La Cuestión Social Y El Cambio Cultural
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Contenidos: La cuestión Social y el cambio cultural. -Instrucciones: A continuación encontrarás una serie de contenidos y actividades que deberás desarrollar a fin de prepararte para rendir el Examen Final. La "Cuestión Social" y el retorno al Presidencialismo Durante 1891 y hasta 1925 se manifestó un claro predominio del Legislativo sobre el Ejecutivo. La práctica parlamentarista de hacer caer los gabinetes ministeriales mediante la censura determinó que en el transcurso de ese período pasaran por los sucesivos gobiernos: 530 ministros de Estado, a través de 121 cambios, tomando en cuenta las crisis totales y parciales. Los presidentes de la segunda etapa de la "República Parlamentaria" (que nunca fue completa y efectiva) fueron: el Vicealmirante Jorge Montt Álvarez (1891- 1896); Federico Errázuriz Echaurren (1896-1901); Germán Riesco Errázuriz (1901- 1906); Pedro Montt Montt (1906-1910); Ramón Barros Luco (1910-1915); Juan Luis Sanfuentes Andonáegui (1915-1920), y Arturo Alessandri Palma (1920-1924). Enrique Mac-Iver Todos, salvo Jorge Montt Montt, ejercieron anteriormente como parlamentarios. La década del desencanto A principios de siglo (el siglo XX), el ambiente que se vivía era una mezcla de pesimismo por los valores que se dejaban atrás y falta de confianza en las clases aristócratas y políticas, que no sabían comprender ni reaccionar ante las carencias económicas de la gran masa. Siempre una nueva época hace pensar a los hombres en la realización de todos aquellos ideales o cosas que antes sólo habían sido meras posibilidades. Sin embargo, en nuestro país el espíritu de algunos de los contemporáneos no era del todo optimista frente al presente y a las oportunidades de un futuro cercano. Enrique Mac-Iver Rodríguez, en su ya clásico discurso sobre la crisis moral de la república, lo había expresado en 1900 y lo reiteraba Alberto Edwards en 1901: "... sólo vivimos del recuerdo de un pasado glorioso sin aliento de continuar la obra de nuestros padres, perdidas las ilusiones y la fe, heridos en el alma por la implacable lógica de los acontecimientos". Este desencanto, producto sin duda de la incapacidad de los políticos por encarar y dar respuesta satisfactoria a los graves problemas económicos y a la "cuestión social", que ya se vislumbraba como uno de los más serios, deja ver claramente que Chile vivía por esos días el agotamiento de un estilo de vida que no se adaptaba a una realidad que cambiaba radicalmente. Los ideales de regeneración planteados por la revolución de 1891 no lograban concretarse, esto sumado al fracaso del régimen parlamentario por la incapacidad de la clase aristocrática para asumir su rol de conductora era ya reconocido en 1894 por Francisco Valdés Vergara, el opositor a Balmaceda que decía: "Duro es confesarlo, pero los hombres que hicimos la revolución con la mejor de las intenciones hemos causado daños mayores que los bienes prometidos". La década que pasó sin dar una respuesta satisfactoria a los nuevos cambios, dio cabida a discusiones que se alejaron de los Estudiantina formada por damas de la sociedad (1908) espacios públicos tradicionales, como el Congreso o el Palacio de gobierno. Por el contrario, se creó un ambiente de participación en centros sociales o asociaciones prominentes como el Club de la Unión, el Club Hípico y el de Septiembre, entre otros lugares. La existencia de una gran cantidad de partidos políticos no era de gran relevancia. Todos tenían escasas diferencias ideológicas y estaban inspirados por el pensamiento liberal, representando en mayor o menor grado las ideas o intereses de la oligarquía, el grupo social dominante. Esta elite se había formado por la fusión de dos grupos: la aristocracia tradicional que tenía en la posesión de la tierra su principal fuente de ingresos y los comerciantes e industriales enriquecidos en el siglo XIX. Los autores de la época denunciaron la relajación moral de esta nueva casta que se inclinó por un tren de vida aristocrático y para quienes el dinero es un instrumento para mantenerlo, de ahí que no importaba tanto la forma de obtenerlo como la de gastarlo. Los créditos se conseguían fácilmente, si era preciso endeudarse y los impuestos internos eran casi inexistentes, pues nuestra economía giraba en torno al salitre, el que se exportaba en grandes cantidades a Europa y a través Ellos, fruto del liceo, eran profesionales, intelectuales y empleados que comenzaron a tomar conciencia y aceptando su propia identidad, abandonaron su actitud imitativa de la clase alta. Estaba llegando el momento para que este importante y dinámico conglomerado asumiera crecientes responsabilidades en la conducción del país. Inés Echeverría de Larraín, más conocida como "Iris", así lo reconoce y explicando los reales móviles del Club de Señoras Club de la Unión inaugurado el 19 de agosto de 1916 afirma en la revista "Silueta": "Con nuestra mayor sorpresa apareció una clase media que no sabemos cuándo haya nacido, con mujeres perfectamente educadas, que tenían títulos profesionales y pedagógicos, mientras nosotros sabíamos apenas los misterios del rosario... Entonces sentimos el terror de que si la ignorancia de nuestra clase se mantenía dos generaciones mas, nuestros nietos caerían al pueblo i viceversa”. La cosa no daba espera... Los síntomas eran alarmantes, era necesario reemplazar la organización existente por otra capaz de ofrecer nuevas opciones, lo que sería tarea de las próximas décadas. Así, no obstante, la esterilidad política de esos años, hubo continuidad administrativa lo que permitió el desarrollo de planes generales de obras públicas. Pero en el país, desde fines del siglo anterior, fermentaba, lenta pero inexorablemente, un nuevo conflicto que tuvo fuertes repercusiones en la relación entre el Congreso y el Ejecutivo. Sucedió que entre los vaivenes de la situación económica y social, miles de obreros que habían quedado cesantes, como consecuencia de la crisis de la minería del salitre en el norte del país, retornaban al centro con sus familias, en busca de trabajo y hogar... Y el Estado carecía efectivamente de las leyes necesarias para enfrentar la grave crisis social. Así, en 1920, luego de un estrechísimo resultado electoral, Arturo Alessandri Palma asumió la Presidencia de la República, apoyado por amplios sectores liberales, radicales y demócratas que vieron en él la posibilidad de salvar la situación. Inés Echeverría de Contando con un gran fervor popular, Arturo Alessandri trató de impulsar un paquete de Larraín leyes sociales y laborales ante un Congreso que, aunque dividido, le fue contrario; en especial, el Senado, que no aprobaba los proyectos de ley... Nuevamente la pugna entre el Legislativo y el Ejecutivo determinó un grave colapso institucional que llevaría al fin de la Constitución de 1833. Y así, en septiembre de 1924, la Junta de Gobierno que asumió el poder en reemplazo del presidente Arturo Alessandri Palma, disolvió el Congreso Nacional, el 11 de aquel mes. Es necesario destacar que durante los días finales de esta crisis, acentuada por la intervención militar, el Senado aprobó la legislación social y laboral que durante años rechazó. Al año siguiente, 1925, nuevamente al mando de la nación Arturo Alessandri Palma, se promulgó la "Constitución Política de la República de Chile". La nueva Carta Fundamental comenzó a regir en octubre y, como se estipulaba en ella, el Ejecutivo resultó favorecido en comparación con el Legislativo, el cual ya no podía derribar ministerios mediante la censura. Además, se debía clausurar los debates de proyectos de ley en un plazo determinado; no se podían postergar las leyes de presupuesto para presionar al Ejecutivo pues éstas se aprobarían automáticamente luego de discutidas. También se declaró la incompatibilidad del cargo de parlamentario con el de ministro. El mandato de los diputados fue ampliado de 3 a 4 años y el de los senadores de 6 a 8. Por otro lado, la idea del presidente Arturo Alessandri de reducir el Senado a un cuerpo solamente consultivo no prosperó. La Cámara Alta mantuvo todas sus prerrogativas, incluso las políticas. Entre 1925 y 1927 ejerció el mando de la nación el presidente Emiliano Figueroa Larraín, primer Mandatario elegido según la Constitución de 1925. Ante la presión militar aplicada principalmente por su Ministro El sufrido pueblo de Guerra, Carlos Ibáñez del Campo, el presidente Figueroa renunció el 7 de abril. Aquel mismo día, Carlos Ibáñez alcanzó finalmente la Primera Magistratura, como Vicepresidente de la República, sin embargo no disolvió el Congreso. Su pretensión fue reducirlo a labores meramente técnico-legislativas. Y el Congreso colaboró. también contó con la aprobación del Congreso en numerosas iniciativas, como la reorganización de la Administración Pública que creó instituciones nuevas y concretó otras que eran iniciativas ya contenidas en el paquete de leyes sociales y laborales del gobierno del presidente Arturo Alessandri. A comienzos de 1930, la crisis económica internacional comenzó a repercutir fuertemente en Chile, creando una gran efervescencia política que fue generando un irritante descontento nacional. Al año siguiente, el presidente Ibáñez solicitó al Congreso, y le fueron concedidas, facultades extraordinarias para hacer frente a la crisis económica. Finalmente, la grave situación política, los movimientos sindicales y las manifestaciones populares llevaron a Ibáñez a renunciar el 26 de julio de 1931, delegando el mando en el presidente del Senado, Pedro Opaso L. En octubre resultó electo presidente Juan Esteban Montero Rodríguez , quien