El Secreto De La Vida Cristiana
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EL SECRETO DE LA VIDA CRISTIANA Watchman Nee EDICIONES «AGUAS VIVAS» 4 EL SECRETO DE LA VIDA CRISTIANA Watchman Nee Primera edición: Marzo 2010 Las citas de las Escrituras corresponden a la versión Reina-Valera 1960, salvo donde se indique otra cosa. Título en inglés: The Secret of Christian Living. Traducción al español: Fred Malir & Rodrigo Abarca. Diseño y diagramación: Mario Contreras. ISBN # 0935008934 EDICIONES «AGUAS VIVAS» Temuco - CHILE 5 PRÓLOGO El deseo apasionado de todo cristiano verdadero es ser como Jesucristo. Sin duda, esa santa ambición es inspirada por el Espí- ritu Santo. Porque la eterna voluntad de Dios es que todos aque- llos que son llamados por él sean conformados a la imagen de su amado Hijo. Sin embargo, cuán irónico resulta el que muchos cristianos parecen sufrir una gran frustración, ya que no logran alcanzar esa meta. ¿Lo ha planeado Dios así, o es que nosotros hemos fracasado en conocer y apropiarnos de la provisión de Dios? Gracias a Dios, él nunca llama sin proveer lo necesario. Por tanto, es nuestra responsabilidad entrar en el secreto de la vida cristiana. La verdad es siempre sencilla en su naturaleza. Todo el secre- to de la vida cristiana nos ha sido dado en dos frases sencillas: “en Cristo” y “Cristo en nosotros”. En el presente volumen, el hermano Watchman Nee presenta el secreto de la vida cristiana en tres partes, a saber: en Cristo, Cristo en nosotros, y algunas aplicaciones. Se trata de mensajes que fueron predicados mayormente entre 1934 y 1938, en varias ciudades de China. Son directos, ilustrativos y fáciles de enten- der. Este libro puede ser considerado como un volumen comple- mentario del ya clásico, La Vida Cristiana Normal. 1 1 Watchman Nee, La Vida Cristiana Normal. 6 7 EL SECRETO DE LA VIDA CRISTIANA Un complemento del libro La Vida Cristiana Normal Prólogo Primera Parte - En Cristo 1. En Cristo 2. En Adán o en Cristo 3. En Cristo Subjetivamente 4. La Sangre de Cristo 5. La Cruz de Cristo 6. La Resurrección de Cristo 7. Cómo Estar en Cristo Segunda Parte - Cristo en nosotros 1. La Semilla de Dios 2. La Plenitud de Cristo 3. La Muerte de Cristo Libera Vida 4. La vida victoriosa 5. Cómo Experimentar la Vida Victoriosa (1) 6. Cómo Experimentar la Vida Victoriosa (2) 7. Cargando Nuestra Cruz Tercera Parte - Ejemplos 1. Lavándonos los Pies (1) 2. Lavándonos los Pies (2) 3. La sentencia de Muerte (1) 4. La sentencia de Muerte (2) 5. Conociendo a Cristo y el Poder de Su Resurrección 6. La Mente de Jesucristo (1) 7. La Mente de Jesucristo (2) 8 9 Primera Parte: En Cristo 10 11 1 EN CRISTO «Mas por él (Dios) estáis vosotros en Cristo Jesús...» (1a Cor. 1:30a). «Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo» (Ef. 1:3). La frase «en Cristo» es sumamente simple, sin embargo su sig- nificado es muy profundo. Porque no hay evangelio sino «en Cris- to». Ni tampoco hay iglesia, sino «en Cristo». Sin la frase «en Cris- to», no habría cristianismo, ni redención, ni salvación. Porque todo lo que Dios hace, lo hace en Cristo, no en el hombre. Todo lo que Dios hace en nosotros, lo hace en Cristo. Efesios 1:3 dice que Dios «nos bendijo con toda bendición espiri- tual en los lugares celestiales en Cristo». La palabra «toda» es muy significativa. Al leer este versículo, posiblemente consideremos que la palabra de Dios es redundante y por eso, cansadora. Pare- ce innecesario agregar «en Cristo» a «bendición espiritual en los lu- gares celestiales». ¿Por qué ha sido articulada de ese modo la pala- bra de Dios? Si entendiéramos esto, sabríamos sin duda alguna lo que es el cristianismo. Conoceríamos el plan redentor de Dios y también la forma en la cual Dios obra. Porque en el plan reden- tor de Dios, él no trata directamente con el hombre. La Biblia nos muestra que la forma en la cual Dios trata con la humanidad no es en base a individuos, sino más bien, sobre una base corporati- 12 va o colectiva. Dios no pregunta cuántos pecados has cometido, ni cuántas malas acciones has hecho. Solamente te pregunta si estás en Adán. El hombre, a menudo, da atención a los pecados personales, pero Dios incluye a toda la humanidad en una única persona, que es Adán. Porque en este único hombre te puedes ver a ti mismo. Si él no tiene problemas, entonces tampoco tú tienes problemas. Si él puede ser cuestionado, entonces también tú puedes ser cuestionado. Solamente Dos Hombres De acuerdo con este principio bíblico, hay dos hombres en el mundo. Está escrito en la Biblia, «el primer hombre, Adán». Se llama a Adán, el primer hombre. Cristo es el segundo hombre y es también llamado el último Adán (ver 1ª Cor. 15:45). Alguien pudiera preguntar: «¿Qué me dices de la gran cantidad de hom- bres que vivieron entre ambos? Es evidente que hay muchos, muchísimos hombres en el mundo. ¿Cómo puedes decirme que hay sólo dos hombres?». Esto es porque a los ojos de Dios toda la humanidad está incluida en estos dos hombres. Además de estos dos, no hay un tercer hombre, ni ningún hombre más. Así que, tú estás en Adán o en Cristo. Adán, por lo tanto, parecería ser un hombre increíblemente grande, por el hecho de que cuando sa- les del vientre de tu madre ya existes en ese gran Adán. Pero, cuando crees en el Señor Jesucristo y naces de nuevo, inmedia- tamente eres transferido hacia Cristo. En Adán Cierta vez vi un dibujo de una mujer con un enorme delantal, debajo del cual se escondían muchos niños. Esta es exactamente la manera en la cual Dios mira a la humanidad. Todos los hom- bres viven en Adán. Dios junta a todos los hombres en Adán. Podemos trazar el origen de los niños a sus padres y de los pa- dres a los abuelos: una generación tras otra generación, hasta que 13 retornamos a Adán. Así comprendemos que toda la humanidad está en Adán. Y por consiguiente, todo lo que Adán hizo en aquel lejano día, nosotros también lo hemos hecho. Cuando Adán y Eva pecaron en el jardín de Edén, tú y yo pecamos igualmente. Porque todo lo que Adán hizo, tú y yo lo hicimos también. ¿Cuál es el exacto significado de estar «en Adán»? Permítanme ilustrarlo: Cuando yo estaba en Kaifeng, alguien me pidió que ilus- trara lo que significa estar en Adán. Respondí: «Los chinos reco- nocemos que hemos descendido de nuestro antepasado Huang-ti. Cierta vez hubo una batalla entre Huang-ti y Si-iu. Supongamos que en ese tiempo no hubiese sido Si-iu quien murió, sino que Huang-ti hubiese muerto. ¿Existiría hoy la raza china?». Mi inqui- ridor me respondió: «No». «¿Por qué no habría raza china si Huang- ti hubiera muerto?», le pregunté. «Porque si Huang-ti hubiese muerto, nosotros no habríamos nacido de él», me respondió. «Pero Huang-ti puede morir su muerte y nosotros podemos vivir nues- tras vidas», le respondí. «No es así», insistió, «porque todos des- cendemos de Huang-ti, y por eso, si en aquel entonces lo hubieran matado, nosotros también habríamos muerto». Comprenden ustedes que Si-iu no necesita matarnos a cada uno de nosotros. Si sólo hubiera logrado matar a Huang-ti, no hubiera quedado ni uno de nosotros, porque estamos «en Huang- ti». Es de este modo que las Escrituras ven a Adán. No hay nece- sidad de que cada uno de nosotros peque, pues como descende- mos de Adán, ya hemos pecado en el pecado de Adán. Todo lo que experimentó Adán es nuestra experiencia. «En Adán todos mueren», dice en 1ª Corintios 15:22. Adán murió, de modo que todos sus descendientes también murieron. No tienes necesidad de trazar tu historia personal. Mientras estás en Adán, todo lo que Adán ha experimentado es también tu historia. En Cristo Dios utiliza el mismo principio para salvarnos. Porque en Cristo somos salvos. ¿Cómo murió el Señor Jesucristo para que pudiéramos ser salvos? Mirándolo desde un punto de vista per- 14 sonal, soy salvo cuando creo. Pero viendo el asunto desde el punto de vista corporativo, hemos sido juzgados en Cristo. Por ejem- plo, supongamos que un montón de pedacitos de tiza dentro de una botella nos representan a todos nosotros en Cristo crucifica- do. No necesito arrojar los trozos de tiza uno por uno al mar. Si simplemente arrojo la botella al mar, todos los trozos de tiza dentro de la botella estarán también en el mar. Porque donde se encuentre la botella, allí también se encontrarán los trozos de tiza que están dentro de la botella. Del mismo modo, ya que esta- mos en Cristo, la experiencia de Cristo se convierte en nuestra propia experiencia. Cuando él sufrió el juicio, la muerte de cruz, fue resucitado de entre los muertos y ascendido al cielo, noso- tros que estamos en Cristo también fuimos juzgados, crucifica- dos, resucitados y ascendidos con él. Todo lo que Cristo experi- mentó se convierte también en nuestra experiencia. Dios nos ve en Cristo, como habiendo tenido todas las experiencias de Cris- to. Esta es, por consiguiente, la obra redentora de Dios. Cómo Estar en Cristo Algunos me han preguntado cómo podemos estar en Cristo. Mi respuesta es: «Suponga que yo, Nee, que peso solamente ochenta kilos, puedo poner todos esos trozos de tiza dentro de una botella. ¿No puede Dios, que es miles de millones de veces más fuerte, ponernos a todos nosotros en Cristo?».