TOMO 3

HISTORIA DE ARTE Y CULTURA EN ALGECIRAS

HISTORIA DE ALGECIRAS

HISTORIA DE ALGECIRAS

TOMO III Arte y cultura en Algeciras

MARIO OCAÑA (Coordinador)

Cádiz 2001 Autores: Mario L. Ocaña Torres Ángel Sáez Rodríguez Luis Alberto del Castillo Navarro Maribel Gómez Arroquia Antonio Torremocha Silva Juan Ignacio de Vicente Lara Juan Carlos Pardo González Juan José Téllez Rubio

© Edita: Servicio de Publicaciones de la Diputación de Cádiz Plaza de España s/n 11006. Telf. 956 24 02 03 Fax 956 24 06 14 [email protected]

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ISBN Obra completa: 84-95388-34-0 ISBN Tomo I: 84-95388-37-5 Depósito Legal: CA-881/01

Motivo de cubierta: Claraboya de la cúpula del mercado de Algeciras. Diseño de portada y maquetación: Julio Malo de Molina. Preimpresión: Cadigrafía. Publicidad y Comunicación. Imprime: Copartgraf. Índice

Capítulo XVIII: Arte, arquitectura y urbanismo en la Algeciras moderna

1. Arte, arquitectura y urbanismo …………………………………………13

2. El desarrollo urbano de Algeciras en el XVIII ……………………………15

3. El desarrollo urbano en el siglo XIX ……………………………………49

4. El desarrollo urbano de Algeciras en el siglo XX …………………………86

5. Espacios y obras singulares………………………………………………131 5.1. y alrededores ……………………………………………131 5.1.1. Capilla de Nuestra Señora de Europa ………………………137 5.1.2. Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de la Palma ……………139 5.1.3. Ayuntamiento ………………………………………………142 5.2. Norte del río ………………………………………………………143 5.2.1. Mercado Torroja ……………………………………………143 5.3.2. El Hospital de la Caridad ……………………………………145 5.4.3. Capilla del Hospital de la Caridad …………………………147 5.4.4. Otros espacios y obras de interés al norte del río ……………148 5.2. Las orillas del río……………………………………………………151 5.2. El sur del río ………………………………………………………157

6. Bibliografía ……………………………………………………………163 6.1. Fuentes ……………………………………………………………163 6.2. Estudios y otras publicaciones………………………………………165

Capítulo IX: El siglo XX: Sociedad, cultura y creación en Algeciras

1. Una reflexión ante la ciudad ……………………………………………175

2. Las artes plásticas durante la primera mitad del siglo XX ………………179 2.1. Rafael Argelés ………………………………………………………181 2.2. Ramón Puyol ………………………………………………………184 3. Las artes plásticas durante la segunda mitad del siglo XX ………………188

4. Música …………………………………………………………………202 4.1. Del Chacarrá a los Carnavales………………………………………204 4.2. La nueva música popular …………………………………………206 4.3. Flamenco …………………………………………………………210 4.3.1. La saga de los Lucía …………………………………………215 4.4. Entre el jondo y la copla……………………………………………221

5. La fiesta taurina …………………………………………………………224

6. El ensayo y la historiografía ……………………………………………227 6.1. Adolfo Sánchez Vázquez……………………………………………230

7. Literatura ………………………………………………………………238 7.1. El paisaje literario …………………………………………………238 7.2. José Luis Cano ……………………………………………………241 7.3. Un primer paseo literario …………………………………………262 7.4. Bahía ………………………………………………………………265 7.5. De Lola Peche a los jóvenes rebeldes ………………………………269 7.6. Domingo F. Faílde …………………………………………………272 7.7. Femenino Plural ……………………………………………………275 7.8. De Yaraví a Cónclave de Naúfragos ………………………………277 7.9. Hablando en prosa …………………………………………………278 7.10. Juan José Téllez……………………………………………………282

8. Otra ciudad, otras costumbres …………………………………………286

9. Educación ………………………………………………………………289

10. Teatro …………………………………………………………………290

11. Hacia la refundación de la sociedad civil ………………………………294

12. Prensa …………………………………………………………………299

13. La radio y la televisión …………………………………………………304

14. Bibliografía consultada …………………………………………………307 Capítulo VIII Arte, arquitectura y urbanismo en la Algeciras moderna

Juan Carlos Pardo González Licenciado en Geografía e Historia y Bellas Artes Consejero de Número del IECG

1.- ARTE, ARQUITECTURA Y URBANISMO.

Pudiera parecer a los ojos del visitante esporádico, o incluso a los de muchos de los veci- nos que aquí residen, que en este capítulo que cierra la historia de Algeciras pretendemos algo que ciertamente tiene algo de quimérico, ya que uno de los rasgos más característicos de Algeciras como ciudad es precisamente contar con muy pocos restos de valor de su pasa- do histórico, y además tener en muy poca estima lo que se conserva. Pero detrás de esa apa- riencia de ciudad carente de memoria y un tanto insulsa, descubrimos, a poco que nos lo propongamos, un pasado de indudable interés. En estas líneas pretendemos saber como era en otros tiempos el espacio por donde ahora nos movemos, intentaremos encontrar en las fuentes referencias que aún se conservan e indicios que nos explican cómo el tiempo ha afectado a ese espacio. Esta actividad nos puede convertir a todos -al mirar detenidamen- te las pistas que se conservan- en aprendices de detectives que buscan en las imágenes y en los textos las huellas de la historia. Las ciudades y los paisajes son como un libro donde la acción del hombre en el tiempo escribe inexorablemente; unas veces incrementando la belleza del paisaje con construcciones y transformaciones de indudable interés, y otras dejándonos un testimonio escrito con penosa caligrafía. Son varias las razones que pueden explicar este rasgo de la poca estimación de los res- tos del pasado: por un lado tenemos que considerar su relativamente corta existencia como ciudad renacida. Algeciras fue una ciudad que desapareció violentamente, es decir la ciu- dad estuvo «muerta» durante más de tres siglos, no existió pues una continuidad con la ciu- dad medieval. Esto hace que los nuevos pobladores del XVIII no tengan ninguna con- ciencia de la antigua Algeciras, los restos estaban destruidos, de modo que la única valora- ción que de las derruidas construcciones medievales hacen sus flamantes habitantes es la de cómodo y barato material de construcción con los que edificar sus viviendas. Por otra parte el tipo de población de Algeciras ha sido desde su reocupación muy diferente al de la gene- ralidad de las poblaciones españolas. Durante el antiguo régimen hay una ausencia casi total de lo que podríamos denominar como «clases dominantes», es decir clero y nobleza, que eran los únicos sectores de la población que en esa época tenían -por estar cubiertas el resto de sus necesidades- interés en el patrimonio artístico. La ciudad es de comercian- tes, artesanos, agricultores, pescadores,... del tercer estado en suma, gente que no podía plantearse dedicar su dinero a otra cosa que no fuera satisfacer sus necesidades básicas, o que, en el mejor de los casos, obtenía su riqueza mediante el comercio, sector que estaba sometido a fluctuaciones, y que exigía cierto dinamismo, que obligaba a sus ejercientes a cambiar de lugar o de actividad. Esto contrasta con aquellas poblaciones en que los pode- rosos obtenían sus rentas de grandes propiedades agrícolas, cuyos bienes, además de obte- nerse con relativa regularidad, tenían una procedencia clara que los vinculaba con un espa- cio concreto. La casa del terrateniente tenía la función de mostrar su poder y riqueza. Las donaciones que estos realizaban a la iglesia tenían en cierto modo esta misma finalidad.

13 Otra razón que explica lo anterior es que la población de la ciudad se ha visto incre- mentada a lo largo de la historia no solamente por su crecimiento vegetativo, sino también por gentes de diferentes puntos de la geografía que esperaban encontrar en este espacio oportunidades que no se les ofrecían en sus lugares de origen. Estas oleadas de inmigran- tes que llegaban con un lógico sentimiento de desarraigo no eran precisamente las más ade- cuadas para valorar o conservar lo que aquí se encontraban. Si a todo esto unimos -ya en tiempos modernos- la inexistencia de una élite culta con capacidad de influencia sobre los poderes públicos, que son en definitiva los que realmen- te tienen la competencia de actuar en este tema, no debe extrañarnos que Algeciras parez- ca estar sumida en un continuo ejercicio de engullirse a sí misma. La ciudad renueva su caserío sin contemplaciones, da igual el interés o la calidad de las edificaciones del pasado o la presión (mínima) que hayan podido hacer los pocos habitantes que han estado con- cienciados con este tema, con una fuerza y una total ausencia de respeto vemos aparecer nuevas construcciones donde antes existían edificios que nos hablaban de otros tiempos y de otras formas, que contribuían a vincularnos con nuestro pasado, que eran en suma nues- tras señas de identidad, señas que se han ido perdiendo ante la indiferencia de la mayoría de los algecireños. Mientras que en otras ciudades este proceso se detuvo con la llegada de los ayunta- mientos democráticos, en Algeciras no solo no se detuvo, sino que la negligente gestión de estos hizo que la concesión indiscriminada de licencias de construcción haya sido el prin- cipal modo de sanear las maltrechas arcas municipales. Así, mientras que en otros lugares el caserío urbano ha estado sometido en los últimos años a un proceso de restauración y de reutilización de los edificios de interés histórico, aquí los esfuerzos en esta dirección han sido mínimos, y se han tirado edificios de indudable interés, algunos muy recientemente, lo que nos habla a las claras de que la poca conciencia que tiene la ciudad con respecto a los restos de su pasado llega hasta la actualidad. Esta falta de cultura cívica se hace más dolorosa si consideramos que el catálogo de edi- ficios de interés en nuestra ciudad era -y ahora más- realmente escaso, aún así, este ataque contra el patrimonio de la ciudad se ha estado ejerciendo con pocas contemplaciones. Todo esto explica que no haya sido un campo de investigación muy difundido, y cier- tamente han sido pocos los casos de autores que lo han tratado de forma específica. Entre estos hay que citar a Santacana que en los capítulos finales de su Antiguo y moderno Algeciras hace un recorrido por los principales edificios y espacios urbanos, este esquema se repetirá en la obra de Pérez-Petinto y en Algeciras, Pasado y presente de la ciudad de la Bella Bahía de Cristóbal Delgado, que siguen una sistematización y desarrollan contenidos simi- lares a los planteados por Santacana a comienzos del siglo. Más reciente, aunque sin aportaciones significativas, es la publicación de Algeciras, den- tro de la colección de los pueblos de la provincia de Cádiz publicada por la excelentísima Diputación provincial, obra que fue coordinada, entre otros, por Ramón Corzo. Además

14 de sus inestimables contribuciones a la historia medieval de la ciudad, Antonio Torremocha ha realizado aportaciones en varias obras que tratan del desarrollo urbano de la ciudad renacida. A raíz de la puesta en marcha -no hace demasiados años- de la revista Almoraima, y de las Jornadas de Historia del Instituto de Estudios Campogibraltareños el interés por la historia y el patrimonio de la comarca en general y algecireño en particular, crece de forma notable. A partir de entonces distintos investigadores han ido haciendo revisiones, poniendo al día y aportando nuevos datos que nos ayudan a comprender mejor este aspecto de nuestro pasado, entre estos hay que destacar a Juan Ignacio de Vicente, Martín Bueno, Carlos Gómez de Avellaneda, Andrés Bolufer, Ángel Sáez, Angelines Melle, Rosa Sierra,... que han realizado importantes aportaciones en este campo. En esta línea de colaboración para la recuperación del patrimonio cultural de la ciudad hay que situar la reciente aparición de la revista Caetaria, auspiciada por el Museo Municipal de Algeciras. Pero sin duda alguna la obra más ambiciosa y que realiza un estudio más profundo del urbanismo y del patrimonio arquitectónico algecireño es la Historia urbana de Algeciras de Ana Mª Aranda y Fernando Quiles, la calidad y lo reciente de la publicación hace difícil hacer aportaciones novedosas en este momento. En cualquier caso estas líneas no tienen ninguna pretensión de enmendar ninguna de las aportaciones realizadas con anterioridad y si aspiran a algo es a ofrecer una visión personal -la mía- de un capítulo de la historia de la ciudad que nos resulta de especial interés. Y dado que ni tenemos intención ni capaci- dad para agotarlo esperamos saber transmitir este interés para que otros en el futuro reto- men el tema, y se conviertan, además de en detectives que bucean en el pasado, en activos vigilantes, que valorarán puesto que las conocerán, (la ignorancia es el peor enemigo del patrimonio cultural), las páginas escritas con hermosa caligrafía que nos va dejando la historia.

2.- EL DESARROLLO URBANO DE ALGECIRAS EN EL XVIII.

De estos primeros años de la recién renacida Algeciras data quizá la secuencia docu- mental más completa dentro de la historia urbana de la ciudad, esto nos permitirá recrear con bastante exactitud la formación de la estructura urbana del núcleo más antiguo de la ciudad, cuya retícula pervive hasta la actualidad. Si establecemos un recorrido iconográfico en el tiempo, nos encontramos que, proba- blemente, la imagen más antigua que tengamos de la renaciente Algeciras sea un grabado inglés de principios de siglo, titulado The ruins of Algezira in the .1 Aunque no sea especialmente descriptiva sí que nos ofrece algunos datos de la ciudad en los pri-

1. El grabado debía formar parte de una serie en la que estaría otra estampa que se encuentra en el Museo de Gibraltar que se titula: The mouth of the cave of Gibraltar, ya que los dos utilizan un adorno igual para la última letra de la palabra Gibraltar de los títulos. Debían formar parte de alguna publicación que no he logrado identificar, ya que en uno de los márgenes de este último grabado pone: Vol 2. p. 325.

15 meros años del XVIII, es decir de la ciudad recién repoblada y sin ningún atisbo de modelo urbano. La estampa es coetánea probablemente a la visita del abate Labat a la ciu- dad, y como en la narra- ción literaria del francés, nos ofrece una visión de la ciudad escasamente habi- tada,2 con muchos restos arqueológicos. Este aspec- THE RUINS OF ALGEZIRA IN THE BAY OF GIBRALTAR. ANÓNIMO. MUSEO DE GIBRALTAR. to la hacía enormemente interesante a los ojos del visitante culto, lo que explica su objetivo como obra gráfica: difundir entre la clase cultivada inglesa y europea, que en los alrededores del Peñón se encontraban sitios de interés donde se podían encontrar numerosos restos del pasado. Las antigüedades, especialmente las clásicas, se pusieron de moda en el XVIII, las series de monumentos antiguos -piénsese en Piranesi- estaban a la orden del día. Es normal pues que una de las curiosidades a destacar en la zona sean las ruinas de las antiguas Algeciras. El grabado tiene un tinte bucólico, y describe a la recién nacida Algeciras como un sitio pacifico y encantador, el locus amoenus que anhelaban los clásicos y de los que reviven sus ideales en estos años. El autor se vincula casi afectivamente con el lugar, pretendiendo en su descripción del paisaje despertar sentimientos y emociones, aunque, como se puede observar, no nos da demasiados datos de la estructura urbana de estos años. En la imagen se ven los restos de las fortificaciones de la ciudad medieval, que en estos años son muchos. Entre ellos destaca el resto de la coracha y la torre albarrana que se encontraban muy metidas en el mar y que protegían el fondeadero situado delante de la ciudad. Las pocas y dispersas casas, y el propio título de la obra -que no habla de pobla- ción sino de ruinas- nos sitúan el documento en los albores del renacimiento de Algeciras. Para obtener los primeros datos fiables tenemos que esperar a la llegada de Jorge Próspero de Verboon, que es el artífice del corpus documental más interesante sobre urba- nismo algecireño. 2. Según el viajero francés que visita la ciudad a finales de 1705, Algeciras es una población escasamente poblada y con muchos restos antiguos: Advertí murallas y torres a la antigua sobre las alturas al pie de las cuales está la ciudad construida. ...Algeciras, que llaman en plural como si hubiera allí dos ciudades, en lugar de que no hay más que un pueblo muy malo, muy pobre y muy arruinado, todo rodeado de ruinas que dan miedo. Más adelante continua: No se ven más que algunas casas malas, sembradas de trecho en trecho en medio de una infinidad de ruinas. No hay entero más que el castillo... LABAT, Juan Bautista. Viajes en España. Texto recogido por GARCÍA MERCADAL en Viajes de extranjeros por España y Portugal. Tomo III. pp. 150-151.

16 Verboon fue el fundador del Cuerpo de ingenieros militares, nació en Amberes en 1665, época en que Flandes aun formaba parte de la Corona Española, hijo del ingeniero militar Cornelio Verboon, que murió siendo cuartel-maestre general de los ejércitos del rey de España, en los Países Bajos. Esta tradición de Ingeniería militar la sigue él como luego la seguirían sus descendientes.3 Empezó su carrera militar al lado de su padre, sien- do admitido como cadete de infantería cuando contaba con 12 años de edad. Fue discí- pulo predilecto de Sebastián Fernández de Medrano, con quien colaboró activamente, en la Real Academia Militar del ejército de los Países Bajos en Bruselas. La Guerra de Sucesión sirvió para poner de relieve sus dotes y cualidades. Durante el curso de la contienda le fueron encargados algunos trabajos por el célebre ingeniero mili- tar francés Sebastián le Preste de Vauban. El encuentro con el ingeniero y urbanista fran- cés4 fue determinante para el futuro de su carrera militar y para el desarrollo de la inge- niería española ya que señalará la confluencia organizativa entre el modelo francés y el español. Esta influencia no se restringirá solamente al sistema de organización, también habrá confluencia en las tipologías constructivas.5 La relación supuso pues una brillante culminación de su proceso formativo. En 1709 Felipe V nombra al marqués de Bedmar secretario del despacho de Guerra, y este propone al Rey organizar un cuerpo de ingenieros para lo que solicita la presencia de su antiguo colaborador Jorge Próspero de Verboon, que con 56 años llega a Madrid, destinándosele a la frontera portuguesa, donde realiza un reconocimiento de las plazas fuertes a ambos lados de la frontera. El 18 de diciembre de ese mismo año fue ascendido a teniente general, y poco después, el 13 de enero de 1710 se le nombra Ingeniero General de los Ejércitos, Plazas y Fortificaciones de todos los Reinos, Provincias y Estados, y Cuartel-Maestre General de todos los ejércitos. En este cometido de organizar el cuerpo de Ingenieros, pide la colaboración de los ingenieros que anteriormente habían trabajado con él en Flandes y con ellos formó los cuadros del nuevo organigrama. El sitio de Barcelona (1713-14) se convirtió en uno de los momentos más importantes de su vida militar, ya que lo dirigió de principio a fin, participando activamente en casi todos los combates.

3. Sus hijos Isidro Próspero, cuya prematura muerte truncó una carrera en la que estaba llamado a suceder a su padre y Juan Baltasar, siguieron la tradición de ser ingenieros militares. En el Campo de Gibraltar se puede rastrear la presencia de otro descendiente militar de Verboon, fue Enrique Luis Lotzen y Verboon nieto de Isidro Próspero que llegó a ser comandante general de campo muriendo en 1798 y que está enterrado en la iglesia de Santa María Coronada de San Roque. Según recoge Rafael CALDELAS LÓPEZ en La Parroquia de Gibraltar en San Roque.(Documentos 1462-1853). pp. 245-246. 4. El papel de Vauban fue fundamental en la organización de los ingenieros en el ejército y en la política belicista de Luis XIV de Francia. Tras las conquistas del monarca llegaba el afianzamiento sobre el territorio, y para ello era fundamental potenciar las plazas fuertes, esto llevó a Vauban a multiplicarse por todas las fronteras de Francia, sus plazas fuertes no eran sólo obras de ingeniería sino que ejercían un auténtico control económico y político sobre el territorio. 5. De hecho en la reducida plantilla inicial del posterior Real Cuerpo de Ingenieros, de los diez ingenieros existentes, encon- tramos además del propio Verboon a seis ingenieros de Flandes y tres franceses, que se habían formado lógicamente en la órbita de Vauban.

17 Una vez conseguida la victoria Verboon se encarga de construir la ciudadela, obra que se convierte en su gran creación y aplica todos sus conocimientos de ingeniería militar. En 1718 se le nombra gobernador y Castellano de la ciudadela, cargo de significación entra- ñable pues lo hizo compatible con el de Ingeniero General y lo conservó hasta su muerte. La primera ordenanza del cuerpo de Ingenieros data de ésta época y se enmarca dentro del programa de reformas de la nueva dinastía. En este plan de modernización los inge- nieros militares se convierten en una herramienta de primer orden, encomendándoseles tareas insospechadas anteriormente. Además de estas reformas, Verboon propuso la creación de la Academia de Matemáticas de Barcelona, Ceuta y Orán, centros que se encargarían de la formación de los futuros ingenieros militares. Desde 1721 hasta 1727 realizó numerosos viajes de inspección y proponiendo las refor- mas y proyectos necesarios. Proyecta fortificaciones para Ceuta, Málaga, Sevilla. También realiza proyectos sobre la navegabilidad del Guadalquivir entre Córdoba y Sevilla y de un pantano para Lorca. En este frenesí creativo se sitúan sus proyectos sobre Algeciras y la bahía en el que rea- liza un plan de urbanización de la población y una propuesta de fortificación. La no reali- zación de los proyectos y las condiciones en que se realizaron los viajes, según cuenta el mismo Verboon, nos muestra que, si bien eran tiempos dinámicos en los que se podían apreciar signos de recuperación económica, la Hacienda pública era bastante poco boyan- te: En mayo de 1726, desde Pamplona (año y lugar en el que se firma el informe sobre Algeciras), Verboon se lamenta de los 5 años consecutivos de viajes y de cómo influían negativamente en su salud, de los grandes gastos que conllevaba, sobre todo cuando no le habían pagado durante un año ni un maravedí ni a él ni a los demás ingenieros que lo acompañaban. En 1727 el rey, como premio a sus servicios, lo nombra Marqués de Verboon. En ese mismo año se incorpora al ejército que trataba de recuperar Gibraltar al mando del Conde de las Torres. Verboon al igual que gran parte de la cúpula militar que participaba en el ase- dio se enfrentó abiertamente con él, ya que, entre otras cosas, no era partidario del ataque por tierra sino por mar. El Conde de las Torres actuó sin seguir este criterio y el sitio no sirvió de nada. Verboon volvió enfermo a Madrid donde convaleció hasta que en 1731 regresó a Barcelona, allí permaneció el resto de su vida dirigiendo el cuerpo de ingenieros. En 1737 ascendió a Capitán General (no sin haberse quejado previamente por haber ascendido dos tenientes generales más jóvenes que él) y ese mismo año murió en la ciuda- dela de Barcelona que había sido su casa durante tantos años.6 El primer contacto de Verboon con Algeciras data de 1721, fondea en la bahía en una escala que tenía como destino Ceuta, recordemos que Algeciras era un sitio ideal para hacer aguadas, el nombre de río de la Miel hacía alusión precisamente a la dulzura y calidad de sus aguas. El lugar, a juzgar por toda la documentación posterior, debió impresionarle, y

6. Para más datos biográficos puede consultarse WAUWERMANS, Enrique: El marqués de Verboom, ingeniero militar fla- menco al servicio de España.

18 ya en este primer momento realiza un plano de la ciudad.7 En los planos existentes en los archivos no aparece ninguno con esta fecha, por lo que se puede afirmar que, o bien se per- dió, o bien no pasó de la fase de boceto. Verboon visita la ciudad en varias ocasiones con posterioridad, y de cada visita se genera un interesante aporte documental. Los planos que se realizan en estas fechas formaban la parte gráfica de las cartas e informes que el ingeniero realiza sobre Algeciras y su análisis difícilmente se puede desligar de él. En la serie de planos que se realizan por orden suya no se sigue un criterio de normali- zación a rajatabla,8 aunque sí encontramos ciertos criterios de homologación. Todos, por ejemplo, utilizan escalas gráficas, normalmente 2, una expresada en Varas (medida tradi- cional española equivalente a 835 milímetros y 9 décimas) y otra en Toesas o Tuesas que es como aparece escrito en los mapas, esta antigua unidad de medida francesa es equiva- lente a 6 pies, es decir, casi 2 metros de longitud. Otro criterio de homogeneización lo vamos a encontrar en la orientación de los planos; en casi todos los planos realizados por orden de Verboon, excepto el de conjunto de la bahía, la ciudad se sitúa con el oeste en la parte superior del mapa. Al no estar todavía desarrollado el sistema acotado de proyección con sus correspon- dientes curvas de nivel, el problema de la representación del relieve se resuelve utilizando un descriptivo sombreado en aquellas zonas donde existen montañas, tanto más oscuro el sombreado cuanto más alto era el monte a representar. En cuanto a la representación de las profundidades marinas el sistema que se utiliza es prácticamente el mismo que el actual, es decir, marcar el valor de la sonda en el punto exacto donde se ha hecho la medición. Como se puede deducir de la exactitud de las cartografías, se había llegado ya a un nivel muy aceptable en los sistemas de medición y de representación. El Cuerpo de Ingenieros era el encargado de esta labor, un auténtico grupo de técnicos a los que se les encomenda- ba triangular y representar el espacio. La importancia de este trabajo así como la comple- jidad que iban adquiriendo también los sistemas de fortificación, labores todas de especia- listas, hicieron que este grupo tuviera cada vez un papel más preponderante. Dentro del importante número de planos donde Verboon establece sus propuestas sobre Algeciras, se pueden establecer dos grupos de estudio, por un lado aquellos en que nos ofrece sus propuestas urbanísticas y aquellos otros donde presenta su proyecto de for- tificación para la ciudad de Algeciras. Aunque esté desaparecido el plano de 1721, pensamos que, en cualquier caso, los datos que tendría que tener son los que aparecen en el plano XXVIII-16.9 Es este el primer plano 7. Se conserva una copia de la carta de 10 de octubre de 1721, en donde menciona algunos detalles de esta visita: "Los dias siguientes hasta el Siete de este inclusive, me ocupè en visitar el terreno de dichas Algeziras, y toda la Costa dela Bahia, el curso del Rio ylo demas del Pays, enpartes à unas tres leguas Tierra adentro, hasta donde sepuede hazer navegable, mientras los tres Ingenieros que hè traido conmigo, levantaron el Plano de las referidas Algeziras, y Sondeàron su Costa, donde he encontrado una observaziones dignas de mayor reflexion; De todo lo qual darè quenta à Vs. con un Plano y Mapa quando estè algo de asiento en Malaga, ù otra parte donde huviere lugar para ello". Texto recogido por PARDO GONZÁLEZ, Juan Carlos: La Fortaleza Inexistente. Proyectos del ingeniero Jorge Próspero Verboon sobre Algeciras. Algeciras, IECG, 1995. p.18 8. No se normalizarán los planos en el Ejército hasta la reforma posterior del Conde de Aranda. 9. A.G.S. (Archivo General de Simancas) M.P. y D. (Catálogo de Mapas, Planos y Dibujos) XXVIII-16

19 3.- PLANO XXVIII-16. ARCHIVO GENERAL DE SIMANCAS. PLANO DE LOS VESTIGIOS DE LA CIUDAD PRINCIPAL DE LAS ALGECIRAS Y PORCION DE LOS DE LA PEQUEÑA, EN QUE SE DEMUESTRA EL ESTADO DE LA NUEVA POBLACIÓN, COMO SE HALLAVA EN HENERO DE 1724. A. RECINTO DE LA CIUDAD GRANDE I. CASA DE D.N SEBASTIAN DE VELASCO B. PARTE DE LA CIUDAD PEQUEÑA L. CASA DE D.N ANTONIO DE ANTOÑON C. ATALAYA M. CASA DE D.N MELCHOR LOZANO D. PUERTA DE TARIFA N. CASA DE D.N MELCHOR ROMERO E. PUERTA DE GIBRALTAR O. HERMITA DE N.TRA S.RA DE EUROPA F. C ASTILLO ANTIGUO EN QUE ESTAVA LA IGLESIA P. C ASA DE JOSEPH DEL CASTILLO G. PLAZA O. EL MESON H. IGLESIA QUE SE FUNDAVA R. QUARTEL DE CABALLERIA que tenemos de Algeciras, en el que aparece una información más antigua, y el más inte- resante para saber con verosimilitud el estado de la población en los primeros años de su repoblación. El plano tiene fecha de enero de 1724, este detalle, teniendo en cuenta que con la misma fecha aparecen planos con muchas más edificaciones, puede hacernos pensar que se trata de un error y el plano ser copia del inexistente de 1721. En cualquier caso nos sirve sobre todo para conocer los vestigios que quedaban de la ciudad medieval. En él vemos con precisión la situación de las puertas del núcleo norte, se vislumbra también la anchura y disposición del foso por los lados de la ciudad donde no había agua, se aprecian igualmente los restos del antiguo alcázar en la zona más alta de ese núcleo norte (actual barrio de San Isidro). Este castillo no debía conservarse en mal estado en estos años a juz- gar por lo escrito algunos años antes por Labat y por la nitidez de su trazado sobre el plano. Curiosamente en estos momentos se utilizaba esta construcción como iglesia, uso que des- apareció cuando se hizo la parroquia de la Palma, y que después de algunos avatares se recu-

20 peró en 1934.10 (Evidentemente sólo el uso religioso ya que no queda ningún vestigio del alcázar). En él también se describe el entrante de la muralla en el mar en la parte Norte de la ciudad, construcción que se mantuvo hasta tiempo relativamente reciente. En el plano no se aprecian calles, pero sí la Plaza Baja prácticamente definida y dos lados de la Alta. En uno de los lados construidos se menciona que se está edificando una iglesia en esos momentos11 con planta rectangular alargada de una sola nave. Si comparamos este plano con el primer proyecto de urbanización, notamos que Verboon respeta los edificios que tienen más entidad, así a pesar de su irregularidad no cambia la manzana del cuartel (donde actualmente se encuentra el Gobierno Militar) y la del mesón (la contigua a la anterior definida por las actuales calles T. Maroto, J. Santacana, plaza del Mercado y T. Riera), que se convierten así en las manzanas más antiguas de Algeciras. De igual modo adaptará el ritmo de la retícula al cambiar la calle que, por lógi- ca, debería salir del extremo nordeste de la Plaza Alta y lo sitúa en medio del lado norte, entre las propiedades de Don Melchor Lozano y Don Melchor Romero (en ese lugar se encuentra actualmente el Casino), siguiendo el sentido de la calle -Convento- que ya esta- ba prefijada en esos momentos. En el plano XIV-34,12 realiza su primer proyecto de urbanización de la ciudad, sigue en la medida de lo posible el modelo de manzanas ortogonales, respetando, como hemos mencionado, la posición de las construcciones que tenían cierta envergadura. Sitúa tres ejes viarios principales que recorren la ciudad de Norte a Sur, son calles que se señalan en los tres planos con la letra A y que tienen unos 10 metros de ancho (12 varas). Estas calles están cortadas transversalmente por otras 9 de menor envergadura que tienen 7’5 metros (9 varas). En los planos se sitúan las dos plazas, la Alta y la Baja que, según vimos en el plano anterior, están prácticamente configuradas en estas fechas. La parte Oeste de la ciu- dad, la más abrupta, queda sin urbanizar. Como veremos más adelante es la zona donde Verboon situará la ciudadela, así trata de mantener en la zona un edificio con una función similar a la del antiguo alcázar musulmán. Por otra parte, era común en los proyectos que se realizan en esta época, que los terrenos colindantes con las ciudadelas se queden sin urbanizar. Estas explanadas abiertas permitían más fácilmente la operatividad militar y en tiempos de paz actuaba como «Plaza de Armas» para los ejercicios militares.13 Verboon muestra en este plano cuales son las casas que hay que derribar por interferir su cuadrícula. Lo más significativo de estas modificaciones es que propone cambiar el eje de lo que luego sería la Parroquia de la Palma, que se estaba construyendo en esos momen- tos, lo cual hubiera supuesto el derribo de lo que se llevara edificado. Con ello se conse- guía que la plaza fuera una cuadrado perfecto con la iglesia situada justo en el centro del 10. Aunque la actual Parroquia de San Isidro no ocupa exactamente el solar del antiguo alcázar, que se situaba algo más al Este de la iglesia que conocemos, es curioso el devenir de los usos de este espacio, del que nos informa SANTACANA y MENSAYAS, E.: Antiguo y moderno Algeciras. Algeciras-Tipografía El Porvenir-1901. p. 244 y DELGADO GÓMEZ, C.: Pasado y presente de la Ciudad de la Bella Bahía. Algeciras-1990, p. 203. 11. La fundación de la iglesia data -según estudios del Padre Martín Bueno- del año 1723, año en que el sacerdote Pedro de Rosas colocó la primera piedra. 12. A.G.S. M.P. y D. XIV-34. 13. GUTIÉRREZ, Ramón y ESTERAS, Cristina: Territorio y fortificación. Madrid. Ediciones Tuero. 1991. p. 21

21 lado este y convertida en eje de simetría de ese espacio urbano. Verboon mostraba así su rechazo a la construcción que se hacía en esos momentos, que a sus ojos debía resultar bas- tante mediocre y a todas luces desafortunada en su orientación con respecto a la Plaza. Esta valoración se refuerza si consideramos que Verboon intentó salvar en su proyecto todas las construcciones hechas de piedra, y como se puede apreciar en los planos, su plan ortogo- nal se abandonaba para adaptarse a las construcciones de mucha menor importancia que una iglesia. Es bastante probable que Verboon se dejara influenciar para tomar esta decisión por los planes que tenía para la ciudad. Él soñaba, según hemos visto en sus diseños, con una Algeciras importante, que necesitaba para mostrar su relevancia una iglesia de mayor enver- gadura tal y como nos muestran éste y otros planos. Verboon nos muestra una iglesia de planta majestuosa de aproximadamente 50 metros de largo por 28 de ancho. (Aunque especulamos frente a lo que tan sólo es un boceto). Tendría cierta similitud con las iglesias de tipo jesuítico, es decir, una ancha nave central y dos laterales estrechas, que en el plano aparecen como transitables, donde estarían las capillas laterales. En el plano dichas naves aparecen surcadas por cruces de trazo discontinuo, lo que puede significar que irían cubier- tas de bóveda de arista. El transepto, de una anchura igual a la de la nave mayor, se alarga en sus dos extremos haciendo que la planta no pierda por poco la cruz latina -desapareci- da en los edificios herederos del Gesù-. Sobre el crucero aparece dibujada una circunfe- rencia discontinua, señal inequívoca de que Verboon pensaba coronar ese espacio con una cúpula, la iglesia se cerraba con un ábside semicircular de las dimensiones de la nave principal. Un plano similar a éste es el que Verboon deja, por iniciativa propia, al Marqués de Monreal, para que se realice el repartimiento de solares en la nueva Algeciras. Y que al pare- cer, según los rumores que le llegan poco más tarde, no se sigue. Esto hace que Verboon dirija al Marqués de Castelar la carta del 16 de Agosto de 1725 en la que expresa formal- mente su propuesta de urbanización.14

14. Esta carta dirigida como hemos mencionado al Marqués de Castelar, se encuentra en el legajo G.M.3618 del Archivo General de Simancas. La misiva acompañaba al plano XXVIII-16 y dice así : Mui Señor mio, teniendo entendido lo mucho que se ha augmentado la Población de las Algeziras, y el ardor con que cada Dia se va continuando la Ereccion de edificios, y considerando yo lo importante que es de que estos se coloquen y repartan con la Simetria de Plazas y Calles que combiene â una Ciudad renaciente como esta, me ha parecido inexcusable obligacion de representar â V.S. que haviendo â mi buelta de Ceuta abordado â aquella Ciudad, y considerando con toda atención el Terreno circuido por los Vestigios de su Recinto, encontré una Desorden tan notable en la colocacion de las Chosas y Casas executadas, que sin embargo de ser ya numeroso el Vezindario, no se havia formado siquiera una Calle, por haver ocupado cada uno el terreno que le havia parecido, haviendo entre ellas Casas de porte, y hasta una Iglecia empezada, de que lasti- mado yo, lo manifesté al Marq.s de Monreal, afin que en adelante pusiera remedio, para lo qual â instancia suya me detuve tres Dias en aquel parage, afin de hacer un plano de dho Terreno y de su Poblacion, en que arreglé las Calles y Plazas, como assimismo las Chosas que se havian de quitar, y haviendome manifestado el referido Marq.s los deseos que tenia que se pro- siguiesse la Poblacion con la Orden devida, dexe en su poder el citado Plano; Pero haviendo llegado â mi noticia que no solam.te no se sigue la disposicion que combendria, antes si se continua â poblar â la Morisca, devo hazerlo presente â V.I.a a fin que si halla por combeniente ponerlo en la alta consideracion de S.M., lo execute, para que se ataje promtam.te esta Desorden, pues dexandoles proseguir en su error, será en adelante dificultoso de reparar los desaciertos, que con tanta faci- lidad se pueden ahora remediar, sintiendo no tener presente el Original del mencionado Plano para remitirselo â V.S.; Pero si le pareciere necessario, podria V.S. servirse pedir al referido Marques la Copia, para que S.M. y V.S. puedan entrar en el conocimiento de lo que quedó dispuesto sobre esta Poblacion, que puede ser de mucho beneficio al Real Servicio, pues se establecen tambien famosos? Huertas en las Riveras del Rio de la Miel que alli desemboca en el Mar, y hay quien ofrece eri- gir en ellas Molinos de moler Trigo, y de Fábrica de Papel, todo lo qual sera mui util â España, y especialm.te la Hortaliza, Legumbres, y otros Generos de este Pueblo â la Plaza de Ceuta, que se halla en frente, y al presente todo le ha de venir de lexos.

22 PLANO XIV-35. ARCHIVO GENERAL DE SIMANCAS. "PLANO DE LA CIUDAD DE LAS ALGEZIRAS CON EL PROYECTO DE LAS CALLES QUE SE HAN DE FORMAR PARA SU NUEVA POBLAZIÓN". "APRUEBA S.M. ESTE PROYECTO SEGÚN SE EXPRESA EN LA CARTA QUE ESCRIVO OY A DN. THOMAS DE IDIÁQUEZ, GOVERNADOR Y CAPITÁN GENERAL DE LA COSTA DE ANDALUCÍA. SN LORENZO, 22 DE NVBRE. DE 1725. EL MARQUEZ DE CASTELAR". EXPLICAZION. SE PREVIENE QUE LO LAVADO DE AMARILLO CON LINEAS NEGRAS SON LAS ISLAS QUE FORMARAN LAS CALLES: LO LAVADO DE ROJO SON LAS CASAS QUE AY HECHAS Y DEVERAN QUEDAR; LO QUE ESTA PUNTEADO Y LAVADO DE COLORADO CLARO SON LAS CASAS QUE SE DEVRAN DEMOLER Y LO PUNTUADO Y LAVADO DE NEGRO CLARO SON LAS BARRACAS. NOTA QUE LAS CALLES MAYORES SEÑALADAS CON LA LETRA A HAN DE TENER DOZE VARAS DE ANCHO Y LAS DEMAS NUEVE.

1. RECINTO ANTIGUO 23. CASAS DE GERONIMO DE ESTRADA 2. LA TALAYA 24. CASAS DEL HERRADOR 3. PUERTA DE TARIFA 25. CASA DE DA FRAN.CA DE VILLA 4. PUERTA DE GIBRALTAR 26. CASA DE JUAN LORENZO 5. LAMATAGORDA Ì YGLEZIA ANTIGUA ARRUINADA 27. HERRERIAS DE LOS GITANOS 6. CASA DE SEVASTIAN EL GRANADINO 28. CASA DE SALVADOR XIMENEZ 7. CASA DE JUAN VALERIO 29. CASA DE ALONSO LUZENA 8. CASA DE JOSEPHA DE LOS REYES 30. NRA. S.RA DE EUROPA 9. CASA DE DN MIGUEL TIZON 31. CORTIJO DE VARELA 32. CASA DE MIGUEL FERNANDEZ 10. CASA DE THOMAS NIETO 33. CASA DE JUAN LEON 11. CASA DE JUAN DEL CASTILLO 34. CASA DE DIEGO MARIN 12. CUARTEL DE LA CAVALLERIA 35. CASAS DE DN MELCHOR ROMERO 13. CASA DE FRANCO SALVO 36. CASAS DE DN MELCHOR LOZANO 14. CASA DE JOSEPH DEL CASTILLO 37. CASA DE JUAN BARRANCO 15. CASA DE FRANCO MAR.T PACHECO 38. IGLECIA EMPEZADA 16. CASA DE BENITA LA GALLEGA 39. LA FORMA EN QUE SE HAVIA DE COLOCAR MUDANDO 17. CASA DE ANA DE YEDRA SUPLANTA 18. CASA DE LORENZO GUSMAN 40. CASA DE PEDRO ESQUINAS 19. CASA DE JUAN ROMO 41. LAS CERRERIAS Ì BAÑOS 20. CASA DE PEDRO GONZALES 42. CASA DE FERNANDO SUAREZ 21. CASA DE GASPAR MAYRENA 43. CASA DE MIGUEL AZENCIO 22. CASA DE BARTHOLOME NAVARRETE PHILIPE DE LOS 44. CASA DE DN ANTONIO ANTOÑON REYES, Y BERNARDO EL GALLEGO 45. CASA DE DN SEBASTIAN DE VELASCO.

23 Esta interesante carta debió ser determinante para que el Rey aprobara su propuesta de urbanización de la ciudad. En ella Verboon nos da una cronología de sucesos que ofrece detalles de interés sobre su actuación. Primero nos narra el aumento tanto en casas como de personas que se ha producido en pocos años en Algeciras, y considerando lo importan- te que es para una «Ciudad renaciente como esta» que los diferentes edificios «se coloquen y repartan con la Simetria de Calles y Plazas», decide manifestar su queja al Marqués de Monreal por no haberse formado aún ni una calle. A instancias de éste se pasa tres días en la ciudad y realiza el plano de urbanización antes estudiado, que deja al citado Marqués para que se prosiga la repoblación con «la Orden devida». Pero al parecer le llegan noticias de que su propuesta no se cumple, por lo que decide escribir al Marqués de Castelar para que ponga en conocimiento del Rey los beneficios que tendría para la Ciudad y para el pro- pio estado que se llevara a término su plan. Cuando está enumerando estos beneficios hace una curiosa mención: «hay quien ofre- ce erigir en ellas Molinos de moler Trigo, y de Fabrica de Papel» pienso que, aunque muere un año antes, es muy probable que la persona a la que hace referencia el documento sea Bartolomé Porro.15 En estos años hay un especial interés en la creación de industrias de fabricación de papel. No es la única mención que se hace en este tiempo con respecto al tema en esta zona, que gracias a su riqueza forestal y a la existencia de ríos con cierto cau- dal estaba especialmente bien adaptada para las serrerías e industrias papeleras. En uno de los puntos de las capitulaciones del mencionado coronel se establece específicamente la obligación de “Que en los Bosques de Oxen y Sanona â de poner dos Villas y un Edificio de serrar madera a fuerza de Agua y edificios de fabricar papel.”16 La presión ejercida por esta carta debió tener su efecto, ya que el 22 de noviembre de 1725 su proyecto merece la aprobación del Rey, según consta en los planos XIV-35 y 832 A.17 Estos planos son prácticamente iguales entre sí y al anteriormente descrito. La nota de aprobación, que aparece en la parte de arriba de los mapas, dice lo siguiente: “Aprueva S.M. este proyecto segun se expresa en Carta que escribo oy â Dn Thomas de Idiaquez Govor y Capitan General de la Costa de Andalucia. Sn Lorenzo 22 de Novbre de 1725.” En el plano existente en la Cartoteca Histórica del Ejército se vislumbra aún la firma del Marqués de Castelar. El hecho, a tenor del poco seguimiento que se hizo de la orden real, como veremos en planos posteriores, resulta sorprendente. Y nos lleva a preguntarnos cuales fueron las razo- nes del incumplimiento. Existe constancia de que el mecanismo para adaptarse a la nueva

15. Una de las contrapartidas que ofrecerá el coronel Bartolomé Porro será precisamente la de establecer fábricas de papel en la provincia que tenía intención de crear en el Campo de Gibraltar. Más información sobre el personaje puede encontrarse en SARRIA MUÑOZ, A. «Un intento de nueva población en Tarifa 1720-1724», ÁLVAREZ VÁZQUEZ, M: «El proyec- to de Bartolomé Porro para fundar una nueva provincia y nuevas poblaciones en torno al Campo de Gibraltar. (1720-1724)» Almoraima, 1, 13 (1995) y PARDO GONZÁLEZ, Juan Carlos.»Campo de Gibraltar: Provincia Final». Almoraima, 14 (1995) 16. Transcripción recogida por PARDO GONZÁLEZ, Juan Carlos en «Campo de Gibraltar: Provincia Final». Op. cit. pp. 40-41 17. A.G.S. M.P. y D. XIV-35 y S.G.E. (Servicio Geográfico del Ejército. Cartoteca Histórica) A.G./T9/C2/832.

24 retícula urbana se inició, así se desprende al menos de la carta de respuesta a Verboon que Tomás de Idíaquez envía desde el Puerto de Santa María en diciembre de 1725, en la que aparece un párrafo en el que se hace referencia al modo de hacer las expropiaciones y como se indemnizarían a los perjudicados.18 Igualmente contamos con un documento de 1726 con una relación de las casas que se tenían que derribar “para el mayor acierto de la nueva planta que en la Ciudad de Algeciras deve seguir”. El documento reproducido en un artí- culo publicado por Angelines Melle,19 establece la cantidad de reales de vellón con que habría que indemnizar a cada propietario según el acuerdo establecido por los mismos y el mariscal de campo Antonio Santander de la Cueva. La necesidad de hacerse cargo previa- mente de estas indemnizaciones para llevar al cabo el proyecto explicaría que el mismo no se realizara, ya que poco tiempo después surgen necesidades más urgentes en la Comarca. En el año 1727 se realiza un intento de recuperación de Gibraltar, que obligó a un costo- so sitio, que, lógicamente, absorbería todas las inversiones económicas destinadas al Campo de Gibraltar. En el plano 83020 Verboon subsana el error, cometido en planos anteriores, de edificar la zona limítrofe al río en el extremo sur de la ciudad grande, como explicó por escrito en dos de sus cartas. El ancho muro de defensa y la recomendación común en los tratados de fortificación de la época de no permitir que las casas se adosen al muro para poder crear una calle interior que recorriera todo el perímetro de la muralla, hacía que obligatoria- mente se creara una distancia mínima de separación que Verboon no tuvo en cuenta en un primer momento y que aquí corrige señalando con una X las manzanas de casas donde no se debía edificar. Verboon recompone globalmente el proyecto después de subsanar el fallo antes men- cionado en los planos X-100, X-95 y 831,21 que son prácticamente iguales entre sí y a los anteriormente descritos salvo que en ellos las manzanas de casas pegadas al río se eliminan. Aunque todos tienen fecha de enero de 1724, son con seguridad posteriores a la aproba- ción del proyecto de urbanización y producto del interés que cobró la propuesta de forti- ficación. De hecho uno de ellos, el X-95, acompañaba a una carta de Verboon al Marqués de Castelar escrita después de hacer sus propuestas de fortificación. La carta llevaba la fecha de 6 de octubre de 1726 insistía en este detalle, insistiendo en la conveniencia de que S.M.

se dignase a renovar la Orden que dio para que se observase la disposicion de calles conforme al Plano que dexe en poder del Marques de Monreal, respecto de

18. En concreto se dice que las expropiaciones se harán «tasandose Juridicamente con intervencion de las partes interesadas y de un Ingeniero, y con las demas formalidades acostumbradas las que se demolieren , para que poniendose despues todo en la noticia de S.M. se puedan bonificar a sus dueños los daños que se les igieren». Texto recogido por PARDO GONZÁLEZ, Juan Carlos: La fortaleza inexistente... Op. cit. p. 101. 19. MELLE NAVALPOTRO, Angelines: «Renacer de Algeciras: Génesis del barrio de Matagorda». Almoraima, 13 (1995), p. 230. 20. S.G.E. A.G./T9/C2/830 21. A.G.S. M.P. y D. X-95 y X-100 S.G.E. A.G./T9/C2/831.

25 seguirse mui poco; y que aunque en dicho Plano propuse quatro Isletas de casas cerca del recinto antiguo que corresponde al Rio de la Miel, y que despues he reparado que la fortificacion deve entrar alli algo adentro, â causa de la proximi- dad del Rio como lo expresso en la Nota del Plano, se les havra de advertir que alli no fabriquen porque despues seria preciso derrivar las casas que hubiesen edi- ficado en aquel parage; paraque con mayor Claridad se les pueda dar a entender esta circunstancia, me ha parecido combeniente incluir un pedazo de Plano donde se demuestran las quatro Isletas mencionadas.22

Acompañando esta misiva Verboon mandaba este plano para complementar la pro- puesta anterior. Está hecho pues desde la distancia y copiando los datos que aparecían en planos como los anteriores que estarían en su poder. El plano X-9623 también puede ser asimilado a este grupo salvo en que, aunque se hace mención al retranqueo que han de tener las manzanas pegadas al río, esto no aparece dibu- jado en el plano. El plano 83324 presenta algunas novedades que son dignas de mención. En primer lugar parece que sí está hecho in situ, y según se dice en el encabezamiento se han ido añadien- do las casas y chozas con que el caserío de Algeciras ha ido aumentando. Hay otro aspec- to interesante, que es la fecha: 1726. Si comparamos el plano con cualquiera de los reali- zados con datos de dos años antes vemos que el aumento del caserío ha sido espectacular. Aunque, eso sí, sin tenerse en absoluto en cuenta el proyecto que aprobó el Rey. Las construcciones se sitúan sobre el plano sin orden ni concierto, surgiendo en cual- quier sitio sin tener en cuenta la orientación de la retícula de Verboon. En el plano apare- ce una calle más con dirección norte-sur que en las propuestas anteriores, señal de que el crecimiento poblacional obligaba a los nuevos vecinos a ocupar esta zona más distante del mar y que en principio no era urbanizable, y señal también de que el autor del plano trata de adaptarse a esta nueva circunstancia, aunque, como en el resto de la ciudad, las casas construidas en esa zona tampoco se adaptan al plan. En el plano tampoco se tiene en cuenta la prohibición de edificar en las manza- nas cercanas al río, que aparecen reflejadas sin mención alguna a la inconveniencia de su situación. Se observa que el respeto al plano ortogonal de Verboon sólo se cumple en las zonas cuyas edificaciones éste había adaptado al plano original, y que serán lo único que nos quede de su propuesta, éstas serán las calles de alrededor de la manzana del cuartel (principio de la calle Tarifa, calle Río y calle J. Santacana) las dos plazas, la calle Convento y la calle Joaquín Costa (única calle en la que, según el plano, tuvo que des- truirse alguna edificación).

22. PARDO GONZÁLEZ, Juan Carlos: La fortaleza inexistente. Proyectos ... Op. cit. p. 68. 23. A.G.S. y D. X-95 24. S.G.E. A.G./T9/C2/833.

26 PLANO X-94. ARCHIVO GENERAL DE SIMANCAS.PLANO DE LA BAHÍA DE ALGECIRAS.EN EL ANVERSO DEBAJO DE LA ESCALA GRÁFICA SE LEE: NOTA QUE LAS SONDAS SEÑALADAS EN EL PLANO SON PIES DE REY. Además del proyecto de trazado urbano Verboon propone fortificar la ciudad. Son tres los planos que hemos encontrado en los que consigna este tipo de propuestas. En el pri- mero que vamos a estudiar el X-93,25 Verboon enmarca territorialmente las propuestas descritas en los planos de un modo similar a como lo hace en sus escritos sobre la pobla- ción. En el plano conecta la fortificación de Algeciras con un proyecto global de la bahía. En su mapa, con el Este en la parte superior -a diferencia del resto de los planos- repre- senta una Algeciras fortificada frente a la posición de Gibraltar, y toda una serie de peque- ños emplazamientos militares a lo largo de la costa desde la Punta de San García hasta el límite con la colonia. Las distancias relativamente pequeñas -unos tres kilómetros de media- entre un punto y otro garantizarían la imposibilidad de desembarco de naves ene- migas en toda la bahía. Estos puestos serían de un extremo a otro: la ya nombrada batería de la Punta de San García, la propia Algeciras fortificada con su isla también armada, la , un reducto defendiendo la desembocadura del río Palmones, la batería de la Torre del 25. A.G.S M.P. y D. X-93

27 Rocadillo, el Fuerte de Punta Mala y las tres líneas de defensa cerrando el istmo de lado a lado con baterías en los extremos. Este planteamiento de globalidad de sus propuestas y de conexión con el territorio hace que echemos en falta un plano conjunto donde se apreciara, además de la posición de las dos ciudades anteriores, la situación de Ceuta. Ya que la interrelación con esta última ciu- dad es motivo de la venida de Verboon y uno de los factores futuros de desarrollo de la ciudad. En los planos X-94 y XXII-7926 Verboon se centra en el proyecto de fortificación de la ciudad de Algeciras. Los dos son prácticamente iguales, volviéndose a la norma general de poner el Oeste en la parte de arriba del plano. El segundo de ellos es el más exhaustivo en la representación tanto del relieve en tierra como del número de sondeos practicados en el mar. En estos planos es donde encontramos mayor cantidad de información con respecto a sus propuestas de fortificación, más incluso que en el propio informe escrito que realiza nuestro autor. Verboon propone crear dos recintos amurallados siguiendo básicamente la forma del muro medieval, de forma que su diseño se flexibiliza en función de las condi- ciones del asentamiento. El núcleo sur, el más pequeño, tiene una forma de pentágono irre- gular, con baluartes en todas sus esquinas, excepto en la situada al norte del recinto, donde no era necesario por ser la pendiente más pronunciada y además ser el lado más próximo al núcleo Norte de la ciudad, que por ello estaba defendido por los baluartes más cercanos del otro lado del río. En esta parte Sur de la ciudad, en su extremo sur Verboon coloca un «reducto destaca- do», según sus propias palabras, elemento que a modo de avanzadilla protegía la parte más accesible de la ciudad pequeña, allí donde las pendientes eran más suaves. El núcleo Norte de la ciudad, se adaptaba igualmente a la estructura de los muros anti- guos. La propuesta de realización de ocho baluartes pentagonales situados a distancia más o menos regular hacía que el contorno de la ciudad fuera un octógono irregular. Cerca de la desembocadura del río de la Miel, aprovechando la existencia de unas rocas que sobre- salían en marea alta,27 planea un «muellecito» (según sus propias palabras utilizadas en el margen del plano X-93). Este elemento pretendía ayudar a las operaciones de embarque y desembarque con marea baja, que resultaban fatigosas cuando se hacían en la playa sin esta ayuda. El final de este muelle tenía también una estructura pentagonal destinada a defen- der la ciudad en caso de ataque por mar. El puerto quedaba protegido al situarse entre este elemento defensivo y las baterías de la Isla Verde Verboon en los dos recintos amurallados creó un segundo sistema de defensa, separado del primero por un foso. Plantea así, como era habitual en la época, dos murallas concén- tricas espaciadas. La exterior, destinada a controlar una acción bélica más lejana, se sitúa sobre un terreno más distante. Esta muralla tenía poca altura, no era más que un terraplén que protegía un camino cubierto, desde donde se podía disparar estando protegido. La otra muralla, la interior, estaba formada por muros muy gruesos y de cierta altura.

26. A.G.S. M.P. y D. X-94 y XXII-79 27. Esta acumulación de rocas recibirán en la documentación posterior el nombre de «Piedra Galera», razón por la que se le dio con posterioridad a la parte del puerto construida encima el nombre de muelle de la Galera.

28 Las dos defensas hacían que se pudiese castigar mejor al enemigo mientras este inten- taba superarlas, además la disposición pentagonal de los baluartes permitía el fuego cru- zado, por lo que era muy difícil la aproximación. Por otra parte la doble línea de defen- sa preservaba a la población de los desastrosos efectos de los fuegos de rebote y verticales.28 Con todo este proyecto Verboon quería convertir Algeciras en una fortaleza práctica- mente inexpugnable. Este sistema consistía en definitiva en un ambicioso proyecto en el que Verboon des- cribe dos ciudades fortificadas separadas por el río de la Miel siguiendo aproximadamente la misma estructura de la ciudad medieval. Aunque claro está, introduciendo todas las innovaciones técnicas que se conocían hasta el momento. La repetición ininterrumpida de torres o lo que quedaba de ellas, característica de la ciudad musulmana se sustituye por unos cuantos baluartes de planta pentagonal situados estratégicamente a lo largo del perí- metro de la ciudad. Estas estructuras defensivas se habían introducido en la arquitectura militar tras la apa- rición de la artillería.29 Lo cierto es que durante el Renacimiento se generaliza este tipo de construcciones que entre otras ventajas tenía la de que no era necesario que se desarrolla- sen mucho en altura y sobre todo, como vimos anteriormente, permitían realizar fuegos cruzados, lo que hacía muy difícil cualquier acercamiento. Esto tenía como consecuencia una forma característica de guerrear, propia de la edad moderna; frente al predominio ofensivo de la artillería se incrementaba la resistencia de las fortificaciones, el ataque direc- to era bastante inútil, los nuevos bastiones obligaban a rendir las plazas mediante largos asedios, una «guerra de posiciones» que terminaba sólo si se conseguía la rendición por el desabastecimiento de los sitiados. Esto requería que el espesor del muro aumentase considerablemente. En el plano pro- puesta de Verboon se aprecia en casi todos los flancos una zona de relleno que empezaría justamente en la muralla antigua. Hacia el exterior la defensa se completa con fosos y con un segundo muro de mucha menor altura que terminaba en una suave pendiente. A pesar de la admiración que le produce la contemplación de los restos de las Algeciras, Verboon no tiene reparo en sugerir la utilización de esos restos, aunque conlleve la destrucción de los vestigios. Sin ningún pudor cita entre las ventajas que hay para fortificar el tener a mano las piedras de las ruinas.

28. GUTIÉRREZ, Ramón y ESTERAS, Cristina: Territorio y fortificación. Op. cit. p. 8 29. Por cierto y según nos recuerda Verboon en sus escritos, para este dato volvemos a Algeciras, pues fue durante la con- quista de la ciudad por Alfonso XI cuando por primera vez pólvora y cañón se utilizan en España: “...tambien por mar tenian grandes peleas y no solo les molestavan con las repetidas salidas y por todos los medios posibles fuera del Campo, sino es en èl â donde les disparavan con polvora y Cañones dela primitiva imbencion Balas de Hierro que hacian mucho daño siendo alli que se usso la primera vez la polvora en España y por ser casso tan particular y nuevo”, la Cronica del Rey Don Alonsso significa que "con ella lanzavan recios truenos y que se tiravan muchas pelotas de Hierro dentro de los Reales en que hacian mucho extrago." Texto recogido por PARDO GONZÁLEZ, Juan Carlos: Op. cit. p. 35.

29 La estructura del terreno y la pervivencia de restos de antiguas fortificaciones hizo que se eludiese el planteamiento de ciudad estrella que era el modelo más en boga para ciuda- des de nueva creación en un sitio más o menos plano. Este modelo tuvo una gran implan- tación desde que lo desarrollaron los tratadistas del Renacimiento y pervive en el Barroco. Los modelos más cercanos que ejercerán influencia en nuestro autor serán los de Vauban, que como recordaremos coincidió con Verboon en una de sus campañas y teniendo cierto peso en su formación. Este tipo de ciudades, creado a partir de estas teorías, se basaban en la circunferencia como forma inicial, figura que permitía el recorrido más corto desde el centro, lugar del puesto de mando, hasta los lados. La idea básica era que a todo orden militar tenía que corresponder un orden geométrico lo que se traducía en un urbanismo riguroso y funcio- nal.30 Esta estructura estaba limitada finalmente por los bastiones y fosos. Este modelo será el que siga Verboon en la ciudadela de Barcelona. En el proyecto de Algeciras la estructura regular se limita a la planta cuadrangular que tendría el fortín que a modo de ciudadela coronaría la ciudad y que Verboon construye sobre el antiguo alcázar árabe en lo más alto del actual barrio de San Isidro. Verboon también tiene claro que la importancia estratégica de la ciudad estaría en fun- ción de la defensa de sus aguas. Razón por la que ocupa gran parte del informe en la des- cripción del litoral, la oportuna situación de la isla de la Palomilla y de las rocas superfi- ciales de su entorno para la protección de los navíos cuando soplan los vendavales. Verboon propone la construcción de baterías en la isla, que será una de sus propuestas que más rápidamente se ejecuten,31 aunque con ocho años de retraso desde la presentación del proyecto. La defensa del puerto estaba encomendada además a un baluarte apoyado en unas rocas que era la cabeza del muelle proyectado por Verboon. Hay que insistir en que este proyecto tiene un carácter de borrador ya que algunos ele- mentos no están absolutamente definidos y se desarrolla solamente en planta, no existe ningún alzado, Verboon así lo reconoce y se sugiere en sus escritos el nombramiento de un ingeniero que levante los «perfiles necesarios para el conocimiento de las excavaciones y transportes de tierras que se mande hacer, gruesas y alturas de murallas y las demás dili- gencias y observaciones necesarias.»32 A pesar de la precariedad en datos técnicos de la propuesta, Verboon conside- rando importante su realización hace una propuesta para la financiación del pro- yecto, sabiendo que el momento que atraviesa la Hacienda pública no es el más

30. BRAUNFELS, Wolfgang: Urbanismo occidental. Madrid, Alianza Editorial, 1983, p. 130 31. En el Archivo General de Simancas y en la Cartoteca Histórica encontramos una serie de planos realizados en San Roquedurante 1734 por Juan de Subreville, en que se describe la isla y sus fortificaciones. Posteriormente encontramos pro- yectos con propuestas de mejoras firmados por Lorenzo de Solís en 1745. 32. PARDO GONZÁLEZ: Op. cit.

30 adecuado.33 Esta sugerencia de financiación denota el interés personal de Verboon en la realización del proyecto, insistiendo en los grandes beneficios que se obtendrían al fortifi- car Algeciras. De la enumeración de los estos beneficios, hay dos de especial interés de los que no hemos hablado anteriormente. Estos serían el establecimiento de astilleros en la zona; por la cercanía de la madera a la costa, y, también y como consecuencia de ello, hacer navega- ble el curso del Palmones, para que el transporte resulte más eficaz. En este punto se detiene especialmente34 y describe el curso del Palmones desde su naci- miento hasta su desembocadura donde detalla las características técnicas de la solución para que el río pueda ser practicable «haziendo un enfajinado que estreche la Embocadura hasta dexarla con capacidad suficiente para el passo de los Barcos, â fin que en esta forma teniendo mayor fuerza las Corrientes del Río la mantenga siempre limpia.»35 En lo que se refiere a la organización interna de la ciudad Verboon nos da noticias de la presencia en la ciudad de un regidor dependiente de San Roque encargado de distribuir los solares de la ciudad. Se queja varias veces en sus escritos de que no se está llevando a cabo su propuesta de urbanización, en su queja utiliza un significativo símil: «de suerte que mas parecia a Adarves de Moros que â nueva Poblacion de Christianos»,36 lo que manifies- ta bien a las claras su negativa concepción del urbanismo islámico y de como se estaba lle- vando a cabo la nueva trama urbana de Algeciras. Casi a la vez que se va desarrollando la idea de fortificación de Algeciras se está limi- tando su proyecto. Se pide a Verboon que de prioridad a sus propuestas, y él se decanta por la realización rápida de la ciudadela cuadrangular en la zona que deja sin urbanizar en la parte Oeste de la ciudad grande (actual barrio de San Isidro); y por la realización de obras de fortificación en la isla de la Palomilla. En cuanto a las obras generales a construir en la bahía, Verboon expresó en el margen del mapa X-93 un proyecto defensivo global para todo el arco litoral desde la Punta de San García hasta los límites con Gibraltar.37

33. La fórmula es como sigue: «Caso que S.M. resolviese costearlo de quinta de la Real Hacienda; Pero ofreciéndoos desde algún tiempo a esta parte una compañía de sujetos abonados que se obligan a construir todas las fortificaciones y otros Edificios dependientes de ellas que fuesen necesarios â su Defensa, sin que el Rey desembolse caudal alguno mediante algu- nos Arbitrios que solicitan se les conceda por tiempo limitado» Ibidem. p. 55. 34. De hecho existe otro expediente de aproximadamente estas fechas entre los papeles de Verboon existentes en el Servicio Histórico Militar titulado «Historia del Río Palmones y descripción del estado en que se hallaba Gibraltar en los años 1710 y 1724. 18 de Mayo de 1727». 35. Texto recogido por PARDO GONZÁLEZ, J. C.: Op. cit. p. 62. 36. Ibidem p. 55. 37. Según sus propias palabras: «se deveria establecer una Bateria â la Punta se Santa Garcia, otra en la del Almirante, en un reducto en la Desembocadura del Río Palmones. Una buena Bateria en la Punta del Rocadillo, otra en la Punta mala, que es â la que se aproximan mas las Embarcaciones para entrar al Abrigo del Monte y del Muelle viejo, Y cortando al mismo Tiempo el Ysthmo con una Linea bien defendida y sostenida por sus extremos con dos reductos capaces de contener Artilleria; ademas de otra Bateria â la Costa de Levante, para que las Embarcaciones tampoco se arrimasen por aquella parte». En el margen del mencionado plano. Transcripción de PARDO GONZÁLEZ, J.C.: Op. cit. p. 77.

31 Las propuestas realizadas por el fundador del Cuerpo de Ingenieros tendentes a fortifi- car Algeciras y su bahía, si bien no son seguidos a rajatabla, desde un primer momento, se imponen como pa uta a seguir. A lo largo del siglo se constata cómo se realiza la línea de contravalación en el istmo, con los dos fuertes en sus extremos, cómo se fortifica la Isla Verde, cómo se construye el Fuerte de Punta Mala, además de otra serie de instalaciones militares. Con respecto al seguimiento de su propuesta de urbanización, aunque Verboon tenía muy claro cuales eran las dificultades y cual debía ser el procedimiento para llevar a la prác- tica su idea de retícula urbana, su alcance, sin embargo, fue prácticamente nulo.38 Los siguientes planos de Algeciras que nos encontramos en los archivos son de casi once años después de la aprobación del proyecto de Verboon por el Rey. Son planos muy significati- vos porque nos muestran ya la ciudad real, sin superposición de proyectos ideales, con sus calles totalmente definidas. En ellos observamos que el incumplimiento de las propuestas de Verboon ha sido general. Hay dos cartas muy explícitas que acompañaban al plano. En la primera de ellas se contaba como ha aumentado la población y como en la disposición de los edificios no se ha atendido a la orden del 22 de noviembre de 1725, y en la segun- da de ellas, del 30 de julio de 1736, se dice con claridad: "que ya no es possible dar buena disposicion sin destruir muchas casas nuevas."39 Esta afirmación va a hacer olvidar el pro- yecto para siempre. Esto nos hace plantearnos una serie de preguntas de difícil contestación, como el por- qué no se llevó a cabo el proyecto de urbanización estando, como estaba, aprobado por el Rey. Son varias las razones que pueden explicar este hecho: por un lado, como menciona- mos anteriormente, los acontecimientos se precipitaron, el sitio de Gibraltar de 1727 estu- vo demasiado cercano a las propuestas de Verboon, allí se concentrarían las fuerzas, tanto humanas como económicas que tenían como destino este rincón de la península, por lo que la idea de la gran Algeciras fortificada se dejó de momento a un lado. Por otra parte, y según se deduce de los escritos, la actitud del Marqués de Monreal, comandante del Campo de Gibraltar en San Roque, dejó mucho que desear en cuanto a la puesta en prác- tica del proyecto. Verboon se queja abiertamente, no sabemos si fue desbordado por el rápido incremento demográfico algecireño, o si su no intervención fue premeditada para no apoyar la creación de un nuevo núcleo urbano en las ruinas de las Algeciras donde se recogiera parte del Gibraltar del exilio, apostando de este modo por la consolidación de

38. Aunque en sus escritos insiste en que se siga el plano a rajatabla y manda destruir las construcciones que ocuparían las calles propuestas por él, y repartir los solares en función de su proyecto «porque en adelante no haya confusión, siendo en los principios muy facil de establecer la regla que se requiere a una nueva poblacion para su hermosura y comodidad, pero despues que el abuso ha tomado raiz es dificultossisimo su remedio»; y se siente con autoridad para llevarlo a cabo ya que según explica en la distribución que hizo conservó «las casas que hay de alguna importancia; y que aunque las que propon- go derribar eran entonces chozas, no hay duda que luego que sus Dueños tengan medios para fabricarlas de cal y canto, lo executaran, y entonces havra mas dificultad para que esto se efectue». Pero a pesar de esta autoridad y claridad de ideas para su puesta en práctica su proyecto no llevó a cabo. Texto recogido por PARDO GONZÁLEZ, J. C.: Op. cit. pp. 55 y 58. 39. Ibidem. p.108.

32 PLANO XIV-36. ARCHIVO GENERAL DE SIMANCAS. EXPLICAZION. 1. CALLE YMPERIAL PLANO DE LOS VESTIGIOS DE LA CIUDAD PRINCIPAL DE LAS ALXEZIRAS Y PORCION DE 2. CALLE DEL SACRAMENTO LOS DE LA PEQUEÑA EN QUE SE DEMUESTRA EL ESTADO DE LA NUEVA POBLAZION 3. PLAZA VAXA COMO SE HALLA OY DIA 29 DE JUNIO DE 1736. 4. CALLE DE LAS CARRETAS San Roque. En este sentido hay una queja del propio Rey, que en 5. PLAZA ALTA 1736 se extrañaba de que “por obmision de los Comandantes de esse 6. CALLE LARGA 7. CALLE DE ROCHA Campo no se hayan observado las ordenes expedidas para que las 8. CALLE DE SN. ANTONIO Calles de essa Población se arreglassen al plano aprobado en el año 9. CALLE ANCHA de 1725.”40 10.CALLE DE SEVILLA Por todo ello el interés de las proposiciones de Verboon es fun- 11.MATAGORDA 12.CALLE DE XEREZ damentalmente teórico, con lo que su valoración hay que situarla a 13.CALLE ALTA este nivel. En este sentido quizás la aportación más significativa de 14.LA MARINA los planes realizados por Verboon es que sus proyectos no tienen el 15.CALLE DEL RIO carácter de dar soluciones a un problema de simple fortificación, sino 16.CALLE DE SORIA que sus ideas tienen una dimensión amplia, geopolítica y económi- 17.CALLE DEL QUARTEL 18.CALLE DE LA MAR ca, casi de un urbanismo moderno; una propuesta contemplada 19.CALLE DEL POZO desde todos los aspectos y que abarca la totalidad del territorio cir- 20.CALLE DE LAS DAMAS cundante. 21.CALLE DE TARIFA Los siguientes planos que tenemos de Algeciras son, como ante- 22.CALLE DE LAS VIUDAS riormente mencionamos, de 1736. Es una suerte que se conserven 23.QUARTELES ALTOS 24.YGLECIA NUEBA junto a los planos las cartas que dieron lugar a la realización de los 25.QUARTELES DE mismos, y que nos aclaran la autoría y posible motivación de los CAVALLERIA Y documentos en cuestión. Son dos los planos de esta fecha y ambos se YNFANTERIA

40. A.G.S. Guerra Moderna. Leg. N1 3618.

33 conservan en Simancas, el primero tiene fecha de 29 de junio de 1736 y acompañaba a una carta de Francisco Escobar a José Patiño, y el segundo, que es una copia del anterior, acompa- ñaba a dos cartas de Ignacio Sala a José Patiño con fechas de 6 y 30 de julio de ese mismo año. La primera carta, que da lugar a que se realicen estos dos planos, la envía José Patiño en enero de 1736.41 Patiño venía desempeñando la Secretaría de Guerra desde 1730, luego en ese momento era primer Secretario de Estado. La misiva pretende que se realice una actualización de los planos que se tenían de la población. En concreto se pide que se exprese en el mapa la situación real, es decir, con los aumentos de casas o «barracas» habidos hasta el momento. En la carta se da la fecha de principios de 1722 como los últimos de los que se disponían en la administración. No tenemos constancia de ningún plano con esta fecha, y pensamos que debe tratarse de un error ya que como sabemos el importante conjunto de planos conservados de la ciudad tie- nen fecha habitual de enero de 1724, año al que se tendría que estar refiriendo Patiño. Apreciación que nos confirma el ingeniero Ignacio Salas -fiel y estrecho colaborador del anterior- que en cartas enviadas a Patiño da respuesta a esa cuestión. Así el encabezamien- to del correspondiente plano se habla de que «lo que va lavado de colorado es como se hallava en Enero de 1724: y lo sombreado de negro heran barracas: lo lavado de amarillo es como se halla en Junio de 1736.»42 En definitiva se pide pues un plano de situación real, puesto que los únicos datos de los que disponía la administración eran los de los proyec- tos ideales de Verboon, donde aparecían las casas que se podían conservar y las que se tení- an que destruir con el proyecto de las calles, pero que no resultaban demasiado precisos para hacerse una idea del estado real de la ciudad. Anteriormente interpretamos estos planos y cartas como un último intento de recabar información sobre las propuestas urbanísticas de Verboon y su respuesta supone el adiós definitivo a cualquier intento posterior de ordenación ortogonal de la ciudad. La carta sirve también para comprobar el grado de eficacia e información de Patiño ya que sugiere que la realización de la labor se lleve a cabo por Bernardo Pene, 43 destinado a 41. El texto es como sigue: “Queriendo el Rey estar informado del augmento de Casas o Barracas que desde principio del año de 1722 se ha hecho en la poblaciòn de las Algeciras, y de la forma en que se hallan colocadas, me manda S.M. preve- nirlo a V.S. para que en esta inteligencia disponga que por el ingeniero Dn. Bernardo Pene se levante un Plano exacto de aquella Población, luego que esté desocupado del cuidado de las obras de essa linea en que está entendiendo, entregandole para facilitar la breve práctica de esta operación, el Plano adjunto, que demuestra el estado que en el referido tiempo tenía la esspresada Población para añadir en él la Casas o Barracas augmentadas o quitar las que desde entonces se huvieren derrui- do y que concluido que esté, lo debuelva a V.S. para dirigirmelo juntamente con una relazión individual que V.S. deberá aña- dirle del Vecindario con que actualmente se halla a fin que S.M. venga en pleno conocimiento de su consistencia. Dios guar- de a V.S. muchos años como deseo.” El Pardo 25 de Enero de 1736. Legajo 3618 del Archivo General de Simancas. 42. Plano y cartas recogidos por PARDO GONZÁLEZ, Juan Carlos: La fortaleza inexistente... Op. cit. pp. 106,107 y 108 43. Pocos son los datos que tenemos acerca de este ingeniero militar aparte del destino mencionado en las obras de fortifi- cación de La Línea en 1736. El libro de Horacio Capel y colaboradores: Los Ingenieros Militares en España. Siglo XVIII. Repertorio biográfico e inventario de su labor científica y espacial nos da algunos datos de su hoja de servicios: En 1718 se le nombra Teniente e Ingeniero Ordinario según el Estudio Histórico del Cuerpo de Ingenieros del Ejército iniciado al cele- brar en 1903 el primer centenario de la creación de su Academia..., la misma fuente nos confirma su continuación en el mismo empleo en 1726, la misma procedencia tiene su mención como Capitán e Ingeniero en segunda en 1733, última mención de la que disponemos aparte de la anteriormente mencionada de 1736, objeto principal de nuestra atención.

34 las obras de fortificación de La Línea. La realización del plano finalmente la lleva a cabo su segundo Juan Bautista Bossett. Todo esto lo confirma Francisco Escobar en su carta de res- puesta, que acompañaba al plano correspondiente.44 No tenemos muchas referencias de Francisco Escobar salvo las que se pueden deducir de ser el destinatario de la misiva de Patiño, con lo que podemos aseverar que seguramen- te es el comandante del Campo de Gibraltar con sede en San Roque en estas fechas. En su expediente personal conservado en el Archivo General Militar de Segovia no encontramos documentos de fecha cercana a la que nos ocupa, son de 1708-9 y están en relación con la petición del hábito de Santiago y con reclamaciones de carácter económico. Escobar, como buen subordinado, en su respuesta no contradice la información errónea de Patiño con res- pecto a la fecha del mapa primitivo. Y, al parecer, motu propio, incluye la relación del vecindario con «las notas que me han parecido conbenientes» que constituyen un docu- mento de enorme interés.45 Es difícil especular sobre su intencionalidad al tomar esta iniciativa, no sabemos si pre- tende demostrar una eficacia y celo en el cumplimiento de la orden de Patiño, (discutible si consideramos la tardanza en la realización. Patiño escribe la carta el 25 de enero y Escobar le envía los datos el 29 de junio) o si tenía algún otro tipo de intención. Permítasenos que incluyamos como posible causa los intentos de la renaciente Algeciras por independizarse de San Roque. A estas iniciativas no podría mostrarse sordo el gobier- no militar, verdadera correa de transmisión de los municipios de estas latitudes con la administración central. La muerte de Patiño el 3 de noviembre de este mismo año no contribuye precisamen- te a despejar las incógnitas. Por lo que nos quedamos sin conocer si fue un último intento de llevar a cabo los proyectos de fortificación y urbanización de Verboon, o si esta infor- mación tenía por objeto cualquier otro destino más allá de la propia y natural actualiza- ción de datos que cualquier buena administración ha de llevar a cabo periódicamente. Juan Bautista Bossett -inteligente y curioso- según valora Escobar en su escrito a Patiño es el autor del plano XIV-36.46 Tenemos pocos datos de Bossett,47 su apellido nos permite 44. La carta dice así: Señor, Remito a V.E. el Plano de las Algeciras en la forma que aora existe, con el que V.S. se sirvió Remitirme hecho a principios del año de 1722 para que a bista de uno y otro se explique mejor la diferencia abiendolo tra- bajado el Ingeniero que sirbe aqui en segundo, Dn. Juan Baptista Bossett, que es Inteligente y Curioso. También yncluyo a V.E. la relazión del vezindario de la expresada Poblazión con las Notas que me han parecido conbenientes llamando los nom- bres de sus calles a las denotadas en el Plano. Dios guarde a V.E. muchos años. San Roque y Junio 29 de 1736. Legajo 3618. Guerra Moderna. Archivo General de Simancas. 45. Sobre este documento existe un estudio: CABELLO, M. L. y PARDO, J.C.: Civitas Phoenix. La población de Algeciras en la primera mitad del siglo XVIII. (En prensa) 46. A. G. S. M. P. y D. XIV-36 47. De Juan Bautista Boisset (o Bosset tal y como aparece en nuestro texto), sabemos que el 19 de diciembre de 1718 fue nombrado ayudante de ingeniero y ese mismo mes subteniente ingeniero extraordinario. En 1722 levanta un plano de la Plaza de Tarragona. En 1726 continúa en el mismo empleo según el Estudio Histórico del Cuerpo de Ingenieros del Ejército iniciado al celebrar en 1903 el primer centenario de la creación de su Academia... En 1733 es teniente e ingeniero ordina- rio según la misma fuente. No cita el exhaustivo libro de Capel - Los Ingenieros Militares en España. Siglo XVIII. Repertorio biográfico e inventario de su labor científica y espacial- su destino en las obras de fortificación de La Línea en 1736, tal y como aparece en el manuscrito que estamos analizando. La última mención es de 1739 en donde aparece como ingeniero ordinario y Capitán (Archivo de Simancas, Guerra Moderna).

35 especular con un origen foráneo, probablemente francés. Lo cual no era nada extraño, ya que en sus primeros años de existencia los miembros del Cuerpo de ingenieros eran en su mayoría de procedencia flamenca y francesa. El plano lleva el título de «plano de los vestigios de la ciudad principal de las Alxeciras y porcion de los de la pequeña en que se demuestra el estado de la nueva poblacion como se halla oy dia 29 de Junio de 1736». El plano nos muestra una ciudad que en estos momentos ocupa gran parte del núcleo norte de la ciudad medieval, tan solo está sin urba- nizar la parte elevada de Matagorda, que aparece con un caserío muy disperso, y el extre- mo nordeste, que no muestra ningún rasgo de habitación. El resto de la ciudad aparece con sus calles formadas, con una forma que no tienen casi nada que ver con los diseños de Jorge Próspero de Verboon. Tan sólo con idea de poner un ejemplo diremos que la casa de Pedro Esquinas,48 que aparece en los documentos como una de las que tenía que tirarse, y que quedaba situada en la retícula de Verboon en una calle que conectaba el vértice noroeste de la plaza Alta con la calle de más arriba, no solo no se tira, sino que fuerza la nueva estructura de la manzana que se divide en dos, cuando el ingeniero solo contemplaba una para el frente oeste de la plaza. La vivienda de Esquinas, dividida ahora en dos propieda- des que ocupan sus hijos Antonio y José,49 se mantiene entre dos calles, las actuales Santísimo y General Primo de Rivera. Es una de las muchas transformaciones con respec- to a la retícula de Verboon, aunque debiéramos decir que es tan sólo la evolución de un crecimiento orgánico, que tenía en cuenta el relieve pero que no seguía para nada el pro- yecto ideal. Es significativa la definición completa de la calle Real, ya que Verboon sólo integraba en su plan las viviendas que la conectaban con la plaza Baja, y ahora está com- pletamente delimitada. En la retícula del ingeniero el tramo más alto de la calle no existía, quedaba englobado en una manzana que encerraba las propiedades de Salvador Jiménez, Alonso Lucena y Gabriel Moreno50 entre otros, pero estas propiedades constituían ya en los planos de los años 1724-6 una calle predefinida, que en los planos de este año aparece per- fectamente consolidada. Curiosamente esta calle no se designa en la leyenda del plano, no sabemos si por no contradecir más la propuesta urbanística de Verboon, por no tener nom- bre aún, o por olvido. En este último caso el olvido es de importancia ya que debía ser una de las calles más transitadas de la población, formando parte del recorrido del camino real,51 es decir la principal vía de comunicación en el interior de la ciudad, que conectaba la Puerta de Gibraltar con la de Tarifa y que en el plano aparece completamente definida. Esta comenzaba en las ruinas de la antigua Puerta de Gibraltar, continuaba por la calle Imperial (Convento) hasta la plaza Alta, esta se conectaba con la plaza Baja por la calle Real y de la Plaza Baja a la antigua Puerta de Tarifa se salía por la calle del mismo nombre.

48. Estaba valorada en 1888 reales de vellón. S.H.M. Memorial sobre las Nuevas Algeciras. Sig. 3-5-8-5. 49. En el documento transcrito por CABELLO SÁNCHEZ, Mª Luisa y PARDO GONZÁLEZ, Juan Carlos: Civitas Phoenix. Op. cit. (en prensa) 50. Esta vivienda con forma de L, tenía uno de sus laterales en la actual calle Cánovas del Castillo, la otra formó una calle de conexión con la calle Muro, la actual calle Bilbao. 51. ARANDA BERNAL, Ana Mª y QUILES GARCÍA, Fernando: Historia urbana de Algeciras. Op. cit. p. 54

36 A modo de explicación el plano está acompañado de una relación de calles numeradas del 1 al 22 (más 3 de otros edificios), números que aparecen incluidos en el plano y con los que se puede establecer una equivalencia precisa con los de la ciudad actual, ya que el desarrollo urbanístico del casco antiguo algecireño ha seguido fielmente las pautas marca- das por la ciudad de entonces. Así podemos presentar el siguiente cuadro con la consiguiente correspondencia ono- mástica actual:

Nombre de la calle en 1736 Nombre actual (nombre popular con el que se le conoce en la actualidad)

Imperial = Alfonso XI (Convento) Del Sacramento = Rafael de Muro Plaza Baxa = Plaza de Ntra Sra de la Palma (Plaza del mercado) De las Carretas = General Castaños (Carretas) Plaza Alta = Plaza Alta Larga = Cristóbal Colón en su tramo bajo De Rocha = Rocha De San Antonio = San Antonio Ancha = Regino Martínez (Ancha) De Sevilla = Sevilla Matagorda = Barrio de San Isidro De Xerez = Ventura Morón Alta = Cristóbal Colón en su tramo alto La Marina = Avenida de la Marina Del Río = José Santacana De Soria = Emilio Castelar Del Quartel = Río De la Mar = Del Muro Del Pozo = Felipe Antonio Badillo De las Damas = Bailén De Tarifa = Tarifa De las Viudas = Teniente García de la Torre Hay también una serie de calles que ya están definidas en el plano y que sin embargo carecen de nombre. Este es el caso de las actuales calles Teniente Riera, Teniente Maroto, Cánovas del Castillo, Real, Las Huertas, San Juan, Juan Morrison, Emilio Santacana y General Prim. Como anteriormente mencionamos el plano acompañaba a una relación del vecindario de la ciudad. El cruce de información nos proporciona interesantes datos, que han sido objeto de un reciente estudio.52 Así pues el primer dato a ofrecer sería el del número total de habitantes, para obtener este dato hay que aplicar un factor multiplicador, ya que los

52. CABELLO SÁNCHEZ, Mª Luisa y PARDO GONZÁLEZ, Juan Carlos: Civitas Phoenix. Op. cit. (en prensa)

37 datos vienen expresados en número de vecinos, que sería el equivalente en la actualidad a los cabezas de familia, por lo que el término puede ser equiparable al número de familias. El número más exacto de individuos se obtiene al multiplicar por cinco,53 lo que nos daría una cifra total aproximada de 2600 individuos. Distribuidos del siguiente modo:

Imperial 65 vecinos 325 habitantes Del Sacramento 6 vecinos 30 habitantes Plaza Baxa 24 vecinos 120 habitantes De las Carretas 23 vecinos 115 habitantes Plaza Alta 16 vecinos 80 habitantes Larga 44 vecinos 220 habitantes De Rocha 11 vecinos 55 habitantes De San Antonio 7 vecinos 35 habitantes Ancha 33 vecinos 160 habitantes De Sevilla 12 vecinos 60 habitantes Matagorda 22 vecinos 110 habitantes De Xerez 8 vecinos 40 habitantes Alta 29 vecinos 145 habitantes La Marina 36 vecinos 180 habitantes Del Río 14 vecinos 70 habitantes De Soria 52 vecinos 260 habitantes Del Quartel 26 vecinos 130 habitantes De la Mar 9 vecinos 45 habitantes Del Pozo 28 vecinos 140 habitantes De las Damas 10 vecinos 50 habitantes De Tarifa 15 vecinos 75 habitantes De las Viudas 10 vecinos 50 habitantes Quarteles Altos 12 vecinos 60 habitantes

Con arreglo a esto, la Algeciras de 1736 tenía una densidad media de 122m2 por habi- tante. Ya que la totalidad de vecinos censados vivían dentro del perímetro de la muralla del núcleo norte de la ciudad medieval, que encerraba una superficie aproximada de 316000 m2. La distribución, obviamente, no era absolutamente regular. Como anteriormente men- cionamos la Matagorda estaba menos densamente poblada. El barrio estaba en proceso de formación en estos años,54 por lo que se daba una densidad muy débil producto de repar- tir un espacio de unos 95700 m2 entre tan solo los 110 habitantes que comenzaban a colo- nizar esta zona, la más abrupta de la ciudad.

53. El razonamiento de este coeficiente esta expresado en la obra mencionada anteriormente. 54. Sobre la formación de este popular barrio algecireño puede consultarse el artículo de Angelines Melle Navalpotro antes mencionado.

38 Lógicamente el reparto dentro del resto de la ciudad tampoco era completamente regu- lar. Así en la zona Sur, la más baja de la ciudad, la máxima concentración se produce en torno a la plaza Baja, la Marina y la zona cercana al río más próxima a la desembocadura. Aquí se concentrarían actividades comerciales y artesanales relacionadas con el mar. La parte del sudoeste de la ciudad, lo que en la actualidad es la zona próxima a la confluencia de las calles Cayetano del Toro con Segismundo Moret, quedaba sin embargo sin urbani- zar, probablemente tendrían todavía un uso agrícola. En la zona norte también quedaba una parte sin edificaciones. Es la zona comprendida entre las actuales calles Trafalgar, Alfonso XI, Alférez Villalta Medina, Fuerte Santiago y el mar (es decir lo que actualmen- te es la Avenida de la Virgen del Carmen). Según se aprecia en los datos aportados, la con- centración es mayor en la calle Imperial que por su situación junto a la Puerta de Gibraltar, la hacían zona da paso obligado, convirtiéndose así en la principal arteria de la ciudad, de ahí también su pomposo nombre. Aquí viven los «grandes personajes» de la ciudad, lo que obligó a Verboon a no situar la calle por el vértice de la Plaza Alta. En el extremo de la calle junto a la plaza situaron sus viviendas Melchor Lozano y Melchor Romero, que aparecí- an ya mencionados en los planos de 1724-6, grandes casas con patio central como la anti- gua de Sebastián Velasco, que ocuparía el solar del antiguo hospital militar, en estos años está ocupada por su hijo Juan Alonso que tiene el cargo de regidor de la ciudad de Gibraltar. Otra gran propiedad, la hacienda de Antonio Ontañón -o Antañón como tam- bién aparece reseñado- estaba situada también en esta calle. En estos años la propiedad ya ha sido donada para la fundación del convento de los Mercedarios.55 De hecho esto va a determinar su nombre, pasándose a llamar con el que popularmente se conoce a la calle. En el plano de 29 de junio de 1726 se vislumbra incluso una planta de cruz latina, que ocuparía la iglesia, y los patios que tendrían función de claustro. No sabemos cual era el estado de la construcción en este momento ya que en el año 1725 se iniciaron las obras del Convento e Iglesia, pero poco después falleció el donante y sus herederos presentaron reclamaciones que dilataron mucho las obras. El Convento no pudo ser terminado hasta finales de siglo.56 Además de estos personajes, en la misma calle vivían Ignacio Pastor, notario apostólico de la ciudad, el cura Pablo de Rosas, etc. Mientras tanto en la Matagorda ni tan siquiera el proceso de formación de calles se había iniciado y las casas se reparten de modo disperso

55. El capitán don Antonio de Ontañón, donó a la Orden de la Merced 1.401.141 reales de vellón; de esta cantidad había que separar la suficiente para obtener una renta anual de 500 escudos, que se destinarían al sostenimiento de una escuela de Gramática y Latinidad en el convento que se construiría. PÉREZ-PETINTO, Manuel: Historia de la muy noble, muy patrió- tica y excelentísima ciudad de Algeciras. p. 203. 56. La construcción no se terminó hasta que los frailes de la Merced solicitaron autorización para celebrar corridas de toros que produjeran recursos para finalizar su construcción. Ibidem. 204.

39 por toda la colina. El origen humilde de los habitantes de este barrio se constata fijándo- nos en las profesiones que también se consignan en el documento antes expresado: el 80 por ciento de los vecinos de Matagorda son jornaleros. Hubiera sido interesante conocer con más precisión la forma de las manzanas de casas y su adjudicación a cada una de las vías urbanas, para poder hacer un análisis de la densi- dad concreta de cada calle. Aunque carecemos de este dato fundamental si que se pueden aventurar algunas hipótesis con la sola contemplación del plano y los datos aportados en el listado. Así se podría afirmar que la práctica totalidad de la ciudad habita en viviendas de una sola planta, salvando determinadas zonas puntuales, donde el alto número de veci- nos en relación con la longitud de la calle y con las formas de las manzanas, nos permite afirmar -caso de la calle Imperial- que tenían que existir bastantes casas de dos plantas donde residían, además, diferentes familias. Según se constata en la relación del vecindario, 80 de las casas eran chozas. Nos imagi- namos estas chozas, siguiendo las descripciones de los viajeros de la época, como pésimas edificaciones con muros de barro seco mezclado con paja y cubiertas asimismo de este material, cañas, palmas o cualquier otra planta de las que crecen por los alrededores. Estas pequeñas y precarias construcciones había que arreglarlas todos los años, ya que la lluvia y demás elementos las dejaban maltrechas. El interior era insano, de techo bajo sin apenas vanos y sistemáticamente ahumadas por el fuego y los humos producidos por la cocción de los alimentos. Por lo que no es extraño que Verboon afirmara unos años antes que: «no hay duda que luego sus Dueños tengan medios para fabricarlas de cal y canto, lo executa- ran.»57 En todos los tipos de vivienda: en las chozas, en las casas de un solo espacio o en las viviendas amplias de varias habitaciones, el hogar era compartido por la totalidad de la familia. Así que, en muchos casos, toda la familia come duerme y vive en la misma habi- tación. Esto además de la incomodidad extrema para los propios afectados provocaba la quejas del clero. Era frecuente la denuncia de estas precarias condiciones de vida que pro- ducían malos hábitos higiénicos y, sobre todo y más preocupante para la iglesia, una pro- miscuidad sexual escandalosa.58 Tan miserables condiciones de residencia coexisten según se aprecia en el plano con buenas casas de patio que siguen el modelo constructivo mediterráneo. Estas espaciosas casas junto a las chozas y las casas humildes producían la imagen concreta de la des- 57. Texto recogido por PARDO GONZÁLEZ, J. C.: Op. cit. p. 58. 58. Así se recoge ya por ejemplo en la carta que el obispo Amengual envía al Consejo de Castilla en 1717, en la que se queja de las condiciones de vida de los habitantes del Campo de Gibraltar y como la mayoría vive «en estrechas chozas sin divi- siones, con varias casas de tejas, son muchos los pecados de incontinencia, que se cometen, aún entre deudos muy cercanos, de que me ha constado en la visita que acabo de hacer; y una total ignorancia de la doctrina cristiana, falta de observancia de los Mandamientos, criándose los que han nacido después de la pérdida de Gibraltar como unos salvajes, por no tener faci- lidad de oír la palabra divina». Texto recogido por VICENTE LARA, Juan Ignacio de y OJEDA GALLARDO, Mercedes en «Descubrimiento de una carta importantísima...para el conocimiento de los primeros años de la nueva polación de Algeciras, dirigida por el Obispo de Cádiz al Consejo de Castilla» Vicaría episcopal del Campo de Gibraltar. 1995. p. 195.

40 igualdad de condiciones socioeconómicas de las familias que componían la Algeciras de estos años. El otro plano que se conserva de este año es el X-99,59 que se conserva junto a las car- tas de 6 y 30 de julio de 1736. Se trata de una copia del plano anterior que se realizó por orden de Ignacio Sala. En él se explica, como antes dijimos, que «lo que va lavado de colorado es como se hallava en Enero de 1724: y lo sombrado de negro heran Barracas: lo lavado de amarillo es como se halla en Junio de 1736: y lo sombrado de negro son tambien Barracas.»60 Con lo cual se da una equivalencia gráfica, rápida de detectar y que respondía perfectamente a la pregunta realizada por Patiño en su carta. Existen algunas diferencias con respecto al plano anterior, además del uso de colores para la equivalen- cia gráfica, la primera es que el cuadro explicativo es mucho más amplio y consta de los siguientes epígrafes: 1. Recinto de la Ciudad grande 22. Calle de Sevilla 2. Parte de la Ciudad pequeña 23. Calle de Tarifa 3. Atalaya 24. Calle de Guertas 4. Puerta de Tarifa 25. Calle de Soria 5. Puerta de Gibraltar 26. Calle del Mudo 6. Castillo antiguo arruinado 27. Calle de las Damas 7. Plaza Vaxa 28. Calle de las carretas 8. Plaza Alta 29. Calle de las Viudas 9. Calle de la marina 30. Calle de Xeres 10. Calle de la mar 31. Calle de Rocha 11. Calle Real 32. Calle de S.n. Antonio 12. Calle Ymperial 33. Calle de S.n. Joseph 13. Calle de los Mesones 34. Matagorda 14. Calle del Río 35. Hospital Real 15. Calle del Sacramento 36. Quartel de Infantería 16. Calle del Quartel 37. Quartel de Caballería 17. Calle del Pozo 38. Capilla de los marineros 18. Calle de la Torre 39. Ermita de Nuestra Señora de Europa 19. Calle Larga 40. Iglesia Nueva

Aparecen pues una serie de edificios y de nombres de calles que no aparecían en el ante- rior, es el caso de la Atalaya, que debía ser un puesto de observación elevado en el extremo sur del recinto ocupado, en la confluencia de las actuales calles Cayetano del Toro y Segismundo Moret; de las Puertas de Gibraltar y Tarifa, del castillo en ruinas que ni tan siquiera aparecía representado en el XIV-36. Se indica la posición de la calle Real que era un olvido notable en el anterior, aparecen también designadas la calle Mesones (Teniente

59. A.G.S. M.P. y D. X-99 60. Como podemos observar se sustituye el término de Choza, más expresivo para el tipo de vivienda humilde que se da en la zona por el de Barraca, término que, aunque menos adecuado, es como lo designa Patiño en la carta anterior.

41 Riera), las Huertas escrita como las Guertas, y del Mudo (se corresponde con Teniente Serra). También aparece la calle san José que se corresponde con Escopeteros. Además se cita al Hospital Real que ocupa la posición donde en los planos de Verboon se dibujaba el Mesón. Los cuarteles de Infantería y Caballería ocupan el mismo solar en la manzana del cuartel, aunque ahora, según se aprecia, con usos diversificados. Se dibuja y se designa una Capilla de los Marineros, construcción exenta situada en la calle Pescadería. Además apa- rece ya citado el convento de los Mercedarios, finalmente se nombra a los Quarteles Altos que por su posición a espaldas del convento sobre una plataforma elevada sobre el nivel del mar debía cumplir funciones de vigilancia costera. Este plano acompañaba a dos cartas enviadas por el ingeniero Ignacio Sala a José Patiño, en la primera después de narrar las obras que se están llevando a cabo en La Línea mencionada entonces como: La Línea del Campo de Gibraltar.61 Como anteriormente dijimos esto supuso el adiós definitivo al proyecto urbanístico de Verboon, ya que no era posible adaptarse a la retícula del ingeniero sin destruir gran parte de las más de quinientas casas que constituían la población y que se habían edificado sin tener en cuenta el proyecto. Según se observa en los planos, la ciudad ha crecido como un ser vivo, orgánicamente, ocupando primero las zonas más cómodas y de más interés, para pasar a ocupar después zonas de más difícil acceso. El relieve marca profundamente la forma de las manzanas de vivienda, la adaptación a la complicada orografía de la ciudad 61. En ellas se dice lo siguiente: ...Por lo que mira a la situacion y disposicion de Las Casas y Calles desta Poblacion de Algeciras, devo decir que por el plano que Levanto el Ingeniero Dn Juan Bap.ta Boisset y remitio Dn Fran.co Escobar, habra visto V.E. como se a trabaxado al aumento desta Poblacion sin atender ala buena disposicion de las Calles, ni alas Ordenes y proyecto aprobado por S.M. en Sn. Lorenzo a 22 de Nobiembre de 1725. que original está en Sn. Roque con los papeles del Cargo del Ingeniero D.n Bernardo Pene; No obstante e mandado se me saque una copia del plano Levantado Nuevamente para pasarlo a manos de V.E. a mi buelta de ceuta, y en el interim se a embarazado la construccion de una huer- ta cuya cerca se unia con los Cimientos y Ruinas destas Murallas impidiendo su passo por la parte exterior. Repitome ala disposicion de V.E. con Verdadero y seguro afecto rogando a Dios G.de a V.E. Los m.s a.s que desseo. Algeciras 6 de julio de 1736. En la segunda, escrita desde Cádiz, se dice lo siguiente: Muy Sr. mio. En carta de 6. del corriente escrita en Algeziras dixe â V.E. que a mi Buelta â esta Plaza enviaria el Plano adjunto de las Casas y Calles de aquella Poblacion, por el qual se reconozen las Casas que se han Formado de nuevo desde el año de 1724 . en adelante, sin atender ni observar el proyecto aprobado por S.M. que expresse en mi antecedente, y respecto que ya no es pos- sible dar buena disposicion drechura alas Calles sin destruir muchas Casas nuevas, me pareca seria combeniente mandar reservar dos sitios que podrian ser los señalados con la letra A. en el plano, el uno junto ala Puerta de Gibraltar, y el otro cerca la Puerta de Tarifa, para la colocacion de Quarteles de Infanteria ô Cavalleria si en algun tiempo se querian construir enesta Poblacion. En la Citada Carta dixe â V.E. que se embarazó la Construccion de de una huerta cuia zerca se unia con los cimientos y Ruinas de las Murallas impidiendo su passo por la parte exterior, es asaver, desde la Atalaya señalada en el plano con el num 3. hasta la Puerta ô Calle de Tarifa, y aunque al sugeto vezino de Algeziras que queria hazer la citada huerta, se le havia concedido cierta cantidad de tierras con la Obligacion de aver de Reedificar ô construir el puente sobre el Rio dela Miel, soy de sentir que siempre se dexe un Camino de veinte a veinte y cinco varas de ancho al rededor de las Murallas antiguas, por si en algun tiempo quiere el Rey mandar Levantar a quel Recinto, aunque no fuesse mas que con una buena tapia, para resguardar los vezinos de un insulto de moros ô por qualquier otra Razon, y por la mesma discurro que tam- bien fuera combeniente que las Casas que se Construiran de nuevo no lleguen alas referidas Murallas, afin que quede passo entre ellas y las habitaciones de los Vezinos. Que es quanto se me ofreze sobre este asumpto, y Repitiendome ala disposicion de V.E. con verdadero afecto deseo muchas ordenes de su maior agrado y que Dios Guarde â V.E. los mu.os a.os que puede. Cadiz 30. de Julio de 1736. PARDO GONZÁLEZ, J.C.:Op. cit. p. 108.

42 impone soluciones que si bien en planta son confusas y chocan de lleno con el racionalis- ta plan del ingeniero general, en la realidad del diseño, que persiste el la ciudad actual, se constata como esas curvas y esos quiebros en las direcciones obedecen a un criterio de sua- vizado de pendientes. La idea de comodidad se impone a la de orden, a pesar de las nor- mativas que trataron de imponer los ingenieros militares. Sin duda esa es la información de más interés que se desprende de la carta, pero tam- bién aparecen detalles a los que conviene aludir. Por un lado en la carta se nos informa de la prohibición de adosar construcciones a la muralla. El limitar este permiso -con la remo- ta esperanza de que algún día se reedificara la cerca- posibilitó la creación de una calle alre- dedor del perímetro de la muralla antigua, lo que a su vez permitió que ese contorno sea perfectamente reconocible en el plano actual de la ciudad. El otro detalle de interés es la mención al puente, en la carta se cuenta como al mismo individuo al que se le expropió parte de la huerta que se adosaba a la muralla, tenía -como contrapartida a una cesión de tierras- la obligación de construir o reedificar un puente sobre el río de la Miel en el camino hacia Tarifa. Esta mención a la reedificación del puen- te es un indicio de la necesidad que se tenía ya en esos años de mejorar las infraestructu- ras. Tanto en los planos de Verboon como en estos dos últimos se señalan los pilares arrui- nados del puente que cruzaba el camino de Tarifa y que debían ser de época islámica. En ese mismo lugar se construyó después el puente Matadero. Curiosamente y después de la profusión de planos que tenemos de los primeros años de la recién nacida Algeciras, hay un vacío de documentación en cuanto a representacio- nes globales de la ciudad. Esta ausencia de datos planimétricos hace más difícil estudiar la evolución de la ciudad durante el resto del XVIII, aunque parece evidente que el creci- miento poblacional no será tan elevado como en estos primeros años, por lo que el creci- miento constructivo se va a limitar a ocupar las zonas libres del recinto norte de la ciudad medieval. Como dijimos anteriormente el interés militar de la zona no decae, y las pautas marca- das por Verboon en cuanto a prioridades y criterios de construcciones defensivas se siguen en gran parte, así tras la construcción de la línea defensiva que recorría el istmo de Gibraltar, se le dio prioridad al proyecto de fortificación de la Isla Verde, indispensable para tener un fondeadero seguro en la bahía. Sobre este tema existe amplia documentación en el Archivo General de Simancas y en el Servicio Geográfico del Ejército. El proyecto más antiguo data de abril de 1734 y está realizado en San Roque por el ingeniero Juan de Subreville. Este mismo ingeniero realiza un importante número de planos, perfiles, etc, que describen proyectos y obras realizadas durante ese año y el siguiente. Posteriormente vuelven a aparecer planos de Bernardo Pene del año 1736 sobre el mismo tema. El aspec- to final de estas construcciones militares no debió resultar desagradable a juzgar por el comentario que sobre ella hace el barón de Bourgoign a finales del XVIII:

43 PLANO DE LA BAHÍA DE ALGECIRAS. SERVICIO GEOGRÁFICO DEL EJERCITO. BAHIA DE ALGECIRAS ESCALA DE DOS MILLAS MARITIMAS EXPLICACION LOS NUMEROS DE LAS SONDAS CON BRAZAS DE A DOS VARAS CASTELLANAS: LA A INDICA ARENA, A. TORRE DE ENTRERRIOS LA P PIEDRA, LA CP CONCHUELA Y PIEDRA S ARRECIFE QUE DEBE ALZARSE A NIVEL DE LA ISLA B. RIO DE PALMONES VERDE Y UNIRSE CON LA PUNTA DEL RODEO, T CANAL QUE DEBE CEGARSE. C. PUNTA DEL Delante de Algeciras, muy cerca del litoral, está la islita de RECONCILLO D. TORRE DEL ALMIRANTE las palomas, llamada también isla Verde. Tiene un fuerte, guar- E. PIEDRA DE LA GALERA dado por un destacamento de la guarnición de Algeciras, y es F. R IO DE LA MIEL Y MUELLE tan regular de forma, tan linda, que parece creada por el hom- G. TORRE DE VILLA VIEJA bre para ornato de un jardín inglés.62 H. YSLA VERDE Y. PUNTA DEL RODEO La propuesta de fortificación litoral se amplió también a la zona J. TORRE DE SAN GARCIA del Estrecho, aspecto que no estaba recogido por Verboon, cons- L. PUNTA DE GETARES truyéndose a principios de los años cuarenta el Fuerte del Tolmo,63 M. LAZARETO N. TORRE Y PUNTA DE en una ensenada situada en una posición intermedia entre Tarifa y CARNERO Algeciras. O. CALA SECRETA En esa misma década nace el proyecto -que no se llevará a la P. Y SLAS CABRILLAS práctica- de constituir en el promontorio de la Villa Vieja de Q. YSLADELASPALOMAS Algeciras, no un recinto fortificado como proponía Verboon, pero R. CALA ARENA

62. BOURGOIGN, (J. Fr). Barón de. «Un Paseo por España». En GARCÍA MERCADAL, J.: Viajes de extranjeros por España y Portugal. Tomo III. Siglo XVIII. p. 1045. 63. Sobre este tema puede consultarse el artículo de SÁEZ RODRÍGUEZ, Ángel: «El Fuerte de el Tolmo (Algeciras-Cádiz), puente entre dos continentes». Almoraima, 17 (1997)

44 sí una concentración de edificaciones de carácter militar, que comprendía diversos cuarte- les y un hospital. De haberse llevado a cabo el proyecto hubiera convertido esta zona de la ciudad en una zona de uso exclusivo castrense; ironicamente se hubieran invertido los usos con respecto a la ciudad medieval, en la que esta parte era la civil y la otra -la Villa Nueva, el núcleo norte- tenía un uso militar.64 Hasta el momento carecemos de más documentación planimétrica específica sobre la evolución de la ciudad en el resto del XVIII, pero sí contamos con algunos planos que (si bien no tienen por objeto la representación de la ciudad) nos dan pistas sobre el desarro- llo de la misma. Ese es el caso del plano titulado Bahía de Algeciras,65 que se conserva en el Servicio Geográfico del Ejército. El mapa no tiene fecha pero hay detalles que nos hacen pensar en la segunda mitad del XVIII como fecha probable de ejecución. Según parece, la finalidad del mismo era plantear la posibilidad de hacer el fondeadero de Algeciras mucho más grande y seguro que el existente.66 En el plano el autor, además de sondear las zonas próximas a la ciudad, objeto princi- pal del documento, nos ofrece otra serie de datos que son dignos de interés. Así en el capí- tulo de infraestructuras próximas a la ciudad se aprecia que en este momento una barcaza se encargaba de salvar el río Palmones. La barca, según se observa en el dibujo, debía seguir la dirección de una cuerda anclada en las dos orillas. En la zona más cercana a Algeciras se aprecian ya dos puentes que parecen permanentes, uno en el camino de Tarifa, en el lugar donde aparecía uno arruinado en la documentación analizada anteriormente67 y otro que conectaba el núcleo norte con la Villa Vieja, donde después se han ido construyendo tam- bién sucesivos puentes para que siguieran cumpliendo esta misma función. Aunque del plano de la ciudad no se puede deducir nada de la estructura urbana de la ciudad de estos años, ya que tan sólo existe pretensión de señalar una agrupación de edificaciones, sí que hay algunos detalles que nos aportan algunos datos, así en la orilla norte del río se dibuja un rectángulo alargado que abarca todo ese lado de la ciudad y que se designa como el muelle por lo que se puede afirmar que las labores portuarias se practicaban en esta parte.

64. Aunque las recientes excavaciones ponen en entredicho que el núcleo norte tuviera un uso exclusivamente militar, la fun- dación de esa parte de la ciudad si tuvo ese criterio, según Torres Balbás, que a su vez se basa en la Historie des Berbéres, d e lbn Jaldún,(trad. Slane, IV, p. 81.) «En una de sus expediciones militares contra los cristianos, el sultán de Marruecos Abú Yúsuf, ordenó construir una ciudad nueva junto al puerto de Algeciras, a la orilla izquierda del río de la Miel que servía de foso septentrional a aquella ciudad. La nueva se creó para mantener a las tropas aisladas, librando a los habitantes del país de sus violencias y exacciones, a la orilla del mar y junto al puerto. Ordenó el sultán se construyesen los edificios necesarios bajo la dirección de un hombre competente. La nueva recibió el nombre de al-Buniyya (el edificio)». TORRES BALBÁS, Leopoldo: Ciudades hispanomusulmanas. Madrid, Instituto Hispanoárabe de cultura, 1985. p. 68. 65. S.G.E. A.G./T9/C2/838. 66. En la propuesta se pretendía ampliar por una parte la superficie de la Isla, elevando la zona de arrecifes y por otra cerrar el canal situado entre la Isla Verde y la Punta del Rodeo. Un proyecto similar a este se retomará en 1860, y se aprobará en 1864, aunque tampoco se llevará a cabo, según nos informa SIERRA MUÑOZ, Mª Rosa: «Origen del puerto de Algeciras». Almoraima, 5 (1991), p. 186. 67. Durante la Edad Media existió en este lugar un puente de cinco ojos, construido probablemente de época romana, que aparece mencionado en la Crónica de Alfonso XI.

45 En el plano se consignan también las diferentes instalaciones militares existentes en las proximidades, así se señala, empezando por el extremo norte de la representación, la Torre de Entreríos, al norte de la desembocadura del Palmones, la del Almirante, que aparece representada con dos elementos constructivos en forma de V. En la Isla Verde se represen- ta la batería existente, en la punta de San García se diferencia entre la torre y una batería. Se dibuja también una torre en Punta Carnero. Más próxima a la ciudad en el promonto- rio de la Villa Vieja se dibuja otra torre, que expresa hasta qué punto se redujo el proyec- to de edificaciones militares proyectadas para este lado de la ciudad. En el interior de la población se utiliza un código gráfico similar al utilizado en la representación de las bate- rías en un edificio situado en el extremo nordeste de la ciudad, por lo que debe hacer refe- rencia a los designados anteriormente como Cuarteles Altos. Esta edificación militar, cuya situación se recuerda en la toponimia actual de la ciudad, da el nombre de Baluarte a una de las calles de la zona donde se encontraba. Cuando se construyó el Fuerte de Santiago dejó de tener función de acuartelamiento para convertirse en almacén de pólvora y de per- trechos de artillería y cuerpo de guardia. Fue también cementerio militar tras el Gran Sitio.68 Personalmente el dato del plano al que otorgo más interés es a la ubicación del Lazareto, que se sitúa en las proximidades de la ensenada de Getares, algo más al sur del riachuelo del Lobo. Esta institución, de la que se tienen pocas referencias, era un reflejo de los inten- tos de los monarcas ilustrados en promover instituciones que atendieran tanto a la ense- ñanza y ejercicio de la medicina, como a la prevención higiénico-sanitaria en la España del XVIII. Con motivo de la peste de Marsella, de 1720, se creó una Junta Suprema de Sanidad, que sería la primera institución de la historia sanitaria española. No fue ésta la única creación de esta índole en tiempo de los Borbones. Durante el siglo se irán fundan- do Colegios de Cirugía en Cádiz (1748), Barcelona (1760), Madrid (1780), Burgos y Santiago, antecedentes del primer Reglamento de Instrucción Pública votado en las Cortes de 1821.69 En cuanto a medidas preventivas, la primera y más innovadora es ésta de la construc- ción del lazareto de Algeciras en 1744, institución que o bien tuvo una vida muy corta, o por las connotaciones terribles de la enfermedad que trataba, fue ignorada, ya que existen pocos documentos que mencionen datos relativos al lazareto algecireño, aunque en algu- nos aparezca como topónimo ligado a la zona donde se encontraba. Con posterioridad se construyó uno en Mahón (1793-1807).70 A mediados del XIX éste primer lazareto está totalmente olvidado, ya que desde 1847 se plantea la necesidad de construir uno. En 1856 el ayuntamiento decide edificarlo.71

68. SÁEZ RODRÍGUEZ, Ángel: «Las líneas españolas. Los fuertes costeros del Campo de Gibraltar». Milicia y sociedad en la Baja Andalucía. VIII Jornadas Nacionales en Historia militar, Madrid, 1999 p. 424. 69. NADAL, Jordi: La población española. p. 123. 70. Ibidem. p. 124. 71. ARANDA y QUILES: Op. cit. p. 228.

46 Este nuevo criterio higienista será fundamental en el XVIII y no solamente abarca a las nuevas instituciones auspiciadas por la monarquía ilustrada, este espíritu está también pre- sente en fundaciones religiosas y privadas. Prueba de ello es la solicitud para la creación en Algeciras, por estas mismas fechas, -en concreto en 1748 -, por los hermanos mayores de la Hermandad de Caridad de Algeciras, de un hospital y capilla, donde se pudiera atender y consolar a los enfermos pobres y desvalidos. Diego Rodríguez Periañez y Felipe Alonso de Coxezes,72 solicitaron de Fray Tomas del Valle, el entonces obispo de Cádiz, licencia para edificar esta institución con donativos y limosnas de las almas caritativas. El cuadro de ins- tituciones sanitarias se completa en el XVIII con el hospital militar. Aunque originaria- mente fue un ala del primitivo cuartel, al final del siglo, con motivo del «Gran Sitio», se ve la necesidad de contar con dependencias independientes. Para este fin se utilizará el solar donde, en los planos de época de Verboon, se ubicaba la casa de Sebastián Velasco, cuya estructura se mantiene en la edificación posterior. Aunque ciertamente no se hicieron muchas actuaciones en materia de prevención sani- taria, a Algeciras le cabe el honor de haber sido el primer lugar donde se crea una institu- ción producto de este nuevo espíritu ilustrado. El lazareto marca un importante cambio de mentalidad que queda claramente indicado algunos años después, cuando en una real cédula de 1787 se ordenó que se establecieran cementerios «rurales», es decir, fuera de las poblaciones, quedaron prohibidos los enterramientos en los templos con la excepción de reyes, obispos, etc. Posteriormente una real ordenanza sobre la policía de salud pública del año 1796 incide en el tema; se decía en uno de sus fragmentos: «No habiendo cosa que más se oponga a la salud de los hombres que enterrarse los cadáveres dentro de los tem- plos, en sus bóvedas o inmediaciones.»73 Estas ordenes obligan a evitar enterramientos en las iglesias y como consecuencia de ello a la construcción de cementerios en el exterior de las ciudades,74 lo cual va a tener influencia tanto en Algeciras como en el resto de España. Anterior a la construcción del primer cementerio «rural» algecireño, que se producirá ya en el XIX, se construye otra gran obra pública producto también de estos nuevos crite- rios higienistas. Se trata del acueducto, una de las obras públicas de más interés de la España del XVIII, la obra fue realizada por Pablo Casaus y suministraba todo el agua que necesitaba la población en esos momentos. El acueducto surtía a dos fuentes en la plaza Alta, a otra en la plaza Baja, otra en la ronda que rodeaba a la ciudad por la parte del oeste, y otra más cerca de la Marina. Aunque, como se puede observar, hubo un importante número de regulaciones de tipo higienista, sin embargo en el siglo XVIII y a nivel popu- lar, se puede afirmar que la medicina y la higiene eran casi inexistentes. Sus progresos fue- ron más aparentes que reales, por lo que su peso debió ser mínimo entre los factores del crecimiento demográfico. 72. SANTACANA y MENSAYAS, E.: Op. cit. p. 245. 73. Reales ordenanzas sobre la policía de la salud pública de 1796. 74. Aunque en Algeciras se llevó a la práctica en el resto de España, a pesar de las disposiciones para sacar los cementerios fuera de los recintos urbanos, todavía en 1857 había 2.655 localidades que continuaban inhumando a los fallecidos en las iglesias. Las disposiciones legales tenían una fortuna muy variada, acabando muchas de ellas sin aplicación práctica, bien por problemas financieros, bien por la mala receptividad por parte de una sociedad todavía no adaptada a las nuevas ideas. NADAL, J.: Op. cit. p. 124-5.

47 En lo que se refiere a Algeciras podemos decir que hacia el final del siglo XVIII se debió tener cierto repunte poblacional, aunque esto fuera consecuencia de la guerra, en concre- to del «Gran Sitio» de Gibraltar de 1779-82. Si bien el grueso de las tropas se agrupó en la zona próxima al istmo, Algeciras cumplió funciones de retaguardia, de manera que aquí estaban los almacenes y hospitales y en su puerto fondeaban las escuadras francesa y espa- ñola. Además de esto, el hecho de que partieran de aquí las famosas baterías flotantes de D’Arçon y las cañoneras de Barceló debió estimular en gran medida el desarrollo -al menos transitoriamente- del sector artesanal encargado de construir y readaptar estas naves. En cualquier caso este aumento poblacional no parece que obligara todavía a una expansión urbana fuera de los límites del núcleo norte de la ciudad medieval, si acaso el estableci- miento de estos astilleros en la desembocadura del río de la Miel debió iniciar en parte la ocupación de la otra orilla del río. Este dato lo confirma Bourgoing, aristócrata y viajero francés que visita España durante el período revolucionario del país vecino, que menciona la existencia de un astillero en la orilla derecha del río.75 El censo de Floridablanca, realiza- do por estas fechas, ya que recoge datos de 1786, nos habla de una Algeciras con una población de 6346 habitantes. Este dato nos daría una densidad media aproximada de unos 50 habitantes por m2. Antonio Ponz, que visita la población poco después de 1790, nos ofrece una visión un tanto lacónica de la población de finales del siglo. Algeciras -que llamó poco la atención del viajero, cuyo objetivo principal era la descripción de los elementos artísticos más sig- nificativos de las diferentes ciudades que visitaba- “tiene, si no me lo exageranon, mil veci- nos,76 con corta diferencia; una parroquia, un convento de Mercenarios, un hospicio de tri- nitarios y el Hospital de la Caridad. Las calles son anchas; las casas bastante buenas.”77 Según esto, dejando aparte el nulo interés que le despertó la población, ya que carecía a sus ojos de edificios y objetos artísticos de interés, hay algunos datos significativos. Entre estos está la anchura y calidad de calles y casas que son valoradas positivamente. A los ojos del viajero ilustrado el desarrollo urbano de Algeciras, que durante sus inicios intentó al menos ser tutelado por los ingenieros militares, difería en gran medida, de los núcleos urbanos más comunes en Andalucía, en los que la influencia del urbanismo islámico, generaba plantas mucho más confusas, de adarves y calles estrechas y tortuosas. El dato poblacional que aporta, aunque con todas las reservas que él mismo destaca, señalaría cierta disminu- ción de la población en esta última década del siglo con respecto al censo de Floridablanca.

75. El texto dice así: Algeciras es una población graciosamente situada en una pendiente al borde del mar. Un riachuelo insig- nificante, el Miel, nacido de las montañas próximas, baña uno de sus lados y se pierde suavemente en la bahía. En la orilla derecha hay un astillero pequeño en el que durante el sitio de Gibraltar fueron construidas algunas lanchas cañoneras. En la época de las avenidas, tiene agua bastante para conducir estas embarcaciones hasta el mar. BOURGOIGN, (J. Fr). Barón de. «Un Paseo por España». En GARCÍA MERCADAL, J.: Viajes de extranjeros por España y Portugal. Op. cit. p. 1044. 76. Recordemos que el término vecino equivalía al de cabeza de familia por lo que el dato hay que multiplicarlo por 4’5 ó 5 para conocer la población real. 77. PONZ, Antonio: Viaje de España. Madrid, Aguilar, 1947. p. 1604.

48 3.- EL DESARROLLO URBANO EN EL SIGLO XIX.

Los últimos años del XVIII y los primeros XIX, van a suponer un cambio radical de la política exterior española, cambios que al menos en parte van a tener un reflejo en el des- arrollo de la ciudad. La tradicional política de alianza “de familia” con Francia, que unía a las dos ramas de los Borbones, se rompe tras la revolución francesa. Se inicia entonces, por parte de los gobernantes españoles, una política un tanto diletante, en la que España asume su papel de potencia de segunda fila. Los vaivenes de las alianzas de España frente a las pre- siones de Francia y Gran Bretaña tienen repercusiones en el Campo de Gibraltar. Por un lado, con el fracaso del Gran Sitio, España pone fin a los intentos de recupera- ción de Gibraltar por la fuerza. A partir se entonces se asume la imposibilidad de conquis- tar Gibraltar por procedimientos militares. Por otro, los acontecimientos derivados de la política expansionista de Napoleón, que dan lugar en primer lugar a la batalla de Trafalgar, en la que la armada franco-española sufre una severa derrota frente a la británica, y después a la propia guerra de la Independencia, que obliga a España a aliarse con Inglaterra frente a Francia, suponen una pérdida del potencial militar español. En el Campo de Gibraltar la proximidad de las tropas francesas será aprovechada por los británicos para destruir -con el argumento de que podían caer en manos del enemigo- la mayoría de los puntos fortifica- dos que se habían construido siguiendo las propuestas de Verboon y que recorrían el lito- ral costero campogibraltareño. Todo esto se traduce evidentemente en una disminución de la capacidad defensiva militar de la zona, aunque en el caso de Algeciras esta situación se ve compensada con la aparición de un personaje fundamental para la ciudad: Francisco Javier Castaños. Castaños fue nombrado en 1802 Comandante General del Campo de Gibraltar, cargo que ostentaba cuando estalló la guerra de la Independencia, de aquí pasó a ocupar la Capitanía General de Andalucía, desde la que consiguió la resonante victoria sobre Dupont en Bailén, circunstancia que lo coloca en un lugar elevado en la historia militar española. Hasta 1804 la Comandancia General residía en San Roque, Castaños fue responsable - no sin las airadas quejas de los sanroqueños- de su traslado a Algeciras. Con este cambio aumentó lógicamente la población militar y el papel preponderante de la ciudad sobre las restantes poblaciones del Campo de Gibraltar. Según Santacana78 el mando militar de la Comandancia General era uno de los más importantes y lucrativos de la nación, ya que además de disponer del control de las partidas económicas destinadas al sostenimiento de la tropa acuartelada en la zona, gozaba de los pingües emolumentos que producían los pases a Gibraltar. El producto de estos pases, que se daban en tiempo de paz con los bri-

78. SANTACANA y MENSAYAS, Emilio: Op. cit. p. 111

49 tánicos, era considerable, y aunque estaba destinado al sostenimiento de la propia Comandancia y a obras benéficas y de utili- dad pública, el destino definitivo quedaba al arbitrio del comandante. El motivo de agradeci- miento de los algecireños, y entre ellos de Santacana, es que invirtió sumas conside- rables en obras de utilidad VISTA EN PERSPECTIVA DE LA NUEVA PLAZA DEL ALMIRANTE EN ALGECIRAS. JOAQUÍN y ornato, siendo la princi- DOLTZ Y TOMÁS LÓPEZ ENGUIDANOS. MUSEO MUNICIPAL DE ALGECIRAS. pal nuestra hermosa plaza Alta que se construyó por su iniciativa y bajo su dirección, quedando terminada en 1807. 79 Esta valoración del concepto del «ornato» será una constante en el desarrollo urbanís- tico del siglo XIX, y va a repetirse con frecuencia. Igualmente la valoración positiva de la anchura y calidad de calles y casas, que ya vimos en la escueta narración de Ponz, aparece con insistencia en los viajeros que descri- ben sus impresiones sobre la ciudad. A lo largo del XIX, hay un alto grado de coinciden- cia en la apreciación de la trama urbana de Algeciras. Robert Semple, que la visitó en 1805, aunque expresa claramente la impresión de pobreza que le produjo la ciudad, valora los dos aspectos anteriormente mencionados:

Su construcción, a excepción de unas cuantas casas pertenecientes a la gente principal, tampoco demasiado buenas, es pobre. La misma residencia del Gobernador tiene aspecto inferior a la de cualquiera casa de un caballero de Inglaterra. Sin embargo, las calles no son muy estrechas, las casas están hechas de piedras, que aunque sin labrar, les dan una mejor apariencia que las chozas de paredes de barro y techumbre de paja tan abundantes en las provincias occiden- tales. Para techarlas se valen de láminas de piedra gris, traídas de una cantera situada hacia el sur, junto a una bahía. El único y verdadero adorno de la ciudad es el campanario de la nueva iglesia de la plaza Alta.80

En 1824, el barón Taylor nos dice de Algeciras que «la población es muy bonita, está bien urbanizada, rodeada de hermosos huertos de naranjos, lugar, en suma de agradable estancia»81 79. Ibidem. p. 112. 80. SEMPLE, Robert: Observations on a journey trougt Spain. Traducción de BUENO LOZANO, Martín. El renacer de Algeciras (a través de los viajeros). Algeciras, Alba, 1998. pp. 93-94. 81. TAYLOR, J.: Voyage pittoresque en Espagne, en Portugal et sur la cote D’Afrique de Tanger a Tétouan. Traducción de BUENO LOZANO, Martín: Op. cit. p. 110.

50 Una apreciación similar encontramos unos años más tarde en Rochfort Scott, que refi- riéndose a Algeciras menciona:

Las calles de Algeciras son anchas, construidas según regla, bien pavimenta- das y alineadas, con buenas casas, pero sin sombra de árbol que la proteja de los rigores del sol, ni alcantarilla que drene sus aguas residuales. Es lugar de bullicio, ya que por su puerto España se comunica con su presidio de Ceuta, tiene rela- ciones comerciales prósperas con el Peñón mediante faluchos y otras pequeñas embarcaciones.82

En general las descripciones de estos viajeros no eran demasiado explícitas. La impre- sión del paisaje estaba siempre por encima de la ciudad: el interés del visitante romántico va a estar siempre en la espectacularidad del entorno geográfico y el pintoresquismo de los pueblos, especialmente los que contaban con restos de su pasado islámico, por ello el inte- rés por Algeciras es generalmente escaso. El análisis más exhaustivo se producía lógica- mente al analizar Gibraltar. Si acaso en estos años se empieza a crear una curiosa contraposición que reforzaba el carácter positivo de Algeciras. Frente a la conocida insalubridad de Gibraltar, recordemos que con frecuencia se producían epidemias y fiebres en la colonia, Algeciras aparece como un lugar fresco y sano. El arquetipo del viajero romántico, Richard Ford, se hace eco de ello, dando, por un lado, la sintomatología y las causas de la fiebre de Gibraltar,83 por otro, criticando la vivienda, la decoración y en general el modo de vida de Gibraltar:

Las casas, cuyo alquiler es muy caro, están construidas sobre el «Principio de Wapping» es decir, con una vulgaridad sofocante y baja, y sus fachadas parecen genovesas; todo es ladrillo, cal y madera; son angostas, apretadas y llenas de cor- tinas y alfombras, con objeto sin duda de criar parásitos y fiebres en este calde- rón semiafricano; están calculadas para dejar entrar al enemigo, el calor, y sólo valen para las salamandras y los «escorpiones», que es como se llama a los que han nacido en la Roca.84

Contra todo esto y para terminar nos dice: “Los monos, en realidad, son los habitantes más antiguos y más listos de la Roca, porque viven fresca y cómodamente en los acantila- dos azotados por el viento. Los muebles y las comodidades de Inglaterra son aquí un incor- dio, y suspiramos por la pobreza fresca de Algeciras.”85 Esta «pobreza fresca» frente al recar-

82. ROCHFORT SCOTT, C. Excursions in the montains of Ronda and Granada. With charateristic skeckches of the inhabi- tants of the South of Spain. Traducción de BUENO LOZANO, Martín: Op. cit. p. 118. 83. Sobre ella nos dice: “La fiebre de Gibraltar, sobre la que los médicos se han mostrado tan en desacuerdo, mientras los pacientes se les morían como chinches, es muy probablemente endémica: se nutre de porquería hebrea, se alimenta de falta de circulación de aire y alcantarillado maloliente en la marea baja. Es llamada a la más fatal actividad por ciertas peculiari- dades atmosféricas otoñales. Su promedio de frecuencia es de una visita cada doce años.” FORD, Richard: Manual para via- jeros por Andalucía y lectores en casa. Madrid, Turner, 1989. p. 59. 84. Ibidem. p. 58. 85. Ibidem. p. 58.

51 gamiento pretencioso de la Roca conecta tanto con el ideal romántico de moda en estos años, como con el ideal ilustrado que enlazaba con la tradición vigente desde los últimos decenios del XVIII. No es la única vez que hace refe- rencia a este aspecto; en otro capítulo de su A handbook for travellers in Spain comenta: “En todo caso le interesa a quien GIBRALTAR FROM ALGECIRAS. 1836. TENIENTE H. E. ALLEN DEL DIBUJO ORIGINAL, venga a veranear hacerlo C. BENTLEY & J. C. BENTLEY DEL GRABADO. GARRISON LIBRARY, GIBRALTAR. en Algeciras, donde las casas de piedra, adaptadas al clima mejor que las sofocantes de la árida roca, son más frescas”. No son estos los únicos comentarios que Ford hace de la ciudad, que aunque no se explaya, siempre resulta elogioso:

Algeciras, situada en un rincón agradable, está reconstruida para convertirla en avispero contra Gibraltar; y eso es un hervidero de barcos corsarios en tiempo de guerra y de guardacostas en misión de vigilancia en los de paz. La ciudad está bien edificada. Tiene dos posadas bastante pasables, la mejor de las cuales es la de «La Unión». La bella plaza del tiempo del general Castaños tiene una hermosa fuen- te. Plaza de toros y alameda...

Para terminar entresaco un comentario del mismo autor que me resulta especialmente interesante: “Se puede dibujar Gibraltar desde las cercanías del acueducto y el molino de San Bernardino.” Con este último dato Ford describe con palabras lo que se convertirá a lo largo del XIX en la vista emblemática de la ciudad, una auténtica «postal» que se repe- tirá hasta la saciedad: el primer plano del acueducto con la ciudad a lo lejos y cerrando el paisaje la bahía con el Peñón al fondo. Aunque los datos que nos proporcionan estos viajeros son de gran interés, sin duda alguna la fuente documental que más datos nos proporciona sobre el urbanismo algecire- ño de la primera mitad del XIX es el Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de España y sus posesiones de Ultramar de Pascual Madoz, que en el artículo correspondiente hace un completísimo estudio de la población, y nos da una descripción exacta de como era Algeciras en octubre de 1845, entre otros muchos detalles de interés escribe lo siguiente:

52 Hállase situada á los 01º 51’ 10’’de longitud y 36º 8’ latitud del meridiano de Cádiz, en la orilla del mar y costa oeste de la bahía de Gibraltar, dista 1’5 leguas de la plaza y monte de este nombre, llamado por los antiguos Monte Calpe, á las márgenes del río de la Miel, dando frente á dicha plaza, ocupada por los ingleses como todos saben. Desde la playa, donde existe un muelle casi inútil, que en ple- amar sirve de desembarcadero, á cuyo sitio llaman la Marina, se va elevando pro- gresivamente la población sobre una pequeña colina, que en su mayor altura, donde se halla la plaza de San Isidro, tiene mas de 240 pies sobre el nivel del mar. Fueron en otro tiempo dos ciudades, situadas como queda dicho á la lengua del mar, en la medianía de la costa oeste de la bahía,... á la parte del sur del río de la Miel, que las dividía, se halla el arrabal, nombrado aun Villa Vieja, el cual con- siste en algunas casas colocadas á su orilla, sin formar calle, facilitando su comu- nicación con la ciudad dos puentes, uno de un arco de piedra, recientemente construido, y otro muy angosto, de tres arcos.86

Nos informa pues de la existencia en estos momentos de un muelle, aunque inútil. Sobre este mismo tema un poco más adelante en un pie de página señala: “Como no puede atracar ni una lancha á lo que en Algeciras se llama muelle, fue necesario formar uno arti- ficial de madera en febrero del corriente año, para que desembarcara el gobernador de Gibraltar, cuando fue á dicha ciudad a pagar la visita de nuestro general el señor Lara”.87 Insiste en la precariedad del puerto, tema que retomará al hacer un diagnóstico de los pro- blemas de la población. En el mismo párrafo anterior nos informa de la urbanización del otro lado del río, aunque todavía sin formar calles. Existen dos puentes, en los lugares donde ya aparecían en el plano de mediados del XVIII que analizamos anteriormente. Los puentes son de piedra, el de un arco y recientemente construido hace referencia al más pró- ximo al mar, es decir al situado en el arranque de la actual calle Duque de Almodovar. Más adelante continúa:

La población, cuya circunferencia, esceptuada la parte que da con la mar, puede calcularse en 5000 pies, y recorrerse en 25 á 30 minutos, se halla ventila- da por todos lados; pero la combaten principalmente los vientos al E. y al S., sien- do los primeros muy húmedos y salitrosos, aunque no perjudiciales á la salud: al O. y N. está resguardada por una cordillera de sierras, que viniendo enlazadas con las de Ronda, separan el Campo de Gibraltar del interior de Andalucía, y termi- nan en el cabo llamado Punta de Carnero, que forma por parte de Europa, lo mas angosto de la embocadura oriental del Estrecho de Gibraltar. El CLIMA es suma- mente benigno y apacible, mereciendo con justicia los elogios que de él hicieron

86. MADOZ, Pascual: Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de España y sus posesiones de Ultramar. Madrid, 1856. p. 559. 87. Ibidem. p. 566.

53 los romanos y los árabes; pues su posición meridional la libera de los rigores del invierno, y los aires frescos que soplan con frecuencia. de la parte del mar, tem- plan considerablemente los ardores de los rayos perpendiculares del sol en el verano: se notan no obstante cambios frecuentes de temperatura, causados por los espresados vientos. La población es sana; las enfermedades propias de cada esta- ción se presentan casi siempre con benignidad, y las mas comunes y pertinaces son las erupciones cutáneas, producidas por el abuso del pescado azul. INTERIOR DE LA POBLACIÓN Y SUS AFUERAS, Es pueblo abierto, sin fortificación, muralla, ni tapia de ninguna clase está dominado por pequeñas alturas que podrían perjudicar su defensa, y solo le da importancia militar su posición marítima. Sobre una pequeña altura y esplanada, á la orilla del mar, y distancia de 200 pasos al N., hay una batería que se llama Fuerte de Santiago, que puede montar hasta 20 piezas, y que domina el puerto, cruzando sus fuegos con los de la isla Verde, situada al SE., como ya se dijo. El número de casas pasa de 1,700, inclusas las que actualmente (octubre de 1845) se fabrican sobre el terre- no que fué de una huerta, formando un barrio enteramente nuevo.88

Como se puede observar nos proporciona el dato de la creación en esos años de un nuevo barrio, lo que haría mención a la ocupación del extremo SO. del recinto norte de la ciudad medieval. También nos proporciona el número total de casas -1.700- y el de habi- tantes 11.077, de esta forma podemos saber la ocupación media por vivienda, más de 6’5 ocupantes por vivienda, una densidad ocupacional realmente alta.

Aunque probablemente el autor del escrito sobre Algeciras fuera uno de sus corres- ponsales, Madoz será particularmente sensible a este problema, común a muchas ciudades españolas en esa década. Hasta esas fechas los arrendamientos urbanos habían seguido las normas del antiguo régimen sobre tasación de alquileres, limitaciones en los desahucios, etc. Pero a partir de la Regencia del general Espartero, que promulga la Ley de Inquilinato de 9 de Abril de 1842, por la que se declara la libertad absoluta de arrendamiento urba- no,89 se produce en muchas ciudades un movimiento de capital destinado a la compra de inmuebles y solares, esto ocasionará lógicamente el consiguiente encarecimiento de pre- cios, y, como consecuencia de ello, un aumento del número de habitantes por vivienda. Esta será una de las causas por las que Madoz, cuando accede al ministerio de Hacienda, promueva una nueva desamortización, con la intención, entre otras, de ampliar la disposi- ción de suelo urbano. Más adelante continúa:

Su construcción, aunque no muy acomodada á las reglas del arte, es vistosa, y ya sea por el gran tamaño de sus rejas y balconage, ya por el cuidado con que

88. Ibidem. p. 559-560. 89. En ella se fijaba que los arrendamientos permanentes concluyeran sin desahucio y que los verificados sin plazo termina- ran a voluntad de los contrayentes con cuarenta días de aviso. Con la Ley de 1842 quedaba consumada la liberación de la propiedad urbana. BASSOLS LOMA, Martín: Génesis y evolución del derecho urbanístico español. Madrid, Montecorvo, 1973. p. 64.

54 se blanquean y pintan las fachadas, ya por lo espacioso y recto de las calles, ya por todo este gracioso conjunto, la población presenta gusto, limpieza y alegría, y en nada desdice del grato aspecto que admiramos en nuestros hermosos pueblos meridionales.

Se insiste aquí pues en la rectitud y anchura de las calles, característica que, como hemos visto, había sido ponderada con antelación por la gran mayoría de los viajeros que visitan la ciudad desde finales del XVIII. Su narración continúa describiendo las casas e insistiendo en la alta densidad ocupacional:

En el centro, casi todas las casas tienen cuerpo alto, y aun algunas dos; mas en los estremos son bajas, de reducidas dimensiones, notándose con frecuencia grande escasez de unas y otras, y ganando un alquiler muy crecido para la poca capacidad y desahogo que ofrecen generalmente (insiste en la alta densidad ocu- pacional); de lo que resulta que cada piso lo habita por lo común un inquilino distinto. Las calles, anchas, como queda manifestado, regularmente empedradas, con aceras de losas casi todas, unas son llanas, y otras algo pendientes y difíciles de transitar por carruajes: desde el principio de este año están alumbradas las mas con faroles de reverbero.

Este sistema de alumbrado basado en faroles alimentados con aceite se inicia, según Madoz, en el año que se hace la narración, aunque Santacana sitúa su origen en 1834.90 Continúa la narración describiendo las Plazas:

Hay tres plazas públicas: la primera llamada Alta, al E. de la pobl., es grande y casi cuadrada, rodeada de las casas de mas elevación y gusto, habiéndose for- mado en su centro bajo la protección del general Castaños en el año de 1807, cuando se hallaba mandando este Campo,... La segunda plaza, llamada Baja, situada cerca de la Marina, es un cuadro, aunque no perfecto, cuyos frentes miden de 190 á 230 pies cada uno, y concéntrico á él, quedando una calle que lo rodea, está colocado el mercado público, formado de puestos para la venta, que son habitaciones bajas de material , enteramente iguales , de forma sencilla, pero regular, y con soportales que dan al interior, donde se contiene otra plaza mas pequeña, de igual figura, cuya entrada la forman cuatro arcos situados en los ángulos de la misma. La tercera plaza, nombrada de S. Isidro, al NO. de la pobla- ción en el punto mas elevado, es pequeña é irregular, rodeada de casas bajas, y tiene un pozo público en el centro, y en uno de los costados un edificio, que se levantaba para iglesia y se halla convertido en cuartel.

Desde alrededor de 1820 el mercado de abastos ocupó la plaza Baja. Madoz nos des- cribe su estructura. Igualmente nos informa del uso que se le daba en esos años al solar

90. SANTACANA Y MENSAYAS: Op. cit. p. 270.

55 situado en la parte más alta de la ciudad, que, como vimos anteriormente, ha variado para convertirse finalmente en iglesia. A continuación Madoz describe los servicios que tiene la población:

Hay ademas en esta ciudad: 1º un teatro reducido, de propiedad particular, que generalmente se halla cerrado gran parte del año: 2º un hospital, llamado de la Caridad, en un edificio de regular capacidad, con una pequeña iglesia situada en el estremo O. de la población sus rentas son muy escasas, pues consisten solo en las de varias viviendas: así que, se sostiene con limosnas, y con la asignación que le tiene hecha la junta de Beneficencia, de los propios y arbitrios de la ciu- dad. En el mismo edificio se recogen los expósitos, criados después por amas en sus casas respectivas, costando solo este ramo á los fondos municipales unos 105000 reales, y siendo susceptible de muchas economías y mejoras. 3º Un hos- pital militar de 10 clase, único para toda la guarnición, del que dependen los que en el mismo canton se crean por circunstancias particulares: su servicio se des- empeña por contrata: pero está dotado por real nombramiento de un contralor, un comisario de entrada, un primer ayudante de medicina, otro id. de cirugía, otro de farmacia, todos del cuerpo militar respectivo, y dos capellanes castrenses: el local, donde caben 150 camas, y aun 200 con incomodidad, no es á propósi- to para el objeto, pues ademas de hallarse dentro de la población, como casa par- ticular, carece de desahogo y de la ventilación necesaria. 4º Un cuartel de infan- tería, en los afueras del N. , regularmente ventilado, pero muy pequeño, como fabricado para distinto objeto, donde no alcanza á alojarse un batallon. 5º Otro cuartel de caballería, también malo, en el centro de la población, capaz solo de 40 caballos. 6º Dos pequeños edificios, de muy corta capacidad, con igual desti- no. 7º Casa propia de la municipalidad, de medianas comodidades, aunque de poca perspectiva, situada en la calle Imperial, y frente á ella el edificio que fué convento de mercenarios, cedido por el Gobierno, y destinado á cárcel pública, que es regularmente capaz, cómoda y ventilada.

Recordemos que algunos años antes -la ley es de 29 de agosto de 1837- se había pro- ducido la desamortización eclesiástica promovida por Mendizabal. En Algeciras éste será uno de los pocos efectos de esta ley, ya que la corta vida de la renacida ciudad había impe- dido a las órdenes religiosas acceder a un número importante de propiedades. Con poste- rioridad a la narración de su famoso Diccionario, Madoz presentó durante su etapa de ministro de hacienda otro proyecto de ley de desamortización civil y eclesiástica. Continúa con la narración de los servicios:

8º La ciudad paga con 8,000 reales anuales el maestro y demás gastos de una escuela de primeras letras gratuita, colocada en edificio público; una academia de niñas pobres con 3,650 reales; un médico y un cirujano titulares con 2,750 rea- les anuales cada uno; una matrona con 1,460; un relojero, 9 serenos, y otros

56 dependientes. En cuanto al orden eclesiástico, Algeciras es obispado unido al de Cádiz, sufragáneo del arzobispado de Sevilla; por cuyo motivo los Ilustrísimos señores obispos de la diócesis, se titulan de Cádiz y Algeciras. Tiene una sola igle- sia parroquial, con el antiguo nombre de Sta. Maria de la Palma, á quien fué dedicada: su situación es á la parte oriental de la ciudad, en uno de los frentes de la plaza Alta, mirando su puerta principal é irregular fachada hácia levante, y sus dos laterales una al N. y otra al S.: fué concluida de edificar hácia el año de 1738 con limosnas de los fieles, y los demás recursos que proporcionó el obispo D. Lorenzo Armengual de la Mota, ... Existe otra, que es la del suprimido convento de mercenarios calzados, fundada por D. Antonio Ontañón, caballero de la orden de Santiago, en 31 de marzo de 1735, la cual está abierta al público, como ayuda de parroquia, con un capellán que la sirve sin sueldo.... El edificio del con- vento , después de la exclaustración de 12 religiosos que contaba la comunidad, fue donado al pueblo, y convertido en cárcel pública, como se indicó anterior- mente. hay ademas tres capillas ó santuarios abiertos al culto público, dos de patronato particular dentro de la población, uno nombrado Ntra. Sra de Europa que fué la primitiva iglesia y parroquia, y el otro del Santo Cristo de la Alameda, hallándose situado el tercero, que corresponde al Estado, a distancia de 3/4 legua de la ciudad, en un pago de viñas, en el sitio de la Punta de Carnero.91

Tenemos pocas referencias de esta última edificación religiosa. Pérez-Petinto la men- ciona como Capilla en la dehesa de la Punta,92 y basándose en las actas municipales, cita las dificultades que tuvo durante el proceso de edificación. En 1778 estaba ya construída, su función era clara: socorrer espiritualmente, a los habitantes de esta zona, que en esos años tenía un uso agrícola que después perdería. Esta capilla evitaba que los habitantes de estos cortijos se quedasen los días festivos sin asistir a misa, por miedo a abandonar las tie- rras durante el mucho tiempo que se necesitaba para llegar a Algeciras a oír misa en la Palma. En otro punto de la narración de Madoz se vuelve a mencionar la existencia de un cortijo en la zona de viñas próxima a Punta Carnero, que tenía una capilla donde se cele- braba misa los días festivos. Puede que esta edificación viniera a sustituir la función que pudiera haber tenido la capilla del Lazareto, o incluso -más improbable- que formase parte del conjunto sanitario. En estos años no se cita nada que haga referencia a esta institución, pero durante su existencia suponemos que serviría de capilla a los cortijos de los alrededo- res. Esta suposición está basada en la coincidencia de su situación según el texto, a unos 4 kilómetros de la ciudad en dirección a Punta Carnero. El hecho de que se nombre oficial- mente -como verá más adelante- un capellán para su mantenimiento, puede darle verosi- militud a esta hipótesis de que esta capilla formara parte del hospital de leprosos, aunque es más probable que simplemente, dada la distancia a la ciudad, la dotación de un cura que

91. MADOZ, Pascual: Op. cit. p. 561. 92. PÉREZ-PETINTO, Manuel: Historia de la muy noble, muy patriótica y excelentísima ciudad de Algeciras. p. 253. (Inédita)

57 atendiese a los habitantes del lugar estuviese más que justificada. La narración continúa prosiguiendo con el capítulo religioso:

En este número no están incluidos los oratorios de los hospitales militar y civil, que forman parte integrante de sus edificios, ni el de los molinos, de patro- nato particular, á 1/2 legua de la población. Los dos tenientes de la iglesia matriz, son nombrados por la dignidad episcopal; el capellán del hospital militar, por el Excmo. Señor Patriarca: el del civil ó de la caridad, antes por dicha dignidad, y ahora por el ayuntamiento á propuesta de la junta de beneficencia; el de la Punta del Carnero por el prelado, y los de los otros oratorios por sus patronos. Al N. de la población, y separada 60 pasos de ella, existe una bonita alameda y paseo lla- mado de Cristina, hecho en el año 1834 bajo la protección del general Canterac, formando un paralelogramo de 500 pies de longitud y 320 de latitud, dividido por una calle central con algunos asientos de piedra, dos laterales mas angostas, y otras transversales formadas de árboles, y por los verdes vallados de 20 jardines plantados en los espacios que dejan dichas calles, los cuales son cultivados por particulares y guardados por la ciudad. Al O. de estos jardines, y sobre una peque- ña altura á 600 pasos de aquella, se encuentra un cementerio de regular capaci- dad y ventilado; y á distancia de 1/2 hora, otro de que no se hace uso actual- mente, y fué construido en el tiempo del cólera-morbo.93 La obra mas notable en las afueras de la pobl., es un acueducto., concluido por el arquitecto D. Pablo Casaus, en el año de 1784, el cual conduce á la ciudad toda el agua que necesita, desde la falda de la cord. de sierras sit. al O. a dist. de una hora está formado dicho acueducto sobre dos órdenes de arcadas, la primera de 500 pasos de esten- sion y 25 pies de altura en su centro, y la segunda con 43 arcos cuya elevacion en el cauce del río de la Miel, que pasa por bajo del mayor, es de 45 pies: toda la obra es de piedra y ladrillo, muy sólida, y dirigida con inteligencia. De esta agua se surten las dos fuentes de la plaza Alta, ya descritas, y ademas otras tres; una en la plaza Baja, otra en la ronda que rodea a ciudad, por la parte del O., y la terce- ra cerca de la Marina; siendo estas las únicas que hay, aun cuando se encuentran dos pequeños manantiales, uno inmediato á la población, y otro á menos de 1/4 de hora de distancia: no faltan por eso varios pozos de agua dulce, y muchos morunos.94

En otro apartado de la narración, después de tratar la producción agrícola y ganadera, Madoz vincula su sistema de producción a la agricultura y al mar. Hace una descripción del exiguo tejido industrial de la Algeciras de mediados del XIX:

93. No es exacto este dato, ese lugar de enterramiento, el primer cementerio algecireño adecuado a la nueva normativa higie- nista, se construyó alrededor de 1804, siendo la primera gran epidemia de cólera morbo en 1834, con lo que las fechas no coinciden. Además, y según el padre Martín Bueno que ha estudiado con detenimiento el tema, los fallecidos por esta epi- demia se enterraron en el «cementerio de los coléricos», distinto del ordinario junto a la ciudad. Según don José Román, lo improvisaron por el Rinconcillo. Él lo conoció abandonado convertido en corral de vacas. BUENO LOZANO, Martín: «El cólera morbo y su incidencia en Algeciras en el siglo XIX». Almoraima, 17 (1997), p. 18. Citando a su vez a ROMÁN, José: El libro de los toros. pp. 149 y siguientes. 94. MADOZ, Pascual: Op. cit. p. 561.

58 Hay 4 fábricas de curtidos, donde se benefician las pieles del país, y las que se importan de las costas de España y de África: sus productos surten la pobla- ción y se estraen para la serranía de Ronda y pueblos inmediatos: dos fábricas nacientes de tejidos de hilo y algodones, con unos 30 telares, cuyas hilazas se lle- van de Barcelona y Cádiz; los lienzos comunes que tejen, se consumen en la ciu- dad, y aun se esportan para otros pueblos comarcanos: lo mismo sucede con una fábrica de sombreros que surte 6 tiendas de la población y los pedidos de otros puntos; y otra de naipes y papel pintado, que esporta á Cádiz sus manufacturas. Hay 5 tejares y alfarerias, de los que se estraen bastantes ladrillos y tejas para Gibraltar; 3 fábricas de corcho, una de guantes, otra de calderas y efectos de cobre, cuyos productos se estraen en parte; y otras varias de distintos efectos de poca importancia. Se está fabricando un molino de viento en la altura de la Villa Vieja: hay 4 tahonas, 6 molinos harineros de á 2 piedras, 5 de una, 2 de represa, otro de papel de estraza y un martinete de cobre, en los ríos y gargantas ya indi- cados.95

Gracias al gran número de detalles y de datos que nos proporciona el artículo de Madoz nos informamos -a título de curiosidad- de la existencia en estos años en los alrededores de Algeciras de un establecimiento termal, del que no teníamos noticias96:

A una hora de distancia de la ciudad están los baños minerales llamados de la Fuente-Santa, situados en la garganta del mismo nombre: el agua que con abun- dancia los surte, es hidro-sulfúrica ó hepática, bastante cargada de mineral, y se aplica con excelentes resultados para toda clase de afecciones cutáneas: se encuen- tran muy descuidados, sin facultativo de dotación; consisten en una alberca de regular capacidad con las aguas corrientes, y junto á ellos hay hasta unas 18 habi- taciones de teja y varias chozas, para 20 familias poco mas ó menos, que suelen concurrir á ellos.97

La exhaustiva descripción de Madoz, abarca, pues, todos los temas relacionados con la población; además de la descripción urbana, en la que lógicamente nos hemos detenido más, describe la geografía de todo el término, tanto costera como interior; escribe sobre los caminos y comunicaciones en general; sobre las producciones agrícolas, la industria, el comercio, el clima, la población,... e incluso las fiestas y la historia. Todo ello convierte al artículo del Diccionario de Madoz en un documento fundamental para entender la Algeciras de mediados del XIX. Madoz -o su corresponsal- no se restringe a proporcionar- nos sólo datos, hace un diagnóstico certero de las carencias y un análisis de lo que necesi-

95. Ibidem. p. 562. 96. Ángel Sáez, que lo menciona en su artículo: __ “La Trocha», una ruta por la sierra entre Algeciras y la Janda” Almoraima, 18 (1997), nos informa que en la actualidad no queda prácticamente ningún resto de este establecimiento. 97. MADOZ, Pascual: Op. cit. pp. 562-3.

59 ta con urgencia para su desarrollo. La incomunicación es el principal problema. Como veremos, sus propuestas de cara al futuro no tienen desperdicio:

Algeciras por su posición topográfica debería ser una de las poblaciones mas importantes de España: mas para llegar á este grado, le faltan dos esenciales ele- mentos. El primero es la construcción de un seguro puerto en su bahía, y de un muelle cómodo y proporcionado, para cuyas obras se presta admirablemente la naturaleza. Desde el sitio de la plaza, llamado Torre de San García, hasta la Isla Verde, salen á la superficie del agua varios órdenes de arrecifes, que podrían ser- vir dé cimiento á la obra que resguardase el puerto de los vientos S. y SO. que le combaten en el invierno. Desde la misma isla á NE. corren otros órdenes de peñas, sobre las cuales podría también formarse el estrémo de la obra, que pusie- se á cubierto el fondeadero del viento SE. que es el que hoy le hace mas insegu- ro; y en fin á la distancia de medio cable al ENE. del muelle, se halla el islote, formado de dos grandes rocas á que se llama Piedra de la Galera, donde podría apoyarse la cab. de un buen muelle. La cantería y demás materiales se encuentran muy á mano para dichas obras, cuya utilidad seria tanto mayor, cuanto que el puerto es necesario para arribada siempre que reinan en el Estrecho vientos al O., que impiden completamente la navegación á los buques que vienen del Mediterráneo, los cuales tienen que acogerse á esta ensenada, que parece destina- da sabiamente por la naturaleza para este objeto. Careciendo, pues, los buques en el radio de Cádiz á Málaga de un fondeadero seguro á la entrada del peligroso Estrecho de Gibraltar, y siendo Algeciras un punto intermedio entre ambas ciu- dades, dotado de una espaciosa ensenada, dónde con poco costo podría hacerse un puerto y muelle, hace muchos años que el ayunt. gestiona por conseguir esta autorización; y aunque con fecha 25 de mayo de 1844 se mandó por el ministe- rio de la Gobernación al director general de caminos, que conciliando esta nueva atencion con las demas del servicio ordinario, comisionase un ingeniero que for- mase el proyecto y presupuesto, ignoramos que haya tenido resultado esta orden. Asi es, que la mayor parte de las pérdidas y averías que sufren las embarcaciones en aquellas costas, es por la falta del espresado muelle, que los obliga á tomar el inseguro puerto de Gibraltar, privando á nuestro país de pingües recursos; pues constantemente existen infinidad de velas en dichos mares, esperando vientos oportunos, para el paso del Estrecho. A estas razones de utilidad y conveniencia, se agrega la del decoro y lustre de nuestra Nación; porque cuando los ingleses están constantemente haciendo en Gibraltar á nuestra vista, no ya obras de nece- sidad sino de lujo, aunque no sean las mismas las circunstancias en que uno y otro país se encuentra, al menos se debiera evitar todo lo que redunda en descré- dito de aquel en que vivimos. El segundo elemento de riqueza para el terr. de Algeciras, que lo reclama con toda urgencia, seria su comunicación con Cádiz, el interior de Andalucía y la serranía de Ronda, por medio de arrecifes, de que se carece absolutamente, á pesar de la importancia militar y mercantil de dicha ciu- dad, á las que ha debido esclusivamente su engrandecimiento en un corto nume-

60 ro de años; sobre todo, la carretera de Cádiz por Tarifa, está de tal modo intran- sitable, que aun las personas que tienen miedo al mar se embarcan, porque con- sideran la navegación menos peligrosa, que el esponerse á pasar por breñas y des- peñaderos. Son innumerables las instancias que se han hecho por los ayunta- mientos interesados, con el fin de obtener un remedio a tan grave mal, concre- tándose unas á pedir la formación del trozo de carretera desde Algeciras a Tarifa, que es el pedazo mas malo, y estendiéndose otras á la construccion del camino desde Cádiz á Gibraltar, pasando por Algeciras y Tarifa: pero estos proyectos, apoyados no solo por todas las autoridades de la demarcación de Algeciras, sino también por las de la capital, se han quedado en tal estado, a pesar de que por resolución de 31 de octubre de 1844, se mandó á la Direccion General de cami- nos que encargase á un ingeniero el correspondiente proyecto y presupuesto para la construcción de una carretera de Cádiz á Algeciras. También hace muchos años que esta última ciudad está gestionando, sin fruto hasta ahora, para que se estin- ga el oneroso privilegio que disfruta la plaza de Ceuta, para importar del estran- gero todos los artículo de comer, beber y arder, porque á la sombra de esta gra- vosa escepcion se surte aquella plaza de todo lo que necesita, de Gibraltar, a donde va cuanto efectivo recibe Ceuta, en vez de circular en Algeciras y demás pueblos limítrofes. Adoptada aquella medida, no se perjudicarían las produccio- nes del país, ni el numerario iria al mercado de la plaza estrangera.98

El siguiente hito documental de interés para conocer el desarrollo urbano de la Algeciras del XIX es un mapa existente en el Servicio Geográfico del Ejercito, levantado por la brigada topográfica de Ingenieros en 1857. Lleva por título: LA PLAZA DE ALGE- CIRAS Y SUS CONTORNOS,99 nos muestra el plano de la ciudad y sus alrededores, y está realizado a escala 1/5.000, la cual es poco frecuente: poco detallista para un plano urbano de unas dimensiones de la Algeciras de esa época, y demasiado limitado si se pre- tendía describir la geografía de los alrededores. Está resuelto además en cuatro hojas dis- tintas, por lo que debía resultar incómodo para hacerse una idea del conjunto. Al detallar con tanto cuidado los alrededores de la ciudad hace que nos planteemos si este mapa res- pondería a la petición formulada al Coronel Comandante de ingenieros de la plaza, por parte del municipio algecireño, para acometer las ordenes del gobierno de Isabel II, para que se realizasen planos parciales y generales de los conjuntos urbanos. En 1846 y en 1850 se emiten reales órdenes en donde se obliga a realización de planos geométricos de las poblaciones españolas. La razón de fondo eran las dificultades que en todo el país estaban teniendo los ayuntamientos para mantener la regularización del viario urbano, el Gobierno dispuso que en cada Municipio se organizara el plano parcial y general del conjunto urba- no. La tarea debía acometerla el arquitecto municipal en el plazo de un año, pero, al no existir en Algeciras ningún técnico con los conocimientos requeridos, se transmitió la peti- ción al Coronel Comandante de ingenieros. Ana Mª Aranda y Fernando Quiles,100 que han 98. Ibidem. pp. 566-7. 99. S.G.E. A.G./T9/C2/841. 100. ARANDA BERNAL, Ana Mª y QUILES GARCÍA, Fernando: Op. cit. p. 68.

61 PLANO DE LA PLAZA DE ALGECIRAS Y SUS CONTORNOS. 1857. SERVICIO GEOGRÁFICO DEL EJERCITO LA PLAZA DE ALGECIRAS Y SUS CONTORNOS. HASTA LA DISTANCIA DE 1500 VARAS LEVANTADO POR LA BRIGADA TOPOGRÁFICA CON EL TEODOLITO DE GAMBEY EL ECLIMETRO NIVELADOR Y LA PLANCHETA EN 1857 ESPLICACION. FORTIFICACIONES FUERTE DE SANTIAGO 1. BATERIA · 2. YDABARBETA · 3. GLASIS · 4. MURO ASPILLERADO · 5. PUERTA DE ENTRADA · 6. HORNILLO DE ENROJE- CER BALAS YSLA VERDE 7. PUERTA DE ENTRADA · 8. MURO ASPILLERADO · 9. BATERIAS · 10. ESPALDON EDIFICIOS MILITARES FUERTE DE SANTIAGO A. CUARTEL PARA LA GUARNICIÓN DEL FUERTE Y EFECTOS DE ARTILLERIA · B. ALMACEN DE POLBORA YSLA C. CUARTEL DE YNFANTERIA Y PABELLONES · D. CUARTEL DE ARTILLERIA Y ALMACENES · E. ALMACEN DE POLVORA · F. PILADEBALAS DELAPLAZA G. CUARTEL DE ESCOPETEROS · H. CUARTEL DEL CALVARIO · I. CUARTEL DE CABALLERIA EDIFICIOS PUBLICOS YSLA A. FAROL DE LA PLAZA B. PARROQUIA DE LA PALMA · C. AYUNTAMIENTO · D. HOSPITAL · E. EL CONVENTO · F. CARCEL · G. CAPILLA DE EUROPA · H. CAPILLA DE · I. LA CARIDAD · J. CAPILLA DE SAN YSIDRO (ARRUINADA) PLAZAS Y CALLES 11. CALLE DE JEREZ · 12. CALLE DE JESUS · 13. ,, DE LA CARRACA · 14. ,, ALTA · 15. ,, DE MONTEREROS · 16. ,, DE LA GLORIA · 17. ,, DEL MATADERO · 18. ,, DE CARRETAS · 19. ,, LARGA · 20. ,, DE LAS VIUDAS · 21. ,, DE SAN PEDRO · 22. ,, DE LAS DAMAS · 23. ,, DEL CORREO BIEJO · 24. ,, DE SAN JUAN · 25. ,, DE ESCOPETEROS · 26. ,, DE SORIA · 27. ,, DE LAS HUERTAS · 28. ,, DE TARIFA · 29. ,, DE LA ALAMEDA · 30. ,, DE ESTEL · 31. ,, NUEVA · 32. ,, DE LA FÁBRICA · 33. ,, DEL ANGEL · 34. ,, DEL CRISTO · 35. PLAZA DE LOS CABALLOS · 36. CALLE DE LA SOLEDAD · 37. ,, DE LA ADUANA · 38. ,, PLAZA BAJA · 39. CALLE DE LA PALMA · 40. MUELLE · 41. CALLE DE LOPEZ · 42. ,, DE FERRER · 43. ,, DE LA MARINA · 44. BISTA HERMOSA VILLA VIEJA 45. CALLE DE LA CONCEPCION · 46. ,, DE CATALANES DELAPLAZA 47. CALLE DEL SACRAMENTO · 48. ,, REAL (A PARTIR DE AQUÍ PARECE QUE HAY UN ERROR EN LA SEÑALIZACIÓN DE LOS NÚMEROS SOBRE EL PLANO, EL NOMBRE DE LA CALLE SE CORRESPONDE CON EL NÚMERO POSTERIOR). 49. ,, DEL MURO · 50. ,, DE LA MUNICION · 51. ,, DEL SOL · 52. ,, DE SAN FELIPE · 53. ,, DEL BALUARTE · 54. ,, DE LA CRUZ BLANCA · 55. ,, IMPERIAL · 56. ,, DE COMEDIAS · 57. ,, ANCHA · 58. ,, DE SAN ANTONIO · 59. ,, DE SEVILLA · 60. ,, DE LAS ANIMAS (AQUÍ SE VUELVE A RECUPERAR EL ORDEN) 61. ,, DE BUEN AIRE · 62. PLAZUELA DE SAN ISIDRO · 63. PLAZA ALTA · 64. CALLE DE SANTA MARIA estudiado con detenimiento el tema, piensan que el plano geométrico de Algeciras no llegó a realizarse, sin embargo las especiales características de este documento nos hace pensar que sí pudiera responder a esa demanda. En cualquier caso en él no se plantean propues- tas de posibles transformaciones -uno de los requisitos que debían cumplir los planos-, es simplemente un documento que nos muestra con todo detalle el estado de la ciudad y sus alrededores en 1857. Su interés se incrementa porque nos proporciona una relación de las calles y de los principales edificios tanto civiles como militares. Además el momento en que se realiza es de especial importancia, pues coincide con el momento de máxima ocupación poblacional de la ciudad a lo largo del siglo. Según el censo de ese año Algeciras constaba

63 de 16.198 habitantes, cifra que disminuirá notablemente en las décadas siguientes y que se estabiliza en unos 12.500 habitantes para el resto de la centuria. Lo primero que vamos a reseñar son los nombres de las calles de ese momento y su correspondencia con la ciudad actual:

Nombre de la calle en 1857 = Nombre actual

Calle de Jerez = Ventura Morón, Ruiz Tagle Calle de Jesus = José Román de la Carraca = Cristo de Medinaceli Alta = Juan Morrison de Montereros = Montereros de la Gloria = Gloria del Matadero = Teniente Miranda de Carretas = General Castaños Larga = Cristóbal Colón de las Viudas = Teniente García de la Torre de San Pedro = No aparece designada (Joaquín Costa) de las Damas = Bailen del Correo biejo = Teniente Serra de San Juan = San Juan de Escopeteros = Escopeteros de Soria = Emilio Castelar de las Huertas = las Huertas de Tarifa = Tarifa de la Alameda = Cayetano del Toro de Estel = Miguel Martín Nueva = Adolfo García Cabeza de la Fábrica = Montero Ríos del Angel = Duque de Almodovar del Cristo = Cristo Plaza de los Caballos = General Martí Barroso Calle de la Soledad = Río de la Aduana = José Santacana Plaza Baja = Plaza de Ntra Sra de La Palma (Plaza del Mercado) Calle de la Palma = En el plano se refiere al lateral sur de la Plaza de Ntra Sra de La Palma

64 Muelle = Lo sitúa en la orilla norte del río de la Miel, en la desembocadura. Calle de Lopez = Teniente Riera de Ferrer = Teniente Maroto de la Marina = La Marina Vista Hermosa = Segismundo Moret Calle de la Concepcion = Plaza del Coral de Catalanes = Catalanes Calle del Sacramento = Rafael del Muro Real = Cánovas del Castillo (Real) del Muro = Muro de la Municion = Pablo Mayayo, Gómez Ortega del Sol = Coronel Ceballos de San Felipe = Sáenz Laguna del Baluarte = Baluarte de la Cruz blanca = Villalta Medina Imperial = Alfonso XI (Convento) de Comedias = Rocha, General Primo de Rivera Ancha = Regino Martínez (Ancha) de San Antonio = San Antonio de Sevilla = Sevilla de las Animas = de Buen Aire = Buen Aire Plazuela de San Isidro = Plaza de San Isidro Plaza Alta = Plaza Alta Calle de Santa Maria = Santa María

La gran ventaja que tiene el que se hayan representado con tanta precisión los alrede- dores de la ciudad es que se puede hacer un estudio morfológico comparándola con la ciu- dad actual. La ciudades se comportan en cierto modo como seres orgánicos y vivos, se puede observar como la Algeciras actual se ha ido adaptando al relieve representado en el mapa, y lo más interesante: cómo la ciudad crece siguiendo los antiguos caminos repre- sentados en el plano (como las dendritas de las células nerviosas) y de este modo pasan a convertirse en calles en la ciudad actual. Después de una década del exhaustivo análisis realizado en el Madoz, la ciudad sigue careciendo de buenas comunicaciones: todas las conexiones de la ciudad se siguen estable- ciendo a través de caminos. En el plano no se discrimina la importancia de unos sobre otros. En cualquier caso y a pesar de las reclamaciones y demandas de todos los munici- pios y sectores implicados la carretera que satisfaga estas necesidades y que articule los

65 municipios del Campo de Gibraltar no se hará realidad hasta los últimos años del siglo. La ciudad carece igualmente de instalaciones portuarias que respondan a las prioridades de infraestructura para su desarrollo que también se formularon en el Madoz. Si comenzamos el análisis del plano por el norte del recinto urbano el primer punto de interés que nos encontramos -en el extremo N.O.- es la plaza de toros, que surge en medio de una confluencia de caminos, ésta es la primera plaza estable que se construye en la ciu- dad, y surge como consecuencia del comienzo -siete años antes de la realización del plano- de las ferias de ganado, además del interés general por contar con un sitio adecuado para celebrar los festejos taurinos.101 Los primeros planos datan justamente de la misma fecha de esa primera feria, como tantas obras arquitectónicas del XIX algecireño el proyecto hubo de pasar la censura de la Academia de San Fernando. Aunque la obra consiguió finalmen- te la aprobación académica los resultados no fueron los deseados. El plano es uno de los pocos documentos donde consta esta primera plaza algecireña, que debido a la deficiente construcción estaba en ruinas pocos años después. Su vida fue pues corta, poco más de una década, teniéndose noticias de su existencia hasta 1862.102 En esa misma zona se aprecia que, comparándola con la ciudad actual, la única man- zana del recinto norte de la antigua ciudad medieval que no está constituida es justamen- te la de esa esquina N.O. de la ciudad, donde actualmente está la sede de la policía muni- cipal. Junto a la plaza de toros convergen un importante número de rutas, lo que en la actualidad es la calle Virgen de Europa y la calle Ramón Puyol es en el plano de 1875 el camino del Tejar, ahí confluía también, algo más al oeste, una ruta que se ha perdido en el callejero actual, que aparece designada en el plano como “Bereda de San Bernabé”, entre esta vereda y el camino anterior se aprecia y se designa el antiguo cementerio de la ciudad, coincidente con las construcciones situadas en el lado sur de la actual calle Lanzarote, cuyo trazado debió surgir respetando el límite norte de este solar. Este cementerio, el primero que se construyó en la ciudad en cumplimiento de las normativas expresadas en el capítu- lo anterior, data de 1804, y a decir de Santacana siempre fue muy deficiente, y dio moti- vo á repetidas y justas quejas de los vecinos, que veían sus pésimas condiciones y sufrían la fetidez que exhalaban los cadáveres mal enterrados, especialmente cuando reinaba el vien- to de poniente que traía los miasmas a la población.103 Por ese mismo lugar, al oeste de la plaza de toros se aprecia una parcela de planta más o menos triangular dedicada a cultivos, los límites de este terreno al oeste constituyen en la ciudad actual la calle Fuente Nueva, en la que se puede apreciar el detalle en planta del surtidor que le dará nombre a la calle, aunque en ese momento la fuente sea todavía la anti- gua. En el plano se contempla más al sudoeste un sendero que va bordeando una colina; de aquí surgirán la calle San Vicente de Paúl y su continuación, la calle Clemente XI. A media altura de esta colina se apoya un extremo del acueducto, que aparece perfectamen-

101. Anteriormente las corridas de toros se celebraban en el patio del matadero, detalle que recoge SANTACANA: Op. Cit. Pág 276. 102. ARANDA y QUILES: Op. cit. p. 102. 103. SANTACANA: Op. cit. p. 253-4. Nota pie de página

66 te representado en planta, con una longitud, en este tramo más cercano a la ciudad, de unos 400 mts. Al este de la parcela mencionada anteriormente se sitúa el Secano que será el límite de la ciudad por este lado. Los cultivos establecidos en las parcelas situadas en este lado de la ciudad explican el nombre con que popularmente se conoce a la calle Ruiz Zorrilla y su continuación, Patriarca doctor Pérez Rodríguez. En el límite sur de la parce- la de cultivos antes mencionada se situará en el futuro la calle María Auxiliadora. En el norte de la ciudad el terreno comprendido entre la plaza de toros y el Paseo de Cristina aparece sin ningún tipo de urbanización, ni datos gráficos que nos hagan pensar que este espacio estaba ajardinado. El límite por ese lugar está marcado por la situación del antiguo muro de la ciudad medieval, aunque no se conserve ningún tipo de restos por este lado ni nada que nos haga suponer su presencia. En esta zona se produjo una de las actua- ciones más características del urbanismo del XIX, que será despojar del carácter maldito a la periferia urbana. Los alrededores de las ciudades habían sido durante el Antiguo Régimen, el lugar donde se depositaban todos los desechos urbanos, desde mendigos que no encontraban sitio en el interior, a basureros donde se concentraban los residuos a los que no se daba ningún tipo de tratamiento. La creación de cementerios de construcción deficiente y contiguos a la ciudad, como es el caso de Algeciras, no vino precisamente a mejorar la primera impresión que se percibía de las ciudades. Los ajardinamientos de la periferia constituirán una de las políticas urbanísticas más características de estos años. La recuperación y adecentamiento de los límites de las ciudades es una de la conquistas de la burguesía ilustrada del XIX. En el caso de Algeciras esta política de ornato de la periferia tiene además un condicionante de política internacional: pretendía en cierto modo ser un escaparate frente a Gibraltar. Esta línea de actuación, presente desde los años en que Castaños ocupó la Comandancia General, ambicionaba pues, además del embellecimien- to de la población, que Algeciras fuera envidiada desde el otro lado de la bahía.104 En torno a 1820 hay actuaciones tendentes a allanar los desniveles del terreno en esta zona -lo que explicaría el soterramiento de los restos de muralla- y a ajardinar la zona; la finalidad pare- ce clara: presentar toda la fachada norte de la ciudad, además de como un lugar de espar- cimiento de la población, como una carta de presentación de moderno urbanismo frente a la vecina Gibraltar. En el plano, sin embargo, no se muestra ningún detalle que nos ponga de manifiesto que existiera una alameda planificada a lo largo del perímetro norte de la ciudad, aunque por otro lado son muchos los documentos que hacen referencia a ella: el propio artículo de Madoz distingue entre la Alameda y el Paseo en este lado norte de la ciudad. Puede que simplemente en 1857 la alameda estuviera muy degradada o destruida, o que cuando se nombra esta alameda se haga tan sólo referencia a una estrecha franja vege- tal, que aparece consignada en el plano, justo delante y coincidiendo con la fachada sur del paseo de Cristina. Con posterioridad vuelve a aparecer documentación que hace referen- cia a ella, tanto gráfica como escrita, aunque ya con el término de Alameda de la Feria, que según Santacana dataría de 1863.105

104. ARANDA y BERNAL: Op. cit. p. 98. 105. SANTACANA: Op. cit. p. 266.

67 Más a la derecha aparece el Paseo de Cristina, que será el espacio algecireño que más claramente exprese este cambio de mentalidad en cuanto a la necesidad o apetencia de dis- frute de una «naturaleza urbanizada». Los cambios sociales que se producen desde las pri- meras décadas del siglo XIX, tienen reflejo en este aspecto del ajardinamiento de la perife- ria. La modificación de las competencias de los gobiernos municipales en estos años inci- de en todos los asuntos. Estas actuaciones se hacen patente en la multiplicación de los espa- cios vegetales urbanos en toda España, especialmente desde la tercera década del siglo. El acceso de la burguesía al control del poder municipal supuso una nueva forma de enten- der la gestión, tendente a poner al servicio de las nuevas clases dominantes la capacidad de intervención de los ayuntamientos. Dentro de esos intereses se encuadra la conformación de un nuevo marco urbano, del que los espacios verdes forman parte fundamental, ya que tenían que servir a las necesidades de lucimiento, ocio y relación de unas nuevas clases sociales. Según el artículo del Madoz:

el paseo de Cristina fue hecho en el año 1834 bajo la protección del general Canterac, formando un paralelogramo de 500 pies de longitud y 320 de latitud, dividido por una calle central con algunos asientos de piedra, dos laterales más angostas, y otras transversales formadas de árboles, y por los verdes vallados de 20 jardines plantados en los espacios que dejan dichas calles, los cuales son cultiva- dos por particulares y guardados por la ciudad.106

La narración del Madoz no es totalmente congruente con el plano; se observa una divi- sión ortogonal en 16 parterres rectangulares, cuatro por cada lado, proporcionales a la planta general, el descuadre del lado sur con respecto al este se corrige en la primera calle trasversal, que corta perpendicularmente a las longitudinales. Las cuatro centrales se divi- den por la diagonal convergiendo en el centro, esto nos daría los 20 jardines mencionados anteriormente, pero en el plano se observa una prolongación de la división por la diagonal en el parterre situado en el extremo S.O. lo que nos daría un total de 21. Madoz nos da también el curioso dato de que los jardines son cultivados por los particulares y guardados por la ciudad. Esta curiosa concepción de este espacio ajardinado -a mitad de camino entre lo privado y lo público- es por una parte bastante original, puesto que no tenemos refe- rencias de otros lugares con este modelo organizativo, y a la vez está totalmente en sinto- nía con la filosofía antes expresada que convierte al jardín en el XIX en una de las atrac- ciones principales en la vida de la burguesía. La naturaleza domesticada, proporcionaba un marco perfecto para la vida familiar y social. Los hombres podían ocuparse de los árboles y del trabajo más duro, (contrariamente a la concepción del Antiguo Régimen en que los trabajos manuales implicaban siempre cierto carácter servil, en esos años existía el conven- cimiento de que este tipo de trabajo no implicaba una humillación) y las mujeres se debí- an ocupar en particular de las flores, una asociación lógica entre la naturaleza femenina, 106. MADOZ, Pascual:Op. cit. p. 561.

68 dulce y amable, y la delicadeza y fragancia de éstas: de hecho fue durante este período cuando surgieron la mayor parte de las conexiones lingüísticas entre las mujeres y las flo- res.107 Al mismo tiempo, las madres enseñaban a los hijos a cuidar las plantas, con lo cual la jardinería además de pasatiempo familiar pasaba a formar parte del las actividades enca- minadas al cimiento de la virtud. Este modelo ideal no fue sin embargo inocuo, la filosofía chocó con la realidad y durante el XIX se asiste a un proceso en el que se aprecia como van cambiando los crite- rios. Lo que en un principio era una serie de espacios ajardinados probablemente de con- cepción mixta, es decir ornamental y agrícola, que se ajustaban a la idea inicial, a final de siglo tienen un uso más privado que público con tendencia a que cada usufructuario fuera construyendo pequeñas edificaciones en los parterres , que después fueron más grandes. Tenemos que considerar además, que el terreno sobre el que se asienta el paseo era propie- dad de don Agustín Bálsamo, el que, si bien hizo una cesión de su propiedad (no sabemos hasta que punto libre o forzada) con espíritu magnánimo y generoso en función del dis- frute colectivo del paseo, el paulatino cambio de usos y disfrutes debió parecerle si no una estafa, si al menos una expropiación forzosa. Según Santacana108

las parcelas que hoy forman los jardines, fueron cedidas a los vecinos que las solicitaron, mediante pago de una modesta suma, y con la expresa condición, de que únicamente habían de servir para jardines y no para ningún otro objeto, según consta en el documento impreso que con tal motivo expidió la Alcaldía como titulo de propiedad.

Parece que al menos durante un tiempo se cumplió con el modelo propuesto, se llamó la atención a aquellos que hacían dejación de funciones, y el ayuntamiento se encargó de adecentar las zonas comunes. Este modelo de funcionamiento se venía respetando, hasta que -seguimos a Santacana- «se vulneró en el jardín que hoy se ve convertido en teatro y en el otro frontero al cuartel, en el que se edificó un local que sirve para café». Según se desprende de sus palabras, Santacana debió vivir con intensidad esta polémica, posicio- nándose claramente entre los que reivindicaban este espacio como dominio público:

Como era natural, este asunto motivó en su día diferencias y disgustos en el cuerpo capitular entre los que defendían la integridad del paseo y jardines como lugar ameno para solaz del vecindario, y los que amparaban el interés particular, quedando estos vencedores; con cuyo precedente, difícil será que pueda ya con- servarse el paseo con arreglo al fin y objeto de su institución, siendo lo probable que el interés particular siga trabajando e influyendo en el Municipio hasta la urbanización completa del paseo de Cristina, y entonces, ¿dónde ni cómo hará 107. HALL, Catherine: «Sweet Home». En Historia de la vida privada IV. De la Revolución Francesa a La Primera Guerra Mundial. Barcelona, Círculo de Lectores, 1993. p. 72 108. SANTACANA: Op. cit. p. 265.

69 Algeciras otro que se le parezca y con los hermosos árboles que aun existen? ¡Lamentables debilidades é imprevisiones de los que nunca debieran formar parte de un ayuntamiento!.109

Aunque al parecer los trámites de expropiación comenzaron en 1889,110 éstos, según se desprende del alegato de Santacana, debieron ser bastante inoperantes, puesto que una década después -cuando se publica Antiguo y moderno Algeciras- Santacana no se hace eco de ello.111 Los temores de don Emilio no se hicieron realidad hasta mucho después, avan- zado el siglo XX en que la presión urbanística hizo que se perdiera prácticamente la mitad de la superficie con la que aparece en el plano de 1857. Frente a la esquina sudoeste del paseo aparece el cuartel del Calvario designado con la letra H, no sabemos hasta que punto lo representado corresponde a una construcción real o a un proyecto. La construcción definitiva no se comenzará hasta 1860, aunque el lugar fue el elegido desde tiempo atrás para cuartel de infantería. La construcción del edificio en ese sitio culminaba el proceso de embellecimiento de la entrada norte de la cuidad; por otra parte el cuartel satisfacía, en primer lugar, la necesidad de una edificación adecuada para alojar la tropa, una carencia denunciada desde antiguo. Todos los acuartelamientos exis- tentes en Algeciras hasta ese momento -piénsese en el Madoz- eran calificados de deficien- tes. Éste, aunque sencillo de líneas, tenía cierto carácter emblemático al estar situado en la entrada de la ciudad, carácter que se reforzaba por el ensanchamiento de la amplia aveni- da situada delante, y por la ligera caída de la calle, todo lo cual incrementaba su efecto pers- pectívico. La zona noble situada delante de su fachada convertía este espacio en el sitio ideal para paradas militares. Además el cuartel, el límite del paseo y el Fuerte Santiago defi- nían un espacio ideal para actividades castrenses. El lugar aparece abierto en el plano, pero algunos años después se convertirá primeramente en campo de instrucción, para poste- riormente cerrarse a nivel del antiguo camino y rellenarse de instalaciones militares. Paralelo a las calles longitudinales del paseo de Cristina en su lado este aparece un cami- no que se convertirá en el futuro en la calle Capitán Ontañón. Aparece con bordes punte- ados, suponemos que representando plantas, lo cual estaría en consonancia con la idea de ennoblecimiento de la entrada que hemos venido repitiendo. Los bordes punteados se inte- rrumpen en un punto donde se produce una bifurcación de caminos; por un lado uno que sigue aproximadamente en la misma dirección, que se designa en el plano como camino de los Barrios, en el que se formará en el futuro la continuación de la calle Capitán Ontañon y, continuando en esa dirección, la Cuesta del Rayo (Maestro Millán Picazo). La otra dirección de la bifurcación se dirige a la orilla del mar, en este tramo se formará pos- 109. Ibidem. p. 265-6. 110. ARANDA y QUILES: Op. cit. p. 99. 111. Lo curioso es que según este autor la responsabilidad de estos hechos se encontraba en el ayuntamiento, probablemen- te se estuviera refiriendo a sus adversarios políticos, porque de lo contrario estaría tirando piedras contra su propio tejado. Recordemos que don Emilio Santacana y Mensacas fue alcalde de Algeciras en 1893, al igual que su hermano José que lo fue en dos ocasiones antes de finalizar el siglo. Con posterioridad a la publicación de su obra Emilio Santacana volvió a ocu- par la alcaldía, su brillante desempeño del cargo durante la celebración de la Conferencia de Algeciras le valió la consecución del título de hijo predilecto.

70 teriormente la calle Fray Tomás del Valle y de aquí parte el camino de San Roque. En el punto donde se produce la división (o la unión según se mire) de los caminos, a la altura del cruce de las actuales calles Fernando VI, capitán Ontañón y Fray Tomás del Valle, se aprecian en el plano dos pequeñas edificaciones. Por su posición en la entrada de la ciudad y además próximas a instalaciones militares de cierta entidad, parece evidente que alguna de ellas debía tener función de puesto de vigilancia, pero lo curioso es que la de la izquier- da -especulamos frente a un dibujo de pocos milímetros- tiene todo el aspecto de arco de entrada, aunque no tenemos ninguna otra documentación que así lo corrobore. La exis- tencia de una especie de arco triunfal, o más modestamente de puerta de entrada a la ciu- dad, estaría totalmente en consonancia con la idea de zona de acceso monumental, con la que Algeciras reforzaría su imagen frente a la envidiada Gibraltar. Siguiendo el camino de San Roque en dirección norte encontramos el cementerio nuevo en la parte superior del mapa. La deficiente situación y construcción del cemen- terio viejo, hizo que se plantease pronto la necesidad de un nuevo espacio y una nueva edificación para esta finalidad. El ayuntamiento acordó la construcción de un cemen- terio que corrigiera las carencias del anterior, imponiéndose para ello un arbitrio de dos reales en cada fanega de trigo que se moliese en el consumo público.112 Autorizado el impuesto, dieron comienzo las obras en 1846, terminándose en 1848, el 22 de sep- tiembre de 1849 se bendijo el nuevo cementerio. En el plano se aprecia la división de la planta, rectangular y paralela al mar, en tres zonas: una al norte que aparece vacía, un espacio central más o menos cuadrado en el que se representan tres capillas y varias edi- ficaciones que deben corresponder a tumbas exentas y un tercer espacio rectangular al sur que aparece con una construcción corrida que debe corresponder a la zona de nichos. A finales de siglo, se construyó en la zona central un depósito de cadáveres y en 1891 el ayuntamiento adquirió una considerable extensión de terrenos contiguos que se destinaron a cementerio de «disidentes» y a ampliación del católico. Los restos humanos que quedaban en el antiguo cementerio se trasladaron al nuevo en 1862, reci- biendo sepultura en una fosa a espaldas de la Capilla. Como anteriormente mencionamos, el plano realizado por la brigada topográfica en 1857 nos muestra una ciudad que prácticamente todavía no ha «saltado» el muro del recin- to norte de la Algeciras medieval, aunque esta muralla fuera más psicológica que real. Esta cerca «virtual» constriñe la expansión territorial de la ciudad, lo cual hace que se haga más denso el caserío; en planta la Algeciras de estos años es una población muy compacta. El autor distingue dentro del plano las construcciones de cierta entidad. Los edificios públi- cos se individualizan incrementando el tono de rojo, mientras que los militares se ponen casi negros. Curiosamente, a pesar de la procedencia castrense de los autores, el hospital militar se representa en rojo, mientras que se olvida caracterizar al hospital de la Caridad. Si comparamos las manzanas con las de la ciudad actual vemos que la estructura se man- tiene casi al cien por cien, solo falta la mencionada anteriormente en el extremo noroeste.

112. SANTACANA: Op. cit. p. 254.

71 En cuanto a calles, una adición y una desaparición. La calle de más es Trafalgar de fecha relativamente reciente que fue realizada sobre los terrenos del antiguo convento. La calle divide en dos una de las manzanas de más superficie, la que contiene la iglesia del antiguo convento, la cárcel, que se ubicó en parte de sus dependencias después de la desamortiza- ción, y el cuartel de San Antonio. En cuanto a las desapariciones solo una, la actual calle Montero Ríos llegaba entonces hasta la Alameda (Cayetano del Toro), describiendo dos pequeñas manzanas de vivienda que después se unificaron. El plano no nos da ninguna pista que nos haga suponer que la antigua Alameda conti- nuara conservando en estas fechas su consideración como lugar de paseo. No aparece nin- gún tipo de tratamiento gráfico que insinúe la presencia de árboles o vegetales en la calle, parece que, en estas fechas, del antiguo paseo arbolado tan solo queda el nombre. Sí apa- rece marcada con más intensidad la antigua capilla del Cristo, que marcaba el límite de la Alameda y de la ciudad en este punto. Junto a ella se situaba el puente de conexión con la Villa Vieja. En cualquier caso lo que parece más que probable es que este límite sur del antiguo núcleo norte siguiera teniendo funciones de paseo. Esto al menos parece señalar el que se designara como «Vista hermosa» a la calle que forma la orilla del río por este lado (actual Segismundo Moret). Las funciones portuarias -que también se ubicarían aquí- parece que se desplazan algo hacia al mar, ganándose espacio al prolongarse la desemboca- dura con dos pequeños muelles, uno a cada lado del río. En el plano también aparece la Isla Verde con la representación en planta de sus forti- ficaciones. Lo más interesante es la mención en la leyenda de la existencia de un faro en la isla. Este dato indicaría que al menos se habían realizado unas mínimas inversiones en obras públicas, que, si bien no satisfacían las necesidades de infraestructura portuaria de la ciudad, al menos le daban cierta seguridad. En estas fechas de alrededor de 1860 se cons- truye un buen número de faros por toda la geografía española. Donde únicamente la ciudad ha desbordado los límites del antiguo núcleo norte, es precisamente en la Villa Vieja. Poco más de una década después de la publicación del Madoz, en la que se mencionaba expresamente que la Villa Vieja es un barrio al sur del río el cual consiste en algunas casas colocadas á su orilla, sin formar calle,113 aparece un grupo consistente de edificaciones que forman varias manzanas de casas. En la relación de calles del plano aparecen dos en esta parte de la ciudad: la calle de la Concepcion, que ocupa el espacio de la actual plaza del Coral, y la calle de Catalanes, que ha mantenido el mismo nombre en el callejero actual, nombre originado por la presencia de una colonia proce- dente de esta región que probablemente estaba asentada en esta zona. Los catalanes fueron los primeros en descubrir la potencialidad de la industria corcho-taponera en la zona.114 Además de estas calles, aparecen ya formadas, aunque sin designar, la calle Baza (La 113. MADOZ, Pascual: Op. cit. p. 559. 114. Santacana no oculta su admiración por los catalanes por su afán por el trabajo y sus costumbres sobrias y económicas; y además por su contribución al desarrollo industrial campogibraltareño: Los catalanes, con su espíritu activo é industrioso, han sido los primeros en abarcar el negocio y montar dichas fábricas, de las cuales, tenemos tres ó cuatro de importancia, que emplean un número relativamente considerable de brazos, y sostienen á muchas familias. Op. cit. p. 154.

72 Escalerilla), la calle Cervantes y el comienzo de Alexander Henderson por el oeste y Méndez Nuñez, la parte alta de Emilio Burgos, el comienzo de San Nicolás y el final de la actual avenida Villanueva por el este. También se aprecia el trazado de varios caminos sobre los que se formarán posteriormente calles. Por un lado la continuación de la calle San Nicolás; por otro, justo por el borde oeste de la plataforma de la Villa Vieja, la continua- ción de Alexander Henderson, por los otros dos lados de la planicie elevada también se aprecia un camino que la circunda, sobre el cual se trazará en la zona sur la parte corres- pondiente del paseo de la Conferencia, y por el este la calle Marqués de la Ensenada, que, a pesar de los años transcurridos y de su situación, tiene todavía cierta consideración mar- ginal dentro del callejero de la ciudad. Desde el punto de vista de su tratamiento urbano actualmente sigue siendo un camino, carece de asfaltado, acerado y en definitiva de todo el equipamiento necesario para tener consideración de calle. Otra serie importante de aportaciones sobre el estado de la ciudad en 1857 nos la ofre- ce el plano analizando la zona de huertas situadas al oeste de las ciudad. Si partimos de la posición de la antigua Puerta de Tarifa encontramos que, además del Secano, existe una bifurcación de direcciones, por un lado una que se dirige al oeste siguiendo el cauce de un brazo de río, que parece la arteria principal de esta fértil zona agrícola regada con sistemas de canales y acequias que distribuían las aguas del río de la Miel, sobre la que se formará con posterioridad la avenida de Agustín Bálsamo. De la Puerta de Tarifa parte también el antiguo camino que conducía a la vecina población campogibraltareña, después de atrave- sar la zona de huertas y pasar el río, aparecen una serie de construcciones situadas junto al camino. La primera edificación que encontramos después de pasar el río es el matadero, además de la edificación se representa el muro rectangular donde se situaría el ganado en espera de ser sacrificado, y donde se celebraron los primeros festejos taurinos en Algeciras antes de construirse la Plaza de Toros. A los lados de lo que en la actualidad es la calle Carteya, aparece en estas fechas un nutrido grupo de edificaciones, surgidas aprovechando la ventajosa situación que suponía la confluencia de caminos en ese punto. De esa zona parten diversas direcciones que, como en los casos anteriores, determinan la posición de futuras calles. Hay dos caminos que conectan este pequeño núcleo con las edificaciones de la Villa vieja uno por encima del promontorio, del que ya hablamos y que se adapta apro- ximadamente a la actual calle Alexander Henderson, y otro paralelo a este pero que va a un nivel más bajo donde se formará con posterioridad la calle Aníbal. Más al sur surgen tres caminos, dos que van para San García donde se formarán posteriormente el paseo Victoria Eugenia y la calle Reyes Católicos, y otro que va para Tarifa que se sitúa aproxi- madamente sobre la actual calle Pomponio Mela. Esta visión en plano de la Algeciras de 1857, se complementa a la perfección con una litografía realizada por el francés Alfred Guesdon en fecha muy cercana a ésta. En ella se nos muestra un primer plano de una fiesta flamenca. Una escena de tinte costumbrista un tanto incongruente que le lleva a situar la escena en un sitio no muy habitual para este tipo de acontecimientos, en medio del monte a demasiada distancia de Algeciras.

73 Guesdon utiliza un punto de vista a ras de suelo -no es lo habitual en la serie a la que pertenece la estampa- situado en uno de los montes cerca- nos a Algeciras al oeste de esta población, representa la perspectiva del lado de levante donde aparece en un segundo plano el acue- ducto. Detrás, junto al mar, se extiende Algeciras representada con una GIBRALTAR. VISTA TOMADA DESDE EL ACUEDUCTO DE ALGECIRAS. 1860. ALFRED exactitud y un detallismo GUESDON (DEL ET LITH). COLECCIÓN DE MARIO OCAÑA, ALGECIRAS. digno de encomio. Esta precisión hace que nos planteásemos en su momento la posibili- dad de que el autor se apoyase en fotografías para realizar su interesantísima serie litográ- fica de L’Espagne à vol d’oiseau.115 Esta última consideración incrementa la validez de los datos representados, su veracidad al utilizarse como fuente documental. Esta fidelidad con el paisaje convierte a esta litografía en un documento extraordinario, ya que por ejemplo es el único que nos da una idea perspectívica de la plaza de toros anterior a la de La Perseverancia. La uniformidad del caserío algecireño se rompe en contadas ocasiones: la torre de la iglesia de la Palma y la torre mirador que hemos podido contemplar hasta hace pocos años. En la litografía también se representa la planicie elevada de la Villa Vieja, con un importante número de edificaciones a su alrededor. Cerrando la composición por la derecha aparece la torre del Espolón, apreciándosele una volumetría más que considerable. El río, del que se llega a representar el puente en un alarde de detallismo, concentra la acti- vidad portuaria. Más al fondo aparecen fondeados varios barcos, uno de los cuales es de vapor, lo que pone de manifiesto lo avanzado de los tiempos. Las fortificaciones de la Isla Verde aparecen con toda precisión; rodeándola, la bahía se nos muestra en su práctica totalidad quedando tan sólo sin representar el lado Norte. Al fondo aparece el peñón de Gibraltar, que da título a la perspectiva, en donde, y a pesar de la más que considerable distancia, Guesdon nos ofrece todo tipo de detalles de interés con la meticulosidad que le caracteriza . La litografía de Guesdon y el plano de 1857 nos muestran el momento de máxima ocu- pación urbana del siglo XIX. Representan un aspecto y una planimetría de la ciudad que pervive durante la práctica totalidad del resto del siglo. Como mencionamos anteriormen-

115. Sobre el del punto de vista de esta serie puede consultarse: PARDO GONZÁLEZ, Juan Carlos: «Alfred Guesdon: Litografías sobre Gibraltar». Almoraima, 13 (1995) p. 393.

74 te, se produce un descenso de la población en las décadas siguientes, que hace que el dibu- jo sobre el plano no experimente transformaciones de importancia. Este importante estan- camiento demográfico tiene sus raíces -además de los compulsivos acontecimientos políti- cos de la década siguiente- en la falta de expectativas económicas de la población, en el con- trabando y su represión. Santacana que conoció estos tiempos de depresión urbanística, realiza un interesante análisis sociológico en el que explica las causas de la disminución de la población:

Cómo pueblo fronterizo y bien situado, Algeciras participaba de las ventajas que semejante tráfico podía ofrecer (se refiere al contrabando). Los alicientes del mismo, atrajeron á muchos trajinantes que hicieron de esta población su centro de operaciones ya que no les era posible residir en Gibraltar, y esta afluencia aumentó considerablemente el vecindario, que llegó á tener por los años de 40 al 50, de 18 á 20 mil almas, siendo entonces cuando se edificó el barrio de la Alameda. Pero como esta prosperidad obedecía á causas eventuales, no podía ser estable ni duradera. Todo tráfico que no tiene por base el trabajo asiduo y legitimo y que sólo fía en la ventura y la estratagema, por más utilidad que en ocasiones dé, tiene por fuerza que ser de condición precaria é incierta. Las ganancias del contraban- do aprovechan poco; se parecen bastante á las que se hacen en el juego, que como producto del azar pronto se disipan y malgastan; muchos son los casos que así lo comprueban; y el daño es evidente, porque alucina á muchos con la esperanza de un fácil lucro, los aleja del trabajo honrado y fecundo y los entrega á un trajín ilí- cito que incita á la holganza y el vicio. De esta época data la fama de contrabandistas que adquirieron estos pueblos, fama no más merecida que la que corresponde á cualquier otro fronterizo, cuan- do sobre la materia rigen en la sociedad nociones como las que dejamos indica- das. Si nuestros gobiernos con la más elemental previsión, mirando al porvenir y cumpliendo con deberes nacionales, hubiese prestado atención preferente á la excepcional situación de este Campo frente á Gibraltar, y muy especialmente á la de esta ciudad, meditando seriamente sobre la importancia que para España tie- nen estas posiciones sobre el Estrecho, es seguro que habría puesto en práctica algún plan que incluyera la construcción aquí de un puerto de refugio y comer- cio, la apertura de vías de comunicación, y el fomento de relaciones mercantiles con Marruecos, abriendo nuevos y amplios horizontes á estos pueblos; y enton- ces, es indudable que el contrabando no hubiera tomado nunca el incremento que por aquellos años tuvo. Nada de esto se hizo; y abandonadas estas poblacio- nes á sus propias fuerzas, sin caminos, puerto, ni medios para desarrollar indus- tria y riqueza positiva, seguían la marcha perjudicial que las circunstancias le tení- an trazada, abandonaban las licitas faenas, y recurrían á lo que más fácilmente les daba para ir viviendo. Así es, que tan luego como vinieron tiempos mal encauzados, en que se per- siguió el contrabando con alguna eficacia, Algeciras llegó á resentirse, decayendo

75 su efímera y ficticia prosperidad, hasta el punto de ver reducido su vecindario por los años de 1866 al 70 a unas 12 mil almas. A esta decadencia contribuyó mucho el gran número de vecinos que trasla- daron su residencia a la población que con las franquicias de 1868 empezó a fomentarse en La Línea, punto más adecuado que Algeciras para las relaciones con Gibraltar y el cual, hasta entonces, habla estado restringido en su crecimien- to y sometido á la jurisdicción de guerra como lugar fronterizo. Este éxodo que por el momento perjudicó a Algeciras de una manera visible, tuvo sin embargo el buen efecto de alejar de su recinto á muchos que traficaban con Gibraltar, y de hacer que se volviese la vista a otras ocupaciones más perma- nentes y positivas, al comprender por propia experiencia cuan inestable es el trá- fico que no tiene por base el trabajo licito y perseverante. También influyó en su abatimiento la retirada casi total de su guarnición, motivada por la segunda guerra Carlista. Por aquellos años tuvo una gran depreciación la propiedad urbana, la cual, apenas rendía lo bastante para sostenerla y pagar los tributos. Era crecido el número de casas que había vacías y caían en ruina; y por algunos años, arrastró Algeciras esta vida lánguida y decaída.116

Esta situación de estancamiento poblacional, con la consiguiente vida lánguida y decaída que arrastró Algeciras durante algunos años, según nos narra Santacana, no impidió que en esta última parte del siglo XIX, se llevaran a cabo un importante núme- ro de mejoras urbanísticas. Para describir estas transformaciones contamos principal- mente con las interesantes aportaciones del autor de Antiguo y moderno Algeciras, y ade- más con un notable incremento de las fuentes documentales. Los datos para la recrea- ción histórica de la ciudad en estos años se multiplican; aparte de las fuentes habituales, contamos con una nueva base documental que aporta numerosos datos urbanísticos: se trata de la fotografía, que con la extensión de su uso se convierte en una herramienta fundamental para los estudios urbanísticos, ya que nos describe con una exactitud impensable hasta ese momento, el aspecto físico y en definitiva la realidad de la ciudad. En 1866 se inauguraba, por ejemplo, la nueva plaza de toros de La Perseverancia, con capacidad para 6.500 personas, lo que da idea de la importancia de la misma. Tres años más tarde se construye la escalinata de la plaza de toros, con lo cual el conjunto queda nota- blemente engalanado. En sus alrededores se celebraba la feria, que gracias a los festejos tau- rinos pronto comenzó a tener gran atractivo para vecinos y foráneos. Unos años más tarde, en 1872, el antiguo cuartel de caballería deja de tener este uso convirtiéndose en Comandancia Militar. En 1875 se recompuso el muro norte del río de la Miel, que desde hacía más de un siglo venía concentrando allí las funciones portuarias; también se levanta en esas fechas el malecón de La Marina, donde con posterioridad se coloca La Pescadería. La Pescadería algecireña era una réplica reducida del «Barranco del Pescao» aún existente en Sevilla.117 De hecho el consistorio algecireño contrató la realiza-

116. SANTACANA: Op. cit. pp. 121-3. 117. Se encuentra junto al Puente de Triana, en la orilla de Sevilla.

76 ción del edificio a la misma empresa que construyó el edificio de Sevilla y para el mismo uso. Su situación, como señalan Aranda y Quiles,118 era bastante acertada, se situaba en la actual calle Pescadería -se ha conservado la toponimia- próxima pues al mercado y al mar, idónea para el destino y la procedencia del producto que allí se comercializaba. El edificio era un ejemplo característico de la funcionalidad de la arquitectura del hierro. El nuevo material permitía una reducción considerable de la volumetría de los soportes, lo que con- tribuía, además de darle estilización al conjunto, a dotarlo de amplísimos vanos, que posi- bilitaba que la cubierta diese casi la sensación de estar suspendida en el aire. Esto era espe- cialmente adecuado para un mercado de pescados: el edificio era muy luminoso y, al care- cer de muros, la ventilación era total. Esta ventilación, que habitualmente es excesiva en estos lares, debió ser la causa de que se le fueran añadiendo muros de cerramiento, que debieron desdibujar su adecuado diseño. El ayuntamiento nunca llegó a pagar su deuda con la empresa Portilla, Whitte y Cía. encargada de la realización del mercado, lo cual dio origen a la correspondiente denuncia. El interesante edificio fue derruido en 1914, estaba degradado por la acción corrosiva del mar (el hierro no es material adecuado para sitios costeros), aunque, suponemos que con materiales distintos, en su lugar se levanta otro edi- ficio con una volumetría similar. Algeciras contaba a finales del XIX con dos teatros de propiedad privada, al Principal se le hace -según Santacana119- una importante reforma en 1875. Este teatro se encontraba en la calle Ancha y también era una edificación característica de finales del XIX, aunque esta vez, según se puede interpretar de las fotografías que se conservan, en vez del novedo- so sistema constructivo del hierro, era el típico edificio ecléctico decimonónico, en cuya construcción se introducen sin demasiado criterio diferentes elementos vinculados con los estilos propios del medioevo. En 1880 se construye el Teatro de Variedades en terrenos del Paseo de Cristina, detalle especialmente criticado por Santacana que ya mencionamos, el edificio tenía cierto carácter efímero, probablemente para evitar conflictos con la legalidad, a causa de la equívoca propiedad de las parcelas del paseo. Esto hizo que sus dueños no se decidieran a sustituir la provisional y poco adecuada madera por otro material más consis- tente. En 1912 se incendió, y el ayuntamiento convierte en suelo urbanizable la parcela, con lo que se cumplieron los negros presagios de Santacana. Santacana también nos narra el proceso de adoquinado de la ciudad, que junto con el sistema de alcantarillado se convierte en una de las aportaciones más significativas del urba- nismo higienista del XIX, estas políticas se desarrollaron también en esta última parte del siglo. Según don Emilio:

La primera calle que se adoquinó, fué la de San Pedro, en 1884, siendo Alcalde D. Juan A. Duarte. Bajo la alcaldía de D. Rafael de Muro en 1891, se arreglaron la del Convento y la parte alta de la calle Real, arrecifándose así mismo las de la Alameda y Norte del Río hasta la Marina. En 1893, bajo la presidencia

118. ARANDA y QUILES: Op. cit. p. 162. 119. SANTACANA: Op. cit. p. 277.

77 del que esto escribe, se adoquinó la calle de Tarifa (después de hacer una madro- na de rosca en todo su trayecto) y también la plaza de D. Juan de Lima. En el siguiente año, siendo alcaldes D. José Santacana y D. Manuel Saugüinety, se emprendió la más importante mejora de adoquinar los alrededores de la Plaza Alta y las calles de Rocha, General Castaños, Torrecilla, Cristóbal Colón y Bailén, y un pedazo de la del Sacramento, construyéndose á la vez, en casi todas ellas madronas de rosca en lugar de las de cobija que antes tenían, y que con el cre- ciente tráfico de carros, continuamente se rompían. Los husillos que en todas estas obras se adoptaron entonces, fueron los inodoros.120

En 1885 se construyen un depósito de cadáveres y una sala de autopsias en el cemente- rio. Más adelante, en 1891, se realizó la ampliación antes mencionada, consistente en la cre- ación de una parte destinada a cementerio civil y otra a la prolongación de la parte católica. Aunque todas las transformaciones que hemos descrito tienen cierta entidad, los cam- bios más radicales se producen a partir de 1890. En esta década de fin de siglo se produce una auténtica metamorfosis de la ciudad, que viene como consecuencia del fin del aisla- miento tradicional de la misma. La mejora de las comunicaciones, especialmente la llega- da del ferrocarril, supone una mejora en todos los ámbitos, que tiene como corolario la expansión de la ciudad por el Sur: la antigua Villa Vieja se transforma radicalmente, atra- yendo a una población de élite, que construye allí sus privilegiadas mansiones con un cri- terio radicalmente diferente. Santacana, espectador de excepción, que vive en directo la nueva situación, la narra de forma enfática:

Hoy, la situación es muy distinta. La perfeccionada aplicación del vapor á la navegación y el transporte terrestre, así como el empleo de la electricidad, todo lo ha cambiado, llevando á los pueblos el estímulo y la actividad en todas las esfe- ras, que si bien crean necesidades y encarecen la vida, es porque aumenta la rique- za. El antiguo camino de herradura, se ve convertido en cómoda carretera; las infranqueables fragosidades de la Serranía de Ronda, han sido rotas y perforadas, y la locomotora las atraviesa poniéndonos en comunicación directa con la red de ferrocarriles de España y de Europa; y por la vía marítima, grandiosos vapores, verdaderos palacios flotantes, tocan en esta rada, que ofrecen cómodo pasaje á los diversos países del globo. Como consecuencia de tan estupendo cambio, se van notando indudables mejoras en Algeciras; porque sus vecinos viajan ya, y quieren para su pueblo algo de lo bueno que en otras partes han visto. Las calles, van poco á poco adoqui- nándose. El alumbrado, que antes era de aceite y luego de petróleo, es ahora eléc- trico; y al antiguo y pestilente velón, ha sucedido el elegante reverbero y la lim- pia y brillante lámpara eléctrica. Se va pensando más en la higiene y saneamien-

120. Ibidem. pp. 267-8.

78 to de la población y las viviendas, y se introducen algunas mejoras en el enma- dronado. Se hermosea el caserio con nuevas construcciones y con reformas del antiguo, porque el vecindario aumenta y es mayor el valor de la propiedad. El pequeño y derruido muelle que antes había, por el que con grave riesgo se des- embarcaba y que casi exclusivamente servia para el trajín de los faluchos con Gibraltar, se ve hoy recompuesto y ampliado, siendo ya insuficiente para las mer- cancías que, con destino á ésta ó de tránsito, desembarcan los vapores costeros que hacen escala tres ó cuatro veces por semana, así como para la gran cantidad de corcho en plancha ó labrado que de aquí se expide para Cataluña y el extran- jero, pues ya llegan al puerto vapores que expresamente vienen a recibir la citada mercancía y llevarla al norte de Europa. Con motivo de la apertura en 1892 de la línea del ferrocarril de Bobadilla, y las exigencias del servicio marítimo con Gibraltar, se ha construido por la Compañía un cómodo muelle provisional de madera, al que atracan preciosos vapores de la misma Empresa que hacen la travesía varias veces en el día, y al que llegan los trenes que conducen viageros para Gibraltar, ó mercancías para su sali- da por mar, principalmente corcho, Todo esto ha llevado la vida al decaído barrio del Sur del río, mejorando considerablemente el valor de la propiedad, que antes era muy exigua.121

Son pues muchas las novedades de la década, algunas especialmente significativas que van a traer consigo un auge económico que supondrá una mejora general de la ciudad. En la raíz de todas ellas está la fuerte inversión que realiza en Algeciras la empresa Henderson Administration, encargada de la construcción del ferrocarril. Aunque la empresa hubiera preferido que la terminal del recorrido ferroviario se situara en Gibraltar o sus proximida- des, y solo aceptaron Algeciras por la imposición del Gobierno español, hay que reconocer que a partir de ahí se planteó un proyecto global que tenía en origen un concepto nuevo: la explotación turística. La segunda mitad del s. XIX se caracteriza por el gusto del descu- brimiento en todos los ámbitos, y sobre todo en lo que se refiere a los pueblos, las nacio- nes, los lugares y los paisajes. Reforzada por la llamada del exotismo, por una extrema sen- sibilidad por lo pintoresco, por el expansionismo colonial y en definitiva por la moda del turismo. Todo ello se conectará con un nuevo concepto que se implanta también en estos años, las vacaciones, que se impondrán como un cambio necesario de actividad y de géne- ro de vida. El reposo y los beneficios de la naturaleza se establecen como contrapartida del nuevo modo de vida urbano e industrial. Esta necesidad que en principio solo afecta a las clases pudientes de las ciudades de los países más desarrollados se irá extendiendo poco a poco, actuando en general como válvula de escape de la cotidianidad. Esta necesidad de

121. Ibidem. pp. 144-6.

79 conocimiento, y en definitiva de viajar, se aviva con numerosas revistas, muchas de ellas ilustradas con fotografías. En este contexto tendríamos que situar la llegada del ferrocarril a la ciudad, a partir del cual se desarrolla un proyecto turístico de enorme envergadura. La construcción del dominando el promontorio de la Villa Vieja, no fue una inversión aislada. El paquete turístico era más amplio. Existía otro hotel en Ronda, planteado también como complemento de la línea de ferrocarril, destinado a descubrir el atrayente paisaje de la serranía: el hotel Reina Victoria, de características similares. Ambas construcciones esta- ban planteadas con un concepto hasta entonces desconocido en los establecimientos encar- gados de acoger a los viajeros. Comodidad, refinamiento y lujo, serán su carta de presen- tación. La empresa además contaba con barcos de vapor, que movidos por aspas laterales hacían la ruta entre Algeciras y Gibraltar. Para el atraque de los vapores la compañía cons- truyó un nuevo muelle, y además urbanizó el litoral costero del lado sur de la Villa Vieja con un paseo que conectaba el hotel con la ciudad y el muelle. En este lugar de la costa se situó además una zona de baños: la playa del Chorruelo, que se incluía también en este paquete de atracciones turísticas de la Algeciras del cambio de centuria.122 Todo esto traerá como consecuencia que se urbanice con un nuevo criterio, el de resi- dencial de lujo, la antigua Villa Vieja de Algeciras:

Estas importantes obras, unidas á las del muelle del ferrocarril, han operado un efecto sorprendente. Lo que antes se hallaba poco menos que abandonado en el barrio Sur del Río y tenía escaso valor en venta, hoy se ve solicitado con empe- ño y con aumento considerable en precio. Por todas partes se acaparan pedazos de terreno y casas ruinosas. Los propietarios pudientes, al columbrar el porvenir que á dicho barrio se presenta con la construcción del hotel y la carretera, res- tauran sus fincas y se aferran á ellas; mientras que otros más necesitados, han ven- dido bien las suyas á vecinos del Peñón. Estos últimos, estimulados sin duda por la iniciativa de la Compañía y la fácil comunicación, muestran marcada tenden-

122. Santacana describe con admiración la política de inversiones del escocés Alexander Henderson, que se había hecho rico en Argentina con el negocio del ferrocarril, y que plantea en Algeciras un ambicioso plan no exento de riesgos: “Comprendiéndolo así la compañía del ferrocarril, y en legítima defensa del cuantioso capital que en él tiene invertido, toma fecundas iniciativas con la mira de atraer hacia su línea el mayor tráfico posible. Al efecto, empezó por construir un muelle, al que atracan preciosos y cómodos vapores, que á la vez que conducen viageros en combinación con el tren, han facilitado de una manera extraordinaria el pasage entre ésta y Gibraltar; emprende luego una campaña de propaganda y publicidad basada en las bellezas de Ronda y de la Serranía que el tren atraviesa, y por último, como Algeciras es el término de la línea y ofrece grandes atractivos naturales, adquiere en las alturas de la villa Vieja un terreno, en cuyo centro se está labrando un hermoso y amplio Hotel, que ha de montarse con todas las comodidades y refinamientos de la época. Este establecimiento de lujo, se verá rodeado de extensos jardines, donde los huéspedes podrán respirar aires puros y admirar las magnificas vis- tas de mar y tierra que desde ellos se dominan; y para su fácil acceso se ha construido una sólida carretera-paseo á lo largo de la playa del Chorruelo, que, al enlazar con el andén del muelle, comunica también con las calles de la población. El objeto que con ello se propone la compañía, es, el de aprovechar las bellezas del país y la benignidad de su clima, para atraer en el invierno á los adinerados de tierras más inclementes, que buscan la salud en la templada temperatura del Mediodía; y en el estío, á los que desean bañarse en el mar, para lo cual, se proyecta hacer una cómoda instalación en la are- nosa playa que al pié del Hotel se extiende.” Op. cit. p. 161

80 cia á adquirir propiedades en Algeciras que les sirvan de residencia temporal ó definitiva, como agradable cambio frente á las estrecheces en que viven y las tra- bas de una plaza de guerra; y algunos de ellos, han empezado a edificar casas de recreo en las alturas del Chorruelo que quedan fuera de los terrenos del Hotel, y que igualmente brindan con hermosas perspectivas y frescas brisas en el verano. Aquellos antes incultos barrancos se urbanizan, al cubrirse de vistosas viviendas y risueños jardines que hermosean su aspecto mirado desde el mar.123

Surgen a partir de entonces las grandes mansiones de la calle San Nicolás, y las cons- trucciones en terraza que daban al paseo del Chorruelo, construcciones que no tienen nada que ver con la tradición local, son edificios en los que se imponen las formas constructivas británicas. Los nuevos criterios de edificación, la introducción de jardines privados en estas residencias, y especialmente la introducción de un concepto prácticamente desconocido en la España de entonces, el del comfort, hicieron que toda esta zona tuviera en su día un aire inequívocamente colonial, a lo que contribuía la presencia de un buen número de foráne- os, especialmente gibraltareños, habitando esas magníficas residencias. También en la Villa Vieja, a la salida de la calle Catalanes al principio de la playa del Chorruelo, se construye en estos años una caseta que será la sede en Algeciras de la Sociedad de Salvamento de Náufragos. Ésta, al constituirse, solicitó y obtuvo del Ayuntamiento en el año 1889 terrenos para construir una caseta donde guardar los ense- res propios.124 No sabemos si como consecuencia de esta presencia de población de procedencia extranjera, o de la envergadura de los proyectos de la Henderson Administration, pero el caso es que hasta 1892 no aparecen las primeras ordenanzas municipales que regulan la vida municipal algecireña. Estas Ordenanzas de Policía Urbana y Rural, se aprobaron sien- do alcalde don Rafael del Muro. En lo referente a urbanismo encontramos disposiciones que hacen referencia a las normas para edificaciones y obras, y se advierte como principal preocupación municipal, dentro de un espíritu plenamente decimonónico, la salvaguarda del ornato. En ellas se establece por ejemplo que «Las fachadas de los edificios deberán ajustarse a las buenas reglas del arte arquitectónico, para evitar que presenten un conjunto que desdiga de lo que exige el ornato de una población culta.»125 En la normativa se regu- lan los permisos de obra, su trámite, su adecuación a proyectos previamente aprobados y su caducidad. Se establece también un procedimiento expeditivo para fomentar la cons- trucción, es el que hace mención a los solares vacíos:

El Alcalde excitará por medio de bandos a los dueños de los solares yermos a que edifiquen, y les instará a que dentro de los dos meses siguientes presenten sus títulos en la Alcaldía con el fin de que en el término de seis meses, a contar

123. Ibidem. p. 162. 124. PÉREZ-PETINTO: Op. cit. p. 199. 125. Transcripción realizada por TINOCO BALBUENA, Manuel: “Las Ordenanzas del 92”. Almoraima, 3 (1990), p. 51.

81 desde el día de la primera citación, ejecuten las nuevas obras. Si los dueños no cumplen lo mandado en dicho plazo, se tasarán los solares por el perito munici- pal y otro que nombren las partes, con presencia del Regidor Síndico, y se ven- derán en pública subasta al mejor postor.126

En el capítulo que hace referencia a las disposiciones contra los incendios, además de curiosidades relativas de la forma de dar la alarma, nos encontramos con la distribución de distritos que el municipio de Algeciras establecía en estos momentos:

Las demás iglesias darán el aviso igualmente por medio de las campanas, con tres toques a pequeños intervalos, al final de cada uno de los cuales hará la señal del sitio donde ocurra el fuego de la forma siguiente: Distrito de la Merced, una campanada. Distrito del Pósito, dos. Distrito de la Caridad, tres. Distrito de San Isidro, cuatro. Cuando el fuego ocurra en algún predio rústico, al terminar cada repique se darán cinco campanadas si corresponde al campo del Sur y seis al del Norte.127

Para evitar los posibles escándalos que la nueva moda de los baños de mar traía consi- go, éste será uno de los capítulos que se regule con más detalle. Además de establecer cual es el periodo de esta temporada de baños -“del 10 de Julio hasta el 30 de Septiembre”- y de las variaciones que puede establecer el Alcalde, se establece que:

Las playas destinadas para baños de hombres y mujeres se designarán separa- damente por la autoridad todos los años antes de comenzar la temporada,..., se prohíbe que se bañen juntas personas de distinto sexo, aun cuando estén casadas; todos los bañistas quedan obligados a usar, según su sexo, el traje que la decencia prescribe, prohibiéndoles en absoluto todo hecho o dicho que sea ofensivo a la moral.

En lo referente a la limpieza pública se establecen algunas disposiciones realmente curiosas. En una parece quedar establecido que la obligación de limpiar las calles corres- pondía en gran medida a los residentes: «Es deber de los vecinos el cuidar de que estén lim- pios los zaguanes y constantemente barrida la parte de acera que corresponde a sus casas;»128 otra nos demuestra que los hábitos higiénicos de los algecireños de esas fechas dejan mucho que desear: «Una vez que se establezcan por el Ayuntamiento las columnas urinarias, se prohíbe verter aguas fuera de ellas»,129 de lo que se deduce que no era un tema preocupan-

126. Ibidem. p. 51. 127. Ibidem. pp. 51-2. 128. Ibidem. p. 52. 129. Ibidem. p. 52.

82 te para la corporación municipal, ya que hasta ese momento parece que no existían los uri- narios públicos, con lo cual suponemos que la norma quedaba sin efecto, con lo que cual- quier vecino podría orinar donde quisiera. Otro documento de gran interés para conocer detalles sobre el urbanismo de fin de siglo es el discurso de intenciones pronunciado por Santacana en febrero de 1893.130 En su disertación hace un repaso de los principales problemas de la ciudad, haciendo especial hincapié en la higiene y el saneamiento. Santacana está especialmente preocupado por la alta tasa de mortalidad de la población, tema que retomará en su libro unos años más tarde al igual que otros temas que también aparecen en el discurso: empedrado de calles, alcan- tarillado, jardines,... Santacana, a pesar de la supuesta modestia de su declaración,131 plantea también algu- nas propuestas realmente ambiciosas en materia urbanística. La primera de ellas hace refe- rencia al alineamiento de las casas en las calles, proponiendo que un maestro de obras se encargue de elaborar un proyecto de adecuación de las fachadas a un diseño más rectilíneo, evitando recodos y desigualdades. Todo al servicio de esa idea de ornato, ligada a un crite- rio de regularidad, que nos ha aparecido más de una vez a lo largo del siglo. 132 Además plantea la creación de dos nuevas calles, en función de la construcción de la estación de ferrocarril, la antigua, que todavía se conserva en la calle Agustín Bálsamo. Santacana propone que se derriben las casas que se encuentran en los aledaños del hospi- tal de la Caridad, que estorbaban la salida de la ciudad por la antigua puerta de Tarifa en dirección a la estación. Esta propuesta, como veremos más adelante, se lleva a cabo, entre otras cosas porque se basaba en un camino que ya existía y que ya estudiamos al analizar el plano de 1857. La otra propuesta de nueva calle no se lleva a cabo; Santacana conside- raba interesante que existiera una conexión directa de la estación con el centro de la ciu- dad, para lo cual propone la creación de una nueva vía que las conectara desde la desem- bocadura de la calle General Castaños en el Secano. A pesar de sus argumentadas razones y de tentar a los propietarios del terreno con el argumento del incremento del valor de sus propiedades133 el proyecto no se llegó a realizar.

130. El documento está transcrito por MELLE NAVALPOTRO, Angelines y BOLUFER VICIOSO, Andrés: La nueva casa consistorial de Algeciras. Algeciras. F.M.C., 1997. 131. En su discurso menciona “era inoportuno prometer nada cuando no se tenía la seguridad de la realización.” Transcripción MELLE NAVALPOTRO, Angelines y BOLUFER VICIOSO, Andrés: Op. cit. p. 56. A esto hay que sumar que la permanencia de un alcalde en su puesto durante estos años era realmente corta. 132. El párrafo completo del discurso dice así: “No hay más que dar un paseo por nuestras calles para admirarse del capri- choso desorden que se observa en la edificación. Una ciudad moderna como es la Algeciras actual, debiera tener sus calles, ya que no tiradas a cordel, por lo menos más regulares y rectas. El descuido en este ramo de ornato, ha hecho que aquellas ofrezcan recodos y desigualdades que las afean en extremo y que dificultan mucho la alineación. Conviene pues, que cum- pliendo un acuerdo anterior del Municipio se encomiende desde luego al maestro de obras municipal, la formación de un plano que marque para lo sucesivo el alineado a que deberán someterse las nuevas edificaciones, cesando así el desbarajuste que ha imperado hasta aquí Reforma larga será esta, pero es necesaria y alguna vez deberá empezarse.” Ibidem. p. 60. 133. El párrafo que hace alusión a esta propuesta dice así: “Otro camino llamado a abrirse, es uno que atravesando una huer- ta del Secano, ponga a la calle del General Castaños en comunicación directa con la estación, acortando de este modo la dis- tancia para los que de la parte alta de Algeciras tengan que servirse del ferrocarril. Para nadie tanto como para los dueños de los terrenos en donde se proyectan estas dos vías es de interés su apertura; porque lo que hoy puede considerarse terreno poco productivo, adquiriría una importancia y un valor que nunca habrá de tener en su estado actual.” Ibidem. p. 61.

83 En estas fechas se construye también el nuevo ayuntamiento. El devenir de la casa con- sistorial algecireña es bastante tortuoso. Al no tener consideración específica durante los primeros años del proceso de formación de la ciudad, quedó imposibilitado para ocupar una situación espacial preeminente.134 Si hubiera existido consistorio desde el renacimien- to de la ciudad, éste se habría situado en buena lógica en la plaza Alta.135 Durante gran parte del XIX ocupó algunas de las dependencias del desamortizado Convento, las quejas y los traslados por lo inadecuado del sitio fueron continuas, como también lo son las pro- puestas de mejora. El proceso de realización del edificio del nuevo ayuntamiento es largo, las dificultades económicas de la corporación impedían la construcción del inmueble que la ciudad necesitaba. El proyecto definitivo fue realizado por Amadeo Rodríguez136, aunque la mutación exis- tente entre la propuesta original y la obra realizada es más que notable. En planta las trans- formaciones no son excesivas pero la fachada sufre una metamorfosis radical y no precisa- mente para bien. La elegante arquitectura que aparece en el alzado del proyecto, enmarca- da dentro de la corriente del historicismo ecléctico propia de la segunda mitad del XIX, se transforma en una construcción maciza, con más aspecto de fortificación militar que de consistorio. Además de las notables y poco agraciadas transformaciones con respecto al proyecto de los diferentes elementos de la fachada, sus constructores introdujeron también un juego cromático en los materiales de la fachada que contribuyen todavía más a que su aspecto final no sea el apetecido. Dentro de las mejoras generales de las comunicaciones de este final de siglo hay que citar las obras de la carretera nacional, la conexión de la ciudad con Tarifa por un lado y con San Roque por el otro, introduciéndose de esa forma en la red nacional de carreteras. Esto supuso un avance de alcance más que considerable. Sin embargo su recorrido por las proximidades de la población no estuvo exento de dificultades: aunque el trazado seguía el camino existente que bordeaba la ciudad por el lado oeste -el Secano-, la anchura y dispo- sición no eran lógicamente iguales que el viejo camino, lo que motivó que se tuvieran que iniciar algunos expedientes de expropiación de las propiedades lindantes con la carretera. Uno de los avances más espectaculares que se produjeron en esta década fue la implan- tación del alumbrado eléctrico. La central y la correspondiente red se inauguraron en julio

134. Durante los primeros años en recién creado ayuntamiento algecireño, celebraba sus sesiones en la casa del alcalde, por no contar con espacio propio. 135. De hecho hubo un intento de ocupar un edificio en la plaza: en el año 1776 desempeñando el cargo de alcalde don Marcos Vivas, se propuso compra la casa llamada de don Carlos Conde, situada en la plaza alta, cuya subasta estaba anun- ciada por pertenecer a la Compañía de Jesús, expulsada en esas fechas de los dominios del rey de España, aunque finalmen- te la operación no se llevó a efecto. PÉREZ-PETINTO: Op. cit. p. 198. 136. Sobre este tema puede consultarse el artículo de ARANDA BERNAL, Ana Mª y QUILES GARCÍA, Fernando: «Amadeo Rodríguez y su proyecto para el ayuntamiento de Algeciras» Almoraima, 1 (1993) y la obra anteriormente men- cionada de Angelines MELLE NAVALPOTRO y Andrés BOLUFER VICIOSO.

84 de 1891, y fue desarrollado por la iniciativa privada local. Santacana muestra en su libro su júbilo por la determinación:

El alumbrado de aceite duró por muchos años, hasta que se propagó el uso del petróleo, el cual fué adoptado por el Municipio, mejorando mucho este ser- vicio y favoreciendo la vida nocturna de la población. Así continuó hasta 1891, año en que se inauguró la fábrica de luz eléctrica, la cual, nos ha colocado en este ramo á la altura de las capitales; teniendo Algeciras la satisfacción de haber sido uno de los primeros pueblos de España en establecerla con éxito completo. No hemos pasado por el sistema intermedio del gas, sino que hemos saltado de la relativa obscuridad del petróleo al brillante arco voltaico, debido á la iniciativa de varios de nuestros convecinos que formaron Empresa y expusieron su capital cuando todavía se dudaba del buen éxito de la luz a juzgar por lo experimentado en otras partes; pero el resultado fué satisfactorio y ya va para diez años que esta ciudad se ve alumbrada por la luz incandescente, demostrando con ello que es un pueblo que desea marchar con la época.137

Tristemente, la falta de pago del ayuntamiento,138 hizo que se suspendiera el servicio a finales de la década siguiente, y que para restaurar el servicio de alumbrado se utilizase gas; se deshizo pues, el salto en los procedimientos de iluminación, dándose un paso atrás en lo que Santacana había considerado como un gran logro. Antes de terminar el siglo se plantea otro proyecto de gran interés por lo que suponía tanto de mejora higiénica como de comodidad para los vecinos; era el abastecimiento directo de aguas por una moderna red de fontanería, con lo que concluirá la escasez con beneficio para la salud pública, pues el agua llegará como sale del manantial,139 para ello se firmó un contrato con la compañía inglesa The Algeciras Wather Works, para la traída de aguas de la garganta de Botafuegos. Este primer intento de creación de una compañía de abastecimiento directo de agua resultó un fracaso según Pérez-Petinto,140 porque la com- pañía debió considerar la obra demasiado costosa, o porque se constituyó con el único propósito de que, una vez obtenida la concesión, la vendería. Lo cierto fue que transcurri- do con exceso el plazo fijado para el comienzo de los trabajos sin que estos empezasen, el Ayuntamiento presidido por Don Juan Furest y Pons, acordó en enero de 1.902 declarar caducada la concesión y rescindió el contrato, con lo que los algecireños hubieron de espe- rar algunos años más para poder disfrutar de este servicio.

137. SANTACANA: Op. cit. pp. 271-2. 138. La deuda acumulada era de 400.000 pts. con lo que la empresa presionó con el corte de suministro, esta medida fue considerada como un desaire por los responsables de la corporación municipal en ese año. Lo que existía en el fondo -según Pérez-Petinto- era un conflicto político, producido por ser el alcalde del partido conservador y los responsables de la com- pañía eléctrica del liberal. PÉREZ-PETINTO, Op. cit. p. 270. 139. SANTACANA: Op. cit. p. 264. 140. PÉREZ-PETINTO: Op. cit. p. 245.

85 4.- EL DESARROLLO URBANO DE ALGECIRAS EN EL SIGLO XX.

Si, frente al crecimiento espectacular del XVIII, el siglo XIX fue un siglo de consolida- ción, en el que se produjo incluso un descenso poblacional en el último tercio, en el siglo XX se rompen todos los parámetros estadísticos en cuanto a expansión urbana e incre- mento poblacional. Algeciras pasa de tener alrededor de 13.000 habitantes en el año 1.900, a contar con más de 100.000 en el año 2.000. Pero, si este incremento es importante, aún es más espectacular la expansión de la trama urbana por el paisaje y la transformación del propio paisaje en sí. La ciudad se ha desarrollado hasta niveles inimaginables por nuestros abuelos, multiplicando su superficie de forma asombrosa. Si nos fijamos -por ejemplo- en la longitud de contacto de la ciudad con el litoral marítimo, vemos que, mientras a prin- cipios de siglo se limitaba prácticamente a la ciudad histórica -la Villa Vieja y la Villa Nueva-, se convierte al final del siglo en una ocupación del antiguo borde costero que se desarrolla sin casi ninguna contención desde la desembocadura del Palmones al final de la ensenada de Getares. Por otra parte, tampoco este borde del litoral tiene nada que ver con el dibujo que tenía a principios de siglo, el puerto se ha expandido ganando una gigantes- ca superficie al mar y creando una línea de costa artificial distante de la ciudad. Esto pro- duce paradójicamente el efecto psicológico de vivir de espaldas al mar, a pesar de la proxi- midad. En estas líneas intentaremos explicar cómo ha sido este extraordinario proceso de expansión urbana, aunque hay que advertir que la complejidad de este desarrollo y la cer- canía en el tiempo, hace difícil abarcar con precisión el tema. Faltan estudios que traten en profundidad este periodo, y que lo enriquezcan con diferentes puntos de vista , y además y por otro lado, quizá haga falta más distancia en el tiempo: la desaparición en las últimas décadas de un gran número de edificios de arquitectura barroca popular del XVIII y otros que en la segunda mitad del XIX incorporaron estilos historicistas y eclécticos, hace que nuestra visión se cargue de un sentimiento que valora de forma tremendamente negativa estas destrucciones, estado de ánimo reñido con el necesario distanciamiento, frialdad, y desapasionamiento que se le suponen al historiador y del que por el momento carezco. La primera década del siglo viene marcada por la influencia de las transformaciones generadas en la ciudad a partir de la construcción del hotel Reina Cristina a finales del XIX. Un importante número de gibraltareños con recursos económicos de importancia eligen esta zona para construir mansiones con un concepto del confort y sobre todo del espacio que no tenía nada que ver con la abigarradas y caras, por la falta justamente de ese espacio, construcciones de la colonia. El aire constructivo de estas edificaciones será lógi- camente británico, con lo que esta zona tendrá unas características tanto en tipología de

86 vivienda como en cuanto al tipo de población completamente diferente a los del resto de la ciudad.141 Esta será la zona elegida por la mayoría de las delegaciones participantes para residir durante la celebración de la Conferencia de Algeciras de 1906. Algeciras elegida como punto simbólico equidistante entre las capitales de España y Marruecos, pasa a ocupar una posición de cierta relevancia en la geografía política de estos años. En la Conferencia estu- vieron representados, además de los países implicados, las naciones más poderosas del momento: Alemania, Austria, Bélgica, España, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, Italia, Marruecos, Holanda, Portugal, Rusia y Suecia. La atención despertada por el acon- tecimiento convirtió a nuestra ciudad en el punto de atracción de la política mundial del momento. La característica de ciudad de encuentro, ligada en cierto modo a un ideal pro- toturístico que se había ido generando a partir de la construcción de hotel Reina Cristina,142 hizo que durante el tiempo que duraron las sesiones fueran frecuentes los actos sociales y protocolarios destinados a agasajar a los diversos representantes diplomáticos. Este afán por agradar dejó un sello de hospitalidad inherente a la población, que hizo que incluso se estuviera a la espera durante algunos años de la concesión del título de Muy Hospitalaria,143 que finalmente no fue concedido. Aunque los resultados de la Conferencia no fueron los apetecidos a nivel de política internacional, para la ciudad supusieron un impulso definitivo. Algeciras y su entorno se dan a conocer y partir de entonces se pone de manifiesto la progresiva revalorización de la bahía de Algeciras como zona dotada de unas magníficas condiciones naturales y conside- rables recursos potenciales. No es casual que al año siguiente se cree la Junta de Obras del Puerto, reivindicación lar- gamente sostenida, y que desde mucho tiempo atrás había sido considerada clave para el desarrollo futuro de la zona; este siglo no ha hecho más que demostrar cuanta razón tenían aquellos que habían vislumbrado la importancia de contar con un puerto apropiado y que lo habían estado reclamando desde la refundación de la ciudad. El puerto es sin duda el ele- mento transformador fundamental de Algeciras -y no solo de la ciudad- a lo largo del siglo. Fruto de este interés por la zona y de la importancia que poco a poco va cobrando la ciu- dad es la visita del rey Alfonso XIII en marzo de 1909. Aunque Algeciras ya había iniciado tímidas transformaciones de adecuación a sus nuevas circunstancias, esta visita supuso un

141. Rubén Dario, que visita la ciudad en las navidades de 1903-4 se hizo eco de esta omnipresencia de lo británico en la población: «Desde que llegué a Algeciras, sentí que ya no me encontraba completamente en España. No descendí en la esta- ción, sino a la entrada del muelle, a un paso del Hotel Anglo-Hispano y del Hotel Reina Cristina, dos establecimientos ingle- ses. El tren llega allí para comodidad de los ingleses. Desde luego, la línea férrea entre Bobadilla y Algeciras es propiedad de una compañía inglesa. En el hotel me encuentro con que todo el mundo es inglés. En el salón de lectura casi todos los dia- rios son de Londres. Alguien me asegura que desde el Hotel Reina Cristina, que está construido en una altura, y en el cual se eleva un largo mástil, se hacen señales semafóricas con Gibraltar. Al día siguiente, tomo en el muelle inglés el vapor de la misma nacionalidad, que me conduce al Peñón». Texto recogido por BUENO LOZANO, Martín: En El renacer de Algeciras (a través de los viajeros) Op. cit. p. 191. 142. La propia existencia del hotel resultó determinante en la elección de Algeciras como sede de la Conferencia. 143. DELGADO, Cristóbal: Cosas de Algeciras. Algeciras, El libro Técnico, 1989. p. 199.

87 acicate, pues, en ese mismo año se crea la Cámara Oficial de Comercio, Industria y Navegación, un año después se creó la Escuela de Artes y Oficios.144 Las inversiones de más importancia se hicieron esperar un poco más,145 aunque propiciaron una transfor- mación de gran envergadura: en 1913 visita la ciudad el ministro de Fomento Miguel Villanueva,146 que coloca la primera piedra del muelle de Alfonso XIII, conocido después popularmente como muelle de la Galera, pues se hizo cubriendo el islote del que habla- mos anteriormente. La mejora de las perspectivas económicas de la ciudad hace que en estos años apa- rezcan una sucursal del Banco de España y las primeras oficinas de los principales Bancos del país. Para hacernos una idea urbanística de la Algeciras inmediatamente posterior a la cele- bración de la Conferencia, contamos con un plano que aparece reproducido en un texto alemán de 1926, pero que recoge información de la planimetría de la ciudad en torno a 1910.147 Las variaciones con respecto al plano estudiado anteriormente, que nos mostraban la ciudad del XIX, son mucho menores de lo que pudiera pensarse. Hay que señalar que el incremento poblacional en 1910 aún no había alcanzado los niveles que se dieron en el censo de 1857,148 año al que corresponde el plano estudiado. Este factor explica que al comparar los documentos no sean excesivas las diferencias, pues no había sido necesaria una expansión de la superficie habitada. Las diferencias que se aprecian son las siguientes: comenzando el análisis del plano por el extremo noroeste de la ciudad, apreciamos que el solar del Cementerio Viejo es ahora una de las dos centrales eléctricas con las que contaba la ciudad en estos años. El tema del alum- brado eléctrico de la ciudad, después de los inicios prometedores que nos narró Santacana, fue bastante polémico. Como indicamos en el capítulo anterior, se llegó incluso a la supre- sión del suministro por falta de pago y a la implantación -como contramedida por parte del ayuntamiento- de un servicio de alumbrado público con gas acetileno. En 1909 se concedió una licencia a José Conte para montar una fábrica de fluido eléctrico. Se firmó por las mis-

144. Su primera sede estuvo en la calle Rafael del Muro. 145. De hecho existió cierto sentimiento de frustración, que recoge Pérez- Petinto, porque la visita del monarca no dio los resultados esperados. Op. cit. 173. 146. Esta importante visita hizo que se bautizara como muelle Villanueva a la zona portuaria situada paralelamente a la Marina. Con posterioridad, cuando la zona fue cubierta, se le dio en su honor el nombre de Avenida Villanueva, a la banda sur del río donde comienza precisamente la Villa Vieja. 147. JÜRGENS, Oskar: Spanische Städte. Hamburgo, 1926, Ed. española: Madrid, Ministro de las Administraciones públicas, 1992. En este libro, el autor elige a Algeciras entre otras 27 ciudades estudiadas entre 1907 y 1912, además de incluir un plano de la ciudad, en su comentario sobre la misma el autor se queja ya de los desaguisados cometidos en base a una supuesta adecuación a un trazado urbano más moderno:»Algeciras ofrece el aspecto de una próspera ciudad de provincias andaluza. Sus calles, bastante anchas, presentan una edificación de dos o como mucho tres alturas, cuyas sencillas fachadas quedan magníficamente rematadas por cubiertas de teja de amplio vuelo. En las plantas bajas de muchas casas existían hasta hace poco unos salientes, a modo de balcones, cuyas ventanas cerraban unas tupidas rejas, con frecuencia de artística forja que enriquecían las imágenes de las calles, confiriéndoles una aire muy español y que desgraciadamente ya han sido eliminados en la mayoría de los casos, en exagerada atención a un tráfico que apenas puede considerarse como tal.’’ No sabemos si en la raíz de esta transformación estaba la propuesta de Santacana, mencionada en el capítulo anterior, que pretendía un alineamiento de las fachadas de las casas en las calles de la ciudad. 148. En concreto la población de Algeciras en 1910 era de 15.818 habitantes, frente a los 16.198 del censo de 1857.

88 PLANO DE ALGECIRAS EN TORNO A 1910. MUSEO MUNICIPAL DE ALGECIRAS. mas fechas un contrato, que no llegó a entrar en vigor por la sustitución del alcalde, para que esta empresa se encargara del servicio de alumbrado público. Este asunto no se solu- cionará definitivamente hasta 1926, cuando la Compañía Sevillana de Electricidad compra la empresa de Conte y la del otro productor de energía eléctrica: José Gomez Catalá, que había prestado el servicio público de alumbrado de 1924 a 1926.149 La otra fábrica de elec- tricidad que aparece reseñada en el plano se encontraba donde en la actualidad se sitúa el edificio Atlántida, es decir, entre la Capilla de la Virgen de Europa y el mar. En el extremo noroeste de la ciudad se celebraba la Feria, y como Cerro de Feria viene designado en el plano. La celebración del festejo en esta zona elevada le dio a la fiesta - según palabras de Pérez-Petinto150- una gran visualidad. A la derecha de la Plaza de Toros aparece representada la escalinata de acceso a la misma, construida en 1869, es decir muy poco después de la inauguración de La Perseverancia. Entre la Plaza de Toros y el Paseo de Cristina aparece la Alameda, que se representa como un amplio paseo arbolado. Pocos años después de la confección de este plano, en 1914, se realiza, para darle más vistosidad al evento ferial, una ampliación del paseo con una calle de 13 metros de ancho. Al lado de La Perseverancia, dentro del núcleo habitado, aparece designado el Asilo. Este edificio se comenzó en 1905, aunque al parecer las Hermanas de los Ancianos Desamparados, que pusieron en marcha esta institución, llevaban algunos años más reali- zando su labor en nuestra ciudad.151 La construcción fue finalizada en 1914 y cuenta con una capilla neogótica de cierto interés,152 en la que hay que destacar unas magníficas vidrieras. Justo en el otro extremo de la Alameda se designa en el plano la posición del Teatro de Variedades, que desaparece poco después de la realización de este plano, ya que se quema -recordemos que el edificio era de madera- en 1912. El precedente de haber existido en ese lugar un edificio de estas características, aunque con cierto carácter efímero, tiene más fuer- za que el argumento de que era un terreno usurpado al Paseo, y poco después aparecen en este espacio otras construcciones de carácter lúdico aunque esta vez edificadas con mate- riales perdurables. En esta zona se construirá poco después el Salón Imperial y próximo a éste el pabellón del Casino, que fue sustituido posteriormente por el Casino Cinema. El Paseo de Cristina comienza el siglo con la misma presión que había denunciado Santacana y que mencionamos en el capítulo anterior. En 1905 se solicita y se concede por el ayuntamien- to, la licencia de construcción de un chalet en otro de los parterres del Paseo. Aunque la pobla- ción entera se echa a la calle, la manifestación popular no logra la revocación de la licencia. Sin embargo la construcción no llegó a realizarse por negar la nueva corporación la aprobación al proyecto representado. (Recordemos que en 1906 retoma la alcaldía don Emilio Santacana, com- pletamente contrario a estas utilizaciones del Paseo para fines particulares).

149. Este fabricante se había ofrecido a suministrar gratuitamente electricidad al Hospital Civil y a cien luces del alumbra- do público. PÉREZ-PETINTO: Op. cit. p. 270. 150. Ibidem. p. 177. 151. DELGADO GÓMEZ, Cristóbal: Algeciras en Blanco y Negro. Algeciras, F.M.C., 1994. p. 50. 152. Fue proyectada y dirigida por el arquitecto de origen británico W. Thompson. Ibidem. p. 51.

90 Con respecto al plano de 1857 el cuartel del Calvario experimenta un incremento considerable de su superficie, extendiéndose las edificaciones que formaban parte del conjunto hacia el fuerte Santiago. Entre el cuartel y el fuerte existe una zona sin urbanizar que ya en estos años cumplía la función de campo de instrucción. Posteriormente toda la superficie comprendida desde el camino arbolado de salida de la ciudad hacia el este se englobará dentro de una amplia instalación militar. En el plano se representan numerosos restos de las antiguas fortificaciones en el extre- mo nordeste de la ciudad. Curiosamente el autor de la cartografía señala con bastante exac- titud los perímetros de los dos núcleos urbanos de la ciudad medieval, información que nos hace pensar que aunque no quedaban demasiados restos de los muros, debía ser un detalle tan conocido por la generalidad de la población en esos años, como para que un autor alemán lo consigne en su cartografía. El extremo nordeste no será el único punto donde señala la presencia de restos del perímetro murado de la ciudad musulmana. La numeración con que se señalan en el plano las edificaciones de uso público, nos ayuda a reconstruir la imagen de la Algeciras de los primeros años del siglo. Dentro del núcleo de la Villa Nueva, aparecen designadas, por ejemplo, tres escuelas: una se encontraba en el solar que des- pués ocupó la parroquia de San Isidro, otra en la actual calle Muñoz Cobos y una tercera en el lugar donde después se situó Correos, en el tramo alto de la calle Real. También aparece rese- ñado el Teatro Principal en el comienzo de la calle Ancha. Frente al ayuntamiento parece que las dependencias situadas en torno al claustro del antiguo convento de la Merced se dedican en estos años a juzgado. En la parte de atrás de este edificio se representa el cuartel de Escopeteros. Más al este, a la espalda del cuartel, aparece una calle -coincidiría con el tramo más bajo de la actual calle Trafalgar- que conecta con una pequeña península. En el plano de 1857 se designa este lugar como Peñón Cuadrado, y se dibujaba como un pequeño saliente costero que ahora se convierte casi en isla. A mediados del XIX debía tener funciones de vigilancia costera, en estos momentos se encontraba aquí una casilla de carabineros que tenía esa misma función. En la parte sur de la Villa Nueva aparecen reseñados varios de los edificios públicos anterior- mente vistos: el mercado, que aparece con la misma estructura de cuadrilátero vista en el plano de 1857, el cuartel -ahora Gobierno Militar-, el Hospital de la Caridad, etc. Junto a ellos aparecen otros por primera vez, como el edificio dedicado a Aduana en la orilla norte del río. No tenemos muchas referencias de este edificio, en cuyo solar se edificó después el hotel Sevilla. El edificio esta- ría destinado probablemente a funciones administrativas ya que los registros y otras funciones aduaneras se hacían estos años en el mismo muelle, existiendo en él una casetilla para tal efecto.153

153. El misionero escocés Alexander Stewart que visita Algeciras en 1912, nos relata la llegada en barco a la ciudad mencio- nando, además de la ineficacia de las labores aduaneras, esa pequeña edificación: «Tan pronto como el barco tocó el malecón y apenas los de la segunda clase se disponían a desembarcar, cuando a bordo unos suboficiales de aduanas, los cuales vestían uniformes de marino con paramentos rojos y sables colgando de sus costados, rápidamente descendieron al departamento de proa, donde ya los contrabandistas estaban esperándolos con varios de sus artículos preparados como obsequios. Los oficiales escondieron aceleradamente cuanto pudieron en sus zamarras, gorras y otras partes del uniforme. Cuando se hubieron carga- do de todo cuanto podían convenientemente llevar, dejaron a los matuteros bajar con el resto del contrabando. Al final del malecón estaba la aduana, un pequeño edificio usado para tal menester. Todos los pasajeros teníamos que pasar por allí por un estrecho pasadizo a fin de ser examinado nuestro equipaje». Texto recogido por BUENO LOZANO, Martín: Op. cit. p. 218.

91 Aunque no aparece señalado se aprecia en planta la posición de la Pescadería, de la que ya hablamos en el capítulo anterior, con su fachada de levante en contacto con el mar. Sobre el río aparecen en este momento cuatro puentes: el construido junto al matade- ro, el del ferrocarril y, justo a su lado, otros dos más: el antiguo, de pronunciada arquería, que ya aparecía mencionado en el Madoz, construido en 1819 y conocido en estas fechas como Puente Viejo, y otro, casi paralelo a este, realizado con motivo de la Conferencia de Algeciras. Este último era plano para permitir el paso de vehículos entre una parte y otra parte de la población, o mejor dicho entre el hotel Reina Cristina y el Salón de Plenos del ayuntamiento durante el tiempo que duraron las sesiones. La construcción de este puente se hizo con unos apoyos que ofrecían mucha resistencia a las corrientes de agua, lo que será la causa de su posterior ruina.154 La confluencia de los tres puentes en tan poco espacio lo convirtió en motivo iconográfico recurrente en las postales que sobre la ciudad se hacen en estos años. En la desembocadura del río aparecen dos muelles que prolongan el cauce por el inte- rior del mar. El que se extiende a partir de la orilla norte, donde se habían concentrado las labores portuarias en el siglo anterior, era de piedra y se conoce como Muelle Viejo. Aparece con una leve curvatura en su extremo destinada a proteger a los navíos de los fuer- tes vientos de levante, protección que era totalmente insuficiente. El otro muelle era el de madera construido por la compañía del ferrocarril. Según la escala gráfica del plano, pene- traba doscientos metros en el agua, alcanzando la vía del tren la mitad de esta distancia. Una de las transformaciones más evidentes que aparece en este plano con respecto al de 1857 es la presencia de la estación del ferrocarril y la consiguiente calle de acceso. La pro- puesta de mejora del camino a la estación partió de la propia compañía explotadora, que derivó la responsabilidad de su ejecución al ayuntamiento. Santacana hace suya la pro- puesta en su discurso de intenciones de 1893, del que hablamos en el capítulo anterior, la calle se lleva pues a la práctica.155 Junto al Hospital de la Caridad, aparece ahora una plaza,

154. No sabemos si el defecto de construcción fue debido a que se hizo la obra a la ligera y con escaso presupuesto, esto puede deducirse de un artículo publicado en La Época por Javier Bregón en 1906 donde se narraban, en términos muy elo- giosos, los preparativos. “ El Ayuntamiento, presidido por el señor Santacana, cuida de todo, y merced a ello el aspecto de la ciudad es muy favorable. Aunque con pocos ingresos ha tenido él bastante, gastandose 7.000 duros para poner en condi- ciones a la población, construyendo entre otras cosas, un puente sobre el río para el paso de los coches que se dirijan al Cristina, el Anglo y demás hoteles de la playa, donde se alojan lso diplomáticos. El gobierno, que encargó al municipio estos gastos sólo ha enviado ¡4.000! pesetas”. Ibidem p.199 155. El párrafo en que se hace mención a esta propuesta deice así: Hace algunos meses tuve el gusto de proponer al muni- cipio que la vía que da paso a la estación sufriese una radical reforma. Lo que entonces manifesté lo reitero ahora. Nadie podrá desconocer que este camino tan frecuentado hoy que lo será cada día más, adolece de graves defectos; es tor- tuoso y muy estrecho y llegará el día, cuando la necesidad de ampliarlo sea absoluta y perentoria. El tráfico irá aumentando; empezaran las edificaciones a lo largo de su irregular trazado, y cuando éstos lo encierren por completo, será ya muy difícil y costoso hacer lo que hoy ofrece relativa facilidad e indisputable conveniencia. Las casas que se encuentran al salir de la plaza de Lima, estorban y deberían desaparecer. Sobre sus solares y las huertas donde están enclavadas se formaría una calzada hasta la estación que a más de la amplitud para el tráfico y la hermosura en el aspecto, podrá andando el tiempo llagar a ser una espaciosa calle y digna entrada a nuestro pueblo. El ensanche se inicia ya por aquel siti, y si ahora no se piensa en lo que pueda y deba ocurrir el día de mañana, el mal podrá verse tarde y la imprevisión sea manifiesta. Transcripción MELLE NAVALPOTRO, Angelines y BOLUFER VICIOSO, Andrés: Op. cit. p. 61.

92 la actual de Joaquín Ibáñez, de la que parte la calle de la estación, que en estos años se llamó Ramón Chíes y desde la década de los veinte Agustín Bálsamo. La necesidad de conexión con la ciudad, unida a la existencia de un camino antiguo, que aparecía representado en el plano de 1857, y que corría paralelo a un brazo del río, el arroyo Molinilla, permitió que esta sugerencia de Santacana se llevara a efecto. No sabemos si el proceso expropiatorio fue dificultoso, en cualquier caso el acometerlo a tiempo, antes de que la edificaciones ence- rraran el camino por completo, habría facilitado su realización; ya que, como nos narra Santacana en su discurso, después será ya muy difícil y costoso hacer lo que hoy ofrece rela- tiva facilidad e indisputable conveniencia, palabras que nos recuerdan mucho a otras escri- tas mucho tiempo atrás por otro visionario, que también soñó con una Algeciras mejor: Jorge Próspero de Verboon. En cualquier caso parece determinante -es una constante en los procesos de expansión urbana- que existiera un camino antiguo, la nueva calle tan sólo tendría que sufrir un proceso de adecuación a una nueva anchura, a la que habría que adecuar las nuevas construcciones. No ocurrió así con la otra propuesta de Santacana mencionada en el capítulo anterior, que al no partir de nada preexistente se quedó en el aire. Esta zona se convirtió también en una zona de cierto nivel. Como en la Villa Vieja, algunas familias gibraltareñas decidieron comprar terrenos en las antiguas huertas de la zona construyendo grandes casas cercadas de vegetación. No sin dificultades, pues la cer- canía del arroyo estropeaba la calle en época de grandes lluvias, en poco tiempo llegó a ser la espaciosa calle y digna entrada al pueblo que esperaba Santacana. Allí se construye- ron un grupo de residencias destinadas a directivos de la compañía de ferrocarril, los modelos utilizados basados en los bungalows de las colonias británicas le dieron un aspec- to muy peculiar a la zona. Más al norte aparece otro elemento novedoso, que propicia también la formación de una nueva calle situada sobre otro antiguo camino. Se trata del cuartel de Artillería de Montaña, donde recientemente estaba establecida la Unidad de Servicio de Talleres y Mantenimiento, construido pocos años antes en 1904, y que aparece solitario al oeste del plano. Esta edificación hizo que uno de los caminos trazados en la zona de huertas que apa- recía en el plano de 1857, pase a convertirse en nueva calle y a permitir en definitiva la expansión de la ciudad por ese lado. El camino, que se conectaba con la ciudad a la altura de la calle Alférez García del Valle, favoreció después de la construcción del cuartel que junto a su vía de acceso se fuesen adosando viviendas que conformarían las actuales calles María Auxiliadora y San Vicente de Paúl. Donde más novedades vamos a encontrar será lógicamente al sur del río. Si comenza- mos nuestro análisis por el oeste encontramos el puente del Matadero, construido a fina- les del XIX en el mismo lugar que los existentes en la ciudad desde época antigua, aunque ahora adecuado a las nuevas necesidades de anchura y disposición que planteaba la carre- tera hacia Tarifa. Después de cruzarlo está el matadero que aparece designado con el núme- ro 39 en la leyenda del plano. Junto a él, en el otro lado de la carretera aparecen represen- tadas ya dos manzanas separadas por una pequeña calle que formaría el comienzo de lo que

93 actualmente es la calle Aragón. Más al sur las variaciones de esta conurbación son notables con respecto al plano de 1857, entre la calle Carteya -que aparecía ya trazada entonces- y la nueva carretera hacia Tarifa se crea un nuevo barrio, las nuevas manzanas se estructuran en torno a una nueva vía: la calle de los Barreros.156 En la parte norte de la manzana for- mada por esta calle y Carteya aparece una estructura cuadrada que corresponde al Patio de Soto que debía estar construyéndose en estos momentos. La formación de este nuevo barrio está ligada a Eladio Infante, cuyo nombre se recoge en el callejero actual de la zona y cuya calle se corresponde con el límite oeste de lo que aparece urbanizado en el plano. La fábrica de cal de este industrial y sus otras iniciativas empresariales, atrajeron otras industrias. Al mismo tiempo promueve un proceso de urba- nización en toda regla en la que se construyen principalmente viviendas de alquiler, siguiendo la tipología de corralas de una planta o renovando la clásica estructura del patio de vecinos como es el caso del de Soto. Esto atraerá a un nuevo tipo de población que se adecua ya a lo que consideraríamos como proletariado urbano. Este proceso se hizo prác- ticamente a espaldas del ayuntamiento algecireño, que con posterioridad exigió a los pro- pietarios de los terrenos la mejora de las infraestructuras. Infante justifica su actuación en la zona, en la que, según él, se respetaron en todo momento los criterios higienistas de urbanización.157 Es más, en 1910, visto lo populoso y agradable del barrio, Infante solicita el cambio de denominación pidiendo que se sustituya «Barreros», que a él no debía sonar- le bien, por «Terreros» en honor de Vicente Terreros, cura de la Palma, activo diputado en las Cortes de Cádiz. A la derecha de este barrio el autor del plano sitúa los restos del emplazamiento de un antiguo castillo, no conocemos las razones en las que se basó para situar aquí los restos del alcázar musulmán de la antigua Villa Vieja, aunque, dada la verosimilitud de los datos, parece razonable pensar que en estas fechas se encontraran restos de dicha edificación en la manzana limitada en la actualidad por las calles Carteya, Lope de Vega, Lechería y Alexander Henderson. En el plano se representa también la muralla sur de la Villa Vieja medieval, en ella se puede distinguir la presencia de cuadrados que marcarían la posición de las torres del perímetro murado, apreciándose que en la primera década del siglo XX se conservaban todavía un buen número de ellas. Obviamente los cambios más significativos con la planimetría anterior están en esta zona. La Villa Vieja se transforma de manera notable a partir de la construcción del hotel.

156. El topónimo se debe a que este lugar estuvo dedicado a la extracción de barro para la producción de cerámica. En una descripción de 1911, se habla del “llano de las Torres, junto de los hoyos de los antiguos barreros,” según documentación procedente del Archivo de Museo de Algeciras transcrita por ARANDA y QUILES: Op. cit. p. 93. 157. Eladio Infante plasma por escrito sus actuaciones: “Cuando como concesionario hube de empezar a escarbar y sanear el cerro y charcas de los Barreros tube muy en cuenta la importancia higiénica de aquellas construcciones que hube de comenzar, y de acuerdo con la Gefatura de Obras Públicas lo primero que se atendió fue a la construcción de madronas de desagüe de las aguas fecales y pluviales así como encauzar y cubrir la cuneta izquierda, saliendo de Algeciras para Tarifa”. Al parecer posteriormente, con lo que le cabía a él la responsabilidad, las edificaciones de “distintos concesionarios hizo que estos cortaran la primera cloaca hecha a mi esclusiva costa y que le diesen salida a la cuneta de la carretera” documentación procedente del Archivo de Museo de Algeciras recogida por ARANDA y QUILES: Op. cit. p. 93.

94 Éste aparece aislado en la representación en la parte central de la meseta. La intención de separarlo de la ciudad, está unida al hotel desde su concepción, un aislamiento intencio- nado, ligado a una idea de descanso que se complementaba con los amplios jardines, que reforzaban aún más ese carácter. El hotel era pues, en sí mismo, un polo de atracción, con lo cual no tenía que aproximarse a puertos, estaciones, o zonas de paso, como otros esta- blecimientos hoteleros; el Reina Cristina no lo necesitaba, jugaba en otra categoría. La planta con que aparece representado en el documento que estamos analizando no pare- ce muy fidedigna, ya que tanto el antiguo edificio -el hotel se quemó en 1928 recons- truyéndose luego con un piso más- como el nuevo, que se edificó siguiendo básicamen- te el modelo del incendiado, tenían los extremos de las alas de la fachada que se orien- taba hacía el mar formando un ángulo oblicuo con el tramo central, forma que no se aprecia en el dibujo. El único elemento que parece totalmente inventado es otro amplio edificio que se dibu- ja junto al borde sur del plano -no tenemos constancia de ninguna edificación de ese tamaño- y dedicado, según la leyenda del plano, a casino o club social, en ese sitio. Su incursión en la cartografía se debe a que en ese momento existía un proyecto que, a juicio del realizador del plano, no tenía riesgo de ser dibujado porque seguro que se construiría; no fue así en este caso, el Gran Casino de Algeciras, del que conocemos su majestuosa traza por una postal que editó la empresa que pensaba construirlo, se quedó solamente en la fase de cimentación. Sí se realizó en cambio, usándose como casino, otra interesante edificación construida sobre el mar, junto al acantilado del camino de acceso al hotel Reina Cristina, a modo de gran palafito. Se trata, como indica su nombre, del Kursaal. Su disposición espacial, lo curioso de su estructura y su espectacular emplazamiento nos llevan a plantearnos si este espacio fue concebido primeramente como casino. Apunto la posibilidad de que, dentro del ambicioso plan de espacios de ocio y de infraestructuras desarrolladas en torno al hotel,158 el casino hubiera estado situado, en proyecto, como hemos visto en el sitio apun- tado en el párrafo anterior; siendo a su vez más lógico que este espacio estuviese planteado como club, con salón de baile, restaurante, etcétera. Todo ello contemplando las aguas de la bahía, con una idea de fondo, de desarrollo de deportes náuticos, en fin, todo muy fino y sobre todo muy exclusivo. Lo ambicioso del proyecto del gran casino debió obligar a adaptar este espacio para un uso, que si bien no era exactamente el previsto, tampoco hubo mayores problemas para asumirlo.159 La prohibición del juego en tiempos de la dictadura

158.Se llegó a plantear por la entidad concesionaria del Casino Balneario la solicitud de licencia para abrir una escuela de aviación civil en febrero de 1911. Aunque se dieron los permisos, se ejecutaron los consiguientes trabajos de acondiona- miento con rapidez y se procedió a la inaguración con asistencia de las autoridares; en junio de ese mismo año la presión bri- tánica, que no quería tener tan cerca de Gibraltar una base de aviación, hizo que el Gobierno español suspendiese su fun- cionamiento pretextando que no se habían solicitado todas las licencias. PÉREZ PETINTO: Op. cit. p. 174. 159. En la solicitud de terrenos y autorización, se expresaba ese matiz “naútico”; en el escrito de Mr. Jorge Croisée B Ancourt 1910 se solicitaba al Ayuntamiento permiso para construir un Casino Balneario en la playa del Chorruelo. El régimen de explotación era bastante beneficioso para la ciudad ya que el término de los primeros ocho años de explotación el edificio y todos sus enseres y mobiliarios pasaría a ser de la libre propiedad del Ayuntamiento, quien a su vez, lo arrendaría a la socie- dad representada por Mr. Jorge Croisée durante el período de doce años mas, por el precio de mil pesetas anuales en estos seis primeros años y mil quinientas pesetas también anuales los seis siguientes. Ibidem. p. 174

95 de Primo de Rivera hizo que este espacio dejara de funcionar como casino en los años vein- te. En él se instaló el instituto de segunda enseñanza, hasta que el edificio se destruyó en un incendio en 1942. Entre este edificio y el hotel hay dos caminos paralelos a distintos niveles, uno que reco- rre el litoral desde la desembocadura del río, transcurriendo a nivel de la playa del Chorruelo para ascender finalmente hasta la planicie del hotel y otro que, partiendo de ese punto, donde se encuentra la entrada actual, recorría la meseta de la Villa Vieja por el borde. Desde ese punto de unión de los dos caminos partía una tercera ruta que bordeaba la Villa Vieja por el sur, paralela a los restos de la muralla, que conectaba finalmente con el barrio anteriormente descrito. Todas esas rutas, menos la de la playa, estaban trazadas sobre antiguos caminos que ya vimos en el plano de 1857 y permanecen en el callejero actual. Entre las dos calles paralelas al mar aparece señalada en el plano una construcción mili- tar: una caseta de carabineros, situada en ese otero junto al camino alto. Al norte de este puesto, a caballo entre los dos caminos, se situaban en estos años las grandes casas cons- truidas en terrazas habitadas en la mayoría de los casos por foráneos, especialmente gibral- tareños, de cierto nivel económico. La condición adinerada de los residentes en esta parte de la ciudad hace que la mayoría de las mejoras urbanas producidas en el barrio sean auto- financiadas, ocurre así por ejemplo cuando los vecinos reclaman una conexión entre el camino del Chorruelo y el camino alto -marqués de la Ensenada- para lo cual se solicita la construcción de una escalerilla que partiendo de la calle San Nicolás bajara hasta el mar. El ayuntamiento negó la financiación pero dio permiso para que la obra fuese costeada por los vecinos.160 El trazado de esta nueva vía aparece ya consignado en el plano que analizamos, al igual que la calle San Nicolás, que será otra de las novedades de interés. En esta calle se constru- yeron también importantes mansiones; de hecho, durante la celebración de la Conferencia tres de las embajadas de los países participantes se alojaron en ellas. Esta circunstancia fue aprovechada por los vecinos para acometer algunas mejoras que fueron financiadas a medias con el ayuntamiento. El poder económico de los residentes posibilitó que temas que resul- taron muy complejos para el resto de la población, como la acometida y el saneamiento de aguas,161 en esta zona se llevarán a cabo con prontitud con financiación propia. Es más, en un alarde filantrópico, un vecino de esta calle -Adolfo E. Ruggeroni- se encontraba en esas fechas dispuesto a pagar de su propio bolsillo dos fuentes públicas, una situada en la escale- rilla antes mencionada y otra en la zona obrera de los Barreros.162 La calle San Nicolás desemboca en otra que también aparece perfectamente trazada en estas fechas es la calle del Recreo,163 que después pasó a llamarse Alexander Henderson

160. ARANDA y QUILES: Op. cit. p. 84. según documentación procedente del Archivo de Museo de Algeciras. 161. PÉREZ-PETINTO: Op. cit. pp. 244-249. 162. Documentación procedente del Archivo de Museo de Algeciras transcrita por ARANDA y QUILES: Op. cit. pp. 267-8. 163. Se llamó así por una huerta con ese nombre situada en esa parte de la Villa Vieja y que era propiedad a finales del XIX de otro gibraltareño: Luis Lombard.

96 FOTOGRAFÍA AÉREA DE ALGECIRAS EN 1923. COLECCIÓN DE IRENE SALVO. ALGECIRAS. en honor al empresario responsable de la venida del ferrocarril y de la construcción del hotel. Junto a esta calle se situaba la capilla protestante, que atendía las necesidades espi- rituales de los clientes del hotel y de algunos de los vecinos de esta parte de la ciudad. El espacio comprendido entre esta calle y su paralela a nivel inferior -el callejón de la Vieja- aparece en el plano urbanizado casi en su totalidad, tan sólo un pequeño espacio, justo a la altura de donde llega la calle San Nicolás, está libre de edificaciones. El resto de la Villa Vieja que nos resta por analizar no presenta mayores novedades en planta, aunque obviamente sí cambiaron las edificaciones sobre todo en la parte corres- pondiente a la banda del río. En esta zona se construyeron los hoteles Anglo-Hispano y Londres -que más tarde se llamó Término-, la cual, convertida en nudo de comunicacio- nes por los puentes y recorriendo el tren la orilla del río, debía tener un aspecto bullicio- so y cosmopolita en esta primera década del siglo. Para analizar el desarrollo de la ciudad durante los años 20 contamos por primera vez con un tipo de documentación de gran interés para el estudio de la evolución urbana, se trata de la fotografía aérea. En ella se consigue con total fidelidad la imagen de la ciudad en un momento concreto. Si el punto de vista es oblicuo, como ocurre en estas primeras fotos realizadas desde aviones, conseguimos en una sola representación tridimensional una imagen que nos sirve tanto para estudiar la planta como, siempre que la nitidez de la ima- gen lo permita, para analizar los alzados de las distintas edificaciones urbanas.

97 Las fotografías de las que tengo noticias proceden de dos momentos diferentes, la pri- mera está tomada probablemente en 1923, y con el mismo negativo se hizo una postal rea- lizada en papel fotográfico.164 Las otras son de 1929, y se encuentran en el Museo Municipal de Algeciras. El origen de estas últimas es curioso, ya que son una donación de un familiar de un antiguo miembro de la Royal Air Force, que, al parecer, se quedó con estas copias procedentes sin duda del espionaje aéreo al que han estado sometidos los alre- dedores de Gibraltar por parte de la aviación británica. La primera de ellas es una fotografía realizada desde un punto muy próximo a la ciu- dad con la visual en dirección noroeste. Lamentablemente en la porción que aparece en la imagen solo está la parte norte de la ciudad; no aparece nada de la Villa Vieja, del río y de la parte de la Villa Nueva más próxima a éste. Esto nos impide ver las transformaciones que se han hecho en torno al río, desde la realización del plano anterior. Quizá la de más envergadura sea que el tránsito de una parte a otra de la ciudad está en precario, tenién- dose que cruzar por un puente provisional de madera, ya que el Puente Viejo, fue derrui- do poco después de la realización del nuevo, pero la precariedad de la construcción de éste tuvo como consecuencia que una crecida del río con motivo de las fuertes lluvias de 1920 socavase su cimentación y quedase en estado ruinoso. Si comenzamos nuestro análisis por la parte superior izquierda vemos todavía exento el cuartel de Artillería de Montaña, que ya aparecía en el plano analizado anteriormente aun- que ahora se pueden vislumbrar una serie de edificaciones que se adosaron al camino que lo conectaba con la ciudad: son las edificaciones más antiguas de la actual calle María Auxiliadora. Más a la derecha aparece también otra serie de inmuebles que tampoco se encontraban en el plano realizado en torno a 1910, son casas que se sitúan en un antiguo camino que aparecía en el plano levantado por la brigada topográfica en 1857, donde se encontraba una de las fuentes que desde antaño abastecían a la ciudad, y que en 1905 fue restaurada.165 Esta ventaja en cuanto al abastecimiento de agua debió ser determinante para que estas construcciones fueran formándose en esta zona, constituyendo el trazado de la calle Fuente Nueva. Próximas a éstas se sitúa otro grupo de edificaciones en la orilla exte- rior del secano. Dentro de estos «barrios» que se han atrevido ya a dar el salto de esa muralla virtual que conformaba el límite de la compacta agrupación urbana situada en el antiguo núcleo norte de la ciudad medieval, hay que señalar la agrupación de viviendas formada más arriba de la fábrica de electricidad, en el otro lado de la carretera, este arrabal se conocerá como el «Hotel Garrido». Durante esta década se comienza a formar aquí uno de los barrios más 164. La fotografía pertenece a la colección de Irene Salvo, a quien agradecemos que nos haya facilitado su estudio. En la misma colección existe un ejemplar de la postal remitida desde Marruecos con fecha de 23 de enero de 1924. Del texto pare- ce deducirse cierta vinculación del remitente con la autoría de la fotografía. Como el proceso de conversión a postal, aun- que estuviera hecha en papel fotográfico, requiere cierto tiempo nos parece que debía estar hecha en el año 1923. 165. Una inscripción colocada en la fuente hacía mención a este suceso: «Esta fuente se inauguró el día 15 de Mayo de 1905 después de colocada la nueva tubería de hierro, cuyos trabajos han dirijido el Teniente de Alcalde Don Juan Sánchez Gil y el Concejal Don José Castillo Durán, siendo Alcalde Presidente del Exmo. Ayuntamiento Don Manuel Pérez Santos.»

98 deprimidos de la ciudad, que, con un deje de ironía que será utilizado en otras ocasiones para designar otros barrios y otros elementos de la ciudad, recibirá este pomposo nombre. El punto de vista de la fotografía nos permite conocer la estructura interna de la plaza de toros, formada por un graderío coronado por una galería porticada de columnas, que iba recorriendo los lados del polígono interno de la plaza marcando un ritmo de cuatro arcos sostenidos por columnas en cada una de sus caras, colocándose en el ángulo una pilastra más ancha que cambiaba la dirección. Las columnas del coso pasaron, tras su demolición en 1975, a decorar el antiguo camino de entrada al parque de las Acacias. Toda esta zona norte de la población definida desde el siglo pasado como zona de recreo de la ciudad incrementa aún más en estos años ese carácter lúdico; a la presencia -ya vista en la documentación anterior- de la plaza de toros, la Alameda y el paseo de Cristina se suma ahora la presencia del Pabellón del Casino, después llamado Casino Cinema. En este caso se produce -sin conocer en profundidad los detalles- una apropiación de suelo bas- tante escandalosa, sólo explicable por ser la sociedad promotora la representación de la clase dominante de la Algeciras de esos años. Es el paso de una instalación provisional, una caseta de feria, a un edificio permanente que, además por su posición en la zona central de toda esa amplia avenida que recorría el norte de la ciudad, rompía totalmente la pers- pectiva de la plaza de toros y de la, elogiada por Pérez-Petinto, «visualidad» de la feria, que se seguía celebrando por allí. No es extraño que al mencionar este edificio lo convirtiera en el centro de todas sus fobias.166 Dentro del incremento de las propuestas lúdicas por la zona, la más significativa, por lo que representa sobre el cambio de gustos, es el campo de fútbol del Calvario, que se aprecia detrás del edificio anterior. Desde ese mismo año de 1923 se había autorizado cer- car con una valla portátil ese espacio, aunque a principios de mayo la superficie había de quedar libre para que se acomodaran las instalaciones de la feria. A su lado se ve una cons- trucción alargada que albergará otro espacio de ocio construido en 1915, se trata del Salón Imperial, conocido popularmente por Villalatas,167 debido a la modestia de sus materiales de construcción. Si seguimos el recorrido visual por los límites urbanos de la población, a la derecha de la fotografía apreciamos que el número de edificaciones que aparecen entre el Cuartel del Calvario y el Fuerte Santiago se acrecientan notablemente. En estos años parecen formar ya un solo conjunto y los barracones militares llegan hasta la actual calle Capitán Ontañón. La causa de este incremento puede estar en la guerra de Marruecos. Desde el comienzo del

166. La Sociedad Casino de Algeciras montaba desde 1880 según Pérez-Petinto «una magnífica caseta de madera donde cele- braba sus bailes con la concurrencia de lo más selecto de las sociedades de Gibraltar, San Roque y esta Ciudad, los planos de esta preciosa caseta así como la dirección de los trabajos en su instalación fueron debidos a Don Federico Mendicuti y Surga, Teniente Coronel Jefe de la Comandancia de Ingenieros de esta Plaza; esta caseta muy justamente elogiada por propios y extraños, persistió hasta el año 1914, último que se colocó para dejar lugar al antiestético edificio actual, que propiedad de la Sociedad no ha cubierto ninguno de los fines que se propusieron, al contrario, su fábrica maciza y falta como se deja dicho de estética, ha restado al paseo de la belleza y armónico conjunto que tenía». Op. cit. p. 178. 167. DELGADO GÓMEZ, Cristóbal: Algeciras en Blanco y Negro. Op. cit. p. 218.

99 FOTOGRAFÍA AÉREA DE ALGECIRAS EN 1929. MUSEO MUNICIPAL DE ALGECIRAS. conflicto, Algeciras se convierte en un punto importante de embarque de tropas con des- tino a África, lo que implicó el aumento de instalaciones donde albergarlas. En el interior del uniforme caserío algecireño de estos años es más difícil discernir nove- dades. Aguzando mucho la vista se puede ver -para completar la oferta lúdica- la fachada del Teatro Principal en la calle Ancha, de un tono algo más oscuro que los dos edificios de los lados. Esta sala se derruirá pocos años después, en 1927. Las dos plazas se localizan más fácilmente: la plaza Alta mantiene aún el obelisco, que se demolió -no sin dificultades- en el año 1926.168 En la baja se aprecia con comodidad la estructura interna de los puestos que conforman el mercado de abastos en esta fecha. El borde costero de la ciudad nos sorprende con una serie de construcciones cimenta- das directamente sobre el mar. Teniendo en cuenta la agresividad del mar sobre esta costa en bastantes momentos del año, este detalle puede interpretarse si no como resultado exclusivo del aumento demográfico,169 que en estos años comienza a producirse aunque no a niveles excesivos, sí como evidencia de que el valor, que comienza a tener el suelo en algu- nas partes de la ciudad, compensa el riesgo y la incomodidad de estas edificaciones. En esta zona se ubicó la central eléctrica antes mencionada y también una fábrica de sifones.170 Esta situación limítrofe y próxima al mar, convirtió el entorno de las calles Muro y Murillo171 en

168. En su demolición hubo de emplearse dinamita, a pesar de su supuesta ruina. PÉREZ-PETINTO: Op. cit. p. 213. 169. En la fecha en que se realiza la fotografía Algeciras tiene unos 20.000 habitantes. TORREMOCHA SILVA, Antonio & HUMANES JIMÉNEZ, Francisco: Guía escolar de Algeciras. Algeciras, Delegación Educación del Ayuntamiento de Algeciras. 1985, p. 268. 170. DELGADO GÓMEZ, Cristóbal: Cosas de Algeciras. Op. cit. p. 40. 171. La conexión de esta calle con la plaza Alta no se produce hasta 1954, cuando se derriba el bar la Taurina. En origen el nombre de la calle no es un homenaje al pintor sevillano, sino un diminutivo de Muro, nombre de la calle con la que se conecta, y que hacía mención a su carácter limítrofe.

100 FOTOGRAFÍA AÉREA DE ALGECIRAS EN 1929. MUSEO MUNICIPAL DE ALGECIRAS. una zona un tanto marginal, donde se situaban algunos terraplenes que descendían brus- camente hasta el mar que se aprecian con nitidez en la imagen. El poco respeto que la ciu- dad ha tenido tradicionalmente por su entorno litoral los transformó en improvisados basureros hasta la mitad del siglo. Las otras fotografías aéreas de esta década forman una serie en la que se nos ofrecen varias vistas a distintos niveles de aproximación. La primera que voy a analizar está hecha desde un punto de vista bastante distante, sobre la bahía a medio camino entre Gibraltar y Algeciras. En ella aparece la ciudad vista desde el este, ofreciéndosenos todo su frente lito- ral. Aunque lógicamente la imagen no nos sirve para apreciar detalles concretos sí se pue- den apreciar en ella algunos temas de gran interés. Lo que aparece más próximo al obser- vador es el dique norte que se ve todavía en obras, aunque con gran parte de su trazado ya realizado. Se aprecian perfectamente en la imagen las grandes grúas que intervenían en la construcción. Ésta fue una obra realmente faraónica, que, tras su ejecución, provocó que se incre- mentase la velocidad de desarrollo del puerto. Las obras se iniciaron en 1921 y duraron once años. Su construcción generó a su vez que se realizase un ferrocarril de vía estrecha desde la cantera de los Guijos hasta la playa del Saladillo. Durante unos años las piedras necesarias para la construcción se traían en barcazas hasta la Isla Verde, punto de origen del dique. Aquí se instalaron los talleres donde se trabajaban los bloques de piedra. En la foto- grafía se aprecia ya el puente de conexión con la Isla Verde, construido poco antes, en

101 1926. El puente permitía que el proceso de traida de material fuese más eficaz, ya que lo que hacía era continuar el trazado de la vía del ferrocarril hasta la Isla Verde. Otro detalle de interés que nos permite apreciar la fotografía es que en estos momen- tos no existe el muelle de madera construido por la compañía del ferrocarril, prolongando el margen derecho del río en la desembocadura. Éste se hallaba tan deteriorado que en 1928 tuvo que ser derribado. El muelle de la orilla izquierda ha crecido sin cesar desde que comenzara a ampliarse en 1913. En el momento en que se toma la fotografía se encuentra -al igual que el resto del conjunto portuario- en obras. La distancia a que está tomada la fotografía nos impide ver algunos detalles de interés, en este año se encuentra ya funcio- nando en ese muelle la estación marítima. Suponemos que el derribo del antiguo muelle de madera, que era el punto habitual de entrada de pasajeros, precipitó un traslado inme- diato. Para su construcción se adaptaron dos estructuras preexistentes. Las naves adecua- das a su nuevo uso fueron inauguradas en 1928. En la lejanía se ven los dos tramos del acueducto, el del Cobre y el más próximo a la ciudad, que aparecen todavía en perfecto estado de conservación. La distancia de la toma impide destacar otros detalles de interés, especialmente en la Villa Vieja, ya que de la Villa Nueva nuestro espía realiza una segunda toma, mucho más próxima a la ciudad y desde una altura considerablemente elevada. En la Villa Vieja se aprecia con mucha dificultad el edificio emblemático de la zona: el hotel Reina Cristina, que debía de estar a punto de vol- verse a inaugurar, ya que como dijimos se quemó el año anterior a la toma de esta foto, pero se reconstruyó con una planta más. En la segunda foto de esta serie, si comenzamos el análisis por la izquierda, observamos como punto de interés más cercano al espectador las obras que también se están realizan- do en ese momento en el muelle de la Galera. Al final del mismo se ve con nitidez la estruc- tura pentagonal del puerto pesquero. Situado junto a la Marina, se cerraba por un lado por un pequeño dique que partía de tierra, de un punto situado algo más al norte de la anti- gua Pescadería. La similar estructura del edificio que la sustituyó se aprecia claramente detrás de este saliente. Este subpuerto quedaba limitado por el otro lado por el muelle Villanueva, cuyo dique llegaba por mar hasta la misma distancia del que partía de tierra. En la parte de río se aprecian dos puentes nuevos, uno prácticamente a la misma altu- ra que el muelle Villanueva, es decir en un punto que en el perfil del litoral antiguo ya se encontraría en el mar. Más arriba se encuentra el nuevo puente de la Conferencia, realiza- do en 1926 con bastante más solidez que el anterior; de hormigón armado y un solo arco, con la suficiente apertura como para que pudiese soportar cualquier crecida. Una de las novedades de más interés que aparece en la fotografía es el hotel Sevilla, el edificio más alto de Algeciras durante algunos años. Construido sobre el solar de la anti- gua Aduana, se sitúa sobre la orilla del río, dando su otra fachada a la calle José Santacana. Edificado entre 1922 y 1925 fue una interesante obra del arquitecto madrileño Emilio

102 Antón.172 En la imagen se puede apreciar el templete que coronaba el cilindro que forma la esquina del edificio, y que perdió no hace demasiados años. En ese mismo borde izquierdo de la imagen aparece una pequeña porción de la Villa Vieja, aunque no lo suficiente como para hacer alguna aportación con respecto a las nove- dades urbanísticas realizadas en este entorno. Un poco más arriba se observa que el barrio que se ha ido formando entre el camino de Getares y la carretera hacia Tarifa ha aumenta- do considerablemente de tamaño. En esta zona de Los Barreros, además de viviendas, y debido a que el precio del suelo en este área no era caro, se nota una presencia importan- te de grandes edificios en los que se albergaban las empresas ubicadas en esta especie de prototipo de polígono industrial. Algunas de ellas aparecen en el otro lado de la actual calle Eladio Infante, zona que estaba sin urbanizar en el último documento que tratamos. Estas grandes naves aparecen también más al oeste, en el otro lado de la carretera en una situa- ción más próxima al río. Quizá uno de los datos de más interés que aparecen en la fotografía es que en este momento se está formando lo que actualmente es la calle Andalucía. Una vez más surge la nueva calle sin ningún tipo de planificación, las casas se construyen junto a un antiguo camino que aparecía ya en el plano de 1857. Esta forma de crecimiento de la ciudad adap- tándose a antiguos caminos o a vías pecuarias, serán el rasgo más característico de la expan- sión de la ciudad en el siglo XX. En esta centuria Algeciras es tierra de oportunidades y, aunque obviamente no es la Panacea, sí se encontrarán aquí más posibilidades de subsis- tencia que en otros muchos pueblos de Andalucía, especialmente los que tradicionalmen- te estuvieron ligados a un sistema económico que dependía exclusivamente de la agricul- tura de régimen latifundista. A lo largo del siglo distintas oleadas de población desfavore- cida vienen a buscarse la vida, estos grupos que llegaron sin ningún tipo de recurso ocu- paban los lugares que podían; aquellos que por ser de todos no eran de nadie. Caminos, vías pecuarias y hasta el cauce de los ríos serán el territorio a ocupar por una masa desfa- vorecida que evidentemente no tenía entre sus preocupaciones la del crecimiento urbano ordenado ni la de la estética de las nuevas edificaciones. Éstas pasarán de ser absolutamen- te precarias en un primer momento, a ir transformándose con el paso de los años en fun- ción de la mejora de las condiciones socioeconómicas de los ocupantes. Esta forma de cre- cimiento casi orgánico marcará el urbanismo algecireño del XX, y hace que el incremento y la distribución de la ciudad por el paisaje se haga totalmente previsible. En la fotografía se observa también cómo surge en estas fechas la calle de los Arcos, cuyas casas se adaptan -como no- a otro antiguo camino que igualmente aparecía en el plano de 1857. Junto a ella se aprecian los hangares del ferrocarril. Al otro lado de la vía, junto al acueducto todavía intacto, se observa una manzana rectangular totalmente ocu- pada por edificaciones. Es la delimitada por los propios raíles, los arcos de la conducción de agua y lo que actualmente es la calle Pablo Díaz. Son edificaciones dedicadas a almace-

172. DELGADO GÓMEZ, Cristóbal: Algeciras en Blanco y Negro. Op. cit. p. 71.

103 nes y naves industriales, entre los que se vislumbran edificios que aún se conservan, como la antigua corchera, que por su interesante tipología de arquitectura industrial de fin de siglo se ha incluido como edificio a conservar en la valoración realizada por el último catálogo. Desde allí y camino a la estación se aprecia el recorrido del río, que el tren debía salvar mediante un puente antes de llegar a la estación. En la confluencia de caminos, que for- man las actuales calles Agustín Bálsamo y Santo Domingo Savio y el que se dirige hacia el oeste a las edificaciones antes mencionadas atravesando el río, se advierte ya la presencia de edificaciones en medio de la isleta. Pasando la estación, en el comienzo de Agustín Bálsamo y el Secano, se aprecia otro espacio con presencia de arquitecturas industriales. En este momento está construido ya el módulo de tres plantas de la fábrica de harinas de Bandrés. En esta zona debía existir tam- bién una fábrica de curtidos,173 donde se estableció unos años más tarde el primer colegio de los Salesianos, solar en el que se construyó después la actual parroquia del Carmen. Si seguimos nuestro recorrido por el Secano hacia el exterior vemos que son ya muchas las zonas al otro lado del camino que aparecen con edificaciones. Habitualmente son de viviendas pero también aparece en algún punto un edificio industrial, como la nave -que todavía se conserva- construida en la perpendicular de la calle San Antonio, que no apare- cía en la fotografía del año 1923. En este lado de la calle unos metros más arriba aparece una interesante edificación que aún se conserva: el patio de San José, construida en 1927 supone una superación del modelo tradicional de casa de vecinos, adaptándolo a los nue- vos tiempos. La construcción es un reflejo del cambio de mentalidad que se produce en la arquitectura destinada a la clase trabajadora a principios del siglo XX. Es el caso del patio de Soto, visto anteriormente, y de éste mismo, productos de una corriente avanzada den- tro de la arquitectura andaluza con una gran preocupación social y de respeto a la tradi- ción constructiva del sur. Su estructura tiene cierta vinculación con modelos sevillanos como los pasajes de Valvanera y de Calderón Quijano. En él vemos cómo las conquistas de la arquitectura de la casa de vecinos se sublima, confundiéndose totalmente la considera- ción de casa y de calle. En la parte comprendida entre el cuartel de Fuente Nueva y la plaza de toros, no se aprecian novedades significativas con respecto a la fotografía aérea anterior. Quizá el espa- cio de más interés, aunque todavía esté sin urbanizar, quede algo más arriba. En la foto- grafía se aprecia por encima de esta zona urbanizada de la calle Fuente Nueva el recorrido de varios caminos -a los que todavía no se les ha adosado ninguna casa- pero que están tra- zando perfectamente la posición de las principales calles de la zona en el callejero futuro, y confirmando la pauta de crecimiento dendrítico mencionado con anterioridad. Por enci- ma del cuartel se aprecia el recorrido de lo que después será la calle Clemente XI bordean- do la loma, este camino desemboca en un cruce: la actual plaza de España. Aquí encon-

173. DELGADO GÓMEZ, Cristóbal: Algeciras en Blanco y Negro. Op. cit. p. 52.

104 tramos alguna construcción (serán las únicas en toda zona de lo que después se llamará La Bajadilla existentes en este momento). Desde el cruce salen, además del mencionado, otros cuatro caminos sobre los cuales se formaron las calles Cid Campeador, Santa María Micaela, avenida de la Cañá y San Francisco. Más a la derecha al otro lado de la carretera general se aprecia la disposición triangular que adopta el barrio del Hotel Garrido. Las modestas viviendas se agrupan en torno a la carretera y dos caminos sobre los que después se formarán las actuales calles Séneca, con- tinuando el camino que viene de La Bajadilla, y Ramón Puyol. Siguiendo nuestro recorrido por el exterior de la ciudad, sus novedades constructivas por el norte se pueden apreciar en esta toma mucho mejor que en la fotografía de 1923. En esta imagen se contempla con exactitud la disposición de los diferentes componentes de esta especie de «polígono lúdico», aquí se comprende el juicio negativo de Pérez-Petinto hacia el Casino Cinema, ya que rompe totalmente la perspectiva ascendente de la Alameda, que finalizaba en la plaza de toros. Por delante del Casino Cinema se distingue otra edifi- cación que suponemos que también estaría dedicada a actividades de ocio. Unos años más tarde, en ese mismo lugar, se edifica, con mayor volumetría que el edificio que aparece en la fotografía el cine Almanzor. La Alameda aparece en estos momentos completamente des- provista de vegetación, de lo que se deduce que en esta fecha tenía un uso exclusivamente pensado para la celebración de la feria. En su planta se observa una retícula que supone- mos marcaría la posición de las casetas durante la celebración de los festejos. En estas fechas se varía la escalera de entrada a la feria.174 En cuanto al campo de fútbol, situado más a la derecha, en la imagen se aprecia cómo el terreno de juego se acerca a las vallas sur y este del recinto, dejándose la parte de terra- plén necesaria para allanar el terreno dentro de las otras dos vallas, de tal forma que -al igual que un teatro clásico- el desnivel del terreno se aprovecha como graderío. El parque sigue conservando todavía su clásico trazado, aunque hay que señalar una importante novedad; justo en este año de 1929 el Ayuntamiento se decide por fin a expro- piar los jardines particulares, dada la fuerte presión de la ciudadanía ante la aparición de nuevos chalets en los parterres semiprivados, el último de los cuales se construyó en 1925. 175 También se decidió en este año incluirlo en un plan de obras que suponía el cerramiento de todo su perímetro con una verja de hierro y un nuevo trazado. En la fotografía se puede apreciar en su extremo norte, junto a la calle Capitán Ontañón, la casetilla, que todavía se conserva, que hace las veces de transformador eléctrico. En la imagen se aprecian con toda precisión la estructura del fuerte Santiago -recorde- mos el interés de los militares británicos en el documento que analizamos- y del cuartel de Calvario. Al aparecer con tanta nitidez y en primer término el borde costero de la ciudad,

174. Según nos informa Pérez-Petinto en 1929, rigiendo el municipio el alcalde D. Laureano Ortega Arquellada, se refor- mó la entrada a la feria, rellenándose el desnivel existente entre el paseo y el Parque y variándose la escalinata de entrada. Op. cit. p. 179. 175. Ibidem. p. 238.

105 la fotografía se convierte en una fuente excepcional para conocer la disposición del extre- mo nordeste de las fortificaciones medievales del núcleo norte. En esta fecha se conserva aún una importante porción de la muralla. La calle Baluarte solo está edificada en su lado interno, entre esta calle y el mar apare- ce tan solo el terraplén de descenso, que suponemos tendría igualmente un aspecto de basurero, y todavía no tenía ninguna construcción. Esta zona, por ese carácter limítrofe y sobre todo por su proximidad a la zona de los cuarteles, fue una zona habitual de prosti- tución, con lo que el atributo de marginalidad era continuo en todo el contorno costero de la ciudad. El documento nos sirve también para conocer la estructura de dos edificios próximos y de cierta importancia en la Algeciras del 1929 que hoy están desaparecidos: el cuartel de Escopeteros y el convento. En la fotografía se nos muestra la fachada de levante del cuar- tel; frente a ella había una modesta construcción que apenas si se aprecia, que hacía las veces de cuadra. A los dos lados de este espacio, que en la fotografía aparece casi como una plaza, se situaban la calle Trafalgar y la calle Álava. La calle Trafalgar partía del cuartel y daba acceso al cuartelillo situado sobre el Peñón Cuadrado, con posterioridad fue el nom- bre que se le dio a la totalidad de la calle que, siguiendo esta dirección, se trazó sobre el cuartel y los claustros del convento para finalizar frente al Ayuntamiento. Una de las novedades existentes en esta fecha es que la planta baja de la casa consisto- rial albergaba, desde 1925, la biblioteca municipal algecireña. Institución auspiciada por el que fuera secretario del ayuntamiento algecireño, cronista oficial de la ciudad y autor de una interesante historia de Algeciras: don Manuel Pérez-Petinto y Costa. Al igual que en la fotografía del año 1923 es difícil apreciar elementos significativos en el interior de la ciudad. Sin embargo, a pesar de la dificultad, si nos fijamos mucho en el centro de la plaza Alta vemos que ya no está el obelisco. Este elemento fue destruido en el año 1926, y aunque en un primer momento se dejó libre el centro de la plaza, poco des- pués se le colocó el adorno que aparece en la imagen: una farola colocada sobre un senci- llo pedestal de ladrillo rojo.176 Esta imagen es una de los pocos documentos en el que -con complicación- se puede ver. Aunque no se puede particularizar mucho más, el documento nos sirve, dada la pers- pectiva elevada de la toma, para hacer un análisis de la estructura general de las viviendas y de las manzanas de la ciudad en 1929. La Algeciras que vemos desde el aire es una pobla- ción abigarrada, densamente ocupada en toda la porción comprendida por el antiguo núcleo norte de la ciudad medieval. La tipología de edificación es normalmente la de un sencillo edificio de una sola planta con cubierta a dos aguas. En las zonas cuyo suelo tenía mayor cotización el volumen se eleva a dos e incluso tres pisos, siendo muy raras las edifi- caciones que superan esta altura. La excepción está en el anteriormente mencionado hotel 176. La demolición se produjo siendo alcalde Joaquín Bianchi Santacana. A la farola sobre el pedestal de ladrillo se le deno- minó popularmente La Cocina Económica con lo que se ironizaba sobre la modestia de su diseño y de los materiales con la estaba realizada. Ibidem. p. 113.

106 Sevilla, con semisótano y cuatro plantas más. Raramente se aprecian cubiertas con azote- as, con poca tradición en la zona por ser ineficaces en condiciones de una relativamente alta pluviometría como son las del Campo de Gibraltar. En el interior de las manzanas de viviendas, algunas de gran extensión, se aprecian muchos patios; algunos, pequeños patios de luz; otros, patios de viviendas particulares y, en otros casos, patios de vecinos. Ésta fue una solución para ocupar el extenso espacio inte- rior de algunas manzanas de viviendas, que, teniendo poco interés para los algecireños con recursos, eran una interesante solución al problema de vivienda de los grupos sociales con menor capacidad adquisitiva. Sin fachadas a la calle pero construidos en zonas céntricas, posibilitaban la utilización de los infrautilizados espacios internos de la manzanas. Tan sólo se requería un pasillo de acceso a la calle, ensanchándose el espacio en el patio en el que se distribuían alrededor las humildes viviendas, normalmente con un solo vano al exterior - la puerta-, contándose, en el mejor de los casos, con una única ventana. La década de los años treinta es turbulenta en Algeciras al igual que en el resto de España. Dejando a un lado estos acontecimientos que se han tratado en el capitulo ante- rior, diremos que, a pesar de las agitadas circunstancias que rodearon a estos años, se pro- ducen, en el tema que nos atañe, algunas novedades de interés. En materia de infraestruc- tura portuaria diremos que en 1932 se terminan, después de once años de trabajos, las obras del dique norte. En esas mismas fechas se comienza a construir un muelle que comenzaba en el mismo punto donde se situaba el de madera construido por el ferrocarril, pero el nuevo se doblaba a poca distancia continuando paralelo a la costa, formando de esta forma un pequeño subpuerto a la derecha de la desembocadura del río. En 1931 se construye el Instituto de Higiene edificio que ocupa en la actualidad la Policía Municipal en la esquina del Secano con Blas Infante. En ese mismo año se produce en Algeciras, como en otros muchos puntos de la nación, la quema de iglesias, triste acontecimiento que malogró gran parte del escaso patrimonio artístico que se encontraba en los edificios religiosos de la ciudad. En el año 1934 se crean, después de dos siglos de vida de la ciudad renacida, la segun- da y la tercera parroquia. Hasta ese momento la Palma se encargaba en exclusiva de la aten- ción espiritual a los feligreses algecireños. Las nuevas parroquias serán el Carmen y San Isidro. El Carmen va a tener su sede hasta la década de los sesenta en San Antón, la capi- lla del hospital de la Caridad. San Isidro se ubicó en la parte alta del barrio en un solar del que hemos hablado en varias ocasiones, donde estuvo el antiguo alcázar musulmán. Se comenzó a construir allí una capilla a finales del XVIII, con las aportaciones de los vecinos de la Matagorda, del Ayuntamiento y del Obispado. En 1820 se paralizan las obras y se dedica a almacén. Posteriormente se usa como escuela, como ya vimos al analizar el primer documento que tratamos en el siglo XX, hasta que en este año de 1934 se localizó allí la tercera parroquia de Algeciras.

107 La aportación más notable de la década y una de las de más interés del siglo será el actualmente conocido como mercado Torroja. Realizado entre los años1933-35, tenía y sigue teniendo utilización como plaza de abastos. Se trata de un edificio singular por su peculiar estructura, con planta octogonal cubierta con una gran cúpula de membrana de tirantes de hormigón con una abertura circular en el centro. Como en el Panteón de Roma el grosor de la cubierta disminuye a medida que nos acercamos al centro que, a diferencia del edificio mandado construir por Adriano, se cubre con cristales fijados entre nervios de hormigón. Las soluciones dadas a esa cubierta, que se apoya tan solo en los ocho pilares del perímetro, es brillante, especialmente si tenemos en cuenta la fecha de su realización. Dentro del panorama general de la arquitectura española del siglo XX se considera una obra imprescindible, que tuvo como consecuencia que se comenzase la renovación del len- guaje formal utilizado por los arquitectos. Para ello fue necesaria la colaboración entre un brillante ingeniero, Eduardo Torroja Miret y un magnífico arquitecto, Manuel Sánchez Arcas. La arriesgada propuesta de la cubierta se vio en todo momento respaldada por la fiabilidad que le daba al proyecto contar con un ingeniero del prestigio de Torroja. La Guerra Civil supone un lógico paréntesis en cuanto novedades urbanísticas. Obras como la construcción del instituto de enseñanza media que se habían comenzado en tiem- pos de la Segunda República quedan paralizadas. El rápido paso de Algeciras a la zona nacional tuvo la ventaja de que las acciones bélicas directas fuesen escasas, con lo que la ciudad -me refiero a su patrimonio arquitectónico- no sufrió especialmente. La agresión más significativa fue el bombardeo del acorazado Jaime I que afectó a algunas viviendas situadas junto a la costa. La década de los cuarenta comienza, en cuanto a aportaciones arquitectónicas, con una obra de cierto interés: La ermita de Nuestra Señora de los Milagros o ermita del Crucero Baleares, construida en 1940 en memoria de los tripulantes de este buque hundido duran- te la Guerra Civil. El barco, que hacía funciones de escolta de un convoy que marchaba hacia Mallorca, fue torpedeado por los republicanos frente a Cartagena en marzo de 1938 muriendo 788 hombres de su tripulación. La construcción se sitúa entre la carretera gene- ral y El Rinconcillo, un lugar antes aislado y elevado lo que contribuía a que tuviese una magnifica perspectiva. De arquitectura historicista neoislámica, en su trazado hay una ins- piración evidente en la mezquita de la Roca de Jerusalén. En 1942 se quema el Kursaal, y ese mismo curso los alumnos de bachillerato que cur- saban sus estudios en la edificación palafítica se trasladan al nuevo instituto, que se inau- gura -en precario- ese mismo curso.177 Un año después se inaugura el Club Náutico con lo que el subpuerto construido a la derecha de la desembocadura del río queda protegido por el lado sur; esa parte, en su lado más meridional se dedicará entonces a muelle deportivo. En la década de los cua- 177. Don Cristóbal Delgado, estudiante de 5º curso en esas fechas, recuerda en Algeciras en Blanco y Negro, aquellas prime- ras clases sin ventanas, sin solería y casi sin muebles. p. 70.

108 renta se procede también, seguimos en zona portuaria, a una reforma de la antigua Estación Marítima. En 1945 se inaugura el cine Florida en la calle Agustín Bálsamo, con lo que se amplia la oferta de esta actividad, desplazándola del norte, donde se concentraba hasta entonces la casi totalidad de la oferta de ocio de la ciudad. Ese mismo año se establece en la calle Prim el edificio de Teléfonos. Estas limitadas aportaciones al incremento del patrimonio arquitectónico de la ciudad que son un reflejo de las limitaciones económicas de la década, nos pueden ocultar una transformación silenciosa de capital importancia que se está produciendo en la ciudad. Algeciras pasa de 25.671 habitantes en 1940 a 52.732 en 1950,178 este descomunal incre- mento poblacional, más del doble de habitantes en una sola década, indica que en la ciu- dad se ha producido un profundo cambio. Aunque las condiciones socioeconómicas de la Algeciras de estos años no eran ni mucho menos las óptimas, eran infinitamente mejores que las de la mayoría de las ciudades y pueblos de España y esto hace que multitud de gente sin recursos, especialmente de pueblos del interior de las provincias de Cádiz y Málaga, aunque también de otros puntos de Andalucía y otras regiones españolas, cojan sus pocos bártulos y vengan a lo que se consideraba como una tierra de oportunidades. Con la discreción del que no tiene nada, se acomodaban donde podían y les dejaban. Por ello, el fenómeno visto anteriormente de ocupación de zonas limítrofes a caminos y a vías pecuarias, se incrementa notablemente. Es la década de La Bajadilla, de los alrededo- res de la calle Andalucía, etc. de zonas más o menos próximas a la ciudad cuya propiedad era comunal, no estaba clara o, en definitiva, no hubo nadie que se tomara la tarea de echar a este nuevo grupo ocupante. Esto determinará que esas zonas se urbanicen de forma espontanea, y, por esta causa, con una disposición caótica, lo que se puede constatar con- sultando el callejero actual. Todo esto denota la impotencia de las autoridades municipa- les algecireñas para hacer frente a este fenómeno. Suponemos que la avalancha fue de tal calibre que no hubo más remedio que adoptar una actitud permisiva. Las acciones de pro- moción de viviendas sociales, que aseguraban ciertas condiciones si no de calidad cons- tructiva sí al menos de una racional disposición urbanística, fueron tardías y sobre todo incapaces de absorber semejante aumento de población. En la década de los cincuenta sí encontramos ya algunas transformaciones urbanísticas de importancia. En estos años se producen las primeras conquistas de lo que con poste- rioridad se convertirá en una constante: ganarle terreno al mar. Una vez anulada la playa del Chorruelo con la construcción del muelle que ya hemos mencionado, se realiza un pro- ceso de colmatación de la zona más próxima al litoral. Aquí se inaugura en 1951 la nueva sede de la Junta de Obras del Puerto. El paseo de la Conferencia cobra en estos años una revitalización producida por el ensanchamiento de la calle y el establecimiento en la zona

178. Datos tomados de TORREMOCHA SILVA, Antonio & HUMANES JIMÉNEZ, Francisco: Guía escolar de Algeciras. Op. cit. p. 268.

109 del hospital de la Cruz Roja, que ya estaba construido en ese año. Con posterioridad se fueron construyendo, en la zona ganada al mar, otros edificios oficiales como el de la Comandancia de Marina y el de Sanidad Exterior. La conquista de terreno al mar no se restringe a ese lado, al norte del río la conquista es más extensa. Entre 1951 y 1953 se gana una primera franja sobre la que se construyó el Paseo Marítimo. En un primer momento tan sólo con anchura suficiente para situar dos carriles y las correspondientes aceras. Para ello hubo que eliminar aquellos accidentes del terreno y aquellas construcciones que interrumpían la expansión por el litoral, el primero de los cuales fue el edificio que vino a sustituir al de la antigua Pescadería de hierro. En 1953, dentro de las adecuaciones de infraestructuras de todo tipo al volumen pobla- cional de la ciudad, se construye la presa del Cobre. Para mejorar un servicio que, como hemos visto, había causado no pocos problemas; este mismo año se municipaliza el servi- cio de abastecimiento de aguas. Dentro del proceso de expansión de la ciudad por su borde litoral hacia el norte un hito importante lo marca la construcción del campo de fútbol del Mirador, con unas calidades y unas características -aunque hoy se vean anticuadas- que lo situaban a años luz del campo del Calvario, su predecesor, y que ponían de manifiesto la popularidad que estaba alcan- zando este deporte. Fue inaugurado en 1954. Entre el campo de fútbol y el Paseo Marítimo se construyó, en esa misma fecha y con motivo del año mariano, la plaza del Avemaría. En ella se situaba sobre una columna una reproducción de la Virgen de la Palma. En 1970 este monumento se colocó en la Plaza de Menéndez Tolosa, junto al recién inaugurado ambu- latorio de la Seguridad Social, construido sobre parte del solar donde anteriormente estu- vo ubicado el Casino Cinema. Sobre uno de los terraplenes convertidos en basureros que habíamos visto en las foto- grafías de los años veinte, se construye en el año 1955 La Escalinata. Planteada como esca- lera monumental de conexión entre la zona de la plaza Alta y el Paseo Marítimo, nos mues- tra que el proceso expansivo llevaba aparejado un proceso de embellecimiento de este borde litoral, que tradicionalmente había sido una zona olvidada y con escaso valor. Poco a poco se cambian las tornas y la zona costera se convertirá en una de las zonas más atrac- tivas, y más solicitadas por los algecireños para vivir, lo que conllevará -además del consi- guiente aumento de valor del suelo- que unas décadas más tarde se sitúe en el Paseo Marítimo un auténtico muro de rascacielos que se suceden ininterrumpidamente. En 1957 y debido a que la zona en que se había venido celebrándose estaba sometida a una fuerte presión urbanizadora, se decide trasladar la feria a la zona situada detrás del parque. Será una situación transitoria porque esta zona estaba también demasiado próxi- ma a la ciudad con lo que era inevitable que terminase convertida en bloques de viviendas, como así ocurrió. A finales de esta década y debido también a esta fuerte presión inmobiliaria se comete una de las mayores atrocidades de la historia urbanística de la ciudad, ya que se le quita al

110 parque una gran parte de su superficie. La prolongación por el exterior de la calle Ancha se había convertido en una zona enormemente atractiva, y como había una serie de orga- nismos oficiales a la espera de ser ubicados en lugares más o menos «nobles», no se les ocu- rrió otra solución que quitarle más de un tercio de su superficie al antiguo paseo de Cristina para situar los edificios de Sindicatos, la Policía, Telefónica,... además de vivien- das para gentes bien avenidas con las instituciones oficiales del sistema. La usurpación de terreno a un espacio ajardinado público, consolidado como tal desde tiempo atrás, solo es entendible -queremos creer- en un régimen como en el que se produjo. Todo el lateral de poniente del parque se pierde para edificar el primer tramo de la entonces llamada aveni- da de Francisco Franco y hoy Fuerzas Armadas. El volumen de edificación no se puede decir que sea precisamente discreto, con lo cual el parque, especialmente por la tarde, ten- drá desde entonces un aspecto excesivamente umbrío. En 1959 se bendicen las parroquias de La Bajadilla , Pescadores y Pastores, lo que nos da a entender que en esta fecha son barrios plenamente consolidados, hasta el punto que desde el obispado se atienda su necesidad de auxilio espiritual. De los tres barrios solo el de Pescadores tiene una planificación previa con un criterio racional, con viviendas además de cierta calidad. Los otros dos barrios, salvo en zonas muy concretas, responden más a un criterio de crecimiento espontáneo aunque se siga en la medida de lo posible una retícula hipodámica. Aquí las actuaciones urbanísticas, han sido casi siempre correctoras y aplica- das con posterioridad sobre desbarajustes consolidados. La década de los sesenta comienza en Algeciras con una población de más de 66.000 habitantes, lo que indica que, aunque no en la proporción exagerada de la década anterior, la ciudad sigue manteniendo un notable ritmo de incremento poblacional. Son muchas las transformaciones que sufre la ciudad en estos años, en los que Algeciras, como el resto de España se introduce en una etapa plenamente desarrollista. En 1965 entra en vigor el Plan de Desarrollo Económico y Social del Campo de Gibraltar, incluido dentro de las direc- trices dictadas en el primer Plan de Desarrollo. En él se establece que la «acción del Estado a favor de la elevación del nivel de vida de las regiones o zonas económicas de baja renta por habitante se realizará mediante el fomento de la industrialización, la mejora agraria y la modernización de los servicios».179 Como resultado de los trabajos llevados a cabo por la comisión Interministerial nombrada al efecto, se proponen una serie de actuaciones enca- minadas a intensificar la enseñanza y la formación profesional y acelerar los proyectos en estudio y ejecución por los distintos Departamentos ministeriales y Corporaciones locales, y fomentar la iniciativa privada. Entre las propuestas destacan la declaración de zona de interés turístico y de preferente localización industrial. Con anterioridad a las disposiciones establecidas en el Plan, el Gobierno había autori- zado la instalación de una refinería de petróleos, que generó a su alrededor toda una serie

179. DECRETO 3223/1965, de 28 de Octubre, sobre aplicación de un programa de medidas para el desarrollo económi- co-social del Campo de Gibraltar.

111 FOTOGRAFÍA AÉREA DE ALGECIRAS DESDE EL NORTE EN 1964. AUTORIDAD PORTUARIA BAHÍA DE ALGECIRAS. de empresas derivadas constituyéndose como resultado un importante polo industrial petroquímico. Más que una autorización fue una decisión obligada, ya que a la empresa Cepsa le interesaba poner su refinería en una zona más industrializada, pero fue forzada a instalarse en el Campo de Gibraltar. Previamente se había concedido también a los Ayuntamientos de la zona una importante subvención y ayuda crediticia para atenciones urgentes de infraestructura urbana. A finales de la década se produce otro acontecimiento de capital importancia: el cierre de la frontera con Gibraltar. Este suceso va a tener desastrosos efectos sociales, aunque menores en Algeciras que en otras poblaciones de la Comarca. Para paliarlos se promueve

112 en Campamento el establecimiento de un polígono industrial en toda regla, que pretendía absorber la mano de obra que había estado prestando servicio en Gibraltar, pero la mayo- ría de proyectos industriales propuestos resultaron ser un fiasco. El definitivo despegue industrial de la Comarca, no viene pues como resultado de los Planes de desarrollo, sino como consecuencia principalmente del establecimiento del polo de industrias petroquími- cas. En el archivo fotográfico de la Autoridad Portuaria se encuentran una serie de fotogra- fías aéreas tomadas en 1964, que nos van a ayudar a establecer las transformaciones que se producen en estos años, que supondrán para Algeciras convertirse en poco tiempo en la población más importante -a todos los efectos- de la zona del Estrecho. La primera de ellas es una vista tomada desde el norte en la que no aparece la totalidad de la población, pero que nos sirve para analizar gran parte de la Algeciras más próxima al mar. En primer término aparece el cementerio y algo más distante la zona del campo de fútbol y de la cuesta del Rayo. La parte ocupada de esta zona, lo está con viviendas bajas y dispersas que se agrupan a los lados de la cuesta, por donde transcurría en el pasado el anti- guo camino de los Barrios. La zona más cercana al estadio está desocupada así como la zona más próxima a la costa. Tan sólo aparece una manzana con edificios más altos que, según parece, se están construyendo en ese momento, y es la que ocupa la manzana triangular formada entre la avenida de la Virgen del Carmen, la calle Jacinto Benavente y la propia cuesta del Rayo. Aunque la densidad de población no fuera muy alta debía ser considera- ble ya que por estas fechas se constituye la parroquia de este barrio, la del Corpus Christi.180 Junto al recientemente estrenado paseo Marítimo se adosan todavía muy pocos edifi- cios altos, tan solo los pisos militares situados junto al solar de la -entonces inexistente- escuela de Artes y Oficios, y otros dos situados próximos a la confluencia del paseo Marítimo con la antigua calle Fuerte Santiago, actual prolongación de Blas Infante. Uno de ellos es en toda regla el primer «rascacielos» de la ciudad, y primera piedra de ese gigan- tesco muro que terminará separándola del mar. En el puerto los cambios son de bastante entidad, y la superficie ganada al mar es ya considerable. Aún existe el subpuerto situado junto a la Marina, toda esa zona se cubrirá muy poco después despareciendo el muelle Villanueva. Ahí se establecerá con posteriori- dad el muelle de la Rivera, situado paralelamente al Paseo Marítimo. El muelle de la Galera tiene ya una anchura considerable; unos años más tarde, en 1969, se ensancha y se pro- longa aún más. En 1966 se construye en él una nueva estación Marítima. A su izquierda se abre una gran plataforma -el primer estado del muelle del Navío181- donde se establece una fábrica de hielo que se distingue en la imagen.

180. Se constituye el 25 de julio de 1963. DELGADO GÓMEZ, Cristóbal: Algeciras. Pasado y presente... Op. cit. p. 211. 181. Al parecer se le dio este nombre porque en esa zona existía una piedra sumergida aunque muy superficial que recibía este nombre, ahí encallaron algunos barcos, el más famoso de ellos fue el británico Anibal.

113 FOTOGRAFÍA AÉREA DE ALGECIRAS DESDE EL OESTE EN 1964. AUTORIDAD PORTUARIA BAHÍA DE ALGECIRAS. Al otro lado del río se observa con claridad la franja litoral ganada al mar, frente a la cual se sitúa el subpuerto comprendido entre el Club Náutico y el dique curvo construido junto a la desembocadura del río. El antiguo puente de las vagonetas se ha convertido en otra ancha plataforma ganada al mar que conecta la costa con la Isla Verde, de la cual, ade- más del conocido dique Norte -al que se designará como Ingeniero Cástor Rodríguez del Valle, en honor al responsable de su construcción-, parte ahora otro dique en dirección sur. En el fondo de la imagen aparecen la punta del Rodeo y toda la zona de Getares comple- tamente despobladas. Volviendo otra vez a un espacio más próximo al lugar de toma de la fotografía vemos la transformación que está sufriendo en este momento la zona más próxima al antiguo

114 FOTOGRAFÍA AÉREA DEL PASEO MARÍTIMO EN 1964. AUTORIDAD PORTUARIA BAHÍA DE ALGECIRAS. límite norte de la ciudad. Al norte del parque junto a la calle capitán Ontañón aparecen ya los edificios construidos junto a la Residencia Militar. Detrás está el descampado en el que durante estos años se estuvo celebrando la feria. Esta situación duró hasta 1967 cuan- do la feria se traslada al lugar donde ahora se celebra. Un año después, en 1968, se inau- gurará la nueva plaza de toros de Las Palomas, eligiéndose un sitio para celebrar la feria, que, en cierto modo, recordaba al antiguo, ya que la plaza de toros aparece elevada y con el recinto ferial a sus pies, por tanto, con una buena perspectiva. Algo más al norte del des- campado aparecen bloques de viviendas protegidas que establecen el límite norte de la ciu- dad en este momento en la calle Sierra de Guadarrama. El parque aparece ya con el nuevo trazado, es decir con el gran círculo desforestado en el centro. A la derecha del parque se sitúa la avenida Francisco Franco, en este momento el muro de edificios adosados al antiguo límite oeste del parque está todavía incompleto,

115 la otra acera está urbanizada hasta la actual calle Rafael Argelés -entonces División Azul-. Más a la derecha, orillando en esa calle que hacía de límite de la ciudad por ese lado, se situaba otra barriada de viviendas sociales: la de la Palma, en la que se situó en 1966 la nueva sede de la Biblioteca Municipal, en la calle paralela a la anteriormente mencionada, donde sigue prestando su servicio. Por detrás se aprecia el edificio del Instituto y a su dere- cha el racionalista edificio del Parque de Bomberos. Tras el Instituto se aprecia el colegio General Castaños, junto a la plaza de toros. De la misma fecha existe otra fotografía aérea tomada desde el oeste con el Peñón al fondo, aunque el punto de vista de ésta es más distante. En la imagen aparece por la izquierda una agrupación de viviendas que corresponde a la zona de la cuesta del Rayo, que ya hemos comentado. Hubiera sido interesante tener alguna vista aérea de la zona de la Granja y del Rinconcillo que en estas fechas debían constituir ya agrupaciones urbanas de cierta entidad ya que desde 1962 están constituidas su respectivas parroquias: San Miguel Arcángel y Nuestra Señora de los Milagros. En la fotografía aparece en primer término la aparentemente caótica distribución urba- na de La Bajadilla, formando un denso barrio de casas de una sola planta. Esta estructura contrasta profundamente con las agrupaciones de viviendas sociales construidas al otro lado de la vía del tren. A la derecha de la imagen, al sur de la ciudad, se observa que, detrás de las casas que espontáneamente fueron bordeando el camino que después se convirtió en la calle Andalucía, surgen las nuevas barriadas de viviendas sociales de La Piñera y de Los Toreros, con un criterio urbanístico mucho más ortogonal. Su adaptación a la complicada orografía de la zona hace que en la imagen aparezca una racionalidad que no existe en la realidad, ya que las pendientes imponen direcciones cambiantes en las calles, además de diferentes ritmos en la disposición de los bloques. Este barrio cuenta con parroquia desde 1963, la del Espíritu Santo. La distancia a que está tomada la imagen nos impide contrastar otra serie de cambios que se han producido en la ciudad, pero que no se aprecian en la imagen. Así por ejemplo existe un cambio importante en el equipamiento escolar. En 1960 los Salesianos inaugu- ran su nuevo colegio en el lugar que ahora se halla, lo que propicia que a las calles de los alrededores se les dé nombres relacionados con la Orden: Don Bosco, María Auxiliadora y Santo Domingo Savio. En el solar que dejan los Salesianos se construye en 1965 la nueva sede de la parroquia del Carmen, que abandona entonces la capilla del hospital de la Caridad. En el archivo de la Autoridad Portuaria se encuentran también otras fotos aéreas reali- zadas en estas fechas aunque con tomas más próximas, que nos pueden servir para com- pletar esta visión de la Algeciras de los sesenta. Hay una del Paseo Marítimo, que debe ser de una fecha algo anterior a la primera que hemos visto para analizar esta década, ya que en ella se ven los dos bloques altos que mencionamos anteriormente en fase de construc-

116 FOTOGRAFÍA AÉREA DE LA ISLA VERDE EN 1964. AUTORIDAD PORTUARIA BAHÍA DE ALGECIRAS. ción. En primer término están los bloques militares. Junto a ellos, algo más arriba apa- recen una serie de chalets que estaban destinados a los altos mandos, y a continuación una nueva edificación militar: el puesto de mando de la Brigada del Estrecho. Toda esta zona situada bajo el fuerte Santiago siguió teniendo, como puede comprobarse, titula- ridad militar. Los nuevos edificios se construyen adaptándose ya al nuevo trazado del Paseo Marítimo. En esta fecha se conserva todavía la porción de muro del extremo nor- deste de la ciudad medieval, también se aprecia en la imagen el cuartel de Escopeteros.

117 En otra fotografía aparece la Isla Verde y la zona próxima a ésta. En la isla se aprecia el varadero - que se remodeló y modernizó en 1966- en un lado y los nue- vos depósitos de Campsa en el otro. Más al fondo aparece la caprichosa forma del inconcluso mue- lle de la «Peseta»,182 destinado a un tráfico de pasajeros que no llegó nunca a este lugar. El sistema de

FOTOGRAFÍA AÉREA DE LA DESEMBOCADURA DEL RÍO DE LA MIEL EN 1964. AUTORIDAD atraque propuesto PORTUARIA BAHÍA DE ALGECIRAS. requería una enorme precisión, totalmente incompatible con la orientación que tenía el muelle especialmente cuando soplaba levante; por ello se abandonó la construcción antes de concluirse. En la línea de costa, entre el dique curvo y el Club Náutico, se distingue la protegida estructura del espacio destinado a muelle de embarcaciones menores. Detrás, en el terreno ganado al mar, tan solo aparecen en este momento dos edificios oficiales. La última fotografía que analizaremos corresponde a una toma realizada sobre la des- embocadura del río. Son varios los detalles a reseñar en esta zona. El primero es el del cam- bio del trazado de la vía del ferrocarril que ahora circula por la otra orilla del río. Este cam- bio propició que el antiguo puente del ferrocarril cambie de uso, reconvirtiéndose en un puente para el tráfico rodado. El volumen de edificación ha crecido bastante en toda la zona; el antiguo hotel Sevilla -que en estas fechas aún conserva su templete circular coro- nándolo- ya no sobresale tanto, hay otra instalaciones hoteleras, como el Marina-Victoria y el Término que han crecido desaforadamente. En una de las calles que aparecen en la fotografía y que desembocan en el río, Teniente Riera, fue demolida en el año 1965 con motivo de unas obras particulares la finca que

182. Recibió este nombre por el sentido figurado y vulgar de la palabra Peseta, es decir dar o hacer un corte de mangas, la forma de los salientes del muelle recordaba la posición de los dedos de la mano en el momento de realizar este insulto.

118 albergaba el famoso «patio del Cristo».183 La consideración de la pintura como milagrosa no fue suficiente para salvarla de la piqueta. En el censo de 1970 Algeciras aparece con 81.663 habitantes,184 lo que significa que el crecimiento de la ciudad sigue siendo elevado y sostenido. En la década de los setenta serán también muchas las transformaciones que se producen en la ciudad, algunas de ellas bastante significativas. En el verano de 1970 se produce la primera oleada de emi- grantes magrebíes. El paso de estos trabajadores y sus familias de sus lugares de trabajo en Europa a su destino vacacional en su patria de origen en el norte de África producirá una imagen que se repetirá verano tras verano. La planificación de todo este tránsito de per- sonas se hará esperar, ocasionando muchos problemas a la ciudad y una enorme incomo- didad a los afectados. Ese mismo verano se recibe la visita de los ministros López Rodó y Fernández de Mora, que vienen a poner las primeras piedras de las obras de encauzamiento del río de la Miel y del ensanche y mejora del paseo marítimo. Esta obra venía a «solucionar» el endémico pro- blema del mal olor del río185 desde una perspectiva totalmente desarrollista. En vez de resol- ver el problema se tapó. Desde que comenzó el proceso de enmadronamiento de las calles de la ciudad a finales del XIX, la trayectoria natural del sistema de cloacas era, por la pen- diente del terreno, verter al río. Si la pestilencia ya era constatable en el tránsito al siglo XX, en estas fechas, con el aumento de la población y de las actividades industriales el hedor era sencillamente insoportable. Pero con el encauzamiento del río, sin contemplar previamente el tratamiento y depuración de sus aguas, lo único que se consiguió fue cons- truir una gran cloaca. En la misma visita ministerial se inauguraron también la nueva lonja pesquera, la fábri- ca de hielo y los locales para armadores. Durante los sesenta se había procedido al embellecimiento de las calles de acceso de la zona alta del barrio de San Isidro.186 A principios de los setenta se continúa en esta línea,

183. Según la leyenda, seguimos a Cristóbal Delgado, que nos lleva «a mediados del siglo pasado, cuando la primera guerra de África. Y nos cuenta que un soldado, que en este patio se alojaba restableciéndose de las heridas sufridas en aquella con- tienda, pintó en la pared, donde se iniciaba la escalera, un bello Crucificado. Pasado el tiempo encalaron el muro, y, ante el asombro de los vecinos, la pintura del Cristo volvió a reaparecer en seguida. Volvieron a enjalbegar el muro y otra vez reapareció la figura del Señor. Y así sucedió tantas veces como lo intentaron, que fueron varias. Esto dio motivo a que este hecho fuera considerado como un milagro. Y, en vista de ello, los dueños de la casa decidieron cerrar aquella escalera y convertir el lugar en un oratorio. Y así continuó durante más de un siglo, gozando de gran devoción por parte de los algecireños». DELGADO GÓMEZ, Cristóbal: Cosas de Algeciras. Op. cit. p. 100. 184. Dato tomado de TORREMOCHA SILVA, Antonio & HUMANES JIMÉNEZ, Francisco: Guía escolar de Algeciras. Op. cit. p. 268. 185. A finales del XIX el mal olor del río ya se podía constatar, según se deduce del texto de Rafael Gisbert Rodríguez, que está en la ciudad en 1896-7: “Después de asearnos un poco y tomar una taza de café para aliviarnos del mareo, salimos de la fonda y atravesando un viejo puente de piedra junto a la escollera, por donde en ciertas épocas del año dicen que salen al mar las aguas del río que llaman de la Miel (con la M debía de empezar también su más exacto nombre)”. Texto recogido por BUENO LOZANO, Martín: El renacer de Algeciras (a través de los viajeros) Op. cit. p. 183. 186. Estas obras se realizaron en 1.962 gracias al empeño -según Cristóbal Delgado- del que fuera concejal Delegado de Parques y Jardines, Isidoro Visuara Quero, pues en aquel año se realizaron estas obras de embellecimiento. Algeciras en Blanco y Negro. Op. cit. p. 125.

119 FOTOGRAFÍA AÉREA DE ALGECIRAS EN 1972. AUTORIDAD PORTUARIA BAHÍA DE ALGECIRAS. suponemos que con idea de incrementar el matiz «pintoresco» de esa zona de Algeciras, lo cual se ajustaba a la propuesta del Plan de Desarrollo que incidía en la declaración de zona de interés turístico a la comarca, para lo cual había que aumentar el valor de aquellos rin- cones más castizos. Así durante la alcaldía de Francisco Javier Valdés se reformó la plazue- la de San Isidro, colocándose una típica cruz de cerrajería. Para documentar gráficamente las transformaciones de estos primeros años de la déca- da contamos con otra foto aérea realizada en 1972. En la zona portuaria las trasformacio- nes son abundantes. La parte más amplia de superficie ganada al mar se sitúa en la Isla Verde, en la que aparece cubierta toda la zona comprendida entre el antiguo muelle de la

120 «Peseta» y el dique norte. Este enorme espacio en forma de rombo no está completamen- te lleno en el momento en que se hace la fotografía, falta una pequeña porción por relle- nar próxima al dique. Este terreno se destinará a depósito de contenedores. En 1971 des- embarcan en el puerto las primeras unidades de contenedores, aunque será a partir de 1974 cuando este tráfico se consolide de manera continua y regular, iniciándose lo que iba a ser la base de la expansión del puerto de Algeciras en las dos décadas siguientes. Se puede decir que los años setenta se caracterizan por el auge en todo tipo de tráficos, especialmente el de contenedores, el de productos siderúrgicos y el de avituallamiento. En el primero de ellos se pasa de 19.495 unidades en l975 a 138.574 en 1980.187 La zona de relleno situada sobre la antigua playa del Chorruelo aparece ya con cuatro edificios oficiales. Al otro lado del río, que en esta fecha todavía está descubierto, se han producido importantes cambios pues se ha rellenado ya el antiguo espacio portuario situa- do junto a la Marina. Esta zona parte del antiguo dique Villanueva y se prolonga con una dirección paralela a la del muelle del Navío, ganándose un importante espacio del que «dis- frutaron» especialmente los magrebíes en espera de ser embarcados. En estos años se remodelaron los accesos y viales interiores del puerto, siendo continuas las ampliaciones y mejoras de las instalaciones portuarias. Fue el año 1972 el que asistió a una mayor actividad constructiva y esta fotografía parece formar parte de la documenta- ción de lo mucho realizado. En la misma se constata una nueva ampliación de la estación Marítima, se aprecia también la situación de la nueva lonja pesquera y la fábrica de hielo en el muelle del Navío. La zona de contacto con la ciudad también se transforma, acome- tiéndose obras de ajardinamiento y mejora de viales en la plaza de la Marina, construyén- dose la verja de separación entre el nuevo paseo marítimo y los muelles de Ribera y Pesquero y edificándose las nuevas casetas en el control de entrada al puerto. Al analizar la ciudad desde el aire lo primero que se pone de manifiesto es precisamen- te la deficiente infraestructura de acceso al puerto. El incremento de los tráficos y la mejo- ra de las instalaciones portuarias en esta década pone en evidencia la necesidad de cons- truir nuevas vías de entrada al puerto desde el norte y el sur de la ciudad. En la fotografía se aprecia que el acceso por el sur está en este momento en obras, en su trazado, que se des- taca en la imagen por no estar aún asfaltado, se aprecia la conexión con la carretera gene- ral en la barriada de Pastores y su llegada al litoral a la altura de la desembocadura del arro- yo Saladillo. A la izquierda de la nueva carretera en construcción se aprecia el desarrollo dendrítico de otro de esos barrios surgidos de forma espontánea siguiendo el curso de anti- guos caminos: la Juliana. Con el mismo modelo de crecimiento aparece otro barrio en la parte de arriba de la imagen, se trata de la carretera al Cobre, con el apelmazado y caótico barrio que se le ha ido adosando.

187. TORREMOCHA SILVA, Antonio y HUMANES JIMÉNEZ, Francisco: Guía catálogo del archivo fotográfico. Algeciras, APBA, 1993. p. 120.

121 A la derecha de la carretera en construcción queda ahora un enorme espacio sin urba- nizar, aunque por poco tiempo ya que en la siguiente década surge aquí la barriada del Saladillo. Por encima del trazado de la carretera general se distingue, entre los dos mode- los de trazado urbano, el geométrico de las barriadas de viviendas sociales de nueva cons- trucción en la zona más próxima a la carretera: la Piñera y los Toreros; y el orgánico, que aparece algo más arriba en la imagen, de las viviendas agrupadas en torno a la prolonga- ción de la calle Andalucía. También en esta década se produce una incorporación muy importante al patrimonio urbano de la ciudad, nada menos que 20.000 metros cuadrados de zona verde de gran inte- rés en el centro de la Villa Vieja: el parque de las Acacias.188 Este espacio conocido como Villa Smith había sido propiedad del que fuera vicecónsul británico a finales del XIX y principios del XX, y en ella habían estado alojados algunos de los participantes en la Conferencia de Algeciras. Era una de las propiedades más extensas de esa zona, uno de los ejemplos más significativos de un tipo de arquitectura y una forma de vivir, que había teni- do su apogeo en ese barrio a principios de siglo. Recientemente se ha variado su acceso a la zona de parque, anteriormente era por la calle San Nicolás y ahora es por Ortega y Gasset. Lamentablemente hace ya algunos años se levantó en su interior una antiestética valla que rompe totalmente con el trazado del espacio ajardinado. Hubiera sido más fruc- tífero haber dedicado esos recursos a urbanizar la calle Marqués de la Ensenada y arreglar la valla del parque que da a esa calle, ambas cosas en lamentable estado en el momento en que se redactan estas líneas. Las novedades al norte del río son cuantiosas. El punto de vista de la fotografía que ana- lizamos impide apreciar la volumetría de las edificaciones, pero las sombras arrojadas nos permiten saber que en el Paseo Marítimo siguen extendiéndose los bloques altos. En el Secano se aprecia como único edificio con altura la urbanización Villa Palma. Lógicamente el mayor número de novedades aparecen al norte del casco histórico. En este momento permanecen aún en pie las dos plazas de toros, la antigua, la de La Perseverancia que se demolerá poco después en 1975. En la imagen ya aparece derruido el Casino Cinema, consiguiéndose de esta forma el alineamiento del lado norte de la actual calle Blas Infante desde el parque hasta el Colegio. La avenida Francisco Franco se ve ya completamente edificada y prolongada hasta el espa- cio donde ahora se encuentra la plaza de la Constitución. En ese lugar se inauguró en 1978 una escultura de acero inoxidable realizada por el argentino Luis de Arata, titulada «Homenaje a Andalucía» regalada a la ciudad por la empresa Acerinox, instalada hacía poco tiempo en la comarca. Con la característica ironía algecireña el monumento fue rebautizado como «El mojón de Mazinger», haciendo alusión a un personaje de animación de una serie que en ese tiempo se emitía por televisión. En la fotografía también se nos 188. La adquisición se hizo por acuerdo de 21 de Abril de 1.975, siendo alcalde de Algeciras Emilio Lledó. Se pagaron 24.897.507 pesetas. En 1.976, recibió el nombre de «Jardín Botánico de las Acacias». En septiembre de 1.985 la Mancomunidad de Municipios del Campo de Gibraltar se trasladó a la mansión existente en estos jardines.

122 muestra cómo se ha rellenado de viviendas la zona de detrás del parque en la que se había celebrado la feria durante algunos años. Debajo de esta zona se destaca la característica silueta de la nueva escuela de Artes y Oficios. Se trata de uno de los edificios más interesantes de la ciudad, que fue construido en 1971, siendo su autor el arquitecto Fernando Garrido Gutiérrez. Tiene una volumetría espectacular, con planta en forma de espiral. Posee diferentes niveles para salvar, inteli- gente y plásticamente, el fuerte desnivel existente entre el Paseo Marítimo y la calle Capitán Ontañón. Al norte de lo que actualmente es la plaza de la Constitución aparece una enorme zona urbanizada de nueva creación, es la barriada de La Reconquista. Junto a este barrio apare- ce una zona de equipamiento deportivo, las instalaciones del Calvario, cuya piscina se puede apreciar en la imagen. Al norte de esta zona la ciudad está todavía despoblada. Las salvedades serán El Rinconcillo y el barrio de La Granja, que aparece en la imagen y que también se nos muestra como representante de ese modelo de crecimiento espontáneo de agrupaciones de viviendas surgidas junto a un camino. Al oeste de esa zona aparece la nueva plaza de toros con el descampado del recinto ferial delante. La plaza se inauguró en 1969.189 Aunque al parecer el coso carece de nombre ofi- cial, se le designa como de «Las Palomas» por haberse construido en una zona que en tiem- pos pasados existía un palomar militar. Los dos lados de este espacio aparecen urbanizados ya en esta fotografía; al sur la urbanización Parque Bolonia, apreciándose más abajo las edi- ficaciones del Instituto Isla Verde, y al norte, por encima de la carretera general, la barria- da de Las Colinas. Por debajo de la carretera aparecen construidos ya dos de los siete blo- ques altos que se sitúan ahí. Después de la muerte de Franco en 1975 y de una ejemplar transición al sistema demo- crático, se celebran en 1979 las primeras elecciones municipales. En Algeciras sale elegido como alcalde el comunista Francisco Esteban. El advenimiento del primer ayuntamiento democrático después de la Dictadura viene acompañado de una nueva forma de hacer polí- tica, de entender la vida municipal y especialmente la política urbanística. Estas circuns- tancias van a marcar las directrices de desarrollo de la ciudad durante la década de los ochenta. No quiere esto decir que el nuevo sistema político se convirtiera en la panacea y se solucionen los múltiples problemas que la ciudad tenía; es más, la mala gestión de algu- nas de las corporaciones no ha hecho más que incrementar alguna de las graves dificulta- des que la ciudad ya padecía. En 1981 se presenta el primer Plan General de Ordenación Urbana de la ciudad, y aunque su grado de cumplimiento fue, como vere-

189. La actual plaza de toros de Algeciras fue inaugurada el 14 de junio de 1.969 con una corrida en la que intervinieron los diestros Miguelín, Paquirri y Angel Teruel, perteneciendo las reses a las ganaderías de Pablo Romero y de Núñez Hermanos, actuando también el rejoneador D. Fermín Bohórquez con un novillo de su propia ganadería. El coste de esta obra fue de 29.594.813 Ptas. y tiene una capacidad de 11.254 espectadores. DELGADO GÓMEZ, Cristóbal: Algeciras en Blanco y Negro. Op. cit. p. 177.

123 FOTOGRAFÍA AÉREA DE ALGECIRAS EN 1987. AUTORIDAD PORTUARIA BAHÍA DE ALGECIRAS. mos, bastante limitado, será el referente de otra forma de enfocar y solucionar los pro- blemas urbanísticos. Otro de los acontecimientos políticos reseñables de la década es que en diciembre de 1982, se vuelve a abrir la frontera con Gibraltar. Como en las ocasiones precedentes vamos a utilizar fotografías aéreas para ilustrar los cambios habidos en la ciudad en esta década. La primera data de 1987 y está tomada desde un punto situado sobre el suroeste de la población a la altura de Pastores, con dirección

124 nordeste apareciendo en el fondo las grandes instalaciones industriales del litoral de la bahía. Tras la barriada mencionada aparece un nuevo barrio de gran extensión que se cons- truye a principios de esta década: El Saladillo, que ocupa la amplia zona comprendida entre la carretera general y el nuevo acceso sur al puerto de Algeciras. La dificultad de la orogra- fía, habitual en toda la ciudad, ideó una disposición de las viviendas bastante acertada, con bloque altos en una zona central y el resto dispuestos de forma radial con construcciones escalonadas. A la derecha de la nueva vía de acceso aparece La Juliana; junto a este barrio se ha construida una depuradora que aparece en la imagen. El acceso sur al puerto trajo consigo importantes obras de infraestructura en la zona más próxima al mar. Una de las más significativas fue llevar una línea ferroviaria hasta la zona de la Isla Verde. De la estación de trenes parte un ramal ferroviario que, mediante un túnel que pasa por debajo de la calle Carteya y por el primer tramo de Victoria Eugenia, bordea la Villa Vieja por su cota más baja y penetra en el puerto. Las vías anularon la anti- gua carretera litoral, por lo que hubo de construirse un puente para que el tráfico rodado pasara por encima del tren, que se observa en la fotografía detrás del barrio de Pescadores, por encima del campo de fútbol de Elcano. Si recorremos el trazado de la antigua carretera general, vemos que junto a la carre- tera y formando parte de la barriada del Saladillo, aparece una zona verde, lo que nos indicaría que las formas de planificar los nuevos barrios han cambiado, ya que se tienen en cuenta a la hora de diseñar los diferentes equipamientos y los lugares de expansión. La triste realidad es que el parque estuvo sumido en el más profundo abandono duran- te muchos años. Recientemente ha sido recuperado, creándose en una zona un pequeño parque de atracciones. Más al norte se ve la zona reservada a equipamiento escolar donde se establecieron el colegio García Lorca y el instituto de bachillerato Saladillo. Más arriba se vislumbran las formas de la nueva estación de ferrocarril construida a principios de los ochenta, cuyo tra- zado nos recuerda la representación tridimensional de una de las pinturas metafísicas de Giorgio de Chirico. Para analizar los cambios producidos en el resto de la ciudad, y sobre todo en el puer- to, va a ser más eficaz otra fotografía aérea con una toma más perpendicular al suelo reali- zada dos años después, ésta nos explica el porqué del nombre dado a la gran extensión ganada en estos años junto al Paseo Marítimo, prolongando el muelle de Ribera, un espa- cio que por estar cubierto en su capa final con albero se conocerá como el Llano Amarillo. En la fotografía aérea de 1989 se aprecia la importante transformación que ha sufrido el puerto desde la fotografía que utilizamos para analizar la década anterior. El cambio más espectacular está en la zona de la Isla Verde, donde se le ha ganado terreno al mar por los dos lados del antiguo tramo de conexión con tierra firme. Por el sur se ha ganado una extensa zona que llega hasta tierra firme, dejando una dársena para permitir el acceso al varadero. En esta zona la nueva entrada al puerto obligó a ocupar otra amplia zona de terre-

125 FOTOGRAFÍA AÉREA DE ALGECIRAS EN 1989. AUTORIDAD PORTUARIA BAHÍA DE ALGECIRAS. no que partiendo del varadero de la desembocadura del Saladillo, iba ocupando una amplia porción triangular hasta conectar con el ensanche anteriormente descrito. Aunque en la imagen se ven prácticamente finalizadas las obras de infraestructura del nudo viario del acceso sur, éstas no entrarán en funcionamiento hasta el año 1992. En este año de 1989 acceden los primeros trenes para el trasporte de contenedores al muelle de la Isla Verde. Por el lado norte la porción romboidal construida a partir del muelle de la «Peseta» se extien- de hacia tierra firme, dejando una dársena que discurre paralela a la línea litoral. Desde el aire la mayor parte de toda esa extensión aparece cubierta de contenedores. La zona de depósitos de combustibles se ha ampliado, apareciendo una nueva zona arriba de

126 la anterior con la misma finalidad. En 1976 se había inaugurado la terminal de contene- dores Sabas Marín en el muelle de la Isla Verde, instalándose grúas específicas para este tipo de carga, por lo tanto comienzan a llegar grandes barcos portacontenedores. Aquí se insta- laron las grandes grúas de la compañía Sea Land especializada en este tipo de tráfico de mercancías. En esa parte del puerto se construyó en 1977 la primera nave del depósito franco. En la fotografía se aprecia también una prolongación del dique norte, que se realizó en 1978, también se aumentó la volumetría del dique para lograr una mejor defensa contra los temporales de levante. En la parte norte del puerto, al otro lado del río, el aumento de terreno ganado al mar también es extraordinario, además de la ya mencionada prolongación del muelle de Ribera -el Llano Amarillo-, se aprecia una enorme ampliación del muelle del Navío. El continuo incremento del tráfico de contenedores lleva a la construcción de los atraques sur y este del muelle del Navío. En 1986 se instaló en esta zona la empresa de transporte de contenedo- res Maersk. En la parte del muelle de la Galera se habían ampliado, en 1974, el número de atraques para trasbordadores ante el aumento constante que cada año se observaba en el tráfico de pasajeros y vehículos con destino a Ceuta y Tánger. En 1983 se inicia la cons- trucción de un gran edificio de aparcamientos de varias plantas junto a la estación maríti- ma, lo que solucionó este problema en el puerto. En el resto de la ciudad la novedad que más llama la atención en esta fotografía, toma- da a finales de los ochenta, es que se está construyendo en este momento la carretera de circunvalación. La carretera aunque evita en gran medida algunos de los problemas de trá- fico que tenía la ciudad, tiene un gran fallo que radica justamente en que no llega a ser una carretera de circunvalación. Su trazado, que discurre por el exterior entre Pastores y San José Artesano, tiene tanto en origen como en su terminación dos puntos con un alto nivel de urbanización. Antes de desviarse por la circunvalación hay que recorrer tramos urbanos, con sus consiguientes semáforos, por lo que la fluidez circulatoria dista mucho de ser la deseada. En la ciudad son muchos los cambios, el más importante no aparece en la imagen, ya que el lugar donde en estos años existe más presión urbanizadora es en la zona de San García. Tras unos años en que la moda era vivir en un piso alto en el Paseo Marítimo, ahora lo que está en boga es vivir en una casa independiente, o en su defecto en un «adosado» en las proximidades de Getares. El modelo urbanístico aquí aplicado ha sido y es bastante deficiente, con lo que se ha transformado de forma irremisible un paisaje de una induda- ble belleza natural. En El Rinconcillo va a suceder algo similar, de pequeña aldea de pescadores, se trans- forma a lo largo del siglo en clásico lugar de veraneo en el que abundaban las segundas

127 viviendas, para terminar finalmente en un barrio más de la ciudad con una presión cons- tructiva incompatible con el uso que tradicionalmente se le había dado a este paisaje. Aquí vamos a encontrarnos bloques de pisos y zonas en donde se impone el imperio del adosa- do, en muchos casos con urbanizaciones que dejan mucho que desear. Dentro de novedades más significativas de la ciudad hay que señalar la biblioteca muni- cipal del Saladillo, que todavía no aparecía en la fotografía anterior ya que fue construida en 1988 en la confluencia de las calles Miguel Hernández y Espronceda. Tristemente su utilización para el fin al que estaba dedicado ha sido realmente escasa. Dentro de los equi- pamientos del barrio hay que mencionar la parroquia de Santa María del Saladillo, consti- tuida como tal desde 1986. Durante la década de los ochenta el cine Florida pasa a ser propiedad municipal, la infraestructura cultural del municipio se fortalece con la restauración del hospital de la Caridad, donde tendrá su sede desde entonces la fundación municipal de cultura José Luis Cano. Otro edificio que se restaura en estas fechas es la antigua Escuela de Artes y Oficios, que albergará diferentes servicios municipales. En el Secano aparece otra novedad, se trata del nuevo edificio de Correos. Al norte del río hay que destacar una realización que despertó una enorme expectación y que finalmente resultó un fiasco, me refiero al complejo comercial Plaza de Andalucía, que fue inaugurado en 1986 sobre el solar de la antigua plaza de toros de La Perseverancia. Aunque la idea de la propuesta era interesante -un pasaje comercial cubierto con techos de cristal- y el modelo funcionó durante algunos años con variedad de comercios, una exce- siva especialización -durante un tiempo solo hubo bares- y razones que se nos escapan hicieron que el complejo fracasara. Más a la derecha en la fotografía aparece otra de las novedades de más interés, se trata de la Escuela Técnica de Ingeniería, construida hacía ya algunos años y que respondía a una de las demandas más solicitadas por la ciudadanía, la de contar con centros de estu- dios superiores. Un poco más abajo aparece el Palacio de Justicia, construido a principios de los ochenta. Otra realización que data de esas fechas la encontramos al otro lado de la calle, la parroquia de San Antonio de la Reconquista que se construye en 1982. Más al norte, junto a la carretera general se aprecian las nuevas instalaciones de la Guardia Civil. Con respecto a la fotografía de los años setenta, en el otro lado de la carre- tera junto al instituto Isla Verde, han aparecido una serie de bloque altos, que cubren todo el lateral izquierdo del ferial. Por encima de la plaza de toros también aparece un espacio urbanizado que se designará popularmente como el «Lian Chan Po», otra vez la ironía y la televisión fueron las responsables del nombre. En las fechas en que se toma la fotografía se constituyen dos nuevas parroquias, la de las Colinas junto a la zona que estamos describiendo y la de San José Artesano. Este últi-

128 mo barrio formado a mitad de camino entre el casco antiguo y El Rincocillo será otro de los grandes conjuntos urbanos que surgen en está década for- mado por bloques exentos de mucha altura. Entre San José Artesano y la cuesta del Rayo aparece otra interesante edifi- cación inaugurada en 1988, el pabe- llón polideportivo cubierto, que cuen- ta, entre otras instalaciones, con pisci- nas climatizadas. Aunque, como es evidente, este último periodo de tiempo lo estamos tratando de forma más superficial, entre otras cosas porque la cercanía en el tiempo y la proximidad de los juicios de valor pueden transformar el análisis de la historia próxima en opinión polí- tica -y no es esa la intención, aunque la tenemos- no nos resistimos a introdu- cirnos, aunque sea de pasada, en algu- nas de las transformaciones que ha sufrido la ciudad en la década de los noventa. Una vez finalizadas las obras de cir- cunvalación de la ciudad el siguiente gran logro en infraestructura de comu- nicaciones de la ciudad será el acceso norte. Esta obra ha estado igualmente vinculada a la expansión del puerto que en los noventa continua impara- ble, y que en su proceso de ganarle terreno al mar sigue siendo muy poco respetuoso con el medio ambiente y el paisaje. El muelle del Navío aumenta FOTOGRAFÍA AÉREA DE ALGECIRAS A FINALES DE LA DÉCADA DE LOS su superficie en más del doble de la que NOVENTA.

129 tenía construyéndose una inmensa plataforma en la bahía que se extiende por el mar hasta más allá del cementerio. De su vértice noroeste sale un puente que se conecta con tierra, algo más al norte de la torre del Almirante, desde donde parte una autovía que enlaza con la carretera general. Otra zona que se rellena es el muelle de embarcaciones menores situado entre el Club Náutico y el río. La finalidad de esta obra, junto con la construcción de un puente sobre la prolongación del río, era sacar de la ciudad todo el tráfico pesado que tenía como ori- gen o destino el puerto. Con estas últimas obras se consigue una realización que hace tan solo unos años hubiera resultado un tanto estrambótica, una carretera de circunvalación por encima de lo que antes era el mar. Próxima a esta zona se construye en estos años la nueva torre del Espolón, símbolo de los nuevos tiempos y del papel predominante del puerto en la ciudad. Para finalizar con la parte de territorio conquistado al mar en esta década, hay que citar una zona de relleno en el litoral que va de la punta del Rodeo hasta la desemboca- dura del arroyo Saladillo, pensada para embarcaciones deportivas. Este proceso de ganar- le terreno al mar parece no tener fin, y con posterioridad a estas obras se han acometido otras obras de relleno en la bahía, no sabemos hasta qué punto están justificadas, maxi- me cuando muchas de las zonas conquistadas permanecen con poca ocupación; lo que es evidente es que los efectos sobre el litoral son irreparables. En su tramo final la década de los noventa será la época de las rotondas, que se mul- tiplican sobre el paisaje urbano. Estas realizaciones cubren las intersecciones liberándolas de los semáforos y consiguiendo con ello una circulación bastante más fluida en todas esas vías. Los espacios centrales quedan como superficies susceptibles de incorporar nue- vos elementos decorativos a la ciudad, aunque las realizaciones realizadas hasta este momento no son especialmente reseñables. Éstas son las transformaciones más significativas. Pero son otros muchos los cambios producidos en la ciudad en la última década, unos muy positivos y otros negativos, como el derribo de dos edificaciones del siglo XVIII en la calle General Castaños, una de las cuales, la que hacía esquina con Joaquín Costa, de indudable interés y en aceptable esta- do de conservación, que hubiera podido estar en el catálogo de edificios protegidos de cualquier ciudad con más patrimonio arquitectónico que Algeciras, lo cual lo hace más doloroso. Sin embargo no vamos a tratar aquí estos temas, nos quedamos con un dato positivo y de particular interés en este capítulo: a finales de los noventa se aprueba el Plan General Municipal de Ordenación Urbana de Algeciras, que viene a poner fin a los des- barajustes urbanísticos que se cometen en la ciudad, esperamos de todo corazón que esta vez se convierta en una herramienta útil para hacer de Algeciras ese lugar soñado para vivir que todos deseamos.

130 5.- ESPACIOS Y OBRAS SINGULARES.

5.1.- PLAZA ALTA Y ALREDEDORES.

La plaza Alta es el espacio más emblemático de la ciudad. Su génesis se remonta al ori- gen de la repoblación de Algeciras. Como hemos visto en los planos de Verboon, es un espacio que se deja sin ocupación desde el principio. Además de las disposiciones urbanís- ticas de los ingenieros militares, el que se situara en ella en fecha temprana la iglesia de la Palma contribuyó a que se evitara cualquier intento de cambio de uso. En los planos pos- teriores del XVIII, está plenamente consolidada y definida como plaza y tiene ya un papel preponderante dentro del espacio urbano. Su urbanización, con un criterio ornamental, no se produce hasta el siglo XIX y fue pro- movida por el general Castaños. La plaza se dedica en un primer momento a Godoy. Castaños en carta dirigida al valido le participa las intenciones de que estuviera concluida el día de su cumpleaños.190 En el Museo Municipal de Algeciras hay un grabado que recoge esta primera intención, se titula “Vista en perspectiva de la nueva plaza del Almirante en Algeciras,” lleva el subtítulo “Construida por la Ciudad su Comercio y Exercito al mando del Exmo. Sr. Dn. Francisco Xavier Castaños quienes la dedican a la perpetua memoria del Serenísimo Señor Príncipe Generalísimo por su exaltación a la dignidad de Gran Almirante de España e Indias año 1807.” La existencia de un grabado, una obra múltiple, que obvia- mente hubo de ser encargado, denota una intención de reconocimiento externo más que evidente. Esta intencionalidad de clara adulación al Príncipe de la Paz que se deduce del áulico texto no está enfrentada con la bondad del proyecto. Castaños es un hombre de esta- do y como tal aprovecha este tema para darse notoriedad. El general no le saca mucha ren- tabilidad política a este asunto ya que un año después se produce el Motín de Aranjuez que trae consigo la destitución de Godoy, la abdicación del rey, y toda la serie de aconteci- mientos que desencadenarán la guerra de la Independencia. Existe una segunda versión de este grabado que tiene la misma mancha gráfica pero distinto texto. Se titula “Vista en perspectiva de la nueva plaza del Rey en Algeciras” y tiene el subtítulo de “Construida por la Ciudad su Comercio y Exercito al mando del Exmo. Sr. Dn. Francisco Xavier Castaños quienes la dedican a la perpetua memoria” y ahí termina el texto. Obviamente una vez rea- lizada la primera plancha ésta se reutiliza adaptándola a la nueva situación política. En los dos casos, lógicamente, la autoría es la misma, lo dibujó el coronel de artillería Joaquín Doltz y lo grabó Tomás López Enguidanos. La participación del grabador, de reconocido prestigio, que había estado pensionado en París y que era académico de San Fernando, debió limitarse a transcribir con bastante exactitud el dibujo. El coronel Joaquín Dolz era el autor del dibujo original y también del proyecto de remodelación de la plaza. En éste se plantea una plataforma nivelada ocupando la porción central del espacio disponible, lo que

190. Carta de 12 de marzo de 1807 dirigida a Godoy que se conserva en el Archivo Municipal de Algeciras.

131 dejaba cuatro calles libres por el exterior marcando una delimitación clara con lo edificado. La plata- forma obligaba, por la pendiente del espacio, a situar un muro de com- pensación en su lado este. En el grabado aparecen ocho caminos enlosados que parten de los accesos al cuadrado central, situa- dos en los vértices y en los puntos medios de los lados y que convergen en VISTA EN PERSPECTIVA DE LA NUEVA PLAZA DEL REY EN ALGECIRAS. JOAQUÍN DOLTZ el centro. Todo el períme- Y TOMÁS LÓPEZ ENGUIDANOS. 1807. tro de la plaza aparece plantado de árboles. Los tramos limítrofes de la plataforma comprendidos entre cada una de las entradas aparecen cerrados por cadenas, manteniéndose el mismo ritmo en todos los tramos. El primer enlace partía de un pilar que sostenía un jarrón con una farola encima, de ahí iba a un marmolillo cilíndrico y de éste a un banco con base de cantería y respaldo de hierro; de ahí a otro marmolillo, banco, marmolillo, para terminar en el prisma con jarrón y farola. Los elementos más destacados del programa decorativo de la plaza son la fuente que presidía el centro del lado este de la plaza, formada por un pilón sobre el que vertían cuatro cabezas de leones, y la fuente-obelisco que corona el espacio central. Este elemento estaba encerrado por cadenas que se apoyaban en marmolillos, como los de los laterales, en disposición circular y tenía cuatro aberturas. En el centro sobre unas gradas de planta circular estaba la fuente con una pila también circular. Por encima de ésta sobresa- lía un cilindro de mediana altura sobre el que se elevaba el obelisco propiamente dicho con forma piramidal aguda. Éste está coronado por un escudo que aparece representado en el título. En las esquinas del obelisco se situaban cuatro figuras simbólicas y debajo de cada una de ellas los cuatro chorros de agua. En medio de las esculturas sobre la superficie del obelisco aparece una inscripción. En el programa iconográfico ideado por Castaños aquí tenía que colocarse una lápida con una inscripción laudatoria escrita en castellano, francés, inglés y árabe por ser «las naciones que más frecuentan este puerto», según expresa en la carta anteriormente mencionada. El obelisco pretendía convertirse en un símbolo de un poderío marítimo, que, aunque decaído, aún era una seña de identidad nacional. No sabemos si este complicado elemento central llegó a realizarse tal y como estaba pro- yectado, salvo los grabados anteriores no tenemos más pruebas documentales que así lo atestigüen. En cualquier caso el proyecto de plaza parece que sí se cumplió casi al pie de la

132 letra, salvo en este com- plicado elemento. Probablemente se hizo algo parecido a la idea original aunque no con la calidad y los materia- les adecuados, lo que trajo consigo la ruina de la parte más elevada. Por si hubiera habido alguna duda, tras la reforma realizada por Castaños la plaza se convierte, sin ninguna discusión, en la plaza principal de la ciu- dad. Esto trajo consigo que este espacio y sus aledaños fueran ocupa- dos por las clases domi- nantes de la ciudad. VISTA EN PERSPECTIVA DE LA NUEVA PLAZA DEL REY EN ALGECIRAS. DETALLE. En el Servicio Geográfico del Ejército hemos encontrado un documento de 1839, que se corresponde casi al cien por cien con el monumento que aparece representado en las fotografías de finales del XIX y principios del XX. El dibujo está firmado por G. Díaz González y proyectado y realizado, según se dice en el propio documento, en Algeciras. Tenemos aquí pues el proyecto de monumento del segundo estado de la plaza. La parte baja de la fuente-obelisco es exactamente la misma que la que aparece en el grabado, mar- molillos con cadenas en el exterior, escalinata circular para subir a la fuente y también el bloque cilíndrico en el interior de la fuente. Ahí se terminan las similitudes, sobre el cuer- po anterior se eleva otro de planta cuadrada rodeado por cuatro columnas pequeñas colo- cadas en el centro de cada una de las caras. Este tramo se remata con cuatro elementos decorativos colocados sobre las columnillas y a partir de aquí surge la gran columna exen- ta con capitel sobre el cual se prolonga el cilindro de la columna. Este segundo estado de la plaza se corresponde con la descripción que aparece en el Madoz:

la primera llamada Alta, al E. de la población, es grande y casi cuadrada, rode- ada de las casas de mas elevación y gusto, habiéndose formado en su centro bajo la protección del general Castaños en el año de 1807, cuando se hallaba man- dando este Campo, un hermoso y elegante cuadrilongo, que deja anchas calles

133 alrededor, embaldosado, de 165 pies de largo, por 145 de ancho, circuido por asientos de piedra, con respaldos de hierro, postes, marmolillos con cadenas, y árboles colocados de trecho en trecho: en medio contiene una hermosa fuente cir- cular que sirve de basamento á una columna que se eleva á la altura de unos 70 á 75 pies, construida para colocar sobre su capitel una estatua; y en el frente ó lado del E. se ve otra fuente que recibe las aguas de la primera, y surte al público.191

El comentario sobre la estatua aunque totalmente incorrecto, estaba bastante generali- zado, y a la postre fue la causa de su destrucción. La columna era en sí misma el monu- mento, y suponemos que su significado originario hacía referencia a la vinculación de Hércules con el espacio físico del estrecho de Gibraltar, donde colocó sus míticas colum- nas. Las Columnas de Hércules constituyen un hito, un punto crucial en el mapa mental de la cultura clásica, pues por un lado cerraban el mundo conocido y navegable, el Mar Mediterráneo, y por otro constituían la puerta de entrada a las inmensidades del Océano y, por tanto, a todo lo desconocido. A partir de la época de Carlos V en España se considera- rán un símbolo patrio, ya que el descubri- miento y conquista de América se conceptua- rán como una superación de la gesta del héroe griego. Durante el resto del XIX y principios del XX las intervenciones que se efectúan en la plaza son simplemente de restauración de los daños que el uso producía. Durante ese tiempo existía, según recoge Cristóbal Delgado,192 una utilización de cada lado de la plaza en función de la clase social a que se perteneciera, los ricos frente al Casino, el pueblo llano en el otro lado. Los marmolillos y cadenas que rodeaban al OBELISCO DE ALGECIRAS. 1839. G. DÍAZ GONZÁLEZ. SERVICIO GEOGRÁFICO DEL EJÉRCITO. obelisco se sustituyen a principios de siglo por 191. MADOZ, Pascual: Op. cit. p. 560. 192. Según este autor: «A finales del siglo pasado, y a principios de éste, era costumbre pasear por la plaza Alta. Por la mitad de la plaza que queda frente al casino, paseaban las señoras y señoritas elegantes y los jóvenes atildados al estilo de la época. Por la otra mitad, los hacían las criadas y los soldados, la gente modesta...; el pueblo puso su chispa de ironía: llamaba a aque- llas dos partes de la plaza, separadas por una línea imaginaria que nadie osaba rebasar, «la sala» y «la cocina» según la clase social de los paseantes de una u otra. ¡Qué tiempos...!».DELGADO GÓMEZ, Cristóbal: Cosas de Algeciras. Op. cit. p. 47.

134 una reja alta de hierro. En 1925 se crea en la ciudad una fuerte polémica en torno a la columna y su supuesto remate, según Pérez-Petinto «algún chusco forastero lanzó la injuriosa especie de estar reservado el remate de la columna para la estatua o busto del primer hijo de Algeciras que yendo a Gibraltar no hiciese con- 193 trabando.» Esta broma LA PLAZA ALTA A FINALES DEL SIGLO XIX. GEORGE WASHINGTON WILSON. pareció calar y resultaba bastante dolorosa para la sociedad algecireña de entonces, tanto que el monumento hubo de ser destruido. El alcalde de entonces, Joaquín Bianchi Santacana, no tiene miramientos al manifestar que se está cumpliendo un

compromiso grave con la historia, pues con él desaparece una columna sin arte alguno, que si bien tenía el recuerdo para los que contamos con una carga de años de haber jugado en días felices al pie de sus escalones, nos traía también la vergonzosa leyenda de presentar nuestro querido solar como centro donde sólo se vivía del contrabando pretendiendo darnos patente de defraudadores.194

Se pretendió una supuesta ruina del monumento, que no era tal ya que la razón real de fondo era la expresada, y se procedió a su demolición para lo que hubo de emplearse dina- mita. La plaza se quedó sin ningún referente visual durante algún tiempo. La zona central fue pavimentada como el resto de la plaza, algún tiempo después se colocó una farola sobre un sencillo pedestal de ladrillo rojo, a la que, irónicamente, se le denominó “La Cocina Económica.”195 El aumento del tráfico de vehículos por los alrededores planteó en 1929 la necesidad de ensanchar las calles que rodeaban al cuadrilátero central, así se eliminaron todos los refe- rentes de la plaza decimonónica, talándose los árboles y quitándose los marmolillos con cadenas y los bancos.

193. PÉREZ-PETINTO: Op. cit. p. 213. 194. Documentación procedente del Archivo del Museo Municipal de Algeciras transcrita por ARANDA y QUILES: Op. cit. p. 76. 195. PÉREZ-PETINTO: Op. cit. p. 213.

135 En 1930 se procede a la reforma que perdura en la actualidad, construyén- dose una fuente monu- mental de cerámica sevi- llana. El conjunto se com- pletaba con farolas sobre bancos circulares y bancos y balaustrada lateral tam- bién cerámicos. Las piezas estaban realizada en Sevilla por dos de las prin- cipales empresas alfareras LA PLAZA ALTA EN UNA POSTAL DE PRINCIPIOS DE SIGLO XX. de la época, Cerámica Santa Ana y Cerámica Sevillana de Triana Casa González. Los motivos decorativos se basan en los temas tradicionales de la cerámica trianera, basados a su vez en la tradición impuesta desde el Renacimiento por los retablos de Francisco Niculoso Pisano.196 Con la llegada de la República la recién estrenada plaza sufrió la agre- sión de un diligente empleado municipal que se entretuvo en picar las coronas que apa- recían en los motivos decorativos. Recientemente se ha procedido a la restauración de las piezas deterioradas por el paso de los años, procediendose a la colocación de la antigua balaustrada cerámica. Las piezas sustituidas son, sin embargo, de bastante peor calidad, tanto formal como constructiva. Los colores y la decoración son mucho más toscos y el proceso de degradación muy intenso a pesar del poco tiempo que llevan puestas. Es una lástima que para la restauración no se haya acudido a las empresas originales, alguna de las cuales sigue existiendo. Los distintos nombres con los que se ha designado esta plaza son un resumen de la historia de la ciudad. Durante el siglo XVIII se la denominó Alta. Como hemos visto anteriormente, después de la intervención de Castaños se la llamó del Almirante, muy poco tiempo después del Rey. Con el ascenso al poder de Riego, de la Constitución, colocándose en 1821 algunos artículos de la constitución en el Obelisco. En 1824 con la llegada de los absolutistas al poder vuelve a llamarse plaza del Rey. En el plano de 1857 vuelve a aparecer con el nombre de Alta, aunque en esta época, durante el reinado de Isabel II, su nombre oficial era el de la Reina. Con la primera República vuelve a desig- narse como de la Constitución, este nombre oficial perdura hasta 1931 en que se le da el nombre de plaza de la República. A partir de 1936 se le da el nombre de Generalísimo Franco. Con la llegada de la democracia vuelve a recuperar su nombre original aquél, que por otra parte nunca se había perdido, puesto que los algecireños desde el siglo XVIII la habían llamado así para contraponerla a la otra, la Baja. El nuevo rótulo principal de la

196. Sobre este autor existe un interesante estudio de Alfredo J. Morales.

136 plaza, situado sobre la fachada de la Palma, se colocó muy recientemente. Aunque la plaza ha perdido hoy día algunos de sus valores por haberse sustituido la mayoría de las edificaciones tradicio- nales por edificios medio- cres de volúmenes excesi- vos. En ella se encuentran todavía algunos de los edi- ficios más significativos de

81.- LA PLAZA ALTA -PLAZA DE LA CONSTITUCIÓN ENTONCES- EN UNA POSTAL DE la ciudad. En lo que se PRINCIPIOS DE LOS AÑOS TREINTA. refiere a arquitectura civil aún es posible contemplar uno de los que aparecían en los dos grabados de principios del XIX analizados al estudiar el origen de la plaza. Se trata del más alto que aparece en la lado sur de la plaza en el grabado: una casa de tres plantas de estilo barroco tardío popular, y que abstrayéndonos de la decoración comercial de la planta baja, nos hace rememorar el aspecto de la plaza decimonónica. En el grabado, por detrás de esta casa, aparecen ejem- plos de torres miradores algecireñas, tristemente destruidas hace poco tiempo. Algo más adelante en uno de los vértices de la plaza, haciendo esquina entre la calle Joaquín Costa con Ventura Morón, se encuentra otro interesante edificio: una casa de dos plantas con un sugestivo tratamiento decorativo en las fachadas, enmarcada dentro del eclecticismo histo- ricista de finales del XIX. Tiene un interesante cierro, que hace esquina con la plaza Alta, de hierro colado con atrayentes motivos decorativos que está mal conservado, como el resto del edificio. Evidentemente los edificios de más interés en la plaza son los religiosos.

5.1.1.- CAPILLA DE NUESTRA SEÑORA DE EUROPA.

La existencia de un edificio de uso religioso en esta zona es previa a la repoblación de Algeciras en el siglo XVIII. De hecho éste será el principal factor para que se produzca en el solar de las antiguas Algeciras un agrupamiento de algunos de los exiliados de Gibraltar. Por esta zona existía previamente un oratorio dedicado a San Bernabé, perteneciente a uno de los cortijos que explotaban la zona antes de ser repoblada. Cuando se produjo la diás- pora gibraltareña, se decidió cambiar la advocación por la Nuestra Señora de Europa que estaba más en consonancia con la devoción de los nuevos vecinos.

137 El antiguo oratorio duró hasta 1769 en que fue derribado por encontrarse en estado ruinoso. Poco después comienza a construirse el nuevo edificio, que entonces se encontra- ba adosado a otras construcciones. Se trata de una iglesia de una sola nave, con bóveda de cañón con arcos fajones, lunetos y ojos de buey en la parte alta de los muros, y bóveda baída en el presbiterio. Su fachada es barroca de dos cuerpos realizada en piedra, coronada por una espadaña. Como los otros edificios religiosos de Algeciras fue saqueada en 1931. Posteriormente pasó a ser propiedad particular, siendo rescatada por el ayuntamiento en 1943. Se abrió de nuevo al culto en 1947. A partir de esa fecha se ha visto sometida a importantes modificaciones que debilitaron sustancialmente su estructura. En 1954 se derribó el edificio que estaba a su izquierda, el bar la Taurina. Para conectar la plaza Alta con el recién construido paseo Marítimo se crea en ese lugar la calle Murillo, que enlazaba con la calle Muro y la Escalinata que se construye también en estos años. Esto creó una fachada lateral inexistente hasta entonces y aquí se erigió una amplia puerta para posibili- tar las salidas procesionales, lo que debilitó sensiblemente su estructura. En este lado se construyó también una pequeña capilla exterior, que disimulaba la diferencia de nivel entre la Capilla de Nuestra Señora de Europa y los edificios situados en la parte de atrás, algo más salientes. La capillita se eliminó cuando recientemente una empresa constructora se hizo con toda la manzana que la rodeaba. Además de la ampliación de la calle Murillo se consiguió que el edificio, pensado para estar adosado, se quedase sin ningún tipo de apoyo, con lo que la ruina, más que previsible, se hizo realidad. A su lado derecho surgió un edi- ficio que por su volumetría ahoga totalmente a la construcción del XVIII. Afortunadamente hace pocos años fue sometida a una profunda restauración que con- solidó totalmente su estructura. La autoría de la obra se vincula con el círculo de Torcuato Cayón, arquitecto que tra- bajaba para el obispado de Cádiz durante los años que se construye el edificio. Muy acti- vo en la capital, tiene constatada su presencia en la comarca, concretamente dirigiendo las obras de la fachada de San Mateo en Tarifa. Aunque, dada la calidad final de la Capilla, no parece probable que fuese Cayón el director de la misma, sin embargo hay algunos ele- mentos formales en la fachada, como el motivo de alas de mariposa de la portada, que la vinculan totalmente con el ámbito de Cayón. El arquitecto encargado de la última restauración cree que la fachada no está pensada ex profeso para esta capilla,197 ya que la modulación de la altura interna no coincide con la del exterior. Más concretamente el nivel del piso alto no se corresponde con la altura a que hubiera debido estar el óculo del segundo cuerpo de la fachada que teóricamente tendría que ser su elemento iluminador. El óvalo, sin embargo, aparece cegado, ya que coincide con el suelo del piso interior. Además, al ser desmontadas las piezas de cantería de la facha- da, se observó, en el momento de restituirlas, que algunas piezas, en la disposición origi-

197. SALVO MEDINA, Enrique: «Restauración capilla Nuestra Señora de Europa». En Vicaría episcopal del Campo de Gibraltar, Algeciras, 1995. p. 209.

138 nal, se habían montado incorrectamente. Todo esto hace pensar que la fachada fue reutili- zada, o ejecutada par un espacio que no se ajustaba al del interior de la Capilla de Europa. En el interior toda la riqueza ornamental se concentra en el camarín y la cúpula. El camarín es uno de los elementos más interesantes del edificio cuya decoración recuerda en cierta medida a los palios procesionales. En la reciente restauración se le dio un acceso independiente. La bóveda baída del presbiterio, que no se acusa en el exterior, está deco- rada con molduras doradas y pinturas barrocas que representan a los apóstoles. La cúpula se divide en ocho partes en cada una de las cuales se representa a un discípulo, los otros cuatro están en las pechinas. Se desconoce quién fue el autor. Recientemente se ha colocado una escultura en la hornacina de la fachada que contras- ta bastante con el color y la textura de la piedra de la Capilla. En la espadaña se colocó una campana que procedía de la antigua capilla protestan- te situada en la Villa Vieja. A pesar de que, según el autor de la última restauración, se fue absolutamente respetuoso con las formas de la antigua espadaña -y así se confirma si la comparamos con antiguas fotografías- el que se hiciera de nuevo en vez de restaurar- se, le da al remate de la fachada cierto aire de pastiche, que se refuerza con las arquitec- turas que vemos detrás. Esperemos que la pátina del tiempo lo vuelva a integrar pronto en el conjunto.

5.1.2.- IGLESIA PARROQUIAL DE NUESTRA SEÑORADELAPALMA.

El oratorio de un cortijo difícilmente podía adaptarse a las necesidades de la renacida Algeciras, pronto surge, pues, la necesidad de contar con una iglesia nueva. En 1720 el Obispado de Cádiz dio 1000 reales para el comienzo de la obra de la iglesia de Algeciras.198 En los primeros planos que tenemos de la ciudad, de enero de 1724, aparece ya con plan- ta rectangular alargada de una sola nave. En el capítulo de urbanismo ya mencionamos el rechazo de Jorge Próspero de Verboon al edificio que se estaba construyendo en esos momentos. En sus propuestas urbanísticas propone cambiar la situación y el eje de lo que luego sería la parroquia de la Palma. El ingeniero pretendía que la plaza fuera una cuadrado perfecto con la iglesia situada justo en el centro el lado este y convertirla de ese modo en el eje de simetría de ese espacio urbano. Esto hubiera supuesto el derribo de lo construido hasta ese momen- to -que a sus ojos debía resultar bastante mediocre y a todas luces desafortunada en su orientación con respecto a la Plaza- y levantar un nuevo edificio con las características que ya expresamos.

198. Libro de Cuentas del Archivo Diocesano, propiedad del mayordomo de la Fábrica de la Iglesia de la Ciudad y Campo de Gibraltar. Tomado de GÓMEZ de AVELLANEDA SABIO, Carlos: «La iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Palma en Algeciras». Vicaría episcopal del Campo de Gibraltar, Algeciras, 1995. p. 205.

139 La majestuosa y visionaria propuesta de Verboon no se lleva acabo, no se sitúa la igle- sia en la posición central de la plaza y ni tan siquiera se reorienta el eje para que la facha- da formase una línea perpendicular con lo otros lados de fachadas de la plaza. En 1736 las obras están muy avanzadas, aunque, dada la irregularidad de las aportaciones económicas que las financiaban, no se dan definitivamente por terminadas hasta 1738. En estas fechas la iglesia tenía tres naves, la central del doble de ancho que las laterales. A finales del XVIII se le añade una nave más en cada lado, de una anchura y una altura algo mayor que las contiguas, con lo que el ritmo del espacio interno es un tanto extraño. Al realizarse esta ampliación, la línea de comienzo del tejado hubo de subirse, para que la caída abarcase también a las naves de los extremos, siendo su planta definitiva la de una iglesia de cinco naves longitudinales y una de crucero, el espacio de intersección de ambas se corona por medio de cúpula con linterna. Con esta ampliación se creó un amplio hueco encima de las naves intermedias, con lo que se cegaron las ventanas que daban luz a la nave central. El interior es pues oscuro. La nave central es más alta y se separa de las laterales mediante arcada de medio punto que descansa directamente sobre robustas columnas de orden dórico, lo cual da sensación de arquitectura pesada y maciza. El espacio central se cubre con bóveda de cañón con los mencionados lunetos ciegos. Está dividida por arcos fajones. Las naves laterales están sepa- radas entre sí por pilastras y se cubren con bóvedas. Un gran arco toral separa la nave prin- cipal del crucero, originando un espacio central cubierto por cúpula de media naranja sobre pechinas, las pilastras del crucero son de orden jónico. En el exterior la puerta principal está enmarcada por gruesos contrafuertes que reco- rren la fachada verticalmente y que se rematan con formas curvas. La portada está for- mada por dos pilastras de sillería apoyadas sobre basamentos. El dintel tiene dovelas radia- les con clave en resalte. Sobre el entablamento hay una hornacina con una figura de la Virgen de la Palma. Por encima del segundo cuerpo se sitúa un óculo ovalado. Esta por- tada pone su fábrica en relación con otros edificios construidos en el siglo XVIII en la comarca, como la Iglesia de Santa María Coronada de San Roque y el destruido Convento de la Merced en la propia Algeciras. Las semejanzas entre estos edificios, uni- das a un marcado uso de la piedra, hace pensar en la existencia de un diseño común, en el que participaron ingenieros militares destinados en el Campo de Gibraltar durante esos años,199 ya que en el caso de San Roque la presencia de ingenieros en la dirección de las obras de la Coronada está contrastada. En el vértice de la plaza, en el ángulo suroeste de la iglesia se sitúa la elevada torre de estilo neoclásico. Su construcción no estuvo exenta de dificultades y los diseños propues- tos fueron rechazados en varias ocasiones por parte de la Real Academia de San Fernando, que en estos años tutelaba el buen gusto y el buen hacer de todas las obras públicas. Según el Madoz la dirección de la obra se debe a Alonso Barranco que la inició y a Isidro Casaus

199. ARANDA y QUILES: Op. cit. p. 216.

140 que la terminó.200 Cuando se finalizó el campanario, se produjo la consagración oficial de la iglesia en el año de 1829 por el obispo de Cádiz el Ilmo. Sr. Fr. Domingo Silos Moreno, dato que también nos proporciona el Madoz que se escribe pocos años después. El análi- sis que de la Palma decimonónica se hace el este libro tiene cierto interés. Se menciona lo más interesante del ajuar en estos años, así nos informamos de que en el altar mayor:

se ha colocado recientemente un templete de madera de buen gusto, figuran- do jaspe, el cual sirve para esponer el Santísimo Sacramento: detrás de él, y á la altura del presbiterio, aparece el coro, reducido, con sillería de nogal , y un órga- no mediano en una tribuna. En las pinturas no se nota mérito artístico, y solo se distingue entre ellas un S. Francisco; las alhajas de plata son las indispensables: los ornamentos regulares, y la lámpara de dicho metal que arde ante el altar mayor, fué donada por un devoto.201

Como se puede apreciar las posesiones de la Palma eran un tanto exiguas, suponemos que durante el resto del XIX y principios del XX se incrementarían, pero los trágicos suce- sos de 1931 hacen que este capítulo sea actualmente poco relevante. La obra de más interés de la iglesia es la imagen de la Virgen de la Palma, tanto por su valor artístico como por ser la patrona de la ciudad. Tradicionalmente se ha venido consi- derando como una obra italiana de la primera mitad del XVIII. El rostro actual no es el original, que fue destruido en 1931. La imagen tiene una ligera pátina de color que mati- za la calidad del material original. Hasta la última reforma estuvo colocada sobre un pedes- tal del que se pensó que formaba parte del conjunto original, aunque las características del material de la imagen y del soporte son completamente diferentes. Este detalle, además del diferente tratamiento de las superficies hace suponer que este soporte fuera una adición posterior. Sobre éste aparece escrito: SICUT PALMA EXALTATA SVM IN CADES.202 El formato de la escultura, el material y sobre todo la disposición sobre un elemento base que se integró al conjunto parecen indicar que era una obra para ser expuesta al aire libre. La calidad de esta imagen de equívoco origen ha alimentado en la ciudad una de las más bellas tradiciones locales que reproducimos en la versión de Cristóbal Delgado:

Se dice que esta escultura era conducida desde Italia hasta Cádiz en un barco, a mediados del siglo XVIII, pero un fuerte temporal hizo refugiarse a esta nave en nuestro puerto hasta que, pasada la tempestad, pudiera continuar. Cuando las aguas se calmaron, el barco intentó reanudar la travesía, pero otra vez el mar se embraveció y tuvo que renunciar. Realizó nuevos intentos de zarpar en días suce-

200. “La torre, que sirve de campanario, donde está el relox de la ciudad ha sido hecha posteriormente; su obra es de sille- ría; su elevación 150 pies, y su gusto regular, aunque se comprende que le falta un último cuerpo: la principió un tal Barranco, y la concluyó D. Isidro Casaus, siendo costeada con limosnas”. MADOZ, Pascual. Op. cit. p. 560. 201. Ibidem. p. 560. 202. «He sido enaltecida en Cádiz como Palma». Traducción de Clotilde Medina.

141 sivos, pero cuantas veces lo pretendió, el temporal se recrudecía haciendo impo- sible la navegación. Entonces, advertido el pueblo de que en la carga del barco iba una imagen de la Virgen de la Palma, decidieron sacarla, y en ese mismo ins- tante las aguas se calmaron y la nave pudo realizar su singladura. Y la Virgen se quedó para siempre en Algeciras.203

5.1.3.- AYUNTAMIENTO

En el capítulo de urbanismo ya hicimos una valoración de la fachada, obra que nos parecía bastante desafortunada especialmente al ser comparada con el primer proyecto del arquitecto que estuvo implicado en la obra, Amadeo Rodríguez y Rodríguez.204 La fachada está realizada en piedra labrada y ladrillo visto que modelan una arquitectura historicista que utiliza elementos neorrenacentistas y neomudéjares. El espacio interno se distribuye en torno a dos patios, que constituyen el eje del edifi- cio. Entre los dos se sitúa una escalera imperial que parte del patio principal. Recientemente, los patios han sido modernizados, el posterior con aires muy vanguardis- tas. El salón de plenos es el espacio de más interés del edificio, remodelado en tiempos de Emilio Morillas Salinas, al que podríamos calificar como nuestro alcalde «ceramista», ya que, además de la decoración de este salón de plenos, fue responsable de la remodelación de la plaza Alta, y de la colocación de los bancos cerámicos en el parque María Cristina. Estaba cercana en el tiempo la celebración de la Exposición Iberoamericana de Sevilla, con el consiguiente impacto que produjeron muchos de los pabellones, en los que se utili- zaba con profusión la decora- ción cerámica. La Casa González de Triana, que tenía contrastada su calidad en la realización de estos trabajos, fue la encargada de llevar a cabo la decoración. 86.- PANEL CERÁMICO EN EL QUE SE MUESTRA UNA DE LAS SESIONES DE LA Ésta está basada en planos CONFERENCIA DE ALGECIRAS. AYUNTAMIENTO.

203. DELGADO GÓMEZ, Cristóbal: Algeciras en Blanco y Negro. Op. cit. p. 41. 204. Sobre este tema puede consultarse el artículo de ARANDA BERNAL, Ana Mª y QUILES GARCÍA, Fernando: «Amadeo Rodríguez y su proyecto para el ayuntamiento de Algeciras» Op. cit. y La nueva casa consistorial de Algeciras de Angelines MELLE NAVALPOTRO y Andrés BOLUFER VICIOSO: Op. cit.

142 amplios en los que domina el amarillo y el azul, aunque no sabemos si en ese momento el que se utilizaran fundamentalmente estos dos colores tenía la carga simbólica de estar uti- lizando los colores locales.205 El amarillo se utiliza para representar grandes marcos dorados, y el azul se utiliza como fondo, aunque tampoco uniforme, ya que se juega con decoracio- nes florales en diferente tono. En el interior de los marcos se representan, en las paredes late- rales cuatro paisajes emblemáticos de la ciudad: Algeciras desde los Arcos, vista del río de la Miel, la Chorrera y la plaza Alta. En la cabecera los escudos de España y de Algeciras y en el fondo la representación de una de las sesiones de la Conferencia de Algeciras de 1906.

5.2.- NORTE DEL RÍO.

5.2.1.- MERCADO TORROJA.

La plaza Baja es un espacio que aparece plenamente consolidado como tal en el primer mapa que tenemos de la recién renacida Algeciras. El no tener un referente religioso como en el caso de la plaza Alta, y estar además más próxima la zona portuaria donde se con- centraban las actividades comerciales, hizo que este espacio público se enajenara, aunque, eso sí, con un uso también público. En 1819 el ayuntamiento decidió trasladar la zona de venta de carne y verdura, situada en la calle Sacramento (Rafael del Muro) y Cristóbal Colón, a la plaza Baja.206 Se dispuso que los puestos formasen calles entre sí, dejando una zona de 12 varas entre la línea de fachadas y el espacio ocupado. En 1821 comenzó la cons- trucción de los puestos de venta con materiales más perdurables, exigiéndosele a los due- ños de los puestos -cuyo espacio cedió gratis el ayuntamiento- que se hicieran cargo de la construcción de los accesos al recinto. El mercado quedó concluido en 1827.207 La descripción que de este espacio se hace en el Madoz, nos da idea del aspecto que tenía algo después de 1840:

La segunda plaza, llamada Baja, situada cerca de la Marina, es un cuadro, aunque no perfecto, cuyos frentes miden de 190 á 230 pies cada uno, y concén- trico á él, quedando una calle que lo rodea, está colocado el mercado público, for- mado de puestos para la venta, que son habitaciones bajas de material , entera- mente iguales , de forma sencilla, pero regular, y con soportales que dan al inte- rior, donde se contiene otra plaza mas pequeña, de igual figura, cuya entrada la forman cuatro arcos situados en los ángulos de la misma.208

205. El establecimiento del amarillo y el azul como colores locales fue por acuerdo de 15 de marzo de 1977, aunque para esta elección fue determinante la referencia del Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de España y sus posesiones de Ultramar de Pascual Madoz: «Su bandera mercante según lo prevenido en real orden de 30 de julio del corriente año, es de color amari- llo y azul, por mitad oriental, lo amarillo superior». DELGADO GÓMEZ, Cristóbal: Cosas de Algeciras. Op. cit. p. 199. 206. PÉREZ-PETINTO: Op. cit. p. 215. 207. Ibidem. p. 215. 208. MADOZ, Pascual: Op. cit. p. 560.

143 A comienzos del siglo XX este mercado se considera ya obsoleto, y aunque se hacen reformas parciales en 1928, la necesidad era ya ineludible. En 1929 se inicia la construc- ción de un nuevo mercado en la Huerta del Arca en la salida de Tarifa -donde ahora se sitúa el instituto Ventura Morón-, esta variación del emplazamiento provocó una fuerte polé- mica en la ciudad. En 1931, instaurada ya la República, se abandonan las obras que esta- ban casi concluidas, destinándose a Parque de Intendencia Militar.209 Aunque también lo tratamos en el capítulo de urbanismo conviene que nos detenga- mos un poco más ya que sin duda alguna es la aportación más importante de la ciudad a la historia de la arquitectura, al menos es la única que aparece en los manuales de historia del arte. El mercado de Algeciras se realiza a la vez que se construye en Madrid el mercado de Olavide,210 obra del arquitecto Javier Ferrero, edificio con el que guardaba relación ya que ambos proponen una renovación total de la tipología de esta arquitectura de servicios. El modelo algecireño es verdaderamente revolucionario. Se trata de una planta octogonal con cuatro entradas que se disponen diagonalmente con respecto a la plaza donde se inscribe. De esta forma, dada la irregularidad de la disposición de las calles que llegan al mercado, se posibilitaba el acceso más cómodo manteniendo la simetría en planta. En el polígono de la planta se distribuyen los puestos en anillos concéntricos, articulados por pasillos circu- lares y radiales, que facilitan las circulaciones y los accesos. Todo esto desarrolla un gran espacio diáfano que posibilita una distribución elástica del espacio en función del progra- ma de necesidades. Torroja logra suprimir soportes interiores, que perturbarían la diafani- dad espacial, calculando de manera magistral una cubierta en forma de casquete esférico de hormigón armado (47,80 m de diámetro y 44’10 m. de radio de curvatura, alcanzando 9 cm de espesor), que se perfora en el cenit con una claraboya (10 m de diagonal mayor) y descansa en ocho pilares periféricos. Éstos, para que no se abran y puedan soportar los empujes de la cubierta, se sujetan ceñidos por un cinturón octogonal integrado por dieci- séis redondos de 30 mm.211 Aunque es una obra plenamente funcional utiliza algunos ligeros detalles decorativos en las embocaduras de las puertas y pilares que recuerdan someramente el art deco. En los puntos de apoyo de la membrana destacan unos modernos capiteles que disimulan el resal- te de los elementos de suspensión que aquí se acumulan, sirviendo a su vez de embudo de desagüe, puesto que en ese punto se concentran también las direcciones de caída del agua sobre la cubierta. Actualmente presenta deterioros en el hormigón por corrosión de armaduras, especial- mente en los voladizos situados sobre las puertas.

209. PÉREZ-PETINTO: Op. cit. p. 216. 210. Fue derribado en 1974. 211. URRUTIA, Ángel: Arquitectura española siglo XX. Madrid, Manuales de Arte, Cátedra, 1997. p. 320. Quien a su vez toma como fuente Informes de Construcción, nº 137. Enero-febrero de 1962. Y AA.VV. La obra de Eduardo Torroja. Instituto de España. 1977.

144 La brillante solución de Manuel Sánchez Arcas, que fue su arquitecto, y del ingeniero Eduardo Torroja Miret, le obliga a ocupar un hueco en la Historia del Arte. El juego de gravidez e ingravidez, de espacio sostenido en el aire donde flota la gran cúpula, lo pone en relación con obras tan universales como el Panteón de Roma, y su influencia se hace sentir en construcciones recientes como el Palacio de Exposiciones y Congresos de Salamanca (1985-92) obra de gran brillantez del arquitecto Juan Navarro Baldeweg.

5.2.2.- EL HOSPITALDELACARIDAD.

La asistencia a los enfermos fue una necesidad en la ciudad desde el momento de su reocupación. El primer espacio del que tenemos noticias destinado a este fin fue la Capilla de Nuestra Señora de Europa. Al pasar sus funciones parroquiales a la Palma, la herman- dad de la Caridad utilizó este espacio y un solar contiguo para asistir a los enfermos.212 Dado que la capilla no cumplía las condiciones adecuadas para este fin, la hermandad soli- citó licencia del obispado para construir un hospital donde cuidar y curar a los enfermos. El primero de julio de 1748 fue otorgada por el obispo de Cádiz. Se creó para ello una her- mandad -que tenía ya reconocimiento oficial- y se establecieron constituciones para su régimen, componían la hermandad 188 individuos. Las obras se emprendieron en ese mismo año.213 El hospital se mantenía gracias a las limosnas que a diario se recogían, y su construc- ción fue posible gracias al esfuerzo colectivo de todo el pueblo. A pesar de la falta de recur- sos, las obras adelantaban rápidamente y en 1752 se hallaba en disposición de ser habilita- da una de las salas de la parte alta, instalándose los primeros enfermos. En 1768 estaba construido el edificio, pues en los años posteriores, los trabajos se limitaron a reformas par- ciales. El hospital tuvo cementerio propio en un patio, donde según Pérez-Petinto, se cons- truyó después una vivienda particular, y que fue vendido como los demás de una finca pro- piedad del benéfico establecimiento en 1896.214 El elemento más interesante del edificio es la escalera, construida entre los dos patios en los que se articula el hospital. Con una concepción casi escultórica logra resolver de forma airosa el problema de la conexión de los espacios de la planta baja y a la vez facilitar la ascensión a la planta superior en un espacio muy limitado, que era el condicionante principal. Recientemente han sido colocadas unas puertas de separación con el patio pequeño, al pie mismo de la escalera lo que destroza en gran parte la brillantez de esta solu- ción espacial. Las habitaciones, según los usos hospitalarios de entonces, son amplias para

212. BUENO LOZANO, Martín: «Pleito en Algeciras, mediado el XVIII, entre dos hermandades». Almoraima, 4 (1990) p. 58. 213. PÉREZ-PETINTO: Op. cit. p. 184. 214. Ibidem. p. 185.

145 disponer en ellas muchas camas corridas. Los patios están rodeados por una galería soste- nida por arcos de medio punto que se apoyan sobre columnas dóricas. La escalera del hospital de la Caridad está totalmente relacionada con la construida por Pedro Luis Gutiérrez de San Martín, el «Maestro Afanador» en el hospital de Mujeres de Cádiz. Aunque el modelo algecireño es más escueto a nivel decorativo, y pone en comu- nicación dos plantas en lugar de tres, por lo demás, la resolución es idéntica. Hay que seña- lar además que el Maestro Afanador estaba directamente vinculado con el obispado de quien dependía, era Maestro Mayor de la ciudad de Cádiz, y además del hospital de Mujeres construyó el convento de las Descalzas Concepcionistas. Ambos edificios habían sido patrocinados por el obispo Fray Tomás del Valle, el mismo que autorizó la construc- ción del hospital algecireño y contribuyó a su financiación. Este hecho, unido a que las fechas sean consecutivas (hospital de Mujeres 1736-1749 y hospital de la Caridad 1748- 1768), lleva a plantearse a Ana Mª Aranda y Fernando Quiles, que han estudiado el tema, la posibilidad de que en las obras de la escalera algecireña se utilizaran planos del Maestro Afanador; aunque no se pueda precisar si él mismo dirigió las obras o instruyó a algún maestro local.215 La Guerra de la Independencia supuso una sobreocupación del espacio hospitalario, que estuvo a punto de acabar con él. Gracias a la desinteresada protección del Hermano Mayor de la Caridad, el presbítero Juan Jerónimo de Lima, -al que la ciudad recuerda en una plaza próxima- que atendió con su propio capital todas las necesidades hasta su falle- cimiento en 1813, pudo sobrevivir la institución. Después hay un periodo de dificultades en que el Ayuntamiento voluntariamente se hace cargo de gestionar el hospital. Poco des- pués el mantenimiento se convirtió en forzoso, en virtud de la Real Orden de 28 de Octubre de 1822, que disponía que todos los hospitales que careciesen de bienes funda- cionales, pasasen a depender de los Ayuntamientos.216 La historia del centro hospitalario durante el resto del siglo XIX, es de dificultades con- tinuas. A finales de siglo hubo un momento que se tuvieron que abandonar más de seis salas porque no había capacidad para sostenerlas. Las dificultades no se remediaron hasta el año 1892 en que las religiosas Concepcionistas se hicieron cargo del establecimiento. Además de a estas religiosas hay que citar a otro benefactor que también se recuerda en el callejero de la ciudad el doctor Buenaventura Morón González, gracias a ellos el hospital se recuperó. Las únicas reformas significativas que se realizan en el edificio son del año 1928. Joaquín Ibáñez Cordón, residente en Buenos Aires, a instancias de Buenaventura Morón, que era su cuñado, costeó la obra del lado del oeste del edificio, dicho coste fue de sesenta mil pesetas. El ayuntamiento algecireño en gratitud le dio su nombre a la plaza contigua.

215. ARANDA y QUILES: Op. cit. p. 226. 216. PÉREZ-PETINTO: Op. cit. p. 190.

146 En la actualidad en el antiguo centro hospitalario tiene su sede la Fundación Municipal de Cultura José Luis Cano, estando dedicado todo este espacio a salas de exposiciones y de actos, a Archivo Notarial y demás dependencias dedicadas a los servicios culturales del ayun- tamiento. En el patio principal hay un magnifico ejemplar de ficus que forma parte del patri- monio vegetal de los algecireños. Recientemente el patio ha sido cubierto por una montera.

5.2.3.- CAPILLA DEL HOSPITAL DE LA CARIDAD.

El complejo hospitalario se completa con una capilla situada en el ángulo sureste de la manzana. El origen y la historia de la capilla están ligados, lógicamente al hos- pital. En 1748 los hermanos mayores de la Hermandad de la Caridad solicitaron al obispo Fray Tomás del Valle licencia para construir una capilla dedicada a San Antonio Abad, concediéndose el permiso ese mismo año. La construcción avanzó a la vez que la del hospital. La capilla estaba terminada en 1754. Se inauguró el día de la festividad del Santo titular, llevándose a ella procesionalmente la imagen de San Antonio Abad. En 1769, en una función solemne con asistencia de las Autoridades y la del Ayuntamiento, se colocó en su Sagrario el Santísimo Sacramento.217 La capilla construi- da tiene una sola nave reducida y su portada es muy sencilla. Dos pilastras sostienen un frontón partido en cuyo centro tiene escrito el texto de: «La Caridad me hizo», la fachada se completa con un óculo superior y una espadaña de interesante factura. Dado que durante el siglo XVIII y XIX las funciones portuarias se desarrollaban en el río, desde sus orígenes la gente de mar mos- tró predilección por esta capilla, en la que además, se encontraba presidiendo el altar mayor una imagen de la Virgen del Carmen patrona de los marineros. También había una imagen de San Telmo, con lo que la especia- lización marítima de las imágenes era com- pleta. En otra hornacina se encontraba la LA CAPILLA DE SAN ANTÓN, PERTENECIENTE AL CON- figura del titular: San Antonio Abad. JUNTO DEL ANTIGUO HOSPITAL DE LA CARIDAD.

217. Ibidem. p. 194.

147 En los años de 1780 a 1783, con motivo del bloqueo de Gibraltar por la escuadra manda- da por Barceló, los oficiales y marineros de la flota la hicieron centro de sus devociones y ofren- das. Al firmase la paz con los británicos el Almirante, donó a la Virgen y al Niño, dos coronas de plata atestiguandolo la inscripción siguiente grabada en la de la Madre, que dice. «Estas Coronas las dio el Excmo. Dr. D. Antonio Barceló Teniente General de la Mar, año 1783.»218 Aquí se creó por parte del gremio de marinos mercantes la Hermandad de Nuestro Padre Jesús atado a la Columna y Virgen Santísima del Carmen. Sus titulares eran sacados procesionalmente en la tarde del 16 de julio festividad de la Virgen del Carmen y se lleva- ban a la playa de la Marina para bendecir el mar. A lo largo del XIX la capilla pasa por difi- cultades, dejan de salir la procesión y se suprime la plaza de capellán en las décadas más agitadas del siglo. Con la restauración monárquica se creó de nuevo la plaza de capellán. Con la llegada de las religiosas Concepcionistas al hospital se acrecentó y realzó el culto. En 1931 la capilla fue saqueada y profanada; solo escapó del robo y la destrucción el Niño Jesús de la Virgen del Carmen. Las coronas de plata, donadas por Barceló y las ropas de la Virgen, fueron retiradas de la Iglesia y sacristía y escondidas en las salas de enfermos del Hospital.219 Poco después fue convertida en la Parroquia de Nuestra Señora del Carmen, cuya función cumplió hasta los años sesenta en que se construyó la nueva iglesia y se trasladó la parroquia.

5.2.4.- OTROS ESPACIOS Y OBRAS DE INTERÉS AL NORTE DEL RÍO.

A pesar de las agresiones que ha sufrido a lo largo de sus historia, el parque de María Cristina sigue siendo uno de los espacios más agradables de la ciudad, no vamos a pro- fundizar en su historia, ya tratada en el capítulo del desarrollo urbano, recordemos que su aspecto actual no se corresponde con su geométrico diseño original. Es en 1929 cuan- do comienza a cambiarse su trazado. Aunque se mantiene con respecto al antiguo plano la retícula de calles separando las isletas de plantas, se crea una calle central mucho más ancha y, como cambio más radical, se forma en su centro un amplio círculo desprovisto de vegetación, que se rodea de bancos curvos recubiertos con cerámicas que van cerran- do la rotonda. Este espacio central ha sido aprovechado tradicionalmente para la cele- bración de todo tipo de actos. Como anteriormente mencionamos, en 1959 se comete la mayor agresión a lo largo de su historia, perdiendo gran parte de su superficie al cons- truirse la calle F. Franco. Es un jardín de gran interés desde el punto de vista botánico, ya que posee abundantes especies vegetales, muchas de alto valor. Lamentablemente junto a rincones de gran belle- za, en los que se pueden contemplar verdaderas obras de arte del patrimonio vegetal,

218. Ibidem. p. 195. 219. Ibidem. p. 196.

148 encontramos algunos elementos un tanto kitsch, como la Pajarera o un buen número de esculturillas de iconografía Disney, que hacen las delicias del público infantil que lo visita, pero que son de un mal gusto enternecedor. Recientemente ha sido despojado de parte de su superficie, aunque hay que decir, que se ha hecho con exquisito cuidado, conservándose -ahora en el exterior- las especies más grandes de la zona afectada. La finalidad también era loable ya que permitía, sin trastocar excesivamente el trazado viario, dejar al descubierto los restos de lienzos de la muralla y la Puerta de Gibraltar de la Villa Nueva de la ciudad medieval. Estos restos fueron encontrados bajo el solar del antiguo cuartel del Calvario, en exca- vaciones llevadas a cabo entre junio y agosto de 1996. Se pusieron al descubierto varios tra- mos de lienzos de muralla, cuatro torres de flanqueo, parte de la barbacana y 125 metros de foso. Uno de los elementos de más interés es un puente de mampostería de un solo ojo con decoración de arcos superpuestos de ladrillo. Forma un quiebro en ángulo recto para rodear la torre-puerta de Gibraltar. La muralla tiene una anchura de casi dos metros y medio en su base. Está formada por un núcleo de hormigón ciclópeo con aparejo de las caras exteriores de sillarejo, todo ello muy bien labrado. Las torres están espaciadas unos 20 metros y su planta es de aproximadamente 7 metros de lado. Uno de los barrios más característicos de la ciudad es el de san Isidro. En él, como hemos visto, estaba el antiguo alcázar de la ciudad islámica, del que aún quedaban restos en los primeros momentos de la recién renacida Algeciras. En los planos que manda hacer Jorge Próspero de Verboon se puede apreciar la localización y disposición de este castillo sobre el antiguo recinto urbano. En los planes del ingeniero esta zona estaba ocupada por una ciudadela cuadrangular con baluartes en las esquinas. Este uso militar derivaba de su privilegiada situación de otero sobre la ciudad. Su topografía montañosa, sin embargo, la hacía bastante incomoda desde el punto de vista de su urbanización. De hecho, la Matagorda, que así se llamaba entonces el barrio, fue la última zona del antiguo núcleo norte que se urbanizó,220 como vimos en el capítulo de urbanismo sus pobladores origina- rios eran las gentes de menos recursos, en su mayoría jornaleros. La dificultad del relieve sobre el que se asienta ha hecho posible que las alteraciones de la tipología constructiva-salvo en sus bordes- no hayan sido tan profundas como en el resto del casco antiguo. Abundan las viviendas de una o dos plantas, cubiertas en su mayoría por tejas de barro cocido. Las calles de conexión con el centro urbano, con una fuerte subida, suelen estar resueltas por escalinatas que salvan la pendiente. Muchas calles se encuentran arboladas y se conservan los antiguos pavimentos de adoquines. Por todo ello es al único barrio de Algeciras al que se le puede dar el carácter de «típico» en la ter- minología más exportable del término y de hecho durante algunos años se intento refor- zar esta característica. 220. Sobre el origen de este barrio existe un interesante artículo de la tristemente desaparecida Angelines MELLE NAVAL- POTRO: »Renacer de Algeciras: Génesis del barrio de Matagorda». Op. cit.

149 En este barrio se conservan todavía algunos patios de vecinos, una tipología construc- tiva gran interés que tradicionalmente había resuelto las necesidades de vivienda de los gru- pos sociales menos favorecidos. En otras zonas de la ciudad este tipo de hábitat ha desapa- recido casi por completo. Aquí sin embargo todavía perviven algunos patios antiguos en interiores de manzana, en los que se agrupan viviendas modestas. Si no queremos verlos desaparecer -están con la tipología alterada y deteriorados- habrá que buscar soluciones inteligentes que satisfagan a inquilinos y propietarios. Este modelo de casas-patio de veci- nos fue renovado en un edificio construido cerca de allí, el patio de San José, situado en el Secano y que data de 1927. En el resto de la ciudad es difícil encontrar ambientes tan homogéneos, y aunque es complicado encontrar muestras de las edificaciones del pasado221 -uno de los rasgos más significativos de la ciudad es estar sumida en un proceso de reedificación permanente-, sin embargo hay algunas calles en las que se pueden encontrar todavía edificaciones de interés de los siglos XVIII y XIX, aunque muchas en mal estado. Proponemos por ello un paseo por las calles Cristóbal Colón, General Castaños, Rafael del Muro,... que aún conservan testimonios en una proporción significativa, lo que nos hace rememorar el aspecto que pudo tener la Algeciras de estos siglos. De comienzos del siglo XX, tenemos también una serie de edificios que se incluían de lleno en la renovación del lenguaje decorativo que se produce en la arquitectura en las pri- meras décadas. Uno de los de más interés que se sitúan en este amplia zona -norte del río- es el mirador de la calle Monet. Una coqueta ampliación hecha en los años veinte a una casa de principios de siglo.222 La continua renovación del caserío obliga a que la tarea de descubrir detalles decorativos de la arquitectura de la primera parte del siglo tenga rasgos casi detectivescos. Cada vez nos quedan menos, algunas se han derribado no hace mucho tiempo, como las del comienzo de la calle Convento, a otras se les ha despojado de su inte- rés, como a la que recientemente se le ha picado la fachada en la esquina de Juan Morrison con Emilio Castelar. Cojamos la lupa para descubrir algunos detalles: ¿Se ha percatado alguna vez del lagarto que trepa por las bellas rejas de la calle Prim 223 y del avión naïf de una puerta en la calle Ancha?224 Según la característica anteriormente mencionada de la renovación permanente, la pro- ximidad histórica hace que aumente el número de obras, lo que no quiere decir que

221. Sobre el tema de la evolución de la arquitectura doméstica algecireña puede consultarse el brillante capítulo que de dedican a este tema Ana Mª Aranda y Fernando Quiles en la obra citada anteriormente. 222. ARANDA y QUILES: Op. cit. p. 182. 223. Esta reja modernista procedía del edificio del Banco de España de la calle Ancha, que data de 1904 (en la actualidad es una de las sedes del ayuntamiento de Algeciras). Estas bellas rejas con motivos vegetales, fueron sustituidas por otras más anodinas por los responsables de la entidad. Suponemos que para ellos las primitivas tenían un aire demasiado «festivo», que no era congruentes con la pretendida seriedad de la institución. Ibidem. pp. 180-1. 224. Estos portones decorados con relieves de madera alusivos a la aviación pertenecen a una construcción recientemente restaurada y que tiene actualmente un activo uso comercial, se encuentra en la esquina de la calle Ancha con Blas Infante. El edificio se englobaría dentro de la corriente de la arquitectura regionalista en boga en los años veinte. La fachada es de ladrillo con diversos motivos decorativos entre los que destaca, además de por esta curiosa puerta, la gran venera situada bajo el balcón principal situado en el chaflán del edificio.

150 aumente su calidad. Me gustaría sin embargo destacar algunas edificaciones más recientes, conste que el criterio, como todo lo que aparece en estas líneas, es absolutamente subjeti- vo. Ya mencionamos en el capítulo de urbanismo el interés de la Capilla del Crucero Baleares, cuya bella silueta encalada se distinguía -hace algunos años- sobre el horizonte. En la actualidad se le están acercando peligrosamente demasiadas edificaciones con lo que el valor paisajístico de la interesante edificación neoislámica ha disminuido. Uno de los escasos ejemplos de arquitectura racionalista en la ciudad es el antiguo par- que de bomberos. Situado junto a la antigua plaza de toros, su planta se adapta al espacio triangular dejado por la calle Virgen de Europa la antigua carretera nacional y el coso tau- rino. La adaptación a este último elemento obligaba a la curvatura de la fachada sur del edificio. Sobre una base de piedra sedimentaria se eleva una amplias fachada acristalada. La simplicidad y la audacia de la resolución de los paramentos no pueden ser apreciados en la actualidad. La gasolinera, los cerramientos colocados tras las cristaleras y las ventanas aña- didas sobre la antigua retícula, impiden valorar su carácter singular. Más recientemente se han realizado varios edificios de viviendas que se mueven dentro de una estética neoracionalista. Justo al lado del antiguo parque de bomberos encontramos uno de ellos, pero el de más interés dentro de esta estética racionalista finisecular es el cons- truido en la calle Juan Morrison 42, que transcribe casi literalmente modelos originarios centroeuropeos. Uno de los edificios de más logrados del siglo, desde mi punto de vista, es el de la Escuela de Artes y Oficios, del que ya hablamos en el capítulo de urbanismo.

5.3.- LAS ORILLAS DEL RÍO.

Aunque el antiguo cauce permanece en la actualidad cubierto, su papel en la géne- sis de la ciudad, tanto en su formación original como en su refundación, es funda- mental. Esta circunstancia hace que en esta zona encontremos algunas construccio- nes de interés. Una de las zonas más hermosas del término es el curso alto del río de la Miel. Situado más allá de la barriada del Cobre es un punto de gran interés medioambien- tal. Aquí, al igual que en otros puntos de esta sierra, podemos encontrar restos de los antiguos molinos que poblaban la zona. Dentro del itinerario naturalista que por allí discurre se encuentra un puente de tipología medieval, no se sabe con certeza su cro- nología, aunque se supone del XVIII, pero podría ser más antiguo. Es de calzada de doble pendiente y arco de medio punto. Junto a él se encuentra el molino de Escalona, que aún está en uso, algo más arriba están las ruinas del molino del Águila, del que se conservan los muros y las bóvedas que cubrían los túneles de agua.

151 Continuando el curso del río la siguiente gran edificación de interés es el acueducto. Se conservan restos de sus dos tramos, el del Cobre, obra de menor interés pero en mejor esta- do de conservación, y otro trecho de más calidad constructiva, pero que se encuentra peor conservado, conocido simplemente como Los Arcos, que está integrado ya en la ciudad en una zona mal urbanizada. Quedan pocos arcos en pie y se le han adosado edificaciones, presentando en la actualidad un aspecto que deja mucho que desear. Es una lástima, por- que el proceso de degradación de esta obra ha sido muy reciente. Como vimos en las fotos aéreas realizadas a lo largo del siglo XX, permanecían todavía en perfecto estado sus dos tramos hasta bien avanzada la centuria, no afectándole siquiera la llegada del tren, que lo atravesaba. Todavía en 1944 el aspecto era bastante bueno, ya que según Pérez-Petinto: «ha resistido durante mas de 150 años los embates del tiempo, sin precisar de reparaciones importantes.»225 Será en los sesenta cuando, como consecuencia de un temporal, se des- plome gran parte de la obra. Lo más increíble es que -que sepamos- desde entonces jamás se ha realizado una obra con intención reparadora. Decimos increíble porque desde el XIX esta edificación tenía carácter emblemático para la ciudad. Madoz la considera «notable,»226 y gracias a la recomendación de Richard Ford mencionada anteriormente: Se puede dibu- jar Gibraltar desde las cercanías del acueducto y el molino de San Bernardino,227 se con- vierte en un icono que se repite a lo largo del XIX, una auténtica «postal» ligada a la ima- gen de Algeciras. Esta valoración positiva del monumento llega al menos hasta 1930, ya que, como hemos visto, será una de las cuatro vistas de la ciudad que se incluyan en la reforma del salón de Plenos del ayuntamiento. El acueducto fue la obra por excelencia de la Algeciras ilustrada. Los Arcos venían a solucionar el grave problema de la traída de las agua a la ciudad, transportando aguas lim- pias tomadas del cauce alto del río a la población. Después de algunas vicisitudes.228 las obras dieron comienzo en el año 1.777, y se terminaron en 1.783. El acueducto surtía a las fuentes que se construyeron en la plaza Alta, en la Baja, otra que después fue sustitui- da por la fuente Nueva, que le dio nombre a la zona que se urbanizó en el oeste de la ciu- dad, y otra en la Marina. La obra fue dirigida por el maestro alarife Pablo Díaz, e inspec- cionadas por Florindo, al que se mandó venir expresamente de Puerto Real, donde acaba- ba de hacer una obra similar. Sus nombres se recuerdan en calles cercanas a la construc- ción. En el Museo de Algeciras se conserva la lápida conmemorativa que glosaba este even-

225. PÉREZ-PETINTO: Op. cit. p. 243. 226. El comentario completo es como sigue: La obra mas notable en los afueras de la población, es un acueducto., conclui- do por el arquitecto D. Pablo Casaus, en el año de 1784, el cual conduce á la ciudad toda el agua que necesita, desde la falda de la cordillera de sierras situadas al oeste a distancia de una hora está formado dicho acueducto sobre dos órdenes de arca- das, la primera de 500 pasos de estension y 25 pies de altura en su centro, y la segunda con 43 arcos cuya elevacion en el cauce del río de la Miel, que pasa por bajo del mayor, es de 45 pies: toda la obra es de piedra y ladrillo, muy sólida, y diri- gida con inteligencia. MADOZ, Pascual: Op. cit. p. 561. 227. FORD, Richard: A handbook for travellers in Spain. Traducción de BUENO LOZANO, Martín: Op. cit. p. 127. 228. Los avatares del abastecimiento del agua de la ciudad son tratados en profundidad en un capítulo especifico de la obra de PÉREZ-PETINTO.

152 to, se hallaba colocada en el aljibe donde llegaban las aguas que tría el acueducto, y su texto dice así: REYN(ANDO) EN ESPAÑA EL S(EÑOR) D(ON) CARLOS III Y SIENDO ALC(ALDE) MAY(OR) DESTA CIUD(AD) DE ALXECIRAS EL SEÑOR D(ON) DION(ISIO) MONTALVO EL 30 DE MARZO 1783, SE CONSTRUYO ESTA MINA QUE TIENE LONGITUD DCC Y FUE PRINCIPIADA EN 11 DE JUNIO 1777 Y COSTEADA POR EL ARBITRIO CONCEDIDO POR EL SUPREMO CONSEJO DE CASTILLA SOBRE EL VINO VENDIDO POR MENOR P(ARA) LA CON- DUCCION DE AGUAS. FUERON DIPUTADOS LOS S(EÑORES) D(ON) FRAN- CISCO DE LA PEÑA, D(ON) JACINTO MONGE, D(ON) DAMIAN PERETI Y D(ON) JOSEPH DE LIMA THESORERO. El acueducto está formado por una sucesión de arcos de medio punto sobre pilastras. Originariamente no tenía contrafuertes. Según Santacana: «la totalidad de la arcada se levantó sin soporte alguno; pero al volver Florindo en visita de inspección, á la vez que admiró la valentía y esbeltez de la obra, recomendó que se le adosaran los arbotantes ó botareles necesarios para su mayor seguridad y duración, por ser muy largo su trayecto, y así se hizo, quedando los arcos en la forma que hoy podemos ver.»229 Las pilastras, contra- fuertes y rellenos de los arcos son de fábrica mixta de piedra y ladrillo. Los arcos son de rosca de ladrillo colocados a sardinel. Junto al acueducto se encuentran restos estimables de la arquitectura industrial de prin- cipios del siglo XX, es el caso de la corchera antes mencionada. Algo más al este, junto a la antigua estación, se encuentra la fábrica de harinas de Bandrés, a la que también aludimos en el capítulo de urbanismo. En esta zona230 se constru- yeron villa Aline, villa Berta y villa Palma, bun- galows destinados a direc- tivos de la compañía del ferrocarril, rodeados de amplios jardines, era uno de los focos de la ciudad donde la influencia anglosajona se hacía LA CAPILLA DEL CRISTO DE LA ALAMEDA EN UNA LITOGRAFÍA DE 1830 TITULADA UNE ÊGISE A ALGÉSIRAS. DE SAINSON (PINX), LEBORNE (LITH) Y V. A DAM (AUTORDELAS notar más. Villa Palma, FIGURAS). MUSEO MUNICIPAL DE ALGECIRAS.

229. SANTACANA y MENSAYAS, Emilio: Antiguo y moderno Algeciras. Op. cit. p. 261. 230. Según el esquema planteado no se puede decir que esta zona sea la orilla del río, pero al estar próxima a la vía tren, que seguía una dirección aproximada a la del río, nos ha parecido más conveniente incluirla aquí.

153 situada más al norte, fue demolida a principios de los setenta para construir la urbani- zación del mismo nombre. Pasadas la nueva estación de trenes y la de una compañía de autobuses -este lugar ha sido desde siempre una zona de tránsito de viajeros-, nos acercamos a una zona que se corresponde con el tramo de río que separaba los dos núcleos poblacionales de la ciudad en época medieval. A pesar del interés que tiene, muchas de sus edificaciones se encuentra en la actualidad en un estado de abandono verdaderamente deplorable. La primera que vamos a tratar es la capilla del Cristo de la Alameda. La construcción data del año 1776, cuando el presbítero Domingo Pérez obtuvo del obispado licencias para construir una capilla junto al río de la Miel al final de la calle Alameda. En ésta se venera- ba el Cristo de la Piedad, que hasta la mitad del siglo XIX tuvo gran predicamento entre la gente de mar, ya que era tenido por muy milagroso. Como consecuencia de ello las pare- des de esta capilla estaban totalmente cubiertas de exvotos, que, según Pérez-Petinto, repre- sentaban «en toscas pinturas dramáticas escenas de naufragios; recordamos uno que hacía memoria del trágico y glorioso ataque a Gibraltar por las flotantes.»231 Será precisamente el momento en que se producía el «Gran Sitio» a Gibraltar, en el que intervinieron la baterí- as flotantes, cuando esta fundación particular tiene mayor devoción. Su situación junto al río, entonces puerto, y a la Alameda, único espacio de esparcimiento de entonces, contri- buían a que muchos de los que deambulaban por la zona contribuyeran con limosnas a su mantenimiento. Poco a poco fue decayendo el culto quedando limitado desde los últimos años siglo XIX a la apertura al público el día del Jueves Santo. También fue saqueada en el año 1931. El espacio de la capilla se reducía a una pequeña sala a la que se entraba por una puer- ta frente a la calle Alameda. Ésta comunicaba con una pequeña habitación que servía de sacristía. En el fondo de la sala se erigía el único altar en el que se veneraba, además del Santo Cristo, las imágenes de la Virgen de los Dolores y de San Juan Evangelista. Actualmente quedan pocos restos del edificio, tan solo los muros de mampostería y una fachada que fue barroca, todo ello muy deteriorado. En estos momentos el edificio de la Capilla está siendo restaurado. Otro de los edificios interesantes de la zona es el antiguo hotel Sevilla. Fue construido sobre el solar de la antigua Aduana. Aunque en planta tiene proporciones modestas, sus fachadas pretenden y consiguen un sorprendente efecto de grandiosidad, que se reforzaba más cuando todavía no había perdido el mirador circular que lo coronaba. La fachada posee una sobreabundante decoración, balcones sobre ménsulas, balaustradas de piedra, columnas, frontones triangulares y curvos, pináculos, etc. Una arquitectura historicista neobarroca, que intenta plasmar elementos del secento italiano.232 Fue edificado entre 1922 y 1925 y su autor fue el arquitecto madrileño Emilio Antón.233 A lo largo de la historia ha tenido muchos usos: hotel, instituto, oficinas de la Compañía 231. PÉREZ-PETINTO: Op. cit. p. 271. 232. ARANDA y QUILES: Op. cit. p. 182. 233. DELGADO GÓMEZ, Cristóbal: Algeciras en Blanco y Negro. p. 71.

154 Transmediterránea, juzga- dos... En la actualidad se utiliza como edificio de viviendas. En el otro lado del río se encuentra el hotel Anglo-Hispano, construi- do a finales del siglo XIX, en el momento de la llega- da del ferrocarril a la ciu- dad. Refleja, a un nivel más modesto que el Reina Cristina, el momento en que nuestra ciudad se ASPECTO DEL INCONCLUSO INTERIOR DE LA CÁMARA DE COMERCIO. convirtió en el punto de atracción, tanto por la celebración de la Conferencia de Algeciras -este fue uno de los sitios donde se alojaron los diplomáticos-, como por el desarrollo de ese ideal turístico que se había ido generando a partir de la construcción del hotel Reina Cristina. Estaba muy bien situado para su función, colocado en un nudo de comunicaciones, justo a la salida de los puentes y próximo al muelle y a la estación. En la actualidad está cerrado. Es un edificio de tres plantas, organizado alrededor de un patio cubierto con montera. Este patio y la elevada terraza exterior eran los elementos más interesantes de la edificación. Junto a este edificio estuvo situado el hotel Término, que hace ya algunos años des- apareció, lo que nos permite contemplar uno de los pocos elementos todavía en uso que se han conservado del urbanismo medieval algecireño, nos referimos a la plaza del Coral. Esta zona había permanecido prácticamente tapada por las altas volumetrías de los dos hoteles mencionados, que dejaban un estrecho pasillo de acceso. Ahora se pueden con- templar las rampas de acceso a una de las puertas del recinto más antiguo de Algeciras. Aquí se encontraba la puerta del Mar, la más antigua de este núcleo y por tanto de la ciu- dad junto con la puerta de Tarifa de la Villa Vieja, aunque debió de sufrir importantes reformas entre los siglos XII y XIV. Se compone de una rampa en zig-zag que salva el des- nivel entre la orilla del río y la meseta donde se asentaba la medina. Según El Idrisi, la mez- quita de las Banderas se alzaba en las inmediaciones de la puerta del Mar.234 En la actuali- dad la plaza del Coral reúne una serie de edificaciones sin ningún interés aparente, situa- das sin embargo en un espacio muy recoleto. Con una mínima inversión sería, dada su excelente localización, un lugar muy adecuado para tiendas de artesanía u otros usos que 234. El Idrisi lo menciona el su Geografía de España según TORREMOCHA SILVA, Antonio. Algeciras entre la cristiandad y el islam. Algeciras. IECG, 1993. pp. 101-102.

155 fomentaran los valores «turísticos» de la ciudad. Un tema bastante descuidado por otra parte, aunque la cúbica y transparente Oficina de Turismo se encuentre por allí cerca. En la misma acera se sitúa un edificio que, de estar concluido, habría sido uno de los de mayor interés de finales del XX. Es el edificio de la Cámara de Comercio. Está plante- ado como una obra de arte total. Su artífice, con este título aparece en el cartel oficial de la abandonada obra, es el tarifeño Guillermo Pérez Villalta. Se trata, como la mayor parte de su obra, de una realización con un alto contenido simbólico, cuyas formas y distribu- ción del espacio están ligadas a un programa alegórico. El planteamiento de globalidad de la obra está presente hasta el más mínimo detalle: todos están previstos y en todos se apre- cia la «marca de fábrica». Esta circunstancia lo liga con movimientos como los Arts and Crafts o la Bauhaus. Suponemos que todos estos detalles, que encarecieron la obra, y los conflictos internos surgidos en la Cámara de Comercio, han hecho que esta interesantísi- ma obra permanezca todavía inconclusa. Extrañamente esta zona de la orilla del río, a pesar de ser una de las zonas más transi- tadas de la ciudad, se encuentra enormemente degradada. La presencia del río convirtió este lugar -en dos ocasiones- en génesis de la población. La zona gozó de su máximo esplen- dor en la primera parte del siglo XX. Algeciras entonces se volcó en estas riveras apare- ciendo en sus costados algunos de los edificios más singulares del patrimonio arquitectó- nico de la ciudad. Esta situación cambió radicalmente hace ya algunas décadas. El vertido indiscriminado sobre el río hizo que el aire de los alrededores fuese irrespirable. La solución fue taparlo, con lo que se consiguió construir una gran cloaca. Dejando a un lado la consideración negativa que produce el hecho desde un punto de vista urbanístico y medioambiental, que ya comentamos anteriormente, se dan algunas circunstancias que convierten al estado de degradación de la zona, en una situación difícilmente comprensible. Aunque no fueran esas las circunstancias cuando se tapó, no cabe duda de que el río podría haber tenido un valor estético, si se hubiera cuidado, pero también hay que señalar que suponía un muro entre dos partes de la ciudad. La canalización del río podría haber contribuido al menos a una mejor articulación de los dos núcleos históricos de la ciudad, hacer una gran avenida o un boulevard habrían sido soluciones simples al problema de la mala articulación. Esto no pudo hacerse porque existía otra barrera, la línea de ferrocarril que transitaba paralela al río, de manera que se sacó rendimiento a la plataforma que tapaba al río construyendo encima un aparcamiento. Durante muchos años se reivindicó por parte de la ciudadanía la eliminación de la vía del tren de este lugar, pero increíblemente en el momento en que se consiguió lo único que ocurre es que este aparcamiento se extienda unos metros más, con lo que las vallas siguen actuado como impedimento para una mejor articulación. Lo peor de todo es que a este espacio se le han ido adosando una serie de construccio- nes -suponemos que provisionales- que convierten todo el camino entre el puerto y las estaciones de autobuses y ferrocarril en un paseo verdaderamente lamentable. Esta cir-

156 cunstancia es todavía más grave si consideramos que muchísima gente es lo único que conoce de Algeciras. Si existe una ciudad que tiene fácil cuidar una «fachada», una imagen de una zona que vender al exterior porque todo el mundo pasa por allí, esa ciudad es Algeciras y la zona la que estamos tratando.

5.4.- EL SUR DEL RÍO.

Los restos de interés más antiguos que se conservan en esta parte de la ciudad, son las ruinas de la muralla sur de la Villa Vieja. En la ladera meridional de la loma en la que se asentaban la ciudad romana y la primitiva medina de la ciudad islámica. Se conservan res- tos de las torres de flanqueo, separadas entre sí unos 25 metros. Fueron construidas a par- tir del siglo IX. Están realizadas de rellenos de piedra y cal y muros exteriores de mampos- tería por hiladas, mientras los lienzos son de tapial. Una excavación de urgencia realizada hace algunos años en una de las torres del flanco sur de la Villa Vieja dejó al descubierto la base de la misma, pudiéndose comprobar que el núcleo de hormigón se hallaba revesti- do de sillarejos y los ángulos reforzados con sillares bien tallados, posiblemente aprovecha- dos de construcciones romanas. En el frente de una de las torres quedan aún restos de enfoscado, de lo que se deduce que la totalidad de los paramentos estuvo enlucida y pin- tada.46 Recientemente se ha vuelto a realizar otra excavación de urgencia que ha puesto de manifiesto unos forrados más anchos de algunos de los elementos defensivos. Esas recien- tes y cercanas excavaciones de urgencia ponen de manifiesto la presión urbanística que se está ejerciendo sobre la zona. Es una lástima que no se haya planificado ya una amplia zona verde que simultáneamente sirviera de protección y ayudase a dignificar estos restos. Muy cerca de allí encontramos más restos en el interior del espacio ajardinado del hotel Cristina. Son las ruinas de una antigua edificación militar del XIX. Toda la superficie donde se establece el hotel al igual que el resto de la Villa Vieja se apoya en los restos ente- rrados de la antigua ciudad islámica. Continuando con el capítulo de restos de esta zona sur tenemos que señalar los del recinto amurallado del Fuerte de la Isla Verde.236 Allí se encontraban las baterías, que duran- te el XVIII formaron parte del cinturón defensivo campogibraltareño. La fortificación no desapareció -como la mayoría de las que formaban parte del cinturón defensivo- a princi- pios del XIX, al menos momentáneamente tuvo mejor suerte. Serán las obras del puerto, cuando comienza su imparable desarrollo en el XX, las que acaben con el Fuerte de la Isla

235. TORREMOCHA SILVA, Antonio: Algeciras entre la cristiandad y el islam. Op. cit. p. 70. 236. Sobre este tema puede consultarse la obra de SÁEZ RODRÍGUEZ, Ángel: «Las líneas españolas. Los fuertes costeros del Campo de Gibraltar». Op. cit.

157 Verde. Se conservan tan solo restos del muro en talud del baluarte defensivo. Las instalaciones que se encuentran en las inmediaciones han desfigurado totalmente el aspecto del recinto del XVIII. La pérdida además de la insularidad ha logrado desvirtuar todo recuerdo de la anti- gua instalación defensiva. El edificio de más interés de toda la Villa Vieja, tanto por sus valores arquitectónicos, como por su importancia en la historia de la ciudad, es el hotel Reina Cristina. El estableci- miento primitivo se quemó por causa de un cor- tocircuito en 1928, siendo reconstruido por el arquitecto británico Guillermo Thompson, que se convirtió después en el director del hotel. La nueva construcción se inauguró en 1932 y seguía básicamente las directrices de la antigua, aunque con un piso más. La construcción se desarrolla a partir de un patio central, decorado con motivos ornamentales islámicos, de ahí EL CONSERVATORIO DE MÚSICA PACO DE LUCÍA. salen alas en distintas direcciones. Las dos que forman la fachada marítima se disponen oblicuamente al sentido general de la planta. Se trata de una arquitectura abierta, en que el espacio construido es tan importante como el jardín exterior, abundando las zonas en que uno y otro se funden . Esta mezcolanza espacial se traduce también en el lenguaje de los elementos decorativos y constructivos utilizados. En él se funden componentes arqui- tectónicos basados en la más pura tradición británica con elementos específicamente colo- niales y con detalles decorativos de la tradición islámico-andaluza. De todas las grandes casas construidas en terrazas que daban a la antigua playa del Chorruelo tan solo se conservan dos. Hace mucho tiempo que las familias que las habita- ban, normalmente foráneas y de cierto nivel económico, las abandonaron. Algunas se sus- tituyeron por edificios de volumetrías exageradas para la planta que ocupan, y que, desde luego, desvirtuaban totalmente tanto el carácter elitista, como el formal de estructuras escalonadas de los inmuebles. Algunas se derrumbaron de puro abandono no hace dema- siados años. De las dos que se han conservado, una lo ha sido porque se establecieron en ella los frailes franciscanos de la Cruz Blanca. El uso, como es habitual, ha hecho posible una buena conservación del edificio que tiene un uso asistencial. Muy recientemente esta institución ha incorporado a sus dependencias un solar contiguo, en el que se ubicaba otra de las villas edificadas sobre el talud. Esta ampliación del edificio, que vino a inaugurar el

158 arzobispo de Sevilla, posibilitó algo que parecía imposible, el asfaltado de un tramo de la calle. La otra edificación que se conserva se ha salvado por los pelos, ya que se encontraba desocupada y parecía destinada a tener el mismo fin que el resto, lo que habría sido una lástima porque es de las más interesantes. El Ayuntamiento de la ciudad la recuperó y res- tauró instalándose en ella el Conservatorio de Música «Paco de Lucía». Es una construc- ción de principios de siglo, realizada entre medianeras, como el resto de las que se aterra- zaban sobre el Chorruelo. La adaptación al fuerte talud del relieve obligaba a diferentes retranqueos en cada nivel. Esta tiene, como tenían las demás casas de la zona, dos entra- das, una en el paseo de la Conferencia y otra en Emilio Burgos. Como elementos decora- tivos utiliza balaustradas en los balcones y terrazas, además de medallones de diferentes tamaños en distintos puntos de la fachada. Tiene detalles de estética modernista ligados con elementos propios del eclecticismo histórico de principios de siglo. Otra edificación de interés en esta parte de la ciudad es el palacete de Villa Smith, actualmente sede de la Mancomunidad de Municipios del Campo de Gibraltar. Como mencionamos anteriormente, se encuentra dentro del actual parque municipal de Las Acacias, que era el jardín de la villa cuando la casa estaba habitada por la familia Smith. Este espacio pasó a ser propiedad municipal en 1975. El terreno sobre el que se asienta era propiedad de Guillermo Jaime Smith, un consignatario de buques en Gibraltar que fue nombrado vicecónsul de Gran Bretaña. La primitiva propiedad debía abarcar la mayor parte de la Villa Vieja, ya que también era propietario del terreno donde luego se constru- yó el hotel Reina Cristina. Smith vendió a la compañía del ferrocarril Algeciras a Bobadilla 54.700 m2. A pesar de ello después de la venta de ese terreno Villa Smith era la propiedad privada más grande de toda la zona con 25.300 m2 . Las primeras noticias de la construc- ción de la villa datan de 1904, y según datos facilitados por Mrs. Smith, hija política del primer propietario, el autor del edificio fue también Guillermo Thompson.237 Esta mansión tuvo su apogeo a principios de siglo. Como dijimos, aquí habían estado alojados algunos de los participantes en la Conferencia de Algeciras. El señor Smith y su familia vivieron en el palacete hasta el año 1919. A partir de esa fecha y hasta 1936 resi- dieron en ella su hijo y familia. Al iniciarse la Guerra Civil, éstos abandonaron Algeciras y volvieron tras finalizar la Segunda Guerra Mundial. Residieron aquí hasta l966, año en que vendieron la propiedad a una compañía constructora que pretendió edificarla. El Ayuntamiento de Algeciras no concedió licencia para dicho proyecto, y después de una negociación se vendió la mayor parte de la propiedad al consistorio, con la contrapartida de autorizar la construcción de dos edificios de viviendas en el lado de la propiedad que daba a la calle San Nicolás, entre los cuales se situó la entrada al parque. El Ayuntamiento rehabilitó el palacete, que se destinó en un principio a usos cultura- les, para cederse posteriormente a la recién creada Mancomunidad de Municipios del Campo de Gibraltar como sede. Como hemos comentado anteriormente hace ya algunos años se levantó en su interior una antiestética valla que rompe totalmente con el trazado

237. RÍZQUEZ, Antonio: «Parque «Las Acacias» de Algeciras: estudio actualizado de su arbolado». Almoraima, 15 (1996) p. 298.

159 del espacio ajardinado. Entre otras cosas quiebra la vinculación existente entre la actual fachada principal del edificio y el programa planteado por la vegetación próxima. En el diseño original se deja una isleta circular justo delante de la fachada del palacete, ahí se plantó un roble, que hoy es un ejemplar magnífico que forma parte de nuestro patrimo- nio vegetal. Esta especie, rara en estas latitudes, tiene un gran contenido simbólico en las culturas del norte de Europa, de éste se dice que tenía un mensaje esotérico o de identidad masónica,238 obviamente no es un árbol más, la vegetación forma parte de un programa unitario con la arquitectura. Recientemente se ha variado el acceso a la zona de parque, anteriormente era por la calle San Nicolás y ahora es por Ortega y Gasset, intercambián- dose terrenos con una de las fincas antes mencionadas. El edificio es en cierto modo el arquetipo de la villa en su concepto más clásico, de espa- cio aislado, en donde la idea de descanso, de independencia, de autosuficiencia, en suma, estaba por encima de la idea de lujo. Aunque, como en todas las edificaciones construidas por los británicos en la zona, la idea de confort está muy presente, sin embargo las líneas son sobrias. Es una casa exenta de dos plantas, con dos pabellones simétricos más bajos a ambos lados del cuerpo central. En el centro de éste se encuentra el patio, formado por arcos rebajados sobre cuatro columnas de mármol rosa. Alrededor de él se distribuían las habitaciones principales. La escalera tiene una interesante cerrajería de hierro fundido. Tiene dos porches con dos y tres arcadas respectivamente. Su aspecto exterior es bastante sobrio. En él no se aprecian rasgos estilísticos muy defi- nidos. Es una arquitectura ecléctica, como toda la de cierto nivel que se realiza a principios de siglo, en la que no destaca ningún elemento que lo acerque más al lujo que a la utili- dad: tejas vidriadas verdes en la cubierta, balaustradas en los balcones y vanos cerrados con persianas de librillo, que le dan cierto carácter colonial. En el interior del edificio podemos contemplar una importante colección de grabado, escultura, pintura y fotografía. Ésta se ha formado por iniciativa del Departamento de Cultura de la Mancomunidad. En ella se muestran obras que tienen como tema los dife- rentes municipios que forman el Campo de Gibraltar, o que están realizadas por significa- dos artistas de la comarca. Aquí podemos ver grabados de David Roberts; esculturas de Jaime Pérez Ramos, Sylvain Marc y Evaristo Belloti; pinturas de Guillermo Pérez Villalta, Ramón Puyol, Helmut Siesser, José Luis García Jaén, Antonio López Canales, Juan Gómez Macias, José Guerra, José Barroso, Maruchi Molinero, Teresa de Castro, Juan Jiménez, Mario Finlayson, Delgado Guitart, Antonio Rojas, Luis Sánchez Maraia y Juan Carlos Pardo entre otros; y fotografías de Juan Jesús Huelva, José Luis Roca, etc. En definitiva un amplio repertorio de obras que, si se continúa la colección, la convertirán en un impor- tante conjunto de obras representativas que podrían constituir el germen de un futuro Museo de Artes Plásticas del Campo de Gibraltar. En la Villa Vieja se encuentra también el edificio del Museo Municipal de Algeciras. Aunque de más modestas proporciones, de hecho se conocía como la «Casa de los 238. En el documento transcrito por CABELLO SÁNCHEZ, Mª Luisa y PARDO GONZÁLEZ, Juan Carlos: Civitas Phoenix. La población de Algeciras en la primera mitad del siglo XVIII.

160 Guardeses» porque era la vivienda de los encargados de Villa Smith, es una edificación que respira igualmente esa atmósfera de la Algeciras de la Conferencia. Hasta hace pocos años, ya segregado de la propiedad original, el edificio estaba abandonado, a la espera, como tan- tos, de qué edificar encima. La operación inmobiliaria no destruyó la casa, pero tampoco se puede decir que la empresa constructora saliese perjudicada. Se edificó en el jardín de la finca y se dejó sin edificar la antigua casa y un estrecho pasillo que conectó la calle Ortega y Gasset con san Nicolás. Su paso a propiedad municipal fue, como en otros casos, una operación en la que el Ayuntamiento obtenía una relativa ganancia a cambio de aumentar el volumen de edificación y disminuir al mínimo el espacio de la nueva calle. A la vez se efectuó el intercambio de terrenos con otra propiedad lo que posibilitó que se desplazase la entrada de San Nicolás a Ortega y Gasset. El interior del edificio fue totalmente reformado en el año 1995 para adaptarlo a las necesidades museísticas, en tanto que el aspecto exterior -salvo la entrada- se conservó tal como estaba en el pasado. Consta de dos plantas. La inferior con cuatro salas y la superior con tres. En la planta baja se exponen elementos materiales, ilustraciones e información escrita de las culturas que se desarrollaron en la comarca desde la Prehistoria hasta la Baja Edad Media. La planta alta se dedica a los acontecimientos históricos y a la exposición de obras de arte de los siglos XVII al XX. En la sala dedicada a paleontología y a las culturas prehistóricas, destaca la colección de útiles líticos del Paleolítico Inferior (bifaces, triedros y hendedores), así como un lote de microlítos que proceden de las terrazas costeras de Torre Almirante, pertenecientes a cul- turas de cazadores especializados de finales del Paleolítico Superior y del Epipaleolítico (Entre 10.000 y 7.000 años). También se muestran reproducciones de cráneos pertene- cientes a razas prehistóricas y de instrumentos agrarios del Calcolítico. La siguiente sala contiene una colección de piezas arqueológicas fenicio-púnicas, roma- nas y visigodas. La pieza más importante de la sala es el pedestal de la diosa Diana, una pieza hallada en 1972 en el transcurso de unas obras que se realizaban en la calle Convento. Presenta tres de sus caras decoradas, lo que indica que se encontraba adosada a un muro. Contiene dos inscripciones239 y está decorado con hojas de acanto en los cuerpos superior

239. La inscripción en cuestión es la que sigue: En el registro superior lleva la dedicatoria: DIANAE AVG (ustae) FABlA C(aii) F(ilia) FABIANA CVM ORNAMEN TIS I(nfra) S(criptis) EPVLO DATO D(onat) D(edicat) En el registro central: CATELLA CVM CYLINDR(i)S N(umero) VII ARMILLAS CVM CY LINDRIS (Numero) XX ANTEMANUS CVM CYLINDRIS N(umero) XIII PERIS CELIA CVM CYLINDRIS N(umero) XVIII AN(n)VLOS GEMMAIOS N(umero) II Cuya traducción sería: Fabia Fabiana, hija de Cayo, tras haber ofrecido un banquete ceremonial, dona y dedica (este pedestal) con los ornamentos abajo reseñados a Diana Augusta. Siete cadenas con piedras cilíndricas, veinte brazaletes con piedras preciosas cilíndricas, trece pulseras con piedras cilíndicas, die- ciocho pulseras para los pies con piedras preciosas cilíndricas, dos anillos engastados con gemas. Traducción: Clotilde Medina.

161 e inferior. También se expone la reproducción de un ancla romana y diversas ánforas pro- cedentes del yacimiento de los Hornos Romanos del Rinconcillo. Igualmente se muestran diversas piezas de terra sigillata, bronce y vidrio procedente de los yacimientos de Carteia, Barbésula, Iulia Traducta y Caetaria. A continuación se muestra una serie de piezas de los siglos VIII al XIV representativas del periodo islámico de la ciudad. La pieza de más interés es una tinaja grande con deco- ración estampillada que cubre toda la superficie de la pieza. Fue recuperada en el transcurso de una excavación realizada en el nº 5 de la calle Cánovas del Castillo, donde se excavaron dos viviendas de los siglos XIII y XIV. Está vidriada en verde en la parte superior y tiene forma globular, con dos asas de aleta de las que sólo se conserva el arranque de una de ellas. La decoración esta compuesta por motivos estampillados dispuestos en franjas horizonta- les. También destacan dos lápidas sepulcrales, varias estelas funerarias de cerámica vidria- da, varias muestras más de cerámica estampillada y monedas de los siglos VIII, X y XII. Asimismo se ha acondicionado una vitrina con el material arqueológico de época meriní procedente de la excavación realizada en las murallas de la Villa Nueva. La siguiente sala se dedica al cerco y conquista de Algeciras por Alfonso XI. Se expo- nen piezas relacionadas con la actividad militar que se concentró sobre la ciudad entre 1342 y 1344 (puntas de saetas, reproducción de una nave, bolaños,... ). Esta sala se com- pleta con varios paneles sobre el ordenamiento de Algeciras, el cerco de la ciudad y una descripción del término según el Libro de la Montería de Alfonso XI. En la planta superior hay una sala dedicada especialmente al siglo XVIII, el del renaci- miento de la ciudad. En ella también se ofrece mucha información sobre los asedios a Gibraltar. Destaca la colección de objetos de orfebrería religiosa y la lápida, antes mencio- nada, que conmemoraba la traída de aguas a la ciudad por el acueducto. La siguiente sala se dedica a los siglos XIX y XX. Se exponen carteles de feria de Algeciras, reproducciones de postales antiguas, grabados y planos, así como piezas de gran valor etnológico (rodezno de un molino harinero, objetos para iluminación, piezas proce- dentes de la cocina del desaparecido Hospital de la Caridad, utensilios agrarios tradiciona- les, etc...) También se exponen las Mazas de plata del Ayuntamiento mandadas hacer en el año 1892. En otra de las vitrinas se muestran los instrumentos utilizados en el baile y cante típicos de la comarca. La pieza de más interés es la placa conmemorativa de la conferencia de 1906, que fue regalada a la ciudad por la casa alemana Wratzker y Steiger. Esta placa tiene en la parte superior, y por orden alfabético, los escudos realizados en esmalte de las naciones participantes en la Conferencia. A continuación un texto alusivo a la celebración del evento y los nombres de todos los delegados participantes. Tiene cuatro relieves de bronce con figuras alusivas a los beneficios de la paz y los perjuicios de la guerra, es pues un alegato a favor en favor de la concordia de las naciones, en la que Algeciras, con su escu- do abajo en medio de la composición, tiene un papel determinante en aras a encontrar el difícil equilibrio.

162 La sala también está dedicada a exponer algunas obras de dos de los más significados artistas locales Ramón Puyol y Rafael Argelés.

6.- BIBLIOGRAFÍA.

6.1.- FUENTES.

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170 Capítulo IX Siglo XX: sociedad, cultura y creación en Algeciras

Juan José Téllez Rubio Escritor y periodista Miembro de la sección VI del IECG.

SIGLO XX: SOCIEDAD, CULTURA Y CREACIÓN EN ALGECIRAS

1.- UNA REFLEXIÓN ANTE LA CIUDAD

Algeciras viene siendo, a lo largo de su historia, una rara ciudad que muere y se des- muere, que agoniza y que resucita al vaivén de querencias y rencores. Frente a la liturgia de la destrucción, la historia apenas arroja los nombres de Jorge Próspero Verboon, el marqués que envió a Felipe V el proyecto de reconstrucción de la ciudad; de Pablo Isidro Casaus, el arquitecto del acueducto y del campanario de La Palma o el de los emprendedores Alexander Henderson y John Morrison, dos escoceses que guardaron relación con diversas propuestas de modernización de la ciudad, desde el ferrocarril al Hotel Cristina, desde el suministro de aguas a los vapores que cruzaban la bahía, entre Algeciras y Gibraltar. Ese extraño oleaje de acontecimientos, de sucesos felices o fatales, es lo que marcará la peripecia del siglo XX: cierto afán incendiario que llevó a su destrucción andalusí de 1369, alienta en el proceso especulativo que viene a coincidir con la explosión demográfica de la ciudad en los años 60 de ese último siglo, pero que ya contaba con antecedentes desde sus albores cuando, en 1918 fuera demolido el Ojo del Muelle que, en rigor, fue una puerta de las antiguas murallas algeciríes. Al vaivén de los logreros del siglo XX, es cuando muere la hermosa ciudad decimonó- nica en la que Lord Byron cenara una noche con el general Castaños o a la que Benito Pérez Galdós equiparase, en belleza, a la de Ronda. Entonces, también, es cuando surge una nueva Algeciras, no sólo por el porte de sus edificios sino por la conquista paulatina de una clase media, holgada y amplia, acontecimiento insólito en un territorio donde se andaba viviendo al salto, la burguesía era reducida y todos eran, hasta ese momento, oli- garcas y militares, obreros y supervivientes, que resistían al pairo de la historia y a la som- bra de la frontera.

"Algeciras se ha devorado a sí misma siempre, porque sus rasgos más característicos como población han sido el imparable progreso y una liberalidad que despreció la tiranía de las tradiciones", escriben Ana María Aranda Bernal y Fernando Quiles García en su excelente libro titulado Historia urbana de Algeciras.

En dicha obra, viene a sostenerse que el crecimiento demográfico marcó siempre la peripecia urbana de Algeciras y sus sucesivas transformaciones, desde el siglo XVIII a la actualidad. En dicho paisaje histórico, descuellan edificios religiosos y civiles de diverso porte, desde la Capilla de Nuestra Señora de Europa a la del Cristo de la Alameda –en donde la leyenda cuenta que se perdió una excelente colección de exvotos--, o la Iglesia de

175 Nuestra Señora de la Palma, hasta las villas del Paseo de la Conferencia, los patios popula- res, como el que aún se conserva y que dicen del Coral, la Casa Consistorial, el hospital de la Caridad u Hospital Civil con la aneja capilla de San Antón, que data de mediados del siglo XVIII, o, de esa misma datación, los arcos que restan del antiguo acueducto en El Cobre y en La Bajadilla; todo ello parejo al crecimiento del puerto, construído en 1913, "después de una larga lucha burocrática que duró casi un siglo", según Cristóbal Delgado; y el desarrollo económico que produjo la llegada del ferrocarril en el XIX, o la ejecución de ambiciosos proyectos como el de una obra que va a convertirse en una pieza maestra de la ingeniería, como es la del mercado que lleva el nombre de su creador, el Ingeniero Torroja. Se trata de un diseño de 1933, suscrito por el ingeniero Eduardo Torroja y Miret, con el que colaborará el arqui- tecto Manuel Sánchez Arcas. La clave del mismo estriba en una cubierta semiesférica de hormigón armado, con 46 metros de diámetro y un grosor infe- rior a 9 centímetros, que apenas descansa sobre CÚPULA DEL MERCADO DISEÑADO POR TORROJA ocho pilares. En el catálo- go general de Patrimonio Histórico de Andalucía, se cita el dato de 42 metros en vez de 46 y cifra su espesor en 8 centímetros:

En la clave de la cúpula –se analiza en el expediente del Catálogo—se abre un lucernario formado por piezas de vidrio entre nervaduras de hormigón, que ilu- mina un conjunto de puestos distribuidos radialmente. La resolución del borde se consigue con la apertura de la membrana de revolución en ocho láminas que se levantan para dar paso a la luz permietralmente, en aquel punto de la sección de la cúpula en que las tensiones lo permiten. Se consigue así una estructura lim- pia y diáfana que descansa exclusivamente en ocho puntos y gravita sobre un potente basamento de ladrillo visto.

Nacido en Madrid, un 27 de agosto de 1899, y fallecido en esa misma ciudad un 15 de junio de 1961, en su despacho del Instituto Técnico de la Construcción y del Cemento, a Eduardo Torroja se deben, entre otras obras, la Ciudad Universitaria y el Hipódromo de la Zarzuela, en Madrid, o los desaparecidos Frontón de Recoletos y un puente sobre el río Esla:

176 El legado de su obra –analiza José María Fernández Isla--, va mucho más allá de las portensosas laminas de hormigón armado que le hicieron universalmente célebre. La razón es bien simple. Torroja no se conforma con resolver desde la economía formal un problema estructural; su aportación fundamental consiste en diseñar un nuevo concepto tipológico, más próximo al mundo de las ideas que al de los esfuerzos: librerar el espacio. La esencia de lo diáfano.

Frank Lloyd Wright le definió como "el ingeniero vivo más grande" que conocía el célebre arquitecto estadounidense. Y a él se le atribuye, también, el boceto del Garaje América, en la calle Ruíz Zorrilla de Algeciras, que hoy alberga a una tienda de muebles: "Sin duda –analiza Antonio Lamela--, don Eduardo fue un enorme impulsor del desarrollo del hormigón armado en España, donde el inicio del empleo de este modo de construir era muy balbuceante e incipiente". Derruido el Casino Cinema (1915-1970), incendiado el Kursaal (1911-1942), que sirviera lo mismo para el juego que para la educación, caídos fueron cinematógrafos y teatros, mien- tras que cuando moría la centuria, cambiaba de uso del Hospital Militar por el de Facultad de Derecho o el del Asilo de San José, tras el tras- lado de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados a una nueva residencia junto al Hospital "Punta Europa", en un altozano próxi- mo a San García. En tan sólo 40 años, la ciudad será testigo del visible deterioro urbanístico y arquitectóni- co que sufre a partir de los años 60 y como con- secuencia de una planificación urbana más GARAJE AMÉRICA, ATRIBUIDO AL INGENIERO TORROJA atenta a los beneficios inmobiliarios que al equi- librio entre viviendas, locales y equipamientos ciudadanos. En 1980, bajo la dirección del arquitecto Pedro Pérez Blanco, se inicia una revisión en profundidad del Plan General de Ordenación Urbana, sustituyéndose el llamado Plan Alvear por una concepción interdis- ciplinar del planeamiento que intenta reorganizar el espacio e incrementar la calidad de vida de la ciudadanía. Similar intención inspira el nuevo planeamiento que se cierra, a esca- la local, en el año 2.000, bajo la dirección de Manuel González Fustegueras. En ese último periodo, se lleva a cabo una recuperación parcial del patrimonio históri- co, con sucesivos hallazgos entre los que cabe destacar el de las murallas meriníes de Al- Yazirath Al-Hadra, bajo los antiguos cuarteles que cerraban la avenida de Blas Infante. En

177 este mismo contexto, cabe situar la restauración de inmuebles significativos que se encontraban en un claro proceso de deterioro, como fueron los casos de Villa Smith, en el Parque de las Acacias que fuera bautizado como Jardín Botánico en 1976; la anti- gua sede de la Aduana en la Banda del Río o algu- nos de los palacetes del Paseo de la Conferencia, KURSAAL sin descuidar la proyectada rehabilitación de la antigua capilla del Cristo de la Alameda, convertida durante años en un taller de reparación de neumáticos. De otro tiempo, restará el Parque de María Cristina, la Escalinata que hacía respirar a la ciudad bajo la asfixia del farallón de edificios del supuesto Paseo Marítimo, alejado del frente litoral, o los vericuetos del barrio de San Isidro, que alguien denominó alguna vez como de Matagorda.Y nuevos edificios voluntariosos venían a sumarse a islas arquitectó- nicas como la de la nueva Escuela de Artes Aplicadas y Oficios Artísticos, que sustituiría a la que hubo en la calle Sacramento y que fue construída en el umbral de los años 70 en la calle Fray Tomás del Valle, según un proyecto del arquitecto Fernando Garrido Gutiérrez. A veces, las instituciones han intentado auspiciar obras emblemáticas, como la que Guillermo Pérez Villalta proyectó como futura sede de la Cámara de Comercio, Industria y Navegación, junto a la avenida de Villanueva. La falta de presupuesto motivó la cancela- ción de los trabajos, cuando faltaba poco tiempo para concluirlos. La Junta del Puerto tam- bién encargó al artista tarifeño el ornamento, mediante azulejos coloristas, de la sede de Sestibalsa, junto a la desembocadura del río de la Miel. La estatuaria local, por otra parte, no ofrece ejemplos de especial relieve, aunque sí bustos numerosos -el más antiguo es el que rinde memoria al General Castaños, en el Parque de María Cristina y los más recientes, el del Escopetero de Getares y el del padre de la patria andaluza, Blas Infante- y estructuras singulares como la caracola de acero inoxidable que se concibió en 1978 como monumento a Andalucía y que fue ejecutado por el escultor argentino Luis de Arata. También cabría citar, en este apartado, el grupo escultórico de Evaristo Bellotti, en las proximidades del Instituto Torrealmirante, el monumento al pescador titulado "El Copo" y que es obra del escultor jiennense Juan del Moral, la escultura de "La Doncella", el rostro de Federico García Lorca y el busto de Cristóbal Delgado, de Carlos Gómez de Avellaneda, y el Alfonso XI de José Antonio Valdés en la avenida Blas Infante.

178 2.- LAS ARTES PLÁSTICAS DURANTE LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO XX.

Pero si la ciudad ha dejado perder o ajarse las mejores piezas de su arquitectura, el ámbi- to de la pintura y de la escultura ha sido especialmente fértil entre los algecireños. Así, la obra pictórica de Ramón Puyol y de Rafael Argelés, por su voluntad de vanguardia en el primer caso y por su atento academicismo en el segundo, marcarán buena parte de la his- toria plástica del siglo en Algeciras. Y, a la postre, dibujarán las dos actitudes ante el ejer- cicio artístico que han venido manteniéndose en la ciudad, y que oscilan desde los postu- lados de la búsqueda a los del tradicionalismo. De cualquier modo y al margen de sus biografías bien diferenciadas, no puede enten- derse su obra sin atender al contexto del tiempo y del espacio, pues participan de la misma etapa creativa que el linense José Cruz Herrera, el sanroqueño Juan Domingo de Mena, el gibraltareño hispalense Gustavo Bacarisas, el gaditano Francisco Prieto o los jerezanos Fernando Toro Ramírez, Juan Padilla Lara, el grabador y dibujante Teodoro Nicolás Miciano y José Montenegro: "A lo largo de la primera mitad del siglo el panorama artísti- co de la provincia de Cádiz no fue sino una continuación de los postulados que caracteri- zaban los hechos academicistas de la centuria anterior", escribe Bernardo Palomo, al enun- ciar el contexto de sus respectivas aventuras creadoras. Cronológicamente, el primer pintor radicado en Algeciras de quien se tiene constancia es el retratista Ambrosio Grimaldi y Guitar, nacido en Los Barrios en 1798:

De obra desconocida hasta el momento es el profesor de pintura y dibujo José Ordóñez, lo mismo que la de José Méndez Santisteban. Tan sólo tenemos noti- cias de ellos por un desafortunado hecho que dada la escasa documentación no logramos conocer en profundidad. El primero participó en el justiprecio y tasa- ción de los bienes propios del arte de la pintura del segundo, que le habían sido secuestrados por motivos ignorados,

escriben Ana María Aranda y Fernando Quiles, en torno a un suceso acaecido en 1848. A caballo entre el siglo XIX y el XX, la ciudad contemplará las obras de Arturo Alvárez Coder, de las que se conocen ciertas referencias, o el copista Alcoba, cuya versión de "La invasión de los bárbaros", de Ulpiano Checa, se conserva en la Casa Consistorial. Aranda y Quiles ofrecen otro puñado de nombres relacionados con la pintura local, como pudie- ran ser los de Luciano Escobar, que promovió en 1847 una clase de matemáticas y de dibu- jo lineal, incorporándola al Instituto de Segunda Enseñanza o la academia de dibujo de his- toria, dirigida y gestionada por Rafael Benítez, en 1879:

Otro pintor del que se tiene noticia, aunque no se le conoce obra alguna, es Pablo Baglietto Téllez. Se marchó a Cádiz para concluir sus estudios, subvencionado por el ayuntamiento algecireño. Antes del fin de siglo ejercía como maestro, llegando a for- mar parte de la generación de los pintores del realismo gaditano, junto a artistas como Abelardo Ghersi, Fernando Fernández Mota o Servando Marassi Escandón.

179 En 1871 nace en Algeciras el creador polifa- cético José Román Corzánego, hijo de una familia de comerciantes conservadores. Tras estu- diar el Bachillerato en Algeciras, se forma en Madrid como Pericial de Aduanas, empleo que ejerció en la localidad murciana de San Pedro del Pinatar (Murcia), donde trabó amistad con PIEDRA DE BELMONTE. OBRA DE JOSÉ ROMÁN los hermanos Juan e Isidoro La Cierva, en Lepe (Huelva), en la provincia de Granada, en Málaga y en Madrid, tras un breve destino en su ciudad natal. Casado con Florentina Manzanete Blandino, tuvo tres hijos. Aficionado a los toros –de hecho, llegó a lidiar– ya se había iniciado desde muy joven en el arte de la caricatura y en varios géneros literarios, incluyendo el teatro:

Pero Pepito Román no se conformaba con dar cuatro capotazos y alternar en alguna capea –apunta Cristóbal Delgado respecto a su afición taurina–. El iba a llegar más lejos –a lo increíble–. Con la complicidad de su progenitor, en un patio del callejón de Jesús, que luego llevaría su nombre –el patio de la cantare- ría– improvisó una plaza de toros particular. Y allí guardaba un novillo de su pro- piedad para torearlo él y sus amigos cada vez que deseaban ...(más de un revol- cón hubo allí ante el clamor de la chiquillería del barrio).

El primer álbum de viñetas que se conserva se titula "Aduana de Algeciras" y está fecha- do en 1894. En 1914, ejecuta uno de sus trabajos más singulares: la caricatura de Belmonte, sobre una piedra junto a Pelayo: durante años, la caricatura sería periódica- mente restaurada por su sobrino, el pintor Ramón Puyol, y por otros autores de la zona. Desde el "No hay cuidado" a sus escenas costumbristas, otra de sus series, "Visto y vivido, cuadros del Madrid Rojo", aborda el drama de la Guerra Civil. Son dibujos realizados clandestinamente en contra, abiertamente, del frentepopulismo republicano y se expon- drían en el XXV Salón de los Humoristas, en 1940. Existe otra serie de viñetas eróticas que permanece inédita pero alguna de cuyas copias se encuentran depositadas en colecciones particulares de Algeciras: "Colaboré en más de veinte revistas de España y América, me pre- miaron en los concursos, hice exposiciones a los diez y seis años y al correr de ellos en Málaga, Granada, Madrid, La Línea, medallas y diplomas y aplausos y venga bombo y más bombo. ¡Ave María Purísima!", resumiría el propio artista.

180 Profesor interino de Modelado en la Escuela de Artes y Oficios, su formación escultó- rica le sirve para realizar la decoración triunfal con que el Ayuntamiento recibió a las tro- pas de la Guerra de Marruecos en 1910 y la portada monumental para la Feria de 1913, que consistió en la ejecución de siete cariátides bifrontes. De nuevo, su figuración incluye escenas costumbristas, reflexiones sobre el tiempo o sobre los seres humanos, desde el busto de El Mestizo al de Morón. Como imaginero, realiza varias tallas de temática religiosa, desde el relieve de La Caridad que luce el antiguo hospital algecireño del mismo nombre hasta su últia pieza, el San Isidro de la parroquia homónima de Algeciras, que aparece fechado en 1954. Desde una dolorosa al busto del doctor Morón, desde el Cristo Yacente de la Cofradía del Santo Entierro, en Algeciras, al Cristo de la Expiración, que realizó en Urda (Toledo) y que hoy se conserva en la parroquia algecireña de San García. Durante su etapa granadina, goza fama como escritor costumbrista, traba relación con Ramón Carazo y se cuenta que Federico García Lorca, que era amigo de su hijo Pepe, llegó a visitar su estudio. Tanto su faceta literaria como su polifacetismo se reflejarán en libros como Rueda de Noria, Frente al lienzo, Visiones del Porvenir, El libro de los Toros, El Motor de Explosión (que, en rigor, era una conferencia), Granada... Granada, entre otros títulos. Aún permanece inédita una colección de dibujos eróticos, que se le atribuye y que obra en poder de sus amigos algecireños. Falleció en Madrid, a 9 de febrero de 1957:

Román –concluye su biógrafo Andrés Bolufer—fue un epígono del academi- cismo decimonónico. Siempre se mantuvo ligado a aquellas formas expresivas ligadas a la tradición y su expresión más naturalista, de ahí su fácil conexión con el público. Lo reconocible era para él una meta, bien por filiación artística o por falta de flexibilidad plástica de ahí que nunca llegara a comprender las Vanguardias del nuevo siglo porque siempre buscó la expresión cognoscible y reconocible por todos, manteniéndose alejado de las nuevas formas plásticas pre- cisamente porque huían de la realidad tangible, alejándose de lo palpable y ence- rrándose en un Olimpo al que pocos podían acceder y al que apenas se acercaban los demás por complicado, incomprensible y desconexo con el sentir mayoritario.

Bolufer asume que la trascendencia de Román no excedió nunca al ámbito local: "Siempre despertó simpatía su quehacer tan variopinto como el propio personaje, siempre hubo para él más de un elogio tanto en prosa como en verso, la calidad del artista no es sólo su fundamento, también lo es su sentimiento".

2.1. RAFAEL ARGELÉS

A finales del XIX, a 7 de mayo de 1894, nace Rafael Argelés. Su padre, José, falleció como consecuencia de las secuelas de enfermedades contraídas en Cuba y su madre, María Escriche, se traslada a Madrid con sus ocho hijos. Estudiante en el Colegio para Huérfanos

181 de Infantería "María Cristina", de Toledo, no le atrajo la carrera militar y aprobó el exa- men de la Escuela de Pintura y Escultura de la Academia de San Fernando, en Madrid. Margarita Bru refiere que allí fue alumno distinguido de Muñoz Degrain y de Cecilio Pla, aunque Lafuente Ferrari refleja también su etapa de aprendizaje en Toledo, de la mano de Ricardo Arredondo. Con sólo 18 años y terminados sus estudios artísticos, en 1912, Argelés se presentó a la Exposición Nacional de aquel año, cuya primera medalla corres- pondió a Martínez Cubells y la segunda, a Santiago Rusiñol. El joven artista algecireño se hizo allí con una "mención honorífica", por un cuadro titulado "Consuelo del abuelo", aparentemente desaparecido en la actualidad. En 1915, se le concede una beca para la Academia Española de Bellas Artes, en Roma, donde permanecerá pensionado entre 1915 y 1919, cuyo director era por entonces Eduardo Chicharro. Durante su estancia en Roma, realiza obras como "Lujuria y Castidad", "Muchacha ante el espejo", o el lienzo "Leñadores de Scanno", expuesto en el Palacio de Santa Cruz, sede del ministerio español de Asuntos Exteriores, y realiza un viaje a París. Luego, recorrerá España y Marruecos, en donde cumplirá diversos encargos.

En 1919, de regreso en Madrid, no encontró un panorama artístico muy alentador. Bien es verdad que si exceptuamos figuras como Alenza, Lucas, Fortuny, Rosales, Beruete, Casas, Regoyos, Sorolla, Nonell, Zuloaga y algunos otros, la pintura de nuestro siglo XIX y XX se ha caracterizado, en general, por un total desconcierto estilístico, por su alejamiento de lo que Camón Aznar lla- maba ´nuestra peculiaridad´. Argelés se insertó en la única escuela que podríamos llamar ´coherente´, en la integrada por los pintores pertenecientes a la generación formada en los ideales artísticos de principios de siglo, caracterizada por un rea- lismo basado en formas tradicionales, con una temática predominantemente fol- kórica y con preferencia por el retrato.

Así describe dicha etapa Margarita Brú, en su documentada monografía del pintor, en la que cuenta como, con 25 años, Rafael regresa a su ciudad natal, donde, a decir suyo, "se le recibió ya con gran entusiasmo".

"Cuenta su viuda, Marta Domínguez, que ella guarda un periódico local de aquella época en el cual el cronista aseguraba que la ciudad de Algeciras era famosa por dos cosas: por la Conferencia de Algeciras y por Rafael Argelés".

Tercera Medalla por la obra "Solas", en la Exposición Nacional de 1920 y segunda en la Exposición del 26, por su "Entierro de Cristo", su palmarés incluye diversos premios en el Salón de Otoño y otros galardones, como el de "Artistas Andaluces", celebrado en Jaén, en 1923, donde se le premió por su retrato titulado "Cabecita de oro". Medio centenar de obras de asunto marroquí expuso en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, en 1924. Ya

182 vivía en el barrio de Chamberí de la capital española y mantenía un estudio, junto a Pedro Camio, en el número siete de la calle Barbieri. La prensa de la época ya empezaba a hablar "del joven y ya notable pintor Rafael Argelés", caracterizándolo como un "pintor apartado de efímeras novedades y por lo tanto, sus aportaciones están dentro de las normas clásicas, que dejaron marcadas las figuras más eminentes de nuestra gran pintura nacional".

Es un artista consciente y equilibrado de los que hoy no padecen ese mal tan extendido de la genialidad –le describe Bernardino de Pantorba–. Con una sana base académica está seriamente orientado y si algunos defectos aparecen en sus cuadros –naturales defectos de juventud, titubeos propios de una etapa de for- mación– los irá apagando el tiempo, cuando una mayor práctica acentúe la exce- lencia de su temperamento.

El folklorismo de la época y el academicismo de su aprendizaje estarán para siempre unidos en la obra de Argelés, que se aproxima al orientalismo en sus series marroquíes y que coquetea con el casticismo a ultranza en piezas como "Gitanas del Albaicín" o "Mociña". Entre las obras de encargo, difieren sus retratos "delicados" de personajes que parecen despertarle la atracción de la ternura, frente al rigor marcial de sus visiones de los generales Primo de Rivera y Sanjurjo, que firma hacia 1930. Hay una carga ética en su paleta, respecto a los personajes que interpreta en sus lienzos. Pero al margen de esa posición subjetiva respecto a sus pinceles, Argelés se apar- tará conscientemente de las tendencias de su tiempo, situándose empecinadamente al margen de las vanguardias y de los ismos de los años que precedieron a la guerra civil: "Argelés no escu- cha la voz tentadora de las tendencias revolucio- narias internacionales, sólo embelesado por los dictados interiores de su inspiración indivi- dual...", le describe el crítico brasileño Guerra- Duval, con motivo de una exposición suya. En su recorrido por la trayectoria del pintor algecireño, su biógrafa Margarita Brú rememora sus viajes a Algeciras y su primer periplo por América del Sur, en 1930. En Brasil, permaneció durante un año y expuso en Río de Janeiro y en Sao Paulo, desde donde pasó a Montevideo y a Buenos Aires, donde conoció a su futura esposa, Marta Domínguez. Tras alternar durante tres años sus estancias en Argentina y Uruguay, regre- RAFAEL ARGELÉS

183 sará durante cierto tiempo a España, afincándose nuevamente en Madrid, en 1935, cuando nació su hija Marta. En 1936, al estallar la guerra, decidieron volver a Buenos Aires, donde tres años más tarde habría de nacer su hija Gloria, quien posteriormente ejercería como escultora en Italia. En Argentina, se instalará ya de por vida, aunque su obra viajará a otros países ameri- canos. Al retrato y al paisaje, sumará una singular serie de cuadros de asunto religioso, que presenta en sociedad en 1944, en la Sala Witcomb de Buenos Aires. Y, hoy día, se conser- van piezas suyas en el Museo Histórico Nacional, en el Museo Pueyrredon o en el Museo Saavedra de la capital argentina, entre otras salas públicas o privadas. Allí, seguirá fiel a las corrientes realistas que empiezan a reivindicarse durante la posguerra mundial pero que, en su caso, responden a un ejercicio de coherencia personal, que mantiene desde sus inicios y que tampoco le pondrán en relación con las corrientes surrealistas o las llamadas Nueva y Otra Figuración, que prosperaron en dicho país durante las décadas de los 50 y 60. No será hasta 1969, cuando Argelés regrese a su ciudad natal. Ese año, realizará una exposición antológica de su obra en el Salón Cano, de Madrid. Volvería regularmente a nuestro país, a partir de entonces, pero mantendría su residencia en Argentina, donde falle- ció a 13 de agosto de 1979. Un año más tarde, a 2 de mayo de 1980, se le tributó un home- naje póstumo en su ciudad natal, donde una calle lleva su nombre desde entonces.

2.2 RAMÓN PUYOL.

En la Algeciras de comienzos de siglo, estaban sentadas, al menos, las bases para la apli- cación y el continuismo de las tendencias decimonónicas. Ramón Puyol Román rompió, en cierta medida, esa tendencia. Pintor, escenógrafo y cartelista, nació en Algeciras el 25 de febrero de 1907 y murió en esta misma ciudad el 4 de agosto de 1981, meses después de que en abril de ese año, fuera nombrado Hijo Predilecto por la Corporación surgida de las primeras elecciones municipales que, con carácter democrático, se celebraron en 1979. Nació en el Callejón de Jesús, hijo de Miguel Puyol Aljama y de Lucía Román Corzánego:

La niñez de Ramón transcurre plácidamente –describe Cristóbal Delgado–. Hijo de familia acomodada, nada falta a su educación. Colegios, profesores –el del Padre Puebelles en Algeciras– van instruyendo al joven Puyol, cuya inteligen- cia viva y profunda, va asimilando con rapidez cuantos conocimientos llegan a su mente, llevando al muchacho a una madurez precoz que había de cristalizar en un niño prodigio.

En 1923, cuando contaba 16 años de edad, se estableció en Madrid, donde frecuentó luego a artistas y escritores de la talla de Luis Buñuel, Rafael Alberti, Juan Ramón Jiménez

184 o Federico García Lorca. En septiembre de ese año, ingresa en la Escuela Superior de Bellas Artes de San Fernando, y aunque su expediente aparece en blanco es fama que ingresó prematu- ramente por un ardid burocrático: sus compa- ñeros siempre le conocerían como "El Niño". Antes, según testimonia José Riquelme, había pasado por el estudio sevillano de Gustavo Bacarisas, buen amigo de su hermano, el perio- dista Miguel Puyol. Ya había empezado a dibujar para la Editorial Mercurio de Madrid y, pronto, sus ilustraciones serán reproducidas por La Esfera, Mundo Gráfico y otras revistas. Becado en Roma, en 1926, conocerá luego París y Londres, antes de regresar a España en RAMÓN PUYOL 1928 para incorporarse al Regimiento Inmemorial del Rey. Dos años después, participa en la exposición colectiva del Segundo Salón de los Independientes, organizado por El Heraldo de Madrid, donde la crítica le reconoce como "un feliz dibujante que viene poniendo a prueba, día a día, su excelencia". Es 1930 y Ramón Puyol contraerá matrimonio por primera vez, aunque su esposa mori- rá luego en accidente de tráfico, dejando un hijo que lleva el mismo nombre del pintor. Puyol se sumará, en abril de 1931 y a los pocos días de proclamarse la Segunda República, al manifiesto dirigido a la opinión pública y a los poderes oficiales, que apare- ce en el periódico La Tierra y en el que se reclama "un sentido amplio y renovador a la vida artística nacional, recabando los derechos que como clase nos corresponde, para garantizar el libre ejercicio de nuestra actividad". Entre los firmantes, identificados como Agrupación Gremial de Artistas Plásticos, figuran Josep Renau, Moreno Villa, Enrique Climent, Rodríguez Luna, Díaz Yepes y Arturo Souto, entre otros. Entre la militancia política y la actividad creativa, cabe también incluir su presencia en la Primera Exposición de Arte Revolucionario que se celebra en el Ateneo de Madrid en 1933. Escenógrafo de César Falcón y Rafael Alberti, ese mismo año, Ramón Puyol prepara la escenografía de La Chinche, de Vladimir Maiakovski, para su estreno en Moscú y en Madrid: "Maiakovski fue magnífico, pese a su suicidio. Le llevó al suicidio, no el fracaso, sino la impaciencia", declararía Puyol muchos años más tarde. Ilustrador de libros de John Dos Passos o de Ramón Franco, también, durante su etapa republicana, el artista algecireño dibujará las portadas de numerosos tomos aparecidos en las editoriales Cenit, Renacimiento, Prometeo, Oriente y Vértice, etc. Incluyendo algunos títulos de Ramón Gómez de la Serna (Efigies, 1929), Victor Serge (Los hombres en la cár-

185 cel, 1930), Benjamín Jarnés (Locura y muerte de nadie, 1929) o José Díaz Fernández (La Venus Mecánica, 1929), teórico junto a César Arconada del llamado "arte de avanzada". Se implica en una generación de grafistas como Mauricio Amster, Maroto, Barradas, Josep Renau, Galindo, Benet, Helios Gómez, Bon, Sáenz de Tejada, Tono, Climent, Garrán, o Monleón, quienes con diferencias ideológicas y estéticas entre sí, responden a un fenómeno extendido por medio mundo, en ese momento. En prensa, publicará en periódicos como Nuestra Palabra, La Gaceta Literaria, Nueva España, Mundo Obrero, El Mono Azul o, ya en plena guerra civil, en Altavoz del frente, donde asumió la responsabilidad de la sección de Artes Plásticas. Pertenecía a una genera- ción de viñetistas que, por lo general y en palabras de Valeriano Bozal que les reúne bajo el epígrafe de "Renovación Formal", hicieron un dibujo propio de su tiempo, "sin gran calidad plástica". "Llenas de ampulosidad y buenas intenciones, sus imágenes convierten al burgués en Satanás y al trabajador en una especie de héroe o angel terreno. De todos ellos es Ramón Puyol quien mayor maestría denota", añade Bozal. Mucho más generosa respecto a su obra, se mostró la crítica del momento en lo que se refiere a su participación en la muestra organizada por la revista Octubre en el Ateneo de Madrid en 1933, o sus albumes de guerra, entre los que destacan sus 10 litografías y sus 32 dibujos aparecidos en el Madrid de 1937: "Lo más expresivo que se está haciendo sobre la gloriosa muerte y recuperación de España", le saludó Victorio Macho. Ese mismo año, según reseña José Riquelme, llevará al Pabellón Español de la Exposición Internacional de París, sus litografías "plenas de imaginación y creatividad, con una clara inten- ción satírica y burlona". Se trata de la crítica de costumbres que a la postre oficiaba como propa- ganda republicana durante la guerra. Es una serie que reunió los títulos de "El pesimista", "El opti- mista", "El derrotista", "El acaparador", "El izquierdista", "El estratega", "El turista", "El bulista", "El espía" y "El rumor". Al tiempo, añade los cuadros "Descanso en el frente" y "En el frente", sobre el tema de la guerra civil que primaba en las obras allí expuestas por otros autores españoles de la talla de Pablo Picasso --"Guernica"--, Joan Miró, Julio González, Gutiérrez Solana, Vázquez Díaz, Eduardo Vicente, Pedro Flores, Manuel Angeles Ortíz, José Bardasano, Valentín de Zubiaurre, Alberto Sánchez o Mariano Benlliure, entre otros: "El arte por el arte ya no tiene razón de existir, ni ha existido nunca. Para que el arte tenga razón de ser, tiene que estar al servicio de una causa", proclamó siempre. "Fue, en suma, uno de aquellos intelectuales que metidos hasta el cuello en la tormen- ta española, no vacilaron en tomarse al duro pié de la letra aquello que exigía Lenin de ´el artista debe ser una pequeña tuerca´", analizó muchos años después Juan Manuel Bonet. Siete años de cárcel –calabozos de Gobernación, Porlier, Las Salesas, Comendadoras–, condenado a muerte en dos ocasiones, con dos simulacros respectivos de fusilamiento, alivió su cadena perpetua a cambio de restaurar los frescos de Maella y de Tiepolo de San Lorenzo

186 de El Escorial y el Palacio de Oriente. De esa etapa, destacan una serie de acuarelas sobre el mundo carcelario que le tocaba vivir: "Hay algo dramáticamente español en el arte de Ramón Puyol. Algo específicamente hispano que podría definirse en esta inse- parable dualidad entre destrucción/regeneración", sentenciaba Carmen Grimau en su libro sobre los cartelistas republicanos de la Guerra Civil.

...La originalidad del proyecto cartelístico de Ramón Puyol –analiza Carmen Grimau– es precisa- mente la de ser inconfundible dentro de un campo (el de la propaganda política) que se define fundamental- mente por su estricta obediencia a las leyes de "lo colec- tivo" y en cierta medida a las del "anonimato". Y por- que su forma de distribuir el espacio cartelístico no es ajena a su peculiar programa artístico –nunca abando-

nado, relegado, o sacrificado–, no puede sorprendernos RAMÓN PUYOL, DURANTE SU la rápida identificación de su arte. ESTANCIA EN LA CÁRCEL

Tras la contienda, contrae nuevamente matrimonio en Madrid con María Angeles Gómez, con quien tendría una hija llamada Angelita. Pero ya no más caricaturas hiperbó- licas, con el lema del "No pasarán". Tendría que volver a un realismo alimenticio que se iría centrando en el retrato y en el paisaje como pretextos habituales. La recurrente pre- sencia de algunos elementos pictóricos en sus lienzos, como es el caso de las gallinas que aparecen en algunas de sus escenas costumbristas de la época, le granjearía cierta sorna por parte de los intelectuales del nuevo régimen: "Marquerie, gran amigo mío a pesar de nues- tras diferencias políticas dijo que Ramón Puyol no ha creado gran cosa, pero ha traído a sus cuadros a todas las gallinas de Europa. Al llamarme recovero, me hizo un gran favor". Es –dirá Bonet– obra de derrotado: "censura y autocensura, forzosa renuncia al pro- yecto político-cultural vivido hasta 1939. Obra que se asienta, obviamente, sobre presu- puestos estéticos tradicionales".

Se multiplican los dibujos y acuarelas, los óleos y grabados con las escenas familiares –detalla Rafael García Valdivia--: la mujer, la hija que crece en cada apunte, los paisajes del Rastro bullicioso bajo la nieve o bajo el sol, los tipos de las tabernas, la gente de la calle... vuelve la voluptuosidad del color, la delicadeza y la ternura, la ironía y el humor. Son años difíciles en los que el trabajo es una necesidad y un bálsamo, al que se entrega con rigor, con profesionalidad y con infinito gozo.

187 En 1968, vuelve a Algeciras para contraer nueva- mente domicilio en esta ciudad, a partir de 1973 –que es cuando concluye la libertad provisional-- hasta su muerte, ocho años más tarde. Seguirá expo- niendo, hasta poco antes de su fallecimiento, esos lienzos suyos de la última etapa, que entremezclaba la nieve madrileña con las luces de su bahía natal y en los que Rafael García Valdivia apreciaba "fuerza y delicadeza, mezcla de ilusión, madura maestría y su impetu joven". "El pintor y cartelista Ramón Puyol falleció ante- ayer en Algeciras, su tierra natal, a los 71 años, a con- secuencia de los efectos de una grave pulmonía", escribió Fernando Santiago, como obituario, en las páginas de El País, un jueves 6 de agosto de 1981. RAMÓN PUYOL. EFIGIES

3.- LAS ARTES PLÁSTICAS EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XX

La posguerra algecireña deparó, hasta bien entrado el fin de siglo, una larga hornada de artistas que con independencia de sus sobradas dotes creativas, hubieron de vivir al pairo de la supervivencia comercial. Quizá el más notorio de todos ellos sea el prestigioso retra- tista Manuel Benítez Santos, de la misma estirpe que el tarifeño Agustín Segura. A ese mismo periodo, se corresponde la obra del cartelista Gallegos, leal a los postulados del muralismo que luego alentarían algunos de los planteamientos pictórico de José Ramós Zambrana. Nacido en Jerez, en 1909, Carlos Gallegos desarrolló buena parte de su obra en Algeciras, donde falleció en 1962, tras impartir clase en la Escuela de Bellas Artes de Tetuán. Entre 1932 y 1959, transcurren sus exposiciones individuales y colectivas, muchas de ellas en Marruecos. De hecho, su obra y su nombre aparecen en la muestra antológica "Pintores de Africa", organizada en Madrid, en 1948. Entre sus murales, destacan el del salón de actos del Instituto Kursaal, en Algeciras, y el de la Oficina de Información y Turismo de Tetuán.

Especial relevancia plástica revestirá la obra de Vicente Vela, algecireño de 1931 aun- que afincado en Jerez desde los doce años. Estudió Bellas Artes en Sevilla y completa sus estudios, en el Madrid de 1957, en la Academia de San Fernando, participando en la Bienal de Venecia de 1958 y en la de Sao Paulo, en 1959. Su relación de amistad con

188 Enrique Loewe propicia la creación del logotipo de la marca comercial que luce dicho ape- llido, en la que aparecen cuatro L enfrentadas, así como nuevos diseños en perfumería:

Desde un primer momento –afirma Bernardo Palomo—su pintura está en posesión de un lenguaje muy personal, un barroquismo que encuentra en lo surreal el camino idóneo de expresión. Sus motivos plásticos están llenos de una abstracción en proceso contrario de composición. Si, en un principio, la pintura necesitó sacudirse de aquellos impedimentos estéticos para obtener la pureza de lo formal, ahora, su obra precisa de la figura para concretizar la línea conceptual que la concibió. Desde un primer momenot la obra de Vicente Vela ha estado poblada de imágenes, de entes metafísicos que evidencian, no obstante, un desti- no cercano a lo real. Es como si se tratara de un recorrido de ida y vuelta, de la esencial abstracción a una velada figuración, determinante, de intercambio emo- cional, de imágenes inmediatas que trascienden de lo meramente real y de seres que inundan de fantasía los vastos prados de la realidad. Es producto de un ejer- cicio ritual donde la sustancia emerge de lo intangible y se posiciona en territo- rios fácilmente abarcables con la sutileza de la mirada.

Durante los años 60, mientras la Escuela de Artes y Oficios cambia su emplazamiento desde la calle San Antonio a un moderno inmueble, se instala en la ciudad el paisajista san- roqueño José Barroso Muñoz: su patria es la acuarela y, hasta su fallecimiento en 1999, protagonizará numerosas exposiciones, tanto en nuestro país como en Alemania. Manuel Lorente supo apreciar en su obra el "apretado dibujo y una muy rigurosa construcción, rehuyendo a veces los fundidos efectistas a favor del volúmen y las masas cromáticas". "Es, en sí, un acuarelista cuajado de grandes valores pictóricos, que deja en nosotros, siem- pre, un ansia infinita de volver a contemplar nuestra hermosa naturaleza", le describe el crítico algecireño Julián Martínez. Es en esa década, tam- bién, cuando empieza a darse a conocer la obra rigurosa --sobrepreciada o minusvalorada en su momento, pero estimada luego en sus justos térmi- nos--, de quienes consti- tuirían años más tarde el grupo Tría 75, con los digitos de la fecha de su fundación. Se trata de

Helmut Siesser, de nacio- DE IZQUIERDA A DERECHA, JOSÉ LUIS GARCÍA JAÉN, ANTONIO LÓPEZ CANALES Y nalidad alemana y alumno HELMUT SIESSER: TRÍA 75.

189 de la Escuela Superior de Bellas Artes de Stuttgart, que se instala en la ciudad hasta su muerte en 1995 y que se gana pronto el respeto de sus nuevos paisanos, junto a Antonio López Canales y José Luis García Jaén (fallecido en 1997, Premio Gonzalo Bilbao y Ayuntamiento de Sevilla), dos soberbios paisajistas que logran congeniar cierto academi- cismo fuera de norma –por entonces, triunfaba la abstracción--, con un sugerente y dis- tinto tratamiento de la luz y del color. Su primera exposición conjunta tendrá lugar en el Casino de Algeciras en mayo de 1975, un total de 66 cuadros, bajo el título de "Impresiones de un viaje", fruto de un reco- rrido plástico por la Sierra de Cádiz y la Serranía de Ronda:

En octubre –rememora José Riquelme sobre ese mismo año--, desafiando tiempo y distancia, ´Tria 76´embala sesenta cuadros y se planta en la Galería de Arte Grifé y Escoda, de Madrid, Allí, demuestran palpablemente cómo se pinta este Sur nuestro, cuya luminosidad resulta, para algunos pintores, tan difícil de trasladar al lienzo. Este grupo de amigos, entusiasta e inquieto, no cesa en su acti- vidad artística, pero además está totalmente convencido que, al menos un par de veces al año, hay que abandonar el silencio del estudio y salir al campo abierto, ´porque la Naturaleza es la que tiene los mejores colores y las mejores formas´, en opinión de López Canales.

El grupo reincidió en tal propósito y, en mayo de 1976, hubo nueva exposición. Los tres volvieron a hacerlo sucesivamente, hasta abril de 1990 en que se fecha su última exposición, con un total de 67 lienzos, en la sala algecireña de Cajasur. De entre ellos, prosigue su tarea y su peripecia vital, Antonio López Canales, profesor de Dibujo y autor de una singular serie de lienzos que tienen como pretexto al peñón de Gibraltar, con distinto trato cromático.

Es el mismo ámbito en el que se mueve la paleta de la excelente acuarelista madrileña Teresa de Castro, que desarrolla su carrera plástica en Algeciras y cuyas marinas gozan de excelente reputa- ción. "La pintora poeta", la definió Francisco Prieto, a partir de su expo- sición en el Casino de Algeciras, allá por 1973. LA ACUARELISTA TERE DE CASTRO Estudiosa de las artes

190 decorativas y de la porcelana, en la técnica encontrará su ética: "La acuarela de Teresa de Castro es escueta, simplicísima y muy lograda en lo manifestado por su técnica espiritual y emocionante en lo sentido y expresado", apuntará Mariano Antequera.

De esta mujer –observa Juan Gómez Macías– nace una obra sincera y equili- brada que tiene la envidiable virtud de parecérsele. Teresa sí sabe perderse en el interior de una pintura. Sí sabe escaparse y encontrarse en un mundo de pince- ladas rápidas que posan el color sobre el papel como llevado por una recia lluvia. Si usted tiene ocasión de presenciar este proceso advertirá que esa lluvia de levan- te –que cubre el suelo con enormes regueros y patentes charcos– ha dejado sobre el caballete una límpida y transparente marina. Le parecerá inexplicable y al filo de lo imposible. A mí también.

También Maruchi Molinero hará el camino de Madrid hasta Algeciras, con una obra rompedora con la estética tradicionalista que prima en esta zona y que refleja su aprendi- zaje con Nelly Harvey, Chicharro (hijo) y Carlos Sáenz de Tejada.

Nacida en Tetuán en 1940 y fallecida en Barcelona, en 1997, Regla Gallegos Zuasti reside durante cierto tiempo en la ciudad, donde llega a exponer sucesivamente en el Casino –1959, 1975–, aunque pasea sus lienzos por diversas ciudades andaluzas. En 1980, auspicia la creación del Taller Estudio de Artes Plásticas del Campo de Gibraltar, depen- diente de la delegación especial del ministerio de Cultura que entonces titulaba Manuel Banqueri García. Esta iniciativa, que presidió Miguel Ruíz Villanueva, aglutinó a nume- rosos creadores plásticos, desde el ceramista José Luis Villar al pirograbador José Luis Rivera y tuvo su sede en Villa Smith, en el Parque de las Acacias.

A caballo entre la década de los 70 y la de los 80, se produce un relevo generacional importante, con la irrupción de una serie de jóvenes valores que vienen a proponer una estética distinta: es el caso de los hermanos Ortega o de Luis Carlos Gutiérrez Alonso, cuyo interés por la plástica alcanzaría también a la literatura o los estudios de platería, fruto de su vastísima cultura y de su formación en Arte, Filosofía y Geografía e Historia por la Universidad Complutense de Madrid o en el Stevenson College, de Edimburgo.

Desde Genoveva García Calle o el conceptismo de Manuel Banqueri, hijo, hasta Juan Jiménez Zahara o Lina Alpresa, dos pintores originarios de la sierra de Cádiz que abren estudio propio en la ciudad, todos ellos se convierten en los secuaces de ese nuevo aire que insuflan sobre la plástica local, en la que irán dejando herederos, aunque su talante difiera.

Agitador en sus comienzos, José Antonio Pérez de Vargas y Saldaña (Algeciras, 1947) se da a conocer en muestras colectivas celebradas en la comarca, pero descuella en la Bienal

191 Internacional de Marbella, de 1971. A mediados de esa misma década, ya se habrá presen- tado en solitario en la galería Fucares y emprende una carrera que le lleva desde salas de Nueva York a museos alemanes y hacia paisajes que le marcarán poderosamente, como el de Pompeya. Absolutamente moderno en el antiguo sentido de la palabra, Vargas –"un clásico de hoy", en palabras de Juan Ramón Danvila--, participa también de varias devociones hasta instalarse en un territorio sobre el que recurre tanto a la grafía como al paisaje, bajo unos tonos intimistas, tan inquietantes como cordiales, en los que regresa con frecuencia a un mismo pretexto: la belleza de la decadencia: "No es Vargas un pintor que parezca preocu- pado por asumir la contemporaneidad de su trabajo defendiendo los presupuestos en cada momento más novedosos; al contrario, su pintura ha insisitdo en un espacio al que le une un mayor afecto, el concepto clásico de belleza", avisa Miguel Fernández-Cid.

De siempre –sugiere Juan Manuel Bonet– ha sido el de Vargas un mundo anti- guo y perdido. De siempre su trabajo como artista ha consistido en la evocación, en la recreación de ese mundo ido. Escenografías renacentistas. Fastos barrocos y rococó. Angeles. Arquitecturas de nubes. Fuentes. Obeliscos, ¿conmemorando qué olvidadas victorias? Los títulos mismos de sus exposiciones –"En torno al Renacimiento", "Elementos para una batalla", "Proyectos para una ciudad ideal", "Un retablo para San Agustín", "Temas para un florero barroco", "Una idea de teatro"–, definen un territorio que Marinetti no hubiera dudado en calificar de ´pasadista´. Cuando ha recurrido a la arquitectura, a las mitologías paganas o a las cristianas, Vargas nunca lo ha hecho de una manera analítica, distanciada o iróni- ca. Cada una de estas cuestiones, él ha necesitado apropiárselas, revivirlas.

En noviembre de 1973, se presenta el Primer Salón de Pintura en Algeciras, que reco- ge la obras de Ramón Puyol, Barroso Gil, López Canales, Helmut Siesser, García Jaén, Rafael García Valdivia, Pepe Roig, Tere de Castro, Manuel Reiné, Luis Carlos Gutiérrez, Rosi Alcina, Enrique Amo Bellotti, Genoveva García, Felipe Gayubo, Maruchi Molinero, José María Jiménez (Jiro), Francisco Cruceira, entre otros.

"Ver sus bodegones - describe Julián Martínez respecto a Cruceira - es ponernos en con- tacto con un maestro de la pincelada densa, de cálidas entonaciones y muy singularmente de una refinada delicadeza. Hay grandiosidad en la contemplación".

Martínez, en su obra Pintores de las últimas décadas en Algeciras, se aproxima al perfil biográfico y plástico de algunos de estos y de otros creadores, relacionados con la ciudad. En su libro - reciente y póstumamente editado - cabe desde la honradez cotidiana de Lina Alpresa y Juan Jiménez Zahara, al atrevimiento de José Jiménez Rodríguez (Jiro), Pepe Guerra, Rafael García Valdivia, o Maruchi Molinero. Desde los esmaltes de José Alcina - a quien Andrés Siles descubre “una sonriente alegría tanto en lo cromático como en la labo- riosa matización y sus sugeridores destellos...” -, a la luz y la perspectiva del rondeño

192 Blanco Mena, que residió en esta ciudad. Y tampoco escatima elogios en referencia al cor- dobés José Pedraja - “al contemplar su obra, que es todo un poema por su diversidad de cromatismo, nos absorbe por completo su calidad impresionista” -, o el músico y pintor valenciano Pepe Roig Olmedo, quien en sus paisajes algecireños “sintetiza toda la técnica plástica y juega con toda la gama de colores, dora limpiamente el campo, cubica los blan- cos en los temas marinos, siembra pitas, levanta viejos muros y el paisaje se hace árabe por los cuatro costados, tamiza la luz plata en los grises del Estrecho...”. A lo largo de sus pági- nas aproxima la obra de creadores poco conocidos como el madrileño Sarabia - “la belleza estilizada y poética que emana de sus obras es cautivadora” -, o con reputación como José Antonio Valdés o José Ramos Zambrana, a quien Manuel Fernández Mota calificó como “pintor de los monstruos celestes”.

Respecto a Enrique Amo Bellotti, le describe como “un pintor dificil de encasillar, ya que a través de su dilatada carrera, lo mismo ha realizado obras abstractas como realistas, superrealistas y figurativistas. Actualmente está dedicado de lleno a la escultura, teniendo como base en ella la madera”.

Martínez reseña a Manuel Benítez como el más notorio de todos los artistas de la pos- guerra local: “Ya por entonces, en sus obras se podía admirar su conocimiento sobre el volumen y su gran conocimiento de la perspectiva del espacio”, afirma respecto a este pin- tor, nacido en Algeciras a 24 de octubre de 1929 y cuya obra ha paseado por París, Londres, Caracas o Río de Janeiro. Entre otras piezas y trabajos singulares como las porta- das de la revista Gran Mundo, destacan sus retratos de la Duquesa de Barcelona, doña María de las Mercedes de Borbón, el infante Fernando Baviera y Borbón o la princesa Sandra Torlonía.

Nacida en Tetuán, a 4 de mayo de 1941, Regla Gallegos participará de influencias tan diversas como las que median entre el impresionismo y el expresionismo, hasta coquetear con los predecesores del neo-geo. El lienzo y el grabado, constityeron los soportes de esta artista prematuramente malograda.

Martínez vinculará decididamente a Felipe Gayubo -burgalés del 29 pero residente en algeciras y en Tarifa- con el surrealismo, desde sus primeras exposiciones de 1970 y 1973, a partir de una carrera plena de interés que le llevará a colgar sus cuadros en Sevilla, Córdoba o Madrid, entre otras ciudades españolas y a pesar de rehuir frecuentemente de la gloria mundana.

Nacido en Riglos, Huesca, a 11 de junio de 1931, Enrique Martínez también desarro- llará buena parte de su trayectoria creativa entre Algeciras y Tarifa. Poco a poco se decan- ta por el cómic como vehículo para un dibujo poderoso y unas viñetas en que tanto el trazo

193 como el propio texto obedecen a una estérica similar, que se traduce en series impecables como la que imprimió bajo el título de "La viuda malagueña".

Entre otros ilustres transeúntes algecireños, merece especial mención Luis Orihuela, nacido en Jaén en 1932, pero que, en 1968, fue catedrático de Dibujo del Instituto Isla Verde de Algeciras. Sus exposiciones han recorrido toda Andalucia y otras ciudades espa- ñolas. El escritor José María Parreño describe así sus paisajes:

El viajero quisiera guardar memoria de lo que ve: sembrados, árboles, maris- mas centelleantes. O más exactamente el viajero quiere guardar la memoria de cómo lo ha visto, y la velocidad ha resumido el paisaje en una mancha rosa, verde, azul, al otro lado de una hilera de hierbas jugosas o agostadas. La rapidez del viaje fundió la figura en color, y los cuadros de Luis Oriuela registran precisamente esa visión de un ojo que se desliza por la lejanía. Pero salvan el límite, la frontera entre el mundo y el hombre, entre la naturaleza y la civilización: la cuneta al borde del camino. Es lo que los convierte en habitables, lo que les proporciona escala humana, la clave de su interpretación.

Hijo del acuarelista sanroqueño del mismo nombre, Pepe Barroso nació en esa misma localidad en 1955, pero pronto contraería domicilio en Algeciras, donde creció y donde iba a asombrar desde muy joven por una técnica de excepción, que le habrá de permitir la exploración de distintos mundos pictóricos. En 1970, estudia cerámica en la Escuela de Artes Aplicadas y Oficios Artísticos de Algeciras, pero en 1974, con apenas 16 años, cuel- ga una obra en una exposición colectiva celebrada en Sevilla, donde iniciaría en 1977 sus estudios de Bellas Artes. Antes, ganará por concurso la ejecución de murales para el minis- terio de Obras Públicas y Urbanismo, en Algeciras, uno de los cuales ejecuta en el Centro Cívico de La Reconquista. Tras una larga maduración y un apabullante currículo plástico, recrea desde la modernidad el mundo renacentista, sobre todo a partir de su última mues- tra, "La mirada del adiós" (La Línea, 2000). PEPE BARROSO

194 Es el corolario de un proceso evolutivo que asombra por la perspicuidad de los conceptos que recrea y el delicado vigor con que son tratados –analiza Francisco Muñoz Guerrero--. Es ésta una obra concebida desde el coraje y el impulso templado propios del conocedor de la técnica expresiva, del artista ima- ginativo cuya percepción lo empuja a adentrarse por veredas donde es posible advertir el principio vital que palpita en los seres y en las cosas; una obra a cuyo influjo resulta imposible sustraerse. Hay en ella una suerte de tiempo vivo atra- pado en las texturas para evitar su huida, un tiempo rescatado al Tiempo que sub- yace bajo la epidermis de cada cuadro hasta llegar al origen mismo de la abstrac- ción, de la génesis comunicadora más primitiva, aquella que es capaz de avivar las sensaciones que despiertan ante lo bello, ante la obra bien hecha. Es el tiempo visto desde el tiempo, una íntima comunión con el arte desde dentro hacia fuera, sin concesiones a falsos agrados, desde la convicción de que el conocimiento es parte sustancial de la belleza. Es el acto de sinceridad del artista que busca acer- carse al espectador mediante su propia experiencia. Y lo hace sirviéndose de un dibujo poderoso, a veces incluso arriesgado, de transparencias inverosímiles y de un sentido del color y la composición que transforman una lejana realidad hasta hacerla parecer sustantiva. En esta obra Pepe Barroso ha sido capaz de pintar el tiempo y su inexorable paso, y así se advierte en el detalle de los figurados desga- rros que quiebran los lienzos y las veladuras que difuminan los rostros.

En 1975, en Algeciras se abre la primera galería artística que merezca, al menos, ese nombre. Se trata de "Carteia" y su primera sede sería abierta por un artista gaditano lla- mado Rafael García Valdivia (Cádiz,1942), que se establecerá definitivamente en Algeciras. Su primer espacio es un caserón del barrio de San Isidro, pero pronto se mudará a la calle Gregorio Marañón, bajo la dirección de Pepa Gómez. Allí colgaría la obra de apreciables autores de la zona como José María Jiménez Rodríguez "Jiro" (El Arahal, 1945), el sanro- queño Juan Gómez Macías (Teruel, 1950), o Alejandro Cuerda, quien también residió en la ciudad durante cierto tiempo. García Valdivia, pintor más que apreciable, se iniciaría más tarde en la literatura y ejercería también la crítica artística, una disciplina que ya con- taba con Andrés Siles y Julián Martínez, como precedentes inmediatos en la ciudad.

En 1979, se crea en Algeciras el Colectivo del Sur, un grupo multidisciplinar en el que participan escritores, músicos, profesionales de diversas especialidades y varios dibujantes y pintores, como son Andrés Ojeda, Juan Luis Llorens y Nicolás Vázquez, quien firma como Nico. Además de publicar tres números de la revista Cucarrete y el cuaderno de dibu- jos El centauro y la rosa, de Andrés Ojeda, el Colectivo del Sur auspiciará diversas activi- dades como la exposición al aire libre de obras de arte, durante dos años consecutivos (1979-1980) en la plazoleta de San Isidro, o el homenaje al dibujante sanroqueño Andrés Vázquez de Sola. Se celebró entre los días 2 y 5 de julio de 1980, con una muestra colec- tiva que reunió dibujos de Cesc, Perich, El Zurdo, Joma, Tan Oral, Peridis, Mingote, Oscar Estruga, Martín Morales y muchos otros.

195 Entre los plásticos del Colectivo, figura José Guerra, pintor nacido en Ceuta, a 19 de diciembre de 1949 pero que ya resi- día en Algeciras y que expone en solitario en 1979 en la sala de la Caja de Ahorros de Cádiz, que consolidará por esa época un programa permanente de muestras artísticas. DE IZQUIERDA A DERECHA, LOS PINTORES CARLOS SOTO, JOSÉ GUERRA Y FERNANDO Estudiante de Decoración MARTÍNEZ DE SALAZAR y Arte Publicitario en Sevilla, Guerra se iniciará en el modelado en la Escuela de Artes y Oficios de Algeciras. En una primera etapa, le interesa fundamentalmente la textura que resuelve mediante técnica mixta en la que cabe la arena o mediante recursos como el grafismo que rompen un dis- curso en el que, en apariencia, no cabe la figuración. Tanto esta como una mayor gama de colorido irán haciéndose presentes en sus últimas comparecencias, bien en solitario, o en colectivo, como la muestra "Línea de Horizonte", que le reúne en 1998 junto a los pinto- res Fernando Martínez de Salazar y Carlos Soto, también afincados en Algeciras. La pintura de José Guerra juega con la textura y entra en relación plena con la búsqueda emprendida por una importante serie de creadores de posguerra, en una larga secuencia que va desde Antoni Tapies a José Guerrero. Así describe Rafael García Valdivia al espectáculo de su obra:

Sobre el plano, antes virgen, de cualesquiera de estos lienzos, se enseñorean ahora el rigor formal más aquilatado, la densidad matérica más lujuriante, la contención cromática que no se priva del placer de provocar la vibración del color, vibración medida con una sabiduría que deja sin aliento. Indefectiblemente, y como consecuencia necesaria de años de preñado silencio, de sorda y constante labor diaria, alejada, el producto que a estas alturas de su edad nos ofrece Pepe Guerra es una destilación, un concentrado exacto, disci- plinado, exigente de sus mejores valores. Una pintura que es música y que aca- ricia nuestros oídos mientras la acariciamos con nuestros ojos. Algo que, asimis- mo, puede olerse y degustarse como manjar comestible, que se hace deseable de tocar como piel o tejido voluptuoso.

196 Bernardo Palomo le encuadra entre los artistas gaditanos "con más visión pictórica".

Su obra desarrolla situaciones estéticas rigurosas –describe--; un dominio exacto de la conformación cromática, sin excesos desvirtuantes, posibilitan cam- pos representativos de amplias posibilidades significativas. Su pintura se basa en el perfecto equilibrio de los elementos compositivos, en el rigor de la forma, en un informalismo sugerente que anuncia estados de máxima pureza plástica.

Es la misma actitud ante la historia que defenderá el escultor Jaime Pérez Ramos (Algeciras, 1947), quien parte de los postulados de Chillida para fabricar una histo- ria personal, hecha de hierro y de coherencia. Profesor de la Escuela de Artes Aplicadas y Oficios Artísticos de Algeciras, Pérez Ramos se decide a exponer tardía- mente pero merece el aplauso crítico. Su primera exposición individual es relativa- mente tardía, ya que tiene lugar en 1983, en la galería algecireña de Magda Bellotti:

Pérez Ramos –acota el profesor José Miguel Morales Folguera, de la Universidad de Málaga—domina todas las técnicas del forjado, arte que la Antigüedad reservaba a los cíclopes, lo que le permite unir planos y volúmenes con una gran facilidad, con la intención de lograr una fuerte expresividad. Sus instrumentos son la soldadura, el yun- que y el martillo, el material casi único el hierro, y su medio expresivo el lenguaje abs- tracto.

No podría hacer un juicio ni tan siquie- ra de lo que hago –declara Pérez Ramos al periodista Anselmo Caballero, en 1997--. Podría decir que mi trabajo no sigue la línea imperante porque, además, tampoco la conozco a fondo. Tampoco me interesan las modas. No me fijo en estas cosas, tan sólo hago lo que me gusta. Eso debe tener rela- ción con la manera en cómo me inicié en el arte. Comencé trabajando la forja artística, que es algo que hago como profesor en la Escuela. Eso me llevó de forma casi auto- mática lo que hago ahora. Puede decirse que la línea que sigo no está de moda, pero eso MAGDA BELLOTI, UNA GALERISTA PIONERA no es algo que me importe.

197 Bernardo Palomo establece la clave de la obra escultórica de Pérez Ramos en los volú- menes que servirían "para crear sugerencias".

"Los espacios –también su ausencia—consiguen una atmósfera de mágica envoltura, el hierro abandona su posición matérica y hace partícipe de un concepto escultórico donde la realidad se presiente desde lejos y es la pura representación plástica la que domina una escena donde el equilibrio global de las formas juega un papel decisivo", añade.

La creación del grupo Seis Pintores del Campo de Gibraltar –Molinero, Cuerda, Gómez Macías, Jiro, Cuerda, Guerra y el linense Ruíz Laporte—y la apertura, en 1982, de la galería de Magda Bellotti –Carteia ya había cerrado—harán historia, durante esos días. Desde sus comienzos, Magda Bellotti respaldará a dos creadores que habrán de darle gran- des satisfacciones artísticas. Se trata de su hermano Evaristo –dibujante, escultor de indu- dable reputación—y de Antonio Rojas, que reside durante una temporada en Algeciras, mientras se despega de las sombras tarifeñas de Guillermo Pérez Villalta o Chema Cobo para adentrarse en un mundo personal y paulatinamente apreciado.

Nacido en Algeciras en 1955, Evaristo Bellotti reside habitualmente en Madrid, pero ha pasado también por Nueva York o Roma, en una biografía heterodoxa que incluye la beca para Artistas Jóvenes del Ministerio de Cultura en 1980 o la del Comité Conjunto Hispano Americano para el curso 1987/88. Su currículo incluye numerosas exposiciones individuales desde 1988, tanto en prestigiosas galerías espa- ñolas (Fernando Vijande, Fucares), como extranjeras (Institute of Contemporary Art, en Boston, Massachussets, EE.UU.), así como pro- yectos a caballo entre la performance o la arqui- tectura, como las Puertas de Tamara (1987), en Palencia, o la escultura monumental dedicada al sol (1999), en Algeciras.

Ese afán monumental se encuentra presente incluso en piezas de menor tamaño con las que construye, según su propio hermano el escritor Antonio Bellotti, "una maqueta para el descan- so del alma", como sugiere a propósito de la EVARISTO BELLOTTI, DURANTE UNA EXPOSICIÓN DE SUS serie "Monumentos", de 1996: ESCULTURAS.

198 En una escala más reducida, Bellotti vuelve de nuevo a la exploración de motifs arquitectónicos dentro de los confines de una escultura móvil, portátil. En una de las piezas, por ejemplo, cuatro columnas de mámol, están alienadas formando un grupo homogéneo. Separada de estas columnas, acurrucada en su propia desolación, una figura humana deja correr el tiempo. Aquí Bellotti no tiene ningún escrúpulo en hacer uso de un obvio simbolismo. Por una parte la permanencia de las colum- nas, sólidas, verticales, nítidas y pulidas, aparentemente indestructibles, aparente- mente atemporales. Por otra, la esencia de todo lo que es vulnerable y perecedero.

Cuando expone en Fucares, en 1982, apenas cuenta con 27 años de edad y el propio galerista, Norberto Dotor, justifica su apuesta. En sus piezas, allí reunidas, resumía su obra hasta aquel momento:

Ya hay elementos de juicio suficientes como para afirmar que nos encontra- mos ante un escultor nato y también ante alguien que concibe la escultura de una manera totalmente diferente y diferenciada, ajena diría yo, de las concesiones que provocaron su reciente decadencia. Evaristo Bellotti, además, es una persona que está preocupada, lo veréis en su obra, por la vigencia de una tradición mediterrá- nea, y en ese sentido su trabajo enlaza en el tiempo con esas culturas, y las conec- ta con la más vigente de las modernidades.

En cualquier caso, a lo largo de su trayectoria, reivindicará siempre el genius loci, la lla- mada del sur, de las raíces:

Yo no creo para nada en eso del mundo como aldea global –declarará a Gloria Otero durante su estancia en Nueva York--. Esa idea es una postura interesada, inventada por quienes no tienen otro criterio en la vida que el de vender lo más posible en todas partes. Me parece una estrategia de dominación tremendamen- te empobrecedora, típica del mundo anglosajón. Es más, pienso que una de las tareas que se pueden acometer ahora mismo desde el arte, es precisamente la del reconocimiento del lugar y sus valores, contra esa forma de ver el mundo exclu- sivamente como un escenario donde intercambiar mercancía.

Pero a mí –añadía, entonces—hay una cosa que me pone muy nervioso. Es lo que yo llamo ´el estilito´. No hay cosa que más odie que el artista con su esti- lito. Ese que ha conseguido una pequeña ideita, sujeta por un pequeño descubri- miento de tipo formal y todo mezcladito va a deparar una obra siempre recono- cible. Aunque en cierto sentido, el estilo es inevitable y es inocuo. Pero no lo es nunca cuando precede a todo lo demás, como sucede tan a menudo.

Nuevos nombres van a ir sumándose a la aventura plástica local, desde el pintor y pro- fesor Antonio Miguel, al bohemio Francisco Cintas o al hiperrealista Felipe Gayubo, que

199 ya cuenta con un sólido respeto público como navegante en solitario, desde los años 70. En la última hornada, se recobra a Juan Carlos Ragel o a Juan Vicente Gramage (Onteniente, Valencia, 1963, pero vecino de Algeciras): "Parte de una estética relacionada con la posiciones ópticas; sus obras son imágenes repetitivas en las que las formas –exul- tantes—inciden especialmente en los efectos de la percepción", afirma Bernardo Palomo sobre este último autor, aunque avisa que su obra "no se queda en la mera formulación de efectos ópticos donde el aspecto cromático marca las rutas de una fuerte expresión, sino que deja abierta las puertas para otros encuentros inesperados".

En este cambio de guardia generacional, se perfila la figura creciente de Luis Sánchez Maraia (Algeciras, 1969), quien para su primera exposición en 1994, en la galería Ramón Puyol, escogió un enigmático lema: "No quiero llorar a los muertos, ni resucitar cuerpos sin vida. Sólo vengo a poner una flor sobre cada tumba". Formado en la Facultad de Bellas Artes "Santa Isabel de Hungría", en Sevilla, se sintió inicialmente atraído por el cómic (Bernett, Horacio Altuna, Richard Corben), iniciándo- se luego en el conocimiento de los clásicos o en la pintura contemporánea a la que iba acer- cándose en sucesivas exposiciones sevillanas, sintiéndose parcialmente influido por Curro González: "No me siento influido sólo por el mundo de la pintura, sino por todo. La lite- ratura, los libros, las canciones, me hacen pensar en cuadros", aseguraba en 1996.

Junto con Jesús Mescua, ellos constituyeron las locomotoras de una promoción de nuevo cuño, en la que también militaron autores como Juan Carlos Pardo, José Gázquez, Samo, Ireneo Ruíz, Vallecillo o muchos otros que se han ido asomando a algunas otras galerías que han ido apareciendo en la ciudad, como es el caso de "Caja Sur" y las salas Ramón Puyol o Rafael Argelés, que José Guerra dirige para la Fundación Municipal de Cultura José Luis Cano.

En los últimos meses, empieza a descollar la obra del joven Alberto Cevallos, que ha presentado sus trabajos tanto en ese espacio público, como en establecimientos comercia- les, tal que la tetería "Cuatro Gatos", pero, sobre todo, tras su muestra individual en la galería de Magda Bellotti, inaugurada en mayo de 2001 y que sirvió para cerrar oficial- mente dicha sala.

Pintores veteranos se decidirán a exponer tardíamente en la ciudad. Tal es el caso del interesante José Herruzo Ortega (1946-1999), del cartelista José Marín o de Francisco M. Cruceyra, aunque muchos otros mantienen su obra bajo absoluta discrección, como ocu- rre con el escultor y retratista Enrique Amo Bellotti. En ese mismo grupo, cabe mencionar al polifacético José Antonio Valdés, a la sazón decorador, ensayista y director teatral.

200 En el año 2.000, la Fundación José Luis Cano de Algeciras pretendió reunir a una amplia muestra de las artes plásticas del siglo XX en esta localidad, en la que figura la obra de muchos de los autores citados. Y a la que se incorporan también piezas de Esther López Berenguer, Leto, Fátima Conesa, Raquel Macías, Sonia Madrid, Alberto M. Ceballos, Blanca Orozco, Juan José Peña Sánchez y José Roig.

La fotografía, concebida como una de las bellas artes, alcanzará enormes cotas de pres- tigio en la obra de Juan Jesús Huelva Esteban, algecireño de 1964, quien se viene hacien- do acreedor a principales premios a escala estatal y que se considera un autodidacta.

Son imágenes para recuperar y disfrutar momentos por él vividos, instantes de libertad, fotos empapadas de sentimientos que no escapan al espectador por- que están hechas con el corazón –afirma su colega Alberto Galán--. Recuerdo cuando empezó a olvidar la cámara y actuaba, disparando al azar, dejándose llevar por los impulsos de aquello que le atraía, obteniendo unos resultados sumamente plásticos y llenos de magia. Hoy, algún tiempo después, me siguen emocionando.

La Unión Fotográfica y Cinematográfica Algecireña (UFCA) fue creada en 1977 y en 1999 obtuvo un importante reconocimiento estatal al ser elegida como la mejor asociación fotográfica por la Confederación Española de Fotografía. Presidida en su última etapa por Alberto Galán, acoge a un buen número de cámaras locales, entre cuyos nombres figuran los de Juan Pérez de la Torre, Carlos Patón, José Gázquez, José María Bejarano, José de los Ríos y muchos otros. Todos ellos supusieron el rele- vo generacional de una anterior generación fotográfica, que representaría durante años la familia Martín.

La fotografía de prensa ha alcanzado, por otra parte, enorme relieve en los últimos años. A los nombres históricos de Manuel Martín o Francisco Fernández, se unen los del sanroqueño José Luis Roca o el linense Tony Mejías, ambos establecidos en Algeciras. Entre otros muchos.

Fuera de límites, hijos de la llamada contra- cultura, a partir de los años 70 empiezan a imprimirse en Algeciras diversas revistas under- CIMMERIA

201 ground, algunas de las cuales se detallan más adelante y que dejan descubrir nombres como los de los dibujantes Barony –creador de Drake, el pirata, para Ediciones Yaraví-- o Juan José R y P. En prensa, el humor gráfico se llamará, fundamentalmente, Carlos Villanueva, presente en Europa Sur desde sus inicios, y Ricardo Tejeiro, autor de una serie de libros ilus- trados, que se centran en la historia de distintas localidades del Campo de Gibraltar.

Con periodicidad irregular, también ejercieron este oficio, en esta localidad, Juan Antonio’Hertor’ y Miguel Ochando.

A lo largo de las últimas décadas, se ha creado un cierto mercado artístico, lo que se ha traducido en el éxito comercial de la galería de Magda Bellotti, heroica y privada, desde que fuera inaugurado su primer espacio un 14 de octubre de 1982. Dos años más tarde, ya comparecía en la Feria Internacional de Arte Contemporáneo (ARCO), en Madrid, a cuya cita ha permanecido fiel. La algecireña Magda Bellotti dimitiría como presidenta de la asociación de galeristas de arte de Andalucía, cargo que asumió durante varios años, para trasladarse a Madrid donde abriría una nueva sala, en el otoño de 2001.

A las salas de diversas cajas de ahorros –Cajasur, Unicaja--, entidades sociales –Casino de Algeciras— e incluso bares que han llegado a organizar exposiciones --Tetería Cuatro Gatos--, a lo largo de los años 90, se suman dos galerías municipales, en la Casa de la Cultura. Se trata de las que llevan por nombre a dos figuras señeras de la plástica local, Rafael Argelés y Ramón Puyol, ambas bajo la dirección de José Guerra.

4.- MÚSICA

El nacimiento del siglo XX vendría a coincidir con la muerte, en 1901, del violinista algecireño Regino Martínez Basso. Nacido en esta localidad a 4 de febrero de 1845, reci- bió sus primeras clases de música del maestro Francisco Cañizares, hasta que perfecciona su virtuosismo en el Conservatorio de Música y Declamación de Madrid, como alumno del maestro Monasterio. Tras incorporarse a la Orquesta del Teatro Real, gozará de indudable prestigio, del que daría cuenta en su ciudad natal durante un concierto celebrado en 1870, por iniciativa de una sociedad denominada "La Juventud Algecireña". Profesor de violín del Real Conservatorio de María Cristina, en Málaga y a partir de 1871, Regino Martínez tuvo entre sus alumnos a consagrados instrumentistas, entre los que Cristóbal Delgado, cita a Palomares, Luis Alonso, González o Soto. También allí, contó con el aplauso de Pablo Sarasate:

202 Cuando Sarasate llegó a Málaga en 1881 –refiere Cristóbal Delgado--, invita- do por el Liceo para celebrar dos recitales, preguntó quienes iban a acompañarle durante las interpretaciones, entonces se le indicó que sería el sexteto de Regino Martínez. Recomendó entonces el concertista que el sexteto en cuestión ensayara suficientemente las obras que iba a interpretar a fin de que luego la ejecución fuera correcta; pero el algecireño rehusó tal indicación, manifestando que le enviaran las partituras momentos antes de empezar el concierto. Así se hizo. Y cuando Sarasate oyó la interpretación de Regino, lo rescató del segundo plano en que modesta- mente se había situado en el escenario, para obligarlo a compartir con él los aplau- sos que el público entusiasmado le tributó. Fue entonces cuando le llamó ´Maestro´, y con ese título de admiración lo nombró siempre, y también para siempre lo distinguió con su amistad.

Regino Martínez también dirigió la compañía de Opera de Tamberlick, hasta su regreso a Algeciras en 1883. En esta localidad, falleció un 27 de enero de 1901, dejando en silen- cio su viejo "Guarneri". Una filarmónica local ya adoptó su nombre en los años 30, en una tradición que actual- mente prosigue la Orquesta Ciudad de Algeciras, creada por la Fundación Municipal de Cultura José Luis Cano.

Rafael Millán Picazo es, sin duda, el compositor algecireño de mayor relieve. Nacido en la calle Munición, a 24 de septiembre de 1893, falleció en Madrid el 8 de marzo de 1957. Entre sus partituras, figuran las de zarzuelas y operetas de relieve, como La Dogaresa, El Pájaro Azul, El Dictador y El Príncipe Bohemio, así como otras piezas musicales, entre las que figura el himno del cuerpo de Intendencia del Ejército español. También se le atribuye considerable respeto como director de orquesta y concertista de violín, al igual que ocurrie- se con Regino Martínez.

Desde entonces, a lo largo de este siglo, la afición musical algecire- ña se ha mantenido, con un buen número de instrumentistas que, en la mayor parte de los casos, no ha excedido del ámbito local, a pesar del entusiasmo de entidades como la Sociedad Algecireña de Fomento y de creadores como Emilio Herrera, Abel Moreno, así como la presencia eventual en esta comarca de artistas de fuste, como el tenor Pedro Terol. EL JOVEN MÚSICO Y COMPOSITOR ALGECIREÑO SÁNCHEZ VERDÚ

203 En los últimos años, se produce un interesante relevo generacional, tanto en el ámbito de la interpretación, como es el caso de la Coral Portus Albus, al de la composición: José María Sánchez Verdú, un algecireño de 1968 formado posteriormente en Granada y en Alemania, obtendrá en 1998 el Premio Nacional de Música por su oratorio Sombras del Paraíso, inspi- rado en el libro de poemas de Vicente Aleixandre, que lleva ese mismo título.

4.1.- DEL CHACARRÁ A LOS CARNAVALES

Fuera de partitura, cabe situar a los fandangos rurales, el chacarrá traído desde Cucarrete, sobre todo a partir de los años 50, por los desplazados de dicha localidad de Los Barrios, que se establecieron en Algeciras. Se trata de una tradición inicialmente estudiada por Juan Ignacio de Vicente, reproducida por el grupo folk "Almadraba" y analizada desde la Universidad de Cádiz por Virtudes Atero y María Jesús Ruíz Fernández, autora esta últi- ma de un excelente ensayo titulado La tradición oral del Campo de Gibraltar.

A lo largo de dos décadas, los investigadores localizan en Algeciras romances tradiciona- les, narraciones –incluso de cordel o de ciego--, refranes, adivinanzas y oraciones populares. Las rondallas de carnaval constituyen una variedad entre creativa, festiva y religiosa que logra movilizar todavía a cientos de algecireños, en especial a niños residentes en la perife- ria de esta localidad.

Bajo este mismo epígrafe, también cabría situar a la música carnavalesca, de la que se recuerdan ritmos y letrillas, bajo la corrección, tal vez, del paso del tiempo. Del primer ter- cio del siglo XX, se recuerdan agrupaciones como "La Sastrería", "Los Mellizos", "Las Niñas del Charleston", la murga de "Regaera", el coro de "Los doctores" o "Los Anticuarios", homónima de un coro gaditano cuya letra más famosa, por tanguillos, acabó en el repertorio de los flamencos. Los orígenes del carnaval algecireño, como el de Cádiz, se remontan al siglo XVIII, pero cobran fuerza durante las dos últimas décadas del siglo XX, tras un largo periodo de pro- hibición entre 1937 y 1981. Los carnavales se recobran entonces, con la creación sucesiva de más de doscientas agrupaciones que contarán con su propio repertorio, a la manera del de Cádiz, incluyendo las modalidades de cuartetos, chirigotas, comparsas y coros, al igual que la distribución del concurso del Gran Teatro Falla, en la capital gaditana.

Algeciras contará con su propio concurso de agrupaciones carnavalescas, que se celebra anualmente en el y que cuenta con numerosos seguidores, ya que no sólo participan grupos de la comarca sino otros llegados desde la capital, aunque no siempre figuren entre ellos los más votados en el certamen provincial.

204 De la historia carnavalesca de estas dos décadas, descuella una agrupación pionera que se llamó "Cine Cómico", una chirigota que en 1983 cosechó un gran éxito y que motivó la creación de una peña local. Otro acicate para la recuperación de las nuevas murgas lo constituyó el excelente resultado obtenido dos años después por la agrupación juvenil "Los cuentos de mi papá", de Fernando Moreno, en ese mismo concurso. En ese intervalo, Algeciras asiste al nacimiento de un amplio número de autores carnavalescos, como José Luis de la Paz, Javier Malla, Sebastián Romero "Chano", José Luis Rodríguez "Rodri", José Luis Pérez "Caruco", Ramón López, Manuel Ligero, los hermanos Mayor Pozo, Manuel Ruíz Guerra "El Cuña", José Luis Muñoz, Mario Saucedo, José Antonio Peula, Eugenio Mariscal, Salvador Casas "Bori", Antonio Quirós, Juan Benítez, Carlos Jiménez o los coris- tas Manuel Campuzano y Manuel Argumedo. Estos últimos procedían del ámbito de las agrupaciones ilegales o familiares, que así se denomina a las que no optan al concurso ofi- cial y se limitan a actuar por las calles durante las fiestas carnavalescas. Así ocurrió duran- te años con "Las bingueras", de 1986, así como "Las primeras", de Maruja Mora, la agru- pación de las familias Gallardo y Silva, o con la que promovía Juan Melgar, quien llegó a institucionalizar una muestra de las mismas en el escenario del Teatro Florida. Pero sus orí- genes habrá que buscarlos en "La cuadrilla torera", de 1981, o mucho antes "Los Caldeosos", de 1975. En 1982, se institucionaliza la figura del Dios Momo, cuyo cargo asumirán José Pérez Escribano "El Titi", el humorista Manuel Torres Señor "Simplemente Manolo" y otras personalidades locales de especial gracia, aunque finalmente será Domingo Turrillo "Turri" quien incorpore en sucesivas ediciones a esta figura, que se complementa con un premio simbólico denominado Personaje Popular del Carnaval, distinción que ha recaído en celebridades locales de la talla de Ramón de Algeciras, Flores el Gaditano o José Díaz "Rebolo". Entre los pregoneros, a lo largo de su historia, figuraron personajes tan vario- pintos como el malogrado escritor gaditano Fernando Quiñones, el dibujante sanroqueño Andrés Vázquez de Sola, la locutora y tonadillera algecireña Juana Mari Moreno o el com- parsista chiclanero Antonio Alemania.

A las celebraciones oficiales, se fueron sumando diversas fiestas por barriadas, centradas en la degustación de productos de la tierra, desde las ortigas, en San Isidro, a los erizos o el adobo de La Bajadilla, con sus propios pregones y la actuación de diversas agrupaciones, locales o foráneas.

Numerosos algecireños aparecen ligados a los carnavales de esta localidad, desde el peluquero Paco Ocaña, a Antonio Espinosa Mejías "El Conde", rondallistas como Manuel García Campillo, Julia Román, Pascual Foncubierta, Juan Ricardo Delgado Silva, Antonio Quintero, José Luis Villar, Juan Torres, Africa Redondo, o los comunicadores Jesús Melgar, Juan Casal, Rosendo Arias, José Ojeda y Antonio Peña Malpartida. Todo ello ha consoli- dado este pintoresco mundo creativo que cuenta con un considerable respaldo popular, aunque durante los últimos años pareciera haber entrado en una cierta crisis.

205 4.2 LA NUEVA MÚSICA POPULAR

Desde cafés cantantes como el del Piñero, en la posguerra española, hasta el club Bluster, en la actualidad, distintos ritmos en vivo se han ido dejando oír constantemente por las calles de Algeciras, a lo largo de las últimas décadas. Pero la música popular regis- tra una eclosión, a escala estatal, en los años 60, coincidiendo con el despegue mundial del rock and roll y de la cultura pop. Es en esa fecha cuando surge en Granada un grupo lla- mado Los Angeles Azules, que en 1966, edita su Canto a lo español. El líder del grupo se llama Alfonso González Poncho, que era natural de Algeciras y que fallecería en accidente diez años más tarde, cuando su grupo ya se llamaba Los Angeles, a secas, con éxitos como ¿Has amado alguna vez a alguien? y, sobre todo, Mañana, mañana. Es el mismo espíritu que animaría la creación, en Algeciras, de otras formaciones como "Los Cisnes Azules", que repetirán el color de sus precedentes granadinos y que se man- tendrán en candelero hasta finales de los 80, intercalando sus propias canciones con un repertorio funcional, propicio para bailes y ferias. Fueron también los tiempos de "Los desesperados", "Merche y los yeros", "Mary y los ecos", o "Los stops". A finales de los 60, a partir del club parroquial del Corpus Christi y bajo la tutela del sacerdote Sebastián Llanes, se promueve la convocatoria del Festival del Estrecho, en el Parque de María Cristina, por el que pasarán legendarios grupos andaluces como "Smash". Al margen de la labor aislada de músicos como Emilio Rios, que irían deri- vando hacia planteamientos estrictamente alimenticios, la ciudad vive la aparición y des- aparición sucesiva de conjuntos. No será hasta los años 70, cuando se consoliden algunos grupos musicales con ciertas pretensiones y que se ven notoriamente influídos por las corrientes más avanzadas a esca- la estatal. Es el caso de "Ketama", que navegaban extrañamente desde el blues a las cerca- nías del heavy metal, "Quadro", Kiko –un rocker con aire de cantautor o viceversa-- y la "Alhabibi Banda", que practicaban una especie de prematuro hip-hop, entre funkie y poé- tico. Quizá el grupo más emblemático de ese periodo es "Más madera", con Angel Gómez y Santiago Vargas, entre otros, una formación que participó en una grabación colectiva y que llegó a competir con suerte a escala estatal en un concurso discográfico convocado por Radio Nacional de España. Una década más tarde, aparece «Algeciras Blues Exprés», que reivindica un blues clási- co, con frecuentes versiones de estandares, pero que llega a incorporar en su única graba- ción comercial incluso letras en castellano en temas propios como Déjalo ya: "No es de lo que más contento estoy. El objetivo era tocar blues, más que la composición", asegura uno de sus fundadores, Alejandro Grande, guitarra, vocalista y compositor del grupo que, desde hace años, regenta el primer local especializado de la zona, el "Bluster", de Algeciras. Tras ofrecer pequeños conciertos en bares y otros locales, la puesta de largo de "Algeciras Blues Exprés" se produjo a mediados de los 80, durante un recital del grupo

206 "Los Toreros Muertos", en el Parque María Cristina, de la ciudad. Junto a Grande, en la formación original, militaban Jesús Palomares, a la guitarra; Pedro Marcet, al bajo; Juan Guerrero, de Sevilla, a la armónica y Rafael, como batería. Estos dos últimos causaron baja, siendo sustituidos por Manolo Arcas, el armoni- cista de mayor duración ALEJANDRO GRANDE Y PEDRO MARCET, DOS DE LOS INTEGRANTES DE ALGECIRAS con el grupo, y Tony BLUES EXPRÉS, JUNTO A OTROS DOS MÚSICOS. Wright en el último tramo de la banda, quienes se incorporan a los créditos del disco que aparece en Cambayá Records en 1990. Cuando desaparecieron en los años 90, su pedigrí incorporaba actuaciones a lo largo del territorio español, desde el Festival Internacional de Blues de Sardanyola del Vallés, a las afueras de Barcelona, al de Jazz de León, en Madrid, en el Levante, en Córdoba, en Málaga, en Sevilla y otras ciudades andaluzas. La Algeciras donde comenzaba el Mediterráneo de Joan Manuel Serrat o en donde la policía perseguiría, pronto, por sus calles a "No me pises que llevo chanclas", aco- gió a comienzos de los años 80 a un cantante pop de cierta proyección, llamado Iván, que cumplió su servicio militar en esta localidad. Seguidor de Garry Low y de David Bowie, durante su estancia algecireña, realizó un programa radiofónico para Radio Algeciras, de la Cadena Ser, bajo el título de "Hola, ¿cómo estás?", pero su carrera musical empezaba a periclitar. Los nombres del rock algecireño se multiplicarán durante los años 90: "Los Caídos", "Brutal Thin" o "Prohibida", constituyen algunos de sus referentes, mientras un músico algecireño, Juan Codorniu, vuelve a incorporarse a un grupo granadino, de enorme alcance, llamado "Lagartija Nick", un elenco tan heterodoxo que incluso lle- gará a grabar con Enrique Morente la canción "Alfa y Omega", basada en un poema de Federico García Lorca. En una línea más suave, en 1994, se dará a conocer bajo el nombre artístico de "Passo- Doble", el dúo compuesto por el músico algecireño Santiago Vargas y por su esposa, Mari Carmen Rodríguez, de Los Barrios. Su primer disco aparece, ese año, con todas las bendi- ciones: se trata de una producción de Hispavox S.A., dirigida y realizada por uno de los principales expertos en la materia, José Luis de Carlos. En esa grabación, con arreglos de Alberto Estébanez y junto a la guitarra de Santiago Vargas, se oirán las de José Antonio

207 Romero, Juan Cerro y el legendario Manzanita. Tino di Geraldo aportará el bajo eléctrico y percu- siones varias, que comple- tarán el aire latino de Luis Dulzaides. Las letras, desenfada- das, atentas a la armonía, coquetean con la balada y no descuidan un cierto sabor local con guiños hacia el peñón: "Hey, Mr. Sánchez, how do you do? DUO PASSO-DOBLE O LA PLATA –reza el estribillo yanito de una de ellas--; que la vida es dura is true". Sin embargo, pro- blemas ajenos al dúo, provocarán un parón de este proyecto musical, que retomarán tres años más tarde, bajo otra denominación, "La Plata", en memoria de una conocida paste- lería de Los Barrios. Bajo la producción de Luis G. Escolar y Julio Seijas, editarán dos dis- cos con el sello Zafiro. En los créditos, incorpo- ran a músicos locales como el guitarrista algeci- reño Salvador Andrades o, lo mismo, la sección de cuerda de la Orquesta Ciudad de Praga, diri- gida por Mario Clemens y con arreglos de Bob Painter. Luis Dulzaides reincide con la pareja, en unos créditos que incluyen la presencia de Marcelo Fuentes, John Parsons, Alfaro Girón, o el célebre saxo Andrea Pritwitz. Su versión del Pena, penita, pena o temas propios y de letras más comprometidas, como Piel de invierno o Un beso en el aire, alcanzan entonces una ade- cuada distribución a escala estatal. Mucho antes, comienza la carrera musical de David, un joven algecireño que proviene de las agrupaciones carnavalescas y que se hará pronto con un cierto nombre como solista: canción ligera con ciertas raíces es el producto que brin- da este cantante de La Bajadilla, que llega a con- tar incluso con un club de fans propio y con una EL CANTANTE DAVID producción discográfica estable y periódica.

208 En 1995, con cargo a BBG Producciones, aparece la última grabación de un grupo emblemático que había aparecido en la década anterior, en plena algarabía del heavy metal. Se trata de "Shalom", con Sebas M. Guerrero como vocalista, Juan J. Tamayo a la guitarra –autores de buena parte de su repertorio, actuando el primero como letrista y el segundo como compositor musical--, el bajo de Simón de la Palma, Chico Valdivia a los teclados y la batería de Tony Jurado. A lo largo de su trayectoria, siempre demostraron ser músicos honrados, a menudo brillantes, y que nunca se estabularon entre las cuatro paredes del Campo de Gibraltar, acudiendo a numerosos conciertos a lo largo del estado. De ese mismo año, data la primera grabación de "Factor X", un grupo popero que lidera Pedro Terol, nieto del legendario tenor afincado en la zona. Compositor, bajista y vocalista, Terol contará con la escolta de la guita- rra de José María Sánchez, así como la batería y per- cusión de Salvador de Dolores, un clásico de la movida musical algecire- EL GRUPO FACTOR X SE APROXIMA AL POP ña: "Estafa mujeres/ le gusta pegar/ a niños que salen a jugar,/ no es un camorrista,/ no es un ladrón,/ tan sólo es un cerdo de bar", cantan en ese primer disco, cuya versión defini- tiva no se distribuirá, junto con algunas nuevas canciones, hasta dos años más tarde y bajo el sello Lollypop. A esas alturas, el grupo contaba con una nueva guitarra, la de José Eduardo García, así como con José Enrique del Pino, a los teclados y el piano. En el CD, se hará oír el saxo tenor de Fermín García y Mari Paz a los coros, junto a programaciones de Mario G. Alberni. Pero el guitar hero por excelencia, de las últimas décadas de la música algecireña se lla- maba AN-tonio. Antonio Rubio apenas frisaba el ecuador de los 30, cuando le coceó por últi- ma vez el caballo del opio. Su trayectoria musical fue breve, pero intensa, recibiendo elogios de críticos de la talla de Diego A. Manrique, que jalearon sus actuaciones en vivo en la capi- tal española, durante la primavera de 1997. Un directo poderoso, del que daría cuenta en uno de sus últimos conciertos en San Roque, cuando compartió cartel con los guitarristas José María Bandera y Tito Alcedo, al que llegaría asistir un perplejo Manuel Chaves, a la sazón presidente de la Junta de Andalucía. Aunque en algún momento se llegó a vincular su estilo al de Kiko Veneno, la historia personal de AN-Tonio reunía numerosos elementos de propio cuño con los de la fusión entre la cultura musical anglosajona y andaluza.

209 Nacido en Algeciras, en 1963, su único disco, grabado entre los estudios de Sonoland en Madrid y Central en Tarifa, aparecería ese mismo año de 1997, bajo el sello de Edel Music y con producción de José A. Romero. Pero AN- Tonio ya había fallecido y sólo le dio tiempo a ver un single en las tiendas de discos: "Te corres ante la muerte/ porque hace mucho tiempo/ que no estás muerto", proclama en una canción que lleva su propio nombre artístico. Aquella grabación incluye textos ingenuis- tas, como la letra de "Kri-kri" o "Río Yuyu" y numerosas referencias a amigos algecireños, como el malogrado guitarrista Andrés Rodríguez o el joven bohemio y trotamúsicos al que dedica "La Kalle y El Leto". Sin embargo, el disco lo cierra su propio padre, el flamencó- logo Antonio Rubio, con una soleá de tradición popular que contrasta con el conjunto rockero y EL MALOGRADO ROCKER AN-TONIO rompedor del resto de la edición. En esa querencia suya por el flamenco, no sólo influirá la sombra de su padre, sino el hecho de que esa fuera la música dominante durante el siglo XX de su ciudad natal. Basta asomarse al libro Flamencos del Campo de Gibraltar, escrito por Luis Soler Guevara, para comprender el alcance local de este arte, que en esta zona se remota al menos hasta Salvador Arroyo, un algecireño de 1799 que junto con Tío Manuel Cantoral "fueron los más primitivos cantaores de esta comarca", según Soler.

4.3.- FLAMENCO

La urdimbre flamenca de Algeciras abarca desde Juan Luis Soto Montero, más conoci- do por Juan Torre y padre del legendario Manuel Torre, a un modesto buhonero llamado Manuel María de la Palma Arroyo Jiménez, Tío Mollino, emparentado con el anterior y que sólo grabó un heroico disco en su vida, allá por 1989 y a los 76 años de edad, con la guitarra cómplice del malogrado Andrés Rodríguez: incluyó soleares, siguiriyas, fandangos, bulerías y una toná. Tan sólo en el siglo XX, he ahí algunos de los nombres que recoge su valioso estudio y cuya biografía se vio intimamente relacionada con esta localidad: José Ruiz, Niño de

210 Alcalá, los hermanos Ramón, Rocío y Mercedes Alcalá, Eugenia Bañasco, Felipe González Escámez, los hermanos Macarena y Salvador Andrades, Manuel Molina Cortés El Angoli, Roque Arroyo, Bartolomé Cortés Bartolera, Mónika Bellido –periodista y flamencóloga, ademas de bailaora--, Francisco Benítez Morenito de Algeciras, Bernardita Molina, José Santiago Niño de las Botellas, Juan Molina Tío Cafetera, Antonio Castro, Currita Jacinta, Manuel Campos El Chato, Manuel Mateo Chato de Algeciras, Manuel Sánchez El Chivata, Tomás Sánchez El Choclero, Rosa María Fosela La Chumba, Candelaria De la Rosa, La Chunga, María Delgado, Dioni Peña –quien grabó con Pilar López--, Manuel Molina El Encajero, Miguel Molina, Manuel Flores, Paco El Francés, Pablo Gilabert, Antonio Aguilera Gitano Blanco, José Carlos Gómez –que ha colaborado con Serranito, Joaquín Grilo y Niña Pastori, amén de formar parte del Ballet Nacional--, Pepe Heredia, Teresa Heredia, Paco Herrera, Jesús de la Ina, José Sánchez Joselito (bailaor nacido en 1970 y premeturamente fallecido en 1996), Francisco Santiago Heredia Kártama, Joaquín Cortés El Lebrija, Pedro Lérida, Manuel Abadía El Lolo, Agustín Madreles, Manuel de la Cuesta Manitas de Plata, María Asunción Canela, Marta José, José Molina El Metales, Micaela Molina, Juan Heredia El Monono, Manuel Montoya, Pedro Montoya, Francisco Benítez Morenito de Algeciras, Virginia Moreno, Nicolasa González Tía Nicolasa, Paco Oñate, Enrique Pantoja, Paquito Martín, Antonio Perea, Antonio Heredia Periquiqui, María José Poveda, Manuel del Pozo, Josefa Pantoja Tía Puri, Angel Quintero, el ya men- tado Andrés Rodríguez, su hija Silvia, Noelia Sabarea, José Delgado Pepe El Sevillano, Carmen María La Taranto, Manuel Fernández Titi de Marchena, Francisco Loreto El Titi, Rosa Marín La Tolea, Rafael de la Rosa –más conocido como Rafael El Tuerto--, Diego Jiménez El Yiyi y muchos otros. No faltan, desde luego, episodios de leyenda, como la que le incumbió a El Morrurro, según relata José Antonio Valdés: "Este vendedor ambulante de pasteles, siempre llevaba el corazón lleno de canciones. Su decir hondo tenía todo el lamento de las almas tristes. Por una salvaje rivalidad artística fue asesinado en la antigua plaza de La Perseverancia, en la década de los veinte. Fue la única muerte acaecida en el antiguo coso algecireño". A lo largo del siglo, artistas de la talla de Francisco Gabriel Díaz Macandé –que haría célebre una curiosa modalidad de pregones--, Antonio Mairena –a través de su relación con Francisco Vallecillo—o de Camarón de la Isla –por su amistad con Paco de Lucía--, traba- jarán lazos frecuentes con la ciudad, cuyo panorama flamenco cambia a lo largo de los años, desde el universo de las salas de fiesta –"El pasaje andaluz" o "Bolonia"--, al rigor que se defiende desde la Sociedad del Cante Grande de Algeciras, cuyo acta de constitución se firma a 28 de diciembre de 1970, por Antonio Rubio Díaz, Francisco Gómez Carrasco y Manuel Castro Heredia. Si antes y después de la guerra civil, fue importante el papel fla- menco seguido por los cafés locales, aficionados como Evaristo Heredia o las familias Marín y Lara, se encuentran firmemente unidos al desarrollo de este arte durante la segun- da mitad del siglo en esta localidad.

211 En 1989, la Mancomunidad de Municipios del Campo de Gibraltar inició la publica- ción de una serie de discos flamencos, que salieron en vinilo y en ediciones limitadas, bajo el sello de Rama Records. Grabados en los estudios Quirell, de esta misma localidad, en media docena de títulos se incluyó las voces de Tío Mollino, Alejandro Segovia Canela de San Roque, Juan Delgado, Paqui Lara y Antonio Madreles, junto a otros artistas de la comarca. Entre las figuras claves del flamenco local durante esta centuria, figura José Ruíz Arroyo, Corruco de Algeciras, natural de La Línea, naci- do el 3 de enero de 1910, pero que contaba con un año de edad cuando sus padres contrajeron domicilio en las calles algecireñas: "En la Atunara nací yo/ y en La Línea me bautizaron/ y a Algeciras me trajeron/ con los ojitos cerra- dos", cantaba en uno de sus célebres fandangos. Corruco protagonizó diversas grabaciones entre los años 20 y 30 del siglo XX y, a 13 de abril de 1932, se presentó en el Teatro Fuencarral de Madrid, de la mano de La Niña de los Peines y Carbonerillo: "Corruco –relata Luis Soler--, además de gran fandanguero, can- taba bien por siguiriya, soleá, tarantas y campa- nilleros, según consta en sus placas de pizarra, pero los que le conocieron afirman que él tam- bién cantaba por bulerías y romances". CORRUCO DE ALGECIRAS NACIÓ EN LA LÍNEA

Corruco de Algeciras –escribe Anselmo González-Climent—es el caso un tanto extraño de cantaor que logra introducirse en la intimidad del vanguardis- mo flamenco con recursos notoriamente ortodoxos. Pocos cantaores pudieron prestar al fandango –matasello rutinario de la época--, un tirón de jondura tan apreciable, y por momentos, tan excesivamente inmerecido para la hechura vul- garizadora de este típico género modernista.

En julio de 1936, la guerra civil le sorprendió en Ceuta. Y Corruco había destacado por sus letras de contenido izquierdista, durante los años anteriores cuando sus fan- dangos atacaban a Gil Robles o elogiaban a los capitanes Galán y García Hernández. Logró llegar al bando republicano y falleció en Balaguer (Lerida), en 1939, de heridas de guerra sufridas durante la batalla del Ebro.

212 El cantaor Antonio Díaz Soto, Flecha de Cádiz (1907-1982) se casó con la linense Marías Fernández de los Santos, hermana de los Chaqueta, y en 1940 se estableció en Algeciras, donde abrió un bar llamado Corinto y Oro, por donde pasaron Marchena, Cepero, Vallejo, Pastora Pabón Niña de los Peines, su marido El Pinto, Concha Piquer, Juanita Reina, Niño Ricardo y muchos otros. Su hijo, José Antonio Díaz, El Chaquetón nació en Algeciras en 1946 pero desde 1953 reside en Madrid, donde desarrolló su carrera artística, midiéndose inicialmente en con- cursos infantiles, hasta trabajar, en 1963, en el tablao "Zambra", junto a Pericón de Cádiz. Su historial incluye El Corral de la Morería, dos giras por la Unión Soviética o cuatro por Japón, con artistas de la talla de Merche Esmeralda o Carmen Linares. En 1974, El Chaquetón puso voz flamenca a los cantes que incluyó Manuel de Falla en la partitura de La vida breve. Ocurrió en el Teatro de la Opera de Ámsterdam, bajo la batu- ta de Odón Alonso. En 1978, representó a España en el Festival Internacional de Sneke (Bélgica), junto con Paco de Lucía y Carmen Mora. Giras con Rosa Durán en "La Historia de los Tarantos", o con Pacita Tomás, marcaron su historia durante los años siguientes. En 1980, obtuvo el premio Enrique El Mellizo en el Concurso Nacional de Córdoba: "El Chaquetón está sobrado de compás y tiene una voz jonda, dañosa para adentro y muy emotiva hacia fuera. Es decir, tiene un fuelle idóneo para magrear los tercios y sublimar los sentires...", escribirá sobre él Manuel Ríos Ruíz. Ha grabado en varias ocasiones, desde Mi casta de los Chaquetas, con Manolo Sanlúcar, a Ritmo y Puereza, escoltado por Pepe y Luis Habichuela. Incluido en la antología de Zafiro, en 1992 publicó un nuevo álbum, con el toque de Enrique de Melchor y Antonio Reyes: "El flamenco quizás no ha sido con él todo lo justo que debiera. Siendo un esplén- dido cantaor, con conocimiento, rajo y una afición que le desborda, no ha logrado el pues- to de honor que a mi juicio le corresponde. Espero que algún día no lejano esa ceguera ter- mine", asume Angel Alvárez Caballero. Ortodoxo pero atrevido, El Chaquetón ha llegado a compartir cartel con artistas ajenos al mundo flamenco como el mítico Atahualpa Yupanqui o con Mercedes Sosa. Hoy, sigue dando recitales y cuenta con una peña que lleva su nombre en la localidad madrileña de Alcobendas:

Cuando cantaba para bailar –afirma Félix Grande—tenía el señorío de ver- dadero servidor del cante. Ahora, en sus recitales es capaz de movernos de la silla con su compás y casi de hacernos caer en ella con sus repentinos y exactos abis- mos flamencos. Con la misma voz sabia nos hiere en la malagueña o la toná y luego nos pone un vendaje con la bulería o la cantiña.

Otro de los cantaores algecireños de relieve, durante la segunda mitad del siglo XX, será Antonio Madreles, nacido un 6 de septiembre de 1946, que dejó el fútbol por el cante. Se inició en peñas y en salas de fiesta, destacando en varios concursos. Hacia 1970, junto a

213 Paquito Martín, realiza una gira por Gran Bretaña y por Francia. A lo largo de esa década, su presencia se haría habitual en recitales loca- les, compartiendo cartel con artistas de la talla de Fosforito, La Paquera, Camarón, Chano Lobato, Pansequito, Beni de Cádiz, Rancapino, Carmen Linares, Manuel Mairena, María Vargas, El Sordera, La Perrata, Juanito Villar o Manuel de Paula y Pedro Bacán, entre un ciento. En 1980, impresiona su primera grabación, un cassette que titula Improvisando y en el que incluye unos célebres fandangos, con letra de Jorge Vasallo, acompañado a la guitarra por José Luis Postigo y Quique Paredes. Su siguiente álbum no llegará hasta 1993, con las guitarras de Pedro Carrasco Niño Jero y su Manuel, Jero Hijo, bajo el sello de Rama Records. En dicho vinilo, rendirá homenaje explícito a Rafael El Tuerto y a Corruco. El disco se tituló A mis mayo- EL CANTAOR ANTONIO MADRELES res y, en su carpeta, Luis Soler escribió que "Madreles recuperaba desde el cante de Carapiera a las maneras del viejo Agujetas". En 1995, por fin, grabó para la colección Testimonios flamencos. Caracolero, su repertorio es largo, pero abunda en cantes de Cádiz, soleares y bulerías, aunque se adentre en malagueñas, tarantos y fandangos, sin descuidar tonás y siguiriyas. Durante cierto tiempo, Madreles mantuvo un intenso compromiso político que le hizo par- ticipar en recitales a favor de obreros en huelga o en contra del ingreso de España en la OTAN, al tiempo que escoltaba con su cante algunas con- ferencias del erudito Antonio Rubio. En los últi- mos años, al margen de proseguir su carrera en solitario –lo que le ha llevado a nuevos premios y giras por media Europa, Arabia Saudí, Libano y Marruecos--, ha acompañado ocasionalmente al pianista Felipe Campuzano.

Sobre el mundo flamenco local y, en espe- cial, sobre la guitarra, pesará sobremanera la sombra de Paco de Lucía, en una serie de artis- tas como el malogrado y memorable Andrés Rodríguez, creador de "Sonakay" y de diversas EL GUITARRISTA ANDRÉS RODRÍGUEZ

214 formaciones o espectáculos flamencos. También, esa influencia se dejará notar sobre Mercedes Rodríguez Arana, Merche, nacida el 10 de enero de 1956 y una de las escasas mujeres que ha interpretado en solitario la guitarra flamenca. En 1968, empieza a tomar lecciones del guitarrista Antonio Perea, con quien formará dúo artístico, bajo el sobre- nombre de Merche y Antonio. En 1976, grabó su primer álbum, Hojas del viento, que alcanzó a los 40 Principales y que le abrió las puertas de una carrera musical que le llevaría en diver- sas ocasiones, desde Marruecos hasta Japón, con éxitos como Jaranera, o De Amor de Andalucía, entre otros. Posteriormente, grabará Al otro lado del mar, con temas com- puestos por Juan Carlos Calderón. En 1979, representará a España en el Festival de Música de Dublín. Finalmente, contrajo matrimonio, dejó la escena y se estableció en Tarifa.

4.3.1.- LASAGADELOSLUCÍA

En efecto, una saga familiar vendrá a marcar la mayor cumbre flamenca de la Algeciras de este siglo, al pairo de uno de sus miembros, Paco de Lucía. El clan se inicia con la figura de Antonio Sánchez Pecino, nacido en Algeciras a 5 de febrero de 1908, que tenía rudimentos de bandurria y de violín, pero que terminó por aprender la guitarra de manos de Jesús El Ciego con algunas falsetas de El Titi y que se dio a conocer como Antonio de Algeciras, lle- gando a acompañar a El Flecha y a El Chaqueta. Aunque su favorito fuera Rafael El Tuerto quien, a decir de Francisco Vallecillo, "con una voz fea, cantaba muy bien". Donn Pohren, en su libro Paco de Lucía, el plan maestro, asegura que Antonio Sánchez Pecino comenzó a tocar en las ferias de Algeciras y La Línea, llegando a acompañar a pri- meras figuras como Manuel Torre o Aurelio Sellé. También fue en las ferias donde trabó relación con guitarristas de su época, como Niño Ricardo, Melchor de Marchena, Manolo de Huelva o Diego del Gastor. Desde un principio, según Pohren, trazó un "plan maestro" para que sus hijos se gana- ran dignamente la vida con el flamenco. Casado con la portuguesa Lucía Gomes, tuvo amplia descendencia: María, Ramón, Antonio, Pepe y Paco. A todos, intentó iniciar en los secretos de la guitarra, aunque sólo tres de ellos se dedicaran profesionalmente al arte. Así, Ramón Sánchez, conocido artísticamente como Ramón de Algeciras, nació en Algeciras en 1938 y se inició a la guitarra de la mano de su padre y del Niño de las Botellas, pero el toque de Niño Ricardo le impactará definitivamente. Su educación musical tuvo mucho que ver con las correrías flamencas en que sólo de vez en cuando acompañaba a su progenitor o con las reuniones en su casa, a las que acudía gente como Antonio El Chaqueta.

215 El aficionado algecireño José Marín le presenta a Juanito Valderrama, quien le pide que se sume a su compañía y a través de él entra en contacto con el universo musical de Manuel Serrapi, más conocido como Niño Ricardo, que le marcará definitivamente. Ya en 1960, actuará en la Plaza de Toros de Algeciras junto a sus hermanos y un elenco local que incluía a Rafael El Tuerto, Roque y Joaquín Jarrito, Flores El Gaditano, Chato Méndez, o Dominguillo. Ramón acompaña en diversas grabaciones a artistas como La Niña de la Puebla o Pericón de Cádiz y Fosforito, entre muchos otros. Durante varios años, se suma al ballet de Antonio y, en 1967, graba junto a su herma- no Paco los albumes Canciones andaluzas para dos guitarras y Dos RAMÓN DE ALGECIRAS FRENTE A LA PALMA guitarras flamencas en América Latina. Pero en ese mismo año, su guitarra se suma a la antología Guitarras y Castañuelas, o aún tiene tiempo para editar otro disco junto al Niño de Osuna. En 1969, aparecerán Paco de Lucía y Ramón de Algeciras en Hispano América, o Paco de Lucía y Ramón de Algeciras con acompañamiento de orquesta. Tras muchas otras grabaciones, junto a su hermano o con otros artistas como Camarón de la Isla, en 1972, se adhiere al disco In Memoriam Niño Ricardo que, para él, cobra un gran significado al reconocer en su propia obra la huella del maestro. Festivales y recitales en solitario o acompañando a otros artistas, se sucedieron durante esa década hasta que, en 1981, se suma definitivamente, al grupo de su hermano Paco:

Desprendido consejero de su hermano –según le describe Juan José Silva en el libro de Luis Soler--, a quien ha arrullado siempre con su guitarra y con su pre- sencia, quiso retirarse sabiamente a un segundo plano artístico cuando Paco se instaló en la genialidad. Lástima que hoy se haya resignado a ese papel como artista, pues el flamenco sigue necesitando tocaores como él.

Pepe Sánchez Gomes nació un 25 de septiembre de 1945 y su primer nombre artístico fue el de Pepe de Algeciras, antes de adoptar el santo y seña de su madre. Productor dis-

216 cográfico y autor de más de 400 letras registra- das a su nombre, Pepe se apartó pronto de los designios de la guitarra, que le trazaba su padre, y se arrimó al cante. Junto a su hermano Paco, ya actuó en1959 en Radio Algeciras y en el cine Terraza, de esta misma localidad. Y, en 1962, con el seudónimo de "Los chiquitos de Algeciras", ambos se pre- sentan en el concurso de Jerez, donde se les brinda un premio especial y en donde su joven voz despierta la admiración de eruditos como Anselmo González Climent. Esa exitosa actuación le abrirá a Pepe las puertas de la compañía de José Greco, a la que acabará incorporando a su hermano Paco, aún más joven que él. El cantaor algecireño se suma- rá también a las compañías de Antonio Gades, Antonio y Sara Lezana, al tiempo que actúa en el tablao madrileño de "Las Brujas": "He estado ocho años en un tablao y ahí se aprende el ritmo PEPE DE LUCÍA COMPAGINÓ LA INTERPRETACIÓN CON mucho más que en ningún otro sitio", asegura. LA PRODUCCIÓN DISCOGRÁFICA Y LA COMPOSICIÓN. Una quincena de discos en solitario –entre ellos, una curiosa experiencia para Ariola Alemania en la que hizo una versión en español de The boxer, de Paul Simon, y Noches de blanco satén, de The Moody Blues--, avalan su carrera como cantaor más que heterodoxo: "La seguiriya es el palo que más me ha gustado cantar. Y la que me sale sola. Porque mi padre se ponía, niño, canta por seguiriya y por soleá, por seguiriya y soleá". Heterodoxo, con rigor, su discografía incluye desde cantes tradicionales hasta compo- siciones atrevidas que rozan la canción ligera. Si en su última entrega, interpretaba la can- ción Andalucía acompañado por su hija Malú, en la anterior, bajo el expresivo título de El orgullo de mi padre (1995), viajaba desde un dúo con Alejandro Sanz a un cante añejo extraído de una vieja grabación de cuando él y su hermano Paco eran todavía unos niños. Entre medias, numerosos recitales, programas de televisión y temas escritos para artis- tas como Chiquetete, Tijeritas, El Potito o La Susi. Su primera grabación lleva fecha de 1976, para la casa Polydor, acompañado por su hermano Paco. En 1983, graba Caminando, junto a otros artistas como el jazzman Pedro Ruy Blas, sin descuidar una este- la tradicional que entronca con los cantes clásicos de Antonio Chacón y su viaje juvenil junto a Camarón de la Isla.

217 En 1981, se suma de pleno derecho al grupo de su hermano Paco, con el que graba Yo sólo quiero caminar, dando comienzo a una aventura que prose- guirá hasta 1998, cuando reemprende plenamente su carrera en solitario. En 1996, habrá abierto la peña que lleva su nombre en la algecireña Huerta de las Pilas y cuatro años PACO DE LUCÍA, UN ANTES Y DESPUÉS DEL FLAMENCO antes participa en la filma- ción de la película Flamenco, de Carlos Saura, en la que interpreta una guajira y unos tan- gos: "Casi nadie dice nunca que Pepe de Lucía es uno de los cantaores más sabios, más completos y desgarrados que hoy honran el cante", sentenció Félix Grande. La sombra de Paco es alargada: "No todos los artistas se despiertan día tras día tenien- do en su casa al guitarrista más grande del mundo", escribe atinadamente Luis Soler. Esa circunstancia influyó en Pepe, en Ramón, en Camarón de la Isla y en una promoción de guitarristas entre quienes figura su sobrino José María Bandera, quien después de sumarse al Ballet Nacional prosigue su propia carrera en solitario. Y en muchos otros, desde el cor- dobés Vicente Amigo a la algecireña Mercedes Rodríguez Merche, una de las pocas muje- res que ha logrado grabar discos de guitarra flamenca. Paco Sánchez Gomes nació en Algeciras el 21 de diciembre de 1947 y acaba de rendir homenaje expreso a su madre en un disco que lleva su nombre portugués, Luzía (1998). Desde "Los chiquitos de Algeciras" hasta este momento, Paco de Lucía viene emprendien- do un impresionante viaje a través del flamenco. Sus correrías algecireñas, el aprendizaje junto a su padre –"un ser maravilloso"—y la guitarra como sucedáneo de la voz, marcaron poderosamente sus inicios: "El cante me ha gustado siempre, incluso más que la guitarra. Yo, de niño, lo que quería era ser cantaor, lo que pasa es que era un niño tímido al que le daba vergüenza cantar y me escondí detrás de la guitarra". Su primera gira tuvo lugar en 1962, en la compañía de José Greco, con la que recorre- ría Estados Unidos. En uno de aquellos viajes, conoció a Sabicas:

Yo, hasta que descubrí a Sabicas, pensaba que Dios era Niño Ricardo, y de alguna manera yo aprendí de su escuela y de su estilo, pero cuando conocí a Sabicas me di cuenta que en la guitarra había algo más. Con Sabicas, descubrí una limpieza de sonido que yo nunca había oído, una velocidad que igualmente desconocía hasta ese momento y, en definitiva, una manera diferente de tocar.

218 Sabicas le oyó tocar las falsetas de Niño Ricardo y le recomendó que un flamenco no debe tocar cosas de otro sino sus propias creaciones: "No sé exactamente por qué me dijo aquello, pero lo que si sé es que me influyó muchísimo", afirma Paco. Tras pasar por las compañías de Antonio y de Antonio Gades, no había cumplido vein- te años cuando ya conocía todos los continentes. Tras sus primeras grabaciones junto a Ricardo Modrego y su hermano Ramón de Algeciras, acompaña a numerosos cantaores, desde Antonio Mairena a Fosforito pero, en 1967, grabará Flamenco Jazz con Pedro Iturralde y conocerá a Camarón de la Isla. Ambas circunstancias serán determinantes para la historia futura del guitarrista algecireño.

Intuyo –llegó a escribir Manolo Sanlúcar en las páginas de El Correo de Andalucía– que Camarón para Paco ha sido una fuente de inspiración, una motivación para la creación. ¿Podría concebirse, por tanto, un Camarón de la Isla sin Paco de Lucía? En cualquier caso, la fortuna quiso ser generosa con nos- otros y nos los regaló a la vez, juntos. Difícilmente la historia repetirá semejante alumbramiento.

Hasta 1977, grabaron diez discos juntos, prácticamente uno por año. A partir de esa fecha, sus colaboraciones se distancian pero su influencia en Camarón quizás fuera mayor que la que el propio Monge se hubiera atrevido a admitir. Algo se ha escrito ya en torno a esta relación tumultuosa que se mantuvo desde sus inicios hasta Potro de rabia y miel o la presencia que ambos compartieron a bordo de la película Sevillanas, de Carlos Saura: "Para mí –declaraba Paco a Nacho Sáenz de Tejada--, hacer un disco con Camarón era impor- tantísimo, como una sensación de estar vivo, de estar creando. Era una aventura; de lo más excitante que me ha pasado". Desde Arte y Majestad a Rosa María o la novedosa Canastera, El Camarón de la Isla con la colaboración especial de Paco de Lucía sería la marca de fábrica inicial de aquella cola- boración que sólo se rompería en 1979 con La leyenda del tiempo, cuya producción corres- ponde plenamente a Ricardo Pachón. Ambos, Paco y José, volverían a reunirse pronto para grabar Como el agua. Pero, entre ambos discos, Paco grabará Sólo quiero caminar (1981), que es la desemboca- dura de una carrera en solitario que había tenido como momentos cumbres el primer premio en el Concurso Nacional de Córdoba, en 1970, el homenaje en La Unión junto a Antonio Mairena, su disco Fuente y caudal (1973), con su exitosa rumba Entre dos aguas, el álbum Almoraima y su concierto en el Teatro Real de Madrid, un 18 de febrero de 1975, la prime- ra vez en la historia que el flamenco entraba de pleno derecho en dicho recinto. En 1981, conforma su sexteto básico con sus hermanos Ramón y Pepe –que sería sus- tituido posteriormente por Duquende--, el bajo de Carles Benavent, la percusión de Rubén Dantas (que incorpora el cajón peruano al instrumental flamenco), los vientos de Jorge Pardo y la presencia sucesiva de bailaores como Juan Ramírez, Manolo Soler o El

219 Grilo. Con ellos, exploraría los terrenos de la fusión, con la que ya había coqueteado al retomar la improvisación jazzística con John McLaughlin y Larry Coryell. Su colaboración con Chick Corea sería determinante para ahondar en este rumbo, con obras como Ziryab, Siroco y un sinfín de colaboraciones. Ejecuta bandas sonoras como las de las películas La sabina o Montoyas y tarantos, al tiempo que recibe en 1987, "El compás del cante". Embelesado por la música clásica y en especial por Manuel de Falla, al que dedicó un controvertido disco, reincide en ese mismo ámbito con El concierto de Aranjuez, que estrena en 1990, en París, acompañado por toda una orquesta y a cuya partitura incorporaba la de la Suit Iberia, de Isaac Albéniz, acompañado por su sobrino José María Banderas y por Juan Manuel Cañizares. A sus largas y conse- cutivas giras internacio- nales, le sucederá el reconocimiento progre- sivo de su tierra natal con la erección de una escultura de considera- bles proporciones y su nombramiento como hijo adoptivo de Algeciras, una ciudad cuyo conservatorio lleva su nombre y cuyos topó- PACO DE LUCÍA, JUNTO A LOS GUITARRISTAS ALGECIREÑOS JOSÉ CARLOS GÓMEZ nimos inmortalizó a lo Y FRANCISCO MARTÍN. largo de su discografía: Plaza Alta, Calle Real, El Cobre, Río Ancho, Callejón del Muro, La Cañada, Los Pinares, Fuente Nueva, por ejemplo. En 1998, publica Luzía, el disco dedicado a su madre y en el que llega incluso a cantar, en memoria de ella y de Camarón de la Isla. Tras una nueva gira, se retira a Cancún, donde reflexiona sobre el futuro rumbo de su carrera. El flamenco, será su rumbo: "Si Beethoven fue el más grande de los músicos, Bach la música misma, ¿y Paco?, un superdotado de la guitarra flamenca, ¿nada más?, no. Sin duda, la máxima expresión de la música culta de los pueblos del sur", escribirá Manuel Martín en el número 96 de la revista Candil. El benjamín de la saga, se llamará José María Bandera, hijo de María, la única herma- na de la familia. Nacido en Algeciras, en 1960, también tomó clases de su abuelo, Antonio y, tras iniciarse en el flamenco con Paco Martín, Andrés Rodríguez o Antonio Madreles, con tan sólo quince años acompaña a su tío Paco en un concierto que se celebra en Ronda. José María se establecerá en Madrid, donde frecuenta artistas de Jerez como La Macanita y José Soto Sorderita, pero en 1986 se incorpora como guitarrista al Ballet Nacional, con un elenco de lujo: Merche Esmeralda, Lola Greco, José Antonio, Javier Barón, Javier La Torre, Joaquín Cortés, Antonio Márquez o Antonio Canales, bajo la direc- ción de María de Avila.

220 Bajo su batuta, interpretará junto a Manolo Sanlúcar, Isidro Sanlúcar y Vicente Amigo, la parti- tura Medea, con la que se presentan en la Metropolitan Opera House de Nueva York. Con el Ballet, en distintas etapas, recorrerá todo el mundo y en 1989, su tío Paco le convoca junto a otro joven guitarrista, Juan Manuel Cañizares para una gira como trío, con más de doscientos conciertos en tan sólo tres años. Diferencias con la dirección del Ballet, le lleva- rán a abandonarlo, pero antes quedará su participa- ción en proyectos como La Gallarda, un inédito de Rafael Alberti que con música de Manolo Sanlúcar se presentó en la inauguración de la Expo del 92, o A ritmo y a compás, junto a su paisano, el excelente José Carlos Gómez; La Parrala, con Carmen Linares JOSÉ MARÍA BANDERA PROSIGUE LA SAGA DE LOS LUCÍA y Antonio El Pipa, entre otros; o Grito , sobre una coreografía de Antonio Canales, a la que vuelve a ponerle música junto a José Carlos Gómez. Nuevas giras con Tito Alcedo y un puñado de grabaciones, con Kiko Veneno, Potito, El Pele, Nono García o Jorge Pardo, jalonan su biografía, que discográficamente tiene como cumbre la Suit Iberia, que grabara como cara B del Concierto de Aranjuez, junto a su tío y Cañizares. En 1999, se incorpora al último septeto de Paco de Lucía, con Rubén Dantas, Joaquín Grilo, Carlos Benavent, Duquende, Ramón de Algeciras y Jorge Pardo. Es sabio y le queda mucho camino por delante.

4.4 ENTRE EL JONDO Y LA COPLA

A caballo entre el flamenco y la copla, apa- recen nombres de interés, como el de Pastora Delgado, Pastora de Algeciras, hija del cantaor Pepe El Sevillano y de la cantaora María Delgado. Durante los años 60, Pastora se sumó a la compañía de Manolo Escobar y obtuvo éxi- tos de relieve como la canción Déjalo pasar. Pero no sólo ha grabado tonadillas y canciones, sino palos flamencos y numerosas sevillanas.

Es la misma frontera en la que se mueve la PASTORA DE ALGECIRAS trayectoria musical de Antonio Cortés Pantoja

221 Chiquetete, quien con apenas ocho años de edad contrajo domicilio en el barrio de Triana, en Sevilla, aunque a los doce for- mara parte del grupo "Los Algecireños". Como cantaor, obtuvo premios importantes, como el de Mairena del Alcor, en 1976, y formó parte de espectá- culos de Matilde Coral –"Arte Flamenco"–, Juan Peña El Lebrijano –"Persecución"– o "Andalucía, en pie". Habitual de los festivales, su primera gra- bación se titula Triana despierta, data de 1976 y le acompañan Paco Cepero CHIQUETETE NACIÓ EN ALGECIRAS PERO CRECIÓ EN TRIANA. –quien compondrá parte de su reperto- rio– y Enrique de Melchor. A partir de Altozano, en 1981, irá alternando cantes de mayor pureza con sevillanas y con canciones. De hecho, en 1986, se le distinguió en Puerto Rico como cantante revelación por Esta cobardía.

Una carrera más limitada, a pesar de sus considerables facultades artísticas, será la de la cantante algecireña María Luisa Rondón, que impresiona algunas grabaciones y mantiene una serie --irregular pero digna-- de actuaciones públicas, que van desde los años sesenta hasta la actualidad. Es el caso similar del trío "Juventud", que se hizo popular durante los años 60, pero cuya trayectoria venció pronto, aunque dejó buen sabor de boca. O el de Juana Mary Moreno, locutora y cantante, a pique de la copla y la canción ligera.

En ese mismo ámbito, pero en una etapa anterior, destaca la figura de Florencio Ruiz Lara, conocido artísticamente como Flores El Gaditano. Cantaor, escritor y letrista, nació en Algeciras el 7 de noviembre de 1921, llegó a ser novillero y se inte- resó por el tango argentino. De cualquier forma, encontró su camino en el cante flamenco: de sus dúos con Jarrito, pasaría al Trío de los Gaditanos, que formó junto a Juan Pantoja El Chiquetete y Manuel Molina El Encajero, obteniendo éxitos como la copla de su autoría que lleva por título Qué bonita que es mi niña, una milonga con guiños a la rumba. Le seguirán varias placas de pizarra en Columbia, impresionadas entre 1951 y 1954, incluyendo milongas, fandangos de Huelva, alegrías, bulerías, tientos, vidalita, soleares, fandangos, tarantos, tanguillos, gra- naínas, pasodobles, canciones e incluso dos piezas exóticas: una zambra oriental (sic), titu- lada A bambalú, ya, ya y el tango-canción Dos verdades. Con el Trío, se presentará en Madrid, donde es contratado por la sala Casablanca, y recorrerá numerosas ciudades españolas. Ayudados por Manolo Caracol, se abrieron cami-

222 no, incorporándose durante tres temporadas consecutivas a la compañía de Pepe Pinto y, posteriormente, a la de Mercedes Vecino, Manolo El Malagueño y Lola Flores. Por esa época, grabaría sus seis primeros dis- cos en solitario, al tiempo que comparte cartel con Pepe Marchena y se incorpora al espectácu- lo "Del corazón a los labios", que se estrenó en 1951. Su biografía es dilatada e incluirá nuevas grabaciones –algunas con orquesta—para las casas Alambra y La Giralda, espectáculos pro- pios como "El jardín de las coplas", en 1959, hasta la disolución inicial del trío, hacia 1965. En 1967, rescató el nombre de Los Gaditanos, pero sin la presencia del guitarrista Manuel Molina, que había fallecido poco antes. Tres años más tarde, se incorporará al reparto de la película Romance Flamenco, con La Niña de la Puebla y Juanito Maravillas. Su carrera proseguirá con apariciones televisivas y nuevas comparecencias discográficas, como las antologías Voces de Andalucía, Cádiz, salero de España y la Magna de Hispavox. Medalla de Algeciras, a Flores El Gaditano se le reconoce como un cantaor muy largo, cono- FLORES EL GADITANO, POLIFACÉTICO ARTISTA QUE VA cedor de todos los palos pero especialmente bri- DESDE EL FLAMENCO, A LA COPLA, LA POESÍA Y LAS llante en la interpretación de los cantes libres. NOVELAS DEL OESTE. Sus letras han sido interpretadas por Pepe Marchena, Manolo Escobar, Juan Valderrama y otros muchos artistas. Como escritor ha publicado desde libros de poemas –Versos y ráfa- gas–, a reflexiones jocosas –Revoltijo, Obras Miscelánea–, e incluso una novela del oeste, Otro Willy. Es autor también de una escenificación dedicada a Carmen Amaya, con poe- mas, cante y baile, bajo el título de Eterna oración.

Pero el siglo había comenzado con la interesante figura de Miguel Gilabert, algecireño de 1910, quien formó pareja con Corruco de Algeciras y, en los años 30, llegó a compartir cartel con Angelillo o con Imperio Argentina. Se sabe que le gus- taba el tango y que escribía la letra de sus cantes y canciones. Llegó a componer una milonga en memoria de Federico García Lorca y de Manuel de Falla, pero tuvo que exiliarse a Francia, tras la guerra civil.

También aparece ligado a la copla el nombre del músico algecireño Luis Rivas Gómez, autor de la partitura de La Hija de don Juan Alba, o el doctor Emilio Burgos, que en 1950

223 compuso el pasodoble Una novia del Sol, que muchos tomaron por himno de la ciudad, a pesar de que en el concurso convocado al efecto por el Ayuntamiento, había triunfado otro, cuya letra iba firmada por José Esteban Valdivia y Cabrera. El injusto olvido de esta última pieza no sería subsanado hasta los años 80, con la edición de un disco con cargo al consistorio.

5.- LA FIESTA TAURINA

La ciudad es un constante blanco y negro, derecho o revés. Cae el Ojo del Muelle, pero una nueva arquitectura de vanguardia aflora, de higos a brevas, en esa espantable selva de cemento y neón que va dándole forma a la ciudad. Siempre fue así: la incipiente Algeciras de principios de siglo XX ve arder el Kursaal, pero el Hotel Reina Cristina resurge de sus cenizas. Cae, desplomada por la piqueta, la plaza de toros de La Perseverancia, inaugurada en 1866 con Antonio Carmona El Gordito y José Redondo Chiclanero en los carteles. En dicho coso fue donde tomó la alternativa el algecireño Cara Ancha, el torero al que inmor- talizara Antonio Machado en su célebre autorretrato. Natural de Algeciras, José Sánchez del Campo Cara Ancha, se presentó como novillero en septiembre de 1873, tuvo leyenda, gloria y cornadas sin número. Falleció un 31 de marzo de 1925, en Aznalcázar (Sevilla), en donde una vez retirado de los ruedos, llegó a ser alcalde.

Otro de los toreros algecireños de más timbre fue José Lara Chicorro, nacido en marzo de 1839 y fallecido en 1911, en Jerez, la ciudad donde creció. Se vistió de luces en Lima y en La Habana: a América, llegó con apenas veinte años y poco después, recibe la alterna- tiva en Barcelona y la confirma en Madrid, en 1869. José Antonio Valdés, en su notable obra La Algeciras Romántica, destacando que ejecutaba a la perfección "la suerte al quiebro con las banderillas de a cuarta" y que, en el salto al transcuerno y a la garrocha, era tan hábil que el escritor Sánchez Neira comentaba: "Tal era la precisión matemática que tenía para arrancar en línea recta al toro, verle llegar, parar en firme, clavar la garrocha, elevarse y caer. No retrasaba un instante ninguno de dichos actos, pero tampoco los adelantaba; en una palabra, era exactísimo y perfecto".

Diego Olivé Rodas, Morenito de Algeciras, nació un 12 de noviembre de 1872 y tomó la alternativa en 1900, pero volvió a anunciarse como novillero hasta 1902, aunque luego la confirmara en Barcelona y Madrid. Para José María de Cossío, fue "un buen torero que no supo aprovechar sus cualidades. Sabía manejar perfectamente la capa y la muleta, tenía facilidad y seguridad para matar y los toros le duraban poco".

224 Nacido en Cartagena (Murcia), en 1939, los padres de Miguel Mateo Miguelín"se instalaron en Algeciras cuando su hijo apenas contaba un año de edad. Su padre era banderillero y llevaba el nombre artístico de Chicuelito. Su primer paseillo lo hizo en Ronda, en un festival organiza- do por Cayetano Ordóñez El Niño de la Palma, cuando Miguelín apenas contaba once años de edad: "El torero más diminuto del mundo", sería a partir de entonces el reclamo de los carteles. A juicio de Manuel Vidal, su nombre "debe figurar entre los más intere- santes y capaces de su época". Novillero con pica- dores en 1955, Domingo González Dominguín le apadrinó hasta que tomó la alternativa en Murcia, en septiembre de 1958, con el padrinazgo de Luis Miguel y César Girón como testigo. De carrera irregular, un INTERIOR DE LA PEÑA MIGUELÍN toro en Arlés (Francia), le fractura el pie izquierdo y le hace perder fuerzas, hasta que retoma el triunfo a comienzos de los años 60. En ese periodo, filma El relicario y El momento de la ver- dad, esta última película a las órdenes de Francesco Rossi, con Linda Christiam como partenaire alcanzó uno de los premios del festival de Cannes.

Daba gusto ver a Miguel Mateo Miguelín andarle a los toros con un conoci- miento técnico y un dominio no exentos de arrebatos geniales –comenta Manuel Vidal--. Entre sus mayores gestas –nada infrecuentes, por cierto--, estuvo la de cortar seis orejas en la Corrida de la Prensa de Madrid el año 1968, cuando, por cogida de Miguel Márquez, hubo de matar tres toros, cosa que hizo de la siguien- te forma: de una estocada sin puntilla, de una estocada y dos descabellos –a éste, como queda apuntado, también lo desorejó por completo—y de media que no precisó el concurso del cachetero Agapito. Encima, y para aportar una nota per- sonal, había brindado el primero inclinando la rodilla y el busto, al mismo públi- co ante el que se había tirado de espontáneo, meses atrás, en San Isidro, a un toro del ´Cordobés´ como protesta –muy de mayo del 68—por las fraudulentas com- ponendas del taurinismo que le bailaba el agua al de Palma del Río.

Su pulso con El Cordobés, que le llevó en efecto a saltar al ruedo como espontáneo, en traje azul marino, durante la feria de San Isidro de 1968; su arte con las banderillas o sus

225 insólitos pases sentado en una silla, forman ya parte de su leyenda. Pero Valdés Escuín recuenta estadísticamente la carrera taurina de Miguel Mateo:

18 corridas en 1958. 53 en 1959. 20 en 1960. 22 en 1961. 23 en 1962. 51 en 1963. 34 en 1964. 18 en 1965. 43 en 1966. 39 en 1967. 63 en 1968. 54 en 1969. 33 en 1970. 30 en 1971. 26 en 1972. Se retira en 1973 y vuelve esporádicamente en 1974 toreando 6 corridas y va reduciendo sus actuaciones en los años sucesivos, 9 corridas en 1975 y 6 en 1976 hasta que se retira definitivamente en 1979.

De La Perseverancia a Las Palomas, la historia taurina de Algeciras incluirá también el nombre señero de Francisco Ruíz Miguel, el torero isleño que contraerá domicilio en la antigua Isla Verde a partir de su matri- monio. Y un reguero de dies- tros locales, con peor suerte, como Salvador Fernández El niño del Bar Central, tam- bién llamado Tomás Salvador; Miguel Ramos

Miguelete, quien tomaría la PLAZA DE TOROS DE LAS PALOMAS alternativa en Nueva Andalucía (Marbella), en 1970 y se despidió como matador cinco años después, tras veintidós corridas, 32 novilladas con picadores y 130 novilladas sin caballos; Diego Ramos El Merlo, que tomó la alternativa en 1978 y en Algeciras, aunque no llegó a descollar. Otros lo hicieron, aunque de forma irregular, como fue el caso de Pedro Castillo, ya retirado de los ruedos. La tradición pro- sigue de la mano de Gil Belmonte o Angel Estella. ESCULTURA QUE REPRESENTA A MIGUEL MATEO MIGUELÍN

226 6.- EL ENSAYO Y LA HISTORIOGRAFÍA

Pero el ámbito de lo taurino no sólo aporta un sinfín de matadores, novilleros, picado- res, banderilleros y mozos de espadas, sino críticos e incluso forma parte del discurso de algunos ensayistas de relieve, como es el caso del algecireño Alberto González Troyano, cuya obra El torero, héroe literario (Ed. Espasa-Calpe. Madrid, 1988), que viene a llenar la laguna existente en la relación narrativa del mundo de los toros, al menos así lo entiende Fernando Quiñones, quien asegura que se trata de "un texto quizá inmejorable de consul- ta y lectura sobre el tema y, amén de cubrirlo, roza con oportunidad y sustancia otras vecin- dades literarias del mundo taurino".

Nacido en Algeciras, a finales de los años 40, Alberto González Troyano se formó en Barcelona e impartió clases en la Universidad de Fes y en la Universidad de Cádiz, hasta acceder a una cátedra en la Universidad Hispalense. Organiza varios cursos para la Universidad Menéndez Pelayo y publica numerosos artículos en prensa y en revistas espe- cializadas. Entre sus publicaciones, figuran abundantes trabajos relacionados con los orí- genes del casticismo, la literatura costumbrista y la imagen romántica de Andalucía. Su bibliografía e interés personal abarcan desde sendas ediciones de las tauromaquias de Pepe- Illo y de Paquiro, a la documentada edición de la Obra Crítica, de Rafael Cansinos Assens (2 vols. Biblioteca de Autores Sevillanos, Sevilla, Diput. 1998). A su vez, firmó una exce- lente edición de las Escenas andaluzas, de Serafín Estébanez Calderón (Madrid, 1985), o una glosa del sainetista gaditano González del Castillo (Sevilla, 2000), pasando por un ensayo sobre el mito de Carmen, al que subtituló como una divagación sobre Andalucía (Madrid, 1989).

Pero el del ensayo no es un camino nuevo en la ciudad. Antes que Alberto González Troyano, había cruzado por él José María Alberich Sotomayor. Nacido en Algeciras, en 1929, inició allí cursos de bachillerato que prosiguió en Ronda. Cursó Filosofía y Letras en Madrid y en Sevilla, doctorándose en 1958. Luego, se estableció en Gran Bretaña, impar- tiendo clases en las universidades de Southampton, Bristol, Oxford y Exeter. Desde 1991, contrajo nuevamente domicilio en Sevilla, donde ingresó en ese mismo año como académico de las Buenas Letras. Miembro de honor del Instituto de Estudios Campogibraltareños, ha publicado numerosos ensayos y artículos en revistas especializa- das, en torno a viajeros ingleses y escritores de la generación del 98 o autores posteriores como Federico García Lorca o Ignacio Agustí. Su primer libro apareció en 1966, bajo el título de Los ingleses y otros temas de Pío Baroja. Le siguieron Del Tamésis al Guadalquivir (1976) o La popularidad de don Juan Tenorio y otros ensayos de literatura contemporánea (1982). En Exeter, firma varias publica- ciones sobre temas ingleses en España, al tiempo que publica una Bibliografía anglo-hispá-

227 nica en Oxford, en 1976, sobre libros publicados en el Reino Unido en torno a España e Hispanoamérica durante la primera mitad del siglo XIX. En 1993, prepara, traduce y publica varios relatos de C. Graham, que agrupa como antología bajo el título de De la pampa al Magreb. LA MALOGRADA HISTORIADORA ANGELINA MELLE Y ANDRÉS BOLUFER

El ensayo, los recuerdos, la crítica, la divulgación. He ahí el ámbito de numerosos textos publicados en los últimos veinte años en Algeciras. Desde Andrés Bolufer –con diversos trabajos entre los que descuella una excelente biografía de José Román–, a Alberto Sanz Trelles –quien estudia las peri- pecias del periodismo local y provincial–, o el memorialismo de Antonio Ramos Argüelles –Recuerdos de mi infancia y juven- tud (1930-1950) Impresiones del hijo de un republicano fusilado–. Pero el abanico del interés ensayístico es mucho más amplio: Rosa Romojaro –Lope de Vega–, Juan Antonio Pérez Millán –Nikita Mihalkov, en busca de la armonía–, Rafael García Valdivia –que desglosa la atmósfera gibraltareña del Ulises de Joyce–, Miguel Roure –con su extraño Elolecarco–, Carlos Costas –Caza menor–, Manuel Gutiérrez Luna –La res- ponsabilidad de médicos y sanitarios–, Arturo TRES ENSAYOS CINEMATOGRÁFICOS DE ALGECIRAS, Gutiérrez Martín Arguma –El Campo de ESCRITOS POR JUAN ANTONIO PÉREZ MILLÁN, CARLOS FERNÁNDEZ Y ANGEL GÓMEZ RIVERO. Gibraltar en la obra evangélica española–, etc.

228 Alberto Pérez de Vargas –autor de manuales científicos como Elementos de Biomatemáticas y de una prolífica obra periodística--, Francis Domínguez –divulgación y comentarios de leyes, escritos y publicados en Francia, donde reside y ejerce como abogado, con títulos como Corruption, La saga des juges o Et la justice...? Bordel! –, Francisco Javier Núñez –La destrucción del Campo de Gibraltar, Por una Andalucía Ecológica–, Manuel Natera –cuya tesis sobre los planes de Desarrollo del Campo de Gibraltar es excepcional–, Francisco Humanes –Guía Escolar de Algeciras o la Historia económica del Campo de Gibraltar, en colaboración con Antonio Torremocha–, o Manuel Carlos Fernández Sánchez –Hacia un cine andaluz–, se van sumando a este ámbito reflexivo. Las publicaciones se suceden, como será el caso del historiador militar Rafael Vidal, autor de Historia de la Guerra de la Independencia en el Campo de Gibraltar, o autores prin- cipalmente costumbristas como Guillermo García –Capricho árabe y Crescencio Torés –Paisajes linenses–, etnólogos como Juan Ignacio de Vicente Lara –El chacarrá y sus tradi- ciones–, el historiador Martín Bueno –El renacer de Algeciras, Simi Cohen– o el cronista ofi- cial de la ciudad, Cristóbal Delgado.

La historiografía de Delgado –Algeciras, pasado y presente de la ciudad de la bella Bahía, Algeciras en blanco y negro, Algeciras y yo– parte de un oficio que hereda de Emilo Santacana –alcalde durante la céle- bre Conferencia sobre Marruecos de 1906 y autor de Antiguo y moderno Algeciras, en 1901–, Juan Pérez Arriete y Manuel Pérez Petinto, ambos cronistas y fundador ese último de la biblioteca de 1923.

Los nombres de Manuel Ossorio Bernard, José Serrano Morales, o Fermín Requena, irían completando, con el curso de los años, la exigua bibliografía local. Este último es autor de Algeciras durante la dominación musulmana (1921) o Muhammad y Al-Casim, emires de Algeciras (1956). Pero Delgado, autor de Algeciras, la ciudad de la bella Bahía, abre paso a una generación de nuevos historiadores entre quienes figuran Antonio Torremocha –cuyas aportaciones sobre el pasado andalusí de Algeciras resultan esenciales--, Mario Ocaña –promotor del rescate de los fondos del Archivo CRISTOBAL DELGADO. CRONISTA OFICIAL DE Notarial y autor de un excelente trabajo sobre ALGECIRAS.

229 los corsarios del Estrecho- -, y, de manera principal pero en distintas discipli- nas, Manuel Sotomayor o Pedro Rodríguez Oliva. A todo ello, en mate- ria histórica, habría que sumar necesariamente el esfuerzo constante de los malogrados Angelina Melle y Luis Carlos Gutiérrez Alonso. O, en ese mismo ámbito, la tenacidad de Carlos MARIO OCAÑA, UN HISTORIADOR DE SU TIEMPO Gómez de Avellaneda y de Luis Alberto del Castillo, Antonio Morales, Juan Carlos Pardo, María Isabel Arroquia, Magdalena Soriano, José Antonio Benítez Santos, Angel J. Sáez, Manuel Jesús Martínez Selva, José Juan Yborra, Ricardo Silva, José M. Algarbani, o Mercedes Ojeda. Y muchos más.

6.1.- ADOLFO SÁNCHEZ VÁZQUEZ

Pero el territorio del pensamiento tiene un nombre algecireño especialmente ilustre durante el siglo XX. Es el de Adolfo Sánchez Vázquez, nacido en esta localidad el 17 de septiembre de 1915, aunque su familia se trasladó a Málaga en edad temprana: "Salí de Algeciras a una edad en la que es difícil tener recuerdos. En aquella época, se decía de forma un poco burlona que la población de Algeciras se dividía en dos, unos contrabandistas y otros, carabineros. A mí me tocó nacer en la parte que perseguía". Su padre, Benedicto Sánchez Calderón, era teniente del Cuerpo de Carabineros y, durante los primeros días de la guerra civil de 1936, fue encarcelado durante la toma de Málaga por las tropas de Franco y confinado en el Castillo de San Sebastián en Cádiz, tras serle conmutada la pena de muerte. Su madre, María Remedios Vázquez Rodríguez, era natural de San Roque. Del matrimonio nacerían tres hijos: Angela, Adolfo y, el menor, Gonzalo. Su domicilio familiar radi- caba en la Casa de las Columnas, en la calle Ríos, pero luego se trasladó a El Escorial y , en 1925, fijó su domicilio en Málaga:

230 A Algeciras, volví en 1931, teniendo quince o dieciséis años. Ahí, bajo la influencia de mi tío Alfredo Vázquez, que después murió fusilado por el fran- quismo, yo recibí diríamos la primera influencia de carácter ideológico. Un poco confusa, como era la personalidad de mi tío, entre libertario y marxista. Pero ahí tuve mis primeros contactos ideológico de tipo revolucionario.

Era periodista pero trabajaba en el Ayuntamiento de Algeciras, relata Sánchez Vázquez:

Un rebelde más romántico que revolucionario, nunca quiso sujetarse a nin- guna disciplina de partido. Fue detenido por los franquistas en los primeros días de la sublevación; en un momento de desesperación intentó suicidarse y, sin que se le permitiera reponerse de sus heridas, fue fusilado.

Cinco años antes, durante aquella vuelta suya a Algeciras durante el año que se procla- mó la Segunda República, puso en sus manos una serie de libros que fueron decisivos en lo que él considera su "balbuciente" formación ideológica. Le brindó "en extraña mezco- lanza algunos textos marxistas y anarquistas cuya lectura sembró en mí una simiente que no habría de esperar mucho para fructificar".

Mi ingreso en las filas de la Juventud Comunista no había sido el fruto de una reflexión teórica, sino de un inconformismo creciente un tanto romántico y utó- pico, en el que los grandes ideales desdeñaban medirse con la vara de lo real. Sin embargo, la teoría no podía estar totalmente ausente.

Su interés inicial se centra en la poesía, auspiciando en 1935 la publicación de la revista Sur, que contó con dos números y a la que incorporaría la firma de su paisa- no José Luis Cano, que publica en su primer número un artículo dedicado al surrea- lismo y la lucha de clases: "Trabajamos juntos –añade Sánchez Vázquez—en el perió- dico Linea que hacían las organizaciones de izquierdas y revolucionarias, en Madrid. Conocí también a Ramón Puyol cuando era diseñador de portadas de esa Editorial Cenit famosa, y cartelista reconocido". En estas y en otras lides literarias contaría con la colaboración de José Enrique Rebolledo, hermano de Aurora, con quien Adolfo Sánchez Vázquez contraería luego matrimonio, en su destierro mejicano de 1941. Pero, por entonces, durante su primera juventud, colabora en la revista Octubre, que dirige Rafael Alberti y en donde publica un romance bajo seudónimo: "Mar de vinagre y peces congelados/ con gritos de escalera y vientos sublevados", eran algunos de aquellos versos primerizos, según recordaba su amigo Luis Abollado. Si en Málaga cursó Bachillerato y Magisterio, en Madrid, inicia estudios de Filosofía y Letras en la Universidad Central, la facultad de Ortega y Gasset, Zubiri y Gaso. Allí, impartía lógica Julián Besteiro, aunque su posición socialista distaba del marxismo

231 autodidacta y militante de Sánchez Vázquez, en aquella época en la que establece relaciones amis- tosas con Miguel Hernández, Arturo Serrano Plaja, Ramón J.

Sender y Pablo Neruda. ADOLFO SÁNCHEZ VÁZQUEZ, DURANTE UNA RECIENTE VISITA A ALGECIRAS. "Besteiro era presidente de las Cortes, una figura intelectual, un filósofo marxista; lle- gar a su calse era un verdadero acontecimiento... Sin embargo, Besteiro era un neokantia- no. No vi en él el menor ápice de marxismo".

Sócrates, Marx, Antonio Machado y Gramsci irían marcando en sucesivas etapas el devenir filosófico de Sánchez Vázquez. En la capital española, tiene ocasión de cono- cer a Federico García Lorca y se suma a la sección literaria de Mundo Obrero y a caba- llo entre Madrid y Málaga escribe un libro de poemas, El pulso ardiendo, que se edita- rá posteriormente en México, en 1942, ya en el exilio. El alzamiento franquista le sor- prende en Málaga, de vacaciones en casa de sus padres: "Málaga duró sólo siete meses en manos de la República. Luego vino el terrible éxodo por la carretera costera hasta Almería, con los barcos de guerra bombardeándonos a ras de la tierra. Atrás se nos quedaban montones de cadáveres", explica.

Durante la guerra civil, publica varios romances militantes, participa en mitines y asis- te como delegado a la Conferencia Nacional de las Juventudes Socialistas Unificadas. Santiago Carrillo, en nombre de la comisión ejecutiva de dicha organización, le encarga la dirección del periódico Ahora, que contaría con gran difusión en el frente republicano de la contienda. Asiste como invitado a las sesiones del II Congreso Internacional de Escritores Antifascistas celebrado en Madrid:

Para un joven intelectual como yo era una oportunidad inolvidable la de poder conocer personalmente a los más altos exponentes de la literatura europea: Malraux, Tristán Tzara, Louis Aragon, Stephen Spender, Ehrenburg, Ana Seghers, así como los hispanoamericanos César Vallejo, Carpentier, Octavio Paz, Pita Rodríguez, entre otros, sin contar a los españoles Alberti, Bergamín, Sender, Corpus Barga, Serrano Plaja, que ya conocía.

Combate, desde septiembre de 1937, con la Once División, una unidad de choque que comandaba Enrique Líster y que peleará en el frente del Este, participando en la batalla de Teruel. Posteriormente, dirigirá el periódico Acero, del Quinto Cuerpo de Ejército, en

232 Cataluña y cuya publicación perduró hasta la derrota del Ebro. Sánchez Vázquez fue comi- sionado para entrevistarse en Perpignan con el general Vicente Rojo, para una contraofen- siva que resultó un fracaso. Exiliado, se establece inicialmente en París, en donde comparte albergue con Juan Rejano, Pere Quart y Mercé Rodoreda. Allí, recibe la noticia de que el general Lázaro Cárdenas, controvertido y populista presidente de México, acogería en dicho país a refu- giados españoles y, junto a Rejano y Pedro Garfías entre otros, embarca en Sète a bordo del Sinaia rumbo a la otra orilla del Atlántico, a bordo del cual llega a Veracruz a 13 de junio de 1939.

México se benefició mucho del exilio español. Mejor dicho: nos beneficiamos mutuamente. Don José Gaos tenía que dar al principio entre ocho y diez horas de clases diarias para poder sobrevivir, pero no de filosofía sino de cualquier mate- ria. Otros intelectuales se tuvieron que reconvertir en comerciantes. Fue muy duro pero a la vez no podemos olvidar ese acto de generosidad que tuvo con nos- otros el general Lázaro Cárdenas.

El destierro le relacionará nuevamente con intelectuales de la talla del propio Rafael Alberti, Corpus Barga, Ramón José Sender, Octavio Paz, José Gaos y Eli de Gortari, de quien fue ayudante de cátedra de Lógica Dialéctica. Estos últimos son claves en su prime- ra formación filosófica, que reemprende en la capital mexicana. Allí, Sánchez Vázquez par- ticipa en la fundación de la revista Romance, junto a Juan Rejano y otros intelectuales espa- ñoles que entran en relación con Alfonso Reyes, Enrique González Martínez, Efraín Huerta y otros creadores mexicanos. A dicha publicación, en donde aparece su célebre artí- culo "La decadencia del héroe", seguirá la aparición de España Peregrina y publica sonetos en la revista Taller de Octavio Paz. Se traslada a Morelia, la pequeña capital de Michoacán, en donde imparte clases de filosofía a alumnos de Bachillerato y allí es donde se casa con su novia española y nace su primer hijo, Adolfo. Aumenta, allí, su bagaje cultural y filosófico, pero sigue ape- gado a la literatura. Es entonces cuando publica su libro de poemas, que Manuel Altolaguirre había rescatado del olvido, al tiempo que a su regreso a México D.F., redactará novelas inspiradas en guiones de películas y ahora en la crítica literaria, con la publicación de La poesía de Rafael Alberti, en 1951, a la que seguirán trabajos sobre Antonio Machado o Nicolás Gogol.

Estos poemas –advierte como preámbulo a El pulso ardiendo, su versos de 1942-, fueron escritos en España, ya en vigilante espera de la tragedia colectiva de mi patria. Al salir a la luz, los dedico al pueblo a quien debo el tesoro que más aprecio: una salida a la angustia y a la desesperanza.

233 También cursa la Maestría en Letras Españolas, en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México, en la cual cursa también Filosofía, en 1950:

Se escuchaba todavía, como un eco lejano, las voces vitalistas e irracionalistas que había escuchado en Madrid. Mucho Heidegger, bastante vitalismo e histori- cismo, una dosis de tomismo y otra no menor de neokantismo era lo que apare- cía en primer plano. El marxismo seguía siendo para mí el gran ausente acadé- mico, aunque debo reconocer la influencia que tuvo en mi formación el semina- rio del doctor Gaos, sobre la lógica de Hegel.

Ramón Vargas Machuca resume así las líneas básicas de su biografía intelectual:

Buena parte de su acción docente y, sobre todo, su actividad investigadora, que se inician en 1955, se desenvuelven al mismo tiempo que un proceso de crí- tica y de autocrítica de la cultura marxista. Los resultados de dicha evolución filo- sófica quedan reflejados principalmente en su obra "Las ideas estéticas de Marx", en su tratado de "Etica" y en lo que se refiere a su propia interpretación del mar- xismo en su obra "Filosofía de la praxis". Los campos temáticos, en consecuen- cia, que aborda la aportación de Adolfo Sánchez Vázquez pueden resumirse en lo siguiente: una particular concepción de la filosofía, una forma original de enten- der el marxismo como pensamiento, una teoría de la ética y aportaciones singu- lares a cuestiones fundamentales de la estética.

Las clases de lógica dialéctica de Eli de Gortari serán fundamentales para fu formación marxista, que completa con los neokantianos Gaos, Xirau y García Bacca, así como en el llamado Grupo Hiperión, encabezado por Zea: "Eli de Gortari –afirma—fue para mí el primer filósofo marxista de carne y hueso que tanto había echado de menos durante mi paso, ya lejano, por la Universidad Central de Madrid". El proceso intelectual de Sánchez Vázquez parte de posiciones ortodoxas del marxismo hacia regiones anti-dogmáticas de ese mismo pensamiento, lo que le lleva a mantener pos- turas críticas, aunque en sus obras iniciales se deja todavía tentar por fórmulas que luego cuestionará, como el realismo socialista, al que dedica un ensayo en 1957. Años más tarde, a este propósito, recordaría que la variedad del realismo latinoamericano ratifica la tesis de que el realismo permite una diversidad de formas:

El realismo de Cortázar, o el realismo de García Márquez –enunciará en 1983, en la Nicaragua sandinista—no son en modo alguno el realismo clásico, tradicional, sino más bien lo contrario. Creo que todo esto confirma nuestra tesis de que la estética marxista no puede ni debe encerrarse en la concepción de una práctica artística determinada ni en un determinado tipo de realismo, porque entonces entraría en contradicción –como teoría—con la propia riqueza y el des- arrollo de la actividad artística.

234 Las revelaciones de Jruschov en su informe secreto al XXII Congreso del PCUS, en 1956, así como sus reuniones con los máximos responsables del Partido Comunista Francés, le llevan a cerrar filas con Fernando Claudín frente al dogmatismo, autoritarismo, centralismo y exclusión de la democracia interna que todavía condicionaban a las organi- zaciones comunistas de la época. La revolución cubana de 1959 también le influyó, en tanto en cuanto le confirmaba "la búsqueda de un marxismo renovador".

En un proceso gradual que arrancaba de finales de la década de los cincuen- ta me vi conducido no ya a buscar cauces más amplios en el marco del marxismo dominante, sino a romper con ese marco que no era otro que el de la visión sta- liniana del marximo codificada como ´marxismo leninismo´. Desde entonces me esforcé por abandonar la metafísica materialista del dia-mat y volver al Marx ori- ginario y tomar el pulso a la realidad para acceder así a un marxismo concebido ante todo como filosofía de la praxis.

Traductor de Paulov, Rosental y Stracks, analista de la estética de Hegel, publica rese- ñas sobre León Felipe y, en 1961, edita su ensayo Ideas estéticas en los Manuscritos econó- mico-filosóficos de Marx. Al tiempo que denuncia "la hostilidad del captialismo al arte", enuncia los conceptos de "obra abierta" y confirma la función social del arte, a partir de la socialización del mismo que rompe la relación tradicional entre obra y espectador. En años sucesivos, se irá aproximado a Arnold Hauser, Jean Jacques Rousseau o Lucács, publican- do en 1963 su ensayo Individuo y comunidad en Kafka, pero cuando se publica sin autori- zación su tesis de licenciatura, Conciencia y realidad en la obra de arte, Sánchez Vázquez ya se encuentra sumamente alejado de sus criterios. Es entonces cuando publica Las ideas esté- ticas de Marx, que tuvo enorme repercusión en el mundo hispano. En 1967, la edición de Filosofía de la praxis compila su tesis doctoral: "El marxismo –afirma—es una filosofía de la transformación del mundo y no una interpretación más. La praxis es el gozne en que se articula el marxismo en su triple dimensión de proyecto, críti- ca y conocimiento". A partir de ese momento, su discurso intelectual se seguirá enriqueciendo con sucesivas reflexiones –De la imposibilidad y posibilidad de definir el arte, Ensayos sobre arte y marxis- mo–, traducciones –Karel Kosnik, Alperovich, Cherkasin– e incursiones literarias –prólo- go a una nueva edición de El Proceso, de Franz Kafka– y conferencias –“Contenido filosó- fico de El Capital”, “La dialéctica de El Capital”–, etcétera. En 1969, publica Ética como homenaje explícito a los jóvenes masacrados en Tlatelolco, la llamada Plaza de las Tres Culturas. En su introducción, menciona explícitamente que dicho libro se vio estimulado en su elaboración "por los objetivos, logros y sacrificios de aquel movimiento estudiantil que dio lecciones no sólo de política sino de moral". Prólogos a Hegel y a Anibal Ponce, análisis sobre el pensamiento estructuralista de Lévi- Strauss o Althusser, preceden a su antología de textos sobre Estética y marxismo, así como

235 una serie de trabajos sobre Lenin y el arte o la estética de Brecht y el formalismo ruso. Se le traduce a otros idiomas, participa en congresos, recibe varias distinciones y multiplica su actividad intelectual y pública, al tiempo que retorna por primera vez a España en 1972, durante un fugaz viaje, y de forma más intensa en 1975, el año en que muere Franco y cuan- do publica Del socialismo científico al socialismo utópico, así como Sobre arte y revolución.

"A Algeciras, volví en 1979 –rememora--. Tuve ocasión de hablar con el alcalde comu- nista de entonces, un poco conocer la ciudad, reconstruir mentalmente parte de mi pasa- do. Estuve en la calle, en la casa donde nací".

En España, en círculos intelectuales y políticos, se reivindica su figura, mientras que emprende la revisión crítica de parte de su obra. Ya estaba familiarizado, por entonces, con Carlos París y Javier Muguerza, así como con la obra de Manuel Sacristán, Jacobo Muñoz, Domenech, Ballesteros, Valeriano Bozal, Ana Lucas, Ludolfo Paramio, José Jiménez, Francisco Martínez y Gustavo Bueno, que aportó nuevos elementos a la concepción filo- sófica del marxismo. En México, donde mantiene su domicilio, inicia una larga colabora- ción con el diario El Universal y Ferrater Mora le definirá, en 1979, en su Diccionario de Filosofía, con las siguientes palabras: "Sánchez Vázquez llegó a la filosofía por una ´prácti- ca´, la ´práctica literaria´ o bien que por un marxismo abierto, renovador, crítico y no dog- mático...". Ello se traduce en la publicación de Filosofía y marxismo hoy, en 1980, o en su confrontación abierta con el existencialismo, aunque siguió con mucho interés la obra de Sartre, en especial su Crítica de la razón dialéctica.

"Aunque yo no compartía su versión, diríamos existencializada del marxismo, sin embargo sus críticas al materialismo, al ontologismo materialista y al objetivismo, me pare- cían muy adecuadas", infiere.

En 1982, publica Filosofía y economía en el joven Marx (Los manuscritos de 1844) y, al año siguiente mientras se conmemora el centenario de la muerte de Karl Marx, apa- recerán Sobre filosofía y marxismo, así como sus Ensayos marxistas sobre filosofía e ideolo- gía. En 1984, recibe el nombramiento de doctor honoris causa por la Universidad Autónoma de Puebla, en México, en base a "sus aportaciones en el campo de la filoso- fía contemporánea, al desarrollo de esta disciplina en nuestro país, a la formación de varias generaciones de universitarios mexicanos". En 1988, ocurrirá otro tanto en la Universidad de Cádiz, cuyo rector Mariano Peñalver, en el elogio del doctorando, se referirá las tesis de Marx sobre Feuerbach y las reflexiones que formula, a dicho propósito, Sánchez Vázquez: "La verdad de un pensamiento se mide

236 por su realidad". Y lo explica de inmediato: "Es decir, por su poder práctico de cumplir el fin de toda actividad humana: la transformación y la creación del mundo natural y social". Profesor emérito de la UNAM, en 1985, publicará Ensayos marxistas sobre historia y política y nuevos textos sobre socialismo, lenguaje poético o la filosofía actual en México. Al año siguiente, aparecen Ensayo sobre Marx y el marxismo, Teoría de la experiencia estéti- ca y Teoría del trabajo artístico.

"¿Por qué la crítica ha de dejarse sólo en manos del adversario ideológico mientras los marxistas renuncian a criticarse a sí mismos?", se sigue preguntando el otrora profesor de Rafael Guillén, el llamado subcomandante Marcos, al frente del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, en México: "A juzgar por su tesis de licenciatura, era un althusseria- no ortodoxo, aunque con un humor escaso entre los althusserianos"..

En 1992, el periodista Fernando Orgambides le preguntará sobre el célebre aserto de Fukuyama, de que la historia ha terminado:

La historia –respuso Sánchez Vázquez—no ha llegado a su fin porque el capitalismo liberal haya demostrado que, con su victoria contra el nazismo y después contra el socialismo real, ya no tiene adversarios. Yo considero que el capitalismo actual, muy distinto del que conoció Marx hace siglo y medio, es un régimen injusto, pese a las ventajas y logros sociales que hayan podido obtener los trabajadores en todo este tiempo. Por lo tanto, mientras exista el capitalismo, sigue siendo necesaria una alternativa no capitalista que dé solu- ción a los problemas de injusticia, desigualdad y explotación que este sistema, por su propia naturaleza, no puede resolver. Independientemente de que en este momento concreto este ideal, en cierto modo, haya sido desacreditado por las experiencias negativas de lo que se ha hecho en su nombre y no se den las condiciones o no haya fuerza para abanderarlo, el socialismo en su esencia es necesario y deseable. Y no sólo por razones políticas o económicas, sino también por razones incluso morales.

¿Qué significa filosofar?, se preguntó durante su conferencia como doctor honoris causa que le otorgó la Universidad Nacional de Educación a Distancia: "En nuestro caso, signi- fica cierta relación con un mundo que no nos satisface y, con ella, la aspiración, el ideal o la utopía de su transformación".

Ahora, dicen que el subcomandante Marcos, portavoz del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, fue en realidad un alumno suyo.

237 7.- LITERATURA

7.1.- EL PAISAJE LITERARIO

Si durante el siglo XIX, Algeciras se convierte a menudo en la estación término de los viajeros románticos, la proximidad de Gibraltar o el embarque hacia Marruecos, seguirá atrayendo hasta este puerto a escritores de fuste, durante el siglo XX: desde el irlandés Yeats a Somerset Maugham escriben textos, en verso y prosa respectivamente, que guardan rela- ción con estos confines del Estrecho y de Algeciras. Es el mismo caso de Rubén Darío, que visitó Andalucía en 1903 y que en diciembre de ese año, se hospeda en Algeciras, en su ruta hacia Gibraltar:

Desde que llegué a Algeciras –escribe--, sentí que ya no me encontraba com- pletamente en España. No descendí en la estación, sino a la entrada del muelle, a un paso del Hotel Anglo-Hispano y del Hotel Reina Cristina, dos estableci- mientos ingleses. El tren llega allí para comodidad de los ingleses. Desde luego, la línea férrea entre Bobadilla y Algeciras es propiedad de una compañía inglesa. En el hotel me encuentro con que todo el mundo es inglés. En el salón de lectu- ra casi todos los diarios son de Londres. Alguien me asegura que desde el Hotel Reina Cristina, que está construido en una altura, y en el cual se eleva un largo mástil, se hacen señales semafóricas con Gibraltar.

Desde Pío Baroja a Federico García Lorca, la nómina de escritores españoles que pasan por Algeciras antes de la Guerra Civil es amplia, pero también lo es la de autores provi- nentes de otros países, como Jean Genet, en ruta hacia el sur. Su presencia local se inten- sificará a partir de los años 50, cuando la generación beatnik redescubra Marruecos. Si el poeta, narrador y músico nor- teamericano Paul Bowles había sido hipnotizado por dicho país en los años 30, dejó escritos y dichos numerosos testimonios sobre Algeciras y sus alrededo- res. Hasta su domicilio en Tánger, viajarían desde Allen Ginsberg a Truman Capote, quien escribe un curioso relato titulado Un viaje por España (1950), en el que relata un asal- to del maquis al ferrocarril entre Granada y Algeciras. FEDERICO GARCÍA LORCA, JUNTO A UN AMIGO EN EL HOTEL CRISTINA.

238 Algeciras será el escenario donde transcurra, total o parcialmente, la peripecia de algu- nos títulos narrativos. Uno de ellos, Campo de Gibraltar, de Gregorio Gallego (Madrid, 1916) mantiene un tono intensamente autobiográfico, al tiempo que Miracielos, de Ramón Mayrata, es la aventura colectiva de un mundo entreguerras. En ambos casos, como telón de fondo, se recrea la presencia de espías alemanes en la ciudad, durante los años previos a la Segunda Guerra Mundial. Paralelamente a todo ese azaroso interés literario por estos rumbos, la ciudad no fue nunca un paraíso libresco, por más que artistas polifacéticos como José Román –Granada, Granada o Caretas y caretones– o Florencio Ruiz Lara editasen libros en ella o el malague- ño José Carlos de Luna (1890-1964) contrajese domicilio en este mismo ámbito. Un fuer- te afecto unió también con Algeciras a Luis de Armiñán Odriozola (1899-1987), nombra- do hijo adoptivo de la ciudad donde había crecido, a 17 de enero de 1935. Licenciado en Derecho, publicó entre otros libros Por el camino azul, Factice! –en el que relata su expe- riencia en París entre 1944 y 1945 como corresponsal de ABC– Amor, los relatos de La niña, su novio y el diablo, Vida y novela de un matador de toros, sobre Manuel Bienvenida, y en colaboración con su hermano José Manuel Armiñán, publicaría Francia, el dictador y el moro o Epistolario del dictador. Periodista, gobernador civil durante la Segunda República, Luis de Armiñán es padre del cineasta Jaime de Armiñán, este paisaje urbano aparece reflejado en dos de sus libros, Mediterráneo y, sobre todo, La calle Real y el callejón del Muro. Cuando le preguntaron cómo surgió la idea de escribir este último libro, respondió: "Sencillamente, para que mi hijo conociera mi infancia". Se trata de un caso similar al de Fermín Requena (1893-1963), nace en Higuera de la Sierra (Huelva), pero ejerció como profesor en Algeciras, ciudad de la que fue cro- nista oficial y donde fundó el periódico El Lábaro Hispano, ejerciendo un lirismo que le sitúa a caballo entre el realismo y las corrientes modernistas. Una treintena de títu- los, de poesía y de prosa, componen su bibliografía y, entre los primeros, descuellan Flores de mi tierra(1914), Mercedes (1920), Horas fugaces (1930), Atardecer (1952), Añoranzas (1958) o Provincianas (1968). Después de la Guerra Civil, ocurriría otro tanto con otros escritores, de la talla de Juan Ruiz Peña, jerezano de 1915, catedrático de Literatura en Algeciras, donde escri- bió los poemas recogidos en Libro de los recuerdos y Versos juntos. Y Alfonso Grosso, a bordo de un pesquero, quien al cabo de los años 50 dejó detalladas sus impresiones locales en el libro de viajes A poniente desde el Estrecho.O, mucho más recientemente, el espléndido narrador onubense Juan Manuel Borrero, profesor de Matemáticas en un instituto algecireño y autor de Relatos heterodoxos o la novela La luna blanca de Chesed, que mereció el premio Andalucía en 1990. Borrero situaba sus relatos "a caballo entre lo fantástico, lo geográfico, lo histórico y lo mágico", como "producto exclusivo de los desvaríos de un soñador".

239 "Siempre pensé que la ficción, la mirada oculta, los sueños conscientes, abren caminos insospechados a las más prosaicas realidades. Es por ello que en mis ansias viajeras, he mira- do cosas y hechos desde una perspectiva inusual, mezcla de elucubración y sueños, pero siem- pre preñada de tradiciones ancestrales", atina Borrero a situar el ámbito de su narrativa. Similares destinos, traerán y llevarán por la ciudad a otros numerosos escritores, desde el mallorquín Llorenç Vidal, poeta bilingüe y promotor desde aquí del Día Internacional de la No Violencia y la Paz, a los sevillanos José Julio Cabanillas y Rafael Adolfo Téllez. El cor- dobés Rafael Osuna llegó a contraer domicilio en Algeciras, donde volvía frecuentemente de su habitual residencia en Estados Unidos, donde ejercía como profesor universitario. Hay por lo demás, algunos autores nacidos en la ciudad, por puro azar, pero que apenas mantu- vieron vínculos con esta población, como es el caso del malagueño José María Prieto. Domingo F. Faílde se ha llegado a preguntar si existe o no una poesía algecireña o cam- pogibraltareña, como hecho literario diferencial:

La respuesta es, invariablemente, negativa, si bien es necesario matizarla. Puede existir, y existe, en efecto, una poesía de tema algecireño; basta leer los Sonetos de la Bahía, de José Luis Cano, o Bajo el cielo de mi pueblo, de Lola Peche, para corroborar esta aseveración. Puede, además, decirse que el paisaje, las costumbres, las condiciones de vida de nuestra ciudad, influyen en la obra de sus poetas, condicionan su visión de la realidad y le suministran valiosísimos datos en forma de olores, colores, vocablos, modismos..., y un largo etcétera: la obra de Manuel Fernández Mota o la de Juan José Téllez están llenas de ejem- plos que ilustran mi afirmación, y si ellos no bastaran, consúltese ´El Campo de Gibraltar en la poesía española´ de José Riquelme: Abul-Hassan Sahl Ibn Malik, Mamad Ibn Abi Ruh, Abú Giafar Ibn Said, Ibn Said al-Magribí (poestas anda- lusíes de los siglos XII y XIII), el romancero castellano, Rodrigo Yánez (siglo XIV), Lorenzo de Sepúlveda, Gabriel Lobo Lasso de la Vega (ambos del siglo XVI), José Zorrilla, Enrique Zumel, Emilia Danero (todos ellos del XIX), y en la presente centuria, Fernando Villalón, José Carlos de Lunas, Fermín Requena, Gerardo Diego, José María Pemán, Esteban José Valdivia y Cabrera, Emilio Prados, Eduardo Gener, Max Aub, Francisco Riera-Kirpatrick, Gabriel de Anzur, José Antonio Ochaíta, Dionisio Ridruejo, Luis Beltrán Guerrero, Juan Ruíz Peña, Leopoldo de Luis, Luis López Anglada, José María Fernández Nieto, los ya citados José Luis Cano, Lola Peche, Manuel Fernández Mota y Juan José Téllez, José María Arévalo, Juan Antonio Villacañas, Julio Mariscal, Arturo Gutiérrez Martín, Juan Ignacio Varela Gilabert, Joaquín María Carretero Gálvez, Jesús Castañón, Antonio Sánchez Campos, Jacobo Meléndez, Diego Navarro Mota, Antonio Murciano, el propio José Riquelme, Jacinto Mañas Rincón, Antonio Hernández, Guillermo Sena Medina, Luis Carlos Gutiérrez Alonso y Angel Mora Casado, tocan en sus poemas el tema genérico ´Algeciras´, citan el nombre de la ciudad o la aluden de forma inequívoca.

240 Pese a todo ello, una losa pesa sobre las letras algecireñas. La de su casi total aislamiento res- pecto al resto de la provincia gaditana, la comunidad andaluza y el Estado español. Quizá por ausencia de industria editorial o distribuidoras al uso, pero quizá también por un cierto empe- ño de los escritores locales en ejercer como cabezas de ratón antes que como colas de león.

7.2.- JOSÉ LUIS CANO

Entre el ensayo y la literatura, se mueve la obra personal de José Luis Cano, algecireño de 1911, cuya peripecia vital le pondrá en relación con buena parte de la generación del 27, desde Federico García Lorca, a Luis Cernuda y, sobre todo, Emilio Prados o Vicente Aleixandre. Pero la patria geográfica de José Luis Cano –la literaria es universal—discurre inicialmente entre Algeciras y Málaga, las poblaciones donde emergen los primeros años de su vida. En un homenaje que le tributó la revista El Cuervo, el poeta Claudio Rodríguez llega incluso a llamarle malagueño, pero escribe a continuación:

Estoy recordando como vivía el paisaje castellano, tan distinto al de Algeciras, su ciudad natal, y sobre todo al de Fuengirola (...) Muchas veces podía acercarme a la fuerza del amor, a la delicadeza ferviente que acompaña- ba a José Luis: ´Tú mi locura yo el enajenado´, entre las escamas de la piedra y las finas bóvedas como un oleaje, como si en la Casa de las Conchas se oyera el sonido, la música de su mar.

Hijo de un militar, sus primeros años transcurrirán en su ciudad natal, en una vivien- da de la calle Ancha que ahora le sigue conmemorando. Educado en el colegio de Cayo Salvadores. El padre de Cano será trasladado a Valencia como coronel del Regimiento de Mallorca, aunque pronto volverá al sur, estableciéndose en Málaga como gobernador mili- tar de dicha plaza, allá por 1924. Entre el fútbol y el amor adolescente –María Pepa Díez, "Yaya", su novia de la playa algecireña de Los Ladrillos a la que rendirá tributo literario--, transcurren los años jóvenes de José Luis Cano, quien siempre mantendrá relaciones con Algeciras, a pesar de las pési- mas comunicaciones y gracias a la presencia de su abuela, mamá Mercedes: "Era una anda- luza cariñosísima y alegre, que adoraba a sus hijos, a mi padre y a sus nietos. Su muerte, en la casa de la Calle Ancha, fue la primera muerte que presencié y a pesar de lo que yo la quería, el subconsciente infantil hizo quizás que la olvidara de pronto", evocaba él.

En algún que otro momento, José Luis Cano ha recordado el largo periplo que supo- nía el camino entre Algeciras y la capital malagueña, incluyendo el cauce del río Guadiaro, que había que vadear en balsa: "Los millones de turistas que acuden cada verano a la mala-

241 gueña Costa del Sol no pueden imaginarse lo que era esa costa, hoy famosa en el mundo, allá por los años mil novecientos veintitantos, en que yo, siendo niño, la recorría por pri- mera vez", evoca en sus Memorias malagueñas.

Era entonces –prosigue—un lugar tranquilo y olvidado en el sur de España y mucho más bello que hoy. Los pocos pueblos que jalonaban la costa –que aún no se llamaba Costa del Sol—eran humildes pueblecillos de pescadores, cuya única riqueza –aparte la modesta pesca—era la blancura deslumbrante de la cal, que moldeaba, tan sólidamente como el mármol, las fachadas de las casitas de un solo piso alineadas a lo largo de las calles llenas de sol... Cuando evoco mi primer viaje por la costa –tenía yo apenas doce años--, hacia 1924, con mi padre y mis hermanos, en un viejo y destartalado Ford que tardaba unas cinco horas en recorrer la rudimentaria carretera que llevaba de Málaga a Algeciras –más del doble de lo que tarda hoy el más modesto coche—recuerdo siempre que, más allá de Estepona, donde solíamos hacer una parada para comer, la carretera se adentraba en el interior, y pasaba por el pueblecito de San Enrique de Guadiaro. Había que cruzar el río de este nombre, pero no existía aún el magnífico puen- te de hierro que se construyó pocos años después, y por el cual ya no se pasa hoy. No había otra solución para cruzar el río que una gran balsa de madera en la que se introducía el coche, y con la ayuda de unas cuerdas que flanqueaban la balsa, ésta podía llegar a la otra orilla. Recuerdo que había que bajarse del viejo Ford para tirar de la cuerda, y los niños sobre todo nos jaleábamos al tirar de ella como los pescadores al sacar el copo al amanecer en las playas de la costa. Espectáculo, por cierto, que no se perdía nunca Rubén Darío cuando, veinte años antes en 1904, pasó unas semanas en Málaga con su compañera Francisca Sánchez. El sistema de la balsa no podía ser más primitivo, pero para nosotros los niños era lo más apasionante del viaje, como una aventura en la selva desco- nocida que nos recordaba las novelas de Salgari.

Entre sus primeros amigos malagueños, destacan Darío Carmona, que llegó a ser secre- tario de Pablo Neruda, y Tomás García, que fue diputado comunista. En Málaga, estudió el bachillerato y escribió sus primeros versos, "que rompí muy pronto porque eran muy parecidos a los de García Lorca". Sobre todo, cuando tuvo la ocasión de conocer breve pero personalmente al célebre poeta granadino:

Miro hacia atrás, y me veo, en 1930, estudiante en Málaga, acompañando a Federico --¿hay otro Federico en la poesía española?--, y a Emilio Prados para dar una vuelta por la plaza de la Merced, y contemplar, una vez más, el monumento a Torrijos y sus compañeros, fusilados en las playas de Málaga por su amor a la libertad. Y allí, en la bella plaza romántica, nos acompaña la sombra viva de Picasso: su vida y su arte unidos siempre a la libertad y a la poesía --¿hay una pin- tura más poética que la suya?—.

242 Ya conocía a Emilio Prados. Mi amistad con Emilio –mi guía poético y mi guía espiritual—fue enorme. Me regaló la colección de la revista "Litoral" entera y los suplementos: los primeros libros de Aleixandre, Cernuda, de Lorca, de Altolaguirre y del mismo Prados. En 1929, conocí en Málaga a Vicente Aleixandre, presentado por Emilio Prados y Manuel Altolaguirre. Al año siguiente, en 1930, a Federico García Lorca, presentado por Emilio. Ya he contado, otras veces, cómo acompañamos a Federico a la Plaza de la Merced, que en las épocas liberales se llamó Plaza de Riego, donde nació Pablo Picasso, y una cena a la que nos invitó Federico, en El Palo.

La influencia de Emilio Prados sería decisiva sobre la formación literaria y política de José Luis Cano, que se relaciona con el grupo de Litoral, pero cuyo primer artículo "Subrealismo o lucha de clases" apa- rece en las páginas de la revista Sur, de su paisano algecireño Adolfo Sánchez Vázquez. Cano se pro- nunciaba abiertamente por la lucha de clases, simpa- tizaba con el ideario marxista y militaba en la Federación Univesitaria Española (F.U.E.), de clara tendencia izquierdista. Desde la capital española, donde inicia sus estudios, Cano viajará hasta Algeciras durante las vacaciones estivales. Aquella relación con Prados y con Málaga se quebraría físi- camente con el traslado de Cano a Madrid, para PORTADA DE SONETOS DE LA BAHÍA emprender estudios universitarios, en el año republicano de 1945 cuando Prados se exilia en México, reemprendieron una relación epistolar de la que se han publi- cado abundantes ejemplos:

"Tú piensa un poco y veras que yo, ahora, no debo ir a Málaga...—le escribe Prados en 1947--. ¿Por qué? Hay muchas razones, y tú las sabes. ¿Sigo siendo Emilio o no? Entonces, independientemente de mis nostalgias y de mis senti- mientos de tristezas o de alegrías, hay cosas más hondas que tal vez me hagan morir o vivir lejos de esas playas, de ese mar y de esa tierra...".

Cano ha evocado suficientemente –en libros, artículos y conferencias—su cordialísimo vínculo con Emilio Prados, desde sus paseos malagueños (en uno de ellos, asistieron al incendio de una casa de la familia de Prados), a su juventud recogida en el diario íntimo que glosará Cano en 1966, al exilio mejicano de su amigo, donde este convertiría su mar- xismo pasional en la aventura filantrópica de educar huérfanos indios y ahijar a uno de

243 ellos. Pero en la Málaga de los años 20, Prados supuso también para Cano una suerte de Pigmalion, pues habría de introducirle en los circulos literarios de la ciudad y de la época. Por Prados, Cano se familiariza definitivamente con otros autores del 27, como Luis Cernuda, con quien también mantuvo una larga correspondencia:

Yo lo paso como nunca –le escribe Cernuda desde Méjico, en septiembre de 1951--. Aunque ya no soy joven (48 años, ay) creo que sólo he vivido estos días, que ahora es cuando estoy vivo. Excepto, claro, aquellos días en Málaga cuando G. y yo nos enamoramos. Con el espectro de los Estados Unidos delante, vivo como si cada momento fuera el último (y alguno lo será) y agotar todas las posi- bilidades de goce ahora, cuando aún es tiempo. Perdona estas expansiones. Pero excepto algunos amigos mexicanos, con nadie puede expansionarme aquí. Manolo y Emilio están ya medio muertos, sino muertos del todo.

"En 1929 –escribe Cano–, conocí en Málaga a Vicente Aleixandre, presentado por Emilio Prados y Manuel Altolaguirre".

Sabido es que Aleixandre, tras nacer en Sevilla en 1898, residió en Málaga hasta 1909, cuando se trasladó a Madrid. A tal efecto, cabe mentar el artículo que Cano titulase "Málaga en Vicente Aleixandre", publicado en Papeles de Son Armadans en noviembre de 1958. Málaga es el enclave en donde habrían coincidido los mejores amigos y maestros de José Luis Cano:

En 1926 –escribe Aleixandre–, yo empezaba a dar mis versos en algunas revis- tas. El director de ´Litoral´, la revista juvenil malagueña de poesía, me escribía una carta ofreciéndome su publicación fraternalmente. Me llamaba de usted; no nos conocíamos; y firmaba: ´Emilio Prados´. Nada. Yo, ausente de Málaga desde mis once años, no recordaba nada. Pero cuando en carta dije: ´Ahí viví mi niñez´, el ´director´resucitó mi infancia toda escribiendo: ´¿Eres quizá tú aquel niño rubio, con ´babero´ de ´mallorquín´ a rayas blancas y azules, que en el colegio de don Ventura...?´. Yo era el de las rayas blancas y azules (¡qué colores marinos!), que con una masa de recuerdos rompía como una ola súbita sobre mi pecho. De aquella ola se alzó un rostro, el de un niño que emergía sonriente entre la espuma: Emilio.

También en Málaga, Cano conocerá a Dalí, cuando el pintor pasó su luna de miel con Gala en una casa alquilada al pie de la Costa del Sol:

Una tarde –primavera de 1930– quiso Prados llevarnos a sus poetillas –así nos llamaba a sus amigos jóvenes, entre ellos Darío Carmona y yo mismo– a que conociéramos a Dalí y a Gala en su casa marinera de Torremolinos. La mirada de Gala me impresionó. Sus pupilas fulguraban intensamente como si quisiesen

244 quemar todo lo que miraban. Vestía Gala, por todo vestido, una ligera faldilla roja, y sus senos, muy morenos y puntiagudos, lucíalos al sol con una perfecta naturalidad. A su lado, Dalí, muy delgado y morenísimo por el sol malagueño, parecía un salvaje con su taparrabos de color chocolate. Alrededor de su cuello su famoso collar de grandes cuentas verdes, y se mostraba mucho más cordial con nosotros que Gala. La tarde era larga, y fue Emilio quien propuso que jugáramos a uno de los juegos surrealistas que estaba entonces de moda: ´le cadáver ezquis´. Consistía en dibujar una figura humana representando a cada miembro de ella con objetos y símbolos. A cada jugador se le ocultaba la parte ya dibujada, y el resultado final era una especie de monstruo divertido. Como recuerdo de aque- lla tarde con Dalí y Gala en Torremolinos, conservo a través de tantos años, más de medio siglo, el original del ´cadavre exquis´ que ilustra estas líneas y que Dalí me regaló. El dibujo está fechado el 18 de mayo de 1930 y los participantes en el juego fueron Gala, que dibujó la cabeza; Dalí, el cuello; Darío Carmona, el pecho; yo, el vientre y el sexo; y Prados las piernas. Llegó la hora de marcharnos, y Dalí nos acompañó hasta la carretera, donde teníamos que tomar el autobús que nos llevaría a Málaga. Se mostraba cordial y muy sencillo, muy distinto del personaje un tanto circense en el que había de convertirse muchos años después.

A la capital malagueña, Cano dedicará uno de sus libros, cuya impresión concluyó el 21 de septiembre de 1955 y que lleva por título Otoño en Málaga y otros poemas. Son versos escritos entre 1949 y 1954, que dedica genéricamente a su hija Teresa, quien llegaría a ser cantante. También son malagueños los exteriores de su libro Luz del tiempo, que Cano dedi- ca "al recuerdo de Emilio Prados, que me enseñó a amar las playas malagueñas", y cuyos poemas se fechan entre los años de 1961 a 1962. En Algeciras o en Málaga, Cano va a com- partir un mismo horizonte: "Es muy hermoso que el mar no sea un escenario –escribirá al poeta granadino Fidel Villar en 1976–, sino un espacio desde donde mirar al mundo".

Desde la capital española, donde inicia sus estudios, Cano viajará hasta Algeciras duran- te las vacaciones estivales. En esas circunstancias, la guerra le sorprenderá en su ciudad natal, a donde acompaña a su madre para que viera a una hermana enferma: "Fue un puro azar".

La familia ya residía en Madrid, Cano contaba, entonces, con veinticuatro años de edad y estaba de vacaciones. Los falangistas algecireños conocían su filiación y, de resultas de ello, fue detenido, siendo conducido a la cárcel del callejón de Escopeteros, hoy ya des- aparecida: "En la cárcel, no se dormía porque cada madrugada sacaban a varios para lle- varles al paredón, a fusilarles".

Mis recuerdos de la cárcel no son excesivamente dramáticos porque a mí me pareció tan absurdo que pudieran fusilarme que quizás mi subconsciencia deci- dió que aquello que me estaba pasando no era una realidad, sino una ficción o una aventura interesante, incluso heroica, que algún día podría inspirarme una novela. Y de hecho, meses después de ser liberado, escribí un drama llamado ´Ulises´, sobre mis experiencias en la cárcel, con personajes reales.

245 Durante ese periodo, hizo trabajos forzosos, abriendo trincheras, pero fue liberado a los seis meses, quizá al conocerse que su padre era un alto militar que había respaldado el alza- miento franquista. Se incorpora por su quinta al Ejército, en zona nacional, pero cumplió el servicio militar en Sanidad, bien fuera en la retaguardia o en el frente, "siempre en hos- pitales", aunque a veces tuviera que hacer de camillero. En cierta medida, la paradoja indu- ce a pensar que aquellos meses de trabajos forzados inspiraron su más conocida pieza lite- raria: "Cuando íbamos a hacer trincheras, teníamos muchos ratos libres. Contemplaba la bahía, que era para mí, como un mito. Era, entonces, de una gran belleza. No como hoy, que está contaminada. Me enamoré de la bahía y del peñón".

Fuera de la cárcel, Cano no podrá dirigirse a Málaga, pues a partir del 14 de enero de 1937, se desatará la dura ofensiva franquista contra dicha ciudad, que concluiría con una represión brutal. El escritor algecireño recuerda cuando, escondido en su casa tras haber sido liberado, logró escuchar una emisora republicana, donde oyó con alivio una voz amiga: "Escuché a Emilio Prados recitando romances de guerra. Fue uno de los momen- tos más emocionantes de mi vida. Como Emilio vivía en Málaga, pensé que lo habían matado los franquistas".

La última imagen que conservo suya es del verano de 1933. En un viaje marí- timo que hice de Alicante a Algeciras, el barco se detuvo unas horas en Málaga, y Emilio fue al muelle a verme, y durante un rato paseamos y charlamos por el puerto (...) Luego, terminada ya la guerra y derrotada la República, vino el silen- cio y el exilio de Prados en Méjico. Y sólo a partir de 1945 empezaron a llegar- me sus cartas, escritas siempre a mano, y sus libros, unas y otros traspasados de nostalgia de su tierra y de su mar malagueños.

Tras su vuelta a Madrid, Cano se establece en la capital española. Ya antes de la guerra, Emilio Prados le había puesto en relación directa con Vicente Aleixandre y frecuentaría, desde entonces, su domicilio en Madrid. Hasta allí, volvería, cada domingo, a mantener largas tertulias y a perfeccionar sus armas literarias que había velado ya en Málaga con poe- mas en verso libre en los que se apreciaba la influencia de García Lorca, de Juan Ramón Jiménez y del surrealismo.

Desde el día siguiente a la terminación de la guerra civil española –escribe Cano--, fue Aleixandre, y sigue siendo para muchos de los jóvenes poetas que a él se acercan, un constante estímulo, y en no pocos casos una compañía alenta- dora y una amistad sin fallos. A medida que su obra poética crecía en hondura y belleza, engrosaba también la rumorosa y juvenil peregrinación a Velingtonia, 3, la casa del poeta en el Parque Metropolitano, fronteriza de la ciudad universita- ria madrileña. La misma casa a la que, hace cuarenta años, acudió por primera vez un joven poeta casi desconocido, Miguel Hernández, atraído por la lectura de ´La destrucción o el amor´, que acaba de publicarse (1935).

246 Entre conversación y conversación con Aleixandre, Cano iría reuniendo sus Sonetos de la Bahía. El siempre creyó que su querencia hacia el soneto, en aquella etapa, se encuentra relacionada con el auge de dicho metro, antes de iniciarse la contienda civil. Fue entonces cuando Miguel Hernández publicó El rayo que no cesa, cuando Luis Rosales imprime Abril y Germán Bleigberg, sus Sonetos amorosos, en la colección "Héroe", que dirigió otro poeta malagueño llamado Manuel Altolaguirre.

Casi todos los libros de esa colección eran de sonetos. Rosa Chacel publica sonetos, Juan Panero, Luis Felipe Vivanco... Celaya contaba que Federico le dijo, una vez, en la Residencia de Estudiantes: ´Tienes que escribir sonetos, tienes que volver a la forma´. Y entonces, empecé a escribirlos. Realmente se me impusie- ron. La forma se me impuso y esos sonetos, todos, están inspirados en la bahía. Otro libro, después, que se llama ´Voz de la muerte´, recuerda, en cambio, aun- que no hable para nada de ello, la etapa mía de la cárcel. Yo le enseñaba los sone- tos a Vicente. Me decía: ´Este está bien, éste mal". Por fin, el libro salió en el año 42. La publicación me costó quinientas pesetas. El precio incluía quinientos ejemplares, papel e imprenta. Yo no era conocido y tuve que pagarme la edición. Casi todos los libros, los regalé. Vine a Algeciras, le dejé seis ejemplares al librero que había cerca de la Plaza Alta. Ya no sé si dicho establecimiento existe aún. Y al año siguiente, volví a ver qué había vendido y no había vendido ni uno. Es increíble como tratándose de un libro dedicado totalmente a la bahía, no hubo ningún algecireño curioso que quisiera verlo.

Los Sonetos de la Bahía llevarán prólogo del propio Vicente Aleixandre, quien en sus primeros párrafos describe la realidad de dicho territorio:

José Luis Cano nació en Andalucía la Baja, en ese punto de la costa donde los dos mares sin tregua se embisten y funden. Su bahía en invierno es fosca, brumosa: las ráfagas del Atlántico pueden más y un cielo aborrascado, en muchas horas de los lentos meses, da, más que plata, ceniza a este borde de la inimaginable tierra anda- luza. Pero en el verano, y aun desde el comienzo de la primavera, la bahía es dorada, encendida, bajo un cielo ascendido a su radiante inmovilidad. Ha podido más el Mediterráneo, añil y desplegado, con sus hermosas espumas donde se quiebra el sol entre un lujoso crujir de oro instantáneo y una risueña felicidad de azules.

El libro recibe una treintena de reseñas, lo que no es poco para su tiempo. Entre ellas, aparece una de Dámaso Alonso:

Con mínima materia, con la paleta más reducida, ha compuesto José Luis Cano su libro de sonetos. Ninguna elevación áspera de la voz. El lector resbala por un paisaje elemental. La voz es nueva, muy matinal y temblorosa: del día recién lavado de la primera creación. Y esta voz nueva, ¡qué bien casa con toda la

247 tradición musical de la mejor, de la ´universal´ Andalucía!. No es el tostado Góngora; es Herrera el más fino, el peor comprendido Herrera, lo que evoco, y luego Bécquer, y luego Juan Ramón Jiménez. Es de ese dulcísimo, de ese inex- tinguible fuego andaluz, de donde a Cano se le inflama sedeño el endecasílabo; es de ese día virginal de donde le viene la entreluz de ligerísima miel cernida que palpita en el aire de su soneto, y es de esa fuente de melancolía el dulcecillo amar- gor que en los labios nos deja.

Queda patente, en los Sonetos de la Bahía, el peso de una herencia literaria y política, en una secuencia que media desde los ilustrados y románticos, propios o ajenos, a un liberalismo cotidiano, donde no irrumpe ningún sesgo totalitario. No en balde, los primeros poemas, los cuatro sonetos al Peñón, se encuentran dedicados "a la memoria de José Cadalso, caído en el sitio de Gibraltar el día 28 de febrero de 1782". Cierto que por tal suceso no hay otro mejor destinatario para versos de semejante asunto. Pero no hay que olvidar que Cadalso no es sólo un martir laico de los asedios a la Roca sino uno de los poetas preferidos, por ejemplo, por su admirado Manuel Altolaguirre.

Cuando José Luis Cano encara el paisaje de Gibraltar y de la bahía para sus célebres sone- tos, debe conocer de sobra la existencia de precedentes inmediatos, como las menciones de Villalón en sus Romances del 800, poblados de contrabandistas o el Nocturno en la Bahía, que firmó en Algeciras, a 7 de enero de 1925 su buen amigo Emilio Prados, incluyendo dicho poema en su libro "Tiempo": "El cielo cierra sus conchas.../ (Tembloroso y sin estrellas/ funde el mar toda la sombra...)".

En cierta medida, los sonetos no suponen sólo un reflejo indirecto del paisaje que rodeaba a sus trabajos forzados en los albores en la guerra civil, sino de la memoria sentimental que desde antiguo unía a los campogibraltareños con la colonia inglesa: "Yo tenía mucha relación con el Peñón porque mi madre me llevaba siendo niño, casi todas las tardes, a merendar allí, en un salón de té. Ibamos a los indios, a comprar. Había, luego, una total tolerancia a pasar contrabando: me metía, en los calcetines, chocolatinas".

Un dibujo –que se atribuye a su propio puño—descuella en la portada del primer libro de Cano: un rostro entrevisto, presumiblemente femenino, contrasta con una barca varada en la arena y el horizonte, con un sol infantil que le corona. La obra se encuentra dedicada "a Yaya mi pobre amor del Rinconcillo". A su vez, Yaya da título al penúltimo poema de la tercera parte del libro y las iniciales de su nombre –M.P.D, Mari Pepa Díez, "que ya habrá olvida- do"—aparecen en la dedicatoria del soneto "La novia embriagada", que también figura en dicha sección. Hay otras dedicatorias, sin embargo. El soneto noveno, por ejemplo, lo dedica Cano a la escritora Carmen Bravo Villasante: "Fuimos compañerosde Letras en el año 41. Era la única chica de la promoción, de la que todos estábamos enamorados porque era preciosa".

248 La muerte, que se consagrará en el título de su segundo libro de poemas, es la prota- gonista de los últimos diez sonetos de la Bahía, dedicados esta vez al escritor Carlos Rodríguez Spiteri, a quien presumiblemente conoció en Málaga. Según Blecua, en los sonetos de José Luis Cano, "la presencia del sentimiento amoroso era inevitable, y no sólo por tradición secular, sino por la juventud del poeta".

Un año después, en 1943, aparecen las primeras entregas de Adonais, la colección que diri- ge José Luis Cano y en la que aparecieron otros libros de sonetos como los Poemas del Toro de Rafael Morales. Pero él no reincidió, salvo doce años más tarde con cuatro sonetos dedicados a su hija Teresa. Quizá estaba siguiendo el consejo de su mentor y amigo Vicente Aleixandre: "Ese primer libro de sonetos, está muy bien, pero tú debes seguir tu camino del verso libre".

El propio José Manuel Blecua, junto con algún que otro comentarista, considera el libro Voz de la muerte (1944), cuyos primeros poemas fueron escritos en esta misma etapa, como una segunda parte de los Sonetos..., aunque les reprocha "una cierta obsesión neo- rromántica por la muerte", o la soledad, como tema constante en la poesía española. Puesto que se trata de una poesía juvenil –comenta--, no es extraño que en lo hondo se perciban ecos que van de Bécquer a Cernuda, pasando por Aleixandre, siempre tan admirado por José Luis". El conjunto de este segundo libro está dedicado a la que habría de ser su esposa, María Teresa: "Me alegra mucho saber que te vas a casar –le escribirá Cernuda, desde Estados Unidos, en enero de 1949--. ¿Cuándo es la boda? Enhorabuena". "Ya veo que eres todo un padre de familia", le bromeará dos años más tarde en una carta que fecha en México. Pero la primera parte de esta obra, la dedica Cano a Vicente Aleixandre y la segunda, a Bernabé Fernández Canivell, con el poema Pájaro solitario, que brinda a Rafael Ferreres. Por fin, la tercera parte le es ofrecida a José Antonio Muñoz Rojas.

Este libro, según explica el propio Cano, "recuerda, en cambio, aunque no hable para nada de ello, la etapa mía de la cárcel". Pero no sólo la cárcel, sino la muerte y la guerra forman parte de la urdimbre de esta obra al que da título un poema en asonante que incluye, entre sus párra- fos, los versos que siguen: "Los bellos ojos de la cobra/ que miran indolentemente/ ese cuerpo que el tigre devora/ en medio de la selva ardiente./ La saliva que se arrastra con odio/ por ese labio sin destino,/ como un río que busca sin prisa/ el ávido mar infinito".

He ahí sus primeros pasos como poeta. Luego, fueron sucediéndose Las alas persegui- das (1945), Otoño en Málaga y otros poemas (1954), Luz del tiempo (1962), así como Poemas crepusculares, Poemas para Susana y Retratos y evocaciones, que incluirá en la tercera edición de sus Poesías completas (1942-1984), impresas por Plaza & Janés, en sus Selecciones de

249 Poesía Española. Es en ese último año cuando Cano da por concluída su obra lírica, que había sido reunida anteriormente en su Poesía. 1942-1962.

Esta nueva edición –menciona su autor en una nota previa que fecha a 2 de junio de 1985—reproduce íntegro el texto de las anteriores, pero añade una modesta novedad, lo que podría llamar una coda crepuscular de mi obra poética: unos pocos poemas –treinta y seis en total—que he ido escribiendo a lo largo de los últimos y antiúltimos años: poemas de amor y de amistad, y algunos sobre la vejez y el dete- rioro de la aventura, ya luenga, de mi existencia. Cierro así mi ciclo poético, largo en años –mis primeros poemas los escribí en 1930 en Málaga--, parco en frutos.

Pero, posteriormente, en 1991, aparecen impresos unos Poemas olvidados, con una introducción de Manuel Alvar, quien aseguraba que José Luis Cano era lo que había des- cubierto en sus versos: "pulcritud, serenidad, sencillez".

Si en la vida literaria española, desde hace medio siglo, José Luis Cano repre- senta una de las experiencias más fecundas del ensayo y, frente a las trabas del franquismo hacia la cultura liberal, ha tenido la tenacidad de ser uno de sus más conspicuos paladines, también es cierto que su amplia tarea como crítico, profe- sor y conferenciante le ha mantenido más atento a las poéticas de otros autores que al ensimismamiento creativo en su propia lírica.

Así opina Juan Carlos Jurado, quien formula un breve acercamiento a su obra lírica:

Además de los exquisitos y neorromántcos sonetos primeros, es posible apre- ciar un tono emotivo cercano al simbolismo visionario en ´Voz de la muerte (1940-1944)"; como también la influencia de, por ejemplo, Aleixandre y Cernuda, en cierta cosmovisión y metáforas de ´Luz del tiempo´ (1962); en ´Poemas crepusculares´ y ´Poemas para Susana´ se revela una estética paralela a la denominada poesía cotidiana y de la experiencia.

Oreste Macrí, en Poesía spagnola del 900 consiederará a Cano como "uno de los poetas más dotados de aquellos años", en referencia a la primera posguerra y en un contexto en el que iban a aparecer dos títulos sustanciales de la literatura española del siglo XX, Hijos de la ira, de Dámaso Alonso, y Sombra del paraíso, de Vicente Aleixandre. Como poeta, a Cano se le relaciona con la llamada "Generación de 1936", en la que Pedro de Lorenzo advierte tres promociones. A él se le incluye entre los componentes de la promoción segun- da, nacidos entre 1911 y 1920, que también recogerá a Ridruejo o a García Nieto, con el lema de "La creación como patriotismo". Guillermo de la Torre había negado, en 1945, la existencia de una ´Generación del 36´. En las páginas de Insula, Cano incluirá una encues-

250 ta sobre el parecer de diversos escritores, entre quienes figura Gerardo Diego: "No... No creo en la generación del 36. Aparte Miguel Hernández. Aparte Celaya... Cada uno a lo suyo". Fanny Rubio y José Luis Falcó acotan dicha respuesta:

Tiene Diego razones argumentales para reaccionar contra el tópico de 1936. Ni siquiera la historia repartió igual suerte para unos y otros. Prescindiendo de la continuidad del grupo, basándonos únicamente en la aureola clasicista que rodeó sus primeras publicaciones, esta denominación de ´generación de 1936´ sirvió como punto de partida al superabundante periodo ´garcilasista´ de los años 40.

Mucho más atinado que el criterio de Pedro de Lorenzo, parece, a primera vista, el de Pilar Gómez Debate, que intenta aproximarse a los poetas que escriben en los años 40 y 50, bien en España o en el exilio. Entre los primeros, cita inmediatamente a José Luis Cano, con Juan Alcaide, Juan Ruiz Peña, Leopoldo de Luis, Carmen Conde, Ildefonso Manuel Gil, o Francisco Pino. Entre los segundos, Juan Gil-Albert, Arturo Serrano- Plaja y Juan Rejano.

Si ha de buscarse –explica—un punto común entre todos estos poetas de distintas edades y de posiciones religiosas muy divergentes, además de enemi- gos políticos en muchos casos, es el de haber prestado una atención a la lección de Antonio Machado, que aunque difiera en la época del estilo machadiano que refleja, coincide en seguir la poética de Juan de Mairena al buscar la sencillez de la cotidiano como fuente de inspiración, además de la autocontemplación del sentimiento y la transparencia del lenguaje.

A Cano, lo encuadra entre "quienes toman del magisterio machadiano lo más afín con el simbolismo –las cadencias más modernistas, el hastío unido a un lirismo elegante, el panteísmo vago—y lo alían a otro tipo de influencias –también, en último caso proce- dentes del simbolismo francés—como la de Vicente Aleixandre".

Junto a su probada amistad con este último, a Cano, como a numerosos autores de su momento y de posteriores etapas de la lirica española, le influiría decisivamente la aparición de Sombra del paraíso. Leopoldo de Luis -en su edición de La poesía de Vicente Aleixandre, Madrid, Gredos 1956-, reseña precisamente la semblanza crítica que Cano for- mula en torno al libro del futuro Nobel:

José Luis Cano –advierte—pone mayor énfasis en la nostalgia, esto es: en el sentimiento de una juventud perdida, de un paraíso hermoso del que ya no se goza, de un amor triste y serenamente cantado. Abonan el juicio de Cano unas declaraciones del poeta, hechas por los años cuarenta, en las que se habla de ´un edén que se recuerda sin saberlo, habitado idealmente´.

251 Como crítico literario, José Luis Cano ejerció bajo la férula de la generosidad, promo- viendo iniciativas fundamentales en la poesía española más reciente, como fueron la colec- ción Adonais y la revista Insula. Según Alberto González Troyano,

su labor crítica -en la línea de la mejor tradición del buen gusto y de la tole- rancia- la ha ejercido no a través del juicio acerado que quiere prodigarse sobre todo, sino con un criterio selectivo que le ha empujado a escribir básicamente sobre sólo aquello que para él merece su atención, al reunir calidad literaria y una actitud vital con alguna de cuyas facetas pueda sentirse identificado.

Empero, la obra crítica de Cano es aparentemente dispersa, por cuanto buena parte de la misma aparece publicada en revistas o al pie de las ediciones de otros autores que anotó y prologó: Antonio Machado, Gustavo Adolfo Bécquer, Nicasio Alvárez de Cienfuegos, Vicente Aleixandre, Dámaso Alonso, Miguel Hernández, Blas de Otero o Emilio Prados. O, claro está, en sus ensayos específicos sobre los autores mentados, entre cuyos títulos aparecen De Machado a Bousoño. Notas sobre poesía española contemporánea, los Heterodoxos y prerrománticos, Españoles de dos siglos -con el subtítulo De Valera a nuestros días-, El escri- tor y su aventura o Los cuadernos de Velintonia. Buena prueba de su tino literario suelen ser sus antologías, desde la de los poetas andaluces contemporáneos, de 1962, hasta la Antología de los poetas del 27 o El tema de España en la poesía española contemporánea.

Hay otra prosa que pergueña Cano, menos conocida por sus lectores, como son sus bre- ves memoriales. Como el que fue escrito a finales de los 70 y publicado por la revista Litoral en su número de homenaje a Jaime Siles. Se trata de La , que aparece impreso como Fragmento de unas memorias imposibles y que posteriormente fue reeditado por la revista Bahía. En dicho texto, narra una excursión hasta dicha playa, con Yaya, su primera novia algecireña.

También publica Memorias malagueñas, en 1989: "Esas brevísimas páginas –avisa—las voy a incluir en un librito de memorias que escribí este verano, y que va a editar un amigo mío, Eugenio Suárez Galbán, director de la editorial ´Orígenes´. Son recuerdos algecire- ños y malagueños". Se trata de los Cuadernos de Adrián Dale, su seudónimo.

"Aunque sobre mis libros se han hecho muchas críticas y estudios (recuerdo ahora un estupendo ensayo de Manuel Alvar sobre mi poesía, que fue una conferencia en Málaga), sobre mi vida es natural que se sepa poco, porque, afortunadamente, no soy famoso".

En sus últimos años, a pesar de la arteriosclerosis y el alzheimer que le afectaron, Cano emprendió la aventura de traducir algunas páginas del periplo que el Marqués de Custine realizó en Andalucía, y que serán publicadas en la revista Almoraima. También durante este

252 último periodo da a conocer parte de su epistolario, como las cartas que le dirigiera Cernuda, o se compromete en algún que otro trabajo divulgativo:

Mi salud ha mejorado algo, dentro de lo que cabe, pues la arteriosclerosis me sigue molestando con frecuentes mareos. No podré ir desgraciadamente al Congreso machadiano de febrero -escribe respecto al cónclave celebrado aquel año en Sevilla con motivo del cincuentenario de la muerte del autor de ´Campos de Castilla´-. Y bien que lo lamento. Allí se estrenará el vídeo-libro que he hecho de Machado, con música de Paco de Lucía, y voz de Juan Diego.

Licenciado en Filología Hispánica (1944) y en Derecho (1948) por la Universidad Central, José Luis Cano ejerció durante treinta años como profesor de Literatura españo- la en el Instituto Internacional de Madrid y como insólito bibliotecario de Campsa. Fue fundador en 1943, junto con Juan Guerrero Ruíz, de la colección Adonais, de poesía, asu- miendo las responsabilidades de secretario y crítico de la revista Insula, desde 1946.

Adonais abre sus puertas con Poemas del toro, de Rafael Morales. A dicho título seguirí- an otros de Charles Péguy, Gerardo Diego, Muñoz Rojas, Dámaso Alonso, Robenbach, Vicente Gaos, Rafael Laffón, Verlaine, la propia Voz de la muerte de José Luis Cano, o tex- tos de Whitman, Bousoño, Byron, Carmen Conde, Romero Murube o Eugenio de Nora, que dan idea del pluralismo de la empresa: "En esta colección –confirma Antonio Colinas- -, la poesía social, el lirismo puro, los poetas de ´Cántico´, los extranjeros, los nuevos valo- res, se le ofrecen al lector sin sectarismos. Es la poesía auténtica, sin más, la que late en la colección, al margen de encasillamientos tanto teóricos como dogmáticos".

En efecto, de Keats a Rimbaud; de Aleixandre a Hierro; de Montesinos a Ridruejo; de Shelley a Hölderlin; de Ricardo Molina a Pablo García Baena, pasean por su catálogo, desde los primeros años de la colección. El primer premio con el nombre de Adonais se otorgó en 1947 al libro Alegría, de José Hierro, que supone el volumen XXXIX de la serie.

En realidad –apunta Antonio Hernández—es el primer premio Adonais si nos remitimos al argumento de las continuidades, ya que el compartido por Vicente Gaos, Alfonso Moreno y José Suárez Carreño en 1943, no da paso en años posteriores al relevo de la antorcha lírica encendida por Editorial Rialp para ofrecer un cauce competitivo a los poetas jóvenes, hasta hoy vigente.

Hernández llega a calificar a algunos poetas de la Generación del 50 como el "Grupo de Adonais". Fanny Rubio y José Luis Falcó valoran efusivamente los comienzos de la

253 colección, aunque reseñan como a partir de los años 60, otras colecciones como Collioure o El Bardo, irán desplazándola, aunque Adonais seguiría siendo "cantera de poetas":

Entre sus antecedentes de posguerra –rememoran—estaban las ediciones ´la tentativa poética´ de Concha Méndez y Manuel Altolaguirre. Sin embargo, el verdadero antecedente de ´Adonais´ se encuentra en la colección ´Héroe´, madri- leña también y dirigida por los poetas editores mencionados. Fue en ´Héroe´ donde se imprimió el 22 de febrero de 1936 la ´Elegía a la muerte de John Keats´, de Percy B. Shelley, titulado ´Adonais´ en la traducción de Altolaguirre.

La colección se funda en 1943 –escribe Antonio Guerrero en su excelente biografía del escritor algecireño que mereció el I Premio de Literatura de la Fundación que lleva su nombre--. Es José Luis Cano quien la concibe originaria- mente como idea y quien da los pasos necesarios para ponerla en marcha. Es absurdo que una ciudad como Madrid no tenga una sola colección dispuesta a acoger la obra de los jóvenes poetas españoles y, con esta idea, que le bulle en la cabeza desde hace algún tiempo, se encamina una vez más, a Velingtonia, donde su amigo Vicente Aleixandre le brindará como siempre todo su apoyo. Aleixandre sólo conoce a una persona capaz de hacer suya la idea de José Luis y luchar por ella: Juan Guerrero (´cónsul general de la poesía´) que es, además de amigo del poeta, propietario ya de una pequeña editorial: ´si consigues –le dice a Cano— unos treinta suscriptores, puedes darlo por hecho´. Y José Luis se pone manos a la obra.

Tuvieron que sortearse problemas con la censura de la época, tan pintorescos como el propio nombre de la colección, que proviene de poemas de Keats y de Shelley, pero según el funcionario del registro no podía aceptarse dicho nombre "porque Adonais es el nom- bre hebreo de Dios". Lo que no deja de ser paradójico, casi sesenta años más tarde, cuan- do se sigue la historia de esta colección y del premio del mismo nombre, que pasó a editar Rialp, una empresa vinculada con el Opus Dei. El primer libro publicado fue el ya men- tado de Rafael Morales pero, como atina Antonio Guerrero, "la historia de la colección Adonais durante el tiempo que la dirigió Cano es la historia de la poesía española de aque- llos años": Brines, Valente, Hierro, Ricardo Molina, Claudio Rodríguez, Pablo García Baena... Pero "es también la memoria viva de autores extranjeros (Eliot, Pound, Pessoa...) a través de impecables traducciones". Sin descuidar las antologías de 1953 y 1962, apare- cidas bajo dicho sello y prologadas por Vicente Aleixandre.

Aunque José Luis Cano se desvinculó posteriormente de la colección, no dejó de tener influencia y peso en sus posteriores ediciones y en el premio que sigue convocándo- se. Así lo asevera Antonio Colinas:

254 Cano dejó más tarde la colección pero siguió teniendo autoridad lírica y moral para recuperar los libros ni siquiera seleccionados (pienso en mis ´Preludios a una noche total´, entre otros), o sugerir en 1976, al jurado de 30 miembros del Premio de la Crítica, en unas fechas en que todavía daba ´coletazos´ a todos los niveles lo ´social´ un libro nuevo y distinto como ´Sepulcro en Tarquinia´.

Paralelamente a todo ello, el propio Cano traduce a Brooke, Potocki o Cocteau, demos- trando un interés heterodoxo por la cultura, a escala mundial:

Al ver el repertorio de autores que en un momento u otro han despertado la complicidad de José Luis Cano, ya es posible vislumbrar la silueta que configura su labor intelectual –aprecia Alberto González Troyano--. Con esos nombres que él supo elegir, con esas obras que él dio a degustar –a veces de forma adelantada y profética--, se puede establecer el trenzado más vivo, liberal y sugestivo, de esos dos últimos siglos de cultura española, sobre los que él ha volcado básicamente su atención.

González Troyano rastrea los índices de algunos libros de ensayos. Por el de El escri- tor y su aventura (1966), desfilan Valera, Menéndez Pelayo, Emilia Pardo Bazán, Azorín, Valle Inclán, Baroja, Ortega, Goya, García Gómez, Cienfuegos, José Pizarro, Mariana Pineda, Julián Marías, Alfonso Reyes, Martí y Cansinos Assens. Pero también Stendhal, Luisa Labé, Shelley, Byron, Goethe, Lautréamont, Rimbaud, Joyce, Artaud, Malcom Lowry y Proust, al tiempo que desvela "aspectos escasamente conocidos de la obra del marqués de Custine, de las relaciones entre Paulina García y Turguenev, de Keats, de Irving, de Tristán Corbiére, y mostrar como la imagen literaria de España ha latido tras muchas de sus producciones".

El hecho de mirar hacia el mundo desde el panorama cerrado de aquellas décadas ya sería motivo suficiente para agradecer a Cano esos artículos –recono- ce Aurora de Albornoz--, pero eso no es todo. Con frecuencia, a través de textos que pretenden ser primordialmente informativos, el autor nos brinda amplias informacones bibliográficas que no han perdido hoy su utilidad.

La escritora asturiana, antes de destacar el esfuerzo por abordar la "literatura compara- da" – que ella creía "tan poco común en España aun hoy"--, destaca otra aportación digna de ser destacada en la trayectoria crítica de Cano:

Conocedor profundo de los que se escribió sobre poesía –sobre todo france- sa—en las primeras décadas del siglo, al tiempo que quiere poner al lector en con- tacto con una serie de creadores extranjeros, olvidados o poco leídos, pretende, muy sutilmente, llevar a ese lector posible hacia la obra de ciertos críticos espa-

255 ñoles del pasado –totalmente borrados del mapa literario de las primeras décadas de posguerra—que si conocieron bien –a veces, tradujeron—las obras de Corbière, o de Lautréamont, o de tantos otros. (¿Intentaba Cano hacer que el lec- tor comparase el alto nivel cultural de la España de ayer con el de la España de posguerra? Me inclinaría a pensar que sí.)

Leyendo los libros de Cano –acierta Manuel Alvar—uno ve que hay una España y una anti-España, pero no escindidas en un corte vertical, sino en sesgos horizontales. La España que heredó los grandes valores que, tan trabajosamente, iban labrando los hombres del siglo XVIII (fueran Cienfuegos o Goya, Jovellanos o Lista, Mor de Fuentes o Aranda) y la anti-España de la zafiedad y del medala- ganismo (o algo peor). Y otra vez, vuelta a empezar, mientras Europa se nos va alejando y nosotros damos zancadas que nos dejan sin resuello.

Es el mismo telón de fondo de otra obra suya, Heterodoxos y prerrománticos (1974), con nombres tan sugestivos como Moratín, denuevo Cienfuegos, Goya, Lista, Blanco White, Somoza o Quintana. Y en Españoles de dos siglos (1974), comparecerán Alcalá Galiano, Estébanez Calderón, otra vez Valera, Ganivet, Manuel Reina, Rubén Darío, Antonio Machado, Juan Ramón, Azaña, León Felipe o Francisco Ayala. Eran libros, como él mismo los definía, "variopintos". Como "variopinto y quizá caprichoso", define también su Historia y poesía (1992), en donde se aproxima a Arnault, Juan Antonio Llorente, Verlaine, Rubén de nuevo, Francisca Sánchez, Bécquer y Ofelia, Augusto Ferrán, Alejandro Sawa, Unamuno, Manuel Machado, Azorín, Cernuda, Bruno Portillo, revisitados Juan Ramón y Antonio Machado, Ortega, Emilio Prados, García Lorca, Juan Rejano e incluso una curio- sa "divagación sobre la pereza andaluza", a la que relaciona con un sin número de testi- monios poéticos. En ese mismo contexto, cabe situar su excelente obra La España de Bonafoux (1990), en la que explora la peripecia vital de este periodista satírico y amigo de polémicas, entre 1900 y 1920. Diferente tono, con acento de homenaje, tiene la edición de Vicente Aleixandre, el escri- tor y la crítica (1977), en que se centra monográficamente sobre el inminente Premio Nóbel, reuniendo textos de JRJ, Dámaso Alonso, Pedro Salinas, Luis Cernuda, Carlos Bousoño, José María Valverde, José Olivio Jiménez, Ricardo Gullón, Mauricio Molho, Carlos Barral, Concha Zardoya, José Angel Valente, Gabrieli Morelli, Vicente Gaos, Darío Puccini, Manuel Alvar, Leopoldo de Luis, Pere Gimferrer y Guillermo Carnero. En su introducción, brinda Cano el testimonio de la experiencia amiga:

Como he seguido año tras año su labor, mi sorprensa y mi asombro han sido constantes al contemplar a un Aleixandre superándose en cada libro, ensanchan- do cada vez más el ámbito y la materia de su poesía, renovando su técnica y su clima, pasando del surrealismo al realismo, del paraíso a la historia, del yo al tú y al ellos, del compromiso a la meditación, del monólogo alucinado a los ´diálogos

256 del conocimiento´. La mirada del poeta y su técnica pueden cambiar, pero el poeta es el de siempre.

En 1975, Cano publica su monografía sobre Antonio Machado, que no pretende ser "erudita, ni menos definitiva o exhaustiva", sino sólo "contar con sencillez la aventura vital". Es el mismo propósito que había seguido mucho antes, en 1962, con su iniciática biografía de Federico García Lorca:

Durante mucho tiempo –explicaba Cano—mi pluma se resistía a evocar una existencia que tuvo mucho de mágica, y cuyo resplandor parece alcanzarnos toda- vía hoy. El propósito de evocar su vida se me antojaba un sacrilegio, algo como intentar iluminar a un ser que era la lumbre misma. ¿Cómo dar, en efecto, una imagen siquiera aproximada de aquel ser extraordinario, tan rico de vida y juven- tud, de goce y alegría, que derramaba generosamente a manos llenas, tal un dios a quien sobran gloria y poder? Para quien tuvo el don de conocerle y de escucharle, difícilmente una semblanza escrita de Federico puede iluminar su recuerdo.

Cano, sin embargo, iluminó numerosas zonas oscuras de la literatura española, ensom- brecidas por la estética de la dictadura. Sin descuidar las referencias a la Poesía española del siglo XX (1960) o La poesía de la generación del 27 (1970), Antología de poetas andaluces con- temporáneos (1967) y El tema de España en la poesía española contemporánea (1979).

Pero paralelamente con todo lo anterior –alerta Alberto González Troyano— figura la misión desempeñada por José Luis Cano como secretario y director de la revista Insula. Desde los primeros años difíciles de la posguerra española, Insula, a través de la orientación de José Luis Cano, ha sido la única plataforma que permitía la expresión de aquellas voces condenadas explícitamente por el régimen al olvido y el silencio. Desde ella, se desvelaron por primera vez las nue- vas generaciones, los nombres prohibidos y se tendió un puente hacia el pensa- miento del exilio.

Una revista y una colección poética. De su historia, también queda rastro en una abun- dante correspondencia, en la que destacan numerosos testimonios epistolares de Luis Cernuda y de otros escritores del exilio. Aquilino Duque sostiene que Insula y Adonais son los dos pilares del monumento que se merece José Luis Cano.

Cuando en 1943 fundó Enrique Canito una pequeña librería en la calle del Carmen con el título de ´Insula´ y tres años más tarde, en 1946, la revista del mismo nombre, pensaba acaso en un símbolo: el de una isla literaria en medio del casi desierto cultural de los primeros años de la posguerra, con buena parte de nuestros mejores poetas y escritores en el exilio.

257 Corría el mes de enero de 1946. La librería de Enrique Canito estaba situada en el número 9 de la calle del Carmen. Quienes la conocieron, recuerdan que allí podía encon- trarse, en aquella turbia posguerra, libros de procedencia francesa o anglosajona, cuya obtención por otros medios resultaba sumamente difícil:

Había también una editorial, un centro exportador e importador de libros, y una tertulia fija –recuerda Carlos Alvárez-Ude, redactor jefe de dicha publica- ción--. El primer libro publicado en la colección de poesía fue ´Ocnos´ de Cernuda, al que siguieron otros de Blas de Otero, Pedro Salinas, Jorge Guillén... Había también un premio de narrativa.

Enrique Canito evocaba así los primeros tiempos de Insula:

Yo no comprendía una librería que se dedicara sólo a vender libro. De esas las había, si no en abundancia, si bastante buenas en aquella década del 40. Yo pen- saba que la obligaciójn del libro era la de crear una atmósfera favorable en torno al libro, un mero catálogo no me bastaba para esto, era preciso algo más, era pre- ciso (...) una especie de nueva y vaga Universitas, en la que gente amantes de comunicar su saber se reunieran con gentes amantes de saber, y por ellos aman- tes del libro en su doble dimensión: libro instrumento y libro de amena lectura, y en este aluvión de letra impresa una especie de guía, en este laberinto –déjame cursilear—un hilo de Ariadna. Una librería en Madrid serviría, claro es, a un número de amigos y clientes, pero madrileños o en Madrid radicados. Esa Universitas que se fraguaba en mi cabeza iría a buscar fuera de la localidad, en las más apartadas regiones y lugares de nuestro país y del mundo, a la multitud dis- persas de los que necesitan el libro para su deleite o para su estudio. Esto, tradu- cido a la lengua de este mundo concreto, no era ni más ni menos que una revista.

Bajo la tutela de Enrique Canito, la revista tuvo una importancia considerable en la literatura española de la segunda mitad del siglo XX, por más que personalidades lite- rarias como Jaime Gil de Biedma o Camilo José Cela, cargaran las tintas respectivamen- te contra dicha publicación –"Insulsa", le llamó el autor de Las personas del verbo-, o contra su director –"el peor poeta de la literatura española", le desairó el autor de "Pascual Duarte"-.

He perdido la memoria de cuántos años he dirigido ´Insula´ -relataba José Luis Cano-. Enrique Canito, que era discípulo de Pedro Salinas, tenía una librería en la calle del Carmen, que daba bastante dinero, así que le sugerí la creación de una revista, liberal y nada oficial, de la que fui secreta- rio primero y director después.

258 Y proseguía: "Nos nutríamos de los artículos de nuestros amigos, muchos de los cuales frecuentaban la tertulia literaria de la librería, y eran además asiduos de Velintonia, la casa de Vicente Aleixandre, que fue siempre nuestro mentor".

"La verdad es que yo no tenía demasiada idea de lo que era confeccionar una revista cuando prepara- mos el primer número, así que me metí dos días en la imprenta que lo hacía, que estaba cerca de donde yo vivía. Fue un número bastante decente".

Pero no tardaron en surgir inconveniencias:

Y claro, pronto comenzaron los problemas con la censura, que fue siempre nuestro principal esco- llo, pese a que ´Insula´ era una revista puramente literaria. Cuando la censura secuestró y suspendió la publicación, fui a casa de Vicente Aleixandre, para PORTADA ABC DE 50 ANIVERSARIO DE INSULA comunicarle lo ocurrido. ´Son unos cabrones´, exclamó él, que era tan exquisito siempre...

Hubo más encontronazos, según relataba el propio José Luis Cano:

El Ministerio de Información juzgó que era una revista peligrosa por su talan- te liberal y ´orteguiano´. ¡Terrible delito! La verdad es que ´Insula´ era sólo una revista literaria que no representaba ningún peligro para el sistema. Pero lo que molestaba a éste era la independencia de la revista, que le llevaba a hablar de los grandes escritores españoles del exilio, de Juan Ramón a Guillén y Salinas, de Américo Castro a Cernuda o a Moreno Villa, de Max Aub a Emilio Prados. Todo le parecía peligroso a la censura: desde la palabra ´seno´, que prohibió en un poema de Aleixandre, hasta un cuento de Cortázar, en el que los protagonistas, una pareja de color, ligaba en el metro y luego se iba a hacer el amor en el apar- tamento de ella. Siempre había un pretexto para que el censor de turno mutilase la revista, y en 1955, con motivo de haber consagrado un número a Ortega a raíz de su muerte, ´Insula´ fue castigada con una suspensión de un año.

Enrique Canito y él mantuvieron en años en que resultaba muy difícil lograr- lo una revista abierta y liberal, una revista en que las literaturas de otros idiomas peninsulares, y no sólo del español, encontraban albergue y difusión. La pugna de Insula con la censura fue constante hasta que el mezquino enemigo desapare- ció de la vida española. Y en esa pugna, Canito y Cano nunca cedieron. He repa-

259 sado los números de la publicación correspondientes a sus primeros años y encuentro en ello todo lo que entonces valía la pena de ser tenido en cuenta. Aparte del valor literario de sus colaboraciones, esos números constituyen un documento de primer orden para el conocimiento de lo que fue la cultura espa- ñola bajo el franquismo, opinaba Ricardo Gullón.

Claro que entre Cano y Canito hubo sus distingos: "¿Qué te hubiese gustado publicar en ´Insula´ mi trabajo sobre Gide? –le pregunta Luis Cernuda a José Luis Cano en una carta de septiembre de 1951--. Pero hijo mío, ¿y Canito? ¿No lo hubiera encontrado dema- siado largo e inmoral?".

De la incidencia de la poesía social, a su declive, de la importancia de Góngora, que ya no era el Dios del 27, de todos los acontecimientos literarios de su tiempo, se hizo eco una revista en la que Cano no tuvo empacho en publicar prós y contras sobre las mismas cues- tiones, ya fueran firmados por Juan Goytisolo o por Guillermo de Torre. A todo ello, hay que sumar excelentes traducciones y reseñas, o un homenaje a Rafael Alberti.

La dedicación del autor a la revista es absorbente –apunta Antonio Guerrero: lee poemas y artículos, los selecciona, contesta la abundante correspondencia que Insula recibe diariamente a vuelta de correo, cuida el diseño... El propio Cano nos confiesa que todo el contenido de la segunda página de la revista, que tenía el nombre de ´La flecha en el tiempo´, y que aparecía sin autor, lo redactaba él mismo.

En 1962, se incorpora al equipo de la revista Antonio Núñez y en 1973, lo hizo Carlos Alvárez Ude. En 1982, por motivos de salud, Enrique Canito, dejó la dirección: "Sin él, esta ´Insula´ que ya no es isla, no hubiese existido", reconoce José Luis Cano.

En 1983, la propiedad legal de la revista fue adquirida por Espasa-Calpe y se intenta una renovación interna que le permita ser competitiva con las nuevas revistas literarias que van apareciendo. En 1988, José Luis Cano deja la dirección de Insula, en cuyo cargo es sustituido por Victor García de la Concha, aunque se le concede su presidencia, como un título honorí- fico que nunca satisfizo al escritor algecireño:

En los últimos años –analiza José Luna Borge—la revista se había convertido en una plataforma cultural dinámica, abierta y de variado registro, abarcando un espectro social amplio y heterogéneo que podría ser delimitado entre el simple aficionado y la especialidad del departamento universitario. La gama que media entre ambos extremos es la que confería a Insula la riqueza y dinamismo a que antes aludíamos.

260 "Con el cambio en la dirección –añadío--, Insula también cambió. Ahora se trata de una revista dirigida especialmente a un único tipo de lector, el especialista universitario y el hispanista extranjero; se ha convertido en una revista netamente profesoral".

Frente a dicha opinión, Victor García de la Concha opinaba en ABC Cultural que "somos en la actualidad la primera revista del hispanismo mundial, con presencia en más de dos mil centros universitarios de todo el mundo que se mantienen intercomunicados a través de ´Insula´. Y apostamos por la creación y la investigación más joven".

"Pero quiero destacar –añadía– que fueron Canito y Cano quienes protagonizan las mejores páginas de la revista".

Hasta su fallecimiento, diez años después, José Luis Cano mantuvo relaciones con Algeciras. Tras su matrimonio, veraneó durante algunos años en su casa familiar de la calle Ancha, participando en varias ediciones de la Feria del Libro local, al tiempo que colabo- ró en varias ocasiones con la revista Bahía, que le rendiría homenaje reuniendo textos de cuarenta y un poetas, en 1991. Antes, en 1988, el Ayuntamiento de Algeciras dio los pri- meros pasos para la creación de una fundación municipal de cultura que lleva su nombre y que se inauguró oficialmente el día 23 de febrero de 1990:

La satisfacción que siento por el nacimiento de esta Fundación colma la ale- gría que todo movimiento de cultura me inspira. Y si ese brote cultural nace y crece en Algeciras, mi pueblo, el goce es mayor –dijo al agradecer tales hono- res--. La Algeciras que yo conocí en mis años adolescentes era una ciudad más bien indolente y poco preocupada por la cultura. Creo que entonces apenas si tenía una sola librería, acercándose al dicho que oí más de una vez sobre Málaga: la ciudad de las mil tabernas y ninguna librería, lo que era una típica exageración andaluza. Hoy –concluyó Cano entonces—podemos decir que el Ayuntamiento de Algeciras muestra impulsos de cultura cada vez más crecientes. Y ese amor al libro, a las letras y a las artes, a la educación y a la cultura en suma, nos permiten ser optimistas, y contemplar nuestra ciudad como una ciudad nada indolente, sino cultivada y ávida de saber, como tantas otras de la Andalucía democrática de hoy, tan distinta de la Andalucía de ayer.

Su infancia y juventud algecireñas volverían a aparecer en Los Cuadernos de Adrián Dale (Memorias y Relecturas), colección de textos del propio Cano, en torno a episodios litera- rios universales –sus amigos del 27, Gide o Mann, por poner casos diversos—y diferentes apuntes biográficos, algunos ya conocidos y otros por descubrir:

261 No son exactamente unas memorias de infancia y juventud de José Luis Cano –que tanto él como la literatura española hace tiempo que se las mercen--, sino un conjunto más o menos disperso de textos breves surgidos al calor de aquellos años de su juventud malagueña. Pero la discreción de Cano es ya tan implacable como su generosidad, un extraño elemento de su más íntima personalidad que le impide siempre ocupar su verdadero puesto.

Siguió manteniendo su afición por las tertulias, respaldando a jóvenes valores como el escritor Alejandro Sanz, que ejerció como secretario suyo en la del Café del Prado, duran- te los últimos años de su vida. En 1997, en Córdoba, Cano recibirá el Premio Luis de Góngora de las Letras Andaluzas, que coronaba su larga trayectoria literaria. Ya por enton- ces, el alzheimer le jugaba malas pasadas, pero no le impidió acercarse por última vez hasta esta comarca, durante ese mismo verano, para participar en los Cursos de San Roque. En abril del año 2.000, la Fundación Municipal de Cultura José Luis Cano alcanzó un acuerdo con la familia del escritor algecireño para editar la obra completa del autor, al tiempo que el alcalde, Patricio González, confirmaba la publicación de la revista Velintonia, un viejo proyecto del autor de los Sonetos de la Bahía, que se pretende acometer con alcan- ce internacional. Al mismo tiempo, el Consistorio estudia la conversión de la casa de Cano en la calle Regino Martínez en una biblioteca, con todos los fondos disponibles del autor que, por estrecheces económicas y años antes de su muerte, tuvo que vender a la Junta de Andalucía los libros atesorados durante media vida.

7.3.- UN PRIMER PASEO LITERARIO

Antes que José Luis Cano, nace en Algeciras Esteban José Valdivia y Cabrera, un 4 de diciembre de 1898. Falleció en esta misma ciudad a 1 de mayo de 1963. A lo largo de su biografía, cultiva el periodismo, en cabeceras como El Noticiero y el semanario La Defensa, donde llegó a ocupar el cargo de redactor jefe, aunque problemas con la censura de la dic- tadura de Primo de Rivera le llevaron a asumir el puesto de administrador. José Riquelme apunta que "su obra alcanzó gran éxito en Hispanoamérica, obteniendo varios títulos honoríficos en los países hermanos". Sin embargo, durante buena parte de su vida, la Algeciras oficial le dio la espalda y, de hecho, el periodista José Vallecillo ha testimoniado las diferencias que mantuvo con José Román, en las que se adivinan no sólo lances estéticos sino ideológicos, entre ambos creadores locales:

262 José Román mantuvo con Valdivia una constante divergencia intelectual pro- vocada por el papel de ´mentor´ que el primero pretendía atribuirse sobre cuan- tos autores iniciaban la andadura en la Algeciras de su tiempo –opina Vallecillo- -. Al enjuiciar en 1922 la temprana obra de un veinteañero Estaban José analiza al sorprendente lírico desde un prisma gerontocrático- Duda de un dominio artístico sin veteranía.

Claro que la figura de Valdivia sería reivindicada continuamente por sus hijos, quienes consiguieron que una de las medallas de la Virgen de la Palma, recayera a título póstumo en su persona, durante el verano del año 2.000.

Valdivia y Cabrera –escribe Luis Alberto del Castillo—fue hombre de una época y le tocó vivir en una Algeciras que en el primer cuarto del siglo XX aún sesteaba en el sueño andaluz del Diecinueve. Así, cuando Europa caminaba hacia el fin de la Gran Guerra, cuando los ecos de la mal llamada ´gripe española´ y la estela del cometa milenarista Halley se iban apagando, en el verano de 1918, en el intervalo de un mes, 24 de agosto a 22 de septiembre, nuestro bardo sin haber cumplido los veinte años estrena con gran éxito dos monólogos en verso: ´Mi suerte´ y ´La hora falta de un poeta´.

A sus espaldas, atesoraba una amplia bibliografía poética, influída sucesivamente por el modernismo y por los postulados estéticos de la generación del 27, a la que generacional- mente pertenece. Así, publicó Poesías (1927), con prólogo de Cayo Salvadores quien advierte en dicho texto que "no consiste todo en hacer versos; lo importante es hacer poe- sía"; Rosas y espinas (1928), Arpegios (1953) y hasta otras ocho entregas poéticas. Pero también cultivó la narrativa, con títulos como ¿Carnavalada? (1954) o Cuando duele el alma (1956). Claro que se prodigó en este género, hasta el punto de que fue capaz de escribir tres títulos en un solo año, 1955: Amor y poesía, La mujer y el ídolo o El muer- to vivo y otros cuentos. En 1960, reúne una serie de reflexiones en su obra Acotaciones de un bohemio.

A esa misma promoción, pertenece Francisco Riera-Kirpatrick, nacido en Algeciras en 1908 y fallecido en Estados Unidos, a punto de ser octogenario. Estudió Medicina y ejer- ció como oncólogo en el Center Harlem Hospital, de Nueva York, donde se exilió final- mente tras la guerra civil, después de recorrer Orán, Tánger, París, Londres y Dublín. Durante la contienda, su adscripción a una logia masónica de Algeciras y su activismo como demócrata y republicano, le valieron la derogación de su nombre del colegio médi- co de Cádiz. Pero tanto sus circunstancias vitales como profesionales, le alejaron eventual- mente de la literatura. En vida, perteneció a la Asociación Hispana de Escritores de Nueva York, y tan sólo llegó a publicar dos libros: Luces de mi bahía, poemas del Sur (1974) y Recuerdos (1982). Dejó inédito su libro Poemas del nuevo amor.

263 Su obra fue elogiada por Odón Betanzos, quien la relacionó con la de otros escritores médicos. Sus poemas recobran las fuentes del 27 y entre Lorca y Valery, Salvador Rueda o Walt Whitman, se aproximan al surrealismo, a Paul Cladel o al propio Garcilaso.

En 1910, nace Gabriel Muñoz en Arroyo de la Miel (Málaga), pero contrajo domicilio en Algeciras. Militante de la Confederación Nacional del Trabajo (CNT), desde los trece años de edad, su afiliación sindical le provocaría considerables problemas políticos. Comienza a publicar poemas, bajo el seudónimo de Gabriel de Anzur. Con este nombre, firmó poemas en revistas como Bahía y Orto, Yaraví o algunas de tradición anarcosindica- lista, como CNT o Solidaridad Obrera.

"No he estado en ninguna escuela –afirmó--, ni tuve profesores. Donde más aprendí a leer y a escribir fue en el campo de concentración. Yo le hacía los trabajos forzados a un catedrático que había allí y él me enseñaba". Su primera obra, Testimonio, aparece en 1974, en la colección Bahía, de Algeciras, a cuyo grupo se vinculó desde sus comienzos. En esta ciudad, también encontró la muerte en 1992, meses después de haber visto editado un nuevo libro, Mescolanza literaria, bajo los auspicios del Ayuntamiento de Algeciras, que le rindió homenaje público en vida. Domingo F. Faílde evocará su presencia habitual en la Plaza Alta, como "uno de esos poetas que se nutren del pueblo al que alimentan". También destacará, en su memoria, "la lección magistral de quien, al margen del discurso oficial, purpurina de una literatura sub- vencionada y cautiva, testificaba con su coherencia la profunda verdad de un lenguaje que, aferrándose a la inocencia, pugnaba por rehuir la corrupción, el nudo corredizo de la moda, los guiños falaces del prestidigitador profesional".

En tal sentido, Faílde asegura que "Gabriel de Anzur era de esos poetas machadianos que, al modo de Juan de Mairena, más poetizaba con los actos que con los propios versos, afirmando la preeminen- cia del ejemplo sin mácu- la, harto más elocuente que prédicas y teorías". Para Luis Alberto del Castillo, que reivindica su espíritu anarquista y liber- GABRIEL DE ANZUR, A LA IZQUIERDA Y CON GORRA, EN SU BANCO DE LA PLAZA ALTA

264 tario, "el poeta es hijo de los horrores de nuestro tiempo", al que compara con Miguel Hernández: "Gabriel es también un poeta autodidacta, un poeta del pueblo y para el pueblo; un poeta que bebe en las tristezas y alegrías Humanas y que nada debe a la cul- tura oficialista".

7.4.- BAHÍA

Anzur se relacionó, como queda dicho, al grupo Bahía, que fundarán en 1967, Manuel Fernández Mota, Daniel Florido y Antonio Sánchez Campos: una revista, ese mismo año, y un premio literario –desde 1971--, bajo el mismo nombre, servirían como órgano de difu- sión de poemas escritos por autores locales, andaluces, españoles, europeos o americanos:

Grupo, revista y premio, son, a partir de entonces, referente obligado en la poesía de Algeciras y el Campo de Gibraltar, alrededor de los cuales gira la vida literaria, surgen los nuevos poetas y se consigue, por lo demás, una proyección al exterior que jamás se lograra desde la propia ciudad. La revista Bahía es, además, el nexo que une a buena parte de los poetas algecireños y los pone en relación con la poesía andaluza del momento. A lo largo de cincuenta números, es decir, de 1967 a 1983, desfila por sus páginas un alto porcentaje de poetas que, más tarde o temprano, destacaron dentro y fuera de Andalucía, certificando no sólo el acier- to de la publicación, sino también su audacia, apostando por los valores jóvenes y todo cuanto supusiera renovación.’

Fue en el invierno del año 58, ni recuerdo ni importa mucho la fecha exacta, cuando conocí a Daniel Florido –refiere Fernández Mota--. Nuestro encuentro fue en su pequeño negocio de libros de ocasión y de cambio que tenía Daniel en el Plaza de laPalma. Estaba viendo aquellos montones de libros, cuando encon- tré uno que para mí fue una sorpresa hallarlo en aquel lugar. Se trataba de una antología de Ediciones Ensayo de Madrid del año 54, titulada ´Auras, antología poética´, donde se publicaban dos poemas míos. Por supuesto que lo compré. El librero se extrañó de la compra y quiso saber por qué yo me interesaba por el libro. Hablamos de poesía, y me dijo que él estaba incluido en aquella antología. Cuando supe el nombre ya intuía que sería un nombre unido al mío para siem- pre. Desde aquel día nos uniría una gran amistad. Y caba vez que hablábamos era de lo mismo: la poesía. Así se fue fraguando la idea de crear una revista poética que tuviese fuerza en Andalucía; que fuese plataforma de lanzamiento para tan- tos poetas que no podíamos publicar. Más tarde se nos unió en la misma idea Antonio Sánchez Campos. Después de varios años de tratar el tema, de diversas

265 tentativas, en noviembre del año 1967 vio la luz Bahía. El primer número estaba en formato cuartilla, es decir tres folios escritos por ambas caras y doblados por el centro, sin grapar. Contenía poemas de los tres fundadores y un soneto a modo de presentación del gran poeta algecireño José Luis Cano. El soneto no era origi- nal para la revista, pero sí se publicaba con el consentimiento de él. Se titulaba ´Playa amarga´, sacado del libro ´Sonetos de la Bahía´. De alguna forma con ello nos sentíamos respaldados. La nueva revista era costeada por los propios poetas que publicábamos en ella, a partes proporcionales, según versos publicados.

Los siguientes números, hasta 500 ejemplares, son editados por la Imprenta Editorial Alba, el propio Sánchez Campos aporta grafismos para sus portadas y asume la subdirec- ción de la revista, correspondiendo la dirección a Manuel Fernández Mota y ejerciendo Daniel Florido competencias en materia de secretaría y administración. Dicen contar con 300.000 pesetas como capital de su empresa e inicialmente reciben una subvención de 25.000 pesetas, del Ayuntamiento de Algeciras: "Nuestra revista sale para servir a la poe- sía", anuncian en su primera editorial, al tiempo que excluyen su necesaria identificación con las tendencias al uso. A lo largo de su trayectoria, la revista se posicionará, discretamente bajo la dictadura, a favor de las libertades públicas o de un incipiente ecologismo, como ocurrió con la Fiesta del Arbol, organizada por la Inspección de Enseñanza Primaria del Campo de Gibraltar, al tiempo que en 1972 preconiza la celebración de un congreso de poetas andaluces, que se celebrará finalmente en Albox (Almería), a 27 de agosto de 1976. En 1978, Bahía suma su protesta a la del grupo "Poetas por su Pueblo/Poetak Herriaren Alde", promotores de la revista Yambo, a propósito de la difusión de unos versos de Gabriel Celaya en los que contrapone a "nosotros, vascos, luchando/ con el hierro, con lo terco, con el cansancio y la rabia/ y allá en el Sur los flamencos,/ los enanos asexuados que gor- gotean y bailan".

La idea del grupo y de la revista literaria, como expone Fernández Mota, surge en un quiosco de compraventa de tebeos y de libros usados que regentaba Daniel Florido, en las proximidades del mercado Ingeniero Torroja. Nacido en Santa Olalla (Huelva), a 13 de octubre de 1910, falleció prematuramente en Algeciras, a 1 de mayo de 1975. Había lle- gado a Algeciras antes de cumplir 30 años, al parecer desterrado por su filiación política que era antípoda al franquismo. En esta ciudad, contrajo matrimonio y tuvo un hijo. Desde Algeciras, publica poemas en revistas españolas e hispanoamericanas, al tiempo que publica artículos en el diario Area, bajo los seudónimos de Rodríguez de León y Daflo. En vida, sólo llegó a publicar un libro, Mi ruta (1972), aunque Fernández Mota editó algunos otros de sus versos póstumos, a partir de Antología del recuerdo (1980) y De cristal (1995).

266 Sin reconocerse religioso –apunta Fernández Mota sobre su poética--, estaba impregnado de un amor místico. Sintiendo la idea social de la libertad y la igual- dad, jamás su palabra atacaría a otro hombre ni defendería la ignominia de la des- trucción. Era un místico, un ascético, un filósofo: un Poeta: Se hizo portador de la antorcha del amor y la belleza. Sabiendo tanto de marginación y oscuridades, vivía sólo para la luz.

Antonio Sánchez Campos había nacido en San Roque, un 29 de noviembre de 1928, y encontró la muerte en Algeciras, donde residía, en 1999. Estudió magisterio, impartió la enseñanza y publicó Nocturno gris, en Algeciras y en 1971, un libro al que seguirían bre- ves y dispersas entregas de su quehacer poético.

Pero el motor del grupo es Manuel Fernández Mota, nacido en Sayalonga (Málaga), un 9 de agosto, de 1924. Era el menor de una familia campesina de nueve hermanos y tuvo que dedicarse al campo, desde su infancia, pero le atrajo desde entonces la literatura, fami- liarizándose con los clásicos y con los escritores del Siglo de Oro o el poeta Salvador Rueda, también nacido en la Axarquía malagueña. Casado y padre de siete hijos, comenzó a estu- diar bachillerato a la edad de 35 años, formándose posteriormente como profesor de Magisterio, que constituyó su profesión a partir de entonces. A sus 40 años, en 1964, publica su primera obra, Destellos del barro. José Luis Cano –"poco amigo de escribir prólogos, y sólo habré escrito un par de ellos en toda mi vida lite- raria"—escribe el préambulo de esta obra, en el que analiza: "Nos ofrece una poesía de estirpe andaluza, rica en color y fantasía, sincera y auténtica. En ella cruzan a veces sus sones y sueños Salvador Rueda y Arturo Reyes, Bécquer y Antonio Machado, Juan Ramón Jimémez y Federico García Lorca, gala y prez de la inmoral lírica andaluza". Le seguirán Diálogo astral (1971) –primer número de la colección Bahía-, Versos dolo- ridos (1971), Las horas maduras (1975), La voz estremecida (1975), Los muñecos de Prometeo (1977), La noche de los Profetas (1980), Sonetos calpenses (1981), Poemas de Bahía (1985), Apuntes al óleo sin arco iris (1988), Lunas de Guadalmesí (1990), Rosas de Leo (1992), Antología para una noche de junio (1994), Pétalos pluviales (1997), Poemas de la Isla Verde (1998), Latido y tiempo (1998) y La antorcha en vuelo (1999).

Si tuviera que definir en pocas palabras la poesía de Fernández Mota, diría que constituye un amplio y profundo mosaico de la existencia humana, expresa- do por medio de una gran riqueza y variedad de imágenes y de tonos –analiza Antonio García Velasco--. Nos va presentando, en efecto, una pintura de la exis- tencia humana, con todo lo que el hombre tiene de miseria y de sublimidad, o, dicho con sus palabras, de barro, de sombras, de dudas, de luz, de cadenas, de esperanza, de amor, de odio, de ambiciones, de paz, de verdad, de justifica, de inquietud, de soledad.

267 En paralelo, Fernández Mota se interesará por la fotografía y las artes plásticas. Formó parte de la Revista Literaria Radiofónica Carteya, dirigida por Agustín Moriche para Radio Algeciras, al tiempo que participó en la fundación de la Unión Fotográfica Cinematográfica de Algeciras (UFCA) y de la Agrupación de Cultura y Arte (ACA). En prosa, publica Nuestra comarca (Guía Escolar del Campo de Gibraltar, 1990), La humil- dad de la historia, Sayalonga (1993), La ruta blanca del mudéjar. Tierras de Bentomiz (1996) y la novela Tardes de Nisán, el misterio de Castellar (1997). Otra novela suya, La isla, aún permanece inédita. En la primavera de 2001, hizo pública su aproximación histórica y social a la Conferencia de Algeciras de 1906. Pero su labor editorial y de difusión de la poesía ajena le llevará a mantener en solita- rio a la revista, una vez disuelto el grupo y bajo distintas denominaciones editoriales: Sur y Remo, Cuadernos de la Almoraima, Viento y Agua, Portus Albus, o los libros de homenaje Bahía-Poesía del Sur y Mecenas. Alrededor de la revista, sumarán esfuerzos Luis Alberto del Castillo, los linenses José Riquelme y Joaquín Bassecourt, o Angel Sánchez Pascual, mientras impartió clases en La Línea; al tiempo que van apareciendo nuevos escritores, como los hermanos Julio y Miguel Ortega, Enrique Rovira, Nani Morante, María Luisa González de Castrejón, Angel Mora, Teresa Vázquez, y, sobre todo, Luis Carlos Gutiérrez Alonso (1947-1994), una selección de cuya poesía póstuma publicó la Fundación José Luis Cano, bajo el título de Diwan de Al-Yazirat y otros poemas. Licenciado en Arte, Filosofía, Geografía e Historia por la Universidad Complutense, lec- tor de español en varias universidades extranjeras, artista plástico o estudioso, al mismo tiem- po, de la cerámica, las artes ornamentales y la artesanía en plata, Luis Carlos Gutiérrez Alonso, bebió de una poética heterodoxa, que mediaba desde el romancero a Federico García Lorca, Antonio Machado, Miguel Hernández, la generación beat y la de los novísimos.

También vela armas en Bahía, Pablo Antonio Fernández (Benaoján, 1955), hijo de Fernández Mota y autor de una amplia obra, en la que se cuentan títulos como Los gritos del silencio (1979), Poemas de mañana y tarde 1980), Latidos para el mar (1981), Cartas para una canción de amigo (1985) o Desde la orilla (1989), entre otros. DOMINGO F. F AÍLDE Y MANUEL FERNÁNDEZ MOTA, DOS GENERACIONES POÉTICAS.

268 7.5.- DE LOLA PECHE A LOS JÓVENES REBELDES

Aunque pertenecía a la misma generación que los impulsores de Bahía, Lola Peche Andrade (Algeciras-1921-1990), colaboró con dicha publicación pero no se integró nunca en ese grupo. Escritora precoz, con tan sólo siete años de edad, vio publicado su primer trabajo periodístico en las páginas de El duende. Estudió bachillerato y magisterio, al tiem- po que se acercó al teatro.

Populista, su obra poética mereció elogios por parte de críticos como José Luis Cano o José Riquelme y Domingo F. Faílde, quien asegura que su voz

se acomoda fácilmente a los odres clásicos, tanto de arte mayor como de arte menor, se sirve a su antojo de ellos para inmortalizar lugares, personajes, recuer- dos, creando una crónica lírica de Algeciras que, rebasando la anécdota, se acer- ca a las esencias de su pueblo, dibujándolas para el lector con peculiar gracejo, a lo cual contribuye en buena medida su concepto castizo del lenguaje, que mane- ja con atinada moderación.

Desde libros intimistas como Versos de ayer y hoy (1976), Viento del Sur (1977) y Tiempo sentimental (1977), la escritora urde ese imaginario colectivo de su ciudad natal en dos colecciones tituladas Cien poemas de Algeciras (Nostalgias de Gibraltar y Nueva crónica rima- da del sito de Algeciras) (1979) y Bajo el cielo de mi pueblo (1984).

Su hijo, Juan Luis Romero Peche, responderá a las nuevas generaciones de escritores algecireños, que presentan evidentes signos de rebeldía respecto a etapas anteriores. Entre unas y otras edades y actitudes, pasarán por la ciudad o vivirán en ella escritores como Bernardo Ayuso (La danza de las voces perdidas, 1976) o Manuel Amusco (Gibraltar hace cien años, 1983), José Chamizo (Plaza Alta, 1986), Luis Sumoy Galpón, seudónimo de Claudio Suárez (Azares de voz y media, 1988), Manuel Banqueri (Reflexiones, 1991), Arturo Gutiérrez Martín (Estelas en el Mar, 1994). O los escritores de vocación popular, Isidro Gómez o Francisco Gavilán.

Nacido en Algeciras, en 1954, Juan Luis Romero Peche es autor de una carpeta de poe- mas, El viento mueve, esparce y desordena (1988) y de una serie de libros de narrativa breve entre los que figuran Siete pisos con vistas al jardín (1989), De los seres que huyen y los seres que esperan (1990 y 1991), Ya no vivimos aquí (1993) y Física y Química S.L. (1999), que es una selección de veintitrés relatos extraídos de seis libros que aún permanecen inéditos y que fueron escritos entre 1991 y 1998. En el año 2001, aparecen nuevas publicaciones suyas, algunas bajo seudónimo y otras con su santo y seña, como los relatos de Las mudanzas, aparecido nuevamente en "Renacimiento".

269 Pero, al mismo tiempo, Romero Peche escribe y pública, con nombre propio o como anónimos, una serie de libelos, como Epístola al rector de la Universidad de Sevilla (1996) y Contra los estetas (1999), al tiempo que firma Entre mesas, una selección de piezas teatra- les para cafés y locales pequeños, que rescatan su etapa al frente del Teatro Real de Sevilla, allá por 1979, poco antes de que en 1981 publicara su primer texto, Teoría del Valle de Lágrimas. Aún tendrá tiempo para, en 1987, realizar un cortometraje en 35 mm. y en blan- co y negro, No importa cómo.

Por motivos de improcedente referir –comentó con motivo de la aparición de ´Física y Química S.L.´--, he perdido demasiados trenes por dedicarme a algo que muchos desinformados consideran una vocación poco productiva cuando, en verdad, es simplemente una pasión inútil. Así (por no elegir el fácil camino de la celebridad local; por quererme escritor a secas, químicamente puro y más santo que cortesano; por creer que ´al que hace lo que debe, su verdad le basta´, y por- que las consuetudinarias ignorancias/afrentas del ´vulgo municipal y espeso´ me han hecho optar por hacer y callar) he llegado a mi nada tierna edad con menos publicaciones de lo que sería razonable suponer, pero saturado de inéditos y afir- mado en una convicción que es la que ya inspiraba mi adolescencia: el cosmopo- litismo cultural implica que lo que tiene que hacer un escritor es escribir, no per- der el tiempo refutando las sandeces de respetados botarates de su tribu.

A José Ordóñez, siempre le llamó la atención cierta forma de "estar en (no) escritor" que asume Juan Luis Romero Peche: "Quizá sea precisamente esa actitud suya de no haber sido rela- ciones públicas de sí mismo lo que le haya mantenido en los márgenes del coto de la literatura española contemporánea, por otro lado tan llena de aburrimiento", escribe.

Entre los jóvenes escri- tores que empiezan a publicar en los 80, figura también Manuel Naranjo Martín (Navas de la Concepción, Sevilla, 1954), que obtiene el premio Bahía en 1980, con su primer libro, Amanecer de estatuas derrumbadas, al que han seguido La cárcel temblorosa (1981), Este improbable sueño (1981),

MANUEL NARANJO, UN POETA BARROCO Y SENSITIVO Fábulas de entretiempo

270 (1983), Del azul y el olvido (1988), Retablo en rumor de adioses (1989) y Potestad de la nie- bla (1990). Desde los 18 años, reside en Algeciras, donde trabaja como funcionario de Correos. Promovió la colección Cuadernos de Al-Andalus, junto a Carlos Prieto y Domingo F. Faílde, quien le define así: "Es de difícil clasificación, por cuanto el propio autor rehusa toda adscripción generacional, rechazando el dictado de las distintas modas, en tanto rei- vindica para el poeta una voz individual, inequívoca, que signe el universo de las cosas con su virginidad". El barroco andaluz o la poesía de Pablo Neruda aparecen como sombras en algunas eta- pas de su carrera literaria, que le lleva a mantener correspondencia con numerosos autores, al tiempo que aparece su nombre en diversas antologías y revistas. Entre otros galardones, recibe el Ildefonso Manuel Gil o un accésit del Miguel Hernández.

Nacida en Algeciras, en 1955, Rosa Romojaro reside actualmente en Málaga, donde es profesora de crítica literaria de la Universidad y en donde ha publicado diversos ensayos teóricos y críticos sobre literatura. Pero, también, es allí donde comienza a publicar poe- mas, que reúne ocasionalmente en libros como Agua de luna (1986) o La ciudad fronteri- za (1988), que recibió una Ayuda a la Creación Literaria de las que convoca el ministerio de Cultura: "De planteamientos estéticos afines a la corriente neosentimental", avisa Faílde. En 1992, publica su primera novela, bajo el título de Páginas amarillas (El relato de la protagonista), un controvertido texto que motivó, además, una demanda de la autora con- tra la productora cinematográfica El Deseo S.L., que habitualmente utiliza Pedro Almodóvar y al que reprochó haber plagiado parcialmente dicha obra para su película La flor de mi secreto.

En 1959, nace en Algeciras, Manuel Jesús Ruíz Torres. Se trata de un escritor crucial, que se dio a conocer con dos libros de poemas, Cartas a Clara Schumann (1981) y Sonata/Adioses (1987). Licenciado en Químicas, trabaja actualmente en un laboratorio de la Armada, pero antes fue funcionario del Ministerio de Cultura. Su poética viene a coincidir, en sus orígenes, con la de la otra sentimentalidad, la lla- mada "poesía de la experiencia", que le une coyunturalmente y a través de algunas antolo- gías, al grupo fundacional de dicho movimiento en Granada: Luis García Montero, Antonio Jiménez Millán, Alvaro Salvador, o Javier Egea. Así, su nombre será incluido en las antologías de Joven Poesía Andaluza y Del goce y de la dicha, publicadas ambas por la revista Litoral, en los primeros años 80. Sin embargo, su estilo era personalísimo y no bebía en las mismas fuentes estéticas del grueso de los integrantes de ese grupo.

271 Hoy día –escribe Luis Alberto del Castillo en 1991–, Manuel J. Ruíz Torres, según dicen ´las lenguas de doble filo´, se ha pasado con armas y bagajes al campo de la Prosa, siendo un brillante cultivador del relato, género literario que por extrañas manías y modas de este país nuestro anda poco más o menos que ocul- to por las catacumbas de unos cuantos ilusos que aún nos atrevemos a frecuen- tarlo con asiduidad viciosa. No obstante, esta aparente deserción de la Poesía no supone una pérdida, puesto que si bien es cierto que su obra poética es corta –Poemas; Cartas a Clara Schumann y Sonata-Adioses–, es una obra plena, com- pleta en cuanto a que es un universo a la par cerrado en sí mismo y abierto en expansión fecunda hacia el lector que se atreva a adentrarse en sus versos.

Pero, antes, Ruíz Torres había militado en la revista gaditana Jaramago, auspi- ciada por un colectivo interdisciplinar en el que cupieron dibujantes, músi- cos y escritores de diversas índole. Fue el mismo plan- teamiento que originó en Algeciras y en 1979, el Colectivo del Sur, promo- tor de la revista Cucarrete, en la que Ruíz Torres tam- bién colaborará. MANUEL J. RUÍZ TORRES, JUNTO AL PINTOR Y ESCRITOR JUAN GÓMEZ MACÍAS. Su firma aparece en varios números de Bahía, antes de darse a conocer mediante los dos libros ya mencionados, influidos por el universo mediático de los novísimos, pero con una estética próxima a lo cotidiano: "En ambos –afirma Domingo F. Faílde--, el mundo de la música y el cine conforman una atmósfera de ensoñación culturalista, envolviendo la expe- riencia del autor, que juega hábilmente con la forma, consiguiendo momentos de gran intensidad emocional y expresiva". Manuel Ramos rememora al autor de Sonatas/Adioses como "poeta de amor intimista en su primer libro --´Cartas a Clara Schumann´--, de variado registro cultural, libro urba- no y de tono confesional, escrito con el apasionamiento de los años juveniles, con tinta de soledad y en largas noches de desamores y alcohol" Tras un cierto retiro literario, en el que incurre en la crítica gastronómica y literaria, en prensa y revistas especializadas, retorna a los escaparates, como narrador, género en el que cosecha abundantes premios. Su novela corta Fara El Galeote merece el premio Ciudad de Algeciras, en 1995, instaurado por el Centro Andaluz y respaldado posteriormente por la Fundación Municipal de Cultura "José Luis Cano". Posteriormente, en 1998, aparecen sus

272 relatos Atributos masculinos, donde rinde cuentas de su ya largo periplo narrativo: ironía, historias poderosas y un ameno estilo literario –personalísimo--conforman sus textos. Tanto en verso como en prosa.

7.6.- DOMINGO F. F AÍLDE

A esas alturas y, desde mediados los años 80, ya residía en Algeciras Domingo F. Faílde, otro escritor que influirá poderosamente en la literatura local, a pesar de que hubiera naci- do en Linares, Jaén, en 1948. Licenciado en Filosofía y Letras por la Universidad de Granada, llegó a Algeciras como profesor de literatura y, en esta ciudad, asumió la coordi- nación de La Isla, el suplemento cultural del diario Europa Sur y entre 1986 y 1990, la edi- ción de la colección poética Cuadernos de Al-Andalus. Socio fundador de la Asociación Andaluza de Críticos Literarios, colaborador de Cuadernos del Sur, del diario Córdoba, de Papel Literario, del Diario de la Costa del Sol, y de numerosas publicaciones, incorporándose al llamado Grupo de la Diferencia que, a comienzos de los años 90, pretende combatir el supuesto canon estético impuesto por la llamada Poesía de la Experiencia o de la Otra Sentimentalidad.

La poesía –admite--, como la vida, me vino de mi madre, que ponía en mis manos sus devociones: Bécquer, Rubén Darío, Federico García Lorca... Las sor- presas llegaron más tarde con el descubrimiento de León Felipe, Pablo Neruda o Yorgos Seferis, que cayeron como lluvia de mayo sobre un terreno bien abonado por lecturas reveladoras a las que nadie, absolutamente nadie es inmune. Conforman, en mi caso, un abanico amplísimo: desde los clásicos latinos (auto- res tan disímiles como Virgilio, Propercio o Catulo) y los poetas del Siglo de Oro (Quevedo, Góngora) a los parnasianos, pasando por los románticos ingleses (Coleridg, Wordsworth), hasta aterrizar, como es preceptivo, en nuestros aleda- ños: mi venerado don Antonio Machado e incluso, por qué no, poetas de mi edad y aún más jóvenes, caso de Antonio Colinas o el propio Antonio Enrique. De todos, como Séneca, aprendo un poco; unos me enseñan a consonar la músi- ca, otros a acrisolar la emoción. Nadie tiene la última palabra y eso ensancha y prolonga el camino del arte.

Incluido en numerosas antologías, Faílde obtiene, entre otros, los premios Juan Alcaide (1978), Ciudad de Algeciras (1991), Miguel Hernández (1993) y Antonio González de Lama (1994). En mayor o menor medida, vienen a reconocer una vasta poética, que inclu- ye los siguientes títulos: Materia de amor (1979), Oficio y ritual de la nueva Babel (1980), Cinco cantos a Himilce (1982), Ese mar de secano que os contemplo (1983), Patente de corso

273 (1986), De lo incierto y sus brasas (1989), Rosas desde el Sur (1992), Cuaderno de experien- cias (1993), El corazón del agua (1994), Náufrago de la lluvia (1995), Manual de afligidos (1995), La noche calcinada (1996), La Cueva del Lobo (1996), Elogio de las tinieblas (1999), Conjunto vacío (1999). Desde Patente de corso, que es el primer libro que publica tras fijar su residencia en Algeciras, Domingo F. Faílde rompe sin estridencia con su obra anterior para adentrarse en un estadio de madurez. Su poesía anterior, desde mediados de los 70, se caracterizaba por una fraternidad cómplice respecto a la llamada generación de la palabra y sus primeros títu- los constituyeron aproximaciones hacia la perfección de un estilo y de un discurso, que es lo que lograría más tarde. De entrada, Faílde no compartía, en sentido estricto, la misma estética que los novísimo, pero sí una atmósfera, una intención, una sugestiva voluntad líri- ca que le fue alejando de los escarceos sociales de la época para adentrarse en la introspec- ción sentimental o en una elegante melancolía andalusí, valgan por casos. Pero es a partir de Patente de corso cuando Faílde, sin renunciar a tales postulados de partida, perfila su timbre, afina su voz y transmite todo un alegato de belleza y escepticis- mo. Ese es su discurso, ése es su íntimo compromiso, como individuo y como escritor. Para ello, hereda en buena medida el acento del 98, pero esta vez no es España la que duele sino un estilo de vida, una forma de civilización que va pereciendo entre ideologías y religiones en perpetua situación de naufragio. Aquí, por encima de la sombra novísima, comparece el lector de los clásicos: epigramático, irónico, audaz y sensible. "Las palabras de Domingo Faílde separan el conocimiento sensible del conocimiento racional, incluso, las dos formas de conocimiento, del extraño misterio poético", distingue Fanny Rubio quien arguye que Faílde es "un post que puede ser un pre", en relación a la escuela novísima. Como colofón a la trilogía que principia con Náufrago de la lluvia, prosigue con Manual de afligidos y muere con La noche calcinada, José Antonio Sáez escribirá:

El poeta asiste, pues, como en una visión alucinatoria o futurista, a los pai- sajes de la devastación y el caos, de la desesperanza y la desolación. Desnuda sus dolores y los entrega al verso en un acto de donación sin límites: lo que ha sido su vida, lo que es, lo que presiente que será en el tiempo que le reste por venir (...) Parece como, si de una vez por todas, el poeta hubiera aceptado y asumido el pasado, los fracasos y frustraciones que toda existencia conlleva, y se dispu- siera, finalmente, a construir el futuro sobre esas cenizas humeantes de ´La noche calcinada´.

274 Pero "el mundo en descomposición", según Antonio Enrique, seguirá siendo la secuen- cia obsesiva de su poética, hasta Elogio de las tinieblas, en cuyas páginas, según Francisco Morales, "la lírica doliente y elegíaca de Faílde aspira a la luz desde las sombras". A juicio de Enrique, la última entrega lírica de Faílde, Conjunto vacío, constituye un "libro reposa- do, aunque audaz, provisto de un temple encomiable en sus imágenes. Se aprecia un pro- ceso severo de decantación".

Su obra –añade—surge del silencio, como el musgo del frío y de la lluvia. No es verdad que el hombre anónimo – ese que pasa como sombras por la calle—sea feliz ni es más sabio ahora ni lo será mañana. Alguien ha de decir que todo esto es una impostura. Que la cultura no puede ser cómplice de la ignorancia. Faílde lleva años dejándonos una obra estricta, exacta, lúcida, aunque cordial y sentida- mente humana. Yo profeso adoración a su persona y admiración por su obra.

Exquisito prosista, Domingo F. Faílde demuestra un buen acento periodístico en sus columnas para Europa Sur, dentro de las secciones Tinta fresca y El correo del Estrecho. Su única incursión en la narrativa se titula Flor de lis y se trata de un relato que mereció el pre- mio Ciudad de Algeciras en 1992.

7.7.- FEMENINO PLURAL

A la tarea editora de Domingo F. Faílde, se debe la primera publicación de la escritora algecireña Soledad Iranzo (Algeciras, 1964). Se trata de Vigía de tarde, un texto que apare- ce en Cuadernos de Al-Andalus, en 1988, con un breve pórtico de Carmen Conde:

No la conozco. Ha llegado súbitamente por medio de sus versos. Es joven y, como siempre, habla de tristezas y esperanzas, más o menos ansiosas por colmar lo no vivido aún, tan exigente. Le duele todo lo que no ha recibido todavía y, se realizará ... o no. Es una ventana recién abierta por unas manos que quieren coger besos desde el aire. El amor, esa tempestad que alimenta la ilusión, imprega sus palabras. Ella, la juventud, desea que sean oídas porque son suyas. A veces, duda, y entonces, se afirma con vehemencia. ¿Cómo no serán recibidas si pertenecen al cráter de suavísima explosión? Basta entregarse a la lectura de su poesía, para par- ticipar del fuego.

Licenciada en Filología Hispánica por la Universidad Complutense, cursó estudios de Lengua y Cultura Arabes en el centro Al-Shabbi de Madrid, ciudad en la que fijó su residencia.

275 Inmaculada Visuara (Algeciras, 1955) ya venía publicando sus poemas desde mediados los años 70, tanto en las páginas de Bahía, como en Flor de tintero y otras publicaciones. Su libro Volar muy alto reunió a mediados de los 90 buena parte de su producción lírica. A su juicio, la poesía tiene mucho de estudio y autoanálisis: "Sabía que tenía que poner en orden muchas cosas, incluso los miedos. Proyecto lo que escribo pero hay que trabajarlo".

En 1991, se establece en Algeciras la escritora navarra Julia Guerra (Pamplona, 1953), con una amplia producción lírica: Testamento de lunas (1983), Los hijos de la sombra (1986), Cárcel de la memoria (1991) y Al viento (1996), promoviendo en Algeciras la Asociación Cultural Misipayi, en 1999.

También la fecha de 1991 sirve como punto de partida para las publicaciones de Paloma Fernández Goma, nacida en Madrid, en 1953, pero residente en Algeciras, quien se estrena como autora de versos con su libro El ocaso del girasol. Casada y madre de dos hijos, ejerce el magisterio y es colaboradora habitual de varios periódicos y sus artículos literarios han recibido, de hecho, el reconocmiento de un premio promovido por el Instituto Andaluz de la Mujer. A esa primera entrega poética, le seguirá dos años más tarde la aparición de Calendas y, en 1996, Paisajes íntimos, así como los cuadernos Las flores idílicas (1998), Laberinto de amor (1999) y Sonata Floral, Premio Victoria Kent en 1999. "Fernández Gomá –quizás afortunadamente para ella--, no se ha dejado embaucar por los sones de los olifantes de los movimientos líricos. Paloma está en su propio centro. Gracias a su actitud no ha seguido a nadie, salvo a la tradición y a su propio albedrío; es decir, que escribe en libertad de modos, modas y formas", atina Francisco Peralto. En el año 2000, ve publicado Senderos de Sirio, tras recibir el I Premio de Poesía María Luisa García Sierra: "Convendría poner de relieve –anota Rafael Soto Vergés—la ´con- ciencia espacial´ con la que Paloma Fernández Goma sabe tomar actitud, frente al pedes- trismo y prosaísmo circundante". "La poesía –sostiene ella—es algo propio del alma humana, porque todos tenemos una parte sensible que sólo algunos proyectamos y exteriorizamos a través de los versos".

Otras escritoras que contraen domicilio en Algeciras son la gallega Chus Feteira –Poemas transoceánicos, junto a Rubén Pérez, y A ti, Baelo son dos de sus títulos– y Paqui Galán, natural de Los Barrios, quien se incorpora al grupo literario Yaraví, como también hizo Marilén Cosano, a la búsqueda siempre de esencias íntimas y espirituales.

276 7.8.- DE YARAVÍ A CÓNCLAVE DE NÁUFRAGOS

Yaraví es el grupo que, a partir de 1990, promueve Juan Emilio Ríos, en Algeciras. Nacido en esta localidad, el 14 de mayo de 1966, es licenciado en Filología Hispánica en la Universidad de Cádiz y dirige la revista que lleva el nombre de dicho grupo, al tiempo que colabora en otras publicaciones como Azahar, Pluma Libre y Desigual o Nirvana Populi. Entre sus libros, figuran el cuaderno Las piezas del Tangram (1997), junto a Enrique Pérez Carmona, El stress de la bailarina (1998) y Pangea (1998)–en los que Domingo F. Faílde cree encontrar huellas del creacionismo de Vicente Huidobro--, pero también los ensayos El alcohol en la literatura, la historia y la publicidad o Haiku, temario de lengua espa- ñola. Su última comparecencia poética se titula Serendipidad y ha aparecido en la colección "Bellasombra", de Benalup.

"Yaraví fue mi tercera tentativa de sacar a la luz una revista literaria y la primera que logró plenamente sus frutos pues los dos intentos anteriores resultaron desalen- tadores", relata. El nombre de la revista proviene de un tipo de poema precolombino, originario de los indios quechua. Su primer número aparece en febrero de 1991: 43 páginas encuadernadas con canutilllo y sin ilustraciones, salvo la portada , obra de José Carlos Ríos. Junto a él, desde los orígenes de dicha asociación, figura María Angeles Ramírez (Algeciras, 1966), autora de la separata De sombras y plenilunios. Les escoltaban José Antonio León, como diseñador, y Jesús Garesse. Su contenido incluía aportaciones de los alumnos de BUP de la zona. En la actualidad, prosigue su labor, extendiéndose a otras publicaciones, como Cimmeria y reuniendo, entre otras colaboraciones, las de Pablo Terencio, Pedro Ortega, Miguel Vega, Carlos Martínez, Conchi Galera, Enrique Martínez, José Javier Fernández Pozo, Maríen Ribes, Salvador Simoneta, Cristina Garcés, José María de la Cruz, Andrés y Felipe Blasco, María Isabel y Toni Ramírez, Rafael Ruíz, Ricardo Sánchez, Ireneo Ruíz, Fermín Pinteño, Alberto Perales, Pedro Ortega, Charo Almenara y otros. Entre los cola- boradores de Yaraví, figurará también Stewartd D. Mundini Galán, nacido en Venezuela en 1980, pero vecino de Algeciras, desde el año siguiente. Su primera publicación se titu- ló Paleta de pintor y apareció en 1997. En el año 2.000, Juan Emilio Ríos reúne para la Universidad de Cádiz una Antología Urgente de la Joven Poesía Campogibraltareña de final de siglo, en la que se incluye a sí mismo, junto a Gaspar Cuesta, César Aldana, José Angel Cadelo, Ismael Cabezas y José Antonio Sánchez Espinel. Se titula Cónclave de náufragos y es el resultado del proyecto "Poesía joven para un nuevo milenio", premiado en el VI Concurso de Iniciativas Culturales de la Universidad de Cádiz: "Aunque sus orientaciones estéticas no sean uni- formes, los seis jóvenes poetas comparten unas mismas influencias porque así les ha toca- do", advierte la escritora tarifeña Ana Núñez Mesa.

277 En dicha obra, figura José Angel Cadelo (Algeciras, 1969), quien estudió Derecho en Granada. Incansable viajero, de entre su obra descuella el ensayo Miguel d´Ors y los bachi- lleres del siglo XXI (Pamplona, 1995), así como sus libros de poemas Atico en París (1993) y Sombras, elementos (1999). Su poética, según Domingo F. Faílde "no es fruto de la casua- lidad ni consecuencia de la improvisación".

Su lenguaje, deliberadamente salpicado de palabras y expresiones de registro coloquial, hace un guiño a las modas, en tanto la sintaxis y la propia estructura de los poemas delatan al poeta que ahonda en el estilo y no se conforma con recursos trillados. En el plano del contenido, más que cultura urbana hallaremos una seria aproximación a esa interculturalidad que, poco a poco, va ganando terreno en el mundo civilizado, cuyo correlato ético se manifiesta en discursos soli- darios o en poemas de amor, que es otra forma, acaso la única forma de ser libre.

Al margen de estas publicaciones, parecen situarse otros autores algecireños, como Oscar Carrasco (1978), que madura su propia voz antes de publicar sus primeros poemas, o el periodista Juan Francisco Hidalgo (1973), autor de una apreciable primera entrega poética, bajo el título de Abualeq.

Rodolfo Velázquez (Sevilla, 1947, pero residente en Algeciras desde hace veinte años), publica tardíamente sus primeros versos, en el año 2.000, bajo el título de Calados de tu sombra, fruto de sus largas lecturas de Evtuchenko, Eluard, Valery, los simbolistas, la gene- ración del 27, pero también Salvador Espriu o Justo Jorge Padrón.

Mención aparte merecen otros autores de tono populista, como el malogrado Carlos Muñiz, Juan Felipe Simón, Miguel Lozano Tello, Manuel Fuentes (Versículos proféticos y apocalípticos, 1990) y Francisco Javier Román (Escritos de mi alma, 2000).

7.9.- HABLANDO EN PROSA

La obra de Luis Alberto del Castillo (1940) se mueve a caballo entre la poesía, la narra- tiva y el ensayo. Licenciado en Derecho y con grado en Geografía e Historia, profesor y director del Instituto de Estudios Campogibraltareños, durante su primera etapa, ha publi- cado un libro de poemas, bajo el título de Octaviana de Gades en Baelo Claudia (1994), así como sus obras poéticas completas, bajo el título de La torre del silencio (2.000), con pró- logo de Domingo F. Faílde, quien insiste en que se trata de una poética personal y difí- cilmente clasificable, que ha conocido una posterior secuencia con Mercado de esclavas (Benalup, 2.000).

278 En cierta ocasión –escribe Juan Emilio Ríos--, llevado por mi desconoci- miento y por mi precipitación, escribí que la poesía para Luis Alberto del Castillo era una dedicación menor. ¡Cuán equivocado estaba! Desde el momento en que el propio Luis Alberto me comentó cariñosamente que para él la poesía no era ni mucho menos algo secundario sino una de sus grandes pasiones y de que su obra poética era ya muy voluminosa y fecunda, me dediqué con avidez a buscar poe- mas de Luis Alberto con un interés inusitado,

observa a propósito de estos libros o de los ocho poemas de Dicterio y maldición. Agitador cultural, obtiene el premio poético Ciudad de Tarifa de poesía, en 1992, con Rubayyat desde la otra orilla, pero también el Premio Nueva Dimensión de Relatos de Ciencia Ficción y Fantasía de Barcelona, por Mónica y Marie, siendo finalista de otros pre- mios de narrativa como Ciudad de Algeciras (La última playa de Clara Ibáñez) y Angel María de Lera (La Torre de Hueso junto al mar.) Cofundador de la revista Acta Universitaria, tiene publicados una treintena de relatos en dicha publicación, "Contraluz", "Nueva Dimensión", "Uribe", "Cucarrete" y otras. Su nombre se incorpora a la antología Café Negro, de narradores campogibraltareños, que la Diputación de Cádiz publica en el año 2.000, con la presencia de otros autores alge- cireños ya mencionados (Juan José Téllez, Juan Luis Romero Peche, Manuel J. Ruiz Torres), los linenses José Villalba, Manuel Barro y Miguel Guerrero, así como el sanro- queño José Reyes Fernández. Completan la selección José Eduardo Tornay, Federico Fuertes Guzmán y Santiago Polo, todos ellos vecinos de Algeciras. Cacereño, establecido en Algeciras donde ejerce como profesor de inglés, Santiago Polo ha ejercido la crítica cinematográfica y musical. Premio Juan José Relosillas, de la Asociación de la Prensa de Málaga, su relato Cuando se pone el levante fue fina- lista del "Ciudad de Algeciras". En su obra, cabe el lenguaje cinemato- gráfico, el de la novela negra y ecos de la picares- ca. Es un lenguaje vivo y una construcción narrati- va de casta que logra man- tener a veces un ritmo endiablado. LUIS ALBERTO DEL CASTILLO, NARRADOR, POETA Y ENSAYISTA.

279 José Eduardo Tornay (Algeciras,1968), se licenció en Derecho así como en Ciencias Políticas y Sociología, ha publicado relatos, artículos y entrevistas en diversos medios, así como una recopilación de textos, A la sombra de los bloques (2.000), anteriormente apare- cidos en el diario Europa Sur. También obtuvo varios premios literarios. Profesor de inglés, Santiago Polo es cacereño, crítico de cine, comentarista de jazz, habiendo obtenido algu- nos premios a escala estatal, al tiempo que incurre en el guión cinematográfico. Pero de entre ellos, es Federico Fuertes (Algeciras, 1964) el que mantiene una prolongada presencia literaria en la ciudad, desde finales de los años 80. Así se define:

No le gusta el fútbol, ni los bailes, ni el carnaval, ni el flamenco, ni la músi- ca de guitarra, ni la semana santa, ni la moral cristiana, ni la ética kantiana, ni salir de noche, ni la leche hervida, ni Cervantes, ni los toros, ni los tejidos sinté- ticos, ni la aldea de Almonte, ni el principio de no-contradicción de Aristóteles, ni la calvicie, ni los perros. Inventó, junto a Luis Maraia, los libros de pared, para mayor gloria de la ciudad de Algeciras. Recientemente ha creado la Asociación de Amigos de la Literatura Rusa.

Los libros de pared constituyeron una iniciativa de Fuertes y Maraia, junto con publi- caciones alternativas o minimalistas –o de ambas condiciones—como El hombre de las cua- tro eses, aparecido en Ediciones LSM. Licenciado en Filosofía por la UNED, es coordina- dor literario de la revista La Fundación y ha publicado textos en Ficciones, Almoraima, La Galería, Así Roithamer, al tiempo que el Diario de vacaciones de Pela Janela y algunos de los relatos de Los cuatrocientos golpes, fueron publicados por entregas en el diario Europa Sur. En 1994, recibió el premio de narrativa Gustavo Adolfo Bécquer por el libro de rela- tos Los cuatro elementos y en 1996 recibe el premio Ciudad de Algeciras de novela corta por La Reina de Inglaterra. Este premio, creado en 1986 por el Centro Andaluz, bajo la presiden- cia de Patricio González, abrió las puertas a una nueva forma de entender la narrativa local, con títulos como Señora Melancolía, de Juan José Téllez o La conquista de Túnez, de Antonio Torremocha. FEDERICO FUENTES Y LUIS SÁNCHEZ MARAIA, JUNTOAUNODESUSLIBROSDEPARED.

280 Nacido en 1954, Antonio Torremocha es historiador y, como tal, autor de nume- rosas investigaciones de dicho género, entre las que destaca Algeciras, entre la Cristiandad y el Islam (1994), así como una Historia económica del Campo de Gibraltar (1989), en colaboración con Francisco Humanes.

Como narrador, publi- ANTONIO TORREMOCHA COMPAGINA LA HISTORIOGRAFÍA CON LA NARRATIVA. ca diversos relatos y obtiene el citado premio, en 1990, un año después de haber recibido el tercer premio del Certamen Angel María de Lera, por su obra El sexto sello. El primero de dichos textos fue saludado por Domingo F. Faílde, como un relato del Estrecho:

A sus volubles ondas llega el pícaro Juan Valenzuela, heterónimo de Vicente Espinel, procedente de Ronda, su ciudad natal, tras un pintoresco viaje por tie- rras de Gaucín, Jimena y Castellar de la Frontera, hasta la espantable montaña de roca gris sobre cuya empinada ladera se asienta la ciudad de Gibraltar. Allí, en compañía de otros bergantes, éstos por casta y condición, embarca rumbo a Zahara, una de las posesiones del duque de Medina Sidonia, en cuyas almadra- bas, cofrade singular de aquella desarrapada congregación, participa en la cam- paña del atún, que, en la jerga de los ladrones, tahúres, rufianes y patibularios de semejante destacamento, llamábase, con sarcástica solemnidad, la conquista de Túnez, denominación que da título al relato, inspirado sin duda en hechos his- tóricos, acerca de los cuales encontramos algunos antecedentes en el interesante estudio de Pablo Antón Solé, ´Los pícaros de Conil y Zahara´, o la ponencia de Mario Ocaña Torres, ´Almadrabas y pícaros en las costas del Estrecho de Gibraltar en los siglos XVI y XVIII´, que desbrozan un tema también investiga- do por el propio Torremocha,

apunta Faílde, quien formula un guiño respecto a la Vida del escudero Marcos de Obregón. El relato le servirá a Antonio Torremocha –a la sazón, director del Museo Municipal de Algeciras– como uno de los capítulos sobre los que construirá su primera novela, Historia verdadera del pícaro Juan Pedroche (1998), que contó con amplia difusión, dentro y fuera del Campo de Gibraltar.

281 Entre otros prosistas avecindados en la ciudad, figuran Ricardo Tejeiro –El lado correc- to–, Miguel Roure Linhoff –Fábulas del Campo de Gibraltar–, Mario Luis Ocaña –El hoyo–, José Merchán –Aquellos juegos perdidos-, Luis Carlos Gutiérrez –algunos textos publicados en Europa Sur–, Domingo Trujillo –Las columnas de Hércules. En el túnel de Gibraltar-, Manuel Pérez Narváez –Tapas literarias– o el malogrado Ernesto Montemayor –Otoño y como todas-. Autor de relatos, Germán Patricio destacará como traductor de la célebre escritora neerlandesa Connie Palmen. De buen pulso, resulta también la prosa –fre- cuentemente poética aunque publicada en prensa– de Miguel Vega.

Con El cura de Pozoblanco, en 1980, se presentó en sociedad como narrador, Antonio Holgado (Manilva, 1940, pero vecino de Algeciras desde los años 70 hasta la actualidad). Hijo de un guarda forestal y el mayor de diez hermanos, compaginó el trabajo con el estu- dio de humanidades en Granada y Málaga, así como Ciencias Empresariales. Escritor autodidacta, inicia con dicha novela una serie que él denomina Episodios de Andalucía: "un auténtico fresco novelado de aquellos años trágicos", según Luis Alberto del Castillo. La serie parece centrada inicialmente en la guerra civil española (junto a dicha primera entrega, es también el discurso que prima en su segunda obra, La huida de los malagueños, 1981), pero que luego buscarán otro rumbo con Marbella, patria querida (1983), sobre el boom turístico e inmobiliario en la Costa del Sol. Fundador del Club de Opinión Europa y de las colecciones Cuadernos de Al-Andalus, Los libros del Buen Amor y Anales del Sur, también se aproximó al teatro. Su última obra publicada se tituló Viaje de amor a Al-Andalus (1987), pero anunciaba la aparición de La noche que se acabó el mundo.

Otro narrador de sobrado interés es Angel Gómez Rivero (Algeciras, 1953), autor de artículos cinematográficos, dibujante de cómics, colaborador del Festival de Sitges e impul- sor del primer fanzine algecireño, la revista Metrópolis. Su primer libro aparece en 1994 y se trata de un excelente ensayo sobre Drácula en el cine, bajo el subtítulo de Desde Nosferatu de Murnau hasta Drácula de Coppola. Profesor de la Escuela Politécnica de Algeciras, compagina el ensayo –Frankestein pro- yectado-, con la narrativa, en títulos como Fotograma perdido, Gota a Gota, La Campana y Pentagrama. Ha obtenido diversos premios, dirigió el Aula de Cine del campus univer- sitario del Campo de Gibraltar y dirige en la actualidad la revista Crisol, una guía del ocio de esta comarca. Sus primeras novelas publicadas, datan de 1998 y se trata de Niebla en el Cristal y Retablo de sombras (1998), cuya acción transcurre en Algeciras: "Se advierte claramente que Gómez Rivero es hombre de cine, y que su imaginación fértil ha bebido incansablemente en las fuentes fantásticas del cine de terror. La obra de Edgard Allan Poe se deja entrever también en algunos sutiles matices de la novela", avisa Cristóbal Delgado.

282 7.10.- JUAN JOSÉ TÉLLEZ

Un capítulo dedicado a la cultura y a la literatura algecireña en la segunda mitad del siglo XX se habría quedado cojo sin la figura y la obra de Juan José Téllez Rubio, autor del capítulo que en estos momentos se encuentra ante la mirada del lector. Un exce- so de profesionalidad, muchas veces expuesto, hace que al autor no le guste hablar, ni escri- bir, sobre su propia obra. Postura, por otro lado, encomiable y digna del mayor respeto. Pero desde el punto de vista de la objetividad, que es, entre otros, el que debe preocu- par al coordinador de este libro, dejar fuera de él a la figura de Téllez hubiese sido, además de un error de bulto, permitir la existencia de un amplio vacío en el panorama de la cul- tura y la creación algecireña de la segunda mitad del siglo XX, en la que Juan José Téllez ocupa un papel relevante, ganado a pulso. Por ello contando con la inestimable ayuda de Domingo Faílde, y con su autorización, el coordinador de esta obra se ha permitido extraer, de una amplia reseña publicada por Faílde en el desaparecido suplemento cultural La Isla, que dejó de publicarse en Europa Sur tiempo ha, y del prólogo, realizado también por Faílde, a Melodías inolvidables, primera antología de textos de Juan José Téllez, ilustrada por Guillermo Pérez Villalta y editada por el IECG, los datos que pretenden ser una biografía literaria, sin la cual este panorama cul- tural quedaría incompleto. Nacido en Algeciras en 1958, la obra de Juan José Téllez se inicia en los años de la Transición Democrática, publicándose sus primeros trabajos en Cádiz en 1978. Sobre su obra escribe Domingo Faílde:

Sus primeros poemas, en efecto, un pequeño cuaderno, aborrecido de su autor y titulado Historias del desarrollo (Cádiz, 1978), apenas nos permiten pre- sentir un estilo, pero marcan el punto de partida de una coherencia, entendida como capacidad de respuesta individual a estímulos concretos, de manera que aquellos, al diversificarse, puedan reconocerse, identificando al autor, que, en Crónicas urbanas, un año más tarde, comienza a templar voz, su voz, rigiendo los destinos de su obra. [...] Ese espíritu juglaresco, evidente en Medina y otras memorias (1981), habita los rincones de la Ciudad sumergida (1985) del poeta, un texto capital en la biblio- grafía de su autor, que fue catalogado como neosentimental, y lo era, en cierto modo, si por tal entendemos la preeminencia de lo urbano, la disolución del yo y el tono narrativo de los poemas, aunque es verdad también que Téllez inter- preta, elabora, recrea aquellos conceptos, insuflando a la nueva estética un sello personal. Bambú (1988), aunque incide en no pocos planteamientos del libro anterior, introduce elementos que delatan una indudable voluntad de estilo y una cosmología diferente.

283 En Ciudad sumergida, con sus inevitables detritos, que sirven de soporte a la cultura de los mass media, se cierra un ciclo. La ciudad no es acaso aquel santua- rio de la libertad que, en los siglos XIII y XIV, se alzaba con orgullo frente al poder feudal. Mas la moderna urbe se ha convertido en una ratonera, atrapando a sus moradores en una red mortal. Esta trampa alienante les arrebata su identi- dad, uniforma sus hábitos, encamina el sentido de la existencia hacia una pro- ducción que esclaviza a los individuos, dejándoles tan sólo una vaga memoria del origen, por cuyo ventanuco es posible escapar. Y eso es Bambú: un portillo, en busca de la inocencia perdida. Sin embargo, la aventura que se propone al lector es de naturaleza intelectual. No queda ya en el mundo ningún enclave virgen. Únicamente el cine, la literatura y -cómo no- la música, ofrecen paraísos aún incontaminados, cuya conquista constituye un riesgo individual, y es preciso afrontarlo para rescatar la propia condición de per- sona. Se emprende, de este modo, un viaje fantástico, un recorrido por la memo- ria colectiva, en busca de un oasis donde permanecer: la mítica Volúbilis roma- na, los mares de Salgari, el exotismo de Ispahán, sugieren un espacio, pero tam- bién un tiempo, a la vez que requieren una multiplicidad de registros y, en suma, un lenguaje, que ya exhibe la impronta del autor. Llégase así a Daiquiri (1989), destino momentáneo de un viaje cuya meta, no hay duda, es el estilo. Su título, de entrada, es significativo, y alude, en buena parte, al cóctel estético que constituyó aquella década de posmodernidad, al sin- cretismo de la generación del autor e incluso a su propia ejecutoria literaria. En sus versos se mezclan influencias y fuentes, algunas de la cuales volverán a comparecer, más tarde, en los relatos: Amor negro (1990) y Territorio estrecho (1991); no en vano, los poemas de Daiquiri abundan en registros, desde el monólogo interior hasta la narración trepidante, con escalas precisas en la ínti- ma confidencia o en la distante reflexión en torno a una realidad que, haciendo honor al tópico, supera a la ficción. Entre las fuentes, tres, que son constantes: el cine, la literatura, la música, imprimiendo al lenguaje la exigencia de una casi absoluta libertad, cargando de significación los distintos espacios textuales. Incluidos los silencios. Para que nada falte, el poeta, consciente de que el futuro está ya, de algún modo, impreso en el presente y el pasado, incluye en el recuento, al lado de poe- mas no insertos en ningún libro, una pequeña colección de inéditos. Lo prime- ro, nos permite recuperar textos tan venerables como emblemáticos: Vasos para Omar (1982), con su exquisita reivindicación del placer, es una muestra esplén- dida. Los restantes, pertenecen a Trasatlántico y, escritos entre 1990 y 1993, continúan -me temo- sometidos a un proceso incansable de revisión y reelabora- ción, irrefutable prueba de una constante búsqueda. Y es que la juventud, la vida misma, se alejan en un barco, sin rumbo conocido: aplazada la muerte, adquiere la existencia su espacio verdadero.

284 Ésta es, en suma, como corresponde a toda obra de arte, la propuesta estéti- ca del autor. Formularla sin trampas, sin siquiera el paraguas de la duda que la esperanza en el porvenir nos abre tras cada libro, es todo un rasgo de sinceridad cuanto seña inequívoca de certeza: por cierto, cierra el libro un poema inquie- tante que, titulado Evidente fracaso literario, no alude, claro está, sino a la pro- pia literatura. Un canto a su sustancial inutilidad, que encierra, por pasiva, un decidido elogio a ese acto solitario y solidario, que vale una vida. No se puede saldar esta reseña sin una referencia, necesaria por justa, a las viñetas realizadas ex profeso para Melodías inolvidables por Guillermo Pérez Villalta, y que imprimen carácter a la edición. Es una apuesta más por la poesía, celebración al cabo de lo bello, cuyo aliento nos salva: no sé si de la muerte, pero -sin duda alguna- de la mediocridad.” Juan José Téllez ha editado, recientemente, un magnífico libro de carácter biográfico que, en palabras de Faílde “conjuga la narración novelesca, el reporta- je de prensa y la más rigurosa historicidad”, se trata, de Paco de Lucía: Retrato de Familia con Guitarra (Sevilla, 1994). En 1997 ve la luz Transatlántico, una obra de la que Domingo Faílde, antes de su publicación, definía con estas palabras: “Poemas de madurez, reflejan el dificil equilibrio entre todos aquellos elementos y actitudes que fueron configu- rándola. El discurso atempera el todo narrativo de libros anteriores y la expresión deviene más serena y porfunda”.

Juan José Téllez, tras haber sido redactor jefe primero y director después, en el diario campogibraltareño Europa Sur, sigue desarrollando su carrera periodística, en Diario de Cádiz, donde ejerció como subdirector, y Diario de Sevilla, al tiempo que alterna dicho oficio con su participación en diversas tertulias de Canal Sur Radio, o como guionista de programas para Canal Sur TV, como es el caso de “La Llamada del Sur”. También firma los guiones de algu- nas series documentales como “La vuelta a Cádiz en 80 mundos”.

Tras publicar nuevos relatos El loro pálido y una biografía de Carlos Cano, bajo el subtítulo de Una historia musical andaluza, prepara un amplio ensayo sobre los movimientos migratorios, titulado Moros

JUAN JOSÉ TÉLLEZ ENTREVISTANDO A JOSÉ LUIS CANO EN ALGECIRAS en la costa.

285 8.- OTRA CIUDAD, OTRAS COSTUMBRES

La Algeciras del siglo XX varió buena parte de los esquemas previos del siglo XIX: en 1901, apenas contaba con 15.000 habitantes y superaba la cota de 100.000 en el año 2.000. Los cambios han sido profundos y, en ocasiones, violentos. Por ejemplo, el siglo XX de la expansión de los baños de mar viene a coincidir con la expansión portuaria de Algeciras, lo que provoca la paulatina desaparición de playas como El Chorruelo o Los Ladrillos, entre otras pequeñas calas que flanquean las de El Rinconcillo y Getares, actual- mente en uso.

Claro que cierta esencia local perdura. Así, una tradición que se mantiene desde el siglo XVIII, es la de la Semana Santa. La cofradía más antigua de Algeciras es la del Santo Entierro y María Santísima de la Soledad, que data de 1.752 y cuya actual imagen titular es la del Cristo Yacente, obra del imaginero local José Román, que sale procesionalmente de la iglesia de Nuestra Señora de la Palma, junto con la imagen de la Soledad, obra de Juan Pérez Calvo.

Los desfiles procesionales de esta localidad incluyen imágenes de tanta devoción como la de Nuestro Padre Jesús de Medinaceli, una pieza que el imaginero sevillano Carlos Bravo Nogales realizó para la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Cautivo y María Santísima de la Esperanza, fundada en 1943 y que arrastra una larga penitencia cuando procesiona cada Martes Santo junto con la imagen de la Virgen de dicha advocación.

Desde la cofradía de Jesús a su entrada en Jerusalén –la de la Borriquita, fundada en 1940—al desfile de la Resurrección, por las calles algecireñas pasean las tallas de Nuestra Señora de la Alegría –obra de Juan Santos en la reciente fecha de 1989--, Nuestro Padre Jesús de la Oración del Huerto y María Santísima del Buen Fin (ambas tallas firmadas por Francisco Berlanga en 1985), Cristo de la Columna –un nuevo trabajo de José Román para una cofradía fundada en 1945--, Virgen de las Lágrimas –talleres salesianos de Sevilla- -, Nuestra Señora del Mayor Dolor –del célebre imaginero sevillano Antonio Castillo Lastrucci y donada en 1939 por Baldomero Benítez a la cofradía de la Buena Muerte--, el Crucificado –de Luis Alvárez Duarte, datada en 1982 pero perteneciente a una cofradía, la del Santísimo Cristo de la Buena Muerte, fundada en 1939 aunque hizo su primera salida dos años antes--, o el Santísimo Cristo de la Fe –tallado por Larrea Echaniz en Bilbao y regalada en 1939 por Antonio Payá a la cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno, prota- gonizó durante algunos años y en solitario la procesión del Silencio--.

Durante los años últimos, esta tradición ha cobrado vigor, al tiempo que a lo largo del calendario, se mantienen otras procesiones que cuentan con una larga devoción. Tal es el

286 caso de la de la Virgen del Carmen, cada 16 de julio, a partir de una hermandad instituí- da en 1783, o la de María Auxiliadora, cada 24 de mayo, en torno al Colegio Salesiano. En torno al Corpus Christi, se celebra la procesión de la Custodia.

De las bodegas de enormes toneles y pasadizos hacia los muelles del contrabando, la ciudad irá conociendo cafés-cantantes, como el del Piñero, salas de fiesta como Rey Chico, El Pasaje Andaluz o Bolonia, bares donde jugar a los naipes y al dominó o contemplar las primeras emisiones por televisión, en el amanecer de los años 60. A finales de esa década, surge la primera discoteca conocida en la ciudad, El Cigarrón. Y, a mediados de los 70, abren los primeros pubs de estilo inglés, similares a los que ya existen en otras ciudades españolas: London, Cero Cero, Galería, Gaby o Chaplin serán algunos de sus primeros santos y señas.

Los establecimientos comerciales irán cambiando su orientación y formato, las insta- laciones de la feria irán variando de emplazamiento a medida que la ciudad crece. De las tiendas de ultramarinos al hipermercado de Las Palomas, pasando por almace- nes tradicionales como los de Merida y Villanueva, ya desaparecidos. De las mercerías a las boutiques de modas, de las modistillas al diseño de Enrique Velásquez, que llega a presen- tarse en Cibeles y que creará su propia marca, bajo la denominación de Di Ferollo. Si progresivamente tuvieron tirón los carnavales –celebrados desde antiguo, interrum- pidos por la Guerra Civil y recobrados en 1981--, la ciudad fue viviendo nuevas fiestas, como la de Tosantos, pero la brújula festiva siempre estuvo orientada hacia la Feria Real. La primera feria de Algeciras contó con Real Permiso para su celebración los días 1, 2 y 3 de junio de 1850, coincidiendo con un mercado de ganado. A comienzos de siglo, se cele- braba en las inmediaciones de la antigua plaza de toros de La Perseverancia, en tanto que las atracciones se establecían en el campo de El Calvario. Los alrededores del Parque de María Cristina sirvieron luego como escenario de los festejos que, a mediados de los años 60, se trasladaron al actual Parque Feria, bajo la nueva plaza de Las Palomas. Los músicos ambulantes, las actuaciones espectaculares coincidentes con los festejos, así como un especial gusto escultórico por las portadas del ferial, la cabalgata y el exorno de las casetas, constituyen los aspectos creativos de mayor interés respecto a esta fiesta, en una tradición que lleva desde Las Cariátides, de José Román, al trabajo continuado de la Peña El Pito, con la ayuda eventual de Helmut Siesser y de otros artistas plásticos de la localidad. También registra mudanzas la industria del entretenimiento, desde los bares a las salas de fiesta y teatros de variedades. Entre estos últimos, hubo al menos seis, que operaron durante el primer cuarto de siglo. La escena algecireña durante dicho periodo, mediaría desde el María Guerrero, en la calle Ancha, y el Variedades –que estaba en el parque de María Cristina, construido en 1880 pero que ardió en 1912–, a El Paraíso, propiedad de José Castro, que estuvo abierto entre 1913 y 1916, en la confluencia de las calles Correo

287 Viejo (hoy, Teniente Serra) y Torrecilla (hoy, General Prim): se trataba del edificio que albergó a un antiguo pósito de grano y donde hoy se levanta la sede del Hogar del Pensionista. Historia tan irregular como la de el Kursaal, el casino-balneario que, sobre palafitos, diseñó el arquitecto Santiago Sanguinett en 1910 y que estuvo ubicado en las proximidades del hotel Cristina. Pero el primer teatro algecireño que se conoce, data de finales del siglo XVIII y estaba situado entre las calles Rocha y Ancha, propiedad de Santiago Cassingen que tras una reforma acogió al Teatro Principal, a partir de 1875. Desde 1913 hasta finales de los años 60, abrió sus puertas el Casino Cinema, que alternó las funciones teatrales con los espec- táculos musicales y las proyecciones cinematográficas. Hoy, el único teatro en servicio es el Florida –concebido en la posguerra como cine–, al margen de los salones de actos de los centros docentes y del paraninfo del edificio diseñado por Guillermo Pérez Villalta como eventual e imposible sede de la Cámara de Comercio, finalmente adquirida por el Ayuntamiento de Algeciras como futuro Palacio de Congresos. Por otra parte, a lo largo de la segunda mitad del siglo, se produce una suerte de fuga de cerebros algecireños, hacia universidades españolas, como es el caso de la Complutense, donde ejerce como catedrático Alberto Pérez de Vargas, o foráneas, como ocurre en los casos de Adolfo Sánchez Vázquez, en México, y José María Alberich o Antonio Bellotti, que han ejercido en Cambridge, en el Reino Unido. Entre otros profesores universitarios algecireños, desperdigados por diferentes distritos universitarios, descuellan Pedro Rodríguez Oliva, Manuel Sotomayor, Alberto González Troyano, Enrique Salvo, Rosa Romojaro o los hermanos Pablo Antonio y Manuel Carlos Fernández. El cinematógrafo, quizá el arte esencial del siglo XX, se conoce desde sus orígenes, en Algeciras, con proyecciones puntuales que se ocupó de reseñar Guillermo García, o con la prolongada estan- cia infantil en esta ciudad de Antonio Moreno, quien luego se reveló como uno de los princi- pales actores del cine mudo. A lo largo de varios años, Carlos Fernández ha ido desbro- zando diversos aspectos de su vida, desde sus duros comienzos andalu- ces que le llevan desde Sevilla a Gibraltar, hasta TEATRO MUNICIPAL FLORIDA

288 su desembarco en la meca del cine. Allí, protagonizó una fulgurante carrera cinemato- gráfica en Hollywood, donde compartió estrellato junto a Greta Garbo, hasta que la lle- gada del sonoro le convirtió en actor de doblaje. Entre cines de invierno y de verano, Algeciras vería abrir y cerrar salas o terrazas, en un itinerario sentimental que llevaba los nombres de Florida, Almanzor, Fuentenueva, España, Mirador, Terraza, Avenida, Delicias, Alegría, Sevilla y muchos otros, en una secuencia que va desde el antiguo cine de Las Latas hasta las efímeras instalaciones del Cine Lis o de los minicines Magallanes y Baluarte, finalmente vencidos por los multicines Las Palomas, la única oferta cinematográfica actual, con seis salas operativas. La ciudad serviría también como escenario cinematográfico de numerosos filmes, entre los que figurarán, ya a partir de los años 70, algunos realizados por cineastas locales, como Manuel Carlos Fernández (El mar, la mar, Blas Infante, un nombre, un ideal, Fermín Salvochea, visto para sentencia), Carlos Guerrero (numerosos cortometrajes divulgativos) o Juan Luis Romero Peche (con su solitaria e insólita obra No importa cómo, un singular corto en blanco y negro).

9.- EDUCACIÓN

Del Colegio de Gramática y Latinidad abierto en el Convento de la Merced por la Fundación del Capitán Antonio de Ontañón, se pasará a un primer instituto local, que impartiría clases entre 1849 y 1955. En 1866, el Ayuntamiento otorga autorización al pro- fesor Antonio Armenta para abrir un colegio donde se cursase el primer ciclo de la Segunda Enseñanza con arreglo al Real Decreto de 9 de octubre de 1866, según recuenta José Juan Yborra, quien también reseña la apertura del colegio de Nuestra Señora de la Palma, en 1877:

Esta situación –añade-- es muy similar a la que se mantendrá hasta bien entra- do el primer tercio del siglo XX, con la pervivencia de algunos de los colegios men- cionados a los que se deben añadir los de nueva creación: la Academia Gómez, sita en el Callejón de las Viudas, que se especializó en la preparación de alumnos para los centros de formación militar, y la Escuela Politécnica, allá por los altos del Calvario, que sería conocida popularmente como Escuela de Don Cayo.

Se trataba de don Cayo Salvadores, profesor y concejal republicano de Algeciras duran- te el mandato municipal de Diego López Tizón. Salvadores fue uno de los abanderados de la instrucción pública local, durante este periodo, pero sería prontamente ejecutado en los amargos días de la Guerra Civil. En 1910, se instituye en Algeciras la Escuela de Artes y Oficios. Y, en 1929, se restitu- ye el Instituto Local de Segunda Enseñanza, que abre curso en el Pabellón del Casino y que

289 se trasladará al edificio de El Kursaal, en 1933. Durante la contienda civil, el centro de Algeciras pasará a depender del Instituto de Ceuta, hasta que se refunde en 1940, pasan- do dos años más tarde a un nuevo edificio en construcción, en las inmediaciones de la Plaza de Toros La Perseverancia. La construcción de numerosos colegios y nuevos institutos públicos, el traslado de la Escuela de Artes y Oficios desde su sede de la calle San Antonio al moderno edificio que actualmente la alberga, la apertura de numerosos colegios privados, marcarán la historia de la educación local hasta 1974, cuando se establece, primeramente, en la ciudad un centro asociado comarcal de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED), que hoy cuenta con 16 especialidades distintas y al que seguirá el establecimiento de una Escuela de Ingeniería Técnica, a finales de dicha década. A todo ello, se irán sumando centros dedicados a la formación profesional y escuelas técnicas de diversa índole, que propiciarán la creación de una Escuela Universitaria Politécnica, ampliando la de Ingeniería Técnica con la especialidad de Obras Públicas. Al tiempo, existe otra de Enfermería, de Estudios Jurídicos y Empresariales al socaire de la Mancomunidad de Municipios y, finalmente, un centro donde se imparte la licenciatura de Derecho, adscrito a la Universidad de Cádiz.

La mayor formación cultural de la población propicia, por ejemplo, un mayor asocia- cionismo que lleva desde fórmulas tradicionales y burguesas, como ejemplifica la Sociedad Casino de Algeciras, de finales del XIX, a entidades alternativas, como el Círculo de Bellas Artes, de tradición liberal y burguesa, o el Ateneo Libertario vinculado a la CNT o los cír- culos donde se practicaba el esperantismo o el curioso idioma Armenta, propiciado por un profesor algecireño, ya anteriormente mencionado: "Varios grupos de aficionados tenían sus manifestaciones culturales a través de agrupaciones más o menos modestas, como el grupo de teatro Linare Rivas, El Círculo de Bellas Artes, El Liceo y algunas más", escribe Cristóbal Delgado. La guerra, que supuso la desaparición de las logias masónicas y la frecuente ejecución de sus miembros, quebraría este proceso asociacionista que iría resurgiendo a medida que la represión franquista fuera permitiendo algunas fórmulas de asociacionismo.

10.- TEATRO

Fruto de todo ello y de la mano de un alcalde llamado Angel Silva, surgirá la Sociedad Algecireña de Fomento, en 1952, que presta especial atención a la difusión de la música clásica, afición predilecta de su presidente, Emilio Burgos. Pero también sirvió como cita de actividades literarias y plásticas, al tiempo que contó con un grupo de teatro propio, que

290 sería recreado a comienzo de los años 80, poniendo en escena algunas piezas originales de José Luis Rivera. Pero la tradición teatral de Algeciras arrancaba, al menos, desde comienzos de siglo, con el ya mentado Teatro de Variedades a donde acudían grandes elencos nacionales pero que, en palabras de Guillermo García Jiménez,

acogió también el quehacer ilusionado de un entusiasta grupo de aficionados algecireños encuadrados en la sociedad La Unión Artística, y los nombres de las Srtas. Almenara, Ripio y Castro, y de los Sres. Obregón, Cañizares, Morón y Saldaña, deleitaron a sus conciudadanos, en aquellos primeros años de 1900, con la puesta en escena de alguna de las obras en boga en aquella época.

Pero otros grupos de aficionados subirían a escena en dicha época. Es el caso de la Sociedad Linares Rivas, que solía ofrecer sus representaciones en el Salón Imperial o en el Pabellón del Casino, con un repertorio que incluía piezas de Pedro Muñoz Seca, Carlos Arniches o los hermanos Alvárez Quintero: "De memorable –asume García—se catalogó la actuación de este grupo la noche del 28 de diciembre de 1932, en el Pabellón del Casino, con la obra de Linares Rivas ´En cuerpo y alma´ y la zarzuela del Maestro Luna ´Los cadetes de la reina´".

Antes de la guerra civil, existieron otros gru- pos, como Talía, cuyo elenco se sumó a la agru- pación teatral del Círculo de Bellas Artes, para formar el Grupo Benavente. Con posterioridad a la contienda, no faltarán representaciones ais- ladas, como La boda de Quinita Flores, dirigida por Carmelo Cádiz, La venganza de Don Mendo, por Enrique Muñoz Arosa, y El cartero del Rey, por el Grupo de la S.A.F. que puso en práctica durante cierto tiempo la modalidad de teatro leído.

En los años 50, también arrancan carreras teatrales individuales como la de José Antonio Valdés Escuín, que llega a dirigir el célebre T.E.U., teatro universitario, y que asume la dirección escénica de la controvertida obra El triciclo, de Fernando Arrabal. Con Juan de Segarra como escenógrafo, la obra se estrenó en

Madrid, en enero de 1958, por el grupo Dido, JOSÉ ANTONIO VALDÉS EN SU DOMICILIO.

291 Pequeño Teatro, que dirigía Josefina Sánchez- Pedreño. Tres años más tarde, pudo verse en París, por primera vez en teatro comercial.

Nunca faltaría teatro en la ciudad:

Julián Martínez –enumera Guillermo García—dirigió una espléndida representa- ción de ´A dos barajas´, del padre Martín Descalzo, por la agrupación del Casino de Algeciras. Bajo la batuta de José Joya los jóvenes actores del INEMA recrearon para nuestro deleite, entre otros títulos impor- tantes, ´Edipo Rey´, con una magnífica actuación de Pepe Zarzuela, el Cuadro artístico de la A.C.A., en teatro leído, nos trajo el mensaje social y humano de ´Historia de una escalera´, de Buero Vallejo; en teatro experimental el Grupo Al-Hadra, en sendas creaciones, entusias- maron con ´García Lorca´ y ´Platero y yo´, dos bellos retablos líricos dirigidos por José BEGOÑA URIARTE, PEDRO DELGADO, MANUELA ROJAS, GUILLERMO LLULL Y OTROS INTEGRANTES DEL TEATRO Antonio Valdés... ESTABLE DE ALGECIRAS.

Pero, en Algeciras, la disciplina dramática no tomaría definitiva carta de naturaleza hasta los años 70, de la mano, fundamentalmente, de un actor llamado Pedro Delgado que tras una anterior estancia en la ciudad con el Grupo Valle-Inclán y un curioso proyecto de café teatro, creará en 1980 el Teatro Estable Municipal, auspiciado por el Colectivo del Sur y el Ayuntamiento de Algeciras. Dicho grupo con la presencia de Guillermo Llull y un amplio plantel de actores en cier- nes, se estrenará con la representación de El viejo celoso, un entremés de Miguel de Cervantes, al que seguirá un espectáculo basado en La tierra de Alvargonzález, sobre textos de Antonio Machado, o Paz y Sombra de Federico García Lorca, de Alfred Radford y Angeles Picado:

Durante este tiempo, con el esfuerzo de muchos, se van formando actores y actrices que lograrían altas cotas en sus interpretaciones. Allí concurrían profe- sionales procedentes del Teatro Independiente, de Grupos de reconocido presti- gio como el Teatro Lebrijano, el T.E.U., de Madrid o Valle Inclán, Teatro Independiente de Cádiz. Todo este bagaje sumado al que aportaban los no ini- ciados, pero sí instruídos, permitió a cometer proyectos teatrales que permanece- rían para siempre en la historia teatral más reciente de la ciudad", afirma Delgado.

292 A partir de ahí, surgirán otras formaciones teatrales, como La Algarabía –La costa tiene huevos, Entre sombras–, de José Luis Muñoz y María Eugenia Ferrera, que procedían del Teatro Estudio Lebrijano. Es el mismo espacio en el que se mueve el grupo de guiñol Meblis, o el Grupo de Teatro La Perseverancia, de La Once. En una ciudad de actores veteranos –como Manuel Bueno, que participa en diversos grupos dramáticos y en series de TV--, en 1992, se creará el Aula Municipal de Teatro, que actualmente tutela Begoña Uriarte, sin que falte una amplia tradición de teatro escolar, desde el grupo juvenil del colegio público Alfonso XI al Colegio Salesiano –con el entu- siasmo clásico de Pablo Gutiérrez--, o el del Instituto de Bachillerato Kursaal, bajo la direc- ción habitual de José Juan Yborra. La Compañía, bajo la dirección de Juan Carlos Galiana, estrena en el 2000 una versión escénica de Las amargas lágrimas de Petra Von Kant. Ese mismo año, debutará Tomateatro con la obra Por narices y Pluf escenificará todo un clásico: Ñaque de piojos y actores, mien- tras Teatro del Estrecho pone sobre las tablas una nueva interpretación de La Casa de Bernarda Alba. Junto a buena parte de estas formaciones, la escena local la completa el grupo Los Caracoles.

El ecuador del siglo XX supondrá un claro punto de inflexión en esta y en todas las poblaciones españolas. Entre el concordato con la Santa Sede, el convenio militar con Estados Unidos y la tecnocracia de los planes de Desarrollo, nuevos aires propiciarían un mayor dinamismo social y cultural, a escala estatal. Y es así que, en Algeciras, se inscribe, ya en los años 60, la fundación de la Sociedad del Cante Grande, dedicada al flamenco y que aún pervive, o la Agrupación de Cultura y Arte (ACA), cuya vida se prolongaría hasta mediados de los años 80. En esta última, especialmente, se conocería el germen de la cultura disidente que plan- ta cara al oficialismo de la dictadura, hasta la transición democrática. Su actividad princi- pal consistía en la programación de sesiones cinematográficas en régimen de cine-club. Se proyectaban películas que habitualmente no podían contemplarse en salas comerciales, generalmente en versión original con subtítulos en español. Pero el coloquio posterior a cada proyección se convertía, por lo común, en un alegato a favor de las libertades públi- cas y de la democracia formal: no en balde, fue precisamente una subida en el precio de las entradas de cine, la que propició el primer conato de huelga local en el anochecer de los años 50.

293 11.- HACIA LA REFUNDACIÓN DE LA SOCIEDAD CIVIL

La imagen exterior de Algeciras, como un confín propicio al pillaje y a la vida al salto, constituye toda una leyenda negra que perdura sobre la idiosincrasia local y que alienta una leyenda negra contra la que la clase media de esta población empieza a rebe- larse a partir de los años 60. El origen de dicho estereotipo que llevó a Rafael Sánchez Ferlosio, en 1987, a calificar a Algeciras como "ciudad corrupta y desventurada", habría que buscarlo en el fenómeno del contrabando, del bandolerismo y, muchos años después, del narcotráfico, así como en un secular abandono de la zona por parte del Estado.

Claro que esta población ha merecido otros retratos, también tocados por el don de la exageración pero desde su lado más amable, como el que formulaba Antonio Hernández en su Guía Secreta de la Provincia de Cádiz, cuando morían los años 70: "Una característica del algecireño es su competencia en los idiomas homologados internacional- mente, como el inglés y el francés. A esta facilidad une un gran sentido de la convivencia y un estilo nato con medular en la elegancia y la delicadeza".

Frente a todo ello, la reorganización de la sociedad civil, silenciada por la dicta- dura franquista, se acelera con los años 60. La Agrupación de Cultura y Arte, que promo- vió Vicente Iranzo y cuyo testigo recogerían posteriormente Alberto González Troyano, Juan José del Aguila, Antonio y Angel Luis Jiménez, Jaime Orozco, Francisco Acevedo, Francisco Moya, Luis Alberto del Castillo o Francisco Javier Núñez, tomaría como sede habitual el teatro del colegio Salesiano "María Auxiliadora", aunque llevó sus proyecciones al cine Almanzor, durante un corto periodo.

"Era un lenguaje distinto al oficial –comenta Baluarte--. La Caza, Oso de Plata en el Festival de Berlín para una película española, que nos llevaba fuera; El Proceso, aquel clima asfixiante, aquel centro de nunca acabar, que envolvía a los habitantes del pueblo en una atmósfera de impotente locura...".

Paralelamente, la Agrupación de Cultura y Arte ampliaría su ámbito de activismo cul- tural a extensiones de la muestra cinematográfica Alcances, que se celebraba en Cádiz, o a la programación de representaciones teatrales, recitales de música folk y de la llamada can- ción protesta, o conferencias que no siempre pudieron celebrarse por causa de la presión de las autoridades franquistas, cuyo absoluto ejercicio del poder adquiría un doble rasero en una comarca donde pesaba considerablemente la sombra del Gobierno Militar del Campo de Gibraltar.

294 Tras la posguerra, las únicas entidades sociales permitidas suelen ser culturales o recre- ativas. Entre estas últimas, figurarán las sociedades de caza y pesca, como "El Mero" o "La oropéndola". O peñas, a menudo taurinas, como las que llevarán el nombre de "Miguelín" o de "Pedro Castillo", pero también flamencas, como las que se dedican a Paco y a Pepe de Lucía, respectivamente. Y carnavalescas, con la recuperación de estos festejos y de las liber- tades públicas, como son los casos de "Cine cómico" y "Aguaclara".

Caso bien distinto es el de la Cofradía de Pescadores, que surge como un brazo del sin- dicalismo vertical, pero que va adquiriendo mayor dimensión reivindicativa, a medida que pasan los años, hasta su democratización plena en los años 90. En el sector pesquero, cuya importancia se devaluará a medida que entren en crisis los caladeros propios y los marro- quíes, surgirán otras entidades, que agrupan desde la Asociación de Armadores a las de Pescadores. En el ámbito empresarial, a la Cámara de Comercio, Industria y Navegación, que tendrá su sede en Algeciras, se sumará –ya en plena democracia-- la Confederación de Empresarios de Andalucía. Con la extinción del franquismo, se conocerían nuevas fórmulas de asociacionismo, desde el vecinal, que sería clave a la hora de camuflar la participación social de partidos políticos, al sindicalismo libre, emergente desde la clandestinidad a través de organizacio- nes como CCOO, UGT y USO. La primera asociación de vecinos será la de La Piñera y se crea a finales de los años 60, constituyéndose en los años 80 una federación que reúne a la treintena de entidades de este tipo que ya existirán en la ciudad y que van adquirien- do un creciente protagonismo en la vida municipal. Las fórmulas asociativas se extenderán desde las Amas de Casa, grupos profesionales, a la Sociedad Protectora de Animales y Plantas, que emprende sucesivas campañas contra la fiesta taurina, pasando por entidades filatélicas, de juegos de rol o el flamante Ateneo.

Las minorías sociales también encontrarán en el asociacionismo una fórmula idónea para la defensa de sus intereses comunes. Así ocurre con diferentes colectivos de discapaci- tados, o con la creación de asociaciones feministas como "Victoria Kent", que agrupa a las mujeres progresistas, o las que reúnen a los gitanos de diferente orientación ideológica, a partir de la primera entidad de esa índole, "Sobindoy dor caló" ("Sueño del gitano"), cre- ada en 1988.

En 1992, se funda "Algeciras Acoge", una organización no gubernamental que tiene como misión expresa la acogida, asesoramiento y protección a inmigrantes. El fenómeno de la inmigración clandestina se dispara a partir de 1988, como consecuencia de la presión demográfica provinente del Magreb y de países subsaharianos. Este tipo de organizaciones intenta amortiguar el impacto social de este suceso y se convierte en un poderoso instru- mento reivindicativo de mejoras legales o de condena de las sucesivas y numerosas muer- tes que jalonarán, desde entonces, las costas del Estrecho.

295 En el ámbito estricto de la cultura, surgen entidades alternativas, como el llamado Colectivo del Sur y la Comisión de Defensa de la Naturaleza del Campo de Gibraltar:

Casi al mismo tiempo se crean en Algeciras dos grupos que van a determinar buena parte de la vida cultural desde 1979 hasta este año, en la ciudad –puede leerse en el diario ´Area´, a 1 de agosto de 1981--. El Colectivo del Sur nace en mayo del 79 con el primer número de ´Cucarrete´ y a pesar de todo el bagaje de actos culturales que organizaron, el nuevo enfoque que ofrecieron a la cultura, lo más destacable sería, sin duda, el acercamiento que propusieron entre la cultura y las barriadas (...) En julio de 1979, hicieron su última aparición pública con un homenaje al caricaturista Andrés Vázquez de Sola que insólitamente fue una de las actividades que mejor se han llevado a cabo en Algeciras y que contó con menor presupuesto económico. Para otoño de ese año, se separaron como tal grupo. La Comisión de Defensa de la Naturaleza nace y funciona como grupo ecologista y plantea algo que hasta la fecha había pasado casi inadvertido: la cre- ciente contaminación de las aguas y las ciudades de la Bahía. Su rotunda oposi- ción a la térmica de Los Barrios y a la nuclear de Tarifa, sus críticas sobre el esta- do de las playas y la invasión de la industria hacia las aguas de la Bahía y el río Palmones cayeron también en oídos huecos y aunque no sirvieron de mucho, supu- sieron una denuncia pública que inevitablemente tenía la obligación de hacerse.

Ese último grupo propiciaría la primera Fiesta de la Bicicleta que celebraría la ciudad en el otoño de 1979, al tiempo que sufragó un cortometraje sobre la contaminación de la Bahía, obra de Carlos López. Otras asociaciones ecológicas como el Grupo Ornitológico del Estrecho (GOES), el Grupo de Estudios Ornitológicos del Estrecho (GEODE) o la Asociación Gaditana de Defensa de la Naturaleza (AGADEN) cubrirían el frente conser- vacionista que empieza a abrirse, también en esta ciudad, a partir de esa fecha. Al margen de la labor solitaria de fotógrafos algecireño como Fernando Barrios, cuyas fotografías de aves migratorias han sido publicadas por revistas de la solvencia de National Geographic, un creciente interés por la botánica y por otras disciplinas científicas y técni- cas, se suscita en el Campo de Gibraltar a partir de los años 60, con la presencia eventual de especialistas foráneos, como Betty Molesworth en Los Barrios, o como el algecireño Enrique Salvo, profesor de la Universidad de Málaga y que junto a su paisano Rafael Silva llegó a asumir una dirección general en la consejería de Medio Ambiente de la Junta de Andalucía. En 1980, Salvo promovió un congreso para el estudio de los helechos autócto- nos de Algeciras, especie insólita en el continente europeo. El Instituto de Estudios Campogibraltareños viene propiciando, desde hace años, unas jornadas periódicas de flora y fauna, cuyos pormenorizados estudios, ponencias y comunicaciones se imprimen en las páginas de la revista Almoraima. Durante la última década del siglo, un movimiento social de envergadura convulsiona- rá a la sociedad algecireña. Se trata de la coordinadora contra la droga "Barrio Vivo", que

296 bajo la presidencia de Miguel Alberto Díaz, sigue la estela de otras organizaciones de este tipo como las que había promovido en San Roque el sacerdote José Chamizo, futuro Defensor del Pueblo de Andalucía, natural de Los Barrios pero cuyo pri- mer destino eclesiástico fue el de la Parroquia de La Palma de Algeciras. Con dicha causa, que pre- ASAMBLEA DE LA COORDINADORA CONTRA LA DROGA, EN LA PLAZA ALTA. tendía hacerle frente a la existencia de organizaciones mafiosas dedicadas al narcotráfico en la zona, se comprometieron numerosos voluntarios y profesionales, entre quienes destacó el joven abogado Rafael Pérez de Vargas, fallecido en un accidente de tráfico, en enero de 1999. A lo largo de ese periodo, investigaciones judiciales como el Caso Algeciras, instru- ído por el magistrado Manuel Gutiérrez Luna, pusieron al descubierto que la corrupción alcanzaba a las fuerzas y cuerpos de Seguridad del Estado. Entidades de breve vida, como el Club de Opinión "Europa" o la asociación Derecho y Sociedad, darían paso a nuevas organizaciones, como el Ateneo de Algeciras, que inició sus actividades en los años 90 y que aún mantiene su programación puntual: nuevos cine- clubes, tertulias, grupos gastronómicos, literarios, o asociaciones y peñas deportivas, dan forma a la sociedad civil de Algeciras, relativamente plural a finales del siglo XX, aunque no llegue a cubrir del todo las expectativas que se le supone a una ciudad con su actual densidad demo- gráfica. En el ámbito de lo deportivo, al margen de dis- ciplinas menores en cuanto a la atención pública como el atletismo o el baloncesto, la historia del siglo XX transcurre entre el fútbol, en torno al Algeciras C.F., CONCENTRACIÓN DE ALGECIRAS ACOGE EN MEMORIA DE LOS INMIGRANTES MUER- cuyo principal bastión TOS EN EL ESTRECHO DE GIBRALTAR.

297 histórico fue Andrés Mateo (1918-1993, jugador del Cádiz C.F., jugó en Sevilla contra Alemania, Francia e Italia), o el baloncesto, en especial durante las tres últimas décadas del siglo, a partir del Club Picadero y de UDEA. Al tiempo que diversos colegios profesionales instalan delegaciones en Algeciras, la administración conoce un proceso de descentralización que llevará a la creación de diver- sas delegaciones especiales –incluyendo las de Información y Turismo y Cultura--. Será a finales de los años 60 y el proceso perdurará hasta 1982, coincidiendo con las transferen- cias en las competencias de la administración periférica del Estado a la administración autonómica. Surgirá un nuevo modelo de atención institucional al ciudadano, con mayor promoción cultural desde los ayuntamientos y desde la Mancomunidad de Municipios del Campo de Gibraltar, que se constituye oficialmente en 1985. El Ayuntamiento de Algeciras, desde comienzos de los años 70, venía convocando una Feria del Libro con carácter anual, a partir de una iniciativa del ministerio de Información y Turismo. A su vez, subvencionaba o auspiciaba actividades culturales o festivas, pero sin programación estable. En 1979, tras la irrupción de los nuevos ayuntamientos democráti- cos, el de Algeciras crea la delegación municipal de Cultura que normaliza este tipo de ofer- tas a la ciudadanía. En la década siguiente, se procederá a la constitución de una Fundación Municipal que llevará el nombre del escritor José Luis Cano, encargada de aglutinar todo un despliegue de actos que incluye la gestión de un teatro público, dos galerías de artes, numerosos talleres, varias líneas editoriales, la interesante revista La Fundación y una pro- gramación permanente. En la sede algecireña de la Mancomunidad de Municipios, se creará el Instituto de Estudios Campogibraltareños, al tiempo que la Sociedad Casino de Algeciras auspiciaba ya el Instituto de Estudios Algecireños. Aunque sus proyectos son similares, su alcance y la extracción de sus miembros difiere. La Asociación "La Trocha", creada en 1995, auspicia la recuperación del patrimonio sentimental de la ciudad, desde el río de la Miel al reloj de la torre de la Palma. Pero la sociedad civil algecireña también se nutre de benefactores de leyenda, como Manuel Flores Fernández, El Padre Flores, Buenaventura Morón, director del Hospital Civil, Ramón García Varo, El Chato Huertas, el italiano Agustín Bálsamo, Irene Larios y Fernández de Villavicencio, Condesa de Revertera, o personajes populares, vagabundos y transeúntes, como una lotera gitana, Agustina Jiménez Fernández, nacida con el siglo y a quien llamaron La Cagancha. Le siguen Juan García Brenes Juanillo El Zambo –en su car- net de identidad rezaba, domicilio: carretera general de Algeciras a La Línea", reseña José Antonio Valdés–; el esquilador Juan Molina Núñez Juan Chupe, o El Chato y la Bella, uni- dos hasta su muerte en el oficio de la embriaguez y de la supervivencia.

298 12.- PRENSA

Otro factor que influirá poderosamente en la formación social de Algeciras es el de los medios de comunicación, que también adquirirá creciente importancia. La prensa algeci- reña del siglo XX tiene amplios precedentes durante la centuria anterior, como ha docu- mentado Alberto Sanz Trelles en su ensayo La prensa de Algeciras (1805-1905). Y las imprentas decimonónicas fueron ricas en sucesos varios, aunque no se haya constatado que la palabra socialismo fuera escrita por primera vez en español en el periódico El grito de Carteya, periódico dedicado a la Guardia Nacional pero en el que que el fourierista tarife- ño Joaquín Abreu publicaría varios artículos. Aunque perviven publicaciones doctrinarias al estilo del reinado isabelino, el cambio de digito en los almanaques llevará parejas otras modificaciones, al hilo de los acontecimien- tos históricos y sociales de esa nueva época. Así lo explicaron los historiadores Alberto Ramos, José Manuel Fernández, Diego Caro, Alberto Sanz y José Marchena, con motivo de la exposición "Prensa Gaditana (1763-1936)", celebrada en Cádiz en 1987:

Durante el siglo XX la situación de las empresas periodísticas fueron evo- lucionando a merced de las distintas coyunturas económicas: la crisis de la pérdida de las últimas colonias de Ultramar, trajo consigo la decadencia de la prensa española que no se recuperaría hasta bien entrado el presente siglo. Ante esa circunstancia en algunas empresas se produjo la tendencia a centrar sus intereses en defender los de España en el Norte de Africa. En la provin- cia de Cádiz apareció la empresa ´Andalucía´ (Madrid, Algeciras y Jerez) que editaba en la segunda ciudad el periódico España y Marruecos o ´La Mañana, editora también en Algeciras, de el Diario de la Mañana con capital en La Línea y de Algeciras.

Si la atención informativa del mundo, estará centrada en Algeciras durante la confe- rencia internacional de 1906, el siglo comienza con la segunda época de El Porvenir y con el semanario El Campo de Gibraltar, a cuyas cabeceras siguen, en 1901, El resguardo mili- tar, El combate, La lucha—de Miguel Bianchi—y La democracia. Manuel Pérez-Petinto funda en 1903 La reforma y Pedro Marín, quizá ese mismo año, una revista denominada Algeciras ilustrada. Sólo salió un número del semanario La escoba que, posiblemente por amenazas, dejó de publicarse aunque su director, Manuel Valdivia, auspició en 1904 el periódico satírico La cataplasma, de periodicidad "semanal irregular", también conocido como El sin pelillos. Vio la luz el mismo año en que apareció El cauterio de Algeciras. El Juan Banderas y Gente Joven completan la panorámica local de comienzos de siglo.

299 En 1910, se conoce la existencia de Cantaclaro y La defensa, que volverá a editarse en 1921 como semanario independiente dirigido por Pedro Cerón Sanchís. En 1911, se publica Algeciras libre, un periódico que se dice "defensor de los intereses del pueblo" pero que, en 1923 y bajo ese mismo epígrafe, se define como "Decenario de izquierdas", bajo la dirección de Juan de la Rubia Orozco. La prensa militante, desde luego, prosigue en la brecha local. En 1912, Pedro Luz Marín auspicia La Unión, que se define como "periódico laborista del Campo de Gibraltar". Claro que, ese mismo año, asume la impresión de La Unión Ferroviaria, orga- no defensor esa vez "del sindicato ferroviario de B a A". Mientras el semanal El popular, se dejaba ver por las calles algecireñas, el rotativo España y Africa, ya mencionado, aparece como diario independiente en 1914, con Manuel L. Ortega al frente. Periódico de información y anuncios del Campo de Gibraltar y Norte de Africa: así se considera el Diario de Algeciras, que en ese año retoma la célebre cabecera de Juan B. Contilló que polemizó con The Gibraltar Chronicle por la batalla de Trafalgar y que volverá a imprimirse en 1922, bajo la dirección de Dionisio Laguía. En 1915, vuelve a aparecer El Campo de Gibraltar, como "diario liberal independiente" y dirigido por Pedro Luz Marín. Ese mismo año, reaparece El heraldo de Algeciras como "periódico decenal defensor de intereses generales" y se publica El comercio, una "revista semanal de anuncios, noticias e informaciones para nuestra población y Campo de Gibraltar", que promueve Manuel García Bazo. Miguel Puyol, uno de los periodistas algecireños que será ejecutado durante la repre- sión inmediata al estallido de la guerra civil, vela armas en 1916 en el periódico Patria y, en 1923, bautizará El noticiero. Ambos periódicos tendrán edición también en La Línea, definiendo al primero como "revista semanal ilustrada de literatura, artes, ciencias, comer- cio e información" y contando Miguel Puyol en el segundo de estos títulos con la colabo- ración de Fernando Sedeño y Miguel Bernal García. El panorama periodístico no decaerá en los años previos a la guerra: allá por 1917, cuando Miguel Bianchi se divierte con el semanario satírico El sinapismo, también se dis- tribuye el semanario independiente La opinión que conocerá una segunda etapa en 1933 bajo la dirección de Manuel García Liaño, Elías Sancho Gallel figurará al frente del diario independiente España y Marruecos. Entre 1918 y 1924, transcurrirá la vida periodística de La voz del pueblo, publicación de información general que publica José María Almela Rambla. Del primero de esos años, existen ejemplares de El lábaro hispano, al que una redacción en la que figuran Fermín Requena, Alejandro de Madariaga, Francisco Serreano Gayón, Aurelio Delgado, Pedro Cerón Sanchís y José Mateo Sanz otorgan el título de "Decano de la prensa algecireña". Mientras, Fernando Cañete aparece como propietario, en 1919, de El duende de la comar- ca, un semanario independiente. Por entonces, hubo cabeceras para todos los gustos. El Sindicato Unico de Trabajadores de Algeciras tenía como organo, en 1920, el semanario sociológico-literario Prometeo,

300 mientras que José Alvárez Sabona se responsabiliza, al año siguiente, de El transporte, defensor de los ferroviarios. Juan Partida dirige Diario de la Mañana, en 1921, un periódico de información hispa- no-marroquí y defensor de los intereses del Campo de Gibraltar, el mismo año en que Diego Rodríguez González auspicia La información. Ese mismo año, aparece El eco regio- nal, como semanario de izquierda que auspician Cándido E. Pérez y Manuel Alba Banzano. En 1922, Antonio Sánchez Sanzo saca el semanario El fomento, Dionisio Laguía publica La semana y José del Río del Val anuncia el decenario El trompicón, en tanto que Alejandro de Madariaga y José Rubio prosiguen con la edición de El Modelo, iniciada el año anterior.

Después de Regeneración, periódico fundado en 1924 por Manuel Montilla; Renacimiento, de Andrés Troyano en 1925, así como Orientación obrera y Vida nueva, ambos de 1926, algunos ejemplares o sus propios enunciados nos dan testimonio del plu- ralismo ideológico de esta ciudad en dicha época. Cuando se proclama la Segunda República, en 1931, en Algeciras se leía La prensa, pero en breve –1933--, aparecerá La protesta, como órgano defensor de la federación de sindicatos del Campo de Gibraltar, afectos a la Confederación Nacional del Trabajo (CNT), cuya responsabilidad pudiera recaer en Manuel García Liaño.

Cuando estalla la guerra civil, el único diario comarcal era El Noticiero de Miguel Puyol. Y según Antonio Checa, tanto él como varios de sus redactores "pagarán con la vida" un ofi- cio que guarda gran relación con las libertades públicas con las que acabaron los insurrectos.

El silencio de la posguerra amordarzará a las imprentas locales hasta 1959, cuando aparece el semanario Algeciras, promovido por Francisco Fernández, propietario de la imprenta La española, por el abogado Antonio Navarro y el procurador Julio Canto. Entre los redac- tores, figuró Rafael Brines.

Tres años antes, había sido fundado en La Línea el diario Area, que contó desde sus inicios con dele- gación en Algeciras, en donde se recibía puntual- mente el diario España, de Tánger, que dirigiera

Eduardo Haro Tecglen y JOSÉ VALLECILLO, VETERANO PERIODISTA.

301 en cuya redacción figura- ba Carlos Martín, avecin- dado finalmente en esta localidad. Rotativos como el Diario de Cádiz, Sol de España, Sur de Málaga, Diario de la Costa del Sol, irían abriendo sucesivas delegaciones en esta loca- lidad entre los años 60 y 1986. Entre los periodistas locales de esa etapa, figura- rán firmas como las de LAS CRÍTICAS PLÁSTICAS DE ANDRÉS SILES MARCARON UN PERIODO DE LA PRENSA LOCAL. Francisco Prieto Poza, Andrés Macías, José Vallecillo, José Luis López Garín, Fernando Gallego, Andrés Siles, Tomás Herrera y otros muchos. Mención aparte, por su curioso compromiso religioso, merecerá Arturo Gutiérrez Martín (que firma como Arguma) y que será un activo propagandista del evangelismo, mediante diversas publicaciones, tanto periódicas como librescas.

En los años 70, la revista Maestranza reconduce su preferente interés taurino hacia el ámbito deportivo. En 1980, aparecen los semanarios Algeciras, dirigido por Nacho Morate, y Estrecho, de Esteban Bravo, ambos de no más de un año de duración.

También se vieron impresas en la ciudad diversas publicaciones periódicas, pero de distinta vida. La de más larga duración se llamó Extra-Ceuta, fue editada durante dos años por el ceutí Ramón Pouso Balleto y dirigida por Lola Cañellas, con Jesús Melgar, al frente de su redacción. En 1985, se funda La Tribuna de Algeciras que, bajo la forma de un diario local, constituía una edi- ción de La Tribuna de Marbella, dirigida enton- ces por Rafael de Loma y que acudirá a la cita con sus lectores durante año

LANZAMIENTO DEL NÚMERO 0 DEL SEMANARIO «ALGECIRAS», EN FEBRERO DE 1980 y medio, contando con

302 Salvador Vivancos como responsable de redacción. Casi al mismo tiempo, se crea la cabe- cera Algeciras, que es en rigor un encarte del Diario de la Costa del Sol, dirigido por el alge- cireño Julián Romaguera. En 1989, se crea Europa Sur, un diario para el Campo de Gibraltar, del mismo grupo de Diario de Cádiz –cuya delegación algecireña había asumi- do Andrés Macías durante 18 años– y Diario de Jerez, con redacción central en Algeciras. El nuevo rotativo es propiedad de la firma gaditana Federico Joly y Cía, ocupando Juan Carlos Jiménez Laz, Juan José Téllez y Jorge Bezares, la dirección sucesiva de dicho medio, desde su apertura hasta el año 2000.

En 1998, se crea un nuevo diario bajo el epígrafe de El Faro de Algeciras Información, una empresa auspiciada por el Faro de Ceuta y el grupo Informaciones del Sur, que edita numerosas cabeceras en Andalucía. Pedro García y Ernesto Rodríguez se han turnado en el puesto de redactor jefe que se otorga al responsable local de dicha edición.

José Eduardo Tornay publica en formato de libro una inteligente serie de artículos o relatos que fueron anteriormente impresos en Europa Sur, bajo el título de A la sombra de los bloques. En alguno de ellos, rescata la peripecia de periodistas paisanos, pasados y pre- sentes, como es el caso de Manuel Ossorio, que ejerció en Madrid a comienzos de siglo. En paralelo a la prensa periódica, Algeciras conoce numerosas cabeceras de revistas especializadas y alternativas. Así, la revista poética Bahía, auspiciada por Manuel Fernández Mota, Antonio Sánchez Campos y Daniel Florido, surge en 1968 y publicará medio cen- tenar de números, perviviendo alguna de las diversas colecciones editoriales que surgen a su pairo: Bahía, Sur y Remo, Cuadernos de la Almoraima, Libros del Homenaje, Colección Mecenas, etc.

En 1978, aparece Metrópolis, un magazine dedicado fundamentalmente al mundo cine- matográfico, de la ciencia ficción y del cómic, que alcanzaría distribución comercial en dis- tintas zonas del Estado. Con vocación más marginal, aparecerá Aisira, una revista en mul- ticopista, Goma y otras publicaciones semiclandestinas. En esa misma trinchera, se inserta Cucarrete, una publicación del Colectivo del Sur que, además de cómics, poemas, entre- vistas, relatos y ensayos de distinta índole, se permite el lujo de publicar un relato de Ernest Hemigway, hasta entonces inédito en España: Nunca nadie muere nada.

Otras revistas de esta índole irían sucediéndose en los escaparates locales, como fueron los casos de Humor Sátiro (cómics y tiras de humor, fundamentalmente), La historieta, Marejada en el Estrecho (humor ácido y libertario), Kristal y distintas publicaciones apare- cidas bajo el sello de "Ediciones El Pirata". Revistas de estudiantes (Trípode, I.E.S. Isla Verde, El búho, I.E.S. Kursaal, Tetrápodo, I.E.S. Levante, La Papelera, I.E.S. Saladillo), de presos (La sombra, encartada por La Tribuna de Algeciras), literarias (Yaraví), epopeyas del cómic (Cimmeria), de partidos políticos, o suplementos culturales como La isla, en Europa

303 Sur, dan testimonio del interés algecireño por la Galaxia Gutemberg, sobre todo a partir de la recuperación de las libertades democráticas. Hoy por hoy, la revista de estudios cam- pogibraltareños Almoraima y que edita la Mancomunidad de Municipios del Campo de Gibraltar hereda y mejora la estela dejada por Carteya, que en su día auspiciara la Casa del Campo de Gibraltar en Madrid. El Museo Municipal de Algeciras edita, por otra parte, la revista Caetaria, que carece de periodicidad fija sino que aparece cada año y medio, en fun- ción de la actividad arqueológica generada en la zona. Claro que, ¿dónde situar iniciativas informativas tan atrevidas que se llevaron a efecto durante los años 80, como la video-revista que auspició Manuel Carlos Fernández o el periódico parlante que promovió, en el Casino, José Luis Romero Caramé?.

13.- LA RADIO Y LA TELEVISIÓN

La primera emisión oficial de una radio en España tuvo lugar en noviembre de 1924: Radio España, el día 10, y Radio Barcelona, el 14. Sin embargo, el invento ya se conocía en nuestro país desde el año antes. Un oficial de Telégrafos llamado José Laffarga constru- yó manualmente el primer aparato emisor de Radio Algeciras, signada con las siglas EAJ55, en 1934. Sus primeras pruebas, según recuerda el veterano locutor José Ojeda, "se realiza- ron en un edificio de la calle Cristóbal Colón, para pasar posteriormente frente a la actual sacristía de la Parroquia de Nuestra Señora de la Palma. Durante la guerra civil, que estalla dos años más tarde, la emisora será intervenida. Antonio Checa cita a la revista burgalesa Radio Nacional, para evocar los sucesos de aque- llos días:

Ante la noticia del alzamiento militar en Marruecos, el interventor de Telégrafos en la emisora y dos carabineros piden las llaves de la estación al direc- tor de la misma, Pedro Liñana, con el propósito de interferir desde ella las emi- siones de los sublevados por Radio Melilla –EAJ 9—iniciadas el día anterior. El director no tiene una actitud clara, se niega a la petición y sólo accede a dirigirse a la emisora con las tres personas citadas. Radio Algeciras se limita inicialmente a retransmitir marchas militares y no hay intervenciones ante el micrófono.

La postura de Liñana sería elogiada, a petición propia, por el teniente coronel Juan de la Cuesta Cardona, jefe de la Comandancia Militar de Algeciras a 20 de noviembre de 1936, en un certificado en el que se expresa que se negó a secundar las instrucciones de interferir Radio Melilla y de ponerse a las órdenes del Gobierno de Madrid, expresándose que desde el inicio del Alzamiento, dicha emisora "no ha cesado de funcionar, demostran- do en todo momento un elevado espíritu por la Causa Nacional, digno de todo encomio".

304 En efecto, tras la incertidumbre de las primeras horas del golpe de Estado, Checa añade que "sectores civiles en combinación con mandos militares ocuparán definitivamente la emisora, que mantendrá los micrófonos abiertos de forma casi ininterrumpida durante dos semanas. EAJ 59 emitirá los bandos militares y la información suministrada por los suble- vados". Los hermanos Rafael y Modesto Sánchez asumirían las funciones de locutor y admi- nistrador de la emisora. Un año después, quinceañero, entrará en la emisora Pepe González, que haría luego célebre el anuncio de "Caferonal". Queipo de Llano cambió Sevilla por Algeciras en algunas de sus tristemente recordadas emisiones durante la guerra civil. El escritor algecireño José Luis Cano, que estuvo preso en la cárcel de Escopeteros durante los primeros meses de la contienda, menciona entre sus compañeros de presidio a un locutor de la emisora, cuyo nombre no acertó a recordar:

Cuando nos liberaron, a los cinco meses –porque de pronto decidieron que saliéramos: no sé si fue un acuerdo con el gobierno de Franco para que las cárce- les estuvieran vacías--, cuando salió, en primer lugar, se hizo amigo del cura, del párroco, y fue dándole coba y le dijo: ´Quiero que se haga una especie de misa solemne para que celebre la salida de los presos´. Por fin, consiguió un pasapor- te para salir, con la excusa de encontrar a una hermana. Y, por Tánger, llegó a Madrid y fue uno de los speakers republicanos. Fue muy hábil.

Ante los micrófonos de Radio Algeciras, velaría armas un soldado del gobierno militar, llamado Matías Prats, natural de Córdoba. La mujer tomó Radio Algeciras con Amparo Piris Nieto, "Amparito", o María Dolores García Gamba, precursoras de otras voces feme- ninas que han ido haciendo historia hasta nuestros días. Son los casos de Juana Mari Moreno, Maribel González, Esperanza García, Lola Gurrea, María Quirós o Nuria Ramos, entre un largo etcétera. Las ondas hertzianas locales también vieron aumentar la nomenclatura de sus locuto- res, en una sucesión de nombres que incluyen los de José Ojeda Luque, Teo Vargas, Jesús Melgar, Goyo González, Juan Carlos Narváez, José María Nieto, Juan Casal, Juan Manuel Dicenta, Candido Romaguera, Begoña Curiel, María del Carmen Pérez, Isabel Sánchez, Juan Francisco Aguilera, Juan Manzorro, Miguel Romero, Juan Carlos Cobano, Matilde Hípola, Fernando Silva, Enrique Tadeo, Montserrat Fernández y muchos otros. Sin descuidar, comentarios especializados, como los de Bernardo Prado en materia taurina, o Julián Martínez, como crítico de arte. La Rueda Rato rompió, en los años 80, el monopolio radiofónico que la Cadena Ser tuvo en Algeciras, aunque la comarca contase desde los años 60 con una emisora propia de Radio Nacional de España, en La Línea. Aunque las siglas RR desaparecieron del mapa radiofónico local, las heredó Onda Cero, que utilizó inicialmente su misma infraestructu-

305 ra en la calle Monet, aun- que luego mudó sus insta- laciones a un local situado en el edificio de la ONCE, donde actualmente la diri- ge el algecireño Rafael Romaguera. y Radio Area, en el local que el diario de dicho nombre mantiene en la calle Prim y en donde se habilitó la sinto- nía de esa emisora que actualmente recibe pro- LOS LOCUTORES DOLORES GARCÍA GAMBA Y JOSÉ OJEDA, EN LA PLAZA ALTA gramación de la cadena COPE y que dirige José María Nieto. En 1989, se crea Canal Sur Radio que cuenta, desde sus orígenes, con una emisora en el Campo de Gibraltar, habilitada a su vez como estudio de televisión, con enlace permanente desde 1999: otro algecireño, Fernando Silva, la dirige en la actualidad.

Otros valores de la radio algecireña logran abrirse paso exterior, como María Quirós, que presenta y realiza el programa nocturno "Océano pacífico", de Cadena Dial; Jesús Melgar, que dirige "La vida alegre" en Canal Sur Radio o Esperanza García, quien asume la programación medio-ambiental de esa misma emisora. Pero Radio Algeciras de la SER siguió manteniendo la primacía del sector, a partir de sus diferentes sedes en la calle General Castaños, Plaza Alta y calle José Antonio, en una secuencia que media entre la dirección de Sergio González Otal, en los años 60, a la que actualmente ostenta Manuel Yélamo Crespillo. A lo largo de su historia, esta emisora ha compaginado criterios comerciales con una apuesta por la innovación, presente en progra- mas legendarios como "Akelarre", de comienzos de los años 70, o en distintos productos servidos a través de la onda media y de la frecuencia modulada. Algeciras contaba con delegados o camarógrafos de TVE, pero a mediados de los años 80, se suscita el fenómeno de las televisiones locales. Así, surgirá Tele-Algeciras, una empre- sa mixta, en la que domina el capital público aportado por el Ayuntamiento y que esta- blece su sede en un edificio singular, el que alberga al Parque de Bomberos. Tras el cambio de gobierno municipal en 1991, se crea una nueva marca para ese mismo proyecto televi- sivo, bajo la denominación de Onda Algeciras TV. Finalmente, en 1999, será inaugurada Algeciras Televisión, que toma como sede un local situado en la calle Sevilla.

306 En 1989, se funda la Asociación de la Prensa del Campo de Gibraltar, que pretende representar los intereses profesionales del sector y que toma sede en Algeciras, en un local municipal de la calle de Daniel Florido. La asociación, que auspicia la celebración de diver- sos congresos de periodistas del Estrecho de Gibraltar, realiza dos estudios de la profesión periodística del Campo de Gibraltar, en 1993 y en 1998. En este último, suscrito por Luis Romero Bartomeus:

El cómputo de todos los datos recogidos a lo largo de 1998 –propone--, nos permite realizar el retrato robot del informador o periodista medio del Campo de Gibraltar, que sería un hombre (67,6 por ciento), entre 20 y 35 años (67,6 por ciento), que trabaja en un medio escrito (47,6 por ciento), que no tiene estabili- dad en el empleo (56,2 por ciento) y no tiene titulación universitaria (51,4%).

En total –añade--, en el Campo de Gibraltar trabajan habitualmente en tare- as periodísticas, con algún tipo de relación contractual o económica estable, 105 personas. Predominan los que se dedican a medios escritos, con cincuenta casos (47,6%), seguido del medio radiofónico, con 28 periodistas (26,6%), después va la televisión, con 19 (18,1%), para después aparecer los siete que se dedican a cumplir con su tarea en los Gabinetes de Prensa existentes en la comarca (6,6%) y un caso exclusivo de dedicación a una Agencia de Noticias, que solamente supone un 0,9 por ciento.

Pero más allá de un trabajo o de un negocio, la comunicación es un ejercicio de liber- tad: "Esta multiplicidad de medios de comunicación –analiza Juan Carlos Jiménez Laz— ha venido a favorecer un estado de opinión más libre, más independiente, aunque también más crítico, en el Campo de Gibraltar".

307 14.- BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA

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313

Sumario Obra Completa

TOMO I Capítulo I El factor geográfico Angel J. Sáez Rodríguez

Capítulo II Historiografía Luis Alberto del Castillo Navarro

Capítulo III Prehistoria e Historia Antigua Maribel Gómez Arroquia

Capítulo IV Algeciras Medieval Antonio Torremocha Silva - Angel J. Sáez Rodríguez

TOMO II Capítulo V El siglo XVIII: el resurgimiento Mario L. Ocaña Torres

Capítulo VI El siglo XIX: la consolidación Juan Ignacio de Vicente Lara

Capítulo VII Algeciras siglo XX: tragedia, crisis y expansión Luis Alberto del Castillo Navarro TOMO III Capítulo VIII Arte, arquitectura y urbanismo en la Algeciras moderna Juan Carlos Pardo González

Capítulo IX El siglo XX: Sociedad, cultura y creación en Algeciras Juan José Téllez Rubio

PEDESTAL DE LA DIOSA DIANA. MUSEO MUNICIPAL DE ALGECIRAS.

PUENTE DE ACCESO A LA PUERTA DE GIBRALTAR. RECINTO ARQUEOLÓGICO SITUADO JUNTO A LA CALLE BLAS INFANTE.

PORTADA (página anterior): VIDRIERA CON EL ESCUDO DE LA CIUDAD. AYUNTAMIENTO DE ALGECIRAS. CAPILLADELA VIRGEN DE EUROPA.

DECORACIÓN DE LA CÚPULA DE LA CAPILLADELAVIRGEN DE EUROPA. SAN FELIPE. PECHINA DE LA CAPILLADELAVIRGEN DE EUROPA.

PORTADA DE LA CAPILLADELA VIRGEN DE EUROPA. ESCALERA DEL ANTIGUO HOSPITAL DE LA CARIDAD. FUNDACIÓN JOSE LUIS CANO.

LA PLAZA ALTA. IGLESIA DE NUESTRA SEÑORA DE LA PALMA.

IMAGEN DE LA VIRGEN DE LA PALMA, PATRONA DE ALGECIRAS. CONCHA DE MOLUSCO UTILIZADA COMO PILA DE AGUA BENDITA. IGLESIA DE NUESTRA SEÑORA DE LA PALMA.

PORTADA DE LA IGLESIA DE NUESTRA SEÑORA DE LA PALMA. EL HOTEL CRISTINA. FACHADA DEL AYUNTAMIENTO.

PLACA CONMEMORATIVA DE LA CONFERENCIA DE ALGECIRAS. MUSEO MUNICIPAL. LA TORRE DE LA PALMA DESDE LA CALLE JOAQUÍN COSTA. PATIO DE VECINOS QUE UNE LA CALLE TARIFA CON LA CALLE LAS HUERTAS.

AZULEJOS EN EL SALÓN DE PLENOS DEL AYUNTAMIENTO. DETALLE DE LA DECORACIÓN DEL EDIFICIO DEL ANTIGUO HOTEL SEVILLA.

DETALLE DE LA DECORACIÓN DE UN BALCÓN DE LA CALLE PRIM. DETALLE DE LA DECORACIÓN DE LOS AZULEJOS QUE DECORAN LOS BANCOS DE LA PLAZA ALTA.

ELPARQUEDEMARÍA CRISTINA. DESDE EL INTERIOR.

LA CLARABOYA DE LA CÚPULA DEL MERCADO DESDE EL EXTERIOR. LA ERMITA DE LA VIRGEN DE LOS MILAGROS.

EL PARQUE DE BOMBEROS. LA ESCUELA DE ARTES Y OFICIOS

NEORACIONALISMO EN UNA VIVIENDA DE LA CALLE JUAN MORRISON. EL AVANZADO DISEÑO DEL SEGUNDO PATIO DEL AYUNTAMIENTO.

LA NUEVA TORRE DEL ESPOLÓN EN EL INTERIOR DEL RECINTO PORTUARIO. DETALLE DE LA PUERTA DEL AYUNTAMIENTO.

Este libro se terminó de imprimir el 28 de diciembre de 2001 Día de los Santos Inocentes.

LIBROS DE LA DIPUTACIÓN DE CÁDIZ