Fernando I. Salmerón Castro.

PROCESO POLITICO Y ESTRUCTURAS iRgagaxxgæesaxxReasaxRæaaæsaxxxRa^^

DE P' ODER EN UNA MICRO-REGION 2§e333333§3æ3$335œ3§3333§33333S353353535aæ§33§$333§3K8S3333§§3e§3§333(^^

CAÑERA DE MICHOACAN : 233BæXX8S33333SeS3aHg3S$S333aHXXXXXgaXR3a3S53353S33$^

TARE TAN. (1880 - 1980). 2a3339335333§$ag 333333333e§S333KXR 33333eaX83333333333 S$33333^

Tesis de Maestría en Antropología Social. El Colegio de Michoacán. INDICE GENERAL

CAPITULO I PAGS

A) Presentación del problema 1 B) Herramientas conceptuales & a) Estructuras, campos y niveles 9 b) Procesos y cambios sociales 17 c) Poder 30 C) La región 43 a) El concepto 43 b) La circunscripción 58 c) La población 70 D) Recapitulación 84

CAPITULO II Introducción 89 A) Las haciendas 92 1) Tenencia de la tierra - 93 2) La administración de las fincas 97 3) Los recursos productivos 99 4) La organización interna 116 5) Organización de la producción 123 6) La comercialización 134 B) La villa de 138 1) La población 138 2) Los grupos sociales 143 3) El Ayuntamiento 156 Conclusion 161

CAPITULO III Introducción 163 A) Antecedentes del reparto agrario 166 1) La etapa armada 166 2) Los inicios del periodo institucinal 172 3) Hacia el fin de los caudillos 180 4) La situación en 1930 188 B) La eatructura del liderazgo agrario 198 1) El núcleo central 198 2) El círculo de la dirección regional 217 3) Los asociados locales 222 4) Los enlaces externos 224 C) El surgimiento del liderazgo agrarista 231 1) Lázaro Cárdenas y el gobierno del estado de Michoacán. 232 2} La CRMDT y el proyecto cardenista de repar­ to agrario. 236 3) La formación del núcleo dirigente taretano. 249 4) Los logros ^ * 280

CAPITULO IV Introducción 285 A) Del proyecto de construcción del ingenio al inicio de sus operaciones 288 1) Antecedentes 288 2) Un ingenio de compromiso 295 3) El campo 300 4) La fábrica 306 5) La región en tensión 309 B) El fin del liderazgo agrarista 313 C) Enclave agroindustrial y formación social 323 a) Las funciones industriales 328 b) La administración del campo . 342 D) Diferenciación social y luchapolítica 356 1) Tiempo y espacio 356 2) Las diferencias sociales 358 3) La segmentación política 365 4) Las elecciones de 1983 367

Conclusiones. 374

Volumen II.- Notas. Mapas. Cuadros. Gráficas. Apéndices. Bibliografía. Agradecimientos.

La elaboración de esta tesis llevó casi cinco anos a par­

tir de la primera temporada de campo en mayo y junio de 1982.

Durante un plazo tan largo, las deudas que he contraído son

inmensas, por lo que en primer termino agradezco a todos aque­

llos que de alguna manera me ayudaron en su realización y cuyo nombre no aparece.

Debo, sin embargo, hacer especial mención de aquellos sin

cuya ayuda difícilmente hubiera podido llevar a cabo este pro­

yecto. En primer lugar, agradezco a los habitantes de Taretan,

Nuevo Urecho y (algunos de cuyos nombres apare­

cen en la lista de entrevistas), que amablemente me permitie­

ron hurgar en su pasado y en sus actividades cotidianas. En­

tre ellos, la familia Morado Dimas nos hizo un espacio en su

casa y en su hogar, brindándonos su amistad y toda clase de

atenciones. Por todo ello debo agradecerles particularmente.

En su casa tuve oportunidad de conocer y platicar con muchas

personas a quienes agradezco también su amabilidad; de mane­

ra especial, la familia Castaneda nos hizo objeto de su amis­ tad.

El aprendizaje del oficio que me permitió realizar este trabajo, lo hice en El Colegio de Michoacán. Allí deseo men­ cionar tres tipos de apoyo que me fueron de utilidad invalua­ ble.

En primer lugar, debo señalar que esta tesis la dirigió Jaime.Espín. En términos generales puede decirse que traba­

jamos sobre la base de que "al buen entendedor, pocas pala­

bras". Aunque resultará muy obvio que el "entendedor" esta­

ba muy lejos de lo que el Maestro creía, yo le agradezco la

gran flexibilidad que permitió en el desarrollo de mi propia

tesis. Por otra parte, al Maestro Espín le debo mi experien­

cia práctica en el campo. Durante toda mi estancia en Tare-

tan y, de manera especial, durante la primera temporada de campo, me beneficié de su amplia experiencia. De Jaime aprendí lo que sé de la práctica del trabajo empírico y la importancia de la colaboración y de la discusión profe­ sional durante el proceso de investigación.

Un segundo grupo de agradecimientos deben ser para la labor colectiva de los seminarios de trabajo y el esfuerzo de sus coordinadores en el Colmich. Cabe destacar entre ellos el Seminario de Discusión de Proyectos de Investiga­ ción, coordinado por Guillermo de la Pena; el Seminario de

Etno-historia de Occidente, coordinado por B, Bohem y H, Mo­ reno; el Seminario de Verano, coordinado por Pedro Carrasco, y el Seminario de Otono coordinado por Pedro Armillas. El esfuerzo de sistematización de los datos de campo y de pre­ sentación en un foro de discusión académica me forzaron a lograr avances de investigación que más tarde se convirtie­ ron en parte sustancial de la tesis. Ello sin contar con la tica discusión generada en el conjunto de las presentaciones.

Un tercer grupo de agradecimientos que debo destacar es para aquellos que leyeron y discutieron pacientemente mis ma­ teriales y avances, señalándome errores, nuevas fuentes e in­ terpretaciones alternativas: Brixie Bohem, Guillermo de la

Peña, José Lameiras, T. Linck, Jean Meyer, Heriberto Moreno,

Jesus Tapia y Gustavo Verduzco. También discutieron parte de mi trabajo John Gledhill y Andrew Roth, a quienes agradez­ co sus sugerencias. No menos importantes, sin embargo, fue­ ron las discusiones sostenidas con algunos de mis compañeros; en especial Luis Alfonso Ramírez, Emilia Velázquez y José Luis

Domínguez. La primera versión completa de la tesis la leyeron Brixie

Bohem, Guillermo de la Peña y Roberto Varela. A ellos debo agradecer de manera especial el haberme hecho ver las incon­ sistencias del manuscrito y haber intentado, con sus sugeren­ cias, que lo fuera un poco menos. Espero no haberlos defrau­ dado.

Durante 1982 y 1983 conté con una beca del CIESAS para realizar estudios de maestría en El Colegio de Michoacán, y esta institución financió también la primera temporada de campo en la primavera de 1982. Para la segunda temporada de campo (mayo-diciembre de 1983) trasladé mi residencia a

Taretan,por lo que las visitas frecuentes a Zamora se hi­ cieron abusando de la amable hospitalidad de Luis Alfonso Ra­ mirez, José Luis Domínguez y Gustavo Verduzco.

En todo el camino debo agradecer el apoyo brindado por mis padres, Fernando Salmerón Roiz y Alicia Castro de Salme­ rón, y por mis suegros, Don Esteban Serna García y Doña Dolo­ res Pérez de Serna; invaluable y prolongado hasta el presente.

A ellos debo agradecer también una apiabie pero firme presión

para llevar a buen fin una empresa tan prolongada.

A partir de julio de 1984 fui contratado por el CIESAS

y a partir de entonces, gracias a las facilidades brindadas

por el Dr. Gonzalo Aguirre Beltrán, Jefe del Proyecto CIESAS

del Golfo, he obtenido de esta institución el tiempo para la

conclusión de esta tesis. En este lugar, las Sras. Doralida

Castillo y Amanda Hinojosa me hicieron el favor de mecanogra­

fiar partes del manuscrito y algunos cuadros.

Durante todo el trayecto tuve la fortuna de contar con

la compañía y el apoyo de mi esposa Ma. Guadalupe Serna.

Desde el campo hasta la máquina de escribir, todo el tiempo, su participación como colaboradora y crítica en la actividad de investigación, redacción y mecanografía ha sido constante.

A partir del fin de 1986 se agregó a la familia el pequeño

Fernando Esteban. A ambos les agradezco su compañía y su pa­ ciencia, especialmente grande a medida que los plazos toca­ ban a su fin y cuando los ritmos de la investigación fueron a contrapelo de los ritmos de la investigación.

Coatepec, Ver., mayo de 1987.

Fisc. A) Presentación del problema.

Esta tesis pretende dar cuenta del proceso político en

una región que forha parte de la tierra templada del estado

de Michoacán: la zona productora de caña que tiene como eje

a la villa de Taretan. El énfasis está puesto en los cam­ bios operados en la estructura de poder. El estudio de las principales transformaciones de esta estructura a lo largo de un siglo (1880-1980) me ha permitido delimitar tres fa­ ses, correspondientes a tres etapas de un proceso social continuo cuya delimitación deriva del análisis de los que considero como los cambios más significativos operados en la estructuración del poder.

La primera fase, gruesamente enmarcada entre el fin del siglo XIX y el inicio de la cuarta década del siglo XX, si­ tua a la hacienda-plantación^ ^e n el centro de esa estruc­ turación. Intenta presentar los rasgos más importantes de la organización económica y política que caracterizan a la hacienda-plantación cañera como la unidad de producción y dominio más importante de la zona. El momento de mayor consistencia del esquema tomado como representativo de es­ ta fase se ubica a la vuelta del siglo (1890-1910). Se asume también que las diferencias entre las haciendas par­ ticulares y las que se generaron dentro de cada una de ellas, por cambios en la propiedad y modificaciones administrativas, pueden minimizarse en favor de una visión global de la orga­ nización regional. Encuentro así, como particularidades de esta fase, el predominio de la hacienda en la organización 2

de las actividades regionales y la definición de los actores

fundamentales del quehacer social en relación con ella. Si­

guiendo los rasgos estructurales que definen analíticamente

los recursos más importantes, identifico los puntos de con­

flicto y los espacios sociales en que estos se dirimen local

mente. Dado el carácter hegemónico de la empresa hacendaría

las normas de actividad parecen determinadas e inamovibles.

No existen signos inequívocos de inconformidad y la lucha

por los resquicios dejados de lado por la hacienda sigue

cauces normales de desahogo. Los vientos de cambio pare­

cen venir de fuera y esto es fundamental porque plantean modificaciones que no se encuentran en el horizonte lógico de los lugareños.

La segunda fase, plenamente vigente entre 1930 y 1957, aunque sus antecedentes se remonten al inicio del tercer de­ cenio del siglo XX, se ha denominado de implantación-ejidal.

El movimiento conducente al reparto agrario iniciado en la zona hacia 1920, llevó a una modificación trascendental de la estructura de poder. Instigado desde fuera de la región, pero dirimido localmente en toda su magnitud, el movimiento agrarista destruyó a la hacienda y logró un reordenamiento radical del empleo de los recursos locales más importantes.

Políticamente logró una centralización efectiva de las li­ neas de mando y reorientó la participación de los actores sociales locales de acuerdo con las nuevas prioridades de 3

asignación de los recursos. No obstante, la organización de las actividades productivas no fue igualmente exitosa.

La producción basada en el ejido colectivo no logró arrai­ gar en la región y el parcelamiento casuístico llevó a la dispersión de los esfuerzos productivos que recibieron es­ caso apoyo crediticio. El resultado inmediato fue la vuel­ ta mayoritaria al cultivo de autoconsumo y el abandono de las parcelas en un éxodo sin precedente. El capital comer­ cial de y Patzcuaro logró establecerse en el finan- ciamiento de la cana y del arroz en pequeñas proporciones

Unicamente. Estos cambios dan a la fase el carácter de una gran transición con ensayos e innovaciones infructuosas en lo económico y con una tendencia clara hacia la incorpora­ ción política del movimiento agrarista en la organización oficial de masas estructurada desde el Estado. Hacia la mi­ tad de los anos cuarenta, el establecimiento de un pequeño ingenio en Taretan introdujo un cambio cualitativo trascen­ dental. Gestionado por los dirigentes agrarios locales, co­ mo un esfuerzo de consolidación económica regional y popular, el aparato agro-industrial de transformación cañera en manos del Estado representó un vuelco total de la intención origi­ nal. El ingenio, con características de enclave, se convir­ tió en la unidad rectora de la producción y de la asignación de los recursos más significativos dentro del ámbito regio­ nal. A partir de la sexta década del siglo XX se gestó una 4

nueva organización hegemónica de la actividad regional que tiene en el centro al ingenio-plantación. A partir de el se decide, desde entonces, la importancia relativa de los recursos y sus prioridades de empleo, y, de acuerdo con sus actividades, se definen los actores sociales en pugna por el establecimiento de esas prioridades.

Es mi tesis que existen tres fases en la evolución his­ tórica de la región en el ultimo siglo y que son distingui­ bles en razón de las diferencias en sus arreglos estructura­ les básicos. La primera y la última permiten claramente identificar estructuras de poder radicalmente distintas, no sólo en el arreglo de sus partes comonentes, sino también, de manera fundamental, en cuanto al número de vínculos, la complejidad y especialización de los mismos. Esto es, en términos de una evolución general y específica de la orga­ nización socio-política regional. La segunda fase constitu­ ye una larga y penosa transición entre la plantación cañera de la hacienda y la del ingenio. Constituye un periodo de gran inestabilidad en todos los órdenes y se encuentra de­ limitado por "umbrales" con características "dramáticas", en el sentido atribuido por Turner al concepto.

El cambio operado a lo largo de las tres fases pone en relación característica al ámbito regional con el contexto social mayor. Esta relación forma parte de un proceso más general de desarrollo histórico que involucra al sistema 5

social en su totalidad y que.es necesario enfrentar con he­

rramientas que den cuenta de la escala en la que se sitúan

los acontecimientos relevantes.

El proceso social analizado tiene lugar en un ámbito

de relación sociedad-naturaleza cuyas especificidades per­ miten distinguirlo del contexto social mayor con el que se

encuentra en interacción. La región se presenta como un

ámbito especial de significación social y se define como un

espacio de adaptación social circunscrito por las especifi­

cidades espacio-temporales de interacción humana producidas

en el proceso social de transformación del entorno. El con­

trol sobre el entorno, cuyas características pueden ser de­

terminadas en coyunturas específicas dentro del proceso ge­ neral de adaptación social, está en relación directa con el proceso de lucha por el poder en ese espacio característico.

Sugiero, además, que la definición de ese espacio, como un

ámbito de competencia por los recursos locales, debe verse en estrecha asociación con una búsqueda deliberada de su in­ tegración como un recurso de los grupos dominantes locales en su relación con el resto de la sociedad.

El marco de normas y procedimientos usuales en que se cifra la disputa por el control de los recursos significati­ vos en la región no es privativo del área. Sin embargo, la significación particular que en ella manifiestan, permite distinguirlos con mayor detalle. Por otra parte, en ese con- 6 texto es posible delimitar ámbitos en los que conjuntos es­ pecíficos de relaciones cobran relevancia para el análisis.

Ello requiere, de nuevo, de una herramienta que permita su identificación y manejo, en relación con, pero con indepen­ dencia de, los problemas de escala.

Finalmente, el peridod analizado se ubica en un contex­ to histórico en el que la sociedad mayor cambia también de manera importante. Postulo que, con todas sus dificultades, el tránsito del antiguo al nuevo regimen introduce severas modificaciones en la organización de las estructuras políti­ ca y económica del nivel nacional. El proceso de consolida­ ción del Estado post-revolucionario es análogo al de la cons trucción del Estado en términos de centralización de la so­ ciedad política. Intimamente asociado se encuentra el desa­ rrollo de un sistema político autoritario y centralista que asegura el control administrativo de la organización buro­ crática, distingue a la esfera política del aparato tecno- económico y asegura la transmisión del mando político en condiciones de estabilidad y de orientación similar. Ambos se basan en un proceso de penetración estatal que amplía permanentemente las bases del Estado mediante la interven­ ción en áreas que previamente escapaban a su control terri­ torial (de regiones y zonas agrestes e incomunicadas), sec­ torial (de atributos y funciones que antes eran del dominio privado) y corporativo (de organización de grupos y segmen- 7 tos sociales nuevos o independientes y la cooptación de sus demandas). Si en el tránsito por las tres fases analizadas el Estado crece en este sentido, la perspectiva regional per mite apreciar el proceso y las particularidades coyunturales que adopta de acuerdo con las diferentes administraciones gu bernamentales.

En el siguiente apartado intentare presentar las herra­ mientas conceptuales que permitan articular la descripción de los sucesos resenados con las hipótesis aquí planteadas. 8

B) Herramientas conceptuales.

He dividido la presentación de estos conceptos en tres

secciones. En lá primera busco identificar los rasgos es­

tructurales más importantes que me permitan dar cuenta de

los actores y los acontecimientos sociales en términos de

su ubicación analítica. Fundamentalmente pretendo estable­

cer el carácter del esquema estructural y el tipo de víncu­

los privilegiados que permitan plantear la relación que guap

dan los elementos entre sí, de acuerdo con su composición y

escala de participación. En segundo termino, un conjunto

de procesos sociales se distinguen en el contexto de la adap

tación general. En ellos pretendo dar cuenta del cambio. Los vínculos estructurales y los instrumentos que se refie­

ren a la escala o la situación de los actores no ayudan en

la conceptualización del cambio social; antes bien, parecen

reflejar una situación estática y carente de dinamismo. El

cambio sere descrito, entonces, en términos de un conjunto

de procesos generales cuyos aspectos más estables pueden de­

terminarse en coyunturas particulares mediante los vínculos

estructurales. En tercer lugar, el problema del poder y de

la organización de su ejercicio se enfrentan desde dos ángu­

los. Por una parte, se busca definirlo como un tipo parti­

cular de vínculo social susceptible de analizarse en térmi­

nos estructurales. Por otra, se pretende plantear su ejer­

cicio como una actividad constante y cambiante que orienta 9

y limita los procesos generales de transformación del entor­ no de acuerdo con intereses particulares en el control de porciones socialmente relevantes del mismo. a) Estructuras, campos y niveles.

1) El concepto de estructura designa una articulación de­ finible, una disposición ordenada de partes cuyo carácter distintivo es conferido por la naturaleza de la articulación; es decir, por la relación que guardan las partes entre ellas, y no por la índole concreta de las partes mismas. No se tra­ ta de un andamiaje que tenga por objeto señalar posiciones, sino de una red compleja en la que son los vínculos los que resultan importantes (cf. Nadel 1962:31) . Dichos víncu­ los son la representación analítica de regularidades abstra­

ídas de la observación de relaciones interpersonales concre­ tas. La estructura constituye un orden abstraído de las re­ gularidades observadas del comportamiento (cf. Nadel 1966:224) un modelo que permite la descripción y el análisis en térmi­ nos de uniformidades, grupos y clases de relaciones. Este con junto sistemático de relaciones puede presentarse gráficamente como un sistema cartesiano complejo de lineas que se cruzan.

Los puntos de contacto se sitúan en intersecciones de lineas que representan vectores de actividad individual. En este sentido, las posiciones individuales relativas son función de sus relaciones recíprocas' '.

El calificativo agregado al término designará la natu- 10

raleza de la estructura: social, política, económica, de po­ der, de propiedad, de parentesco (cf. Nadel 1962:31). Se considera que vocablos como poder, propiedad, autoridad, amistad, comercio o parentesco, designan clases de relacio­ nes definibles, características y no excluyentes, entre ele­ mentos, personas o grupos. Esto pone énfasis en la relación como rasgo definitorio de la red. Por relación, vínculo o articulación, se entiende la conexión, correspondencia, tra­ to o comunicación de un elemento con otro que se establece a partir de una primera instancia de interacción. Normal­ mente, el comportamiento de los elementos involucrados a lo largo de una serie de contactos es regular, para cada tipo de relación y siempre que las condiciones permanezcan esta­ bles. Las personas se encuentran de continuo inmiscuidas en un gran número de funciones sociales complejas que gene­

ran relaciones de diversa índole que se hallan, ellas mismas,

entrecruzadas (véase la nota 2). Así, la separación de dis­

tintas estructuras tiene un carácter estrictamente analítico

(cf. Levy 1974:303). Sólo analíticamente pueden separarse

unas relaciones de otras; en la realidad éstas se presentan

mezcladas y cruzadas. Debe pensarse más bien en una estruc­

tura total sumamente compleja cuyas delimitaciones menores

son siempre arbitrarias. En el presente caso los límites se

fijarán con atención a la naturaleza de la red y a los con­

textos específicos que otorgan relevancia a determinados se^g 11

mentos de la estructura. La estructura de poder delimita en este sentido una cla­ se de vínculos privilegiados por el análisis cuyas particula­ ridades se definen más adelante. Sin embargo, debe avanzarse que el poder es un tipo de relación fundamentalmente asimetría ca que define una capacidad para impulsar un proyecto especí­ fico. Por lo mismo, la estructura de poder da cuenta de las relaciones por medio de las cuales los actores manifiestan sus capacidades relativas en el control del entorno signifi­ cativo de los demás. De tal forma, la estructura de poder tiene que verse en relación con otras tramas de vínculos re­ feridos más directamente al control de porciones del entorno, como propiedad, capacidad militar, enlaces administrativos, etc. De tal forma, en el análisis realizado se buscó identi­ ficar los recursos más importantes y el control sobre ellos ejercido por los distintos actores, definidos ellos mismos

i. quedar clara la estructura de poder en términos del control sobre los recursos más significativos en el contexto regio­ nal, los objetivos de la disputa y los participantes, así como los lugares clave que permiten distinguir esos arreg­ los.

2) El campo social se considera en tanto que segmento del sistema total que puede aislarse en términos de la inter­ dependencia de las relaciones y su relevancia para el análi- 12

sis (Barnes 1954; Mitchell 1966; Mayer 1966). Permite así

definir conjuntos "de relaciones que emergen en un contexto

dado" (De la Pena 1980:23). El poder, según se verá más

adelante, permite acotar un conjunto de relaciones caracte­

rísticas del proceso que analizamos. En éste, el campo de­

limita analíticamente un ámbito, en razón de la formulación

el establecimiento y el conflicto de paradigmas normativos

(Turner 1974:17). El campo, es entonces, característicamen

te heterogéneo (en su inclusión de diversidad de actores y

normas), multidimensional (en razón de la multiplicidad de vínculos posibles), y cambiante, en la medida en que los

criterios de relevancia del análisis redefinen sus límites (De la Peña 1980:23).

De acuerdo con Turner, podría identificarse un "campo político", definido como la "totalidad de las relaciones

entre los actores orientados hacia los mismos premios o va­

in -i.a.31 -1 M ^ i.cj.a^jnjneü - ^ 1 j.nvujLmjícin uuud m r e r a c - ción referida a los valores, significados y recursos que

son objeto, sustancia y cifra de la lucha política. La

misma "orientación" implica que se sitúan en un ámbito

compartido de (1) competencia por premios y/o recursos

escasos; (2) interés por salvaguardar una distribución

particular de los recursos; y (3) voluntad de apoyar o minar un orden normativo particular (1974:127; cf. Swartz

1968:11-13 y 41-45). Los "actores" son, en este contexto, 13

personas y grupos que participan en uno o varios campos y en multiples redes sociales, todos entrecruzados y sobre­ puestos (Turner 1974:131). Los premios incluyen, enton­ ces, no sólo el control sobre los recursos, sino también aquellos símbolos de superioridad y prestigio, como títu­ los, cargos y rango (1974:128). Esta orientación es la que permite considerar los paradigmas como

"conjuntos de 'reglas' a partir de las que pueden generarse muchos tipos de secuencias de acción so­ cial, pero que, sobre todo, especifican cuales se­ cuencias deben excluirse" (1974:17).

3) En el análisis de procesos de conflicto (y el pro­ ceso político es esencialmente conflictivo), es posible dis­ tinguir lugares socialmente reconocidos en los que las dife­ rentes lineas de acción buscan imponerse como una forma de hacer publico y legítimo el ordenamiento propuesto. Se pue­ de denominar a estos espacios como arenas, siguiendo la de­ finición de Turner:

"Una arena es un marco — institucionalizado o no— que opera manifiestamente como un escenario para la interacción antagónica dirigida a alcanzar una decisión publicamente reconocida" (1974:133).

La arena institucionalizada que aquí se privilegia es el ayuntamiento. La interacción antagónica se dirige no só­ lo al logro de una decisión públicamente reconocida, sino de toda una serie de ellas. Los recursos que desde ahí pueden manipularse o coordinarse tornan a esta instancia en valioso 14

instrumento de acción publica legítima,, e imprescindible fuente de autoridad para la instrumentación de decisiones sobre el ámbito local. Por tales razones resulta vital su consideración como una posición que representa un recur­ so muy valioso para los grupos en pugna y esto se suma a la característica anterior. Finalmente, el ayuntamiento suele tener un carácter ambivalente. Por una parte es la instan­ cia primordial de gobierno local autónomo y, por otra, es al mismo tiempo considerado como el ultimo eslabón de una cadena administrativa de gobierno nacional (vease Salmerón en prensa). Gluckman (1968) ha llamado a esta caracterís­ tica una "posición inter-jerárquica", subrayando así el pa­ pel dual del jefe Zulu, colocado entre la administración sudafricana y su propio pueblo.

En los umbrales de tránsito entre las fases estudiadas la sucesión tiene cualidades dramáticas. Los actores rede­ finen sus relaciones de acuerdo con su posición en la lucha por el control de los principales recursos y los arreglos estructurales cambian. Las transiciones son costosas y di­ fíciles, la lucha desborda la arena propiamente dicha e in­ volucra todos aquellos vínculos que los actores derivan de su operación en diversos campos. En estos trances él deber se antepone al querer y el poder a ambos. El éxito de ca­ da grupo se encuentra en relación con su capacidad de con­ trol y manipulación de los recursos significativos a que 15

tiene acceso. Así, la naturaleza y la dirección de las trans­ formaciones operadas están condicionadas por relaciones de poder

(De la Peña 1980:24). 4) En cada campo pueden identificarse tramas de relaciones

entre personas. Estas pueden ser ilimitadas y sin lidera^

go ni organización coordinadora; simplemente como mapas de

ubicación analítica: redes propiamente dichas (networks; cf.

Barnes 1954; Mayer 1966). Estas redes incluyen cadenas de

relaciones enlazadas entre sí, formando redes efectivas;

otras no se enlazan entre ellas. En la medida en que estos

cabos se vinculan a otros extremos que tampoco se enlazan

entre ellos, se forman redes extensas (cf. Epstein 1961,

cit. en Mitchell 1966: 55). La red puede identificarse también sobre la base de

vínculos que se hacen resaltar con algún criterio determi­

nado. En un conjunto (set), la entidad se limita por la vi­

sión de ego respecto a sus vínculos, generalmente definidos

con base en algún criterio egocéntrico: amistad, vecindario,

trabajo, afiliación política, clientelismo. El conjunto así

considerado no forma un grupo ni tiene a ego como dirigente.

Sin embargo es, en el momento del análisis, una entidad li­

mitada por la orientación egocéntrica. Se han llamado conjun

tos clasificatorios en la medida en que no se forman con pro­

pósitos definidos. El conjunto de acción (action-set), en

cambio, se forma con un propósito. Se trata de una red li­

mitada temporalmente por el propósito inmediato de ego. In 16

cluye una amplia gama de bases de relación y estas pueden extenderse a varios campos. Una sucesión de estos conjun­ tos de acción centrados en contextos similares de actividad, al superponerse, da tourna a un quasi-grupo (Mayer 1966).

5) En términos de escala y complejidad de las relacio­ nes se atenderá fundamentalmente a los niveles de integración

Este instrumento se basa en el concepto creado por Steward

(1951) y empleado por Wolf (1967) para el análisis de socie­ dades complejas. Se emplea aquí como instrumento descrip­ tivo que encierra esferas de interacción analíticas que tienen como particularidad el situarse en niveles distin­ tos de complejidad y capacidad de vínculos. Steward y Wolf situaron los niveles en una escala evolutiva temporal y ana­ lítica, de donde deriva esa característica. - En este senti­ do, cada nivel superior es más evolucionado general y espe­ cíficamente (véase Sahlins y Service 1973:12-44, para el \ más amplio, en el sentido del número de elementos que lo componen y su capacidad de establecer vínculos. Pero, ade­ más, es más complejo, en lo que concierne a la multiplicidad y a la especificidad de las relaciones que cada elemento es­ tablece. Se tienen en consideración los niveles del grupo doméstico, la familia extensa, el barrio, la comunidad (de residencia y afiliación), la comarca, la región, el estado federado y el Estado nacional. 17

6) Los agentes activos aquí considerados, que denomina­

mos actores por sus posibilidades de elección (cf. De la Pe­

na 1980:137), participan socialmente en niveles distintos.

Al operar en niveles superiores enfrentan universos más com­

plejos en los que su supervivencia exige capacidades también

mayores. Los retos de este "ascenso" suelen enfrentarse me­

diante el incremento y el fortalecimiento de vínculos espe­

cíficos, lo que da pie para la organización de quasi-grupos,

alianzas de tipo faccional o corporaciones (véase el uso

que hace Adams de su concepto de unidades operativas en

1978:48 y 1983:71). En todo caso, la pluralidad de los

actores y sus estrategias de relación a cada nivel están

íntimamente relacionadas con un proceso de consolidación

nacional verticalmente organizado (cf. De la Pena 1980:14).

b) Procesos y cambio sociales.

1) La adaptación se concibe como un proceso de trans­ formación organizada del medio ambiente que se orienta al

control y la manipulación de fuerzas y elementos de la na­

turaleza para la satisfacción de necesidades humanas: un proceso productivo en sentido amplio (Fábregas 1976:20-21,

sobre un argumento de Marx). En dicho proceso, la relación

del hombre con la naturaleza es al mismo tiempo relación de

los hombres entre ellos; estos "no pueden producir sin aso­ ciarse de cierto modo, para actuar en común y establecer un

intercambio de actividades. Para producir, los hombres con- 18

traen determinados vínculos y relaciones", y a través de ellas se relacionan con la naturaleza y llevan a efecto la producción (Marx 1849:75). Este vasto conjunto de relacio­ nes sociales de producción está en el centro de la estruc­ tura total de las relaciones sociales. El conjunto carac­ teriza sociedades históricas reales y concretas al estable­ cerse los arreglos específicos de sus relaciones: marcos institucionales que señalan una manipulación ambiental deter­ minada. Se considera que ésta sólo puede explicarse en tér­ minos de la organización particular de instituciones tecno- económicas e instituciones políticas (cf. Fábregas 1978:16).

Solo en su reciprocidad específica sera posible observar la capacidad real de intereses alternativos para determinar prioridades en la orientación del proceso de transformación

del entorno y la distribución de sus frutos: la organización

concreta del poder. La región, según se verá, se considera como un espauiu

de adaptación privilegiado por el análisis en razón de su

especificidad con relación al ambiente total circundante.

El control sobre el entorno, cuyas características pueden

ser determinadas en coyunturas especificas dentro del pro­

ceso general de adaptación social, está en relación direc­

ta con el proceso de lucha por el poder en ese espacio ca­

racterístico. 2) Las relaciones entre individuos y grupos son reci- 19

procas y, aun cuando sean casuales o accidentales, son siem­

pre significativas. En cada instancia de interacción existe

un proceso de interpretación, ajuste y negociación que se

suma a la experiencia previa para nutrir las relaciones to­

tales de ego (cf. Cicourel 1972 y 1974). Este intercambio

podría denominarse proceso de ajuste interactivo y debe ver­

se en relación con tres grupos de elementos que intervienen

de manera general: la evaluación recíproca del intercambio;

la equiparabilidad percibida, y la socialización de los par­ ticipantes, como forjadora de un marco referential.

Es claro que a pesar de la existencia de intercambio y reciprocidad, no hablamos de intercambios racionales y me­ didos a cada instante. Resulta obvio que no todas las ac­ ciones individuales están motivadas por aquello que esperan obtener a cambio y mucho se ha discutido la "racionalidad" con la que las personas construyen sus esperanzas de bene­ ficio y maximización de la ganancia (cf. Blau 1964; véase

Varela 1984:22-23, para el examen crítico de esta idea).

Por otra parte, sin embargo, el tipo de reciprocidad confiere características específicas a la red de intercam­ bios recíprocos denominada estructura social. La diferen­ cia entre redes que contemplan intercambios equitativos y simétricos y aquellas tramadas por vínculos inequitativos y anti-simétricos, define estructuras esencialmente distin- tas^(4) ' 20

La caracterización de esta diferencia ha sido diversa:

Nadel planteó una distinción entre esquema y red (1962:46-

48); Blau otra en términos de parámetros nominales versus

parámetros graduados (1975c). Aquí denominaremos "eslabo­

namientos horizontales" a los vínculos en que predominan

la equidad y la simetría, y "eslabonamientos verticales" a

los que se inclinan hacia los intercambios no equitativos y anti-simétricos (cf. el uso que hace Roberts de estos con

ceptos en 1980:13-14, y el análisis de Wolf de donde deri­ van, 1967). Claramente, como advierte Gouldner, en el ca­ so de las relaciones humanas, el intercambio mutuo no im­ plica necesariamente que las relaciones sean "invariable­ mente de reciprocidad funcional simétrica" ( 1959:249)^.

La percepción de los actores sobre lo que resulta equita­ tivo es sumamente variable y lo es mucho más aquella que se refiere a lo que es"justo", "debido" o "tolerable".

Ello sin contar con los mecanismos compensatorios del po­ der, que van de las formas ideológicas más sutiles, al em­ pleo abierto de la fuerza bruta.

Debe enfatizarse también que las relaciones de índole diversa que los elementos establecen entre ellos no se ge- neran en abstracto' . Desde su nacimiento, toda persona se encuentra inmiscuida en una trama y, desde el inicio de su socialización, se le ensena a identificar los posibles nexos y a manipularlos. De hecho, los términos de herencia 21

sucesión y descendencia denotan transmis ion de vínculos a las generaciones subsiguientes, en áreas de usufructo, posi- ción o membresía' Esto se traduce en cierto grado de re­ zo \ gularidad en las actividades humanas' .

3) La complejidad de la interacción no sólo se refleja en las dificultades del ajuste para cada par de relaciones.

Es necesario observar estos ajustes dentro de la compleji­ dad de la trama en la que los actores se encuentran envuel­ tos y que situa sus decisiones en relación con toda una se­ rie de vínculos transversales, contrastantes, alternativos e incluso contradictorios.

Max Gluckman estableció que la vitalidad de las rela­ ciones sociales se centra justamente en esa complejidad y allí mismo pueden encontrarse las razones del cambio social.

Con insistencia argumentó que la vitalidad de las relaciones sociales se centraba no sólo en sistemas alternativos y con­ trastantes de normas ideales, sino en diferencias y conflic­ tos efectivos y cotidianos. Estableció así que la existen­ cia de discrepancias y oposiciones reales estaba en el cen­ tro de la vida social. Los individuos tenían opciones, ciertamente, pero estas se encontraban limitadas no sólo por los aspectos normativos de la vida social, sino sobre todo, por las posibilidades mismas de ejercerlas en medio de una asignación conflictiva de lealtades. De hecho, ase­ guró que una gran parte de las diferencias' entre las perso- 22

nas derivaban de un conflicto permanente de lealtades e intereses, establecido y normado por la costumbre.

De esta manera, el conflicto es parte de la vida en sociedad: divide a las personas pero también las reúne. Las pequeñas hostilidades cotidianas en torno a lealtades y fidelidades en conflicto, fortalecen los lazos de la comunidad mayor en la medida en que se cru­ zan, se cortan al través, se constriñen, se apoyan y se balancean, de continuo y con el transcurso del tiempo

(Gluckman 1973:1-26). Esta tensión continua produce el cambio social, que puede ser de dos tipos: cambio repetitivo y cambio estructural; identificados con re­ belión y revolución (Gluckman 1973:28). 23

En un proceso de cambio radical, "la estructura real del sistema, tanto en el carácter de muchas de sus partes como en sus inter-relaciones, se altera" (Gluckman 1977:

282). No obstante, afirma Gluckman, el interés antropoló­ gico por el tratamiento científico de la costumbre desvía la atención de las concatenaciones exclusivas, únicas y, por lo tanto, históricas, de acontecimientos, para situar­ se en los hechos repetitivos (1977:286). De ahí que los estudios antropológicos del cambio radical, que necesaria­ mente ocurre en periodos largos de tiempo, tiendan a deli­ mitar etapas dentro de las cuales, las condiciones parecen mantenerse estables. El contraste entre estos diferentes periodos de "equilibrio" permite mostrar las transformado nes relevantes en la red de relaciones sociales y en el ca rácter derivado de los elementos en juego (1977:285-287).

Por otra parte, el cambio repetitivo puede implicar grandes desórdenes y rupturas momentáneas del orden social, pero en gran medida se trata de procesos de reajuste. En ellos se equilibran aquellos trastornos y conflictos impues tos a los actores sociales por la propia vida social. En efecto, afirma,

"la energía en la vida social proviene, en gran me­ dida, de la forma en la cual los hombres (y las mu­ jeres) intentan alcanzar distintos fines para satis facer necesidades orgánicas y psíquicas" (1977:280). 24

Estas necesidades están definidas por la costumbre y las personas son moldeadas en esa tradición por sus mentores, en cada sociedad;

"Sin embargo, la estructura consuetudinaria, insti­ tucional, de la sociedad también determina con quien han de competir en la prosecusión de estos fines."

Este proceso no es nada simple, puesto que, como vimos, las lealtades y fidelidades no son únicas ni unilaterales, sino contrastantes y conflictivas; "Como resultado, se ponen en movimiento procesos que durante un periodo de tiempo operan uno contra otro para destruirse". Es la repetición permanen te de estos procesos de trastorno-reajuste la que provoca el cambio repetitivo (1977:280-281). Este tipo de cambio puede a la larga, implicar cambios estructurales más definitivos, pero esto no suele suceder en tanto que la economía y la tec nología permanezcan más o menos estables (1977:165).

Pueden identificarse de esta manera, tres grandes áreas de la vida social, productoras de trastornos y conflictos.

En primer lugar, hay imperfecciones generales en la sociali­ zación de las nuevas generaciones: algunos miembros de la sociedad interiorizan deficientemente las reglas y las con­ tradicen en la acción. En segundo término, se producen trastornos y desórdenes cuando las personas compiten entre ellas por elementos escasos: bienes, mujeres, prestigio y posiciones de poder. No obstante, "las costumbres regulado­ ras y compensadoras restringen y resuelven estos trastornos" 25

En tercer lugar, hay un área de "trastorno ocasionado por

las presiones en conflicto de varias costumbres y las fide

lidades que exigen". En ésta, el problema es mas complejo (1977:280-281).

En efecto, la resolución del conflicto en las dos pri­

meras áreas de trastorno es relativamente sencilla. Cada

vez que el comportamiento social de las personas viola el

marco normativo, se pone en juego algún elemento compensa­

torio dictado por la propia costumbre. Cuando el interés

personal y el deber normativo de algún individuo se contra

dicen, la "acción judicial" puede aplicarse sin problemas

para someter al transgresor (1977:247). Frente a la sim­

plicidad de estas situaciones, "definidas por un principio

o valor único", se encuentran aquellas en las que "los prin

cipios y los valores se encuentran ellos mismos en conflic­

to . En estos casos no pueden emplearse las sanciones co­

rrientes. En la sociedad tribal suelen atribuirse estos conflictos al infortunio natural cuyas causas se buscan mediante procesos adivinatorios complejos (1977:247). Las causas reales no se examinan y, de hecho, esta discordan­ cia nunca se resuelve. En suma, afirma Gluckman,

"la acción ritual se emplea como el mecanismo co­ rrector, conciliador, ya que el ritual reafirma las lealtades básicas sin un exámen cuidadoso de las causas subyacentes de discordancia" (1977:247).

Victor Turner, al trabajar entre los Ndembu (1957), 26

puso énfasis en éstas distinciones. Reafirmó que hábitos

y costumbres cotidianos podían mantener ocultas las discre—

pancias de normas y valores, y también, que había una estre

cha relación entre la coherencia y nitidez aparentes del

marco normativo, y el orden natural. Así, cuando algún in­

fortunio natural precipitaba una crisis, se ponían de mani­

fiesto todas las fuentes potenciales de conflicto. Sin em­

bargo, puesto que no se violaba ninguna norma específica,

tampoco era posible el empleo de la acción judicial. Cual­ quiera que fuera la resolución dada a la crisis planteada por el desastre, ésta habría puesto de manifiesto el con­

flicto irresoluble existente entre principios ordenadores de la vida social del grupo. Contra ésto nada podía hacer­ se "sino poner el acento en los valores suscritos por todos los hombres, independientemente de sus particulares lealta­ des e intereses". Este era el papel del ritual (Turner 1957

126-127; cit. en Gluckman 1977:241). De esta manera, puede afirmarse que el ritual revela rasgos profundos del ordena­ miento de las relaciones sociales. Cuando el ritual presen­ ta relaciones sociales conflictivas, en general se observa que no existe, entre los participantes, un cuestionamiento serio de los principios y axiomas básicos de la organización social (Gluckman 1977:258). Interpolando, puede decirse que los rituales de unidad permiten entrever relaciones sociales profundamente desiguales y tensas. Los participantes tienen 27

Plena conciencia de las diferencias y divisiones existentes;

no existe un orden moral" unitario ni universalmente reve­

renciado (1977:258). En estos caso, la ceremonia ritual bus

ca presentar un plano ideal de unidad y armonía. Faltas en

la participación ritual o muestras de desacuerdo en este pía

no hacen obvias las diferencias y desatan el conflicto.

4) Al analizar la continuidad de la estructura social Ndem

bu a lo largo de una serie de crisis que recurrentemente pa­

recían poner en peligro la existencia social del grupo, Vic­

tor Turner (1957) puso de manifiesto la importancia de anali

zar periodos largos y formas normadas de comportamiento en

tanto que procesos en el tiempo. Identificó, dentro del pro

ceso social permanente, "unidades procesuales" de diferente

índole. Estas secuencias de acontecimientos en las que re­

trospectivamente el observador podía mostrar la existencia

de una estructura, podían ser "armónicas" o "no-armónicas".

Entre las primeras. Turner menciona las que denomina "empre

sas sociales . secuencias en las que el proceso de ordena­ miento de la actividad tiene un carácter armonioso. Citando a Firth (1964:45), afirma que las relaciones sociales se or­ ganizan en estas empresas, con referencia a fines sociales determinados y en términos de los ajustes que resultan del ejercicio de las opciones individuales de los miembros de la sociedad (Turner 1974 *11 — J4).141 -r Log-], "dramas-, sociales" . - „ tienen 28

lugar en las fases "no-armónicas" del proceso social (1974:

33), y son "unidades de procesos no-armónicos o des-armóni- cos que surgen en situaciones de conflicto"(1974:37). En ellas, el conflicto hace evidentes las contradicciones de la interacción cotidiana. Durante ese lapso, la gente se ve obligada a "tomar posiciones en términos de imperativos y constreñimientos morales profundamente enraizados, a me­ nudo en contra de sus preferencias personales". La opción se ejerce constreñida por el deber. Entonces, el curso de los acontecimientos suele tener cualidades trágicas, en el sentido clásico (Turner 1974:35).

El drama social tiene cuatro fases típicas. Todo da inicio con una ruptura de las relaciones sociales goberna­ das por normas. Le sigue una crisis, durante la cual, a menos que la ruptura se corrija de manera rápida, hay una tendencia a la expansión de sus efectos hasta los límites de la relación entre las partes implicadas. Existe inclu­ so la amenaza de que la crisis se extienda a grupos mucho mayores que los originalmente involucrados. Esta segunda etapa es de peligro y suspenso: constituye un punto críti­ co en el que se revela el verdadero estado de las cosas

(1974:37-39). Se trata de una fase "liminal", un "umbral" entre fases más o menos estables del proceso social. Es un tiempo especialmente apto para el desarrollo de formas de acción social no normadas, novedosas, intuitivas e in- 29

ventivas; tiempo de communitas o anti-estructura (1974:50-

56 y 272-274) . Como tercera fase, se despliegan diver sos mecanismos compensatorios para limitar la expansión de la crisis. Estos pueden ser formales o informales, insti­ tucionales, o ad hoc y varían en tipo y complejidad, depen diendo de la profundidad, trascendencia e inclusividad de la ruptura, la naturaleza del grupo social involucrado y el grado de autonomía con respecto a sistemas mayores o ex terhos de relaciones sociales (1979:39). Cuando fallan es­ tos mecanismos, usualmente hay una vuelta a la crisis (1974

:40). Al final, en todo caso, esta se résuleve por una de dos vías: se logra una re-integración del grupo social, e- fectuándose el restablecimiento de las relaciones sociales normales; o bien, se gesta el reconocimiento social y la le gitimidad de un cisma irreparable entre las partes conten­ dientes (1974:41).

Para el investigador social es especialmente interesan te y útil la fase del "climax temporal, solución o resulta­ do". Específicamente , en "el caso particular de un campo político", advierte Turner, el investigador

puede comparar el ordenamiento de las relaciones políticas que precedieron a la lucha por el po­ der que hizo erupción en un drama social observa ble, con el que sigue a la fase compensatoria" (1974:42).

En el tránsito social por este "umbral" pueden registrarse 30

con detalle las transformaciones en las relaciones que com­ ponen el campo en su estructura total. Podrá percibirse

claramente la inclusión o exclusión de algunas relaciones

así como el numero de partes involucradas y su magnitud.

Habrá más luz sobre la naturaleza e intensidad de los vín­ culos. En ese lapso, las oposiciones pueden volverse alian zas y viceversa; las relaciones asimétricas, igualitarias; puede haber cambios en las posiciones relativas de los ac­ tores; redefinición de las lineas de poder y autoridad; integración, desintegración, fusión, fisión, segmentación, independencia, institucionalización o vuelta a la informa­ lidad. El campo puede haberse redefinido y con ello algu­ nas partes habrán dejado de incluirse, mientras otras nue­ vas serán tenidas en cuenta; algunas regularidades socia­ les se habrán vuelto irregularidades; se habrán alterado normas, leyes y valores. Lo mismo puede decirse de las bases de apoyo político, los factores de legitimidad y las características del liderazgo (Turner 1974:42). c) Poder.

1) En el contexto presente, el poder es una relación social susceptible de analizarse en los términos arriba plan teados. Su ejercicio conforma una red con nexos fundamental mente asimétricos. No sólo los intercambios a que da 31

lugar son sistemáticamente desbalanceados (cf. De la Peña

1980:24), sino que tiene la particularidad de afectar ten­

denciosamente el resultado de otras relaciones. Es, ade­ más, una relación esencialmente humana y racional cuyos in

tercambios se orientan hacia el predominio en la realiza­ ción de actos autónomos, incluso frente a la resistencia de los demás participantes.

El aspecto que aquí nos interesa se refiere al ejerci ció del poder en la regulación de los negocios comunes de la sociedad; es decir, en la búsqueda del predominio de in tereses específicos en el gobierno de grupos sociales.

La forma en que se realiza e impera esta determina­ ción de prioridades ha sido una preocupación central y constante para los estudiosos de la política. Es clara la evidencia que asocia este proceso con la solución de dife­ rencias entre los hombres. En sociedades en las que las desigualdades humanas son principalmente aquellas primari­ as que derivan de su propia naturaleza (sexo, edad, habili dades y capacidades físicas), estas diferencias suelen re­ solverse mediante instituciones multívocas, situacionales y plásticas, sancionadas por la costumbre, en las que el eje rector se encuentra asociado con las reglas del paren­ tesco. En la medida en que la organización económica se vuelve más compleja y la organización política establece la generación de excedentes que dan lugar a una economía 32

supradoméstica es posible la centralización del poder (cf.

Sahlins 1962 y Fábregas 1976:22-23)'. La capacidad de or­ ganización social jerárquica, asociada a una creciente di­ visión social del trabajo,origina desigualdades sociales permanentes. Estas se encuentran en el centro del estable cimiento de tradiciones y costumbres diversificadas en el seno de una sociedad, en la medida en que las distinciones sociales están en arelación con su actividad productiva y la forma en que se distribuyen los frutos del trabajo. La autoridad centralizada no representa ya a la tradición co­ mún, ni a los intereses de todos los individuos. La socie­ dad se divide entre gobernantes y gobernados, entre traba­ jadores y esplotadores; aparece el Estado (Krades y Rossi

1982:17). Es necesario acentuar que se trata de un salto cualitativo en la historia de la organización social huma­ na que implica una tendencia a la lucha por el poder en condiciones de creciente centralización política y de for- malización de un aparato de control administrativo.

2) En términos del proceso político que aquí interesa destacar, el poder estriba en la capacidad de un actor — individual o colectivo— para llevar adelante un proyecto propio. Esto solo puede hacerse logrando la colaboración activa o pasiva y superando la oposición de otros actores con proyectos alternativos (Meyer 1983:131). Los inter- 33

cambios generados por la búsqueda de dicho predominio son potencialmente conflictivos y establecen una competencia cuyo resultado último es una situación de dominio-subordi­ nación y cuyo respaldo último es la capacidad del actor dominante para imponerse por medio de la violencia. El proceso de ejercicio del poder genera una organización social que subordina la participación de la mayoría a los requerimientos del proyecto político dominante.

Dicho dominio se finca en el éxito relativo con que un actor logra el control sobre el entorno significativo de los contrincantes (Adams 1973). Es particularmente importante el control de auqella parte del entorno que un grupo social considera imperativa para su supervivencia

(Azaola 1976:107). En última instancia , por tanto, esta relación descansa en el control sobre bienes reales y fuen­ tes primarias de producción, los que tienen una valoración cultural específica en diferentes contextos sociales

(Leach 1976:162). De ahí que los recursos en disputa in­ cluyan desde bienes materiales reales, medios e instrumen­ tos b-asicos de rpoducción, hasta recursos ideológicos y de prestigio, pasando por los canales de organización y ad­ ministración que permiten incidir sobre su control. Ha­ blamos así de mecanismos sociales que permiten el control sobre los medios de producción, de destrucción y de socia­ lización política, marcos institucionales de adaptación y 34

transformación del entornó (cf. Fábregas 1978:16). De tal

manera que la lucha por establecer las prioridades en lo

concerniente a su empleo permite definir una estructura

que se organiza sobre lineas de control económico, políti

co, social y administrativo: una estructura de poder como

un conjunto sistemático de realciones que muestra el acomo­

do particular de los actores participantes con respecto a

los intercambios recíprocos que ésta lucha exige. En ella

intervienen actores de muy deversos tipos y con muy distin­

tos intereses, cuyo carácter y composición están en rela­

ción directa con el nivel de integración en el que operan

y que les impone condiciones a las que deben adaptarse.

3) La estructura de poder nos permite, entonces, ob­

servar las relaciones que dan continuidad a un ordena­ miento social particular sin el recurso forzoso a la vio­ lencia generalizada. Hay en esto caracterísiticas del po­ der no sólo en el sentido de apoyar el proyecto propio me diante la coerción o el empleo — o la amenaza del empleo— de la fuerza física, aino también en el sentido de hacerlo con autoridad ( o con base en una capacidad de elaboración razonada sobre su justeza) y con legitimidad ( o mediante la aceptación interesada y la valoración positiva del acto por parte de los dominados). Es decir, que la relación suele recibir una sanción racional que le da continuidad y que depende de la forma y el contexto en que se presentan 35

las confrontaciones particulares. .Tal como aquí se emplean, entonces, autoridad y legitimidad no son atributos del poder, son caracterísiticas de la dominación que operan como justi­ ficaciones de sumisión. La autoridad se reconoce en razón de la capacidad de elaboración del que manda, sobre su ejer^ cicio (Friedrich 1974:53). La legitimidad es una sanción moral a posteriori sobre ejercicio (vease la discusión en

Salmerón 1984b:126-132). 4) El Estado, como nive^ de organización mayor en los límites nacionales constituye el instrumento de organiza - ción y reorganización de los recursos mas formidable. Como organización política diferenciada, históricamente ha lo - grado la subordinación de las actividades de toda organiza ción potencialmente autónoma dentro de su territorio a un proyecto centralmente dirigido. El Estado, sin embargo, no es un ser absoluto ni una entidad autónoma: es una abstrac­ ción de un conjunto de condiciones y relaciones sociales

reales. En tanto que principio abstracto de organización y centralización políticas, "es el principio abstracto del monopolio de la autoridad central en la sociedad política"

(Krader y Rossi 1982:44-45); es una estructura de poder.

Al mismo tiempo, en tanto que contempla órganos centrales

de gobierno y aparatos administrativos que unifican una

sociedad compleja y heterogeenea por medio de una autoría-

dad centralizada y de mecanismos públicos y formales (Kra- 36

der y Rossi 1982:43-44; cf. Sahlins 1968:7), constituye un

aparato de dominación. La mayor relevencia de esta distin­

ción entre el Estado como relación social y el Estado como

conjunto de organizaciones burocráticas, radica en su uti­

lidad para la comprensión del desarrollo de las especificó

dades regionales (cf. Roberts 1980:22-23; De la Pena 1980:

26; Adams 1970a:85). Considero que el periodo de estudio abarca una época

en la que el Estado avanza sobre zonas enteras en las que

antes tenía una ingerencia mínima: áreas geográficas y

áreas de relaciones sociales. Se trata de una proceso aná

logo al de la formación del Estado, en el sentido de que

sus funciones políticas se realizan de una manera cada

vez más profunda y más comprensiva sobre áreas que pre­

viamente escapaban a ese control. Se contempla un proce­

so permanente — aunque no lineal ni convergente — de

incorporación de atributos y funciones que antes se consi­

deraban privadas, al mismo tiempo que de integración buro-

crático-administrativa orientada al control unitario de un

territorio (Roberts 1980:22-26). No ha podido probarse el

hecho de la cesión voluntaria de independencia por parte

de entidades autónomas, por lo que la coerción dominante

-aparece como el elemento clave de esa integración (Carnei-

ro 1970).

En este proceso, por lo tanto, el doble aspecto del Estado 37

permite aprediar, por una parte, "una tendencia hacia la

implantación de un dominio de poder unitario, independien

te, extenso e intensivo sobre un territorio" (De la Pena

1980:26) y, por otra, una arena política en la que diferen

tes actores — en este nivel, clases y fracciones de clase

—— se disputan el derecho a la autoridad del Estado para

la instrumentación de proyectos propios. En este curso

de acción, las estrategias adoptadas por el gobierno, la maquinaria administrativa del Estado, cambian de acuerdo

con las coyunturas particulares, con las confrontaciones del momento, con el poder relativo de los actores sociales

involucrados en cada administración gubernamental concreta

Al mismo tiempo, se traducen en maniobras partícula

res a niveles distintos de integración. En estos, las es­ trategias adoptadas por los actores que operan en ese nivel, introducirán nuevas variaciones.

El mismo proceso representa incrementos en-las exigen­ cias del aparato político a las comunidades de base que se han resuleto de diversas maneras. En general, sin embargo, hay un periodo al menos en que se hace necesaria la inter­ vención de algún tipo fr intermediario. Éste suele prece­ der de las entrañas midmas del pueblo y ejerce estas fun - ciones hasta que se integra al aparato gubernamental o es reemplazado por agentes gubernamentales directos (cf. Sal­ merón 1984b; Varela 19 : 51-54; De la Peña 1986:31-35). 38

Este tránsito puede considerarse como un proceso de ins -

titucionalización o burocratización de la política. Va

acompañado del surgimiento de actores más complejos, que

logran su operación en niveles superiores de integración

mediante el control y la representación de fuerzas socia­ les del nivel local.

5) En México las guerras revolucionarias iniciadas

en 1910 que terminaron con el gobierno de Porfirio Díaz,

destruyeron también la mayor parte del aparato del Estado

(Meyer 1974:722; Leal 1974:721; Hamilton 1983:37). El pro

ceso de reconstrucción del Estado llevado a cabo por los

gobiernos post-revolucionarios condujo a la formación y

consolidación de un régimen autoritario y centralista.

Esto debe verse como un marco general en el que tiene que

ubicarse la organización socio-política regional y local.

Por lo tanto, las características del régimen deberán te -

nerse en cuanta para entender el contexto general en el que

los sucesos que adelánte se estudian tienen lugar.

La característica fundamental del régimen ha sido la

de promover el crecimiento y la modernización económicos globalmente considerados, asegurando al mismo tiempo la

trasmisión ordenada del mando político en condiciones de estabilidady similitud de orientación Esto se ha logrado con bastante ésxito durante los últimos cincuen­ ta años mediante la estructuración de un esquema de re - 39 presentación que situa al Estado por encima de las clases ( 12 ) y de los conflictos coyunturales , al tiempo que sepa­ ra la esfera de la lucha política del control del aparato económico y mantiene el principio de la rectoría económica del Estado (cf. Hamilton 1983:37-49; Meyer 1974). Prácti­ camente, el mecanismo de organización tuvo dos facetas.

+) Por una parte, se gestó la formación y consolidación de un aparato político y administrativo cuyas etapas forma- tivas más importantes se ubican entre 1920 y 1940 (véase

Meyer 1972:120-127; 1974; 1977 y 1983) y cuyos rasgos fun­ damentales podrían resumirse en términos de lo que Lorenzo

Meyer ha denominado el proceso de centralización revolucio­ naria (1986:31). Tal institucionalización del aparato polí­ tico ha seguido una tendencia permanente de centralización conducente al fortalecimiento del aparato de gobierno que puede descomponerse en tres procesos relacionados: concen­ tración del poder, corporativización y penetración estatal.

El primero ha llevado a la afirmación del poder presi­ dencial por encima de diferencias coyunturales y de los miís mos fundamentos del aparato político: el partido único y sus bases . Al mismo tiempo, este proceso ha llevado a la eliminación de los adversarios y a la limitación del plura­ lismo en dos sentidos. En primer término, el control de los poderes regionales y locales mediante la destrucción del cau dillismo revolucionario, de la oposición regional y local 40

abierta, y de las bases de autonomía de los intermediarios

locales^"^. En segundo término, el control de las agrupa­

ciones gremiales y populares, mediante la cooptación y eli­

minación de organismos y dirigentes opuestos a la linea ofi- (15) cial . Finalmente, el pluralismo electoral se tolera e in­

cluso se alienta en tanto no cuestione seriamente el predo- minio- - oficial . ,(16) .

El segundo proceso, que también se -ha denominado de ins

titucionalización de la participación de los nuevos actores, se centra en la construcción del partido oficial^^. La for

mación y consolidación del partido dominante implica un es­ fuerzo sostenido por fortalecer las bases del Estado median­

te la incorporación de los grupos que en un momento dado

muestran cierta capacidad opositora para la manipulación de

sus demandas. Se trata de un proceso de control político

con particularidades claras. No sólo regula y dirige la

forma y el contenido de las demandas y apoyos de los parti­

cipantes, sino que define su naturaleza y las relaciones

entre ellos de acuerdo con el propio proyecto estatal (cf.

Meyer 1977:453). La relación de los trabajadores organiza­ dos con el Estado se realiza proporcionalmente a su partici­ pación en el partido oficial y por la vía de sus organiza­ ciones globales. El partido del gobierno aglutina a las centrales de trabajadores claramente delimitadas por secto­ res, con un único vínculo "intersectorial" en la cúspide, 41

y mediante una organización piramidal y jerárquica que otor­

ga a los dirigentes el mayor poder discrecional frente a sus bases (que son su fuente de poder y legitimidad), y la sumi­ sión más amplia frente a sus superiores (que son su fuente de autoridad, de beneficios y prebendas). Este tipo de or­ ganización hasido caracterizado como una estructura corpora­ tiva (Anguiano 1975:134-139; Aziz 1983:10-15)^8),

El tercer proceso de fortalecimiento del aparato cen­ tral se caracteriza por avanzar la presencia institucional directa en áreas que previamente escapaban al control del

Estado; tanto áreas geográficas como áreas de relaciones sociales. Ligado a un ejercicio vertical del control admi­ nistrativo, hay un fortalecimiento y una multiplicación de las instituciones gubernametales que operan de manera di­ recta en áonas que antes eran marginales así como entre nue­ vos objetos de administración^).

+) Por otra parte, se estableció una política económi­ ca orientada al crecimiento directamente auspiciado por el

Estado que puede verse como un modelo capitalista dependien­ te (véase Meyer 1972).

El Estado participó directamente como empresario, al mismo tiempo que mantuvo la estabilidad política amén de otras condiciones atractivas para la inversión privada na­ cional y extranjera (véase Hansen 1971). Además, canalizó recursos, tanto de ahorro externo como de endeudamiento con- 42

traído con el exterior, en apoyo del sector privado de la

economía y garantizó la posibilidad de una rápida acumula­

ción de capital (véanse Meyer 1972; Solis 1971; Wilkie 1978)

La acumulación en manos privadas se auspició de manera

directa en dos sentidos. Por un lado, lo que puede llamarse

"acumulación burocrática" permitió la formación de los "ca­

pitales revolucionarios" y sus seguidores, mediante muy di­

versos mecanismos de corrupción, elevados ingresos para ser­

vidores públicos de alto nivel (en donde la elevada respon­

sabilidad se asocia con la inseguridad en el empleo), y el establecimiento de una mezcla difícil de distinguir entre las actividades empresariales del Estado y las actividades privadas de los funcionarios-empresarios. Por otro lado, la acumulación privada propiamente dicha fue favorecida me­ diante una regulación legal favorable y una serie de subsi­ dios directos e indirectos. Ejemplos de estos son las polí­ ticas de estabilidad cambiaría, de sustitución de importa­ ciones, de precios de alimentos, productos agrícolas, mate­ rias primas, infraestructura, energéticos y fuerza de tra­ bajo. 43

C) La región.

a) El concepto.

La región se concibe como un espacio de adaptación,

Es un ámbito privilegiado por el análisis en razón de las

especificidades espacio-temporales de interacción humana

que le dan cierta unidad y personalidad propias. Se con­

sidera como un espacio de característico, relativamente

homogéneo, conformado por un proceso humano de transforma­

ción organizada de un medio ambiente natural con rasgos de

finidos. Por lo tanto, su especificidad frente al entorno

mayor sólo se hace evidente en la interacción compleja de

ese medio con procesos particulares e históricos de orga­

nización social humana. En su delimitación espacial con­

fluyen aspectos geográficos, tanto como históricos y de

relaciones sociales. Los rasgos físicos del terreno, la

temperatura, precipitación o fundamento, se vuelven rele­ vantes para el análisis en su relación con las actividades humanas características y sedimentarias que les dan unidad y coherencia. Como espacio es socialmente creado y recrea do en tanto que fundamenta las actividades productivas bá­ sicas de subsistencia. Involucra un área de interacción situada en el límite entre lo propio y lo socialmente aje­ no, y , por lo mismo, define el ámbito simbólico de iden­ tidades y contenidos particulares de referencia inmediata y compartida. Enfrentamos con ello la concepción de un 44

espacio con límites más o menos difusos, situado a horca­

jadas entre el terruño o "la querencia", como ámbito de

actividad propio e inmediato del lugareño, y el universo

ajeno e incógnito, distante, de referencia administrativa

y localización aproximada (cf. De la Pena 1976:138).

La problemática de la formación regional reside en la

manera en que se generan estas identidades compartidas:

¿Cuáles son las relaciones sociales; las características

sociohistóricas y culturales que han dado lugar a este es­

pacio específico? La generalidad de los estudios regiona­

les ponen de relieve dos grupos complejos de variables en

interacción: un nicho ecológico y una red de relaciones

sociales características (véase De la Pena 1981). Al en­

contrarnos frente a un área de identidad en la que las se­

nas de adaptación social delimitan un territorio, el eje

de la formación regional está en la actividad social huma­

na en interacción con un espacio definido por sus rasgos

ecológicos básicos. Puede así centrarse el problema en la

relación histórica entre procesos de adaptación a un en­ torno característico, y procedimientos de control que son específicos para la transformación y el dominio de un ám­ bito de relación sociedad-naturaleza. La especificidad de estos arreglos sociales institucionales generados his­ tóricamente en la interacción del proceso de transformación organizada del ambiente, con un entorno, compuesto por un 45

medio físico y un contexto social mayor, producen el con­ junto distinguible que denominamos región.

La relación entre hombre y entorno físico se ha en­ frentado mediante la noción de ecosistema, que busca inte­ grar en "un único sistema analítico" las interacciones en­ tre los organismos vivos y su medio ambiente (Geertz 1971:

3). Los ecólogos han trabajado sobre la identificación de porciones de la naturaleza que comprenden organismos vivos y sustancias inertes en relación recíproca de intercambio de minerales y energía (Mejía Nuñez y Cuanalo de la Cerda

1977:72). Han propuesto así el término de ecosistema "pa­ ra designar un sistema interactivo que comprende a los se­ res vivos y a sus correspondientes medios físicos" y que básicamente se entiende como "un espacio físico en el cual la circulación, transformación y acumulación de energía"

(la materia entendida como una forma de energía), se pre­ senta de manera singular en un medio que incluye seres vi­ vos y sus actividades, junto con elementos materiales (Pon- ce H. 1977:48-49). Se aclara que por tratarse de un térmi no básicamente heurístico, el espacio físico asignado está en función del nivel de generalización que requiere el ana lisis (Ponce H. 1977:49). Pasan así los ecólogos a defi­ nir comunidades biológicas cuyas relaciones conforman cade

ñas energéticas que constituyen ciclos de vida en la natu­ raleza. Estas relaciones "comunitarias" ciertamente no son 46

cordiales, pero si remiten a la noción de equilibrio o esta­

bilidad "natural" del ecosistema.

Al emplear este concepto para el análisis del cambio

ecológico que involucra sociedades humanas, resulta relevan­

te la determinación de la dinámica interna de los sistemas

ecológicos y de las formas en que se desarrollan y cambian

(Geertz 1971:5-6). Particularmente, debe señalarse que el

hombre es un miembro del ecosistema cuyas habilidades tec­

nológicas de transformación del medio hacen de el un miembro

con características especiales. Básicamente, el hombre ha

adquirido la capacidad de guiar la evolución del sistema

(Cajka 1980:110). La estrategia humana de adaptación que

condujo a la explotación agropecuaria — una forma relati­

vamente reciente en la historia de la humanidad de domesti

cación de especies de plantas y animales particularmente

seleccionados mejorados y aprovechados— implica una orien­

tación específica del ecosistema. Se trata de una forma de

transformación sistemática del medio que desemboca en su ar

tificialización (Mazoyer s.f.). No sólo implica la trans­

formación del medio a niveles insospechados para otros ani­ males, sino que en ocasiones incide sobre sus condiciones

de manera tan radical, que pone en peligro incluso su pro­

pia existencia. La discusión, entonces, debe centrarse en

torno a la comprensión de las actividades humanas de trans­

formación de un entorno --"¿Corno y por que el hombre dirige 47

el ecosistema como lo hace?" (Cajka 1980:110)-- en relación con la especificidad de las instituciones sociales que inci den sobre esta orientación.

En la consideración de áreas en las que la actividad agropecuaria es fundamental, para algunos autores ha resul tado más útil hablar de agrosistema, poniendo enfásis en el carácter transformado del ecosistema. En este sentido, T.

Linck ha empleado el concepto de agrosistema para insistir en la existencia de "una simbiosis específica" en la que interviene una asociación de plantas y animales, junto con prácticas y técnicas socialmente generadas que determinan su empleo, como expresión de "modalidades históricamente cambiantes" de la integración de agricultura y sistema glo bal. El agrosistema constituye así, en sus términos, "un sistema vivo y contingente que se reproduce y evoluciona en acuerdo con un dinamismo propio y presiones exteriores múltiples" (1982:49). Con esto se acentúa que la trans­ formación del ecosistema depende no sólo de las carcterísti cas específicas de sus recursos, sino, fundamentalmente, del tipo de marco social insfitucionalenque se evalúan y aprovechan; esto es, del tipo de relaciones sociales impe­ rantes entre los hombres que lo transforman y el contexto social mayor en que se hallan inmersos.

El énfasis en la noción de agrosistema como eje de la formación regional es importante por ser justamente las ac 48

tividades agropecuarias,"las que desarrollan los vínculos mas intensivos e íntimos con su soporte espacial" (Linck

1985:168). La relación entre hombre y medio natural no sólo es profunda en razón de su actividad, sino que gene­ ralmente tiene una honda tradición de permanenecia en un lugar, por lo que suele ir acompañada de una extensa red de intercambios y eslabonamientos, establecida a lo largo de un lento proceso de consolidación (Linck 1985:168).

Estos eslabonamientos son tanto horizontales como verti­ cales (cf. De la Peña 1981:43, sobre una afirmación de

Leroy Ladurie). Por una parte, la vinculación de la agri cultura con la industria y los servicios en el contexto de la sociedad mayor "es inseparable de la extensión de las relaciones mercantiles de acuerdo con intereses y reglas de la economía global" (Linck 1985:170). Esta relación tie ne un carácter estrictamente vertical de expoliación y domi nio e "implica la imposición de nuevas modalidades de valo­ rización de los recursos y productos" locales (Linck 1985:

170). Por otra parte, los eslabonamientos horizontales tienden al establecimiento de "comunidades" agrarias, en el sentido de conjuntos articulados de valorización y expío tación de un territorio (cf. Linck 1985:175). En este com- texto, el aprovechamiento integral del medio se realiza me­ diante el intercambio coordinado de esfuerzos productivos, centrado en la actividad consuetudinaria de los productores 49

individuales. De ahí se. genera, con el paso del tiempo,

una red de interdependencias y complementariedades (Linck

1985:176). Los eslabonamientos son horizontales porque se establecen en un mismo nivel de integración y entre unida­

des de escala relativamente homogénea:individuos y grupos

domésticos. Actividad coordinada no implica, sin embargo,

ni armonía comunitaria, ni equidad en la participación pro

ductiva o en la distribución de sus frutos (cf. Linck 1985: 177).

El núcleo de la formación regional se encuentra, enton­

ces, en la determinación del carácter de estos eslabonamien­

tos e interdependencias: ¿Cuáles son? ¿cómo y en torno a

que actividades se establecen? ¿Quiénes, de qué manera y

con qué criterios determinan las prioridades y jerarquías?

La estructura regional se distingue justamente en el empalme

característico de los eslabonamientos (horizontales y verti­

cales) establecidos en el proceso histórico de control y ex­ plotación de un entorno determinado (cf.Roberts 1980:13-14).

Resultan, por lo tanto, elementos clave, la forma en que se organizan localmente los procesos productivos y las relacio­ nes sociales que los sustentan, así como los procesos de cir culación que guían los mecanismos de interdependencia extra- rregional (cf. Roberts 1980:10). En este sentido, el lazo de relación que da forma al ámbito regional es el trabajo.

Este debe analizarse en la conjunción de tres áreas de concen 50 tración analítica: la organización de la produccción, la organización del trabajo y la organización de la repro­ ducción social.

1) La producción opera sobre un medio natural o eco- sistema y sus transformaciones subsiguientes; tanto las de incidencia natural como las que introducen los procesos humanos de adaptación y control. En ella se emplean tecno logias diversas: relación de medios e instrumentos de pro­ ducción que abarca desde plantas cultivadas y animales do­ mésticos, hasta las herramientas, máquinas y materiales di­ señados para su explotación, junto con las formas de orga­ nización social asociadas. El proceso no puede disociarse, por lo tanto, de la fuerza de trabajo social (física e in­ telectual), que es el motor y agente de la producción. To do esto desemboca en una forma de artificialización del me dio, que es específica en razón directa de la combinación que se haga de los tres elementos anteriores. Esto equiva le a una forma característica de artificialización y repro ducción del agrosistema (cf. Mazoyer s.f.). Sobre esta ba se, en el proceso productivo, las prioridades otorgadas al empleo de recursos específicos y la forma en que éstas se determinan, permite observar la orientación del esquema or ganizativo. El destino y las opciones alternativas adopta das para el uso de elementos clave como la tierra, el agua, el capital o la fuerza de trabajo, hacen evidentes las re- 51

laciones de propiedad. Estas relaciones, como derechos so­

cialmente reconocidos que permiten incidir en las decisio­

nes que atañen al empleo de bienes valiosos (cf. Stinchombe

1961:168), regulan el acceso a los medios e instrumentos de

producción y la distribución de los productos del trabajo.

Por estas razones se encuentran en el centro de la estructu ración del poder.

2) La organización del trabajo tiene que verse en su

división social y sus características espaciales de concen­

tración. La división social del trabajo origina la consti­

tución de áreas de actividad especializada. Estas permiten

la reproducción de materiales e instrumentos de trabajo, la

producción de víveres y materias primas y, mediante la ex­

tracción del excedente agrícola, la circulación de mercan­

cías y la vinculación de los distintos sectores diversamen­

te situados social y espacialmente. Sobre esta base, las

relaciones de intercambio entre ramas asociadas y entre agen

tes productivos, permiten la acumulación y orientan el apa­

rato productivo. Asimismo, establecen, con el tiempo, áreas

especializadas de concentración de actividades, entre las cuales la diferenciación rural-urbana es fundamental. Deben observarse en el ámbito regional, las relaciones de intercam bio entre ramas asociadas de la división del trabajo, tanto en lo correspondiente a su ubicación espacial, como a su pa­ pel en la división del trabajo en los niveles que la involu- 52

cran (regional, nacional,e internacional).

En el nivel regional, el énfasis debe ponerse en los

procesos de trabajo que corresponden a las formas locales

características de organizar la producción. Estas formas se refieren, de manera específica, a:

"el tipo de producto, la tecnología usada para ex­ plotarlo, la naturaleza de la tenencia de la tie­ rra, el tipo de relaciones laborales presentes, los mecanismos para distribuir productos y la es­ tructura de poder local y su relación con la pro­ ducción" (Roberts 1980:10).

En este contexto, los procesos de trabajo integran explíci

tamente las relaciones laborales con los requerimientos de

fuerza y organización del trabajo de cada proceso product!

vo. En su determinación se requiere resolver cuestiones

como las siguientes: ¿Cuál es el papel del trabajo en el

Ciclo productivo? ¿Cuáles son los requerimientos labora­

les y en qué momentos específicos? ¿Como se organiza la

actividad laboral? ¿Quién decide sobre cómo, cuando y en

donde se efectúan las operaciones de producción? ¿Quién

realiza estas operaciones; cómo, cuando y con qué instru­ mentos? ¿Quién trabaja con quién? ¿Para quién trabajan?

¿A donde va lo que producen? ¿Quién controla su circula­ ción? ¿Cómo y por qué canales se efectúa ésta?

En el terreno de la concentración de actividades, las tareas productivas agrícolas se separan muy radicalmente 53

de los procesos de transformación industrial. Con ello, la ciudad surge como un área de concentración de actividades no agrícolas. La aglomeración urbana tiende a la concentra ción creciente de actividades económicas, tanto como políti cas y administrativas. Se constituye así en principal inter mediario de toda clase de flujos: desde mercancías y mate­ rias primas, hasta elementos inmateriales como información e influencia (Casimir 1970:11-12). Como consecuencia, la ciudad se sitúa en el vórtice de la formación regional: si­ tio de encuentro de totalidades exteriores con especifici­ dades locales y espacio revelador de la dinámica de los in­ tercambios (Casimir 1970:22-23). Sobre esta base pueden es tablecerse, dentro de un perímetro geográfico, redes de in­ tercambio entre asentamientos que delimitan sistemas terri­ toriales (Smith 1976a:6). La región se distingue, desde es ta perspectiva, por el establecimiento de vínculos jerárqui eos y horizontales entre, por lo menos, un lugar central y su hinterland menos diferenciado (Smith 1976a:6). Carol

Smith ha intentado así, definir "dos unidades básicas para el análisis regional": los sistemas locales y los sistemas regionales. Se trata, en ambos casos, de "formas nodales de organización", esto es, que delimitan un territorio en razón de su interdependencia de algún punto nodal y que, en principio, pueden definirse a cualquier nivel para in­ cluir áreas de interdependencia. No obstante, los siste- - 5 .4 -

mas locales se distinguen por organizar sus intercambios

en relación con un punto nodal de nivel superior que esta­

blece el vínculo principal con un conjunto dé asentamien­

tos o lugares equivalentes en sus demás manifestaciones.

Los sistemas regionales, en cambio, se componen de varios

sistemas locales y organizan jerárquicamente a todos los

asentamientos dentro de un territorio diferenciado. Sue­

len tener, entonces, un "lugar central verdaderamente 'urba

no', lazos complejos entre comunidades y centros de nivel

superior y un patrón organizado de sistemas locales anida­

dos en su interior" (Smith 1976b:9). De aquí la importan­

cia del asentamiento urbano como eje de relaciones dife­

renciales.

Andrés Lira, refiriéndose a la forma en que la ciudad

de México organiza desde ella la historia y la estructura­

ción espacial, temporal y espiritual de sus alrededores

conQUistcif

niza y engendra centrífugamente su realidad inmediata"

(1983:18). Tal parece ser la relación general entre el nu

cleo urbano y su hinterland. La aglomeración urbana se re

fiere a un conjunto de individuos, pero presupone una for­

mación social de carácter más complejo. El núcleo urbano

representa, y se define a sí mismo frente a su entorno co­

mo, un centro de especialización, centralización, extrac­

ción de excedentes y acumulación. Del centro urbano hacia 55 -

la periferia existe una distracción cada vez menor de la parte del producto que se destina al consumo inmediato.

Además, es en el núcleo urbano, por incipiente que sea, donde se adoptan las decisiones rectoras de la vida del

área y donde se establecen agencias y centros de organi­ zación.

Privilegiando los intercambios generados por la inte­ gración de un esquema político verticalmente organizado, al­ gunos autores han identificado redes regionales de asenta­ mientos en las que el vínculo principal es la penetración de las agencias del Estado. Consideran a estos sistemas de enlace de varios pueblos como los canales estructurales mediante los cuales "el Estado penetra y logra control so­ bre la sociedad y la economía de un área" y lleva a cabo sus políticas y actividades de desarrollo (Carlos 1981:3-4).

3) El trabajo, como proceso de relación del hombre con la naturaleza y de los hombres entre ellos es un fenómeno ininterrumpido. Su continuidad se finca en el conjunto de ideas e instituciones que permiten asegurar la reproducción del agregado humano y de sus formas de relación (cf, Mazoyer s.f.). Producción y reproducción económica no pueden desli­ garse de la reproducción biológica ni de las relaciones so­ ciales que la acompañan (Meillassoux 1980). La identifica­ ción de la unidad mínima de reproducción y su inserción dentro del contexto mayor de relación social, permiten ob- - 56

servar el nivel primario de socialización (cf. Fortes 1958).

En la interacción prolongada que da lugar a la identificación

de rasgos estructurales, los mecanismos de socialización y

control responsables de la coherencia en el comportamiento,

se manifiestan en formas de relación y actitudes social y

culturalmente sancionadas. Los marcos insititucionales ca­

racterísticos que delimitan el área de identificación regio­

nal implican también la reproducción de esas formas, como

parte de las disposiciones peculiares que están en el cen­

tro de la formación regional. De este modo, la continuidad

de la formación regional está en relación directa con la per­

manencia de las relaciones sociales que la originan. En es­

ta permanencia, las relaciones de poder desempeñan un papel

fundamental. No sólo representan el elemento clave en la

cimentación de las asimetrías en los intercambios, sino que

definen a los grupos dominantes y sus intereses específicos.

De este modo, se presume que el estudio de la estructura de poder regional hace posible comprender el cambio o la per­ manencia de arreglos sociales institucionales en un área a lo largo del tiempo.

No obstante, debe subrayarse que las regiones no son eternas: flujos e interdependencias cambian y se modifican en acuerdo con los arreglos institucionales específicos his­ tóricamente desarrollados. La inercia no es explicación su­ ficiente de la permanencia de las características regionales, 57

ni el azar lo es de su modificación. La continuidad o la

transformación de la región tienen que buscarse en las reía

ciones sociales que se sitúan en el centro de su formación:

los arreglos institucionales locales y su relación con la

sociedad mayor. En el presente caso, se buscará encontrar

algunas de las razones fundamentales para la continuidad de

la formación micro-regional taretana. A pesar de que a lo

largo de las tres fases descritas la organización producti­

va tiene, dentro de su carácter peculiar, diferencias es­

tructurales, el ámbito regional se mantiene como una cons­ tante.

Puede apreciarse que el área de dominio de la organi­

zación centrada en la hacienda-plantación cañera, la zona

de control e influencia del liderazgo agrarista y el área

de abastecimiento del ingenio de Taretan, comprenden bási­

camente el mismo territorio. Aunque resulta claro el enca­

denamiento de las tres fases, me párese que la permanencia de un área de identidad no era en modo alguno "necesaria".

Considero, entonces, que hubo una búsqueda deliberada de

la integración micro-regional como recurso del grupo domi­ nante en cada fase. Esta organización se ve, así, como el

resultado de la articulación de dos rasgos continuos (el cultivo de la caña y el proceso de centralización estatal), con diferentes estrategias de adaptación y control políti­ co de grupos de poder con intereses locales. Sostengo que 58

las características similares de las tres fases obedecen al carácter regional, conferido por los arreglos instituciona­ les peculiares generados en torno al cultivo de la cana de azúcar como rasgo continuo fundamental. Al mismo tiempo, las diferencias más importantes de estos arreglos en cada fase están vinculadas con un proceso histórico de compleji- zación-dif'erenciación-crecimiento, dentro del cual los di­ versos mecanismos estatales de control-centralización del poder, constituyen el rasgo continuo fundamental.

b) La circunscripción.

1) En el caso que nos ocupa, el área cuyo estudio se privilegia, se considera como una micro-región. Se. sostie­ ne que constituye un territorio de especificidades con iden­ tidad propia que puede delimitarse con los criterios de la definición regional. No obstante, la comprensión de los procesos estudiados resultaría imposible sin contemplarla como parte del sistema regional de Uruapan, lugar central verdaderamente urbano que la vincula directamente con otras

áreas social y espacialmente más alejadas^^.

Se ubica este espacio regional en el contexto mayor del denominado occidente de ; zona de frontera mesoameri- cana gruesamente encerrada entre el Océano Pacífico y el Eje

Neovolcánico. Tiene como particularidad fisiográfica, la abundancia de cuencas de aluvión; muy variables en sus di­ mensiones pero muy constantes en su conformación geológica. 59

Se produce 3S1 un gran número de formaciones cóncavas, diver­ samente denominadas jollas, ciénegas, valles y bajíos: cuen­ cas fértiles, especialmente aptas para la explotación agrí­ cola, con suelos ricos en nutrientes y humedad, delimitadas en su derredor por elevaciones ásperas y resecas.

Dentro de éste muy amplio territorio, los usos y cos­ tumbres de relación social han delimitado áreas menores en las que existen mecanismos básicos de interdependencia para la explotación de cuencas, cerros y laderas. La base origi­ nal de explotación agrícola, pecuaria y forestal se ha com­ binado, en ocasiones, con el surgimiento de unidades agro- industriales. Con la sola excepción de los ingenios azuca­ reros, sin embargo, éste proceso se halla vinculado al de­ sarrollo de formaciones urbanas, polos de estructuración regional. Entre éstas áreas, Uruapan y su región envuelven el caso que considero (véase Espín 1986). Esta formación ha de verse, no obstante, en contraste con formaciones re­ gionales aledañas, como el Bajío Zamorano, los Altos gana­ deros de Jal-Mich, o la Tierra Caliente michoacana. En cada caso debería ser posible identificar micro-regiones verticalmente vinculadas de manera diversa por un lugar central, eje de las interdependencias.

2) La micro-región que sirve de marco a nuestro estudio se encuentra situada en la zona templada que hace de transi­ ción entre las tierras frías de la Meseta Tarasca, y las 60

tierras calurosas de valles y costa del sur de Michoacán.

Se trata de una pendiente poco inclinada que corre desde la

parte sur del municipio de Uruapan y los límites de Santa

Clara y Ario de Rosales, hasta los territorios de Gabriel

Zamora, la Huacana y los otros que comprenden la Tierra Ca­

liente. Englobamos en la zona de estudio los municipios de

Taretan, y una parte de los de Uruapan y zira- cuaretiro ( 21) (Veanse ^ los mapas 1-5 y 1-6).

Localizado entre los 19° 25' y los 19 10' de latitud

norte, y los 101° 45' y 102° de longitud oeste de Greenwich,

el terreno accidentado se desprende del Eje Neovolcánico y

desciende hacia el sur. Sus grandes desniveles van desde

los 450 hasta los 1 800 metros sobre el nivel del mar y son

tan prontos que clima y vegetación varían mucho en distancias muy cortas (cf. Cuadro 1-0). Coniferas y monte alto dominan

las alturas mayores, mientras que el matorral reseco y anual (22),,,^ -r_T\ \vs=aac c -L mapa

Los declives propician la formación de cuencas de gran

riqueza agrícola. Estos depósitos de aluvión y humedad, ro­ deados de laderas pedregosas, aunque fértiles cuando reciben (21) agua suficiente, forman el grueso del territorio . Algu­ nos potreros, alejados de las principales corrientes de agua, contrastan por su resequedad y permiten sólo magros pastos, matorral espinoso y cactáceas; ocasionalmente, el temporal ofrece la posibilidad de una cosecha de maíz^^(ver mapa 1-7) 61

pi clima de la zona, del tipo cálido subhumedo con llu­ vias en verano (Detenal, Carta de climas), tiene una tempera­ tura que oscila entre los 15° y los 28° C, misma que tiende a ser más fría en la porción norte y más calurosa en el sur, subrayando los cambios de zona climática en los límites nor­ te y sur de la región. La época más calurosa corresponde a los meses de abril y mayo, antes del inicio de la temporada de lluvias. Por las noches, una brisa fresca desciende de la porción norte del área, volviendo la temperatura agrada­ ble áun en los meses más calurosos. Hacia el sur del terri­ torio, el calor se incrementa y la brisa desaparece. La tem- (25) porada de secas es bien definida en toda la zona

El agua es abundante no sólo por las precipitaciones, cuya media anual es superior a los 1000 mm., sino también a causa de las nuverosas corrientes que bajan de la tierra fría para sumarse, al sur, a los caudales del río Balsas (ver mapas

el mes de junio, y va hasta los meses de septiembre u octubre.

Durante este tiempo, los aguaceros son en buena parte torrencia­ les y nocturnos, inicio y fin del temporal suelen ser más tem­ pranos hacia el norte que hacia el sur de la zona. Estas aguas resbalan hacia cuencas y cauces, sumándose a las corrientes subterráneas provenientes de las tierras altas que afloran en gran número de manantiales' . Ríos, arroyos y riachuelos incrementan su caudal en el descenso hacia el sur y se vierten en el , que afluye al Balsas . Se enmarca, así, 62

como parte del sistema hidrológico de la gran depresión del

Balsas- (véase mapa 1-3).

Toda la zona se presta a la explotación de cultivos

tropicales y semitropicales que incluyen el café, el mango,

el plátano, el zapote; el mamey y la caña de azúcar. La par

te norte es ligeramente más fría, la caña no produce flor y

aparecen los bosques de pino y las huertas de aguacate. La parte sur, por el contrario, es ligeramente más calurosa; la

caña madura en fecha más temprana, y debe competir con los cul

tivos de arroz y las huertas de mango. Todos ellos han coexis

tido por largo tiempo, pero, desde su introducción en el siglo

XVI, la caña de azúcar ha ocupado un lugar principal sólo com­

partido con el maíz. El ganado, trashumante, se moviliza apro

vechando hierba y pastos del temporal; rastrojo, remaja y pun­

ta de las cosechas.

Estos elementos básicos del paisaje se han combinado en

el tiempo, mediante la acción del hombre, para la producción

de satisfactores, medios de intercambio y acumulación. Se su­ man así a estos razgos, las características de organización

social, del aparato tecnológico y la división del trabajo,

dando coherencia al ámbito geográfico para la formación de la región.

Cañas, frutos tropicales y ganado fueron introducidos

a la región por frailes Agustinos desde las postrimerías del

siglo XVI como parte de la conquista espiritual del occidente.

El cultivo de árboles frutales traídos de otras partes del

mundo cálido dio lugar a la creación de huertas mixtas. Esta

blecidas como explotaciones de carácter familiar, éstas han 63

sobrevivido, aledañas a las viejas casonas, hasta el presente.

En la actualidad se ven desplazadas por plantíos comerciales especializados, con miras al mercado nacional e internacional.

El cultivo de la caña, para la producción de azúcar y pi­ loncillo, llevó a la formación de los primeros latifundios de la región. Los mismos frailes fundaron las haciendas y trapi­ ches, agentes de transformación y distribución del producto de la caña de azúcar. Estas explotaciones, responsables de la reducción de los naturales y la introducción de mano de obra esclava, dieron cuerpo a lo que podría denominarse hacien da-plantación cañera. Regionalmente esta se convirtió en la forma principal de organizar la producción y establecer las prioridades para el empleo de los recursos. Con ello se ges­ taron arreglos particulares en la división del trabajo y la organización tecnológica que, con cambios menores, imperaron hasta el reparto agrario, durante los años treinta del siglo

XX. ¡Después, la organización egidal intento un nuevo giro de la organización productiva. En la actualidad, un ingenio de tipo moderno establece las prioridades y centraliza las de­ cisiones de transformación de la caña.

3) Situada en un eje comercial proveedor de materias pri­ mas y productos agrícolas, de sur a norte, y distribuidor de productos elaborados y de consumo, de norte a sur, la zona ha vivido siempre vinculada con el bajío y el centro de Mexico.

El suroeste michoacano tiene una larga historia de frontera 64

y,los puntos intermedios de tránsito se beneficiaron siem

pre de tal localización (véase Sánchez 1979). Mientras

que el transporte se realizó a pie o a lomo y tiro de cua

drúpedo, los caminos reales y de herradura enlazaron cen­

tros de producción y de consumo. A partir del penúltimo decenio del siglo XIX, las innovaciones tecnológicas de

los países industriales transformaron radicalmente las formas de transporte de grandes volúmenes. Hatajos y chinchorros fueron siendo desplazados por medios de trans porte, basados en maquinaria, que hacen más expedito el traslado de larga distancia, pero requieren de condicio­ nes especiales de tránsito (véase Sánchez 1983:50-51). A partir de ese momento, el trazo centralmente orientado de vías férreas o asfaltadas marcó el desarrollo futuro de los núcleos urbanos y la organización de su espacio.

La región cañera de Taretan se vio seriamente afee- t&ds por 1s construcción (3o 13 linos c*ol forrocsrril Mo** relia-Uruapan a fines del siglo XIX. En seguida, la cri­ sis del gobierno de Díaz, el largo periodo revolucionario y la lucha agraria impidieron la realización de ninguna obra de modernización importante en el renglón de las comunicaciones. Algunas de las existentes, incluso, como el telégrafo de Taretan, fueron destruidas irremi­ siblemente. La región hubo de acomodar su uso de medios tradicionales de transporte a la red nacional, de distri- 65

bución, ajustando rutas y traslados. 'La lejanía de las principales vías de comunicación dificultó mantener al día los equipos y elevó los costos del transporte. Las haciendas de la zona hubieron de sufrir las consecuencias aletargadoras de su situación periférica.

Hacia fines de los anos treinta del siglo XX, la conjunción de una serie de elementos que examinaremos con detalle más adelante (capítulos III y IV), modifi­ caron esta tendencia. Se inició la construcción de la vía ferrea Uruapan-zihatanejo, punta de lanza de la nue­ va estrategia de desarrollo en el suroeste. Como parte del gran proyecto modernizador de la cuenca del Tepalca- tepec-Balsas, se construyó la carretera Uruapan-Apatzingán y se abrieron una gran cantidad de brechas y caminos de terracería integrados a la red carretera nacional.

Dentro de estos proyectos se contempló la refunciona- lización de la zona como productora de básicos y materias primas. La construcción del ingenio de Taretan fue uno de los primeros pasos en esa dirección. Le siguió la or­ ganización de una red de caminos de terracería que hicie­ ran posible el traslado de la cana de azúcar para su trans­ formación. En la actualidad, el centro agro-industrial de Taretan cuenta con una vía ferrea que lo comunica con

Uruapan, al norte, y con Apatzingán, al sur; un camino carretero a Uruapan, y una red de terracerías que inter- 66 comunica todos los poblados aledaños. Esto ha permitido, además del cultivo de la cana, la organización de huertos de producción frutícola orientada al mercado nacional y extranjero, además de mantener alguna producción ganadera (vease mapa 1-5).

El transporte local se realiza a bordo de vehículos privados, media docena de autos de alquiler y un servicio de autobuses de segunda clase con varias corridas diarias.

Los servicios de comunicación corren a cargo del co­ rreo y el telefono. El servicio postal mantiene una ofi­ cina en las cabeceras y un cartero en bicicleta recorre las empedradas calles repartiendo las misivas. Una case­ ta telefónica comunica, mediante la central de Uruapan, a los interesados, con la bocina foránea; o pone en con­ tacto dos extensiones de la misma población. El ingenio cuenta con un sistema de radio (banda civil) para la co­ municación con los inspectores de campo.

Todas estas vías de enlace con el exterior hacen alto en Uruapan, antes de continuar su camino hacia su destino final. La gran ciudad resulta un centro verdaderamente urbano con un cumulo de actividades industriales, comercia les y de servicios que incorporan la actividad micro-re­ gional aledaña (véase Espín 1986). Taretan constituye, por asi decirlo, el escalón anterior en esta integración.

La población de Taretan, como asentamiento mayor en 67 la micro-región y como lugar central generado en las acti­ vidades comerciales, políticas, administrativas y agro-in­ dustriales es el punto nodal de la actividad en este nivel.

En torno a la villa se estructuran las relaciones entre eji­ dos y demás colectividades de la zona.

San Ildefonso Taretan, parroquia fundada por los Agusti­ nos en el centro de la zona, organizó en su derredor la ex­ plotación cañera. Al igual que Ario de Rosales y Tacámbaro, ocupó un lugar privilegiado como punto de tránsito entre las tierras fría y caliente. De esta situación derivó su auge decimonónico y su peculiar fisonomía.

El centro, compuesto por la iglesia, la casa parroquial, el pa­ lacio municipal, dos bloques de arriería y la plaza de armas con jardín y quiosko, se amplía hasta incluir las casas prin­ cipales. A este se agregó, sobre el eje norte-sur de tránsito, marcado por el camino real, una enorme sucesión de casas que dan al poblado una forma alargada. En el externo sureste, el in­ genio ocupa el antiguo casco de la hacienda madre y, junto con

"la cuadrilla", rompe este eje lineal. Hace contrapeso al oc­ cidente la colonia agrícola Emiliano Zapata, o "colonia roja", fundada en los inicios de la etapa agrarista como punto nodal del movimiento. En la actualidad, el camino carretero que va a Uruapan, abierto en los cuarentas y pavimentado a fines de los sesentas, cambia las coordenadas urbanizadoras de norte-sur a este-oeste. Sobre este nuevo eje se localizan el sindicato de obreros del ingenio, la unión de cañeros con su bodega de 68

fertilizante y la gasolinera (ver mapa 1-7). 4) La zona ha estado habitada desde tiem­

pos remotos. Sin embargo, la gran transformación iniciada

con la conquista española tuvo tales repercusiones que puede

considerarse como el punto de partida de la configuración re­

gional. La introducción de la caña de azúcar y el sistema co

lonial de beneficio, a fines del siglo XVI, modificaron de ma

ñera absoluta las formas de vida de los indígenas y la compo­

sición de la población en el área (Aguirre Beltrán, 1952:85 y

55). Asimismo, pusieron las bases para los asentamientos co­

loniales de Taretan, Urecho, Uruapan y sus pueblos sujetos:

ejes de la formación regional mestiza.

En el siglo XVII las unidades de explotación agrícola

empezaban a dar su perfil característico a la zona. Las ha­

ciendas monopolizaron tierra y agua orientándolas a la produc ción comercial.^) Los indios disminuyeron; negros y mulatos

se asentaron como parte de la población de trabajo. Sólo los

dueños de la tierra tenían prerrogativas ciudadanas. El pro

ceso da prueba de la solución adoptada por las haciendas fren

te a la gran disminución de la población indígena provocada

por la sobreexplotación de que fue objeto durante los prime­

ros años de la colonia (Morin 1979:32-33). Un informe de es­

ta época indica que Uruapan contaba con ocho vecinos españoles

y 513 indios; Taretan tenia veinte vecinos españoles y en la

hacienda del mismo nombre había sesenta indios y mulatos, y

sesenta esclavos; Ziracuaretiro contaba con once vecinos espa­

ñoles. Otros habitantes se hallaban en la hacienda de azúcar 69

de Alvaro Perez de Acuña veinte indios y quince esclavos—

y en la labor de maíz de Francisco Sánchez: dos indios (López Lara 1973:185 y 208-209).

La esclavitud desapareció, entrado el siglo XVIII,

ante la importancia creciente de la fuerza de trabajo libre.

En las plantaciones el remplazo fue mucho más lento; la ha­

cienda de Taretan, por ejemplo, empleaba aún 184 esclavos

en 1754 (Morin 1979:258). La organización de la producción

en forma de hacienda—plantación, empero, no desapareció. Se

mantuvo la relación básica de posesión de la tierra__control

de quienes la trabajan, sólo que con base en nuevas formas

de coacción,ancladas más firmemente en la monopolización del suelo (Morin 1979:258 y 300).

Al inicio del siglo XIX la importancia de Taretan co mo centro de la zona productora de azúcar y frutos tropica­

les era notoria (vease Martínez de Lejarza 1974:135). Tal desarrolle fioi^T*i(5------—jr— _^ — cenrros____.__ _ urca—_ i nos como el propio Taretan y Uruapan, que, hasta la mitad del siglo, se perfilaban como dos centros regionales de impor tancia. La introducción del ferrocarril (la linea

Patzcuaro—Uruapan fue construida en 1897—99) concedió un gran privilegio a la ciudad de Uruapan, que resultó definitivo cuando el proyecto de ferrocarril Zamora-Taretan-Nuevo Urecho nunca se llevo a efecto (Vease M.G. 1900:192—208). Durante las dos ultimas decadas del siglo XIX el desarrollo desigual se hizo manifiesto, dando origen a la distinción, cada vez 70

más clara, entre Uruapan como gran centro regional del occi­

dente michoacano y las pequeñas poblaciones suburbanas cir­

cundantes. Entre éstas, Taretan se mantuvo como eje de una micro-región a causa del papel heredado de la vieja organi­

zación productiva hacendaría, como centro de transformación

cañera.

En este contexto, durane el siglo que corre de 1880

hasta 1980, observamos importantes transformaciones estruc­

turales en la zona, a las que se hallan íntimamente asocia­

dos los cambios en la población.

c) La población.

En mi opinión, los cambios de la población tienen una.

doble significación. Por una parte, sin duda, la presión de

mográfica es un aspecto vital para la comprensión del cambio

social, particularmente se ha vuelto importante en las lla­

madas 'Sociedades de menor desarrollo". De hecho, se ha uti­

lizado la presión demográfica para explicar las diferencias

entre sistemas agrícolas, considerando al crecimiento de la

población como la variable independiente de mayor importan­

cia en el desarrollo de la agricultura (cf. Boserup 1967).

Por otra parte, sin embargo, los cambios demográficos son

también un reflejo de transformaciones operadas en otras

áreas de la sociedad. En este sentido pueden verse más bien

como una variable dependiente del proceso histórico general. 71

En el presente estudio, deliberadamente se ven los

cambios del agregado poblacional como un reflejo de las

transformaciones operadas en la estructura productiva y

en la organización socio-económica regional. El agrega­

do poblacional se ve en continua adaptación a las condi­

ciones sociales imperantes. No descarto la importancia del crecimiento de la población como acicate de otros procesos sociales. Incluso me parece que en el caso de

la región estudiada el papel de este elemento será cada vez más activo en la medida en que la presión sobre la

tierra se incremente. Sin embargo, en el periodo anali­ zado, visto globalmente, casi podría hablarse de un cre­ cimiento nulo en algunos lugares. El caso de Taretan es

ilustrativo: el periodo se inicia hacia 1880 con cerca de 8000 habitantes y no se recupera esta cif^a sino hasta

1970 (véase cuadro 1-2). Lo interesante del cambio pobla cional en la región es una brusca caída suscedida por una recuperación sostenida que, insisto, obedecen a los cam­ bios operados enla estructura de poder y en la organiza­ ción socio-económica en general. De este modo, analiza­ ré someramente el cambio demográfico regional -—incremen­ to y decremento de la población total y relación entre sexos y cohortes de edad-- para todo el periodo, como una 72

forma de señalar los puntos clave en los que es posible identificar cambios sociales importantes. En el análi­ sis posterior señalaré las coyunturas que llevan a estas modificaciones en el tamaño y la composición del agrega­ do.

1) Las gráficas 1-1 y 1-2 permiten apreciar periodos de crecimiento y disminución de la población en los muni­ cipios de Taretan y Nuevo Urecho durante casi 100 años.

Ziracuaretiro sólo puede contemplarse durante todo el periodo en la cabecera, puesto que el municipio se creó en 1921. Las gráficas 1-3 y 1-4 muestran el constante ascenso de la población — municipal y de la cabecera— de Uruapan durante el mismo período (véanse los cuadros

1-1, 1-2, 1-3 y 1-4).

Taretan sorprende por la gran caída de la población a partir de 1890, que no se aetiene nasta ia cuarta aeca- da del siglo XX. A partir de 1940 la tendencia se invier­ te registrando un crecimiento permanente hasta la fecha

(aunque el ultimo dato censal es de 1980). Para el gran descenso son, sin duda, de la mayor importancia, la cons­ trucción del ferrocarril Morelia-Uruapan en 1897, los desordenes revolucionarios 1910-25 — entre los que se cuenta una incursión de J. Inés 73

Chávez- y, a partir de 1921, los cambios operados por la refor ma agraria. Entre 1930 y 1940 la desorganización productiva alcanzó sus peores momentos. El inicio de la recuperación pue de fijarse hacia el fin de ese período, con la construcción de la vía ferrea Uruapan-Apatzingán. En el transcurso del quinto decenio del siglo XX se gestó la organización de la pro ducción centrada en el ingenio, lo que dio nueva vida a la re­ gión. La segunda mitad de los años sesenta fue testigo de los mayores logros en términos de salud pública, educación y expan sión paraestatalEn Taretan estos cambios se traducen en un incremento inusitado de la pendiente del crecimiento, que va más alia de la tasa de crecimiento natural.

Nuevo Urecho tiene una tendencia general similar a la de Taretan; sin embargo, se aprecian algunas diferencias. Hay un ascenso importante hasta 1900: es creíble que el ferrocarril no afectó de igual manera a ambos municipios. La distancia de Nuevo Urecho a la linea es mayor que la de Taretan, por lo que su impacto puede haber resultado positivo en térmicos de la actividad económica y el descenso es más tardío. De hecho, la población de la cabecera en Nuevo Urecho no disminuye, en tanto que la de Taretan cae abruptamente desde 1890 hasta 1921.

En 1930 se registra un gran incremento de población municipal que sólo puede estar asociado a la formación de los ejidos; aunque no debemos descartar un error en la información censal.

A partir de 1940 se inicia la recuperación que va asociada al crecimiento económico del período. El abismo entre una zona con industria y otra eminentemente agrícola, se hace evidente 74 desde fines de los años sesenta.

Ziracua'retiro se creó como municipio en 1921. La ca­ becera formaba parte, como tenencia, del municipio de Tare- tan; se sumaron un rancho perteneciente al mismo municipio,

San Andres Coru, y una tenencia de : San Angel Zuru- mucapio. La población de la cabecera no registra, así, des­ censo hasta el período 1940-50. El reparto agrario, entre

1930 y 1950, no parece haber afectado en gran medida a la po­ blación municipal. No obstante, entre 1940 y 1950, la pobla­ ción de la cabecera puede haberse movilizado hacia Taretan, durante la etapa de construcción de la vía, el ingenio y el camino. Al igual que en el caso de Nuevo Urecho, la pendien­ te de crecimiento se distancia de la de Taretan desde media­ dos de los años sesenta, en razón de diferencias en la migra­ ción hacia los centros urbanos, zonas de mayor actividad eco­ nómica y los Estados Unidos.

Uruapan es un caso contrastante. Sugiero, sin embar­ go, que las tres curvas deben verse como fenómenos complemen­ tarios: en gran medida, la población que, durante todo el si­ glo, pierden los municipios circundantes, se asienta en la

zona de Uruapan. Todo el municipio refleja un incremento impor tañte y en ello una contribución sustantiva es la población re-ubicada como consecuencia de la erupción del Paricutín. Em pero, el desarrollo más espectacular se refiere a la ciudad de Uruapan, que constituye un centro urbano de importancia co­ mercial, industrial y de servicios, cada vez mayor. La atrae- 75 ción que ejerce sobre las poblaciones de los alrededores es muy grande y en algunos renglones resulta determinante.^"*")

En suma, la región considerada, con Taretan como eje central, ha tenido cambios tan drásticos en la población que podemos hablar prácticamente de una ausencia de pobladores ori ginales. Son pocas las familias que pueden fijar sus oríge­ nes remotos en la zona. En infinidad de casos, dos, tres o cuatro generaciones dan la profundidad de arraigo de los mora­ dores. El pasado acusa cambios de residencia de los abuelos, padres o del propio ego. El recuerdo más distante suele ser la hacienda, en parte como pasado mítico de estabilidad. Es­ ta, sin duda, fue motor de atracción de mano de obra y vende­ dores de servicios, durante su época de auge; elemento de ex­ pulsión durante su larga caída. La inseguridad del medio no urbano durante la primera mitad del siglo XX apuró el éxodo de los estratos acomodados de las pequeñas poblaciones. Los que tuvieron posibilidades de hacerlo se asentaron en la ciu­ dad de México, en Morelia o en Guadalajara. Un grupo menos acaudalado se refugió en ciudades más pequeñas, como Uruapan.

Los más, tuvieron que conformarse con los centros de pobla­ ción establecidos en las areas rurales. El largo proceso de reparto agrario y formación de ejidos fue tan accidentado que fortaleció esa tendencia. La ausencia de una base social lo­ cal para este movimiento (a diferencia de lo ocurrido en Mo­ relos, por ejemplo) se combinó con la falta de arraigo ances­ tral para dar lugar a transferencias de población tan impor­ tantes. Sólo los proyectos estatales de desarrollo asociados al de la Cuenca del Tepalcatepec-Balsas, pudieron invertir la 76 tendencia al éxodo. La construcción del ferrocarril Uruapan-

Apatzingán proporcionó trabajo e ingresos que permitieron una mínima recuperación. La instalación del ingenio y las mejoras asociadas (introducción de luz eléctrica, agua potable, teléfo no; construcción del camino a Uruapan) fijaron a la población y atrajeron nuevos moradores. El financiamiénto para el culti­ vo de caña lentamente recuperó el trabajo del campo y con el a la población. Las importantes mejoras en términos de salud

(construcción de una clínica hospital de campo del IMSS), es­ colaridad (entre 1965 y 1980 se construyeron más de cuatro pri marias, tres secundarias y un bachillerato tecnológico agrope­ cuario), comunicación (pavimentación de la carretera Uruapan-

Taretan y establecimiento de una red de caminos vecinales pa­ ra la extracción de caña que comunica a todas las comunidades), favorecieron en gran medida a Taretan, pero afectaron de mane­ ra positiva al resto de la zona.

El desarrollo desigual de estos municipios es particu­ larmente notorio en términos de emigración. Aunque los datos censales no son lo suficientemente finos para mostrar esto al (32) nivel municipal, Maturana y Restrepo (1970:15) utilizaron proyecciones para dar una idea de la migración municipal neta.

Haciendo uso del mismo principio, podemos calcular la migra­ ción de los municipios considerados comparando la población real consignada por los censos, con una estimación de la pobla ción local basada en el crecimiento de la población nacional para el período. Los cuadros 1-11 a 1-15 muestran los cálcu­ los de migración para la región de estudio y el estado de Mi- 77

choacán en su conjunto durante el período 1889-1980.

Asumiendo que los datos censales son correctos, las gráficas 1-6 nos permiten apreciar el efecto acumulativo de

la población migrada en los municipios considerados. La re­

lación que establecimos entre pérdidas de población en algu­ nos municipios y adquisición en otros se aprecia claramente en la gráfica correspondiente a Uruapan. Entre 1930 y 1940 el municipio de Uruapan crece a un ritmo más acelerado que el del país en su conjunto. Esta brecha es particularmente amplia a partir de la reubicación de las poblaciones afecta­ das por la erupción del Paricutin. Los otros tres municipios sufren una emigración permanente. Esta pérdida se manifiesta como una superficie mayor en la medida en que la población del municipio al inicio del período considerado (1899) así lo fuera. El caso de control, que se refiere al estado de

Michoacán, muestra también una brecha de cierta importancia entre la población estimada y aquella que fué considerada en

Estas diferentes tendencias pueden apreciarse también en los cuadros que se refieren a los incrementos porcentuales de población por periodos de diez años (Cuadro 1-12), y a los

índices de crecimiento calculados para los mismos periodos

(Cuadro 1-11). La gráfica 1-7 permite apreciar los diversos ritmos de crecimiento de los municipios considerados, compa­ rándolos con los del estado de Michoacán y la República Mexi­ cana. 78

2) Una población no es homogénea, como podría sugerirlo el

análisis global del agregado, en términos de entradas y sali­

das netas. Al observar más de cerca, podemos apreciar la exis­

tencia de diferentes sub-poblaciones con características espe­

cíficas, que participan, por así decirlo, del comportamiento

general del agregado.

La variable de diferenciación más obvia, consignada por

los censos, es la edad. Esta denota la antigüedad de partici­ pación individual en el agregado. Utilizando este rasero, pue

den establecerse grupos de individuos que comparten una anti­

güedad es decir, cuyo ingreso al agregado se realizó dentro de un mismo período establecido de tiempo. Logramos de esta manera los llamados grupos o cohortes de edad. La asociación

de la edad con el ciclo de vida de los individuos permite apre

ciar un flujo de generaciones con historias y comportamientos demográficos particulares.

Con estas cohortes he construido una pirámides; instru mentó gráfico que contiene en la base a los recién llegados y en la cúspide a los supervivientes con mayor antigüedad en la población. . Los censos nacionales permiten la construcción de pirámides de población, a interva- (33) los de 10 anos, desde 1910 hasta 1980. En estas podemos ha­ cer dos grandes grupos de observaciones: aquellas que se re­

fieren a la estructura de edades de las poblaciones, y aquellas que tienen que ver con su composición por sexo. '

En primer lugar, llama la atención la estructura de

las pirámides por su amplia base y lo reducido de su cúspide. 79

Como pude apreciarse en el cuadro 1-16, las poblaciones representadas son sumamente jóvenes. Aún más, a

lo largo de toda la serie (1910-1980), lo son cada vez más.

Esto es, que la proporción de jóvenes (grupos 0-9 y 10-19) ha sido siempre muy importante con relación a los adultos y a

los viejos, pero es cada vez más importante. Estos grupos de jóvenes, que representaban alrededor del 45% de la población en 1910, en 1980 ocupan entre el 57 y el 60%. De manera simi_ lar, las personas que componen los grupos mayores de sesenta años, aunque son proporcionalmente muy pocas, han incrementa­ do también su importancia relativa. En cambio, las personas en edad activa (entre 20 y 50 años), sólo en ocasiones han llegado a constituir la mitad de la población y tienden a for mar una porción cada vez más pequeña: hacia 1910 ocupaban al­ rededor del 50%, mientras que en 1980, en ningún caso, llegan al 40%. Este grupo es importante pues se supone que aquellos que lo componen llevan el peso de la producción y son los en­ cargados de la manutención del resto de los miembros de la sociedad.

En los municipios que comprende la zona de estudio encontramos exactamente la misma tendencia. El problema apa­ rece más agudo, sin embargo, dado el elevado índice de migra­ ción, que incide particularmente en los grupos de edad de 20 a 59 años. De hecho, esta diferencia puede observar también

entre las cifras correspondientes a todo el país y las reía-

ivas al estado de Michoacán, ya que éste constituye un foco

importante de emigración. 80

Podemos observar también la relación que guardan hom­

bres y mujeres en las distintas poblaciones para el período

1910-1980. En general, puede decirse que no hay graves dispa

ridades en esta relación. Como se ve en las pirámides y en

el cuadro 1-17, la población nacional permanece muy cerca del

punto de equilibrio todo el tiempo. Ciertamente se nota algu­

na disparidad en los años posteriores al conflicto revolucio­

nario iniciado en 1910, pero la situación se restablece pron­

to. Lo mismo podría decirse del estado de Michoacán; donde,

en todo caso, podría notarse una tendencia mínima a pasar de

un ligero exceso de mujeres a uno, aún más pequeño, de hombres,

entre 1921 y 1980. En los municipios estudiados no existe tam

poco una tendencia clara. Nuevo Urecho mantiene, con una sola

excepción en 1970, un exceso de hombres durante todo el lapso.

En ocasiones, (1889 y 1940, por ejemplo) esta diferencia pare­

ce importante. Como tal cosa coincide con aumentos notables

de la población municipal, podría pensarse que se trata de in­

migración. Sin embargo, la relación de masculinidad por gru­

pos de edad no lo confirma (véase el cuadro 1-18), , por lo que la diferencia podría ser muy pequeña

(ver cuadro 1-19) - Taretan inicia la serie con un exceso

de mujeres en 1889, pero rápidamente vuelve al punto de equili brio y se mantiene ahí. Podría simplemente subrayarse que la

variación es siempre hacia un -ligero exceso de mujeres; salvo

én 1980, que ocurre lo inverso. Uruapan con la excépción de 1889, mantiene un exceso de mujeres durante todo el período,

aunque en 1921 y 1930 la diferencia es un poco mayor. Zira-

cuaretiro parece alternar una ligera diferencia a cada período, 81 pero sólo en 1960 el exceso de hombres tiene relativa importan cia (ver la gráfica 1-8).

Los coeficientes de mortalidad de una población indi­ can la velocidad de salida de sus miembros durante un lapso de tiempo por razones no migratorias. Estos ritmos se incremen­ tan, de manera general, con la edad; salvo en el caso de la mortalidad infantil. De este modo, una generación tiende a representar una porción cada vez menor de la población, a me­ dida que sus miembros tienen más edad. Intervienen en ello, sin embargo, dos grupos de factores: aquellos que tienen que ver con la edad estrictamente y aquellos qúe son específicos de cada generación. Los que son imputables a la edad están en relación con los llamados niveles de bienestar de una pobla ción. Cambian, por lo tanto, con el "progreso" tecnológico el "saneamiento" del medio, así como con las formas de organi­ zación de la producción y el consumo que inciden sobre la ali­ mentación y la dieta. Todas las generaciones que componen una población están inmersas en esta problemática, pero cada una de ellas enfrenta, además, problemas específicos que le atañen de manera particular: guerras, epidemias, sequías, plagas, mi­ gración...

Las pirámides de población permiten apreciar el peso relativo que cada una de las distintas cohortes de edad tiene en la población de que forma parte. Los cuadros 1-9 al 1-25 hacen posible la comparación de estos diferentes pesos relativos a lo largo de todo el período: las lineas muestran, para cada columna o cohorte, el porcentaje que representan los hombres

(H), las mujeres (M) y ambos (T) de la población total de ese 82 año. Puede verse, así, cómo las generaciones de mayor edad representan porcentajes menores de la población total que las generaciones más jóvenes. Al mismo tiempo, puede observarse de qué manera una misma generación evoluciona a medida que pa san los años. La generación 1921-30 de Taretan, por ejemplo, pasa del 24.88% de la población en 1930, al 21.83% en 1940, etc. En general, las generaciones tienden a perder miembros a medida que acumulan años de edad. Cuando en vez de dismi­ nuir el peso relativo de una cohorte de un decenio al otro,

éste se incrementa, es muy obvia la incorporación de nuevos miembros vía inmigración. Tal es el caso, por ejemplo, de

Uruapan, para todas las cohortes que ingresan a partir de

1911. En otros casos, la inmigración no es tan obvia, pero también podría apreciarse en los ritmos de salida de los in­ tegrantes de una generación. Para ello se elaboró el cálcu­ lo que aparece en las lineas correspondientes a cada decenio, donde se consideró como base 100 el total de miembros de una cohorte en el momento de su ingreso a la población (i,e. la cohorte 0-9). Siguiendo las columnas, puede observarse el distinto ritmo de cambio que cada una tiene en el tiempo.

Desgraciadamente no contamos con una serie lo suficientemente amplia para que incluya el ingreso y la salida de una misma cohorte. La mayor profundidad corresponde a la generación

1901-10, que puede observarse a lo largo de ocho decenios. De cualquier manera esto nos permite constatar la especificidad del comportamiento demográfico de cada generación. Como pue­ de verse en las tablas, es defícil distinguir algún patrón general que sea común a todas las generaciones. Esta obser- 83 vación puede complementarse con los cuadros relativos a la relación entre los sexos por generación, en los que tampoco aparece una tendencia general(cuadro 1-18).

En. suma, los cambios en la población indican trans­ formaciones sociales más profundas. Las causas de los drásticos incrementos y decrementos de la población total podrán comprenderse con mayor exactitud en los capítulos siguientes, que señalan las características de cada perio do. Asimismo será posible observar más de cerca las ca­ racterísticas diferenciales de los distintos subgrupos de pobladores de la región que aquí aparecen sólo como componentes de un agregado. 84 -

D) Recapitulación.

En lo que hasta ahora hemos expuesto se sostiene que, en el proceso general de adaptación, definido como un proce so de transformación organizada del entorno, es posible dis cernir procesos particulares de cambio social, de ajuste e interacción cotidianos. Ellos permiten hacer comprensible en el tiempo el resultado de una trama de relaciones que subyacen a la continuidad de un ordenamiento social parti­ cular. En la trama total se privilegia un tipo específico de relación que resulta en intercambios sistemáticamente desbalanceados y que afecta tendenciosamente el resultado de otras relaciones: el poder. Definida como una capacidad para llevar adelante un proyecto propio por encima de pro­ yectos alternativos que se sustenta en el control de porcio­ nes del entorno significativas para los demás involucrados, este tipo de relación permite acotar un conjunto de víncu­ los con los que es posible construir una estructura Esto es, un arreglo sistemático de relaciones que muestran el acomodo particular de los participantes con respecto a los intercambios recíprocos que exige la lucha por establecer sus propias prioridades en el destino de los recursos. Di­ cha estructuración es sumamente extensa y compleja.

En este trabajo se delimita un ámbito de relación que puede considerarse como un campo socio-geográfico y que se define como un espacio de adaptación: la región. En el se - 85

, atiende particularmente al proceso político como un área de

relaciones características que orientan la actividad y la

estructuración sociales^ y a los procesos de trabajo como la­

zos de relación que caracterizan la adaptación y dan forma

al ámbito regional. Con esta base se delimita un campo po­

lítico regional que se refiere específicamente a la interac­

ción orientada a la lucha por el poder en las condiciones des critas a cada paso. Al mismo tiempo, se señalan colateral­

mente los rasgos distintivos de otros campos sociales en

los que participan los actores involucrados y que inciden

en los acontecimientos estudiados (veanse desde esta pers­

pectiva "La Huerta", la CRMDT, la Comisión del Balsas, etc.)

En cada campo, para identificar la relevancia de algu­

nos de los actores se ha subrayado la trama que los enlaza.

Esta red suele trascender el campo de manera generalizada.

Aquí sólo se pretende trazar sistemáticamente las redes

grtQQgT^Lricas ^ue o s i b i o apoyos de lus denominados "dirigentes agraristas". Sobre esta base se

señalan también los conjuntos de acción que ellos mismos

definieron y superpusieron hasta formar un quasi-grupo em­

pleado como recurso en su actividad como núcleo dirigente.

El análisis de los procesos cotidianos de interacción

y ajuste permite enfocar las presiones diversas a que se en­

frentan los actores y las consecuencias de sus actos en ter

minos de la orientación de su actividad y de sus alineamien- - 86 - tos futuros, para armajr con ellos un andamiaje que permita comprender sus relaciones más estables. En cambio, el aná­ lisis de procesos revolucionarios implica la descripción de­ tallada y pormenorizada de sucesos y acontecimientos en rá­ pida progresión que indican las modificaciones estructurales más importantes. En un proceso político, los periodos de cambio rápido se precipitan cuando hay una ruptura abierta de la normatividad aceptada, la costumbre, y ponen al des­ cubierto situaciones de conflicto que no pueden resolverse dentro de los cauces normales de interacción. Entonces, pue­ den identificarse umbrales "dramáticos", en los que el trán­ sito inmediato permite establecer con detalle las transfor­ maciones en las relaciones que componen la estructura total del campo bajo estudio.

El proceso social descrito se ha dividido, de acuerdo con los datos recabados, en tres etapas, denominadas hacien-

{Capítulo T T \ cjJLUctJ. (Capitulo III) e ingenio-plantación (Capítulo IV). La primera y la ultima se consideran como etapas de relativa estabilidad, aunque esto resulta mas de una estrategia analítica que de la realidad social. En ambas se pone énfasis en un modelo estable que permite atender a la distribución de los recur­ sos más significativos lograda por los actores involucrados en la disputa por el poder. La fase intermedia, de transi­ ción revolucionaria, implica cambios sustanciales en el or- - 87-

denamiento social de la region y en la distribución de los recursos fundamentales. Las cualidades dramáticas de la transición aluden a las definiciones en los campos y las tensiones en las redes.

El tránsito estudiado no puede entenderse estrictamen­ te en términos de la vida política local. Su comprensión necesariamente involucra procesos más generales de cambio generados fuera de la región que repercuten en ella, así como ajustes requeridos por la incorporación de la región en un esquema más comprensivo y complejo de organización social. Este problema se enfrenta en dos vertientes. Pri­ mero, mediante una descripción somera de los cambios opera­ dos en la sociedad mexicana por el proceso revolucionario iniciado en 1910. Segundo, haciendo uso de una herramienta que da cuenta de la escala en términos de su diferenciación estructural (niveles de integración), se subrayan las ten­ dencias de ajuste en un proceso de consolidación nacional verticalmente organizado, en el que la construcción del

Estado, como una estructura de poder y como un aparato de do mináción,es una constante.

Finalmente, se plantea que este proceso exige el esta­ blecimiento de una estructura de mediación. Esto es, de un arreglo sistemático de relaciones que muestra la forma en que un actor pone en contacto dos ámbitos que antes no es­ taban articulados o en los que dicha articulación se rede- - 8 8 -

fine. El elemento mediador no sólo recibe poder de ambas

partes para la realización de su actividad sino que, sobre

esta base, define las características de la relación entre

los ámbitos. En el caso que nos ocupa, la estructura de me

diación surge como una forma de lograr la redefinición de

las relaciones entre la región y el Estado como parte de un proceso de modernización económica y consolidación política verticalmente organizadas. Una vez lograda la redefinición ese tipo de mediación es prescindible^ en la medida en que se logran transferir sus funciones a formas jurídico-políti cas más estables, y resulta un estorbo,en la medida en que puede lograr cierta autonomía mediante la manipulación de los propios mecanismos en que se sustentaba.

Sugiero que la nueva relación con el Estado ha hecho del ayuntamiento una forma jurídico-política compleja que permite burocratizar la mediación y orientar el proceso po-

^ ^ j- un cjLcmeunj uj.ctve en el análisis de la lucha por el poder en la medida en que reúne las características de un marco de interacción anta­ gónica (una arena política); un recurso valioso para los grupos en pugna (una posición de poder); y un espacio admi­ nistrativo en el que se eslabonan distintos niveles de re­ laciones sociales (una posición inter-jerárquica). 89

CAPITULO II.

El dominio organizado por la hacienda-plantación.

Introducción.

Este capítulo intenta presentar las características principales de la estructura de poder que aparece en la primera fase del periodo analizado. Se considera que la hacienda está en el centro de esa estructuración y esto de­ riva del argumento central planteado arriba. La "hacienda", como abstracción de una compleja serie de unidades de pro­ ducción con características similares, es un sujeto prepon­ derante y el actor principal.

Es necesario advertir desde ahora, que intento estable­ cer los rasgos más importantes de una estructura de poder en la que puede encontrarse a "la hacienda" como núcleo rector.

Se trata de un modelo construido con información fragmenta­ da y dispersa que apunta hacia el predominio de una forma de organizar la producción y el consumo en la región. Una multiplicidad de haciendas, ranchos, huertas, estancias ga­ naderas, talleres artesanales y otras unidades productivas componen el universo real. Dentro de cada una de ellas, además, existen variaciones importantes. Aquí lo que me interesa destacar es la primacía de una forma de organizar la producción que estructura en su derredor las demás acti­ vidades; estas aparecen entonces como complementarias.

La definición estructural se buscó en términos de la 90

, identificación de los principales recursos, su importancia

relativa y el control ejercido sobre ellos. Destaqué con

esto el papel de la tierra, el agua, el capital, el trabajo

y la organización productiva misma, como áreas generales de

demarcación. En seguida se determinó quien controlaba esos

recursos, de qué manera y cual era el destino que les estaba

dando. Aquí se establecieron los vínculos estructurales más

importantes en términos de "control", como definitorio de la

estructuración del poder. Las relaciones privilegiadas se

refirieron, entonces, a la propiedad, el usufructo o la ca­ pacidad de explotación de los principales recursos; la orga

nización del trabajo, incluyendo la orientación tecnológica

y de empleo del recurso; y la organización política, en tér minos de los espacios sociales en que se establecían las

normas generales de la actividad local y aquellos en los que podía disputarse esa orientación.

Todo esto implicaba comprender el funcionamiento idea, del aparato productivo de la hacienda y la forma en que se articulaban las demás actividades dando forma a la organi­ zación socio-política regional. La tenencia, administra­ ción, organización y jerarquía de los recursos orientada por la hacienda se detalla abajo. Se esboza, además, el papel de la villa de Taretan como centro "urbano" directa­ mente vinculado al funcionamiento de la unidad productiva más importante de la zona, y se senalan las consecuencias de esta interrelación. 91

Finalmente, se considera que la integración de esta di­ versidad orientada por la actividad de la hacienda podría verse en el espacio privilegiado del ayuntamiento. Este pue de considerarse como una arena política en el sentido de que permite al expectador observar con claridad las manifestacio nes de la interacción de intereses alternativos que buscan alcanzar decisiones con reconocimiento general. La interac­ ción siempre es antagónica, pues denota rivalidad y oposi­ ción sustancial o habitual, pero no siempre es conflictiva ni lleva al combate abierto. Además, resulta vital la con­ sideración de las secuencias de acción y de participación que de el quedan excluidas.

En suma, en lo que sigue se presentan los rasgos bási­ cos de la estructura de poder que tiene en el centro a la hacienda-plantación. Deliberadamente se plantea un modelo estable y uniforme, que permita contrastar los rasgos es­ tructurales de esta primera fase con la ultima del capitulo

IV y con el periodo de transición analizado en el capítulo III. 92

A) Las haciendas.

Un recorrido por la región, completado con información recogida entre los habitantes de la zona, da la impresión de encontrarse con una gran cantidad de haciendas/ 'Existen más de 15 cascos con sus respecti­ vas instalaciones de molienda, o lo que queda de ellas.

De cara al pequeño valle y con el bosque a sus espaldas, cada una de estas viejas e inmensas construcciones da idea de la prosperidad de otra época y plantea la inte­ rrogante sobre el tamaño de las propiedades. La infor­ mación oral hace hincapié en los estrechos lazos entre las haciendas y en el hecho de que muchas pertenecía a una sola persona. Debe pensarse en media docena de gran des propiedades divididas, cada una de ellas, en varias unidades de explotación; por razones de tecnología del transporte, primero, y por fraccionamientos sucesivos, después. En primer lugar, la hacienda de Taretan y Ane­ xas, con Patúan, la Purísima, San JOaquin, la misma ha­ cienda de Taretan y varios ranchos o estancias como te- rrenate, Hoyo del aire y Chupanguio. En segundo lugar estaría lo que podemos denominar San Marcos y anexas, con la hacienda de este nombre y las de TahuejoyEl Sabino. - 93-

Un tercer gran complejo sería el compuesto por las ha­ ciendas de San Vicente y Tipítaro.

En cuarto lugar, las haciendas de Tipitari-

11o, Tepenahua e Ibérica, al sur, en los límites de nues tra región. Finalmente, las haciendas de Caracha-Zirimí cuaro y Temendan, formaban dos propiedades, algo menores en extensión, pero de características similares.

1) La tenencia de la tierra.

En 1889, la Noticia de la propiedad rústica del estado de Michoacán (M.G., 1889) consigna 5956 caba- ? ' Herías de tierra en el distrito rentístico de Uruapan y 26173$ en el del Ario de Rosales. Considero que en el primero podrían establecerse tres grupos de propiedades.

Una primera sección que se refiere a Uruapan y sus inme­ diaciones en la tierra templada; otra que incluye la zo­ na de la meseta purépecha y las tierras de las distintas comunidades indígenas; y una tercera donde aparecen las propiedades de la zona templada de Santa Clara y San Se­ bastian. Nos ocuparemos aquí de la primera sección úni­ camente. ESta incluye 17 entradas, con un total de 709 caballerías (30 345.20 Has). De estas, 191 (8174.8 Has)

Corresponden a las haciendas de San Marcos y Cofradía,

Tomendán, Taretan, Tahuejo y Zirimícuaro. - 94-

Tres propietarios detentan 55 caballerías (2354 Has.) 5 el rancho el Papallo de Martín Cardona, 23 los terrenos Buena vista y Toreo el Alto de Espiridión Coria y 27 las huertas de Ignacio Valencia. El resto de la propiedad rústica lo constituyen 2656 propietarios que reúnen una superficie total de 463 caballerías (19816.4 Has.).

De este modo, tenemos que 5 grandes propieda­ des centraban casi el 27% de la propiedad rústica en la zo na, con un promedio de 1624.4 Has. por hacienda (la mayor,

Taretan, cuenta con 3809.2 Has. y la menor, Tahuejo con

770.4 Has.) Los tres propietarios medios tenían cerca del

8 de la propiedad rústica. Los pequeños propietarios, aun­ que reunían el 65.3% de la tierra, sus terrenos no alcaza- ban, en ningún caso, superficies mayores de 14 Has., habien do algunos que alcanzaban menos de hectárea y media. En lo que hace a la calidad de la tierra, las haciendas concentra­ ban 108 caballerías de terrenos de riego y sólo 9 de tempo-:

rías de temporal y sólo 103 de riego. El uso que daban a la tierra era también contrastante. Sólo una de las haciendas

-la que cuenta con terrenos de temporal- parece haber pro­ ducido maíz. Su producto declarado era la caña, y sembra­ ron 1703.50 Has., 18500 tareas en ese año. Las pequeñas propiedades, en cambio, produjeron maíz (35000 fanegas), trigo (2548 cargas), frijol (500 cargas), café (18100 arro bas), frutos semitropicales (17124 cargas) y, en menor me

dida, caña, (consignando 3900 arrobas de sobrón). - 95

Produjerón así, 81.44% del maíz, todo el trigo, frijol, ca­ fé y productos de las huertas en la zona, mientras que las haciendas se orientaron a la producción de azúcar, pilonci­ llo y alcohol .

En 1921 el presidente municipal de Taretan in­ formó a la Unión de Ayuntamientos de la República Mexicana

(AMT-Fomento/ No.44 Sep. 10, 192l) de la existencia de 4 haciendas en el Municipio de Taretan y su tenencia de Zira- cuaretiro. Estas haciendas, Taretan con sus unidades ane­ xas, La Purísima, Patúan y San Joaquín y sus ranchos anexos:

Chupanguio, El Caballo, Terrenate, Los Hornos y Hoyo del

Aire; Tahuejo con su rancho anexo, el Guayabo; (dejaba fue­ ra a San Marcos y el Sabino, por encontrarse en el municipio de Uruapan); Zirimícuaro con su rancho anexo de Corú; y

Caracha con su rancho la Concepción; dejaban lugar a dos ranchos independientes: El Copal y el Papayo.

De acuerdo con estos datos, el panorama al fi­ nal del siglo XIX es un pequeño grupo de haciendas orien­ tadas a la producción para el mercado que, gravitan en tor­ no a una serie de pequeños propietarios productores de a- limentos básicos. Esta situación cambió con el tiempo.

Las haciendas parecen haber crecido en proporción y los pe­ queños propietarios haber disminuido hasta casi desapare­ cer. La información al respecto no es muy detallada. Sin embargo, es claro que las haciendas crecieron sobre las pequeñas propiedades en el último decenio del siglo XIX y el primero del XX. , El caso más claro es el de la - 96-

hacienda de Taretan que en 1889 tenía 3424 Has. (M.G. 1889).

En 1911, fecha en que presentó un plano topográfico para

la composición del predio, ostenta una superficie de 16 345-

73-66 Has. (ÀSRA-25/12583). En 1936, cuando se consumó el reparto agrario, los diversos informes de afectación sólo

consignan una superficie de 8030-44 Has. en total para la

Hacienda de Taretan y sus anexas; si bien reconocen que

fraccionó y vendió una parte, además de ceder otra de cerri

les para ejido (ASRA-Morelia; diversos expedientes; Mpio.

Taretan). Estas modificaciones en el tamaño de la propie­

dad seguramente se hicieron en detrimento de los propietarios pequeños. De acuerdo con un padrón censal del municipio de

Taretan de 1905, el número de propietarios que subsistía

al lado de las haciendas era relativamente pequeño. Aparte

de unas cuantas propiedades medias, las únicas pequeñas

extensiones existentes eran los solares del pueblo dedica­

dos a huertas mixtas de frutales y café (AMT-PGH-1905).

Otro aspecto importante de la gran propiedad

en la zona es el relativo a su administración. En general,

las haciendas de la región tenían al frente un administra­

dor y sus dueños no residían en ellas. Estos, a nombre de

los hacendados, o al suyo propio cuando tomaban las propie­

dades en arrendamiento, dirigían los trabajos de las unida­

des productivas. Resulta entonces imprescindible ocuparse

de los administradores, a quienes los peones se referían co rno "los patrones" y que, junto con un grupo de servidores

calificados de la hacienda, serían los beneficiarios indi- - 97-

rectos de la lucha y el reparto agrario.

2) La administración de las fincas.

Los administradores ocupaban el lugar central en cada una de las unidades productivas a que nos hemos referido y que se comprenderán mejor más adelante. Había, por lo tanto, un número regular (por lo menos 10) de admi nistradores a un mismo tiempo en una región relativamente pequeña. Aunque pueden haber tenido algún superior inme­ diato, en "su" hacienda cada uno era amo y señor. Entre todos formaban un pequeño grupo, que, unido a los comer­ ciantes, agricultores y ganaderos libres, a los especialis tas y artesanos de más alto rango, residentes en la villa de Taretan, constituían una pequeña burguesía regional a- graria.

Este grupo de administradores resulta interesante además por su relativa movilidad. En general, era gente de fuera de la región que iba a ocuparse de la administra­ ción de una finca y, después de cierto tiempo, cambiaba de lugar. En muchos casos fueron extranjeros (españoles e incluso franceses) aunque con alguna experincia previa en

México. En otras ocasiones, las más quizás, venían del

Bajío: Puruándiro, Panindícuaro, San Francisco

Angamacutiro. Llegaban a desempeñar el puesto acompaña­ dos de su familia, la que pronto intimaba con los demás habitantes de Taretan. En la actualidad los hijos de ad­ ministradores se conocen entre ellos, por haber concurrido - 98 - a la escuela juntos o haber tenido niñez y juventud comu­ nes. Había además, entre ellos, hermanos que desempeñaban el cargo en dos unidades distintas. En el desempeño de su trabajo requerían de gente que les fuera leal y lleva­ ra adelante sus órdenes, por lo que en muchos casos traían consigo o eran seguidos por parientes o amigos que ingresa ban en la nómina de la hacienda. Algunos "se acasillaban", otros preferían asentarse en la población de Taretan.

Su relación con los grupos acomodados de la población hizo aparecer lazos entre familias que hicieron arraigar a algunas de manera definitiva. Al dejar el puesto (o desde antes), podían aprovechar sus conexiones locales para dedi­ carse al comercio, la arriería, el cultivo de huertas o la cría de ganado. Cuando la revolución hizo difícil la cornu nicación y "descompuso la administración", a decir de los lugareños, los propietarios decidieron arrendar las fincas.

Las unidades en arrendamiento fueron las secciones que los proplus administradores conocían, por lo que, las las veces, ellos o sus descendientes, aprovecharon esta oportunidad. En ocasiones lo hicieron solos, en ocasiones con la colaboración de capital e intereses locales, otras veces, incluso, operando como sociedades de producción.

Nacieron así las sociedades Fernández y Castaño, Chávez y

Duarte, Pérez y Bautista, y otras. Finalmente, cuando el reparto agrario desintegró la gran propiedad, algunos de ellos compraron las pequeñas propiedades respetadas a las haciendas y la maquinaria que en ellas quedaba. - 99 -

La existencia de este grupo me parece interesante por las razones señaladas, pero además considero que per­ mite entender las grandes similitudes encontradas en lo que hace a la organización interna de las haciendas y el control del ciclo productivo. Por lo mismo, creo que es posible generalizar y hablar, para esta región, de "la ha cienda", refiriéndome con ello a las unidades mencionadas y cuyo funcionamiento describo a continuación.

3) Los recursos productivos

Lo que hasta ahora he llamado unidades productivas de la hacienda, es cada una de las secciones de ésta a que me he referido. En un principio, la división parece obedecer únicamente a qué, dadas las condiciones del te­ rreno, resultaba más efectivo tener varios centros de mo­ lienda que transportar la caña en muías y carretas tiradas por bueyes a largas distancias. La Hacienda de T retan, por ejemplo, tenía 8 molinos en 1889 (M.G.-Fincas Rústicas).

Después, esto permitía mayor eficiencia en el control ad­ ministrativo de unidades relativamente pequeñas. Finalmen te, con esa estructura podían arrendarse o venderse una o varias unidades sin mayor perjuicio para las demás. Esto resultó muy cómodo en el momento del reparto, pues fue más sencillo fraccionar partes de ellas. En todo caso, sin em­ bargo, debe quedar claro que estoy tratando de establecer un modelo, algo así como la unidad hacendaría regional ideal. 100

Contamos con una descripción detallada de una de

estas unidades, la hacienda de la Purísima, a fines de los

años treinta. De acuerdo con el informe que el Ing. Alber

to Rendón rindió al Banco Nacional de Crédito Agrícola

(AJM-BNCA, Exp. La Purísima), ésta hacienda contaba en e-

nero de 1937 -—justo antes del reparto agrario— con 522-60

hectáreas de riego (5-40 que serían ocupadas por la vía del

ferrocarril y 12-80 en que se asentaban el casco de la ha­

cienda y el poblado). Los expedientes de dotación ejidal

señalan 140 Has. de riego más, 202-80 de temporal, 1789-40

de monte y 1600 de pastal cerril y monte bajo (ASRA-247,

Dotación). El poblado contaba con "las siguientes cons­ trucciones: una casa en regulares condiciones, con cuatro habitaciones, un trapiche movido por fuerza hidráulica, una casa de calderas anexa al trapiche, 20 casas en rhalas

condiciones que utilizaban los peones acasillados y, como anexos a estas construcciones, se encuentran corrales pa­ ra ganado y macheros" (AJM-BNCA, Exp. La Purísima).

Por los recorridos realizados, me parece qus pue­ de tomarse esta descripción como un buen ejemplo de lo que tenían estas unidades: terrenos de riego, temporal, bosque y agostadero, así como instalaciones para los ani­ males de tiro y carga, para el procesamiento de la caña, bodegas e instalaciones para el administrador y los traba

jadores "acasillados", herramientas y aperos de labranza y talleres para su elaboración y mantenimiento. Contaba, además, con abundancia de agua proveniente de manantiales 101 cercanos que se utilizaba tanto para el riego como para la generación de fuerza motriz.

Estas unidades partían de ese cúmulo de recursos para la elaboración de un producto destinado al mercado, la pero existía en/administración una clara conciencia de los límites y la finitud de algunos de ellos. La tecnología utilizada se aplicaba al aprovechamiento máximo de estos recursos, pero siempre en relación directa con el cuidado de los mismos, que era mayor mientras menores fueran sus posibilidades de renovación.

a) El agua.

Todas las unidades están asentadas en lugares en que pueden aprovecharse las caídas de agua, y las obras hidráulicas que hasta la actualidad se utilizan (canales, drenes, presas de almacenamiento y distribución), fueron construidas por las haciendas. En Taretan, Uruapan y Nue vo Urecho las obras hidráulicas básicas estaban ya con­ cluidas en los años treinta ( Foglo Miramontes 1936:1,270).

Aún hoy llevan los mismos nombres de las haciendas o ran­ chos que las realizaron para su beneficio. En Taretan, las presas y canales San Antonio, San Joaquín o Taretan siguen siendo el esqueleto fundamental del sistema de riego. Los pequeños propietarios de la ex-hacienda de Caracha, en Zi- racuaretiro, pueden mantener en la actualidad un balneario, un vivero y una huerta de aguacate con una mínima parte del manantial que brota junto a la casa grande. 102

El agua por lo tanto, era objeto de algunos cuida­ dos, ya que se realizaron obras de drenaje y condución de relativa importante. El mas claro ejemplo es el Valle de la

Purísima, donde el drenaje permitió abrir al riego una super

ficie muy amplia. Cuando se producía arroz, los cálculos pa

ra el uso del agua debían ser muy exactos, por la abundan­

cia con que ésta se requería. Tal es el caso de la Hacienda

de la Parota, donde, en 1911 se pagaron $150.00 por "la me­

dición de agua" (Diario de contabilidad: Foja 159). No obs_

tante, se trataba de un recurso abundante en la región, por

lo que el celo no era excesivo. La hacienda utilizaba toda

la que necesitaba y estaba dispuesta a proporcionar agua a

otros usuarios. Tal es el caso de algunas huertas mixtas

que, en la población de Taretan, se regaban durante los fines

de semant Esto no se logró, sin embargo, sin la interven­

ción del Prefecto de la villa (artesano especializado que

realizaba obras para la hacienda y al mismo tiempo era pro­

pietario de huertas), quien propugnó por un reglamento de

aguas (de 1871)en que se asentaba el acuerdo. Al triunfo de

los carrancistas, un grupo de población asentado tardíamente

en la villa y sin derecho al agua, promovió la "nacionaliza­

ción" de aguas y canales, con lo que, a partir de 1916-17,

la hacienda utilizó este recurso mediante concesión federal

(ASRA-247, Dotación). No obstante, la obra hidráulica fue

realizada por las haciendas y ellas la controlaron hasta el reparto,

b) La tierra La tierra, al contrario, como recurso finito y no - 103 - renovable, era objeto de muchos cuidados. La hacienda solo se deshizo de la tierra, obligada por la reforma agraria carde- nista. Ante la inminencia del reparto, cedió para ejido una parte de monte y cerril con el fin de salvar el riego. Tras ese fallido intento, fraccionó y vendió una parte en dos see ciones aledañas a la población. Finalmente, ambas estrate­ gias fracasaron y al verse derrotada legalmente y por la fuer za, sus tierras fueron ocupadas por los ejidos. En el cultivo de la caña, como veremos con detalle más adelante, se preparaba la tierra con el mayor cuidado y s€ tomaban precauciones para evitar la erosión; sobre todo en los terrenos de riego. Se ponía mucha atención al trazo de los surcos y a su adecuada pendiente, para que el agua co­ rriera sin deslavar el terreno. Se colocaban topes de hoja de caña para mantener la humedad, disminuir la corriente y re tener la tierra cuando, hacia el fin del ciclo, el riego ha­ bía hecho un cauce más profundo. Muchas veces, al arrendar las fincas, se prohibía expresamente el cultivo de arroz, pues la inundación de laderas erosionaba la tierra en exceso

(cf. G. Sánchez, 1979:70). Se tenía el cuidado de rotar los cultivos, sembran do caña en un potrero y, tras dos cortes (tres a lo más), se sacaba la plantilla que se sembraba en otro lugar, dejando el primer terreno para maíz y ganado. Esto garantizaba el descanso de la tierra y su fertilización. Algunas veces se recogía el abono animal de los corrales y se esparcía en los terrenos barbechados antes de plantar, y ocasionalmente se 104-

llegaba a trasladar el estiércol a lomo de muía para ponerlo

en las plantillas cuando, iniciaban su crecimiento. La regla,

sin embargo, era que el ganado entrara a los potreros en des­

canso, donde comía el desperdicio de la caña y fertilizaba la

tierra. Esto traduce una lógica de explotación que hoy se ha perdido:

el aprovechamiento integral de los recursos, c) El ganado

El ganado era fuente de fertilizante, pero consti­

tuía, sobre todo, fuerza de tiro y carga? una pequeña parte

se mantenía para carne y leche. Aunque generalmente pacía

en cerros y laderas, se contaba muchas veces con cerriles y

agostaderos aptos únicamente para ese tipo de explotación.

Como forrajes adicionales tenían el rastrojo de maíz al fin

de la temporada de lluvias, y, durante las secas, punta y

hoja de la caña quedaban en los terrenos recién zafrados.

En ocasiones, el adminsitrador, los mayordomos y algunos de los sirvientes tenían gando de su propiedad al que

en conjunto. La mayor parte, sin embargo, pertenecía a la

hacienda. La memoria de gobierno de 1893 proporciona una i-

dea aunque parcial de la magnitud de esta actividad (cuadros

11-2 y 11-3).

La asociación ganado-cultivos se ha mantenido du­

rante años y a uno de los antiguos hacendados se atribuye la máxima que lo sanciona: "el que siembra y cría, gana de no­ che y de día". 105 d) La Herramienta

Herramientas y aperos se fabricaban dentro de la

hacienda en su mayor parte. Los de uso más frecuente -—ara­

dos de metal y madera para distintos terrenos, machetes y

azadas para los peones— estaban a cargo de carpinteros y he

rreros residentes. Una casa de máquinas albergaba talleres e

instrumentos cerca de las instalaciones del trapiche.

- Cuando la maquinaria del trapiche y las ruedas hi­

dráulicas fueron de madera, su fabricación se realizó local­

mente; al introducirse el uso del acero; rodillos, viguetas

y engranes se traían de fuera de la región. En la villa de

Taretan había especialistas encargados de montar la maquina-

ria y repararla cuando así se requería, fabricando en el lu-

gar todos los aditamentos que permitieran su adecuado funcio

namiento. De aquí el papel fundamental del centro urbano co­ mo creador de bienes de capital.

e) La mano de obra

De acuerdo con la información oral, el recurso más abundante era la manode obra. Peones había en cantidad

y siempre existía la posibilidad de traerlos de otras regio­

nes cuando no se reproducían localmente en números suficien­ tes. Los salarios eran bajos, las condiciones de trabajo du

ras y exiguas las ventajas obtenidas por los acasillados, que fácilmente eran despedidos. Era importante el empleo de jornaleros libres, especialmente en la época de zafra, y no existía la retención por endeudamiento o arraigamiento. 106

No me fué posible consultar libros de contabili­ dad de las haciendas, por lo que estas opiniones no pudieron ser contrastadas. No obstante he derivado algunas sugeren­ cias que podrían completar el cuadro, de dos documentos en­ contrados en Taretan: un libro de contabilidad de una propie dad menor, dedicada a la producción y comercialización de piloncillo en 1909 (SJA-Lc); y un padrón general de habitan­ tes levantado por la municipalidad en 1905 (AMT-PGH). Informa ción adicional puede obtenerse de la información censal.

El primero contiene las listas semanales de raya correspondientes a la zafra número 3 -del 28 de junio al 5 de diciembre de 1909- de la denominada "negociación agrícola

San (José) Antonio", del Sr. Germán Rodríguez. Durante 23 semanas se anotan los nombres de los trabajadores y sus joma les diarios en la forma que aparecen en el cuadro No 11-4 .

Se desprende de ahí el sistema de pago que en principio era semanal, aunque existía la posibilidad de un avance, denomina do "suplemento", que se entregaba a media semana y podía ser en maíz o dinero. Al fin de la semana se cubria el resto.

Los jornaleros se contabilizaban en reales y medios reales, aunque la cuenta semanal se establecía en pesos y centavos, a razón de 8 reales por un peso. Aparece una columna de deu das, pero estas no eran muy importantes y se resolvían en po co tiempo. En ocasiones procedían de avances de maíz en se­ manas que no se trabajaban completas; otras veces aparecen sin asentarse el motivo. Los salarios no eran uniformes para todos los trabajadores. Sin embargo, un mismo trabajador 107- casi siempre recibía lo mismo por día. Esto hace pensar en distintas categorias entre ellos.^ Si los agrupamos de acuer­ do con sus percepciones durante las primeras 20 semanas encon tramos lo que aparece en el cuadro 11-5 .

Descontando los que reciben dos reales o menos por día, aparece, casi sin excepción, una estructura pirami­ dal de cuatro renglones.

Por ejemplo,la semana No. 1:

Reales trabajadores % 8 A 1 4.54

5 A A 2 9.10

4 ¿s. A A A A 5 22.73

3 A A A A A A A A A A A A A A 14 63.63

Los distintos grupos de ingresos deben haber co­ rrespondido a trabajadores ocupados en actividades distintas o con distinto rango. Los que recibían dos reales o menos eran seguramente niños que realizaban tareas menores o lle­ vaban la comida. El salario más alto era de un peso diario, pero sólo una persona lo recibía y únicamente durante las primeras diez semanas, por lo que puede haber sido un espe­ cialista. El jornal de 62 centavos y medio tocaba a dos tra bajadores, tres o lo sumo, durante todo el periodo. Estos - 108- pueden haber sido jefes de cuadrilla. Cincuenta centavos dia­ era el salario rios/de cuatro o cinco peones que seguramente desempeñaban ta­ reas con alguna especificidad o responsabilidad. En tanto,la mayoría era compensada con sólo 3 reales (37 centavos y medio) * al día; seguramente eran los peones propiamente dichos. Si es^ ta diferenciación es correcta, podemos estimar un promedio de cerca de 60% de trabajadores en el nivel más bajo; alrededor del 25% en el segundo nivel; 10% en el tercero y 5% en el ni­ vel más alto.

El segundo, el padrón General de habitantes del municipio de Taretan, es un documento elaborado por la munici­ palidad en 1905. Se trata de un documento incompleto pues no contempla algunas de las haciendas ni la tenencia de Ziracua- retiro. No obstante, ofrece información valiosa respecto de dos haciendas: Tomendán (180 habitantes) y Tahuejo (348). La información correspondiente a esta segunda es más clara que la de la primera y como la estructura de la población resulta

* Esto coincide con lo que Melville (1979:26) señala para las haciendas de Morelos. Ambos casos estaban cerca de la media nominal del peón de campo en Michoacán, que se comportó de la siguiente forma: (Foglio Miramontes 1936; 111:242)

1891 - $ 0.45 1893 - 0.34 1903 - 0.31 1907--1910- 0.39 1912 - 0.46 1918 - 1.18 1919 - 0.55 1920 - 1.17

1921 — 0.73 109 bastante similar, nos referiremos aquí a la que representa una muestra mayor.

De acuerdo con el padrón (AMT-PGH: 1905) la hacien­

da de Tahuejo tiene una población de 348 personas, de las cua­

les 191 son hombres (54.9%) y 157 mujeres (45.1%). El número

de hombres es mayor que el de mujeres. Este exceso es algo ma

yor para los grupos de edad entre 20 y 39 años. Todo ello in­

dica el carácter no "natural" del asentamiento, que incluye,

sobre todo, hombres en edad de trabajar: 92 hombres y sólo 70 mujeres (ver cuadro NoJI-6).

Los hombres solteros son más que las mujeres en la misma situación. Mientras aquellos representan un 35.9% de la

población total, éstas sólo alcanzan el 23.6%. Si eliminamos

a los grupos menores de 15 años, la diferencia es aún mayor:

9.4% para las mujeres y 20.11% para los hombres. El número

de viudos es elevado, pero el de viudas, lo excede casi en uno por ciento. Esta apreciación debe calificarse comparándola

con los diferentes grupos de edad en gue se encuentran estos individuos. Entre las mujeres hay viudas muy jóvenes: 7 de

ellas (41.2% del total del grupo) tienen menos de 40 años. 6

(el 35.3%) tienen entre 40 y 49 años de edad, y sólo 4 (23.5%)

tiene más de 50 años. Los hombres, en cambio, sólo cuentan

con tres viudos antes de los 40 (23.1% del total del grupo) y

no hay ninguno entre 40 y 49 años, aunque 10 de ellos (76.9%

tienen más de 50 años. Las razones para esto deben buscarse

no sólo en un mayor número de hombres en el total general y

en el hecho de que los viudos vuelvan a casarse más fácilmen­

te que las viudas, sino, sobre todo, en el hecho de que la 110 viudez no afecta el estatuto del trabajador dentro de la ha­

cienda. No sucede lo mismo, sin embargo, con las mujeres: cuando el marido muere, si no hay hijos o parientes cercanos

que trabajen, la viuda pierde su relación con la hacienda,

ya que en muy pocos casos las mujeres eran consideradas como . (5) empleadas de la misma. En la hacienda no hay hombres casados antes de

los 20 años, aunque hay seis mujeres. Estas se casan en ge­

neral muy jóvenes -14.6%lo hacen antes de los 30 años-y en

tanto que el grueso de los hombres se casa después de los

30. Antes de esa edad, sólo el 4.2% ha cambiado su estado

civil. El número de mujeres solteras después de los 50 años

es muy pequeño (1 .9% del total de mujeres), en tanto que los

hombres son un poco más 2.6%). Esto debe considerarse de ma­

nera similar a la viudez, ya que mujeres solteras de esa edad

difícilmente tienen alguna relación laboral con la hacienda:

sólo dentro del grupo familiar extenso o como sirvientes se

entiende su presencia. La población que rebasa los 65 años es muy pe­

queña: sólo el 2% del total. Es importante mencionar que los

7 individuos que la componen son hombres, tienen entre 65 y

74 años de edad y están clasificados como jornaleros. En

cambio, la población de jóvenes menores de 15 años abarca más

de la cuarta parte del total: 29.9%. Está compuesta por 55

hombres y 49 mujeres: 15.8% y 14.1% del total de la población Ill de la hacienda respectivamente.

Con el fin de atisbar el número de hijos por mu­

jer,he planteado un cálculo un tanto aventurado! dividiendo el número total de personas menores de 29 años, entre el núme­ ro de mujeres casadas y viudas de los grupos de edad de 20 a

44 años. Se obtiene así una idea aproximada del número de hi­ jos que cada mujer podría tener, que para el caso es 3.3. Si tenemos en consideración que se dejan fuera mujeres en edad de procrear y otras que pueden haber tenido a algunos de los que aún no pasan de los 30 años -para no hablar de las solteras- entonces, esta cifra es baja como promedio. En la época a que se refiere el padrón y en México, el promedio de hijos que una mujer daba a luz era ciertamente superior a cuatro, por lo que podemos afirmar que la mortalidad infantil era elevada, aunque no sabemos qué tan elevada.

Lo dicho puede apreciarse gráficamente en una pirá mide de población (gráfica No. ). La base de la pirámide es un poco menor que los estratos inmediatamente superiores, lo que indica dos cosas: mortalidad infantil, probablemente ele­ vada,^y, seguramente, inmigración de personas en edad de tra­ bajar. Esto es particularmente evidente para las dos hacien­ das que aparecen en el padrón, aunque también se percibe en la villa-in de „ Taretan. m ^ ( 6 ) 112

De acuerdo con este documento, en la hacienda de

Tahuejo, residen un agricultor, un campesino, un dependiente, un escribiente, un mozo y 127 jornaleros, más sus respectivas familias. Un pequeño signo (3 ót/) señala a algunos indivi­ duos que parecen encabezar a grupos de personas que comparten una misma residencia. En ocasiones se trata de familias nu­ cleares (el padre, la madre y los hijos), pero otras veces son más bien unidades domésticas con características de fami­ lia extensa (es decir, que se agregan la madre de uno de los cónyuges o algún hermano o hermana de estos y, ocasionalmente, sus hijos). Otras veces aún, los individuos agrupados bajo uno de estos "jefes" no tienen ningún indicio claro de paren­ tesco que los una, a pesar de que sin duda -dada la estructu­ ra de edades y sexos que presentan- comparten la residencia, con alguna "autoridad" de mayor edad y ello posiblemente impli

ca el funcionamiento de unfóndoredistributibo de tipo domésti­

co. Quizás aventurándome un poco, he considerado a estos gru­ pos como si fueran unidades domésticas, lo que me ha permitido obtener algunos indicios sobre la composición de esta unidades.

En el caso en que las unidades familiares aparecen

claramente definidas se encuentra que hasta un máximo de 5 hi­

jos viven con el padre, mientras que cerca de la mitad de las

familias no tienen ningün hijo, seguún la siguiente distribu

ción: 113

Número de hilos que viven con el padre en las (7) unidades familiares de jornaleros.

No. de hijos 0 1 2 3 4 5 TOTAL

No.de Unida­ 23 12 7 9 3 3 57 des 40.3 21.0 12.3 15.8 5.3 5.3 100

Por lo que hace a la composición de las unida­ des domésticas, aparece que estas son pequeñas: casi el 45% tienen sólo uno o dos miembros, mientras que sólo el 11.4% tie nen más de cinco.

Tamaño de las unidades domésticas de jornaleros.

No.de Miem bros. — 1 2 3 4 5 6 7 8 9 TOTAL

No.de Uni­ dades. 23 24 16 15 15 5 4 i 2 105

% 21.9 22.8 15.2 14-3 14.3 4.8 3.8 0.9 1.9 100

La estructura de la población de los jornaleros domina la pirámide de la hacienda puesto que son el grupo mayoritario de la población. Resulta muy revelador que el grado de analfabetismo es sumamente alto, como podemos obser­ var en el cuadro 11-7. 114

En conclusión, puede decirse de la fuerza de traba­

jo que estaba constituida por hombres en edades activas. Aun que buena parte de estos trabajadores estaban casados y tenían con ellos a sus familias, los había también que vivían sólos o en compañía de otros trabajadores. En general no vivían mu­ chos años y esta regla era aún más severa para los hombres que para las mujeres. La edad del matrimonio era generalmente su­ perior a los veinte años para los hombres y dieciseis para las mujeres. La población era bastante joven y con una propor­ ción mayor de personas en las edades intermedias que en las más tempranas y, desde luego, que en las mayores. Esto indica una mortalidad infantil elevada y fuerte inmigración en edad de trabajar. Las unidades domésticas eran generalmente peque­

ñas. Entre estos deben haber imperado las diferencias salaria les arriba señaladas.

Finalmente, la información censal proporciona un ín­ dice de la magnitud de estos núcleos de población, según apa­ recen en el cuadro 11-8 .

f) Los productos

La información oral permite apreciar que la puesta en juego de todos estosfactores, más la situación del mercado, permitía fijar las prioridades productivas, que determinaban los bienes elaborados y las cantidades relativas que de ellos se producían. El ganado y el maíz eran básicamente para el consu rno interno, como alimentos y fuerza de trabajo. El bosque se explotaba extrayendo leña y madera para construcciones, herra- 115- mientas y muebles. La resina del pino servía para la elabora­

ción de brea, aguarrás y otros subproductos, aunque muy posi­

blemente éstos no se producían en la hacienda. La producción

que tenía como fin el mercado estaba compuesta por piloncillo,

azúcar y aguardiente. El aguardiente se elaboraba con mieles

sobrantes y con el piloncillo que por alguna razón no satisfa­

cía los requerimientos del mercado. El azúcar y el piloncillo

representaban dos opciones de producción y las cantidades ela­

boradas dependían de los precios que alcanzaran en el mercado.

Cuando las condiciones lo permitían se sembraba arroz, que se

destinaba también fundamentalmente a los mercados extraregiona­ les.

Las memorias de gobierno (MG-18S9 y 1892) proporcio­

nan una idea aproximada de la producción de estas haciendas a fünes del siglo XIX. A pesar de que la información no es déLto­

do completa ni se expresa en la misma forma, los cuadros siguien

tes permiten apreciar la magnitud general del producto 11-9, 11-10, 11-11 y 11-12. 116

4). La organización interna.

El administrador cumplía su tarea apoyado en una es­

tructura organizativa que le permitía asegurar el cumplimien­

to de las tareas agrícolas en el tiempo especifico y lograr un

máximo de intensidad en el trabajo de los peones.

En la cúspide de la estructura se encontraba el admi­

nistrador, "el patrón" como lo llamaban los peones. Los ha­

bía de distintos tipos. Algunas veces "no era muy molesto",

simplemente vigilaba desde los barandales del corredor de la

casa grande y manejaba todo dando instrucciones a los mayor­

domos. Otras veces tomaba un papel más activo, poniéndose a

las patadas con los peones, literalmente. Su actitud era de

deferencia para con los empleados de rango superior en la ha

cienda y de severidad, con algún paternalismo, para con los

demás trabajadores. Ellos establecían las prioridades, los

cíelos agrícolas y el orden de corte durante la zafra. 117-

Bajo el mando directo del administrador se encontra­ ban los mayordomos. Estos tenían a su cargo la organización de las labores agrícolas. Dirigían a los trabajadores en el campo, asignando las tareas y revisándolas al fin del día.

Generalmente tenían un ayudante. Cuando las actividades así lo requerían, tenían cuadrillas de peones bajo el mando de un capitán, que trabajaban como equipo. El caso más claro de es­ to es el riego, que siempre tenía al frente un capitán de re­ gadores, que era de algún modo un especialista y dirigía esos trabajos. Los caporales encargados de los animales, tenían a su cargo gente de a caballo en grupos semejantes. Los en­ cargados de la tienda y de la fábrica durante la zafra y los jefes de taller tenían el mismo rango del mayordomo.

Al final de la pirámide estaban los peones. Ellos se ocupaban de todas las tareas agrícolas bajo las órdenes de capitanes y mayordomos. Había muchas actividades que debían desarrollarse en el campo, cuidando el ganado, en el riego, el cultivo de las cañas y, durante la zafra, en el corte, el acarreo y la elaboración de piloncillo y alcohol. Una gran di visión puede establecerse entre los trabajadores permanentes de la hacienda -—los acasillados en ella-— y los eventurales y estacionales. El tiempo de trabajo y aparentemente también los jornáleles eran iguales para todos los trabajadores, pero los peones acasillados recibían una casa en la "cuadrilla" de la hacienda. Estas, generalmente, eran de madera, techadas con paja o zurumuta, a diferencia de las de los mayordomos, que 118

"eran de pared". Recibían algunos otros beneficios en caso

de enfermedad o muerte. (Esto se entiende mejor si pensa­

mos que se trataba de unidades domésticas acasilladas, en

las que por lo general había más de un trabajador adulto,

más los pequeños que recibían medios jornales y las mujeres

que permitían la supervivencia de todos.) También tenían

trabajo todo el año y es posible que durante la zafra se o- cuparan preferentemente en el trapiche, donde el trabajo se realizaba por turnos, con horarios definidos (no a destajo como en el corte) y era un poco más ligero. Quizás el bene ficio más importante que recibían era una parcela, de tem­ poral o riego en descanso, donde sembraban,durante las aguas,máiz, a medias o al tercio con la hacienda. A cambio de todo esto, estaban obligados a realizar una "faena" pa­ ra la hacienda. Por la mañana, antes de iniciarse las la­ bores del campo, debían presentarse con el administrador, y se les encargaba traer leña, pastura para las bestias, agua para la casa, levantar cercas caídas o algún otro servi­ cio. Si no se presentaban, no se les daba trabajo durante el día y dos o tres días sin trabajo representaban su des­ pido: "van y le echan los tiliches pa' juera al peón fula­ no... Sacan a la señora y les sacan los tiliches pa' fuera", era la orden que debía ejecutarse. Otro peón ocupaba su lugar y a él lo malrecomendaban en las otras haciendas pa­ ra que no pudiera conseguir trabajo.

Los trabajadores eventuales j jornaleros propia­ mente dichos, trabajaban para la hacienda en tareas dia- 119-

rias que les eran liquidadas semanalmente el sábado, junto con

los demás. Ganaban lo mismo que los acasillados, pero no re­

cibían casa ni siembrita, ni tenían el trabajo asegurado, aun­

que tampoco tenían la obligación de prestar faena. Se asenta­ ban ,en la población de Taretan, donde se abrían otras posibi­

lidades al ocuparse, ellos o algún miembro de su familia, en actividades de pequeño comercio o servicios, ocurrir a la pepe- pena de las huertas o traer leña. Con el tiempo y una buena mujer, podrían hacerse de un burrito, puerta de entrada a la arriería, donde las posibilidades eran completamente otras.

Existe por ello una sanción popular: "sólo se acasillaban los flojos". Finalmente, la hacienda ocupaba trabajadores estacio­ nales durante la época de la zafra. Estos empezaban a llegar en noviembre y se iban en abril o mayo, antes de las primeras lluvias. Venían con todo y sus familias y trabajaban a desta­ jo en el corte de la caña, donde se les pagaba por tonelada que cortaban. La hacienda improvisaba viviendas para toda es­ ta gente en los amplísimos corredores de la casa grande o en galeras construidas para ello. En su mayor parte eran indíge­ nas que salían de la meseta o la zona lacustre en la época de secas como forma de obtener recursos para su subsistencia, aun­ que había cortadores que venían de más lejos todavía. Todos e- llos recibían únicamente el pago semanal por la caña cortada, participaban en la fiesta del fin de la zafra y, si el patrón había quedado contento, se les daba una pequeña gratificación a su partida. 120

Diferenciados dentro de la estructura por salarios un

poco mejores y jornadas menos arduas estaban aquellos trabaja­

dores que habían desarrollado alguna especialidad. En el campo

los había que dirigían el barbecho y el dibujo de los surcos

con el arado o los que se ocupaban de vigilar el riego, por

ejemplo. En la fábrica debían conocer cuando la miel estaba buena y a punto de enfriarse para ponerla en los moldes, diri­ gir el proceso y separarar las mieles para azúcar, piloncillo y alcohol. En los talleres, herreros, mecánicos y carpinteros debían conocer sus oficios e ir entrenando a oficiales y ayu­ dantes. La posibilidad de este ascenso cimentaba el dominio.

En todo lo anterior debemos subrayar el importantísi­ mo papel desempeñado por el trabajo infantil. Los niños desde muy pequeños ayudaban a sus padres. A los seis o siete años iban ya a la milpa y trabajaban para la hacienda. Había tareas que se destinaban específicamente a ellos, como el cuidado de las puertas de golpe para evitar el paso del gando, la alimen­ tación de los puercos, o de ayudantes en algunas labores del riego. Entre ocho y diez años podían ya iniciarse como "bueye- ros", "puerqueros" o "regadores", ganando medio jornal. Cuan­ do demostraban que podían con el trabajo asignado a un adulto,

casaque les sucedía alrededor de los quince años, se ocupaban ya por tareas en el campo. En la fábrica colaban las mieles, retiraban la espuma, barrían y limpiaban. En los talleres ayu­ daban a sus padres, barrían y acomodaban la herramienta. En todas partes se iniciaban desde muy temprano en la obediencia a los superiores y en el aprendizaje de las tareas realizadas 121 por sus mayores. La escuela, cuando existía, no era para hijos de peones. El patrón los llamaba pronto al trabajo: "yo no quiero licenciados, lo que quiero son puros trabajadores", expli caba a sus padres. Esta era una forma de socialización y control que se sumaba a otros mecanismos de control de la mano de obra. Enca­ bezaba a éstos una especie de lista negra formada por los mal*" recomendados por flojos, deshonestos o irrespetuosos a los ojos del administrador. Seguía la acordada, que en la zona era una fuerza armada semi-pública (pagada por las haciendas pero san­ cionada por "el gobierno") que perseguía bandoleros y fugitivos defendiendo los intereses de las haciendas. Finalmente, las autoridades eclesiásticas intervenían también en el sistema de control asociadas a los patrones. A ojos de algunos, no sólo los sermones incitaban al orden y la obediencia, sino que se ordenaban confesiones periódicas que se incrementaban cuando había inquietud o algo se perdía, y cuyo resultado siempre lis gaba a oídos del administrador. La capilla formaba parte del casco de la hacienda, junto a la casa grande y el trapiche.

En la hacienda había trabajo todo el tiempo. Se tra­ bajaba de lunes a sábado y de las ocho de la mañana — desde las seis los acasillados que debían hacer faena— hasta cerca de las cuatro de la tarde, aunque esto variaba si el trabajador era lento, pues se pagaba por tarea y debía entregarse termi­ nada. La tarea, que tenía 16 surcos de 16 pasos, era "entrega da" por el mayordomo en la mañana y un "apuntador" anotaba lo que se daba a cada jornalero. Por la tarde, el mayordomo revi saba que el trabajo estuviera completo y bien hecho; si así lo 122 consideraba se apuntaba el día trabajado. Así se operaba para la siembra y el cultivo de la caña, pero durante la zafra se pagaba por tonelada y entonces estaban autorizados a cortar to­ do lo que pudieran en los potreros señalados. El sábado, que era día de raya, un "rayador" entregaba a cada uno lo que le correspondía. En algunos casos había un sistema de adelantos llamados

"suplementos" que se entregaban una o dos veces por semana (mier coles o mártes y jueves) en caso de solicitud del trabajador, li quidándose el resto el día sábado. El fin de la semana era mar cado también por el día de mercado. Frente a la casa grande se colocaban comerciantes que aparecían cada semana, el sábado o el domingo. De la meseta y la zona lacustre llegaban "las gua­ rís" con sus productos: pan, ollas, pescado seco, tamales, pul­ que... Algunos comerciantes "de razón" llegaban de Uruapan y Ta retan llevando sus mercancías: mercería, recaudo, frutas y ver­ duras. Las semanas, como unidades de tiempo, formaban parte de una división del calendario anual en dos períodos. El pri­ mero, "las secas" se iniciaba en algún momento de noviembre, terminaba en abril o mayo con una fiesta y correspondía a la

época de zafra en que se cosechaban las cañas y se transforma­ ban en azúcar, piloncillo y alcohol. Era el periodo de mayor y más intensa actividad, ya que además de la zafra debían atender se el ganado y las labores agrícolas de riego, tapa de troncón, arranque de semilla y nuevas siembras. El segundo periodo,

"las aguas", era la época del temporal y del cultivo de las ca­

ñas. Se iniciaba en mayo o junio, con el fin de la zafra y la 123

caída de las primeras lluvias e iba hasta el inicio de la si­

guiente cosecha, justo después de que rendía el maíz.

5) Organización de la Producción.

La caña, como principal cultivo comercial, recibía

las mayores atenciones. Había una serie de actividades ten­

dientes a su buen crecimiento y desarrollo que debían reali­

zarse en momentos definidos a lo largo del ciclo de cultivo.

La hacienda contaba con la mano de obra y las herramientas ne­

cesarias, así como con los especialistas encargados de ordenar

y supervisar los trabajos.

a) El ciclo productivo de la caña

El ciclo se iniciaba con la preparación de la tierra

para la siembra. Cuando se trataba de un potrero "nuevo", que

no había sido cultivado el año anterior, era necesario rozar

y quemar. Cuando ya había sido trabajada la tierra, sólo se

limpiaba. Luego se daban "tres fierros": barbecho, cruza y

parar tierra; consistentes en tres operaciones a base de yun­ ta en que se volteaba la tierra, se rompía el terrón, se nive

laba el terreno y se dejaba listo para surcar. Se pasaba lue

go el arado , dibujando los surcos que, en seguida, eran empa­

rejados por los peones con el azadón. Luego se plantaba.

La"semilla"de la caña que va a sembrarse puede obte­ nerse de dos maneras. La primera consiste en arrancar las plantillas pequeñas que brotan en las primeras semanas des­ pués del corte, de un potrero que se va a dejar en descanso o a cultivar con otra cosa. La segunda, más sencilla, consite 124

en cortar caña que se dejó madurar para el efecto y cortarla en

trozos, dejando en la mitad de cada trozo la coyuntura en que

aparece una yema, de la que brota la nueva planta. Este según

do procedimiento es el que se usa actualmente. En la hacienda parece haber sido empleado el primero, aunque ambgs han sido mencionados por los informantes.

Para sembrar, se colocaba el hijuelo en lo bajo del surco y se tapaba, utilizando el azadón. En seguida se regaba.

Este primer riego, "de asiento", debía hacerse teniendo el cui­ dado de asentar la tierra de modo que la semilla no se descu­ briera y que el agua corriera pareja sin deslavar el terreno.

Era necesario vigilar el recorrido del agua surco por surco.

Luego ya podía regarse sin tanto esmero y se hacía cada tres días hasta que brotaba la planta. EStas operaciones se reali­ zaban en agosto, septiembre y octubre. A principios de noviembre, ya había brotado la planti­ lla y, junto con ella, zacate y hierba. Los peones se ocupaban quitando toda la hierba y arrimaban una poca de tierra al pie de la plantilla, formando un cordón. Esta operación era reali­ zada con azadón y machete, aunque a veces se utilizaba la yun­ ta. El riego inmediato -— "de asiento de cordoncillo"-— debía vigilarse de nuevo para que el agua no destruyera la labor.

Luego, seguía regándose cada ocho días por tendidas diarias: se regaban un número determiando de surcos durante un día, al segundo se hacía lo mismo con otro grupo igual, al tercero co­ rrespondía a la tercera tendida, continuando así hasta el nove no día en que se regresaba a la primera tendida. Al principio el agua se dejaba sólo medio día. Cuando las cañas estaban 125

más grandes se dejaba las 24 horas y cuando "tenía plaga o la

tierra tenía epidemia" se le dejaba hasta 72 horas.

En diciembre ya la caña estaba más grande y bebían

brotado de nuevo hierbas y zacate. Se escardaba y, con el aza

dón, se daba "un recarguito" de tierra a ambos lados del sur­

co para fortalecer la base de la planta (evitando que se caye­

ra y enchuecara). Con esta operación en que se daba "media

tierra", las cañas quedaban en el lomo del surco, pero la par­

te baja no era muy profunda. Hacia fines de abril o principios

de mayo había una tercera operación de escarda y cuidado de la

caña denominada "tierra entera". La caña había alcanzado ya

más de un metro y medio de altura y tenia hoja seca: tasol. Se

quitaba por completo el tasol, se hacía un molotito y se colo­

caba al pie de la caña y en la parte baja del surco, de modo

que se enterrara al arrimarle más tierra. Todo esto se hacía

con azadón y el surco debía quedar derecho y parejo, para que

el agua corriera pero sin mucha corriente. "Si la surcada

estaba muy mal, si estaba muy corrientosa, tenía que meterle un pedacito de surco mocho o un hijo, pa' que levantara y no fue­

ra tan colgada" el agua. Esto se hacía con el propio tasol, algunas hierbas y una pequeña piedra, en caso de necesidad.

Con esto se evitaba la erosión de la tierra, se mantenía su humedad en la época en que el calor arreciaba y se fertilizaba al podrirse la hoja seca.

En septiembre la caña alcanza prácticamente la altura deseada, a partir de ahí desarrolla un poco su grosor y aumen­ ta la cantidad de dulce que contiene, hasta la floración, mo­ mento a partir del cual ésta decae. En la región se conside- 126 ra que para que este desarrollo sea bueno es necesario que la caña tenga suficiente aire, que éste corra por el cañaveral, y mientras más, mejor. Así, para que "la caña venteara", en octubre se realizaba la "trilla" o "desvere". Esta operación implicaba una nueva escarda y quitar de nuevo la hoja seca a la caña. Esta vez, sin embargo, se retiraba del campo y se amontonaba fuera del terreno de cultivo. Con una rama de hui- zache "se barría" surco por surco. Entre los 14 y los 18 meses de plantada, la caña es­ taba lista para cortarse. Esto se hacía durante la época de secas, iniciando la zafra en noviembre o diciembre y yendo has_ ta abril o mayo. A medida que se iba cortando, se regaba y se tapaba el "troncón", base y raíz de la caña. Con esta opera­ ción concluía el cultivo de plantilla y se iniciaba el segundo ciclo, de socas. Este segundo ciclo más corto que el primero:

13 meses en vez de 18, no requería limpiar la tierra ni plan­ tar. Asimismo, se efectuaban menos beneficios, realizándose sólo tres escardas: media tierra, tierra entera, trilla. El riego era también más sencillo, pues el surco estaba ya bien trazado y asentado. Al cortarse las socas se volvía a tapar el troncón y se iniciaba el ciclo de resocas que es igual al interior, sólo que aún menor: 10 meses.ívease gráfica 11-2).

La hacienda tenía como norma la rotación de cultivos en ciclos de cinco o seis años. La primera resoca sólo se de jaba con el fin de que sirviera de semillero, ya fuera cortán dola en trozos o zafrándola y arrancándo la nueva plantilla.

Asi, el primer año se cortaba plantilla, el segundo soca, el tercero la semilla, el cuarto, el quinto y el sextqen su ca- 127 so, se sembraba maíz o se introducía al ganado. Todo el tiem­

po había,entonces,una quinta o sexta parte de las tierrasde

riego con plantilla, otra con soca, otra con resoca o semi­

llero, y dos quintas,o tres sextas,partes con maíz o ganado.

En algunos lugares, y sobre todo después del reparto agrario,

se sembraba también arroz, alternándolo con el maíz y el gana­ do.

Todas estas actividades agrícolas eran utilizadas por la hacienda con el doble propósito de obtener mayores ren­ dimientos y de mantener la riqueza de la tierra. Los campesi­ nos piensan que la caña se rotaba pronto porque era una varie­ dad poco resistente sin embargo esto no resulta creíble cuando se resembraban plantillas de un potrero en otro. Considero que se trataba más bien de una forma de cuidar la tierra y man tener su fertilidad. Asimismo, por la información obtenida, parece claro que productores independientes, no vinculados a la hacienda, tenían un calendario de escardas, riegos y culti­ vos muchos menos riguroso y cortaban la caña durante más años, utilizando las mismas variedades.

La zafra se iniciaba en noviembre, con el corte de las primeras cañas, y terminaba en abril o mayo, cuando las

últimas habían sido ya procesadas. Durante este periodo había una división entre las tareas del campo y de la fábrica, que debían atenderse al mismo tiempo. En el campo, administrador y mayordomos establecían el orden de corte, de modo que se cor taran las cañas en su mejor punto, antes de que florearan, y vigilaban al mismo tiempo las labores de tapa de troncón, rie go y arranque de semilla. En la fábrica, las cañas eran moli- - 128 - das y transformadas. Se vigilaba el trabajo de la molienda en tres turnos de peones que, de día y de noche, llevaban a- delante el proceso. En los potreros destinados para el corte, los j o m a leros trabajaban a destajo. El trabajo organizado por tareas cedía su lugar al pago por tonelada de caña cortada. Los cortadores, en su mayoría venidos de fuera, buscaban cortar lo más posible y se les pagaba más mientras mayor fuera la nece­ sidad de apresurar el corte o mayores las dificultades del terreno. Debían —con el machete- cortar la caña, lo más pegado al suelo posible, quitar las hojas y la punta amonto­ narla en rollos que luego pudieran cargar sobre una carreta tirada por bueyes o muías. El carretero conducía la caña has­ ta la báscula, donde se le anotaba la cantidad entregada, en un boletito; descargaba y volvía con el boleto a entregarlo al cortador. Un cortador entregaba una o una y media tone­ lada en un día. El carretero cobraba por viaje y hacia cinco o seis en un día, con una carga cercana a la tonelada (800 a

1200 kgs.)

b) El ciclo productivo del maíz. El maíz se sembraba al fin de la zafra, en abril o mayo; prosperaba durante las aguas y se cosechaba antes de la

zafra siguiente, en octubre o noviembre. La siembra del maíz

era una actividad aparentemente más sencilla en el sentido

que un par de personas podían llevar a cabo todo el proceso

en un área pequeña. Elciclo se iniciaba con la limpia y bar-

becho del terreno. Cuando ésto se hacía con yunta debía"do- - 129 - blarse":con el azadón se repasaba el terreno rompiendo los

terrones grandes y emparejando. Luego se surcaba: cuando

el terreno lo permitía, con yunta; cuando no, con azadón.

La siembra era la siguiente operación. Una vez que con las

lluvias, las plantas prosperaban se deshierbaba dos veces:

la primera al iniciarse el crecimiento y la "asegunda" antes

de que jiloteara. Hacía fines de septiembre había elotes y

para noviembre se cosechaba el maíz. La hacienda en general no sembraba maíz, antes bien proporcionaba a los peones acasillados un terreno que

les diera más o menos "una medida de siembra" y les daba "un tiempecito" para que sembraran. Una medida de siembra

les redituaba entre 10 y 12 "anegas" de maíz (blanco revuel

tito con amarillo y pinto). La hacienda ponía la tierra, la yunta, el arado, los aperos y la semilla, los peones ponían

el trabajo; tenían la responsabilidad de devolver todo en

buen estado y alimentar a los animales. El producto se divi­

día por mitad o "al tercio". Las tierras destinadas a este pro ducto siempre eran marginales en algún sentido,

c) Los procesos de transformación El proceso más simple era el del maíz. Este ocu­

rría dentro del ámbito doméstico. Una vez recogido el maíz

que tocaba al trabajador, se desgranaba y almacenaba para

consumo de la familia. Diariamente se tomaba una porción

-alrededor de 4 kg para una familia de 5- a la que se agre gaba cal y se hervía para lograr el nixtamal. Con la masa

obtenida al moler éste se confeccionábanlas tortillas, ba­

se de la dieta campesina. - 130 - En arroz se cosechaba con la hoz o rozadera, por lo que era necesario separar el grano de la planta, de mane­ ra similar a la del trigo. La paja era utilizada como forra je. Quedaba la "granza" o "arroz palay", como se conoce al arroz con todo y su cáscara dura. En ocasiones se vendía la granza como producto final. Otras veces los productores con taban con molinos de arroz en que éste se majaba, separándolo de la cascarilla. En estos casos se comercializaban por se­ parado el arroz y la remaja. Esta era vendida como forraje para ganado mayor, puercos y gallinas, o como combustible.

La caña ofrecía las mayores dificultades de proce­ samiento, pero constituía el producto principal. Su trans­ formación se realizaba en el llamado trapiche o molino, que constaba de tres secciones fundamentales: el molino, la co- cinay el encostalado. En el trapiche se empleaba sobre todo a los trabjadores permenentes de la hacienda: debían recibir la caña, pasarla por el molino y procesarla. Las tareas es­ taban bien establecidas y trabajaban por grupos destinados a una sola actividad durante un turno. Había tres turnos de ocho horas más o menos, ya que se trabajaba por cantidad de jugo procesado y una vez que una porción de éste se había empezado a calentar, no se interrumpía hasta obtener el pi­ loncillo. En la báscula se recibía la caña y se pasaba al mo­ lino constituido por dos rodillos de metal que prensaban la caña extrayéndole todo el jugo (estos rodillos entraron en opera­ ción a la vuelta del siglo, en sustitución paulatina de los 131

de madera). Estaban movidos por una rueda hidráulica, donde

también el acero sustituía rápidamente a la madera. El jugo

caía a un canal o un tubo que lo conducía a los "pedazos", tinas de un tamaño específico que constituían la medida de ta

rea y de cantidad de jugo procesado. Generalmente había dos por cada molino y sólo se iniciaba el proceso cuando un pe­ dazo estaba lleno: el contenido de cada uno debía avanzar una operación para que el otro iniciara el proceso y nunca se revolvía el jugo de dos pedazos. El jugo se colaba antes de caer al pedazo y al salir de éste hacia las calderas. Cada una de estas operaciones de "traslado" tenia un encargado, denominado banquero, que vigilaba el llenado de los pedazos y el paso a las operaciones siguientes. También había "cola­ dores" -generalmente jovenes o niños: "chicos"- que quita­ ban las impurezas del jugo y las separaban, pues servían de alimento a los puercos. El jugo pasaba luego a la casa de cal deras, donde se cocía hasta convertirlo en miel y panocha.

Dos juegos de tinas se utilizaban: en las primeras se cocía el jugo y se le quitaba la "borra" (espuma blanquecina que aparece al calentar el caldo), luego, un "barón" o canal con ducía el caldo hasta las "tachas", tinas en que se cocía has ta darle el punto necesario para el piloncillo. Un muchacho quitaba de nuevo la borra con una "espumadera" (garrocha que tenía un colador en forma de cuchara en la punta) y la alma­ cenaba en un tanque para darla a los puercos o utilizarla co­ mo materia prima en la elaboración del aguardiente. Además de las "cuatro mancuernas" (ocho hombres) encargados del co- 132

cido de las mieles, había un "calderero" que debía vigilar

el ritmo de cocimiento y avisar a los que atizaban el fuego

con el bagazo de la caña para que mantuvieran la temperatura.

Una vez que el maestro panochero consideraba que

la miel había alcanzado su punto, se pasaba a una "canoa" de madera. Ahí, con una pala de madera con un cabo largo, se

enfriaba y se batía hasta que estaba a punto de ponerla en

los moldes. Para esto había dos procedimientos alternati— vos. Podía sacarse la miel de la canoa con una cuchara gran

de de madera, ponerse sobre los moldes y repartirla con unos

cuchillos de madera hasta llenar todos los hoyos. Otra posjL bilidad era la que permitián canoas con un sistema de compuer

ta que, al alzar una palanca, dejaban salir la cantidad desea

da de miel; ésta, únicamente había de repartirse con un cu­

chillo grande de madera en los moldes. Todo esto debía ha­

cerse rápidamente, de modo que la miel no se enfriara y se endureciera antes de llenar todos los moldes. De los moldes

se sacaban los piloncitos una vez fríos, se encostalaban y

quedaban listo para embarcarse. Las "raspaduras" se guardaban para el aguardiente

y ocasionalmente, si algún peón las pedía, se le daban algu­

nas. También se separaban las mieles que, a juicio de los

"maestros panocheros que conocían las mieles y sabían cuando

servían y cuando no", no eran utilizadles en la elaboración

de piloncillo. Entonces, las ponían en unos moldes cuadra­

dos y las "marquetas" resultantes se llevaban al alambique.

En el alambique se recocía la borra y se le agregaban las

raspaduras y la marqueta. La mezcla, al fermentarse, produ- 133

cía el "charape". Ese caldo se ponía en el alambique y el

aguardiente se destilaba en un serpentín pasado por agua

fría. Al final, en un corral, estaban los barriles que se

iban llenando al cuidado de un trabajador. "El que quería

echarse un filo, nomás le decía al que estaba ahí y ese se

lo daba." Algunas de las haciendas podían producir también

azúcar, la llamada "azúcar de purga". Esta se hacía a base

de calor y reposo únicamente. En vez de sacar la miel de

los tachos cuando alcanzaba el punto del piloncillo, se se­

guía calentando a un fuego más lento hasta que empezaban a

formarse los cristales. Luego se sacaba y, para separar

los cristales de las mieles no cristalizadas (proceso para

el que los ingenios modernos utilizaban máquinas centrífugas y lavados con agua hirviendo), se ponía a reposar la melaza en unos porrones (recipientes) de barro en forma de cono, con una perforación en el extremo más agudo. El agujerito se tapaba con bagazo de caña, se llenaba el porrón y se tapaba con barro la parte más ancha. Se asentaba luego, con la par te aguda hacia abajo, sobre otro recipiente en que se reco­ gían las mieles no cristalizadas. Ahí se dejaba reposar por meses hasta que en el porrón sólo quedaba el grano de azúcar.

Las mieles incristalizables se utilizaban también en el alam bique o como alimento para puercos y ganado. Con toda la caña cortada y procesada finalizaba la zafra. Entonces, se detenía el molino, se apagaban las cal­ deras y había fiesta. Se abría la tienda y se colocaban unos (10 ) barriles de "chínguere" para la libre embriaguez de los peo- 134 nes. Había música y "se hacían combates" o "se jugaban los toros" para la diversión de todos* Ritualmente se señalaba así el predominio de la caña sobre la organización general. 6. La comercialización La producción de piloncillo y aguardiente estaba destinada al mercado. Un vasto sistema de arriería relacio­ naba a la hacienda, sistema productor, con los mercados ex- trarregionales, esfera de la circulación de mercancías. Las haciendas tenían bodegas en la estación ferroviaria de Pa- ranguitiro, donde era entregada toda la producción de pilon cilio y alcohol. De ahí se embarcaba por ferrocarril a los distintos mercados a que estaba destinada.

a) La Arriería Los arrieros transportaban los productos a los puntos de consumo en la región o zonas aledañas y a los pun­ tos de embarquepara los mercados extraregioñales. Los cami­ nos reales eran transitados durante todo el día por un gran número de arrieros de distintas clases que transportaban cargas de piloncillo, cajas con aguardiente, costales de frutas y otras mercancías. Por el tipo de animales con que trabajaban, los arrieros eran de dos tipos: los que tenían burros y los que tenían recuas de muías. Conseguir un burro no era demasia­ do difícil para alguien que no era acasillado, trabajaba du­ ro y su familia le ayudaba a ahorrar. Aparentemente la po­ sesión del animal era la única condición para convertirse 135 en arriero. Los demás rápidamente le ensenaban, en el cami no, los gajes del oficio: rutas, lugares de abundancia de trabajo y otras noticias. Como había mucho trabajo no había recelo por parte de los demás. Nunca, sin embargo, estos arrieros tenían muchos burros; tres o cuatro parece haber sido el número adecuado. Tampoco formaban grupos: los arrie ros de burro eran individuales. Sólo cuando tres o más se­ guían la misma ruta, podían llegar al acuerdo de que uno se quedara en el lugar de partida a juntar pastura para los animales cuando regresaran. Los otros se comprometían a llevar los burros y hacerse cargo de entregar la mercancía.

Estos no eran acuerdos permanentes y el que se quedaba a juntar la pastura no siempre era el mismo. Cuando un arriero empezaba a prosperar, no compra­ ba burros, sino muías, los arrieros de muías parecen haber constituido un estadio superior de la arriería. Los hatos eran considerablemente más grandes, se requería de una labor

¿e equipo para conducirlos, cargarlos, descargarlos, alimen­ tarlos y cuidarlos. Los arrieros de este tipo eran general­ mente más prósperos, tenían una relación de grupo permanen­ te, una distribución fija de tareas al interior del grupo y una posición específica con relación al jefe del hato. Por supuesto, la capacidad de carga de las muías eran mayor que la de los burros y el servicio más rápido. Los arrieros podían trabajar para la hacienda de manera permanente, atendiendo y conduciendo a los hatos de muías que ésta mantenía. Otros podían trabajar por flete tanto para la hacienda como para los comerciantes de la vi- 136

lia. En éste último caso, llevaban mercancía en ambos senti­

dos; fruta o piloncillo a otros centros de consumo y "mer­

cancía", abarrotes y enseres, en el camino de regreso a Ta­

retan. Algunos comerciantes eran al mismo tiempo arrieros,

hablando en términos de familias que integraban ambas ocupa

ciones. En éste último grupo caben elementos muy disímbolos,

ya que lo mismo aparecen como arrieros-comerciantes aquellos

que, teniendo una tienda en la villa, la surtían y combinaban

con ventas fuera, que aquellos que recogían la "pepena" del

mango o comproban un par de cargas de fruta y las llevaban

a vender a lugares desde los que luego traían algún producto

local. Las arrieros formaban, entonces, un grupo interior mente muy diferenciado, que constituía el vínculo con el mer

cado (en ambos sentidos) y que compartía con los poseedores

de la tierra la posibilidad de iniciar un proceso de acumu-<

lación, por pequeño que fuera (cf.G. Sánchez 1984).

b) Rumbo al mercado La memoria de gobierno de 1883 nos da idea de los productos que salían de la región cuando calcula la pro­ ducción de la municipalidad de Taretan "en 20,000 barriles anuales de refino y holanda y en 100,000 arrobas de azúcar purgada, 27 500 arrobas de piloncillo y 800 cargas de Sobrón.

El plátano se produce en abundancia y de diversidad de cla­ ses, lo mismo que otras frutas. Tanto el azúcar, piloncillo y aguardiente, como el plátano y las frutas, se llevan para otros puntos del Estado, para el de Guanajuato y el interior 137

de país". (M.G., 1883:132). A esto debía agregarse el arroz de las zonas más bajas y el ganado. Hasta 1899, en que entró en operación la linea de ferrocarril Morelia-Uruapan, el trans porte de estos productos se realizó a lomo de burros y muías.

Después de esta fecha, la estación de Paranguitiro recibía las mercancías y de ahí se embarcaban al resto del país, pasando por el centro distribuidor de Ajuno. (Vease mapa 11-1) 138

B) La villa de Taretan. La hacienda gravitaba consistente y permanente­

mente en torno a los servicios que proporcionaba la villa,

tanto para sí como para el sostenimiento de empleados que,

de otro modo, le habrían resultado muy gravosos. Esta era,

además, el asiento de los poderes políticos local y extra­ ía local, representados por el ayuntamiento/el destacamento

militar.

1. La población. El padrón de 1905, aunque incompleto, puede darnos una idea de la estructura de la población. De acuerdo con él (AMT-PGH,1905), la villa de Taretan contaba con 1267 habitantes divididos en dos cuarteles. El primer cuartel se hallaba compuesto por diez manzanas y el segundo, por ocho; todas de tamaño bastante irregular, a juzgar por el número de habitantes (ver cuadro II* 13. En el primer cuartel encontramos una población de 717 individuos: 320 hombres y 397 mujeres (ver cuadro 11-14. Dentro de esa población el número de casados y de solteros es muy similar para ambos sexos. No sucede lo mismo con la viudez, donde la diferencia es muy grande. Siempre el núme ro de viudas es superior al número de viudos, debido a que

éstos suelen volver a casarse en mayor proporción que aque-" lias. No obstante, el número es muy amplio, las mujeres viudas son cinco veces más que los hombres: mientras que es­ tos representan únicamente un 2.5% de la población del cuar tel, aquellas abarcan el 12.5%. Resulta sorprendente, ade- 139 más, la edad relativamente temprana a la que enviudan: casi la cuarta parte de las viudas del cuartel (21) tienen menos de 40 años (23.3%). Si tenemos en cuenta los otros grupos de edad, resulta que más del 40% de las mujeres viudas tienen me nos de 45 años, y más del 65%, menos de 55.^ Para los hom­ bres, en cambio, sólo el 16.6% de los viudos tiene menos de

40 años; el 33.3.% menos de 50 y sólo al tomar en cuenta al grupo de edad 50-54, superan el 60%. La relativa igualdad entre hombres y mujeres sol­ teros y casados debe calificarse al observar las diferencias por grupo de edad..Los hombres llegan más tarde al matrimonio que las mujeres. Mientras aquéstas empiezan a casarse en el grupo de 15 a 19, aquellos lo hacen una cohorte adelante, entre 20 y 24. Aunque hay pocas cosos de hombres casados antes de los 25 años y de mujeres antes de los 20, al llegar a la cohorte 25-29, las mujeres casadas constituyen el 40.9% del total de su grupo, mientras que los hombres apenas pasan del 24.5% del suyo; lo que confirma su ingreso a este esta­ do civil a mayor edad. Al contrario, no hay ningún hombre soltero después de los 55 años, mientras que hay nueve muje­ res sin casar. Unicamente el 3.6% de la población del cuartel re­ basa los 65 años, y las diferencias por sexo son también importantes. Las mujeres parecen tener mayores oportunida­ des de llegar a viejas que los hombre: 78 mujeres en el cuar tel tienen más de 50 años; es decir, el 19.6% del total de mujeres, mientras que sólo 33 hombres (el 10.3%) alcanzan 140 esa edad. Esto significa el 10.8% y el 4.6% de la pobla­ ción total de cuartel respectivamente. Un poco más de la cuarta parte de la población del cuartel tiene menos de 15 años. De este grupo, el

14.2% son hombres y el 11.4% mujeres. A pesar de un gru­ po joven tan importante, la pirámide de población (gráfica

11-3) permite sugerir que la mortalidad infantil era ele­ vada. Para mejor apreciar esto podemos hacer un cálculo un tanto aventurado dividiendo el número total de personas menores de 29 años, entre el número de mujeres casadas y viudas de los grupos de edad de 20 a 44 años. Obtendremos así una idea aproximada del número de hijos que cada una podría tener, lo que para el caso es 3.4. Si tenemos en consideración que dejamos fuera a mujeres en edad de pro­ crear y a otros que pueden haber tenido a algunos de los que aún no pasan de los 30 años -para no hablar de las solteras-, además de que la emigración en este periodo era menor que la inmigración, entonces esta cifra es baja como promedio. En la época a que se refiere el padrón y en Mé­ xico, el promedio de hijos que una mujer daba a luz era ciertamente superior a cuatro. Ello nos permite afirmar que la mortalidad infantil era élevada, aunque no sabemos qué tan elevada. Consideremos ahora el segundo cuartel (Cuadro 11-15)

/ Este cuenta con menos habitantes (550), por lo que la mues­ tra es un poco menor. El 60.7% de la población del cuartel

(333) son mujeres, quienes representan una mayor proporción para cada grupo de edad, sin excepción. Los hombres, en nú 141

mero de 217, representan el 39.5% del grupo y esta condición

de minoría la conservan en el grupo de los solteros: 22.5%

del total del cuartel, frente a 33.6% de las solteras. La

cantidad de individuos casados se reparte más equitativamen

te entre ambos sexos, pero no sucede lo mismo con los viu­

dos. Al igual que en el primer cuartel, el número de viudas

(59) es muy superior al de viudos (10), representando el

10.7% y el 1.8% de la población del cuartel, respectivamen­

te. También la edad a que enviudan las mujeres es muy tempra

na: más de la cuarta parte (27.1%) tiene menos de 40 años y

casi la mitad (45.8%) menos de 45. los hombres viudos, del

mismo modo que en el primer cuartel, se hallan mejor dividi­

dos entre las distintas cohortes adultas.

En este cuartel encontramos tanto hombres como

mujeres casados en el grupo de edad 15-19, aunque el número

de éstas más que dobla al de aquellos. Tomando en cuenta haí5

ta el grupo de edad 25-29, las mujeres casadas constituyen

el 51.7% del total del grupo, reafirmando que se casan jóve­ nes, en tanto que los hombres alcanzan únicamente 37.3%.

Al igual que en el otro cuartel, los hombres solteros después

de los 50 años son escasos, mientras que las mujeres consti­

tuyen todavía cerca del 6% del total de su grupo.

De nuevo, únicamente el 2.4% de la población del

cuartel rebasa los 65 años. Asimismo, las mujeres cuentan con mayores posibilidades a juzgar por el 14.4% de ellas que rebasan los 55 años; mientras que los hombres que alcanzan esa edad ascienden sólo a 7.4%. 142 En este cuartel los jóvenes de menos de 15 años

constituyen también más de la cuarta parte de la población:

27.6%. Este grupo de 152 individuos está compuesto por 61 hombres (11.1% del total del cuartel) y 91 mujeres (16.5% del total). Si hacemos el mismo cálculo arriesgado de arri­ ba, el promedio es de 4.1 hijos por mujer casada; casi uno más que en el primer cuartel. Esto podría sugerir una mor­

talidad infantil un poco menor, por lo que la pirámide es al

go distinta (gráfica n - 4 ). Esto se verá más claro adelante con el análisis de los grupos ocupacionales. A esta población sería necesario agregar los mi­ grantes estacionales que bajaban de la zona fría a trabajar durante la época de zafra. Resulta imposible cuantificar estos grupos de personas, pero la iformación oral se refiere

insistentemente a ellos. Llegaban al inicio de la zafra, dor mían en los corredores de las casas grandes de las haciendas y allí mismo preparaban sus alimentos. Viajaban por familias completas, lo que les permitía ahorrar una pequeña cantidad de dinero para el regreso a sus comunidades. Cada grupo fa­ miliar tenía su momento de llegada, su arreglo particular con la administración de la hacienda y su tiempo de partida hacia el fin de la zafra. Ocasionalmente algunos se quedaban por más tiempo, asentándose en la villa o las haciendas, pe­

ro esto sucedía pocas veces. En general eran indígenas de la maseta que acudían al corte de la caña en la época de secas

para obtener algún complemento al ingreso provenien- 143 te de la siembra tradicional. Los migrantes definitivos, en cambio, provenían más bien del bajío y seguían otros patro­ nes de traslado: algún miembro de la familia o pariente cer­ cano, se iba a probar fortuna a la tierra templada o caliente.

Cuando lograba asentarse era seguido por otros familiares.

2.Los grupos sociales. La población de la villa no era homogénea. Exis­ tían distintos grupos sociales con intereses particulares; diferencias socio-económicas y de forma de vida. Es posible aproximar estas diferencias desde el punto de vista de los grupos ocupacionales y, de nuevo, el padrón de 1905 aporta información valiosa. Encontramos que la población de Taretan desempeña ba una gran cantidad de ocupaciones diversas. Aunque no to­ dos los individuos que aparecen en el padrón tienen una ocu­ pación especificada, la mayor parte de los hombres adultos la tienen. A ellos deben agregarse algunas mujeres que espe cifican su ocupación y algunos jóvenes. En la villa de Ta­ retan hacen un total de 404 (31.8% de la P. total); de los cuales 227 se encuentran en el primer cuartel y 176 en el se gundo (cuadros II-16yIM7).En total desempeñan 64 actividades diferentes. Salta a la vista en primer término que un redu­ cido número de ocupaciones reúne a una gran cantidad de per­ sonas, mientras que el resto se distribuye entre más de 50 ocupaciones distintas. A la cabeza se encuentran los jorna­ leros (165), que representan el 40.84% de la población con ocupación de la villa. Sólo de lejos les siguen los comer- 144 ciantes (33), que representan el 8.16% de la población ocupa­ da. En tercer lugar, los panaderos (19 reúnen el 4.70% y ninguna otra ocupación llega al 3% de esta población. Consideramos que la agrupación de estas ocupacio­ nes en cinco rubros básicos puede resultar en un análisis más interesante(Cuadro 11-18). Se han agregado bajo el título de asalariados manuales, todos aquellos que viven de vender su fuerza de trabajo exclusivamente. En lo que se denomina oficios varios, que podrían considerarse en su mayor parte co­ mo artesanos, hemos incluido a todos aquellos que desempeñan un oficio que requiere el conocimiento de una técnica particu­ lar y, generalmente, la propiedad de los instrumentos de pro­ ducción. Algunas actividades se ajustan con dificultad a esta definción: los soldados, principalmente, y aquellos que pres­ tan algún servicio, como el torero, el campanero, la plancha­ dora y las lavanderas. No obstante, los hemos incluido aquí por desempeñar un oficio independiente que consiste en la venta de un servicio realizado personalmente y no en el alquiler de la propia persona para el trabajo. En seguida, el rubro de comercio-arriería agrupa las actividades que consideramos si­ tuadas en la esfera independiente de circulación de las mercan cías, aunque puede existir el error de que los arrieros fue­ ros empleados de las haciendas. En el grupo de profesionales se incluye a todos aquellos que requieren una preparación es­ pecial, o que por su condición social se acercan a estos. De nuevo, quizás algunos no pertenecen claramente a este grupo, como el telegrafista, el impresor o los dependientes y emplea dos. Se ha hecho así por considerar que tanto el telegrafis- 145

ta como el impresor tienen una preparación especial y una

condición queno es la del artesano. los dependientes y emplea

dos se incluyen porque nos parecen ser los encargados de las

tiendas de las haciendas y los servidores públicos, respec­

tivamente. Finalmente, el último grupo incluye a los propie­ tarios de tierra, que al mismo tiempo con pequeños empresarios agricultores y huerteros. Llama la atención que los hacendados no aparecen en el padrón, lo que seguramente indica que no vivían en la localidad. Tampoco aparece ningún maestro, de donde deduci- (12) ^ T mos que no había escuela . La preceptora se encuentra en el padrón junto a un niño de ocupación "escolapio", por lo que suponemos que únicamente lo atendía a él. Este individuo no se incluye en los totales de la población con ocupación espe­ cificada. De los cinco grupos que aparecen en^l cuadro 11-18) el mayor es el de los asalariados manuales que representa el 44.42% del total. Le sigue el de los artesanos, con 34.99% del total y luego los comerciantes y arrieros que alcanzan el 10.92%. Los profesionales y propietarios agrupa el 6.70% y el 3.47% de la población ocupada, respectivamente. Las ca­ racterísticas de estos grupos se ven con mayor claridad al analizarlos como grupos domésticos. Un pequeño signo ó*^j señala en el padrón a al­ gunos individuos que encabezan a grupos de personas que pare­ cen compartir una misma residencia. En ocasiones se trata de familias nucleares (el padre, la madre y los hijos), pero otras veces son más bien unidades domésticas con característi cas de familia extensa (es decir, que se agregan la madre de - 146 - uno de los conyugues o algún hermano o hermana de éstos y, ocasionalmente, sus hijos). Otras veces, los individuos agru pados bajo uno de estos "jefes" no tienen ningún indicio cla­ ro de parentesco que los una, a pesar de que sin duda -dada la estructura de edades y sexos que presentan- comparten la residencia con una autoridad "mayor" y ello posiblemente im­ plica el funcionamiento de un fondo redistributibo de tipo doméstico. Quizás aventurándonos un poco, hemos considerado a estos grupos como si fueran unidades domesticas lo que per mite las siguientes observaciones. Para los casos en que el apellido paterno claramen te identificaba a los hijos de un matrimonio, estos se conta­ bilizaron de la manera que aparecen en el cuadro 11-19. Se han considerado como matrimonios sin hijos a todos aquellos que, estando casados, no tienen en la unidad ningún individuo cuya edad y apellido paterno permitan considerarlo como tal. La tabla, por lo tanto, no puede considerarse como entéramente verídica. En lo que hace especialmente a los matrimonios sin hijos los supuestos pueden ser demasiados. No obstante, como muestra estadística puede resultar válida y útil. Vemos así que, en general, el número de hijos es reducido: de 168 unida­

des identificadas, sólo el 4% tiene más de cuatro hijos. Una

gran parte de las unidades parecen no tener hijos, especialmen

te entre los jornaleros. El grueso de las unidades (43%)tie­

nen uno o dos hijos y cerca del 15% tienen 3 ó 4. los distin­

tos grupos de ocupación se enmarcan en esta linea básica, aun

que jornaleros y propietários tienden a un número menor de hijos; los comerciantes y profesionales se mantienen muy cer- - 147 - ca de la media mientras que los artesanos tienen proporcional mente más hijos por unidad que el resto. El Cuadro 11-20 permite apreciar otro aspecto de la cuestión. Casi una quinta parte de los individuos censados viven solo el 22.3%, aunque hay diferencias entre los grupos. Se nota una tendencia mayor hacia las unidades de un sólo miembro en­ tre los profesionales (34.6%) y los propietarios (35.7%). Se encuentran cerca de la media los artesanos (25.9%^ y por de­ bajo de ella los jornaleros (17.7%) y los comerciantes

(14.8%). La mayor parte de la población vive en unidades de dos, tres y cuatro miembros y esta tendencia es más fuerte entre los jornaleros (53.8%). En términos generales puede decirse que mientras éste grupo se concentra en unidades de dos a cinco miembros, el resto de los grupos ocupacionales se reparte de manera más homogénea entre las unidades de dos o ocho miembros. Esto se suma al hecho de que en general los jornaleros tienen menos hijos que los demás grupos y co­ mo para este dato se consideran sólo a los matrimonios, pue­ de inferirse que la mortalidad infantil es mayor en este gru po. Al considerar a todos los individuos colocados en seguida de los que tomamos como jefes de unidad doméstica^ como si pertenecieran a ésta y tuvieran la misma ocupación de la cabeza, obtenemos la distribución poblacional que apa­ rece en el cuadro 11-21. Cabe señalar que cuando algún indi­ viduo aparece en el padrón con alguna ocupación -sin ser ca­ beza de unidad- lo incluimos en el grupo de su ocupación, aunque éste fuera distinto del de los demás miembros de la - 148 -

unidad. Asi, los grupos que encabeza un jornalero, la mujer

es sirvienta y los demás no tienen especificación, pasaron to

dos al grupo de asalariados. En cambio, cuando el jefe es

jornalero, la mujer tortillera y los demás sin especificar,

el primero y los últimos se contaron como asalariados y la

mujer como artesana. Como la mayor parte de las mujeres no

tienen ocupación especificada, cuando se les anota alguna, le

dan un carácter particular a la unidad. Así hay varios casos

de mujeres tortilleras casadas con jornaleros. Esto se en­

cuentra de manera general como estrategia de subsistencia de

la unidad doméstica: cuando el jornal no resulta suficiente para mantener a la familia, las mujeres debían colaborar con algún ingreso extra. En ocasiones esto se hacia "torteando ajenó", lo que puede haber sido el primer paso hacia la cons­ titución de una ocupación más permanente. Quizás lo mismo puede aplicarse a las lavanderas, planchadoras, y sirvientas.

Esto ocurre también con frecuencia entre artesanos, donde la mujer tiene otra ocupación: esposo cantero con mujer tamale­ ra, por ejemplo. Al mismo tiempo, se distinguen unidades que no están encabezadas por un matrimonio, sino que se trata de hermanos y hermanas o parientes más o menos cercanos. De he-< cho, encontramos muchas parejas de individuos que no están casados y que seguramente constituyen unidades domésticas.

El contar con quién realice las labores domésticas lleva tam­ bién a que se agreguen mujeres a las unidades: la hermana, la madre, hijas viudas o solteras mayores.

Al observar la estructura de la población para el grupo de la mano de obra encontramos características simila- 149- res a las de este grupo en las haciendas (Vid, supra). Re­

presentan dos quintas partes (39.9%) de la población de la

villa y son el grupo mayoritario, aunque los artesanos se

acercan bastante (31.6%). Los jóvenes menores de 15 años

constituyen más de la cuarta parte (27.3%) de la fuerza de

trabajo y las mujeres exceden en un dos por ciento a los va

rones. Los adultos la 15 a 44 años representan el 57% del

total del grupo y la diferencia entre hombres y mujeres es de

2.8%. Por último, sólo el 16.6% sobrepasa los 45 años y

aquí las mujeres sobrepasan en un 6.2% a los hombres.

Las personas dedicadas a diversos oficios consti­

tuyen un número casi tan importante como los asalariados ma­

nuales. No deja de llamar la atención que el 31.6% de la

población esté compuesto por especialistas que proporcionan

servicios de diversa índole a la población de la villa y las

haciendas. Si a este número agregamos los profesionales y

los comerciantes, tenemos a más de la mitad de la población

de la villa ocupada en tareas que no son propiamente agrícolas.

El grupo dedicado a oficios múltiples está forma­ do por 400 personas. Una porción importante tiene también menos de 15 años, igual que para los asalariados. No sucede lo mismo con los demás grupos de edad: la proporción de indi­ viduos entre 15 y 44 años es menor en un 2% a la del grupo anterior y la de mayores de 45 es superior en más del 2%.

Aunque la proporción de jóvenes sea la misma, la población activa constituye una parte menor del grupo y el promedio de vida es más alto que para los asalariados, tanto para los hombres como para las mujeres. - 150 - Los comerciantes constituyem un grupo aún más pe qeño: únicamente son 148 y representan el 11.7% de la pobla­ ción de la villa. La gran disparidad entre hombres y mujeres nos lleva a señalar que seguramente no se trata de una cate­ goría homogénea. En ella se han incluido, bajo el mismo deno­ minador de "comerciante", a los dueños de las tiendas del pue blo y a los vendedores ambulantes ocasionales, entre los cua- les las mujeres desempeñan un papel preponderante. Las muje­ res que tienen entre 15 y 44 años de edad representan, por si solas, más de la tercera parte del grupo (36.5%). Con todo, se observa que el 23.6% del total del grupo tiene menos de 15 años, lo que resulta ser una proporción inferior a las encon­ tradas para jornaleros y artesanos. La población entre 15 y

44 años es también proporcionalmente menor, aunque la diferen cia no es tan grande: 52%. En cambio, aquellos que tienen más de 45 años constituyen casi una cuarta parte del grupo

(24.3%), lo que sí resulta mucho más elevado que en los ante riores. Los profesionales son un grupo de 113 personas:

47 hombres y 66 mujeres. El porcentaje de jóvenes se encuen­ tra también ligeramente por encima de la cuarta parte de la población. El 56.6% del grupo se encuentra entre los 15 y los 44 años, lo que lo coloca sólo por debajo de los jornale­ ros. Por el contrario, el porcentaje de personas que supe­ ran los 45 años es inferior al de los demás grupos, con ex­ cepción de los jornaleros. Finalmente, los propietarios que residen en la villa de Taretan, constituyen un grupo muy pequeño, de 53 - 151 -

individuos únicamente, de los cuales 49.1% son hombres, y 50.9 mujeres. El 26.4% tiene menos de 15 años, 52.8% entre 15 y

44 y el 20.8%, más de 45. Podemos agregar a estas apreciaciones otro dato proporcionado por el padrón: el grado de analfabetismo. Encon los tramos que/asalariados manuales alfabetas alcanzan únicamente

el 4.2% de la población total, cuando representan el 62.5% de la misma. Dentro de este grupo sólo sabe leer el 6.7%, en

tanto que para los demás grupos las proporciones son como si­ guen: 39.9% para los comerciantes; 40% para los propietarios;

41.6% para los artesanos y 67.2% para los profesionales (ver cuadros 11-22 y 11-23). De este modo, podemos apreciar comportamientosdemo- gráficos ligeramente distintos en los cinco grupos ocupaciona- les estudiados.

0-14 15-44 45 y + Alfabetismo Asalariados Manuales 27.4 57.0 15.6 6.7

Comerciantes 23.7 52.0 24.3 39.9

Artesanos 27.0 55.0 18 41.6

Profesionales 26.6 56.6 16.8 67.2

Propietarios 26.5 52.8 20.7 40.0

Fuente: Cuadroii-24 (AMT-PGH-1905).

En conclusión,la villa de Taretan a la vuelta del siglo contaba con una población heterogénea, estratificada e - 152 - internamente diferenciada. La importancia de los grupos de

asalariados manuales y de artesanos y prestadores de servicios

más especializados, nos hace pensar en la relación con las ha­

ciendas, empresas agrícolas mayores. El importante grupo de

comerciantes trasluce la importancia del sistema de abasto lo­

cal asi como del sistema de transporte y distribución de los

productos del entorno. El pequeño grupo de agricultores y

huerteros permite entrever la existencia de empresarios peque­

ños con independencia relativa de la hacienda.

Cada uno de estos grupos tiene características pro­ pias que dan su carácter peculiar a la población de la villa.

Tenemos así, que hay una proporción mayor de mujeres que hom­ bres, ya que el grueso de la mano de obra no reside ahí. Aun­ que la parte mayor de la población está constituida por jorna­ leros y otros asalariados manuales, la proporción de artesa­ nos y prestatarios independientes de servicios es casi tan im­ portante. Las unidades domésticas son pequeñas, aunque lo son más para los jornaleros que para los otros grupos. Las unidades tienden a contar con más de tres miembros, -seguramente con fines prácticos- y en general suelen tener alrededor de cinco^J-^)

La población de mayor edad se encuentra en mayor proporción en los grupos que no son asalariados manuales. Ello va aparejado cón una distribución más equitativa entre las distintas cohor­ tes de edad y un mayor grado de alfabetización de sus miembros.

Aunque sin duda resulta difícil hablar de clases so ciales a este nivel (cf.Wessman, 1977), las regularidades antes descritas permiten considerar a estos*grupos como unidades so­ ciales con cierta hemogeneidad. Con el transcurso del tiempo 153- estos grupos tienen papeles diferentes en la medida en que se

reproducen bajo condiciones distintas y con características

propias. El grupo mayoritario enajena su fuerza de trabajo en

aras de una clase que realiza la acumulación y cuyos miembros

no aparecen en el padrón censal. Los propeitarios analizados,

claramente no constituyen una clase de esta naturaleza. Los

artesanos y prestatarios de servicios, aunque dueños de sus

instrumentos de producción, desarrollan sus actividades sujetos

a la derrama de recursos propiciada por la gran empresa que es

la hacienda. Los profesionales no son sino empleados del go­

bierno, la iglesia o los^propios hacendados. La profesión li­

beral del módico lo deja un tanto solitario como excepción.Los

comerciantes seguramente logran acumular al intervenir en el

proceso de circulación, pero, de nuevo, su actividad depende

íntimamente del mercado a que da lugar el centro urbano que

sirve a las haciendas. Con toda seguridad es nula su interven

ción en la circulación de las mercancías producidas por la ha­ cienda.

Hay una sola posibilidad de autonomía relativa,y és­

ta se encuentra en individuos que aún dependiendo de la activi­

dad de la hacienda para su ingreso habitual, obtuvieran algún

complemento importante de la agricultura. Estas personas, en

momentos de crisis pueden recurrir a una intensificación de la

actividad agrícola y acercarse al auto-abasto. El control de

la tierra se vislumbra así como un elemento clave en la ordena­

ción social a largo plazo. Huerteros y agricultores tienen esta cualidad. La información de campo permite asegurar que existía - 154 -

un grupo de huerteros y agricultores combinado con comer­

ciantes y artesanos, los que sin duda representaban el

grupo que con mayores posibilidades de éxito podía en­

frentar una crisis del sistema hacendario (cf. Landsberger

1971:296). Debe destacarse aquí el papel del núcleo urbano como un espacio que permite e incluso fomenta la disiden­ cia frente al centro hegemónico que constituye la hacienda.

Ya señalamos arriba que vivir en la ciudad era, incluso para los jornaleros, la única posibilidad de realizar una incipiente acumulación que facilitara su independencia frente al empleador determinante de la región. El camino para esto era el comercio. De nuevo en este campo, el núcleo urbano representaba un universo contrapuesto a la hacienda, a pesar de vivir en íntima correspondencia.

Las necesidades creadas por la urbe (carbón, lena, agua) y por la actividad generada en la construcción y el mante­ nimiento de los bienes de capital de la hacienda(tortille­ ras, tamaleras, chocolateras, cigarreros, zapateros,etc.) hcían de la villa de Taretan un lugar con necesidades pro­ pias que al ser satisfechas por la vía comercial fomentaban una forma de acumulación hasta cierto punto independiente de la hacienda.

El conglomerado urbano albergaba entonces varios 155 -

grupos de personas con diversos intereses pero que compar­ tían un lugar de residencia al que procuraban mantener, hermosear y vinvular con otros centros urbanos mediante la qonstrucción de obras de drenaje, el empedrado de ca­ lles, la constante reparaicón de los caminos, el remoza- miento de la iglesia, el parque y el palacio municipal.

Con ello fomentaban una identidad que los afirmaba como taretanos y los distinguía de los habitantes de ranchos y haciendas. Las posibilidades de los habitantes de la vi­ lla eran también distintas de las de los demás. Puestos en un punto de tránsito hacia otros centros urbanos, muchos de estos vecinos viajaban a Ururapan, Pátzcuaro y Morelia con cierta regularidad. Los retoños de los estratos acomodados incluso rea­ lizaron sus estudios duera de la zona en Ururapan, Morelia o Zamora.

El lugar en que los intereses de haciendas y morado­ res urbanos se ajustaban era el ayuntamiento. Aun cuando el predominio de la hacienda fuera claro, en el cabildo se adecuaban las decisiones de inversión pública a los re­ querimientos de esta relación. Asimismo en ese ámbito se intercambiaban los apoyos provenientes de los distintos grupos con capacidad de decisión. 156

3.- El Ayuntamiento. La villa de Taretan era, asimismo, la sede de los po­ deres: del gobierno, la Iglesia y la autoridad municipal.

La iglesia católica, por mediación de un cqra párroco vigilaba la devoción y el buen comportamiento de sus fieles.

Las relaciones entre el cura y la élite local eran cordiales y más de una vez aseguró su colaboración para la identifica­ ción y castigo de un culpable de atentados contra la propie­ dad y la seguridad de las haciendas. Las haciendas solían tener una capilla y en la villa de Taretan se inició, a la vuelta del siglo, la construcción de un segundo templo (in­ concluso) a la Virgen de Guadalupe. El gobierno era un ente lejano e inmaterial para la mayor parte de la población. No obstante, sus representan­ tes eran bien conocidos y tangibles. El destacamento mili­ tar, como unidad corporada era el brazo armado del gobierno, tenía su representación y garantizaba su existencia. Como grupo armado se asentaba en una población y hasta nueva or­ den encaraba el mantenimiento del orden. Entre tanto, se integraba lo mejor que podía a la vida del lugar. Las re­ laciones de los oficiales con la élite local eran particu­ larmente importantes dado que aquellos recibíanórdenes de las autoridades situadas fuera de la zona. La interpreta­ ción de éstas órdenes,así como la información del desempeño local a la superioridad, estaban en íntima relación con esa 157

buena voluntad. La autoridad local por excelencia era la autoridad municipal. Esta era el eslabón más bajo de la cadena gu­ bernamental, aunque gozaba de cierta autonomía y constitu­

ía también el primer escalón en el trato de la población

local con la oficialidad. Ciertamente su poder era casi nulo, pero contaba con la autoridad suficiente para solici tar la ayuda de propietarios y administradores de las ha­ ciendas y, en caso necesario, podía lograr el apoyo del destacamento militar. A pesar del muy superior poder del jefe político, en la práctica, éste no intervenía en las cuestiones diarias de la administración municipal.

La ocupación de este espacio político no se prestaba a serias disputas. Estaba más o menos establecido que los miembros del ayuntamiento formaban parte del grupo de per­ sonas que gozaban de amplio reconocimiento, que sabían leer y escribir, y que podían llevar a cabo esas activida­ des sin abandonar su fuente de ingreso. Puesto que los cargos en el ayuntamiento fueron durante mucho tiempo com­ pletamente honoríficos, los seleccionados, sin falta, per­ tenecían a las familias notables de la villa. Es decir, los dueños y administadores de haciendas que ahí residían, sus familiares, los especialistas y empleados de alto ran­ go, los rancheros, huerteros y comerciantes acaudalados de la localidad.

El ayuntamiento se componía por el presidente y tres 158

regidores, con sus suplentes. El presidente duraba en su cargo un ano (hasta 1930). La selección la realizaban los demás miembros del ayuntamiento, que designaban a un miem­ bro nuevo cada ano, renovándose lentamente. Se auxiliaban en el hinterland municipal de los llamados jefes de tenen­ cia y encargados del orden. Estos se seleccionaban por medio de los administradores de las haciendas y ranchos: se les solicitaba una terna de "las personas más caracte­ rizadas y más constantes en su residencia", misma que lue­ go se elevaba a la prefectura de distrito para obtener los nombramientos formales (AMT-1906: circular No. 2 de la pre­ sidencia a las haciendas).

La autoridad municpal velaba por los intereses de la

élite local en las cuestiones cotidianas. A cambio/ conta­ ba con su anuencia y apoyo para su desempeño normal. Esto implicaba la realización de actividades administrativas

(solución de pendencias, persecusión de criminales y ban­ didos, solución de conflictos de interés en daños a la propiedad por ganados y cercas) así como la confección y el envío de los informes requeridos por la superioridad

(estadística, fomento, gobernación, etc.)(AMT- diversos ramos).

El punto en que la colaboración debía ser más estre- cha era el referente a las obras públicas, en general coor- dinadas por la autoridad municipal pero realizadas con el auxilio de los propietarios locales^"^. Aquí era donde 159

solía manifestarse alguna oposición, ya que los recursos

provenían casi en su totalidad de los grandes propietarios,

mientras que el beneficio solo se veía más o menos claro

en le caso de los caminos. (Vease AMT hasta los anos 30,

cuando el reparto agrario liquidó esta convivencia).

El ayuntamiento puede considerarse como una arena po­

lítica en el sentido de que representaba un especio de in­

teracción antagónica para el establecimiento de decisiones

publicas con reconocimiento general. Sin embargo, durante

este periodo el antagonismo se mantuvo en un nivel mínimo

debido a tres grupos básicos de razones.

El ayuntamiento constituía una arena política en que

la disputa era mínima por tres grupos básicos de razones.

En primer lugar, su capacidad de acción era mínima: la im­ portancia concebida por el gobierno central era muy escasa y los fondos propios aun más escasos. En segundo lugar, el acceso estaba restringido a las capas sociales superio­ res: peonada y servidumbre estaban decididamente excluidas.

Era ampliamente reconocido que sólo los"ciudadanos más ca­ racterizados" podían ocuparse de presidir el consejo muni­ cipal. En este grupo había diferencias, pero su actividad se hallaba sancionada por el resto de los concejales y en general sus posibilidades no eran muy amplias. En ter­ cer lugar la rotación de autoridades era paulatina y en la selección de cada nuevo presidente, el consenso lleva­ ba hacia un proceder uniforme. A cambio, el ayuntamiento 160

se convirtió en un instrumento para orientar las obras pú­ blicas , mantener las prerrogativas de los socios menores del grupo dominante y dar prestigio al núcleo urbano medi­ ante la relaización de obras menores(empedrado de calles, saneamiento de drenajes, embellecimiento del parque. Los propietarios eran fuente de recursos para las obras muni­ cipales, pero al mismo tiempo el ayuntamiento era fuente de legitimidad y de legalidad para la impartición de justi­ cia (robo, abigeato, invasión de ganados, incumplimiento de contratas...) y la hacienda recurría a el con insisten­ cia. 161

Conclusion.

Como vimos, la hacienda, como unidad productiva, ejer­ cía una hegemonía económica en la región. El mantenimiento de este predominio se basaba en una explotación permanente y racional de los recursos a su disposición. Esto, a su vez implicaba sostener el control de tales recursos en con­ tra de intereses alternativos. Estos se generaron en la villa de Taretan, a la sombra de la apropia hacienda y entre aquellos a quienes la misma empresa había colocado en posi­ ción de disputárselos: los estratos medios. De manera har­ to interesante, sin embargo, la disputa real por los recur­ sos tuvo que sustentarse en el apoyo extrarregional antes de tener ningún éxito. Entre tanto, las disputas eran me­ nores y se vinculaban básicamente a la disponibilidad de recursos para obras públicas menores.

La organización del Ayuntamiento traduce una estructu­ ración de la sociedad en la que jornaleros, pequeños arte­ sanos y prestadores de servicio quedan excluidos de toda participación en la administración pública. Este mismo punto puede subrayarse en la estructura del trabajp, donde son los vendedores de fuerza de trabajo, quienes constitu­ yen el mayor número y quienes se encuentran más alejados de loa puntos de decisión. Esto traduce también su casi nula participación en el control de los recursos producti­ vos básicos: Agua, tierra y capital les están prácticamen- 162

te vedados. El trabajo de que disponen, a pesar de su dis­

persión, les permite en algunos casos mejorar su suerte,

pero sólo cuando logran establecerse en la villa e intensi­

ficarlo por encima de sus necesidades de subsistencia.

Los estratos más elevados, con los arrendatarios de

haciendas, los propios dueños y los administradores se si­

túan en el polo opuesto. Sus márgenes de decisión son su­

mamente amplios y esto traduce el dominio que tienen sobre

un cumulo de recursos formidable. Entre ambos grupos se

encuentra un estrato de villanos que tienen el control de

una parte importante del proceso de producción: la crea -

ción y el mantenimiento de los bienes de capital. Estos

dominan un saber tecnológico que constituye un recurso

importante en términos regionales. De ahí su papel privi­

legiado en la villa y el ayuntamiento. De ahí también su capacidad para enviar a sus hijos a estudiar en los centros urbanos. A ellos se asocian los pequeños propietarios a- grícolas y pequeños ganaderos que incorporan su trabajo y sus conocimientos al trabajo del campo. Ellos también ven en la hacienda un competidor serio por los recursos de que ellos disponen en pequeñas cantidades. 163

Capítulo III: "El proceso de implantación ejidal."

Introducción. En este capítulo pretendo describir la fase de transi­ ción que llevó a la destrucción de la estructura de poder dominada por la hacienda y propició el establecimiento de la que domina el ingenio.

De nuevo, la forma en que procedí me llevó a la deter­ minación de los principales actores en la lucha por el poder

Establecí quiénes eran los promotores de la quiebra de la estructura hacendaría, de dónde venían, qué buscaban, cómo pretendían llevarlo a cabo, con quienes contaban, con qué contaban y a quienes se enfrentaban. Esto implicaba descri­ bir con qué recursos contaban, cómo habían logrado el con­ trol sobre ellos y qué implicaciones tenía esto.

Al proceder así, encontré que los mecanismos de agi­ tación y organización que eran formas disruptivas, podían volverse un recurso importante, sobre todo en la medida en que podían volverse hacia la manipulación y la canalización de las demandas (formas de control). Asimismo, resultó cla­ ra la participación de actores extra-regionales durante to­ do el proceso. Ello me llevó a plantear los sucesos más importantes en por lo menos tres niveles de manera parale­ la, para hacer evidentes sus interrelaciones.

Con esta base identifiqué la formación de una estruc­ tura de intermediación que se convirtió en el pivote del 164

gran cambio regional. De tal suerte, en lo que sigue se

presenta una descripción de esta estructura. Se estable­

ce un apartado de antecedentes que describe las condiciones

previas al surgimiento de la agitación agraria, señalando

los acontecimientos más relevantes del nivel nacional, pero

poniendo particular énfasis en los sucesos regionales y lo­

cales en el contexto michoacano. El segundo apartado presenta, de manera detallada, la

estructura del liderazgo agrario. Pongo particular énfasis

en las redes personales que permiten la formación del núcleo

central y su vinculación con los niveles extra-regionales.

Deberá quedar claro que los vínculos personales de los ac­

tores individuales — que en el nivel cara-a-cara tienen di­ ferencias y pesos específicos particulares— , una vez que trascienden este nivel se conjugan para formar un actor co­ lectivo definido como "federación regional agraria" en el nivel estatal y como corriente agrarista radical en el ni­ vel nacional.Enesta redefinición son primordiales las acti­ vidades de cada uno de los participantes en diversos cam­ pos sociales, pero debe subrayarse la forma en que su conso­ lidación de.un grupo con controles regionales depende de la conjunción de los nexos establecidos en todos esos campos.

Es gracias a ello que logran una centralización y una media­ ción efectivas de los vínculos entre los niveles estatal- nacional de gobierno, y las comunidades situadas en su región 165

El último apartado del capítulo detalla las condiciones

que hicieron posible el surgimiento del liderazgo agrarista

y sus resultados más imponentes. De nuevo, insisto en la

vinculación permanente de los acontecimientos en los niveles

regional, estatal y nacional, a los que me refiero por la

indicación de las claves "nacionalmente...","en Michoacán...", o "en Taretan...". En esta sección debo subrayar también que el eje de la descripción es una tensión entre una tendencia a la construcción de un dominio (que se apoya sustancialmen­

te en una redefinición del papel de las masas obrera y cam­ pesina), y las particularidades de esta redefinición en los niveles inferiores. En ese eje deberán identificarse las principales modificaciones a la asignación de los principa­ les recursos en la región de estudio. 166

A ) Antecedentes del reparto agrario. 1) La etapa armada.

El ano de 1913 fue para Michoacán, un ano agitado, como-

no lo habían sido los anteriores. Los contingentes levantados

por Gertrudis Sánchez y José Rentería lograron éxitos

tempranos en un rápido movimiento* de Tacámbaro y Pátzcuaro

hacia la ciénega de , el Bajío zamorano y la ciénega

de Chapala; para replegarse luego hacia la Tierra Caliente,

curzando la meseta y ocupando efímeramente Uruapan (Moreno

1980: 49-51). Uruapan, como cabecera del distrito y asiento

de la terminal ferroviaria, acaparo la atención de los

revolucionarios. Esto fue particularmente visible tras el asesinato de Madero y Pino Suárez, cuando el gobierno federal se desintegró sin lograr una concertación de volunta­ des con los revolucionarios locales. Durante 1913 y 1914,

Uruapan fue ocupada alternativamente por huertistas y revolucionarios de diferentes denominaciones que pretendían el control de un punto vital de tránsito y comunicación, así como un área urbana susceptible de préstamos y exacciones para la causa (Sánchez y Guzmán 1982: 48-49)

Aunque 1914 se inició con un franco predominio militar huertista en Michoacán, los avances del ejército constitucio- nalista en el norte y en el sur, permitieron que las tropas de Gertrudis Sánchez recuperaran posiciones y se colocaran 167 al frente del gobierno del estado desde mediados de 1914

(Moreno 1980: 52). Acto seguido, Martín Castrejón ocupó la jefatura militar de Uruapan y Joaquín Amaro la de Zamora

(García Mora 1981: 60). La pacificación incipiente, sin embargo, no duró mucho. Las diferencias insuperadas de la Convención de Aguascalientes repercutieron hondamente en las fuerzas sarmadas que operaban en Michoacán. La indecisión de Gertrudis Sánchez alienó sus apoyos y escindió sus filas. Tras su fusilamiento en abril de 1915, el grueso de sus huestes, bajo el mando de Amaro, se alió a Obregón para combatir a Villa (Moreno 1980: 53). La victoria de

Celaya colocó a Amaro y a sus "rayados" en posición de volver a Michoacán con la representación militar constitucio- nalista y en apoyo del nuevo gobernador Elizondo (Moreno

1980: 53 ; García Mora 1981: 60). La derrota de Villa en el Bajío provocó la dispersión de muchos de sus seguidores. Aquellos que no procedían del norte volvieron a sus lugares de origen y en no pocos casos se dedicaron al saqueo y el robo para provecho perso­ nal. En Michoacán operaron varios jefes denominados "villis- tas", cuyo único denominador común parece haber sido la falta de un programa político definido. Entre ellos, el más celebre es, sin duda, J. Inés Chávez García. Los demás como Cíntora, Altamirano, Zepeda o Gutierrez, son considera­ dos por diferentes autores como subalternos y seguidores del primero, como jefes independientes de gavilla, o como 168 "

ambas cosas en distintos momentos (cf. Olivera 1980: 106-107

Moreno 1980: 53-54; García Mora 1981: 59-60; cárdenas

1973, I: 145-150). Sin duda Inés Chávez fue un atacante mortífero de

incipientes centros urbanos. En toda pequeña población

se recuerda con terror la sana con que arremetía contra

sus habitantes cuando no se cumplían sus exigencias. Los

ejemplos se multiplican: Tacámbaro, la Piedad, Cotí ja

y Pénjamo (González 1968:165); San Antonio y Guaracha (Moreno

1980: 54-55); Pátzcuaro (Taracena 1961: 17-18 , cit. en

Brown 1979: 802); Taretan (Maillefert 1963). Entre 1915

y 1917 estas gavillas asolaron el occidente michoacano y parte de Guanajuato sin que fuera posible enfrentárseles

con éxito.

Después de asumir el poder, el Presidente Carranza puedo destinar parte de' sus fuerzas a la pacificación del país. En Michoacán, el Gobernador Ortíz Rubio hizo otro tanto para acabar con las gavillas villistas. El

26 de junio de 1918 se inició una campana contra Inés

Chávez. El Coronel Lázaro Cárdenas, al frente de la "Columna expedicionaria de Sonora" buscó cerrar el cerco (Cárdenas

1973, I: 145-150).

En su reducida calidad de bandoleros, y acompañados por el temor que causaba en las poblaciones su sola proximi— dad, las huestes chavistas vieron volcarse en su contra todas las fuerzas disponibles. Ya el ataque a San Antonio 169

Guaracha de diciembre del 17 costó muchas vidas a los rebeldes. En se batieron en franca retirada y se vieron forzados a abandonar los bajíos para trasponer la Meseta en busca de nuevos aires (Moreno 1980: 54).

El ano 18, sin embargo, no pintó mucho mejor. Aunque asalta­ ron con éxito Taretan y le prendieron fuego al centro del pueblo, sufrieron descalabros en Pátzcuaro y Peribán.

Hacia el fin de 1918, se agregaron a la resistencia local y la "Columna expedicionaria de Sonora", la escasez general de alimentos y forrajes, y la "influenza española", pandemia de gran envergadura que azotó la zona del occidente a fines de ese ano. La muerte de Chávez en noviembre desmem­ bró la banda más importante. Algunos de los subalternos fueron muertos, como Altamirano; otros se entregaron, como Cíntora, y otros fueron perseguidos hasta sus lugares de origen, donde buscaban refugio, como Zepeda.

Jesus Zepeda, "El Tejón", oriundo de Taretan, era rayador en una de las haciendas. Según las versiones de sus familiares y conocidos, hacia 1914 sacó de la hacienda un caballo y una carabina, y se fue a pelear contra el gobierno, bajo las órdenes del general Cíntora. En su ruta entre la Tierra Caliente, la Meseta y los bajíos, sus huestes se exhibieron por la zona en diversas ocasiones, comiéndose las vacas, emprestando paja y logrando adeptos, pero sin pelear con nadie.

Estos3Lincidentes, sumados al recuerdo de las tropas 170

del General Mastache, en tránsito, hacen la totalidad de los episodios armados de la revolucionenlamicro-región, donde no hubo hechos de armas importantes. Se padecieron, sin embargo, las consecuencias del derrumbe del gobierno central y de la desorganización de la economía. La gente se concentró en los pueblos, temiendo por sus pertenencias y su vida, frente a las gavillas de revolucionarios que todo se comían y destrozaban. En los pueblos, sin embargo, tampoco había mucho que comer. Primero escaseó el maíz: fue necesario revolver la espiga de la planta, o plátanos, al nixtamal, para hacerlo rendir. Durante algún tiempo, las haciendas del

$ur, menos afectadas, continuaron produciendo arroz. Después se interrumpió incluso este comercio y la gente se vió obligada a basar su dieta en los mangos, las guayabas y demás frutos de las huertas mixtas.

Hacia el fin de la década, algunas de estas penurias tocaron a su fin . Ya en 1919, en Taretan, aunque no fue posible efectuar elecciones municipales, se constituyó, mediante la intervención del ejército estatal, el cuerpo municipal con cuatro regidores propietarios, cuatro suplen­ tes y un síndico propietario con su suplente (El Universal,

27-111-1919). Los ocupantes de esos puestos fueron los mismos artesanos especializados y pequeños propietarios de huertas y ganado que constituían el estrato acomodado

antes de iniciarse la lucha armada. 171

De este modo, al finalizar la etapa armada de la revolución en los anos veinte, las condiciones generales de vida en Taretan habían cambiado poco. En efecto algunas familias acomodadas se habían mudado a Uruapan o Morelia, algunas grandes casonas del centro se encontraban quemadas o abandonadas y las actividades productivas se habían visto seriamente afectadas por el desorden de la economía, el asalto chavista, la escasez alimentaria y la influenza. No obstante, cuando el gobierno de Obregón logró consolidar la paz e inició la reactivación económica, las empresas productoras de azúcar, piloncillo y alcohol lograron volver rápidamente a su organización original. En ésta, nada parecía haber cambiado: tierra, agua, aperos y animales estaban en las mismas manos; aunque muchos de los trabajado­ res se habían visto forzados a emigrar, era posible prescin­ dir de aquellos que no permanecían en la zona hasta lograr su remplazo. La organización de la sociedad no había sufrido localmente modificaciones en su estructura básica. En 1921 se habían hecho las solicitudes de tierras para media docena de poblados. No se había dado solución a ninguna y, salvo el caso del poblado de Taretan, todos los núcleos solicitantes tenían alguna reminiscencia indígena. 'Las haciendas reorganizaban su producción, encon­ trándose en operación casi todas. En Julio de 1921, la presidencia municipal de Taretan informó de la marcha normal o en proceso de normalización, de una docena de 172

los más importantes productores agrícolas e industriales

del municipio. Se incluyen ahí a las principales haciendas

productoras de piloncillo y aguardiente de la zona, si

bien casi todas se encontraban arrendadas a residentes

locales. (AMT-Informe de la Presidencia Municipal a la

Dirección General de Agricultura y Fomento en Morelia, julio 27 de 1921).

2) Los inicios del período institucional.

Al finalizar la etapa armada, eran sobre todo los

acontecimientos extraregionales los que provocaban algún

alboroto en la zona de Taretan (cf. Landsberger y Hewitt

1971:296). La promulgación de la Constitución de 1917

y la estabilización del gobierno de Carranza que parecía

lograr la capacidad de aplicarla y reglamentarla, habían anunci,ado cambios sjLgnificativos, particularmente en los terrenos agrario y de la reglamenta^ción del trabajo. En Michoacán, al amparo de la nueva legislación agraria,

algunas comunidades indígenas habían reestructurado sus

pleitos. La incorporación constitucional de los preceptos

incluidos en la Ley del 6 de enero de 1915, otorgaba derechos

a los pueblos para reinvindicar tierras de las que hubieran

sido despojados y abría la posibilidad de dotación en

algunos casos (Foglio 1936, 111:176). Antes de 1920, sin

embargo, los logros no fueron muchos. En todo el estado

sólo una docena de pueblos obtuvo tierras: nueve dotaciones y una restitución (Moreno 1980:59. En la zona aledaña 173 a Taretan sólo San Francisco Uruapan había solicitado la restitución de sus tierras antes de 1920. Era claro, no obstante, el cambio de actitud en lo referente a las grandes propiedades territoriales. El

Gobernador Ortíz Rubio reglamentó, aunque sin mucho éxito, la propiedad de la tierra. Estableció máximos apropiables por una sola persona, de acuerdo con diversas calidades de las mismas y declaró la obligación de los terratenientes de vender aquellas porciones que rebasaran dichos límites

(Moreno 1980:58). A la incapacidad del gobierno estatal para hacer cumplir esta reglamentación frente a la resisten­ cia de los hacendados, vino a sumarse la partida de Ortíz

Rubio, al incorporarse a la rebelión de Agua Prieta contra

Carranza, para dejarla sin efecto (Moreno 1980:59). Obregón basaba su fama nacional en la victoria armada sobre Villa y el triunfo constitucional sobre Carranza.

Así, cuando abiertamente se declaró en rebelión contra

éste, logró capitalizar los apoyos grangeados con motivo del impulso que había dado, en contra de la opinión del jefe máximo, a la legislación radical que protegía los derechos de los campesinos y los trabajadores urbanos

(Hall 1985:164). Su llegada a la presidencia anunciaba, entonces, medidas importantes relacionadas con el reparto de tierras y la reglamentación del trabajo asalariado.

En este campo buscó regular centralmente la forma de encarar el problema agrario. Mediante cambios en la legislación de la 174 materia, el gobierno federal intentó aminorar la agitación que al respecto imperaba, estableciendo reglas limitantes

(cf. Simpson 1952). Las necesidades apremiantes de pacifica­ ción interna y reconocimiento internacional limitaron la reconstrucción económica y buscaron frenar las acciones agrarias. Las medidas adoptadas para la institucionalización del nuevo regimen llevaron a la centralización de los instrumentos de control político, principiando por el ejército (Meyer 1974:727-728). El poderío militar de Obregón, anclado en los jefes de operaciones militares sirvió de base a la federación para lograr la sumisión o connivencia de la mayor parte de los gobernadores y establecer convenios ventajosos con los caciques regionales. Se permitió, así, gran autonomía a los jefes locales, en-tanto no mostraran franca hostilidad hacia el gobierno central (cf. Brading

1985). En Michoacán, la partida de Ortíz Rubio colocaba a Mágica en posición ventajosa para intentar de nuevo llegar a la gubernatura estatal (Fowler 1985:217). A pesar de que no contaba decididamente con el apoyo de Obregón, había fortalicido sus bases populares y su Partido Socialis­ ta, especialmente en la capital del estado y las zonas lacustre y de la meseta tarasca, hasta Uruapan (Fowler

1985:218-219). Con el apoyo del general Lázaro cárdenas, comandante militar en el estado, Mágica logró llegar a la gubernatura, maniobrando después para lograr el reconocí- 175

miento tácito de De la Huerta, en octubre de 1920, y explíci­

to de Obregón, en abril de 1921 (Fowler 1985:217-218). Durante el escaso ano y medio que Mugica estuvo al

frente del gobierno del estado de Michoacán, se tomaron

medidas decisivas para la situación futura de las grandes

propiedades agrícolas. Se logró establecer una Ley del

Trabajo para el estado que seguía las disposiciones constitu­

cionales en la materia y que reglamentaba jornadas y jorna­

les protecciones y obligaciones precisas para trabajadores

y empleadores de la ciudad y del campo (Fowler 1985:221).

Se promovió la formación de pequeñas propiedades agrícolas

y dotación de ejidos. Por una parte, se enviaron circulares

a los municipios en las que publicamente se "excitaba"

a los propietarios de grandes fincas rusticas a fraccionarlas

(AMT-"Circular No. 1-T de la Agencia General de la Secretaría

de Agricultura y Fomento en el estado de Michoacán" del

lo. de abril de 1921, dirigida al presidente municipal).

Al mismo tiempo, por otra parte, se auxilió a dirigentes

locales en sus reclamaciones agrarias y, en algunos casos,

incluso, se ayudó en la formulación directa de las peticiones

(Fowler 1985:221). En estos casos fue muy relevante la actividad de los maestros de primaria, como introductores y diseminadores de una idea muchas veces completamente novedosa; la posibilidad de solicitar las tierras de las haciendas colindantes. Así durante este lapso, Foglio Miramon tes (1936, 111:79) enumera 59 solicitudes de tierras plantea- 176

das durante el gobierno de Mugica, mientras Fowler Salamini

(1985:221 , n.p.p. 15) afirma que él encontró 63 en el

periódico oficial. La solicitud hecha por los habitantes

de la villa de Taretan, del lo. de julio de 1920 , (ASRA-Mor.

Taretan, 247) claramente corresponde a esta estrategia

agraria mugiquista. Lo mismo puede decirse de las peticiones

elevadas por los poblados de Ziracuaretiró y San Angel

Zurumucapio, unos meses antes, y la de Nuevo Urecho, dos

anos después. Las solicitudes hechas al gobernador del estado se

turnaban a la Comisión Local Agraria. Esta se encargaba

de reunir todos aquellos "datos que expliquen la necesidad

o conveniencia de que el poblado solicitante obtenga los

terrenos que pide en dotación" (AMT-1921- Oficio 160-920

del Exp. No. 1260 de la CAM al presidente municipal, del

28 de junio de 1921). Ahí, los partidarios de Mugica,

al frente de la Comisión, aceleraban los trámites (Embriz

y León 1982:194), que luego se estancaban en las revisiones

de la Comisión Nacional (Fowler 1985:223). Debe subrayarse

la oposición que Mugica. encontró a todos los niveles, véase

por ejemplo, la carta dirigida a Díaz Soto y Gama del

, 28 de marzo de 1921 en la que le contaba de estas dificulta­

des (cit. en Diego H. 1982:16). Ante esta perspectiva, y con el fin de contrarrestar

la creciente oposición que encontraba su programa agrario,

Mágica se empenó en mantener su derecho a armar a los 177 -

grupos de defensa locales (Fowler 1985:223). Estas unidades

civiles de campesinos armados se empleaban, bajo las órdenes

directas del Gobernador, para apoyar las medidas agrarias.

Un claro ejemplo lo constituye el ataque y muerte de "los

' terratenientes españoles que no cooperaban en Tacámbaro,

Curimeo y zuracuaretiro..." por órdenes de Mugica a princi­

pios de 1922 (Fowler 1985:223-224). Estas medidas, que

desde el centro se veían como manifestaciones de franca

hostilidad y rebeldía, sellaron la suerte de Mugica, obligán­

dolo a dejar el puesto de marzo de 1922 (Fowler 1985:225).^

A pesar de sus esfuerzos para volver a la gubernatura, la creciente oposición conservadora, primero, y la rebelión

delahuertista, después,lo impidieron. En el nivel nacional, entre tanto, el gobierno central

adoptaba medidas tendientes a dar un curso legal pausado

y ordenado al proceso de reparto agrario. El reglamento

agrario del 10 de abril de 1922 apareció como la primera

acción efectiva de regulación de los principios agrarios

plasmados en la Ley del 6 de enero y en el artículo 27

constitucional (Simpson 1952:52). Durante el gobierno

de Obregón -y hasta las reformas callistas de 1927-, esta

ley normalizó los procedimientos de reparto agrario, estable­

ciendo y aclarando los derechos de los pueblos a la restitu­

ción y la dotación de ejidos: determinó los procedimientos

de acción agraria, las extensiones y calidades de las

tierras que recibirán los poblados por restitución o dotación, 178

y la categoría política de los asentamientos susceptibles

de convertirse en ejidos (Simpson 1952:52-53). Con esta

base, durante el gobierno de Obregón se repartió poco más de un millón de hectáreas entre 624 poblados (Simpson

1952:54). Era clara, sin embargo, la tendencia hacia la centralización del proceso de reforma: toda acción agraria habría de calificarse, en la ultima instancia, por el presidente de la República y las autoridades agrarias nacionales. En Michoacán, la reacción contra el agrarismo y el anticlericalismo de Mugica se benefició con la deposición del gobernador. Sindronio Sánchez Pineda que fue designado en sustitución de aquél, ocupó el puesto entre marzo de

1922 y septiembre de 1924 (Moreno 1980:60). Pasadas las manifestacionesviolentas del fin delmugiquismo, las protestas fueron acalladas y manipuladas (cf. Embriz y

León 1982:48-52). El gobernador sustituto, aunque no frenó totalmente el reparto agrario, si mostró mayor tolerancia para con los grandes propietarios agrícolas y los representan tes del clero católico y su grey más agitada. Sostuvo también, durante poco más de un ano, la difícil situación del gobierno frente a los intentos de Mágica por volver a ocupar la. gubernatura. Cuando este problema parecía tocar su fin, el jefe de operaciones militares en el occiden­ te, el general Enrique Estrada, encabezó un amplio contingen­ te que se sumó a la rebelión de De la Huerta. Las quince 179 resoluciones provisionales en materia agraria dictadas durante el año de 1923 deben verse a la luz de estos aconte­ cimientos.

Michoacán

Años Resoluciones Resoluciones Provisionales Definitivas

1920 5 3 1921 11 12 1922 1 1 1923 15 15 1924 8 8 1925 6 6 1926 17 13 1927 33 33 1928 19 19

(Foglio M. 1936, 111:198; cit. en Moreno 1980:60). Esos años fueron difíciles para los elementos radicales que habían apoyado al gobernador Mágica. A pesar de que lograron mantener abiertas algunas lineas de agitación agraria y laboral, la posición frente a la rebelión delahuer- tista no fue uniforme y esto acabó por debilitar un movimien­ to que no contaba ya con el apoyo gubernamental (cf. Embriz

1984:132). Con todo, estos organizadores se mantuvieron activos durante esos años. Singularmente clara es la partici­ pación de aquellos con tendencias anarco-comunistas que tuvieron ligas con la Federación de Obreros y Campesinos de la Región Michoacana (CROM) y con el Partido Socialista Michoacano. De este grupo surgieron los organizadores de la Liga de Comunidades y Sindicatos Agraristas del ISO

Estado de Michoacán, formada en diciembre de 1922 (Fowler

1980:222; Embriz 1984:123-124; Mugica M. 1982:81-90).

Entre ellos ha de destacarse el papel de maestros, participan tes activos en las movilizaciones del mugiquismo, colaborado­ res de la Liga y agitadores agrarios que más tarde constitui­ rían el núcleo central de la CRMDT (Mugica M. 1982:111), además de los dirigentes agrarios propiamente dichos, entre los cuales Primo Tapia es sin duda el de mayor renombre en estos anos (Friedrich 1981; Embriz 1984).

3) Hacia el fin de los caudillos. El fin de la rebelión delahuertista había coronado con el éxito militar al gobierno de Obregón. La transmisión ordenada de poderes a su sucesor fortaleció al gobierno central e hizo posible el inicio de una nueva etapa de la vida nacional. Durante este período, el proyecto de modernización y reconstrucción nacional anunciado por el general Calles enmarcó los acontecimientos en este nivel. Desde la campaña presidencial se habían anunciado los cimientos de la empresa: reorganización del sistema bancario, crediticio y de las finanzas públicas; "reforma agraria integral" y "educación masiva" (Krauze 1977:18-26).

En el terreno agrario, las medietas anunciadas señalaban el rumbo de la política estatal. Se consideró que el reparto agrario había concluido (Krauze 1977:22). A partir de ese momento, era menester "regularizar" la reforma agraria y apresurar la recuperación productiva del agro mediante - 181 la asistencia técnica, la educación de los productores y los apoyos crediticios a esta actividad. Estas ideas se tradujeron en la creación del Banco de Crédito Agrícola en febrero de 1926 (Krauze 1977:21), el establecimiento de las Escuelas Centrales Agrícolas en marzo del mismo ano (Krauze 1977:318) y las reformas a la legislación agraria de abril de 1927 (Simpson 1952:56-57; Krauze 1977:

111-114). El elemento distintivo de estas medidas fué su instrumentación; como afirma Simpson: "No sólo se aproba­ ron leyes, sino que se pusieron en vigor" (1952:58). El paradigma que orientaba la política en el agro lo constituían las propiedades medias con elevada productivi­ dad y cultivos comerciales, al estilo del noroeste del país (Krauze 1977:23 y 111). El éxito productivo del general

Obregón en su rancho de Sonora fue un ejemplo claro de la aplicación fructífera de estas medidas gubernamentales.

Otro fue el caso de las regiones en que las condiciones no eran las mismas y donde la incidencia de estas medidas originó respuestas locales diversas. En el estado de Michoacán, 1925 fue un ano de recupera­ ción. La derrota de Escobar en la Tierra Caliente había permitido que la calma volviera a los cuarteles. Los aspectos económicos generales y de la hacienda publica, sin embargo, no mejoraron tan rápidamente. El general Ramírez ocupo la gubernatura en consonancia con los nuevos aires del nivel nacional y orientó su política a la recuperación 182 del control político dentro del estado. Esto tenía dos implicaciones fundamentales. Por una parte, resultaba imprescindible retirar los apoyos de los grupos radicales que se habían aglutinado en torno de los dirigentes del mugiquismo. Esta práctica se conjugó con la política callista de control del ejercito que originó por vez primera la movilización sistemática de los jefes militares fuera de sus áreas de influencia.

La asignación de los generales Cardenas y Mugica a la costa de Veracruz y Tampico, tras la derrota de Escobar en la costa del Pacífico Michoacano, constituye el ejemplo del caso. La rebelión delahuertista había mostrado, en efecto, la conveniencia de mantener a los jefes militares sin arraigo local importante. Se les privaba así de una base de apoyo popular que pudiera animarlos a la rebelión. Por otra parte, era menester que las demandas agrarias y sus soluciones se mantuvieran dentro de los cauces legales y manipulables. El número de resoluciones agrarias se mantuvo bajo el principio y se fomentaron las diferencias en el seno de las organizaciones agrarias. Particularmente

útil fué la división entre Juan C. de la Cruz y Primo

Tapia por el control de los ejidos de la ciénaga de Zacapu que culminó con la aprehensión y muerte del segundo a principios de 1926 (cf. Embriz 1984:1453-144; Friedrich

1981). Con ello se logró descabezar al grupo de activistas agrarios más importante de Michoacán. En los anos siguientes, 183 casi setenta resoluciones agrarias dictadas entre 1926 y 1928, de acuerdo con la legislación reformada, se sumaron a la revuelta cristera para precipitar la caída de la

Liga. Los agraristas y sus defensas armadas se sumaron al ejército regular o lucharon por su vida en un conflicto que equiparaba demandas agrarias con anticlericalismo.

En la micro-región taretana los acontecimientos naciona­ les repercutían pausadamente. Los visos de reconstrucción nacional habían infundido esperanzas en los residentes de los poblados que veían la posibilidad de reactivación económica desde el inicio del decenio. En abril de 1923, por ejemplo, los habitantes de la villa de Taretan se dirigieron al presidente Obregón y al gobernador Sánchez

Pineda argumentando su apoyo al trazo de la vía del ferroca— rril que atravesaba las inmediaciones de esa población.

Adjuntaban ahí una larga lista de 60 "haciendas": unidades de producción agrícola situadas entre Uruapan y Nueva

Italia que se beneficiarían con la construcción de esa vía (AMT: 1983 Detos. Varios: 24 y 27 de abril de 1923 ).

Mencionaban asimismo la depresión económica por la que atravesaban debido a que la "Casa Iturbe" había cesado el arrendamiento de sus tierras.

La construcción del ferrocarril no se hizo realidad sino doce años después y durante todo ese periodo la economía de la zona declinó aun más y de manera notable, No sólo la pérdida de la actividad económica se incrementó a partir 184 de esa fecha (cf. Landsberger y Herwitt 1971:297), sino que la población declinó con igual rapidez (cf. Capítulo

II). Pese al ligero repunte anunciado al iniciarse los anos veinte, la desorganización productiva que se dejaba entrever se hizo más profunda y no pudo superarse hasta casi 25 anos más tarde. Se inició aquí por el contrario un lento y accidentado proceso de desintegración de la gran propiedad agrícola, enredado con otro proceso, igualmen­ te difícil y espacioso, de surgimiento de una nueva estructu­ ra agraria. Hacia la mitad de los anos veinte era claro que el reparto agrario sería una realidad. Luego que las primeras solicitudes, la reglamentación agraria y las soluciones adoptadas en otras regiones dieron la pauta para descifrar la forma en que se enfrentaría el problema de la tierra, algunas haciendas iniciaron sus movimientos. No obstante, sólo algunos propietarios reaccionaron en fechas tempranas.

Las solicitudes de dotación de ejidos se había detenido enl923 y en toda la zona sólo se contaban 6 hasta fines de los anos veinte: San Francisco Uruapan, San Angel Zurumu- capio, San Andrés Coru, Ziracuaretiro, Taretan y Nuevo

Urecho. Puesto que los asentamientos sin categoría política de pueblo y las cuadrillas de acasillados no eran considera­ das por la legislación como sujetos dotables, la amenaza a las grandes propiedades que se repartían en el área se consideraba limitada, (véase la nota 21). 185

Las haciendas de Feliciano Vidales se habían visto

seriamente afectadas con su muerte (acaecida en 1890)

y la nula capacidad administrativa de sus sucesores. Algunas

pasaron a manos de bancos hipotecarios (como el Sabino),

otras fueron vencidas (como Tahuejo) y las demás se encontra­

ban arrendadas (como la Parota). Con esta dispersión resultó

imposible el desarrollo de ninguna estrategia de defensa que presentara un solo frente. Mas tarde, ante la inminencia

del reparto se intentaría el fraccionamiento de algunas

de estas unidades, pero resultaría un esfuerzo demasiado

tardío para lograr resultados positivos. La otra gran hacienda: Taretan y anexas, perteneciente

a la "Casa Iturbe", sí realizó algunos cambios. En un

inicio, subrayó' la distancia entre la matriz y sus anexas.

Aunque en 1911 se registró la propiedad "en composición" como un solo predio (ASRA-Mex.: Taretan 25/12583), desde

los anos veinte hasta el momento del reparto agrario,

siempre se estableció la distinción entre las porciones

de la propiedad de Trinidad Scholtz de la Cerda y Carvajal, y las pertenecientes a María Piedad Iturbe de Hohenlohe-Lán

guemburg (ASRA, Mor.: Ex-Hacienda Taretan 1345, Ejecución).

Por otra parte, a partir de 1924 se intentó hacer frente

a la solicitud del poblado de Taretan por dos vías (cf.

Alcantara 1968:26; Landsberger y Hewitt 1971:296-297).

En primer termino, se inició un proceso de fraccionamiento de dos secciones de la hacienda principal que se encontraban

en derredor de la población de Taretan (ASRA, Mor.: Taretan - 186 -

247 , Dotación!). Se pusieron a la venta cerca de 100 lotes

en la parte alta del pueblo (Zona "A") y otros tantos

en la parte baja (Zona "B") por medio de una agencia de las propietarias que se estableció en la misma cabecera

municipal (Escritura de uno de los adquirientes, con mapa

de localización anexo; fechada el 6 de octubre de 1925).

Se vendieron así, entre personas de la localidad cerca

de 200 lotes con extensiones que variaban entre las 5 y las 10 hectáreas , y cuyos precios fluctuaban entre 30 y 100 pesos por hectáreas para las tierras de riego, y entre 10 y 50 para las de temporal (Alcántara 1968:25;

Landsberger y Hewitt 1971:296-297). La venta de estas fracciones se prolongó por espacio de más de 10 anos.

Las ventas se realizaron a crédito (Alcántara 1968:25).

Apa rentemente, en algunos casos , el importe total. no fue completamente cubierto por los compradores antes de que la representación de las porpietarias se retirara definitivamente de la población a fines de los anos treinta

(Inf. Oral;.véase el apéndice de fuentes). Como segunda vía para la defensa de su propiedad, la "Casa Iturbe" buscó la forma de que el núcleo solicitan­ te recibiera tierras sin que se afectara de manera importante el área productiva de la hacienda. El 26 de mayo de 1926 las propietarias cedieron al gobierno federal, representado por el Secretario de Agricultura y Fomento, Luis L. León, mil quinientas hectáreas de monte y cerril "para la dotación 187

de ejidos de la comunidad del pueblo de Taretan" (ASRA,

Mor.: Taretan 247, Dotación). El núcleo solicitante recibió

las tierras en posesión provisisonal un par de meses después

el 2 de julio de 1926. Estas se aplicaron, por interce­

sión del Comité Particular Administrativo Agrario, a sus

posibilidades de leñero y pastoreo, dada su ínfima calidad

(ASRA, Mor.: Taretan 247, Dotación.

Soledad del Moral Vda. de Iturbide, propietaria de

Tipitarillo y su anexo Tipítaro, también logró enajenar parte de su hacienda en fecha temprana. La finca Tipitarillo fue fraccionada desde febrero de 1926 y las porciones

inafectables fueron vendidas mucho antes de la solicitud hecha por los habitantes de Tipitarillo-Tipítaro en 1935

(D.O., 20 marzo 1942:4a,4)..

Con estas medidas parecía resolverse el problema agrario tal como había sido planteado hasta ese momento en la micro-región. Solo la solicitud del poblado de Nuevo

Urecho quedaba sin solución y el peso de la Sociedad Fernán­ dez y Castaño, que usufructuaba una superficie de más de 10 000 hectáreas, parecía ser suficiente para detener su curso. Hacia el fin del decenio todo parecía volver a la normalidad una vez más. Se reanudaba la producción de piloncillo y alcohol, y ias haciendas buscaban lograr acuerdos con los nuevos propietarios que les permitieran continuar su operación. Colateralmente tan sólo, la agitación agraria se veía con desconfianza, prevenida la población por noticias y rumores sobre la rebelión 188

cristera. El cura de Taretan "se fue de coyote": cerrado

el templo, se refugió en los alrededores desafiando las

avanzadas gubernamentales. No obstante, mantuvo a su grey

mediante la predica oculta, favorecida por una mayoría

católica ajena a los asuntos "del gobierno".

4) La situación en 1930.

Al fin del decenio, en la micro-región taretana,

encontramos pocos cambios con relación a la etapa previa

al movimiento armado. La propiedad de la tierra prácticamente

no había cambiado; los cultivos y el empleo de los recursos

productivos tampoco se habían modificado y, aunque se

habían registrado movimientos importantes de población,

aun podían reconocerse los hábitos y costumbres locales

en la organización de la vida cotidiana.

Podemos resumir estas condiciones de la siguiente

manera. La propiedad de la tierra se encontraba aun concen­

trada en unas cuantas manos (véase cuadro m - a ) . De un

total de 687 predios censados en 1930 en los cuatro munici­

pios de Nuevo Urecho, Taretan, Uruapan y ziracuaretiro,

más del 90% tenía menos de 50 hectáreas de extensión.

Solo el 10% restante de las propiedades contaba con superfi­

cies superiores a las 51 hectáreas. Sin embargo, el 3.35%-

de los predios -los que tenían más de mil hectáreas- acapara­ ban casi el 85% de la superficie total considerada. A cambio, la gran proporción de pequeños predios reunía una superficie que rebasaba apenas el 4% del total. El 189 -

caso de mayor concentración se encontraba en el municipio

de Taretan: por una parte, el 2.9% de los predios, unidades

de más de mil hectáreas, acaparaba más del 90% de la superfi­

cie del municipio y, por otra, el 95% de las unidades

restantes tenía menos de 50 hectáreas, por lo que reunían

apenas una superficie superior al 3% del total, ziracuaretiro

se encontraba prácticamente en la misma situación. En

Nuevo Derecho, las propiedades "medias" eran proporcionalmen­

te más importantes por su numero, aunque no por la superficie

que ocupaban. Por tal razón, (y en parte también debido

a lo reducido de la muestra), las grandes propiedades,

que acaparaban más del 90% de la superficie, parecen también

haber sido numéricamente más importantes. No obstante,

en este municipio, dos propiedades ocupaban el 84% de

la superficie censada. Uruapan se cenia a los mismos rasgos

de gran concentración terrateniente: 2 .33% de los predios

tenían más de mil hectáreas y ocupaban arriba del 70%

de la superficie. Aunque las propiedades "medias" eran

relativamente más importantes, de todos modos casi el

90% del total tenía menos de 50 hectáreas y deupaba el 8.37 de la superficie (cuadro m-b).

Puede afirmarse, por otra parte, que los grandes propietarios no residían en la zona. El mismo censo agrícola- ganadero de 1930 estableció, en el total de predios censados, la calidad de los jefes de explotación (Cuadro m--c).

Entre ellos, resulta interesante que el numero de administra- 190

dores seguía de cerca las cifras correspondientes a las

unidades mayores de 200 hectáreas en los casos de Taretan

y Nuevo Urecho. En los casos de Uruapan y Ziracuaretiro

esto no sucede más que si consideramos las unidades de

más de 50 hectáreas para el primero y de más de 11 hectáreas

para el segundo. En cambio, los números de propietarios

al frente de su explotación son prácticamente coincidentes

con las unidades de menos de 50 hecúareas. Al mismo tiempo,

los arrendatarios y aparceros constituían un grupo relativa^

mente pequeño, pues representaban sólo algo más del 6%

del total de las unidades. Existen, sin embargo, marcadas

diferencias entre los municipios. Mientras Uruapan y Ziracua­

retiro se situaban muy cerca de la media a este respecto:

arrendatarios y aparceros dirigían alrededor del 6% de

las explotaciones; Taretan tenía un grupo algo mayor (8%),

y Nuevo Urecho albergaba una proporción bastante más elevada: 14% del total.

Como aspectos aún someros del cambio en la región pueden destacarse, sin embargo, el gran número de pequeñas propiedades^^ la aparición de ejidatarios. Por vez primera se censaron los ejidos y sus representantes: los Presidentes de los Comités Administrativos. Aparecen así los primeros cuatro ejidos de la zona, con algo más de medio centenar de ejidatarios: San Francisco Uruapan, que recibió la posesión provisional en julio de 1927, San Angel Zurumucapio,

San Andrés Corú y Ziracuaretiro, a quienes les fueron 191

entregadas sus tierras provisionalmente entre 1921 y 1922; y de manera definitiva entre 1923 y 1926. Asimismo es

de señalarse el cambio habido en el régimen de explotación y la venta o hipoteca de las grandes propiedades. Aunque

las extensiones ocupadas continuaron siendo considerables

algunos de los complejos mayores se desintegraron en las

tres primeras décadas del siglo XX. Por estas razones

hacia 1930 algunos bancos hipotecarios se habían quedado

con varias de estas explotaciones y otras se hallaban

en manos de sociedades agrícolas (véase cuadrom-d). Por sus características, las tierras se prestaban

a diversos usos, divididas entre las superficies de labor,

los agostaderos y el monte alto. Los terrenos boscosos,

importantes en la parte norte de la zona, disminuían conside­

rablemente al avanzar hacia el sur (véase cuadro m - 1).

Mientras el municipio de ziracuaretiro contaba con mas

del 70% de su superficie cubierta de bosque, Uruapan contaba

con una porción cercana al 35% de su territorio, Taretan

con cerca de 14% y Nuevo Urecho con menos del 5%. Estas superficies se reflejaban también en la producción forestal,

que incluía no solo madera aserrada, durmientes, vigas

y tejamanil, sino también lena, carbón, brea y aguarrás

(cf. Foglio M. 1936 , 11:90 y 102). Aun con las dificultades

que algunos de estos rubros entraban --como el carbón

y la lena_ , puede observarse la importancia relativa

de esta actividad, sobre todo en los municipios de Uruapan 192 y ziracuaretiro, aunque el caso de Taretan no sea desdeñable

(cuadro 111-6 ). Las superficies dedicadas al ganado son más difíciles de evaluar. Este generalmente ocupaba tierras de descanso, cerros, montes, laderas, y en ocasiones incluso monte alto. Su importancia puede asegurarse con base en el numero de cabezas existentes (cuadro III -5). Con cierta cautela, puede además, deducirse su peso relativo en la comparación de su valor total con el valor de la producción agrícola y forestal (cuadro 111-6). Es clara la preeminencia del ganado vacuno, importante proveedor de carne, cueros y lácteos, pero también insustituible fuerza de tiro para carretas y arados. Caballos, asnos y muías, en números elevados, constituían el medio fundamental de transporte y carga, por lo que sugieren el carácter comercial de los productos dé la zona. Finalmente, es importante constatar que los terrenos de cultivo representan sólo un poco más de la cuarta parte de la superficie de los municipios considerados (véase cuadro 111-1). Además, no toda ésa área se cultivó en 1930.

En el mejor de los casos, Nuevo Urecho, sólo un poco más del 13% de la superficie municipal se cultivó, en tanto que más del 10% permaneció en barbecho o descanso. En ( los peores, en cambio, --Taretan y ziracuaretiro— más del doble de la superficie cultivada permaneció en descanso.

No obstante, pueden identificarse claramente los cultivos 193 que confieren su carácter a la zona. Cana y Arroz, como productos comerciales fundamentales, se asociaban al café y los frutales de las tierras templadas semitropicales, sin olvidar nunca los componentes básicos de la dieta.

Los diversos cultivos aparecen en sucesión, relacionados con altitud y pendiente de las estribaciones occidentales del maciso montañoso que corre de norte a sur. En las partes altas, al norte de la zona, se destinaban mayores superficies al maíz y el café (cuadro 111*2). Hacia el sur, en cambio, el arroz y la cana ganaban terreno de manera considerable. En la porción media, las huertas mixtas cobraban relevancia. Se identifican claramente en el cuadro de las superficies dedicadas al cultivo de café y plátano, ya que el censo no consigna con igual ; ' detalle otros frutales. En este espíritu han de leerse las 133 has. destinadas por el censo al cultivo del plátano y el cafe en Taretan, donde hasta la fecha se desconocen las huertas especializadas de estos frutos (cuadro llf-2).

El elemento común a toda zona, la cana, no alcanzó en este ano extensiones considerables si analizamos los municipios separadamente. Sin embargo, observándolos en conjunto, aparece una superficie cañera ligeramente superior a las 2 000 hectáreas extendida en derredor de Taretan.

Ella fue la responsable de más de 64 000 toneladas de cana cuyo valor se acercó a los tres cuartos de millón de pesos de 1930' . Con esto, superó el 34% del valor 194 total de la producción agrícola de los cuatro municipios

(cuadro 111-3). En cada uno de estos, la proporción fue significativamente diferente. Uruapan, con una zona maicera importante, produjo cana por un valor apenas superior a un séptimo de su total. Algo similar sucedió con Nuevo

Urecho, cuya producción más importante correspondió al arroz, ziracuaretiro, aún produciendo cantidades importantes de maíz, reconoció más del 40% de su valor total producido en la cana. En el municipio de Taretan, fundamentalmente cañero, en cambio, 88.28% del valor total de la producción agrícola correspondió a esta gramínea. El otro producto comercial básico era el arroz, cuya participación en el valor total de la producción en el

área ocupó el primer lugar (41.09%) en ese ano, a pesar de no haberse cultivado en uno de los municipios. Su importan cia se debía a las grandes y tórridas planicies irrigadas del municipio de Nuevo Urecho que forman parte de lo que propiamente se conoce como la Tierra Caliente. Una descrip­ ción oral de estos campos, en los anos treinta, recogida en Taretan, hacía hincapié en que los sembradores disponían en linea recta los costales de semilla para tener una guía al avanzar durante días enteros arrojándola "al voleo".

Una vez brotada la plantilla, el verde tierno enlodado, se perdía en la distancia, por lo que, para la cosecha, de nuevo las tablas destinadas a distintos cortadores se señalaban con estacas largas que marcaban las tareas 195

de la guadaña. De ahí que este sólo municipio haya producido más de 6 000 toneladasde arroz, responsables por más de tres cuartas partes del valor total de su producción agrícola en el ano. ^ Cana y Arroz concurrieron al valor total de la produc­ ción agrícola de los cuatro municipios considerados con el 75.26%. Si a esto sumamos el 17.07% del maíz, menos de una décima parte del total quedaba repartida entre frijol, café, plátano, aguacate, limón, naranja, y otros frutos (véase cuadro 111-3). En lo concerniente al beneficio, acarreo y venta de estos productos, tampoco pueden encontrarse cambios importantes. A juzgar, por ejemplo, por el numero de arados, la tecnología agrícola no había variado: estos se encontraban

estrechamente ligados con el maiz^ con la cana y el arroz, del mismo modo que se mantenían como la herramien ta compleja fundamental. Asimismo, carros y carretas se mantuvieron como medios básicos de transporte de tracción, a pesar de la aparición de unos cuantos camiones y automóviles

(véase cuadro 111-8).La ruta de los productos continuó ligada al ferrocarril como enlace con el mercado extralocal.

En 1935, en plena crisis de producción en la región, la estación de Paranguitiro remitió 1525 toneladas de mascabado, panela y piloncillo hacia el interior (ARFF,

"Azúcar", 1935). La transformación más radical fue quizás la construcción de pequeñas estaciones productoras de 19C

energía eléctrica, que daban servicio a las poblaciones mayores, a algunas sierras-cinta y a los molinos de arroz y nixtamal, además de alimentar alguna fábrica de hielo

(véase cuadro 111-9). Era clara también la ausencia de la agitación política

en torno a los asuntos agrarios. La lentitud del proceso que seguían las demandas

iniciadas 10 anos atrás no infundían grandes ánimos. Las acciones emprendidas por las haciendas, fraccionando y vendiendo o cediendo terrenos de regular y mala calidad, habían desalentado a muchos y resuelto el problema de unos cuantos. Los agitadores que esporádicamente atravezaban

la zona no lograron tampoco, antes del fin del decenio, convencer a los trabajadores agrícolas de que era posible continuar por ese camino. En esto influyeron tres grandes corrientes contrarias al reparto. En primer lugar, la actitud enérgica y permanente del clero católico. Localmente, el Pbro. Telésforo Gómez, asentado en la población de Taretan desde fines de 1908, había logrado gran ascendencia sobre la población en nada disminuida con la "persecusión". Enemigo declarado de las solicitudes de tierras, predicaba insistentemente sobre el carácter pecaminoso de ese atentado mayúsculo a la propiedad privada del hacendado (inf. Oral.^ cf.

Landsberger y Hewitt 1971:297). En segundo lugar, la adminis­ tración gubernamental del estado de Michoacán buscaba limar asperezas y pacificar la zona, antes que inflamarla con nue­ vos conflictos (cf. Embriz 1984:118). Finalmente, la legislación agraria vigente no impulsaba tampoco nuevas demandas. A la luz de las reformas de 1927, todas las posibilidades parecían estar cubiertas. No existían en la region mas núcleos de población susceptibles de ser considerados como sujetos de derechos agra­ rios, en vista de la discusión sobre la categoría política y de la exclusión de los trabajadores acasillados (cf. Simpson 1952:56)

Concluía así el decenio con un Comité Particular Agrario en

Taretan, administrador de 1500 Has. de monte; y cuatro comisaria- dos ejidales -—Ziracuaretiro, San Angel Zurumucapio, San Andrés

Corú y San Francisco Uruapan— , usufructuarios de entre uno y cuatro millares de hectáreas cada uno. A esto se sumaba la soli­ citud de Nuevo Urecho, aún sin solución alguna, para resumir los resultados de la reforma agraria en la región. En este contexto, a partir de 1929 los acontecimientos se precipitaron para cambiar la faz de la region. Un grupo de agra- ristas activos organizó núcleos de peticionarios e intervino ac­ tivamente en su favor ante las autoridades agrarias, además de mediar en sus demandas. En este proceso reestructuró las formas de organizar la producción que habían imperado en la región, re­ distribuyó los recursos más importantes y estableció las nuevas formas de participación regional. En la comprensión del fenóme­ no he intentado destacar la estructura misma del liderazgo (apar­ tado B) y las condiciones que hicieron posible su formación (apar­ tado C). 19b

B ) La estructura del liderazgo agrario

1) El núcleo central. La estructura del grupo que llevó adelante el reparto agrario en la región taretana puede analizarse a partir de un núcleo central y siguiendo círculos concéntricos cada vez más amplios en los que sus vínculos se diluyen (ver diagrama IV-1)

Cada uno de los anillos corresponde guesamente a un nivel de los que hemos señalado antes (ver capítulo I). El ellos la participación política asume características de compleja dad ascendente. Del mismo modo, los actores tienden hacia una mayor copiejidad en la medida en que se recorre la escala del nivel familiar hacia el del Estado nacional. Los actores individuales pueden trascender el ámbito de la fami­ liaridad en la medida en que se involucran en redes mayores que redefinen su personalidad en términos de una posición es­ tructural. De este modo, la participación de alguno de los Esquema , 111-1 Red egocéntrica de la dirección regional taretana.

t 199- 200

Leyenda del esquema IV-1. "Red ego-céntrica de la .ÎSïiîîiH "

1) Emigdio Ruiz Béjar. 31) Dirección estatal de la CTM. 2) Salvador Lemus Fernández. 32) Lázaro Cárdenas. 3) Jesús Ruiz Béjar. 33) Vicente Lombardo Toledano. 4) Ildefonso Ruiz Béjar. 34) Dirección Nacional del BNCE. 5) Alfonso Rosiles. 35) Dirección Nacional de los FN de M. 6) José Ruiz Méndez. 36) Comisión Nacional Agraria. 7) Arturo Lemus M. 37) Dirección Nacional de la CTM. 8) Primitivo Coria. 38) Dirección Nacional de la CNC. 9) Román Coria. 39) Organizadores del Partido Popular y de la UGOCM. 10) José Coria. 40) Legislatura federal. 11 ), 12) y 13) Compañeros de la Huerta y miembros de la CRMDT 41 ) Vínculos oficiales del ayuntamiento residentes en Taretan. en el nivel federal. 14) al 23) Federación Regional 42) Vínculos oficiales del ingenio y la Agraria "Lázaro Cárdenas", administración de la producción azu más tarde disuelta en Asocia­ carera. ción Ganadera Local, Unión re­ gional de Cañeros y Comité re­ gional campesino. 24) Enlaces con empleados y direc­ ción del BNCE en el estado de Michoacán. 25) Enlaces con empleados y direc­ ción de los Ferrocarriles Na­ cionales en el estado de Mich. 26) Vínculos oficiales del Ayunta­ miento en el estado. 27) Vínculos con la legislatura local. 28) Amigos políticos en el gobierno del estado. 29) Comisión Agraria Mixta y Delega­ ción Agraria en Michoacán. 30) Liga de Comunidades Agrarias en el estado y dirección estatal de la CNC. -201

dirigentes agrarios como representante de los campesinos en

la Comisión Agraria Mixta o como diputado local, no puede vep

se únicamente como la participación de personajes aislados.

Al considerar la creciente complejidad de los niveles super­ puestos, la participación en el nivel del estado federado de­ be verse en función de la posición de los actores dentro de una red más extensa en la que representan unidades más comple

jas, como son los núcleos ejidales o una federación agraria de la CRMDT. El núcleo central del liderazgo puede describirse partien do de cinco personalidades básicas: la mancuerna Emigdio Ruiz

Béjar (ERB)-Salvador Lemus Fernández (SLF), y dos hermanos me

ñores del primero, Jesús (JRB) e Ildefonso (IRB). ERB, cabe­

za del grupo y líder del movimiento en toda la región, nació en Taretan el 5 de agosto de 1910 y murió asesinado el 17 de noviembre de 1950. Hermano mayor de una familia de ocho: cin co hombres y tres mujeres. Se agregaba a la familia un medio hermano mayor, hijo de un primer matrimonio del que el padre había enviudado. Los tres hermanos mayores participaron acti vamente en el reparto agrario y todos ellos estuvieron en la escuela agrícola de la Huerta (véase la nota 12). El medio hermano, mayor que todos, era piloto aviador militar; comba­

tiente dentro de los batallones internacionales en la guerra civil española, fijó luego su residencia en Apatzingán, por

lo que solo de lejos siguió la trayectoria de sus hermanos.

Los dos menores eran demasiado jóvenes para participar al la- Esquema IV-2. 202

A Hombre. 1 . - José María Ruiz. 15. - Alfonso Rosiles. O Mujer. 2. - 16 . - Arturo Ruiz Béjar. H Matrimonio.* 3 . - Sra. Méndez. (Primera esposa de 3). 17. - (Rafael, fallecido a temprana -L Descendencia 4 . - Emigdio Ruiz Rodríguez. edad.) ri Hermandad. 5 . - María Bejar Archundia. 1 8 . - Josefina Ruiz Béjar. , Compadrazgo. 6 . - (Hija del primer matrimonio de 4. 19. - Rafael Ruiz Béjar. Fallecida a temprana edad). 20. - Vladomiro Lemus Ruiz. 7 . - José Ruiz Méndez. 2 1 . - Lenin Ruiz Rojas. 8 . - Concepción Ruiz Béjar. 2 2 . - Lenin Ruiz Rojas. 9 . - Salvador Lemus Fernández. 2 3 . - Emigdio Ruiz Rojas. 10 . - Emigdio Ruiz Béjar. 24. - Arcelina Ruiz Rojas. 11. - Isaura Rojas Cedeño. 2 5 . - Ildefonso Ruiz Rojas. 1 2 . - Jesús Ruiz Béjar. 26 . - Antonio Ruiz Rojas. 1 3 . - Ildefonso Ruiz Béjar. 1 4 . - Raquel Ruiz Béjar. 203 do de los demás; sus tiempos serían otros y su carrera polity (18) ca correría alejada del terruño Las mujeres no se involucraron directamente pero cimenta ron al grupo y apoyaron la causa. La mayor casó con el amigo entrañable, condiscípulo de la Huerta, compañero inseparable y brazo derecho de Emigdio: Salvador Lemus Fernández (SLF).

La segunda contrajo nupcias con el conductor del ferrocarril

Uruapan-Apatzingán: hombre de los bajíos guanajuatenses que tardíamente se incorporó al núcleo agrarista. Aunque funda­ mentalmente participó en sus actividades de intermediación económica, durante los últimos anos colaboró también en la te sorería municipal. La hermana más joven permaneció al lado de sus padres (ver diagrama 111-2). El padre de estos muchachos, Emigdio Ruiz Rodríguez, era un artesano ("hojalatero"), agricultor huertero y pequeño ga­ nadero de la población de Taretan. Hijo de artesanos,con profundo conocimiento de su oficio, era un profesional letra­ do que mantenía su taller en un ala de la gran casa familiar. Hacia reparaciones y obras de construcción para las haciendas, pero no era empleado permanente de ellas. Como propietario, usufructuaba algunas huertas: extensión de terreno con media hectárea de tierra como promedio, con posibilidades de riego, ubicada en las inmediaciones del pueblo y sembrada de naran­ jos, café, zapote, cacao, plátano, mamey, chirimoya y mango, entre otros frutos semitropicales. Era miembro del estrato medio superior de la población que vivía a la sombra de la Ha 204

cienda, por lo que directamente resentía sus altibajos. Al mismo tiempo, mantenía independencia frente a ella y resentía

el monopolio de ésta sobre los principales recursos producti­ vos. Formaba así, parte del grupo de habitantes que se encap gaba de la conducción de los asuntos locales: el ayuntamiento, la justicia, el agua, las obras públicas y las pequeñas pro­ piedades agrícolas. Tanto él como su padre, antes que él, presidieron el ayuntamiento en 1921 y 1880, respectivamente.

Salvador Lemus Fernández, amigo de la infancia de ERB que nunca lo abandonaría hasta su muerte, era de una extrac­ ción similar a la de aquél. Hijo de un músico "filarmónico"

(AMT-PGH 1905) que dirigió una orquesta local cuyas represen­ taciones exitosas llegaron hasta la Ciudad de Chicago, tam­ bién dependía de la derrama económica que la Hacienda distri­ buía en la región.

ERB y SLF fueron a la Huerta en 1926, al terminar su pri maria. Como generación inaugural de la escuela recibieron to do el entusiasmo y toda la mística del proyecto durante tres años (véase nota 12). En este tiempo se conformó con un gru­ po de unos diez jóvenes que compartían ideales comunes: a la lectura de El Machete y otras publicaciones radicales, suma­ ron discusiones y actividad política dentro de la escuela.

Participaron activamente en la organización de los estudian­ tes: "A nivel estudiantil, nosotros controlamos la escuela", afirma don Salvador (Fisc a SLF). Fue en esa época también cuando entraron en relación por vez primera con Lázaro cárde- - 205 - nas. En sus frecuentes visitas a los amigos de la escuela,

Refugio "la cuca" García entre ellos, el general gustaba de conversar con jóvenes inquietos (FISC a SLF). (19) En 1929 concluyeron sus estudios . Al dejar la escue la se integraron a una colonia agrícola que se formaba en la ex-hacienda del Zapote, en el plan de San Bartolo, municipio de Alvaro Obregón. Allí mantuvieron y estrecharon la amistad con Cárdenas, ya gobernador, quien, de paso hacia su finca de

"La Bartolilla" en Zinapécuaro, los visitaba o los invitaba a descansar en ella. El mayor empeño de estos jóvenes en el Za pote parece haber ido hacia la organización sindical y agra­ ria de los campesinos de las tierras circundantes, antes que haberse centrado en la producción agropecuaria. Por tal moti_ vo, el grupo fue víctima de intrigas y rechazo en la colonia.

Finalmente, se vieron obligados a dejar el lugar abandonando la experiencia. Esto constituyó un duro golpe que desmembró al conjunto de ex-compañeros de la Huerta. Emigdio y Jesus volvieron a Taretan. Otros regresaron también a sus lugares de origen. Salvador, Ildefonso y los restantes ocuparon pues; tos en la administración gubernamental del general Cárdenas en Morelia. Al volver a Taretan, ERB y JRB se incorporaron al movi­ miento de organización sindical iniciado por la CRMDT en la zona. con la experiencia adquirida en El Zapote y sus auxi­ lios en Morelia, pronto se acercaron a la cúspide directiva.

Con el tiempo, volvieron los que se habían quedado en Morelia 206

y algunos de los que se habían ido a sus casas. En conjunto realizaron una gran labor de agitación y organización. Part_i ciparon en la formación de los sindicatos de trabajadores agrícolas, lucharon por la tierra y la organización de los ejidos. Llevaron el crédito del BNCE a la zona y establecie­ ron los mecanismos de intermediación política y económica que les aseguraban el control político de la zona. Mantuvieron ese control hasta que fueron muertos o expulsados de la re- gión. (veáse el apartado B del capítulo IV).

Este ejercicio de dominación se orientó, por una parte, al control de los recursos locales, fincados en los ejidos (y más tarde en los ejidos y en las diversas organizaciones por- ellos creadas, como el sindicato del ingenio, las asociacio­ nes de ganaderos, cañeros, pequeños propietarios, jóvenes y mujeres). Por otra parte, se orientó a la manipulación de los vínculos externos. Las actividades involucradas podrían así dividirse analíticamente en tres áreas difíciles de dis­ tinguir en la práctica: promoción económica publica; 2) intep mediación y beneficio económico privado; y 3) actividades de promoción política orientadas a la consolidación del lideraz­ go y al sostenimiento de los vínculos externos. La participa ción del grupo de dirección regional ilustra claramente estos puntos y a su interior puede establecerse incluso cierta espe cialización. ERB ocupó un puesto en el ayuntamiento al menos desde

1932 (asentado como "emplado municipal" en el acta de matrimo - 2C7 -

nio; AMT-Registro Civil: 11 de marzo de 1932). En estos anos

representó a los trabajadores en las juntas municipales de

conciliación que determinaron los salarios mínimos (AMT-agri-

cultura y fomento-septiembre de 1933) y participó en la orga­

nización de sindicatos y núcleos de peticionarios en toda la

región (Inf. oral), como ejidatario en el ejido de Taretan

(ASRA-Taretan 247-Dotación). Durante el bienio 1935-36 repre

sentó a los campesinos michoacanos ante la Comisión Agraria

Mixta (D.O.; jueves 14 de mazo de 1935; 157). No abandonó

nunca la Federación Regional Agraria "Lázaro Cárdenas" de Ta­

retan, de filiación CRMDT, de la que fue fundador y miembro

activo. En 1937 fue electo Secretario de Industria en el úl­

timo Comité Central de la mencionada Confederación (ver cua­ dro IV-9). En tal papel fue de los participantes en el acci­ dentado proceso de incorporación a las centrales nacionales; la CTM y la CNC (FISC a SLF). De ese trámite derivó, por una parte, una entrañable amistad con Vicente Lombardo Toledano

(FISC a SLF) y, por otra, su posterior incorporación a la CNC como Secretario General del Comité Regional Campesino de Tare? tan, a mediados de los años cuarenta (AMT-Dctos. varios-1946)

Más tarde, cuando Lombardo fue separado de la dirección nació nal de la CTM, Emigdio mantuvo sus estrechos vínculos. En es; ta línea participó en la formación de la UGOCM al lado de Ja­ cinto LÓpez^DÍaz Muñoz y Lombardo Toledano. En 1949 se regis^ tró como candidato del PP para diputado federal por el distrjL to electoral correspondiente, con sede en Uruapan (Crítica, 208

21 de junio de 1949) En noviembre de 1950, cuando re­ gresaba con algunos de sus companeros de entrevistarse con Dá^ maso Cárdenas, gobernador; fue emboscado y muerto en el lími­ te norte del municipio de Taretan. El acto de intestado hizo beneficiaría a su viuda, como único heredero, de una deuda en

Taretan, por concepto de renta de la casa en que vivían, y de

$143.50 que se encontraban depositados en el Banco General de

Michoacán, en Uruapan (AMT-Registro Civil-1950). Su parcela en el ejido de Taretan quedó al cuidado de sus padres y para el beneficio de sus hijos. Anos después fue cedida para la construcción de la Escuela Secundaria Técnica erigida en la

Colonia Emiliano Zapata. SLF volvió a Taretan hacia el fin de 1932, al concluir el gobierno michoacano del gral. Lázaro Cárdenas. Como part_i cipante en la posesión de las tierras del ejido de Taretan

(ASRA, Taretan 247-Dotación), fue uno de los mayores impulso­ res de la explotación colectiva y de los organizadores de la

Colonia Emiliano Zapata desde su trazo mismo (FISC a SLF).

Entre enero de 1934 y abril de 1935 fungió como Secretario de

Cooperativismo en el Comité Central de la CRMDT (véase cuadro

IV-9). De ahí pasó a ocupar una curul en el congreso del es­ tado entre 1936 y 1938. En este lapso participó también en el difícil proceso de organización de la CTM y la CNC en el estado. Con desagrado respecto a la división de los trabaja­ dores en este trámite, se opuso a las nuevas organizaciones de masas en dos niveles. Por una parte afirma, "Nosotros nun ca aceptamos completamente esa división: regionalmente se man tuvo la unidad". La participación unitaria dada por la or^a nización regional controlada por ellos, se mantuvo sin cam­ bios. Por otra parte, asegura "al organizarse la CNC, se nom bró un comité que no era de nuestro agrado. Entonces, noso­ tros formamos nuestra propia CNC y seguimos militando, hasta que finalmente nos separamos y nos organizamos dentro de la

UGOCM" (FISC a SLF). En este nuevo esquema de filiación lom- bardista. Lemus participó activamente como dirigente cañero dentro de la UGOCM y, luego, del Partido Popular. En rela­ ción directa con Vidal Díaz Muñoz formó parte del Comité Na­ cional de la Federación Nacional de Cañeros, donde fungió co­ mo Secretario de Relaciones Exteriores entre 1948 y 1950. Mas tarde, fue representante en Michoacán de la Comisión Organiza dora de la Nueva Central de Trabajadores Azucareros (AMT-Agri cultura'y Fomento-Correspondencia Lemus-Díaz Munoz de 1948 y

1949). Estas comisiones lo colocaron en el plano de la orga­ nización internacional de los trabajadores en la confedera­ ción de trabajadores de américa latina y en la federación sin dical mundial (JED a RC). Al lado de estas actividades, Le­ mus fue presidente municipal de Taretan en 1945 y 1946; teso­ rero del ayuntamiento desde 1947 hasta 1952; y, de nuevo, pre^ sidente de 1954 a 1956. Durante este largo período mantuvo una incansable actividad de introducción de novedades tecno-- lógicas y agropecuarias a la región. (véase AMT-Presidencia,

Tesorería, Agricultura y Fomento 1945-1955). En una particu­ lar combinación de intereses personales y sociales logró uti­ lizar su posición en el ayuntamiento para: promover asociado nes de crédito, introducir la siembra de frutales, de papa de alfalfa y otras semillas; promover la explotación de animales domésticos gue no abundaban en la zona, como conejos y cerdos de registro, entre otros; procurar la introducción de noveda­ des tecnológicas en el descascarado de arroz, el molido del nixtamal y la mecanización del corte. Además medió para la consecusión de becas de estudio a ninos y jóvenes de Taretan

(sus hijos y los de Emigdio entre ellos); para la construc­ ción o reparación de escuelas y para la vigilancia del buen comportamiento de los maestros. Sumó a esto un importante papel mediador en dos niveles. Por una parte, ante el BNCE y algunos comerciantes privados de Uruapan, Morelia y Pátzcuaro

para la consecusión de crédito refaccionario y de avío, así como para la compra de enseres agrícolas y de transformación

incipiente. Por otra parte, como miembro del grupo impulsó decididamente la intervención de las agencias del Estado para

la puesta en práctica de grandes proyectos de beneficio re­ gional. Sin duda el mayor de estos fue la instalación del in genio, pero asociados a él se hicieron otros, como la brecha de terracería a Uruapan, la instalación de la luz eléctrica, y el mejoramiento del centro de la población. Como parte de

esta actividad, además, mantuvo por vía telegráfica, postal y

de encuentros personales, una gran cantidad de enlaces en los

niveles estatal y nacional de gobierno: se comunicaba a los -211

amigos cualquier cambio, renovación y continuidad en los man­ dos públicos; se felicitaba a candidatos y servidores públi­ cos amigos, por onomásticos y actividades varias; en fin, se les convidaba reiteradamente a la fiesta tradicional de "las carreras". Finalmente, Lemus emprendió, por su cuenta y en colaboración con su hermano y sus cuñados, algunas activida­ des de beneficio estrictamente personal: ventas de cerveza, cultivo, venta e intermediación comercial de arroz, descasca­ rado y limpieza de esta, gramínea, además de algún ganado.

Con todo, ninguna de estas actividades parece haberle reditúa do lo suficiente: las arcas municipales, al igual que las de

él mismo, siempre estuvieron vacías. Aprovechando sus enla­ ces en la legislatura estatal logró el incremento en varias ocasiones del presupuesto municipal (AMT-Tesorería-1945 y

1954). Sin embargo, los gastos de las tareas de organización agraria siempre eran superiores. Más de una vez hubo de dis­ culparse por no realizar comisiones en razón de la falta de fondos. Esta misma carencia aparentemente se presentaba por su casa de igual forma: con el distribuidor de cerveza, el comprador de granza y los vendedores de maquinaria o seguros agrícolas se negociaban las deudas y los plazos antes que los haberes y las ganancias (AMT-Tesorería-1945-52). Hacia la mitad de 1956, cuando tuvo que dejar Taretan, Lemus se mudó a la Tierra Caliente libre de equipaje, abandonando incluso su parcela ejidal. El general Lázaro Cárdenas logró su incorpo­ ración a uno de los ejidos cercanos a Apatzingán y allí ha 21

fijado su residencia desde entonces para seguir "al pie de la

tierra" (comunicación personal). Junto con algunos de los com paneros de Taretan ingresó al nuevo proyecto cardenista de la

escuela práctica de Antánez, donde el general busco revivir

los ideales de las escuelas prácticas iniciadas durante su go

bierno. Allí Lemus llegó a subdirector y, durante los anos

sesenta, a raíz del movimiento de incorporación de los maes­

tros al gran sindicato nacional y al PRI, tuvo dificultades

con algunos de sus viejos amigos. Entonces se retiró a su

rancho definitivamente. JRB se incorporó al Comité Administrativo del ejido de

Taretan desde su retorno de la Huerta al fin de 1932. Desde la posesión provisional del ejido participó, como secretario

del Comisariado (ASRA Mor., Taretan 247-Dotación), en todas

las gestiones agrarias. En 1935 dirigió el sindicato "Primo

Tapia" de trabajadores de la vía y auxilió a Leonardo zarco

en la presidencia municipal como secretario o "vice-presiden-

te" entre 1934 y 1937 (ASRA Mor., Taretan 247-Dotación). En­

tre 1936 y 1937 fungió, además, como presidente del Comisaria

do Ejidal de Taretan. Luego ya que nunca se apartó del con­

trol de este ejido, donde tenían su parcela él mismo, su pa­

dre, sus hermanos ERB e IRB y su cuñado SLF. Desde la Fede­ ración Agraria "Lazaro Cardenas" de Taretan —que presidio des^

de 1935 hasta su desaparición en 1938 junto con la CRMDT-, vjL

giló particularmente el de desarrollo de la explotación colee

tiva y el desempeño de las autoridades ejidales. Más tarde, _ 213

fue presidente de la asociación ganadera local que ellos mis- mos fundaron y vincularon a la CNC. Después de la muerte de

ERB trató de colocarse a la cabeza de grupo. Dentro del nú­ cleo agrarista ello no provocó dificultades. Sin embargo, su proceder nunca gozó de gran simpatía entre el común de los mortales. Desde el inicio era mucho menos afable y carismát^L co que su hermano. A esto sumó su carácter autoritario y tan to atrabiliario. Sus órdenes, incluso cuando rayaban en el capricho estéril, debían seguirse a pie juntillas ya que con­ taban con un respaldo armado que no esperaba disculpa. En el recuerdo de los habitantes de Taretan él representa el verda­ dero problema en el liderazgo del fin del período que, sumado a las dos peticiones de obreros y campesinos -contrato colec­ tivo y titulación de parcelas unifamiliares- constituyeron el pretexto tridente para el cambio de afiliación. Al lado de su actividad política, JRB sostuvo un impor­ tante número de cabezas de ganado y una parcela en el ejido de Taretan. Asimismo, participó con su cunado AR en el culti vo del melón en la Tierra Caliente. Nunca abandonó totalmen­ te su parcela aún cuando tuvo que salir de Taretan; en 1983 aún era sujeto de crédito y ejidatario activo, a pesar de re­ sidir en Morelia.

IRB trabajó en Morelia al concluir sus estudios en la

Huerta. En Taretan, al volver a fines de los treintas se ocu pó de ver los problemas de financiamiento de la producción ejidal. Desde la fundación del BNCE se incorporó a este orga_ - 214 nismo crediticio. Primero estuvo como agente en Taretan y después representó los intereses del Banco en la cooperativa del ingenio de Guaracha. En 1945 fue nombrado Jefe de zona del BNCE en Taretan y como tal supervisó el incremento de la superficie sembrada de cana en relación con la instalación del nuevo ingenio. De 1948 a 1954 fue administrador del pro­ pio ingenio de Taretan. Durante este lapso participó al lado de sus hermanos en la organización ejidal. Colaboró activa­ mente en la Federación agraria; canalizó crédito hacia las nuevas unidades de explotación colectiva; e impulsó el cul­ tivo de la cana y su industrialización (JED a IRB).

Además, realizó sus propias actividades de intermediación en la compra y venta de granza y la refacción a los compesinos, al lado de sus ensayos empresariales en el cultivo de la san­ día, el melón y el algodón, realizados con su cunado AR en la tierra caliénte (Fisc a AR). En 1954 fue trasladado a la ge­ rencia del Banco en Apatzingán. Más tarde trabajó en la re­ gión cañera de los Mochis antes de ser trasladado de nuevo a

Michoacán, siempre dentro del mismo Banco. Durante siete anos fue administrador del ingenio de Puruarán y en 1981 pasó a ocupar ese puesto en la administración del de Pedernales (uED a IRB). En 1985 volvió a Taretan como administrador del inge­ nio y de ahí se retiró al obtener su jubilación en junio de

1986 (Guía, 22 de junio de 1986). AS, originario de Guanajuato, llegó a Taretan en

1942, al inaugurarse la vía del tren, como conductor del fe- — 2 1 D —

rrocarril Uruapan-Apatzingán. Luego de la breve temporada

frente a la linea Irapuato-Ajuno, volvió a Taretan y en 1945

se caso on una de las hermanas de ERB. El ferrocarril cubría

sus honorarios básicos, pero su principal ingreso provenía de

la documentación de carga, donde obtenían un porcentaje de lo

que transportaba la compañía. Aprovechando esta circunstan­

cia se dedicó a la compra-venta de semillas (arroz-maiz) y

otros productos como piloncillo, queso, miel y alcohol. Cuan

do la instalación del ingenio llevó a la apertura del camino

de terracería Uruapan-Taretan, este quito mucha importancia

al ferrocarril: las dos corridas diarias redujeron a una y

la carga cambió a los vehículos automotores. Entonces, AR

procuró solicitar licencias del ferrocarril para incrementar

sus actividades comerciales: primero por unos días, luego por

un par de semanas y más tarde por algunos meses. A principios

de los cincuentas pasaba ya más tiempo en Taretan que en el

tren. Entre 1953 y 1956 ocupó la tesorería del ayuntamiento,

sin dejar sus actividades de intermediación. Este último ano,

el ferrocarril le notificó que no podría prolongar más su li­

cencia y tuvo que volver a su puesto de conductor. Esta vez

se desempeñó fuera de la región en diversas líneas. Finalmen­

te, en 1971 se jubiló, cuando era conductor de la línea Mexi-

co-Piedras Negras (FISC a AR).

Este grupo compacto constituyó el núcleo central del li­

derazgo. Los vínculos se estructuraron en torno a Emigdio co mo figura central. El apareció todo el tiempo como dirigente - 216 sumamente dinámico y carismático que apoyó a los campesinos a cada momento y se mantuvo como líder sin mancha a lo largo de todo el proceso hasta su muerte. (Inf. oral). Era él quien tomaba las decisiones últimas y quien.mantenía la unidad del grupo. Su personalidad era capaz de imponer el orden en la población en cuestiones aparentemente tan alejadas como la ve da de caza, la distribución del agua, la permuta de tierras ejidales, la determinación de límites territoriales e incluso en disputas familiares. (Inf. Oral; AMT Detos. varios-1980;

FISC a HA). Al mismo tiempo, imponía el orden dentro del gru po agrarista evitando los excesos y sancionando a sus compane ros cuando abusaban de su autoridad. (FISC a JC y JED a RC).

Alrededor de él se aglutinaron sus hermanos y cunados en el primer círculo de mando. Hacia fuera se organizaron los si­ guientes participantes.

En este primer núcleo se centralizaron las decisiones más importantes. En conjunto se situaba en la intersección entre las demandas locales y los órganos superiores de administración y gobierno. Sin embargo, cada uno de los integrantes tenía un acce so privilegiado hacia una porción de la red total. El número de campos en que operaban las dos figuras principales era sin duda el mayor. Su red era verdaderamente extensa e incluía persona­

lidades de importancia extra-regional innegable, tanto como miem bros del ámbito regional con los que existía familiaridad y trato personal directo. Los otros tres miembros del núcleo central paq

ticipaban en campos sociales más especializados: la asociación

ganadera, la administración bancaria ejidal y el ferrocarril. En 217- los casos de IRB y AR, esto los había alejado del trato personal con las bases en el que basaban su popularidad los demás. JRB, quien había cultivado los nexos con los ganaderos como parte de sus actividades personales, mantuvo su posición en el ejido y se acercó a la dirección de la federación regional. Esto le permi­ tió, en un momento dado, aspirar a retomar las riendas del movi­ miento, sueltas a la muerte del hermano. JRB nunca hubiera podido situarse al frente del grupo sin la colaboración de SLF, pero no pueden minimizarse los vínculos que logró concentrar personalmente. Su participación política se combinó, como en ningún otro caso, con su actividad empresa­ rial privada, y debe señalarse su carácter "clásico" del tipo de intermediario favorecido por la organización política pos­ revolucionaria. Su fracaso político es más atribuíble a una inclinación partidaria (más que ideológica) equivocada, como se verá más adelante. Y en esto puede haber influido de manera decisiva SLF, que estaba involucrado en una estructura mayor.

2) El círculo de la dirección regional

El siguiente círculo podría denominarse el de la direc­ ción regional. Este grupo aglutinaba, siempre en relación djt recta con el núcleo central y fundamentalmente con la persona de Emigdio, a algunos amigos de la niñez y juventud en Tare- tan, a los compañeros de la Huerta y a los miembros de la

CRMDT que volcaron sus simpatías hacia los Ruiz. En total, cerca de una docena de dirigentes: los cinco miembros del nú­ cleo central; tres hermanos, amigos íntimos de los Ruiz a los que cariñosamente llamaban cuñados; dos o tres compañeros de la Huerta y un par de parientes o amigos cercanos. 218

Los tres hermanos Coria, hijos de otro artesano de Tare- tan compartían algunos de los intereses de los Ruiz. Con me

ñor arraigo en la zona, el Sr. Coria dependía exclusivamente de su trabajo especializado; no tenía ni tierras ni ganado.

Educó a sus hijos mayores en el más estricto conocimiento del oficio y a los menores los condujo, dentro de la misma tradi­ ción de aprendizaje, hacia la sastrería y carpintería. En ningún caso les procuró alta escuela, como en el caso de los

Ruiz. Procuró inculcarles también el respeto a la autoridad y el temor a Dios: ninguno compartía los ideales antirreligio so de los Ruiz y ninguno participó en los ejidos. Cuando al­ guno se mostró muy entusiasmado con lograr un pedazo de tie­ rra, su padre se lo prohibió tajantemente. Su participación al lado de los hermanos Ruiz, sin embargo, fue constante: se incorporaron a los sindicatos de la vía y en la propia cons­ trucción fueron excelentes capataces y operarios de primer or^ den; en el levantamiento del ingenio y el montaje de la maqui^ naria no tuvieron igual. Después, uno de ellos se colocó al frente del sindicato de obreros azucareros desde 1948 hasta

1956 (FISC a RC). Otro se acercó a las tareas del ayuntamien to, como síndico, como juez y, más tarde, como presidente mu­ nicipal (AMT-1956; FISC a PC). Entre 1956 y 1957 los tres se vieron obligados a salir de Taretan ante el acoso de la nueva dirección local. Uno se integró al equipo de trabajo del Ing

Rosendo de la Pena, quien lo había conocido durante la insta­ lación del ingenio. Laboró así en las obras de la cuenca del 219

Tepalcatepec.. Hacia 1979 se, jubiló y volvió a Taretan, donde pudo comprar una pequeña parcela (FISC a PC). Otro se incor­ poró, por interseción de Lázaro Cárdenas a la escuela prácti­ ca de Antúnez, donde colaboró en la construcción y luego como instructor en uno de los talleres. Allí participó en el moví miento magisterial de los anos sesenta, del que resultó su in corporación al SNTE y al PRI. Más tarde la escuela fue in­ cluida en el sistema de educación terminal de la SEP. Nunca volvió a Taretan (FISC a RC). El tercero batalló más. Tardó más en dejar el terruño y cuando lo hizo tuvo que dejar de la_ do su oficio para revivir el de su padre y hermanos. Trabajó primero en la instalación de una fábrica procesadora de cítri. eos en Apatzingán; luego en la construcción de los establos del criadero de ganado que Cárdenas trasladó de Tafetán a Ti- pítaro. Finalmente volvió a Taretan y, a principios de los anos sesenta, se incorporó a un centro de educación práctica que la SEP estableció en Taretan. Divide así su tiempo entre la enseñanza y la práctica de su oficio (FISC a JC).

Los otros integrantes de la dirección también compartían los ideales de organización agraria dentro del esquema de la

CRMDT. Durante la etapa de la consolidación hubo diferencias en torno al control político y una facción agrupada en torno a Rafael Vaca S. se separó. Cuando éste encumbró hasta la d_i putación federal en los cuarentas, algunas de las asperezas parecen haberse limado. En todo caso, estos elementos se co­ locaron regionalmente como dirigentes sindicales y como orga- 220 nizad ores de los núcleos de peticionarios. En ocasiones lle- garon tambié n a la presidenci a del Ayuntamiento y de la fede- ració n agrar ia regiona 1 . Al menos dos de ellos resultaron muert os en e1 camino: Era smo Torres y Leonardo Zarco Villa- nueva - La unid ad de éste cí rculo de dirección estaba dada, de nuevo , por 1a personal idad y autoridad indiscut ida del líder centr al. No obstante, se te jían ya una serie de intereses y objet ivos de agitación y organización agraria. Los ideales confe derados puestos en práct ica, asociados con legítimos in- teres es de renovación de la sociedad local dier on como resul- tado un gran dinamismo en esta dirección region al. Producto de esa misma dinámica fue ron las discrepancias tempranas en torno a la forma de la organi zación ejidal y al control de los núcleos agrarios. La superación de estas primeras difi- cultades en los anos treinta redundó en una mayor consisten­ cia del equipo. La dirección de todos los organismos opera­ dos a nivel regional y la presidencia municipal fueron ocupa­ dos por elementos de este grupo desde 1935 y hasta 1956, con interrupciones sólo entre 1937 y 1942. No obstante, su con­ sistencia interna no fue lo suficientemente sólida para permjL birles lograr la conducción del movimiento una vez muerto el dirigente máximo. La muerte de ERB no los afectó de manera directa como grupo, en el sentido de que no los dividió en afanes de liderato. Sin embargo, sí fue clara su pérdida en la relación con el círculo más amplio del control regional. 222 con los integrantes del núcleo central. En muy pocos casos existía también una relación entre ellos como grupo. Tampo­ co eran partícipes de los enlaces al exterior de los dirigen­ tes: desaparecidos éstos, o enemistados con ellos, se perdía el contacto.

3) Los asociados locales

Un siguiente círculo, ya no propiamente directivo, esta­ ba formado por los representantes de la dirección en áreas de control específicas. A los comisariados ejidales, socios de­

legados, comités de vigilancia y jefes de las defensas rura­

les; encargados de la conducción y el control de los ejidos,

se sumaban los dirigentes sindicales en la vía y en los trapjL

ches. Se incorporaron más tarde el sindicato del ingenio y

las agrupaciones juvenil y femenil, de comerciantes, ganade­

ros y pequeños propietarios. La característica sobresaliente

de los lazos que unían este círculo es que se establecía fun­

damentalmente con Emigdio como dirigente máximo, y con Salva­

dor Lemus, en segundo término. No se reconocía una fidelidad

al grupo político o a los intereses de un equipo, sino a la

amistad personal con los dirigentes. Su mayor influencia de­

rivaba, además, de haber prestado ayuda para conseguir la tie

rra, salir adelante con crédito y auxilio durante los prime­

ros y más difíciles años. Una vez superada esta etapa, las -

ventajas de tolerar a la dirección agrarista se veían mucho

mas difusas. 223

Al principio se renegaba sólo del ascendrado anticlerica

lismo de la dirección, pero esta era una inquietud que apare­

cía hasta entre los companeros más cercanos. Mas tarde, sin

embargo, la inconformidad se extendió a la organización colee

tiva, al usufructo de pastos y bosques, y a la filiación polj^

tica de los dirigentes. La participación en las corrientes

de izquierda durante el alemanismo tenía consecuencias radi­

calmente distintas de las que había tenido durante el carde-

nismo. Además, las conquistas de las centrales obrera y cam­

pesina oficiales en términos de salarios, prestaciones, expe­

dición de certificados unifamiliares de usufructo parcelario

y otras gestiones agrarias, superaban claramente aquellas que

la dirección regional podía asegurar. Esto hizo mella entre

la base campesina y obrera, pero la esición se gestó entre los

^--presentantes del círculo dirigente a este nivel. De aquí i- gió un liderazgo alternativo que logró capitalizar el des­

contento y colarse en la conducción del sindicato y de los

ejidos. Una dirección incapaz de defender su posición sin el

recurso reiterado a la violencia terminó por escindir grave­

mente este círculo. En fin, la creciente pretensión del Es­

tado para garantizar su monopolio del empleo de la coerción f_í

sica obró en favor de la disidencia. El éxodo general de la

dirección agrarista se desencadenó justamente por la muerte

de uno de los integrantes de este círculo más allegado al cen

tro: tras haber perdido el control del sindicato del ingenio

la situación era tensa; entonces, Florencio Reyes, comandante 224

de la policía municipal y ex-dirigente del ejido de ex-hacien

da, se enfrentó al dirigente de ese ejido que había declarado

su cambio al PRI. El duelo, que tuvo como resultado la muer­

te de ambos, se efectuó en presencia del comandante del desta

camento. militar y señaló el punto que habían alcanzado las

hostilidades, la actitud de la población frente al conflicto y la nueva posición de las autoridades gubernamentales. Esa misma noche los dirigentes agraristas dejaron la población.

El círculo inmediato lo hizo durante las semanas siguientes. 4) Los enlaces externos

El grupo agrarista contaba, además, con apoyos externos.

Estos se situaban también a todos los niveles, desde la loca­

lidad taretana hasta el nivel federal de gobierno. Su impor­

tancia práctica estaba, desde luego, en relación con la loca­

lización que tenían en un momento dado en los dominios genera

les del Estado. Podían asegurarles mayores beneficios aque­

llos enlaces con actores del nivel federal que se encontraban en posiciones de mando.

Cada uno de los participantes del grupo estableció sus propios vínculos a lo largo de su carrera política. No obs­

tante, dada su representación externa como equipo, todos po­ dían hacer uso de la red en su conjunto. La red se construyó así lentamente durante casi 20 años. A partir de 1950, sin embargo, los nexos ya no se ampliaron y, de hecho, algunos se

interrumpieron con la muerte de ERB. Entre 1950 y 1956 la im portancia de muchos de los enlaces decayó junto con la impor- 225

tancia relativa de los actores asociados., Durante la presi­ dencia de Avila Camacho y, sobre todo, durante la de Alemán, la mayor parte de los participantes que tuvieron alguna rela- vancia antes de 1940 la perdieron o cambiaron sustancialmente de orientación. A fin del período, además, es muy clara la erosión de los vínculos del grupo con las autoridades guberna mentales federales. El enlace más importante, sin duda, se estableció con La_ zaro Cárdenas. Su presencia fue fundamental no sólo como per sonalidad alentadora y orientadora en todo el proceso, sino, también, como actor político que desde diversas circunstancias participó en el impulso de un proyecto de reordenamiento so­ cio-económico. Aunque los agraristas taretanos consideraron a Mugica como inspirador de su actividad y a la experiencia de la Huerta como formativa, aseguran que el apoyo provino siempre de Lázaro Cárdenas. Desde los primeros anos motivó su participación y los introdujo a los agraristas michoacanos radicales. Mas tarde les otorgó garantías como jefe militar de zona; empleos y auxilio como gobernador. Cuando el gobiejr no de Serrato asedió a los agraristas, el grupo de Taretan s_u frió menos por su vínculo con Cárdenas. Durante su período presidencial se apresuró la reforma agraria: dio trámite y re solución a todas las demandas planteadas durante su gobierno y antes, pasando incluso por encima de las resoluciones táci­ tas negativas del gobernador. No les faltó tampoco el apoyo económico y militar para garantizar sus logros. En 1945, con -226

su auxilio se logró llevar a cabo el proyecto de instalación de un ingenio y decididamente favoreció la intención del lide razgo de que se constituyera como cooperativa de obreros y ejidatarios. Finalmente, cuando el núcleo central se vio obligado a huir, en 1956, Don Lázaro, como afectuosamente lo llaman, los colocó en la Cuenca del Tepalcatepec, en el BNCE en la escuela práctica de agricultura de Antúnez o facilitán­ doles el acceso a la tierra en las nuevas zonas irrigadas. La cercanía a Cárdenas les abrió la posibilidad de en­ trar en relación con otros elementos situados en muy diversas posiciones. Por una parte estaba la propia familia del gene­ ral, entre quienes sobresalía su hermano Dámaso. Dentro del ejército, al igual que don Lázaro, tenía sus aspiraciones po­ líticas que hábilmente combinaba con su actividad económica.

Desde los treintas se mantuvo cerca de la CRMDT, convirtiéndo se incluso en su candidato a la gubernatura para el período

1936-1939. Como señalamos arriba, esta candidatura se pronun ció por boca de los agraristas taretanos y específicamente de

Emigdio Ruiz. Esta amistad se afianzaba en tratos comercia­ les de ganado criollo,(vease la nota 24).

Después de la familia Cárdenas estaban todos los subal­ ternos del general en los distintos puestos que ocupó: en la milicia (como jefe de zona, secretario de guerra y jefe de operaciones en el Pacífico); al frente del gobierno del esta­ do, en la presidencia de la república y como vocal ejecutivo, expresidente, en la Comisión de la Cuenca del Tepalcatepec. 227

El manejo de estos vínculos reportó al grupo beneficios coyun turales ciertos en la tramitación de los expedientes agrarios, en la consecusión de crédito para los ejidos, el suministro de armas y municiones para su defensa y consolidación regio­ nal, en fin, para la construcción del ingenio. Algunos de ej3 tos nexos fueron cultivados después de manera independiente por la propia dirección. La amistad estrecha que mantuvieron con los generales Ireta y Tafolla, por ejemplo, es ilustrati­ va. El caso del ingeniero Rosendo de la Pena, constructor del ingenio, es de destacarse. Algunos de los miembros del grupo se asociaron a él más de cerca. Su propia carrera poli,

tica posterior (hasta delegado del Departamento Agrario en Mo

relia en los sesentas) favoreció a la comunidad taretana en

forma de ampliaciones y solución de conflictos ejidales. Los maestros y companeros de la Huerta se mantuvieron

también en el círculo de las amistades durante muchos anos.

En 1945, SLF aun se dirigía a sus antiguos maestros en consul

ta de tierras y cultivos (AMT-Carta de SLF al Ing. L. Gallar­

do del 22 de noviembre de 1945). A ellos han de asociarse las

relaciones con taretanos encumbrados. Tal es el caso del pro

fesor Lucas Ortíz, quien brindó su ayuda desde la Secretaría

de Educación Publica durante un largo período (AMT-1945-1949,

Correspondencia SLF-Lucas Ortíz). Asimismo debe incluirse la

parentela más o menos alejada que permitía contar con ciertos

apoyos tanto en la propia población de Taretan, como en los

constantes viajes a Uruapan, Pátzcuaro y Morelia. 228

Otro ramo de enlaces se forjó en la actividad organízate va de la CRMDT. Como federación regional agraria establecie­ ron vínculos estrechos con la dirección estatal y con otros dirigentes regionales. Al ocupar ellos mismos puestos en el

Comité Central, lograron nexos importantes no sólo como líde­ res, sino también como fuerza política en la selección de pre sidentes municipales, autoridades gubernamentales y miembros de la legislatura. Estos se afianzaron participando en la propia diputación local. Gracias a estos vínculos lograron mantenerse en operación regionalmente y apoyar las activida­ des del ayuntamiento mediante el incremento de sus partidas y el suministro de otros beneficios. A fines de los anos trein

ta cuando Cárdenas impulsó la organización de las centrales

obrera y campesina, su afiliación siguió la estructura esta­

blecida desde la CRMDT. Los nuevos vínculos trabados con la

dirección nacional de esas centrales se gestaron desde una po

sición de liderazgo. Como tales se mantuvieron y en esa caljL

dad se alejaron, con Lombardo, de las centrales oficiales pa­

ra formar el Partido Popular y la Unión General de Obreros y

Campesinos de México. Aquí los enlaces se establecieron con

la dirección de estas organizaciones: Lombardo, Díaz Munoz,

Jacinto López, Caramillo... Ello planteó, sin embargo, una ra

dicación frente a las corrientes gubernamentales alemanistas.

Al situarse en la oposición perdieron muchos de sus nexos de

gran altura. En el estado de Michoacán parecen haber tenido

dificultades incluso con el propio Dámaso Cárdenas, que final 229 mente había alcanzado la gubernatura..(Vease la nota 24). Sobre la base de estos enlaces se estableció una estruc­ tura de intermediación que tuvo como eje central al núcleo d^ rigente agrarista (ver diagramam-3 ). Mediante la manipula­ ción de los vínculos externos lograron crear o afianzar el control sobre recursos locales. Este control les permitió fortalecer su posición de liderazgo en ambos frentes. En las esferas estatal y nacional de gobierno, pudieron presentarse como representantes regionales para apoyar sus peticiones, mientras que en la región taretana aparecían como representan tes del poder público para la realización de una obra social.

En su ascenso influyeron las políticas de consolidación del dominio Estatal, patrocinadoras de un nuevo pacto social que requería un apoyo de base popular sumamente amplio. Es clara la manipulación de este hecho en beneficio de los habitantes de la región. Primero como impulsor definitivo de un sector

-nuevo para la zona- de usufructuarios de la tierra. En se­ gundo término como auspiciante de un moderno sistema de trans formación agro-industrial que modificó profundamente la orga­ nización regional.(vease el capítulo IV). 230 -

EsquemaîII-3. Estructura regional de intermediación. 231-

C ) Surgimiento del Liderazgo Agrarista El 19 de octubre de 1929, el Presidente del Comité

Particular Agrario del ejido de Taretan, se dirigió al

Delegado de la Comisión Nacional Agraria en Morelia, transmi­

tiéndole una solicitud de tierras de labor hecha por un

grupo de campesinos de Taretan (véase anexo IV-1). En

ella se presentaba a los solicitantes ("51 hombres en

su mayor parte campesinos de esta localidad"), a su represen­

tante ("Sr. Rafael Vaca Solorio") y se hacía explícita 232 la participación orgánica de este ultimo ("con carácter de presidente"), tanto como la de sus representados ("que pertenecen a la agrupación sindical Confederación Michoacana del Trabajo").

El procedimiento, los actores y el respaldo orgánico eran todos completamente novedosos en la región. Hasta ese momento, las demandas agrarias parecían haberse detenido y los intentos de organizaciónsindical de los trabajadores agrícolas no habían tenido mucho éxito. No obstante, a partir de los últimos meses de 1929 la agitación fue en aumento. Varios miembros de la Confederación Revolucionaria

Michoacana del Trabajo (CRMDT), con Rafael Vaca Solorio y Erasmo Torres a la cabeza, volvieron a su tierra natal con la representación de la central y el apoyo del gobierno del estado. Sin duda, las condiciones externas habían cambiado.(veaselanotall). 1) Lázaro Cárdenas y el gobierno del estado de Michoacán.

El 16 de septiembre de 1928, Lázaro cárdenas asumió la gubernatura del estado de Michoacán en condiciones difíciles en lo referente a la hacienda publica y al control político interior, pero gozando de apoyos que sus antecesores no habían logrado aglutinar.

El estado se encontraba involucrado en las conmociones de la rebelión cristera. Algunas de las zonas más afectadas prácticamente se habían sustraído al control del gobierno y las demás, aunque no alcanzaban estos niveles tan radica- 233 les, se desenvolvían en un difícil clima de revuelta.

La segunda mitad de 1928 fué particularmente difícil para las autoridades michoacanas que se encontraban al borde de la quiebra hacia el fin del ano (Meyer 1973-1974,1:277 ).

La respuesta gubernamental, además, no había resultado acertada. El ejército regular se había mostrado incapaz de combatir a los guerrilleros de Cristo Rey, con el concomi­ tante efecto de agotar las exiguas arcas del gobierno

(Meyer 1973-1974,1:194-197). Las milicias, armadas como defensas civiles, mantenían sólo el dominio de pequeñas

áreas, con las graves consecuencias de sustraerlas al control efectivo del aparato del gobierno, cuando los líderes locales rebasaban el control de los jefes militares, y desarticular cualquier posibilidad de incipiente organiza­ ción productiva en las tierras repartidas cuando se moviliza­ ban estos contingentes de campesinos armados (Meyer 1973-1974

1:160-163 y 111:50-59). Cárdenas volvía a su estado natal después de habep se desempeñado durante varios meses como Jefe de Operaciones

Militares en los campos petroleros del Golfo de México.

Su candidatura, aceptada después de la reiterada invitación hecha por núcleos importantes de las fuerzas vivas michoaca­ nas contó con el apoyo decidido del gobierno central.

De hecho, antes de aceptarla, Cárdenas requirió la confirma­ ción expresa de esta benevolencia en una entrevista con

Calles y Obregón (Weyl 1955:166). Por otra parte, como - 234 consecuencia de su actuación previa como Jefe de Operaciones

Militares y como gobernador sustituto de Michoacán en

1920 y 1923, tenía hondo ascendiente sobre algunos sectores de la población (Diego H. 1982:28). Esto era particularmente claro entre los campesinos ( 4 ) . En efecto, su actitud mediadora durante las elecciones gubernamentales que finalmen te favorecieron a Mugica, al iniciarse la década (Fowler

1985:217), y la amistad permanente con quien era, sin duda, uno de los principales representantes del agrarismo radical, lo hicieron acreedor a las simpatías de la izquierda michoacana. La posición conciliadora y oficialista que había mantenido frente al gobierno central y la oposición michoacana, en cambio, le permitían un margen de maniobra mucho mayor que el que había tenido Mugica.

De esta manera, aunque no gozaba de apoyo unánime, logró presentarse a la contienda como candidato único.

Las agrupaciones locales o personalistas, con fuerza política importante pero circunscrita, no tenían ni la permanencia ni el arraigo necesarios para buscar una organización más amplia. Tampoco lograron unificarse en torno a algún candidato que pudiera oponerse a Cárdenas (Diego H. 1982:28-

29). La conmoción cristera, por otra parte, parecía exigir la unidad de todos aquellos interesados en la estabilidad de Michoacán (Diego H. 1982:28 y 30). Finalmente, Cárdenas se dió a conocer personalmente, ahí donde su fama no había llegado, mediante una campaña sin precedente que alcanzó 235 incluso las zonas inflamadas por la rebelión cristera

(Weyl 1955:166).

Con pocas dificultades electorales, cárdenas asumió los poderes estatales y hubo de enfrentarse de inmediato con la rebelión cristera y el caos de las finanzas públicas.

Ambos asuntos habían sido liquidados como problemas mayores ^ ( 5 ) un ano después (cf. Weyl 1955:166) . Acto seguido, se empe nó, según se ha insistido de manera casi unánime, en un amplio programa de reformas que abarcó los aspectos educativo y laboral, de lucha contra el alcoholismo y el fanatismo religioso, de fomento agrícola, pecuario, industrial y de infraestructura, de coto a la explotación forestal, y sobre todo, los referentes a la estructura de la propiedad agraria. También se ha establecido con bastante claridad que el pilar fundamental que permitió a Cárdenas, por una parte, ganar autonomía frente a las autoridades gubernamenta­ les del centro, y por otra, emplear en apoyo de su gobierno toda la fuerza de los grupos obreros, campesinos y populares del estado, fue la confección de una gran central de trabaja­ dores: la Confederación Revolucionaria Michoacana del

Trabajo (CRMDT) . Sin duda, este organismo permitió al gobernador construir una base de poder independiente que lo respaldara en su actividad de reforma. En esta, las medidas adoptadas no eran excesivamente radicales, comparadas con las propuestas mugiquistas de los anos veinte. Lo que sí constituía una innovación de la administra- "236 ción cardenista era el fomentar la influencia de las ideas radicales en favor de un programa político instrumentado desde arriba, en el que se incluían sólo soluciones parciales a algunas de esas demandas (cf. Falcón 1978:342-343).

Desde esta perspectiva pueden verse mejor algunos instrumen— tos de la modernización agraria. Mediante el control efectivo de la lucha y las iniciati­ vas populares, Cárdenas logró enfrentar tanto la oposición interna en el estado, como las medidas adoptadas en su contra por la administración callista. Dos factores vinieron a sumarse a la construcción de esta sólida posición. Por una parte, el conocimiento que el propio Cárdenas tenía de la estructura interna del ejercito, y el hecho de haberse colocado él mismo al frente del combate a los cristeros primero, y a los rebeldes escobaristas, después, le permitie- (7) ron mantener el control de esa otra fuente vital de poder

Por otra parte, la crisis del gobierno central provocada por el asesinato de Obregón en 1929 , pesó sin duda a su favor (Falcón 1978:351). 2) La CRMDT y el Proyecto cardenista de reparto agrario.

La CRMDT fue fundada a fines de enero de 1929 en un Congreso Obrero y Campesino convocado por el gobernador

Lázaro cárdenas y efectuado en la ciudad de Pátzcuaro.

Desde los inicios del ano, un reducido grupo de profesionales y maestros, colaboradores cercanos de Cárdenas y participan­ tes en las luchas agrarias, obreras y magisteriales del 237 decenio, fue convocado para la preparación del Congreso y el planteamiento de las directrices generales de la nueva organización. ^ ( 8 ) En la confección de la CRMDT confluyeron tres grandes actores de la política michoacana: los obreros, los campesi­ nos y los maestros. Sería más correcto decir, sin embargo, que en la creación de este organismo se buscó la participa­ ción de los "representantes" de estos conglomerados, quienes se encargarían de la movilización posterior en cada uno de estos segmentos.

La confederación incorporó, desde su creación, a las organizaciones obreras y campesinas, sin vínculos orgánicos de nivel superior, que existían en el estado.

Dos de ellas tuvieron cierto peso en la suma. La Federación

Local del Trabajo, organismo aglutinador de la vieja vanguar­ dia mugiquista, aportó el mayor contingente de trabajadores urbanos, así como algunos núcleos de campesinos veteranos de esas campanas (Maldonado G. 1982:94). Se sumaron también los restos que la muerte de Primo Tapia, el conflicto con Calles y la movilización contra los cristeros, habían dejado de la Liga de Comunidades Sindicatos Agraristas de Mi­ choacán (Maldonado G. 1982:94). La voz cantante en este concierto estuvo a cargo de los elementos magisteriales radicales. Los maestros, bien representados desde las juntas preparatorias, tuvieron gran importancia en la organización y el funcionamiento ulterior de la nueva 238 cen tral de trabaj adores (García Mora 1981 :62; cf . Mágica

M. 1982:: 174-176 ). El Congreso de Pát zcuaro del 29 de enero de 1929 fue presidido por el propio gobernador. En él se reunieron los de^Legados de estas agrupaciones, representantes de más de 60 comunidades de todo el estado, con pretensiones de representación regional, y un gran numero de invitados.

Estos darían testimonio de las simpatías políticas de que gozaba Cárdenas en la creación de un instrumento que apenas se mostraba (Mágica M. 1982:95). Luego de tres días de trabajo se aprobaron la declara­ ción de principios, los estatutos y los programas de acción de la CRMDT (Mugica M. 1982:97). Se tornaron así, principios fundamentales de los trabajadores agrupados en la central, junto con un símbolo y un lema que campearían ampliamente en los anos por venir, el reconocimiento y la declaración de dos máximas que desembocaban en la intención de dar solución a tres problemas básicos. Se reconocía y declaraba

1 ) que la tierra y sus frutos correspondían a quien los trabajaba directamente, y 2 ) que sólo una transformación del sistema capitalista permitiría al obrero emanciparse de su condición de paria. La resolución de estos problemas se encarecería como primer objetivo: a) dando amplia solución al problema agrario en la dotación de tierras a los campesi­ nos; b) logrando que los medios de producción quedasen en manos de los trabajadores, y c) atendiendo a la educación 239 en sus aspectos moral,intelectual y físico (CRMDT Declara ción de Principios"- Reproducida en Embriz y León 1982:99). Los estatutos de la CRMDT establecían los lineamientos generales de organización, desde el gobierno interior

-radicado en un Comité Central integrado por seis miembros y seis suplentes con obligaciones específicas—, hasta la membresía, las cuotas y la celebración de los Congresos. Se establecían también los principales objetivos, mismos que podrán agruparse en tres áreas de reclamo: La organiza­ ción, la transformación de la sociedad y las tareas inmedia­ tas de avance social. (CRMDT-"Estatuitos"_Reprod. en Embriz y León 1982:99-111). Se perseguía en la primera: la unificación de los

trabajadores en la lucha de clases para el logro de su emancipación moral y económica; la dirección centralizada de una organización disciplinada y solidaria que garantizase la estabilidad y el progreso; la cooperación en la construc­ ción de un magno organismo de trabajo, nacional e internacio nal; y, en fin, la formación y el mantenimiento de una conciencia de los deberes para con los demás y los propios

derechos, ajustándose a "los preceptos de la revolución'

y a "las tendencias de la fraternidad universal". La transformación social exigía; "trabajar por la socialización de la tierra, de la producción y de los medios de ésta", "sostener por todos los medios, las conquis­ tas del proletariado y sus instrucciones" y defender a " 240

todos aquellos "asediados por el capital" en Michoacán, en México y en la arena internacional, procurando su dignifi­

cación y mejoramiento en todos los órdenes.

La base de todo eran las conquistas inmediatas en

los terrenos de la organización y la educación de obreros y campesinos. De una parte, se perseguía la creación de

sindicatos, la construcción de sociedades cooperativas,

la función de bancos refaccionarios y cooperativos, el

control de las acciones del Banco Agrícola Bjidal y la

cancelación de contratos lesivos de explotación forestal,

con la consiguiente organización de las comunidades para

emprenderla por cuenta propia. Asimismo, era de exigirse que eduación y enseñanza se asimilasen al "movimiento

social más avanzado", que se establecieran escuelas en

todos los centros de producción y que todos los miembros

de la Confederación disfrutasen de los beneficios de escue---

las, centros deportivos, parques infantiles, hospitales, botiquines y casas de maternidad.

Dos aspectos que se sugerían desde los estatutos

se perfilaron como características definitorias de la

Confederación en su actividad ulterior: a) La exigencia

de constituir un organismo unitario, centralizado y discipli­

nado; y b) su organización piramidal, basada en federaciones

regionales cuyo propósito y base de sustentación era la

organización sindical y cooperativa de nivel local. A

este respecto resultan ilustrativas la inclusión de la "241

Liga de Comunidades y Sindicatos Agraristas, como miembro fun dador de la CRMDT, y el Pacto celebrado con la CROM.

A la liga de Comunidades y Sindicatos Agraristas del Es­ tado de Michoacán se le incorporó con distinciones que no me­ recieron otras agrupaciones. Desde los propios estatutos se- le situó en un rango de federación afiliada pero con persona­ lidad propia (*CRMDT-"Estatutos", Cap. II, Art. 7°). Aunque - tenía atribuciones semajantes a las de las federaciones, aglu finaba "comunidades agrarias", "sindicatos campesinos" y --

"agrupaciones campesinas" que, de hecho "dependían" de ella,- segun el estatuto. De este modo, su carácter era distinto — del de las federaciones, cuyo rasgo distintivo era que cons— tituían agrupamientos, locales o regionales, cuyo vínculo por segmento, o por rama de actividad, se establecía siempre por­ medio de la cúspide de la Confederación. Con esta incorpora­ ción especial, se sumó a la CRMDT la parte activa que aun -- subsistía de la Liga y se centralizaron los contactos exter-- nos que esta mantenía con otras agrupaciones campesinas. Es - particularmente importante el caso de la Liga Nacional Agra-- rista "Ursulo Galván", donde la CRMDT mantuvo la representa-- ción que correspondía a la desaparecida Liga.

En relación con este mismo punto debe verse el pacto con la CROM. Es bien conocido el papel desempeñado por los mili­ tantes de esta central en relación con la política del con-- trol de la administración callista. En más de una ocasión -- ello empujó a los gobernantes estatales a impulsar la forma— ción de agrupaciones de trabajadores que contrarrestaran esa-

influencia (Carr 1981:194-195). La fundación de la CRMDT, --

sin embargo, se llevó a cabo en un momento en el que la CROM-

no se encontraba ya en su mejor época. Las diferencias con -

Obregón y la duda sembrada por Soto y Gama sobre la partici--

pación de Morones en el complot asesino, le crearon un franco

ambiente de hostilidad. Sobre esto, su negativa a participar

abiertamente en la fundación del PNR y la hostilidad declara­

da de Portes Gil, se convirtieron en el preludio de su desin­

tegración. Esta ya era muy obvia a comienzos de 1929 (Carr -

1981:247-262). Además, en Michoacán la influencia de la CROM

era más o menos -escasa y sólo había logrado controlar un área

reducida al sur de la entidad (cf. Diego H. 1982:33). De --

cualquier manera, el pacto de 1929 reconocía la existencia de miembros de la CROM en el estado y se aprestaba a no provocar conflictos. Ambas organizaciones se comprometían: a respetar la autonomía de la CRMDT a cambio del reconocimiento y respe­ to de las obligaciones de los miembros de la CROM para con su organización; a cooperar fraternalmente para la defensa de -- los trabajadores, a desarrollar acciones paralelas sin inter­ venir en la organización recíproca y a someterse al arbitrio- del gobernador del estado para cualquier diferencia entre am­ bas ("Pacto CRMDT-Miembros de la CROM en el estado de Michoa­ cán"; reproducido en Embriz y León 1982:114-115).

Es digno de señalarse que el pacto se establecía con

"miembros de la CROM"; que no había un reconocimiento recípro 243

co de autonomía ni una declaratoria de .respeto a unidades constituidas; y que, dada la organización de tipo regional de la CRMDT, resultaba obvia la reducción de la esfera de in fluencia de la CROM. El apoyo gubernamental explícito y el fallo arbitral obligatorio del gobernador, terminaban por in­ clinar la balanza en favor de la central michoacana. La actividad que la Confederación desarrolló en los anos siguientes puede analizarse en contraste con el plan de acción propuesto. La CRMDT postulaba un programa agrario y un problema sindical como declaratoria de las acciones mini-- mas e inmediatas que habrán de emprenderse. El primero incluía la lucha por el cumplimiento de las leyes agrarias y la pronta tramitación de las solimcitudes en esta materia; la reforma de la legislación que impedía a los peones de las haciendas solicitar tierras; la entrega de ar-- mas y municiones a las comunidades agrarias; crédito refaccio nario, impulso a las cooperativas y al trabajo colectivo y centralizado (áunque reconocía la autonomía de las comunida des para resolver sus asuntos de administración interior); el fin de los malos funcionarios ejidales y la organización sin­ dical de los peones de ranchos y haciendas (CRMDT-"Problema

Agrario"-reproducido en Embriz y León 1982:111-112). En el terreno sindical, las baterías se dirigirían a dos frentes básicos; unidad-solidaridad y defensa del trabajador.

El primero exigía: lograr la unidad obrera y campesina en el estado, mediante la afilicación directa o el establecimiento- - 244 -

de pactos de solidaridad; cooperar en la unificación obrera extra°estatal mediante el mismoprincipio de acuerdos mutuos - recíprocos; prestar solidaridad económica y moral a todas las organizaciones proletarias en su lucha contra la burguesía y- el imperialismo; en fin, defender a los presos y perseguidos-

"por cuestiones sociales". En el segundo frente demandaba el- cumplimiento de las leyes sobre trabajo, principalmente las - ocho horas de trabajo y el salario mínimo de $1.50; la lucha- contra reajustes y reducciones salariales sin indemnización;- gestión obrera en caso de cierre de empresas; establecimiento de escuelas primarias, asistencia módica y medicinas por cuen ta de los patrones y organización sindical para todos los tra_ bajadores (CRMDT-"Programa sindical"-Reprod. en Embriz y León

1982:113-114). Como puede observarse, en el llamado "terreno sindical", poco más se postulaba en concreto que la satisfacción de las- demandas de jornada laboral de ocho horas, salario mínimo, indemnización por despido y organización sindical. En cambio los objetivos agrarios eran mucho más claros y estaban mejor- definidos. Las acciones emprendidas en este terreno tuvie-- ron, desde luego, las más amplias repercusiones. Ello no es- extrano si se consideran dos factores principales que explican la diferencia. En primer lugar, existió una clara continuidad entre la-

Liga de Comunidades Agraristas y la CRMDT. No sólo una gran- cantidad de miembros de la primera se integraron a la según— da, sino que algunos participaron en puestos de dirección de- la CRMDT. Ejemplos de ello fueron Jesús Sansón Flores, José- Palomares Quiroz y, sobre todo, José Solórzano, quien fue dos

veces secretario de comunidades agrarias y una vez secretario

de la Confederación, después de una larga trayectoria en la -

Liga (Diego y Maldonado 1981:122).

En segundo término, deben destacarse el papel asignado -

por la administración cardenista a la Confederación y la reía

ción establecida por el propio Cárdenas con sus dirigentes.

En el campo, la presión promovida por la CRMDT en favor del -

reparto de tierras, mediante la organización de los campesi—

nos y la propagación de los ideales de colectivización agra—

ria, fue tan importante como exitosa (Falcón 1978:345). De -

hecho, se convirtió en la base que permitió a la administra—

ción del estado enfrentarse con éxito al poderoso grupo con--

servador michoacano cuyos intereses agrarios eran básicamente

contrarios a la reforma (Falcón 1978:345). Los miembros de -

la Confederación lograron ejercer la presión suficiente sobre

las autoridades agrarias para que dieran trámite a sus deman­

das y garantizar, al mismo tiempo, el pronto cumplimiento de-

las resoluciones. En términos de actividad personalista, la gestión del --

gobernador fue claramente en apoyo de los agraristas (Falcón-

1978:345-346). No obstante, es igualmente importante el pa-- pel desempeñado por la central en apoyo del gobernador, situa

do en una clara posición de patronazgo, cárdenas fue electo - presidente honorario en los congresos confederales de 1929 y- 246

1930. El II Congreso fue celebrado en esta última fecha, en- la ciudad de Zamora, sede de la oposición clerical y social- cristiana como clara manifestación pública de la fuerza del - gobierno. En fin, la CRMDT promovió ampliamente la personali­ dad de Cárdenas como creador y principal sostén de sus luchas.

Dicha actividad continuó aún después de que Cárdenas concluyó su mandato, por lo que los militantes de la Confederación se- convirtieron en importantes promotores de su candidatura pre­ sidencial: en enero de 1934, la inauguración del V Congreso - ordinario se confundió con la recepción del candidato presi-- dencial a Morelia; en agosto del mismo ano, los dirigentes confederados lo acompañaron en su gira por Tabasco y, al fin- del ano, el Prof. Elias Miranda se reunió con el nuevo primer mandatario, tras la muerte de Serrato, "para recibir instruc­ ciones (...) relacionadas con el rumbo que debería tomar la - lucha social en Michoacán" (MÚgica M. 1982:167, 178 y 186). Por otra parte, la relación de "Don Lázaro" con los dirjL gentes fue siempre directa y personal. En sus amplios recorrjL dos y audiencias generalizadas, siempre era posible aproxima^ lo y hacer la solicitud deseada; desde una arado (concedido - al menos a un campesino de Taretan), hasta una decisión arbi­ tral (AHJ-FLC-MF:II, 14), un ejido, o un ingenio (vid infra). Asimismo, los dirigentes tenían contacto permanente con- el gobernador, por entrevista directa o durante las reuniones públicas frecuentes que la CRMDT organizaba y a las que procu raba asistir (García Mora 1981:63). Los encuentros repetidos 247 de Cardenas con dirigentes y campesinos se convirtieron, sin­ duda, en una de sus bases de popularidad. Las relaciones de - amistad así establecidas fueron siempre cuidadosamente culti­ vadas. La izquierda comunista de la época se mofaba de esta - relación señalando que los líderes agrarios, "nueva especie - de caciques locales", eran "todos compadres del general Cárde

ñas" (Boletín del Machete), 1 (enero) 1930, cit. en Embriz, -

1984:146). El gobernador Cárdenas se apoyaba constantemente en Ios- miembros de la Confederación y a cambio estaba en posibilidad de otorgar facilidades para una actividad política de control y manipulación que redundaba en beneficio de la propia fuerza de su gobierno. Fue clara la participación de los dirigentes de la CRMDT en la designación de presidentes municipales, --- jueces menores y de primera instancia, así como candidatos a- las diputaciones locales y federales (González 1979:225).

El control regional que estos líderes podían lograr en - sus áreas de influencia era muy amplio, dadas las caracterís­ ticas organizativas de la Confederación. Una federación re-- gional estaba en posibilidad de concentrar, bajo un mando unjL co, a todos los sindicatos obreros y campesinos, ligas femeni. les y juveniles, antireligiosas y antialcohólicas, contingen­ tes de campesinos armados, maestros y grupos solidarios, que- existieran en una localidad. A ello podía fácilmente sumar - una o más presidencias municipales, con sus jueces menores, - comandancias de policía, tenencias y encargaturas del orden. 248

Capacidad de movilización, instrumentos de coerción y autori­

dad de los puestos públicos se colocaban así en manos de un -

control centralizado y único. El respaldo de las autoridades

superiores y los vínculos garantizados por "companeros confe­

derados" que se situaban en diversos puntos de la estructura-

gubernamental completaban el cuadro del poder de estos diri— gentes en el nivel local. Como vimos arriba para el caso Taretan.

Esta relación recíproca de apoyos fue la que permitió —

llevar a cabo el reparto agrario en Michoacán, como parte -- principal de toda una serie de reformas sociales (cf. Gonzá-- lez 1979:223-226). Este ambicioso programa abarcó media doce na de áreas vitales para la vida económica, política y social del estado. El punto fundamental, sin duda, fue el reparto - agrario, donde Cárdenas distribuyó más tierras durante su man dato que todos sus antecesores juntos . Ademas, son de - destacarse las medidas adoptadas en los terrenos legislativo- y laboral, educativo, de freno a la explotación irracional de los bosques y de fomento a la industria y la infraestructu-- ra . Mas tarde, esta misma organización resulto un pilar importante para Cárdenas como candidato presidencial y sirvió de modelo para la organización de masas instrumentada por su- gobierno. Al ocupar la primera magistratura, algunos de Ios- dirigentes de la CRMDT se convirtieron en sus colaboradores - inmediatos. Ejemplos de ello son Gabino Vázquez y Ernesto —

Soto Reyes, quienes desempeñaron un papel central en la forma_ ción de la CNC (González 1979:224-225), desde mediados de --- 249

1935, cuando fueron designados por el presidente para inte--

grar, junto con Portes Gil y Graciano Sánchez, entre otros, -

el Comité Organizador de la Unificación Campesina (González -

Navarro 1977:85). 3) La formación del núcleo dirigente taretano.

a) Entrada. Las primeras actividades emprendidas por miembros de la-

CRMDT en Taretan no fueron muchas, ni muy exitosas en el cor­

to plazo. Rafael Vaca Solorio y Erasmo Torres lograron-

en el primer ano establecer una petición de tierras que se —

sumó al expediente aún en trámite del poblado de Taretan, y - dos o tres sindicatos: Purísima, Tahuejo y posiblemente Tare-

tan (cf. Landsberger y Herwitt 1971:297-298). Esto, sin du­ da, iba de acuerdo con las prioridades fijadas por la CRMDT - dentro de su primer ano de vida (cf. MÚgica M. 1982:112).

Durante el segundo ano de actividad confederal en Tare-- tan, el número de sindicatos creció y su vinculación orgánica les dio fuerza. La organización había avanzado hacia el sur, cubriendo hasta el área de influencia de , por- un lado, y, por el otro, las extensiones pertenecientes a Lom bardía y Nueva Italia, donde un sindicato se consolidaba con- ayuda de la Confederación (Glantz 1974:92-95). Los avances - logrados en Taretan permitieron Vaca Solorio asistir al III -

Congreso de la CRMDT como delegado de esta "comunidad agra-- ria" y avanzar su posición dentro de la organización, colocán dose como secretario de Cooperativismo en el Comité Central. 250

La aprobación de la Ley Federal del Trabajo en agosto de 1931

apoyó el movimiento de organización y defensa del peón.

Debe sumarse, en el terreno agrario, la resolución de -

primera instancia que el poblado de Nuevo Urecho había obtenji

do en marzo. El gobierno del estado expropió a la hacienda -

de Tepenahua 147 hectáreas (mitad de riego y mitad de pasta--

les) para dotar a 21 ejidatarios. La Sociedad Fernández y —

Castaño, propietaria afectada, intentó limitar futuras solici^

tudes cediendo, en mayo, 509 hectáreas de pastales, de las — casi 6 000 que poseía de esa calidad. Buscaba con esto libe­ rar el riego y el temporal, que cubrían una extensión de casi

5 000 hectáreas. De tal forma, el 7 de junio de 1931, el ejjí do de Nuevo Urecho entró en posesión de 609 hectáreas de tie­ rras tomadas de la hacienda de Tepenahua. Con ello, la dota­ ción de núcleos de población legalmente capacitados para soljL citar tierras quedaba concluida en esa zona (D.O. 7 may 1942:

2a., 29).

Toda esta actividad precipitó la reacción de los ha­ cendados. Por una parte, la represión contra los trabajadores motivó algunos despidos y llevó a muchos a desconfiar de Ios- sindicatos "rojos". Algunos administradores de las haciendas se prepararon organizando sus propios sindicatos "blancos", - controlados por individuos que ellos pudieran manipular (véa­ se Alcántara 1968:27). Por otra parte, "La Hacienda", o Ios- administradores de éstas, motivaron a sus incondicionales pa­ ra que suprimieran los focos de agitación. El amedrentamien- 251

to de los trabajadores inconformes se volvió corriente y alg_u nos dirigentes fueron asesinados. Tal fue el caso de Erasmo-

Torres, a mediados de 1931. Sin embargo, en este momento la- fuerza sindical era ya tan importante que las acusaciones -- presentadas, ante el Ayuntamiento, por el sindicato Emiliano-

Zapata, motivaron la destitución del presidente municipal --

(AMT-Julio 7 de 1931). En este período volvió a su tierra natal un par de jóve­ nes que había salido unos cuatro anos antes, a estudiar en la ( 12) Escuela Central Agrícola de la Huerta, cerca de Morelia

Emigdio Ruiz Béjar y su hermano Jesus volvieron hacia el fin- de 1931, tras un fracasado intento de explotación cooperativa en el plan de San Bartolo (FISC a SLF). Pronto se integraron al movimiento social en marcha. Desde el inicio de 1932 parti_ ciparon activamente, y con base en su experiencia previa, fá­ cilmente lograron colocarse en la cabeza del movimiento. A me diados de 1932, Emigdio, con escasos 22 años de edad, era ya- reconocido como uno de los principales organizadores sindica­ les (Información de campo; AMT-Agricultura y Fomento, 1933) y ocupaba un empleo en el Ayuntamiento (AMT-Registro Civil, Ac­ ta de matrimonio, 1932). Jesus su hermano figuraba entre los dirigentes del núcleo peticionario de tierras de Taretan --

(ASRA, Taretan-247, Dotación). A fines de 1932 se agregaron- a ellos otros de los companeros de la Huerta, que se habían - quedado trabajando en el gobierno de Don Lázaro, o habían -- vuelto temporalmente a sus lugares de origen (FISC a SLF). 252

Un ano después su importancia como grupo podía apreciarse con claridad (vid infra). El 3 de septiembre de 1932, el gobernador del estado re­ solvió afirmativamente la solicitud de dotación del ejido de-

Taretan. La dotación amplió la superficie ejidal -que conta­ ba originalmente con las 1500 hectáreas de monte alto cedidas por la propietaria de la hacienda en 1926- con 1015 hectáreas de tierras de riego. El general cárdenas se aseguró, además, de que las tierras se entregaran en posesión provisional an-- tes del fin de su mandato. Su resolución se ejecutó el 14 de septiembre, un día antes de la transmisión de poderes, con la consiguiente ocupación de las tierras de riego por parte de - los ejidatarios. A la cabeza del Comité Administrativo ejidal se situaron miembros de la CRMDT de los que habían infundido nuevo ímpetu a la solicitud -Indalecio Solís, presidente; Jesus Ruiz Bé-- jar, secretario; y Ramón Landeros, tesorero- (ASRA, Mor. Tare^ tan, 247-Dotación). De inmediato se constituyeron en "Comuni dad Agraria" e hicieron del ejido un recurso y un bastión fun damentales para su lucha futura.

b) Supervivencia. Entre tanto, las condiciones externas habían cambiado — radicalmente. Si en la mitad del ano de 1932 representó la - cúspide del agrarismo en Michoacán (Falcón 1978:372), a par— tir de ese momento, la caída fue tan brusca que para el fin - de 1933 los núcleos agraristas más radicales habían sido prác 253

ticamente disueltos. El desmantelamiento del radicalismo --

agrario fue general: por doquier los agraristas más agresivos

habían sido desarmados y se encontraban tratando básicamente-

de asegurar su supervivencia (Falcón 1978:370-371). Las raí-- ces de esta caída se remontan al inicio del decenio.

En el nivel nacional, el gobierno de Ortíz Rubio había - planteado nuevamente el fin del reparto agrario desde 1930.

Esta posición se hizo obvia mediante la promulgación de las - llamadas "leyes restrictivas", que favorecían las propiedades inafectables, limitaban las ampliaciones ejidales y mantenían a los acasillados sin posibilidad de solicitar ejidos (Falcón

1978:358-359). En algunos estados las leyes fueron rápidamente acata-- das, estableciéndose además plazos cortos dentro de los que - deberían presentarse todas las solicitudes de tierras que pon drían fin al reparto (Weyl 1955:170). En los otros casos, la decisión nacional en este sentido provocó roces con los gobep nadores que propugnaban posiciones más radicales de reforma - agraria: fundamentalmente Veracruz, aunque en menor medida -- también Michoacán (Falcón 1978:362-364). Lázaro cárdenas se manifestó abiertamente en contra de - esta política, negándose a hacer efectiva la aplicación de la nueva reglamentación. En un informe a la legislatura del es­ tado, publicamente rechazó una petición de la cámara de comejtr ció michoacana que iba en el mismo sentido, para hacerlo más- evidente (Weyl 1955:170). Estas diferencias con el gobierno- 254

central se acentauaron hacia el fin de su mandato (Falcón --

1978:367-368). Entre los puntos de discrepancia pueden desta

carse, además del problema agrario, la neutralización de la -

Ley de expropiación promulgada por Cárdenas y la discusión en

torno a la organización y el número de los distritos electora

les michoacanos (Diego H. 1982:40-41). Desde luego, esta opo­ sición se manifestaría también en la sucesión gubernamental.

La propuesta de los grupos cardenistas no pudo prosperar. En cambio, el gobierno federal "logró imponer a un elemento to-- talmente antagónico a la administración de Cárdenas y a los - agraristas: el general Benigno Serrato" (Falcón 1978:366).

Serrato, que había hecho carrera en las mismas azonadas- militares que cárdenas, fue colocado en la Jefatura de Opera­ ciones Militares de Michoacán desde mediados de 1930 (Diego -

H. 1982:48; Falcón 1978:367). Entrando el ano de 1932 fue — designado candidato dêl PNR para ocupar la gubernatura esta-- tal. Desde ese momento se inició la lucha entre serratistas- y cardenistas, si bien el apoyo del gobernador no les permi— tió ir más allá de acusaciones y denuncias (Falcón 1978:372).

A partir de que Serrato asumiera el cargo en septiembre, las- diferencias con la administración anterior se hicieron eviden tes y la persecusión de los elementos cardenistas se volvió - violenta. De inmediato se eliminó al personal de la adminis­ tración que profesara simpatías hacia el ex-gobernador. Fun­ cionarios y dirigentes fueron sustituidos por gente de con-- fianza y se procuró desterrar o descalificar seriamente a los radicales (Falcón 1978:372).

Durante los dos anos y dos meses que ocupó la gubernatu­

ra, Serrato se planteó decididamente enderezar el camino tor­

cido de su antecesor en cuatro rubros fundamentales: el anti­

clerical, el agrario, el laboral y el del control político de

la entidad. Católico declarado, se opuso al programa antiele

rical de Cárdenas y promovió una política de tolerancia para-

con la iglesia católica (Weyl 1955:187). En el terreno agra­

rio procuró apaciguar la agitación en el campo. Desde luego-

no propició la instauración de nuevos expedientes agrarios y-

evitó resolver en primera instancia cuantas solicitudes se le

presentaron (consignado en los expedientes agrarios como "re­

solución tácita negativa"). Asimismo apoyó a organizaciones-

de comerciantes y propietarios privados en sus gestiones para

limitar las demandas de tierra. En mayo de 1932, apenas de-- signado candidato, favoreció una entrevista de los propieta--

rios agrícolas con el secretario de Agricultura; durante su - gobierno atendió con celo a las demandas de estos grupos --

(Falcón 1978:366; Diego H. 1982:50). Una de las peticiones - que con mayor ahínco impulsaron comerciantes y propietarios - fue la del desarme de los agraristas. La respuesta serranis­ ta fue claramente en términos de apresurar la desintegración- de las defensas civiles, sociales o rurales, base fundamental de sustentación de los radicales agrarios (Falcón 1978:373).

En el ámbito laboral presionó a los tribunales para que falla, ran en contra de los grupos radicales y procuraran devolver - 25 6

la confianza a los propietarios urbanos y rurales (Weyl 1955:

187; Falcón 1978:373). En fin, buscó por todos los medios — destruir la estructura de poder que Cárdenas había construido para el avance de sus objetivos de reforma. Todo esto lo llevó a enfrentar al gran enemigo cardenis­ ta de su gobierno: la CRMDT y sus ramificaciones locales. Des. de antes del fin de 1932 algunos de los dirigentes de las fe­ deraciones regionales fueron agredidos o encarcelados (Diego-

H. 1982:49). La violencia a este nivel se incrementó como - producto de la actividad o la pasividad gubernamentales. Por un lado, se incrementaron las dificultades para que los diri­ gentes confederados lograran armas, municiones y reconocimien to oficial para sus defensas rurales. Por otro, en cambio, - las llamadas "guardias blancas", armadas por los terratenien­ tes y contando con la bendición del clero católico y la anuen cia del gobierno y las autoridades militares, incrementaron - su actividad anti-agrarista. En otros niveles, los dirigen-- tes de filiación cardenista fueron removidos de sus posicio-- nes de influencia: dos diputados locales fueron desaforados - en la capital del estado (Diego H. 1982:49) y tres dirigentes renombrados de la CRMDT perdieron su curul en el congreso fe­ deral (Falcón 1978:374). Al mismo tiempo, se buscó fomentar­ las disenciones internas y la división en el seno de la Confe deración; maniobras que culminaron en marzo de 1933 con el — desconocimiento del Comité Central por parte de un grupo disi dente. Tras la celebración en Morelia de dos Congresos en la - 25 ^ misma fecha, surgieron dos confederaciones, una "auténtica",-

"genuina" o "legítima" y otra "del nino Jesús" o del "Sagrado

Corazón"; una cardenista y otra serratista (Falcón 1978:373-

374;, Diego H. 1982:51; véase la visión de uno de los partici­ pantes sobre este conflicto y sus pretextos en Mugica M. --

1982: 151-167). A pesar de que a principios de 1933 Cárdenas ocupó la Se cretaría de Guerra y más tarde se convirtió en candidato pre­ sidencial, era clara su pérdida en lo referente al control — político de su estado natal (Falcón 1978:374). Con todo, lo­ gró salvar algunas líneas de comunicación con su organiza--- ción, así como a algunos de sus dirigentes, al incorporarlos- a su campana. En mayo de 1933, cuando se reunieron en San —

Luis Potosí las corrientes agraristas en la convención que -- daría lugar a la fundación de la CCM, los dirigentes de la —

CRMDT "genuina" participaron activamente (Diego H. 1982:51-

52). Más adelante, el V Congreso de la CRMDT se confundió — con la bienvenida multitudinaria al candidato presidencial a-

Morelia (Mágica M. 1982), y las federaciones regionales se — convirtieron en lazos directos con los comités de campana, — cuando no desempeñaron ellos mismos ese papel (inf. de campo)

Los dirigentes acompañaron al candidato en extensas giras, -- dentro y fuera de Michoacán, para incorporarse más tarde a -- alguna de las actividades de su gobierno (González 1979).

En la región taretana las repercusiones de los cambios - operados en el exterior se fundieron con las que provocaba la - 258 *

incipiente reorganización del acceso a la tierra.

El cambio de la postura gubernamental para con el radica

lismo agrario difícilmente podía revocar la situación alcanza

da por los agraristas vinculados al ejido. Podía, ciertamen­

te, frenar su ímpetu y, en este sentido, sí puede observarse- un alto en el avance de la agitación agraria durante un par - de anos.

En parte esto se debió al endurecimiento de la postura - de los terratenientes, lo que fue bastante claro en los lími­ tes de la zona de influencia de los dirigentes confederados.

En la porción norte de la región, donde los pinos cié-- rran el paso a las canas, sentó sus reales Vicente Aguirre, - enemigo declarado de los agraristas. Situó su centro de ope­ raciones en la Mesa de Cazares, localidad norteña del munici­ pio de Taretan, en plena zona boscosa perteneciente a ziracua retiro. Desde tiempo atrás, Aguirre había desempeñado tareas de guardia para las haciendas. Mediante acuerdos con los te­ rratenientes y las autoridades militares, mantuvo durante va­ rios anos un grupo de jinetes armados guardiantes del orden;- con nombramiento de la zona militar y emolumentos cubiertos - por las haciendas (Fisc a J.E.). Al constituirse los ejidos- de Ziracuaretiro y San Andrés Coru quedó en la defensa terra­ teniente de la zona boscosa situada entre Jujucato, Ziracua— retiro y la porción norte de Taretan. Sus arreglos con las- autoridades militares le valieron entre la población el reco­ nocimiento de jefe de la "defensa civil" de ziracuaretiro 259

(Inf. oral). Durante el gobierno del general Serrato se apro vecharon sus servicios de vigilancia nombrándolo "inspector - honorario de carreteras" en esa porción del territorio (AMT-

1933:agosto 22; oficio No. 1059 de la Secretaría de Gobierno- del estado). Mas tarde, en 1935, adquirió, al disolverse la- hacienda de tomendán, unas 300 hectáreas de bosque en el pre dio denominado Mesa de Cázares (D.O. 24 mar 1980:2a.,15). Du rante todo el tiempo, el acoso de los agraristas fue constan­ te y la enemistad muchas veces se resolvió en enfrentamientos violentos. En Taretan se recuerda un encuentro a tiros entre

Aguirre y Emigdio Ruiz en el que ambos, excelentes y arroja— dos jinetes, luchadores de causas opuestas, resultaron ilesos cuando el primero declinó continuar la pelea fuera de pu te-- rritorio (Inf. oral). En la porción sur de la región se consideraba que el -- temporal agrarista había pásado cuando la dotación de Nuevo -

Urecho estaba concluida. Así, aunque la posición terratenien te también se endureció, debe subrayarse que la disminución - de la agitación agraria también se debió a que las posibilida des legales estaban prácticamente aprovechadas en su totali— dad hacia 1933.

Los sindicatos se habían establecido en todas las empre­ sas de la zona. Las haciendas no podían sino adaptarse a las- nuevas reglas del juego. La confrontación principal en la —

área se estableció entonces en términos de las demandas sala­ riales y de las prestaciones de Ley. Particularmente fue -- 2C0

clara la discusión en las juntas locales de conciliación que-

se reunieron anualmente a partir de julio de 1933 para la de­

terminación de los salarios mínimos (Disposiciones del presi­

dente interino A.L. Rodríguez de julio para la creación de la

Comisión Nacional de Salarios Mínimos y de agosto para la ce­

lebración de reuniones municipales, en AMT-1933:8 y 14 sep-

Agr. y Fom.). En Taretan, por ejemplo, los activistas de la-

"comunidad agraria" rápidamente ostentarton la "representa--

ción de los trabajadores". Emigdio Ruiz B. y José Castro fue

ron nombrados representantes por el Comité Administrativo del

Ejido de Taretan (AMT-1933:8 sep Oficio 19 del Comité Adminis

trativo, dirigido al Presidente Municipal). Los sindicatos,-

convocados al efecto por el presidente municipal, designaron-

ai tercer representante (AMT-1933:14 al 18 sep-Agr. y Fom.). Los patrones -dueños y administradores de haciendas- designa­

ron también a sus representantes (AMT-1933: 19 sep- Agr. y --

Fom.), y la comisión se reuinó en dos ocasiones durante el — mes de septiembre para establecer el salario mínimo en la zo­

na (AMT-1933:20 y 22 sep-Agr. y Fom.). En la primera reunión

el día 20, los patrones enfrentaron la propuesta de los traba

jadores de $1.50, con un peso. Sin alcanzar acuerdo, resol— vieron convocar a una segunda reunión en la que el presidente municipal tendría un voto de calidad para decir el monto del-

salario. En esta ocasión, el día 22 de septiembre, los tra— bajadores sostuvieron su propuesta de $1.50, mientras que los patrones redujeron su oferta a ochenta centavos. Al no lie— gar a ningún acuerdo, el presidente municipal hizo uso de su-

voto de calidad para establecer el salario mínimo en un peso.

Aunque todos firmaron el fallo, en él hizo constar que los re

presentantes de los trabajadores lo objetaban por considerar-

que lastimaba los intereses de su calse y acusaban al presi--

dente municipal de "traición a la clase trabajadora". La voz

cantante de sindicatos y comunidad agraria estuvo a cargo de- Emigdio Ruiz.

Por otra parte, de acuerdo con la legislación agraria --

vigente hasta principios de 1934, las demandas de tierra en -

el área estaban casi todas resultas. En agosto de 1933, --

abril y mayo de 1934, se plantearon las solicitudes de Cara--

cha, Zirimícuaro y San Angel Zurumucapio, respectivamente.

Retrasadas con respecto al resto de la zona, estas soli­ citudes eran las últimas posibilidades de los poblados legal­ mente capacitados para recibir tierras. Todos los demás asen tamientos del área eran claramente trabajadores de las hacien das que vivían dentro de su jurisdicción territorial y la Ley les tenía vedado ese derecho.

Las fricciones más importantes de la época se encontra-- ban, entonces, en relación con la nueva forma de organización y acceso a los recursos productivos que había hecho su apari­ ción: el ejido. Este planteaba roces en dos áreas fundamen­ talmente.

En primer lugar, la administración de la hacienda, cono­ cedora de la solicitud pendiente de dotación y legalmente im- - 262 -

pedida para emplear las tierras en consideración, con culti-

vos cíclicos, las había dado en arrendamiento o las empleaba-

corno agostaderos. En ambos casos, al resolverse la dotación,

se presentaron conflictos. Los arrendatarios, sin cobertura-

legal para hacer valer sus derechos sobre las tierras perdie­

ron su inversión, protestaron contra la hacienda y se enemis­

taron con los ejidatarios. Estos, deseosos de validar su de­

recho a las tierras, fueron contra la hacienda por partida do

ble: por causa de los arrendatarios y por causa de los gana­

dos que irrumpían en los terrenos sin cercas. En esta situa­

ción la presidencia municipal hubo de mediar constantemente, -

dirigiéndose a las partes afectadas, a sus afectadores y a --

las autoridades superiores para consulta y soluciones (AMT-

1933-Quejas diversas, Agricultura y Fomento).

En segundo término, la dotación ejidal se otorgó para —

353 ejidatarios de una lista integrada por dos grupos de peti^

cionarios, compuestos con 10 anos de diferencia. Desde la —

primera solicitud en 1920, mucho tiempo había pasado y un --

gran número de ellos habían perdido el interés, la vida, o la

posibilidad de participar, al haber abandonado la zona. El —

Comité Administrativo Agrario que tomó posesión de la tierra,

compuesto por miembros de la comunidad agraria filial de la -

CRMDT, lo hizo en nombre de todo el conjunto y para el inicio

del cultivo cooperativo. Las protestas de los descontentos,- por exclusión o por inconformidad con la explotación colecti­

va, no se harían esperar. 262 -

Sus quejas serían recibidas con beneplácito por el go-- bierno estatal. En mayo de 1933, por ejemplo, el presidente municipal de

Taretan se dirigió al gobierno estatal solicitando un enviado que resolviera los problemas de tierras que se presentaban en el ejido. Antes de turnar la solicitud al organizador regio­ nal de ejidos, el secretario de gobierno demandó precisiones sobre el problema. A esto el presidente municipal respondió puntualizando: a pesar de que la resolución de dotación con-- templaba 353 ejidatarios, los terrenos ejidales se encontra-- ban "en poder de la comunidad agraria, compuesta a lo sumo por 50 hombres, sinendo los únicos que disfrutan los benefi-— cios de la dotación". Por esta razón, "un número considerable de vecinos" de los que aparecían con derecho a dotación se habían dirigido a la presidencia municipal solicitando ser incluidos en la explotación de terrenos ejidales. Afirmaban asimismo que no les resultaba conveniente "hacer las siembras en comunidad sino apegadas a la ley de patrimonio ejidal familiar" (AMT-1933, junio 10-Agr. y Fom.: "Carta de Victoria­ no Aguiano al Organizador Regional de Ejidos del Departamento de Agricultura": Oficio 2266, Sección Agricultura, Ramo Agra­ rio, de la Secretaría de Gobierno del Estado de Michoacán).

A las dificultades que planteaba el ejido se sumaban las fricciones causadas por el anti-clericalismo acendrado de los dirigentes agrarios para completar el clima de animadversión en el que se gestaba este cambio. El Pbro. Telósforo Gómez, 26¿

establecido en Taretan junto con algunos miembros de su fami-- lia dedicados al comercio y a la pequeña industria, había logrado a lo largo de casi 30 anos de ejercicio un gran aseen diente sobare la población. Un hombre con facilidad de pala— bra, combativo y emprendedor se enfrentó siempre a los dirigentes agraristas. Apoyado en los pronunciamientos de la

Iglesia católica sobe la propiedad privada y su sustrato mo— ral, predicó incansablemente en contra del reparto de tierras y la actividad agrarista. Dos puntos escenciales de desacuerdo fueron los ejes del conflicto y, en ambos, las posiciones eran encontradas: las manifestaciones publicas de culto religioso y la expropiación de la propiedad privada.

Los agraristas sustentaban su posición en su defensa de la ineludible responsabilidad del Estado revolucionario que lo llevaba a legislar obligatoriamente para la redistribución de la tierra y la desfanatización. Al contrario, el senor cura, apoyado en la "doctrina católica", predicaba públicamente el carácter inmoral, violatorio de los principios básicos del decálogo de estas medidas, así como la inadminisble ingeren— cia del Estado en estas areas.( 23 )

Frente a la perspectiva general antes descrita, los diri_ gentes agraristas buscaron establecer una posición de poder desde la cual estuvieran en posibilidad de operar sin enfren­ tarse directamente con fuerzas que claramente les resultaban superiores.

Localmente sus recursos se centraban en el control de dos tipos de organización: los sindicatos y los ejidos. En --

los primeros habían participado desde su formación y mante--

nían el control mediante una estrecha relación con sus diri--

gentes y representantes. Salvo contados intentos de los ha--

cendados por imponer su propia mecánica sindical, el control­

era casi completo. Podían, de este modo, influir decisivamen

te en las negociaciones con los patrones, que básicamente se-

orientaban hacia la determinación de los salarios. Los ejidos

no eran muchos aun. En 1933 apenas dos caían claramente den­

tro del área de influencia de los dirigentes taretanos:Nuevo-

Urecho y Taretan. En el primero, el peso fabuloso de la gran-

hacienda de Tepenahua, aún sin afectaciones importantes, li--

mitaba las posibilidades. En Taretan, en cambio, la hacienda- más importante había sido tocada: el ejido, la donación y el-

fraccionamiento señalaban ya un cambio sustancial. El control

de la administración del ejido de Taretan se logró desde la - primera posesión y acto seguido se establecieron la explota—

ción colectiva y la colonia "roja". Ambos elementos fueron —

decisivos en la orientación de la "comunidad agraria", pero -

ésta última fue determinante para garantizar un amplió márgen

de maniobra a los agraristas.

La colonia Emiliano Zapata, o "colonia roja", como fue - bautizada en razón de las inclinaciones políticas de sus fun­ dadores, se estableció en terrenos del ejido, como un nuevo -

centro de población, distante un poco más de un kilómetro al-

oeste del centro de la cabecera municipal. Al tomar posesión- * 26C -

de las tierras, una de las primeras actividades de los diri —

gentes fue el trazo de la colonia. Se señaló un sol ar para —

cada ej idatario y uno se destiñó a la construcción de la escue- la. Como razones principales para su creación se adujeron la-

escacez de casas en la población de Taretan y el hecho de que

muchos de los ejidatarios carecían de una vivienda propia (FISC

a SLF). En la práctica, sin embargo, la creación de la colo—

nia tuvo importantes consecuencias en términos de autonomía -

territorial. No todos los ejidatarios fincaron sus casas en -

la colonia, pero los que lo hicieron establecieron un estre—

cho compromiso con la tierra y con el proyecto de explotación

impulsado por los dirigentes. Al mismo tiempo, la lejanía de-

la población y su carácter de nueva localidad dentro del muni

cipio, dieron a la colonia cierta autonomía como asentamiento

diferenciado. Esto se sumó a la independencia de facto de la que gozaba el ejido al presentarse como "comunidad agraria".-

Finalmente, esta posición dentro de la estructura municipal permitía contar con un instrumento de coerción vinculado a — las capacidades gubernamentales del ayuntamiento: el "encar-- gado del orden". Esta autoridad municipal recaía siempre en - personas de reconocida solvencia moral en cada localidad y le autorizaba a portar armas y hacer uso de ellas con la represen tación del ayuntamiento. Por regla general cayó en manos de - los comités de vigilancia o en las defensas rurales de los -- ejidos. Con estas posibilidades la organización de la explo­ tación colectiva pudo hacer frente a las amenazas externas — - 261 -

tanto como a la disención interna.

En la constitución de la comunidad agraria, los dirigen­

tes lograron otro recurso importante en la medida en que ello

les permitió la apertura de canales de comunicación institu­

cional que antes estaban reservados al ayuntamiento. Al osten

tar la representación agraria, su relación constante con la -

Comisión Local Agraria, las autoridades gubernamentales y de­

representación electoral, podían brincar la instancia munici­ pal o, al menos duplicar la comunicación. Los vínculos así es

tablecidos con el personal que ocupaba estos puestos fueron a

la postre igualmente importantes. c) Consolidación

El ascenso político de Cárdenas, desde la mitad de 1932,

permitió a los agraristas michoacanos sobrevivir y colocarse

en posición de recuperar su fuerza. El presidente Rodríguez

auspició la candidatura de Cárdenas, que contaba ya con el -

apoyo promovido desde la Central Campesina Mexicana (véase

González N. 1977:85). Con este patrocinio, Cárdenas llegó a

la presidencia como representante del agrarismo, anunciado -

por las propuestas radicales del primer plan sexenal (véase

Falcón 1978:382) y precedido por las reformas trascendentales

a la legislación agraria promulgadas durante los últimos me­

ses del interinato de Rodríguez (véase Guerrit 1970:59-62).

A esto se sumó que el día mismo en que el presidente rindió

su protesta, el gobernador Serrato muriera en un accidente -

aéreo. A pesar de los esfuerzos de los integrantes del - 26ü

gobierno de la entidad -encabezados por Victoriano Anguiano,

secretario de gobierno y uno de los principales opositores de

la "mecánica cardenista"-, no fue posible sostener la línea

política trazada. La designación de Sánchez Tapia como gober_

nador interino constituyó sin duda un duro golpe en su contra.

Este enfrentó de inmediato la oposición serratista y, poco a

poco, logró vencer las dificultades planteadas por los ayunta

mientos y las instancias gubernamentales que controlaba (Die­

go H. 1982:58-59). Por lo que respecta a la CRMDT, su participación en la

vida política era aún muy fuerte. Las federaciones locales y

regionales "genuinas" se sostuvieron en muchos casos y, en -

ocasiones, no perdieron ni el control de los ayuntamientos.

Desde ahí se impulsaron los comités de la campana de Cárdenas,

integrados por los mismos activistas de la Confederación (AMT-

1933: correspondencia del ejido o borradores de actas de asam blea escritas en la parte posterior del papel membretado de los comités de campana cardenistas). Más tarde, Cárdenas asistiría al V Congreso de la central en enero de 1934. A - ese congreso concurrió también un representante del presiden­ te Rodríguez, haciendo evidente el cambio de actitud de la fe deración frente a las autoridades estatales (Mugica M. 1982:

167-168). Durante todo ese ano la CRMDT logró paulatinamente reagrupar sus fuerzas, buscando recuperar el control de aque­ llas federaciones que se habían escindido (Diego H. 1982:53).

El quinto Comité Central de la Confederación se preocupó por 269

darle nueva vida a la organización, a pesar de la división

existente. Se hicieron esfuerzos por acercarse a las federa­

ciones y recuperar lo perdido: 36 federaciones regionales, en

tre las que se encontraban Taretan, Uruapan y ziracuaretiro,

celebraron congresos de renovación de sus comités directivos

(Mugica M. 1982:170-171). Se reiniciaron las gestiones agra­

rias en el nivel federal, al establecer las redes que permi­

tían superar las barreras impuestas por las autoridades agra­

rias en el estado. Se organizaron Tas ligas femeniles, que

más tarde tendrían tanta influencia. Se buscó lograr la uni­

dad magisterial, unificando los diversos cuerpos de maestros

y estudiantes del estado y logrando, finalmente, la formación

del Bloque Estatal de Maestros Socialistas de Michoacán y la

organización del Bloque de Jovenes Revolucionarios de Michoa­

cán (Mágica M. 1982:171, 172, 174-175, 176-177 y 178). A par

tir de que Sánchez Pineda asumiera la gubernatura, además, la

presión constante que había existido en su contra desapareció

y el apoyo de las autoridades volvió, por lo que "los miem­

bros del comité central confederado acrecentaron sus bríos pa

ra lograr la unificación real de los trabajadores y continuar

su labor orientadora" (Mágica M. 1982:186).

A partir de 1935 la preeminencia de la CRMDT se volvió

absoluta, cimentando su control de los trabajadores michoaca-

nos sobre dos pilares fundamentales. Por una parte, la san­

ción del gobierno federal presidido por Lázaro Cárdenas se - hizo patente. Como confirmación, el VI Congreso de la central 270

se pospuso del inicio al fin de abril para ajustarlo a la

agenda del presidente que acudió a la clausura (Mugica M.

1982:197). Este acontecimiento se sumó a la participación de

represetantes de otras entidades federativas, tanto guberna­

mentales como de organizaciones de trabajadores. Por otro la

do, la CRMDT recobró -y con mayor fuerza- su carácter de in­

terlocutor e intermediario entre gobierno y trabajadores. Es

ta actividad de mediación fue particularmente clara en el te­

rreno agrario. La central se volvió el mecanismo idóneo para

la canalización de las demandas de tierras, solicitudes de to

do tipo y quejas diversas. Mugica Martínez (1982:209-210) ci ta, por ejemplo, una circular del comandante de la XXI Zona militar, Josué M. Benignos, a los presidentes municipales en la que se hace explícito el carácter de la Confederación como el canal adecuado para plantear las demandas agrarias. Tras señalar que "por ningún motivo las defensas armadas de campe- sinos-agricultores o sus miembros consumarán invasiones fuera de la ley o las apoyarán...", establece "de manera terminante que sólo por el conducto de la Confederación Revolucionaria

Michoacana del Trabajo atenderemos las peticiones de los tra­ bajadores..." (Dada en Zitácuaro, Mich., el 14 de noviembre de 1935).

Con estos recursos a mano, la dirección confederada in­ fluía directamente en la política del estado. De tal forma, a mediados de 1935, el Comité Central convocó a una reunión para deliberar sobre la propuesta que la central haría al pre 271

sidente sobre el candidato oficial idóneo para ocupar la gu­

bernatura. De acuerdo con Mugica Martínez, el representante

de la federación de Taretan, Emigdio Ruiz Béjar, propuso la

candidatura de Dámaso Cárdenas. Los miembros de la CRMDT, de

legados a la reunión, aceptaron la propuesta de manera unáni­

me, pero esta fue desechada por el presidente Cárdenas en

aras de erradicar de su gobierno nepotismo y corrupción (1982:

214). Don Lázaro les ofreció, sin embargo, apoyar a cualquier

otro candidato sugerido por la Confederación, sin importar lo (24) „ radical que fuese. Mas tarde, parece haberles sugerido al

grál. Gildardo Magana (1982:214-215).

Un nuevo pleno confederal, celebrado en octubre de 1935, discutió la propuesta del candidato: a la candidatura "carde­ nista" de Magaña se opuso la de Ernesto Soto Reyes, defendida por una minoría (36 federaciones contra 7, según Mugica M.

1982:216). Aunque Magaña resultó triunfador y fue apoyado hasta la gubernatura, las diferencias suscitadas desde esa primera división se incrementaron con el tiempo. A fines de

1936 se había gestado ya una nueva esición en la CRMDT en re­ lación con los afanes políticos de algunos dirigentes (véase Diego H. 1982:59).

A las diferencias internas se sumaron las dificultades con el gobierno del estado. Las pretensiones de los dirigen­ tes confederados resultaban excesivas para el gobierno del general Magaña. Uno de los puntos de conflicto fue el control de los ayuntamientos. Las elecciones municipales de fines de 272

1936 estuvieron dominadas por los mismos dirigentes. No obs­

tante, la división interna de la organización permitió al go­

bernador influir en muchos de los casos. Esto, por una parte,

incrementó las dificultades entre la CRMDT y el gobierno del

estado (Mugica M. 1982:220) y, por otra, ocasionó trifulcas

severas en algunos municipios. En estos casos, la participa­ ción del ejercito como tercero en discordia fue manifiesta

(véase el caso de Taretan, arriba ).

Como resultado de la división interna y del conflicto con el gobierno estatal, la CRMDT llegó a su séptimo congreso dividida, golpeada y tarde (véase Mugica M. 1982:220-221).

Solo mediante la intervención del presidente cárdenas se lo­ gró conformar un Comité Central de compromiso (Diego H. 1982:

60). Esta tregua en las dificultades de la dirección sólo re dítuó en beneficio del control local que mantenían algunos djL rigentes y ello impidió que la Confederación presentara un frente único ante la organización envolvente de la CTM y la

CNC.

Los primeros intentos de integración a las nuevas centra les de obreros y campesinos enfrentaron la resistencia de los dirigentes confederados que veían disminuir su fuerza. En primer lugar el control de los trabajadores se dividía entre

"obreros" y "campesinos", atentando contra la estructura de control sobre un territorio que había auspiciado la CRMDT.

En seguida, los mandos superiores se alejaban de las bases de apoyo local, difiriendo los nexos directos de los dirigentes 273

confederados. Sin embargo, a pesar de la resistencia inicial

los dirigentes se integraron a las nuevas organizaciones car­

denistas de masas reproduciendo el mismo esquema de interme­

diación que habían establecido en la CRMDT.

En Taretan la fuerza del núcleo agrarista vinculado a la

CRMDT no se vio disminuida con los ataques del gobierno esta­

tal Serratista. Incluso durante la época del primer cisma en la Confederación, los agraristas taretanos lograron mantener­ se activos y sostener su federación regional. A partir de

1934 las actividades de la federación agraria claramente se incrementaron y fortalecieron. Salvador Lemus, uno de los mu chachos de "La huerta", participó como secretario de coopera­ tivismo en el Comité Central de la Confederación entre enero de 1934 y abril de 1935. Durante este período la Federación

Regional Agraria "Lázaro cárdenas" de Taretan agrupó a toda la zona cañera bajo la influencia de los dirigentes taretanos

A pesar de la oposición del gobierno y de algunos de los ejidatarios locales, estos dirigentes lograron mantener el control. En abril de 1934, por ejemplo, el secretario de go­ bierno Anguiano expidió nombramientos para la directiva de la admdinistración ejidal de Taretan a favor de enemigos de los dirigentes confederados. Con esto se reforzaba la iniciativa lanzada un ano antes de acusar a los miembros de la "comuni­ dad agraria" de excluir a algunos ejidatarios de la explota­ ción de las tierras dotadas (vid supra). Valiéndose de su in fluencia en la CRMDT, los dirigentes locales lograron, prime­ ro, que el Comité Central acudiera en su defensa ante las au­

toridades agrarias (carta del C.C.C. al Delegado del Departa­

mento Agrario del 3 de abril de 1934 ASRA, Mor., Taretan-247,

Dotación). En seguida, consiguieron que el propio Delegado

revocara los nombramientos en cuestión, confirmando los que

estaban integrados a la central michoacana (carta del Delega­

do del D.A. al C.C.C. de la CRMDT del 7 de abril de 1934 en

ASRA, Mor., Taretan-247, Dotación). Asociado con esta afirma

ción en el control político se gestó un mejor aprovechamiento

de los recursos ejidales. La "explotación colectiva" se afian

zó y se formó la primera sociedad de crédito ejidal (Inf.

Oral). En septiembre de 1934 se realizó el II Congreso de la Fe

deración Agraria de Taretan. En él, los dirigentes hicieron gala de presencia y oratoria aún en contra de las autoridades gubernamentales antipáticas. Los oradores, miembros del ComjL

té Central, se trasladaron a Taretan, en donde predicaron so­ bre la salubridad campesina, la juventud al servicio de los trabajadores, la educación proletaria y el carácter de la

CRMDT como organización de clase (Mágica M. 1982:183). Final^ mente, se renovaron los dirigentes regionales: Leornardo Zar­ co V. fue sustituido en la presidencia por el companero que ocupaba la del comité administrativo del ejido de Taretan,

Jesús Ruiz Béjar. Este fue el preludio del gran cambio que se operaría desde el fin de ese ano. 1935, con cárdenas en la presidencia, Sánchez Tapia como gobernador interino y la 27:

CRMDT en plena forma, sería un ano de triunfos que precipita­

ría el cambio trascendental de la región. Desde el comienzo de 1935 los activistas confederados

ocuparon el Ayuntamiento: Leonardo Zarco Villanueva fue elec­

to presidente municipal; Jesús Ruiz B., secretario y J. Jesús

Bautista, tesorero (AMT-1935). Todo ello, claro está, sin

perder sus posiciones en la Federación agraria ni en los comjí

tés ejidales. con este movimiento lograron la centralización

efectiva en el municipio de todos los canales de comunicación

con las instancias superiores de administración y gobierno.

Se consolidó también el presupuesto de la Federación Re­

gional. De acuerdo con el profesor MÚgica (1982-196), la

CRMDT se sostenía con las cuotas de sus miembros (cincuenta

centavos anuales), con las rentas provenientes de los locales

de la "Casa del obrero y campesino" en Morelia y con las coope

raciones voluntarias de los funcionarios gubernamentales, los

diputados locales y federales, los senadores y los presiden­

tes municipales. Para las federaciones locales, resulta cla­

ra la pertinencia de éstos últimos y a ella habría que agre­

gar los comisariados ejidales. En el caso de Taretan -como probablemente era la regla en este nivel- las erogaciones^se destinaban a financiar las actividades de asesoría y agita- ción de los dirigentes. (15)

A esto se sumó el control de otros grupos. A partir del fin de 1935 la construcción del ramal ferroviario de Uruapan ha­ cia la tierra caliente atrajo una gran cantidad de trabajadores. - 276 -

En el tramo que surcaba la zona cañera los empleados en la

construcción fueron rápidamente organizados en el sindicato

"Primo Tapia", integrante de la federación taretana de la

CRMDT. Esto fue práctica común a todo lo largo de la vía, da do que la Confederación era la central de los trabajadores md choacanos (cf. Foglio Miramontes 1936). No obstante, en Tare tan esto tuvo una significación especial. El control de los trabajadores de la vía implicaba el manejo de un recurso fun­ damental. Las haciendas, amenazadas por el reparto, habían recortado al máximo sus trabajos y excluían sistemáticamente a todos aquellos que simpatizaran con el agrarismo. El ejido de Taretan no podía resolver los problemas de todos los soli­ citantes, por más que la "Colonia Roja" albergara a los fugi­ tivos de la venganza patronal. Los salarios pagados por las compañías constructoras representaron, en estas condiciones, una derrama de efectivo vital para la supervivencia de la po­ blación. Las autoridades federales, conocedoras de la situa­ ción, buscaron ampliar el gasto hasta donde ello fuera posi­ ble. Por órdenes superiores -vigiladas personalmente por el general Mágica-, en la construcción no se empleó maquinaria: terraplenes, desgastes y acarreos se hicieron todos a lomo de jornalero. El control de esta fuente de trabajo por parte de los dirigentes confederados les permitió, entonces, a) contar con una gran independencia frente al hasta entonces único em­ pleador de la zona, la hacienda; b) asegurar el sometimiento de todos aquellos interesados en acceder a esa fuente de in- 277

greso, y c) contar con un vasto contingente que podía ser mo­

vilizado en apoyo de sus demandas.

Al lado de estos recursos estaban las armas. Desde los

inicios de la CRMDT se insistió en que los campesinos armados

constituirían la única garantía de seguridad para la nueva or

ganización de la propiedad agraria (cf. Mugica M. 1982:111).

Cuando Lázaro Cárdenas ocupó la presidencia de la República,

el punto quedó de nuevo dentro de los tres pilares de la poli

tica agraria cardenista, a saber: satisfacción efectiva de

las demandas de tierra; ampliación y modernización del crédi­ to y los sistemas de cultivo; y defensa armada del campo

(véanse Huizer 1970:62; González 1979:240; Meyer 1978:244;

Granados 1983:38). En la práctica, la entrega de las armas a los campesinos se hizo bajo la vigilancia directa de las jefa turas de zona militar. La sanción legal recayó sobre las "de fensas rurales" de los ejidos, quienes se veían envueltas en la estructura regional de poder. En el caso de Taretan estas obviamente cayeron bajo el control de los dirigentes de la

CRMDT. Las repercusiones, fueron inmediatas y al generalizar­ se las solicitudes ejidales, la lucha se tornó violenta. Los administradores de las haciendas armaron también a su gente con la consecuencia de graves enfrentamientos. Se recuerda la época como un período de mucha violencia, con zafarranchos constantes que impedían que la gente caminara tranquilamente por la calle (Inf. Oral). A la defensa de los intereses con­ cretos en el arrendamiento de tierras o la derivación directa 278

de beneficios de la hacienda, que inspiraba al "part ido blan-

co", se sumaba el fervor religioso atizado por el pbro. T . Gó mez. En el ánimo agrarista se fundían el inter és por log rar

una parcela, el deseo de acabar con una organiz ación del tra- bajo que no daba ningún beneficio al jornalero y, al menos en

tre algunos de los dirigentes, la creencia prof unda en que el fin de la explotación y el fanatismo religioso estaban al al- canee de la mano. Así, los "rojos" censuraban y exc luían a los que asistían al templo, al tiempo que amena zaban con de-- rrumbar la iglesia para convertirla en una pista de ba ile. Por la otra parte, el cura se pronunció siempre en contr a del re­ parto agrario y en contra de sus dirigentes y o rgani zador es .

Los "blancos" se apoyaron luego en una máxima a él atribu ida, para lanzarse al combate: "Todo aquel que mate a un agra ris- ta, con tres golpes de pecho y un 'padre' nuest ro estará per- donado." (Inf. Oral).

Las armas se usaron también contra la disi denci a interna

El control de los ejidos, de los sindicatos, de los nuevo s n_ú cíeos de peticionarios, de los trabajadores de la via y, en general, de los adhérentes a la federación regi onal agrar ia, tenía el respaldo de las armas como último recu rso. Aunque su empleo fue muy reducido al principio -compar ado con el uso casi indiscriminado de este recurso en los anos cincuenta-, de todas formas ocasionó dificultades. En 1935 , por ejemplo, una parte de los ejidatarios de Taretan se quej ó ante el De- partamento Agrario, y éste notificó de las irregularidades al 279

Jefe de la XX zona militar (Oficio 5337 del 3 de septiembre

de 1935; ASRA-Mor., Taretan-247, Dotación). Poco tiempo des­

pués ello ocasionó dificultades entre los propios dirigentes:

R. Vaca Solorio se separó del grupo de los Ruiz, quienes se

adueñaron totalmente de la situación (Telegrama de L. Zarco

V. al gobernador del estado de Mich, del 21 de noviembre de

1935; ASRA, Mor., Taretan-247, Dotación). Esta división tocó

a la defensa rural como cuerpo armado, pues al disputarse los

grupos el derecho a su control, optaron por disolverla antes

que perderlo. En noviembre de 1936 solicitaron la disolución

de la defensa rural para evitar "enfrentamientos violentos"

(Cartas del comisariado ejidal de Taretan al Srio. de Guerra y Marina y al Delegado del Departamento Agrario del 22 de no­

viembre de 1936) ASRA, Mor., Taretan-247, Dotación). Es cla­

ro que no depusieron las armas, simplemente renunciaron a la sanción oficial para su empleo, con lo que eliminaron la posj^ bilidad de que ésta cayera en manos del grupo antagónico.

Como ultimo punto debe destacarse la socialización de los jóvenes. Uno de los principales puntos de ataque de los agraristas estuvo constituido por las escuelas. Mixtas, lai­ cas y obligatorias -más tarde serían también socialistas-, las escuelas buscarían ir hasta los propios ejidos para alean zar a todos los niños en un afán de instrucción y desfanatiza ción. En adición, se fomentaron las ligas femeniles y las ju ventudes revolucionarias y socialistas, una de cuyas delega­ ciones asistió a la reunión de unificación nacional celebrada en 1938 en el Palacio de Bellas Artes en el Distrito Federal.

Este conjunto de recursos en manos de los dirigentes con federados redundó en una sólida capacidad de decisión en el

ámbito local, una amplia red de comunicación y una extensa ga_ ma de apoyos en los niveles superiores. (El acomodo de todos los vínculos que hicieron posible la formación de este arre­ glo estructural se analiza en el- siguiente apartado c). Todo ello se tradujo en prontas acciones de reforma.

4) Los Logros, El control de todos estos recursos dio a los dirigentes un amplio margen de maniobra que se aprovechó para afianzar su poder local e intentar incrustarse en la estructura de po­ der extra-regional. En primer término, aprovechando los cambios en la legis­ lación y la nueva disposición de las autoridades, en el terre no agrario coordinaron 17 solicitudes ejidales en tres anos.

Durante el ano de 1935 la Comisión Local Agraria instauró 7 expedientes: San Marcos en enero; San Vicente en marzo; Tahue jo y Tepenahua en mayo; Tipitarillo y Tipítiaro en julio; e

Ibérica en Diciembre. Al ano siguiente sucedió lo mismo: San­ ta Efigenia en abril; Patuán en mayo; Tomendán en junio; La

Purísima en julio; Ex-hacienda de Taretan y San Joaquín en agosto; y Terrenate en septiembre. En 1937 se instauraron los últimos tres expedientes: Las Riveras en marzo; El Sabino en junio y Hoyo del Aire en diciembre. Con esto quedaba prác (16) ticamente concluido el movimiento de solicitud ejidal Las pequeñas porciones que aún pertenecían a las haciendas,

constituían pequeñas propiedades inafectables o tierras margi^

nales que en ese momento no se veían con interés.

En, segundo lugar, se afianzaron los nexos del núcleo di­

rigente. Internamente el mando supremo quedó prácticamente

en manos de un grupo de hermanos (véase el siguiente aparta­

do). Los únicos dos miembros no asociados por vínculos con­

sanguíneos lo estaban por matrimonio, uno; por matrimonio e

íntima y prolongada amistad, el otro. El círculo siguiente

admitía mayor soltura, pero de todas formas incluía sólo ami­

gos cercanos de probada tradición confederada. Hacia el exte­

rior, los dirigentes también ampliaron sus posibilidades.

Salvador Lemus ocupó la Secretaría de cooperativismo en la

CRMDT en 1934-1935 y de ahí pasó a la representación de su distrito en una curul del congreso local en 1936-1938. Emig­ dio Ruiz, representante de los campesinos en la Comisión Agrá

ria Mixta en 1935 y 1936, ocupó la Secretaría de industria en el Comité Central de la CRMDT en 1937 antes de pasar a ser re presentante de la Liga de Comunidades Agrarias (CNC) en Tare- tan. Ildefonso Ruiz ingresó a la nómina del Banco Nacional de Crédito Ejidal como representante de crédito, primero; lue go se desempeñó como jefe de zona y, más tarde, como adminis­ trador de ingenios. Alfonso Rosiles, conductor de ferroca­ rril Uruapan-Apatzingán, se incorporó a la familia en las ac­ tividades de intermediación económica; proporcionó un enlace diario con los puntos del recorrido ferroviario y, al final, - 282 -

se acercó a la administración del ayuntamiento.

Con estas bases de sustentación el curso de sus demandas

fue expedito y los logros inmediatos. En cuatro anos se al­

canzó la resolución definitiva para la dotación de 20 ejidos

que, sumados a los tres existentes, se repartieron casi toda

el área. La hacienda desapareció como unidad productiva y só

lo en algunos casos permanecieron las instalaciones de molien

da en manos de empresarios privados. Las actividades agríco­

las se concentraron en el sector ejidal, mayoritario, y en

los pequeños propietarios y ganaderos, minoría privilegiada por el proceso de reforma.

Aunque rápido, el gran cambio no estuvo excento de tri­

fulcas. Los primeros anos (1934-1936) fueron de solicitudes

y éxitos circunscritos fundamentalmente al control regional. Las afectaciones, sin embargo, avanzaron muy lentamente. Se

anadió una sola resolución presidencial (San Vicente) y sólo

se resolvió en primera instancia la dotación de Tomendán. Es

te era, además un caso atípico, pues los propietarios entrega

ron la tierra sin pelear y se retiraron. No obstante, estos

acontecimientos, asociados al cumulo de solicitudes instaura­

das y a la pretensión agrarista sustentada en las particular^

dades de la reforma agraria cardenista que daba por hecho el

reparto antes de la acción legal (cf. Medina 1974:17-18), pre cipitaron la salida de los últimos grandes propietarios. La hacienda de Taretan liquidó su gando; remató aperos y maquina ria. El resto lo dejó a la administración discrecional de en - 282

cargados usufructuarios. Estos tomaron las riendas de las unidades defendiendo lo que quedaba como si fuera suyo, li­ brando una lucha encarnizada con los agraristas.

Durante 1936 esta lucha se libró a muerte. Los enfrenta mientos entre agraristas y guardias blancas fueron constan­ tes. En un asalto a la presidencia municipal resultó herido el presidente y muertos sus acompañantes. El mismo ano murió el presidente de la federación agraria. El ejercito ocupó la presidencia del ayuntamiento: el capitán Jose Ibarra López en

1937 y el teniente Eduardo González Alfaro en 1938 y 1939. Los agraristas tuvieron que participar por asociación en los cargos menores y desde fuera mediante la federación agraria.

Entre tanto, fructificaron las solicitudes ejidales. En

1937 se otorgó sólo una resolución en primera instancia: Sta.

Efigenia, en el límite sur de la región. Empero, el presiden te Cárdenas hizo a un lado las resoluciones tácitas negativas de los gobernadores michoacanos y dotó en definitiva a seis ejidos situados en el centro del conflicto: no sólo ocupaban la zona central situada en derredor de Taretan, sino que afee taban prácticamente en su totalidad a la hacienda del mismo nombre. Recibieron y ocuparon sus tierras Ex-hacienda de Ta­ retan, Tomendán y Patuán en marzo; Terrenate, Purísima y San

Joaquín en agosto. Al ano siguiente, el gobernador Gildardo

Magaña, que claramente había tomado control de la situación, resolvió favorablemente en primera instancia diez solicitudes

Tahuejo, Hoyo del Aire, San Angel zurumucapio, Caracha, El 284

Sabino, San Marcos, Tepenahua, Tipítaroe Ibérica.Estas mismas fueron confirmadas por el presidente en enero de 19,39 y, más adelante en el arlo, resolvió otras dos que se hacían rezapado por dificultades en la revisión de la Comisión Nacional agraria:

San Francisco Uruapan y Nuevo Urecho (véanse cuadros IV-D.O.).

Estas dotaciones consumaron el fin de la Hacienda. Los encargados que quedaban huyeron y los dueños vendieron o haban donaron a manos del fisco sus pequeñas propiedades. Mas tarde, estos sobrantes y baldíos se repartieron como ampliaciones o ejidos de segunda generación (véase la nota 16 y cuadros IV-D.O.-4 y los mapas IV-1 y IV-2). 285

Capítulo IV.- El ingenio como organizador de la región

Introducción.

En el capítulo anterior asistimos a la desintegración de la gran propiedad y la destrucción de la estructura de poder orgnizada en su derredor. El movimiento de reparto agrario, causante de esta destrucción estructuró la parti­ cipación de los campesinos y demás actores locales de mane­ ra de apoyar su proyecto político. Empero, la organización de la producción no logró consolidar una forma alternativa consistente. Los recursos productivos más importantes se redistribuyeron. Sin embargo, la imposibilidad de lograr formas de organización colectivas o cooperativas, atomizó la utilización del trabajo. Mientras que la hacienda hacía un uso sistemático e intensivo de ese recurso, la organiza­ ción ejidal, en su afán liberador, dejó de considerarlo como tal. Se insistió en la redistribución de la tierra y, en menor medida, en el empleo del agua. Luego, aunque con tardanza, se consiguieron también fuentes alternativas de crédito. El trabajo, sin embargo, no mereció especial atención: de hecho, el derrumbe de la compulsión laboral de la hacienda se veía como el verdadero triunfo popular. De ahí en parte también el fracaso de los colectivos. El fracaso económico, no obstante, nunca fue completa­ mente aceptado por la dirección regional. Todo el tiempo buscaron la forma de reorganizar la economía de la zona. 28 6

El ingenio fue, sin duda, la culminación de estos esfuerzos,

de aquí que se dedique un apartado especial a su consecusión

y construcción. Una vez que éste entró en operación, sin

embargo, claramente se perfiló como un nuevo organizador re­

gional estructurador de las importancias relativas y las

prioridades en el valor y la asignación de los recursos. Debe

entonces seguirse el proceso de industrialización de la cana

tanto en la propia fábrica como en sus ramificaciones hacia

el campo de suministro. Aunque el ingenio no tiene ninguna regulación formal

del trabajo fuera de la fábrica, de hecho influye sobre él

y prácticamente le pone precio a la jornada laboral. Los

usufructuarios de la tierra pierden casi por completo la

capacidad de decidir sobre su propio recurso y se ven for­

zados a emplear de determinada manera el crédito y los in­

sumos agrícolas. El agua también se rige por las priorida­

des de industrialización cañera. Finalmente, la organiza­

ción es un recurso limitado a los que participan en el com­

plejo azucarero, está constreñida a su relación con el in­

genio y se orienta básicamente a recuperar algún margen de

decisión sobre recursos que originalmente provenían de los productores. Aunque pueden obtenerse ciertas ventajas en

esta negociación, todas se sitúan en un esquema de buena re­

lación para el mejoramiento déla producción azucarera.

Todo esto plantea una diferencia radical con el primer periodo: mientras la hacienda insistía en el aprovechamien­ to global del territorio, el ingenio orienta su actividad a 287 un aprovechamiento sectorial intensivo. El ingenio se preo­ cupa, en el campo , por la caña como materia prima y acentúa todos los aspectos que la enriquezcan como tal, aún en detri­ mento de otros factores. En la fábrica,subraya ios procesos de extracción del dulce y minimiza el valor de los subproduc­ tos, considerados en su mayor parte como desechos. Todo esto se decide dentro de un aparato administrativo extraño a la región y con una lógica empresarial de Estado, orientada na­ cionalmente. En estas circunstancias, ¿que es lo que queda a la de­ cisión local? En efecto, las grandes decisiones regional­ mente relevantes están excluidas. Sin embargo, la misma ac­ tividad del ingenio ha generado grandes diferencias entre la población. Los habitantes de la región se han estratifi­ cado y se han fragmentado en un gran número de grupos de in­ terés y organismos de participación que se disputan local­ mente los beneficios derivados de la actividad socio-econó­ mica. A) Del proyecto de construcción del ingenio al inicio de sus operaciones.

1) Antecedentes. El ingenio de Taretan se construyó como parte del pro­ yecto cardenista de incorporación de la cuenca hidrológica del Tepalcatepec-Balsas. Surgió así dentro del marco de la estrategia del desarrollo regional de cuencas con rico poten­ cial agrícola e hidro-energético. No obstante, el inicio de sus operaciones — al inicio de los años cuarenta— lo situó a caballo entre el proyecto estatal de la cuenca del Tepalca­ tepec y los "buenos oficios" de Don Lázaro. Por esto mismo, inició su operación fincado en un compromiso entre distintos vectores del desarrollo, por un lado, y diversas maneras de entender este proceso y sus beneficios, por otro. Entre el proyecto estatal del desarrollo estabilizador y la propuesta

"social" de la dirección agrarista local, sólo la mediación de Lázaro cárdenas permitió el triunfo aparente de ambos, vía la instalación de un ingenio azucarero de importancia regio­ nal innegable. Por una parte, localmente, el ingenio representó la cul­ minación de los esfuerzos de la dirección agrarista pare de­ volver a la zona su prosperidad de antaño. En efecto, la ra­ dical redistribución de la tierra, llevada a cabo por espacio de casi tres lustros, y el proceso de agitación-movilización campesina asociado a ella, trastocaron totalmente la organi­ zación local de la producción. Orquestaron la desaparición 289

efectiva de la Hacienda como unidad central de producción,

pero no lograron arraigar formas colectivas de explotación

que la sustituyeran. La dotación en definitiva de los más

importantes ejidos de la zona, entre 1934 y 1940, fue sólo

la culminación de un largo proceso de destrucción de la Ha­

cienda como eje de la organización socio-económica regional.

Asociado a éste se mostró también la incapacidad de los con­

juntos ejidales para constituirse en unidades de producción.

A una propuesta demasiado vaga para la organización colecti­

va se sumaron los fracasos probados en los que la corrupción y la desconfianza se retroalimentaban. Aunque los pequeños propietarios agrícolas y los ganaderos lograron mantenerse en oparación, los resultados para la gran masa de trabajado­

res agrícolas fueron desastrosos. Los niveles de vida de la población local decayeron visiblemente y resultó imposible frenar la emigración masiva. Una zona tradicionalmente cañera vió sus mejores tierras ocupadas por maíz y ganado, cuando no abandonadas a la hierba y el zacate. El cultivo de la caña se redujo a lo que los pequeños propietarios podían cultivar o producir a medias, y a las áreas en las que el comercio de Uruapan podía faci­ litar el avío, la molienda y el transporte del producto eji­ dal. El arroz, vendido "al término", permitió la utilización de algunas tierras y se convirtió en el producto más importan­ te. Con todo, el comercio local prácticamente fue liquidado. 290

Todo ello resultó en una época difícil,para los lugareños, quienes aún recuerdan que "las casas se caían y no había quien las levantara". El respiro causado por la construcción de la vía ferrea, que atravesó la zona en su camino entre Uruapan y Apatzingán en 1936, había concluido, al desplazarse los trabajos hacia el sur. 1937 fue el ano de las resoluciones presidenciales: seis de los ejidos más importantes de la zona se sumaron a los que ya las tenían, al recibir su posesión definitiva en ese ano. No obstante, el futuro era poco promisorio. En este contexto se mencionó, por primera vez, el deseo del Gral. cárdenas, presidente de la República, de instalar un "ingenio central ejidal en Taretan" (ASRA-Mor., Taretan-

247, Dotación: Cartas de S. Teuffer, Oficial Mayor, al Srio. de Hacienda del 26 de junio de 1937; al gobernador de Michoa­ cán del 27 de junio de 1937; y a un ingeniero comisionado para visitar Taretan y recabar la información necesaria al efecto, del 25 de junio de 1937). A partir de ese momento las expec­ tativas crecieron. Localmente, la dirección agrarista, entu­ siasmada con el proyecto, hizo sus mejores esfuerzos por vía des sus dirigentes. En el nivel del gobierno federal, el di­ putado Rafael Vaca Solorio encabezó las gestiones (El Popular,

10 de octubre de 1938, en AFF-"Azúcar"). A fines de 1938, el

Excelsior daba por hecho el nuevo ingenio. Al anunciar el nue­ vo impuesto de un centavo por kilogramo de azúcar, se señalaba - 291 -

que los ingresos por este concepto serían utilizados para pa­

gar las indemnizaciones de ingenio expropiados y para el esta­

blecimiento de otros nuevos, como el que se construiría en Mi- ( 1 choacán (Excelsior, 22 de diciembre de 1938, en AFF-"Azucar")

La noticia se generaba en un contexto general problemático

para la industria azucarera. De acuerdo con la información pe­

riodística del periodo, por una parte se hacía hincapié en que

la producción de azúcar era insuficiente para hacer frente a

las necesidades nacionales. Por otra parte, sin embargo, los

dirigentes del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Indus­ tria Azucarera declaraban reiteradamente que los productores

se negaban a incrementar los salarios con el argumento de que

existía una sobre-producción de azúcar que repercutía negati­

vamente en los precios del dulce. La noticia del posible es­

tablecimiento de dos ingenio, uno en Yucatán y otro en Michoa­

cán, se encontraba con este fondo oscuro (El Nacional, 27 de

julio de 1938). Con todo, por alguna razón, el proyecto no se llevó a ca­

bo de inmediato. La información se diluyó a tal punto que a

fines de 1939 ya no era clara la ubicación del ingenio ni en

las notas periodísticas (cf. Excelsior, 7 de noviembre de 1939,

en AFF-"Azúcar"). El sexenio de cárdenas llegaba a su fin y

las secuelas de la expropiación petrolera habían frenado radi­ calmente las posibilidades de inversión del gobierno federal.

Del mismo modo, se había detenido ya el proyecto que cárdenas 292

se había planteado desde 1936: resolver el problema agrario

en las zonas cañeras entre 1938 y 1939; y, acto seguido, en­

tregar las instalaciones de molienda a los ejidatarios (cár­

denas 1972-1974, 1:362). El proyecto del ingenio de Taretan

se pospuso, pero el Gral. cárdenas no descuidó a sus coterrá­

neos. Desde los primeros meses de su expresidencia viajó con­

tinuamente por su estado natal, visitando ejidos, mediando en

sus conflictos y canalizando sus demandas hacia los agentes

gubernamentales (vease cárdenas 1972-1974, II). Particular­ mente activo se mostró en la Tierra Caliente, donde había com­

prado tierras muchos años antes (1972-1974, 11:21), y donde

se ubicaba el centro del litoral que desde diciembre de 1941

debía vigilar como Comandante Militar del Pacífico. El gobierno de Avila Camacho fue más precavido en lo re­

ferente a la producción industrial exportable; particularmen­

te por lo que hacía a las materias primas y los energéticos.

En la coyuntura de la Segunda Guerra Mundial, se aprestó a lo­ grar un ambiente de confianza para inversionistas y producto­

res privados. Orientó el gasto publico al fomento económico,

sobre todo en lo referente a la creación y el fortalecimiento de infraestructura que alentara la inversión privada (Graff

1979:286). Por lo mismo, la inversión en la industria se des­ tinó fundamentalmente a la energía eléctrica y el petróleo

(Graff 1979:286), descartándose los proyectos de industriali­ zación directa en manos del Estado. La política del régimen 293

en la agricultura se trazó sobre las mismas lineas: fomento

a la producción de alimentos básicos y de bienes que, debido

a la guerra, tenían mercados crecientes en los Estados Unidos

(Torres 1979:305). En la región taretana, los efectos de la política guber­

namental en lo referente a los dos productos principales de

la zona, cana y arroz, no fueron muy claros. El ingenio de

Ibérica se mantuvo en operación hasta 1950, a pesar de que

la mayor parte de sus tierras le fueron expropiadas por los

ejidos circundantes. Aunque en 1939 y 1940, anos de las re­

soluciones presidenciales de dotación en Nuevo Urecho, la

superficie cosechada bajó, de 300 Has. en 1938, hasta 203

Has.; de todos modos se produjeron 630 toneladas de azúcar.

En cambio, a partir de la expedición del decreto de intensi­

ficación de la producción azucarera de septiembre de 1943,

la superficie cosechada disminuyó: pasó de 280 Has. en 1943

a 127 Has. en 1944 y a 88 Has. en 1945; recuperándose sólo

en los anos siguientes. La producción de azúcar disminuyó consiguientemente: 952 toneladas en 1943; 476 en 1944; 464 en 1945 (UNPASA 1961:Cuadro 3). Es de tenerse en consideración que las sequías de 1943 y 1945, sumadas a la excesiva precipitación de 1944 (cf. To­ rres 1979:306) y a la lluvia de ceniza del Paricutín, segura­ mente influyeron en esa variación. No obstante, la razón de estos cambios muy probablemente pueden encontrarse también - 2'

en el incremento de la producción de a.rroz. El cultivo de este cereal también se consideró prioritario en el plan gu­ bernamental de movilización agrícola y, junto con el frijol y el algodón, se incluyó entre las materias primas que podrí­ an exportarse para sustituir la producción asiática desplaza­ da por la guerra (Torres 1979:306). En la región de Taretan, el ramal del ferrocarril Urua- pan-Apatzingán ofreció una vía expedita para el traslado del arroz. El mercado se encargó de volver muy atractivo su cul­ tivo por los precios que pronto alcanzó. En la parte sur del territorio, las grandes planicies irrigadas ofrecían excelen­ tes condiciones para el cultivo inundado de las plantillas.

En las inmediaciones de Taretan tampoco pudo evitarse la siem­ bra, en la que se obtenían buenas cosechas (véase AMT-1945- 1948: correspondencia de S. Lemus con comerciantes de Uruapan, compradores de granza). En 1949, cuando ya el ingenio había forzado el incremento de las superficies sembradas de cana, aun se cosecharon 689 Has. de arroz en el municipio de Tare- tan, con una producción superior al millar de toneladas (AMT-

1950: Informe de la presidencia municipal a la Secretaría de

Agricultura). No obstante, los desniveles pronunciados del terreno pro­ vocaban que este cultivo requiriera grandes cantidades de agua: la única forma de mantener inundadas las parcelas incli­ nadas era mediante el suministro continuo de grandes volúmenes 295 de líquido. Esto, además de erosionar gravemente el terreno, pronto ocasionó dificultades entre los usuarios potenciales del riego. Forzado a intervenir, el Departamento Agrario comisionó a un perito para resolver el conflicto. Este dic­ taminó que resultaba imposible que los canales surtieran un gasto de agua de esa magnitud. Debía, por tanto, asignarse un gasto definido a cada ejido y dejar a ellos la distribu­ ción interna del agua (ASRA-Mor., Ex-Hacienda Taretan,1345-

Dotación:Informe del Ing. F. Vidrio del 10-julio-1943). Es ta solución necesariamente fue en contra del cultivo del arroz, que tuvo que circunscribirse a los terrenos planos con abundancia de agua. Por estas razones, la situación cambio poco durante el sexenio de Avila Camacho.

2) Un ingenio de compromiso

En 1946 los líderes agraristas se habían replegado a su terruño, alejados de los puestos de dirección y de re­ presentación en los niveles extralocales. Mantenían, en cam bio , loa mandos municipales, la agencia regional del BNCE y la jefatura del Comité Regional Campesion en su área de in fluencia (AMT/1945-1947). La situación económica no era bo- aynte pero se había logrado la estabilidad política regional y las comunidades ejidales se las arreglaban con el cultivo del maíz, la cana y el arroz. En este contexto se logró, por intermediación del Gral.

Cárdenas, que el BNCE instalara un ingenio en la población 296 de Taretan. Finalmente se llevaba a cabo el añorado proyec­ to planteado con casi un decenio de anticipación. Don Lázaro consiguió que el Banco trasladara la maquinaria de la Ex-ha- cienda de Guaracha^. Un empleado del BNCE, colaborador cer- ( ) cano del ex-presidente, el Ing. Rosendo de la Pena 3 , fue en­ cargado de desmontarla y acondicionar el casco de la ex-hacien da de Taretan para su nueva instalación. Estos trabajos se iniciaron en el ano de 1944 con el traslado de la maquinaria

(Maturana y Restrepo 1970:51) y concluyeron con prisa hacia ( 4 ) mediados de 1946 (Crítica, 3 de agosto de 1946:2) . La inauguración, a cargo del secretario de agricultura Marte R.

Gómez, se efectuó el primero de julio (cárdenas 1972-1974,

11:212). Este mismo ano se realizó una zafra de prueba y el ingenio inició su operación formal al fin del ano de 1947. La dirección agrarista local había promovido la instala­ ción del ingenio con la mira puesta en lo que ellos considera­ ban su proyecto "social" (FISC a SLF). Este "aspiraba a crear una sola unidad económica de producción agrícola industrial" en su área de influencia (Maturana y Restrepo 1970:51), que se convirtiera en el eje rector de la organización social regional. Planteaban la organización colectiva de los ejidos para la producción de la caña. Esta sería industrializada en una unidad fabril colectivamente apropiada y administrada por los obreros. Utilidades y beneficios se repartirían solamen­ te entre aquellos que colaboraran en la producción de la cana 297

y en la obtención del producto final: ,el azúcar (véase Alcán­

tara 1968:37-38; Landsberger y Hewitt 1971:304; Maturana y

Restrepo 1970:51). El grupo dirigente no sólo consideraba conveniente la modernización productiva, sino que contempla­ ba también las ventajas de centralizar la producción en una sola unidad agroindustrial. Esta tomaría la forma de una coo­ perativa de los trabajadores de la fábrica junto con todos los campesinos de la zona de abastecimiento (JED a IRB; FISC a RC; JED a R y JC). El BNCE proporcionaría un crédito para la compra de la maquinaria y su instalación, así como para el financiamiento de las labores agrícolas y de zafra. Más tarde, con los beneficios obtenidos, la cooperativa liquida­ ría el adeudo (Alcántara 1968:38). La postura de la dirección del BNCE no se hizo pública sino en la actividad permanente del ingenio. La inversión y los gastos corrientes se hicieron a cargo del Banco, pero este mantuvo la propiedad de la fábrica y el control de la administración. Si bien durante algunos años la gerencia del ingenio fue ocupada por uno de los miembros de la direc­ ción agrarista, este nunca dejó de ser empleado del BNCE (vid supra). A la postre fue removido y enviado fuera de la región a desempeñar otra actividad. De hecho, su estadía al frente del "ingenio ejidal Taretan" estuvo en relación con la gran ascendencia de cárdenas entre los administradores de las agen­ cias gubernamentales que concurrieron al proyecto de la Cuenca 29Í

del Tepalcatepec a partir de 1947. Asimismo, las decisiones

más importantes sobre la actividad del ingenio no se podían

tomar localmente, sino que provenían de la gerencia general

situada. en la ciudad de Mexico. , f 1 9 ^ '

Lázaro Cárdenas sin duda simpatizaba con la propuesta agrarista (véase el anexo V-l). Desde su presidencia había pensado que los ingenios debían pasar a manos de los campe­ sinos. Sostenía, sobre todo, que los ejidatarios no podían prosperar cuando quedaban enclavados dentro de una propiedad hostil. Cuando esto sucedía, no había más remedio que apresu rar la puesta en sus manos de toda la unidad agrícola-indus­ trial (cf. cárdenas 1972-1974, 11:35, donde hace esta afirma ción para el caso concreto de Ibérica y, más adelante, en

1972-1974, 111:413-415, donde analiza los problemas del In­ genio de La Ibérica como "Una frustración más a la Reforma

Agraria"). En el caso de Taretan, su intervención permitió alcanzar una solución de compromiso: el ingenio era formal­ mente propiedad del Banco Nacional de Crédito Ejidal, pero el grupo agrarista tendría su apoyo para lograr que los ge­ rentes fueran miembros del grupo o al menos simpatizantes de la causa, cosa que lograron sin falla entre la instalación del ingenio y 1955 (Landsberger y Hewitt 1971:304; vid supra).

Al fin del periodo, cuando la dirección agrarista sufrió las dificultades de su enfrentamiento con la disidencia, cárdenas parece haberlos animado reiteradamente a seguir "en la brega" 295

(FISC a SLF). Al animarlos insistía en que así se padecía en la lucha y comparaba las tribulaciones de la dirección con sus propios sufrimientos durante la etapa armada de la Revolu­ ción (JED ,a RC). Este compromiso dio origen a un primer periodo de funcio­ namiento del ingenio en circunstancias bastante peculiares. La dirección agrarista se encontró a la cabeza del proyecto y en apariencia libre de llevarlo a cabo según sus propios desig­ nios. La gerencia del ingenio, con el control de su adminis­ tración interna y del crédito del BNCE, mediado por la fabri­ ca, para los cultivadores, quedó en sus manos. Lo mismo suce dio con los agrupamientos ejidales y sus canales de comunica­ ción externa. Finalmente, el Ayuntamiento, como recurso local de autoridad y como recurso de mediación externa, quedó tamben bajo su control. El impulso del proyecto agrarista llevó en unos cuantos años a la primera división entre el campo y la fábrica. A ella se asociaron el distanciamiento de núcleos importantes de habitantes de la región y la oposición de la dirección regional con las autoridades gubernamentales de los niveles superiores. En este enfrentamiento se gestó el cambio de fi­ liación política hacia la oposición lidereada por Vicente Lom bardo Toledano y Vidal Díaz Muñoz. Este tránsito desembocó en una triple oposición en el campo, la fábrica y las decisio nes centrales del Estado, que la dirección agrarista regional 300

enfrentó pero no logró superar.

3) El campo. La característica sobresaliente de la nueva organización productiva fue el establecimiento de un grupo creciente de agri^ cultores independientes que podían depender de la venta de su producto a un sólo comprador, quien además financiaría por com pleto su actividad productiva, desde la plantada hasta el em­ barque. Los intereses en común de este grupo de usufructúa rios de la tierra, a la larga, irían en contra de la propia dirección agrarista (cf. Landsberger y Hewitt 1971:305) por en énfasis que ellos pusieron en su-organización. Los dirigentes agraristas insistieron desde el principio en el trabajo colectivo de los ejidos. La forma en que esto

se realizó sin embargo, no llevó a los mejores resultados. La

organización de las siembras, no fue muy clara para los pro­ pios participantes. La responsabilidad de los créditos de

avío era colectiva, esto es, que la relación de los ejidos

con el ingenio era la de una unidad de producción colectiva

frente a una empresa que adquiría la cana. Sin embargo, la

organización interna del ejido para llevar a cabo esta pro­

ducción no se hizo con cuidado: "no se llevaba anotación de

tareas, ni clasificación de salarios por faenas ni nada, de

eso. sólo el crédito era el que se pedía en colectivo. El

reparto de utilidades, por consiguiente, era muy difícil"

(FISC a JE; Inf. oral). Además, las decisiones de produc- 30

ción en los ejidos eran tomadas por lo^s comisariados ejidales, directamente controlados por la dirección agrarista, y tanto su adopción como su instrumentación eran, sin duda, poco demo­ cráticas^^. A esto se sumó una información insuficiente cuan do no un ocultamiento deliberado, sobre el destino de los es­ quilmos agrícolas y el empleo de los aprovechamientos comuna­ les de pastos y agostaderos. Los pastos, rentados o vendidos a los ganaderos locales, debían producir ingresos extra al ejido. Sin embargo, tales beneficios no eran muy claros.

En varios de los ejidos existía la impresión de que los agos­ taderos eran utilizados por los dirigentes en contubernio con los comisariados ejidales para provecho propio (inf. oral).

Cierto o no, durante el periodo, los Ruiz eran ganaderos im­ portantes en la zona (AMT-informes de ganadería-varios anos).

Como resultado de lo anterior, los ejidatarios recuerdan con gran pesimismo este periodo. Afirman que prefirieron cen­ trar su atención en las parcelas de autoabasto, en otros cul­ tivos, o buscar que los comerciantes del piloncillo financia­ ran y compraran sus siembras de cana para este producto. La dirección percibía esta oposición como sabotaje de su proyec­ to social y la combatió con la fuerza de las armas. Como ejemplo, un campesino de Guaracha que estuvo en Taretan du­ rante esa época, refirió que había atestiguado cómo los di­ rigentes agraristas habían eliminado a los que se oponían a la venta de la cana al ingenio (J. Gledhill, comunicación personal) En general, las entrevistas tradujeron un recuerdo poco grato de esta época inmediatamente posterioraltreparto de los ejidos. 302

El fin de la violencia "blanca" dio otra perspectiva del con­

trol armado de los agraristas. Los dirigentes y sus allega­

dos procuraron mantener la primacía en el empleo de las armas,

asediando a todos aquellos que se resistieran a entregar las

suyas. Diferencias o desacuerdos no se toleraban y en muchas

ocasiones resultaban en desapariciones y muertes. A los ojos

de muchos, cada vez eran más frecuentes las decisiones que

aparecían como claros abusos de poder. Finalmente, la insis­

tencia en los colectivos o la lucha contra las muestras publi­

cas de culto religioso, asumían un aire de fanatismo e imposi­

ción autoritaria. Lo anterior nos lleva a plantear algunas observaciones so­

bre la organización campesina llevada a cabo por el grupo diri­

gente agrarista. Esta llamada "organización" consistió, de he­

cho, en la formación de un aparato administrativo en el que los

ejidatarios quedaban integrados como sujetos con derecho al usu­

fructo de una parcela y como clientes del sistema mayor que ha­ bía hecho esto posible. Además, la estructura misma del eido era problemática y denotaba claramente una organización "sobre" los campesinos y no una llevada a cabo por ellos mismos.

La formación de un núcleo solicitante de tierras consistía en la redacción de una carta en la que un comité -—Particular Ad­ ministrativo agrario, compuesto por un presidente, un secretario y un tesorero, muy pocas veces electos— , aseguraba que había tierras por repartir en las inmediaciones y que había un número suficiente de solicitantes con capacidad para recibir tierra de acuerdo con 303 las prescripciones legales. Si tal so,licitud era tomada en cuenta, un enviado de las autoridades agrarias levantaba un censo en que hacía constar lo anterior con nombres, edades, estado civil y ocupación de los solicitantes, ante la repre­ sentación del comité y de los propietarios afectables. El

Comité recibía una especie de sanción legal y quedaba con una copia del censo. La forma en que se levantaba el censo cuando los miembros del Comité y el comisionado del Departa­ mento Agrario tenían amistad puede haberse prestado a toda clase de componendas (véase, por ejemplo, el informe del Ing.

Raúl Wiber Delgado al presidente de la CNA sobre la revisión del expediente agrario del ejido de Taretan, del 28 de marzo de 1933, en ASRA, Mor., Taretan-247, Dotación). Después de esta asamblea, la posesión del censo (lo que a ojos de muchos incluía la posibilidad de agregar o borrar a alguien de la lista) investía al Comité con un poder muy grande sobre los demás campesinos. A esto se sumaba el hecho de constituir el enlace entre las autoridades agrarias y el ejido en forma ción para cualquier asunto relacionado con éste. Al recibir la tierra, el Comité se transformaba en Comisariado Ejidal, en ocasiones presentándose elecciones y cambio de personal, en otras no. El comisariado ejidal, y de manera especial su presiden te, constituyen el enlace entre el ejido y el mundo ( 20 ) exterior, pero también la_ autoridad dentro del ejido. Cuan- do se inició la actividad del BNCE, éste otorgó crédito única­ mente a uniones de crédito, las que generalmente correspondían a un ejido, sobre todo durante la época de los colectivos. El enlace en este caso era el "socio delegado", qu^ en muchos casos era también presidente del comisariado ejidal. En estos casos, el poder de un individuo, o de un grupo de individuos, si consideramos al comisariado ejidal en su conjunto y al con­ sejo de vigilancia (seis en total), sobre un buen numero de ejidatarios que dependía de ellos para cualquier trámite o para conseguir crédito, era casi absoluta. La llamada organización ejidal no fue mas allá de esta formación del ejido casi nunca. De hecho esta puede conside­ rarse como una de las causas fundamentales del fracaso de los colectivos y ello merece especial atención en la medida en que pretendió constituir una forma alternativa de explotación ( 21) agrícola que nunca llegó a arraigarse. El control de ejidos y ejidatarios, así como su pertenencia a organizaciones más inclusivas, llámense éstas CRMDT, CNC, PP o PRI, mientras no fueran de afiliación individual, estaban dadas por la decla­ ración unilateral y en muchísimas ocasiones no consultada de adherencia del comisariado ejidal. Esto explica la facilidad con que la afiliación política pudo cambiar de un momento a otro sin grandes convulsiones sociales.

El reparto agrario modificó radicalmente el acceso a los recursos productivos y las fuentes de poder se redistri- 305

huyeron entre los participantes activop del movimiento agra­ rista. El núcleo dirigente requería de la concentración del poder en la región para lograr contrarrestar la defensa de los grupos asociados a la gran propiedad hacendaría. Esto lo logró apoyado extra-regionalmente en elementos importan­ tes dentro de la estructura administrativa gubernamental y con la concurrencia de organizaciones políticas fomentadas a distintos niveles por estos mismos elementos. Dentro de la región, la organización campesina fue su base más impor­ tante. Sin embargo, esta organización se orientó a un fin específico: la conquista del ejido. Aunque hubo intentos por formar unidades productivas colectivas, nunca hubo un intento serio por formar unidades autónomas, ni por llevar a la gran masa de campesinos a instancias de organización política independiente. La movilización se dio siempre den­ tro de marcos estrechos de reivindicación de la tierra y con ninguna organización de base que permitiera al ejido conver­ tirse en algo más que una unidad territorial enlazada al sis^ tema por medio de un comité ejecutivo más o menos renovable.

La organización del Partido Popular en la zona no modificó esta forma de relación, aunque los comisariados y los diri­ gentes se proclamaran miembros del Partido.

La lucha que se dio en la región no se inició tampoco de manera espontánea, sino que surgió como parte de una es­ trategia más amplia de transformación de la estructura agra- - 306 -

ria en el México posrevolucionario. Çsta estrategia tendía a la modernización de la estructura productiva y requería de las formas tradicionales de tenencia y explotación de la tie­ rra. Planteó modificaciones revolucionarias a dicha estructu ra, pero, intencionalmente o no, no se planteó una orientación a las formas de participación de los usuarios de la tierra que les permitiera decidir por sí mismos sus prioridades producti­ vas, su relación con unidades similares y su reacción frente a las acciones del propio Estado. La forma en la que se ha estructurado la organización ejidal garantiza más bien una for ma vertical de control que permite asegurar el acatamiento de las decisiones tomadas por niveles superiores de la pirámide.

El núcleo dirigente del reparto agrario en la región de Tare- tan organizó este sistema de control vertical del mismo modo , ( 22) que se estructuró en otras regiones del país. Cuando se de­ claró partidario del PP utilizó estos mismos mecanismos para oponerse al grupo de poder en el gobierno de ese tiempo. Esta oposición determinó la liquidación del núcleo dirigente y su remplazo por otro menos hostil a las directrices gubernamenta­ les del momento.

4) La fábrica.

El ingenio hizo su aparición en la zona como un elemento nuevo. Los procesos de transformación azucarera eran bien co­ nocidos en la región y se habían establecido pequeños ingenios en Ibérica y Tomendán con anterioridad. Sin embargo, las pre- 30

tensiones del ingenio de Taretan, como, central y ejidal, hacían

de él un aparato distinto. Era más grande y más complejo que

los anteriores; estaba inmerso en una estructura de producción

(crédito, procesos de transformación, organización del trabajo)

generada fuera de la región y su operación se rigió siempre

por consideraciones externas a ese ámbito.

Uno de los aspectos en que el ingenio generó mayores cam­

bios fue el de la organización del trabajo. Hacia fuera orien­

tó la estructuración de las siembras. Dentro del mismo aparato

fabril forjó un grupo de obreros con tareas y condiciones pre­

viamente desconocidas en la zona. Eran especialistas que po­

dían derivar su sustento exclusivamente de su trabajo en el

ingenio y el grado mismo de su especialización no se había vis­

to antes en la región. La concentración espacial de su traba­

jo y sus intereses comunes en el proceso de transformación hi­

cieron de ellos un grupo más compacto que el de los campesinos.

A la larga, los intereses de ambos grupos se contrapusieron

en diversas ocasiones, (ver esta diferencia en el apartado C). En la fábrica también la dirección agrarista buscó mante­

ner una linea de acción que le ocasionaría diferencias con I03

obreros. Inicialmente se procuró que la fábrica empleara a aquellos que,por diversas razones, no habían participado en el reparto ejidal y requerían de alguna fuente de ingreso.

Deliberadamente se excluyó a aquellos que tenían tierras, eji­ dales o privadas. Esto, al principio permitió que la gran ma- -308 yoría de los jefes de familia obtuvieran un ingreso derivado de la actividad del ingenio: vía salarios o vía crédito y li­ quidación de cana. En el largo plazo, el ingreso y horario fijo de los obreros se codiciaron grandemente. La exclusión de algunos aspirantes a estas plazas constituyó un elemento más de presión contra el grupo dirigente, sobre todo en la me­ dida en que el ingenio creció.

La concentración de los obreros dió pie para la formación de un sindicato del ingenio. En primer término se organizó co mo una sección del Sindicato Nacional de Trabajadores de la

Industria Azucarera y Similares de la República Mexicana (SNT

IASRM), vinculado a la CTM' '. Más tarde, cuando la dirección agrarista se afilió al Partido Popular, el sindicato pasó a formar parte de la Unión General de Obreros y Campesinos de

México (UGOCM), como una sección del Sindicato Azucarero de esta central. En 1949 participó en la formación de la

Nueva Organización de los Trabajadores de la Industria Azu­ carera Alcoholera y Conexas (AMT-1949).

En esta linea, la presión que podían ejercer contra la empresa era muy limitada. Aun cuando en la gerencia se en­ contraba uno de los miembros del grupo. Éste, como empleado del BNCE, casi nada podía contra la administración central de la agencia. Por otra parte, la importancia política que podía alcanzar la UGOCM, fincada en el control del importante sector cañero y de obreros de ingenios, llevó al gobierno federal a mejorar las condiciones de los afiliados al SNTIASRM. El con­

trato colectivo de trabajo que regulaba las relaciones de las

empresas azucareras con los afiliados a la CTM era muy venta­

joso con relación a las condiciones laborales, de los obreros

taretanos. Durante los primeros anos la simple posibilidad de tener trabajo impidió ver esta diferencia. Sin embargo, con los anos, con el crecimiento de la operación fabril y el consiguiente incremento en el número de obreros, se diluyó la ascendencia de los dirigentes agraristas: la demanda de la aplicación del contrato ley de la industria azucarera se hizo cada vez más fuerte a partir de 1950. Finalmente, esta de­ manda se convertiría en el acicate principal para el cambio de la dirección sindical que implicaba la transferencia de afiliación hacia el SNTIASRM-CTM.

5) La región en tensión.

El proyecto agrarista de producción azucarera centraliza­ da se alejó cada vez más de las aspiraciones generalizadas de la población. Frente al entusiasmo abstracto de la recupera­ ción económica se encontraba la desconfianza bien cimentada por cualquier organización que implicara un retorno a las dis ciplinas impuestas por la hacienda. Asimismo, la explotación colectiva de la tierra estaba mal organizada y peor arraigada.

El funcionamiento cooperativo del ingenio no era tampoco un

área de claridad. Sobre todo esto se encontraba una direc­ ción regional que impulsaba su propio proyecto y a la que cada vez se veía menos razón de ser. Ln una etapa en la que

los beneficios de la lucha agraria se consolidaban, los diri­ gentes aparecían cada vez menos necesarios. Esto era muy cla­ ro sobre todo para los recién llegados. Los inmigrantes recien tes que arribaron atraídos por la renovada actividad económica, ni conocían el papel de la dirección en la lucha, ni le recono­ cían ningún derecho a orientar su actividad o sancionar su con­ ducta.

Este conjunto de elementos dio por resultado la primera división regional entre el campo y la fábrica. Los esfuerzos de la dirección por mantener su unidad, los llevaron a distan­ ciarse del proyecto Estatal de crecimiento económico. Desde que Avila Camacho asumió la primera magistratura, los aires de reforma se habían apaciguado en el nivel federal de gobierno. Las administraciones posteriores a cárdenas se mostraron mucho más cautelosas en el tratamiento de las dis­ putas intergremiales, las relaciones entre el capital y el trabajo y el papel de la pequeña propiedad y el ejido en la estructura económica (cf. Medina 1974:29). Los tres grupos de acciones emprendidas por el gobierno de Avila Camacho se llevarían mucho más a fondo durante el periodo presidencial de Alemán. A saber: 1) Tranquilidad al sector privado para el incremento de la inversión nacional y extranjera. 2) Con­ trol político del movimiento obrero, mediante un mayor énfasis en las reivindicaciones económicas y la eliminación de los di- rigentes con tendencias izquierdistas .militantes. 3) Tranqui­

lidad en el campo asegurada por la vía del control vertical

de la organización campesina, vía el control de la CNC; un ma­

yor énfasis en la productividad, del campo; garantías crecien­

tes para la "pequeña propiedad" y la inversión privada en la

agricultura; y el arraigo definitivo de los agricultores cam­

pesinos mediante la titulación de las parcelas ejidales como

patrimonio unifamiliar (cf. Medina 1974:30-31).

En este contexto exterior, la dirección agrarista tareta­

na se alejaba de la linea fijada por el Estado al insistir en

su proyecto de organización regional. Al vincularse, a fines

de los años cincuenta, con las corrientes opositoras al pro­ yecto Estatal de desarrollo, se alienaron sus apoyos. Las au­

toridades gubernamentales buscaron solucionar el problema brin cando los vínculos estructurales que los ataban a la dirección regional. Esta buscó cimentar su posición en el control total de los recursos locales y en su asociación con las corrientes opositoras que fincaban su fuerza en el control de otras zonas cañeras. De ahí su asociación con el PP y la UGOCM, con Lom­ bardo Toledano y con Vidal Díaz Muñoz. Con este movimiento, sin embargo, terminaron de cortar muchos de sus vínculos fuera del ámbito regional. Cada vez era menos lo que podían ofrecer en los niveles estatal y federal de gobierno. Cada vez eran más una fuente potencial de problemas y menos un articulador regional exitoso. Su estrecho vínculo con Cárdenas se mantuvo, 31 ¿

pero éste estuvo cada vez menos en posibilidad de asegurar ga­

rantías fuera de la gran región de Uruapan. A lo anterior se

sumaba la cada vez mayor prepotencia con la que la dirección

agrarista intervenía en los asuntos de los municipios que co­

lindaban con su área de influencia (vid infra). En suma, hacia el inicio de los anos cincuenta, cuando

el ingenio empezaba a perfilarse como el eje de la actividad

económica regional, la estructura de mediación sostenida por

la dirección agrarista se volvió un estorbo para el avance del

proyecto Estatal de crecimiento económico. Los intereses de

los diversos grupos implicados, que se habían consolidado en

el último decenio, desembocaron én una creciente oposición al

grupo dirigente. Esta se manifestó en tres áreas básicas.

Desde la fábrica, la oposición se centró en torno a la deman­

da de aplicación del contrato ley y de mejores condiciones pa­

ra los obreros. Desde el campo, se buscaba una mayor libertad para los agricultores y, sobre todo, la titulación de parcelas

unifamiliares para los ejidatarios. Finalmente, el gobierno

federal promovió una mayor centralización de las actividades

de control político, límites muy claros a la oposición, y ca­ pacidad absoluta de decisión sobre la organización de las zo­ nas cañeras. - 313

B) El fin del liderazgo agrarista.

El esfuerzo de Emigdio Ruiz y su grupo por incrementar

las filas y la extensión geográfica del dominio del PP estu­

vo sostenido sobre las mismas bases de organización que ha­

bían desarrollado para llevar a cabo el reparto agrario. Los

dirigentes mantuvieron el peso y la responsabilidad de toda

acción política. La formación regional del PP se dio sobre

la base de la afiliación no individual, sino de organizacio­

nes. Con esto, bastaba que la dirección se declarara de tal

o cual filiación para que el resto del organismo así apare­

ciera. La única opción en contrario era la existencia de una

oposición muy fuerte en el interior, combinada con un lideraz­ go alternativo. Esto nunca ocurrió mientras el control de los agraristas estuvo bien cimentado. De este modo, la juventud socialista, los comisariados ejidales, el sindicato de obreros del ingenio, los productores de cana, los ganaderos, e incluso los pequeños propietarios, formaron parte del PP mientras los dirigentes lo hicieron. Por supuesto, cuando la dirección cambió, todos modificaron su membresía a favor del PRI.

A fines de los años cuarenta, la autonomía regional se veía fortalecida por la asociación a los grupos de oposición orquestados desde la dirección del PP. Esto resultaba inacep­ table para los gobiernos federal y estatal que veían crecer la zona de control de estos dirigentes. Como consecuencia se buscó aminorar su fuerza. A partir del fin de 1949 se desarro- 31¿

lió toda una estrategia de neutralización del liderazgo agra­

rista taretano. Ella condujo a su final eliminación y al con­ trol regional directo por medio de las agencias del Estado, con una pequeña transición a cargo de una élite de remplazo sin mucho brillo propio. Curiosamente, el gran cambio fue posible gracias a la "organización"llevada a cabo por el gru- . ^ (23) po agrarista.

El clima político nacional no fue favorable para los agra­ ristas taretanos desde el fin de los años cuarenta. Según uno de los participantes, su situación se había deteriorado desde el término de la presidencia de cárdenas, y

"con Alemán empeoró bastante, en términos de que hubo mucha persecusión en contra de los elementos dirigen­ tes, que culminó con la muerte de varios de ellos. 0 sea, que los elementos locales, enemigos tradiciona­ les de la reforma agraria, aprovecharon el giro que dio el gobierno federal. No creemos que haya habido órdenes en forma directa desde el centro, pero sí se aprovechó la circunstancia por los enemigos locales de la reforma agraria" (JED a IRB). En Michoacán, 1950 fue año de elecciones municipales. Por primera vez se regularizaba el cambio trienal de autoridades municipales en todo el estado, de acuerdo con la reforma de

1947 a la constitución estatal. De ahí que los movimientos del PRI fueran rápidos en ese momento. El gobierno federal que insistía en la armonía social y en la colaboración de los diferentes sectores sociales para el desarrollo, se había ma- 315

nifestado acremente contra la oposición desde la transmutación del partido oficial en organismo electoral de la revolución institucionalizada. En la Asamblea Nacional del PRI celebrada el 4 de febrero de 1950, ql presidente del partido hizo públi­ co el papel del organismo como colaborador del régimen. Al mismo tiempo, atacó directamente a "conservadores y extremis­ tas", explícitamente identificados con el PAN y el PP, acusán­ dolos de tener "iguales propósitos: estorbar el progreso y deis estabilizar la vida nacional", además de señalar que los prime ros habían siempre "vivido en la traición a México", mientras que los segundos habían "crecido bajo el viento asfixiante del marxismo criollo, fuera de la atmósfera pura y vital de la pa­ tria" (Tiempo de México, 2a época, febrero de 1950 a noviembre de 1952, 19:1). Así, las contradicciones abiertas al lideraz­ go del Partido Popular que se habían visto desde 1949 se recru­ decieron en 1950. En los límites de la región taretana las dificultades no se habían hecho esperar y anunciaban lo que vendría. En Ziracuaretiro la influencia agrarista taretana no ha­ bía podido ir mucho más allá de Patuán. En términos de uno de los participantes, ahí "la cosa estaba un poco más competi­ da, por el grupo de gente reaccionaria" (JED a IRB). Existía además una pugna entre dos familias por el control municipal.

Aunque el grupo de Taretan favorecía a una de ellas por razo­ nes de parentesco, nunca hubo una relación estrecha (JED a IRB). - 316 -

Paralelamente, Vicente Aguirre, conver,tico en jefe de la defen­ sa rural, impedía toda actividad agrarista allende los limites de la cana. Junto con ello, amenazaba reiteradamente con in­ tervenir en apoyo de la disidencia taretana (AMT-1950:18 de enero). En Uruapan, la influencia de los agraristas se limitaba también a los ejidos de la zona cañera. No obstante, en di­ versas ocasiones buscaron intervenir en la vida política de ese importante municipio. Sus lazos con comerciantes y polí­ ticos de la cabecera del distrito judicial era permanente (AMT).

Emigdio se postuló como diputado federal por ese distrito (Cri­ tica, 21 de junio de 1949:1). A fines de 1949, además, inten­ taron presionar al Ayuntamiento de Uruapan para que reflexio­ nara y enmendara su proceder con relación a las manifestacio­ nes públicas del culto religioso (Crítica, 15 de octubre de

1949:1). En Nuevo Urecho, los vínculos mantenidos con los ejidos y la presidencia municipal eran por demás estrechos. Desde

1945, al celebrarse en Taretan el congreso del Comité Regional

Campesino, la asistencia contó con representantes de los eji­ dos sureños (AMT-1945). Más tarde, el cambio a las filas del

Partido Popular arrastró a muchos de estos ejidos. En 1948, con ocasión de las elecciones municipales, la dirección tare- tana informó de los trámites y las garantías que debían exis­ tir para el registro de candidatos (AMT-1948:14 de octubre). Asimismo, se hicieron efectivos los ne¡xos con el Gral. Enrique

Ramírez, dueño de una propiedad y de excelentes relaciones en la zona sur, para que ayudase al triunfo de los candidatos del

PP en Nuevo Urecho (AMT-1948:14 de octubre). Mas tarde, el

Srio. de Relaciones Exteriores de la Federación Nacional de

Cañeros, SLF, fue encargado de recorrer la zona para visitar a los cañeros afiliados invitándolos a la lucha y mediando en sus conflictos (AMT-1948-1949). Con todo, desde fines de 1949, las dificultades plantea­ das por la división PRI-PP llegaron a la prensa. En noviembre, un periódico de Uruapan denunciaba la existencia de "un foco comunista en Lombardia" donde, adueñados de la tenencia de ese lugar, "los dirigentes de la cuestión social y política" habí­ an hecho "votos de fe comunista y directriz del Partido Popu­ lar en la región". Esto provocaba dificultades con los "aman­ tes de la tranquilidad, deí progreso y de la armonía social" que "respondiendo al programa del actual régimen gubernamental y del PRI" habían elevado sus quejas e impulsado "actos plebi­ scitarios". El periodista aseguraba que los priistas habían triunfado en forma democrática, pero esta victoria les había sido arrebatada, y pedía la intervención de las autoridades (7) (Crítica, 12 de noviembre de 1949:3). Aparentemente, esta solicitud tuvo éxito, pues un par de meses después, el mismo periódico anunciaba la existencia de "Nuevos Jefes Políticos en Lombardia". Después de un pleibiscito efectuado el 15 de enero de 1950, se había renovado la jefatura de tenencia en 31Í enero de 1950, se había renovado la jefatura de tenencia en

Lombardia, cambiando a los antiguos dirigentes del Partido Po­ pular, por unos nuevos de "reconocida solvencia moral" (Críti­ ca 21 degenero de 1950:1). Luego vinieron las acciones emprendidas en el centro mis­ mo de la actividad de los agraristas. Como primer paso, per­ sonas venidas de fuera de Taretan se instalaron en la pobla­ ción y promovieron la afiliación al PRI. A la cabeza del gru­ po se situó un empleado federal que fijó su residencia en Ta­ retan al ser nombrado recaudador de rentas. Desde fines de

1949 el recaudador recién llegado declaró su oposición al PP e insistió en que debía haber una mayor participación del PRI

(inf. oral).

En agosto de 1950 el Ayuntamiento, en manos agraristas, intentó, sin éxito, la remoción del recaudador, pretendiendo que fuera nombrado un taretano adicto a sus intereses. En la carta al gobernador del estado afirmaban que el recaudador de^ bía cambiarse "por ser peligrosa su personalidad para los in­ tereses sociales de este municipio" (AMT-1950:17 de abril).

Unos días después, el padre del recaudador, él mismo visitador federal de hacienda, se quejaba ante las autoridades militares de amenazas y amedrentamientos armados de que el recaudador era objeto en el pueblo (AMT-1950: 3 de mayo).

El ocho de noviembre de 1950 se estableció el comité muni­ cipal del PRI (AMT-1950: 8 de noviembre), presidido por el re- - 3ir -

caudador de rentas y secundado por un,comerciante llegado en

1946 con una recomendación del diputado Pineda Larios para el

presidente municipal (AMT-1946: 3 de enero).

El 17 de noviembre, Emigdio Ruiz Béjar fue embosçado y

muerto en el camino a Taretan, cerca de Ziracuaretiro. El nú­

cleo dirigente logró hacer frente momentáneamente a la pérdida.

Sin embargo, no contaban con las cualidades unificadoras, ni

con el carisma del muerto. En el mediano plazo no lograron

sortear las dificultades planteadas por el propio liderazgo

y sucumbieron ante una serie de acciones bien orquestadas en­

caminadas a terminar con su control regional.

Poco tiempo después de la muerte de ERB se gestó el des­

prendimiento de una facción del grupo de control cercano a la

dirección. El presidente del comité de vigilancia del ejido

de ex-hacienda Taretan se declaró partidario del PRI y llevó

consigo el control de uno de los ejidos de la zona. En se­

guida, el ejido de San Joaquín se separó también. En 1955 sur^

gieron diferencias en el propio ejido de Taretan que llevaron a unaesciciónen dos grupos: el ejido y la colonia Emiliano

Zapata. Todo esto hizo posible plantear el cambio al PRI de manera abierta. Landsberger y Hewitt señalan la existencia de una carta en la que siete ejidos solicitaron a la Liga de

Comunidades Agrarias su inclusión en la CNC, abandonando la

UGOCM (1971:307-308). Se estableció asimismo el Círculo Ca­

ñero numero 31, que remplazó a la Federación de Cañeros de la - 32(' -

UGOCM, bajo la dirección de un ejidatario de San Joaquín con

lazos personales entre el servicio del rancho la Herradura de

Ávila Camacho (FISC a GG). Concomitantemente se inició la division de los obreros

del ingenio. También aquí había recién llegados que alimen­

taban la inconformidad. Uno de ellos, reclutado como organi­

zador de la "banda de querrá" para las paradas sindicales, hi­

zo gran labor sin dar nunca la cara. Venidos de otros inge­

nios, los nuevos obreros discutían abiertamente las ventajas

de los afiliados al sindicato oficial. Pronto surgió una di­

visión entre los que se mantenían fieles a la dirección agra­

rista y los que se oponían, alentados por la promesa de con­

quistar, en caso de triunfo, el escalafón, la jubilación y

otras demandas que la CTM estaba en posición de garantizar a

sus agremiados. El apoyo y las órdenes de acción para el gru­ po disidente procedieron directamente de las oficinas del Co­ mité Distrital del PRI en Uruapan (inf. oral). La constitu­ ción de una mesa directiva opositora entre los obreros del in­ genio que solicitó y obtuvo su registro en el SNTIASRM, como sección 11 del mismo, permitió el llamado a una asamblea de recuento en la que los dos grupos armados no se enfrentaron gracias a las garantías que ofreció la presencia del ejército.

El destacamento militar tenía también órdenes de garanti­ zar la paz sin favorecer más a la dirección agrarista. Una prueba fue el resultado de la asamblea de recuento obrera (JED - 321 -

a RC y JED a LCh). Otra fue la garantía prestada a un grupo de católicos que por primera vez en muchos anos volvió a rea­

lizar una procesión en honor de la virgen de Guadalupe a pesar de las amenazas de los dirigentes (FISC a GM). Finalmente, el comandante del destacamento atestiguó (si no instigó directa­ mente) el enfrentamiento a tiros entre dos representantes arma dos de los grupos en pugna que terminó con la muerte de ambos: el presidente del comité de vigilancia del ejido de ex-hacien- da y el presidente del comisariado ejidal del mismo ejido, que fungía, además, como comandante de la policía del Ayuntamiento.

Este hecho determinó la salida de los antiguos dirigentes que abandonaron el pueblo y la región. Acto seguido se esta­ bleció el control sobre los ejidos con el sólo cambio de sus autoridades y la promesa del parcelamiento definitivo. La pre­ sidencia municipal fue ocupada durante algunos meses por el capitán Victor Salcedo Espinoza, comandante del destacamento militar en Taretan . Este entregó el Ayuntamiento al pri­ mer alcalde postulado por el PRI, electo un año después del exilio del núcleo dirigente del reparto agrario. Este presi­ dente municipal, cabeza del nuevo liderazgo, élite de rempla­ zo sin personalidades brillantes, inició el camino hacia una etapa de estabilidad institucional. En esta etapa, la geren­ cia del ingenio, que también fue arrebatada al control del viejo núcleo agrarista, y las directrices del PRI en el esta­ do, tuvieron un peso cada vez mayor, correspondiente con el crecimiento del ingenio y de su importancia como organizador de la actividad productiva regional. El ingenio-banco --como abstracción de una muy compleja red de intereses gubernamentales, administrativos y financie­ ros extraregionales que se manifiestan en políticas locales concretas— , se perfiló claramente como el gran organizador re­ gional. Por una parte, a partir de su instalación, el arroz fue paulatina pero radicalmente desplazado de la zona de abas­ tecimiento, al no poder competir por el uso del agua. Lo mis­ mo sucedió con todo otro cultivo comercial que no pudo obtener créditos suficientes para hacer atractiva su producción. Por otra parte, en torno a su ímpetu transformador, se reorganizó la producción, la vida y la sociedad de la región.

La derrama económica auspiciada por el crédito al campo y los salarios de sus trabajadores, recuperó la población y la eco­ nomía de la zona. Se inició, además la formación de los sec­ tores sociales que se disputan los recursos locales. En re­ lación con cada una de las tareas productivas determinadas por el gran inversionista local, se estableció la importancia de los diversos grupos socioeconómicos participantes en el univer^ so regional. Las luchas que estos han librado para avanzar sus propios intereses es el sustrato de la vida política de la región. - 32

C) Enclave agroindustrial y formación social.

Dos rasgos principales caracterizan el periodo contemporá

neo de organización social en la región taretana. En primer

lugar, es de destacarse la mayor complejidad de la vida socio-

política de la región. No sólo intervienen un creciente nume­

ro de tareas productivas y de comercialización, como resultado

de la especialización y del crecimiento; sino que éstas mismas

son más complejas en razón del numero de vínculos que han de

establecer para su adecuado desempeño. En segundo lugar, como

parte fundamental de este embrollo, el ingenio es un personaje

clave en la actividad regional. 1) El ingenio como organizador regional. El Ingenio Ejidal Taretan fue propiedad del Banco Nacional de Crédito Ejidal y de la sociedad llamada Ingenio Ejidal Cons­

titución, desde su creación hasta fines de los anos sesenta.

En 1971 pasó a ser administrado por la Operadora Nacional de

Ingenios (ONISA) y cambió su nombre a Ingenio Ejidal "Lázaro cárdenas" de Taretan.

Desde su construcción, la derrama que significó la inver­ sión pública destinada a su montaje y funcionamiento represen­ tó un cambio radical para la zona. Con el tiempo, el peso del ingenio en la vida socioeconómica de la región se incrementó^

Originalmente se trataba sólo de la maquinaria venida de Guara­ cha. Más tarde esta creció y se modernizó hasta operarse un cambio total de las instalaciones originales. Con esto aumen- - 32^

tó también la zona de cultivo de caña,para alimentarlo. A par tir del fin de los años cincuenta la organización social de la producción en la región de Taretan estableció una clara tenden cia hacia el monocultivo de la caña como producto comercial y llevó a la consolidación del ingenio como eje rector de la ac­ tividad productiva. La fábrica se desligó completamente del sustrato "campesino". El campo, alimentador de caña y traba­ jo, se volvió dependiente en alto grado del ingenio, pero, al mismo tiempo, quedó prácticamente excluido de las decisiones de transformación. Siguiendo la tendencia de la industria azucarera en su conjunto, el ingenio monopolizó los instrumen­ tos de transformación cañera. Finalmente, su carácter distinto como unidad de produc­ ción fabril, usufructuaria de los recursos locales, pero to­ talmente orientada hacia y determinada por, el universo extra­ regional, le hace aparecer con rasgos de enclave.

El gerente, máxima autoridad de la empresa reconoce supe­ riores sólo en la administración azucarera nacional. General­ mente proviene de fuera de la región y se desplaza en una red de administradores públicos de alto rango que hacen uso de pro cedimientos uniformes para el manejo de las empresas del sec­ tor (cf. Maturana y Restrepo 1970:33). Las directrices gene­ rales de operación fijan los límites dentro de los cuales de­ be llevar el ingenio que está bajo su cuidado. Los límites de la negociación con obreros y abastecedores se determinan - 325 -

centralmente y sólo un pequeño margen,se libera a la discre-

ción de los negociadores regionales.

El ingenio y sus funciones pueden analizarse siguiendo

su estructura organizativa, que sitúa al gerente a la cabeza

y se despliega en tres secciones de dirección y dos de apoyo.

Tal estructura ha cambiado poco, pese al crecimiento y a la

ampliación interna de sus tareas. Desde principios de los

anos cincuenta hasta fines de los setenta han cambiado los nombres y sus atribuciones, pero mantienen una relación si­ milar entre ellos (vease diagrama V-l).

La gerencia general tiene a su cargo la operación del complejo, dividido en tres áreas básicas: la producción, el mantenimiento y el abastecimiento (véase diagrama V-l). Las dos primeras conforman la función industrial de transforma­ ción propiamente dicha. Sin embargo, dadas las caracterís­ ticas de este proceso de manufactura — dispersión de los pro­ ductores versus requerimientos de continuidad en el suminis­ tro--, la empresa se ha visto obligada a seguir la tendencia nacional de intervención en los procesos agrícolas de produc­ ción. De ahí las funciones crediticias y de administración del campo cañero en que el ingenio participa de manera deci­ siva.

Desde mediados de los años cuarenta, las decisiones guber namentales se orientaron a garantizar un abasto suficiente de azúcar a bajo precio para el mercado nacional. Ello llevó a un control monopólico de la producción azucarera estrictamente

orientado por el Estado mediante la determinación de los pre­

cios oficiales del azúcar y, consiguientemente, de la cana.

En el nivel nacional las consecuencias de largo plazo fueron

el deterioro de la industria y una crisis de sub-producción a

fines de los anos sesenta (véase a éste respecto Del Villar

1976). El gobierno de Luis Echeverría intentó hacer frente a estos problemas mediante un programa de reestructuración que se sustentó en dos grupos de acciones fundamentales:

"primero, en una administración gubernamental especiali­ zada y centralizada; segundo, en un saneamiento de las finanzas de la industria con base en una descongelación del nivel de precios establecidos en 1958." (Del Villar 1976:545).

En el nivel regional taretano la reestructuración de 1970 se tradujo en un cambio de administración que ocasionó una se­ rie de modificaciones operativas relacionadas con el crédito y la organización del campo. Sin embargo, no se precibió, en ningún sentido, un gran cambio de orientación.

Por una parte, el fin de los anos sesenta fue difícil en la relación de los productores con el ingenio. Los campesinos se quejaban de que sólo se endeudaban y poco o nada les redi­ tuaba la siembra de cana. Las diferencias con obreros y em­ pleados de la fábrica por inconformidades con las básculas, los inspectores, los órdenes de corte, las pérdidas por mala organización fabril y la poca participación en las utilidades hicieron crisis entre 1967 y 1970. Por lo tanto, los cañeros

organizados vieron este cambio de administración como sub-pro-

ducto de sus reiteradas quejas ante las autoridades superiores,

junto con el triunfo en la demanda legal, que finalmente les

consiguió una indemnización, porque el ingenio les había ven­

dido sacos de arena en vez de fertilizante (inf. de campo).

Por otra parte, las modificaciones del setenta sólo for­

talecieron la tendencia general que había hecho del ingenio

el organizador regional. Desde sus inicios, la zona de in­

fluencia se había hecho efectiva dentro de las posibilidades

administrativas de la empresa. Lo mismo había sucedido con el

crédito y la administración del campo, sujetos al ingenio por

la legislación cañera. El numero de hectáreas cosechadas se

incremento ininterrumpidamente desde 1947, con el consiguiente aumento de la caña molida y la producción de azúcar. Aun más,

los rendimientos de campo (azúcar por hectárea) y los de fábrí

ca (azúcar por tonelada de caña molida) mejoraron entre 1947

y 1980 con escasos tropiezos (véase cuadro V-l)^*^. A pesar

de que la nueva administración planteó el crecimiento de la

superficie sembrada, un mayor control de la administración del

campo y la mejoría de los rendimientos de industrialización, esto no puede disociarse del proceso general de organización central del área de influencia del ingenio. De ahí que en las dos secciones básicas de la operación del ingenio — las funcio­ nes industtriales y las funciones de crédito-administración del 328

campo-- pueda trazarse una sola linea hacia la centralización de las decisiones productivas. Al mismo tiempo, ésta depende cada vez más de las políticas extra-regionales de moderniza­ ción adpotadas por el Estado,

a) Las funciones industriales.

Estas funciones están en relación con la finalidad inme­ diata de la empresa como unidad de producción industrial del azúcar. Ellas podrían agruparse en tres grandes rubros: los procesos de transformación, las tareas de mantenimiento del equipamiento industrial y el control de los trabajadores.

En los 38 años de operación del ingenio, los procedimien tos de transformación se han modernizado y el ingenio ha am­ pliado su capacidad. Esto se traduce en tres cambios sustan­ ciales: se ha incrementado el tamaño de algunas piezas clave; se han mecanizado muchos de los procedimientos; y se ha recu­ rrido de manera sistemática al empleo de una tecnología cada vez más sofisticada. Aquí se ejemplifican algunos de estos cambios con base en información documental obtenida para 1952 y 1975.^^*

El ingenio trabaja en dos periodos cuasi-semestrales cla­ ramente distintos. El periodo de "reparación" o de "pre-zafra" ocupa los meses de junio a noviembre, época de lluvias en la que crece la cana y se da mantenimiento a la maquinaria. El ingenio disminuye notablemente su actividad, mantiene sólo una pequeña parte de sus obreros (cerca de una tercera parte) 329

y trabaja sólo en un turno de las siete a las quince horas.

Cuando se requieren ampliaciones o modificaciones mayores,

han de hacerse durante este periodo. También es necesario pre­

ver cualquier descompostura o desajuste mayor que pudiera sobre

venir a la maquinaria, para repararlo antes del inicio de la

zafra. No hay nada tan malo para el ingenio como detener la

molienda ya iniciada. Cuando esto ocurre, las pérdidas se cal­

culan por cada minuto de retraso en el flujo cana-guarapo-cacha

za-azucar. Grúas, alimentadoras, conductores, cuchillas, moli­

nos, turbinas, generadores, motores, transmisiones, bombas, tu­

berías, calentadores, clarificadores, evaporadores, tachos, cen­ trífugas, granuladoras y envasadoras deben revisarse y mantener­

se. Esto es especialmente claro en el caso de ingenios viejos

con pocos cambios radicales en su estructura, como el de Tare- tan.

Durante el mes de diciembre, generalmente- (aunque puede

avanzarse hasta noviembre o retrasarse hasta enero), se ini­

cia la zafra y va hasta mayo (abril o junio, como meses de to­

lerancia). Con dos o tres días de anticipación se da la prime

ra orden de corte que se traduce en la llegada de canas al ba­

tey. Cuando se estima suficiente el suministro, se encienden

las calderas y el ingenio "avisa" con silbidos de jubilo. Ac­

to seguido, en el patio central se reúnen la representación obrera, la gerencia de la empresa y el presidente municipal para atestiguar el acto. En 1982 se inició con la celebra- 330

ción de una misa, patrocinada por la gerencia, como marca ri­

tual. A ella asistieron autoridades, administradores y obre­

ros. Al día siguiente, a las 5:30 de la manana, el silbato convoca al primer turno de obreros, que ingresan a las seis horas. Más tarde, se relevan a las 14:00 y a las 22:00 horas para completar los tres turnos de operación. Este ritmo se mantiene hasta el fin de las canas. Cuando la mesa alimenta- dora da curso a la ultima carga, el silbato "llora" anuncian­ do el fin de la zafra. El proceso de las ultimas canas dura un turno más y después se apagan las calderas, se anuncia la fiesta y se inicia un periodo de vacaciones (véase capítulo II)

La transformación de la cana, entonces, arranca en el batey, gran patio de descarga que alberga a la cana por un pe­ riodo idealmente inferior a las 24 horas, desde el momento en que los abastecedores la entregan, hasta que ésta pasa, por la mesa alimentadora, hacia los molinos. La grúa descarga las ca­ nas sobre las alimentadoras que las cortan en trozos pequeños: en 1952, un juego de 26 cychillas hacía el trabajo, mientras que en 1975 el ingenio accedió a dos juegos de 48 cuchillas.

Luego, una banda de cadenas con duelas (donde el fierro susti­ tuyo a la madera entre los cincuentas y los setentas) conduce los trozos hasta los molinos. Aquí también, un tandem de cin­ co rodillos estriados remplazó a una desmenuzadora de tres ejes. Como resultado, el guarapo, un caldo oscuro y dulce, se bombea hacia el área de clarificación, mientras el bagazo 331

desmenuzado se lava, se seca,y se eleva hacia las calderas co­

mo combustible. El segundo paso, de clarificación, lleva a la

limpieza del guarapo: procedimientos químicos y de filtrado

eliminan impurezas antes de continuar el proceso. En 1952 el

azufre se quemaba en dos hornos, para mezclar luego el bióxi­

do de azufre resultante con el guarapo en un tanque de 700 ga

Iones. Luego se preparaba una lechada de cal en cuatro tan­

ques de acero y con un bote de cinco galones se agregaba al

guarapo, mezclándolo en tres tanques de encalado. En el pro­

ceso se empleaba cerca de un kilogramo de cal por tonelada de

cana. Desde 1975 el procedimiento se automatizó: "el guarapo se sulfita en una torre tipo cascada de madera con horno para

quemar azufre de tres charolas" y existe un "sistema continuo

de alcalización". Dos clarificadores realizan la última labor de limpieza antes de pasar a la evaporación. Tres cachaceras

con filtros-prensa eliminaban los remanentes de fibra en 1952, mientras que en 1975 se contaba ya con un filtro de vacío.

Mediante calentamiento se retira la humedad del caldo y se lleva a la formación de cristales en dos pasos: evapora­

ción y cristalización. Del calentamiento simple en 1952 se pasó a un pre-evaporador en 1975; asimismo, se incrementó el numero de tachos de dos a seis y el de cristalizadores de siete a catorce.

Como siguiente paso, se lavan los cristales. A cada des­ carga del cristalizador, una maquina centrifuga y lava el pro- 332

ducto, recuperando la miel para un segundo y tercer proceso de cristalización. Estas máquinas, que pasaron de manuales o

"continuas" a semi-automáticas, y a totalmente automáticas, descargan, en una tolva, el azúcar para su secado. Este pro­ ceso, hecho antes con un granulador, ha incorporado una seca­ dora muy sofisticada que pasa el grano con mayor rapidez hacia el área de encostalado. Aquí se pesa, se pone en sacos y se almacena en la bodega contigua. Las mieles restantes del ter­ cer ciclo de cristalización se desechan como mieles finales o incristalizables, almacenándose en tres tanques propios.

Los tres productos del proceso dejan Taretan casi en su totalidad. El azúcar-— 10.77 % de toda la caña molida en la zafra, para el mejor ano en la vida del ingenio-- cruza la puerta de la bodega y pasa a ser propiedad del distribuidor monopolice: UNPASA hasta junio de 1983, hoy Azúcar S.A. El restante 90 % de la cana se deshace en humedad, fibra y mie­ les incristalizables. Las dos primeras se convierten en agua, calor y fuerza motriz para la operación del ingenio. Las mie­ les se alejan del lugar con gran discreción hacia las fábricas de alcohol, aguardiente o charanda, y hacia los consorcios pro­ ductores de "alimentos balanceados" para aves y ganado. Quedan en la región los salarios pagados y la derrama económica produ­ cida por la transformación.

La "historia de las 35 zafras" del ingenio Lázaro cárdenas,

1947-1982 (cuadro V-l), permite apreciar algunos rasgos de es- 333

te proceso y su crecimiento en los. últimos tres decenios.

El ingenio de Taretan, aún con sus ampliaciones sucesi­

vas, es un ingenio pequeño. En 1975 la capacidad total de mo­

lienda en 24 horas era de 1500 toneladas, esto es, casi 1200

más que en 1947 (cf. Maturana y Restrepo 1970:54). Por debajo

de esa capacidad solo había en 1975 una decena de empresas. En

cambio, algunos de los mayores ingenios tenían capacidades de

12 y 15 mil toneladas en 24 horas, sin contar las 26 000 del

San Cristobal en Veracruz (Manual Azucarero Mexicano, 1976:14).

No obstante, el ingenio de Taretan ha crecido en sus 35

años de existencia y, aún más, ha mejorado sus rendimientos.

El indicador básico es que produjo 15 veces más azúcar en 1982

que en 1948. Como puede apreciarse, esto fue producto de tres

variables básicas. En primer lugar, se molió más caña: once

veces y media más en 1982 que en 1948. Esto fue producto del

incremento en el número de hectáreas cosechadas, que casi se multiplico por diez. Aunque también se debió a un mayor ren­

dimiento de las siembras, pues la caña rindió 8.7 toneladas

más por hectárea en 1982 que en 1948. En segundo lugar, ade­

más de que hubo más caña, también esta fue una vez y media más rica en azúcar al fin del periodo. Todo ello como produc­

to de la introducción de nuevas variedades y mejoras en los procedimientos de cultivo. Finalmente, el ingenio mejoró su

capacidad de aprovechamiento fabril, con lo que obtuvo más

azúcar por tonelada de caña molida: de un 9.93 % de rendí- 334

miento.que obtuvo en 1948, pasó a un 10.46 % en 1982, ha­ biendo alcanzado en algún ano hasta el 10.77 %.

Todo lo anterior se ha visto acompañado de un creci­ miento del periodo de zafra, que implica actividad y derrama económica durante una temporada más grande en el ano. De tres meses escasos que duró la zafra en los dos primeros anos, pasó a cinco meses como promedio en el último quinquenio: de un to­ tal de 95 días se incrementó a cerca de 150 como promedio. Al mismo tiempo, el aprovechamiento de esta temporada mejoró ca­ si en un 20 % : aunque se sigue perdiendo un promedio de 40 días por zafra, el porcentaje de tiempo perdido en el periodo ha pasado de 48.42 % en 1948 a 30.02 % en 1982^*^.

El personal que mueve la fábrica puede dividirse en tres grupos: los trabajadores administrativos y de confianza, in­ tegrados a las oficinas generales; los obreros, encargados de las tareas manuales en la fábrica; los inspectores de campo y empleados del departamento de crédito. En total, en 1975 eran alrededor de 200 personas en la época de reparación y casi 600 en la época de zafra (ONISA 1975; véase la nota 10)^"^.

Los empleados de campo, los administrativos superiores y los que ocupan puestos de dirección y vigilancia son todos em­ pleados de confianza, no sujetos a la reglamentación sindical.

Aquellos que se dedican a la administración suelen tener una escolaridad de nivel universitario y algunos residen en Urua­ pan, a donde viajan diariamente. Esto los separa del resto de 335

la problación de la zona, a pesar de haber nacido allí y de

tener familiares entre los campesinos o entre los obreros.

Los inspectores de campo cubren cada uno una zona en la

que deben vigilar el cuidado de las siembras y reglamentar la

administración de los créditos. Las zonas, disenadas para

ser recorridas en un vehículo automotor en una jornada, no

permiten un contacto demasiado estrecho entre inspectores y

abastecedores. Las relaciones suelen limitarse, en primer

lugar, a desplegar y vigilar la observancia de los lincamien­

tos de cultivo establecidos por la fábrica y, en segundo, a

evaluar los avances y las tareas realizadas en el cultivo pa­

ra extender la autorización del ejercicio del crédito. Por

tales razones, los inspectores pueden no ser muy estimados y

si lo son, ello generará desconfianza entre sus superiores.

Sin embargo, sí tienen mucho peso en el manejo de un recurso

fundamental: el crédito. Ellos deben autorizar el monto del

crédito que el ingenio otorga semanalmente a cada productor,

de acuerdo con su propia estimación del avance en el cultivo.

Esta influencia se aprovecha ocasionalmente para el desarro­

llo de otras actividades, entre las que se encuentra la de promoción política. No resulta extrano tampoco toparse con vagas acusaciones de corrupción.

En otro grupo se encuentran los obreros, estos están li­ gados a la empresa por un contrato colectivo de trabajo esta­ blecido en dos niveles. Por una parte, el contrato ley de la 336

industria azucarera determina, centralmente y para todo el

país, las condiciones generales de trabajo en los ingenios, asi como todos y cada uno de los puestos manuales en la fá­

brica, desde el "gordero" y el "canastero", hasta los mecáni­

cos de primera, los azucareros y los empleados administrati­

vos no directivos. Salarios e incrementos se revisan periódi­

camente para toda la industria. Las diferencias entre ingenios

se establecen, por una parte atendiendo a su magnitud, entre

"ingenios de primera" e "ingenios de segunda" y, por otra par­

te, atendiendo a las circunstancias locales, en convenios par­

ticulares de las diversas secciones con las gerencias de las

empresas. La primera diferencia establece un sobresueldo pa­

ra los trabajadores de una empresa con una producción superior a las 20 000 toneladas. La segunda da fe de la magnitud del

ingenio por el numero de trabajadores sindicalizados y la com­ batividad de que hagan gala.

El titular del contrato colectivo en Taretan es la sección

11 del SNTIASRM. Constituida a fines de 1955, esta sección es heredera de la organización surgida en 1948 como sección 124 del mismo SNTIASRM, vuelta luego un sindicato local autónomo afiliado a la UGOCM, para retornar finalmente a la CTM. Des­ de su creación, ha desempeñado su papel negociador de las con­ diciones particulares de trabajo en el ingenio "sin romper, como ellos mismos lo indican, las buenas relaciones existentes entre el sindicato y la empresa" (Guía 9 de junio de 1986). 337

Al mismo tiempo, la renovación interna de sus cuadros ha sido sumamente lenta. Solo durante un corto periodo a mediados de los sesenta un grupo de jóvenes emprendedores intentó estable­ cer una renovación más expedita, sin gran éxito (cf. Alcántara

1968; FISC a RM). Por lo demás, algunos de los integrantes del comité seccional han ocupado sus puestos desde 1956, renovando lentamente á los ocupantes de las posiciones de menor trascen­ dencia. Algunos, incluso, han sido retirados de la dirección sólo después de su muerte en avanzada edad (inf. de campo).

Así, el poder de la dirección sindical dentro del ingenio es total, dadas las garantías legislativas del aparato mexicano de regulación contractual. Empero, la participación política ex­ terior sólo en contadas ocasiones ha podido manifestarse como una posición de bloque.

En general, los obreros tienen un privilegio de seguridad en el trabajo remunerado y reglamentado, además de un ingreso fijo que se vuelve notorio en el contexto de una sociedad ru­ ral (cf. Landsberger y Hewitt 1971:311). La encuesta levanta­ da por el equipo del Centro de Investigaciones Agrarias en

1965, estableció que se trataba del grupo mejor organizado, mejor pagado y con mayores posibilidades de presión en Tare- tan. Ademas, eran ellos quienes se mostraban en menor medida insatisfechos con su situación y que por lo mismo aspiraban a permanecer en la población con mayor ahínco (Alcántara 1968:85).

Asimismo, se trataba de un grupo de población relativamente 339

joven, con una edad promedio de 37 años. La mayor parte esta­ ban casados (85 %) y tenían un promedio de cinco hijos vivos por familia. Asimismo, eran de los habitantes de la zona con un menor índice de analfabetismo (33 %). Solo el 61.5 % eran originarios de Taretan y distribuían su ascendencia entre los demás grupos socioeconómicos identificados por la encuesta de la siguiente forma: 27 % eran hijos de jornaleros; 15 % lo eran de ejidatarios y 15 % de comerciantes, mientras que sólo

11.5 % eran hijos de obreros (Alcántara 1968:83).

Es necesario insitir en la diferenciación interna de este grupo. Todos pueden identificarse como obreros y existen ras­ gos culturales que permitirían distinguirlos de cañeros y jor­ naleros. Sin embargo, ni tienen todos la misma relación con el ingenio, ni se consideran entre ellos como unidades equiva­ lentes, y sus actividades fuera del ingenio varían muchísimo.

En primer lugar, se diferencian por las relaciones que establecen con la fábrica. Allí se distinguen: l)por él tiempo que el ingenio los ocupa, entre obreros permanentes, tempora­ les y eventuales; 2) por el tipo de trabajo que desempeñan, entre oficinistas y de fábrica; y 3) por su actividad coti­ diana difieren siguiendo su especialización, jerarquía y an­ tigüedad. Sobre esto pesan las dificultades de toda rela­ ción social que han llevado a la formación de amistades, com­ padrazgos, patronazgos, camarillas y facciones, conformando una segunda area de diferenciación. 340

En tercer lugar, muchos de los obreros suelen tener algu­ na ocupación complementaria fuera de su jornada laboral en el ingenio. Algunos de los artesanos de Taretan (herreros, carpinteros, hojalateros, albañiles), quizás el ultimo esla­ bón de una cadena de sabiduría técnica transmitida de padres a hijos, han sido aprovechados por el ingenio desde el comien zo. Con ello la tradición se ha mantenido, aunque también se ha empobrecido, al ajustarse a los modernos requerimientos industriales. Sin embargo, desde el ingenio ha surgido un nuevo especialista con un aprendizaje realizado en la propia fábrica. La mayor parte de los mecánicos, electricistas, soldadores, azucareros y nuevos carpinteros, herreros, cade­ neros, basculeros, etc., son generalmente especialistas he­ chos en el trabajo con un conocimiento menos arraigado del oficio, con poca escuela y mucha práctica en arreglos y re­ miendos. Ingresados a corta edad, como ayudantes, escalaron los puestos superiores por la vía del escalafón, combinado con un aprendizaje mínimo. Tienen regularmente un mayor cono­ cimiento de las reglas del taller y de los hilos de la rela­ ción patrón-obrero, que de las reglas del vínculo maestro- aprendiz o los saberes produndos del oficio. Una area más de diferenciación que se suma a la incidencia de las ocupa­ ciones complementarias.

El ingreso fijo de los obreros les ha permitido cierta capacidad de ahorro-endeudamiento que en no pocos casos ha 341

llevado a la acumulación incipiente. Esta se ha disuelto en tres esferas no totalmente separables más que analíticamente.

En primer lugar, la inversión en educación para los hijos es notable: el sostenimiento de los retoños en las escuelas uni­ versitarias y politécnicas es moneda corriente entre los obre­ ros taretantos. En segundo lugar, muchos se han orientado al comercio en pequeñas tiendas de abarrotes, misceláneas y algu­ na agencia funeraria. En tercera opción, muchos han ido hacia la adquisición de tierras: compra de pequeñas propiedades o logro de derechos ejidales. Esto suele descomponerse en gana­ dería, huertas y frutales o, sobre todo, cana y básicos (maíz y frijol) . En este ultimo caso, la combinación de tierra y plaza en el ingenio (cualquiera que haya venido primero) hacen de la unidad domestica agraciada, un núcleo con grandes posibilidades de prosperidad material. Asimismo, se han ge­ nerado una gran multiplicidad de actividades complementarias que abarcan la sastrería, la panadería y la zapatería. Final­ mente, aunque pocos, los hay que buscan dedicar todo su tiem­ po al ingenio, donde siempre hay una posibilidad de "doblar turnos", suplir faltantes y trabajar horas extras.

En más de un caso se combinan tres o cuatro actividades.

Por todos estos motivos, no se trata de un grupo homogéneo.

Aunque pueden presentar un frente único en algunas ocasiones, esto no sucede todo el tiempo. 342

b) La administración del campo.

Antes de que la cana llegue al batey, el punto inicial

de la transformación azucarera, el ingenio debe asegurar un

abastecimiento regular y una calidad media estable en el su ministro de la materia prima. Por tales razones requiere 1) que la cosecha de la cana se realice en una ópocaen la que

las condiciones climáticas permitan las operaciones de cosecha

2) cuando la cana ha alcanzado un determinado punto de creci­ miento; y 3) que el acarreo hasta el batey se haga dentro de las 12 horas posteriores y siguiendo un flujo constante deter­ minado por la capacidad del molino. Además, para optimizar la operación industrial, el ingenio busca obtenemayores canti­ dades de azúcar por tonelada de cana molida. Todo esto ha forzado a la administración de las empresas azucareras a intef venir,de una manera cada vez más incisiva, en las actividades del cultivo, corte y acarreo de la materia prima.

La "administración del campo", como tarea del ingenio se encuentra más alejada de la función normal de una empresa fabril. No obstante, ella se ha establecido claramente como una relación hegemónica del ingenio con la zona cañera cir­ cundante. Representa, de hecho, una forma de integración vejr tical de la producción azucarera. El ingenio ejerce un con­ trol casi absoluto sobre la producción de la materia prima que emplea: supervisa y orienta desde la siembra de la cana, durante todo el proceso de cultivo, hasta su cosecha y traslaS 343

do en un orden pre-determinado.

Esta intervención se ha realizado por dos vías. En pri­ mer lugar, el Estado determinó, de manera directa una forma de relación entre los ingenios y sus zonas cañeras adyacentes.

Comenzando por los decretos promulagados por el presidente A- vila Camacho, y reiteradamente después, la legislación azuca­ rera obligo á los agricultores de las denominadas "zonas de abastecimiento" a cultivar únicamente cana y a venderá al in­ genio correspondiente. En segundo término, el propio Estado organizó una estructura crediticia de apoyo a las zonas de abastecimiento con la cual subsidió la producción de cana e impidió la canalización de avíos para otros cultivos (cf.Ma­ turana y Restrepo 1970:116). La manifestación regional de esta política ha sido uniforme en términos del papel del inge nio, pero se ha resuelto diferencialmente en lo tocante a la obligación agrícola.

En la región taretana no se considera que exista una com pulsión especial para sembrar cana. Los ejidatarios apuntan más bien a tres fuentes de presión determinadas por ellos mismos. Por una parte está el crédito. Conseguir crédito para sembrar cana es relativamente sencillo: y tanto su monto como su ejercicio resultan simples pues todos los trámites se realizan con el ingenio cercano. En cambio, conseguir crédi­ to para cualquier otra cosa es sumamente difícil: es necesa­ rio desplazarse fuera de la región (Zamora) para tramitarlo; 344

desde allá se realiza el ejercicio y la validación de avan­ ces en el cultivo. Ademas, no hay ninguna seguridad de conse guirlo por encontrarse dentro de una zona cañera. Por otra parte, está la presión de los propios compañeros ejidatarios, que suele ser más fuerte. La reparación de los canales de riego y los caminos se realiza por cuenta de los miembros de todo el ejido, pero el financiamiento directo lo otorga el departamento de crédito del ingenio. Después se los descuen­ ta a los que entregaron cana a la fábrica, fijando un porcen­ taje del gasto por tonelada recibida. Así, todos los que no siembran cana se benefician de una erogación hecha por los que sí lo hacen. Esto crea dificultades. Finalmente, exis­ ten los apoyos recientes a los productores de cana. Estos se traducen en seguro social, créditos para vivienda, fertilizan­ te y maquiniaria, subsidiados por el Estado, a los que en prin cipio sólo tienen derecho los agricultores cañeros.

La zona de abastecimiento establecida para el ingenio

Lázaro cárdenas de Taretan abarca unas 44 000 hectáreas. No obstante, en esta vasta extensión existe una gran variación en los terrenos. (ver mapas IV-1 y IV-2).

En primer lugar, situada en las estribaciones montañosas de la Sierra Madre Oriental (Vease capítulo I ), el área se divide en tres zonas con altitudes distintas: la zona alta, en cuyos límites la cana convive con los pinos, se sitúa al­ rededor de los 1450 metros sobre el nivel del mar; la zona 345 media, situada en derredor del ingenio, cercana a los 1000 m. s.n.m.; y, finalmente, la zona baja, cercana a la Tierra Ca­ liente, por los 500 m.s.n.m. En segundo lugar, dadas las condiciones topográficas del área, ni toda la superficie es cultivable, ni la porción susceptible lo puede ser de cana (Veánse los cuadros D.0.3).

En 1975, la administración del ingenio estableció que sólo un 8.2% de la superficie total de la zona tenía cana, esto

f 1 s \ era una superfice cercana de las 3 600 has.(ONISA 1975)

En la propuesta de crecimiento de la superficie sembrada se

calculaba que podría llegar hasta unas 5 500 hectáreas: 12.5%

de la zona de abastecimiento, aproximadamente. No obstante,

se advertía que este incremento se efecturía sólo en la zona

media que por su cercanía al ingenio no acarrearía al ingenio

dificultades para el traslado de la caña (ONISA 1975; veáse

mapa V-l). Sobre el problema de la calidad de la tierra se

encuentran los de inclinación del terreno y abundancia de

piedra. El mismo estudio de 1975 estimaba que cerca del 74%

de la superficie sembrada se encontraba ubicada en terrenos

pobres, con laderas inclinadas y muy pedregosos (ONISA 1975;

veáse Banco de México 1952, II, 2a., para un estudio geologi^

co y agronómico de los suelos de la zona) (17) De este modo, aunque el mapa de cultivo de la cana mues­

tra pequeños manchones únicamente, los agricultores locales

consideran que la casi totalidad de las tierras de cultivo 346

están ocupadas con cana. El resto de las tierras de las 26

"comunidades" que integran la zona de abastecimiento (Anexo

IV-2), se hacen a un lado por no ser aptas para la cana o por

ser de exclusiva competencia del maíz. Así, no obstante, los

los agricultores cañeros del área entregan su cana al ingenio

y reciben, a cambio, la totalidad de los créditos para siembra,

cultivo, fertilización, combate de plagas, riego, corte y aca­

rreo de la cana hasta el ingenio. Asimismo existe una serie

de apoyos para la compra de equipo de transporte, implementos

agrícolas, obras de pequeña irrigación y mantenimiento de ca­

minos vecinales (cf. Perdomo Castro 1965:11). Así, aun cuan­

do toda el área colateral queda fuera de la ingerencia direc­

ta del ingenio, la dependencia de esas tierras de la actividad

comercial básica auspiciada por él es tan grande, que no pue­

den entenderse sin analizar la relación entre abastecedores

y empresa.- Desde el punto de vista del ingenio, ésta relación se

escinde en tres áreas de determinación: la organización de la

zona de abastecimiento y sus contingencias; la administración

del crédito cañero; y la planeación de los aspectos económicos

de asistencia al campo (veáse ONISA 1975).

En el primer aspecto, el ingenio determina la forma de

operación en la zona de bastecimiento. Esto es una consecuen­

cia directa de la unidad agrícola-industrial forjada con base

en la legislación cañera (cf. Maturana y Restrepo 1970:47-48). 347

El ingenio, por medio de su administrador de campo debe vigi­ lar el suministro adecuado de materia prima para asegurar que la fábrica trabaje a su plena capacidad. Requiere, por tanto, establecer la cantidad de cana que debe sembrarse en un ano y, sobre todo, la forma en que ha de cortarse y entregarse en el batey. Para ello, establece un programa general para toda la zona y busca su instrumentación mediante los inspectores de campo. El vínculo se establece a partir del momento en que un agricultor hace una solicitud de crédito para la siembra de cana. El inspector de campo se encarga de hacer un estudio que justifique la inversión y prevea la recuperación del cré- dito ' . Si el dictamen es positivo, se firma un contrato entre agricultor y empresa en formatos preestablecidos y san­ cionados por las agencias de agricultura del Estado. Estos convenios generalmente se establecen por un promedio de cinco cortes y suelen renovarse de acuerdo con los requerimentos del productor. A partir de ese momento, el inspector de campo se con­ vierte en el enlace entre los prductores y el ingenio. El se encarga del control técnico, de las simbras y del suminis tro del crédito durante el ciclo (cf. Alcántara 1980:42).

Como parte del control técnico, el inspector vigila las siem­ bras. Desde la plantada, verifica la calidad y la variedad de la cana, la fertilización del suelo, el riego, el deshierbe 348

y las labores de cultivo, los riegos y abonos sucesivos, has­

ta llegar al corte. Todo el ano entrega reportes semanales

de los trabajos efectuados, los jueves, para que la oficina

de crédito cuantifique -—según el tabulador de superficies y

labores— el valor de los trabajos reportados (Perdomo 1965:

20). El proveedor recibe un pagaré que hace efectivo en la

oficina de crédito semana a semana.

Hacia el fin de la temporada de lluvias, el laboratorio

de campo del ingenio inicia un muestreo para determinar las

condiciones de madurez que fijen las prioridades de corte,

se hacen muéstreos semanales hasta establecer, dependiendo

de las condiciones de los suelos, la edad del cultivo, la

variedad y el ciclo de la cana, el punto de corte de cada po­

trero. Una vez hecho esto se delimitan los "frentes de corte"

y se asigna a cada productor un turno en el suministro: nadie

puede cortar antes ni después de su posición. En seguida se

"ordena resecar los campos", para lograr porcentajes adecuados

de humedad y permitir la entrada de los vehículos que trans­

portan la cana (ONISA 1975).

Al mismo tiempo, se determinan los requerimientos de ma­

no de obra para el corte, de vehículos para el transporte y

se evalúan las condiciones de los caminos. En todo ello in­

tervienen productores e inspectores para establecer los mon­

tos que el ingenio deberá pagar y que luego serán descontados

a los abastecedores, al serles liquidada su cana. 349

"La organización de la zafra está a cargo del ingenio" y para ello destina al personal necesario para llevarla a efecto (ONISA 1975). El encargado acuerda con el jefe de cam­ po, la secuencia de corte por potrero, de acuerdo con las prio ridades determinadas por el análisis de control de madurez.

Programa y vigila, después, cada una de las fases subsecuentes para ordenar la secuencia de resecamiento, quema , corte y acarreo. Atiende, por ío mismo, a los requerimientos de con­ tratación y movilización de cortadores y transportistas, de acuerdo con los productores. Vigila la calidad de la cana entregada y extiende los documentos necesarios para que los productores puedan reclamar su liquidación. En todo el pro­ ceso ordena a los productores y les informa sobre tarifas, cuotas y demás disposiciones del departamento de campo (ONISA

1975).

Fuera de la temporada de campo, la administración del campo debe ocuparse de la supervisión de las siembras existen­ tes y la programación de las nuevas. El ingenio establece centralmente las áreas de crecimiento ideal de la superficie sembrada y auspicia la solicitud de créditos. Asimismo, pro­ cura "compactar" su zona de abastecimiento y mejorar los ren­ dimientos de la caña, para lograr incrementos en su producti­ vidad. Esto suele ser fuente de conflictos con los abastece­ dores.

La administración técnica del campo contempla el mejora- 350

miento de los rendimientos de la cana y la inversión en el campo para la obtención de una materia prima; desde la pers­ pectiva y el punto de vista del ingenio. La racionalidad de la empresa se enfrenta a la lógica de producción de los cam­ pesinos, intimamente asociada a una forma de vida y a una se­ rie de prioridades distintas de las de la empresa. De ahí la importante "distracción" de recursos (tierra, fertilizan­ tes, herbicidas, trabajo y en ocasiones agua) de la cana ha­ cia el maíz. La complementariedad entre diversos cultivos y

cría de animales, íntimamente asociadas á las formas campe­ sinas de organización productiva, se ven seriamente afectadas por la tendencia del ingenio a establecer centralmente su li­ nea productiva.

Desde el punto de vista del ingenio, la expansión del

área sembrada de cana tiene un límite fijado por las posibi­ lidades y los costos del acarreo de la cana. En cambio, re­ sulta mucho más importante la obtención creciente de rendi­ mientos por hectárea sembrada. Ciertamente el ingenio de Ta­ retan ha probado una mayor efectividad en los. incrementos basados en el aumento del área cultivada que en los rendimien tos de campo (véase Maturana y Restrepo 1970:56-57). No obs­ tante, las diferencias con los agricultores cañeros son im­ portantes: es reiterada la queja de los inspectores de campo sobre el "descuido" y la "negligencia" con que los campesinos atienden sus canas, a pesar de constituir su principal fuente 351

de ingreso.

La "conducta de diversificación" adoptada por los campe­ sinos cañeros suele ir en contra de los rendimientos de la cana (Maturana y Restrepo 1970:65). Sin embargo, la solución de intensificación,basada en el empleo creciente de insumos de origen industrial,auspiciada por el ingenio ha provocado el incremento de los costos de producción,, tanto financiera como ecológicamente (cf. Linck 1982:86-87). Es muy común en­ contrar entre los campesinos la idea de que "ya se acostumbró la tierra al abono...", para explicar menores rendimientos.

No sólo aseguran que resulta imposible lograr una cosecha sin fertilizantes y herbicidas cada vez más fuertes; sino que afir­ man que el maíz rinde menos por superficie sembrada y es de menor calidad: es más pequeño en grano y mazorca, tiene mal sabor y más pronto "se llena de gorgojo" (inf. de campo).

La función crediticia, asociada al ingenio prácticamente desde su creación, se encarga de administrar el avío al campo cañero. Este se divide en tres áreas: el crédito para nuevas siembras; el cultivo de socas y resocas; y los préstamos para adquisición de materiales, fertilizantes e insumos agrícolas.

En los tres casos, el ingenio prestaba en 1975 a una tasa anual de 9.5% de interés de acuerdo con el convenio nacional estable­ cido (ONISA 1975).

El ingenio logra controlar por esta vía la mayor parte de las labores de cultivo de la caña. Al determinar la semi- 352

lia, los tiempos y lugares de siembra y programar el ejercicio de los créditos, decide lo que se siembra, cómo, cuando y don­ de. De tal forma, los productores tienen pocas opciones de cultivo al solicitar el crédito. No obstante, en el empleo del crédito se percibe el conflicto desatado por formas di­ vergentes de encarar las siembras. Este se ha manifestado por dos vías asociadas: una aparente indiferencia frente a las canas y una "relación de endeudamiento".

Durante los anos sesenta, los productores de cana pare­ cen haber estado permanentemente endeudados con el ingenio

(Maturana y Restrepo 1970:36; Alcántara 1968:67; inf. de cam­ po). Sin embargo, después del cambio de administración de principios de los setentas esta situación parece haber mejo­ rado. Ya en 1975 la administración del ingenio estimaba que

"las posibilidades de recuperabilidad" se incrementaban cier­ tamente, a pesar de existir un pasivo en contra de los produc­ tores de casi 18 millones y medio de pesos (ONISA 1975). Las modificaciones más importantes, que en un principio causaron desasosiego entre los productores fueron dos (Sierra 1971:16).

En primer lugar, los créditos que antes de 1971 se entre­ gaban a los representantes de las sociedades de crédito, se entregaron directamente a cada productor. Cada abastecedor se consideró como sujeto de crédito, con lo que se logró una mejor distribución del dinero y una mayor responsabilidad en su ejercicio para la gran mayoría de los casos. En segundo 353

lugar, se ajustó el monto del crédito a los requerimientos del productor por superficie sembrada, haciendo más equita­ tiva la derrama (cf. Maturana y Restrepo 1970:67-68). Estos cambios se volvieron sumamente significativos a principios de los años ochenta, con el incremento sostenido de los pre­ cios de la cana.

Otra de las razones del endeudamiento, que no ha sido resuelta, es el "usufructo campesino del crédito". Atados a la siembra de cana y con pocas perspectivas de beneficio

(al menos hasta principios de los ochenta), el crédito re­ presentaba para los productores una forma de obtener un in­ greso regular y constante (Maturana y Restrepo 1970:360).

El ejercicio del crédito en suministros semanales permite considerarlo como un salario equiparable al "semanario" de los obreros del ingenio. Este suele emplearse para el con­ sumo, diseñándose su gasto con este problema en mente, más que con el del bienestar de las cañas. El papel de los ins­ pectores es bien interesante al respecto, pues generalmente logran hacer que el crédito rinda al productor para su con­ sumo, sin que éste descuide demasiado la siembra. El rega­ teo que logra este resultado es permanente.

Finalmente, el ingenio se ve obligado a intervenir en otros aspectos del campo que inciden directamente en la pro­ ducción y el abasto de la caña. El principal de ellos es el de los caminos. Anualmente el ingenio coordina la reparación 354

de la red caminera que permite el traslado de la cana. Se inician las reparaciones alrededor del mes de septiembre y se tornan transitables las brechas maltratadas por la zafra anterior y las lluvias torrenciales. En 1975 el ingenio ocu­ pó una cuadrilla de 15 peones durante todo el ano y los refor­ zó con lOOmás durante el periodo de septiembre a diciembre.

Estimó asimismo que había vertido unos 30 000 metros cúbicos dematerial de balastre, había rastreado con una motoconforma- dora unos 125 kilómetros y había utilizado cerca de 1500 dur­ mientes para la reparación de alcantarillas. Todo ello con el fin de mantener los 221 kilómetros de caminos que tenía la zona de abastecimiento.

El otro aspecto importante de la atención al campo es el de la "tecnificación", considerado como prioritario. A pesar de que la zona de Taretan no se presta para el empleo intensivo de maquinaria, si se ha logrado introducir una al­ zadora mecánica en la porción sur. Este aspecto incluye, además, una vigilancia permanente del ingenio para lograr cambios enlas variedades sembradas, controles más apropia­ dos de fertilización y de plagas, etc. (ONISA 1975). En ge­ neral, el ingenio canaliza por esta vía la compra de equipo y materiales que permitan abaratar los costos de producción en el-mediano plazo, así como compra y mejoramiento de super­ ficies susceptibles de sembrarse con cana.

Como resultado de esta intervención en el campo, el in- 355

genio tiene una gran ingerenpia en las decisiones que afectan la producción agrícola. Decide el destino de los recursos más importantes — tierra, agua y capital— y orien- ta la organización del trabajo. 356

C) Diferenciación socfal y lucha política.

El papel del ingenio como principal promotor de la ac­ tividad económica regional es muy claro. Sin embargo, la rectoría del ingenio no es sólo económica. Su importancia es talque pueden encontrarse sus manifestaciones en casi to­ das las áreas de las relaciones sociales. Resulta singular el papel de la actividad económica en la organización del tiempo y del espacio. Mas allá, sin embargo, debe señalarse que la actividad del ingenio ha promovido la separación de la población en unidades menores con intereses contrastan­ tes. Por una parte, hay un proceso de fragmentación que se ha generado en la estratificación socio-económica de la po­ blación. Por otra parte, existe un proceso de segmentación política cuyo resultado ha sido el surgimiento de una amplia gama de intereses particulares que buscan influir en las de­ cisiones que los afectan desde sus posiciones específicas.

Ellos han hecho de los puestos directivos de todas sus agru­ paciones recursos en disputa por el avance de estos objeti­ vos. Así, se han consolidado diversas agrupaciones de inte­ rés en la vida política local.

1) Tiempo y espacio.

Espacio y tiempo traducen la influencia de la activi­ dad económica y las relaciones sociales a que esta da lugar.

El año civil se ve cortado en dos temporadas distintas: las aguas y las secas. Originalmente, la división está relacionada con el tiempo de lluvias y la época en que no llueve. La producción de caña se ha empalmado a esta división temporal, ya que debe cosecharse en épo- 357

de secas. De este modo, las dicotomías zafra-no zafra y lluvias-secas se emplean corno términos intercambiables. Ambos denotan, en la región, un contraste entre bonanza y austeri­ dad puesto que corte y molienda representan una derrama de efectivo entre todos los sectores de la zona. Durante la za­ fra se trabaja duro y se come bien. El mercado dominical in­ crementa sus operaciones y la variedad de sus mercaderías.

Durante las aguas el trabajo es disparejo, se agota el ahorro y se sobrevive. El ingenio mismo reproduce la dicotomía: dos plantas de trabajadores administrativamente separadas rea­ lizan las labores de molienda y reparación de la maquinaria.

Los ganaderos solos tienen en las aguas, mejores momentos:

agua y verdor en abundancia incrementan la cantidad de leche

y permiten acercar los hatos al pueblo.

Esta división se completa con marcas semanales que

señalan el día de mercado, de visita al pueblo, a la iglesia

y a la plaza. Entre los asalariados, agrícolas e industria­

les, el "semanario" se recibe el sábado y delimita la periodi

cidad del abasto en esas unidades domésticas. Algo similar

sucede con los créditos de avío, otorgados por el ingenio-

banco. Estos se hacen efectivos el viernes, sobre la base de

cuotas semanales de avance en el cultivo,certificadas por los inspectores de campo.

Marcas rituales apuntan el inicio y fin de la zafra.

Una misa celebrada en el patio de la fábrica precede los pri- 358

meros aullidos de la caldera en cada temporada. Cuando los últimos montones de cana pasan a proceso, la misma caldera "llora" anunciando el fin de la zafra y los pre­ parativos de la gran fiesta obrera.

El espacio se divide también. Existe, entre las zonas de siembra y pastoreo, y las. zonas de. vivienda, transformación y consumo, una brecha subrayada por la estratificación local y sus criterios. En otra época la distinción se hizo entre la villa y las haciendas; hoy se establece entre la cabecera municipal y los ranchos.

Entre ambos, la distinción traduce diferencias de actividad y de ingreso que colocan a los habitantes de la periferie por debajo de los miembros del conglomerado urbano.

2) Las diferencias sociales.

La diferenciación fundamental ha corrido sobre cuatro grupos básicos de indicadores relacionados entre sí: el tipo de actividad; el monto supuesto del ingreso, las propiedades y la forma que asumen ambos; el lugar de residencia; y las redes sociales.

Ingreso, propiedad y tipo de actividad se encuentran

íntimamente ligadas. Es claro que los dos últimos der 359

terminan en alto grado al primero, pero ademas resultan bási­

cos para la inclusión en alguno de los grupos diferenciados

dentro de la población.- Es aquí donde se han visto los mayo­

res cambios con el paso del tiempo: algunos grupos han desapa

recido totalmente (hacendados, acasillados, arrieros), mien­

tras que han surgido otros nuevos (obreros, ejidatarios, em­

pleados del ingenio, maestros y otros empleados gubernamenta

les). Otros más, han cambiado su posición relativa con respec

to a los demás, al derivar su ingreso de fuentes menos presti­

giadas (huerteros), menos redituables (pequeños comerciantes), o más competidas (artesanos).

El tercer punto se refiere al reconocimiento de una diferencia

asociada con la ubicación espacial de la residencia. Se aso­

cia una jerarquía de prestigio a la ubicación residencial de

acuerdo con lo que podríamos denominar un modelo centro-peri­

feria: se otorga un valor positivo supremo al centro, mientras

que se valoran negativamente las áreas situadas en los puntos

mas alejados de él. Al mismo tiempo, cada centro forma parte

de la periferia de un centro mayor, situado en el siguiente ni

-xel de integración. En el ámbito micro-regional, el punto no­ dal lo ocupa la villa de Taretan: centro de la actividad econo mica de transformación, comercialización y residencia. Esta forma parte de la periferia que tiene como centro a la capital regional de Uruapan. La villa tiene asimismo un centro, defini do por el cruce de las principales vías de acceso, la plaza, la iglesia y el cabildo. Las casas situadas en su derredor se con sideran como parte de ese espacio y los barrios de la población como periferia. 360

Antaño esta distinción tenía bastante fuerza:"la cuadri

lia, el barrio alto, el centro,'palo gacho" 'el toro""el nogal,^

por ejemplo, constituían entidades diferenciadas con algún gra

do de consistencia interna, a juzgar por los relatos de renci­

llas y diferencias entre sus miembros. La composición social

era también distanta: jornaleros y acasillados, comerciantes y

artesanos, servidores públicos y arrieros, se distribuían en

zonas diferentes de la población. Las haciendas, situadas en

la periferia, daban lugar a entidades separadas en las que ca­

sa grande y cuadrillas conformaban el universo residencial lo cal. La lucha agraria modificó los valores atribuidos, pero no la valoración. El centro siguió siéndolo hasta tal punto que la dirección agrarista se vio forzada a crear un nuevo nú­ cleo de población para incrementar su autonomía y establecerse como un grupo diferenciado: la colonia Emiliano Zapata, popu- larmente conocida como Colonia Roja. Las haciendas desapare­ cieron y en su lugar surgieron los núcleos de población eji­ dal. Cada uno de ellos organizó en su derredor parcelas y cam pos de cultivo. Todos ellos, empero, han permanecido en la periferia de la villa.

En la actualidad, el centro ha incrementado su prima­ cía con la instalación del ingenio y la consecuente estructu­ ración de su área de influencia alrededor. Comercio, vías de comunicación y agencias gubernamentales han respetado también la jerarquización del espacio, poniendo énfasis en el carác­ ter central de la población de Taretan. Aunque los barrios han perdido casi toda su fuerza aglutinadora, existen algunas tendencias residenciales. La construcción de una unidad ha- 361

bitacional para obreros del ingenio ha segregado a la mayor

parte de estos en la CQlonia obrera. Ubicada en la parte

sur del poblado, ocupa una zona que por ser más calurosa ha­

bía sido relegada como lugar de residencia. La construc­

ción de la colonia ha modificado esta tendencia. En el cen­

tro del pueblo y sus calles adyacentes, permanecen, sobre to­

do, las familias acomodadas de comerciantes, ganaderos, pro­

pietarios de tierra y artesanos exitosos, a los que reciente­

mente se han sumado algunos advenedizos con intereses comer­

ciales. El círculo inmediato lo ocupan los descendientes de

arrieros y artesanos, que han venido modificando su activi­

dad, ajustándose a las nuevas circunstancias. Hacia el nor­

te, el poblado se extendió mucho a lo largo del camino real,

lo que evoca aún con bastante fuerza el viejo eje de tránsi­

to. En el barrio alto y más al norte, a ambos lados del ca­

mino real, rebautizado como avenida Revolución, se han asenta

do básicamente jornaleros sin acceso a la tierra o que logran

la renta ocasional de alguna pequeña parcela. Al este se en­

cuentra la cuadrilla, que alberga a una gran parte de 1

ejidatarios de San Joaquín. Al oeste, la colonia roja es el

núcleo de población del ejido Taretan. El resto de los eji­

dos constituyen puntos de residencia con la categoría políti­

ca de encargaturas del orden y a ellos se refieren los habi­

tantes de villa como los ranchos". Casi cincuenta años de

existencia como espacios ejidales de asentamiento, han visto

crecer a estos núcleos con los descendientes de los primeros ejidatarios. Muchos oe ellos no tienen ya acceso directo a 362

la tierra, a pesar de las ampliaciones concedidas en varios

casos. Estos asentamientos han crecido y se han vuelto mas

complejos con la instalación de centros escolares y algunos

servicios públicos. Con todo, la relación que mantienen con

¡respecto el centro no se ha modificado; incluso podría decir­ se que se ha reforzado.

El cuarto criterio de estratificación consiste en la

evaluación de las redes de relaciones personales y familia­ res, reales y supuestas, de las que presumen los actores. Los

lazos de parentesco real, ritual y ficticio (en ese orden) constituyen una primera trama. El círculo mas amplio está compuesto por las relaciones de amistad, que se jerarquizan desde las más íntimas hasta las que califican a las partes de simples conocidos". La valoración de estos nexos se ha­ ce con los mismos criterios de estratificación mencionados, por lo que se privilegian los lazos alegados con los estratos ubicados en la parte superior de la escala. En este terreno, los actores adquieren prestigio en la medida en que logran hacerse ver inmiscuidos o derivando beneficios de su inser- n * " ción en algún tipo de relación patrón-cliente, de su partici­ pación en camarillas (cliques), o en alguna forma de vincula­ ción de tipo egocéntrico (cuasi-grupos o conjuntos de acción). 363

En la medida en que la población ha multiplicado el

numéro de sus miembros,-las posibilidades de interacción se

han vuelto mayores. En este sentido, la red de lazos perso­

nales se ha ampliado para la mayoría de las personas. Más im

portante, sin embargo, ha resultado la ampliación derivada de

las modernas vías de comunicación y, en general, del proceso

de expansión estatal, que han favorecido la formación de un

universo de interacción más amplio y más rico.

En la primera etapa considerada, ese universo se ha­

llaba limitado para la mayor parte de los habitantes a la lo­

calidad o a la comarca; sólo en algunos casos este se exten­

día a la región o más allá. La Revolución y, sobre todo, el

reparto agrario, modificaron esta estructura. Los grandes volúmenes migratorios que hemos observado, en mucho colabora­

ron en su resquebrajamiento. De manera más importante quizás,

la ruptura del esquema hacendarlo de organización social,

transformó el universo de interacción, ampliándolo tanto hori

zontal como verticalmente. El establecimiento de relaciones con individuos situados más allá de la cuadrilla de trabajo, del universo limitado de la hacienda, e incluso allende la propia comarca, se hizo no sólo posible, sino necesario. Da­ das las nuevas condiciones sociales de existencia, de trabajo y producción, resultó imprescindible extender y afianzar los contactos personales y del grupo. Sólo así se logró la nueva organización productiva basada en el ejido; por definición

integrado a los sistemas nacionales de movilización campesina, de organización agraria, de abasto y de crédito. 364

Posteriormente, el flujo migratorio no ha cesado. El

incremento demográfico y la ampliación del aparato estatal de

escolarización han proporcionado material y conductos para la migración de trabajo, tanto como la emigración escolar-profe­

sional. Con ello, el círculo se ha ampliado aún más: los

habitantes se encuentran vinculados por redes extensas que in­

cluyen personas situadas en distintos niveles de integración.

La relación con parientes y amigos residentes en otros puntos

de la región, en Uruapan, la capital del estado, la ciudad de

México, o los Estados Unidos, es cada vez más cercana.

Paralelamente, el número de campos sociales en que

un ego puede situar su interacción, se ha visto multiplicado y diferenciado. En la hacienda, parentesco, residencia y

trabajo eran prácticamente co-extensivos. La interacción en

el mercado resultaba sólo un poco más variada. El liderazgo

agrario, mediante un proceso de intermediación, inició la

ruptura de este esquema: la vecindad se ligó a la posesión de

las parcelas, cuyos núcleos solicitantes se integraron sobre

bases de antigua vecindad, parentesco, amistad y patronazgo.

Más tarde, y sólo en ocasiones, se vinculó a ellas la organi­

zación del trabajo. La posterior instalación de la fábrica

abrió campos totalmente nuevos; su crecimiento ha ampliado es­

tos. En el ingenio hay distintos grupos de trabajadores no

directamente relacionados más que por la fuente de su ingreso.

A su vez, la vinculación de todos estos con los productores,

transportistas, jornaleros y otros grupos es sumamente varia­

da. Lo.mismo puede decirse en términos de la formación de una

gran cantidad de grupos de crédito, asociaciones de produc - 365

tores, de padres de familia, organizaciones sociales y po­

líticas. De este modo, la definición de redes efectivas

en la actualidad reconoce la inclusion de una gran varie­

dad de campos. Esta, sin embargo, tiende a ser mayor en

la medida en que ego se encuentre más cerca del centro,

en el' modelo arriba mencionado.

3) La segmentación política. En la actividad generada por el ingenio se han forjado

diversos grupos que pueden ser descritos de manera muy gene­

ral como obreros, ejidatarios, pequeños propietarios, co­ merciantes, artesantos, trabajadores de confianza, jorna­

leros, empleados públicos. El contingente numéricamente más importante es, sin

duda, el de los ejidatarios. Los miembros de 25 ejidos

integrantes de la zona de abastecimiento del ingenio, sin

embargo, no constituyen un grupo homogéneo. Los ejidos

tienen sus particularidades y, entre ellos, desde su forma­

ción han existido grandes diferencias, a menudo acrecenta­ das con rencillas entre sus miembros, problemas de límites,

de uso del agua, etc. En seguida, dentro de cada ejido hay

diferencias: no todas las parcelas son iguales, ni todos las

trabajan con igual empeño. Además, hay ejidatarios que des­

empeñan actividades complementarias tan importantes como el

usufructo de la propia parcela. Entre ellas se incluye, des­

de luego, en algunos casos, la propiedad de alguna parcela 366 privada, el comercio, una plaza en el ingenio, algún ofi­ cio artesanal, o varias de ellas.

Un corte transversal entre los ejidatarios lo consti­ tuye el cultivo de la cana: no todas las parcelas del eji­ do son susceptibles de sembrarse con cana (veáse mapa IV-2), además de que hay ejidatarios que prefieren no sembrar cana aún pudiendo hacerlo (véase arriba) y a pesar de los pro­ blemas que esto les acarrea.

Otro problema son los residentes en los asentamientos ejidales que no son formalmente titulares de una parcela.

Hay un grán número de hijos de ejidatarios yejidatarios con

"derechos a salvo" que se consideran miembros del ejido sin tener tierras.

En este contexto se efectúan las elecciones de los co­ misariados ejidales, autoridades y enlaces de los ejidos con la sociedad mayor.

Todos los ejidatarios que siembran cana participan, por medio del presidente del comisariado ejidal, en la Unión Re­ gional de Productores de cana. Aquí comparten la lucha, aunque no siempre los puntos de vista, con los pequeños productores privados que también envían al representante de su Asociación. La presidencia de la URPC, que siempre ha tenido una gran carga de penosa negociación con la empre­ sa, se ha vuelto un recurso codiciado en la medida en que los créditos del gobierno federal para el mejoramiento de las condiciones de vida y de trabajo de los cañeros se han 367

canalizado por esa vía.

Los obreros, como señalamos arriba, constituyen el gru­

po de mayor peso en la zona, a pesar de su numero relativa­

mente reducido. El papel de este grupo y de sus autoridades

sindicales locales es, sin duda, el de mayor importancia pa­ ra el proceso político local.

Otro grupo, importante por su número, pero con un peso

político muy poco significativo es el de los jornaleros. Con

muy pocas posibilidades de organización, una gran diferencia­

ción interna y una gran dispersión, constituyen el grupo más

desprovisto y desprotegido de la región.

Finalmente, comerciantes, artesanos, empleados de con­

fianza del ingenio y empleados públicos, se distinguen tam­

bién del resto formando sus propios conglomerados.

Entre todos estos grupos han dado vida a una unión de productores de cana, una unión de pequeños propietarios, una

asociación ganadera local y una sección del SNTIASRM. Sus miembros participan en la integración del comité municipal del PRI y de los sectores del partido oficial. En la suma, sin embargo, predomina la sección de los obreros. Esto se manifiesta claramente en la disputa por la presidencia del ayuntamiento.

4) Las elecciones de 1983.

En Taretan la adhesión al PRI se hizo de manera "volun­ taria" y exigió una gran decisión de los participantes (que arriesgaron incluso su vida). Ciertamente el PRI no hizo 368

sino canalizar el descontento muy bien fundado de una gran

parte de la población para colocar a una elite de reemplazo

y eliminar un problema político que podía convertirse en al­

go más serio.- Las órdenes provinieron del Comité Distrital

del PRI en Uruapan y el encargarlo de ejecutarlas en Taretan dio la pauta para la formación de los sectores que integra­ rían el partido.

Desde la formación del comité municipal del PRI partici­ paron comerciantes, ejidatarios, productores de caña y obre­

ros. Al establecerse la continuidad del nuevo ordenamiento la participación se dio explícitamente sobre estas lineas.

El primer presidente municipal del PRI en 1958 fue un dirigente ejidal, de los que empuñaron las armas para el triunfo. El y sus hijos estarían directamente.ligados al comité municipal del PRI hasta 1968, aunque su participa­ ción en el ayuntamiento disminuyera. .En 1960, el segundo tirenio priista, fue presidido por otro de los que habían participado activamente en el cambio de dirección, desde una organización de productores de caña. El tercer ayun­ tamiento (1963-65) fue presidido por un obrero, ya no tan directamente ligado al grupo inicial. El cuarto periodo volvió a manos de un productor cañero y comerciante en 1966.

Para este momento, sin embargo, la fuerza del sindicato de obreros era ya un elemento de gran peso: su oposición a un candidato que ellos no habían apoyado fue decisiva. El pre­ sidente fue destituido antes de concluir el periodo sobre la base de una acusación no probada de malos manejos,promovida 369

por la dirección sindical ante las oficinas administrativas

del gobierno del estado. De nuevo, un capitán del ejército

ocupó la presidencia por espacio de un ano. Las nuevas elec­

ciones dieron la presidencia a un obrero-ejidatario en 1969. Desde entonces, todos los presidentes municipales tuvieron

una relación muy cercana con la empresa y el sindicato azu­

careros. Cuando no fueron obreros, tuvieron como síndico primero a un obrero ligado a la dirección sindical.

En 1981, el recién instalado gobernador del estado quiso asegurarse lealtad en los ayuntamientos y promovió la reali­ zación de asambleas previas a la nominación oficial del PRI, en las que los representantes de los sectores eligieran de manera más "democrática" a uno entre varios candiatos. El resultado fue la selección de candidatos con mayor apoyo po­ pular, pero opuestos en muchos casos a las fuerzas locales tradicionales, en una gran parte de los municipios del estado.

La maniobra fue un éxito desde el punto de vista del go­ bierno que se iniciaba. El apoyo básico de estos alcaldes provenía de su relación con el gobierno del estado para ha­ cer frente a la oposición local. A cambio, pudieron ofre­ cer lealtad y tranquilidad durante un trienio. En el largo plazo, las cosas cambiaron.

En Taretan la maniobra favoreció a un obrero-ejidatario que había sido presidente de un comisariado ejidal (en un eji­ do cercano a la cabecera pero no de los que tradicionalmente han influido en la vida municipal) y que tenía fama de haberlo 370

manejado con honradez. También había participado, junto con

los productores de cana en la lucha por la indemnización del

fertilizante-arena. Gracias a este cumulo de apoyos pudo sal­

var el obstáculo de no pertenecer al grupo dominante dentro

de la organización sindical. Solo al congregar el apoyo de

todo el sector campesino con el popular y una parte de los

obreros, pudo vencer la oposición del sindicato. A pesar

de haber conquistado la presidencia municipal, sin embargo,

tovo que enfrentarse a una oposición sistemática de ese gru­ po durante los tres anos. Esta fue visible en Taretan, pero

se manifesto también en el intento por mover en su contra al gunos elementos gubernamentales en Morelia.

Para la nominación del candidato en 1983 la dirección estatal del PRI no repitió la experiencia de 1981. En esta ocasión sondeó a los presidentes municipales y sobre esa ba­ se preparó la nominación. En Taretan no hubo acuerdo en tor­ no a la selección del candidato. Había tres posibilidades.

Un individuo que en varias ocasiones había manifestado su deseo de llegar a la presidencia, pero que no contaba con ningún apoyo importante y dos obreros. Estos dos, un obre­ ro-ejidatario y un obrero-sastre-comerciante, representa­ ban las verdaderas fuerzas en pugna.

El obrero-ejidatario ya había sido presidente municipal y durante una época en la que la población se había visto fa­ vorecida con grandes inversiones públicas en escuelas, huer­ tos frutales y ampliación del ingenio. Tenía además el apoyo 371

de la dirección sindical, donde había participado justo an­

tes de ser presidente la primera vez. Tenía también un res­ paldo algo dudoso de la liga de comunidades agrarias, en la

que había desempeñado algún cargo cuando dejó la presidencia.

Contaba además con el apoyo de tres ejidos: uno del que for­

maba parte y que se había beneficiado con su actuación ante­

rior; otro al que pertenecía el Secretario del Comité Regio­

nal Campesino que había llegado a esa posición con su apoyo;

y otro cuyo presidente del comisariado ejidal era su parien­

te. Pronto se granjeó además las simpatías de una buena par­

te de la población con la promesa de obras y servicios como

los que había "logrado" en su actuación anterior. En su con­

tra estaba una mala fama ganada en muchos anos de vida pu­ blica en la que las borracheras abundaron.

El segundo candidato, tesorero municipal en la adminis­

tración saliente era la propuesta "oficial". Hombre de pocas palabras, sereno y dedicado, no tenía grandes simpatías pu­ blicas. Contaba con el apoyo del presidente y de su ejido.

Tenía el respaldo de los comerciantes, uno de cuyos miem­ bros más distinguidos era el representante del sector popu­ lar. Entre los obreros tenía el mismo problema que su ante­ cesor: era contrario a la dirección sindical. Esta pronto orquestó toda una campana de rumores en su contra y apoyó la candidatura de su oponente. Con ello, además, demostraba su fuerza frente al presidente saliente.

Tras varias acciones de provocación promovidas por la 372

dirección sindical (desfile paralelo al oficial durante la

celebración del 20 de noviembre, pintas en los muros, rumo­

res y pullas, desacato a la autoridad municipal...), se lle­

gó a la asamblea de nominación. El obrero-ejidatario "reci­

bió la orden de disciplinarse y retirar su candidatura", de

voz de las autoridades partidarias. Con esto, los delegados

de los sectores obrero y campesino que habían sido cuidadosa­

mente aleccionados, exclamaron "no tenemos candidato" y aban­

donaron la sala. Los cincuenta representantes del sector po­

pular que habían permanecido en la asamblea designaron a su

candidato. Hubo candidato oficial a pesar de la presión.

La campaña dio comienzo a pesar de las amenazas y el Partido

sostuvo a su candidato. No obstante, la disciplina parti­

daria no se impuso de manera general. Apoyado por la direc­

ción sindical y algunos de los ejidos, se lanzó como candi­

dato independiente autodenominado "candidato del partido

del pueblo". Dos campañas paralelas se desarrollaron.

Las elecciones se llevaron a cabo el domingo cuatro de

diciembre en una jornada tensa pero festiva que atrajo gran

participación. Hecho interesante en una población con una

trayectoria de violencia como Taretan, donde las elecciones

han sido más de una vez momento de zafarrancho. La direc­

ción sindical imprimió y repartió unos sellos autoadherentes que podían pegarse en las boletas electorales y que contenían

la formula de los candidatos independientes. La población vigiló la jornada y las ánforas.

Por la noche, la presión general obligó a un recuento publico de los votos en la plaza de armas y este tradujo un 373

margen favorable al candidato no oficial.

El resultado oficial de las elecciones tuvo que recono­ cer el triunfo del candidato disidente, a pesar de haber in­ dicado en algún momento que no era válido el sistema de los

"pegotes". Esto, en la prensa michoacana se interpretó como una derrota del PRI a manos de corrientes renovadoras. Un análisis más detallado podría sugerir una reconquista de las fuerzas tradicionales de su esfera de dominio.

En todo caso, debería quedar claro el peso de los obre­ ros en la conquista de este espacio político y la importan­ cia de su asociación con los demás segmentos sociales de la zona. 374

Conclusiones.

En el presente trabajo he buscado establecer las trans­

formaciones más importantes de la organización social y polí­

tica de la región cuyo centro es el municipio de Taretan. He

partido del estudio de una región, definida como un territo­

rio de especificidades generadas en torno a la transformación

adaptativa de un entorno, y caracterizada por el cultivo de

la cana como un rasgo continuo fundamental. Descrita la orga

nización de una serie de haciendas-plantaciones, he intentado descubrir el proceso de formación del grupo dirigente de la

lucha agraria como el pivote de la destrucción de la gran pro piedad territorial. En este tránsito he buscado la raíz de la transformación del núcleo agrarista en un grupo político con pretensiones extralocales basadas en su dominio regional.

Finalmente, he intentado vincular la destrucción del lideraz­ go local y el establecimiento de una élite transicional de remplazo, con la intervención estatal tanto directa como tan­ gencial originada por el establecimiento de un enclave agro- industrial conducido por el propio Estado. Mediante el aná­ lisis de este proceso he pretendido ilustrar la tendencia ha­ cia la consolidación de un aparato nacional de dominación cu­ ya penetración en el ámbito regional y local es análoga a la implicada en la formación del Estado.

El hilo conductor en todo el análisis es la noción de 375

estructura, entendida como una articulación definible entre partes diversas. En la descripción de los tres periodos he señalado los rasgos característicos fundamentales de esta tra ma: la organización de los vínculos de propiedad, de trabajo, de intermediación y de decisión sobre los asuntos públicos.

Puntos todos ellos en los que se pone de manifiesto la capaci dad real de intereses en competencia para orientar la trans­ formación del entorno y la distribución de sus frutos. Es aquí donde me parece que han de encontrarse los cambios ma­ yores. La estructura de poder, identificada por la relación que guardan los participantes en el quehacer cotidiano del espacio de adaptación aquí privilegiado en términos de un universo micro-regional, cambia en relación estrecha con el proceso general del devenir del sistema total. Insisto en que los cambios se generan localmente por la incidencia de los acontecimientos externos sobre un eje de relación entre adaptación y control: acomodo a situaciones cambiantes en las que deben ajustarse la percepción y el dominio sobre re­ cursos y enlaces localmente existentes y regionalmente apre­ ciados. De ahí la diversidad regional entendida como multi­ plicidad de territorios de especificidades, hechas en el pro­ ceso general de adaptación.

La región y los procesos sociales de adaptación impli­ cados son hechos históricos inseparables del devenir general del entorno sociocultural en el que se hallan inmersos. Tra- 376

tamos con un siglo en el que la sociedad mayor sufre transfor madones importantes entre las cuales el tránsito del antiguo al nuevo régimen representa un cambio fundamental que permea la generalidad de los procesos sociales. Aquí se explora la posibilidad de reseñar los acontecimientos sustantivos del contexto social mayor que se encuentran más directamente li­ gados, por sus repercusiones, con el ámbito local, pongo én­ fasis en dos puntos. En primer lugar, afirmo el carácter his tórico del proceso de penetración y centralización Estatal, tendiente a la organización de un dominio extenso e idealmen­ te unitario sobre un territorio. Aquí se analiza la inciden­ cia regional, como variable dependiente, de este proceso, con siderado como la variable independiente. En segundo lugar, se busca poner de relieve la interdependencia de los dos procesos de adaptación y control que se hallan implicados en la actividad política. Esta relación tiene una doble pers­ pectiva: por una parte, aquella que se refiere a los actores que operan en el ámbito local, en su relación con el entorno socio-histórico mayor; y, por otra, la que corresponde a los actores políticos situados en los niveles superiores, en su relación con el espacio regional y local. Desde ambos puntos de vista, pueden situarse los acontecimientos en la relación de interdependencia existente entre la tendencia a adaptarse a situaciones cambiantes y la necesidad de afianzar los con­ troles que permitan la supervivencia o coordinación en cada 377 nivel. Ello necesariamente hace obvia la situación de super subordinación en lo que respecta a los demás niveles. Para cada confrontación, los actores involucrados recurren a la manipulación de los vínculos relevantes, seleccionados entre todos aquellos a los que tienen acceso. Así, la confronta­ ción suele involucrar el numero mayor de campos que los ac­ tores pueden poner en relación. De este modo se hacen mani­ fiestos los rasgos estructurales de dominios y niveles en que estos operan. El mantenimiento de una situación dada implica tensión y requiere de actividad permanente sobre la mayor parte de los vínculos. Por tanto, el ajuste recípro­ co que los actores involucrados realizan tras cada confron­ tación, puede modificar el panorama: vínculos horizontales y jerárquicos se afianzan o diluyen dependiendo de los resul tados.

Los tres tiempos descritos, denominados

Hacienda-plantación, Implantación ejidal e Ingenio-planta­ ción, denotan fases en el tiempo, segmentos de un periodo, en los cuales la estructura acusa diferencias importantes en sus rasgos esenciales. Con ello queremos decir que algunas de las relaciones de poder se han visto afectadas por los cambios resultantes de la re-organización socio-económica regional en la que se hallan inmiscuidas. Otras relaciones pueden haber desaparecido o haber perdido su relevancia y puede haber algunas que hallan permanecido inalteradas jun- - 378

to con el surgimiento de nuevos vínculos. La descripción

ha pretendido caracterizar esta estructura de manera de tor­

nar visibles estas transformaciones. El énfasis está puesto

en las relaciones que se consideran como básicas para la com­

prensión de la vida económica y política de la región.

Para cada uno de los tres momentos he buscado identifi­

car los recursos disponibles y su importancia relativa en el

contexto regional. Asimismo, al localizar los agentes de con

trol y su destino, he pretendido establecer la relación exis­

tente entre ellos para dos áreas prioritarias de definición

analítica: la organización productiva y la organización polí­

tica. En la primera, el control sobre el agua, la tierra, el capital y el trabajo Reconsideraron fundamentales. Propie­ dad, apropiación, usufructo, se identificaron como las rela­ ciones en que se sustentaba ese control: como relaciones en­ tre individuos mediadas por objetos. Tales relaciones defi­ nen la capacidad de utilización en diversos grados: el simple acceso en un extremo y la destrucción total en el otro, se situaron en los límites. En la segunda área, la identifica­ ción del control sobre medios de coerción física, de socia­ lización política, de consenso y de consentimiento, permitie­ ron acercarse a los recursos en pugna. Enlaces externos, ar­ mas y municiones, fuentes de legitimidad, veto y exclusión del acceso a beneficios socialmente valorados, se convirtie­ ron en las definitorias de las relaciones políticas, de auto- - 379

ridad y de mando. Las posiciones desde las cuales pudo lle­

varse a cabo el triple movimiento de agitación-organización-

control se constituyeron en los recursos fundamentales: el

ayuntamiento, los ejidos, los organismos de defensa, las aso­ ciaciones gemíales.

Como resultado, la hacienda-plantación se afirmó como

el eje rector del primer momento. Basado su dominio en el

control mayoritario de tierra, agua, maquinaria, inversión

productiva, organización del trabajo y derrama económica;

estableció la orientación del proceso de transformación del entorno. En el universo regional, grupos medios aprovecha­

ron la circunstancia para avanzar sus intereses, llevando

una vida holgada y amable a su sombra. Ante la hegemonía

hacendaría, los puntos en disputa eran escasos. El ayunta­ miento, lentamente renovado, fungía más como un coordinador

de obras publicas, programadas por los sectores medios de la población pero pagadas por las haciendas, y como una fuente de legitimidad para la persecusión de pendencieros y la ga­ rantía del orden hacendarlo, que como recurso en disputa.

En la etapa de transición o implantación ejidal los cam-

'H bios en la estructura general fueron sustantivos. Como um­ bral de transición, en el pueden identificarse los vectores principales cuyo peso diferencial definió el tránsito. En­ tre la hacienda-plantación y la implantación ejidal dos fuer­ zas principales se disputaron la prioridad en la asignación 380

de los recursos en la región. Por una parte, hicieron pre­

sencia las acciones emprendidas por las propias haciendas

y sus asociados para defender su supervivencia. Por otra,

se definió la actividad de los propios promotores de la re­

forma agraria, enlazados desde los impulsores de un proyecto

de nivel nacional de reorganización económica y política,

hasta los sujetos del nivel local. En ambos casos, y tenien­

do como límites la pasividad de los sujetos y el reacomodo

de los objetos del reparto, una dirección local asumió y per­

sonalizó la disputa general, recorriendo instancias diversas

de dirección, sujetas a compromisos, colaboraciones y contra­ dicciones cambiantes. El éxito de cada vector se encontró

definido por su capacidad de control sobre los recursos sig­

nificativos para región: medios de producción; armas y muni­

ciones; enlaces y lineas de comunicación externa.

Como resultado, una nueva forma de organizar la produc­

ción se gestó asociada a una estructura de mediación destina­

da a consolidarla. En la trama económica, la hegemonía de

la hacienda sobre la tierra, el agua y la organización del

trabajo se rompio totalmente. Con ello el capital privado

se retiró de la inversión productiva directa. El proceso

fue, no obstante, lento y accidentato: se inició con desor­ ganización productiva y siguió con cambios en la organiza­ ción del trabajo y de la comercialización, aparcería en gran escala y dificultades financieras mayores que llevaron 381

al arrendamiento, hipoteca, venta y fraccionamiento de las

unidades hacendarías. Asociado a el se gestó otro proceso

igualmente difícil de surgimiento de una nueva estructura

agraria: el derecho al usufructo de la tierra y el agua se modifico radicalmente. El trabajo cambió de forma, perdió toda organización mediante coerción externa, diseminándose en multiplicidad de esfuerzos unifamiliares y abandonando la región como ultimo recurso de supervivencia. El capital se reorientó hacia el crédito de avío, como refacción para la cana piloncillera o como compras al tiempo para el arroz: tuvo a Uruapan como fuente y a ella retornó con las utilida­ des. La plaza se declaró desierta para el capital comercial: los restos locales se convirtieron en tierras y ganado o aban donaron la región; los comerciantes foráneos desplazaron sus rutas. No hubo acuerdo, sin embargo, sobre la nueva organiza ción productiva: los usufructuarios de los ejidos se dividie­ ron en torno a las formas de explotación. Tampoco resultó simple habilitar las siembras ni comercializar los frutos.

En contraste con esa soltura, la estructura política acuso una mayor centralización. Para romper la hegemonía de la hacienda, la modernización promovida desde el Estado de la post-revolución resultó fundamental. No obstante, el instrumento legislativo repercutió muy diversamente en el territorio nacional. La formación del núcleo dirigente ta- retano constituyó una respuesta regional específica dentro 382

del esquema del liderazgo político local del México post­ revolucionario. Su aprovechamiento de la coyuntura política general para la transformación del acceso a la tierra y al control de las decisiones vitales de la organización regional, fue igualmente claro que su utilización por el aparato guber­ namental para la modernización de la estructura agraria y de participación en areas "marginales". Este solo hecho facili­ tó la formación de una estructura de mediación. En ella, los intermediarios lograron sacar el máximo provecho de su activi­ dad en ambos niveles manipulando el control real o supuesto que tenían sobre los recursos de cada nivel para fortalecer su posición en el otro. El éxito coronó la fórmula de la participación política. A pesar de la importancia de la oposición local, se conquistaron los recursos tradicionales.

La lucha por algunos de ellos como el ayuntamiento dio prue­ ba de un renovado papel de esta instancia como punto de enla­ ce, como fuente de legitimidad y como índice de autoridad en la orientación de la vida pública regional.

La vinculación expresa de modernización económica y cam­ bio político llevó a la dirección regional a impulsar un pro­ yecto de desarrollo agro-industrial. Ciertamente la fábrica cambió la suerte del fracaso económico inicial, pero también selló la suerte del liderazgo. Las características inherentes a los procesos industriales, asociadas a los cambios operados en el modelo Estatal de crecimiento a partir' de los anos cua- - 383 - renta confirieron al ingenio rasgos de enclave. La estruc­ turación regional centrada en este nuevo sistema hegemónico dio lugar a la tercera fase descrita. El ingenio reorganizó las actividades productivas en su derredor de acuerdo con una lógica propia, centralizándolas y determinando su valor rela­ tivo en relación con sus funciones esenciales. Mediante los instrumentos legislativos de producción azucarera y el manejo del crédito, el ingenio determina el empleo de los recursos productivos en la región. Colateralmente, la derrama económi ca de su operación genera pequeñas actividades comerciales y de servicios que renuevan anualmente la actividad económica La estructura de poder se modificó en consecuencia. Lo­ grada la implantación de los ejidos, la reorganización tecno- económica basada en el ingenio modificó la participación de los grupos sociales en la lucha por el poder. El peso espe­ cífico de nuevos actores sociales encontró en los intermedia­ rios políticos un obstáculo innecesario. La derrota del li­ derazgo regional significó la consolidación de la estructura productiva centrada en el ingenio y de la estructura política de coordinación directa por medio de las agencias del Estado.

La implicación obvia fue el incremento en el número de agen­ cias del Estado directamente implicadas en el quehacer regio­ nal. Asociado con ello se encuetra el nuevo giro adoptado por la instancia político-administrativa del nivel local: el ayuntamiento. Cada vez más, como parte de la necesidad - 384 -

de centralización estatal, es el propio ayuntamiento el encar­ gado de la mediación con los niveles superiores. Como ultimo eslabón en la cadena gubernamental, situado en el nivel de las relaciones cara a cara, personaliza al gobierno en el ni­ vel local. Al igual que otras agencias del Estado en este nivel, es un eslabón final, pero, a diferencia de ellas, es permanente, está sujeto a apropiación por los grupos locales de poder y tiene visos de autonomía. La dualidad así creada de institución de gobierno local autónomo, al mismo tiempo que agencia administrativa estatal, hace del ayuntamiento un recurso codiciado y un problema potencial de control político.

En la disputa por los márgenes dejados por el ingenio a la decisión de intereses locales, intervienen diversos gru­ pos de interés. Todos sin excepción están relacionados con la actividad fundamental de transformación cañera, aunque sea tangencialmente. Además, su formación obedece a un doble pro­ ceso de segmentación política y diferenciación socio-económica orientado por la actividad del ingenio. De ahí la multiplica­ ción de vínculos que redundan en una tendencia creciente a la complejidad de la vida socio-política regional que debe verse dentro del proceso de consolidación vertical del apa­ rato del Estado.