Boletín Del Real Instituto De Estudios Asturianos
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PRINCIPADO DE ASTURIAS REAL INSTITUTO DE ESTUDIOS ASTURIANOS (CECEL) BOLETÍN DEL REAL INSTITUTO DE ESTUDIOS ASTURIANOS N° 159 AÑO LVI OVIEDO Enero 2002 Junio CONSEJO DE PUBLICACIONES Director: Jo s é L u is P é r e z d e C a s t r o Subdirector: Ju a n Ig n a c io R u iz d e l a Pe ñ a S o l a r Director del Boletín de Letras: Is id r o C o r t in a F r a d e Presidente de la Comisión Ia (Lingüística, Literatura y Tradiciones): Jo s e f in a M a r t ín e z A lv ar ez Presidente de la Comisión 2a (Historia, Geografía, Antropología, Folklore y Etnografía): Ju s t o G a r c ía S á n c h e z Presidente de la Comisión 3a (Artes, Arquitectura y Urbanismo): In m a c u l a d a Q u in t a n a l S á n c h e z Presidente de la Comisión 4a (Derecho, Ciencias Sociales y Económicas): R a f a e l A n e s A l v a r ez Director del Boletín de Ciencias y Presidente de la Comisión 5a (Ciencias de la Naturaleza y Tecnología): M a t ía s M a y o r L ó pe z Conservador de la Biblioteca: (VACANTE) Secretaria General: O l g a C a s a r e s A b e l l a Esta revista no es responsable de las opiniones expuestas por sus colaboradores. No se mantendrá correspondencia sobre trabajos no aceptados para su publicación. PRINCIPADO DE ASTURIAS REAL INSTITUTO DE ESTUDIOS ASTURIANOS (CECEL) BOLETIN DEL REAL INSTITUTO DE ESTUDIOS ASTURIANOS N° 159 REAL INSTITUTO DE ESTUDIOS ASTURIANOS PRINCIPADO DE ASTURIAS I.S.S.N.: 0020-384-X Depósito Legal: As-43-1958 Imprime: I. Narcea, S.L. ÍNDICE Armando Palacio Valdés ante la crítica ...........................................................7 José Luis Campal Fernández La Cantábrica, imprenta de Navarro hermanos (1895-1907)................... 25 José Luis Pérez de Castro La “Casa del Deán Payarinos” en Oviedo. Sede del Conservatorio de M úsica ................................................................................ 43 José Femando González Romero Los personajes en “A ras de las sombras” de Marta Portal ..................... 79 Olga Díaz / Ma Ángeles García El camarín de la virgen y los retablos en el Convento de la Merced de Avilés................................................................................... 101 Yayoi Kawamura El reflejo en la prensa de la cuestión universitaria en el curso 1884-85: Similitudes y diferencias entre los sucesos de la Universidad Central y el conflicto de la Universidad de Oviedo .......... 113 Víctor Rodríguez Infiesta La primitiva Basílica de San Salvador de Oviedo: ensayo de hipótesis para su reconstrucción ................................................................. 129 Francisco José Borge Cordovilla Objetos de marfil del Paleolítico superior conservados en el Museo Nacional de Ciencias naturales .................................................. 163 Esteban Álvarez Fdez. / Begoña Sánchez Un problema de adaptación cinematográfica de “La Regenta ” sobre la narración de lo interno en el cine .......................................................... 177 Rosario Neira Piñeiro La estancia de Alfonso II en el Monasterio de Samos ..............................201 Armando Besga Marroquín El colonialismo finisecular y sus metáforas en “La Regenta” de Leopoldo Alas Clarín ................................................................................ 219 Rosario Ramos González El título distintivo de “Caballeros de la Luz” en la Masonería Asturiana .....................................................................................241 Víctor Guerra “La provincia Transduriana y la provincia Hispana Nova Citerior Antoniniana” ..........................................................................249 Francisco Diego Santos “In Memorian ” Palabras para Manuel Fernández Avello ..................... 265 Carmen Ruiz-Tilve ARMANDO PALACIO VALDÉS ANTE LA CRÍTICA JOSÉ LUIS CAMPAL FERNÁNDEZ La crítica de ayer y hoy ha afrontado el estudio de la obra del novelista asturiano del Realismo decimonónico Armando Palacio Valdés (1853-1938) con disímiles criterios. Seguidamente, recapitularé algunos de los juicios que, a lo largo del tiempo, le ha merecido la producción palaciovaldesiana al gre mio literario y crítico. Comienzo este muestrario indicativo de la fortuna crí tica de Palacio Valdés con opiniones relativas a estilo, temas, técnicas y recursos del narrador para dar cabida, acto seguido, a un recorrido por una parte de la producción narrativa del autor asturiano. I. Al lado de consideraciones como éstas del novelista Augusto Martínez Olmedilla, emitidas en 1904: «Sus obras reflejan siempre la vida, sin estridencias morbosas, general mente bañadas por el sol del optimismo, y cuando a veces no es así -no todo es risa en el mundo-, arrancan lágrimas de ternura, pero no imprecaciones de desolación y de odio. Triunfalmente ha paseado el espejo de Stendhal por los caminos de la patria, realizando la fórmula suprema de Eqa de Queiroz: “La hermosa desnudez de la Verdad, cubierta con el velo de la Fantasía”». O estas otras del erudito Julio Cejador y Frauca en el tomo noveno de su conocida obra de referencia Historia de la lengua y la literatura castellanas (1918), cuando proclama: «Palacio Valdés nos pinta las gentes como novelista de costumbres, dedicando a este marco del asunto principal casi la mitad de cada novela y nos las pinta como son, logrando que nos aficionemos a ellas. El asunto puede ser muy sencillo pero siempre hace hincapié en la pintura verdade ra de los caracteres y no disertando, sino que haciendo que hablen los 8 JOSÉ LUIS CAMPAL FERNÁNDEZ hechos. Siente simpatía por todos sus personajes, como la sentía Cervantes. Antójansele los hombres niños sencillos y caprichosos, y como tal los trata. Raras veces se le nota la hincha contra los soberbios, los polí ticos intolerantes, los duros de entrañas; es su ironía de tan fino cómico, que por esta cualidad se distingue de los demás novelistas, casándole admirablemente con el fondo dramático». Al lado de estas bienintencionadas y comprensivas apreciaciones, otros escritores que, en generaciones posteriores, compartieron con un crepuscular Palacio Valdés la palestra pública, le maltratan sin mayor consideración ni el debido respeto a la ancianidad de quien ya ha hecho su periplo. Son los casos de, por ejemplo, el autor vascongado Pío Baroja o Juan Ramón Jiménez. El primero afirma, en sus memorias (1949), nada más y nada menos que «Palacio Valdés es muy pobre, de los peores de su tiempo. Siempre vaci lante, ramplón y, sobre todo, vulgar». El maestro modernista de Moguer, por lo que a él le toca, no se anda con rodeos y, en Guerra en España, dice de Palacio Valdés que «su estilo refleja la vulgaridad burguesa más insoportable». Incluso participan del mismo criterio anulador otros escritores posteriores en el tiempo, como Concha de Albornoz, Felipe Ximénez de Sandoval o Antonio Espina. Concha de Albornoz, haciendo gala de una absoluta falta de metodología crítica seria (imposible rechazar lo que no se ha leído), parece aborrecerlo por razones que se nos escapan: «No he leído ninguno de sus libros, ni pienso leerlos en mi vida». Ximénez de Sandoval, autor que ha pasado por las Bellas Letras del siglo XX sin dejar mayor impronta ni recuerdo, incidía en la, a su parecer, caren cia de peso específico de las novelas de Armando Palacio Valdés, a las que despacha así: «Es una literatura de algodón en rama. Blanca, blanda, sin consistencia, insulsa. Muy propia para sus lectores, señoritas y clérigos con espíritu de algodón en rama». Antonio Espina proponía, por su parte, olvidarse de lo que el narrador lavianés había publicado: ARMANDO PALACIO VALDÉS ANTE LA CRÌTICA 9 «Únicamente cabe repasar sus novelas e irlas cogiendo una a una con mucho cuidado y tirándolas a la cisterna de la indiferencia. Empezando por aquella exquisita patochada que se llama La Hermana San Sulpicio». Comentarios tan adversos como los reseñados no eran compartidos por otros coetáneos de Palacio Valdés de mayor empaque en la historia literaria española, caso del novelista e infatigable viajero valenciano Vicente Blasco Ibáñez; caso del escritor y crítico literario Andrés González Blanco; caso de los noventayochistas Valle-Inclán, Unamuno y Maeztu; o de narradores pos teriores en el tiempo como Tomás Borrás y Max Aub. Aunque ideológica mente se situaron en polos aparentemente opuestos, Blasco Ibáñez reconocí ale a Palacio Valdés un talante independiente que le fascinaba: «Palacio Valdés es una de mis grandes admiraciones literarias. Es un verda dero artista. Tengo la certeza de que no lleva escrita ni una sola página por industrialismo literario. Ni busca elogios ni adula a nadie para sostener su fama. Al admirar su serenidad, su desprecio por el éxito circunstancial y momentáneo, su trabajo firme mirando al porvenir, pienso en Esquilo, insensible a las amar guras y las injusticias, escribiendo al frente de sus obras, como suprema apela ción, esta dedicatoria, que muy pocos se atreven a trazar: “Al tiempo”». Don Ramón María del Valle-Inclán, tan lacerante y visceral en muchos instantes de su vida para con otros escritores, confiesa, sin ocultar su debili dad por el creador asturiano, que «profeso por D. Armando Palacio Valdés una profunda admiración, cada día más grande, porque con los años le comprendo mejor. Pero con ser tanta mi admiración al escritor, casi la supera mi admiración al hombre grave y esquivo ante el frágil y adocenado aplauso de la crítica y la prensa». Una vertiente ésta de la autonomía ética y la paciencia en la que Miguel de Unamuno vuelve a insistir cuando en De esto y aquello escribe que «me encanta en Palacio Valdés la serena dignidad con que ha esperado el premio terreno de su labor, la calma con que ha aguardado el éxito, sin derogar nunca, sin dejarse llevar de las corrientes, haciéndose poco a poco un público en vez de hacerse al público». Uno de los ejes cardinales del estilo palaciovaldesiano, el humor, es pues to de relieve por Andrés González Blanco, Tomás Borrás y Luis Astrana Marín. González Blanco compara esta vena en el autor lavianés y en ‘Clarín’: 10 JOSÉ LUIS CAMPAL FERNÁNDEZ «El humorismo de Palacio Valdés es más trascendental, más grave, más imponente que el de Alas, que es más risueño, más jovial, más franco, más arlequinesco.