¡Una carta particular vino contando todo como lo hubieran dicho antes!… Yo estoy tan cansada, tan triste con todo esto, que no sé casi lo que escribo. Y mi ***, ¿hasta cuándo lo veré? Acaban de irse de aquí María Castello y su marido. Este último ha visto dos cartas de personas de Zipaquirá. Dicen que no solamente murió Franco sino que habían dispersado todas las tropas de Herrera y que a este último lo habían cogido, pero que se había podido salvar, aunque herido, y que con algunos hombres se iba a reunir con los

321 Soledad Acosta de Samper de la sabana. Hoy deben estar peleando en Cuatro Esqui- nas201. ¡Dios mío, qué es esto!… ¡Ah!, pero siempre, siem- pre llevo en mi corazón una débil esperanza que brilla por momentos y me da valor… Tal vez mañana sabremos algunas noticias, ¡pero estoy segura que no serán buenas!… Enfrente de Palacio no hay centinelas esta noche… No tengo ánimo para nada. No puedo leer ni hacer nada, solamente pensar, pensar. Y cuán amargas son mis reflexiones, qué tristes son mis ideas. Son las ocho de la noche. Sentada en la antesala escribo con la luz de la lám- para mientras que mi mamá lee. Quién sabe ahora hasta cuándo estaremos en este estado de incertidumbre tan terri- ble. Se prolongarán las guerras, las matanzas y los horro- res indefinidamente, ¡cuántos desgraciados han muerto en aquel torbellino de asesinato! Entre estos dicen que murió Vicente Herrera202. Pobre joven. Hacía pocos meses que se había casado. Era gólgota y tomo interés en él porque el desgraciado era amigo de ***. Cuánto me acuerdo yo de aquella noche que fuimos al Congreso. V. Herrera pro- nunció un discurso y hablamos de él viniendo yo de brazo con mi ***. No siento solamente, tanto, tanto, la muerte de estos, sino también la de aquellos infelices que morirán después. ¡Ah!, pobre Patria mía tan desgraciada, ¡siempre entre las manos de asesinos que te inmolan a su ambición! ¿Y este infeliz país se verá siempre teñido por la sangre de

201 Cuatro Esquinas: caserío del municipio de Cerinza, departamento de Boyacá. 202 Después de algunos días supe que era mentira. (Nota de la autora).

322 Diario íntimo sus conciudadanos? Qué digo, de sus hermanos, porque en bandos opuestos se ven las familias divididas, los her- manos más cariñosos se convierten en enemigos acérri- mos, los amigos más amados se encuentran de repente en partidos tan opuestos. Dura la amistad hasta la tumba. ¡El aniversario de la Constitución fue que murieron aquellos jóvenes tratando de defenderla! Infelices, poco pensaban ellos, ahora pocos meses, de la triste suerte que les tocaba. ¡El aniversario de la Constitución! Cuántos azares, cuánta sangre ha costado el tener leyes justas para regir el país. Cuántas desgracias estarán destinadas por la Divina Providencia para afligir esta pobre República sin recursos, casi sin gente. Y seguirán muriendo. Y hasta cuándo se podrán reponer todos los males ocasionados por cuatro ladrones para enriquecerse. Las estrellas brillan siempre espléndidas y puras sobre el mundo conmovido. ¡Cuántos estarán ahora mirando aque- llas lindas estrellas, cuántos ojos estarán elevados sobre las bellas compañeras de la plácida luna! Habrá ojos llenos de lágrimas y de dolor que al contemplarlas no podrán traer a la memoria ni un recuerdo de alegría. Tiernos ojos os mira- rán mientras la dulce memoria de algún ser amado pasará fugaz por sus mentes. ¡Cuántos al miraros, dulces luceros, llenaréis de desesperación al pensar que un ser que hacía la única felicidad de la vida no podrá ya veros!… ¡De cuántas esperanzas tronchadas, cuántas felicidades perdidas habrá sido testigo su dulce luz! Y aun el perverso se enternece al ver el manto tan brillante que cubre el cielo de hermo- sura, y la idea de un Creador atravesará por un momento

323 Soledad Acosta de Samper por su aterrado espíritu. Y mientras yo las contemplo, una calma, una esperanza atraviesa mi triste corazón. ¡Tú, oh mi bien, tal vez al mirarlas con tu imaginación de poeta me recordarás! ¿Cuándo te volveré a ver? Cuándo. Dios mío, ¡cómo vivir tanto, tanto tiempo sin ti, mi amado!… Y pasan los días y cada hora es la señal de una nueva calamidad, más distante está la dicha de volverte a ver a cada nueva noti- cia. Mientras yo suspiro en tu ausencia, dime, ¿piensas en tu Soledad con tanto pesar como yo recuerdo tu memo- ria?… ¡Ah!, ¡inútil, inútil pregunta cuando mi bien está tan lejos y de por medio asesinatos, robos y maldades de toda clase!…

24 de mayo Hoy tengo una pequeñísima esperanza de que tal vez po- drán ganar los de la sabana. Dicen hoy —pero cuentan tan- tas mentiras— que Melo se rompió una pierna y mandaron por el doctor Pardo para curarlo. También aseguran que L. París les quitó uno o dos cañones de los de Melo y que de- ben hoy estar peleando en Cuatro Esquinas. Quién sabe cómo será todo esto. Pusieron guardias en la puerta del señor Orrantia, el cual —¡pobre viejo!— huyó por los te- jados a las casas vecinas. Le pusieron de contribución mil ochocientos pesos cuando está arruinado y no tiene casi con qué pagar las escuelas de los hijos. Pero algún día se acabarán estas infamias. Dicen que Herrera se salvó con una parte considerable de su tropa y que en una parte y otra hay ocho mil hombres en la sabana. Yo creo que son

324 Diario íntimo exageraciones todo lo que dicen, pero siempre hay algún fundamento en todas las noticias que dan. Ahora, nueva causa de alarma, se me ha figurado que tal vez *** viene con Julio Arboleda. ¡Temo tanto por mi bien, que cual- quier idea como esta me llena de desasosiego, aunque no he oído decir nada de él! La ciudad está tranquila, no se oye nada ni hay casi gente en las calles. Las cuatro de la tarde. Acaban de dar las diez… No hay una estrella en el cielo, que está de un color aplomado amenazante. Desde que expiró el sol ha llovido sin cesar: … Yo siento en el alma una incertidumbre, un pesar incierto… Hay pensamientos, sentimientos, que al espíritu agobian, entristecen, llenan de vagos, oscuros presentimientos, ideas medias formadas que la mente no puede expresar. Esto siento yo esta noche… No tengo alegres visiones, no deseo nada, no llena mi corazón ninguna idea de felicidad, tengo desconfianza de todos…, de mí misma, y al mismo tiempo no sé por qué. Trato de escribir lo que siento pero no puedo… Dios mío dadme valor…

25 de mayo, a las diez y media de la noche ¿Por qué este pesar profundo? ¿Por qué?… ¡Ah!, no sé qué pensar, qué escribir, no puedo ni formar ideas… ¡Y sin embargo no sé por qué!… Algunas veces creo que no estoy en mi juicio enteramente, ¡pasan por mi mente pensamientos tan fantásticos, tan raros! ¡Dios mío!… ¡Oh!, *** de mi corazón, ¿me amas de veras? Ah, ¡dudas horribles! Conflictos frenéticos pasan

325 Soledad Acosta de Samper por mi espíritu… Y no poder huir de mí misma, de mis ideas aterradoras. ¡Oh!, locas ideas, con nada las puedo calmar. ¡O estoy en una agitación horrible o me encuentro de repente sumergida en una calma espantosa!… ¡Oh, mi bien! ¿Cuándo, cuándo te veré?… Tu familia qué dirá de mí. Tal vez no me quieren, tal vez tu amor no será el mismo cuando vuelvas… ¿Pero por qué estoy afligida con estas ideas? Señor, dadme confianza, dadme valor…, dadme fe…

26 de mayo Son las once de la mañana. De cierto no se sabe nada. Ase- guran —por aquí mientras tanto— que el general Mos- quera203 viene a juntarse con Julio Arboleda en Honda, y que el camino de Guaduas está cubierto de tropas que vienen de Antioquia y de todas partes. No se sabe adón- de está Herrera, ni en qué parte se hallan los de La Mesa. Todos dicen que Melo está aquí herido o con una pierna rota. Pero de cierto nada, nada se sabe. Aparentemente la ciudad está completamente tranquila, no hay patrullas por la noche ni ponen guardias a Obando, aunque todos

203 Tomás Cipriano de Mosquera (1798-1878): miembro del ejérci- to libertador. Presidente de la República entre 1845 y 1849, antes de José Hilario López. Formó parte del ejército constitucionalis- ta y luego de la caída de Melo fue miembro de la Cámara de Re- presentantes y del Senado entre 1855 y 1857. Fue presidente del Congreso que aprobó la Constitución federal de 1858. En 1860 se convirtió en líder del radicalismo liberal que derrocó el manda- to conservador de Mariano Ospina Rodríguez.

326 Diario íntimo los portones de las casas están cerrados y no se abren sin saber quién golpea.

Las siete de la noche Esta tarde estuvimos adonde María C. y nos dijo que el ge- neral Michelsen había recibido una carta de Guaduas, de Eloísa, en que le decía que Julio Arboleda estaba allí con mucha gente bien armada… ¡Oh!, cómo deseaba yo saber si tú, bien mío, estabas también allí. Tanto, tanto tiempo hace que no sé nada de ti, ¡desde el 30 de abril! Y hoy hace un mes, esta noche, que saliste de Bogotá. ¡Cómo es que tú no escribes y que no sabemos nada, nada!… Hoy hace un mes que se fue mi bien y me parece que hace siglos. ¡Y cuántos otros llenos de angustia llegarán antes de verte!…

27 de mayo Son las siete de la noche. Salieron hoy de aquí muchas tropas con cañones porque Corena204 con los llaneros, no sé en cuánto número, se halla en Usaquén205 y temen que esta noche entren aquí. Parece que desde anoche están alarmados y en el cuartel de San Francisco, y estuvieron

204 Coronel Melchor Corena: jefe de la división del ejército constitu- cionalista que entró a Usaquén el 27 de mayo. 205 Usaquén: en la época esta era una población localizada a 15 km de Bogotá sobre el camino que conduce a Nemocón y Zipaquirá. Hoy es uno de los barrios del norte de la ciudad.

327 Soledad Acosta de Samper aprontándose para recibir a estos valientes hombres206. Pero quiera Dios que no vayan a entrar aquí en la ciudad, hay tanto riesgo. Después de la espantosa carnicería de Zipaquirá adonde murieron tantos, tantos jóvenes, temo que vuelva a suceder otra vez lo mismo. No hay cosa más arriesgada que una batalla en las calles, y la noche también está tan oscura…

Las diez y media Pasan los días siempre tristes, solitarios. ¡Cómo puede ser de otro modo cuando tú estás lejos de mí!… ¡Ah!, ¡memo- ria dulce, aunque amargo es tu recuerdo!… ¿Cuándo po- dré verte ***, cuándo?… Ya un mes y once días sin verte, ¿y esto será vivir?… ¿Y pensarás en tu Soledad, di? ¡Dios mío!, velad sobre él, sobre su seguridad, sobre su vida… Hasta mañana, mi bien. ¡Piensa en mí, oh, sí, esta noche en el silencio y soledad!…

28 por la noche Por fin207 anoche no sucedió nada. Pasamos la noche en mi cuarto de estudio porque está cerca de la calle y, si aca- so sucedía algo, estar oyendo. Desde las piezas de dormir, estando tan lejos allí, no se oye nada. Vino ahora poco mi madrina Ana Josefa y me dijo que las Briceño habían sabido de Justo que está en Villeta con Herrera. Escribió

206 Después supe que no hubo tales llaneros. Corena estaba allí con algunos restos de la tropa de Herrera. (Nota de la autora). 207 Por fin: finalmente.

328 Diario íntimo

Francisco Briceño en un pedazo de trapo cocido en el me- dio de las enaguas de una mujer y así pasó por Facatativá208 adonde se halla Melo. Salió mentira lo de la pierna que- brada de este hombre inicuo. Son las once de la mañana.

Las ocho de la noche Esta noche sí estoy contenta. Corena batió y tomó un ba- tallón, yo no sé cuántos hombres. Pero lo cierto es que trescientos hombres que mandaron contra él de Zipaqui- rá dieron una acción en La Calera y Corena ganó. Muy pocos volvieron aquí. Llegaron esta tarde algunos cansa- dos y cubiertos de barro con José María Barriga que los mandaba. Al fin habríamos de ganar, aunque siempre es triste saber que murieron muchos. Parece que temían que vinieran esta tarde los constitucionales porque Beriña con unos cincuenta guardias armados y unos pocos húsares a caballo subieron por aquí. Después los vimos por el ante- ojo sentados cerca de una casa por Cruz Verde. Se desa- parecieron después de allí. Siempre viví con una misma idea en la memoria. Siem- pre…, eternamente pensar solamente en una misma cosa cansa la imaginación, agobia el espíritu y gasta el pensa- miento. ¿Pero desearía yo cambiar y no tener a mi *** pre- sente siempre en mis sueños de noche como en mi memoria de día?… ¡No! Es idea tan dulce, tan agradable para mi triste corazón, que no quisiera algunas veces que me hablaran,

208 Facatativá: municipio situado en el extremo occidental de la sabana, a unos 40 km de Bogotá.

329 Soledad Acosta de Samper

que me miraran cuando estoy pensando en él. ¡En lo pro- fundo de mi alma está grabada su imagen, y su nombre con letras de oro y diamante cubre mi corazón! Algunas veces veo flotar por el aire letras, ¡y al jun- tarlas solamente su nombre pueden formar!… ¡Ah!, bien mío, ¿puede haber, haber habido alguien que te ame tanto como yo? Estás tan profundamente, indeleblemente gra- bado sobre mis pensamientos, que eres tú una parte de ellos y sin saberlo continuamente estás en mi memoria… ¡Sí, lo creo! Eres mi anteotipo. Pero él…, ¿él me amará como yo lo amo? Adiós, mi fiel diario, hasta mañana. Hace ya más de cuatro horas que las sombras de la noche cubren la tie- rra. El sol con su ebúrneo carro ya alumbra otras naciones y yo, encomendándome a los ángeles de Dios, ¡me entrego al apacible sueño adonde podré ver a mi bien!… Sueños dichosos, sueños de alegres visiones, poblad mi mente con dulces esperanzas mientras duermo tranquila en la oscu- ridad de la noche…

29 de mayo. Diez de la noche Nada de nuevo hoy. ¡Oh!, mi ***, mi amado, ¿cuánto tardaré en verte otra vez? ¡Esto no más ocupa mis pensamientos noche y día!…

30 de mayo Las cuatro de la tarde y nada se sabe de las tropas que di- cen mandaron de Zipaquirá a la cabeza de las cuales está el infame Jiménez ni de las que salieron ayer de aquí también contra Corena, que todavía está en La Calera. No se sabe

330 Diario íntimo cuántos tiene este porque parece que esperaba refuerzos de unos llaneros. Esta mañana estuvo aquí mi señora Isabel Cai- cedo, que aborrece a los gólgotas y no le parece tan mal esta revolución, así es que yo no estuve nada contenta mientras estuvo ella aquí. Nunca puedo oír hablar contra los gólgo- tas de cuyo partido es ***, y en favor de los militares que lo persiguieron. ¿Es posible que yo dé oído a tales opiniones? Fuimos adonde don Cardoso esta tarde. Están muy tristes y temen mucho que dure esta guerra mucho tiempo. Yo tengo esperanzas de que Dios no nos hará sufrir tanto, así es que creo que pronto se acabará.

Las diez de la noche La luna se escondió bajo las negras nubes, tal como tú, bien mío, estás escondido a mis ojos. ¡No te alcanzan adonde te hallas bajo las negras nubes de la ausencia! La noche está oscura y melancólica, ¡tal como está mi corazón triste y oscuro al pensar en ti! Tal cual estrella brilla de tiempo en tiempo en medio del pabellón de tinieblas que cubre el cielo, así como mis esperanzas brillan en el desierto de mi alma algunas veces. Pero siempre tú, ¡oh! dulce esperanza. No me aban- dones, porque si te desapareces algunos momentos es que te escondes pero nunca te pierdes, es que duermes pero jamás puedes morir en el corazón del hombre hasta su pos- trer momento. Porque aquel que no abriga en su corazón alguna esperanza siempre, es porque no tiene fe en el Señor que nos guía siempre por la vía que debemos llevar. Poned tus ojos mortales en la esperanza de la inmortalidad, llevad

331 Soledad Acosta de Samper por piloto a la virtud y por compañera a la bella esperanza y dejad que el viento y las borrascas sacudan tu débil barca que nunca naufragarás. Señor, piedad, ¡piedad! Dadme, Dios mío, fe en mi bien, dadle a él virtud como la que yo quiero creer que tiene. Y entonces, al saber que soy amada de él, me resigno, y sumisa siempre sin murmurar podré llevar la vida más cruel sin temer nada. Pues sé que la muerte es el fin de nuestro viaje y la inmortalidad la recompensa de nuestros sufrimientos en el mundo.

31 de mayo Buenas noticias hoy. Corena ganó otra vez sobre mil hom- bres que mandaron contra él. Parece que ayer estuvieron peleando todo el día y que hubo muchos muertos. Desgra- ciado país, ¡cuándo volverá a recuperar otra vez las pérdidas que ha habido y cuánto tiempo durará moribundo después de la horrible guerra! Ahora todavía siguen peleando. Acabamos de venir de adonde mi señora Isabel Cai- cedo, que nos dijo que aunque corría la noticia de que a Corena lo habían derrotado hoy, se cree que es chispa de los militares y que solamente se retiró con su tropa para que descansaran. Han peleado como tigres. Sin cesar están entrando en carros heridos y muertos, ¡infelices! Estos des- graciados ni comprenden por qué murieron defendiendo tan vil causa. Ardila parece que también está con Corena y que el general París se acerca de La Mesa para acá. Tam- bién fuimos adonde María G. pero no la vimos. Anoche a las dos de la mañana le nació una niñita, lo que sienten

332 Diario íntimo mucho. Deseaban que fuera hombre, pero así sucede: siem- pre nos reciben a las pobres mujeres en el mundo malísi- mamente. Y tienen razón, que es la suerte de las esclavas209. ¡Qué noche tan triste! Ni una estrella se asoma entre las nubes aplomadas que cubren el cielo… El reloj de la Catedral da las horas lentamente… Las diez… La calle está solitaria. Los faroles se mueven con las ráfagas de viento y las luces ya se apagan, ya alumbran otra vez… Un paramito210 frío y fino moja el suelo, y los relám- pagos en el horizonte, pálidos y lejanos, hacen la escena más triste aún… ¡Así puede cambiar la naturaleza! ¡No ha muchas noches que el cielo se cubría de estrellas que brillaban cual diamantes en la negra cabellera de una vir- gen!… La luna en apacible hermosura atesoraba el espa- cio y con mágica claridad alumbraba el tranquilo mundo. Cae la sombra de la virtud que lleva reposo y felicidad a donde quiera que pone su modesta planta… Esta noche tan fría, tan tenebrosa, cuán diferente de ahora poco tiempo. Guerra, discordia, odios y sangre riegan el suelo de este pobre país, ¡la naturaleza enlutada llora las maldades de sus hijos!… ¿Y podrán los afectos del corazón cambiar también así? ¡Podrá el que adoraba hoy desechar mañana indiferente el ídolo de ayer! ¿Se podrán cambiar así los afectos más puros que la luz de la luna, más brillantes que las estrellas, en negras pasiones y odios mortales?… ¡Ah!,

209 Como lo hemos señalado antes, en este diario comienza a esbozar- se el carácter feminista de la autora. 210 Paramito: llovizna de gotas minúsculas.

333 Soledad Acosta de Samper cruel idea que me atormenta. ¿Podrás tú, bien mío, cam- biar también cual la naturaleza? ¡Pero no! Estos son seres mundanos perecederos y tú, tú eres parte de la esencia divina, emanación del espíritu de Dios, tú tienes alma y eres inmortal, ¡y el amor puede ser inmortal!…

1.º de junio Son las cuatro de la tarde. El día está bellísimo. El sol brilla espléndido. El cielo azul, los cerros despejados, todo, todo hermosura, puro, ¡menos los hombres que despreciando los placeres que inspira la naturaleza no respiran más que venganzas y odio!… Con el anteojo he estado contemplan- do los lejanos campos tan frescos. Los árboles se balancean con el viento que los mueve, los ganados pasen tranqui- los sobre la verde hierba. Veo rocas escarpadas y cercas de piedra bajo los arbustos. La sombra convida a reposar. Entre las ramas los pajarillos tienen sus tiernos nidos. Los mansos arroyuelos corren murmurando su música de paz. En fin, todo lo que veo e imagino ver me llena de desespe- ración con mi árida vida… Vuelvo a mi cuarto. Todo allí me llena de desasosiego, de cansancio, y aburrida, no me gustan mis libros, mis estudios me desagradan. Dejo un libro y tomo otro, y no puedo fijar mi atención en lo que leo. Corren mis ojos sobre las páginas y no comprendo lo que allí dice. Él sabrá, ¡ah!, que mis pensamientos vuelan hacia el campo. ¡Ah!, pudiera yo estar allí sin esta bulla del mundo, y entonces, dando libre curso a mi imaginación, vagar por el país de las quimeras… ¡No tengo más recurso que tomar la pluma y escribir en las páginas de mi diario!…

334 Diario íntimo

¡Qué noche tan divina! Jamás el espíritu humano puede cansarse de contemplar esta naturaleza tan bella, tan grandiosa, tan sublime. Estuve en el gabinete mirando el cielo azul. Vi hoy salir poco a poco las estrellas, una a una. Brillaron hasta que se cubrió el manto celeste de luce- ros, tan magníficamente puros, lindos, reverberando cada uno con su luz distinta, ¡para siempre bella! Y al contem- plar aquellos luceros, mi mente me recordó que ellos con su dulce luz podrían ver a mi bien. ¡Oh!, ¡fuera yo una estrella para tomar tal privilegio!… Dan las diez de la noche… ¿Por qué es que el cielo me llenó de un secreto pavor? Tan solemne esta noche, tan mag- nífica con sus plateadas nubes que oscilan al mover del aire en el espacio, cubriendo las estrellas por momentos y des- cubriendo otras. La pequeña luna se esconde ya detrás del horizonte y sus últimos rayos dan una luz incierta y blanca a las nubes que vagan por el cielo azul y solemnemente her- moso. ¡Cuán diferente esta escena callada y tranquila de la naturaleza a la oscuridad y tristeza que reinaba anoche! Si puede cambiar así el aspecto de los cielos, ¿podrá cambiar también mi pena en alegría? Yo comparé mi mente a la de la faz de la naturaleza, ¿cuándo podré yo comparar mi vida con la serenidad y belleza de esta espléndida noche? ¡Ah!, mi ***. ¿Cuándo te volverán a ver mis ojos? Yo no sabía antes admirar las estrellas de la naturaleza hasta que tú me despertaste este sentimiento sublime en mi corazón. Yo te amaba, ¡ah! callada luna, pero no como ahora. El mundo está para mí desde entonces diferente, y cuánto más lleno de placer lo encuentro porque tú, bien mío, eres poeta, tienes

335 Soledad Acosta de Samper poder para animar y hermosear cuanto tú amas. Al ver un objeto digno de admiración se me presenta tu figura, ¡y entonces quisiera oír por tu elocuente voz la descripción de lo que me admira y me conmueve! ¡Y me amarás siempre! ¿Y podré yo hacerte feliz algún día? ¡Esta es ya toda mi ambición!

2 de junio Estoy cansada de esperar que los que se han metido a de- fender la constitución se muevan. ¡Ah!, pobre Patria mía, ¿no encuentras ya en tu seno hombres que puedan llevar el título de jefes? ¿Qué Herrera con tan ponderada prudencia y ejército tan invencible? Solamente entran a Zipaquirá sin acordarse del hombre inicuo que mandaba allí, y después de verse víctima de una infame traición huye con unos po- cos a buscar amparo en otra parte dejando a sus enemigos el título de vencedores y por trofeos los cadáveres de aque- llos valientes que expiraron defendiendo su gloriosa causa. ¿Muestra esto prudencia? ¿Adónde está aquel ejército de cuatro mil hombres? Todo se desvaneció como el humo, ¡todo se desapareció con la sangre del desgraciado Franco! Ya no hay esperanza en Herrera. ¿Adónde, pues, encontrar otro jefe? Decían que en La Mesa la tropa constitucional estaba muy bien armada y mucha gente llegaba cada día para venir a rescatar la ciudad de las manos de los bandidos. López211, París con los Viana y Julio Arboleda, mandaban

211 José Hilario López (1798-1854). Liberal radical, fue presidente de la República entre 1849 y 1853 antes del derrocado José María

336 Diario íntimo ejércitos enteros. ¿Y ahora adónde están? López, dicen que tuvo mil disputas con el general París y se marchó con su gente para su Provincia. Julio Arboleda no se sabe de fijo adónde está ni con cuánta gente. París abandonó La Mesa y solamente de los Viana aseguran que están muy bien en Honda. Así se acabaron las esperanzas, mientras que Melo, en Facatativá con dos mil hombres perfectamente armados y aptos para la guerra, acostumbrados a la disciplina, los ejercita en los campos y cada día está más firme sobre su mando usurpado. Popayán212 parece que se declaró a favor de la dictadura. Tendiendo los ojos en todas las direcciones, la esperanza nos señala a Mosquera que pronto, según lo que dicen, llegará a Honda. En él encontramos a un gene- ral y un jefe, ¿pero gente adónde está, en dónde podremos encontrar hombres que sin saber cargar un fusil puedan vencer a la tropa veterana de Melo? Esta idea es desespe- rante. Mientras más tardan en venir, más fuerzas cobran estos usurpadores, y los pueblos cansados de llevar armas a las cuales no están acostumbrados, las dejan y vuelven indiferentes a buscar sus chozas y ocupaciones o se escon- den en los montes, ¿y de allí quién los podrá sacar? Tanto mienten. Pero como el proverbio dice, «el hombre que se está ahogando de una espina se agarra». Así, siempre esta- mos prontos a creer lo que deseamos y a desechar lo que

Obando. Fue jefe del ejército constitucionalista del Sur durante la dictadura. 212 Popayán: capital del departamento del Cauca. Se encuentra loca- lizada al sudoccidente del país.

337 Soledad Acosta de Samper tememos. Hay una noticia que todo el mundo cuenta, y es que Patria entró a Zipaquirá y tomó posesión de la ciu- dad, y que Corena se va a unir a él con seiscientos hom- bres. Pero qué pueden hacer ellos solos y sin quien les dé socorro, lejos de todos los demás. Son las diez y media. La noche está serena. El cielo está casi cubierto de nubes. Por entre ellas la tierna luna se sonríe de tiempo en tiempo sobre la tierra y vuelve a escon- derse bajo la cortina de vapores… Me dicen que el infame Melo llegó hoy aquí a Bogotá para hacer los preparativos necesarios para una excursión que intenta hacer a Honda. ¿Será verdad que este malvado dirige sus pasos hacia el lugar adonde se halla mi bien?… ¡Ah!, cruel incertidum- bre, ¿cuándo sabré yo de él? Mañana hará un mes que por última vez supe por sus letras que estaba en salvo, ¡un mes! Y en todo este tiempo no tener noticia cierta ninguna… Otra vez temo, temo que las tropas de este infame vayan a Honda. ¿Y si le fuera a suceder a mi *** alguna desgracia?… ¡Ay!, Dios mío, guárdalo en seguridad si es virtuoso y te ama. ¡Señor! Tenedlo en el mundo para que haga el bien sobre la tierra. Y si no es tan bueno como debía ser, ¡oh!, Dios mío que a los arrepentidos perdonáis, pie- dad, ¡piedad, que él se enmendará!…

3 de junio Son las siete. Casi siempre al mirar en las páginas de mi diario no veo más que mentiras. Ahora voy a poner unas noticias que aseguran son ciertas. Fuimos esta tarde adon- de mi señora Isabel. Allí estaba don Pepe Caicedo, que nos

338 Diario íntimo dio como muy ciertas las siguientes noticias: que al pobre de Corena lo cogieron por los páramos de por aquí arri- ba. No teniendo más munición, se retiró. Los enemigos lo rodearon y lo traen preso con algunos otros. Que López no fue que se retiró, sino que se fue para Purificación213 a buscar más gente y que está muy bravo con Obando. Pero la mejor noticia de todas y lo único que ha tenido trazos de durar y servir de algo es que —el señor Goury lo dijo— Mosquera llegó a Honda con dos vapores equipa- dos para guerra, con mucha plata. Y el escuadrón de Car- tagena, que consiste de quinientos hombres bien armados y disciplinados. Y parece que de Antioquia llegó también a aquí un Alzate, hombre de mucho valor, con mil hom- bres y con doscientos mil pesos que pudo recoger en pocas horas. Esto sí será ejército imponente y podrán sin duda desbaratar a Obando y a Melo en poco tiempo. A Mos- quera lo nombraron general en jefe de todos los ejércitos, y seguramente con el tiempo será presidente. Así son las cosas del mundo, una acción imprudente desbarata a un hombre para siempre, como le sucedió ahora a Herrera. Y el llegar a tiempo con valor y fuerzas gana más los áni- mos, como sucederá con Mosquera. Melo y Obregón se van a Facatativá a ponerse a la cabeza de las fuerzas y nos quedamos aquí en el poder de Beriña. Parece —pero esto sí no sé si es cierto— que Melo fue adonde Obando y le dijo que se pusiera a la cabeza

213 Purificación: municipio del Tolima ubicado en la ribera del río Magdalena. Fue capital del departamento en 1861.

339 Soledad Acosta de Samper de las fuerzas, que se mostrara, y que como este no quiso lo insultó horriblemente, diciéndole que entonces aguar- dara las consecuencias. Que si su partido ganaba de todos modos tendría que morir. Mientras más vivo, más conozco el mundo y la huma- nidad. Mientras más leo y reflexiono, más convencida estoy de que no hay felicidad verdadera sobre la tierra. Estuve ahora contemplando el cielo. Allí leo siempre las lecciones más sublimes: la luna brilla, las estrellas reverberan. ¡Quién pudiera creer, no estando acostumbrado a conocer y a estu- diar la faz de la naturaleza, que este espectáculo tan bello, tan espléndido, se pueda cambiar en oscuridad y terror! Sin embargo distingo en medio de este pabellón azulado y brillante una pequeñísima nube, y aun cerca del horizonte veo otra aún menos grande. Estas mismas nubes hermo- sean a mi vista las gracias del espectáculo y me divierto al verlas tomar distintas formas, impelidas por el viento que las mueve. Cómo ellas son parte del cielo que yo amo tanto bajo todas fases. Siempre me parece perfecto y lindo. Esta vista encierra una lección moral que comprendo muy bien: cuando se tiene afecto por alguna persona vemos siempre su carácter brillante y perfecto, y las manchas y defectos que en él encontramos, como pequeñas nubes agradan y divierten. Pero estas mismas nubes crecerán y se volve- rán tan grandes que cubrirán el cielo completamente, se oscurecerá la luna, no se verán las estrellas, y tal vez antes de amanecer una terrible tempestad nos conmoverá y ate- rrará. ¡Así, con el tiempo, los defectos que antes veíamos como caprichos y lindas gracias oscurecerán la belleza del

340 Diario íntimo cielo que amamos! Y, ¡Dios mío!, ¡cómo será la tempes- tad que nos llenará de pavor antes de que llegue la aurora de la inmortalidad!

4 de junio Huyó la noche con sus negras sombras y el claro día vol- vió en su carro de fuego a alumbrar a los mortales. ¡Cuán diversos serán los pensamientos de cada ser que despierta hoy a la luz del sol! ¡Cuántos despertarán a llorar y cuán- tos, Señor, a morir! Cuántas tristezas, pesares, odios, remor- dimientos, desesperación, alumbrará el día con su brillo y hermosura, ¡y cuán pocas serán las alegrías que alumbrará ese Dios de claridad! Dicen que Melo se horrorizó con la carnicería de Zipa- quirá y que ya le pesa el haber sido la causa de tantas muer- tes. Parece que los jóvenes que entraron a la plaza con Franco hicieron maravillas de heroísmo y de valor, y sobre todo un hijo del general Patria, que entraba a las casas lle- nas de los soldados de Melo y que se subía a los balcones y de allí precipitaba a esos cobardes, malvados, a la calle, ¡y todo esto lo hacía solo!

4 de junio214 Estoy triste… Una melancolía tierna me llena el alma de recuerdos… La imaginación es tan rara, tan incompren- sibles son las causas secretas que le recuerdan días pasa- dos sin ningún motivo exterior. Sócrates dijo Connais-toi

214 Esta fecha aparece repetida.

341 Soledad Acosta de Samper

toi-même215. Yo me estudio, analizo mis ideas y veo que es imposible conocerlas. Las sigo en sus ramificaciones para encontrar su principio y muy rara vez lo encuentro. Y cuando lo hago me vuelvo a perder en conjeturas. He venido hasta creer —loca idea tal vez— en el magnetismo de ideas, es decir, que las almas que son formadas la una para la otra pueden alguna vez pensar en una misma cosa al mismo tiempo por una cierta simpatía o magnetismo. Si no, ¿por qué es que pienso de repente en cosas que ja- más he visto y que no tienen interés para mí? ¿Será esto malo?, ¿estas ideas serán tal vez contrarias a la religión? Si es así, ¿qué hacer para no tenerlas? No puedo explicar lo que siento. ¡Oh!, elocuencia, ¿por qué no tengo este don tan precioso? ¡Puede haber una cosa más deliciosa que el encon- trarse solo! Sentirse libre para sin testigo alguno dar rienda suelta a la imaginación. ¡Mi nombre es soledad! Y como no he encontrado hasta ahora ningún espíritu simpático —sino uno, ¡y cuán lejos se halla!— con quién hablar y comunicar mis ideas, ¡solamente en la soledad hallo con- suelo porque sólo allí no estoy sola! ¿Se puede llamar eso soledad cuando mi mente se puebla de dulces recuerdos y mi corazón late apresurado al encontrarme transportada a otros tiempos? Esta tarde…, recostada en el gabinete, estaba oscureciendo ya…, me vino a la memoria entonces, yo no sé por qué, la feliz, feliz noche cuando fui al teatro el 9 de enero. No hay palabras para pintar los deliciosos

215 «Conócete a ti mismo».

342 Diario íntimo sentimientos que entonces experimenté. Un viento tibio soplaba sobre mi mejilla y hacía que mis cabellos volaran sobre mi frente entusiasmada. Aquel ligero vientecillo venía del llano, tal vez de país templado…, ¿por qué no de Honda? Allí se halla mi bien y pensando en mí estará. Mil visiones pasaban por mis ojos. Perdí de vista la tierra, no sabía qué pasaba a mi rededor. ¡Cuando volví de mi feliz trance encontré que estaba perfectamente oscuro y yo no había visto el cambio! ¡Tal es el poder, mi ***, bien mío, que tiene tu memoria sobre mi corazón! Son las diez y media… ¡Mañana hará un mes que cumplí veintiún años! Y me parece un siglo. Sí, cuánto he sufrido en este tiempo, cuánto, cuánto ha padecido mi pobre corazón lejos de aquel por quien sólo son sus latidos. Me encuentro indiferente a todo y tengo a cada instante que preguntarme a mí misma cuál es el peso que oprime mi alma. Y mi cora- zón contesta: «¡Qué puedo ver sino la ausencia!».

5 de junio ¿Por qué este continuo deseo de estar sola? ¿Por qué que- rer siempre que no me hablen y sentirme contenta cuan- do puedo estar callada sin que nadie me interrumpa mis pensamientos? Sin embargo nada tienen de agradables porque mi alma está desgarrada por mil dudas, y jamás puedo creer que podré ser feliz algún día. Yo creía que este espíritu incrédulo sería para mi bien. Pero encuentro que cuando se llega a dudar una vez, cuando no se tiene fe en ningún ser, cuán difícil es persuadirse de que no hay para qué dudar y creer que cuanto vemos es

343 Soledad Acosta de Samper cierto, es la verdad, y que no hay nada de engaño… Qué felicidad será el ser crédulo y el tener fe en cuanto le dicen a uno… Estoy siempre temiendo y deseando que hablen de él. Los que me dicen algún bien de él, tengo aprecio inmediatamente por ellos. Pero los que dicen algún mal, no puede menos que desagradarme su vista. Y si hablan como yo quisiera oír, haciendo elogios de su carácter y talento, mi espíritu siempre incrédulo cree que esto dicen para agradarme. Si dicen alguna cosa que es en contra, no creo que es cierto y al mismo tiempo trato de descubrir alguna causa para que quieran calumniarlo, y me lleno de dudas y no sé a quién dar fe. ¡Esta es mi vida! ¡Y a esto, mortales, llamáis vivir! ¿Puedes vivir sin sol, sin luz, sin apoyo, sin esperanza? No. Pues entonces yo no vivo, porque todo esto me falta. Mi *** no está aquí. ¿Adónde, adónde te hallas, bien mío? Mis ojos te buscan y no te encuentran, mi alma te llama y no contestas. ¡Oh!, nubes que vagáis por ese cielo de azar, planetas, estrellas que todo lo veis desde vuestro elevado puesto, ¡oh!, consuelo os pido. ¿Habéis visto a mi bien? Nada oigo, la naturaleza no me escucha y mi plegaria se pierde en la inmensidad del espacio: las estrellas siguen brillando, las nubes siguen vagando y mi pensamiento sigue buscando la vida que per- dió216. ¡Ni un rayo me manda la esperanza! Mi espíritu está entre las tinieblas de la incertidumbre y el pesar.

216 La naturaleza muda y el cielo de azar hacen parte del motivo ro- mántico de la muerte de Dios; por supuesto, aquí no tiene esta connotación.

344 Diario íntimo

¡Ah!, dulces pensamientos de mi amado bien. Es para mí placer inefable el poder contemplar tu escritura allí. Tu álbum, ¡el último recuerdo que me dejaste antes de huir de este lugar! Tus flores, mi ***, todavía conservan su color y como todo lo de esta vida, más frescas están las Lágrimas de Adán217 con su color oscuro y melancólico, y tu gera- nio triste todavía conserva su color casi tan bello y fresco como cuando tu mano lo puso entre las hojas del libro, mientras que las otras flores están marchitas y ya no se sabe que han sido aún más lindas que las demás.

6 de junio Ya es tarde. ¡Estoy cansada con mi vida, mi ***! Cada día que pasa me muestra su curso, horas de pesar porque sin ti, ¿qué puedo ser yo? Me dicen que estoy pálida, es de- cir más de lo que estoy siempre218. Qué puedo yo parecer cuando las plantas cuando viven en la sombra siempre es- tán descoloridas y las flores no tienen brillo alguno. ¿No estoy también lejos de mi sol? ¡Dadme Señor halagüeños sueños, hacedme buena, Dios mío, y digna de aquel que es dueño de mi corazón!

217 Lágrimas de Adán: con este nombre se conoce a las violetas, sím- bolo de lealtad. Una antigua leyenda cuenta que un ángel convirtió en violetas las lágrimas de Adán cuando fue expulsado del paraíso. 218 La palidez, usual en la autora según su relato y aumentada por el dolor y el amor, es, dentro del romanticismo, señal de una sensibi- lidad especial y de un desajuste con respecto al medio; desajuste característico de la autofiguración romántica.

345 Soledad Acosta de Samper

7 de junio Nada de nuevo hoy. Ayer vino el señor Castillo y nos dijo que tenían a Rizo en capilla219 en Honda porque este hom- bre, como él, no quiere otra cosa y no desea más que la plata. Parece que tenía unos peones en Ambalema, en un tabacal suyo, y que viendo que los habían cogido para sol- dados de Julio Arboleda, fue y les dijo que se volvieran a trabajar en lugar de ir a pelear. Los hombres le hicieron caso y se fueron con él, pero Julio A. mandó gente tras de ellos, los volvieron a llevar a Honda y a Rizo, seguramen- te para asustarlo, lo juzgaron y lo pusieron en capilla di- ciendo que lo iban a matar. Algunas personas dicen aquí que Obando se fue, unos dicen que con Melo, otros que a buscar a López para que lo defienda y lo proteja. Esto yo no creo. Pero lo cierto es que ya no quiere fingir más que está preso y no hay persona alguna que dude que es el principal de esta infame conspiración. Parece que un in- dio de Tierradentro220 y que tiene mucha influencia en su tribu, cuyo jefe es él, se ha declarado en contra de Obando después de haber sido siempre su amigo y partidario más

219 Estar en capilla: «estar el reo, desde que se le notifica la sentencia de muerte hasta la ejecución, en cualquier pieza de la cárcel dis- puesta como capilla». (Véase Diccionario de la Real Academia Es- pañola, Madrid, rae, 1986). 220 Tierradentro: región indígena del Cauca bautizada durante la Co- lonia con este nombre por su remota ubicación en las estribaciones orientales de la Cordillera Central.

346 Diario íntimo fiel, y que viene con algunos indios a juntarse con López para declararle la guerra a la inocente víctima. Anoche tuve un sueño que no puedo olvidar. Creí que estaba en un gran cementerio sin una flor, árido y oscuro. Bóvedas había a todo el rededor, algunas negras de mármol y otras de columnas doradas. De repente sentí que no estaba sola, y a mi lado vi que caminaba con paso firme y cabeza erguida mi ***. Iba a hablarle cuando reparé que tenía la fisonomía seria y triste, una expresión en toda ella que me pareció imposible dirigirle la palabra. Seguí andando y de repente se paró mi compañero y se fija- ron sus ojos con melancólica expresión sobre una lápida más adornada que las demás. Estaba todo muy oscuro, no podía leer bien la inscripción de ella, pero el nombre de E. brillaba entre los dorados más claro. Y Acosta también pude leer. Seguí leyendo inscripciones en las demás bóve- das y en cada una sólo Acosta leía claramente. Este sueño me atormenta y me sigue sin cesar. La muerte siempre la veo presente y el nombre de E. me estremece. Nos contó C. Santamaría que un miedo, pánico, se apoderó de la gente después de la matanza de Franco, que huyeron en desorden al día siguiente cuando oyeron la pri- mera descarga de Melo. No hubo batalla ninguna, Melo sólo cogió a los que pudo alcanzar, con más de dos mil fusi- les, los baúles de Herrera, los pertrechos, diez mil pesos. Algunos oficiales cuando llegaron a un pueblo le dijeron a Herrera que lo dejaban porque no querían pelear con un cobarde, y que cuando hubiera gente de valor los lla- maran, que ellos entonces se batirían con mucho gusto.

347 Soledad Acosta de Samper

Herrera parece que se desesperó, y que esa noche él quería matarse de vergüenza y despecho. Pobre hombre, ¿qué le dirá su honor?, ¿y su ambición? Creo que está ya perdido. Los oficiales todos corrieron a Rojas, le rogaban los sol- dados que los formara, pero él se hizo el desentendido y siguió huyendo. Pineda lo mismo. ¿Adónde está el valor tan conocido de estos hombres? Sin embargo con Herrera llegaron a Honda como dos mil. Solamente un tal David Forero no desamparó su batallón y en toda la derrota se mantuvo impávido y no perdió uno solo de sus soldados: sacó en orden con toda seguridad los cien hombres que tenía a su cargo hasta Villeta. Parece que el infame Melo, después de haber leído todas las proclamas y papeles pri- vados de Herrera, para vengarse de algún modo ¡el vil! mandó matar a los miserables prisioneros que tenía, y que a sangre fría los fusilaron, solamente para que nuestro jefe supremo desahogara su cólera con ellos. Dos pobres muje- res lloraron al ver aquel hecho tan indigno, Melo lo supo y las mandó lancear. ¡Son las diez de la noche! ¡Triste, triste está mi cora- zón, ***, bien mío! Cuánto temo por tu seguridad. Siento un pesar esta noche, un miedo secreto que te vaya a suce- der alguna desgracia. ¡Oh dolor!, ¡mi bien!

9 de junio Algunas veces me exalto, olvido por un momento mis pe- sadas penas y me entusiasmo. Converso con energía y dejo aquella apática melancolía que me oprime el corazón. Pero qué poco dura este estado. ¡Pronto vuelvo a la realidad y

348 Diario íntimo soy otra vez Soledad en la soledad! Esta tarde estuvimos en casa de las Orrantia. Allí se habló de que esta revolución jamás se acabaría y yo por chanza dije que me pondría a la cabeza de las mujeres y acabaría con todos los enemigos. Volví a casa y a instancias de mi mamá, y curiosa de ver si yo también podría escribir una proclama, la hice. Pero antes de acabar de escribirla se me acabó el entusiasmo y la transitoria excitación pasó, ¡y volví a quedar tan melan- cólica y sin esperanza como antes!221. Dios mío, piedad. Piedad, oh Señor, ¡que mi *** esté en seguridad!

Tis hard to part, When youthful hearts with treasured dreams are [high Of sunny days, and calmest nights serene, A happy future!— but oh, harder far, When dark anticipation veils the scene With melancholy clouds and hard at hand Sits chill despair—that vulture of the soul— Watching the latest gleam of hope expire To pounce her conscious prey.222

221 La autora escribió finalmente la proclama: una carta tituladaSole - dad Acosta a las valientes bogotanas que publicamos en este mismo libro. 222 Epígrafe del capítulo vi del libro escrito por William Henry Herbert, Oliver Cromwel: An Historical Romance, publicado en Londres en 1840. «Es difícil partir, / Cuando los corazones jóvenes que ateso- ran sueños están llenos / De días soleados y noches serenísimas, /

349 Soledad Acosta de Samper

¡Ay, Dios mío!, hoy hace dos meses que mi *** entró aquí a mi cuarto por la vez primera para oír, decía él, la re- treta con nosotras. Señor, Señor, ¡sería la última!

10 de junio

Imagen de mi adorada, Única prenda salvada Del naufragio de mi amor.

Tú también ya pereciste. ¿Se me acabó pues aun ese débil consuelo en mi pesar? ¿Quién lo hizo? ¡Quién sino estas manos!… ¡Sí! Manos traidoras, ¡¿para qué me des- truiste al retrato de mi bien?! ¿Qué, no debe tener siquiera ese recuerdo? No me ha de quedar ni su imagen para poder contemplarla en mis ratos de desesperación y así calmar algo mi pena inmensa. Se acabó. ¡Yacen allí las cenizas y no podré ya nunca tener ese placer! Cuántas lágrimas me causó este sacrificio, cuántos suspiros oprimían mi agitado pecho. ¡Sin embargo con mano firme lo hice! Rompí la bella imagen y la quemé. Cuántas veces mis lágrimas me ofuscaban la vista y los convulsos sollozos apagan la llama

¡Un futuro feliz! —Pero, oh, mucho más difícil, / Cuando oscuras anticipaciones velan la escena / Con nubes de melancolía y fuerte en tierra / Se sienta la fría desesperación —ese buitre del alma— / Mirando cómo el último destello de esperanza expira / Para saltar sobre su golpeada presa».

350 Diario íntimo mientras mis ojos seguían el progreso del fuego destru- yendo poco a poco toda mi obra. Cada punto dibujado allí me había costado horas de pensar para recordar su fisonomía para mí siempre ama- ble. ¡Cuántos días gasté yo en acabarlo! ¡Cuántas horas de alegría estuve meditando sobre el tiempo cuando lo veía verdaderamente! ¡Se parecía tanto! Pero vano es recordar esto, ya no existe. Mi mamá me sorprendió el retrato y lo vio entre mi pupitre —su pupitre—. Lo tomó entre sus manos y dijo: «¡Qué diría él si supiera esto!». ¡Qué diría él!, resonó en mi oído, ¡qué diría! Ya no podrá decir nada porque no exis- te. El tono de burla con que dijo esto me penetró hasta el alma. ¡No quería yo que ser humano supiera que tenía re- trato de él!, que creyeran que cuando me voy a mi cuarto me estoy mirándolo. No. ¡Esta tarde supo lo que yo tenía y un instante después lo quemé delante de ella! Fue sacri- ficio, pero mi orgullo, mi amor propio me lo mandaba. ¡Al pie de la Solita223 enterraré sus cenizas!

Las diez de la noche Corred, corred lágrimas. Que si me bañan la cara son ver- tidas por él. ¡Ah!, dolor inmenso. ***, bien mío, ¿por qué esta separación tan larga, por qué? Dios mío, ¡recuerdo ahora dos meses! La luna daba su serena luz como ahora, luz triste, opaca. ¡Pero oh!, ¡mi corazón entonces reboza- ba de gozo, de placer porque creía que feliz tú me amabas

223 Solita: la planta que le regaló el amado.

351 Soledad Acosta de Samper cual yo te amo! Pero ya todo se acabó. ¡Días felices, ya pasaron!…

11 de junio ¿Por qué este continuo deseo, por qué este anhelo de en- contrar sobre la tierra alguna felicidad que jamás se ha vis- to, que quiero, que deseo? No sé. ¡Me aburre la vida, me aterra el porvenir y no comprendo qué busco en el mundo! Dios mío, ¿qué soy yo, para qué vivir si no tengo misión aquí? ¡El cielo! Pero no estoy pronta todavía, Señor, así no puedo morir. ¡Mis pensamientos no son lo suficiente- mente elevados para huir de este mundo y morar con los ángeles de Dios! ¡Reposar eternamente! ¿Y qué es pues la vida que nadie quiere dejarla, qué se encuentra en ella que tanto tememos abandonarla? De lágrimas, suspiros, pesares, ilusiones que con el me- nor soplo se desaparecen dejando el corazón ávido y frío, engaños y desengaños, ¡de esto se compone y esto es vi- vir! «I am tired of this wide world»224. Al venir al mundo, nuestra entrada a morar entre los mortales se compone de lágrimas. Al dejarlo también lloramos. De chicos por todo vertemos lágrimas, se llora de dolor, se llora de placer. De grandes vertemos lágrimas, ¡oh!, cuán amargas. De viejos lloramos por lo que perdimos, y al salir de este «Valle de lágrimas» también nos afligimos. En el cielo no hay pe- sares, ¡no hay ilusiones ni engaños!…

224 «Estoy cansado(a) de este vasto mundo».

352 Diario íntimo

Las diez, noche ¡Ay, triste! Cada día pierdo más la esperanza de verte. ¡Dios mío! Tienen aquí más confianza y los escondidos empie- zan a salir. Esta tarde pasaron muchos cachacos que yo creía que no estaban aquí, estaban sin duda escondidos. Cansados de su encierro perdieron el miedo y andan por las calles como antes. Lo que me desconsuela tanto… pues muchos se resignan a este estado de cosas tan vergonzo- so y seguiremos indefinidamente con este Gobierno tan despreciable. Y mientras eso tú, bien mío, tal vez si no me olvidas no deseas ya verme… ¡Oh Dios mío, qué vida!

12 de junio Bien mío, qué temor tengo por tu seguridad. ¡Dicen que Melo se va, o se fue, para Honda! ¿Adónde estará mi ***? Estoy cansada de pensar. Me duelen los ojos. Me voy a acostar. ¡En los brazos de mi Dios lo entrego y su Santa voluntad sea hecha!

13 de junio Hoy a lo menos tuve noticias de aquel por quien este co- razón late, de aquel ser que es mi ideal de todo lo virtuoso y digno de amarse sobre la tierra. Sí, hoy por fin supe de él. Pero no estoy contenta, siento una pesadumbre vaga que no entiendo. Me escribió Soledad y dice que allí es- tuvo unos días. Que está bueno y que se fue para Neiva. ¿A qué allá? Como ahora no se puede poner en las cartas nada, ella no puede decir a qué. Solamente escribe que Ve - nancio estuvo allí y se fue para Neiva a un negocio. Pero

353 Soledad Acosta de Samper negocio particular no podía ser, será alguna comisión de Herrera. ¿Se irá a juntar con López? En fin, me pierdo en conjeturas y no encuentro nada que me sea satisfactorio. Si no está tratando de adelantar las cosas de los constitu- cionales, si no hace algo por ellos, entonces dirán tal vez que es un cobarde, inventarán mil mentiras en contra de él. Sus enemigos pueden decir quién sabe qué contra su honor, y para mí su honor es como su vida. Dios sabe cuánto lo amo, daría mi vida por su felicidad. Pero que- rría saber más bien que ha muerto honrado y amado por sus compatriotas, que saber que es despreciado, aborreci- do. No, no, yo lo amo demasiado para sufrir que hablen en contra de él. Estas ideas me atormentan, me siguen, me martirizan y no sé qué hacer con ellas. Quiero huir de mí misma y no puedo.

Las diez de la noche La dulce luna va ya a aparecer detrás del cerro de Guada- lupe… Qué tranquilidad en el cielo. Todo calla y en silen- cio brillan las estrellas allí y aquí por entre las nubes que en grandes masas ocupan casi todo el cielo… ¡Oh! Mi ***, ¿piensas tú en mí ahora?… O tus recuerdos te traen re- cuerdos de otros años… Sólo tú ocupas mi pensamiento…

14 de junio ¡Qué destemplada suena la alegría cuando está triste el corazón! Aquellos repiques, aquellos cohetes, me llenan de amargura, y mil recuerdos de felices días me traen a la memoria. Ahora un año…, adonde las Briceño, veía yo

354 Diario íntimo los juegos de artificio y llena de alegría conversaba y reía. Mi corazón no conocía entonces lo que es amar verdade- ramente… Formaba mil proyectos y esa noche deseaba divertirme. Más de un año había estado en el duelo y la tristeza, y ahora respiraba otra vez mi alma la alegría y mi solo anhelo era estar contenta. El balcón estaba cubierto de gente. Qué bulla, qué conversación continua, y yo más que todos me había metido a graciosa para divertir a los demás. Libre estaba mi espíritu. Pensaba sólo en lo pre- sente, ¡y mi futuro era el día siguiente!… Después…, hoy hace diez meses…, la crisis de mi vida se acercaba… Quién me lo hubiera dicho. La víspera de la Ascensión…, una melancolía dulce se había apoderado de mi corazón… La noche estaba hermosa, la luna brillaba en el cielo… Nos sentamos en la puerta para ver a los que pasaban. Pron- to se oscureció el aire con el humo de los fuegos artificia- les… ¡Ay, Dios! Alegres son los recuerdos aunque tristes. Jamás volverán días como esos. ¡Ah!, así empezaron fies- tas… Melancólica estaba mi alma en esos días… ¡Era tal vez presentimiento de que después cuántas lágrimas me harían verter los felices momentos de aquel tiempo! ¡Pero mis tristezas, mis penas y aprehensiones han expiado ya, Señor, tanta alegría! ¿Volveré otra vez a la felicidad? Toda la tarde he estado desesperada, sin consuelo. Estos recuer- dos me agobian. Pero ahora, al elevar mi espíritu hacia el Señor, sentí esperanza en el fondo de mi corazón. Sí… Dios me perdona y volveré otra vez a estar contenta, ¡volverá mi alma a encontrar el bien amado que perdió! El fugitivo, el trovador errante, ¡podrá dentro de poco tiempo dirigir sus

355 Soledad Acosta de Samper pasos hacia el lugar adonde se halla su Soledad…! ¡Sí!…, ¡siento que esto se cumplirá! ¿Por qué, Dios mío, no ha- brías de volver la paz a este desgraciado país?…, ¿por qué el Señor no habría de castigar a los malvados?… Mis tristes presentimientos casi siempre se han cumplido, ¿por qué los de alegría no han de ser ciertos?… ¡La esperanza algún día habría de decir verdad!

Las diez de la noche ¡Ay! ¡Hoy también hace dos meses que fue Viernes Santo! Cuántos recuerdos el día de hoy me trae… A esta hora qué feliz estaba yo, ¡bien mío! Quién nos hubiera dicho en- tonces cuando, yo apoyada sobre tu brazo, nos dirigimos hacia el templo santo, ¡tú para orar por mí y yo también para orar por ti!… ¡Ah!, y de entonces ¡cuántas lágrimas hemos vertido!… ¡Tres días después las dulces esperanzas habían huido y tú te encontrabas fugitivo y escondido, y yo suspiraba entre los claustros de un monasterio! ¡Así es la vida, y cada hora, cada minuto para los millones de gente que pueblan la tierra trae consigo cuántos aconteci- mientos diversos! Cuántos desean que se pase el tiempo, y pocos piensan en las desgracias que pueden acarrear las venideras horas. Voy a leer tu Viernes Santo. ¡Tu álbum es mi único consuelo, bien mío!

15 de junio La tarde está triste… La lluvia cae y su lúgubre sonido me causa melancolía… Ya oscureció… Por qué este pesar. De repente me lleno de dolor. La mente agitada y el corazón

356 Diario íntimo latiente… Una voz resonó en mi oído, y qué tristes pen- samientos me causaron aquellas palabras. Veníamos de la calle, de adonde María, cuando una mujer llorando «Se murió mi hija» decía, se murió dejando un niño que ha- bía nacido una hora antes… ¡Elvira, me pareció oír!…225. ¿Por qué su sombra me persigue y su memoria me aterra y me asusta?… ¡Qué he hecho yo, Dios mío, para que su recuerdo me llene de pesar, de angustia…, y aun de deses- peración!… Triste, ¡triste está mi alma esta noche!…

Las diez de la noche ¡Ah!, ¡mi ***, mi bien, mi vida!… ¿Por qué te amo tanto? ¿Eres tú acaso mi destino? Sí, lo sé, lo siento, tú eres. ¡Y qué más puedo desear pues sino ser tuya para siempre, en alegría como en pena, en la desgracia como en la fortuna, bien mío!… Tal vez mi vida será desgraciada, tal vez ten- dré que sufrir mucho sobre la tierra. Pero qué desgracia me puede acontecer si tú me amas. ¡Oh!, ¡es el único anhelo de mi imaginación, el único deseo de mi corazón, que tú me comprendas y me ames!… ¡Dios mío! ¡Cada día sien- to cuántos sacrificios por ti podría hacer! Cuánto, cuánto aguantaría. ¡Mi vida por ti y sólo por ti vivir!… ¡Será cier- to que un destino nos aguarda a todos! ¡Y que en el mun- do tenemos que llenar una misión! ¡La suerte!…, palabra terrible y tal vez impía… Será malo, ¡Dios mío!, creer en

225 Según lo relata en sus memorias, José María Samper y Elvira per- dieron un hijo durante su matrimonio. (Véase Historia de un alma, op. cit., pág. 280).

357 Soledad Acosta de Samper ella. ¿Y por qué no? No tengo con quién consultarlo…, y si pudiera tal vez no podría explicar mis locos sentimien- tos… ¡Tú podrás algún día comprender mis ideas! ¡O no te volveré a ver!… No, no, no puede ser, ¡el destino lo manda que tu suerte sea la mía! Pero… Otra vez mis locos pensa- mientos, Señor. ¡Señor, piedad, piedad! ¡Y dadme resis- tencia para calmar mi ardiente imaginación!

16 de junio

Ô doux instant ! Bonheur suprême ! Malgré le sort et ses rigueurs Je suis aimée de ce que j’aime; Je puis braver tous les malheurs.226

Ya no quedan más lágrimas en estos tristes ojos… ¡Se acabaron con mi dolor profundo!… ¡Los suspiros rehú- san ya salir de mi pecho oprimido!… ¿Y cuál fue la causa de tan terrible llanto?… ¡No sé!… Una pesadumbre vaga me agobió… Recibí hoy una carta de Soledad en que me dice que *** estuvo allí y que todavía está y que tiene espe- ranza de que… que asegura que el 5 de junio se acabará

226 «¡Oh dulce instante, felicidad suprema!, / A pesar del destino y sus rigores. / Me ama aquel a quien amo, / Puedo afrontar todos los males». Fragmento del Concert à la cour ou la débutante (1824), de Eugène Scribe (1791-1861). En el fragmento «Je suis aimée», la autora escribe en femenino el adjetivo aimée, ‘amada’: en el ori- ginal este adjetivo es masculino.

358 Diario íntimo

todo. ¡La carta era del 23 de mayo!… Que mi ***, mi bien, tenía el mismo pensamiento que yo. Qué raro es esto, ¡yo por el magnetismo había encontrado esto y él tenía la firme convicción de que sería así!… ¿Y no he de creer en la simpa- tía de ideas?… Vanas esperanzas fueron, ¡Dios mío! Cómo huyeron, como el día al acercarse el sol, ¡o más bien como la tímida estrella a la venida del día!… ¡Pero vino también carta de mi amado! Sí, y llena de tiernos sentimientos nobles, como son los de él. Sin em- bargo, en lugar de llenarme de alegría, qué día tan amar- go pasé hoy.

La Esperanza es el sueño de los tristes. Despiertan a los males y cual sombras Las esperanzas húyense ligeras, Y las más dulces huyen las primeras227.

¿Cuándo, ¡oh!, cuándo te volveré a ver? Cada día crece mi ternura y firmeza de mi profundo amor. ¡Esto escribe él, Dios mío! Esto creo que sea cierto, estoy segura de que me ama. ¿Por qué esta melancolía?… No sé, pero estoy triste, triste, qué triste. Dan las diez y media y me voy a entregar al sueño.

227 Versos de la cantata «La piedad filial» del poeta español Juan Bau- tista de Arriaza. Véase nota 22.

359 Soledad Acosta de Samper

17 de junio Hoy hace dos meses que empezó mi desgracia, hace dos meses que empezó esta infame revolución y con ella la tris- te separación del bien que yo amo. Fuimos hoy donde mi señora Isabel. Don Pepe Cai- cedo está muy desalentado. Este año es de revoluciones en todo el mundo. En Rusia. A Turquía parece que los franceses e ingleses han mandado más tropas. En Espa- ña, revolución. Ahora, en la América, Venezuela, Ecuador, el Perú, ¡a dondequiera guerra, guerra!

18 de junio Siguen, siguen los días y la esperanza de que se acabe esto está siempre más remota. ¿Adónde estará ahora mi bien? Algunas veces me desespero, quisiera huir de mí misma y de mis pensamientos. Esta tarde estuvieron aquí las O., muchachas que nun- ca he querido, pero sobre todo desde que sé que a *** le dis- gusta que yo esté en su compañía. Tengo por ellas tan mala voluntad y aun odio, que cuando las oigo con sus cuentos, con las cosas que hablan de otras personas, me siento tan fuera de mi elemento que no sé qué hacer.

19 de junio ¿Por qué temo tanto el hablar de ***?, ¿por qué temblar al pronunciar su nombre? Hoy estuve adonde María C. y ella me habló de un inglés Brandon que había venido de Ambalema en estos días. Él sabrá algo de mi bien, y sin

360 Diario íntimo embargo no me atreví a preguntar. ¡Boba, boba! Cuánto me pesa. Pero pronto lo veré y entonces, conquistando mi… No hallo nombre para este sentimiento, estupidez será. Su nombre a cada momento me venía a los labios y una timidez sin causa me impedía que preguntase lo que más deseaba saber. ¡Ah!, vida esta, ¿y cuándo se termina- rán tantas alarmas y zozobras? Cuándo. Dicen que Patria tomó en Girón a un oficial que había ido hacia Tunja con más de mil hombres para posesionarse de aquella ciudad, pero yo no puedo creer nada bueno para nosotros. Tal vez mañana se sabrá la verdad. Melo se desalentaría algo si en- contrara que este oficial perdió tanta gente, veteranos sin duda, y una ciudad tan importante como esa. No, estoy muy desconsolada esta noche. No quiero volver a creer buenas noticias para después encontrar que todo fue falso.

20 de junio ¡Cómo corre el tiempo! Los días vuelan pero son las se- manas muy largas. ¿Por qué siento esto? Cuándo podré vivir en paz, tranquila, pensando como ahora pocos me- ses sólo en mi felicidad pasada y en mi alegre porvenir. Cómo desperdicié esas horas cuando veía a mi *** cada día y, siempre amable, pasé alegres horas en su conversación. Sin embargo yo sentía la alegría, pero también creía que la desgracia vendría pronto. Estos vagos presentimientos me turbaban y siempre, después de haber pasado una fe- liz hora pensaba en la inestabilidad de todo lo humano y aguardaba con resignación el tiempo en que debía padecer. Por fin llegó, pero algún día pasará la tempestad y volverá

361 Soledad Acosta de Samper mi alma a su felicidad. Me mandó María unas flores hoy. Son muy lindas, muy aromáticas, y sin embargo no sien- to aquel placer al contemplarlas que sentía antes. Porque hasta las flores han perdido su belleza para mí desde que mi *** se fue.

21 de junio Me acaban de decir ahora que Melo en Facatativá mandó matar ayer a Corena228. ¿Podrá ser cierta una cosa tan ho- rrible? Y este hombre, Dios mío, seguirá gobernando. ¿Y este asesino perpetrará más crímenes cada día y su poder no se acabará pronto?

Las cuatro ¡Mentira! No han matado a Corena.

Las diez de la noche He estado leyendo las memorias de Chateaubriand229. Mu- cho me agrada su estilo poético filosófico mezclado de una melancolía solemne. Educado sobre las rocas del mar, teniendo delante de sus ojos diariamente este elemento tan bello, tan grandioso y solemne, con su mugir terrible

228 Después supe que jamás pensaron en eso. (Nota de la autora).

229 Hay que señalar que es interesante que esté leyendo las Memo- rias de Chateaubriand mientras aborda la escritura de su diario. René de Chateaubriand (1768-1848) está entre los más importan- tes autores del romanticismo francés temprano. Fue muy leído en Hispanoamérica.

362 Diario íntimo algunas veces y el movimiento compasado de las olas so- bre las rocas en tiempo de calma: este océano tan vario cambiando de faz por momentos pero siempre poético y hermoso, esta contemplación desde niño de la Obra más grandiosa del Creador, formó el carácter de Chateaubriand. Los niños que tienen padres severos se acostumbran a pen- sar y esto madura el carácter muy temprano. Su casa no era para él un lugar de sosiego y de amor. La melancolía orgullosa de su padre y el genio de su madre le hicieron el hogar doméstico terrible, y parte de su vida la pasaba so- bre las playas de Saint-Malo. ¡Qué diferente la infancia de Lamartine! Su felicidad estaba en su casa, y su madre con su poesía y amor fundó aquella dulzura en el estilo de este gran poeta, cuyos sen- timientos son tan delicados como los de una mujer. Yo no sé por qué recordé ahora a mi poeta favorito, ¡Lamartine! El divino Lamartine, ¡como dice mi bien! ¡Chateaubriand, el defensor del cristianismo, y Lamartine, el de la libertad!230.

230 Lamartine y Chateaubriand fueron dos escritores románticos fran- ceses muy importantes para la generación a la que pertenece la au- tora. De Lamartine fueron muy influyentes sus librosGraziella y la Historia de los girondinos. De Chateaubriand se leyó esencial- mente El genio del cristianismo (1801) y una de sus partes, la cual suele publicarse de forma separada: su novela Atala. Lamartine fue figura principalísima en la revolución de 1848, la cual influyó mucho en el pensamiento radical colombiano. En 1848 la autora y su familia vivían en París y eran vecinos de Lamartine.

363 Soledad Acosta de Samper

22 de junio He seguido leyendo las Memorias de Chateaubriand. Me interesan y me dan fondo para reflexionar mucho. Hoy escribí a una tía mía en Jamaica mi primera carta. ¿Qué creerán de mí? Yo misma no sé qué soy. Algunas veces me persuado de que soy enteramente estúpida. Hay personas que creen lo contrario, pero sólo yo me conozco mis de- fectos, o más bien mis pocos alcances. La noche está triste y tenebrosa. ¡Mi suerte, mi porvenir, serán así! Recordaré yo estos años que atravieso ahora con incierto paso como tiempos de tristeza o alegría. Todo en el mundo es com- paración. Si los venideros años son desgraciados recono- ceré que fueron alegres, y si mi futura vida es feliz creeré que fui desgraciada. Todo de este lado de la tumba es un misterio inescrutable. No podemos conocer nuestros pro- pios corazones y nos persuadimos que profundizamos el alma ajena. Y en los siglos venideros todos los que ahora se creen llenos de gloria, ¿qué serán? Todos los grandes hombres, hombres cuyos nombres se creen inmortales, poetas, legis- ladores, filósofos, tiranos, todo pasará como una sombra: Milton, Washington, Voltaire o Rousseau, y aun Napo- león, sus nombres llegarán tal vez desfigurados a los siglos venideros, ¡sus hazañas, sus luchas, sus escritos y doctrinas se desaparecerán, y aun llegará a dudarse que existieron!… ¡Esto llaman porvenir y gloria eterna! ¡Mi bien!, ¡toda mi gloria y porvenir estará en ti, mi ***!

364 Diario íntimo

23 de junio ¡Lo que es el poder de la imaginación! Anoche no podía dormir, como sucede cuando leo mucho y me interesa el li- bro. Oía sonar las horas y el sueño había huido de mi lecho. Mi imaginación se exaltó y sentí que mis pensamientos se desordenaban y mil imágenes bizarras se me presentaban al espíritu. Por fin llegué e creer que estaba muy enferma, que me había atacado una fiebre cerebral. Creí que me iba a morir y corrieron lágrimas por mi temprano fin. Estas me desahogaron, mis tristes imágenes huyeron y me dormí con la firme convicción de estar muy mala. Me desperté buena y como siempre. ¡Tal es la imaginación!… Hoy nada he sabido de mi ***… Se pasan los días y no sé nada de él. Sólo su recuerdo me da vida y paciencia. ¿Se acordará mi bien de mí, o me olvida? No, mi corazón me dice lo contrario.

24 de junio ¿Qué noticias de la revolución? Quién sabe, yo no creo nada de lo que me dicen. Cada uno me cuenta algo, asegura que es positiva su historia. Y en resumidas cuentas parece que na- da será real si es todo positivo, porque o hay más de cua- tro Mosqueras hasta ahora no conocidos y pareciéndose todos, o el general Mosquera se ha cortado y dividido en sendas partes, estando a la vez en Honda, en Ocaña, en el Socorro, en Nare y preso en Cartagena o en la Ciénaga, lo que me parece poco probable, o nadie sabe adónde se halla. Ya las provincias de la Costa se declararon en con- tra de Melo, ya estas mismas bienaventuradas provincias

365 Soledad Acosta de Samper se pronunciaron a favor de los usurpadores. Entre tanta mentira el único partido que se puede tomar para conser- var alguna paz de alma es el no creer nada de las buenas o malas noticias. ¡Estoy aburrida del mundo y todos sus habitantes, incluso Solita Acosta! Pero vamos, que sí sé algo de cierto y positivo, por- que vino Teresa de Guaduas y nos dijo que había estado en Honda y que había diez cañones, mucha tropa y que había cuatro mil hombres —pero esa gente no sabe calcular—. Que estaba todo muy barato allí y tenían mucho que co- mer. Estas sí son buenas y positivas noticias, y junto con lo demás que dicen de Honda sale cierto. Por lo demás, el tiempo nos desengañará. Estoy preparada para todo lo malo, y si nos vienen desgracias ya las conozco y las he previsto. Así que no me sorprenderán. Todo en el mundo es exageración, nada es tan bueno como aseguran ni tan malo como dicen. Nada es jamás perfectamente bueno ni perfectamente malo —si el perfecto le cuadra a lo malo—. Estoy esta tarde de un humor negro, con una tristeza que desalienta y me hace inaguantable para mí misma y los de- más. Qué carácter el mío tan malo, ¡válgame Dios! ¿Y me podré enmendar algún día? Lo dudo. No me admira que los ingleses se maten puramente de ennui231, ¡no me ad- mira! Yo soy capaz de hacerlo. Dormir eternamente, cosa agradable cuando se cansa uno del mundo. ¿Pero cómo

231 Ennui: ‘tedio’, otra marca romántica de este diario.

366 Diario íntimo

será el tal sueño? There is the rub232, como dice el gran Shakespeare. Siento lo que dice Chateaubriand de sí mis- mo: «Tout me lasse, je remarque avec peine mon ennui avec mes jours, et je vais partout baillant ma vie»233. Esta es la descripción del día de hoy.

Las diez de la noche La noche está brillante aunque no hay luna. Me asomo. ¡Siempre delante de mis ojos se presenta la grande Osa! Testigo tranquila de todas las fases de mi vida, de todos los suspiros de mi alma, de las tristezas de mi corazón, nunca puedo contemplar esta constelación sin sentirme movida por cierta melancolía que endulza mis sentimientos y me da cierta resignación.

25 de junio ¡Domingo por la mañana! Sigue el ennui de ayer. ¿No ha de seguir cuando nada me interesa en este mundo? No he querido darle rienda suelta a mi tristeza, y por eso estoy aburrida de todo. La causa es esta: ayer por la mañana sa- limos a la calle y nos encontramos con doña Antonia Do- mínguez, que nos dijo que ellas estaban muy tristes porque en Honda perseguían a Miguel S.234. Que los que estaban

232 Ahí está el problema. 233 «Todo me cansa, me doy cuenta con pesar de mi tedio con los días, y voy por todas partes bostezando mi vida». 234 Debe tratarse de Miguel Samper, hermano de José María.

367 Soledad Acosta de Samper allí le habían echado un donativo235 y que por eso se había escondido. Es decir, ¡que esta familia no está por la Cons- titución, que se esconde por no dar plata y no quería ayu- dar a los defensores de la libertad! ¡Oh!, ¡supiera yo algo de cierto!, ¡supiera yo! *** no se ha querido meter en nada, lo que buena pesadumbre me ha dado, pero tal vez no sa- bré yo la verdadera causa de su conducta. Pero si Miguel es tan diferente de mi ***, tiene tan diferentes sentimien- tos… Pero cada vez que me acuerdo que mi bien no se ha juntado con los que pelean por su país me lleno de pesar, de angustia, que no sé bien por qué sino que perderá mu- cho su carácter de la franqueza que todos creen hallar en él. Porque ahora todos los que no están en contra de esto se cree que están a favor.

25 de junio236 Hoy he sabido buenas y malas noticias, aunque estas últi- mas no se sabe si son ciertas. Las primeras, y las verdaderas, son que anoche a las ocho de la noche se huyeron parte de los presos que estaban en la cárcel por orden de Melo y Obando. Entre ellos Plata, que lo tenían en un calabozo húmedo y oscuro para satisfacer la venganza de Obando, que nunca le ha podido perdonar lo que le dijo el día que

235 «Echar un donativo»: pedir una donación. 236 Esta fecha se repite aquí. La razón probable es que con la entrada anterior se acabó el cuadernillo en que la autora escribía y al co- menzar un nuevo cuadernillo seguramente quiso escribir la fecha de nuevo.

368 Diario íntimo

se declaró la Conspiración. Parece que Plata el 17 de abril por la mañana al entrar al palacio le dijo: «¡General, us- ted nos ha perdido!», y después lo reconvino fuertemente porque no iba a arengar a las tropas y tratar de que no se llevara a efecto la revolución. Esto jamás se puede perdonar. El traidor, bajo la máscara de la amistad mandó a prender a los que le eran más dudosos y a aquellos de quienes sos- pechaba que su conducta no era sincera. Se huyeron diez anoche, pero no he podido averiguar si los demás secre- tarios también escaparon. Pero lo que es digno de lamen- tarse es que al mismo tiempo se halló un Prieto cómplice de los Morales en la causa del cura de Santa Bárbara tan inhumanamente asesinado. Ahora las malas noticias, que si son ciertas son pési- mas. Dicen que Girón persiguió a Patria, que lo derrotó, le mató a un hijo y que le tomó diez prisioneros. Pero una cosa me consuela, y es que si Patria tenía más de mil hom- bres como todos dicen, la derrota es muy particular: un muerto entre tanta tropa y diez prisioneros no más, ¡qué triunfo! Está visto ya que ese lado de Bogotá está en des- gracia. Siempre suceden mil desgracias por ahí. Mejor se- ría que Mosquera no viniera por el Socorro, porque estoy segura de que lo traerían amarrado un día de estos. Dicen que persiguen a Patria. Mañana traerán la noticia de que lo cogieron mientras que por otras partes las tropas y sa- télites de Melo han sufrido siempre reveses. En La Mesa, lo primero de todo, ganaron los de allá. En Honda derro- taron a Barriga, en la sabana sorprendieron a Alemán y se lo llevaron. Ahora más lejos: en Popayán, triunfaron los

369 Soledad Acosta de Samper constitucionales. En Cali, Neiva, Antioquia, lo mismo. Así es que tengo grandes esperanzas en el ejército de Honda y en el de López en Popayán. ¡Si pierden estos, la Repú- blica tendrá que sufrir sabe Dios cuántos años de miseria!

Las diez de la noche Qué puedo decir… Estoy llena de pesar, de incertidumbre… Mi bien, ¿me amará como yo lo amo? Esta es la pregunta que sin cesar mi corazón me hace. Dios mío, cuándo me convenceré de que es cierto que sí me ama y que algún día lo podré oír de sus labios. Ese día, si acaso llega, ¿cuándo, cuándo será? Leer su álbum y pensar continuamente en él. Estos son los únicos placeres de mi presente vida, ¡ay! Y cuán amargos son esos pensamientos a veces. La incredu- lidad y la poca fe en mí misma hacen todas las desgracias de mi vida, ¡y aquella melancolía del alma que no se puede revelar en palabras cuánto hace sufrir!… Si yo fuera como otras muchachas que todo lo que les dicen creen, que jamás reflexionan, que están contentas de sí mismas viendo y pa- sando alegremente las horas cual bellas mariposas a la luz del sol, sin porvenir en la memoria, sin más pensamiento que el presente, sin aquella vida interior fuente de tantas alegrías como de tristezas, sin ilusiones, sin cansancio de la vida pues lo que quieren y desean es tan frívolo que a cada instante cambia su capricho… En fin, si yo fuera otra, tuviera muchas cualidades de las que me faltan y careciera de algunos defectos que me sobran, sin duda pasaría una vida feliz, contenta con mi suerte, y alegre sin cesar.

370 Diario íntimo

27 de junio Después de haber sentido un verdadero pesar, qué vanos, qué inútiles parecen los melancólicos sueños que hasta ahora había tenido. Sí, sueños, ideas de una imaginación viva, exaltada, habían sido hasta ahora mis lágrimas. Pero las que inundaron ayer tarde mis mejillas, los suspiros y sollozos que me sofocaban, eso sí fue una pesadumbre horrible, aunque ¡gracias Dios mío!, fue equivocación… Decirme que hubo una derrota en Guaduas. P. Gutiérrez, Samper Agudelo y otro eran los jefes del Partido Constitu- cional, cuyas tropas un Flórez derrotó, dejando en la plaza de Guaduas muchos muertos, heridos y prisioneros… Pre- guntar el nombre otra vez y decirme que era ***, ¡mi ***! Y poder respirar después… No hay palabras para explicar mi pena, ¡no las hay!… Después tuve algo de consuelo. Él había ofrecido no mezclarse en nada, cómo estaba allí… Tal vez no era él, sería equivocación… El mundo se había acabado para mí… Mil tétricas visiones conjuraba mi ima- ginación… Unos momentos lo creía muerto…, ya herido o preso… ¡Oh Dios!, yo no invocaba más que su vida o mi muerte en aquellas calladas horas de la noche, horas de de- lirio para mí. El sueño huyó de mis ojos… Se puede figurar mi desesperación, pero jamás explicar… Pero esa mañana su nombre no estaba en el boletín y lo creí a salvo… Des- pués supe que todo fue mentira… Y entonces, Señor, co- nocí cuánto amaba yo a mi ***. ¡Oh!, cuán profundo es mi afecto por mi bien, qué contenta, qué alegre estuve toda la tarde… Pero siento, conozco, que el placer, la alegría, no es para mí… Cuando estoy llena de gozo siento que no estoy

371 Soledad Acosta de Samper en mi elemento, que no nací sino para la tristeza… Pare- ce que la verdad de la noticia de ayer es la siguiente: que Gutiérrez se apareció en Guaduas a las dos de la mañana el 25 para libertar a unos presos que tenía un tal Flórez mandado por Melo con cien hombres y que había cogido mucha gente y la tenía en la cárcel. Gutiérrez entró, sol- tó a los presos y se retiró. No hubo pelea ni ruido alguno. Quien trajo aquí la noticia fue un tal Edmund, hombre que jamás dice la verdad, y contó su cuento de mil mo- dos, hasta que se supo lo cierto, que es lo que arriba dije. No se sabe nada de cierto de la derrota de Patria. Unos dicen que es verdadera, otros que no fue como dice el bo- letín y que no murió el hijo. Aquí no se puede saber nada, todos mienten.

28 de junio ¿Cuándo, Dios mío, se acabará esta revolución?, ¿cuán- do?… Dicen que en Honda están divididos los jefes, que siempre están sin armonía las órdenes de cada uno… ¿Nos quedaremos pues eternamente bajo el yugo despreciable y pesado de la tiranía de Melo? ¡Ay!, yo temo mucho, mu- cho, que tendremos que sufrir largo tiempo. Sin esperan- zas estoy. Algunas veces veo tan lejos el fin que desalentada cierro los ojos y trato de no ver más. ¿Pero es solamente por el bien de mi Patria que deseo la paz? ¿No hay interés personal para mí, desesperación cuando veo el término tan ansiado muy lejano? ¿Todas estas angustias, suspiros y aun tristes lágrimas son sólo por patriotismo?… ¡No!… Cuando pienso en la paz veo a mi *** aquí, cuando recuerdo

372 Diario íntimo la revolución cuento los días, ¡qué!, aun las horas desde que lo vi por última vez. Cuando me hablan de Melo sólo conozco al que persiguió a mi bien. Si dicen oficiales me acuerdo que aborrecían a mi *** y mi odio hacia ellos no tiene límites… Todo, todo mi patriotismo se ha personi- ficado en la figura del bien que yo amo, y mi país ya no lo amo como mío sino por ser la Patria de él, ¡tal es el poder del amor!

29 de junio De política buenas noticias hoy. Parece que la fortuna le ha dado otra vuelta a su rueda, ahora su sonrisa brilla so- bre nosotros. Hay que aprovecharnos ahora de sus favores, porque como ella es mujer y ciega cambia a cada instante —Dios me perdone la opinión que tengo de las mujeres en general— de opinión y propósito. Pues bien, parece que Gutiérrez fue a Guaduas como supimos antes y sacó a los presos que había allí y se fue muy desentendido. Des- pués, cuando Góngora y Flórez creían que no había cui- dado y cuando menos pensaban, volvió con más gente, se apoderó del cuartel, mató a muchos y les quitó doscien- tos fusiles. Góngora y Flórez se escaparon con cincuenta hombres, corrieron a Facatativá a dar la interesante no- ticia. Melo dicen que estaba furibundo y no se le podía dirigir la palabra. Estas son noticias magníficas, pero no son todas. De Patria no se sabe nada de cierto hasta aho- ra. Unos dicen que ganó, otros que perdió, pero no nada seguro. Parece que el general Espina se fue en días pasados de aquí para juntarse con Patria y que él con unos trece

373 Soledad Acosta de Samper compañeros atacaron a dieciocho melistas por el camino, los vencieron y les quitaron las armas. Ahora andan por ahí como caballeros andantes, solamente les faltan los gi- gantes. Todos son pigmeos aquí, y ojalá sólo se encontra- ran con molinos de viento por esos montes, lo que sería prueba de una civilización que a nuestro pobre país no ha asomado todavía. «Paciencia y baraja» que pronto saldre- mos de esta cueva de montesinos —o ladrones más bien—. Paciencia, *** mío, que ya se acerca el día de volverte a ver,

Luz de mi alegría, Flor de mi placer.

30 de junio Ayer supe cómo fue que Plata se huyó de la prisión. Como es masón, la Logia dirigió un papel a Melo en días pasados rogándole que lo soltara. Siendo ambos de esta sociedad debían favorecerse mutuamente. Por supuesto el Supremo no hizo caso alguno de esto. Los masones se decidieron entonces a sacarlo ellos mismos. Parece que el día de San Juan es día de fiesta para ellos, y con este pretexto alquilaron un cuarto en los portales debajo de la prisión de Plata, llevaron música y mientras ellos hacían todo el ruido posible cantando y gritando, el preso arriba con una lima rompía las barras de su ventana, que daban a un patio interior, y después, subiendo por una escalera que estaba allí, pronto pasó al solar de una casa vecina. Encontró de este modo escaleras en todas las pare- des de los solares hasta el otro lado de la cuadra, adonde al

374 Diario íntimo salir a la calle se encontró un caballo ensillado, montó y se fue para el lado de Tocaima. Por todo el camino encontró remudas237. Mientras eso, los masones seguían cantando y tocando y los guardias divertidos no oyeron nada de lo que adentro sucedía. Esto fue temprano, a las ocho de la no- che. Descubrieron la huida dos o tres horas después, pero no fue posible hallar a ninguno de los que se habían esca- pado. Al otro día muy temprano fue en persona el gober- nador Beriña a darle parte a Melo de la desgracia que les había acontecido.

Las diez de la noche Esta noche tuve un momento de agitación, de gusto, un ra- yo de esperanza entró en mi alma y la calentó por un ins- tante… ¡Ay de mí!, mis deseos se adelantaron a la reali- dad… ¡Fue locura! ¿Será un feliz presentimiento? Un poco antes de las ocho estaba yo leyendo en la antesala cuan- do tocaron a la puerta de la calle, cinco golpes repetidos fuertemente… ¡Inmediatamente creí que sería —no sé por qué— mi bien!, que venía, que había llegado a Bogotá… Corrí al balcón y pregunté: «¿Quién es?»… Mi respira- ción se paralizó un momento, mi corazón latía tratando de descubrir la figura que deseaba ver entre las sombras, tem- blaba la luz que llevaba en la mano. ¡Esperaba oír una voz para mí tan dulce! Pero vana idea, una mujer me contestó pidiendo unas ramitas de malva… Cayeron mis ilusiones

237 No hubo tales caballos, se asiló por algunos días adonde un minis- tro. (Nota de la autora).

375 Soledad Acosta de Samper y me sentí desesperada. Calmó mi agitación, vi lo imposi- ble que sería el ver a mi bien y seguí leyendo en Monsieur de Chateaubriand la muerte del duque D’Englien. Así es la vida, ilusión.

1.º de julio En este mes es la crisis sin duda. ¡Dios mío!, ya comenzáis a mirarnos con misericordia. Todo para nosotros tiene ya un aspecto más favorable. Dicen —pero no sé si es cier- to— que antes de ayer por la mañana la tropa que tenía Melo en Cuatro Esquinas se desapareció. De cien hombres que había allí se desertaron todos los oficiales y soldados. Melo está furibundo. Dicen que Gutiérrez, con doscien- tos hombres, se ha situado en el alto del Raizal238 entre los dos caminos, posición magnífica. No pueden pasar por adonde está él. Parece que tiene dos cañones y que dice que puede resistir allí dos mil hombres. Seguramente tendrá más gente en Guaduas. A mi tío José María lo tenía preso Flórez, y mi tío Benito por supuesto estaba allí también cuando los sacó el valiente Gutiérrez. Este hombre sí ha hecho una acción hermosísima. Quiera Dios que su arrojo no lo pierda. Aquí han empezado otra vez a coger cacha- cos, aunque hay muy pocos y todas las noches se van. Pero hoy se entraron al convento de la Candelaria y sacaron de allí veinticinco. En otra casa cogieron dieciocho. Quién

238 Alto del Raizal: punto alto de la cordillera sobre el valle del río Magdalena, en el camino que conducía de Guaduas a Villeta.

376 Diario íntimo sabe lo que será capaz Melo de hacer cuando se vea perdi- do. Yo temo mucho un saqueo o quién sabe qué diabluras.

Las diez de la noche La noche está triste para mí, pero el aspecto de la naturaleza tiene generalmente una cuerda secreta para cada individuo. Según se encuentra el espíritu, así vemos lo que nos rodea. La melancolía se ha apoderado de mi alma… Estoy triste. Así encuentro todo, aun el perfume de las flores que están aquí en este vaso sobre la mesa me penetra de melancolía… Sofía me mandó esta tarde unas rosas mosquetas, ¡cuán- tos recuerdos encierran ellas! María me mandó también una flor extranjera. Qué linda, qué delicada es. Tiene algo del azahar en su aspecto: aunque de forma redonda son sus cinco pétalos blancos como la nieve, crecen formando una corona y rodeados de hojas lisas y ovaladas de un ver- de brillante y algo gruesas. Su perfume es delicioso, tiene algo del jazmín y del azahar. ¡El jazmín! Flor linda, bella como los recuerdos que me trae mi bien. ¿Adónde estará ahora? Tal vez me recuerda respirando como yo ahora el perfume de nuestra flor favorita. Ya se oculta la luna. Sus últimos rayos brillan alum- brando con una luz dulce, plácida, triste sobre los tejados del Coliseo. Qué oscura está la calle, qué triste el cielo. Relámpagos a lo lejos. Bien mío, ¿contemplas tú ahora este planeta y como yo?, ¿un mismo objeto ocupa nues- tros pensamientos?

377 Soledad Acosta de Samper

2 de julio ¡Oh ***, bien mío!, ¿me podrás olvidar?, ¿mi memoria pa- sará de tu alma en el tiempo que hay que aguardar antes de vernos? ¡Dicen ahora que dos meses! ¡Dos meses! No variará tu amor en ese tiempo. Yo cada día siento que tu vida es mi felicidad, tu alma y la mía se formaron la una para la otra… Y dudo, ¡dudo todavía de que me ames tú cual yo te amo! Estoy triste, triste esta noche. La lluvia cae con lúgubre sonido sobre el suelo mojado, y mis lágrimas también corren por ti, ¡bien mío!… ¡Ah!, recuerdo de la desdichada E. Por qué perseguirme sin cesar. Tiemblo al pensarlo. ¿Será mi suerte más feliz? ¡Oh, dime, ***! Dime. ¿Me amas, me amarás más que a ella?, ¿me olvidarás algún día?, ¿o al fin mi vida te será indiferente?

3 de julio Como aquí tienen la costumbre todos de asegurar que las noticias que dan son positivas, me hacen decir y escribir mil mentiras. Gutiérrez parece que no está en el Raizal, ni jamás ha estado. Siempre me pongo a creer cuanto me dicen para después desengañarme. Ya no me atrevo a es- cribir nada de noticias en mi diario. Generalmente salen mentiras o exageraciones todo. Encuentro que no es cierto y me da pereza enmendarlo, así es que atrás vienen escritas muchas invenciones y mentiras, algunas verdades adorna- das, de tal suerte que apenas se distinguen de lo que no es cierto y tal cual verdad. Dicen que este estado de cosas no concluirá antes de dos meses. Dos meses y medio hace que comenzó la Revolución y me parecen siglos. ¿Y todavía

378 Diario íntimo dos meses más?… No quiero ni pensarlo, me desaliento. ¿Cómo podré existir sin ver por cuatro meses a mi bien? Son las cinco y media… Llueve sin consuelo. La plaza desde el gabinete apenas se distingue. El caño crecido lleva gruesas piedras que con su ruido parecen truenos. A lo le- jos, de tiempo en tiempo, pasan gentes corriendo y se pa- ran en las puertas a escampar el aguacero. Muchachos con los pies desnudos corren y gritan, y en su alegría se meten en el caño. Los llaman los criados y corren los muchachos a precipitarse adonde más agua cae… Las muchachas del otro sexo se encaminan cuidadosas levantando el traje y riñendo a las criadas. ¡Qué contraste!, no tengo simpatías con estas últimas mientras que envidio la franca alegría de los muchachos. Así era yo de chica, loca, viva, alegre casi siempre aunque por ratos pensativa. ¡Feliz edad! ¡A esta hora no ha tres meses todavía estaba yo siempre feliz, pues era el momento en que pasaba mi ***! ¡Ah!, no supe entonces gozar lo suficiente de su presencia y ahora tengo el pesar de no verlo en ningún tiempo. Pasan hom- bres con paraguas. Recuerdo con melancolía a mi bien, que aunque lloviera pasaba siempre… ¡Ahora adónde es- tará, quién gozará del inefable placer de verlo y aun de oírlo hablar! ¡Ah, ***, bien mío!, ¡sabed, sabed que en este instante con lágrimas de dolor pienso en ti! Tú, tú, estoy segura, me recuerdas en este momento. Hay, lo sé, cierta simpatía entre nuestras almas, y no puedes menos que oír el grito secreto de mi corazón. Adiós. Voy a leer algo tuyo y entonces creeré oírte hablar. ¡Triste ilusión!

379 Soledad Acosta de Samper

Deja que cante y que llore Cerca de ti bello lirio, Que te cuente mi martirio Bajo este triste sauz239.

Esto leo… Sí, cuéntame tus penas bien mío, ¿tú no sa- bes que el corazón de la mujer está formado para penar y siente el pesar del que ama mucho más que el propio? Tú me llamas ahora lirio, ¿fue entonces presentimiento de que hallarías quién te consolara de pesar como el tuyo? Y entonces no conocías sino la felicidad.

Mi plegaria dolorosa Será dulce para ti

Sí, mi ***, todo lo tuyo es dulce para tu Soledad. ¡No hay duda, entonces tenías un presentimiento vago pues aun haces mi retrato!

En tanto que tus colores Que son de pesar y duelo …

Siempre melancólica y triste, había pasado mi vida como una sombra sobre la tierra

239 Sauz: ‘sauce’. Estos versos hacen parte del poema «A un lirio» de J. M. Samper, citado por la autora en la entrada del 8 de mayo de 1854.

380 Diario íntimo

¿Es ese triste morado Que recibiste del cielo La triste señal de duelo Que rodea tu soledad? Porque de las otras flores Vives siempre retirada Y pareces destinada240 A vivir en la orfandad

¡Cuando tú me conociste me acababa de quitar el luto y era huérfana! Lloraba la pérdida de mi padre. En tanto que tú aunque vives

Sin una querida hermana Que detenga en la mañana Tus lágrimas de pesar.

Es cierto, yo nunca tuve a quién comunicar mis ideas y sólo en ti he encontrado un alma que adivina sin decír- telos cuantos pensamientos tengo. Y también cuántas veces he llorado al pensar en la losa no olvidada de tu esposa angelical.

240 Este fragmento de «A un lirio» fue modificado por la autora sustitu- yendo el masculino por el femenino y transfiriendo así el sentido de la soledad de esta flor a ella misma. En el fragmento del poema de Samper se lee lo siguiente: «¿Por qué de las otras flores / Vives siempre retirado / Y pareces destinado / A vivir en orfandad?».

381 Soledad Acosta de Samper

¡Ah! ya sé, junto a tu tallo Hay una olvidada losa Que oculta la faz hermosa De doncella angelical.

4 de julio ¿Soy yo digna, mi bien, de ser amada después de tu ado- rada E? Yo te amo profundamente con toda mi alma, mi corazón es sólo tuyo. ¿Pero puedo poner fe en que el tuyo me pertenezca? ¡Ah!, ¡mi amado!, ¡tristes son mis pensa- mientos cuando la recuerdo a ella! Cada palabra que hablan en su elogio me atraviesa el corazón como un puñal. Tú nunca me podrás amar, ¡y yo te amo tanto! Yo te podré consolar por instantes, pero su imagen cruzará por tu espíritu y como negra sombra pasará por tu frente su recuerdo angelical. ¡Yo la he visto! La som- bra triste ha cubierto tu frente con un velo de dolor. La conozco, sí, la vi por vez primera en Guaduas. ¡Apenas te conocía y ya adivinaba tus más íntimos pensamientos!… Leí en aquella mirada tu profundo dolor e inagotable pesar. Comprendí que me podías amar pero que jamás podrías olvidar. Entonces conocí que en cuatro días te amaba tanto. ¡Lo conocí por la pena inmensa que inundó mi corazón en aquel instante! La vi por segunda vez pasar sobre tu frente el 7 de marzo, aún recuerdo el día. No podías apartar en ningún momento su imagen de tu corazón. Dime por qué estabas tan triste en aquel día, ¿recuerdos bien amargos de tus pasados días te traía el 7 de marzo? Tu desgracia estaba

382 Diario íntimo aún más penosa aquel día, ¿por qué? Pensamientos de tus pasadas dichas iban y venían, ni una sonrisa asomó aquel día en tus labios. Yo había huido de tu corazón, y aunque presente, ¡otra estaba allí! Al día siguiente —veo en mi pasado diario241— tú escribías: «¿Habéis olvidado nunca la hora solemne en que el amor os hizo estremecer el corazón?» y «¿En que lloras- teis al lado de un cadáver?». ¡Ese día recordabas tu amor y su muerte! Sí, yo lo conocí. Esa noche amargas lágrimas mojaron mi almohada. Me veía sin consuelo, pues tú no me podías amar como mi corazón lo había creído. Mi ilusión huyó, ¡pero te amaba aún más que antes! ¡Así es el corazón de la mujer! Esta tarde estuvimos adonde las Orrantia y hablaron mucho sobre la familia de ***, seguramente para ver qué de- cía yo de los elogios que les prodigaban. Sus deseos queda- ron completamente frustrados porque no pude decir nada de ellos sino lo que cualquier persona indiferente podría haber dicho. No me agrada ir a casa de esta gente, yo sé que a *** no le gusta que esté en su compañía. Pero somos ve- cinas y es preciso guardar la amistad entre las dos familias.

5 de julio Esta tarde estuvimos adonde doña Juliana Villa, a cuyo marido —don Pacho Barriga— le permitieron al fin salir de la cárcel. Estaba allí Paulina G. Me pareció muy bonita hoy, más de lo que me había parecido antes en los bailes en

241 Se refiere a la entrada del 8 de marzo de 1854.

383 Soledad Acosta de Samper

los que la había visto. Recordé esta tarde mucho al Vier- nes Santo. ¡*** esa noche habló mucho de ella! Nos dijeron adonde las Briceño que Obando, cuando supo la huida de Plata, se había enfurecido botando el gorro y zapateando mientras que la mujer se arrancaba las cintas del camisón y se despedazaba el pelo. Obando acabó por mandar poner doble guardia en el Palacio y enfermarse inmediatamente, como él acostumbra cuando alguna de sus maldades no le sale bien. Y doña Timotea242, no encontrando otra cosa qué despedazar, gritó e insultó a todo su sabor la memoria de Plata, pues sabía todos sus secretos y que estando libre los podía publicar. Parece que esta señora tiene dos cria- dos de espías que se pasean por todas las calles escuchando en las ventanas y puertas lo que dicen de sus amos. Entran a las casas bajo varios pretextos para ver quién hay allí y después contar. ¡Digno empleo del presidente y su mujer! Parece que al fin llegó Mosquera a Honda con trescientos hombres, soldados todos y antiguos veteranos. Yo creía que sería más la gente que traía. De Melo no se sabe todavía si se irá para Honda o Ibagué, o si vendrá a fortalecer a la ciudad y defenderse así. Esto sería malísimo. Pero lo que es cierto es que él mandó a hacer muchas tiendas de cam- paña, y si no tiene intenciones de irse, ¿para qué son ellas? Son las diez, de la noche. La noche está divina, clara, apacible, adorablemente linda. Tengo una tristeza mórbida, pesada, que me agobia el corazón. Todo me impacienta,

242 Se refiere a la segunda esposa de José María Obando, doña Timo- tea Carvajal Marulanda, con quien tuvo cinco hijos.

384 Diario íntimo todo me aburre, no tengo fe en mí misma, no me encuen- tro cualidad alguna digna de ser amada. Algunas veces creo que *** ya no me ama, que sus ilusiones cada día se debi- litan…, ¡que tal vez en su alma desearía no verme más!… Qué soy yo para que me amen… ¡Belleza!, no la hay. Fac- ciones insignificantes y creo que aun toscas. Mi juventud no tiene brillo pues mis mejillas no conocen el color de rosa. Siempre pálida, con pelo negro que le da a la fiso- nomía una expresión sombría. Confieso que aquí no hay atractivo que yo encuentre. Conversación, ninguna, pues siempre faltándome la elocuencia a cada paso me faltan las palabras. Talento, ¡ay!, Dios mío, es ilusión. ¡Instrucción!, sólo yo sé lo ignorante que soy. Gracia, no creo, pues siem- pre me encuentro sin ella cuando deseo tenerla. Juventud, ya va pasando, pocos años me quedan ya. ¿Y creeré yo que el bien que yo amo pensará esta noche en un ser sin belle- za, talento, instrucción, conversación o gracia? ¡Ay de mí!

6 de julio Fuimos esta tarde adonde la señora Price y allí estuvo Ma- ría. Mi señora Isabel nos mandó a decir que acababa de saber de una manera positiva que don Santos Agudelo te- nía escondidas entre el monte canoas para Melo cuando fuera a Honda. Le mandamos a decir a mi señora Mari- quita, pero parece que ella ya lo sabía y habían escrito de casa de Obaldía para avisarles en Honda de esta traición. Le mandé también a decir a María para que si ella sabía de alguna persona que se fuera para allá le escribieran al señor Chilal. Dijo que iría mañana adonde Obaldía para

385 Soledad Acosta de Samper volvérselo a decir. Siempre estoy escribiendo que estoy triste. ¡Ah!, sólo yo sé la profunda melancolía de mi alma. La imaginación sólo me pinta cementerios, tumbas. ¿Por qué pensar tanto en la muerte?, ¿la temo o la deseo? ¿Cuál será mi suerte? ¿Estaré mientras dure sobre la tierra siem- pre contemplando pesares, y mi vida se compondrá de la memoria de un vasto cementerio de todo lo que amo o la muerte me llevará pronto? ¡Dios mío! ¿Por qué estoy pues siempre triste? Si me río un rato lloro un día. Algu- nas veces creo que soy demasiado sensible, me aflijo de tan poca cosa… Otras veces me parece que mi corazón se ha endurecido, que soy en todo demasiado calma. No sé qué creer sobre mí misma. ¿Todos los espíritus de los huma- nos se encontrarán en el desorden, en el caos en que está el mío? La diferencia será que rara persona se analiza, se estudia el carácter como yo lo hago, y por eso no saben lo que sienten y sus causas. ¡Feliz del que pueda vivir sin co- nocerse! Feliz mil veces, pues todo lo que siente es para él nuevo, mientras que yo estoy cansada de mí misma. No encuentro ya nada de nuevo, todos mis sentimientos, mis alegrías, las tengo previstas, y de aquí resalta esta calma, esta quietud en la que parezco estar sumergida siempre. Rara vez estoy adonde me ven, mis ideas me arrebatan a la vida y casi siempre estoy en otra parte. Mi vida interior es mi segunda naturaleza. Cuando me disgusta la conversación de los que me rodean cambio de pensamientos y pronto estoy cuán lejos de los que me ven. ¿Y estos pensamientos son agradables? Rara vez. Es tan triste mi corazón que me asusto cuando llego a pensar, a formarme de antemano una

386 Diario íntimo vida feliz. Creo que para mí no la puede haber sino seguida de amargos pesares. Todo lo que toca a *** es para mí casi siempre causa de aflicción. Su imagen se me presenta sólo acompañada de alguna pesadumbre. Hoy cuando me dije- ron lo de las canoas, recordé que don S. Agudelo es tío de él. Esto me dio sentimiento, pues para mí mi *** es todo lo bueno, conozco sus nobles sentimientos. Estoy segura de que él desaprobará la conducta de ese hombre. Pero siem- pre es su pariente y el mundo, la demás gente, ¿qué dirá? Parece que de los hermanos de él ninguno se ha metido con Herrera, *** tampoco. Esta idea no me deja estar ni por un momento en paz. ¡Cuánto merezco que me ames, bien mío!, ¡y tanto he su- frido por ti! Son las diez de la noche. La luna está divina. Tristes son mis pensamientos.

7 de julio Recibí carta de Guaduas hoy. Están allí todos buenos. Mucho han sufrido con la revolución y sobre todo con la partida a mando de Góngora, al que derrotó Gutiérrez. In- sultaron a mi tío José María, saquearon la casa, pero afor- tunadamente no duraron allí más de un día. Nada sabe Soledad de ***, desde que se fue para Neiva antes del 11 de junio. No han vuelto a saber más de él. ¿Adónde esta- rá mi bien? ¡Dios mío!, ¿cuándo lo volveré a ver? ¿Si está en Ibagué y Melo va para allá? Siempre temo tanto que le suceda algo. Qué vida es esta, continuamente temiendo, deseando, esperando, pero jamás tranquila.

387 Soledad Acosta de Samper

¡Y siempre algún pesar en la memoria Y eterna soledad!

8 de julio Esta mañana fuimos adonde mi señora Soledad O’Leary porque había venido antes de ayer Simón, el hijo mayor de esta señora. Yo lo había conocido mucho antes. Vinimos al río con él y entonces era un muchacho de unos veinte años inaguantable, creyéndose una maravilla, y por ser hijo de ministro le parecía que tenían que sufrirle sus pesade- ces. Yo siempre tenía grandes disputas con él que acaba- ban siempre con llorar él y reírme yo. Ahora parece que se ha compuesto mucho, es menos malcriado y más amable. Muy pequeño de cuerpo, ninguna expresión, una barba larga amarilla sin gracia, este es el aspecto de este joven de veinticuatro años. Trajo noticias de Mosquera. Asegura que está este general en Barranquilla todavía. Dice que no viene a atacar a Melo hasta que tenga un inmenso ejército para que caigan los conspiradores de redondo de modo que no se puedan volver a levantar, y que seguramente esto no pueda suceder hasta el fin de año. ¡Seis meses! Imposible, jamás podremos aguantar tanto… Estaba allá María C., y como yo estoy muy triste con la tal revolución, siempre vestida de negro, me hicieron mucha burla diciendo que estaba jubilada, etcétera. Simón dijo que Miguel S. estaba muy malo, en cama, que en Honda había visto la familia de él. ¡Ay!, y cómo me latía el corazón cuando dijo que un hermano de Miguel había venido con él a Honda. Pero no era él, era Rafael. Cayeron mis esperanzas, no lo vería.

388 Diario íntimo

Deseaba yo preguntar por él, pero imposible. ¿Qué hubie- ran dicho? Allí todos han hablado mucho sobre *** cuan- do decían que se casaba conmigo. Imposible me será saber adónde está. ¡Mi bien!, nueve meses sin verte. ¿Y esto será vivir? Ya en ese tiempo no me amarás tal vez, ¡y yo cada vez siento cuán amado eres!

9 de julio Son las diez y media de la noche. Acabamos de venir de adonde las Orrantia. Ellas me dieron a entender que mi *** estaba con Herrera en Ibagué. Ellas lo sabrán de algún modo. ¡Dios mío, qué desconsolada he estado hoy, bien mío! Esta noche hace tres meses que era Domingo de Ra- mos. Tú, mi ***, estuviste aquí a oír la retreta. ¡Ah! Felices momentos de mis pasados días, ¿cuándo volveré a tener un placer como ese? ¿Cuándo? Dime, mi bien, esta noche que brilla la luna con su más linda luz, plateando la tierra y hermoseando la naturaleza, ¡dime mi vida!, ¿piensas tú en tu soledad? ¡Tú no sabes cuánto, cuánto te amo! ¡Eres mi vida! Mi esperanza, toda mi felicidad está en tus ma- nos. ¿Si tú no me amas? ¡Ah!, no puede ser, mi corazón me lo dice. Me adoras, pues tu alma y la mía son herma- nas. Sí, tus sentimientos tienen un eco en mi corazón y no me puedo engañar, ¡yo seré feliz siempre que esté a tu lado, mi ***! Qué noche tan divina. Piensa en mí, bien de mi corazón, al mirar aquel astro. Es lo único que tus ojos y los míos pueden ahora contemplar al mismo tiempo. ¡Recuerda esto siempre y piensa en mí!

389 Soledad Acosta de Samper

10 de julio El reloj de la Catedral da lentamente las diez… Ha llovido toda la tarde. El cielo está cubierto de nubes, pero los rayos de la luna atraviesan esta oscura cortina y vierten una luz me- lancólica, igual, sin brillo. Sin sombras están los edificios, las calles claras, sin embargo, y alcanzo a distinguir desde aquí los portales y aún más allá, pero todo con una luz opaca sin vida ni animación. Tal era mi vida antes de conocerte, bien mío, melancólica, igual, sin animación ni brillo. Esto era yo hasta que te conocí, y desde entonces soy otra. Mi alma tiene otra luz, mi vida otra esperanza. Tú no más ocupas mi corazón, y tu recuerdo es el brillo mayor de mi alma.

11 de julio. Las diez de la noche Te revestí de todo lo bello, te revestí de todo lo ideal. ¡Oh!, ilusión adorada, ¡por qué me abandonas tan pronto! ¡Dios de Misericordia! ¿Se acabó pues mi sueño de felicidad, se acabó cuanto ideal soñaba? ¡Oh!, amargo recuerdo. Con una palabra murieron mis esperanzas. Sin embargo algún consuelo merecía… Tanto había penado… ¡Oh!, golpe te- rrible. ¡Oh! Señor. Señor, piedad. He sido débil y lo soy todavía. ¿Por qué darme tantas penas? ¿Lágrimas por qué correr? Mezcladas a la tinta y si fueran de sangre no serían más dolorosas, no. No, no quiero llorar. Si es que él… no ama a su Patria, si no abriga en su pecho los nobles senti- mientos que yo creía descubrir en él, ¡si es como me lo han representado!, ¿por qué verter lágrimas?: ¡no es digno de ellas y tengo orgullo y valor para no llorar! Sin embargo mi corazón se parte con el pesar profundo. ¿Fui predestinada

390 Diario íntimo para penar? ¡Dios mío!, tú que oyes las quejas de los morta- les escuchadme. ¡Oh!, escucha mi oración. ¡Señor, piedad! ¡Detened la desesperación que comienza ya a circular por mis venas! ¡Oh!, mirad mis pecados con ojos de miseri- cordia y dadme resignación, resignación para aguantar mi suerte, ¡oh!, mostradme, ¡Dios mío!, cómo es su corazón. ¡Si es digno de ser amado! ¿Es como yo había pensa- do? Porque si no es…, ¡siento que tendría valor para pasar mi vida lejos de él! ¡Lejos de él! ¡Cuán débil soy! ¡Madre de Dios, que supiste tanto sobre la tierra, dadme fuerzas para resignarme! Pero oh, ¿no me será permitido rogar por él? Que su corazón se cambie, ¡que conozca su error y vuelva otra vez al camino del honor! ¡Y el amor patrio lo anime!, como antes. Qué es esto, habrán cambiado sus sentimientos.

12 de julio, las 10 de la mañana No sé qué hacer conmigo misma… Todo me desespera, el pupitre, el álbum, el libro. Todo lo regalado por él… guardé adonde mis ojos no puedan contemplarlo. Necesito valor para no desesperarme, y la vista de estos objetos me llena- ba de amargura. Dios mío, ya a dondequiera que vuelvo la mirada no encuentro lo que más amaba, ¡el álbum!… He concebido un proyecto: que si me ama él verdaderamen- te escuchará mi voz, si me ama conocerá que fui yo la que escribí esto. Voy a mandar de algún modo a Ibagué una proclama que le recuerde que su honor está en peligro, que aquí comienzan ya a pensar mal de los que no toman las armas y sobre todo de los que no se entusiasman, de los que miran la Patria con indiferencia.

391 Soledad Acosta de Samper

¡Dadme, Dios mío, elocuencia suficiente para desper- tar su corazón! ¡Señor!, haced, ¡oh!, haced que oiga mi voz, que conozca que mi alma no puede amar sino a los que saben adorar a su país, a los que lo saben defender. Tal vez será un loco proyecto, tal vez él ni verá mi proclama o si la ve no le hará caso. Yo hago todo lo que puedo y aún más. ¡Dios mío!, ¡dadme elocuencia!…

Las ocho de la noche Las cosas políticas van mal, malísimamente esta noche. Anoche parece que se escapó Obaldía y andaban hoy todo el día buscando al señor Logan que lo ayudó a salir. Unos dicen que lo han cogido, pero de cierto no se sabe. Aca- bo de recibir un papelito de Mary en que me dice que hay mucho movimiento y agitación en las calles, que Beriña anda a caballo con sus policías, que están fortificando a Cuatro Esquinas y que aseguran algunos que Obando se va a declarar jefe supremo esta noche. Si es por consejo de Melo o en contra, veremos cuando suceda. Ayer les tomaron o quitaron a los Echeverría unos des- pachos para Obaldía que traían de Honda y muchas cartas particulares. Hombres tan soquetes, traían estas cartas en los cojinetes. Por supuesto en Facatativá sospecharon y los encontraron muy fácilmente. El gobierno usurpador di- cen que se ha decidido a darle el pasaporte a míster Green, ministro de los Estados Unidos. A ellos qué les puede im- portar que los yankees nos declaren la guerra. ¡Desgracia- do país! ¿Y habrá quien esté indiferente en medio de su Patria que corre hacia la ruina?… ¡Dios mío!, cuán amarga

392 Diario íntimo es la copa del dolor que tengo que tomar. Allí adonde creí hallar néctar celestial, ¿qué hallé?… No quiero pensar más sobre esto. Con el exterior en calma y la sonrisa sobre los labios, nadie sabe lo que sufro. ¡Oh!, mi corazón, ¡te en- tregaste tal vez a quien no merece poseerlo!

Las diez de la noche Antes la hora de retirarme a mi cuarto la oía con alegría, con placer, pues podía ir a pensar, a escribir, a ver algo de él… Pero ahora, ahora… ¡Oh!, terrible angustia que me des- pedaza el alma. Mis pensamientos son amargos. Nada de él puedo ver, ¡pues todo lo he escondido hasta que tenga pruebas de que es digno de mi amor!… ¡Dios mío!, cuánto lo amé, cuán profundo fue mi afecto… ¿Y será digno él de mis sentimientos ilimitados, de preferencia? Con la son- risa en el labio y alegre conversación encubro el peso que agobia mi alma y me llena de desesperación. Y él, él ve con indiferencia todo. Si cree que así me agrada, cuán diferen- te es él de lo que yo lo creía y no me conoce. No me cono- ce cuando cree que el decir que no le importa la suerte de su Patria es palabra que yo podría oír. Pero temo mucho que esto no sea por mí. ¿Y podré yo ser feliz cerca de un hombre que queda impávido, indiferente cuando lo llama el honor?… Qué horribles ideas cruzan por mi espíritu. ¿Adónde están aquellos nobles sentimientos? ¿Y no tener entusiasmo es poesía?… Creerá él que yo tengo un alma tan cobarde que quiera verlo vivo y sin honor. No puede ser, no me conoce, qué equivocado está si cree que tengo tales sentimientos. Cuánto se puede servir a una revolución sin

393 Soledad Acosta de Samper exponer su vida… ¡No, no!, lo siento en esta conducta in- digna de él: ¡no soy yo la causa!…

13 de julio Son las nueve de la mañana y nada ha sucedido, está la ciudad en paz. Dicen que anoche vinieron de Facatativá quinientos hombres a medianoche y que están en el par- que, nadie sabe por qué.

Las diez de la noche ¿Qué tengo que escribir?… Nada. Todo el día me he sentido en una especie de desesperación que no sé qué hacer. Mis pensamientos, ¡oh!, mis pensamientos ya no son como an- tes. Ya los deliciosos sueños de felicidad no me alegran el alma, ¡qué vida! Me he decidido a no pensar nada bueno o malo de él hasta que no sepa algo de nuevo. Pero esto no es vivir… Sólo un pensamiento me ocupa y, Dios mío, la incertidumbre qué penible es, no podré seguir así, me volveré loca. No quiero ni estar triste, ¿y alegre cómo po- dré estar? De aquí resulta un estado de espíritu tan raro que no es natural a mi carácter. Pero qué hacer. ¡Oh!, ***, no sabes, ¡no sabes lo que por ti sufro! Hace días que no lo invocaba… Y ahora no pude menos. ¡Ah!, razón, ¡cuán fría sois!…

394 Diario íntimo

14 de julio ¡Dicen que Obando va a hacer una contra revolución con- tra Melo el 20 de julio243 y declararse no sé si jefe supremo, dictador o tal vez emperador! Salimos ahora con María a la Calle Real. Todos están allí tristes, apáticos. Dicen que pasan los días enteros sin vender el valor de un cuartillo, ¡qué estado de país! Toda la Nueva Granada se encuentra en la desolación, en la pobreza.

Las siete de la noche Esta noche se va para Honda un señor Escobar. ¡Oh!, si llevara mi proclama, ¡si la viera ***! ¿Pero qué poder ten- go, insensata, para despertar el patriotismo, adonde está mi elocuencia?… ¡Dios mío!, si acaso sabe quién lo es- cribió se avergonzará tal vez al ver tales disparates escri- tos por una persona que él cree amar. ¡Qué importantes son mis talentos cuando no puedo volver a inculcar el patriotismo que duerme en un pecho tan noble y que yo amo tanto!… ¡Talento! No hay talento sin elocuencia, y cuán poca o ninguna tengo yo. Por qué, Señor, me diste el poder de amar al talento, de conocerlo, de apreciarlo, sin poder decir o hacer nada que demuestre que lo ten- go. ¡Cuánto bien podría yo hacer si tuviera esta cualidad! ¡Inútil deseo! Me desespero al pensar lo inútil que soy en el mundo. Si fuera yo hombre cuán lejos estaría de aquí.

243 El 20 de julio se celebra en Colombia la fecha del primer grito de Independencia, ocurrido en Bogotá en 1810.

395 Soledad Acosta de Samper

16 de julio ¡Hoy domingo hace tres meses!… El sol con sus últimos rayos doraba las nubes en el horizonte. La tarde está triste, fría, destemplada. ¡A esta misma hora hoy hace tres me- ses vi a mi *** por la última vez! ¡La última vez! ¡Cuántos meses tendré que contar antes de volverlo a ver, cuantas lá- grimas tendré que verter antes de tener ese placer, cuántos pesares tendré que sufrir! Y tú, bien mío, ¿me recuerdas esta tarde, traes a la memoria el último día que me viste aquí en este mismo gabinete? ¿Qué tienes delante de tus ojos, cuáles son los objetos que se presentan ante tu vista en lu- gar de tu Soledad?… ¿Contemplas acaso el Tolima blanco, espléndido, grandioso, lleno de majestad y hermosura? ¿O tus ojos siguen pensativos las aguas presurosas del Magda- lena que corren a precipitarse al mar como nuestras almas al conocerse corrieron presurosas para amarse? O ves los vastos llanos de Neiva y piensas en mí. ¡Oh!, mi afecto me hace creer que tu mente ahora se ocupa de mí, pero qué sé yo si me olvidas. ¡Bien mío!, ¿cómo me puedes olvidar cuando mi corazón no late sino por ti?

Las diez y media de la noche Esta noche estuvimos adonde las Orrantia… ¡Bien mío! ¡Cuánto te amo! Cada vez que oigo tu nombre pronun- ciado por otra boca agradezco a la persona que habla de ti… Ya esta gente no me desagrada tanto desde que de ti han hablado bien… Por qué, dime, tienes este poder tan inmenso sobre mi corazón. ¡Oh!, Dios mío, cuán triste estoy, siento que mi esperanza de volverte a ver pronto se

396 Diario íntimo acorta, ya la pierdo. Veo ese feliz tiempo cuando pueda volver a oír tu voz, ¡oh!, cuán distante. Pero siempre, cada día al irme a entregar al sueño, digo para mí ya hay uno de menos en la balanza del pesar, pues cada día me trae más cerca del momento de alegría de volverte a ver. ¡Poderte ver!, ¡felicidad suprema!…

17 de julio Todo el día se estuvo aquí Sofía. Estoy esta noche menos triste… Será feliz presentimiento de que pronto se acaba- rá la revolución. Dicen que en un papel de Ibagué vienen publicados unos artículos muy buenos, ¿serán acaso de mi bien?, ¿él está allí? ¡***!, bien de mi corazón, dime, tra- tas de ayudar algo en la revolución para poderme ver. Y tú puedes tanto con tu elocuencia. Escribe, escribe. ¡Pero mis tristes ojos no verán lo que tú escribes!

18 de julio Hoy he estado todo el día fuera de casa. Esta mañana sa- limos. Fuimos adonde Enriqueta Márquez, adonde doña Juliana Urrutia y también adonde Margarita Quevedo, que parece que no es melista como yo la había creído. Fuimos después adonde doña Soledad O’Leary y nos quedamos a comer. Estaba lloviendo mucho. Nos dieron las noticias siguientes: que Gutiérrez volvió otra vez a de- rrotar a una partida de soldados de Melo en el Raizal, unos dicen que doscientos, otros que ochocientos hombres de los melistas y cincuenta de los constitucionales. Pero quién sabe si es cierto. También dicen que Melo tiene intención

397 Soledad Acosta de Samper de fusilar a Briceño —el coronel—, a Azcuénaga, que lo cogieron haciendo balas, a Logan, si lo pueden coger, y a Echeverría que trajo las cartas de Honda y que Beriña co- gió en Facatativá. Melo parece que está furibundo, y en una cólera como esta quién sabe lo que es capaz de hacer. Vil- lafañe se fue para Facatativá para interceder por los már- tires que venían con Echeverría. Dicen que López tiene muy buena gente, ¿mi *** estará con él?… Bien mío, cada vez que hablan de alguno quisiera que tú también hicieras algo digno de admiración…

19 de julio Mañana dicen que habrá algún acontecimiento. Se es- pera que salga Obando como dictador. Esta tarde estu- vimos adonde mi señora Isabel. Elisa acaba de venir del campo adonde había estado con Margarita. Volvimos has- ta la esquina de la Moneda con las Restrepo. Hoy estoy menos desconsolada. Anoche —lo que cambia el espíri- tu humano, es verdad que alguna pluma puede cambiar la balanza de nuestros destinos—, anoche tuve sueños agra- dables. Vi a mi *** ocupado en escribir no sé qué cosas im- portantes para la revolución y oía los elogios que todos de él hacían. Me desperté gozosa creyendo que era cierto. Co- nocí mi ilusión pero mi corazón se esforzó en creer que la simpatía que hay entre él y yo me mostraba entre sueños lo que verdaderamente sucedía. ¡Bien mío!, desde que te conozco me he vuelto aun supersticiosa, ¡tanto es mi de- seo de saber de ti!

398 Diario íntimo

20 de julio ¡Aniversario de la Independencia en la más vergonzosa esclavitud! Estoy triste esta noche, no sé por qué. Sin em- bargo que ha habido muy buenas noticias hoy. Por todas partes vienen tropas para atacar a Melo. Vi una carta del campo constitucional en que nombran los jefes que vie- nen y el número de soldados que los acompañan. Vi la Vo z del Tolima pero no encontré nada de lo que deseaba ver. Estuvo aquí el señor Castello y trajo una alocución de López. En fin, hoy he sabido noticias buenas todas… Pero mi corazón está triste, abatido, nada sé de él y esto me atormenta… Me voy a entregar al sueño para olvidar no a mi bien, sino a los pesares que me agobian el espíritu. Triste consecuencia de la ausencia, jamás hay certidumbre y siempre llena de temores no me atrevo a abandonarme enteramente a la dulce ilusión de la esperanza… Cuán de- liciosamente esparcen su aroma las flores que veo aquí sobre mi mesa… Pero todo me llena de melancolía, ¡aún las flores son para mí ahora causa de pesar!… ¡Qué lindas son! Claveles de bellos colores y agradable perfume que me mandó María. Rosas blancas, puras con sus graciosos pétalos y perfumes sin igual cual mis sueños de felicidad en mis primeros años, ¡que huyeron uno a uno como caen los pétalos al movimiento del viento! ¡Estas me las man- dó Sofía! ¡Pensamientos que me traen mil recuerdos!… Y rosas verdaderas, de color lindísimo, de formas perfectas pero sin aroma. Insípidas, cuando llegan a abrir sus péta- los, no son bonitas sino en botón: emblema de la que me las regaló…, ¡Anita!

399 Soledad Acosta de Samper

21 de julio Dicen hoy que unas guerrillas que hay en el Socorro le mataron a Melo al general Collazos. El único general que le queda —si es cierto que este murió—, es el valiente Mantilla, que le servirá grandemente en caso de necesi- dad. Los negocios van bien y tengo la esperanza cada día más fuerte de que este estado de cosas pronto vendrá a su crisis y podremos otra vez vivir en paz. Mucho temor pa- rece que tienen aquí, aunque no sé qué es lo que esperan que suceda. Mandan poner luminarias todas las noches apenas oscurece. Dicen también que Melo quiere ir a po- ner su cuartel general en Zipaquirá. También aseguran que en La Mesa hay quinientos hombres de López, otros dicen que dos mil. Parece que lo que sucedió en el Raizal fue lo siguiente. Que doscientos cincuenta hombres de Melo iban hacia Guaduas. Los constitucionales tenían una guerrilla en el Raizal y cuando vieron venir una avan- zada de los melistas compuesta de cincuenta hombres se precipitaron sobre ella, los tomaron a todos menos a uno que pudo huir y avisar a los doscientos que venían, los cua- les vinieron volando hacia adonde estaba Melo y llegaron asustadísimos a Facatativá.

Las diez de la noche Esta tarde estuve leyendo parte del diario de los pasados meses. ¡Tiemblo por mi futura vida! Qué carácter el mío, nunca contenta. Entonces qué más deseaba que ver a mi ***. Pero nunca me dejaba llevar por la felicidad presen- te, ¡siempre dudando, siempre incierta! ¡Dios mío!, me

400 Diario íntimo castigaste justamente, pues ahora separada de mi bien co- nozco lo que perdí.

22 de julio Esta mañana estuvimos adonde doña María Francisca. Hoy no se sabe nada de nuevo, nadie sabe cosa alguna de política.

Las diez y media de la noche ¡Ya pasó otro día y otra semana! Dios mío, ¿cuántos pa- sarán antes de volver a la felicidad? ¡***!, bien mío, no me olvides y ámame siempre. ¡Una vez me preguntaste si yo creía que se podía amar constantemente seis años! Sen- tías acaso que tú no podías ser constante por tanto tiem- po cuando dijiste que era «más fácil para una mujer que durase el cariño, que el corazón del hombre es muy varia- ble». Dime, ¿tú no me podrás amar por mucho tiempo? ¡Once meses hace y ocho días hoy desde que supe amarte!

23 de julio Hoy domingo, magníficas noticias. Dicen, y parece que es positivo, que tomaron a Girón en el Socorro. Este tenía mil doscientos veinte hombres y seguramente con toda su gente. Esperan a López con dos mil hombres en La Mesa de mañana a pasado mañana. Pidieron cuarteles hasta el pueblo de Tena244. Es positivo que el Mocho Vargas está

244 Población del departamento de Cundinamarca, a unos 36 km al occidente de Bogotá.

401 Soledad Acosta de Samper en La Mesa con seiscientos hombres. No he sabido qué fue por fin de Collazos, si lo mataron o no. Parece que él estaba con Girón. Melo está muy abatido, dicen que no permite que ningún oficial se le acerque demasiado, que duerme con dos centinelas entre su cuarto y que se levan- ta algunas veces por la noche y da sablazos a las paredes —como Don Quijote—. Todos los melistas están muy tristes y no quieren hablar sobre política. Esta semana no ha salido gaceta, seguramente no tienen nada qué decir sobre sus operaciones militares. Estuvo Sofía aquí esta tarde y después entraron las Carrasquilla. Vinieron antes de que se oscureciera a decir que no se les fuera a olvidar el poner luz. Mucho miedo tienen. Parece que los solda- dos de Melo están muy descontentos, no les da de comer sino carne y medio real por día; muchos se han muerto de disentería y traen todos los días muertos en carros. Di- cen algunos de los soldados que ninguno peleará contra Mosquera, que cuando lo vean venir se pasan a él y dejan a Melo solo. Se desertan sin cesar de Facatativá y de los cuar- teles de aquí. En días pasados mandó dar tanto palo Melo a dos desertores que murieron. Es horrible como los trata.

Las diez de la noche ¡Qué lindo está el cielo! Un manto de estrellas lo cubre con su esplendor… ¡Oh!, ***, bien mío, ¡fuera yo una de esas estrellas para poderte ver! La ciudad está callada, tris- te. Ni un paso de hombre se oye en las calles iluminadas por el mandato del tirano. Todos se esconden en sus casas, nadie se atreve a salir por la noche… Si fuera cierto que

402 Diario íntimo cada alma tiene en el cielo una estrella que brilla mientras vive y se extingue cuando muere… ¡si fuera cierto! Cuál será tu lucero, mi bien, estaría él brillante ahora y yo po- dría ver, contemplar algo tuyo… Pero la mía, mi estrella, me es indiferente. Te amo más, ¡oh ***!, que a mi vida, mi felicidad está entre tus manos, me puedes hacer feliz o des- graciada… Tú eres mi lucero. ¡Oh!, que jamás vea yo que su fulgor se derrite, no permitas que pierda nunca la ilusión. Las estrellas, al mirarlas por un anteojo no se les alcanzan a ver sus rayos tan encantadores y se ven mucho más chi- cas y de menos brillo que cuando las contemplamos con el ojo desnudo. ¡Deja bien mío que te vea siempre con los rayos de luz que me presta la ilusión!…

24 de julio Todos creen que en la semana entrante, es decir a prin- cipios del mes de agosto, estaremos libres. Hoy Dolores Carrasquilla nos mandó un papel, una especie de oda en prosa al 20 de julio escrita en Ibagué en que se lamentan de la vergüenza de tener que ver el sol del aniversario de la Independencia en la esclavitud. Murió a las once del día el doctor Rafael Álvarez de- jando diez hijos, dos varones y ocho mujeres. Otra fami- lia en la consternación y el dolor de la orfandad. Así es la vida, sembrada de pesares y de penas. La felicidad se mues- tra de tiempo en tiempo pero la desgracia la cubre siem- pre entera con sus negras alas. ¡En los años venideros el recuerdo de un pesar nos llena para siempre de amargura y nuestras felicidades excitan sólo un suspiro por lo que

403 Soledad Acosta de Samper jamás veremos o una sonrisa de burla hacia nuestros sen- timientos que no podemos apreciar después! ¡Una alegría muy grande se sigue casi siempre de una pena profunda, y a un pesar le puede seguir la alegría! Oh mundo, cuán va- nos son nuestros goces, ¡lo único positivo es la desgracia!

25 de julio Hoy nos vinieron a decir que habían matado a Beriña pero fue mentira… Pasó el día aquí Sofía y María vino aquí a la tarde. ¡Cuándo me dejarán descansar aquí, Dios mío! ¿Por qué se ocupan de mí para decir cosas desagradables? Ma- ría me dijo que le habían dicho que yo escribía proclamas para que las imprimieran en Ibagué… Sólo hablan aquí al- gunas personas para decir mal del prójimo… ¡Cuándo veré yo el fin de esta revolución! Estoy triste esta noche… Mi ***, si oyes que me ridiculizan, que se burlan de mí, ¡qué dirás tú, bien mío! ¡Oh!, tranquilidad, cuándo podré yo disfrutar de ella… Lo que deseo es paz, no quiero ver a na- die ni saber de nada… Quiero la paz de espíritu, todo me desespera, me cansa… Quiero sólo volver a ver a mi ***. Cuando venga ya no me amará tal vez, ¡tal es mi suerte!

Las diez de la noche Las estrellas, cada una con diferente brillo, hermosean el cielo… ¡Y en cada una contemplo un sol que mundos infinitos ilumina! En esos mundos, cuántos millones de millones de almas habrá, y cada una con su pesar secreto o su alegría. Allá también dura el dolor y pasa la alegría… ¿Y todos esos espíritus se elevarán también hasta el trono

404 Diario íntimo del Señor? ¿Podré yo pues, miserable mortal del más mi- serable mundo, levantar mi voz y que el Omnipotente la escuche?… Dios mío, creador de tantas maravillas, ¿nos será permitido comprenderte alguna vez? Humíllate, ¡oh!, mi alma, delante de ese ser grandioso… ¡Señor, Señor! Dadme valor, fe y humildad que soy como el insecto que se revela contra la montaña que lo des- pedaza al desplomarse sobre él. ¡Que sea hecha tu santa voluntad! ¡Siempre al mirar los cielos me siento más con- tenta con mi vida y más fuerte mi alma!

26 de julio ¡Hoy hace tres meses que de Bogotá se apartó mi bien!, ¡tres meses! ¡Dios mío!, ¿por qué este pesar que mi pe- cho siente? Pronto no lo volveré a ver. Recibí esta maña- na carta de Soledad. Me dice apenas que sabe que *** está en Ibagué… Triste estuvo mi corazón esta tarde, no pude ni por un momento apartar la idea de que hacía tres me- ses que me mandó mi *** el álbum, ¡y yo no lo puedo leer porque he hecho el sacrificio inmenso en obligarme a mí misma a no poner mis ojos sobre el álbum hasta que sepa que él se ha unido de algún modo con los defensores de la Patria! Estuve ojeando las poesías de doña Pepa Aceve- do245 y vi unos versos a ella, a E. ¡Su nombre siempre me llena de dolor!

245 Josefa Acevedo y Gómez (1803-1861): poetisa y escritora de cua- dros narrativos de tema regional y de costumbres.

405 Soledad Acosta de Samper

27 de julio Llegó Teresa de Guaduas y esta tarde estuvo aquí. No hay mayor novedad en aquel lugar, mucho susto porque te- men que se vaya Melo para Guaduas y si acaso va se aca- ba de arruinar el lugar. Dicen hoy, pero no lo creo, que entraron anoche a Zipaquirá tropas constitucionales y se llevaron mucha munición y armas. Aseguran que Mos- quera llegó a Pacho. ¡Estos son los versos de la desgraciada Elvira! Estaba entonces su vida feliz,

Cual crece en un jardín bien cultivado Una rosa fragante, fresca y bella Y entre multitud de flores ella Es la flor predilecta que se admira. Lo mismo en este país privilegiado Se distingue una joven adorable, Y esta joven, modesta, dulce, amable Eres tú, hermosa y apreciable Elvira. Prolongue el cielo tu feliz carrera Y colme de ventura tu existencia, Nunca te aflijan penas de la ausencia Ni turbe tu semblante algún dolor. Sea tu vida perpetua primavera, No conozcas del mundo los engaños, Y que embellezcan tus dichosos años La amistad, las virtudes y el amor246.

246 Este parece ser el poema de Josefa Acevedo que mencionó en la entrada anterior.

406 Diario íntimo

Las diez de la noche El cielo está cubierto de nubes. Tal cual estrella brilla en- tre las sombras. Se ven relámpagos a lo lejos. ¡Oh, bien mío, piensa en mí! ¿Me habrás acaso olvidado? No… que yo juzgo por mi corazón que me amas como antes, y ¡oh, mi vida, yo te amo tanto!…

28 de julio Acabo de venir de adonde María. Son las tres de la tarde. El cielo está azul, los cerros despejados, el sol brilla sobre la ciudad… Pero estoy triste, desalentada. Malas noticias, que aunque vagas siempre dan pesadumbre. Dicen que en Ibagué se levantaron contra López y de toda su gente alguna murió y la demás se dispersó. A López lo mataron o se desapareció. Esto sin duda es mentira. Son chispas desagradables inventadas por estos infames vándalos. La otra noticia, aunque más probable pero sólo chispa, es que a unos oficiales mandados de Honda para el Socorro unas tropas de Melo los cogieron. No creo que sea cierto, pero siempre, siempre todo lo malo me llena de aprehensión. ¡En Ibagué está ***!… ¡También dicen que Mosquera no ha salido de Barranquilla…! ¡Así lo tienen a uno lleno de miedo y le quitan la esperanza de que se acabe esto pronto!

Las diez de la noche Nada he sabido de nuevo desde esta mañana. Parece que esta tarde ni mentiras cuentan. Pero siempre tengo mucha aprehensión por mi bien. ¿Mi *** estará en seguridad?…

407 Soledad Acosta de Samper

29 de julio ¡Alégrate corazón mío!… Pronto, pronto saldremos de la esclavitud. Me mandaron un papel hoy, un boletín en que están todas las comunicaciones de Mosquera en que pro- híbe que permitan traer a Bogotá cartas que cuenten lo que hacen allá y que hace jurar a las personas que vayan a Honda el no decir nada de lo que ven allí. Por eso es que no sabemos lo que pasa y los melistas se divierten regando mil mentiras. Dicen que el 27 por la noche se entraron a Zipaquirá las tropas constitucionales y que mientras que hacían unos tiros de un lado de la ciudad y que las tropas melistas corrían hacia ese lado, se entraron los constitu- cionales hasta el interior de la ciudad y se llevaron la plata que les traían a los bandidos y no sé si armas también se llevaron. Después parece que se hicieron perseguir hasta Pacho247 y allí tomaron a la guarnición entera de Zipaqui- rá, consistiendo de doscientos hombres. No se sabe quién es el autor de esta estratagema, pero se cree ser el famoso P. Gutiérrez. Dicen que han recibido cartas de Vélez en que aseguran que Mosquera llegó allí ya.

Las diez de la noche ¡Todo lo he dejado! Mis libros me aburren, me cansa el es- tudiar. Conozco lo necesario que es saber y sobre todo lo que yo debo aprender. Sé que debo educar mi espíritu, al- gún día seré el consuelo, tal vez la felicidad de él. Sí, porque

247 Pacho: municipio del departamento de Cundinamarca, ubicado a 90 km de Bogotá.

408 Diario íntimo quién conoce como yo cada pensamiento que cruza por su mente, quién lo amaría bastante y comprendería su ca- rácter suficientemente para adivinar la causa de sus penas o alegrías. Por eso yo deberé tener la mente cultivada y sa- ber, ¡saber lo suficiente para ser su compañera en el difícil y peligroso paso de la vida! Sin embargo nada puedo hacer… Conozco mi ignorancia, pero no puedo sacudir esta apatía por lo presente y aprehensión por lo futuro. El pensar en él es mi único placer y soy bastante egoísta para no querer olvidar su memoria, o más bien no quiero ni por un mo- mento dejar de hacer castillos en el aire siempre teniéndolo a él por héroe. Porque su recuerdo siempre está presente, es mi segunda vida. ¡El olvidarlo a él sería olvidarse de sí mismo!… Pero poesías, novelas, sí leo. Mi imaginación vaga al ocuparme de esto y en vez de no acordarme de él su presencia está más cerca, pues siempre trato de buscar algo de parecido a él en los héroes, los sentimientos nobles se me figura que son deél . ¡Tal es mi vida! La esperanza me mantiene y mi imaginación me pinta los lugares adonde creo que él estará… Estoy leyendo un cuento bien intere- sante llamado Zingra248.

30 de julio. Las diez de la noche Nada de nuevo hoy. Estuvimos adonde la señora Price esta tarde y María con su esposo y un inglés nos vinieron a acompañar hasta la puerta. Este inglés el señor Hulley. Hace poco vino de Popayán y pasó por Ibagué. Cuánto

248 Zingra, the Gypsy, novela de Annette Marie Maillard.

409 Soledad Acosta de Samper

deseaba yo preguntarle si te había visto allí, ¡bien mío! Por supuesto él nada dijo y nada sé de ti.

31 de julio La noche está divina, calma pero no brillante, cual la son- risa de una persona que ha sufrido mucho, la sonrisa del alma en paz ya pero melancólica. ¡Pesares le han sacudido el corazón y la alegría no sabe morar allí todavía! Los úl- timos rayos de la luna que se esconde en el horizonte pla- tean el cielo azul. Las estrellas brillan de tiempo en tiempo por entre una ligera neblina que las cubre por momentos. Bien mío, mientras yo contemplo el cielo, ¿tú también al mirarlo me recuerdas?

1.º de agosto ¡Estoy cansada, aburrida del mundo! La esperanza me deja ya y puedo decir, con mi ***, ¡nada me ha quedado! ¡Sí, aún mi bien me habrá olvidado! Tal vez cuando lo vuelva a ver no me amará como el último día que me despedí de él. Quién hubiera dicho entonces que se pasarían meses, qué sé yo, tal vez años, sin volver a ver, oír…, Oh, qué tris- te estoy esta noche.

2 de agosto Ayer tarde estuvimos adonde la señora O’Leary y nos pres- taron un boletín de Ibagué. Siempre que veo un papel de ese lugar mi corazón late, pues creo que habrá tal vez algo de él. ¡Nada encuentro nunca!

410 Diario íntimo

Por qué será que no escribe. Si viera yo aunque fuera un artículo de *** en los papeles de allí qué peso tan enorme me caería del alma, pues sabría que si quiera249 algo hacía por su Patria.

Las siete de la noche ¡Dulce brisa, fresca brisa, escucha mi voz y llévala, llévala armoniosa, hacia el bien que yo adoro!… ¡Oh! brisa ama- da, qué fresca te siento sobre mi sien. Esparces mis cabe- llos y los haces flotar. Escucha mi canto, escúchalo y llévalo presuroso hacia mi bien. Dile al oído que lo amo, que lo adoro y que pienso en él… Mi canto es monótono y triste, así como mi corazón. Pero dile, dulce brisa, dile que es- toy sólo alegre cerca de él. Las estrellas ya aparecen sobre el cielo azul. La luna también comienza a mostrar su luz. Allá en el horizonte las nubes forman mil grupos y veo un llano, un monte y un río también cual dibujados con pincel. Llegó la noche… Qué linda es. Pero tú, ¡oh! brisa, lleva mi voz a mi *** y que sus oídos la oigan cual «eco va- garoso» de mejores tiempos. ¡Pero dile que esos tiempos pronto volverán! Dulce brisa, fresca brisa, escucha mi voz. Recostada sobre el gabinete esta tarde al anochecer, recordé un dulce canto tierno y patético como un suspi- ro. Le puse palabras y lo canté pasito a la brisa para que lo llevara a mi bien.

249 «Que si quiera»: expresión coloquial para significar «que al menos».

411 Soledad Acosta de Samper

3 de agosto Me mandó Sofía las Horas de martirio del amigo de mi ***, de Abigail Lozano250. Tengo que copiar lo que más me guste pronto porque me las presta por poco tiempo. Estuve traduciendo hoy para pasar el tiempo el Avare de Molière. ¡Qué genio el mío! Tengo que hacer las cosas in- mediatamente que me da la fantasía porque si no cuando voy a hacerlas ya me pasó la idea.

§§ De La Nereida del Anauco

§§ Sueños de amor Sí… yo la he visto… he visto su sonrisa De abandono, de amor y de tristeza. Su voz era un suspiro de la brisa; Ella encendió un volcán en mi cabeza.

Sí, que al bañarme en sus miradas bellas Alcé mi vista deslumbrada al cielo Y vi que le faltaban dos estrellas Que un ángel trajo por herencia al sueño.

Un coral entreabierto era su boca Y dos rosas gemelas sus mejillas. No es más bello el espíritu que invoca Una virgen postrada de rodillas.

250 Poeta, periodista y político venezolano (1821-1866).

412 Diario íntimo

Si de su tumba Adán se levantara Y su belleza voluptuosa viera, ¿Eva, Eva, tú vives? Exclamara, ¿Quiso el cielo que sólo yo muriera?

Serás la sombra brillante y vaporosa De una virgen del cielo enamorada, Visión de mis ensueños misteriosa, ¿Sílfide, Serafín, ondina o fada?

Serás mi ángel custodio que amoroso Vela mi sueño y cuenta los latidos De un corazón ardiente y proceloso De las lágrimas urna y los gemidos.

Sólo sé que en la noche me acompañas, Fugitiva nereida encantadora; Que mis mejillas con tu llanto bañas Y que te vas en un rayo de la aurora.

Sólo sé que eres bella y que te adoro En mi dulce tristeza, ídolo santo, Que al despertar y no encontrarte, lloro Y que es de amor mi solitario llanto.

Mundo, dime, ¿no tienes en tu seno Una imagen viviente de esa hermosa? ¡Oh!, yo quiero apurar todo el veneno Que encierre su mirada voluptuosa.

413 Soledad Acosta de Samper

Yo me arrancara el corazón del pecho Y a los pies la arrojara palpitante, Si esa ilusión, lucero de mi vida, Tuviera en el mundo semejante.

Y al nadar en la luz de sus miradas Mi corazón desierto, un mundo entero De amor y de ilusiones encantadas Le levantara en él, hechicero.

Y esa visión mi porvenir sería, Mi santa religión, mi altar viviente, La perfumada aurora de mi día, La estrella más hermosa de mi oriente.

La más preciosa gota de rocío Sobre el negro ciprés de mi existencia, La única flor de mi vergel sombrío, Mi celeste y purísima creencia. ………………………………………

¿Por qué es solamente un sueño Tanto amor, tanta belleza? ¿Por qué sólo en mi cabeza Vive ese ángel o mujer? ………………………………………

¡Mirad!… allí está el Ávila altanero Con su melena de flotantes nubes;

414 Diario íntimo

Murmura con acento lastimero El Anauco pánico a sus pies.

Por la mano del hombre cultivado Ved ese soto a orillas de ese río; Mirad esas diademas de rocío Con que la noche corona el ciprés.

Parecen esas nieblas humo errante Que se escapa fugaz del manzano De algún Genio salvaje y solitario Que bendice la aurora del Señor.

Quizás ese recinto ha visitado Un espíritu errante y bendecido, O aquí de paso el ala ha sacudido El ángel de la inmensa creación. ………………………………………

¡Oh! la mañana. Es un hermoso día. ¡Es la mañana del amor primero! Nace anunciada aquella de un lucero Y esta al paso, a la voz de una mujer.

¡Oh! la tarde es la virgen pensativa De los recuerdos tétricos del hombre, De esos recuerdos cuyo vago nombre Nos hace sollozar y estremecer.

415 Soledad Acosta de Samper

Y la noche es un lúgubre fantasma Que cruza envuelto en funerario paño, Es la imagen del negro desengaño, Tan fúnebre, tan triste como él.

¡Entonces!… la mañana de aquel día. ¡En vano!…, ¡en vano… a gritos pediremos! ¡Que siempre…, siempre… sólo encontraremos En el fondo del vaso amarga hiel!… ………………………………………

¡Vuelo…, estoy a sus pies! Mujer hermosa, Ámame o moriré: ¡será mi lloro Hermano de los ángeles!… ¡Te adoro!, Quiero ahogar en tu amor mi corazón. ………………………………………

¡Y hoy…, porque soy feliz…, vuelve el dolor! ¡Sí!, porque soy feliz… Porque soy hombre, Porque no soy un Dios… para ofrecerte Una insondable eternidad de amor. ………………………………………

Las olas del mar sollozan, Cual si entendieran mi duelo. Nunca los campos del cielo Tan melancólicos oí.

416 Diario íntimo

Parece un desierto mundo La inmensa naturaleza… ¿Comprenderán mi tristeza? ¿Comprenderán mi dolor? ………………………………………

Volaron mis sueños…, voló mi esperanza, Rasgaron los vientos mi linda corona. Luzbel se sonríe. Jehová me abandona, ¿Qué haré en este valle de lágrimas yo? ………………………………………

§§ Plegaria

¡Ángel custodio! ¡Espíritu invisible De mi triste existencia compañero! ¡Misterioso y purísimo lucero De mi noche de lluvia y tempestad!

Déjame tú también… Parte y dirige El rumbo de esa nube que me mata… Que un astro, un mundo, un cielo me arrebata Y me deja en profunda soledad.

Conjura las borrascas de esos mares… Cuando llore por mí seca su llanto… Cúbrelo con tus alas, con tu manto, Ella es un ángel semejante a ti.

417 Soledad Acosta de Samper

Acompañadla siempre… y en las noches, Cuando todo en silencio esté dormido, Abandona su lecho bendecido: Ven a contarme si ella piensa en mí… ………………………………………

§§ Suspiros del arpa

Adiós hermosa… El arpa vacilante Rueda a mis pies en lágrimas bañada, Y agonizante el alma ensangrentada Sólo puede pedirte compasión… ………………………………………

Tienes un nombre, Señora, Que al corazón dice mucho, Que cada vez que lo escucho No sé qué pasa por mí. ………………………………………

Soledad… Esa palabra Vibra de misterios llena. Joven y blanca azucena, ¿Qué dice tu nombre, di?

¿La soledad es tu genio? ¿Tienes el alma desierta?

418 Diario íntimo

¿La esperanza en ti está muerta, Duermes y sueñas aún?

Si todo esto es cierto, niña, Son tus lágrimas tempranas De mis lágrimas hermanas Y nuestra suerte común.

Y entre las ondas conmigo Se hundirá mi triste nombre, Tierna virgen, no te asombre Lo que pienso que seré.

¡Oh! si fueras tú la tabla Del náufrago marinero. ¡Oh! ¡Si fueras tú el lucero De mi negra tempestad!

Si todo esto es cierto, niña, Son tus lágrimas tempranas De mis lágrimas hermanas Y nuestra suerte común.

Yo me hincara de rodillas Y cual diosa te adorara. Yo, Soledad, te llamara Genio de mi Soledad.

419 Soledad Acosta de Samper

La voz del hombre no alcanza A despedirse del mundo, Porque es lúgubre…, profundo, El adiós del corazón.

¿Tú no sabes que hay afectos Que agonizan con el hombre Y que para darles nombre No hay en el mundo una voz?

§§ Desencanto

Mas fue en vano… Que siempre me persigue Honda, profunda, funeral tristeza… Ni un auro251 solo ciñe mi cabeza, Mi corazón es de ramas de ciprés.

No preguntes la causa: yo la ignoro Lo que siento, mujer, no tiene nombre: Sólo sé que en la tierra no hay un hombre Que sienta lo que siento sin llorar. ………………………………………

251 Auro: parece tratarse de un neologismo, puede referirse a un ele- mento áureo, relativo al oro.

420 Diario íntimo

Perdóname estas lágrimas… Perdona Mi tristeza sin nombre, mi gemido. Yo tal vez a llorar sólo he nacido ¡Ah!, déjame llorar niña, por Dios. ………………………………………

¡Silencio! No más llanto… Me resigno. Caiga el triste laúd hecho pedazos, Yo le daré mi adiós y mis abrazos Al genio que suspiraba mi canción.

¡Silencio!… El mundo es bello: la fortuna Corona me prepara… ¡de martirio! ¡Ah!, me vuelvo a quejar… Es un delirio Perdóname otra vez… Yo… soy feliz.

¡Yo… soy feliz! Cuando lloré, mentira. Si te arranqué una lágrima, perdona. El ángel del martirio su corona Jamás sobre mi frente hizo pesar.

El mundo es bello… alegre… Sus montañas Tienen pájaros lindos, fresca sombra, Torrentes espesos, verde alfombra, Brisas embalsamadas de azahar…

4 de agosto ¡Qué noche tan grandiosa! Tan solemne. Qué bella, aun- que triste, es la luz de la luna… ¡Siempre una noche como

421 Soledad Acosta de Samper esta invita a levantar nuestros corazones al Señor!… Tu lin- da y encantadora luz baña toda mi Patria con tus rayos de plata… ¡Ve, oh luna!, pues astro de los tristes, busca la losa amada de Elvira y cúbrela con tu celestial sonrisa… Postra- da ante su losa fría esta noche, con tanto fervor, orara yo sin más testigo que el cielo puro, azul, y te pidiera, linda joven, tu bendición. Tú eres un ángel, en la corte del Se- ñor está tu alma. Allí era tu Patria. Y ¡oh!, Elvira, tan jo- ven llegaste adonde te destinaba Dios la inmortal corona por tus virtudes. ¡Mírame con compasión ángel del cielo! ¡Invocad ante el Señor piedad por mí!… Escucha, yo amo, adoro a aquel que tú también amaste… Siento en el corazón que lo podré algún día hacer feliz… ¡Elvira! ¡Mírame con compasión! Tú sabes lo que es amarlo… ¡Piedad, piedad! ¡Dadme tus virtudes, tu dulzura, tu bondad! ¡Y yo lo amo tanto! ¡Será feliz si en algo me parezco a ti, ángel de Dios!

5 de agosto Se pasan los días, se pasan los meses y nada sé de mi ***… Ya casi cuatro meses desde que comenzó la revolución y quién sabe cuánto tardará antes de acabarse. Han pasado más de dos meses desde que vi la última carta de él, ¡Dios mío!, si me habrá olvidado… Triste está mi corazón esta noche…

6 de agosto Esta tarde estuvimos con María adonde las O’Leary. Des- pués fuimos a casa de la señora Price y nos estuvimos hasta las diez. Volvimos con el señor P. y un inglés Hulley. Las

422 Diario íntimo calles estaban completamente desiertas. La luna brillaba en todo su esplendor. El cielo puro, azul, iluminado sólo por la dulce luz de la luna que seguía su curso pacífico y encan- tador. Apenas se veía una brillante estrella en todo aquel magnífico pabellón. Bien mío, me dicen que estás triste… Me escribió Soledad de Guaduas… ¿Estás triste? ¿Enton- ces sí recuerdas a tu «Solita»? Dime, ¿es cierto que no es- tás contento?… Mira esa luna mi amado, y piensa que yo la contemplo también, ¡ah! ¿Si me amas no te consuela esto?…

7 de agosto ¡Oh! esperanza, ¡cuán vana eres!… Que es cierto que «La esperanza es el sueño de los tristes». Sueño que me daba valor, sueño que yo necesitaba creer. Sueño de consuelo, ¡ya huyó con la verdad! Mi esperanza era ilusión. Yo creía que él, si no quería mezclarse entre los constitucionales que ha- bían tomado las armas, a lo menos seguiría siendo secreta- rio de la Cámara. Por fin esta noche vi laManifestación del Congreso. Todos los que estaban en Ibagué252 firman allí y también el secretario del Senado, pero él, aunque yo sé que el 20 de julio estaba en ese lugar, parece que no tomó parte. ¿Qué contiene esto? ¿Por qué no querer mezclarse en nada?… Parece que hubiera en su conducta un misterio que yo no puedo descubrir, que no comprendo. ¿Me ama- rá de veras? ¿Puede creer que esta conducta sea agradable a mis ojos? ¿Y yo que creía que me conocía a fondo?… Ya

252 Los constitucionalistas instalaron un Gobierno provisional en Ibagué.

423 Soledad Acosta de Samper no es tristeza lo que siento, es desesperación, es locura. No sé qué pensar. Dicen que se fue para Honda, ¿por qué será, Dios mío? Que hay todos los modos en que podría volver por su honor. ¡Qué martirio el mío! Ver que todos hacen algo, todos, ¡menos él!…

8 de agosto Le escribí a Soledad y le ruego que le hable a *** si acaso va a Guaduas, que le diga, que le haga conocer cuáles son mis sentimientos acerca de su extraña conducta en esta revolución, que le diga lo que pienso. En fin, que le haga entender que para mí no hay nada de noble en su falta de patriotismo, que yo no puedo amar, admirar a los que en estos tiempos no ayuden en algo a los que tratan de resta- blecer la Constitución. Dice que porque me ama se ma- neja de este modo. ¡Serle indiferente a la Patria mostrará que me ama a mí!… Cuán engañado está si cree que estos son mis sentimientos. Inmediatamente que supo que el Congreso trataba de reunirse en Ibagué se alejó de allí. ¿Por qué es esto? No puedo comprender. No sé si habré hecho bien o mal en hacer que lo que pienso llegue a sus oídos, y hasta que sepa yo cuál es el resultado, estaré en un martirio horrible. ¡Dios mío!, ¡abridle el corazón! Que conozca cuál debe ser el paso que le indica su honor.

9 de agosto Habré hecho mal, habré hecho bien… Algunas veces me alegro, otras me asusto, cuando pienso en lo que le escribí

424 Diario íntimo

a Soledad sobre ***. ¿Qué diría él? ¿Qué pensará de mí? ¿Cuáles habrán sido sus motivos en su conducta tan rara en los negocios políticos? Estas son las preguntas que me hago sin cesar… Recibí hoy carta de mi prima, cuatro pa- labras… Me dice que le preguntó mi *** en días pasados, cuando estuvo en Guaduas, si cuidaba yo a la Solita… ¿si yo la cuido?… ¡Pobre flor! ¡Aunque le prodigo todas mis atenciones, no crece y parece triste lejos de su dueño! ¡Hoy hace cuatro meses! Era Domingo de Ramos. A esta hora…, a las diez, qué feliz estaba yo… ¿Volveré otra vez yo a go- zar días como ese?

10 de agosto Otra carta de Soledad hoy. Me habla de mi bien, me dice que un hermano de él le dijo que estaba en Neiva. ¡***! ¡Mi vida! Qué linda está la luna, ¡mírala, mi bien, y piensa en mí! Me arrepiento ya de haberle escrito a Soledad que le dijera a él que debía mezclarse en la política. Él sabrá me- jor lo que debe hacer, y no me voy a entristecer más con vagos rumores sobre lo que dicen de él. Tú me amas, ***, ¡y qué más puedo desear!

11 de agosto A mí todo me entristece, cualquier cosa me llena de apre- hensión. Esta mañana fuimos adonde María. Ella quiere ir al campo a Fusagasugá253 y yo también. Si ella va nosotras

253 Fusagasugá: municipio del departamento de Cundinamarca, ubi- cado a 64 km de Bogotá.

425 Soledad Acosta de Samper

iremos. Al principio me llené de placer, tal vez irá ***, pen- sé yo. Y después…, si no va, si le es indiferente o no pue- de ir allí, qué triste será para mí el lugar. Si no va, diga lo que quiera después, jamás podré creer otra cosa sino que yo le soy indiferente. Qué pesar me da solamente el figu- rarme tal cosa.

Las diez Acabo de sacar su álbum, ¡un mes entero sin verlo! No pude resistir más al deseo de contemplar otra vez su escri- tura y escuchar sus nobles sentimientos. Cuánto me entristece el leer el álbum. ¡Dios mío!, por qué son estas continuas dudas, por qué no estoy jamás con- tenta. ¿Y por qué es que no me atrevo a creer enteramente, a poner completa fe en su amor? Porque horribles dudas me atormentan. ¿Me amará tan profundamente como debía?

12 de agosto Hoy salimos a la calle y fuimos adonde don Pacho Barriga y a casa de las Briceño.

Las diez ¡Vino Mary esta tarde y me dijo que decían entre otras co- sas de mí que yo tenía un carácter muy frío! ¿Será verdad? Entonces, si no puedo jamás mostrar lo que siento, adiós sueños de felicidad. ¡Jamás lo podré hacer feliz!

426 Diario íntimo

13 de agosto ¡***!, bien mío, ¿adónde estás esta noche? Dime, ¿piensas en mí?, ¿mi imagen está indeleble en tu corazón como está la tuya grabada sobre mi alma? ¡Dios de misericor- dia!, ¡que van a hacer cuatro meses desde que no te veo, mi vida!… Cuatro meses sin oír tu voz, cuatro meses sin respirar el mismo aire que tú, ¡cuatro meses de angustia, de aprehensiones, de dolor, de dudas! Cuatro meses sin vivir. Un continuo pesar me agobia el corazón, por qué no ten- go completa fe… Inspírame, Dios mío, quítame estas tris- tes dudas, ¡dame fe y estaré feliz!… ¡Ah!, ya veo, no debe haber felicidad sobre la tierra, y el creerme amada cual yo lo amo será demasiado gozo. La copa de la vida tiene más acíbar254 que miel. Me someto…, ¡Dios mío, dame valor!…

14 de agosto

Who thundering comes on blackest steed, With slackened bit and hoof of speed? ……………………………………… On—on he hastened, and he drew My gaze of wonder as he flew. ………………………………………. He passed, and vanished from my sight, His aspect and his air impressed A troubled memory on my breast,

254 Acíbar: «amargura, sinsabor, disgusto». (Véase Diccionario de la Real Academia Española, op. cit).

427 Soledad Acosta de Samper

And long upon my startled ear Rung his dark courser’s hoofs of fear.

Byron255

Las siete de la noche Un año hace que tu imagen se grabó sobre mi corazón… ¡Un año hoy! ¡Ah!, memoria adorada, memoria amarga aunque deliciosa, quiero esta noche consagrarte en mis re- cuerdos, quiero escribir, aunque sea por la milésima vez, cómo fue que te vi, ¡***!, por primera vez… Estaba yo en la ventana. Víspera de fiestas. La gente llegaba de todas partes para asistir a ellas. Una opresión vaga, una melan- colía dulce se había apoderado de mi corazón. Nadie me importaba. Pasaba la gente delante de mis ojos como en un sueño. Me hablaban, apenas respondía. Eran las cinco y media… Un murmullo lejano se hacía oír que salía de

255 Estos versos hacen parte de un poema de Byron titulado «The Giaour», «El infiel» —en el sentido de musulmán—. Byron apa- rece mencionado con frecuencia en las obras de Soledad Acosta, aunque no estaba entre los más leídos por los románticos hispa- noamericanos. Aquí nuestra traducción del fragmento: «¿Quién viene tronando en negrísimo corcel, / Con freno relajado y velo- cidad de cascos? / … / Adelante, adelante, lo apresura, atrayendo / Mi mirar maravillado mientras vuela: / … / Pasó, desapareció de mi vista, / Su aspecto y su aire imprimieron / Un recuerdo tur- bado en mi pecho, / Y mucho después sobre mi espantado oído / Resonaron los cascos pavorosos de su oscuro corcel». Es curio- so que la autora elija este texto para introducir su recuerdo del día en que conoció a Samper.

428 Diario íntimo entre la gente reunida en la plaza. Pasaban gentes, salu- daban aquí y allá. Acababan de dar la última mano a to- dos los preparativos, pues el día siguiente era el gran día. Corrían los muchachos, sonaban los tiples, en fin, todo era animación, todo alegría. Menos yo. Veía todo esto sin pensar en nada… De repente oigo las pisadas a prisa de muchos caballos. Se acercan. Uno viene adelante. Qué elegancia de porte, que fisonomía tan interesante aunque triste, montado en un fogoso caballo. ¿Quién será?, excla- mé. Pues ***… ¡Imposible! ¡No puedo creer que sea este el desgraciado esposo de E. L.! No lo puedo creer, con esa fisonomía no puede ser malo, ¡y dicen que es tanto! ¡Este es ***!… Porque mis ojos lo siguieron hasta que lo perdí de vista. Su madre y hermana están en la puerta. Se preci- pita entre sus brazos. ¿No será bueno cuando es hijo tan tierno?… Son ya las seis. Todavía está claro. Están dando alegremente la oración, qué alegría en todas partes… Pero ya veo que vuelve ***… de brazo con un hermano suyo. Mira hacia la ventana adonde yo estaba, una dulce sonri- sa ilumina su fisonomía y la hace aun más melancólica. Se quita el sombrero, qué cabellos tan lindos, tan enrizados, y como oro brillan… Se fue… pasó… Qué es esto, ¡estoy agitada!, y no sé por qué. ………………………………………

Esa noche hubo fuegos. Yo estuve sentada en la puer- ta. De tiempo en tiempo pasaba él. Un magnetismo irre- sistible me impelía a no perderlo de vista. Sin embargo, al mirarlo, me llenaba de melancolía, ¡pero cuán dulce! ¿Y

429 Soledad Acosta de Samper de esto hace ya un año? ¡Dios! Recuerdo celestial. Me pa- rece que acaba de pasar todo esto…, ¡y sin embargo cuán- to tiempo hace!

Las diez de la noche Qué noche tan oscura, tan triste, ¡cuán diferente de ahora un año! ¡Poco pensaba yo al fin de ese día, cuando en paz me fui a acostar, cuán cerca estaba la crisis de mi vida, y que esa tarde había visto por la vez primera al ser en cuyas manos estaba mi destino! En él consiste ya la felicidad o desgracia de mi vida. Mi corazón siendo tuyo, bien mío, ¿pensarás esta noche en mí?, ¿en tu futura suerte?

15 de agosto

Tell us, oh! bird of the solemn strain Can those that have loved forget?

Heine256

¡Cuán diferente el día de hoy al de ahora un año! He pasado en una mórbida tristeza, pensativa, sin aliento para hacer nada. Mi imaginación me llevaba y trataba de pin- tarme lo que en aquel día había sucedido. Llovió sin cesar, la naturaleza parecía participar de mi tristura y lloraba; el

256 Heinrich Heine (1797-1856): escritor y poeta romántico alemán. He aquí nuestra traducción: «Dinos, ¡oh!, ave de solemne linaje, / ¿Pueden olvidar aquellos que han amado?».

430 Diario íntimo viento suspiraba entre las puertas y ventanas como para responder a mis suspiros por el ausente… Vestida con el mismo traje que tenía ahora un año, quería sólo pensar en ese feliz tiempo. Mis manos vagaron sobre el piano pero sólo acordes en ese tiempo oídos acertaban a tocar. Sin embargo esta tarde mi madre me hizo salir, fuimos adonde la señora Price. La familia estaba toda reunida, conversaban alegremente, contaban las noticias que se decían hoy en la ciudad. Pero nada podía sacarme de mi meditación, no oía lo que pasaba a mi rededor. ¡Oh!, ¡qué escenas tan diferen- tes veía yo! Mi espíritu vagaba cuán lejos de aquí. El agua no la veía caer triste y lentamente de las tejas, perdí de vista la calle sucia y mojada: allí en mi pensamiento sentía un calor sofocante, veía brillar el cielo hermoso sin que nube alguna oscureciese el sol, aspiraba el perfume delicioso del jazmín, mil objetos alegres llenos de animación pasaban como sombras por mi espíritu… Estaba allí sentada, quieta, inmóvil, ¡pero me sentía cuán feliz! Cuando de repente resuena una risa en mis oídos, me despierto sobresaltada de mi letargo y veo que yo soy la causa de la diversión, pues todos se burlaban de verme tan distraída y tan callada: me habían hablado varias veces pero yo no había oído… Volvi- mos a casa lloviendo… y heme aquí otra vez con mis eternos recuerdos. Dime, ¡amado mío!, tú también tienes hoy los mismos recuerdos… Pero esa noche no estabas feliz, bien mío, pues yo vi una sombra sobre tu frente, y esa noche me acosté yo triste, estaba incierta… La sombra del dolor de tu frente pasó a mi corazón para entristecerlo…

431 Soledad Acosta de Samper

16 de agosto Son las cuatro de la tarde… Vivo en estos días sólo de los felices recuerdos de ahora un año. Siempre un mismo pen- samiento. A esta hora estaba yo agitada sin saber por qué… Viendo los toros en un tablado, pensaba en la noche an- terior y me estremecía al analizar mis pensamientos, pues sólo me acordaba de él.

Las siete de la noche

How calles’t thou back with a note, a sigh Words and low tones from the day gone by?

H.257

¡Dudas, recuerdos, poblad mi mente! Cuando oscureció fui al piano y allí pasé un momento de ilusión dichosa, pues con el sonido de Los rayos de la esperanza y los armoniosos acordes de mi contradanza querida volví a ver otra vez aque- lla fisonomía tan amada de mi corazón. Escuché otra vez su voz y oí llena de placer sus nobles sentimientos… Recordé entonces cómo esa noche, sentado él cerca de mi madre, hablaba de ella. ¡Ah!, jamás podré olvidar la compasión que sentí cuando habló de E. Los ojos se me humedecieron al decir él con tanto dolor: «Era una fisonomía enteramente oriental». Sentí en aquel momento tanta pesadumbre. Mis

257 Podría tratarse de otros versos de Heine: «¿Cómo te invocan con una marca, un suspiro / Las palabras y los tenues tonos del día que pasó?».

432 Diario íntimo labios estaban mudos pero, ¡oh!, qué agitación hacía latir mi corazón… ¡Ella era tan linda!… ¿Y podrá pensar en mí, podrá aun por un momento tener mi recuerdo en su memo- ria?… Imposible. ¡Ella era tan linda! Con sus ojos de judía y su tierno mirar. Insensata. ¿Y yo pude figurarme por un instante que se ocupaba de mí? Ilusión, ilusión contestaba mi alma, y sentía en aquel momento que yo lo amaba, lo amaba profundamente sin saber cómo fue que comenzó este sentimiento. Parecía que aquel sentimiento tan nuevo para mí estaba ya arraigado en mi corazón. Qué es esto, decía yo, ¿apenas lo conozco dos días y lo amaré tanto?… ¡Aquella noche!… Mis labios no pronunciaron palabra alguna, pero ¡oh!, ¡qué angustia había en mi corazón!

These lips are mute, these eyes are dry But in my breast, and in my brain Awake the pangs that pass not by The thought that n’er shall sleep again.

Byron258

Angustia, ¡yo podría haber entregado así mi corazón sin saber si él me amaba! ¡Yo!, ¡y estando segura de que él sólo pensaba en otra!… Es verdad, dulces palabras mis oídos habían escuchado, sí, ¡pero palabras que se lleva el

258 «Estos labios están mudos, estos ojos secos. / Pero en mi pecho, y en mi mente / Se despiertan las penas que no pasan, / El pensa- miento que nunca más dormirá».

433 Soledad Acosta de Samper viento!… ¡Y adónde está mi orgullo natural!… No lo ha- llaba, se perdió, pues pensar en él, oír con toda mi alma cada palabra que salía de sus labios me ocupaba… Mi es- píritu incierto no acertaba en pensar en lo que me acon- tecía. Felices recuerdos, aunque no pude gozar de ellos en aquel momento. Mis ideas sin orden no se ocupaban sino de lo presente sin traer a la memoria el peligro que había en aquel interés tan grande que tomaba en él. Hubo am- bigú259 y pronunció él discursos. Cada palabra me llegaba al corazón, pero era tal el tumulto de mi mente en esa no- che que no recuerdo casi nada de lo que dijo en público… ¿Adivinaría él mis pensamientos en aquel día? ¡Tal vez!… Volví a casa, pero imposible dormir. Mis ojos deseaban el día para volverlo a ver. Vine con él del brazo hasta casa. Me preguntó si había estado contenta… ¡Oh!, bien mío, ¿recuerdas todo esto esta noche?… Aquellos días fueron de delirio, mi afecto hacia él no tuvo principio. Siempre desde que conocí lo que mi corazón sentía lo amé tan profunda- mente como ahora, simpatía extraordinaria, ¡pues era mi destino el amarnos! ¿Por qué escribir todo esto, por qué? ¡Oh!, si fuera yo poeta, si pudiera con parsimoniosa elo- cuencia pintar todo, todo lo que mi alma siente, entonces sí debería escribir los recuerdos de aquel tiempo… Pero yo, ¡yo!, ¡infeliz, que siento tanto y no lo puedo explicar! Yo que nada debía escribir, pues no tengo elocuencia… Sin embargo, bien mío, si tú supieras algún día cuánto, cuán profundamente te amo, sería suficiente para mí…

259 Ambigú: del francés ambigu, ‘bufé’.

434 Diario íntimo

… I would leave behind enshrined Something inmortal of my heart and mind That yet may speak to thee when y am gone, Shaking thine inmost bosom with a tone Of lost affection; something that may prove What she hath been, whose melancholy love On thee was lavish’d; silent pang and tear And fervent song, that gush’d qhen none [were near, And dream by night, and weary thought by [day…

Hemans260

17 de agosto

Thine shall be nothing of the past, save tears!

B.261

260 Felicia Hemans (1793-1835): poeta inglesa. Estos versos consti- tuyen un fragmento de su poema titulado «Properzia Rossi», del poemario Records of Woman. He aquí nuestra traducción: «Dejaré como reliquia / Algo inmortal de mi corazón y mente, / Que aún pueda hablarte cuando me haya ido, / Que conmueva tu pecho con un tono / De devoción perdida; algo que pruebe / Lo que ella ha sido, su amor melancólico / en ti desperdiciado; calladas penas y calladas lágrimas, / Canción ferviente que fluyó estando sola, / Sueño en la noche, y pensamiento hastiado en el día».

261 Verso de un drama de Byron titulado El cielo y la tierra (1821): «¡No serás nada del pasado más que tus lágrimas!».

435 Soledad Acosta de Samper

Esta tarde estuvimos a pasear al Agua Nueva con mi señora Isabel y Elisa. La tarde estaba muy hermosa, ¡ay de mí! Me reía y conversaba, ¡pero al mirar el paisaje que se extendía a mis pies recordaba con dolor que en esa ciudad no estaba ya mi ***! Los rayos del sol iluminaban toda la sabana, pero los potreros a lo lejos estaban solos, desier- tos, no se veían pacer los ganados sobre la verde yerba. No sé si mi espíritu le daba un colorido triste a cuanto veían mis ojos, pero aun la naturaleza me parecía melan- cólica… ¡Qué desolación! Al fin del mes de marzo, hace poco más de cuatro meses, fui también a pasear por ese lado. Qué diferente parecía todo. La ciudad estaba llena de gente y las calles animadas, los potreros entonces cubiertos por el ganado que estos vándalos se han llevado dejando adonde ponen sus pies, como Atila en tiempo antiguo, sin gente, sin ganados, sin sementeras ¡y sólo en el espíritu un recuerdo terrible y amargas lágrimas por patrimonio!… Pero esos eran salvajes, esos eran tribus de guerreros sin sentimiento ninguno de humildad, ¡y estos hombres que arruinan este pobre país son hijos de la Nueva Granada y levantan su hoz exterminadora contra sus propios herma- nos! ¡Y se llaman liberales! Así corrían mis ideas cuando bajaba del paseo. Al entrar a las calles nos encontramos con Quevedo, y con él venía un hombre de un aspecto repugnante, chato y feroz. Me horrorizó su vista sin saber quién era. ¡Después de que pasaron me dijeron que era el infame azotador Mercado! Y seres tan despreciables y viles como estos son los que nos gobiernan ahora. ¡Ah humi- llación! Pobre Patria mía, ¡hasta qué estado has llegado!

436 Diario íntimo

¡Las diez!… Al oír sonar lentamente esta hora, en mi mente se atropellan mil recuerdos. Ahora un año a esta misma hora, estando yo sentada en la puerta de la casa vi a mi *** pasar, y me sentí feliz pues sin mí no estaba con- tento en el baile… ¡Dios mío! Qué triste estoy esta no- che, ¡cuatro mortales meses sin verte, bien mío!… Sólo tu álbum me consuela algo de tu penosa ausencia, pues a lo menos leo tus pasados sentimientos hacia mí. Di, ¿desde entonces me amas más, o menos?

18 de agosto

No puedo esperar, ni aun esperanza

T. de Molina262

Dicen que Mosquera está en Vélez ya… Pero yo no lo puedo creer, no quiero que la esperanza siempre halagüeña me engañe otra vez… Todo en la vida es ilusión, y temo tanto que creyendo que pronto tendrá fin esta esclavitud y que mis tristes pensamientos vuelvan otra vez a fijarse sobre lo que aman me impaciente después al ver que mi esperanza fue vana y desespere enteramente… ¡Oh!, vida triste la que paso. Algunas veces creo que sería demasiado placer ver el fin de esta ausencia y por eso no puedo ver el fin jamás. No he vuelto a saber nada de mi ***. ¿Y esto es vivir?…

262 Tirso de Molina (1571-1648): dramaturgo español.

437 Soledad Acosta de Samper

Las diez de la noche

There are emotions in that greatful hour When only stars look on us, that can steal Upon the heart with more than wonted power Making more pure and (tender) all we feel263

La noche está oscura, triste… Sin embargo siento cada día que te amo más, mi bien. ¡A esta hora, sentada en el gabinete, mis recuerdos volaron hacia ahora un año!… Siempre un mismo recuerdo me atormenta, aunque me endulza la vida al mismo tiempo.

¡Señor! En mis congojas de llanto y agonía, Con religioso acento consuelos te imploré; Y siempre mis dolores calmó tu mano pía, Porque la luz me diste de la divina fe…

Esto leo… ¡Cómo, oh poeta, no admirarte! Tus poe- sías son dulces, tiernas y me llenan siempre el alma de ad- miración. ¡Muéstrenme otro que tenga todo el talento de él en mi país! Tú, bien mío, a mis ojos eres el primero… ¿Serás sólo a mis ojos?… ¿De tus congojas podré yo algún día consolarte?

263 «Hay emociones en ese grato instante / En el que sólo nos miran las estrellas, que pueden deslizarse / Hasta el corazón con su ha- bitual poder / Haciendo más puro y suave cuanto sentimos».

438 Diario íntimo

19 de agosto The love where death hath set its soul No age can chill, or rival steal!

Byron264

¿Será cierto? Jamás la podrás olvidar… ¡Oh, E.! No puedo nunca pensar en ti sin estremecerme. Hoy vi a su padre…265, y sentí como un puñal atravesarme el corazón… Su padre la llora todavía, ¡cuáles serán, pues, los sentimien- tos de un esposo! Y siempre, siempre me perseguirá esta idea, que sólo ella ocupará el fondo de su alma.

The sorrow unobserved may pour The plaint she dare not speak before ……………………………………… Siempre, en sus horas de meditación, volverá el alma a su primer amor…

The lonely hour presents again The resemblance of thy gentle shade266

264 Fragmento del poema Elegía a Thyrza, de Byron: «Al amor sella- do por la muerte ninguna edad lo calma, ningún rival se roba». 265 José María Samper se refiere al padre de Elvira en sus memorias como un hombre muy pobre y nunca menciona su apellido.

266 El fragmento anterior y este hacen parte del poema If Sometimes in the Haunts of Men (1812) de Byron: «El dolor inadvertido puede

439 Soledad Acosta de Samper

Las diez de la noche

To add thy silences to the silent night And lift thy tearful eye unto the stars

Byron267

Las estrellas, cada una con diferente brillo, hermosean el cielo… Cada una es un sol que mundos enteros aclara, y en esos mundos habrá millones de millones de almas, cada una con su pesar secreto o alegría. ¿Y en esos mun- dos como en este el pesar dura y la alegría pasa?… ¡Y cada alma elevará su corazón hacia el Señor!… ¡Y yo, misera- ble mortal del más miserable mundo, podré levantar mi voz y que el Omnipotente la escuche! ¡Dios, creador de tantas maravillas!, ¿qué somos nosotros cuando nuestro espíritu no alcanza a comprender aun débilmente vues- tro inmenso poder?… ¡Oh, mi alma, humíllate, y pídele a ese Ser Grandioso virtud, fe y dulzura para darle alguna dicha pasajera en la vida transitoria al ser a quien le he dado el corazón! Señor, Señor, dadme valor y hacedme humilde, que soy como el insecto que se revela contra la montaña que se desploma y lo despedaza al despeñarse

verter / El lamento del que antes no se atrevió a hablar. // La hora solitaria trae de nuevo / El recuerdo de tu suave sombra».

267 Fragmento de El cielo y la tierra, de Byron: «Añadir tu silencio al de la noche callada, / Y levantar tu mirada humedecida a las estrellas».

440 Diario íntimo sobre él. ¡Ah!, siempre al mirar los cielos me siento forta- lecida y más contenta, porque siempre en todas partes, y más sobre cada constelación brillante, veo

¡Una letra del nombre incomprensible del Ser que anima la creación gigante!268.

20 de agosto Dicen que es cierto que Mosquera está en Vélez, y un in- glés que vino de Ibagué asegura que López ya había llega- do a allí. También parece que Ardila está en Fusagasugá con mucha gente y que al jefe político, un tal Carvajal —segundo Beriña—, lo tiene preso. Pero esta gente ya lo sabe y mandaron a un democrático con tropa para allá, y hoy parece que mandaron más. Ya parece que el desenla- ce se acerca. ¡Cuánto temo ahora que vayamos a salir mal!

Las diez de la mañana Ahora sí hay buenas, magníficas y verdaderas noticias. Sí parece ser cierto que Mosquera está en Honda. Me escribe Mary un papelito y me dice que un americano se huyó de Honda y trajo la noticia porque no dejan venir a nadie de allá y el paquete que mandaron traer los extranjeros no lo dejan pasar para acá. Esto sí tiene trazos de ser cierto. ¡Pero cómo mienten aquí! Ayer nos aseguraron que era positiva la llegada de Mosquera a Vélez.

268 Fragmento del poema «A la orilla del río» de José María Samper, publicado en Ecos de los Andes, op. cit.

441 Soledad Acosta de Samper

¡Ya se acerca el día De volverte a ver, Luz de mi alegría Flor de mi placer!

Las diez de la noche

And wept to see another day go down O’er thee and me, with those huge hills between us.

Werner269

La noche está oscura, tenebrosa, ni una estrella bri- lla en ese cielo cubierto por negrísimas nubes. Cada día al verlo pasar pienso cuántos otros se acabarán, cuántas veces veré bajar el sol en el horizonte antes de volverte a ver, ¡bien de mi corazón!… Estos son días amargos, llenos de aprehensión e incertidumbre. ¿Me los harás tú algún día más felices? ¡Ah!, calmaos, oh mi espíritu. Es cierto, quiero creerlo, que me ama él… ¿Pero la memoria de aquel ser que hermoseó tu vida un tiempo no vendrá a envenenar tu amor hacia mí?… ¡Señor!, ¡miradme con compasión! Mi corazón es débil, ¡fortalecedlo Dios mío!

269 En este caso Werner es el título de una obra dramática de Lord Byron: Werner, or the Inheritance. A Tragedy: «Y llorar al ver otro día declinar / Sobre ti y sobre mí, con esas inmensas montañas en- tre los dos».

442 Diario íntimo

21 de agosto, las siete de la noche

And yet thou wert so happy too! ……………………………………… Farewell! The blow, though not unlooked for, falls as new: But yet depart!270

Es hoy el aniversario de alegría y pesar… Pues me per- suadí de que me amabas y al mismo tiempo fue la des- pedida… Vino él por la mañana, era domingo. Entonces conocí que no era ilusión, que yo no le era indiferente… Lo supe, ¡oh!, mi corazón no se podía engañar, lo supe… Y ape- nas comenzaba a gozar de esta felicidad cuando a las siete de la noche de ese mismo día vino a despedirse. ¡Recuerdo aquella noche tanto! Cada palabra se me quedó impresa en el corazón, pues era la última vez que lo veía y no sabía hasta cuándo tendría otra vez esa dicha… ¡Tal vez jamás!, pensaba yo… Y cuando se fue me senté en la puerta con Mariano P. y traté de reírme y conversar. Un organito que había traído un pobre francés tocaba a lo lejos la cachucha y un valse… Y mis pensamientos vagaban. Ah días de agitación que había pasado. De tiempo en tiempo me parecía oír la voz de él… Se fue Mariano y yo me quedé meditabunda en la puerta… Y qué penibles eran mis meditaciones, pronto

270 Versos de El cielo y la tierra, de Byron: «¡Y sin embargo estabas tan feliz también! / […] / ¡Adiós! / El golpe, aunque esperado, nos sorprende: / ¡Vete!».

443 Soledad Acosta de Samper me olvidará él, ¿y yo podré jamás perder su recuerdo?… Y seguía tocando el organito… Por fin la luz de la casa de su madre desapareció…, ¡y quedó sin luz mi corazón por- que con ella había yo creído distinguir su sombra pasar y reposar delante de la puerta!… Qué más esperaba yo. Iré a buscar el sueño… Y triste fue aquella noche y tristes los días que siguieron. Al despertarme al otro día… hallé un peso sobre mi alma, un dolor que jamás había sentido allí, y recordé otra vez la causa de él, ¿cómo en ocho días podré haber mudado de modo de pensar enteramente? No es cierto, dije, esto es delirio… ¡Imposible! ¡Ocho días pueden haber cambiado mi existencia!… Y se acabó ya todo, y no lo volveré a ver… Me precipité fuera de mi lecho… Todavía no es tarde, lo podré ver tal vez antes de que se vaya. Pero oigo caballos a lo lejos, ya pasaron, ¿quiénes son?… Los que vinieron de Ambalema que se van… ¡Dios mío!, ¡ya no hay remedio! Jamás lo volveré a ver. No, no, fue ilusión, ¡él no me ama- ba! ¡Se fue pues y no lo veré más! Se fue… y eso qué me importa… ¿qué me importa?… ¡Oh! todo, todo. ¡Sin él qué cosa es el mundo!… ¡Señor, Señor! Qué es esto, ¡oh!, volvedme mi paz de alma, ¿qué agitación es esta?… Quie- ro huir de mis pensamientos, no los comprendo. Yo no era así antes. Salgo a la sala. Allí en un vaso están unos lirios que él admiró. Más allá los jazmines derraman su perfume delicioso. Su flor favorita, me dijo él un día que era. Allí lo vi por última vez… No quiero mirar más aquí, no quiero pensar más… Me asomo a la ventana. La plaza está delan- te de mis ojos… La casa de su madre se me presenta… La

444 Diario íntimo

plaza adonde lo vi tantas veces y no lo veré más, la puer- ta a donde estuvo una tarde recostado cuando yo no fui a los toros, ¡y este mismo aire no ha una hora que lo res- piraba él también!… ¡Oh!, cómo huir a tantos recuerdos encantadores, cómo olvidarlo. Vana idea. Es mi destino, jamás pasará de mi memoria, y algo me dice que él tam- bién piensa en mí…271.

Las ocho y media Esta tarde fuimos adonde el doctor Cuervo que vende flores. Las calles estaban desiertas y sólo en la puerta del cuartel de la plaza Santander lloraba una multitud de mu- jeres, pobres indias que habían venido al mercado y les ha- bían quitado sus maridos o sus hijos y las bestias que habían traído. Limosneros imploraban algún socorro de todos lados, muchachos que pedían un pedazo de pan co- rrían alrededor de nosotros y nos llenaban de aflicción al ver tanta miseria. Tal cual hombre decente bajaba aprisa hacia la alameda pero con fisonomía triste, meditabunda y descontenta. Nadie pasea la Calle Real de las Nieves, que a las cinco y media se veía llena de animación. Ahora está desierta, ya no se ven las muchachas en las ventanas,

271 Este relato de los sucesos de Guaduas, que ha tomado varias entra- das del diario, evidencia una voluntad de estilo narrativo: mezcla de tiempos verbales, suspenso, etcétera. Tenemos aquí sin duda a una autora que ubica su escritura dentro de la literatura, a la nove- lista en gestación. Otras marcas, como los epígrafes, así lo señalan también.

445 Soledad Acosta de Samper y la soledad reina en las calles —por eso las paseaba yo sin duda—. Con el corazón oprimido y lento paso, volvimos a casa. ¿Qué castigo habrá para estos hombres que han hecho tantos daños? ¡La vida es poco para tan horribles crímenes!

It is decreed All die! … We are sent Upont the earth to toil and die…

Byron272

Las diez de la noche Los cielos están brillantes de innumerables luceros. ¡Cuánta belleza en este espectáculo! ¡Cuánta poesía!, ¡cuánto miste- rio! Misterio insondable para nosotros, pobres mortales… Pero cuando nuestras almas dejen la materia y vuelen libres por el espacio comprenderán este misterio, sabrán algún día qué contienen esas estrellas que ahora sólo podemos admi- rar, ¡y humillarnos delante del creador! Sí, esta curiosidad innata en la naturaleza humana jamás podrá satisfacerse. ¡Por qué esta sed de saber, por qué este deseo de compren- derlo todo! Es que recordamos o tratamos de recordar lo que antes sabíamos, ¡como creían los sectarios de Platón!

272 La autora atribuye estos versos a Byron, pero son de origen des- conocido. «Está decretado, / ¡Mueren todos! / … Venimos / A la tierra para luchar y morir…».

446 Diario íntimo

¿Es un presentimiento de que algún día sabremos más de lo que nuestros débiles entendimientos podrán jamás al- canzar? ¡Delante de la Naturaleza qué pequeños parecen los ingenios que creen los hombres sublimes! ¡Qué adelantamos en saber lo que contiene el interior de la tierra o el giro de un planeta si ni el origen de nues- tros pensamientos podemos comprender! Qué vida tan inútil la que llevan todos en el mundo. Vendados seguimos nuestro destino, ¡como niños nos di- vertimos en coger las flores que vemos en nuestro camino y ninguna llegará entera hasta el fin! ¿Y el fin qué es? Un precipicio sin fondo cubierto de espinas o de flores que no sabemos adónde se halla. Todos sabemos lo que tenemos que pasar, ¡pero cuán pocos tratan de llegar preparados para ese salto peligroso adonde pereceremos eternamen- te o viviremos gozando de Dios!

22 de agosto In the eternal depths of heaven ……………………………………… Oh! think of her who holds thee dear! And though she nothing is to thee, Yet think that thou art all to her.

Byron273

273 Estos versos pertenecen a El cielo y la tierra, de Byron: «En las eter- nas profundidades del cielo / … / ¡Oh!, ¡piensa en aquella que te

447 Soledad Acosta de Samper

Hoy estuvo aquí Sofía todo el día. Me horrorizo cuando pienso en el terrible y espantoso sueño que tuve anoche. De repente me hallé en un desierto. Sólo arena árida se veía en toda la extensión que tenía que atravesar, ni una piedra, ni un árbol detenía el ojo en ningún lado que mirase, ¡ni un espino siquiera! Todo igual, todo en calma, ¡en el cielo no había sol ni luna ni estrellas, nada! Una nube hubiera sido algo en que fijar la vista… Sentía un pesar vago, todo me era indiferente, sabía que no había remedio. Tenía que atravesar aquello y me importaba poco si había fin o no a mi viaje. No estaba oscuro pero tam- poco claro. No sabía hacia dónde debía dirigir mis pasos, cuando vi en el horizonte una luz roja, opaca, redonda y una voz me dijo ¡La eternidad! Y comencé a andar. No me cansaba aquella escena triste y sólo hacia atrás miraba algunas veces… Allí, por entre una niebla opaca, veía un jardín lindísimo. Flores bellas, frescas y de lindos colores se distinguían en algunas partes… Con hondo suspiro volvía a seguir mi camino y me parecía ver escrito sobre aquella luz lejana ¡La eternidad!… ¡Ah!, decía entre mí, qué me importa lo presente, allí está la eternidad, el fin de mi penosa carrera… ¿Pero me vendrá algún alma a reci- bir? ¡No! El alma que llegó allí primero encontró quién la recibiera, ¡a ti nadie te espera!… ¡Nadie!, ¡ni en la eterni- dad! Una desesperación se apoderó de mi alma, caí en el

quiere! / Aunque ella no es nada para ti / Piensa en que tú lo eres todo para ella».

448 Diario íntimo suelo… Lo sentía en toda su amargura… No me importa salvarme o zozobrar… Y me hallé de repente en otra parte… ¡Era el recuer- do de mi dolor! Veía a mi *** moribundo… No tenía re- medio, iba a morir. Me enloquecía. ¡Me quedaré yo sola en la tierra!… Murmuran algo sus labios, se mueven, escu- cho. Una sonrisa angelical se esparce sobre su fisonomía. ¡Elvira!, dice tiernamente, y expira… Y la veo a ella sobre una nube que lo llama… ¡Dios mío!, su último pensamien- to no fue mío, ni eso pude lograr yo que lo amo tanto… Venciste Elvira… Fuiste todo para él, ¡hasta el último mo- mento un ángel que lo esperaba en el Paraíso! ¿Y yo qué soy?… ¡Nada!… Le entregué mi alma, mi corazón entero, ¡y me olvidó para vivir eternamente en ti!… Y veía toda la escena, y a dondequiera que volvía los ojos encontraba escrita mi desesperación… Ni en la muerte encuentro re- poso… Ella era su anteotipo. ¿Y yo?, nada… Me desper- té. ¡Gracias, Dios mío!, ¡fue sólo sueño! Mi pecho estaba oprimido, mi corazón latía apresurado, la cabeza la sentía de fuego… ¡Perdonad, oh, perdonad Señor!, yo no lo debo amar tanto… ¡Sé que es pecado!… ¡Oh!, Señor, ¡dadme firmeza de alma!

449 Soledad Acosta de Samper

Las diez de la noche

J’ai révélé mon coeur au Dieu de l’innocence. Il a vu mes pleurs pénitents !

Gilbert274

¡Perdón, Señor!…, cuán mala he sido y soy. ¡Perdón! No me castigues, que conozco lo malos que son mis pen- samientos. ¡Siento que he sido cuán pecadora!… ¡Lo he amado demasiado, Señor! Su sombra pasó entre tú y mi alma. Me arrepiento, conozco el pecado… Pero enséñame, Dios mío, a amarlo menos, a tener más fuerza de alma, Señor. ¡Perdón!…

23 de agosto Vino mi madrina Ana Josefa y nos dijo que habían reci- bido una carta de Justo en que les decía que no se acaba- rá la revolución hasta dentro de dos meses, cuando más pronto… Él debe saber, pues está en Honda con todos los jefes. ¡Dos meses de penar! Dos meses más…, ¡qué es- peranza! Fuimos esta tarde a donde la señora O’Leary. Nada sabían de nuevo. Allí estaban Margarita Acevedo y Carolina.

274 Nicolás Gilbert (1750-1780): «He revelado mi corazón al Dios de la inocencia. / ¡Él ha visto mi llanto penitente!».

450 Diario íntimo

Las diez de la noche

When all is silence and repose Then memory wakes, and loves to mourn For days that never shall return!

Hemans275

Ahora un año en los márgenes del Magdalena pensabas en mí, a quien apenas una semana habías conocido. Dime, bien mío, ¿hoy, esta noche, ocupo yo tu pensamiento o me olvidas conociéndome ya tanto, tan a fondo? Un año, más de un año de amarte con toda mi alma —tal vez más de lo que debía amar a mortal alguno—. Te amé con lágri- mas, porque me has hecho verter muchas. ¡Cuántas angus- tias he pasado por ti!, ¡cuántos días de agonía! Cuántas veces he deseado no amarte, he creído que debía renun- ciar a tu amor. ¡Sin embargo te amo tanto! Cuán cierto es que la naturaleza humana está tan inclinada al pesar, ¡sentimos siempre más ternura por aquellos que más nos han hecho sufrir!

275 Felicia Hemans, fragmento del poema «Ossian», del libro The Domestic Affairs and Other Poems: «Cuando todo es silencio y quietud / Es cuando la memoria despierta, y ama lamentarse / Por días que nunca volverán».

451 Soledad Acosta de Samper

24 de agosto

I love him, I trust in him He trusted me always And so the time flies hopefuly Although he is far away!276

Cornwell

Las diez de la noche ¡Oh!, cuán contenta me sentí hoy, ¡bien mío! ¿Cómo pude dudar de ti?… Me escribe Soledad que él está en Ibagué y que va a ejercer la función de secretario de la Cámara otra vez. Ya no podrán los envidiosos decir que no tomas interés en las desgracias de tu Patria, nada pueden decir pues desempeñas un destino que muy pocos pueden ha- cerlo como tú. Estoy casi alegre esta noche. Cuánto he sufrido por lo que dicen y lo que podrían decir de ti. Un enorme peso cayó de mi corazón, estoy contenta contigo, mi ***. Si fuera posible te amaría más, pero esto no pue- de ser. En mi alma no cabe más afecto por ti, y lo único que puedo decir es que ahora estaré menos triste y ten- dré más paciencia.

276 La autora transcribe de nuevo el poema que aparece en la entrada del 2 de abril de 1854 y modifica el cuarto verso haciendo énfasis sobre la palabra «él»: «Lo amo, confío en él. / Él en mí siempre ha confiado. / El tiempo vuela, eso esperamos, / Aunque esté lejos de mí».

452 Diario íntimo

25 de agosto

Oh! where art thou! Perhaps to night some friend I love Will gaze upon the path above And one lingering thought of me277

La noche está oscura, muy oscura, pero veo estrellas y esas mismas estrellas brillarán sobre mi *** a dondequiera que esté. ¡Oh!, si ellas tuvieran voz le dirían que las mirara también esta noche… ¿Estará en Ibagué?… Delante de mis ojos tengo el dibujo de este lugar hecho por él. ¡Pudiera yo ver adónde esta ahora! ¡Adónde estará ahora! ¡Adónde estará, en qué parte! Mis ojos contemplan el plano del lugar, ¡supiera yo el punto adonde se halla ahora el bien mío! Con cuánto placer miraría yo el sitio adonde está.

26 de agosto Teresa se fue hoy para Guaduas. Estuvieron aquí las Orran- tia esta mañana, toda la mañana. Dicen que anoche rodearon cien soldados esta man- zana porque temían que mataran a Obando, pero quién

277 Con frecuencia, como en este caso, los epígrafes son escritos des- pués de la respectiva entrada del diario, pues la autora los escribe en letra muy menuda en el espacio que ha quedado entre la fecha y el comienzo de la entrada. Aquí nuestra traducción de estos versos, cuyo origen desconocemos: «¡Oh! ¡Dónde estás! // Quizá esta no- che algún querido amigo / Tendrá fija su mirada en el camino / Y pensará con insistencia en mí».

453 Soledad Acosta de Samper sabe quién lo podía hacer, estas son cosas de esta gente. Alguna nueva trama inventada por Melo, se conoce que esta invención es hermana de las bombas tiradas contra el cuartel y las ventanas del Palacio unos días antes de la re- volución. También hubo bando hoy para que entregaran todo los que tuvieran armas en sus casas. Dicen que hay antioqueños en Guaduas y que López llegó ya al Espinal. Pero aquí todo es mentira…

Las siete de la noche Salimos esta tarde a pasear por la alameda hacia la quinta del señor Child. Eran ya las seis… Comenzaba a oscurecer cuando volviendo los ojos hacia el horizonte vi al Tolima a lo lejos. ¡Oh!, ¡qué emociones las que en aquel instante sentí! Sí, ese mismo Tolima tal vez lo contempla él. ¡Oh!, si nuestros ojos pudieran por un instante fijarse sobre una misma cosa… La medialuna comenzaba278 ya a verter su tierna luz y las estrellas salían una a una sobre la techum- bre azul. Tal vez en este instante piensa en mí, tal vez mi memoria ocupa ahora su mente de poeta. ¡Sí, mi bien, no más dudas! ¡Yo te amo, te comprendo y a todas horas sólo tú ocupas mi pensamiento!

28 de agosto Antes de anoche se fue de aquí de Palacio Obando. No sé si es cierto, pero dicen que ahora sí está verdaderamente

278 Esta “inconsistencia” en el uso del tiempo verbal denota la volun- tad literaria que anotábamos antes.

454 Diario íntimo preso. Está en el cuartel de San Francisco, y estos salvajes van a volver el Palacio hospital. Melo se fue para La Mesa el sábado. Querrá pasar se- guramente para atacar a Arboleda, que está en Guataquí. Beriña volvió de Fusagasugá con caballos, plata y todo lo que este salteador se pudo traer. Han pedido las casas de los principales ciudadanos que se han ido, como las de Már- quez, Pombo, Plata y otras, para hacerlas hospitales y cuarteles. Qué linda está la tierna luz de la luna. Me estuve re- costada sobre la baranda mirándola y pensé en mi vida, ¡mi vida siempre llena de alegrías y de penas! Vi que poco a poco se acercaron nubes. Estos son mis pesares —¡oh! nadie sabe lo que el corazón sufre algunas veces sin que parezca exteriormente—. Ya la cubren, pero siempre brilla la tierna virgen por entre las nubes, aunque con menos es- plendor. ¡Como mi amor brillará eternamente, bien mío, por ti! Pasan nubes y la cubren y después vuelve ella a apa- recer otra vez sobre el cielo sereno, pero pronto el viento mueve a las nubes acumuladas en una sola parte y la cubren. ¡El viento gime entre las ramas del árbol de Palacio y esparce mis cabellos aquí sobre mis flores, tuSolita , mis Pen- samientos! ¡Pero más y más cubren las nubes la luna! ¡Qué!, jamás estará otra vez ella límpida, encantadora sobre el cie- lo. ¡Jamás mi vida correrá sin pena otra vez sobre la tierra!…

Oh! think of me in that silent hour When of the moon is shedding her lonely ray And gilding the leaves of my lathied bower

455 Soledad Acosta de Samper

………………………………………

For then will I leave the world and its splendours To gaze on that orb that is smiling on thee279

29 de agosto ¿Qué tengo que decir?… Nada… Mi espíritu sólo se ocu- pa en una sola cosa dormida como despierta, ¡sólo siento que te amo! Sólo sé que eres todo en mi existencia. ¿Me podrás olvidar?… ¿Esta noche en qué te ocupas?… ¡Bien mío, piensa en mí!…

30 de agosto Bien mío, ¿me amarás siempre como cuando me mandas- te el álbum? Ese álbum, consuelo de mis tristezas, alegría de mi alma,

¡Única prenda salvada Del naufragio de mi amor!

Pero si todos mis sueños naufragaron en el inmenso mar de la separación, dime, ¿saldrán a la orilla otra vez mis dulces sueños?, ¿saldrá tu amor siempre constante a salvo al otro lado y me amarás siempre aunque dure tu ausencia

279 «¡Oh!, piensa en mí en la hora silenciosa / En que la luna espar- ce su rayo solitario / Y dora las hojas de mi alto emparrado / … / Porque entonces dejaré el mundo y su esplendor / Para observar aquel orbe que ahora te sonríe».

456 Diario íntimo muchos meses todavía?… ¡Qué sé yo si tu corazón habrá mudado en cuatro meses y medio! ¿Qué sé yo si ya no crees como antes imaginabas? Dios mío, ¡yo juzgo por mi cora- zón, que cada día encuentra en ti más cualidades para amarte eternamente! ¿Pero qué soy yo?… No, no, si me ama siem- pre, al final conocerá lo que soy, ¡y podrá durar su afecto al saber cuán pocas cualidades tengo y cuántos defectos! Pero yo te he dado mi corazón, mi alma, y me debes amar pues me amabas antes. ¡Quiero creer que no variarás nunca!…

31 de agosto

Cruel inquietud que debilita el alma.

J. M. S.280

¡Último día de agosto! ¡Quién hubiera creído que el mes de agosto de este año lo pasaría tan tristemente! Son más de las diez de la noche. Acabamos de venir de donde María, adonde nos quedamos a tomar té. Llegó ahora de Inglaterra un joven llamado Clark como dependiente del señor Child y, cosa extraña, tiene un aire a la familia de ***, aunque a él no se parece. Todos lo vimos a un tiempo. Esto me llenó de pesar, ¡adónde está mi bien! Nada, nada sé de él. Me trajeron hoy una porción de boletines de Ibagué pero

280 Iniciales de José María Samper. Se trata de un verso del poema «¡Oh dulce Soledad!», transcrito por la autora en la entrada del 7 de abril de 1854.

457 Soledad Acosta de Samper

nada dicen de él. ¿Será cierto que está allí, o tal vez fue equi- vocación? ¿No habrá ido a ofrecer sus servicios?… Estoy esta noche llena dudas, ¿adónde estará mi bien? ¿Por qué no escribe algo en los papeles? ¡Hace tanto, tanto tiempo que no sé nada de él! ¿Me habrá olvidado?… No, no, no puede ser, ¡cómo puedo ser tan injusta, cómo creer esto aun por un momento!…

1.º de septiembre Parece que escriben de Ibagué que las tropas constitucio- nales comenzarán a moverse hacia la sabana281 a principios de este mes. Quién sabe cuál será el fin de septiembre, si favorable para nosotros o desgraciado… Cuántas perso- nas ahora llenas de salud y vida dentro de un mes estarán en sus sepulcros, ¡qué horrible es la guerra! Tantos tienen que morir para que los demás se olviden de ellos y sólo se acuerden de la victoria que han obtenido. Esta mañana amaneció muerta en su cama la señora Carol, después de una ligera indisposición. ¡Pobre mujer! Llegó a la eterni- dad sin saber que iba a morir, sin preparar su alma para un momento tan solemne. Dicen que no se manejó bien282 en su vida mientras estuvo aquí. Vino con su esposo que era médico en el año 39 o 40, pero el señor Carol no llego aquí, murió en el Magdalena repentinamente. Lo enterraron

281 La sabana de Bogotá: Bogotá se encuentra sobre una meseta de la cordillera de los Andes. 282 «Manejarse bien»: expresión coloquial que significa «compor- tarse bien».

458 Diario íntimo en la playa y esta pobre mujer presenció el espectáculo más horrible: el de los bogas bailando en el lugar mismo adonde acababan de enterrar a su marido. Llegó a Bogo- tá, después de haber pasado los trabajos más grandes en el camino, con un hijo, Daniel, muchacho que tiene ahora unos dieciocho años. Después de algún tiempo vio ella que muy pocas personas la visitaban y quedó aislada en medio de la sociedad. Nadie la miraba bien. Poco después de ha- ber llegado puso una casa de huéspedes y así se mantuvo hasta ahora. Pobre mujer, es digna de lástima. Triste vida pasó y es por su culpa.

C’était l’heure plaintive, où tout est solitaire Triste, silencieux, Où tout écho perdu sur notre pauvre terre Remonte, vers les cieux.

F. M.283

La noche está triste. La luna no brilla y un manto de nubes la cubre. A esta hora silenciosa quiero dejar correr mi llanto y mi plegaria subirá piadosa hacia el Señor. ¡Mi oración siempre por él! ¡Oh!, muy rara vez por mí… ¡Señor! ¡Tal vez no debía importunar al cielo con mis esperanzas, con mis deseos tan terrestres!… Terrestres no

283 «Era la hora lastimera donde todo es solitario, / Triste, silencioso, / Donde todo eco perdido sobre nuestra pobre tierra / Se remon- ta, hacia los cielos».

459 Soledad Acosta de Samper

lo son, yo ruego por su alma y su alma es de Dios… Señor, haced que él me ame eternamente, ¡que yo sea para él lo que él es para mí!… Que… ¡que olvide a E.!… ¡Qué dije! No, que no la olvide, no puede ser, ¡sería vana mi oración si tal cosa rogara! ¡Perdón Elvira, perdón! Yo lo sé nunca, ¡nunca podrás pasar de su espíritu! ¡Habéis olvidado la hora solemne cuando llorasteis cerca de un cadáver!…284. Com- prendo, sí, ¡comprendo ese dolor solemnemente triste!… Lo comprendo… Y sé que hay santuarios en el corazón humano adonde nunca puede llegar la simpatía, aunque fuera la de un ángel. ¡Y tú te hallas, E., en aquel santuario de su corazón grabada!… Allí jamás podré llegar yo… Tú fuiste su primer amor… ¡Yo sólo en mi vida tendré a uno! ¡Pero tú fuiste la primera y te amaba desde su infancia!…

¡Oh! la mañana, es un hermoso día, Es la mañana del amor primero, Nace anunciada aquella de un lucero Y esta al paso, a la voz de una mujer

¡Cuando quiera recordar sus felices años pensará en ti!… Yo seré tal vez para él la tarde,

¡Oh!, la tarde es la virgen pensativa De los recuerdos tétricos del hombre ………………………………………

284 Esta cita es recurrente cuando la autora escribe sobre su amado y la muerte de su primera mujer.

460 Diario íntimo

Mi recuerdo viene después de aquel dolor profundo y será triste, y después de años siempre será igual, mientras tu memoria vendrá:

Entonces… la mañana de aquel día En vano…, en vano… a gritos pediremos, ¡Que siempre!…, ¡siempre!, sólo encontraremos En el fondo del vaso amarga hiel…285.

¡Señor!, tened piedad de mí… Esta idea me desespera, ¡tal vez él no me amará!… ¡Que pueda yo hacer su vida no tan desgraciada!, ¡y yo!, yo por él todo lo sufriré.

2 de septiembre. Las diez de la noche Estuvo aquí esta noche doña Justina Cerna. Todos dicen que Corena se huyó anoche con los demás presos de Faca- tativá y con cien hombres, ojalá sea cierto. Mientras más se pasen menos sangre se derramará y tendremos la victo- ria más pronto y más segura. Parece que Melo se fue para La Mesa porque Castro y sus oficiales tuvieron una pelea y mientras eso se querían fugar las tropas y Melo tuvo que poner paz entre ellos. Al- gunos de los oficiales están muy disgustados y los demo- cráticos dicen que están muy aburridos, que poco caso les hacen ya y que sirven sólo de escalera para que los demás suban al poder, mientras que a ellos no los miran cuando

285 Se trata del mismo poema de Abigail Lozano, transcrito por la au- tora en la entrada del 3 de agosto de este mismo año.

461 Soledad Acosta de Samper se encuentran en el puesto que deseaban. ¡Pobres igno- rantes! Mientras los necesitan los halagan, pero cuando ya no son necesarios los desprecian. ¡No es la primera vez que les suceden tales decepciones! No se sabe de cierto si está Obando preso verdadera- mente o si es la continuación de la ridícula farsa. Algunos dicen que no está en el cuartel, que se ha ido de Bogotá. En estos días publicaron aquí un boletín, del cual todos se han burlado, que decía que Girón había derrotado a Patria completamente en…, pero no dan pormenores ningunos y no firma Girón sino un gobernador de una de esas pro- vincias, creo que del Socorro. Al día siguiente de haber visto el boletín nos aseguraron que había llegado Girón a Facatativá solo. Pero esto creo que es mentira. Lo que pa- rece que es cierto es que no saben adónde está, unos di- cen que está herido, otros que completamente derrotado y que se escondió, otros que se pasó a los constituciona- les, otros que murió o que está enfermo. Algún día tal vez sabremos este misterio. Sólo el álbum de *** me da valor para no desesperar- me porque me da fe en él. Qué me importa lo demás, ¿ser amada de él no es bastante felicidad?…

3 de septiembre Dicen, pero es noticia demasiado buena para ser cierta, que las tropas de Melo —Castro— abandonaron La Mesa después de que la mayor parte desertó, pasándose al otro lado a unirse con los constitucionales.

462 Diario íntimo

Pasan los días, y las semanas, y no sé nada de Guaduas, único modo que tengo de saber de él. Adónde estará ***, ¿será cierto que está en Ibagué? ¡Oh, triste vida!…

Siempre mi ardiente corazón latiendo, Siempre entre quejas y dolor soñando, Luz y esperanza sin cesar buscando, ¡Y en el placer de la ilusión perdiendo Las horas que se van!

J. M. S.286

Fuimos con María esta tarde a comprar flores adon- de el doctor Cuervo. La tarde estaba hermosísima pero no encontramos más paseantes que un francés Bonnard y su mujer. No más, sólo una porción de infelices indios que llevaban vestidos de soldado y cabizbajos. ¡Desgraciados!, acostumbrados a vivir en sus ranchos con gente sólo de su raza, no pueden existir en un lugar como el de Facatati- vá. En días pasados trajeron de allá al hospital de aquí dos indios locos. El médico que los examinó dijo que la única enfermedad que tenían era hipocondría, ¡tristeza de verse entre gente extraña! Siento una inquietud vaga, ¡un malestar que no sé por qué!… ¡***!, ¡tú eres la causa!… ¡No me oyes, no escuchas

286 Versos de «¡Oh dulce Soledad!», de José María Samper. Este poe- ma se encontraba en el álbum de poemas que escribió para la au- tora antes de abandonar la ciudad.

463 Soledad Acosta de Samper mi voz! ¡Oh!, ***, ¡tú eres la causa de esta inquietud!… ¡Al- gunas veces me parece que en el aire oigo como un eco le- jano, incierto, espiritual!… ¡Por qué pues, si tú me amas, no oirás lo que te digo!… Hoy hace un año sí te acordabas de mí, ¡pues en tu álbum hay unos versos escritos este día, ***! ¡Piensa en mí!…

5 de septiembre

She thought of him and sigh’d In scenes of gladness287

Las siete de la noche Fuimos hoy a la quinta de Nariño en Fucha, adonde es- tán mi señora Isabel y Elisa. Estuve muy contenta. Hubie- ra estado feliz si mi *** hubiera estado conmigo, nada sin él puedo gozar, ¡pues es mi alma! Estoy cansadísima esta noche. Mañana escribiré el paseo.

6 de septiembre

… Viendo a Fucha Cual la apacible corriente De este río se desliza por el prado, Mi vida muy dulcemente

287 Fragmento del poema She thought of him-and wept! de Lady Ha- rriette D’Orsay, citada antes. «Recordarlo y suspirar / En escenas de gozo».

464 Diario íntimo

Pasaba. ¡Mas, cuán aprisa, Ha cambiado! Él continúa su carrera Debajo de los alisos Cual solía. ……………………………………… Aquí mis padres queridos Estuvieron. Parece que reunidos Los veo…

Álvarez S.

A las nueve y media salimos de aquí y nos dirigimos por Santa Bárbara288 hacia Fucha. Todas las casas estaban cerradas, tal cual tienda abierta, pero nada se veía aden- tro. En las calles muchas veces andábamos cuadras enteras sin encontrar una persona. En los arrabales es en donde se ve más potentemente el estado de ruina en el que está la ciudad. Calles enteras sin habitantes, algunos se han ido para Facatativá, otros se han escondido y muchos han huido de Bogotá. Pero al llegar a Las Cruces la desola- ción era todavía mayor, en ninguna de las casas se veían señas de que gente habitara allí, algunas aun cayéndose y la yerba naciendo en los corredores que dan hacia la calle. Si todavía no hace cinco meses que comenzó la revolución y ha llegado este lugar a tan triste estado, ¡hasta adónde irá la ruina si dura todavía mucho más! Se me oprimía el

288 Santa Bárbara: barrio ubicado al sur del barrio de La Catedral.

465 Soledad Acosta de Samper corazón al contemplar tanta miseria… Aquí encontra- mos a una criada que nos había venido a encontrar para mostrarnos el camino de la quinta. Después de pasar el camino real volteamos a la izquierda, y caminando por entre un potrero y atravesando un largo camellón llegamos a la casa. Esta quinta parece que perteneció a los virreyes. Es muy grande y está casi arruinada, aunque se conoce que allá en su tiempo sería muy buena. Anchos corredo- res, en la sala papeles despedazados representando escenas de la mitología. También hay un oratorio, o más bien una capilla desmantelada y una campana grande para llamar a los fieles. Está rodeada de potreros y huertos adonde se ven todavía flores cubiertas casi por las hierbas que las aho- gan… Fuimos después a pasear cerca del río y sentadas a la sombra de los alisos pasamos un agradable rato. El aire del campo tan puro, el murmullo del río entre las piedras, tal cual pajarillo que cantaba entre las ramas, el cielo tan azul, sin una nube que nos oscureciera el sol, el mugido lejano de las vacas o el relincho del caballo en los potreros, todo invitaba al reposo y al contento. Volvimos a la casa, y después de tomar una taza de leche deliciosa, Elisa y yo salimos otra vez para gozar del campo. Con mil trabajos pasamos una pared y nos hallamos en los potreros de Porto- carrero. Yo conocía allí cada árbol, piedra o barranco, pues en esa quinta pasé un mes muy agradable ahora cuatro años. Desde entonces cómo ha variado mi suerte. Mi familia, mi carácter, todo ha variado para mí, ¡sólo la naturaleza está lo mismo! ¡Y con cuán diferentes sentimientos miraba yo estos parajes ahora!… En un hermoso pozo cubierto por

466 Diario íntimo frondosos árboles y debajo de un puente de palos muy pin- toresco encontramos a toda la familia de las Santamaría, que había venido a bañarse allí y a pasar el día. Elisa y yo tratamos de pasar el río por encima de unas piedras y des- pués de mil afanes caí yo entre el agua y tuvimos que volver a la casa cansadas, mojadas, pero muy alegres. Después de comer nos sentamos en un corredor desde donde veíamos toda la llanura de Bogotá, la ciudad con sus blancas torres, Monserrate, Guadalupe…, en fin, todo el panorama que se presenta desde allí a los ojos del espectador. A las cinco y media nos despedimos de nuestras ami- gas y volvimos para Bogotá, adonde llegué cansadísima pero muy contenta con el agradable paseo.

Las siete de la noche

Truene el cañón: el cántico de guerra, Pueblos ya libres con placer alzad. Ved, ya desciende a la oprimida tierra, Los hierros a romper, la libertad.

Esp.289

Hoy hemos tenido noticias magníficas y verdade- ras. En días pasados estos vándalos habían publicado dos boletines, diciendo que eran de Girón, en que este daba parte, muy corto, diciendo apenas que había derrotado

289 Poema ¡Guerra! de José de Espronceda (1808-1842).

467 Soledad Acosta de Samper

completamente al enemigo —no decía a quién—. El último boletín salió ayer. Y hoy viene la noticia de que González y Patria derrotaron y dispersaron completamente a las tro- pas de Troncoso y Girón. Este último murió en la plaza de Pamplona, adonde fue la acción. Melo al saber esto mandó a Castro con dos mil hombres para el norte, seguramente correrán la misma suerte de Girón. María vino esta tarde y me hizo ir a pasear a la alameda en honor, dijo ella, de la Causa Santa de la Constitución. También hubo bando hoy a las dos de la tarde en que mandaban que entregaran las armas que cada uno tuviera en su casa y que no permitían que se reunieran en las casas más de siete hombres fuera de la familia, ¡y que si se reunían cuatro en las calles serían dispersados!… Esto no más muestra el temor que tienen. Y que nadie puede salir a la calle después de las diez de la noche. Había esta tarde mucha agitación en las calles y encontramos muchos melistas como Lalinde, Azuero y otros, que iban sin duda a desahogar su cólera en el campo y poderle dar sus quejas al viento.

468 Diario íntimo

Melistas destrenza de la cabellera Y dadla al vago viento, Acompañad con arpa lastimera Su lúgubre lamento.

Yo vi sobre un tomillo ¿No has llegado a oír la Quejarse un pajarillo plegaria Viendo su nido amado, melancólica de la paloma De quien era caudillo, torcaz cuando De un labrador robado. busca en la copa de los árboles el blando Villegas nido de sus amores que mantenía entre columpios de flores y de gualdas y que una mano impía le robó?

J. M. S.290

Las diez de la noche Ayer me regalaron un nido robado entre los árboles que bordean el río Fucha. ¡Pobres pajarillos!, por mi culpa pasaron una triste noche sin nido, sin sus bonitos huevos que cuidaban con tanto amor. La mano de los hombres es enemiga de la felicidad de los seres que embellecen la naturaleza, ¿si no por qué este instinto de robar los nidos, de coger las flores para después tirarlas con desprecio?… Es porque nos gusta de niños tener el dominio sobre seres más débiles que nosotros, y nos queremos vengar sobre lo

290 José María Samper.

469 Soledad Acosta de Samper que podemos de la larga impotencia de la infancia. Los ni- ños crecen y de hombres el mismo instinto los domina, ¡y la ambición de riqueza, de honores y de poder es la misma pasión que los hacía quitar con alegría el nido que pronto abandonaban!… El nido lo tengo como recuerdo del pa- seo y entre una jarra de flores sobre mi mesa, ¡adornando mi cuarto con los despojos de los infelices pájaros! La no- che está clara, serena. Estoy triste, aunque ya estoy segura de que las causas de mis penas pronto pasarán. ¿Mi vida cómo será?… ¿Habrá algún ser que esta noche me traiga a su memoria y suspire por tan larga ausencia?

7 de septiembre Siguen hoy las buenas noticias. Dicen que parte de las tropas de López están en La Mesa y las de Julio Arbole- da en Guaduas. Están aquí asustadísimos, todo el día han corrido a caballo por las calles con lanzas y no saben qué hacerse. También temen una guerrilla enorme de Monsal- ve con más de mil hombres y dos cañones. Anoche hubo enormes patrullas de a pie y de caballería, y dicen que Melo vino de Facatativá a recorrer las calles. Parece que a Ardi- la —Ramón— lo cogieron los constitucionales cerca de Bucaramanga con la tropa que tenía a su mando. Beriña, que estaba en la hacienda de Chocho llegó hoy, y cuen- tan de él una acción muy graciosa. Un soldado en esa ha- cienda se robó unas naranjas, Beriña lo supo y le mandó dar veinticinco palos por ladrón… ¿Cuántos palos se le deben dar a él?…

470 Diario íntimo

Las diez de la noche ¡Siempre lo mismo! Cuándo, Dios mío, tendré paz de áni- mo, ¿cuándo se me acabarán estas dudas que me persiguen sin cesar?… Dudas, ¿y de qué?… Tal vez será locura, tal vez esto muestra mi poco talento, pero siempre mis sueños me llenan de aprehensión y casi siempre salen ciertos… Me soñé —a cualquier otro esto parecería niñería o loca supersti- ción— que mi *** no estaba en el Congreso y que no había ofrecido sus servicios. Dos noches seguidas he tenido el mismo sueño. Lo sé, mis aprehensiones sobre esto exaltan mi imaginación y hacen que mi fantasía, mientras duerme la razón, fabrique mil fantasmas. Pero este es mi temor, ¿le será su Patria indiferente? No lo puedo creer. ¡Creerá que esto deseo yo! No, porque entonces no conocería mi ca- rácter. O tal vez le ha prometido a su familia no mezclar- se en nada. ¡Y su honor!, ¡y la Patria que lo llama! ¡Todo, todo lo sacrifica a los consejos de su familia!… Me pierdo en conjeturas, ¡esta es mi vida!

8 de septiembre, las diez y media

Oh! solitaria luna, que vagando Por el inmenso cielo Vas tus lánguidos rayos derramando Sobre el dormido suelo.

Florán291

291 Fragmento del poema Oda a la Luna del poeta español Juan Florán (1801-1862).

471 Soledad Acosta de Samper

La luna en su celeste curso sube presurosa por ese cielo azul. Su dulcísima triste luz entra encantadora e ilumina el gabinete. Orbe luminoso, mundo signo de paz y quietud, ¡oh! tú, astro de los tristes, ¡verted tu calma y tu influencia sobre mi pecho afligido! ¡Melancólica luz es la tuya, tierna virgen! ¡Pero aún más melancólicos son mis pensamientos! Habrá algún ser… Los ojos fijos en ti al contemplarte, ¡oh! luna, me recuerdan. ¡Y él piensa en que yo puedo ha- llarme en algún peligro!… ¡Ah!, el día de hoy lo he pasa- do en amargura… No sé por qué mi espíritu estaba triste y no siento alegría al recordar que pronto acabará la re- volución… La luz entra en mil plateados rayos aquí en mi gabinete, testigo mudo de mis penas y alegrías. ¡La luna!, qué bella es, ¡qué pura, qué serena y qué santa es su luz! Tal cual nubecilla atraviesa el azul del cielo y las estrellas se esconden, y su luz se posa cerca. Modesto esplendor de la reina de la noche, ¡imagen de la virtud, yo te saludo! Imagen de la paz, de la quietud, yo te invoco. ¡Oh!, dad- me quietud, ¡dadme paz!… Antorcha de la noche que todo lo ves en tu reinado silencioso. El mundo duerme en apa- riencia, en los bosques apenas mueve la brisa las copas de los árboles, los pajarillos dormitan en sus nidos, las flores esconden sus capullos y el rocío las baña con amor. ¡En las ciudades los hombres duermen!… Pero el genio de la mal- dad no está quieto. En los bosques el lobo busca su presa. En las ciudades las conspiraciones se traman y los asesi- natos se perpetúan. ¡Llora, virgen del cielo! ¡Llora! ¡El rocío es tu llanto celestial! El mundo es un engaño… Tú, dulce luna, sigues serena en tu camino hacia el ocaso pero

472 Diario íntimo siempre lloras las maldades de la tierra… ¡Oh!, sí, todo en la tierra es un engaño y tú lo sabes dulce luna. Orbe lumi- noso, mundo signo de paz y quietud, ¡oh!, tú, astro de los tristes, ¡vierte tu calma e influencia sobre mí!…292.

9 de septiembre Ayer tarde estuvimos adonde mi señora Isabel. Dicen que cogieron a Beriña yendo para Fusagasugá, pero quién sabe si es mentira. Tanto le desean aquí cuanto mal hay, que sin cesar andan chispas diciendo que lo han cogido. Di- cen que al pobre Rojas lo mataron en Pamplona, pero es pura chispa de los melistas y no se puede saber de cierto nada aquí. También dicen que López está en Fusagasugá y que Melo había mandado a Castro para La Mesa y que lo batieron completamente.

Las diez de la noche Todo el día adonde María… ¡Qué es esto, Dios mío! ¡Ja- más sabré pues de mi bien! ¿Nunca volveré a ver su letra? Me habrá olvidado. Y si no por qué no escribe, por qué en tanto tiempo no he sabido nada de él. ¿Sabiendo que yo lo amo podrá creer que puedo vivir tranquila sin que él escri- ba o muestre que existe, que no me ha olvidado?… ¡Oh!, ya no tengo resistencia para estar triste, ¡estoy desesperada!

292 Esta frase final repite, con modificaciones, el comienzo del frag- mento. Tenemos aquí, una vez más, una marca de la voluntad de estilo y de hacer literatura que empieza a gestarse en la autora.

473 Soledad Acosta de Samper

10 de septiembre Por fin supe algo de mi bien… Cosa rara, supe deél por un papel infame que publican aquí con el nombre de 17 de abril293. Allí hablan de él porque dicen que hizo una ma- nifestación ofreciendo sus servicios como secretario de la Cámara en la continuación de sus sesiones y esto los en- coleriza sobremanera, que mire la revolución solamente como una interrupción cuando ellos deseaban desbaratarla enteramente. No he podido conseguir el boletín en que se halla esto. ¡A mí que me interesa tanto, tantísimo, tal vez seré la última que lo vea! También dijeron hoy que López venía con los S.…294. ¿Cuáles serán? ¿Estará mi *** entre ellos? Esto parece que escribió el mismo general. Ahora estoy llena de temor, no puede ser que él esté entre ellos, tiene que quedarse con el Congreso si acaso se reúne. Antes de anoche se fue por fin Corena de Facatativá después de mil tentativas y parece que Melo está furioso, dicen. Dos oficiales en capilla y en la cárcel una mujer oseñora Paz Díaz, por cuya casa se escapó. Y también cuentan que va a matar a palo a cuatro de los centinelas que lo guardaban. Esto no sería raro, porque matar a palo ya lo ha hecho.

293 Publicación dirigida por Joaquín Posada, partidario de Melo. Se empieza a distribuir el 7 de mayo de 1854, y desde el tercer número incluye un «documento de educación política masiva», llamado Catecismo político de los artesanos y campesinos, en donde se enseña cómo responder a [los muchos cuestionamientos] que harán los contrarrevolucionarios sobre la dictadura. 294 «Los S.» son los hermanos Samper.

474 Diario íntimo

Las diez de la noche Acaban de venir a avisarnos que temen aquí esta noche un movimiento y que los melistas, alcaldes, gobernadores tie- nen junta esta noche porque están seguros de que Corena está aquí en Bogotá, lo que los ha asustado mucho. Vere- mos a ver en qué quedamos. Yo no creo que suceda nada todavía, porque las tropas constitucionales no están bas- tante cerca y Melo muy inmediato con su tropa.

11 de septiembre Anoche no hubo nada. Corena no está aquí. ¡La sociedad, la sociedad! No poder vivir como uno quiere, no poder decir, ni siquiera sentir sus penas, sus alegrías… Nada, todo tenemos que encubrirlo, todo tenemos que esconderlo a los ojos del mundo y con falsa sonrisa seguir viviendo con todos nuestros sentimientos artificiales, ¡nada hay ver- dadero! ¡Y cuán pocas veces podemos decir lo que sen- timos!… Dicen que las mujeres no son sinceras, que no hablan casi nunca lo que verdaderamente sienten. ¿Sin embargo qué otra cosa podemos hacer? Todo lo que ha- cemos, lo que decimos y aun lo que pensamos es causa de crítica para los demás. ¡Y decimos que hay en el mundo libertad! Adónde está la libertad si siempre nos hallamos esclavas de la sociedad, sin esperanza de poder huir de ella jamás… Esta tarde estuve yo con María adonde las Ricaur- te. Entró Jesús Azuola y se pusieron a bailar. ¡Me hicieron bailar a mí, a mí!… ¿Qué podía decir? Nada… Si la menor queja, la menor palabra hubiera pasado por mis labios en contra de esta diversión, sabe Dios lo que de mí habrían

475 Soledad Acosta de Samper dicho. Así fue que tuve que acceder con aparente alegría, alegría cuando mis ojos se llenaban ya de lágrimas… ¡Esta es la sociedad!… Bailé, sí, con el mismo gusto que bailan muchas para que no digan está triste y pregunten la cau- sa de ello. Cuántas historias componen, ¡cuántas forjadas sobre una palabra dicha sin pensar! Pobres mariposas so- mos, ¡volando con aparente alegría en la jaula de la cuál jamás podremos salir y que llaman sociedad! ¡Yo aquí me martirizo el alma con mil secretas penas y él tal vez está alegre lejos de mí!…

12 de septiembre La batalla decisiva será tal vez hoy… Cuánta aprehensión siento. Estuvimos ahora en la Calle Real. Todos andan asustados, los de un partido y otro. Anoche entró Arbo- leda a La Mesa. Castro, que estaba allí, huyó hacia Faca- tativá, y las tropas de López llegaron a Tena. Melo se fue esta mañana con toda su gente para atacar a López. Ahora es la crisis terrible… No sé qué escribir, no sé qué pensar. Tiembla mi mano… Dicen que vienen con López los S.… Mi *** no está ahí, por supuesto, pero son sus hermanos… Si ganara Melo estamos perdidos, aunque no completa- mente. Vienen ya por Villeta las tropas de París y Mosque- ra seguramente no estará muy lejos. Pero si pierde Melo es para siempre, va a hacer su último esfuerzo.

Las siete de la noche Estuvimos esta tarde adonde Mercedes Manrique que aca- ba de llegar de Fusagasugá furibunda con Beriña, que trató

476 Diario íntimo indignamente al doctor Cardoso. Hay mil chispas. Que Obando huyó adonde López, que se lo llevaron anoche para Facatativá. Que Mosquera está en Zipaquirá. Que Melo no se fue por fin contra López sino que mandó las tropas. Que Castro, que se había ido en contra, volvió otra vez al campo de Melo solo: todos los soldados lo habían aban- donado. También dicen que Melo ya no está en Facatativá sino en la Puerta de Zipaquirá. Que se están batiendo en Fusagasugá el Mocho Vargas contra los que mandaron de aquí. Que se están batiendo en La Mesa. También que… En fin, tantas verdades que las cuentan como mentiras y tantas mentiras como verdades, que no sé qué creer o qué dejar de creer.

Las diez La noche está muy oscura. ¡Sabe Dios las noticias, los acon- tecimientos que traerá el día de mañana!… Tal vez antes del fin de la semana veremos sobre esta desgraciada ciudad otra vez a la libertad.

Ya se acerca el día De volverte a ver.

¡Oh! ***, ¡***! Mientras hablan de ti me acuerdo, cuan- do hablan de la victoria. ¿En qué pensarás tú?

13 de septiembre Nada de nuevo hoy… Nada. Todos están en expectación. Mosquera no se sabe en qué punto está. Seguramente hasta

477 Soledad Acosta de Samper que no sepan de él no se podrán mover sobre Melo. Justo Briceño está en La Mesa, y Hernández estuvo en Tena. Es- cribieron a su familia pero no dicen cuándo se acercarán, por supuesto. Muchos de los destacamentos de Melo se han desaparecido de los puntos adonde los habían puesto. Parece que hoy temen aquí mucho. Cada día les da más deseo de tener plata y robar será lo último que hacen. Han puesto a varias personas en la cárcel para que den plata, y también prendieron hoy a don Joaquín Mosquera, aun- que no sé si es también para robarle o porque es hermano del general. Muy poca gente en las calles. Mandaron desde tem- prano poner luces en los balcones, temen un alzamiento en la ciudad. La desesperación de los melistas es terrible, parece que ya no tienen esperanza de ganar. Melo dice que jamás se rinde y peleará hasta que le quede un soldado.

Las diez ¿Cuáles han sido mis ideas, mis pensamientos hoy?… No sé… Nada me interesa y no puedo leer libro en el cual tenga que fijar la atención. Aun algunas veces estoy tan dis- traída que me están conversando y me olvido de la persona que me habla, del lugar adonde estoy, y vuela mi imagina- ción hacia los felices días que ya pasaron.

14 de septiembre Dicen muchas noticias, pero soy tan incrédula en esto de chispas que jamás me puedo persuadir de que sea cierto lo que cuentan. Anoche parece que entraron muchas tropas

478 Diario íntimo de Melo al cuartel de San Agustín con artillería. No se sabe adónde está este jefe de bandidos. Algunos dicen que vino anoche pero que está hoy en Cuatro Esquinas. Se cree que irá a hacer el fuerte a Zipaquirá, pero nos aseguraron esta tarde que se les había acabado mucho la pólvora porque en un agujero que habían hecho en el parque para guardarla mejor se humedeció y por supuesto no sirve. Don Joaquín Sarmiento en la cárcel con grillos porque parece que des- compuso la máquina de hacer pólvora. También parece ser positivo que Ardila antes de anoche vino hasta el acerío, se llevó la pólvora que había allí y el destacamento que habían puesto para cuidarla. Beriña está otra vez de gobernador porque un Durán que ejercía este destino no quiso acceder a las órdenes de Melo que eran el poner en la cárcel todas las señoras sospechosas, es decir, a las familias de todos los comprometidos. Parece que tienen una lista de las que de- ben prender. También aseguran que el Congreso se reunió por fin y que ha venido un boletín de Ibagué del6 de este mes. Allí estará sin duda mi *** como secretario. Estoy con- tenta esta noche por fin, puesél está sirviendo a su Patria, ¡a mi amada Patria! Sí, ya eres aún más amado de mi co- razón, pues haces tu deber y me hallo feliz al ver que eres digno de mi alma como yo había creído antes.

Las diez noche En mi espíritu se ha formado una duda que sin cesar me atormenta. No sé si podré formular sentencias con que pueda explicar lo que siento. Tú, Diario mío, eres el único confidente, porque ¿tengo yo en el mundo amiga alguna

479 Soledad Acosta de Samper que pueda comprender mis sentimientos sobre esto? No… Si a nadie puedo comunicar esta tal vez aprehensión de- masiado simple, porque, no hay un alma que entienda mis escrúpulos. Temo que si *** viera o supiera que yo lo amo tanto, que mis pensamientos son sólo suyos y que mis ideas no tienen otro objeto que el de acordarme de él, que si él viera algún día este diario en que se retrata toda mi alma, todos mis íntimos sentimientos, creyera que yo no debía amarlo tanto. Esta idea me persigue, porque sé que algún día él querrá leer esto. Aun he pensado quemarlo para que jamás lo vea.

30 de septiembre295 Toda la tarde la he pasado bordando cintas con gusanillos para mandarles a La Mesa de parte de las señoras. Llevan inscripciones como estas: «Las Señoras a sus valientes defensores», «A los jóvenes de la Unión», «La victoria protege a los valientes», «A Nuestros Patriotas Libertado- res». Al general López, París, Mendoza, a Julio Arboleda también les mando cintas con diferentes inscripciones, a Justo dirigidas. Compré todos los materiales con mi pla- ta, que había guardado en estos meses. Sofía estaba aquí

295 El cuadernillo que contiene esta entrada se encuentra incomple- to. La página comienza así: «mío como lo creía poseer yo antes y como tú aseguras que lo es. Adiós mi ***…, hasta mañana… ¡Que el Dios de Misericordia te mire esta noche con piedad y que tu ángel de guarda te proteja con su ala!…». Faltan, pues, las entradas del periodo transcurrido entre el 15 y el 30 de septiembre. Ignoramos cuántas.

480 Diario íntimo y me ayudó. Mandé llamar a María y también vino, así que trabajando mucho en la mitad de la semana entrante podremos mandar bastantes. Mi esperanza secreta es que a *** le toque alguna bordada por mi mano. Se pasan, se pasan los días y nada sé de él. ¿Por qué no escribe? Sin ce- sar vienen gentes de La Mesa, sin cesar reciben cartas de personas de allí. Pero él no piensa siquiera en escribir. Al- gunas veces creo que tal vez —funesta idea— yo le seré ya indiferente y mi memoria pasó ya de su mente. Siempre busco disculpas y trato de encontrar obstáculos que no le permitan hacerlo para consolarme a mí misma. Pero… ¡oh!, ***, ¡por qué eres tan indiferente hacia mí cuando yo sólo pienso sin cesar en ti! ¿Será cierto?… Esta idea es terrible, me desespera, me enloquece. ¿Tan pronto me olvidas?… No, no, imposible, yo sé, él me ama, ¡si no, no sería mi *** tal como yo lo conozco!…

1.º de octubre, las diez de la noche Nada de particular hoy, mil chispas y mentiras dicen, pero nada de positivo. Fuimos esta noche adonde las Orrantias a oír cantar unas muchachitas que no lo hacen tan mal. Lástima que no hay quien les enseñe bien y bonitas can- ciones, porque las que saben son muy necias. Así viven. Esta pobre familia de noche va a diferentes casas, y de día cuando las mandan a llamar. Ganan algunas veces hasta un peso por día, que se lo llevan a la madre. Apenas tienen de siete a nueve años. Se habló de La Mesa y dicen que hay allí positivamente como cinco mil hombres. Melo parece que no tiene menos

481 Soledad Acosta de Samper de siete mil. Nada he sabido hoy de ***, estoy ya cansada de esperar que escriba. Seguramente no querrá hacerlo. ¡Oh!, ***, cómo me puedes hacer sufrir así, yo que creía que es- tando tan cerca vendría carta tuya a lo menos una vez por semana. ¡Y hoy hace quince días que recibimos la tuya! Todos los días vienen postas de allí, no es por falta de quién venga… Qué no sabes que siempre es dulce saber de los que uno ama… Yo no digo nada, pero no sabe nadie lo amar- go que es para mi corazón el no tener noticias tuyas. No hay disculpas para esto, no merece *** tantos pensamien- tos míos… Esta noche escucha mi voz. Dime, ¿ya no hay simpatías entre nosotros cuando no adivinas qué yo de- seo? ¡Qué!, ¡estoy tan triste! Cuando te creo poco atento mi alma sufre, pero a nadie puedo decirlo: no quiero que crean que encuentro que hay culpa en esto.

2 de octubre, las once de la noche Todo el día hasta esta hora bordando cintas. Vinieron So- fía y Teodolinda a ayudarme y se quedaron aquí. Llovió muchísimo. Mañana me levantaré a las cinco para seguir nuestra tarea. ¡Mi ***!, mi amado ***, ¡recibí hoy una carta de Soledad que me habla de ti, bien mío, y de lo que de- cías en los días que estuviste allí! Adiós, ya es muy tarde y estoy cansada. ¡Adiós mi bien!

3 de octubre, las diez de la noche Hoy también bordando todo el día con Sofía y Teodo- linda desde las seis de la mañana. Vino María más tarde a

482 Diario íntimo ayudarme y volvió después de comer. Muchas cintas bor- damos hoy. Se fueron todas a las seis y me quedé yo sola y hasta ahora he dejado mi tambor. Estoy cansadísima de estarme todo el día en este oficio. Corrió hoy lachis - pa de que habían cogido a Ardila, pero fue falso. Pare- ce que los que fueron a batirse con él no lo encontraron. Sólo le tumbaron una casa que parece que tenía el po- bre viejo por allá, despedazaron cuanto encontraron y se volvieron esta tarde muy frescos. Tunja está ya completa- mente libre de bandoleros y el Gobierno vuelve a reinar allí. Parece que ayer tarde pasó otra posta para La Mesa de parte de Mosquera pero no quieren decir adónde está. Chocontá296 se pronunció a favor de los constitucionales y parece que ya hay allí parte del ejército de los nuestros. La carta que recibí de Soledad ayer ha sido fuente de mu- cha alegría y pesar. Por lo que ella me dice, sí me ama mi ***, tanto como yo en un tiempo había soñado… Pero por qué se pasan los días y nada sabemos de él. Yo sé que vie- nen personas de allá todos los días y que cartas llegan tam- bién. ¿Por qué pues no escribe? ¿Por qué deja que mi alma sufra?… ¡Oh!, ***, ¿has pues olvidado?… Mañana tal vez… Vana esperanza, siempre al llegar la noche me encuentro desconsolada pues el día se pasa sin lo que yo deseo, ¡una línea, una letra de él!…

296 Población cundinamarquesa, distante a unos 74 km al nororiente de Bogotá.

483 Soledad Acosta de Samper

4 de octubre, las siete de la noche Hablan aquí esta tarde de que hay en las inmediaciones numerosas guerrillas. Temía el gobernador —Durán— que entraran a la ciudad esta noche y mandó a las tres de la tarde un posta a devolver otra vez unos doscientos hom- bres que se fueron de aquí esta mañana, los cuales habían salido a batir a Ardila pero volvieron completamente de- rrotados y sin armas anoche. Hoy les dieron armas y los mandaron adonde Melo, para que los insulte sin duda, pues eso es lo que acostumbra siempre que sus tropas no entran victoriosas —lo que sucede todos los días—. Di- cen que esa tropa no volverá —está a mando del traidor Jiménez— porque temerán muchísimo volver adonde se halla Ardila y el comandante es un cobarde. No puedo escribir más, no sé por qué estoy tan turbada esta noche que no puedo pensar en lo que estoy haciendo. ¡Ah! Mis pensamientos no pueden estar aquí, vuelan hacia aquel que ya me ha olvidado sin duda… Todo el día bordando he estado con las Briceño… A ellas les viene posta todos los días de La Mesa, ¡pero… oh!, ¡mi *** me ha olvidado!…

Oh! Think of me in the silent hour when the moon is shedding her lonely ray297

297 «¡Oh!, piensa en mí en la hora del silencio, / Cuando la luna ex- tiende su rayo solitario». La autora cita repetidamente estos versos: los transcribió el 28 de agosto y lo hará de nuevo el 1.º de noviem- bre de este mismo año.

484 Diario íntimo

Las diez y media de la noche La luna refleja su pálida luz sobre las silenciosas calles. El cielo azul, sereno, risueño. Brilla tal cual estrella. Todo suspiraba quietud y calma perfecta. Las sombras de los edificios mostraban más hermosa todavía la luz del plá- cido planeta que con sus rayos tan argentados ilumina- ba la calle, la plaza y a lo lejos los portales. Sentada en el gabinete dejé errar mi imaginación, que me pintaba mil escenas pasadas de tristeza y de alegría… ¿Habrá al- gún ser amado que al mirar esta noche la pálida luna me recordará?…

5 de octubre, las diez de la noche Hoy he seguido bordando cintas con Praxidis, Teodolinda y Sofía. Mañana mandaremos un posta con ellas. Por fin mi *** escribió cuatro palabras que recibimos junto con unos boletines que nos manda. Sólo escribe para decir que está bueno y que pronto se pondrán en marcha para buscar al enemigo porque ya es tiempo… ¡Ya es pues tiempo mi bien de que expongas tu vida para la Patria! ¡Oh! ¡Fuera yo más digna de orar a Dios por tu seguridad! Mis ruegos llegarán hasta el trono del Señor, ¿pero los oirá Él como la oración de seres más buenos? ¡Yo me siento cuán poco digna de que lleguen y los escuche el Señor!… Pero tu suerte está ya escrita, ¿podría mi voz cambiarla?… Sin embargo yo no siento presentimiento funesto algu- no, no sé por qué no tengo miedo por tu vida, creo que el Señor la tiene en su mano y espero en su omnipotencia. Antes me asustaba más por tu suerte, pero —tal vez será

485 Soledad Acosta de Samper malo— ahora que ya se acerca el terrible día no tengo tan- ta, santísima aprehensión por ti, ¡mi ***!

6 de octubre Hoy mandé algunas de las cintas que he estado bordando con un extranjero. Hasta mañana en la noche se mandará un peón con las demás porque parece que estos infames cogieron a un peón que venía de La Mesa ayer, así que to- davía no es prudente mandar hasta que se les olvide un poco el deseo de prender a los que se van.

And when the moon riseth as she were dreaming ……………………………………… think of me!298

Las diez de la noche ¿Mi *** me pensará a esta hora? Sí, yo sé que al mirar aque- lla hermosa luna recordará que yo también la puedo con- templar. Decían aquí que hoy se ponían en marcha los de La Mesa para venir para acá a atacar a los bandidos. Mi *** también dice «muy pronto estaremos en marcha para buscar al enemigo, porque ya es tiempo». Hoy no hemos

298 «Y cuando la luna se eleve como si soñara / … ¡piensa en mí!». Este epígrafe, y quizás el anterior, así como el que sigue después de este, lo introduce la autora días después, a partir de la lectura de una novela de cuyo texto toma estos versos. Se trata de la novela Sir Roland Ashton (1844), de la inglesa Catherine Long (1816-1878), como se verá más adelante.

486 Diario íntimo sabido nada de ellos, ¿estarán ya en marcha?… ¡Que el Dios de Misericordia te proteja, mi bien! Todo el día me parece que oigo cañonazos. Lo sé, es imaginación, pero siempre me asusto, cualquier ruido me hace estremecer. No había sabido yo hasta ahora lo nece- sario que es parecer calma cuando menos se lo está. ¡Ah! Yo sé lo que dirían si me vieran demasiado aprehensiva. Triste cosa es el tener que esperar en quietud la suerte de la República, y tal vez la mía, pues nada hay seguro en la vida. Y aunque, mi bien, tengo no sé qué presentimiento de que saldrás sin cuidado de este peligro, ¡oh!, ¡mi temor por tu vida es terrible!

7 de octubre, las diez de la noche Nada de particular hoy. Fuimos a las monjas a visitar a doña Concepción pero no la pudimos ver. Ninguna no- ticia hoy. Absolutamente nada hemos sabido de La Mesa en estos dos días sino que mi *** no vuelve a escribir. Po- bre de mi bien, si tú supieras el placer que tengo al recibir carta tuya, cuatro líneas escribías.

8 de octubre

Go forth beneath the solitary heaven; And think of me!299

299 «Avanza bajo el cielo solitario; / ¡Y piensa en mí!».

487 Soledad Acosta de Samper

Las siete de la noche No puedo hallar el motivo. Por qué es que en estos últimos días no se encuentra tan triste mi corazón. Siento algunas veces aun una alegría secreta que desconocía ya mi espíri- tu. Sin embargo, ¿cuál es la causa? No sé, no puedo com- prender. Me siento elevada, me siento entusiasmada y la melancolía huye… Los impulsos de nuestros sentimientos vienen de una fuente desconocida, y hasta ahora no han podido los más sabios filósofos, los más profundos, ana- lizar esos secretos… El alma se agita entre este enveloppe puramente material que la agobia y la cubre. ¿Será feliz presentimiento de felicidad futura? ¿O será ilusión de mi imaginación? Sería imposible seguir la meditación en sus torcidos pasos, y aun al pensamiento no puedo darle for- ma ni ponerlo en palabras. ¡Oh!, ¡pudiera yo explicar aun débilmente lo que siento! ¡Deseo vano! Son más de las diez. La luna no ha salido todavía pero sobre los cerros y en el cielo una luz opaca se muestra… ¡Oh! Mi ***, ¿piensas en mí a esta hora? Cuándo, cuándo te volveré a ver…

9 de octubre300

… and in thy lonely hour Oh! think of me!301

300 En el manuscrito esta entrada aparece marcada como el día 8 y la anterior como el 9. 301 «Y en tu hora solitaria / ¡Oh, piensa en mí!».

488 Diario íntimo

Estoy cansada, aburrida de todo. De mí misma, de mi mal humor y de todo el mundo. Estaba comenzando a anochecer. Sentada yo en el gabinete, distraídos mis pensa- mientos corrían dulcemente hacia mil escenas pasadas y se poblaba mi imaginación de sueños para el porvenir. Una por una las estrellas habían aparecido sobre el cielo azul. Los momentos que pasaban los sentía deliciosos correr, mis meditaciones eran de esperanza, de alegría. Olvidando hasta dónde estaba, lo futuro lo creía presente y desechando cuanto hay de aprehensión, me dejaba llevar por las dulces ideas que ocupaban mi espíritu. Cuando me interrumpen: veo entrar luz a mi cuarto y mi mamá me llama para pre- guntarme no sé qué de alguna cosa que necesitaba. Cayeron mis sueños, cayó mi ilusión hasta el suelo, y volví al mundo con sus trabajos, su poca poesía, sus petty cares302 y moles- tias insignificantes. Desde entonces estoy de mal humor, ¡inaguantable hacia mí misma y con los demás insufrible!

10 de octubre Estuvimos esta mañana adonde las Briceño y nos dijeron que sabían positivamente que las fuerzas de La Mesa se mo- vían hoy, que probablemente llegarían mañana a la Boca del Monte303. Así es que lo más probable es que en esta semana acabaremos con la tiranía. Un inglés Hulle que estuvo ayer en Facatativá dice que tiene Melo poquísima

302 Petty cares: «pequeñas preocupaciones», en inglés. 303 Boca del Monte: municipio del departamento de Cundinamarca.

489 Soledad Acosta de Samper gente, que apenas habrá allí seiscientos hombres y todos muy descontentos con su jefe. Dicen que hace más de seis días que no se deja ver y que es una bestia porque no tiene planes, que nada sabe de lo que pasa en otras partes. Parece que no permite que vean a nadie que les pueda dar noticias. Tienen a estos infelices sin comer casi, así es que todos los días desertan para presentarse a La Mesa. Los mil hombres que habían mandado contra Ardila volvieron derrotados. Dos compañías se pasaron. Los demás corrieron trayendo algunos heridos y diciendo que habían ganado pero no: habían seguido sobre Cáqueza porque ese era un puerto insignificante. Ardila tiene la costumbre de subirse en las alturas y desde allí enlazar a los que puede. De este modo les quitó el cañón que llevaban, lo subió a un peñasco y desde allí lo precipitó a un río. Esto los acabó de asustar y volvieron lo más aprisa que pudieron a dar cuenta de sus glorias. Parece que Melo ya no piensa ni en defenderse ni atacar. Vive completamente aislado en su casa en Facatati- vá, dice que de allí no se mueve y que no se le da nada por todos los ejércitos que vengan. Sin embargo parece que en estos días mandó trescientos hombres para Villeta. Pero vienen de los nuestros más de setecientos hombres —con Viana y Gutiérrez— muy cerca de El Roble304. ¿Qué pue- den pues hacer estos cuatro infelices? No he visto figura más lastimosa que los soldados del “Ejército Regenerador”, vestidos del modo más extraño, con pantalones de color

304 El Roble: población del departamento del Huila, al sudoccidente del país.

490 Diario íntimo

dudoso, chaquetas azules, capas de bayeta colorada con agu- jeros para sacar los brazos, bonetes amarillos. Montados sobre infelices mulas o cargadeñas que no pueden caminar y con banderolas de diferentes colores en la mano, atra- viesan paso entre paso las calles de Bogotá. Cada media hora sale un posta a Facatativá para avisar que todavía no ha sucedido nada en la capital. El sábado estaba Mercado vestido con zamarros, ruana y sombrero despachando en su oficina. Le preguntaron si iba a salir: dijo que no, que solamente tenía un catarro muy fuerte. Siempre tiene cinco o seis caballos ensillados y prontos para huir, tal es el miedo que tiene esta gente… Nada, absolutamente nada, se sabe de Mosquera y en Bogotá estamos tan sin noticias de sus movimientos como si no existiera tal hombre en el mundo.

Las diez de la noche Esta noche las tropas de López llegarán a Tena… Cada día, cada hora, se acerca más mi ***. ¿Sientes placer al encon- trarte ya tan inmediato, mi bien? Sí, estoy segura que tu corazón ansía el momento de volver a Bogotá. Y yo temo ese momento, lo temo. La última vez que me viste no es- tabas seguro de si yo te amaba, y ahora ya lo sabes. Si an- tes lo había tu corazón adivinado, si conocía que nuestras almas tenían simpatías, ahora tienes certidumbre comple- ta… ¡El momento llega y cuán cerca está!

15 de octubre. Las diez de la noche Un año hace que comencé a escribir este diario… ¿Debo conservarlo, o quemarlo? ¿Para qué estas ideas, locas algunas

491 Soledad Acosta de Samper veces, tristes casi siempre y dudosas generalmente? ¿Para qué guardar un recuerdo que tal vez encontraré en lo futu- ro amargo?… ¿De qué puede servirme en los años venide- ros el fiel retrato de un año de pensamientos tan inútiles? ¡Sin embargo cuánto placer —o tal vez tristeza— sintie- ra yo si pudiera tener un diario de mis pasados años! Mis pasados años huyeron como desaparece la niebla al salir el sol… Mis pasados años, tejidos de sueños, de ilusiones, de esperanzas, de algunas alegrías, de muchas dudas y de pe- sares del alma. ¡Dios mío! El corazón humano es un tris- te estudio, y el corazón de una mujer que jamás tuvo un ser a quien confiar completamente sus ideas es un estudio bien grave y melancólico. Sí, grave, porque allí se pasan mil historias, mil pesares que una palabra despertó y una fría sonrisa tiene que encubrir. Allí, en aquella alma, se encu- bren sentimientos, y aun tal vez alegrías que el mundo no comprende y cuyo secreto tal vez nadie sabrá. Allí pasan dramas enteros de interés terrible, de desesperación muchas veces. Y todo lo cubren las palabras sin sentido y simples frases. ¡Al mismo tiempo cuánta vanidad! Cuántos capri- chos infantiles se encuentran pêle-mêle305 con pensamien- tos sublimes. ¡Ciertamente el corazón de un ser sensible es un triste estudio!306. ¿Para qué quiero pues guardar este diario si él será causa tal vez de amargas lágrimas? Mejor sería quemarlo

305 Pêle-mêle: ‘mezclados’. 306 Aquí termina un fragmento interesante y relativamente extenso en el que la autora analiza su propio texto.

492 Diario íntimo y olvidar cada año mis pensamientos pasados. Pero qué diría él, ¿qué diría el ser que iluminó mi espíritu abatido y que en un desierto de dudas me mostró que sí podía amar mi corazón como antes había soñado? ¿Qué diría mi ***? Tal vez creería que le quería esconder mis ideas. No sé qué hacer…307.

16 de octubre Estoy llena de temor. Dicen que Melo tiene como ocho mil hombres y que esta noche o mañana se va para La Mesa con toda su tropa para rodear a López y a Arboleda que están allí. Han sacado de aquí muchos cañones y por las calles esta tarde se veía agitación. Parece que de aquí man- daron muchos postas para advertirles en La Mesa lo que va para allá. Sofía estuvo aquí todo el día componiendo mi cuarto, bajando todos los libros del estante para poner- los en orden. En la Revolución no había puesto el menor cuidado en ellos, así que estaban en un triste desorden. Y el arreglo de más de quinientos libros308 no es poco can- sancio. Ahora mismo me mandó Sofía más mosquetas309 que perfuman mi mesa de su delicioso aroma. Llegaron también de adonde mi señora Isabel con la noticia de que Ardila derrotó completamente a un tal Prieto que habían

307 De nuevo es el amado quien justifica el texto, ya no sólo su escri- tura sino su conservación. 308 Se trata de una biblioteca con un importante número de volúmenes. 309 Mosquetas: rosas pequeñas.

493 Soledad Acosta de Samper mandado con cuatrocientos hombres contra él. Esto me da nuevo valor y esperanza de que López no perderá.

Las diez de la noche Leyendo esta noche un libro inglés muy religioso, Sir Roland Ashton310, encontré estos versitos que son tan dulces, tan tiernos, que lágrimas asomaron en mis ojos. Fue con pena que pude reprimirlas.

Go where the water glideth gentle over Glideth through meadows that yet greeneth be Go listen to our own beloved river And think of me!

Wander through forests where the small flower layeth Its fairy gem beneath the giant tree, Listen the dim brook pining as it payeth And think of me!

Go when the sky is silver pale at even And the wind moaneth on the lonely tree Go forth beneath the solitary heaven And think of me!

And when the moon riseth as she were dreaming And treadeth with white feet the lulled sea Go silent as the star beneath her beaming And think of me!

310 Sir Roland Ashton (1844): novela evangélica de la inglesa Catherine Long (1816-1878).

494 Diario íntimo

Yes! Think of me in joy’s most blessed hour And when affliction draweth tears from thee In the world’s crowd and in thy lonely hour Oh! think of me!311

Este libro es extremadamente religioso, o más bien fanático. Y habla contra mi religión, ¡la religión de mis padres! La que yo profeso y la que mi alma reconoce. No puedo tener simpatías por los sentimientos de este libro. Me recuerda esto escenas de una parte de mi vida que no es memoria para mí de placer, más sí de tristeza…312. De esto no quiero escribir…

311 «Ve donde el agua se desliza suavemente / Sobre praderas que aún verdes están, / Ve y escucha nuestro amado río, / ¡Y piensa en mí! // Vaga por los bosques en donde pone la pequeña flor / Su precia- da gema bajo el árbol gigante, / Escucha el lento arroyo suspirar, / ¡Y piensa en mí! // Ve al caer el día, cuando el cielo es de un páli- do plata / Y el viento se lamenta sobre el árbol solitario, /Avanza bajo el cielo solitario / ¡Y piensa en mí! // Y cuando la luna se eleve como si soñara / Y pise con pies blancos el mar adormecido, / Ve en silencio como la estrella bajo su brillo / ¡Y piensa en mí! // ¡Sí! Piensa en mí en la hora más bendecida por el gozo, / Y cuando la aflicción te haga derramar lágrimas. / En la multitud del mundo y en tu hora de soledad, / ¡Oh, piensa en mí!». Los epígrafes de las entradas anteriores han sido fragmentos de este poema. Como lo ha hecho con frecuencia, la autora ha escrito estos epígrafes en días posteriores a la redacción de las entradas respectivas. 312 Puede referirse a los meses durante los cuales estuvo con su abuela en Nueva Escocia, lugar en donde esta trató de convertir a la au- tora al protestantismo.

495 Soledad Acosta de Samper

Dime, ¡oh! Mi ***, dime, ¿piensas en mí, me recuer- das sin cesar como lo hago yo? Cinco meses hoy que te vi por la última vez. ¡Cuánto tiempo, Dios mío, pasará y to- davía no podré volverte a ver! Cinco meses de angustia, de pesar para mí. Y tú…

17 de octubre

Modera tu valor, y al occidente Vueltos los ojos, del amor guiado Allí recuerda a tu Delina ausente.

M.313

¡Dios mío! ¡Dios mío! Misericordia. Dadme Señor valor para aguantar mi aprehensión con impavidez. Cómo voy yo a vivir tranquila aun en apariencia cuando ahora acaba de venir una carta de mi *** de La Mesa en la cual dice que está de ayudante de campo hace un mes de López. Dice «Me tiene usted aquí, ardiendo en deseos de pelear, sea cual fuere mi suerte, para cumplir mi deber y contribuir a libertar a Bogotá y salvar al país»… ¿Habrá visto mis pro- clamas?314. ¿Tengo yo la culpa de que se haya precipitado al

313 Fragmento del soneto «El ruego» de doña Vicenta Maturana (1793-1859), poeta española. 314 En un fragmento anterior habló acerca del proyecto de escribir una proclama. Por este fragmento sabemos que lo hizo y que la hizo circular.

496 Diario íntimo peligro? ¿Pero sí tengo bastante nobleza y amor patrio para no sentir que vaya el ser más amado de mi alma a exponer su vida para salvar a su país…? Pero Señor, escuchad mi voz y tened piedad de mí… ¡***! ¡***! Amado mío, oh, no expongas demasiado tu preciosa vida, piensa que sin ti mi vida es un desierto. ¡Oh!, Señor, mi corazón está latiendo apresurado, mi agitación… Pero, no, no… estas son ideas indignas mi ***. Amo tu honor y él te ha ordenado este peligroso deber. El deber hacia la Patria es después del de Dios el más sagrado. Parece que es mentira, que Melo no se ha ido para La Mesa. ¡Ah! Mi corazón me avisaba que en aquel lugar estaba el porqué de mi aprehensión, fue grande al pensar que iban contra López.

Las doce Estoy medio loca. Dicen que Melo se va o se fue para Ba- rro Blanco315 con más de dos mil hombres contra Julio Arboleda que está allí y no tiene más que ochocientos. Si vence a Julio se debilita López, pierde y… No, no puede ser, voy a perder el juicio. No sé qué pensar. He mandado adonde las Briceño, adonde María para que me consue- le… Pero se fue, se fue Melo. Ya no hay más sino esperar con paciencia el resultado de tan terrible posición. ¡***!, piensa en mí, estoy desesperada…

315 Barro Blanco: municipio del departamento de Boyacá, ubicado al oriente de Bogotá.

497 Soledad Acosta de Samper

Las diez de la noche Siento la cabeza pesada, la frente en fuego y algunas veces se me turba el pensamiento. Si este estado de cosas dura me volveré loca. Dicen que no es cierto, que no se han batido en Barro Blanco… ¿Pero esto impide que él esté en peli- gro?… ¡No! Ayudante de campo, siempre, siempre te ame- nazará el peligro… Da vueltas mi vista, mi pensamiento es un caos, no sé lo que escribo. ¡Señor!, Señor, lo sé que soy indigna de levantar mi voz hacia ti, Dios mío, pero en tus manos pongo la suerte de mi bien, del ser que amo más en esta vida. ¡Oh!, preservadlo, Virgen de Misericordia, ¡pre- servadlo en medio de la guerra! Ten piedad de mí… Él es bueno, es religioso. Su vida, ¡Señor!, ¡está en tus manos!

18 de octubre

So near and yet so distant! Oh! tis worse Than leagues of exile o’ er the stormy sea!316

Las diez de la noche La noche está triste, oscura lluviosa. El agua suena sobre el enlozado con melancólico son… ¿Estará lloviendo en La Mesa adonde está mi ***?…, ¿y pensará en mí, sentirá tris- teza o alegría?… ¡Tan cerca estamos, mi bien! Tan cerca y sin embargo cuán lejos. Un mar de sangre nos divide, un mar de pesares hay entre nosotros.

316 «¡Tan cerca y aún tan lejos! ¡Ah, es peor / Que leguas de exilio sobre el tormentoso mar!».

498 Diario íntimo

Estuve todo el día adonde María, adonde vi una repre- sentación de ***, ofreciendo sus servicios como soldado de la libertad y resignando317 el puesto de secretario de la Cá- mara. Volví a leer su carta ahora y encuentro en ella un tono de tristeza para la cual no puedo hallar motivo. Lo mismo me parece la representación. No sé si me engaño, pero ten- go la convicción de que cuando la presentó su alma estaba triste, muy triste. ¡Ah! Yo te conozco, ***, y creo que enton- ces estabas apesadumbrado al contemplar tu Patria en el estado en que se halla. ¿Pero tu carta por qué? ¡Ah!, ¡Dios mío!, ¿cuándo dejaré de tener tan tristes pensamientos? Bien mío, sabed que siempre, siempre has sido amado de mi corazón —tal vez demasiado—, pero ahora, ahora que vas a exponer tu vida siento que jamás lo has sido tanto…

19 de octubre Siguen los días y pasan. Nada de nuevo hoy. Chispas sí hay muchas, pero no tan ciertas. Son las diez de la noche. Acabamos de venir de adonde las Orrantia. Estaba allí el novio de Anita, Tamayo y mi señora Tadea y su hija. Pron- to se fueron estos y nos quedamos sólo con las Orrantia. Comenzaron a hablar de ti, mi bien, diciéndome, a mí, que estabas en La Mesa. ¡Dios mío!, qué molestia, qué mortificación es el tener que escuchar, que contestar con indiferencia a las necias preguntas que le hacen a uno so- bre y de la persona que uno más ama y cuya imagen está grabada en el fondo del alma. Quisiera pensar en él en mis

317 Resignando: ‘renunciando’.

499 Soledad Acosta de Samper horas felices de meditación. Pero esto de que mientras que formamos frases indiferentes con nuestros labios, haya ojos que nos examinan para ver qué impresión nos hace, es inaguantable. ¡Adiós, mi ***!… Ya es muy tarde. Voy a acostarme, pero no sin haber leído otra vez tu última car- ta. Mis pensamientos son tuyos sin cesar, pero a esta hora siempre son tuyos, tuyos no más: ¡te la he dedicado exclu- sivamente todas las noches!

20 de octubre, las siete Nada he podido saber hoy. Parece que nada se sabe de nuevo. Sigue todo lo mismo en La Mesa. Del norte pare- ce que no han llegado noticias positivas318 ningunas. Esta tarde vinieron las Pereira y nos dijeron que había llegado un boletín de Ibagué del 15 de este mes adonde está una descripción de la entrada de López a La Mesa. Debe es- tar interesante.

Las diez «Creo que pronto tendremos la victoria y estaremos en Bogotá». Esto dice mi ***. ¡Pero cuándo será ese pronto! ¡Dios mío! Estoy aburrida319 con esta incertidumbre y no puedo estar un momento tranquila. Mi aprehensión es

318 Con frecuencia la autora emplea la palabra «positivo» como si- nónimo de «seguro». 319 «Aburrida» parece aquí ser sinónimo de «harta»: sinonimia co- loquial que ha empleado otras veces en el diario.

500 Diario íntimo tanta. Deseo y temo mucho el día de la victoria y con so- lamente320 hablar de ese día tiemblo y me asusto.

21 de octubre Se fue hoy de casa de las Briceño una persona para La Mesa. Mi mamá le contestó su carta a *** y le escribí yo a Justo para darle la bienvenida a su gobernación. Mañana seguramen- te recibirá mi *** la carta. ¿Se alegrará al saber de nosotras, tendrá gusto en saber de mí?… Mi ***. Ojalá escribiera él otra vez, tengo tanto placer en ver sus letras. Hoy nada de nuevo, todo sigue lo mismo. Vi una proclama de López muy buena. ¡Cuánto tiempo más, Señor! ¿Tardaremos mucho en disfrutar de la felicidad de ser libres?, ¿cuándo, ¡oh!, cuándo volveré a ver a mi bien?…

22 de octubre En la plaza el mercado estaba hoy carísimo. Los plátanos a dos al real. Pronto no tendremos qué comer si tardan más nuestros libertadores. Fuimos hoy adonde doña Enriqueta Márquez, que se le murió un hijo. Nos contó mil mentiras. Que Melo tenía una tropa maravillosa, que López no tenía gente casi, y que habían tenido que irse de La Mesa todas las tropas constitucionales porque se habían levantado en el Cauca y que iban los malhechores a atacar al Congreso. Todas estas infaustas noticias, aunque no las creí, me llena- ron de aprehensión. Así fue que esta tarde fuimos adonde

320 «En solamente», en el manuscrito. Galicismo causado por su multilingüismo.

501 Soledad Acosta de Samper las Briceño, que nos mostraron dos cartas de Justo. La una la habían recibido hoy. En ella decía que todo estaba mag- nífico, que les habían llegado rifles de a seis tiros, máqui- nas para desbaratar fortificaciones, culebrinas321, bombas y, sobre todo, había mucho entusiasmo y llegaba gente cada día. Dice «con la gente que tenemos hay la suficiente para comer crudo a Melo». En fin, parece que todo lo que nos dijeron esta mañana es mentira, nadie ha oído hablar si- quiera de esas noticias tan espantosas. Dicen que Mosquera ya llegó a Santa Rosa322 de cierto. Parece que es muy cierto que murió el pobre Rojas. ¡Infeliz! Parece que tenía pre- sentimiento de que moriría en el primer combate, porque ahora año y medio que decían que iba a haber guerra con el Perú, yo que en ese tiempo no lo quería ver aquí, le dije que todo buen patriota debía ir a defender a su país cuan- do lo veía en peligro y que él debía ofrecer sus servicios e irse. Entonces me contestó: «Muchos deseos tiene usted en que me toque una bala, porque estoy seguro de que mo- riría». Yo lo creí por esto cobarde, pero parece que tenía un valor extraordinario y murió batiéndose como un león. Cosa rara, cuando Madiedo tenía disputas con *** se desa- fiaron y Madiedo le rogó a mi padre que fuera su segundo: no quiso y mandó a Rojas… ¡Quién hubiera dicho enton- ces que *** sería para mí después un ser de tan gran interés!

321 Culebrina: antigua pieza de artillería, con cañón de bronce largo y de poco calibre. 322 Santa Rosa: municipio del departamento de Boyacá, ubicado al nororiente de Bogotá.

502 Diario íntimo

Las diez de la noche Un manto de nubes oscuras tristes y negras cubre el cielo. Todo está oscuro, frío, tenebroso. Cuando veo una no- che como esta se me figura que así sería el caos antes que Dios, con su poder supremo, formase los mundos y los so- les que pueblan el espacio… Pensamiento sublime que le- vanta nuestras almas hacia el Señor. Y nos sentimos cuán pequeños, ¡cuán miserables delante de tantas maravillas! ¿Qué es para ese Creador de todo el mundo en que vivimos y sus acciones, sus guerras, sus disputas, qué deben pare- cer delante de Su trono?… La mente se pierde… El espíri- tu humano no puede comprender y sólo puede abismado adorar tanta grandeza… ¿Nuestras voces llegarán hasta el cielo?… ¡Ah!, si no fuera por la fe que tenemos en su poder, si no fuera por la Misericordia de Dios que es tan grande como su gloria, ¿podríamos vivir tranquilos en esta vida de vicisitudes?… Qué desconsuelo, qué desierta sería la muerte de un incrédulo… ¿Mi voz débil se levantará has- ta la Patria inmortal?… Ángel de mi guarda, ¡escucha mi oración!… ¡Oh!, yo no pido por mí misma, ruego miseri- cordia, piedad por el dueño de mi corazón…

23 de octubre Salió hoy boletín en que muy neciamente comunica el go- bernador de El Socorro323, J. M. Afanador, que las tropas

323 El Socorro: ciudad del departamento de Santander, ubicada a 400 km al oriente de Bogotá. Fue muy activa políticamente a lo largo del siglo xix.

503 Soledad Acosta de Samper

regeneradoras han tenido una victoria en Zapatoca324 so- bre las fuerzas constitucionales, que ha derrotado com- pletamente al enemigo, un tal Zacarías Osorio, tomado gran número de prisioneros, matado a muchos y herido a innumerables, y que entre los prisioneros se halla el jefe de la tropa enemiga. Pero no más. No dice cómo fue la ac- ción, ni quién es el jefe, ni cuántos fueron los derrotados. Por supuesto nadie cree estos disparates, seguramente es- tos son consejos del Inmaculado y franco general Obando para asustar a los constitucionales porque ya se ven per- didos. No me ha sido posible conseguir el boletín del 15, aunque mucho lo he encargado. Tiene uno ahora sed de ver los boletines del Gobierno, y leemos desde la primera hasta las últimas palabras alegrándonos la vista al ver «Iba- gué, Imprenta de Paúl». Es el placer más grande. Leemos con el mayor cuidado áridas comunicaciones que no me hubieran comprometido a mirar ahora cinco meses por nada en este mundo, parecían entonces tan faltas de inte- rés. Mañana es domingo. Quiera Dios que mis ojos con- templen comunicaciones más deliciosas para mí que todos los boletines de Ibagué.

Las diez de la noche Ya hace más de doce días que está mi *** en La Mesa y to- davía no hay esperanza de verlo… ¿Y esto es vivir? No, estos cinco meses parece que no hacen parte de nuestra existen- cia, es como el tiempo que usamos en dormir: no contamos

324 Zapatoca: municipio del departamento de Santander.

504 Diario íntimo esas horas y sin embargo vamos hacia la eternidad cada ins- tante y la muerte está más cerca. Estos meses en lo futuro serán como el recuerdo de un triste sueño, ¡pesadilla horri- ble de la cual no nos despertaremos sino al ruido del últi- mo cañonazo de la victoria! ¡Y sabe Dios si despertamos a llorar!… No quiero tener tan funestas ideas. ¡Voy a leer tu álbum, bien mío! Tú que me has dado tantas penas, tú no sabes cuánto te amo. Desde que supe amarte, desde que te conocí, mi corazón jamás ha estado en paz. Siempre algu- na aprehensión en el espíritu, nunca sin algún pesar secre- to, tu memoria ha sido siempre fuente de lágrimas. Y sin embargo te amo tanto, ¡tú no sabes cuán, cuán tuyo es mi corazón! ¿Y lo sabrás algún día?… Recuérdame esta noche, mi bien, recuérdame, es lo único que te ruego, ¡y que todas las bendiciones del cielo te acompañen!…

24 de octubre, las diez de la noche Nada se ha sabido hoy de noticias, absolutamente nada. Hoy hizo ocho días que recibimos la carta de ***. Tenía yo la vana esperanza de saber de él otra vez hoy. Tal es el espíritu humano, que aguanta más de tres meses sin murmurar y ahora quiero recibir carta cada ocho días. Nos acostumbramos tanto a las cosas agradables que deseamos tenerlas sin cesar y nos quejamos cuando no las disfrutamos continuamente. A todo nos acostumbramos con el tiempo, a las penas como a las alegrías. ¡Sin embargo está tan cerca La Mesa! Jamás había estado separada de mi *** tanto tiempo desde que lo conocí. Cinco meses y siete días pasaron antes de verlo en el mes de enero. ¡Hoy

505 Soledad Acosta de Samper hace ese mismo tiempo desde que empezó la Revolución, y quién sabe hasta cuándo lo veré!… ¿Se acordará mi bien esta noche de esto?… No, sólo el espíritu sin ocupación seria, sólo el corazón de la mujer puede recordar tales cosas. Porque ellas saben amar exclusivamente, es el único objeto de su vida el amor y ser amadas. El hombre tiene otros pensamientos que dirigen sus ideas, otros deberes a qué atender y pueden olvidar lo que nosotras tenemos conti- nuamente en la memoria.

25 de octubre He estado todo el día adonde María, con la cual fuimos a la Calle Real a comprar borlas para unas banderas que encar- garon de La Mesa y cintas y sedas para los sombreros de los constitucionales. Teníamos que preguntar en cada tienda por sólo un color, porque si pedíamos cintas azules, coloradas y amarillas podían adivinar para lo que era y comprometer- nos inútilmente. Las borlas decíamos que eran para gorras. Después nos pusimos a añadir las cintas. ¿Alguna de las que yo compuse llegará a manos de mi ***?… Sería muy raro aunque no extraordinario, dicen que son para los cacha- cos. Nos dijeron en la Calle Real, y es cierto, que anoche se botó balcón abajo Cuenca, secretario general de Melo. Unos dicen que está muy arrepentido de haber tomado parte en la infame revolución y que estando en un convite adonde Zenón Baraya de repente dijo que sólo con su san- gre podía borrar la mancha de su honor. Otros dicen que estando ebrio no supo lo que hacía. Es la única noticia que hay hoy, y sólo de esta se hablaba hoy a dondequiera.

506 Diario íntimo

Otra pérdida para el inicuo Melo, porque parece que está gravemente enfermo el pobre joven. ¡Otro día pasado y nada sé de mi bien!

26 de octubre, las diez de la noche No puedo escribir todo lo que quisiera porque todo el día he estado con dolor de cabeza y de garganta, con especie de cansancio de todo, y deseo acostarme y descansar. Sin embargo he sabido hoy de mi ***. Estuvieron aquí todo el día mi señora Mariquita y Virginia. La primera recibió una carta del general París esta tarde de La Mesa, del 21, y en una posdata dice «***… S… está aquí y ha cambiado el in- diferentismo por el más grande entusiasmo, anda de blu- sa y con sable a la cintura». Esta pintura al principio me divirtió, ¡mi *** con sable!… ¡Tratando de parecer terrible con fiero ceño!… Su fisonomía es de poeta, ¡el vestido de militar no puede irle bien! Pobre de mi bien, ¡a qué te han reducido estos bandoleros!… Mi señora Mariquita dijo que le habían asegurado que no era indiferentismo lo que le ha- bía impelido a no tomar parte al principio en la defensa de la Constitución, sino que su familia no se lo había querido permitir. Esto me ha dado mucho qué pensar… Sin embargo mis reflexiones no son risueñas… No quiero escribir más.

27 de octubre Mercedes Briceño me mandó ayer unos boletines del 15 y 18 de este mes. La proclama de López es magnífica. La han impreso aquí, por supuesto a escondidas, y el lunes por la mañana amanecieron en todas las esquinas y en las puertas

507 Soledad Acosta de Samper de los principales facinerosos, en la Calle Real sobre las puertas de las tiendas de Carrizosa, Denasio, etcétera. Pero lo más gracioso es que en la portada de la iglesia de Capu- chinos pegaron una y abajo pusieron un facsímil de la firma de Mercado, así es que los democráticos leían toda la pro- clama sin cuidado, pues veían la firma de uno de sus jefes. Góngora también lo vio por fin pero no se atrevía a quitar- lo al ver Mercado perfectamente escrito abajo. Fue adon- de esta hiena y le dijo lo que había visto. Cuando fueron a quitarlo ya era muy tarde, y como esto fue el domingo por la mañana, todos los que habían ido a misa lo habían leído. En las esquinas pusieron ahora una contestación a la pro- clama muy vulgar y mal escrita diciendo que López era un traidor y que los artesanos no se parecían a él. Pero parece que la lectura de la proclama ha abierto los ojos a muchos melistas que no querían creer que López venía contra ellos, y la misma contestación muestra que temen los efectos que ella puede hacer sobre los ánimos de los democráticos, an- tes tan partidarios de López y cuya popularidad es mucha todavía. Dicen que cuando se fue López de Bogotá poco antes de estallar esta infame revolución, Obando y Melo lo fueron a acompañar en un coche, y el cochero, que no era tonto, oyó toda la conversación, que consistía en tratar de persuadir a López que tomara parte en una revolución que los otros dos traidores querían hacer. López no qui- so consentir absolutamente, les aconsejaba que no hicie- ran tal cosa porque se perdían. Obando y Melo volvieron muy disgustados porque seguramente estaban seguros de que López accedería a cuanto sus amigos le decían. No sé

508 Diario íntimo si es cierto, pero parece probable este cuento. Me acaba de mandar a decir Mary que necesitan en el Norte una ban- dera y que están recogiendo una suscripción para hacerla. Yo mandé cuatro pesos. Pronto recogerán mucho porque es extraordinario el entusiasmo que hay entre todas las cla- ses de la sociedad, sobre todo las mujeres son los enemigos más implacables que tienen los bandidos y las que trabajan sin cesar para mandar todo lo que pueden al campo cons- titucional. Pero los ricos, los ricos son indignos de llevar el nombre de granadinos, son tan viles, tan despreciables, que no se puede tener paciencia con ellos. En días pasados se presentaron sesenta hombres bien armados y a caballo, robustos, a un rico don M. V., y le dijeron que si les daba doscientos pesos para dejarles a sus familias —que es nada para ese hombre millonario— se iban inmediatamente para Ibagué. Pero él dijo que no podía dar nada, ¡que no tenía!… Y los hombres se presentaron adonde Melo y allí están. Dicen que en Facatativá Melo mandó matar a un demo- crático de los peores hoy, desertor. Esto me parece que lo acabará de arruinar, pues a sus compañeros no les puede gustar tal procedimiento. Me mandaron pedir una proclama de López para man- dar a Tunja. Yo tenía una de las impresas aquí y la mandé.

Las siete Estuvimos esta tarde adonde mi señora Soledad O’L. y su- pimos muy buenas noticias. Que J. Gutiérrez llegó a Zipa- quirá derrotado antes de anoche, en Cita parece que fue la acción, y dicen que con Mosquera pero todavía no se

509 Soledad Acosta de Samper sabe el detalle. También es cierto que esta mañana se pro- nunciaron en Cáqueza cincuenta hombres que tenía allí Melo y amarraron a su capitán, un tal Bernal. En Facatativá mandó fusilar Melo a dos desertores y los soldados todos están furiosos y algunos hablan de bajar a Melo y poner en su lugar a otro. Me parece que están tomando las cosas un aspecto muy bueno para nosotros, y algunas veces creo que tal vez no habrá sangre derramada. Mercado cada día descubre más sus maldades. Llegó ano- che de Facatativá con plenos poderes para hacer cuantas infamias quiere. Él fue allí para aconsejarle a Melo que no fuera tan suave y que era necesario ya mostrar energía, y parece que a consecuencia de esto mandó fusilar a esos infe- lices desertores. Trajeron hoy amarrados a los Marroquines y los llevaron a Facatativá acusados del crimen de tener pro- piedades. Me parece pues que pronto tendremos libertad. Yo lo único que temo es que vaya a morir alguno de ellos, pero Dios sabe lo que hace y nos resignaremos. Dicen que Melo tuvo una disputa con Posada porque siendo editor oficial de laGaceta hace ya tres semanas que no la publi- caba, y Posada le dijo que por qué no ataba a sus enemigos, que seguramente era un cobarde. Así es que se insultaron mutuamente y Posada está aquí sin destino.

Las diez y media La luna ya se ocultó bajo el horizonte y las estrellas brillan. Sin embargo parece la noche oscura, melancólica. ¿Será porque mi corazón está triste esta noche? Por qué es que cuanto leo me hace impresión, y temo ser algún día tan

510 Diario íntimo desgraciada como las personas que pintan los libros. Es un temor indefinido, confuso, no puedo explicar en qué consiste pero me agobia el espíritu. Estuve esta noche leyendo una novela titulada Wildfell Hall325. ¡***! ¿Me amarás de veras o es ilusión? ¿Algún día me podrás mirar con indiferencia?… ¡Oh!, nadie sabe todo lo que por ti sufriría. Pero verte indiferente, lejos de mí, ¡jamás! ¡Señor! ¡No me deis este dolor terrible!

28 de octubre Parece que hoy salió un boletín de esta gente anuncian- do la derrota de Gutiérrez, pero yo no lo he visto todavía. En la plaza las gentes del mercado están llenas de alegría. Es extraordinario la ninguna popularidad que hay, ni aun entre la gente baja del pueblo, por esta infame revolución.

Las diez de la mañana Acabo de recibir una carta de Justo en contestación de la que le escribí. Está lleno de entusiasmo y temo que tenga ya algo de vanidad. Dice que pronto estará aquí y nos po- drá hablar más largo sobre estos cinco meses que ha esta- do errante lejos de «nuestra hermosa Bogotá». Pero nada de mi ***. Dice —el 25— que esa misma noche entregó la carta de mi mamá a su dueño. Seguramente él no supo

325 The Tenant of Wildfell Hall —La inquilina de Wildfell Hall—, novela de la escritora inglesa Anne Brontë (1820-1849) publica- da en 1843.

511 Soledad Acosta de Samper qué escribir o no tuvo tiempo, pero sé a lo menos que está bueno hasta el 25. Me manda Mercedes un boletín del 21 en que se con- firma oficialmente la muerte del desgraciado Rojas. Y tam- bién una comunicación de Tejada al P. E.326 en que dice que ha triunfado nuevamente sobre seiscientos bandidos en el Cauca, quedando ciento veinte de ellos muertos en la plaza de Palmira327, cien prisioneros y gran número de heridos. El resto huyó a los montes, adonde los persiguen. Es un horror los muertos que ha habido en esta mons- truosa revolución. Dicen que se calculan ya como tres mil muertos hasta ahora. ¡Cuántos más habrá antes de que tengamos otra vez paz!…

Las tres de la tarde Mucha agitación en la calle, las banderas de los ministros desplegadas. Guardias en muchas casas. Presos Olegario Manrique, una señora Márquez y todos los que no entre- gan cuanto les piden estos infames ladrones. Vino Teresa de Guaduas. Está todo en tranquilidad por ese lado, siquie- ra están en manos de constitucionales. A Patricio Pardo lo pusieron en la cárcel porque hubo un denuncio de que esta noche se iba a llevarle una bandera a Ardila que las señoras le habían bordado. Afortunadamente no estaba la bandera en su casa y no lo pudieron coger.

326 «P. E.»: probablemente «Presidente Encargado». 327 Palmira: ciudad del departamento del Valle del Cauca, situada a 480 km al sudoccidente de Bogotá.

512 Diario íntimo

Las cuatro Dicen que la vanguardia de Mosquera está ya en Ubaté328 y esta es la causa del susto que tienen aquí. Ya parece que han cogido presas a algunas señoras porque descubrieron que tenían comunicación con los de La Mesa, adonde es- taban sus maridos y parientes muy cercanos. La tiranía se aumenta cada hora, sabe Dios cuándo llegan los constitu- cionales más cerca. Cuántas cosas acontecerán en esta in- feliz ciudad. Parece que fue mentira, no ha salido boletín hoy como habían dicho. El Congreso ya se reunió en Iba- gué el 22 de este mes: vimos una alocución de Obaldía329 al Congreso ese día, muy larga como él acostumbra pero bue- na, muy buena. Me mandaron unos versos a López330, pero no sé de quién son, impresos en Ibagué. Dicen que una de las patrullas, consistiendo de veinticinco hombres, se huyó anoche de aquí, muy bien armados. Y andan furiosos por ahí buscándolos, pero buen cuidado tendrán ellos en irse adonde no los puedan coger.

328 Ubaté: municipio de la sabana de Bogotá, ubicado a 80 km de la ciudad. 329 José de Obaldía (1806-1889). Vicepresidente y presidente encar- gado durante el gobierno de José Hilario López. Durante la dic- tadura de Melo se refugió en la embajada norteamericana desde la cual ejerció la oposición. Luego se trasladó a Ibagué, en donde hizo parte del gobierno constitucionalista. 330 «Unos versos a López»: unos versos dedicados a López.

513 Soledad Acosta de Samper

Acaban de venir de adonde mi señora Mariquita a decir que temen mucho el quedarse en su casa y que se vienen a refugiar aquí esta noche.

Las diez de la noche Adiós mi quietud, adiós el reposo de mi cuarto, adiós deli- ciosas meditaciones, adiós dulces pensares de mi ***, pues ya con huéspedes en la casa ni un momento podré tener tran- quilidad. Me escapé, me huí por un momento, pero como duermen en la salita tengo que irme antes de que se acues- ten. ¡Mi amado! Mi bien, piensa cuánta soledad esta noche, piensa en ello como yo pienso en ti. Siempre aprehensiva no puedo estar ni un momento contenta, pues creo que puedes estar en ese instante en algún peligro, ¡mi amado!

29 de octubre Mi señora Mariquita recibió carta de La Mesa y nosotras nada… ¿Por qué será que él no escribe? Toda la mañana he estado copiando una carta de uno de Pamplona dirigida al jefe de los ladrones, Melo. Muy bien escrita es. Le dice que deposite las armas, que bastante sangre granadina se ha derramado ya. Dicen que la caballería que tenía Melo en Zipaquirá vino esta mañana y está en el cuartel de San Francisco. Segu- ramente ven que no pueden resistir a las fuerzas constitucio- nales del Norte y se han tenido que venir aquí. Quiera Dios que los de La Mesa no vayan a atacar antes de que llegue Mosquera. Qué importa aguardar unos días si con todas las fuerzas reunidas pueden tener la victoria más fácilmente,

514 Diario íntimo sin tanta mortandad al menos de este lado. Parece que están cansados de aguardar y que quieren ellos solos atacar para librarnos de estos bandidos. Dicen que hay mucha gente constitucional en Fusagasugá y una guerrilla en Ubaque. Los llaneros en Cáqueza331 con Melgarejo.

Las diez de la noche Mi señora Mariquita no vino a dormir aquí esta noche, así es que estoy en paz. Fuimos esta tarde adonde las Briceño, adonde nos die- ron algunas noticias. Pero nada de importancia. Mañana si tengo tiempo las diré. Mi cuarto está inundado por el delicioso perfume de unos jazmines que me regalaron. No puedo explicar los sentimientos que esta flor me despierta en el alma. No sé si es melancolía o dulce alegría la que conmueve mi espíritu su suave aroma. Tantos, tantos recuerdos se presentan a mi suerte que no puedo menos que extasiarme al mirarlos. Es su flor favorita, me dijoél un feliz día. Al verlos, su imagen pasa por mi espíritu tal como lo veía en esos días, tal como consolaba mis ratos de tristeza cuando no sabía si él me amaba verdaderamente, cuando dudaba mi corazón y creía que su amor había sido ilusión y no tenía memoria de mí. Felices recuerdos me traes, blanca flor, ¿pero serán siempre tan dulces como ahora? ¡Mi ***!, yo me complazco en creer que en estos cinco meses no has cambiado. Pero tú mismo

331 Ubaque y Cáqueza: municipios de Cundinamarca, vecinos de Bo- gotá por el oriente.

515 Soledad Acosta de Samper dijiste una vez que el corazón del hombre era inconstante. Pero no quiero creer que el tuyo lo sea tan enteramente.

11 de noviembre, las siete de la noche Estuvieron esta noche aquí el señor Child y María y nos dijeron que sabían de cierto que habían mandado cinco cargas de bayeta para La Mesa que habían pedido de allá para hacer ropa para las tropas. Es decir que no se han mo- vido de allí y quién sabe hasta cuándo vendrán. Esta no- ticia me desalentó porque también dicen que un hijo de Samuel se fue para La Mesa a herrar cuatrocientos caballos y se necesita mucho tiempo para que estén todos prontos.

Las diez de la noche Hoy una carta de ***. Yo lo había acusado de indiferencia, cuando él escribió332 la contestación a la que le mandó mi mamá dos días después. Hasta hoy llegó su carta del 27 del mes pasado. No puedo comprender cómo duró quince días viniendo de La Mesa siendo la distancia de un día. Sin em- bargo estas palabras no me agradan: «¡Envío mil pensa- mientos a mi señorita Solita, para quien es siempre fiel mi corazón!»… ¿Es decir que dudas que yo crea que me eres fiel?, ¿o que te admira que tu afecto pueda durar por algunos meses? Triste idea, ¡pero nunca puede estar mi alma en paz!

332 «Cuando él escribió»: uso coloquial de «cuando» para significar «a pesar de que», «sin saber que».

516 Diario íntimo

12 de noviembre Nada, nada, nada de nuevas hoy… Estoy cansadísima de esperar: cada día al despertarme pienso hoy a lo menos sa- bremos algo. Vienen y pasan las horas y todo sigue lo mis- mo. Del norte apenas dicen que Gutiérrez está sentado enteramente en El Socorro, entre Herrera y Patria. ¿Pero Mosquera?… Debía venir hoy un peón de La Mesa y no ha llegado. Ya hace un mes que está allí López y todavía no hay esperanzas de que venga… Estuvimos esta tarde adon- de mi madrina Ana Sofía. No estaba allí sino adonde las Briceño ayudándoles a bordar una bandera. ¡Oh! ¡***!, ***, ¿no es martirio el esperar tanto tiempo y que no vengas? ¡Seis meses! Algunas veces me deses- pero y en otras ocasiones me resigno. ¿Qué he de hacer?… ¡Pero tú entretanto me olvidas y huye mi nombre de tu corazón! Si no fuera por esta aprehensión, trataría de no acordarme que hace tanto tiempo que estamos separados. Pero esta aprehensión me persigue. Tal vez será injusticia a tu corazón… Salgo de una aprehensión y caigo en otra mayor. El peligro, el peligro que amenaza tu vida… Dice que se siente muy valiente. Pero yo tengo esperanza de que no tengas para qué ejercerlo. Si es cierto lo que dicen de las tropas de Melo, no pelearán… Pero ¡oh!, duda atroz, si este fuera a presentar batalla y si se batieran… Las bogota- nas son valientes… Y entonces, ¿cuál es pues el patriotismo que tenía yo? ¿No deseaba pues que el ser que amo más se presentara en las filas de las libertades?… Sí, sí, ¡pero mi corazón es débil y no puedo pensar con tranquilidad en el

517 Soledad Acosta de Samper peligro que puede correr mi ***, aunque yo sé que es por la santa causa de la defensa de mi Patria! For oh! so wildly do I love him Thy paradise itself were dim And joyless, if not shared with him!…333

Moore

17 de noviembre, las diez de la noche Se cumplen hoy los siete meses de tiranía. Estuvieron las Briceño aquí esta mañana. Vino una carta de Hernández que les dice que el grueso de las tropas de López está en Bosa334. La mujer que trajo esta noticia dijo que tal vez en- traban los constitucionales esta tarde o esta noche. Desde las cinco de la tarde no ha cesado de llover. La noche está oscura, triste, lluviosa. ¿Vendrá mi ***? ¿Estará en marcha hacia acá con tiempo tan malo? Sabes, mi bien, que no ceso de pensar en ti. Haz tú lo mismo y ahora recuérda- me. Si estás en peligro o en seguro, sin cesar importunaré al cielo con mis ruegos sólo por ti. «Señor Dios, pongo toda mi confianza y refugio en tus manos y mis tribulaciones y angustias».

333 Fragmento del poema narrativo Lalla-Rookh (1817) del poeta Thomas Moore: «Pero, oh, tan profundamente lo amo / Que el paraíso mismo sería opaco / Y sin felicidad si no lo compartiera con él». 334 Bosa: población cercana a Bogotá, localizada al sur.

518 Diario íntimo

18 de noviembre, las once de la mañana Como a las nueve de la mañana hubo algunos tiros a lo lejos y los soldados de los facinerosos estaban muy alar- mados, todos en armas y alrededor del cañón. Muchas ca- rreras a caballo del gobernador y los oficiales. Pero ya está todo en calma otra vez.

La dos de la tarde Nos acaban de venir a decir que ha habido en Yomasa un tiroteo esta mañana a las seis y media y hubo heridos de este lado, un viejo Campos y un tal Callejas, y parece que se pasó un Galarza con su compañía. No sé con quién fue que se batieron. Esta mañana a las nueve se apareció una partida de los nuestros más arriba de la Quinta de Bolí- var335 y dieron los tiros que asustaron tanto a los bravos soldados de Melo y después se volvieron a desaparecer. En la esquina del Palacio hay guardias que no permiten que pase nadie hacia la Plaza.

Las diez de la noche Dicen que Mosquera llegará hoy o mañana a Zipaqui- rá. Estoy ya cansada de oír mentiras, así es que ya no creo nada. Mosquera es la sombra con que alegran a los

335 Quinta de Bolívar: casa de campo ubicada en las afueras de la Bo- gotá de la época, hoy en pleno centro de la ciudad, en el pie del ce- rro de Monserrate. Perteneció a Simón Bolívar y hoy se conserva como museo con el mismo nombre.

519 Soledad Acosta de Samper

constitucionales y el coco de los melistas, ¡y en verdad su figura es aparente para representar este papel! Seguramente no volveré a saber nada de mi *** hasta que él mismo no traiga noticias de su paradero. Esta noche estoy aburrida de todo. El corazón se cansa con esta expec- tación continua. Ver todas mis esperanzas volverse humo, pasar los días llenos de agitaciones inútiles y aprensiones vanas. ¡Dios mío, Dios mío! Cuándo volveré a gozar de paz. ***, tan cerca estás, y cuán lejos. Piensa en mí.

19 de noviembre, a las siete de la noche Toda la tarde sentada en el gabinete leyendo. Cuando se ocultó el sol en el horizonte la lluvia que había comenzado a caer desde las cuatro arreció considerablemente. Espec- táculo más triste, más deplorable que el que presentó esta ca- lle sería imposible hallar. Las personas que pasaban corrían aquí y allí y sonaba el agua sobre los paraguas con melan- cólico compás. Acaba de venir la mujer que vive aquí aba- jo en la tienda336 a decir que un melista le había dicho que ellos creen que mañana será tal vez que se decide nuestra suerte porque López atacará. Yo no lo creo. Nada puedo ni quiero creer. Estoy sumergida en una tristeza tan apática.

336 La mayoría de las casas estaban dedicadas al comercio en la parte baja y a la habitación en el segundo piso.

520 Diario íntimo

Las diez de la noche ¡Qué de cambios en el cielo en pocas horas! A las siete esta- ba triste, tenebroso, ¡y ahora cubierto de brillantes estre- llas! El tiempo, el aspecto del cielo es para mí fuente de todas mis meditaciones, de mis emociones más profun- das, porque siempre trato de leer allí… mi suerte. Y ahora, en este tiempo de angustias, de ausencia, pienso que esos mismos luceros se sonríen sobre ti o que las mismas nubes cubren el sol que nos alumbra, ¡***!

20 de noviembre, las ocho de la noche Todo el día en alarma, pues decían que hoy sería la bata- lla decisiva. Dicen que vieron con un anteojo en una casa de por aquí arriba a las tropas constitucionales y a las de Melo, que estaban muy cerca las unas de las otras. Pero que no se batieron porque, dicen, López tuvo que retirarse al ver que el jefe de estos bandidos tenía más gente de la que ellos creían. En fin, todo está pésimo, ya veo yo las cosas muy mal. Parece que también en el campo constitucional están faltos de municiones de boca y esto es una cosa te- rrible. Ya comienzo otra vez a desalentarme y temo que un sentimiento de desesperación me domine otra vez. Mi corazón vuelve a acobardarse con tantos peligros impre- vistos y acontecimientos tan inevitables que es imposible remediar. Puede Melo cometer quién sabe qué horrores esta noche… Dios mío, ten piedad por él. ¡Oh!, ¡sálvalo en este peligro!…

521 Soledad Acosta de Samper

21 de noviembre Vinieron las Briceño esta mañana y fuimos con ellas a la casa de unas señoras Ejigurens que domina todo el llano. Había allí bastantes personas mirando por anteojos hacia el llano, adonde se veía de un lado, en un punto que lla- man Casa Larga, las tropas constitucionales y, a la dere- cha, las de Melo, entre Fontibón337 y Puente Aranda, que comenzaron un rato después de que llegamos a moverse hacia las nuestras, las cuales se formaron delante de la casa y marcharon. Al principio creíamos que venían también a encontrar a Melo, pero de repente voltearon a la izquierda y comenzaron a subir un cerrito. Estaban todos vestidos de colorado y parecían una larga culebra que caracoleaba en el camino. Las tropas melistas al verlos subir se para- ron, y allí los dejamos porque las Briceño querían volver a su casa. Dicen que López no ataca hasta que no venga Mosquera, el cual parece no está todavía aquí porque ha estado enfermo en Tunja. Pero lo esperaban en Nemocón hoy. Es mentira que López se retirara, pues no ha habido para qué. Melo anda errante por la sabana, dicen que se retiró de Facatativá porque teme que lo rodeen allí. Ase- guran que esta noche viene aquí. Pero yo no lo creo. Anda la chispa de que los constitucionales se han apoderado de Facatativá. Salieron como a las cinco, mucha tropa, caba- llería e infantería, y las Briceño me mandaron decir que

337 Fontibón: población situada en las inmediaciones de Bogotá, ha- cia el occidente.

522 Diario íntimo

Melo estaba en La Chamicera y que decían los policías que pensaba atacar mañana a López.

Las diez de la noche Acabo de oír a largos intervalos dos tiros de fusil. Me pa- recieron ser ni muy lejos ni tampoco en la ciudad. Esta tar- de salieron tropas para Soacha338, dicen que allá fueron. Pero yo no puedo creer que haya peligro, pues parece que Obaldía y todo el Gobierno se hallan en Soacha. Estarán muy seguros cuando aventuran a traer allá el Poder Eje- cutivo. Sin embargo estoy llena de aprehensión. Han ido y venido gentes del campo constitucional. Hablan de mu- chas personas que están allá y de mi *** no sé nada, nada… ¡Pero tengo esperanza, y ella me da nuevas fuerzas, cuando mi alma desfallece, al pensar en ti, bien mío! Tengo pues- ta mi confianza en Dios que favorece a los desgraciados, ¿por qué me había de abandonar el Señor ahora en mis aprehensiones, mis pesares y angustias? ………………………………………

25 de noviembre Días se han pasado y no había escrito… La aprehensión, la consternación, no me ha permitido hasta ahora escribir los acontecimientos que pasaban en Bogotá. El 22 dijeron todos que sería la batalla. Vinieron por la mañana a las diez las Briceño y llevando un anteojo fui- mos a la casa en que habíamos estado el día antes para ver

338 Soacha: población situada en las inmediaciones de Bogotá, al sur.

523 Soledad Acosta de Samper la sabana. Las tropas de Melo se divisaban en el camino de La Chamicera, se dirigían hacia el puente de Bosa adonde estaban los constitucionales. Melo había reunido todas sus fuerzas para atacar y tomar el puente. Llevaba cuatrocien- tos hombres. La caballería muy bien vestida y montada nos llenó de alarma, parecían tantos los melistas y a los constitucionales no los veíamos, pues el puente de Bosa no se alcanzaba a ver bien desde esa casa. A las doce del día salimos de allí y nos fuimos a otra casa por Santa Bárbara, muy cerca de adonde viven las Briceño. Aunque nosotros no teníamos amistad con la dueña, en tiempo de guerra todo se permite y entramos a pedir licencia de mirar para el llano. Como llevábamos un buen anteojo nos sirvió de pasaporte porque ella también podría ver por él. La pobre señora tenía en las filas de los constitucionales su marido, un hijo y un hermano. Nos recibió muy bien y nos llevó a un gabinete desde el cual se veían el puente y las tropas perfectamente. Melo seguía avanzando y formándose en batalla para atacar a los nuestros, los cuales nos parecía que eran tan poquitos que nos llenó de susto y temor. Fui- mos a casa a la una y media a disponer todo para volver a presenciar el combate y conocer cuál sería nuestra suerte, pues creíamos que sería la batalla decisiva. A las dos en punto se oyó el primer cañonazo. Nos encontramos en la calle de ida para Santa Bárbara a una de las Acevedo, que estaba alarmadísima porque decía que los nuestros no podían resistir y guardar el puente. Cuando llegamos a la casa estaba el balcón lleno de gente que había ido a ver. En el puente no podíamos distinguir a los que

524 Diario íntimo peleaban, estaba todo aquello lleno de humo y los caño- nazos se sucedían sin cesar… Me entró entonces un pesar y una desesperación tan grande que apenas pude contener las lágrimas. Volví después de un momento a mirar por el anteojo y algún consuelo me dio al ver venir por el camino del pueblo de Bosa más constitucionales y entrar y formarse alrededor del puente. Sin embargo seguían los cañonazos y el combate parecía muy reñido. Los melistas estaban ya casi entre el puente y aquel momento fue para los que lo presenciaban terrible… Todos temían pero nadie decía su alarma, no nos atrevíamos a pronunciar nuestro temor… Volví a mirar. Algunos tenían anteojos. Cuando se levantó un grito de corren, corren… Vi separarse un caballo de en medio de los que peleaban y después otro y otro, y todo un escuadrón los siguió hacia La Chamicera. ¡Los melistas están derrotados! ¡Los constitucionales triunfaron! Pero qué es esto, siguen los cañonazos, el humo los envuelve. Pero los nues- tros están más acá del puente, el combate es en unas casi- tas que hay allí… Los que corrían se pararon, se arreglaron otra vez en orden, se formaron algunos. Pero no se atreven a acercarse. Hubo por algún rato tregua al fuego… ¡Dios mío!, ¡qué horror! Quién habrá muerto, quiénes habrán quedado vivos, era el grito de mi alma. Volvió a empeñarse la pelea, pero esta vez no duró mucho. Todo el ejército de Melo comenzó poco a poco a retirarse y después aceleraban el paso y corrían. María me mandaba de tiempo en tiempo a pedir noticias de la batalla y yo con incierta letra y tem- blándome la mano le escribía lo que veía. Eran las cinco y media cuando comenzaron a retirarse. A las seis volvimos a

525 Soledad Acosta de Samper casa con Luis Anzola que nos fue a acompañar, convencidas de que los constitucionales habían ganado una victoria si no decisiva a lo menos muy importante. ¿Pero qué sabíamos lo que podía haber sucedido? ¿Quién habría perecido allí? Esto quién sabe hasta cuándo lo podríamos saber… A las siete estaba yo en el gabinete cuando pasaron una porción de democráticos, guaches y soldados —que se me había olvi- dado decir los habíamos visto salir con Mercado, Posadas, Góngora, La Rosa, Chocontana y otros hacia el camino de Bosa—. Pasaron estos demonios que venían de Las Cruces y se pusieron a gritar vivas al Gobierno provisorio, al general Melo, y abajo López, Mosquera, los gólgotas, y tiraron vola- dores y repicaron las campanas. A pesar de haber presen- ciado la batalla, de haber visto la derrota de los malvados, me horroricé y me asusté, y dejé libre curso a mi dolor. El 23 por la mañana íbamos a salir para casa de las Bri- ceño cuando nos dijeron que los nuestros estaban en Tres Esquinas. Recibí después un papelito de Praxidis en que me decía que los constitucionales estaban en Las Cruces y que habían ido hasta la casa de ellas gritando ¡Viva la Constitución! Los melistas estaban todos armados en la Plaza, en los balcones de todas las casas de las calles adya- centes, y en patrullas por las calles. Melo había mandado a toda su tropa para defender a Bogotá. Decían que a las tres sería el combate en Egipto. La Peña y todos los alre- dedores estaban llenos de tropas constitucionales… Castro se fue con más de dos mil hombres a atacar a López que estaba en Tres Esquinas. Los democráticos insul- taban a los del altozano de Egipto y desde esta cuadra les

526 Diario íntimo tiraban con sus fusiles y ellos les contestaban con sus rifles. Las balas caían en los patios y sobre esta casa. Dijeron que P. Gutiérrez, que es el jefe de los que están sobre los cerros, no tenía qué darle a los soldados y que en las tiendas no les querían vender nada. Inmediatamente las señoras les man- daron pan y comida de toda especie. Nosotros mandamos a las criadas con algunos víveres y tabacos. Allá les dijeron que en el combate de Bosa habían muerto muy pocos de los nuestros y que habían desbaratado completamente mucha parte de la gente de Melo. Se dice que allí murió Ignacio Rovira, el único conocido, e hirieron a Henao, a José M. París y a otros, pero no de gravedad. A las tres y media empezamos a oír tiros en Las Cru- ces. Fuimos a los patios de atrás, de donde se oía mejor y se veía a algunos de los nuestros que subidos sobre algu- nas colinas tiraban sobre los melistas. Los tejados de las casas estaban llenos de personas que miraban el comba- te… Seguían los tiros sin cesar y de tiempo en tiempo ca- ñonazos. Se oían los vivas que repetían los constitucionales que presenciaban todo desde los cerros y colinas… Yo no pude aguantar más y me fui para mi cuarto, adonde pasé las horas más amargas y las angustias más terribles que he tenido en mi vida… A las cuatro y media comenzó a llo- ver. Seguía sin embargo el tiroteo. El caño corría como un río y el agua caía a cántaros. Entonces calmó algo el fuego y volví a respirar. Decían que se estaban batiendo por San Diego también, pero era mentira. Después que escampó volvió a comenzar el tiroteo pero no duró mucho. Toda- vía no estaba oscuro cuando volvieron las tropas de Melo

527 Soledad Acosta de Samper completamente derrotadas —supimos después—. La no- che fue terrible. Nadie salió, por supuesto, y aun tenían miedo los melistas de poner guardias. Las ocho no las han dado en las iglesias desde entonces, tanto ha sido el temor pánico en la ciudad. No sabíamos lo que había pasado. La plaza estaba llena de soldados y de tiempo en tiempo tira- ban cañonazos para darse seguramente valor mutuamente. En Egipto los nuestros les contestaban con riflazos, balas caían sobre las casas. Los democráticos que cargaban y dis- paraban el cañón en esta calle gritaban e insultaban a los constitucionales desde aquí. Por fin a las nueve se cansa- ron de tirar y quedó la ciudad en una calma perfecta que horrorizaba, interrumpida solamente por tal cual tiro de Egipto. Y silbaban las balas al pasar… El 24 por la mañana muy temprano escribí a las Bri- ceño para preguntarles el resultado de la batalla del día anterior. Me contestaron que nada sabían y que aunque el combate había sido tan cerca de ellas no habían podido todavía averiguar y estaban en la mayor consternación. Entonces le escribí a Bolivia un papelito creyendo que ella sabría todo y lo más cierto. Recibí una carta llena de lamen- tos en la cual me decía que había muerto mucha gente, que los heridos no tenían recursos y mil exageraciones que a más de llenarme de susto no tenían ningún fundamento. Pero a lo menos el nombre de aquel por quien yo sentía tanto interés no estaba entre la lista de los muertos o heri- dos y esto me consolaba. En la calle corrían mil mentiras pero yo tenía esperanza… Por fin me mandó Mercedes una carta de Justo para que la leyera, la cual nos llenó de

528 Diario íntimo alegría, pues no obstante la derrota que habían sufrido los melistas, el día antes les habían cogido gran número de prisioneros y no hablaba de ninguna persona conocida que hubiese muerto. ¡Por la tarde vino una mujer y trajo un papelito de mi ***! Entonces sí estuve feliz… Las letras de *** venían escritas en un pedazo de un impreso de sus versos y decía así:

Fucha339, 24. Estoy bueno y sano. Hoy tal vez me tocará batirme, porque mando medio escuadrón de cachacos valientes muy lucidos. Llevamos dos victorias: la del 22 en el puente de Bosa ha valido mucho: la de ayer mucho más. El resultado de la de ayer ha sido el siguiente: el ene- migo completamente derrotado y desmoralizado. Per- dió cincuenta y tres entre jefes, oficiales y tropa; muchos más heridos; ciento veintiocho prisioneros con un jefe; tres cañones que tomamos; muchas armas, y doscientos pasados que se presentaron esta mañana a la madrugada. Nuestra pérdida ha sido: dos comandantes llaneros —H. Gutiérrez y Cisneros— y tres soldados muertos y dieci- siete heridos, ninguno de peligro. En Bosa José M. París levemente herido, pero ya está mejor y sin cuidado nin- guno. La victoria, segura, y el valor de nuestros solda- dos, ¡admirable! ¡Adiós! No tengan cuidado y confíen en la Providencia, la buena causa y nuestra revolución. S.

Todo el día estuvimos en paz. Melo no se atrevió a atacar otra vez a López. Mandamos unos hilos y vendas para los heridos.

339 Fucha: población localizada al sur de Bogotá, en sus inmediaciones.

529 Soledad Acosta de Samper

El 25 también estuvimos en paz, pero los melistas no pueden estar quietos. Son tan infames que no parecen parte de una nación civilizada y aun creo yo que los salvajes se horrorizarían y no cometerían acciones tan horribles. Se han ocupado sólo en tratar de envenenar a los soldados del campo constitucional, les han mandado aguardiente para tabacos y aun han ido a vender chocolate envenenado. Esto último lo supimos y mandamos a avisarle a Gutiérrez con los criados para que tuvieran cuidado. ¡Dicen que Góngora compró harina para envenenarla y hacer pan y colación para mandarles!: tienen que hacerles comer de lo que llevan a las personas que van a vender allí comestibles. Nunca se habían visto tales maldades, ¡y entre hermanos!

26 de noviembre Hoy tuvimos otro combate. Parece que Melo le propuso tratados a López ayer tarde, pero él por supuesto no quiso admitirle nada y la contestación que le dio fue que se so- metiera a las leyes, depusiera las armas y se rindiera a dis- creción. Al mismo tiempo le mandó a decir que él tenía cinco mil hombres, ocho cañones, una culebrina —que ha hecho estragos entre los enemigos— y que estaba pron- to a volverse a batir. Esta contestación desesperó a Melo y hoy a las nueve de la mañana fue a atacar a Gutiérrez y tra- tó de sorprenderlo. Pero le sucedió lo contrario, y aunque duró el combate como tres horas y media dicen que hubo muy pocos muertos y heridos. Pero que se le pasaron a los nuestros más de cien. Hasta mañana no sabremos de cier- to lo que sucedió. Lo que es seguro es que los volvieron a

530 Diario íntimo derrotar y no sabe qué hacer para defenderse. Aquí en la esquina pusieron un cañón para tirar para Egipto y cada vez que lo disparaban se estremecía la casa. Una bala —consti- tucional— rompió algunas vidrieras del gabinete. Nosotras por supuesto nos fuimos lejos de la pieza del frente y en los patios y en la huerta silbaban las balas para arriba y para abajo. Yo estuve mirando por el anteojo a los nuestros que subidos sobre unos cerros miraban el combate. Yo no tenía miedo, hoy estaba segura de la victoria y sabía que mi *** no estaba ahí. Será mal corazón el no sentir sino muy poco cuando van a atacar a otros ejércitos: cuando dicen que van contra López me asusto, me lleno de aprehensión, allí está él lleno de valor y entusiasmo. Al decir «se van para Tres Esquinas» no sé qué pasa por mí. Dicen que Mosquera está muy cerca, así que tengo esperanza que tal vez *** no volverá a exponer su vida. ¡Quién sabe si mañana acabará todo y no se derramará más sangre inútilmente! Pero yo tengo confianza en Dios y él lo protegerá. Sí, Señor Mise- ricordioso, ¡tú no dejarás que perezca mi bien! Esta tarde saquearon los soldados unas tiendas y una casa. Ya los oficiales poca disciplina tienen sobre ellos y no obedecen. No se puede sacar a la calle ningún bulto, grande o pequeño, porque han puesto guardias para que quiten lo que pueden llevar a los constitucionales. ¡Quieren que sólo se mantengan de lo que ellos mandan envenenado! Pero toda esta vigilancia es completamente inútil, porque todo lo que necesitan les mandan las señoras. ¡Como estos brutos no tienen ningún partido aquí se burlan de ellos y de sus guardias y jamás les falta nada a los constitucionales!

531 Soledad Acosta de Samper

27 de noviembre Mi *** escribió hoy. Dice que está en la Quinta de doña Teresa Rivas, dice que desde allí distingue el Coliseo…, ¡y yo no puedo ver desde aquí ni aun la casa adonde se ha- lla él! Entre la carta manda un pensamiento y una Madre- selva…340. ¿Por qué, Dios mío, corren mis lágrimas? ¡Oh, Señor, protegedlo!

28 de noviembre, las diez de la noche En la carta que recibimos ayer de *** dice que el resultado del ataque que le dieron los melistas a Gutiérrez fue el si- guiente: «El enemigo perdió diecisiete muertos, treinta y tres prisioneros, muchos heridos. Nosotros perdimos un muerto e hirieron levemente a cinco. A Gutiérrez le ma- taron el caballo». Ayer tarde volvieron a atacar a Ardila, que está en Fon- tibón. Y se pasaron dicen unos que cuatrocientos hombres y otros que cerca de doscientos. Los nuestros quemaron una casa, que desde aquí vi el humo: parece que se habían refugiado allí algunos melistas y así los desalojaron. No hablan de ningún muerto o herido. No sabemos cómo sucedió todo esto de cierto porque mi *** no ha escrito. Vivo con un temor y una aprehensión continua y cuando no sé de él creo que algo le ha sucedido. No sé por qué hoy he estado tan triste. ¿Te acuerdas de mí ahora, ***?…

340 Madreselva: arbusto trepador de flores amarillas de agradable aro- ma. La autora guarda dentro de las páginas de su diario algunas de estas flores.

532 Diario íntimo

La noche está opaca y melancólica la luna… Cubren el cielo las nubes.

29 de noviembre Dicen que las tropas de la vanguardia de Mosquera, bajo el mando del general Herrera, llegaron esta tarde a San Die- go341 como a las seis. Cada día hay más deserciones de las tropas de Melo y más entusiasmo en los ejércitos consti- tucionales. Obando se fugó anteanoche del Palacio y man- dó ofrecer sus servicios al Poder Ejecutivo. ¡Hasta dónde llega la hipocresía de este hombre!, la plaga y la desgracia de la Nueva Granada342. Parece que Barriga se fue para Tres Esquinas el mismo día de la batalla de Las Cruces343, ¡también a ofrecer sus servicios! Tampoco hemos sabido hoy de mi ***… Las horas pasan tristes y pesadas. Mientras dura el día tengo alguna esperanza de ver algún papelito de él, ¡pero cuando llega la noche mi alma se desalienta al ver esconderse otro sol y no saber nada de mi bien! Mi único consuelo es el leer sus cartas y mi única esperanza es el recordar que tal vez la mañana siguiente será más feliz… Hoy hace ocho días que fue la batalla de Bosa, ¡uno de los días más amargos que en mi vida he pasado! Este

341 San Diego: barrio del norte de la Bogotá de entonces, en la época localizado en las afueras de la ciudad. 342 El nombre del país en ese entonces era República de Nueva Granada. 343 Las Cruces: barrio de Bogotá localizado al oriente del de Santa Bárbara, separado por este del barrio de La Catedral.

533 Soledad Acosta de Samper recuerdo me horroriza, me estremece… ¡***, escribe mañana, consuélame y no me olvides!

30 de noviembre Fue mentira. No llegará Mosquera hasta mañana a Bogo- tá, si acaso se ha rendido hoy Zipaquirá. Fuimos esta ma- ñana adonde mi señora Isabel Caicedo a darle el pésame de la muerte de Rovira. Esta noche como a las nueve oímos unos tiros y sa- liendo del corredor de atrás encontramos que era de Las Cruces de adonde provenían. La noche estaba hermosísima. La luna brillaba sobre un cielo azul cubierto de estrellas, la naturaleza reposaba y los árboles se balanceaban por el ligero viento… Sonaban las balas en el aire como quejidos… ¡Qué espectáculo tan distinto! La dulce luz de la luna ilu- minando con ternura los dormidos campos y el ruido de las armas interrumpiendo esta armonía… ¿Y mi *** estará allí en medio del peligro? Dios mío, miradlo con mise- ricordia. ¡Oh!, ¡ten piedad, Señor! Pero no duraron los tiros muchos minutos. Pronto se acabó el ruido. Será que los melistas trataron de atacar las avanzadas de los nues- tros y fueron rechazados. Hoy esperaba yo tener carta de él, ¡vana esperanza!

2 de diciembre ¡Aquí estamos, instalados en una casa por Santa Bárbara! Lo que son las vicisitudes del mundo: ayer a esta ahora no habíamos pensado en que saldríamos de casa y ahora ya estamos viviendo aquí desde anoche.

534 Diario íntimo

Ayer por la mañana me mandó a decir María que el general Herrán había escrito diciendo que todas las per- sonas que vivieran en el barrio de La Catedral344 se fueran de allí, pues tendrían que bombardear las casas adonde se encontraban los melistas y ese barrio sufriría muchísimo. Inmediatamente fuimos adonde las Briceño a preguntarles qué hacíamos y el cura de Santa Bárbara, en cuya casa ellas viven, quedó de conseguirnos una habitación por ahí cerca. Fuimos pues otra vez a casa, compusimos todos los libros de mi cuarto en una pieza de atrás, sacamos todos los tras- tes y muebles de la sala, todo lo que había en mi cuarto y dejamos las piezas de adelante perfectamente desnudas porque se teme que esa parte es lo que se dañará. Vinimos a esta casa a las seis y media.

Las doce No sacaron a Logan porque por supuesto no era posi- ble, está preso en el cuartel de San Francisco. Dicen que cogieron también a Jorge Bunch, a Daniel Carol y a una inglesa Madame Whuler que parece llevaba cartas de los constitucionales. El destacamento de Cuatro Esquinas, que consistía de trescientos hombres, se lo llevaron ano- che los constitucionales y eran todos democráticos de los más malos; y en el tiroteo murieron dos o tres melistas. Ya está todo en más calma, les pasó algo el terror pánico. Se

344 El barrio de La Catedral era el barrio de la gente principal. Allí es- taban sus casas de habitación, las oficinas del Gobierno y el comer- cio principal. Hoy se le conoce con el nombre de La Candelaria.

535 Soledad Acosta de Samper han apoderado sin embargo de todas las casas de la plaza, el Capitolio está lleno de soldados.

Las tres y media Está cayendo un aguacero terrible acompañado de truenos y relámpagos. Las calles no se distinguen casi, el caño suena, el agua entra por todas partes. Los truenos me estremecen… Yo jamás había visto tal aguacero. La calle está perfectamente inundada, el caño lleva enormes piedras, el cañón está cu- bierto por el agua y se mueve con el ímpetu de la corrien- te. Ya comienza a aclarar… Pasó la fuerza de la tempestad. Pero tú, tú mi bien… Ni por un instante se me aparta de la memoria tu sombra amada. ¿Adónde estará ya?, ¿él oirá también estos truenos, escuchará como yo el estrépito de la tempestad?

Las diez de la noche ¡***! Tu peligro y tus penas me han hecho elevar mi alma a Dios y me siento más sumisa, más humilde, a esta hora solemne cuando me retiro a mi cuarto a orar por ti, de lo que jamás me he sentido antes… ¿Serás tú siempre la fuente de mis mejores inspiraciones?… ¿Recordaré después con placer las horas de la noche cuando callada y sola corría el tiempo feliz pues sólo pensaba en ti?…

6 de diciembre Por fin estamos libres… Por fin llegó el día en que nos vi- mos otra vez en una ciudad de republicanos y cayó la tira- nía al presentarse los bravos defensores de la libertad. Sin

536 Diario íntimo embargo hemos tenido que lamentar la pérdida del patrio- ta y arrojado general Herrera en cuyo entierro estuvimos hoy. Pero comenzaré a contar cómo fue que pasamos esos días de agitación y terrible aprehensión mientras que los constitucionales peleaban en Bogotá con tanto denuedo, hasta bizarría, y patriotismo sin ejemplo. ¡La Nueva Gra- nada ha mostrado que merece ser libre y que un dictador jamás podrá existir aquí! Como nosotros nos habíamos pasado a una casa por Santa Bárbara que tenía una her- mosísima vista del llano, yo estaba todo el día con el ante- ojo mirando hacia el lado adonde estaban acampados los constitucionales. El lunes estábamos adonde las Briceño cuando nos dijeron que Melo con toda su tropa iba a ata- car a los nuestros; creíamos que ese día sería decisivo. Nos fuimos para la casa en que vivíamos. Los constitucionales estaban formados en un llano y con el anteojo los estu- vimos viendo moverse. Melo parece que fue al Ejido345 y cuando vio que López estaba pronto ya para recibirlo se volvió cobardemente a la ciudad. Al día siguiente, el tres, supimos que positivamente entraban esa tarde y con la mayor aprehensión puse yo el anteojo y vi todo el ejérci- to formado para entrar. Al momento que dieron las dos de la tarde comenzaron a marchar hacia Bogotá. Veíamos las banderas desplegadas, se oía el tambor a lo lejos… El susto, el pensamiento del inminente peligro que corrían los que venían ahí me hizo temblar la mano de tal modo

345 Ejido: lugar localizado en las afueras de la población, donde se re- únen los ganados o se establecen las eras.

537 Soledad Acosta de Samper que no podía tener el anteojo para ver desfilar a la tropa, ¡a nuestros salvadores! Corrí al balcón y en la calle todo estaba quieto, hasta que se oyeron muchos tiros por el lado de Egipto. Desde la tarde antes había bajado Pedro Gutiérrez una cuadra y se había posesionado de ella, no sin muchos tiros, aunque creo sin ninguna sangre derra- mada. Siguieron después de un rato cañonazos y tiros por todos lados y desde un agujero que había en la vidriera vi venir por la calle abajo ocho constitucionales, cuatro de cada lado de la acera, que entraban a reconocer. Las muje- res de las tiendas salían a rogarles que no siguieran porque más lejos estaban emboscados los melistas en las casas, y estos hombres valientes y sin miedo respondían «eso no importa, ¡a qué venimos pues si no es a pelear!». Siguie- ron hasta la mitad de la cuadra siguiente. En ese momen- to eran tantas las balas en la calle que venían de Egipto que tuve que retirarme; y cuando me volví a asomar esta- ba la cuadra llena de soldados que golpeaban en las puer- tas de las casas para que los dejaran entrar. Al principio yo temí que fueran melistas y no quería que les abrieran, pero al fin pregunté de qué parte eran y cuando supimos que constitucionales se les mandó a abrir. Inmediatamen- te corrieron a los balcones y se aprontaron para tirar si los atacaban; sacamos todos los muebles de la sala y tomaron posesión de ella. Entonces comenzaron a silbar las balas por todas partes. Serían las tres de la tarde pasadas. Has- ta tarde en la noche siguió el tiroteo en San Agustín sin cesar un momento. En nuestra cuadra no había melistas

538 Diario íntimo pero en el puente de Lesmes346 se habían fortificado ellos y costó el mayor trabajo tomar la casa; hirieron gravemente a un mayor Sánchez que era el que mandaba. Los timbia- nos347 que estaban en casa se quedaron allí esa noche en la sala y cuartos de abajo. Nosotras tuvimos que dormir en un cuartito, o más bien me acosté yo allí, porque dormir me fue imposible parte de la noche oyendo los cañonazos y tiroteo en el convento de San Agustín, y el resto de la noche los quién vives en la puerta y el entrar y salir de los soldados, y sobre todo la mortal aprehensión que tenía por la vida de aquel que es mi felicidad y mi consuelo en el mundo. ¡Qué noche tan terrible, tan amarga! ¡Ni aun la felicidad de verlo otra vez puede compensar esos sufri- mientos de mi alma, esas mortales agonías en que estaba sumergido mi corazón! Al día siguiente al amanecer siguie- ron otra vez los cañonazos, los tiros. Pasaban de tiempo en tiempo el general París, Mendoza348 y otros muchos, pero López nada. Lo único que me consolaba era que todos me aseguraban que la caballería no había entrado a la ciu- dad y que los «Guías» estaban con López y poco entra- ban al peligro pues no podían maniobrar en las calles. La

346 Puente de Lesmes: situado sobre el río San Agustín, hacia el oc- cidente de la ciudad, en lo que hoy es la calle 8.a. Según cuenta la historia, este puente le serviría de refugio a Simón Bolívar cuando huyó de los conspiradores en la llamada noche septembrina. 347 Timbianos: habitantes de Timbío, en el departamento del Cauca. Dista de Popayán 20 km y 670 km de Bogotá. 348 Coronel Camilo Mendoza: miembro del ejército constitucionalista.

539 Soledad Acosta de Samper

Compañía de la Unión estaba al principiar la cuadra de la casa adonde estábamos y Celestino París, que la mandaba, nos venía de tiempo en tiempo a traer noticias. Nuestras fuerzas avanzaban muy bien y poca sangre se derramaba. Un joven de la Unión murió esa mañana, parece que con el mayor valor: José Galeano; yo no lo conocía. Los vesti- dos de los cachacos estaban tan miserables, tan mugrosos y extraordinariamente particulares que a muchos no los conocía; inspiraba lástima y admiración ver a esos jóvenes de las mejores familias, de las más ricas, que venían en este estado para pelear por su Patria con el valor más grande, ¡cada uno era un héroe! Después nos trajo la noticia de que a Herrera lo habían herido mortalmente y que mori- ría, que Diego Caro había muerto y que Mosquera había entrado ya a casa de la viuda de Santander y que estaba tratando de tomar al cuartel de San Francisco. Como a la una de la tarde se fue Celestino con el resto de la Compa- ñía de la Unión a atacar el colegio de San Bartolomé que tomó poco después. Vimos la bandera tricolor flotar des- de las ventanas de Palacio y así supimos que ya estaba en poder de los constitucionales. Sin embargo San Agustín dio mucho qué hacer y no quería rendirse. Todo estaba ya tomado menos la plaza y el cuartel de San Agustín pero se rindió a estimación del general París. Cada rato traían la noticia de que se habían rendido trescientos, o más, o menos, hombres de Melo; la muerte de Castro349, Pacho

349 Diego Castro: miembro del ejército de Melo.

540 Diario íntimo

Morales, León350 y otros cabecillas de los facinerosos; Joa- quín Posada gravemente herido. Eran las cuatro de la tar- de; acababa de pasar el general París y nos había dicho que seguíamos avanzando muy despacio cuando oímos unos gritos fuertísimos en dirección de la plaza y repiques de las campanas y tiros y cañonazos sin cesar. No podíamos creer que fuese cierto que los constitucionales habían to- mado la plaza, ¡parecía tan pronto! Lo decían y lo grita- ban en la calle… Sin embargo así había sido. Se rindieron inmediatamente los de la Casa Consistorial351, ¡y Bogotá estaba libre! Melo se había entregado a Mosquera. La grandísima fuerza del gusto me atonta, me atolondra al principio. ¿Y mi *** dónde estaba? ¿Por qué no venía a darnos la noti- cia?… Yo estaba persuadida de que él estaba vivo, de que nada le había sucedido, ¡pero por qué no lo veían mis ojos después de haber llorado su ausencia por siete meses y siete días! ¿Qué triunfo puede haber feliz para mí sin él? Fuimos adonde las Briceño para felicitarlas por tan feliz

350 Miguel León: presidente del Cabildo de Bogotá en 1854 e inte- grante del grupo de artesanos que apoyó el golpe de Estado del general Melo. 351 Casa Consistorial: situada en la Plaza Mayor, en el lugar que hoy ocupa el Palacio Municipal. En la época de la Gran Colombia fue recinto de los jueces de primera instancia. En esta casa se reunió la primera Junta Suprema Republicana, la cual firmó el acta de Independencia.

541 Soledad Acosta de Samper acontecimiento para toda la Patria. Sin embargo se me lle- naban los ojos de lágrimas, ¡todo me faltaba no estando él allí! Propusieron ellas que fuéramos a la plaza para ver el ejército que estaba allí dando vivas y salves. No caminamos ni corrimos, sino volamos por las calles de atrás de Santa Bárbara y San Agustín. Todavía oíamos tiros en algunas casas, las paredes todas agujereadas y aun sangre había por el suelo y en los caños. Había muchas columnas de infan- tería y artillería en las calles con dirección a la plaza, pero nuestro entusiasmo nos hizo superar todas las dificultades y dando vivas, las mantillas por los hombros, como locas atravesamos aquellos grupos de gente. Por una de esas cua- dras vimos que llevaban a un democrático en medio de algunos constitucionales de a pie y de a caballo; pregun- tamos si era prisionero y nos contestaron que era uno de los primeros que habían traído de la torre de San Agustín; uno de caballería se precipitó sobre él con la lanza para atra- vesarlo: nosotras gritamos todas que lo dejaran vivo pero que si querían lo amarraran. El democrático volvió a mirar con una cara terrible de odio y de venganza; me horroricé y traté pronto de adelantarme… Más lejos encontramos dos ancianos de largas barbas blancas que nos abrazaron y nos apretaron las manos gritando «¡Viva la Constitu- ción y la Libertad!». ¡Ninguna los conocía, pero el entu- siasmo era tan grande que cuantos pasaban se felicitaban! Fuimos al balcón de don Juan Ujueta y desde allí vimos desfilar las tropas constitucionales. Nosotras gritábamos vivas a nuestros valientes salvadores. Él también estaba

542 Diario íntimo entre ellos, ¡pero cuán cambiado! ¡Oh, mi ***, cuánto sufri- rías cuando te cambiaste así! Apenas lo conocí yo cuando pasó y me saludó… Pero felicidad suprema él vivía y nada le había ocurrido, ¿qué más deseaba yo en esta vida? ¿Su corazón será siempre tan mío como antes? Sí, yo lo veo, me amas lo mismo, y yo, ***, te amo más que cuando por última vez te vi, hace ya casi ocho meses… ¡Ocho meses de llanto y de dolor y de amargo sufrimiento imponderable!

9 de diciembre ¡Oh!, mi corazón tiene una duda pero yo no sé cómo ex- plicar. La vida me aterra, me asusta el porvenir. ¡***, oh, ***! Tú no me amas como yo lo creía… mi espíritu está triste, mi alma está agobiada por la terrible aprehensión.

11 de diciembre Anoche estuvo aquí *** hasta las once y media; estaba muy contenta oyéndole contar todas su aventuras aunque no po- dían menos que horrorizarme los grandes peligros que ha- bía corrido, sobre todo en estos últimos días. Parece que Dios escuchó mis fervientes oraciones para que lo salvara en medio de los peligros; yo tenía tanta fe en que viviría como la tenía él también. Escribió en mi álbum, dado por él, una página que faltaba: «La estrella». ¡El 19 de diciem- bre del año pasado la compuso y al mirar el espléndido cie- lo pensaba en mí! ¿Yo?…, yo también, ***, estoy segura de que esa noche no te olvidaba. Hay tal simpatía entre no- sotros, bien mío, que creo que nuestros espíritus, nuestras almas, son tan parecidas que jamás podrán menos que el

543 Soledad Acosta de Samper

ocuparse la una de la otra. Pero cuán inferior soy yo a él, su talento es tan extraordinario, su espíritu tan cultivado, que en su presencia apenas me atrevo a hablar. Mi ***, tú no sabes lo que yo te amo y me crees indiferente tal vez. Me preguntó anoche si había escrito en mi diario; le con- testé que poco y dijo él entonces que sería que había teni- do pocas impresiones. No es así, no. Es que cuando estoy contenta, feliz, jamás hallo palabras para explicar aquel sentimiento; mi alma, que es generalmente triste, no se encuentra en su elemento, mi espíritu no se puede acos- tumbrar a la alegría. Y sin embargo, ¿cuál es la causa de que nunca pueda yo gozar de lo presente?… Siempre algún recuerdo en la memoria me atormenta, tengo demasiada susceptibilidad y una palabra es suficiente para llenarme de pesar. Hoy hace ocho días que fue el triunfo… y me pa- rece que no hace un día. ¡Tan aprisa corren las horas de contento y tan despacio los momentos de pesar!

¡Ah!, ¡si las horas de dolor volaran como vuelan las horas de contento!

J. Acevedo352

Diez y media de la noche El cielo brilla con algunas estrellas aunque la noche está oscura pero no triste, ¡mi corazón se encuentra feliz!… ¡Oh!, la naturaleza, y sobre todo en las solemnes horas de

352 Josefa Acevedo de Gómez (1803-1861).

544 Diario íntimo la noche, es mi única confidenta; sólo al aire libre, a las es- trellas, se atreve mi alma a confesar mis penas o alegrías. ¡Me hallo feliz! ¡Sí, completamente, profundamente con- tenta con mi suerte y mi porvenir lo veo otra vez risueño como una vez me lo soñé encontrar! Hasta ahora se fue mi *** de aquí, vino a las seis y lleno de alegría y graciosas chanzas me hizo pasar las horas más agradables de mi vida. ¡***!, ¡tú me amas como yo te amo, y… soy feliz!

12 de diciembre, las diez de la noche Creía yo que *** vendría esta noche y esperaba verlo aquí sin falta. Pero no vino y mi corazón se halla triste y solo sin él.

14 de diciembre Esta noche estuvo aquí y me trajo un libro de poesías de un venezolano Martin y leyó algunas en alta voz. Lee muy bien. ¡Cuánta felicidad sentía yo al oírlo a él otra vez! Su voz al leer, me traía mil recuerdos de felicidad pasada, me parecía un sueño el verlo, el oírlo… No sé por qué me siento triste. El espíritu esta noche… ¿Me amará como antes mi ***?…

15 de diciembre, las diez y media ¿Por qué será que no encuentro pensamientos y no me vienen palabras para explicar mis sentimientos de felici- dad? ¿Por qué es que cuando me encuentro triste corren mis ideas y puedo pintar con la pluma mi pesar? Es que mi alma es profundamente triste y mi corazón no está en su elemento cuando puede sin suspiros vivir y teme ver en su porvenir alegría y contento sin fin.

545 Soledad Acosta de Samper

Tres horas al menos por la noche se está aquí mi ***, y esas horas se pasan volando en las alas del placer. ¿Qué más podía yo ambicionar que el oírlo, el verlo?… Sin embargo las dudas me atormentan y una palabra oída vagamente me llena muchas veces de temor y de aprehensión. Es que en mis sueños se encuentra otro mundo, y me disgusta el hallar la realidad, ¡cuán diferente!

16 de diciembre, diez de la noche ¡Oh, mi ***!, ¿verás tú algún día este diario, fiel retrato de mi carácter, de mis más íntimos sentimientos? ¡Oh!, ***, ya lo veo, tú crees que mi carácter es frío y reservado, pero esta reserva es por el mismo anhelo que siempre he sentido, he deseado, de tener en el mundo un ser que me comprenda y que sabiendo lo que soy me ame y me consuele. ¡Oh!, bien mío, mi alma es triste, mi corazón tuvo ilusiones y las per- dió una vez. ¡Oh!, despiértalo a los dulces sentimientos, sí, ámame, ***, cual yo te amo y verás en mí un ser cambiado.

17 de diciembre Estuvo todo el día Sofía aquí y por la tarde las Briceño vi- nieron; se estuvieron con Justo hasta las nueve, que fuimos a llevar a Sofía a su casa y fue también mi ***. La noche estaba oscura pero cubría el pabellón del cielo un manto de brillantes estrellas y yo estaba feliz. ¡Iba a su lado, y me parecía un sueño tanta alegría, tanto placer! ¡Oh!, déja- me creer que tú me amas como yo lo deseo, ¡oh!, déjame- lo creer, mi *** amado. Si es ilusión no me la quites jamás. ¡Estoy tan feliz con este dulce pensamiento, ***!

546 Diario íntimo

18 de diciembre Vino por la mañana a las doce Margarita Ricaurte a convi- darme para ir a los salones del Congreso, adonde hay gran convite hoy para los jefes del Ejército Libertador, para que yo fuese con otras siete muchachas vestidas de blanco a coronar al vicepresidente Obaldía y a los tres principales generales: Herrera, Mosquera y París. Yo por supuesto me excusé, ¡cuándo me atrevía a ir yo a ponerme en exhibición delante de todo Bogotá y en medio del día! Es honor que me hacen pero no tengo valor para hacerlo.

18 de diciembre353 Dicen que mi carácter es reservado y es verdad. Yo misma me siento agobiada por esa reserva que me atormenta, por esa falta de fe que me persigue algunas veces. ¿Cuál es la causa? Yo en mi infancia, en mi primera juventud, no era así; entonces todo lo veía brillante, la naturaleza era bella, sin defectos, no había una nube sobre mi horizonte y sólo respiraba el placer; alegre siempre mi feliz espíritu, vivía en un mundo de ilusiones, sin una lágrima que ofuscara mi mirada, sin un pesar en el alma; cuanto sentía lo decía, lo confiaba a todos… Por fin hallé quenadie simpatizaba con mis impresiones y que mis locos pensamientos inspiraban risa y burla; sensible mi corazón al sarcasmo, vi que había hablado más de lo que interesaba a los demás… Mi madre no simpatizaba conmigo en nada, mi padre me daba con- sejos sobre mi ligereza y mi poco juicio. Vi mi error, y creí

353 Fecha repetida en el manuscrito. (Nota de los editores).

547 Soledad Acosta de Samper que jamás habría en el mundo simpatía para mí. Desconfié de todos, amigas como yo las había soñado no existían, y cerré para siempre mi alegre corazón. Cambió mi carác- ter de contento en profundamente melancólico. Por eso dicen que soy reservada. Pero nadie sufre tanto como yo por esa desconfianza que me llena de tristeza a todas horas.

Las diez Se acaba de ir de aquí mi *** y pasé un rato muy feliz oyén- dole leer unas lindas poesías compuestas por él. Qué poesía, qué dulzura en sus composiciones, no sé si es que porque son de mi bien que las encuentro hermosas y bellas; ¡pero ciertamente creo que él es el mejor poeta de la Nueva Gra- nada! ¿Y soy yo digna de ser amada por un ser como él? ¡Oh!, Dios mío, ¿por qué se engaña *** creyéndome mejor de lo que soy?, ¿teniendo una falsa idea sobre mis méritos? Cuatro hermosas composiciones leyó: «El tiempo», «La gloria», «Cristo» y «Los misterios de la selva» —que me dedicó a mí—, todos escritos en Ibagué354.

19 de diciembre, las diez Estuvo aquí Mariano esta noche y después ***. Yo le mos- tré una página de mi diario que él me había rogado le de- jara ver. ¿Qué pensará de mí esta noche mi ***?… Él creía que yo tenía algún talento: ahora, que algo ha visto mío, ¿seguirá con esa misma idea?

354 Se trata de cuatro poemas incluidos luego en el libro Ecos de los Andes, op. cit.

548 Diario íntimo

Él trajo una página de su Diario escrita el 20 de julio, el aniversario de la Independencia, en el camino al Con- greso que se iba a reunir en Ibagué355. ¿Será cierto que le agradó mi débil composición?356. ¡Qué humilde parecía lo mío después de leer lo que él escribió! ¿***, me amarás como yo te amo? La dulce luz de la esperanza plantea el marisma del porvenir lejano. Bogando hacia un descono- cido puerto, blandamente se balancea la nave de la vida mía. ¡Todo es escrito en la soñada vida! No hay un pesar ya para el que triste lloraba, ni una lágrima en mis sueños de alegría: la llena el placer con su risueña faz. Pero ¡oh!, esto es sueño, es ilusión de mi acalorada mente. El hombre nació para llorar, el destino lo lleva hacia la muerte y la alegría no es el bien que debemos desear. ¡La alegría!… Dulces pensares de mi imaginación ardiente, poblad mi espíritu de felicidad. Todo es engaño sobre el terrestre suelo. Dadme consuelo, ¡oh! tú, esperanza ilusoria,

355 Los partidarios de la Constitución liberal, proclamada por Obando en 1853 y revocada por el golpe militar, establecieron un gobierno provisional en Ibagué, ciudad situada a unos 240 km de Bogotá. Samper parte hacia esa ciudad a finales de junio de 1854, «con el ánimo de prestar los servicios más indispensables en la Cámara y salir luego a campaña». (Véase J. M. Samper, Historia de un alma, op. cit., pág. 360). 356 Este es uno de los fragmentos que demuestran que la autora asume su diario como composición literaria.

549 Soledad Acosta de Samper sí, ¡deja que en el porvenir inmenso blandamente se balan- cee la nave de la vida mía!357.

20 de diciembre ¡Gran Dios!, ¡dadme confianza en mi porvenir dudoso, dadme fe en mí misma para creer que es cierto que él me puede amar! Y así se acaban mis sueños de alegría, y así concluye mi ilusión dichosa. ¡Oh!, tú, luz de la esperanza mía, que me alumbras siempre aun en medio de mis apre- hensiones cuando estoy pesarosa y triste, ¡esperanza!, no me dejes, no, que sin ti, benéfica diosa, es un desierto el mundo para mí… ¡Horas de dolor y de triste llanto, no vuelvan, no, que mi espíritu agobiado no puede resistir a tanto! ¡Señor!, no me abandones en la senda que veo abrir- se delante de mí, ¡Señor!, no me abandones, no, no… Que no se rasgue el velo que cubría mis ojos. ¡Oh!, ¡si pudiera más bien morir que perder el encanto de la vida!… Fue un grito impío, Señor, ¡perdón! Y tantas lágrimas, tanto dolor terrible, tanta agonía y profunda, agitante desesperación serían en vano, y ese deseo de verlo, de hablarle, de oírlo, ¡será sólo para sufrir un desengaño!… Y tanto sufrimiento y tanto cariño, tantos pensamientos sólo en él gastados, ¿se habrían perdido?…, ¿puedo yo creer que él no me ame?…, ¿puedo yo creer que mi presencia le es indiferente y que el venir aquí no es pla- cer para él?, ¿puedo yo pensar en esto y estar tranquila?…

357 Aparentemente aquí empieza a escribir para ser leída, para ser leí- da por él.

550 Diario íntimo

¿Si no fuera cierto, si fue ilusión de mi imaginación tan melancólica siempre?… ¿Y si yo me pudiera persuadir de que su amor es como antes?… Pero no… Esperanza, te invocaba hace un momento, pero ahora te desecho, no halagues mi corazón, déjalo en su amargura, en su desam- paro… Tuve un sueño de felicidad…, pero ya desperté a la realidad. Ilusión engañadora que acariciabas mi mente, ¡huye! Déjame aquí con mi tristeza: ella es el elemento de mi alma. Para sufrir nací. ¡Erraría mi vocación si fuera feliz!… ¡Quién pudiera leer en mi frente escrita mi secreta pena mientras que callada y quieta escribo aquí! ¡Dios mío!, así es el mundo, todo lo que risueño alegre vive tiene siempre en su interior el germen del pesar, cuán cierto es que sólo las lágrimas pueden durar, ¡sobre la tierra no hay sino desengaños! Por qué será que sabiendo lo que es la naturaleza humana de tenebrosa y triste, sabiendo que a una sonrisa siguen mares de dolor, sabiendo que la ale- gría no dura, ¿por qué pues buscamos sin cesar el placer y cuando creemos hallar la felicidad al momento la per- demos y al perderla lloramos? ¡Oh!, ¡desgracia! Siempre, siempre nos hace impresión volver a la tristeza aunque a la alegría nos acostumbramos fácilmente… ¡Cuánto hay en este fenómeno tan natural en todos para la contempla- ción del ser pensador! ¡Qué vida tan artificial la que llevo yo! Mi temor lo he visto cumplirse, ¿ya qué tengo que esperar en mi futura suerte?… Mientras más días, más meses, más años, más completos, mayores los desengaños… ¡Me ahoga la vida, me cansa el pensar!… ¡Me enloqueció! ¡Me aterran las

551 Soledad Acosta de Samper ideas que se precipitan en mi mente!… ¡Si pudiera huir de mí misma, si pudiera dejar que corra la vida sin pen- sar!… Pero ver correr el tiempo sin esperanza de que sea más feliz el venidero día, esperando que caiga al suelo hasta la última flor de la corona de mis ilusiones… ¿Para qué es vivir así?… Mi horizonte se oscureció de repente y no veo ya sino pesares en mi porvenir… Anoche estaba yo llena de alegría, contenta con mi suerte, el futuro me sonreía. ¿Y esta noche…? La noche está oscura, ¡un manto de nubes cubre el cielo completamente!… Fiel imagen de mi espíritu, te amo oscura, ¡oh!, noche triste, aunque aumentes mi pesar… Inciertos, dudosos pensamientos, dejad de atormentar mi mente. Tal vez mañana olvidaré las tristezas de hoy, ¡así es la vida! ¿Tanta amargura no tendrá alguna recompensa? Esperanza, volviste… ¡Tu dulce voz me despierta de mi melancolía! Ven esperanza, ¡pensemos en mañana! Por qué llevar aun en medio de las diversiones esos pensamien- tos tristes siempre, ¡por qué no olvidar por un momento esas ideas y reflexiones que oscurecen mi vida entera con el velo de la melancolía! ¡Oh!, ¡cambio que me llena de dolor mi carácter antes tan festivo! ¿Qué derecho tengo yo para pasar en medio de esos grupos de alegría con mi fisonomía de continuo sombría?, ¿qué derecho tengo yo para contestar con seriedad severa a las alegres chanzas de un ser nacido para la felicidad? ¿Y podrán nuestros desti- nos estar ligados cuando yo tengo el alma tan triste y para él la alegría es su elemento? Sí, él me ama, y yo sin él, si no moría, mi corazón sería un desierto sin fin, sin esperanza

552 Diario íntimo quedaría mi alma para siempre. Ámame, ***, y yo trataré de que continúes en la felicidad, ese es todo mi anhelo, todo mi deseo en esta vida.

Las diez de la noche ¡Lo que influye la presencia de una persona amada sobre los sentimientos que experimentamos! Había estado yo todo el día triste, meditabunda, creía que si me amaba él lo mis- mo al menos había perdido la ilusión algún tanto anoche con mi apariencia inferior a todas las demás que se halla- ban en el baile. ¡Pero vino él por la noche y con su franca alegría e interesante conversación disipó mis ideales aflic- ciones y voy ahora a entregarme al sueño feliz con mi vida!

23 de diciembre ¡Cuán triste es visitar los lugares adonde se pasó la infan- cia y ver aquellos recuerdos grabados sobre nuestra memo- ria, verlos otra vez después de muchos años y encontrarlos cambiados! ¡Oh!, Dios mío, ¡cuán diferente está la casa en que viví la primera parte de mi existencia!… Vagos recuer- dos de mi niñez, dulces memorias de mis alegrías, ¿qué os habéis hecho?, ¿por qué volver allí, a la cuna de mis sue- ños dorados, y encontrar las piezas arruinadas, los patios sombríos? ¿Y la huerta?…, la huerta, objeto de mis delicias, árida: sobre el suelo no hay una hierba, secos los árboles, todo, todo está diferente… ¿Qué se hicieron los cerezos, los manzanos, los árboles de breva? Cuántos, cuántos re- cuerdos asaltan a mi memoria. Cerca de sus troncos o entre sus ramas pasaba las felices horas de descanso y llevándome

553 Soledad Acosta de Samper algún libro de mi gusto olvidaba el mundo entero con la diversión que él me proporcionaba. Allí, entre esos árbo- les, formaba mil proyectos, mil historias en que yo me ha- cía heroína… ¡Cómo pasaron los años! Ese soñado mundo no existía sino en mi imaginación y no quedaba ya sino su memoria sobre mi corazón. ¡La sombra de mi padre358 pa- recía poblar la casa silenciosa adonde él también pasó su vida!… ¡Nuestro árbol de ciruela!, ¡tú no más quedas de recuerdo triste allí!

24 de diciembre, las diez y media Estuvieron aquí las Briceño por la noche. Nos habíamos ido a pasear con ellas por la alameda y le ofrecí a *** mos- trarle otra página de mi diario con la condición —puesta por él— de que él en cambio me compondría unos versos esta noche. La luna estaba brillando sobre un cielo esmaltado de estrellas… Ahora un año también brillaban estos mismos luceros, ¡pero cuán diferente era todo! Volvía también yo esa noche de un baile y palabras de amor resonaban en mi oído; pero estaba mi corazón en otra parte, vagaba mi espíritu hacia el Magdalena, allí estaba aquel359 que yo no podía olvidar en parte alguna… Y esta noche feliz, atra- vesaba yo de brazo con él esos mismos lugares que habían

358 El padre de la autora, Joaquín Acosta, historiador, geógrafo, mi- litar y diplomático, falleció el 21 de enero de 1852, a causa de la complicación de unas fiebres que contrajo en el río Magdalena. 359 Véase la nota anterior.

554 Diario íntimo visto mi tristeza por su ausencia. ¡Tal es la vida! ¡Cada día cambian de faz nuestros pensamientos y nuestra suerte varía a nuestro parecer! Pero siempre uno mismo es el destino. ¡Noche de felicidad! Pasamos por la plaza de San Francisco360 y al mirar el cielo sobre la torre, tan azul, tan espléndido, recordé el gran cometa que apareció allí en el año 43 y le pregunté a *** si lo recordaba: sí, él también lo había visto con pavor, con respeto por su creador. ¡Él tenía quince años y yo diez entonces, y ambos mirábamos con el mismo sentimiento ese espectáculo!

25 de diciembre ¡Mi ***, mi amado ***! Te he dado un rato de pesar… Pero, ¡oh!, fue inadvertidamente que lo hice. ¡Diera yo quien sabe cuántas horas de tu compañía y conversación, que es el placer más grande que tengo, porque tú no hubieras sentido tanto mis locos pensamientos! Fueron ideas que pasaron como un lejano relámpago que se pierde en el ho- rizonte y si acaso pensé en ti cuando lo escribí, ¿crees tú que no tuviera fe en tu carácter, *** ?… La fe que no tengo en mí misma. No creo que al conocerme a fondo me pue- dan amar, y esta idea me atormenta y me llena de amargura. Jamás he tenido a quien confiar el secreto de mis íntimos pensamientos y esto me ha hecho tener en mi corazón una

360 La plaza de San Francisco, hoy llamada parque Santander —carre- ra 7 con calle 18—, fue el lugar del mercado público durante mu- chos años en el siglo xix. Por allí pasaba el río del mismo nombre, cuyas aguas formaban el límite norte de la ciudad.

555 Soledad Acosta de Samper cierta melancolía que no puede disiparse pues no he tenido a quien decírsela, mi alma se halla sola en un desierto de amarguras, y sólo en ti, mi ***, tengo esperanza de alguna felicidad para el porvenir. Sólo tú me comprendes y sólo tú me conocerás a fondo. Y entonces confío, sí, confío en tu amor profundo, verdadero. Tus poesías me llenan de esperanza y completa seguridad en tu inalterable afecto como es el mío por ti, ¡***!

26 de diciembre He derramado amargas lágrimas de pesar, he pasado horas de angustia…, de sollozos, de suspiros. ¡***! ¡Oh!, ¡cómo ex- piar ese momento de dolor que por mi culpa sufriste! Te pido perdón mil veces, mi ***… Y sin embargo no me hallo contenta, ¿cómo podré yo soportar la pena de que por mi inadvertencia sufrieras más pesadumbres de las que ya has experimentado? ¡Yo tengo la culpa, yo que diera mi vida por ti, mi amado! ¡Tus versos son divinos!…, ¡mi trova- dor! Tengo completa seguridad de que me amas como yo te amo. Sí, no más tristes dudas, no más infundadas apre- hensiones… Huye, espíritu de melancolía, ¡huye!, déjame aquí con mi felicidad, no vuelvas jamás a oscurecer mi alma con tu sombra. ¡Dudas!, huid también, que con vosotras mi corazón no puede sentir su alegría, con vosotras, som- brías compañeras de mis tristezas, no hay contento, no hay vida. Huid… Pero me queda aquella reserva que no puedo sacudir con facilidad… Me he acostumbrado de tal manera a no hablar lo que siento, que cuando quiero decir lo que pienso no me es posible.

556 Diario íntimo

Las diez de la noche Estuvieron aquí esta noche Margarita Ricaurte y Vicenta Durán. Vinieron con María que las acompañó. Por la no- che vino mi trovador, al principio creí que estaba triste, y se fue temprano. ¡Se acordaría con desagrado de la pági- na desgraciada de mi desdichado Diario! Pero no creo que tenga sentimiento por eso. ¿Tu corazón no te dice, ***, que yo no pensé que te molestara, te diera un pesar? No sabes que prefiero yo mil veces sufrir mil penas que el ver- te triste un instante; si mi cariño no fuera tan profundo no sabría Lo que es amar361. Me preguntó si habría leído sus versos. ¡Sí los he leído! No solamente los he leído, sino que ese pergamino en que los escribiste lo bañé con mis lágrimas al pensar en que yo te había afligido, ¡mi tierno y fiel trovador! ¡Ya dieron las diez y media, adiós! Escribió su poesía sobre pergamino porque dice que es emblema de sus sentimientos, que jamás se acabarán.

27 de diciembre, las diez y media Me trajo ***, mientras habíamos salido esta tarde, unos hermosísimos «pensamientos», tan poéticos, tan lindos, tan elegantes como son los de él; los puse entre un libro que él me regaló. Mandó mi *** ir por «el álbum» para copiar alguna cosa ahí y ¡cuánta falta me hace esta noche el compañero de mis lágrimas y suspiros en su ausencia! Pero tus versos de «Lo que es amar» me consuelan por la ausencia de tu álbum esta noche, ¡mi amado trovador!

361 Poema de José María Samper incluido en su libro Impresiones.

557 Soledad Acosta de Samper

¿Por qué será que ya se va más temprano por las noches? Esto me apesadumbra. ¿Te cansas pues, mi ***, cuando estás conmigo? ¡Y yo que siento tanto placer en verte aquí!

28 de diciembre ¿Qué tengo que decirte, mi único confidente, mi fiel y mudo diario? ¡Qué sino que estoy contenta, estoy feliz con mi suerte y aun conmigo misma! ¡Qué más puede desear mi alma sino el ser apreciada y amada por él! El único temor que me atormenta a veces es el que mi *** me crea mejor de lo que soy. ¿Y cuando descubra que no soy lo que él pensaba?… No, no quiero tener temores, no quiero que se tolde el sol de mi alegría con esas aprehen- siones, esas tristezas inherentes a mi carácter. No. Después de tanta simpatía como la que encuentro entre nosotros, ¿cómo no ser feliz? Tú me comprendes, mi trovador, tú me conoces a fondo; yo te comprendo tus pensamientos, algu- nas veces antes de que los digas: ¡cómo, pues, no ser feliz! Nuestros gustos son los mismos, tus ideas son las mías; sino que tú las sabes expresar con aquel lenguaje poético y hermoso que te caracteriza y lo que tú dices yo lo siento. ¡Cómo pues, ***, no ser feliz!

29 de diciembre Cuando recuerdo las dudas, las aprehensiones que me agitaban ahora un año y lo pesado y triste que se hallaba entonces mi corazón, ¡no puedo menos que comparar mi vida, mi alegría de ahora, con las horas de descontento

558 Diario íntimo que pasaba yo entonces en este mismo cuarto! ¡Dios mío!, ¡cuánto, cuánto tengo que agradecerte por la felicidad que experimento ahora! ¡Señor!, ¡que tu mano bondadosa siempre inunde de dulzura el porvenir de el ser que ocupa mi pensamiento, que todas las bendiciones del cielo sean su parte en este mundo y que sea feliz sobre la tierra y lle- gue a tu reino bendecido y bueno! Las amarguras que veo escritas en mi antiguo diario me llenan de cierta melancolía que me entristece, ¡cuán profundamente sola me encontraba yo entonces, ***! ¡Sin ti la vida es un desierto siempre! Y un caos era mi mente pues no sabía qué pensar de tu constancia.

30 de diciembre ¡Qué hermosura, qué belleza! Cuán calma está la noche, con su luna brillando sobre el suelo en paz. Las nubes de plata oscilan en el aire, y más allá… En ese inmenso espa- cio, las estrellas relucen, pero opacas: ¡la espléndida luz de la virgen de la noche ofusca sus lejanos rayos! ¡Relu- ces otra vez, cándida luna, sobre mi amada Patria! ¡Pero tu luz ilumina un país de libertad y de paz! La última vez que te sonreías sobre esta ciudad, mis ojos llenos de lágri- mas, mi alma llena de tristeza, no veían tu esplendor, cu- bría mi corazón entero una agonía mortal. ¡Mi vida, mi trovador, erraba entonces cerca de aquí, pero estábamos divididos por el ajetreo de la tiranía que nos separó!… ¡Sí, bello planeta, ahora sí comprendo tu sonrisa de melancó- lico placer, siento con alegría tus delicias, tu hermosura! ¡Eres linda, eres divina, y mis ojos te buscan para confiarte

559 Soledad Acosta de Samper

mi felicidad! Él volvió… Él me ama con tan profundo afecto o tal vez más que cuando se fue… ¡La naturaleza ha cambiado desde entonces de aspecto ante mis extasiados ojos!

31 de diciembre, las ocho de la mañana ¡Hoy es el último día del año!… ¡Año en que he pasado siete meses de angustia, de dolor! Año que ha sido para cuántos desgraciados el último de su vida; año de atraso, de ruina para la República entera, en cuyo seno se han consumado crímenes hasta ahora nunca vistos y heroís- mos extraordinarios. ¡Un año de acontecimientos enca- denados de miles de maldades y generosidades sin igual! Pasó ya 1854… Pasó y sólo el amarguísimo recuerdo queda de él, ¡sólo la memoria de melancolía para unos, de deses- peración para otros y para cuántos de alegría, queda ya!… ¡Dio otra vuelta el mundo alrededor del sol y volvimos al mismo punto adonde estábamos ahora un año!…

Las diez y media de la noche ¿Y de aquí a un año, al pasar otra vez por este mismo alre- dedor del sol, al volver a comenzar esa gran vuelta, estaré yo tan feliz, tan contenta como lo estoy ahora?… Pregun- ta que encierra un mundo de problemas, de esperanzas y que creo poder contestar con toda confianza: ¡sí!, ¡estaré, estoy segura, tal vez aun más feliz, pues mientras más co- nozco a ***, mi amante y amado trovador, encuentro en él más virtudes y lo veo más digno de todo mi cariño! ¡Tal vez a esta hora, que estoy segura de que en este momento

560 Diario íntimo piensa en mí, se fue a escribirme unos versos en cambio de una página de mi diario que le mostraré! Me mandó esta tarde unas tazas de flores hermosísimas y yo las cui- daré con el mayor esmero, pues ¿qué más mérito para mí sino el ser regalo de mi ***? Apoyada en su brazo fuimos hasta Las Nieves a lle- var a Sofía y, ¡oh feliz último día, última noche del año!, pues pasé algunas horas oyéndole hablar. ¡Qué contraste con esta misma noche ahora un año! ¡Señor, bendecid- nos! ¡Señor, dadnos tu gracia! Pues llegó ya la última hora de 1854 y en tus brazos, Señor, están nuestras almas que te adoran. ¡Dios mío!, ¡consérvale la vida para que pueda bendecirte aún más a ti, Señor Omnipotente!362.

1.º de enero de 1855 El corazón tiene sus preocupaciones que es necesario conservar, porque son las predicciones misteriosas de esa bella pitonisa que se llama Esperanza. Quizá el alma tie- ne el poder de adivinar el porvenir, y es bueno escuchar sus augurios. El día de hoy ha sido espléndido: el cielo

362 Aquí terminan los cuadernillos del Diario. El 1.º de enero de 1855 la autora comienza a escribirlo en el álbum que le ha regalado su novio: un libro en blanco tamaño carta en disposición horizontal, que tiene el siguiente encabezamiento: «Diario de Soledad Acosta /comenzado el día 1.º de enero de 1885», y el epígrafe: «Honni soit qui mal y pense !». «¡La vergüenza sobre aquel que piense mal!». El título del diario y el epígrafe están escritos con caligrafía de José María Samper. Es curioso que él escriba esta advertencia. Se trata además de la divisa de la Orden de la Jarretera de la corona inglesa.

561 Soledad Acosta de Samper constantemente azul y despejado, el aire diáfano y tran- quilo y el sol con una brillantez que en los días anteriores no ha tenido, anuncian algo bueno tal vez. El día ha empe- zado por flores y alegrías inocentes: ¿por qué no ha de ser todo el año una historia seguida de encantos y venturas? El corazón rara vez se engaña y sus palpitaciones y espe- ranzas de hoy predicen que no será melancólica la aurora de mañana. Esperamos con fe, perseverando en la virtud, y Dios nos protegerá en la peregrinación del tiempo, ¡en la cual un año es apenas un paso en busca del destino!363. Sí, creo que es cierto, las emociones, los presentimien- tos de nuestros corazones son el lenguaje oculto del espí- ritu, ¡del espíritu inmortal que nos muestra un porvenir dichoso no solamente en esta vida pasajera que atravesa- mos ahora sino en aquel porvenir sin término y que llaman eternidad! El primero del año es un día solemne y debía ser todavía más solemne de lo que generalmente piensan. Se debían en este día resumir y reflexionar todas las acciones, los comprometimientos, las ideas nuevas que ha hecho o experimentado en el año que pasó. Si cada ser tuviera un diario o recopilación de sentimientos, al poder leer el resu- men de la vida interior de cada persona el primer día del año se comprendería mucho más el corazón humano y tal vez se podría reformar y cumplir mejor aquella misión

363 Este párrafo está escrito con caligrafía de José María Samper. Él inaugura así, con su escritura, el diario de la autora, no sólo escri- biendo el título y el epígrafe, sino también el primer párrafo. Las líneas que siguen, ya de la autora, se plantean como respuesta.

562 Diario íntimo misteriosa que cada alma vino a cumplir sobre la tierra y que llamamos destino. El día de hoy ha sido para mí pro- fundamente feliz… Mi corazón reconoce mientras se pasa más tiempo cuán verdadero es el afecto de aquel a quien le pertenecen todos mis más íntimos pensamientos y todo mi amor, tan inmortal como mi alma. Esta mañana me mandó un ramo de flores tan bellas y perfumadas como son de poéticos sus sentimientos. Me trajo después unos precio- sos versos en cambio de una página de mi diario que le di a leer. Y últimamente vino esta noche y este diario en blanco me lo regaló. Tantas finezas constantes las agradezco más de lo que puedo explicar y en lo futuro mi diario será, si es posible, aún más consagrado a él en todas sus páginas364.

2 de enero Corren las horas entre el contento y la alegría, vuelan los días siempre felices, y me faltan palabras para explicar el placer que me inunda sin cesar…

3 de enero Con esta misma pluma escribió mi trovador, mi *** ama- do, unos lindos versos… Vino esta noche él y le mostré una página de mi diario que ayer le había ofrecido, y entonces

364 Resulta relevante el hecho de que escriba su diario en un libro en blanco regalado por el amado. Hasta ahora había escrito en cuader- nillos sueltos. José María Samper escribe su diario de estos meses en un libro igual al que le ha regalado a ella y que se conserva en la colección de Yerbabuena.

563 Soledad Acosta de Samper me dijo que delante de mí compondría unas poesías. En menos de veinte minutos me mostró dos dulces poesías, una titulada «Recuerdos de Fucha» y otra «A Solita»365. Cuánto placer encuentro en tener tus bellas improvisacio- nes en mi poder, bien mío. Tú me amas, lo comprendo, lo sé. En fin, allítú me lo dices y todo lo que mi *** diga es sagrado para mí… ¡Y yo te pago con mi profundo, mi ina- gotable, mi eterno cariño ese amor que por mí tienes, ***!

5 de enero Ayer no escribí porque no tuve tiempo. Por la noche estu- vimos en el Coliseo y pasé horas muy agradables. Cómo había de ser de otro modo, ¿no estaba pues mi *** allí?… Las piezas que representaron no sirvieron para nada, los actores pésimos… ¿Pero no tenía yo detrás de mi asiento sentado a mi trovador?, ¿y así qué más podía desear?… Ahora ya no estoy sola al tiempo de escribir mi diario, por- que él me regaló su retrato. Pero ***, ¿cómo puedes dudar de mi cariño si el aceptarlo yo es suficiente prueba de mi amor? ¿Y dudas todavía? A mí me faltan las palabras en tu presencia, tal vez por eso creéis frío mi corazón. Pero ¡oh!, entonces no conoces el fuego, el entusiasmo que abriga mi

365 A partir de este momento y durante su noviazgo formal, la autora y su amado hacen juntos El libro de los ensueños de amor: historia poética del bello ideal de la ventura. Más adelante se refiere a este libro como «nuestro libro». En él, José María Samper escribe poe- mas —con temas a veces sugeridos por la autora— y ella los ilustra. Siguen escribiéndolo e ilustrándolo durante su luna de miel en una hacienda de Chapinero.

564 Diario íntimo alma, no has pues adivinado que si me faltan expresiones con qué hacerte conocer que te amo es porque para mí es demasiado profundo, demasiado intenso mi cariño por ti y no pueden mis labios nunca decir lo que siente mi corazón. ¡Tiernos y patéticos son los versos que compusiste esta noche, mi trovador! Dulces como todo lo tuyo, armonio- sos como un suspiro del poeta de los bosques.

7 de enero Ayer no escribí porque eran más de las cuatro y media de la mañana cuando llegamos del baile. Quiero hacer una des- cripción detallada de esta función porque, aunque queda- rá mientras viva la impresión más profunda grabada sobre mi corazón, ¡como el día más feliz de mi vida recordaré el 6 de enero! ¡Deseo tener también escritas de mi mano como memoria eterna de tanta alegría, las horas de com- pleta satisfacción y placer que pasé allí! Aunque llovió por la noche hasta las ocho, a las nueve había escampado enteramente y salimos de aquí para ir adonde las Briceño. Justo vino con nosotros y con P.366. Nos dirigimos adonde las B. y de allí al baile. Cuando llegamos a las galerías de los salones del Congreso se nos presentó un hermosísimo espectáculo: la Cámara de Representan- tes brillantemente iluminada con lámparas y espermas dejaba ver las cortinas de damascos, los mullidos sofás, los

366 A partir de este punto reemplaza con una P. el signo con el cual evitaba nombrar a su amado.

565 Soledad Acosta de Samper festones y coronas de flores y laurel que adornaban con poética elegancia las paredes a todo el rededor del salón del baile. Los espejos reproducían mil veces esta escena de alegría con sus lindas muchachas vestidas de gasas y de seda. Las flores perfumaban el aire y los acordes resona- ban armoniosamente de un vals que tocaba la orquesta… Cómo explicar la profunda felicidad que sentía mi alma mientras bailaba con él, cómo comprender aquella dulce alegría que inundaba mi corazón al oírlo hablar sus sen- timientos hacia mí. ¡Mis oídos jamás habían escuchado palabras tan suaves! Sólo tú, mi P., ¡sólo tú puedes inspi- rarme ese sentimiento de completa felicidad con que yo sentía latir mi corazón! ¡La primera pieza que bailamos fue una contradanza del país que me recordaba a Guaduas!, ¡la vez primera que conocí a mi P.! Bailé tres piezas más con él… ¡Estos momentos recompensan completamente los meses de amargura de nuestra ausencia!

Las diez de la noche Las alegrías no pueden jamás ir mezcladas sino con algu- na pena, ¡esto cuán cierto es! Siento ahora en el alma un remordimiento, temo haberle dado a él un momento de pena. Como me he propuesto en este diario escribir todas las impresiones que haya tenido sean agradables o desa- gradables, tristes o alegres, ahora voy a poner la causa de la pena que siento por él. Anoche tuve un momento de im- paciencia injustamente y le dije a P. unas palabras que él no ha olvidado. Y ahora que estuvo aquí me recordó él mis palabras con algún pesar. Cuánto, cuánto lo siento. ¿Pero

566 Diario íntimo no adivinas, mi P., que es por lo mismo que te amo tanto que te dije eso? ¿Crees tú que si me fueras indiferente me hubiera tomado la pena de hablarte así?… ¡Escucha mi voz, mi trovador! ¡Escúchala y por la simpatía que tene- mos, sabed que te pido perdón! Sí, ¡yo que jamás he pe- dido perdón te lo pido encarecidamente a ti!

8 de enero Estoy triste esta noche. Mi P. vino esta noche con pesa- dumbre pues acababa de morir entre sus brazos una sobri- nita que él quería mucho, hija de Manuel, hermano que lo ha protegido mucho desde su infancia y por el cual tie- ne grande reconocimiento. ¡Cuánto siento tu tristeza, mi amado! Ella, la inocente niña, te amaba, y para mí es su- ficiente esto para tener pesar. ¿Pero quién, mitrovador , al conocerte no te ama? Todos, todos te tienen tanto aprecio y te estiman tanto. Y yo más que nadie en este mundo. La muerte, ese espectáculo para ti, mi P., es más doloroso que para otras personas, ¡eres tan sensible y has sufrido tanto! Antenoche a esta hora estaba llena de felicidad, y esta noche me siento más triste de lo que por mucho tiempo había experimentado. Todavía piensa él en las palabras que le dije la noche del baile, todavía las recuerda y esto me causa pena. ¡Oh! P., ¿por qué no me perdonáis?…

9 de enero He estado triste todo el día de hoy. Cómo puede ser de otro modo cuando hay tantas personas en la aflicción. Úr- sula Restrepo murió a las once de hoy después de doce días

567 Soledad Acosta de Samper de fiebre. Yo no la puedo olvidar ni un momento al consi- derar la triste situación en que se encuentra esta familia y sobre todo la infeliz Leonor, su hermana, ¿qué hará sin su compañía? Siempre juntas por tantos años sin separarse, ¡cuánto, cuánto la compadezco! Más allá una tierna madre llora a su hija tan amada, ¡muriendo a una edad cuando el espíritu comienza a despertarse es más sensible su pérdi- da, desgraciada Eloisa!

Las diez y media Esta noche he hecho una cosa que me admira a mí misma, una cosa que yo no creía que sería capaz de hacer jamás. ¡He dado mi diario entero de la Revolución a P. y mostrán- dole sólo dos o tres páginas se lo he dejado llevar entero a su casa para que lo tenga en su poder y no lo lea!… ¡Ha- bré sido imprudente, será esto pedir demasiado al poder sobre sí mismo que el tener entre sus manos en un cuarto y solo y lejos del mundo entero un cuaderno de mis pen- samientos, de mis sentimientos más íntimos y no tener curiosidad para leerlo!… ¡Yo tengo completa confianza en su palabra de honor! ¡No sería digno P. de la menor estimación si pudiera hacer un acto como este! Me voy a acostar tranquila y perfectamente confiada367.

367 Es de notar que no le permita a su amado leer el diario a pesar de que él fue su interlocutor durante la escritura.

568 Diario íntimo

10 de enero, las once de la noche ¡Ya le ofrecí ser suya!… ¡Sí, yo siento que seré feliz, veo mi horizonte tan bello, tan grandioso, tan divino! Sí, mi cora- zón me dice que seré feliz, él me ama tanto, ¡me compren- de tan a fondo! ¡Oh!, mi alma está llena de gozo pues ella lo ama tanto… Siente, lo sé, que será feliz sobre la tierra y con él, con mi tierno trovador, pasarán los días cual sueños de poesía. ¡Mi porvenir será dichoso, sin una nube, sin un pesar en la memoria, sin un recuerdo que pueda ofuscar el brillo de nuestra vida! ¡Señor, Dios Omnipotente! ¡Postrada ante tus plan- tas te doy las gracias por el bien que me has dado, por la felicidad que llenará el resto de mis días!… Pero te ruego, ¡Gran Dios!, que me deis dulzura y sublime virtud para poder llenar completamente, con acierto, la gran misión que me has confiado. ¡Señor!, su porvenir, su felicidad está en mis manos y yo le debo dar valor, darle fuerza a su genio para que siga esa senda de gloria que le ha trazado la suerte. Concededme, ¡Dios mío!, talento para alentar el suyo y que brille aun todavía más su espíritu, dándole honor a nuestra adorada Patria con sus escritos y elocuen- cia… ¡Apenas quiere creer mi corazón que hay en el mundo tanta felicidad! ¡Oh!, ¡él me ama, él me adora! Me mos- tró su diario y allí encontré que mis más locos sueños se habían realizado, pues ya no me queda duda ninguna de que su alma es hermana de la mía: Ella no era su anteotipo… ¡Perdón, Ángel de su vida!, ¡perdón Elvira! ¡Tú lo amabas, tú lo adorabas y yo lo comprendo!… Sí, yo lo conozco ínti- mamente, profundamente, comprendo sus pensamientos

569 Soledad Acosta de Samper aun antes de expresarlos. ¡Oh!, ¡yo lo amo y lo conozco tanto! Yo también le mostré este diario…

11 de enero ¡Mi tierno, mi amado trovador! ¡Oh!, ¡cuán dulce fue tu despedida esta noche! ¡Tú, siempre fino y romántico, en lindos versos me dijiste Adiós!… Y yo siempre me encuen- tro confusa cerca de ti. Pero ya sabes mi Pepe368 cuánto, cuánto te amo, cuán profundo es mi afecto por ti, ya lo sabes. Y si no digo lo que siento tú lo comprendes… En un libro escribe sus poesías improvisadas en mi presencia y yo al día siguiente dibujo arriba de ellas un paisajito o lo que él quiera expresar en ellas. Esta noche escribió él cuatro. Una titulada «Tus flores». Otra, Ella« y Él», en que hace la descripción de nuestra conversación de ano- che. Otra, «Tu imagen», ¡ayer le regalé mi retrato! Y en la última se despide. Adiós mi trovador, ¡hasta mañana! Me preguntas si me soñaré contigo. ¡Oh!, ¡si no fuera así qué triste pasaría la noche! ¡Sin ti, Pepe, todo es melan- cólico y sin brillo!

12 de enero, las once de la noche Todo está pues arreglado y seré suya el día 5 de mayo, día de mi cumpleaños. Al oírlo leer la poesía divina de «Supremo

368 Llama Pepe a José María Samper. Esto tiene que ver seguramen- te con el hecho de que su amor por él ya no tiene que ser secreto, dado que es correspondido y van a casarse.

570 Diario íntimo deleite»369 mi corazón al palpitar decía: ¿puede, Señor, en el mundo haber tanta, tanta alegría, tan inmensa, tan profunda felicidad? ¡Dios mío! ¡Mi alma te bendice! Mis ojos se nublan y mis pensamientos tan agitados no pue- den recogerse. Hasta mañana mi fiel diario. Mi dulcetro - vador, ¡Adiós!

13 de enero Hoy he tenido una impresión melancólica. ¡A las siete de la mañana murió Celestino París! ¡Pobre joven, después de haber pasado tantos peligros en la campaña, después de haberse escapado de tantos, vuelve al seno de su familia para morir de tifo!

Las diez y media Me estuvo copiando mi Pepe algunas de sus poesías para mandarlas yo a Soledad. ¡Oh!, mi amado, ¡cuánta simpatía hay entre nosotros, cuánto placer hallamos al estar juntos! Me trajo unas lindas flores que fue a traer a un hermoso jardín que hay por San Victorino y hasta allá fue para traér- melas. Entre los dos las compusimos en un jarro de cristal, y él me compuso un ramo más pequeño para mi cuarto. Buenas noches, bien mío, ¡piensa en mí! No hay nada que me dé más pena, más tristeza, que el ver que hay entre los hermanos poca sensibilidad, el ver que las lágrimas son mentiras. Que hipocresía es todo

369 «Supremo deleite»: poema de Samper, publicado en su libro Ecos de los Andes, op. cit.

571 Soledad Acosta de Samper dolor y que ven morir a sus parientes sin tener verdadera pesadumbre, ¡que el luto es una burla y que si lloran no es por el que expiró sino por el trabajo que les da fingir un pesar que en su corazón no sienten! Estos desengaños me oprimen el alma. El egoísmo es tan horrible bajo todos aspectos, pero esto de no sentir a un hijo, a un hermano, es peor, ¡es más triste! Yo quería conocer el mundo, que- ría conocer a fondo el carácter de los hombres bajo todas sus faces370. Mucho he pensado sobre esto. Al fin vine a comprenderlo algo y ahora me espanta la poca sensibili- dad, el grandísimo egoísmo que encuentro en la sociedad y quisiera no conocer la naturaleza humana.

14 de enero Esta noche le leí a Pepe una proclama que yo escribí para ver si así le llegaban a sus oídos mis sentimientos, del mes de julio, cuando me dijeron que él no se había sentido en nada con los defensores de la Patria. Yo conocí que en su fisonomía había algún disgusto por lo que en ella decía. ¿Pero por qué es esto, mi Pepe? Qué sería lo que allí le disgustó. ¿Cree él que no hay grandísimo interés cuando yo sentía tanto lo que me habían dicho? No era cierto. Tú obrabas noblemente, pero cómo podía yo creer que toma- bas parte cuando la última carta que recibimos de ti decía que no estabas seguro si te mezclarías o no. ¡Oh!, ¡qué in- grato eres Pepe, cuando puedes abrigar en tu pecho aun por un momento algún disgusto contra mí! Me has dado

370 Faces: —anglicismo— ‘caras, facetas’.

572 Diario íntimo

también una pena esta noche hablando de M. Y no dije nada, pero cómo quieres ni por chanza que cuando dices que yo pensé en él a mí no me dé alguna pena. ¿Yo pen- sar en el hombre que a todas quiere florear y que a todas finge amar? ¡Yo, que ya te conocía, podía pensar en otro! ¡Qué injusticia, qué injusticia es el mortificarme el alma con esa conversación, Pepe!

15 de enero, las diez y media ¡Reverberen, brillen siempre encantadoras, ¡oh!, lindas es- trellas, sobre mi dicha, sobre mi felicidad inmensa! ¡Sigan eternamente girando sobre sus ejes, misteriosos planetas, soles, luceros tan lejanos! Todas esas insondables maravi- llas que pueblan ese azul y estrellado cielo, seguid vuestro curso. ¡Pero no es menos eterna mi alma y en ella se halla gravada la imagen de mi tierno trovador! Mi existencia está junto con su amor, nuestro destino es el mismo, ¡nuestras almas, esencia divina emanada del Creador, fueron creadas la una para la otra!… ¿Cómo pues no ser completamente feliz? Esas mismas estrellas vieron mis pesares, esos mismos luceros oyeron mis suspiros, mis plegarias. Ahora ven mi placer, ¡ahora escuchan las oraciones de agradecimiento que levanta mi corazón hacia el Señor!

16 de enero, diez y media de la noche ¿Habré hecho mal? He estado leyendo el diario de Pepe que me dejo aquí. Pero por qué no ha de ser bien si sólo lo que él me ha mostrado he leído.

573 Soledad Acosta de Samper

Tengo una duda, una aprehensión que me atormenta… Yo le he mostrado este diario íntegro y allí ha conocido que yo lo amo. ¿Pero le debo ya mostrar todo mi corazón, debo decir todo mi cariño?… Mi madre decía en días pasa- dos que jamás debíamos confiar completamente nuestro afecto, no sé por qué diría esto. ¡Oh!, yo no podría dar mi corazón sino completamente, ¿por qué pues no decirlo? Adiós dudas, no molestéis más mi alma, ¡dejadla en paz! Él verá estas líneas y sabe cuánto, cuán profundamente lo amo. Tú lo sabes, ¿no Pepe? ¡Jamás has dudado que te amo! Hasta ahora he sido perfectamente franca y por esto estoy satisfecha conmigo misma y seguiré siempre lo mismo. Con mi trovador no debo tener esa reserva que ha sido el martirio de mi vida, que ha amargado mis pasados años. Si no estuviera yo tan profundamente persuadida que él me ama como jamás amó antes jamás le hubiera dado mi corazón, mi mano no podría ser suya nunca si tuviera yo la menor duda… ¡Dudar, jamás!

17 de enero Sofía estuvo aquí todo el día. Encuentro siempre placer al estar con ella, yo que la he conocido desde que nací, siem- pre mi amiga y compañera de mis juegos cuando niña. Yo siempre la he querido como tal vez mi única amiga. Ella toma verdadero interés en mi suerte. Amigas cuántas dicen que lo son, pero si yo pereciera mañana ni un suspiro, ni una lágrima derramarían por mí, ¡así es el mundo! No hay sentimiento más difícil de adivinar que el de la verdadera amistad. Se necesita tener un alma noble, desinteresada y

574 Diario íntimo no ser egoísta para comprender la amistad con toda su ge- nerosidad y consagración y para experimentar este dulce sentimiento. Yo creo que sólo Sofía y Soledad han sido mis verdaderas amigas. Es decir lo que entiende el mundo por una amiga. Como yo lo entiendo, no he encontrado nunca.

18 de enero Mi diario, mi fiel compañero de mis lágrimas y alegrías, ¡cuánto consuelo encuentro en confiar todos mis pensa- mientos en tus calladas hojas! Le había dado antes de ayer el diario de diciembre a Pepe. Me lo volvió hoy. Hay allí mil desconfianzas en mi porvenir, mil aprehensiones infunda- das, que quiere ahora que le explique la causa de ellas. No comprendes mi trovador que mi alma es a veces triste y que tiene accesos de profunda melancolía, y que entonces una palabra, una simpleza insignificante me llena de amargas re- flexiones y no pudiendo comunicarlas las escribo y después me hallo más consolada. Esas son las historias secretas de mi corazón, la vida aparte que tiene mi alma, distinta vida de la que aparece, y adonde se pasan mil dramas de amar- gura y de placer inmenso, el recóndito santuario de mis íntimos sentimientos, mis arranques de pesar o mis trans- portes de placer… Allí nadie había penetrado antes, hasta ahora nadie había leído en mi corazón. Sólo tú, Pepe, has llegado a leer, lo que creía que jamás habría un ser al que yo permitiese ver, tú has visto. ¡Hasta el fondo de mi espí- ritu con sus locos pensamientos y cuán profundas melan- colías! Eres ingrato mi Pepe, no agradeces la confianza que yo hago de ti y esto me entristece. ¿Qué más quieres saber

575 Soledad Acosta de Samper

sino que yo te amo y que ahora nunca tendré dudas? Dios sabe que tengo tanta confianza tan completa en ti como en mí misma, ¡qué más explicaciones quieres sino que te prometí ser tuya! Por eso fue que jamás te dije nada hasta que no estuve completamente convencida de que tú eras digno de todo mi cariño. Si yo hubiera visto que me había engañado y que tú no me amabas cual yo lo pensaba, en- tonces te habría desengañado inmediatamente. Pero fue al contrario, te di mi corazón para siempre. Mi mano será tuya un día. ¿Ahora encuentras satisfactorias mis explicaciones?

19 de enero, las diez y media Cae el agua con estruendo sobre el mojado suelo. Se ven relámpagos a lo lejos iluminando la calle con su lúgubre luz. El aire está frío, destemplado y la noche está oscura y tenebrosa. ¡Así se fue mi Pepe, mi trovador amado!… Me compuso esta noche unos hermosos versos al 4 de diciem- bre y allí dice que corrían mis lágrimas sólo por mi Patria cuando yo sólo pensaba en él, ¡era mi única esperanza el volverlo a ver! ¡Adiós mi Pepe! ¡Piensa en mí esta noche!

20 de enero Cómo vuelan los días, y pasan las horas como relámpagos cuando las puebla el placer y el contento de sus ilusiones encantadoras. Mi trovador tan amado me trajo esta tarde unas ramas de aliso del río Fucha, para que yo las copiara en el libro de sus improvisaciones al pie de sus versos sobre el paseo allí que hice yo ahora cuatro meses. Esta noche las dibujé mientras él sacaba en limpio una vista del río Fucha

576 Diario íntimo cuyo diseño había hecho hoy allá mismo. ¡Hasta mañana mi fiel, mi tierno y amado trovador!, ¡mi siempre pensado Pepe!

21 de enero Esta mañana estuvo Pepe aquí con un hermano suyo, Ma- nuel. Me es siempre muy grato el tratar a sus hermanos, siento por ellos interés y afecto. Porque todo lo que él ama amo yo, lo que él estima es para mí estimable. Deseo mu- cho cultivar amistad con Agripina, mi trovador la quiere tanto. Hemos seguido esta noche dibujando, pero una cosa me quita el placer de estas diversiones tan dulces para no- sotros. Mi Pepe se va el primero del mes entrante para Hon- da a ver a su madre371. Es muy justo que vaya a visitarla, ¡pero cuán triste quedaré yo aquí! Todo está sin brillo cuándo él no está junto. ¡Oh! mi amado, ¡no os tardéis por allá lejos de tu Soledad!

22 de enero, las diez y media ¡Oh!, qué vida tan feliz la que paso ahora, amada como yo soñaba serlo en mi mundo ideal, y amando tan profunda- mente como puede amar mi corazón. Y eso es tanto, tanto como no puede figurarse nadie y que sólo yo sé.

371 José María Samper era de Honda y allí vivían sus padres. En la época, Honda era un puerto importante sobre el río Magdalena, el puerto donde se embarcaban las personas procedentes de Bo- gotá y que se dirigían a otras regiones del país, a la costa Caribe o al extranjero.

577 Soledad Acosta de Samper

23 de enero Yo tal vez soy demasiado sensible en algunas cosas… Pero mi Pepe se equivoca aunque me conoce íntimamente. A lo menos ayer me hizo conocer que si penetra mis pensa- mientos los lee al revés algunas veces. Estaba él leyendo unos versos y en ellos había el nombre de Elvira… Pepe, ¿tú que me conoces tanto cómo puedes creer que me dis- guste ese nombre?, ¿no sabes pues trovador mío, que es para mí sagrado ese nombre y querido? Sí, querido, por- que ella te amó profundamente y tú también la amaste, aunque en mi corazón no hay por eso sentimiento alguno. Tú la amaste, lo sé, pero es de otro modo que me amas a mí. ¡Esto lo creo porque me lo has dicho y porque lo com- prendo! Si se me llenan los ojos de lágrimas al pensar en ella es sólo porque no tengo sino respeto y lástima hacia esa angelical mujer, ese ángel que está en el cielo y vela sobre nosotros. No puede haber pues disgusto al oír un nombre que vibra en mi corazón como un doloroso acento de un recuerdo pasado y triste. Yo no dudo, yo no temo, tengo completa confianza en lo que me has dicho de tu vida, de tus sueños, de tus pesares y creo que jamás puede haber rivalidad en tu corazón porque o yo estoy sola allí o no es- toy en ese santuario oculto de los sentimientos verdaderos. Yo lo comprendo, lo sé que mío y sólo mío es tu corazón. No vuelvas pues a creer mi Pepe esas cosas, nunca leas mal mis pensamientos, esto me entristece, me da pena, pues temo que no comprendas a fondo mi alma. ¡Oh!, nunca me vuelvas a reprochar con un sentimiento que está tan lejos de mi espíritu, creedme más noble en mis ideas. No

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Pepe, esto me hiere el alma. Yo, desde que me creíste tan superficial, tan poco profundos mis sentimientos, me en- cuentro menos contenta conmigo misma, menos contenta cuando tú has llegado a tener esa idea de mí. Ayer deseaba decirte todo esto, pero es tan grande mi timidez que no tuve valor para lanzarme en tales explicaciones.

Las diez y media Mi Pepe me trajo unos bellos pensamientos que inundan mi mesa con suavísimo aroma. Yo amé siempre muchísi- mo esta linda flor, pero desde que sé que de mi dulce tro- vador también es la flor favorita, ¡cuánto más os quiero, hermosa flor!

24 de enero, las diez y media Estoy triste esta noche… Me quiero ir a meditar entre mi cama a solas con mis ideas tan llenas de melancolía. ¡Quie- ro dejarme llevar por mi imaginación…! ¡Adiós mi trova- dor! Ya pasó otro día y cada hora acerca más ese día que yo temo tanto. ¡Te vas mi Pepe dentro de ocho días y de- jas en la soledad a tu amada Soledad!

25 de enero ¿Por qué no tratar de olvidar mi pesar y gozar de las ho- ras de alegría que tan pronto terminarán, mientras duran? Pero no, mi corazón está triste y no puede sentir el placer que va a pasar en pocos días para tener un intermedio de algunos de ausencia amarga. ¡Mi trovador, hasta maña- na! ¡Oh!, no olvides un momento a la que te ama tanto.

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26 de enero Nada de particular hoy. Fuimos esta mañana —después de haber pasado un agradable rato con mi Pepe— adonde mi señora Isabel para darle parte —como ha sido siempre amiga de mi mamá— y decirle que estaba comprometida yo y me casaba con mi ¡amado trovador! Yo por supues- to no dije nada de esto sino mi mamá. Esta noche estuvo él aquí y me hizo una bonita composición. Sólo tres días nos quedan, Pepe, para estar juntos estos ratos, ¡placer de nuestra vida! ¡Adiós, no me olvides en las calladas horas de la silenciosa noche!

27 de enero, las diez de la noche ¡Pepe, esta noche habéis herido profundamente un cora- zón que te ama tanto! Unas palabras que me dijiste me han llenado de pesar. Me has dicho que no soy franca, ¡que no te amo como tú creíste una vez! ¡Y tus acentos eran de convicción completa y había allí, en esas palabras, verda- dera creencia en que decías verdad! ¡Oh!, ¿es decir que no lees en mi fisonomía, en mis ojos, mis pensamientos?, ¿es decir que mi alma está sellada para ti, y que no me com- prendes? ¿Necesitas palabras cuando una mirada expresa tanto, cuando hay esa simpatía que creo que existe entre mi trovador y yo?… ¿Quieres Pepe que piense que fue sueño esa bella ilusión ideal?… ¡Dios mío!, ¿será cierto? Él pier- de cada día fe en mi amor, él dice que yo soy indiferente a sus lindas composiciones, que no amo yo sus improvisa- ciones, sus versos dedicados a mí y dictados por su amor. Mi Pepe, el trovador que hizo vivir mi corazón que no

580 Diario íntimo encontraba encanto en la vida y creyó mentira sus sueños de dicha, ¡él me dice que cada día está más seguro de que yo no lo amo como él pensó!… ¿No soy franca? ¡Sí!, no soy como tú, que lo que sientes dices. No soy poeta elocuente, pero en silencio te amo, como la rosa a su dulce ruiseñor que con voz armoniosa le canta como tú, mi tierno trova- dor. ¿Por qué envenenar los momentos de placer con es- tas ideas de descontento, bien mío, cuando han de durar tan poco antes de que te ausentes otra vez?… ¡Oh!, dime qué ideas tenías esta noche, dime, ¿qué es esta idea que te atormenta? Escucha, mi corazón estaba antes de conocerte muerto casi, con esa reserva, martirio de mi vida muchas veces, mi mente llena de ideas. ¡Deseando comunicarlas a ti, voy a hablar y mis labios no aciertan a decir lo que mi espíritu formó! ¡Ten paciencia con tu Solita, ella será la compañera de tu vida y algún día despertará de su reserva y entonces tú verás si ella te ama como tú deseas, mi Pepe! Linda brillaba la luna y las nubes oscilaban sobre un cielo de azul. Feliz iba yo, ¡oh!, ¡cuán feliz! En silencio mira- ba la naturaleza tan grandiosa, tan hermosa en su calma y quietud solemne. En mi corazón esa misma calma que veía en el cielo encontraba yo. Sentía completa confian- za mirando hacia el porvenir, adonde sólo a ti veía triun- fante con tu genio electrizar a tus compatriotas, ya con tu poético talento, ya con tu saber, ya con tu patriotismo y virtud, ¡llenando de admiración el mundo entero! Locas ideas pero llenas de esperanza atravesaban mi mente… Vi- siones de gloria, de esplendor para ti no más, llenaban mi alma. Sólo pensaba en mi trovador, para mí no había una

581 Soledad Acosta de Samper idea en ese torbellino de ambición, mi alma se ocupaba en ti toda ella. Y tú me dijiste entonces que no creías en mi afecto. Dime, Pepe, ¿fuiste injusto?… Son las once, tengo que irme a entregar al sueño. No me acuses esta noche, trovador mío, de indiferencia. ¡Todavía no me conoces!

28 de enero, las cuatro y media Inundada por el delicioso perfume de unas flores bellísi- mas que me mandó mi trovador, quiero consagrarle algu- nos recuerdos a este día, aniversario de la segunda parte de nuestra historia. Hoy [hace un año] lo vi por la primera vez cuando vino de Ambalema a Bogotá. ¡Tal vez sólo yo recordaré este día, que fue para mí de amargura y de ale- gría, pues cuántas dudas tenía yo entonces, Dios mío! Y ahora estoy feliz, contenta con mi suerte, con mi porve- nir. Cuán diferente veo el mundo, todo, todo ha cambia- do ante mis ojos ya.

Las diez y media Adiós, diario mío… Pero antes de entregarme al sueño te contaré mi contento, mi alegría mezclada de pena. Hoy he estado muy feliz, pero mañana será un día de tristísimo dolor. ¡Él, mi trovador, se va!… Escribió esta noche una be- llísima y sentida composición a la luna que quedará como recuerdo eterno del paseo de anoche372. ¡Oh!, ¡cuántos quedarán para lo futuro de esta parte tan dichosa de nues- tra vida! ¿Pero mañana?… ¡Dios mío!, qué tristeza sentiré.

372 «A la luna».

582 Diario íntimo

29 de enero, las dos de la tarde Estoy profundamente triste. He estado leyendo su diario, que me dejo aquí esta mañana, y no sé por qué esta lectu- ra me ha llenado de pesar… Mis ojos se anublan al pensar en su ausencia. ¿Por qué tanto dolor si no es por más de veinte días? ¿No aguanté pues siete meses y diecisiete días? Y yo sé que él me escribirá con frecuencia, que no me ol- vidará un momento. ¿Por qué pues, corazón mío, tanta, tan grande aflicción? Yo temo que se haya ido disgustado esta mañana, ¿habré leído bien en su fisonomía? Me cuesta tanto sonreírme y parecer alegre cuando estoy triste, que tal vez mi trovador creyó que estaba brava373. Perdona a tu Solita si te di motivo para estar triste. Pero ella te ama, aunque a veces se muestra insufrible y aun tonta, y quisie- ra que tu vida fuera sólo de dichas y que jamás una ligera pena enturbiara tu horizonte siempre azul.

Las diez y media ¡Adiós, bien mío! Adiós, mi amado, ¡mi tierno trovador! ¡A- diós!… ¡Oh!, Señor, sólo yo sé el grandísimo esfuerzo que hice mientras él estaba aquí para no prorrumpir en llanto y darle todavía más motivo de aflicción… No creía yo que tenía tanto poder sobre mí misma, tanto valor. El corazón oprimido por tanto dolor, yo quise mostrarme con fuerzas para no llorar. Temblaba de sentimiento, de angustia al ver que me bañaba la mano en sus lágrimas, sentía la agonía más terrible… ¡Oh!, momento de desconsuelo… Corred

373 Brava: molesta.

583 Soledad Acosta de Samper

llanto, corred, él no está presente, ya se fue… Yo me pre- cipité al gabinete cuando salió de la casa para verlo por la última vez… Volvió a mirarme y entonces dejé el libre cur- so a mi dolor, los sollozos me ahogaban, daba vueltas la calle a mis angustiados ojos… Por veinte días sin verlo, sin oírlo, ¡oh!, Dios mío, ¡cómo podré vivir! ¡Sí!, ¡él, mi Pepe, mi vida, mi amado trovador me ama tanto! Oh lágrimas… ¡El bien tan amado se desapareció ya de mis tristes ojos y no lo vi más! Él me dejó su diario, que será el origen de mi martirio y mi consuelo en su ausencia. El diario de tus pensamientos lo tengo yo y tu imagen grabada sobre mi co- razón, y ese retrato ahora más precioso aún, que tú mi amado me regalaste. Tengo estos recuerdos y nuestro libro, ¡adonde escribiste unos divinos versos y que no tengo va- lor para volver a leer! Es también un pensamiento dolo- roso el tener tantos recuerdos sin cesar a mi rededor y no verlo a él todos los días… No puedo escribir más. Adiós, mi amado, ¡esta es la última noche que estaremos ambos en Bogotá! ¡Adiós bien mío! ¡Que todas las bendiciones del cielo te acompañen en tu viaje es mi ferviente oración al Señor!…

30 de enero, las diez de la mañana ¡Ya se aleja mi Pepe! Qué noche de angustia he pasado. Sólo los momentos que me quedaba dormida y lo veía a él, y lo veía en mis sueños, tuve de algún sosiego… Que Dios te vuelva a proteger en tus peregrinaciones como siempre te ha protegido, mi tierno trovador. No puedo coordinar mis pensamientos, ¡estoy tan triste!

584 Diario íntimo

Empieza a oscurecer. La noche extiende ya su negro manto sobre la naturaleza entera… Pero la luna se eleva luminosa y bella y sus plateados rayos me iluminan aquí en mi gabinete rodeada de todos los recuerdos de mi trovador ausente. Su diario, sus flores ynuestro libro me acompañan en mi soledad… Las nubes de color de rosa atraviesan el cielo impelidas por el viento. Tal cual estrella aparece bri- llando con opaca luz. Ya la veo y se ofusca por momentos, ¡tanta es la mágica claridad de la reina de la noche! ¡Sobre el suelo y recostada contra los vidrios del gabinete contem- plo la solemne hermosura de los cielos, pensando sólo en ti, mi amado! Los ojos llenos de lágrimas los levanto hacia ese astro de los tristes que tú también contemplas como yo en este momento, ¡mi Pepe! Tu retrato entre mis manos, trato de descubrir tus facciones a esta incierta claridad. Pero tu imagen está gravada indeleblemente en el santuario oculto de mi corazón y a dondequiera que vuelva la mirada allí te veo. No te apartas de mi espíritu un momento. Hoy todo el día te lo he consagrado sólo a ti, no he leído otra cosa sino tus improvisaciones, tu diario y los artículos de El Tiempo374 que yo sé que tú escribiste, ¡bien mío!

Las diez y media ¡Anoche a esta hora, Gran Dios, qué pesar tenía! ¡Pero aunque triste y acongojada mis ojos todavía lo podían ver! Y sigue su curso la luna rutilante y su curso el tiempo tam- bién… ¡Y pasan las horas sin consuelo ya ninguno, pues he

374 Periódico cofundado por José María Samper.

585 Soledad Acosta de Samper

pasado el día entero sin escuchar su voz! Tu voz para mí tan dulce siempre, mi tierno ruiseñor, errante trovador. ¡Oh!, ¿adónde estás, bien mío, esta noche tan triste para mí? ¿Piensas en mí, Pepe? Dadle a las auras mi nombre para que me lo traigan armonioso hasta aquí. Melancólicas suenan las campanas de los relojes que tú no podrás oír. Melancólicas están tus flores, melancólicos los recuerdos. ¡Y tu amada y amante Solita llorosa y melancólica pien- sa sólo en ti! Adiós mi trovador, hasta mañana que a ha- blarte volveré. ¡Voy ahora a soñar contigo! ¡Pepe, Adiós!

31 de enero ¡Pasó la noche y volvió el día y cada instante más lejos es- táis de tu Solita, mi bien! El sol brilla pero tristemente para mí. ¿Adónde dime te hallas ya, qué miran tus ojos en este momento? ¿Me recuerdas o me olvidas?… No, tú no me puedes olvidar, me dice el corazón, ¡tú jamás me olvidarás!

Las siete de la noche Acabo de recibir carta de Soledad adonde me hace la con- fesión que ella también ama a un joven pariente de la mujer de Manuel, hermano de mi bien. Me pide consejos sobre el modo que se debe manejar y yo sé que para mi prima cuan- to yo digo es oráculo. Tengo que escribirle esta noche muy largo, es siempre dulce el encontrarse una apreciada. Vinie- ron esta tarde la mujer del general Barriga —Pacho— y su hija Lilia. Yo sentía tanto pesar en el corazón, tanta tristeza en el alma, que apenas podía atender a la visita. La llevé al gabinete. Dios mío, cuán diferente es todo ya ante mi vista.

586 Diario íntimo

Mi cuarto está sin interés para mí y sólo encuentro algún alivio al leer nuestro libro, mi Pepe, y derramar en silencio y solitaria amargas lágrimas que tengo pronto que enjugar para seguir la siempre pesada rutina de la cansada vida. ¿Sin mi sol qué puedo hacer yo? ¡Todo está oscuro y triste, todo está sin interés para mis ojos cuando cerca de mí no se halla mi tierno trovador! La persona que trajo las cartas de Gua- duas dijo que vio a Pepe en Facatativá ayer. Hoy sin duda habrá llegado a Guaduas y mañana se estará allá también… La luna brillaba esta noche también callada y siempre con tanta majestad y hermosura. Yo sé que nuestros ojos, trova- dor mío, miran ambos ese mismo planeta y que al menos hay en el mundo algo que ambos, aunque ausente estés, po- demos contemplar. Cuánto consuelo en esta idea encuentra tu Solita, mi amado. ¿No sientes cierta calma que mitiga tu pena al pensar que ella también mira como tú ese cielo que nos cubre? ¿No encuentras dulce la idea de que al oscure- cer mi mano riega con candoroso afán las lindas plantas que tenemos? Ellas se muestran lozanas y brillantes están sus flores. Tengo la loca idea de que miSolita , mi consuelo en tiempo de la revolución, tiene sus hojas más verdes y su tallo más erguido cuando sólo mi mano la riega a mañana y tarde. Tal vez es fantasía, esta idea es contraria a la razón na- tural. Pero siempre lo he creído, ¿por qué no ha de haber una cierta simpatía entre mi plantita y yo si yo la quiero tanto?

Las diez de la noche Nunca había yo visto noches tan hermosas, tan claras, una atmósfera tan pura y más diáfano el aire que desde que se

587 Soledad Acosta de Samper fue mi amante trovador. ¿Por qué tanta belleza en la na- turaleza, por qué es tan brillante la luna encantadora?… Suena a lo lejos armoniosa una melodía. Mi Pepe, mi bien, ¡hasta mañana! ¡Oh!, ¡no me olvides un instante, a donde- quiera que estés en este momento acuérdate de tu amante Solita! Voy a leer un momento tu diario.

1.º de febrero, las cinco y media La retreta se fue tocando una pieza que he oído cuántas veces con placer y alegría, pues estaba aquí aquel que es todo en mi vida. ¡Todo es triste para tu Soledad cuando tú no estás presente, Pepe! He tratado de distraerme hoy dibujando en nuestro libro las flores que yo sé tú amas. He seguido traduciendo una obrita filosófica que me consuela con sus consejos y me instruye al mismo tiempo. Desde que te fuiste, mi trovador, no he tenido valor para tocar el piano, tú me perdonarás que no haya hecho lo que a ti te gusta tanto, porque cuando estás ausente me suenan destempladas las armonías más dulces.

Las diez y media de la noche ¡Pesarosa, triste y descontenta con cuanto me rodea, paso mi melancólica vida sin oír tu voz, mi trovador amante! Ya tres días desde que te fuiste y ni una línea he tenido de ti, ni un recuerdo. Yo sé que no es que me olvides un mo- mento Pepe, pero acostumbrada a verte, a saber de ti cada hora, extraña mi corazón tan largo silencio. Pero cada día que se pasa es uno menos en la escala del pesar, pues se

588 Diario íntimo acerca más el momento cuando contenta te vuelva a ver, bien mío. ¡Adiós, mi dulce y tierno trovador! Mañana volverá mi pluma a consagrarte algunas líneas, ¡aunque tú siempre estás en mi alma sin cesar!

2 de febrero Acabo de venir de la iglesia y de orar por ti, Pepe… Hoy es día de fiesta. ¿Cómo se pasarán las pesadas horas sin que a mi lado se halle mi trovador? Tus flores están ya mar- chitas y tristes.

Las diez y media He pasado el día dibujando una corona de flores ennues - tro libro y escribiendo he pasado sumamente ocupada. Me he puesto tarea para estar distraída y así no puedo estar tan triste. No he estado ningún momento sin hacer algu- na cosa. Quiero que cuando tú vengas, mi trovador, en- cuentres que no te he podido olvidar un instante puesto que sin cesar me he ocupado en hacer lo que a ti te agrada. Todos los días cojo una flor para ponerla en las páginas de tu diario, así llevaré la cuenta de tu ausencia contando las flores secas que se encuentren allí. Nada he sabido de mi Pepe hoy, por qué tanto silencio, mi amado. La que te ama tanto sufre mucho al no saber de ti continuamente, mi co- razón me dice que mañana tendré de ti noticia. ¿Te enga- ñas, corazón mío? ¡Oh!, no, no, que si duro más tiempo sin ver las letras de mi trovador me comenzaré a alarmar. Hoy sin duda habrá llegado él a Honda, y a esta hora estará escuchando el estruendo del Magdalena gimiendo

589 Soledad Acosta de Samper sobre la arenosa playa y el murmullo del Gualí… Sentado entre su madre y su hermana, en dulces pláticas con ellas, correrá el tiempo sin sentirlo. Pero no me olvides mi bien, no me olvides aunque estés contento. Mira la luna, está ahí en el cielo, blancas nubes la rodean. Recuerda que no ha muchas noches juntos la contemplamos. Pero esto es inútil ruego pues tú te acuerdas de mí sin cesar y tal vez ahora mismo hablas de mí con tu dulce hermana… Pero ya es tarde. Adiós mi trovador, adiós mi amado. Me voy a entregar al sueño, ¡voy a soñar contigo!

3 de febrero, las seis y media de la tarde Acabo de venir de la calle, y después de regar tus matitas, mi Pepe, me siento a escribirte. He estado en las visitas triste, meditabunda, y es con dificultad que me esforzaba en parecer alegre, y contenta, y tomar interés en lo que ha- blaban. Fuimos adonde mi señora Mariquita. Esta seño- ra era persona a quien yo antes quería y apreciaba mucho, pero que desde que de ti, mi trovador, no habla bien —y sé que no tiene afecto alguno por ti— no la puedo mirar sino con disgusto, y me desagrada el ir allá. Después fui- mos adonde las Vélez, que se quejaron mucho de lo que ellas habían sufrido en la Revolución. Me regalaron una flor y la puse en tu diario, mi Pepe. Esta noche están en sesión permanente en el Con- greso, mañana sabremos quién nos gobernará. Están los gólgotas y los conservadores esperando cada uno que salga su candidato, Murillo y Mallarino están en pugna. Si este último es el vicepresidente, vuelven los conservadores a

590 Diario íntimo gobernar, y si es Murillo los radicales vendrán por primera vez al poder. Se conocerán sus principios prácticamente y tal vez el país hallará por fin que este es el Gobierno que les conviene. Se puede decir que la futura muerte de la Nueva Granada se decide esta noche. ¡Cuánta responsabilidad en el voto de cada uno de los representantes, y sin embargo cuán pocos conocen y hacen su deber!

Las diez y media La noche está bellísima, el cielo azul estrellado y brilla la luna con todo su esplendor… Sin embargo se humedecen mis tristes ojos al contemplarla, no quisiera ver la natura- leza tan hermosa cuando aquí no está mi trovador para poderla contemplar los dos. Anoche creía que hoy tendría alguna noticia de él. Pero se engañó mi corazón y nada, nada he sabido. ¿Piensas en mí, bien mío, ahora? Adiós, me voy a entregar al sueño. Allí estás también presente sin ce- sar como lo estás en mi pensamiento. Mi amado, mi tierno trovador, que todas las bendiciones del cielo te acompañen a dondequiera que dirijas tus pasos, en la felicidad como en la desgracia. Que te proteja el Señor. ¡Adiós, mi Pepe!

4 de febrero, las tres de la tarde ¡Acabo de recibir un lindísimo ramillete de flores que me mandó Elvira a nombre de mi tierno y amante trovador! Cuánta fineza hay en esta prueba de cariño, el acordarse antes de partir que al irse él no tendría yo flores, que tanto me deleitan. Te agradezco mi Pepe, te agradezco esto mu- chísimo, sin embargo de que ellas no sé por qué me han

591 Soledad Acosta de Samper llenado de tristeza al verlas. Me acuerdo que tú no estás aquí y que allá con tu madre y tu hermana me recordarás hoy sin cesar. Todavía tengo sobre mi mesa algunas de las flores que me mandaste ahora hace ocho días. Están mar- chitas y sin brillo, pero no quiero quitarlas de mi cuarto, fueron las últimas que tú me regalaste, trovador mío. Esta mañana estuvimos en casa de María C. Su hijita ha estado gravemente enferma, creían que se moriría pero ya pasó el peligro.

Las diez y media Clara, apacible, serena aparece la virgen luna sobre el quie- to y azulado cielo… La buscan mis miradas y lágrimas se desprenden lentamente de mis tristes ojos. Callada y lin- da sigue ella su rutilante curso, siempre tranquila y bella, ¡mientras que yo pesarosa lloro la ausencia de mi trovador amado! Argentados rayos bañan mi gabinete con dulzura, exquisitas flores inundan mi cuarto con su perfume, cubren mi mesa los libros que más quiero, recuerdos tiernos y pla- centeros me rodean. Pero yo nada veo, nada de esto ocupa mi mente… Mi espíritu se recrea en lo que le presenta la imaginación: la luna se refleja en las aguas cristalinas del Gualí, el rumor del Magdalena se deja oír siempre sonoro e igual, el jazmín da aroma al caluroso aire… ¡Y una figura, para mí tan amada, está allí silenciosa, y al contemplar la luna, al oír el ruido del anchuroso río y aspirar el perfume de nuestra favorita flor piensa en mí!… Sí, mi trovador, mi Pepe, no me olvides un instante mientras estés en Honda. ¡Adiós! ¡Hasta mañana Pepe!

592 Diario íntimo

Las siete de la noche Estoy triste, siento apretado el corazón por una pesada melancolía… No tengo valor casi para escribir. Esta ma- ñana fuimos a ver a Eloisa, que estaba tan amable como lo es siempre. De allí vinimos a casa de María y allí nos dije- ron que había llegado el paquete. Volvimos aquí y mandé inmediatamente al correo para que trajeran las cartas que hubiese. Yo creía que mi Pepe había escrito. Qué, estaba segura. Pero vino Domingo con unos impresos, cartas no había para nosotros. Lágrimas me saltaron de los ojos que humedecieron el papel que dibujaba… Desde entonces estoy llena de tristeza. Cruel, ¿por qué no escribir? ¿No sabes trovador mío cuánto pesar me ocasiona tu silencio? Esta noche hace ocho días desde que te despediste. Me parece que hace siglos, tanta es la falta que me has hecho.

Las diez y media ¿Será cierto que jamás pueden los poetas encontrar en el mundo su bello ideal? ¿Que pierden la ilusión porque no aman sino la sombra del ser que imaginaron?… ¿Será cier- to, Dios mío?, ¿mi poeta creerá algún día que no soy cual él soñó en un tiempo?… Qué melancolía se habrá apode- rado de mi alma esta noche. ¡Oh!, ¡ven pronto mi trova- dor, ven, antes de que mi espíritu otra vez, lleno ahora de alegres sueños, vuelva a cubrirse por aquella profunda me- lancolía que ha sido el martirio de mi pasada vida y cuyo velo sólo tu mano ha sabido levantar! ¡Oh!, si tú supieras cuán terriblemente tristes y cuán amargos son mis pensa- mientos cuando tú no me consuelas con tu voz. ¡Oh!, si

593 Soledad Acosta de Samper tú supieras del letargo del que despertaste mi corazón… Siempre sola con mis ideas, no teniendo a quién contar mis locas fantasías, se quedaban en mi corazón y me do- minaban completamente. Yo soñaba en la simpatía pero no creía en ella… Sombría en el interior de mi alma con alegres chanzas engañaba a los que me rodeaban, hablan- do de diversiones y en apariencia contenta. Pero nadie comprendía que sólo por la tristeza, la oscuridad, tenía yo simpatías. Por eso las personas que habían sentido grandes pesares me interesaban profundamente. Los que habían sentido. Porque cuántos han sufrido pero no han sentido. Cuánta diferencia hay en estas dos palabras, pocas son las que sienten, aunque muchos son los que sufren.

6 de febrero, las diez y media Hoy nada he sabido de mi Pepe como lo creía mi corazón. ¡Oh!, siempre cree el corazón lo que el alma desea. Vino Justo esta noche y hablamos mucho de mi amado trova- dor. Justo siempre lo ha querido, siempre lo ha conocido, aun en sus años de exaltación y locura. Ha llovido desde que anocheció y está la noche tenebrosa y triste. Pero aun hay más tristeza en mi corazón. Nada me gusta, en nada puedo tomar interés desde que se fue mi Pepe. Siento la cabeza pesada, no tengo valor para escribir más… Voy a verte, a oírte en mis sueños ya que de día no es posible. ¡Adiós mi trovador! Sueña en tu Solita que te ama tanto, que sea ella tu único pensamiento. El saber esto es mi único consuelo en esta ausencia, para mí más amarga cada hora que se pasa. ¡Hasta mañana, trovador mío!

594 Diario íntimo

7 de febrero, las dos de la tarde Vino Eusebio de Guaduas y me trajo una carta de Soledad en la que me dice que ha estado allá Pepe y que cada día le parece más apreciable y que yo seré completamente fe- liz con mi amante trovador. Me dice que él me ha escrito, ¿pero adónde está la carta? Pues desde que se fue no he tenido noticia alguna de él, hasta ahora sé que llegó a Gua- duas. Estoy llena de aprehensión y de pesadumbre porque no he recibido su carta. Vino don Manuel Vélez esta ma- ñana y yo le rogué que le preguntara otra vez al adminis- trador de correos si había carta para nosotros.

Las siete y media Estoy cansada, aburrida de todo. No puedo estudiar, no puedo leer. Mis pensamientos vagan y se pierde el hilo de las ideas sólo para pensar en él. Sólo mi trovador ocupa mi pensamiento sin cesar. Nada comprendo, no entiendo lo que me dicen, mis pensamientos vagan… No quiero salir y sin embargo me disgusta mi cuarto pues no tengo espe- ranza de verlo a él aquí. ¡Nueve días sin oírlo, sin verlo, sin escuchar su voz! Voy a distraerme algo leyendo las poesías de Zorrilla375 que me dejó mi bien.

Las diez y media Dicen que las mujeres no tienen esa noble ambición de Gloria, que no la comprenden, que amamos pero no

375 José Zorrilla (1817-1893), poeta romántico español muy aprecia- do por los hispanoamericanos de la época.

595 Soledad Acosta de Samper

comprendemos el amor a la futura fama. Cuán equivoca- da es esta idea. ¡Yo siento en mí el entusiasmo más grande cuando pienso que mi amado Pepe podrá con sus talentos, con su genio, conquistar esa gloria que yo adoro, y dejar un nombre a los siglos venideros! No pasar la vida como el resto de los hombres vegetando sobre la superficie de la tierra y después perecer sin que quede ni el recuerdo de su existencia. El deseo de la inmortalidad es la ambición de las almas nobles. ¿Puede haber una idea más triste que aque- lla de la muerte eterna? Así nos asusta el dejar el mundo sin que quede tan sólo una memoria de nuestra existencia. Dicen que las mujeres no comprenden el honor y que sólo piensan en la vida de aquel que aquellas aman… Mi alma, mi vida, está ligada con la de mi Pepe, sin él no sola- mente no habría felicidad en el mundo para mí sino que ni un momento lo pasaría contento. Y, sin embargo, ¿no deseaba yo que expusiera su preciosa vida en defensa del honor que hubiera perdido si no daba este paso? Sólo Dios sabe las angustias que sufrí yo en tiempo de la campaña. En medio de los peligros ni por un momento titubeó mi Patriotismo, y si no exponía su vida perdía su porvenir, su honor. ¡Y no vacilé! Con cuánto gusto hubiera yo dado mi existencia para salvar la de él. Sufrió mi corazón terri- bles agonías, pero jamás se arrepintió de haber aprobado y aplaudido su conducta tomando la senda que le indicaba el honor, ¡el Patriotismo! ¡Y dicen que no tenemos ambi- ción y que no comprendemos el honor! Adiós mi trova- dor, sólo para ti son mis pensamientos, sólo contigo sueña mi alma, y en todos su proyectos y esperanzas sólo tú estás

596 Diario íntimo allí. Me olvido de mí misma para recordarte a ti no más, ¡mi amado! ¡Hasta mañana, mi dulce y tierno ruiseñor!

8 de febrero, las diez de la noche ¡Ahora un año, hoy hace un año mi espíritu estaba des- pedazado por mil sentimientos diferentes cada uno! Que día de agitación, de angustia había pasado. Él había escri- to para pedir licencia de visitar la casa y después pedir mi mano. Habían hablado tanto, tanto en esos días contra él. ¡Oh!, yo lo amaba entonces profundamente, pero no lo conocía lo suficiente, así es que creía a lo menos algo de lo que decían de mi Pepe. Me resolví a conocerlo más, pero en el fondo de mi corazón estaba escrito mi irrevoca- ble amor… Desde entonces cuántos acontecimientos han pasado sobre mi cabeza y han madurado mi espíritu. He vivido, he meditado y también he sufrido más en el año cuyo aniversario es hoy que en el resto de mi vida. Revo- lución, angustias, alarmas, pesadumbres, crueles aprehen- siones, todo esto me ha agitado el alma en los meses que pasaron y ahora quiero calma. Mi corazón estaba lleno de alegría, de contento, de felicidad dulce y tranquila cuando fue preciso que se apartara otra vez mi amado, ¡y me sien- to otra vez sola lejos del que es todo mi apoyo, mi luz, mi vida! Tengo la cabeza pesada, estoy cansada de todo. Voy a leer algo tuyo, bien mío. ¡Adiós, hasta mañana! Tu ima- gen me acompaña siempre en estas horas de meditación, consagradas sólo a ti. ¡Piensa en mí, mi dulce y amado trovador!

597 Soledad Acosta de Samper

9 de febrero ¡Sentir oprimido el pecho por los sollozos de angustia, los ojos llenos de lágrimas y tener que parecer tranquila y calma cuando quisiera dar libre curso a mi pesar!… ¿Pero por qué, ¡Dios mío!, tanta melancolía, por qué tan tris- tes pensamientos me han perseguido todo el día? Él me ama, yo estoy segura de que me recuerda sin cesar. ¿Cuál es pues la causa de no escribir, de no tener de él ni una le- tra desde que se fue hace ya once días? Qué crueldad, qué injusto es con su Solita ausente… Estoy llena de aprehen- siones, esta noche mientras leía se me escapaban lágrimas que humedecían el libro y que trataba de encubrir. ¡Oh!, nadie sabe que bajo esta apariencia indiferente y calma en- cubro un corazón lleno de sensibilidad. ¡Cuando se siente mucho se teme dejar libre curso a las emociones y después no poderlas contener! Deep waters run smooth, dice el pro- verbio inglés, «mientras más hondo el cauce más tranqui- las parecen las aguas». Yo sé que mi Pepe cree que no soy tan sensible como verdaderamente soy porque no hablo ni muestro tal vez lo suficiente mi alma. Pero algún día se convencerá de que mi amor es tan profundo como es de silencioso. Cuando mi corazón llega a amar es eterno mi cariño. Jamás mis sentimientos cambian desde que te vi, te amé en Guaduas y, cosa extraña, te comprendía sin co- nocerte aun tus pensamientos. Había tanta simpatía entre nosotros que no sé si a él le sucedía lo mismo, pero sentía como si lo hubiese conocido antes, como en un sueño… No puedo explicar este sentimiento, no hay palabras, lo siento pero no puedo decirlo. Hoy he visto todavía más

598 Diario íntimo

preciso cuán necesario es tener por compañero de la vida a una persona que lo comprenda, en cuya sociedad jamás nos podamos aburrir. Junto a él está cuanto se puede de- sear en el mundo. He visto a una persona cansada con la vida, y pensando en la muerte aunque se encuentra rodea- do de todas las comodidades que pueda apetecer. Pero su esposa no es la compañera de su peregrinación, no puede consolarlo ni comprenderlo, pues la infeliz sólo sabe amar- lo pero no entiende otra cosa. Y él se encuentra sólo en su hogar doméstico y desea visitas para pasar el tiempo. ¡Qué diferente, Pepe, pasaremos nosotros la vida! ¡Una cueva miserable sería para mí cuanto hay de agradable en la vida si tú no estuvieras a mi lado, mi amado trovador! ¡Adiós! ¡Adónde estás, en Honda… en Ambalema!… ¡Soy egoís- ta, no quiero que me olvides aun allí!

10 de febrero, las ocho y media de la mañana Toda la noche ha llovido y sigue todavía el aguacero. No he podido dormir casi nada, estoy llena de aprehensiones y temores por mi Pepe que no escribe, y no puedo saber nada de él.

Las cinco de la tarde Cuán cambiada está mi vida desde hoy hace un mes. ¡Hoy hace un mes que le dije a Pepe por la vez primera que lo ama- ba! Le prometí ser suya… Entonces me pareció que el mundo entero había cambiado ante mis ojos, ¡me hallaba tan pro- fundamente feliz! Y al cabo del mes me encuentro triste, des- consolada y agitada por mil aprehensiones… No me puedo

599 Soledad Acosta de Samper fijar en nada, mi imaginación me pinta mil desgracias, mi co- razón está tan completamente triste que no puede mi alma estar en paz un momento. Todos los días mando al correo para ver si hay cartas de mi Pepe y nunca encuentran nin- guna. Cruel, ¿por qué martirizarme así?… Me preguntabas qué haría yo sola en este día. ¿Qué he de hacer sino llorar tu ausencia? ¡Y tú siquiera no me consuelas escribiéndome!… No sé qué pensar, no sé qué creer de él. Yo sé que a propósito no me daría pena alguna, ha sido siempre tan fino…

Las diez y media de la noche ¡Oh!, cuándo creía yo el 10 de enero que un mes después de tanta dicha pasaría mis horas en la amargura. Nadie sabe que bajo mi plácida sonrisa o aparente indiferencia está mi sensible corazón lleno de angustia y sobresalto… ¡Oh!, ¿adónde estás, mi trovador errante, adónde estás mi dulce cantor, mi amado ruiseñor?… La noche está os- cura, lluvia hay en esas negras nubes que atraviesan el cie- lo impelidas por las ráfagas de viento y descubren aquí y allá las estrellas opacas y sin brillo. Una espesa niebla cu- bre los cerros hasta el pie. Todo está silencioso en la ciu- dad y sólo se estremece el aire con el sonido lúgubre de la campana de la Catedral que me dice que otra hora se pasó ya desde que por última vez te vi, Pepe… Noche oscura, silenciosa, imagen de mi pesar, dime, ¡oh! dime, ¿adón- de está ahora «la dulce prenda mía»? Cada día creo que el día siguiente me traerá noticia tuya, bien mío. Y pasa ese día y llega otro y siempre tengo la misma esperanza y siempre el mismo desengaño. ¡Adiós, alegres memorias

600 Diario íntimo y tristes aprehensiones! ¡Me voy a entregar al sueño que verterá algún consuelo sobre mi aflicción! Adiós mi Pepe, ¡adiós mi amado!

11 de febrero, las once del día Acabaron de entregarme un hermoso ramo de fragantes flores que mandó Eloisa a nombre de Pepe. ¡Ingrato!, ¿te acuerdas de mí ahora?… ¡Tú no te acuerdas de mí, pues no me escribes y yo sólo de ti ocupo mis pensamientos!

Las seis y media La tarde estaba triste, y la atmósfera saturada de humedad. Había yo leído todo el día y me sentía cansada de todo y profundamente melancólica. Cuando comenzaba a oscu- recer abrí el gabinete y me asomé. El cielo cubierto per- fectamente por opacas y cenicientas nubes daba un aire más de desolación, mientras que caía el agua gota a gota del tejado sobre el reluciente enlozado. Levanté mis ojos con distracción hacia el cielo y delante de mí se presentó, entre una apertura de las nubes, un espacio de cielo azul brillante y lindo… ¡En ese momento oí que cantaban en la calle muy paso pero armoniosamente El capotico!376. Dos lágrimas, ardientes y llenas de amargura, sentí bajar por mis mejillas, el cielo azul me traía a la memoria estos ver- sos que me conmovieron:

376 Valse compuesto por el célebre músico bogotano Nicomedes Mata Guzmán (1830-?) apodado “El Divino” por su maestría en la in- terpretación de la guitarra.

601 Soledad Acosta de Samper

De entonces, ¡ay!, mi corazón doliente Muerto al placer sin ilusión vivía, ¡Porque ya le faltaba en su agonía Del cielo azul de su perdido oriente Magnífico el fulgor!

Y el escuchar el monótono canto de esa tristísima y sentida armonía me agitaba el corazón. ¡Yo jamás puedo oír ese valse sin acordarme de Elvira! Cuántos pensamientos de dolor cruzaron mi mente en ese instante… Las nubes mientras las contemplaba taparon poco a poco el pedazo de cielo y yo escondiendo la cabeza entre las manos dejé correr mi llanto… Funesta idea que tiempo hacía no visi- taba mi espíritu, ¿por qué volver a llenarme de pesar?… ¿Podrá él olvidar los felices días que con ella pasó? ¿Podrá algún día mi corazón sentir que el recuerdo de ella oscu- rece su frente aunque sea por un momento? ¡Locos pen- samientos que me aterráis, huid! Sí, ¡qué injusta fui con ese momento de pesar, qué injusta, cuánto me arrepiento en haberlos tenido!, ¿no me muestra en todo que a mí me ama tanto?, ¿y como yo había soñado serlo en mis ilu- siones más hermosas? Si yo viera que su amor, si veo que algún día se disminuye ese cariño que es toda su felicidad, entonces sí podría tener tales ideas. Pero cuando sé que sólo yo podré hacer su felicidad porque lo comprendo, ¿para qué vienen estos pensamientos tan injustos?… Per- dón, trovador mío, ¡perdón mi amado! Quise escribir- les en mi diario porque quiero que sea él siempre el fiel espejo de todos mis defectos, de mis penas y de mis alegrías.

602 Diario íntimo

¡Quiero que cuando venga mi errante ruiseñor encuentre todos, todos mis pensamientos, las emociones más hondas de mi alma aquí escritas mientras él vagaba ausente de su Solita amada!

Las diez y media Buenas noches bien mío, ¡adiós mi dulce trovador, hasta mañana! El corazón oprimido por indefinible tristeza y los ojos bañados en lágrimas te dejo. Me voy a entregar al sueño, voy a buscar en el olvido de lo presente esperanzas para el porvenir y alguna calma para mi agitado corazón… ¡Adiós, mi Pepe!

12 de febrero, las seis y media Hoy hace quince días que se despidió mi amado… ¡Quin- ce días de soledad y de desconsuelo, pues todavía no he recibido ni una letra de él desde que se fue! Esta es ya mu- cha ingratitud Pepe, cuando sabías que yo esperaba de ti cartas muy frecuentemente. No faltaría modo de man- darme unas líneas si tuvieras deseo de hacerlo. ¡Lo que sucede es que por fin me incomodo!… ¡Dios mío, Dios mío!, ¿qué será? ¡Oh!, él no es así, él me ama tanto y no tendría tanta crueldad con su Solita si pudiera de otro modo. ¿Por qué pues este silencio tan largo? Me pierdo en conjeturas…

Las diez y media Fuimos esta noche adonde mi señora Mariquita. Vol- vimos lloviendo. Había allí una persona que se iba para

603 Soledad Acosta de Samper

Ambalema y pedía órdenes. A nadie le importaba ese lugar ni nadie pensó en él, ¡pero al oír Ambalema mil memorias cruzaron por mi mente!, mil recuerdos. Allí está ahora mi amado Pepe, aquel que un día será mi esposo y a quien le consagraré mi vida… Allí está sin duda el ser por quien vivo, mi bien, mi trovador querido. ¿Y verá él a este hombre y le podrá decir que me vio a mí?… Hoy hace un mes que mi madre le dio el sí y estamos ahora lejos e incomunicados. ¡Oh!, ¡recuerda esta noche a tu Solita en tus sueños! No me olvides un instante, tú no sabes cuánto, cuánto te amo, ¡cuán profundo es mi cariño por ti, mi Pepe!

13 de febrero, las doce del día Yo creí que en mi corazón se había extinguido para siempre este sentimiento por el cual vierto ahora ardientes y amar- guísimas lágrimas. ¡Yo creí que ya no existía en mi alma este pesar tan terriblemente amargo que envenenaba las horas que tenía de alegría!… ¡Yo lo creí! Insensata, ¡cuán engañado estabas, corazón mío!… No sé cómo explicar lo que pasa por mí… No, no sé, pero es una pesadumbre in- mensa, profunda que me agobia, que me llena el alma de una mórbida tristeza… Pero es sólo pesadumbre, yo respeto esa tumba como la respeta él. Pero al oírlo pronunciar o al ver el nombre de ella escrito por su mano, no comprendo cuáles son mis sentimientos… ¡Dios mío!, ¡dadme valor, dadme resignación!

604 Diario íntimo

Las dos de la tarde Pepe, cuando veas lo que arriba he escrito piénsalo, pero nunca me hables de eso. Tal vez yo no lo debía haber es- crito, pero este es mi «diario» y tengo que recordar aquí todas mis emociones, todos mis más hondos sentimien- tos. ¡Oh!, tú todavía no sabes lo sensible que soy yo, soy tal vez demasiado delicada y una palabra es suficiente para llenarme de agitación interior, pues quien me ve siempre en calma podría creer que no soy capaz de sentir tan pro- fundamente como verdaderamente siento. Por fin llegó la carta tan deseada. Por fin después de quince días de ausencia tuve noticia de él… La primera carta que he recibido de él dirigida a mí377, me ha hecho una grandísima impresión y me causó tal agitación que derramé muchas lágrimas y siento ahora mi cabeza tan pesada y en fuego mis ojos que apenas puedo escribir… Él pronto estará aquí, de mañana a pasado mañana llegará… Se me confunden las ideas, tiembla mi mano, no puedo escribir más…

14 de febrero, las once del día Anoche no escribí porque no pude. Un fuerte dolor de cabeza no me permitía ni abrir los ojos y tuve que irme a acostar muy temprano. Todavía siento alguna indisposi- ción y no sé por qué estoy triste. Hoy debe llegar mi Pepe y al verlo otra vez huirá toda indisposición, toda tristeza.

377 Dado que están comprometidos en matrimonio, el amado ya pue- de escribirle directamente a ella.

605 Soledad Acosta de Samper

Las diez y media Esperando todo el día. Pero fue en vano. Estoy tan triste, tan extremadamente triste, que he pasado el día sin ocu- parme en cosa de provecho, meditabunda en mi cuarto, sola, apenas he abierto los labios para hablar. Una pro- funda impresión me ha hecho su carta y mientras más la leo encuentro algo allí que no puedo definir, que me llena los ojos de lágrimas y de pesar el corazón… No pregun- tes nunca por qué, mi Pepe, pero no vuelvas a ausentar- te otra vez, no me dejes sola con mis pensamientos, ellos están siempre impregnados de una melancolía que en tu presencia huye. Pero cuando no estás aquí vuelven a su estado natural. Adiós, mi trovador, hasta mañana que tal vez tendré el placer de verte. ¡Adiós! ¡Qué diferencia hay entre su diario y el mío!

15 de febrero, la una del día Hoy me puse a tocar piano, la primera vez desde que él se fue. Lo estoy esperando. Cada instante que oigo sonar el portón me parece que es él que llega. Ya no puedo fijar mi atención en nada…

Las siete de la noche Esta tarde mandé otra vez al correo, pues estaba segura de que mi Pepe había escrito antes. Su carta de Ambalema no hablaba ni una palabra de su viaje y el vacío aquel que tenía y me apesadumbraba en su carta, está ya completa- mente llenado con sus dos interesantísimas elocuentes cartas que recibí hoy, una de Guaduas y otra de Honda…

606 Diario íntimo

Me han llenado de placer, de gozo, ¡vuelvo a encontrar allí a mi tierno, a mi amado y amante trovador!… ¡Oh!, injusticias del corazón que ama, yo quería que estuviese tan tierno el día 9… Eso no era posible y lo comprendo378. Esto me llenaba de tristeza. ¡Pero las cartas que recibí hoy me han vuelto el sol al alma y la alegría al corazón! Vino hoy mi tío Benito y dice que los caminos están muy ma- los, por eso será que mi amado no ha venido todavía. Si no supiera esto estaría llena de aprehensión… Pero tengo confianza en que Dios, elSer Bueno por excelencia, no po- día habernos inspirado tanto amor para después hacer a uno de los dos desgraciados. Creo —tal vez no debía tener tan locas ideas—, creo que a ti nada te puede suceder, ¡mi trovador!, mientras me ames como ahora, ¡que tu amor es un talismán que te preserva la vida hasta el tiempo en que te ha señalado para dejar el mundo el Señor!… Mi amado Pepe, voy a tocar algunas de las armonías que te agradan. No puedo fijar mi pensamiento ahora en nada, cada vez que tocan a la puerta me parece que tú vienes… ¡Vuelvo al gabinete y trato de descubrir entre las sombras tu figura!…

Las diez y media He estado comparando en sus cartas, mi diario y el suyo. ¡Qué cosa extraña!, muchas veces sus pensamientos y los míos eran los mismos a las mismas horas del día. ¿No habrá magnetismo entre dos amantes corazones?… Adónde te

378 Probablemente el 9 de febrero era el aniversario de la muerte de Elvira, fallecida en 1852.

607 Soledad Acosta de Samper hallas mi trovador a esta hora, la noche está oscura, triste, relámpagos iluminan de tiempo en tiempo la calle. Se oye una guitarra a lo lejos sonar… ¿Y mi Pepe me recuerda sin cesar, no me olvidas un momento?… Yo hubiera deseado que mientras estabas ausente hubieses recibido algunas le- tras mías. Esto te agradaría, pero no ha sido posible. Adiós mi amado, ya es tarde, tengo que irme a entregar al sue- ño… ¡Hasta mañana! ¡Piensa en tu Solita, trovador mío!

16 de febrero, la una de la tarde Todo el día esperando… He leído sus cartas muchas veces, he tocado al piano lo que a él le gusta. El día está oscuro y triste. Adónde estará mi Pepe, me comienzo ya a alarmar. Por qué no llega, hay tiempo suficiente para poder estar aquí. Suenan sordos truenos a lo lejos y relámpagos… Se acerca ya la tempestad y comienza ya a llover. ¡Oh!, ¡mi errante trovador!

Las diez y media He pasado más de hora y media en el gabinete viendo llo- ver esta noche, pues sólo puedo pensar en él y en que no llega… Qué será que no está aquí. Mi corazón está tan acos- tumbrado a la tristeza que cuando no se halla cerca de su trovador amante, mi espíritu sólo me pinta imágenes de dolor… Ven mi amado, ¡ven pronto! Vuelve otra vez mi dulce ruiseñor a alegrarme con tus cantos, ¡no te tardes tanto lejos de tu Solita, mi Pepe! Pepe, cada día encuentro que me comprendes pro- fundamente y que sois más digno de toda mi estimación

608 Diario íntimo y de mi amor. Tal vez habías creído que porque no hablo nunca de mi padre no pienso en él, pero es tan doloroso este tema que creo que jamás debo hablar de él sino con completo y profundo respeto y no en la conversación en que con la sonrisa en los labios se habla de las cosas más serias. Es para mí un sacrificio el escribir esto. Su pérdida es un pesar tan hondo que no puedo jamás pensar en él sin estar triste… Tú comprendes este sentimiento de reli- gioso respeto que le he tributado a mi padre en el fondo de mi alma y no con palabras que se lleva el viento. Nadie hasta ahora ha comprendido esto. Sí, Él te escuchaba, Pepe, cuando hiciste ese noble juramento sobre la tumba del que hubiera sido tu padre, ¡y este solemne acto tan digno de tu corazón me llena de gratitud que no olvidaré jamás!

17 de febrero, las diez La noche está tenebrosa, oscurísima. Esta tarde cayó otro fuertísimo aguacero. Estuvo aquí don Joaquín París y des- pués Mariano, que hasta ahora se fue. Yo converso, hablo alegremente, me río. Pero ¡oh!, nadie sabe lo que pasa en mi corazón. ¡No ha llegado Pepe! Ya comienzo a perder la confianza que me sostenía en días pasados… ¡Dios mío!, sálvalo de todo peligro, ¡sálvalo Señor!… Dejé de escribir para volver a leer tus cartas y tratar de buscar allí algún consuelo. Tu larga ausencia, tu inexplicable tardanza me llenan de tristeza. No sé qué hacerme. En tu última car- ta dices que llegarás pocas horas después de ella, y se han pasado ya cinco días y no llegas… ¿Qué es esto, mi bien?… Estoy llena de aprehensión, trato de no pensar. He estado

609 Soledad Acosta de Samper

leyendo todo el día una crítica sobre las obras de Madame de Staël y esta tarde a Zorrilla. He tocado las armonías que a ti te agradan, mi trovador. En fin, he hecho todo lo posible para distraer mi pena. Pero mi corazón no te ol- vida un instante y estoy llena de desasosiego. Ven pronto que mañana hace veinte días que te fuiste, mi Pepe. No me olvides un instante a dondequiera que te halles, que yo le rogaré a Dios por ti antes de entregarme al sueño. Adiós, ¡hasta mañana! ¿Será hasta mañana?…

19 de febrero Ayer no escribí porque mi amado Pepe se llevó mi diario para leerlo anoche… Volvió mi trovador errante, y volvió otra vez la alegría y la felicidad a mi corazón tan triste. ¡Oh!, yo soy tan mala, tan cruel algunas veces atormentan- do a mi Pepe con locos pensamientos que lo entristecen. ¿Pero tú me has perdonado, no? Sí, te pido mil perdones por mis injusticias que pasaron ya. Pasaron para siem- pre de mi alma, eran los últimos suspiros de la tempestad que antes había habido allí, ¡las últimas inspiraciones del genio de la melancolía que moraba antes de conocerte en mi desierto corazón! ¡Perdón pues, mi trovador, ol- vida esto, te ruega tu Solita, y sólo piensa mi amado que te amo! Me trajo un lindísimo álbum lleno de composi- ciones en verso y en prosa compuestas en el tiempo de la Revolución y ahora que se fue otra vez para su país natal. En todo lo que él escribe hay tanta poesía, tan profun- do respeto por el Creador de las maravillas que le arran- can esas dulces armonías a su arpa entusiasmada. Hay allí

610 Diario íntimo tan tiernos sentimientos para su Soledad que me enter- necen al mismo tiempo que me llenan de alegría al pen- sar que es mío un corazón tan noble y tan digno de ser amado. Pepe, yo nunca puedo expresar en palabras todo lo que siente mi alma. Sin embargo yo quiero que sepas que el regalo que me trajiste de tu adorada madre me llena de gratitud, pues es esta una prueba de cariño que yo no tenía derecho alguno de esperar. ¡Pero ella tiene tanta bondad! Sí, es tu madre y siento hacia ella tanto afecto como si fuera mía. Que crea ella que yo seré siempre una hija afectuosa más, para amarla como tú, Pepe, amas a mi madre.

20 de febrero, las diez y media Es tan fino mi trovador que sabiendo que yo necesitaba o deseaba tener una buena pluma me trajo hoy esta con la cual escribo que es muy buena. Hoy vino por la mañana y por la tarde y hasta ahora se fue. Me trajo ayer un lindísi- mo ramo de flores que es el regalo que a mí más me agrada, y las que él me da las miro siempre con particular cariño. ¡Oh!, yo tengo completa fe en su amor y en mi porvenir, estoy segura de que él jamás me dará un pesar. Y yo, mi Pepe, trataré siempre de hacerte lo más dichoso que pue- da. Quiero, mi trovador, que me debas a mí tu felicidad futura. ¿Qué mal nos puede suceder si nos amamos tanto? Adiós mi Pepe, ¡hasta mañana! Todas las noches levanto mi voz al cielo por ti. Qué tristeza me da el verte sufrir, ¡tú no sabes todo lo que siento por ti!

611 Soledad Acosta de Samper

21 de febrero, las diez y media de la noche Hoy es un solemne aniversario cuyo recuerdo me llena de duelo el corazón… ¡Hoy hace tres años que murió mi padre!… En este día expiró no solamente mi padre sino el único ser que me comprendía… ¡Oh!, es tan profundo mi pesar que jamás puedo hablar de él con impavidez y no puedo escribir todo lo que siento… ¡Y al fin de tres años he pasado un día feliz! Hay en la vida humana mil misterios que nos muestran la mano de Dios en todas sus obras y en la predisposición de los acontecimientos. Cuando Pepe lloraba la pérdida de su esposa, yo lloraba a mi padre, y sin estos dos profundos sentimientos para nuestras almas ja- más nos hubiéramos amado. ¡Pero yo vertí lágrimas y pen- sé en su desgracia entonces, y él no sabía de mi existencia! Esta tarde me volvió a jurar mi Pepe que serían eternos su consagración y su amor convocando la sombra de mi ado- rado padre… ¡Yo en el fondo del corazón le hice el mismo juramento y él nos oyó desde el cielo! Pepe, ¡desde ese día nadie me había comprendido hasta que tú me amaste!

22 de febrero, las diez de la noche Ayer me trajo mi amado Pepe un bellísimo ramo de pen- samientos para adornar mi mesa con su hermosura e inun- darme de su delicioso perfume, recordándome sin cesar mi amante trovador que me lo regaló habiéndolo escogi- do él mismo. Pasé un rato muy agradable y dichoso escu- chando con mi Pepe las sentidas y suavísimas armonías de

612 Diario íntimo

la Lucía de Lamermoor379 que tocaba mi mamá, ¿puede haber felicidad más grande que el escuchar una pieza tan llena de poesía y sentimiento como es esta y oírla al mismo tiempo que el ser que más amamos?… Cuando escuchaba yo por primera vez esta pieza que me hacía derramar lá- grimas, cuando escuchaba aquellos sublimes acordes que me conmovían tan profundamente, ¿cómo iba yo a soñar que la persona que más querida era de mi corazón en lo futuro sería Pepe?… ¡Qué misterios en nuestra vida, mi trovador!… ¡Adiós, mi amado y amante trovador!

24 de febrero Anoche no escribí porque se fue Pepe muy tarde y quería pensar mucho antes de escribir lo que voy a hacer aho- ra. Anoche mi mamá estaba en la sala tocando piano. Mi Pepe y yo estábamos en mi gabinete… Cuando yo le pre- gunté si me amaría siempre como ahora, su contestación fue el bajar la Biblia de adonde estaba y jurarme sobre ella que me amaría eternamente… Pepe, ¿reflexionaste bien cuán solemne es este acto? ¿Habéis pensado que después de haber jurado sobre las Santas Escrituras tu amor sería eterno?, ni la muerte nos podrá dividir, ¿y que si yo me muriera mañana tendrías que consagrarte eternamente a mi memoria?… ¡Habéis pensado en esto, sí! Pues bien, yo también te lo juré sobre ese libro fundador del Cristianis- mo y de la Fe, que te amaré eternamente. ¡Nuestro amor

379 Lucía de Lammermoor, drama trágico en tres actos con música de Donizetti, estrenado en 1835.

613 Soledad Acosta de Samper es un reflejo del amor divino y ambos lo juramos sobre el Libro de los Libros! Pepe, algunas veces he creído que no eras lo suficien- temente respetuoso hacia la religión del Cristo, lo que me ha dado algún pesar. Yo no soy fanática pero soy pro- fundamente religiosa y creo que la que yo he escogido es la mejor para adorar a Dios. Yo no soy católica sin haber reflexionado mucho sobre esto… Hasta los doce años viví en Bogotá, después fuimos a vivir diez meses con la madre de mi mamá que era protestante. Ella trató de convertirme. Mientras estuve allí no leí más sino libros protestantes, no iba sino a iglesias protestantes. Pero, aunque muy niña, escuchaba todo, leía todo, nunca contradecía, pero no me pude convencer. En Francia estudié y comparé los dos cul- tos, el católico y el protestante, y estoy hondamente con- vencida de que el primero es el mejor para mí, porque yo creo que la religión de cada uno se encuentra en el fondo de su corazón y en lo que puede creer. Yo nunca veo en los sacerdotes a los hombres, sólo veo en ellos el instrumento de Dios para servir su altar en nombre del pueblo y para recordarnos los preceptos de la palabra del Señor. Por eso creo que se debe respetar no a ellos, sino a su Santa Misión. Lo que acabo de escribir aquí jamás se lo he dicho a nadie, pero quiero que tú comprendas perfectamente cuáles son mis más íntimos sentimientos.

Las diez de la noche Acabo de venir de pasear a la luz de la luna, que está bellí- sima. Yo siempre encuentro encantos en la contemplación

614 Diario íntimo de la naturaleza bajo todos aspectos, ya rompan los rayos aterradores, ya ilumine la tierra la dulce reina de la noche, sea de noche o sea de día. ¡Mi alma se siente más libre, mis pensamientos se elevan hacia los cielos cuando me encuen- tro en la presencia de las obras del Creador! Pero cuan- do estamos en la compañía del ser que más amamos, cuando ambos podemos contemplar las mismas hermosuras, ¡en- tonces no solamente me siento contenta, sino profunda- mente feliz! Mi Pepe siempre fino y amante me regaló hoy un pre- cioso florero que había traído de Ambalema. Él siempre escoge sus regalos con tanta delicadeza. Yo que amo tanto las flores… Un florero es el mejor recuerdo. Me lo mandó lleno de flores muy bonitas y ellas perfuman mi mesa ahora. Mucho placer sentí al ver todos los documentos tan honro- sos para mi Pepe que trajo esta tarde para que viera yo. En cada uno de ellos veo un título más para estimarlo y admi- rar su talento, puesto que desde muy joven los hombres que valen algo en su Patria han sabido conocer su mérito. Leyó mi diario de ayer y me hizo una piadosa impro- visación en honor de la Santa Biblia, tan hermosa y tan dulce a mi oído como todo lo que compone mi trovador. Adiós mi Pepe, voy a entregarme al sueño. Estoy muy can- sada, apenas puedo escribir. Temo que he puesto muchos disparates en esta página de mi diario. ¡Gracias!, dulce bien mío… ¡Gracias!, ¡mi hermosí- simo ángel!

615 Soledad Acosta de Samper

¡Eres tan buena, tan generosa, tan noble! ¡Quién no te ha de adorar si hay en tus palabras tanto amor, tanta ternura, tanta divina poesía!, ¡tanta armonía deliciosa!…

25 de febrero, las diez y media de la noche Mi Pepe leyó lo que había escrito anoche y puso dos lí- neas dándome las gracias. ¿Por qué?, ¿por qué te amo mi trovador? Oh, tú no sabes lo que siente el corazón de una mujer, tú no sabes el entusiasmo que encierra mi alma. Tú no puedes nunca saber cuánto, cuán profundamente te amo y te estimo, cada día más. Cuéntame siempre tus acciones generosas, mi Pepe, y si temes que otras personas se podían cansar al oír todo lo que tú has hecho de bue- no, yo siempre escucharé con el mayor placer cuanto de virtud y de generosidad habéis hecho en tu vida. Me trajo hoy otro ramito de flores muy elegante, ¡cuánto amo yo una flor regalada por mi trovador!

26 de febrero, las diez y media de la noche Mi diario, mi fiel diario, si te he contado mis alegrías, mi felicidad, ahora te tengo que contar mis pesares y mi tris- teza… Esta tarde estaba aquí mi Pepe cuando lo vinieron a llamar de casa de Eloisa. Yo me quedé llena de aprehen- sión hasta que volvió mi trovador y nos dijo que tenía que ausentarse otra vez. Su hermano Manuel está enfermo en Guaduas y tiene que ir a acompañar a su esposa que se va mañana. Siempre separados, bien mío, ¡siempre algún pesar que enturbia nuestra alegría! Pero yo estoy segura de que tu hermano se repondrá, la esperanza está en mi corazón.

616 Diario íntimo

Tú volverás pronto y contento. Sin embargo cuánto me cuesta tu partida. Apenas una semana desde que volviste y te alejas otra vez, aunque será sin duda por pocos días. Mañana viene temprano a despedirse, qué triste estoy. Adiós mi Pepe, adiós mi ruiseñor. Tus dulces cantos me consuelan siempre. El que compusiste esta noche, aunque es triste, me consuela, ¡mi amado trovador!

27 de febrero, las ocho y media de la mañana Se acaba de ir mi Pepe, que se vino a despedir… Me había man- dado más temprano a mi cuarto un ramito de flores como último recuerdo. Yo estoy muy triste, no puedo escribir más.

Las siete de la noche El sol se puso en medio de un manto de nubes, el cielo entero parecía hacia ese lado un mar de púrpura y de gra- na cuyo resplandor iluminaba a lo lejos la sabana. ¡Ese magnífico rey del día se desapareció a nuestras miradas cual un príncipe se esconde tras los cortinajes de púrpura emblema de su poder y nobleza! La dulce y apacible luna apareció entonces en el cielo pero triste, un ligero velo de leves nubecillas la cubrían como transparente gasa y pare- cía una blanca virgen dedicada al templo del Señor. ¡Qué contraste! Hacia el ocaso la magnificencia, el esplendor, el emblema del poder expiraba, mientras empezaba a rei- nar el emblema de la virtud y de la inocencia. ¡Luna, dulce Febe!, busca a mi trovador, ilumínalo con tus argentados rayos. Dile que no me olvide un momento y dile, ¡oh!, ¡dile cuánto lo amo!…

617 Soledad Acosta de Samper

Las diez y media Claro y sereno está el cielo. La luz de la reina de la noche impide que brillen las estrellas… Sólo una puedo ver, la misma que contemplaba yo en tiempo de mis pesares y so- bresaltos en la Revolución. Esa estrella la miraba yo como el faro que me prometía un desenlace dichoso a todas mis penas, y siempre, cuando más triste estaba, al verla volvía la esperanza a mi corazón y me hallaba más tranquila y el porvenir me sonreía otra vez. Nadie sabe lo que sufría en- tonces mi corazón y cuán tenebrosos eran algunas veces mis pensamientos sólo por ti, mi amado y ausente trovador.

28 de febrero, las diez y media de la noche Vengo de adonde Atilia Briceño. Fuimos a darle el pésa- me por la muerte de su madre y he venido con el corazón apretado. Allí sólo hablaban de enfermedades y muerte, de desgracias y de personas afligidas. Me llena de tristeza el oír todo esto y de aprehensión por mi amado Pepe. No sé cómo definirlo pero temo, y no sé qué… Deseo verlo otra vez de vuelta lo más pronto pues temo que le suceda algo por allá. ¡Oh! mi Pepe, yo no puedo vivir contenta un momento sin ti, ¡no puedo disfrutar de un instante de tranquilidad mientras estés lejos de mí, mi trovador!

29 de febrero, las dos de la tarde Mandamos a preguntar a casa de Eloisa si habían sabido algo de Manuel. Nos mandaron a decir que habían teni- do noticia antes de ayer tarde y que estaba ya mejor. Gra- cias Dios mío por esto, yo no quisiera que mi Pepe tuviese

618 Diario íntimo nunca el menor pesar, ¡oh!, ¡él no merece, Señor, que ten- ga más pesadumbres!

Las diez y media de la noche Todo el día meditabunda, triste y sola en mi cuarto. Le- yendo sus libros y traduciendo la Huida de la Bastilla de Latude que me recomendó mi amado Pepe que hiciese del francés de Dumas380. Esta tarde estuve adornando mi cuarto con estampas y retratos de personas célebres en la historia. Mi imaginación no se ocupa sino de Él, no pien- so a todas horas sino en él. ¿Adónde estás, mi amado, esta noche? Sin duda en Guaduas. ¡Oh!, supiera yo si la causa de su aflicción ya pasó. ¡Oh!, ¡pudiera yo saber cuáles son sus pensamientos ahora mismo!… La noche está hermosísima, la luna brillante. ¡Oh!, ¡si te sientes triste recuerda el amor de tu Solita!

2 de marzo, las ocho de la noche Acabo de recibir en este instante dos cartas de mi errante trovador. Cuánto placer siento al ver tus letras, mi amado Pepe, y saber que tu hermano está ya mejor y fuera de pe- ligro me llena de contento… Tú no sufrirás más pesares, me lo dice el corazón. ¡Oh!, ¡si yo puedo hacerte feliz, si tengo en mi poder el hacerte dichoso, lo serás!, pues este es mi único, el solo anhelo de mi alma. Me dices que no me olvidarás un momento. Ya lo sé, porque tú me amas

380 A Jean-Henry Latude (1725-1805) se le conoce por el relato de su prisión en la Bastilla.

619 Soledad Acosta de Samper como yo te amo y yo sólo pienso en ti a todas horas. Sin cesar recuerdo tus palabras y estás siempre presente a los ojos de mi espíritu. Tú, mi Pepe, me comprendes tan bien, adivinabas el afán en que quedaba y en dos días me has escrito dos cartas seguidas. Esta es mucha fineza y te la agradezco, pero no puedes venir todavía, es indispensable que aguardes unos días más. Tu familia ha menester de tu compañía y tú, aunque estoy segura que deseas volver al lado de tu Solita, te quedas. ¡Siempre bondadoso y tierno con su familia es mi amante trovador!

Las diez y media Después de volver a leer tus cartas, mi Pepe, me voy a acos- tar tranquila y contenta esta noche. Tú no sabes cuánto alivio me han dado y cuántas aprehensiones me han qui- tado tus cartas. Lo único que siento en el alma es que te tienes que estar más tiempo lejos de mí, qué hemos de ha- cer, tener paciencia. ¡Siempre debemos de estar separados! Adiós, mi amado, mi fiel y tierno trovador, ¡no me olvides un momento, bien mío!

3 de marzo, las diez y media ¿Qué tengo que decirte, diario mío? Que pasan los días y las horas, pasan tristes cada una porque sola estoy… ¿Sola? Sí, ¿qué es de mi vida si mi Pepe no está a mi lado algu- nas horas cada día?… ¡Mi trovador! Ven, ven mi ruiseñor amado. Me hacen falta tus cantos, sin ti no encuentro pla- cer en parte alguna, ¡sin ti no hay mundo para tu Solita! Mis flores ya se marchitan y si tú no vienes quién me dará

620 Diario íntimo tan lindas y que yo pueda amar como las que tú me traes. ¿Crees tú que son bellas, que tienen perfume las flores que otros me regalan? No, para mis ojos sólo tienen hermo- sura las tuyas, Pepe. Adiós mi Pepe, hasta mañana que te vuelvo a hablar de lejos aunque sea. ¡Adiós! Sin duda esta noche te ocupas de mí con mi prima. ¡No me olvides, mi amado!

4 de marzo, las diez y media Lo mismo que ayer, pensando sólo en ti mi Pepe paso mi vida, suspirando por tu ausencia, leyendo tus poesías, cuidando tus flores… ¿Qué ha de hacer el pobre pájaro abandonado en su jaula cuando ausente se halla el ser más amado? Esta tarde tuve la loca idea de que tal vez podrías llegar, me estuve en el gabinete y cada lejana figura creía que eras tú, mi bien… Llegó la noche, empezó a llover y perdí la esperanza. Adiós mi trovador, ¡adiós! Voy a soñar en ti como siempre. ¡Oh!, piénsame mucho. Mira que no me debes olvidar un instante, ¡yo te amo tanto!

5 de marzo, las diez y media Los quién vive de los centinelas en la esquina me recuer- dan mis pesares y angustias de ahora pocos meses. ¡Qué pronto olvidamos las penas que pasaron y jamás las ale- grías que acabaron! Desechamos una idea triste lo más pronto que es posible, no nos podemos acostumbrar a la desgracia. Pero a la felicidad sí. Así es la vida. Y sin em- bargo hay más penas que alegrías… ¿Por qué es esto? Por- que nuestras almas las hizo Dios para la felicidad, ese es

621 Soledad Acosta de Samper nuestro fin. La buscamos en esta mansión que atravesamos, sin poderla hallar jamás completa. ¡Ella nos espera en la inmortalidad! Por eso, mi Pepe, jamás pierdo la esperanza, si no somos felices aquí yo tengo la completa convicción de que después la encontraremos juntos, ¡sin tregua y sin fin! ¡Oh!, yo soy tan incrédula, mis sueños son tan bellos que jamás se pueden realizar. ¡Jamás he creído en nada sino en tu amor, mi amado, mi dulce trovador! Estoy triste esta noche. La luna brilla muy melancólicamente sobre un cielo opaco y cubierto de niebla… Mucho te has tardado, mi Pepe. Todo el día esperándote he estado. Mañana hará sólo ocho días desde que te fuiste y sin embargo me pare- ce que hace mucho tiempo. ¡Hasta mañana, mi amado!

6 de marzo, las once del día Acabo de recibir una carta de mi tía María. Cuando pien- so en su suerte, en la vida que ella ha pasado, no puedo menos que entristecerme. Con talento nada común, con nobles y poéticas ideas, empezó la vida llena de esperanzas. ¿Y qué es ahora de sus románticos sueños? Se perdieron uno a uno con los años: rodeada siempre por personas que jamás la pudieron comprender pasó su juventud, segan- do sólo desengaños y pesares. No hubo nunca un ser que la supiera amar, que pudiera entender su alma. Tiemblo cuando recuerdo que sin haberte hallado a ti, mi amante trovador, tal hubieran sido mis futuros años. ¡Oh!, ¡sólo tú me has comprendido, como yo te comprendo! Por eso te amo tan profundamente, mi Pepe.

622 Diario íntimo

Las diez y media de la noche ¡Dios mío! ¿Por qué siento tanta aflicción esta noche? ¿Por qué corren mis lágrimas? ¡Oh!, cuán desconsolado está mi corazón… Yo creía firmemente que vería a mi Pepe hoy, lo esperaba, y no ha llegado. Estoy llena de tristeza, de pesar. ¡Oh!, ¡cuánto, cuán amado eres de mi alma, mi amante trovador! Tu ausencia me es tan penosa, cuando te hallas lejos de mí no tengo un momento de sosiego, siempre aprehensiones tengo por ti, siempre sobresalta- da y triste. ¡Oh!, ¡cuánto te amo, mi dulce ruiseñor!… ¡Adiós!, adiós bien mío. ¿Mañana será el día más feliz que hoy para nosotros?… ¿Mañana? Es un aniversario, ¡el 7 de marzo!

7 de marzo, las siete de la noche He pasado el día esperándolo… Llegó la noche y hasta aho- ra me he estado en el gabinete tratando de verlo venir. Los temores que yo no había querido permitir entrada en mi corazón han vuelto allí otra vez. Tengo un pesar, una agi- tación vaga me persigue… No puedo hacer nada, huyen mis ideas lejos del libro que trato de leer. ¡Oh!, mi Pepe, ¡mi Pepe! No sabes tú, bien mío, todo el afán que me oca- sionas y los tristes pensamientos que me causas.

Las diez de la noche La noche está oscura y triste. Reverberan de tiempo en tiem- po los relámpagos en el horizonte. Pero ¡oh!, mi alma está aún más melancólica… Mi voz se eleva hacia el Señor, mi ruego alcanza hasta su trono. ¡Oh!, ¡yo sólo sé orar por él, y

623 Soledad Acosta de Samper

por él levanto mi plegaria ahora, por su salud, por su seguri- dad, por su vida! Yo pido para mí esperanza no más y aliento para mi corazón… Las densas nubes se apartan un instante allá sobre los cerros y se levanta la argentada luna luminosa y bella, vertiendo su plácida luz por un momento sobre mí. Vuelven las nubes a cubrirla, pero después se desaparecen poco a poco dejándola despejada y sola sobre el azul pabe- llón del cielo… Vertió tanta calma en mi alma este astro de los tristes que iré a entregarme al sueño más tranquila. ¡El Señor no nos abandona nunca mi Pepe! Cubrieron la luna las nubes por un instante, ¿es decir que tengo que sufrir toda- vía un pesar?… Sí, ¡pero volverá la tranquilidad otra vez a mi corazón!… La luna la veo clara y serena. ¡Adiós mi trovador!

8 de marzo Acabo de recibir una larguísima carta de Pepe y he tenido la pena de no mostrársela entera a mi madre. ¿Por qué? No he tenido valor, hay allí revelaciones que no quisiera que ella supiera jamás. Yo la conozco mucho y sé que le darían mucha pena… Sabe Dios las lágrimas que me ha costado a mí… Nunca me vuelvas a hablar sobre una materia que me entristece tanto. No quiero verla nunca y trataré en olvidar su existencia. Esto es todo lo que te prometo. Mi corazón es muy deli- cado, muy sensible. Tal vez será que no conozco lo suficiente el mundo. Veo abrirse a mis pies la vida y su vista tan dife- rente de la que yo había soñado me asusta, me atormenta. Yo me he educado sola siempre con mis fantásticas ideas, idealismos de un corazón soñador alimentado con poesías

624 Diario íntimo y con libros que leían antes mis padres… No sé pues cuáles deben ser mis sentimientos sobre eso. Tal vez no podré olvi- darlo, porque tengo que confesártelo que esto me ha llenado de profundo pesar. Mi corazón no puede acostumbrarse al mundo. ¡Pepe te… perdono! Pero nunca me vuelvas a hablar de ella. ¡Oh!, ¡tú comprendes bien de quién hablo! Otra cosa me ha dado pena. Sabed que yo nunca creo que estoy bella, jamás pienso en esto. Yo me conozco lo sufi- ciente para estar persuadida de que cuando tú me lo dices, si acaso verdaderamente lo crees, es ilusión de poeta. Te permito que lo digas porque eres mi trovador, pero nunca pienses que yo lo creo aun por un instante. ¿Acaso no tengo espejos para ver cómo soy verdaderamente? Tú me amas mucho, por eso crees que no soy fea, pero otra cosa pienso yo. ¡Oh!, todavía no sabes comprenderme. El día que te fuiste estaba sólo triste por tu partida, ni por un momento recordé que podía parecer menos bien a tus ojos. Esto no me pasó por la imaginación. Siento mucho que hayas tenido tales pen- samientos, pues era creer que yo misma no me conocía. Yo me he estudiado mucho y conozco imparcialmente todos mis defectos y mis pocas cualidades. Soy extremadamente severa conmigo misma en todo, y no hay ser a quien más critique que a mí misma. Ya ves cuán equivocado estabas cuando creíste que yo pensaba que estaba menos bella, puesto que yo sé jamás lo estoy. Tu carta, sin embargo que me ha hecho verter lágrimas, está llena de amor y de ternura. Mi Pepe, yo sé que tú me amas cada día más.

625 Soledad Acosta de Samper

Las cuatro y media de la tarde Yo he querido ser siempre franca con mi Pepe. Quiero siempre decirle mis impresiones, cuanto pienso sobre lo que él me diga o sobre lo que a mí me pasa, y aunque al- gunas veces puedo lastimarlo —lo que me causa pesar— no por eso dejaré de hacerlo. Yo creo que en un verdadero amor la completa confianza es lo que más se debe cultivar. Tú lo haces también. Te agradezco esta última prueba de sinceridad conmigo, y si me ha dado pena también me ha convencido de que eres franco en todo. Olvida después de leer esto que me has dado pesadumbre y no hablemos nunca más de lo que no quisiera acordarme.

9 de marzo, las siete de la noche Ayer y hoy todo el día me ha oprimido una profunda tris- teza, un desaliento, un abatimiento, que no sé qué pensar. Esta vaga angustia que me atormenta a todas horas, que me sigue, no dejándome un instante de tranquilidad, ¿por qué es?… Ayer debía él haber llegado, hoy lo esperaba a cada instante y sin embargo no parece… Estoy desesperada, mil pensamientos horribles cruzan por mi mente, siento la ca- beza caliente, no me puedo ocupar en nada, imposible fijar mis ideas. ¡Oh!, yo no comprendo tanta tardanza, no en- cuentro ya motivo para esta larguísima ausencia… Nunca había tenido tanta aprehensión por él, ni aun cuando es- taba exponiendo su vida en la revolución tenía tan grande desconsuelo como siento ahora. Pepe, bien mío, ¡no sabes cuánto me haces sufrir algunas veces! Desde que te conocí cuántas lágrimas he vertido por ti, ¡por eso será que te amo

626 Diario íntimo tanto!… Si ahora dos años no sabía lo que era la felicidad de amar y ser amada tampoco conocía este pesar, este continuo sobresalto y a veces profunda melancolía que mora en mi corazón cuando estás ausente. Si has abierto para mi alma un mundo de felicidad no soñada, también me has hecho sentir un mar de amarguras, de angustias y de pesares cuya existencia no conocía ni podía comprender. Ámame mu- cho mi Pepe, ¡no sabes todavía cuánto cariño tengo por ti y cuánto lo merezco puesto que te amo tanto!…

Las diez y media ¡Oh! Pepe, mi amado Pepe… Cómo calmar esta desespera- da tristeza que me abruma, que me despedaza el corazón. Tú crees que soy tal vez fría, indiferente… ¡Pero no sabes las terribles tempestades que pasan aquí en mi alma bajo mi tranquilo exterior! ¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué tan- to dolor?… No podría venir hoy. Vendrá mañana. No hay causa para tanta tristeza. No, nada me puede consolar. Él también ha estado y está triste, ¿no debo estarlo también? Adiós mi trovador. Adiós, piénsame a mí, mucho, ¡mucho! ¡Si mañana no sé de ti y no vienes no sabrás lo que harás sufrir a tu Solita!… Pero ¡oh!, allá en el cielo brilla la estre- lla de mi esperanza que en mis días de pasadas angustias calmaba mis aprehensiones prometiéndome un porvenir dichoso. Sí, esto es una dulce superstición. Esa estrella me tranquiliza. Sola brilla sobre un cielo cubierto de nubes, ¿por qué no aceptarla en signo de alegría?…

627 Soledad Acosta de Samper

10 de marzo, las diez de la noche Anoche a las doce de la noche llegó mi Pepe tan amado y no me había levantado todavía cuando vino el criado con una carta anunciando su llegada. Si te he ofendido, bien mío, perdóname. ¡Esta noche, Pepe, no seas injusto y cruel con tu Solita!

—¡Me dices que soy cruel! ¡Ah! ¿Podía yo esperar semejante palabra de ti?… Ya veo que mi franqueza te desagrada…

—Pepe381

11 de marzo, las diez y media de la noche Todo el día casi ha estado mi Pepe conmigo. Me mandó dos ramos de lindísimas flores esta mañana. ¡Oh!, qué pre- ciosas son para mí tus flores, mi amante trovador, cuánto perfume tienen para mí y cuánto las quiero cuando son mandadas por ti y cogidas por tu mano. Me siento hoy tan contenta, tan feliz con el amor de mi Pepe. La ausencia es muy dura pero como tú dices nos muestra cuánto nos ama- mos y qué placer encontramos al vernos cada día siempre amados y amando lo mismo y si es posible aún más que antes. Hoy le escribí a Agripina, la querida hermana de él, en contestación a una amable cartica que me mandó con mi Pepe. Yo estoy segura de que ella y yo simpatizaremos. Tiene tantas cualidades para apreciarla, y es su hermana,

381 De nuevo el amado inscribe su escritura dentro del diario de la autora.

628 Diario íntimo pues la amaré mucho. Adiós, mi tierno trovador, hasta ma- ñana. Voy a acostarme satisfecha contigo y con mi suerte. ¡Veo un porvenir dichoso en lo futuro, pues creo que yo podré contribuir a tu felicidad, bien mío! La composición que me hiciste esta noche es tan dulce para mi oído como es todo lo tuyo. Se intitula «La música».

12 de marzo, las diez de la noche Por qué será que cuando estoy triste, cuando me persiguen pensamientos amargos, puedo entonces escribir, puedo ex- presar mi dolor. Pero cuando me hallo contenta, más que contenta, feliz, no puedo comprender mi dicha, no puedo explicar lo que siento. ¡Oh!, es tan melancólico mi espíri- tu, está tan enseñado al pesar, que no puede amoldarse y encontrar la felicidad sin turbarse, sin perderse en un mar de fantasías que me hacen meditabunda. ¡Y no puedo en- tonces decir lo que siento! Perdóname, bien mío, mi tier- no trovador, si me crees algunas veces demasiado callada. Deja que me acostumbre a ver que sí hay felicidad en el mundo y completa simpatía entre nosotros y me encon- trarás cambiada. Ten paciencia mi Pepe, ¡tú no me amas —no lo creas— más de lo que yo te amo!

13 de marzo, las diez y media de la noche Lo mismo que ayer, contenta con mi suerte, tiernamen- te amada y amando lo mismo a mi trovador. Pasamos las horas juntos dibujando y leyendo o escribiendo, alegres siempre cuando se halla aquí y tristes cuando se va, cuan- do no está presente mi Pepe. No encuentro placer en nada,

629 Soledad Acosta de Samper no tiene nada brillo, hermosura y poesía cuando no está a mi lado. Mi pensamiento se ocupa sólo de él a todas ho- ras y no puedo fijar mi imaginación sino en lo que él ha dicho. En El Tiempo, papel redactado por mi Pepe, salió hoy el segundo artículo de una especie de revista de los pueblos de aquí a Ambalema. Se intitula Impresiones de viaje y lo escribió mi trovador cuando estuvo allá ahora un mes. Todo lo que escribe él es siempre para el bien de la Patria. ¡Cada día te encuentro más noble y más digno de mi amor! El «17 de abril», historia de esta última revolución que publica de folletín en el mismo periódico, es una obra que le dará mucho brillo a su reputación. Siempre imparcial en sus juicios, trae las causas de esta indigna revolución desde muy lejos, tachando a los culpables pero moderado y justo con todos. ¡Oh!, si mi adorado padre estuviese vivo cuánto te amaría, mi Pepe, qué contento estaría con que fueras mi esposo.

14 de marzo Hoy empieza el juicio al presidente Obando, juicio que llenará de gloria a la República mostrando cómo si el pri- mer magistrado se conduce mal en el poder, se le puede acusar ante el pueblo. ¡Que no permitiremos en la Nueva Granada que amenacen impunemente a la Libertad!382.

382 La Corte Suprema juzgó a Obando y lo absolvió de toda compli- cidad con Melo. Sin embargo no regresó a la presidencia, la cual fue asumida por Manuel María Mallarino el 1.º de abril de 1855.

630 Diario íntimo

Las diez y media Se acaba de ir de aquí mi trovador. Hemos estado felices como siempre dibujando ambos, yo una viñeta para la composición de la música y él una vista de Honda. Adiós, mi trovador. ¡Oh!, es tan dulce saber, estar persuadida de que tú me amas tanto. Tener la certidumbre de que si yo pienso en ti sin cesar tú tampoco me olvidas por un mo- mento. ¡Adiós mi amado Pepe!

15 de marzo, las diez y media de la noche ¡Te has quejado de mí, mi trovador, con cuánta injusti- cia! ¿No sabes pues cuán amado eres de mi corazón? ¿Tú no sabes que sin ti es el mundo un vacío, que nada puede gustarme si tú no estás a mi lado? ¿No entiendes que aun- que esté silenciosa estoy muy feliz cuando estrechas mis manos entre las tuyas?… Qué, mi amado Pepe, ¿no me comprendes todavía, y te quejas de mí? ¡Ah!, ¡qué injus- ticia hay en esto, mi trovador! No vuelvas a decirme eso mi Pepe, tú no sabes cuán profundamente te ama tu So- lita… Quiera Dios que algún día lo conozcas. Cuando te oigo leer tus primeros ensayos en literatura, cuando veo la madurez de tu espíritu a la edad de dieciocho años383,

Los dirigentes democráticos fueron juzgados, indultados algunos y otros desterrados. Melo fue condenado a ocho años de destie- rro; viajó a Costa Rica, El Salvador y México, país este donde fue fusilado en 1860, mientras combatía en las filas de Benito Juárez. 383 El amado tiene veintisiete años en 1855. Nació en 1828 y murió en 1888. La autora tiene veintidós.

631 Soledad Acosta de Samper encuentro cuán merecedor eres de toda mi estimación y cariño. ¡Oh! Tú eres como había soñado yo debía ser aquel ser para quien mi corazón se guardaba sin haber amado hasta que te vi, mi trovador. Sí, tú eres mi «bello ideal», tu talento y genio es tal como deseaba yo encontrar, un alma hermana de la mía y que yo puedo amar y respetar. Un alma que me comprende. Tú no sabes todavía que mi espí- ritu, aunque naturalmente melancólico, es entusiasta, que bajo esta apacibilidad exterior, hay allí mucho fuego que dor- mía porque no había habido quien lo despertara. Ten pa- ciencia mi Pepe y algún día acabarás de comprenderme. Yo sé que soy digna de todo tu amor.

16 de marzo, las diez y media ¡Oh!, ¡oh! mi diario. Tú, que siempre has recibido mis con- fesiones, y has escuchado mis quejas cuando estoy triste, y mis alegrías, oye ahora el pesar que me atormenta esta noche. Si yo fuera orgullosa con Pepe como soy hacia el mundo entero jamás escribiría lo que ahora voy a con- tarte, mi fiel diario… Se me llenan los ojos de lágrimas al pensarlo, pero tengo que decirlo, quiero que él sepa to- dos mis pensamientos. Aunque me cree de nieve no sabe cuán sensible es mi corazón. Jamás me había quejado de él desde que le prometí ser suya, pero hoy he hecho un descubrimiento que no sé si me llena más de amargura o de tristeza… He conocido que Pepe, que yo creía que me comprendía y amaba tanto como yo a él, ¡Pepe se siente cansado y aburrido con su Solita! Cada día la encuentra más insípida y sin interés… ¿Seré injusta al suponer esto?…

632 Diario íntimo

Qué pregunta tan necia, ¡cómo me iba a decir que es cier- to!… Pepe, Pepe, todavía no me conoces. Cuando sea tu esposa sabrás cómo soy verdaderamente, ten paciencia, te lo ruego. ¡Y tú me crees insensible y de nieve!

17 de marzo, las once del día Anoche estaba yo sentida con mi Pepe porque creí encon- trar que estaba descontento conmigo… Tal vez tiene él ra- zón en creerme insípida pero no la tiene cuando me dice que soy indiferente. Yo no le digo todos mis pensamien- tos, mis sueños, porque todavía no he aprendido a hablar el lenguaje de mi corazón, jamás he dicho lo que pensa- ba… Pepe, ámame mucho. ¡Alguna vez comprenderás que sí tengo ideas, y entusiasmo!… Un mes y medio no más falta, no te canses de mí antes de que sea tu esposa. ¡Oh!, yo te conozco mucho, mi corazón es muy delicado, muy sensible. No sabes cuánto pesar me causa a veces una pa- labra, una mirada.

Las once y cuarto Vino esta tarde mi amado trovador y toda mi tristeza, mi pesar, se disipó al hablarme él. ¡Oh!, tiene tanto poder sobre mi espíritu que inmediatamente me volvió la tranquilidad al corazón con sólo una palabra… Me compuso en nuestro libro una linda improvisación, ¡esta es su venganza por mis injusticias de anoche!… Tú me amas mucho mi Pepe. Yo me quejo a veces, pero es porque tu amor es todo mi tesoro y temo que tú no estés tan contento cuando estás conmigo como yo contigo, ¡mi tierno y amado trovador! Perdóname

633 Soledad Acosta de Samper y te prometo no volver a decirte una queja tan sin funda- mento como esta. ¡Adiós mi Pepe, sueña con tu Solita!

18 de marzo, las diez y media Contenta, feliz con mi amado y amante Pepe, pasamos ratos muy agradables, llenos de felicidad y encanto. ¡Oh!, nos amamos tanto, ¿no mi trovador?… Es tan dulce el sa- ber que cada latido de nuestros corazones es un himno a Dios para rogarle cada uno por el otro, que si yo te pien- so sin cesar y tu memoria no se aparta de mi espíritu un instante, tú también me recuerdas continuamente a todas horas… ¡Oh!, tú no sabes, bien mío, lo que ama el corazón de una mujer por… no diré por primera vez, porque es por única y última vez. Estoy persuadida de que sólo una vez se ama verdaderamente, ¿no es cierto mi tierno trovador? Me regalaste flores, estuviste tan amable y alegre como me agrada verte. ¡Oh!, ¡he pasado un día feliz!

19 de marzo, las diez y media Vuelan los días y de cada uno que pasa, queda un eterno recuerdo de alegría y de placer para el alma. Siempre con- tenta con mi Pepe, cada día lo amo más y soy más feliz con su amor. ¿Y yo creía que no había felicidad sobre la tierra? Para las gentes que no saben amar, que no tienen entusiasmo, yo creo que no la hay. Pero para nosotros, mi trovador, que hemos comprendido lo que es el profundo pesar, sí hay felicidad porque la sabemos sentir, la sabe- mos apreciar. No creas, mi amado, que yo soy impasible y que no tengo entusiasmo, no lo creas. Es sólo que yo me

634 Diario íntimo he enseñado a dominar mucho a casi no mostrar lo que siento. Yo no sé amar a medias, o es con todo mi corazón o completamente indiferente. En el fondo tu carácter y el mío son parecidos, sino que tus primeras impresiones y tus primeros años fueron tan diferentes de los míos que en apariencia son tal vez opuestos. Yo te he estudiado mu- cho mi Pepe, y te conozco muchísimo.

20 de marzo, las diez media de la noche Esta mañana fuimos adonde las Briceño, que vinieron de Villeta muy tristes porque habiendo dejado Bogotá con su madre vuelven aquí sin ella. Mi Pepe vino esta tarde como acostumbra. Bailamos un valse solos: Los rayos de la esperanza. ¡Cuántos recuerdos para nosotros! Tuvo mi trovador la fineza de mandarme esta mañana un elegante ramo de flores. Pasamos las horas felices, amantes y amados.

22 de marzo Anoche no escribí porque no tuve tiempo. Me acosté des- pués de las doce de la noche. Por la tarde habíamos ido a encontrar a mi tía Ana María y a Soledad que venían de Guaduas. Fuimos con mi Pepe y estuve muy contenta. Vino mi trovador amado hoy por la mañana y me com- puso una linda improvisación llena de amor y de entusiasmo. Se llama «Entusiasmo»384. Estoy tan feliz, tan dichosa

384 «Entusiasmo». El entusiasmo es una de las características más re- levantes de la subjetividad romántica.

635 Soledad Acosta de Samper cuando te veo aquí, bien mío. ¡Mi corazón lo encuentro tan lleno de alegría, rebosando de placer al ver que cada día nos amamos más, que estamos tan contentos cuando estamos juntos! ¡Oh!, nunca volveremos a tener la menor queja el uno del otro, ya nos comprendemos perfectamente, ¿no mi Pepe? Si digo o hago alguna cosa que te desagrade perdóname siempre inmediatamente, tú sabes que no es voluntariamente, porque te amo tanto que jamás quiero darte el menor pesar. Yo haré lo mismo contigo y seremos así más felices. Adiós mi amante, mi amadísimo trovador. ¡Piénsame mucho y sueña con tu Solita!

23 de marzo, las diez y media de la noche Lo mismo que siempre, mi trovador amante y tierno. Yo como ayer contenta, con su amor feliz, ¡mi corazón te ama tan profundamente! ¡Te agradan las páginas de mi diario, te encuentras dichoso con mi cariño, mi Pepe! ¡Oh!, tú no sabes que no es esto sino una débil expresión de lo que te amo, es sólo aquello que se puede decir en palabras. Tú comprendes que mi alma siente mucho más de lo que digo… Me hiciste hoy tres improvisaciones que son tan dulces siempre para mi oído: a mí «Tu Diario», «La pintura» y «Tu madre». Mi amado trovador, ¡tú me conoces tanto! ¡Yo tengo en ti completa fe y estoy persuadida de que sere- mos tan felices, tanto como se puede esperar sobre la tierra! Me mandó mi Pepe esta mañana temprano un elegante ramo de flores,lirios que tanto quiero y pensamientos que son mi encanto. Con las flores me mandó unos versos muy bonitos. Adiós bien mío, piénsame.

636 Diario íntimo

24 de marzo, las diez y media de la noche Conozco cuánto me amas, sé cuál es tu cariño inmenso hacia mí, y sin embargo me siento contigo algunas veces. No creas que estuve brava, no. Triste sí. Soy tan susceptible que me desagrada y entristece la más ligera, la más míni- ma desatención. ¿Crees tú que si yo no te amara mucho, muchísimo, me sentiría contigo? No, porque entonces me sería indiferente cuanto hicieras. Pues entonces per- dóname, te ruego, y no seas injusto nunca con tu Solita diciéndome que soy fría, indiferente. No sabes cuánto me hiere que me digas eso, no sabes el pesar que me causa una palabra así, porque creo entonces que no me comprendes. Adiós mi trovador, mi Pepe amado. Tú siempre te despi- des por última vez desde la calle.

26 de marzo, las nueve de la mañana Anoche no escribí porque el susto y la aprehensión no me dejaron. Pasé una noche de sobresalto y angustia, pero gracias a Dios esta mañana se desvanecieron mis temores. Voy a contar cuál fue el motivo: mi Pepe estuvo aquí como siempre. Bailamos, cantamos y tocamos piano muy con- tentos, hasta después de las diez que se fue él. Yo me fui al gabinete para verlo ir cuando salió. Cuando iba más allá de la casa lo llamó un hombre de capa dos veces. Él se volvió a ver qué quería y entonces yo oí que le dijo el otro: «¡Te van a dar unas estocadas!». Inmediatamente me llené de susto, quise llamarlo, pero ya iba lejos. Cruzó la esquina y desapareció. Mandamos preguntar a la mujer que vivía en la tienda y ella dijo que había oído decir al hombre que no

637 Soledad Acosta de Samper era que le iban a dar unas estocadas sino que él mismo se las iba a dar y siguió detrás de Pepe. Más temor nos dio. Yo me desesperé, creí que el hombre era Posadas, me pare- ció que había sido la voz de este facineroso. Y como corre la chispa de que va a haber revolución y aborrecen tanto a los gólgotas y los presos andan ya sueltos, no sé qué me pasó, mil ideas horribles me atormentaban. Para poder estar menos sobresaltados, mandamos a dos criadas que fueran a la casa de mi Pepe y averiguaran si había llegado allá. Volvieron diciendo que el criado les había dicho que todavía no había vuelto a su casa pero que cuando llegase vendría a avisarme. Estuve hasta las doce pasadas en el ga- binete esperando noticia de mi trovador. Por fin nos fui- mos a acostar. Esta mañana lo más pronto que fue posible mandamos a la criada y después de un rato me volvió la tranquilidad a mi corazón una cartica de mi Pepe dicién- dome que no le había sucedido nada, que seguramente había sido alguna chuscada385 de algún vagabundo, por- que no lo había seguido. ¡Oh!, mi Pepe, mi amado trova- dor, tú no puedes figurarte la angustia que pasé anoche y la dicha que volvió tu carta a mi alma. ¡Oh!, ¡tú no sabes tal vez cuánto te amo!

Las cuatro de la tarde El sol está brillante, el cielo puro. Mi Pepe estuvo aquí esta mañana. Estoy contenta. Sobre la mesa hay lindas flores que me mandó mi trovador y estoy leyendo una composición

385 Chuscada: ‘picardía’.

638 Diario íntimo

muy tierna que le hizo él a la Virgen María. ¡Qué alegre me siento ahora!

Las diez y media de la noche Después de haber pasado una noche de angustia y de pesar he pasado un día muy agradable con mi Pepe. Esta noche estuvimos a pasear con la luna. Estaba la noche tan bella, tan tranquila la atmósfera y sentía tan feliz mi corazón que no podía sino levantarlo hacia Dios. Es tan delicioso amar y saberse amado en la presencia de tanta grandeza y solemnidad hermosa de la naturaleza, en su tranquilidad. Ni el menor viento había, en todas partes quietud… La luna parecía sonreírse como una tierna madre sobre un hijo idolatrado. Mi amante trovador, así quisiera pasar mi vida contigo, en esta tranquila felicidad, sin un mundo a qué atender, sin agitación… Cómo ha cambiado mi espí- ritu desde que te amo. Antes deseaba ruido, movimiento, diversiones, en fin me gustaba una alegre sociedad. Pero ahora sólo en ti pienso, de ti no más me acuerdo. Todo, todo mi pensamiento, mi alma, mi corazón se han con- centrado en ti y quiero mi felicidad sólo porque así ha- ría la tuya. Mi Pepe, ¿crees tú que yo te amo como tú me amas?…

27 de marzo, las diez media de la noche Por qué, Dios mío, mi Pepe interpreta mal mis pensamien- tos. Por qué interpretas mal mis sentimientos. Esto me atormenta, me llena de pesar, ¿no sabes tú bien mío, que yo te amo, que te adoro?… Me dices que no soy sensible,

639 Soledad Acosta de Samper

¡me dices eso tú! Ten paciencia amado mío, ten pacien- cia con tu Solita, mira que una palabra así me duele mu- cho. Pero yo te perdono, mi trovador. ¡Sólo puede haber en mi corazón amor para ti! Pero cuando estás junto a mí no puedo, no me es posible expresar mis pensamientos. ¡Recuerda esto mi Pepe!

28 de marzo, las once de la noche Después de haber estado un momento muy triste esta ma- ñana porque vino mi amado Pepe muy serio y triste, el res- to del día hemos estado muy contentos… Soy tan feliz con tu profundo amor, ¡mi Pepe, mi trovador!, me encuentro tan dichosa al recordar que nos amamos tanto. ¡Oh!, bien mío, ámame siempre, siempre así y me harás tan comple- tamente feliz como es posible que esté mi corazón. Adiós mi trovador. ¡Ven mañana tan amante y amado como te fuiste hoy! Voy a dormir para soñar contigo. ¡Adiós!

29 de marzo, las doce de la noche He estado esta noche muy feliz escuchando dulces armo- nías que tocaba un famoso guitarrista, Mata. La música no tiene para mí ni encantos ni poesía cuando tú mi Pepe no estás a mi lado. ¡Pero cuan delicioso es oír dulces y sen- timentales piezas cuando tú las escuchas también! Adiós mi amado trovador, ya es muy tarde. ¡Sueña con tu Solita!

30 de marzo, las once de la noche ¡Mi amado, mi adorado Pepe! Cuánto, cuán profunda- mente te amo, bien mío… Estoy llena de tristezas, ¿por qué

640 Diario íntimo ocultarlo? Estoy llena de angustia y pesar. Yo, ingrata que soy, lo hice sufrir tanto. ¡Yo! Dios mío, qué tenía esta tar- de para hacerlo sufrir así. Yo, que soy capaz de darle mi vida, todo, todo por evitarle una pena, ¡yo le hice sentir desesperación! Perdóname amado mío, perdóname mi Pepe, mi dulce trovador. Si supieras lo que pasó en mi co- razón cuando te vi enfermo por mi culpa, ¡si supieras me perdonabas! Pero tú eres tan bueno, tan generoso, que ya me has perdonado, ¿no es cierto? Yo te contara, mi dia- rio, qué sucedió esta tarde, ¿pero para qué lo has de saber tú? Mejor es que esto quede sepultado en nuestros cora- zones… Qué linda estaba la noche, qué precioso estaba el espectáculo del cielo. Tú junto a mí, tu mano estrechan- do la mía. Y me despedazaba el remordimiento el cora- zón, habías sufrido tanto por mí, Pepe, y por mi culpa. ¡Mi generoso, mi buen amante, me había perdonado ya! Qué dolor sentía por mí. Yo sé lo que es la desesperación, yo la sentí una vez y sólo en sueño, y sin embargo no pue- do explicar el dolor inmenso que experimenté. ¡Adiós mi trovador! Adiós mi dulce y amado ruiseñor. ¡Tu Solita te ama aún más desde hoy!

31 de marzo, las diez y media de la noche Hoy es el cumpleaños de mi amado Pepe. Esta mañana temprano le escribí una cartica mandándole como prenda de mi cariño un botoncito que le había pertenecido a mi padre y por eso era querido para mí. Yo creo que a mi tro- vador le ha gustado este recuerdo, que muestra cuánto lo amo y la grande estimación que tengo hacia él. ¡La memoria

641 Soledad Acosta de Samper de mi padre es tan sagrada para mí! Yo sé, bien mío, que has pasado un día feliz. Yo sé que has estado contento con tu futura esposa. Te amo tanto, mi Pepe, que por ti haría yo cualquier sacrificio. Anoche hubo para ti un momen- to de inmenso dolor. Jamás volverás a oír la menor queja de mis labios, recuerda esto, mi tierno trovador. No vuel- vas nunca a sentirte aun por un momento de mí. Piensa que yo te amo inmensamente y no juzgues ligeramente de mí. Yo te comprendo tanto mi trovador. Tú también me comprendes. Que no vuelva a haber sentimiento otra vez entre nosotros386. Tú me amas tanto. Tienes entusiasmo grande, Pepe. Yo tengo el mismo entusiasmo, sino que hay diferencia entre nosotros: tú lo muestras y yo no.

1.º de abril, las diez y media Acabo de venir de pasear con mi Pepe. He estado conten- ta, sin embargo de que en todo el día hemos estado sepa- rados: las visitas no nos han permitido hablarnos casi un momento hasta esta noche. Pero no me he sentido tan ale- gre, tan contenta como otras veces. No sé por qué. Des- pués de haber caído un fuerte aguacero se levantó la luna sobre un cielo limpio y despejado. Las calles estaban mo- jadas y el piso desagradable. Mi trovador querido, para complacer el deseo que yo tenía de oírlo cantar me dio gusto cantando una cancion- cita, y aunque mi mamá no lo podía acompañar bien por- que no sabía la música, fue para mí muy agradable el oír

386 «Sentirse», «haber sentimiento»: «molestarse por algo».

642 Diario íntimo su voz, que es siempre para mí amada a todos tiempos y por supuesto así todavía más. No creas mi Pepe que yo me podría reír de lo que tú haces, y mucho menos cuando lo haces bien. Pero como tú sabes, yo no sé elogiar. Tú me com- prendes muy bien y lees mis pensamientos, ¿cómo no adivi- naste que me gustó mucho tu canción? ¡Adiós, amado mío!

2 de abril, las once y media de la noche Mi amado Pepe me compuso una lindísima improvisación adonde pinta el entusiasmo de su amor. Está llena de ter- nura y de alegría. Me ha gustado muchísimo, ¡oh!, ¡son tan dulces, tan amantes los cantares de mi trovador!… Yo tengo tanta, tan completa fe en él como en mí misma y yo creo que lo que él dice que es bueno es así. Por eso estoy tranquila esta noche con lo que ha sucedido. ¡Dios mío! Consérvamelo siempre como es ahora, tan noble en sus sentimientos y su afecto tan inmenso hacia mí. Yo sé que mi constancia será tan firme como la eternidad. ¡Señor, dadme vida, talento y tacto para hacerlo feliz mientras dure yo en el mundo!

3 de abril, las diez de la noche Lo mismo que ayer… ¿Qué puedo yo decirte, diario mío?… Lo único que sé es que lo amo mucho, ¡tanto, Dios mío, que cualquier sacrificio soy capaz de hacer porél !… Esta noche hizo otra improvisación titulada «Tú en el piano». ¡Ojalá fuera yo música de veras, estuviera yo ins- pirada para merecer los elogios de mi Pepe, darle placer con bellas y dulces armonías dignas de ser cantadas por

643 Soledad Acosta de Samper

su arpa siempre melodiosa y tierna! En El Tiempo sigue publicando la historia del «17 de abril» y los retratos que hace allí de algunos de los representantes son perfectos. Muestra un grandísimo fondo de penetración y estudio de la naturaleza humana, poco común a tu edad, mi amado Pepe. Cuán cierto es que el sufrimiento madura el enten- dimiento y hace comprender mejor los caracteres e incli- naciones de los hombres. Yo no creo que una persona que no haya tenido muchos pesares del alma pueda adivinar los sentimientos del espíritu de los demás. El corazón que ha sufrido tristeza y desengaños en la vida tiene el poder de conocer a los corazones mejor que otros, porque esos no han reflexionado sobre sí mismos y buscado en el fon- do de sus almas el motivo de sus pesares. ¡Por eso te amo Pepe, por eso tengo placer y orgullo al verme amada por ti, mi trovador!

4 de abril, las diez de la noche Mi Pepe se fue más temprano que otras [veces] porque habían llegado esta tarde su padre y hermana. Me alegro mucho de la llegada de Agripina porque creo encontrar en ella una hermana verdadera. Espero que ella me encuentre a mí lo mismo. Mi Pepe la quiere tanto, ¡cómo no la he de querer yo! Tú sabes cuánto te amo mi trovador, cuánto te adoro, tú sabes que mi corazón es tuyo solo. ¿Por qué pues molestarte conmigo algunas veces, Pepe? ¡Oh!, ¡no seas demasiado exigente, mi trovador amado! ¡Adiós! ¡Piensa mucho a tu Solita!

644 Diario íntimo

5 de abril, las once de la noche Cuatro palabras no más porque tengo que irme a entregar al sueño. No pude resistir al deseo de leer el diario de mi amado trovador en lugar de escribir en el mío y ya es tarde y sólo puedo decir que he estado muy contenta, muy feliz esta noche visitando monumentos con mi amado Pepe. Adiós bien mío. ¡Adiós, soñaré contigo!

6 de abril, Viernes Santo. Las diez de la mañana He estado leyendo su diario, y cada día estoy más conten- ta, más feliz con mi amante trovador y más convencida de que hemos nacido el uno para el otro. Ojalá fuera yo un ángel para poderte hacer la vida completamente dichosa, como tú mereces bien mío. Desgraciadamente yo muchas veces le hago sentir pesares, y aunque es involuntariamente que lo hago, siempre es muy mal hecho en mí el causarle la más leve pena. Tú has sufrido tanto en tu vida, ¡yo lo sé, yo te comprendo tanto! ¡Anoche cuando estaba yo orando por él en las iglesias que visitamos qué feliz me encontraba yo! ¿Qué más puede desear mi corazón? Dios mío, siento algunas veces que una melancolía se apodera de mi alma, ¿puede durar una felici- dad como la que gozamos ahora por mucho tiempo? En el mundo nada puede durar… ¿Merezco yo ser tan dichosa?… Pero si yo no soy digna de tanto, él sí lo es y su felicidad está ligada a la mía.

645 Soledad Acosta de Samper

Las once de la noche Venimos de la Catedral… Aunque no pude oír el sermón por estar lejos del púlpito y el sacerdote tenía mala voz para predicar, sin embargo tuve tiempo de meditar con recogimiento sobre la bondad de un Dios que no sola- mente nos promete una vida eterna de ventura después, sino que nos proporciona en el mundo tanta dicha como el saber que está en nuestro poder la felicidad de un ser por el cual daríamos nuestra vida con placer y nos hace sentir el supremo placer de amar y ser amados con cora- zones que se comprenden tan completamente como los nuestros, mi amante trovador. Ahora un año me sentía yo muy contenta en este día, pues él estaba allí también y, como yo por él, oraba por mí… Quise ahora en memoria de ese tiempo leer tu Viernes Santo, mi amado Pepe. Me es tan delicioso recordar nuestros pasados sentimientos, ¡cómo será en lo futuro el pensar en nuestras presentes alegrías! ¡Adiós bien mío! Estuvimos387 esta tarde a pasear por Egipto contigo. Me regalaste por allá las flores que encon- traste más bonitas. Yo las conservaré siempre, pues encie- rran un recuerdo muy agradable para nosotros. ¡Adiós mi trovador!

7 de abril, las diez y media de la noche Esta noche tocamos y bailamos muy contentos, ¿no, mi amado Pepe? Siempre satisfechos el uno con el otro,

387 «Estuvimos» por «fuimos». (Nota de los editores).

646 Diario íntimo pasamos las horas y los días en tranquila felicidad. Sólo deseando estar juntos porque entonces nos sentiremos vivir. Y en alegres conversaciones y diversiones y chanzas huye el tiempo veloz. Fui a visitar a Agripina, la hermana de mi trovador, y volví contenta con mi futura y querida hermana. Adiós amado mío, mi tierno ruiseñor, ¡hasta mañana mi Pepe!

8 de abril, las nueve y media de la noche ¡Cuánta falta me haces, mi amado Pepe! ¿Qué haría mi pobre corazón sin ti, mi trovador? Esta mañana estuvo aquí él y comió con nosotros. Estuvimos muy contentos toda la tarde, pero a la oración se fue a ver a su padre ofre- ciendo volver si no seguía lloviendo para acompañarnos al Coliseo. La noche está espantosa, no hubo función y yo he estado toda la noche triste, callada, pensando sólo en ti. Yo no puedo estar contenta ni un instante cuando tú no estás a mi lado, en nada tomo interés porque sólo puedo pensar en mi tierno trovador. Sí, yo sé que tú tam- bién me amas como yo te amo, que tampoco estás conten- to lejos de mí, que como yo te encuentras solo, aislado, tu corazón está triste como lo ha estado el mío ahora. ¿Crees tú que yo podría sobrevivirte, mi Pepe?, ¿que yo podría existir un momento después de perderte? ¡Oh!, ¡no, no! Estoy segura de que nuestras vidas están ligadas como lo está nuestra felicidad, si no por qué pensamos tantas ve- ces las mismas cosas. Esto no es nuevo, hace mucho tiem- po que tengo esta loca idea. Yo pienso algunas veces cosas en las cuales yo jamás he tomado el menor interés pero

647 Soledad Acosta de Samper en las cuales tú seguramente piensas también. Será tal vez locura el creerlo, pero déjame tener esa idea porque me da mucho consuelo para el porvenir. Imposible que viviése- mos el uno sin el otro, quiero creer que dejaremos de existir al mismo tiempo. Hay cosas muy raras en nuestro amor… Tú estabas predestinado para hacer mi felicidad, como yo para hacer la tuya. Ahora un año también pasé una triste noche cuando esperaba que fuera feliz. ¡Dios mío!, cuán- tas angustias me aguardaban, cuántas amarguras y pesares me esperaban desde el día siguiente. Yo te amaba mucho entonces, muchísimo, pero cuánto más te estimo, te ad- miro y te amo hoy que en ese tiempo. Soy tan feliz con tu cariño, tengo tan completa seguridad en mi porvenir. Sin duda, sin un recuerdo que pueda ofuscar el brillo de mi felicidad. ¡Oh!, mi Pepe, ¡todavía no sabes cuán profunda- mente te amo, todavía no sabes el entusiasmo que abriga mi pecho! Adiós bien mío, piénsame mucho, ¡sueña con tu Solita que piensa sólo en ti!

10 de abril, las dos de la tarde ¿Tú crees mi amado Pepe que yo no había escrito mis im- presiones de anoche porque no tenía tanto entusiasmo como tú? No creas eso, mi trovador, yo te amo como tú me amas y estaba anoche tan contenta, tan feliz como tú. Me sentía dichosa al verme allí delante del mundo como tu futura esposa, como tu fiancée388, amándote y amada por ti. Nunca había yo sentido tanta alegría en el teatro, tanto

388 fiancée: ‘prometida’, en francés.

648 Diario íntimo placer. ¿Tan contenta con todo, que más podría yo desear? Tú estabas allí, amante como siempre, oyendo algunos agradables versos que expresaban nuestros sentimientos y escuchando alegres armonías que nos recordaban tiempos pasados muy dichosos y memorables. Representaron un drama de un joven Emilio Macías Escobar, del país. Había escenas bastante buenas y lo aplaudieron. Pero después la Petite-Pièce389 fue muy ridícula, insípida y vulgar, y tuvi- mos la pena de verla aplaudir estrepitosamente mostran- do el mal gusto del público bogotano.

Las diez y media Nunca olvidará este día mi corazón amante… Mi amado Pepe, mi dulce, mi tierno trovador ha vertido otra vez lá- grimas de placer… ¡por la segunda vez lo he visto llorar de alegría! Es tan sensible, tan amante, somos tan felices al amarnos tanto. ¡Oh!, ¿sí puede haber dicha mayor que el estar convencidos ambos que nos adoramos, que nos ado- raremos para siempre; que es uno nuestro destino, que llegaremos a la eternidad amantes como ahora?… Hay sentimientos que no se pueden describir y uno de ellos es la profundidad de nuestro cariño tan inmenso, tan igual… Pero nosotros nos comprendemos perfectamente. Firma- mos un papel que manifestaba que deseábamos casarnos y estas firmas han sellado nuestra suerte… Feliz será, pues Dios es bueno y no puede hacer desgraciado a un ser tan

389 Petite-Pièce: pieza corta de teatro, de intenciones satíricas.

649 Soledad Acosta de Samper digno de ser dichoso como mi Pepe, que ya ha sufrido tanto en su vida. Sabes tú, mi Pepe, que el firmar ese papel no me hizo tanta impresión como yo hubiera creído antes, porque mi corazón lo encuentro tan tuyo que me parece un acto natural el poner mi nombre al lado del tuyo. Adiós amado mío, sueña y piensa en mí, en mi amor que es el talismán de tu vida, como es el tuyo de la mía. ¡Adiós mi trovador!

11 de abril, las diez y media de la noche He pasado un día dichoso como siempre cuando está a mi lado mi amante trovador. He estado muy orgullosa y con- tenta oyéndole leer por la segunda vez su hermoso drama de la Conspiración de septiembre. Cuánto agrado siento al oír los nobles, poéticos y grandiosos sentimientos que dice allí mi Pepe en boca de Vargas Tejada. Él se pintó allí enteramente. ¡Oh!, no lo dudes, yo seré tu María. Siento en mi corazón aún más amor del que tú describes en ella y yo sé que tendría valor para aconsejarte que te sacrifi- caras por la Patria, aunque estoy segura de que jamás po- dría sobrevivir a tu pérdida. ¡Perderte! Mi trovador, aun al pensarlo me estremezco… ¡Oh!, no lo digas jamás, amado mío, llegaremos a la eternidad al mismo tiempo, ya nunca tendríamos resistencia para vivir separados… Tú sin em- bargo me asustas, algunas veces temo que vuelva el mal que sufriste por mi culpa la otra noche. Pepe, este recuer- do me atormenta y me llena de aprehensión. Tú no me lo ocultarías si te sintieras enfermo otra vez, ¿no es cier- to mi bien?… Cuán cierto es que no puede haber placer

650 Diario íntimo sin pena. Cuando me encuentro muy feliz me acuerdo de esto y me entristezco… Te amo tanto, tan profundamente como tú me amas. Tal vez tú no has llegado hasta el fondo de ese abismo inmenso de inagotable cariño que yo tengo por ti, ¡mi trovador!… Estoy silenciosa, estoy callada, pero te adoro como tú a mí. No te lo digo, pero ¡oh!, ¡cuánto siente mi corazón! Adiós mi Pepe, el día de mañana será dichoso también, ¡cuánta felicidad hay en amarse tanto! Me trajiste tu diario. En todas partes eres siempre amante, poético y siempre mi trovador. Mucho placer es para no- sotros el tener una completa e ilimitada confianza como la hay entre nosotros. Tu diario es tan mío como el mío es tuyo, encuentro tanto placer en leerlo como tú al leer este. ¡Adiós mi dulce ruiseñor, mi tierno cantor!

12 de abril, las diez y media de la noche Estoy triste, profundamente triste, y abatido mi corazón… Lo que ha pasado esta noche no sé cómo explicarlo, me- jor será no hacerlo… ¡Dios mío! ¡En medio de mi alegría por qué darme esta pena! ¿Qué pena? No sé, no sé… Estoy loca, mi cabeza en fuego, mi corazón latiendo y agitado… Pepe, Pepe, tú no sabes lo que me has hecho sufrir esta no- che. ¡Dijiste que yo no te comprendía, que yo no te amaba como antes, que no adivinaba tus pensamientos! ¡Ingra- to! Cuando yo desesperada no sabía qué hacer creyendo que te había dado el mal de la otra noche, yo, que te amo tanto, que, tú lo sabes, te adoro con toda mi alma, que mi corazón sólo late por ti, ahogaba mi aflicción y detenía mis lágrimas para no darte pesar… Ingrato trovador mío,

651 Soledad Acosta de Samper que no adivinabas que me martirizabas horriblemente al no decirme lo que tenías… ¡Pepe, no te dejes llevar así por tus sentimientos, ten piedad de mí y no olvides lo que yo puedo sufrir! ¡Qué día el de hoy! Antes te veía feliz cuan- do estabas a mi lado, contento al estar persuadido que yo te amaba. ¿Y ahora? Ahora no me basta el ser condescen- diente porque ya tú no agradeces nada. Yo no compren- do qué más puedes desear. Mi Pepe, tú eres injusto y cruel algunas veces con tu Solita, piénsalo y verás cuán cierto es esto. Te digo todo esto con pena, pero es preciso que lo se- pas, yo te he prometido ser completamente franca. Adiós, voy a entregarme al sueño, a pensar en ti y a soñar conti- go, ¡mi ingrato pero amadísimo trovador de mi corazón!

13 de abril, las once menos cuarto Esta mañana estuvo aquí el cura para hacer las informa- ciones. Los testigos eran don Manuel Vélez y Manzana- res. Yo creía que estaría muy en calma, que no tendría el menor susto, pero cuando llegó la hora me sobresalté, me avergoncé. Es tan molesto el tener que contestar a esas preguntas… Estoy sin embargo completamente tranquila por nuestro porvenir. Yo creo que podremos hacer la fe- licidad el uno del otro y que nos amaremos eternamente. Ya soy más tuya, mi amado Pepe. Pocos días se pasarán y tendré el derecho de llevar tu nombre para acabar mi vida con él. Yo estoy muy contenta con mi amante trovador. Te amo tanto, tanto bien mío. Cualquier sufrimiento tuyo me desgarra el corazón. Yo soy muy sensible Pepe, sólo no lo muestro muchas veces porque siempre he temido dejarme

652 Diario íntimo llevar demasiado lejos por mis sentimientos. Este es el mo- tivo por el que parezco indiferente y silenciosa cuando más entusiasmada estoy. Adiós amado Pepe, están ya dando las once. Tengo que irme a acostar, ¡aunque tengo tanto placer en escri- birte que te adoro con todo mi corazón!

14 de abril, la una de la tarde Me mandó mi amado Pepe un ramillete compuesto de nuestras flores favoritas, pensamientos, lirios morados y rosas blancas. ¡Mi trovador es siempre amable y fino!

Las diez y media de la noche Mi Pepe ha estado hoy muy amable, muy amante y muy amado. Yo te adoro mi trovador como tú me adoras, y si estoy silenciosa en tu presencia es porque no me atrevo a dejarme llevar por mi entusiasmo… ¡Hoy hace un año era Viernes Santo! Los pesares del año que pasó, tan inmen- sos, tan angustiados, han sido recompensados sin embargo por días de placer y de alegría inmensos, tan felices como ha sufrido de tristes penas el corazón de ambos en la in- certidumbre y la separación. Sí, mi Pepe, nosotros sabe- mos sentir mucho, y si hemos sido desgraciados cuando ausentes, sólo nosotros mismos podemos medir la dicha que gozamos ahora. Mi tierno trovador tiene unas fine- zas tan delicadas que no sé cómo agradecérselas. Le regalé yo en días pasados un pedazo de mi cabello, que me ha- bía pedido, y él me rogó que le dibujara una coronita de flores que puso entre una cajita y allí el pelo. ¡Hay mucha

653 Soledad Acosta de Samper delicadeza en esto, mi amado, digna de ti! Tú me amas como yo te amo, mi trovador. ¡Adiós bien mío!

15 de abril, las diez de la noche ¡Hermosa fecha la de hoy, bien mío! En este día fue que supimos amarnos, hoy hace veinte meses que te conocí mi Pepe, y de hoy en veinte días seré tu esposa… Cómo corre el tiempo. ¡Veinte días no más faltan, mi diario, para decirte adiós! Después, él escribirá el diario de nuestra vida. Yo no tendré nada que contarte entonces a ti, fiel compañero de mi amor, depositario de mis secretas penas y alegrías, pues todo lo que te digo a ti se lo diré a mi trovador390. ¡Oh!, mi amado Pepe es tan tierno, tan bondadoso, que cada día lo estimo más. Si fuese posible que hubiera más amor en mi corazón lo amaría más mientras más lo conozco. Me gusta verte alegre, contento, feliz con tu vida y con tu porvenir. ¡Oh!, no creas que yo no soy muy dichosa también, tanto como tú. Pero yo no lo muestro y esta es la diferencia que hay entre nosotros. Me trajiste lindas flo- res cogidas por tu mano. Qué lindas, porque son tuyas, no me gustan las que otros me regalan, no tienen belleza ni perfume para mí. Hoy consagraron al canónigo Herrán y hubo gran función en la Catedral, banquete en la casa arzobispal. Adiós amado Pepe. Te fuiste algo enfermo esta noche y por eso no estoy tan contenta como creía estarlo. Adiós, ven mañana bueno de salud y amante siempre. Tú verás

390 La autora anticipa aquí el final de su diario.

654 Diario íntimo cómo te cuidaré cuando seas mi esposo. Quiero ser siempre tu consuelo en todo, mi trovador, y al serlo me encontraré completamente dichosa. ¡Qué más puedo desear sino el hacer tu felicidad!

16 de abril, las once menos cuarto Feliz como ayer… Esta noche bailamos y cantó mi amado Pepe. Estuvimos muy contentos aunque se nos frustró una diversión que teníamos pensada. Queríamos ir al Coliseo y estábamos ya vestidas para irnos cuando llovió y no hubo función, así que lo dejamos para otra noche. Sin embargo qué más deseaba yo, ¿no estaba aquí mi amante trovador?… Sí amado mío, tú eres todo para mí, sin ti todo es tristeza y contigo todo lo veo risueño y alegre. Compusiste esta ma- ñana una linda improvisación, ¡canto entusiasta y divino, pues era dirigido a Dios que es la fuente de la inspiración del poeta y de sus arranques más sublimes! Después… esta noche, sentado junto a mí me hablaste de tu amor en ver- so. Cuánto me gozo en tener por tierno amante a mi dul- ce trovador, siempre poeta sentimental a todos tiempos y cantando como verdadero Troubadour391 de tiempo anti- guo. Improvisando al momento lo que siente, me deleita el oírlo, y el amarlo.

391 Troubadour: palabra francesa para ‘trovador’. Aquí se hace eviden- te la filiación romántica del apelativo que otorga a su amado.

655 Soledad Acosta de Samper

18 de abril, las diez menos cuarto Yo me quedé llorando… ¡y él se fue triste! Pero triste po- día estar cuándo él sabía que al irse quedaba yo sentida, ¿y sin embargo se fue?… ¡Te fuiste ingrato y me dejaste así, llorando! No sabes todavía que no hay cosa que yo más sienta como el que te vayas temprano, porque entonces yo creo que te cansas de mí. Ayer pasé el día sola, pues no vino mi Pepe hasta la noche que fuimos al Coliseo. Representación muy mala aunque bastante concurrencia, pero desagradable. Volvi- mos a la una y media de la mañana muy cansadas. En todo, el día de ayer fue desapacible y solitario para mi espíritu y corazón. El de hoy acabó tristemente.

19 de abril, once de la noche Esta mañana tuve un sentimiento de profundo pesar pues mi Pepe vino y se entristeció al leer mi diario. ¡Oh!, yo todo te perdono trovador mío al verte con alguna pena, ¿no debo yo ser el ser que jamás te dé una pesadumbre? Tú no sabes cuánto te amo… Tú eres todo para mí, y te quiero con una ternura que yo no creía tener en mi cora- zón. Quisiera resguardarte de todo pesar, quitarte hasta el recuerdo de tus pasadas amarguras, hacerte una vida sólo de placer, de completa felicidad… En fin, ser tu ángel guar- dián. ¿No te he dado pruebas hoy de todo esto, mi Pepe?, ¿no eres ya feliz con mi amor? Pronto conocerás la verdad de lo que ahora te digo. ¡Quince días no más faltan y seré tu esposa delante de la Iglesia así como lo soy ahora delante de los ojos de Dios y de nuestras conciencias! Estuvimos

656 Diario íntimo oyendo tocar a Mata esta noche muy dulcemente en la gui- tarra, pero, cosa extraña, siento la música, me deleita mu- cho, pero no me conmueve como antes. Porque entonces al oír dulces armonías soñaba con una felicidad que creía no existía para mi alma. ¡Pero hoy el sueño de mis más etéreas visiones lo veo realizado y la seguridad de la dicha destruye la dulzura de la esperanza imaginada! Adiós mi bien. Adiós, ¡sueña con tu Solita siempre amante!

20 de abril, diez y media de la noche Día muy feliz… Aunque esta noche tuve un momento de pesar. Tú no sabes Pepe, amado mío, cuánto dolor me cau- sa, cuánto me conmueve el verte triste. ¡Oh!, nunca estés triste lejos de tu Solita. Sólo yo tengo derecho para conso- larte, para enjugar tus lágrimas con mis manos. Ven siem- pre cerca de mí, que yo soy tu compañera para ayudarte a soportar la cruz de la vida. Quiero estar alegre cuando tú lo estés y llorar contigo cuando te aflija algún pesar. Tú no sabes cuánto, cuán inmensamente te amo y te estimo, te aseguro que ahora lo mismo que antes. Tu confesión me hizo, es cierto, alguna impresión al principio. Perdóname si no supe comprender inmediatamente toda la nobleza de este acto. No creas bien mío que hay jamás ya un re- cuerdo que turbe mi presente felicidad. Verte a ti dichoso es todo lo que desea mi corazón y lo seré también. Pero cuando estés triste dímelo a mí siempre, déjame que yo sea tu consuelo, en todo alma de tu alma. Te encargo esto mi Pepe; no olvides nunca que simpatizo contigo en todo, que sólo por ti quiero ser consolada si estoy triste. Nunca

657 Soledad Acosta de Samper he pedido consejo de nadie, soy orgullosa con todos me- nos contigo. Haz tú lo mismo, bien de mi corazón. ¡Adiós mi amante trovador!

21 de abril, las once menos cuarto de la noche El día se pasó como el de ayer, muy contenta, sin ningún pesar. Todo de placer y de alegría. Mi Pepe tan amante y amado y como siempre, viendo en lo futuro un porvenir dichoso. Y una brillante carrera veo que se abrirá para él en la literatura de nuestro país, si puede haber gloria en la Nueva Granada él la tendrá, estoy segura. Pero aquí la envi- dia envenena la vida de los genios, todos tratan de vilipen- diar a los que valen algo pero no hacen esfuerzos para subir ellos. Estuve oyendo leer a mi trovador unos fragmentos que publica en El Tiempo, de un canto a Marquetá. Mag- níficos versos son esos, mi amado Pepe, con cuánto placer te los oí leer. Adiós, mi bien. Es tarde, ¡me voy a acostar y a soñar contigo como siempre!

22 de abril, diez y media de la noche Fuimos a pasear al claro de la luna por la alameda de San Victorino. Cuán feliz iba yo, su mano estrechando la mía, y hablando con dulce confianza sobre su porvenir, sus ideas, nuestra futura vida llena de placer y encanto, escuchando sus dulces palabras. Oyendo sus impresiones presentes y la diferencia que encuentra ahora entre ellas y las que tenía antes. ¡Qué contenta estaba yo con mi amante trovador, qué orgullosa iba yo al escuchar en cada frase que decía una prueba más de su mérito y ver en él la realidad de mi

658 Diario íntimo bello ideal como lo había soñado mi imaginación en sus vuelos más hermosos!… Pero a la vuelta a casa sentí que mi Pepe se hubiese incomodado algo, con una infame hoja suelta del más vil de los hombres, J. Posadas, que habían mandado a mi mamá. No, Pepe no debe pensar en esto, porque si lo insultan los malvados es prueba de que vale mucho y por eso lo aborrecen. Comprendo tu justa indig- nación, es muy cruel el querer hacer un bien a la sociedad y verse vilipendiado por los reos más bajos. Pero olvidar los insultos de un calumniador es el mejor desprecio que se le puede hacer. Adiós mi trovador, ¡piensa mucho en tu amante novia!

23 de abril, diez y media de la noche Cuatro líneas no más porque tengo que irme a acostar y he pasado el tiempo que tengo para escribir en leer el diario de mi Pepe, que me trajo esta tarde. Siempre el mismo mi amado trovador, noble, generoso y amante. ¡Oh!, cuánto te amo bien mío. Pasamos tan deliciosos días juntos, horas de alegría que jamás olvidaremos, momentos que dejan eternos recuerdos en nuestros corazones. ¡Adiós mi Pepe! Adiós.

24 de abril, diez y media de la noche Pepe, mi Pepe. Tú te impacientas; aun eres injusto algunas veces conmigo. ¿Te quejas de mí?, ¡de tu Solita que te ama más de lo que tú puedes pensar!… Pero yo te disculpo y te perdono mi bien, ¡mi trovador! ¿Tú crees que yo no te amo tanto como tú? ¡Yo!, que daría mi vida, mi felicidad, por no lastimar tus sentimientos.

659 Soledad Acosta de Samper

Recuerda que una palabra dicha sin pensar puede darme pesar. ¡Ten paciencia, amado mío! ¡Oh!, tú lo sabes, yo no estoy feliz sino a tu lado, yo no pienso sino en lo que tú me dices. Todo lo he dejado para ocuparme sólo de ti, pues no puedo fijar mi atención en otra cosa. Lo que tú escri- bes, lo que tú has dicho es lo único que tengo siempre en la memoria. ¡Y dices tú que no te amo como tú me amas! Se acerca ya el día en que serás mi esposo y entonces verás cuán profundo es mi cariño. Adiós mi amado, mi adorado Pepe. Mi dulce trovador, ¡no me olvides en tus sueños que sólo tu imagen puebla los míos! Hoy me trajo mi Pepe un hermosísimo anillo de diamantes y de esmeralda para que le sirva en la ceremonia de nuestro desposorio. Este anillo será el talismán que guardaré siempre como guardián de nuestro inmenso amor. Siempre seremos, lo sé, tan dicho- sos como ahora, ¿no es cierto mi trovador?

25 de abril, las once de la noche ¡No faltan ya sino nueve días para ser tu esposa, amado Pepe! Nueve de intervalo y seré tuya para siempre… No querías cumplir con una ceremonia de la Iglesia, mi Pepe, pero yo te lo he exigido porque quiero ser más tuya y tú más mío que aquella que fue tu esposa392. ¿Tú comprendes,

392 José María Samper se había casado con su primera esposa en ma- trimonio civil. Debió representar mucho para este liberal radical aceptar la exigencia de la autora de casarse en ceremonia religiosa. Es interesante ver que, al menos según escribe ella, las razones que tuvo para hacer esta exigencia no eran de tipo religioso.

660 Diario íntimo no es cierto, este sentimiento? Yo no podría ser comple- tamente feliz sin esto, ¡es tal vez una idea absurda pero yo quiero ser algo más de lo que fue ella! Yo no quiero que la olvides nunca, tienes que pagarle un tributo a su memoria y no creas que yo vuelva a dudar un instante de ti. Yo te ayudaré a recordarla, ya no temo su memoria como antes la temía. Perdóname si te hablo de ella, pero creo que es necesario que tú sepas cuáles son mis sentimientos ahora. Adiós mi trovador, mi bien, ¡voy a soñar contigo!

26 de abril, diez y media de la noche Contenta como en los anteriores días, aunque no vi a mi Pepe. Por la mañana salimos a hacer algunas visitas. No quiero volver a salir a la calle hasta que no sea tu esposa. Esta noche estuvimos en el Congreso. Se discutía un pro- yecto muy árido, pero ese salón me traía muchos recuer- dos agradables para mí… La primera vez que fui allí estaba mi Pepe de Secretario y desde allí, de la tribuna adonde estábamos, tenía el gusto de verlo. Después… el gran bai- le adonde estuve tan feliz al verme amada por ti. ¡Oh!, mi trovador, ¡cuán gratos son para mi corazón estos recuer- dos! Adiós.

27 de abril, diez y media de la noche ¡Cuán dulces son, mi Pepe, los días que pasamos amán- donos, adorándonos como nosotros! ¿Y habrá corazones que nieguen el amor, que nieguen esa simpatía, esa supre- ma ternura que hace de dos seres dioses, ángeles de feli- cidad?… ¡Oh!, qué dicha es el amarse así, deseando sólo

661 Soledad Acosta de Samper el vivir el uno para el otro, pensando siempre el uno en el otro y no estar contentos sino cuando estamos juntos. Yo estoy segura de que nos amaremos siempre así. Si tú dejaras de amarme como ahora jamás lo podría confesar, pues an- tes de decírtelo moriría… Mi trovador, tú sabes cuánto te amo. No lo dudes, yo tengo entusiasmo. ¡Oh!, mi corazón es ardiente como el tuyo, pero no tengo valor para expre- sar todo lo que siento. ¡Perdóname si te hago sufrir a veces con mi silencio! ¡Adiós bien mío, mi adorado trovador!

28 de abril, las once de la noche ¡Oh!, diario mío, hay cosas que no se pueden decir sin temblar, y mucho menos escribirlas… He tenido esta ma- ñana un momento de terrible desesperación, pues creí que mi Pepe estaba… no, no puedo escribirlo. ¡Dios mío, Dios mío!, ten piedad de mí, consérvame bueno a mi Pepe.

29 de abril, las once menos cuarto Después del día de ayer… hoy hemos pasado un día de alegría y contento. Mi Pepe comió con nosotros, estuvo muy amable y muy tierno. Vino esta mañana mi bien con Agripina y con Miguel y su esposa. ¡Tu familia, mi Pepe, en menos de ocho días será también la mía! Cuánto te amo, mi trovador, ¡cuán inmenso es mi cariño por ti! No quisiera que te apartaras ni un momento de mi lado, ¡no puedo estar tranquila si tú no te encuentras junto a mí! Qué felices somos. Nos amamos tanto, es tan igual nues- tro amor. ¡Oh!, qué felices somos, amado mío. ¡La vida así es un paraíso y se desliza entre perfumadas flores mientras

662 Diario íntimo seguimos la senda llenos de alegría y de amor! Adiós mi trovador, ¡recuerda sin cesar a tu amante Solita!

30 de abril, diez y media de la noche Faltan cuatro días y seré tuya, tuya enteramente… Yo estoy muy feliz con tu amor trovador mío. Te amo tanto, sí, tan- to como tú me amas mi Pepe, sino que yo no puedo decír- telo… Esta mañana, esta tarde, he estado tan contenta, sin una nube que turbe nuestra dichosa vida ni empañe por un instante el sol de nuestra alegría. Nos queremos tanto, ¡es tan bello amarse así! Adiós, te dejo, Diario mío, pocos días me faltan ya para decirte lo que siento… ¡Mi Pepe, me despido de ti otra vez para irme a entregar al sueño y verte allí también tan amante y tan querido como has sido hoy!

1.º de mayo Son ya más de las once. He estado muy dichosa, muy fe- liz con mi amado Pepe. Estuvimos contemplando juntos un eclipse de luna, sus manos estrechando las mías y am- bos mirando el hermoso espectáculo del cielo cubierto de estrellas brillantes. Entre otras constelaciones veíamos la Cruz de Mayo, que parecía de diamantes reverberando al pie del Trono del Señor como en señal de paz y de espe- ranza. La luna se cubrió poco a poco como con un crespón oscuro… Nosotros entramos a la casa, y poco después se despidió mi amante trovador, que cada día es más queri- do de mi corazón. ¡Adiós mi bien, mi Pepe!

663 Soledad Acosta de Samper

2 de mayo ¡Cuán dulce, cuán delicioso paseamos y conversamos esta noche, Pepe mío! Qué gratas son estas confianzas íntimas de corazón a corazón, amándonos tan tiernamente, ¡con tanto entusiasmo como nosotros! ¡Cada día soy más feliz y encuentro más cualidades para amarte, mi trovador! Me habló de sus pasados años, de sus tristezas de otro tiempo, de su felicidad y de su amor de ahora. Eres tan bueno, bien mío, que tú mereces toda la dicha que te puede brindar este mundo. Tu corazón es tan noble, tu alma tan elevada, que tú debes hallar la felicidad al fin de tantas desgracias, de tantas pruebas que has tenido que sufrir en tu primera juventud. Pero mi Pepe, no te acuerdes de los viles que te han calumniado, mira que la censura de los malos, sus in- sultos, son prueba de que eres bueno, cuando no pueden transigir contigo393. Ellos no comprenden un noble pro- cedimiento porque juzgan por sí mismos. Olvida amado mío todo eso porque amarga tus momentos de placer, re- cuerda sólo nuestro amor tan mutuo y tan profundo, ¿no es suficiente esto para endulzar tu vida? Fuimos hasta San Diego. La luna estaba muy bella y nosotros qué contentos la contemplábamos. ¡Adiós mi trovador, hasta mañana!

3 de mayo, las diez y cuarto de la noche Contenta como ayer, feliz con mi amado trovador. Veo llegar el tiempo de ser tu esposa con tanta tranquilidad y

393 «Cuando no pueden transigir contigo»: en el sentido de «dado que no pueden transigir contigo».

664 Diario íntimo confianza en el porvenir que algunas veces yo misma me asombro. ¡Oh!, yo no había creído nunca hallar un ser a quien amara tanto como yo te amo a ti, mi Pepe. Pero si tú eres tan bueno, tan fino que quién no te ha de amar pro- fundamente… Te comprendo tanto y tú me comprendes tan bien, que es seguro que Dios nos formó el uno para el otro. Esta mañana recibí una amantísima y dulce cartica de mi Pepe mandándome unas flores y diciéndome cuán dichoso eres y cuánto me amas. Cuánto agradezco estas pequeñas pruebas de tu afecto y que a ojos extraños pare- cerían insignificantes. Me hacen conocer toda la ternura de tu afecto y de tu amor. Somos muy dichosos, sólo nos ocupamos el uno del otro y soñando contigo paso la no- che siempre, persuadida de que tú tampoco me olvidas un instante. Adiós mi amado. ¡Adiós mi trovador!

4 de mayo, diez de la noche ¡Adiós, mi diario, adiós!… Llegó por fin el día en que me despido de ti después de haberme acompañado diariamen- te por un año y ocho meses. Te comencé con dudas, con tristezas, con amargos pensamientos aunque una esperanza brillaba entonces en lontananza, esperanza que vi realizada después… Te doy fin llena de alegría, de placer profundo, viendo entre sueños una felicidad prometida sin un pesar en la memoria, sin una duda, ¡sin una nube tan sólo en mi espléndido horizonte! Te empecé porque mi corazón de- seaba tener un amigo a quien confiar mis sueños, mis re- cuerdos, mis penas, mis alegrías, y sobre todo para hablar de aquel que había hecho tan profunda impresión en mi

665 Soledad Acosta de Samper corazón. Yo deseaba desahogarme, contar mis sentimien- tos, y te busqué a ti, fiel compañero que has recibido to- das mis lágrimas, mis suspiros, mis deleites. Te dejo feliz, el corazón completamente tranquilo. Pero te dejo conmo- vida porque has sido por mucho tiempo mi único amigo y consuelo mudo de mis dolores… Ahora tengo otros debe- res que cumplir y sólo a él debo contar mis pensamientos. Sólo en él tendré la confianza que tuve contigo. El día de hoy ha sido fecundo en emociones y senti- mientos distintos. Temprano fui a la iglesia de San Fran- cisco. Allí elevé mi alma a Dios y cumplí con un solemne precepto de mi religión: me confesé y comulgué por la última vez antes de ser su esposa. Le rogué a Dios que me diera virtud y tacto para cumplir mis nuevos deberes como esposa y compañera de un ser que cifra toda la felicidad en mí, cuyo valor y resignación en la desgracia debo yo inspi- rar, llorar con sus pesares, alegrarme con sus alegrías, ser el ángel tutelar de su felicidad doméstica, en fin, cumplir dignamente los deberes de una tierna, previsiva y amante esposa. ¡Oh!, Dios no me abandonará en ese camino tan dulce para el alma noble, ¡el de ser la constante compañera de un ser tan profundamente amado de mi corazón como lo es mi Pepe! Le pedí al Señor que le diera su bendición a mi madre para que siempre viva contenta a mi lado, que sea yo su tierno apoyo en todas partes y que en lugar de perder una hija tenga dos hijos que se ocupen de su feli- cidad constantemente. Le pedí al Señor que me inspirara siempre con actos de bondad para probarle cada día cuánto la amo y cuán profundo es mi agradecimiento por todo

666 Diario íntimo el tierno cariño que siempre ha tenido hacia mí394. Invo- qué la sombra de mi padre para que me protegiera en mis nuevos, y difíciles, deberes, en llevarlos bien. ¡Padre mío que me amabas tanto, mírame ahora cuán dichosa soy y dame algunas de tus virtudes para poder hacer feliz al hijo que mañana te presentaré en el esposo que he aceptado!… Adiós mis veintiún años. Al entrar en los veintidós ya seré una nueva mujer, ¡seré ya esposa!… Cuántas ideas se me presentan en este instante. Pero mi mente está agitada y no me es posible escribir más largo. Tal vez mañana te diré el último adiós… Mi adorado Pepe me trajo un bellísimo y perfumado ramo de pensamientos esta tarde. ¡Cuántos recuerdos ten- drán en lo futuro, amado mío! Nosotros seremos tan dicho- sos, ¿no es cierto, mi dulce trovador? ¡Hasta mañana mi novio amado!395.

394 Vale la pena señalar, aquí, esta reconciliación con la figura materna. 395 Aquí termina el Diario de la autora.

667 Este libro no se terminó de imprimir en 2016. Se publicó en tres formatos electrónicos (pdf, ePub y html5), y hace parte del interés del Ministerio de Cultura y la Biblioteca Nacional de Colombia —como coordinadora de la Red Nacional de Bibliotecas Públicas, rnbp— por incorporar materiales digitales al Plan Nacional de Lectura y Escritura «Leer es mi cuento».

Para su composición digital original se utilizaron familias de las fuentes tipográficas Garamond y Baskerville.

Principalmente, se distribuyen copias en todas las bibliotecas adscritas a la rnbp con el fin de fortalecer los esfuerzos de promoción de la lectura en las regiones, al igual que el uso y la apropiación de las nuevas tecnologías a través de contenidos de alta calidad.