Hercovich, In#U00e9s. El Enigma Sexual De La Violacion.Pdf
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Inés Hercovich EL ENIGMA SEXUAL DE LA VIOLACIÓN b Editorial lSiblos B ib l io t e c a d e L a s M u je r e s 396 Hercovich, Inés HER El enigma sexual de la violación. - la. ed. - Buenos Aires: Biblos, 1997. 192 pp.; 23 x 16 cm. - (Biblioteca de Las Mujeres / Mónica Urrestarazu y Olga Viglieca; 1) ISBN 950-786-155-6 I. Título -1. Mujer-Violación Diseño de tapa: Horacio Ossani Fotografía: Juana Ghersa Coordinación: Mónica Urrestarazu © Editorial Biblos, 1997. Pasaje José M. Giuffra 318, 1064 Buenos Aires. Hecho el depósito que dispone la Ley 11.723. Impreso en la Argentina. Impreso en Segunda Edición, Fructuoso Rivera 1066, 1437 Buenos Aires, República Argentina, en octubre de 1997. índice A dvertencia.................................................................................................... 11 Introducción................................................................................................. 13 I. Historia de un concepto esquivo ........................................... 25 Todo comenzó con el mandato de crecer y multiplicarse.......................... 27 En la antigüedad, la virtud no excluía la violación................................... 28 En el medioevo cristiano, la violación no era pecado................................ 30 En la Edad Media, una violación apropiada equivalía a un acta de matrimonio......................................................................................... 32 Entre el Renacimiento y la Edad Moderna no estaba mal violar si se hacía en voz baja y con buenos modales.............................................36 Desde el siglo XIX hasta hoy, la violación es un castigo merecido............. 41 II. La violación sexual no existe (Lo que dicen los que saben).............................................................. 55 ¿Culpables o inocentes?................................................................................... 57 El derecho establece: la ley produce el delito............................................... 58 Los abogados aclaran: “Hay delitos que son deleites”................................. 63 La justicia falla pero queda el bien................................................................ 70 Los. médicos se excusan: “Ya lo dice la ley...”................................................ 73 Los psicólogos se lamentan: “Me salen sólo conceptos éticos...” ................ 78 Las feministas denuncian: “Ser mujer es ser violable”.............................. 87 III. La violación sexual ¿existe? (Lo que imaginan las m ujeres)..................................................... 111 IV. La violación sexual existe (Lo que viven las mujeres violadas)............................................ 129 Las penas de la inocencia............................................................................ 132 Las penas de saber........................................................................................ 139 Las penas de actuar...................................................................................... 146 V. La violación sexual existe pero no se puede contar (Lo que dicen las mujeres violadas)............................................ 161 Anexo. D esfloraciones de an tig ua d a ta ..................................... 179 A Santiago, Mariano y Natalia Bilinkis A Nicolás Peyceré Introducción A lo largo de sus vidas, una de cada cuatro mujeres sufre un ataque sexual que puede terminar en violación. La cifra es constante en los países occidentales del Primer Mundo. La superan sólo México y Colombia, que ostentan más delitos violentos que cualquier otro. El hecho se extiende. El problema es grave: toda mujer corre el riesgo de formar parte de ese 25%, de manera que la amenaza actúa como toque de queda sobre su vida. Generalizado y constante, al mismo tiempo que pertinazmente desmentido, el peligro provoca un miedo subrep ticio, casi imperceptible, que llega a formar parte del ‘ser femenino’. Para protegerse, las mujeres estrechan espacios, horarios, activida des; modelan preferencias y anhelos.1 El panorama autorizó a la pionera en el tema, Susan Brownmiller,2 a definir las violaciones como actos de terrorismo al servicio de la dominación masculina. Aun cuando la vida diaria transcurra en la ignorancia de los ataques sexuales, y ello haga que esta consideración parezca excesiva, su índole y cuantía habilitan a tomarlos como asaltos en una guerra de guerrillas embozada pero activa. También lo justifica verificar el terco 1. El cincelamiento del alma femenina del que forman parte estas actitudes recibe nombres diversos: ‘hacerse femenina’, ‘ser toda una mujer’, ‘comportarse como una dama’ y, en lenguajes más técnicos y críticos, ‘proceso de socialización de género’, ‘producción del deseo de sujeción’, ‘sometimiento a la dominación masculina’, ‘colonización ideológica’. 2. Feminista estadounidense autora del primer libro sobre el tema que tituló Against our Will, un clásico publicado en Nueva York por Bantham Books, 1981. desconocimiento o el conocimiento interesado con el que todos y especialmente ‘los que saben’, o sea, los profesionales del derecho, la medicina y la psicología, colaboran en el silencio que existe alrededor del tema. De la violación sexual saben las mujeres que, bajo amenaza,' debieron entregar sus cuerpos al uso voraz de uno o varios hombres. Saben a pesar de la dificultad para distinguir qué les estaba pasando en el mismo momento en que lo que sucedía hacía estallar sus cabezas y los recursos que disponían para entender mostraban su ineptitud. Ellas aprendieron que lo más íntimo puede convertirse en un medio de pago vil para conservar la vida o evitar daños físicos quizá irreversibles. Su aprendizaje continuó luego cuando, para pensar, quisieron precisar recuerdos, buscaron palabras y tonos que refleja ran lo vivido de modo de acotarlo y pacificarse y hallaron que no sólo éstos no alcanzan sino que traicionan. Y culminó cuando tuvieron pudor y, sobre todo, miedo de hablar, presintiendo (con razón) que encontrarían oídos pobres de oficio y grandeza. Con el caos inicial y la soledad posterior se trama la mordaza que calla a las víctimas y hace vulnerables al resto de las mujeres. El problema va más allá del miedo a hablar (posiblemente compartido por víctimas y victimarios) y la mala intención o la pereza del mundo restante. Hablar y escuchar es más difícil de lo que parece. Se consuma una violación o se hace el amor: no hay reglas que indiquen una diferencia cierta en la posición de los cuerpos a tomar, ni en el sitio, la hora o el estilo de los protagonistas. Apatía y fervor tampoco resultan signos fieles: no son patrimonio exclusivo de la intimidad deseada o consen tida ni de la forzada. Ni la parquedad corporal ni el gesto brusco, ni siquiera la palabra cariñosa o la soez son elementos defini- torios: pueden quedar de un lado o de otro de ese límite que parece correrse, difuso, borroneando la posibilidad de separar el acto sexual criminal del permitido. Así describe Laura Klein3 el nudo de la dificultad que afecta a protagonistas y testigos. Para resolver este enigma con pretendida 3. La cita pertenece a un cuadernillo editado por SAViAS (Servicio de Asistencia a Víctimas de Agresiones Sexuales) en 1989, llamado “Deslizamientos en el imaginario de la violación sexual”. ‘objetividad’ la única definición disponible es la legal y ayuda poco. La misma propone que una violación tiene lugar cuando el pene de un señor penetra en la vagina de una mujer o en el ano de ésta o de otro hombre, y ello ocurre bajo amenaza o intimidación, contra la voluntad y sin el consentimiento de la parte pasiva, cualquiera sea su sexo. Así, el ‘maldito policía’ que interpreta ílarvey Keitel en la película homónima no es un violador aunque, a punta de pistola, protegido por su insignia, amenazando con detener a las dos jovencitas que usaban el auto del padre sin que éste lo supiera, las haya obligado a que, sentadas en el interior del vehículo mientras él las increpa de afuera, una se quitara la bombacha y se mantuviera en posición de mostrarle el trasero y la otra moviera la boca como haciendo una fellatio, al tiempo que él las mira y se masturba. Tampoco es un violador el marido que, luego de sofocar a su esposa con la almohada, harto de que ésta patee la pelota para adelante porque sentía terror de la desfloración, la desvirga con el mango de una escoba.4 En ambos casos hay amenaza, forzamiento de la voluntad, está enjuego el sexo. Parala ley, sin embargo, ninguno es una violación. No importa que estas víctimas compartan con cualquier mujer, reglamentariamente violada según el código, los mismos decisivos sentimientos: el miedo a la muerte propia o ajena (a veces la amenaza se dirige a un hijo, por ejemplo) o al de una violencia que deje inscripta una marca visible del estigma, humillación e impotencia, odio y asco. El problema no consiste en que las precisiones impuestas por la ley sean inadecuadas. Ocurren los hechos requeridos y ello tampoco alcanza para decir que hubo una violación. ¿Acaso no son las mujeres afectas al sufrimiento? ¿No gozan un tanto con el maltrato? ¿Por qué pensar que no consintieron? Por otra parte, ¿no las caracteriza el despecho y un ánimo vengativo? Siempre es posible que estén mintiendo. 4. Aunque el Código Penal argentino no le reconoce existencia, la violación marital es un hecho. Lo saben las mujeres que la sufren y cualquiera que encuentre inadmisible exigir el cumplimiento de una obligación contractual o una promesa (el ‘débito conyugal’ fue eliminado de la legislación) mediante golpes o amenazas a la supervivencia.