José Manuel Almendros Toledo, JOSÉ MANUEL ALMENDROS TOLEDO nacido en , es profesor de E.G.B, graduado universitario en Relaciones Laborales y licenciado en Historia. Jubilado en la actualidad, ha ejercido ELÍAS NAVARRO SABATER: su labor docente durante muchos años UNA MIRADA A LA SANIDAD PÚBLICA EN ALBACETE en los pueblos de la demarcación del antiguo Estado de , a la que ha EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XIX prestado su interés investigador y de la que ha publicado numerosos trabajos y presentado algunas comunicaciones re- ferentes a su Historia y Arte.

Es miembro del Instituto de Estudios Albacetenses “Don Juan Manuel”. JOSÉ MANUEL ALMENDROS TOLEDO MANUEL ALMENDROS JOSÉ

La presente publicación nos acerca a la figura del médico Elías Navarro Saba- ter, primer sanitario que puso el estado liberal decimonónico al servicio de la asistencia domiciliaria para las familias albacetenses más necesitadas. DIPUTACIÓN DE ALBACETE Por su compromiso y entrega en el ám- bito de la sanidad local y provincial, su constante lucha contra las enfermeda- des endémicas y epidémicas de la época, así como por su activa presencia ante los órganos de poder de decisión locales y

provinciales, tratando de influir en las XIX SIGLO DEL MITAD LA EN SEGUNDA mejoras de las condiciones sanitarias de

la población, le hacen ser hoy merece- ALBACETE EN PÚBLICA LA A SANIDAD MIRADA UNA dor de nuestro recuerdo. SABATER: NAVARRO ELÍAS

Su afán por defender la independencia de la clase médica de intromisiones mu- nicipales, le llevó en agosto de 1895, ya INSTITUTO DE ESTUDIOS ALBACETENSES jubilado, a fundar el Colegio de Médi- “DON JUAN MANUEL” cos de Albacete. EXCMA. DIPUTACIÓN DE ALBACETE

Biblioteca Digital de Albacete «Tomás Navarro Tomás» JOSÉ MANUEL ALMENDROS TOLEDO

Elías Navarro Sabater: una mirada a la sanidad pública en Albacete en la SEGUNDA mitad del siglo XIX

INSTITUTO DE ESTUDIOS ALBACETENSES “DON JUAN MANUEL” DE LA EXCMA. DIPUTACIÓN DE ALBACETE

Serie I • Estudios • Núm. 235 Albacete 2017

Biblioteca Digital de Albacete «Tomás Navarro Tomás» Cubierta: Casa de Misericordia e Iglesia del Buen Pastor. Foto procedente de los fondos documentales de la Residencia de ancianos de San Vicente Paul.

Almendros Toledo, José Manuel Elías Navarro Sabater : una mirada a la sanidad pública en Albacete en la segunda mitad del siglo XIX / José Manuel Amendros Toledo. -- Albacete : Instituto de Estudios Albacetenses "Don Juan Manuel", 2017. 346 p. : il. col. ; 24 cm. -- (Serie I - Estudios ; 235). D.L. AB 410-2017 -- ISBN 978-84-946465-6-0 1. Salud pública - Albacete - S.XIX. I. Instituto de Estudios Albacetenses "Don Juan Manuel". II. Título. III. Serie. 929 Navarro Savater, Elías 614.1(460.288)"18"

INSTITUTO DE ESTUDIOS ALBACETENSES “DON JUAN MANUEL” DE LA EXCMA. DIPUTACIÓN DE ALBACETE, ADSCRITO A LA CONFEDERACIÓN ESPAÑOLA DE CENTROS DE ESTUDIOS LOCALES. CSIC.

Las opiniones o hechos consignados en esta obra son de la exclusiva responsabilidad del autor o autores.

D.L.: AB 410-2017 I.S.B.N.: 978-84-946465-6-0

Maquetación e Impresión: Gráficas Ruiz del Amo, S. L. Parque Empresarial Campollano, C/. D, N.º 14, Nave 18 02007 Albacete Telf. 967 21 72 61 [email protected] www.graficasruiz.com

Biblioteca Digital de Albacete «Tomás Navarro Tomás» A mis cinco nietos, Helena, María, Jon, Álvaro y Vera; naturalmente.

Biblioteca Digital de Albacete «Tomás Navarro Tomás» Biblioteca Digital de Albacete «Tomás Navarro Tomás» PRÓLOGO

Biblioteca Digital de Albacete «Tomás Navarro Tomás» Biblioteca Digital de Albacete «Tomás Navarro Tomás» He leído con mucho interés el libro “Elías Navarro Sabater: una mirada a la sanidad pública en Albacete en la segunda mitad del siglo XIX”. Soy aficionado a la historia en general, y a la historia de la sanidad en particular, y puedo asegurar que he disfrutado con sus páginas. El libro está muy bien escrito y bien documentado, tra- bando un relato preciso y elegante. La idea de tomar la figura de un destacado médico de Al- bacete, D. Elías Navarro Sabater, quien fuera el primer presidente de su Colegio de Médicos, y describir su proceso formativo y su desempeño profesional, permite al autor describir la práctica de la medicina y de la Salud Pública en el contexto de su ciudad y su país, mostrando la situación económica y social de sus gentes, así como las circunstancias políticas en aquellas décadas de la segun- da mitad del siglo XIX. A lo largo de las páginas, José Manuel Almendros nos da no- ticia, por ejemplo, de las condiciones insalubres de la población: la vida de más de cien familias de jornaleros en cuevas insalubres; los muladares en las calles; la falta de agua potable; las dificultades para establecer la evacuación adecuada de las aguas sucias. Un ejemplo muy gráfico es la descripción de una de las calles princi- pales, la calle del Progreso: sin aceras, depósito de inmundicia y de animales muertos, llena de escombros… Hechos y circunstancias que motivarán la respuesta profesional de D. Elías y sus colegas. Con apuntes y comentarios bien hilvanados, el autor describe en su relato el nombramiento de Médicos Titulares para atender a los pobres de solemnidad y para desarrollar las tareas de Salud Pú- blica; las dificultades económicas para sostener la sanidad (ya en- tonces se quejaba la corporación municipal de los enormes gastos en medicinas); la precariedad de los puestos de trabajo de los mé-

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dicos; su abnegación en el trato a los pacientes, su lucha contra las epidemias, y su labor en el desarrollo de la Salud Pública. Así mismo, se muestra el papel de las diferentes instituciones (Ayuntamiento, Diputación, Gobierno Civil, Ministerio de Fomento, etc. y la necesi- dad de recurrir a la propia Reina en diversas ocasiones) poniendo de manifiesto la conveniencia de una adecuada distribución de responsabilidades y de una buena coordinación. Es una verdadera historia de la medicina. El libro de Almendros subraya también la influencia del con- texto político y económico en las normas, en las decisiones orga- nizativas y hasta en los nombramientos, según fuera el gobierno republicano o monárquico, o según los turnos de conservadores y liberales. Se describe también el papel de los vecinos, con sus que- jas, o el de los mayores contribuyentes con su poder de voto y su influencia en la elección de los médicos. El lector puede imaginar, al hilo del relato, el dilema de las au- toridades municipales de Albacete, y los debates que tendrían con D. Elías y los otros galenos, para decidir retrasar o autorizar la cele- bración de la feria septembrina, de enorme potencial económico en la ciudad y la comarca, en función de cómo evolucionaban las epidemias de cólera. Y es que, al igual que hoy, las decisiones de Salud Pública po- dían tener un impacto económico importante, y viceversa. Hemos vivido en nuestros años, por ejemplo, la crisis de las “vacas locas” y el debate con los ganaderos sobre las medidas restrictivas adop- tadas; o la “gripe porcina”, que luego cambió su nombre a “gripe A” ante la queja del sector. En estas y otras “crisis”, y en muchas actuaciones de salud pública, como la ley del tabaco, el impacto económico de una decisión es muy significativo, pero tanto hoy, como en época de D. Elías, la obligación del profesional sanitario es situar por delante la protección de la salud: el principio de pre- caución, la salud como derecho humano fundamental. El texto que pone José Manuel Almendros en nuestras manos es un magnífico recordatorio de la importancia de la Salud Pública y de la necesidad de desarrollar un enfoque global, de promoción de la salud y prevención de la enfermedad, y de lo que hoy llama- mos Salud en Todas las Políticas: el cuidado del medio ambiente, y el intento de mejorar el clima plantando arboledas en los alrededo- res de la ciudad; la insistencia en la limpieza; la exigencia y las múl- tiples gestiones avaladas con informes para lograr la habitabilidad

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de las viviendas; mejorar el agua limpia para la bebida; impulsar infraestructuras para la eliminación de aguas residuales y basuras; pedir la adecuación del cementerio; evidenciar la relación de la pobreza con la enfermedad y tratar de reducir aquélla; establecer la vigilancia de los mercados y ferias; y, desde luego, la atención a los pacientes y la lucha contra las epidemias con sacrificio personal y riesgo de la propia vida. Toda esta labor da testimonio del tesón y el compromiso profesional y ético de D. Elías y sus compañeros, en épocas muy difíciles y no tan lejanas en el tiempo. También se puede captar la preocupación de los médicos por su formación, tanto en su fase inicial, como a lo largo de su carrera, actualizando sus conocimientos para mejor responder a las necesidades de los pacientes (como se deduce de su alegato en el caso Hoffmann). Tiene especial interés la participación de D. Elías como pro- motor y primer presidente del Colegio de Médicos de Albacete, mostrando la evolución y madurez de la profesión en esta ciudad, sumándose a un proceso que venían llevando a cabo otras capita- les. Se buscaba así la autonomía e independencia de los médicos frente al caciquismo local, así como la prevención del intrusismo, basado en un reconocimiento profesional y científico. En suma, a lo largo del libro tomamos conciencia de cómo las labores de la salud pública buscaban contribuir a la salud, la riqueza y el bienestar de la población. Me recuerda documentos actuales de la Unión Europea, de la OMS, y de otras instituciones en los que se insiste asimismo en que salud es riqueza (“health is wealth”) y en que no hay riqueza sin salud. El anexo con los apuntes de D. Elías para la Topografía Médi- ca de Albacete es un complemento estupendo, que completa la obra. En fin, mi más sincera enhorabuena al autor por su excelente trabajo y mi agradecimiento como médico por dejarnos conocer una parte clave de nuestra historia.

Fernando Lamata, Doctor en Medicina

Biblioteca Digital de Albacete «Tomás Navarro Tomás» Biblioteca Digital de Albacete «Tomás Navarro Tomás» INTRODUCCIÓN

Biblioteca Digital de Albacete «Tomás Navarro Tomás» Biblioteca Digital de Albacete «Tomás Navarro Tomás» Lejos de intentar poner una vela en el santuario de nuestra escasa literatura científica provincial, pretendemos con este trabajo dar a conocer la obra profesional de un médico albacetense, don Elías Navarro Sabater, personaje que cubre el ejercicio de la medicina local de gran parte de la se- gunda mitad del siglo XIX, un periodo durante el cual el aparato municipal irá introduciendo importantes transformaciones urbanísticas, tratando de desalojar rudimentarias viviendas y levantar nuevos espacios de relación y convivencia dotándolos de los elementos más adecuados para la subsis- tencia; tarea en la que sobresale nuestro personaje con sus aportaciones y sugerencias. El artículo 64 de La ley de Sanidad de 1855, exigía a los Ayuntamien- tos contratar a facultativos titulados para prestar asistencia médica domici- liaria a las familias pobres, profesionales que también quedaban obligados desde el mismo momento en que fueran requeridos por las autoridades ci- viles, a auxiliar con sus conocimientos y consejos científicos en todos los asuntos referidos al mundo de salud pública. Así lo confesaban los médicos Sabater y Griñán en sus solicitudes, cuando optaron a las plazas convocadas por el concejo: “Que ha aconsejado a la Municipalidad y ha emitido infor- mes siempre que se le han solicitado”1, o bien, por su parte, las autoridades municipales así lo hicieron también en varias ocasiones: “… que después de haber sido nombrado titular ha redactado infinidad de informes y contestado a cuantas consultas le ha planteado la Municipalidad sobre materia de higie- ne y sanidad” . Si hubo que “inventar” una nueva ciudad para adaptarla a los nuevos tiempos, nuestro personaje prestará su incondicional servicio, aconsejando a las autoridades, enhebrando sutiles sugerencias en la toma de decisiones

1 A.H.P. Albacete. Cuestión 5ª en su petición para cubrir una plaza el 17 de abril de 1865. Caja 139.

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con el ánimo de influir en ellas, infiltrando mejoras en las estructuras sani- tarias, necesarias en aquel proceso renovador. Aunque nunca pretendió que su voz y sus opiniones sirvieran de campanario local capaz de conseguir interpretar un nuevo paisaje urbano, con el tiempo sus propuestas fueron logrando mejores y más saludables escenarios en beneficio del vecindario en general. Creemos que es nuestro deber reivindicar para su persona el recono- cimiento general por su generosa voluntad, intentando encontrar fórmulas, capaces de poder hacer de Albacete una población moderna y de servicios, desde las ruinas de una villa rural, como era, obra costosa y de enorme en- vergadura que permitió su transformación, sustituyendo los viejos espacios nocivos y peligrosos para la vida, por nuevas instalaciones más saneadas y funcionales. Y, en este sentido, no se puede dejar pasar por alto el destacar el amor por su ciudad y su abnegada entrega para conseguir las mejoras necesarias en ella. Es oportuno apuntar aquí, el hecho de cómo entendieron aquellos mé- dicos de la asistencia domiciliaria local su compromiso por conseguir me- jorar el urbanismo municipal, denunciando las condiciones de insalubridad de las clases más humildes, ya que, como personas con libre acceso a domici- lios particulares y a todos los espacios públicos, disponían de conocimientos precisos sobre las carencias higiénicas existentes en la población. En su afán por defender los intereses comunes del vecindario, los fa- cultativos se mantuvieron, a menudo, presentes tras los cortinajes del poder ejecutivo, conduciendo e interpretando las decisiones de los poderes locales, casi siempre de forma independiente, y casi nunca bajo la obediencia confe- sada a partidos ni ideologías, pero con frecuencia adoptando una posición intermedia entre los poderes políticos y la sociedad, determinando mejoras higiénicas necesarias a favor del vecindario. Así lo reconoce el propio Sa- bater en sus escritos, justificando su necesidad de escribirlos:“Los cargos de médico titular y Subdelegado de Medicina que por espacio de muchos años he desempeñado en esta Capital me han permitido adquirir datos y noticias de interés sanitario para la misma, que he agrupado, tal vez profusamente…” . Para apoyarnos en lo dicho, queremos mencionar la valoración que hizo la Corporación de 1893, cuando recibió sus escritos, estando ya cerra- da su carrera profesional, no dudando en expresarle su gratitud por consi- derarlos de gran valor didáctico, como guía indispensable por sus plantea- mientos transformadores para la nueva ciudad en construcción: “que los expresados trabajos encierran una riqueza de detalles científicos y estadísticos ...que pueden servir de norma para mejorar en gran escala las condiciones higiénicas y , por otra parte, revelan la constancia de su autor por allegarlos

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y coleccionarlos, por si pudiesen ser de utilidad para su país natal...” 2. En cierto sentido podríamos decir que en el ADN de la ciudad van escritas las inquietudes reformadoras urbanas y de saneamiento que nuestro personaje requería para ella. Si bien lo anteriormente expuesto arma de “fuerza política” a su vida profesional, creemos que al verdadero mérito de Sabater lo avala su labor de campo en el trabajo, que nos lo acerca para hacer de él un testigo de referen- cia fundamental en el desarrollo de la asistencia médica albacetense, en un periodo en el que la medicina no había logrado avanzar hasta adentrarse en el campo de la microbiología moderna, mucho antes de que la vieja medici- na empírica ejercida por él fuese dotada de base científica. Lo válido sería, y así lo hacemos, detenernos exponiendo una per- cepción resumida de su vida profesional, ya que, su trabajo como médico le otorga la importancia necesaria, al verse obligado a cubrir las primeras líneas de la atención sanitaria, en aquellas grandes oleadas epidémicas de su siglo, con muy pocas evidencias científicas y muy limitados medios. Sabater tuvo que enfrentarse a las enfermedades endémicas de la época en que le tocó vivir, como el paludismo, el tifus exantemático, la gripe, viruela, así también como a las extraordinarias, o epidémicas, como el cólera, la gran asesina del siglo XIX, o la fiebre amarilla, todas ellas de rápido crecimien- to en centros urbanos de grande y mediana entidad, enfermedades que se vieron amparadas por el hacinamiento, las grandes hambrunas, y la falta de higiene, sobre todo entre las clases humildes; sin olvidarnos, claro está, de la contribución que también tuvieron en su desarrollo los periodos de guerra, frecuentes en la centuria. A todas las formas de la lucha contra ellas se en- frentó nuestro personaje con imaginación y mucha generosidad, si bien con los limitados medios disponibles en la época, pues el desconocimiento de la etiología de aquellos males pocos aciertos podía ofrecerle. Cervantes en un pasaje de su gran obra resumía la idea con estas palabras: “...que al mal de quien la causa no se sabe, milagro es acertar la medicina” 3. Como es sabido, hasta finales del siglo XIX no se consiguieron frenar dichas enfermedades, cosa que se logró gracias al mayor desarrollo de las ciencias experimentales apoyadas en los avances de la microbiología, pero por entonces Sabater ya no estaba en activo. Con este trabajo también pretendemos recordar algunos de sus escri- tos que nos muestran el estado sanitario del Albacete de su tiempo, en los que incluyó sus valiosas aportaciones estadísticas, con un interesante caudal

2 A.H.P. Albacete Acta municipal de 2 de agosto de 1893. Caja 4533. 3 1ª Parte. Capítulo XXIII.

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de informaciones e incidencias de casos epidemiológicos, que hoy nos pue- den servir como testimonio directo e insustituible a la hora de valorar dicho periodo, como le fueron valorados por sus coetáneos, según nos informa don Joaquín Roa Erostarbe, en su bien conocida “Crónica de la provincia de Albacete”, diciéndonos que la obra de don Elías venía a llenar una parte importante del gran hueco existente en la menguada creación científica de la provincia: “En una capital de provincias como ésta, de tan escaso movi- miento científico y literario ...es un verdadero acontecimiento que no debe pasar inadvertido, la aparición de un libro, y más si ese libro es del mérito del que vamos a reseñar. Nos referimos al que con el humilde título de “Apuntes para la Topografía médica de Albacete” ha dado a luz, en julio de 93, nues- tro querido amigo el señor Don Elías Navarro y Sabater, médico-cirujano, premiado con la Cruz de Epidemias e Inspector Sanitario de esta provincia. Claro es que nosotros, incompetentes en la materia de que se ocupa, no hemos de juzgar el fondo de esta obra; para tales son, sin duda, su alcance científico y la oportunidad de su publicación, hoy que con singular preferencia se debaten en España y en el Estrangero las grandes cuestiones sanitarias que no pode- mos menos de dar a conocer bajo este aspecto, defiriendo al ageno criterio, el honrosísimo juicio que ha merecido a varios periódicos profesionales de la Nación, juicio que, en lucha con la excesiva modestia del autor...” 4. Este trabajo quedaría incompleto si en su sumatorio profesional no dejáramos dicho que el descanso de sus últimos días lo enriqueció aportan- do todo su entusiasmo en la defensa de la clase médica, tan merecida y ne- cesitada de ella. Y es que su compromiso y sus inquietudes finales los dedicó a fundar y poner en marcha el Colegio de Médicos de Albacete, asociación pionera en España entre las de su clase, que siempre procuró atender a la defensa de la autonomía profesional de sus miembros, frente al intrusismo y a los oscuros intereses caciquiles de la burguesía local de su tiempo, así como también devolverles a los pacientes y ciudadanos clara protección de sus derechos. Finalmente, queremos añadir en este apartado unas líneas de agrade- cimiento, cortesía obliga, a las personas que me han ayudado en la elabo- ración de este trabajo: destacando en primer lugar al doctor don Fernando Lamata, que generosamente se ofreció para redactar el prólogo, así como también a la dirección y personal del Archivo Histórico Provincial de Alba- cete, que con su cooperación y ayuda profesional han facilitado el desarro- llo de nuestra tarea.

4 Roa Erostarbe, Joaquín. “Crónica de la provincia de Albacete”. Apéndice nº 5. Bibliogra- fía. Págs. 49-50. Tomo II.

Biblioteca Digital de Albacete «Tomás Navarro Tomás» LA INFANCIA DE NAVARRO SABATER

Biblioteca Digital de Albacete «Tomás Navarro Tomás» Biblioteca Digital de Albacete «Tomás Navarro Tomás» Nuestro biografiado nació en el seno de una familia acomodada al- bacetense, el treinta de enero de 1834, dos meses después de que Albacete fuese declarada capital de la recién creada provincia de su nombre, según el modelo de división territorial de provincias que se había elegido para articular España. Elías, Martín, José y Pedro, nombres con el que fue inscrito nuestro personaje, fue bautizado en la parroquial de San Juan Bautista, el 30 de ene- ro de 18345, el mismo día de su nacimiento, seguramente obedeciendo a la costumbre establecida aquellos años de gran mortalidad infantil, de que los nacidos se bautizaran inmediatamente, ya que en caso de muerte quedaban bajo el amparo de la Iglesia. Su padre, el farmacéutico don Críspulo Navarro, pertenecía a una fa- milia de hacendados e influyentes apellidos locales; murió el 2 de agosto, unos meses después del nacimiento de su hijo, a consecuencia de la epide- mia de cólera que padeció la villa ese año. Su madre, doña María Francisca Sabater, procedía de Tortellá, pueblo de la comarca de la Garrocha, en Gerona, y era miembro de una familia de bien situados comerciantes catalanes. Los Sabater habían llegado a la villa al reclamo de las nuevas oportu- nidades que les ofrecía su recientemente alcanzada coyuntura político-eco- nómica, que anunciaba buenas ocasiones comerciales para ella, favorecidas también por su privilegiada posición geoestratégica, al ser punto de paso entre la capital de reino y los puertos de embarque del Levante. Vivían en la calle Mayor nº 36, vivienda aledaña a la farmacia propie- dad de su abuelo paterno, don Pedro Navarro, situada en la calle Boticarios

5 Archivo Diocesano Albacete. Bautismos. Parroquia de San Juan. AB-028, folio 162 vto. 6 La casa nº 3 de la calle Mayor era propiedad de la familia Sabater y en ella murió Doña Francisca Sabater y Pujals, el 5 de enero de 1890.

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nº 2, que hoy todavía sigue abierta,(la que siempre se ha conocido con el nombre de Farmacia de Berzosa), aunque su entrada la hace ahora por la calle Mayor.

Partida de bautismo de don Elías.

Biblioteca Digital de Albacete «Tomás Navarro Tomás» ALBACETE, LA CAPITAL ABRE SUS PUERTAS

Biblioteca Digital de Albacete «Tomás Navarro Tomás» Biblioteca Digital de Albacete «Tomás Navarro Tomás» El decreto de Javier de Burgos, ministro de Isabel II, el 30 de Noviem- bre de 1833, declaraba a la mesetaria villa de Albacete como capital de la nueva provincia de su nombre. En favor de su elección jugaba su situación geoestratégica, al ser paso obligado entre la Corte y las tierras levantinas. En su composición se integraron municipios que antes habían pertenecido a las provincias de la Mancha, Murcia y Cuenca. A la vez nacieron a la vida la recién nombrada capital y nuestro perso- naje, y ambos crecieron y se desarrollaron paralelamente a lo largo del siglo que les vio nacer. Una visión precisa de cómo era la villa de Albacete en aquellos pri- meros años nos la proporciona las contestaciones que daban sus regidores en 1836, respondiendo a un interrogatorio que les pedía la Universidad Li- teraria de Valencia, distrito universitario al que quedó adscrita, cuando la alcaldía solicitó permiso para abrir un colegio de sordomudos. En su respuesta a la quinta pregunta del interrogatorio de referencia, los convocados decían: “Esta capital está situada en una llanura que por po- niente y norte se extiende a muchas leguas. A su oriente y a dos leguas están las sierras de Chinchilla. A su mediodía y a cinco leguas las de las Peñas de San Pedro. El terreno de toda su jurisdicción es el más a propósito para la vegetación; y aunque el agua en muchas partes se encuentra a corta profundi- dad, no por eso es húmedo e insalubre, como lo era antes de abrir el cauce del Real Canal de María Cristina; los vientos que más dominan son el Levante y el poniente. Además de frondosos pinares, carrascales, arbustos de varias especies que tiene en su jurisdicción; su terreno, como se ha dicho, es muy feraz y a propósito para fomentar en él arbolado, así se vio en años anteriores por las plantaciones de pinares que se hicieron y quedaron abandonadas, por lo poco que hasta ahora se ha respetado la propiedad; y produce grandes cosechas de vino de mediana calidad y que es susceptible de muchas mejoras como prin-

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cipia a notarse en el de algunos propietarios. Los cereales de todas las clases, y recompensan abundantemente los afanes del labrador. Se crían muchas y muy buenas hortalizas y más generalmente patatas en secano y riego. Es abundan- tísimo en excelentes pastos criándose en ellos ganados de todas especies. Sus aguas que en todos sitios se hallan a muy poca costa son potables, muchas riquísimas, tales como las del manantial de los Ojos de San Jorge, diferen- tes anorias de las muchas huertas que casi circunvalan la población y varios pozos dentro de la misma que nada ceden a las más superiores del reyno. En prueba de lo que citaré el hecho siguiente: El Serenísimo Señor Infante Don Francisco de Paula Antonio, en su último tránsito por esta Capital, en Sep- tiembre de 1835, mandó llenar los barriles de una de estas excelentes aguas para su gasto hasta Madrid. Son muy buenas para la vegetación, para las fábricas de curtidos, sombreros y demás que se hallan establecidas. Los alimentos que produce este suelo no solo bastan para la manuten- ción de sus naturales, sino que provee a las necesidades y escasez de algunos de los vecinos, principalmente en el ramo de las hortalizas y patatas; éstas puede decirse (por la abundancia, buena calidad y moderado precio a que se encuentran) que es el alimento más general de la clase menesterosa. Y en el ramo de granos surte y provee a gran parte de las ciudades de Murcia y Va- lencia y aun a los puertos para embarque de ésta última y a los de Alicante y Cartagena” 7. Hemos de decir que en la redacción del informe intervinieron tam- bién los médicos locales, requisito impuesto por la universidad valenciana. Contestaciones que nos la confirman como una villa de limitados re- cursos económicos, de un patrón agropecuario atrasado, y con una peque- ña industria basada fundamentalmente en productos artesanos, como los textiles, la cuchillería, curtidos, etc., destinados al consumo interno, pues era escaso su vigor comercial exterior, si bien, ya había comenzado a iniciar- se un leve crecimiento en las primeras décadas del siglo. Si las autoridades locales contestaban haciendo alusión a la impor- tancia de su modelo de agricultura cerealista, no dejaban también de rese- ñar ingenuamente la notable calidad de sus aguas, tratando de ocultar en los despachos del Gobierno toda sospecha que pudiera haber de ser una tierra pantanosa e insalubre, como parecía tener fama a finales del siglo XVIII.

7 A.H.P. Albacete. Carpeta Sordomudos y Ciegos. 21 de mayo de 1836. Caja 295. Don Francisco de Paula Antonio, hijo de Carlos IV y María Luisa de Parma. Duque de Cádiz. Padre de don Francisco de Asís de Borbón, rey consorte casado con su prima Isabel II.

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Foto particular. La rosa del azafrán era un producto importante que complementaba las pobres economías de las familias más humildes, aunque comenzó a retroceder su importancia en los años finales del siglo.

Como dato a tener en cuenta sería oportuno apuntar el detalle de que la importancia económica de la viña en Albacete no sería tanta, como siem- pre se le ha supuesto. En la segunda mitad del siglo, cuando ya se estaba produciendo una importante exportación de vinos de calidad hacia Europa, los cosecheros locales pedían a la Municipalidad reducción en los impues- tos al no poder pagar los exigidos: “...ya por los muchos gastos que en cultivo de los viñedos se les originan, cuyas circunstancias unidas al bajo precio con que se vende el vino debido a su inferior calidad, que como es público y noto- rio obliga a que sus dueños realicen su venta dentro de esta capital” 8. El 30 de enero de 1834, dos meses después de haber sido elegida Alba- cete como capital de la nueva provincia nació nuestro personaje, como que- dó dicho. Era el mismo año en que se instaló en ella su Audiencia territorial, y el anterior al que se creará su Diputación Provincial. Tres acontecimientos fundamentales, ya que dichas instituciones le impregnarían de un nuevo rango y destacada importancia.

8 A.H.P. Albacete. Acta municipal de 9 de noviembre de 1875. Caja 4528.

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Aquellos reconocimientos, junto al reciente desecamiento realizado en gran parte de sus pantanosas tierras jurisdiccionales por medio de la creación del canal de María Cristina, serían los acontecimientos que ani- maron la enorme tensión social que impulsó a la sociedad albacetense para tratar de cumplir con sus deseos de ser merecedora de la nueva categoría recién alcanzada. Este nuevo entronque con la dinámica nacional, sirvió para que vecindario y poderes públicos, fueran capaces de ponerse a la tarea de tratar de darle el necesario contenido de modernidad a la población, que pudiera justificar su rango y mostrase ser digna de él. Albacete tenía por entonces una población de 3.000 vecinos (unos 12.000 habitantes), según el censo que dio la Diputación para un repartimiento de soldados en el año 18359. Su nombramiento como sede de la nueva capital provincial fue salu- dado con enorme alborozo y decisión por el vecindario, que así lo recordó a lo largo del resto de la centuria. Todavía seguía vivo aquel entusiasmo entre sus gentes en 1880, como se verá, cuando se decidió darle nombre a una nueva calle abierta en 186110, entre la de San Antonio y la de El Progreso, pues había que destacarla y definirla sobre un paisaje ornamental que la apartara de la vieja imagen, hasta entonces dominante, de ser un poblachón rural manchego que no acababa de salir de su modorra medieval. Cuando se pensó modernizar y favorecer la comunicación entre los espacios próximos a la estación del ferrocarril y el centro urbano con una nueva arteria, el propietario que había cedido los terrenos para hacerla per- tenecientes a la llamada huerta de Manzanas, donde se ubicaba la sociedad llamada “La Peninsular”, pidió a cambio que el Ayuntamiento le diera a la nueva calle el nombre de “Madoz”, su fundador, pero tal propuesta no se aceptó. El pleno municipal, desoyendo su petición, decidió honrar a aquella vía con la memoria de un vecino, don Miguel Fernández Cantos Carcelén, llamándola “Calle Carcelén” justificando tal nombramiento a que: “...ya que Albacete le debe la mayor parte de su gloria de conseguir en el año 1833 la capitalidad en la población, anunciando con ello la aurora de su porvenir que amaneció después con toda clase de prosperidades. La mayor parte de los señores aquí reunidos y muchos vecinos de la población que alcanzan una edad sexagenaria recuerdan todavía con no poca satisfacción un día en el año antes citado, día feliz que jamás se borrará de nuestra memoria en que el

9 Archivo de la Diputación de Albacete. Libro de actas de 1835-36. 10 de noviembre de 1835, folios 3-4-5. 10 A.H.P. Albacete. Acta de 30 de noviembre 1861. Caja 100. Ver también “El diario de Al- bacete”, “El nombre de las calles”. Viernes 9 octubre de 1903.

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pueblo, casi en su totalidad, reunido en las afueras de la población esperaba con ansia el regreso de ese hombre que tras tantos afanes había alcanzado y era por todos del mayor de los beneficios que en esta, entonces villa, pudiera desear; y acto continuo de su llegada, la población llena de entusiasmo le de- mostró agradecimiento con indecible y verdadero regocijo, celebrándose fiesta y recibiendo miles de felicitaciones de todas las clases sociales” 11. Con el testimonio de los ediles municipales del año referido creemos poder recrear el enorme alborozo del vecindario al conseguir para su lo- calidad aquella notable distinción; categoría que nunca llegó a creerse to- talmente y muchas veces receló perder. Y en este sentido son numerosos los testimonios que podemos presentar, especialmente en los momentos de crisis político-sociales del siglo. En cierto modo su paisanaje siempre pensó que el fin de sus adquiridos títulos era un asunto que estaba pendiente de un decreto ya firmado, aunque sin fecha de ejecución.

Medalla de una exposición provincial de pro- ductos del campo, conmemorativa del cincuenta aniversario de la formación de la provincia de Albacete. Propiedad particular12.

Y es desde este punto de partida que nos muestra a Albacete con el perfil de una villa cerrada sobre sí misma, con muchas carencias y de un gran atraso crónico, desde el que en muy poco tiempo se tuvo levantar una urbe que fuera merecedora de su condición de capital de su recién creada provincia. El derroche de vitalidad social, la imaginación y el ingenio que tuvo poner en juego su vecindario a lo largo de todo el siglo, para alcanzar la importancia exigida y corresponder a su nuevo estatus con los escasos medios económicos disponibles, fueron considerables.

11 A.H.P. Albacete. Acta 27 de octubre de 1880. Caja 4530. 12 En la Feria de 1883, la Diputación Provincial patrocinó una exposición de productos industriales y agrícolas durante los días 10 al 20 de septiembre en el paseo de la Cuba, en las proximidades de la vía férrea. A los participantes premiados se les entregó una meda- lla honorifica como la presente. Que sepamos este es el único ejemplar conservado.

Biblioteca Digital de Albacete «Tomás Navarro Tomás» Biblioteca Digital de Albacete «Tomás Navarro Tomás» ESTUDIOS PRIMARIOS Y SECUNDARIOS DE NAVARRO SABATER

Biblioteca Digital de Albacete «Tomás Navarro Tomás» Biblioteca Digital de Albacete «Tomás Navarro Tomás» Realizó sus estudios primarios en la escuela local con don Alfonso Cánovas, maestro que fue contratado para enseñar en la escuela municipal, el año 1830 y siempre gozó de gran estima entre el vecindario. La Corpo- ración municipal de 1882 destacaba sus méritos con estas palabras: “...fue un maestro que impartió clase durante cincuenta años y prestó muy buenos servicios a esta población” 13. Ya médico, Sabater atendió a su viejo maestro a finales de mayo de 187014, que estaba muy enfermo. De su paso por la escuela de primeras letras apenas conocemos deta- lles, solamente algunas referencias que nos informan de que fue un alumno aplicado. Acabados los estudios primarios pasó a matricularse en los de Bachi- llerato, en el Instituto de Segunda Enseñanza de Albacete, en el que hizo sus cinco años correspondientes; desde el mes de octubre de 1846 hasta el 2 de julio de 1851, fecha en que obtuvo su título de Bachiller en Filosofía. En esta etapa destacó como alumno brillante, obteniendo la nota de sobresaliente en varios cursos, razón que le permitió solicitar, según man- daba el artículo 1º del reglamento del centro, los derechos correspondientes a la obtención de los premios ordinarios15. Fue amigo y compañero de estudios y de profesión de Octaviano Gri- ñán, con el que compartiría posteriormente su trabajo en el puesto de mé- dico para la asistencia domiciliaria para familias pobres. A ambos estudiantes les unió una gran amistad desde sus primeros años de estudios, rivalizando los dos en premios y méritos.

13 A.H.P. Albacete. Acta de 23 de Enero de 1882. Caja 4530. Tomó posesión de su escuela el 1 de febrero de 1830. 14 A.H.P. Albacete. Acta 30 de mayo de 1870. Caja 101. 15 Archivo del Instituto Nº 1 Bachiller Sabuco. Legajo “Premios ordinarios. Años 1841-42” s/f y “Pliegos de premios de los tres cursos de Filosofía. Años 1847-1865”. Caja 2.

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Título de Bachiller de don Elías Navarro Sabater, expedido el 7 agosto de 1851 por la Universidad de Valencia, a cuyo distrito pertenecía Albacete.

Biblioteca Digital de Albacete «Tomás Navarro Tomás» ESTUDIOS UNIVERSITARIOS

Biblioteca Digital de Albacete «Tomás Navarro Tomás» Biblioteca Digital de Albacete «Tomás Navarro Tomás» Decidido por la medicina, se matriculó para el curso preparatorio en la Universidad Central de Madrid, en julio de 1851. Su expediente acadé- mico fue bueno a pesar de que por motivos de salud suspendió en el quinto curso, en junio de 1857, que logró superar en septiembre. Por tal motivo, y al no poder disponer de su título de Bachiller en Medicina y Cirugía en la fecha exigida, se vio obligado a pedir un permiso especial para matricularse para el grado de licenciado, condicionando su matrícula a que se le expi- diera el citado documento, que le fue concedido, según puede leerse en la Gazeta de Madrid de 6 de octubre de 1857. El 6 de marzo de 1858 recibió su título de bachiller en Medicina y Cirugía. Ese mismo año, curso 58-59, se presentó para obtener su grado de licenciatura, que terminó con la nota de aprobado tras defender su tesis ante su tribunal con el tema “Patología y diagnóstico de la enfermedad de tisis tuberculosa pulmonar en el segundo periodo”. El 15 de junio de 1859, con 25 años, recibió su título de Licenciado en Medicina y Cirugía16, estando ya vigente la que sería centenaria y liberal Ley Moyano, que tanta importancia concedía a la salud medioambiental y a la higiene pública, educación que marcaría su trayectoria profesional posterior. Eran considerados médicos-cirujanos aquellos titulares a los que la ley les permitía ejercer ambas facultades, las propias de los médicos puros y las de los llamados por entonces cirujanos, que tenían atribuciones para intervenir en causas de cirugía menor (sangrías, odontología, heridas de poca importancia, traumatología menor, partos, etc.).

16 Archivo Histórico Nacional. Universidades. Legajo 1587. Expediente 33.

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Fotografía de la orla correspondiente a la promoción de Licenciados en el curso 1858- 1859 de la Facultad de Medicina de la Universidad Central17.

17 Pertenece a los fondos del Colegio de Médicos de Madrid. En la cartela inferior su nom- bre figura con el número 26.

Biblioteca Digital de Albacete «Tomás Navarro Tomás» LA ASISTENCIA SANITARIA EN ALBACETE A MEDIADOS DEL SIGLO XIX

Biblioteca Digital de Albacete «Tomás Navarro Tomás» Biblioteca Digital de Albacete «Tomás Navarro Tomás» A principios de la centuria, la mayoría de la asistencia médica de los pobres e indigentes estaba encomendada a instituciones benéficas de- pendientes de la Iglesia, y muy pocas a las corporaciones municipales o al Estado. Si bien la asistencia era libre para aquellos grupos que podían pa- garse una iguala y sus medicinas, las familias pobres tenían que recurrir al amparo de las instituciones benéficas, habitualmente muy deficientemente atendidas. Ante la presión ejercida por el mundo obrero en defensa de una sa- nidad pública digna, desde mediados del siglo XIX, el Estado liberal tuvo que precipitarse para hacerse cargo de los deberes asistenciales de aquellas familias pobres que anteriormente habían estado protegidas por la caridad de la Iglesia. A partir de los años centrales del siglo, estos establecimientos de beneficencia ya habían perdido por completo su importancia. La Ley de Sanidad de 28 de noviembre de 1855, publicada durante el bienio progresista (1854-56), trató de modernizar las estructuras sanita- rias del país y ponerlas bajo el control del Estado, alejándolas de la órbita de las instituciones eclesiásticas y benéficas. En su artículo 64 decía que en todos los pueblos en los que fuera posible se establecería la hospitalidad domiciliaria, para la cual los Ayuntamientos nombrarían médicos titulados superiores y cirujanos, que se harían cargo de la asistencia de los enfermos de las familias pobres18. Desde entonces, fue constante en toda España, la carrera de los municipios para nombrar médicos-cirujanos para la asisten- cia domiciliaria. En 1857, el Gobierno de la nación, dispuesto para hacer todas las re- formas necesarias, comenzó por hacer un censo de las infraestructuras asis- tenciales y sanitarias con las que se contaba en toda la geografía española.

18 Gaceta de Madrid. Viernes 7 de diciembre de 1855. Capitulo XIII, Artículo 64.

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Dichas averiguaciones nos dan a conocer que en la primera mitad del siglo, la villa de Albacete presentaba muchas deficiencias en la asistencia médica, por no decir que era casi nula. Con la menguada cobertura con la que contaba la Municipalidad, debido a sus limitados recursos, apenas si se podía atender las necesidades del vecindario. El estadillo enviado el 20 de abril de 1867 por el Gobernador provin- cial, don Francisco Navarro, al Ministro de la Gobernación19, nos informa de que en dicho año la villa contaba con una población de 17.000 habitan- tes. Su escasa infraestructura se concretaba en: un hospital municipal de la caridad, un asilo para pobres y una casa de maternidad para acoger a niños expósitos y huérfanos.

La Casa de Maternidad en los años veinte de la centuria pasada. En el dintel de la facha- da puede leerse: Diputación Provincial. Instituto de Puericultura.20

19 A.H.P. Albacete. Interrogatorio enviado por el Ministro de la Gobernación, el 28 de mar- zo de 1867, al Gobernador preguntando por los establecimientos de Beneficencia y Ca- ridad existentes en la villa y contestaciones realizadas. Expte. “Beneficencia y Sanidad”. Caja 124 y 151. 20 Archivo de la Diputación Provincial de Albacete. “Memoria de 13-IX 1923 a 31-XII 1928”. Legajo 6082.

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Tal era la raquítica estructura asistencial pública disponible en manos de los poderes públicos, casi toda ella heredada de las viejas fundaciones de la Iglesia. Un equipaje a todas luces insuficiente para atender a los sectores de población más necesitados, una situación que cambiaría muy lentamen- te hasta traspasado el siglo. • El primero de ellos mencionado en el estadillo informativo era el hospital de la caridad, llamado de San Julián y Santa Basilisa21, centro que tenía su origen en una fundación piadosa y recibía a los enfermos pobres de la población, y el Gobernador pretendía que fuese declarado de ámbito provincial, pretensión a la que el Ayuntamiento reiteradamente se nega- ba, alegando a que con sus pobres instalaciones y escasos medios no podía acondicionarlo para tal22. En el siglo XVIII se financiaba con limosnas, donaciones y con ayudas de particulares y cofradías, pero atendiendo a la normativa de la Ley de Sa- nidad de 1855, pasó a ser gestionado por el Municipio. No contaba con un presupuesto fijo, debido a las variaciones anuales de las ayudas que recibía. Estaba atendido por dos enfermeros, uno de cada sexo, y una cocine- ra. El Hospital de San Julián “solamente podía recibir en su seno a los enfer- mos pobres de solemnidad”, y de darse otro caso, debía ser el Ayuntamiento u otro organismo el que pagara la estancia del admitido23. El 12 de marzo de 186324 se le declaró como hospital provincial y des- de entonces fueron ampliándose sus salas. Desde mediados del siglo tam- bién se comenzó a admitir en él a militares transeúntes, para lo que se tuvo que ensanchar la sala que “miraba a la iglesia de San Juan”. Debido al crecimiento de la población pronto se vio la conveniencia de sacarlo desde el centro de la ciudad a la periferia y sabemos de dos in- tentos que no cuajaron: uno hacia la ermita de San Antón25 y otro hacia el entorno de la puerta de Murcia. • El segundo establecimiento asistencial era un asilo para pobres, lla- mado popularmente “La Casa de los pobres”. Se destinó como asilo para la mendicidad, el 1 de febrero de 1852. Estaba gestionado y administrado por

21 Para mayor información consultar el excelente trabajo del Doctor don José María Sán- chez Ibáñez: El Hospital de San Julián de Albacete. Estudio Histórico. Instituto de Estu- dios Albacetenses “Don Juan Manuel”. Albacete 2005. 22 A.H.P. Albacete. Oficio del Gobernador preguntando a la Junta Municipal si podía utili- zarse el Hospital como provincial ya que no había dinero para levantar uno. Beneficencia y Sanidad. Caja 151. 23 A.H.P. Albacete. Junta Municipal de la Beneficencia Hospital de San Julián. Caja 126. 24 Ibídem. 25 Semanario “La Musa”. Miércoles 22 de julio de 1868.

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una comisión especial y financiado con fondos procedentes de limosnas y dotaciones municipales, ayudas de sociedades culturales, etc. El 1 de sep- tiembre de 1862 se le declaró establecimiento de carácter provincial y reci- bió el nombre de Casa de Misericordia. Navarro Sabater en sus “Memorias” lo calificaba como insuficiente por su capacidad y por las pocas condiciones higiénicas que ofrecía (página 43 de sus “Memorias”). Desde 1866 se llevó allí a los niños pobres de más de siete años para enseñarles un oficio. El 18 de enero de 1866 también se habilitó un pabellón para acoger a enfermos de demencia26. Avanzado el siglo, de nuevo se ampliaron sus estancias y en 1890, siendo alcalde don Antonio Picazo López, se le dotó de una capilla cuyo proyecto fue diseñado por el arquitecto don Joaquín María Fernández y Menéndez Valdés27. En el último cuarto de siglo se gobernaba por un reglamento aproba- do el 12 de abril de 1875 por la Diputación de Albacete. En la primera mitad del siglo XX, las monjas que atendían a los residen- tes, todavía prestaban pequeñas atenciones sanitarias a los ciudadanos, en un humilde dispensario que abría sus puertas por la calle de San Ildefonso.

Foto.- Loty. Procedente de los fondos del Ministerio de Cultura. Casa de Misericordia e iglesia del Buen Pastor.

26 A.H.P. Albacete. Actas de la Junta Provincial de la Beneficencia 18 de enero de 1866. 27 A.H.P. Albacete. Expediente, Casa de Misericordia. Caja 354.

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Fachada de la capilla de la Casa de Misericordia levantada por el arquitecto don Joa- quín María Fernández y Menéndez Valdés.

Actualmente su espacio, inmediato al desaparecido puente de San Ildefonso, popularmente conocido en otro tiempo como el Puente de Ma- dera, lo ocupa la residencia de ancianos de San Vicente Paul. • Y por último la Casa de Maternidad, que era otro establecimiento de carácter benéfico abierto en el que fue antiguo convento de franciscanas.

Foto. I.E.A. “Don Juan Manuel”. Fachada del Monasterio de la Encarnación (Antigua Casa de Maternidad). N.R 01055.

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En él se acogía a los niños expósitos y huérfanos. Se inauguró como tal el 14 de mayo 1844 y fue declarado provincial en el año 1852. Era ad- ministrado por la Junta Provincial de Beneficencia mediante un consejo compuesto por: un diputado provincial, un concejal del Ayuntamiento, un representante del colectivo de mayores contribuyentes, el cura ecónomo, un médico y un cirujano. El Obispado pagaba a las monjas que atendían a los necesitados en el Hospital, Casa de Misericordia y Maternidad Sabemos que en el año 1874, veinticinco monjas, Hijas de la Caridad, prestaban sus servicios asistenciales en los establecimientos de la Benefi- cencia local: - En la Casa de Misericordia, 6. - En el Hospital, 11. - En la Casa de Maternidad, 8.28 Además de los establecimientos anteriormente aludidos, en los pe- riodos de epidemias, el Ayuntamiento se servía del edificio ferial, de alguna ermita situada en la periferia, o alquilando locales particulares, como la tenería vieja, para usarlos como hospitales provisionales y lazaretos. Cercano a la villa se encontraba un viejo cementerio propiedad de la Iglesia, que completaba el paisaje asistencial de aquellos penosos años. Era el último recurso que se le ofrecía a la sociedad albacetense, a la que como se verá, durante muchos años le planteo más problemas que soluciones. En cuanto al personal sanitario de la villa, según el informe entrega- do por el Municipio al Gobernador Civil el 28 de marzo de 185729, estaba compuesto por: 10 Profesores de medicina y cirugía. 5 Cirujanos sangradores. 4 Farmacéuticos 3 Boticas: dos en la calle Boticarios y una en la calle de San Agustín. No había ninguna Academia de Medicina ni de Cirugía. Excepto en algunas ocasiones, en que la Municipalidad contrataba a algún facultativo en casos de necesidad extrema y corría con los gastos, lo habitual era que la ciudadanía que podía permitírselo contratara su asisten- cia médica particular mediante igualas. Blanch e Illa nos informa que por el año 1860: “En el ramo de la bene- ficencia se ha mejorado muy poco en esta provincia, hallándose por desgracia harto descuidado, especialmente en Albacete. En esta capital existen un hos-

28 A.H.P. Albacete. Caja 533. Expte. 3. 29 A.H.P. Albacete. Oficio para ser enviado al Ministro de la Gobernación. Caja 124 y 151.

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pital civil y militar y una casa de Maternidad; pero son tan reducidos ambos edificios, que apenas bastan para satisfacer las necesidades más perentorias... también existe una casa destinada a asilo de mendicidad, aunque por des- gracia carece de la organización que sería de desear para tan humanitario objeto” 30. De la desastrosa situación asistencial de la provincia eran conscientes tanto las autoridades provinciales como las locales, y un gran cambió se produjo a comienzos de los años sesenta. El 15 de diciembre de 1861, se reunió el pleno municipal con el ánimo de mejorar el estado de los estable- cimientos de Beneficencia de la Capital, con arreglo a lo que prevenía la ley de 20 de junio de 1849, era Alcalde de la villa don Manuel Cortés. Al pleno asistieron representantes de la Junta municipal de Beneficencia, y miem- bros de la Diputación provincial, todos bajo la presidencia del Gobernador interino, don Miguel Fernández Cantos: “… tomo la palabra el Gobernador y propuso a la Excma. Diputación Provincial los medios que podrían arbi- trarse para llevar a cabo las mejoras que reclamaban los pueblos y levantar la Beneficencia de la penosa situación en que se encontraba para que los señores diputados comprendiesen la urgente necesidad que había de proceder a le- vantar la mano a la erección de aquellos establecimientos con objeto de darles carácter de provinciales e impetrar del Gobierno de S.M. la Reina la Real aprobación”. Labor de gran dificultad que tardó en poder completarse.

30 Blanch e Illa. N. Crónica General de España. Provincia de Albacete. Págs. 53-55. Madrid 1866.

Biblioteca Digital de Albacete «Tomás Navarro Tomás» Biblioteca Digital de Albacete «Tomás Navarro Tomás» VIDA PROFESIONAL DE NAVARRO SABATER, SEGÚN LOS REGLAMENTOS DE LOS CONTRATOS MÉDICOS. 1854

Biblioteca Digital de Albacete «Tomás Navarro Tomás» Foto de don Elías Navarro Sabater.31

31 Foto cedida por sus descendientes doña Emilia y don Mauricio Gómez-Juárez.

Biblioteca Digital de Albacete «Tomás Navarro Tomás» Acabados sus estudios universitarios el recién licenciado Sabater vol- vió a la casa familiar dispuesto a ejercer su carrera. Albacete, como dejamos dicho, apenas poseía una infraestructura sanitaria pública que le pudiera dar una salida adecuada en consonancia con su título. Se encontró con la pobre oferta sanitaria que muy pocas oportunidades podía ofrecerle, pues eran pocos los establecimientos existentes y los que había, o bien estaban escasamente financiados por el Municipio por falta de presupuesto, o bien dependían de la siempre escasa beneficencia pública. Además, la asistencia sanitaria privada estaba altamente monopolizada en favor de los sanitarios que durante muchos años llevaban ejerciendo en la villa y no estaban dis- puestos a dejarse reemplazar. A su regreso y encontrarse con la poca oferta de trabajo, durante es- tos primeros meses no tuvo más remedio que subsistir gracias a algunos contratos particulares, realizando pequeños encargos puntuales para el Municipio32, prestando asistencia médica a los presos locales, atendiendo temporalmente a los vecinos de los caseríos cercanos, redactando informes forenses para la Audiencia, etc. No obstante, su situación pronto cambiaría; era un médico recién titulado y en su formación habían destacado los estudios de higiene, una disciplina en boga y de creciente interés en los ámbitos gubernamentales, hecho que le favoreció en gran medida, dada la urgente preocupación del Estado por sanear los viejos establecimientos asistenciales y presentarle cara al control de los agentes medioambientales contaminantes y nocivos, a los que se les suponía causantes del desarrollo “de las fiebres” y de las epidemias; Albacete siempre había sido especialmente vulnerable en este

32 A.H.P. Albacete. Reconocimiento y asistencia por el brote de paludismo en el Salobral durante los meses de julio, agosto y septiembre de 1861. Acta de 18 de septiembre de 1861. Caja 100.

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aspecto por su precariedad y por el abandono sanitario que presentaba su infraestructura urbana. Desde estos primeros años, y de la mano del tono reformador que pretendía la legislación decimonónica, sobre todo gracias a la Ley de Sani- dad de 1855, el Estado trató de modernizar el país haciendo recaer la ad- ministración de la sanidad sobre el Ministerio de la Gobernación y los Go- bernadores civiles provinciales. Se trataba de apartar la asistencia sanitaria de las veleidades municipales y parroquiales, para apoyarlas en las manos de los representantes del Estado. Aquella legislación y el empuje del Estado por sembrar de médicos titulados el mayor número posible de poblaciones, permitieron que la villa diera un paso gigantesco por conseguir una sanidad pública más moderna y de mayor contenido social, aunque serán metas que no se alcanzaran de inmediato, pues las arcas municipales no permitían hacer muchos cambios en la situación existente. El 17 de septiembre de 1860, una lluvia torrencial anegó la población; las avenidas que entraban por sus cuatro costados inundaron las calles y produjeron estragos en las muchas cuevas y endebles casas habitadas por familias humildes “...inundó huertas de Poniente y Mediodía y las casas de las calles, Concepción, Mayor, Val General, Tinte, Feria, Romano, Carmen y San Antonio...”; sus daños fueron cuantiosos y sus consecuencias devastadoras, a pesar de que algo pudo atenuarse gracias a la intervención de los recur- sos que pusieron al servicio del Municipio la Guardia Civil y la empresa constructora del ferrocarril, que disponía de mejores medios y de personal especializado. La situación se presentó tan dramática que llegaron a desbordarse las aguas de los pozos y se resquebrajaron los muros del viejo cementerio, lo que ocasionó que hasta la población llegaran arrastrados restos cadavéricos, provocando la alarma general y dando motivo a que algunas instituciones locales, como la Junta Provincial de Sanidad y Beneficencia, solicitaran de la Municipalidad su clausura inmediata, para proceder a la construcción y apertura de otro nuevo más alejado de la población33. Las lluvias incesantes continuaron, pero no terminaría el año sin que otro nuevo desastre se cebara con la villa pues, pasados algunos días, cayó una gran nevada que dejó a muchas familias faltas de trabajo y, consecuen- temente, escasearon los alimentos entre las familias más necesitadas, a las que se tuvo que atender tras una urgente reunión con los mayores contribu- yentes en las salas consistoriales, en la que acordaron asistir “a los jornaleros que necesitaban socorro por no poder trabajar”.

33 A.H.P. Albacete. Actas municipales de 19 Sept., 19 de Nov. y 12 de Dic. de 1860. Caja 100.

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A los más necesitados se les darían un pan, cuatro onzas de arroz, otras cuatro de habichuelas y ocho maravedíes para aceite al día, y a los menores, la mitad34. De inmediato se presentaba muy urgente atender a las graves consecuencias ocasionadas por aquellos desastres naturales, si bien posteriormente se acudiría a proyectar obras comunitarias a costa de las ar- cas municipales, intentando procurarles trabajo a las familias más pobres. Algunos de los cambios necesarios vendrán ya iniciada la década, mo- tivados por la firme decisión del Gobernador, don José Montemayor, en apo- yo de la aplicación de la ley vigente, con la que se propuso acelerar el proceso de adaptación de la sanidad albacetense a los nuevos tiempos, llamando in- cesantemente la atención a la Municipalidad, interesándola a que cumpliera con su obligación de establecer la asistencia domiciliaria en la villa: “Para cumplir con la Ley de Sanidad vigente, y la asistencia que deben tener las fami- lias pobres… Espera de la acreditada filantropía de las Autoridades a quienes tengo la satisfacción de dirigirme y a su acreditado celo por el mejor servicio que hacen esperar de ellos la prontitud que reclama este alto fin” 35. Un Ayuntamiento con las arcas vacías, no podía atender a los requeri- mientos de la autoridad provincial y optó por reunir de nuevo a los mayores contribuyentes, para exponerles la necesidad de aportar fondos para hacer frente a las exigencias de la ley, exigencias que no aceptaron, alegando que no podían pagar más impuestos. Reunido el cabildo en pleno el 26 de enero de 1861, se decidió pedirle permiso al Señor Montemayor para invertir una partida de 10.000 reales en contratar médicos para socorros domiciliarios, partida que se tenía consignada para hacer frente a las subvenciones para los establecimientos benéficos. Y así se hizo. El Gobernador provincial, sin querer demorar ya más el asunto, el día 5 de agosto de 1861 le trasladó nuevamente un oficio al Ayuntamiento, re- cordándole que tenía que proceder sin más demora al nombramiento de los titulares para la asistencia domiciliaria, puesto que así la ley le obligaba36. Al apremio gubernativo se le contestó que ya se tenían aprobados doce mil reales para dicho concepto en el presupuesto del año siguiente37, y así se haría. Determinante sería también el hecho de que durante aquel verano, la población sufrió las invasiones de una epidemia de tifus y numerosos casos de rabia que sembraron de preocupación al vecindario, que acudió

34 A.H.P. Albacete. Acta municipal de 18 de diciembre de 1860. Caja 100. 35 A.H.P. Albacete. Boletín Oficial de la Provincia de Albacete. 15 de septiembre de 1860. Nº 15. Pág. 2. 36 A.H.P de Albacete. Acta municipal de 10 de julio de 1861. Caja 100. También circular nº 194 inserta Boletín Oficial de la Provincia. Nº 151. 37 A.H.P. Albacete. Acta municipal de 11 de octubre de 1861. Caja 100.

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ante la Alcaldía pidiendo que se aplicasen los remedios necesarios para fre- nar aquellos males. Aquel verano y al siguiente, hubo que hacer destacadas inversiones para comprar quinina, para paliar los efectos de las fiebres y nuez vómica y estricnina, para matar los numerosos perros sin ronzal que andaban sueltos por la población. Desde mediados del siglo, para establecer los modelos de relación en- tre los ayuntamientos y los médicos y evitar interferencias inadecuadas del mundo municipal en el desarrollo de las actividades de los profesionales de la medicina, se legislaron diversos Reglamentos médicos, que trataron de precisar las obligaciones de cada uno de ellos, en los contratos firmados entre ambos: número de profesionales por habitantes, modos de contratar, sueldos, pagos de los mismos, trabajos a realizar y ámbito al que estaban obligados a cumplir, etc.38. Según el ordenamiento de los Partidos Médicos vigente, de 5 de abril de 1854, Albacete era considerada como una población de primera catego- ría por ser tener 3.000 vecinos (alrededor de 12.000 habitantes, que era su censo aproximado, sin contar sus pedanías), y, por tanto se podía dividir en dos distritos, uno por cada 1500 familias39. Así pues, en la sesión municipal del 11 de diciembre de 1861 se puso sobre la mesa la creación de dos pla- zas de médico-cirujanos, con la retribución anual de cuatro mil quinientos reales al año para cada uno, según prescribía el reglamento vigente. Aunque hubo varios concejales que opinaron que las plazas debían ser tres, dotán- dolas de una asignación de tres mil reales por médico, pues algunos ediles pensaban que de esa manera, dos facultativos podían atender a la capital y el tercero a las pedanías de El Salobral y Pozo Cañada, postura ésta que no prosperó finalmente por no permitirlo el Reglamento vigente. Así pues, se acordó que fueran dos como marcaba la ley: “...se dispuso que los (dos) facultativos tendrán obligación de asistir a todas las personas pobres del casco y campo de la población, tanto en la enfermedades ordinarias como en las extraordinarias y epidémicas...” 40. También se creaba una plaza de farmacéutico con la dotación de tres mil reales al año”. La convocatoria de las vacantes disponibles fue publicada en el Bole- tín Oficial de la Provincia de Albacete, el 16 de diciembre de 1861, y en la Gaceta de Madrid de 30 de diciembre. Se les concedió de plazo a los aspi- rantes hasta el 30 de enero como fecha límite para entregar las solicitudes.

38 Albarracín Teulón, A. “La asistencia médica rural en la España del siglo XIX.” Cuadernos de Historia de la Medicina Española nº133 a 205. Salamanca 1974. 39 Ibídem. 40 A.H.P. Albacete. Acta municipal de 11 de Diciembre de 1861. Caja 100. Expte. 3.

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Apenas el joven licenciado Sabater tuvo noticia que iban a crearse dichas plazas se apresuró a solicitar una de ellas; tenía 27 años y un compro- miso de boda con la joven de 19 años, María del Carmen Vicén, hija de don Juan Vicén41, notario de la localidad. La ceremonia se celebró en la parro- quia de la Purísima, el 23 de diciembre de 1861 y su gran amigo, Octaviano Griñán, fue su testigo42.

Convocatoria del para cubrir dos plazas de médicos cirujanos y un farmacéutico para la asistencia domiciliaria. Boletín Oficial de la Provincia del 16 de diciembre de 1861.

Sabater y Griñán presentaron juntos sus peticiones a las plazas el día cinco de enero.

41 Juan Vicén, Notario de reinos, escribano de guerra del gobierno militar de Albacete, del número y del Juzgado de primera instancia de la capital. 42 Archivo Diocesano. Albacete. Matrimonios. Parroquia de la Purísima. Año 1861. ALB 067. Fol. 104 vto.

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Petición de plaza de Navarro Sabater43.

El Subdelegado de Medicina y Cirugía local, el día 4 de enero le remitió al Ayuntamiento un pliego de condiciones que debían reunir y cumplir los solicitantes de las plazas. Por una parte el Gobierno Civil quería asegurar la independencia profesional de los médicos apartándolos de la excesiva depen- dencia de alcaldes y concejales y, por otra, no podía dejar de considerar la opinión de los mayores contribuyentes, con amplia representación en el Con- sistorio, que pedían defender su derecho a decidir sobre el número de familias a las que se considerarían menesterosas, pues querían ejercer su parecer sobre su grado de pobreza: “...para que se exprese la cualidad de pobreza absoluta o accidental de los interesados, a quienes por su posición desgraciada se socorre con los auxilios mencionados, que pagarán las clases acomodadas...” 44. Sobre todo pretendían valorar los gastos en medicinas (se acordó que las recetas debían de ser prescritas por los médicos, pero refrendadas por el alcalde, fórmula que trataba de evitar costos excesivos y salvar posibles

43 A.H.P. Albacete Petición de plaza de Navarro Sabater. Caja 284. 44 Ibídem. Acta municipal 4 enero de 1862. Caja 100.

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preferencias sobre alguna de las tres farmacias existentes entonces), en san- guijuelas, apósitos y otros remedios. Condiciones que unidas y pactadas a las que previamente habían sido acordadas por la Corporación, se dio por bueno un novenario que resumido sería así: “1ª.- Los facultativos tenían la obligación de asistir a las familias po- bres propuestas por el Ayuntamiento. 2ª.- La visita a los que se consideren enfermos sin dolencia agudas será diaria; dos o más si existiese peligro y las que considerasen necesarias en los demás casos. 3ª.- Las operaciones quirúrgicas serían a su cargo, así como las san- grías y apósitos que fueran necesarios. No tenían que asistir a los partos naturales pues para esos casos estaban las matronas. 4ª.- Debían pagar de su cuenta a los auxiliares que necesitaran para las operaciones. 5ª.- No podían ausentarse de la población sin permiso del alcalde. 6ª.- Su dotación anual sería de cuatro mil quinientos reales, de los fondos municipales, pagaderos mensualmente. 7ª.- Debían asistir al Municipio en otros servicios que las leyes de sa- nidad contemplasen, especialmente la ley de 28 de noviembre de 1855. 8ª.- Cuando un médico no quisiera seguir desempeñando su plaza tendría la obligación de comunicarlo con dos meses de antelación a fin de poder anunciarlo en los medios, para proveerse de nuevo de ella. 9ª.- Aunque en principio estaba previsto que el contrato debía acabar el 31 de diciembre del año en curso, por decisión gubernativa se impuso que el contrato tendría un plazo indeterminado. Albacete 5 de Febrero de1862. Alcalde, Manuel Cortés”45.

Se censaron en 555 las familias pobres que había en el casco urbano a las que había que atender, y otras 113 en aldeas y caseríos. No obstante en los meses sucesivos se fueron añadiendo algunas más. En la apreciación sobre el grado de pobreza que debía estimarse en las familias censadas intervinieron algunos concejales nombrados por la Mu- nicipalidad y representantes del colectivo de los mayores contribuyentes. Como interlocutores imparciales intervinieron los párrocos de la capital y de sus aldeas y caseríos46.

45 A.H.P. Albacete. Expediente Médicos de la Beneficencia municipal (1820-1939). Caja 284. También Municipios. Acta municipal de 29 de enero de 1862. Caja 139. 46 A.H.P. Albacete. Asistencia facultativa. El padrón de pobres se confeccionó a finales de diciembre de 1861 y estuvo expuesto al público durante 15 días. Caja 145.

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Para cubrir las dos plazas anunciadas se presentaron los siguientes aspirantes: - Don Juan Ortiz Company. - Don Miguel Martínez Aroca. - Don Enrique Lagás Quintana. - Don Tomás Pérez Linares. - Don Octaviano Griñán. - Don Elías Navarro Sabater.

Como la legislación establecía47 que se debía dar preferencia en la elección a los médicos-cirujanos, titulación que solamente acreditaron los tres últimos de la lista, frente a los “médicos puros” y los cirujanos sangra- dores, en votación secreta quedó el siguiente resultado: Don Elías Navarro Sabater 13 votos. Don Octaviano Griñán Serna 10 votos. Don Tomás Pérez Linares 6 votos. Don Miguel Martínez Aroca 1 voto.

Por tanto resultaron aceptados en los puestos como “Médicos titula- res para la hospitalidad domiciliaria”, los dos primeros, con la obligación de atender también a los dos caseríos, el de Pozo Cañada (don Elías) y El Salobral (don Octaviano)48, dadas las carencias sanitarias y la gran vulnera- bilidad que presentaban sus vecindarios. Desde el mismo día de sus nombramientos los facultativos comenza- ron a ejercer su trabajo, aunque el Gobernador no firmó los contratos hasta el 5 de abril, pues previamente se tuvieron que resolver los recursos pre- sentados por los candidatos desestimados49. Así quedó registrado el nom- bramiento en el Ayuntamiento: “Libro de Registro de títulos de empleados que cobran sueldos de fondos municipales.- Médico Cirujano titular D. Elías Navarro Sabater presenta hoy título expedido con las misma fechas por el de esta capital con el que hace constar que dicha Corporación le nombro en cinco de febrero último para servir el destino de Médico Cirujano titular para la hospitalidad domiciliaria con el sueldo de cuatro mil reales. Puesto el cúmpla- se y demás diligencias prevenidas se devuelve el expresado título al interesado. Albacete 5 de abril de 1862. El Secretario 50.

47 Artículos 69-71 y 93 de la Ley de Sanidad de 28 de enero de 1855.Otros varios de la Be- neficencia de 20 de junio de 1849 y Reglamentos para ascensos de 30 de Junio de 1858. 48 A.H.P. Albacete. Acta municipal de 5 de febrero de 1862. Caja 100. 49 Ibídem. Albacete. Acta municipal de 5 de abril de 1862. Caja 100. 50 A.H.P. Caja MUN 371.

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No hay que dejar de señalar que en el logro de sus primeros trabajos, debemos tener en cuenta el hecho de que ambos médicos habían nacido en el seno de unas familias pertenecientes al patriciado local, y en aquella España oligárquica y caciquil la cuna era determinante. El tío del joven don Elías, don José Sabater Pujals, formaba parte de la lista de mayores contri- buyentes de la villa y en los años 1859 y 60 (años en los que obtuvieron sus licenciaturas y el empleo los jóvenes médicos), ocupaba el cargo de primer teniente de alcalde; y en los años 61-62 era vocal de la Junta Municipal de la Beneficencia; era, por tanto, un personaje influyente en el gobierno local. Asimismo, don Jorge Griñán, el padre de Octaviano, fue durante mu- chos años el interventor y depositario de los fondos del Ayuntamiento. Es razonable pensar que fueran éstas las causas que decidieron en la elección de ambos aspirantes.

Aceptación de sus nombramientos de titulares de los médicos Elías Navarro y Octavia- no Griñán. Año 186251.

51 Ibídem. Caja 139.

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Firmas de los doctores Octaviano Griñán y Elías Navarro Sabater.

La Ley de Sanidad de 1855 exigía que donde no hubiese médicos fo- renses los jueces de primera instancia se valiesen de los titulares de la aten- ción domiciliaria52, siempre que fuesen compatible ambas obligaciones de trabajo con la asistencia pública. Estando vacante dicho servicio en el Juzgado de Albacete, era necesa- rio cubrir aquel puesto. Se presentaron a la elección para ejercer el servicio tres candidatos: Sabater, Griñán y el doctor Tomás Pérez, que se decidió por trece votos a favor del primero. El día 8 de octubre, el Juzgado de Primera Instancia designó al joven Sabater como sustituto del forense del Partido, que ejerció la plaza hasta 31 de marzo de 1865, fecha en que pidió su baja, puesto que ya había sido organizado tal servicio en la ciudad53. El impulso renovador pretendido por los doctores quedó aparejado desde los primeros momentos en los informes que ambos elaboraron a pe- tición del Cabildo municipal. El primero de ellos, del 17 de Agosto de 1861, hecho a petición del teniente de alcalde, don José Sabater fue redactado unos meses antes de ser nombrados médicos titulares para la asistencia sanitaria de las familias pobres. En él ya denunciaban como responsables del tifus y del paludismo que venía castigando al vecindario desde algunos años antes, a la insalubridad del viejo cementerio, al hacinamiento de las familias en cuevas, a los múltiples encharcamientos que circundaban la población por estar de- tenido el cauce del desaguador principal del Canal de María Cristina y a la contaminación de la acequia que llevaba aguas potables a la población54. Tras sus nombramientos, la estable nueva situación laboral les daba la suficiente confianza para pronunciarse con más autoridad sobre el marco de exigencias de las condiciones higiénicas a las que debía de aspirar la ciu- dad. Y, como ya quedaron expuestas meses atrás en sus escritos, las vuelven a destacar como responsables de las enfermedades que seguían amenazan- do a la población. El descarnado informe de los facultativos decía:

52 Ley de sanidad de 1855. Artículos 93 a 95. 53 A.H.P. Albacete. Salud pública. Papeles varios. Del expediente presentado el año 1865 para que le fuera renovada su plaza. Certificado que expide el Notario, don Vicente Do- lores González, 21 abril de 1865 Caja 150. 54 Informe de los médicos Sabater y Griñán 17 Agosto 1861. Caja 273

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“INFORME QUE LEVANTAN LOS MÉDICOS TITULARES SOBRE LAS CONDICIONES SANITARIAS DE LA CIUDAD.

Los Médicos Cirujanos Titulares de esta Ciudad con la debida conside- ración hacen presente: Que cumpliendo con un deber de conciencia y con la obligación que tienen de promover todos los asuntos referentes a la salubridad pública creen llegado el caso de reproducir las indicaciones preventivas que no ha mucho hicieron al informar sobre el cementerio, demolición de cuevas y estado del Canal de María Cristina, como causa principalmente el último, de las enfermedades reinantes en estos años, manifestando a la vez que en la actualidad ya no es un peligro sino sus fatales efectos los que se sienten; no una medida preventiva la que deba aplicarse, sino una pronta y radical según reclama el alarmante estado de la Capital, y las muchas defunciones que hoy tienen lugar (es de destacar que los cauces del Canal de Mª Cristina no ha- bían sido limpiados desde 1829 hasta entonces)55. No ignoran los infrascritos que la Municipalidad dictó sabias disposiciones, y ha fijado en ese gran centro de infección, removiendo con su reconocido celo, las dificultades que se ofre- cieron a la realización de tan importante obra, y activando después el curso de esos trabajos. Mas, no obstante de eso, los que ven más de cerca el peligro, los que presencian la consternación y el llanto de las familias, los que asisten al día ochenta enfermos, graves los más, dejando los infelices que mueren al buscar trabajo a su numerosa familia en la indigencia no pueden soportar con ánimo tranquilo tal situación, ni indiferentes al dejar de proponer que se reclame a todo trance la mayor actividad de esas obras y se lleven a cabo en el menor tiempo posible, siquiera sea a costa de cualquier clase de sacrificios, que nunca podrán valer la vida de esos desgraciados. Entre tanto, no es de poca importancia, y creen por lo mismo, que deben fijar también la atención de la Municipalidad en las muchas charcas, las más a medio desecar, que hay en las afueras de la población y que contribuyen con los miasmas deletéreos que exhalan, a inficionar más la atmósfera, viciada ya por otras causas, respecto a las que, ya que no se puede darles curso se debe procurar cegar, mandando a la empresa del Ferro-Carril que haga lo mismo con los que existan en los terrenos próximos al pueblo y de su propiedad. Del

55 La última vez que se limpió el Canal fue en el año 1829 y desde entonces no se había hecho nada ni en conservación ni en limpieza. Se comenzó a hacer algo a partir del 1 de febrero de 1866. También se limpió el desmonte que se había hecho con motivo de la construcción de la vía, donde se acumulaba agua y materias orgánicas que acababa descomponiéndose. El Ayuntamiento le cobró los gastos de limpieza a los propietarios.

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mismo modo fuera conveniente que no se vieran como está sucediendo por espacio de cuatro y cinco días (que se ven) animales en putrefacción por me- dio de las calles, y que desapareciesen de éstas y de la orilla de la Capital los muchos montones de basura que existen, para trasladarlos a la distancia que deben estar siempre esos materiales según está prescrito en las Ordenanzas Municipales. En medio de todo y por numerosas y graves que sean las enfermedades, todavía parece que no corresponden en ambos conceptos a lo que fundada- mente presentimos que ocurrirá si no se adoptan prontas y enérgicas disposi- ciones. En las calles bajas de la población, principalmente las del Romano y Carmen se halla el agua a nivel del suelo de las habitaciones y los estercoleros están llenos de un líquido inmundo y miasmático que los mismos vecinos se encargan de empeorar añadiéndoles basuras. Gran número de personas de ambos sexos se bañan tranquilamente en el canal, sin advertir siquiera que la muerte se cierne sobre sus cabezas, de lo que, por desgracia ya hemos tenido ejemplos. En fin, señor, son tantas las causas de malestar y de inminente ries- go, que su enumeración sería prolija y aflíjese el alma al contemplarlas. Lo he- mos dicho con repetición y no nos cansaremos de clamar sobre ello; temíamos por la salud pública, y la salud pública se halla gravemente comprometida; nuestro vaticinios se van cumpliendo ¿es el porvenir menos triste y oscuro que el presente?.¿Será aventurado afirmar que subsistiendo tal estado de cosas las afecciones aumentarán en gravedad y en número hasta el punto de que la Capital de Albacete, la moderna Ciudad que conquista ese puesto por su importancia, población y riqueza, se equipare en condiciones insalubres a la diezmada y pobre villa del tiempo de Carlos IV?. Pero no necesita V.S. de los estímulos de la Historia para que su celo se despliegue con la actividad y conocimiento de que ha dado ya pruebas. V.S. empieza a conocer la extensión del mal, y los que suscriben tienen fe en que el remedio será proporcionado, la situación es extraordinaria; a recursos extraordinarios habrá que apelar. No es de la incumbencia de los que suscri- ben indicar siquiera bajo el punto de vista económico el planteamiento de las urgentes medidas que la salud del vecindario reclama; pero no pueden menos de manifestar a V.S. que en la Capital de una de nuestras provincias limítro- fes (Ciudad Real) sometida a causas análogas de insalubridad, el y mayores contribuyentes adoptan medidas de importancia habiendo reunido en breve tiempo treinta mil reales para comenzar las obras. Los que suscriben no creen necesario insistir más sobre este punto a peli- gro de que parezca menguarse la completa confianza que tienen en esa ilustre y celosa Corporación de cuyas gestiones pende hoy en gran parte el mejora- miento de la salud pública, y la tranquilidad y bienestar de las familias.

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Dios guarde a V.S. muchos años. Albacete, 1 de Agosto de 1863. Firma- do. Elías Navarro y Octaviano Griñán. Señor Presidente e individuos del Constitucional de esta Ciudad” 56.

Las frecuentes invasiones de tifus y los brotes maláricos que se pre- sentaron también en aquel verano de su nombramiento, agravaron el estado sanitario de la ciudad. Llegaron a ser, si cabe, más virulentos que en los años anteriores y se le pidió al maestro de obras local, Francisco Villena, un informe sobre el estado en que se encontraban las zonas enlagunadas de la población para poder trasladarlo al Gobernador, pues el malestar del vecin- dario aconsejaba ponerlo en conocimiento del Ministerio57. Dicho informe contó con las observaciones de Sabater, que en él dramatizaba también sus permanentes “inquietudes subterráneas” como focos insalubres de la villa. La situación llegó a ser tan preocupante que el 29 de septiembre el Ayuntamiento tuvo que acudir a pedir ayuda a la Reina, en la que se le expo- nía el trágico estado en que se encontraba la población: “El no cumpliría su deber si no acudiera a V.M. exponiendo el lamentable y triste estado en que se encuentra esta población y las aldeas de su término municipal a consecuencia de la terrible epidemia de calenturas intermitentes que se viene padeciendo, que tantas víctimas ha causado y está causando”. La respuesta fue la inme- diata concesión de un donativo de 20.000 reales para la población, pro- cedente del Fondo de Calamidades públicas (R.O. de 21 de noviembre de 1862), con los que se pensó atender a sanear las zonas inundadas y levantar viviendas donde poder albergar a familias pobres, obligándoles a abando- nar las cuevas que habitaban. Un nuevo reconocimiento regio incrementó la categoría de la villa y vino de la mano del Real Decreto de 26 de noviembre de 1862, que le con- cedía el privilegio de ser nominada con el rango de ciudad “en consideración a la importancia y riqueza y por ser Capital de la Provincia y residir en ella la Audiencia” 58, privilegio que le añadió un peldaño más en la altura de la importancia política que iba adquiriendo la población. Se declararon tres días de festejos para celebrarlo.

56 A.H.P. Albacete. Salud pública. Papeles varios. 1 de agosto de Año 1863. Caja 150. 57 A.H.P. Albacete Petición de un informe el 28 de julio al maestro de obras Francisco Vi- llena sobre aguas insalubres en las cercanías de la ermita de San Antón. Caja 150. 58 A.H.P. Albacete. Acta municipal de 20 de diciembre de 1862. Caja 100.

Biblioteca Digital de Albacete «Tomás Navarro Tomás» Biblioteca Digital de Albacete «Tomás Navarro Tomás» REGLAMENTO DE 9 DE NOVIEMBRE DE 1864

Biblioteca Digital de Albacete «Tomás Navarro Tomás» Biblioteca Digital de Albacete «Tomás Navarro Tomás» Por Real Decreto de 9 de Noviembre de 1864, se aprobó un Reglamen- to para la organización de los partidos médicos para la asistencia gratuita de las familias pobres59, que apareció publicado en el B.O. de la Provincia, del 14 de diciembre siguiente. Dicho Reglamento declaraba a Albacete como plaza de 1ª categoría, por tener un padrón superior a 600 familias. Conse- cuente con su articulado, el 5 de marzo de 1865 el Ayuntamiento anunció que se debían renovar las plazas para la asistencia domiciliaria con nuevas incorporaciones60, según lo ordenado por la normativa: cuatro plazas de primera clase para atender los barrios de la ciudad y dos de tercera clase, para los distritos rurales de Pozo Cañada y El Salobral. Recién iniciados los trámites para poner en práctica el nuevo Regla- mento y proceder a la renovación de las plazas, otra Real Orden de 6 de junio de 1865, aplazaba su entrada en vigor hasta el 1 de enero de 1866, en vista de la delicada situación que podía ocasionar la epidemia de cólera que se anunciaba para aquél año. El Gobernador informó por oficio a la Municipalidad que hasta nue- vas órdenes, los médicos que venían ejerciendo debían continuar en sus plazas y no debían abandonarlas, pues aunque el contrato que tenían firma- do los titulares terminaba el 30 de junio, no era conveniente que el vecinda- rio quedase desprotegido61, ante el esperado peligro de epidemia. Finalmente no se implantó el Reglamento de 1864 y el Gobernador le comunicó a la Municipalidad por oficio“que los médicos que estaban, deben seguir”.

59 Albarracín Teulón, A. “La asistencia médica rural en la España del siglo XIX”. Obra cita- da anteriormente. 60 A.H.P. Albacete. Acta municipal de 5 de marzo de 1865. Caja 100. 61 AH.P. Albacete. Acta municipal de 21 de junio de 1865. Caja 100.

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Ante la amenaza esperada, el 26 de julio la autoridad provincial volvía a recordar a los facultativos su ineludible permanencia en sus puestos; urgía aclarar la situación pues se presentía que los meses siguientes iban a resultar duros62. Tres días después de aquél aplazamiento llegaron a la estación del fe- rrocarril un militar con unas niñas invadidos de cólera, estuvo claro que la amenaza había llegado y había que tomar providencias urgentes. El 16 de agosto se reformó la Junta de Sanidad que acordó dividir a la ciudad en cuatro distritos de primera clase, para los que se necesitó con- tratar a otros dos médicos más. Los distritos rurales de El Salobral y Pozo Cañada, de tercera categoría, quedarían atendidos por cirujanos sangrado- res63. Del barrio de San Francisco se hizo cargo el doctor Elías Navarro Sa- bater. Del de San Juan, el doctor Octaviano Griñán. Del de San Agustín, don Diego Fernández López. Del de San José, don José Pérez Sánchez.

62 A.H.P. Albacete. Acta municipal de 26 de julio de 1865. Caja 100. 63 A.H.P. Albacete. 15 Marzo de 1865. Caja 100.

Biblioteca Digital de Albacete «Tomás Navarro Tomás» REGLAMENTO DE PARTIDOS MÉDICOS DE 11 DE MARZO DE 1868

Biblioteca Digital de Albacete «Tomás Navarro Tomás» Biblioteca Digital de Albacete «Tomás Navarro Tomás» La sesión municipal del 28 de marzo de 1868 ponía a la corporación al corriente sobre la publicación del nuevo Reglamento, el del 11 de marzo de 186864, que permitía dividir la ciudad en cuatro partidos médicos de 1ª clase, uno por cada grupo de hasta 300 familias menesterosas. Hecho un nuevo censo, resultó un número de 1.05565 familias que acreditaban su derecho a figurar en la nómina de familias pobres. Por lo tanto, según la normativa vigente, permitía nombrar a cuatro titulares licenciados en me- dicina y cirugía. El día 3 de junio siguiente la Corporación acordó que los médicos debían de respetar las condiciones impuestas por el Ayuntamiento, mencio- nadas en el Reglamento y las propias establecidas por el Gobierno de la pro- vincia. El Reglamento contemplaba 38 artículos y 7 clausulas adicionales. El articulado establecía cuestiones como quién debía de ser considerado como pobre; la lista de pobres debía confeccionarla cada año el Ayuntamiento; re- novación y contratación de plazas de médicos cada cuatro años; preferencia de contratar a médicos cirujanos titulados sobre otros, etc. El sueldo que se pagaría a cada uno de los facultativos titulares era de 600 escudos anuales (unos 10 reales por escudo). Era Alcalde de la ciudad el abogado don José Gómez Barnuebo66. Los aspirantes a las cuatro plazas fueron los doctores Elías Navarro Sabater, Octaviano Griñán67, Diego Fernández López y José Pérez Sanchís, los únicos que se presentaron a cubrirlas, y ellos fueron los elegidos, de acuerdo con la junta de mayores contribuyentes que aceptaron la propuesta.

64 B.O.E. Nº 113, de 18 de marzo de 1868. 65 A.H.P. Albacete. Acta de la sesión de municipal de 6 de mayo de 1868. Caja 101. 66 A.H.P. Albacete. Reglamento para la asistencia de los pobres y organización de los parti- dos médicos de la Península. 11 de marzo de 1868. Caja 139. 67 A.H.P. Albacete. 1 de julio de 1868. Caja 284.

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Y así se lo comunicaron seguidamente al Gobernador, la autoridad compe- tente para nombrarlos y despedirlos, que aceptó. El contrato debía durar cuatro años, desde el 1º de julio de 1868 hasta el 30 de junio de 1872. Don Elías también había sido elegido aquel año por el Gobernador vocal de la Junta Municipal de la Beneficencia para los años 1867-68, puesto desde el que se propuso organizar una comisión de vecinos para el auxilio de los pobres. Albacete no vivía ajeno a la gran crisis económica que atravesaba el país. Las actas municipales nos informan de que las malas cosechas habían dejado el mercado de las plazas de Carretas y Mayor sin vender surtimien- tos algunos, ofreciendo un lamentable espectáculo de carretas casi vacías y de vendedores que no vendían68. La falta de fondos de las arcas municipales llegaba hasta el extremo de no poder pagar a los funcionarios, según denunciaba el Gobernador provin- cial “que estaban sin poder comer y la mayor parte de ellos menesterosos” 69. Un ejemplo muy ilustrativo es la renuncia que hizo a su plaza el maestro don Antonio Albuger, en la que le comunicaba al Ayuntamiento su propósito de dejar la escuela, pues llevaba 14 meses sin cobrar y no podía atender a las necesidades de su familia70. A pesar de que se hicieron algunas reuniones con la ciudadanía adi- nerada para pedir préstamos, nadie acudió a dichos requerimientos, dado que la penuria era general. De tal modo se hallaba la economía municipal que se pensó reducir el sueldo de cada médico en 200 escudos pensando que con los 800 sobran- tes se podría atender a la asistencia de los distritos rurales, pagando a los nombrados para Pozo Cañada y El Salobral, postura a la que los médicos se opusieron llegando a los tribunales, pidiendo que se cumpliera con lo fir- mado en el acta de sus nombramientos, según quedaba establecido también en las bases de la ley de Partidos médicos71. Decidido el Gobierno a que la asistencia médica para las familias po- bres quedara exclusivamente reservada a ellas y no fuera utilizada capricho- samente por los grupos caciquiles locales que les sirviera para extender sus

68 A.H.P. Albacete. Acta de la sesión municipal de 13 de abril de 1870. Caja 101. 69 A.H.P. Albacete. Sesión extraordinaria en el salón de segunda enseñanza 30 de mayo de 1870. Estado lastimoso de la economía de la Municipalidad hacía insostenible gastar más en servicios públicos y había que reducirlos a lo imprescindible. 70 A.H.P. Albacete. Acta 25 de mayo 1870. Caja 101. 71 A.H.P. Albacete. Petición que hace don Elías Navarro Sabater y don Diego Fernández el 29 de agosto de 1869. Médicos y cirujanos. Cajas 101 y 533.

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influencias políticas, el 4 de mayo de 1870, la autoridad provincial le pidió a la Municipalidad que con toda la premura posible se hiciese un empa- dronamiento de los vecinos necesitados, ancianos, impedidos, huérfanos y otros que fueran acreedores de dicha condición, y que se les diera una credencial identificativa. Una medida que trataba de evitar la guerra de in- fluencias entre las fuerzas vivas que creaban su “clientelismo” favoreciendo a sus protegidos, siempre en perjuicio de las arcas municipales y de los mé- dicos, cuyas injerencias dificultaban y multiplicaban su trabajo. Según la normativa, para ser tenidos como beneficiarios de la aten- ción médica debían ser considerados pobres: Los no contribuyentes al erario de ninguna forma Los que vivían de un salario o jornal eventual. Los que tuvieran un sueldo inferior al de un bracero de la localidad. Los que formasen parte de una familia pobre. Los expósitos. Los acogidos a hospicios y casas de maternidad que no tuvieran fa- cultativos. Junto a la escritura de sus nombramientos, se le entregó a cada médi- co una lista de las familias pobres correspondientes a sus distritos72. A los desvalidos que accidentalmente se hallasen de tránsito por la ciudad (acuerdo tomado el 30 de mayo de 1868) se les debía dotar de una chapa con el escudo de la villa e inscrita en ella la palabra POBRE, para su identificación y control. A la presencia casi permanente del paludismo, aquel año se le sumó un gran brote de tifus. La incidencia de dichas enfermedades fue notable, tanto que no hubo más remedio que abrir la tenería vieja como hospital provisional y lazareto73. En el brote de tifus de aquel verano murió conta- giado el doctor Octaviano Griñán, el 24 de junio de 1869. La consternación por su muerte fue general, pues era una persona muy querida entre el ve- cindario de la ciudad. Después de la muerte de Griñán se necesitaba contratar provisional- mente a un médico que lo reemplazara hasta finalizar el año y su plaza se cubrió provisionalmente con el cirujano sangrador don Damián Garrido, hasta el 9 de febrero siguiente. Agotado el tiempo, y no pudiendo don Damián permanecer en aquel puesto, por no ser médico-cirujano titulado, se presentó una terna para cu- brir su vacante, compuesta por don Domingo Madrona, don Andrés de los

72 A.H.P. Albacete. Actas municipales de 6 de mayo y 12 de agosto de 1868. Caja 101. 73 A.H.P. Albacete. Acta municipal de 17 de junio de 1868. Caja 101.

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Santos Olivas y el hermano del fallecido don Enrique Griñán. Participaron en la elección 32 de los mayores contribuyentes, de los cuales 31 votaron al profesor Santos Olivas y solamente 1 voto fue para Griñán74. Después de haber cesado el brote de tifus, el 29 de diciembre se pro- cedió a la renovación del contrato del doctor Santos hasta el año 1872, que se elevó a escritura pública el 15 de febrero de 1870, ante el notario de la ciudad don Ventura Serna. Habiendo quedado pendiente de elevar a escritura pública los contra- tos de los otros tres médicos, que ya venían ejerciendo de titulares, como el Reglamento obligaba a que así se hiciese. Se cumplió con ellos otorgándo- selas también75. Era Alcalde don José Gómez Ramírez. La permanencia en sus plazas de estos tres facultativos se firmaba por cuatro años desde el primero de julio de 1868 hasta el treinta de junio de 1872. A punto de concluir el periodo señalado, el 12 de junio, el Ayunta- miento decidió prolongarles sus contratos por otros cuatro año más, hasta el primero de julio de 1876, pero esta vez sin cumplir otras formalidades que las firmas del Alcalde, del Secretario, de algunos concejales y el visto bueno de varios miembros de la Junta de Sanidad. El Gobernador, dio su visto bueno al acuerdo, pero no les libraron escrituras públicas.

74 A.H.P. Albacete. Acta municipal de 3 de febrero de 1870. Caja 101. 75 A.H.P. Albacete Acta municipal de 9 de febrero de 1870. Caja 101. También Protocolos de Ventura Serna y López. Albacete 15 de febrero de 1870. Caja 4138.

Biblioteca Digital de Albacete «Tomás Navarro Tomás» EL REGLAMENTO DE LA PRIMERA REPÚBLICA

Biblioteca Digital de Albacete «Tomás Navarro Tomás» Biblioteca Digital de Albacete «Tomás Navarro Tomás» El año 1873 se despertó España con un nuevo sistema político. A las 11 de la noche del día 11 de febrero del año 1873, en el Gobierno Civil se recibió un telegrama proclamando la Primera República; se hizo cargo de él don Ramón Moreno. El creciente acoso de impuestos de la Municipalidad de los años ante- riores para hacer frente al mantenimiento y levantamiento de nuevas forti- ficaciones de la calle Herreros, Cid, Cruz del Norte, San Ildefonso, Tejares y otras, necesarias para la defensa de las invasiones carlistas, estaba siendo la causa del notable empobrecimiento de la población. Las exigentes presiones sociales de un vecindario empobrecido76, re- clamando mejoras sanitarias pidiendo más médicos para la asistencia, es- pecialmente los de las aldeas de Pozo Cañada, Salobral y Campillo, muy de- ficientemente atendidas, obligaron al Cabildo al mantenimiento del orden público, y no tuvo más salida que atender al cumplimiento de las peticiones populares. Las actas municipales con cierta regularidad muestran el des- contento de las aldeas y caseríos de la jurisdicción incluyendo repetidamen- te el mismo argumento: “Un concejal elevó su voz para manifestar que no consideraba conveniente el sistema que se ha establecido para la asistencia de los enfermos en los distritos rurales de Pozo Cañada y Salobral a cuyos puntos no concurren ninguno de los médicos titulares que sostiene la Municipalidad, por la gran distancia que hay desde esta Capital a dichos caseríos, circunstan- cia por la cual los expresados titulares tienen nombrado un encargado para la asistencia de los enfermos pobres mediante una corta gratificación que de las suyas les dan, pero sin que la Municipalidad tenga intervención alguna de este importante servicio” 77. A pesar de todo, en poco mejoró la situación de los referidos vecindarios.

76 A.H.P. Albacete Acta municipal. Expte. 3 Actas de 23 de febrero y 30 de mayo de 1874. Caja 4528. 77 A.H.P. Albacete. Acta 29 de marzo de 1869. Caja 101.

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En el mes de marzo se hizo un nuevo censo, que elevó a 1.300 el nú- mero de familias necesitadas en la ciudad, viéndose la necesidad de crear una plaza más, pues así lo permitía el Reglamento de 1868. Dicha decisión se tomo en abril y se anunció después de hacerle la consulta y dar su apro- bación el Gobierno Civil. La oferta de una nueva plaza se publicó en la Gaceta de Madrid y en el Boletín Oficial de la Provincia, número 127 de aquel año. La Junta de Sanidad le propuso a la Corporación una terna de peti- cionarios, para los cuatro años siguientes, y el 4 de junio resultó elegido don Enrique Griñán Serna78, que como su hermano, el fallecido don Octaviano, era hombre de reconocidas fidelidades republicanas. Era alcalde don Ma- nuel Serna Franco, que al unirle parentesco de primer grado con el aspiran- te a la plaza decidió salir de la sala y abstenerse de votar. El nombramiento se llevó a escritura pública ante el notario don Benigno Vera, el 11 de junio de 187379. Aunque el Gobierno republicano también venía con un Reglamento propio para reformar la asistencia médica familiar, publicado el 24 de octu- bre de 1873, cuya normativa llegaba para derogar, en parte, al vigente del 11 de marzo del 1868, la nueva Corporación decidió mantener en sus plazas a los cuatro facultativos respetando así el contrato que ya se tenía firmado con ellos, que caducaba el 1 de julio del año 1876, pues el nuevo Reglamento republicano permitía que pudieran quedar vigentes los contratos sujetos al del año 1868. El Reglamento de la República apenas tuvo validez unos meses y poco contribuyó al desarrollo de la política sanitaria del municipio.

78 A.H.P. Albacete. Acta municipal de 4 de junio de 1873. El Gobernador aceptó el nombra- miento el día 7 del mismo mes y año. 79 A.H.P. Albacete. Protocolos de Benigno Vera. 11 de junio de 1873. Folios 447 y siguien- tes. Caja 1225.

Biblioteca Digital de Albacete «Tomás Navarro Tomás» CONTRATOS MÉDICOS DURANTE LA RESTAURACIÓN BORBÓNICA

Biblioteca Digital de Albacete «Tomás Navarro Tomás» Biblioteca Digital de Albacete «Tomás Navarro Tomás» La efímera experiencia democrática que trajo la Primera República dio paso a la Restauración borbónica que elevó al poder a una burguesía conservadora, que muy pronto comenzó a mutilar los derechos de los más necesitados. Los gobiernos de la Restauración se caracterizaron por el uso alterna- tivo del poder acordado entre los dos grandes partidos, el conservador de Cánovas y el liberal de Sagasta, a los que solamente estorbaban los carlistas y republicanos. A las tres y media de la tarde del 31 de diciembre de 1874 la Corpora- ción recibió la noticia de la proclamación de don Alfonso de Borbón como rey de España y de la formación de un Ministerio de Regencia. Seguida- mente el Ayuntamiento provisional tomó el acuerdo de colgar en el salón de plenos un retrato de Alfonso XII con un marco dorado pagado por los concejales80.

EL PARTIDO CONSERVADOR CANOVISTA

El partido conservador de Cánovas abrió el primer turno de gobierno de la Nación hasta el año 1881 y el nuevo Ayuntamiento conservador, en sesión ordinaria de 5 de febrero de 1876, anunció que no estaba dispuesto a vincularse a mantener las obligaciones de permanencia que le exigían los cinco médicos titulares de la pasada Corporación: “...que tenían los faculta- tivos que actualmente desempeñan estos cargos en vista del acta celebrada en 12 de junio de 1872, viéndose que ni se había fijado tiempo de duración ni se hizo contrato público...” 81.

80 A.H.P. Albacete. Acta municipal de 31 de diciembre de 1874. Caja 4528. 81 A.H.P. Albacete. Acta municipal de 5 de febrero de 1872. Caja 4528.

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De acuerdo con los cambios que presentaba la nueva maquinaria ideológica, el Cabildo consideró que dichos puestos no eran inamovibles, y tomó la decisión de cesar a los cuatro titulares que venían ejerciendo en la capital, a partir del 29 de febrero, puesto que no le sujetaba a ellos ningún compromiso de duración y por lo tanto no había establecidas obligaciones que cumplir. En cambio, la nueva Corporación sí que le respetó su contrato a don Enrique Griñán al estar respaldado por escritura pública, que con- cluía el 30 de junio de 1877. Contra dicho acuerdo municipal, los médicos salientes levantaron re- curso de alzada ante la Audiencia, y una reclamación ante el Gobernador82, pues él era al que le correspondía la facultad de cesarlos, que como Delegado Provincial de Medicina le pidió información a la alcaldía sobre los hechos. El secretario municipal informó de ellos a la máxima autoridad provincial mediante una larguísima carta en la que exponía que en la decisión habían intervenido dos razones: la primera por incumplimiento del Artículo 31, párrafo 2º, del Reglamento de 11 de marzo de 1868, que obligaba a que los contratos estuviesen firmados por la totalidad del pleno municipal, y no lo estaban; y además de carecer del requisito necesario de estar garantizados por escritura pública desde el año 1872, año en el que les fueron prorroga- dos los contratos sin ella. Por el lado económico, el funcionario municipal alegaba que dichos compromisos eran insostenibles por los enormes gastos en medicinas que ocasionaba el padrón de pobreza admitido por el consistorio saliente, pues era de1300 familias pobres en la ciudad “vergüenza da decirlo …que no baja de quince a veinte mil reales anuales, y no decreciendo esta importante cues- tión el Ayuntamiento acordó nombrar también dos farmacéuticos con 3000 reales cada uno…y se ha conseguido reducir a 24.000 reales los 50.000 que han venido pagando por el servicio de titulares y boticas…” 83. El nuevo censo de familias pobres quedó establecido en 338. El recurso de los cuatro titulares salientes fue desestimado finalmente por el Ministerio de la Gobernación, según la Real Orden, de 22 de marzo de 187784.

82 A.H.P. Albacete. Actas municipales de 19 y 24 de febrero de 1876. Caja 4529. 83 A.H.P. Albacete. Acta municipal de 25 de marzo de 1876. Caja 4529. 84 A.H.P. Albacete. Acta municipal de 28 de marzo de 1877. Caja 4529.

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Resuelto finalmente el recurso presentado por los médicos cesantes, el 20 de julio de 1877 la corporación se propuso dotar al vecindario de una nueva plantilla médica y para cubrirla se presentaron los siguientes aspi- rantes: Don Carlos Medina. Don Juan Dusac. Don Andrés Olivas. Don Elías Navarro. Don José Pérez. Don Ildefonso Cuartero. Don José Pérez. Elegidos en votación secreta, salieron nominados los dos primeros de la lista, los doctores Carlos Medina85 (12 votos) y Juan Dusac (11 votos), que quedaron encargados de la asistencia de los enfermos pobres de la ciudad, dejando cesantes a don Elías Navarro y a sus compañeros. Según el Reglamento, el contrato firmado por la Comisión de Benefi- cencia a los médicos, les fijaba entre otras condiciones residir en la ciudad, recibir cada uno un sueldo de 1500 pesetas anuales, y que la duración de sus contratos se hiciese por cuatro años, desde el 1 de julio de 1877, hasta el 30 de junio de 188186. Era alcalde don Buenaventura Conangla. Al expirar su contrato, el doctor Enrique Griñán dejó voluntariamen- te su plaza de Pozo Cañada, el 4 de julio, y le sustituyó su compañero de estudios en la Universidad de Madrid don Marcial Serna Villanueva87.

85 Fue Alcalde de Albacete y también ejerció de médico hidrólogo en los baños de . 86 A.H.P. Albacete. Protocolos de Benigno Vera. Protocolo 172. Dos de agosto de 1877. Folio 1029 y ss. Caja 4074 y Acta municipal de1 de agosto de 1877. Caja 4529. 87 A.H.P. Albacete. 8 de julio de 1877. Caja 139.

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Don Marcial Serna y Villanueva. Fotografía de la orla de la promoción de médicos del año 1869. Colegio de Médicos de Madrid.

Posiblemente, don Elías Navarro Sabater fue nombrado también aquél año médico castrense de un Batallón de la Milicia Nacional formado en Albacete durante el periodo republicano, y que en dicho nombramiento tuviera bastante que ver su padrastro. El Doctor Navaro Sabater, el 10 de enero de 1879, ya en su madurez, volvió a casarse con Juana Vicén, de veintisiete años de edad, hermana de su primera mujer.88

88 Archivo Diocesano. Albacete. Matrimonios. ALB-070.

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SAGASTA: EL PERIODO LIBERAL

El nuevo alcalde designado para regir el Municipio en el año 1881, el liberal don Manuel Serrano Muraday, fue menos esquivo con los repu- blicanos y partidarios locales de otras tendencias, como con los conserva- dores descontentos, a los que dio cobijo. Era farmacéutico y la prensa local hablaba de él presentándolo como un político conservador reconvertido al liberalismo turnante. Pero sobre todo, era muy amigo de don Juan Vicén, suegro del doctor Sabater y destacado miembro de partido liberal progre- sista, lo que ayuda a comprender el cambio de criterios que alteraron los nuevos nombramientos que se produjeron en este periodo. Con la entrada de la nueva Corporación cesaron en sus funciones los médicos don Carlos Medina y don Juan Dusac, según acuerdo municipal del 18 mayo de 188189. Reunido el Cabildo en sesión ordinaria el 17 de junio del citado año para elegir una nueva plantilla de sanitarios, que resultó ser muy tensa, se consiguió crear una plaza más para las atenciones de la capital. También se consideró conveniente crear otra para las aldeas y caseríos de la jurisdicción, aunque como siempre siguieron estando mal atendidos:“El Excmo. Ayunta- miento que presido ha estimado en sesión ordinaria de 17 de junio (de 1881) nombrar interinamente para que desde 1º de julio próximo presten asistencia facultativa a los enfermos pobres de esta Capital a los médicos cirujanos don José Pérez, don Saturio Sánchez y don Elías Navarro Sabater 90. El periódico “El Albacetense” de 22 de junio de 1881 anunciaba el cambio de la plantilla sanitaria municipal dictando sus tendencias políticas en estos términos:

“El viernes pasado quedó acordado el nombramiento de los médicos titulares: Don José Pérez, republicano posibilista, de los “nuevos”. Don Saturio Sánchez, constitucionalista. Don Elías Navarro, republicano “sin apellidos”. La creación de la cuarta plaza de médico titular fue muy acalorada en la sesión del Ayuntamiento. Se tomó el acuerdo por los votos de 9 de los 22 que forman la corporación” 91.

89 A.H.P. Albacete. Notario Virgilio Guillén y Andrés. Caja 1458. 90 A.H.P. Albacete. Nombramientos de médicos 1877-81. Caja 139. 91 A.H.P. Albacete. “El Albacetense”, periódico político de intereses locales y literarios. 22 de junio de 1881. Carpeta. 170.

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Los nuevos facultativos tomaron posesión de sus cargos el 1 de julio, el mismo día que la Junta Municipal le comunicó la elección al Goberna- dor, haciéndole saber que el contrato duraría desde el 1 de octubre de 1881 hasta el 30 de septiembre de 1885. En lo tocante a los compromisos entre ambas partes92 se firmaron según el Reglamento de 24 de octubre de 1873 que permitió ampliar hasta las 1300 el censo de familias pobres para dicho periodo. La dotación anual presupuestada para sueldo de cada facultativo fue de 1.500 pesetas. El acuerdo se llevó a escritura pública ante el escribano Ventura Serna López93, que según determinaba su apartado número siete: “si dentro de los treinta días últimos de este contrato no se diera por despedida ninguna de la partes, se entenderá prorrogado por otros cuatro años dicho contrato sin nece- sidad de elevarlo a nueva escritura, entendiéndose siempre que ha de ser bajo las mismas condiciones aquí estipuladas94. Como a la extinción del contrato no se hizo novedad sobre el cambio de los facultativos, no se volvieron a hacer nuevas escrituras públicas hasta 1890, aunque si se hicieron privadas entre el cabildo y ellos. El 10 de diciembre de 1881 don Elías fue nombrado también Subde- legado de Medicina por la Dirección General de Sanidad (segundo cargo provincial en importancia), por elección del Gobernador Civil95, lo que nos da idea de que mantenía su prestigio profesional al margen de criterios po- líticos. Los acontecimientos que se anunciaban para 1884, era que una epide- mia de cólera parecía amenazar a las puertas de la población y la presunción general de sus habitantes era que de no presentarse en el año señalado, lo haría el siguiente, año en el que expiraba el periodo del contrato firmado con Sabater y sus compañeros. Lo dicho aconsejaba no hacer mudanza en el cambio de facultativos, por no dejar desprotegido al vecindario de asis- tencia sanitaria, ante el grave riesgo previsto. Los días previos a que presentara la epidemia, el doctor Sabater los dedicó a alertar insistentemente a la Municipalidad que era absolutamente prioritario vigilar charcas y focos de infección pues se aproximaba la esta- ción del calor y con ella los considerables riesgos que se avecinaban96, como

92 A.H.P. Albacete. Sesión municipal de 5 de octubre de 1881. Caja 4597. 93 A.H.P. Albacete. Protocolos de Ventura Serna. Protocolo nº 196. 12 de octubre de 1881. Folios 781-786. Caja 4187. 94 A.H.P. Albacete. Acta municipal de 5 de octubre de 1881. Caja 4597. 95 Reglamento de 24 de junio de 1848. Ver Expte “Subdelegados de Medicina, Cirugía, Farmacia y Veterinaria”. Caja 150. 96 A.H.P. Albacete. Acta municipal de 4 de mayo de 1885. Caja 4531.

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así fue. Su pundonor y denuedo profesional le obligaban a controlar y se- ñalar los espacios más peligrosos de la ciudad, los que denunció y puso en alerta sobre ellos al Cabildo. Su comportamiento, siempre vigilante sobre el estado sanitario de la ciudad, le hizo valorar a la Corporación la conveniencia de contar nueva- mente con él, ya que su demostrada experiencia en situaciones límite, como la que se veía venir, era evidente que no permitía siquiera considerar la po- sibilidad de no renovarle el contrato. Como estaba previsto, el año 1885, Albacete padeció una gran inva- sión de cólera morbo para la que resultaron insuficientes los esfuerzos de los titulares y todavía se tuvo que solicitar la ayuda de otros médicos. A finales de 1889 y principios de 1890, don Elías había contraído una enfermedad “congestión pulmonar”, presumiblemente provocada por sus largas exposiciones a los vapores sulfurosos y nitrosos, soportadas en las fu- migaciones en la que tuvo que estar presente durante las pasadas epidemias o, tal vez, fuera una tuberculosis causada por las lesiones pulmonares oca- sionadas por ellas. Lo que sí conocemos es que resultó ser un largo proceso que le retuvo algún tiempo en la cama y que fue lo suficientemente grave para que la prensa local lo llevara a sus páginas. “El Diario de Albacete” de 7 de enero de 1890 daba así la información de lo que estaba sucediendo: “Don Elías Navarro Sabater está enfermo de una grave enfermedad y por cuyo restablecimiento vienen interesándose viva- mente cuantos aprecian sus nobles y bellísimas cualidades”. Durante aquellos días, otras sentidas desgracias ocurridas en su en- torno familiar se cebaron en su ánimo, pues el cinco de enero murió su madre, doña Francisca Sabater y Pujals, de un derrame cerebral, a cuyo entierro no pudo asistir porque su enfermedad le obligaba a permanecer postrado en la cama. El 23 de enero, cuando parecía anunciarse su final, el mismo periódi- co que había publicado anteriormente su estado de gravedad, volvió a dar la noticia que estaba mejorando: “A pesar de haber estado muy grave había entrado en periodo de convalecencia y había abandonado el lecho durante más horas”.

Biblioteca Digital de Albacete «Tomás Navarro Tomás» Biblioteca Digital de Albacete «Tomás Navarro Tomás» 1890. ÚLTIMO CONTRATO

Biblioteca Digital de Albacete «Tomás Navarro Tomás» Biblioteca Digital de Albacete «Tomás Navarro Tomás» A pesar de su avanzada edad y de la complicada situación personal en la que se encontraba don Elías, el Ayuntamiento decidió renovarle su plaza. En sesión extraordinaria, el 1 de mayo de 1890, a sus 55 años, se le confir- mó un nuevo contrato que debía durar dos años más, desde el momento en que se formalizara en escritura pública, que se hizo dos días después: “Teniendo en consideración las condiciones especiales que concurren en don Elías Navarro Sabater, médico titular de esta Capital que viene siéndolo por más de veinte años con asistencia esmerada tanto en épocas normales como en las de epidemias, coléricas y otras, en las que ha probado gran abnegación. Habiendo terminado el contrato con el por cuatro años, como recompensa a sus buenos servicios se acordó nombrarle interinamente por otros dos años y aumento de sueldo de quinientas pesetas, o sea, con el haber anual de 2000 pesetas y que se continúe así hasta que se provea la plaza en propiedad 97. En la escritura Sabater se comprometía a “como ha venido realizando hasta aquí a asistir a todos los pobres que le correspondan y que figuren o se comprendan en el padrón formado por el Ayuntamiento, prestando aquellos auxilios facultativos que la ciencia aconseje para restablecerlos de sus dolen- cias o para aliviarlos en lo posible” 98. Era alcalde don Juan Parras Molina. Ya repuesto de su pasada enfermedad, pero no de su amargura, decidió levantar un mausoleo para enterrarse él y los suyos, para lo cual pidió autori- zación al Ayuntamiento: “que teniendo el proyecto de construir un panteón al final de la tapia que existe desde la puerta de entrada al Cementerio hasta los primeros nichos que en el mismo se edificaron, o sea lindando al terreno que

97 A.H.P. Albacete Actas municipales. Sesiones ordinaria de 28 de octubre de 1889. Caja 4533 y extraordinaria del 1 de mayo de 1890. También Protocolo de Ventura Serna fir- mado el 6 de mayo de 1890. Primer Tomo. Caja 2855. 98 A.H.P. Albacete. Protocolo de Ventura Serna firmado el 8 de mayo de 1890. Primer Tomo. Caja 2855.

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últimamente se ha enajenado en este sitio. A cambio entrega dos fosas-nichos dobles perpetuos que son suyas, o pagar el precio que le fijen” 99. Lindante con dicho panteón quedaba el de la familia de don Juan Parras Molina, el Alcalde que le firmó su último contrato.

99 A.H.P. Albacete. Sesión de 30 de abril de 1890. Libro 655.

Biblioteca Digital de Albacete «Tomás Navarro Tomás» SEMBLANZA Y FALLECIMIENTO DEL DOCTOR OCTAVIANO DÁMASO GRIÑÁN, EL 24 DE JUNIO DE 1969, A LOS 33 AÑOS DE EDAD

Biblioteca Digital de Albacete «Tomás Navarro Tomás» Biblioteca Digital de Albacete «Tomás Navarro Tomás» El doctor Griñán no pudo terminar su contrato de 1868-72, razón por la que nos hemos reservado este apartado para intercalar una breve sem- blanza, por ser, junto con Sabater, los iniciadores de este primer proceso de cambio en el mundo de la asistencia sanitaria en Albacete. Don Octaviano nació en Albacete, el día 11 de diciembre de 1836 y fue bautizado al día siguiente en la iglesia parroquial de San Juan Bautista. Su padre don Jorge Griñán fue muchos años depositario de los fondos del Ayuntamiento. Su madre, Doña Francisca Serna, abuelos paternos y mater- nos pertenecían a la clase acomodada local. Todos ellos eran vecinos de la villa100.

Partida de bautismo de don Octaviano Griñán.

100 Archivo Diocesano de Albacete. Parroquia de San Juan. ALB-28. Fol. 302.

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SUS ESTUDIOS PRIMARIOS Y SECUNDARIOS

Desde la infancia fue amigo y compañero de don Elías y ambos estu- diaron en la escuela de primeras letras con el mismo maestro. Realizaron los estudios de bachillerato en el Instituto de Albacete, consiguiendo exce- lentes notas en todos los cursos101. Octaviano obtuvo su título de Bachiller en Filosofía el 16 de junio de 1852.

Título de Bachiller en Filosofía.

ESTUDIOS UNIVERSITARIOS

Como su amigo Sabater, se decidió por los estudios de medicina, aunque motivos familiares le impidieron matricularse en la Universidad de Madrid y los cuatro primeros años los hizo en la Universidad Literaria de Valencia.

101 Archivo del Instituto Nº 1 “Bachiller Sabuco” de Albacete. Expediente de Octaviano Griñán. Caja 2.

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Para terminar la carrera se trasladó a la Universidad Central de Ma- drid. Su expediente académico, hoy conservado en el Archivo Histórico Nacional, fue el siguiente: “En 1º de Medicina en la Facultad de Valencia, año 1853- 54 obtuvo la nota de Bueno En el 2º de “ “ “ año 1854-55 “ “ “ En el 3º de “ “ “ año 1855-56 “ “ “ En el 4º de “ “ “ año 1856-57 “ “ “ En 5º Curso (Facultad Central, Madrid) año 1857-58 obtuvo la nota de Mediano” CON FECHA 9 DE MAYO DE 1859 SE LE CONCEDIÓ EL GRADO DE BACHILLER EN MEDICINA POR MAYORÍA DE VOTOS.

ASIGNATURAS COMPLEMENTARIAS EN EL CURSO 1858-59 PARA OBTENER EL GRADO DE LICENCIADO EN MEDICINA. Clínica Médica 1er año Calificación: Mediano Cínica de Obstetricia Calificación: Bueno Higiene pública Calificación: Mediano Medicina Legal y Toxicología Calificación: Bueno Licenciado en Medicina en dicha Facultad en 28 de Junio de 1859 con nota de APROBADO por mayoría de votos102.

Resguardo acreditando su título de licenciado en Medi- cina por la Universidad Cen- tral.103

102 Archivo Histórico Nacional. Universidades. Legajo 1467. Exp. 4. 103 Ibídem.

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Terminó sus estudios de medicina y cirugía a los 22 años. Fue nombra- do médico de Hospitalidad domiciliaria por el Ayuntamiento en 1862104. Ambos amigos compartieron años de trabajo y coincidieron en afini- dades políticas.

Petición de don Octaviano de una plaza para titulares de asistencia domiciliaria, en el año 1862.

104 Caja 375.

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Orla de graduación de la promoción de los alumnos licenciados en medicina en la Uni- versidad Central de Madrid en el curso 1859.105

El 29 de septiembre de 1868 quedó proclamada La Gloriosa en Alba- cete, revolución que destronaba a la reina Isabel II. Al día siguiente, desde muy temprano, comenzaron a repicar las campanas de sus iglesias llamando a reunión al vecindario, agolpándose la gente en la Plaza Mayor, donde se rompieron por los concurrentes los retratos de la Reina que habían encon- trado a su paso.

105 Fotografía que forma parte de la exposición permanente que reúne el Colegio de Mé- dicos de Madrid. En la cartela situada al pie de la fotografía figura el nombre de don Octaviano Griñán con el número 12.

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Seguidamente aquellos congregados pasaron a constituir la Junta Re- volucionaria local, de la cual el doctor Griñán formó parte destacada106. Como quedó dicho anteriormente, a primeros de marzo del año si- guiente se produjo un rebrote de la epidemia de tifus en la ciudad (brotes que generalmente coincidían todos los años con la primavera o el otoño, siempre en los meses en que se removían y transportaban las basuras para abonar las labores del campo), que los facultativos calificaron de grave y se comenzaron a tomar las medidas de control sanitario necesarias para evitar su propagación. Como en otras ocasiones, Griñán tuvo que abanderar las comisiones de vigilancia de su distrito para ejercer el control de aquellos parajes que por insalubres pudieran favorecer el contagio. Aquellas zanjas hechas en la construcción del ferrocarril, inundadas por las aguas de lluvia o por el de- rrame del canal, terminaron convirtiéndose en depósitos de cieno inmun- do, focos insalubres de fatales consecuencias para la salud del vecindario. Como sanitario, pasó la mayor parte del año inspeccionando y revisando los fangares, zanjas y charcas que circunvalaban la ciudad. Al igual que muchos de los demás sanitarios situados en primeria línea y obligados a atender a enfermos contagiados, acabó finalmente enfermando de tifus, enfermedad de la que murió el 24 de junio de 1868107. El periódico semanal “La Musa”, del 30 de junio de 1869, incluyó en sus páginas una sentida necrológica que reproducimos:

“¡Don Octaviano Griñán ya no existe! ¡Don Octaviano Griñán nos dejó para siempre. ¡Don Octaviano Griñán, aquella naturaleza privilegiada, ya no es más que una masa informe y sin movimiento. Octaviano Griñán, por último, ha pasado del ser al no ser. ¡Brusca tran- sición, horrible cambio! Pero, ¿nos podemos dar ahora, en el momento, cuenta exacta de la pér- dida que hemos experimentado? No, porque el dolor, la pena, el sentimiento que nos afecta no deja lugar a la reflexión; más luego que el frío raciocinio a

106 A.H.P. Albacete Revista “La Musa”. Publicación semanal político-literaria, propiedad del impresor don Luciano Ruiz. 4 de octubre de 1869. Libro 182. Se publicó durante los años 1868-69. El ansia de libertad de expresión que trajo esta nueva etapa política permitió la apertura de algunos periódicos en Albacete, como la mencionada “Musa”, que convivió con “La Polilla”, “La Crónica”, “La Unidad”, “El Farol”, “El Independiente”, “El Eco de la provincia” y “El Oriental”, que sepamos. 107 Archivo Diocesano. Albacete. Parroquia San Juan de Albacete. Defunciones 1859-72. Folio 117 Vto. ALB 87.

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esos extremos de tribulación, a ese grito de angustia que hemos dejado esca- par transidos por el exceso del pesar que nos agobia, entonces sí, dirigiremos una mirada buscando en derredor aquel amigo jovial, cariñoso, simpático por todo y para todos; buscaremos al hombre científico que dedicó su existencia al consuelo de la humanidad doliente llevando el remedio y la salud allí, donde la úlcera gangrenosa donde la calentura maligna, la enfermedad contagiosa y ,en fin, toda esa serie de desdichas físicas que nos cercan y atosigan ha- ciendo ver nuestra miseria, para combatirlas con ardor, con exquisito celo y exponiendo cada día y a cada hora su existencia para salvar la de los demás; buscaremos al buen hijo, al buen hermano que tan universales simpatías llegó a inspirar en esta Ciudad, su patria, donde tanto llenaba su nombre y tan querida era su persona. ¡Ah! Ya no nos queda más que su memoria, su grata memoria, su que- rida memoria. El que estas desaliñadas líneas dedica a su recuerdo, cree ha- cerse intérprete del sentimiento general por pérdida tan dolorosa. Además, personalmente nos unía la amistad, una amistad siempre constante, nunca enfriada, era la égida de nuestra familia en sus males y, sobre todo, lo que más amamos en el mundo le debemos la existencia de la madre de nuestros hijos…¿para qué hemos de seguir? Está dicho todo. Su muerte ha hecho un eco triste en nuestra alma; una lágrima de ardiente pena ha abrasado nuestra mejilla... El tifus, esa horrible enfermedad, y más que el cólera, nos le ha arreba- tado en breves días, entregando su espíritu a las cinco de la madrugada del día veinte y cuatro. Un solo dato añadiremos y terminamos esta penosa misión que nos he- mos impuesto. Octaviano Griñán, en medio de su carácter chancero, alegre y bullicioso, quizá ignoren muchos que tenía momentos de verdadera melanco- lía, de ansiedad y de amargura; sobre todo tenía el presentimiento de morir joven, ¡fatídico presentimiento, que en efecto, se ha cumplido a los treinta y tres años de edad...! Su entierro ha sido un acontecimiento; la población en masa, sin dis- tinción de clases ha seguido su féretro, acongojada y tristemente afectada. En muchos rostros hemos visto surcos y huellas de ardientes lágrimas...Adiós Oc- taviano, Adiós para siempre, reposa en paz y séate la tierra leve; todos rogare- mos por ti y nos será grata tu memoria. JUAN DE DIOS IBÁÑEZ” 108.

108 Director de La Musa, periódico semanal de contenido literario que se publicó en Alba- cete en los años 1868-69.

Biblioteca Digital de Albacete «Tomás Navarro Tomás» La prensa local continuaba dando la noticia de que la epidemia se iba extendiendo y creciendo en virulencia durante los meses de julio y agosto. Además del doctor Griñán, en aquella invasión murieron algunas personalidades locales entre las que se contaba el notario de la Audiencia Provincial, don Bartolomé Albir (el 9 de julio de 1869). Por entonces comenzó también a desarrollarse un importante brote de sarampión entre la población infantil.

Biblioteca Digital de Albacete «Tomás Navarro Tomás» SANEAMIENTO URBANO

Biblioteca Digital de Albacete «Tomás Navarro Tomás» Biblioteca Digital de Albacete «Tomás Navarro Tomás» La normativa y los rasgos definidores de las intenciones de los docto- res Sabater y Griñán, desde el mismo momento en que ocuparon sus plazas, dejaron bien claro que sus actividades se iban a centrar en procurar mejorar la higiene pública de la ciudad, único camino posible de conducirla a la modernidad. Era opinión general que las malas condiciones de salubridad de una población estaban ocasionadas fundamentalmente por los desequilibrios que presentaba su estado medioambiental. Por tanto, la mayor inquietud de las autoridades era la de tratar de corregir y combatir aquellas causas morbosas y contaminantes del medio exterior, productoras de la enferme- dad, impidiendo su propagación mediante dos procedimientos: alejando los focos insalubres existentes de la ciudad o transformándolos para hacer- los menos agresivos. De modo general, dichos procedimientos fueron los habitualmente empleados para conseguir la preservación y limpieza de las aguas potables; en el tratamiento de las residuales; los innumerables depósitos de basuras y restos orgánicos; interviniendo en las posibles mejoras en las condiciones higiénicas de las viviendas, calles y otras zonas urbanas; evitando enterra- mientos inadecuados; procurando la vigilancia de la calidad de los alimen- tos; control de talleres; riesgos laborables y zonas de aglomeraciones, entre otros. Normativas y prácticas-guías que condicionaron la mayor parte de las preocupaciones de las autoridades y médicos locales. En líneas generales, en Albacete dicha prácticas se concretaron en de- sarrollar un decálogo de actividades que consistían en llevar a efecto aque- llas acciones sobre el medioambiente que fueran capaces de evitar los focos de contagio, como: 1º.- Desecación de los encharcamientos existentes en el extrarradio, donde se originaban los “focos miasmáticos” causados por los trabajos en la construcción del ferrocarril.

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2º.- Mantener limpios y evitar la rotura de los desaguadores del ca- nal. 3º.- Vigilancia y limpieza de las aguas sucias de charcas, aguazales y las de las balsas de las huertas de los alrededores. 4º.- Aguas estancadas en los hoyos practicados en las afueras para sacar la tierra necesaria para la construcción de viviendas. 5º.-Vigilancia de la limpieza y mantenimiento del alcantarillado del Val-General, una zanja abierta en mitad de la población donde se recogían las aguas pluviales y sucias del vecindario. 6º.- Constante preocupación por construir un nuevo cementerio, de- bido a la falta de salubridad del viejo. Correcto enterramiento de los cadá- veres. Alejarlo en lo posible de la población tratando de darle una nueva orientación. 7º.- Vigilancia de los numerosos muladares formados en las calles por los vecinos. 8º.- Evitar que se depositaran cadáveres de animales dejándolos aban- donados en la vías públicas. Especialmente en el mes de la Feria. 9º.- Dotar de viviendas dignas a las familias pobres y clausurar las numerosas cuevas insalubres existentes en la población. 10º.- Atender al cuidado del surtido de aguas potables y de las cañe- rías que las conducían. Vigilar el depósito donde se recibían, pues también llegaban hasta él aguas de otras procedencias.

SUMIDEROS Y BASURAS

El peligro que para la salud suponía las aguas sucias y las substancias orgánicas en descomposición y la búsqueda de medios para alejarlas de los núcleos urbanos era un problema sanitario de dificultosa solución para las poblaciones. Se resolvía recogiéndolas mediante diferentes procedimientos tales como: en depósitos fijos o móviles, encauzándolas por medio de un alcantarillado, o controlándolas por sistemas secos hechos mediante acu- mulación de inmundicias formando basureros, para posteriormente trasla- darlos fuera de la urbe. Al no disponer Albacete de una red de alcantarillado capaz y suficien- te para evacuar las inmundicias y detritus, los sistemas más extendidos du- rante la segunda mitad del siglo XIX fueron los depósitos fijos o sumideros y los basureros, pues la mayoría de los hogares disponían de alguno de ellos, o de ambos frecuentemente.

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SUMIDEROS

Lo habitual era construir sumideros destinados a recoger en ellos las aguas sucias y sustancias en descomposición, en lugares separados de las zonas habitadas de las viviendas, para evitar posibles contagios. Las orde- nanzas municipales obligaban a hacer estas obras en los patios o corrales, siempre en zonas alejadas de las habitaciones, mientras fuera posible, pero frecuentemente las órdenes no se cumplían. En caso de no ser posible se permitía ubicarlas en la calle, frente a la puerta de las viviendas109. Dicha obra consistía en realizar una excavación en el terreno hasta llegar a una capa impermeable que debajo de ella tuviera otra permeable y muy absorbente, que fuera apropiada para filtrar las inmundicias líquidas y pastosas, de tal forma que entre ambas quedaran encerrados los materiales sólidos mientras que los líquidos fueran absorbidos por las capas porosas. Se pretendía que la capa impermeable pudiera almacenar por algún tiempo las inmundicias sin devolver de nuevo a las casas las emanaciones mefíticas contaminantes, mientras la capa permeable y absorbente permitiera filtrar los líquidos. Pero muy pocas veces se encontraban en el terreno las característi- cas geológicas necesarias para construir dichos depósitos, que por no estar suficientemente impermeabilizados tenían filtraciones, motivo por el que resultaban viciados los terrenos circundantes y convertidos en focos infec- ciosos que contaminaban las aguas que consumía el vecindario, las propias de los pozos cercanos a ellos, ocasionando permanentemente graves pro- blemas para la salud. Pero no todos los domicilios y dependencias contaban con sumide- ros, pues eran frecuentes las protestas de los vecinos a causa de los malos olores producidos por las aguas sucias vertidas directamente a la calle. Las advertencias de los doctores Sabater y Griñán siempre estuvieron al día, pues su trabajo les hacía ser testigos puntuales del estado higiénico de los domicilios y de los espacios públicos de la ciudad y sus denuncias llega- ban a los despachos de las autoridades, que siempre eran atendidas con pron- titud: “Habiendo observado las malísimas condiciones higiénicas que afectan a los depósitos de aguas sucias y otras materias en todas, o en las mayor parte de las casas de esta Capital, cumpliendo con los deberes de mi cargo... dispongo que se resuelva con celo la radical reforma en asunto tan importante 110.

109 A.H.P. Albacete. Actas municipales años 1868-1873. Acta municipal de 13 de abril de 1870. Caja 101. 110 A.H.P. Albacete. Oficio del Gobernador de 19 de julio de 1866. Expediente Salud públi- ca Caja 150.También caja 273.

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Pero la lucha por impedir dicha costumbre fue larga y duró todo el si- glo, pues poco se fue avanzando en ese sentido. Por circular, la nº 283 del año 1866 , el Gobernador provincial insistía en recordar la mortífera epidemia de cólera del año anterior y alertaba a la población de los peligros que se de- rivaban de la falta de higiene: “Sabido es por todos que las epidemias residen en circunstancias comunes a muchos individuos, como el aíre, en los alimen- tos, etc. y que se desenvuelven aumentan y sostienen muchas veces por causas puramente locales ... y conocido es también el principio científico de higiene que declara que las enfermedades más desastrosas se observan en los países donde más descuidada está la higiene pública ... Los infinitos focos de infección originados por depósitos orgánicos en descomposición deben desaparecer del centro de los pueblos, así como los charcos de agua inmunda que en las aldeas se encuentran con frecuencia a la misma puerta de las casas..” 111. Sin embargo, era frecuente que la ciudadanía volviera la cabeza hacia otro lado ante esta serie de advertencias. Incluso en dependencias oficiales tal como era la cárcel municipal, situada en un lugar tan céntrico como Vi- llacerrada, sus administradores se resistieron durante mucho tiempo a re- coger sus inmundicias en un contenedor propio y, tras largas y continuadas protestas de los vecinos por los malos olores que tenían que soportar en sus viviendas de la calle de la Caba, saturadas sus aceras por las aguas pútridas vertidas en ella, el Ayuntamiento tuvo que obligar a su alcaide a construir uno, bajo la atenta mirada de la policía urbana112. Pero no siempre esos depósitos eran correctamente tratados y pocas veces desalojados oportunamente. Formaba parte de la creencia general del vecindario la idea de que estos almacenamientos de inmundicias resultaban ya peligrosos cuando la leche fresca destinada al consumo familiar se co- rrompía al quedar expuesta en una vasija cercana al sumidero, pues se pen- saba que aquella descomposición la causaba las emanaciones fétidas que éste desprendía. Entonces era el momento de recoger los materiales sucios, que generalmente se hacía en cubas, para trasladarlos a un punto alejado de la población; no siempre con el esmero sanitario ni a la hora conveniente. Aún en la primera década del siglo XX, la prensa todavía seguía de- nunciando notables negligencias en dicha práctica y eran habituales los consejos como éste que trasladaba a los organismos públicos: “Intolerable, eminentemente pestífero, resalta el maloliente el vetusto procedimiento de ex- tracción de cloacas que toleráis. En épocas de verano (en otros Ayuntamien-

111 A.H.P. Albacete. Boletín Oficial de la Provincia de Albacete. Circular. Nº 283. del Go- bernador provincial. 6 de abril de 1866. 112 A.H.P. Albacete. Acta municipal de 24-11-1873. Caja 101.

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tos de las provincias cercanas) se emplea la caparrosa o sulfato de hierro que aminora notablemente la olorosa miasmacidad que despiden las humanas deyecciones y al mismo tiempo se ordena que el producto extraído se deposite en cubas, que si bien su hermeticidad no es completa, sin embargo aseguran en su mayor parte el objetivo deseado...Y procure que el anterior procedimien- to se ejecute en horas sucesivas a las doce de la noche 113.

BASURAS

Las basuras para una pequeña población de economía agraria como Albacete, tenían gran interés tanto en el ámbito de la sanidad, por razones evidentes, como para la agricultura, por el valor fertilizante que aportaban como abono orgánico y, por tanto, necesario para los cultivos. Dicha duali- dad siempre fue un problema difícil de resolver para las autoridades muni- cipales y sanitarias. Así decía una ordenanza municipal de la villa en1551: “Vasura .- Otrosí ordenaron que ninguna persona sea osada de echar vasura por las calles desta villa si no fuera en los muladares que estuvieren señalados por el almotaçen, so pena de tres reales aplicados como dicho es 114, y ese mis- mo lastre sanitario arrastrará la vida local, creciendo en intensidad durante las tres centurias siguientes. Traspasada la mitad del siglo diecinueve, las autoridades municipales todavía seguirán hablando de un Albacete enfermo e indefenso, haciendo del control de las basuras y de las aguas sucias el principal remedio contra los contagios. Sería interminable citar aquí la serie de denuncias hechas por la policía urbana, bandos municipales y de advertencias de los médi- cos locales, alertando sobre el incumplimiento de las ordenanzas dictadas por el Municipio para corregir y enderezar estos malos hábitos higiénicos de la ciudadanía. Los bandos municipales de buen gobierno casi siempre hacían referencia a los focos permanentes de infección, como: “Se prohíbe bajo pena de 20 reales arrojar animales muertos a las calles, ni dejarlos a menos de 2000 varas de distancia de la población...”; también “La mismas penas para los que depositen basuras en las inmediaciones de la población y paseos públicos”; o hacer “zahúrdas, a la entrada de las casas” y “dejar puercos sueltos” 115.

113 A.H.P. Albacete. “El Radical”, diario republicano independiente. Albacete, 12 de Octu- bre de 1908. 114 A.H.P. Albacete. Expte. 9. Caja 4655. 115 A.H.P. Albacete. “Edictos y Bandos. 18 Jun.1853”. Caja 410.

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El almacenamiento de los excrementos sólidos y líquidos de hombres y animales y los residuos procedentes de materias vegetales, se depositaban generalmente en los estercoleros o en cobertizos apropiados situados en los patios interiores de las viviendas. También era demasiado habitual reunir- los a las puertas de las casas, o arrojarlos al pobre sistema de alcantarillado de la ciudad, aunque no pudieran correr por él. Con frecuencia se llamaba la atención a los vecinos por sus descui- dados comportamientos: “Acuerdo para que se limpie urgentemente el ca- llejón denominado de Franco que hoy sale a la calle del Rosario pues hay un depósito de basuras infecto y aguas sucias y es un perjuicio para los propios particulares, sino también al público en general” 116. La misma preocupación por la limpieza de basuras fue el motivo para que, el 6 de julio de 1866, el Gobernador provincial cursara una orden al Municipio para que se derribara el pozo de la nieve, situado en Villacerra- da, que por estar muy deteriorado y abierto, los vecinos arrojaban en él sus basuras, y era uno de los muchos focos causantes de los malos olores exis- tentes en la ciudad. La ejecución de la obra la llevó a efecto el maestro de obras Pascual Portero el día 18 ese mismo mes117. Era costumbre entre los agricultores hacer pudrideros para favore- cer la descomposición de las basuras cubriéndolas con paja, generalmente aprovechando las camas de los anímales de labor, y regándolos después para precipitar su putrefacción. Muchas eran las familias que tenían dispuestos estos pudrideros en sus casas, y eran motivo de denuncias constantes de los ciudadanos ante las autoridades civiles y sanitarias pidiendo remedio por sus molestias: “...inmediato al Instituto de Segunda Enseñanza de esta Ciudad hay un descubierto... destinado a pudridero de basuras o abono cuyas emanaciones pueden ocasionar males de consideración, especialmente a los jóvenes que concurren al referido establecimiento. Igual razón hay en el cauce del desagüe de la Capital” 118. Cuando el abono ya estaba “hecho”, se trasladaba a los campos y se recubría con cal o tierra para impedir que perdiera sus propiedades; muy pocas veces con caparros, que evitaba la contaminación sin disminuir su poder fertilizante. Estas prácticas tan comunes eran constantes fuentes de contagio y un peligro permanente para la salud pública.

116 A.H.P. Albacete. Acta municipal de 9 de diciembre de 1865. Caja 100. 117 A.H.P. Albacete. Actas municipales de 6 de julio, fol.9 vto. y 11 de julio de 1866, folio 75 Vto. Caja 100. 118 A.H.P. Albacete. Oficio del Gobernador y Presidente de la Junta de Sanidad. 9 de no- viembre de 1864. Caja 123.

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Al ser las basuras un valor económico derivado de su necesidad como abono, su control se convertía en un asunto de difícil regulación, pues si bien los depósitos acumulados por los agricultores había que vigilarlos muy de cerca en beneficio de la higiene; desde el punto de vista económico eran indispensables para la fertilización de los campos, y hasta el Ayuntamiento, siempre escaso de fondos, tenía también puestos en ellos intereses, pues le permitían obtener algunos beneficios de su venta, especialmente durante la feria septembrina: “...que el estiércol que han producido los ganados de la Feria no lo retiren los dueños de las fincas inmediatas pues corresponde desde tiempo inmemorial al Ayuntamiento” 119, y si durante muchos años su venta se le había cedido al peón municipal encargado de la vigilancia de los ejidos, desde el año 1868, ante las protestas del vecindario, la Municipalidad se vio obligada a subastarlo.

Foto: Archivo municipal de Albacete. Vista aérea del recinto ferial en la primera mitad del siglo XX. La Cuerda es el paraje situado extramuros de los redondeles, que servía de encuentro para el canje y comercio de animales entre tratantes y labradores.

Como era creencia general que al descomponerse los materiales orgá- nicos del mundo vegetal originaban elementos contaminantes, los miasmas palúdicos, que amenazaban a la salud de la población, era obligatorio depo- sitar hojarasca, farfollas y residuos vegetales en lugares apropiados donde pudieran ser recogidos para evitar infecciones.

119 A.H.P. Albacete. Acta municipal de 18 de septiembre de 1875. Actas municipales 1874- 1875. Caja 4528. También Actas municipales de 4 de agosto de1870 y 19 de julio de 1871. Caja 101.

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Foto particular. Feriante.

El esparto era la planta industrial más utilizada en el mundo rural para elaborar aparejos y utensilios para labranza, por lo que el tratamiento de su maceración era muy vigilado por las autoridades, y así se registraba en las ordenanzas de la villa: “Se prohíbe tener zahúrdas, balsas para cocer esparto ni otros depósitos de materias nocivas a la salud pública. Las mismas penas para los que depositen basuras en las inmediaciones de la población y paseos públicos” 120. Prevención que no era tenida en cuenta casi nunca. Las producciones más importante del campo albacetense eran los ce- reales y el azafrán, producto éste de gran calidad destinado en su mayor parte a la exportación. A pesar de las quejas de sanitarios y vecinos, era frecuente que los roseros arrojaran los restos no aprovechables de la planta a la vía pública121, atascando las correntías de las aguas y ocasionando char- cos en los que se acumulaban aquellas inmundicias. El médico de asistencia sanitaria domiciliaria municipal, don Saturio Sánchez, “informa a la Corpo- ración que ha visto con disgusto como se arrojan los desperdicios del azafrán a la vía pública lo cual es un foco de inmundicia del que se desprenden mias-

120 A.H.P. Albacete. Carpeta de Edictos y bandos sobre sanidad 1853-1901. Bando de 18 de junio de 1853. Caja 410. 121 Ibídem. Bando prohibiendo la monda de la rosa, 26 de octubre de 1853. Caja 410.

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mas nocivos”. En consecuencia la Corporación tomó el acuerdo de “...que se multe, los barrenderos limpien y la vigilancia se estreche” 122. La prensa local también estaba atenta a las posibles infracciones de estas normativas: “Señor Alcalde: Denunciamos a su autoridad que ciertos sitios, nada excéntricos de la población que están convertidos en “jardines”, pero qué jardines, “ni los Babilónicos”. El perfume de los jazmines, de las ro- sas, de los pensamientos, de las azucenas y otras muchas flores que en ellas se admiran son capaces de “volcar a la puerta otomana” y de poner pálido a un difunto. No decimos más” 123. Para pasar a reconocer un mes después que: “Hemos notado que han desaparecido los basureros que habían en cier- tos puntos bien públicos...” 124.

Foto particular. La monda de la rosa.

122 A.H.P. Albacete. Acta municipal de 29 de octubre de 1879. Caja 4530. 123 A.H.P. Albacete. Denuncia de la revista “La Musa”, Sábado 31 de octubre de 1868. 124 Ibídem. 28 nov. de 1869.

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A pesar de las continuas llamadas de atención de los sanitarios locales a las autoridades para que atendieran al control de basuras a lo largo del si- glo, los resultados no siempre fueron satisfactorios: “...se sigue amontonando estiércol en calles y patios...” 125. Algunos logros se notaron en los periodos en que el cólera amenazaba con su presencia, en los que las denuncias de la ciudadanía siempre fueron atendidas, si bien en los periodos en los que no se esperaban epidemias, se relajaban más las respuestas. Por último tenemos que decir que las ordenanzas municipales apun- taban a que: “Las (basuras) corrompidas solo podrán sacarse desde las doce de la noche hasta el amanecer”, y obligaba a que se depositaran en los puntos de la población lo más alejados posibles y situados al norte de la población, que eran señalados por el Ayuntamiento, teniendo en cuenta que los vien- tos que soplan de esa dirección hacia la ciudad son los menos dominantes (según el doctor Sabater, 45 días al año) y, por lo tanto, los que con menos frecuencia podían ser el vehículo de arrastre de agentes contaminantes ha- cia ella. En general la norma pocas veces se cumplía.

Bando municipal dando instrucciones sobre el tratamiento y depósito de las basuras.126

125 A.H.P. Albacete. Denuncia de un vecino, profesor en medicina, domiciliado en la calle del Tinte.18 de mayo de 1881. Cólera y varios 1817-1893. Caja 273. 126 A.H.P. Albacete. Bandos. Caja 141.

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ALCANTARILLADO

Disponer de sistemas de alcantarillados y abundantes aguas potables fue la permanente preocupación de los municipios y de los médicos hi- gienistas decimonónicos, y ninguna de ambas necesidades podían cubrirse satisfactoriamente en Albacete. En la memoria para la explotación de las aguas de los Ojos de San Jorge, formada en 1856 por el ingeniero provincial don Ángel Arribas, dice “que no hay ni una sola alcantarilla y sus calles se prestan a costosas edifica- ciones...” 127. Dicha afirmación presentaba no solamente una realidad, sino que ya adelantaba dos de los inconvenientes con los que se encontraba la población para poder dotarse de este tipo de construcciones: sus famélicas arcas y el relieve. En la nueva capital no se daba la condición fundamental que debía presentar un sistema de desagüe como el que se requería, pues el terreno era llano y presentaba una pendiente poco adecuada, ofreciendo dificultades al transporte de las materias semisólidas para que pudieran desocuparse con facilidad, pues la velocidad de evacuación resultaba insuficiente por carecer del nivel de arrastre necesario. Ingenieros y médicos higienistas defendían que la pendiente que debía tener el terreno para permitir una velocidad de desagüe mínimo adecuado debía de estar en torno a los 60 centímetros por cada kilómetro, condición que no presentaban las calles transversales de Albacete. Dadas las difíciles condiciones económicas que presentaba el Consis- torio, desde mediados del siglo XIX, se vino aprovechando para la evacua- ción de las aguas pluviales la corriente de un pequeño regato antiguo, una zanja abierta en medio de la ciudad que la cruzaba por lo que hoy es la calle Marqués de Molins, conocida entonces con el nombre de Val-General. Di- cho colector recogía las aguas del pequeño cauce natural que llegaba hasta la población, conocido como el río Piojo, que arrastraba las aguas proce- dentes de los terrenos encharcados situados en las inmediaciones del actual parque de la ciudad. También servía para recoger las aguas pluviales de las calles Mayor, Concepción y del Altozano. Precisamente dicho parque tiene su primera razón de ser en la idea original de ser un incipiente bosquecillo, efectuado por los propietarios del terreno para compactar aquel suelo, tan encharcado que apenas podía destinarse al cultivo. El plantío debía servir

127 A.H.P. Albacete. Expedientes de la traída de los Ojos de San Jorge del 1796-1910. “Me- moria formada por el Ingeniero Arribas sobre la traída de las aguas de los Ojos de San Jorge a esta Capital”. 22 de Nov. de 1856. Caja 327.

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para hacer de filtro verde en altura. Se pensaba que las hojas de los árboles liberaban y purificaban la atmósfera de gérmenes palúdicos, y sus raíces, al absorber y consumir gran cantidad de agua, compactaban la tierra dese- cando aquellas labores que se querían destinar al cultivo. Tal procedimiento permitía, de paso, también favorecer la desecación de aquellos focos panta- nosos inmediatos a la ciudad, tan perjudiciales para la salud. El Val-General nunca estuvo limpio ni bien cuidado y siempre fue fuente de conflictos entre el vecindario, tanto en épocas de lluvia, en las que quedaban aisladas ambas márgenes y había que cruzar la población sorteando rodeos y dificultades, o también durante los periodos de sequía, pues era causante de malos olores y propagador de muchas enfermedades. Por otra parte, hay que decir que el desarrollo urbanístico de la villa en el tiempo, se encuentra asociado a la presencia de los dos caminos Reales que a ella llegaban, el de Valencia y el de Murcia, pues por sus travesías inte- riores solían circular carruajes, viajantes y trajineros que llegaban buscando descanso y posada. Por ser terreno blando, encharcado y fangoso, los terrenos de los cami- nos inmediatos a la población “los carruajeros huyendo de estos inconvenientes giran su rumbo por las calles más públicas y principales dejándolas intransitables por su frecuente paso” 128. El itinerario preferido por los viajeros eran, calle de Juan Lozano (su posada), Santa Quiteria, Cid, Cruz, recto a San Agustín y la parroquial, to- mando el camino hacia la Veleta hasta llegar al Portazgo de Madrid por la calle de San Sebastián. Un trayecto NO-SE que con demasiada frecuencia dirigía sus pasos por las calles Mayor y Cid por estar sus enlosados en mejo- res condiciones. A su paso, los viajeros dejaban intransitadas y llenas de suciedad aque- llas calles. Suciedad que las aguas de lluvia terminaban depositando en el Val-General. El colector fue un gran foco de infección y propagador de epidemias. Así lo refleja el acta municipal de 17 de agosto de 1859 en la que el Gober- nador provincial le comunicaba a la Alcaldía que atendiera a las peticiones de don José Vera y otros convecinos domiciliados en sus inmediaciones para que hiciera las obras necesarias a fin de mantener limpio el colector “para atenuar los efectos del cólera morbo asiático caso de ser invadida esta Capi- tal…” 129. Manifestando que son tales los daños que se le causan, y a otros

128 A.H.P. Albacete. Caminos reales. Año 1759. Caja 755-1. 129 A.H.P. Albacete. Actas Municipales. Albacete. Acta 17 de agosto de 1859. Expte.1. Caja 100.

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vecinos, que habitan en la calle Val-General (hoy Marqués de Molins) y tan graves los peligros a que les tiene expuestos para épocas de grandes turbiones el alcantarillado construido desde la plazuela del Progreso (hoy Altozano) hasta la calle de la Concepción que no puede dejar de ponerlos en noticia del Ayuntamiento en solicitud de que se proceda a la realización de las obras que basten a evitara aquellos conflictos...sin perjuicio de poder continuar las obras lo antes posible hasta la calle del Tinte” 130. El pleno del tomó la decisión de hacerle la consulta al ingeniero provincial, don Francisco La Gasca. Todos los consultados coincidieron en que con el crecimiento de la ciudad y la traída del ferrocarril había que corregir la insalubridad reinante y evitar la apariencia de suciedad que ofrecía a los ojos de los visitantes. El alcantarillado de la población era un foco de infecciones permanente, pues era un sistema de canalización superficial abierto muy desaconsejado por los médicos de la época, puesto que en los periodos estivales solían secarse dando lugar a numerosos encharcamientos, quedando convertidos en focos insalubres, semillero de gérmenes patógenos y de plagas de mosquitos tras- misores de enfermedades, como la malaria, tifus, etc. En el caso del colector de Albacete, poco profundo, era constante el intercambio de aguas sucias de una a otra parte de las casas inmediatas, pues los vecinos solían construir des- aguadores para verter sus aguas sucias en él, que por no poder arrastrarlas se estancaban en las aceras. Por consiguiente, las aguas sucias que arrastraba el colector, eran causa de permanentes infiltraciones de inmundicias a las cue- vas y sótanos de las casas próximas a él. En 1861, un año antes de que los doctores Navarro Sabater y Griñán Serna fueran contratados como facultativos municipales para la asistencia sanitaria de las familias pobres, redactaron un informe a solicitud del Ayun- tamiento, en el que advertían que de entre los mayores motivos de insalu- bridad existentes en la villa sobresalía el mal estado del colector de aguas que atravesaba la población: “Por últimos no es de menos consideración e importancia el evitar que la acequia destinada a la salida de las aguas que van a la población, quede expedita y no se convierta en cauce de los hediondos materiales cuyo origen hemos manifestado y que pudiera y debe evitarse tras- ladando esas cloacas a otro punto que no sean removidas por las aguas y cuya limpia se hiciese en las épocas y horas oportunas según se practica en el resto de la población. Es cuanto tienen que manifestar en cumplimiento del encargo que se les ha cometido” 131. El informe de los doctores quedó grapado a las peticiones de los vecinos, y ambos encima de los despachos de las autorida- des provincial y municipal, que inmediatamente se pusieron al remedio.

130 Ibídem. 131 A.H.P. Albacete. Informe que hacen los doctores Sabater y Griñán sobre la salubridad de la villa de Albacete en el año 1861. Caja 273.

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La epidemia de cólera de 1855 ya les había advertido que para la de- fensa contra este tipo de epidemias la higiene individual era necesaria, pero indiscutiblemente también debía de ser la colectiva, y sus remedios igual- mente universales. El ingeniero provincial don Francisco La Gasca hizo un proyecto de valoración de obras que le remitió al alcalde de la ciudad don Manuel Cor- tés, el 20 de junio de 1862, diciéndole: “Conviene empezar por la entrada de la población, calle Val General hasta el principio de lo construido en la calle Concepción y se verá el salto (desnivel) que resulta y ver la imprescindible ne- cesidad de derribar y rehacer lo existente... Hay que hacer este a trozos...132. El tramo próximo a la plaza del Altozano, no tenía el desnivel adecuado y era necesario hacer más profundo su cauce Por su parte el arquitecto municipal coincidió en la misma propuesta de reformar el colector de la calle principal por trechos. Se comenzarían a hacer obras empezando por la entrada a la población (a las puertas de lo que hoy es la calle del Tinte), levantando seguidamente una atarjea hasta el cruce con la calle Mayor, y seguidamente reformar el tra- mo más antiguo, desde la calle Concepción hasta el Altozano, que ya estaba construido, para finalmente ampliar su cauce con un nuevo tramo desde el Altozano hasta la mitad de la calle del Progreso (hoy Paseo de la Libertad), buscando la continuación hasta las puertas de la estación del ferrocarril: “... desde el horno de Vedejas hasta la mitad de la calle del Progreso y para esto es necesario la demolición del pequeño trozo cubierto comprendido entre la calle Concepción y plaza del Altozano, que en este trozo hay que rebajar la solera un metro aproximadamente...”, rebaje que parece que no podía realizarse por la dureza del suelo, pues hay algunas llamadas de atención en este sentido. El ornato que le exigía a la ciudad su nueva condición de capitalidad, requería que la Municipalidad acudiera a la apremiante obligación de sanear este último tramo y prolongarlo más allá de las instalaciones de la estación, puesto que según la descripción hecha por el Ayuntamiento, el aspecto que ofrecía no era el adecuado de una calle principal, perteneciente a una po- blación con rango de ciudad: “Siendo ya (la calle del Progreso) una de las principales de esta población y es llamada a ser la mejor. Sin aceras, depósito de inmundicias, así de animales muertos, obstruida con montones de piedras y escombros, hará formar una triste idea de la población a los forasteros...133.

132 A.H.P. Albacete. Oficio del ingeniero provincial al Alcalde. 20-6-1862. Expte. Alcantari- llado. Caja 327. 133 A.H.P. Albacete. Informe del arquitecto provincial Moreno de Monroy al alcalde de la ciudad, Sr. Cortés.“Expte. Alcantarillado”. Caja 327.

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Resumiendo, era un colector muy superficial y casi totalmente abier- to, y dada la mala calidad de la construcción de sus bóvedas, que se rompían con demasiada frecuencia: “...desde la calle Concepción hasta el Altozano hay una bóveda de poco grosor que es rota por los carros y se pide que se reprima el paso de los carros cargados por ese tramo...” 134, resultaba de poca utilidad. En 1867, la canalización se prolongó hasta la salida de población, per- mitiendo evacuar las aguas residuales en el canal de María Cristina. Sometido a un trabajo para el que nunca fue pensado, pues solamente pretendía desalojar las aguas pluviales, este colector llego a ser uno de los focos de contagio mayores de la ciudad. La evacuación de las aguas sucias realizadas por los vecinos en él, bajo la picaresca de considerar las aguas pro- pias de sus casas como pluviales, era habitual. Así nos lo explica, un decreto municipal de 2 de junio de 1893: “...por las denuncias repetidas, se resolvió que desaparezcan todos los reguerones que abusivamente habían abierto los propietarios de la mencionada calle del Val General para conducir las aguas sucias a la alcantarilla con pretexto de conducir aguas llovedizas, sin que para ello solicitase autorización alguna del Ayuntamiento. Resultando que al realizar la limpia de la referida alcantarilla en toda la extensión de la calle del Val General se han descubierto diez y nueve regue- rones por los cuales se han derramado constantemente aguas sucias consti- tuyendo en un verdadero cenaguero una alcantarilla que por su estructura y construcción solamente puede utilizarse para desagüe general de la población de las aguas llovedizas... Considerando que los propietarios de fincas de la calle, inspirados por el egoísmo a los intereses generales, han constituido un foco de infección per- judicialísimo a la salud pública...” 135. A los vecinos que recurrieron a dicha práctica picaresca se les impuso una costosa multa. Los residuos de algunas de las primeras industrias que se localiza- ron en sus inmediaciones136, y los vertidos procedentes de la estación del ferrocarril, completaban la tarea de convertir a la alcantarilla en un lodazal pestilente del que los vecinos quejaban con frecuencia. En 1893 el Ayunta- miento confesaba que “…en él hay abandono y focos de infección importantes para la salud pública. El principal desaguador y donde por causas diversas se producen estancamientos de las aguas y un olor pestilente que se nota a largas

134 A.H.P. Albacete. Expte, Alcantarillado. Informe del arquitecto municipal al alcalde.7 de diciembre de 1884. Caja 327. 135 A.H.P. Albacete. Aguas llovedizas. Caja 327. 136 Una fábrica alcoholera en las inmediaciones de la estación del ferrocarril y otra de jabón en la calle de San Agustín.

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distancias es el del Val-General que atraviesa la estación y desemboca en el canal de María Cristina a una distancia de 1900 metros” 137. Pocas veces se atendió correctamente a su limpieza y fueron cons- tantes las llamadas de la prensa y de la ciudadanía denunciando sus malos olores y así quedaron reflejadas en las actas municipales. A lo dicho, hemos de añadir que este tipo de construcciones fueron siempre mal vista por ingenieros y médicos higienistas de su tiempo. El médico francés J.B Fonssagrives, devotamente seguido por nuestros higie- nistas nacionales por su obra “Higiene y saneamiento de las poblaciones”, publicada en España en 1885, decía: “las alcantarillas abiertas son a las calles lo que las letrinas sin cerrar a las casas”. Aún en el primer tercio del siglo XX la carencia de un buen sistema de alcantarillado seguía sin resolverse y así podía leerse en una memoria presentada por el arquitecto municipal al alcalde cuando valoraba las difi- cultades que tenía la pavimentación de la ciudad:” La pequeña pendiente de las calles unida a la carencia de alcantarillado de aguas pluviales, es lo que obliga a una evacuación superficial y hace necesario un pavimento de absolu- ta impermeabilidad y fácil evacuación...” 138. Otro foco infeccioso que también costó eliminar fue el del barranco de San Antonio, situado al otro lado del puente de San Antón, inmediato a la estación del ferrocarril. En el primer informe que hicieron Navarro Saba- ter y su compañero Octaviano Griñán el 17 de Agosto de 1861 decían de él: “Los infrascritos, Licenciados en Medicina y Cirugía, residentes en esta Capi- tal, nombrados por el Señor Teniente Alcalde 2º constitucional de la misma, para practicar reconocimiento de la Estación, Cementerio y sus alrededores, con el objeto de investigar las causas de las emanaciones pútridas que por esos sitios se perciben, teniendo el honor de poner en conocimiento de dicha Autoridad: Que constituidos en ese lugar en la tarde del 16 del corriente verifi- caron un minucioso y detenido examen del cual resulta: 1º La existencia de un barranco situado al otro lado del paso a nivel de San Antonio y próximos a la vía, de corta extensión y profundidad, pero lleno de agua estancada y descom- puesta, a cuya alteración es debido el olor fétido que por allí se experimenta”. Era el llamado también “Charco de don Juan”, una brecha que quedó en un terreno arcilloso tras el desmonte que tuvo que hacerse para alojar las vías del ferrocarril, de los que el Alcalde de la ciudad, oída la opiniones de los

137 A.H.P. Albacete. Expediente, Fomento, “Alcantarillado” Informe 1 febrero y 2 de junio de 1893. Caja 327. 138 A.H.P. Albacete. “Exposiciones, Alineaciones Aperturas y otras obras en calles y plazas”. Caja 359.

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facultativos , decía: “...no es posible dudar que los grandes hoyos o socavones hechos en el trayecto referido para terraplenes y demás servicios en la vía fé- rrea han aumentado irregularmente el desnivel del plano dando ocasión a la aparición de aguas estancadas en la superficie, contribuyendo eficazmente a su aumento el enfangamiento que en su seno sufre el quijero del Canal” 139. Costó mucho limpiarlo y desecarlo. Solía servir para ocio y baño de ni- ños y jóvenes, para que las familias lavaran su ropa, y un largo etc., actividades que lo convertían en un importante foco de contagios en los meses de verano.

PARQUE

ESTACIÓN

Proyecto de ejecución de obras para el alcantarillado de la ciudad que remite al Alcalde don Manuel Cortés, el ingeniero provincial don Francisco La Gasca, en 1862140.

139 A.H.P. Albacete. Informe del alcalde al ingeniero jefe de la provincia. Albacete 5 de agosto de 1863. Expte. “Salud pública” Años 1834-1871. Caja 150. 140 A.H.P. Albacete. Expediente. Alcantarillado1862-93. Caja 327.

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EL CANAL DE MARÍA CRISTINA

Su cuenca endorreica llana y su nivel freático superficial fue siempre el origen del gran problema sanitario de Albacete, provocado por las extensas superficies de terrenos fangosos y encharcamientos que le rodeaban, siendo causa de continuos brotes de funestas enfermedades entre su vecindario. La alta mortalidad que ocasionaban debido a la naturaleza pantanosa de sus tierras circundantes, no permitieron que se pudieran conseguir dimen- siones de crecimiento demográfico razonables, presentando el vecindario acrecentados indicadores de mortalidad. Resulta paradójico comprobar que un elemento tenido como purifi- cador en todas las sociedades conocidas resultara un grave inconveniente para el desarrollo de una vida sana en Albacete, que resultaba insalubre por el alto grado de materia orgánica existente en los encharcamientos de su entorno, que al entrar en descomposición y mezclarse con el légamo, oca- sionaba focos infecciosos capaces de producir enfermedades, sobre todo las maláricas141, que daban lugar a altísimos censos de mortandad. Una, seguramente falsa leyenda, que corría entre el vecindario en el siglo XIX, por los años en los que se desarrolló el proyecto de construcción del canal, hablaba de que en el siglo XV la feria de septiembre tuvo que trasladarse a Chinchilla a causa de la despoblación que se venía dando en Albacete, debido al abandono de sus vecinos, que decidieron poblar latitu- des más altas, empujados por el miedo a las enfermedades que se venían desarrollando causadas por los encharcamientos de sus tierras. Pero, del mismo modo que aquellas grandes superficies de terreno saturadas de agua eran un peligro permanente para la salud pública, tam- bién ocasionaban grandes pérdidas económicas para la agricultura local al mantener grandes superficies como labores improductivas, que podrían dejar de serlo, después de ser desaguadas y ponerlas en condiciones para el laboreo. Ambos inconvenientes eran reparos insalvables para el normal cre- cimiento de Albacete como comunidad, motivo por el que resultaba esen- cial emprender los trabajos de drenaje de aquellas grandes superficies de tierra encharcadas multiplicando su productividad, empresa que reportaría considerables beneficios tanto para la higiene de la población, como para la economía de sus propietarios. Son muchos los autores de dicha centuria los que recogieron testi- monios sobre las graves crisis de mortandad, pauperismo, y otras nefastas

141 Del italiano mala aria, mal aire, pues se pensaba que la enfermedad era producida por la respiración de los miasmas producidos por los terrenos cenagosos.

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consecuencias ocasionadas en la villa por los desbordamientos de las lagu- nas de sus inmediaciones y todos ellos justificaban la ineludible necesidad de proceder a las obras de desencharcamiento de los terrenos, pues sin ellas la población corría grave peligro de desaparecer. En este sentido nos hablan los cronistas, siempre ofreciéndonos la idea de que aquel tributo morboso que la villa tenía que pagar, quedaría resuelto con las obras de canalización de aquellas aguas superficiales hasta llevarlas al Júcar. La Real Cédula que las permitió y las justificaba como ne- cesarias, así lo recordaba: “...los notables daños que ocasionan a la salud pú- blica los pantanos y lagunas inmediatas a aquel pueblo, con absoluta quiebra en todo género de frutos, que tales estragos dimanan de la detención, malos olores y corrupción de las aguas, las cuales producen anualmente epidemias de calenturas tercianas malignas, de que ha sido excesivo el número de ve- cinos que han muerto, quedando los demás de sus resultas en un estado de debilidad que no les permite dedicarse a los trabajos del campo...” 142. En el mismo sentido nos habla don Antonio Bolaño, ingeniero provin- cial nombrado por la Corona como director facultativo para la construcción de las obras del Real Canal de Albacete. En el cuaderno en el que presentó su proyecto al Conde de Villaleal, incorporó un prólogo mostrándole su agra- decimiento al noble, por su acción mediadora entre sus convecinos y el Rey, gesto que permitió obtener la licencia y los fondos necesarios para emprender la construcción de aquella gran obra, tan necesaria para la villa. Lo hacía en estos términos: “Tal es la (felicidad) que V.S. acaba de proporcionar en veneficio de un público que por todos estilos lloraba sus desgracias entre la enfermedad y la miseria... logrando rescatar a su pueblo en parte de la enfermedad que le afligía y previniendo las inundaciones que continuamente se notaban en primavera, empobreciendo a los labradores y dando pábulo a la ociosidad e indigencia” 143. Con mayor dramatismo evidencia los hechos, en 1830, el que fue nombrado director económico del canal, don Antonio Cano Manuel, que en el prólogo de su “Memoria” nos describe la caótica situación a la que había llegado la villa, casi en trance de desaparecer: “...puesto que sin la apertura del Canal, Albacete no existiría en la actualidad, en cuyas pestilentes y mortíferas aguas solo vivirían los insectos portadores de las fiebres, que durante muchos años fueron el azote de sus habitantes” 144. Cano Manuel, continuaba su expo-

142 Roa Erostarbe. J. “Crónica de la Provincia de Albacete”. Copia recogida por Roa Erostar- be. Página 159. Tomo I. Año 1901. 143 A.H.P. Canal de María Cristina. Expediente: “Estado de nivelación. Año 1805”. Cua- derno del proyecto de Obras enviado al señor Conde de Villaleal por el ingeniero don Antonio Bolaños. 144 Cano Manuel. A. “Memoria Histórica y analítica del Real Canal de la Villa de Albacete,

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sición informándonos de que desde la últimas décadas del siglo XVIII: “las aguas se agolparon, se estancaron y se corrompieron alrededor, infectándose la atmósfera en el mismo recinto del pueblo... al espirar el último siglo, la villa vio muy de cerca su total ruina: ocupada por las aguas su propiedad rústica y urbana, e inoculados sus habitantes del virus mortífero de su insalubridad. La quina y algunas otras drogas se hicieron en aquella angustiada población artículos de primera necesidad, y como tales se vendía por las calles. Llegó la ocasión de no avisar a los párrocos para suministrar el Santo Viático a los enfermos que necesitaban este auxilio espiritual, sino salían aquellos todos los días, recorriendo los cuarteles (barrios) del pueblo; y un papel blanco fijado en las puertas de las casas, anunciaba que en ellas había necesidad de administrar los sacramentos” 145. Seguía su relato fijando su atención sobre la evolución de la estadística demográfica de la villa para darle la razón a la leyenda aludida anteriormente, comparando los datos de población en los años 1803,1804 y 1805, anteriores a la construcción del acueducto, donde exponía que na- cieron 725 personas, mientras en el mismo periodo murieron 1803, según sus anotaciones, teniendo que soportar la villa un índice de mortalidad del 150% superior al de los naci- mientos. Sin embargo, en los años siguientes, 1806, 1807 y 1808, cuando ya se habían ini- ciado los trabajos de canaliza- ción, comenzaron a notarse los efectos de la higienización de los terrenos, y con ellos la disminución de la mortalidad, estimándose el aumento de los nacidos sobre los fallecidos en un 12%, sin duda todavía un pequeño crecimiento de po- blación, que continuó aumen- tando en los años siguientes.

Don Antonio Cano Manuel146

su origen, estado actual y ventajas que ofrecen las obras propuestas para hacerle navega- ble. De orden del Rey Nuestro Señor”. Madrid, Imprenta de Sancha. Año 1830. 145 Ibídem. 146 Museo de Albacete. Retrato al óleo de don Antonio Cano Manuel. Primer cuarto del siglo XIX. Inventario CE00394.

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Plano del real canal de Albacete. En azul los cinco desaguadores y en rojo los caminos147.

Acabadas la obras del Canal Real (fueron conocidas como “Canal Real”, “Canal de Albacete”, o de “María Cristina”, según épocas) que resulta- ron de gran utilidad, pues se consiguió que muchas tierras se ganaran tanto para la agricultura, como para la higiene; desde entonces se redujeron las enfermedades endémicas, como el paludismo, el tifus, la tisis, la tiña y otras que habían asolado a la población.

147 A.H.P. Albacete. “Expediente General de Apeo, Deslinde y Amojonamiento de las tierra comprendidas dentro de la demarcación noval”. Prólogo de Joaquín Quijada Valdivieso. Imprenta de la Vda. de Collado. Año 1906.

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Otro autor, el abogado don Joaquín Quijada Valdivieso, en 1906, en el prologo que le hace al libro, “Expediente General de Apeo, Deslinde y Amo- jonamiento de las tierra comprendidas dentro de la demarcación noval”, coincide en su opinión con la de Cano Manuel y así reconoce y enjuicia el valor de aquellas obras con esta descarnada radiografía: “ Sin la apertura de Canal Albacete no existiría en la actualidad, Albacete hubiese desaparecido del mapa para convertirse en una inmensa laguna sobre cuyas pestilentes y mortíferas aguas solo vivirían los insectos portadores de las fiebres que duran- te muchos años fueron el azote de sus habitantes...”. 148 Y, es que el canal fue una obra de ingeniería que resultó trascendental para la villa de Albacete, pues la puso a las puertas de la modernización y del crecimiento demográfico; se puede decir que fue la obra pública más importante y que con mayor efecto se destacó en toda su historia anterior, pues aportó mejoras económicas y dio soluciones a la mayor parte de los problemas de la higiene pública local. Su construcción se inició a comienzos del siglo XIX, cuando el Rey Carlos IV observó la caótica situación que presentaba la villa a su pasó por ella en 1802, de regreso de Barcelona, y pudo contemplar una población insalubre y anegada por las aguas cuyo vecindario suplicaba remedios para sus males. Por su real decreto de 1º de agosto de 1804, le concedió permiso al Concejo para que procediese al desagüe de las lagunas que los provoca- ban, según un proyecto diseñado por don Antonio Bolaño y financiado por la Hacienda pública. Las obras comenzaron a realizarse en junio de 1805 a buen ritmo, hasta que en 1808 se paralizaron a causa de la Guerra de la Independencia, que impidió acabar el proyecto, ya muy avanzado, y no se concluiría hasta el año 1816. Se construyeron cinco cauces de desagüe: 1º.- Un canal de desagüe para la laguna del Salobral. 2º.- Otro para Albaidel y Acequión. 3º.- Otro para Hoya Vacas. 4º.- Otro para la Fuente del Charco. 5º.- Otro para los Ojos de San Jorge. Dichos desaguadores secundarios iban a confluir con el canal princi- pal en un punto llamado Reunión, que llevaría las aguas hasta el Júcar. Este punto fue conocido posteriormente con el nombre de “el Palo”, por hacer referencia al puente hecho con un gran palo, que servía para cruzar de uno al otro margen del desaguador. Desde Reunión hasta las inmediaciones de se abrió el canal principal.

148 Ibídem.

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Aunque fue una obra de gran importancia y resultó de gran alivio para corregir los graves atrasos económicos y sanitarios que se venían arras- trando desde centurias anteriores, su mantenimiento resultó de muy des- igual trayectoria a lo largo de los años posteriores, ya que eran grandes los desembolsos a los que había que hacer frente para mantenerlo limpio y los intereses municipales, y especialmente los privados, no estaban dispuestos a invertir en la tarea. Al hacer suyos el Estado los terrenos que habían sido desencharcados y puestos en cultivo mediante el canal, tenía varias opciones sobre ellos: la de venderlos, la de administrarlos directamente, o contratarlos con particu- lares. Por razones de conveniencia y equidad se prefirió dejar su explotación en manos de los antiguos propietarios de las tierras a cambio de que paga- sen a la hacienda pública la mitad del diezmo que correspondía al Rey, y un canon añadido por todas aquellas tierras novales149, improductivas antes, impuestos que servirían para la limpieza y las reparaciones anuales de sus cauces y el mantenimiento de los puentes, por donde se cruzaban los des- aguadores y el canal principal. El impuesto sobre los derechos de las tierras novales se gravaba pe- riódicamente, con objeto de poder atender puntualmente a la conservación del canal, pero pronto, ni el Municipio ni los grandes propietarios locales lograron ponerse de acuerdo sobre el pago del mencionado canon, ni sobre el mantenimiento y custodia de las obras. Los propietarios generalmente falseaban las producciones de sus campos para reducir sus impuestos y el Ayuntamiento no se podía hacer cargo de ellas por sus altos costes de con- servación, y nuevamente los campos volvieron a empantanarse. El año 1829 las lagunas de El Salobral, Fuente del Charco, Acequión y Hoya Vacas habían vuelto al encharcamiento. El 13 de junio de ese año fue nombrado para el cargo de director económico de las obras don Anto- nio Cano Manuel, como quedó dicho. Don Antonio había quedado cesante como fiscal del Consejo Real, e hizo una valoración sobre las causas que originaban el derrame de las aguas que él atribuía a varias causas: a la falta de declive en los cauces, que ocasionaba que las aguas se estacionaran y criaran brozas y malezas; al desnivel existente entre los brazales principales y los subalternos, partidores, etc. que hacía que las tierras que tenían que regar estuvieran en muchos puntos a mayor altura que el canal que debía

149 A.H.P. Albacete. El “Defensor de Albacete”, 29 de julio de 1897. Esta publicación ofreció todos los jueves de julio y agosto del citado año resúmenes parciales referentes al Canal firmados con el seudónimo X, que seguimos, y creemos que tras él se oculta la pluma de don Joaquín Quijada Valdivieso.

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Foto Julián Collado. El Canal de Mª Cristina.

repartirlas; a la mala construcción de los canales y a que la limpieza estaba a cargo de los propietarios y regantes y casi nunca se hacía150. Cano Manuel comenzó por ejecutar su limpieza y a restaurar de nuevo el estado de nive- lación primitivo que habían perdido los desaguadores, para lo cual tuvieron que ser declaradas por la Dirección General de Fomento como obras públi- cas para ser costeadas con fondos del Estado. El recién nombrado director económico tuvo también la idea de transformar aquel canal de desagüe en navegable151, pero faltó dinero y poco pudo hacerse referente a los proyecta- dos intentos propuestos por él. El Estado viendo la falta de implicación y de responsabilidad del Mu- nicipio y de los propietarios decidió, en 1849, que se subastaran los derechos del canon del Canal entrando a formar parte de los bienes nacionales sujetos a venta. La subasta se celebró en Madrid y ningún representante de Albacete se presentó a pujar en ella, resultando el mejor postor un vecino de Madrid,

150 A.H.P. Albacete. “Expediente General de Apeo, Deslinde y Amojonamiento de las tierra comprendidas dentro de la demarcación noval”, ya citado. 151 Pascual Clemente López. “Antonio Cano Manuel Ramírez de Arellano, un chinchillano ilustre que vivió entre la Edad Moderna y la Contemporánea”. Diario la Tribuna. Sába- do, 11 de agosto de 2012.

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don José Antonio Font, que se hizo con los derechos sobre él por la suma de 9.000.000 de reales. El señor Font antes que atender a las mejoras y manteni- miento del Canal, se ocupó de vender sus aguas para el riego, de explotarlo como abrevadero para ganados, etc., para lo cual había que levantar para- das que interrumpían el curso de las aguas con lo que los encharcamientos continuaron, y con ellos la insalubridad de la villa152. Al haberse perdido el sentido de utilidad pública con el que las obras se había levantado, que era la desecación, y no habiendo hecho frente el señor Font al compromiso de sus pagos, el Estado consideró que debía de retomarlas y hacerse cargo nueva- mente de ellas. Siguió un largo periodo de pleitos y de decadencia, en el que volvió a degradarse el entorno de Albacete hasta semejarse a una inmunda cloaca y durante el cual arreciaron las enfermedades.

Firma de don Antonio Cano Manuel.

Desde la última vez que se limpió el Canal en 1829 hasta ya pasada la segunda mitad del siglo nada se hizo, ni para su conservación ni para su reparación, ni se aplicaron los reglamentos de policía para la vigilancia de las obras de construcción, lo que originó que el mal uso y la insolidaridad de algunos propietarios creciese y el deterioro se precipitase con graves con- secuencia sobre la salud del vecindario. El 22 de noviembre de 1856 el ingeniero jefe de Obras Públicas de la provincia, señor Arribas, recibió el encargo del Gobierno de hacer alguna pruebas para comprobar la pérdida de agua de los desaguadores. Para poner en práctica sus averiguaciones el señor Arribas utilizó como testigo el cauce del Salobral, del que comprobó que tenían una pérdida de 1/3 de las aguas an- tes de llegar al punto Reunión. Una inspección más detenida demostró que el fondo de aquél ramal del canal estaba casi cegado por plantas y ramajes y, por tanto, su suelo levantado hasta el extremo de impedir la corriente. Al produ-

152 A.H.P. Albacete. “Expediente General de Apeo...”, ya citado.

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cirse el levantamiento del suelo del cauce se produjo, claro está, un retroceso de las aguas que acabó por detenerlas hasta el derramamiento, produciendo inundaciones en su recorrido que, en este caso, era lo que se trataba de evitar. El ingeniero recomendó la limpieza del cauce y restablecer sus niveles para conseguir la corriente necesaria hasta hacer desaparecer esa pérdida que estaba encharcando los terrenos aledaños. En las mismas circunstan- cias se encontraban el resto de los desaguadores secundarios cuyo escurri- miento estaba detenido y no llegaba todo el caudal de las aguas al azarbe o canal principal. El estado malárico de la población se agravó; las mortanda- des que se trataban de frenar continuaron y las quejas de los facultativos se repetían incesantemente clamando por aplicar los remedios necesarios. No obstante, las soluciones que se podían emplear aplicadas a conseguir mejo- ras en la higiene pública, eran siempre limitadas y aleatorias por la falta de medios, dependiendo de ellas la gravedad de los periodos de crisis sanita- rias en las que entraba el vecindario, especialmente los de origen palúdico que se hicieron endémicos y, por tanto, difíciles de erradicar. El 17 de septiembre de 1860, va marcar el inicio de una nueva etapa. Una lluvia torrencial anegó la población; las avenidas que entraban por sus cuatro costados inundaron las calles y produjeron estragos en las muchas cuevas y endebles chabolas habitadas por familias humildes; sus daños fue- ron devastadores a pesar de que algo se pudo atenuar, gracias a la interven- ción de los recursos y personal que puso al servicio del Municipio la empresa constructora del ferrocarril, que con mayor disponibilidad de medios pudo atender a la limpieza del malísimo estado en que se encontraba el Canal y los desaguadores de Albacete y del Salobral. La situación se había presenta- do tan dramática que se desbordaron las aguas de los pozos particulares y se resquebrajaron los muros del viejo cementerio. Las peticiones de ayuda del Ayuntamiento para que el Gobierno pusiera remedio a tantas penurias por las que estaba atravesando el vecindario se hicieron constantes. En 1861 el acudió ante el Ministerio solicitando “la rescisión de la venta del Canal y que el Gobierno se ocupara de restablecer las corrientes de las aguas para darles salida al Júcar y mantener en buen estado el fondo y los malecones” 153. Ante la grave situación en que se encontraba el vecindario, se tuvo que acudir ante Fomento intentando que el Canal siguiese en poder de la Hacienda pública, y que se anularan los derechos de compra del pro- pietario y se terminase con el largo pleito que se venía alargando durante muchos años.

153 “Anuario estadístico de la provincia de Albacete”, correspondiente a 1861. Publicado por la comisión provincial de Estadística. Imprenta la Unión. Año 1862.

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El 5 de abril de 1862, una Real Orden ordenaba al Gobernador don José Gallostra que se ocupara de formar un sindicato de propietarios y re- gantes para la recaudación y la administración del canon, con el que se pre- tendía conservar el buen estado del Canal, a la vez que se le encargó al Consejo de Estado que fallase con urgencia sobre el juicio que se mantenía con el señor Font, pues se quería recobrar nuevamente su control, por haber adulterado el adjudicado el sentido del contrato y de sus funciones. Siguiendo las órdenes ministeriales se configuró un sindicato com- puesto por ocho componentes: cuatro elegidos por la comunidad de regan- tes y propietarios y otros cuatro elegidos por el Ayuntamiento. Posterior- mente se incluyó también a la Diputación como parte constituyente del sin- dicato, que recurrió ante Fomento alegando que no era de su incumbencia pues el Canal era un asunto exclusivamente local. No obstante el Ministerio consideró que la presencia de la Diputación sí que era necesaria (u otra ins- titución de ámbito provincial, como la Junta de Agricultura) en el sistema de vigilancia y de obligada consulta. El Ministerio además de considerar su ausencia como ilegal, ya que estimaba que no estando presentes sus re- presentantes, podría suponer un riesgo de abandono de responsabilidades en el mantenimiento y vigilancia de las obras, que pudiera ser causante del consiguiente peligro para que la ciudad no volviese a sufrir de nuevo las calamidades que se trataban de evitar154. Bajo la atenta mirada del Gobernador se redactó un reglamento pro- visional de 26 artículos para el régimen de riegos del Canal, que la mencio- nada autoridad firmó el 15 de julio de 1862, y cuyo contenido se ajustaba muy de cerca al de 1818155. El 10 de septiembre de 1862 Fomento se vio autorizado a dejar sin efec- to la venta del canon del Canal, que volvió a ser de propiedad estatal, opor- tunidad que no dejó pasar el Ayuntamiento de Albacete para presentar una petición a la Reina Isabel II mediante una carta en tono altamente dramáti- co solicitando su favor para que fuese desecado el Canal. Decía: “Señora: El Ayuntamiento de Albacete no cumpliría con su deber si no acudía a V.M. ex- poniendo el lamentable y triste estado en que se encuentra esta población y las aldeas de su término municipal a consecuencia de la terrible epidemia de calen- turas intermitentes que se vienen padeciendo, que tantas víctimas ha causado y está causando y tanto perjuicios ha originado a la agricultura... Conocida es

154 Real Orden de 7de junio de 1867. “Es preciso y necesario que tenga representación en el Sindicato una Corporación provincial”. 155 A.H.P. Albacete. Boletín Oficial de la Provincia de Albacete. Nº28. Miércoles 23 de julio de 1862.

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Sra. las causas que produce tan aterradora enfermedad que invade ya no solo a las clases pobres, sino a todas, aun las más acomodadas, que por una parte el estado de enlagunamiento del Canal de María Cristina e hijuelas de éste, cuya limpia se hace cada día más urgente y preciso para desecar el considerable número de lagunas que han formado las aguas... y suplica se otorgue acordar que del Fondo de Calamidades Públicas se conceda al la cantidad que se gradúe bastante para atender al socorro de las familias pobres de esta población y sus aldeas...Casas Consistoriales, 29 de Septiembre de 1862” 156. El Gobernador de la provincia, trasladó inmediatamente la petición de la Corporación al Gobierno urgiéndole a que procediese a la desecación del Canal: “Excmo. Sr. Ministro de la Gobernación, 1º de octubre de 1862. Tengo el honor de dirigir a manos de V.S. la adjunta exposición que eleva a S.M. el de esta Capital cumpliendo con el imperioso deber de que le impone la situación de muchos de sus administrados a la (perniciosa) influencia del estancamiento del Canal que se titula de María Cristina y pasa por el borde de esta población... El Gobernador Civil de la Provincia”. Una vez que se resolvió definitivamente el pleito con el Señor Font, el 3 de Noviembre de 1862, la Reina aprobó un proyecto del Ingeniero provin- cial Sr. Arribas (a grandes rasgos consecuente con el inacabado propuesto por Cano Manuel) que costearía la Hacienda pública, para que se concluye- sen por completo las reformas de los canales de desagüe de las lagunas de El Salobral y de la Fuente del Charco, por las muchas desgracias que estaban ocasionando en la pedanía del Salobral y en Albacete. Con gran alegría se recibió en el municipio el mandato real y la cor- poración dirigió a Isabel II un encendido escrito de gratitud, puesto que el vecindario ya no podía soportar más tanto dolor: “El Ayuntamiento de Albacete puesto respetuosamente a los pies de V.M. no puede ocultar el júbilo y la alegría con que ha visto la Real Orden de 3 de noviembre de 1862 por la que se aprueba el proyecto formado para el completo desagüe de las lagunas de la Fuente del Charco y Salobral con cargo al presupuesto extraordinario. Obra es, Señora, que reclamaba la necesidad si este país se ha de ver libre de la epidemia de calenturas intermitentes que tantas víctimas ha sacrificado, mas como para la ejecución de ella era una cantidad considerable de la que el Ayuntamiento carecía, hubiera tenido que renunciar a tamaña empresa aunque fuera devorado por el dolor y la pena que producía en su ánimo el contemplar la imposibilidad de recurrir al remedio de tantos males... Salas Consistoriales de Albacete, 16 de noviembre de 1862” 157.

156 A. H. P. Albacete. Acta 29 septiembre de 1862. Carpeta 16. Caja 100. 157 A.H.P. Albacete. Expte: Desagües de las lagunas del Salobral y Fuente del Charco. Caja 339.

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Las desavenencias entre el Ayuntamiento y la Diputación acerca de las obligaciones que debían corresponder a cada institución fueron frecuen- tes; hubo algún alcalde que llegó a pedirle ayuda al ingeniero provincial (se- guramente en un arrebato de sarcasmo desesperado por la alta incidencia de enfermedades reinantes en la ciudad, que supuestamente se atribuían a la falta de cuidados y nulas aportaciones de la Diputación para mantener en orden los arreglos de la red de obras) para que procediese a desaguar las superficies enlagunadas del término, puesto que la Corporación municipal “carecía de los recursos necesarios para levantar los terrenos sobre el nivel de las aguas”, que era la única forma de impedir que las tierras siguiesen en- charcadas:

“Ayuntamiento Constitucional. Albacete: Procurando mejorar las condiciones higiénicas de esta población cas- tigada de calenturas y otras de peor carácter, tanto los facultativos titulares como otras personas científicas y entendidas señalan por base o raíz general de dicha plaga es el mal estado del Canal de María Cristina, así como su remedio eficaz la limpia del mismo Canal profundizando su albeo y dando consistencia a sus quijeros y se extinguirían, al menos serán muy limitadas sus filtraciones que hoy son extensas y se experimentan a largas distancias laterales dondequiera que haya puntos hondos que fermentar y corromper las sustancias vegetales que bañan y los innumerables insectos que crían. Por tanto ruego a VS se sirva adoptar las medidas que estén a su alcance que a la brevedad posible corrija el inmundo granero de insalubridad, gestionando a dicho fin cerca del gobierno de S.M., pues no alcanzando mis esfuerzos a ele- var la superficie del terreno sobre el nivel actual de las aguas, son estériles y su fruto cuantos sacrificios hagan la ciudad y los particulares para sanear algún que otro hoyo en cuya localidad lo permita. D.G. a V.S. Albacete 5 de agosto de 1863. Sr. Ingeniero Provincial de Obras Públicas” 158.

Tras las reparaciones que se terminaron en 1863, el Estado dejó el Canal en manos del Ayuntamiento que no consiguió mantener ni el caudal ni las obras en las condiciones adecuadas y así lo expresaban los médicos Sabater y Griñán: Mas no obstante eso, los que ven más de cerca el peligro, los que presencian la consternación y el llanto de las familias, los que asisten al día ochenta enfermos, graves los más, dejando los infelices que mueren al buscar trabajo, su numerosa familia en la indigencia, no pueden soportar con ánimo tranquilo tal situación, ni indiferentes dejar de proponer el que se re-

158 A.H.P. Albacete. Salud pública. Años 1834-1871. Caja 150.

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clame a todo trance la mayor actividad de esas obras y se lleven a cabo en el menor tiempo posible siquiera sea a costa de cualquier clase de sacrificios, que nunca podrán valer la vida de esos desgraciados. Las graves consecuencias que ocasionaban las obras sin concluir todavía, y el miedo a la ya casi próxi- ma presencia anunciada del cólera en la ciudad fueron causantes de que se habilitara un presupuesto adicional en el año 1865159. Por la Real Orden de 19 de febrero de 1866 se le cedió la administra- ción del Canal al Municipio. Para hacer frente a los gastos de mantenimien- to, Fomento impuso a los dueños de las tierras que se habían beneficiado con sus obras, un canon fijo en metálico, con el objeto de intentar remediar la picaresca impuesta por ellos hasta entonces, que falseaban la producción de sus cosechas y resultaba difícil determinar su alcance en cada propiedad. El canon impuesto por el Gobierno para su mantenimiento consistió en un pago en metálico del 2’50% a los productos cultivados en terrenos desen- charcados, y un 5% a los de riego. No obstante, pocas veces se mantuvieron las canalizaciones en condicio- nes; unas veces por falta limpieza y otras por la irresponsabilidad de los agricul- tores y ganaderos que deshacían los partidores en su provecho, bien para regar sus campos, bien para utilizar el Canal como abrevadero, bien rompiendo los quijeros para hacer caminos en ellos, para comunicar sus propiedades. La tónica general fue el incumplimiento de esa orden, que fue mo- tivo de continuados conflictos160. Si durante su permanencia bajo la tutela del Estado nunca llegó a ser eficaz su mantenimiento, bajo la jurisdicción del Ayuntamiento fue absolutamente desastrosa, hasta el punto de que casi siempre los escasos fondos del canon recaudado se invirtieron en pagar gastos municipales, antes que procederse a la conservación de los desagua- dores, ni a su vigilancia. Los vigilantes nombrados por el Cabildo se decía que estaban comprados por los propietarios y cobraban por su tolerancia, y nunca presentaron denuncias contra los grandes propietarios, y de hacerlas, pensamos, que de nada hubiese servido. A lo largo de los 22 años siguientes poco se hizo para su manteni- miento, ni limpieza de su álveo, ni la siega del carrizo, ni la conservación del nivel de desagüe, etc. Un intento de asomarnos a las obras mantenimiento y conservación del Canal nos muestra un escenario de desencuentros entre el Estado, Di- putación, Ayuntamiento y propietarios, de un lado, que se beneficiaban de

159 A.H.P. Albacete. Canal de María Cristina. Expediente: Desagües de la laguna del Salo- bral y Fuente del Charco. Presupuesto adicional. Año 1865. 160 A.H.P. Albacete. Acta municipal del 25 de febrero de 1882. Caja 4530.

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ellas, y del otro las familias humildes, que recogían sus frutos en enferme- dades y hambrunas, pues si bien aquellos trabajos de saneamiento intenta- ban cambiar un horizonte en el que hasta entonces se había enseñoreado la pobreza, la enfermedad y la muerte, en favor de otro más claro y limpio, en el que dominarían la higiene y las feraces espigas, no se pudo mantener casi nunca, ya por la irresponsabilidad de muchos agricultores, unas veces, y otras por la falta de medios y entendimiento entre las instituciones y los influyentes propietarios. Un desencuentro que siempre jugó, claro está, en perjuicio de los más humildes. Don Joaquín Quijada Valdivieso, al que hemos recurrido aquí con de- masiada frecuencia, nos encaja el Canal en el verdadero marco de su historia: “Hay que tener en cuenta el carácter especial de este Sindicato, único quizá, en España; porque mientras las comunidades de regantes de Valencia, Murcia, Orihuela etc. tienen como única misión la de velar para que la distribución de las aguas se haga de una manera equitativa y con arreglo a sus Ordenanzas, sin tener que preocuparse del cauce donde la toma, llámese río Júcar, Segura, etc.; el Sindicato del Canal de María Cristina tiene como misión principal, la de velar porque los cauces y las obras del Canal se conserven en buen estado para evitar la regresión a aquellos tiempos en que Albacete era una inmensa laguna. La ley de 31 de enero de 1867 así lo indicaba y la Orden de la Dirección General de Obras Públicas de 15 de diciembre de 1890 confirmaría la anterior”161 .

161 A.H.P. Albacete. “Expediente General de Apeo…”, ya citado.

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AGUAS LIMPIAS

Desde siempre la carencia de agua planteó graves problemas a los asentamientos humanos. A mediados de la centuria diecinueve, estaba muy extendido el convencimiento de que las poblaciones que disfrutaban de ma- yor bienestar, eran aquellas que disponían de un caudal suficiente de agua buena para el consumo y la limpieza, pues se consideraba que era un factor indispensable para prevenir la enfermedad y conservar la salud. En el idea- rio popular el control sanitario del agua venía asociado siempre al control de la enfermedad, razón por la que las autoridades municipales invirtieron sus mayores esfuerzos por conseguir aguas potables para el uso público. En Albacete, hasta entrado el siglo XX, el abastecimiento de aguas siempre fue muy deficitario tanto en la cantidad como en la calidad. Así se evidencia en el informe que le traslada uno de los primeros Gobernadores provinciales, don Fernando María Ferrer (1838-39), al alcalde de la villa comprometiéndose a cumplir con su deber haciéndole frente a la gran ne- cesidad de agua que tenía la población y prometiéndole hacerlo en cuanto se lo permitiera el cese de aquella primera guerra carlista. El informe difiere bastante del que dos años antes, recuérdese, enviaban las autoridades muni- cipales a la universidad de Valencia cuando pedían que les fuese concedido un colegio para sordomudos. Decía así don Fernando: “...cuando al venir a esta ciudad (se refiere a Chinchilla) pase por esa capital (Albacete) donde tuve ocasión de hablar en ella de las ventajas que ofrecía su bella posición para hacerse, con algún tiempo de paz, una hermosa población si no fuera por la mala calidad y escasez de sus aguas... pero supe que a la distancia de una legua había un abundante nacimiento de ricas aguas potables, cuya conducción no solo era factible sino que el Ayuntamiento ya tenía formado expediente... Chinchilla 6 de noviembre de 1838” 162. Sin embargo las arcas municipales pocos aliños permitieron hacerle a esta situación pues entre avances y retrocesos poco se pudo resolver a lo largo del siglo, para dotarse de una red de aguas potables suficiente. Los albacetenses calmaban su sed aprovechando las aguas de lluvia que conseguían reunir en pequeños aljibes y cisternas, con las procedentes de pozos particulares de algunos domicilios, o bien, con las de varias norias y un pozo artesiano abierto en las inmediaciones de la población los que podían pagarlas, razón por la cual las aguas consumidas por el vecindario eran de calidad desigual según su origen y procedencia.

162 A.H.P. Albacete. Expedientes de la traída de aguas de los Ojos de San Jorge. Años 1796- 1910. Oficio del Gobernador Provincial don Fernando María Ferrer al alcalde de Alba- cete. Caja 327.

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Las pluviales, reunidas en cisternas o aljibes eran en general poco apreciadas pues contenían un gran número de impurezas debido a que los tejados que cubrían el depósito que las contenía no solía presentar la lim- pieza exigida y, generalmente, las primeras aguas que discurrían por ellos transportaban un caudal importante de materias orgánicas que las hacía rechazables y solamente consumidas por aquellos grupos sociales, que eran la mayoría, que no podía optar a otras calidades. Por otra parte, la limpieza en el mantenimiento de estos depósitos dejaba mucho que desear. El agua de los pozos presentaba también muchos inconvenientes sanita- rios, al estar la mayoría de ellas contaminadas por detritus orgánicos de proce- dencia fecal, generados en el entorno, que llegaban a ellos infiltrados por medio de las corrientes subterráneas que los alimentaban, pues al ser muy superficia- les y con escasa pendiente, fácilmente se impregnaban con las impurezas de pozos negros y letrinas y, por tanto, resultaban inadecuadas para el consumo. Las procedentes de algunas norias abiertas en el extrarradio de la po- blación eran consideradas de mejor calidad, pero eran prohibitivas para las familias de los jornaleros por el hecho de ser vendidas por los aguadores a un precio considerado abusivo (1/4 de real por cántaro puesto en casa) y muy pocas podían permitírselo. Así pues, las aguas pluviales recogidas en cisternas y las subterráneas de pozos y norias eran las más consumidas, a pesar de su mala calidad y, por tanto, consideradas como poco convenientes y aptas para el consumo. El aprovisionamiento de este tipo de aguas fue responsable de la propagación de grandes epidemias habituales en la época, como el cólera, la disentería, la fiebre amarilla y otras. La carencia de agua se agravaba todos los años, sobre todo durante el verano, cuando aumentaba el consumo y, conse- cuentemente su carestía, ocasionando continuos disturbios entre los ciuda- danos que procuraban conseguirla de cualquier forma, incluso por medios violentos, y era permanente fuente de conflictos en el vecindario. De todos era conocido, y especialmente de las autoridades munici- pales, que el consumo de agua de esta procedencia era poco conveniente, puesto que ni era suficiente ni reunía las condiciones higiénicas necesarias para el consumo ciudadano, y así lo denunciaba, en 1856, el ingeniero pro- vincial don Ángel Arribas, justificando su proyecto de traer aguas desde el manantial de Los Ojos de San Jorge, que lo apoyaba precisamente en la ne- cesidad que había de proveerse de ellas, teniendo en cuenta la importancia que ya iba tomando la ciudad, que según él ya contaba con 13.763 habitan- tes: “Entre las necesidades de una población de Primera sería el proporcionar- se el caudal de aguas necesarias para distintos usos de la vida y el procurar que esas aguas sean de la mejor calidad posible en que bajo este concepto se encuentra Albacete, sin tener una sola fuente se ven precisados sus habitantes a usar el agua de las norias, los que pueden pagar el excesivo precio que tiene

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(1 real por hectolitro) y las de los pozos de las mismas casas, los que no tienen los necesarios para cubrir ese gasto los recursos necesarios... y es bien frecuente carecer de ella y buena prueba de ello son las continuas disputas de los que se quitan a la fuerza los cántaros de los carros que la conducen” 163. Lamentable- mente esta suerte de cosas convertía al agua consumida en un permanente foco de infecciones y muchos vecinos eran conscientes de que la muerte viajaba por la villa trasportada en cántaros. La vieja aspiración, siempre presente entre el vecindario, siguió viendo la posibilidad de abastecerse de las aguas del manantial conocido como Los Ojos de San Jorge situado a unos diez kilómetros de la villa, estimadas por la población como muy recomendables por su calidad y pureza. El ansiado manantial era descrito así por los representantes municipales: “...lo constituye un considerable número de veneros formando distintos grupos unidos por ca- nalizos hasta formar un cauce que lleva sus aguas al Canal de María Cristina. Su situación es en el término de esta Ciudad, hallándose el terreno que ocupan los veneros o manantiales, que constituyen el todo limitado por el lado del cauce por un murallón. La medida superficial de este todo es dos mil setecientos me- tros cuadrados. Sus linderos son tierras pertenecientes a la aldea llamada de los Albaidas...” 164. Las aguas, por tanto, debían canalizarse desde los Ojos de San Jorge, o desde Casas Viejas (pues ambas son de buena calidad) hasta la capital. A mediados de siglo los higienistas más cualificados estimaban que el caudal necesario para alcanzar una vida saludable en una población debía de estar en torno a los 50 litros por persona y día. Según la memoria que en 1856 elabora para Albacete el ingeniero Arribas por encargo del Ayuntamiento, creía que dicha cantidad, aunque escasa, sería suficiente para Albacete pero también se sentiría satisfecho con poder rebajar esa cuota, siempre que fueran potables y limpias: “era necesario disponer de un caudal de cuarenta litros por habitante y día... pues Madrid aprovechaba 51L y Londres 53L” 165. El intento de traer aguas desde el nacimiento conocido como los Ojos de San Jorge ya se había propuesto antes en varias ocasiones en la mesa de plenos, siendo la tentativa más destacable y conocida la del Corregidor Go- dino, a finales del siglo XVIII.

163 A.H.P. Albacete. Expedientes de la traída de las aguas de los Ojos de San Jorge 1786- 1910. “Memoria formada por el ingeniero Arribas sobre la traída de las Aguas de los Ojos de San Jorge a esta Capital”. 22 de noviembre de 1856. Informe del ingeniero mu- nicipal don. Ángel Arribas Ygart”. Caja 327. 164 Archivo del registro de la Propiedad de Albacete. Tomo I. Fols.11 y siguientes. F nº 3 Inscripción nº1. Albacete 7 de marzo de 1863. 165 Memoria formada por el ingeniero Arribas sobre la traída de las Aguas de los Ojos de San Jorge a esta Capital, 22 de noviembre de 1856” Informe del ingeniero municipal don. Ángel Arribas Ugart. Caja 327.

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1.-EL INTENTO DE APROVISIONAR DE AGUA POTABLE A ALBACETE POR EL CORREGIDOR GODINO

Según estimaban los cronistas y las autoridades locales de la época, las aguas de fuentes y manantiales eran las de mayor pureza, pues satisfacían las condiciones de potabilidad apropiadas y, por tanto, era vieja la aspira- ción de poder suministrarse de ellas en algunos veneros de los más cercanos a la villa. Y, por consiguiente, también era vieja la esperanza del vecindario de poder saciar su sed acercando a la villa el agua de alguno de los muchos manantiales existentes en la jurisdicción y más concretamente del llamado Ojos de San Jorge, a no mucha distancia de la urbe. Uno de los intentos más acertados fue puesto en ejecución en la última década del siglo XVIII por el corregidor de la villa don Vicente Godino y Muñoz166, que se propuso acercar las aguas de las mencionadas lagunas hasta un depósito y fuente que estaría situada en el paraje de Santa Catalina, en las inmediaciones de la Feria, desde donde se canalizaría hasta otras que se colocarían en los barrios. Con dichas obras se pretendía atender al consumo de la población y, sobre todo, mejorar las necesidades de la feria ganadera septembrina. De su plan se encargó el ingeniero don Rafael Díaz Albaño para el que realizó un proyecto que fue aprobado por el Real Consejo y por la Real Academia de las Bellas Artes de San Fernando, como era preceptivo, el 31 de marzo de 1796167. Se encargó de la ejecución de las obras don Pedro Garrido, quién el 7 de julio de 1798 pasó al Ayuntamiento una cuenta por valor de 90.137’11 maravedíes. Para proteger las aguas del manantial de impurezas y suciedad (caída de animales, arrastre de inmundicias, etc.) se construyó a su alrededor un murallón en el límite con la aldea de las Albaidas que completaba otro an- terior.

166 A.H.P. Albacete. “Expedientes de la traída de las aguas...”. Libro de asiento del pago de gastos, jornales y materiales que se originen en la nueva fábrica de una fuente a el sitio de la Feria y sus ramales con las aguas de los nacimientos de los Ojos de San Jorge y limpia de éstos de orden y mandato de el Señor Licenciado Vicente Godino y Muñoz Corregidor de esta villa...”. Año 1796. Caja 327. 167 www. cervantesvirtual.com (consulta 09/10/ 2015. 124-Junta de 31 de marzo de 1796.- “A nombre de la villa de Albacete presentó sus apoderado don Miguel Minguinni pla- nos acompañados de explicación executados por el profesor don Rafael Díaz de Alba- ño para la construcción de una cañería de aqueducto a efecto de conducir las aguas del consumo de aquel pueblo ciñiendose la Comisión a lo que informaban los planos (por ser imposible en obras de esta clase pasar de éste límite no inspeccionándolas sobre el terreno)...

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Estaban ya las obras bastante avanzadas, pero al cesar en su cargo el Corregidor, la Corporación municipal siguiente, sorprendentemente, esti- mó que no era conveniente seguir con aquellas obras al considerarlas de poca utilidad para el vecindario168 y fueron paralizadas. Una decisión que forzosamente deberíamos atribuir al grupo de presión de los propietarios agrícolas con intereses en las inmediaciones de los manantiales, que veían peligrar los riegos en sus fincas.

2.-EL INTENTO DE DOTAR A ALBACETE DE AGUAS EN LA SEGUN- DA MITAD DEL SIGLO XIX, POR ACUERDO ENTRE ÉL Y LA COMPA- ÑIA DE FERROCARRILES.

Tras este último fracaso, pocos adelantos y mejoras se consiguieron en el abastecimiento de aguas potable hasta traspasar la primera mitad del siglo XIX. Sin embargo, con la llegada del ferrocarril en 1855, la Compañía fe- rroviaria necesitaba disponer de un caudal importante para el manteni- miento y limpieza de máquinas y dependencias. Los muchos intentos que hizo la compañía en conseguir encontrar agua realizando un sin fin de prospecciones en los alrededores de la estación resultaron inútiles, y el agua no manó. El 25 de agosto de 1858, el Director General de la Compañía de Ferro- carriles de Madrid Zaragoza y Alicante le escribió un oficio al Gobernador de la provincia informándole que “...siendo la estación de Albacete de las más importantes no pueden encontrar en las cercanías a la estación otras aguas que las de los Ojos de San Jorge...” 169 y le proponía que el Ayuntamiento pi- diese permiso al Ministerio de Fomento para explotarlas, amparándose en la excusa de que fueran declaradas de utilidad pública por la necesidad que de ellas tenía la villa. Como las aguas eran del Estado y ambos las necesitaban, buscaron un acercamiento en su intento de que éste consintiera en su aprovechamiento. En este juego de intereses, la compañía pondría sobre la mesa presionar ha- ciendo ver sus necesidades para el mantenimiento ferroviario, y el Ayunta- miento su imperiosa necesidad de solucionar definitivamente las carencias de agua potable que tradicionalmente venía padeciendo la población y el bienestar que aportaría a la salud pública al poder conseguirla.

168 Diario de Albacete. Viernes 9 de octubre de 1903. 169 A.H.P. Albacete. Expedientes de traída de las aguas... Caja 327.

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Como las arcas municipales no estaban en su mejor momento para explotarlas, el Ayuntamiento necesitaba ponerse en manos de la empresa para que participase económicamente en el proyecto. Puestos finalmente de acuerdo, ambos aspirantes estimaron la conveniencia de solicitar ayu- da al Ministerio de Fomento, pidiendo permiso para la explotación de las aguas utilizando el argumento más seguro que era el de declarar las obras como necesarias y de utilidad pública (Ley de17 de julio de1836): “deseosos de procurar el progreso de la capital (Albacete) que por su posición y por la facilidad de sus comunicaciones con Madrid y con la costa está llamada a aumentar rápidamente en riqueza y en importancia...”. Piénsese que el ferro- carril había multiplicado en mucho la velocidad conocida hasta entonces, un hecho que planteaba un reto difícil de prever, pero si muy prometedor y fácil de presentar ante el Ministro del ramo como incuestionable. Tras muchos encuentros y desencuentros entre ambos interlocutores sobre la forma de financiar las obras del transporte de la aguas hasta la ca- pital, el 30 de abril de 1860, el Gobernador provincial recibió un oficio del Ministerio de Fomento por el que le otorgaba al Ayuntamiento los derechos de explotación sobre ellas: “S.M. la Reyna ha resuelto que se diga al expresa- do Ayuntamiento por conducto del Gobernador que pueda llevar el oportuno proyecto de toma y conducción de las aguas remitiéndolo a este Ministerio” 170. Así pues, el Estado autorizaba a la Corporación a obtener aquellas aguas, aclarando que “la cosa concedida es el fluido agua del manantial” 171, en la cantidad de 200 reales fontaneros (unos 650 m. cúbicos por día), de los cuales 150 debían quedar para el abastecimiento de la población y los otros 50 reales para el suministro del ferrocarril. La concesión imponía algunas condiciones a los explotadores entre las que destacaba la obligación de que ambos contratantes respetaran el hacer un gasto fijo e invariable de lo con- cedido y no aumentar el caudal de suministro más allá de lo estipulado, para no influir con ello en los aprovechamientos existentes, ni caer en una sobrexplotación abusiva. La empresa se comprometía a correr con todos los gastos de maqui- narias para levantar canalizaciones y demás infraestructuras para conduc- ción de aguas (cañerías, máquinas de elevación, etc.) y a sus reparaciones. El Ayuntamiento se obligaba a ceder a la empresa el derecho a abrir las

170 A.H.P. Albacete. Expedientes de traídas de aguas... Sección Fomento Oficio nº 474. Caja 327. 171 Archivo del Registro de la Propiedad de Albacete. Tomo I, Folios 11 y ss. Finca nº 3. Albacete 7 de marzo de 1863. También A.H.P. Albacete. Protocolo del notario don Juan Vicén, 17 abril de 1863. Caja 3382.

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zanjas que fuesen necesarias, en tanto que también se hacía cargo de las expropiaciones e indemnizaciones que fuese necesario pagar172. En este ne- gocio entre el Ayuntamiento y la empresa del ferrocarril, ésta, además del suministro del agua necesaria para la limpieza y el mantenimiento de los trenes, conseguía hacerse con el derecho de la venta del agua por 99 años, a razón de dos maravedíes el cántaro de veinte cuartillos, sin que se pudiese cambiar el precio bajo ningún concepto mientras estuviese vigente la con- cesión. A pesar del acuerdo con la compañía ferroviaria del que venimos ha- blando, pocos avances se consiguieron en el abastecimiento de agua para el vecindario, pues siguieron aumentando los factores de riesgo, y creciendo el descontento entre el vecindario, que mayoritariamente lo manifestaba en una encuesta privada, diciendo: “que la opinión pública y la oficial anhela que el agua la canalice el Municipio por su cuenta... pero el estado financiero de la Corporación es regular” 173. Pronto se vio que los resultados del proyecto no se ajustaron a las ex- pectativas iniciales, a causa de factores atribuibles al acarreo y distribución de las aguas, pues la canalización implantada que se hizo, la mayor parte era a base de tubos de barro, seguramente barnizados con brea para imper- meabilizarlos interiormente, poniendo la empresa la excusa de que habían sido elegidos así por ser más baratos que los de hierro y eran igualmente vá- lidos, y al no tener que sufrir grandes presiones era innecesaria otra opción. Se descartaron los de plomo por ser muy caros y producían los efectos del llamado cólico seco. Sin embargo los tubos de barro, por su endeble natura- leza, desde el primer momento presentaron abundantes problemas, agrava- dos por haber sido alojados en trincheras poco profundas debido al escaso desnivel existente entre la toma del agua del manantial y su destino final: “...una tubería de barro con longitud de once kilómetros conduce un caudal de 200 reales fontaneros por segundo; pero las malas condiciones de las obras hace que se mezclen las aguas y hacen que apenas se consuman 30 reales...”. Las ruedas de los carros, el poco cuidado y la picaresca de los labradores ocasionaban infinitas roturas en la canalización distribuidora del agua, que desde el primer momento permitió que ésta se mezclara con toda clase de impurezas. Se dieron casos de que algunos campesinos utilizaron aquellas

172 Archivo del Registro de la Propiedad de Albacete. Registro ya citado. 173 A.H.P. Albacete. “Expte. Aguas...” Informe a una nueva Compañía que traería las aguas a Albacete tras el fracaso de ocurrido entre la Compañía de Ferrocarriles y el Ayunta- miento. Contestación a un interrogatorio de 6 preguntas que se envía a Madrid, el 13 de abril de de 1867. Caja 327.

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aguas hasta para lavar a sus caballerías. La situación sanitaria se presentaba cada año más preocupante en la población, sobre todo con la llegada de los primeros calores.

Años 60. Plano de la canalización propuesta para la conducción de las aguas de los Ojos de San Jorge hasta Albacete. (Línea de canalización señalada en rojo por nosotros) 174.

174 A.H.P. Albacete. Albacete. “Expedientes de traídas de las aguas...”. Proyecto propuesto por el Ingeniero Provincial don Ángel Arribas Ygart. Año 1861. Caja 327.

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También el depósito principal desde el que se repartiría el agua que debía levantar en la estación del ferrocarril, inmediato a las cocheras, lla- mado popularmente por el vecindario como la Cuba, que le dio nombre al paseo inmediato a la estación, presentó graves problemas para la salubridad de las aguas. Desde aquel punto se distribuiría a tres fuentes situadas en: “...una monumental en la plaza Mayor, otra en la del Progreso (Altozano), la tercera en la plaza del Cuartel (San Francisco) y una cuarta (si fuese necesa- rio) en la plaza de San José” 175.

Dibujo de la fuente que se puso en la Plaza Mayor176

El depósito también fue el responsable de que se agravaran las in- cidencias de paludismo y malaria en la ciudad, a decir de los médicos de la ciudad, incidencias ya de por sí considerables en épocas anteriores. Las aguas procedentes del manantial se mezclaban con las depositadas en el mencionado depósito de la estación, que recibía también aguas de un pozo artesiano, abierto finalmente por la compañía para cubrir sus necesidades, cuyas aguas como casi todas las existentes en la población estaban carga- das de materias insalubres. Buscando soluciones a los problemas, el Ayun- tamiento se puso en manos de los dos recién titulados Sabater y Griñán

175 A.H.P. Albacete. Protocolo del notario don Juan Vicén de 17 de abril de 1863. Caja 3382. 176 El 12 de agosto de 1863 se publicó un bando anunciando que al día siguiente manaría el agua de dicha fuente. Caja 408.

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pidiéndoles asesoramiento y un informe sobre las causas y remedios que podían aplicarse a fin de parar tanto desastre, informe que ambos pusie- ron sobre la sala de juntas de la Alcaldía, del que tomaron nota: “...según los facultativos y otras personas científicas... contribuyendo eficazmente a su aumento el enfangamiento que en su seno sufre el quijero del Canal con la atracción de aguas para el surtido de la Cuba o depósito establecido en sus inmediaciones” 177. Y es que, el informe de los facultativos hacía responsable al depósito, situado en las inmediaciones de la estación ferroviaria, de la mala calidad de las aguas que llegaban a la ciudad para ser consumidas por el vecindario, puesto que en el transcurso de su viaje resultaban contaminadas. A lo dicho habría que añadir que en sus proximidades se localizaba también el cemen- terio, las cocheras y los urinarios de la estación del ferrocarril (ver en el proyecto), ninguno de ellos en las mejores condiciones higiénicas, que con- tribuían a su mal estado. Así lo argumentaban Sabater y Griñán: “Que cons- tituidos en ese lugar en la tarde del 16 del corriente verificaron un minucioso y detenido examen del cual resulta: 1º La existencia de un barranco situado al otro lado del paso a nivel de San Antonio y próximos a la vía, de corta ex- tensión y profundidad, pero lleno de agua estancada y descompuesta, a cuya alteración es debido el olor fétido que por allí se experimenta... 3º Que estando colocadas las letrinas de la Estación precisamente en el sitio por donde pasan las aguas procedentes de la villa y de la limpieza de las máquinas, arrastran todas las inmundicias para detenerse a corta distancia y en reducido trecho por falta del necesario desnivel... Por últimos no es de menos consideración e importancia el evitar que la acequia destinada a la salida de las aguas que van a la población, quede expedita y no se convierta en cauce de los hediondos materiales cuyo origen hemos manifestado y que pudiera y debe evitarse tras- ladando esas cloacas a otro punto que no sean removidas por las aguas y cuya limpia se hiciese en las épocas y horas oportunas según se practica en el resto de la población. Es cuanto tienen que manifestar en cumplimiento del encargo que se les ha cometido. Albacete, 17 de agosto de 1861. Firmado y rubricado, Elías Navarro Sabater y Octaviano Griñán.” 178

177 A.H.P. Albacete. Informe de los médicos Sabater y Giñan, que el Alcalde le traslada al ingeniero jefe de la provincia. 5 de agosto de 1863. Expediente “Salud pública, años 1834-18711”. Caja 150. También, Sánchez Torres. F. Apuntes para la Historia de Albacete. Págs. 132-133. Im- prenta Eliseo Ruiz. Albacete. Año 1916. QUIJERO.- Localismo murciano. El lado en declive de la acequia o brazal. 178 A.H.P. Albacete. Municipios. Caja 273.

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Circuito de las aguas en las inmediaciones de la estación del ferrocarril en los años se- senta, donde se puede apre- ciar la proximidad de la cañe- ría conductora al cementerio, los almacenes, cocheras y uri- narios de la estación.

Pronto se presentaron las quejas del Gobernador Civil ante el Direc- tor General de Obras Públicas sobre el abandono que” tiene la empresa de ferrocarriles en las obras de traída de las aguas de los Ojos de San Jorge y por el mal servicio de las fuentes y el estado intransitable que se encuentran las calles del trayecto de la cañería...”. El arquitecto municipal, sanitarios y algunos concejales, el 14 de julio de 1864179 se personaron en la estación para reconocer el depósito de agua que tenía la empresa y evidenciaron que las aguas procedentes del manantial de los Ojos de San Jorge se mezclaban con las del pozo artesiano que recien- temente la empresa había logrado abrir, aguas que, impregnadas con la sucie- dad que generaba la limpieza de los trenes, con las filtraciones del cementerio cercano y las de los retretes de la estación, llegaban a las fuentes de la ciudad. Aunque se dio orden de subsanar el poco aseo del circuito de las aguas, nada se consiguió; una semana después apareció un brote de paludismo en las ba- rriadas más próximas, que pronto se extendería por toda la ciudad180. El año 1866, un año después de haber sufrido la ciudad una terrible invasión de cólera, el doctor Sabater como miembro integrante de la Junta de Sanidad, en vista de que pudiera volver a repetir la gran mortandad del año anterior, próximo ya el verano, se encargó de llamar la atención a las autoridades poniéndoles de manifiesto que el estado en que se encontraba la canalización del agua podía ser un grave peligro para el desarrollo de la epidemia, pues presentaba deficiencias importantes: “Por descuido en el

179 A.H.P. Albacete. Albacete. Acta municipal del 14 de julio de 1864. Expte.6. Caja 100. 180 A.H.P. Albacete. Albacete. Acta municipal de 22 de julio de 1864.Expediente 6. Caja 100.

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surtido de aguas potables en esta ciudad cuya conducción se hace por una cañería que no tiene la solidez necesaria y tiene mucha roturas por lo que no conservan la necesaria limpieza, observándose que en algunas de ellas se lavan diariamente ropas sucias, mezclándolas con disoluciones de jabón. Por- que el depósito del agua tiene disposición para recibir agua de manantiales de otra procedencia y de peores condiciones... Es por lo que la Junta de Sanidad llama la atención al Alcalde sobre la salubridad pública (y propone) que en bien de la salud pública vigilar escrupulosamente las cañerías y depósito de las aguas para el consumo público” 181. Don Antonio Suroca era aquel año el alcalde de la ciudad. Así pues, la escasa salubridad y la poca rentabilidad económica para la empresa adjudicataria, que no se correspondía con el aprovechamiento económico que tenía previsto por la venta de las aguas, los continuos gas- tos en reparos de tuberías del circuito a los que había que atender, debido a la defectuosa construcción de la red y el mal uso que hacía de ellas el vecindario en actividades que eran motivo permanente de contagio (en los trayectos donde se fracturaba la cañería las aguas se utilizaban tanto para abrevaderos como lavaderos), determinaron que el Ayuntamiento se plan- teara romper su contrato con la empresa de ferrocarriles. A finales de los años sesenta las trincheras donde se alojaban las tu- berías se habían derrumbado y desplomado casi en su totalidad; los tubos habían sido obstruidos por la arena que arrastraban las aguas pluviales y es- taban muchos de ellos rotos. Las relaciones entre el Ayuntamiento y la com- pañía responsable de su mantenimiento iban cada vez a peor. En el cruce de acusaciones entre ambos hay un informe que nos dice que en junio de 1870 había más de 440 tubos inservibles, y un año más tarde se censaban en 2000, razón por la que el 11 de noviembre de 1880, el alcalde don Buenaventura Conangla rescindió el contrato que se tenía con la compañía de ferrocarri- les, ante el notario de Madrid don Luis González Martínez, acusándola de desidia y abandono de su compromiso. A pesar de la frustración con que fue acogida la noticia por la población, no fue así para la empresa que desde 1881 ya podía surtirse del agua necesaria para sus necesidades con el caudal procedente de un pozo artesiano que consiguió abrir en el paseo de la Cuba. Así lo publicaba la prensa local: “...el pozo artesiano eleva el agua, aunque en pequeña cantidad, a cincuenta centímetros sobre el nivel de la superficie en que ha sido practicado” 182.

181 A.H.P. Albacete. Albacete. “Expediente, Alcantarillado”. Oficio de la Junta de Sanidad, 5 de abril 1866. nº 215. Caja 324. 182 A.H.P. Albacete. “El Albacetense”. 17 de noviembre de 1882. Carpeta nº 170.

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3.- OTROS INTENTOS DE CONSEGUIR AGUAS POTABLES A FINALES DE SIGLO

Hubo otros muchos intentos fracasados de conseguir traer las aguas procedentes de los Ojos de San Jorge por aquellos años; el que más llama- tivo resulta, fue el proyecto que presentó ante el pleno del Ayuntamiento el señor García Ortiz: “que sería muy conveniente, pagándose con la venta que posee como producto de las enajenaciones de sus propios por el Estado de la forma que las leyes autoricen” 183, que se dejó pendiente para el ejerci- cio del año siguiente sin que se volviese a plantear después, y el vecindario continuó hasta finales del siglo sin poder disfrutar del beneficio del agua potable. Casi caducada la centuria, las continúas peticiones del Ayuntamien- to al Ministerio de Obras Públicas para que se le permitiese acercar las aguas de los Ojos de San Jorge a la población seguían siendo constante- mente desoídas. El tapón que ponían los propietarios de las tierras que se beneficiaban de sus aguas para el riego, era infranqueable. Amparándose en la Ley de Aguas del 13 de junio de 1879, la sociedad de regantes del citado manantial fue oponiéndose a la concesión que el Ayuntamiento le reclamaba, negativas que a punto estuvieron de hacer perder la esperanza a los albacetenses, que cada vez estaban más necesitados de aprovisionarse de aquellas aguas. Ante las continuadas negativas de La Dirección General de Obras Pú- blicas, el Alcalde de la ciudad don Rogelio Martínez Serna, se olvidó de los planteamientos administrativos que hasta entonces se habían hecho en los expedientes de petición, y resolvió darle la vuelta a la citada ley, para lo cual contó con la generosa complicidad de un vecino de la ciudad, don Saturnino López Villanueva, un comerciante local. Ambos, Ayuntamiento y benefactor, programaron unos incipientes trabajos de alumbramiento de aguas en un haza perteneciente al segundo, cuya propiedad cedió generosa- mente en favor de la ciudad de Albacete, cesión que cambiaría radicalmente la situación.

183 A.H.P. Albacete. Acta 12 de mayo de 1875. Caja 4528.

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4.- UN COMERCIANTE LOCAL, DON SATURNINO LÓPEZ, LE HACE DONACIÓN AL LICENCIA PERPÉTUA DE EXPLOTACIÓN GRATUI- TA DE LAS AGUAS DE LOS OJOS DE SAN JORGE, QUE POR DERE- CHO LE CORRESPONDÍAN

El 15 de julio de 1901, don Saturnino López Villanueva, vecino de la calle Zapateros, hizo la entrega al Ayuntamiento de unas propiedades en el paraje conocido por el nombre de Albaidas o Albaidar, heredadas de su pa- dre, don Juan López Ruíz, que habían comprado algunas décadas antes. La entrega la reflejó el secretario municipal don Joaquín Quijada así en las actas municipales: “Tengo el honor de comunicar al Excmo. Ayuntamiento del que es Vd. digno presidente, que hago cesión solemne del terreno y aguas alumbradas las cuales son de mi propiedad con arreglo al título de compra que hace cuaren- ta años tengo a mi favor. No tuve inconveniente en prestar mi colaboración en asunto tan interesante para el pueblo en que he nacido y al cual profeso el cariño que a todos es notorio y anuncié ya el propósito de ceder gratuitamente las aguas que se alumbrasen permitiendo que se hiciesen trabajos por todos los terrenos de mi propiedad... Y estoy dispuesto después de la justificación de la propiedad y posesión que ostento legítimamente a otorgar al Ayuntamiento escritura de cesión del terreno en que actualmente se hallan los alumbramientos...” 184. En aquellas propiedades se habían hecho varias prospecciones en las que afloraron dos manantiales alejados más de 100 metros del manantial principal llamado “Ojo del Corregidor”, pues así lo permitía la ley. Uno de ellos estaba situado aguas arriba del citado nacimiento, con un aforo de 52´60 litros por segundo, caudal que se consideró suficiente para el abaste- cimiento de la capital; el otro más abajo, con 6’88 litros por segundo, que el Ayuntamiento consideró oportuno dejarlo para el uso de la comunidad de regantes185. Después de probar ante la ley la titularidad de sus tierras, frente a los requerimientos y demandas de los regantes, como el paraje citado era de dominio particular y los pozos cumplían lo establecido por los artículos 22º y 24º de la citada ley “todo el que alumbrase aguas subterráneas por medio de pozos artesianos, socabanes o galerías, será dueño de ellas a perpetuidad aunque salgan de la finca donde vieron la luz... y se hagan los trabajos a más de 100 metros de otro manantial”, el Ministerio no pudo hacer otra cosa que

184 A.H.P. Albacete. Protocolo notarial de don Miguel García López, nº 725, de 26 de no- viembre de 1903. Caja 4639. 185 A.H.P. Albacete. “El Defensor de Albacete”. Artículo: Asuntos Municipales. El Expedien- te de aguas Albacete, viernes 7 de agosto de 1901. Carpeta nº 33.

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Foto cedida por Juan Martínez. Canalización de los Ojos de San Jorge. Su estado en la actualidad.

concederles la propiedad de las aguas alumbradas en los terrenos de don Saturnino, y dos años después se pudo escriturar su traspaso al Ayunta- miento. Se hizo ante el notario don Miguel García López186, donación que seguidamente se apresuraron a inscribir en las oficinas del registro de la propiedad187. Don Gabriel Lodares era alcalde de la ciudad y don Joaquín Quijada el secretario del Ayuntamiento. La nueva situación permitió que el alcalde de la ciudad, se presentara ante el pleno presidido por el Gobernador de la provincia pidiendo apoyo para comenzar los trámites previos para intentar conseguir el presupuesto y los permisos necesarios para la traída de las aguas. En sus palabras podían apreciarse las largas esperas y sufrimientos que el pueblo había soportado hasta llegar a ese punto: “El abastecimiento de aguas potables para la Capital es un problema que ha preocupado siempre a todos los vecinos de Albacete

186 Protocolo notarial citado. 187 Archivo del Registro de la propiedad de Albacete. Tomo 63, folio 209 Vto. Nº 3250, ins- cripción tercera.

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Fotografía de Julián Collado. don Saturnino López Villanueva (¿año 1909?). Pertenece al archivo foto- gráfico del Instituto de Estudios Albacetenses “Don Juan Manuel”.

y a los Ayuntamientos, que desde tiempo inmemorial vienen sufriendo sus carencias, por cuyo motivo son muchos los intentos que han realizado con tal objeto, sin que por desgracia ni uno solo lo haya obtenido el éxito que hubiera sido de desear. Nadie discute la necesidad de dotar a Albacete de aguas potables; segu- ro es que al realizar objetivo tan importante se transformarían por completo sus condiciones higiénicas y sanitarias, que de gran manera repare el gran número que los que hoy fallecen víctimas de las enfermedades que con tanto facilidad se desarrollan en nuestro suelo...”. Apoyo que entusiásticamente le prestaron todos los concejales. Aceptado por el Gobernador Civil el plan propuesto para proceder a la iniciación de las obras, el 18 de mayo de 1903, la convocatoria del pro- yecto se publicó en El Boletín Oficial de la Provincia, y al día siguiente en la Gaceta de Madrid (nº 139). Decía: “Ayuntamiento Constitucional de Albacete. De conformidad con lo pre- venido en la Ley de Obras Públicas de 13 de abril de 1877 y acordado por el Ayuntamiento de mi presidencia de 25 de febrero último, se anuncia al público que se halla de manifiesto en la secretaria del mismo el proyecto de bases para el abastecimiento de aguas potables de esta capital...”. La convocatoria para presentar los proyectos de obras, concedía 30 días de plazo a los interesados

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Plano de 1903 que nos muestra el recorrido de la red de cañerías del agua hasta llegar a sus depósitos emplazados en la Plaza del Sol (A y E) y en Villacerrada (B) y su distri- bución por la ciudad188.

188 Archivo Municipal de Albacete. Plano de 1903. Plano de Albacete y red de conducción cañerías. Ingeniero, don Enrique . Caja 10.182.

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El 24 de junio el ingeniero don Enrique Alcaraz189, don Carlos Perier y don Enrique Cremades presentaron un proyecto que el ingeniero provin- cial, don Ramón Ochando calificó de “digno por todos los conceptos” y fue aceptado el 5 de agosto del año citado.

Año 1903. Toma del agua en los Ojos de San Jorge190.

Los concesionarios se comprometieron a plantar siete fuentes en la ciudad: Una en la Plaza del Altozano. Una en la Plaza de San José. Una en la Plaza de la Estación. Una en edificio de la Feria. Dos en los jardines de la Feria. Una en la Plaza Mayor. En este punto tendremos que detenernos para valorar la encomiable labor realizada por el Doctor Navarro Sabater a lo largo de toda su vida pro- fesional, en su afán por conseguir una buena salud de la población, contro- lando toda fuente de contagio de las aguas públicas, vigilando y denuncian- do su estado malicioso, tratando de evitar el desarrollo de enfermedades.

189 Don Enrique Alcaraz Martínez, nació en Aspe (Alicante), en 1865. Estudió ingeniería agrícola en Madrid , carrera que terminó en 1888. Escribió el primer “Avance catastral de Albacete” en 1906, provincia de la que siempre confesó que era “para la que guardo los más gratos recuerdos de mi vida”. Publicó en 1933 “El Catastro Español”, libro del que la Editorial Salvat editó su facsimil, en el año 2007. 190 Archivo Municipal. Albacete. Proyecto de abastecimientos de aguas potables de Albace- te. Plano del ingeniero don Enrique Alcaraz. Año 1903. Caja 10.182.

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Para el doctor Sabater el control sanitario del agua estaba íntimamen- te asociado al grado de salud general en la población. Su toma de posición por mejorar el medioambiente y sus esfuerzos por resolver el gran número de problemas de higiene que se le presentaban al vecindario de su tiempo fueron constantes, y en este sentido consumió la mayor parte de su vida profesional en la complejísima y permanente tarea de observación de cual- quier elemento que alterase el equilibrio y la armonía de la vida higiénica de la ciudad y, por tanto, la toma en consideración sobre la cantidad y la calidad de las aguas a consumir no fue la menor. En su opinión, un factor higiénico tan importante como el agua era de primera necesidad para la vida y el bienestar de los ciudadanos; sin embargo, no pudo llegar a tiempo para comprobar los grandes beneficios que le habían de traer a sus conciudadanos las, tanto tiempo deseadas, aguas municipales, pues, aunque pudo estar atento al episodio inicial en el que la Municipalidad consiguió el reconocimiento que le facultaba para disponer de ellas, no obs- tante, los retrasos que hemos comentado motivaron que éstas no corrieran por las venas de sus calles hasta el año 1905. Y ya había fallecido.

Depósito de aguas de la Plaza del Sol en la actualidad191.

191 Elvira Valero de la Rosa. “Los primeros depósitos”. Diario “La Tribuna”. Domingo 15 de enero de 2017.

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CUEVAS

Si la obsesión de las autoridades municipales en este periodo era la de corregir la insalubridad de las aguas estancadas y conseguir un suministro suficiente de la potable para el vecindario, no era menos urgente la constan- te preocupación existente por evitar el hacinamiento en que vivían muchas familias humildes y dotarlas de unas viviendas dignas y habitables. El aspecto deprimente que presentaba la ciudad de Albacete, cuyo mapa urbanístico se hallaba moteado por un elevado censo constituido por una arquitectura troglodítica de cuevas-domicilio, pobrísimas covachas y chabolas, era un paisaje para el que los médicos pedían constantes solucio- nes y eran continuas sus denuncias ante las autoridades, proponiéndoles mejoras que pudieran remediar los miserables espacios en los que vivían sus ocupantes. Se estaba entrando en una etapa histórica orientada a desarrollar decisiones políticas de contenidos basados en activar derechos reclama- dos por la justicia social. La lucha de los facultativos por poner remedio a dicha situación fue larga y extenuante, pues todavía finalizando el siglo continuaban elevando su voz tratando de sensibilizar a las autoridades so- bre conveniencia remediar aquel cua- dro urbano, que no era propio de una ciudad moderna ni de una sociedad justa. Dichas pretensiones por con- seguir mejorar el paisaje urbanístico indudablemente pasaban por lograr erradicar las cuevas y conseguir un medioambiente limpio, capaz de ha- cerse más refractario a las influencias perniciosas que ocasionaban los mias- mas y efluvios, emanaciones a las que se les consideraba ser las causantes de la mayor parte de las enfermedades al infectar el aire, medio por el cual se trasmitían.

Desinfectante muy utilizado en las últimas décadas del siglo XIX. Compuesto por tiras de papel impregnadas de resina de benjuí.

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Las cuevas, chabolas y otros habitáculos utilizados como vivienda, por no permitir la libre entrada del aire, resultaban un medio excelente para el alojamiento de aquellas emanaciones patógenas, y resultaban muy apro- piadas para favorecer el desarrollo y propagación de las enfermedades al no poder ventilar adecuadamente su espacio. Los conocimientos de la época les hacían responsable a unos y a otros de la mayor parte de las enferme- dades, especialmente del tifus y las palúdicas. Por tanto, la erradicación de covachas y chabolas siempre estuvo presente en el punto de mira de los fa- cultativos, cuyas llamadas de alerta ante las autoridades, fueron constantes apremiándoles para que “...se inutilizaran por completo no solo por el repug- nante aspecto que a la vista ofrecen, sino por mejorar la aflictiva situación de sus dueños moradores...” que lejos de proteger a sus ocupantes de las incle- mencias del medioambiente, constituían para ellos uno de los mayores pro- blemas para su salud , por ser espacios escasos de luz, faltos de aire saneado y de todos los recursos higiénico necesarios para el mantenimiento normal de las funciones orgánicas. Por otro lado, las habituales inundaciones que se padecían en el término, ocasionadas por los derrames de los desaguadores del canal y por las frecuentes tormentas, también ponían un punto alto de peligro en la vida de los ocupantes de aquellos habitáculos subterráneos, siendo a menudo la causa de su muerte. Los roedores, sus inevitables “in- quilinos”, terminaban por completar las causas de su insalubridad. En 1860 la desidia en el mantenimiento de los desaguadores de canal, que no habían sido reparados ni limpiados desde treinta años atrás, oca- sionó grandes inundaciones en los terrenos que circunvalaban la ciudad, ocupados, como se ha dicho, por un alto censo de cuevas- domicilio. La alta mortandad que se estaba dando en ellas desde comienzos del verano, a consecuencia de un grave brote de malaria, alarmó tanto a los sanitarios como a las autoridades civiles, que tomaron el acuerdo de ponerlo en cono- cimiento de la Corona mediante un escrito dirigido a la Reina, poniéndola al corriente de sus necesidades: “...Entre otras, el vivir una parte no pequeña de la población en cuevas subterráneas sin más ventilación que la que les ofre- ce la puerta de entrada y la chimenea y faltar de toda condición higiénica....e indemnizar en parte a los infelices que habitan en las cuevas subterráneas ya que la necesidad y conveniencia exigen que se les expropie de ellas...” 192. Ante la dramática situación y tratando de frenar el número de falle- cimientos, por Real Orden de 21 de octubre de 1862, se le concedieron al Ayuntamiento 20.000 reales procedentes del fondo de calamidades públicas, de los que la Municipalidad se propuso invertir 16.960 en el hundimiento

192 A.H.P. Albacete. Carta del a la Reina Isabel II. 29 de septiembre de 1862. Caja 150.

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de aquellas que se encontraban en peor estado: “en cerrar las cuevas abiertas fuera de la población empezando por aquellas que tenían malas condiciones higiénicas, facilitando a las familias que puedan encontrar el albergue necesa- rio para salir de su nocivas viviendas” 193, indemnizando a cada familia con una cantidad de dinero acordada previamente y para que se construyesen trece casas que se ubicarían a la entrada del recinto ferial. Sin embargo por atascos administrativos se fueron retrasando los socorros, mientras la mor- tandad seguía, lo que dio pie a los sanitarios para llamar la atención, una vez más, sobre la urgente necesidad de tomar medidas para remediar el desastre. Consecuentemente, ante el desarrollo que iba adquiriendo el palu- dismo, el Gobernador Civil ordenó que fueran desalojadas de sus cuevas las familias más necesitadas, para ser recogidas en el asilo de mendicidad, aunque pronto se vio que su cabida resultaba insuficiente. El informe que la máxima autoridad provincial le trasladó en aquellos cruciales momentos al Ministro de la Gobernación, para justificar su decisión y pedir más ayuda, lo hacía en unos términos muy dramáticos: “...y a la causa no menos perni- ciosa de las cuevas o viviendas subterráneas multiplicadas por desgracia en otros extremos de ella hasta el punto de dar miserable e insalubre albergue a ciento cinco familias de jornaleros...” 194. Los informes de los médicos de asistencia domiciliaria, doctores Sa- bater y Griñán, por su parte, tampoco dejaban de apremiar a las autoridades provincial y municipal sobre la urgencia de aplicar remedios y en hacerles ver que resultaba torpe una conducta tan suicida como era la de mantenerse inactivos ante tanto dolor y muerte: “Que cumpliendo con su deber de con- ciencia y con la obligación que tienen de promover todos los asuntos referentes a la salubridad pública, creen llegado el caso de reproducir las indicaciones preventivas que no ha mucho hicieron al informar sobre el cementerio, demo- lición de cuevas y estado del Canal de María Cristina como causa, principal- mente el último, de las enfermedades reinantes en estos años; manifestando a la vez que en la actualidad ya no es un peligro sino sus fatales efectos los que se sienten; no una medida preventiva la que deba aplicarse, sino una pronta y radical, según lo reclama el alarmante estado de la Capital y las muchas defunciones que hoy tienen lugar” 195.

193 A.H.P. Albacete. Acta de 4 de noviembre de 1862. Caja 100. 194 A.H.P. Albacete. Informe del Gobernador al Ministro de la Gobernación. 1 de octubre de 1862. Caja 110 . 195 A.H.P. Albacete. Salud pública. Papeles varios. Año 1834-71. 1 de agosto de 1863. Caja 150.

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La malaria en Albacete, por su condición de ciudad palustre al estar su entorno gran parte del año anegado por las aguas, era una enfermedad en- démica muy difícil erradicar sin proceder a radicales reformas estructurales en su urbanismo. A pesar del inmenso gasto en quinina que anualmente se gastaba el Ayuntamiento al comenzar los primeros meses de calor, cada verano se anunciaba con un considerable número de casos de paludismo y tifus entre el vecindario, males a los que ya estaba muy acostumbrado: “El Tte.de alcalde Presidente tiene noticias de haberse presentado hace unos días las calenturas intermitentes de otros veranos y se encarga a Madrid la compra de sulfato de quinina” 196.

Foto Collado. Cueva de la puerta de Chinchilla. Archivo del I.E.A. “Don Juan Manuel”. Sign. 04056.

196 A.H.P. Albacete. Acta 22 de julio de 1864. Caja 100.

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Sometidas las cuevas a exigentes inspecciones por técnicos y agentes de la policía urbana, los regidores resolvieron finalmente encargar una va- loración más exhaustiva a los dos facultativos, las dos personas, con toda seguridad, más entendidas en asuntos sanitarios de la ciudad, por tener su presencia diariamente asegurada en ellas. Ambos médicos presentaron en la alcaldía, el 2 de febrero de 1863, el siguiente escenario: “Los médicos titu- lares de esta Capital tienen el honor de manifestarle al Sr. Alcalde Constitu- cional, que cumpliendo con la comunicación de fecha 25 del pasado han exa- minado todas las cuevas situadas extramuros de la población sobre las que en general pueden establecer: que aquellas más ventiladas y mejor sitio ocupan, con mejores luces y más distantes están de los muladares, han coincidido con el menor número de enfermos asistidos durante el último semestre del 62 sien- do éstas, por punto general las de la calle del Sol y Santa Bárbara, en donde abundan las más regulares, sin que dejen de existir otras en los demás puntos que puedan calificarse de muy buenas. Está en el número de malas en la Puerta de Chinchilla y existen las mejores en las calles del Sol, y dos o tres espaciosísimas y con muy buenas condiciones que se encuentran entre las de San Ildefonso y Puerta de Valencia y Santa Bárbara, al final de la calle Tejares... Albacete, 3 de febrero de 1863. Fdo. Elías Navarro Sabater y Octaviano Griñán” 197. Con el siguiente censo clasificaban a las cuevas de más insalubres a menos. Así:

Cerro de la Horca...... 2 San Ildefonso...... 3 Puerta de Chinchilla...... 3 Puerta de Valencia...... 1 Santa Bárbara...... 1 Puerta de Valencia...... 1 Puerta de Chinchilla...... 1 Cerro de la Horca...... 1 San Ildefonso...... 1 Cerro de la Horca...... 2 Puerta de Chinchilla...... 3 Puerta de Murcia...... 2 Puerta de Valencia...... 9 Santa Bárbara...... 6 Cerro de la Horca...... 3

197 A.H.P. Albacete. Expte. 16 . Caja 356 y 110.

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San Ildefonso...... 3 Puerta de Valencia...... 10 Puerta de Murcia...... 1 Santa Bárbara...... 10 Puerta de Chinchilla...... 10 Santa Bárbara...... 6 San Ildefonso...... 3 Santa Bárbara...... 4 Puerta de Valencia...... 10 Puerta de Chinchilla...... 2 Calle del Sol...... 3 Puerta de Valencia...... 1 Puerta de Chinchilla...... 1 San Ildefonso...... 2” 198.

Foto. Fondos del I.E.A. “Don Juan Manuel”. Sign. 04450. Semejantes a la presente cue- va abierta en una zanja de las afueras de , eran las que, en los años cincuenta, abrieron en Albacete los trabajadores del ferrocarril, en los desmontes hechos para alojar las vías199.

198 Ibídem. Relación y valoración de los doctores Sabater y Griñán sobre las cuevas que existen en la población. 3 de febrero y 6 de marzo de 1863. Expte. “Viviendas para los pobres”. Caja 356. 199 Los libros de defunción del Archivo Diocesano nos dan abundantes noticias de las cue- vas existentes en las inmediaciones de la estación: “Murió Fernando García, en las cuevas de la estación...”. Asiento 311. ALB-87.

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Eran 105 las cuevas censadas que albergaban como mínimo a otras tantas familias, aunque solían estar pobladas con más de una. Este censo hacía referencia a las cuevas del extrarradio, pero no contemplaba la exis- tencia de otras situadas en el centro de la ciudad, en Villacerrada, próximas al callejón del Espolón, ni a las que habían abierto para habitarlas los obre- ros del ferrocarril, en los desmontes hechos para colocar las vías. Aunque fueron abandonadas por los trabajadores una vez que cesaron los trabajos de construcción del ferrocarril, no se cerraron y continuaron siendo ocu- padas por los pobres transeúntes que temporalmente llegaban a la ciudad. Casi nada se hizo en los dos años siguientes, si no fue comprar, como siem- pre, sulfato de quinina en Madrid para distribuirlo entre la población. En el año 1865, al estar la ciudad bajo el castigo de una fuerte invasión de cólera, poco pudo hacerse para remediar el problema de las viviendas. A lo dicho habría que añadir que al atardecer del 22 de septiembre de ese mismo año, en plena invasión de la epidemia, se produjo una gran tormenta que ocasionó muchos destrozos urbanos y numerosas muertes, causadas por las inundaciones de las cuevas, la mayoría de las situadas en las eras de Santa Bárbara, al final de la calle Tejares. Otras muchas familias quedaron indefensas al no poder volver a ocuparlas, por haber quedado inhabitables tras el aguacero. Para remediar tanta desgracia el Gobernador se entrevistó con el Al- calde para que tratara de encontrar locales a los que poder trasladar las nu- merosas familias que ocupaban aquellas viviendas ordenándole que: “...a fin de que con toda urgencia trasladen sus domicilios las familias que en diversos puntos de esta ciudad ocupen cuevas o habitaciones subterráneas a otras de distinto género y que no ofrezcan peligros y encuentren abrigo” 200. Días des- pués se suspendió definitivamente la feria de ese año201. Tras el cese de la epidemia, se retomó el proyecto de cegar todas las cuevas de la ciudad202 y el de construir un bloque de trece pequeñas casas que anteriormente había quedado pendiente. Se construyeron “a la parte exterior de la calle de entrada del edificio de la Feria, apoyando en el mismo”. Las obras comenzaron el 20 de marzo 1866 y el día 22 de agosto del 1866 estaban ya acabadas, pues el Ayuntamiento autorizaba a los operarios mu- nicipales a pintar las puertas y a enlucir sus techos.

200 A.H.P. Albacete. 23 de septiembre de 1865. Expte. Beneficencia y Sanidad. Caja 151. 201 A.H.P. Albacete. Acta municipal de 27 de septiembre de 1865. Caja 100. 202 A.H.P. Albacete. Demolición total de las cuevas, 22 noviembre de 1866. Caja 356.

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Foto Particular. Cuevas de la Calle del Sol.

El Gobernador, don Francisco Navarro, dio su permiso para que fue- ran alojadas aquellas familias seleccionadas por estar ocupando las cuevas menos habitables, que fueron: tres de la Puerta de Murcia, tres de la Puerta de Chinchilla y otras siete de la Puerta de Valencia203.

Proyecto arquitecto municipal José Moreno de Monroy de casas para pobres en susti- tución de las cuevas existentes en la ciudad de Albacete204.

203 A.H.P. Albacete. Acta municipal de 10 de octubre de 1866. Caja 100. 204 A.H.P. Albacete. Proyecto de don José Moreno Monroy. Abril de 1863. Caja 356.

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Adjudicación de una de las casas levantadas en el recinto ferial205.

Coincidiendo con la próxima feria anual y tratando de darle a los visitantes de la ciudad una mejor apariencia, el mes de septiembre se co- menzaron a derruir todas las covachas existentes en el centro y extrarradio, labor que antes no se había realizado, y que se prolongaría hasta finales de noviembre: “...deseando el laudable propósito de la autoridad que desaparez- can cuanto antes esta clase de albergues que desdice mucho de la población y se halla decidida a lodar las cuevas… haciendo desaparecer esas inmundas (las de la calle Tejares), que más que ser insalubres son refugio de picardías y otras clase de maldades. En los días que la Comisión ha ido por esos sitios ha visto no solo la miseria reunida sino que es el albergue de fami- lias pordioseras que se albergan en ellas las semanas enteras , que por el día recorren la ciudad y por la noche se ocultan en aquellos sitios, burlando de este modo la vigilancia de la autoridad…” 206. Ante el grave problema de la falta de viviendas que se presentaba en la ciudad, la comisión encargada de deshacerse de las cuevas también acordó invertir dinero público pagándole un canon a cada familia para que pudie- sen levantar por su cuenta viviendas nuevas o mejorar las que tuvieran. Si bien algunas consiguieron hacerlo, quedó de manifiesto que el dinero resul- taba insuficiente para indemnizar a todas las familias ocupantes de todas las desalojadas, y en poco se pudo mejorar su estado. Así pues, buena parte de aquellos vecinos, solicitaron del Ayuntamien- to que les permitiera seguir habitándolas, a lo que éste se negó rotundamente, que lejos de atender a las súplicas de los desalojados, la Junta de Beneficencia ordenó tapiar sus entradas, siendo cegadas con tierra la mayoría.

205 A.H.P. Albacete. Adjudicación de casas a familias pobres Caja 145. 206 A.H. P. Albacete. Octubre de 1866. Caja 145.

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Muchas familias de los jornaleros desahuciados no pudieron encon- trar donde alojarse y cundieron las quejas ante las autoridades, como ésta que firmaban 26 vecinos: “Que por los Señores de la Junta Provincial de la Beneficencia se les dio orden a los exponentes al propio tiempo que a otro muchos para abandonar y condenar las miserables cuevas que les servían de casa habitación; a esta respetable orden nadie se opuso y a pesar de su triste situación que expresaba otra más tristes por no tener casa ni hogar, ni tener tampoco medios para vivir en casa de alquiler, con la mayor tristeza aban- donaron el hogar que tanto sudor y fatiga les había costado construir. Tan dolorosa situación en tan miserables familias es digna de compasión ¿Qué hacer 26 padres de familia en tan doloroso trance?. Albacete 12 de febrero de 1867” 207. Reunían estas familias a 83 hijos menores y no nos informan del nú- mero de ancianos que compartían con ellos sus viviendas. El por entonces Gobernador provincial, don Francisco Navarro, se dirigió al Alcalde don José Madrona Tebar para que procurase remediar la situación con el dinero que el Concejo dispusiese, al que la máxima autoridad provincial le añadiría el de alguna partida más, aunque era consciente de que resultaba insuficiente. La desesperación de las familias al verse sin cobijo provocó que, muy pronto, un grupo importante de cuevas fueran reabiertas clandestinamente. Por otra parte, la llamada de la oferta de trabajo que prometía la capital a los caseríos circundantes, fue la causa de que grupos de vecinos de Tinajeros abrieran otras nuevas para alojarse en el término municipal, sin el permiso del Ayuntamiento208. La terrible epidemia de viruela sufrida por el vecindario entre los años 1883 y 1884, y la amenaza de una próxima invasión de cólera que se anunciaba para este último año antes apuntado, volvieron a poner en alerta a las autori- dades sobre los riesgos del hacinamiento en que vivían determinadas familias. Las constantes inquietudes sanitarias de Sabater desde su nombramiento como facultativo habían respondido a la necesidad de impulsar la total eliminación de las cuevas, como solución inapelable y necesaria contra la enfermedad. Por Real Orden de 10 de julio de 1883 se le había nombrado vocal de la Junta Provincial de Beneficencia y Sanidad y gozaba de autoridad sufi- ciente para poner sobre la mesa sus subterráneas inquietudes. En conformi- dad con su propuesta, en la sesión del 1 de enero de 1884, la Junta de Sani- dad apostó por la inmediata necesidad de recordarle a la Municipalidad su compromiso de acabar con este tipo de habitáculos.

207 A.H.P. Albacete. Expte. Relación de pobres que se desalojan de las cuevas...”. Caja 145. 208 A.H.P. Albacete. Acta de 27 de febrero de 1871. Caja 123.

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El 22 de marzo de 1884, el Gobernador Civil envió a la Corporación una circular advirtiéndole de los riesgos que se estaban corriendo manteniéndolos abiertos frente a la anunciaba invasión, y le animaba a levantar “una barriada donde los pobres que hoy se albergan en sus insanas cuevas pudieran vivir por una módica retribución en sanas habitaciones con lo que apartaría a esta vecindad de cualquier epidemia, como ha sucedido recientemente con la viruela…” 209. Por su parte, algunos vecinos aprovecharon la alarma existente para pedir también que se les proporcionara medios para mejorar sus viviendas, como lo hacía José Moreno, vecino residente en la calle del Tinte: “Existe un descubierto a la derecha e izquierda de la calle del Sol donde se depositan ba- suras e inmundicias perjudiciales para la salud de los vecinos, y como quiera que es demasiado corta, en dicho terreno pueden edificarse gran número de casas y con ello hacer desaparecer el foco infeccioso que continuamente existe y al mismo tiempo facilitar albergue a familias que han perforado el Cerro de la Horca …puede ceder a aquellos ejidos para poder obrar…” 210. La respuesta del Ayuntamiento fue la de siempre: no había dinero. El problema de la erradicación de las cuevas en la ciudad se prolongó a lo largo de los años finales del siglo sin soluciones globales. Por su parte, don Elías Navarro Sabater también hacía referencia a él en sus “Apuntes...”, en el año 1893: “Estos y más graves defectos se reúnen en otros lastimosos tugurios llamados cuevas, que por la clase sumamente pobre se han abierto en las inmediaciones de esta capital, y que por decoro y buen nombre de la misma debieran hace tiempo haber desaparecido” 211. Traspasado el siglo XX todavía las actas municipales nos siguen ha- blando del gran problema sanitario que suponían las cuevas para las corpo- raciones del nuevo siglo.

EL CEMENTERIO

La salud de los vivos depende también del buen estado de los muertos y de los cementerios. Antigua ha sido la costumbre en el mundo católico de realizar los enterramientos dentro de las iglesias (en sagrado), puesto que los creyentes debían de reposar su vida eterna allí donde tuviese su sepultura algún santo, o reliquia que lo representara, costumbre que era de obligado cumplimiento en todos los templos.

209 A.H.P. Albacete. Viviendas para pobres. 31 de marzo de 1884. Caja 356. 210 A.H.P. Albacete. Carta fechada el 18 de abril de 1884. Caja 356. 211 Navarro Sabater. E. “Apuntes para la Topografía...” Pág. 308.

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El pensamiento ilustrado impuso una nueva sensibilidad frente a la falta de decoro y la insalubridad que presentaban muchas iglesias por dicho motivo. Con el cambio de siglo surgió un nuevo y definitivo planteamien- to; los templos comenzaron a dejar de ser un puro almacén de cadáveres y comenzará a hablarse de decencia en su decoración y compostura; era muy habitual que los visitadores apostólicos se refirieran a la “falta de decoro” en determinadas iglesias a las que obligaban a adecentar a sus mayordomos. Ya a finales del siglo XVIII se fue generalizando la costumbre de sacar los enterramientos fuera de los templos, coincidente con la ley de 1773, que prohibía realizarlos en ellos212. No obstante, por Real Cédula de 3 de abril de1887, Carlos III en parte restableció de nuevo las disposiciones ca- nónicas213 ordenando levantar y sacar cementerios fuera de las poblaciones hasta puntos distantes de las viviendas, si bien reservando con prevención la facultad de que pudieran enterrarse en los templos a aquellas personas de probada virtud y santidad, según decisiones tomadas por las autoridades eclesiásticas competentes.

EL VIEJO CEMENTERIO DE SAN ANTÓN

Durante el reinado de Carlos IV, dos circulares, la 26 de abril y 28 de junio de 1804, mandaban activar la construcción de cementerios alejándo- los de los núcleos urbanos, para evitar los funestos efectos que se venían produciendo, y dicha legislación permitió que en Albacete se construyera su primer cementerio en un paraje inmediato a la ermita de San Antón, espacio que hoy ocupa el colegio de su nombre, alejado unos doscientos metros de la plaza del Altozano y a unos cincuenta de los paseos más cén- tricos de la población. Se levantó aprovechando parte del espacio urbano que ocupaban dos ermitas contiguas, la de San Antón, la de Nuestra Señora de Loreto y su patio común, donde ya se había comenzado antes a efectuar enterramientos.

212 Partidas. Ley 11ª, Título XIII. Part. 1ª. 213 Ver Leyes de la Nueva Recopilación. Ley 1ª, tit. III. Lib.1.

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Plano de las ermitas de San Antonio y Ntra. Sra. de Loreto (1771), que sirvieron de capillas al cementerio viejo cuando se levantó a comienzos del siglo XIX214.

Se levantó en muy poco tiempo y a expensas de la parroquial de San Juan. El libro de fábrica nos informa que costó 34942’8 reales; si bien aun- que inicialmente se había presupuestado en 34001 reales, se terminó “con un agravio para la fábrica de la iglesia de 941 reales” 215.

Foto de Alberto Mateos Arcángel. A la izquierda la ermita de San Antonio. Apegante a ella, el viejo cementerio216.

214 A.H.P. Albacete. Caja. 172. Ver también Elvira Valero de la Rosa. “El Urbanismo en Albacete en la Baja Edad Media”. I.E.A. “Don Juan Manuel”. Albacete 2015. Página 155. 215 Archivo Diocesano. Albacete. Libro de cuentas de fábrica de la Parroquia de San Juan de Albacete. Años 1799-1851. Folio 92 Vto. Libro 144. 216 Mateos Arcángel. Alberto. Del Albacete Antiguo (Imágenes y recuerdos). Pág. 99. Insti- tuto de Estudios Albacetense “Don Juan Manuel”. Albacete 2001.

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El párroco de San Juan, don Joseph Escámez, nos sirvió de cronista de su inauguración aquel 25 de Enero de 1806, día en que se realizó el pri- mer entierro: “Isavel Portero (pobre), mujer de Joaquín Muñoz, alguacil de la Real Justicia ...a cuía ceremonia asistió todo el clero de la Iglesia Parroquial, las comunidades de San Francisco y San Agustin y el Ylustre Aiuntamiento de esta indicada villa, a causa de aver concurrido estos respetables cuerpos a la vendicion solemne del mencionado cementerio que se verifico con las cere- monias de estilo un poco antes del mencionado entierro”.217 Como propiedad de la Iglesia que era, también lo fue la obligada asistencia de toda la clerecía local. Según el artículo 4º de la anteriormente citada normativa del 28 de ju- nio de 1804, establecía que se podían aprovechar las capillas de las ermitas cercanas para los servicios religiosos de los cementerios, cuando éstos no las tuvieran, que en el caso de Albacete hacía de tal la ermita de San Antón, próxi- ma a él. Asimismo, en ocasiones se utilizó como depósito de cadáveres218. Mal acabado y con grandes deficiencias de tabiquería y de fosas, des- de el primer momento su perfil ya quedaba muy alejado del rigor aconse- jado por las reglas de la higiene exigidas para este tipo de establecimientos mortuorios. Muchas de las precauciones que la costumbre venía imponiendo en la construcción de estos edificios, como era su ubicación en terrenos altos, poco porosos y secos para que permitieran un desagüe completo, dotándo- les de una ancha zanja que los rodeara para contener el escape de las posibles filtraciones que pudiese haber, no se cumplieron. De hecho era frecuente que en los días torrenciales llegaran hasta las puertas de la ciudad algunos restos cadavéricos, con el consiguiente malestar entre el vecindario. Tampoco abundaron las aconsejadas plantaciones de hileras de ár- boles resinosos, que debían servir como disipadores de los miasmas que emanaban de su entorno infectando el aire de la población, debido a la mala orientación elegida. Sabido era que la salubridad e insalubridad de un lugar, quedaba subordinada siempre al valor higiénico de los vientos reinantes, y en este caso, siempre hubo la general opinión de que debía mejorarse el emplazamiento del cementerio. A partir de los años sesenta, dadas las pésimas condiciones que pre- sentaba el viejo cementerio, el Municipio se vio en la urgencia de construir

217 Archivo Diocesano. Albacete. Libro de defunciones de la Parroquia de San Juan Bautis- ta. Libro 6. Folio 337 Vto. 218 A.H.P. Albacete. Caja 124.

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uno nuevo, propuesta que se planteó en varias sesiones219 sin resultado al- guno, pues el Obispado tenía la última palabra y siempre demoraba sus decisiones alegando no tener los fondos necesarios. La naturaleza maliciosa que siempre tuvo, motivó el permanente re- chazo del vecindario que se fue acrecentado con el transcurso de los años. De hecho así lo evidenciaron los doctores Sabater y Griñán, un año antes de que el Ayuntamiento les confirmara en sus puestos como médicos de asis- tencia doméstica domiciliaria, cuando algunos componentes de la Munici- palidad les pidieron que les presentaran un informe sobre el estado sanita- rio en que se encontraban los terrenos inmediatos al cementerio, causado por los malos olores que estaban siendo arrastrados desde su entorno hasta los barrios más céntricos de la villa, pues así lo demandaba la constante situación de alarma existente entre el vecindario: “Los infrascritos, Licencia- dos en Medicina y Cirugía, residentes en esta Capital, nombrados por el Señor Teniente Alcalde 2º constitucional de la misma, para practicar reconocimien- to de la Estación, Cementerio y sus alrededores, con el objeto de investigar las causas de las emanaciones pútridas que por esos sitios se perciben, teniendo el honor de poner en conocimiento de dicha Autoridad: Que constituidos en ese lugar en la tarde del 16 del corriente verificaron un minucioso y detenido examen del cual resulta: 1º.- La existencia de un barranco situado al otro lado del paso a nivel de San Antonio próximo a la vía, de corta extensión y profundidad, pero lleno de agua estancada y descompuesta, a cuya alteración es debido el olor fétido que por allí se experimenta. 2º.- Que en el muro del Cementerio correspondiente a los nichos edifi- cados últimamente (ángulo N. O.) se observan varias resquebrajaduras, más notables sobre todo en su unión con la cubierta de la que está separado en una gran extensión, por las cuales, del mismo modo que por los ligeros tabi- ques que provisionalmente se hacen antes de la colocación de las lápidas salen constantemente gran cantidad de gases que inficionando siempre la atmósfera de ese sitio se hacen más perceptibles al ser franqueados por los vientos que reinan hacia la población... Éstos antecedentes, considerados no solo en conjunto sino que aun ais- ladamente, son por sí bastantes para explicar las enfermedades que se vienen observando en esos sitios a consecuencia de las continuas emanaciones que de ellos se desprenden, son la causa del olor fétido que se advierte en el momento que se sale a esa parte de la población que es la que con más frecuencia se recorre y en las horas en que esa atmósfera está dotada de peores condiciones higiénicas. Así es que prescindiendo los que suscriben de las muchas causas

219 A.H.P. Albacete. Actas municipales de 17-22-28 de noviembre de 1860. Caja 100.

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de insalubridad que reúne el Cementerio, tanto por su situación topográfica como por las escasas dimensiones con que cuenta relativamente al considera- ble aumento que la Capital toma de día en día, creen que en la actualidad , y a falta de reformas más radicales, podrá evitarse mucho cegando completa- mente y con la prontitud posible, tanto el hoyo o barranco mencionado, como cualquier otro que se encuentre en circunstancias iguales, haciendo revocar o tapar perfectamente los agujeros que comunican con los nichos, dando el conveniente espesor a las paredes que los aíslan por completo, para impedir las trasudaciones que al través de ellas se verifican con tanta más prontitud y faci- lidad en la rigurosa estación que atravesamos, que por si precipita y aumenta la putrefacción cadavérica...” Dios guarde a VS. muchos años. Albacete, 17 de agosto de 1861.- Firmado Elías Navarro Sabater y Oc- taviano Griñán” 220. Informe que no tardó mucho en llegar al despacho del Gobernador.

Ante las protestas de la ciudadanía y el informe sanitario de los doc- tores Sabater y Griñán, el Gobernador exigió a la Municipalidad por oficio que no siguiera demorándose más en su obligación: “...de construir un nue- vo cementerio que reúna las condiciones de Higiene y salubridad necesarias del qué carece el actual, y que el Subdelegado de Medicina y dos comprofesores señalen el lugar más oportuno” 221. Presionado el alcalde por las continuas protestas del vecindario, como por el Gobernador Civil, Sr. Gallostra, que a toda costa pretendía calmar el descontento, pidió un nuevo informe222 que elaboraron, la policía urbana, el Subdelegado de medicina y cirugía y los médicos don Juan Guspi y don Antonio Amoraga. En él que se decía que se debía construir uno nuevo y señalaron al cerro de la Horca como el más idóneo para hacerlo, porque dicho lugar permitía construirlo en altura223. Pronto se vio que la decisión tomada fue inadecuada a causa a la dureza de los terrenos expropiados, que se tuvieron que devolver a sus propietarios. Algunos años transcurrieron en el empeño de que las autoridades ci- viles de la ciudad la pudieran dotar de un camposanto conforme a las con- diciones que exigían las normas sanitarias de este tipo de establecimientos, pero sin el consentimiento del Obispado de Murcia poco podía hacerse.

220 Archivo Histórico Provincial. Albacete. Informe de los doctores Sabater y Griñán al Ayuntamiento, el 17 de agosto de 1861. Caja 273. 221 A.H.P. Albacete. Acta de 23 de octubre de 1861. Caja 100. 222 Boletín Oficial de la Provincia de Albacete.17 de Diciembre de 1872. Circular 407. 223 Ibídem. 30 de noviembre de 1861. Caja 101.

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Las protestas del vecindario arreciaban, pues el tratamiento de los en- terramientos era caótico, sobre todo debida a la impunidad que prestaba por la falta de vigilancia en el recinto, de la que se servían no pocos para incumplir todas las normas exigidas para la exhumación de cadáveres. Se- gún nos confirma un informe de la policía urbana, del 10 de octubre de 1871, que pudo observar su estado, cuando alguno de sus miembros hacía un informe sobre los caminos vecinales de la parte norte de la ciudad, que no dudó en avisar a la Municipalidad para que trasladase a los eclesiásticos una llamada de atención para que ejercieran la debida vigilancia y amones- tación, por la dejadez y abandono que mostraban en el cumplimiento de sus funciones. Decía: “...al pasar por las inmediaciones de la Iglesia de San Antonio Abad, observó que en aquella parte de la población la atmósfera está saturada de miasmas pútridos que emanan del cementerio y esto no puede tener por causa más que el que los enterramientos, exhumaciones y depósitos de cadáveres se hacen prescindiendo de las reglas que está mandado que se observen en estas operaciones”. Dada la poca distancia del cementerio al vecindario de esta capital, la Co- misaría de Policía urbana pide que deba observarse todo lo que las Ordenanzas del ramo indican, ejerciendo por quién corresponda una severa vigilancia” 224. Las exhumaciones, en muchos casos, se realizaban sin mucho rigor; sobre todo en los periodos de epidemias era frecuente que se abandonaran los cadáveres sobre la tierra sin más protección que la de un sudario.

EL NUEVO CEMENTERIO

La necesidad de disponer de un nuevo cementerio que asegurara la salud pública del vecindario era apremiante, pues con los años aumenta- ban las protestas ciudadanas, que llegaban al Ayuntamiento pidiendo que: “...que se ejerza severa vigilancia en el cementerio de esta Capital... para sal- var a la población de las calamidades que pudieran presentarse y evitar se comprometa la salubridad pública puesto que hacia el punto en que se halla situado se hallaba la atmósfera saturada de miasmas pútridos que emanan de él” 225; protestas que acto seguido se le trasladaba al párroco, del que por respuesta siempre se recibía la excusa de no disponer de dinero para hacer novedad en la situación y de no ponerse de acuerdo con el Obispado, ni del modo de cómo hacerlo.

224 A.H.P. Albacete. 10 de octubre de 1871. Caja 123. 225 A.H.P. Albacete. Acta municipal de18 de octubre de 1871. Expediente nº 4. Caja 101.

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En igual sentido, por su parte, también el Gobierno Civil no podía permitir que siguiese tan calamitosa situación y hacía constantes llama- miento a las autoridades municipales para que tratara de mejorar el mal es- tado del entorno y se decidiera a construir uno nuevo: “En las inmediaciones de de la Iglesia de San Antonio Abad está la atmósfera saturada de miasmas pútridos que emanaban del Cementerio... y que se lleve a efecto lo resuelto el 13 de septiembre de 1865 sobre la construcción de un nuevo Cementerio” 226. Las llamadas de alarma de un lado y otro situaban a la alcaldía en una difícil situación por carecer de la autoridad necesaria y por estar sus arcas dema- siado desnutridas para intentar hacerse cargo del problema. A pesar de las carencias municipales, el vecindario reclamaba a toda costa la apertura de un nuevo edificio sin que en ningún momento se pudiera llegar a un acuerdo con el Obispado, que siempre alegaba el mal estado de su economía. Para intentar puentear la solución, en el acta municipal de 28 de marzo de 1868 se daba constancia de que un vecino anónimo hizo una pro- puesta en el pleno de adelantar el dinero necesario con el que poder hacer la puerta de entrada y la tapiería sin cobrar intereses, propuesta que no prospe- ró, seguramente a consecuencia de los obstáculos que ponía la Diócesis. Todos los intentos por conseguir una nueva necrópolis en los años sesenta se fueron retrasando para abandonarse finalmente, y nada se pudo hacer hasta ya mediados los años setenta, cuando el hartazgo del vecin- dario llegó a tantas y tales fueron las presiones que mucha fueron las que- jas que llegaron al Ayuntamiento: “sobre la situación del Cementerio que es motivo de que se desarrollen algunas enfermedades merced a los miasmas que se vienen experimentando con el excesivo calor... y considerando la Junta Provincial de Sanidad que dice que el Cementerio en cuestión no reúne las condiciones necesarias para que pueda permanecer abierto por la proximidad en que se halla a la población y teniendo también en cuenta que en el presu- puesto de esta localidad hay cantidad para llevar a efecto una obra de utilidad pública, se estaba en el caso de acordar lo conveniente sobre el particular...” 227 y no podía obviarse más el hecho, teniéndose que reabrir de nuevo el caso “por lo perjudicial que es a la salud la proximidad a la población del actual Cementerio”, y puesto que era propiedad de la Iglesia, “para clausurarlo (el viejo) había que obrar según lo que el señor Obispo determine” 228. El Obis- pado nombró una comisión para que, conjuntamente con el Ayuntamiento, se estudiara de nuevo el asunto, pero no sin antes advertir al Municipio por

226 Ibídem. Albacete. Oficio del Gobernador. Acta 21 de octubre de 1871. 227 A.H.P. Albacete. Acta municipal de 6 de junio de 1877. Caja 4529. 228 Ibídem. Actas municipales de 22 de agosto y 3 de septiembre de 1877.

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mediación del párroco de San Juan, don José Mª Sevilla, “que el asunto del nuevo cementerio de esa ciudad es gravísimo bajo sus consideraciones canóni- cas y espero que las comisiones que se ocupan de su construcción lo meditarán y resolverán con el mejor criterio posible y alejarán todo motivo de conflicto entre la Iglesia y el Municipio” 229. Hecho el primer presupuesto, estimado en 40.000 pesetas230, se puso inmediatamente en manos del intransigente y conservador prelado don Diego Mariano Alguacil Rodríguez. Su contestación no se demoró, contes- tando que la Diócesis no podía correr con esos gastos “sin recibir una buena subvención de Estado y del Ayuntamiento”. Se había acordado encargar un proyecto al arquitecto don David Ruiz Jareño231, que presentó al Ayuntamiento, pero el coste le debió parecer al cabildo demasiado elevado232. El recién nombrado arquitecto municipal, don Tomás Rico Valarino, presentó otro proyecto que por su coste más moderado fue elegido por la Corporación en sustitución del anterior233. Dadas las dificultades que oponía el Obispo, la Municipalidad tomó la decisión de subastar la primera parte de la obras, en sesión de 17de junio de 1878, “...si la Iglesia no tiene fondos no se puede esperar más y vamos a hacerlas a la mayor brevedad posible”. Para ejercer su postura de apremio ante el Obispo solicitó un informe con carácter de urgencia a los facultati- vos locales, don Juan Dousac y don Carlos Medina, sobre el estado sanitario que presentaba el viejo cementerio de San Antón, que en términos genera- les coincidía con el presentado anteriormente por Sabater y Griñán: “por lo dicho es un foco constante de infección siendo de absoluta necesidad que se construya uno nuevo” 234. Ante la nueva negativa del prelado, el Gobernador Civil de la provin- cia, don Federico Ferrer, y a instancias del Ayuntamiento, accedió a aprobar el comienzo de los trabajos del nuevo cementerio declarándolas de utilidad

229 A.H.P. Albacete. Cementerio Expediente 1. Comunicación del Obispo don Diego por mediación del párroco de San Juan don José Mª Sevilla. Caja 112. 230 Ibídem. Expediente comunicado al Obispo 30.000 pesetas por gasto de obras, más 10.000 por los terrenos y los derechos de los arquitectos. 231 A.H.P. Albacete. Acta de 7de noviembre de 1877. Caja 4529. 232 Ibídem. Expediente “Pliego de condiciones facultativas y económicas para subasta de obras del Cementerio de Albacete. 10 de mayo de 1878. Lo firma don David Ruiz Jareño. Caja 112 233 Ibídem. Expediente de condiciones de la subasta de obras, firmado el 19 de junio de 1878, por el arquitecto Tomás Rico Valarino. 234 Ibídem. Expediente 1. Informe médico de los doctores Dusac y Medina sobre el cemen- terio de San Antón, de 5 de septiembre de 1877. Caja 112.

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pública, puesto que la ley de Obras Públicas de 13 de abril de 1877 le daba esas competencias sin necesitar la aprobación diocesana235. Primeramente tuvieron que elegirse los terrenos adecuados para construirlo, para lo que también se pidió opinión al director del Instituto de Segunda Enseñanza (y párroco de San Juan) don José Mª Sevilla, elección necesaria por sus conocimientos de meteorología y por disponer del peque- ño laboratorio del centro236, que contaba con un anemómetro y una manga de vientos, pues era fundamental conocer la orientación de los mismos para ubicar el camposanto. El 28 de octubre el Alcalde firmó el expediente de expropiación de unos terrenos en el paraje de la Dehesica, en el punto denominado “Haza de los Frailes”, que se consideró el más apropiado, según la consulta previa al cuadro técnico de informantes elegidos. En el periodo previo a la inauguración de las obras, sobresale un ex- tenso epistolario cruzado entre el alcalde Conangla, el Gobernador provin- cial y el Obispo de la Diócesis pugnando por los derechos sobre la adminis- tración de las rentas del nuevo cementerio. Mientras las autoridades civiles mantenían que había sido construi- do por el Municipio con dinero del común y, por tanto la autoridad civil debía ser la encargada de su administración (según la Real Orden de 28 de abril de 1866), y debía considerarse un cementerio civil y no exclusivamente católico, y admitir que estaba abierto a inhumaciones a los no creyentes y miembros de otras distintas confesiones. El Obispo, por el contrario, de- fendía que era un “lugar sagrado”, y de competencia exclusiva de la Iglesia Católica, poniendo sutilmente reparos sobre el lugar de la colocación de aquellos fallecidos que habían vivido apartados de su dogma. A pesar de que el Ayuntamiento tenía previsto comenzar a enterrar el día 1 de junio de 1879, dificultades imprevistas obligaron al contratista don Miguel Blasco a pedir un permiso de 15 días de aplazamiento, debido al mal tiempo y a las dificultades que presentaban las puertas de entrada237, inconveniente que retrasó las obras algunos días. Concluidos los trabajos del nuevo cementerio, el párroco de San Juan recibió la autorización de su Obispo, el 28 de junio, para proceder a su bendición y cerrar el viejo cam- posanto, noticia que puso inmediatamente encima de la mesa del despacho del alcalde, Sr. Conangla.

235 A.H.P. Albacete. Beneficencia y Sanidad. Cementerio, 1868-1897. Caja 533. 236 El Real decreto de 5 de marzo de 1860 permitió crear en Albacete una estación meteo- rológica y un observatorio al año siguiente. 237 Ibídem. Acta municipal de 14 de marzo de 1879. Caja 4529.

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Al amanecer del 1 de julio, de 1879 se pudo inaugurar la nueva necrópo- lis con la asistencia del pleno municipal y demás autoridades civiles religiosas y militares En el libro de defunciones de la parroquia se puede leer: “Se abrió el nuevo Cementerio al servicio público el día primero de julio de mil ochocientos setenta y nueve” 238. El primer enterramiento fue para darle sepultura a la niña Juana Argandoña Monteagudo, que murió de veintisiete meses, ese mismo día de fiebre gástrica239. El acta que dio fe de la ceremonia de inauguración tam- bién recogía algunos datos informativos tales como su construcción durante el reinado de Alfonso XII, siendo Gobernador don Juan López Somalo, natural de Murcia, y la lista de los componentes de la Corporación240. Ese mismo día Conangla recibió la cordial felicitación escrita del Obispo de la diócesis, don Diego, con una apostilla en la que es difícil dejar de interpretar una cierta ironía: “...el Cementerio había quedado abierto a sus usos, evitándose todo peligro para la salud pública de esa Capital. Ahora lo que interesa es que esos vecinos se cuiden mucho y se alejen cuanto sea da- ble de ocupar tan triste morada” 241. El arquitecto provincial don Justo Millán revisó las obras el 20 de julio de 1879, que las encontró totalmente acabadas y entregadas en buenas con- diciones, dándoles el visto bueno242. El 23 de mayo de1879 se acordó la inmediata construcción de la ca- pilla que se haría a cargo de los fondos del Ayuntamiento y se terminó el 24de septiembre. Se puso bajo la advocación del Santísimo Cristo de las Misericordias y fue bendecida a las 10 de la mañana del día 1 de noviembre de 1880 por el teniente de arcipreste y párroco de San Juan. Al acto religio- so acudieron el alcalde don Buenaventura Conangla y toda la Corporación municipal en pleno243. Como era habitual, bajo sus cimientos se enterró una caja de plomo conteniendo documentos, monedas y recortes de prensa, recordatorios que pudieran dar suficiente información a las siguientes generaciones sobre la época y los acontecimientos ocurridos durante su construcción.

238 Archivo Diocesano. Albacete. Libro de defunciones de la parroquia de San Juan Bautis- ta. Años 1872-1881. ALB. 88. Folio 176. 239 Archivo Diocesano. Albacete. Libro de defunciones de párvulos. Parroquia de San Juan Bautista. ALB 103. Fol. 93 Vto. 240 A.H.P. Albacete. Cementerio. Expediente: Año económico 1878-1879. Caja 112. Tam- bién acta extraordinaria del 7 de julio 1878. 241 A.H.P. Albacete. Cementerio Expediente 1. Caja 112. 242 Ibídem. Expediente 1. Caja 112. 243 Ibídem. Acta levantada por el párroco de San Juan Bautista, don José Mª Sevilla, el 1 de noviembre de 1880.

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Dos familias prestaron la primera campana que se subió a la espadaña de la capilla, en tanto que el municipio pudiera comprar otra. Para sustraer al edifico de las posibles emanaciones maléficas que se pudieran escapar al aire, evitables según el arquitecto Valarino, era preciso dotarlo de un necesario filtro verde. Para remediar el asunto, el 11 de fe- brero de 1880 se compraron 500 esquejes de olmos, cipreses, pinos y otras plantas, procedentes del vivero de Aranjuez244. No obstante, desde el punto de vista de la higiene, tampoco el em- plazamiento del nuevo cementerio fue del total agrado de los facultativos. El doctor Sabater, un empedernido defensor de las teorías ambientalistas, seguía pensando que se había perdido una buena ocasión para situarlo en un terreno de mayor elevación y en un punto cuyo suelo no estuviera, como el que se había elegido, atravesado por someras corrientes de agua capaces de contaminar las de algunas norias y pozos cercanos. Decía de él que era un verdadero “sepulcro blanqueado”245. De todos modos, puestos aquí, nos vamos a acoger a la oportunidad de detallar que el 30 de abril de 1890, don Elías Navarro Sabater envió una instancia al Ayuntamiento solicitando permiso para poder levantar en él un panteón246.

Proyecto de puerta principal para el cementerio247.

244 Ibídem. Libro de acuerdos de Acta 11 de febrero de 1880. Caja 4530. 245 Navarro Sabater. Elías. Apuntes para la Topografía médica de Albacete. Año 1893. Página 308. También Sánchez Torres. Javier. Apuntes para la Historia de Albacete. Pág. 73. Año 1916. 246 A.H.P. Albacete. Actas municipales de 30 de abril y 7 de mayo de 1890. Libro 655. 247 A.H.P. Albacete. Caja 112.

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CLAUSURA DEL VIEJO CEMENTERIO

El viejo cementerio de San Antón se clausuró oficialmente el 30 de junio de 1879 , pero durante mucho tiempo después de haber sido cerrado siguió siendo fuente de conflictos entre el vecindario, derivados tanto de inconve- niencias sanitarias como por excesos emocionales, surgidos a raíz de la toma de decisiones sobre el traslado de los restos hasta el recién construido. Desde los primeros días del traslado los jóvenes de la población ha- bían colonizado su entorno abandonado y el de la ermita, sirviéndose de ellos para realizar carreras, ejercicios ecuestres, juegos de bolos y otros lú- dicos entretenimientos, y eran encontradas las opiniones sobre las posibles irreverencias ocasionadas en el transcurso de ellos, que no eran bien vistas por algunos sectores conservadores de la población. Hasta bien entrado el siglo XX el vecindario, todavía seguía tomando partido en la prensa local sobre conveniencia de hacer la monda definitiva. En vista de ello el alcalde don Abelardo Sánchez García, treinta y un años después, publicó un bando en el que anunciaba que se iba a cerrar, avisan- do que se trasladarían los restos del viejo al nuevo edificio. Decía: “HAGO SABER: Que en vista de que se hallan derruidos la mayor parte de los nichos del CAMENTERIO VIEJO de esta ciudad, y al descubierto muchos de los restos que en él se conservan, ha resuelto esta Alcaldía realizar las gestiones necesarias para que se practique la monda y limpieza del referido Cementerio que fue clausurado en 30 de junio de 1879...para que en un término de cua- tro meses puedan disponer el traslado de aquellos (restos) al CEMENTERIO NUEVO... Albacete 30 de abril de 1910.- Abelardo Sánchez García” 248. El cierre definitivo todavía tardaría en llevarse a cabo algún tiempo, du- rante el cual las distintas publicaciones locales polemizaron y no dejaron de cruzarse acusaciones en pro y en contra de su conveniencia249, hasta que, el 12 de diciembre de 1911, una decisión gubernativa, inserta en el Diario Albace- tense le puso fecha definitiva:“Debiéndose proceder a la monda general y tras- lación de los restos humanos del antiguo Cementerio clausurado de esta Capital al Nuevo de la misma..., he dispuesto que la mencionada monda se verificará a partir del 15 de marzo de 1912. Albacete 12 de diciembre de 1912 (mal fechada como se verá; debía referirse al 1911). El Gobernador, Pablo Plaza” 250.

248 A.H.P. Albacete. Diario Albacetense. Lunes 2 de mayo de 1910. Carpeta 19. 249 Ibídem. Sobre todo los periódicos Diario Albacetense de 2 de mayo de1910; 26-30 de agosto. Carpeta 22; y El Japonés de 28 de agosto de 1911, Carpeta 12. 250 Boletín Oficial de la Provincia de Albacete y Diario Albacetense. 15 de diciembre de 1911. Carpeta 22.

Biblioteca Digital de Albacete «Tomás Navarro Tomás» EPIDEMIAS

Biblioteca Digital de Albacete «Tomás Navarro Tomás» Biblioteca Digital de Albacete «Tomás Navarro Tomás» CÓLERA

El azote del cólera fue el impulsor más importante del desarrollo de la higiene social y el motor de la medicina preventiva del siglo. Se consideraba, como en el resto de las enfermedades microbianas de etiologías desconocidas entonces, que los motivos de su propagación eran la falta de higiene, la pobreza, la suciedad, la desnutrición y un mal estado anímico, causas todas ellas que predisponían a la trasmisión, por lo que era creencia general que los mejores medios para combatirla era atender a las mejoras de la higiene, tales como disponer en las casas de una buena ventilación251, la limpieza y desinfección de enseres domésticos. El desa- rrollo de dichas enfermedades se asociaba a tratar de mejorar las prácticas ambientalistas, desconociéndose que en el caso del cólera el mecanismo de contagio más frecuente fuera por agua. Pero además, la higiene debía de estar ayudada también por un importante poso de espiritualidad, de recta conciencia y vida ordenada, de evitar la tristeza, puesto que la religiosidad y la superstición caminaban de la mano, en su lucha contra las dolencias del cuerpo. No era raro que la clerecía, en los distintos periodos en que se produjeron los contagios, hiciera presente su diagnostico y el remedio con- tra el mal, atribuyendo su origen a un castigo divino, que solía expresar con advertencias como la siguiente: “No se puede dudar que el cólera-morbo en- fermedad que aflige ya a casi todo el mundo conocido y que se conoce por sus estragos dentro de nuestra misma provincia es un evidente castigo del Señor, indignado justamente contra nosotros por la corrupción general de nuestras costumbres...” 252.

251 Aún en el año 1865 se recomendaba luchar contra la invasión que se estaba dando no obstaculizar: “...la libre entrada del aire y su renovación es en todos los casos el medio mejor de oponerse a la acción deletérea de los miasmas epidémicos... en las calles y los edificios”. Boletín Oficial de la Provincia de Albacete, nº 24. 25 de agosto de 1865. 252 Carta del párroco de San Juan Bautista al Gobernador de la provincia, pidiendo que se hiciesen rogativas públicas para detener el enojo divino y evitar el contagio. Albacete 5 de julio de 1834. Caja 151.

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LA EPIDEMIA DE CÓLERA DE 1834

Por entonces Albacete tenía una población cercana a los de 12. 000 habitantes253, y en julio se estaba completando la instalación de su recién creada Audiencia254, que se tenía previsto inaugurarla el día 14. Era el peor momento para que la enfermedad presentara su mortífera entrada en esce- na, pues el acontecimiento que abriría las puertas de la villa al resto de la Nación podía suspenderse o retrasarse si ésta entraba en cuarentena, causa que no permitiría la comparecencia de muchas personalidades de las que estaba previsto que hicieran su presencia en la ceremonia de inauguración. Ante tal eventualidad, las autoridades parecían no tener ningún interés en declarar la existencia de la enfermedad; había que evitar dar la impresión de que Albacete seguía siendo aquella población insalubre e inhabitable cono- cida a comienzos del siglo y de no ofender la decisión tomada por la Corona por haberla designado como sede de la nueva institución. Según las noticias que se venían escuchando en la comarca a finales de junio, el cólera ya se había declarado en Casas de Benítez, a pesar del cinturón sanitario con el que se había protegido a Castilla la Nueva. Para plantarle frente a dicha amenaza, el día cinco de julio, la Junta de Sanidad de Albacete envió al facultativo local don Fernando Chacón a la mencionada villa vecina para que emitiese un informe acerca de la veracidad del rumor. El comisionado, al parecer muy complaciente con los intereses de la auto- ridad y tratando de quitarle importancia al drama, envió su informe desde , en el que aseguraba que las dolencias eran unas “simples diarreas biliosas y serosas”, sin importancia alguna. Casi simultá- neamente, el día nueve, desde Murcia, su Gobernador Civil anunciaba a las autoridades de Albacete que ella y su provincia ya estaban invadidas y les pedía ayuda. La epidemia se había presentado también algunos días antes en varios pueblos de la sierra del Segura, y posiblemente en Albacete ya se estaban dando algunos casos, que al parecer se ocultaron a causa de la discreción con que debía llevarse el asunto. El 16 de julio, dos días después de haber- se instaurado la Audiencia, el Gobernador interino de Albacete, don José

253 A.H.P. Albacete. En un censo hecho para un reparto de soldados el municipio declaraba tener 3000 vecinos (unos 12.000 habitantes). Boletín Oficial de la Provincia de Albacete. 10 de nov. 1835. nº 89. 254 Se instaló en Albacete el 14 de julio de 1834.Ver el excelente trabajo de Carrión Íñiguez. Vicente Pascual. Albacete ciudad de tradición judicial. De la Real Audiencia Territorial al Tribunal Superior de Justicia de Castilla la Mancha. Albacete 2014. Boletín Oficial de la Provincia, jueves 21de agosto de 1834.

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Antonio Cabrera, reconocía que había una “enfermedad que dolorosamente está afligiendo a la Capital de esta provincia” y que dadas las carencias de alimentos del vecindario se proponía celebrar un mercado al aíre libre para evitar aglomeraciones, alejándolo de todo foco de contaminación, para que se pudieran comprar bastimentos sin sortear peligros255. Al pleno muni- cipal del día 19 de julio asistió el Gobernador don Jorge Gisbert, y ante el estrado se reconoció la urgente necesidad de abrazar medidas, que “si bien por una parte pudiera salvar al vecindario de la invasión del cólera, que tan cerca amenaza, no dejasen por otra de tenerse a la mano los medicamentos y auxilios necesarios a los que desgraciadamente fuesen acometidos” 256. En esa misma sesión, el pleno dispuso que se nombraran comisiones para atender a la situación con eficacia. Era alcalde don Diego Ossa Ochoa. Hasta el día 23 de julio las autoridades sanitarias no declararon la presencia del cólera en la capital y al día siguiente la corporación circuló un bando por los barrios ordenando que se hicieran sahumerios con romero, mejorana, tomillo y otras hierbas aromáticas para purificar el aire y preser- var la salud ciudadana, tal y como recomendaba la costumbre que se hiciera en los periodos de epidemia. El 3 de agosto, será el propio Gobernador provincial, don Jorge Gis- pert, quién reconocerá que: “Postrado en cama por haber sido invadido de la enfermedad reinante en esta Capital [ ... ] y estado únicamente ejerciendo don Fernando Chacón, por hallarse enfermo su compañero don Alfonso Ximénez [... ] no puedo menos que manifestar el sentimiento que me ha causado saber que ocurren diariamente bastantes casos desgraciados y funestos porque los invadidos, separándose arbitrariamente del régimen establecido por los fa- cultativos, toman medicamentos nocivos por su naturaleza, o porque hacen excesos de las dosis... Albacete, 3 de agosto de 1834” 257. El mayor representante de la autoridad provincial pedía a la pobla- ción que se surtiera de medicinas en aquellos establecimientos que hubie- sen sido recomendados por las autoridades sanitarias, que evidentemente eran las boticas locales, y que se emplearan las dosis prescritas por los facul- tativos. La mayor parte de los oficiales y funcionarios del Gobierno Civil y

255 A.H.P. Albacete. Boletín Oficial de la Provincia de Albacete. Albacete 17 de julio de 1834. Págs. 248-249. 256 A.H.P. Albacete Libro capitular de acuerdos celebrados en el año 1834. Sesión de 19 de Julio. Caja 96. 257 A.H.P. Albacete. Boletín Oficial de la Provincia de Albacete Jueves 7 de agosto de 1834, página 283. Tres médicos asistían al vecindario de Albacete: el mencionado don Fer- nando Chacón, don Pascual Pérez y don Antonio Ximénez, los dos últimos al parecer enfermos durante los días de la invasión.

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de la Audiencia fueron invadidos por la enfermedad, hasta el extremo que Interior tuvo que nombrar a un magistrado, el señor Moncada, como Go- bernador en funciones. Al haberse agotado las medicinas disponibles, las autoridades locales pidieron al Ministerio del Interior nuevas remesas. No se hizo esperar la respuesta del Gobierno que, con mucho apresuramiento, le hizo llegar a la Municipalidad un cajón con cuatro arrobas de mostaza, una arroba de goma arábiga, dos libras de láudano y otras dos de opio258, pidiendo la Reina Gobernadora que se publicase el envío, temiéndose que se llevase a venta clandestina. Y no solamente en eso quedó la ayuda gubernamental, pues también el día 26, el Gobierno, para atender a los asuntos sanitarios más urgentes, con- cedió al vecindario de la provincia 20.000 reales, procedentes de los 300.000 recaudados para asistir a los damnificados por los terremotos de Murcia. A pesar de que la epidemia parecía estar en su punto álgido, pues algunos de los concejales y oficiales municipales se habían “ausentado” y se tuvo que proceder a nombrar a otros nuevos, el médico don Fernando Cha- cón todavía seguía enmascarando el diagnóstico de aquella epidemia, en la que estaba sumida la villa, reconociéndola como “una colerina benigna” 259, en su afán de encubrir la existencia de tan grave enfermedad. Con la llegada del otoño la enfermedad comenzó a remitir, pues el vi- brión colérico no permanece activo por debajo de los 17º, a pesar de que la bacteria no muere. La última víctima de cólera fue María Francisca López, que murió el 7 de septiembre de 1834. Tras la anotación de su defunción el cura de San Juan, don José García, anotó: Te-Deum Laudamus.260 El 24 de Septiembre la Junta de Sanidad envió un circular a las autori- dades informándoles de que habían pasado ya unos días sin que se presen- taran nuevos casos de invadidos, y era su parecer que debía suspenderse la cuarentena impuesta, para que los vecinos ausentes pudieran regresar a sus casas261. Como la feria había sido suspendida en septiembre, la Reina Go- bernadora, Doña María Cristina, accedió a trasladarla por aquel año hasta el día cinco de octubre262.

258 Ibídem. Sábado16 de agosto de 1834. 259 A.H.P. Albacete Libro capitular de acuerdos celebrados en el año 1834. Sesión de 28 de julio. 260 Archivo Diocesano Libro de defunciones de la Parroquia de San Juan. Año 1831-1834. Libro ALB 83. 261 Ibídem Boletín Oficial de la Provincia de Albacete. Jueves 25 de septiembre de 1834. 262 A.H.P. Libro capitular de acuerdos celebrados en el año 1834. Acta del 17 septiembre. Caja 96.

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En el pleno municipal del 17 de noviembre se hizo recapitulación de los hechos ocurridos durante la invasión y se destacaron las meritorias con- ductas del Gobernador y del Alcalde de la villa: “Que en medio de su descon- suelo no puede menos de asistirle la satisfacción más grande al considerar que por las acertadas disposiciones de los señores Gobernador Civil de esta capital, don Jorge Gisbert, y el digno presidente de este Ayuntamiento don Diego Ossa Ochoa, se abrieron las puertas a los templos de la caridad y consuelo para el socorro de los pobres y asistencia a los enfermos” , para seguidamente pasar a destacar el esforzado y el meritorio papel ejercido por el médico don Fer- nando Chacón: “de quien todo elogio en el sentir de la Corporación, le pare- cería no ser bastante para conducirle al punto de premio que se ha ganado, porque despreciando su comodidad y hasta su propia existencia corrió día y noche a visitar el excesivo número de enfermos, esmerándose en particular con los de la clase proletaria (sic), propinarles, ayudarles con las medicinas más adecuadas y siendo, en una palabra, su único consolador [...]; el Ayunta- miento quisiera desde luego corresponderle de un modo indeleble con pruebas de gratitud que sobre quedar asegurada la asistencia de los enfermos proleta- rios, presos de la cárcel y Santo Hospital”, a quien que se le concedió de por vida la plaza de titular dotada con quinientos ducados anuales. Para pagar- los el Ayuntamiento tuvo que comprometerse a arrendar algunos baldíos y dos cuartos de la dehesa carnicera. Aunque las estadísticas no son fiables, pues es el resultado apresura- do de un recuento que no incluye a párvulos y a otros, a causa del cólera murieron en este periodo 225 hombres y 134 mujeres. Entre ellos el médico don Antonio López Tello; su viuda Eleuteria Pastor, el 7 de mayo de 1864, solicitaba del Ayuntaiento una gratificación de mil reales por “la asistencia asidua y gratuita” prestada al vecindario durante la invasión colérica.263

EL CÓLERA DEL AÑO 1855

En la reunión extraordinaria de 11 de mayo de1855 celebrada por el Cabildo, con asistencia del Gobernador Civil, don José Cañizares, dipu- tados provinciales y miembros de la Junta Provincial de Sanidad, se trató de la necesidad de plantear la defensa contra la invasión del cólera que se adivinaba próxima, pues ya se habían contagiado algunos pueblos de Jaén y

263 A.H.P. Albacete. Eleuteria Pastor viuda de don Antonio López Tello, presentó una ins- tancia al Ayuntamiento pidiendo ayuda económica por no poder sobrevivir. Caja 123. Expediente 2. También acta municipal de 28 de junio de 1864. Caja 100.

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Madrid264. Mediante una circular enviada por el Gobernador a la Comisión de Instrucción pública, firmada el día 14 de julio, daba permiso para que se suspendieran las clases “por el desarrollo del cólera morbo que desgraciada- mente nos amenaza”. La máxima preocupación de las autoridades consistía en plantarle cara a la enfermedad fortaleciendo la higiene pública, tratando de hacer desaparecer los puntos insalubres de la villa pues: “el origen del mal es la nin- guna limpieza de los edificios...sumideros, descubiertos, basureros que son los focos de infección, cuyos gérmenes deletéreos son conocidamente perjudiciales a la salud pública...” 265. La población estaba completamente saturada de puntos negros infec- tos y muy pocas casas gozaban de condiciones higiénicas medianamente aceptables. Las prácticas de limpieza corporal eran costumbres más propias de familias acomodadas que de la población obrera. El jabón era un lujo al que pocas veces llegaba el vecindario, en su mayor parte compuesto por jornaleros. Lo normal era que en épocas de epidemias se utilizase la lejía de ceniza para desinfectar la ropa y los enseres domésticos. Para conseguirla se quemaba la madera, generalmente la de encina, por ser más dura y esti- mada por ser de la de mejor calidad; a continuación se disolvían las cenizas en agua para ser posteriormente filtrada. La mezcla resultante era utilizada para desinfectar. Aquellos desgraciados periodos, fueron testigos de la más atroz deforestación que se produjo en el entorno albacetense. Don Elías Na- varro Sabater en su “Memoria” censuraba esta práctica que consiguió des- nudar de encinas la provincia: “No olvidemos que nuestra provincia (rubor causa recordarlo) ha perdido gran parte de su riqueza forestal, quemando corpulentas y seculares encinas, para obtener ceniza que valía una peseta, cuando no era arrebatada por el viento”. En los periodos previos en los que la enfermedad amenazaba, las ins- tituciones municipales y provinciales se esforzaban por acudir en socorro de los desposeídos e incrementar y fortalecer los mecanismos sanitarios de la población, pues el peligro se hacía general para todos. La enfermedad ya no era una cuestión individual. El propio Gobernador reconocía en sus escritos que la enfermedad no respetaba clases sociales y todo el vecindario sufriría sus consecuencias: “El mal ha recorrido simultáneamente todas las clases de la sociedad, sembrando el luto y la desolación por todas partes”.

264 A.H.P. Albacete. Acta de la sesión extraordinaria de 11 de mayo de 1855. Caja 99. 265 A.H.P. Albacete. Acta de 15 de julio de 1855. Caja 99.Ver también el Boletín Oficial de la Provincia de Albacete, miércoles 18 de julio de 1855. Nº 85.

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En la segunda mitad del mes julio, el contagio, que ya había asolado la pequeña aldea cercana llamada Miralcampo, dejó sus primeras muestras en la capital. El 23 de julio, el Gobernador provincial, don José Cañizares, daba a conocer el estado de la villa en un informe que dos días después se publicó en las páginas del Boletín Oficial de la Provincia. En ellas anunciaba que “...ya es un hecho tristemente cierto que estamos hoy sometidos a su mortífera influencia. , Valdeganga, , Navas de Jorquera, Fuen- santa, Madrigueras, Villalgordo del Júcar, Albacete y algún otro pueblo sufren más o menos gravemente los terribles efectos del mal”, comprometiéndose, de paso: “…para que los enfermos pobres de esta Capital sean inmediata y oportunamente asistidos por los profesores del arte de curar y se les faciliten gratis medicinas y alimentos de todas clases...” 266. Seguidamente, para poder enfrentarse a la enfermedad y a la defensa del vecindario se pasó a dividir la villa en tres distritos. El barrio de San Agustín que sería competencia del doctor don Diego Fernández. El segundo barrio, San José, quedaba a cargo del médico don José Pérez; el barrio de San Francisco, se dejaba a la compe- tencia del doctor don Roque Barrau. A pesar del estado de contagio en que se encontraba la villa, según el testimonio del Gobernador, el párroco de San Juan, don Juan Martínez Soriano, seguía sin darse por enterado de la invasión de cólera que estaba sufriendo la villa y continuaba anotando en el libro parroquial de defuncio- nes, “murió a causa de un dolor” 267. Cuando fue sustituido por otro sacer- dote, don Sebastián Medina, su primer asiento, hecho el 28 de julio y en los sucesivos ya anotó “cólera” como la causa de los fallecimientos268. Por su parte la Diputación también dio permiso al Ayuntamiento para echar mano de los fondos que se estimasen precisos para auxiliar al vecindario, sin hacer distinción de los capítulos a los que los se hubieran podido destinar previamente. Aquella invasión del año1855 la apreciaron los médicos como muy desigual, con periodos de crecimiento y retroceso frecuentes. Es la consi- deración que tuvieron siempre presente las autoridades, coincidente con la posibilidad de celebrar o retrasar la feria anual, decisión que se estuvo va- lorando hasta mediados del mes de agosto, en el que, finalmente, en sesión extraordinaria del Ayuntamiento, con la asistencia del Gobernador Cañi- zares y del Diputado a Cortes don Cristóbal Valera, se optó por aplazarla

266 Archivo Municipal. Albacete. Miércoles, 25 de julio de 1855. Caja 99. 267 Archivo Diocesano. Parroquia de San Juan Bautista. Libro de defunciones 1855-1859. ALB. 86. 268 Ibídem. 28 de julio de 1855 y siguientes.

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y esperar hasta ver cómo se desarrollaban los acontecimientos269. La feria septembrina siempre ha sido un motor importante para la economía local y el Ayuntamiento trató de quemar etapas en uno de esos periodos que pare- cía haber remitido el contagio. El panorama que ofrecía el mal el 12 de septiembre daba muestras de que ya la invasión había cesado y el cabildo propuso para el día 16 una reunión extraordinaria presidida por el alcalde Cristóbal Sánchez, para de- clarar su final. En dicha sesión se le dieron las gracias al Gobernador por sus desvelos durante el contagio, declarándolo como hijo adoptivo de la villa por su constante “presencia en el Hospital provincial, casas particulares, en la de Expósitos, en la de Mendicidad, cárceles y hasta en el Cementerio...”. El cese de la epidemia le fue comunicado al vecindario al día siguiente mediante una sentida nota informativa firmada por don José Cañizares y Pastor, impresa en el Boletín de la Provincia, que decía: “Cincuenta y cuatro días van trascurridos desde que se declaró oficialmente el cólera-morbo en esta Capital. En el transcurso de ese tiempo ha sufrido este pueblo todos los horrores de que trae consigo esta enfermedad. Familias enteras han sido vícti- mas de ella; y muy pocas son las que no tienen que lamentar la muerte de un padre, hijo o de un amigo. Ni las reglas higiénicas prescritas y más severamen- te observadas, ni la previsión más constante han bastado para neutralizar su mortífera influencia. El mal ha recorrido simultáneamente todas las clases de la sociedad, sembrando el luto y la desolación por todas partes...” 270. También se repartió por la villa como hoja suelta. En sección aparte se anunciaba que “habiendo desaparecido afortunadamente la epidemia de cólera-morbo, se acuerda trasladar la Feria del 7 al 17 de octubre. No obstante la Junta Pro- vincial de Sanidad prohibió que se comunicase a la prensa de las provincias vecinas y a la nacional el cese del contagio. La razón parece evidenciarla el libro de defunciones de la villa, pues el 20 de septiembre todavía figuran registros de fallecimientos por cólera y “cólicos”.

269 A.H.P. Albacete. Acta 16 de agosto de 1855. 270 A.H.P. Albacete. Boletín Oficial de la Provincia. Lunes 17 de septiembre de 1855.

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Bando de la milicia albacetense invitando al vecindario a rogar por las víctimas ocasionadas por el cólera271

Aunque el Gobernador exigió mediante una circular enviada a todos los médicos y alcaldes de la provincia que le presentaran una nota esta- dística sobre fallecimientos y el estado sanitario de los pueblos, no hemos podido consultar ninguna.

EL COLÉRA DE 1865

La epidemia de cólera de 1865 afectó con mucha virulencia a las pro- vincias del Levante y algunas del interior, siendo Albacete una de ellas. Aun- que desde finales de 1864 se estaba esperando la invasión, no sería hasta el verano del año siguiente cuando hizo su presencia en la ciudad. Los primeros casos de cólera que se conocieron se dieron en Valencia, desde donde la enfermedad no tardaría en penetrar en la capital albaceten- se. Al atardecer del día 31 de julio de 1865, un tren procedente de Valencia tuvo que detenerse en la estación para que pudiesen bajar un militar que viajaba con sus sobrinas, dos menores con síntomas de estar contagiadas,

271 A.H.P. Albacete. Expte. Cólera 1855. Caja 151.

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aunque finalmente parece que el diagnostico no pudo confirmarse. Ante la sospecha de amenaza, la ciudad sobreexcitada reclamó medidas urgentes a las autoridades municipales, que dieron cuenta del caso al Gobernador, quién seguidamente procedió a elaborar un plan de emergencia, reuniendo a los miembros de la Junta de Sanidad para tomar acuerdos sobre la manera de defenderse y de enfrentarse al contagio. La Junta decidió nombrar a don José Sabater, teniente de alcalde y tío de don Elías, como encargado de or- ganizar un plan de protección para la ciudad. La primera medida consistió en elegir dos lazaretos alejados conve- nientemente del centro para trasladar allí a los infectados. Se acondiciona- ron para el caso dos edificios de los que siempre se había echado mano: el edificio ferial y la vieja tenería, situada en el paseo de San Sebastián elegida precisamente por su cercanía a él y por estar suficientemente alejada de la ciudad a “140 pasos de la última casa, de las tres que hay en las afueras y estar aislada de todo edificio”272 . Inmediatamente se dividió la ciudad en cuatro distritos, teniendo en cuenta las instrucciones enviadas por el Ministro de la Gobernación a las autoridades provinciales y locales, para prevenir y contener el desarrollo de la epidemia, en el caso de que se presentase en aquellas poblaciones que tuviesen establecida la asistencia domiciliaria273. Conforme a la normativa establecida, los médicos titulares se ocupa- rían de los cuatro distritos en que se dividió la ciudad: don Elías Navarro Sabater se encargaría de los distritos de San Juan y de San Francisco, agre- gados al hospital provisional instalado en el recinto ferial, mientras don Octaviano se haría cargo de los barrios de San José y de San Agustín, que quedaban sujetos a la vieja tenería. Los dos médicos estaban auxiliados por dos religiosas, por ayudan- tes sanitarios y miembros de la policía urbana nombrados por el Ayunta- miento. Fueron tiempos muy duros para los facultativos. Además de su traba- jo asistencial, en el tiempo que tenían libre, con gran esfuerzo y con el fin de evitar la propagación, también se responsabilizaron de inspeccionar la ciudad tratando de localizar los focos infecciosos, supervisar la higiene y fumigaciones de las casas, especialmente las cuevas de las familias más po- bres y atender a la vigilancia de los pasajeros que llegaban por el ferrocarril de las vecinas provincias de Alicante y Valencia que ya se habían declarado puertos sucios. Por tanto, el descanso durante este episodio les estuvo veda- do a los sanitarios.

272 A.H.P. Albacete. Acta municipal de 1 de agosto de 1865. Expte. 7. Caja 100. 273 Boletín Oficial de la Provincia de Albacete de 26-28 y 30 de agosto de 1865.

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El alcalde, el párroco y algunos concejales se encargaron de la tarea de recomendar y ejercer una “vigilancia moral” sobre el vecindario que evitase excesos en sus costumbres y atender al control del consumo de los artículos considerados perniciosos para la salud, por ejemplo: el consumo del vino local de la cosecha del año quedó prohibido, así como la venta de carne de cerdo o comer pan amasado con mezcla de harina de trigo y cebada, inter- venir la venta de alimentos en malas condiciones, etc. y extremar la vigilan- cia de las medidas sanitarias, sobre focos poco saludables. Controles todos ellos, que trataban de evitar la desgracia, en caso de que la población llegase a ser invadida, que no tardaría en estarlo. Pese a todas las consideraciones expuestas, el mal se extendió pronto por la ciudad. La primera anotación registrada en el libro de defunciones por cólera en la parroquia San Juan fue la del vecino Lucas Sánchez, el día 12 de agosto, nómina a la que se fueron sumando otros afectados en los días sucesivos.

Bando sanitario municipal re- cordando algunas ordenanzas vigentes, intentando prevenir la epidemia de cólera. Año 1865274.

274 A.H.P. Albacete. Expte. Cólera 1865. Caja 151.

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Ese mismo día la Municipalidad hizo pegar un bando en los lugares habituales reclamando medidas higiénicas, y la máxima autoridad provin- cial, don Cándido Donoso, decidió retrasar la feria septembrina hasta octu- bre, para finalmente suspenderla. El 16 de agostó, por Real Orden, la Reina mandó que el teniente de al- calde don José Sabater, nombrado para dirigir y organizar las labores de con- tención y prevención de la epidemia, fuese destituido de su cargo por haber huido precipitadamente de la ciudad al primer amago de peligro personal”... por motivo de la enfermedad que por desgracia le aflige a la ciudad...” 275 y fue sustituido por otro concejal, don Juan Antonio Molina. La invasión colérica fue espantosa; la situación llegó a tantas que los médicos titulares enfermaron, y el día 27 de agosto se tuvo que contratar interinamente a dos facultativos nuevos, a don Diego Fernández López y a don José Pérez Sánchez. Ante el recrudecimiento de enfermedad, y a causa del contrato de los dos nuevos facultativos, el recién nombrado encargado de la Junta de Sanidad tuvo que hacer un nuevo reparto de los distritos, hasta el restablecimiento de los médicos que permanecían enfermos. A don Diego se le asignó el barrio de San Agustín, y a don José Pérez el de San José, que antes había estado a cargo de don Octaviano. A pesar de todo no se pudo contener el pánico, que cundió de tal ma- nera entre algunos médicos y cargos municipales de la ciudad por aquellos días, que terminaron por abandonar sus puestos de responsabilidad. En aquéllos momentos de gravedad a comienzos de septiembre, como era el que atravesaba la ciudad, es cuando don Octaviano Griñán demostró, una vez más, el alto grado de dignidad profesional que siempre le recono- cieron los albacetenses, no dejando de cumplir con sus obligaciones. Ante el abandono de algunos de sus compañeros no dudó en ponerse al servicio del vecindario dentro y fuera de su zona de competencia, siempre que la asistencia no estuviera enfrentada a los legítimos deberes contraídos con sus propios pacientes. Pese a que miembros de su familia murieron con- taminados por el vibrión, no le restó tiempo a sus obligaciones ni dejó de atender a enfermo alguno. Así lo hizo saber al alcalde y a la Corporación municipal el día que debía de haber comenzado la tradicional feria septembrina: “...Pero creo que es mi deber manifestarle que a enfermos que tienen su médico y se niegan a prestar su asistencia para la que se comprometió al aceptar igualas, no se les obligue a cumplir con su compromiso echando las cargas sobre los titulares que no tienen para con él el cumplimiento de los suyos... Pongo en su conoci-

275 A.H.P. Albacete. Acta municipal del 16 de agosto de 1865. Expte. 7. Caja 100.

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miento que puede disponer de mi persona y mis conocimientos profesionales en todos los barrios y a todas horas, haciendo la debida salvedad entre la que como titular me corresponda dentro de mi barrio y lo que solo sea en servicio de Vd y esa Municipalidad. Albacete 7, de septiembre de 1865. Octaviano Griñán 276. Todo el vecindario, clero, y batallón provincial de la ciudad de Alba- cete se pusieron frente aquel terrible mal. Al Gobernador de la provincia se le pidió que destinara diez mil reales de los fondos destinados a calamida- des públicas, con el fin de poder socorrer a las familias más humildes. Muchos hogares habían quedado en el mayor desamparo y se estuvo pen- sando en pedirle a la Reina, “algún dinero para ayuda a los menesterosos” 277, que les correspondiese de un fondo de 100.000 escudos, que con cargo a los pre- supuestos generales destinó el gobierno para socorrer a las familias pobres afectadas por el cólera, petición que finalmente se cumplió. En pleno brote epidémico surgió una nueva tragedia que vino a au- mentar el dolor del vecindario. En las últimas horas de la tarde del 22 de septiembre, grandes nubarrones se acercaron anunciando una tormenta que no tardó en descargar sobre la población. Muchas casas se inundaron y perecieron miembros de aquellas familias que las ocupaban, sobre todo los de las cuevas situadas en las inmediaciones de la puerta de Murcia y en las eras de Santa Bárbara278. Pero también fue considerable el número de viviendas afectadas que quedaron inhabitables, causa que vino a agravar más, si cabe, la situación. Ante la gravedad que revistió el contagio y el problema de subsisten- cia que castigaba a la mayor parte de las familias, que quedaron en el más absoluto desamparo, se pensó en asistirlas echando mano de los primeros fondos que pudiesen recaudarse acudiendo a la caridad del vecindario, en espera de otros que pudiera conceder el Gobierno. El Ayuntamiento también creyó conveniente abrir una suscripción general para acudir al “socorro de pobres y necesitados durante la época cala- mitosa por la que estamos atravesando”, cuenta que se entregó a la Junta de Sanidad, que en parte sirvió para pagar a los farmacéuticos, las fumigacio- nes y desinfecciones que se venían realizando en los hogares atacados por la enfermedad, y fueron pocos los que quedaron sin ser invadidos.

276 A.H.P. Albacete. Ofrecimiento de don Octaviano de sus servicios al Ayuntamiento. Caja 151. 277 Ibídem. Acta municipal de 20 de septiembre de 1865. Expte. 7. Caja 100. 278 Ibídem. Acta de 27 de septiembre de 1865. Caja 100.

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Anuncio de remedios para el cólera en el Boletín Oficial de la Provincia. 30 Agosto de 1865.

La desinfección de viviendas se hacía utilizando el ácido sulfuroso, un antiséptico ya conocido desde la antigüedad. Solía quemarse la flor del azufre en unas proporciones de 30 a 40 gramos por metro cúbico, dividien- do previamente la casa ya cubicada por habitaciones y a cada una de ellas se le hacía corresponder con la cantidad necesaria. Los habitáculos debían permanecer cerrados completamente evitando que los vapores sulfurosos escapasen por los orificios abiertos. Los hospitales provisionales estaban saturados y apenas se les podía proporcionar comida ni remedios a los enfermos; la miseria, el dolor y la muerte eran los protagonistas principales de aquel escenario; médicos y auxiliares apenas les quedaba tiempo para atender a sus propias familias y menos a descansar. Don Elías, como quedó dicho, llegó a enfermar y se vio obligado a apartarse de su trabajo unos días, en los que fue sustituido por el cirujano natural de El Pozuelo, don Pedro Sevilla, que finalmente moriría víctima del cólera algunos días después, el 9 de octubre, a la edad de 59 años279. A su funeral asistieron buena parte de las autoridades municipales y fue ocasión para que la Junta Provincial de Sanidad le reconociera sus me- ritorios desvelos en el auxilio de los enfermos con un acto especialmente entrañable. Extinguida ya la epidemia, su viuda, Doña Josefa Serna, el 30 de diciembre, solicitó del Ayuntamiento la concesión de una indemnización por los servicios prestados por su marido280. El acta de 19 de julio de la Junta Municipal de la Beneficencia nos informa de que don Pedro Sevilla había

279 Archivo Diocesano. Albacete. Parroquia de San Juan Bautista. Defunciones. Años 1859- 1872. ALB 87. Folio 18-b. 280 A.H.P. Albacete. Acta de 30 de diciembre de 1865. Caja 100.

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muerto “...por azarosas circunstancias del cólera morbo asiático, habiendo salvado de aquella catástrofe a muchos pobres necesitados, que hoy existen y merecido por ello el nombramiento de interino en sustitución de uno de los ti- tulares, que desgraciadamente fue azotado de la misma enfermedad, y desem- peñado dicho cargo a satisfacción de los individuos del Ayuntamiento y demás autoridades que tuvieron ocasión de admirar su esmero y cuidado durante el tiempo más crítico de aquella destructora invasión...”. Por dichos servicios se le concedió a su viuda una recompensa de 200 escudos, además de costearle la carrera de medicina a su hijo, que el Gobernador don Cándido Donoso aprobó en enero de 1866281.

Oficio del alcalde pidiendo a los vecinos de Albacete ausentes que demorasen su regre- so, hasta la total extinción de la epidemia.282

281 A.H.P. Albacete. Actas Junta Municipal de la Beneficencia. Hospital de San Julián. Caja 126. También, Expte. 3. “Médicos 1871-1895”. Caja 533. 282 A.H.P. Albacete. Comunicado del pidiendo a los vecinos ausentes que retrasasen su regreso unos días pues todavía no estaba extinguida la epidemia. 20 de sept. de 1865. Caja 151.

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Desde el 11 de octubre fue disminuyendo la infección, la bajada de las temperaturas empezaba ya a neutralizar la actividad del vibrión. No obstante el Gobernador tomó la decisión de que se imprimiera una nota en la que se les pedía a los vecinos ausentes que retrasasen su vuelta, pues a pesar de que estaba mejorando la situación, todavía la ciudad no estaba totalmente limpia de contagio. Finalmente se decidió suspender definitivamente la feria. A partir del 15 de octubre no conocemos ningún registro de fallecimiento por cólera. Tras unos días sin producirse casos de contagio el Gobernador, con fecha 4 de noviembre, pidió permiso al Ministro de la Gobernación para celebrar una misa solemne con Te- Deum al Todopoderoso por haber ter- minado la epidemia, petición que aceptó la Reina283. El Gobernador remitió el día 8 a las autoridades municipales el per- miso real, que publicaron mediante un bando, convocando a la población a celebrar la misa de acción de gracias para el día 12. Aquella noche hubo volteo general de campanas. El día 12, a las 10 de la mañana se celebró una misa solemne con ser- món y Te-Deum en la parroquia de San Juan. A la salida del acto litúrgico se formó un desfile de vecinos que iba acompañado por la banda de música y abundante cohetería. En las calles se pusieron colgaduras y las más cén- tricas se iluminaron por la noche. A las tres de la tarde se sacó en procesión a la patrona local, la Virgen de los Llanos y de nuevo la música volvió a ocupar la tarde en la ciudad. Al día siguiente se les ofreció una comida a los pobres e impedidos en el edificio de la feria y a los presos de la cárcel. El Ayuntamiento no se olvi- dó de agasajar a los acogidos en el hospital, la casa de maternidad y el asilo, ni a los huérfanos causados por el cólera, a los que también se les dio una limosna en dinero, procedente de la lotería, que habían organizado para tal fin varias damas de la buena sociedad local. Libre del intenso trabajo que tuvo que soportar durante los pasados meses, don Elías Navarro Sabater, el 28 de noviembre, pidió permiso para asistir en Barcelona a la boda de su hermano Octaviano, que el Ayuntamien- to no le pudo negar. No obstante fue un permiso que tuvo que interrumpir precipitadamente sin completarlo, pues el caso Hoffmann, como veremos, reclamaba su presencia en Albacete. El 16 de septiembre de 1866 abrió sus puertas el Instituto Provincial de 2ª Enseñanza con un acto inaugural al que asistieron los personajes más distinguidos de las clases sociales locales. En el discurso inaugural del nue- vo curso el director, don José María Sevilla, párroco de San Juan y hermano del difunto don Pedro Sevilla, recordaba: “...que el 16 de septiembre del año

283 A.H.P. Albacete. Expedientes diversos de Beneficencia y Sanidad. Caja 151.

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anterior, la capital estaba casi desierta, el sol no lucía con su acostumbrada esplendidez y en el anuncio del nuevo día nos traía al corazón nuevos dolores por la pérdida repentina del amigo y del pariente” 284. Con el cese de la epidemia fueron muchos los interrogantes que se abrieron buscando alivios para impedir la repetición de la pasada catástrofe. El Gobernador provincial, don Cándido Donoso, necesitaba infor- mación sobre cuáles habían podido ser las causas morbosas que favorecie- ron el desarrollo de aquella epidemia colérica, pues tenía que remitirla al Sr. Director General de Sanidad, que se la demandaba con fecha 31 de enero de 1866. La autoridad provincial como presidente de la Junta de Sanidad inició un sondeo de encuentros sobre el tema, y las primeras opiniones que reclamó fueron las de los médicos, don Elías Navarro Sabater y don Octa- viano Griñán, quienes pusieron sobre la mesa sus impresiones de campo participándole que los factores de prevención que habían de tenerse en con- sideración para tratar de evitar el desarrollo de la epidemia y enfermedades en general eran:

“1º.- Atención preferente sobre los grandes focos de miasmas nocivos que rodean la población por el movimiento de las tierras que se había hecho para construcción de vías férreas. Por los hoyos practicados en las huertas en las afueras de la ciudad para extraer arena con objeto de construir edificios y por la falta de limpieza de sus balsas. Por haberse cultivado e inutilizado los desaguadores del Canal. 2º.- Por la falta de limpieza del Val-General al atravesar la estación del ferrocarril. 3º.- Por la mala situación del cementerio que carece de las mínimas condiciones de salubridad. 4º.- Mala situación de los muladares, frecuentemente situados dentro de la ciudad. 5º.- La forma de vivir de las clases más pobres, hacinados sus individuos en pequeñas casas y en las muchas cuevas sin ventilación que hay. 6º.- Por el descuido en el surtido de aguas potables en esta ciudad, cuya conducción se hace por una cañería que no tiene la solidez necesaria y tiene mucha roturas (era muy somera y liviana, solían romperla con demasiada frecuencia los carros con sus ruedas de hierro), causa por la que no con- serva la necesaria limpieza, observándose que en algunas de ellas se lavan diariamente ropas sucias, mezclándolas con disoluciones de jabón. Porque el

284 A.H.P. La Musa, miércoles 26 de Septiembre de 1866. Nº 8. Revista periódica semanal que se publicaba cuatro veces al mes. Libro 182.

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depósito del agua, tiene disposición para recibir agua de manantiales de otra procedencia y de peores condiciones”.

Dichos puntos y propuestas de solución eran en los que ambos médi- cos ya venían incidiendo en el pasado, reclamando continuamente la urgen- te atención de las autoridades municipales, sin que fueran adecuadamente atendidos. Con ellos sobre la mesa, el Gobernador los trasladó a la Dirección General y al alcalde para que la Municipalidad atendiese con más esmero a la salud pública. A este plan urgente de actuaciones que proponían ellos, se comprometía personalmente el alcalde a favorecer:

“1º.- Desecar los puntos bajos inmediatos a la ciudad dándole salida a las aguas estancadas. 2º.- Limpiar los sitios donde se produzcan los miasmas mefíticos. 3º.- Alejar de la población el cementerio existente y activar la construc- ción del nuevo que estaba propuesto. 4º.- Separar hasta 2000 metros en dirección norte los muladares exis- tentes en el interior de la población. 5º.- No permitir la vivienda en cuevas a las clases menesterosa y facili- tar viviendas más dignas dispuestas de la ventilación y el aseo necesario. 6º.- Vigilar escrupulosamente las cañerías y depósito de las aguas para el consumo público” 285.

Animadas las autoridades españolas por las recientes innovaciones incorporadas por la investigación médica en Inglaterra y otros países eu- ropeos, el Ministerio de la Gobernación solicitó de las autoridades provin- ciales informes estadísticos286, pues se pretendía componer un gran corpus informativo que resaltase y determinase las posibles causas generales que, habiendo coincidido en varios puntos, pudiesen explicar la presencia y de- sarrollo de la enfermedad. Las nuevas corrientes de investigación que ve- nían de Europa así lo demandaban. En España se resolvió con la R.O de 28 de agosto de 1866287 por la que el Ministerio de la Gobernación obligaba a los médicos-cirujanos a suministrar a los gobiernos civiles todos los datos a estadísticos que les fuesen solicitados, organismo encargado de procesarlos

285 A.H.P. Albacete. Expediente alcantarillado. Oficio de la Junta de Sanidad nº 215 de 5 de abril de 1866. Caja 215. 286 Ibídem. Oficio de la Junta de Sanidad, nº 342. 287 Boletín Oficial de la Provincia de Albacete. Nº 34 de dicho año.

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y relacionarlos con las incidencias de la salud. En consecuencia, los médicos cirujanos Sabater y Griñán, obligados a contestar el interrogatorio propues- to por el Ministerio, nos ofrecen una instantánea del Albacete de aquel año de 1866. Decía: “Numero de almas de la ciudad.- 17.088. Situación topográfica.- Llana y despejada. Calidad del terreno.- Arcilloso. Productos naturales espontáneos.- El esparto. Los que se obtienen por cultivo.- Trigo, cebada, centeno, avena, maíz, patatas, hortalizas, con algún azafrán. Ríos y arroyos.- El Júcar, distante 20 kilómetros. El canal de desecación de María Cristina, distante 1 Kilómetro y sus afluentes, Salobral, Estanca- dilla, Ojos de San Jorge, Acequión , Fuentes del Charco. Las aguas potables pero cargadas de sales. Altura sobre el nivel del mar.- 682 metros. Vientos reinantes durante la epidemia.- S.E. y S.O. Dominantes más los primeros. Accidentes atmosféricos en el mismo periodo.- 18 días despejados y 49 con nubes. Temperatura en grados Réaumur durante el mayor desarrollo del cóle- ra. 16´4 grados (Aproximadamente 20’500 grados C) 288.

La estadística relativa a los fallecimientos ocurridos de cólera y muer- tes comunes en la capital durante los años 1863, 1864 y 1865 le fue encar- gada por el Gobernador Civil a don José M. Sevilla, Director del Instituto de Segunda Enseñanza. La relación manuscrita de fallecidos por cólera en Albacete entre el 12 de agosto, en que se dieron los primeros casos y el 15 de octubre (ambos inclusivos) en que se produjo el último, fue la siguiente:

VARONES FALLECIDOS TOTAL: 80 De 10 a 25 años. 10 De 25 a 40 años. 21 De 40 en adelante. 49 De los cuales eran: Casados. 50 Solteros. 19 Viudos. 11

288 Ibídem. Expediente Cólera de 1865. Caja 151.

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Por ocupaciones: Labradores. 1 Capacidades. 2 Artistas e Industriales. 1 Sirvientes domésticos. 2 Sin ocupación. 74

HEMBRAS FALLECIDAS TOTAL: 113 De 10 a 25 años. 16 De 25 a 40 años. 40 De 40 en adelante. 57 De las cuales eran: Casadas. 70 Solteras. 21 Viudas. 22 Por ocupaciones: Sin ocupación 113 Párvulos de ambos sexos. 97

TOTAL MUERTOS POR CÓLERA 290

Por enfermedades comunes se produjeron 309 fallecimientos. La morta- lidad total anual incluyendo fallecimientos por cólera (290) + enfermedades comunes (309) + por el movimiento natural de la población (345). Suma total, 944 fallecimientos en el año 1865 289.

Si bien toda la población quedaba expuesta a la infección, entre el vecindario se ponía de manifiesto que donde mayores estragos causaba era entre las mujeres, los desempleados y las clases más humildes. Pasado el temible azote colérico, en consideración a sus trabajos de asistencia a los enfermos y a su cooperación durante las inundaciones del 22 de septiembre, el Gobierno Civil le comunicó a don Elías la R.O. de fecha 21 de abril de 1866, que disponía que se le dieran las gracias y se le hiciera mención honorífica en el Boletín Oficial de la Provincia290 por los servicios prestados en la capital.

289 A.H.P. Albacete. Expediente Cólera. Año 1865. Caja 151. 290 A.H.P. Albacete. Agradecimiento a don Elías y a otros, Boletín Oficial de la Provincia. Miércoles 9 de mayo de 1866. Nº 134.

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CASO HOFFMANN

La muerte de un profesor universitario y su esposa, naturales de Ba- viera, durante la invasión colérica del año 1865, dio a conocer a Albacete en varias ciudades alemanas y francesas por alguna prensa sensacionalista. Los hechos que relataban ocurrieron entre el 26 al 31 de agosto, días en los que murieron Luisa Hoffmann y su esposo el profesor don Joaquín Leonardo Hoffmann (inscrito como Juan en varias dependencias munici- pales, seguramente por desconocimiento del idioma del personal que lo atendía), que dieron lugar a que durante algunas semanas algunos medios alemanes y franceses publicaran la noticia calumniosa diciendo que los es- posos Hoffmann habían sido envenenados intencionadamente en los cen- tros sanitarios, donde fueron acogidos en la ciudad de Albacete, por negar- se a pagarle al médico que les había atendido291. La noticia que publicó la prensa sensacionalista circuló por algunas de las capitales europeas la mayor parte del mes de octubre. Toda una fa- lacia que seguramente no pretendía otra cosa que añadir una página negra más al estereotipado romanticismo europeo del bandolerismo español. Tratando de parar el infundio, el cónsul de España en Baviera infor- mó al Ministerio de la Gobernación español de las noticias que iban apa- reciendo: “...desde algunas semanas los periódicos se ocupan de la suerte de los esposos Hoffmann, naturales de Baviera, que según dichos periódicos han sufrido una muerte misteriosa en Albacete en los últimos días del mes de agos- to...”, ofreciendo notas como: - La anteriormente dicha de que habían sufrido una muerte misterio- sa en Albacete. - Que los referidos esposos atacados de cólera en Albacete habían sido tratados con el mayor descuido. - Que la señora Hoffmann había muerto en la pensión El Reloj, de la calle Salamanca, el 27 de agosto de 1865, a las 5 de la tarde. - El Doctor Hoffmann había rehusado pagar al médico titular de Al- bacete, don José González, una determinada cantidad y en represalia el mé- dico le envenenó con una píldora. Consciente de la falsedad de la noticia, el Gobierno por medio del Subsecretario comunicó la noticia al Gobernador y al alcalde de Albacete para que defendieran el caso y la dignidad de la ciudad desmintiendo di- chos infundios ante la opinión pública nacional y europea. Para ello ponía la prensa del Estado a la disposición de las autoridades provinciales y loca- les. También recomendaba acallar con urgencia dichos rumores invitando

291 A.H.P. Albacete. Expediente Hoffmann. Caja 151.

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al Subdelegado de Sanidad y a la clase médica local a emitir una contunden- te y aclaratoria declaración oficial. Un militar, el teniente Frey, casi con seguridad familiar del matrimo- nio, tratando de vindicar la memoria de sus parientes y, tal vez, tratando de hacerla rentable, llegó a Albacete para entablar un proceso judicial contra los médicos y autoridades, responsables de la sanidad municipal. Los hechos tal y cómo los contaron los testigos ante el juez de instruc- ción, sucedieron de muy distinta manera, y así se recogieron en las actas judiciales. El día 26 de agosto, de regreso hacia Madrid, el profesor y su espo- sa se sintieron indispuestos entre las 19 y las 20 horas y se bajaron en el andén de la estación buscando atención médica. Puesto el hecho en co- nocimiento del Gobernador por la policía sanitaria encargada de vigilar las entradas y salidas de viajeros, dio orden para que fuesen trasladados desde la estación del ferrocarril a la cercana pensión del Reloj, en el nú- mero 7 de la calle Salamanca. Allí instalados, según los testigos, parece que las molestias de la dama fueron en aumento. A las tres y media de la madrugada el doctor Hoffmann comenzó a pedir a gritos la asistencia de un medico que atendiera a su esposa, pero cuando éste llegó ya había muerto, a la que pudo diagnosticar cólera inmediatamente por los claros síntomas que presentaba, enfermedad que también le diagnosticó al pro- fesor. Como se tenía previsto en la normativa municipal para dichos ca- sos, el Gobernador mandó que el profesor fuese trasladado rápidamente al hospital provisional para coléricos, para el cual el Ayuntamiento tenía alquilada la vieja tenería situada en el paseo de San Sebastián, cosa que se hizo antes de las 8 de la mañana. Cuatro días después murió en el citado establecimiento. El expediente que abrió el personal sanitario del hospital tras la muer- te de los esposos, que era necesario por exigirlo la ley, por ser ciudadanos extranjeros y tener que justificar el pago del coste de sus sepulturas al colec- tor de entierros, fue el siguiente:

“EXPEDIENTE SOBRE LA MUERTE DE DON JUAN HOFFMANN Y SU MUJER, HECHO EN EL HOSPITAL PROVISIONAL DE LA TENERÍA EL 31 DE AGOSTO DE1865 292. Don Juan Hoffmann. Cincuenta años. Viudo. Esposa, Luisa Hoffmann. Naturales de Baviera. Hospital provisional de coléricos. Eran naturales de Augsburgo, en Baviera, Alemania.

292 A.H.P. Albacete. Expediente Hoffmann. Caja 151.

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Llevaban las siguientes monedas, recogidas por orden del Sr. alcalde y recogidas por el alguacil Manuel Collado: 13 de 5 duros; españolas. 16 de plata como napoleones, que dicen de 2 florines. 33 de plata, de mitad de valor que las anteriores. 28 de plata, de 2 francos cada una. 40 de plata, de 1 franco cada una. 4 grandes de cobre, de 10 céntimos 2 de cobre, cuyo valor se ignora. También llevaban dos recibos que habían pagado en la misma cartera de bolsillo en la que portaban las monedas. Albacete, 31 de agosto de 1865. Firmado O. Griñán” 293

Como facultativo que atendió al matrimonio, Elías Navarro Sabater se vio envuelto en el suceso del que nos da fe pública su suegro, don Juan Vicén, notario del Juzgado de Primera Instancia que tuvo que tomar declaración a las partes, a petición del militar, señor Herman Frey. La declaración decía:

ACTA DE CONSIGNACIÓN DE LOS HECHOS EL 30 DE NOVIEMBRE DE 1865 ANTE EL NOTARIO DON JUAN VICEN DE ALBACETE.294 “En la ciudad de Albacete a 30 de noviembre de mil ochocientos sesenta y cinco, el Sr Herman Frey, teniente de Artillería en Baviera con domicilio en Augarbury, compareció ante mí el notario del Colegio de dicha ciudad don Juan Vicén, vecino de la misma y de los testigos que se expresarán Dice 1º.- el Sr. Herman que llegó a Albacete a las tres y media de hoy (30 de noviembre) en el Ferrocarril, con objeto de averiguar las circunstancias que concurrieron en el fallecimiento del Doctor J. L. Hoffman, profesor de Ruinberg. 2º.- Que al bajarse del tren se encontró con don Emilio Martín, el Jefe de Estación que le dijo que podía manifestarle noticias sobre el desgraciado acontecimiento. También podrían darle noticias Juan Davadid y otras perso- nas que lo habían asistido en la enfermedad. 3º.- Juan Davadid dijo que conocía algunos detalles de la indicada muerte y como él la tenía un tal Emilio Tevar y la enfermera que lo había cuidado, Jesusa García.

293 A.H.P. Albacete. Expediente Hoffmann. Caja 151 294 Ibídem. Notario Juan Vicen. Acta notarial de 30 noviembre 1865.- Protocolos. Caja 4135.

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4º.- Los tres estaban dispuestos a declarar lo que sabían Juan Davadid, de oficio jardinero, 32 años. Emilio Tevar Correa, guar- da de feria y alamedas de la capital, 25 años. Jesusa García Juncos de cuarenta y seis años. 5º.- Manifestaron que el Dr Hoffmann llego a Albacete el día veintiséis de agosto 1865. Los dos enfermos fueron trasladados de la estación al la Fon- da del Reloj en la calle Salamanca. Desde la fonda llamaron a don Ignacio García Mañas, médico de los enfermos de la cárcel y cuando llegó encontró ya muerta a la señora Hoffmann. Después de darle la noticia al Gobernador provincial, éste ordenó que llevaran al doctor Hoffmann al depósito provisio- nal de coléricos. 6º.- Al día siguiente (27) fue visitado por los médicos titulares del Ayun- tamiento don Elías Navarro Sabater que le recetó una sopa y una horchata de almendras,” que oportunamente tomó y le probó muy bien”. 7º.- Al día siguiente (28) volvió a visitarlo Juan Davadid y lo encontró sudando en su cama y le notó bastante contento. Cometió la indiscreción de levantarse de la cama puesto que se alteró por habérsele colocado otro colérico en su misma habitación. Juana García le conminó a que metiera en la cama. 8º.- Al día siguiente (29) fue de nuevo a visitarle el doctor don Elías Navarro Sabater y don Octaviano Griñán y notaron que su estado se había agravado notablemente Se le administraron algunos remedios y al poco tiem- po de tomarlos se fue agravando su estado. Sabater dejó dicho que si seguía la gravedad avisasen a un sacerdote. 9º.- Al día siguiente (30) continuó la gravedad y acudieron a visitarlo Don Elías y Don Ignacio. Juan Davadid también le visitó y verificó que enfer- mo y médicos estaban hablando en latín. Como el enfermo comenzó a empeo- rar y arrojaba bastante sangre por el ano le administraron unas lavativas que le produjeron de momento bastante alivio. 10º.- Al día siguiente (31) el enfermo continuó agravándose y falleció a las cinco de la tarde. 11º.- Juan Davadid confirma que el médico que acudió a atender al enfermo no había sido Don José González, pues los facultativos fueron los que se mencionaron anteriormente. Y que lleno de amargura por ver morir a Hoffmann y a su esposa en tierra extraña exclamó ¡parece que lo hubieran envenenado!, sin que tal frase sea una manera de expresar su dolor. Lo firman don Herman Frey. Testigos y don Juan Vicén”.

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Para que el Ayuntamiento pudiera atender a recurrir esa suerte de ca- lumnias y falsedades en las que se veía envuelto, el Ministro de Estado y de Gobernación ofreció su ayuda incondicional. A su vez, el Ministro también le comunicaba al alcalde que debía abrir las diligencias oportunas y pedir informes al doctor don Elías Navarro Sabater, que era entonces el Subdele- gado de Medicina y Cirugía. El escrito que don Elías redactó para proceder a vindicar la profesio- nalidad del cuerpo de sanitarios de Albacete frente a los textos difamatorios de la prensa europea, hablaba en los siguientes términos:

“El teniente Frey, oficial de S.M. el rey de Baviera, faltando a la cir- cunspección y gravedad de su carácter de enviado para averiguar el paradero del Doctor Hoffman, fallecido en esta Capital en la última invasión del Cólera se ha permitido con una ligereza incomprensible, hacer indicaciones que en general rebajan al pueblo Español y muy especialmente a las autoridades y funcionarios públicos de esta ciudad. Yo, como uno de los médicos de su asis- tencia y precisamente el que más visitas le hizo, he leído con la mayor indig- nación las faltas y calumniosas apreciaciones que el citado oficial ha tenido la osadía de publicar en los periódicos de su país y sin perjuicio del resultado del expediente que sobre el particular se instruyó, me atrevo a interesar el recono- cido celo de V.S. a fin de que se digne elevar al Gobierno de S.M. la más enér- gica y formal protesta contra ese inconcebible y descabellado relato. Es preciso, Sr. Gobernador, que siquiera los sentimientos humanitarios y levantados de un pueblo, siquiera los sacrificios y heroica abnegación de los funcionarios encargados de velar por su salud y asistencia, no aparezcan a la faz de Europa como actos de descuido, de mala fe, de venalidad y de envenenamientos. El teniente Frey que tan desatentamente ha hecho estampar estas palabras en los periódicos extranjeros, debería comparecer ante nuestros Tribunales como ca- lumniador, si bastante correctivo no fuera la publicación sencilla de los hechos que tan depurados se hallan en el expediente citado. Duéleme Sr. Gobernador ocuparme de mi persona y de mis actos, pero ellos están íntimamente ligados a actos y personas de carácter oficial, están ligados a actos de caridad, de bene- ficencia y de patriotismo y habrá de permitirme V.S. que le recuerde cual fue el tratamiento que en esta Ciudad recibieran los desgraciados esposos Offman desde su presentación en ella hasta su fallecimiento. Ocurrido ya el de la Se- ñora de la fonda del Reloj sin haber sido llamado, ni por consiguiente haberla visitado el Facultativo que suscribe, mandó V.S. en 27 de Agosto último que el Doctor Offman fuese trasladado al Hospital de Coléricos por encontrarse ya con síntomas de los enfermos de esta clase, e inmediatamente me presenté en el establecimiento propinando al paciente una bebida compuesta de carbona-

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to de hierro con agua de anís y jarabe de menta en muy rebajadas dosis, cuyo medicamento como otras muchas sales del mismo metal se han recomendado por todos los periódicos de la Ciencia, por los brillantes resultados obtenidos para la curación de esa enfermedad. Se mejoró el paciente, se le dio alimento, manifestó deseos de continuar su viaje, pero presentándose al siguiente día la diarrea con más frecuencia y abundancia, aparte de los cocimientos de arroz y pan y las lavativas amiláceas que desde el principio tenía también dispues- to, le prescribí unas píldoras calmantes y astringentes usadas con gran éxito en la Ciudad de Valencia y en esta población, pero en dosis tan pequeñas, que aun tomando triple o cuádruple cantidad de las que debía tomar y aun todas las que se recetarían, ningún peligro podía ofrecer su administración y no ofreció, en efecto, más que alivio y notable alivio. Así continuó hasta la mañana del 31, en que le encontré vestido y fuera del lecho y por consiguiente agravadísimo, por haber perdido la secreción franca en que se encontraba, lo cual fue origen de la funesta terminación de la enfermedad. En tal estado le mandé administrar dando también parte al Señor Alcalde de su situación por si juzgaba conveniente mandar recoger los equipajes o adoptar cualquier otra determinación. He aquí, Señor Gobernador, todo lo ocurrido con este enfermo. ¿Cum- ple al que suscribe elogiar el esmero en la asistencia con él y con los demás de la población que han estado a su cargo? ¿Deberá recordar cuál ha sido su conducta moral y política y el concepto en que se le tenga como Facultativo titular? ¿Deberá invocar el testimonio de las actas municipales y el de la Junta local de Beneficencia? ¿Deberá decir el gozo inefable con que ha visto correr las lágrimas de gratitud de un pobre enfermo? ¿Deberá encarecer el celo de V.S. y el del Ayuntamiento, y la evangélica conducta del clero y la ardiente ca- ridad de todos los hijos de este pueblo donde el más infeliz ha muerto rodeado de consuelos? Pero basta, que no merece tantas satisfacciones la calumnia. Disfrute el Teniente Frey la satisfacción de haber querido manchar la limpia fama de un pueblo honrado, a la que ofició las imaginaciones de su país con una leyenda fantástica y misteriosa. Nosotros en recompensa podemos decir- les que, hijo del nobilísimo pueblo de los hombres pecadores, teníamos derecho a esperar de él cuerdos pensamientos, ya que tan incapaz parece de sentimien- tos generosos hacia la gran Nación Española. Dios, etc. 22 de Diciembre de 1865. Firmado Elías Navarro Sabater. Excelentísimo Señor Gobernador de esta Provincia” 295.

295 A.H.P. Albacete. Municipios. Albacete. Caja 151.

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También el Ayuntamiento participó defendiendo su honorabilidad de aquella falacia con una carta al Gobierno de la Nación.

CARTA DEL AYUNTAMIENTO. “Alcaldía Constitucional. Albacete Tengo el honor de elevar a ese gobierno de la provincia el expediente que en cumplimiento de una Real Orden de 2 del que fecha (Diciembre de 1865) se me mandó instruir, el 13, en averiguación de lo ocurrido con los esposos Hoffmann en esta ciudad durante su enfermedad y hasta que falle- cieron víctimas del cólera; y resultando demostrado, como no podía menos de suceder, que las aseveraciones del Teniente Frey son mentidas o inexactas, y conocidamente calumniosas; después de rechazarlas por mí y a nombre de las Autoridades, Corporaciones y vecinos todos de esta Ciudad , y especialmente de las clases médicas, me permito acompañar también una comunicación que para este objeto me ha sido entregada por el Facultativo titular Don Elías Na- varro Sabater, cuyo celo y servicios siempre recomendables, lo han sido más con motivo de las circunstancias calamitosas porque hemos atravesado. Dios, etc. 24 de diciembre de 1865. Sr Gobernador de esta provincia” 296.

Finalmente la patraña se pudo aclarar después de demostrarse que el médico implicado en los hechos, don José González, difícilmente pudo envenenar al profesor Hoffmann, porque él no atendió al matrimonio, pues los reconocieron y cuidaron don Elías Navarro y el cirujano don Ignacio García, médico de la cárcel, si bien el incidente no le dio precisamente brillo a la ciudad.

296 Ibídem.

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EL CÓLERA DE 1885

En el verano de 1884 eran alarmantes las noticias difundidas por Es- paña desde Marsella sobre la epidemia de cólera. Don Ricardo Castro, Go- bernador de la ciudad, el 27 de junio de 1884 mandó publicar una circular en la que alertaba al vecindario de “haber cólera morbo en Tolón, (Francia), hecho que coloca a España en inminente peligro” 297. Aunque los continuos telegramas que llegaban del cónsul en aquella población informaban que se estaban dando casos de cólera en aquel vecindario, el Director General de Beneficencia y Sanidad intentaba calmar los ánimos notificando al vecinda- rio que en aquel momento la Península estaba libre de ella, a pesar de que se habían dado dos casos de contagiados en el lazareto de Mahón, que habían llegado a aquel puerto en el falucho María procedente de Marsella, pero el resto de la tripulación se encontraba bien298. La epidemia saltó a Italia en la segunda mitad de agosto, pero no llegó a invadir a España hasta los últimos días del mes, que hizo su presencia en Lerida y Murcia. El dos de septiembre se dieron dos casos en Alicante y . Todavía a finales de septiembre las temperaturas no presentaron una barrera a la enfermedad y siguieron dándose casos en Monforte, Elche y Novelda. El alcalde accidental, don Romualdo León Herráez, en vista de que ya estaba finalizando el mes y el contagio estaba a las puertas de Alba- cete, decidió suspender la Feria. Tras haber sido declarada la provincia de Alicante por las autoridades como puerto sucio, desde comienzos del año 1885 se comenzó a organizar la defensa contra el contagio atendiendo a la normativa impuesta por el Ministerio de la Gobernación y la Dirección General de la Beneficencia. Se incrementaron el número de los vocales de la Junta Local de Sanidad; se reorganizó el servicio de asistencia de la hospitalidad domiciliaria y se acondicionaron la casa de socorro, los hospitales comunes, el de la tenería vieja y el lazareto del edificio ferial. En la Junta municipal, el 12 de abril, se comenzaron a adoptar medidas extraordinarias relativas a la inspección de la higiene pública y a procurar extremar la vigilancia para impedir la entrada de personas procedentes de provincias infectadas, para lo cual se dispusieron los habituales controles en la estación del ferrocarril, en las en- tradas del fielato de la feria y en los postigos de las calles de Baños, de la Caba, del Tinte, Cid, Lozano y de la Cruz, entradas y salidas naturales de la

297 A.H.P. Albacete. Inserta en el “Boletín Oficial de la Provincia” del viernes 27 de junio de 1884. Nº 78. 298 A.H.P. Albacete. Telegramas por cólera. Caja 123.

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villa. Pero poco pudo hacerse para detenerla; el 1 de junio llegó a la estación del ferrocarril un soldado procedente de Sagunto al que se le diagnosticó la enfermedad, si bien no murió de ella. El primer caso de muerte por cólera que se dio en la capital fue el 18 de junio, el afectado fue un matrimonio vecino de la calle de San Agustín, que llegó contagiado a su regreso de tomar los baños en Archena, aunque al parecer no se cuantificó como tal, inmediatamente se aisló el domicilio conyugal y se requisaron sus pertenencias.

Bando de la alcaldía prohibiendo el vacuna antivariólica del doctor Ferrán299

299 Ibídem. Bandos de Sanidad. Cajas 410 y 100.

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Aunque eran años en los que comenzaba a imponerse la medicina mi- crobiana y la vacuna Ferrán se presentaba en los ámbitos del mundo científi- co, no ya como una promesa, sino como una alternativa insustituible contra la enfermedad, la política conservadora del momento y los enfrentamientos y enredos de los partidos políticos que ponían en cuestión cualquier posi- ción ideológica, artística o científica, se negaron dar el paso a una solución que pudo haber moderado los efectos catastróficos que produjo la epidemia en la ciudad. Como en tantos otros lugares, finalmente el Ayuntamiento y la Junta de Sanidad no tuvieron más remedio que sumarse a las decisiones del Gobierno y de la Academia de Medicina asumiendo la prohibición de aplicarla: “La Academia no reconoce método alguno específico para librarse de la enfermedad en cuestión” 300, no sin que tal decisión suscitara acaloradas polémicas en casinos, foros de encuentro y prensa. Sin embargo, este nuevo brote excitó de tal manera la memoria colec- tiva del vecindario, que las autoridades no pudieron frenar el consumo de toda clase de medicinas, fumigaciones sulfurosas, tisanas, brebajes o cual- quier suerte de milagrerías capaces de evitar la toxicidad del mal puestas a la venta, como remedios, no sin las diarias protestas de los farmacéuticos ante el Ayuntamiento, quejándose de la desleal competencia que sufrían por parte de otros comercios301. Tratando de no crear más disturbios entre el vecindario, el Ayunta- miento dictó una normativa estableciendo como únicos remedios autori- zados los que fuesen dispensados en las tres farmacias de la ciudad, las de don Andrés Picazo, don Juan Arcángel y don Manuel Griñán. Tales profe- sionales también se comprometían a prestar el servicio de desinfección y las fumigaciones necesarias, servicio que se repartió lo más equitativamente posible entre los barrios de la ciudad. Para las fumigaciones se debían de utilizar el ácido fénico, el ácido hiponítrico y el ácido sulfuroso. Como desinfectantes, el sulfato ferroso, el hipoclorito de cal y el sulfato de zinc302. Pero dichos remedios resultaban de difícil aplicación para la mayoría de los vecinos por su elevado precio. Por desinfectar una habitación donde hubiese fallecido un colérico había que pagar 25 pesetas y cinco por cada una de las restantes de la casa. Y también había que hacerlo con animales de tiro, carruajes, etc.

300 A.H.P. Albacete. “Boletín Oficial de la Provincia de Albacete” Extraordinario. Junio de 1884. Caja 123. 301 A.H.P. Albacete. Denuncian los farmacéuticos la venta clandestina de remedios para combatir el cólera. 20 de agosto de 1885. Expte. 1. Caja 123. 302 Ibídem. Desinfecciones y fumigaciones. Caja 123.

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Otro procedimiento más económico fue el de recurrir al denominado “pucherete”, que algunos vecinos sí que podían pagarlo. Consistía en poner ácido nítrico en una vasija, a la que se añadía una moneda, o limaduras de cobre, cuyos vapores desprendidos eran paseados por las narices de los que pretendían evitar el contagio. Por ser más barato, fue también el más ex- tendido y algunos comerciantes pudieron adelantar la feria con él. Sin em- bargo, el más vendido fue el láudano, puesto que las familias de jornaleros podían permitírselo y se podía conseguir en cualquier establecimiento de comestibles, panaderías, droguerías, etc. de la localidad. Pero, sobre todos, fuera de las prácticas propias de la medicina del momento, al amparo que más se recurrió fue al de las novenas de San Roque. Contra estos procedimientos manifestaron sus opiniones algunos médicos, cuestionándolos como ineficaces contra la difusión del cólera. La mayoría de dichos facultativos locales defendían como única salida para evitar su propagación la recta aplicación las reglas de la higiene. Otros tam- bién se miraban en la defensa de la medicina científica. Uno de los profesionales sanitarios que más polemizó en la prensa al- bacetense contra la decisión de prohibir la vacuna Ferrán fue su “apóstol”, el médico de Villalgordo del Júcar, don Tomás Valera y Jiménez, que escribió frecuentemente en la prensa local textos en su defensa, como el siguiente:” Pero, no señor, se ha comenzado por hablar en los Ateneos, en periódicos, en el Congreso, en los cafés, en todas partes se ha perseguido al doctor Ferrán como un criminal; por todos lados le han brotado enemigos, que quien más, quien menos entre todos han puesto la cosa de tal manera que el cólera se meterá en cualquier parte a la llegada del invierno y Ferrán irá y vendrá todavía por esos mundos de Dios con la jeringa y los matraces, sin detenerse en ninguna parte, como un segundo judío errante... Desde luego que tratado el caldo di- rectamente de manos de Ferrán y recibidas las instrucciones claras y precisas, no tendríamos inconveniente en trabajar para la inoculación externa, aun a trueque de no cobrar el trabajo, que a tanto y más llega nuestro desprendi- miento científico y nuestro deseo de inquirir la verdad”303 . En una ocasión, don Tomás acudió a ponerse a la disposición incon- dicional del doctor Ferrán, a su paso por Albacete, cuando se dirigía a tie- rras levantinas con permiso para experimentar su vacuna; a toda costa que- ría contribuir en la causa del eminente doctor tortosino. Los controles de vigilancia puestos en la estación para filtrar el paso de gentes sospechosas de estar invadidas por el mal, le impidieron cumplir su propósito.

303 Valera y Jiménez. T. “Breve reseña de una pequeña epidemia de Cólera Morbo asiático en Villalgordo del Júcar, con antecedentes y consiguientes”. Albacete 1885.

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De haberse tenido en cuenta la utilización de la vacuna Ferrán, la población de Albacete, que según el profesor Nadal fue una de las zonas más afectadas de España304, probablemente hubiese podido moderar aque- lla cruel mortandad. Aún se tardaría una década, hasta el 10 de junio de 1895, para que el alcalde llamara la atención del vecindario haciéndole saber que un médico de la ciudad, don Manuel Marín, poseía un certificado de aptitud para“ino - cular el suero del doctor Ferrán mediante aguja hipodérmica” 305, tratando de frenar prácticas de prevención, como la utilización del láudano y otras de ineficacia demostrada. Y, una vez más, como en las invasiones anteriores, el contagio se llevó la vida de dos médicos, la del joven don Manuel Romero Molina y la de don Fulgencio García Cuevas. El primero de ellos murió el 20 de agosto, en su casa de la Plaza de San Francisco306; el joven doctor se había trasladado voluntariamente desde Madrid a Albacete, su ciudad natal, para ayudar desinteresadamente a sus paisanos, vista la grave situación en que se encontraba la población. Por su generosa disposición, el Ayuntamiento le concedió a su padre una pensión vitalicia de dos pesetas por día307. Don Fulgencio fue víctima de la enfermedad contagiado en su puesto, mientras prestaba asistencia a los coléricos del el hospital provisional de la feria308. Sin duda la epidemia de cólera de 1885 fue la más mortífera que su- frió la ciudad en el transcurso del siglo; se inició en Albacete el 20 de julio y fue declarada extinguida el 31 de agosto; periodo de algo más de un mes en se cobró 737 vidas, casi un cinco por ciento de la población.

304 Nadal. J. La población española (Siglos XVI-XX). Barcelona 1966. 305 A.H.P. Albacete. Caja 410. 306 A. Diocesano. Defunciones. Albacete. Año 1885. Parroquia de la Purísima. Folio 178. 307 A.H.P. Albacete. Legislación médicos. 1862-1899. Caja 375. También, A. Diocesano. Defunciones. Albacete. Año 1885. Parroquia de la Purísima. Folio 178. 308 Ibídem. Caja 375.

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RESUMEN GENERAL DE LAS INVASIONES Y FALLECIMIEMTOS POR CAUSA DEL CÓLERA, OCURRIDOS EN ESPAÑA DURANTE EL AÑO 1885.- Ministerio de la Gobernación.- Dirección General de la Beneficencia y salud. PROVINCIA DE ALBACETE309

Mortalidad Mortalidad Fecha de Fecha de Duración Población Invadidos Fallecidos Comienzo Terminación días % por % por Población Invadidos

18.038 1.327 737 20 de julio 31 de agosto 40 días 4’8 55·54

El cuadro estadístico que daba el Ministerio de la Gobernación era el mismo que nos ofrece el doctor Sabater en sus “Apuntes...”, aunque este último nos lo ofrecía pormeno- rizado en días, edades, profesiones, etc.310

Por los grandes servicios prestados a la comunidad durante la inva- sión de cólera del año 1885 le fue concedida la medalla de plata de la ciudad al veterinario local don Mateo Villora311. Del mismo modo, el Ayuntamiento, asumiendo su compromiso con el doctor Navarro Sabater por sus desvelos con la sociedad albacetense mientras duró el azote, le propuso como aspirante a recibir la Cruz de Epi- demias, con la que se vio recompensado

309 Gaceta de Madrid. Nº 97. 7 de abril de 1886. 310 Navarro Sabater. Elías. “Apuntes” En Apéndice documental. Págs 327-328. 311 A.H.P. Albacete. Acta 30 de noviembre de 1885. Caja 123. Expte. 1.

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LA CRUZ DE EPIDEMIAS

No fue durante la epidemia de cólera de 1885 la primera vez en la que el doctor Navarro Sabater recibió una distinción por sus méritos profesio- nales. Trabajador infatigable siempre, ya había destacado por su admirable entrega durante la anterior invasión que se produjo en el año 1865. Por su ejemplar comportamiento en la prestación de sus servicios recibió una mención honorífica de la Reina, junto a sus compañeros los doctores don Octaviano Griñán Serna, don Juan Guspi y otros sanitarios, mención que fue testimoniada en el Boletín Oficial de la Provincia312. Nada más producirse la invasión de cólera en la aldea de El Salobral, conociendo Sabater su tradicional falta de asistencia médica se presentó ante su pedáneo poniendo sus servicios a su disposición. Durante algunos días alternó su trabajo entre Albacete y su aldea donde mientras sus ener- gías se lo permitieron. Pasó noches y días sin apenas descansar, agobiado por la permanente asistencia de los enfermos en sus propios domicilios, a los admitidos en el hospital provisional y a los recluidos en el edificio fe- rial. Durante algunos días fue encomiable su dedicación en el cuidado del estado sanitario de ambas poblaciones. En la aldea, atendiendo a enfermos; en ella estuvo hasta el día 20, que tuvo que regresar a Albacete por haberse dado algunos casos de cólera en ella, pues allí estaba su puesto. En la ciudad, tratando de evitar cualquier posible foco que facilitara el desarrollo de la infección, vigilando el cementerio, reconociendo el estado de los alimentos en el mercado, inspeccionando y controlando el paso por la estación de fe- rrocarril de los posibles viajeros infectados, etc. Finalmente la enfermedad no tardó en presentarse. Tanto esfuerzo desarrollado en aquellos días fue motivo de que la prensa diese algunas notas alarmantes acerca de su salud. Extinguida la epidemia, el restablecer la normalidad todavía les costó un esfuerzo añadido a los sanitarios. Estaba próximo a expirar su contrato y el doctor Navarro Sabater y los demás médicos titulares de la población veían que una inoportuna decisión gubernativa pudiera apartarlos de sus trabajos, razón por la que, el día 10 de septiembre, los doctores Buenaventura Giménez, don Manuel Romero313, don Elías Navarro Sabater314 y don Federico Méndez, elevaron un ruego al

312 Boletín Oficial de la Provincia núm.134. Miércoles 8 de mayo de de 1866. 313 Don Manuel Romero, nacido en Albacete, aunque siendo titular y residiendo en Ma- drid, según confiesa en su expediente que al tener noticia del grave estado en que se encontraba su ciudad natal, se trasladó a ella para prestar desinteresadamente la ayuda que necesitaran sus paisanos. 314 A.H.P. Albacete. Petición de don Elías el 11 de septiembre para que le fuera concedida la Cruz del Mérito de epidemias. Caja 274.

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Gobernador provincial para que le hicieran llegar al Director General de la Beneficencia sus peticiones para que les fuera concedida la Cruz del Mérito de Epidemias. Pensaban que el reconocimiento a sus trabajos profesionales podía apartar de ellos las posibles veleidades políticas del inestable aparato municipal. El contrato del doctor Navarro Sabater finalizaba el 30 de sep- tiembre y era oportuno hacerse con los suficientes méritos que pudieran ser necesarios para armarse y destacarse con ellos, para evitar las posibles competencias de otros aspirantes. La solicitud de los titulares médicos locales para pedir la concesión de tan elevada distinción, se amparaba en la Real Orden de 15 de agosto de 1838, que sus artículos 3º y 4º, decían que podía solicitarla cualquier facul- tativo que tuviera y cumpliese los siguientes méritos:

“3º.- El pasar de un punto sano a otro donde reinen enfermedades con- tagiosas o epidémicas mortíferas a prestar los auxilios de la ciencia, sin recom- pensa ni retribución, o con alguna muy módica que hiciese indispensable la escasa fortuna del facultativo; justificándolo con certificado de la autoridad superior civil de la provincia, en que conste que se oyó al del pueblo epidemia- do o contagioso en que tuvo lugar la asistencia gratuita. 4º.- El prestar esta misma asistencia enteramente gratuita, sin distin- ción de pobres ni ricos, a un considerable número de atacados de enfermedad contagiosa o epidémica mortífera, acreditándolo con certificado semejante al expresado en el caso anterior, en virtud de información de diez testigos pobres y otros tantos acomodados, con intervención de procurador síndico.”

En este caso estaban los facultativos que creían ser merecedores de la Cruz de Epidemias. Los hechos expuestos por Sabater para que le fuera reconocida la con- cesión de la Cruz de Epidemias fue que la enfermedad se había declarado en la cercana pedanía de El Salobral, el día 16, unos días antes de que se dieran los primeros casos en la capital y ante la gravedad de los acontecimientos, nada más tener conocimiento de ellos y siendo consciente de la deficiente asistencia sanitaria del caserío, se aprestó para ofrecer su ayuda a toda aque- lla persona que la necesitase. En el citado caserío permaneció hasta el día 20, que tuvo que regresar a Albacete por haberse desarrollado en ella algu- nos casos de cólera, pues allí tenía su puesto y no podía abandonarlo. Previamente, para la concesión del mérito solicitado, se debía de ava- lar los requisitos exigidos por la ley por veinte testigos: diez de la clase aco- modada y otros diez de la clase trabajadora. Todos los presentados por don Elías, entre ellos el Relator de la Audiencia, dijeron que “ les constaba que la

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asistencia del doctor Don Elías Navarro Sabater ha sido esmerada asidua y completamente gratuita” 315. Finalmente, después de quedar resueltos algunos incidentes adminis- trativos surgidos entre el Real Consejo de Sanidad y el Gobernador provin- cial, por R.O. de 11 de agosto de 1886, le fue concedida la Cruz de Epide- mias, “por reunir las condiciones exigidas en los casos de 3º y 4º de la R.O de 15 de agosto de 1838” 316.

VIRUELA

La mejora del sistema sanitario de la segunda mitad del siglo XIX se vio estimulada principalmente por la lucha contra las sucesivas oleadas de cólera, de viruela y tuberculosis. La viruela ha sido la enfermedad infecciosa responsable de la mayor mortandad dada entre los pueblos desde tiempos muy lejanos. La búsqueda de medios profilácticos para impedir su desarrollo ha constituido a lo largo de los siglos un tenaz objetivo para los pueblos que la sufrían. Como todas las enfermedades microbianas, la falta de higiene, la su- ciedad, la desnutrición y, en suma, la pobreza, fueron motivos determinan- tes para su propagación. En este marco era en el que se inscribía la mayor parte del vecindario albacetense, siendo muchas de las carencias higiénicas mencionadas el medio más adecuado para favorecer su desarrollo, circuns- tancia por la que siempre estuvo presente la enfermedad en Albacete, has- ta el extremo de ser considerada hasta finalizar el siglo XIX como un mal endémico, que no irá remitiendo hasta que comenzaron a emplearse con contundencia medios profilácticos eficaces. Tenida como tal, su inmuniza- ción quedaba como una cuestión de responsabilidad personal y por tanto la lucha contra ella no estuvo exenta de grandes dificultades. Hasta la cuarta década del siglo las autoridades civiles y sanitarias no fueron plenamente conscientes de que era su deber atender a vacunar a los niños expósitos que se atendían en la Casa de Maternidad, en el convento de las madres franciscanas, y a las nodrizas que los cuidaban. La lucha contra el mal mediante el procedimiento de aislar a los niños para protegerlos del contagio, como hasta entonces se había hecho, no era un recurso que hu- biese dado buenos resultados, pues a pesar de que vivían en una comunidad muy reducida y restringida, su presencia entre ellos era constante, causa por

315 A.H.P. Albacete. Expediente Cruz de Mérito. Año 1886. Caja 124. 316 Ibídem.

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la que las autoridades municipales pensaron que lo más conveniente era pasar a una segunda estrategia, que era la de procurar la destrucción de los gérmenes mediante la vacunación, como solían hacerlo en otras provincias vecinas, y les obligaba la ley. Desde que se dio ese primer paso, entre las autoridades fue arrai- gando la convicción de que la erradicación de la viruela debía de comen- zar partiendo de planteamientos más específicos, actuando desde el ámbito municipal e intentando implantar un sistema de vacunación, que era justo el ejemplo que les llegaba desde muchas las ciudades españolas y europeas. Los ejemplos que ofrecía la constante mortandad que se daba entre el vecindario, eran demasiado elocuentes para entender que aplicando ex- clusivamente posiciones individuales sin un planteamiento municipal, era imposible enfrentarse a la enfermedad, y aún así, el proceso de defensa con- tra ella se alargó durante décadas, al no disponer de los medios profilácticos adecuados ni suficientes. Conseguir vacunas siempre fue una tarea ardua para el Municipio y siempre con escasos resultados, pues se encontraron demasiadas negativas a su solicitud de vacuna desde la Junta Suprema de Sanidad del Reino, que pocas veces se prestaba a proporcionar las dosis que se le pedía, e invariable- mente contestaba que debían presentarles sus peticiones al Presidente de la Academia de Medicina y Cirugía de su distrito, ya que dichas instituciones tenían la autorización del Gobierno para atender a estas demandas Y el Ca- bildo, así lo hacía: “Sírvase proporcionar a esta corporación municipal unos cristales de vacuna a fin de utilizarla y precaver los males de la viruela natural que por desgracia se desarrolla en este país con excesiva violencia, a pesar de haberse inoculado oportunamente. Albacete 20 de diciembre de 1844” 317. La Academia Murciana de Medicina y Cirugía algunos años enviaba las dosis de que disponía, que no eran muchas: “Esta Academia deplora los estragos que en esa Capital causa la viruela y está dispuesta a cooperar con V.S para sofocarla. Murcia, 27 de diciembre de 1844” 318. La pequeña cantidad de “linfa-vacuna” que se enviaba desde la ciudad hermana a menudo resultaba ser insuficiente y de baja calidad, al menos así parece indicarlo la falta de in- terés de la ciudadanía por vacunarse, a pesar de los continuados brotes que la enfermedad presentaba todos los años. Los testimonios que conocemos en los años de 1844-45-46 se repiten en idéntico sentido. Bien es verdad que las familias acomodadas que podían acudir a la venta libre y podían pagarla la compraban en comercios, farmacias locales, o de otras procedencias.

317 A.H.P. Albacete. Petición del alcalde al presidente de la Academia de Medicina de Mur- cia. 20 dic. 1844. Caja 151. 318 Ibídem. Contestación del Presidente de la Academia murciana al alcalde de Albacete.

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Desde la segunda mitad del siglo comenzó a proliferar la fundación de institutos de vacunación por todas las grandes ciudades europeas y en España con algún retraso. Los años en los que el doctor Navarro Sabater ocupó sus funciones como médico de familias pobres, siempre fue consciente de que había que enfrentarse con determinación y planteamientos públicos para frenar la en- fermedad. Para el vecindario de Albacete fue determinante la incansable entrega personal de Sabater, pues sus conocimientos sobre las condiciones sanita- rias que se daban en la ciudad eran inmediatos y de darse algún caso en la ciudad, podía estar sobre los despachos de las autoridades en pocas horas. Seguramente la decisión tomada por el Ayuntamiento de extender el derecho de vacunación gratuita a las familias censadas como pobres fue motivada por los consejos de Sabater y demás facultativos titulares, que tras ocupar sus plazas así se lo propusieron y así nos lo hacen ver algunos ban- dos del Ayuntamiento319. En aquellos años en que la voz de los caciques locales hablaba por el vecindario, creyó oportuno comenzar por interesar a las autoridades locales en la conveniencia de frenar aquella enfermedad tan contagiosa, que tanto dolor estaba ocasionando. El interés de Sabater por el mundo de las modernas prácticas que la medicina iba tomando le tenía en contacto permanente con las publicacio- nes que en este sentido se estaban editando en España, y por ellas conocía los nuevos procedimientos que se estaban aplicando en el campo de la va- cunación antivariólica, muy especialmente en Valencia, donde se había fun- dado con gran éxito un Instituto Médico de Vacunación. Sabater mantenía constante correspondencia con uno de sus miembros “el doctor Navarro, de Valencia, fundador y director del Instituto Médico Valenciano” que anual- mente ofrecía al Ayuntamiento su “gran depósito de linfa-vacuna de gran calidad” 320, y que el balance de las arcas municipales casi nunca permitía su compra. En muchas poblaciones españolas y europeas ya se estaban haciendo campañas institucionales en este sentido y en Albacete no se podía aban- donar ni en brazos de las posibilidades económicas del Ayuntamiento, ni en los de la resignación. Sabater, junto con su compañero don Octaviano, se decidieron a crear un organismo municipal de vacunación antivariólica,

319 A.H.P. Albacete. Bando del alcalde en el que mandaba cumplir la Orden de 4 de abril de 1863 extendiendo la inoculación variólica a las clases pobres y destinando para ello la sala de juntas del Hospital de San Julián. 27 de abril de 1863. Caja 410. 320 A.H.P. Albacete. Acta de 24 de mayo de 1865. Caja 100.

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como ya se estaba haciendo en muchos puntos de España, y comenzaron por interesar en su proyecto a las autoridades provinciales y locales, que inmediatamente recogieron sus propuestas. No obstante, si bien es verdad que la sensibilidad de los gobiernos de la época caminaba en idéntico sentido, también lo era que aportaban muy pocos medios económicos, ni prestaban el necesario auxilio científico a los Ayuntamientos, a los que siempre derivaban para que dirigieran sus peticiones de ayuda a las Academias de Medicina cercanas, y que fueran las Juntas de Sanidad provinciales quienes se responsabilizaran de procurar medios eficaces para la vacunación del vecindario. Aunque la declaración de intenciones de los gobiernos central y mu- nicipal por mejorar el sistema de vacunación era tema permanente en la prensa, no dejaba de ser puro “marketing” pues muy pocas veces se podía atender al pago de vacunas de buena calidad (la de origen bovino) y había que recurrir al procedimiento de “brazo a brazo”, que era rechazado por la ciudadanía. Una circular del Gobierno Civil, de 26 de febrero de 1868321, le comu- nicaba a la Alcaldía que debía esmerarse en aumentar la cifra de vacunados ya que en el año anterior no se habían correspondido los resultados con los esfuerzos realizados. Pocos días después el Gobernador Civil volvió a llamar a la población para que aceptara la vacunación, puesto que se había dado un brote “benigno, aunque había ocasionado algunas defunciones”, advirtiendo a los alcaldes de la provincia que debían desplegar su mayor diligencia en favorecerla, bajo multa de diez escudos de irremisible exacción322. El vecindario en general se presentaba remiso a recibir la vacuna, se- guramente porque exceptuando a los pobres de solemnidad, el resto estaban obligados a pagar la vacuna y el acto médico, y las familias de los jornaleros no podían atender a ese gasto. Por otra parte, para las escuálidas arcas mu- nicipales era muy gravosa la compra de la linfa variólica de calidad, causa por la que solía ser frecuente no disponer de ella y se recurría a vacunar por el procedimiento de la “variolización”. Por este método profiláctico se inoculaba a los individuos con pus obtenido de las vesículas de otros sujetos que presuntamente habían superado la enfermedad, con el fin de que los que la recibían adquirieran resistencia ante su malignidad. El procedimiento de inoculación más primitivo y rudimentario se ha- cía mediante un hilo largo enhebrado en una aguja, humedecido con el pus procedente de pústulas variólicas de un donante. Con él se traspasaba la piel

321 Boletín Oficial de la Provincia de Albacete. Circular 205. 26 de febrero de 1868. Nº 104. 322 Ibídem Circular 253. Boletín Oficial de la Provincia, 30 de marzo de 1868.

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entre la epidermis y la dermis, cortando después un fragmento del mismo, que quedaba alojado en el cuerpo de cada individuo al que se trataba de inmunizar. El mismo procedimiento se volvía a repetir con el paciente si- guiente y así hasta agotar el hilo que debía de servir de transportador inmu- nológico. Durante cinco días se mantenía aquella porción de hilo alojada en el cuerpo y después se le extraía al vacunado. En el mejor de los casos también se utilizaba la lanceta de punta de cebada con la cual se abría una herida, con la forma de dos paralelas entre- cruzadas, poco profundas para que la sangre no arrastrara fuera del cuerpo el material inoculado. Además de las salas disponibles en el Ayuntamiento, también eran utilizadas con frecuencia, la ermita de San José y la Casa de Maternidad323. Como es sabido, dichas prácticas trataban de producir una leve infec- ción en el receptor con virus amortiguados para que le ayudase a desarro- llar inmunidad frente él. Eran métodos profilácticos que resultaban poco eficaces puesto que no se sabía si el brote de la enfermedad que se trataba de evitar podía ser benigno o grave. Además quedaba todavía el riesgo aña- dido, de que el sujeto que había donado “la materia variolosa”, con la que había sido empapado el hilo transportador, podía ser portador de otras en- fermedades como la sífilis, el tifus, la tuberculosis, etc. trasmisibles también al receptor, razón por la que la vacuna era rechazada por el vecindario. Una disposición de Carlos IV circulada el 30 de agosto de 1815 ya dejó claramente recomendado que era preferible “la comunicación del vacu- no antes que la de brazo a brazo” 324, pero la linfo-vacuna era cara y pocos vecinos podían permitirse inocularse por ese medio, como atrás quedó di- cho. Las formas y suministros de vacuna que se emplearon a lo largo del siglo que merecieron que la linfa “gozara de toda confianza y frescura”, fue- ron: el Bretonneau, que la presentaba en tubo capilar, el sistema Mr. Fiard, en ampolla y el método utilizado por el Instituto Valenciano de Vacuna- ción, que iba alojada entre dos cristales. La última de las vacunas citadas era la que gozaba de la mayor confianza entre las autoridades locales. Las familias acomodadas que tenían medios que les permitían adqui- rirla solían importarla de otras provincias o comprarla en las farmacias lo- cales. La vacuna más apreciada para la compra era la “linfa-vacuna” inglesa, de procedencia bovina, que se tenía por buena, lo cual tampoco garantizaba su eficacia, pues es de suponer que el doctor Sabater la utilizaba para inocu-

323 A.H.P. Albacete. Expte. “Bandos de Salud pública”. Caja 410. 324 Ibídem. Expte. “Vacuna contra la viruela”. Caja 150.

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lar a sus familiares, y sin embargo su esposa, María del Carmen Vicen, fue víctima de ella en la epidemia de 1868, a los 24 años325. El rechazo del pueblo a cualquier forma de vacuna era tan grande que el Gobernador, y el Alcalde de la ciudad no cesaban de pedir ayuda al clero local, maestros y familiares para que recomendasen a la población tener buena disposición para ser vacunados326, recomendación que fue constan- temente desoída: “Sin embargo de que las inoculaciones han producido en todos tiempos resultados satisfactorios, veo con sentimiento por los datos re- mitidos a este Gobierno, referentes al segundo semestre de 1867 que las cifras de vacunaciones hechas en este periodo es inmensamente desproporcionada con los niños nacidos y mucho más la de los revacunados en la población en general...” 327. No obstante, aquella epidemia del 1868, cundió a pesar de los esfuer- zos realizados por el Gobernador provincial, Sr. Navarro, que llegó a ame- nazar con multas de diez escudos a los alcaldes que incumplieran con sus obligaciones de exigir la vacunación en sus pueblos. Como respuesta, el vecindario siguió dándole la espalda. Aunque se removieron todos los rincones de la ciudad para localizar posibles focos de infección, de nada sirvió; la epidemia llegó a extenderse de tal modo, que además del hospital de San Julián, se tuvo que habilitar como hospital provisional la vieja tenería A lo dicho tenemos que añadir que coincidió con una invasión de tifus328, que también fue la causante de muchas muertes, entre ellas la del doctor Octaviano Griñán, el compañero de Sabater, que demostró ser un infatigable trabajador durante aquella campaña. Preso de la desazón, a la vista de tanta desgracia por la muerte de su joven esposa durante este brote de 1868-69 y la muerte de su amigo y com- pañero, Sabater consideró que debía de hacerse cargo personalmente de un plan municipal de vacunaciones. En una entrevista con el alcalde ambos llegaron al acuerdo de que la creación de un centro local de vacunación infantil y juvenil era de prioridad absoluta. Se comenzaron a hacer las diligencias oportunas ante los despachos del Ministerio solicitando ayuda para la creación de un Instituto Municipal, a semejanza de otros muchos creados en algunas de las provincias. La idea

325 A. Diocesano. Albacete. Libro de defunciones. parroquia de San Juan Bautista. 29 de febrero de 1868. Folio 76. (2ª parte) ALB. 87. 326 A.H.P. Albacete. Expte. “Vacuna contra la viruela”. Caja 150. 327 Boletín Oficial de la Provincia de Albacete. 26 de Febrero de 1868. Num. 104 328 A.H.P. Albacete. Acta 17 de junio de 1869. Caja 101.

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de don Elías era hacerse con un centro cuyo modelo de referencia fuera se- mejante al Instituto Valenciano. Aunque no se necesitaba la autorización de la Dirección General de Sanidad para fundarlo, pues podía ser un proyecto a realizar desde la Junta Provincial de Beneficencia y Sanidad, los poderes locales contaban con muy pocos medios para mantenerlo. Como miembro que era de la Junta Provincial de Sanidad, el 4 de mayo de 1870, Sabater se presentó ante la Secretaría solicitando que se le proporcionara el padrón municipal con el que poder elaborar un censo ve- raz, que le sirviera para preparar las citas de los niños y jóvenes que era conveniente vacunar. Se proponía establecer un control riguroso sobre la situación en que estaba la población. Sin dudar se aceptó su propuesta; las autoridades eran conscientes del reconocimiento que le consagraba la ciu- dad al médico y podía ser el reclamo necesario para que el vecindario se acercara a recibir la vacuna. Resueltas todas las cuestiones administrativas previas, el doctor Sa- bater comenzó el protocolo de actuación en la sala capitular, en las horas en que la dependencia quedaba libre de reuniones y fuera de las horas de oficina329. Nadie acudió a recibir la vacuna aquel verano. Aunque se intentó por muchos medios activar las medidas profilácticas incluyendo el blan- queo obligatorio de las casas, en septiembre de 1873 se presentó de nuevo un brote que duró hasta los primeros días de enero del año siguiente330. Sin embargo la amenaza siguió latente y se fueron dando algunos ca- sos aislados; un bando de la Alcaldía alertaba inútilmente del deber que tenían los padres de familia de vacunar a sus hijos para evitar la “...nume- rosa mortandad que ha ocasionado en los años anteriores...”. Por otra parte, mediante un oficio de la Subdelegación de Sanidad de Madrid se llamaba la atención del Gobernador Civil en funciones, don Ricardo Castro, indicán- dole que “en vista de la frecuencia con que se repiten las epidemias variolosas y el lamentable abandono que existe en las vacunaciones” para pedirle que siendo el propósito del Gobierno de la Nación en organizar un servicio sa- nitario apoyándose en las subdelegaciones provinciales, “sería conveniente que se nombrara un grupo importante de personas influyentes y de reconocido mérito en la población, para que con la ayuda de los Subdelegados pudiera proceder a la creación de un servicio completo y adecuado para atender a la profilaxis de la enfermedad”331 .

329 Ibídem. Albacete. Acta de 4 de mayo de 1870. Caja 101. 330 Ibídem. Albacete. Expediente viruelas. Años 1873-1888. Oficio del Gobernador. de 22 de dic. de 1873. Caja 151. 331 A.H.P. Albacete. Madrid 19 de febrero de 1876.Caja 151.

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Con el oficio en la mano, el Gobernador se puso a la tarea de instituir una Junta Benéfica Provincial de Salud y crear en la capital un centro pro- vincial de vacunación332. La primera medida que tomó la autoridad provin- cial fue nombrar, el 14 de marzo de 1876, al doctor Sabater vocal de la Junta Benéfica“para inquirir en las causas de la viruela en esta provincia y evitar su propagación”. Sabater era el hombre de su confianza, pues como profesional había asumido el trabajo de levantar semejante centro de vacunación en la población ya desde algunos años antes. Sin embargo, por el desarrollo de los acontecimientos políticos, nues- tro facultativo no pudo poner en marcha aquel nuevo servicio por el que tanto había trabajado, pues había comenzado a escribirse un tiempo polí- tico diferente, y el rechazo a su persona por su condición de ciudadano de profundas creencias republicanas, lo impidió. El 5 de febrero333, el Ayun- tamiento ya había tomado el acuerdo de no firmarle la renovación de su contrato de permanencia en el servicio de asistencia médica domiciliaria, cuando ya estaba a punto de expirar; el ideario canovista obrando en conse- cuencia, le separó de su plaza el gobierno municipal canovista. Aunque el proceso de constitución del Instituto de Vacunación que él había iniciado, y por el que tanto había apostado, estaba definido y resuelto, finalmente no pudo apuntarlo en su lista de méritos, pues otros finalizaron la tarea que había comenzado, en tanto que andaba ocupado en presentar recursos ante la Audiencia para recobrar su plaza. Sin lugar a dudas, la circular divulgadora que se repartió en la ciudad para informar a la ciudadanía sobre los grandes beneficios que se consegui- rían con la creación del Instituto, explicaba los sufrimientos y mortandades que la provincia había tenido que soportar durante la constante presencia de la enfermedad en ella:

“Establecido en esta Capital un Centro Provincial de Vacunación desde el 1º del año económico de 1876 merced a la circular del Excmo. Señor Direc- tor de General, fecha 19 de febrero último recomendando la creación en las provincias de una Junta Benéfica de Sanidad protectora de la vacuna y merced a la protección e iniciativa de esta misma Junta y Autoridades provinciales..., deber mío es dirigirme al público de la provincia, a las autoridades todas, Ayuntamiento, Alcaldes Jueces municipales, Curas párrocos, y demás Sacer- dotes, Maestros y Maestras de instrucción primaria, encargados de dirigir la juventud por el camino de la moralidad y de la ciencia, padres y madres de

332 B.O.P de Albacete Número Extraordinario, jueves, 10 de agosto de 1876. 333 A.H.P. Albacete. Acta municipal de 5 de febrero de 1876. Caja 151.

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Don Elías Navarro Sabater fue nombrado por el Gobernador miembro integrante de la Junta de la Beneficencia, en enero de 1867.

familia, Veterinarios y las personas todas de ilustración y conocida influencia en el pueblo sencillo, en su educación y en su higiene y muy particularmente a los señores Subdelegados de Sanidad, Médicos Cirujanos y Farmacéuticos to- dos encargados y obrando de consuno de curar y aminorar las enfermedades para que desde ahora redoblen sus esfuerzos y, secundando el pensamiento de la Junta y del Gobierno se preparen todos y cada uno de por sí a trabajar no solamente en curar la viruela terrible enfermedad que aflige y diezma a la especie humana.

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En 1800 fue establecido en Francia un comité de Vacunación...Desde entonces empezó a penetrar con más o menos celeridad en todos los países, quedando en la actualidad pocas regiones donde no está organizado un sis- tema de vacunación. Esta provincia es una de esas regiones; y si hasta ahora ha estado este proceder científico abandonado, tiempo es ya de que este aban- dono cese y desde hoy principia la nueva era para regenerar la humanidad y disminuir la mortalidad en este país ...Díganlo los pueblos todos que en la pro- vincia han sido epidemiados y devastados por tan grave enfermedad; díganlo la Capital misma que aún recuerda con lágrimas en los ojos las epidemias su- fridas en épocas recientes, debido todo a que la profilaxis de la viruela, la va- cunación, se ha mirado con negligencia y abandono por todos, confiando que tal operación a manos inexpertas que no tienen obligación de saber operar científicamente, ni de distinguir la verdadera de la falsa vacuna; descansando las familias en ese proceder y en que la preservación existía ya, viéndose luego engañados, a no proceder sin descanso a la revacunación por manos peritas dentro de la mayor intensidad de la epidemia... Para ello, a todos los que la pidan se les facilitará desde el día 15 de sep- tiembre inmediato linfa de toda confianza...a semejanza de la del Instituto de Vacunación Valenciano, que para gloria suya, da mejores resultados que la de los tubos procedentes del extranjero... Desde el 1º de septiembre próximo estará abierto en esta Capital el Ins- tituto Provincial de Vacunación, sito en la calle Padre Romano, esquina a la casa de Maternidad todos los días feriados desde las diez de la mañana a las doce de la misma para vacunar y revacunar a todo el que quiera. ..Los pobres se reputaran como tales para el objeto de practicarse la vacunación gratuita todos los que estén incluidos en el padrón del para la asistencia facultativa... Los no pobres no tienen necesidad de presentar papeleta alguna, pero tiene el deber de pagar al operador sus honorarios en el acto de practicarse la vacuna- ción... Albacete 31de julio de 1876” 334.

Todos los esfuerzos por dar a conocer los beneficios que iba a propor- cionar la flamante institución de nada sirvieron; ese mismo año nuevamen- te fue desoída una petición dirigida por el alcalde don Alfonso Cuartero al director del Instituto Nacional, pidiendo seis cristales de vacuna para ser repartidos entre los médicos de la Beneficencia, para su aplicación a las familias desfavorecidas335.

334 A.H.P. Albacete. Circular dando a conocer al recién fundado Instituto Provincial Alba- cetense de vacunación. 31 julio 1876. Caja 151. 335 A.H.P. Albacete. Oficio del negociado de Beneficencia. Marzo de 1876.

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A pesar de haberse creado el Instituto de Vacunación, en ocasiones no se disponía de vacuna y había que recurrir al procedimiento de “brazo a brazo”.

A pesar de que los facultativos se presentaron puntualmente a las ho- ras señaladas para proceder a la vacunación, nadie acudió a hacerlo en el transcurso de los meses que le restaban al año, ni durante los primeros del siguiente. En cambio, a finales del año siguiente hubo un brote que se inicio entre los militares acuartelados en Albacete y pronto alcanzó tal magnitud, que se tuvieron que cerrar las escuelas. La epidemia se prolongó hasta el año siguiente y se tuvo que habilitar nuevamente el hospital provisional de la tenería,336 para poder atender a tanto invadido337.

336 Las tenerías dentro de las ciudades habían sido prohibidas por ley por ser industrias insalubres. La vieja tenería estaba situada en la eras de Santa Catalina, cerca del edificio ferial, a poniente, adyacente al paseo de San Sebastián. Era un edificio aislado “a 140 pasos del la última de las tres casas que hay en las afueras”, se alquilaba a sus propietarios como hospital provisional en casos de emergencia. Fue cerrada como industria en 1849, previo informes de los médicos don Pedro Pina y don Antonio Amoraga. 337 A.H.P. Albacete. Acta 15 de junio de 1878. Caja 151.

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Cuatro años después, el 15 de octubre de1883, un profesor local dio la alarma al haber observado que dos hermanos residentes en la calle del Tinte habían acudido a clase con señales evidentes de haber contraído la enfermedad. El Gobernador ordenó que la Junta Provincial de Instrucción Pública procediese al cierre de los centros de enseñanza. Cuatro meses permanecieron los centros cerrados, hasta que el 21 de febrero de 1884 se ordenó abrirlos nuevamente, “pero que no se admitan niños que no hayan terminado el periodo de descamación” 338.

Bando municipal de 1884 llamando a la vacunación 339.

338 A.H.P. Albacete. Expediente: Clausura de escuelas por epidemias. Años 1883-1899. Ofi- cio de 22 de febrero de 1884. Caja 381. 339 Ibídem. Albacete. Bando llamando a la vacunación. Caja 410.

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Con la puesta en marcha del centro de vacunación y las mejoras apli- cadas en la prevención del mal, lejos de bajar el padrón epidémico en la ciudad, los casos fueron aumentando considerablemente en los años finales del siglo. Será el propio don Elías Navarro, como Subdelegado e Inspector sanitario provincial, quién nos aproxime con sus cuadros estadísticos a las severas consecuencias que tuvieron para la población las últimas epidemias, que se dieron en las décadas finales340. Finalizada ya su vida profesional y desengañado por los resultados obtenidos, don Elías admitía que la mortalidad causante por: “la viruela produce estragos más terribles, y es mayor su contagio y duración por las su- persticiosas creencias de cierta clase del pueblo, que rechaza someter a sus hijos a la inoculación preventiva” 341.Como una enfermedad social que era, no resultaban suficientes los medios que les ofrecían las autoridades para sus tratamientos y la desconfianza se hizo general342. A finales del verano de 1897, volvió a desarrollarse un nuevo brote de viruelas que puso en alerta a la ciudad. El “Defensor de Albacete”, el 22 de agosto, tratando de atenuar la gravedad de los acontecimientos y dado que se aproximaba la feria local daba la noticia diciendo que: “Afortunadamente la epidemia variolosa va desapareciendo... casi podemos asegurar que dentro de pocos día se habrá extinguido. Así pues, los forasteros pueden visitarnos sin temor alguno durante los días de la próxima feria” 343. Por su parte “La Vanguardia”, otro periódico local de tendencia repu- blicana, que había salido recientemente al mercado, puso el día 28 de agosto entre sus páginas un artículo que con el título “Grave imprudencia”, intentó dramatizar el hecho diciendo: “Todo el mundo sabe que en este verano se ha desarrollado en Albacete una formidable epidemia de viruelas causando numerosas víctimas en infantes y adultos. Se cuentan por centenares los ata- cados, sin que se haya hecho nada por atajar el mal” 344, comentario que no fue bien visto por las autoridades locales y provinciales, imponiéndole una

340 Navarro Sabater. Elías. “Apuntes para la Topografía Médica de Albacete”. Año 1893. 341 Ibídem. Pág. 320. 342 Ver “Cuadro expresivo de los datos correspondientes a la epidemia variolosa sufrida en esta capital desde Julio de 1883 hasta Abril de 1884”. Y “Cuadro expresivo de los datos correspondientes a la epidemia variolosa sufrida en esta capital desde noviembre de 1890 hasta abril de 1892”. De su Apuntes incluidos en el “Apéndice documental”. Páginas 329-331. Estas estadísticas fueron las confeccionadas por don Elías, entonces Subdelegado de Medicina y Cirugía. 343 A.H.P. Albacete. El “Defensor de Albacete”. 22 de agosto de 1897. Carpeta 29. 344 A.H.P. Albacete. “La Vanguardia”. 28 de agosto de 1879.

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sanción de 250 pesetas por su publicación345. La noticia de aquella multa fue recogida con regocijo tanto por sus compañeros de la prensa como por los médicos. El “Defensor de Albacete”, trató de quitarle importancia a la noticia informando al día siguiente a sus lectores, que solamente habían muerto 24 personas en el último trimestre y que la información que tenían en ese momento, proporcionada por los médicos locales, era la de que en la se- gunda decena habían ocurrido doce defunciones y en la tercera, que estaba terminando, “ solo habían fallecido tres virulentos” 346. Terminaba su informe diciendo que con las exageraciones de “La Vanguardia”, se había podido quitar el pan del invierno a muchas familias pobres. El doctor don Andrés Collado Piña, por su parte, se vio obligado a escribir también un artículo en el “Defensor de Albacete”, titulado “Falsa alarma” desmintiendo las falsedades de “La Vanguardia”, diciendo que ha- bían ocurrido pocos casos y solamente se dieron entre la clase proletaria no vacunada “ no creo que esto sea motivo bastante para producir consternación y alarma”. Y a continuación, el médico pasaba a trasladar la responsabilidad de la situación al Estado, por no haber todavía en España una ley que obli- gase a la vacunación, como en la mayoría de los países europeos347, que era el sentir general de la clase médica en aquellos años. Ante tanto revuelo ocasionado, “La Vanguardia” respondió con una nota retractándose de lo dicho, si bien acabada la Feria siguieron saliendo noticias de nuevos casos tanto en la capital como en los pueblos, casos para los que el Ministerio de la Gobernación le envió al Gobernador provincial un lote de 150 cristales de linfa-vacuna, con los que atender a aquellas fami- lias de la provincia que lo necesitasen. Conforme fue mejorando la calidad de las vacunas su aceptación en- tre el vecindario fue cambiando. Desde 1903, con la venta libre y la vacuna- ción obligatoria se corrigió el modelo de mortandad que por esta causa se había asumido hasta entonces. La lucha para erradicarla fue larga hasta ser declarada definitivamen- te extinguida por la O.M.S, en 1979.

345 A.H.P. Albacete. El “Defensor de Albacete”, 29 de agosto de 1897. 346 A.H.P. Albacete. El “Defensor de Albacete”. 29 de agosto de 1997. 347 A.H.P. Albacete. “El Diario de Albacete”. 30 de agosto de 1997. Carpeta 189.

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JUBILACIÓN DEL DR. NAVARRO SABATER

Finalizado el compromiso de su último contrato con el Ayuntamien- to, desengañado, cansado y con sus facultades muy castigadas por la enfer- medad, el día 1de mayo de en 1892 pidió a las autoridades municipales que le concedieran la jubilación: “...pues no le era posible continuar prestando sus servicios de médico titular del Municipio, como lo ha venido haciendo durante (más) veinte y cuatro años porque debilitadas todas sus fuerzas se ve obligado a buscar su sosiego y descanso, alivio para sus dolencias y quebran- tada salud” 348. Por acuerdo municipal de 9 de mayo de 1892 se le concedió la jubi- lación y en ella se le hacía presente el profundo pesar de la totalidad de los concejales, que le testimoniaban: “...su agradecimiento por los buenos ser- vicios prestados por el Sr. Navarro durante el desempeño de sus respectivos cargos en el Municipio, las distinciones de que ha sido objeto; los honores re- cibidos algunos de ellos de excepcional importancia en la clase médica, son circunstancias que la comisión tiene presente para proponer al Excmo. que se otorgue a Don Elías la jubilación que solicita...”. La paga correspondiente a su jubilación, a efectos del Real Decreto de 2 de mayo 1858 sobre servicios sanitarios, ascendía a 999 pesetas anuales, que era la mitad del sueldo que debía recibir estando en activo; y así se fir- mó349. Examinado el expediente por el correspondiente departamento de ha- cienda, accedió a la jubilación de don Elías, cuya trayectoria profesional va- loró así: “La Comisión de Hacienda encargada de dictaminar en el expediente instruido a instancias de Don Elías Sabater para su publicación como médico titular de esta ciudad informa al Excmo. Ayuntamiento en el sentido de que en el referido expediente se han llevado todos los requisitos exigidos por las dis- posiciones vigentes procediendo a acceder a la solicitud del interesado toda vez que han sido comprobado los hechos alegados en su instancia por el mismo. Más de veinte años de servicios municipales como médico y hallarse físicamente imposibilitado para continuar trabajando, cuyos hechos aparecen demostrados en el expediente hacen acreedor a Don Elías Navarro del derecho de jubilación consignado en el R.D de 2 de Mayo de 1858 y reproducido en el Reglamento de 10 de junio de 1891 sobre el servicio benéfico sanitario de los pueblos.

348 A.H.P. Albacete. Hoja de servicios de don Elías Navarro Sabater. Expediente “Médicos 1862-1899”. Caja 375. 349 Ibídem.

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Los buenos servicios prestados por el Sr Navarro durante el desempe- ño de sus respectivos cargos... para proponer al Excmo. Ayuntamiento que se otorgue a Don Elías Navarro la jubilación que solicita de 990 pesetas que es aproximadamente la mitad del sueldo que ha disfrutado durante los dos años últimos. Espera esta comisión que así lo acordará por unanimidad el Ayunta- miento, así como también que dicho acuerdo se ponga en conocimiento del Sr. Gobernador Civil de la provincia para su aprobación conforme a las dis- posiciones vigentes y que al comunicar a Don Elías Navarro las resolución se le manifieste que por todos los concejales han visto con sentimiento el motivo que ha dado lugar a la jubilación, quedando el Excmo. Ayuntamiento alta- mente complacido del celo con que siempre el Sr. Navarro ha desempeñado sus servicios en este municipio” 350. Le sustituyó el doctor don Carlos Medina, al que se le firmó la escri- tura el siguiente 4 de julio.

350 A.H.P. Albacete. Hoja de servicios de Don Elías Navarro Sabater. Médicos. Caja 375.

Biblioteca Digital de Albacete «Tomás Navarro Tomás» Biblioteca Digital de Albacete «Tomás Navarro Tomás» HOJA DE SERVICIOS DE DON ELÍAS NAVARRO SABATER

Biblioteca Digital de Albacete «Tomás Navarro Tomás» Biblioteca Digital de Albacete «Tomás Navarro Tomás» Médico cirujano para la hospitalidad domiciliaria Nombrado en el...... 2 de febrero de 1862 Toma de posesión...... 5 de abril de 1862 Cesó por aumento sueldo...... 30 de Junio 1868 Nombrado de nuevo...... 1 de julio 1868 Confirmado...... 29 julio de 1868 Cesó, en virtud del acuerdo del Ayuntamiento de 5 de febrero de 1876...... 29 de febrero de 1876 QUEDA CESANTE DESDE EL 29 DE FEBRERO DE 1876 HASTA EL 17 DE JUNIO DE 1881. Accede nuevamente a su puesto...... 17 de junio de 1881 Toma posesión...... 1 de julio de 1881 Cesó por terminación del contrato...... 30 de sept. de 1885 Igual cargo conferido interinamente por la Municipalidad, por acuerdo...... 9 sept. 1885 Confirmado. Toma de posesión...... 27 octubre de1885 Cesó por terminar su contrato...... 31 octubre de 1889 El mismo destino conferido por la expresada Corporación...... 28 octubre 1889 Tomó posesión...... 1 noviembre 1889 La Junta municipal en sesión de1 de mayo de 1890 confirmó el acuerdo adoptado en 28 de octubre del 1889, resolvió que el contrato por dos años principiara a contarse desde la fecha en que se otorgara la oportuna escritura pública, lo cual tuvo efecto en 8 de mayo de 1890. TOTALES.- 24 años, 9 meses y 4 días. PERMANECIÓ CESANTE.- 5 años y 4 días. Albacete, 6 de mayo de1892. Alcalde: Don Juan Parras.

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SERVICIOS ESPECIALES QUE LE FUERON RECONOCIDOS

- En oficio fecha de 8 de octubre de 1862 le nombró el Juzgado de Pri- mera Instancia de esta Capital sustituto de facultativo forense de este Partido Judicial. - En oficio número 283, fecha 7 de mayo de 1866, se le transcribió por el Gobierno Civil de esta provincia la R.O. de 21 de abril anterior por la que se dispuso se le dieran las gracias y se le hiciera mención honorífica en el Boletín por los servicios prestados en la epidemia colérica del 65 e inundaciones de 22 de septiembre del mismo en esta Capital. - La Junta Provincial de Beneficencia le nombró, en 5 de julio de 1866, vocal de la del barrio de San José para distribuir socorros. - En 4 de enero de 1867 le nombró, el Sr. Gobernador Civil, vocal de la Junta Municipal de Beneficencia. -El 6 de septiembre de 1872 le nombró vocal de la Junta Municipal de Beneficencia, para el bienio 1872-74. - En 14 de marzo de 1876 el Gobernador le nombró vocal de la Junta Benéfica para inquirir las causas de la viruela en esta provincia y evitar su propagación. - En 15 de diciembre de 1876 fue nombrado vocal auxiliar de cárceles por el Sr. Gobernador Civil. - En 10 de diciembre de 1881 fue nombrado vocal por el Gobernador Civil como Subdelegado de Medicina y Cirugía de este partido judicial, el que continúa desempeñando todavía. - En 7 de julio de 1883 se le transcribe el nombramiento hecho por el Ilmo. Sr Director General de la Beneficencia y Sanidad del cargo de vocal de la Junta provincial de Sanidad para el bienio 83-85. - Por R.O. de 10 de julio del 83 se le nombró vocal de la Junta de Bene- ficencia de esta provincia. - En Oficio 7 de enero del 86 se le trascribe el acuerdo del Ayuntamiento de esta Capital dándole las gracias por su comportamiento y de su interés con motivo de la epidemia colérica de 1885 - En oficio 3 de octubre del 87 en que se le transcribe la R.O por la que se le nombra vocal de la Junta Provincial de Beneficencia. - En 20 de mayo del 89 fue nombrado vocal de la Junta Provincial de Sanidad para el bienio 89-91. - En 7 de febrero de 1991 fue nombrado por la Dirección General con carácter temporal inspector sanitario del partido.

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HONORES Y CONDECORACIONES

En virtud del expediente instruido y por R.O. de 11 de agosto de 1886, le fue concedida la Cruz de Epidemias, por reunir las condiciones exigidas en los casos de 3º y 4º de la R.O de 15 de agosto de 1838.

SUS CIRCUNSTANCIAS AL EMPRENDER LA CARRERA

Tener el necesario título de licenciado en Medicina y Cirugía por ha- ber aprobado las asignaturas pertenecientes al año de doctorado. Albacete, 2 de mayo de 1892351

Expediente de jubilación del Dr. Sabater.352

351 Ibídem. Hoja de servicios de Don Elías Navarro Sabater. Médicos. Caja 375. 352 Caja 375.

Biblioteca Digital de Albacete «Tomás Navarro Tomás» Biblioteca Digital de Albacete «Tomás Navarro Tomás» 1895. NAVARRO SABATER, FUNDADOR DEL COLEGIO OFICIAL DE MÉDICOS DE ALBACETE

Biblioteca Digital de Albacete «Tomás Navarro Tomás» Biblioteca Digital de Albacete «Tomás Navarro Tomás» La Ley de Ayuntamientos de 1836 permitía a los municipios nombrar a los médicos a su voluntad, legislación que también anulaba prácticamente sus derechos, pues era norma general haber tenido buena conducta política para obtener un contrato y era conveniente mostrarse complacientes con la autoridad para no caer en desgracia. La identificación política precedía a la profesional, por eso siempre que cesaban los médicos en el ejercicio de sus funciones acostumbraban a pedir a las autoridades un informe de obediencia y buenas prácticas, para que les sirviera de carta de presentación en la solicitud de un nuevo destino. No era que la cualificación profesional repugnara a las autoridades municipales, pero era exigible que los sanita- rios mostraran un perfil político cercano al poder que ellas representaban. La ley tampoco ponía obstáculos a que se nombraran sanitarios de las más variopintas procedencias y de las más extrañas titulaciones, lo que hacía casi imposible enfrentarse a posiciones ya consolidadas. En la España rural todo título servía, siempre que no se fuera exigente en el cobro del sueldo y que el facultativo elegido prestara al poder político la obediencia debida. Dejaba también a la voluntad de los cabildos la asignación de sueldos y la forma y medios de pagos. El enorme caudal de legislación que se produjo a lo largo del siglo para remediar esta situación de poco sirvió. La normativa que desarrollaba la Ley de Sanidad de 1855, que iluminó la sanidad pública de la segunda mitad del siglo, les concedió muy poca autonomía a los pro- fesionales en el desarrollo de su profesión. Fue creciendo con el siglo el sentimiento y la necesidad de los médi- cos rurales por defenderse de las humillantes posiciones en que los ponían los poderes públicos, que con demasiada frecuencia intentaban utilizarlos en provecho de sus intereses personales y políticos. También era necesario apartar de dicho mercado a los llamados cirujanos (sanitarios de titulación menor, incluso ninguna), sanitarios de la vieja estirpe que desde siempre te- nían institucionalizada su presencia en las sociedades agrarias y no estaban

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dispuestos a cederles el paso a los recién licenciados formados en las uni- versidades, que fueron llegando. Si se repasa “El Siglo Médico”, el portavoz más cualificado en mundo de la medicina de su época, podrá apreciarse el tono de queja permanente de los médicos contra el trato injusto que sufrían por parte de los poderes municipales, casi siempre en manos de grupos caciquiles locales. En defensa de sus intereses los médicos fueron creando algunas cor- poraciones que no llegaron a cuajar. En la provincia de Albacete, que sepa- mos, se produjo el intento de conformar uno de estos colectivos profesiona- les, la llamada Alianza de las clases Médicas, fundado en Madrid en 1856, que surgió para la defensa de los intereses de la clase médica, aglutinando normas y reglas de otras corporaciones anteriores. Sus estatutos se publi- caron en 1856. Pronto acabó implantándose dicha asociación en algunas provincias, pero no tardó en ser ilegalizada, motivo por el que, en los pri- meros días de enero de 1857, el Gobernador provincial envió a los alcaldes un oficio en calidad de “Reservado”, pidiéndoles que investigasen si en los pueblos de la provincia había médicos inscritos en dicha entidad y en caso de haberlos “...suspenda sus funciones hasta la aprobación de sus estatutos que tienen solicitados...” 353. Aunque no conocemos todas las informacio- nes de las autoridades locales, en los primeros días de enero contestaron negativamente a la pregunta , y Balazote354. Tampoco se conocía ningún miembro perteneciente a ella en la capital, aunque se sospechaba que pudiera haber un facultativo del que ignoramos su nombre. Por su parte, el Alcalde de le informaba a la autoridad provincial que el médico local, don Pascual Mestre, había dicho pertenecer a dicha asocia- ción en Almodóvar del Campo, pero en el destino de referencia del que se solicitaba la información, en aquél momento no estaba establecida.355 Declinando el siglo, el modelo de relación fue cambiando entre las autoridades civiles y los facultativos, gracias a la decidida actitud de éstos, que con su esfuerzo y constantes denuncias fueron tratando de conseguir un cuerpo legislativo capaz de defender sus aspiraciones y hacer frente, de paso, al intrusismo que les planteaban las banderías internas existentes en la profesión. Una vez que el doctor el Sabater se vio apartado de sus tareas profe- sionales, en el año 1895, decidió ponerse al frente de la tarea de conseguir

353 A.H.P. Albacete. “Alianza de las clases Médicas”. Año 1857. Expediente 10. Caja 110 354 Ibídem. Oficios de la Municipalidad de La Gineta, 8 de enero de 1857; de Balazote y de La Herrera, el 9 enero 1857. Caja 110. 355 Ibídem. Barrax. 10 de enero de 1857. Caja 110.

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fundar el Colegio de Médicos de Albacete, institución que se vio reflejada en la corporación creada en Madrid dos años antes. Era su compromiso con la clase médica, una vez acabada su agitada vida profesional en la que había conseguido el respeto de sus paisanos y compañeros. Un grupo de médicos, convocados por él, tomaron la decisión de constituirse como sociedad cuyos fines iban dirigidos a la defensa e inde- pendencia de dichos profesionales en el ejercicio de sus actividades, a la vez que se comprometía a garantizar el control de la buena práctica profesional de sus asociados, en beneficio de los enfermos. Fue una de las primeras cor- poraciones de este tipo en constituirse en la región. Para la fundación del recién creado Colegio, aquellos pioneros ne- cesitaban disponer de un local donde ubicar su sala de juntas y secretaría, necesidad que le expusieron al Ayuntamiento: “Constituido en esta Capital el Colegio Médico de su distrito, cuyo objeto, como los demás establecidos en otros puntos es velar por el interés de los Asociados, a la vez fortalecer los ser- vicios de la Ciencia en sus relaciones con el público y las Autoridades, fáltale un local para las reuniones de su junta directiva, para las generales y para la Secretaría. Pero habiendo llegado a mi conocimiento el que han de quedar vacan- tes las habitaciones que hoy ocupa el Juzgado Municipal en la Plaza Mayor de esta ciudad, le ruego encarecidamente que consultando si lo cree preciso al de su digna presidencia se sirva acordar se conceda a este Colegio dicho local sin remuneración alguna, persuadido de que al hacerlo así coadyuvará a una empresa que es de transcendencia, por lo que mejora y enaltece la Ad- ministración pública, en cuyos progresos tanto se interesan las Corporaciones populares. Dios guarde… Albacete, 6 de agosto de 1895. El Presidente Elías Navarro” 356. La concesión de un local municipal no se hizo esperar y el alcalde de la ciudad, don Juan Dusac, médico y también asociado, la autorizó al día siguiente, y fue inmediatamente ocupado. Era una dependencia que había sido destinada anteriormente a Juzgado Municipal en el viejo ayuntamiento de la Plaza Mayor, antes de que fuese trasladado a una casa solariega, situa- da en el nº 31 de la calle San Agustín357, hoy Plaza del Altozano.

356 A.H.P. Albacete. Expte. “Médicos”, años 1781-1895. Carpetas 3. Caja 533. 357 Ha servido de Casa Consistorial hasta hace unos años. Se compró el 22 de noviembre de 1879 a los herederos de don Manuel Cortés y doña Casimira Alfaro, los menores Mariano y Leonarda, por 40.000 pesetas. La primera sesión municipal se celebró el 3 de enero de 1879.

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Expediente de cesión del inmueble que serviría para alojar al Colegio Oficial de Médicos.

Aunque el local que recibieron los médicos para ubicar la sede de su recién creada agrupación era malsano y sombrío, no parecía tener mucha relevancia para sus fundadores; lo que si importaba, y mucho, era iniciar su marcha, pues crecía un sector de médicos que aspiraba a acaudillar el colec- tivo fuera de la obediencia a las reglas que pretendía aplicar el Colegio y era urgente conseguir integrarlo en aquella nueva andadura. Era opinión general que se trataba de una estancia lóbrega e insalubre pero, dadas la provisionalidad y la urgencia, no dudaron en aceptarla. La prensa local calificaba a aquel sitio como inadecuado y ruinoso, como se verá por los comentarios del “Defensor de Albacete”: “Llamamos la atención acerca del estado ruinoso en que se halla el edificio situado en la Plaza Mayor que actualmente sirve de refugio al Colegio de Médicos,(y presenta) amenaza creciente ante la indiferencia del Municipio” 358.

358 A.H.P. Albacete El “Defensor de Albacete”. 20 de julio de 1896. Nº 13.

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A los pocos meses, su amigo don Juan Guspi, le sustituyó como nuevo presidente, que consiguió trasladar la sede de aquél centro a una depen- dencia más apropiada que había quedado disponible en el hospital de San Julián, en calle del Carmen, del que había sido director. El Colegio de Médicos siempre participó en los movimientos científi- cos y culturales de la ciudad prestando siempre amplia información a la ciu- dadanía sobre las epidemias y descubrimientos que en el campo de la me- dicina se venían dando en cada momento. Las conferencias que daban los facultativos, generalmente en los salones del Colegio Notarial (Calle Mayor 35) o de la Diputación, tenían asegurada una gran audiencia. Siempre eran anunciadas por la prensa local como acontecimientos de gran interés. También el Colegio participaba del pulso cultural de la ciudad y solía proponer temas de debate y convocar concursos literarios. Sabemos que, en 1905, con motivo del tercer centenario de la publicación de la primera parte del Quijote, su presidente, don Tomás Pérez Linares, le propuso a la Asociación de la Prensa de Albacete, la celebración de unos juegos florales que llevaron como tema “Cervantes en Medicina”, en los que fue laureado el médico nacido en Socuéllamos, don Francisco Martínez y González; texto que fue impreso en Madrid por los Hermanos Baena, el mismo año. La creación de dicha corporación va a marcar un momento de cambio en la ciudad, desde el que se va a articular el periodo de transición en que se hermanará la antigua medicina, cargada de conocimientos y supuestos empíricos, con los nuevos tiempos en los que entraba en escena la medicina científica. Un cambio que apostaba por la técnica y la microbiología, que puso nuevos cauces a la asistencia médica y sería el punto de partida de múltiples aspiraciones en la atención sanitaria desde el que, con los años, se llegaría hasta conseguir el ambicioso plan de levantar una Facultad de Medicina en la ciudad. Realidad que culminó finalmente una centuria des- pués. Los Colegios no fueron legalizados hasta el año 1898.

Biblioteca Digital de Albacete «Tomás Navarro Tomás» Biblioteca Digital de Albacete «Tomás Navarro Tomás» FIN DE SIGLO

Biblioteca Digital de Albacete «Tomás Navarro Tomás» Biblioteca Digital de Albacete «Tomás Navarro Tomás» Tenemos que recordar que la mayor parte de los grandes avances de la ciencia se produjeron en la segunda mitad del siglo XIX y especialmente en medicina, cuando éste ya declinaba. Fue una época en que se intentó superar las corrientes ambientalistas incidiendo sobre la higiene, pasándose a individualizar la enfermedad aplicando sobre cada enfermo el remedio señalado y específicamente aconsejado por la ciencia. Con decisión se fue abriendo paso en estos años a la medicina científica Los sucesivos descubrimientos profilácticos que se fueron conociendo para evitar las enfermedades mediante tratamientos con nuevos fármacos e inoculación de vacunas, permitieron descargarlas del sentido fatalista que habían tenido hasta entonces. La consecuencia fue que, una vez abandona- do el sentido trágico de plaga con el que se las había tenido hasta entonces, dejaron de ser consideradas como un castigo divino, al quedar despojadas de la antigua creencia de ser aquellos “males que Dios nuestro Señor se ha servido mandarnos”, por la soberbia y maldad de los hombres. La población comenzó a abandonar sus ancestrales miedos y mostrar signos de confianza en la ciencia, abriéndose un nuevo tiempo para el tratamiento de las enfer- medades infecciosas, que eran la mayoría de las padecidas hasta entonces. Lejos ya de aquella trágica creencia y neutralizados los agentes tóxi- cos productores de la enfermedad, la salud empezaba a contar como un va- lor seguro posible de alcanzar. Se confiaba en aquella nueva ciencia médica, que permitía al ciudadano pensar que la muerte podía ser aplazable y, por tanto, ofrecerle nuevas esperanzas para su futuro. En Albacete, como en tantos otros lugares, se apuntó un cambio de mentalidad desde entonces, comenzando a superarse aquellos comporta- mientos propios de las sociedades rurales tradicionales; su vecindario fue dejando atrás la negra visión pasada de considerar la vida una secuencia con un destino incierto, dándose a partir de entonces un salto cualitativo en el que se podía esperar un futuro mejor y cada vez más ilusionante.

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En este sentido fueron considerables los ingentes esfuerzos que hicie- ron las autoridades sanitarias y la prensa local, tratando de divulgar y tran- quilizar a la ciudadanía, dando a conocer los logros obtenidos por la nueva medicina científica en su lucha contra la enfermedad, concienciándola de las grandes esperanzas de supervivencia que ofrecían sus nuevos tratamien- tos. Algunos ejemplos podían ilustrarnos de estos cambios de mentalidad. Los brotes de triquinosis que se dieron en la provincia, en los años ochenta, aconsejaron a sus Ayuntamientos a proceder a la compra de mi- croscopios para determinar la enfermedad359 y evitar el parásito. La prensa local de un municipio cercano incluía en su portada un artículo titulado “Higiene Pública”, que invitaba a las autoridades y a sus lectores a cambiar de actitud frente al consumo de carnes, advirtiéndoles de la inconveniencia de su consumo sin haber sido analizadas previamente: “...Muchas epidemias cuyas causas se escapan a la perspicacia de los facultativos, cuyos funestos resultados siembran de luto y espanto a comarcas extensas, reconocen por origen el uso de carnes descompuestas procedentes de reses enfermas y en las- timoso estado... El indiferentismo, esa desconfianza que algunos muestran hacia procedimientos científicos hay que hacerlos desaparecer, que no es un argumento racional, ni de fuerza decir, “siempre lo hicimos lo mismo y no nos hemos muerto” 360. Una vez conocida la eficacia de las vacunas, sería conveniente des- tacar el hecho de que, el 10 de junio de 1895, la Corporación de Albacete mandó circular un bando por la ciudad informando de que un médico lo- cal, don Manuel Marín, tenía su correspondiente permiso certificado para inocular vacunas mediante el suero necesario, que en este caso se trataba de la antirrábica del Dr. Ferrán; pero también lo estaba haciendo con el de la difteria, conocida popularmente como “garrotillo”361, mal del que la pobla- ción infantil fue atacada con mucha crudeza, durante la segunda mitad de los años ochenta. No se tardó mucho en extenderse la noticia de los nuevos tratamien- tos, pues era habitual encontrar en la prensa anuncios como el siguiente: “El distinguido médico de la Gineta don Antonio Iniesta está ensayando en los enfermos de tuberculosis la tuberculina del doctor Kock, siendo satisfactorios los resultados obtenidos hasta ahora” 362.

359 El primer microscopio que se compró en Albacete para este menester, se hizo en 1879. 360 A.H.P. Albacete. “La voz de ” Nº 6. Viernes 31 de agosto de 1888. 361 A.H.P. Edictos y Bandos. Caja 410. 362 A.H.P. Albacete. Periódico el “Defensor de Albacete”. 6 de mayo de 1897. Y 18 de julio del mismo año.

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Don Manuel Marín Sevilla363

Traemos aquí también como ejemplo un artículo publicado por el “Diario de Albacete” que nos ilustra del cambio de postura de la prensa, en un momen- to en el en que la peste, la temible enfermedad, se presentaba como un peligro inminente al haber sido invadida la no muy lejana ciudad de Oporto. Aunque se seguía defendiendo la higiene como norma y guía, insustituible frente a las enfermedades, también ponía en consideración los avances logrados por la me-

363 Fotografía tomada del libro de Luis Miguel Martínez-Gómez Simón “Las Instituciones de atención social al menor en la ciudad de Albacete”. I.E.A. Don Juan Manuel. Albace- te. Núm. 135. Año 2002. También en los fondos del archivo de la Diputación Provincial de Albacete.

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dicina postpasteuriana: “…Hoy que se ha implantado en Oporto la peste y pone a la Península en peligro de invadirse se necesita para luchar con éxito la coope- ración y ayuda de todos los elementos sociales, divulgando el nuevo concepto que de las enfermedades infecciosas se tiene, demostrando que el contagio se efectúa siempre por el intermedio de alguna cosa palpable, desvaneciendo la antigua con- cepción del efluvio y del miasma haciendo ver que del mismo germen nos es per- fectamente conocido, y que por lo tanto, basándose en las medidas preventivas y en hechos ciertos y reales de observación han de ser eficaces si se aplican con fe y se atacan por convencimiento. La peste de Levante o bubónica, como la mayoría, por no decir todas las enfermedades infecto-contagiosas forma en el grupo de las microbianas. Su causa productora es una bacteria descubierta por Yesin en 1894, y cuyo nombre lleva, siendo un organismo vegetal microscópico que se aísla así la misma enfermedad en el hombre y animales usuales de laboratorio y en algunos domésticos. Este bacilo para penetrar por el organismo animal o humano necesi- ta una solución de continuidad de la piel o mucosas; se propaga multiplicándose extraordinariamente, por la vías linfáticas a la sangre y vísceras centrales, oca- sionando desordenes funcionales graves incompatibles con la vida mucha veces... Otros médicos han comprobado esta acción curativa de la sueroterapia, aunque en proporción diferente de mortalidad, así como la profiláctica o preventiva… Las medidas que deben adoptarse para preservarse de la peste deben dirigirse contra los hombres procedentes de localidades infectadas, agente ordinario del transpor- te para grandes distancias, contra los animales domésticos, en especial las ratas, como agentes de difusión dentro de las zonas contaminadas y contra los insectos chupadores, parásitos del hombre. Firmado Dr. Don Bonifacio de la Cuadra” 364.

La narrativa de la ciencia médica había comenzado a cambiar su discurso.

364 A.H.P. Albacete. “Diario de Albacete”. Periódico Independiente. 27 de septiembre de 1899. Carpeta 48.

Biblioteca Digital de Albacete «Tomás Navarro Tomás» SU MUERTE

Biblioteca Digital de Albacete «Tomás Navarro Tomás» Biblioteca Digital de Albacete «Tomás Navarro Tomás» Elías Navarro Sabater, murió el día 6 de febrero de 1902, a causa de una afección pulmonar, según testifica su partida de defunción. El entierro se celebró al día siguiente. Su cuerpo reposa en el panteón que hizo cons- truir en el año 1890, “para enterrarse él y los suyos”, en el cementerio muni- cipal de Albacete365.

Partida de defunción de don Elías366

365 A.H.P. Albacete.1890. Libro 655. 366 A. Diocesano. Albacete. Libro de defunciones de la parroquia de S. Juan Bautista. 1900- 1903. Fol. 96. Alb. 93.

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Casado dos veces, el doctor Sabater no tuvo descendencia. Suponemos que la prensa local tuvo que destacar ampliamente la pérdida de nuestro personaje, si bien no hemos podido encontrar ningún ejemplar de la época en las hemerotecas locales. La única referencia en la prensa que sobre su muerte tenemos, nos llega de las páginas del Diario de Murcia, el domingo 2 de noviembre de 1902, publicación que ofrecía una larga lista de los colaboradores y suscriptores muertos entre el 1 de noviem- bre de1901 hasta el 31 de octubre de 1902. Lo que nos confirma que nuestro biografiado era lector tanto de la prensa nacional como la de las provincias periféricas.

Foto cedida por la familia Gómez-Juárez. Lápida funeraria de don Elías con día de su fallecimiento. Se adorna con una cruz radiada inscrita en un círculo y un sencillo en- marcado. Ocupa un destacado lugar en el panteón, hoy propiedad de la citada familia.

Biblioteca Digital de Albacete «Tomás Navarro Tomás» SUS ESCRITOS

Biblioteca Digital de Albacete «Tomás Navarro Tomás» Biblioteca Digital de Albacete «Tomás Navarro Tomás» Solo después de verse liberado de sus obligaciones profesionales y sentirse artífice de su ventura, los últimos años de su vida los dedicó a darle cuerpo organizativo a aquél mundo de la medicina, al que no pudo atender mientras estuvo dedicado a sus labores asistenciales. Su nuevo puesto como inspector le deba la oportunidad de dedicarse a la vigilancia sanitaria y a comprobar los indicadores de mortalidad, incidencias y valoración de las carencias higiénicas causantes de las epidemias, lucha contra las enferme- dades endémicas, recursos sanitarios, datos estadísticos, etc. Su primer trabajo conocido fue la:

MEMORIA SOBRE LA EPIDEMIA DE CÓLERA SUFRIDA EN POZO CAÑADA EN 1890.

Aunque seguía aferrándose a la solidez de su modelo sanitario basado en la higiene y en la trasmisión miasmática de la enfermedad, era conscien- te de que se había llegado a un punto de inflexión en el que a la Medicina debían de incorporársele nuevas técnicas, consideradas por él como dema- siado novedosas. Así pues, su apuesta final se la planteó como un reto en el que quiso encarar las informaciones y conocimientos de los que disponía, resultantes de la medicina tradicional que había practicado y conocía, con la idea de que a la moderna medicina le valdrían y se serviría de ellos para dotarlos de la base científica que necesitaba, para conseguir alcanzar las profundas transformaciones que se anunciaban y que él no llegó a conocer, según con- fiesa en dicha “Memoria...”: “La determinación de la especie a qué el micro- organismo pertenece, el estudio de sus formas morfológicas, y el conocimiento de cómo se provoca la enfermedad ya por un agente infeccioso, por el mismo bacilo, o por la acción química de fermentos solubles provenientes de sus ex- creciones, son interesantísimos extremos que en lo sucesivo podrán obtener

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solución satisfactoria, y que el intentar explanarlas está vedado a nuestra in- suficiencia” 367.

APUNTES PARA LA TOPOGRAFÍA MÉDICA DE ALBACETE

De la misma manera que presentábamos una panorámica sanitaria de la villa de Albacete en los años que comenzaba su andadura como capital de su nueva provincia, creemos que sus “Apuntes...” podrán ofrecernos una visión dinámica de los logros y fracasos alcanzados por la medicina local en el transcurso de los años que cerraron el siglo. Acabada su “Memoria sobre la epidemia de cólera que sufrió Pozo Ca- ñada en 1890”, sin apenas descanso, Sabater se dedico a ordenar y distribuir la magnífica información “de campo” que poseía basada sobre el terreno de sus experiencias asistenciales socio-sanitarias que había almacenado sobre Albacete durante el periodo que le toco vivir como profesional. Con ese afán se dedicó redactar una topografía médica sobre de la ciudad en la que focalizará todos sus conocimientos y experiencias, volcándolos en ella por si fuese necesario ponerlos al servicio de las nuevas interpretaciones que pudiera hacer de ellos la medicina post-pasteuriana.

367 A.H.P. Albacete. Navarro Sabater. Elías. “Memoria que por encargo de la Dirección de Beneficencia presenta a la misma el Subdelegado de Medicina y Cirujía del Distrito de Albacete, sobre los trabajos de Saneamiento y demás extremos que interesan con motivo de la epidemia colérica que en 1890 se padeció en Pozo Cañada”. Imprenta de Luciano Ruiz. Val-General. Albacete. Año 1892.

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Las topografías médicas en aquellos años finales del siglo estaban en su momento de mayor esplendor368. Don Elías Navarro Sabater, en julio de 1893, acabó la suya la que en- cabezó con el modesto título de “Apuntes para la Topografía médica de Al- bacete”. Una vez terminados, los presento ante el para que el Ayuntamiento les diera el destino que le pareciese oportuno. Después de leerlos varios concejales, pero especialmente, por el señor Pérez Linares, médico cirujano, que algunos años después sería Presidente del Colegio de Médicos, facultativo muy valorado por la Corporación, los informó muy elogiosamente369. El trabajo se pasó a la consideración crítica del entorno científico local, que lo recogió con aplausos. A la vista de las favorables críticas recibidas, la Alcaldía estimó con- veniente imprimirlo a cargo de las arcas municipales, hecho del que nos da la noticia el Boletín Oficial de la Provincia de Albacete, del 1 de diciem- bre de 1893: “Sobre la Memoria referente a Sanidad confeccionada por don Elías Navarro Sabater, Subdelegado de Medicina, dedicada a esta muni- cipalidad, que la aceptó, acordando su impresión para distribuirla según convenga, archivando algunos ejem- plares y dirigiendo oficio a dicho Sr. dándole las gracias por tan importan- te trabajo”. Don Joaquín Roa Erostarbe370, en el tomo II de su “Crónica” no se olvidó de incluir una referencia muy elogiosa de la Topografía, de Sabater, del que ya hablamos en otro aparta- do, texto que permitió que la ciudad fuera conocida en los ambientes uni- versitarios y saliera a la palestra de la prensa médica de aquellos años, con acentos destacadamente laudatorios.

368 Cascos Solís, Juan. “Las topografías médicas: revisión y cronología”. Asclepio. Revista de Historia de la Medicina y de la Ciencia. Volumen 53 Nº 1. Año 2001. Págs. 213 a 244. 369 A.H P. Albacete. Acta del 2 de agosto de 1893. Caja 4533. 370 Roa Erostarbe. J. “Crónica de la Provincia de Albacete”. Apéndice nº 5. Págs. 49-50-51. Tomo II. Albacete 1894.

Biblioteca Digital de Albacete «Tomás Navarro Tomás» Biblioteca Digital de Albacete «Tomás Navarro Tomás» VALORACIÓN DE LA PRENSA NACIONAL DE SUS TRABAJOS ESCRITOS

Biblioteca Digital de Albacete «Tomás Navarro Tomás» Biblioteca Digital de Albacete «Tomás Navarro Tomás» Como ejemplo de la destacada valoración con que fueron acogidos sus textos en el ámbito nacional, haremos mención a algunas de las distintas publicaciones profesionales de aquellos años, que no dejaron de resaltar el contenido de sus escritos, sobre todo los referidos por sus “Apuntes”, argu- mentando lo siguiente:

I

“El Siglo Médico”. “Topografía Médica de Albacete”, 19 de Noviembre de 1894. “El ilustrado profesor don Elías Navarro y Sabater, médico titular que ha sido durante muchos años de Albacete, acaba de dar a la estampa unos “Apuntes para la topografía médica de Albacete” que acreditan el detenido estudio que de la localidad tiene hecho y el cariño que a la misma profesa. Los estudios de esta naturaleza son de grandísima importancia para las poblacio- nes que se preocupan de su estado sanitario, y merecen bien de ellas y de la ciencia que a ellos se dedica. Agradecemos al señor Navarro la remisión de su obrita, que se ha publi- cado por cuenta del municipio.”

II

“Gaceta Médica Catalana”, de 31 de Marzo de 1894. “Apuntes para la to- pografía Médica de Albacete”, por don Elías Navarro y Sabater, Médico-Ciru- jano. Albacete, 1893. Poco a poco van publicándose en España diferentes topografías médi- cas, que con el tiempo servirán para dar a conocer las condiciones climatológi- cas y sanitarias de nuestra Nación, y sería conveniente que nuestros gobiernos demostraran más interés porque se generalizaran.

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La presente -que puede servir de modelo por los diferentes asuntos que trata-, constituye un estudio detallado de lo que es la ciudad de Albacete des- de el punto de vista médico, pues se señalan de una manera completa las reformas higiénicas más urgentes que son necesarias adoptar, para que, al disminuir las causas de mortalidad que allí se observan, mejore la salud de sus habitantes. Demuestra el señor Navarro ser un buen observador, y sobre todo que cuanto analiza y describe lo hace con la imparcialidad propia del que no tiene más interés que decir la verdad, aunque no guste. La ciudad de Albacete puede estar satisfecha de la obra que el señor Navarro acaba de realizar; más es preciso que los encargados de velar por sus intereses, no olviden que los sanitarios son los primeros, como en estos Apuntes aconseja que lo hagan su autor, para que no resulten letra muerta sus advertencias. El de la misma, al publicar por su cuenta este libro, ha dado una prueba de saber gastar el dinero en asuntos de reconocida utilidad, y al mismo tiempo que ha sabido apreciar, en lo que valen, los desvelos que se impuso el señor Navarro al escribirle”· F. Antigüedad.

III

“Revista de Higiene”. Barcelona, Marzo de 1894. “Apuntes para la Topogra- fía Médica de Albacete”. Albacete, 1893. Don Elías Navarro y Sabater publicó recientemente, con el modesto tí- tulo de Apuntes médico-topográficos, una Memoria relativa a la capital de la provincia cuya Inspección sanitaria tiene encomendada. Resulta dicho trabajo todo lo completo que desearse pudiera, conte- niendo datos de mucho valor relativos a la situación topográfica, cifra de po- blación, forma y dimensiones de la urbe, orientación, altura, meteorología, hidrología, climatología, flora y descripciones de cada una de las secciones interesantes para dar cuenta del modo de ser de la expresada Ciudad. Uno de los capítulos más importantes, el referente al Régimen y recursos sanitarios, nos ha parecido sobrado corto, por más que da idea de los que al mismo se refiere; y tampoco pecan de extensos los referentes a Beneficencia en sus múltiples organizaciones. Permite, no obstante, el contenido del folleto (de 76 páginas), formar idea del modo de ser higiénico de la población, que, según las estadísticas comparadas de un quinquenio, deja mucho, muchísimo que desear. Pero si en todas las capitales de importancia hubiese Inspectores sani- tarios de la talla del señor Navarro, si se procuraran los estudios estadísticos y

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las comparaciones necesarias, así como si se atendieran los consejos de peri- tos en asuntos higiénicos, es evidente que los males que en poblaciones como Albacete se lamentan (disminución del número de habitantes producida por enfermedades caracterizadamente epidémicas, o quizás por predominio de ciertas endemias) disminuirían rápidamente. Lo difícil estriba en dar el primer paso, y este, en cuanto a Albacete, lo supo dar magistralmente el autor de los Apuntes a que nos referimos. Por ello felicitamos sincera y espontáneamente el señor don Elías Nava- rro y damos nuestra cordial enhorabuena a las Corporaciones populares en- cargadas de hacer que la semilla extendida en su fértil suelo fecunde y retoñe en beneficio de la Humanidad y por arte de la Higiene”.

F. Castelles.

Biblioteca Digital de Albacete «Tomás Navarro Tomás» Biblioteca Digital de Albacete «Tomás Navarro Tomás» APÉNDICE DOCUMENTAL

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APENDICE DOCUMENTAL I

MEMORIA

QUE

POR ENCARGO DE LA DIRECCIÓN DE BENEFICENCIA Y SANIDAD

PRESENTA A LA MISMA

EL SUBDELEGADO DE MEDICINA Y CIRUJÍA

DEL DISTRITO DE ALBACETE

sobre los trabajos de saneamiento y demás

extremos que interesan,

con motivo de la epidemia colérica que en 1890 se padeció

en el pueblo de Pozo Cañada

ALBACETE:

IMPRENTA DE LUCIANO RUIZ

Val-general

1892

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L pueblo de Pozo Cañada, único que en la provincia sufrió la epide- mia colérica del año 1890, se halla en gran parte situado sobre la pen- diente de una colina de poca elevación, y dividido por la carretera queE dirige desde Albacete a Murcia en dos distintas pedanías; perteneciente la más extensa y numerosa al Municipio de esta Capital, y la otra emplazada en la llanura y que cuenta con un reducido vecindario, a la inmediata ciu- dad de Chinchilla. La exposición del caserío es al Poniente; está colocado entre los 1º 59’ de longitud y 38º 45’ de latitud; y aun cuando su temperatura media no se ha determinado todavía deberá ser de unos 12º como la de Madrid, en atención a que la ordinaria suele ser siempre la misma y son también iguales y simultáneas las revoluciones atmosféricas de uno y otro punto. Su altura sobre el nivel del mar es la de 693 metros, y linda por el Norte con Albacete y Chinchilla, por el S. con Casa-blanca y el término de Tabarra, al E. con Pétrola, Fuente-álamo y el Villar y al O. con el Campillo y el término de Pozo-hondo. Su población asciende a 53 vecinos y 230 habitantes el grupo de casas agregado a Chinchilla, mientras que cuenta 393 y 1.476 habitantes, según el padrón Municipal que se hizo en el año pasado. Los vientos reinantes son del N. y N.O.; aunque algo más suave que el de la Capital, su clima es húmedo y frío, y las afecciones predominantes las de índole catarral. El terreno, llano en gran parte de su extensión, se hace algo accidenta- do en sus límites del N.E.; siendo su naturaleza cretácea, con capas arcillo- sas y silíceas, entre las que figuran las primeras en más cantidad. No cuenta el pueblo con edificios públicos que por su construcción o antigüedad sean dignos de mencionarse; pues solo hay una Iglesia bastante reducida, y nada ofrecen de notable los demás, toda vez que el Casino y la Cárcel ocupan habitaciones particulares, y la última carece de condiciones higiénicas y hasta de la conveniente seguridad.

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Por más que en la generalidad de las casas hay pozos cuyas aguas se destinan al uso doméstico, aquella que por ser más potable consumen sus moradores para la bebida, la extraen de un pozo llamado Bueno situado a la izquierda de la Cañada, y que por cierto carece de condiciones de limpieza e incomunicación necesarias, para que no puedan penetrar del exterior o arrojarse en él aquellos cuerpos extraños capaces de ensuciar o corromper el agua que contiene. Fuera de muy contados edificios y los que forman toda una calle de reciente construcción, son todos los demás, pequeños, de un solo piso, de techo sumamente bajo, sin capacidad y con tan corto número de habitacio- nes, como sucios y casi por completo exentos de luz y ventilación. Éstas miserables viviendas, lóbregas e insanas de por sí y que en su mayor parte forman el citado Caserío, es donde se albergan las clases más necesitadas, que viviendo de su jornal escaso e inseguro, suelen emigrar con frecuencia a otras provincias, a causa de que las pocas familias de algún arraigo en la localidad y en quienes está reconcentrada la riqueza, dependen exclusivamente de la agricultura y no pueden proporcionarles trabajo por la escasez de las cosechas. Antes de crearse las Inspecciones Sanitarias temporales, el abandono y falta de aseo en gran número de casas y la carencia de toda policía per- sonal, se hacía extensivo a cuanto les rodeaba; y la misma indiferencia e igual descuido existió siempre en los descubiertos, letrinas, sumidores, y demás anejos de tan pobres edificios ; así también las calles, las plazuelas y alrededores del Caserío, estaban invadidas de basuras amontonadas en gran cantidad, y por las primeras se veía correr con frecuencia el agua sucia del lavado de las ropas, cuya operación se efectuaba también en una charca de la Cañada, demasiado próxima a la población. Otra causa de constante insalubridad, aparecía en el camino que se dirige al pueblo desde la Estación del ferrocarril, y era producida por el agua estancada en unos barrancos, de corta extensión y profundidad en- clavados en el término municipal de Chinchilla, y que no siendo costoso el rellenarlos, han subsistido de igual manera hasta hace pocos días, compro- metiendo la vida de tantos infelices, que padecieron largo tiempo fiebres palúdicas, sólo por la incuria y la tenaz resistencia de aquella autoridad lo- cal, hacia lo que con preferencia debiera interesarle; la salud y el bienestar de sus administrados. Así pues, en un pueblo con faltas de construcción irremediables, con sin igual escasez de recursos, rodeados en calles y casas por inmundicias y materias orgánicas putrefactas, y finalmente con el descuido y la indolen- cia por costumbre inveterada, era difícil, o casi imposible, no ya mejorar

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aquellas en su forma y estrechez, dando acceso al Sol, a la luz y al aire puro tan indispensable para la vida, sino que también el romper sus antiguas y perniciosas prácticas de indiferentismo y desidia, para separar y destruir, en breve tiempo, tanto foco de infección y tan persistentes causas de insa- lubridad. Después de nuestras visitas de Inspección, aunque luchando con di- ficultades y obstáculos poderosos, se consiguió adelantar mucho a favor de una esmerada limpieza y de cuanto reclama la más exigente policía sanita- ria. El consejo y la persuasión de una parte, los bandos que otra veces se pu- blicaban conminando con multas la falta de su cumplimiento, la eficaz in- fluencia del Alcalde y el celo y decidido interés del facultativo titular, fueron venciendo poco a poco y en cuanto era dable sus obstinadas costumbres, y se logró para en adelante el aseo más exquisito en las calles y alrededores de la pedanía, el que transportase toda clase de inmundicias y despojos a gran distancia de la población, y el que ésta adquiriese, por el cumplimiento de los preceptos aconsejados, las condiciones de salubridad y saneamiento de que era susceptible, atendido el estado de pobreza y lamentable atraso de que ya se han hecho mención. Idénticas dificultades surgieron en cuanto a las charcas situadas en la Cañada y camino de la Estación, que tras el mal efecto que causarán ante toda idea de adelanto y de cultura, los muy dudosos resultados respecto a la limpieza obtenida y lo peligrosísimas que por su emanaciones habían de resultar para la salud de aquellos vecinos, costó no obstante ímprobo tra- bajo disuadirlos de los peligros a que se exponían, y desterrar tan arraigada y perjudicial costumbre; necesitándose aún mayores esfuerzos para que en estos días al fin se haya ordenado el terraplenar esos barrancos, dando sa- tisfacción a las indicaciones que en cumplimiento de nuestro deber hemos elevado a la Superioridad, acerca de ese punto de tan vital interés. A todas estas mejoras, que entrañan gran importancia bajo el punto de vista higiénico, hay también que añadir las desinfecciones que en varias épocas se han practicado, y para las que el Excmo. Ayuntamiento de esta Ciudad, después de acordar y llevar a efecto un blanqueo general en las fa- chadas, remitió 114 kilos de cloruro de cal y otros 118 de sulfatos de hierro y cobre, para fumigar el interior y descubiertos de las 75 casas en donde tuvieron lugar fallecimientos o invasiones coléricas. La adopción de estas medidas preventivas, el relativo aseo que se ha logrado en la localidad y el constante esfuerzo dirigido a vencer prácticas muy contrarias a la conservación de la salud, no son obras que merezcan siquiera consignarse, si se atiende a el adelantamiento y las justas exigen- cias que hoy tiene la higiene; pero al fin, enfrente de la pobreza y de la

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imposibilidad material de grandes reformas, poco puede alcanzarse; y si al- gún ventajoso resultado se llegara a obtener de los trabajos de saneamiento practicados, no han sido en resumen otros, que la esmerada limpieza de la población, el desinfectar las casas en donde hubo invasiones o defunciones coléricas, y el rellenamiento de las charcas, que constituían un peligro per- manente y grave para la salud de ese vecindario.

* * * * *

Tócanos ahora decir algo de otro de los puntos que se nos interesa referente a la epidemia colérica de Pozo-Cañada: y al empezar su estudio sentimos como nunca que la falta de aptitud nos impida corresponder a la obligación impuesta, y que nuestra escasez de conocimientos sea tan gran- de, como es la importancia y el interés que la materia ofrece. Comprendemos demasiado que el trabajo es superior a nuestras fuer- zas; pero por lo mismo que no hay otro medio decoroso de eludirlo, resul- ta aún más apurada nuestra situación, atendiendo a que no contamos con otros recursos que nuestra voluntad y buen deseo. Desde muy antiguo se ha procurado investigar el origen, etiología y marcha de las epidemias, a fin de contener sus progresos y combatir en lo posible sus devastadoras consecuencias. Los sabios de todas las épocas han realizado profundos estudios y emitido ingeniosas teorías para explicar la causa esencial de cada una de ellas, y por desgracia no se alcanzó nunca el resultado que fuera de desear. La generación actual guiada por una detenida observación y con auxilio de las ciencias físico-químicas, ha dado impulso y prodigioso ade- lanto a la mayor parte de las ramas que la medicina abarca, y no ha sido ciertamente la menos favorecida aquella que se ocupa de las enfermedades infecto-contagiosas. En esta clase se halla comprendido el cólera morbo epidémico; sien- do todo cuanto a él concierne y particularmente su etiología, desarrollo, difusión y tratamiento, objeto de interesantes trabajos expuestos en curio- sas monografías, discusiones académicas y libros llenos de doctrina y útiles observaciones, que no podríamos menos de contribuir a la resolución com- pleta de problemas tan importantes y trascendentales. Los diferentes medios exploratorios de que dispone la Ciencia mo- derna, los repetidos trabajos de experimentación y las profundas investi- gaciones que sobre estos estudios se han practicado, vinieron a quitar toda importancia a la influencia que en otros tiempos se concediera a las altera- ciones atmosféricas, abandonando esas ideas por otras nuevas destinadas a

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explicar la enfermedad como de origen parasitario, y dependiente de bacilo vírgula de Koch que se encuentra en las deyecciones, siquiera al inocularle no haya producido el cólera experimental. La determinación de la especie a que el micro-organismo pertenece, el estudio de sus formas morfológicas, y el conocimiento de cómo se pro- voca la enfermedad ya por un agente infeccioso, por el mismo bacilo, o por la acción química de fermentos solubles provenientes de sus excreciones, son interesantísimos extremos que en lo sucesivo podrán obtener solución satisfactoria, y que el intentar explanarlas está vedado a nuestra insuficien- cia. Podríamos sin embargo suplirla y llenar un hueco en esta Memoria, con relatar algo de lo mucho escrito sobre la historia de la afección, aducir argumentos que confirmen su contagiosidad, exponer sus principales sínto- mas y copiar últimamente hipótesis y apreciaciones relativas a su patogenia, interpretada muy distintamente según las ideas que han reinado en las dife- rentes épocas de su aparición. Pero entendemos que nuestra misión es distinta, y debemos solo con- cretarnos a consignar fielmente los hechos observados, exponer la enseñan- za práctica que de los mismos se desprenda y apuntar aquellos otros que conozcamos por referencia de los profesores de esa localidad, puesto que el temor de llevar el contagio a la Capital nos impidió volver más de una vez al pueblo epidemiado, después que confirmamos con nuestra opinión humilde la existencia de la enfermedad colérica.

* * * * *

La natural preocupación y alarma producidas por el estado sanita- rio de la provincia de Valencia, se aumentó visiblemente en esta población por las noticias que circulaban de que en la muy próxima de Pozo-Cañada, se habían dado también casos sospechosos, y que las defunciones eran en mayor número las que correspondían a su escaso vecindario. Muy luego llegaron a confirmarse tan insistentes y desagradables rumores; pues algu- nos vecinos y uno de los médicos de aquella pedanía que hasta entonces no había prestado asistencia a ningún invadido de esa enfermedad, expusieron ante los Señores Gobernador y Alcalde, la presunción de que el temor fuera fundado y la consiguiente necesidad de disipar las dudas que en cuanto al diagnostico pudieron existir. Se dispusieron con la mayor premura los medicamentos y desinfec- tantes más precisos, y en aquel mismo día, (el 29 de Agosto) las citadas Au- toridades, el Secretario del Gobierno, el Comandante de la Guardia Civil y

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algunos médicos, nos trasladamos al ya repetido pueblo, que por su aspecto triste y abatido, demostraba manifiesta depresión en el ánimo y no poca escasez de recursos, a juzgar por la frecuencia y el apuro con que al Pedáneo se reclamaban auxilios que calmasen su angustiosa situación. Como primera y más urgente necesidad, las Autoridades levantaron el espíritu de aquellos habitantes, prodigaron consuelo a todos los enfer- mos, facilitando algún dinero sin perjuicio de proporcionar, según lo hi- cieron después, mayores recursos pecuniarios, más personal facultativo y servicio de practicantes, y últimamente un buen número de tiendas de cam- paña, luego que el desarrollo e intensidad de la epidemia, hizo necesaria esa eficaz y salvadora determinación. El exagerado aumento de las invasiones y el que era consiguiente en la mortalidad, ocasionaron mayor desolación y nuevo pánico, y para calmar éste y atender a muchos pobres a quienes faltaba consuelo y asistencia, fue también necesario apelar a otro supremo recurso, siempre propicio, heroico, sublime y santo; el que sólo saben pres- tar y en todas partes con riesgos de su vida proporcionan las piadosas Hijas de Caridad. A la vez que desde el primer momento atendía a remediar esas necesi- dades apremiantes, visitamos, en cumplimiento de nuestro deber, las nueve o diez personas que en aquél día se encontraban afectas de enfermedad sospechosa; y aun cuando carecíamos, aparte de la aptitud suficiente, de toda clase de aparatos y medios de investigación para patentizar el bacilo en los líquidos diarreicos, solo por la observación de los síntomas que presen- taban y la práctica obtenida en anteriores epidemias, pudimos claramente distinguir la dolencia en sus distintos periodos de invasión, la algidez y as- fíctico, y en vista de aquellos cuadros morbosos con caracteres peculiares y patognomónicos, diagnosticar el padecimiento de cólera morbo asiático en su forma epidémica. Nuestra amistad y compañerismo nos impiden felicitar, y por si apareciese apasionado, hacer merecido elogio del celo que observaron los profesores médicos de esa pedanía; pero por lo mismo que atendida esa consideración renunciamos a enaltecer aun más su conducta, no deberá ta- chársenos de abrigar animosidad sobre nadie, si decimos que hubo alguna negligencia en reconocer y dar el parte correspondiente del mayor número de enfermos y de la especial dolencia que en ellos pudieran observar. Sucedió en Pozo-Cañada, lo que en la generalidad de los pueblos acontece con relación a los primeros casos sospechosos; y es la predispo- sición y buen deseo de que la enfermedad no se desarrolle, atribuyendo a otras causas sus indisposiciones y ocultando al médico todo indicio o ante- cedente que le encamine al descubrimiento de la verdad.

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Esa consideración y el que recta y sinceramente los facultativos cali- ficasen el padecimiento en sus primeros días, de cólicos y gastro-enteritis, dio lugar a que durante un poco tiempo pasara la enfermedad desapercibi- da y oculta para las Autoridades de la Capital, y hasta para la que reside en aquella localidad. El mismo sistema de lamentable ocultación contribuyó a que al prin- cipio fueran infructuosas nuestras pesquisas para encontrar el verdadero origen del cólera; pero inquiriendo con persistencia por todas partes, obtu- vimos del celosísimo Cura párroco informes tan exactos y fidedignos, que nos llevaron muy pronto al descubrimiento de la verdad, cerciorándonos de que había sido importado por los carreteros que trajeron melones de la huerta de Gandía, y que por su intermedio, o por esa fruta se desarrolló la enfermedad; de las cual se contaminaron individuos de la casa en que vi- vían, y éstos a su vez la trasmitieron a las personas que sucesivamente tuvie- ron con ellas contacto, siguiendo desde entonces la ley general y constante con que siempre se difunde, de pueblo en pueblo, de una a otra calle, y por las personas u objetos que en más íntima relación se encuentran. Atendiendo a la permeabilidad del suelo, a la costumbre que casi todos los vecinos tienen de extraer de un solo pozo el agua potable que necesitan, valiéndose para ello de los cubos o vasijas de su propiedad, y últimamente al lavado de las ropas en los barrancos en donde el agua estaba encharcada, es ocioso el manifestar que con sobrados motivos, la epidemia adquirió muy luego considerables proporciones, que se explican bien si se considera la de- cidida influencia que para estos casos tienen las emanaciones pantanosas, lo fácilmente que los gérmenes se multiplican por la humedad, y el importante valor científico que para la transmisión se concede a las corrientes estable- cidas por el subsuelo, en un terreno franco y aun poroso como el que sirve de asiento a la población que nos ocupa. A estos valiosos elementos de difusión, fuerza es también añadir lo mucho que predisponen las alteraciones y cambios que adquiere el aire siempre bien confinado en las estrechas viviendas, los miasmas deletéreos producidos por la gran cantidad de inmundicias que por todas partes se encontraban allí depositadas, las pésimas condiciones higiénicas de que go- zan gran parte de los edificios, la mala calidad y deficiencia del alimento, las consiguientes transgresiones del régimen y otras mil desfavorables circuns- tancias que poderosamente facilitan la infección. Ellas pues han contribuido no poco a que la enfermedad adquiriera verdadera importancia y excesivas proporciones con relación al vecinda- rio, sin que por otra parte haya ofrecido carácter especial alguno digno de mencionarse, pues que siguió sus periodos regulares de aumento, estado y

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declinación, con la sola circunstancia de que en los primeros casos se acen- tuaba más la intensidad de los fenómenos, y era mayor la rapidez con que se manifestaban. Por último, la epidemia tuvo una duración de 37 días en cuyo espacio de tiempo ocurrieron 123 invasiones y 47 defunciones, distribuidas en la forma, clases y condiciones que se determinan en el cuadro siguiente, según el cual asciende la mortalidad a un 38’29 por 100 respecto al número de invadidos y a un 27’55 por 1000 con arreglo al de vecinos que cuenta el caserío.

CUADRO EXPRESIVO

del número de invasiones y defunciones habidas en la pedanía de Pozo-Cañada DE LA EFERMEDAD CÓLERA MORBO EPIDÉMICO ocurridas desde el 29 de Agosto al 4 de Octubre de 1890

EDAD DE LOS FALLECIDOS ESTADO PROFESIONES SEXO TOTAL INVADIDOS TOTAL TOTAL FALLECIDOS FALLECIDOS TOTAL OTRAS PROFESIONES OTRAS DETERMINACIÓN DEL DETERMINACIÓN De 0 a 3 años De 3 a 6 De 6 a 13 De 13 a 20 De 20 a 25 De 25 a 40 De 40 a 60 De de 60 años más VIUDOS CASADOS SOLTEROS Jornaleros Artesanos Labradores Empleados

VARONES 37 14 “ “ 1 “ 1 6 4 2 3 9 5 11 2 “ “ “ HEMBRAS 86 33 1 2 “ “ “ 13 11 6 6 19 3 32 “ 1 “ 1

TOTAL 123 47 1 2 1 “ 1 19 15 8 9 28 8 43 2 1 “ 1 GENERAL

Indicado ya el origen, desarrollo e importancia que tuvo la epidemia en Pozo-Cañada, es también necesaria y de relativo interés el hacer men- ción de los diversos tratamientos que para combatirla se emplearon, limi- tándonos en cuanto a este punto se refiere, a enumerar tan solo los datos y antecedentes que por uno de los Señores Facultativos del pueblo se nos ha facilitado. Si quedó al principio demostrada la conveniencia de destruir en los pueblos toda causa de insalubridad, mejorar sus condiciones sanitarias y ha- cer que observen sus vecinos la más rigurosa higiene individual, es evidente que el cumplimiento de tan saludables prescripciones, habrá de influir, del modo más eficaz, para la profilaxis de toda enfermedad epidémica.

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La dificultad de cambiar las deplorables condiciones en que estaba el caserío, era tanto mayor cuanto que la invasión llegó a realizarse de una manera inesperada y brusca; y pues que en tal sentido no podían adop- tarse de antemano ventajosas medidas, ni contar siquiera con los recursos más precisos, se apeló, sin embargo, a los que podían plantearse en aquellas azarosas circunstancias, procurando propalar entre el vecindario y hacer públicos todos aquellos consejos y prevenciones que tienden a remover las causas predisponentes de tan mortífera enfermedad. Se les hizo comprender la necesidad de evitar toda pasión de ánimo, así como también enfriamientos y cambios rápidos de temperatura, reco- mendándoles la abstención de alimentos indigestos y bebidas estimulantes, por las sensibles consecuencias que el mal régimen y los desórdenes gástri- cos llevan consigo, y últimamente el que en manera alguna descuidaran la llamada diarrea premonitoria, cuyo abandono suele ser las más de las veces causa de que la enfermedad se desarrolle y produzca mayores estragos. Dado el desconocimiento de la causa específica de la enfermedad era forzoso prescribir un tratamiento puramente sintomático, llenando indica- ciones en cada uno de los distintos periodos, subordinadas a la edad, sexo y constitución de la persona invadida. Para ello se recurrió desde un principio a la dieta absoluta y quietud en la cama, procurando favorecer el calor general por medio del abrigo y bebidas diaforéticas con alguna cucharada de un licor espirituoso, a fin de desarrollar la conveniente reacción e impedir que el mal adquiriese mayores proporciones. Pero cuando en dicho periodo no se obtenía el alivio por los medios expuestos y la diarrea tomaba los caracteres que le son propios, preciso era apelar a otra clase de recursos, eligiendo entre ellos algunos como el tanino y sales de hierro, cocimiento blanco diascordiado, el silicato de bismuto, sulfuro negro de mercurio y otros como el opio, calomelanos y oxalato de cerio, con los que pudieron cohibirse diarreas que con otros medios era casi siempre muy difícil contener. Tan luego como aparecían los calambres y los vómitos, se procuró combatir los primeros con fricciones calmantes y estimulantes, y los segun- dos con aguas carbónicas, inyecciones de cloruro mórfico y con el uso del hielo, que en dosis pequeñas y repetidas alcanzó muy ventajosos resulta- dos. En consonancia pues con el plan terapéutico adoptado, al presentar- se el periodo de colapso, de enfriamiento general y la cianosis, se apelaba a diferentes estimulantes externos e internos, que consistían en fricciones con el bálsamo Fioraventi y amoniaco y tintura de nuez vómica; mientras

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que a la vez se administraba el alcohol de melisa y el acetato de amoniaco, auxiliado con algunas inyecciones de éter que resultaron con escaso éxito, así como tampoco lo obtuvieron la pilocarpina ni la helenina, por entonces preconizada en la provincia de Valencia. Al aparecer las complicaciones que de ordinario suele provocar la re- acción exagerada, se trataban con los medios indicados para aquellas do- lencias a que se referían, siendo de gran necesidad vigilar y dirigir pruden- temente el régimen dietético en la convalecencia, pues que al menor exceso determinaba recidivas frecuentes y de suma gravedad. Ni con un fin profiláctico ni como medio curativo, se llegaron a en- sayar otra clase de inyecciones, ni tampoco aquellos agentes que gozan de fama más o menos fundada en la medicación moderna; aun así es numero- so el catálogo farmacológico de que hemos hecho mérito, sin que con él se haya alcanzado ni siquiera un mediano resultado, si se considera la crecida proporción que aparece en la mortalidad, ya con respecto al vecindario o a cuanto al número de invasiones; siendo por último el tratamiento que más éxito ha obtenido, el astringente y calmante en el primer periodo, y el exci- tante, tan luego como se hacía preciso reanimar las funciones de la vida y sobre todo la circulación periférica.

* * * * *

Por consecuencia de cuanto acabamos de expresar, se desprenden al- gunas consideraciones que expondremos sinceramente como resultado de nuestra observación, en lo que respecta a la epidemia colérica que apareció en Pozo-Cañada. Debemos en primer término manifestar, que de igual suerte que en aquellas épocas y en diferentes puntos ha sucedido, la epidemia también fue aquí importada desde la huerta de Valencia, por la mercancía o por los individuos que la condujeron a ese caserío. Que como causas predisponentes para el más rápido desarrollo de la enfermedad, han de haber contribuido el hacinamiento de los individuos en locales muy reducidos, las alteraciones sufridas en el aire atmosférico escaso en la cantidad y sin la necesaria renovación, y sobre todo las ema- naciones mefíticas procedentes del agua estancada en las charcas próximas al pueblo; estando además fuera de toda duda, el que la propagación se hizo más fácil en virtud del servicio común para lavar las ropas en un solo barranco y usar todos el agua de un mismo pozo contaminado, muy luego, por las vasijas que se llenaban para las casas que desde el principio estaban invadidas.

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Así también debe hacerse mención de la influencia que en este pue- blo haya tenido la altitud y humedad en pro de la difusión del cólera, si se considera que la calle más castigada fue la construida por un solo dueño, sin que pudiera haber otra circunstancia desfavorable, que el estar relativa- mente más baja que otra, y la de conservar bastante humedad, puesto que todos sus edificios se construyeron a la vez; viniendo después a reprodu- cirse más fácilmente el contagio y el mayor número invasiones en la citada calle, con motivo de algunas fiebres de carácter tifoideo, que reinaron en el pasado otoño, así como en la epidemia de viruela que recientemente han sufrido. Del mismo modo pudiera asegurarse que en esta epidemia no existió la actividad y la fuerza de expansión que en las demás, puesto que no se ha difundido a otros puntos con la celeridad acostumbrada, y no puede atribuirse su falta de rapidez en propagarse a desinfecciones, aislamientos ni otros medios de precaución, toda vez que fueron muy pocas las que para evitar el contagio se adoptaron. Y es natural la deducción de que al no to- marse apenas prevenciones la Capital y pueblos inmediatos de cierta in- munidad, si se tiene en cuenta que el mal no llegó a trasmitirse a pesar de la comunicación frecuente con el pueblo epidemiado, de que llegaron per- sonas procedentes de otros de la provincia de Toledo, también invadidos, y que poco después se celebró nuestra concurrida feria a donde acuden con variedad de géneros multitud de familias de toda la provincia de Valencia. Eso no obstante juzgamos de utilidad las desinfecciones de ropas, objetos y mercancías contumaces, sometiéndolas a la cocción con agua salada, a las estufas de vapor, o bien recurriendo a practicarlas con aquellas sustancias químicas empleadas a veces como preventivas y destinadas otras a la posi- ble extinción de los gérmenes coléricos. Quizá podrá creerse aventurada la expresión pero tenemos por indu- dable, la existencia de pequeños focos en donde los gérmenes se multiplican con más facilidad por los cambios que el aire confinado experimenta, por las trasgresiones en el régimen y por la inobservancia de los preceptos de las higiene; resultando que la acción de esos focos reducida para cada uno de ellos, viene a constituir por sí atmósferas limitadas, fuera de las que, si de antemano no se ha adquirido, es difícil que el cólera pueda desarrollarse. En apoyo y confirmación de estas últimas apreciaciones pudiera tam- bién aducirse el conocido precepto de marcharse pronto, lejos y volver tar- de, lo cual en realidad no tiene otro objeto que sustituir aquellos lugares en que la infección miasmática es muy probable, por otros en donde la falta de gérmenes y la imposibilidad de ser conducidos por corrientes atmosféricas, hace completamente imposible que tenga lugar el contagio.

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No hemos de terminar estas breves consideraciones sobre los hechos observados en la epidemia colérica de Pozo-Cañada, sin exponer las indu- dables ventajas obtenidas por la diseminación de sus habitantes, que a la vez que dejan menos aglomerados a los que forzosamente han de permanecer en el pueblo, adquieren los que abandonan casi una absoluta inmunidad. A este punto concedemos nosotros la mayor importancia y abrigamos el profundo convencimiento, de que a los dictámenes de los hombres cientí- ficos y a las enseñanzas de la estadística, habrán de suceder muy en breve las medidas gubernamentales. Cuando la ciencia hasta ahora permanece muda e indecisa, no sólo sobre los orígenes del mal sino sobre los medios para cu- rarle, urge abrir nuevos derroteros para atenuar al menos esas grandes catás- trofes originadas por cada una de las invasiones. Supla aquí la higiene, más que en otros casos, a la Medicina, para detener los progresos de ese gigante de los males, que prescindiendo del individuo aislado, parece que emplea sus tremendos medios contra las colectividades y las grandes masas, api- ñando cadáveres entre las espantadas muchedumbres. Pues bien: es a todas luces necesario en toda invasión colérica, disgregar hasta donde sea posible el acumulo de personas, rompiendo así la cohesión y los lazos del contagio: que así como no es cuerdo oponer barreras al ímpetu de los huracanes, no lo es tampoco presentar grandes objetivos a un enemigo formidable, cuyo poderío es fuerza debilitar por medios indirectos y de cuestionable eficacia. Tales son, ya lo hemos dicho, el aislamiento y la diseminación de las perso- nas en atmósferas amplias y de libres corrientes; así se ha podido observar en diferentes pueblos, y así también con lisonjeros resultados se obtuvo la inmunidad en los enfermos de este Hospital provincial, durante el cólera de 1885. Pero en donde la demostración ha sido más terminante y manifiesta, donde los hechos vienen a robustecer éstas últimas afirmaciones, ha sido en la epidemia del Caserío que nos ocupa, cuya terminación fue decisiva y rápida para la gran mayoría de sus habitantes, que provistos de tiendas de campaña se instalaron en una altura próxima a la población, sin que entre ellos se volviese a repetir caso alguno. Inútil es encarecer las ventajas y la provechosa enseñanza de tan im- portante observación, que si la experiencia o hechos de igual índole repe- tidos en la misma epidemia la confirmasen, justificaríase por una parte el peligro de las atmósferas limitadas, y constituiría por otra un verdadero adelanto para evitar la facilidad y funesta rapidez del contagio. Preciso es por último añadir a esta observación importantísima, la necesidad de modificar las desfavorables condiciones de salubridad en que los pueblos se encuentran, suavizando las inclemencias del clima con gran- des plantaciones, canalizado de las aguas, desecando sitios pantanosos y

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mejorando la situación de las clases pobres, a fin de dirigir sus costumbres a favor de una buena higiene, y hacerles comprender los beneficios de cum- plir sus preceptos. Conveniente sería además una buena organización sani- taria que con rigor llevara a efecto las disposiciones de policía y saneamien- to urbano, y si unas u otras mejoras, aunque fuese lentamente se infiltraran en el ánimo de Autoridades y administrados, se debe esperar que evitando la invasión de enfermedades epidémicas, y prolongando más la vida media del individuo, ganarían extraordinariamente su desarrollo físico, su aptitud para el trabajo, y el estado de la salud pública, bases fundamentales de la prosperidad y engrandecimiento de los pueblos.

Albacete 3 de Diciembre de 1891. Elías Navarro

El Excmo. Ayuntamiento de esta Capital a propuesta de su Alcalde pre- sidente Don Segismundo Rodrigo y Toledo, acordó imprimir esta Memoria, previo dictamen de la Junta de Sanidad.- El Secretario, Serna.1

1 Archivo Municipal. Albacete. Caja 21 – Núm 804.

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APÉNDICE DOCUMENTAL II

ELÍAS NAVARRO Y SABATER

APUNTES

PARA LA

TOPOGRAFÍA MÉDICA

DE ALBACETE

ALBACETE IMPRENTA DE LUCIANO RUIZ Val-General, 1º 1893

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ADVERTENCIA

Los cargos de médico titular y Subdelegado de Medicina que por es- pacio de muchos años he desempeñado en esta Capital me han permitido adquirir datos y noticias de interés sanitario para la misma, que he agrupa- do, tal vez profusamente, pero con el designio de ofrecerlos como base para una verdadera TOPOGRAFÍA MÉDICA. Ni por un instante he abrigado yo la pretensión de hacerla , así por la escasez de mis fuerzas, como por la falta de elementos para verificar ciertos análisis científicos que se echarán de menos en estas páginas, hasta por las personas más imperitas. Pero si por cualquiera de mis dignísimos comprofesores, o algún otro de los que nos sucedan, se emprendiere esa delicada tarea, con las deduccio- nes y requisitos de que la mía carece, se llenará cumplidamente mi deseo de que exista en nuestro Archivo municipal EL LIBRO DE FAMILIA que, en sentir de un eximio escritor, debe haber en todos los de España.

EL AUTOR.

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Albacete, ciudad y capital de provincia, con Audiencia territorial y Ofi- cinas de Hacienda pública, dependiente en lo eclesiástico del Obispado de Cartagena y en lo militar de la Capitanía General de Valencia, se halla si- tuado a los 38º 59’ 47’’ de latitud Norte, y a 1º 49’ 54” de longitud Este del Meridiano de Madrid, ocupando el centro de una espaciosa llanura que termina en las sierras de Chichilla y Alcaraz.

CIFRA DE POBLACIÓN

Según los datos publicados en el Censo último de 1887, la población de hecho se compone de 10.443 varones y 10.443 hembras, o sea, un total de 20.886; y la de derecho asciende a 20.671 habitantes entre los que se en- cuentran 10.315 varones y 10.356 hembras. El padrón municipal formado en 1890, arroja una cifra bastante menor, pues que solo asciende a 17.534 habitantes, de los cuales 11.929 corresponden al casco de la ciudad, estando los 5.605 restantes repartidos entre los caseríos y aldeas, que a distancia de una a cuatro leguas componen su término municipal, y en el que se cuentan como principales pedanías, las del Salobral, Santa Ana, Tinajeros, Pozo- Cañada y Argamasón.

FORMA Y DIMENSIONES

Es irregular y bastante prolongada en la dirección de Poniente a Sa- liente, en cuyo sentido mide unas extensión de 1450 metros, mientras que de Norte a Sur solo alcanza 720 próximamente; asentándose la ciudad en tres pequeñas elevaciones, que tienen algo de roca silícea, y que se denomi- nan el Cerrillo de San Juan, el Alto de la Villa, donde antiguamente estuvo

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emplazado el pueblo con el nombre de Villa Cerrada, y la parte que llaman la Cuesta, formada por la plaza de Santa Quiteria y Carretas, que, con otras calles, dan a esa parte de la capital, alguna de la que relativamente tienen las otras dos.

ORIENTACIÓN

Colocado este pueblo al S.E. de la Península, gran parte de sus calles están en la dirección de Norte a Sur y las demás de Oriente a Poniente; sien- do sus límites por el Norte con el río Júcar y con los términos de la Gineta y Valdeganga; al Sur con , al Este con Chinchilla y Hoya Gonzalo y al Oeste con , Balazote y Barrax.

ALTURA

La altura sobre el nivel medio del mar Mediterráneo, tomada en el dintel de la puerta Sur de San Juan es de 685 metros, 876 milímetros, y en el andén de la estación de ferrocarril, de 678 metros 310 milímetros.

OBSERVACIONES METEOROLÓGICAS

La presión atmosférica media, resultante de dos observaciones diarias hechas en los cinco últimos años, barómetro a 0º y en mm, fue de 703,9 y 1,5 de oscilación media; apareciendo como altura máxima la de 718,0 que tuvo lugar el día 7 de Enero de 1890 y la mínima la de 683,3 que se observó el 13 de enero de 1892; siendo la mayor oscilación de 34,7 y 16,1 el prome- dio de las oscilaciones extremas. Así también la temperatura media deducida por el termómetro cen- tígrado y durante ese mismo periodo de cinco años, ha sido de 13º,5 ; y 10º,7 la oscilación media; experimentándose como temperatura máxima la de 39º, = que tuvo lugar el día 1 de Agosto de 1889, y la mínima, la de –16º, 0 que se observó el 31 de Diciembre de 1888, siendo la mayor oscilación de 55º,0 y 23º,4 el promedio de las oscilaciones extremas. En cuanto a la humedad relativa media según el Psicómetro y refi- riéndose al número 100, como símbolo de la saturación, fue de 58, y 7,3 la tensión media del vapor.

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Y últimamente, la velocidad media del viento por día y en kilómetros, fue en el quinquenio la de 285, y la máxima en un día, la de 1.212; resultan- do en ese mismo espacio de cinco años, 487 días de calma; 996 de brisa; 275 con viento, y 69 con viento fuerte; y apareciendo, en cuanto a frecuencia de los vientos que reinaron, el N. en 45 días; el N.E. en 273; el E. en 223; el S. E. en 723; el S. en 260; el S.O. en 656; el O. en 881 y el N.O. en 505. Hubo además 929 días despejados; 539 nubosos, y 342 cubiertos; presentándose la niebla en 84; el rocío en 33; la escarcha en 210; la nieve en 40; el granizo en 32, y en 105 la tempestad; y cayendo lluvia en mm. bajo esa forma, la nieve o granizo, un total de 2.176 y 5,5 de evaporación media en mm.

ASIENTO GEOLÓGICO E HIDROLÓGICO

El terreno es terciario, mioceno lacustre, dispuesto en capas alternas de arcilla roja y amarilla, arena y caliza blanda; con ligeras porciones tam- bién de arena y guijarros en la parte más profunda; y como la capa arcillosa superior es tan poco permeable, las aguas que existen de uno a tres o cuatro metros de profundidad, no resultan filtradas ni tampoco muy potables, en razón de los carbonatos y sulfatos de cal y sosa que contienen. No hay en esta población nacimiento o manantial alguno de agua potable; y la mayoría de los vecinos la consumen de los pozos que en ella existen, y son por lo regular de pésima calidad; resultan algo mejores las extraídas de las norias aunque en muy dudosas condiciones de limpieza y salubridad. Superiores a esta últimas, se consideran las ascendentes de un pozo llamado artesiano, próximo a la carretera de circunvalación; y sobre todas ellas sobresalen, por su gran potabilidad, las del manantial denomina- do Ojos de San Jorge, que está situado en la parte del S.O. Y próximamente a unos nueve Kilómetros de la ciudad. Sensible es que se inutilizaran las cañerías que las conducían hasta la misma capital, donde se instalaron tres fuentes, y que después de tanto pro- yecto para un nuevo abastecimiento, y el último a punto de llevarse a cabo, no se haya surtido a estos vecinos de tan excelente aguas, que constituirían el principal elemento para la salud; pues como el gasto que de ordinario se hace es de las que proporcionan las norias y pozos que existen en gran parte de las casas, resulta que estando cargadas, como hemos dicho de sales de cal y sosa, no han podido purificarse por el gran filtro natural, que es de arena y determinan en buen número de habitantes muy molestos padecimientos de estómago y frecuentes afecciones calculosas.

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Igualmente fuera de gran interés el aprovechamiento de otro manan- tial tan importante como el anterior, y que se encuentra a distancia algo más considerable, pues tiene su origen en el término de Alcaraz, a una legua del Robledo, y se conoce con el nombre de Ojos de Arquillo; su altura es extraordinariamente mayor que la que tienen los de Villaverde, en donde nace el río Balazote, y por tal razón al encauzar aquellas aguas, si empresa semejante pudiera acometerse llegarían a adquirir por su elevación mayor rapidez que la que el citado río lleva en su curso. De gran coste habrían de ser las obras necesarias para llevar a cabo tal pensamiento, iniciado por personas interesadas en el bien de Albacete, pero ese esfuerzo reportaría beneficios incalculables en el orden higiénico y el económico, y es seguro que alcanzándose condiciones de producción, riqueza y exuberante vida cambiaría la manera de ser de este pueblo como la de todos aquellos que tienen el caudal de agua necesario, calculado como mínimum en 100 litros de agua para cada habitante, por más que algunas poblaciones disfruten de 200 y aun 500, de cuya única manera pueden sa- tisfacerse cumplidamente las múltiples necesidades de la vida.

CANALES ACEQUIAS Y LAGUNAS

Al continuar anotando algunos datos relativos a la hidrografía de esta ciudad, debemos exponer que la única corriente de agua constante que existe en ella, es la del canal llamado de María Cristina. Construido en 1805 para desagüe de las tierras encharcadas, recorre de Sur a Norte una distancia de cincuenta y tres kilómetros, hasta desembocar en el Júcar, pasando muy cer- ca de nuestro recinto urbano, y recibiendo las aguas que a continuación des- cribimos. Las de la Fuente del Charco que marchan en dirección Oeste por un canal que lleva ese nombre, y que después de haber recorrido tres y medio kilómetros próximamente, entran en la laguna del Salobral: ésta, distante un kilómetro y al Oeste del caserío de ese nombre, tiene también su correspon- diente canal de desagüe, y se encuentra formada por una cuenca de terreno de una extensión superficial de doscientas cincuenta hectáreas, variable se- gún el mayor o menor encharcamiento de los predios que la circundan. Estas aguas afluyen por la parte de las Peñas de San Pedro y demás estribaciones de las Sierras de Chinchilla y Alcaraz, y casi su totalidad proceden de las grandes lluvias invernales. Otras hay existentes en los parajes conocidos con los nombres de Acequión, Hoya-Vacas y Albaidel, e independientemente de éstas, afluyen las de Estacadilla y manantial de los Ojos de San Jorge, las cua- les corren por acequias de distintas dimensiones y llevan la dirección más

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corta, para llegar a un punto céntrico próximo al Vivero llamado La reunión, que es donde empieza el canal principal con las proporciones debidas para evitar el peligro de toda inundación. Y últimamente, existen otros brazales destinados para el riego, que recorriendo distancias considerables, cuentan 1,40 y 1,70 de latitud media y 1,15 y 1,40 de profundidad, con partidores de sillería construidos en la confluencia de sus cauces respectivos. Expuesto ya el distinto origen de las que recoge el canal de María Cristina, no deben olvidarse algunas aguas, que siendo llovedizas, constitu- yen un serio peligro para la ciudad, por las inundaciones y desperfectos que en la parte baja de ella causan sus grandes avenidas, mientras que otras, de distinta procedencia, y que no pasan por la alcantarilla del Val-general, se pierden en los alrededores y puntos declives del terreno, como por ejemplo, la Dehesa, Hoyo de D. Juan, e inmediaciones de la carretera de Madrid, donde forman grandes charcos en los barrancos practicados para la extrac- ción de arena, y verdaderas lagunas dependientes de las filtraciones del ca- nal en los sitios próximos al mismo.

CLIMA

Establecidos ya los datos concernientes a la situación topográfica de este pueblo, temperatura y presión media del aire, su violencia, humedad y vientos reinantes, fáciles es apreciar la naturaleza de su clima, que puede calificarse de frío, seco y desigual, a causa de las bruscas oscilaciones de la temperatura excesivamente baja de ordinario, por no existir el dique de montañas y arbolado contra los vientos que barren la meseta en que está situada la ciudad. En consonancia con estos datos, resulta, como es natural, que reinando con frecuencia o durante más tiempo, algunas enfermedades en épocas determinadas, dan lugar a constituciones reumáticas, inflamato- rias o de otra clase, siquiera la más común y propia de este país sea la cons- titución médica catarral, bajo cuya influencia se desarrollan y sostienen esa clase de afecciones, a causa del predominio de los elementos atmosféricos referidos, o por virtud del influjo que ejerce la estación de invierno, aquí la más larga y rigurosa. Así, pues no pudiendo sustraernos a la acción meramente estacio- nal de los agentes exteriores que alteran nuestra salud de distintos modos, sufrimos también la que ejercen los accidentes y modificaciones del clima, que unidas a la falta de limpieza y salubridad, dan lugar al aumento de las enfermedades ordinarias, y a que sean más graves las endémicas, diatésicas y epidémicas.

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En su consecuencia, la irregularidad con que en este país se pre- sentan esas condiciones climatológicas, es causa de que los padecimientos sean muy varios, aunque gran parte estén subordinados a la estación que se atraviesa; por lo tanto, predominan en invierno toda clase de fluxiones y efectos catarrales, pleuresías, bronco-pneumonías, y bastante número de fiebres palúdicas, así en la capital como en los demás caseríos que depen- den de la misma; en el verano se observan algunos catarros intestinales; advirtiéndose en la primavera ciertos estados flogísticos del tubo digestivo; y por último, durante el otoño son frecuentes las fiebres de carácter gástri- co, que degenerando en una forma tifoidea más o menos acentuada, son siempre causa de mortalidad y deben atribuirse, sin duda alguna, a la esca- sez de agua y a los miasmas mefíticos que se desprenden de los sumideros y alcantarillas de la ciudad. La influencia de estos focos infectivos en la producción de esta clase de males, es indudable, como lo comprueban las observaciones y estudios hechos en diferentes puntos de España y el Extranjero, donde se ha demos- trado que las agua próximas a las cloacas y letrinas, impurificadas por los gérmenes patógenos que contienen, se arrastran después por las corrientes del subsuelo, y llegan a producir en las destinadas a beber, la propagación del elemento contagioso, con más facilidad y frecuencia siempre que des- pués de una estación seca, sobrevienen lluvias abundantes.

FLORA

Al tocar este punto tan interesante como el que más de los de esta Memoria, no hemos de ocultar el temor de que Albacete aparezca hoy en sensible inferioridad, comparado con otras épocas no muy remotas por cierto. Cualquiera que sea el valor histórico de las tradiciones referentes a las grandes cosechas de almendra, cuyos datos se dicen constan en nuestro Archivo parroquial, así como las relativas a las maderas de construcción cortadas dentro del actual recinto urbano, es incuestionable que, según otros indicios, esta ciudad, en los albores de su existencia, tuvo a su inme- diación más extensas plantaciones de árboles de todas clases de las que en el día cuenta. Su flora, pues se reduce actualmente al arbolado de los paseos públi- cos y huertas que la rodean, y a los montes particulares que existen, a una, dos y más leguas de distancia, escasamente poblados de encinas, pinos de gran desarrollo, y con mediana cantidad de mata parda, romero, lentisco, sabina y jaras.

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En cuanto a los montes públicos, puede decirse que desaparecen por completo en nuestros días. Por desgracia en el azaroso camino de los des- cuajos y carboneos que inspira la ciega codicia y emprendieron, mucho tiempo hace, casi todas las provincias de España, no hemos quedado reza- gados, tocándonos buena parte de la desventura general. Urge, por tanto, cada vez más combatir sin descanso esos grandes y frecuentes siniestro me- teorológicos, ayudando los hombres pensadores de esta localidad, la acción de la prensa periódica y de los Gobiernos, para procurar el aumento del arbolado, sin el cual las lluvias no pueden normalizarse ni perder su funesto carácter torrencial. Persuádase de ello los tenaces adversarios de la vegeta- ción espontánea. El arbolado es algo más que la belleza y la producción: es la suavidad del clima, la pureza del aire, el dique de los torrentes y el brazo poderoso y benéfico que impide esos desniveles y rudos contrastes atmosféricos que en diferentes formas devastan toda la comarca. Para que las lluvias sean, en vez de enemigo, agente bienhechor de la agricultura, es preciso pensar seriamente en la repoblación de nuestros montes y aumento del arbolado, hasta que los terrenos dedicados al cultivo: de otro modo, no es posible re- gularizar las condiciones climatológicas que in dudablemente en tiempo de los romanos poseyó la montuosa España, según ellos la llamaban, y que hoy por desgracia, tenemos que envidiar a otros pueblos más previsores en ma- teria de talas y roturaciones. De nada servirán los métodos del más esmera- do cultivo, ni la introducción de máquinas para la industria agrícola, ni la aplicación de la química para conocer la calidad y necesidades de nuestro suelo, si no conseguimos que llueva a tiempo. Pues bien, para que llueva a tiempo, es preciso procurar que el agua de las tempestades se reparta en di- ferentes veces, como ocurre en todos los países donde es de alguna impor- tancia la vegetación arbórea. No olvidemos que nuestra provincia (rubor causa recordarlo) ha perdido gran parte de su riqueza forestal, quemando corpulentas y seculares encinas, para obtener ceniza que valía una peseta, cuando no era arrebatada por el viento... Por consiguiente, si en vez del afán inmoderado de roturar terrenos para el cultivo descuajando los montes públicos y particulares, se hubie- ran hecho grandes plantaciones próximas a los pueblos, se habría logrado, como hemos dicho, contener el ímpetu de temibles avenidas, suavizar la crudeza del clima y sobre todo producir una saludable transformación, en virtud del cambio recíproco que se verifica entre los animales y las hojas de las plantas, por el que mediante la acción de la luz solar, éstas absorben el carbono del ácido carbónico espirado, dejando libre el oxígeno que el aire necesita para ser más respirable.

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INDUSTRIA

Fuera de la fabricación de las navajas, que por su temple especial go- zan de gran fama y renombre, es por lo demás bastante pobre su movimien- to industrial; constituyendo su mayor riqueza la producción agrícola muy variada respecto a los cereales, que gozan en todos los mercados de gran estimación por su mucho peso y excelente calidad El cultivo de la vid ha tomado en los últimos años, más que en la capital en varios pueblos de la provincia, desarrollo extraordinario, y una pérdida considerable habrá de resultar para este ramo de la riqueza, si de un nuevo arreglo en los tratados de Comercio, no evita el que siga paralizada la exportación de nuestros caldos. También en toda esta comarca es considerable e importantísima la recolección de azafrán, rico producto que ha obtenido primeros premios en todas las Exposiciones, y que hoy no alcanza los altos precios que antes te- nía, proporcionando píngües utilidades a los cosecheros, no deja de ser para el país un beneficio de mucha utilidad, demostrado por las grandes opera- ciones que la Sucursal del Banco efectúa en la época llamada de la rosa, en la que con el solo objeto de cortarla y sacar sus estigmas, están ocupados gran número de hombres y casi todas la mujeres de la ciudad. Dedicados los habitantes de esta capital, muchos a las artes, y el ma- yor número de los rudos trabajos del campo, resulta que la complexión de la generalidad es robusta y sana; son morigerados en sus costumbres, retraí- dos en el relato, respetuosos con la Autoridad y de carácter bastante sufrido, pero independientes hasta rayar en la altivez.

CALLES Y ACERAS

El número de calles asciende a setenta y una y el de plazas a once, que por lo general tienen muy reducida extensión: hay entre las primeras algunas de bastante amplitud, como son las de la Caba y Alfonso XII, que llegan respectivamente a catorce y veintidós metros, contándose un buen número que miden siete, ocho y nueve, y son, por cierto las más céntricas y principales; a pesar de todo, como no es mucha la altura de los edificios, aun a las más angostas las baña el sol, y por todas ellas circula el aire libremente, arrastrando consigo no poca cantidad de materias extra- ñas y nocivas para la salud. Estos residuos, en general son partículas de basura, detritus orgánicos y el polvo que produce el desgaste del piso, que formado de piedra arenisca de inferior clase, es, por su falta de consisten-

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cia y permeabilidad, el anti-higiénico de todos; y si en el verano se hace intolerable y es siempre perjudicial a los órganos respiratorios, en cuanto sobrevienen las repetidas lluvias del invierno, da lugar a fétidos lodazales en que se verifica la fermentación de los restos orgánicos ya mencionados, y el consiguiente desarrollo de gérmenes patógenos productores de dolen- cias infecciosas. Iguales defectos se advierten desde luego en las aceras, que en su ma- yor parte son bajas y estrechas, rotas además de mal unidas las baldosas que las forman, y casi todas ellas con hoyos profundos, que al llover se llenan de agua haciendo peligroso el tránsito del público. Recientemente se han arreglado algunas con cemento Pórtland, si bien el empleado como ensayo en la parte central de la calle Mayor es de gran consistencia y duración, deja no poco que desear el que se ha puesto en otros puntos, que es de pésima calidad y se destruye en poco tiempo, lastimándose por ello los intereses del Ayuntamiento, en primer término, y los de los propietarios, que con él han contribuido para el arreglo de sus respectivas pertenencias. Inútil es que expongamos las ventajas del empedrado moderno hecho con adoquines o grandes losas que no dejen intersticios en su unión, y me- nos del sistema de entarugado que hoy se admite en las grandes poblaciones como el mejor y más higiénico de todos; la escasez de recursos municipales impide pensar en obras tan importantes y costosas, siquiera sean de prime- ra necesidad, como todo lo que se roza con la salud del pueblo; por nuestra parte quedaríamos satisfechos con que la recomposición de la vía pública no se descuidara, aunque se llevase a cabo en la forma actual, procurando que los materiales fueran mejores, a fin de que ofreciese el piso toda la con- sistencia e impermeabilidad que son necesarias.

CASAS

Fuera del palacio de la Audiencia, el de la Diputación provincial y de la Feria, no hay edificios públicos notables, y en casi todos entran como materiales de construcción, la piedra y cal para los cimientos y machones que han de sostener las vigas; el yeso y la la arena para los tabiques de se- paración, y por último la tierra, fuertemente apisonada para los restantes muros principales. Esa tierra, en virtud de su naturaleza y liga especial, ad- quiere una resistencia extraordinaria, justificada por los antiguos edificios expuestos desde muchos años al rigor de la intemperie, así por la solidez de la torre de San Juan, formada con sillares colocados sobre tapias que hacen las veces de cimiento, a una mole de tan enorme pesantez.

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Entre la totalidad de sus edificios, hay algunos que cuentan tres y cuatro pisos; muchos que sólo tienen dos y son el mayor número, y otros también, en proporción considerable, donde no hay más que cámaras sobre planta baja. El no levantar suficientemente los pisos bajos, colocando además grandes capas de carbonilla u hormigón para impedir la humedad, es mo- tivo de que muchas casas sean insalubres, así como el poco espesor de los muros y el mal ajuste de puertas y vidrieras, dan acceso al viento frío que durante el invierno se sienten este país. Sin embargo de que en diferentes puntos de la ciudad hay bastantes casas que gozan de regulares condiciones higiénicas, lo general es que, en su mayor parte, falte lo más indispensable de lo que debe constituir una buena vivienda. Algunas hay que, siendo de moderna construcción y hallándose en los sitios de más concurrencia, tienen sobrado espacio y lujoso decorado en las habitaciones que miran a la calle, mientras que las interiores no al- canzan ni medianas condiciones de salubridad, por lo estrecho y lóbrego de sus descubiertos, y mala disposición de los retretes, que no debieran cons- truirse sino en los lugares más ventilados. A la vez que estos edificios, podríamos citar otros también céntricos y principales, cuyos retretes o sumideros se filtran hasta invadir los sótanos de otras casas, situadas a larga distancia y convertidas en barrancos de cieno y hediondez. Si tales inconvenientes presentan determinadas casas de los barrios céntricos de esta población, ofrécelos, por varia manera, las de los puntos extremos, ocupadas en gran parte por familias artesanas, y en su inmensa mayoría por las clases menestrales. Estos edificios, por lo común faltos de capacidad, empeoran todavía por el escaso número de sus ventanas que dificultan la renovación del aire, y por el descuido de mantener en los respectivos descubiertos los basureros, que producen un continuo mal olor y la insalubridad consiguiente. Y si es lamentable la tolerancia de que se acumulen tan sucios materiales, por el abandono de los vecinos que no limpian sus departamentos respectivos, to- davía es más digno de censura el encontrar frecuentemente en las aceras de calles muy concurridas, toda clase de residuos y hasta las mismas deyeccio- nes, que suelen permanecer largo tiempo en aquéllas, como para denunciar y hacer indudable la morosidad conque cumplen su deber, los agentes de policía urbana que sostiene el Municipio. Para que los descubiertos de esas casas, sean más perjudiciales, hay otra causa muy generalizada, y es la costumbre de cebar los cerdos destina- dos a la matanza, colocando algunas zahúrdas muy cerca de la vía pública,

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por lo que se percibe un olor insoportable, de los efluvios que impurifican la atmósfera y dan lugar a que se sostenga toda clase de enfermedades pú- tridas y contagiosas. Éstos y más graves defectos se reúnen en otros lastimosos tugurios llamados cuevas, que por la clase sumamente pobre se han abierto en las inmediaciones de esta capital, y que por decoro y buen nombre de la misma debieran hace tiempo haber desaparecido. El excesivo y rudo trabajo a que sus moradores están sujetos, la escasez de limpieza y de alimento reparador, y sobre todo la condición del aire allí siempre confinado, les constituye en una verdadera miseria fisiológica, puesto que la salud es más difícil con la estancia y mezcla de toda especie de animales; después de lo que, es vergon- zosa la falta de separación de niños e individuos de uno y otro sexo, contra lo que aconsejan la moral y buenas costumbres, y sin duda alguna, padrón de desdoro y mengua para cualquier pueblo medianamente culto.

MERCADOS

Dos son los que existen en esta población, de los cuales el destinado a surtir los vecinos de las calles más altas, apenas si merece nombrarse, en razón al poco surtido y escasa comodidad que tienen los vendedores. Éstos, que están situados en la plaza cuadrangular llamada de Carretas, colocan sus mercancías sobre pequeñas mesas y cajones mal ventilados y escaso gusto, al lado de otros que las ponen sobre el mismo piso, que es de tierra, y resulta sucio e intransitable a veces para el público, cuando nocivo para la salud de los que allí permanecen todo el día. El otro, que por su situación abastece la parte baja de la ciudad, se halla en la pendiente que da acceso a el alto de la Villa, y aunque una de sus fachadas linda con un pequeño grupo de casas, las demás miran a la calle, y el edificio queda al fin casi aislado e independiente en cuanto se cierran las tres grandes puertas de hierro que le dan entrada. Su figura es también cuadrangular, y la plaza central, que está a la intemperie, mide una extensión de veintiocho metros de larga por veinte de ancha, ampliándose con una galería cubierta, que sustentan treinta y dos columnas de hierro, y a la cual vienen a abrirse veintidós cuartos provistos de mostrador para el despacho y de un sótano para las mercancías pueden estar mejor conservadas. La mayor parte, o casi todas esas habitaciones, son reducidas y faltas de ventilación, apareciendo también el total del edi- ficio sin capacidad bastante, si se atiende a las crecientes necesidades del vecindario, comparadas con las que tenía hace años en que se procedió a su construcción.

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En medio de los de los inconvenientes que presenta este mercado, tiene la ventaja, al menos, de que el pavimento es de baldosa y se limpia con facilidad, a pesar de que el pozo abierto en su centro, no da la cantidad de agua que debe existir en esos locales, tanto más necesaria para aquel en que la pescadería se ha colocado. Este despacho, aunque continuación de los sótanos del mismo edifi- cio, constituye sin embargo, un departamento independiente cuyas puertas se abre al exterior, y por no tener el desahogo, exhala siempre un olor des- agradable, a causa de las condiciones del pescado que no se ha vendido el primer día. El pequeño número de cuartos destinados a la venta, lo insuficiente de la galería y lo reducido y estrecho que es todo el local, ha dado lugar a que algunos expendedores de frutas y verduras se establezcan en el cuadro o pa- tio del centro, formando calles muy estrechas y al aire libre, por lo que sufren grandes molestias y los rigores del invierno. Así mismo lo han desalojado muchos recoveros y gran número de carniceros, colocándose en la plaza Ma- yor los unos, y los otros en diferentes puntos de la ciudad. Al hacerlo, han ele- gido las calles y puntos más céntricos de ella, ocupando habitaciones, faltas en general, de capacidad, de luz, agua, ventilación y apropiada temperatura, sin cuyas condiciones, por mucha limpieza que en ellas se observe, resultará siempre que en la estación del verano, no estando lasa carnes del todo fres- cas, ha de sentirse, como en realidad se advierte, un olor nauseabundo, con emanaciones que inficionan el aire y afectan gravemente a la salud. Después de la falta de requisitos de esos puestos, hay otros motivos para impedir que estén diseminados, siendo uno de ellos la mayor facilidad de que se evite el examen pericial, sin el que puede producirse el contagio a las personas por el consumo de reses enfermas. Sobre este punto, forzoso es reconocer que las Municipalidades que han consentido el establecimiento de los tablajeros en los sitios más públicos de la capital; han ocasionado ta- les males: la pérdida del arbitrio que constituían los alquileres de los cuartos del mercado, ahora cerrados; las mayores facilidades para el matute, con sus dobles consecuencias, y los repugnantes olores que molestan al vecindario, en los parajes más concurridos y en las horas de solaz y esparcimiento. Por consiguiente, ya que no pueda construirse un nuevo mercado con las condiciones higiénicas que son precisas, ni sea hoy factible una reforma importante para el ensanche necesario del que existe, deben por lo menos someterse las carnecerías distribuidas en la ciudad a un reglamento especial, por el que sean objeto de rigurosa vigilancia, exigiéndoles además las varia- ciones de que se ha hecho mérito, y la colocación de ventanas y grandes puer- tas de hierro que permitan la libre circulación del aire atmosférico.

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ESTABLECIMIENTOS BROMATOLÓGICOS

Hay entre ellos dos buenas fondas, diferentes posadas, y multitud de casas de huéspedes; la primeras están acreditadas como muy confortables, sirviéndose variados y suculentos manjares que se preparan y presentan con esmerada limpieza. Existen tres casinos, algunas cervecerías y muchísi- mas casas de bebidas, donde, entre otras espiritosas, se expende principal- mente el vino, las más veces adulterado, a no ser que se exponga a la venta por el mismo cosechero. Hay también algunas tahonas en que se elabora un excelente pan, como en general son las harinas de este país, y se cuenta para los artículos de indispensable consumo, con gran número de almacenes re- partidos en distintos puntos de la población. En ella se hace uso de toda clase de alimentos, pero los de carne de cerdo y reses lanares son los que con preferencia se gastan, pues fuera de las familias pobres, que por economía, se reducen a comer patatas, en las demás, rara es la casa donde el tocino no se tiene como de ordinario e indispensable consumo. Aun así, la carne de cerdo se expende también al público hasta el mes de abril en dos surtidas salchicherías instaladas en la calle Mayor, donde se despachan algunos comestibles y toda clase de embutidos, elaborados con lo más selecto de las reses y gran escrupulosidad, ya que no con el examen que las disposiciones legales recomiendan. Otro tanto sucede con los pescados frescos y algunas salazones que se venden en los mercados, donde una parte de aquellos suele sufrir el necesa- rio reconocimiento, y otra se quita a veces de la vista del Inspector, que no puede evitar el engaño de que se ofrezca después a domicilio. En la población no se hace uso de la carne de vaca, y rara es la vez que se expende de ternera: y aun cuando se crían ricos carneros, ovejas y corderos, lo más sobresaliente de estas reses se exporta por su peso y buena clase para Barcelona y otros puntos, destinándose a esta localidad las que son menos notables y escogidas.

ESTABLECIMIENTOS INSALUBRES

Entre ellos debemos, en primer término, contar la Tenería que está situada en punto próximo a la población; la casa de vacas, las destilerías o fábricas de aguardiente que dentro de ella se hallan colocadas, y por úl- timo, gran número de cabrerías establecidas en los barrios extremos, con locales tan reducidos y faltos de policía, que sorprende como no se han adoptado por la Autoridad medida alguna que los mejore, en consonancia

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con lo dispuesto en el Reglamento y Real orden de 8 de Agosto de 1887. Y aunque en realidad no se ajuste por completo a lo que esta sección debe comprender, por analogía señalaremos también el abuso frecuentemente cometido de macerar esparto en algunas balsas que existen dentro de la población, el que las pieles no curtidas todavía, se pongan por los boteros a secar en puntos céntricos de la misma, y por último, el consentir que en las inmediaciones de la puerta de Valencia, se lleven y permanezcan largo tiempo al aire libre toda clase de animales muertos, en vez de señalar para ello, un sitio adecuado donde se cumplan las condiciones necesarias para toda inhumación.

MATADERO

En la parte occidental de la ciudad, a unos ciento ochenta metros de distancia, está emplazado el matadero público, en un área bastante escasa como en general la tienen sus dependencias. La del oreo de las reses, de regulares condiciones, carece sin embargo de la ventilación necesaria, y lo mismo sucede con un departamento nuevo y capaz, destinado al depósi- to de corambres, porque aglomerándose en excesivo número producen el consiguiente mal olor. Inferiores a éstas son todavía las demás habitaciones, incluso los chiqueros en que descansan las reses y el patio donde se sacrifi- can; que si bien está solado con baldosas, en sus junturas, poco esmeradas, quedan, sin duda, detritus orgánicos de difícil arrastre. Pero el principal defecto de este edificio, entre los muchos que cuen- ta, es tal vez la falta de agua, puesto que para todo el servicio sólo existen, dos pozos que apenas bastarían para limpiar el sitio, allí próximo, donde se acumulan los despojos e inmundicias, formando un charco repugnante y hediondo verdadero foco de infección capaz de alterar la salud del pueblo. Por lo demás, las operaciones de la matanza se hacen con la posible curiosidad, siendo sin embargo imperfecto el examen pericial de las reses, toda vez que, después de muertas, no se someten al reconocimiento por medio del microscopio. Al tocar este punto no puede menos de recordarse la necesidad de que para ese y otros importantes fines, se establezca un laboratorio municipal, que aun cuando resultase algo costoso, habrían de ganarlo el comercio de buena fe y la salud de los vecino, que obtendrían las sustancias alimenticias sin la adulteración que sufren en la actualidad.

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ALCANTARILLADO2

Tan escaso y mal construido es el que existe que en vez de ser un me- dio de saneamiento para el pueblo, es por el contrario causa perenne de me- fitismo y de innumerables males, en su mayor parte contagiosos. La falta del necesario declive, la del agua que debe arrastrar las inmundicias detenidas y el poco espesor o la porosidad de las paredes, comprobada por la existencia del cieno y otras materias corrompidas, en algunos pozos de las calles por donde pasan, dan idea de las peligrosas condiciones de ese alcantarillado, que, indudablemente, redunda en perjuicio de los vecinos en general, y más aun de los que habitan en los puntos inmediatos. Prescindiendo de una pequeña alcantarilla, destinada a evacuar las aguas sucias de la Casa de Misericordia, puede decirse que en la capital solo existen dos de alguna importancia: la una que corre de Norte a Mediodía, mide una extensión de seiscientos treinta metros poco más o meno, y aun cuando debiera servir tan sólo para las aguas pluviales, ha recibido hasta hace poco en su cauce otras excesivamente sucias, que los dueños de algu- nas casas hacían verter en ella en vez de retenerlas dentro de su propiedad, mediante la construcción de los sumideros que para ese objeto fuesen ne- cesarios. Con iguales defectos de construcción, y casi perpendicular a la ante- riormente reseñada, arranca la otra del Hospital Provincial y viene a con- fluir con la primera en un sitio tan céntrico y concurrido como la plaza del general Espartero: su objeto es conducir las aguas del lavadero de aquel establecimiento, y no hay para qué decir cuánto, al mezclarse con las otras, arrecia el peligro de que sus filtraciones originen gran número de dolencias infecciosas. Sabido es por demás, que esos materiales infectos, con la variedad de gérmenes morbígenos que contienen, se trasmiten por el subsuelo a las aguas de los pozos inmediatos; las cuales, ya contaminadas, se dedican a la bebida o preparación de alimentos, y evidentemente vienen a ser causa de las más graves dolencias. Resulta, pues, que el alcantarillado de esta ciudad, por sus malas condiciones, por no tener fácil desagüe y por carecer del caudal de agua 2 Creemos que por la índole de estos apuntes, no será reparable la ligereza con que nos ocupamos de la importante cuestión del alcantarillado, la más decisiva, tal vez, en el saneamiento de los pueblos. Si se desean más datos y extensas ampliaciones científicas, puede consultarse el luminoso e interesante libro del profesor J. B. de Fonssagrives titu- lado “Higiene y saneamiento de las poblaciones”, Madrid.- Cosmos editorial- Montera 21.- 1885.

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necesario para su limpieza, constituye, como hemos dicho, un agente más peligroso que útil para la conservación de la salud pública, y que el medio más seguro de atender a ella y mejorarla en lo posible, consistiría en des- truir esos malos cauces y establecer un buen sistema de alcantarillado con arreglo a los adelantos de la higiene, que en primer término aconseja una absoluta incomunicación con las viviendas. Para acometer tal reforma habría que modificar los basureros y re- tretes de gran número de casas, infectadas por gases y micro-organismos; y aun cuando hubiera que luchar con añejas costumbres y precauciones arrai- gadas en perjuicio de la salud del vecindario, tal vez no fuera difícil incul- carle la idea de tan provechosa innovación, ya como medida de salubridad, o bien bajo el aspecto económico, dadas las aplicaciones que esos materiales tienen al transformarse en abonos útiles para la agricultura. La estadística de mortalidad tiene repetidas veces demostrada la im- portancia de ese sistema que consiste en colocar tubos de bajada con obtu- radores que cierren herméticamente toda comunicación, o bien por medio de sifones de agua con ventilador, que se ponen en el conducto inmediato a cada retrete, en los empalmes y acometidas a la alcantarilla general, y de ésta a uno o más colectores que lleven las aguas sucias y materias fecales a un campo de irrigación, donde convenientemente se puedan utilizar. El Ayuntamiento debiera emprender una obra tan útil y trascendental bajo el punto de vista sanitario, aprovechando, si es que llega, la ocasión de la traída de aguas de los Ojos de San Jorge, pues que podrían utilizarse al mismo tiempo aquellas aguas, sin las cuales no es posible establecer una buena red de alcantarillado sostenida con la limpieza y las condiciones hi- giénicas necesarias.

LAVADEROS

Otro de los beneficios que obtendría este pueblo con la conducción de aguas de los Ojos de San Jorge sería el establecimiento de lavaderos públicos de que hoy carece. Aprovechando esa mejora podrían construirse cubiertos, cerrados, con la ventilación indispensable y en la forma más apropiada para las infelices lavanderas, al desempeñar sus rudas tareas, lo hiciesen siquiera de un modo menos trabajoso. No merecen tal nombre los lavaderos públi- cos los puestos que se ocupan a lo largo del canal, ni las raquíticas balsas de las huertas; los unos, por carecer de losas y tendederos adecuado, estando todo a la vista del público; las otras, porque se hace el lavado en exigua cantidad de agua, sin las renovaciones necesarias; y en todos, porque no

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existiendo departamentos separados, se mezclan las ropas de las personas sanas con las de los enfermos y los muertos, lo cual debe evitarse, a toda costa, para que no se repitan desastres como el ocurrido en 1885, en que el cólera se propagó rápidamente por los célebres primeros lavados de la huerta de San José.

CEMENTERIOS

Se construyó hace muy pocos años a la distancia de la población que la ley determina, pero no presidió el acierto y todo el estudio que debiera en la elección del terreno en que está colocado, pues de instaló en un punto tan sumamente bajo, que las aguas se encuentran a una profundidad menor de dos metros, siendo así que las sepulturas ordinarias han de tener 1’20, y bastante más las conocidas con el nombre de fosas dobles; a cambio de este inconveniente, su perímetro es muy extenso, y bastante para satisfacer las necesidades actuales y venideras de la ciudad. Pasada una larga y sencilla verja de hierro, a la izquierda y derecha de la misma y antes de llegar al patio principal, existen para las dependencias, los edificios necesarios con desahogadas proporciones, o sean casas para el Capellán, Sepulturero y su Ayudante, y los pabellones independientes destinados al depósito de cadáveres, sala de autopsias y gabinetes para los profesores médicos. Frente a la puerta que da acceso al patio principal, y en el centro de éste, existe la Capilla, de airosa construcción, con su correspondiente cripta, para inhumar los cadáveres de los individuos pertenecientes al Municipio y de los hijos célebres naturales de esta ciudad. A lo largo de los muros de este patio, y a uno y otro lado de la puerta de entrada , hay una extensa fila de panteones de familia modestamente construidos, mientras que otros, levantados al lado del paseo que conduce a la Capilla, tienen gran suntuosidad y condiciones artísticas cual corresponde a las fortuna de sus dueños. El resto de la parte central está ocupado por enterramientos comunes y por fosas, no escasas de mármoles y obras de buen gusto, viéndose en las partes laterales y en anchas galerías sostenidas por columnas de hierro, multitud de nichos que se han construido y siguen construyéndose con muy dudosa autorización legal. Sobre las malas condiciones higiénicas relativas al emplazamiento, descuellan todavía la poca elevación del terreno y lo somero de las aguas, sobre cuyas corrientes, en épocas determinadas, descansa el plano en que están colocados los cadáveres, descomponiéndose por esas causas con tal lentitud, que aun después de transcurrido el plazo legal señalado para las

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exhumaciones, se ven por mucho tiempo esos restos orgánicos formando un verdadero y repugnante putrílago. Y como en otro lugar ya consignamos, por la extracción de arena unas veces y otras por filtraciones del canal habían grandes charcas y algunas no lejanas del Cementerio, de aquí el riesgo que existe para la salud del vecin- dario, toda vez que los productos cadavéricos, faltos de oxidación por estar envueltos en la humedad, desprenden constantes emanaciones nocivas, que suelen transmitirse, por el subsuelo, de unas a otras aguas, hasta llegar a las potables de algunas norias, dando lugar a la producción de enfermedades temibles y epidémicamente desarrolladas. En resume, esta necrópolis por su vasta extensión, por su respectiva y por el número y calidad de sus mo- numentos artístico, podrá merecer las visitas, y acaso los elogios de los via- jeros y los críticos; pero en cuanto a la higiene, nos duele decirlo, aun siendo Cementerio, es verdaderamente un sepulcro blanqueado.

RÉGIMEN Y RECURSOS SANITARIOS

Además del Hospital Provincial, de que nos ocuparemos más adelan- te, se presta el servicio de asistencia domiciliaria por facultativos asignados a cada distrito, de los tres en que para ese objeto la población se ha dividido; facilitándose a los pobres las medicinas abonadas por el Ayuntamiento, a cada una de las seis boticas que turnan en el despacho, o a veces en una sola oficina, preferida en virtud de la mayor rebaja hecha en los precios. Hay además un Médico higienista dependiente del Gobierno de la provincia, y otros veinticinco libres que prestan asistencia a las familias pu- dientes, por medio de un contrato anual, han pesado como depresivo para los Médicos que por desgracia sí ejercemos. El Municipio paga además una Matrona para la asistencia de los par- tos naturales o sencillos, y un Practicante encargado de curar vejigatorios y hacer las sangrías que ocurran a los que estén incluidos en el padrón de pobres. También, hace años, se consigna en el presupuesto municipal la can- tidad necesaria para una cuarta plaza de Médico titular, que en otras épocas ha existido, y para el caso de que se pensare hacer tal nombramiento en un porvenir más o menos próximo, nos permitiremos llamar la atención so- bre la conveniencia de que, a cambio del menor servicio de los titulares, se crease, asistida por ellos, y con poco aumento en el presupuesto, una Casa de Socorro, indispensable ya en una capital de tanto vecindario como la nuestra, a fin de que no faltase, como hoy sucede, el inmediato auxilio en los casos urgentes que pudieran ocurrir.

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ESTABLECIMIENTOS DE RECREO

El género de vida de estos habitantes es por lo común retraído, y no hay, como en otros pueblos, sociedades de baile, fiestas públicas, ni siquiera sitio destinado al esparcimiento y agradables distracciones de la clase me- dia; las acomodadas pasan la horas en los casinos, consumiendo aquella seca y viciada atmósfera que irrita y altera los órganos respiratorios, y fuera de estos centros, peligrosos en ese y otros sentidos, no se cuenta más que con una antigua y reducida plaza de toros y el moderno Teatro Circo. Este edificio, capaz de 1700 espectadores, por estar hecho de piedra y hierro, ais- lado y con arreglo a las demás prescripciones del último reglamento, cons- tituye un coliseo de primer orden. Se habilitó para dar funciones, adornándole con una decoración in- terna, y es sensible que todavía no se hayan terminado las obras del pórtico y fachada principal, como figuran en el proyecto que para ello se formó. Sin embargo, bajo el concepto puramente sanitario que aquí nos ocupa, y no obstante que sean subsanables, la sala adolece también de los mismos defectos que tienen los casinos, por el calor de las estufas que enrarecen ex- cesivamente el aire, además del humo de los cigarros de muchos espectado- res que fuman, porque se hace en los circos, olvidándose de que el nuestro debe considerarse como teatro, toda vez que hasta la fecha sólo se han dado funciones líricas y dramáticas.

ESCUELAS

Cuando un pueblo naciente, como el que nos ocupa, adquiere la ca- pitalidad de provincia, y con ella las necesidades propias de una vida mo- derna, no puede extrañarse que en su riqueza urbana falte mucho de lo que exige la categoría a que súbitamente se ha elevado. Tal fue la causa de que Albacete no poseyera durante algún tiempo los edificios necesarios para el servicio público, que, aun cuando tarde, por fin se han levantado, y algunos como la Audiencia y Diputación, de nueva planta y verdadero carácter mo- numental. ¿Qué mucho que las escuelas, en su mayor parte, revelen todavía el aspecto de su antigua pobreza, cuando a la vez no pueden abarcarse las reformas que demandan todos los ramos de la Administración pública?. Por fortuna, en estos últimos años se han construido en el centro de la población un mediano edificio para escuela municipal, y en la actuali- dad se han trasladado algunas a locales de bastante amplitud, expresamente destinados al objeto, lo cual es un adelanto relativo; siendo sensible el que

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haya otras todavía de las que sostiene el Municipio, y muchas particulares, instaladas en habitaciones demasiado reducidas para el número de niños que a ellas concurren. De todos modos, y aun cuando no sea mucho lo que hasta el presente se ha obtenido, considerando la apurada situación de la caja Municipal, pe- caríase de inoportunidad manifiesta o exagerado celo, al pedir la ejecución de las vastas reformas que requieren los establecimientos escolares, si han de responder al triple objeto que lleva consigo la educación de los niños. Más si se atiende al movimiento progresivo que se observa en esta ciudad hacia toda clase de mejoras, debe esperarse que tal como se han realizado, otras de las mayor importancia, satisfaciendo urgentes necesidades, llega- rá su turno a lo que reclama la instrucción pública, dotando a esta capital de escuelas que, como en otros países reúnan, además del correspondiente vestíbulo, galerías cubiertas, jardines, salas de reserva, de gimnasia y tantos otros requisitos, que hoy podrían considerarse como de puro lujo o refina- miento, y que estamos muy lejos de pretender, máxime, cuando la atención de la autoridad local se ha fijado ya en este interesante asunto.

CÁRCEL

Correspondiente al número 10 de la calle de la Caba, existe un antiguo edificio que ha pasado por muy curiosas vicisitudes; no obstante que por espacio de muchos años se le llamó el hospicio, fue en lo antiguo el lanero y fábrica donde se cardaba y tejían las lanas para sayales y hábitos de los frai- les, establecidos en los nueve conventos que compusieron la provincia de San Francisco, sirvió luego de Escuela Normal, y últimamente, después de haber hecho su papel, aunque muy airoso, entre las viviendas particulares, se le habilitó para Cárcel de partido. Sin duda alguna que nunca ha necesi- tado esta casa de tantas condiciones de salubridad como las que requiere su actual destino, y jamás sus antiguos moradores sufrieron las molestias y los riesgos que corren los infelices penados que hoy se albergan en ese angosto recinto, a pesar de que está orientado al Mediodía y en una de las calles más anchas de esta capital. Su falta de espacio, la poca solidez y espesor de sus muros y hasta la carencia de los departamentos más precisos, colocan a ese edificio entre los ínfimos de su clase, así respecto a seguridad, como a las condiciones higiénicas que de suyo reclama. El número de personas que ordinariamente ocupan este local, suele variar de cincuenta a sesenta; y fuera de los seis o siete calabozos que sin luz, aire, ni aun terreno para moverse, están destina-

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dos a los presos de causas graves, sólo se cuenta con dos regulares salas en la planta baja, donde los demás viven hacinados, sin separación que reclama la edad y naturaleza de los delitos que han cometido. Estos dormitorios, que ciento veinte metros cúbicos el primero y cien- to diez el segundo, resultan relativamente mezquinos, atendiendo el núme- ro de presos que en ellos se aloja, y faltos de ventilación por la carencia de puertas y ventanas, no obstante que dan a un patio que por algún tiempo sirve de desahogo a esos infelices. Y triste es recordar, que en esas desfavorables condiciones y por cau- sas sumamente leves, se llegó en cierta época a retener en el local un núme- ro excesivo de individuos, más bien ilusos de tiempos revolucionarios que verdaderos delincuentes, los cuales, en vez del fruto de mentidas promesas, alcanzaron gravísimas tíficas y algunos la muerte, ocasionada por el conta- gio de esa enfermedad, que no hubieran sufrido, sin su aglomeración en tan insalubre recinto. La sala de mujeres, la de visita y algunas habitaciones destinadas para los empleados, guardan en todo armonía con las ocupadas por los presos; y es tal la estrechez y mezquindad que en ellas resaltan a primera vista, que a pesar de la limpieza obtenida por el actual Alcaide, siempre causa repug- nancia y lástima el considerar la manera como se hallan recluidos aquellos seres, que si la sociedad rechaza por sus delitos, merecen sin embargo la consideración y humanitarios procederes que inspira la desgracia. Después del estado lastimoso en que se hallan los penados y del pe- ligro que tienen los vecinos más próximos a un local como el que descri- bimos, es por lo demás lamentable que la ciudad haya invertido cerca de un millón de reales en levantar otro de nueva planta, que si es costoso por su emplazamiento, está en cambio bien orientado, y reúne, a una solidez extraordinaria, la amplitud y conveniente distribución de sus distintos de- partamentos. El conjunto de ese vasto edificio, de sistema celular, es bastante nota- ble y presenta la figura exacta de una cruz de Caravaca, formada por cuatro grandes galerías donde se abren en la planta baja y piso principal, ciento veintinueve celdas muy desahogadas y con las más ventajosas condiciones de higiene y seguridad. Disfrutan de ellas también las restantes habitaciones destinadas a dependientes, talleres y parte administrativa del establecimien- to, cuyos requisitos se completan con cuatro hermosos patios destinados al esparcimiento y mayor ventilación. Creemos, prescindiendo aquí de ciertas consideraciones, que debería hacerse un supremo esfuerzo para terminar esas obras, paralizadas ha más de un año, pues habrán de resentirse por estar sin cubierta en algunos pun-

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tos, y la capital sufre considerables pérdidas, por no poder utilizar desde luego las cuantiosas sumas que van gastadas.

CASA DE MATERNIDAD

Un deber de imparcialidad, y el deseo de que en adelante puedan co- rregirse, nos ha obligado a señalar los defectos y peligros que con riesgo de salud se notan en los diversos lugares aquí descritos. Por ese motivo, al en- trar en turno la casa provincial de Maternidad, sentimos satisfacción muy viva, porque en vez de la triste necesidad de reseñar, con amarga crítica, faltas de más o menos trascendencia, nos cumple hacer de ese estableci- miento un merecido elogio, celebrando la excelente disposición de sus de- pendencias, así como la policía sanitaria y régimen que allí se observa, por las irremplazables Hijas de la Caridad, que en eso, como en todo, cumplen heroicamente con su misión cristiana. Ese benéfico asilo, que depende de la Excma. Diputación provincial, se inauguró el año 1844, instalándose en un vastísimo edificio que en lo antiguo fue convento de religiosas Franciscas. Al penetrar en su interior, se deja ver un gran patio cuadrangular, rodeado de anchuroso claustro o galería, cuyas ventanas ojivales propor- cionan a la planta baja y piso principal todo el aire, la luz y el sol necesarios para la conservación de la salud. Inmediatos a una buena cocina y despensa, en donde se observa la curiosidad más exquisita, existen dos espaciosos comedores, uno recientemente construido, que a su notable capacidad, re- únen grandísimo aseo y extraordinaria ventilación. Además de algunas habitaciones donde están las oficinas la Casa, ocupan las Hermanas, en el extremo opuesto, un sencillo salón de la planta baja; completándose los departamentos de la misma con dos grandes pilas para lavar, noria y largos tendederos aparte de un extenso patio y una huer- ta, que con él comunica para el recreo y expansión de los asilados de ambos sexos. Dos anchurosas escaleras dan acceso al piso principal, y en él están instaladas la enfermería, escuela de niñas y de párvulos y alguna otra sala de descanso donde hay retretes de compartimientos aislados y extrema curio- sidad, así como también tres grandísimos dormitorios, donde la amplitud y ventilación son tan considerables, que a pesar de que el número de camas asciende a setenta, se hallan unas de otras a distancia conveniente, y de se- guro no falta a esos pobres niños el cubo de aire respirable que a cada cual corresponde, con arreglo a las prescripciones de la más rigurosa higiene.

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Hallase asimismo en el citado piso principal, el departamento de no- drizas y niños a quienes se lacta, en donde llaman la atención el orden que reina, el desahogo que existe y la especial limpieza que allí como en todas partes tiene lugar, y constituye uno de los requisitos más salientes y caracte- rísticos del mencionado asilo. De iguales circunstancias disfrutan la sala del amparo y un dormitorio de niños que hay en el piso segundo, con treinta y ocho camas y doce grandes ventanas que le dan suficiente ventilación. Esta Casa tiene también una preciosa iglesia, abierta al culto público, donde los mosaicos, estucos, oro del púlpito, retablos y demás detalles de la ornamentación moderna, se han combinado felizmente con el bello arteso- nado de maderas finas que luce la bóveda de su techo, labrada en medallo- nes según el gusto del siglo XVI. De todo lo anteriormente relatado se desprende que, a pesar de ser muy mediano el emplazamiento del edificio, puesto que ocupa uno de los puntos céntricos de la población, reúne sin embargo el conjunto y cada una de las oficinas de que se compone, condiciones higiénicas tan apetecibles, que no dejan de influir y reflejarse en la salud y desarrollo de los niños allí recogidos, a los cuales en vez de presentar el sello del linfatismo y los carac- teres de graves padecimientos diatésicos, se les observa una robustez y resis- tencia orgánica envidiables y ciertamente muy raras en asilos de esta clase. Y si los datos demográficos referentes al establecimiento no confir- man con claridad estos hechos, en gran parte lo motiva el ir mezcladas las defunciones ocurridas en el mismo, con las de los niños que se lactan fuera, y entre éstos es sabido que la mortalidad siempre alcanza una cifra verda- deramente aterradora. De todos modos, y sintiendo no poder fijarla con la separación debida, expondremos, tal cual se nos han facilitado, los datos que contienen el siguiente.

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Estado demostrativo del movimiento de asilados en la Casa de Maternidad, durante el quin- quenio 1888 a 1892, inclusive.

Número de Fallecidos Entradas Tanto por ciento Años de

Anterior mortalidad Existencia del del Existencia Total Total Establecimiento Establecimiento Total de entradas Total Total de acogidos Total Total en lactancia Total Varones Varones Se lactan fuera del Hembras Hembras fallecidos Se lactan dentro del Se lactan dentro

1888 135 56 76 132 267 30 8 38 30 36 66 24’71

1889 133 51 59 110 243 45 6 51 25 28 53 21’81

1890 129 48 36 84 213 39 7 46 20 12 32 15

1891 146 52 50 102 248 56 16 72 21 26 47 18’95

1892 148 61 36 97 245 36 10 46 17 22 39 15’91

Siendo promedio de la mortalidad en el quinquenio de 19’50 por ciento.

CASA DE MISERICORDIA

Se fundó este asilo en 1852, sostenido por suscripción del vecindario de Albacete, y a los diez años tomó el carácter provincial; en él se acoge a los niños expósitos procedentes de la Casa de Maternidad, menores de siete años; a los pobres de solemnidad, previo expediente y por turno para el ingreso, y a los dementes que, después de la necesaria observación, se con- ducen al manicomio de Valencia. Por su situación en la parte externa y más alta de la ciudad, está su- ficientemente ventilado; aunque por Mediodía y Poniente le rodean algu- nos edificios y un resto del antiguo en que se instaló, han sido tantas y tan importantes las reformas realizadas en estos últimos años, que en conjunto resulta un local bastante espacioso, si bien no excesivo para albergar más de doscientos individuos que en la actualidad existen. En el piso principal, que da a la calle del Puente, ocupan las Her- manas algunas habitaciones modestamente arregladas, y en la parte baja e inmediata a la misma calle, está la escuela, imprenta y talleres de zapatería y sastrería, donde los niños aprenden esos oficios y reciben la instrucción de primera enseñanza, así como de la música, para construir la banda provin- cial, dirigida hoy por un excelente profesor.

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Exceptuando el comedor de mujeres que aparece con medianas con- diciones de capacidad, y el excesivo número de camas que en los anchuro- sos dormitorios hay colocadas, lo demás se halla en mejores proporciones y es digno de un cumplido elogio, que debe extenderse a las Hermanas que hay al frente del establecimiento, por la pulcritud que en él resplandece, sobre todo en la cocina, comedores y despensa, que se encuentran abun- dantemente surtidas de comestibles, de superior calidad. Para la aireación del edificio, así como para el descanso y recreo de los allí recluidos, ayudan mucho un jardín y dos grandes patios que hay en la entrada del local, y el que además existe en la parte posterior del mismo, donde se encuentran situadas las celdas de enajenados y grandes lavaderos con sus anejos recientemente construidos. Un soberbio comedor para hombres y niños, llama la atención por sus extraordinarias dimensiones y los requisitos de aseo y salubridad que re- úne, debiendo también citarse como modelo de elegante severidad y belleza artística, el templo que se inauguró poco tiempo hace y fue dirigido por el ilustrado arquitecto Don Joaquín María Fernández y Menéndez-Valdés. Aun cuando los Médicos del hospital prestan asistencia facultativa dentro del asilo, tan luego como la importancia de la afección lo requiere, son trasladados a aquél otro establecimiento, donde permanecen hasta su completa curación: siendo de notar que por las favorables condiciones de higiene ya mencionadas, no se observan frecuentes enfermedades en estos asilados, y sin embargo de haber entre ellos gran número de ancianos, tam- poco es exagerada la cifra de mortalidad, según puede verse en el siguiente

Estado del movimiento anual de los asilados en la Casa provincial de Misericordia durante el quinquenio de 1888 a 1892 inclusive.

ASILADOS FALLECIDOS % DE AÑOS TOTAL TOTAL Varones Hembras Varones Hembras MORTALIDAD

1888 180 50 230 13 7 20 8’68

1889 176 57 233 11 8 19 8’15

1890 185 61 246 16 11 27 10’97

1891 179 60 239 17 6 23 9’62

1892 170 64 234 12 9 21 8’97

Siendo el promedio de mortalidad en el quinquenio de un 9’27 por 100.

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HOSPITAL

Este Asilo fundado y sostenido en el siglo anterior con limosnas y la renta de sus bienes propios, que fueron en gran parte legados por el presbí- tero y médico albacetense Don Julián Martínez Ibáñez, cesó de pertenecer al Municipio y adquirió el carácter provincial el día 1º de Enero de 1863. Después de esa fecha, y aun habiendo sufrido ese mal emplazado edificio algunas útiles reformas, todavía resulta insuficiente, defectuoso y muy dis- tante de lo que deben ser esta clase de establecimientos benéficos. Al ocuparnos de las habitaciones de que consta, debemos decir: que la cocina y despensa, la farmacia y un buen cuarto que sirve de almacén para utensilios y prendas de diversa especie, están con limpieza y perfectamente instaladas, así como el oratorio y un pequeño departamento destinado a la práctica de operaciones, para las que se cuenta con un arsenal quirúrgico muy regularmente surtido. El patio próximo a la puerta de entrada, es mezquino, húmedo y exce- sivamente frío, así como los demás que hay al final del edificio, que carecen también de la extensión y desahogo necesarios para ventilarlo y proporcio- nar en aquél sitio a los convalecientes, un aire bastante oxigenado y puro. Las pilas para lavar, los coladores automáticos y dos grandes tendede- ros, son de moderna construcción, están cubiertos, y gozan de las condicio- nes higiénicas más recomendables; y aun cuando se añadieron poco tiempo hace otros dos nuevos descubiertos, de ciento veinte metros cuadrados el uno, y el otro de ochenta y cuatro, no basta ese terreno para satisfacer las necesidades de un hospital con más de cien enfermos, aun prescindiendo de que coinciden en ese punto el depósito de cadáveres y un pestilente re- trete, que constituye un foco de infección temible, allí donde se carece del espacio, la luz y el aire necesarios. Aparte del Director de los establecimientos, para cuyo cargo se re- quiere en la actualidad ser Médico-cirujano, hay otros dos Licenciados en la facultad; el uno para la asistencia de los enfermos de medicina y el otro para los pertenecientes a cirugía. Las salas para enfermos con que cuenta el establecimiento ascienden a siete; de las cuales, dos están situadas en el piso bajo, y las restantes en el principal, donde además existe un pequeño cuarto ocupado por los que padecen afecciones sifilíticas. Sensible es que no haya mayor número de enfermerías donde inde- pendientemente pudieran colocarse los alienados y los que padecen toda clase de dolencias infecto-contagiosas, que por grupos deben tenerse aisla- dos, para impedir su propagación a los demás enfermos que sufren padeci- mientos comunes.

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Después de esas notables deficiencias, y aunque al parecer quedan se- paradas unas de otras salas por razón de sexo y enfermedades de medicina y cirugía, realmente no lo están, pues que dos de la planta baja comunican en- tre sí, y lo mismo sucede con otra del piso principal, donde sus atmósferas respectivas se confunden, haciéndose más fácil el contagio y la infección. Entre todas estas salas hay dos, que relativamente alcanzan mejores condiciones, atendiendo a que la más extensa mide seiscientos metros cú- bicos, y aun así se cuentan en ella veintidós metros cúbicos, y aun así se cuentan en ella veintidós camas ocupadas, sin que exista entre las mismas la conveniente separación. Las dimensiones de la otra ascienden a trescientos doce metros cúbicos, y en ella existen catorce camas, cuya distancia entre sí será de unos setenta centímetros cuando más; deduciéndose de tal excep- cional situación, la escasez de aire que disfrutan aquellos enfermos coloca- dos en las salas, que pasan por muy sanas con respecto a las demás. Ni las paredes de esas salas, ni sus ángulos y revestimientos tienen en modo alguno los requisitos hoy recomendados, e igual falta se observa en todo el pavimento de ladrillo, cuya limpieza, por esmerada que sea, por me- dio del barrido, como se hace, da lugar al acumulo de sustancias impuras, y a que se transporten los gérmenes infecciosos. La mayor parte de las ventanas carecen de las dimensiones necesarias para que se verifique la ventilación natural, con tanto más motivo, cuanto que es muy escasa la que artificialmente se produce. Así, pues, la renova- ción del aire en esas enfermerías, no se establece de una manera regular y continua, mediante estufas, caloríferos, chimeneas de llamada, ni tubos de metal que conduzcan vapor de agua y sí solo por agujeros hechos al nivel del suelo, que únicamente renuevan, y de un modo incompleto, la capa más densa del ambiente, o bien con el antiguo sistema de abrir mañana y tarde, en una hora determinada, todas las puertas y ventanas que allí existen, para producir fuertes corrientes de aire frío, y con ellas pneumonías y afectos catarrales, que pueden añadirse a los padecimientos que sufren esos des- graciados. En una palabra, las malas condiciones en que se encuentran unas y otras salas, el excesivo número de enfermos que en ellas se colocan y la escasa y perjudicial ventilación que en las mismas tiene lugar, determinan un peligro constante para los individuos allí albergados, puesto que al re- bajar unos siete metros cúbicos de aire que la calefacción y sostenimiento del alumbrado necesitan; contando por otra parte para disolver el vapor de agua de la transpiración cutánea y pulmonar, y el que además se consume por otras causas especiales, como la evaporación de tisanas, sudores, vómi- tos, deyecciones, etc, no puede nunca quedar en cada uno de esos locales,

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aquel tipo medio de aire respirable que se estima necesario por hora e in- dividuo, ya calculado en setenta metros cúbicos cuando menos, y con la circunstancia de que sea puro, ligeramente húmedo y a la temperatura de 15º del centígrado. Por consecuencia de lo anteriormente expresado, parecía natural su- poner que con los defectos que este asilo ofrece, la mortalidad habría de alcanzar una alta cifra; pero siendo distinto el resultado que de la estadística se desprende, deberá tenerse en cuenta, que allí se han admitido frecuen- temente buen número de pobres transeúntes que, sin estarlo, ingresaban como enfermos. Véase ahora el siguiente

Estado expresivo del movimiento de enfermos habido en el Hospital provincial de esta ciudad, durante el quinquenio de 1888 a 1892 inclusive.

Existencia ENTRADAS Tanto por del Total AÑOS En la En la ciento de Año Total de General Varones Hembras sección de sección de Mortalidad Entradas Fallecidos anterior Medicina Cirugía 1888 94 631 301 587 345 932 1.026 96 9’36 1889 85 493 256 541 208 749 834 84 10’07 1890 77 576 234 467 343 810 887 89 10’03 1891 75 510 328 476 362 838 913 91 9’97 1892 98 463 229 507 185 692 790 92 11’65

Siendo la mortalidad en el quinquenio de un 10’20 por 100.

ENFERMEDADES ESPORÁDICAS, ENDÉMICAS Y EPIDÉMICAS

Conocido el mal estado de higiene en que se halla este pueblo por sus influencias atmosféricas por la falta de aguas potables y del alcantarilla- do para las inmundas, así como por los focos insalubres que en diferentes puntos existen, es natural deducir que todo ello contribuye al desarrollo y sostenimiento de las enfermedades de esta clase. Indicadas ya en otro lugar aquellas que en la localidad son predomi- nante, debemos consignar también la frecuencia con que se presentan cier- tas amigdalitis, oftalmias y bronquitis capilares de los niños entre los afectos de índole catarral, a la vez que algunos otros, respondiendo a un origen

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nervioso y al resultado de bajas temperaturas, se califican de pleurodinias y dolores neurálgicos de variados nombres, según su distinta localización. Como propios de edad avanzada edad, en ocasiones, existen diversos padecimientos de los órganos genito-urinarios, y no dejan de observarse algunas enfermedades cutáneas, como la zona, urticaria, y otras erupciones herpéticas y eczematosas. Entre las correspondientes al aparato gastro-hepático, figuran, en pri- mer término, el catarro del estómago, la enterocolitis de dentición, inflama- ciones e infartos del hígado y algunos cólicos, que por abusos bromatológi- cos se presentan en el rigor del verano, comprobándose, con la observación, que en esos aparatos, como en los demás, las enfermedades comunes casi siempre toman un carácter verdaderamente estacional. Aparte de muchos casos de fiebre tifoidea que aparecen en la estación de otoño, obedeciendo a causas que hemos apuntado en otro sitio, como padecimientos infecciosos y harto generalizado por desgracia, debemos contar la tuberculosis pulmonar, en cuyo proceso intervienen anteriores afectos de los órganos respiratorios, la falta de saneamiento y desinfecciones la predisposición hereditaria y otra multitud de influencias que determinan un vicio profundo en la nutrición, y concluyen por destruir gran número de existencias jóvenes y vigorosas, en proporción muy alarmante, respecto a la que esa dolencia corresponde entre la mortalidad general. En el grupo de enfermedades generales, que en esta localidad común- mente se padecen, debemos incluir algunos casos de escrofulismo, otros de anemia y un número verdaderamente extraordinario de reumatismos, que bajo el influjo etiológico antes señalado, invaden a veces vísceras y múscu- los, siquiera más bien se fijen de ordinario en tejidos fibrosos y articulares, no siendo por ello extraña la aparición de algunas cardiopatías, entre las que descuella la endocarditis reumática, con preferencia a las demás. En la clase de afecciones endémicas, que con más frecuencia se pre- sentaron sólo hemos de mencionar las innumerables fiebres intermitentes que aparecen en el Salobral y en esta población, por las miasmas letales que exhalan las aguas del canal, frecuentemente obstruidas, y los encharca- mientos de una y otra localidad, cuyas consecuencias lamentan multitud de familias que han perdido muchos de sus más queridos seres. Si la mortalidad que tal laguna llegó a producir a principios de este siglo fue tan enorme que hizo indispensable la construcción del canal de María Cristina cuando los aterrados vecinos ponían un papel blanco en las puertas de sus casas, como señal de que necesitaban los Santos Sacra- mentos, hoy que por descuido inexplicable se han obstruido los canales, y desaguadores que afluyen al principal anteriormente citado, resulta para

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los habitantes de esta ciudad y su término, una situación igualmente triste y aterradora, expresada, no ya por las mudas señales de que nuestros antepa- sados se valían, sino por la tremenda palabra el paludismo, generador de las altas cifras de muertos que arroja el encasillado de los resúmenes demográ- ficos, correspondientes a la organización sanitaria del año anterior. También a este pueblo le combaten, con frecuencia, todo género de epidemias; y a que ofrezcan mayor gravedad y alarmantes proporciones contribuyen, con su situación topográfica, la falta de higiene y la ignorancia e incuria de una gran parte de sus moradores. Apenas si el cólera ha sentado su temible planta en la frontera o en cualquier puerto del Mediterráneo, cuando aquí hemos sentido sus efectos desastrosos: la coqueluche es frecuente y de sensibles consecuencias es fre- cuente y de sensibles consecuencias en los niños, el sarampión y escarlatina ocasionan entre ellos dolorosas víctimas; la grippe causó algunas entre la fa- bulosa cifra de invasiones que existieron, y la viruela produce estragos más terribles, y es mayor su contagio y duración, por las supersticiosas creencias de cierta clase del pueblo, que rechaza someter a sus hijos, a la inoculación preventiva. Siete año, no interrumpidos, hace que reina entre nosotros el crup, y la difteria; y si ese tiempo basta para otorgarle carta de naturaleza endémi- ca, aquí también la incluimos como una de tantas epidemias, atendiendo a que dada la cifra de población, la mortalidad ha excedido del 0’20 por mil, y pasado del 0’80 el número de invasiones en cada mes, que es el tipo señala- do por el Consejo de Sanidad para que de tal modo se pueda calificar. Indudable es, pues, que la recrudescencia de esas enfermedades en esta localidad, depende en gran parte de la inobservancia de los preceptos sanitarios, que por sí misma origina un exceso de mortalidad, terminante- mente comprobado, por datos estadísticos de toda exactitud relativos a epi- demias aquí desarrolladas en los últimos años, que consignamos, al final de estos apuntes, por si la triste enseñanza que proporcionan puede remover algunas de sus causas y evitar la reproducción de tan frecuentes y asolado- ras plagas.

RESUMEN

Si el resultado desfavorable de la estadística, y la existencia de los focos de infección que hemos señalado, demuestran de consuno las malas condi- ciones de higiene en que se encuentra esta capital, es de evidencia la necesi- dad de emprender seriamente su estudio para mejorarlas. La higiene pública

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es la encargada de resolver tales problemas sanitarios, puesto que señala las causas y términos en que se desarrollan determinados males, para prevenir- los o para extirparlos. No se nos oculta la magnitud dela empresa, así como que para realizarla por completo, requiérese la acción común de los Go- biernos y de las Autoridades locales, siendo la perseverancia y el tiempo sus principales factores. Porque ello es que a la manera que ciertos agricultores de la adelantada Inglaterra, por el análisis químico y estudio de los abonos han conseguido dotar sus tierras de los principios necesarios para obtener el máximun de producción de determinados frutos, así, la especialidad de los Médicos higienistas, según opina uno de los más notables, llegará en épocas de mayor cultura, y con el estudio de las constituciones individuales, a esta- blecer y ordenar para cada hombre el método particular de vida más conven- te, a fin de alcanzar el máximun de salud, de longevidad y robustez. Tampoco debe olvidarse que, como indican ilustres autores, la tera- péutica higiénica, fundada en la observación, es potentísimo auxiliar de la terapéutica farmacéutica; y por más que sus resultados definitivos se alcan- cen con lentitud e incansable labor, hay que confiar en conseguirlos con cierto carácter de generalidad, como se han obtenido parcialmente en de- terminadas regiones3. Nadie duda que la estadística y los censos en todos los ramos de la Administración pública, son por lo menos la expresión numérica de un mo- mento, con resultados que aconsejen la oportunidad de aplicar el derecho a la vista de las naciones: y si al tratarse, por ejemplo, la estadística criminal, los datos sirven al legislador para moralizar la sociedad por el conocimiento y corrección de los delitos más salientes; ¿qué no podrá decirse de las topo- grafías médicas que fundándose de ordinario en hechos permanentes, aun- que no invariables, versan sobre los más interesantes y primordiales objetos, cuales son la salud y la vida de los pueblos?. Abórdese, pues, la obra de remediar los defectos y causas de insalubri- dad que con tal objeto se han señalado; y siendo uno de los inconvenientes más temibles la crudeza y desigualdad del clima, procúrese modificarlo con extensas plantaciones de arbolado en los alrededores de la ciudad; impídase, en lo posible, que los retretes y demás puntos insalubres comuniquen con las viviendas, y establézcase un buen sistema de alcantarillado, en cuanto el nivel del terreno lo consienta, a la vez que se realiza el viaje de aguas de los Ojos de San Jorge que para el consumo sea necesario.

3 Por ejemplo, Londres, Norwood, Berlín, Stokolmo, y otras crecidas poblaciones de Euro- pa, donde la cifra de mortalidad ha descendido considerablemente con el planteamiento de las medidas sanitarias indicadas en este opúsculo.

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Es además de gran importancia el sanear los edificios públicos de que hemos hecho mención, y como medida de excepcional interés, desembro- zar todos los cauces y limpiar de tierra y fango el Canal de María Cristina hasta descender a su primitiva rasante. Hoy es ya vano empeño eludir el cumplimiento de los deberes que imponen la cultura general y el alto vuelo que han tomado en las principales potencias de Europa las interesantísimas cuestiones de policía sanitaria. En Inglaterra, Francia y Alemania se les ha dado la debida impor- tancia, y al estudiarlas con la atención que merecían, obtuvieron en breve tiempo los mejores resultados bajo el aspecto higiénico y económico, lo- grando, en el espacio de pocos años, la disminución de un veinte por mil en la mortalidad general de sus obreros, al edificar nuevos barrios con todas las condiciones que pudieran apetecerse. Para conservar tan ventajosos resultados y prevenir el contagio de toda afección epidémica, han creado asimismo, en los grandes centros, esas útiles instalaciones públicas con todas las dependencias y aparatos desinfec- tantes necesarios, para evitar la trasmisión de los males infecto-contagiosos tan luego como en cualquier punto se presentan. Cuando se reflexiona so- bre esta clase de adelantos, tan dignos de imitación y vivo estímulo, aflíge- se profundamente el ánimo al ver que en nuestro país somos tributarios y admiradores de la indumentaria extranjera, plagiando modas y costumbres decadentes y frívolas, en vez de copiar esas trascendentales instituciones, que entrañan la práctica de los más sanos principios biológicos y sociológi- cos. Será, pues motivo de satisfacción y de noble orgullo el copiar lo bueno, cualquiera que sea su procedencia; y por lo mismo aconsejaríamos, si en nuestra pequeñez debiera oírsenos, entre las medidas generales, y a cada cual en la línea que le incumba, el establecimiento de un completo servicio sanitario, y hasta que se hiciese una nueva ley de sanidad aplicada con rigor por un cuerpo científico, a fin de obtener mayores beneficios. De todo ello se deduce que estas reformas sanitarias y los adelantos que modernamente adquiere la higiene, vienen a proporcionarnos un gran mejoramiento individual y colectivo, puesto que esa ciencia nos marca la profilaxis de todas las dolencias, disminuye su intensidad, y hace más lle- vaderas las que son endémicas o epidémicas, como se comprueba por los felices resultados de las medidas adoptadas en estos últimos años, aislando enfermos ya invadidos, sometiendo sus ropas a la acción de estufas secas o bien procurando atmósferas de gran amplitud a los que ocupan sitios redu- cidos y mal sanos. No de otro modo se atenuaron las grandes pandemias que reinaban en la antigüedad, que si hoy no se presentan y solo han dejado tras de sí el

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triste recuerdo de su existencia, débese si duda al creciente progreso de la higiene. A ella, pues, hay que recurrir en las presentes circunstancias, dadas las numerosas causas de insalubridad que nos rodean. En lo tocante a esta ciudad, como no ignoramos que lo mejor es ene- migo de lo bueno, no pretendemos medidas de saneamiento incompatibles con el angustioso estado de la Hacienda municipal; pero querer es poder: hágase lo que se pueda. Con fijarse bien en los en los inmensos beneficios que se reportan, una firme voluntad y un ardiente patriotismo tendrán el camino para alcanzarlos. Repárese que los preceptos sanitarios no sólo afectan a la vida y a la salud, sino que además se extienden a otros intereses de cuantía. Con sobrada razón se ha dicho que “la higiene es la riqueza nacional.” ¿Se ha meditado bien el alcance de este aforismo económico?...Después de las luc- tuosas consecuencias y estragos de la muerte en las delicadas regiones del sentimiento y del espíritu, solamente en bienes materiales, que tanto ahora se invocan. ¿Se han sumado alguna vez las pérdidas incalculables de una población epidemiada...? Concluyamos estos apuntes con una súplica al Excelentísimo Ayun- tamiento de esta ciudad; súplica que debe dirigirse a una administración fecunda y providente: la de que lleve a cabo la meritísima empresa de que nos hemos ocupado; que sí lo hará, puesto que nadie le sobrepuja en celo por los altos fines a que se aspira, cuales sonla salud, la riqueza y el bienestar de sus administrados.

Albacete, julio de 1893.

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Cuadro expresivo del movimiento anual de la población, correspondiente al quinquenio de 1888 al 1892.

NACIMIENTOS DEFUNCIONES AÑO Varones Hembras Total Varones Hembras Total 1888 369 342 711 404 334 738 1889 371 340 711 427 387 814 1890 340 329 669 341 380 721 1891 356 294 650 462 406 868 1892 382 319 701 326 334 660 Total 1818 1624 3442 1960 1841 3801

Con arreglo a 20.671 habitantes, cifra de población de derecho se- gún el último censo de 1887, la mortalidad general en el año 1888, fue de un 3’57 por 100; en el 1889, de 3’94; en el 1890, de 3’49; en el de 1891, de 4’20, y de 3,20 en 1892. Resultando que el promedio de la mortalidad en el quinquenio fue de un 3’68 por 100. Ahora bien; comparando el número total de nacimientos y defunciones en dicho quinquenio de 1888 a 1892, aparece que aún cuando en el último ha tenido algún aumento la pobla- ción, según puede verse en el presente cuadro, en los cuatro anteriores ha disminuido en considerable cifra de 400 personas, a causa de las repetidas epidemias, por la falta de salubridad y la del cumplimiento de los preceptos higiénicos.

Cuadro expresivo del número de invasiones y defunciones ocurridas en la ciudad de Albacete por cólera morbo epidémico desde el 20 de julio al 31 de agosto de 1885.

Edad de los fallecidos Estado Profesiones del Sexodel Total de Total Individuos Viudos Viudos Solteros De 3 a 6 Casados De 6 a 13 Artesanos Más de 60 Más Jornaleros De 0 a 3 a. De 13 a 20 De 20 a 25 De 25 a 40 De 40 a 60 Total fallecidos Total Determinación Determinación Empleados Empleados Labradores Propietarios Otras profesiones

Varones 534 32 48 36 57 26 33 39 24 295 36 76 183 80 25 11 17 8 154 Hembras 793 40 37 29 52 123 72 56 33 442 62 169 211 40 35 22 4 8 333

Total 1327 72 85 65 109 149 105 95 57 737 98 245 394 120 60 33 21 16 487 General

El censo de población era en 1877 de 18.038 habitantes, y con relación a él hubo un 4’8 por ciento de mortalidad.

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La intensidad diaria o término medio de mortalidad fue de un 17’14, y con respecto a los invadidos hubo un 55’50 por ciento. Debemos consignar también, que aun cuando la primera invasión tuvo lugar el 1º de junio en un soldado del regimiento de Sagunto, que re- cientemente había pernoctado en algunos pueblos de los ya invadidos en la provincia de Valencia, la epidemia no empezó a desarrollarse hasta el día 15 de Julio y se importó por una niña que con su familia procedía del Lazareto de Caudete, y que fue también inmediatamente invadida, lo mismo que el hortelano y lavanderas de una huerta donde habían lavado las ropas de la referida niña. El día 29 de Julio coincidió una gran mortalidad con la aparición de una tormenta y copiosísima, que se repitió el 12 y 28 de Agosto en que des- apareció la epidemia. Durante ella reinó el S.O. en los cuatro últimos días de Julio y el S. hasta el 18 de Agosto; presentándose el O. y S.O en los restantes hasta que apareció el N. con el cual coincidió la desaparición de la epidemia. La humedad relativa media en la última década de Julio a las nueve de la mañana fue 42 y a las tres de la tarde 20. En la 1ª década de Agosto 39 y 23; en la 2ª 35 y 21, y en la 3ª 55 y 34. La tensión media de la última década de Julio, a las nueve de la maña- na, fue 9’6, y a las tres de la tarde de 7’8. En la 1ª década de Agosto 10’6 y 8’7; en la 2ª 9’2 y 8’1, y en la 3ª 11’7 y 9’6. La altura media del barómetro en la última década de Julio, fue de 705’73, mientras que en la 1ª y 2ª fue de 708’24 y 706’34. La altura media en la 1ª,2ª y 3ª década de Agosto, fue de 704’95; 705’63 y 701’84. La temperatura media durante la última década de Julio fue de 24º2; y en la 1ª, 2ª y 3ª de Agosto 24º7 ; 26º2 y 16º5.

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Cuadro expresivo de los datos correspondientes a la epidemia variolosa sufrida en esta capital desde Julio de 1883 hasta Abril de 1884.

Días de la INVADIDOS EDAD DE LOS FALLECIDOS invasión Años y meses Total Total Total Total Curados con lesión lesión con Curados 10 años 10 años 10 años Varones Hembras fallecidos invadidos De 13 a 20 De 20 a 25 De 25 a 40 De 40 a 60 De 50 a 80 Del 1 al 10 De 1 a 3 A De 3 a 6 A Mayores de Mayores De 6 a 13 A Menores de Menores Hasta 1 año Hasta Del 10 al 20 Del 20 al 30 Curados Completamente Completamente Curados

1883 Julio 1 “ 4 4 1 2 3 5 2 “ 1 “ “ “ “ “ 2 “ “ 3 Id Agost 1 1 5 2 5 5 2 7 2 “ 2 “ 1 1 “ “ 1 “ “ 5 Id Sept. 14 14 18 22 24 26 20 46 28 1 5 3 6 3 “ “ “ “ “ 17 Id Oct. 27 37 18 48 34 46 36 82 58 “ 5 6 7 4 2 “ “ “ “ 24 Id Nov. 33 17 21 32 39 37 34 71 38 1 9 6 4 5 4 3 “ 1 “ 32 Id Dic. 30 23 19 43 29 49 23 72 46 “ 3 7 5 7 2 “ 2 “ “ 26 1884 Enero 18 11 18 28 19 33 14 47 27 “ 2 6 7 2 2 “ “ 1 “ 20 Id Febr. 10 4 6 10 10 10 10 20 11 1 2 “ 3 “ 1 “ 1 1 “ 8 Id Marz “ 5 1 3 3 6 “ 6 4 “ “ 1 1 “ “ “ “ “ “ 2 Id Abril 5 2 “ 5 2 7 “ 7 6 “ “ “ 1 “ “ “ “ “ “ 1

Total 139 114 110 197 166 221 142 363 222 3 29 29 53 22 11 3 6 3 “ 138 General

De los 363 invadidos hay 144 vacunados y 219 que no lo estaban, ha- biendo fallecido entre los primeros 19; 119 entre los segundos, con relación a las invasiones, un 13’19 por ciento de los vacunados y un 54’33 de los que estaban sin vacunar; además hubo en el

Barrio de San Agustín 29 invasiones en la calles y casas siguientes: San Agustín, 0-22-22-32-46-46- 46-46-50-52-52-53-58-60-60-67-67.-Total 18.-Concepción, 23-35.-Total 2; Bosque, 4.-Total 1.-San Antonio, 0-0-32.-Total 3.-Salamanca, 2-6.-Total 2.-Gaona, 16.-Total 1.-Cuevas de la puerta de Chinchilla, id.-Total 2.

Al de San Juan Correspondieron 106 invasiones.-Calles y casas.-Carmen, 0- 6-6-6-6-22-24-27-33-35-35-37- 41-41-44-44-44-48-48-48-48-50-50-50-50-50-52-58-68.-Total 29.-Méndez Núñez,1.-Total 1.-Cura, 4.-Total 1.-Hospital provincial, 41 invadidos.-To- tal 41.-Iris, 1-1-5-5-8.-Total 5.-Postas, 0-1-5-7-7.-Total 5.-Padre Romano, 0-7-9-26-34-34-36.-Total 7.-Rosario, 0-0-1.-Total 3.-Plaza de San Juan,

Biblioteca Digital de Albacete «Tomás Navarro Tomás» 330

3.-Total 1.-San Agustín,3-5.-Total 2.-Mayor,5.-Total 1.-Extramuros,10 invadidos.-Total 10.

Al de San Francisco correspondieron 26.-Calles y casas.-Feria,6.-Total 1.-Baños, 0-6-7-27-27-30-32.-Total 7.- San Francisco, 2.-Total 1.-Luna, 3.-Total 1.-Caba, 21-21-45-45-51-51.-To- tal 6.- Zapateros, 2-7.-Total 2.-Veleta, 14-14-14.-Total 3.

Al de San José correspondieron 71.-Calles y Casas.-Gaona,3.-Total 1.-Tinte, 4-32.-Total 2.-Mayor, 15- 16-47-55-57.-Total 5.-Nueva, 7-18-19-21-23-42-51.-Total 7.-Tejares, 0-3-9-14-14-24-37-45-45-49-53-54-58-63-66-66-66-68-68-69-69-70-76- 87-87-90-90-90-90.-Total 30.-Extramuros, cuevas de Santa Bárbara, 26 invadidos.-Total 26.

Al de Santa Quiteria correspondieron 131.-Calles y casas.-Tinte, 39-39-56.-Total 3.-Sol, 12-13-13-16-16.-Total 5.- Oro, 2-11-13-22-22-22-22-22-22-28-28.-Total 12.-Lozano, 3-3-3-5.-Total 4.-Cornejo, 3-11-20.-Total 3.-Puerta de Valencia, 0-5-7-10.-Total 4.-Puer- ta de Murcia 2.-Total 1.-Santa Quiteria, 19-19-19-20-21-21-21-29-32-32.- Total 10.-Gatos, 0-0-0-0-0-0-3-4-4-4-11-18-18-18-18-18-18-18.-Total 18.- Herreros, 0-5-19-23-23-23-25-27-28-33-52-55-59.-Total 13.- Cruz, 0-0-5- 6-6-8-10-13-13-14-27-57-57-65.-Total 14.-Cruz al Norte, 0.-Total 1.-San Ildefonso, 2-2-4.-Total 3.-Cid, 5-5-14-22-25-49.-Total 6.-Marzo, 1-1-1-4- 9-10-10-13-15-15-23-24-25.-Total 13.-Extramuros, cuevas de Valencia, 19 invadidos.-Total 19.-Puente id.-Total 2.

Biblioteca Digital de Albacete «Tomás Navarro Tomás» 331

Cuadro expresivo de los datos correspondientes a la epidemia variolosa sufrida en esta capital desde noviembre de 1890 hasta abril de 1892.

DÍAS DE LA INVADIDOS EDAD DE LOS FALLECIDOS INVASIÓN AÑOS Y

MESES Curados Total Total Total fallecidos Total completamente 10 años 10 años 10 años Varones De 1 a 3 De 3 a 6 Hembras De 6 a 13 Curados con lesión lesión con Curados Invadidos De 13 a 20 De 20 a 25 De 25 a 40 De 40 a 60 De 60 a 80 Del 1 al 10 Mayores de Mayores Del 10 al 20 Menores de Menores Hasta 1 año Hasta Del 20 al 30

1890 Nov “ 3 1 4 “ 2 2 4 4 “ “ “ “ “ “ “· “ “ “ “ Id Dic. “ 3 2 1 4 5 “ 5 4 “ 1 “ “ “ “ “ “ “ “ 1 1891 Ene 1 3 3 4 3 4 3 7 6 “ “ “ 1 “ “ “ “ “ “ 1 “ Febr 2 2 3 3 4 6 1 7 5 “ “ “ 1 “ 1 “ “ “ “ 2 “ Mar 3 1 6 2 8 6 4 10 6 “ “ 2 1 1 “ “ “ “ “ 4 “ Abr 3 4 “ 1 6 4 3 7 5 “ 1 “ 1 “ “ “ “ “ “ 2 “ May 5 13 8 15 11 15 11 26 21 “ “ 1 2 “ 1 1 “ “ “ 5 “ Jun 4 5 13 11 11 12 10 22 20 “ 1 1 “ “ “ “ “ “ “ 2 “ Jul 8 22 8 15 23 18 20 38 28 “ “ 3 3 1 1 1 1 “ “ 10 “ Agos 9 7 1 5 12 11 6 17 12 “ 1 2 1 “ “ “ 1 “ “ 5 “ Sept 22 5 10 19 18 15 22 37 28 1 1 4 1 “ “ “ 2 “ “ 8 “ Oct 9 10 21 21 19 22 18 40 34 “ “ 1 1 1 “ “ “ 1 “ 6 “ Nov 13 10 16 22 17 15 24 39 24 “ 2 6 2 3 “ “ “ “ “ 15 “ Dic 4 7 6 8 9 5 12 17 10 “ 2 “ 2 1 “ “ 1 “ “ 7 1892 Ene 9 2 1 4 8 3 9 12 10 “ “ 2 “ “ “ “ “ “ “ 2 “ Feb 2 2 3 3 4 2 5 7 5 “ 2 “ “ “ “ “ “ “ “ 2 “ Mar 2 “ “ 1 1 “ 2 2 2 “ “ “ “ “ “ “ “ “ “ “ Total “ “ “ 139 158 145 152 297 224 1 11 22 16 7 8 2 5 1 “ 72 General

Empezó la epidemia el 7 de Noviembre en un joven de 22 años, no vacunado, con pústulas de carácter confluente, que terminaron por la cu- ración completa debiendo advertir la particularidad de que este individuo cuidaba las dos únicas vacas de leche que había en esta capital. Entre los 297 invadidos hay 113 vacunados y 184 que no estaban, habiendo fallecido entre los primeros 7 y 65 entre los segundos, correspon- diendo, con relación a las invasiones, un 6’19 por 100 de los vacunados y un 40’76 entre los que estaban sin vacunar. Además hubo en el barrio de San Agustín 53 invasiones y en las calles y casas siguientes: Calle de San Anto- nio números 5-13-36-36-36-36-36-36-36-36-44-46-46.-Total 13.-Bosque, 6-10-10-10.-Total 4.-Istmo, 10-10-10-13-15.-Total 5.-San Agustín, 13-23-

Biblioteca Digital de Albacete «Tomás Navarro Tomás» 332

23-23-42-48-48-48-58-64-66-70-70.-Total 13.-Concepción, 14-15-31-34- 38-42-42.-Total 7.-Plaza del General Espartero, 6.-Total 1.-Puente, 12.- Total 1.-Extramuros cuevas de la Puerta de Chinchilla, id, id, id, id, id, id.-Total 6.-Extramuros de la Ermita de San Antonio, id, id, id.-Total 3.

Al de San Juan correspondieron 49 invasiones, pertenecientes a las calles siguientes: Plaza Mayor, 2-2-2.- To- tal 3.-Carmen, 22-26-26-30-48-49-49-62.-Total 9 (sic).-Plaza del Hospital.- Hospital provincial, 27 casos.-Postas 16.-Total 1.-Iris, 13.-Total 1.-Padre Romano, 21-27-32-45-55.-Total 5.-Monjas, Maternidad.-Total 1.

Al de San Francisco 36 invasiones.-Calles y Casas.-Feria, 27-40.-Total 2.-San Francisco, 3-3.- Total 2.-Caba, 13-17-33-35-36-36-38-40.-Total 8.-Zapateros, 18-20.-Total 2.-Estrella, 3-6-7-7.-Total 4.-Amparo, 7-11.-Total, 2.-Desengaño, 15.-To- tal 1.-Luna, 4-4-13.-Total 3.-Albarderos, 13.-Total 1.-Veleta, 4-5-6-6-6-8- 8-8.-Total 8.-Extramuros de Veleta, Total 1.-Extramuros de Feria.-Total 1 .- Extramuros de plaza de Toros, 7.-Total 1.

Al de San José 43 invasiones.-Calles y casas.-Mayor, 24-34.-Total 2.-Gaona, 1-4.-Total 2 .-Tinte, 10-24.-Total 2.-Plaza de San José, 2.-Total 1.-Nueva, 4-12-12- 13-19-22-23-23-27-29-30-39-43.-Total 13.-Campico, 1.-Total 1.-Tejares, 6-13-21-26-26-43-48-53-57-58-58-63-89.-Total 17.-Carnecería, 0-12-12- 17.-Total 4.-Extramuros, aldea de Riachuelos.-Total 1.

Al de Santa Quiteria 116 invasiones.-Calles y casas.-Parra, 2-2-4-5-6-6-6-7-8.-Total 9.-Sol, 9-11.-Total 2.-Lozano, 5-5-8-9.-Total 4.-Puerta de Valencia, 2-4-15-15- 15-16-16-16-21.-Total 9.-Puerta de Murcia.-Total 1.-Santa Quiteria, 1-2- 13-15-19-19-19-19-19-20-21-21-31-31-33-38.-Total 16.-Herreros, 4-8-12- 12-23-27-30-31-32-33-33-33-36-36-56-61.-Total 16.-Plaza del Cuartel, 4-4 .-Total 2.-Cruz, 2-2-2-4-4-6-7-8-13-14-14-14-14-17-17-19-31-31-35- 57-57-57-59-59-59-59-59.-Total 28.-Cruz del Norte, 3-3.-Total 2.- Cid, 21-22-26-31-32-32-38-48.-Total 8.-Oro, 3.-Total 1.-Cornejo, 2.- Total 1.- Postigos,12.- Total 1.- León, 4.-Total 1.-Extramuros, cuevas de la puerta de Valencia.-Total 2.-Cuevas de la calle del Sol, 10 casos.-Retiro de la calle del Sol, 0-4-4.-Total 3.

Biblioteca Digital de Albacete «Tomás Navarro Tomás» 333

Cuadro expresivo de los datos correspondientes a la epidemia de difteria en esta ciudad du- rante el año 1888.

DÍAS de la INVADIDOS EDAD DE LOS FALLECIDOS INVASIÓN

Meses Curados Curados Total Total Total Total Varones Varones De 3 a 6 De 1 a 3 De Crup Hembras Completamente De 6 a 13 fallecidos Invadidos Más de 60 Más De 13 a 20 De 20 a 25 De 25 a 40 Del 1 al 10 De 40 a 60 De Difteria Del 2º al 30 Del 10 al 20 Hasta 1 Año Hasta Curados con lesión con Curados

Enero 10 11 8 14 15 29 “ 29 12 “ “ 5 5 6 1 “ “ “ “ 17 Febrero 3 “ 1 3 1 4 “ 4 1 “ “ 1 2 “ “ “ “ “ “ 3 Marzo 2 1 2 4 1 5 “ 5 2 “ “ 1 1 1 “ “ “ “ “ 3 Abril “ 1 1 1 1 1 1 2 “ “ “ “ 2 “ “ “ “ “ “ 2 Mayo “ “ 1 1 “ 1 “ 1 “ “ “ 1 “ “ “ “ “ “ “ 1 Junio 1 “ 1 1 1 1 1 2 “ “ “ “ “ 2 “ “ “ “ “ 2 Julio 1 2 “ 2 1 2 1 3 1 “ “ 1 “ 1 “ “ “ “ “ 2 Agosto 4 5 3 6 6 9 3 12 2 “ “ 1 5 3 “ 1 “ “ “ 10 Septbre 2 1 2 2 3 5 “ 5 3 “ “ 1 1 “ “ “ “ “ “ 2 Octubre 5 5 1 7 4 11 “ 11 6 “ 1 “ 1 3 “ “ “ “ “ 5 Novbre 4 9 9 13 9 17 5 22 9 “ “ 4 4 5 “ “ “ “ “ 13 Dicbre 2 2 4 4 4 3 5 8 3 “ “ “ 4 1 “ “ “ “ “ 5

Total 34 37 33 58 46 88 16 104 39 “ 1 15 25 22 1 1 “ “ “ 65 General

De los 88 invadidos de difteria fallecieron 50, y de los 16 de crup falle- cieron 15; correspondiendo, con relación a los primeros un 568’10 por 1000 y 937’50 a los segundos. Perteneciendo al

Barrio de San Agustín 27 invasiones.-Calles y casas.-Puente, posada, 36-36-38.-Total 4.-Caldere- ros, 2-3-3-8-8.-Total 5.-San Agustín, 10-10-43-48-53.-Total 5.-Salamanca, 5.-Total 1.-San Antonio, 11-13-13-13.-Total 4.-Concepción,10-14-19.-To- tal 3.-Alfonso XIII, 5-9.-Total 2.-Huerta de la Puerta de Chinchilla, id, id, id.-Total 3.

Barrio de San Juan 15 invasiones.-Postas, 7.-Total 1.-Carmen, 26-29.-Total 2.-Padre Romano.- 7-12-18.-Total 3.-Iris, 13-19.-Total 2.-Plaza del Hospital, Hospital provin- cial, id.-Total 2.-San Julián, 4.-Total 1.-Monjas, Casa de Maternidad.-Total 1.-Rosario, 8.-Total 1.-Boticarios, 5.-Total 1.-Cura, 12.-Total 1.

Biblioteca Digital de Albacete «Tomás Navarro Tomás» 334

Barrio de San Francisco 8 invasiones.-Veleta, 2-6.-Total 2.-Feria, 15-23.-Total 2.-Albarderos, 21.- Total 1.-Baños, 26.-Total.-Cura,12.-Total 1.

Barrio de San José 16 invasiones.-Tejares, 18-34-34-45-53-53-53-53-69-87.-Total 10.-Mayor, 49-58.-Total 2.-Nueva, 10-10-30.-Total 3.-Carnicería, 4.-Total 1.

Barrio de Santa Quiteria 38 invasiones.-Cruz, 4-19-25-25-25-35-35-69.-Total 8.-Cruz al Norte, 4.- Total 1.-Extramuros de la Cruz al Norte.-Total 1.-Cervantes, 11-11.-Total 2.-Cid, 12-32-38-50.-Total 4.-Herreros, 20-24-32-32-36-40-61-61.-Total 8.-Gatos, 2.-Total.-Marzo, 1-1.-Total 2.-Cornejo, 6-28.-Total 2.-Plaza de Carretas, 6.-Total 1.-Oro, 2.-Total 1.-Tinte, 52.-Total 1.-Lozano, 21-29.- Total 2.-Santa Quiteria, 8.-Total 1.-San Ildefonso 12.-Total 1.

Cuadro expresivo de los datos correspondientes a la epidemia de difteria sufrida en esta ciu- dad durante el año 1889.

Días de la INVADIDOS EDAD DE LOS FALLECIDOS Invasión

Meses lesión Curados Curados Total Total de 60 Curados con con Curados De más Varones Varones De 1 a 3 completamente De 3 a 6 De Crup Hembras De 6 a 13 Invadidos Total de Total De 20 a 25 De 25 a 40 De 40 a 60 Del 1 al 10 De 13 a 20 Fallecidos De Difteria Del 10 al 20 Del 20 al 30 Hasta 1 Año Hasta

Enero 2 4 5 8 3 7 4 14 3 “ 1 2 1 4 “ “ “ “ “ 8 Febrero 3 5 1 4 5 7 2 9 2 “ “ 1 2 4 “ “ “ “ “ 7 Marzo 2 “ 1 3 “ 1 2 3 1 “ “ 2 “ “ “ “ “ “ “ 2 Abril 2 2 1 2 3 3 2 5 “ “ “ “ 4 “ “ 1 “ “ “ 5 Mayo 1 3 “ 2 2 3 1 4 “ “ 1 “ “ 3 “ “ “ “ “ 4 Junio 1 1 1 3 “ 2 1 3 2 “ “ 1 “ “ “ “ “ “ “ 1 Julio 3 1 1 5 “ 4 1 5 “ “ “ 2 2 1 “ “ “ “ “ 5 Agosto 1 1 3 3 2 2 3 5 “ “ “ 2 1 2 “ “ “ “ “ 5 Septbre 2 1 4 5 2 7 “ 7 3 “ “ 1 2 1 “ “ “ “ “ 4 Octubre 3 1 5 5 4 7 2 9 1 “ “ 3 “ 3 2 “ “ “ “ 8 Novbre 4 4 3 6 5 9 2 11 3 “ “ 2 3 1 1 “ 1 “ “ 8 Dicbre 3 6 3 4 8 11 1 12 5 “ “ “ 5 2 “ “ “ “ “ 7 Total 27 29 28 50 34 63 21 84 20 “ 2 16 20 21 3 1 1 “ “ 64 General

Biblioteca Digital de Albacete «Tomás Navarro Tomás» 335

De los 63 invadidos de difteria fallecieron 43, y de los 21 de crup falle- cieron todos; correspondiendo, con relación a los primeros, un 682’54 por 1000, y un 10 por 100 pertenecientes a los segundos. Además hubo en el

Barrio de San Agustín 9 invasiones.-Calles y casas.-San Agustín, 27-66-66.-Total, 3.-Concepción, 4-11-27.-Total 3.-Plaza del General Espartero, 5.-Total 1.-Valgeneral, 2.- Total, 1.-Extramuros, aldea de Casa Blanca.-Total 1.

Barrio de San Juan 14 invasiones.-Carmen, 23-40-51.-Total 3.-Padre Romano, 35-40-62.-To- tal, 3.-Iris, 28.-Total 1.-Plaza del Hospital, Hospital provincial, id, id, id.- Total 4.-San Julián, 8.-Total 1.-Rosario, 3.-Total 1.-Boticarios, 5.-Total 1.

Barrio de San Francisco 11 invasiones.-Veleta, 14.-Total 1.-Feria, 1.-Total 1.-Baños, 23.-Total 1.- Plaza de Toros, 10.-Total 1.-Gracia, 4.-Total 1.-Caba, 18-47-47-47.-Total 4.-Damas, 15.-Total 1.-Desengaño, Total 1.

Barrio de San José 22 invasiones.-Tejares, 26-31-37-51-58-58-65-66-74-83-83-87-87.-Total 13.-Mayor, 36.-Total 1.-Nueva, 1-18-26-26-29.-Total 5.-Carnecería, 12.- Total 1.-Campico, 1.-Total 1.-Valgeneral, 15.-Total 1.

Barrio de Santa Quiteria 28 invasiones.-Cruz, 65.-Total 1.-Cervantes, 4.-Total 1.-Cid, 22-34.-Total 2.-Herreros, 1-2-31-45.-Total 4.-Marzo, 4-10-56.-Total 3.-Cornejo, 26.- Total 1.-Oro, 28.-Total 1.-Tinte, 25.-Total 1.-Lozano, 5-5.-Total 2.-Santa Quiteria, 7-19-23.-Total 3.-Parra, 8-8.-Total 2.-Plaza del Cuartel, 2.-To- tal 1.-Puerta de Valencia, 0-15, Casilla de Peones.-Total 3.-Cuevas de la puerta de Valencia, id.-Total 2.-Cuevas de la Calle del Sol.-Total, 1.

Biblioteca Digital de Albacete «Tomás Navarro Tomás» 336

Cuadro expresivo de los datos correspondientes a la epidemia de difteria y crup sufrida en esta ciudad durante el año 1890.

DÍAS DE LA INVADIDOS EDAD DE LOS FALLECIDOS INVASIÓN

MESES Curados Curados Total Total Varones De 1 a 3 De 3 a 6 De Crup completamente Hembras Hembras Total Fallecidos Fallecidos Total invadidos Más de 60 Más De 6 a 13 De 13 a 20 De 25 a 40 De 40 a 60 Del 1 al 10 De 20 a 25 Hasta 1 año Hasta De Difteria Del 10 al 20 Del 20 al 30 Curados con lesión con Curados

Enero “ “ 4 3 1 4 “ 4 2 “ “ 1 1 “ “ “ “ “ “ 2 Febrero 4 2 “ 2 4 5 1 6 3 “ “ “ 2 “ 1 “ “ “ “ 3 Marzo 3 4 1 3 5 7 1 8 4 “ “ 1 2 1 “ “ “ “ “ 4 Abril 2 2 “ 1 3 2 2 4 3 “ “ “ 1 “ “ “ “ “ “ 1 Mayo 1 2 “ 1 2 3 “ 3 1 “ “ “ 1 1 “ “ “ “ “ 2 Junio “ “ 2 “ 2 1 1 2 “ “ 2 “ “ “ “ “ “ “ “ 2 Julio 3 8 4 6 9 14 1 15 10 “ “ 2 1 2 “ “ “ “ “ 5 Agosto 3 “ 1 2 2 4 “ 4 3 “ “ “ “ 1 “ “ “ “ “ 1 Septbre 1 “ 1 1 1 1 1 2 “ “ “ 1 1 “ “ “ “ “ “ 2 Octbre 2 1 1 1 3 4 “ 4 3 “ “ “ 1 “ “ “ “ “ “ 1 Novbre “ 1 2 2 2 3 “ 3 1 “ “ “ “ 1 1 “ “ “ “ 2 Dicbre 1 1 2 2 3 3 1 4 3 “ “ “ 1 “ “ “ “ “ “ 1

Total 20 21 18 22 37 51 8 59 33 “ 2 5 11 6 2 “ “ “ “ 26 General

De los 51 invadidos de difteria fallecieron 19, y de los 8 de crup falle- cieron 7; correspondiendo, con relación a los primeros, un 372’55 por 1000, y un 87,50 por 100 relativamente a los segundos. Además hubo en el

Barrio de San Agustín 7 invasiones que recayeron en las calles y casas siguientes: San Antonio, 1.- Total 1.-Concepción, 2.-Total 4.-Bosque, 10.-Total 1.-Istmo, 7-7-7.-Total 3.-Extramuros, cementerio viejo.-Total 1.

Barrio de San Juan 12 invasiones.-Carmen, 3-15-20-46.-Total 4.-Plaza Mayor, 5-5-5.-Total 3.- Padre Romano, 12-22-22-31.-Total 4.-Méndez Núñez, 3.-Total 1.

Barrio de San Francisco 9 Invasiones.-Feria, 23-28-30.-Total 3.-Caba, 32-47-59.-Total 3.-Luna, 7.- Total 1.-Zapateros, 12.-Total 1.-Extramuros, glorieta, huerta, 32.-Total 1.

Biblioteca Digital de Albacete «Tomás Navarro Tomás» 337

Barrio de San José 6 invasiones.-Tejares, 35-72-72-87.-Total 4.-Cuevas de Santa Bárbara, id.- Total 2.

Barrio de Santa Quiteria 25 invasiones.-Cruz,15-53.-Total 2.-Cid, 3-3.-Total 2.-Herreros, 27-27-39- 79-79.-Total 5.-Marzo, 15-15-15-23.-Total 4.-Oro, 11-12.-Total 2.-Santa Quiteria, 0-4-4-6.-Total 4.-Sol, 4-6-9-16.-Total 4.-Puerta de Valencia, ca- silla de peones.-Total 1.-Cuevas de la puerta de Valencia.-Total 1.

Cuadro expresivo de los datos correspondientes a la epidemia de difteria y crupsufrida en esta ciudad durante el año 1891.

DÍAS DE LA INVADIDOS EDAD DE LOS FALLECIDOS INVASIÓN

MESES Curados Curados con lesión con Total Total de 60 De más Varones Varones De crup De 1 a 3 De 3 a 6 Total Fallecidos Total Hembras Completamente De 6 a 13 invadidos De 10 a 20 De 20 a 30 De 13 a 20 De 20 a 25 De 25 a 40 De 40 a 60 De difteria De 1 a 10 a. Hasta 1 año 1 año Hasta

Enero 1 3 1 2 3 3 2 5 “ “ “ 1 4 “ “ “ “ “ “ 5 Febro. 6 2 “ 5 3 6 2 8 3 “ 2 1 1 1 “ “ “ “ “ 5 Marzo 1 3 2 2 4 5 1 6 1 “ “ 3 1 1 “ “ “ “ “ 5 Abril 2 1 “ 2 1 2 1 3 1 “ “ 1 “ 1 “ “ “ “ “ 2 Mayo “ 1 2 2 1 2 1 3 1 “ “ 1 “ 1 “ “ “ “ “ 2 Junio “ 2 “ 1 1 1 1 2 1 “ “ “ 1 “ “ “ “ “ “ 1 Julio 3 1 1 4 1 3 2 5 2 “ “ 2 “ 1 “ “ “ “ “ 3 Agosto 3 2 “ 4 1 5 “ 5 3 “ “ “ “ 1 1 “ “ “ “ 2 Septbre 3 1 “ 1 3 3 1 4 2 “ “ 1 1 “ “ “ “ “ “ 2 Octbre 2 1 “ 2 1 3 “ 3 2 “ “ “ “ 1 “ “ “ “ “ 1 Novbre 4 2 “ 3 3 5 1 6 2 “ “ 1 1 2 “ “ “ “ “ 4 Dicbre. “ 1 1 2 “ 2 “ 2 2 “ “ “ “ “ “ “ “ “ “ “

Total 25 20 7 30 22 40 12 52 20 “ 2 11 9 9 1 “ “ “ “ 32 General

De los 40 invadidos de difteria fallecieron 20, y de los 12 de crup fa- llecieron todos; correspondiendo, con relación a los primeros, un 500 por 1000, y un 100 por 100 relativamente a los segundos ; además hubo en el

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Barrio de San Agustín 7 invadidos.-Salamanca, 8.-Total 1.-San Antonio, 51-51-.Total 2.-Con- cepción, 35.-Total 1.-Plaza del General Espartero, 5.-Total 1.-Puente, 34.- Total 1.-Gaona, 12.-Total 1.

Barrio de San Juan 11 invasiones.-Hospital Provincial.-Total 1.-Postas, 14.-Total 1.-Padre Ro- mano, 8-10-10-10-10-33-33.-Total 7.-Monjas, 6.-Total 1.-Cura, 6.-Total 1.

Barrio de San Francisco 7 invasiones.-Feria, 11-16.-Total 2.-Extramuros, Feria.-Total 1.-Cava, 59.- Total 1.-Amparo, 7.-Total 1.-Luna, 7.-Total 1.-Veleta, 1.-Total 1.

Barrio de San José 12 invasiones.-Mayor, 25.-Total 1.-Gaona, 6.-Total 1.-Tinte, 10.-Total 1.-Nueva, 30.-Total 1.-Tejares 57-57-61-63-64-72-75.-Total 7.-Rosario, posada.-Total 1.

Barrio de Santa Quiteria 12 invasiones. Sol, 19-19.-Total 2.-Puerta de Valencia, 0-16.-Total 2.-Santa Quiteria, 0-22.-Herreros, 32-54.-Total 2.-Plaza del Cuartel, 0.-Total 1.- Oro, 12-15-26-26.-Total 4.-Marzo, 9.-Total 1.-Cervantes, 7.-Total 1.

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Cuadro expresivo de los datos correspondientes a la epidemia de difteria y crup sufrida en esta ciudad durante el año 1892.

DIAS DE LA INVADIDOS EDAD DE LOS FALLECIDOS INVASIÓN

MESES Curados Total Total Completamente Varones De Crup Hembras Hembras Invadidos Invadidos De 6 a 13 De 13 a 20 De 20 a 25 De 40 a 60 Del 1 al 10 Curados con lesión con Curados De 25 a 40 De Difteria Del 10 al 20 Hasta 1 año Hasta Del 20 al 30 De 1 a 3 años De 3 a 6 años TOTAL FALLECIDOS TOTAL De de 60 más

Enero 1 “ “ 1 “ 1 “ 1 1 “ “ “ “ “ “ “ “ “ “ “ Febrero 1 1 1 1 2 3 “ 3 1 “ “ “ “ 2 “ “ “ “ “ 2 Marzo 2 “ 4 3 3 5 1 6 2 “ “ 3 1 “ “ “ “ “ “ 4 Abril “ 1 “ 1 “ “ 1 1 “ “ “ 1 “ “ “ “ “ “ “ 1 Mayo 2 1 1 “ 4 2 2 4 2 “ “ 2 “ “ “ “ “ “ “ 2 Junio “ 1 2 1 2 3 “ 3 1 “ “ 1 “ “ 1 “ “ “ “ 2 Julio 1 “ 1 “ 2 2 “ 2 “ “ “ “ 1 “ 1 “ “ “ “ 2 Agosto 1 “ 2 2 1 1 2 3 1 “ “ “ “ 2 “ “ “ “ “ 2 Setbre 3 1 2 2 4 6 “ 6 4 “ “ “ 1 1 “ “ “ “ “ 2 Octbre “ 2 “ “ 2 2 “ 2 2 “ “ “ “ “ “ “ “ “ “ “ Novbre “ 3 1 “ 4 1 3 4 1 “ “ 1 2 “ “ “ “ “ “ 3 Dicmbre 2 “ “ 1 1 “ 2 2 “ “ “ “ “ 2 “ “ “ “ “ 2

TOTAL 13 10 14 12 25 26 11 37 15 “ “ 8 5 7 2 “ “ “ “ 22 GENERAL

Entre los 26 invadidos de difteria fallecieron 11, y de los 11 de crup, fallecieron todos; correspondiendo, con relación a los primeros, un 42’31 por 100 y un 100 por 100 respecto a los segundos. Perteneciendo al

Barrio de San Agustín Una invasión en la calle de San Antonio número 53.-Total 1.

Barrio de San Juan 6 invasiones.-Postas, 4.-Total 1.-Plaza del Hospital, Hospital provincial, id, id.-Total 3.-Rosario 10.-Total 1.-Cura, 9.-Total 1.

Barrio de San Francisco 7 invasiones.-Veleta, 9.-Total 1.-Feria, 19-28.-Total 2.-Albarderos, 12.-To- tal 1.-Baños, 18.-Total 1.-Zapateros, 4-23.-Total.

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Barrio de San José 10 invasiones.-Tejares, 23-31-53-53-57.-Total 5.-Nueva 29-29.-Total 2.- Carnicería, 14.-Total 1.-Tinte, 14.-Total 1.-Cuevas de Santa Bárbara.- Total 1.

Barrio de Santa Quiteria 13 invasiones.-Cruz, 65.-Total 1.-Cid 17- 22.-Total 2.-Gatos, 6.-Total 1.- Marzo, 15.-Total 1.-Oro, 8-32-32.-Total 3.-Tinte 39.-Total 1.-Boquilla, 1.- Total 1.-Postigos, 8-12.-Total 2.-Cuevas puerta de Valencia.-Total 14.

4 Archivo Municipal de Albacete. Caja 21. N.º 803.

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ÍNDICE

Páginas Situación geográfica...... 291 Cifra de población ...... 291 Forma y dimensiones...... 291 Orientación...... 292 Altura...... 292 Observaciones meteorológicas...... 292 Asiento geológico e hidrológico...... 293 Canales, acequias y lagunas...... 294 Clima...... 295 Flora...... 296 Industria...... 298 Calles y aceras...... 298 Casas...... 299 Mercados...... 301 Establecimientos bromatológicos...... 303 Establecimientos insalubres...... 303 Matadero...... 304 Alcantarillado...... 305 Lavaderos...... 306 Cementerio...... 307 Régimen y recursos sanitarios...... 308 Establecimientos de recreo...... 309 Escuelas...... 309 Cárcel...... 310 Casa de Maternidad...... 312 Casa de Misericordia...... 314 Hospital...... 316 Enfermedades esporádicas, endémicas y epidémicas...... 318 Resumen...... 320 Estadísticas de epidemias...... 325

Biblioteca Digital de Albacete «Tomás Navarro Tomás» Biblioteca Digital de Albacete «Tomás Navarro Tomás» ÍNDICE GENERAL

Páginas Prólogo...... 7 Introducción...... 13 La infancia de Navarro Sabater ...... 19 Albacete: la capital abre sus puertas ...... 23 Estudios primarios y secundarios de Navarro Sabater...... 31 Estudios universitarios ...... 35 La asistencia sanitaria en Albacete a mediados del siglo XIX...... 39 Vida profesional de Navarro Sabater, según los Reglamentos de Contratos Médicos. 1854...... 49 El Reglamento de 9 de noviembre de 1864...... 65 El Reglamento de 11 de marzo de 1868...... 69 El Reglamento de la Primera República ...... 75 Los Contratos Médicos durante la Restauración Borbónica...... 79 - Periodo conservador canovista...... 81 - Periodo liberal de Sagasta...... 85 1890. Contrato final...... 89 Fallecimiento de don Octaviano Griñán, 24 de junio de 1869...... 93 Saneamiento Urbano ...... 103 - Sumideros y basuras ...... 106 - Alcantarillado...... 115 - El Canal de María Cristina ...... 122 - Aguas limpias...... 136 - Cuevas...... 156 - El cementerio...... 166 Epidemias ...... 179 -La epidemia de cólera de 1834...... 182 - El cólera del año 1855...... 185 - El cólera de 1865...... 189 - El Caso Hoffman ...... 201 - El cólera de 1885 ...... 208 - La Cruz de Epidemias...... 214 - La viruela ...... 216

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Hoja de servicio del doctor Navarro Sabater...... 233 1895, don Elías Navarro Sabater fundador del Colegio Oficial de Médicos de Albacete...... 239 Fin de siglo...... 247 Fallecimiento de don Elías Navarro Sabater...... 253 Sus escritos ...... 257 Lo que dijo de sus escritos la prensa especializada nacional...... 263 Apéndice Documental ...... 269 Apéndice Documental I: Memoria sobre la epidemia de cólera sufrida en Pozo Cañada, en 1890...... 271 Apéndice Documental II: Apuntes para la Topografía Médica de Albacete, año 1893...... 287

Biblioteca Digital de Albacete «Tomás Navarro Tomás» José Manuel Almendros Toledo, JOSÉ MANUEL ALMENDROS TOLEDO nacido en Albacete, es profesor de E.G.B, graduado universitario en Relaciones Laborales y licenciado en Historia. Jubilado en la actualidad, ha ejercido ELÍAS NAVARRO SABATER: su labor docente durante muchos años UNA MIRADA A LA SANIDAD PÚBLICA EN ALBACETE en los pueblos de la demarcación del antiguo Estado de Jorquera, a la que ha EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XIX prestado su interés investigador y de la que ha publicado numerosos trabajos y presentado algunas comunicaciones re- ferentes a su Historia y Arte.

Es miembro del Instituto de Estudios Albacetenses “Don Juan Manuel”. JOSÉ MANUEL ALMENDROS TOLEDO MANUEL ALMENDROS JOSÉ

La presente publicación nos acerca a la figura del médico Elías Navarro Saba- ter, primer sanitario que puso el estado liberal decimonónico al servicio de la asistencia domiciliaria para las familias albacetenses más necesitadas. DIPUTACIÓN DE ALBACETE Por su compromiso y entrega en el ám- bito de la sanidad local y provincial, su constante lucha contra las enfermeda- des endémicas y epidémicas de la época, así como por su activa presencia ante los órganos de poder de decisión locales y

provinciales, tratando de influir en las XIX SIGLO DEL MITAD LA EN SEGUNDA mejoras de las condiciones sanitarias de

la población, le hacen ser hoy merece- ALBACETE EN PÚBLICA LA A SANIDAD MIRADA UNA dor de nuestro recuerdo. SABATER: NAVARRO ELÍAS

Su afán por defender la independencia de la clase médica de intromisiones mu- nicipales, le llevó en agosto de 1895, ya INSTITUTO DE ESTUDIOS ALBACETENSES jubilado, a fundar el Colegio de Médi- “DON JUAN MANUEL” cos de Albacete. EXCMA. DIPUTACIÓN DE ALBACETE

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