Orbita de Marta Brunet Berta López Morales

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Municipalidad de Chillán • Uni versidad de Concepción 1997 Cuadernos del BIO BIO

Augusto Parra Aldo Bernucci Reclor Alcalde

Consejo asesor: Andrés Oall ardo Osear Parra Antoni o Femández Juan O. Araya Pablo Oaete Mario Alarcón Vladimir Sánchez Alfredo Barría

Director: Alejandro Witker

Coordinador: Santiago Araneda

Diseño y diagramación: Soco P. e 1. Renacimiento Ltda.

Digitación: HildaCarriel Y.

© EDICIONES UN IV ERSIDAD DE CONCEPCION Cuadernos del BIO BIO (Obra Completa) ISBN W 956-227- 11 4-5 Cuadern o N° 14: Orbila de Marta Brwlet ISB N W 956-227- 122-6 Registro de Propiedad Intelectual W 95.438

Impreso por: Impresos Andalién Rozas 159 1 Fono Fax (41) 228773 Concepción Tiraje: 2.000 ejemplares

HECHO EN CHILE I PRlNTED IN CHILE Indice

Presentación ...... •...... •...... •...... 5

Introducción ...... 7

1. Criollismo y recepción crítica de su obra ...... I I n. Las novelas de Marta Brunet ...... 35

111 . Palabras finales ...... 77

Cronología ...... 83

Bibliografía ...... 89

PRESENTACION

Marta Brunet Cáraves es una de las grandes figuras de la cultura nacio­ nal. Nació en esta tierra hace cien años, el 9 de agosto de 1897. Es ésta una ocasión propicia para recuperar su memoria y difundir su obra entre las nuevas generaciones.

A este propósito se dirige este número de la serie Cuadernos del Bío Bío que ha creado la Universidad de Concepción y que cuenta con el auspicio de va­ rias municipalidades de la región.

La Ilustre Municipalidad de Chillán ha dado su auspicio a esta edición preparada con la excelencia de una estudiosa de las letras nacionales, que ejerce la docencia en la sede chillaneja de la Universidad del Bío-Bío, señora Berta Ló• pez Morales, a quien agradecemos su contribución a este Centenario que, espera­ mos, la región y el país conmemore como se merce la ilustre escritora.

El Liceo de Niñas de Chillán lleva desde 1972 su nombre. Es un hermo­ so homenaje. También lo tiene una población de esta ciudad. Más tarde habrá monumento para honrar su memoria. Sin embargo, nada corresponderá mejor a su significado humano y literario que la lectura de sus obras y la reflexión sobre una biografía situada en el centro de la condición de la mujer chilena.

Queda abierta la invitación a leer y a reflexionar sobre una gran escritora y una gran mujer que se alza majestuosa como uno de los mejores frutos de esta tierra, a la que la hi storia señaló el destino como capital cultural de la República.

ALDO BERNUCCI DIAZ Abogado Alcalde de Chillán

Chillán, agoSlo de 1997.

Introducción

17,'(~ . ¿~ t) MuSi (ts-~ln~

ace aproximadamente treinta años que conocí a Francina y que este 1- personaje tan próximo a mis propias vivencias con la literatura propi- ció un acercamiento casi voraz con el resto de la obra de Marta Bru­ ne!. Cuentos, novelas, noticias sobre la autora orbitaron gran parte de mi adoles­ cencia, asombrándome (no sólo entonces) el lenguaje osado y lujurioso, la sinta­ xis exacta para la duda y la certeza y, sobre todo, las imágenes bellísimas que convocaban ese mundo de mujeres sacándolo de los lugares en donde la tradición las había relegado. "Francina" fue el origen de una lectura interesada en descubrir las conso­ nancias, los tropiezos y las divergencias de un relato transgresivo de los supues­ tos que organizan, ordenan y jerarquizan el funcionamiento de la sociedad. En efecto, casi todos los mensajes subliminales de la literatura confirman la inferio­ ridad femenina, su subordinación y pasividad que la posponen en ese espacio construido para el relieve de los valores hegemónicos tales como la racionalidad, la fuerza y el poder. En ese espacio, la narrativa brunetiana surge como un pro­ yecto alternativo y fluye naturalmente para desenmascarar los otros estereotipos, el del príncipe azul por ejemplo, que bajo el disfraz del príncipe Floridor enuncia la forma sutil de la dominación. Francina niña se convierte en Francina mujer, pero al revés de lo que la lógica preconiza, no accede al mundo adu lto ni a la li­ bertad que le es inherente; al dejar atrás la infancia, el estado de indiferenciación, se fragiliza, el amor la vulnera. En este contexto, mi lectura se sitúa contra la tradición, leyendo en el mis­ mo sentido de la escritura, buscando las divergencias que explícitas o no orien­ tan el sentido de una narrativa hacia ese mundo marginado tanto por la crítica ofi­ cial como por los relatos maestros del patriarcado. Este pequeño ensayo tiene ese propósito, invita a leer y/o releer la obra de Marta Brunet a partir de las diferen­ cias con los otros relatos, o también de sus semejanzas. Cuestión de óptica, de ac­ titudes o hábitos mentales que inesperadamente, pueden ser alcanzados por la fra­ se veloz y reticente con que se desteje el vestido de Penélope. l. Criollismo y recepción crítica de su obra

nteresante resulta constatar el surgimiento del interés de la crítica por los escritores consagrados no sólo en términos de la importancia de su obra, I léase fundadores, innovadores o maestros de la narrativa, sino también por el descubrimiento de zonas inexploradas en ellas que dan cuenta de una originalidad apenas señalada, subsumida en las características de las tendencias, movimientos, es­ cuelas y/o modos literarios en que se inscriben, es decir, como la cristalización exi­ tosa de esos postulados. Esta nueva mirada crítica descubre además la vigencia o ac­ tualidad de la temática desarrollada en esas obras, porque la distancia nos permite de­ sasimos, si es posible, de las determinaciones que enmarcaban la actividad crítica y, por ende, de la recepción que las acogió al momento de publicarse. Tal es el caso de la escritora chillaneja Marta Brunet, que iniciaba la publicación de sus novelas en el primer tercio del siglo XX.

Algunos historiadores, críticos y/o antologistas de la literatura chilena, entre ellos, Ricardo Latcham y Mario Ferrero, coinciden en ubicar a la escritora en la ter­ cera promoción o tercer grupo criollista, mientras que Cedomil Ooic la incluye en el período superrealista, específicamente en la etapa de la gestación y vigencia de la primera generación superrealista'; clasificación que no hace sino revelar acaso un sitio incómodo, polémico y hasta arbitrario si se consideran las peculiaridades de la escritura de la autora. Es cierto, como lo han señalado Muñoz y Oelker, que "en el paso del siglo XIX al XX, el desplazamiento de la vieja aristocracia liberal y su actitud europeizan te, por la clase media en ascenso, educada conforme al modelo intelectual positivista de la clase en decadencia" estuvo abocada "a tomar posesión, también literariamente, de la realidad nacional"', lo que sin duda los llevó a plasmar su preocupación por destacar las peculiaridades de la chilenidad, rubricando sus características geográficas, económicas, sicológicas, sociales y lingüísticas, como puede observarse en varias obras ensayistas de la época. v. gr. Ra-

I Muñoz. Luis y Oelker, Dieter. Diccionario de movimientos y Grupos Literarios Chilenos, Concepción, Universi· dad de Concepción. 1993, pp.91-92. l /bid .. pp. 91-92

13 za chilena" ( 1904); La conquista de Chile e ll el siglo XX'; los discursos de Lui s Emilio Recabarren' ; Sinceridad, Chile íntimo' y Nuestra inferioridad econ6mica' entre otras.

En la creación literaria y en oposición a las tendencias que regulan los modelos literarios europeos, como el modernismo con su clara preferencia por los temas clásicos grecolatinos y su refinado carácter evasionista, existía una literatura que buscaba apar­ tarse de los cánones estéticos elaborados por la Metrópoli ( Europa), proponiéndose exaltar lo autóctono, "interpretar la lucha del hombre de la tierra, del mar y de la selva por crear civili zación en territorios salvajes, lejos de las c iudades' ~ . A estos escritores y a otros que derivaron hacia el naturalismo de origen francés y ruso (Zala, Gorki, Mau­ passant), los estudiosos de la literatura los denominaron criollistas, significando con este término "la creación novelesca que se refiere a las costumbres y a la vida del pueblo en el ca m po' ~ y reservando un significado más ampli o para criollismo, que encierra "la pin­ tura del hombre de América y de sus costumbres, clases bajas, medi as y altas, de ciuda­ des y campos"". En este sentido, convenimos en hablar del criollismo de Marta Bnmet, dadas las diversidades social, temática y geográfica abarcadas en sus cuentos y novelas, pero señalando que en su ad hesión al programa generacional, las propuestas estéticas del criollismo fueron resueltas en una forma muy personal, incluso desde sus primeras nove­ las: MOIlla/ia adelllro ( 1923), Bestia da/lino (1926) y María Rosa, flor del Quillén (1929)* ya que, como sostienen algunos críticos, "marcan el tránsito desde lo vemacular hasta lo uni versal , hasta la estilización artística, o porque recogen una profunda y radical experiencia humana"" .

' Palacios, Nicolás. Raza cllilellll, Val paraíso. Imprenta y Litografía Alemana de Gustavo Schafer. 1904 . • Pinochcl, Tancrcdo. La cOllq/lis/(I de Chile en el siglo XX. Santi ago. 1909 ' Rccnbarren. Emilio. Obras e,w':ogillfls. Santia go, Edil. Rccab:lrrcn, 1965.

' Latorrc. Mariano "Algunas preguntas que no me han hecho sobre el criollismo", en Memorias )' otras CO I/filien · ci{l.f.Santiago. Ed.An drés Bello. 1971.p.58 ' Durand. Fernando,"MoIIlW1t1 adentro", en diario El Mercurio. Santi ago-Chile. octub re \ . 1978 I° Lalorre. Mariano."AutobiograJía de una vocación" en Memorias ... , op. cit., p.27 . • Casi todas las citas de obras de la autom correspondcn a Brunet. Marta. Obras CO/llplews. Samiago. Edit. Zig-Zag

11 Torre de. Guillermo. "Marta Brunet y su narrativa chilena" en Tres COllceptos de la literatl/ra Ilispalloamerical/o, Buenos Aires, Edil. Losad .. , 1963. pp. 199-204

t4 Como se recordará, las perspectivas criollistas en términos de exaltar la chi­ lenidad, el paisaje, la vida rural, etc., constituyen, para muchos críticos, su propia limitación porque producen generalmente obras plenas de didactismo, descriptivas, cuyos personajes se diluyen en el relieve del mundo externo y de las fuerzas telú­ ricas; en la acentuación de lo inmediato y de lo contingente; en la obviedad de las intenciones que orientaban el proceso creativo hacia la invención de una "chileni­ dad" situada mayoritariamente en los valles del centro y sur del país". Frente a es­ ta poética explícita del criollismo, la escritora chillaneja introdujo su propia percepción del contexto sociocultural en que se insertaba y, utilizando la norma literaria en vigencia, agregó nuevos motivos junto al tratamiento de la naturaleza y del paisaje de una manera, hasta entonces, insólita y sorprendente. Al respecto, ¿cómo reaccionó la crítica de la época?, ¿aplauso o rechazo? ¿Fué capaz de captar en lo que parecía una fiel ejecución de las reglas del código, otro subyacen­ te que anticipaba a uno lejano y más próximo al de las postrimerías del siglo XX? La respuesta no es fácil ni simple si se consideran las condiciones de recepción existentes en el momento en que las obras de Marta Brunet fueron publicadas; se­ gún éstas se tiende a privilegiar algunos aspectos y se descuidan otros en función de la norma literaria dominante en la época. Es así como en MOIlla/ia adelllro, Bes­ tia daiiina y María Rosa, flor del Quillén se destacó positivamente la plasmación de la realidad rural, la idiosincrasia e idiolecto de sus personajes típicos, el énfasis en el paisaje; en suma, la capacidad de la autora para mostrar "el alma popular con sus sombrías pasiones, sus fatalidades, su poder de resistencia para el trabajo y pa­ ra el sufrimiento, sus amores silvestres y sus traiciones medio inconscientes, sus crueldades, sus venganzas y sus sacrificios generosos ... "", aunque tampoco faltó la crítica adversa que valoró negativamente aquella misma temática: "Esa gente de instintos salvajes, supersticiosa, ignorante, fatalista, más o menos estúpida, acaba por fastidiar y nos embrutece"". La contradicción observada en la valoración de las obras citadas obedece a la polémica suscitada entre criollistas e imaginistas alrede-

11 er. cila en Muñoz y Oelker. Op. cit., pp. 95-98. IJ Si lva Vildósola, Carlos. "Molltaña adentro", diario El Mercurio (Santiago-Chile), diciembre 13, 1923. *' Cruz. Nolasco. "Marta Brunet", en Estudios sobre literatura chilena. Santiago, Edit. Zamorano y Caperan Nas­ cimiento. 1940,p. 206

t5 dor de 1930 y que caracteri za las condiciones de recepción a qu e se aludía más arri ­ ba. Pero al margen de los efectos generados por la disputa entre estos dos mov imien­ tos literarios, todos los críti cos reconocieron el manejo brill ante que la autora hace del lenguaje, la concisión del estilo, "la precisión y exactitud del idioma"", la obje­ ti vidad e impersonalidad de la narración y la fuerza dramática que emana de ell as. Posteriores novelas y cuent os de la escritora recibieron una críti ca semejante, en par­ te "por el vigor con que se pl antifica a ejercer su profesión de novelista", que impi ­ de locali za rl a "en algú n lu gar preciso de la literatura chilena", pues su originalidad y vibrante persona li dad " la li gan a las más diversas tend encias qu e han dado movi­ miento a nuestra literatura"" . Y en parte, porque en el horizo nte de expectat ivas de la época no estaba considerada la mujer en su problemática o aparecía relegada a un plano sil encioso, sirviendo "como pantalla o espacio en blanco en que el hombre ha proyectado sus mi edos, deseos, fatigas O fantasías"". Por eso, no es extraño que Re­ loj de Sol, colección de cuentos publicada en 1930, recibiera una crítica si no adver­ sa, al menos errada y a veces contradictoria en sus apreciaciones; por ejemplo, en al­ gunos comentarios se señala que el autor "siend o mujer, no reivindica su sexo. Sus heroínas, casi todas, son mujeres vencid as por el hombre"", en otro que "es una obra reveladora del alma femenina. Marta Brunet ha sido leal a su sexo al dar importan­ cia especialísima ( ... ) a la mujer"" . Como puede advertirse, en el primer ejemplo se ignora el régimen patriarcal que sustenta las relaciones sociales y en el cual las he­ roínas de Marta Brunet sólo ti enen dos opciones, someterse o rebelarse. Lo que es válido en estas narraciones es el protagonismo feme nino aun si ejercen o no su dere­ cho a elegir. En cuanto al estilo impersonal de Marta Brunet, tan celebrado en sus anteriores novelas, ahora suscita un ve lado rechazo como en esta afirmación: "A lgu­ nas de sus breves impresiones y tal cual silueta estili zada hasta el maximum adquie-

1< S il va Castro. Raúl , "Prosistas chilenos jóvenes. Marta Brulle''', revista A/ellea N° 8 (Concepción-Chile) año IV, oclubre3 1. 1927. pp.272-28 1. 16 Guzmán. Nicomcdes. "Prólogo: La escritora Marta Bmllel ell [as letras chilenas" en Anlología tle el/enlOJ. San­ ti ago. Edil. Zig-Za g. 1962. pp. 7-8

11 La observación de Vilarós es una ge neralización que descri be lo que ha ocurrido con los personajes femeninos en la narrati va latinoamericana y que compartimos para upoyur nues tro punto de vista. En Vilarós, Teresa ,. Mclfi , Domingo. "Reloj de Sor', diario El M ercurio. Santiago-Chile. diciembre 28. 1930

19 Sin firm a.. "Reloj de sor'. diario El Mercurio (Santillgo-Chile). diciembre 21. 1930.

16 ren por esta virtud, una especie de rigidez voluntaria, hierática o matemática. Diríanse autómatas obedientes a una geometría interna, cuyos menores movirnjen­ tos no se apartan un milímetro de leyes rigurosamente establecidas"" o franca crí• tica en lo señalado por Melfi : "El impersonalismo en el arte ll eva, sin duda, a mirar la realidad como un espectáculo. Pero aún en el caso de una escritora, en el caso de una mujer, un grano de filosofía ni daña ni perturba, ni se ve mal. Lo que perturba es el exceso"" . Entonces, ¿cómo concili ar las expectativas de la crítica frente al criollismo, si ataca en Marta Brunet la concisión e impersonalismo que precisamente reclaman de este movimiento? Aguas abajo, publicado en 1943 y que reúne tres cuentos "Piedra callada", "Aguas abajo" y "Soledad de la sangre", tampoco obtJJvo la resonancia debida y mereció algunos reparos de la crítica sobre todo en lo que respecta al estilo de la autora: "De Aguas abajo no puede, desgraciadamente, decirse lo mismo. La concepción sigue siendo de extraordinaria fuerza dramática, y no pocas de las escenas de estos cuentos tienen el relieve necesario y preciso para que el dramaturgo las transporte a las tablas: tales son la vivacidad y el movimiento de que están henchidas. En donde falla decidida­ mente la autora es en la forma"". Lo curioso es que la Universidad de Concep­ ción , en ese mismo año confiere el Premio Atenea destinado a la mejor obra de imaginación publicada en el país, a ese mismo libro que tanto mortifica a Silva Castro" . Con la firma E.E., la revi sta Babel N° 21 de mayo-junio de 1944 reseña también esta obra destacando como un o de los mejores relatos el cuento "Piedra callada" que "finca su mérito no en la reproducción tartajosa del lenguaje aldeano, sino en el sentimiento individualísimo que se impone finalmente a sus protagonistas, a pesar del medio semifeudal en que los evoca su autora con cierta nostalgia poética de antigua patrona (con minúscul a, es

lO Díaz Arrieta, Hernán (Alone). "Reloj de sor, diari o Ul NaciÓII (Santiago-Chile), diciembre 14, 1930 :1 M elfi.op.cit :u Silva Castro, Raúl."Aguas abajo", diario El Mercurio. Santiago-Chi le. 1943. !' En el artícu lo cilado allleriormente señala: "Marta Brunel ha permanecido en silencio va ri os años e.. ) esperába­ mos que este silencio no fue ra otra cosa que la pausa necesaria para sorprendernos con una obra en la cual la autora se supera a sí mismo, y nos probara que \a vida no la había distraído del arte, s in o al revés. Romper ese silencio pa­ radarnos frases inconclusas. y siniestramente construidas. es másdeloq uepodemossoportarencalma".

17 claro)""; el tercer y último relato, "Soledad de la sangre", considerado en estudios y trabajos de análi sis literario posteri ores a su publicación como una obra maestra", obtiene un a pobre mención que destaca negati vamente aquellos elementos del relato ilustrati vo de los principios del cri olli smo, entre ell os, cierto sabor local a pesar de qu e "la búsqueda del color local por el color local, lleva ya un siglo de fracaso en Améri ca"". Al respecto, es necesari o recalcar qu e la crítica de la época se apegó de­ masiado a la norm a literari a en vigencia, insistiendo en bu scar, acentuar y/o incluso detractar los rasgos del cri ollismo que, por la fec ha de publicación, le correspondía. De este modo, la crítica fluctuaba entre la aceptación y el rechazo, sin preocuparse de la evolución de un a escritura que, aunque tu viera un trasfond o campesino, iba más all á del "color local", como puede advertirlo cualquier lector de "Soledad de la san­ gre", por ejemplo. Hasta Aguas abajo, la recepción crítica refl eja el hori zonte de ex­ pectativas del momento en que las obras fu eron publicadas; por un lado el anhelo de una literatura capaz de plasmar lo autóctono, lo propio, la chilenidad y, por otro, el de un a literatura qu e alcanzara dimensiones universales a través de otros temas, me­ nos singul ares. Las tendencias divergentes de la crítica expresada en la polémica en­ tre cri olli stas e imaginistas no se sati sfacen en la narrati va de Marta Brunet, porque el discurso brunetiano, transparente, exacto y casi matemáti co en­ vuelve otro, subterráneo, cortado, de "frases inconclusas" O más bien, construido por interrupciones, vuelt as atrás, pinceladas sueltas, etc., que ex presa una nueva sensibi­ lidad, un a visión di stinta de las relaciones hombre-mujer y, tal vez sin proponérselo, del patriarcado.

En las siguientes novelas , Humo hacia el Sur ( 1946) Y La mampara ( 1946), aparece más claramente esta concepción del mundo, que la crítica también recibe en forma más amplia. La primera de estas novelas es declarada por el Pen Club de Chile como el mejor libro del mes de enero y en Buenos Aires, el Club del Libro, a

lO E. E.: "A g ll {/.~ abajo", rev ista Babel N° 21, Buenos Aires. mayo-jun io, 1944 n Véase "Una lec tura de Soledad lle fa sangre de Marta Bruncl" de Gabriela Mora en Rev ista Est/uJios Filológicos N° 19. Uni v. Austral deValdi via. 1984 :.. Param . Ch:trl es "Soledad lle fa .sallgre: A sludy in Syrnmctry", Hispanic Rcview L I ,2. may o, 1968.

t8 través de un jurado compuesto por Enrique Amorín, Adolfo Bioy Casares, Ricardo Baeza, Pedro Henríquez Ureña y Jorge Luis Borges, le otorga la misma distinción. En general, la crítica resalta la hondura psicológica de sus personajes, entre los que sobresale doña Batilde", así como el estilo pulcro y bello en que está escrita. Sin embargo, los juicios discrepantes no están ausentes; por un lado, se afirma que Hu­ mo hacia el Sur mantiene la fidelidad al criollismo, patente en la descripción y re­ lato de "todo aquello que es típico de un lugar, donde hombres y naturaleza tienen un sello peculiarísimo"" y por otro lado, se advierte en la autora una superación de su tendencia al regionalismo literario" Indudablemente, el desconcierto de la recep­ ción se debe a un cambio en la narrativa de Marta Brunet, específicamente, en su forma de narrar, presente ya en Aguas abajo. Es así como la ruptura en la linealidad del relato, una puntuación más libre, y menos constreñida por la gramática, frases inconclusas, interrupciones, etc., indican para unos "desequilibrio estructural y fal­ ta de armonía en el ensamblaje de los personajes""', para otros, "reminiscencias proustianas"", sin reparar que el clima asfixiante y desolado que envuelve tanto a los personajes como al lector es un efecto de este lenguaje para crear una aparien­ cia de realidad, alejado de la descripción naturalista o del retrato de la realidad. Es cierto que esta percepción se impone a algunos de los comentaristas", pero desde otra perspectiva, no olvidemos que la crítica opera bajo ciertos supuestos propios de las circunstancias sociales, culturales, políticas, religiosas en que se inscriben y en esa época, con un claro predominio de criterios miméticos y pragmáticos.

La mampara, publicada en el mismo año que Humo hacia el Sur, consolida la transformación de la narrativa de la escritura, más cosmopolita y centrada en los proce-

17 Véase liBo, Victoriano. "Hwno hacia el Sur. novela de Marta Brune,", re vista Arte v CII/tura. Viña del Mar, año 1, N°], 1946. Torres Rioseco, Arturo. "Marta Brune!'", diario El Mercurio (Sant iago-Chile).marzo 16. 1958. Mo­ tina, Horado. "Humo hacia el Sur de Marta Brunet'", diario El Mundo (Buenos Aires-), junio 10. 1946.

ZI RosseL Milton. "Reencuentro con Marta Brune'" en revista Atenea W 394. octubre-dic iembre. 1961

19 Anónimo. "Humo hacia el Sur". diario La Nació" (Buenos Aires - Argentina), marzo 3. 1946 JO ¡bid.

JI Lillo, Victoriano,op. cit n Díaz, Miguel Angel "Humo hacia el Sur. Vida y obra de Marta BruneC', revista Occidellte N° 248 (Santiago­ Chile),1972

19 sos interiores de los personajes. Al respecto, la crítica -aunque escasa- fue un ánime en reconocer un a superación del descriptivismo de sus novelas anteriores"", la creación de una "realidad subjetivo - objetiva"", "una técnica y un estil o nuevos"" y una renovación "con ansias de alcanzar la perfección plena y de dar visiones inéditas de su alma proyec­ tada en el mundo tangible, en una íntima correspondencia entre el yo y el no - yo"" , que sin embargo conserva su acento americano" . La reedición de La mampara, cuarenta años más tarde (1987) por la Editorial Universitaria motivó una nueva lectura crítica ca­ racterizada por la brevedad y la insistencia en su actualidad y vigencia, sin referirse a la causa de tales afirmaciones. En algunos casos, la reedición de La mampara sirvió para comentar la biografía de la autora y para un recuento bibliográfico donde se repetían los juicios de Hugo Montes en su prólogo a dicha edición" . Cabe concluir que La mampa­ ra en esta segunda oportun idad no logró una real acogida, que su lectura fue defectuosa y que el horizonte creado en tomo a la producción de Marta Btunet la dejó a la deriva y en el desconocimiento del público mayoritario.

Raíz del sue/lo, colección de cuentos publicada en 1949, tampoco fue acogi­ da con abundancia de crítica, destacando sólo el artículo "Raíz del sueño de Marta 39 Brunet" de Gustavo Muñoz , en el que reseña cada uno de los cuentos y agrega co­ mentarios personales que destacan el virtuosismo de la autora, a pesar de "pequeños defectos" del estilo "qu e restan brillo a la fluidez cristalina de su prosa", y la galería de personajes atormentados y humildes, rebeldes y vencidos "que recuerdan, aunque lejanamente a personajes emergidos de alguna página rusa - Dostoiewsky , Chejov, Artzybacheff'. Será a partir de la Antología de cuentos de Marta Brunet, editada por

JJ Ripper. "LA mampara. revista Zig-lag, por Marta Brunet", diario El M ercurio. Santiago-Chile. mayo 12, 1946 .. Ibid. :» Rossel, Millon. "La mampara. revista Zig-Zag (Santiago-Chile), agosto. 1948 '6 lbid.

3) Huerta. Eleazar.

20 Zig-Zag en 1962 y una selección de ellos con el título de Soledad de la sangre, publi­ cada en Montevideo en 1967, que su obra cuentística comienza a ser valorizada con justicia. Nicomedes Guzmán en el prólogo a la Antología titulado La escritora Marta Brunet en las letras chilenas, realiza un recorrido por toda su obra, concluyendo que '.'si como novelista es uno de nuestros más genuinos escritores, el relato corto es para ella un instrumento de contundente eficacia emocional, descriptiva, lingüística. En 10 primero cala lo humano en su más estricta esencia. En lo segundo, el cuadro ambien­ tal resulta casi siempre una agua fuerte. En lo tercero, se impone una fuerza renovati­ va que altera siempre y positivamente los relieves de cuanto conforma'''''. Por su par­ te, Angel Rama en "La condición humana de la mujer" que sirve de prólogo a la se­ lección de cuentos de Soledad de la sangre, logra dar una visión de su escritura con gran certeza, profundidad y perspicacia: "Bajo la mudanza que mueve el tiempo per­ manece un terco elemento unifican te: la presencia de la mujer y su aprendizaje del mundo adulto", agregando que "mientras en los regionalistas masculinos la visión de la naturaleza como un orden cerrado e inescrutable incluye todavía ( ... ) a la mujer, en los cuentos de Marta Brunet es el hombre quien se integra a la naturaleza hacién­ dose uno con su elementalidad poderosa, vital e irracional ( ... ), de tal modo que el res­ quicio de 10 humano queda reducido a esa chispa de inteligencia o astucia con que res­ guarda la mujer su humanidad dentro de la global naturaleza, vencedora e inescruta­ ble". Refiriéndose a los cuentos de Raíz del sueño, Rama dice que en ellos "habrá mu­ jeres integradas al orden de la sociedad, fieles servidoras y transmisoras de los valo­ res establecidos, y a un lado los rebeldes que niegan el sistema y de él se excluyen, apostando sin cesar por su libertad con el fin de alcanzar, plenamente, la condición humana. Optan en este caso por el riesgo, por el desamparo, por la vida adulta, por la modernidad". Como puede observarse, el comentario de Rama es penetrante, ilumi­ nador y hasta clarividente, cuando señala que el contraste entre "el gozoso encuentro con la objetividad del universo" y la "dura sombra" de sus rotundos personajes "gene­ ró la fascinación de su fuerte literatura: deseo y soledad jugaban allí sus cartas y la ho­ ra era la de mañana"". Cuánta razón tiene el estudioso uruguayo, ya que la crítica

..o Guzmán, Nicomcdes. La escritora Marta Brunet elllas letras chilenas en Alltología . Op. cit. , p./5.

01 Rama. Angel. "La condición humana de la mujer" en So/edad de la sangre, Montevideo. Edil. Arca, 1967. pp. 10-13.

21 ahora se pronunció con más entu sias mo frente a los relatos qu e recogen ambas antolog ías.

Hernán Poblete Varas afirma que el conjunto de cuent os permite la yisión global "de la eyolu ción estilística y creadora de Mart a Brunet", de que su arte na­ rrati vo "se abre año tras año hacia un a más vasta polifonía", donde "prima la so le­ dad protagóni ca", concluyend o que "talent o y ofi cio: ambas cosas mu y unidas, ha­ cen el milagro de estos cuent os admirables cuya lectura reconfort a, porque en ellos se asient an con confi anza los presti gios de la actu al literatura chilena"" . Hern án del Solar se refiere a la seducción que la lectura de estos cuent os proyoca en el lector; "mi ent ras los leemos ( ... ) nos olyidamos de cuanto ex iste a nuestro alrededor. Arte de brujería que la escrit ora domina, renu eya, impone"" ; Juan Carl os Ghiano remon­ tánd ose a las opini ones tempranas sobre la obra de Marta Brunet, señala: "Se repi­ ten con ell a las limitaciones impuestas por la sobreestimación masculina de los crí­ ticos y un criteri o que en el fond o sigue dudand o de la paridad intelectual de ambos sexos", y ensegui da aborda el protagoni smo de la mujer en su obra cuentísti ca: "To­ das el las, moment áneamente rebeldes, yiyen lo desconocido, o el pasado rehecho por sus ilusiones, negándose así al present e habitual. Sus esperanzas afirman o bal­ bucean distintas maneras de reacción, li gadas pro fundamente a ex peri encias de nu estra Améri ca". Fin almente, y di screpand o de la cl asificación de Marta Brunet en el cri olli smo: opina que la escritora "solo se apoyó en las facilitaciones regionales para penetrar el interés de las almas ( .. .). Para Marta Brunet el cri ollismo fu e punto de pa rtida, no meta, un sostén para los relatos que refl ejan el entorno yiyo en sus mujeres, del Chill án natiyo y los fundos sureños. Se alejó también del cri ollismo en las descripciones im presioni stas y yiyidas desde sus propias sensaciones, que de pronto cortan poemáti cament e el reali smo dominant e"" .

..: Poblete Varas. Hernánd ez. "Antología de cuentos de Marta Brunet". Se lección, prólogo, nOlas y bibliografía de icomedes Guzmán", diario UI /Ji.W:/lJiÓn . Chillán -Chilc, mayo 2 1. 1962. .. Solar de. Hernán . "A ntologfa de cuentos de Marta Brunet". diario El Merc/lrio. Santiago-Chile, El Mercurio. abri16, 1962 .. Ghiano. Juan Carlos "Cuentos dc Mart .. Brunct". di.. rio La Nación, San tiago-Ch ile, 1963

22 Vicente Mengod reconoce en Marta Brunet la evolución de una escritura que se desprende de la lectura del conjunto de relatos seleccionados en la Anrología ... , partien­ do por señalar que "Marta Brunet, criollista de signos propios en su primera fase, ha evo­ lucionado hasta convenirse en una escritora que maneja el buril, después de haber en­ gastado sus palabras"". Enseguida ejempli fica con algunos re latos los logros y acienos narrativos, acentuando los rasgos de criollismo, de psicología y de humor que confluyen en la vitalidad "no sólo de hembras y varones, sino de los paisajes reales o intuidos""'.

Milton Rossel compara la narrati va de Marta Brunet con la de María Luisa Bombal, "en un aspecto muy reducido de la obra de Marta Brunet, aquel en que se evade de la inmediatez del realismo, cuando se sumerge en lo onírico de los relatos de su libro Raíz del sLleño ( ... ). No fue ell a una escritora monocorde, en que sea fácil se­ ñalar una constante, pues su cosmovisión fue ampli a y variada"" . El reconocimiento del talento de la autora y de su aporte a la literatura chilena, más el comentario pro­ fundo sobre su obra cuentística confirman lo señalado por Angel Rama en el sentido de que la hora de Mana Brunet no fue la de su presente sino la del futuro, porque si se comparan los juicios del momento en que tanto Reloj de Sol y Raíz del SLldio fue­ ron publicadas con aquell os que recibió la Antología ... y la selección de Soledad de la sangre , es fácil concluir que el transcurso del tiempo, alrededor de treinta años, ha mo­ dificado ostensiblemente las condiciones de recepción y ha hecho posible una mejor comprensión de esa galería de mujeres rebeldes o doblegadas que pululan no sólo en sus cuentos sino también en sus novelas.

Con su penúltima novela Ma ría Nadie ( 1957) se repiten los comentarios mio­ pes que acogieron sus anteriores obras; como muestra valgan las sigui entes citas: "Novela cuya composición adolece de serios defectos en su estructura, revela poco po­ der creador y proporciona un aporte artístico mu y pequeño a las letras de su patria''''.

Ol Mengod. Vicente. "Cuentos de Mana Brunet", revista Zig-Zng (Samiago-Chile), abri l 13. 1962 . " ¡bid.

41 Rossel. Millon. "Mana Bronce', diario El Mercllrio (Santiago-Chi le). rebrero 18. 1968 . .. Castillo, Homero. "Reseña", revi sta Iberoamericana N° 45

23 "Es una novela demasiado co nve ncional. donde el es til o se hace moroso, mu y recar­ gado de innecesari a adj eti vac ión, todo lo cual compromete en part e la línea siempre en alza que observó toda su ri ca y anteri or producción"" . Otro críti co considera que Ma ría Nadie "es un a novela sin argumento. Es un a seri e de descripciones de tipos de poco in te rés, aunque reales, auténticos, personajes que están por debajo del talen­ to creador de Marta Brunet"'", ag regando más adelante que es un a obra "chilena ( ... ) por un a sensibilidad muy especial que va de lo curs i a lo bell o, de lo delicado a lo soez, de lo có mi co a lo trágico, sin mati ces, bru sca y naturalmente, y qu e yo consi­ dero un o de los defectos más seri os en la prosa de Marta Brunet"", para concl uir que "Mart a Brun et pertenece a un período de tra nsición en que la novela sa le de la fór­ mula costumbri sta y crio ll a, y no encuentra la solución de la manera psicológica con­ temporánea. Ell a es la representante más destacada en esta lu cha y acaso su víctima más noble"" . Menos re ti cente, Alone se permite "prudentemente un reproche ( ... ) Marta Brunet concentra mu cho ( ...). Posee el don de encadenar el ánimo: un a co­ rri ente circul a por todas las págin as que podrían ll evar la clásica adve rtencia 'alta ten­ sión', pero esto mismo con ser tan raro y precioso. deja de ser un a virtud cuando se prolonga excesiva mente: sobreviene el cansancio ( .. .). El ritmo no di sminuye ni va­ ría el largo de la onda. Al revés de la vasta mayoría que escribe fl ojamente ( ... ), Mar­ ta Brunet ganaría dilu yénd ola, mezcland o ciertas dosis de agua al espeso y generoso li ero que no debería beberse sino a pequeños sorbos"".

En revista Ercilla, a propósito de María Nadie Marta Brunet sosti ene: "Me rev ient a la modesti a hi pócrita. Creo que esto es lo mejor que he escrito. Reviso es­ tos 33 años de labor y me reafirm o en mi María Nadie. Sé que a algunos les esco­ cerá que use en ciertos pasajes un lenguaje crudo y directo y que ll ame a las cosas por su nombre. Estaba harta de que me dijeran como alabanza que soy 'como un

Occüle"'e N" 248 (S'''';''go-Chdc). 1972 1958 '1 Ib id. 'l /bid. " Díaz Arrieta. Joaquín (Alonc) "M(lrí(l Nadie por Marw BrunCI ,diario El Mercurio (Santiago·Chile). noviembre 17. 1957

24 manzano del sur que produce una prosa que es aromáti ca manza na ' . Ahora conoce­ rán otro aroma más ácido, que también puede tener pureza"54 . Pocos fueron los crí• ti cos que estuvieron de acuerdo con la escritora, entre ell os, Víctor Valenzuela, para quien "María Nadie es su última obra y sin duda alguna la mejor de sus creaciones literari as. Es un libro que re fl eja su completa madurez y su evolución espiritual co­ mo escritora y como persona ( ... ). La novelista, en esta obra, ha afl orado una situa­ ción humana, universal y por lo tanto su personaje principal ya no puede quedarse encerrado en las fronteras de Chile. Es uni ve rsal , puesto que uni ve rsal es su condi­ ción"" . Raú l Sil va Castro oscila entre el desconcierto y la emoción provocados por la original forma narrati va, que escapa del relato canónico acostumbrado: " ... para al­ canzar en María Nadie la emoción de la lec tura no hace falta una trama bien anuda­ da como en Los hermallos Karamazoj: y que la mera sucesión de epi sodios sueltos no empequeñece el interés de la lectura. La falta de soldadura entre las dos partes del li bro no impide al lector ir estableciendo, a posteriori, los nexos que en la obra no se le dan y para reemplazar, con la sensibilidad ya excitada, los sutiles nervios, las imperceptibles amarras que deben necesariamente vincular al pasado con el presen­ te, al ayer con el hoy"56. Finaliza su artículo con una ce rtera observac ión acerca de la contribución de esta novela a las letra s nac ionales: "Que no nos engañen las apari en­ cias, ni mucho menos, el cartel que ha conquistado la autora con sus otros libros. Ma ­ ría Nadie va le por se'r una gran confesión personal , bellísim a, llena de sugerencias, yen la literatura chilena parece abrir la pista a la novela propiamente femenin a, a la cual, por la varonilidad de su talento, Marta Brunet hasta hoy parecía poco inclina­ da"57 . Cuatro años más tarde, Milton Rossel afi rma que "María Nadie sinteti za los mejores atributos de su obra ant eri or, entre los cuales puede citarse el reali smo psi­ cológ ico en el retrato de sus personajes, prosa decantada, frases co rta s y cierto en­ canto poéti co en la descripción de la naturaleza"'" . Casi en la mi sma fecha y a pro-

" Val enzuela. V íc tor. 195 8 . .. Sil va Castro. Raúl. "María Nadie, rcv ist:. Atell ea N° 378, Concepción-Chile, octu bre-diciembre " !bitl " Rossc l. Mi lt on . Reencuentro con Marta Brunet", fCvi sta Afell etl N° 394. Concepci ón-Chile, OClUbrc-dici cmbrc. 1961

25 pósito de la concesión del Premio Nacional de Literatura a Marta Brunet y coinci­ dente con la reedición de esta novela, Jaime Martínez Williams sosti ene que se trata de "una forma verdadera, si bien modesta de rendir homenaje a la escritora lau reada al comentar una de sus mejores obras ( ...) . En el conjunto, la novela es simple, hu­ mana, hondamente chilena en el sentido de su innegable vinculación a nuestro pai­ saje y a nuestro pueblo ( ... ). Y por último, aunque sea tal vez su mayor mérito, Ma­ ría Nadie está admirablemente bien escrita"" . Julio Durán Cerda revisa la obra de la escritora, señalando la influencia de Eduardo Mall ea en su estilo, a partir de Aguas abajo y dedica gran parte de su comentari o a María Nadie, subrayando que "el mo­ tivo amoroso, como factor que organi za la vida, y que presti giaba la obra artística Ira­ dicional, aparece ahora abatido, si no ausente, reflejo despiadado de un a cri sis huma­ na en que la inminencia de una hipertrofia tecnológica se ll eva buena parte de la res­ ponsabilidad", concluyendo que "Marta Brunet se presenta, para la historia de nues­ tras letras, si no como un puente de plata hacia el sur, al menos, sí como una precur­ sora paradigmática de las nuevas formas narrati vas en nuestra órbita""" . De más es­ tá agregar que estos últimos comentarios elogiosos surgen después de un lapso -aun­ que pequeño- y configuran un nuevo hori zonte de expectativas para la recepción de la obra de Marta Brunet, en la que, por supuesto, no falta la di sidencia, como puede apreciarse en la crítica que suscitó su última novel a Amasijo.

Publi cada en 1962 y con posterioridad al otorgamiento del Premio Nacional de Literatura (196 1) a su autora, Amasijo no consigui ó atraer la atención de la crítica, co­ mo cabía esperar. En efecto, parte de ell a dedicó su comentario a la reflexión sobre el lema de la homosexualidad presente en la novela, citando antecedentes literarios, fun­ damentando filosó fi camente la desolación y soledad del protagoni sta" o mos trando el desenlace novelesco de Amasijo como la inevitable solución a los conflictos del perso-

J9 Martíncz Williams, Jaime. "Mada Nadie", El Diario Ilustrado, Santiago-Ch ile. diciembre 17 . 196 1

10 Durán Cerda, Julio. "Marta Brunet, puente de plma hacia el sur", Al/l/fes (le la Universid{ld (le Cllile W 124, San­ tiago-Chile, 196Lp.94.

01 ef. Merino Reyes, Lu is. "Amasijo, de Marta Brunet. Las complejidad es de un tema escabroso", diario La Na ­ ci6/1,Sant iago-Chile, ugoslo26

26 naje principal, "¿exi stía un cami no contmrio al suicidio para el antihéroe"61 . El resto de la crítica, con algunas excepciones, manifestó su res istencia a la incursión de la autora en nuevos temas: "", el tema ciudadano, borroso, desyuntado, no cuadra a su tempera­ mento, sobre todo como ella lo trala, apoyándose en una temática bastante alejada de la realidad, casi siempre buscando criaturas de excepción, convencionales, demasiado fi c­ ticias", concluyendo que "toda la novela es sólo un intento flU strado de la autora por sa­ lirse de sus habituales temas que lindan con el cri ollismo"" , El lOna neutro tampoco es­ tá ausente en esta recepción, pues no ajaba ni reprocha, sólo se desli za por la novela pa­ ra concluir que es: "En síntesis, una breve novela dramáti ca que toca aspectos de uni­ versalidad , co n un lenguaje cotidi ano y que muestra al ser humano debati éndose en su angustia de comunicación"64 . M ás af0l1unado es el co mentari o de Eleazar Huerta, qui en descubre que el protagonista "consl'ituye sólo un señuelo técni co y campo de batall a de los seres fu enes que lo dominan: su madre, el ama de ll aves y la desconocida del par­ que"" , Corresponde a Mi guel Angel Díaz, casi diez años más tarde de la publicación de Amasijo, calificarla co mo "un a de las mejores y última de sus novelas" , com pal1iendo el juicio aparecido en La Discusión de Chillán donde se señala: "Hay, si n embargo, un elemento común entre Julián García y los anteriores suj etos de la creación novelesca de MMa Brunet. Este elemento es la soledad, tema fundamental de su obra"" ,

En cuanto a la narrativa in fa ntil de Marta Brunet, que co mprende Cuentos para Mari-sol ( 1938), Aleluyas para los más chiquilitos ( 1960) Y Las hislOrias de lIIamá Tolila y una pieza teatral Ca rolita, Chulllillgo y el árbol solo, la críti ca decli­ nó comentarlas y sólo hasta la cuarta reedición de Cuell lOs para Mari-sol en 1973, que reúne bajo su título Las historias de mamá Tolita y la obra de teatro ya citada, se puede apreciar el interés de la crítica por la literatura infantil , que, sin embargo y pese al desinterés de la crítica oficial, ha tenido grandes cultores, casi todas mujeres,

''''glo" ,,,nll,,go-L,'H IC,J UIIO'', 1962

27 en el medio nacional, va lgan como ejemplo los nombres de Blanca Santa Cruz Ossa, Marcela Paz, Ana María GÜiraldes.

Todos los comentarios destacan la universalidad poética de los personajes y el sustrato chileno que los nutre junto con la gracia y sencillez del lenguaje. La brevedad de las reseñas y su escasez indican el sitio marginal que ocupa la infancia junto a las mujeres, ya que el mundo de los niños es considerado en la sociedad patriarcal como una provincia de lo femenino, ocupac ión de mujeres, su destino y su razó n de ser.

La crítica evidencia con su silencio,un a vez más, las lagunas, los espacios en blanco en el reticulado de la sociedad, dado que las obras de Marta Brunet destina­ das a los niños constituyen, dentro de su producción, la consecuencia lógica de un in­ terés li gado a la situación de las mujeres, los modos como ellas se insertan en el mun­ do -rebeldía y/o sumi sión- y la constante desmate ri alización que hace de los roles tra­ dicionales que se le asignan. En esta perspectiva, el niño es una pieza clave: des­ pertar su imaginación, su sensibilidad, abrir su horizonte a nuevos valores es una ta­ rea que se impone a los arti stas, a los narradores de cuentos, a los maestros y este ob­ jeti vo estaba claro en la poética de Marta Brunet, explicitada en "El mundo mágico del niño"" y en la literatura que creó especialmente para ell os.

Constreñida, por la fecha de nacimiento de sus obras, a pertenecer a una de­ terminada escuela o tendencia literaria, la creación de esta chillaneja conserva hoy día, lejos del criol lismo y sus determinaciones, toda la frescura de su precoz aparición en las letras chi lenas, debido no sólo a la excelencia de su narrativa si no también al cam­ bio experimentado por las condiciones de recepción, entre ell os, la creciente liberali­ zación de la mujer en la sociedad y los aportes de la crítica feminista. Es así como la lectura de la obra de Marta Brunet efectuada con la distancia necesari a, si no obliga­ da, permite explicar la am bi valencia de la crítica de la época, descubrir nuevos senti-

61 Brun ct. Mana "El mundo mágico del niño", revista Atenea W 380. Concepción-Ch ile, abri l-se ptiembre, 1959

28 dos -como sugiere Angel Rama- y, por último, mostrar la evolución de sus protagonis­ tas femeninos a través de toda su narrativa. En el primero de estos aspectos, la críti­ ca posterior di stingue en su creación dos etapas" , un a criollista y un a superreali sta; pe­ ro, como ya se ha señalado en este recuento, la escritora participa del cri olli smo sólo en sus lineamientos generales, tales como mostrar al hombre del campo y la montaña, del sur o del norte, sus paisajes, su idiolecto, su vida, en suma, puesto que los motivos y la problemática allí desarroll ados trascienden los límites de la propuesta criollista. Más próx ima al superrealismo por el tratamiento del lenguaje, por su palabra escueta y, sin embargo, capaz de sugerir el clima interior de sus personajes desde Mol1tw;a adentro, el más cri oll o de todos sus relatos, hasta su última novela, Amasijo, hoyes casi comprensible el encono de algunos críticos que lapidariamente escribían contra el descuido de la autora en su gramáti ca y sintaxis. Lo cierto es que ta les juicios en­ cubren el desconcierto frente a la ori ginalidad de quien inaugura una nueva forma de narrar, aun por un sendero ya trazado: el descriptivismo de los cri ollistas es transfor­ mado en un a visión vital de la naturaleza, antropomórfica y poética. Predomina en ella la humanización versus la fuerza telúrica, el personaje femenino fuerte versus la mujer lábil , el laicismo versus la reli giosidad.

Es necesario agregar que la fi liación de Marta Brunet en el criolli smo con­ fundió a muchos críticos, pues a partir de su inclusión en este movimi ento sobreva­ loraron el elemento campes in o en desmedro de lo femenino, leyendo "fata lidad" en vez de determinismo socio-cultural; destino de mujer, en lugar de naturalización de un modo de vista signado por la opresión y que Marta Brunet desarma a través del humor y de la autodestrucción de sus personajes. En fin , la críti ca de la época inter­ pretó sólo la superfi cie de su obra, cuidando que no se desviara de la norma literaria, mediante el rechazo de su estilo, de la incomodidad frente a ciertos temas y de la cen­ sura velada o abierta cuando advertían la incorporación de un nuevo elemento en su narrativa. Sin embargo y a pesar de las di storsiones, el bal ance es positivo a la hora

.... cr. Muñoz y Oelker. Op. ci t. , p. 88 y Mora. Gabriela "Una lectura de Soledad (le la sangre de Marta Brunet", en op. CII

29 de resca tar co mo juicio un ánime que su narrati va co nstitu ye una superación del crio­ lIi smo tradicional y de sus técni cas para erigirse, aun desde el rincón, en obra de va­ lor universal. La crítica posteri or ha sido más justa, porque probablemente la distan­ cia en el tiempo y el poder acceder al conjunto de su obra hacen posible un mayor acercami ent o y los factores que incitaron a la confusión y al desconcierto se vean en la perspecti va de una va nguardi a superreali sta, lo que explicaría la estilización casi geométrica o matemáti ca de los personajes brun eti anos.

En el segundo de los aspeclOs, va le decir, descubrimiento o profundi zación de los posibles sentidos de su obra sugeridos o no por los coment arios, artículos y es­ tudi os sobre ell a, habría que señalar que, salvo la ambientación rural y el idiolecto de los personajes, el gran tema de su escritura es la mujer. En la mayoría de sus obras, la fi gura de la mujer aparece desdoblada en la transgresora y en la conservadora y es esta dicotomía lo que estructura sus relatos, la tensión y el conflicto brota de la opo­ sición entre estas dualidades, incluso si ell as se juegan al interior de un mismo per­ sonaje. como sucede con María Rosa, la flor del Quillén, o con María López de Ma­ ría Nadi e; en el resto de las novelas se podrían citar a Cata y doña Clara en Moma­ 'la adenlro, María Mercedes e Isabel Rojas en Beslia dClliin a, Marcela y Mena en Bienvenido, doña Bat ilde y María Soledad en HU lllo hacia el Sur, Carmen e Ignacia Teresa en La mampara, Teresita y Benedicta en Amasijo. Sin embargo, Marta Brunet no se limitó úni ca mente a mostrar este duali smo, sino qu e además dotó a sus muje­ re s- héroes con ra sgos propios y di stintos de los tradicionales y canonizados en la li­ teratura y en la sociedad. La concepción fu era de la institución del matrimoni o, por ejempl o, no constituye en Monla/la adenlro el eje del confli cto, la madre soltera no pierde su di gnidad ni el orgu ll o; por el contrario, es el seductor quien provee la ima­ gen del antihéroe, instaunínd ose en el int erior del texto una polémica entre Don Juan y la figura masculina ll amada Juan, ioh ironía!, que convoca todos los atributos del hombre fe mini zado cuya fu erza y masculinidad radica en su ternura y honestidad en el poder de otorgar cui dados matern ales al hijo de otro; en suma, en la capacidad de romper la rigidez de los roles asignados por la sociedad a los hombres y a las muje­ res. Lo mi smo sucede con don Flori sond o, personaje del cuento homónimo, quien a través del descubrimient o de la verdad acerca de su paternidad se transforma; o me­ jor dicho, ese conocimiento rompe los moldes y significados unilaterales de paterni-

30 dad versus maternidad. La respuesta de don Florisondo es similar a la de la mujer engañada que se refugia en la apropiación del hijo, reclamando para sí todos los de­ rechos de filiación.

En general, las mujeres de cuentos y novelas de Marta Brunet son se­ res que, al margen o no de las conductas institucionalizadas para el género, muestran, imploran y reclaman su lugar en un mundo organizado bajo el siguiente esquema de valores:

+ Hombre Mujer

Podt~ter vs Marginalidad

En la obra de Brunet, la dicotomía fundamental hombre/mujer, mas­ culino/femenino, poder/marginalidad, con las cl ásicas connotaciones de positivo y negativo respectivamente, se expone como un espectáculo al lector, sin pedir su asen­ timiento o su rechazo. Podría reclamársele a la autora cierto distanciamiento emo­ cional, pero éste es propio de la estética realista o naturalista que promueve un cono­ cimiento, una toma de conciencia. Si hay una salida, una postura parcial, ésta se pro­ duce a través del humor como en María Rosa, flor del Quillén y "Doña Santitos". En el primero, el desenlace previsto por el desarrollo novelesco sufre una torsión. Tradicionalmente, el tema del honor requiere de un héroe dotado de valor para res­ taurar el orden vu lnerado; lo curioso en esta novela es que su protagoni sta no nece­ sita de un agente externo; ella misma reivindica su honor con un rebenque, triviali­ zando armas (espadas, pistolas, cuchillos) y costumbres y, a la vez, ridiculizando al seductor que huye maltratado, seguido por los perros y recibiendo la burla de los eventuales testi gos de la caída de María Rosa. En "Doña San titos" en forma burles­ ca se resuelve el binarismo de las instituciones sociales, reemplazándolo por la am-

31 bigüedad de un "qui zás"; es así como la fórmula de la feli cidad, el final fe li z de un a hi storia cualquiera no es el si del contrato matrimonial ni el no del celi bato. Lo di­ vertido del relato resulta del contras te entre la li gura casi esperpéntica de la mujer y el estereotipo de la devoradora de hombres, pero también de la solu ción un tanto pi­ caresc a que propone doña Sant itos para corregir los abusos del mat rimonio en una sociedad patri arca l.

Por último, es lícito plant ear una evolución del personaj e femenino en la na­ rra ti va de Mart a Brunet, que cada vez se va hac iendo más complejo y autocon sc ien­ te; baste recordar a Cata de Mot/ uula adentro y compararla con María López de Ma ­ ria Nadie. La diferencia entre ell as estriba en la progresiva acentuació n de los pro­ cesos interiores de que están prov ista s. En Cata apena s se sugieren; en María éstos se vuelve n en el tcma de la novela, la cual podría leerse como un Bildungs romall (no­ ve la de aprendi zaje), donde la protagoni sta, a partir de su situación actual, refl ex io­ na so bre un pasado, qu e una vez interpretado le servirá para co menzar una nueva vi­ da. Por otro lado, además de esta paulat ina psicologización de los personajes, se ad­ vierte un a se parac ión mayor elllre las mujeres qu e tran sgreden las normas de la so­ ciedad y aq uell as que se someten, pero tal como se ha señalado, en ningun o de los tex tos se muestra cuál so lución implica el lugar adecuado para ell as. Habría que con­ cluir señalando que frent e a la desigualdad y a la subordinación del más débil pres­ critas por la sociedad, la respuesta no se encuentra en la adopción de una de las act i­ tudes mencionadas, cualqui era de ell as conduce a la soledad. ¿Camino sin salida? Tal vez, qui zás como diría doña Santitos

En síntesis. se pod ría señalar que la inclusión de Marta Brunet en el cri olli smo obedece más que nada a la ateción prestada por la crítica a algun as señales extern as de su obra, tales como la fecha de publicación de sus novelas y cuent os; a la ambientación novelesca y a las características físicas de sus personajes. Una rev isión más profunda y detall ada revela zo nas inexplo­ radas y una problemáti ca más compleja que el retrato del campesino, su lu cha con la natura leza y/o sus cos tum bres. Com o apunta Goic, tambi én se enco nt ra rían en Marta Brun et al gun os rasgos y elementos del superrealismo, lo que se evidencia en el tratami ent o del pa isaje "autotéli co y de proyección uni -

32 versal"69 y en e l predominio creciente de la imaginación sobre la realidad. En nues­ tra perspecti va, sería necesario agregar una nueva va ri able para el estudio de la crea­ ción literaria femenina que si bi en no anula las taxonomías tradi cionales, permitiría segui r las peculi aridades de la imagen de la mujer en la escritura fe menina, así como los cambios que se producen en ell a a través del ti empo, además de las semejanzas y diferencias que existirían en aut oras de una mi sma tendencia o generació n lit era ri a.

Por el momento, este estudio se limitará a desarroll ar la imagen de la mujer en cuentos y novelas de Marta Brunet y su narrativa infantil como parte del Illundo femenino extra e intraliterario.

Op. cif. p. 135

33

11. Las novelas de Marta Brunet

a perspectiva que nos da el tiempo favorece entre otras cosas encontrarnos con un corpus inmodificable, en el caso de Marta Brunet, posibilitando un L enfoque diacrónico en el que ciertamente influyen el nuevo hori zonte de ex­ pectativas de los lectores; la visión de conjunto del corpus textual y los apor­ tes de lecturas anteriores, ya sea de aquéllas más próximas al momento de publica­ ción de las obras, como también de las más recientes; entre estas últimas, las de Ga­ briela Mora, María Inés Lagos-Pope, Angel Rama y Cecilia Rubio'. En genera l, los autores citados coinciden en que la díada sumisión/rebeldía estructura la mayoría de los relatos de Marta Brunet, protagoni zados por mujeres y en que la sociedad repre­ sentada en sus textos no ofrece una salida a estas mujeres que buscan el pleno desa­ rroll o de sus capacidades y la exteriori zación de sus verdaderos sentimientos. Agre­ gan, además, que los personajes femeninos de su narrati va ya no se limitan "de una manera tan rígida ni se los identifica con ciertos tipos"', esto es, con las imágenes tra­ di cionales de la virgen, la prostituta y la bruj a.

Siendo estas afirmac iones el punto de partida de nuestra refl ex ión, intentare­ mos mostrar cómo la escritura de Marta Brunet, mediante la apropiación del di scur­ so hegemónico ("un Baldomero Lillo que sabe escribir", "parece la obra de un hom­ bre", "la varonilidad de su talento"', etc.), mimeti zándose con los procedimientos y códi gos dominantes logra crear un uni verso narrati vo consistente que tie ne como te­ ma principal a la mujer y el conflicto insoluble entre ser y deber ser. Lo interesante de la escritura de Marta Brunet y, a la vez, sorprendente es la forma en que atrae al lector y lo invita a participar en el mundo novelesco, acall ando sus suspicacias fren­ te a un texto escrito por una mujer en esa época. El estilo, la manera de escribir es

I Véase los art íc ulos ya citados de Mora. Gabriela:'U na lectura de Soledad de la .WlIIgre de Marta Bfune!" : de La­ gos-Pope, M aría Inés "Su misión y rebeldía: El doble o la representac ión de la alienación femenina en narracion es de Marta Brune! y Rosario Fcrré"; de Rama. Angel. "La condición humana de la mujer" y Rubio. Cec ilia. "La in­ versi6n delfinalfeliz en lacuentfSlica de Marta Bru net"

1 Lagos-Pope. Op. cit .. p. 733. , Alone. Sil va Vildósola. Sil va Castro respecti vamente en artfculos periodísticos comentando M 01l/ati(1 adentro y M a · rfa Nadie, ya d Iados

37 la estrategia; nada en la superfi cie de su escritura, notable por la concisión, por el vi­ gor de la imagen y por una precisa adjetivación, advierte sobre la intención distinta desli zada entre los supuesto s del criollismo; allí están la naturaleza, las costumbres campesinas, el huaso, pero también la incisiva presencia femenina dominando con su desvalimiento, con la impotencia frente a su situación desmedrada. Que no fuera con­ siderado este aspecto o no se lo destacara, sólo significa uno de los rasgos caracterís­ ti cos de la recepción en esa época; no señalarlos revela un a preocupación distinta, co­ mo por ejemplo el problema de la identidad nacional, la creación de una literatura au­ tóctona, la preeminencia del pai saj e y de los tipos chilenos. Fuera de estos factores, el resto permanece como los espacios en blanco del texto , capaces de reactivar nuevas lectu ras así la visión de la mujer en su soledad, con sus dilemas ex istenciales y vita­ les persiste en la obra de Marta Brunet más all á de su inclusión en determinadas ten­ dencias de la literatura chilena, vo lviéndol a cada vez más actual y vigente.

Si bien los primeros relatos de Marta Brunet se publican en la década del 20, época de proliferación de los di scursos nacionalistas, sus personajes femeninos resul­ tan cont estatarios de las imágenes de mujer que consolidan la identidad nacional' ; en M OIIIGlia adentlV, la protagoni sta Cata ti ene cualidades distintas a las de la mujer ca­ nóni ca de la sociedad; es un ser marginal izado cultural y socialmente; es madre solte­ ra, esti gmati zada por la moral y las buenas costumbres y como el desenlace noveles­ co la priva de su integración a la sociedad, de adquirir la respetabilidad convencional que otorga el matrimoni o, se constituye así y definitivamente en una heroína marginal qu e subvierte el di scurso hegemóni co. Por eso, no es raro que todos los juicios y co­ mentarios sobre la novela estén dedicados a subrayar la pericia de la autora, la objeti­ vidad de su relato y no se refieren al tema central, confinándolo a la idea de un drama campesin o, en el que se imponen las fu erzas irracionales y cierto fatalismo propio de

mica. 1993, p, l72

38 la idiosincrasia de un segmento social caracterizado como primitivo, salvaje e igno­ rante'. Más significativo aún resulta el carácter antinormativo de la protagonista que no provoca las identificaciones necesarias para legitimar su lugar en el mundo.

En Bestia dañina, los personajes femeninos tampoco aparecen separados en las categorías tradicionales, pues existe una alineación tridimensional que contiene al "ángel del hogar", a la mujer demonizada y entre ellas, a la rebelde, a la que no está dispuesta a someterse a la voluntad del padre y es el elemento corrosivo del régimen patriarcal de la familia. Sin ella, la novela seguiría el modelo canónico del matrimo­ nio por conveniencia, del viejo y la joven, pero está claro que la autora utilizó este último tópico para resaltar el carácter cambiante, resbaladi zo y fluctuante de las re­ presentaciones, en especial la del cliché ángel/demonio y la ubicuidad de este lugar', ya que la rebelde María Mercedes sería una mezcla: ángel en la medida de su belle­ za y castidad juveniles; pero demonio cuando se libera del yugo paterno, convirtién­ dose en la exiliada de la familia patriarcal o ángel de nuevo al huir del "infierno de la casa". Desde luego, la novela impugna las relaciones de poder en el interior de una familia, no necesariamente campesina; por lo demás, ¿qué sentido tendría tras­ ladar de escenario una historia dejá vue, la del adulterio, con el único desenlace po­ sible? El contrapunto resulta obvio; el hogar se transforma en el espacio infernal, en el lugar de los trabajos y las penas:

..... no nos ejeba ni mirar p'ajuera ... encerrás en la casa trabajando siempre como bestias ... pegándome sin compasión ..... (Bestia dañina, p. 398)'. y María Mercedes en el personaje híbrido, en conflicto y conflictiva que no se ajus­ ta a la domesticidad, que ve el exterior como promesa de libertad, pero también de inseguridad y miedo:

• Caracterizado de este modo por la crftica de la época. Véase Nolasco Cruz. Pedro. Op. cit. • María Inés Lagos-Pope señala que ésta es una característica de la narrativa hispanoamericana. Op. cit .. p. 732.

J Las citas corresponden a la edición de las Obras Completas de Ma rta Brunet. SIgo. Chi le. Edil. Zig-Zag. 1963, co­ mO lambién las que se harán a continuación de estas y otras obras.

39 " Habría tenido siempre la idea de escaparse, de irse a la ci ud ad a servir, pe­ ro la retenía el mi edo a lo desconocido y, además, ¿con qué dinero huía cuan­ do su padre, si bien, cuidaba que nada les falt ase, jamás les daba un cent a­ vo?" (Bestia dC/liina, p, 399),

El ejercicio del poder supone la ex istencia de valores de cambio y en el ca­ so de la sociedad patriarcal y capit ali sta, el dinero constitu ye el único modo de ac­ ceder al mundo masc ulino ; en reempla zo o en su au se ncia, es te lugar lo toma el cuerpo femenino ya sea en su dimensión sexual o de "bestia de trabajo", Sin em­ bargo, en la prácti ca tales sustitutos siempre degradan al suj eto femenino, porque no hay paridad en las transacciones simbó li cas como se muestra en la novela: la obedi encia, la sumisión y el amor fili al de las hijas aparecen devaluados frente al deseo de Sant os de tener un hij o que ll evará su nombre y segui d la tradi ción de su ofi cio; del mi smo modo, la uti lización que hará María Mercedes de su única pro­ piedad privada (su cuerpo) tampoco conquistará ni comprará su lugar en el mundo; será una perdi da igua l que la otra mujer que, co n fines di ametralmente opu estos , se vende no sólo para usufructuar de los benefi cios económi cos del matrimonio sino también de la concupi scencia ex tramarital. De es te modo, queda en ev idencia la irreversibilidad de los valores en el interi or de las estructuras de poder y domina­ ción, pero tambi én se desprend e, a ni ve l di sc ursivo, que la representaci ón de la mu­ jer rompe la estructura estáti ca que asegura la fi el trasmi sión de los valores patriar­ cales, Entre ángel y demonio se puede leer toda la hi stori a de las representaciones de la mujer, que no son sino los estereo tipos utili zados para mantener su lugar su­ baltern o; al respecto, es ciert o que la Meche no clarifica en ningun o de los dos ex­ trem os, pero tambi én es cierto que sus actitudes co ntrarias a la sumisión, a la obe­ di encia y al sil encio, ("Bien sabía que la última palabra era siempre de la rebelde", p, 394). no construyen un nu evo espacio dentro de la novela, en que la subversión fem enina tenga un a va loración positi va ; sin embargo, el personaje de la M eche constituye un signo potenciador de nu evos mensajes en los lectores. En correspon­ dencia con sus herm anos está situada en el ce ntro, entre "el alma de servidumbre" (que es María Juana) y el "pobre ser de timidez ( ... ) de recogimiento" (que repre­ senta María del Trán sito) entre la mujer domes ti cada y la reli giosa; en suma, entre las únicas fo rmas de ser aceptadas por la sociedad y desde este centro -lu gar estra-

40 tégico y retóri co-, provoca el descentrami ento del di scurso hegemóni co, su cuestio­ na miento y su ruptura.

Leer desde la perspecti va de María Mercedes, desde un centro que no es neu­ tral, resulta incómodo. Significa leer desde el exi li o, desde un lugar que precisa "in­ ventar" nuevos matices para esta lóg ica binaria y excluyente, porqu e si bi en la M e­ che no recibe el rechazo de los lectores ni es la héroe que puede afi rm ar un nuevo es­ pacio desde el margen en que se ha colocado, por lo menos susc ita un descont ento co mpartid oS, e inclu so la conciencia od iosa de una esclavitud ejercida sin nombrarla, Dramáti ca es la comprobación de que la rebeldía conduce a María Mercedes al des­ tino contra el cual se ha levantado:

"De Meche se sabía que estaba en Temuco con Víctor Alfara. El mozo se­ guía tan remoledor como siempre, gastando cuanto ganaba , y la mujer se vio en la neces idad de bu scar algunos lavados que le dieran para mant enerse. Es­ taba embarazada y ( ... ) Víctor A lfa ro se mostraba muy sati sfecho con la pró• xima ll egada del hij o, por motivos que definía así:

-En naciendo el chi cuelo, se lo ll evo a mi mamá pa qu 'e ll a lo críe como Dios le dé a entender. La Meche si 'emplea d' ama y yo queo librecito otra vez ... " (Besfia daiiina, p. 409).

Para acentuar el cont raste, el desarroll o novelesco muestra que el acata­ mien to de las normas es el único camino haci a la fe licidad y en es te sentido se ría María Juana la encargada de afirmar los valores tradicionales con el desenlace "ro­ sa" de su vid a:

I Díaz- Diocarclz. Myriam y Zava!", Iri s. /J1"t'I'e hi,ftori(¡ femillüra (le la liruat/lra espmio/a , Barcelona . Ed. Antro­ pos. 1993. p. 12 1

4 1 ..... se quedaron quietos, mano en mano, seremos en la confianza di un por­ venir de dicha, de paz y de trabajo". (Bestia dañ.ina, p. 409).

La contradicción que se observa en estos desenlaces parciales pareciera re­ forzar los supuestos que rodean la experiencia femenina, pero el texto pretende con­ frontar dos posiciones vitales que terminan, para la primera en forma aciaga y feli z­ mente para la segunda, variando sólo uno de los elementos que conforman el carác­ ter de las dos hermanas; la rebeldía como el camino hacia la marginación, la soledad y el desamparo; la sumisión, la vía conducente a la dicha como premio de buena con­ ducta. Al final , el trabajo para ambas; María Juana en su casa; María Mercedes en lo ajeno: "de ama", al cuidado de otros que no serán sus hijos.

En cuanto a Isabel Rojas, la "bestia dañina", el otro extremo de la diada ma­ niquea, también debe verse en relación con María Mercedes. En varios aspectos, Isa­ bel no se ajusta a la imagen de la devoradora de hombres de la fantasía masculina, está presentada como una excrecencia de la sociedad patriarcal, ni fuera del sistema ni dentro, como el usurero del capitalismo que transgrede las normas valiéndose de las mismas:

"Ni bonita ni fea , la novia. Pero extremadamente seductora con su frescura de manzana, apetitosa y prieta, sin más belleza que los ojos negros, enormes y sombreados por tupidas pestañas crespas. Ojos de malicia que sabían mu­ cho, que dejaban adivinar lo que sabían y que a su antojo cambiaban de ex­ presión tornándose cándidos" (Bestia dañina, p. 396).

Simula virtud, porque sabe que ésta es el capital para obtener ganancias, presti gio y consideración; utiliza las mi smas reglas, sabiendo de antemano que podrá transgredirlas cuando quiera; seduce para conseguir bienestar material y económico; juega con los deseos de Santos, prometiéndole un hijo. Entre ella y la Meche, la comparación se impone: mientras Isabel actúa estratégica y calculadamente, Meche lo hace por impulso, ni siquiera muy consciente de las metas, ofrendándose como víctima de un sistema injusto, que no puede cambiar. Táctica felina, la primera; pero absolutamente racional y planificada para conseguir sus fines. Como puede obser-

42 varse, nada de lo que Isabel persigue se relaciona con los problemas del género; na­ da de lo que hace modificará la condición de la mujer; incluso sirve para mantener el sta tu quo. Sin embargo, donde se produce la desestabilización es en el lector, qu e no puede dejar de contraponer a la Meche entre María Juana e Isabel, como también en el texto que se desli za más allá de lo que dice; si el adu lteri o es censurable; aquí es­ tá sobrepasado por el crimen con que la novela termina, simbolizando en esta muer­ te la negación de la trascendencia de Santos y el derrumbe de los va lores que encar­ na; la prisión de éste -la narración lo deja entrever- supera los relatos que legitiman la impunidad del cri men cometido en defensa del honor, demosu'ando que la ley del Padre no es absoluta ni siquiera para él:

" Haber vivío toa una vía e trabajo para terminar en esto -murmurÓ tomado por un desfallecimiento que aflojó sus músculos ( .. .) y rígido, frío e impenetrable ( ... ) sali ó a darse preso ( ... )". (Bestia d{l/lil1a, pp. 415-416).

Si alguien puede sugerir que Santos es el héroe de la novela, está señalando a un héroe vencido, con lo cual queda claro que tampoco pertenece al espacio valo­ ri zado como positivo por el texto.

De lo anterior es posible concluir que en Bestia dañina el lugar del héroe masculino es un sitio problemático, tanto como lo es para un protagoni sta femenino; recuérdese a Cata, desamparada frente al mundo con la mancha roja en su vestido, señalando la imposibilidad de cambiar su destino. Es cierto que el héroe de toda na­ rración lo es en la medida que es el soporte de un cierto número de cualidades que no poseen o poseen en grado menor, los otros personajes de la obra' o, que para ser reconocido como héroe, debe haber coincidencia entre él y un espacio moral va lori­ zado; en este sentido y provisoriamente se puede sugerir que M Ol1 t{l/la adelltlV y Bes-

• Cf. Hamon . Philippe. "Pour un Slalu semio logiquc du pc rsonnagc" en Re .... Litleratu re N"6 . mayo, 1972. p.90

43 tia dañina pertenecen a la llamada "novela del fracaso""', dado que los personajes protagonistas no llegan jamás a constituirse en seres victoriosos ante sus antagonis­ tas o ante los desafíos que enfrenta. Habría que agregar que en MO/1/mla adentro y en Bestia dO/lina, todos los personajes, con excepción de María Mercedes y de Cata, sienten la realidad dada como la única posible, como un orden natural inscrito en un antes y para siempre; los traspiés y las tragedias informan una entidad invisible y to­ dopoderosa llamada Destino o fatalidad, de la cual no es posible escapar y que siem­ pre tiene la última palabra. Sin embargo, el desarrollo novelesco desmiente o mejor dicho, desnaturaliza esta concepción; en Montaña adentro es el primero San Martín quien manipula a Pereira y aprovechándose de su ebriedad y machismo lo impulsa a vengarse de Cata; en Bestia dañina, María Mercedes abandona el hogar paterno de­ bido al despoti smo del padre y a la intolerancia de una madrastra con las caracterís• ticas de Isabel ; del mismo modo que los males de Santos provienen de su empecina­ miento, de una sordera ante las advertencias de su hija producto de la pasión otoñal que en él despierta la juventud de Isabel y del sentimiento de humillación provocado por la carencia de un hijo varón. Sería, entonces, la sociedad patriarcal con sus for­ mas de dominación, con la desigualdad de sus relaciones, con los conceptos de mo­ ral afirmados en la conducta sexual de las mujeres lo que está en discusión y la que hace de la acción de los personajes femeninos rebeldes una repetición del mito de Sí• sifo. Por otro lado, el narrador introduce algunas reflexiones sobre esta realidad; re­ flexión que puede pasar inadvertida por el lOna objetivo e impersonal pero que, a la vez, le confiere autoridad:

"El patrón es el señor omnipotente del cual se soporta todo sumisamente, aunque en lo hondo se lo reconozca injusto. Ese sentimiento es mudo. La primacía del señor sobre el inquilinaje la ejerce en la puebla el padre, el ma­ rido o el hermano mayor sobre el resto de la familia. Así como el padre le­ ga al morir cuanto posee a sus descendientes, el montañés deja a los suyos

10 ¡bid.. Hamon señala que en la "novela del fraca so" del siglo XIX, un personaje que no llega jamás a consti tuirse en sujclorcal essin embargo clhéroe",p.99

44 el oficio que tuviera con algo que más aún semeja su idiosincrasia a la del señor de otros tiempos: es el hijo mayor quien lo sucede" (Bestia daiiina, pp. 390-391).

Más cercano al discurso científico, desprovisto de connotaciones, de simpa­ tía o rechazo, establece un hecho que, para un lector ingenuo o solidario con el or­ den establecido, es mera descripción de un fenómeno cotidiano y hasta intrascen­ dente. Ubicado en el comienzo de la narración, es un segmento no marcado, pero en el transcurso de ella se constituye en el foco de las evaluaciones y de los discur­ sos que manifiestan los valores de la sociedad representada en el texto; este frag­ mento o citado deja de ser neutral si las sigui entes afirmaciones se leen en ese mis­ mo contexto:

"Mientras vivió el padre (de Santos) fue un obediente a su mandar, luego to­ mó la dirección de la familia, reducida solamente a la mama Rosario, y bien supo ésta que era el hijo tan despótico como fuera el marido" p. 39 1.

"El padre exigía sumisión y obediencia pasiva ( ... )" p. 392. "El viejo no pen­ só jamás que sin pedirle permiso las mujeres fueran a salir tardes enteras" p. 410. (Todas las citas pertenecen a Bestia dQ/,ina , la cursiva es mía).

En esta perspectiva abierta por el narrador, el texto se vuelve sospechoso de introducir una visión diferente con un narrador que en tanto sujeto asexuado deja de serl o, incitando a la lectura crítica de una situación hasta entonces percibida co­ mo natural, normal u ordinaria. El acento recae ahora en el nombre de los perso­ najes. En efecto, ¿cómo no percibir cierta ironía en la designación de éstos: San­ tos, mamá Rosario, María Juana, María de las Mercedes, María del Tránsito, si sa­ bemos que el nombre está ligado a un complejo de propiedades o a una propiedad sobresaliente del individuo capaz de imponerse en la idea de su representación? Más aún, si se tiene en cuenta que la denominación de un personaje es intencional, anticipa el modo en que éste se inserta en el mundo novelesco y/o revela el nombre de su ser más íntimo, la inadecuación de los nombres se impone, tal vez como el producto de la observación de la realidad, sometida a la intersubjetividad y crítica

45 del narrador(a). Es así, como la imagen de "sagrada fami li a", de un proyecto so­ cial e individual marcado mononuclearmente en la fi gura de Santos, en una única designación nomin al para las tres hermanas, se desvanece, quedando en su reem­ pl azo el lugar infernal del autoritarismo, de la explotac ión y de la violencia. Del mi smo modo, el paradigma apelativo de Santos, particularmente coherente, estruc­ turado y ori entado hacia el concepto subyacente de rectitud, bondad y ausencia de pas iones humanas revela su contradicción y su aporía. No sólo es el final noveles­ co el sitio de la incongru encia sino todos y cada uno de los momentos claves del re­ lato en que la "bestia dañina" sustituye aquell a conducta prev ista por el apelati vo. Se puede concluir, entonces, que el título de la novela catali zada, revierte y trans­ forma los contenidos del relato social; el sueño de la familia monolíti ca, centrada en la autoridad patern a, permanece como el deseo de una sociedad que exclu ye el amor, la comprensión y la equidad en sus formas relacionales.

Menos amarga y más humorísticamente en María Rosa, flor del Quillén per­ siste la visión crítica sobre la sociedad patriarcal, pero esta vez el blanco de ell a es lo que la sociología ll ama constructo genérico, es decir "la forma de representar al otro (otra que yo) mediante una seri e de características que se le adscriben como leyes na­ turales, reali zada con la ayud a de la palabra y que está íntimamente li gada a la for­ mación de identidades e identificaciones colecti vas". "En este sentido se podría afir­ mar que María Rosa es protagoni sta de una internalización de la imagen de mujer, buscada y querida por la sociedad, como también de la hi storia de seducción, que siempre se juega cuando las apariencias toman el lugar de la realidad. A partir de un a imagen de compostura y perfección, cifrada en los atributos otogados por un grupo social y por los personales, María Rosa se sueña en el espejo de su interioridad tan­ to como objeto de va nidad para sí mi sma como para mostrarse al Otro:

11 Dí.. z ~ Di oc are t z. Myriam y laval:!, Iri s. O,," cit., pp. 35 Y 56

46 I'IA R TA BRVNET

HUMO HACIA EL SUR

Portada de Humo ha· cia elsllr. editada en Buenos Aires. 1946.

ar fUJ e

Portada de Mar(a Nadie. ed itada en Santiago en 1957 47 Registro de nacimicnto

Mart a Brunct a los 12 años 48 i?" "-h .... 4.0 "-f- ,," "'_.o<---<,.;::J.- : ~-!~; :y: ·~tL- ¡4 "~'1~ .. .."!:..-l.. - (l"7---

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9 .. .J.. ~ fM;'_..J-, ~ 11-0.,...... __- ...r..o I.~~-::~~J.~-t+ ;":1 .. 4... r-A- I¡o ..... ~_ ('<. __ _ -...... : lJ4.. Poema de Marta Brunet -04. '7 .:/...... ,., . ".~. ,, ~ .. f-Á"" f--'

Buenos Aires. 1946. Junto a destacados intelectuales y escritores. 49 El Mercurio. 1962, con Ricardo Latcham y otros, Agasajo con motivo del Premio Nacional. Recién llegada de España

Monumento a Marta Brune! reali zado por Marta Colvin. 50 y la convicción de que no había ninguna como ella le hi zo lentamente un al­ ma de orgullo, cerrada y fiera, que al correr de los años creció hasta ser la ba­ se de su personalidad (María Rosa, flor del Quillén, pp. 422-423).

Desde la infancia, María Rosa se ha propuesto una serie de actitudes y con­ ductas tendientes a convertirl a en un modelo, en el espejo de sus iguales e inevitable­ mente, el deseo de ser admirada atrae como en La Regenta" de Leopoldo Alas, la en­ vidia y el secreto anhelo de su caída. Sin embargo, la novela no se detiene en la cons­ piración, avanza hacia otra historia en la que confluyen la ironía y la sátira, constru­ yéndose en el juego de las apariencias y su decepción. Es así como la "flor del Qui­ lIén" aparece ante el lector como un constructo social en el que se superponen la tra­ dición, los discursos implícitos sobre sexo y moral, el inventario de las conductas prescritas como femeninas y la aspiración personal de María Rosa de convertirse en una especie de símbolo para su comunidad, con la secreta complacencia de sentirse mejor entre las otras.

Pero lo que más le ufanaba, lo que le esponjaba el alma, era verse la más bo­ nita de las mujeres de la hacienda, la que gozaba de mayores consideracio­ nes, la que poseía más comodidades en la puebla. Era un orgullo humilde que vivía en el fondo de sí misma, sin exteri orizarse, alimentado en la conciencia de su propio valer. (María Rosa, flor del Quillén, p. 425).

No es difícil advertir en la imagen proyectada las obsesiones masculinas que complotan en la fijación de estereotipos que hablan de superficialidad, del predomi­ nio del tener por sobre el ser, de la autocomplacencia de la protagonista por asimilar­ se a los requerimientos sociales y culminar, de ese modo, en una imagen ali enada de sí misma. Al respecto, es interesante recordar "La niña que quiso ser estampa", de la colección de cuentos Raíz del sueño donde se desarroll a la misma problemática lI e-

1/ Véase mi trabajo "El deseo triangular en La Regema" en Rev. Estudio.\' Filológico.\' N° 22. Uni vers idad AuslraL Valdi­ via, 1987, pp. 59-76.

51 vada hasta el límite y que conduce a su pequeña protagonista a la muerte. En María Rosa, flor del Quilléll el discurso novelesco se desvía, como ya señalamos, a la hi s­ tori a de un a seducción que se inicia con la autofascinación de su heroína, presa de la imagen, de su refl ejo mortal, porque, como bien señala Baudrillard, "seducir es mo­ rir como realidad y producirse como ilusión"" y en esta compostura, de rectitud, de recato, de pudor: todos signos de virtud; sólo, se trata en el fondo, de una mera su­ perfi cie refl ectante de normas asimiladas incluso inconscientemente y que terminan por recubrirla como un a segunda piel. Si esta hi stori a de seducción es posible, se de­ be a la naturaleza ali enada de María Rosa qu e, además, es el bl anco de la ironía del texto novelesco. Es así como aquell a gracia que aparece ante todos como excepcio­ nal e innata necesit a ser sacri ficada por obra del seductor, instrumento del destino, que va a arrastrarl a hasta el abrazo erótico. Pancho Ocares, desde su estatuto don­ juanesco y libertino a ex pensas de un engaño cíni co, con fi nes de goce sexual, inten­ tará probar que "la fl or del Quillén" es un a mujer igual a todas. En sentido estricto, el hombre es un seductor vul gar como Don Juan o Casan ova, pero al desplegar sus tác ti cas de conqui sta, sin proponérselo hará gala de sus mejores armas, que son las mismas de María Rosa, pero vueltas contra ell a misma:

"¿A María Rosa le gustaba ser señora? Pues a tratarl a como tal. Y se hi zo humilde, pequeñ ito con ese anulamiento de su personalidad que el peón su­ reño finge necesari amente ante el superi or despótico.

y tratándole como a un a señora di o en el punto vulnerable de la mujer. (Ma­ ría Rosa, flor del Quilléll , p. 428).

Estrategia de auténtico sedu ctor, pues como afi rma Baudrillard, "se atribuye la humildad del espejo, pero de un espejo maniobrero, como el escudo de Perseo, en el qu e Medusa se queda estupefacta"". Hasta aquí, todo sigue el camino previsto:

l' BlIudri ll ard. Jcan. De fasedllcciól/, Madrid. Ed .Cátcdr¡¡, 1989,p.69. '· lbid,p.69

52 denegaciones, recogimiento, rodeos, avances y retroceso hasta provocar un estado de éxtas is, oscilante entre la realidad y el sueño. Y la realidad es el rechazo, producto del choque entre el deseo de perfección, de honradez sin tacha y la conmoción de los sentidos.

La perspectiva de un a vida vacía, pero nítida; de rutina y monotonía, pero sin mentiras, traiciones e hipocresías cabe en un proceso de reflexión que da cuenta del vencimiento de María Rosa antes de precipitarse en los brazos de Pancho:

En su espíritu acababa de surgir la visión de su vida futura. Se veía empuja­ da en los brazos de Pancho por una fuerza superi or a su volu ntad ¡Sería el destino! Su vida tan clara, tan nítida, se complicaba, se hacía obscura, entra­ ba en el círculo de las mentiras, de los disimulos, de las traiciones, de las hi­ pocresías. Ya no podría decirse con íntimo orgull o que como ell a no había ninguna y que bien harían ll amándola la flor del Quillén ( .. .)

Nunca. No era posible. No podía darse al amor. Aquella embriaguez de ilusión había que olvidarla. En su vida no habría caricias, ni besos, ni charl as, ni mira­ das, ni esperas, ni sobresaltos, ni miedos, ni iras, ni rencores, ni remordimie ntos. En su vida no habría nada.

Y ll oraba con angust ia porque, por segunda vez -voluntaria y definitivamen­ te-, sus días volvían a la rutina que los aplastaba. (María Rosa, flor del Qui­ IIéll, pp. 448-449).

Fin de la seducción, ¿desenl ace novelesco? Sorprendentemente hay un a es­ pecie de humor en el hecho de que el objeti vo de la seducción se desva nezca y la ini ­ ciación del adulterio se conviert a en un episodi o grotesco que restablece el eq uilibrio. No olvidemos que María Rosa es la fi gura central de un a estética de la ironía; su de­ silusión refuerza la imagen en que se sabe simulac ión, imponi endo la apariencia de una verdad a medias:

Recobraba su personalidad de Flor de Quillén ... Mentir, si mular, hacer cual-

53 quier cosa, provocar un escándalo, llegar al crimen, pero que nadie supiera nada, que todos creyeran en una agresión, basándose en su protesta iracunda. (María Rosa, flor del QuiLLéll, p. 452).

Como puede observarse, el desarroll o novelesco se sitúa entre la ironía y la sátira, dado que la primera confluye en la afirmación burlesca de las prácticas socia­ les. La dama de la sociedad patriarcal tiene pies de barro, pero lo importante es su efi gie, su cuerpo ortopédico que inmovilizándola atrae, fascina y seduce. Las mi s­ mas mujeres sufren su encantamiento, atrapadas en el deseo del otro que, paradojal­ mente, es un sueño imperfecto.

Por último es necesario señalar que esta novela es quizás la menos amarga de cuantas escribiera Marta Brunet y precisamente por esa especie de tour de force que transforma al burlador en burlado y rescata en el juego sutil de las apariencias a la mujer que no está dispuesta al sacrifi cio ni a ser víctima propiciatoria de la so­ ciedad debido a sus debilidades y flaquezas. Agréguese, todavía, la intención auto­ ri al en la que subyace una finísima burla de los arquetipos sociales, producto de un punto de vista masculino, de sus fantasías y de sus temores, como también de los códigos que regul an el intercambio simbólico de los valores y de las obsesiones con­ tribuyentes a la alienación de la mujer y condicionadoras de sus respuestas según los estereotipos sociales. A modo de ejemplo, considérese la inversión en el texto del código del honor en todo lo que respecta a su mise en scene: el castigo de la infrac­ tora se transforma en el casti go al seductor; quien lava su honor es la mi sma María Rosa que no requiere de la intervención de terceros ni de otras armas que el reben­ que y la persecución de los perros para salvaguardar su integridad, porque más allá de las convenciones, ella defi ende su dignidad, negándose a ser exhibida como un trofeo.

Con María Rosa, flor del QuiLLén se pone fin , además, a un primer ciclo de la obra de Marta Brunet, considerado como criollista, si bien los aspectos no toma­ dos en cuenta por la críti ca anteri or sobrepasan con creces los límites y principios de este movimiento literario. Mención aparte merece la siguiente novela de Marta Bru­ net, Bienvenido que, aunque ambientada en el campo, es una novela rosa escrita, tal

54 como lo señala la dedicatoria. a petición de su madre: " Para mi madre, que quería un a novela rosa" (El destacado es mío).

A part ir de la in tencionalidad auto ri al, la novela sigue el desarroll o lógico de este subgénero, pero ll ama la atención que esta temprana incursión en la ll amada subliteratu ra no haya sido considerada ni por la crítica an teri or ni posterior como un ant ecedente muy ori ginal de la proliferación e incorporación de los elementos de la cultura popular en el arte literario de la década de los ochenta" . Por ejemplo, es no­ table el papel subliminal que le asigna a los folletines y al cine en la modeli zación de actitudes y conductas de uno de los personajes, Enriqueta:

Se peinaba como Pa la Negri , se vestía como Bebe Daniels, gesticul aba como Constance Talmadge ... (Bienvenido, p. 494) ...... y Enriqueta hacía el mohín favorito que aprendiera de Mary Pickford (Bienvenido, p. 495).

A ell a, que amaba lo novelesco, lo imprev isto, la vida le ofrecía ser la prota­ goni sta de una novela estupenda (Bienvenido, p. 497).

Lo interesante de Enriqueta es como inserta en su existencia elementos ci ne­ matográfi cos que le permiten superar los problemas comunes a los que se enfrenta: la ruina de su fami li a, su incorporación al trabajo manual para la subsistencia y la ayuda económica que presta a su hermano para concluir sus estudios universitari os y como, una vez vencidas las dificultades, el curso de su vida continúa inmerso en es­ ta especie de doblaje de personajes ficticios. Si la novela no hubiera sido escrita en 1929, se podría pensar en "La rosa púrpura del Cairo" de Woody Allen no sólo por las referencias a Tom Mix, sino también a otros héroes del cine, present es en su co­ rrespondencia epistolar con su hermano Juan.

l' No signifi ca que Manuel Puig no sea considerado. pero es en esta década donde aparece como un renómeno ge­ neralizado: Osv:lldo Sori ano, An ge les M,lstrcta, el mi ~ mo Pui g.

55 Mi querido Tom Mix. Estoy muy contenta. Me compré un traje de terciope­ lo chiffon regio: lo hice adornar con rosa, que es la furia ( ... ) ayer vi una pe­ lícula estupenda de Vilma Bamky, con un os besos para morirse. No te escri­ bo más, porque tengo que salir ( ... ) Te qui ere, tu hermana. Enriqueta (Bienvenido , p. 498).

Querido Douglas: ayer me regaló Federico un anillo muy bonito, con un enorme brillante. Estoy fe li z ( ... ) Queremos casarnos en marzo. Mi suegra me regala el ajuar ( ... ) No te imaginas que señora más dije; yo no quiero vi­ vir con ell a, si no sola en mi casa con la mamá, para que ell a me maneje la ca­ sa. Tú comprenderás que yo no vaya tener ti empo para nada, ya que pienso hacer una vida muy de sociedad ( ... ) Te abraza tu hermana, muy fe li z. Enriqueta (Bienvenido, pp. 502-503).

Obsérvese la li gereza del tono, la frivolidad encantadora de quien se siente y vive como heroína del celuloide. Y de las clásicas hi storias con final fe li z, anáfora también del desenlace de la novela mi sma. Es verdad que en el proyecto de Marta Brunet no está explícita la intención de parodiar la novela rosa, pero parte del relato, aquell a que corresponde a Enriqueta, contiene todos los elementos de la parodia: en primer lugar, un personaje que se identifica con todas las posibles heroínas de ¿tras nove las rosas, adoptando sus poses, sus gestos, sus vestidos, etc. En segundo lugar, la pérdida del bienestar económico y su recuperación no sólo a través del esfuerzo y trabajo, sino además por el matrimonio ventajoso y por amor con algu ien que recibe una herencia millonaria, y por último, la concepción de la vida como una eterna fies­ ta, desprovista de dolores y confl ictos.

De alguna manera, el relato central tiene puntos de contacto con este esque­ ma; en él, la autora recoge el gusto masivo por los desenlaces felices una de las con­ diciones del género, como también la reso lución de un conflicto amoroso, general­ mente triangular, donde la protagoni sta, sueño de perfección y fi gura de seducción e identidad de las lectoras, logra triunfar e imponerse por sus vanali dades y caracterís• ticas que no son otras que aquéll as glorificadas y prescritas por la sociedad. Así, no es extraño que la novela, leída en el contexto de la seri e novelesca de la autora, pa-

56 rezca retroceder a una visión de mundo más tradicional y menos conflictiva, tanto que Domingo Melfi " e n su comentario sobre Reloj de sol atirma que por primera vez la autora deja tras lucir su int erioridad, su pensamiento y filosofía de la vida". Sin embargo, la novela en forma explíci ta no pretende sino un a respuesta a los deseos mu y personales de la madre de Marta Brunet y consecuentemente, al construir un re­ lato con esa estructura no intenta tran sg redir las normas, ya que los va lores encarn a­ dos en los personajes y los del texto mi smo coinciden con los de la sociedad: su pro­ tagoni sta alcanza la felicidad mediante el matrimoni o y la concepción de un hijo; re­ petición del otro tinal feli z con que termina la hi storia de Enriqueta. Por otro lado, después de Montaiia adelllro. Bestia d{l/iina y María Rosa, flor del QlIillén, ¿sería posible que la escritora abandonara sus ideas sobre la dominación de la mujer. aun para complacer a su progenitora y en un a especie de parént esis con el resto de su obra? Aparentemente, la respuesta es afirmativa parcialmente y a grandes rasgos. Como se ha señalado, la novela no revela ot ro confli cto que la confi guración de un tri ángulo amoroso que el anuncio del primer hij o desbarata, pero bajo esta superficie "encantadora", cas i ingenu a. el narrador(a) introduce sus propios comen tarios para perfilar la subordinación femenina como parte de la atmósfera rosa, destiñendo aq ue­ ll o que parece el paraíso:

De tigura tosca y genio alegre, don Ju an Antonio era adorado por su mujer - alma de anu lación que vivía por renejo de la vida de los demás- y por sus hi ­ jos Enrique", y Juan (Bienvenido, p. 494).

La verdad es que las monjas las ponen tontas de remate con sus pacaterías ... Dile siquiera adiós (Bienvenido, p. 506).

16 M elfi. Domingo,"Reloj de sor en El M erc/lrio (SantiagtrChilc), Diciembre. 1930.

11 "Una sola vez. en SU no\'cla IJielll'e/litlo. conduce al hombrc por un ca mino hecho. Lo hace huir del maleficio de una mujer algo vampircsc a: pero la vence por la maternidad inminente de la esposa, Es una onmovedora concepc ión remenina, Sin duda. es ése el ún ico libro de la autora en el que hoy se insi núa di ga lll o~ mejor una filosofía de la vi­ da", M clfi. Domingo, 01', di

57 Hizo uno prolija selección de los libras, aunque era bien inútil ese trabajo: la joven no sentía curiosidad alguna por lo que su marido le impedía leer. (Bienvellido, p. 52 1). (El destacado es mío).

Es cierto que en la fec ha de publicación de la novela, estas afirmaciones de­ bieron pasar desapercibidas, dado que la obediencia, la anul ación de la personalidad, la subordinación a la autoridad paterna o del mari do y la tontera eran consideradas como parte de la naturaleza femenina, de modo que su circul ación en el texto forma parte del di scurso social de la época y serviría incluso para reafirmar tales prácticas. Una lectura situada en el presente revela, en cambio, las fracturas de ese orden idíli• co; la incierta fili ación, el ocultamiento de sus orígenes bastardos, frente a este he­ cho, todos corren un tupido velo, es lo indecible o lo di cho en voz baja o livianamen­ te para restarl e importa ncia:

-Nunca he podido saber en qué época existi ó Pancho Silva- decía Enriqueta a Juan, en son de confidencia-o A mí Pancho Sil va se me imagina una fanta­ sía de mi pobre mamá, y la Mena una hermosa calaverada de mi ilustre pro­ genitor. Con respeto sea dicho... Es ta es también la opini ón de mi s herma­ nas. y no hay otra explicación. ija!ij a! Si usted conociera a mi hermana ma­ yor, se reiría como yo al verla idéntica a la Mena. Claro es que mi hermana es otra cosa ... , una mujer de mundo. Pero eso no quita que sean iguales. Y, según todos, mi hermana es el retrato de mi padre. Es para morirse de la ri­ sa". (B ienvenido, p. 505).

El narrador(a) tampoco comenta, pero la inserción de la hi stori a habl a por sí sola; constituyendo el espacio en bl anco que dice sobre el destino del "huacho", de SllS fa ltas de oportunidades "es otra cosa .. . una mujer de mundo" como nunca po­ drá serl o Mena. Por supuesto, éstas son las infe rencias del lector e indirectamente sugeridas por el tex to.

En otro ámbito, la ori ginalidad de la novela, que no renuncia al cuestiona­ miento de la reali dad, reside en la incorporación de elementos de la subliteratura co­ mo el cine y en el papel subliminal asignado a la lectura de novelas de algunos per-

58 son ajes, como Enriqueta y Enrique. Este último, a su modo es un personaje noveles­ co, protagonista de su propia novela rosa, pero sin el final feliz de las otras:

Harto de revolotear de mujer en mujer, dejando salud y fortuna en manos de coeotles más o menos importadas, halló por fin una bastante inteligente para conmoverlo con una fantástica historia de rapto y violación que interesó su pobre cerebro. Se creyó ll amado a regenerar, se creyó una especie de prínci• pe ruso redentor de mujeres de vida airada y desde entonces vivió presa de Marcela: un pulpo que le chupaba dinero y energías sin saciarse jamás. (Bienvenido, p. 524).

La comparación entre Enriqueta y Enrique va más de la semejanza de sus nombres; ambos afrontan sus vidas en forma novelesca, pero la disparidad de los re­ sultados obtenidos informa de proyectos distintos; mientras Enriqueta ayuda a los su­ yos a salir de la pobreza momentánea, se casa con un millonario y persiste en la fies­ ta de la vida, Enrique -por el contrario- se arruina y fracasa en su empresa redentora. La explicación apunta a perspectivas opuestas; la de Enriqueta abriga no sólo su bie­ nestar personal sino el de su hermano y su madre y la ficción viene a ser el refugio y el impulso de sus mejores valores: esfuerzo, trabajo y alegría; Enrique, lector de se­ gunda mano, toma los elementos de la ficción inventada por su seductora de manera literal, confunde los planos y se involucra para satisfacer sus pasiones sin darse cuen­ ta de que la historia narrada no necesita su protagonismo, de que es una marioneta y de que sus hilos son movidos por el interés y la ambición. Siendo ésta la única hi s­ toria de una novela rosa propiamente tal , en la que un millonario (arruinado ya) in­ tenta rescatar a la mujer caída, su final es el de la novela realista, pues desmiente los clichés del género.

Finalmente, en la lucha de las dos mujeres, Mena y Marcela, lo que se impo­ ne no son sólo las cualidades de la primera, sino la condición de futura madre de és­ ta la que constituiría en la narrativa brunetiana uno de los rasgos distintivos de la mu­ jer héroe de sus relatos. La maternidad sería para Marta Brunet la verdadera natura­ leza femenina, su definición y este reconocimiento es lo expresado en el desenlace de Bienvenido.

59 La siguiente novela, La mampara, evoca a partir de su título la dialécti ca en­ tre el adentro y el afuera, el interi or y el exterior, lo cerrado y lo abiert o. La mampa­ ra, nombre ostent oso de la puerta, señala también el mundo de las apariencias que se impone desde esta fachada.

La hi stori a que se desarroll a detrás de la mampara, protagoni zada por Car­ men, Ignac ia Teresa y la madre de ambas sugiere tres modos de enfrentar la vida y sus avatares; la primera pone su acento en la negación de la realidad, de la mísera si­ tuación ac tu al después de un pasado próspero y acomodado, del cual sólo queda la regia puert a, la ubicación ari stocrática del inmueble, "en Montev ideo, al mil doscien­ tos" y un teléfono con el que Carmen se aferra a un a forma de ex istencia que ya no le pertenece. La segun da info rma de una postura más auténtica, si bien 19nacia Te­ resa no logra ve ncer algun os temores para alcanzar su pl ena inserción en una cotidia­ neidad caracteri zada por el desafío constante de la sobrevive ncia. La tercera corres­ ponde a la mad re, terre no de lucha entre el pasado y el presente, ti roneada por las di­ ferentes visiones de mundo de las hijas. Curiosamente, no ti ene más nombre que la denominación genéri ca de "mad re", que en la economía del relato sirve para alber­ gar los mundos contrapuestos de sus vástagos y para mostrar cómo su identidad apa­ rece subsumida por la fun ción ancestral que cumple .

... casada jovencita con un hombre que la hi zo dichosa, con las dos hij as, mi­ rándolas, un poco absort a en su hogar, egoísta en su dulce destino, con el tiempo pasando sin marcar otras di fere ncias que un año más para cada chi ca, y el goce de ve rl as crecer y asomarse a la vida con tan distintos caracteres, celebrándoles y consintiéndoles todo, fo mentando el estudio de 19nacia Tere­ sa, su firmeza serena, su manera tranquila de deslizarse por la niñez y la ado­ lescencia y fomentando la pereza de Carmen, su gracia, la forma insti ntiva­ mente coqueta con que sabía hacerse servir y adorar. Esa fue su vida, años de años (La mampara, p. 464).

La muerte del mari do interrum pe la placidez de esta existencia femenina que, como en las anteri ores novelas de Marta Brunet, siempre está postergada por las ne­ cesidades de los otros -marido e hijos-, por el deseo siempre más importante de los

60 demás. La madre y su función uterina prolongada más allá del acto de parir, porque el drama surge de la imposibilidad de separar las necesidades y deseos propios en es­ ta masa informe que la oprime, ahora, desde el interi or, impidiéndole desli zarse por la vida con sus nuevos parámetros de pobreza, escase.z, mediocridad.

y sintió de súbito ganas de echarse a llorar, de sentarse en el umbral de una puerta, de relajarse en una postura más cómoda, de ser, como esta otra buena mujer que va y viene de comprar, ( ... ) ser una buena mujer, y no una pobre mujer, equilibrándose en los tacones, oprimida, ( ... ) para bien aparentar que se es una "señora", una señora que sa le de compras , co mo quiere Carmen que sea. (La mampara, p. 456).

y en esta apariencia de "señora" queda presa la soledad, la incomunica­ ción, el deterioro propio de los años "envidiando a buenas mujercitas que se es­ ponjan en las alpargatas" (p. 464), la mujer privada de todo acontecer que no sea la ruina del pasado y sin otro futuro que la rutina de l presente.

Los mismos gestos, el mismo ir y venir en una especie de círculo, que es el ritual de las apariencias. Sin apartarse de la problemáti ca de la mujer, la novela po­ ne su énfasis en la ri gidez de este ritual y en su monotonía: todo lo que hace Carmen está orientado a la mantención de un orden familiar y social fundado en la abundan­ cia, pero como ésta ya no existe, ha desaparecido con la muerte del padre, en su lu­ gar establece la simulación, de la cual la mampara es su fetiche.

Medio a medio de un perfecto círculo que de súbito empieza a moverse en multicolores losanges, rectángulos, tri ángul os, formas que se confun­ den, roseta al centro de la mampara, girando ahora tan li gero que es un em­ budo alucinante por cuyo extremo se desliza a mundos subconscientes, caí• da en un sueño poblado de fi guras inconexas y empavorecedores mati ces, frenéticos rojos, verdes venenosos, atrabiliarios amarillos (La mampara, p.482).

Del mismo modo, como la existencia materna queda enfrascada en la inmo-

6 1 vilidad del pasado-presente, con sus fantasmas sin afectos, Carmen gira en el dis­ curso de las apariencias, esclava de sus formas cambiantes, conjurando la realidad con sus signos equívocos de niña "bien", bien presentada, bien relacionada para la circulación de intercambios, para la lubrificación de las relaciones sociales. Deba­ jo de esta estructura laberíntica, fabricada de voluntari a frivolidad, de resentimien­ tos, de humillaciones y donde el ser se pierde, aflora el desencanto, el cansancio y el sinsentido, porque pese a sus esfuerzos para mantener cada gesto en su lugar, el orden perfecto de su peinado y vestimenta, en algún momento se produce el de­ rrumbe:

Pero no es ahí donde ella quiera ll egar al hacerse esa larga exposición, al ll o­ rar este miserere sobre sus sacrificios, sobre la sorda lucha con que mantiene su posición social. No. Quiere ll egar, y llega, repentinamente enfrentándo­ lo, a Hans y su frase: "Ten un a aventura ... " ( ... ). Tres palabras para marcar­ le un destino. Tres. Eso cree Hans que merece ella. (ÚI mampara, p. 481).

Aunque nada será igual para Carmen después de este recuento, nada indica en el texto una transformación; al contrario, el dolor no compartido, la angustia, la ira, la reafirmación en su proyecto seudovital. Es cierto que para la madre no hay sa­ lida, excepto rebelarse en contra de las actitudes y conductas que Carmen ha prescri­ to para rescatarla de la vulgaridad cotidiana, pero lo más lamentable es que Carmen no vislumbra sino el caleidoscopio alucinante de las formas en que se inscribe su vi­ da cuyo signo es esa mampara que "defiende la realidad del di sgregador asalto de los sueños" (ÚI mampara, p. 482). Lo que sucede finalmente para Carmen es la inver­ sión de esta realidad, el sueño es el lugar de su autenticidad.

No ocurre lo mi smo con 19nacia Teresa, que forzada por las circunstancias de su trabajo debe aventurarse en este otro mundo que concita el desprecio de su her­ mana. Descubre que fuera de la mampara existe otra vida, tal vez vu lgar, pero me­ nos solitaria y plena de posibilidades. Al final de la jornada, Ignacia Teresa es la úni­ ca de las tres mujeres que logra salir de la mora vital, incubando la esperanza y de­ sechando los temores que hasta entonces la han inmovilizado, sin permitirle vivir realmente:

62 El dijo algo, sí, que era español, refugiado, que tenía allí cerca una librería. Ella contó de la fáb ri ca, ( ... ) de su miedo irrefrenable, ese miedo que está he­ cho de mil mi edos que a través de un a vida se van aposando en el alma hasta dejarla sin movimiento alguno. Cuidado ... Ten cuidado .... Hay que tener cui ­ dado... Toma cuidado. ¿Es que hay que defenderse de tantas cosas? (u/mampara, p. 69).

Voces anónimas, de su familia, de los propios temores paralizantes. ¿Estará preparada Ignacia Teresa para comenzar una nueva vida o el diálogo con el descono­ cido será parte del soliloquio interi or, la verbalización de sus deseos, la conciencia de la posibilidad de salir de la clausura? No es muy claro, pero ell o constituye un avan­ ce en relación con las otras protagonistas, como deja adi vi nar el rebullir de su sueño:

... voltea la cara y la apoya en la mitad de su sueño de ell a, del sueño de su sueño en que una mano le sirve de tierna almohada. (u/ mampara, p.48 1).

Como puede observarse, soledad, incomunicación, autenticidad, enajenación constituyen los grandes temas de la novela, en la que cada personaje, con sus perso­ nales obsesiones queda atrapado en la isla de su ex istir. El lector tiene la vivencia de la incomunicación; jamás se producirá en todo el relato un acercami ento, un diálogo en que se comparta el dolor, la angustia, la ira, pues todo ocurre en la concienci a de las tres mujeres que no se atreven a mostrar las un as a las otras sus sentimientos, sus sueños y desvelos. Como ya se ha señalado, la mampara sirve de límite y frontera no sólo con el mundo exterior sino entre ell as mi smas, que inconsc ientemente se han asimil ado al simulacro de la existencia qu e la fachada les impone.

También se ha di cho aquí que u/ mampara no se aparta de los temas sobre la mujer desarrollados por la autora. En efecto, la soledad de la madre es más terri­ ble que la de Carmen o Ignacia Teresa, habla de la condición femeni na un a vez que los hijos crecen y siguen sus propios proyectos; de su incapacidad para construir o encontrar vías alternas para una existencia solo di señada para la maternidad y los quehaceres domésticos. Si no, véase a la madre ocupada en bruñir la mampara, lim-

63 piar, ordenar, preparar el almuerzo, tejer, etc., obsesionada por el futuro de Carmen, a qui en siente como las más frágil , a pesar de la tiranía y del dominio a qu e las so­ mete. ta nt o a ell a como a 19nacia Teresa.

En resumen, U I /l/ampara es un buen ejempl o de la ve rsatilidad de Marta Brunet , no sólo por su ambientac ión citadina, cosmopolita in cluso, sino por la temá­ ti ca incorporada, más uni ve rsa l y contemporánea con los problemas que afli gen al ser humano en todo el orbe. Posteriores novelas confirman esta apenura que insis­ te más en los procesos interi ores de sus personajes que en los elementos extern os, alejando a su autora del cri olli smo y mostrando su evolución más all á de los princi­ pios del realismo.

HU/l/o hacia el SU/; publi cada en el mismo año que i.LJ /I/ C/I l1para, constituye un a mu es tra de la superación de la escritora y aunque superti cialmente pareciera un retorn o al rincón campes ino, a la naturaleza agres te y salvaj e, como afirman al gun os críticos, lo cien o es que la exuberancia y la llu via pertinaz que envuelve n al pueblo sureiío está más relacionada con el devenir de los personajes. En efecto, el humo co­ mo la ni ebla, la neblina o el aguacero no sólo desdibuja los nítidos cont ornos de los contrafuertes cordilleranos, también oscurece, deforma y diluye las demás ari stas de los caracteres; rompe, fi sura y araña las máscaras de la concupiscencia, de la ambi­ ción y del pode r.

El pueblo que emerge sigui endo la geometría intern a de doña Bati lde, su "ra­ cioc inio inapelabl e", "su minuciosa exac titud de cronómetro insensible a toda angus­ ti a, a toda esperanza" (HilillO hacia el sw ; p. 553), constituye el símbolo de su poder, la materi alización y deformación del frut o de sus entrañas yermas, sustitulO de la es­ teril idad a que la condena la impotencia de don Juan Manuel de la Ri estra.

y del mi smo modo en que el pueblo toma el lu gar del hij o, mutati s mutandi , e l tener reemplaza el ser de Bat ilde.

No se trabaj a para eso, sino para tener aut oridad, para que nos respeten y ha­ cer lo qu e nos dé la gana. El dinero no es nada sin una vo luntad que di spon-

64 ga de él, pero con ell o lo es todo. ¿Cree usted que yo sería lo que soy sin lo que tengo? ( ... ) Ser es tener y todo lo demás es humo, humo que se ll eva el viento. (HulIlo hacia el sur, p. 55 1).

Carencia esencial que paul atinamente transforma a doña Batilde en la madre perve rsa, personificación de la dureza, de la sequedad, de la avaricia, "vacía de otra pa­ sión que la del poder" (p. 559). Virilidad en suma y para integrarse a los valores de cambio circul antes en la sociedad uti liza el dinero, el nombre del marido como más­ cara de su ambición que, sin embargo, no puede rescatarla de esa falta primordial ni calmar la angurria que "contrae las entrañas" (p. 598). Ni ángel, ni demoni o, doña Ba­ tilde es sólo la mujer mutilada en su naturaleza y por lo tanto pervenida, desviada de

En la narrativa occidental, la mujer viril es concebida como una transgresión, como una protuberancia, blanco de la sátira velada o abierta, pero en Humo hacia el sur esta transgresión se presenta en fo rma trágica, como parte de un destino impre­ visto que debe encontrar su obj eto fu era de sí mismo, en la adquisición de bienes de ti erras, producción en vez de creación o de procreación. En esta perspecti va, es ra­ zo nable señalar que si la narrati va de Marta Brunet ha logrado crear toda una estirpe de mujeres bajo el signo de la rebeldía hacia las condiciones impuestas por la socie­ dad , con doña Bati lde ha logrado pl as mar el drama de la "madre de esperanza trun­ cada" (p. 707), de la mujer fracasada en aquell o que constituye su defin ición; por eso doña Batilde es la antiheroína del relato bruneti ano, permeable a los valores de la so­ ciedad patriarcal en que posesión y dominio constituyen su característi ca y su razón de ser. A diferencia de las otras mujeres-héroes que son anuladas desde el exteri or, comprimidas a la insignificancia, doña Batilde lo es desde la escisión profunda de su ser, toda ell a vaciada en la proliferación monstruosa de sus haberes. Ta nto es así que da la sensación de estar fuera del ti empo, siempre igual , inmutable, la misma desde la pérdida de su identidad:

Siempre ti esa en su silla, con el mi smo traje color café, por ser el más sufri­ do; con los absurdos botines de cuero, epicenos, con elásti cos a los costados y una huincha atrás y otra adelante para tirar de ell os y poder metérselos, he-

65 chos desde hacía trein ta años por el mismo zapatero. Y persistiendo en su ac­ titud de juzgadora inapelable del mundo, con los brazos cruzados sobre el pe­ cho enjuto y las manos extrañamente hermosas, calcada toda ella sobre una especie de molde. Igual a como la había conocido ocho años antes, con su perfil para colocarlo sobre un ónice, sobre un azabache, sobre un esmalte. (HulIl o hacia el sur, pp. 552-553).

Tal como el texto sugiere, doña Batil de es el calco de la verdadera Bati lde, de la que fue y de la mujer que habría pod ido ser sin el matrimonio fu nesto; las du­ ras aristas de su perfil de su fi gura hi erática ex halando dominio y rapacidad consti­ tuyen la negación, el garabato de la otra:

Hab ían hecho de ell a esta doña Bati lde que era ahora. Aguantarse entonces. (Humo hacia el s"r, p. 598).

La pregunta inevitable del lector es quién o quiénes han provocado la meta­ morfosis, pero el texto posterga la respuesta, privilegiando la imagen actual:

No, ya no es la du lce Tilde que el tiempo borra en la desvaída retina del re­ trato, ni son sus ojos ve rdes, para la verde vida. Es ahora doña Batilde, con el corazón de canto rodado, sin vaci laciones, midiendo en afán de posesión las calles del pueblo, bajo la ll uvia, contra el viento, vacía de otra pasión que la del poder, cuya clave es el dinero. (HulIlo hacia el SlIr, p. 599).

y para completar esta imagen, statu qua de los sueños de la dulce Tilde, el pueblo, su pueblo tambi én debe permanecer inalterable para su provecho y prospe­ ridad, signos visibles de la hipóstasis de su no-ser. El pueblo resulta, entonces, su justificación, su obra vital , el símbolo de su vida degradada y cuando las oscuras fuerzas de la civili zación y del progreso amenazan su exterminio o desv iar el fluj o de la riqueza hacia otras regiones y hacia otros bolsillos, doña Batilde está di spues­ ta a todo, al crimen incluso, si de este modo evita ser despojada nuevamente de es­ ta otra sangre que circula por sus venas: el dinero. El puente en construcción es ahora el enemi go y la confrontación es inevitable, por un lado doña Batilde y su vo-

66 luntad casi telúrica y por otra, el gigante, la voluntad de los hombres, tendida hacia el futuro.

Como el texto explicita, es el futuro diseñado por el hombre en su afán de permanencia a través de objetos materiales o de signos externos. El puente simboli­ za para doña Batilde la transgresión de la naturaleza, del mismo modo que lo es su esterilidad impuesta por un hombre. No es ella, la tierra, quien no puede dar frutos sino el marido y en esa perspectiva, tanto el puente como el matrimonio representan la negación de un proyecto vital.

En la narrativa de Marta Brunet, ya se puede decir, el protagonismo femeni­ no no es fortuito, existe la intención de mostrar a la mujer en su incomodidad frente al mundo, de contradecir los estereotipos de la imaginación masculina, de re-repre­ sentarlos desde otra perspectiva contestataria, menos maniquea y más humana. No es tan simple clasificar a las mujeres en ángeles o demonios, bondadosas o malvadas, porque esta división responde solo al predominio de un sistema de valores, al control que ejerce la ideología dominante sobre sus productos culturales. En todas las nove­ las anali zadas, las protagonistas son seres constreñidos por factores externos, por los roles preexistentes, por actitudes y conductas ya modelizadas, pret 11 porter, que tan­ to la mujer como el hombre deberían adoptar para la conservación y reproducción del sistema o para su propia preservación; sin embargo, como se ha visto, el tema de ca­ da una de las novelas de la autora es la respuesta inédita de las heroínas frente a es­ tos moldes, su problematización al menos O como en Humo hacia el sur, el de la es­ terilidad femenina como contraparte de la impotencia masculina. Ya no se trata del drama de la mujer yerma, de la perversión de su naturaleza, objeto de la burla y del desprecio sociales, sino cómo ésta preserva su integridad o su apariencia sirviéndose de los valores de la sociedad patriarcal. Ser o tener es la disyuntiva de doña Batilde y como no puede ser madre, debe tener la tierra con sus poderes genésicos para con­ jurar la falta que no es suya, pero que ha hecho propia.

¿Existe otra salida para doña Batilde que no sea la enajenación de su femi­ nidad? El desarrollo novelesco muestra que tal posibilidad supondría otra ruptura, una violación de las normas que consagra la institución matrimonial, la fidelidad ,

67 el respeto de las apariencias, todo el aparato social, más poderoso y exigente que el deseo o la necesidad individual, de modo que doña Batilde es la víctima no só­ lo de la impotencia del marido sino también de la sociedad, con sus fa lsos prejui­ cios, con su moral sexista, con sus relatos legitimadores de prácticas excluyentes y marginadoras. Doña Batilde es la antiheroína porque no ha sido capaz de rebelar­ se en contra de esta opresión y ha permitido la inscripción en su ser de una fal sa Batilde, de otra que ha tomado su lugar, suplantando su sensibilidad, su caudal de amor y sus esperanzas. De ahí que el acto execrable, apocalíptico y acorde con su naturaleza ali enada tenga un efecto contrario al de la si mple venganza, viene a res­ taurar o más bien, a saldar la carencia y mientras el pueblo arde y se consume en el incendio provocado por doña Batilde, la conciencia del crimen cometido enfren­ ta a doña Batilde con su doble:

Aq uell o sube desde los tuétanos, irrumpe en las carnes endurecidas, retuerce su voluntad y no hay defensa posible contra ella. Doña Batilde está allí er­ guida ante don Juan Manuel, pero humillada adentro, deshecha de vergüenza ante la Tilde inexorable. (Humo hacia el sur, p. 707).

Reencuentro tardío y vano, porque su derrota aunque da vida a Tilde, signi­ fica también su muerte, la de ambas. El gesto fin al de aceptación de su verdad pro- funda la precipita en el vacío del puente inconcluso. Sin embargo, el incendio, que no repara la escisión de doña Batilde, resulta catártico para otro personaje de la novela, Pedro Molina, cuya hi storia cobra sentido en el infierno desatado sobre el pueblo. Al intentar rescatar a una mujer de las ll a­ mas y debido a esto, quedar prácti camente cremado por el fuego, repite el gesto no reali zado de salvar a su mujer, ya muerta, de la soledad, del desamparo y de la cul­ pa. Condenado a veinte años y un día de presidi o por el asesinato del ex-amante de su esposa, es envi ado a la cárcel del pueblo lejano a cumplir la sentencia y, sin adi­ vinarlo, su destino. La causa de la desesperación, de su permanente insomnio, de los remordimientos que lo acosan no es el homicidio sino su ceguera, la inutilidad de su amor, sentimiento estéril que no sirve de puente para ll egar a la otra alma:

-¿Cómo no me lo dijo? ¿Tan poca creía que era mi terneza? ¿No sabía que

68 todo lo aceptaba por venir de usted? ¿Por qué no tuvo contianza en mí, co­ mo cuando era chiquita y me hacía alzarla para ir a la playa en que los can­ grejos le deban miedo? ¿Por qué? (Humo hacia el sur, pp. 573-574).

Es así como la novela juega con las semejanzas y diferencias entre la ex is­ tencia de Pedro Malina y la de doña Batilde, pues si inútil es el amor del primero, inútil es el cuerpo de Batilde que no puede florecer en el hijo. Es cierto que Pedro Malina es un personaje secundario, pero la historia de segundo grado en la estructu­ ra del relato es clave. Por una parte, repite desde otra perspectiva la hi storia central, pues tanto Pedro como Batilde son víctimas del engaño que ha de torcer el rumbo de sus vidas. Al casarse, Pedro no sabe que su mujer está embarazada; Batil de ignora que su marido es impotente; la semejanza es innegable, de modo que la función de esta historia en el relato sería señalar, a pesar de las diferencias entre lo masculino y lo femenino, naturales o im puestas, que ambos sujetos están expuestos a la mala fe , a la deslealtad y, sobre todo, están presos de las convenciones sociales, que impide, por temor a la hipocresía, hablar de ciertos temas. As í los tabúes sex uales serían los victimarios de estos personajes y sus cómpli ces: la incomunicación y el miedo a mostrar las debilidades y flaquezas. Por otra parte, el relato de segundo grado anti­ cipa que el crimen o la ejecución de un acto execrable no libera, porque la culpa no puede exorcizarse mediante el castigo de sus supuestos agentes externos. Ell a está dentro de los seres humanos y es tanto más trágica en cuanto consiste en la apropia­ ción de las faltas ajenas, como ocurre con Pedro y doña Batilde.

En este sentido, toda la nove la está poblada de fa lsas identidades, con excep­ ción de Solita. Moraima, Paca Cueto, Ernesto Pérez, don Juan Manuel de la Riestra, todos, representan la carnavali zación de las normas y convencionali smos sociales, borrando las fronteras entre el bien y el mal, entre lo correcto y lo indebido, entre la verdad y la mentira. Por ejemplo, la Moraima es la cabrona del pueblo, la mujer que ha llegado a esta condición por el sufrimiento, por la pérdida de sus ilu siones y las falsas promesas de un hombre; en cambio Paca Cueto es su contrafigura, la atracción del dinero fác il , su natural concupiscencia y sensualidad la han ll evado al lugar infer­ nal en bu sca de respetabilidad, copiando señorío, en pose de dama recatada y pudo­ rosa, la que fina lmente será sobrepasada por el "hervor de su sangre".

69 Tiene una alarma de terror, porque desde los profundos estados de tierra la Pancha, en irrupción casi sísmica, amenaza aflorar de nuevo (Humo hacia el Sur, p. 652).

En el otro extremo, don Juan Manuel y Ernesto; el uno célibe por obligación y el otro, bajo la apariencia de marido respetable, da rienda suelta a sus vicios carnales e inconfesables pasiones, claro que lejos de su esposa. Semejante a Paca Cueto, ll eva una doble vida, pero a diferencia de ell a, llena de cu lpa como lo muestra su confesión a De la Riestra y su temor de ser escuchado bajo una lluvia persistente.

Es así como el texto novelesco se construye en la contraposición de persona­ jes estigmatizados y ambivalentes. Como se afirmaba, la única excepción la consti­ tuye Solita y su madre, que sólo sugiere cierto descontento y un a ex istencia obedien­ te y sumisa a la voluntad de Ernesto, su marido.

Para Solita, el mundo de los adu ltos es extraño y contradictorio, de fal sos va­ lores, poblado de seres que no son "de veras". Para ella son más reales el Toga, don Genaro, el Mampato, sus animales domésticos con los que entabla largas conversa­ ciones, les comunica sus penas y alegrías, perfilándose como la heroína de un nuevo relato social , subversivo contra las normas que preservan el slalu qua.

Porque ella cree que la gracia no está en hablar siempre con un lenguaje es­ tirado y planchadito, con tantas alforzas y puntillas de ve rsos y pronombres. iCon lo que le gustaría a ella revolver y enmarañar esas cosas' Lo que va­ le es el idioma "de ve ras", ese que se aprende de los indios o con el "Toga" y "Don Genaro", o con el "Mampato", y que ell os saben sin haberlo apren­ dido, porque es el único que corresponde realmente, mágicamente con las cosas que se dicen. (Humo hacia el sur, p. 614).

Esa correspondencia es la que más tarde Marta Brunet bu scaría en su narrativa infantil, pues se puede afirmar que a través de este personaje la autora entrega su poética explícita sobre el relato infantil. Más adelante se volverá sobre Solita, relacionándola con la temática de los cuentos para ni ños desarrollada

70 en Cuentos para Mari-Sol, Historias de Mamá ToliTa y Aleluyas para los más ehi­ quititos.

Retomando Humo hacia el Sur, se puede agregar que Solita sería, además de heroína de un nuevo relato, el lector previsto de la novela e incluso de todas las no­ velas de la autora. Obsérvese su rechazo de las historias de carácter didáctico y mo­ ralista, sobre todo de aquellas que tratan de repentinas conversiones de malos en bue­ nos "escritas por una señora que debió nacer con una papalina en la cabeza ( ... ) y otra en el alma momificada" (Humo hacia el sur, p. 6 l 6). Obviamente, no será el ca­ so de la escritora de esta novela ni de María Nadie; en ninguna de ellas hay persona­ jes O historias aburridas al servicio de lo que los "grandes", en términos de Solita, lla­ man Moral y Educación.

En efecto, esta última novela -María Nadie- como las anteriores responde a la concepción autorial de un relato destinado a mostrar al ser humano en sus contra­ dictorias facetas, sobre todo a la mujer, a la que rescata de los estereotipos tradicio­ nales, fl exibilizando las perspectivas y las visiones que trivializan y enmascaran la ex presión de su subjeti vidad. Alabada por muchos críticos como una de las mejo­ res obras de Marta Brunet, también concitó el rechazo por su fragmentarismo, por la falta de "soldadura" entre sus dos partes tituladas: "El Pueblo" y "La Mujer"; sin embargo, es esa ruptura la que mejor da cuenta de la realidad de su protagonis­ ta, su exterioridad, su apariencia poco o nada tradicionales, despiertan la animosi­ dad de las muj eres de pueblo.

"- ¿ y le parece poco? Una loca suelta, vestida con pantalones y una chom­ ba que le deja todo a la vista. Y con ese pelo color de choclo ... insistió tam­ bién mi siá Melicia ( ... ). -Es que yo creo que lo decente, si se tiene ese pelo natural, es pintárselo de un color como el de todos. Negro, rubio, castaño. Una mala pájara, eso tie­ ne que ser y nada más ... (MarÍti Nadie, p. 736).

Del mismo modo, para los niños Cacho y Conejo, estos atributos tienen un significado distinto, es "la niña de los cabell os de oro", un ser más imaginario que

71 real, una especie de hada surgida de la fantasía infantil y repentinamente concretiza­ da. Ambas percepciones son fal sas: la primera porque está permeada por la imagen de mujer en la que se superponen toda una gama de re stricciones, contradicciones y mutilaciones que colocan a María López en el margen de la misma marginalidad de las mujeres de Coll oco. Una manera de normalizar la imagen heréti ca es transformar su aspecto, borrar las diferencias. sumergirla en lo indiferenciado o violar la intimi­ dad de la extranj era, conociendo sus secretos, su pasado. " Mala pájara" porque no corresponde en su exterioridad al constructo social o a sus expectativas. La segunda opera de modo contrario, los niños viven en el mundo de la fantasía, alimentada de lecturas que borran las fronteras entre lo real y lo ficticio. En ese universo informe, la telefonista no tiene existencia real, pues como todo ser de fi cción, la fragilidad y la inestabilidad la condicionan y la determinan. La in esperada coincidencia entre las violetas que los niños le regalan y un ramo de ellas en las solapas de Reinaldo -pa­ dre de Cacho- destruyen la relac ión, siempre en el contexto de las preocupaciones de Marta Brunet, a saber, el de la incomunicación y la desconfianza. Ni Cacho ni Co­ nejo ll egarán a conocer la verdad del malentendido y María López perderá el único vínculo auténtico, proporcionado por un sentimiento puro. En la visión de la autora, las relaciones humanas, donde priman la bondad, la equidad y la justi cia están rele­ gadas al plano de la fi cción más bien como la tendencia hacia un ideal propio de la infancia que tarde o temprano termina corrompiéndose.

Pero más interesante que esta visión desencantada, es la imagen construida por la voz narradora que se identifica con la de la protagonista. En esta apropiación del di scurso que, según la crítica, abre el camin o de una literatura femenina, centra­ da en los procesos interiores de la mujer, la ruptura del mutismo femenino constitu­ ye una verdadera subversión, por primera vez en el relato brunetiano, la autora, la na­ rradora y la protagoni sta no sufren una división ontológica y esto permite la transmi ­ sión de un mensaje no condicionado por la prácticas y normati vas en circulación, con un oyente intradiegético, una gata, que poco puede imaginar al suj eto que habla, vol­ viendo equívoca la confesión y del destinatario del relato.

Probablemente, este hecho indica que el sujeto ha perdido su relación (iden­ tidad) con esa comunidad e incluso con toda la sociedad. La confesión de María Na-

72 di e ¿debe caer en el vacío?, ¿anticipa su il egibilidad? O simplememe destaca la fe­ ble constitución de un suj eto que teme enfrentar su propi a represemación como par­ te del mundo interi or y su articul ación con el mundo exteri or.

En relac ión con el mundo exteri or, el monólogo de María la defi ende de la anul ación con que el apodo -María Nadi e- imema borrarl a, hacerl a nada; al conver­ tirse en el suj eto que habl a deja de ser el objeto del di scurso de otro y en la medida en que el yo es el tema de su propio di scurso, su forma, construye la verdadera ima­ gen de sí misma. Aqu el eni gma se resuelve, pero no como respuesta a las acusacio­ nes de Petronil a, la voz de la sospecha y de la maledicencia pueblerinas. sino a la conciencia hegemóni ca donde no hay cabida a lo distimo o donde las diferencias son abolidas a través de prescri pciones o juicios de valor absolutista.

y nadi e sabe nada de ella. iPorque es de ladina para no contar cosas de su vida! Como muerta. ¿Creerá que desde que ll egó nunca ha recibido un a carta ni un telegrama? Es para morirse de rabia ... ( .. .). -La tenemos bien vigil ada. Nunca le hemos oído nada personal. Nunca. Pe­ ro ya caerá ( .. .) y "todos" loquitos con ell a. La ofi cina parece ahora choclón. Todos los hombres metidos all á ( .. . ). Y ell a haciéndose la lesa, como si nada pasara .. ." (María Nadie, p. 735).

La independencia de María, su falta de lazos con el mundo, el sil encio acer­ ca de su imimidad ocultan, según el pueblo, un pasado turbio, algo anómalo, qui zás a la pecadora: " Una mujer sola, sin famil ia, es siempre sospechosa" (p.736); si no es como todos, es nadie; si no corresponde a los cánones establecidos representa una amenaza a la estabilidad del sistema y por eso debe ser aniquilada, destruida o al me­ nos neutrali zada.

Sin embargo, la frase lapidari a ti ene el efecto contrari o, provoca la introspec­ ción, la reinterpretación de la ex istencia de María desde la privilegiada perspectiva de ell a mi sma. Los dos polos que in ician la acti vidad di scursiva son el yo (soporte inmateri al) y el cuerpo (materi al), puesto que es la acti vidad corporal de María la que suscit a la duda, de las mujeres y el interés de los hombres.

73 En este sentido, la instancia discursiva uni fica la ex periencia de la disociación espíritu-materi a, y el cuerpo deja de ser un objeto voyerístico o fetichista que invita a intercambios eróti cos con los espectadores masculinos. Ahora es el lu gar de los acon­ tec imientos vitales, donde se inscri be otra menos estimulante para las fa ntasías sexua­ les, pero más cotidiana, más conocida por todos: la seducción, el abandono, el abor­ to. La histori a de María es el relato contestatari o de los relatos maestros del patriar­ cado: en él quedan anuladas las dicotomías bueno/malo; virtud/pecado; la rubia/la morena porque la sexualidad queda incorporada al individuo como parte de su perso­ nalidad, como la inteligencia, la sensibilidad, el hambre, la sed que no motivan juicios morales.

¿Tú crees, gatita , que vale la pena vivir entre sospechas, risitas y comentari os, siendo buena, cabalmente buena, honrada hasta los tuétanos, para que de re­ pente te caiga encima un a lluvia de feas palabras y casi de hechos delincuen­ tes? (María Nadie, p.787).

En el texto bruneti ano, el cuerpo fe menino y sexual deja de ser el hori zonte contra el cual se afirma la moral y la preservación de las estructuras sociales; en vez de normali zarlo a través de las instituciones, parece naturali zarlo, volverl o parte de la vida, significati vo como espacio de la maternidad, pero no de las obsesiones pato­ lógicas que recubren el gran texto de la Sociedad.

Es cierto que María no alcanza a tener un hij o, lo pierde entre los accidentes de su relación amorosa, de manera involuntari a y por eso permanece intacta, íntegra. En su recuento prevalece la dimensión humana expuesta a la soledad y tendida como un arco entre la anul ación y la infinitud.

Me iré. María Nadie también tendrá ante sí un a puerta abierta. Será de nue­ vo María López. Una puerta abierta ante mí. Puede que hacia un a vi da ra­ diante. Puede que hacia inenarrables sufrimientos. Pero será la vida ... (M a­ ría Nadie, p. 787).

La últi ma novela de Marta Brunet, Amasijo, explora el tema de la homose-

74 xualidad, centrado en los conflictos interi ores del protagonista, para quien su condi­ ción es fuente de sufrimiento, de rebeldía y de soledad. A semejanza de los persona­ jes fe meni nos de la au tora, Julián García es un ser atormentado, escindido entre el ser y el deber ser, que no encuentra salida ni siquiera en la creación artística para la an­ gusti a existencial en que está inmerso.

Volvió a la realidad y observó a los personajes que hablaban: sólo tenían de común con los por él creados ese virus de la desesperanza, de la desorienta­ ción, de la angusti a íntima. De ese amas ij o que él mismo era. ¿Por qué, en­ tonces, se empecinaba en negar la similitud? Se negaba a sí mi smo tantas co­ sas .. . (Amasijo, p. 822).

Sin llegar a constituir un relato que tiene por objeto la refl exión sobre los procesos creati vos y de recepción de la obra de arte, como por ejemplo en Los Cl/a­ dem os de Malle Laurids Bridge de Lilke y El retrato del artista adolescente de Joy­ ce, la novela provee de un a vi sión sobre el acto creador sobre todo en lo relacionado con la sensibilidad exacerbada del artista y su poder de captación de la realidad, ori ­ ginada en su inadecuación con el mundo.

¿Es que siempre iba a ser así? Pasar de un estado a otro sin transición. Vi­ vir muriendo de todos los dolores, víctima de los sentidos exacerbados, des­ controlados, irreductibles. (Amasijo, p. 856).

En este sentido la anormal idad del arti sta va más allá de la conducta sexual y de los conflictos morales que la integran: atraviesa la realidad ineluctable de la vi­ da para refl ejarl a en los espejos, haciéndola pasar a través de los prismas, las cribas y el infierno espiritual de una conciencia lúcida, ex igente e hiperestesiada. La pie­ dad y el horror en el más perfecto equilibrio emergen del texto para suscitar la emo­ ción trágica; el arti sta en su desnudez, libre para crear como un "narciso deleitosa­ mente empecinado ante el espejo" (A masijo, p. 847).

El texto mi smo es solidari o desde el título con el amasij o al que su protago­ ni sta intenta dar fo rma, ese caos íntimo, dramáti ca pesadilla sin pasado y sin porve-

75 nir, que logra plasmarse en este otro que intenta organizarlo o su interpretación. Des­ de una perspectiva freudiana busca un elemento de síntesis para la disociación entre el deseo y la sexualidad, pero al hallarlo, encuentra la muerte.

Como de regreso de todo, de vuelta del bien y del mal. Tuvo el sobresalto que removía puntas dolorosas. No venía de vuelta de provincias contrapues­ tas, estaba en la muerte, tocada por la muerte, sellada por la muerte, con su troquel en la ausencia de cada seno. Detenida en la certidumbre del fin do­ loroso y próximo. (Amasijo, p. 847).

No debe creerse que esta salida se vincula a la moral convencional, se ha di­ cho de algún modo, que sólo el artista puede hacer algo por el hombre, pero ni el aná­ lisi s más agudo ni más lúcido consigue disolverlo en otra cosa que no sea en sí mis­ mo; por eso ni la fama, ni la creación de otros fa ntasmas logra arrancar a Julián de la fascinación de la muerte, encarnada en Teresita, la desconocida del parque, quien a lo más lo enfrenta con sus fij aciones infantiles, sugiere algún camino, pero no alcan­ za a resolver el enigma y Julián se convierte en el símbolo de la negación de la vida, siempre solo, con sus más bajos deseos, con sus más puros sueños, inmerso en las cloacas, delectado en habl ar de la podre humana.

Es probable que para el lector, la homosexualidad de Julián no sea su peor conflicto sino su falta de amor y de ternura y que el rechazo hacia sí mismo se expre­ se en un rechazo de mundo, "mirándolo todo a la distancia ( .. . ) como si en un estado de nirvana presenciará el espectáculo de su propio existir" (Amasijo, p. 856) Y la fal­ ta de compromiso y de aceptación de su verdad profunda lo conviertan en un ser mu­ tilado como los personajes de sus propias obras.

76 111. Palabras finales

a novelística de Marta Brunet representa, ciertamente, la zona más extensa de su creación literaria, pero no más importante que el resto de ella. Razo­ nes de espacio excluyen de este ensayo esas verdaderas obras maestras que son sus cuentos y entre los cuales "Soledad de la sangre", "Piedra callada" o "Don Florisondo", por citar sólo algunos, bastarían para asegurarle un lugar entre los gran­ des de la literatura chilena.

Es necesario agregar, todavía, que esta aproximación es parcial, no agota la riqueza de los textos ni en su lenguaje ni en la potencia mágica con que construye sa­ bores imprevistos, sabidurías e imaginaciones o transmite la fugacidad del relámpa­ go así como la eternidad de la lluvia que asola el paisaje y las almas. Como se sa­ be, toda obra es un intento de llenar un vacío y en esta perspectiva el proyecto bru­ netiano imprime un giro inesperado a la tradición literaria de nuestro país; hace po­ sible la incorporación de la mujer en un lugar vedado e incluso problemático y al que só lo accedía como la compañera inseparable, sumisa y doblegada de su señor. En la narrativa de Marta Brunet se señala, se marca y se problematiza este espacio de do­ minación, se lo discute y lo conquista proveyéndolo de nuevos valores destinados a suprimir la injusticia, la violencia y la marginación.

En cuanto a la obra de la escritora destinada a los niños y reunida en Cuen­ lOS para Mari-Sol ( 1934), Las hislorias de mamá Tolita y Aleluyas para los más chi­ quililos ( 1960) sería interesante señalar algunas de sus características y peculiarida­ des en relación con el relato canónico infantil y teniendo en cuenta la poética explí• cita de la au tora contenida en "El mundo mág ico del niño"".

En efecto, allí se señala que el caudal nutriente del relato infantil se encuen­ tra en lo popular, en el folklore, de donde autores como Andersen, Perrault y Selma

11 Brunet. Marta. "El mundo mágico del niño" en revista Atellea N" 380 - 38 1. Universidad de Concepción, Con­ cepci6n,1958,pp.263-276

79 Lagerloff "tomaron desde el moti vo primario de su obra hasta las modalidades pro­ pias del diálogo y la acción" (p. 273). Al respecto, Marta Brunet toma del relato y la conseja popular los elemenlOS de su oralidad , la relación constante y presenle enlre el emi sor y el destinatario: " No sé si ustedes saben ... ", "Resulta que ... ", "ya les di ­ je. ..", etc., tratando de crear una "comunión, co municación de una secreta unidad que el niño debe intuir a través del lenguaje de los símbolos" (p. 272). Debido a este ca­ rácter oral, será frecuente encontrar en los textos narrativos el empleo de onomatope­ yas, "Zas", "Brrr", "Pum", más eficaces que las palabras a las cuales sustitu yen, pues despiertan sensaciones, emoc iones tanto más vitales que su posible represenlación.

Otro elemento a considerar son los personajes de los cuent os, la mayoría ani ­ males pertenecientes a la fauna chilena, pero que a diferencia de sus congéneres de las fábu las de Esopo o de Lafont aine, no están all í con un a finalidad didác tico-mora­ li zante. "En todas las literaturas incipientes se encuentran, en sus primeros balbu­ ceos, fáb ul as en las que los animales participan, no siempre para impartir lecciones de moral, precisamente" (p. 275). En este marco, sería necesari o remitirse a esta mi s­ ma idea expresada por Solita, el personaje infan til de Humo hacia el Sur; para ella los animales domésticos son más reales que las muñecas o los demás juguetes: "Son todas mentiras -contesta Solita tozudamente- Por eso prefiero al "Mampato", al "To­ ga" y a "Don Genaro". Ell os son "de ve ras"" (p. 592).

De igual modo, los animales del relato bruneti ano son presentados en sus as­ pecIOs pintorescos, cómicos o trágicos, siempre en relación lúdica con el niño. Aquí no se trata de enseñar zoología sino de la identidad que se produ ce y del goce provo­ cado en el "poder considerar a su gato como un respetable caballero y a sus peque­ ños amigos como una manada de lobos" (p. 274). Chunchos, sapos, conejos, cóndo­ res, ll oicas, gatos y perros cada uno destacado en aquello que les hace ser temido, amado, respetado o admirado; el chuncho, por ejemplo, voceador de males y desgra­ cias, conve rtido en guía de los an imales perdidos en el bosque; el plumón rojo de la ll oica, explicado como la recompensa de una buena acción; la capacidad del cóndor junto al más humano de los sentimientos como son la piedad o la compasión; en fin, largo sería enumerar cada uno de los atributos que la autora resalta en ell os y donde no se crea que la glotonería, el fast idio o la pendencia están ausentes; como los seres

80 humanos los animales también tienen defectos. En esto consiste la concepción de Solita; los seres "de veras" no son aquéll os de la perfección y en ellos hay coinci­ dencia con la concepción global de Brunet sobre el mundo y sus creaturas de ficción. Indudablemente, la vitalidad y fuerza de sus personajes reside en la profunda huma­ nidad de su autora, para quien el goce de la lectura y la posibilidad de abrir nuevos horizontes en un eventual cambio de paradigmas de la sociedad constituirán no sólo una justificación, sino el sentido de toda su obra.

Tal como se ha señalado anteriormente, quedan muchos aspectos que anali­ zar y en mi perspectiva personal, es medular el trabajo del lenguaje de la autora, esa pasión verbal que desborda en sus páginas y que anticipa desde ya ese otro desborde que la crítica ha nominado como el realismo mágico de nuestra América.

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Cronología

arta Brunet nació en Chillán el 9 de agosto de 1897 según consta en la página N" 267 del libro de nacimientos del Registro Civil de Chillán. M Sus padres fueron Ambrosio Brunet Molina, chileno y doña Presenta­ ción Cáraves de Cossio, española. Hija única, Marta recibió una esmerada educa­ ción, a los II años ya había cursado sus estudios de primer y segundo años de en­ señanza. Se trasladan a Victoria (Malleco), donde su padre pose ía un fundo en Pai­ lahueque, lugar que por la altura afectaba el débil corazón de su madre. Como el Liceo de Niñas quedaba distante de la casa, sus padres decidieron que la pequeña tomara clases en su hogar, hasta donde asistían diariamente los profesores del li ceo a impartirle las asignaturas de Castellano, Literatura, Historia, Geografía y Ciencias Naturales; desde muy temprano demostró desagrado por la matemática, rechazán­ dola de plano; por esa mi sma fecha sus padres contrataron una institutriz francesa que le enseñó el idioma, al mi smo tiempo que realizaba ingentes esfuerzos por con­ trolar su carácter fuerte y travieso.

Marta rechazaba jugar con muñecas, le molestaba la cara de éstas con su mi­ rada fija y vacía, prefiriendo la compañía de animales domésticos. A los siete años es­ cribía teatro para gatos y perros, su único auditorio. En 1911 viaja con sus padres a España, Italia, Suiza, Francia, Inglaterra, Alemania y Portugal, pero el inicio de la I Guerra Mundial los obliga a regresar al país, no sin antes visitar Argentina, y Brasil.

Su familia se radicó en Chillán entre los años 1919 y 1923, publicando du­ rante este lapso sus versos y primeros cuentos en el anti guo y presti gioso diario chi­ Ilanejo La Discusión. Comienza por esta misma época a cultivar su amistad con Her­ nán Oíaz Arrieta (Alone), quien la guía en sus primeras creaciones y lectura. Lee a Maupassant, O' Aurevilly, Eca de Queiroz y, posteriormente, a Oostoiewski, Gorki, Andreiv, Zola. En 1922 en Rari-Ruca, lugar cercano a Curacautín, comienza a plas­ mar su primera novela Montaña adentro que publica en 1923. La excelente acogida que la crítica le otorgó a su obra, la perfila como una promisoria escritora. En 1924 fallece su padre y con ello desaparece su fortuna personal , mientras su madre sufre un serio trastorno mental, por esta época debe asumir trabajos de di verso orden, se decide a publicar recetas de cocina e instal a un consultorio de quiromancia.

85 En 1925 se radica en Santiago desde donde envía notas para el di ari o El Sur de Concepción, a la vez que pu bli ca cuentos en La Nación de Santiago y en Caras y Caretas de Buenos Aires. Bestia dG/l ill a, novela y 0 011 Florisondo , cuent o, apa­ recen en 1926; al año siguiente la rev ista Atenea publica María Rosa, j70r del Qui­ llén , novela.

En 1929 obtiene el Primer Pre mio en el concurso de cuent os organi zado por el diario El Mercurio. Atraída desde su niñez por el teatro en 193 1 ingresa a la Com­ pañía Teatral de Aticionados dirigida por el autor dra máti co Luis Pi zarro Es poz, e in­ tegrada por María Luisa Bombal, Vera Zouroff, Mercedes Orrego de Ugarte y Mari a­ no Casanova, entre otros. La Compañía reali zó representaciones en los teatros Carre­ ra y Comedi a. Durante estos años lee a Proust, Giraudoux, Pierre Mac Orlan, Va­ lery, Lidia Seifulina y Leonov. Publica Reloj de Sol ( 1930), colección de cuentos. Obtiene el Premio de Novela en 1933, otorgado por la Sociedad de Escritores de Chi­ le. Desde 1934 trabajó como redactora en la rev ista Familia, editada por Zig-Zag, siendo posteri ormente su di rectora; en 1938 publica Cuentos para Mari-Sol y en 1943 Aguas abajo, cuentos por el que recibirá el Premio Atenea, conferido por la Universidad de Concepción a la mejor obra de imaginación publicada en el país, du­ rante el año. En 1939 abandona la dirección de la revista Familia y el país para ini­ ciar su carrera diplomáti ca como Cónsul Honorari o de la Plata, designación qu e re­ cibe del gobi ern o de Pedro Aguirre Cerda. Durante su perm anencia en Argentina pu­ bl ica en el di ario La Nación y en la presti giosa revista Sur, ambos de Buenos Aires. En 1943, el gobiern o de Juan Antoni o Ríos la designa Cónsul de Profesión adscrito al Consul ado General de Chile, en Buenos Aires.

En estos años lee noveli stas hispanoameri canos, entre los qu e se destacan Eduardo Mall oa, Jorge Luis Borges y Miguel Angel Asturi as; en 1946 recibe el Pre­ mio "al mejor libro del mes" otorgado por el Pen Cl ub de Chile y el Club del Libro de Buenos Ajres, por su novela Hum o hacia el Sur, el jurado estu vo integrado por En­ ri que Amorín, Adolfo Bioy Casares, Ri cardo Baeza, Pedro Henríquez Ureña y Jorge Luis Borges. En 1947 actúa como Vi cepresidente de la Comi sión del Congreso Ame­ ri cano de Escritores, efectuado en Buenos Aires, bajo los auspicios de la Sociedad Argentina de Escritores.

86 El gobierno de Gabriel González Videla la designa Tercer Secretario de la Embajada de Chile, en Buenos Aires, ascendiendo luego al puesto de Segundo Secre­ tario. En 1949 publica Raíz del sueño y tres años más tarde, bajo la presidencia de Carlos Ibáñez del Campo, renuncia al cargo de segundo secretario, regresando a Chi­ le en 1953 y radicándose en Santiago. Su novela María Nadie aparece en 1957 y al año siguiente interviene en el Segundo Encuentro de Escritores Chilenos, efectuado en julio, en Chillán. Presenta dos trabajos: "Experiencias de mi vida literaria" y "El mundo mágico del niño". En 1960 viaja a España con el objeto de someterse a una delicada intervención quirúrgica a la vista, año en que además publica un volumen de versos Aleluyas para los más chiquititos.

En 1961 obtiene el Premio Nacional de Literatura, cuyo jurado o Tribunal Supremo estaba integrado por el Rector de la Universidad de Chile, Juan Gómez Mi­ lla, quien lo preside; en representación del Ministro de Educación, el escritor Eduar­ do Barrios; por la Academia Chilena de la Lengua, el abogado Pedro Lira Urquieta y por la Sociedad de Escritores de Chile, los escritores Manuel Rojas y Hernán del Solar, quienes le otorgaron dicha distinción por unanimidad. Marta Brunet es el vi­ gésimo premio y la segunda mujer que recibe el máximo galardón conferido por el país a sus escritores más destacados.

A comienzos de 1962 regresa a Chile y visita su tierra natal, Chillán. El 7 de junio de 1962, en un acto público, es declarada "Hija Ilustre de Chill án" por la Municipalidad, distinción que la emocionó hasta las lágrimas. En septiembre de es­ te mismo año regresa como directora de la Escuela de Temporada de la Universidad de Chile, en Chillán, dictando un curso de literatura: "Seis escritores americanos ac­ tuales". En ese mismo año publica su última novela, Amasijo y en 1963 aparecerán su Obras Completas. De regreso a Santiago, en octubre, es nombrada Adicto Cul­ tural en la Embajada de Chile en Brasil y en diciembre del mismo se le designa con igual cargo en Uruguay, lugar en que la sorprende la muerte, mientras agradecía su incorporación como Miembro de Honor de la Academia de la Lengua Uruguaya, el 27 de octubre de 1967. Su tumba se encuentra en el Cementerio General señalando el sitio un monolito esculpido por Marta Colvin.

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Bibliografía

Obras de Marta Brunet

Mm.'aj;a adentro. Novela. Santiago-Chil e, Nascimento, 1923, 111 págs.

Bestia dañina. Novela. Santi ago-Chile, Nasci menlo, 1926.94 págs.

Don Florisolldo. Cuento. Santiago-Chil e, Lectura Selecta N° 15. 1926,28 págs.

María Rosa, Flor del Quillé". Novela. Rev. Atenea, Concepc ión-Chi le, año IV, N0:2, pp. 119- 143 Y

N"3, pp.2 17-240, 1927.

Biellvellido . Novela. Santi ago-Chile, Nascimcnlo, 1929, 180 págs.

Reloj de Sol. Alba - Mediodía - Ocaso. Cuentos. Santiago-Chile. Nasci mcnlo, 1930. 197 págs.

Cuelltos para Mari-Sol. Cuentos. Santiago-Chi le, EdiloriaJ Zig-Zag. 1938,50 págs.

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Aleluyas para los m6s c¡'iquititos. Versos para niños. Santiago-Chile, Editorial Uni versitaria, 1960.

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92 Portada de Soledad de la sallgre, editada en Montevideo con prólogo de Angel Rama, 1967.

Homenaje a Chillón

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