Oración De Consagración Al Amor Misericordioso Padre Michael E
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Oración de Consagración al Amor Misericordioso Padre Michael E. Gaitley Padre Misericordioso, confiando en las oraciones y el ejemplo de Abraham y María, mi padre y madre en la fe, y de Santa Teresa, mi hermana en el camino de la confianza humilde, Yo, ___________ (tu nombre) elijo este día, y junto con la ayuda de Tu gracia, esforzarme con todo mi corazón a seguir el Pequeño Camino. Para así… … estar firme en la intención de luchar contra el desánimo, haciendo pequeñas cosas con gran amor, y siendo misericordioso con mi prójimo en obras, palabras y oración. … cumplir el propósito de poner ante mis ojos mi quebrantamiento, pobreza, debilidad, y pecado, confiando en que mi pequeñez y mi corazón contrito atraerán tu Amor Misericordioso. … escoger mantenerme siempre en la pequeñez, no dependiendo de mis méritos, sino únicamente en los tuyos Mi Señor, y los de nuestra Madre Bendita. Y, por último, Yo creo Dios mío, que TU puedes y harás de mi un(a) santo(a), incluso si no llego a verlo, incluso si toda mi vida tengo que luchar contra el vicio y el pecado, incluso si tengo que esperar hasta el final de mis días. Esta esperanza ciega en Tu Misericordia, ¡oh, Señor!, es mi único tesoro. Ahora bien, para reafirmar mi decisión y consolarte por todos los rechazos hacia Tu Misericordia, A TRAVES DE LAS MANOS DE LA INMACULADA VIRGEN MARIA, ME OFREZCO A MI MISMO (A) COMO VICTIMA DE HOLOCAUSTO AL AMOR MISERICORDIOSO DE DIOS, te suplico que me consumas sin cesar, haciendo que se desborden sobre mi alma las olas de ternura infinita que se encierran en ti y que, de esa manera, llegue yo a ser mártir de tu amor, ¡Oh, Mi Dios!, y como un regalo de misericordia para los demás. Todo esto te lo pido en el nombre de Jesús. Amén. Ofrenda al Amor Misericordioso Santa Teresa de Lisieux ¡Oh!, Dios mío, ¡Trinidad santa!, yo quiero amarte y hacerte amar y trabajar por la glorificación de la Santa Iglesia, salvando las almas que están en la tierra y liberando a las que sufren en el purgatorio. Deseo cumplir perfectamente tu voluntad y alcanzar el grado de gloria que Tú me has preparado en tu reino. En una palabra, quiero ser santa. Pero siento mi impotencia y te pido, Dios mío, que seas Tú mismo mi Santidad. Ya que me has amado hasta darme a tu Hijo único para que fuese mi Salvador y mi Esposo, los tesoros infinitos de sus méritos son míos; te los ofrezco gustosa y te suplico que no me mires sino a través de la faz de Jesús y en su Corazón abrasado de Amor. Te ofrezco también todos los méritos de los santos (de los que están en el cielo y de los que están en la tierra), sus actos de Amor y los de los santos ángeles. Y, por último, te ofrezco, ¡oh, Santa Trinidad! el Amor y los méritos de la Santísima Virgen, mi Madre querida; a ella le confío mi ofrenda, pidiéndole que te la presente. Su divino Hijo, mi Esposo Amadísimo, en los días de su vida mortal nos dijo: «Todo lo que pidáis al Padre en mi nombre, os lo concederá». Por eso estoy segura de que escucharás mis deseos. Lo sé, Dios mío, cuanto más quieres dar tanto más haces desear. Siento en mi corazón deseos inmensos y te pido, confiadamente, que vengas a tomar posesión de mi alma. ¡Ay!, no puedo recibir la Sagrada Comunión con la frecuencia que deseo, pero, Señor, ¿no eres Tú todopoderoso? Quédate en mí como en el sagrario, no te alejes nunca de tu pequeña hostia. Quisiera consolarte de la ingratitud de los malos y te suplico que me quites la libertad de desagradarte. Y si por debilidad caigo alguna vez, que tu Mirada Divina purifique enseguida mi alma, consumiendo todas mis imperfecciones, como el fuego que todo lo transforma en sí. Te doy gracias, Dios mío, por todos los beneficios que me has concedido y, en especial, por haberme hecho pasar por el crisol del sufrimiento. En el último día te contemplaré llena de gozo llevando el cetro de la Cruz. Ya que te has dignado darme como lote esta cruz tan preciosa, espero parecerme a ti en el cielo y ver brillar en mi cuerpo glorificado los sagrados estigmas de tu Pasión. Después del destierro de la tierra, espero ir a gozar de ti en la patria, pero no quiero acumular méritos para el cielo, quiero trabajar sólo por Tu Amor, con el único fin de agradarte, de consolar a tu sagrado Corazón y de salvar almas que te amen eternamente. En la tarde de esta vida compareceré delante de ti con las manos vacías, pues no te pido, Señor, que lleves cuenta de mis obras. Todas nuestras justicias tienen manchas a tus ojos. Por eso, yo quiero revestirme de tu propia Justicia y recibir de tu Amor la posesión eterna de Ti mismo. No quiero otro Trono ni otra Corona que Tú mismo, Amado mío. A tus ojos el tiempo no es nada y un solo día es como mil años. Tú puedes, pues, prepararme en un instante para comparecer delante de ti. A fin de vivir en un acto de perfecto amor, YO ME OFREZCO COMO VÍCTIMA DE HOLOCAUSTO A TU AMOR MISERICORDIOSO, y te suplico que me consumas sin cesar, haciendo que se desborden sobre mi alma las olas de ternura infinita que se encierran en ti y que, de esa manera, llegue yo a ser mártir de Tu Amor, Dios mío. Que este martirio, después de haberme preparado para comparecer delante de ti, me haga, por fin, morir y que mi alma se lance sin demora al eterno abrazo de Tu Amor Misericordioso. Quiero, Amado mío, renovarte esta ofrenda con cada latido de mi corazón y un número infinito de veces, hasta que las sombras se desvanezcan y pueda yo decirte mi Amor en un Cara a Cara Eterno. 33 Días Hacia el Amor Misericordioso Los Últimos Cinco Días Síntesis y Revisión Por cuatro semanas, reflexionamos en lo que es la Consagración a la Divina Misericordia (Estilo de Santa Teresa) — revisamos mucho material. A la vez, nuestro programa diario de oración sobre el texto nos ayudó a digerir alguna información, y podemos ir todavía más profundamente. Para hacerlo, es necesario lo que San Juan Pablo II llama: “La capacidad sabia de María para recordar y adherirse con una sola mirada de fe”. Podemos, entonces retomar esta “sabia capacidad” para continuar lo que hemos estado haciendo durante todos estos días, es decir, reflexionando en nuestros corazones (Lea Lucas 2, 19), pero ahora con un enfoque más refinado. Para lograr este enfoque más refinado de cada uno de los retiros semanales, escogí tres palabras que resumen las enseñanzas de cada una de ellas. Por esta razón, durante los siguientes cuatro días, reflexionaremos en tres palabras diarias, meditando su significado para nuestra consagración a la Divina Misericordia. Confió en que si nos dedicamos más a la meditación de esta oración refinada podremos adherirnos y abrazar verdaderamente la Consagración “con una sola mirada de fe”. Y así después de estos cuatro días de revisión, leeremos una síntesis de lo que aprendimos en una sencilla formula de consagración que captura los objetivos de la esencia del Acto de Ofrecimiento al Amor Misericordioso de Teresa. 90 33 Días Hacia el Amor Misericordioso DÍA 29 ¿Qué es la Confianza? Tres palabras que resumen lo que hemos aprendido acerca de la confianza: (1) Desconfianza, (2) Bendición, y (3) Gracia. DESCONFIANZA La desconfianza es lo contrario a la confianza. Entonces, ¿Qué dice la desconfianza acerca de la confianza? En realidad, mucho. Lo digo, porque la palabra "desconfianza" nos hace recordar que tenemos un problema de confianza. Nos recuerda que la confianza no vine naturalmente a nosotros, nos recuerda también lo que salió mal y nos ayuda a reconocer el camino necesario para hacer las cosas correctamente. Acordémonos que nuestro problema de confianza empezó con la caída de Adán y Eva. Específicamente, inicio con una mentira: Eva escuchó la mentira de la serpiente, mentira donde Dios parece celoso, egoísta e intrigante. En otras palabras, se pone en cuestión la bondad de Dios. En consecuencia, Adán y Eva, y nosotros mismos, tenemos “miedo de Dios, de quien [hemos] concebido una imagen distorsionada..." La clave para superar nuestro problema de confianza tiene que ver con el “desbloqueo de la distorsión” de la imagen de Dios. Es volver a reconocer la verdad acerca de la 91 bondad de Dios, y cuando lleguemos a ver claramente que Dios es bueno, misericordioso, y digno de confianza, empezaremos a confiar en Él. Como ya se explicó, Santa Teresa nos ayuda a lidiar con esto, dándonos un poderoso testimonio de lo verdaderamente bueno y misericordioso que Dios es. BENDICIÓN Ahora recordemos que de acuerdo con San Juan Pablo II, hay "una especie de llave" que nos abre a la realidad más interna de María”. Esa llave es la bendición de Isabel en la Anunciación: “¡Bendita la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!" (Lc 1, 45). Esa bendición revela la "realidad íntima de María", porque la realidad interior de María era una realidad de fe (o de confianza). La esencia de la fe es creer en la Palabra de Dios. En concreto, es creer que Dios es fiel a sus promesas, es creer que Dios es fiel incluso cuando parece imposible. Por ejemplo, es "esperar contra toda esperanza", como lo hizo Abraham, cuando fue puesto a prueba y llamado a sacrificar a Isaac, creyendo en lo imposible, sabiendo que incluso Dios podía levantar a Isaac de entre los muertos.