Co~nplutum, 4, 1993:157-168 EN BUSCA DEL PERDIDO. APORTACIONES A LA ESCULTURA ZOOMORFA DE LA EDAD DEL HIERRO EN LA MESETA

Jesús R. A1varez~Sanchís*

«Vez también hubo que me mandó fuese a tomar en peso las antiguas piedras de los valientes Toros de Guisando, empresa más para encomendarse a ganapanes que a caballeros». Cervantes (Don Quijote de la Mancha, II parte, cap. XIV)

REsUMEN—En los últimos años, el catálogo de la escultura zoomorfa del occidente de la Meseta se ha visto incrementado a partir de nuevos hallazgos y publicaciones de conjunto. Este trabajo da a co- nocer nueve esculturas oriundas de las provincias de Avila, Zamora y Toledo. Tras breves considera- ciones sobre técnicas de tal/ay tipología, nos centramos en los problemas de interpretación que ofrece la localización de estas esculturas y su asociación a contextos no siempre, y no necesariamente, arqueo- lógicos. Su distribución nos remite, asimismo, a una reflexión sobre el valor social y económico de los emplazamientos y la utilización de la escultura como un elemento más del pasado en la exhibición aris- tocratizante del presente.

ABsrítÁcT.—Jn recent years, the catalogue oftite zoomorphic sculpture of the West Meseta has In- creased thanks to new discoveries and recent works. Thispaperpresents a group of new sculpturesfrom tite provinces ofAvila, Zamora and Toledo. After a briefdiscussion ofcarving techniques and typo/ogy, we deal wirh the problems of tite context, not necessarily archaeological, in the location of titis sculptu- res. Final/y, it isa/so interesting to note, with regard to titeir spatial distribution, tite economic meaning oftitese sculpíures, whose social value, although it has become blurred with thepassage of time, has sur- vived asan aristocratic emblem into our own times.

PALABRAS CLAVE: II Edad del Hierro. Escultura zoomorfa. Tal/a en piedra. Tipología. Contexto arqueológico. Pastos. Demarcador territorial. Aristocracia. Meseta occidental.

KEywoRtjs: Late ¡ron Age. Zoomorphicsculpture. Stonecarving. Typology. Archaeologica/ con- text. Pastures. Landmarks. Aristocracy. Western Meseta.

1. INTRODUCCION’ que su dispersión coincide en líneas generales con la zona ocupada por los , en el sector surocci- La plástica escultórica de toros y cerdos, genérica- dental de la Meseta, algunos ejemplares no resultan mente conocidos como «», constituye una de extraños en áreas colindantes a la misma, especial- las manifestaciones más singulares de los pueblos del mente en la región portuguesa de Trás-os-Montes. interior peninsular durante la Edad del Hierro. Aun- La reciente publicación de un trabajo de conjunto

‘Agradecemosa Jesús Carrobles. Director del Servicio de Ar- Rosa, Alberto Lorrio, Ana Martín, Marisa Martín. Jose Enrique Be- queología de lo Diputación de Toledo. ya Sagrario Rodríguez, la gen- nito y Pablo Alonso, cuya grata ayuda y compa5ía nos permitió lo- tileza que tuvieron de facilitarnos numerosa información sobre las calizar y abordar el estudio de las restantes piezas. Conste, finalmente, esculturas toledanas que aquí presentamos, así como la posibilidad nuestra deuda a los Drs. G. Ruiz Zapatero, M. Ruiz-Gálvez, T. Cha- de consultar el Inventario arqueológicoprovincial. De modo análo- pa y M. Martínez Navarrete, por sus valiosos consejos y aportacio- go a Rafael García. Director del Mosco de Santa Cruz, Rafael de la nes en la lectura de este trabajo.

• Departamento de Prehistoria. Universidad Complutense de Madrid. 158 JESUS R. ferencias, ni tampoco es este lugar indicado para dis- sobre la escultura zoomorfa (López Monteagudo cutirlo; con todo, son diversos los autores que han he- 1989), brindaba la oportunidad de poner al día la ca- cho mención expresa de las mismas (Morán 1926: 52 talogaciónrealizada por la misma autora unos años an- y 1940: 18; Santos Júnior 1977: 6 y 1985: 33ss.; Arias tes en su tesis doctoral (López Montegudo 1983), has- ta incluir un total de 280 piezas. Faltan, no obstante, et alii 1986: 137, 141-142; González Cordero et alii 1988: 28) hasta poder contabilizar unas 35 esculturas. algunos hallazgos conocidos con anterioridad, pu- Una lectura detenida de las mismas ahoga, al menos diendo señalarse los ejemplares abulenses de 5. Miguel en algunos casos, por considerarlas piezas desapare- de Serrezuela, Las Cogotas y Villaviciosa (Arias et alii cidas de las que existe constancia de su existencia y no 1986: 51, 65, y 140), el verraco de Malpartida de Pla- vagas alusiones literarias. Si atendemos además al he- sencia en Cáceres (Hernández Hernández 1982:214 y cho de tratarse de hallazgos cuyo teórico emplaza- 219) olas noticias fidedignas a propósito de una de las miento coincide con zonas de pastizales, lógicamente esculturas de Villalcampo en la provincia de Zamora en consonancia con el ámbito geográfico que los al- (Martín Valls y Delibes 1982: 67); otro tanto puedede- berga, disponemos de elementos de juicio másque su- cirse para el ejemplar gallego de Narahio (Núñez So- ficientes como para considerarlos puntos de referencia brino 1982), posiblemente trasladado2, olas piezas por- tuguesas de Tralhariz (Santos Júnior 1975: 394-395), en cualquier análisis global sobre estas representa- Mazouco, Cotaceira (1981a) yVila Velhade Sta. Cruz etones. de Vilaniga (1981b). Ausencias que no impiden,cuan- do menos, valorar lo que ha representado en cuanto a una base de datos necesaria en cualquier estudio pos- 2. LOS NUEVOS HALLAZGOS terior, siendo conscientes, por otro lado, de la dificul- tad de «cerrar» definitivamente el catálogo. En este trabajo tenemos ocasión de dar a conocer En efecto, en los últimos años el corpus de verracos nueve esculturas, labradas en granito como suele ser de la Península Ibérica se ha visto incrementado pro- usual, oriundas de las provincias de Avila, Zamora y gresivamente a partir de nuevos hallazgos y publica- Toledo. Aunque en algún caso han sido recogidas en cionesde conjunto. Como dato significativo habremos noticias locales, difíciles por tanto de difundir, también de referirnos, siquiera someramente, a los ejemplares creemos aconsejable añadirlas aquí. La independencia extremeños de Ahigal, Alcántara, Arroyo de la Luz, de los hallazgos nos induce a presentar individualiza- Rebollar, Trujillo y Cáparra, en algún caso haciendo damente cada pieza, para sólo al final esbozar breves referencia a piezas desaparecidas (González Cordero consideraciones de conjunto y sobre su significado en et alii 1988; González Cordero y Quijada 1991:173 ss.), el seno de las comunidades de la Meseta. y un dudoso bloque de granito simulando la figura de - El primero de ellos corresponde a un toro con- un toro procedente de la Finca Retamar, cerca de Al- servado en Torrelaguna (Madrid) (Fig.2.3). Mide 1,10 cántara (Montano 1987: 44). Para el ámbito castreño m. de largo, 0,38 de ancho y 0,75 de alto. Carece de ca- del NO, mención expresa requieren los probablesfrag- beza aunque conserva parte del cuello y el arranque de mentos de verracos hallados en los castros de Assun9áo la papada. Se aprecian ligeramente en resalte los an- y Santa Lucía (Silva 1988: 75, notaS, cuadro 1 BR 82- tebrazos delanteros y traseros, formando el resto de 86 y 87-88), las posibles piezas de Troña (Hidalgo 1987: lasextermidades un bloque indiferenciado que se une 36-37 y fig.13) y Monterroso (Acuña 1992: 22), o los a la peana sin solución de continuidad. La parte pos- recientes hallazgos zamoranos de Madridanos, Villar- tenor del animal constituye una superficie plana en la diegua, Muelas del Pan y El Campillo (Martin García que se advierten, ligeramente en relieve, los testículos y García Diego 1990:27 ss.). Para finalizar, podemos y el rabo, este último vuelto sobre el anca izquierda. añadir la noticia de Fernández Gómez (1990:49 y 54) Bajo el vientre, el pene. El espacio entre el vientre, la a propósito de dos esculturas desaparecidas proce- peana y las extremidades está calado, apreciándose dentes del Raso de Candeleda (Avila) y eltestimonio además un ligero rehundimiento en los laterales. Si de Jiménez de Gregorio (1992: 18) sobre el hallazgo de atendemos a la sistematización del pedestal, éstees se- un verraco en Lucillos (Toledo). miligero de dos soportes (Arias et alii 1986:18). El es- Los nuevos datos habidos tras la publicación del ca- tado de conservación es en general bueno, aunquela tálogo, amén de los que aquí presentamos (vid. mfra) pieza se encuentra bastante erosionada. (Fig. 1) permiten, «grosso modos>, estiman en unos 330 Aunque se desconoce su procedencia exacta parece los ejemplares actualmente localizados y dignos de ser oriunda de la provincia de Avila, desde donde fue crédito, dando siempre por descontado la existencia trasladada a Torrelaguna en los años 60 por su actual de otros muchos ya ocultos en el seno de la tierra, ya propietario3. Su tamaño y geometría, de perfiles rec- camuflados por el desgaste natural del granito o las tos y rasgos apenasesbozados, encuentran réplicas ade- posibles reutilizaciones. Unproblema análogo se plan- cuadas en un grupo de esculturas de marcado carácter tea respecto aquellos ejemplares cuyo conocimiento localista, en el Valle de Amblés (Avila) y con especial procede de reseñas bibliográficas que transmiten no- incidencia en torno a las dehesas que rodean la capi- ticias orales. Ningún elemento permite, aparente- tal, ya sistematizado hace algunos años por Martín mente, fijar con precisión la verosimilitud de tales re- Valls (1974:74 ss.). Aunque en éstas destaca general-

2 En este caso, tampoco debemos descartar la posibilidad de que ‘Se conserva actualmente en el jardín de una casa a las arueras del se trate de una pieza medieval. pueblo, en la carretera en dirección a AIcaI~ de Henares. EN BUSCA DEL VERRACO PERDIDO 159

Fig. 1—Principal área de distribución de las esculturas de «verracos». A) Ile cuerpo entero y fi) cabezas exentas. Los puntos señalan la localización de las piezas que se dan a conocer: 1.- Castro de San Mamede (Villardiegua de la Ribera, Zamora);2.- Castro de Las Cogotas (Cardeñosa, Avila); 3.- Torrelaguna (Madrid); 4.- «El Rincón» (Alcotea de Tajo. Toledo); 5.- -La Alcoba» ( Toledo);6.- Talavera la Nueva (Toledo); 7-San Martin de Pasa (Toledo);8.- Gálvez (Totedo);9.-Argés (Toledo). mente el hecho de no hallarse calado el espacio exis- sible intuir la papada o la ligera convexidad del lomo. tente entre el vientre y el plinto, la presencia, también Del mismo modo, la mitad inferior de la pieza sólo pre- en la misma zona, de una variante que incluye esa par- senta esbozados los perfiles, todo lo cual imposibilita te rehundida y calada, aboga por tal posibilidad. La su adscripción tipológica o, al menos, sistematizar el existencia de una pieza procedente de la finca «La Ala- tipo de pedestal. meda Alta» en Tornadizos de Avila, trasladada hace Pese a todo, nos consta el interés del hallazgo má- tiempo a Madrid, pero de ubicación desconocida (Ló- xime ello si tenemos en cuenta su estado de fabrica- pez Monteagudo 1989: 16 y nota 8), es otro argumen- ción, lo que constituye una fuente de primera mano a to que ayala su procedencia abulense y, muy proba- lahora de ilustrar lasposibles fases que se suceden en blemente, de los aledaños de la capital. la labra de estos bloques (vid. mfra), amén de confir- 2. Desde hace tiempo era conocida por D. Seve- mar el carácter prerromano de lapieza pues sabido es riano Zenalmor, guarda del castro de Las Cogotas que el castro junto al que se emplaza no alcanzó la ro- (Cardeñosa, Avila), la existencia de un bloque de gra- manización (Cabré 1930). Con éste son ya 5 los «ve- nito simulando laforma de un toro, emplazado en una rracos» asociados a este poblado (Arias et alii 1986: 35, pequeña vaguada, al sur del campo de piedras hinca- 61-65 y 137, con una exhaustiva descripción de los res- das y a escasos 50 m. del camino que conduce al se- tantes). gundo recinto fortificado, también conocido como en- 3. A tenor de lo dicho, no menos interesante re- cerradero de ganados. La escultura, que se halla sulta una posible pieza procedente del castro de San tumbada sobre el lado izquierdo, mide 1,88 m. de lar- Mamede (Villardiegua de la Ribera, Zamora), actual- go, 0,45 m. de ancho y 1,12 m. de alto. Sin embargo, se mente reaprovechada en uno de los cercados próximos trata de una obra inacabada, al menos en lo que se re- a laentrada del poblado (Fig.2.5). Mide 1,22 m. de lar- fiere a la parte que está visible, en laque apenas es po- go, 0,43 de ancho y 0,68 de alto. Como la anterior, se 160 JESUS R. ALVAREZ-SANCHIS trata de una pieza inacabada, en la que sólo es posible vera municipal de Talavera la Nueva, desapareciendo discernirel perfil del lateral derecho, simulando lafor- al día siguiente. ma de un toro, y pequeños rebajes en la mitad inferior, 6. A raíz de unas prospecciones arqueológicas lle- en el espacio comprendido entre elvientre y el plinto. vadas a cabo en el término de Talavera de laReina (To- Su estado de conservación es bastante deplorable, con ledo), fue hallada en la finca «La Alcoba» una nueva la cara opuesta prácticamente desbastada, lo que nos escultura de verraco, colocada sobre una pila de abre- lleva incluso a cuestionar hasta qué punto se trata real- vadero, junto a lafachada de lapuerta principal del ca- mente de una pieza. Aunque el hallazgo no permite serio (Fig.2.2). Tiene rota la jeta, así como las extre- mayores precisiones, no está de más recordar la pre- midades, las delanterasa la altura de las rodillas y las sencia de otras tres esculturas, una de ellas una cabe- traseras casi desde su arranque. La parte conservada za exenta, posiblemente oriundas del mismo castro mide 1,50 m. de largo, 0,43 de ancho y 0,55 de alto. Se (Martín García y García Diego 1990:25 y 31-35). Los trata de un buen ejemplar pero esculpido de forma so- restos arqueológicos evidencianuna ocupación durante mera. La cabeza apenas se individualiza del cuerpo, el Hierro II, aunque el poblado también se romaniza aunque parecen destacarse las mandíbulas. El lomo (Martín Valls 1974-75). presenta un alisamiento con pequeñas oquedades, el 4. La Provincia de Toledo ha deparado, en estos antebrazo delantero derecho está ligeramente en re- últimos años, seis nuevas esculturas. De Gálvez pro- salte y,en los cuartos traseros, sólo se apreciael rabo. cede un fragmento de toro de pequeñas dimensiones, Según el personal de la finca, el verraco fue locali- actualmente conservado en una de las aulas de la Cá- zado en la gravera municipal o en sus alrededores, cer- mara Agraria de estalocalidad. Mide 0,72 m. de largo, ca, por tanto, de donde supuestamente proceden los 0,32 de ancho y 0,40 de alto (Fig.2.4). La pieza está muy ejemplares que señalamos arriba. Por las dimensiones deteriorada, faltándole la cabeza y las extremidades, y las características de la pieza pudiera tratarse del partidas éstas casi a la altura del vientre. Unicamente ejemplar citado por el Conde de Cedillo (López de se aprecian el arranque del cuello, los antebrazos tra- Ayala-Alvarez de Toledo 1959: 43-44, n. 72), que Ló- senos brevemente en resalte y el rabo, que cae recto pez Monteagudo da por desaparecido (1989: 102)’. entre las extremidades. Fue hallado a unos 3 kilóme- 7. ASO m. del caserío «El Rincón» (Alcolea de Ta- tros del pueblo, no muy lejos del llamado «cerro de las jo, Toledo), en su lado oeste, yace un gran fragmento Tinajas», junto a un antiguo camino que conducía a de escultura, de unos 2 m. de largo y 0.60 de alto, en Puebla de Montalbán. lamentable estado de conservación. Las patas se ad- 5. El Museo de Santa Cruz de Toledo alberga pro- vierten rotas desde su nacimiento. Cabeza y tronco visionalmente, desde 1991, un generoso ejemplar de constituyen un bulto redondo6.no siendo posible apre- cerdo en aceptable estado de conservación (Fig.2.1). ciar detalle anatómico alguno 8. Más imprecisas resultan las referencias que dis- Mide 1,70 m. de largo, 0,65 de ancho y 1,12 de alto. El animal está representado en actitud de movimiento, ponemos sobre un hallazgo en el término municipal de con las extremidades delanteras ligeramente avanza- Argés (Toledo)’. Es posible apreciar el cuerpo de un das. Presenta muy alteradas la cabeza y la cara poste- verraco al que le falta la cabeza y la parte inferior de rior, en donde parece intuirse el sexo, así como nume- las extremidades. Los antebrazos parecen ligeramen- te esbozados, siendo desconocidas lasdimensiones de rosas cazoletas en el espinazo. En las extremidades la pieza. Las circunstancias del hallazgo son confusas anteriores se aprecian con claridad antebrazos y codos, en las posteriores los jamones. Consta de peana origi- aunque parece ser que se encontraba formando parte nal, con vano de separaciónentre ésta y elcuerpo, aun- de una valía cerca del actual cementerio (Inventario que las extremidades están rotas por debajo de las ro- Arqueológico, expediente n. 27). Es propiedad de un dillas y a la altura de los corvejones. El pedestal es coleccionista particular al que no pudimos localizar. semiligero de un soporte (Arias et alii 1986: 16). Ti- 9. En términos parecidos nos vemos obligados a pológicamente se adscribe al grupo de verracos de gran presentar, finalmente, un ejemplar de verraco descu- tamaño y elevada morfología, como puede reconocer- bierto en 1975 en la localidad, también toledana, de se en los ejemplares salmantinos de y San Martín de Pusa. El fortuito hallazgo tuvo lugar a Gallegos de Argañán, que también añaden la posición raíz de unas obras efectuadas en el sótano del Palacio de los Marqueses de Zugasti, donde todavía se con- avanzada de las patas. serva’. Personados en el Palacio y puestos en contacto Escasa luz arrojan las circunstancias del hallazgo, dando incluso lugar a disputas sobre la propiedad del con su propietaria, Pilar Fernández, no fue posible ob- mismo~. Si bien la pétrea figura hizo escala durante tener detalle alguno sobre las características de la pie- unos meses en Alberche del Caudillo, su propietario, za. Así pues, sólo disponemos de la fotografía publi- que la tenía como ornato de la fachada de su vivienda, cada en el periódico, en donde parece apreciarse una aduce que procede del derribo de una casa de Torral- ba de Oropesa. Sin embargo, se da la circunstancia de «La Alcoba» se halla a 7 kn,s. de Talavera de la Reina, antes de que dos verracos, uno similar a éste y otro de menor llegar a Alberche del Caudillo, a unos 500 m. de la carretera a mano derecha. La noticiase publicó en La Voz del Tajo. 20 de noviembre tamaño, fueron hallados pocos meses antes en una gra- 1989. ‘La Voz del Tajo. 20 de noviembre de 1989. ‘La descripción se ha realizado a partir de una foto publicada en La Voz del Tajo, días 3,6-8,13,14,23 y 29 de agosto; 8 de sep- el Bolean de ¡o Asociación Cultural Montes de Toledo, 1982. tiembre y 2-5 de octubre de 1991. Véase también Revista Bisagra, Diario Ya de Toledo. edición nacional del 24 de abril. nÚms. 197-198. EN BUSCA DEL VERRACO PERDIDO 161

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o 50 cm. A —fi

Pig. 2.—Esculturas zoomorfas descritas en este trabajo: 1.- Talavera La Nueva (actualmente en el Museo de Toledo); 2.- «La Alcoba» (Talavera de la Reina, Toledo); 3.- Torrelaguna (Madrid); 4.- Gálvez (Toledo); 5.- San Mantede (Villardiegua de la Ribera, Zamora). 162 JEStIS R. ALVAREZ-SANO-lIS escultura en aceptable estado de conservación, con las en ésta como en la siguiente fase, la aplicación inter- extremidades delanteras en posición ligeramente avan- mitente de agua a fin de reblandecer el granito que se zada. En la cabeza, que está completa, las orejas se des- va a trabajar. tacan en relieve. B) Se obtiene así un bloque en forma de prisma cuadrado o rectangular al que primero se redondea o delimita por arriba, configurando la futura línea de la 3. ALGUNAS CONSIDERACIONES SOBRE cara, cuello y dorso de la pieza. Se golpearía con el cin- TECNICA Y TIPOLOGIA cel casi adosado a la piedra, permitiendo largos reco- rridos del filo sobre su superficie. Acto seguido se com- Otra cuestión de orden general es la que atañe a la pleta el contorno del animal delimitando sendos fabricación de estas figuras, lógicamente condiciona- perfiles en las caras anterior y posterior del bloque. das por el material en que fueron trabajadas, lo cual se Los ejemplares de Las Cogotas y San Mamede son ex- traduce en un tipo de factura rugosa y labra compleja. presivos de esta segunda fase, si bien en este último se Son escasos los datos de referencia sobre el conoci- intuye una factura muy sumaria a la altura del pedes- miento de la técnicae instrumental empleado en su eje- tal, que anuncia el paso siguiente. cución. En la estatuaria ibérica las técnicas están rela- C) El escultor comienzaa cercenar elespacio com- tivamente documentadas (Negueruela 1990-91), por lo prendido entre el plinto y la parte interior del vientre que habremos de suponer un desarrollo no muy dife- y las extremidades. Todas las esculturas presentan pe- rente que seguiría una serie de pasos, desde el desbas- destal, al menos así consta en los ejemplares conser- tado inicial a cincel hasta elpulido o lijado final, si bien vados, a su vez formado por dos elementos: la basa y la dureza del granito no permite mayores licencias a la el soporte (Arias et alii 1986:16-18). Generalmente las hora de revelar las diferentes huellas del proceso. caras son desbastadas y alisadas a golpe de cincel. El Es menester citar en esta ocasión el gran lote de he- hecho de que las basas presenten en algunas ocasiones rramientas que ha deparado el castro de Las Cogotas rugosidades en sus planos verticales, sirvan de ejem- (Cabré 1930: 98-102 y láms. LXXI V-LXXVI), fenó- plo las esculturas salmantinas de Gallegos de Argañán meno análogo al que se documenta en otros poblados y (López Monteagudo 1989: 94-95), lleva a de la zona (Hernández Hernández et alii 1989: 131 y pensar que iban semienterradas en el suelo, pues di- figs. 62-63) y del sector oriental de la Meseta (Tarace- cha parte no quedaba a la vista. na 1929:35-36,48, figs. 23 y 26; Manrique 1980; Barril Quizás la necesidad de reforzar de algún modo las 1992), en donde diversas piezas recaban nuestra aten- patas de los animales, y en este sentido se podrían es- ción, entre ellas, la existencia de cinceles, gubias, ge- grimir razones de peso, obligaba al artesano a dejar so- neralmente usadas para superficies curvas, así como portes laterales o incluso en el centro, dejando el res- un martillo y una barrena, esta última para agujerear to del espacio calado. Sin embargo, la existencia de objetos de gran dureza; elementos que avalan la con- numerosos ejemplares, algunos de gran tamaño, en los solidación de actividades especializadas en general, y que elpedestal está exclusivamente formado por la ba- de cantería en particular. sa mientras el espacio interior es sólo un rehundido Concurren, por otro lado, algunos ejemplos cuyo rectangular, apunta, a nuestro entender, a razones no análisis permite aproximarnos al proceso de talla. Si estrictamente técnicas, probablemente de índole esti- con anterioridad tuvimos ocasión de comentar el zoo- lística. Y en la misma línea habríamos de mencionar morfo inacabado de Las Cogotas y, probablemente un grupo de esculturas, correspondientes a episodios también, de San Mamede, mención expresa requieren más evolucionados, que no perforan el espacio que me- las esculturas de Torralba de Oropesa y Fornos (Ló- dia entre las extremidades, pauta que obviamente no pez Monteagudo 1989:104 y 109). La primera, aunque obedece a la «dejadez» del artesano como se ha llega- muyerosionada, presenta inacabada la labor del plin- do a insinuar (Blanco Freijeiro 1984: 6). Interesa re- to, dando incluso la sensación de haberse proyectado saltar, en cualquier caso, la variabilidad que intervie- originariamente un soporte central para la misma. Otro ne en el proceso de talla del pedestal, lógicamente tanto habría que decir del ejemplar portugués, pues acorde con las normas espacio-temporales que rigen la produce la impresión de no haber sido terminado de labor del escultor. labrar, como parece deducirse del resalte que presen- D) La última fase en la ejecución de la obra está ta en elvientre y de que los cuartos traseros formen un destinada a la talla de los rasgos corporales que com- bloque indivisible que, en disposición atípica, se pro- pletan la especie representada. Interviene por un lado longa hasta la peana. la selección de atributos, algunos exclusivos de cada En líneas generales, las diferentes fases que repre- especie. No ocultamos, sin embargo, las posibilidades sentan el instrumental y las piezas aludidas satisfacen que ya ofrece el tipo de bloque extraído (B) máxime si una serie de evidencias que pasamos a enumerar tenemos en cuenta las diferencias en peso y tamaño (Fig.3): que ostentan ciertos tipos de toros frente a los suidos. A) Esculpir un toro o verraco implica en primer En otras palabras, no creemos que la designación de lugar seleccionar el granito adecuado de los berroca- la especie, aunque sí importante, sea rasgo exclusivo les de superficie, así como elegir la yeta más idónea en de esta fase. En segundo lugar, el artesano determina el proceso de labra; todo ello en función del tamaño y elgrado de calidadde lapieza en función de los rasgos características de lapieza (Alvarez-Sanchis 1990:226). seleccionados, cuya presencia o ausencia expresan un Junto alempleo de cuñas, no puede descartarse, tanto mayor o menor detalle en la caracterización de ésta, EN BUSCA DEL VERRACO PERDIDO 163

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Fig. 3.—Posibles fases que se suceden en la talla de un verraco y tipos de pedestal.

lógicamente en consonancia con los gustos imperan- grano fino para el alisamiento final de las superficies, tes. Así se explica elamplio abanico de ofertas que con- de modo análogo a como lo usan los canteros actuales. templa la plástica zoomorfa, desde piezas de factura Salvo contadas referencias al peso y transporte de sumaria y perfiles geométricos a ejemplares que reu- estaspiezas (Santos Júnior 1975:468-469; Alvarez-San- nen los requisitos propios de cada especie, integrando chis 1990:226-227), es poco lo que podemos añadir pa- el conjunto de esculturas más naturalistas. racompletar elapartado técnico. En este sentido pue- Según las necesidades concretas de cada parte no de servirnos la estatua de verraco que conserva el hay que descartar en la labor de desbaste final el uso museo de Santa Cruz (vid. supra), cuyo traslado re- de gubias y cinceles de diferentes filos en función del quirió ímprobos esfuerzos técnicos y humanos. Como tipo de golpe, a fin de igualar superficies o dar los úl- dato significativo hay que señalar los problemas que timos retoques que requieren siempre mayor precisión. se derivaron en localizar una grúa lo suficientemente Muy posiblemente haya también que relacionar con pesada para soportar los más de 2500 kilos que osten- esta fase el uso del taladro o barrena como se deduce taba la pieza, y nótese que no es de las más grandes. de las cornamentas, ojos y otras oquedades que confi- Asimismo, su traslado al interior del museo requirió guran el diseño de algunas piezas. En determinados no menos de diez personas, tal y como fielmente re- ejemplares podemos incluso presuponer una velocidad produce la foto publicadapor la prensa local (vid, no- de giro del taladro regular, al quedar las paredes del ta 4), lo que evidencia nuevamente las dificultades que cilindro relativamente pulidas como nos consta en los se traducen en eltransporte de estosanimales. A lavIs- toros de Ilíaca, Parada de lnfan~óes o Villardiegua ta de todo ello parece casi inevitable la posibilidad de (López Monteagudo 1989: 70-71, 114-115 y 120-121), una talla «in situ» para la mayor parte de las escultu- técnica por otro lado documentada con mayor preci- ras, y aún habría que destacar la fácil disponibilidad de sión en la plástica ibérica (Negueruela 1990-91: 81), materia prima en la geografía que alberga estas repre- aunque tampoco haya que descartar otros instrumen- sentaciones, como ya hemos señalado en alguna oca- tos con los que se iba perforando de modo más irre- sión (Alvarez-Sanchis 1990: 227 y 229). guIar. Asimismo habremos de recordar, si bien no es- Ir más lejos en nuestras consideraciones puede re- tá documentado, el empleo de lijas o abrasivos de sultar aventurado, no sin referirnos, finalmente, a los 164 JESUS R. ALVAREZ-SANO-jIS problemas que plantean las esculturas de Toro y Sala- dos especies representadas, en donde la uniformidad manca, de entidad más que notable, y en donde el aná- de caracteres parece difuminarse progresivamente con- lisis del granito puso de manifiesto una procedencia forme nos acercamos a las fases más modernas. En alóctona que debe rastrearse en territorio abulense otras palabras, la sistematización de la escultura zoo- (Martín Valls 1974: 81; Martín Valls et alii 1991:145). moría permite considerar una evolución en latalla des- Podría aducirse que su emplazamiento actual obedece de una perspectiva diacrónica. a razones de índole postdeposicional, es decir, serían La tipificación de estas esculturas no só[o presenta producto de un traslado «a posteriori», máxime habida implicaciones cronológicas, sino también geográficas. cuenta lo extraordinariam&nte costoso que supondría En efecto, conforme nos alejamos del núcleo abulen- el traslado de estos animales en elcontexto cultural que se-salmantino, las diferencias son más ostensibles tan- abordamos. Mayores elementos de juicio nos aporta e¡ to a un ladocorno a otro de las principalescuencas que ejemplar de Torrelaguna, recientemente trasladado a bañanel solar Vettón. con especial relevancia en el ex- su emplazamiento actual pero cuya taxonomía permite tremo Noroccidental. Sólo en los momentos finales, la emparentarlocon un foco geográfico distinto. Así y to- producción escultórica parece quedar relegada a focos do, no puede negarse «a priori>’ el transporte de ciertas marginales. piezas desde el lugar de trabajo hasta su futuro empla- zamiento en un marco temporal relativamente breve, en virtud de circunstancias excepcionales que, hoy por 4. SIGNIFICADO: EL VALOR hoy, escapan a nuestro control. DEL EMPLAZAMIENTO Las posibilidades formales avalan una relativa hete- rogeneidad susceptible de sersistematizada. Prueba de Buena parte de nuestra incertidumbre procede de la ello son los intentos de construir un marco tipológico inexistencia de contexios arqueológicos suficientemen- con vistas a unificar criterios y facilitar así el estableci- te expresivos, si bien disponemos de la presencia «in si- miento de hipótesis contrastadas (Martín Valls 1974; tu» de algunos ejemplares que conducen a posiciones Hernández Hernández 1982; Blanco Freijeiro 1984; contrapuestas. Los hallazgos oriundos de Las Cogotas Arias et alii 1986; Silva 1988; Martín García y García y ubicados a La entradadel castro o los ejemplares de La Diego 1990>. Las carencias detectadas, bien sea elsub- Mesa de Miranda emplazados en el interior del segun- jetivismo que define los criterios de clasificación en do recinto, interpretado como encerradero de ganados unos casos, o laescasa población seleccionada en otros, (Cabré et alii 1950: 17) apuntan, como ya señaló Cabré no desmerecen de ningún modo e[ propósito de buscar (1930: 40), por una finalidad relacionada con la protec- un modelo válido y extensible a toda la Meseta. ción, favorecedora de «una magia de pastos y, tal vez, En efecto, las características morfológicasde los «ve- de reproducción». Sin embargo, la existencia de ins- rracos» de cuerpo entero pueden agruparse tipológi- cripciones latinasen algunas esculturas (López Monte- camente. Tales analogías están determinadas no sóLo agudo 1989:125-138) o su utilización formando parte de por ellugar común de su hallazgo sino también en fun- un tipo especia) de enterramiento, versión de las cttpae, chin de sus atributos, lo que viene a reforzar la hipó- como avalan los interesantes hallazgos de Martiherre- tesis sobre la existencia de posibles talleres de carác- ro (Martin Valls y Pérez Herrero 1976), traducen una ter regional. En algunos casos, las semejanzas condición funeraria para algunas piezas. observadas en ejemplares alejados geográficamente En un reciente trabajo sobre la esculturade una bue- quizás no descarten la posibilidad de escultores am- na parte de la provincia de Avila (Alvarez-Sanchís bulantes. 1990), incorporamos en escena un nuevo, o viejo se- La tipificación llevada a cabo por Martin Valls gún se mire, planteamiento al subrayar el análisis de (1974) es un punto de referencia inicial, y obligado, al los aspectos subsistenciales de la economía en la in- hablardc la sistematización de la escultura zoomorfa. terpretacissn de estas manifestaciones. Abordamos sus Distinguía su autor dos tipos diferentes, por un lado, condiciones de emplazamiento así como su asociación las piezas de grandes proporciones, pedestal con so- a losrecursos potencialmente explotables, todo lo cual porte central y talla cuidada, correspondiente a la Se- nos llevó a defender una ocupación planificada del te- gundaEdad del Hierro, y, por otro, un conjunto de pie- rritorio en donde las representaciones zoomorfas for- zas de menor tamaño, pedestal macizo y marcado man parte integrante, y activa, del mismo. La estrate- geometnismo, asociado a un ambiente romanizado. gia que se deduce de su emplazamiento opera en Mas, el hecho de que ambos grupos tengan suficiente términos espaciales, al demarcar áreas de pasto res- entidad como para constituir formas definidas desde pecto a otros usos de diferente índole, y económicas, un planteamiento estilístico. unido al, no menos evi- pues se localizan en zonas susceptibles de explotación dente, de que tales diferencias estén posiblemente co- ganadera, que además resultan críticas dado su carác- rroboradas desde el punto de vista de su finalidad y ter estacional. Así pues, no resulta improbable dedu- cronología, no debe ensombrecer una realidad aún más cir que los criterios seguidos por los pobladores del va- compleja en La que tienen cabida otros grupos. Aun- líe a la hora de erigir estas representaciones en el que no es éste el momento de plantear una clasifica- espacio, pasara necesariamente por valorar la impor- ción global para estas representaciones, si queremos tancia del territorio en cuestión. señalar que hemos comenzado la preparación de los Los diferentes aspectos desarrollados ene1 trabajo datos habiendo advertido cómo entre ambos rnonien- nos eximen de prolongarnos innecesariamente en es- tos disponemos de un bagaje de piezas, extensible a las ta cuestión. Ahora bien, nos vemos en el deber de ad- EN BUSCA DEL VERRACO PERDIDO 165 vertir que nuestro análisis es el resultado de una serie de poder y riqueza. En algunos casos desconocemos la de factores que operan localmente pudiendo ser dife- procedencia original de las mismas pero, si algo cabe rentes cuando el emplazamiento también lo es, y sin deducir de la consideración anterior, es la posibilidad excluir otras hipótesis, bien sea la del sentido mágico- de que procedan de unas propiedades que, acorde con protector del ganado o su significado funerario, para las características de rango y título de sus propietarios, las piezas asociadas a castros y necrópolis. no hacen sino traducir los mejores terrenos en pastos A tenor de lo dicho, forzoso es insistir de nuevo so- y aprovechamiento, lo cual se nos antoja de enormein- bre loshallazgos que presentábamos al comienzo de es- terés a la hora de descifrar el significado de estas ma- te texto. En principio, laposibilidad de ofrecen una lec- nifestaciones en el pasado. tura de conjunto es muy limitada debido a su La cuestión reviste mayor trascendencia puesto que aislamiento. Dos de ellas, la escultura de Las Cogotas nada infrecuentemente los títulos otorgados a los pro- y el posible ejemplar de San Mamede, tienen el deno- pietarios son fundamentalmentemarquesados, de ori- minador común de su vinculación a castros mientras gen mayoritariamente medieval, cedidos a los señores que el resto ofrece emplazamientos de diversa índole, que defendían marcas o territorios fronterizos. No es- en ningún caso asociados a entidades arqueológicas que tá de más recordar cómo los hallazgos que jalonan de pudieran calificarse de relevantes. Volvemos así al pro- norte a sur la parte oriental de la provincia de Avila, blema de la habitual localización de la plástica zoo- pon tanto en una de las áreas limítrofes en la disper- morfa fuera de contextos arqueológicos precisos, lo cual sión de los zoomorfos, se vinculan en muchos casos a no significa necesariamente que todos ellos se ubiquen grandes fincas y dehesas - Gemiguel, Alamedas, Fres- fuera de su situación original, aunque así se les haya neda, La Serna - cuya riqueza y extensión no ofrece considerado tradicionalmente. Si lo planteamos desde duda. Si, por otro lado, fijamos nuestra atención en los una perspectiva más amplia, esta ausencia no es ex- terrenos que hoy albergan los citados toros de Gui- cepcional. De un lado, podríamos referirnos a las in- sando, en su día propiedad de la marquesa de Casta- tervenciones arqueológicas que, con resultados infruc- ñiza (Sopranis y Martín Rocha 1955; Blanco Freijeiro tuosos, se realizaron en el terreno donde se erigen los 1984: nota 27) o el conocido verraco de Carrascalejo famosos toros de Guisando (Sopranis y Martín-Rocha de la Jara (Cáceres) hallado en la dehesa de los mar- 1955) o, más recientemente, en torno a los ejemplares queses de Linares (Ramón y Fernández Oxea 1950: 59), de (VV.AA. 1990: 249)’, ha- piezas que además han puesto aldescubierto una línea llados curiosamente en la divisoria de dos propiedades. imaginaria que delimitaría la frontera entre Vettones Y no estáde más recordar, por otro lado, como para el y Carpetanos (González-Conde 1987: 89), habremos Valle de Amblés (Avila) más del 70% de los toros y ve- de convenir que su emplazamiento geográfico y su re- rracos, cerca del medio centenar en términos absolu- lación con casas solariegas no parece que deba atni- tos, exceden del ámbito inmediato de los castros y de buirse a la mera casualidad. Peculiaridad que también sus respectivas necrópolis (Alvarez-Sanchis 1990: 227 constatamos, sin ir más lejos, en el ejemplar toledano y fig. 21). En resumen, si estamos hablando de hitos o deS. Martín de Pusa (vid. supra), localizado en el pa- puntos de referencia en el paisaje, íntimamente vincu- lacio de los marqueses de Zugasti, uno de los más me- lados a las posibilidades de explotación que éste ofre- nidionales del conjunto de esculturas que se asientan ce, no debería extrañar que una parte de la población en la cuenca media del Tajo. carezca de un contexto arqueológico inmediato, pues Acaso se consiga valorar más adelante hasta qué posiblemente nunca lotuvieron. punto la distribución de la escultura zoomorfa en la No quisiéramos concluir el presente apartado sin Meseta ayala la importancia económica que detentan mencionar, finalmente, un breve comentario a propó- áreas especificas, transcribible en calidad de pastos y sito del valor del emplazamiento y de su significado aprovechamiento ganadero, cuyo valor social, aunque económico. difuminado por el paso del tiempo, ha llegado hasta Más arriba hemos tenido ocasión de ver cómo un he- nosotros. Ahora sólo pretendemos señalar la coxnct- cho que se observa con relativa frecuencia es el tras- dencia entre los casos aludidos, las propiedades sobre lado de estos monumentos desde su emplazamiento las que éstos se emplazan y hasta un posible carácter original a locales o casas privadas, por lo general pro- demarcador para los mismos, pero vale la pena refle- 0. pietarias del terreno, siendo aún más revelador cons- xionar sobre este aspecto tatar el carácter aristocrático o nobiliar de estas últi- mas. Por ejemplo Avila, una de las provincias que ha lO Cuando este trabajo ya había sido presentado para su publica- proporcionado mayor número de «verracos», conser- ción, nos ha llegado la noticia del hallazgo de tres nuevas esculturas. va cerca de una treintena de esculturas en palacios y Un toro, actualmente conservado en la localidad granadina de Capi- leira aunque trasladado desde Avila según el testimonio de los veci- casas señoriales, preciándose sus propietarios de po- nos del pueblo, y dos verracos, oriundos de la provincia de Cáceres. seerlas, de tal modo que vendría a ser una especie de El primero procede de Ahigal, sumándose al ya conocido (vid, su- certificado de autenticidad que legitima unos derechos pra), y fue hallado en la zona denomidada «El Cinojaltjunto al ano- yo Palomero. Mayor interés reviste el úlíimo ejemplar, una posible pieza inacabada emplazada a escasos 200 m. de la puerta principal del castro prerromano de Alcántara. en el lérmino municipal del mis- ‘A 1.5 km. del pueblo, en el paraje conocido como «La Tejera Vie- mo nombre y actualmente en estudio por Ana Martín, a quien agra- ja», situado en el piedemonle denominado «Cabeza de Toro», se lo- decemos la referencia. No obstante, los datos que disponemos sobre calizan las dos esculturas zoomorfas. La excavación de urgencia se estos hallazgos son todavía escasos e imprecisos. Motivo éste por el realizó en septiembre de 1985. El informe completo de los trabajos cual habremos de abordar su estudio en un trabajo posterior. se conserva inédito en el Museo de Avila. 166 JESU5 R. ALVAREZ-SANCHIS

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Lám. 1.-A.- Toro conservado en Torrelaguna (Madrid). B.- Posible toro a medio hacer del castro de San Mamede (Villardiegua de la Ribera, Zamora). 168 JESUS R. ALVAREZ-SANCHIS

Lám. 2.-A.- Verraco procedente de Talavera la Nueva (Toledo). B.- Verraco de la Finca rLa Alcobaw (Talavera de la Reina, Toledo).