Crónica De La Tradición Oral En Cantabria
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M. BULNES PELÁEZ, «CRÓNICA DE LA TRADICIÓN…» BLO, VOL. EXTR. N.º 1 (2017), PP. 179-190 Crónica de la tradición oral en Cantabria María BULNES PELÁEZ (Investigadora independiente) [email protected] ORCID ID: 0000-0002-4393-1943 ABSTRACT. This article offers a review of the RESUMEN. Este artículo ofrece una aproximación main contributions to fieldwork, documentation and crítica a las principales labores de documentación y other related topics on the Cantabria’s (Spain) oral estudios centrados en la literatura de tradición oral literature, from the earliest attested examples to the de Cantabria (España) desde los primeros trabajos de present. campo hasta la actualidad. KEYWORDS: oral tradition, oral literature from PALABRAS-CLAVE: literatura oral, literatura Cantabria (Spain) tradicional de Cantabria (España). Hacer un repaso de la tradición oral en Cantabria es, en un porcentaje muy amplio, hacerlo sobre el Romancero tradicional. No en vano, los grandes nombres que en el mundo hispánico han aportado luz, rigor y dignidad al Romancero, desde el maestro Don Ramón Menéndez Pidal hasta José Manuel Fraile Gil han marcado a Cantabria como una de las zonas más ricas en este género. Por ello, la crónica que a continuación se presenta tiene como eje central los romances. No por eso se deben descuidar los demás géneros, que si bien es cierto han sido trabajados con menor intensidad, el trabajo de campo resultante constituye a día de hoy Patrimonio Inmaterial de esta tierra. FINALES DE SIGLO XIX Y PRIMER TERCIO DE SIGLO XX Los primeros datos que tenemos de recopilación de la tradición oral en Cantabria se sitúan entre 1870 y 1880. En 1877 Amós de Escalante (Santander, 1831-1902) publica el libro Ave, Maris Stella, historia montañesa del siglo XVII, incluyendo en él el romance de La Virgen y el Ciego (é). Un año antes había publicado otro romance religioso: Soledad de la Virgen (eá). El interés despertado por el primero, llevará a Marcelino Menéndez Pelayo (Santander, 1856-1912) a incluirlo en el Volumen X de su Antología de poetas líricos castellanos, que verá la luz en 1910 (Menéndez Pelayo, 1900). Incluirá también en este trabajo algunas versiones y fragmentos que Ramón Ortiz de la Torre y Fernández de Bustamante había publicado en 1897 dentro de la obra Recuerdos de Cantabria. Libro de Bejorís (Ortiz de la Torre y Fernández Bustamante, 1897). En 1885 un joven Seminarista en Monte Corbán, Santander, comenzaba a recoger cantos populares y romances que poco a poco y por primera vez en Cantabria, se irán transcribiendo musicalmente. Se trataba de Sixto Córdova y Oña (Santander, 1869-1956), quién a partir de 1899 intensificará su trabajo recolector, ascendiendo la cifra final a más de mil setecientas piezas recogidas. Una vez ordenado sacerdote y siéndole encomendada la Parroquia de Santa Lucía en Santander, sería ayudado por el organista de la Parroquia, D. Cándido Alegría, lo que evidencia el trabajo depurativo llevado a cabo en las piezas. El mismo Sixto Córdova se jactará de haber retocado multitud de temas. No será hasta ISSN: 2173-0695 DOI: 10.17561/blo.vextrai1.8 ~ 179 ~ M. BULNES PELÁEZ, «CRÓNICA DE LA TRADICIÓN…» BLO, VOL. EXTR. N.º 1 (2017), PP. 179-190 1947 cuando se edite el primero de cuatro trabajos, dedicado al Cancionero infantil español, compuesto por más de cuatrocientas piezas. A pesar del esmero en las transcripciones musicales, el corpus adolece de rigor metodológico en cuanto a localización geográfica o datos de los informantes. Sin embargo, este trabajo supondrá su nombramiento como Colaborador Honorario por el CSIC. Cabe señalar que ya en 1922 había recibido como reconocimiento a su trabajo el Premio Folklore del Ateneo de Santander. En 1952 y 1955 se publicarán los restantes tomos del Cancionero popular de la provincia de Santander. Por primera vez, la recolección no será sólo romancística sino que se incluyen cantos romeros, marineros, de quintos, nupciales, de cuna, Marzas o Picayos entre otros (Córdova y Oña, 1947, 1952a, b y 1955). Al margen de estos trabajos de recolección citados, tres romances anotados «en los alrededores de Santander» por Florencio Janer i Graells (Barcelona, 1831-El Escorial, Madrid,1877), constituyen el primer documento manuscrito recogido sobre la tradición oral en tierras cántabras1. No será hasta entrado el siglo XX cuando Ramón Menéndez Pidal (La Coruña, 1969-Madrid,1968) y su esposa María Goyri (Algorta, Vizcaya, 1874- Madrid, 1955) establezcan una red de colaboradores a lo largo de la geografía española, que recogerán para ellos un valiosísimo material; nacía así el Archivo Romancístico Menéndez Pidal-Goyri, el mayor de cuantos se conservan del mundo hispánico y gracias a la sensibilidad y empeño de este matrimonio, desde Cantabria fueron llegando poco a poco versiones manuscritas. En esta etapa prolifera el trabajo de campo de manos de intelectuales que, a pesar de su tesón recolector, carecen de cierto rigor en cuanto a la localización de las versiones e informantes, por lo que Ramón Menéndez Pidal imbuirá a sus ayudantes en la necesidad del uso de una cierta metodología. Así, a partir de 1906 comienzan a llegar los primeros romances de la mano de José Ramón Lomba y Pedraja (Santander, 1868-1951), procedentes de Trasmiera. Un total de sesenta y cinco versiones fueron enviadas desde su finca en Gajano a la Villa y Corte2. Otro colaborador de la familia Menéndez Pidal-Goyri sería Narciso Alonso Cortés (Valladolid, 1875-1972), quien envía al Archivo de Chamartín tres versiones recogidas en Arnuero y Meruelo (Fraile Gil, 2009). Este autor, que también se acercaría a tierras campurrianas, había publicado en 1906 un trabajo centrado en el Romancero en Castilla la Vieja, a la que pertenecía en aquellos tiempos la antigua provincia de Santander, hoy Comunidad Autónoma de Cantabria (Alonso Cortés, 1906 y 1920: 198-268). Manuel Manrique de Lara (Cartagena, 1863-St. Basien, 1929), marino y musicólogo, recibirá en 1918 una beca de la Junta de Ampliación de Estudios a través del Centro de Estudios Históricos en forma de «pensión de tres meses» para recorrer el Norte Peninsular y «recoger la música y letra de romances españoles»3. Tras visitar Palencia, Manrique de Lara llegó a Cantabria, donde recogió dieciocho versiones que remitiría al Archivo de Chamartín procedentes de las localidades de San Vicente de la Barquera, Potes, Bustio y Reinosa (Fraile Gil, 2009). En 1920, desde California llegaba a España Aurelio Macedonio Espinosa (El Carnero, Colorado, 1880-1958) con el fin de recoger cuentos tradicionales. Al tomar contacto con el Centro de Estudios Históricos, Menéndez Pidal le recomienda la recolección de romances además de cuentos, por lo que el americano vio ampliada su 1 Una versión puede consultarse en Fraile Gil (2009: n.º 642) 2 Cincuenta y ocho de estas versiones pueden consultarse en Fraile Gil (2009). 3 Según copia de expediente guardado por a JAE, hecha e 13 de agosto de 1926 por Santullano. ISSN: 2173-0695 DOI: 10.17561/blo.vextrai1.8 ~ 180 ~ M. BULNES PELÁEZ, «CRÓNICA DE LA TRADICIÓN…» BLO, VOL. EXTR. N.º 1 (2017), PP. 179-190 tarea recolectora. Recorrería Santander, Cabuérniga, Tudanca (donde se hospedaría con José María de Cossío) y Reinosa4. En 1922, la escritora Concha Espina (Mazcuerras, 1869, Madrid, 1955) recogerá algunas versiones en Mazcuerras para los Menéndez Pidal, en cuyo archivo se conservan aún los manuscritos originales (Fraile Gil, 2009). A lo largo de esta década, José María de Cossío y Martínez Fortún (Valladolid, 1892-1977) y Tomás Maza Solano (Guarnizo 1893-Santander, 1975) irán reuniendo un rico material y dando forma a lo que en 1933-34 se publicaría bajo el título «Romancero Popular de la Montaña», compuesto por quinientos treinta romances distribuidos en dos tomos (Cossío y Maza Solano, 1933-1934). Finaliza la década de los veinte con la publicación en 1928 de dos versiones romancísticas procedentes de Comillas en la obra «Del solar y de la raza. Tradiciones y leyendas de la Montaña», de manos de Adriano García Lomas (Arenas de Iguña, 1891- 1972) y Jesús Cancio (1885-1961) (García-Lomas y Cancio, 1931). Nos encontramos en la década de los treinta y, justo en su primer verano, el matrimonio Menéndez Pidal-Goyri decide retomar el contacto con los bailes romanceados y se acerca a Ruiloba para admirar y recoger en esta localidad uno de estos escasos ejemplos que al son de La boda estorbada (á) aún hoy se conservan en la Península Ibérica. Les acompañará Gonzalo Menéndez Pidal Goyri que hará las veces de reportero gráfico5. Este viaje se repetirá dos años después para acompañar al musicólogo alemán afincado en Norteamérica Kurt Schindler (Berlín, 1882-Nueva York, 1935) visitando de nuevo Ruiloba con el objetivo de registrar en discos de aluminio el Baile a lo Llano6. En el mes de septiembre de 1931, Eduardo Martínez Torner (Oviedo, 1888- Londres, 1955) emprende una campaña de dos semanas por Campoo y Valderredible, bajo el manto del Centro de Estudios Históricos. Por indicación de los Menéndez Pidal, Ruiloba y el «Baile a lo Llano» se hacen visita obligada7. En este mismo año, Jesús Bal y Gay (Lugo, 1905-Torrelaguna, Madrid, 1993), proveniente de la Residencia de Estudiantes en Madrid donde fue un entusiasta colaborador, recopila en Rocamundo, Municipio de Valderredible algunas versiones romancísticas. Pero en la segunda mitad de la década de los treinta, la vida en España se rasgaría por completo y con ella su cultura popular. Los trabajos de recopilación se centran en estos años oscuros en las campañas que la Sección Femenina lleva a cabo con el fin de nutrir y dar contenido a las actuaciones de uno de sus brazos más visibles: Coros y Danzas. Sin embargo, lo recogido se ve «convenientemente» depurado y adornado, por lo que las transcripciones y los informes que acompañan a cada pieza recogida gozan de poca fiabilidad después del paso del cepillo de carpintero que efectuaba la Regiduría Central de Cultura.