UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO

FACULTAD DE CIENCIAS POLÍTICAS Y SOCIALES

LA MINORÍA BLANCA EN SUDÁFRICA: CAMBIO POLÍTICO Y SOCIAL (1988-2010)

T E S I S

QUE PARA OBTENER EL GRADO DE

LICENCIADO EN RELACIONES INTERNACIONALES

PRESENTA:

LEÓN ENRÍQUEZ MACIEL

ASESORA: MARIE-ODETTE COLIN

CUIDAD UNIVERSITARIA, 2012

UNAM – Dirección General de Bibliotecas Tesis Digitales Restricciones de uso

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A Julieta, la potencia sublime

There are five narratives that white people in are constructing in this time of political and social transition:

-Still Colonial after All These Times

-This Shouldn’t Happen to a White

-Don’t think White, It’s All Right

-A Whiter Shade of White

-Under African Skies, White but Not Quite

MELISSA STEYN

AGRADECIMIENTOS

La realización de la presente tesis no habría sido posible sin el significativo apoyo directo e indirecto de muchas personas que contribuyeron en los alcances y resultados de la misma.

Quiero agradecer profundamente a mis padres, cuyo sustento emocional y material, siempre incondicional, me ha permitido este logro tan importante para mi vida, así como a mi hermano Isaac, espero poder corresponderles este amor.

Muchas gracias también a mi asesora, la profesora Odette, por haber confiado en este proyecto, por haber comprendido y favorecido su desarrollo, pero sobre todo, por todas las enseñanzas y aprendizajes compartidos y por sus consejos para el desenvolvimiento del tema, su aportación en la tesis es invaluable.

Gracias a mi familia que se enorgullece de mí y de quienes me orgullezco cada paso que doy: tío Leonardo; primos Alán y Leonardo; tías Ana, Yola, María y Lucy; Maclovio, familia Enríquez y mis parientes de Durango.

Agradezco el apoyo del proyecto PAPIME “Creación de materiales para el estudio y enseñanza de Tendencias Actuales de la Ciencia Política” (PE303511) y a las facilidades brindadas por Pablo González Ulloa, quien también revisó el trabajo.

Gracias a todos mis amigos, que siempre estuvieron conmigo y me ayudaron en todo lo que necesité: Adry, Alaiin, Angélica, Io César, Ireck, Héctor, Lindis, Lore, Octavio, Ramy, Rot, Fany, Vane y a S.R.M. Zo. Agradezco también a Misael por su aliento.

Gracias al honorable sínodo revisor: profesoras Beatriz Escobar y Graciela Arroyo, a quienes siempre he admirado mucho, y especialmente a la Dra. Ma. de Lourdes Sierra Kobeh, con quien comencé a trabajar el tema, quien me dio la oportunidad de trabajar en sus clases y quien me apoyó en todo momento.

Por último, gracias a la Universidad Nacional Autónoma de México, por la excelencia que me ofreció, a la Secretaría de Educación Pública y a la Embajada de Francia en México, cuyo personal me tendió la mano, me impulsó y me facilitó realizar la tesis: Verónica, Eduardo, Estela, Norma, Lilí, Itzel, Karolyn, Clément y Laurence.

ÍNDICE

INTRODUCCIÓN ...... 3

MARCO CONCEPTUAL Constructivismo y Minoría Blanca ...... 9

CAPÍTULO I El posicionamiento de la minoría blanca ...... 19 1.1 La Colonia “holandesa” del Cabo (1652-1806) ...... 20 1.2 Colonias británicas y repúblicas bóers (1806-1902) ...... 29 1.3 La “Unión” Sudafricana (1902-1948) ...... 34 1.4 El (1948-1988)...... 40 1.5 El colapso: La Batalla de Cuito Cuanavale (1987-1988) ...... 49

CAPÍTULO II El cambio político y social en Sudáfrica: fase de mantenimiento ...... 57 2.1 El surgimiento de un nuevo pensamiento ...... 58 2.2 La inserción de las nuevas ideas ...... 60 2.2.1 Los agentes a favor de la integración ...... 61 2.3 Los primeros pasos hacia el cambio: Namibia ...... 73 2.4 De Klerk: Discurso, negociación y transferencia de poder ...... 76 2.4.1 El desmantelamiento del apartheid: Del poder hacia la sociedad ...... 81 2.4.1.1 El Referéndum Blanco de 1992 ...... 82 2.4.2 La Transferencia del Poder ...... 88 2.5 Mandela y el compromiso con los blancos ...... 92 2.5.1 La “Nación Arcoíris” ...... 93 2.5.2 Verdad y Reconciliación ...... 100 2.6 Significado de la Transición ...... 103 2.6.1 Supervivencia: Idea de Identidad Colectiva ...... 110

CAPÍTULO III El cambio político y social en Sudáfrica: fase de adaptación ...... 113 3.1 Efectos generales de la integración de la minoría blanca a la “Nueva Sudáfrica” ...... 114 3.1.1 La demografía de la minoría blanca ...... 115 3.1.2 Mbeki: El nuevo desafío del cambio ...... 116 3.2 La adaptación ...... 123 3.2.1 Mbeki: discurso y minoría blanca ...... 125 3.2.2 Discriminación Positiva y Empoderamiento Negro ...... 128 3.2.3 El (re)surgimiento de los “blancos pobres” ...... 133 3.2.4 Crimen y ¿Racismo invertido? ...... 137 3.3 La respuesta de la minoría blanca ...... 145 3.3.1 La política sudafricana “blanca” ...... 145 3.3.2 El resurgimiento de la supremacía blanca y el separatismo étnico ...... 150 3.3.3 Manifestaciones artísticas ¿de denuncia? ...... 158 3.4 Balance de la adaptación: Jacob Zuma ...... 162 3.5 De las ideas a las fuerzas materiales y de las fuerzas materiales a las nuevas ideas ...... 167

CONSIDERACIONES FINALES ...... 170

ANEXOS...... 176

FUENTES ...... 183

1

ÍNDICE DE FIGURAS, GRÁFICAS, MAPAS Y TABLAS

FIGURAS FIGURA 1 La bandera de la "Sudáfrica blanca"...... 37 FIGURA 2 Identidades entre los agentes sudafricanos durante la transición ...... 72 FIGURA 3: La bandera de la “Nueva Sudáfrica” ...... 95 FIGURA 4 Operación de la Comisión para la Verdad y la Reconciliación ...... 101 FIGURA 5 Espirales: reglas del viejo/nuevo régimen ...... 111 FIGURA 6 La pobreza entre blancos y negros ...... 137

GRÁFICAS GRÁFICA 1 Proporción de votos durante la última elección general "blanca" ...... 64 GRÁFICA 2 Proporción del voto negativo en el referéndum de 1992 en regiones selectas ...... 86 GRÁFICA 3 Número de votos recibidos por la derecha blanca (1970-1999) ...... 97 GRÁFICA 4 Demografía de la minoría blanca ...... 115 GRÁFICA 5 Proporción del desempleo en Sudáfrica (1995-2001) ...... 135

MAPAS MAPA 1 Geopolítica del Cabo ...... 22 MAPA 2 Expansión de los vrijbutgers (1717-1779)...... 28 MAPA 3 Propuesta del 1990 ...... 156 MAPA 4 Propuesta del Volkstaat 2010 ...... 157

TABLAS TABLA 1 Presupuesto militar sudafricano (1985-1990) ...... 52 TABLA 2 Violencia de la derecha blanca...... 69 TABLA 3: Resultados de la Elección General de 1994 ...... 91 TABLA 4 Distribución de las identidades sociales positivas primarias del grupo blanco ...... 118 TABLA 5 Distribución de las identidades sociales negativas primarias del grupo blanco...... 118 TABLA 6 Blancos y VIH en Sudáfrica ...... 127 TABLA 7 Partidos políticos en el sur de África y sus bases de apoyo ...... 150 TABLA 8 Proporción de votos del CNA y su oposición (1999-2011) ...... 163

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INTRODUCCIÓN

A finales de la década de 1980, grandes cambios políticos y sociales impactaron las relaciones internacionales. La sorpresiva y estrepitosa caída de muchos de los regímenes en apariencia más sólidos en el mundo, provocó el surgimiento de nuevas formas de explicar la realidad internacional.

En estas circunstancias nació el constructivismo, corriente teórica enfocada a interpretar los grandes cambios que acontecen en las sociedades, desafiando los enfoques clásicos de las Relaciones Internacionales, acercándolos a los enfoques críticos.

En dicha situación nació también la “Nueva Sudáfrica”. Con una serie de transformaciones paralelas en tiempo a las del antiguo bloque soviético, el “colonialismo doméstico”1 que la minoría de ascendencia europea había ejercido en el país desde 1652, se transformaba con la implementación de un gobierno mayoritario ante un ambiente de relativa calma y entendimiento.

El presente documento abordará este caso específico observado mediante una lente teórico-conceptual; es decir, la minoría blanca sudafricana, especialmente en lo que se refiere a sus transformaciones políticas y sociales de 1988 a 2010, explicada eminentemente a través del enfoque constructivista, aunque también se valdrá de herramientas conceptuales de la teoría de sistemas y la complejidad.

La importancia de la realización de este estudio surge del interés por contribuir a la investigación del caso de la minoría blanca durante toda su formación histórica, pero sobre todo después de 1994, periodo en el que jurídicamente dejó de constituir un grupo poblacional diferenciado del resto de los habitantes sudafricanos.

El estudio sistemático de este caso se considera de importancia debido a que las publicaciones en América Latina dedicadas exclusivamente al tema son muy limitadas. Asimismo, nuestro interés surge por la intención de ampliar la utilización del enfoque constructivista a casos que representan cambios sociopolíticos trascendentes, que sin embargo, han sido poco trabajados bajo dicha tendencia.

1 Festus Ugboaja Ohaegbulam, Towards an Understanding of the African Experience from Historical and Contemporary Perspectives, Estados Unidos, Univesity Press of America, 1990, p. 36. 3

Además, nos interesamos por explicar un caso africano excepcional en el cual la población de ascendencia europea se mantuvo y mantuvo gran parte de sus privilegios económicos tras la transición de un gobierno de minoría blanca a uno de mayoría negra, y no desapareció virtualmente como en los críticos casos de Argelia, Angola, Mozambique y Zimbabwe.

Sin embargo, precisamente en atención a esta circunstancia surge la cuestión de si esta excepcionalidad y los cambios que en apariencia se suscitaron a partir del desmantelamiento del régimen del apartheid son realmente tan trascendentales e impactantes. Así, generamos una pregunta de investigación orientada a indagar las características de nuestro objeto de estudio: Qué aspectos se transformaron en la minoría blanca a partir de 1988 y qué características tuvieron estos cambios? Para intentar responder esta pregunta, es necesario contextualizar un poco.

El presente tema de investigación abordará la aquí denominada “minoría blanca” (inmigrantes y descendientes de inmigrantes europeos residentes en el sur de África que han disfrutado de una situación privilegiada desde su llegada a la región en el siglo XVII) dentro del Estado de la República de Sudáfrica, durante el proceso de transición de los últimos gobiernos presididos por la minoría blanca, hasta la etapa de consolidación de un Estado multirracial conocida como la “era post-apartheid.”

Así, se tomará como punto de partida a los Acuerdos de Nueva York del 22 de diciembre de 1988, con los cuales Sudáfrica acepta la independencia de Namibia y se retira formalmente del conflicto en el que había participado en Angola desde 1975, considerando a éste punto clave para el desmantelamiento del régimen blanco que se formaliza con las primeras elecciones multirraciales en el país en 1994.

Se procederá con el análisis de los primeros años de transición en el país cerrando con el año de 2010 y la realización del Mundial de la Federación Internacional de Futbol Asociación, que se lleva a cabo “exitosamente” en el país transmitiendo al mundo una imagen de una Sudáfrica multicultural que aparentemente logró la reconciliación nacional, resaltando que ese mismo año, el líder de la Organización de extrema derecha, Movimiento de Resistencia Afrikáner, Eugène Terre‟Blanche, muere asesinado en su granja presuntamente por sus dos trabajadores negros.

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La República de Sudáfrica es el país del África subsahariana en el que la población blanca residente constituye el número más grande en términos demográficos, tanto en cantidad como en porcentaje. Estos números, hasta el mes de julio de 2010, ascienden a 4 584 700 personas que se identifican a sí mismas como sudafricanos blancos2, igual al 9,2% del total de la población del país.3 Esta característica peculiar de Sudáfrica (que hasta cierto punto comparte también con Namibia), contradice a la realidad de los demás países africanos, especialmente Argelia, Angola, Mozambique y, aunque un poco más tarde, Zimbabwe, los cuales al alcanzar la independencia presenciaron la emigración masiva de sus habitantes blancos hacia Europa, la misma Sudáfrica u otras regiones del mundo. Irónicamente, fue Sudáfrica la región en la que la diferenciación racial tuvo efectos más profundos que en otras, pues se solidificó mediante el régimen de segregación conocido como apartheid que se estableció en la Unión Sudafricana en 1948 y que fue producto de un racismo casi visceral propio de la minoría blanca en la región desde su establecimiento en el Cabo en 1652.

En términos generales, esta población blanca se puede dividir en dos grupos etno- lingüísticos:

a) Afrikáners: descendientes sobre todo de colonos holandeses pero también de algunos franceses y alemanes que durante los siglos XVIII y XIX fueron conocidos como “bóers”. Hablan afrikáans, idioma derivado del holandés del siglo XVII que incorporó elementos de otras lenguas europeas y algunas lenguas africanas. Existe una identidad basada en esta lengua, la religión calvinista y el nacionalismo blanco afrikáner. Constituyen la mayor parte de la población blanca en Sudáfrica, alrededor del 70%.4 b) Angloparlantes: principalmente británicos o descendientes de británicos o irlandeses que se distinguen por su habla inglesa y conforman el segundo grupo blanco en cantidad en Sudáfrica (menos del 30%), pero constituyen una clase económicamente poderosa y sólida.5

2 Es posible que estos grupos se definan a sí mismos primero como afrikáners o anglo-sudafricanos antes que propiamente sudafricanos. 3 s/a, “South Africa Mid-year population estimates” en Statistics South Africa, Statistical release, Pretoria, 2010, Dirección URL: http://www.statssa.gov.za/publications/P0302/P03022010.pdf [2 de octubre 2010] 4 Cfr. Témoris, Grecko, “No se admiten blancos. El nuevo racismo en Sudáfrica”. En LS, núm. 37, septiembre 2007, Grupo Editorial Expansión, México, p. 52 5 Ibíd., p. 56 5

Además de estos grupos predominantes, cabe agregarse a una gran cantidad de minorías que fueron clasificadas como “blancas” durante la segregación racial y que de alguna manera u otra también se beneficiaron de las políticas racistas. Entre ellos podemos mencionar a los judíos, los portugueses de Angola y Mozambique y los blancos de Zimbabwe, que emigraron a Sudáfrica tras la independencia de tales países, así como algunas comunidades de origen griego y de otras regiones de Europa.6

Las razones para comprender la permanencia y el mantenimiento de la preponderancia de este grupo en Sudáfrica son muy diversas, entre ellas sobresalen la cantidad de población blanca muy superior a otras regiones, el poder económico y militar que ésta consolidó en el Estado sudafricano, y un contexto internacional de bipolaridad que en cierta medida favoreció al régimen blanco y al mismo tiempo lo condenó. Se trata de factores que fueron forjando la dominación de la minoría blanca a lo largo de una fase histórica de identificación entre los diversos grupos de origen europeo del país, que decidieron cooperar para beneficiarse en perjuicio de la mayoría de la población “no blanca”.

A pesar del férreo posicionamiento que históricamente había manifestado la minoría blanca, así como de su fuerte poder económico, a partir de 1988 observamos una constante tendencia al cambio de las ideas, discursos y posiciones a nivel político, pero también a la transformación de posturas, identidades e intereses a nivel social. Todos estos elementos, que tienen como denominador común un cambio estructural, en términos constructivistas, en el Estado sudafricano, nos permiten hablar de un cambio político y social de la minoría blanca. Es decir, el momento en el que la identidad sociopolítica de este grupo debe modificarse si desea preservar sus privilegios. Por ello partimos del primer hecho a nivel internacional que expresa una transformación en la postura recalcitrante de los líderes sudafricanos: los Acuerdos de Nueva York entre Angola, Cuba y Sudáfrica de 1988 y la consecuente independencia de Namibia en 1990.

Con la pretensión de explicar estos cambios orientados al mantenimiento de la estabilidad de los blancos en Sudáfrica, nuestra hipótesis central es que los cambios acontecidos en la minoría blanca sudafricana a partir de 1988 son cambios

6 Odette Guitard, Apartheid, México, Fondo de Cultura Económica, 1986, pp. 20-22 6

esencialmente políticos y sociales, puestos de manifiesto mediante nuevos discursos de poder y reflejados en la generación de nuevas etiquetas identitarias sociales que conciben nuevas formas de relacionar a su grupo interétnica e internacionalmente.

De acuerdo con esto, las características del cambio político y social de la minoría blanca se pueden clasificar en dos etapas, una de interés, al utilizar medios políticos transformadores para preservar el poder económico; y otra de identidad, con la finalidad de adaptarse a las condiciones de un Estado nuevo en el que las condiciones políticas y sociales coaccionan al grupo a crear nuevas referencias y símbolos identitarios que les permiten relacionarse interna y externamente con otros grupos o agentes.

Así, después de que se describa el proceso de identificación de la minoría blanca, a manera de antecedentes, se caracterizará el cambio político y social de este grupo en dos fases: una de mantenimiento o preservación del privilegio económico de los blancos y otra de adaptación social identitaria en un nuevo marco jurídico.

En la primera fase se intenta explicar la necesidad de los sudafricanos blancos de preservar su preponderancia en un Estado en vías de transformación e integración total de los grupos “no blancos” excluidos. Este mantenimiento tiene su base en las cuestiones económica y política en función del interés grupal de los blancos como grupo predominante. Para ello, la negociación y la creación de medidas integradoras e igualitarias será esencial, así como la creación de mecanismos de reconciliación entre los blancos y los “no blancos”.

Por lo anterior, postulamos que la transformación política y social de la minoría blanca vive un primer momento basado en la negociación política entre el gobierno blanco y el consiguiente gobierno mayoritario, mediante la cual se sentarán las bases para asegurar el mantenimiento de los privilegios económicos del grupo blanco en el país de acuerdo con las aportaciones ideológicas que los agentes y agencias sudafricanos e internacionales otorgaron a este proceso de transición, reflejadas en el discurso político de los líderes F.W. De Klerk (por parte de los blancos) y Nelson Mandela (por parte de la mayoría).

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En la segunda fase del cambio político y social, este mantenimiento del privilegio blanco se verá acompañada de una adaptación e integración social de la minoría de ascendencia europea a las nuevas condiciones de vida en el Estado sudafricano caracterizadas, por una parte, por el surgimiento de nuevas normas jurídicas e identidades colectivas, el abandono de los discursos radicales de nación y la transmisión al mundo de una Sudáfrica “diversa”, pero también, por otra parte, el resurgimiento del extremismo racial y el terrorismo blanco, así como la creación de tendencias desiguales que fracturarían una vez más al país.

De esta forma, la segunda fase consiste en la materialización de las ideas reconciliadoras con la nueva situación “igualitaria” de los blancos que, aunque la mayoría mantiene su preponderancia económica y un papel político importante, sufren una difícil etapa de adaptación social que contradice la imagen internacional de una “Nación Arcoíris” que se propagó en grandes eventos internacionales del periodo 1999- 2010.

El texto estará dividido en tres capítulos, precedidos por un breve Marco Conceptual con la finalidad de precisar cierta terminología que será utilizada en cuestión teórica y en el caso de Sudáfrica. En el Capítulo I se abordará el proceso de identificación de los grupos blancos en la región de manera histórica; en el Capítulo II se analizarán el desmantelamiento del régimen racista, las transformaciones que condujeron a la transición política del país y la relativa reconciliación promovida por el nuevo gobierno (1988-1999); finalmente, en el Capítulo III se tratarán las condiciones de la minoría blanca ante un gobierno decidido a integrarla a su nueva política y las principales características de su adaptación social al nuevo sistema en el periodo 1999-2010.

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MARCO CONCEPTUAL

Constructivismo y minoría blanca

Antes de comenzar con el análisis histórico de la minoría blanca en Sudáfrica se considera pertinente hacer algunas precisiones conceptuales en cuestión teórica y del caso concreto de nuestro objeto de estudio, con la finalidad de contribuir al mayor entendimiento de la terminología usada en el trabajo y a la aclaración de nociones importantes que pueden ser objeto de controversia o debate.

Por una parte, es importante hacer algunas puntualizaciones respecto al constructivismo, que será utilizado como enfoque teórico predominante en la explicación del tema. Para el caso, será indispensable rescatar los principales conceptos de los autores que se han vuelto “clásicos” en dicha tendencia, notablemente Nicholas Onuf y Alexander Wendt.

Para explicar la estructuración de las sociedades a lo largo de su historia, Onuf nos otorga valiosas herramientas teóricas que interpretan a los grupos humanos, si bien para él el constructivismo no es necesariamente una teoría que explica generalidades.7 Entre sus conceptos más importantes destacan las reglas, que en sentido evolutivo se convierten en prácticas y patrones a través de la interacción constante entre el agente y la estructura de una sociedad, hasta generar regímenes o instituciones que marcan pautas de comportamiento en los distintos ámbitos sociales.

Para Onuf, el agente es pues el elemento capaz de generar reglas en distintos niveles, por lo que puede ser un individuo o un grupo de individuos, cuyo mayor nivel de organización, poder o determinación, lo convierte en una agencia con una influencia mayor sobre las estructuras sociales.

En el caso de los blancos sudafricanos se observará que las reglas que ellos establecieron como agentes, y los regímenes e instituciones que conformaron como agencias, influyeron decisivamente en el rumbo que el Estado sudafricano seguiría desde sus orígenes, estableciendo una férrea estructura que determinó la mayoría de los

7 Nicholas Onuf, “Constructivism: A User‟s Manual” en Vendulka Kubálková, Nocholas Onuf y Paul Kowert (eds.), International Relations in a Constructed World, Nueva York, M.E. Sharpe, 1998, p. 58 9

aspectos socioculturales de toda la población, en palabras de Varela, una “sociedad racialmente estratificada”.8

Sin embargo, en lo que Onuf y la mayoría de los constructivistas hacen énfasis es en el cambio de las estructuras, lo cual será de interés especial en este trabajo.

Para comprender el cambio de las estructuras es indispensable entender el significado que las ideas tienen para el constructivismo, pues por medio de éstas y su interacción con las fuerzas materiales es posible explicar el entendimiento entre partes que usualmente podrían considerarse como hostiles. Las ideas entonces, como imágenes, símbolos y conceptos, pero también como sistemas de pensamiento, creencias, actitudes o vías de acción, le otorgan flexibilidad a la incompatibilidad, a la autoridad, el poder, la controversia y el conflicto. En virtud de esta relación el constructivismo funge un papel de bisagra en las teorías de las Relaciones Internacionales.

Profundizando en dicha relación, observamos que dos tipos de variables constantes facilitan la interacción del mundo real y el mundo ideal: las identidades y los intereses, claves fundamentales del comportamiento de los individuos, los grupos sociales y los Estados, es decir, los agentes.

De esta forma, los esfuerzos de Alexander Wendt por vincular la estructuración social con la política internacional han provocado la comprensión de este trabajo en términos de identidad colectiva y cambio estructural como un proceso continuo y hasta cierto punto cíclico.

Según Wendt: “[la identidad] es una propiedad intencional de los agentes que genera modos de ser motivacionales y de comportamiento. Esto quiere decir que la identidad es fundamentalmente una cualidad subjetiva y de nivel unitario, cuya raíz se encuentra en el entendimiento propio de un agente.”9

Así, cada agente decide cómo se identifica a sí mismo, siendo una cuestión personal. Sin embargo, debido al carácter intersubjetivo de la identidad, esta autoidentificación se verá frecuentemente confrontada con la caracterización que otros agentes hagan sobre

8 Hilda Varela, Sudáfrica: Las Raíces Históricas (de la historia antigua a la paz de Vereeniging), México, El Colegio de México, 2000, p. 73 9 Alexander Wendt, Social Theory of International Politics, Reino Unido, Cambridge University Press, 2008, p. 224. 10

un agente, por lo que la identidad se explica en términos del “Yo” y del “Otro”, el Ego y el Alter.

Es ésta la manera en que se forma la identidad colectiva, objeto de especial interés del autor, es decir, mediante la relación entre el “Yo” y el “Otro” y su conclusión lógica: la identificación. Esta identificación entre agentes diferentes y su aumento numérico, de intensidad o apoyo, favorece la toma de decisiones participativas y la conformación de agencias que permitan la creación de regímenes e instituciones por consenso. Tal situación en muchas ocasiones irá en detrimento de quien se siga considerando el “Otro” en la estructura social.

En razón de esto, la “otredad” va permitiendo la identidad colectiva, pero también puede generar consecuencias adversas como el racismo, el odio o el crimen, entre más ajeno se considere al agente “diferente”.

Para explicar el proceso de formación de identidad colectiva, Wendt hace énfasis en la existencia de cuatro variables maestras que permiten el cambio, siendo tres causas eficientes y una permisiva: homogeneidad, destino común e interdependencia; y autorrestricción, respectivamente.10

Además de las herramientas teóricas que nos han proporcionado los autores clásicos del constructivismo, consideramos relevante observar las propuestas de dos constructivistas que han aportado innovaciones conceptuales al enfoque: Jeffrey Legro y Jamie Frueh, proposiciones enfocadas a explicar el cambio estructural y la formación de identidad colectiva.

El primer autor nos otorga un método para comprender los cambios estructurales drásticos, tal como lo hace Wendt, pero enfatizando en el colapso que sufren las ideas mediante su conmoción, impacto o choque11 provocado por eventos críticos o traumáticos. Estas condiciones propician el surgimiento de un nuevo pensamiento, o la inserción de nuevas ideas en la estructura, lo cual permite el cambio estructural.

En este trabajo, se observará que en muchas ocasiones las causas de este proceso se explican por las eventualidades sociales, políticas o económicas que van permitiendo la

10 Cfr. Alexander Wendt, op. cit., p. 132. 11 Legro utiliza en inglés el término shock, véase Jeffrey Legro, Rethinking the world. Great power strategies and international order, Estados Unidos, Cornell University Press, 2005 p. 26 11

eficiencia de las variables maestras, pero también por la resiliencia psicológica de los individuos:

El término resiliencia, es una palabra que la Psicología tomó prestada de la Física; para esta ciencia es la capacidad que tiene un material de devolver la energía que se le aplica sin absorberla […] Este concepto, extrapolado a la Psicología, es un término que deja entrever la capacidad que tienen los sujetos de sobreponerse a contratiempos; pero a diferencia de la Física, este concepto no queda solamente en la capacidad de ser elástico sin quebrarse, sino de ser menos vulnerable en el futuro.

Ya que para el constructivismo las relaciones internacionales son esencialmente relaciones sociales, el uso del término nos permitirá comprender el cambio estructural sudafricano en momentos cruciales de su historia, especialmente la manera en que los agentes tratan de actuar de una manera más altruista ante los eventos críticos a los que se enfrentan.

Para Frueh, por otro lado, la oportunidad de cambiar se basa en la identidad, concepto al que le otorga un carácter innovador al explicarlo en términos de “etiquetas identitarias”,12 similar al concepto “identidades de tipo” de Wendt y Fearon.13

Con “etiquetas identitarias”, Frueh se refiere al conjunto de categorías (símbolos, imágenes, características) que generan identificación para un individuo, y el conjunto de aquéllas, así como su similitud o correspondencia con las de otros agentes que va generando identidad colectiva.

Estas etiquetas, como reglas creadas por la sociedad, son también susceptibles al cambio, aunque también a su preservación y fortalecimiento.

En el caso sudafricano, y especialmente el de la minoría blanca, las etiquetas juegan un papel preponderante en la conformación de un Estado racista porque son las que van permitiendo la ampliación de la plataforma de apoyo al gobierno o a la agencia en general, con base en una categoría racial: el color de la piel blanca.

En este sentido, y haciendo una relación con las herramientas teóricas del constructivismo ya revisadas, las etiquetas identitarias van determinando el grado de colectividad entre los agentes sudafricanos blancos, quienes si bien centran su identidad

12 Jamie Frueh, Political Identity and Social Change: The Remaking of the South African Social Order, Nueva York, State University of New York Press, 2002, p. 29. 13 Cfr. Alexander Wendt, op. cit., p. 225 12

en una categoría racial, van más allá al vincular la raza con las instituciones, la lengua, la religión, el género e incluso el modo de producción y el desarrollo de la ciencia y la técnica.

Se es por ejemplo víctima de un crimen, mujer, blanca, angloparlante, católica y de clase media, etiquetas que van definiendo la identidad de un individuo en función de sus condiciones particulares, pero que de acuerdo con un momento estructural específico adquiere una connotación diferente en un contexto de racismo (donde el color de su piel sería preponderante), uno donde se enfatiza en la igualdad de los seres humano (en el que sus garantías individuales le serían inalienables), o incluso uno donde las acciones correctivas son necesarias (donde frente a otra mujer, pero negra, marginada y con capacidades diferentes, debería discriminarse “positiva” e institucionalmente a la mujer blanca).

En estas condiciones, el caso de la “minoría blanca sudafricana” como objeto de estudio merece también ciertas puntualizaciones.

En primer lugar, nos estamos refiriendo a un caso excepcional de minoría, la cual es entendida por algunas disciplinas interesadas como la sociología como “grupos o sectores de la población de una sociedad o de un Estado que a causa de sus características sociales, culturales, lingüísticas, religiosas o étnicas, se diferencian de la mayoría de la población.”14

Sin embargo, para la misma área de estudio el concepto de minoría no es matemático, pues considera que existe una estrecha relación entre la “posición marginal de un grupo en el orden social” y el estado de minoría, en lugar de la simple proporción numérica de un grupo.15 En este sentido, de acuerdo con la visión sociológica, el 85% de población sudafricana marginada durante el apartheid constituye una “minoría” frente al 15% de blancos privilegiados.

Por otro lado, para el Derecho Internacional la “minoría” se define como:

Un grupo numéricamente inferior en relación con el resto de la población de un Estado, en una posición no dominante, cuyos miembros – siendo nacionales del Estado- poseen características étnicas, religiosas o lingüísticas que difieren de aquellas del resto de la

14 Karl-Heinz Hillmann, Diccionario Enciclopédico de Sociología, Barcelona, Herder, 2001, p. 585 15 Martin Marger, Race and Ethnic Relations. American and Global Perspectives, Belmont, Wadsworth, 2009, p. 31 13

población y muestran implícitamente un sentido de solidaridad enfocado a la preservación de su cultura, tradiciones, religión o lengua.16

Esta definición no sólo contradice a la anterior en la cuestión numérica, sino que al confrontarse con el caso sudafricano carece de integralidad de acuerdo a las condiciones específicas del país, entre ellas que de acuerdo con la legislación del apartheid en su fase más estricta, los sudafricanos de piel negra no tenían la nacionalidad sudafricana, por lo que jurídicamente no eran parte del Estado sudafricano.

Ahora bien, si hacemos un análisis de los conceptos de “mayoría” y “élite”, podemos rescatar elementos que coinciden con el caso de la población sudafricana blanca, aunque no forman parte del enunciado de nuestro objeto de estudio.

Así, para la sociología la “mayoría” se define generalmente como “el grupo dominante […] en la cima de la jerarquía étnica, el cual recibe una parte desproporcionada de la riqueza, ejerce un autoridad política dominante, controla el sistema cultural de la sociedad y tiene una gran influencia en la futura conformación de la sociedad.” 17

Mientras tanto, la “élite” se define como “los que ocupan las posiciones dirigentes más elevadas de una sociedad, y que, en conjunto, constituyen una minoría activa en la configuración sociocultural, política y económica.”18

A partir de todos estos elementos y definiciones, y de acuerdo con las condiciones particulares de Sudáfrica, así como considerando que el enfoque constructivista nos permite visualizar los conceptos y las realidades como ideas y fuerzas materiales en continuo estado de transformación, proponemos la siguiente definición de “minoría” refiriéndonos a una “minoría dominante”:

Grupo numéricamente inferior en relación con el resto de la población de un Estado que se diferencia de éste por sus características étnicas, lingüísticas, religiosas, sociales o culturales y que constituye un grupo activo en la configuración sociocultural, política y económica, controlando el sistema cultural de la sociedad e influyendo en su futura conformación.

16 Francesco Capotorti citado en Deirdre Fottrell y Bill Bowring, Minority and Group Rights in the New Millennium, La Haya, Kluwer Law International, 1999, p. 91 17 Martin Marger, op. cit., p. 33 18 Karl-Heinz Hillmann, op. cit., p. 232 14

El carácter de excepcional radica pues en que en el caso sudafricano se trata de una minoría que lejos de ser vulnerable, históricamente detentó el poder político y militar del país, y actualmente lo detenta económicamente, al tiempo que ha buscado la preservación de su propia cultura o de su posición socioeconómica, basada en este caso en términos raciales.

Por lo anterior, en el trabajo se hablará de “minoría”, pero se entenderá que se trata de una “minoría dominante” o “élite minoritaria”, optando por el término “minoría blanca” por ser particularmente utilizado por muchos observadores del escenario sudafricano.

El segundo elemento de nuestro objeto de estudio: “blanca”, se refiere a un adjetivo meramente racial, el cual, sin embargo, encierra también una connotación étnica.

Para hacer la diferenciación anterior es necesario definir tanto “etnia” como “raza”, por lo que utilizaremos la terminología de Dominique Perrot y Roy Preiswerk, para quienes la noción de etnia significa el “grupo social que se diferencia de otros grupos por rasgos culturales específicos, y no sólo en algunos detalles (alimentación, vestimenta), sino también en un conjunto de opciones fundamentales (cosmogonía, sistema de valores, organización política)”.19

Para los mismos autores, la raza se define como “los rasgos físicos [que generalmente caracterizan a una población dada o a individuos], transmitidos genéticamente por la herencia.”20

Con base en estas acepciones, en tanto que la noción de etnia marca la unión entre la cultura y la sociedad, la raza marca la herencia de la proximidad entre las características de los grupos poblacionales, pero no la cultura.

Si bien la raza no debería determinar los comportamientos o características que hacen a la minoría blanca nuestro objeto de estudio, es un concepto ineluctable en el estudio de Sudáfrica, y especialmente a partir del constructivismo, porque a lo largo de la historia del país, la existencia de la raza como determinante de la cultura de un grupo social fue una idea que se posicionó en el imaginario de los diversos grupos étnicos.

19 Dominique Perrot y Roy Preiswerk, Etnocentrismo e Historia: América indígena, África y Asia en la visión distorsionada de la cultura occidental, México, Nueva Imagen, 1979, p. 41 20 Ibíd., p. 44 15

En este caso, la definición de “blanca” nos sirve limitadamente, por lo que será importante diferenciar entre raza y etnia a lo largo del texto, toda vez que aunque el sistema de segregación racial sudafricano se institucionalizó en términos del primer concepto, a lo largo de su historia y particularmente durante el reposicionamiento, los términos van modificándose en términos identitarios y culturales.

En este sentido, el término “blanca” expresa una unión de la macroetnia, es decir, de la cultura occidental, por lo que fue posible que a lo largo de la historia sudafricana se agruparan en torno a este adjetivo angloparlantes, afrikáners, portugueses, griegos e incluso judíos.

Desde nuestra percepción, la relación hecha entre los estudios africanos y un enfoque propiamente occidental, y de origen anglosajón, el constructivismo, puede ser objeto de críticas que cuestionen la validez de la aplicación de los términos, precisamente por el marcado etnocentrismo que puede existir de por medio.

Para justificar este punto, el constructivista Thomas Risse-Kappen, se pregunta ¿Qué tan lejos viajan los conceptos?21 reconociendo las condiciones específicas de cada Estado y sobre todo de los que se refiere como “áreas de estadidad limitada”. Debido a que la región africana enfrenta graves problemas para ser enmarcada en teorías de las relaciones internacionales generalmente consideradas como “eurocéntricas”, debemos advertir que en este trabajo se hace un esfuerzo por admitir que los alcances explicativos del constructivismo son limitados.

Sin embargo, consideramos que como tendencia en constante innovación y enriquecimiento conceptual en los últimos años, nos permite la flexibilidad para explicar sociedades con culturas diferentes, especialmente porque nuestro objeto de estudio es un grupo de personas cuya mentalidad (en constante cambio) tiene sus orígenes en el eurocentrismo, caracterizado principalmente por las lenguas germánicas, el cristianismo y el racismo que construyó y estratificó su sociedad y el Estado sudafricano con base en reglas, prácticas e instituciones occidentales, susceptibles en todo momento de transformarse.

21 Thomas Risse-Kappen, “Governance in Areas of Limited Statehood. How Far Do Concepts Travel?”, ponencia presentada en The Annual Convention of the International Studies Association, San Francisco CA, Estados Unidos, 26 al 30 de marzo, 2008. 16

Un elemento fundamental que seguirá la narrativa del presente texto es el del cambio político y social que sufre la minoría blanca en el contexto del Estado sudafricano, por lo que es importante hacer notable el énfasis en la transformación de un régimen gubernamental y de una sociedad inmersa en él.

En el sentido de que nuestro estudio analiza un proceso de cambios que se cierran un ciclo de adaptación, resulta ideal la utilización de herramientas sistémicas inspiradas en los preceptos biológicos y cientificistas.

Para explicar más a fondo esta transformación nos valdremos de dos conceptos que no son constructivistas, pero que enriquecen invaluablemente la mutación que se dio en el seno de la minoría blanca: morfogénesis y morfostasis.

Ambos conceptos surgen de la teoría de sistemas y reflejan la estructuración de códigos en las sociedades complejas. De acuerdo con Ibáñez, en cuanto al primer término:

Morfogénesis (literalmente “generar formas”) es la emergencia metafórica de nuevos niveles de organización: proyección de mensajes desde el eje metonímico – combinación- al eje metafórico –selección- (por ejemplo, evolución biológica o revoluciones históricas –envuelve cambios de estructura, de valores o normas-).22

Dimensionando las condiciones de cambio en la sociedad sudafricana de origen europeo, podemos observar que efectivamente hay un cambio visible en la estructura, en los valores y normas de la sociedad blanca y de la sociedad sudafricana en general, es decir una morfogénesis que se da con la transición del gobierno de minoría blanca al de mayoría negra en 1994, pues como también afirma Bergua Amores, “[…] la morfogénesis alude […] a la creación de estructuras nuevas, inéditas.”23

Sin embargo, es importante observar que los cambios estructurales en Sudáfrica en el periodo estudiado se darán sustancialmente a nivel macroscópico, pues en poco tiempo se sustituye un régimen político racista por uno plural y mayoritario. De esta forma, los cambios específicos en el seno de la minoría blanca (a nivel microscópico) adquieren ciertos matices orientados más bien a una morfostasis.

22 Jesús Ibáñez, A Contracorriente, España, Fundamentos, 1997, p. 463. 23 José Ángel Bergua Amores, Los social instituyente: materiales para una sociología no clásica, España, Prensas Universitarias de Zaragoza, 2007, p. 66. 17

Como asevera Bergua Amores, “[La] morfostasis [es la] reproducción de formas o estructuras similares”,24 por lo que este concepto está más apegado a la realidad microscópica de la minoría blanca en Sudáfrica: “Los cambios con que trabajan los „técnicos‟ sociales son todos ellos morfostáticos pues intentan mantener ciertas estructuras mínimas inalteradas.”25 Estas condiciones nos permiten explicar conceptualmente por qué el estudio estará orientado al cambio específico de los procesos sociopolíticos del grupo blanco en el contexto sudafricano, o sea su morfogénesis política y social, mientras que se dejará para otro estudio el análisis del mantenimiento sustancial del perfil económico de los blancos, es decir, su morfostasis socioeconómica, pues el mantenimiento de dichas estructuras mínimas inalteradas ocasionó que el poder económico permaneciera en manos de gran parte de la minoría en cuestión.

24 Ibíd., p. 67. 25 Ídem. 18

CAPÍTULO I

ANTECEDENTES: EL POSICIONAMIENTO DE LA MINORÍA BLANCA

Las identidades culturales surgen de algún lugar, tienen historias. Sin embargo, como todo histórico, sufren una transformación constante. Lejos de estar eternamente fijadas en un pasado esencializado, son materia de del continuo “juego” de la historia, la cultura y el poder. Lejos de estar fundamentadas en la mera “recuperación” del pasado, lo cual espera encontrarse y lo cual, cuando se encuentra, asegurará nuestro sentimiento propio en la eternidad, las identidades son los nombres que damos a las distintas maneras en que nos posicionamos y dentro de las cuales nos posicionamos, las narrativas del pasado. STUART HALL.

Una de las principales preocupaciones para las Relaciones Internacionales en las últimas dos décadas ha sido explicar el cambio en los aspectos esenciales de las posturas que un Estado puede presentar en sus niveles interno, regional e internacional, y la coincidencia de estas posiciones con las de otros actores, es decir la identificación, resulta determinante para llevar a cabo acciones conjuntas que tengan un resultado lo más exitoso posible.

Esta coincidencia origina a su vez un cambio cada vez más grande que culmina con las ideas de “cooperación” o “identidad colectiva.” Así, contrario a lo que generalmente podríamos pensar, la historia del sur de África es la historia de la cooperación. El fenómeno de identificación colectiva no es reciente y en mayor o menor medida sentó las bases de la Sudáfrica actual. Sin embargo, consideramos aquí que hasta 1988 representó una cooperación excluyente en la que sólo hubo cabida identitaria para ciertos grupos, concretamente los blancos predominantes: los afrikáners y los angloparlantes. A partir de entonces las acciones específicas demostrarían un cambio en la firme postura que iniciaría en 1652. En términos generales, para explicar el cambio es necesario comprender la situación a cambiarse.

El objetivo de este capítulo es precisamente explicar por qué se tratará a lo largo de este trabajo de investigación la idea de un “cambio político y social de la minoría blanca en la Sudáfrica del periodo 1988-2010”; esto implica, por definición, que existe entonces 19

una postura más o menos sólida que adquiere líneas generales en el discurso y en la práctica para luego transformarse. De esta forma, pretendemos explicar el cambio a partir de una continuidad histórica que se rompe en 1988, año en el que el gobierno de Sudáfrica firma con Angola y Cuba los Acuerdos de Nueva York y se procede a la independencia pacífica de Namibia.

Para el presente estudio, este posicionamiento será trabajado a manera de antecedentes históricos bajo una interpretación teórica eminentemente constructivista y será conocido como el “proceso de identificación de la minoría blanca” (veáse Anexo I), al tratarse de un grupo social heterogéneo que al final de un transcurso histórico adquirió las características necesarias para ser considerada como nuestro objeto de estudio.

Este proceso de identificación será entendido como la creación de identidades colectivas entre los diferentes grupos de origen europeo que comenzaron a habitar el extremo austral del África desde 1652, año de inicio de la colonización.

Para explicar este proceso se periodizará en cinco fases de identificación, de acuerdo con los eventos históricos que simbolizaron con mayor significación la cooperación de los blancos, notablemente: a) la Colonia “holandesa” del Cabo de 1652 a 1806, b) las colonias británicas de El Cabo y Natalia y, paralelamente, las repúblicas bóers de Transvaal y El Estado Libre de Orange, durante el siglo XIX hasta la guerra anglo-bóer de 1899-1902, c) la Unión Sudafricana, de 190226 a 1948, d) el apartheid de 1948 a 1987 y f) el colapso durante y después de la Batalla de Cuito Cuanavale 1987-1988.

1.1 La Colonia “holandesa” del Cabo (1652-1806)

El primer periodo de identificación comprende los años de 1652 a 1806, época caracterizada por la inmigración de los primeros colonos europeos al sur de África. Denominaremos a esta fase de la colonia “holandesa” del Cabo por la característica predominante de inmigración de colonos holandeses, por el papel desempeñado por la

26 A pesar de que la Gran Bretaña se anexa las repúblicas bóers después de la guerra de 1899-1902, la Unión Sudafricana no se conforma sino hasta 1910, basada en un gobierno de unidad nacional entre los dos grandes grupos blancos gestados hasta entonces: afrikaners y británicos. Sin embargo, se analiza este periodo como parte de la dominación ejercida por Gran Bretaña en el territorio. 20

Compañía Holandesa de las Indias Orientales (VOC)27 y por el breve periodo que Holanda jugó como potencia colonizadora del Cabo en el periodo 1803-180628.

El desembarco de Jan Van Rieebeck el 5 de abril de 1652 en El Cabo de Buena Esperanza con un centenar de hombres tenía la misión específica de establecer una escala técnica, mediante la fundación de un puerto de abastecimiento, para los barcos de la VOC en su tránsito entre las Provincias Unidas de Holanda y las factorías del Océano Índico.29 Es importante mencionar este aspecto para comprender que el objetivo de establecerse en El Cabo estaba lejos de ser el de poblar y se limitaba solamente al suministro de los barcos mediante el intercambio con los nativos khoikhoi y la obtención de víveres.

En estas condiciones, es imprescindible enfatizar la posición geopolítica y estratégica que guarda El Cabo en relación con la conexión marítima entre Europa y Asia. En efecto, además de tratarse de un punto bioceánico que une los océanos Índico y Atlántico, había sido la ruta seguida por prominentes navegantes lusitanos, notablemente Bartolomé Díaz, fundador del “Cabo de Buena Esperanza” en 1488 y Vasco da Gama, quien hizo escala en 1497 en su viaje a Asia. Para los holandeses, su posición adquirió una mayor relevancia cuando, a lo largo de los siglos XVI y XVII se consolidó el poder colonial de la VOC en Batavia, en la Isla de Java, que posteriormente se convertiría en la capital de las Indias Holandesas Orientales (véase mapa 1), constituyendo el punto medio entre el tránsito mercantil.

Los colonos holandeses eran asalariados que dependían de la compañía. La situación se transforma cuando los hombres establecidos en El Cabo se vuelven libres debido a la carga que significaba para la VOC el considerarlos como asalariados, y a partir de entonces existe una desvinculación no sólo entre los colonos y la VOC, sino entre los colonos y las Provincias Unidas de Holanda.

27 Durante este trabajo utilizaremos el acrónimo holandés VOC (Vereenigde Oostindische Compagnie) para designar a la Compañía Holandesa de las Indias Orientales. 28 Si bien el control real de la colonia lo ejerció la VOC, el gobierno de la República Bátava, sucesor de las Provincias Unidas de Holanda, fungió como potencia colonial en sentido estricto en el periodo 1803- 1806, véase Hilda Varela, op. cit. , p. 75 29 Cfr. René Lefort, Sudáfrica: Historia de una Crisis, México, Siglo XXI, 1978, p. 17 21

MAPA 1 “GEOPOLÍTICA DEL CABO”

FUENTE: Elaboración del autor.

“En 1657 el Consejo de Directores [de la VOC] decidió liberar de su condición de contratados a algunos holandeses y otorgarles una libertad restringida y con obligaciones militares, bajo la condición de freeburghers (en holandés vryburger [sic] „ciudadanos libres‟)”.30 Al liberarse estos colonos pero estar sujetos a la vez a la autoridad de la VOC sucedería un nuevo cambio: las fricciones con las decisiones de la compañía y la necesidad de expandirse para obtener más tierras de cultivo y pastoreo. Es decir, los vrijburgers se independizaron y comenzaron a establecerse de manera permanente en este territorio y, en su búsqueda por recursos y abasto, comenzaron a penetrar paulatinamente el territorio adyacente.

Esta expansión territorial está estrechamente ligada a la geopolítica del terreno, pues como establece Raymond Betts: “Con Argelia y Sudáfrica como excepciones notables, la vasta extensión de tierra del continente [africano] se consideraba climáticamente

30 En realidad el término vryburger pertenece al afrikáans, mientras que vrijburger proviene del neerlandés y es el término que será utilizado en este trabajo. 22

inhóspita para el asentamiento blanco intensivo […]”.31 A partir de estas fechas, la región austral se convertiría en una colonia de poblamiento, característica particular de la zona que determinaría su evolución histórica.

Más allá de los importantes aspectos geopolíticos, el factor identitario de los nuevos pobladores de la región fue trascendental desde sus inicios. El principal elemento a tomar en cuenta para hablar de una identificación o la creación de una identidad colectiva es que los inmigrantes de esta época no eran sólo holandeses.

En efecto, si bien la mayoría de los colonos que desembarcaban eran de origen holandés, había otro porcentaje de alemanes (sobre todo renanos y frisios). A partir de 1685, con la revocación del Edicto de Nantes en Francia, el cual implicó la demolición de las iglesias protestantes que restaban en el país, la proscripción de la religión protestante y su enseñanza pública o privada y otras medidas de enseñanza religiosa de hugonotes franceses,32 se generó una diáspora notoria de éstos en el año de 1688, cuyos primeros destinos fueron Inglaterra, Holanda y los reinos germánicos, pero también destaca el arribo al Cabo de al menos 180 hugonotes en 1689 y su establecimiento en el distrito de Stellenbosch, cerca de la actual Ciudad del Cabo.

Bajo este contexto histórico, la descripción del proceso de identificación de los blancos tuvo tres características esenciales que los primeros colonos compartían a pesar de su origen diverso. Estos elementos son a la vez factores que contribuirían a la formación de identidad colectiva: a) La religión cristiana de corte calvinista (de las Iglesias Reformadas) b) Las fricciones con la VOC c) La interacción con los nativos africanos, primero con los pueblos khoisan y después con los bantuparlantes

31 Raymond Betts, “Métodos e instituciones de la dominación europea”, en Fabien Adonon Djogbénou (comp.), Colonización y en busca de Estado, nación y democracia, Estudios Africanos, V.2, México, UNAM, Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, 2003, p. 53 32 Se conoció como “hugonotes” a los franceses pertenecientes a la Iglesia Reformada de Francia durante los siglos XVI y XVII. Véase Colin Graham Botha, The French Refugees at the Cape, Ciudad del Cabo, Cape Times Limited, 1921, pp. 43-44 23

Estos elementos hacen posible que hablemos de la creación de un “destino común blanco”. Esta noción de “destino común” es uno de los aspectos más importantes que se toman en cuenta para la conformación de una identidad colectiva. De acuerdo con Alexander Wendt, las cuatro variables maestras para la creación de una identidad colectiva son: interdependencia, homogeneidad, destino común y autorrestricción, siendo las primeras tres causas activas o eficientes y la última permisiva33; para explicar la realidad en el sur de África debemos tomar en cuenta las tres primeras variables con distintos grados de intensidad y, de manera imprescindible, la autorrestrición.

Los diferentes grupos blancos establecidos en El Cabo a finales del siglo XVII y principios del siglo XVIII enfrentaban un destino común porque su religión predominantemente cristiana de corte calvinista lo designaba. Recordemos que eventualmente estos pueblos se considerarían “elegidos por la divinidad”;34 por las constantes fricciones con la VOC y porque encontraron un “otro” opuesto a ellos, es decir, los nativos africanos, a quienes consideraron como inferiores desde el momento en que arribaron los primeros colonos con Jan Van Riebeeck.35 De esta forma, “los actores se enfrentan a un destino común cuando su sanidad, bienestar o supervivencia dependen de lo que le pasa al grupo en su conjunto”.36 Esta es la forma embrionaria de lo que más adelante sería un grupo blanco identificado, los afrikáners y, en general, un grupo blanco dominante.

1) El primer elemento de identificación que tomaremos en cuenta será la religión calvinista, factor fundamental para la cooperación y el desenvolvimiento de los primeros colonos. Hilda Varela denomina el periodo histórico que estamos estudiando como “la génesis violenta de la sociedad racialmente estratificada,”37 al menos hasta 1794, y describe a los primeros colonos como campesinos contratados en Holanda por la VOC cuyo empleo en esta compañía era prácticamente la única opción que tenían para escapar de la pobreza. Como lo apunta con una criticidad notable:

33 Cfr. Alexander Wendt, op. cit., p. 349 34 Ximena Picallo Visconti, “Identidades Narradas: las Redes Textuales del Nacionalismo Afrikáner”, en Estudios de Asia y África, vol. 3, núm.2, mayo-agosto 2001, México, El Colegio de México, Centro de Estudios de Asia y África, p. 253 35 Cfr. Hilda Varela, op. cit., p. 81 36 Alexander Wendt, p. 349 37 Hilda Varela, op. cit., p. 73 24

En el siglo XVII, la holandesa era una sociedad jerarquizada, dominada por valores que exaltaban el individualismo y el mercantilismo [ …] Los campesinos contratados en Holanda [por la VOC] procedían de los sectores socioeconómicos más bajos, eran casi siempre analfabetas y de religión calvinista. Imbuidos de las ideas vagas del racismo que dominaba en Europa occidental y que suponía la superioridad de los “cristianos europeos”, estos campesinos habían sufrido en su propio país los prejuicios clasistas […] que a su vez reproducirían en El Cabo.38

Sin entrar en el debate de la reproducción de los patrones de dominación y subordinación, la explicación que Varela nos da es indispensable para comprender la diferenciación que los primeros colonos harán al establecerse en El Cabo, especialmente en lo que concierne a la religión. Por una parte, el calvinismo de los colonos los dotaba de una cosmovisión determinante, por muy analfabetas que éstos fueran, basada en la predestinación de los “pueblos de Dios”, y por otra parte, el hecho de que los diversos colonos compartían estas ideas.

Ahora bien, si los vrijburgers carecían de alfabetización, un nuevo grupo que se incorporaría a la colonización, los refugiados hugonotes franceses, que llegaron a la colonia entre 1688 y 1689, dotaron a esta comunidad de nuevas reglas y hábitos que contribuirían a la conformación de una sociedad más sólida. Varela se refiere a la llegada, entre estos hugonotes, de “profesionistas (abogados, médicos), vitivinicultores, artesanos y clérigos [que] pertenecía[n] a la nobleza y a la clase media”.39

¿Cómo se incorporan los hugonotes a la mayoría de colonos holandeses? Recordemos que también había germanos y al final de este proceso se hablará más bien de bóers como grupo unificado. Un episodio importante es que el gobernador Simon Van Der Stel establece a los hugonotes a lo largo del río Berg entre los otros colonos holandeses40 y al ser los primeros, elementos de enseñanza para los segundos, la mezcla que se dio fue inevitable. Por ello se les atribuye a los hugonotes “el cambio cualitativo producido entre los colonos holandeses, por haber aportado desde la introducción del cultivo de la vid hasta „la coherencia teórica y el conocimiento teológico‟ al calvinismo

38 Ibíd. p. 74 39 Ibíd., p. 75 40 Rodney Davenport y Christopher Saunders, South Africa: A Modern History, Nueva York, Hampshire, Macmillan, St. Martin‟s, 2000, p. 48 25

del Cabo”.41 Con el mestizaje entre blancos, el francés se perdió y el alemán ni siquiera se llevó a la práctica,42 el holandés se convirtió paulatinamente en la lingua franca pero el resultado de esto fue que se fueron forjando lentamente símbolos de una unidad auspiciada por el lenguaje y la religión.

Como mencionan Davenport y Saunders, “una población colonial europea originalmente diversa se persuadió de formar parte de una uniformidad cultural con la lengua de los Países Bajos y la religión de la Iglesia Reformada como base”.43

2) Otro elemento causante de la identificación entre los vrijburgers son las fricciones con la VOC, pues las decisiones de ésta comenzaban a convertirse en obstáculos para la satisfacción de las necesidades de los colonos. Así, en 1717 los directores de la compañía deciden no alentar más inmigración europea al Cabo. Una de las principales razones fue impedir el crecimiento de vrijburgers y la consecuente necesidad de la compañía de buscarles mercados para su producción.44 Es este el primer punto en el que comienzan a divergir los intereses de aquélla y los de los colonos, otorgándoles a éstos la posibilidad de reconocerse como personas con una nueva tierra y un nuevo futuro que había roto el vínculo con Europa, al menos en un sentido espacial. Como bien lo apunta Ximena Picallo Visconti, el asentamiento de estos pobladores,

[…] fue determinado por dos características principales que implicaban unidad entre los miembros de la comunidad: la hostilidad entre los holandeses y los habitantes indígenas y el conflicto entre los colonos y la compañía, fundamentalmente por la competencia con el comercio. Los colonos se sentían amenazados desde dos flancos, la compañía y los habitantes locales, que en un principio resistían la intrusión de los blancos.45

Esta nueva situación no impidió que la inmigración al Cabo continuara e incluso creciera internamente. “Entre 1717 y 1780 la población libre del Cabo se incrementó de

41 Hilda Varela, op. cit., p. 96 42 Rodney Davenport, op. cit., p. 53 43 Ibíd., p. 54 44 Leonard Guelke, “Frontier Settlement in Early Dutch South Africa”, en Annals of the Association of American Geographers, vol. 66, núm. 1, marzo 1976, Estados Unidos, Taylor & Francis Ltd, Association of American Geographers, p. 31-32 45 Ximena Picallo Visconti, “Identidades Narradas: las Redes Textuales del Nacionalismo Afrikáner”, op. cit., p. 256 26

manera significativa, de alrededor de 2,000 a 10,500”.46 La mayoría de este grupo llegaba contratada por la VOC y se convertía en libre al establecerse en la colonia.

Volviendo a las fricciones, se sabe que los directores de la compañía emanciparon a los primeros colonos campesinos. Sin embargo, también “les impusieron obligaciones y restricciones severas, que aunque no siempre eran respetadas, generaron fuentes de tensión entre los vrijburgers y las autoridades de la factoría”.47 Por otro lado, la propuesta de los primeros líderes, especialmente Van Rieebeck respecto a la esclavización de los pueblos khoikhoi, “fue rechazada por la VOC, debido a que era contraria a sus intereses económicos de evitar asumir responsabilidades políticas y territoriales”. En términos generales, la divergencia entre ambos agentes no generará sino la mayor autonomización de los vrijburgers y su gradual carácter de emancipación y autodeterminación basado en la actividad campesina, elemento fundamental para su posterior lucha contra el imperialismo británico.

3) El tercer factor de identificación es la interacción con los nativos africanos, como asevera Varela, “en la colonia, estos conflictos [al interior y en la frontera colonial] se registraron, por un lado, entre los dos grupos europeos fundamentales, las autoridades de la VOC y los freeburghers […] y, por otro lado, entre los pueblos de cultura khoisan y la población blanca”.48 Este estado de conflicto fue la máxima expresión de “otredad” para los colonos al atribuirle a aquellos pueblos indígenas características totalmente desvinculadas de la cultura “superior” de los blancos. El resultado será la generación de una larga serie de confrontaciones entre ambos grupos que culminaron con la desarticulación de gran parte de los cazadores khoisan y una gran dispersión de los khoikhoi,49 y en términos interpretativos, la relativa cohesión de los diversos vrijburgers que se encuentran en una condición de pobladores blancos en una tierra lejana a sus orígenes donde sólo se tienen los unos a los otros para asegurar su supervivencia frente a las amenazas que representan los agentes con intereses contrarios a los suyos.

46 Ibíd., p. 32 47 Hilda Varela, op. cit., p. 109 48 Ibíd., p. 118 49 Grupo caracterizado por dedicarse ampliamente al pastoreo, cfr. Roland Oliver y J.D. Fage, A Short History of Africa, Gran Bretaña, C. Nicolls & Company Ltd., 1975, p. 37 27

Si bien estas amenazas no eran suficientes para provocar un destino común entre estos pobladores, el encuentro con los pueblos de cultura bantú en 1779, fruto de la expansión territorial, afianzaría dicha idea y dicha condición al enfrentarse a una resistencia mayor a la de los khoisan a partir de al menos tres “guerras fronterizas” entre ambos grupos en el periodo 1779-1803.50 Por lo tanto, esta amenaza mayor reanimó el espíritu de lucha de los vrijburgers con la finalidad de ganarse la tierra, mediante la usurpación de la de los negros y hacer valer su autoridad sobre los mismos.

MAPA 2 “EXPANSIÓN DE LOS VRIJBURGERS (1717-1779)”

FUENTE: Leonard Guelke, “Frontier Settlement in Early Dutch South Africa”, en op. cit., p. 33.

La situación desde luego, viene a formar parte del pilar racista que caracterizó a la minoría blanca. Es aquí donde encontramos la génesis de su posicionamiento intransigente que se mantendrá hasta 1994 en términos institucionales y de autoridad. Un sello característico del grupo que habría de sentar las bases espaciales para la creación de la Sudáfrica actual mediante la división, la represión y la fuerza.

Para finalizar con este apartado, será preciso mencionar que para “1795, cuando la VOC finaliza su gobierno en El Cabo, había sólo 15,000 vrijburgers”.51El territorio por el cual se expandieron los colonos ocupaba gran parte de la actual Sudáfrica (véase mapa 2). El final de la compañía es parte de la bancarrota en la que entra a partir de “la crisis

50 Roger B. Beck, The , Estados Unidos, Greenwood Press, 2000, p. xvi 51 Davenport y Saunders, op. cit., p. 22 28

del periodo mercantilista holandés”52 a finales de este siglo. Con el contexto europeo de las guerras napoleónicas, Gran Bretaña realiza su primera ocupación temporal en El Cabo entre 1795 y 1806,53 la VOC quiebra y esta situación favorece la intervención de la Gran Bretaña en la región hasta que en 1806 establece un control directo que transforma las condiciones políticas y sociales prexistentes, en el marco de la lucha por espacios geopolíticos entre potencias europeas.

El resultado de esta primera etapa de identificación será conocida en este trabajo como “el nacimiento del pueblo bóer”. Si bien el término bóer proviene del holandés boer que literalmente significa campesino y puede ser entendido en un sentido peyorativo, consideramos que es el concepto que históricamente se acuñó para referirse a estos pobladores y que el exterior utilizó para designar genéricamente el aglutinamiento de los pueblos que hemos descrito. Por ello se utilizará en el siguiente apartado al conformar un “nosotros” que comienza a verse amenazado por el imperialismo británico y a considerar como los “otros” a los nuevos agentes británicos que se integrarán a la colonia.

1.2 Colonias británicas y repúblicas bóers (1806-1902)

En este segundo apartado trataremos brevemente el proceso de identificación durante la mayor parte del siglo XIX partiendo del establecimiento en 1806 de la Gran Bretaña como potencia colonial del Cabo. Si bien hemos establecido que la población blanca se mostró receptiva a algunos grupos blancos inmigrantes, también explicamos que la aplicación de medidas contrarias a sus intereses por parte de la VOC afianzó la cohesión de los bóers y es precisamente este tipo de procedimiento el que facilitará un amplio rechazo al control británico. Al mismo tiempo, la mayor interacción con los pueblos africanos, predominantemente de cultura bantú, debido a la expansión territorial hacia el este y el norte de la región, contribuyó en gran medida a la identificación de los bóers mediante la creación de una sociedad cada vez más estratificada por motivos raciales.

52 Hilda Varela, op. cit, p. 123 53 Ibíd., p. 126 29

Para 1806 los bóers o trekboere54 sufrieron la creación de nuevas normas y prácticas establecidas por el Imperio Británico, las cuales modificaron la estructura colonial que se había consolidado hasta entonces, consistente en la agricultura y ganadería extensivas, y consistieron en la expedición de leyes que protegían a los negros y favorecían el establecimiento de colonos de origen británico o irlandés. Estos hechos originaron un descontento notorio entre los bóers.

Las leyes formaban parte del carácter capitalista, y sus nuevas instituciones, que la Gran Bretaña comenzaba a exportar a sus colonias y en general, del desarrollo de una política colonial pragmática en la que la esclavitud y las formas de vida rurales de los trekboere eran incompatibles con el despunte de una revolución industrial. Por ello, la presencia de los británicos en el Cabo no provocó una identificación con los bóers; por el contrario, exacerbó el sentimiento de unidad de este pueblo y se reflejó en su desplazamiento por toda la región que constituye actualmente la República de Sudáfrica (ver anexo III).

Los cambios institucionales más relevantes que podemos mencionar son las leyes de 1828 y 1833,55 por lo que en 1836 un grupo de familias bóers, a partir de entonces voortrekkers,56 emigran hacia la costa este del sur de África en lo que sería conocido como el “Gran Trek”, un éxodo que será representado como una nueva idea de destino común y que simbolizará la huida ante el surgimiento de una nueva amenaza: el imperialismo británico. Pero también y más importante, será este episodio el mito que generará el origen de la “nación afrikáner” mediante un sentimiento que se gestará a lo largo del siglo XIX en constante conflicto con el colonialismo de la Gran Bretaña.

Sin embargo, la presencia de los británicos no sería el único factor de exacerbación cohesionador para la identidad del pueblo bóer, sino también las constantes fricciones con los pueblos de cultura bantú que mostraron resistencia a la colonización europea

54 Trekboere es el plural holandés para el término trekboer, literalmente “campesino migrante”, nombre con el que se designó a los blancos sudafricanos durante su expansión en el sur de África sobre todo en el siglo XVIII. 55 Leyes de la corona británica que garantizaban la igualdad de derechos a todas las personas, sin importar su color y abolían la esclavitud, respectivamente. Véase, ibíd., p. 39 56 Cuando los trekboere comienzan su éxodo por el sur de África en 1836 adquieren la denominación de voortrekkers, literalmente “migrantes que van adelante” o “pioneros” debido a su continua expansión por el vasto territorio surafricano y al carácter emprendedor de ésta. 30

desde sus primeros encuentros en el siglo XVIII. De esta forma se crea la primera república bóer en la costa este: Natalia.

La República de Natalia, fundada en 1839, fue el resultado del desplazamiento de los voortrekkers a lo largo de la costa este surafricana, cruzando el río Great Fish en busca de tierras propicias para la agricultura, siendo esta zona una de las más fértiles de la región. No obstante, las constantes luchas con los zulúes que habitaban allí y la intervención de la Gran Bretaña, debido a que la Corona continuaba considerando a los bóers como sus súbditos, provocaron la anexión de la república al imperio en 1843 y el éxodo continuó, ahora con dirección al norte, cruzando los ríos Orange y Vaal. Robertson asegura que “ya existía un asentamiento británico en Puerto Natal [hoy Durban]”57 y creció posteriormente.

El significado de Natalia es precisamente que ésta, junto con la colonia del Cabo, llevará un rumbo diferente hasta el comienzo del siglo XX por el carácter colonial británico en la zona, caracterizado por la explotación de la caña de azúcar y el establecimiento de colonos predominantemente ingleses e irlandeses, así como trabajadores traídos de Asia, sobre todo India y China para laborar en los cañaverales.58 Los habitantes blancos llevaron a cabo una política de segregación en la colonia al determinar una cantidad de tierras para los indígenas africanos usurpando además las que tenían, fortaleciendo las identidades y los intereses entre bóers y británicos a pesar de sus fricciones iniciales.

Mientras tanto, el Estado Libre de Orange y Transvaal, en el corazón de la actual Sudáfrica, constituyeron las dos repúblicas bóers de más larga duración, y en éstas se gestó verdaderamente el sentimiento de solidaridad afrikáner entre las aisladas comunidades blancas establecidas en esta zona. El Estado Libre de Orange se reconoció como independiente en 1854, después de un breve periodo de soberanía británica. Por otra parte, el Transvaal fue reconocido en 1856.

57 Hector Menteith Robertson, South Africa: Economic and Political Aspects, Londres, Duke University, Commonwealth Studies Center, Cambridge University Press, 1957, p. 15 58 Cfr. Roland Oliver y J.D. Fage, op. cit., p. 56 31

Aunque la segregación no se instituyó como en Natalia, estaba claro que en estas repúblicas los africanos negros carecían de derechos y sus tierras fueron plenamente usurpadas por los voortrekkers. Por lo regular, la dinámica de las relaciones interétnicas consistía en que los africanos negros ofrecieran trabajo y servicios a los blancos a cambio de permanecer concentrados en las tierras alrededor de las granjas.59 En estas condiciones, Gran Bretaña debió asumir una política de contención y aislamiento ante el creciente e incansable expansionismo bóer. Esto se ve reflejado en el establecimiento de colonias negras que pronto se convertirían en protectorados británicos como muro ante dicho crecimiento. Se crean así Basutolandia en 1868, entre Natalia y el Estado Libre de Orange, y Bechuanalandia en 1885, al noroeste de Transvaal al igual que Rhodesia al norte de este último.60

En general, el modelo colonial de estas tres entidades, Natalia, Orange y Transvaal, se caracterizó por reglas y prácticas que posteriormente institucionalizarían leyes de segregación en la Unión Sudafricana, y en última instancia el apartheid. En razón de esto, no se puede culpar solamente a los afrikáners de haber instituido una separación racial histórica, sino también a muchos de los grupos angloparlantes que, con apoyo de la Oficina Colonial británica, se encargaron de dividir a los grupos de la región. Es decir, se presentó una confluencia de reglas.

Especial atención merece la colonia del Cabo donde había británicos pero también afrikáners y esto permitió la unión territorial del Cabo de Buena Esperanza hasta el río Limpopo, extremos geográficos de la actual Sudáfrica. Además, a pesar de que en esta colonia las leyes fueron más flexibles hacia los grupos “no blancos”, sobre todo los descendientes de blancos y negros que serían conocidos como “coloureds”, la discriminación racial fue fundamental para la estructura social.

Dentro de los factores de identificación en esta fase, es imprescindible resaltar los primeros hitos y mitos que dieron origen al sentimiento nacional afrikáner, que sucedería a la “cohesión del pueblo bóer”, a partir de una identidad cada vez más

59 Cfr. Hector Menteith Robertson, op. cit., p. 17 60 Ibíd. p. 35 32

definida. De esta forma, en 1879 nace formalmente el afrikáans como lengua escrita61 separada del holandés, aunque su nacimiento como lengua hablada se remonta a los primeros colonos holandeses en el territorio. Algunos autores establecen más bien 1876 debido al surgimiento de los primeros periódicos en dicha lengua,62 sobre todo Die Patriot; al igual que la primera agrupación cultural afrikáner: la Genootskap van Regte Afrikaners (Sociedad de los Afrikáners Reales). Ambos sectores fundados por el reverendo S.J. Du Toit en el Cabo, quien posteriormente escribiría el libro “La Historia de nuestro País en la lengua de nuestro Pueblo”.63

Es esta la manera en la que se crean las grandes representaciones “nacionales” en el imaginario afrikáner y mediante las referencias discursivas que comenzarán a elaborarse respecto a Jan van Riebeeck y 1652 como el nacimiento de la nación afrikáner64 o el Gran Trek, como el “tropo histórico fundamental en el imaginario heroico afrikáner”. De acuerdo con Picallo Visconti, este suceso “adquiere las características de la épica tradicional a través de los rasgos sagrados y heroicos asignados al evento, y por lo tanto, conforma el mito heroico de la narración nacionalista afrikáner en su lucha „anticolonialista‟ contra el poder británico”.65

Este discurso adquiere inmediatamente un nivel político al desatarse los enfrentamientos directos contra el poder colonial, especialmente las guerras entre británicos y la República del Transvaal, ante las cuales afirma Suzman que “es solamente después de la anexión británica del Transvaal en 1879 y la subsiguiente reconquista de su independencia en 1881 [con la Batalla de Majuba Hill] que surgieron los primeros indicios de una autodenominada misión nacional”.66 Y así, durante la década de 1890 el presidente de Transvaal, Paul Kruger aseveró públicamente que “nadie cuya ascendencia no haya sido resultado del Gran Trek, podría considerarse a sí misma como afrikáner”.67 Este incipiente nacionalismo afrikáner alcanzará su mayor divergencia con

61 El afrikáans resultó un idioma derivado del holandés de los siglos XVII y XVIII que incorporó elementos de lenguas europeas y de otras lenguas de origen africano, véase, Mark Suzman, Ethnic Nationalism and State Power: The Rise of Irish Nationalism, and Zionism, Reino Unido, McMillan Press Ltd., 1999, p. 31 62 Cfr. William Beinart, Twentieth Century South Africa, Reino Unido, Oxford University Press, 1994, p.38 63 Cfr. Mark Suzman, op cit., pp. 31-32 64 Ximena Picallo Visconti, op. cit., p. 258 65 Ídem 66 Mark Suzman, op. cit., p. 30 67 Ibíd., pp. 32-33 33

los intereses británicos a partir de 1870 con el comienzo de la industria minera y su posterior auge con la explotación del oro y los diamantes, reforzando la idea de un Ego, el pueblo afrikáner y un Alter, el voraz imperialismo británico.

El final de este periodo está claramente marcado por la Guerra Anglo-Bóer de 1899- 1902 cuya conmoción provocó un colapso de las repúblicas bóers y su consecuente e inevitable incorporación al Imperio Británico.

El resultado del periodo es que se origina por primera vez un sentimiento nacional inspirado en la lucha contra la soberanía británica. Las aspiraciones de los bóers por alcanzar su independencia se habían visto frustradas por una guerra sangrienta y devastadora, así como por el contexto regional de un África repartida por las potencias europeas.68 El Trek no era ya la solución para liberarse del expansionismo británico y la estructura que como pueblo habían constituido se vio transformada inevitablemente a partir de una “cooperación forzada”. Es interesante analizar este término porque al estudiar el “cambio político y social de la minoría blanca”, como se hará en los capítulos siguientes, será necesario retomar algunas características similares a esta guerra, en la que la unión forzada o no, simbolizará la consolidación de la minoría blanca dominante hasta alcanzar su punto más álgido durante el apartheid.

Finalmente, cabe mencionarse que el resultado también es la necesidad de los británicos de incorporar a los bóers en su proyecto “nacional”, o más bien colonial, pues los negros y las potencias europeas en la región, sobre todo Alemania, conformaban los “otros” que le darían sustento a la “unión blanca” que se forjaría.

1.3 La “Unión” Sudafricana (1902-1948)

A partir de este periodo podemos hablar propiamente del “pueblo afrikáner” y, con reservas, de la “nación afrikáner”. Pero sobre todo de la unión entre los principales grupos de origen europeo.

68 En la Conferencia de Berlín de 1885, Gran Bretaña, Francia, Alemania, Italia, Bélgica, Portugal y España se reparten casi la totalidad del continente africano. Este acontecimiento estuvo seguido por tratados bilaterales entre aquéllas y una conquista militar en el periodo 1885-1902, véase, Godfrey Uzoigwe, “La división y conquista europeas de África: una visión general”, en Fabien Adonon Djogbénou (ed.), Colonización y en busca de Estado, nación y democracia, vol. 2, México, UNAM, Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, 2003, pp. 34-51 34

Desde 1902, el control de las derrotadas repúblicas bóers por la Gran Bretaña se presentó como inexorable y respondía, además del interés de ésta en los enormes recursos de la región, a la consolidación del reparto de África por las grandes potencias europeas en el marco de la nueva dinámica imperial-colonial que regía a las grandes regiones del mundo. Sin embargo, esto no implicaba por definición, el sometimiento de los afrikáners, sino más bien la incorporación de éstos a los procedimientos imperialistas de los británicos, mas esta “cooperación forzada” no significaría sino la identificación paulatina con el nuevo gobierno, acompañada de un enérgico reforzamiento de la identidad afrikáner que alcanzaría su esplendor con la toma del poder por el Partido Nacionalista (PN) en 1948.

Como lo asevera Mark Suzman en uno de sus estudios sobre el nacionalismo étnico afrikáner, “la Guerra de los Bóers fue la que por primera vez estableció la solidaridad nacional naciente entre el Cabo y las repúblicas afrikáners [o bóers]”.69 Es por ello que este periodo de “Unión Sudafricana” es muy importante porque vendrá a representar la delimitación de la actual Sudáfrica con base en los territorios de mayoría afrikáner (en cuanto a grupo blanco), además de la Colonia de Natalia.

Es así como en 1910 se funda esta Unión con tres capitales: una ejecutiva, Pretoria; una legislativa, Ciudad del Cabo; y una judicial, Bloemfontein, respectivamente, las antiguas capitales del Transvaal, la colonia del Cabo y el Estado Libre de Orange.70 Algunos autores se refieren a la creación de esta nueva entidad, no sin justa razón, como “la fundación de la Sudáfrica blanca”,71 pues se creó un Estado que omitió la presencia de los grupos negroafricanos y sus derechos de participación, incluso si estos constituían la mayoría de la población.

Así, los primeros líderes del nuevo territorio, Botha y Smuts, a pesar de ser de origen afrikáner, a través del Partido Sudafricano (PSA) se dedicaron a reconciliar a las “razas blancas”72 y el precio de esta reconciliación lo pagarían los negros. Por ello las

69 Mark Suzman, op. cit., p. 33 70 Cfr. Pierre Bertaux, África: desde la prehistoria hasta los estados actuales, Historia Universal Siglo XXI, vol. 32, México, Siglo XXI, 1989, p. 91 71 René Lefort, op. cit., p. 46 72 Pierre Bertaux, op cit., p. 93 35

principales leyes de segregación surgen en esta época, notablemente el Acta de las Tierras de Nativos de 1910 y el Acta de Áreas Urbanas de 1912. El origen de esta segregación, que eventualmente se convertiría en la identidad colectiva de los blancos, fue la “hostilidad hacia los negros y, particularmente, la insistencia de que éstos no debían participar en asuntos políticos [lo cual] había sido una idea central en el pensamiento afrikáner”.73 Vemos entonces que se refuerza la idea de separación “racial” con un mayor grado de institucionalización y esta conglomeración de reglas creará un patrón con profundos efectos en la sociedad sudafricana, elemento indispensable para el posicionamiento de los blancos.

En estas circunstancias surgió una oposición del lado “no blanco” o contrario a las políticas de segregación, la cual formó el Congreso Nacional Africano (CNA) en 1912 y el Partido Comunista Sudafricano (PCSA) en 1921. El primero abogaba en esta etapa por los derechos de los negros, mientras que el segundo estaba liderado principalmente por blancos afiliados a la Socialista Internacional. Estas agencias se convertirían poco a poco en los grandes enemigos de los partidos “blancos” en el poder y por lo tanto, nuevos elementos de “otredad” para la minoría blanca.

Mientras tanto, no obstante los esfuerzos por crear una “nación blanca”, los símbolos de unión entre los blancos presenciaron también el desenvolvimiento a la par del “nacionalismo afrikáner” que buscaba imponer la lengua afrikáans y la preponderancia de los afrikáners en todos los aspectos de la vida sudafricana.

Dentro de los principales aspectos de unión encontramos que además de las principales leyes de segregación se da el establecimiento de dos idiomas oficiales: el inglés y el afrikáans y la creación de nuevos símbolos como la bandera y el himno que incorporaban elementos propios de las identidades afrikáner y angloparlante (véase figura 1).

En efecto, la bandera, pese a las controversias que causó entre los dos grupos, incluyó elementos propios de ambos grupos y cuando Hertzog sube al poder al frente del Partido Nacionalista (PN) en 1924, con una amplia base de protección de la nación

73 Mark Suzman, op. cit., p. 35 36

afrikáner, establece en 1925 al afrikáans como lengua oficial, en lugar del holandés, y se introduce el requisito bilingüe (junto con el inglés) para la obtención de trabajos de servicio civil.74 Asimismo se hizo el himno “Die Stem van Suid Afrika” (la “Voz de Sudáfrica” en afrikáans) y su versión en inglés: “The Voice of South Africa”. Inclusive Hertzog, un ferviente nacionalista afrikáner, no insistió en la supresión de todo símbolo de poder o influencia británica, sino simplemente en equipararlo al nivel de los símbolos afrikáners, y la receptividad entre el grueso de su comunidad fue bastante favorable.75

FIGURA 1 LA BANDERA DE LA “SUDÁFRICA BLANCA”

Colgando verticalmente en el Bandera del Reino centro la bandera del Bandera del Reino Estado Libre de Unido Estado Libre de Orange

Naranja, blanco y Bandera de la azul, los colores de la Bandera de la azul, los colores de la República bandera del Príncipe Sudafricana de Orange (Bandera Sudafricana de Orange (Bandera (Transvaal) original de Holanda)

FUENTE: Elaboración del autor

Es necesario tomar en cuenta además que en este periodo el mundo presenciará las dos grandes guerras mundiales y que, a pesar de la postura dubitativa de la comunidad afrikáner, Sudáfrica entró al conflicto del lado de la Gran Bretaña en ambas ocasiones.

En el caso de la Primera Guerra Mundial, el enemigo tanto para los afrikáners como para el Imperio Alemán había sido históricamente en el siglo XIX la Gran Bretaña, por lo que era probable la formación de identificación entre bóers y alemanes, estos últimos

74 Cfr. Mark Suzman, op. cit., p. 38 75 Ídem 37

ocupaban el territorio noroccidental de la Unión Sudafricana, en lo que se había conocido como el África Sudoccidental Alemana (hoy Namibia).

Sin embargo, y a pesar de que se suscitaron algunos levantamientos bóers en contra de la Corona, durante esta etapa la Unión Sudafricana apoyó decididamente a la Gran Bretaña, generando nuevas formas de cohesión. Como Suzman lo asevera: la “Guerra Mundial fortaleció la unidad blanca, además de que la recompensa fue grande: Namibia”.76 Así, al triunfar la Entente en 1919, Sudáfrica obtiene el mandato sobre el África Sudoccidental, que a partir de entonces se convertiría virtualmente en una colonia sudafricana y a la cual extendería paulatinamente sus políticas de segregación.

En el caso de la Segunda Guerra Mundial, la situación fue más crítica porque muchos afrikáners simpatizaban con la ideología propagada por Adolfo Hitler en Europa. Asimismo, se fortaleció la extrema derecha afrikáner y algunos grupos pro alemanes se opusieron al apoyo sudafricano a Gran Bretaña durante la guerra, notablemente , que persistió hasta 1945. A pesar de esto, la Unión combatió del lado del Reino Unido, el cual trató de evitar la formación de una alianza entre afrikáners y alemanes. De esta forma, la guerra se volvió uno de los factores externos que contribuyeron a la cohesión política interna y a las subsecuentes decisiones y acciones gubernamentales.

En esta coyuntura en la que se pretendía fortalecer la unión de los grupos blancos con fines pragmáticos, observamos también la evolución de una corriente cada vez más radical e intransigente en cuanto a sus postulados: la corriente del “nacionalismo afrikáner.”

Tras la incipiente creación de símbolos nacionales basados en el nacimiento de la lengua afrikáans, la religión calvinista, los mitos heroicos del pasado, la estrecha relación con las tierras del sur de África y la diferenciación que hacían hacia los angloparlantes y hacia los negros, los afrikáners habían comenzado a institucionalizar un proyecto étnicamente nacionalista liderado por Hertzog (en un principio) y el doctor Daniel François Malan.

70 Mark, Suzman, op. cit., p. 38 38

Entre estos proyectos sobresalen la creación del Partido Nacionalista en 191477 que “tenía como base de apoyo la clase rural terrateniente y a los nuevos sectores urbanos blancos, en especial a la clase trabajadora”78 y la creación de la “Broederbond afrikáner” (Hermandad afrikáner), que en 1921 se vuelve secreta y planteó en su manifiesto que su objetivo era “llevar al pueblo afrikáner hacia su sentido de identidad para alcanzar respeto propio y nutrir y cultivar su amor por la lengua, la historia, el pueblo y las leyes.”79

El desarrollo de esta corriente tuvo un gran impacto en las organizaciones culturales, si bien no el que se esperaba en la política de la Unión, reflejado en la absorción que efectuó la Federación de la Cultura Afrikáner (FAK, por sus siglas en afrikáans),80 hacia ellas. Sin embargo, del ámbito cultural, la Broederbond y la FAK pasaron al ámbito político, especialmente la primera, que se encargaría de preparar a los futuros líderes sudafricanos.81 El funcionamiento de estas tres organizaciones mencionadas no puede explicarse sin una amplia interacción entre sus órganos y sus miembros y éstos formarían el pilar del poder político necesario para posicionar a la “Sudáfrica blanca” como potencia regional.

El resultado de esta etapa, es indudablemente la concertación entre los dos grupos blancos para pasar de un estado de conflicto a un estado que involucró cada vez más identidades e intereses y que conformaban un Ego con un Alter claramente identificado: los grupos de cultura bantú. La segregación se había convertido en el régimen sociopolítico y socioeconómico y la necesidad de cooperar para sobrevivir se convertiría en una realidad. Sin embargo, la cooperación o la identidad colectiva, no implican precisamente la pérdida de una “identidad cultural” cada vez más arraigada y

77 Este partido liderado por Hertzog debe fusionarse con el PSA en 1934 debido a la crisis económica mundial de 1929 para dar origen al Partido Unido (PU), por lo que Malan y otros militantes se separan para conformar el Partido Nacionalista Purificado que se reunirá con la facción nacionalista del PU para conformar a su vez el Partido Nacionalista Reunificado y ganar la mayoría de asientos en las elecciones 1948. Véase Mark Suzman, op. cit., p. 37 78 Hilda Varela, „El abandon de los discursos radicales de „nación‟…”, op. cit., p. 80 79 Mark, Suzman, op. cit., p. 38 80 Ibíd. p. 40 81 En efecto, de 1948 a 1994, la era del apartheid, todos y cada uno de los primeros ministros y presidentes de Sudáfrica pertenecieron a la Broederbond afrikáner. 39

que responde al deseo de conformar y reproducir una continuidad histórica. Así lo demostró el nacionalismo afrikáner.

1.4 El apartheid (1948-1988)

Esta etapa es sin duda la más relevante para comprender el “posicionamiento de la minoría en blanca”. Se trata de la última fase del proceso de identificación de los sudafricanos blancos, del mayor “éxito” en la aplicación de las políticas de segregación mediante el mito del “desarrollo separado” y la última vez que el nacionalismo afrikáner regiría las formas de vida de un Estado.

En este periodo, se concertó la “unión blanca”. Los afrikáners, con el poder político, y los angloparlantes, con gran parte del poder económico, se aprovecharon de la segregación para beneficiarse una vez más, a costa de la mayoría de la población, mediante la expresión máxima de superioridad blanca.

El nacionalismo afrikáner parecía dejar de serlo para transformarse en “nacionalismo blanco” y las nociones étnicas y culturales comenzaron a diluirse dentro uno de los dos grandes espectros: lo blanco y lo negro. Con la institucionalización de la “separación racial” y la clasificación poblacional en cuatro razas: blancos, negros, coloureds y asiáticos, se dio paso a la incorporación en bloque. La base de identificación se ampliaba, pero en perjuicio de la mayoría de la población. En realidad sólo había dos bandos y el poder, de cualquier índole, sólo podía ser detentado por la minoría blanca.

En este periodo, el papel que los agentes externos jugarán también cobra una relevancia considerable al formar modelos de identificación reflejados en la alineación a la que se verían arrastrados cada uno de los agentes al interior de Sudáfrica, configurando una articulación entre dos tendencias principales: el surgimiento de los movimientos de liberación nacional, la descolonización y las “revoluciones socialistas” o de corte socializante, por un lado, y el anticomunismo, el poder militar represor y la violencia, por el otro. Para explicar esto es indispensable tomar en cuenta el contexto internacional de bipolaridad y regional de descolonización. A ellos se enfrentaría el gobierno de Pretoria y los superaría hasta cierto punto. Empero, la ruptura del paradigma que había creado la minoría blanca estaba próxima y su derrumbamiento generaría un gran espacio

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para la introducción de nuevas ideas que sustituirían sus intransigentes posturas del siglo XVII.

En 1948 se da un nuevo cambio en la política sudafricana: el Partido Nacionalista llega al poder y sus acciones inmediatas se encaminadan a impulsar la supremacía de los afrikáners sobre los demás habitantes sudafricanos. En el discurso, el racismo y los antiguos rencores contra los británicos serán el sustento teórico de la nueva política, pero en la práctica los afrikáners “también sabían, o habían aprendido, que para defender la hegemonía de los blancos, más valía asociar a todos al poder, y por consiguiente unir a las dos comunidades europeas [sic].”82

El fenómeno de cooperación e identidad colectiva se manifestó una vez más cuando la corriente del nacionalismo afrikáner, aun en el poder, percibe que es necesario conservar la participación de los angloparlantes en los asuntos del Estado. Este poder político, representante de la “nación afrikáner”, no dudó en incorporar a los angloparlantes en su esfera de acción, y el ejemplo más claro es el nombramiento que hace el doctor Verwoerd, tercer Primer Ministro sudafricano, de dos angloparlantes en su gabinete en su periodo 1958-1966.83

Así, las principales leyes de separación, sobre todo el “Acta de Matrimonios Mixtos” (1949), el “Acta de Inmoralidad” (1950) y el Acta de “Registro Poblacional” (1950),84 se convierten en estrictas reglas que solidifican las relaciones interétnicas y que tratarán de separar cada vez más a las distintas sociedades sudafricanas en cada uno de los aspectos de la vida diaria, situación que desde luego jamás fue posible en su totalidad, pero que si marcó y fragmentó profundamente a toda la población del país.

Las nuevas reglas institucionalizadas por el régimen, conocidas como la “legislación del apartheid” pueden dividirse en dos grandes ámbitos: las leyes grandes y las leyes menores:

Las leyes grandes del apartheid determinaban la raza de la gente (con la Ley de Registro Poblacional de 1950) y dónde podía ésta vivir (Ley de Áreas Grupales de 1950) y trabajar

82 Odette Guitard, Apartheid, México, Fondo de Cultura Económica, 1986, pp. 40-41 83 Ibíd. p. 50 84 William Beinart, op. cit., p. 67 41

(Ley de la Formación de Trabajadores Bantúes de 1951). Decenas de miles de familias negras y coloureds fueron desterradas de sus hogares cuando la Ley de Áreas Grupales reclasificó amplias áreas del país como reservadas sólo para blancos.85

Mientras tanto, las leyes menores del apartheid regulaban la vida diaria. Esta legislación estuvo determinada por las ciudades individuales y las provincias y buscaba segregar todos los servicios locales de acuerdo a la raca. La raza de las personas determinaba en qué restaurantes podían comer, qué hospitales los aceptaban como pacientes e incluso en qué parte de los parques podían sentarse. Todo el transporte público, los cinemas, centros de entretenimiento, bares y hoteles se segregaron racialmente y los sudafricanos blancos fueron apartados de la rendición de culto en ciertas iglesias.86

El apartheid generará una identidad colectiva basada en el color de la piel y con el uso del poder, la élite blanca en busca de preservar dicha identidad se mostró en todo momento dispuesta a ejercer la fuerza para hacer valer su autoridad. Situación que debió adaptarse a un contexto internacional con una dinámica acelerada, así como a la conjunción de distintos procesos que determinaron en mayor o menor medida el “éxito” y el colapso de dicho sistema, caracterizado por Varela como “un sistema político sofisticado y contradictorio, basado en una poderosa maquinaria estatal, un complicado sistema jurídico y un aparato militar que de manera coercitiva ejercería el control de la política, la economía, y la sociedad de acuerdo con criterios racistas.”87

Por supuesto, el poder político no podría serlo si no viniera acompañado de un manifiesto poder económico y otro militar. Si se puede hablar de un “éxito” del apartheid sólo para la minoría blanca, las décadas de los años 50 y 60 serían ampliamente representativas. Lefort se refiere al crecimiento económico de esas fechas como el “Milagro Sudafricano”,88 lo cual en realidad sería la inserción del país en el sistema capitalista mundial con una doble función: de economía acumuladora, basada en gran parte en el desarrollo de la minería, y de economía exportadora como muchos de los países del llamado “subdesarrollo”.

85 Richard T. Schaefer (ed.), Encyclopedia of race, ethnicity and society, vol. 1, Estados Unidos, SAGE Publications, 2008, p. 56. 86 Crf., Ibíd., p. 58. 87 Hilda Varela, “El abandono de los discursos radicales de „nación‟ en el ANC y en el NP”, en Estudios de Asia y África, vol. 35, núm. 1, México, El Colegio de México, p. 81 88 René Lefort, op. cit., p. 78 42

La situación del país generó condiciones más o menos favorables para el desenvolvimiento pleno y el bienestar de la minoría blanca, condiciones que creaban a su vez identificación con la administración gubernamental en turno. Algunos de los aspectos más notables de representación son el incremento de automóviles por familia, de residencias particulares y de teléfonos.89 Asimismo, el poder económico favoreció la concertación política porque los blancos eran dueños de este poder.

El poder militar sostenía también la maquinaria política. Esta capacidad había sido un elemento central en la historia de la minoría blanca y, si bien no fue exclusiva de los afrikáners, sí fue un método recurrente para llevar a cabo sus objetivos. Suzman asegura que a pesar de que la historia de los afrikáners es la historia del uso de la fuerza, “ésta había llevado al establecimiento de una estructura política dentro de la cual [su uso] para alcanzar sus metas era [ya] en gran parte innecesario.”90 Estas condiciones son ampliamente válidas para explicar las relaciones entre dicho grupo y los angloparlantes, pero que simplemente eran inverosímiles en un país de mayoría negra y en un contexto internacional cada vez menos favorable al régimen blanco.

Por estos motivos es importante explicar la necesidad de la fuerza militar al interior y al exterior así como en tres etapas: de 1948 a 1961, de 1961 a 1987 y de 1975 a 1988. En la primera etapa fue necesaria la creación en 1957 de las Fuerzas de Defensa Sudafricanas (FDSA), que al ser comandadas por el Partido Nacionalista, sufren una recomposición con la selección y promoción de oficiales afrikáners. Al mismo tiempo, se fortaleció la capacidad de la Policía Sudafricana (PSA) fundada desde 1913, para actuar con una mayor coordinación con el ejército. Ambas instancias se encargaron de mantener el orden del apartheid en su primera etapa y se caracterizaron por componerse por miembros de la minoría blanca.

Si la separación racial en todos los aspectos de la vida sudafricana era el sustento del apartheid. El ejército sudafricano, en teoría, no podía reclutar habitantes “no blancos”, estrategia que servía además para evitar la rebelión de facciones con un respaldo militar. No obstante, en la práctica, el gobierno sabía que la incorporación de efectivos negros a

89 William Beinart, op cit., p. 91 90 Mark Suzman, op. cit., p. 82 43

las FDSA era muy importante para llevar a cabo los objetivos de política exterior. Sin embargo, estas fuerzas eran predominantemente blancas, según Gann y Duignan eran “una institución afrikáner designada a mantener la supremacía blanca”.91

Las formas del uso de la fuerza se modifican en 1961, al comenzar una segunda etapa militar. En primer lugar, Sudáfrica se retira obstinadamente de la Comunidad Británica de Naciones (CBN) y restringe los lazos con la inteligencia militar británica, situación que para Herbert M. Howe, “estuvo seguida por una incesante presión doméstica e internacional que produjo una creciente „mentalidad de Estado de guarnición‟ aislacionista entre los planeadores de la seguridad del régimen.”92 Se rompe así, uno de los lazos de identificación que Sudáfrica había forjado con el Reino Unido.

En ese mismo año, la lucha pacífica que había llevado hasta entonces el CNA, se transforma con la aparición del Umkhonto weSizwe93, que se convertiría en su brazo armado e iniciaría una especie de guerrilla al interior de Sudáfrica y en los Estados vecinos. Se intensifica así la lucha armada entre el Estado racista y los grupos negros armados, en su consolidación como agencias.

En esta segunda etapa, el Almirante H. H. Biermann y el General Magnus Malan, a cargo de las FDSA, consideraron que “Sudáfrica debía incorporar a todas las razas para la defensa si el sentido era resistir la amenaza soviética en el Atlántico sur”.94 La política de inclusión militar tuvo sus efectos en la integración de activos negros, asiáticos y coloureds como voluntarios y la creación de algunos batallones “no blancos”. Estas condiciones no podían dejar de ser vistas como acciones que podían minar la actividad de las FDSA con la generación de motines, pues dichas fuerzas eran también un instrumento de represión hacia las revueltas contra el régimen.

Al interior del país, el ejército actuaba conjuntamente con la Policía Sudafricana, por lo que las FDSA tuvieron un papel más activo al exterior. Si bien las colonias portuguesas del sur de África, Angola y Mozambique; la Rhodesia bajo del dominio de otra minoría

91 Lewis H. Gann y Meter Duignan, Hope for South Africa?, Stanford, Hoover Institution Press, Stanford University, 1991, p. 70. 92 Herbert M. Howe, “The South African Defence Force and Political Reform”, en The Journal of Modern African Studies, vol. 32, núm. 1, marzo 1994, Reino Unido, Cambridge University Press, p. 31. 93 Traducido burdamente como “La Lanza de la Nación”. 94 Ibíd., pp. 71-72 44

blanca; así como el territorio de Namibia que seguía bajo control sudafricano, constituían un muro de contención hacia las revoluciones nacionales y los movimientos de liberación africanos en auge en todo el continente, al menos hasta 1975.95 Las acciones y decisiones gubernamentales de Pretoria se transformaron a partir de los cambios de políticos en estos países. Por estos motivos, la política exterior sudafricana al respecto consistió en propagar la inestabilidad militar hacia los gobiernos de tendencia nacionalista y, sobre todo, comunista, por los cuales se sentía amenazado el régimen blanco.

La respuesta regional fue la condena total del exterior hacia Pretoria, que se puso de manifiesto con la creación del Grupo de los Países de la Línea de Frente en 1970, integrada por los países del África austral: Angola, Botswana, Lesotho, Mozambique, Swazilandia, Tanzania, Zambia y, a partir de 1980, Zimbabwe.96 Esta agrupación tenía el objetivo de uniformar políticas en relación al apartheid y apoyar al movimiento de liberación nacional sudafricano, liderado principalmente por el CNA y el PCSA que operaban desde el exilio.

Sin embargo, la estrecha relación y dependencia de las economías de los Países de la Línea de Frente hacia la economía sudafricana le dio a esta organización un papel político limitado, si bien no debe desdeñarse. Para aumentar los esfuerzos, esta organización adquiere más solidez con la creación de la Conferencia para la Coordinación del Desarrollo del Sur de África (CCDSA), buscando “crear un área de libre comercio entre países que en gran medida estaban bajo la influencia económica de la República Sudafricana, a la que se oponían por su política de apartheid”,97 pero como hemos visto, también defender sus intereses internos ante la amenaza militar de la minoría blanca desde Pretoria.

En este contexto regional de tensión, Pretoria logra el sometimiento de Botswana y Lesotho con la creación de la Unión Aduanera del Sur de África (UASA) en 1970 y

95 Las colonias portuguesas obtienen su independencia en 1975 y cinco años más tarde, en 1980, el gobierno blanco de Ian Smith sobre Zimbabwe (Rhodesia) cae y éste obtiene su independencia formal del Reino Unido. 96 M. Niemann, “Diamonds are State‟s Best Friends”, en Africa Today, vol. 40, núm. 1, Estados Unidos, Indiana University Press, 1993, p. 28 97 Ramón Tamames y Begoña Huerta, “Cooperación e Integración en África”, en Fabien Adonon Djogbénou (ed.), ¿África hoy?, vol. 3, México, UNAM, FCPyS, 2003, p. 93 45

apoya a las facciones opositoras a los gobiernos de tendencia marxista-leninista en Angola y Mozambique, UNITA y FNLA en la primera y RENAMO98 en la segunda. Estas acciones fueron fuertemente criticadas por los organismos internacionales y la comunidad internacional, sobre todo los Estados No Alineados y los Estados escandinavos, especialmente Suecia. No obstante, gozaban de un apoyo general de parte del gobierno de los Estados Unidos y en mayor o menor medida, de las potencias de Europa occidental, por combatir al comunismo y la expansión del bloque soviético en el Tercer Mundo.

Bajo estas condiciones, el asunto del apartheid adquiere un nivel internacional, pues en los grandes foros mundiales se suscitan críticas contra el régimen de la minoría blanca sudafricana, y se intensifica claramente la oposición a sus acciones, iniciada por la India en 1946 en el seno de la Comunidad Británica de Naciones, en un primer momento, y en la Organización de las Naciones Unidas, posteriormente, en un esfuerzo por proteger a los sudafricanos de origen indio que sufrían de segregación y discriminación.99

La respuesta internacional de condena estuvo acompañada por una serie de sanciones hacia Sudáfrica que se recrudecen cuando ésta desobedece las resoluciones de la ONU, la Organización para la Unidad Africana (OUA) y la CBN contra el régimen racista; la supresión de su mandato sobre el África Sudoccidental; las represiones que lleva a cabo en Sharpeville (1960) y (1976) y sus incursiones militares en los países de la región.

Además, con la promulgación del “Acta sobre la Ciudadanía en los Hogares Nacionales Bantúes” de 1970100 se otorgaba la independencia a las reservas de Sudáfrica y por consecuencia, los habitantes de éstas perdían la ciudadanía sudafricana, se convertían en extranjeros en su propio país, por lo que la condena mundial, es así acompañada de una serie de embargos, sanciones y ruptura de relaciones diplomáticas que se oponen al

98 El apoyo a la Unión Nacional para la Independencia Total de Angola (UNITA) y el Frente Nacional de Liberación de Angola (FNLA) se mantuvo contra el gobierno en turno del Movimiento Popular para la Liberación de Angola (MPLA) hasta 1988 con los acuerdos de Nueva York. Mientras tanto, el apoyo a la Resistencia Nacional Mozambiqueña (RENAMO) contra el Frente de Liberación de Mozambique (FRELIMO), cesó formalmente en 1984 con la firma del Acuerdo Nkomati entre Pretoria y Maputo. 99 Cfr., Boutros Boutros-Ghali, “The United Nations and consideration of apartheid, 1948-1966”, en Organización de las Naciones Unidas, The United Nations and Apartheid 1948-1994, Nueva York, Departamento de Información Pública de las Naciones Unidas, 1994, p. 11 100 Odette Guitard, op. cit., p. 87 46

gobierno de la minoría. Aunque estas acciones no tuvieron al principio un impacto muy fuerte en Sudáfrica, con el tiempo se dejaría sentir su peso y la necesidad de abandonar el aislamiento relativo en el que se encontraba el país.

Bajo este contexto también podemos hacer una agrupación de identificaciones opuesta a otra claramente determinada. Al convertirse en un conflicto internacional, el apartheid generó una serie de posturas en contra que evidenciaron claramente identidades colectivas y cooperación para llevar a cabo sus objetivos. De este mismo modo, se fortalece otra identidad colectiva que es la que hemos venido estudiando: la de la minoría blanca, y que está dispuesta a romper los lazos con sus opositores para mantener su posición y sus recalcitrantes objetivos. La minoría blanca no sólo desobedece obstinadamente las resoluciones de los organismos internacionales, sino que se acerca a gobiernos con los que comparte similitudes: por una parte, Rhodesia y Portugal y sus colonias, en una primera etapa, pero también al Israel que está desatando una política similar a la segregación en la Palestina histórica y, bajo el pretexto de la contención al comunismo, a los Estados Unidos, relaciones que no deben menospreciarse dado el contexto mundial bipolar. De acuerdo con Ugboaja Ohaegbulam:

“La estrategia adoptada por las autoridades afrikáners […] era la colaboración con otros regímenes de minorías blancas en Rodesia y en el imperio portugués en África austral para asegurar la dominación de la minoría blanca de toda la región e impedir la ayuda externa para los movimientos anti-apartheid. […] Además, con el paso de los años, el gobierno minoritario de Sudáfrica ha recurrido al armamento, incluyendo especialmente la colaboración militar con Israel, para armar al país hasta los dientes.” 101

En la tercera etapa, a partir de 1975, cambia una vez más la configuración del poder regional. Las colonias portuguesas obtienen su independencia, Sudáfrica recibe una gran cantidad de inmigrantes blancos lusoparlantes que vivían en Angola y Mozambique, alcanzando así un nuevo nivel de identificación que, como dijimos al inicio del apartado, tendió a diluirse dentro de uno de los dos espectros raciales, en este caso el blanco. Las viejas disputas del nacionalismo afrikáner se habían convertido en las de la

101 Festus Uboaja Ohaegbulam, op. cit., p. 242. 47

“minoría blanca sudafricana”, propiamente hablando, y esta minoría pretendía llegar hasta sus últimas consecuencias.

En estas circunstancias, Pretoria desató una estrategia total al interior del país y en los Estados vecinos: la política del apartheid se extendió a Namibia, se desarrolló un programa nuclear, se declaró un estado de emergencia en varias zonas del país y se continuó con la desestabilización regional, la más notable la Guerra en Angola que se revisará en el siguiente apartado.

Antes, es preciso hacer una observación. Si bien la minoría blanca es nuestra unidad de análisis a partir de este momento, no debe dejarse de lado que además de la resistencia africana, existía una oposición importante dentro de la comunidad blanca. Sabemos que el gobierno y el grueso de la población disfrutaban de los privilegios que les traía el apartheid. Sin embargo, un gran número de disidentes blancos formó parte de la oposición al sistema impuesto. Su lucha más notable se manifestó con la creación del Partido Liberal de 1953 a 1968 y sus agrupaciones consistieron “fundamentalmente en intelectuales (hombres de iglesia, universitarios, escritores, periodistas o miembros de profesiones liberales) en su mayoría británicos […] todos ellos personas cuya posición socioeconómica no parecía amenazada mayormente por el advenimiento de un gobierno de mayoría”.102 Ejemplos notables son Margaret Ballinger y los novelistas y Nadine Gordimer.

Sin embargo, las intenciones idealistas de estos blancos liberales anti-apartheid carecían de mucho sustento por parte de los dos bandos que se habían formado. De un lado, luchaban por la democracia pero “no pudieron inventar un modelo de democracia capaz de adaptarse a la sociedad pluralista sudafricana”,103 desde luego debido a dificultad para comprender la realidad endógena de una sociedad negroafricana. Del otro, fueron reprendidos por la administración en turno hasta la prohibición del partido y todas las organizaciones políticas multirraciales en 1968. Por ello, algunos autores se refieren a estas tendencias liberales como “políticas en el aire”.104 En palabras de Guitard, “treinta años de apartheid polarizaron la oposición entre blancos y negros y eliminaron a los

102 Ibíd., p. 102 103 Ibíd., p. 104 104 Ibíd., p. 100 48

grupos intermedios […]”.105 Estas esperanzas moderadas debieron esperar su turno un tiempo más para hacer realidad sus aspiraciones.

El resultado de esta etapa, es así el cúmulo de identidades e intereses opuestos, los alineamientos y la creación de dos posturas rígidas en las cuales la negociación era inverosímil. Al comenzar la década de los ochenta y después de una baja en las inversiones extranjeras,106 el presidente P. W. Botha promete reformas y a partir de la modificación a la constitución en 1983, las minorías coloured y asiática adquieren escaños en el parlamento. Sin embargo, la incorporación de la mayoría negra a la política sudafricana no parecía plantearse hasta que un acontecimiento al exterior, acompañado de una serie de factores internos y externos, marcan el fin ideológico del apartheid con la derrota militar, acontecimiento con el cual daremos paso al reposicionamiento.

1.5 El colapso: La Batalla de Cuito Cuanavale (1987-1988)

Este capítulo de antecedentes históricos nos ha ayudado a esclarecer, de manera muy somera, los principales hechos, actores, factores y procesos que llevaron a la conformación de una postura tan radical de la minoría blanca en Sudáfrica: la “supremacía racial” de los blancos y la consecuente institucionalización de la “segregación racial” en el territorio. En este último apartado analizaremos uno de los factores más importantes para explicar la “transformación política y social” de esta minoría a lo largo de la investigación, es decir, el colapso de las medidas llevadas a cabo por los dirigentes de Pretoria y su eventual transformación tanto a nivel discursivo como a nivel práctico.

El factor determinante que utilizaremos para entender esta modificación eminentemente política, pero con profundos efectos socioeconómicos, será la Batalla de Cuito Cuanavale, considerada por un gran número de académicos como “la batalla más grande

105 Ibíd., p. 101 106 Disminuyeron de 84,000,000 dólares en 1976 a 22,000,000 en 1977, pero volvieron a incrementarse hasta 206,000,000 en 1978. Véase, ibíd, p. 130 49

de África desde la Segunda Guerra Mundial”.107 En términos teóricos, la interpretación que proponemos darle al conflicto es el impacto, conmoción o choque (shock)108 que sufrió la dirigencia sudafricana y, en general, la sociedad sudafricana blanca, al ver al ejército más poderoso del África negra derrotado por las fuerzas angoleñas y, desde luego, cubanas.

La forma en que proponemos definir este impacto es de acuerdo a sus efectos en el cambio estructural que hemos venido postulando. Para ello, Legro tiende a clasificar las causas del choque en guerras, revoluciones o crisis económicas.109 Como muchos académicos, políticos e intelectuales lo pensaban, la solución al problema del apartheid era inevitablemente la guerra civil o la revolución, como Varela lo menciona:

Diversos observadores internacionales coincidían en la hipótesis de que, tomando en cuenta las características del sistema sudafricano, la revolución violenta parecía ser la única forma de lograr el cambio político y que el fin del apartheid podría desencadenar el colapso de este Estado: en una sociedad tan profundamente fracturada por diferencias que van más allá del color de la piel, la radicalización del movimiento anti-apartheid y del nacionalismo afrikáner podría provocar que la guerra civil, latente en algunas partes del país, degenerara en el peor baño de sangre del siglo XX.110

Y sin embargo, en términos formales esto no sucedió. En cambio, la “negociación” resultó la vía de acción de mayor preferencia que respondió a las otras dos causas que menciona Legro: la guerra y la crisis económica.

Poniendo énfasis en la cuestión de la guerra, especialmente de 1976 a 1988, aseveraríamos entonces que “las nociones estatales […] tienden a cambiar con eventos dramáticos.”111 Y, en efecto, la Batalla de Cuito Cuanavale parece simbolizar la crisis que modificó las nociones del Estado sudafricano. Para entender esto es preciso contextualizar un poco.

107 Isaac Saney, “African Stalingrad. The Cuban Revolution, Internationalism and the End of Apartheid”, en Latin American Perspectives, vol. 3, núm. 5, septiembre 2006, Estados Unidos, Sage Publications, Inc., p. 81 108 Nos referimos esencialmente a la desestabilización que sufre un ente, en este caso un grupo de individuos ante un factor externo que provoca un impacto sobre los mismos, por ello utilizaremos indistintamente los términos conmoción, choque o impacto. 109 Jeffrey Legro, op. cit., p. 14 110 Hilda Varela, “Sudáfrica: el abandono de los discursos radicales de „nación‟ en el ANC y en el NP”, en op. cit., p. 77 111 Jeffrey Legro, op. cit., p. 15 50

La política de Pretoria durante la etapa de descolonización del sur de África, y posterior a ésta, consistió en la desestabilización política de los nuevos Estados mediante su poder militar. El Acuerdo Nkomati de no agresión firmado con Mozambique en 1984 parecía darle un nuevo giro a esta política. No obstante, la cuestión en la frontera noroeste distaba de tener una solución pronta pues tanto Angola como Zambia habían permitido la operación de guerrilleros de la Organización Popular del África Sudoccidental (OPASO) dentro de sus territorios y estos realizaban constantes incursiones en el territorio de Namibia, que seguía bajo control sudafricano (véase p. 36).

La “Guerra de la Frontera de Sudáfrica”, como se había denominado este conflicto, representó asimismo uno más de los escenarios de la Guerra Fría a partir del interjuego local y regional que se desenvolvió en torno al ejército del gobierno angoleño liderado por el Movimiento Popular de Liberación de Angola (MPLA), favorecido por la Unión Soviética y posteriormente por Cuba, y la Unión Nacional para la Independencia Total de Angola (UNITA) y en menor medida, el Frente Nacional para la Liberación de Angola (FNLA) que operaban en el sur de Angola y contaban, además del apoyo de los Estados Unidos, con el firme sustento de la administración sudafricana, en un conflicto que se había desatado a partir de la retirada del gobierno colonial portugués en 1975 y había continuado a lo largo de la década de 1980;

Para comprender esta situación debemos precisar que para la segunda mitad de la década de 1980, el contexto internacional comenzó a abandonar las políticas de alineación a uno de los dos grandes bloques. Uno de los escenarios principales que dan muestra de la transformación de posturas fueron los diversos encuentros de alto nivel que tuvieron Mijail Gorbachev, por parte de la Unión Soviética y Ronald Reagan, por parte de los Estados Unidos, siendo notables las Reuniones de Reikiavik y Malta en 1986.

Debido a que este cambio se inició en el seno de la Unión Soviética, esto simbolizaba sí una pérdida de apoyo para Angola y la OPASO, pero también la carencia del sustento ideológico que “consintió” a la Sudáfrica blanca en sus acciones represoras. Es decir, el comunismo no representaba más una amenaza para los Estados Unidos en la región, y

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las líneas políticas que llevaron a cabo la OPASO en Namibia y el CNA en Sudáfrica, no fueron equiparables a las de la política soviética. Por estas razones podemos asegurar que esta guerra cambió su curso y objeto en esta etapa tardía y contribuyó en gran medida a un resultado diferente al esperado.

Para 1987 las crisis angoleña y sudafricana habían provocado la realización de una serie de reformas orientadas a mejorar la situación y la guerra se veía como una salida viable. Además, el vacío de poder en la región provocado por la Unión Soviética había ocasionado la injerencia de Cuba desde 1976 como aliado del MPLA, mientras que los Estados Unidos prefirieron no hacer notorio su apoyo al FNLA, UNITA y Sudáfrica. Esta última había confiado en su inversión militar: para 1988, las SADF contaban con 97,000 efectivos y 67,000 conscriptos,112 además de que contaba con un presupuesto militar incomparable (véase tabla 1).

TABLA 1 PRESUPUESTO MILITAR SUDAFRICANO (1985-1990) Periodo Presupuesto militar Porcentaje del gasto total 1960-1961 444 millones de rands 1985-1986 4,722 millones de rands 1986-1987 6,700 millones de rands 14.7% 1987-1988 8,200 millones de rands 13.7 % 1988-1989 8,200 millones de rands 15% 1989-1990 10,000 millones de rands 15% Fuente: Elaboración del autor.

En agosto de 1987, confiando en su superioridad técnica, Pretoria indica a las FDSA y las FTASO (Fuerzas Terrestres del África Sudoccidental, el brazo militar en Namibia), lideradas por comandantes blancos, lanzar una serie de ofensivas militares en el sur de Angola. El objetivo era apoderarse de Menogue, la capital de la provincia de Cuando Cubango y establecer allí un cuasi Estado bajo el control de UNITA. Para ello, “primero debía capturarse la base militar de Cuito Cuanavale, pueblo estratégicamente importante por el monitoreo y la defensa aérea de la región sur de Angola. Para lograrlo, Pretoria envió a sus mejores tropas y su equipo militar más sofisticado.”113 FAPLA (el brazo armado de MPLA) responde, con una fuerza de 12,000 a 15,000 soldados y uno de los sistemas de defensa aérea más efectivos en el mundo de entonces, con una

112 Hebert M. Howe, “The South African Defence Force and Political Reform”, en op. cit., p. 33 113 Isaac Saney, “African Stalingrad. The Cuban Revolution, Internationalism and the End of Apartheid”, en op. cit., p. 102 52

contraofensiva hacia sus enemigos en Mavinga. Desde un principio, el conflicto tuvo consecuencias adversas para Sudáfrica: inferioridad en el aire, bajas en tierra y el desapruebo internacional.

La conmoción que la guerra provocó entre la minoría blanca fue de polarización. El gobierno manifestó enérgicamente en sus discursos su empeño por continuar la guerra y en esta primera fase no se pensó en la idea de negociar. Como lo menciona Pazzanita:

Al principio, éstas [las desventajas que enfrentaba Sudáfrica] no hicieron que Pretoria estuviera más dispuesta a negociar, al contrario, la batalla de Mavinga produjo una mayor resistencia contra algún acuerdo en el que participaran miembros de la influyente milicia sudafricana, dirigida por el Ministro de Defensa, el General Magnus Malan.114

Sin embargo, la postura de la población blanca discrepaba cada vez más de la de la administración:

Las FDSA pudieron haberse mantenido a la par en el campo de batalla con las FAPLA, sin embargo, bajo un pesado costo diplomático, material y humano. La muerte de 230 o más soldados en la operación [de esta primera etapa], algunos de ellos conscriptos blancos, ocasionó problemas políticamente sensibles en casa, donde la opinión pública cuestionaba el valor de la campaña en Angola.115

Entre octubre y noviembre de 1987, las fuerzas sudafricanas lograron sitiar a las del FAPLA en Cuito Cuanavale y, temiendo la derrota, el gobierno de Angola bajo el mando de José Eduardo dos Santos, pide una vez más ayuda al gobierno cubano de Fidel Castro, el cual decide reforzar su participación en la guerra enviando efectivos, armas, y equipo, incluyendo artillería, tanques, aviones y armas aéreas. Todo esto llegó a Angola la primera semana de diciembre. A las FAPLA se sumaron 50,000 cubanos en la batalla, situación que definitivamente le dio un giro total a la confrontación, pues Cuito Cuanavale se mantuvo bajo control de FAPLA y los cubanos, mientras que entre

114 Anthony G. Pazzanita, “The Conflict Resolution Process in Angola” en The Journal of Modern African Studies, vol. 29, núm. 1, marzo 1991, Estados Unidos, Cambridge University Press, pp. 101-102 115 Ibíd., p. 101 53

el 13 de enero y el 23 de marzo de 1988 las FDSA no pudieron derrotarlos después de seis intentos fallidos.116

Las condiciones parecían no modificar la postura de Pretoria: “de enero a marzo los sudafricanos lanzaron sus ofensivas e incluso el presidente Botha visitó la región para estimular la lucha de su ejército,”117 asimismo, se inició una campaña al interior de Sudáfrica que trató de desmentir derrota alguna, Susan Hurlich asevera que “los líderes sudafricanos no querían admitir cuántos combatientes habían muerto realmente, debido a la desmoralización que esto causaría internamente”.118 Empero, como hemos visto, el caso estaba perdido gravemente, la derrota de las FDSA era inminente, como lo demostraría otra derrota sudafricana en Tchipa en junio de 1988, y así lo evidenció su retiro paulatino, aunque no total de Angola.

Toda esta serie de eventos repercutieron seriamente en uno de los aspectos más imponentes que había adquirido el “posicionamiento de la minoría blanca”: el poder militar. Isaac Saney asegura que:

La derrota de las fuerzas sudafricanas fue un avance considerable al servicio de las luchas de liberación nacional africanas y le brindó esperanzas a los sudafricanos negros, pues tropas negras (cubanos y angoleños) derrotaron a las tropas blancas causando un impacto psicológico que detonó el desvanecimiento de la ventaja militar con la que contaron los blancos en Sudáfrica durante más de 300 años. 119

Del mismo modo, esta derrota causó un sentimiento de vulnerabilidad entre la población sudafricana blanca que se conmocionó, y dentro de la cual, una de las principales oposiciones a la guerra se puso de manifiesto con el incremento de jóvenes blancos que se rehusaban a participar en el servicio militar como parte de la creciente campaña anti- reclutamiento, sobre todo en el año de 1987 que vio el éxodo de 11,000 sudafricanos blancos con base, principalmente, en estos motivos.120

116 Isaac Saney, “African Stalingrad. The Cuban Revolution, Internationalism and the End of Apartheid”, en op. cit., p. 102 117 Ibíd., p. 103 118 Citada por Isaac Saney en Ibíd, p. 96 119 Ibíd., p. 98 120 La mayoría de este grupo emigrante era angloparlante y buscó asilo en Gran Bretaña o en los Países Bajos, véase, L. H. Gann y Peter Duignan, op. cit., p. 73 54

Es de esta forma como a lo largo del año de 1988 se colapsan las bases del sistema de poderío militar de Sudáfrica, simbólicamente, a través de la frustración que le había causado Cuito Cuanavale a la potencia africana por excelencia. Dentro de este contexto, los círculos gobernantes del país comenzaron a reconsiderar la guerra. La transformación de la dinámica internacional generaba cada vez más vacíos de apoyo al régimen blanco, pero al mismo tiempo le otorgaba la oportunidad de reformular sus ideas ante el devenir de una nueva era. Saney argumenta que “la victoria de Cuito Cuanavale se convirtió en un símbolo a nivel continental que representaba el fin de la invencibilidad del apartheid y su ejército”,121 mientras que Pierre Schori se refiere al hecho como el “[comienzo] [d]el fin de la arrogancia y la política de agresión sudafricana en la región.”122 Y es precisamente a nivel simbólico como de la “arrogancia” y la “invencibilidad” se procede a una serie de acciones que repercuten directamente en la mutación de la identidad sudafricana, ante la cual, la minoría blanca acorralada veía la oportunidad para cooperar y crear nuevas identidades, pues la fuerza no podía sostener más el mito de dos Sudáfricas “separadas”.

Para este mismo autor, las consecuencias inmediatas para Sudáfrica, a nivel de los hechos, causadas por el “Stalingrado africano”, denominación que utiliza para representar la batalla de Cuito Cuanavale, son las siguientes:

a) La culminación de su campaña de desestabilización regional para garantizar su dominio. b) El fin de la ocupación de Namibia y el ascenso en ésta de la OPASO. c) El comienzo de las negociaciones con el CNA, la liberación de Nelson Mandela y otros presos políticos y la despenalización de los grupos anti-apartheid.123

Sin criticar a Saney, estos aspectos repercuten en toda Sudáfrica, pero para este estudio representan un mayor impacto en la minoría blanca que deberá ingeniárselas para compartir las tierras que ellos mismos usurparon a los africanos negros. Estas

121 Isaac Saney, “African Stalingrad. The Cuban Revolution, Internationalism and the End of Apartheid”, en op. cit., p. 103 122 Pierre Schori, Escila y Caribdis. Olof Palme, la Guerra Fría y el Poscomunismo, México, Fondo de Cultura Económica, 1994, p. 268 123 Isaac Saney, “African Stalingrad. The Cuban Revolution, Internationalism and the End of Apartheid”, en op. cit., p. 89 55

condiciones serán analizadas con mayor detalle en los siguientes capítulos, pues forman parte, precisamente, del “reposicionamiento” que sufrirá nuestro objeto de estudio.

Finalmente, vale la pena mencionar que así como la Guerra Anglo-Bóer de 1899-1902 simbolizó la unión, o más bien cooperación, entre los dos grupos blancos, consideramos aquí que Cuito Cuanavale fungió un papel similar al hacer negociar y cooperar inevitablemente a los “blancos” y a los “negros”.

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CAPÍTULO II

“EL CAMBIO POLÍTICO Y SOCIAL DE LA MINORÍA BLANCA EN SUDÁFRICA: FASE DE MANTENIMIENTO”

Por lo menos durante un cuarto de siglo antes de 1990, los observadores del escenario sudafricano predecían que el apartheid terminaría en un baño de sangre; en vez de ello, de último minuto aconteció una transferencia ordenada del poder político de la minoría blanca a la mayoría negra, mediante la concesión del sufragio universal, y la Nueva Sudáfrica nació. GUY ARNOLD.

En el capítulo anterior describimos someramente el pasado histórico de la actual República Sudafricana en lo relativo al establecimiento de las directrices para la conformación de un orden social a través de reglas, prácticas y patrones que dieron origen a una entidad sociopolítica racialmente jerarquizada, con la población blanca minoritaria en el estrato más alto.

A partir de esta “institución construida” podemos dar paso a nuestra noción de reposicionamiento de la minoría blanca, toda vez que después del colapso emocional, ideológico y práctico que ésta sufre con base en la derrota militar de las FDSA en la Batalla de Cuito Cuanavale, los principales sectores políticos y sociales del grupo blanco proceden a efectuar medidas que ponen de manifiesto su cambio de postura en cuanto a las reglas y prácticas más sólidas y características del orden social sudafricano existente: el apartheid.

Sin embargo, consideramos que aunque la derrota militar fue el parteaguas para la transformación de este orden, a nivel de las ideas predominantes un factor más importante provocó dicho cambio y fue precisamente que, como consecuencia de la derrota, la seguridad y permanencia de la minoría blanca ya no estaban garantizadas por el brazo militar del gobierno que en gran parte la había sostenido, por lo que era necesario cambiar las principales estrategias de acción en relación con los demás agentes sudafricanos e internacionales en interacción para asegurar su supervivencia. Esta situación nos permite explicar por qué el gobierno de la minoría decidió negociar con los líderes representantes de los “no blancos”.

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Con base en estas condiciones, aseveramos a manera de hipótesis particular que el cambio de postura de la minoría blanca fue la consecuencia de su aspiración de sobrevivir como grupo social en un Estado en el que el gobierno de la mayoría negra era inminente y este cambio se llevó de manera pacífica, mediante una transición negociada con la misma finalidad.

Para constatar este argumento, analizaremos los principales sucesos ocurridos durante el último periodo de gobiernos sudafricanos blancos: primero la fase final del gobierno de Pieter Willem Botha en el que se firman los Acuerdos de Nueva York que ponen fin a la Guerra de la Frontera Sudafricana y permiten que se proceda a la independencia de Namibia (1989-1990). Posteriormente, el gobierno de Frederik Willem De Klerk, en el que se llevan a cabo las principales negociaciones que aseguran la supervivencia de los blancos en Sudáfrica (1989-1994) y finalmente, la administración de Nelson Mandela que intentó hacer efectivos los objetivos de las negociaciones a través del principio de reconciliación (1994-1999).

2.1 El surgimiento de un nuevo pensamiento

A partir de 1988, los cambios económicos y políticos del sistema internacional se aceleraron de una manera impresionante y nunca antes vista. Las tecnologías contribuyeron a incrementar estos cambios y el llamado fenómeno de globalización invadió el discurso político, económico e incluso cultural en referencia a las nuevas relaciones internacionales.

Si bien los cambios en concreto son claramente identificables, para comprenderlos es necesario explicar los elementos esenciales de las ideas, a nivel político y social, que se transforman y dan origen a un nuevo pensamiento, el cual se materializa con hechos concretos.

De acuerdo con el Capítulo I de este trabajo, la Batalla de Cuito Cuanavale simbolizó el derrumbe de las posturas fundamentales de la minoría blanca sudafricana, partiendo de una derrota física (las bajas de militares sudafricanos blancos124) con un grave impacto psicológico (sobre el gobierno y la población sudafricana blanca). Como consecuencia, la generación de nuevas ideas que brindaran solución al problema moral y de identidad

124 El número de bajas de soldados blancos continúa sin aclararse pero se estiman al menos 2,000 muertos, pérdida considerada por Pretoria como “políticamente inaceptable”, véase Isaac Saney “African Stalingrad…”, op. cit., p. 86 58

por el que dicho grupo pasaba fue cada vez más necesaria, y culminó con la creación de un nuevo pensamiento.

Para explicar esta situación es necesario comprender el estado ideológico por el que transitaba la política internacional, es decir, un contexto en el que las ideas del comunismo y el socialismo se veían derrotadas, aparentemente, por el nuevo lenguaje político mundial en el que predominaban dos ideas que paulatinamente se perfilaron como “universalmente aceptadas” y se insertaron rápidamente en las políticas de los países occidentales, pero también de cada Estado ex socialista que modificaba sus posturas políticas: la democracia y los derechos humanos. Según Wilson, “la resurrección del lenguaje de la democracia liberal y los derechos humanos se expandió a mediados de la década de 1980 y se volvió un imperativo para las políticas domésticas y exteriores de la mayoría de los Estados del sistema internacional”.125

En el caso de Sudáfrica, aunque ésta era considerada como un bastión de contención al comunismo, argumento que sustentó en la teoría y la retórica las prácticas racistas del apartheid, sus políticas férreas pasaron a considerarse como inverosímiles en un periodo de la historia en que el socialismo, al menos el experimentado por el modelo soviético, carecía de bases y apoyo de envergadura.

Fuera del bloque soviético, Sudáfrica fue durante la Guerra Fría el Estado más burocratizado del mundo126 y, aunque en el país prevalecía la economía de mercado, esta poderosa maquinaria estatal también discrepaba de la nueva ola neoliberal que invadía el sistema económico mundial, del cual la región era una pieza fundamental en términos geopolíticos, pero sobre todo en cuanto a la rica producción mineral con la que cuenta el país y este poder económico era detentado sólo por los blancos. Además, las leyes racistas no permitían la incorporación de toda la población al sistema neoliberal.

En estas circunstancias, el régimen del apartheid se hallaba aislado, desgastado y pronosticado como inviable en el contexto internacional, situación que sería claramente percibida por la minoría blanca que se hallaba en cuestión. Las condiciones provocarían que en el seno de este grupo surgiera una militancia considerable destinada a decidir sobre su futuro en Sudáfrica y el mundo, tomando en cuenta que ellos habían sido

125 Richard A. Wilson, The Politics of Truth and Reconciliation in South Africa. Legitimizing the Post- Apartheid State, Reino Unido, Cambridge University Press, 2001, p. 19 126 Cfr. Herman Giliomee, “‟Broedertwis: Intra-Afrikaner Conflicts in the Transition from Apartheid”, en African Affairs, vol. 91, núm. 364, Julio 1992, p. 341 59

simpatizantes activos de la segregación, o receptores pasivos de los privilegios que ésta les brindaba. Dicha decisión culminaría efectivamente en su cambio de postura, en su reposicionamiento, pero para comprenderlo es menester partir de la creación de un marco de ideas surgido de la minoría blanca, el cual no era totalmente consagrado al cambio, sino que un importante sector se radicalizó y optó por luchar por la continuidad del régimen, e incluso por su fortalecimiento mediante fuerzas materiales.

2.2 La inserción de las nuevas ideas

De acuerdo con Thomas Risse, la forma en que las ideas funcionan como motores del cambio es a través de la creación de “nexos transnacionales con „nuevos pensadores”.127 Es decir, cuando se genera una interacción entre las nuevas ideas y las condiciones internacionales, y las ideas y las condiciones internas favorables al cambio, es posible que se conforme un nuevo pensamiento, y para lograr esto es trascendental el papel de los agentes, y de la agencia en sí.

Esta situación se presenta en Sudáfrica a partir del colapso del viejo pensamiento, pero específicamente, y siguiendo la línea de la independencia de Namibia como un compromiso con la comunidad internacional, con las acciones que lleva a cabo F. W. De Klerk a nivel interno a partir de poco después de que asume la presidencia del país en septiembre de 1989.

En este lapso que va desde la firma de los Acuerdos de Nueva York en diciembre de 1988 al discurso de De Klerk que inicia con el desmantelamiento del apartheid en febrero de 1990, el país presenció una restructuración sociopolítica que concernió al partido en el poder, el PN, a la minoría blanca, y dentro de ésta a los diversos grupos surgidos, así como a la mayoría negra. Todos estos agentes tuvieron una importante interacción con los agentes internacionales que fungían como observadores de la situación sudafricana.

Dicha restructuración consistió en el proceso material, discursivo y de ideas que dio pie a la transición política sudafricana de manera pacífica, lo cual fue una decisión propiamente gubernamental pero fundamentada en una clara base social que decidió el

127 Thomas Risse-Kappen, “Ideas do not Float Freely: Transnational Coalitions, Domestic Structures and the End of the Cold War”, op. cit., p. 185 60

cambio, frente a un grupo que se mantenía firme en su postura conservadora. A continuación analizaremos ambas posiciones.

2.2.1 Los agentes a favor de la integración

Podemos identificar en esta primera fase del reposicionamiento cuatro agentes cuya movilidad transnacional les permite, hasta cierto punto, generar las ideas que a nivel interno requiere dicha transformación y que representan los ámbitos social, político, económico y externo más importantes de la minoría blanca:

a) El movimiento blanco anti-apartheid

Como se mencionó en el Capítulo I, el movimiento compuesto por ciudadanos sudafricanos blancos en contra del apartheid conformó una oposición al gobierno que se desenvolvió casi paralelamente a la creación del sistema de segregación en 1948. Este movimiento de ideas predominantemente liberales, aportó una novedad a la lucha que llevaban el ANC y el Partido Comunista, ya que eran los blancos privilegiados manifestando su inconformidad a la estructura de desigualdad del país. Si bien sus propuestas carecían de una simpatía social generalizada, comenzaron a adquirir relevancia cuando el gobierno de la minoría blanca se encontraba en búsqueda de soluciones a las críticas condiciones de finales de la década de 1980. Dentro de este grupo observamos a los grandes literatos blancos de la época, sobre todo Nadine Gordimer, Breyten Breytenbach y John Maxwell Coetzee, cuyas agrupaciones, acciones y obras literarias, funcionaron como generadores de nuevas ideas originadas con los nexos transnacionales. Por una parte, la mayoría de estos autores y de los miembros del difunto Partido Liberal se encontraban en el exilio, desde donde fue posible continuar la lucha contra el apartheid mediante su posición de sudafricanos a favor del cambio con miras a la integración multirracial.

Como lo menciona la escritora Gordimer:

Yo la comparo [la lucha contra el régimen del apartheid] con la caída del muro de Berlín, que ocurrió unos meses antes de que se legalizaran nuestros movimientos libertadores. Veíamos en televisión gente corriendo hacia el muro, derrumbándolo,

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abrazándose, besándose […] Bueno, eso también sucedió aquí. Ninguno de nosotros podrá vivir lo suficiente para olvidar cómo se sintió la celebración.128

Otros militantes importantes que se alineaban a esta visión eran y Alan Paton del también difunto Partido Progresista y poco después y que se encargarían de dirigir el Partido Democrático, apoyando una propuesta liberal y federal para el futuro de Sudáfrica, una “democracia liberal” que limitara el poder del Estado en atención a las garantías individuales.129

Asimismo, se alinearon a este movimiento social los miembros de la campaña anti- reclutamiento, con mucha fuerza en el país, que había contribuido a la emigración de jóvenes blancos durante toda la década de 1980, fenómeno sin precedentes, pues Sudáfrica hasta entonces había constituido un país propicio para la inmigración blanca.130 También los nexos transnacionales también son identificables dentro de este grupo, fuera desde los Países Bajos, Estados Unidos o el Reino Unido, países a los que emigraron principalmente.

El ánimo con el que sectores cada vez más grandes de la población blanca comenzaban a reconsiderar la postura de la minoría blanca hacia los “no blancos”, en general constituyó la base social que permitiría al gobierno virar su postura racista y contribuyó a que el partido en el poder atendiera sus demandas y respetara y representara sus nuevas actitudes.

b) Los partidos políticos

El Partido Nacionalista en el poder, baluarte de los ideales y valores afrikáners, es el agente político que modificará sus acciones principales respecto al orden social existente.

El PN comienza a desarrollar líneas políticas que consideraban más la negociación que la represión, buscando por primera vez en la historia sudafricana un acercamiento con las organizaciones políticas negras. Esta situación no se reflejó solamente a nivel racial,

128 Alberto Lati, “Escenas de una vida. Conversación con Nadine Gordimer” en Letras Libres, año XII, núm. 138, junio 2010, México, Editorial Vuelta, pp. 36-37 129 Cfr. James Barber, “South Africa: The Search for Identity, en International Affairs (Royal Institute of International Affairs 1944-), vol. 70, núm. 1, enero 1994, Reino Unido, Blackwell Publishing, Royal Institute of International Affairs, p. 77 130 Cfr. Martin Schönteich y Henri Boshoff, „Volk‟, Faith and Fatherland. The Security Threat Posed by the White Right, Sudáfrica, Monograph, Insitute for Security Studies, 2006, p. 56 62

sino que a nivel interno de la minoría blanca, la postura del PN fue discrepando cada vez más de la ideología supremacista blanca y afrikáner. Los ejemplos más ilustrativos de esto son la confrontación con varios grupos blancos opositores en la elección de 1989, principalmente el Partido Conservador, creado bajo el argumento de estar contra la “postura moderada” del PN, y el Partido Nacionalista Reconstituido (PNR), que junto con el anterior obtuvieron casi un 32% de los votos de elección general de 1989.131

Del mismo modo, otra oposición blanca pero en este caso de ideología liberal, se creó en 1989 para desafiar al PN, a pesar de su flexibilización. En efecto, el Partido Democrático representó a la sociedad blanca anti-apartheid y a sus deseos por alcanzar una Sudáfrica multirracial, liberal y democrática. La trascendencia de este partido se manifestará durante la primera década del 2000 como veremos más adelante.

De cualquier manera, dichos partidos blancos de oposición constituían juntos alrededor del 50% de los votantes blancos, mientras que el PN retenía al otro 50%132 (véase gráfica 1). Estos indicadores nos permiten corroborar la popularidad que había perdido el PN, pues dejaba de simbolizar el partido que le otorgaba soluciones al grueso de la minoría blanca. Sin embargo, estos números también nos permiten explicar las ideas de cambio que surgirían en el seno de dicho partido, bien como estrategia necesaria para ajustarse a las necesidades críticas del país, y consecuentemente mantenerse en el poder, o bien como estrategia para otorgar a la sociedad blanca las demandas que exigía y evitar su propio desmoronamiento.

Cabe agregar que como partido abandonado no sólo por agentes africanos importantes,133 sino por los agentes internacionales que lo habían apoyado, como los Estados Unidos y sus aliados europeos, la necesidad de crear nuevos lazos transnacionales que sustentaran al PN dio pie al reconocimiento de ideas compatibles con estos Estados, en los que la democracia y los derechos humanos adquirían una categorización “internacionalmente aceptada”. En este sentido, el discurso mostró ser una herramienta útil para exteriorizar las nuevas ideas que sustentaban al partido y la coincidencia de éstas con las de los grandes partidos políticos de Occidente.

131 Cfr. Nigel Worden, The Making of Modern South Africa, Historical Association Studies, Reino Unido, Blackwell Publishing Ltd., 2000, p. 154 132 Ídem 133 Esto considerando que los viejos partidarios del régimen de la minoría blanca sudafricana en el continente negro habían desaparecido casi en su totalidad (Zimbabwe y las colonias portuguesas). 63

GRÁFICA 1

Proporción de votos durante la última elección general “blanca” (1989) 60 50 40 30 20 10 0 P. Democrático P. Nacionalista P. Conservador FUENTE: Elaboración del autor.

c) Las empresas transnacionales

Si bien los agentes anteriores representan el cambio de las posturas sociales y políticas, respectivamente, las empresas transnacionales van a simbolizar el cambio en las posturas económicas de la minoría blanca, pues éstas constituyeron la poderosa arma financiera del apartheid. Así, las principales firmas están de acuerdo con la transición racial y democrática por la situación de crisis a la que se enfrenta al país. No solamente las inversiones extranjeras se vieron reducidas en la década de 1980,134 sino que el peligro de que se desencadenara una cruenta guerra civil estaba latente, y los mercados que muchas empresas habían generado en Sudáfrica también se veían amenazados.

Apegados a esta posición encontramos grandes compañías transnacionales como la Anglo-American, Barlow Rand, British Petroleum, Caltex, First National Bank, Murray and Roberts, Shell y Standard Bank, además de Telcom, Volkswagen, Toyota y Delta Motors Corporation135 quienes mostraron una seria preocupación en caso de que De

134 Cfr. Odette Guitard, op. cit., p. 67 135 Cfr. Annette Strauss, “The 1992 White Referendum in South Africa” en The Journal of Modern African Studies, núm, 2, vol. 31, junio 1993, Reino Unido, Cambridge University Press, p. 343 64

Klerk no llevara a cabo reformas negociadoras y conciliadoras con todos los habitantes sudafricanos.

Por otra parte, también los grupos empresariales meramente sudafricanos se mostraban favorables al cambio, pues aprovecharon la situación de violencia generalizada que enfrentaba el país “para incrementar su poder: con la expansión hacia nuevas áreas de la producción y con la exportación de capitales locales, en búsqueda de mercados más seguros para invertir […]”.136

La transnacionalidad de la mayoría de estos agentes permitía la generación de ideas compatibles a nivel interno e internacional, y sobre todo ante el recién popularizado por la prensa fenómeno de globalización, especialmente en el ámbito económico, donde la homologación de ciertas reglas económicas a nivel mundial, era necesaria para agilizar la producción y hacerla exitosa.

d) Agentes políticos externos

El persistente papel de los organismos internacionales y las grandes potencias contribuyó constantemente a la creación de nexos transnacionales con los agentes sudafricanos, especialmente con los que apoyaban el cambio durante esta etapa. Así, la Comunidad Británica de Naciones expide el 20 de agosto de 1991 la Declaración de Harare para generar un clima propicio para la negociación de la transición en Sudáfrica. El documento apoyado por la ONU, la OUA y la mayoría de las grandes potencias, decididas a continuar con las sanciones contra el gobierno de la minoría blanca.

e) Sectores “no blancos”

Un último agente que debe tomarse en cuenta, a pesar de no formar parte de la minoría blanca, es el de los “no blancos” a favor de una Sudáfrica multirracial con igualdad para todos los residentes sudafricanos. Este agente estaba compuesto por miembros de los diversos partidos, especialmente el CNA y el PCSA, que se habían incorporado a sus filas a favor de los principios de inclusión multicultural y multirracial. Propiamente, estos militantes formaban parte del movimiento anti-apartheid mencionado anteriormente, Esta situación se había establecido desde la década de 1950 con la que había estipulado los lineamientos constitutivos del CNA. Este

136 Hilda Varela, “El abandono de los discursos radicales de „nación‟ en el ANC y en el NP”, en Estudios de Asia y África, vol. 35, núm. 1, México, El Colegio de México, 2000, p. 94 65

grupo generaba la simpatía que necesitaban muchos de los blancos opositores al apartheid y generaba cierta confianza que éstos necesitaban para aceptar la transición política.

A la par de las ideas y los nexos transnacionales que aportan al nuevo pensamiento los agentes internos y externos, debemos indicar ciertos grupos que no estaban a favor del cambio y éstos se manifestarían en cada uno de los aspectos principales: político, social y económico, pero no internacional.

2.2.2 La radicalización conservadora de la sociedad

Además del movimiento blanco anti-apartheid, es importante mencionar que muchos sectores blancos decidieron no solamente rechazar el surgimiento de las nuevas ideas, sino que recurrieron a posturas extremistas para hacer valer su voz de inconformidad y oposición total a cualquier reforma de tipo multirracial a través de la conciliación y la negociación. En este contexto se fortalecen agrupaciones radicales que estaban dispuestas a recurrir a un grado mayor de violencia para mantener el sistema de segregación.

a) El Partido Conservador

Los partidos políticos de derecha y ultraderecha blanca funcionaron como la principal vía de acción y eje movilizador de los opositores más pertinaces al cambio en Sudáfrica. La inconformidad de estos agentes es tan vieja como la misma instauración del apartheid, pues aunque éste permitió la identidad colectiva del grupo blanco, éste jamás fue monolítico. En el Capítulo I se describió la oposición del sector blanco liberal. Sin embargo, ¿qué sucede con la oposición conservadora? En palabras resumidas, ésta tuvo su mayor auge en el periodo de transición de 1988 a 1994.

El primer partido político que demostró su descontento con el PN fue el Partido Nacionalista Reconstituido, PNR,137 en 1969, cuando cuatro miembros del parlamento sudafricano fueron expulsados de las filas del PN por su oposición a la decisión del gobierno de autorizar la inclusión de un maorí el equipo de rugby de Nueva Zelanda durante su gira por Sudáfrica.138 Este partido, encabezado por Albert Hertzog, demostró sus temores a la influencia del liberalismo de los angloparlantes sobre el nacionalismo

137 Herstigte Nasionale Party (HNP) en afrikáans. 138 Cfr. Martin Schönteich y Henri Boshoff, op. cit., p. 15 66

afrikáner y encontró su base de apoyo en las clases trabajadora y granjera pobre. Despegándose paulatinamente de la forjada identidad colectiva blanca, el PNR hizo resurgir el sentimiento de “otredad” que se tenía sobre los angloparlantes, para quienes, al igual que la mayoría “no blanca”, representaban la misma amenaza para su cultura. En última instancia, este partido mostró el temor latente al cambio de régimen en Sudáfrica durante buena parte de la historia del apartheid, y en gran parte también, durante el comienzo del fin del mismo.

Bajo esta línea surgió en 1982 el Partido Conservador, agente de mayor trascendencia para la derecha blanca en el periodo de transición, dirigido por Andries Treurnicht y otros 17 miembros del parlamento. La política constitucional del partido era la partición.139 En este sentido, en el discurso al menos, no había diferencias de fondo entre el NP, el CP y el PNR. Empero, a diferencia del PNR, el PC se apoyaba principalmente en la clase media afrikáner y los servidores públicos, incluyendo un pequeño número de angloparlantes blancos.140 Por otro lado, su oposición férrea a cualquier tipo de reforma, hasta finales de 1989, lo diferenciaba del NP y sus políticas de reconsideración.

Sea como fuere, este partido constituyó un parteaguas en la política sudafricana, pues después de 1982, se convirtió en una fuerza electoral significativa que elevó notablemente los votos de la derecha blanca, de 212,000 en 1981 a 679,000 en 1989 (véase gráfica 3, p. 98). Así, durante el último periodo de Botha y la administración de De Klerk, el PC se convirtió en la oposición oficial del PN en el parlamento y, por lo tanto, uno de los principales obstáculos para el cambio estructural.

Como aportación de ideas, al momento de la transición el PC propone darle continuidad a las políticas gubernamentales que se han llevado a cabo hasta entonces, y si es preciso, fortalecer los métodos y acciones utilizados para perpetuar el sistema del apartheid. Esta decisión, resulta también uno de los efectos de la conmoción generalizada, pero opuesta a la resiliencia psicológica que había experimentado la mayoría de la población blanca después de Cuito Cuanavale, donde la alternativa la ofreció el cambio.

139 Ibíd., p. 19 140 Ibíd., p. 20 67

b) Los movimientos sociales blancos radicales.

Además de los partidos políticos, a finales de la década de 1980 se fortaleció un gran número de movimientos sociales blancos de ultraderecha que se organizaron y actuaron en forma de grupos paramilitares, grupos de presión, o simplemente, grupos sociales de opositores blancos identificados entre sí, estos últimos sobre todo campesinos y mineros pobres.

Entre estas asociaciones destaca el Movimiento de Resistencia Afrikáner (AWB),141 defensor de la supremacía blanca y étnica afrikáner. Fundado desde 1973 por Eugène Terre‟Blanche, su objetivo principal era “asegurar la supervivencia de la nación bóer y afrikáner en su propio país” y “el establecimiento de un Estado-nación bóer, afrikáner, libre, republicano y cristiano, separado de la República de Sudáfrica con base en el inalienable derecho nacional a las repúblicas bóers”.142 Argumentos seriamente conservadores y fundamentalistas que reivindicaban las condiciones afrikáners del siglo XIX y no dudaban en utilizar la violencia, al menos durante las décadas de 1970 y 1980, para lograr su objetivo.

El AWB experimentó un crecimiento sustancial al momento del cambio sociopolítico generalizado de la minoría blanca, contribuyendo a la polarización al interior de la misma, de tal manera que en 1988, cuando la organización alcanza su mayor auge, “contaba con entre 5,000 y 9,000 miembros inscritos, 150,000 personas apoyaban el movimiento y alrededor de 500,000 simpatizantes tácitos”.143 El crecimiento de dicha agrupación reflejó también la proliferación de otras similares a lo largo y ancho del país y su carácter de “organizaciones violentas” fue advertido y reconocido por el gobierno sudafricano (véase tabla 2).

Las ideas que surgieron en el seno del AWB y el discurso de su líder fueron de suma importancia para el crecimiento de la derecha blanca en plena fase de transición del país. Para Brian M. Du Toit a comienzos de 1990, “[Eugène Terre‟Blanche] es probablemente el orador más emocional y dinámico de la escena política sudafricana,

141 Por las siglas en afrikáans de Afrikaner Weerstandsbeweging. 142 Ibíd., p. 19 143 Ibíd., p. 21 68

pues puede absorber audiencias blancas y alcanzar un clímax discursivo que recuerda aquél de Adolfo Hitler”.144

TABLA 2 “VIOLENCIA DE LA DERECHA BLANCA”.

Principales organizaciones de derecha blanca consideradas como violentas por el Ministerio para la Ley y el Orden de Sudáfrica (1992). Nombre en inglés o afrikáans Nombre en español Afrikaner Monarchist Movement Movimiento Monarquista Afrikáner Blanke Veiligheid Seguridad Blanca Blanke Weerstansbeweging Movimiento de Resistencia Blanca Boer Republican Army Ejército Bóer Republicano Foundation for Survival and Freedom Fundación para la Supervivencia y la Libertad Ku Klux Klan Orden del Pueblo Bóer Orden de la Muerte Pretoria Boere Kommando Comando Bóer de Pretoria Volksleër Ejército del Pueblo Wenkommando Comando Victoria White Wolves Lobos Blancos Otras organizaciones violentas White Commando Comando Blanco White Liberation Army Ejército de la Liberación Blanca World Apartheid Movement Movimiento Mundial del Apartheid Blanke Bevrydingsbeweging (BBB) Movimiento de la Liberación Blanca Fuente: Elaboración del autor con información de Martin Schönteich y Henri Boshoff, „Volk‟, Faith and Fatherland. The Security Threat Posed by the White Right, Sudáfrica, Monograph, Insitute for Security Studies, 2008. Otro grupo importante que partía de la cultura afrikáner para la creación de políticas públicas era el Afrikaner Volkswag (AVW), fundado en 1984 por Carel Boshoff. Esta así llamada “organización cultural”145 luchaba por el objetivo de alcanzar la libertad de los afrikáners en una Sudáfrica blanca, pero a finales de la década de 1980 y principios de la de 1990.

La trascendencia de estos grupos suscitó también una réplica opositora al cambio por parte de grupos a favor del nacionalismo étnico negro, como el Partido de la Libertad Inkatha (IFP, ), defensor de la etnia zulú, y las autoridades

144 Cfr. Brian M. Du Toit, “The Far Right in Current South African Politics, en The Journal of Modern African Studies, vol. 29, núm. 4, diciembre 1991, Reino Unido, Cambridge University Press, p. 646 145 Ibíd., p. 648 69

impuestas en los bantustanes.146 De esta forma, no solamente se fragmentaba la unión de la minoría blanca, sino que la mayoría “no blanca” comenzaba a manifestar indicios de quebrantamiento, aunque en menor medida.

c) Los campesinos y mineros

El apoyo económico a la continuidad del régimen del apartheid estaba representado por los estratos blancos más bajos integrados por la clase trabajadora, sobre todo de las minas, y los campesinos o granjeros, que apoyaban decididamente la segregación porque en caso de una transición política serían claramente los blancos más afectados, sin grandes posibilidades de emigrar o mantener sus posiciones económicas.

Sin embargo, debe considerarse que como grupo económico era relativamente débil y no se comparaba con el poder que representaban las empresas transnacionales y los blancos más ricos.

Como asevera Legro: “Aunque las ideas colectivas […] pueden ser „dominantes‟ en un grupo en particular, éstas son, sin embargo, típicamente desafiadas por individuos que ofrecen ideas distintas,”147 lo cual hace a la formación de identidad colectiva particularmente conflictiva. En este caso, la relativa polarización de la minoría blanca obstaculiza el cambio estructural y para hacer éste posible era menester la generación de un marco de ideas y acciones que permitieran el cambio mediante la preservación del principal temor que enfrentaban todos los blancos: el mantenimiento de sus privilegios.

Es decir, el principal resultado de la aportación de estas diversas ideas es que los diversos agentes de la minoría blanca coinciden en un aspecto en particular: su supervivencia está en peligro. Desde los más liberales hasta los más conservadores, pasando por el partido en el poder que enfrenta una crisis identitaria, así como de las empresas nacionales y transnacionales a los pequeños productores, campesinos y obreros, el temor al inminente colapso del régimen del apartheid ante el evidente colapso ideológico de la ideología racista, se convierte en un “temor blanco” generalizado en cuya cima de “culpabilidad” se encuentra el nacionalismo afrikáner,

146 Jefes impuestos que en muchas ocasiones deseaban mantener la autoridad que les había otorgado Pretoria sobre las “reservas negras”, véase Hilda Varela, “El abandono de los discursos radicales de „nación‟ en el ANC y en el NP”, op. cit., p. 96 147 Jeffrey Legro, op. cit., p. 6 70

seguido de la supremacía blanca, objetivos principales de lucha de los agentes mayoritarios.

En estas condiciones, la mayoría de los agentes mencionados tiende a optar por una idea general, o estrategia, que brinda posibilidades para la satisfacción de sus aspiraciones, es decir, la vía de la negociación, elemento que como idea compartida otorga las posibilidades de la generación de identidad colectiva, una vez más, entre los distintos grupos blancos, pero en general, más allá de la negociación, las posturas políticas entre los blancos divergen sustancialmente, además de que un grupo importante está a favor del uso de la violencia.

Debido a esto, el papel que adquieren los partidos políticos “blancos” es trascendental al fungir como entidades de representación de las diversas ideas surgidas en torno al futuro de Sudáfrica, en general, y de la minoría blanca, en particular. Desde luego, el rol más importante es jugado por el PN que desde el poder tiene la decisión de ejecutar las políticas pertinentes para solucionar la crisis por la que atraviesa el Estado, de tal manera que representa el mayor peso de una balanza de poder a nivel interno (véase figura 2).

La postura conservadora encabezada por la noción del Volkstaat148 resulta más débil, no sólo porque representa una fuerza menor en términos de apoyo numérico y económico, sino que existe una idea compartida interna e internacional entre los demás agentes de que la vieja ortodoxia dominante es inadecuada. En este sentido, la ultraderecha no propone nada nuevo, sino que radicaliza su postura racista, lo cual, si bien a nivel de la minoría blanca la fortalece hasta cierto punto, ante los diversos agentes involucrados se aísla y pierde sus fundamentos.

Por otra parte, las ideas innovadoras que argumentan el cambio social a través de la diversidad, la democratización y el respeto a los derechos humanos son bien recibidas por los agentes sudafricanos “no blancos” y los agentes internacionales. Como menciona Legro “la oportunidad es una idea de cambiar”149 y en razón de esto, la coyuntura de 1988-1990 se vuelve el momento propicio para el reposicionamiento de la minoría blanca con base en el aseguramiento de su supervivencia y la oportunidad de

148 El Estado cuyo inalienable derecho reivindican los bóers o afrikáners. 149 Jeffrey Legro, op. cit., p. 19 71

generar una identidad colectiva que cruzara las barreras raciales impuestas. La “integración” se vuelve así, una idea preponderante en el nuevo discurso de los blancos.

FIGURA 2

Identidades entre los agentes sudafricanos durante la transición (1990-1994)

Postura dubitativa con

poder de decisión Partido Nacionalista

Pro-apartheid Anti-apartheid

Partido Partido Conservador Democrático

CNA, Sector campesino AWB, AVW Movimiento blanco y minero anti-apartheid PCSA

Partido de la Empresas Libertad Inkatha Transnacionales

FUENTE: Elaboración del autor.

Por tales motivos, es comprensible por qué el PN se encauza no solamente en la vía de la negociación, sino en el desmantelamiento del orden social que las ideas de nacionalismo afrikáner y supremacía blanca habían conllevado. Dicho partido se permea de las nuevas ideas favorables al cambio y deja caer el mayor peso de la balanza hacia la transición política que el país estaba a punto de presenciar.

En términos constructivistas, la propagación de las nuevas ideas y su subsiguiente extensión de reglas y normas va irradiando cada vez con mayor fuerza e intensidad en muchos de los ámbitos de las instituciones sudafricanas, modificando las antiguas reglas y generando el momento propicio para el cambio estructural. A continuación

72

procederemos al análisis de cómo fueron llevados a cabo los principales acontecimientos que denotaron el cambio y la manera en que fueron llevados a cabo.

2.3 Los primeros pasos hacia el cambio: Namibia

A pesar de que el penúltimo presidente sudafricano blanco, P.W. Botha fue considerado como uno de los defensores del régimen de segregación, debido a sus reformas, de alguna manera contribuyó a pavimentar el camino para el desmantelamiento del mismo gracias a sus últimas acciones de política exterior, aceleradas por la Batalla de Cuito Cuanavale que facilitó las negociaciones que pusieron fin a la ocupación sudafricana de Namibia y su posterior independencia en 1990.

La concesión de la independencia fue el primer paso hacia el cambio de la minoría blanca a nivel gubernamental y, sobre todo, respecto al exterior, pues simbolizó el cumplimiento de un compromiso con la comunidad internacional, representada en la ONU desde hacía casi 45 años.

La manera en que dicha comunidad presenció y facilitó la transición a la independencia namibiana permitió a Pretoria hacer valer su capacidad de negociación con éxito. En términos realistas, le permitió posicionar su “calidad de la diplomacia”150 como una fuerza alternativa a su fracasado poder militar. Empero, la negociación también fue vista por muchos agentes internacionales, desde un punto de vista más crítico, como consecuencia de su fracaso y derrota, en un intento desesperado de los blancos de perder lo menos posible y negociar la protección de sus intereses. En palabras del presidente cubano Fidel Castro:

Cuando conoces a un sudafricano blanco, a uno racista, lo único que debes preguntarle es: ¿Qué sucedió en Cuito Cuanavale? … La batalla y su resultado son de importancia histórica. … Ha habido un cambio total en la balanza de poder ¿Por qué Sudáfrica quiere negociar ahora?151

El Acuerdo Tripartita fue firmado en Nueva York el 22 de diciembre de 1988 por representantes de Angola, Sudáfrica y Cuba152 bajo el auspicio de las Naciones Unidas y significó uno más de los escenarios que pusieron fin a lo que algunos todavía

150 Cfr. Hans Morgenthau, Política entre las Naciones: La lucha por el poder y la paz, Buenos Aires, Gurpo Editor Latinoamericano, p. 211 151 Fidel Castro, citado en Lionel Cliffe, et al., The Transition to Independence in Namibia, Boulder, Estados Unidos, Lynner Publishers Inc., 1994. p. 57 152 Ibíd., p. 57 73

llamaban Guerra Fría. Esto se demostró porque Sudáfrica obtuvo beneficios de los acuerdos, entre ellos la atenuación de las actitudes de la principal fuerza política anti- apartheid y de liberación nacional en Namibia: la OPASO, originalmente de tendencia marxista-leninista.

La independencia de Namibia contribuyó asimismo al cambio estructural que como institución en Sudáfrica representaba la minoría blanca y en este contexto podemos identificar principalmente la variable maestra de interdependencia de Wendt que considera a los agentes “inderdependientes cuando el resultado de su interacción depende de la decisión de otros”.153

Para ello, es importante mencionar que para finales de la década de 1980, Namibia, aún territorio bajo soberanía sudafricana, contaba con la población más grande de habitantes de origen europeo en África Subsahariana, exceptuando a Sudáfrica, alrededor de 90,000 personas ó 6%154 del total de la población. Este grupo mantenía nexos considerables con los sudafricanos blancos. La mayoría de esta población era de origen afrikáner (60%), con un importante número de alemanes (30%) y grupos de angloparlantes y portugueses provenientes de Angola. Como en el caso de Sudáfrica, los blancos namibianos eran la élite privilegiada del territorio. Asimismo, tomando en cuenta que este grupo sufriría inminentemente los cambios llevados a cabo por la transición a la independencia, es posible argumentar la articulación de su reposicionamiento con la de sus vecinos blancos, lo cual se vería al mismo tiempo manifestado en las actitudes de la mayoría negra y de la comunidad internacional.

En el caso de la independencia de Namibia, observamos interdependencia porque el gobierno de la minoría blanca sudafricana, articulado con la población blanca namibiana, había vulnerado claramente a la mayoría de la población “no blanca” en general, y a la nación namibiana en particular, en cuyo caso identificamos una clara cuestión de explotación que provocó dependencia, incluso en sentido marxista. Sin embargo, las condiciones en Angola, aunadas a la presión internacional y el inevitable poder de la mayoría negra en Namibia, generan una sensibilidad suficiente que permite la creación de interdependencia entre los cuatro agentes en juego principales: las dos

153 Alexander Wendt, op. cit., p. 344 154 Lionel Cliffe, et al., op. cit., p. 14 74

minorías blancas, la OPASO y sus homólogos regionales (CNA, MPLA, ZANU) y la comunidad internacional.

La creación de interdependencia también demuestra la articulación de dichos agentes porque ante la toma del poder en Namibia por la OPASO, Pretoria enfrenta un desafío similar ante las críticas condiciones de su movimiento anti-apartheid interno. Asimismo, los lazos económicos que mantenían unidos ambos Estados no podían cortarse abruptamente. El gobierno sudafricano fue especialmente hábil en las negociaciones para que esto no sucediera y la concesión de la independencia formó parte de un esfuerzo por mantener estrechas las relaciones entre ambos países.

El régimen sudafricano había buscado establecer un sistema en el que los votantes tuvieran dos votos y/o hubiera dos listas, para asegurar una representación directa de los “grupos” étnicos, especialmente los blancos.155 Sin embargo, tales iniciativas fueron rechazadas tanto por la OPASO como por la comunidad internacional, representada por la ONU y su importante papel en la transición a la independencia.

Las elecciones internas fueron finalmente llevadas a cabo en Namibia entre el 6 y el 11 de noviembre de 1989 y sus resultados presentados el 14 de noviembre, en los cuales fue notable la victoria de la OPASO con un total del 57.3%156 de los votos. El presidente del partido, Sam Nujoma, fue nombrado primer presidente de la República de Namibia y asumió la presidencia el 21 de marzo de 1990, ante la presencia de Javier Pérez de Cuéllar, el entonces Secretario General de la ONU.

En estas condiciones, el papel que juega el discurso es muy importante y consideramos que también tiene consecuencias importantes para Sudáfrica, pues se utilizó el argumento de la “reconciliación” como política de alivio de las tensiones entre los diversos actores al interior de Namibia.157 En este aspecto destacan las declaraciones del presidente Nujoma al asumir la presidencia en 1990, que reiteradamente se opusieron a desafiar a la población blanca del país:

Estos sentimientos [de reconciliación] fueron aún más fuertemente enfatizados por Sam Nujoma en sus discursos donde los resultados de la elección era anunciada y por Hage Geingob en la apertura de la Asamblea Constituyente. La estrategia buscaba curar las divisiones entre las tribus [sic] y las comunidades, al igual que entre blancos y negros

155 Ibíd., p. 220 156 Ibíd., p. 183 157 Ibíd., p. 115 75

[…] Estos mensajes tenían la intención de despreocupar a la mayoría de los blancos y probablemente ayudaron a evitar, o al menos disminuir, cualquier tendencia de éxodo masivo hacia Sudáfrica.158

Y en gran medida lo lograron, pues Namibia es uno de los excepcionales casos africanos donde la población de ascendencia europea creció.

Asimismo, una vez en la dirección del nuevo gobierno:

Nujoma se refirió a la reforma agraria (en entrevista para la BBC el 17 de abril de 1990), como una política prioritaria, pero también añadió que las granjas comerciales blancas seguirían siendo apoyadas por el gobierno, al menos en el corto plazo, debido a que eran cruciales para la seguridad alimentaria del país.159

Por otro lado, Chris Tapscott subraya que la minoría blanca en Namibia después de la independencia tuvo una gran importancia para el nuevo gobierno, pues asegura que la conservación del statu quo era indispensable en una sociedad divida, de tal modo que el nuevo gobierno se fundamentó en la “reconciliación” para utilizarla como una estrategia “políticamente astuta” y “económicamente necesaria”.160

La exitosa independencia de Namibia significó un parteaguas en las políticas africanas hacia las minorías de origen europeo a partir de la idea de “reconciliación nacional”, que en teoría significaba la formación de una nueva forma de identidad colectiva y cuyo único precedente era Zimbabwe donde, en gran parte, había fracasado. Estos casos tan interesantes no podrían ser abordados en este trabajo debido a su amplitud. No obstante, su aportación para explicar las condiciones sociopolíticas de la minoría blanca en Sudáfrica en los primeros años de 1990 es imprescindible. La articulación de estos grupos es tal que en cierta medida la supervivencia de la minoría blanca en Sudáfrica explica la supervivencia de la minoría blanca en Namibia y viceversa.

2.4 De Klerk: Discurso, negociación y transferencia de poder

La minoría blanca en Namibia había salido relativamente victoriosa de la transición. Mientras tanto, al interior de Sudáfrica el cambio parecía inexorable.

158 Ibíd., p. 123 159 Ibíd., p. 113 160 Chris Tapscott, “National Reconcilation, Class Equity and Class Formation in Independent Namibia”, en Journal of Southern African Studies, vol. 19, núm. 1, marzo 1993, Estados Unidos, Francis and Taylor Ltd., p. 33 76

En este apartado abordaremos las claves que hicieron posible la supervivencia de la minoría blanca en Sudáfrica, a partir de su reposicionamiento, es decir, el discurso, la negociación y la transferencia del poder, mientras que el agente “De Klerk” representa a la minoría blanca como agencia en proceso de cambio.

La necesidad de examinar el papel del presidente De Klerk es imprescindible para analizar la trascendencia del reposicionamiento minoritario. Es primordial observar que este personaje es ex miembro de la Broederbond Afrikáner (ver p. 37), y como dirigente del Ministerio de Educación Nacional durante el gobierno de Botha fue un defensor de las universidades segregadas, además de que como líder del Partido Nacionalista en Transvaal, jamás mostró su convicción por la reforma, “era abiertamente hostil al CNA y en las filas de su partido era considerado como uno de los líderes más conservadores”.161

Estos elementos lo describen como un político de derecha que, no obstante, se encuentra a la cabeza de un partido cuyo conservadurismo está siendo desafiado por nuevos agentes e ideas, y su representación de la minoría blanca debe responder a nuevas expectativas favorables al cambio de postura respecto a la mayoría de la población sudafricana.

A esto hay que añadir que en los meses siguientes a la llegada a la presidencia de De Klerk, es decir entre los últimos meses de 1989 y los primeros de 1990, el colapso del socialismo en Europa del Este indujo al cambio drástico del cauce por el que este personaje conducía.162 Además, el papel de presidente como autoridad encargada de la toma de decisiones, al reemplazar el poder del gabinete163, permitió la sustitución del apartheid por la aplicación de reglas de aceptación común.

Por otro lado, la selección y decisión de las ideas disponibles en el contexto de conmoción de la minoría blanca debían ser estratégicas para ser exitosas. Según Legro, el colapso de un pensamiento viejo está acompañado de la “interacción entre las expectativas sociales y las consecuencias experimentadas en eventos críticos”,164 además de que el hecho de romper con las reglas establecidas traía como resultado

161 Hilda Varela, “El abandono de los discursos radicales…”, op. cit., p. 97 162 Johannes Rantete y Hermann Giliomee, “Transition to Democracy through Transactions?: Bilateral Negotiations between the ANC and NP in South Africa”, en African Affairs, vol. 91, núm. 365, octubre 1992, Reino Unido, Oxford University Press, The Royal African Society, p. 519 163 Ibíd. p. 520 164 Jeffrey Legro, op. cit., p. 28 77

consecuencias no previstas, por lo que la planeación del cambio debía ser sistemática y hábilmente dirigida.

Por consiguiente, el papel que adquiría De Klerk como nueva figura política era fundamental. Como también menciona Legro, “en un nivel básico, el cambio de ideas debe involucrar la psicología humana individual”.165 De esta forma, el presidente y su administración tienen la facultad de darle continuidad o cambio al régimen del apartheid mediante la selección de las estrategias y alternativas que proponen los diversos agentes revisados.

Sin embargo, el autor citado también menciona otro elemento importante para que se efectúe el cambio: “la toma de decisiones no debe atribuirse solamente a la psicología humana individual, sino a la interacción de ésta con los intereses del grupo (que forma el Estado) por medio de las ideas colectivas”.166 Por esta razón, aunque las ideas y preferencias generales de De Klerk y el PN diferían de las de la sociedad blanca a favor del cambio, su representación no podía dejar de responder a las identidades e intereses de aquélla, que cada vez se mostraban más afines a los de la mayoría “no blanca”, al menos en el plano de las ideas.

Siguiendo con este orden de argumentos, el papel que el discurso gubernamental jugó indica la otra clave del cambio estructural que experimentaba la sociedad sudafricana. En efecto, en el primer discurso que lleva a cabo, el presidente De Klerk apela por una Sudáfrica no racista y por negociaciones para asegurar el futuro del país.167 Otro de los ejemplos más notables es su célebre discurso de apertura de la segunda sesión del Parlamento IX de la República de Sudáfrica en El Cabo el 2 de febrero de 1990, en el cual menciona:

La elección general del 6 de septiembre de 1989, colocó a nuestro país en el irrevocable camino del cambio drástico. Subyacente a esto se encuentra la creciente toma de conciencia de un número cada vez más grande de sudafricanos de que sólo un entendimiento negociado entre los líderes representantes de la población entera permitirá asegurar la paz duradera.168

165 Ibíd., p. 26 166 Ibíd., p. 27 167 Cfr. Johannes Rantete y Hermann Giliomee, “Transition to Democracy…”, op. cit., p. 520 168 s/a, “Address by the State President, Mr. F.W. De Klerk, DMS, at the opening of the second session of the ninth parliament of the Republic of South Africa, Cape Town, 2 february 1990”, [en línea] South 78

La manera en que se incluye y trata por primera vez a la totalidad de la población desde una perspectiva de equidad causó una receptividad sin precedentes y fortaleció las identidades que venían desenvolviéndose entre los diferentes miembros de la sociedad sudafricana opuestos al régimen de segregación.

En el discurso, se manejan con gran éxito las nociones de inclusión, negociación, paz y derechos humanos, pero sobre todo de “cambio”, y se consolidan sus objetivos al materializarse con acciones concretas que se llevaron a cabo inmediatamente después de la exteriorización del discurso. Así, se levanta la prohibición del CNA, el Partido Comunista y otras organizaciones políticas “no blancas”. Asimismo, el 11 de febrero de 1990 se determina la liberación de Nelson Mandela de la Isla Robben, terminando con su encarcelamiento desde 1962, hecho que simbolizó el reconocimiento de este personaje como líder de vital importancia para el CNA y, desde luego, para la mayoría negra. Esta táctica fue seguida por De Klerk con la intención de tener una contraparte específica, directa y de trascendencia para la realidad sudafricana, en cierto sentido, el alter con el que un entendimiento mutuo podría permitir la creación de ideas compartidas y de identidad colectiva.

Dentro de este contexto se desarrollan las primeras comunicaciones pacíficas entre el CNA y el PN, comenzando con una amnistía hacia los miembros de ambas partes que hubiesen ofendido al otro o abandonado ilegalmente el país, seguidas por un acuerdo del cese a las hostilidades en cualquiera de sus formas.169 El significado de la amnistía no es sino el reconocimiento mutuo de los errores de ambas partes y de sus intenciones por enmendar los daños causados al otro, mientras que el fin de las hostilidades refleja el daño común que la violencia estaba perpetrando a todos los habitantes del país, así como la autorrestricción, en el sentido en que Wendt utiliza el concepto de ambas partes.

Para William Beinart, las primeras acciones liberalizadoras de De Klerk significaron un paso muy importante en la política sudafricana:

Fue el reconocimiento final de que ellos [los miembros del PN] ya no podían esperar ganar legitimidad mediante alianzas con los grupos negros que no eran parte del

African Government Information, Dirección URL: http://www.info.gov.za/speeches/1996/101348690. htm, Sudáfrica, [consulta: 17 de enero, 2011] 169 Cfr. Johannes Rantete y Hermann Giliomee, op. cit., p. 518 79

CNA o de los movimientos democráticos. También fue la admisión de que un sistema político estable requería de negociaciones con los movimientos populares.170

De acuerdo con estos argumentos, las acciones liberalizadoras son la muestra detonante de que la balanza de las posturas radicales se inclinaría a favor del cambio y encauzaría al PN en el poder hacia el camino propuesto por las fuerzas sociopolíticas anti- apartheid. Dichas acciones muestran también, tácitamente, el reconocimiento de los “no blancos” como parte necesaria para el mantenimiento y superación del Estado sudafricano, por lo que las ideas se van comprendiendo y en consecuencia, se va entendiendo al “Otro”.

A partir de este nuevo clima generado por Pretoria, las negociaciones fueron posibles, pero si bien la imagen de De Klerk fue muy significativa para representar la postura de los blancos pro-cambio ante dicho proceso, el papel de Nelson Mandela como agente no debe menospreciarse en cuanto a representación de los negros y defensor de la unión entre los diferentes grupos sudafricanos, lo cual se vio reflejado en su discurso. Este personaje era sí, el líder de la lucha tanto pacífica como armada contra el apartheid, pero también el ícono de la conciliación entre blancos y negros que retomaba los principios pacifistas que habían sustentado al CNA desde sus orígenes. En razón de esto, Mandela también ofrecía a los blancos la oportunidad de evitar algún tipo de enfrentamiento violento.

La heroica y casi mesiánica imagen que Mandela propagaba desde su liberación, apoyada por el papel de su discurso, funcionó como uno de los constructos por primera vez cohesionadores y de envergadura en Sudáfrica, a partir de la mezcla de ideas generadas tanto por blancos como por “no blancos”.

En palabras de Lodge: “[Mandela] podía aparecer como un patriarca tribal, un héroe de la clase trabajadora y un liberal demócrata, al hacer un llamado simultáneo al movimiento radical de masas y, como la voz de la razón y la coacción, a la preocupada población blanca y a la comunidad internacional.”171

Este personaje se presenta así como un líder multifacético comprometido con toda la población sudafricana, lo cual lo convertía en un agente ideal para la colectividad diversa que resultaría del advenimiento del cambio de gobierno.

170 William Beinart, op. cit., p. 324 171 Citado por William Beinart, op. cit., p. 253 80

2.4.1 El desmantelamiento del apartheid: Del poder hacia la sociedad

Durante el gobierno de De Klerk, se construyó el camino hacia la abolición del régimen del apartheid y el comienzo de un nuevo orden social, periodo caracterizado por la negociación como fórmula para el entendimiento y el cambio.

La primera etapa de las negociaciones abarca de 1990, con las primeras acciones liberalizadoras, hasta 1992, con el término de las negociaciones en la primera Convención para la Democracia en Sudáfrica (CODESA). Definiremos a esta etapa como de “liberalización” por el carácter del gobierno como proveedor de libertades civiles y políticas. La segunda parte, de 1992 a 1994, será denominada en este trabajo como de “democratización”, por enfatizar en las cuestiones derivadas de la participación de todos los ciudadanos en el inminente nuevo gobierno y por la transferencia del poder a un partido representante de la mayoría.

En la primera fase, destacan las medidas consideradas como “liberalizadoras”, especialmente la liberación de un gran número de presos políticos, sobre todo miembros del CNA. De mayo de 1990 a abril de 1991, la administración en turno se había encargado de la excarcelación de 933 presos.172 Sobresale asimismo la autorización de las principales organizaciones políticas anti-apartheid, muchas de las cuales operaban desde el exilio.

Otro gran aspecto de esta etapa fue la revocación de las principales leyes de segregación. En efecto, en junio de 1990 De Klerk suprime la Ley de Separación de las Instalaciones Públicas, y un año más tarde, la Ley de Tierras, la Ley de Áreas de Grupo y la Ley del Registro de Población,173 pilares jurídicos de la separación racial.

La administración rechazó un gobierno interino o una asamblea constituyente y el PN fue forzado a realizar concesiones significativas, pues se alejó de su posición de protección a los derechos grupales por los individuales, siguiendo la lógica de la retórica de protección a los derechos humanos.174

Así, en diciembre de 1991 se desarrolló la primera reunión de CODESA (Convención para una Sudáfrica Democrática, por sus siglas en inglés), “foro multipartidista donde

172 Ibíd. 521 173 Ibíd., p. 174 Cfr. Richard A. Wilson, op. cit., p. 22 81

20 organizaciones (19 después del retiro del Congreso Panafricanista) comenzó a deliberar sobre una nueva constitución”.175 Por el grupo blanco figuraban el NP, el Partido Conservador y, relativamente, el Partido Democrático, frente a 16 organizaciones negras, de la minoría india y de varios bantustanes.

En todo caso, las negociaciones que se llevaron a cabo en el seno de este foro pusieron de manifiesto la insistencia de De Klerk y el PN de igualar los poderes de los partidos mayoritarios al de los minoritarios, suprimir el carácter comunista que auspiciaba el CNA (debido a su coalición con el PCSA) y, en general, asegurar los derechos de propiedad de la minoría blanca.

2.4.1.1 El Referéndum Blanco de 1992

A partir de 1992, se presentó una nueva fase de la transición, primero con la realización de un referéndum blanco en marzo de1992 y, poco después, con el fracaso de las pláticas en la segunda sesión plenaria de CODESA (II). Fue la última vez que la minoría blanca participaría electoralmente como grupo social separado y, posiblemente, la ocasión en la que más polarizada y fragmentada se encontró desde su relativa cohesión que aseguró desde la instauración del apartheid.

Es precisamente esta etapa en la que los movimientos radicales blancos tuvieron su apogeo, pero también cuando enfrentaron su relativa derrota y desarticulación por medios democráticos al interior de la minoría blanca, factores que materializaron el “drástico e irrevocable camino al cambio” que De Klerk había pronunciado dos años antes.

1992 fue un año trascendental para las negociaciones y para el reposicionamiento de los blancos. El 20 de febrero el presidente De Klerk anuncia que se llevará a cabo un referéndum el mes siguiente sólo para blancos, con el objetivo de determinar el apoyo de la minoría privilegiada a la continuación del proceso de reformas de desmantelamiento del apartheid y la creación de una nueva constitución mediante negociaciones plurales.

Este referéndum con su característica de estar dirigido restringidamente a los sudafricanos blancos, fue de vital importancia para que De Klerk afianzara la legitimidad de sus acciones y para la demostración institucional de la existencia de

175 Annette Strauss, “The 1992 White Referendum…”, op. cit., p.339 82

identidad colectiva. Si la mayoría decía “no”, el presidente dimitiría y esto significaba una victoria para el Partido Conservador. Si la mayoría decía “sí”, se acelerarían las negociaciones en CODESA.176

Una vez más el discurso de los líderes sudafricanos sentó las bases para la creación de identificación en torno al futuro del proceso de negociaciones y estuvo encabezado por los dos principales bandos. Por un lado, De Klerk dijo que: “Un voto negativo sería suicida. Echará por tierra todas las esperanzas de la llamada „supervivencia‟ blanca porque aislaría a los blancos. No importa qué tanto la derecha endulce la píldora, su política es la partición y ésta es rechazada por toda la gente de color.”177

Del otro lado, “Nelson Mandela dijo que si el resultado del referéndum era negativo habría una pelea”, asimismo, El reverendo Frank Chikane dijo que esto “significaría que la mayoría de los blancos eran racistas y querían mantener el viejo orden del apartheid”.178

En este contexto, la postura que los sudafricanos blancos tomaran estaba sujeta a claras advertencias hechas por los agentes mencionados. En razón de estas “reglas de dirección discursivas”,179 que de acuerdo con Onuf representan reglas enfáticamente normativas sobre comportamiento, consideramos que la minoría blanca alcanzó su mayor punto de fragmentación y polarización.

En estas circunstancias también resurgió con gran fuerza el temor por la supervivencia blanca que desde el exterior había provocado el trauma de Cuito Cuanavale (ver p. 47), así como las sanciones internacionales, y que al interior representaban los “no blancos”, el movimiento anti-apartheid, y la crisis económica. Así, la última vez que los blancos decidieron racialmente apoyar las acciones negociadoras y conciliadoras del gobierno en turno simbolizaría un triunfo importante para la formación de identidad colectiva en un sentido más amplio, y la elección contundente de la alternativa de un Estado sudafricano compartido y no racial.

176 Cfr. Ídem 177 Ibíd., p. 341 178 Ibíd., p. 342 179 Nicholas Onuf, “Constructivism; A User‟s Manual”, en op. cit., p. 67 83

Los agentes a favor del cambio mencionados al inicio de este capítulo aprovecharon esta oportunidad para propagar con entusiasmo el voto positivo, saliendo fortalecida la idea de la “integración nacional”.

Nuevamente, la Anglo-American, Barlow Rand, British Petroleum, Caltex, First National Bank, Murray and Roberts, Shell y Standard Bank, además de Telcom, Volkswagen, Toyota y Delta Motors Corporation hicieron un llamado a sus empleados blancos para votar por un “sí” en el referéndum, advirtiendo y explicando que las consecuencias del “no” perjudicarían mucho más la economía del país, no sólo por las sanciones internacionales, sino por cuestiones capitalistas del mercado sudafricano en sí, mantenido oficialmente por sólo un 15% del total de la población, mientras que el otro 85% era apartado por discriminación racial.180

Los líderes religiosos no dejaron de enfatizar su apoyo por el voto positivo, a pesar de que los de las Iglesias Reformadas habían sido fieles partidarios de la segregación. Del mismo modo, los medios de comunicación, la comunidad internacional, la mayoría de los pequeños negocios y comercios, y los simpatizantes del Partido Democrático, además de los sectores liberales del PN, apoyaban contundentemente la decisión afirmativa de los votantes.181

El clima en este contexto es de entusiasmo para muchos sectores, pero también de consternación por parte de la minoría blanca en general, cuya integridad está en juego. Durante este periodo el resurgimiento psicológico de los mitos ancestrales sobre la “amenaza” que los negros representaban al ser considerados “violentos” generó miedo entre muchos blancos. Por ello, la idea de la supervivencia, que era compartida por el grueso de sus miembros, influyó de manera decisiva en el resultado de la elección.

En términos generales, los diversos sectores blancos temían que el oponerse a las reformas de desmantelamiento del apartheid trajera consigo una guerra o un conflicto en el que podrían colapsarse los diversos ámbitos de desarrollo en Sudáfrica. Sin embargo, sabían también que el gobierno mayoritario haría cambios estructurales en el sistema vigente en los cuales se vería afectada de alguna u otra forma la minoría privilegiada. Finalmente, optaron por un “mal menor”, por ceder, por continuar con las reformas, pero confiando en que las negociaciones que seguirían llevándose a cabo

180 Ibíd., p. 343 181 Cfr. Martin Schönteich y Henri Boshoff, op. cit., p. 33 84

respaldarían sus intereses y, hasta cierto punto, sus identidades grupales. Es decir, más que identificarse plenamente con los “no blancos”, la mayoría de los blancos confió en De Klerk quien a fin de cuentas era parte de la minoría blanca, del “nosotros” y llevaría capazmente una negociación que afectara lo menos posible el privilegio de la élite blanca ante las masas.

Asimismo, la creciente creencia compartida de que el régimen de segregación estaba en contra de los principios universales del derecho y de que era una clara violación a las personas “no blancas” pudo generar cierto sentimiento “altruista” entre la población blanca respecto a la mayoría negra, lo cual será analizado posteriormente, en función de la formación de identidad colectiva.

Así, se expandió la identificación de las ideas de los blancos con las de los “no blancos” y, en relación al problema de la supervivencia, un nuevo clima de confianza fue generado por las declaraciones del presidente De Klerk, quien exhortó a los blancos a apoyar la reforma:

Pido un voto “positivo” para la supervivencia, para el mantenimiento de los estándares y las normas, para la estabilidad a largo plazo, la cooperación honesta, la reconciliación, la coexistencia pacífica, la verdadera democracia. Pido un Sí por justicia […] un Sí por una Sudáfrica mejor.182

El discurso utiliza a partir de entonces los elementos de reconciliación, coexistencia y democracia, las nuevas ideas generadoras de un nuevo pensamiento, pero además enfatiza en el mantenimiento de los estándares y las normas, es decir, el orden social y de seguridad que buscaba el grueso de la población blanca y en cuestión fundamental en los llamados “temores blancos”.183

De acuerdo con Jamie Frueh, el apartheid era un orden social184 que durante mucho tiempo fue respaldado por la mayoría de los blancos, en el cual la participación e intervención de los “no blancos” era símbolo de desorden y caos. Empero, en estas nuevas circunstancias se vislumbraba la posibilidad de compartir un Estado en el que también imperara el orden a partir de nuevas normas que lo rigieran.

182 Annette Strauss, “The 1992 White Referendum…”, op. cit., p. 346 183 Véase Kate Manzo y Pat McGowan, “Afrikaner Fears and the Politics of Despair: Understanding Change in South Africa”, en International Studies Quarterly, vol. 36, núm. 1, marzo 1992, Blackwell Publishing, The International Studies Association, p. 1 184 Jamie Frueh, op. cit., p. 14 85

El entusiasmo no impidió que la oposición blanca de ultraderecha se radicalizara e iniciara una intensa campaña de desaprobación total al voto positivo del referéndum. Aunque los medios de comunicación trataron de ocultar su propaganda contra las reformas, los votos que el “no” recibió alcanzaron cifras inesperadas.

El resultado fue anunciado el 17 de marzo de 1992: una participación del 86% del total de los votantes, de los cuales el 68% votó “sí” y el 32% “no”.185 En efecto, la manifestación determinante del deseo por que el gobierno continuara con las reformas reflejó el apoyo social blanco hacia el presidente. Por otra parte, y con grandes diferencias a nivel regional, aproximadamente 876,000 blancos se opusieron al cambio, lo cual fue significativo para una población blanca de 5,000,000. Sin embargo, salvo en Pietersburg, entidad con un gran apoyo conservador y ultraconservador, en ninguna región del país el “no” obtuvo más del 50% de los votos (véase gráfica 2).

GRÁFICA 2

Fuente: Realizado por el autor con información de Martin Schönteich y Henri Boshoff, „Volk‟, Faith and Fatherland. The Security Threat Posed by the White Right, Sudáfrica, Monograph, Insitute for Security Studies, 2006, p. 22. A partir de estos indicadores podemos hacer aseveraciones sobre el triunfo generalizado del “sí”, y a pesar de una clara manifestación de polarización de los blancos, de la

185 Cfr. Organización de las Naciones Unidas, op. cit., p. 161 86

derrota y fragmentación de la derecha blanca, principal obstáculo para la formación de identidad colectiva.

En este sentido, los virajes generados en los diversos sectores por el referéndum estuvieron cada vez más orientados hacia la vía de la negociación en vez de la violencia, sin que esta última dejara de representar una alternativa.

Para la derecha blanca, hubo tres principales consecuencias en términos de la visión del país después del referéndum:

a) Una nueva elección sólo para blancos era improbable y la reinstauración total del régimen del apartheid que la derecha blanca buscaba lo era aún más. b) La idea de crear una nación blanca en un espacio de Sudáfrica más reducido, y a través de la negociación, comenzó a ser considerada seriamente. c) La violencia se presentaba como la única forma de ejercer verdadera presión en las decisiones del gobierno en turno.

Estas condiciones generaron inmediatamente la fragmentación y el colapso de la derecha como fuerza política, desarticulándose así el principal obstáculo para la transformación política y social de la minoría blanca.

El presidente y sus principales aliados recibieron con gran emoción el resultado del referéndum, reafirmando que la única política viable era la de una nación sin divisiones, la cooperación y el poder compartido.

Las reacciones respecto a la necesidad de la supervivencia estaban acompañadas de un fuerte temor entre los blancos, pero no era sólo sobrevivir por sobrevivir. Como lo menciona Annette Strauss:

la decisión [de abolir el apartheid] fue una elección por la supervivencia dentro de la justicia, más que mera supervivencia –y el referéndum de 1992 ofreció una alternativa tal al demandarle a los votantes a elegir entre negociación y coerción. Forzó virtualmente a todos los sudafricanos a considerar seriamente lo que estaba en juego e indujo a la cooperación entre partidos blancos que solían diferir totalmente en el pasado, especialmente el PN y el PD.186

186 Annette Strauss, “The 1992 White Referendum…”, op. cit., p. 356 87

Resulta pertinente hacer mención a un último grupo radical blanco que causó daños y amenazó con derrumbar los avances logrados en esta segunda etapa de negociaciones: el Frente del Pueblo Afrikáner (AVF por sus siglas en afrikáans, ), fundado en mayo de 1993 por 21 agrupaciones de derecha, entre las cuales destacaba el Partido Conservador.187 Esta agrupación se encontraba bajo el liderazgo del General Constand Viljoen, acompañado de generales retirados de las FDSA y cuyo propósito principal era:

[…] establecer dentro de una Sudáfrica federal una región que incluya las principales áreas del apoyo nacionalista afrikáner y que disfrute de poderes delegados substanciales. Podría funcionar entonces como un Volkstaat: un Estado del tipo de Israel, símbolo del nacionalismo y la cultura afrikáner (incluso para aquellos que vivieran fuera de él) y un lugar donde los afrikáners podrían optar por establecerse.188

2.4.3 La Transferencia del Poder

Con el triunfo del “sí” en el referéndum, se pudo proceder del 15 al 16 de mayo de 1992 a la segunda sesión plenaria de CODESA (CODESA II). Asimismo, en defensa de los intereses de la minoría blanca, De Klerk proponía la instauración de una presidencia rotatoria.

Este contexto de negociaciones, que refleja el reposicionamiento práctico de la minoría blanca, no puede explicarse sin tomar en cuenta el cambio de postura de la mayoría de la población, especialmente de las actitudes más notables del CNA y de otros grupos anti-apartheid considerados como radicales, tales como el PCSA y los sindicatos negros, ampliamente representados por el Congreso Sudafricano de Uniones Sindicales (COSATU). En este sentido, una serie de ideas, identidades e intereses nacidos en el seno del movimiento negro anti-apartheid contribuyeron también al progreso de las negociaciones, lo cual sirve de argumento para comprobar la incipiente formación de identidad colectiva en el contexto sudafricano de la primera década de 1990, en la cual los binomios blancos/negros, mayoría/minoría habían polarizado los imaginarios institucionales y nacionales del el país. Al respecto, la siguiente cita de Beinart es ilustrativa:

El lenguaje democrático, en vez de socialista, ha sido enfatizado con mayor fuerza. Tanto el colapso del sistema comunista como de la realidad de una economía sudafricana debilitada

187 Cfr. Martin Schönteich y Henri Boshoff, op. cit., p. 29 188 James Baber, “South Africa: The Search for Identity”, op. cit., p. 76 88

influyeron en el pensamiento económico del ANC. Ideas como la nacionalización de las minas han sido puestas en suspenso.189

Esto comenzaba desvanecer el carácter socialista y nacionalizador que en gran parte había caracterizado al CNA y abría la puerta a la participación de los blancos en el nuevo gobierno con una participación económica de predominio capitalista, elementos económicos que permitían la transferencia del poder asegurando ciertas características financieras que mantenían los blancos.

Sin embargo, con la masacre de Boipatong, llevada por el Partido de la Libertad Inkatha190 en presunta complicidad con organizaciones blancas y que causó en junio de 1992 la muerte de 46 personas, el 23 del mismo mes se suspendieron las relaciones bilaterales entre el gobierno y el CNA y este último se retira de las negociaciones en CODESA II.

Por otra parte, el 17 de agosto el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas aprobó el reporte del Secretario General y autorizó el envío de la Misión Observadora de las Naciones Unidas en Sudáfrica (UNOMSA) y se exhortó al gobierno a aceptar observadores de la Comunidad Británica de Naciones y de la Organización para la Unidad Africana, a fin de verificar que la transición democrática en el país se estaba realizando de manera transparente.191

A pesar de la crisis y el estancamiento de las negociaciones, el 26 de noviembre de 1992 el presidente De Klerk propone un lapso de tiempo para el proceso transicional en Sudáfrica de un “gobierno representativo y de unidad nacional” que no excedería la primera mitad de 1994.192 De esta forma, los preparativos para una inminente elección multirracial se completaban de parte del gobierno en turno, esperando la aceptación del CNA para concluir las negociaciones.

En este contexto, en marzo de 1993 se restauran los acuerdos y las pláticas en el “Foro de Negociación Multi-Partidista”, boicoteado por el Partido Conservador, pero que integró al Partido de la Libertad Inkatha.

189 William Beinart, op. cit., p. 329 190 Agrupación política representante de la etnia zulú, sobre todo en la provincia de Natal. 191 Cfr. ONU, op. cit., p. 162 192 Ibid., p. 163 89

En abril, con la muerte de dos de los principales líderes del CNA y del PCSA, Oliver Tambo y Chris Hani, respectivamente, la necesidad de establecer acuerdos se precipitó, sobre todo porque este último fue asesinado por miembros del Partido Conservador.193 Ante un ambiente de violencia que no cesaba y que brotaba repentinamente en diversos puntos del país, se estableció la fecha de las primeras elecciones multirraciales y democráticas en el país para el 27 de abril de 1994.

Con el registro de los partidos que participarían en la contienda, tanto la minoría blanca como la mayoría negra se hallaban una vez más divididas. La derrotada y fragmentada derecha blanca reconsideró una vez más acercarse al Partido Nacionalista y sus nuevas reglas, aunque comenzaba a carecer de sentido y legalidad en un clima en el que la idea de la supremacía blanca era el principal enemigo. En este caso, la segregación y la dominación de los blancos se convertían en un alter que generaba identidad a gran parte de los sudafricanos como un Ego multirracial. No obstante, gran parte de los blancos veían en el triunfo del PN la manera de salvaguardar sus intereses, ya que éste había demostrado durante las negociaciones que el principal objetivo de la transición pacífica era mantener la estabilidad de los blancos.

Tanto el PC como el PNR se rehusaron a participar en la elección, lo que provocó que los aún fieles seguidores de la derecha blanca se aglutinaran en torno al Frente de Liberación (FL, Freedom Front en inglés) que resultó ser el brazo político del AVF, liderado consecuentemente por Viljoen.194 Para participar, el FL condicionó al gobierno del PN y al CNA con la firma de un acuerdo oficial en el que se estableciera un marco para la consideración de la creación de un Estado separado para blancos. Dicho acuerdo se firmó unos días antes de la elección general.195

Finalmente, el 27 de abril de 1994 se llevaron a cabo exitosamente las elecciones generales para el Parlamento que marcaron el fin del régimen del apartheid en Sudáfrica con una activa participación (véase tabla 3). A partir de entonces, Sudáfrica se constituiría como una república parlamentaria con la particularidad de que el presidente sería el Jefe de Gobierno con poder sobre la legislación (compartida con las dos cámaras del Parlamento), y con representantes elegidos a nivel local, provincial y nacional.

193 Cfr. Rodney Davenport y Christopher Saunders, op. cit., p. 695 194 Cfr. Martin Schönteich y Henri Boshoff, op. cit., p.p. 31 195 ONU, op. cit., p. 165 90

TABLA 3: Resultados de la Elección General de 1994 en Sudáfrica Partido Votos % Asientos

Congreso Nacional Africano 12,237,655 62.65 252 Partido Nacionalista 3,983,690 20.39 82 Partido de la Libertad Inkatha 2,058,294 10.54 43 Frente de la Libertad 424,555 2.17 9 Partido Democrático 338,426 1.73 7 Congreso Panafricano 243,478 1.25 5 Partido Democrático Africano Cristiano 88,104 0.45 2 Partido Musulmán Africano 34,466 0.18 0 Partido del Congreso Africano Moderado 27,690 0.14 0 Partido Dikwankwetla 19,451 0.10 0 Partido Federal 17,663 0.09 0 Frente de la Minoría 13,433 0.07 0 Organización Deportiva para las 10,575 0.05 0 Contribuciones Colectivas y la Igualdad de Derechos Movimiento Democrático Africano 9,886 0.05 0 Partidio Pacifista de los Derechos de las 6,434 0.03 0 Mujeres Partido Progresista Ximoko 6,320 0.03 0 Partido Mantenlo Simple y Justo 5,916 0.03 0 Partido de la Lista de Trabajadores 4,169 0.02 0 Partido Luso-Sudafricano 3,293 0.02 0

Los partidos en negritas eran considerados como blancos o asociados con la minoría blanca, fuera por sus fundadores o por sus principios rectores. Fuente: Organización de las Naciones Unidas, The United Nations and Apartheid 1990-1994. De acuerdo con estos resultados, podemos hacer algunas deducciones respecto a la participación de la minoría blanca. Si consideramos la combinación de votos de los principales partidos a los que se asocia con dicho grupo, es decir: el PN, el FL, el PD y el Partido Luso-Sudafricano,196 el total obtenido es de 4,749,964 de una población blanca que se estimaba de poco menos de 5 millones a principios de la década de 1990.197 De acuerdo con esto, podemos deducir que la elección estuvo fuertemente “etnicizada” o “racializada”, aunque debe observarse que el PN comenzaba a adquirir muchos simpatizantes coloureds en el Cabo Occidental, donde de hecho el PN ganó la legislatura; y que muchos blancos, sobre todo de la ultraderecha decidieron no participar

196 Este pequeño partido surgió con la intención de proteger los intereses de la minoría portuguesa en Sudáfrica, proveniente sobre todo de las ex colonias lusitanas de Angola y Mozambique. 197 Cfr. William Beinart, op. cit., p. 392 91

en la elección, además de que muchos otros pudieron haber votado por cualquiera de los partidos considerados como negros.

De cualquier manera, el resultado de la elección simbolizó el triunfo de un gobierno de representación mayoritaria, al cual debían integrarse todos los habitantes del país. La legislatura de las nuevas provincias fue ganada abrumadoramente por el CNA, a excepción del Cabo Occidental (PN) y de KwaZulu-Natal, donde triunfó el Partido de la Libertad Inkatha.

2.5 Mandela y el compromiso con los blancos

En este apartado analizaremos la situación de la minoría blanca durante el periodo presidencial de Nelson Mandela (1994-1999), considerándolo como un gobierno comprometido con las aspiraciones de la mayoría negra, pero particularmente como garante de la supervivencia de los blancos en Sudáfrica al caracterizarlo como grupo legítimo e indispensable para sustentar el éxito del recién formado gobierno de “unidad nacional”.

En una primera etapa de este periodo, de las elecciones de abril de 1994 a 1996, la transición política continuó y como tal, la administración fue compartida por el CNA y el PN hasta la promulgación de una nueva constitución en 1996. Dicha fase se caracterizó por garantizar la permanencia de los blancos en el país y el mantenimiento de su poder en algunos sectores clave, especialmente la seguridad y la economía, así como por la persistencia de algunos rezagos de violencia política. Durante esta etapa fue notable el entusiasmo nacional e internacional por la idea de la “nación arcoíris”.

La segunda etapa, de la constitución de 1996 al final del periodo presidencial de Mandela en 1999, estuvo consagrada a la puesta en marcha de mecanismos de cohesión entre la sociedad a partir de los principios de “verdad y reconciliación”, dirigidos, aunque no exclusivamente, a la minoría blanca partidaria del apartheid. La reticencia y renuencia de muchos blancos a participar en estos procedimientos no fue menor, pero por lo general consideramos que éstos sirvieron como elementos de legitimación del Estado post-apartheid y la consolidación de una sociedad multirracial, factores que nos confirman la constitución de identidad colectiva mediante un argumento de supervivencia.

92

2.5.1 La “Nación Arcoíris”

En el contexto de la nueva Sudáfrica, los nexos transnacionales se efectuaron con una velocidad impresionante, durante pocas ocasiones la historia había evidenciado una recepción tan entusiasta a un país que antes se aislaba hostilmente. A nivel internacional, la postura del nuevo gobierno sudafricano era tan bien vista y compatible con la política exterior de la mayoría de los Estados del mundo, que generó identidad colectiva y su reintegración a los principales foros de cooperación y organismos internacionales no se hizo esperar. Durante el año de 1994, el país fue reincorporado a la Organización de las Naciones Unidas, a la Comunidad Británica de Naciones y fue invitado a formar parte de la Organización para la Unidad Africana y del Movimiento de los No Alineados.

Asimismo, el fin de la Guerra Fría hacía más propicias las relaciones a nivel bilateral entre Sudáfrica y todo tipo de países a nivel bilateral, de tal manera que Mandela se acercó a los Estados Unidos, el Reino Unido y las potencias occidentales, pero no dudó en estrechar los lazos de cooperación con países como Libia, Cuba e Irán. De alguna manera, Sudáfrica se reposicionaba a nivel regional como una futura potencia emergente, la cual había sido durante el apartheid a partir de sus capacidades económicas y militares, mientras que ahora explotaba sus habilidades diplomáticas, de cooperación y solidaridad, en cierto sentido, su ética política en el escenario mundial.

Como lo mencionó el entonces Secretario General de la ONU, Boutros-Boutros Ghali durante la toma del poder de Mandela, ante representantes de diversos países como Al Gore, vicepresidente de los Estados Unidos, el Príncipe Philip del Reino Unido y Fidel Castro: “el día de hoy Sudáfrica vuelve a ganar su derecho legítimo en África, en las Naciones Unidas y en la familia de naciones”.198 La impresionante apertura con que la comunidad internacional recibía a Sudáfrica significaba un éxito para las negociaciones llevadas durante cuatro años.

Por otra parte, a nivel interno el nuevo gobierno estuvo sustentado ideológicamente por una mezcla de nociones que asociaban al nacionalismo con el liberalismo y el federalismo.199 Una vez que la retórica comunista fue hecha a un lado y la grandilocuencia conciliadora del discurso de Mandela imperó en el escenario político, la

198 Boutros Boutros-Ghali, “Introducción” en ONU, op. cit., p. 86 199 Cfr. James Barber, “South Africa: The Search for Indentity, op. cit., p. 77 93

euforia social externó sus deseos por consolidar una nación diversa en un Estado unitario.

La “nación arcoíris”, término acuñado por el Arzobispo Desmond Tutu200 se convirtió en un ícono que hacía alusión a la diversidad sudafricana, con el cual se pretendía generar una identificación en torno al Estado sudafricano sirviendo como común denominador que agrupaba las diferentes etiquetas identitarias del país, como el género, las diferentes etnias, las razas y las clases sociales, entre otras, arraigadas fuertemente durante la segregación.

La nación arcoíris se encargó de crear nuevos símbolos de unión nacional que proporcionaran las imágenes y representaciones características de una nación diversa, multicultural y multirracial, principios a partir de los cuales se configuraba un discurso de “unidad” y su deseo de vivir en la misma tierra. Elementos que además, mostraron a Sudáfrica como una nación “exitosa” que, con base en la promoción de los derechos humanos, lograba paulatinamente la cohesión social mediante el respeto a las diferencias.

Este cambio de discurso va acompañado de manera significativa por varias modificaciones sociopolíticas que fueron generando nuevos símbolos de una identidad que pretendía ser nacional.

Por una parte se crearon una nueva bandera (1994) y un nuevo himno nacional (1997), los cuales surgieron como íconos llenos de diversidad para generar identidad colectiva entre los grupos sudafricanos más numerosos. Reminiscencias además, de la conformación de la antigua “Unión Sudafricana blanca”.

Mientras que el estandarte da crédito a los colores de la bandera del CNA, que se perfilaba como el gobierno de la mayoría negra, no dejó de utilizar el blanco y el azul, en una posición similar a la utilizada durante el régimen del apartheid y utilizó un rojo intermedio en vez de un rojo fuerte, que los angloparlantes habrían preferido, o anaranjado, color predilecto de los afrikáners nacionalistas (véase figura 3).

200 Desmond Tutu fue uno de los líderes políticos, religiosos y morales más importantes durante la lucha contra el régimen del apartheid, véase, Desmond Tutu, “Prólogo”, en Rodney Davenport y Saunders, op. cit., p. XX 94

FIGURA 3: “LA BANDERA DE LA „Nueva Sudáfrica‟”

FUENTE: Elaboración del autor.

El himno nacional fue oficialmente combinado en 1997 y se convirtió en un híbrido con extractos de Nkosi Sikekel‟iAfrika201 y Die Stem Van Suid Afrika, en partes zulú, xhosa, sotho, afrikáans e inglés. La combinación de varias lenguas en un himno estatal lo hizo único en su tipo, y a pesar de que se había tolerado a principios del gobierno de Mandela que cada grupo cantara en la lengua que prefiriera, a partir de 1997 se oficializó la nueva versión y fue generalmente bien aceptada por la mayoría de la población.

Asimismo, en 1995 el país organizó la Copa Mundial de Rugby en la que su equipo nacional, compuesto mayoritariamente por blancos, resultó vencedor. Este evento adquirió una dimensión heroica como una celebración de la unidad nacional. Como menciona Jacqueline Maingard al respecto: “Las maneras en las que Sudáfrica fue representada como nación, especialmente a través de las imágenes televisivas del evento, jugaron un papel significativo en la construcción de un sentimiento nacional para los televidentes”.202 Sin asegurar que el evento tuvo una trascendencia imprescindible para la conformación de identidad colectiva, sí aseveramos que contribuyó al forjamiento de más imágenes y símbolos que permitieran la identificación

201 Significa “Dios Bendiga África” y era el himno usualmente cantado por los miembros del ANC. 202 Jacqueline Maingard, “Imag(in)ing the South African Nation: Representations of Identity in the Rugby World Cup 1995” , en Theatre Journal, vol. 49, núm. 1, marzo 1997, pp. 15-28, Estados Unidos, The Johns Hopkins University Press, p. 15 95

de los sudafricanos mediante la combinación de prácticas culturales y, como se mencionó anteriormente, a través del respeto a las diferencias.

La importancia de todas estas representaciones es que pusieron de manifiesto la fuerte intención de crear símbolos comunes a todos los africanos, a diferencia de lo que había pasado en otros países. Pensemos en Argelia donde el francés era estereotipado por el gobierno como lenguaje del colonizador y por lo tanto lengua de dominación, y donde se promovió una política lingüística de arabización que pretendía erradicar el uso del francés en el país a partir de la independencia en 1962.

En relación a la nueva política, además de compartir el poder manteniendo como presidente adjunto, además de Thabo Mbeki, al ex presidente De Klerk, Mandela sostuvo una postura de protección y seguridad respecto al statu quo de la minoría blanca, de tal manera que “con el deliberado propósito de implicar a las élites blancas en el proceso de cambio, se le asignaron al NP algunos sectores clave, como la economía, la defensa y la seguridad”.203 Este argumento podría parecer contradictorio, y en términos concretos lo fue. Empero, tenía la clara intención de que los blancos valoraran la calidad del nuevo gobierno basada en la reconciliación y se generara un carácter altruista que ayudara a desarrollar a los sectores más afectados de la población. Si se compartían los cargos se fomentaba la idea del altruismo y la pluralidad se iba institucionalizando.

Esta situación no sería posible en el corto plazo pues la autorrestricción de la minoría blanca no había sido superada inmediatamente, si bien la mentalidad había cambiado en gran parte, la adaptación a las nuevas reglas no sería aún posible.

Los grupos radicales blancos no desaparecieron aunque su impacto declinó considerablemente, y la fragmentación de la minoría blanca se reflejó en la desarticulación de los principales partidos políticos blancos, el PC se desintegró y sus restos continuaron formando parte del Frente de la Libertad, con cada vez menos simpatizantes. Por otra parte, el PN, abandonado por De Klerk al retirarse de la política en 1997, se desmoronó convirtiéndose en el diminuto Nuevo Partido Nacionalista (NPN).204

203 Guy Arnold, op. cit., p. 16 204 Cfr. Nigel Worden, op. cit., p. 167 96

En cierto sentido, podemos considerar que la relativa supresión de la ultraderecha blanca fue uno de los mayores éxitos del gobierno de Mandela y sobre todo de la utilización del lenguaje discursivo de reconciliación, mediante el cual el grupo negro daba una lección a la supuesta “misión civilizadora” de los blancos en África. Según Arnold, para este periodo a la mayoría de los blancos resultaba vergonzosa la postura que mantenían líderes supremacistas blancos como Eugène Terre‟Blanche,205 mientras que las estadísticas electorales nos muestran consistentemente la caída estrepitosa que sufrieron las agrupaciones políticas blancas desde su auge en 1992, de tal manera que cuando Mandela acaba su periodo presidencial, el apoyo a la derecha no alcanzaba los 200,000 votos (véase gráfica 3).

GRÁFICA 3

FUENTE: Martin Schönteich y Henri Boshoff, “Evolution of the hite Right”, en „Volk‟, Faith and Fatherland. The Security Threat Posed by the White Right, Sudáfrica, Monograph, Insitute for Security Studies, p. 25 En este contexto, resurgió la vieja y débil ala política liberal y predominantemente blanca que seguía la línea de los antiguos partidos Liberal y Progresivo, pero ahora ampliamente fortalecida por un ambiente propicio para la puesta en práctica de las

205 Cfr. Guy Arnold, op. cit., p. 24 97

nuevas ideas que permearon en la transición política sudafricana: el Partido Democrático, sustentado principalmente por blancos pero en el marco de una democracia liberal para todos los sudafricanos, cuyas ideas, “internacionalmente aceptadas”, eran compartidas por una minoría blanca que experimentan cada vez una mayor resiliencia, y cuyas filas comenzaron a perfilarse como la oposición oficial del gobierno en turno del CNA. Las principales caras del partido eran de aquellos notables blancos liberales que formaban parte del movimiento blanco anti-apartheid, sobre todo Helen Zille y Tony Leon.

La mayoría de estos militantes era angloparlante y su lucha contra la segregación hacía ver, en cierta forma, a su grupo lingüístico como liberal y siempre opuesto a las políticas del apartheid. Situación que no era del todo precisa, pues si bien, como vimos anteriormente, un gran número de angloparlantes se pronunció y actuó contra el régimen racista, lo cierto es que “la mayoría de los blancos (sea cual fuere su lengua) habían sido o simpatizantes activos del sistema del apartheid, o receptores pasivos de los beneficios que éste traía a los blancos”.206 Sin embargo, el Partido Democrático se fundamentaba en una ideología generalmente aceptada y utilizaba argumentos que no eran fácilmente refutables, al menos dadas las circunstancias del país. En cierto sentido, los blancos, como grupo de preponderancia, tenían derecho de representarse mediante un partido político que defendiera sus intereses reconociendo los errores del apartheid y partiendo de los principios de democracia, diversidad y protección de los derechos humanos.

En oposición a esto, el Partido Nacionalista, a pesar de su reconstitución, había perdido su sustento ideológico: el nacionalismo afrikáner, pues éste había sido, aunque de manera tergiversada, el sustento del régimen de segregación. Por otro lado, el reconocimiento de las injusticias de las políticas racistas, bien visto por la mayoría de los agentes sudafricanos e internacionales, enajenaba en cierta forma al partido, pues cedía en sus fundamentos y principios rectores ante las aspiraciones de la mayoría negra y, como hemos visto, “se sacrificaba” por la supervivencia de los blancos.

En este sentido, los afrikáners se consolidaban en el imaginario de muchos “no blancos” como un grupo racista, principal culpable de los crímenes del apartheid. Estos estereotipos y generalizaciones se fortalecieron con el surgimiento como discurso de

206 Ibíd., p. 11 98

una clase de “blancos pobres”, grupo que analizaremos en el siguiente capítulo, conformado principalmente afrikáners y que, aunque había existido desde mucho tiempo atrás, durante el apartheid fue asistido socialmente por el gobierno, por lo que al cambiar el régimen descendieron al estrato más bajo ocupado por los negros más pobres.

En cuestión económica, los “temores blancos” comenzaron a desvanecerse para muchos, toda vez que el gobierno del CNA, pero sobre todo la figura de Nelson Mandela, enfatizó la necesidad de mantener y aprovechar los éxitos económicos de la minoría blanca en beneficio de todos los sudafricanos. Se siguió así una serie de recetas inspiradas en el Consenso de Washington e impulsadas por el Fondo Monetario Internacional, la Organización Mundial de Comercio y el Banco Mundial mediante acuerdos con el gobierno sudafricano para dirigir los sectores considerados como “administrativos” o “técnicos” de la economía,207 en realidad, sectores estratégicos. Se mantuvo así, durante los primeros años de la era post-apartheid, un control económico que seguía siendo preponderantemente blanco y que si continuaba intacto, generaría una vez más una dependencia económica directa de los negros hacia los blancos.

Mientras que un gran porcentaje de la minoría blanca económicamente activa estaba calificado, ocurría lo contrario entre los “no blancos” y la capacitación de éstos era un requisito que no podía solucionarse inmediatamente.

Finalmente, las cuestiones de la seguridad y la defensa, encomendadas al sector político liderado por De Klerk en el gobierno, también se “racializaron”, pues si bien el objetivo de las fuerzas policiacas era mantener la seguridad de los habitantes sudafricanos ante una creciente e imparable ola de crímenes, éstas se concentraron en la seguridad de la minoría blanca, debido a que era el grupo de mayor riesgo en términos económicos. De tal manera, para 1997 el 82% de la policía estaba desplazada en áreas blancas, mientras que el otro 18% en el resto del país.208 Situación que provocó fuertes críticas en el seno del CNA, principalmente de parte de Thabo Mbeki que representaba una línea más dura de la nueva política.

207 Naomi Klein, La Doctrina del Shock : el auge del capitalismo del desastre, México, Paidós, 2007, p. 272 208 Cfr. Guy Arnold, op. cit., p. 89 99

Como podemos observar, el nuevo marco ideológico y legal carecía de coacción para hacer efectivas las nuevas reglas y el proceso de convertir a las mismas en prácticas, patrones y finalmente instituciones, debía afrontar los efectos inmediatos del fin del apartheid. En este contexto se promulgó la nueva Constitución y se crearon nuevos mecanismos de reconciliación.

2.5.2 Verdad y Reconciliación

Para atender el problema del régimen racista que no había terminado socialmente con las elecciones, si bien la estructura política del apartheid sí se había suprimido, el nuevo gobierno puso en marcha un mecanismo que intentaría cambiar las relaciones sociales como relaciones raciales, con el objetivo último de alcanzar una cohesión social y, desde luego, fortalecer una nueva identidad sudafricana basada en la diversidad: la Comisión para la Verdad y la Reconciliación (CVR). Este tipo de mecanismo se había llevado a la práctica en otras transiciones, como había sido el caso del fin de las dictaduras militares en Sudamérica.

Como lo menciona Arnold, “después de la euforia generada en torno a la idea de una Nación Arcoíris, en los cuatro años que siguieron a la elección de abril de 1994 hubo mucha evidencia de que el racismo de los blancos seguía latente y con fuerza”.209 Esto desde luego, era el resultado de una carga de sufrimiento que acompañaba al país desde 1948 y seguramente desde mucho antes.

La CVR fue designada por Mandela a finales de 1995 y fue encargada al Arzobispo Desmond Tutu para su dirección a partir de abril de 1996. Su objetivo era “descubrir la verdad acerca de la violencia de la era del apartheid y, con esto, alcanzar la aspiración de curar algunas de las heridas psicológicas más profundas de Sudáfrica.”210 Para lograr esto, es importante observar la estructura de la comisión, dividida en tres comités (véase figura 4).

La forma en que funcionó la CVR nos sirve como excelente ejemplo para explicar en términos constructivistas el cambio que intentaba lograr.

Se eligió un método, en el caso de la minoría blanca, para que no quedara impune su complicidad y privilegios durante el apartheid, pero también porque utilizó principios

209 Ibíd., p. 11 210 Ibíd., p. 24 100

con una gran aceptación nacional e internacional. Como mencionamos al inicio del capítulo, los derechos humanos eran base fundamental del nuevo discurso político a nivel mundial y fue el principal argumento de la CVR, pero además, el procedimiento para alcanzar una reconciliación se basó en fundamentos expiatorios con un claro tinte religioso. Debe considerarse que a nivel de las etiquetas identitarias, el cristianismo era una religión coincidente en cerca del 80% de la población sudafricana, por lo que más allá de la raza, el género, la clase social, la etnia y las tradiciones que fragmentan a los sudafricanos, la religión resultó un constructo generador (o al menos fomentador) de identidad colectiva.

FIGURA 4 “ESTRUCTURA DE LA CVR”

FUENTE: Elaboración del autor.

En este sentido asegura Elphick que “[…] en la lucha acelerada de las décadas de 1970 y 1980 las aseveraciones, símbolos y rituales cristianos fueron prominentes entre los militantes de ambos lados [blancos y negros] y entre los que serían los conciliadores intermedios.”211

Sin embargo, una vez más, los objetivos de la CVR no fueron más allá de las ideas colectivas. Según Arnold, “[la CVR] no modificó la estructura social que ni siquiera el cambio político había logrado, pero proveyó el sustento ideológico que necesitaba el nuevo Estado.”212

211 Richard Elphick, “Christianity in South African History”, en Richard Elphick y Rodney Davenport (eds.), Sudáfrica, Creda Press (Pty) Ltd., 1997, Christianity in South Africa: a political, social & cultural history, , p. 1. 212 Ibíd., p. 20 101

En su excelente trabajo “Las Políticas de Verdad y Reconciliación en Sudáfrica: Legitimando el Estado Post-Apartheid”, Wilson muestra cómo el principio de justicia restaurativa para sanar a la nación de la CVR no siempre satisfizo las necesidades de las comunidades en un nivel local, aunque reconoce que esta instancia fue un mecanismo legitimador de suma importancia para el gobierno de Mandela. Junto con la Constitución, considerada como “una de las más liberales en el mundo en cuanto a la equidad de género y la protección de los derechos humanos”,213 la CVR fue la máxima representación de los derechos humanos en Sudáfrica que contribuía a la consolidación del Estado-nación.

El ascenso de los derechos humanos había resultado de su ambigüedad inherente que permitía mezclar diversas posturas políticas y apoyos electorales de diferentes agentes, factor así de identidad colectiva. Pero la misma ambigüedad provocaba la “racialización” de la política, pues mientras el PD argumentaba que el crimen y la violación a los derechos humanos era resultado de la corrupción del gobierno en turno,214 proposición que luchaba por el mantenimiento del privilegio económico blanco, el CNA se esforzaba por nivelar las oportunidades de la mayoría negra, respecto a las de la minoría blanca, implementado políticas de acción afirmativa en apoyo a los derechos humanos y las garantías individuales. En palabras de Wilson:

[…] el constitucionalismo, la construcción del Estado y la creación de una “cultura de derechos humanos” no pueden ser separados tan fácilmente de las formas clásicas y comunitarias de la creación de la nación. En lugar de ello, los derechos humanos fueron tratados como imperativos para la construcción de una nación y la formación del Estado en la “Nueva Sudáfrica”.215

La importancia de la CVR es que, mediante la indagación de muchos casos, se descubrieron muchos casos de crímenes que durante la era del apartheid habían quedado inconclusos. Fue en el periodo de Botha cuando más eventos hubo y su importancia para nuestro objeto de estudio es que justificó la presencia y el mantenimiento de los blancos en el país mediante la “reparación moral” de los daños cometidos, a pesar de las fuertes y frecuentes críticas que la CVR ha enfrentado en cuanto a sus logros.

213 Nigel Worden, op. cit., p. 164 214 Ibíd., p. 168 215 Ibíd., p. 3 102

2.6 Significado de la Transición

Existen diversas interpretaciones del proceso de negociación que impulsó el gobierno de la minoría blanca durante la administración de De Klerk.

Para comenzar, debe observarse que se trata de una negociación heterogénea si consideramos que la minoría blanca, como grupo privilegiado, representa “una” de las partes en el proceso de solución de controversias. Como se ha visto, no sólo se polarizó este sector en una ultraderecha pertinaz y un movimiento anti-apartheid con un número cada vez más grande de adeptos, sino también en un partido en el poder que decidió cambiar sus posiciones constitutivas más esenciales. En este sentido, la idea de “blancos” como unidad de análisis parecería perder su fundamento ante las nuevas identificaciones surgidas entre sus miembros.

No obstante, la noción de negociación nos permite homogeneizar, en cierta medida, la postura del grupo blanco, toda vez que resultó ser la idea o estrategia elegida por la mayoría para llevar a cabo sus objetivos, en este caso, particulares y heterogéneos. Esta noción transgredió las fronteras de la minoría blanca y le permitió a los demás agentes sudafricanos su participación en la resolución de los conflictos del Estado, y no solamente éstos, sino que los agentes externos apoyaban dicha vía de acción.

Como lo señalaron Heribert Adam y Kogila Moodley,

[…] la mayoría de los partidos en el conflicto (con la excepción del Congreso Panafricanista) aluden a las negociaciones como si fueran la fórmula mágica para resolver una disputa que aparentemente no tiene solución. De los gobiernos occidentales a la Unión Soviética, del Congreso Nacional Africano al Partido Nacionalista todos abogan por las negociaciones […] Incluso el Partido Conservador admite que finalmente se tendrán que negociar los límites del Boerestaat cuando decida ya no formar parte de una nación no dividida y cada vez más integrada.216

Así como dicho proceso de transición mediante la negociación es heterogéneo, las opiniones al respecto son muy diversas. En este trabajo consideramos pertinente analizar brevemente cuatro: la postura crítica que traduce el papel de las negociaciones al de “transacciones” en beneficio de la minoría blanca; la posición idealista que las considera un éxito para las instituciones y agentes de la comunidad internacional, así

216 Heribert Adam y Kogila Moodley, “Negotiations About What in South Africa?” en The Journal of Modern African Studies, vol. 27, núm. 3, septiembre 1989, Reino Unido, Cambridge University Press, p. 367 103

como de las ideas internacionalmente aceptadas; el enfoque realista que reconoce la supervivencia de los blancos sin considerar relevante el papel de las ideas; y finalmente, el enfoque constructivista que considera la transición como una mezcla de las fuerzas materiales en juego y el efecto de las ideas en las mismas.

La versión crítica ha sido manejada por diversos autores, especialmente figuras como Allister Sparks y Hein Marais, así como la canadiense Naomi Klein. Desde su punto de vista, las negociaciones son vistas como un fraude del Partido Nacionalista, y de los blancos privilegiados al igual que de las principales compañías transnacionales en Sudáfrica, con respecto a la mayoría de la población. Estos autores se fundamentan en principios marxistas y neomarxistas que cuestionan el papel de la “raza” en la transición sudafricana encasillándola en la superestructura del modo de producción capitalista. Sus aportaciones explican en gran parte las condiciones económicas de los primeros años del gobierno de Mandela y sobre todo, el mantenimiento de una élite económica sin raza.

Por otra parte, entre los analistas liberales destacan Wilmot James, Daria Caliguire y Anthony Butler, que en los pactos negociados por la élite, enfantizan el papel de las instituciones para la transición y el comportamiento electoral de los votantes, elementos que muestran el papel de las ideas y el relativo éxito de las instituciones surgidas de éstas. Esta postura no obstante, no enfrenta con rigor la latente situación de racismo de blancos hacia negros que prevaleció durante el gobierno de Mandela.

En un tercer plano, el realismo explicaría bien el problema de la supervivencia de la minoría blanca en Sudáfrica como élite gobernante, pero no permite explicar por qué los blancos fueron “sepultados” institucionalmente por un gobierno de representación negra, que buscaba forjar una “nación” diversa y renunciaba a la soberanía que habían constituido los blancos.

Finalmente, nos apoyaremos en el enfoque constructivista, que nos parece el más apropiado para concluir con la interpretación del cambio y la supervivencia de la minoría blanca sudafricana. Esta “joven” tendencia ha trabajado poco los temas de Sudáfrica, empero, un trabajo notable, Identidad Política y Cambio Social. La restructuración del orden social sudafricano,217 de Jamie Frueh, ha contribuido al entendimiento del cambio en dicho país. De acuerdo con él, los diversos enfoques de

217 Jamie Frueh, op. cit., p. 12 104

análisis contribuyen valiosamente a la explicación del cambio en Sudáfrica. Sin embargo, debido a la complejidad de la transición y a los múltiples debates que de ella han derivado, la importancia de las teorías que han manejado el tema es su propia contribución al constructivismo en lo que concierne a la identidad y al proceso de identificación.218

Enfatizando en dicho proceso y de acuerdo con una visión constructivista, consideramos que el cambio estructural consiste en el proceso de negociación y surge como respuesta a la necesidad de supervivencia pero no sólo de sus bienes económicos, sino que su propia permanencia en el país está en riesgo. Metodológicamente, nos serviremos de las cuatro variables maestras de Alexander Wendt para explicar el cambio a partir de una serie de condiciones específicas que facilitaron la negociación como iniciativa del grupo en el poder, tomador de decisiones al momento de la transición.

a) Interdependencia

En el caso de esta variable, las nociones de vulnerabilidad y sensibilidad son muy significativas al considerar que el movimiento anti-apartheid representaba una verdadera fuerza social que comenzaba a condicionar las decisiones que tomaba el gobierno de la minoría blanca. De acuerdo con esto, la “Sudáfrica blanca” dejaba de constituir una metrópoli de la cual los bantustanes y los suburbios negros dependían, ya que en éstos últimos, la mano de obra negra, no calificada, se había convertido en abundante al grado de incrementar gravemente el nivel de desempleo de la misma, mientras que la mano de obra blanca, calificada y semicalificada, se había vuelto escasa,219 por lo que las desigualdades habían afectado a todos los sectores sociales.

Este es sólo uno de los ejemplos que demuestran el grado de interdependencia entre los grupos sociales sudafricanos, a los cuales podemos añadir los mitos del desarrollo separado y de la separación física, debido a que en la mayoría de los aspectos de la vida sudafricana la necesidad de trabajar conjuntamente era evidente y más que necesaria.

Incluso en la cuestión de la violencia, los grados de vulnerabilidad y sensibilidad eran cada vez más grandes tanto del lado de la mayoría como del de la minoría blanca. La represión que el gobierno llevaba a cabo contra del movimiento anti-apartheid era

218 Ibíd., p. 50 219 Cfr. Hilda Varela, op. cit., p. 90 105

fuertemente respondida por una rebelión asociada al CNA, pero también por una violencia que en algunos casos “podía ser definida como crímenes comunes (asaltos, robos), pero en otros era el resultado de una compleja mezcla entre delincuencia y protesta política acrítica”.220 De esta forma, las decisiones de Pretoria no podían seguir tomándose sin considerar sus efectos sobre la totalidad de los habitantes de Sudáfrica, a pesar de que su representación formal sólo incluyera al grupo blanco.

Estas condiciones permitieron la reconsideración de las estrategias a elegirse, y dadas las condiciones de violencia generalizada, la negociación era una vía aceptable, hasta cierto punto aún disponible.

b) Destino Común

La noción de destino común que había contribuido a la división histórica de la sociedad sudafricana entre minoría blanca y mayoría “no blanca”, se convertía ahora en el futuro que ambos grupos enfrentaban de igual forma. En un Estado donde la violencia crecía y la guerra civil amenazaba a ambos grupos e implicaba su destrucción mutua, o al menos un violento deterioro de sus agrupaciones, la comprensión de que sólo una postura pacífica que aceptara que blancos y negros en Sudáfrica formaban una simbiosis directa contribuyó notablemente a la identificación entre ambos grupos y permitió que la transición fuera posible. Asimismo, durante el gobierno de Mandela y la “integración total”, todos los habitantes de Sudáfrica enfrentaban un destino común respecto al exterior y las amenazas externas que pudieran derivar de la política exterior de otros países; causas eficientes de formación de identidad colectiva. Además no era la intención de la mayoría de los blancos separarse, pues su misma existencia en África carecería de sentido sin la intervención de los negros en gran parte de los aspectos de la vida diaria.

c) Homogeneidad

La homogeneidad fue una consecuencia directa del destino común y de la interdependencia que enfrentaban blancos y negros, pero ocurrió de manera parcial debido a las diferencias y divisiones entre ambos grupos forjadas por el apartheid, así como las diferencias de por sí intrínsecas en las cosmovisiones blanca-eurocéntrica y africana que hacían compleja la formación de identidad colectiva o común. No obstante,

220 Ibíd. p. 92 106

esta variable permitió el sentimiento de similitud entre los dos bandos mediante su cesión de ciertas posturas.

También las nuevas ideas jugaron un papel trascendente en este aspecto porque facilitaron la similitud en rubros estructurales. Un ejemplo claro es el destino capitalista por el que se encauza el Estado, cuestión previamente negociada por el PN y el CNA, y sustentada en los derechos humanos y las garantías individuales.

Como se explicó, de un lado De Klerk renuncia a los derechos grupales, y por lo tanto de la minoría blanca, a favor de los derechos individuales; del otro, Mandela abandona la postura nacionalizadora y se modera la posición de los sindicatos negros, excluyéndose así, el “carácter comunista” del CNA.

d) Autorrestricción.

Esta última variable, descrita por Wendt como “permisiva” para la formación de identidad colectiva, ocurrió durante la transición sudafricana de diversas maneras y en distintas ocasiones, y su logro hizo posible la construcción institucional de la “Nueva Sudáfrica”.

De acuerdo con el mismo autor, “el proceso de identidad colectiva sólo puede ocurrir si los agentes pueden superar su miedo a ser envueltos o sepultados, física o psicológicamente, por aquellos con los que se identificarían”,221 refiriéndose a la autorrestricción. En el caso de los sudafricanos blancos ésta consistiría en la superación de los temores generados por la idea de un gobierno de mayoría negra y del miedo histórico hacia este grupo.

En razón de esto, debía entonces crearse un clima de confianza en el que se asegurara que la “individualidad” de la minoría blanca no sería totalmente sacrificada por el resto del grupo.

Wendt plantea la conformación de este ambiente de confianza como uno de los principales desafíos del proceso de identidad colectiva.222

221 Alexander Wendt, op. cit., p. 357 222 Ibíd., p. 358 107

A lo largo de este capítulo hemos argumentado cómo el proceso de transición estuvo acompañado de una larga serie de medidas que permitieron crear confianza entre los principales bandos de la transición.

Por una parte, el PN tomó la iniciativa de actuar pacíficamente a principios de 1990, mediante las medidas liberalizadoras analizadas, la supresión del estado de emergencia en todo el país (salvó en Natal) y en abril de 1993, mediante las famosas declaraciones de De Klerk en las que confesó públicamente el desarrollo de un programa nuclear clandestino desde hacía 15 años que había producido 6 bombas atómicas y se trabajaba en una séptima.223 Estas revelaciones causaron una gran admiración pero sobre todo, mostraron la capacidad militar con la que contaba el gobierno de la minoría blanca y, desde luego, su publicación tenía el objetivo de anunciar el desarme y ganar más confianza entre la población sudafricana.

El problema de esta situación, es que se trata de una minoría dominante y es precisamente esta élite la que enfrenta los mayores temores durante la transición, tomando en cuenta nuestra noción de supervivencia, de tal manera que quien debía generar el clima de confianza era la mayoría. Al respecto, fue fundamental el papel de Nelson Mandela como “tercer partido” al garantizar la unión mediante el respeto a las diferencias de los grupos en juego, mediante un claro marco legislativo y de igualdad.

En este sentido, el cese al fuego de parte del Umkontho weSizwe, brazo armado del CNA, a principios de 1990, fue esencial para la creación de la confianza mutua, así como las posteriores negociaciones entre representantes blancos y negros, asegurando en la medida de lo posible las condiciones económicas que los blancos mantenían.

La importancia de la autorrestricción como factor de identidad colectiva radica en la innovación que Sudáfrica aportaba a las teorías sobre las transiciones políticas y sobre todo de las estrategias de los líderes blancos para asegurar la supervivencia blanca. Recuérdese el ejemplo de Zimbabwe en el que a pesar de generar a los blancos cierta confianza hacia el gobierno de mayoría negra, éstos fueron presa de los errores gubernamentales cometidos en materia económica, culpándolos de la crisis con el viejo lenguaje del colonialismo y el racismo.

223 ONU, op. cit.., p. 164 108

En Sudáfrica, la compatibilidad de normas en cuanto a la autorrestricción permitió la negociación y posteriormente hizo posible que el CNA y el PN compartieran el gobierno, además de que aseguró relativamente el privilegio económico blanco, a pesar de que esto sería perjudicial para la mayoría en el corto plazo.

Cabe citar finalmente a Wendt:

Al ayudar a constituir una comunidad de seguridad, la autorrestricción reduce asimismo las ansiedades del Estado [en nuestro caso de la minoría blanca] respecto a ser sepultado si se le da a los Otros cierta responsabilidad sobre el cuidado del Nosotros, permitiendo que los incentivos positivos proporcionados por las otras variables maestras funcionen.224

Así, constatamos el cambio estructural sudafricano mediante la formación de identidad colectiva, fenómeno que sólo se había dado noventa años antes con la Guerra Anglo- Bóer (1899-1902) y la consecuente creación de la Unión Sudafricana en 1910 que integró a las repúblicas bóers y las colonias británicas en un nuevo Estado.

En el periodo 1988-1999 la República Sudafricana integró plenamente a los habitantes “no blancos” como ciudadanos y a los territorios de reservas o bantustanes dentro del Estado sudafricano, gobernado ahora por un partido representante de la mayoría.

Sin embargo, la identidad colectiva o común no está completa, como bien lo menciona Wendt, “las identidades colectivas son raramente perfectas o totales”225 y el caso de Sudáfrica no sólo no es la excepción, sino que el mantenimiento de muchas de las reglas y prácticas que el apartheid y 300 años de racismo habían heredado, evidenció las terribles desigualdades y diferencias que enfrentaban los habitantes de Sudáfrica, con todo y los grandes esfuerzos por reconciliarlos y crear una identidad común a todos. El problema tenía razones estructurales, en gran parte se trataba de fuerzas materiales y debía ser enfrentado con estos mismos factores.

3.6.1 Supervivencia: Idea de Identidad Colectiva

La transición política que Sudáfrica presenció durante la primera década de 1990 fue uno de los sucesos políticos más sorprendentes tanto al interior como al exterior del país, en la historia de los pueblos del mundo, pero además de impactante, para muchos

224 Ibíd., p. 363 225 Ibíd., p. 663 109

observadores el proceso fue meramente coyuntural,226 parte de un contexto mundial en el que los cambios políticos drásticos se hallaban estrechamente relacionados con un lenguaje internacional de democracia y derechos humanos, tal y como lo habían experimentado muchos de los miembros del antiguo bloque soviético.

Para cerrar este capítulo podemos constatar nuestra hipótesis capitular de demostrar que la permanencia y el mantenimiento del statu quo, en términos generales, de la minoría blanca, durante el periodo de la transición política, estuvieron sostenidos por la idea de “supervivencia” de los blancos, lo cual implicaba sostener su integridad en el territorio sudafricano.

Dicha supervivencia permitió entonces la transición porque generó un discurso manifestado a través de órdenes, promesas y expectativas que justificaron la presencia de los blancos en el país. ¿Por qué no se logró entonces completamente la identidad colectiva?

Hay que considerar un punto muy importante: los rezagos del viejo pensamiento y de las viejas reglas no desaparecen automáticamente ante la implantación de un nuevo marco de reglas.

Si las nuevas ideas prevalecieran abrumadoramente y las nuevas reglas gobernaran racionalmente, estaríamos asumiendo una postura netamente idealista y nuestra concepción de supervivencia estaría fuera de contexto. En vez de ello, el constructivismo proporciona las herramientas para comprender la transformación mediante una serie mezclas entre lo nuevo y lo viejo, lo material y lo ideal, y en esto radica su novedoso método de vinculación.

Con una clara influencia de los forjadores de la Teoría de los Regímenes, entre los que destaca Stephen Krasner, los constructivistas toman en cuenta la noción de rezagos227 para explicar la fusión las fuerzas materiales y las ideas que pueden generar una construcción social. Se valora así, la importancia de la historia y de las instituciones predecesoras al cambio. En el caso de Sudáfrica, es impensable que un sistema tan arraigado en la mayor parte de los sectores de la vida cotidiana, como era la segregación

226 Richard A. Wilson, op. cit., p. 23 227 Conocidos en inglés como lags, véase Stephen Krasner, “Regimes and the limits of realism: regimes as autonomous variables” en Stephen Krasner (ed.), International Regimes, Estados Unidos, Cornell University Press, 1983, p. 359 110

racial en general, y el régimen del apartheid en particular, haya sufrido un desmantelamiento tal que fuera borrado material o idealmente del Estado sudafricano, aunque esto tampoco haga menos sorprendente su estrepitoso derrumbe.

Como lo menciona y expone gráficamente Marie-Odette Colin respecto a la sustitución de viejas ideas por otras nuevas, “algunas vinculaciones son positivas, otras van a contracorriente con un proceso de resistencia en otra espiral”228:

FIGURA 5

Reglas del viejo orden social del apartheid Reglas del nuevo régimen

En este caso, el espiral de fondo (gris) simbolizaría las reglas del apartheid en forma de rezagos, en la medida en que subsisten grupos conservadores opuestos al cambio con sus propias propuestas, pero también mediante la persistencia de un sinnúmero de hábitos, prácticas y patrones determinados por la asignación de roles racistas; en tanto que el espiral superior (negro) significaría la inserción y prevalencia del nuevo pensamiento, que mediante la negociación forjaron los dirigentes sudafricanos, pero también la sociedad multirracial y los sectores económicos.

Para que el nuevo pensamiento prevalezca completamente es necesario que se tomen medidas que modifiquen las capacidades materiales de la minoría blanca, que como vimos se mantuvieron en cierta medida intactas. Si bien no despreciamos el importantísimo papel que las ideas jugaron para la creación de una nueva construcción social sudafricana, consideramos que la incompleta transformación de las condiciones socioeconómicas del país no podía ser posible si no se hacían válidas las nuevas reglas de igualdad en el país, y su subsiguiente generación de nuevos patrones que constataran

228 Marie-Odette Colin, “Aportes del Constructivismo para Comprender el Papel de los Organismos Internacionales en el Siglo XXI”, ponencia presentada en el XXXV Coloquio Internacional de Primavera, Auditorio Ricardo Flores Magón, FCPyS, UNAM, 29 de abril de 2010. 111

un verdadero cambio estructural en el país. Esta situación será labor del siguiente capítulo.

Por ahora sólo cabe concluir que las ideas sirvieron para justificar las acciones de negociación llevadas a cabo por el NP, en una primera etapa, y para alcanzar la reconciliación propuesta por Mandela en una segunda fase. Sin dar por fracasada la misión de estas ideas, podemos identificar claramente dos logros de la “Nueva Sudáfrica” respecto a la minoría blanca:

a) Se creó un nuevo marco de reglas que sustentaría legítimamente las acciones de las administraciones posteriores a las de Mandela y forzarían legalmente a la minoría blanca a adaptarse a las nuevas condiciones sociopolíticas. b) Se consiguió la desarticulación de gran parte de las agrupaciones de ultraderecha blancas generando una nueva oposición sociopolítica, sí presidida por blancos, pero con argumentos no raciales y en el marco de las nuevas instituciones.

Ambos logros se dieron en beneficio de la supervivencia de la minoría blanca, nuestra principal aseveración dentro de este capítulo, constatando el reposicionamiento del pensamiento racista de la minoría blanca y posibilitando las condiciones para su adaptación al gobierno de mayoría negra.

112

CAPÍTULO III

“EL REPOSICIONAMIENTO DE LA MINORÍA BLANCA EN SUDÁFRICA: FASE DE ADAPTACIÓN”

Los sudafricanos blancos se han envuelto en una crisis existencial y deben hallar maneras de volver a atar sus identidades… Las amarras que mantenían unida la identidad blanca en la vieja Sudáfrica se han ido a la deriva y ahora es preciso encontrar nuevos puntos de referencia. MELISSA STEYN.

La administración de Nelson Mandela culminó pacíficamente con discursos que hacían referencia a los éxitos logrados durante la que había sido la segunda etapa de la transición del gobierno de la minoría blanca al de la mayoría negra (1994-1999), reconociéndose que aún faltaba mucho por construir.

Sin embargo, la creación de nuevas instituciones, símbolos nacionales, leyes y discursos no había logrado evidenciar la transformación política a nivel socioeconómico de la mayoría de la población, por lo que, a pesar de jactarse de haber logrado una transición por la vía pacífica, los sudafricanos no habían formado identidad colectiva a nivel práctico.

Lejos de interpretar la realidad sudafricana con una visión pesimista que deje de lado el carácter reconciliatorio y negociador de la transición, en este capítulo pretendemos demostrar el fortalecimiento de la formación de la identidad colectiva durante la era post-apartheid, y los periodos presidenciales que siguieron al de Mandela, por aspectos prácticos manifestados en la sociedad sudafricana blanca y generados por factores políticos que significaron la puesta en marcha de los mecanismos que en el discurso crearon las ideas, pero cuya aplicación efectiva estuvo distanciada de la realidad.

De esta forma, la identidad colectiva se completaría cada vez más mediante la continuidad de las ideas y el discurso integradores de blancos y negros, pero también mediante manifestaciones de carácter internacional, políticas gubernamentales y reglas que coaccionarían la integración y denotarían igualdad entre ambos grupos. Ante esto, la presidencia de Thabo Mbeki dio un viraje a la política reconciliatoria de Mandela, aplicando procedimientos dirigidos a corregir las desigualdades socioeconómicas entre blancos y negros.

113

En este sentido, podemos aseverar que a partir de 1999 y hasta 2010 es posible constatar la supervivencia de los blancos en la “Nueva Sudáfrica” a partir de la aplicación efectiva de las nuevas reglas sociales por medios políticos y la subsiguiente integración paulatina de la minoría blanca al nuevo régimen, es decir, la adaptación; fomentada a su vez por factores económicos, políticos, demográficos y culturales que pueden ser englobados en la categoría de “identitarios”, posibilitando el fortalecimiento de la identidad colectiva sudafricana.

Para explicar esta identidad es necesario observar los principales aspectos que se transforman en el país y dentro de la minoría blanca en particular. Por una parte, la integración debe estar acompañada por las desventajas que los blancos enfrentarían ante una mayoría con sed de transformaciones; por otra, los vestigios de la ultraderecha blanca y sus acciones pondrían en cuestión, una vez más, la relativa estabilidad del país.

El presente Capítulo estará dividido en cuatro partes. En la primera se tratarán las condiciones generales en las cuales se encontraba la minoría blanca al finalizar el gobierno de Mandela (1999); posteriormente se analizará los dos periodos presidenciales de Thabo Mbeki (1999-2008) enfatizando en las políticas raciales que lleva a cabo y sus repercusiones en la minoría blanca, así como los principales conflictos y tendencias interraciales en el país; en seguida, se estudiará la consolidación de la oposición política dirigida por miembros de la minoría blanca, así como el conato de resurgimiento de los grupos blancos de ultraderecha y la posible amenaza para el Estado sudafricano; finalmente, se concluirá haciendo un balance de esta fase con el breve gobierno de Kgalema Motlanthe (2008-2009) y el inicio del gobierno de Jacob Zuma (2009-2010) ante el asesinato del líder supremacista blanco Terre‟Blanche y la Copa Mundial de Fútbol Asociación celebrada en Sudáfrica en 2010.

3.1 Efectos generales de la integración de la minoría blanca a la “Nueva Sudáfrica”

En este apartado haremos énfasis en la demografía de la minoría blanca, el cambio que tiene el nuevo gobierno, presidido por Thabo Mbeki, respecto de los blancos, y la cuestión de la identidad en el nuevo contexto, poniendo especial atención en las percepciones del grupo blanco respecto a la problemática identitaria “nacional”.

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3.1.1 La demografía de la minoría blanca

El indicador más preciso al que podemos recurrir para constatar la supervivencia de la minoría blanca en Sudáfrica es el demográfico. En este país, la institución gubernamental “Estadísticas Sudáfrica”, se encarga de realizar estimados semi-anuales de la cantidad de habitantes en el país, así como censos de población, siendo el último realizado en 2001, mientras que el siguiente se prevé para el otoño del 2011. La ventaja que proporciona a este trabajo los censos radica en que, debido a la evidente herencia del apartheid, los datos recabados se basan en la clasificación de las cuatro razas proveída por aquel régimen, aunque utilizando el término “grupo poblacional”.229

De acuerdo con esta información, hemos realizado un análisis demográfico que nos permite analizar cuestiones importantes respecto a los flujos de emigración de sudafricanos blancos en relación con los periodos gubernamentales de la transición y de la era post-apartheid (véase gráfica 4).

GRÁFICA 4

FUENTE: Elaboración del autor con información de Estadísticas Sudáfrica (Statistics South Africa) [en línea], Dirección URL: http://www.statssa.gov.za/, [consulta: 25 de febrero 2011]. Los datos están basados en los estimados semi-anuales de población, exceptuando los de 1991 y 2001, basados en los censos poblacionales nacionales.

229 Que se refiere a negros, blancos, coloureds e indios, véase, “Statistical Publications”,en Statistics South Africa, [en línea], Sudáfrica, StatsOnline, Dirección URL: http://www.statssa.gov.za/publications/findpublication.asp [consulta: 2 de abril 2011] 115

Como podemos observar, los datos indican la existencia de una emigración blanca notoria pero nunca masiva. En términos generales, la permanencia de la minoría blanca en Sudáfrica ha sido constante y, al menos durante los últimos veinte años, ha oscilado entre los 4 y 5 millones de habitantes, a pesar de haber pasado de constituir del 16% del total de los sudafricanos en 1988 al 9.6% en 2010, lo cual se explica en parte porque la tasa de natalidad de lo grupo negro mayoritario es mayor a la del grupo blanco.

En referencia a la relación del fenómeno de emigración de blancos con las cuestiones sociales y gubernamentales internas, es decir el pánico que para muchos significó la transición, así como una incesante ola de crímenes en el país, es posible observar la reducción del número de blancos en Sudáfrica en tres momentos específicos: de 1988 a 1991, de 1998 a 2001 y de 2001 a 2003 (indicados en la gráfica con flechas), periodos estrechamente relacionados con tres sucesos: la decisión del último gobierno blanco de negociar la transición política del país, el fin del gobierno de Nelson Mandela y la primera parte del gobierno de Thabo Mbeki, respectivamente.

Como se vio en el Capítulo II, la crisis inter-blanca de finales de la década de 1980 explica la primera emigración relevante en el periodo 1988-1991, mientras que el gobierno conciliador de Mandela explica el relativo incremento demográfico hasta 1998-1999. ¿Qué pasa entonces a partir de este periodo? El análisis de la situación sudafricana de finales de la década de 1990 nos otorga bases para comprender el cambio que estaba por configurarse durante la década siguiente.

3.1.2 Mbeki: El nuevo desafío del cambio

En efecto, la baja poblacional que sufre la minoría blanca en Sudáfrica, aproximadamente de 1999 a 2004, no puede entenderse si no se comprende la situación social y política interna ofuscada por la figura de Thabo Mbeki al frente del CNA. De hecho, la caída poblacional coincide precisamente con el primer periodo presidencial del sucesor de Mandela, gobierno caracterizado por una diplomacia sudafricana renaciente y una serie de transformaciones domésticas que perjudicaron seriamente la participación de la minoría blanca.

Thabo Mbeki, uno de los grandes militantes del CNA durante su larga lucha contra el régimen del apartheid y presidente adjunto de Nelson Mandela, de 1994 a 1999,

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representaba, como sucesor de aquél, una serie de expectativas que tenían como fundamento el cambio socioeconómico del país, que como hemos visto estaba lejos de ser trascendente. Estas expectativas se evidenciaron con el incremento electoral que tuvo el CNA en la elección general de 1999, pasando del 62.65% al 66.36% del total de los votos.230

Mientras tanto, la minoría blanca comenzaba a reorganizarse políticamente en torno a una nueva ideología. Los votos del Nuevo Partido Nacionalista cayeron estrepitosamente, ya que después de constituir una parte del Gobierno de Unidad Nacional y representar la oposición oficial del gobierno de Mandela y alcanzar poco más del 20% de la elección nacional de 1994, el NPN obtuvo sólo el 2% del total de los votos de la elección de 1999. Del mismo modo, la ultraderecha blanca se colapsó. El Frente de la Libertad perdió más de la mitad de los votos obtenidos 5 años antes,231 en tanto que el Partido Conservador decidió nuevamente no participar en los comicios.

En contraposición al declive de estos dos partidos, ascendió rápidamente al escenario político el Partido Democrático, pues la crisis ideológica que enfrentaba tanto la supremacía blanca como el nacionalismo afrikáner, elementos constitutivos del PC, el PN-NPN y el FL, provocó la implosión de las alternativas políticas blancas y generó un vacío electoral que fue bien cubierto por la figura de Tony Leon al frente del PD, de tal forma que la mayoría de los blancos cambiaron abrumadoramente de preferencia política a favor de este partido que en la elección de 1999 obtuvo cerca del 10% de los votos totales, convirtiéndose en la oposición oficial en el Parlamento y en el principal portavoz de la Sudáfrica blanca.232

Sin embargo, la significativa simpatía de los blancos hacia el PD no implicó que muchos otros miembros de este grupo no estuvieran a favor de las políticas del CNA, e incluso vieran a éste como su nueva agrupación política, rompiendo con los patrones que relacionaban al partido político con el grupo poblacional, aunque estos intercambios partidistas aún no cobraran un relevancia notoria.

230 Roger Southall, Opposition in South Africa: Issues and Problems” en Roger, Southall (ed.), Opposition and Democracy in South Africa, Reino Unido, Frank Cass, 2001, p. 2 231 Ídem 232 Peter Beinart, “New Democrats”, en TRB The New Republic, 12 de Julio de 1999, Washington, Mike Rancillo, p. 6 117

El ascenso de Mbeki al poder representaría un viraje respecto de la política conciliadora de Mandela, asunto que seguiría siendo trabajado, pero que no formaba parte de las prioridades del nuevo Jefe de Estado, el cual por una parte, se distanció ideológicamente del socialismo del PCSA y de los sindicatos dirigidos por COSATU233; por otra parte, abogó por el surgimiento de una burguesía negra, a la que consideraba indispensable para erradicar tanto la pobreza como el legado del racismo, y favoreció la economía de mercado.

Bajo esta visión, las políticas gubernamentales dirigidas hacia la minoría blanca serían primordiales para que los cambios estructurales tuvieran un efecto significativo en Sudáfrica, bajo las líneas trazadas por el polémico discurso de Mbeki en el que afirmó que en el país existían dos naciones y dos economías: una blanca y rica y otra negra y pobre.234 Esta aseveración rompió con la continuidad del discurso de Mandela y constituyó el núcleo de su nuevo discurso, lo cual se reflejó intensamente en las relaciones internacionales del país, como se verá posteriormente.

Pero además, el reflejo de este discurso no era sino el reflejo de una realidad innegable que debía ser tratada con mucha seriedad. Como mencionan Nakayama y Halualani:

[…] a los sudafricanos blancos les ha ido generalmente muy bien. La liberalización de la economía ha adecuado los negocios y el estándar de vida de la mayoría de los blancos es alto. Hay una tendencia a que vivan en comunidades cerradas donde sólo aquellas personas negras capaces de asimilarse al estilo de vida dominante pueden comprar propiedades.”235

Tras el reconocimiento gubernamental de la irrelevancia de los cambios políticos sobre sus efectos socioeconómicos y por lo tanto, la permanencia de la minoría blanca y su militancia en el sector político de oposición, se realizaron los primeros estudios académicos sobre la “identidad sudafricana” post-apartheid que permiten constatar un cambio identitario incompleto después de la transición.

233 Sakhela Buhlungu, “From „Madiba Magic‟ to „Mbeki Logic‟: Mbeki and the ANC Trade Union Allies”, en Sean Jacobs y Richard Calland (eds.), Thabo Mbeki‟s World. The Politics and Ideology of the South African President, Pietermaritzburg, Sudáfrica, University of Natal Press, 2002, p.135 234 Cfr. Gumede, William Mervin, Thabo Mbeki and the Battle for the Soul of the ANC, Ciudad del Cabo, Zebra Press, 2007, p. 117 235 Thomas K. Nakayama y Rona Tamiko Halualani, The Handbook of Critical Intercultural Communication, Reino Unido, Blackwell, 2010, p. 120. 118

En el estudio de James L. Gibson y Amanda Gows titulado “Identidades Sociales e Intolerancia Política: Vinculaciones dentro del Público Masivo Sudafricano”,236 realizado en abril del 2000 y basado en el análisis de la identidad que cada grupo sudafricano autodefine, es posible observar la importancia que adquirió la identidad “sudafricana” de los blancos, quienes en su mayoría (alrededor de un tercio del total) se consideraban a sí mismos de esta forma.

Si bien esta identificación “sudafricana” es la principal, es también relativamente baja si se considera que el 70% en conjunto de los blancos se identificaba primero con otras referencias, sobre todo “afrikáners”, “europeos”, “ingleses” o “bóers” (véase tabla 4)

TABLA 4 “Distribución de las identidades sociales positivas primarias del grupo blanco”

Proporción del grupo Identidad primaria blanco (%) 27.9 Sudafricana 23.9 Afrikáner 22.1 Cristiana 10.6 Inglesa 4.8 Europea 4.6 Blanca 2.8 Bóer 0.8 Africana 1.2 Otra FUENTE: Elaboración del autor con información del estudio de James L. Gibson y Amanda Gouws, “Social Identities and Political Intolerance…”, en op. cit., pp. 285-286.

Asimismo, como parte de la anti-identidad primaria de los blancos, es importante tomar en cuenta que para el 36.7% de los blancos, la negra sigue siendo la principal identidad que se opone a ellos, su Alter, seguida de los musulmanes y, reflejando los viejos problemas entre blancos, la identidad bóer ocupa el tercer lugar (véase tabla 5).

TABLA 5 “Distribución de las identidades sociales negativas primarias del grupo blanco”.

Proporción del grupo Anti-identidad primaria blanco (%) 36.7 Negra 12.2 Musulmana (Moslem) 8.9 Bóer

236 James L. Gibson y Amanda Gouws, “Social Identities and Political Intolerance: Linkages within the South African Mass Public”, en American Journal of Political Science, vol. 44, núm. 2, abril 2000, Estados Unidos, Midwest Political Science Association, pp. 278-292 119

5.9 Hindú 5.5 Ninguna 5.3 Africana 3.7 Afrikáner 2.8 Zulú 2.0 Xhosa 1.6 Coloured 1.6 India 1.6 Europea 1.4 Judía 1.4 Malaya 1.0 Inglesa 0.6 Asiática 0.6 Blanca 0.4 0.4 Sotho-Sepedi del Norte 0.4 Tswana 0.4 Kaffir 0.2 Café 0.2 Tsonga Shangaan 0.2 Sotho-Sesotho del Sur 4.5 Otra FUENTE: Elaboración del autor con información del estudio de James L. Gibson y Amanda Gouws, “Social Identities and Political Intolerance…”, en ibíd., pp. 285-286.

Estas condiciones reflejan la continuidad práctica de los sentimientos identitarios heredados por el apartheid, pero su relativa disminución indica también transformación y, a pesar de considerar una gran parte de los blancos a los negros como sus opuestos, es primordial enfatizar en la identidad sudafricana como identidad primaria o secundaria del grupo blanco, factor de formación de identidad colectiva.

Como sostuvo el Instituto para la Democracia en Sudáfrica (IDASA, pos sus siglas en inglés), “desde 1994 muchos sudafricanos de todo el país tienen un fuerte sentimiento de identidad nacional sudafricana, sin embargo, el orgullo de los sudafricanos blancos dentro de una ciudadanía nacional sudafricana ha declinado de manera significativa.”237 Esta situación demuestra la ambivalencia de la identidad de los blancos en la Sudáfrica post-apartheid, al sentirse “sudafricanos” con una fuerte conciencia de ser “blancos”, por lo que su principal identidad a inicios de la primera década del 2000 sería más bien “sudafricanos blancos”.

Asimismo, en los estudios realizados sobre la Comisión para la Verdad y la Reconciliación, cuyo reporte final fue publicado en 2002, y sus efectos en la identidad

237 Sean Jacobs y Richard Calland (eds.), “Thabo Mbkei: Myth and Context”, en Sean Jacobs y Richard Calland (eds.), op. cit., p. 17 120

de la población, la mayoría de los blancos consideraban que su efectividad era insuficiente o nula entre la mayoría de los habitantes sudafricanos, aunque generalmente haciendo referencia a sus grupos particulares. En un estudio de Jay. A. Vora y Jessica Vora sobre la efectividad de dicha comisión entre las percepciones de los grupos afrikáner, angloparlante y xhosa, los resultados demostraron que el primer grupo consideraba que los trabajos de esa instancia eran menos efectivos que lo que consideraban los angloparlantes y mucho menos que lo que consideraban los xhosas, especialmente en lo concerniente al objetivo de lograr la reconciliación en la Nueva Sudáfrica.238

De esta forma, observamos que contrario a sus objetivos primordiales de alcanzar la verdad y la reconciliación, la Comisión reforzó la identidad colectiva entre los mismos blancos, sobre todo entre afrikáners y angloparlantes que se sentían identificados porque los trabajos de dicho mecanismo habían estado consagrados a ellos principalmente, situación que podía ser considerada como un ataque a sus personas y que arrojó como respuesta una perspectiva blanca negativa respecto a la CVR.

Consecuentemente, no sólo se olvidó rápidamente el sentimiento de culpabilidad por los crímenes del apartheid y su posterior reconocimiento por parte del grueso de la minoría blanca, sino que muchos se sentían las víctimas agredidas por los mecanismos del nuevo gobierno, haciendo más difícil la efectividad de los mismos y limitando sus alcances. Como menciona Arnold: “los blancos, que parecen pensar que han hecho un sacrificio supremo por el hecho de rechazar al apartheid, se comportan como si no pudieran hacer nada más, quejándose del riesgo en que se encuentran por la creciente violencia”.239

Por estas razones, el reporte final de la CVR pareció más bien de un “asunto negro”, con negros detallando las brutalidades cometidas hacia ellos mismos. Cabe finalmente mencionar el caso del ex presidente P.W. Botha que se negó a declarar en la Comisión y

238 Jay A. Vora y Jessica Vora, “South Africa‟s Truth and Reconciliation Comission: Perceptions of Xhosa, Afrikaner and English South Africans”, en Journal of Black Studies, vol. 34, núm. 3, enero 2004, Estados Unidos, Sage Publications Inc., p. 301 239 Guy Arnold, op. cit., pp.22-23 121

a disculparse por los excesos cometidos durante su gobierno, actitud que reflejó su profundo rechazo a las nuevas instituciones.240

Por todas estas razones, la legitimidad de las acciones y el discurso del gobierno de Mbeki fue innegable, mientras que la respuesta de los blancos tendría diferentes efectos, especialmente identitarios. Según Chege, “cien años después de la Guerra Anglo-Bóer, el significado de la „blancura‟ está en estado de transformación”.241 Atribuyendo esto a la necesidad de los blancos de hacer las paces con África, el cambio estaba en un punto álgido y para lograrlo el gobierno de Mbeki fue trascendental.

Desde el gobierno de Mandela, Mbeki había criticado fuertemente las actitudes de la minoría blanca, ejerciendo una acción discursiva que reflejaba cada vez con más firmeza su postura respecto a aquélla, advirtiendo la necesidad de una transformación social más estructural, para alcanzar la reconciliación nacional y los objetivos gubernamentales previstos:

No creo que la población blanca haya entendido lo suficiente la importancia de este desafío… Si se tratara de una reconciliación nacional basada en el mantenimiento del statu quo al no hacer efectiva ninguna política prevista porque los blancos se asustan, significaría entonces que la tarea de la transformación es irrealizable.242

Con estas declaraciones, Mbeki ponía de manifiesto la necesidad de aplicar políticas que rompieran con el statu quo que había legado el apartheid y, como resultado de la debilidad de la nueva identidad sudafricana por parte de los blancos, con la persistencia y continuidad de la vieja mentalidad racial, las políticas de Mbeki, al iniciar su administración, adquieren un sustento sumamente justificable y legítimo.

Como bien apuntan Jacobs y Calland, los principales desafíos para el nuevo gobierno eran tres:

a) El legado de pobreza y desigualdad. b) La tensión entre las instituciones políticas, económicas y sociales, por un lado, y la necesidad de reconciliación entre la minoría blanca y la mayoría negra y pobre, por el otro.

240 Cfr. Michael Chege, “Africans of European Descent”, en Transition, núm. 73, 1997, Estados Unidos Indiana University Press, W.E.B. Du Bois Institute, p. 76 241 Ídem 242 Guy Arnold, op. cit., p. 16 122

c) El forjamiento de una identidad nacional unida.243

Respecto a estos desafíos, podemos identificar un común denominador: el mantenimiento de la minoría blanca en el estrato socioeconómico más alto del país. Por ello consideraremos el análisis de las principales medidas gubernamentales del periodo de Mbeki hacia este grupo, así como el efecto sobre el mismo, enfatizando en los cambios más significativos.

La importancia de estos cambios, y en particular de la dirección de Thabo Mbeki resulta esencial para la conformación de una democracia joven. Como menciona Lodge respecto al papel de los individuos en la configuración de las instituciones: “La calidad del liderazgo político importa más en las nuevas democracias que en los sistemas políticos establecidos. Cuando las democracias son jóvenes, las instituciones son más fluidas y más susceptibles de ser configuradas por personalidades dominantes.”244 Funciona así Mbeki como agente transformándose en agencia.

A las acciones gubernamentales será importante añadir factores coyunturales tanto nacionales como internacionales, entre ellos el crimen organizado, la pauperización y el terrorismo.

3.2 La adaptación

En este apartado analizaremos los dos periodos presidenciales de Thabo Mbeki de 1999 a 2008, haciendo énfasis en la situación de la minoría blanca en lo que respecta a las acciones sociales y políticas consideradas como “en contra” de dicho grupo, por afectar o perjudicar la situación privilegiada que habían heredado por el apartheid, y mantenido durante la administración de Mandela, así como los principales efectos de las nuevas condiciones que produjeron su adaptación a través de la identidad.

3.2.1 Mbeki: discurso y minoría blanca

En el discurso, y de acuerdo con los principios rectores del CNA, Thabo Mbeki abogó firmemente por la constitución de una Sudáfrica no racial. Sin embargo, como se analizó en el apartado anterior, también reconoció públicamente que la minoría blanca debía tener un papel más activo en la transformación del país, y sobre todo, que el

243 Sean Jacobs y Richard Calland (eds.), “Thabo Mbkei: Myth and Context”, en Sean Jacobs y Richard Calland (eds.), op. cit., p. 17 244 Ibíd., p. 18 123

gobierno tenía la responsabilidad de coaccionar la participación de los blancos para ciertos cambios que a continuación se tratarán.

Durante su gobierno, diversas manifestaciones domésticas e internacionales dieron continuidad a la línea iniciada por Mandela de representar una Nación Arcoíris. La activa participación del país en los grandes foros internacionales y su reposicionamiento en el continente africano en búsqueda de un liderazgo regional dieron un nuevo impulso al papel de Sudáfrica en el mundo, siendo notable la realización de la Conferencia Internacional Contra el Racismo de las Naciones Unidas de 2001, en Durban.

La nueva política exterior sudafricana, que fue el resultado de las nuevas condiciones en el país, estuvo determinada por tres ejes discursivos que consideramos tuvieron una repercusión implícita en las ideas de la minoría blanca, induciéndola al cambio y contribuyendo a las políticas y acciones sociales que analizaremos posteriormente, factores que a su vez, provocaron la coacción de la formación de identidad colectiva. Los tres ejes discursivos fueron: el “Renacimiento Africano”, el “Apartheid Global” y la negación del Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH). a) El “Renacimiento Africano” fue el término popularizado por el presidente Mbeki para propagar la idea del compromiso democrático del Estado sudafricano después del apartheid para con su propia gente y para la paz y la democracia con el continente africano en general, denotando la revitalización y reintegración de Sudáfrica en el contexto del África negra,245 de la cual se había apartado durante la era de la segregación. Este discurso, utilizado en múltiples ocasiones por Mbeki, tuvo un impacto práctico en diversos escenarios del continente, notablemente en operaciones militares para el mantenimiento de la paz y en promoción de los derechos humanos.

Sin embargo, en relación con la minoría blanca, el Renacimiento Africano implicaba el rechazo práctico de la política exterior blanca del apartheid. A pesar de que las operaciones militares sudafricanas estaban claramente impregnadas de las ideas de la minoría blanca, el énfasis en la democracia y la protección de los derechos humanos de los diversos pueblos africanos discrepaba de usar métodos de coerción

245 Cfr. Peter Vale y Sipho Maseko, “Thabo Mbeki, South Africa, and the Idea of an ”, en Sean Jacobs y Richard Calland, op. cit., p. 124 124

y violación que el ejército sudafricano había cometido en décadas anteriores. Asimismo, la integración de Sudáfrica al continente negro y el papel prominente que ésta adquiría cada vez con mayor fuerza promovió la idea del reposicionamiento de la “Sudáfrica negra” y su compromiso con las mayorías, en general, y con las mayorías negras, en particular, en todo el continente.

De esta situación se deriva notablemente el criticado apoyo tácito de Mbeki hacia el presidente de Zimbabwe, Robert Mugabe,246 quien, lidiando con su propia minoría blanca zimbabwense, propició la expropiación de un sinnúmero de tierras de granjeros blancos que culminó con una crisis económica y alimentaria, así como el éxodo de gran parte de dicho grupo.

Dicha posición se explica por la hermandad entre el CNA y el ZANU (Unión Nacional Africana de Zimbabwe) que se había forjado desde la era del apartheid y que conducía implícitamente a la simpatía de Mbeki hacia la aplicación de políticas que reajustaran el papel de la minoría blanca. b) El segundo gran eje discursivo, el Apartheid Global, término popularizado por el enfoque crítico y neomarxista que propagaba la utilización de metáforas para caracterizar la globalización, sirvió como un discurso respecto al exterior que hacía referencia a un problema doméstico, debido a que la manera de interpretar el contexto internacional en términos de segregación y dependencia del “norte rico” y el “sur pobre” provenía de la experiencia sudafricana que había surgido a nivel interno con un desarrollo socioeconómico de una minoría blanca, comparado al de los países desarrollados, en detrimento y perjuicio de una mayoría que vivía en condiciones precarias. Por lo tanto, a raíz de su “integración” en la globalización, la Nueva Sudáfrica ponía el énfasis en el papel de las élites para la determinación de las condiciones económicas a nivel mundial.

246 Durante el periodo 1999-2008, Zimbabwe sufrió un profundo declive en los índices de alimentación, salud, democracia, derechos humanos y economía que fue atribuido al mal manejo de las políticas por parte del presidente Robert Mugabe, en el poder desde la independencia en 1980. Ante esta situación, múltiples miembros de la comunidad internacional urgieron el papel de Sudáfrica para contribuir a la solución de la crisis. Sin embargo, la política de Mbeki al respecto estuvo caracterizada por su reticencia y su apoyo tácito al gobierno de Mugabe. 125

El Apartheid Global, surgió de la crítica de Mbeki hacia el fenómeno de globalización que limitaba el crecimiento económico de los países subdesarrollados en relación a los desarrollados, pero reconocía que dicho fenómeno era inexorable,247 por lo que, junto con otros líderes africanos, sirvió para poner en marcha nuevos instrumentos de política regional e internacional, notablemente la Nueva Asociación Para el Desarrollo de África (NEPAD).

Este discurso, ponía de manifiesto que las élites seguían jugando un papel fundamental tanto internacionalmente como al interior de los Estados y Sudáfrica era un ejemplo claro de que la principal élite seguía siendo el grueso de la minoría blanca. Surgió así NEPAD y otras iniciativas lanzadas por Mbeki, cuyos objetivos giraban en torno a la inserción de África en el sistema internacional por medio del fomento de las “capacidades, humanas y económicas, necesarias para que África afrontara los desafíos y los problemas del nuevo siglo: pobreza, marginación, subdesarrollo humano, estancamiento económico e inestabilidad política y social.”248

Estas acciones fueron fuertemente criticadas por poner en cuestión la liberación o el encadenamiento económico de Sudáfrica con el sistema internacional, pero también revivieron la idea de la profunda brecha entre ricos y pobres y la atención de muchos países, sobre todo parte del mundo subdesarrollado, sobre la élite blanca sudafricana que, en estrecha relación con la economía nacional, había frustrado el cambio socioeconómico del país. Empero, este discurso también justificaba el énfasis que Mbeki habría de poner en incentivar el nacimiento de una burguesía negra, aplicando principios de empoderamiento económico negro. c) Finalmente el tercer eje discursivo, la negación del VIH como causante del Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (SIDA), y por lo tanto, la negación de uno de los principales problemas que la Nueva Sudáfrica enfrentaba desde la perspectiva internacional, también hacía ciertas referencias hacia la minoría blanca.

247 Cfr. Patrick Bond, “Breaking or Shining the Chains of Global Apartheid”, en Sean Jacobs y Richard Calland, op. cit., p. 57 248 “Nueva Asociación para el Desarrollo de África” por sus siglas en inglés. Véase Wendy Ayala Sarmiento, NEPAD ¿Cambio o Continuidad? Las Relaciones de Cooperación con la Unión Europea a inicios del Siglo XXI, Tesis de Licenciatura, México, UNAM, FCPyS, 2007, p.93 126

La negación de Mbeki consistía en la atribución del SIDA como parte de la pobreza en la que se hallaba sumida gran parte de la población y no precisamente al VIH, como generalmente se ha reconocido la causa fundamental de este problema.

Implícitamente, la relación que Mbeki hacía entre SIDA y pobreza podría ser interpretada, en términos estadísticos, entre la proporción que existe entre “ricos” y personas sin SIDA, lo que explicaba en términos poblacionales socioeconómicos que la minoría blanca contara con los niveles más bajos de incidencia de VIH en todo el país (véase tabla 6).

TABLA 6 “BLANCOS Y SIDA EN SUDÁFRICA” Predominio del VIH en los grupos 2002 (%) 2005 (%) 2008 (%) poblacionales de Sudáfrica Negros 12.9 13.3 13.6 Blancos 0.3 0.6 0.3 Coloureds 6.1 1.9 1.7 Asiáticos 1.6 1.6 0.3 FUENTE: s/a, “Third National HIV Survey 2008”, [en línea], Human Sciences Research Council, Sudáfrica, Dirección URL: http://www.hsrc.ac.za/Media_Release-379.phtml [consulta 12 de abril 2011]

La importancia de estos tres grandes discursos es que sentaron las bases para las políticas gubernamentales que se llevaron a cabo “en perjuicio” de la minoría blanca, como ésta consideraba tales acciones, acompañadas de una ola de violencia y crimen con cierta tendencia racial, pero también que generaron una identidad en este grupo que se manifestaría en el fortalecimiento de una oposición política “racializada” y un resurgimiento del argumento separatista y radical blanco, además de reflejarse en la primera caída poblacional que sufre el grupo blanco en la era post-apartheid (ver p. 118). Para analizar esta situación, se abordará primeramente las principales características y efectos de las políticas que afectaron a los blancos, y en seguida, la ola de crímenes en el país y su argumento “racial”.

127

3.2.2 Discriminación Positiva y Empoderamiento Negro

Las principales medidas que emprende el gobierno de Mbeki para corregir las disparidades entre los grupos sudafricanos y que ya se habían considerado durante la administración de Mandela e incluso previsto durante las negociaciones del periodo 1990-1994, fueron las políticas afirmativas y, subsiguientemente, el Empoderamiento Económico Negro (EEN).

La “discriminación positiva”249 se refiere a la aplicación de programas diseñados para la compensación de las injusticias del pasado en cierta sociedad.250 En el caso de Sudáfrica significó beneficiar a los “negros” o “personas previamente desaventajadas”, como se consideraría a los negros, coloureds y asiáticos, así como a las mujeres en general, especialmente en los ámbitos educativo y laboral, lo cual implicó un paulatino reemplazo del personal blanco en las instituciones y empresas públicas y un incremento del alumnado negro, que superó abrumadoramente al blanco.251

La “discriminación positiva” en Sudáfrica se encuentra implícita en la Constitución de 1997, la cual otorga provisiones para la aplicación de programas de este tipo con la finalidad de revertir las desigualdades derivadas de la discriminación del pasado.252 Asimismo, fue ampliamente apoyada por el CNA y fomentada por Mandela durante sus últimos días como presidente, quien argumentó: “no debemos desanimarnos por las preocupaciones del interés propio. La discriminación positiva es una acción correctiva. No hay otra manera de apartarnos de la discriminación racial hacia la verdadera igualdad”.253

De esta forma, ya durante el gobierno de Mbeki, el CNA aprobó el Acta de Equidad de Empleo de 1999,254 en la cual se incluyen una gran cantidad de requisitos de contratación basados en la discriminación positiva con el fin de reducir la inequidad entre las razas en el mercado laboral, abordando consecuentemente el sector privado.

249 Conocida en inglés como affirmative action y cuyos orígenes se remontan a las medidas contra la segregación racial en los Estados Unidos y Regstellende Aksie, “acción correctiva” en afrikáans. 250 Lindsay Beverly, “Toward Conceptual, Policy and Programmatic Frameworks of Affirmative Action in South African Universities”, en The Journal of Negro Education, vol. 66, núm. 4, otoño 1997, p. 526 251 Témoris Grecko, “No se admiten Blancos. El Nuevo Racismo en Sudáfrica”, en op. cit., p. 128 252 James A. Beckman (ed.), Affirmative Action: an encyclopedia, V. 2, Westport, Connecticut, Greenwood Press, p. 822 253 Ibíd., p. 823 254 Ídem 128

Dichas acciones permitieron incrementar el número de personas “no blancas” y de mujeres en los diversos sectores del Estado y si bien existe un debate en torno a la efectividad a largo plazo, lo cierto es que la discriminación positiva resultó una política necesaria en una sociedad que acarreaba una historia de desigualdad que se mantenía casi intacta.

Aunque indispensable, esta discriminación positiva está dirigida, por definición, casi exclusivamente en perjuicio de los miembros de la minoría blanca y esto trae como resultado un nuevo problema de identidad porque fortalece aquella de los blancos, que se sienten agredidos por una política que los excluye y a la vez reproduce el patrón de clasificación racial, aunque se trate de una sugerencia “positiva”.

Es decir, esta discriminación positiva generaba un paralelismo con el apartheid al revertir las preferencias con base en la idea de la raza, por lo que éste será el argumento de los líderes políticos de la oposición que argumentarían lo “absurdo” de estas acciones por tomar en cuenta el color de la piel de las personas.

En este mismo sentido, a pesar de que las mujeres se consideraban como beneficiarias de la política, incluso las mujeres blancas, se observa un problema de las etiquetas identitarias en las que este grupo era considerado de “mujeres”, pero también de “blancas”, ante las cuales se preferiría beneficiar a una mujer negra, asiática o coloured, lo cual generaría nuevas identidades en torno al género, la “raza” o el grupo étnico al que pertenecieran, dividiendo la postura de sus miembros.

De esta forma, la discriminación positiva fue considerada como “negativa”, por los blancos y por muchos analistas, al ser un factor contribuyente al latente racismo de los blancos que veían en estas acciones la inversión de la exclusión del apartheid. Aunque para los blancos más ricos las acciones fueran apenas perceptibles, para las clases media y baja blancas serían un golpe serio, con fuertes efectos socioeconómicos que se explicarán ulteriormente.

A nuestra consideración, y tomando como base el enfoque constructivista, el papel de esta política era servir como puente entre el estado racial y hostil de los grupos poblacionales sudafricanos (principalmente el blanco y el “no blanco”), y la corrección de las disparidades de la previa segregación racial para generar una igualdad basada en las diversas características de los ciudadanos del país.

129

Sin embargo, en este aspecto el periodo de Mbeki enfrentó graves dificultades: por un lado, las acciones no permitieron la superación de los niveles de pobreza extrema y desempleo por parte de la mayoría negra (alrededor del 30% de este grupo en 2009),255 lo cual aumentó la crítica de parte de este grupo de la ineficiencia de los programas aplicados; por otro lado, provocó una fuerte oposición, crítica y anti-identidad por parte del grupo blanco, además del incremento del desempleo en su grupo (ver gráfica 5).

Por estas razones, aunque la discriminación positiva era necesaria y lo seguirá siendo hasta que los indicadores demuestren una mejora en los rubros perseguidos por esta política y no provoque un efecto inverso o limitado en sus metas, la carencia de integralidad e información durante su aplicación ha sido relativamente contraproducente. En este sentido, apoyamos la propuesta de Lindsay Beverly relativa a que los sectores que pongan en marcha las políticas afirmativas “se aseguren [también] de las oportunidades profesionales de los hombres blancos (cuyo número puede declinar), ayudándolos a aprender cómo trabajar cooperativamente con negros y con mujeres”.256 Esta situación contribuiría en mayor medida a la formación de identidad colectiva mediante el emparejamiento de las desigualdades y de una forma más integral, pues se trata de otra construcción social basada en la cooperación.

La principal preocupación respecto a la discriminación positiva durante el gobierno de Mandela, tanto para los blancos, como para los críticos y los aplicadores de tal política, había sido que se limitara a sustituir rostros blancos por rostros negros en las universidades y puestos, supliendo una élite política y profesional por otra. Sin embargo, y ante la frustración de los cambios socioeconómicos esperados por la mayoría, durante el gobierno de Mbeki, estas acciones no se limitaron a dichos ámbitos, sino que se extendieron al sector privado con la idea de que no sólo había que darles empleos a los negros, sino que había que hacer que los blancos compartieran el poder económico, colocando negros en los puestos de dirección y propiedad de las empresas.

Así surgió el “Empoderamiento Económico Negro (EEN)”257 que resultó una política específica derivada de la discriminación positiva, pero consagrada a la mayoría negra, con el objetivo de la formación de una clase media negra y una burguesía negra. Esta

255 Alexandra Fuller y James Natchwey, “Los Hijos de Mandela” en National Geographic en Español, Sudáfrica después del Apartheid, vol. 26, núm. 6, junio 2010, México, Editorial Televisa, p. 17 256 Lindsay Beverly, “Toward Conceptual Policy…”, en op. cit., p. 536 257 Conocido en inglés como Black Economic Empowerment (BEE). 130

idea era fundamental en el pensamiento de Mbeki, como lo manifestó en muchos de sus discursos, y había estado considerada en la agenda política desde las negociaciones del periodo 1990-1994, pero sólo tuvo una aplicación efectiva y reiterada por el gobierno de Mbeki. Como declaró en su discurso hacia el Foro Negro de Administración de 1999:

La lucha contra el racismo en nuestro país debe incluir el objetivo de crear una burguesía negra… me gustaría urgir, con mucha fuerza, el abandono de nuestra vergüenza sobre la posibilidad de la emergencia de exitosos y, por lo tanto, prósperos dueños de propiedad productiva… El gobierno debe contribuir a la ayuda de aquellas personas negras que la necesiten para convertirse en empresarias.258

A pesar de no contar con una definición consensuada, William Mervin Gumede contribuye a conceptualizar este proyecto en dos sentidos:

 En un sentido estricto se entiende al EEN como la creación de una nueva clase capitalista negra en la Sudáfrica post-apartheid cuyos privilegios provocarían la derrama de sus beneficios hacia los negros pobres.  De acuerdo con la Comisión del EEN, en sentido amplio se refiere a un proceso socioeconómico, integrado y coherente de corrección de disparidades mediante una mayor participación de los negros en la economía sudafricana.259

Las diferencias entre ambas definiciones son sustanciales, pero hasta cierto punto comparten el objetivo de beneficiar a la comunidad negra mediante un impulso psicológico, y desde luego uno material.

Así, durante el primer gobierno de Mbeki se lanzó el proyecto del EEN, tendiendo como resultado el ascenso inmediato de multimillonarios negros que se convertirían en titulares de grandes empresas sudafricanas como Sakumzi Mcozoma, director administrativo de South African Airways y ex jefe de prensa del CNA o Tokyo Sexwale, presidente de Mvelaphanda Holdings y ex jefe del Umkontho we Sizwe. Sin embargo, estos magnates eran un grupo extremadamente reducido, y el efecto de “derrama de beneficios” que se esperaba era tan lento y limitado que la creación de una burguesía negra no fue tan rápida. Surgió así la crítica del proyecto que sería satirizado

258 Thabo Mbeki, citado por Okechukwu Iheduru en “Black Economic Power and Nation Building in Post-Apartheid South Africa”, en Journal of Modern African Studies, vol. 42, núm. 1, marzo 2004, Reino Unido, Cambridge University Press, pp. 2-3 259 Cfr. Wiliam Mervin Gumede, “Down to Business but Nothing to Show”, en Sean Jacobs y Richard Calland (eds.), op. cit., pp. 210-2012 131

como EEN (Enriquecimiento de la Élite Negra).260 El programa amenazaba así con convertirse en una estrategia de acumulación casi nepotista y con “re-racializar” al país.

Con una capacidad de expansión limitada y ligado al capital y el auspicio blancos, el gobierno reformuló el EEN en los años 2003-2004 para apegarse más a su definición ampliada bajo el nombre de “Empoderamiento Económico Negro de Base Ampliada (EENBA)”261, que permitía al gobierno ampliar su apoyo a un número mayor de empresarios negros, mediante acciones que posibilitaran el desarrollo socioeconómico integral de las empresas. Esta política se enfatizó durante el segundo periodo gubernamental de Mbeki, 2004-2008.

Muchos grupos empresariales blancos, como la South African Petroleum Association, aprobaron y apoyaron las estrategias del EEN, en concordancia con las nuevas ideas que habían surgido durante la etapa final del apartheid. Muchas compañías blancas apoyaron el desmantelamiento de ese régimen mediante la contratación de personal blanco favorable a de la construcción de una clase media negra, así como la inclusión de un número mayor de empleados negros.

La importancia del EEN es que afectó indirectamente a la minoría blanca, porque significó la intervención de los negros en el sector económico sudafricano de envergadura que se había mantenido en manos de los blancos, y modificó la proporción de la participación de los grupos poblacionales sudafricanos en la economía.

Esto creó además la ilusión de que la estructura socioeconómica del país estaba pronta a modificarse radicalmente, porque finalmente se comenzó a consolidar una clase media.

Diversos estudios llegaron a la conclusión de que el EEN provocó el enriquecimiento de una minúscula cúpula de base elitista, desviando al proyecto de sus objetivos fundamentales. En cierto sentido, amplió las desigualdades entre el grupo negro mientras que afectó directamente a los estratos sociales más vulnerables sin importar el color de su piel, ante una disminución de los ingresos y un aumento del desempleo sin precedentes.

260 Témoris Grecko, op. cit., p. 132 261 Conocido en inglés como Broad Based Black Economic Empowerment, véase Okewchukwu C. Iheduru, en “Black Economic Power…” en op. cit., p. 1 132

Además, resurgió entre los blancos la percepción del gobierno como partidario de la discriminación racial invertida, para lograr la unidad nacional negra y despojar a éstos de sus propiedades, fortaleciendo sin intención, la identificación racial de los blancos.

3.2.3 El (re)surgimiento de los “blancos pobres”

El efecto más notable de las políticas de discriminación positiva y los programas de empoderamiento negro sobre la minoría blanca sudafricana fue que hicieron evidentes la existencia de un grupo considerable de “blancos pobres”. El título de este apartado sugiere en primer lugar que éstos ya existían aunque aparentemente acabaran de surgir y, en segundo lugar, lo relativamente inconcebible o improbable que un blanco fuera “pobre”. Lo cierto es que para la realidad sudafricana esta frase refleja una coherencia innegable.

En cuanto a su debate terminológico, según J.F.W. Grosskopf la noción de “blanco pobre sólo podría originarse en un país en el que personas de piel clara y obscura viven juntas con un trato social relativamente cercano e indica que la pobreza entre los blancos se percibe más o menos como excepcional”.262 Además, este concepto “[…] implica que tradicionalmente los europeos disfrutan de un alto nivel de vida”.263 De esta forma, se observa el prestigio que la minoría blanca buscaba mantener y las consecuencias de una sociedad racialmente estratificada. El término fue usado ampliamente en los Estados Unidos y debido a dichas características resultó pertinente para Sudáfrica, siendo un fenómeno nada reciente.

En Sudáfrica, los “blancos pobres” constituían un gran número de la población blanca desde los siglos XIX y XX y, como se explicó en el Capítulo II, la mayor parte de los primeros inmigrantes blancos en el sur de África había vivido en condiciones precarias en Europa antes de emigrar. La proliferación de este grupo, que desde entonces era mayoritariamente afrikáner y campesino, se intensificó de 1880 a 1920 y sobre todo durante la década de 1930 como consecuencia de la crisis mundial de 1929. Este grupo sirvió como una amplia base de apoyo para el Partido Nacionalista que subiría al poder brevemente en la década de 1930 y a partir de 1948.

262 J.F.W. Grosskopf, citado por Zine Magubane en “The American Construction of the Poor White Problem in South Africa” en South Atlantic Quarterly, vol. 107, núm. 4, otoño 2008, Estados Unidos, Duke University Press, p. 697 263 Frederick A. Johnston, Class, Race and Gold. A Study of Class Relations and Racial Discrimination in South Africa, Reino Unido, Redwood Burn Ltd., Trowbridge & Esher, 1976, p. 63 133

En efecto, el PN respondió a las demandas de este grupo de personas creando un Estado de Bienestar consagrado a los blancos más vulnerables. Irónicamente, el régimen del apartheid aplicó una serie de programas y proyectos similares a las políticas afirmativas, incluso podemos asegurar que dicho régimen era de discriminación “positiva” para los blancos y sobre todo los pobres, a quienes se daba preferencia en empleos, vivienda y educación.264 Empero, las desventajas que provocaba a la mayoría de la población no blanca hacían injustificable el carácter positivo de dicha discriminación.

De acuerdo a la lógica con la que funcionaron las políticas afirmativas en la era post- apartheid, los hombres blancos recibirían la menor parte de los beneficios públicos a favor de las personas con capacidades diferentes, los “no blancos” y las mujeres, situándose en el escalón más bajo de las preferencias y las ventajas.

Para una acción correctiva, dicha situación está bien argumentada porque se suponía que los hombres blancos, al ser los más aventajados y privilegiados durante la segregación no serían afectados por dichas políticas, sino “nivelados”. Lo cierto es que estos programas omitieron que no todos los blancos eran ricos y al aplicarse no sólo agravaron la situación de los blancos que vivían en condiciones de pobreza, sino que aumentaron su número y sus índices de desempleo, lo cual significó el resurgimiento de obstáculos para la creación de identidad colectiva.

De acuerdo con el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, la proporción de blancos en condiciones de pobreza absoluta (población viviendo bajo la línea de pobreza) aumentó del 1.5% en 1995 al 8.9%265 en 2002 y alrededor del 10% en 2008, incrementando de manera severa (véase gráfica 5).266 Asimismo, el índice de desarrollo humano que habían alcanzado los blancos en la década de 1990, se redujo durante la primera década del 2000 para igualarse con la de 1980.267

Por otro lado, este fenómeno está directamente relacionado con la crisis de desempleo que afectó a todo el país, de tal manera que mediante las políticas afirmativas, la minoría blanca resultó nuevamente la más afectada. La tasa de desempleo de los blancos

264 Lindsay Beverly, “Toward Conceptual Policy…”, op. cit., p. 90 265 Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, South African Human Development Report 2003: the challenge of sustainable development in South Africa: unlocking the people‟s creativity, Ciudad del Cabo, Oxford University Press, 2003, p. 42 266 Alexandra Fuller y James Natchwey, “Los Hijos de Mandela”, op. cit., p. 17 267 Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, op. cit., p. 134

aumentó del 2% en 2000 al 5% en 2009,268 mientras tanto, el ingreso promedio de las familias blancas cayó 16% en el periodo 1996-2002.

GRÁFICA 5 PROPORCIÓN DEL DESEMPLEO EN SUDÁFRICA (1995-2001) 200 180 160 140 120 1995 100 80 2001 60 40 20 % cambio 95- 0 2001

FUENTE: Estadísticas Sudáfrica e Instituto Sudafricano de Relaciones Raciales.

Todos estos indicadores nos permiten constatar no solamente la ineficiencia de la aplicación de las políticas afirmativas, sino sus efectos contraproducentes para la mayoría sudafricana pobre, en general y la minoría blanca pobre, en particular, de tal forma que, como afirma Kenneth Good: “los blancos con un nivel bajo de calificación fueron marginados.”269 Dicha marginación acabó con el prestigio socioeconómico que guardaba la minoría blanca y que había intentado preservar durante toda su permanencia en África.

Cabe indicarse que estas acciones afectaron principalmente a los campesinos afrikáners empobrecidos cuyos “temores blancos” al gobierno de mayoría se habían hecho realidad, sin serlo para la gran mayoría de los blancos ricos que había mantenido sus privilegios.

268 Kenneth Good, The Liberal Model and Africa: Elites against Democracy, Reino Unido, Palgrave, 2002, p. 154 269 Ibíd., p. 158 135

Así, la situación de los “blancos pobres”, que en casi todos los casos se trataba más bien de “afrikáners pobres”, contrastaba notablemente con la opulencia sudafricana angloparlante, reabriendo las líneas que separaban al grupo blanco desde hacía dos siglos y, a su vez, fortaleciendo la identidad afrikáner entre un grupo más reducido.

Por otro lado, el incremento de los “blancos pobres” provocó el aumento del racismo y la persistencia de organizaciones de ultraderecha que volvieron a poner el énfasis en el separatismo, las ideas de supremacía blanca, el nacionalismo afrikáner y el uso de la violencia, lo cual puso en cuestión si la seguridad nacional estaba en peligro una vez más, como lo revisaremos más adelante.

Sin embargo, en este contexto de negatividad para la mayoría de los grupos sudafricanos, diversas acciones han dado muestras de identidad colectiva mediante el concepto central para este capítulo, la adaptación, y su contribución a la formación de identidad colectiva.

El primer aspecto a tomar en cuenta es que, si bien las acciones de Pretoria durante el gobierno de Mbeki no arrojaron los resultados esperados, y en cierto sentido fueron contraproducentes, su aplicación no carecía de legitimidad y era una muestra de los esfuerzos gubernamentales por modificar la estructura social del régimen del apartheid, lo cual en efecto logró dándole continuidad a la puesta en práctica de los objetivos formulados por el movimiento anti-apartheid. En sentido estricto, las políticas afirmativas provocaron que la desigualdad sudafricana se manifestara en clases sociales y no, hasta cierto punto, en “razas”, generando nuevas reglas y prácticas a los que todos los sudafricanos se someterían.

Siguiendo la idea anterior, podemos afirmar que la minoría blanca se adaptó, porque tuvo que enfrentar las nuevas condiciones políticas impuestas por un gobierno que representaba a la mayoría. Tuvo que seguir, en la medida de lo posible, el camino que le dictaban las nuevas reglas, de tal manera que por una parte, se rompió el patrón que socioeconómicamente dividía a blancos y negros, por otra, ambos grupos contribuyeron a la creación de un nuevo patrón adaptándose y obedeciendo las nuevas reglas (véase figura 6).

136

FIGURA 6 “LA POBREZA ENTRE BLANCOS Y NEGROS”

FUENTE: Elaboración del autor.

Asimismo, es importante mencionar que debido a estas condiciones se observa un importante éxodo de sudafricanos blancos, especialmente afrikáners, que han emigrado por condiciones económicas. No obstante, este grupo era el que había manifestado una identidad más sólida en relación con el territorio sudafricano y cuyas raíces históricas con los pueblos de Europa habían sido rotas por el tiempo, de tal manera que la mayoría está convencida de seguir viviendo en Sudáfrica. En este sentido, las etiquetas identitarias de este grupo van de la áfrikaner a la blanca y a la sudafricana, generando oportunidades para que se forme una nueva identidad.

Finalmente, debe observarse que el hecho de que existan “blancos pobres”, a pesar de ser un fenómeno negativo, permite la identificación entre éstos y los “negros pobres”, la inmensa mayoría, debido a que hace notoria la afectación de la pobreza a ambos grupos y la necesidad de combatirla estructuralmente y como un problema que transgrede las barreras raciales, pero también promueve el resentimiento, la nostalgia por los privilegios del apartheid y el odio a la nueva estructura. Debido a esto, consideramos que la etiqueta “pobre” cuenta aún con poca fuerza para constituirse como una identidad preponderante entre los sudafricanos, pero en el largo plazo también podría ser una etiqueta clave para la identificación entre los diversos grupos poblacionales del país.

3.2.4 Crimen y ¿Racismo invertido?

Además de los “blancos pobres” otro gran factor coyuntural que demuestra la adaptación de los blancos a la Nueva Sudáfrica, y que no es político, sino meramente

137

social y se manifestó de una forma que podría ser catalogada como violenta, es el crimen generalizado en el país, así como el argumento de la existencia de un “racismo invertido”.

La ola de crímenes que se expandió en Sudáfrica durante la era post-apartheid tiene su antecedente directo en el régimen de segregación y de acuerdo con Jamie Frueh, es un problema de orden, pues “al ser desmantelado el apartheid, el orden disminuyó significativamente”,270 así como las acepciones que se tenían respecto a la violencia.

Es decir, durante el citado régimen las acciones de violencia adquirían cierta aprobación porque muchas veces eran vistas como parte de la lucha contra el apartheid, mientras que a partir del gobierno de mayoría, la continuidad de los actos de violencia fue vista como un problema que debía ser combatido por el gobierno. En este sentido, la violencia en Sudáfrica no es un problema post-apartheid, sino un problema con historia que ha adquirido diversas interpretaciones.

Los crímenes, cometidos principalmente por “no blancos”, se presentaron de diversas formas, desde los robos a mano armada hasta los homicidios, especialmente contra granjeros y campesinos en las comunidades rurales, pasando por los abusos sexuales, sobre todo hacia mujeres. En general, por medio del temor que estas acciones crearon en la sociedad, se configuró una nueva serie de patrones y de formas de responder al respecto, como parte de una población “acostumbrada” a vivir con el riesgo. En este aspecto, la minoría blanca se sentía especialmente preocupada, como menciona Frueh:

Mientras todos los sudafricanos parecen atemorizados por el crimen, el temor se muestra particularmente poderoso entre los blancos, en parte porque éstos se habían acostumbrado a contar con el aparato de la fuerza del Estado para el cuidado de sus problemas particulares de seguridad. La dispersión del crimen fuera de las zonas negras ha forzado a los blancos a adaptarse a una nueva situación de seguridad.271

Así como para los “blancos pobres” se había hecho realidad el temor a perder la asistencia social que les brindaba el Estado racial, para un gran número de blancos “ricos” y de clase media, fue real el temor a la generalización de la violencia que acompañaría a un gobierno de mayoría negra y no precisamente porque ésta incrementara, ni porque aparentemente tuviera un carácter de lucha política justificada,

270 Jamie Frueh, op. cit., p. 132 271 Ibíd., pp. 140-141 138

sino porque el control que el Estado del apartheid mantenía sobre el crimen lo limitaba a las “áreas negras”, de tal manera que después de 1994 se “desbordó” hacia las áreas previamente blancas y vulneró la seguridad de dicha minoría (veáse anexos V y VI).

En estas condiciones, los indicadores respecto al fenómeno del crimen muestran una clara racialización del mismo. Al inicio del siglo XXI, 96% de los sudafricanos en prisión eran miembros de los grupos negro, coloured o indio, además de que un gran porcentaje de blancos consideraban que todo el crimen era perpetrado por negros.272 Por ello, gran parte de la población blanca percibía el crimen como una venganza de los negros en el marco de las barreras raciales creadas por la segregación, generando nuevos temores que se materializaron con acciones que fueron desde las medidas de seguridad extrema de sus viviendas, lo cual incluía en muchas ocasiones cercas electrificadas y perros feroces, hasta la continua emigración de un grupo considerable de blancos que atribuían al crimen su partida.

Se creó así un estado de seguritización como la define Ole Weaver:

La seguritización es un proceso discursivo y político, a partir del cual se construye un entendimiento intersubjetivo dentro de una comunidad política, con el fin de tratar algo como una amenaza existencial a un objeto de referencia valorado, para así hacer un llamado urgente sobre medidas excepcionales, y hacerle frente a las amenazas.273

El Reporte del Comité de Investigación sobre los Ataques en Granjas de Sudáfrica de 2003, identifica ocho factores como los principales contribuyentes a los altos índices de crimen en el país:274

 Pasado violento.- Durante el apartheid existió un gran número de crímenes perpetrados tanto por blancos como por negros.  Periodo de transición.- Con la transición democrática, la reconfiguración de la sociedad y el desmantelamiento del régimen de segregación aumentó el crimen.  Ciclo de violencia.- La historia política de Sudáfrica ha sido interpretada como un ciclo de violencia institucional o “cultura de violencia”.

272 Ibid., p. 142 273 Ole Weaver, citado en Hans Günter Brauch, “Seguritización del espacio y del objeto de referencia”, en Úrsula Oswald Spring y Hans Günter Brauch (eds.), Reconceptualizar la seguridad en el siglo XXI, México, UNAM, Senado de la República, LX Legislatura, p. 283. 274 Cfr. Criminal Justice Monitor, “”, en Report of the Committee of Inquiry into Farm Attacks, [en línea], Sudáfrica, Insituto de Estudios de Seguridad en África, 2003, Dirección URL: http://www.issafrica.org/CJM/farmrep/part12.pdf, p. 298 139

 Proliferación de las armas de fuego.- Sudáfrica es una sociedad muy armada, con tres millones y medio (2003) de armas legalmente poseídas y un número similar de armas de fuego ilegalmente poseídas.  Crimen organizado.- Las organizaciones criminales han aumentado desde 1994 aunados a la violencia política y el narcotráfico.  Población joven.- Uno de las características más importantes del crimen es que es perpetrado principalmente por adolescentes y jóvenes adultos.  Rapidez de la urbanización.- El aumento poblacional y el desempleo asociados al crecimiento de las ciudades sudafricanas ha hecho más propenso el crimen en éstas.  Debilidad del sistema de justicia criminal.275

Dentro de estos factores encontramos una clara relación entre los que respectan al pasado del apartheid y a la racialización del crimen que mencionamos anteriormente, al igual que con la transición democrática sudafricana. Sin embargo, los demás factores tienen una mayor relación con la problemática regional e internacional sudafricana, así como con los diversos problemas que la población enfrenta, como las pandemias, el desempleo y la pobreza, que si bien son resultado del régimen de segregación, también están vinculados a la realidad del África subsahariana y están generando nuevos puntos de referencia para la población, es decir, nuevas identidades.

Mientras que existen distintas percepciones del crimen entre los diversos miembros de la sociedad sudafricana, especialmente el temor por parte de los blancos, lo cierto es que este fenómeno está afectando de la misma manera a todos los grupos poblacionales. En ello acertó Frueh al utilizar su concepto de “etiquetas identitarias” para mostrar cómo prevalecen las categorías “criminales” (Alter) y “víctimas” (Ego) sobre “negros” y “blancos”, de tal manera que las viejas ideas del apartheid se dispersan ante un problema concreto que genera identidad entre todos los sudafricanos:

La creencia de que la raza puede ser usada como un simple indicador de todas las características importantes, es desafiada cuando etiquetas tan importantes para la sociedad como “criminal” y “víctima” no pueden ser encasilladas dentro de límites raciales. Como tal, el crimen se convierte en una fuerza para nuevos sistemas de

275 Cfr., ibíd., pp. 298-302 140

identidad social que rechaza la simplicidad del apartheid y abraza una identidad compleja y mutable.276

Esta situación ha generado nuevos problemas, como el incremento de la xenofobia, al culpar a extranjeros de ciertos países africanos como responsables del crimen organizado y a los emigrados como “sudafricanos falsos.” No obstante, en términos reales, el aumento de la criminalidad ha fortalecido la identidad sudafricana y las medidas que el Estado y la misma sociedad toman para protegerse de esta inseguridad.

Si bien el crimen fortaleció la identidad colectiva, sobre todo en las ciudades, uno de los escenarios del crimen en que más cercana estuvo la relación entre la violencia perpetrada y el racismo, fueron los asesinatos de un gran número de campesinos y granjeros blancos propietarios de tierras en localidades rurales. El Servicio Policíaco Sudafricano tipificó los ataques de este tipo mediante la siguiente definición:

Los ataques a granjas y minifundios se refieren a los intentos de homicidio, violación, robo o daño corporal dirigido hacia residentes, trabajadores o visitantes de granjas o minifundios. Asimismo, deben incluirse todas las acciones con el objetivo de perturbar las actividades comerciales de las granjas, por motivos relacionados con la ideología, disputas laborales, cuestiones de tierras, venganza, quejas, asuntos racistas o intimidación.277

A pesar de que en esta definición no se enfatiza en el carácter racial del problema, se hace referencia al racismo y a la ideología como causas del ataque. Además, se deduce que si la mayoría de las granjas comerciales seguían en manos de propietarios blancos aun después del desmantelamiento del apartheid, los ataques contra estos objetivos estarían claramente vinculados con la cuestión racial.

Se estima que para 2002, el número de granjeros blancos en Sudáfrica oscilaba entre los 40,000 y 45,000278 y, de acuerdo con diversas fuentes, se calcula que el número de homicidios hacia este grupo supera los 3,000 en el periodo 1994-2010.279

276 Jamie Frueh, op. cit., p. 277 Human Rights Watch, “‟Farm Attacks‟: Violent Crime Against Farm Owners”, en Unequal Protection. The State Response to Violent Crime on South African Farms, Estados Unidos, Human Rights Watch, 2001, p. 63 278 Genocide Watch, ”Over 1000 Boer Farmers In South Africa Have Been Murdered Since 1991”, [en línea], GenocideWatch.org, Estados Unidos, 2002, Dirección URL: http://www.genocidewatch.org/images/SAfrica2002Over1000BoerFarmersInSouthAfricaHaveBeen MurderedSince1991.pdf [consulta: 13 de abril 2011] 141

El total de blancos asesinados representa el 7.5% del total de la comunidad granjera blanca y estos ataques también se relacionan con la emigración de un gran número de granjeros que argumentaban las críticas condiciones del crimen en las zonas rurales, especialmente cuando se trataba de granjeros blancos. Además, este fenómeno se vincula con los frustrados intentos del gobierno por lograr un avance de envergadura en cuanto a la reforma agraria iniciada desde 1994 con logros mínimos, así como con los problemas en Zimbabwe respecto a la expropiación de las granjas blancas fomentada por el presidente Mugabe, pues muchos granjeros zimbabwenses encontraron en Sudáfrica su nuevo hogar.

Todos estos problemas dieron indicios de la existencia de un racismo hacia los blancos, sin embargo consideramos que esta inversión del racismo es incorrecta. A pesar de que existe una clara racialización de la sociedad sudafricana, el principal motivo por el cual existe el crimen es económico y conforme van cambiando los patrones que vinculan a los blancos con la riqueza, el racismo hacia los blancos va careciendo de sentido. No pasa lo mismo con el racismo convencional en el país, pues éste sigue estando latente entre muchos miembros de la minoría blanca en todos sus estratos socioeconómicos y especialmente entre los blancos pobres, cuyos temores a un gobierno de mayoría negra se han convertido en un profundo desprecio hacia los negros que muchas veces vuelve a caer en la categoría decimonónica de racismo.

En este sentido, no consideramos que el racismo se haya invertido porque su definición tradicional, y sobre todo durante el apartheid, se basaba en la inferioridad que se atribuía a los “no blancos” y, por consecuencia, su discriminación, y es innegable que ese tipo de racismo ha prevalecido, a pesar de que se ha disimulado considerablemente. Ahora bien, las políticas afirmativas podrían ser clasificadas dentro de la definición estricta de discriminación racial,280 no obstante, la necesidad de disminuir precisamente las desigualdades raciales hacen de éstas “justificables” por su carácter correctivo.

Por otro lado, lo que no se puede negar es que los sentimientos de odio y venganza en términos raciales, han incrementado notablemente entre muchos miembros de la

279 Dan McDougall, “White farmers „being wiped out‟”, [en línea], The Sunday Times, 28 de marzo, 2010, Reino Unido, Dirección URL: http://www.timesonline.co.uk/tol/news/world/ africa/article7078730.ece, [consulta: 14 de marzo 2011] 280 Véase, Edmundo Hernández-Vela Salgado, op. cit., pp. 414-415 142

mayoría negra y crean obstáculos para la identidad colectiva sudafricana, pero su transformación es susceptible de los nuevos retos que enfrenta la sociedad en general.

El crimen y el racismo fueron problemas que el gobierno no pudo controlar con sus políticas; el caos que había generado la desigualdad, el desempleo y las enfermedades colocan al Estado sudafricano en una condición limitada y esto propicia la proliferación de diversos agentes que participan en el control de estos problemas. Un ejemplo claro es la seguridad privada o la privatización de la seguridad, como parte de la seguritización que anteriormente definimos y que entre la comunidad blanca fue ampliamente usada. Según Beall, Gelb y Hassim, “la capacidad limitada del Estado significó que la aplicación de políticas descansó fuertemente en actores no estatales.”281 Estos agentes adquirieron un papel relevante porque eran quienes verdaderamente garantizaban muchos aspectos de la seguridad de las personas, fortaleciendo la categoría de “víctimas” contra “criminales”.

Asimismo, la extensión de la violencia propició la proliferación de organizaciones civiles contra el crimen que transgredieron las barreras raciales y le dieron continuidad al activismo y la militancia de la que había sido la lucha contra el apartheid, uniendo las voces de la sociedad civil sudafricana respecto a objetivos comunes en los que las categorías raciales van careciendo de importancia paulatinamente. Según Ballard, Habib y Valodia, la crítica hacia el gobierno y hacia las élites hace comunes estos movimientos y en cierto sentido, los ha originado dentro de la era post-apartheid, esta génesis les produce indudablemente una identidad inicial. No obstante, el origen y la evolución que hacen comunes estos movimientos es también donde su similitud termina,282 debido a las distintas causas que persiguen, dándole relevancia a otras etiquetas identitarias que parten del objetivo común de combatir el crimen.

Un buen ejemplo de lo anterior son las organizaciones de mujeres contra la violencia hacia el género femenino, que parten de la identificación entre mujeres que combaten el legado del racismo del apartheid y de muchas instituciones africanas en general, que han provocado que las mujeres sudafricanas, sin importar el color de su piel, sean parte

281 Jo Beall, Stephen Gelb y Shireen Hassim, “Fragile Stability: State and Society in Democratic South Africa”, en Journal of Southern African Studies, vol. 31, núm. 4, diciembre 2005, Estados Unidos, Taylor and Francis Ltd., p. 686 282 Cfr. Richard Ballard, Adam Habib y Imraan Valodia, “Making Sense of Post-Apartheid South Africa‟s Voices of Protest”, en Richard Ballard, Adam Habib y Imraan Valodia (eds.), Voices of Protest: social movements in post-apartheid South Africa, Scottsville, Sudáfrica, University of KwaZulu-Natal, 2006, 143

de uno de los grupos con mayores desventajas en el país y con un grado importante de vulnerabilidad respecto a la violencia cometida contra su género. Entre las organizaciones más enérgicas se encuentran aquellas dirigidas por sudafricanas blancas sin base racial y caracterizadas por su fuerte oposición al gobierno, así como el rechazo de su financiamiento para mantener su autonomía frente al mismo.283

No menos importantes son las asociaciones de granjeros que muchas veces se radicalizaron y cayeron en la categoría de organizaciones consideradas como violentas, como se analizará posteriormente, otorgándole a su activismo un carácter extremista basado en una ideología conservadora.

En general, la mayoría de estas organizaciones, fundadas por iniciativa de blancos, ampliaron rápidamente su base de apoyo debido a que el crimen se convertía cada vez más en un problema que afectaba a todos los grupos poblacionales e incluso a las clases sociales.

Thomas Risse explica la proliferación de estos grupos en sociedades donde la presencia del Estado es limitada,284 debido a las condiciones de los países en los que es difícil asignar categorías teóricas que pueden servir para explicar los fenómenos cosmológicos del eurocentrismo, pero ignoran la visión de las comunidades no eurocéntricas, que manipulan de forma propia las acciones políticas y sociales a su cargo.

En términos generales, podemos afirmar que la violencia en el país provocó la multiplicación de agentes que intervendrían en el proceso de cambio sudafricano, permitiendo la identificación entre los diferentes grupos poblacionales y fortaleciendo instituciones que consideran imprescindible combatir el crimen por todos los medios. Esta situación también es parte de un doble proceso en el que conforme se fortalecen las categorías identitarias que unen a todos los sudafricanos, también se fortalecen aquellas que consolidan las identidades particulares. Entre ellas podemos mencionar a los afrikáners y a las mujeres, así como los partidos políticos que representan los medios de defensa de sus identidades, ante problemas que no han podido ser resueltos efectivamente por el gobierno en turno.

283 Cfr. Hanna Britton, “Organising against Gender Violence in South Africa” , en Journal of Southern African Studies, vol. 32, núm. 1, Edición especial: Women and the Politics of Gender in Southern Africa, vol. 32, núm. 1, marzo 2006, Estados Unidos, Taylor and Francis Ltd., p. 152 284 Risse- Kappen se refiere al término en ingles Statehood, que aquí tradujimos burdamente como “presencia del Estado”, véase Thomas Risse-Kappen, “Governance in Areas of Limited Statehood. How Far Do Concepts Travel?”, op. cit. 144

3.3 La respuesta de la minoría blanca

Las acciones políticas y sociales llevadas a cabo para transformar la situación de la minoría blanca, así como sus principales efectos, estuvieron acompañados por una importante reacción dirigida por múltiples agentes de este grupo con intensidades distintas. Por una parte, la sociedad civil blanca se organizó en diversas agencias y a nivel político se formaron diversos partidos que o buscaban proteger los intereses de la minoría blanca o eran apoyados por miembros de este grupo. Por otra parte, resurgió un sector sociopolítico radical integrado por algunas organizaciones de corte racial extremista que evocaban o bien la “supremacía blanca” de los siglos anteriores o el separatismo, con el fin de preservar la cultura blanca, sobre todo afrikáner, en un nuevo Estado.

Ambas respuestas al nuevo gobierno pusieron en cuestión el “éxito” de la Nueva Sudáfrica multirracial, sobre todo en cuanto a sus nuevas reglas cimentadas con la democracia y la protección de los derechos humanos e incluso cuestionaron la seguridad nacional.

3.3.1 La política sudafricana “blanca”

El marco de igualdad que estableció el gobierno de mayoría en la Nueva Sudáfrica con base en los principios del liberalismo y la democracia enfrentó uno de sus mayores retos cuando se hizo evidente que, en materia electoral, la política seguía fuertemente racializada, no sólo como consecuencia de la persistencia del pasado histórico, sino de la búsqueda de nuevas identidades políticas por parte de la ciudadanía blanca, la cual, como resultado de las políticas gubernamentales y la percepción de ciertas agresiones sociales contra su grupo, sentía la necesidad de proteger políticamente sus intereses.

El ascenso de la oposición sudafricana blanca se institucionalizó con la base de apoyo que los blancos conformaron en torno a ciertos partidos políticos, situación que se manifestó en la descrita elección general de 1999 y se consolidó con la coalición que formaron en junio del 2000 los dos partidos asociados con la minoría blanca más

145

importantes: el Nuevo Partido Nacionalista y el Partido Democrático, mediante la llamada Alianza Democrática (AD): 285

Nuevo Partido Nacionalista

+ = Alianza Democrática

Partido Democrático

Consideramos que esta coalición fue una de las acciones más trascendentes para que la oposición política “blanca” se consolidara a partir de una base de apoyo racializada, con efectos importantes para las futuras elecciones. Podemos afirmar que la alianza selló la racialización política opositora porque como se vio en los Capítulos I y II, el NPN y el PD tienen orígenes político-ideológicos muy distintos y meramente contradictorios (ver anexo VII). Durante el apartheid, estos partidos eran incluso enemigos, de tal manera que el único denominador común con el que contaron en la era post-apartheid fue la base de apoyo blanca con la que contaban, sobre todo afrikáner, en el caso del NPN, y angloparlante, en el caso del PD.

Consagrada en el año 2000, la coalición solamente existió durante un año, toda vez que en 2001 el NPN, al cambiar su estrategia electoral, se separa de la misma para buscar su propia base de apoyo al interior del CNA,286 ante el descontento de muchos de sus partidarios. Sin embargo, el PD mantiene el nombre de Alianza Democrática y aparentemente, hereda la base de apoyo que había alcanzado mediante su fusión con el NPN que contaba con el apoyo de un gran número de afrikáners y coloureds, que son en su mayoría afrikaansparlantes, sobre todo de la provincia del Cabo Occidental, cuya legislatura había mantenido el NPN desde la caída del régimen de segregación.

La potencialidad “blanca” de la Alianza Democrática se reflejó en la elección general de 2004, pues el NPN perdió aún más votos que en la elección anterior, obteniendo sólo el 1.65% del total y perdiendo ante el CNA la legislatura de la provincia del Cabo Occidental, mientras que la AD aumentó nuevamente la proporción de votos ganados,

285 Conocida en inglés como Democratic Alliance (DA), véase, Hennie Kotzé, “A Consummation Devoutly to be Wished? The Democratic Alliance and Its Potential Constituences”, en Southall, Roger (ed.), op. cit., p. 117 286 Cfr. Hilda Varela, “Las Elecciones Generales de 2004: Sudáfrica y Malawi”, en Estudios de Asia y África, vol. 39, núm. 2, mayo-agosto 2004, México, El Colegio de México, p. 431 146

alcanzando el 12.37% y manteniéndose como oposición oficial durante el segundo periodo de Mbeki. 287

La situación para el NPN es tan crítica que un año después de estas elecciones, en 2005, el partido se disuelve288 y, mientras que muchos de sus miembros se incorporan al CNA, otros regresan a la AD. Así finaliza la historia del partido que durante todo un siglo simbolizó el sueño del nacionalismo blanco afrikáner. Las nuevas condiciones políticas permitieron entonces la inserción de nuevas ideas con mayor vigencia en el espectro político y evidenciaron la caducidad de algunas otras.

Para la elección de 2004, la AD había comprendido que no podía mantener una oposición con base blanca y/o coloured y por ello buscó su adaptación. Es decir, si la base de apoyo no involucraba considerablemente a miembros de la mayoría negra, la AD o cualquier otro partido que ostentara la etiqueta de oposición oficial no sería una verdadera oposición porque representaría solamente a una minoría en correlación directa con la racialización de la política. En esto acertó Kotzé al referirse a la propensión de la AD a marginarse.289

Debido a esto, la AD cambió su estrategia en la campaña electoral de 2004 para obtener el voto de los negros, lo cual explica la presentación de Tony Leon en diversas zonas negras marginadas y su aparición pública tomando entre sus brazos niños negros con SIDA,290 criticando de esta forma las políticas y el discurso de Mbeki.

Sin embargo, su principal base de apoyo continuó siendo preponderantemente blanca. Este partido generó rápidamente una identidad entre el grueso de la ciudadanía blanca por la protección de intereses que manifestaba a partir del discurso de los principales líderes, siendo el más representativo, durante el periodo de Mbeki, Tony Leon, angloparlante de ascendencia judía. Dentro de este fenómeno es muy útil el concepto de interés entendido desde el enfoque constructivista,291 pues a partir de la protección de los intereses que durante la transición y después de ella se convirtieron en “intereses

287 Cfr. Ídem 288 Cfr. Walton R. Johnson, “Are „whites‟ in South Africa ready for democracy?”, en Social Identities, vol. 14, núm. 5, septiembre 2008, Estados Unidos, Routledge, Taylor and Francis Group, p. 37 289 Cfr. Hennie Kotzé, “A Consummation Devoutly to be Wished…”, en op. cit., p. 133 290 Cfr. Karen E. Ferree, Framing the Race in South Africa. The Political Origins of Racial Census Elections, Estados Unidos, Cambridge University Press, p. 112 291 Alexander Wendt, op. cit., p. 128 147

blancos”, fue posible la creación de símbolos políticos que reflejaran la protección de los mismos.

Uno de los aspectos del gobierno de Mbeki que más criticó la AD fue la discriminación positiva, mediante un argumento “no-racial” que sin embargo, se racializaba automáticamente por discrepar entre los intereses de la mayoría negra y la minoría blanca. Entre los discursos más enérgicos encontramos el de Leon, que se oponía a la argumentación de que eran necesarias estas acciones que utilizaban categorías raciales para aventajar a los desaventajados. Este político utilizó por el contrario argumentos liberales para criticar la discriminación positiva, las cuales sin embargo, generaban identidad entre los blancos por atacar una política que la minoría blanca consideraba como amenazante.

El lenguaje de Leon fue también utilizado por un gran número de periodistas y editores blancos quienes, en opinión de Dolana Mogadime, “en su mayoría protegen, apoyan o buscan reimplantar simbólicamente los intereses de la población blanca.”292 Más adelante, diversos políticos y periodistas blancos enfatizarían en la lucha contra el crimen y la ineficiencia gubernamental del CNA para combatirlo. En un principio esto era visto como un problema contra blancos, pero a medida que la violencia incrementa y se fortalece la identidad de “víctimas”, la AD buscaría ampliar su base de apoyo con este argumento.

La oposición política “blanca” creó diversas interpretaciones del fenómeno. Puntualizaremos a continuación tres:

 La cuestión identitaria, ampliamente ligada a la cuestión racial y a la cohesión étnica, resultó la principal visión de la situación, en el sentido en el que el voto por un partido representaba una manifestación de la identidad cultural, étnica o incluso racial del votante.  El pragmatismo de los votantes en búsqueda de la protección de sus intereses, que coincidían con un “interés blanco”, reflejó ciertos comportamientos electorales.  La combinación de identidades e intereses, vista desde el constructivismo, que refleja a nuestro parecer la mejor manera de entender estas nuevas conductas

292 Dolana Mogadime, “Elite Media Discourses: A Case Study of the Transformation of the Administrative Judiciary in South Africa”, Journal of Black Studies, vol. 35, núm. 4, marzo 2005, Estados Unidos, Sage Publications, p. 156 148

sociopolíticas acontecidas en Sudáfrica en el sentido en que los intereses de la minoría, asegurados mediante el mantenimiento de su posición privilegiada, o al menos en el estrato medio que muchos conservaban, formaron identificaciones a partir de la militancia de los partidos que implícita o explícitamente presentaban credenciales de protección de sus intereses, otorgándole una explicación fundamentada a lo que se ha conocido académicamente como un “censo racial”,293 interpretando de esta forma la manera en que se han llevado a cabo las elecciones en el país.

Lo cierto es que estas tres interpretaciones toman muy en cuenta los efectos del régimen de segregación racial y no hacerlo complicaría seriamente la explicación de la oposición política que se ha formado. Por estos motivos es y ha sido criticada la postura de la AD que urge al gobierno y a los ciudadanos a dejar de utilizar las categorías raciales en lugar de las de clases sociales, cuando en realidad, a partir del prejuicio racial configurado durante el apartheid, se van urdiendo las tramas de las diversas etiquetas que identifican a los sudafricanos de todos los tipos y todas las clases. No es casualidad entonces los intentos de la AD porque el olvido sea rápido y responda a un “interés blanco”, de acuerdo con Mogadime “[…] no es sorprendente que los blancos sean los más interesados en que se olviden rápidamente las injusticias del pasado y visualicen un futuro de integración”.294

En razón de esto, surge la necesidad de los blancos de buscar nuevos referentes para crear nuevas reglas. En el discurso la AD no es racial. Sin embargo, el comportamiento electoral sí lo es, por lo que el cambio no surtirá efecto si no se origina en el seno de la sociedad blanca que presencia un momento propicio para el cambio de identidad, de acuerdo a las reglas de las instituciones sudafricanas.

Para finalizar este apartado y darle un mayor sustento a lo que hemos considerado como “oposición política blanca” observaremos el caso de algunos países del sur de África con importantes minorías blancas, notablemente Namibia y Zimbabwe en donde existe una correlación, no casual, entre el partido que se ha convertido en “dominante” y la oposición dominada o fundada por iniciativa de la población blanca.

293 Karen E. Ferree, “Explaining South African Racial Census” en The Journal of Politics, vol. 68, núm. 4, noviembre 2006, Reino Unido, Cambridge University Press, Southern Political Science Association, p. 803 294 Dolana Mogadime, “Elite Media Discourses…”, op. cit., p. 156 149

En el discurso los partidos de oposición “blancos” en los países del sur de África con importantes minorías blancas utilizaron el argumento “democrático” para oponerse al gobierno en turno, como si se tratara de gobiernos unipartidistas, mientras que los partidos gobernantes hacen referencia a lo “nacional” y a lo “africano”, en búsqueda de cohesión nacional. Lo cierto que al menos en el corto plazo, los gobiernos de Namibia, Zimbabwe y Sudáfrica, seguirán estando representados por miembros de la OPASO, la ZANU-PF y el CNA,295 respectivamente, mientras que las oposiciones “blancas” deberán ampliar su base de apoyo entre los diversos grupos étnicos si desean constituir una verdadera oposición democrática (véase tabla 8).

TABLA 8 “PARTIDOS POLÍTICOS EN EL SUR DE ÁFRICA Y SUS BASES DE APOYO”

Zimbabwe Namibia Sudáfrica

Partido en el ZANU-PF OPASO CNA poder (que (1980- ) (1990- ) (1994- ) representa a la mayoría negra)

Oposición Movimiento por el Alianza Democrática Alianza Democrática oficial (fundada Cambio Turnhalle (1989-1999) (antes de 2000 “Partido por la minoría Democrático Congreso de Democrático”) blanca) (2000- ) Demócratas (1999- (1999- ) 2009) Rally por la Democracia y el Progreso (2009- )

Partido de Alianza Grupo Acción Monitora Frente Plus de la Libertad ultraderecha Conservadora de (blanca) Zimbabwe FUENTE: Elaboración del autor

3.3.2 El resurgimiento de la supremacía blanca y el separatismo étnico

Además de la lucha electoral “democrática” que se manifestó en la participación de los blancos en la política sudafricana, los derrotados y divididos sectores conservador y ultraconservador blanco, que habían desaparecido relativamente del escenario sudafricano durante los primeros años de la era post-apartheid, resurgieron con distintos grados de intensidad durante la era de Mbeki. De un lado, un sector extremista dispuesto a utilizar la violencia y el terror puso en cuestión la seguridad del país; del

295 La excepción más probable sería Zimbabwe, donde el partido dominante, presidido desde 1980 por el presidente Robert Mugabe enfrenta una fuerte oposición política por los miembros del MDC, así como otros problemas sociales, económicos e internacionales. Sin embargo, el MDC ya no representa a la minoría blanca de Zimbabwe, pues ésta ha desaparecido virtualmente del país. 150

otro, una facción conservadora, pero pacifista y relativamente tolerante, decidió negociar su reconocimiento y apoyo para la consecución de sus objetivos.

I. Los movimientos radicales

Durante la era post-apartheid fueron notables diversos hechos que pusieron en cuestión la seguridad de la estabilidad del Estado y de manifiesto la presencia de un terrorismo basado en el extremismo racial de ciertos grupos blancos. Los más significativos han sido los perpetrados por el grupo armado .296 El primero de ellos fue cometido en Worcester en la Navidad de 1996 y el segundo, conocido como los “Bombardeos de Soweto”, en el suburbio del mismo nombre en 2002.

El caso de Worcester provocó una gran sorpresa y consistió en el estallido de dos bombas en una zona comercial situada apenas calle abajo de la comisaría y la sede de la Iglesia Reformada Holandesa. El atentado cobró la vida de cuatro personas, incluyendo tres niños y casi setenta heridos, todos negros o coloureds.297

Asimismo, poco después de la media noche del 30 de octubre de 2002, explotaron ocho bombas en Soweto, el suburbio negro más grande de Sudáfrica, causando la muerte de una mujer e hiriendo severamente a su marido. Con la realización de las ulteriores investigaciones se llegó a la conclusión de que el atentado había sido perpetrado por miembros del grupo separatista Boeremag, del cual veinte militantes resultaron culpables tanto por los atentados, el asesinato y “conspiración para derrocar al gobierno”.298 Este acontecimiento preocupó seriamente a políticos y observadores del escenario sudafricano debido a las conjeturas que surgieron a raíz de las investigaciones realizadas.

La principal inquietud que se originó fue el resurgimiento de movimientos extremistas que, utilizando principios fundamentalistas, generaran un estado de terror en el país y representaran una vez más una amenaza para el desarrollo de la integración poblacional en Sudáfrica.

Dicho resurgimiento coincide con la reconfiguración de ciertas líneas de política exterior por las potencias mundiales a raíz de la “Guerra contra el Terrorismo”,

296 “Fuerza Bóer” en afrikáans 297 Cfr. Martin Schönteich y Henri Boshoff, op. cit., p. 46 298 Cfr. Martin Schönteich y Henri Boshoff, op. cit., p. 57 151

posterior a los atentados del 11 de septiembre de 2001 en los Estados Unidos, por lo que la cuestión de la seguridad estatal se volvió muy importante.

En Sudáfrica, ciertos movimientos no tardaron en ser clasificados como terroristas, especialmente Boeremag debido a la violencia de sus actos y al fundamentalismo de su ideología, la cual ha estado cercanamente ligada a la secta “Visión de Israel” que considera que “Adán es sólo el padre de la raza blanca”299 y, por lo tanto, que los blancos son el pueblo elegido de Dios. Además de que los medios que considera necesarios para alcanzar la independencia de una república bóer blanca, son innegablemente la violencia y el terror.

Asimismo, el viejo grupo Movimiento de Resistencia Afrikáner, en la sombra desde que Eugène Terre‟Blanche fue condenado a cumplir una sentencia en prisión de 2001 a 2004,300 se reactivó en 2008 después de que su líder, al cual la CVR había otorgado ya la amnistía, lo convirtiera en partido político. Los motivos del resurgimiento de la organización estaban claramente relacionados con los asesinatos a granjeros y el desbordamiento del crimen. Entre sus promesas se encontraba la campaña por una “república afrikáner libre”, prometiendo llevar la iniciativa a la Corte Internacional de Justicia para lograr los objetivos de la misma.

La mayoría de los grupos violentos y de ultraderecha se disolvieron al comenzar el siglo XXI, con el retiro o la muerte de sus grandes líderes, entre ellos Viljoen del Frente de la Libertad en marzo de 2001, respecto al primer caso y Jaap Marais, dirigente del PNR en agosto de 2000 y Robert van Tonder, líder del Partido del Estado Bóer un año después; respecto al segundo caso,301 además del mencionado encarcelamiento de Terre‟Blanche.

El resurgimiento de las organizaciones supremacistas blancas está íntimamente ligado a la problemática que enfrentan los blancos en Sudáfrica en la era post-apartheid, especialmente las consecuencias de la discriminación positiva, como el desempleo, los ataques a las granjas de blancos y la amenaza que representan las políticas estatales para la preservación de la cultura blanca, específicamente afrikáner, de donde provienen la mayoría de los grupos extremistas.

299 Walton R. Johnson, “Are „whites‟ in South Africa ready for democracy?”, op. cit., p. 625 300 Cfr. Martin Schönteich y Henri Boshoff, op. cit., p. 34 301 Cfr. Ídem 152

En este sentido, la principal amenaza que enfrentan los afrikáners como pueblo es identitaria y se refleja claramente en las políticas lingüísticas del país, que a pesar de reconocer once lenguas oficiales, no se ha esforzado por fomentar o preservar la lengua afrikáans, de importancia fundamental en la zona occidental del territorio, donde se ha fomentado el uso del inglés como lingua franca en detrimento de dicho idioma. Ante dicha situación, el resurgimiento de estos grupos frustra la formación de identidad colectiva al omitir la autorrestricción, en el sentido de Wendt, que se supone debería aplicar para completar su adaptación en la Nueva Sudáfrica, pues utiliza la violencia contra objetivos que considera contrarios a su ideología.

II. Los movimientos separatistas

Ante los movimientos violentos que demostraron sus temores o inconformidad con el gobierno de mayoría, así como su incapacidad para formar identidad colectiva, ha surgido otra alternativa pacifista, que busca negociar la autodeterminación de las comunidades con una identidad cultural para lograr la preservación.

Nos referimos a los movimientos basados en la identidad étnica que si bien continúan abogando por el separatismo estatal como objetivo común, no necesariamente deben ser clasificados como radicales por el carácter pacífico que ha adquirido la manera en que planean llevar a cabo sus objetivos.

A pesar de que se trata de metas incompatibles con las del gobierno sudafricano en turno y de la propia constitución del Estado, estos movimientos han adquirido legalidad y legitimidad en un contexto en el que las identidades étnicas y de las minorías comienzan a cobrar relevancia a nivel internacional al ser consideradas por las políticas de los Estados.

Las causas del surgimiento de esta alternativa se remontan a la transición política del país y sobre todo a los “temores blancos” surgidos en ese periodo en el seno de la minoría blanca, pero también al cariz que adquirió este grupo de afrikáners pobres a partir de 1994 cuando, en términos sociopolíticos, había dejado de ser una minoría dominante para convertirse en una minoría como se entiende en muchos de los casos internacionales en los que se utiliza el término para referirse a un grupo poblacional pequeño y relativamente vulnerable, generalmente constituyendo una entidad con una

153

cultura ajena o distinta a la de la mayoría,302 como sería el caso de los kurdos en Turquía o de los sami en Finlandia.

Si bien en Sudáfrica su vulnerabilidad no fue tan notoria e inmediata, innegablemente fortaleció la identificación entre los blancos, sobre todo entre los afrikáners que definitivamente se habían convertido en el grupo blanco más endeble. Esta población ha conformado movimientos que han expresado su ideología con base en los derechos de autodeterminación de los pueblos, de preservación cultural y de derechos de las minorías, adaptándose al nuevo contexto internacional y considerando la posición en la que se encuentra el grupo blanco en Sudáfrica.

Los afrikáners se han organizado políticamente en ciertos partidos, siendo el más importante el Frente de la Libertad que, después del retiro de Viljoen en 2001, fue dirigido por Pieter Mulder quien a pesar de un apoyo reducido, logró aumentar ligeramente el desempeño del partido en las elecciones de 2004, reconstituyéndolo bajo el nombre de Frente de la Libertad Plus (FLP), resultado de la fusión entre el Partido Conservador, la Unidad de Resistencia Afrikáner, la Alianza Federal y el Frente de la Libertad.

La representación que significó el FLP para la identidad étnica afrikáner y sus vías de acción, le han permitido al partido criticar legítimamente las acciones del gobierno, además de proponer políticas de protección hacia las minorías. Esta representación ha sido reconocida también internacionalmente, notablemente cuando la Organización de las Naciones y Pueblos No Representados (ONPNR) aceptó por unanimidad la candidatura del pueblo afrikáner para convertirse en miembro de la asociación durante su IX Asamblea General del 16 al 17 de mayo de 2008 en Bruselas, Bélgica.303 La importancia de la inclusión de los afrikáners en este grupo de pueblos es que se les dio la categoría de pueblo sin representación y, por ende, sin autodeterminación respecto a sus derechos culturales y colectivos.

El único ejemplo concreto que existe en Sudáfrica en relación con el separatismo étnico y que es a su vez el primer intento por consolidar un Estado blanco afrikáner en el largo

302 Cfr. Karl-Heinz Hillmann, op. cit., p. 585 303 Cfr. Organización de las Naciones y Pueblos No Representados, “Afrikaner”, [en línea], Unrepresented Nations and People‟s Organization, octubre 2009, La Haya, Dirección URL: http://www.unpo.org/images/member_profile/afrikaneroct2009.pdf, [consulta: 9 de abril de 2011] 154

plazo es el del pueblo de Orania,304 localidad del Cabo Septentrional que se fundó en 1991 con el propósito de preservar la cultura afrikáner, fundamentada en la lengua afrikáans, la religión cristiana (de corte calvinista) y la historia común del pueblo bóer en virtud del territorio sudafricano. Este pueblo constituye un caso excepcional que se ha denominado a sí mismo como “reserva afrikáner”, de la forma en la que durante el apartheid se designó “reservas” a los bantustanes negros.

Orania es considerada por muchos como el incipiente proyecto de lo que sería en última instancia el Estado del pueblo afrikáner o Volkstaat, cuya iniciativa ha sido defendida y fomentada por el FLP, partido preponderante en las elecciones de esta comunidad. A pesar de no llegar a 1,000 habitantes, todos son étnicamente afrikáners y, aunque de no es un pueblo exclusivo, sus dirigentes argumentan que ningún “no afrikáner” ha pretendido mudarse al mismo. En palabras de Kirchick, el objetivo inicial de Orania era constituir un Estado afrikáner:

[…] la esperanza de sus fundadores era que Orania constituyera el núcleo de un naciente país afrikáner, o Volkstaat. Éste se extendería del Karoo al límite con Namibia en el norte y 500 millas al oeste de la ciudad minera de diamantes de Kimberley hasta el Océano Atlántico, formando un „corredor‟ afrikáner en la parte occidental de la actual Sudáfrica.305

Con un estilo parecido al del Movimiento Sionista Internacional, los dirigentes de Orania y del FLP han propuesto la independencia o al menos autodeterminación del pueblo y “territorio” afrikáner con la intención de auspiciar a todo aquel que se considere a sí mismo como afrikáner y desee vivir allí, sentando las bases para la ulterior construcción de un Estado propio. La propuesta del Volkstaat adquirió gran fuerza durante la transición, solicitando gran parte del territorio sudafricano occidental y de Namibia (véase mapa 3). Actualmente, la propuesta continúa siendo una prioridad para el FLP pero más moderada y considerando muchos de los aspectos de la realidad sudafricana de nuestros días (véase mapa 4).

304 En diciembre de 1990 […] con la supresión del gobierno blanco en el horizonte, un grupo de treinta derechistas conocidos como el Frente de la Libertad Afrikáner, compró Orania al gobierno por la suma de 1.5 millones de rands (200,000 dólares aproximadamente). Se establecieron alrededor de 350 afrikaners y abrió oficialmente el 11 de abril de 1991. Véase, James Kirchick, “In Whitest Africa: The Afrikaner Homeland of Orania”, en The Virginia Quarterly Review, vol. 84, núm. 3, verano 2008, Estados Unidos, p. 76 305 Ibíd., p. 77 155

Las organizaciones supremacistas y separatistas blancas constituyen el principal reto para la democracia en Sudáfrica en relación con el papel sociopolítico de la minoría blanca, pero su transformación ideológica y práctica ha reducido las inquietudes en torno a verlas como retos para la seguridad nacional e incluso graves obstáculos para la formación de identidad colectiva.

MAPA 3 Propuesta del Volkstaat 1990

ORANIA

FUENTE: Brian M. Du Toit, “The Far Right in Current South African Politics, en The Journal of Modern African Studies, vol. 29, núm. 4, diciembre 1991, Reino Unido, Cambridge University Press, p. 642

En el caso del movimiento radical (ver pp. 153), éste continúa cobrando relevancia para el Estado sudafricano y debe ser considerado en las futuras transformaciones sociales que enfrente el país. Coincidimos con la idea de Schönteich y Boshoff quienes aseguran que la ultraderecha blanca no representa una amenaza para la seguridad del país, debido a la debilidad numérica de los miembros de grupos extremistas en organizaciones de corte violento o en el mismo ejército y la policía sudafricanos en los cuales además la mezcla racial es considerable,306 pero consideramos que la reducción de estos números radica más bien a la adaptación generalizada que ha provocado la aplicación de las nuevas reglas en el país, ante las cuales es posible lograr una identificación colectiva en función del interés de la minoría blanca, tomando precauciones para evitar sumergirse ante la preponderancia de la mayoría.

306 Cfr. Martin Schönteich y Henri Boshoff, op. cit., p. 92

156

MAPA 4 Propuesta del Volkstaat 2010

ORANIA

FUENTE: Schönteich, Martin y Boshoff, Henri “Evolution of the White Right”, en „Volk‟, Faith and Fatherland. The Security Threat Posed by the White Right, Sudáfrica, Monograph, Institute for Security Studies, 2003, p. 45

En cuanto al movimiento separatista, es importante tomar en cuenta que se trata de un separatismo étnico y no racial (ver p. 15), a pesar de la clara relación que, en el contexto sudafricano, existe entre ambas acepciones, sobre todo para los afrikáners, pero que también es compatible con muchos de los movimientos étnicos que luchan por su autodeterminación en diversas partes del mundo. Sabemos que en el caso de los afrikáners no se trata de un pueblo indígena en sentido estricto, pero su historia de arraigo en este territorio y las relaciones internacionales dan prueba de la legitimidad de los afrikáners como africanos y sudafricanos auténticos.

En estas condiciones es probable que la identificación paulatina de los separatistas con el Estado sudafricano se incremente y, sin dejar de luchar por sus derechos como comunidad, las negociaciones con el gobierno hagan compatible la autodeterminación cultural como parte de las políticas culturales del Estado, problema que no sólo enfrentan los afrikáners, sino también muchas etnias del país sin derechos colectivos, sólo individuales.

157

3.3.3 Manifestaciones artísticas ¿de denuncia?

Las acciones sociopolíticas que se presentaron como respuesta al clima predominante del gobierno de mayoría negra en Sudáfrica estuvieron acompañadas de ciertas manifestaciones artísticas “blancas” que significaron una forma de protesta alterna en la que además de generar imágenes identitarias, a partir de la búsqueda de los blancos de nuevos símbolos de identificación, representaron una forma de crítica que puede ser calificada como protesta o denuncia ante la insatisfacción latente respecto a las acciones del gobierno de mayoría.

Muchos de los artistas que contribuyeron a estos cuestionamientos adquirieron un reconocimiento internacional tal, que no solamente generó nuevos nexos transnacionales, sino que provocó el resurgimiento y el reacomodo de las formas de identificación blancas al nuevo contexto interno. Mencionaremos a continuación el impacto de la obra de algunos de los literatos blancos más notables del país, así como de algunas manifestaciones musicales, especialmente afrikáners.

Uno de los artistas sudafricanos blancos más célebres del siglo XX y aun del siglo XXI, es indudablemente el pintor y poeta Breyten Breytenbach, cuya lengua madre es el afrikáans y cuyo trabajo provocó gran polémica mundial cuando en 2008, con motivo del noventa aniversario de Nelson Mandela, dirigió a éste la carta titulada: La sonrisa de Mandela. Apuntes acerca de la fallida revolución sudafricana. En este escrito, las críticas hacia el gobierno presidido por el carismático líder sudafricano atacaron directamente su imagen, aludiendo a una realidad precaria y a una transición que fracasó en la consecución de sus objetivos más importantes. Haciendo referencia a la expansión del VIH, la ola de crímenes en todo el país, la corrupción política y las relaciones exteriores del Estado, el autor no omite hablar del racismo y asegurar que los escritores blancos sufren por ser excluidos del mundo negro.307

Otros prominentes escritores afrikáners, André Brink y el Premio Nobel de Literatura de 2003, John Maxwell Coetzee, denunciaron la realidad sudafricana de un modo más artístico, haciendo claras referencias a las críticas condiciones del países en diversas obras. Enfatizando en la era post-apartheid, el trabajo de Coetzee cuestiona

307 Cfr. Breyten Breytenbach, “La Sonrisa de Mandela. Apuntes acerca de la fallida revolución sudafricana”, op. cit., p. 34 158

implícitamente instituciones internacionalmente admiradas como la CVR, no sólo por sus tintes religiosos, sino por su inefectividad sobre el grueso de la población blanca:

En un Estado sin religión oficial, la Comisión para la Verdad y la Reconciliación fue de alguna manera anómala: un juicio de tipo particular basado en gran parte en las enseñanzas cristianas y en una tendencia de enseñanzas cristianas aceptado de corazón sólo por una pequeña proporción de la ciudadanía. Sólo el futuro mostrará los logros de la CVR. 308

Este autor no tardó en ser atacado por diversos miembros del CNA, incluyendo Thabo Mbeki, y ha reconocido en diversas ocasiones que su posición como escritor, hombre y blanco, lo descalifica y lo deja sin autoridad.309 De esta manera, el autor confronta el problema de la necesidad de los blancos de encontrar los lazos de unión que su identidad necesita mediante la autocrítica, pero también mediante la crítica a las nuevas instituciones que han sido ineficaces.

La trascendencia de Breytenbach, Brink y Coetzee, es que habían sido la voz de la comunidad afrikáner, y blanca, en contra del apartheid, por lo que desde la era de la segregación adquirieron la legitimidad para protestar contra un gobierno injusto y una sociedad racista. De la misma forma, ahora en la era post-apartheid, estos autores son la voz “sin color” que pretende denunciar la continuidad de las iniquidades del país y que, en su intento por desracializar a la sociedad sudafricana, son catalogados muchas veces como “racistas” por el gobierno negro. Lo cierto es que gran parte de los símbolos de protesta que han generado, mediante sus obras y discursos, se han convertido en íconos identitarios de la población blanca consciente de los cambios coyunturales y preocupada por el futuro de su país.

Del lado angloparlante y femenino, las figuras claves en la literatura sudafricana crítica son innegablemente la Premio Nobel de Literatura de 1991, Nadine Gordimer y, aunque no propiamente sudafricana, Doris Lessing.310 Ambas, activistas contra el apartheid sudafricano y la segregación racial en la entonces Rhodesia. Gordimer ha denunciado muchas veces el trasfondo de corrupción infiltrado en el gobierno dirigido por el CNA,

308 J.M. Coetzee citado por Jane Poyner, J.M. Coetzee and the Idea of the Public Intellectual, Estados Unidos, Ohio University Press, 2006, p. 22 309 Cfr. Walton R. Johnson, “Are „whites‟ in South Africa ready for democracy?”, op. cit., p. 623 310 Nacida en Irán y criada en la antigua Rhodesia y actual Zimbabwe. 159

cuestionando la poligamia de Jacob Zuma, cuando era presidente adjunto de Mbeki de 1999 a 2005, así como su implicación en casos de corrupción pendientes.311

La respuesta del gobierno a Gordimer ha sido intolerante e inmediata y lo refleja claramente la iniciativa de supresión de su novela “Gente en Julio” del plan de estudios de la ciudad de Johannesburgo, por parte del Departamento de Educación de , por ser considerada “profundamente racista, supremacista y condescendiente”, a lo que la ganadora del Premio Nobel, cuyas principales novelas durante el apartheid fueron censuradas por ese régimen, replicó: “Ser llamada racista como sudafricana blanca y como alguien que permaneció aquí [en Sudáfrica] durante los peores momentos y como alguien que se identifica claramente con la lucha [contra el apartheid], es simplemente muy ofensivo”.312

Asimismo, algunas autoras como Georgina Horrel, hacen alusión al “feminismo blanco como mascarada”313 ilustrando los intentos de las escritoras por recuperar la identidad de la mujer sudafricana blanca mediante la literatura, protestando contra la masculinidad y el sexismo sudafricano bajo sus propias interpretaciones de la situación social y desde luego política.

Por otra parte, el fenómeno musical de la población blanca también ha adquirido matices críticos y de denuncia, fenómeno similar al movimiento musical de protesta negro surgido durante el apartheid.

Después de la euforia que manifestó la música sudafricana blanca durante la transición política, haciendo alusiones a la integración social y con grandes expectativas respecto al futuro del país, poderosas críticas musicales han surgido en el seno de los cantantes afrikaansparlantes, incluyendo muchos que adquirieron prominencia durante la década de 1980 como líderes del movimiento anti-apartheid. Uno de los ejemplos más

311 Alberto Lati “Escenas de una vida. Conversación con Nadine Gordimer”, op. cit., p. 38 312 Alex Duval Smith, “‟Racist‟ Shakespeare taken off curriculum”, en The Independent [en línea], 18 de abril 2001, Londres, Dirección URL: http://www.independent.co.uk/news/world/africa/ racist- shakespeare-taken-off-curriculum-681770.html [28 de abril de 2010] 313 Georgina Horrell, “A Whiter Shade of Pale: White Femininity as Guilty Masquerade in „New‟ (White) South African Women‟s Writing”, en Journal of Southern African Studies, Edición especial: Writing in Transition in South Africa: Fiction, History, Biography, vol. 30, núm. 4, diciembre 2004, Reino Unido, Taylor & Francis Ltd., p. 766 160

sublimes es la canción en afrikáans del activista y cantante Johannes Kerkorrel: “Die stad bloei vanaand”(La ciudad sangra esta noche)314:

Versión en afrikáans Die hemel word daagliks in advertensies beloof Gooi jou geld in die geluf by die munt-outomaat Die droom was beloof, ja, maar net nog „n leuen is verkoop Stoot jou kaart deur die gleuf dit kan help die pyn verdoof […] Slaap liggies vanaand, ees waaksaam vanaand Die kriminele kom sag soos „n dief in die nag Steel die huis rot en kaal en hardloop weg in die nag Met die droom van ons nuwe Suid-Afrika Traducción al español El cielo se promete diario en la publicidad Pon tu dinero en la ranura de la máquina expendedora El sueño se prometió, sí, pero sólo se vendió una mentira más Inserta tu tarjeta en la ranura y te ayudará a relajar el dolor […] Duerme ligeramente esta noche, permanece atento esta noche Los criminales vienen suavemente como ladrones en la noche Dejan la casa vacía y huyen en la noche Con el sueño de nuestra nueva Sudáfrica Traducción del inglés al español por el autor.

La música forma parte de una denuncia de la minoría blanca, pero sus alcances incluyen la identificación con los sudafricanos negros con quienes muchos comparten las identidades de pobres, enfermos de SIDA o víctimas del crimen, por lo que la reinvención identitaria que proponen a la población blanca va más allá del color de la piel del artista o de la lengua en la que canta.

Las manifestaciones artísticas de los blancos sí representan a la minoría, fortalecen la identidad de los descendientes de europeos en Sudáfrica y sí tienen una carga cultural

314 Christopher Ballantine, “Re-thinking „Whiteness‟? Identity, Change and „White‟ Popular Music in Post-Apartheid South Africa”, en Popular Music, vol. 23, núm. 2, mayo 2004, Reino Unido, Cambridge University Press, p. 117 161

eurocéntrica, como menciona Georgina Horrell, “la literatura blanca sigue siendo literatura blanca.”315 Pero estas expresiones son fácilmente maleables, muchas reflejan las transformaciones de la sociedad, de acuerdo a un momento histórico determinado pero también proponen, critican e incluyen diferencias de la sociedad de la que forman parte.

A pesar de que son fuertes críticas y provienen de personas blancas, no tienen un argumento racista, sino que van orientadas a hacer efectivos los objetivos de la lucha del apartheid y la distribución de derechos civiles en muchos de los sentidos en los que la Carta de la Libertad del CNA de 1955 lo establecía, por lo que la vigencia de su protesta no puede negarse. Estas expresiones son claras muestras de que la identidad blanca puede hallar nuevos puntos de referencia perdidos con el desmantelamiento del apartheid, orientados hacia la justicia social, la inclusión y el respeto a la diversidad.

En este sentido, la crítica de muchos blancos no es la reacción o la respuesta natural hacia un gobierno “negro”, sino la continuación de la lucha que blancos y negros perseguían cuando proclamaron la Carta de la Libertad, o se adhirieron al Partido Comunista Sudafricano. Como asegura la escritora Gordimer:

El escritor blanco debe tomar la decisión de permanecer correspondiente al moribundo orden blanco –incluso como disidente, si no va más allá de esa posición, se mantiene negativamente dentro del orden- o declararse a sí mismo completamente conforme con el orden que lucha por nacer. Y el optar por eso último es solamente el comienzo […] Tiene que hallar el camino para reconciliar lo irreconciliable dentro de sí mismo, establecer su relación con la cultura de un nuevo tipo de comunidad propuesta, no racial pero concebida y dirigida por los negros.316

3.4 Balance de la adaptación: Jacob Zuma

El 21 de septiembre de 2008, después de la decisión del Comité Nacional Ejecutivo del CNA de no seguir apoyando a Mbeki en el parlamento por haber conspirado contra el líder de la formación, Jacob Zuma, para que fuera procesado por corrupción, el presidente sudafricano anuncia la renuncia a su cargo, la cual es aceptada cinco días después. El sucesor de Mandela fue sustituido por Kgalema Motlanthe, quien se encarga de finalizar el segundo periodo presidencial de Mbeki que culmina tras la elección general de abril de 2009.

315 Georgina Horrell, “A Whiter Shade of Pale…”, op. cit., p. 767 316 Walton R. Johnson, “Are „whites‟ in South Africa ready for democracy?”, op. cit., p. 626 162

En las elecciones de 2009, después de 15 años de comicios libres, la proporción de votos para el CNA se redujo por primera vez y la de la AD se incrementó. Aunque se trata sólo de una reducción de 3.79% para el primero y un aumento del 4.29% para la AD, resulta claro que las bases de apoyo se han transformado en ambos casos y en el de este último partido puede representar, posteriormente, la consolidación de una oposición más real, fortalecida y que ponga de manifiesto la transición democrática que buscaba la mayor parte de los sudafricanos hace veinte años (véase tabla 7).

TABLA 7 “PROPORCIÓN DE VOTOS DEL CNA Y LA OPOSICIÓN OFICIAL CON SUS PRINCIPALES LÍDERES (1999-2011)”

Elección Congreso Nacional Africano (%) Alianza Democrática* (%) 1999 66.35 Thabo Mbeki 9.56 Tony Leon 2004 69.69 12.37 2009 65.90 Jacob Zuma 16.66 Helen Zille 2011 61.0 ** 23.8 ** *Conocida antes del 2000 como Partido Democrático. FUENTE: Elaboración del autor **Elecciones provinciales. El porcentaje de votos representa al partido.

Después de estos 15 años, la oposición oficial sigue liderada por miembros de la minoría blanca sudafricana, pero las etiquetas identitarias continúan transformándose. Es notorio que no propaga la misma imagen Tony Leon como hombre, blanco, acusado de neonazi y crítico inflexible de las políticas afirmativas; que Helen Zille,317 la nueva cara de la AD, como blanca, pero mujer, ex periodista y activista anti-apartheid, nombrada Alcalde Mundial del Año (en 2008 por Ciudad del Cabo), germano-anglo- afrikaans-xhosa-parlante y crítica incansable del problema del crimen en el país como un problema que afecta a todos los sudafricanos, sin importar el color de la piel.

En estas elecciones, la Legislatura de la Provincia del Cabo Occidental es otro ejemplo claro de la transformación social y política que afecta al país, pues ahí el CNA fue derrotado a favor de la AD. Ante el entusiasmo de una sociedad ansiosa de que se combata el crimen, las pandemias y el desempleo, Helen Zille se convierte en Jefa de Gobierno de la región donde inició la colonización hace 360 años.

317 s/a, “Helen Zille. Biography”, [en línea], South African History Online, Sudáfrica, 2008, Dirección URL: http://www.sahistory.org.za/pages/people/bios/zille_h.htm, [consulta: 26 de abril de 2011] 163

Como resultado de los comicios y a pesar de la pequeña reducción de votos, el CNA salió triunfador una vez más y aún de manera abrumadora. El nuevo presidente, Jacob Zuma, subió al poder ante una oposición crítica y una comunidad internacional preocupada por sus políticas. A pesar de los casos de corrupción que se mantienen pendientes en torno al nuevo presidente, las políticas del CNA también tienden a transformarse, como lo demostró la campaña de salud que lanzó Zuma para la atención del VIH/SIDA.318

Respecto a la minoría blanca, el discurso de Zuma se diferenció fácilmente del de Mbeki porque se dirigió a la comunidad afrikáner durante su campaña electoral en diversas ocasiones,319 siendo para ese grupo célebre la declaración en Johannesburgo en la que consideró públicamente a los afrikáners como “los únicos blancos en el país que deben ser considerados como verdaderos sudafricanos,”320 tratando de ganar una vez más la confianza de la comunidad blanca más vulnerable y la que más ha sido culpada socialmente por los crímenes del apartheid. El cambio de discurso va así, más orientado hacia la adaptación.

En este contexto, el año 2010 nos sirve como fecha de cierre para este trabajo, con algunos acontecimientos que nos permiten concluir la fase analizada en este capítulo, destacando dos aspectos.

Al iniciar una nueva década, Sudáfrica se posiciona mundialmente como una potencia regional, la economía más dinámica de África y como miembro del Grupo de los 20 (G- 20) se ha convertido en uno de los países con mayor peso en la toma de decisiones de carácter multilateral. Su protagonismo se vio reflejado en su búsqueda política autónoma:

En 2010 el presidente Zuma visitó cada uno de los BRIC (Grupo de países compuesto por Brasil, Rusia, India y China) para cimentar e incrementar lazos políticos y

318 Cfr. Karen Smith, “Zuma launches health campaign by disclosing HIV status” [en línea], CNN World, Estados Unidos, 26 de abril de 2010, Dirección URL: http://articles.cnn.com/2010-04- 26/world/south.africa.aids.zuma_1_president-jacob-zuma-hiv-positive-woman-south- africans?_s=PM:WORLD 319 Jenni O‟Grady y Natasha Marrian, “Zuma: „It‟s only the Afrikaners who are truly South African‟”, [en línea], Mail & Guardian Online, 3 de abril de 2009, Johannesburgo, Dirección URL: http://mg.co.za/article/2009-04-03-zuma-only-the-afrikaners-who-are-truly-south-africans [consulta: 27 de marzo de 2011] 320 Ídem 164

económicos. El resultado inmediato fue la admisión de Sudáfrica como miembro de las naciones BRIC, de manera que, efectivamente, los BRIC se convierten en BRICS.321

En este ambiente, en la víspera del Mundial de FIFA 2010 auspiciado por Sudáfrica, tensiones raciales llamaron la atención de la comunidad internacional primero en marzo por la controversia propagada por la utilización de las letras “dispárenle al bóer” en una canción usada por el presidente la Liga de la Juventud del CNA, Julius Malema.322

Un mes después, en abril de 2010, la comunidad internacional se enfocó en las relaciones raciales de Sudáfrica tras el asesinato del líder supremacista afrikáner Eugène Terre‟Blanche, presuntamente por dos de sus trabajadores negros en medio de una disputa laboral. El homicidio puso una vez más en cuestión la seguridad del Estado y reavivó los resentimientos raciales de muchos miembros de la minoría blanca. El asunto incluso llevó al discurso público de Zuma a exhortar a los sudafricanos a tranquilizarse ante el evento. Mientras algunos aplaudieron la muerte del controversial líder del Movimiento de Resistencia Afrikáner, otros juraron venganza. Lo cierto es que la mayoría de la población demostró relativa indiferencia al respecto.

Sin embargo, no consideramos la actitud de los sudafricanos ante el asesinato de Terre‟Blanche se trate precisamente de indiferencia, sino más bien, adaptación ante un hecho que cualquier persona puede sufrir en una sociedad acostumbrada a la violencia, despolitizando el contexto del homicidio y dándole continuidad al proceso de integración e identificación de todos los sudafricanos.

Poco tiempo después, la edición 2010 del Mundial de Fútbol Asociación (FIFA), se llevó a cabo con relativo éxito y con la promoción de la Sudáfrica multirracial en el mundo. El Mundial de Rugby de 1995, el “deporte de los sudafricanos blancos”, había simbolizado la reconciliación con la minoría blanca, ahora FIFA 2010, pretendió representar la reconciliación con los negros, mediante su deporte. Las alusiones a la supresión del racismo en todas sus formas fueron realizadas mediante una campaña llevada a cabo por los diferentes equipos participantes que utilizaron lemas antirracistas. Incluso el abrumador apoyo de los sudafricanos al equipo de Holanda en el partido final, a pesar de haber sido la potencia colonizadora responsable de gran parte del

321 Lauri E. Elliott, Hartmut Sieper, Nissi Ekpott, Redefining Business in the New Africa. Shifting Strategies to be Successful, Estados Unidos, Conceptualee, 2011, p. 29. 322 Alberto Lati, “Escenas de una vida. Conversación con Nadine Gordimer”, op. cit., p. 38 165

establecimiento de los blancos en la región, dio nuevas muestras de reconciliación con el pasado de los distintos pueblos del país, de África y del mundo.

El Mundial de FIFA 2010, simbolizó lo que algunos autores consideran como “diplomacia cultural”323 a través de la promoción del país a los ojos de la opinión pública internacional, mientras que otros, incluyendo al ex presidente De Klerk, consideran que permitió vislumbrar la unidad de los sudafricanos.324 El evento generó 130,000 empleos, desde luego temporales y como toda gran fiesta, causó euforia entre muchos grupos poblacionales del país, permitiendo el análisis del cambio estructural y la formación de identidad colectiva.

Empero, tampoco consideramos un éxito el Mundial de Fútbol, toda vez que, en palabras de Gordimer, “se sabe que la verdadera regla del gobierno para mantener a la gente tranquila es pan y circo, y aquí viene este gran circo. Desafortunadamente para mucha gente el pan todavía falta.”325 Dentro de las expectativas de muchos, no obstante, se espera que el Mundial no sólo promocione al país, sino tenga efectos importantes para la convivencia social y permita el desarrollo, mediante el fomento del respeto a la diversidad.

No obstante, podemos caracterizar el papel del Mundial en su aspecto multirracial y diverso que propagó al exterior mediante la idea de Klotz de que el contexto sudafricano del apartheid y las sanciones internacionales, permitió la generación de reglas a nivel mundial, al crear una “norma global antirracista”326, dándole continuidad a su noción, la Conferencia contra el Racismo de 2001 en Durban contribuyó a esa nueva idea internacional y así lo hizo el Mundial de 2010, por lo que Sudáfrica otorga al mundo las bases para combatir el racismo y fomentar la diversidad.

Al interior, las identidades siguen transformándose y la sociedad sigue adaptándose a las nuevas reglas, pero consideramos que el proceso de supervivencia de los blancos en el país se ha completado y que no es probable una emigración masiva en el futuro

323 Sifiso Mxolisis Ndlovu, “Sports as cultural diplomacy: the 2010 FIFA World Cup in South Africa‟s foreign policy”, en Soccer & Society, vol. 11, núm. 1, enero-marzo 2010, Pretoria, Routledge, p. 144 324 F.W. De Klerk Foundation, “Dr. Danny Jordaan will be the First Recipient of the FW de Klerk Goodwill Award”, [en línea], FW de Klerk Foundation, Sudáfrica, 2010, Dirección URL: https://www.givengain.com/cgi-bin/giga.cgi?cmd=cause_dir_news_item&cause_id=2137&news_ id=98337&cat_id=1596 [consulta: 23 de abril de 2011] 325 Alberto Lati, “Escenas de una vida. Conversación con Nadine Gordimer”, op. cit., p. 38 326 A. Klotz citado por Mónica Salomón, “La Teoría de las Relaciones Internacionales en los Albores del Siglo XXI: Diálogo, Disidencia, Aproximaciones”, en Revista CIDOB d‟Afers Internacionals, núm. 56, diciembre 2001-enero 2002, Barcelona, CIDOB, p. 42 166

cercano. Dicho proceso es lento y ha sido perjudicial en muchos aspectos, pero la formulación de nuevas ideas y el cambio de las sociedades podrían permitir la transformación de los habitantes sudafricanos en beneficio de los diversos grupos poblacionales.

3.5 De las ideas a las fuerzas materiales y de las fuerzas materiales a las nuevas ideas

Al iniciar este capítulo aseveramos la ineficacia práctica de las que habían sido las grandes ideas que forjaron la Nueva Sudáfrica mediante la transición política de la primera década de 1990. Mediante dicha afirmación, nuestros esfuerzos por exaltar la importancia de las ideas en las transformaciones sociopolíticas se vieron reducidos ante la problemática que enfrentaba la aplicación de las reglas creadas a partir de esas nuevas ideas.

El realismo político nos llevaría a pensar entonces que las fuerzas materiales fueron determinantes en el caso de Sudáfrica y que el interés nacional subsistió en todo momento, de tal manera que una élite política negra sustituyó a la blanca y esta minoría mantuvo su interés económico; por otro lado, la Teoría Crítica cuestionaría la continuidad del sistema que se mantuvo después del apartheid mediante la inserción total de Sudáfrica al modelo neoliberal y la incorporación de todos grupos poblacionales del país a la dinámica clasista del capitalismo. De esta forma, desde ambos enfoques el fracaso de las transformaciones en Sudáfrica o su determinismo sería el mismo.

Sin embargo, al finalizar este Capítulo y de acuerdo con el enfoque constructivista podemos asegurar que las ideas de la transición y la aplicación de sus reglas cobraron efecto mediante la adaptación paulatina de la minoría blanca al nuevo contexto y también a las adaptaciones sucesivas del CNA y la población negra.

En el caso de Sudáfrica, observamos un considerable dinamismo en cuanto a la interrelación entre ideas y fuerzas materiales, reproduciendo la estructura social al transformarla mediante la síntesis y la generación de ciclos.

Podemos entonces concretar tres conclusiones respecto a lo que hemos conocido como proceso de adaptación de la minoría blanca:

167

1) Las acciones del gobierno de Mbeki fueron necesarias, contaban con legitimidad y a pesar de sus fallas prácticas, consideramos que una aplicación integral e informativa de las mismas, permitiría a largo plazo corregir disparidades importantes entre los grupos poblacionales sudafricanos. Asimismo, creemos que las consecuencias negativas de las prácticas del gobierno de mayoría: resurgimiento e incremento de “blancos pobres” y expansión del crimen, han contribuido, irónicamente y no de manera intencional, a la formación de identidad colectiva, desracializando los binomios categóricos “ricos-pobres”, en el primer caso y “víctimas-criminales” en el segundo.

2) Las distintas formas de reaccionar de los blancos pusieron en cuestión el triunfo de la transición política en todos sus niveles, desde la democracia –ante los partidos de oposición blancos y la apariencia del CNA como “partido dominante”- hasta la misma ciudadanía e identidad sudafricana –ante los movimientos extremistas y separatistas. Sin embargo, esta reacción ha tenido una intensidad leve e indudablemente mutable, ha utilizado principios válidos que evocan la protección de las identidades culturales y que en su vertiente pacífica tiende a la desracialización mediante la inclusión de nuevos miembros integrantes.

3) Los gobiernos sucesores de Mbeki enfrentan el desafío de consolidar el proceso de adaptación, no han dejado de lado la cuestión racial y los problemas que puede traer en el corto plazo en el país, pero en términos generales han contribuido a la inclusión de los grupos blancos, especialmente afrikáners en el largo camino de la integración nacional y la distribución de la riqueza, la justicia y la seguridad.

Si la supervivencia es una idea, la adaptación es la fuerza material producida por dicha idea, por lo que pretendemos proponer el concepto “supervivencia adaptada” para explicar las transformaciones de la minoría blanca en el periodo analizado, retomando el concepto de “supervivencia en la justicia”327, pero dándole un matiz diferente porque desde nuestro punto de vista, la justicia como idea no se ha

327 N.P. Van Wyk Louw, citado por Hermann Giliomee en “‟Survival in Justice‟: an Afrikaner debate over Apartheid”, en Comparative Studies in Society and History, vol. 36, núm. 3, julio 1994, Reino Unido, Cambridge University Press, p. 531 168

materializado con todo lo que implica, sobre todo la democracia y los derechos humanos previstos inicialmente, pero sí se ha adaptado, generando nuevas ideas y formando identidad colectiva.

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CONSIDERACIONES FINALES

En el siglo XVIII, cuando los colonos blancos trataban de enseñar a criar ganado a los cazadores khoisan, pueblo indígena de Sudáfrica, éstos siempre replicaban: “¿Por qué he de darle de comer a un animal, si el animal ha sido creado para alimentarme a mí?”328 Con un razonamiento completamente válido, este pueblo jamás aprendió a criar ganado, sino que prefirió vivir en los desiertos del sur de África para seguir explotando su habilidad como cazador, para preservar su identidad auténtica a la que cien, doscientos o trescientos años de colonización no le han hecho nada. Su integridad, sin embargo, si ha sido exterminada físicamente a través de la violencia.

La incomprensión e imposibilidad de la minoría blanca sudafricana para poder cooperar con los pueblos preexistentes en el sur de África fueron también los factores que determinaron su destino en una “Nueva Sudáfrica” y, al buscar preservar sus intereses socioeconómicos, decidieron adaptarse a las nuevas normas creadas por una nueva sociedad.

A lo largo del trabajo pretendimos demostrar la validez del concepto “minoría blanca”, el cual entró en crisis a partir del desmantelamiento del apartheid, pero que no pudo dejar de utilizarse para lograr las transformaciones previstas por la transferencia del poder de los blancos a la mayoría. Sin embargo, consideramos que el concepto tiende a desaparecer y a carecer de bases, debido a que, en parte, las diferencias entre los blancos se hacen más evidentes y sus identidades e intereses se distancian del aspecto racial.

Por lo anterior, en nuestro estudio fue muy útil el concepto para referirnos a la población que perdía jurídicamente su estatus privilegiado al colapsarse el régimen de segregación racial, pero el hecho de tomarlo como un concepto dinámico y en constante mutación, nos permitió representar los intereses y las identidades de un grupo poblacional específico, aunque heterogéneo, pues la mayoría de los blancos mantuvieron económicamente sus prerrogativas.

328 Cfr. Pierre Bertaux, África: desde la prehistoria hasta los estados actuales, Historia Universal Siglo XXI, vol. 32, México, Siglo XXI, 1989, p. 91 170

Nuestra primera conclusión entonces va orientada a justificar la idea y el hecho de la existencia de una minoría blanca como un producto históricamente conformado, pero también históricamente contingente.

Para ello, el constructivismo y sus herramientas teóricas fueron ampliamente útiles en la interpretación de una sociedad que estuvo siempre en continua transformación. En primer lugar, los diferentes grupos de origen europeo se fueron amalgamando en torno a la idea de la raza blanca y consecuentemente en torno a la idea de su superioridad frente a los pueblos africanos preexistentes.

Este proceso de identificación, consolidado a partir de la concertación entre los principales grupos enemigos durante todo el siglo XIX, es decir, afrikáners y angloparlantes, proporcionó las claves para comprender la flexibilidad que sufren las sociedades a partir de la creación de nuevas reglas que responden a identidades e intereses.

Esto explica entonces la contingencia que padeció la minoría blanca a finales de la década de 1980, cuando por la interrelación de eventos externos e internos críticos para Sudáfrica, debió transformar sus posturas y discursos más esenciales, construidos alrededor de las ideas de la raza y la supremacía.

En este sentido, concluimos también que el papel de las ideas y su inserción en la construcción de un marco institucional en Sudáfrica fue indispensable para la creación de un nuevo orden que permitiera la coexistencia pacífica y entendida entre todos los grupos poblacionales del país. Aunque las transformaciones fueron en muchas ocasiones violentas, el argumento pacifista creo el andamiaje para el establecimiento de procesos negociados.

Desde luego, consideramos que estas ideas no pueden entenderse sin la capacidad que en ellas ejerce el discurso de los grandes líderes como agentes que van formulando las directrices que la sociedad debe seguir, que reflejan sus políticas y que buscan influir en la población, por lo que dicho discurso permite la creación de reglas de dirección que orientan la acción e interacción de la sociedad.

De acuerdo con estas condiciones, podemos observar cómo las sociedades responden a las nuevas reglas, a las consecuencias no previstas que puede traer la omisión o ruptura

171

de las mismas y al frecuente estado de adaptación que se genera ante la interrelación de las ideas con las fuerzas materiales.

Sin embargo, consideramos también que no se puede hablar de la omnipresencia de un solo discurso, pues las fuerzas opositoras a las instituciones siempre mantendrán una constante crítica discursiva que desafíe las posturas oficiales, creando nuevas formas de actuar entre los agentes y agencias con características más similares.

Como se puede observar en el Anexo VIII, concluimos que en nuestro periodo analizado identificamos tres grandes vertientes discursivas que afectan directamente las condiciones de la minoría blanca sudafricana.

Por una parte, existe el discurso de entendimiento de Mandela y el CNA durante su etapa como Gobierno de Unidad Nacional, en el que los principios de la libertad, la paz, la coexistencia, la reconciliación y la democracia fueron las líneas generales que perfilaron el mantenimiento de gran parte del privilegio de los blancos en un Estado que representaba a una mayoría negra. Este discurso es compartido por la política liberal blanca que alude a la tolerancia y al multiculturalismo para la convivencia de la diversidad, pero que en la práctica refleja la conveniencia de su interés grupal.

Por otra parte, nos encontramos con un discurso pragmático durante el gobierno de Mbeki que busca el fortalecimiento del grupo negro mediante el empoderamiento económico, la creación de una burguesía negra y la discriminación positiva, argumentos que perjudican discursivamente a los blancos, especialmente a ciertos sectores, y que traen como consecuencia inmediata la adaptación de dicha minoría a las nuevas instituciones a través de la coacción en el marco de la ley, pero también en el marco de las nuevas condiciones del país, donde la violencia generalizada, el odio y el crimen, adquieren matices raciales que frustran la integración de todos los sudafricanos, o bien les genera nuevas formas de identificarse. Además comprobamos que el fomento a la creación de una burguesía negra no significa sino el fortalecimiento de la élite blanca que ya detentaba el poder económico, pues justifica sus finanzas.

Finalmente, el persistente discurso de los grupos blancos conservadores y ultraconservadores da muestra de la continuidad de los valores forjados durante el dominio blanco y su incompatibilidad de metas con las de las nuevas instituciones. Esta

172

situación, no obstante, tiende también a adaptarse y enmarcarse en las nuevas prácticas sociales.

A nuestra pregunta inicial de investigación: ¿Qué cambió en la minoría blanca con el desmantelamiento del apartheid y qué características tuvo dicho cambio? Concluimos que es inevitable tomar en cuenta el papel que la identidad guarda para este grupo poblacional, pues la mayoría siente la pertenencia a la tierra sudafricana de manera inherente y la posibilidad de que esta identidad se transforme paulatinamente para forjar una identificación con los diversos grupos “no blancos”, es una posibilidad optimista.

Estos cambios identitarios se enmarcan claramente en un contexto político y social, debido a que la minoría blanca tuvo que ceder su poder político y su condición jurídica y social para preservar su poderío material.

A partir de este carácter identitario de los sudafricanos blancos, y su constante estado cambiante, podemos entonces hilar la serie de factores que permitieron el mantenimiento de la preponderancia de esta minoría en el país, entre ellos la cantidad de población blanca proporcionalmente grande en comparación con el resto de África, sus intereses en el Estado más desarrollado del África negra y su búsqueda por mantener una participación activa en la política, para obtener una representación de sus intereses.

Si nuestra respuesta es entonces la transformación de posturas, posiciones, discursos e identidades políticas y sociales que los blancos fueron configurando, dicha transformación permitió el mantenimiento de cierto statu quo de la minoría blanca, pero también su paulatino derrumbe hasta obtener un resultado en el que la indiferencia blanca respondiera a los asuntos de un Estado tan diverso.

A manera de prospectiva, concluimos que muchos blancos no serán capaces de permanecer en Sudáfrica, sino emigrarán y construirán nuevas comunidades alrededor del mundo. Muchos estudios estiman que desde el desmantelamiento del apartheid al 2000, alrededor de 500,000 sudafricanos blancos emigraron329 y los informes más recientes estipulan que de 1994 al 2011, más de un millón de blancos, sobre todo

329 Heribert Dieter, Guy Lamb y Henning Melber, “Prospects for Regional Co-operation in Southern Africa”, en Regionalism and Regional Integration in Africa A Debate of Current Aspects and Issues, Discussion Paper 11, Suecia, Nordiska Afrikainstitutet, 2001, p. 78. 173

angloparlantes, abandonaron el país.330 Se trata de alrededor del 10% del total de la minoría de ascendencia europea.

Empero, la gran mayoría está consciente de los retos que el país le ofrece y proponemos que la búsqueda de alternativas para generar las bases de una sociedad más inclusiva, que informe a la población en general el motivo de sus acciones y les enseñe a coexistir y convivir con todo tipo de personas, es necesaria para transformar consistentemente el estado de hostilidad que existe entre los distintos grupos sudafricanos, particularmente el de los blancos. El crecimiento incesante de la base de apoyo de la Alianza Democrática es el mejor ejemplo para dar prueba de la transformación de las bases de apoyo, de la renovación de las etiquetas identitarias y de la creación de nuevas prácticas en un marco legal y democrático.

En cuanto a aportación en materia teórica por parte del constructivismo, concluimos que la creación de nuevos pensamientos y el fomento de discursos idealistas enfrentan serias dificultades cuando se contrastan con realidades particulares y en el caso de África este proceso téorico-práctico se entrenta a la incapacidad del grupo blanco de comprender una realidad específica africana y continuar manteniendo una dominación ideológica al utilizar principios eurocéntricos que no permiten la pluralidad de visiones e ideas.

No porque las recetas de Occidente respecto a la democracia y los derechos humanos funcionen, relativamente, para ciertos países, significa que sean aplicables como ideas abstractas en todos los Estados, especialmente los africanos. Por estos motivos, consideramos que el constructivismo permite hacer énfasis en la generación de nuevas ideas apegadas a condiciones culturales específicas y que surjan desde los diferentes agentes que participan en la continuidad o el cambio de las instituciones y los regímenes consolidados. Esta tarea no es sólo un ejercicio que los blancos deban realizar, sino también el gobierno en turno representado por el CNA que ha dejado de lado la visión africana y las necesidades de las diferentes etnias para llevar a cabo acciones que imitan los modelos occidentales.

Como critica Arroyo, las “teorías y esquemas que hasta ahora han dominado este campo de estudios [de Relaciones Internacionales]” no han podido llenar el enorme vacío epistémico existente, ya que de lo que se trata es de renovar las formas de pensar

330 Alfred E. Eckes, The Contemporary Global Economy since 1980, History of the Contemporary World, Reino Unido, Wiley/Blackwell, 2011, p. 60. 174

realidades cambiantes o irrepetibles […]”.331 En este sentido, el enfoque constructivista no es sino un intento por acercar los enfoques predominantes en el estudio de lo internacional, pero permite la generación de nuevas ideas para acercarse a una interpretación no solamente más crítica de la realidad, sino a una cosmovisión distinta de la eurocéntrica. Acercamiento que permite el entendimiento mutuo entre partes y una identidad colectiva cada vez más real, que incluya factores internos e internacionales, ideales y materiales, no sólo para la mejor explicación de la sociedad mundial, sino también para la mayor exposición de propuestas que brinden soluciones a los complejos problemas que dicha sociedad enfrenta.

331 Graciela Arroyo Pichardo, “Las relaciones internacionales del siglo XXI. Un nuevo paradigma metodológico para su estudio” en Revista de Relaciones Internacionales, núm. 100, enero-abril de 2008, México, FCPyS, UNAM, p. 13 175

ANEXO I PROCESO DE IDENTIFICACIÓN DE LA MINORÍA BLANCA

Periodo Ego/características Alter/características Colonia del Cabo Holandeses Compañía Holandesa de las (Holanda) Franceses (hugonotes) Indias Orientales 1652-1795 Germanos (renanos) Tribus africanas San y Khoi

Iglesias reformadas, “pueblos Intereses de la compañía y elegidos” confrontación con los nativos

Colonia del Cabo y Bóers o afrikáners (mezcla de Imperio británico Natalia (Gran colonos hugonotes, germanos Tribus africanas xhosa, zulú y Bretaña) y holandeses) otras Repúblicas bóers: Estado Libre de Orange y Transvaal Lengua afrikáans, Grand Imperialismo británico, 1795-1910 Trek, antiimperialismo ocupación de tierras de cultivo

Unión Sudafricana y Afrikáners Sudafricanos anglófonos, Gran mandato sobre África Bretaña, alemanes, pueblos Sudoccidental africanos 1910-1948 Cultura y nacionalismo Expansionismo alemán y afrikáner, Volk, Broederbond dominación británica

Unión Sudáfricana y Afrikáners Asiáticos, coloureds, africanos Apartheid 1948-1961 Alemanes (de Namibia) negros Anglófonos

Política afrikáner y economía Reivindicaciones sociales, británica, segregación y movimientos negroafricanos, supremacía blanca comunismo

República Blancos (angloparlantes, Negros (asiáticos, coloureds y Sudafricana y afrikáners, alemanes de africanos negros, CNA, Apartheid 1961-1988 Namibia, portugueses de PCSA, OPASO) Comunidad Angola y Mozambique, Internacional (ONU, OUA, griegos y judíos) Commonwealth, Países de la Colonias portuguesas (h. Línea de Frente y otros), 1975) blancos en contra del Rhodesia (h. 1980) apartheid.

Dominación colonial en Descolonización, movimientos Namibia, dominación militar nacionalistas, comunismo, del sur de África, segregación condena internacional racial y represión

FUENTE: Elaboración del autor.

176

ANEXO II PROCESO DE TRANSFORMACIÓN DE LA IDENTIDAD DE LA MINORÍA BLANCA

Periodo Ego/características Alter/características Desmantelamiento del Minoría blanca Mayoría negra Apartheid (1988- Movimientos conservadores y Blancos anti-apartheid 1994) ultraconservadores Empresas Transnacionales Comunidad internacional “Temores blancos” Supervivencia Gobierno de mayoría

Gobierno de Unidad Minoría blanca Mayoría negra Nacional (1994-1997) Reconciliación Reforma agraria Verdad Crímenes Gobierno de Mayoría Minoría blanca Mayoría negra Negra (1997-2005) Oposición liberal Burguesía negra Democracia Empoderamiento económico Derechos humanos negro Garantías individuales Discriminación positiva

Segundo periodo de Minoría blanca Mayoría negra Mbeki (2005-2008) Oposición liberal Coloureds Ultraderecha blanca Separatistas blancos Blancos pobres

Derechos colectivos Crímenes Separatismo étnico Ataques a granjeros blancos Terrorismo blanco Odio hacia los blancos Supremacía blanca Coacción

Gobiernos de Ultraderecha blanca Mayoría negra Motlanthe y Zuma Separatistas blancos Grupos afrikáners (2008-2010) Oposición liberal

Terrorismo blanco Inclusión de los afrikáners Separatismo étnico Ampliación de la base de apoyo de la oposición oficial Opulencia angloparlante Promoción de la Sudáfrica multicultural FUENTE: Elaboración del autor

177

ANEXO III “Expansión de los Voortrekkers durante el Gran Trek”

FUENTE: s/a, “Map of the Route of the Thirstland Trekkers” [en línea], A Theory of Civilization, Dirección URL: http://www.ourcivilisation.com/smartboard/ shop/ransford /map8.htm [12 de diciembre 2010].

ANEXO IV “Formación de las Colonias Británicas y las Repúblicas bóers”

FUENTE: s/a, “Voortrekkers: Independence”, [en línea], Voortrekkers History, Sudáfrica, Dirección URL: http://www.voortrekker-history.co.za/independence_great_trek.php [12 de diciembre 2010].

178

ANEXO V “División de Sudáfrica durante la creación de bantustanes (1976-1994)”

FUENTE: Martin Schönteich y Henri Boshoff, op. cit., p. 14.

ANEXO VI “División política de la „Nueva Sudáfrica‟ (a partir de 1994)”

FUENTE: “South Africa Accommodation by Map”, South Africa Accommodation Guide, Sudáfrica, Dirección URL: http://www.sa-alive.com/, [consulta: 3 de Julio de 2011].

179

ANEXO VII HISTORIA DE LOS PARTIDOS POLÍTICOS EN SUDÁFRICA

Oposición liberal Partido en el poder Oposición conservadora

1911-1924 Partido Sudafricano Partido Nacionalista

1924-1934 Partido Sudafricano Partido Nacionalista/Partido del Trabajo

1934-1948 Partido Unido Partido Nacionalista Purificado 1948-1969 Partido Unido Partido Nacionalista Partido Liberal

1969-1977 Partido Unido Partido Nacionalista Partido Nacionalista Reconstituido Partido de Reforma Progresista

1977-1982 Partido Nueva Partido Nacionalista Partido Nacionalista República Reconstituido

Partido Federal Progresista

1982-1988 Partido Federal Partido Nacionalista Partido Conservador Progresista

1988-1994 Partido Democrático Partido Nacionalista Partido Conservador

1994-1999 Partido Democrático Congreso Nacional Frente de la Libertad Africano Nuevo Partido Nacionalista

1999-2001 Alianza Democrática Congreso Nacional Frente de la Libertad Africano

2001-2005 Alianza Democrática Congreso Nacional Frente de la Libertad Africano Nuevo Partido Nacionalista

2005-2010 Alianza Democrática Congreso Nacional Frente de la Libertad Plus Africano

* Se remarcan los partidos que representan o se asocian con la minoría blanca.

FUENTE: Elaboración del autor

180

ANEXO VIII “Grandes lemas discursivos en Sudáfrica partir de los gobiernos de mayoría negra (1994-2010)

Verdad y Nueva Sudáfrica Reconciliación NELSON MANDELA

Sudáfrica Diversa Nación Arcoíris Sudáfrica Discurso Multirracial 1

Sudáfrica Negra Empoderamiento Burguesía Negra THABO MBEKI Negro

Dos Sudáfricas:

Blanca-rica y Sudáfrica No Apartheid Global Discurso negra-pobre Racial 2

Reservas Sudáfrica Boerestaat DERECHA BLANCA Blancas Blanca

República Volkstaat Repúblicas Afrikáner Libre Bóers Discurso 181 3

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