Lealtad De Tudela a Los Últimos Reyes De Navarra / Por José Ramón Castro
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REVISTA ZURITA de F^il. y Let:. cie> lsx Univerísiclficl ci© Zaragoza LEALTAD DE TUDELA A LOS ÚLTIMOS REYES DE NAVARRA POR JOSÉ RAMÓN CASTRO C. DE LA ACADEMIA DE LA HISTORIA Trabajo que obtuvo el primer premio de la Diputación de Navarra en el Concurso organizado por la revisía de cultura vasca EUSKALERRIAREN ALDE, el arto 1930. ZARAGOZA Tip. LA ACADÉMICA - F. Martínez - Audiencia, 3 y 5 19 3 3 Lealtad de Tudela a los últimos reyes de Navarra POR JOSÉ RAMÓN CASTRO Antiguo alumno de la Universidad de Zaragoza. Cronista de la ciudad de Tudela. ÁGINAS de lealtad son las que escribió la muy noble y muy leal P ciudad de Tudela.en los úlitimos capítulos de la historia del anti- quísimo y nobilísimo reino de Navarra. Con ellas cerró la ciudad del Ebro, con 'broche magnífico, su actuación desde que, reconquistada del poder de la morisma por la espada y la 'habilidad del noble francés Ro- trón de Alperche, y donada a éste por Alfonso el Batallador, el victorio- so soberano de la doble monarquía, fue definitivamente incorporado a la Corona pirenaica al contraer matrimonio Margarita de L'Aigle, sobri- na del señor de Tudela, con García Ramírez, nieto del Cid, que ostenta el sobrenombre del Restaurador, y llevar aquélla, en dote, el señorío de Tudela, otorgado por el Conde de Pértica, su tío. Desde entonces Tudela es un baluarte seguro y fuerte del reino navarro. Su situación estratégica—plaza amurallada, protegida por so- berbio castillo y con el Ebro por foso natural—hace que en la ciudad ribereña se desarrollen importantísimos acontecimientos de la historia de Navarra y se forme un espíritu patriótico envidiable, tonificado y vigorizado por el peligro constante de la vecindad de los reinos de Cas- tilla y Aragón, amén de las ambiciones, rivalidades y enconos de los monarcas medioevales. Aquel espíritu alcanzó un grado de sublimación admirable cuando Fernando el Católico alentado, ayudado y secundado por la nefasta fac- ción beaumontesa, en su deseo de poner término a la independencia de ia nación navarra, se decide a llevar a la práctica sus turbios propósitos, destronando a los monarcas legítimos e incorporando después la Corona navarra a la de Castilla. ¡ Conducta admirable la de Tudela en 1512 ! Su 4 LEALTAD DE TUDÉLA mejor elogio se desprende de la correspondencia que sostuvo la ciudad con los monarcas legítimos, cuando las tropas del Duque de A-lba se habían enseñoreado rápidamente de sus dominios minados, de tiempo atrás, por fratricidas banderías, a las que no fue ajeno el monarca ara- gonés. Unánime admiración rinden a 'la lealtad tudelana todos los auto- res que se han ocupado de aquellos sucesos, que tanto apasionamiento han despertado; lo misino los que se permiten defender la conducta de D. Fernando que los que la execrar. * * * El día 21 de Julio de 1512, el Duque de Alba, al frente de un ejér- cito compuesto de 1.000 hombres de armas, 2.500 caballos, 6.000 peones y 20 cañones, penetraba en tierras de Navarra Formaban la vanguardia gui|>uzcoanos y alaveses, juntamente con indignos navarros, capitanea- dos por el Conde de Lerín. Aquella frase con que el Católico despidió al Mariscal de Navarra, en funciones de embajador, "que él tornaría por fuerza lo que él no quería dar de su voluntad" (1) tuvo plena rea- lidad. Una carta ele los reyes D. Juan y D.a Catalina, dirigida a Tudela desde Pamplona (20 julio) anuncia el peligro en que se. encuentran y la llegada del ejército «castellano a Salvatierra; en dicha carta los monarcas navarros piden al alcalde tudelano que "con 'treinta de a caballo de los continuos de esa ciudad, bien aderezados y armados", se trasladen a la capital del reino para acompañarles y ¡servirles. Presto cumplió Tudela, fidelísima siempre, las órdenes reales, según se deduce de la carta que Gonzalo de Mira fuentes escribió a "los magníficos y virtuosos señores ios jmsfticya y jurados de la ciudat de Tudela" (23 julio), dando cuenta de "como he llegado a Tafalla con gente de caballo de esa ciudat". de la estancia de D. Juan en Liimíbie-r y de su decisión de no pasar "mas adelante sin que su alteza mande de nosotros 4o que mas fuere su ser- bizio" (2). Pero antes de abandonar Pamplona, el rey D. Juan vuelve a escribir a su ciudad de Tudela (21 de julio) .comunicándole noticias de los' mo- vimientos del ejército castellano, "por que hoy este día la gente caste- (1) CORREA.—Historia de la conquista del reino de Navarra, por di Duque •de-Alba. Ed. por YANGUAS,. Pamplona, 1843; principalmente págs. 64, 65, 66. (2) Archivo municipal, Jibrp XIX, núm, 17. Publicada por MIGUEL DE ÓRREAGA en Ámáyur, Pamplona, 1923, pág. 316. A LOS ÚLTIMOS REYES DE NAVARRA : 5 llana ha venido a poner el Real cabe Echarri de Aranaz y conviene re- sistirle la entrada del puerto de Qsquiate"; demanda, en esa carta, quinientos hombres "de los mas útiles y bien aderezados con sus armas noche y día y los imbieis haciendo venir de la gente de a caballo lo que os pareciere, y Cambien si hay alguna de artillería haced que venga'' (3). Tudela escribió a su rey dándole cuenta del movimiento que se no- taba- en sus fronteras y de cómo se apercibía a la defensa; D. Juan contestó desde Lumbier (27 de julio) alentando la 'lealtad de los tude- lanos, y en su carta formula al juicio que le merece la entrega de Pam- plona a los invasores: "como quiera que los de la ciudad de Pamplona, no dando de sí la cuenta que fuera razón, lo hayan hecho tan floj amen- be... ". En fla misma fecha vuelve a escribir D. Juan a Tudela pidiendo el envío de "mensageros, con poder bastante para entender en lo que a la conservación, remedio y defensión de todos conviene". Nueva car- ta escribe desde Lumbier (30 julio) anunciando que se "ha tomado cier- to asiento de paz" con los castellanos, y que en tanto se comunique éste al Católico, ha decidido marchar a visitar a su augusta esposa. Temeri- dad fue entrar en negociaciones, sin fuerza para man/tener su derecho; imprudencia abandonar el reino, por tan fútil motivo, sin conocer el juicio que al Católico merecía el arreglo. La opinión de éste no se hizo esperar. El 31 de julio publicó el aragonés su Mandamiento en el que pretendía justificar sus actos de violencia y anunciaba las condiciones que podrían servir de base para una inteligencia con el navarro. Inútil pretensión, de sobra sabida por D. Fernando; tan indignas eran que produce sonrojo reproducirlas. Nada se hablaba en el manifiesto de las discutidas bulas que, por primera vez, se mencionan en la corresponden- cia del Católico con la ciudad de Tudela. Pasó D. Juan la frontera de su reino, y quedó interrumpida su co- rrespondencia con la ciudad ribereña, hasta que ésta volvió a escribirle para darle cuenta de la carta que había recibido del Reverendísimo Se- ñor D. Alonso de Aragón, arzobispo de Zaragoza e hijo natural del vir- tuoso monarca D. Fernando el Católico. Y ya tenemos en escena al buen arzobispo, anteponiendo sus deberes filiales a los sacerdotales, sustitu- yendo la Cruz, símbolo de paz, por la espada, símbolo de violencia. (3) Las cartas publkadas por YANGUAS en el Diccionario Histórico de Tu- delá y Diccionario de Antigüedades de Navarra, contienen aJgunas equivocacio- nes en fechas y texto. Por ello ha creído el autor conveniente transcribirlas exac- tamente en el: Apéndice ¡I. 6 * LEALTAD DE TU DÉLA' -.'•"•. - ./ Era D. Alonso de Aragón hijo de D. Fernando y de D.a Aldonza Roch de Ivorra, que despué^s casó con D. Francisco Galcerán de Cas- tro y de Pinos, Vizconde de Etal. Había nacido en Qervera en el año 1470 y más que una sólida y sincera vocación le llevó al servicio de Dios y de su santa Iglesia, las pingües rentas del arzobispado cesaraugustano y la ambición de alcanzar elevados pues/tos. No tuvo gran prisa en reci- bir las sagradas órdenes, ya que pasaron varios años desde que se le dio el arzobispado, en perpetua administración, hasta que cantó su primera y única misa. También dejó, como su padre, fruto de ilícitos amores; tuvo en D.a Ana de Gurrea un hijo, D. Juan, que no sólo heredó su apellido, sino también el arzobispado, al morir su padre en Lécera el 24 de febrero de 1520. D. Alonso de Aragón, administrador-perpetuo de las iglesias y arzo- bispados de Zaragoza y Valencia y capitán generan de guerra en los rei- nos de Aragón, Valencia y principado de Cataluña, escribía una carta ala ciudad de Tíldela, desde Zaragoza (14 agosto), en la que, sin faltar los manoseados tópicos de amistad y protección, presentaba a su criado y protonotario eclesiástico, micer Leandro 'Coscón, ¡portador de la mis- ma, el cual llevaba instrucciones para que los leales tudelanos recono- ciesen a su padre y señor, brindándoles su protección y el tomarles "a las leyes, fueros y .libertades del presente reyno de Aragón". No era nada lo que pretendía el arzobispo. La injuria que hacía a la cuidad era doble: traición a sus legítimos reyes, traición al reino de Navarra. Digna fue la contestación de Tudela, pero dudamos que impresionase a tan evangélico prelado, tan -poco preocupado de la santidad del juramento. "Sabe V. S.—contestaba—la reputación en que ha estado y está esta ciu- dad asi por los Reyes antepasados, como por todos aquellas que a ella han tenido, de la mucha fidelidad que con todos ha usado, y las muchas congojas y trabajos que por ello hasta hoy ha padecido, mucho estamos admirados, et quasi atónitos de lo que V.