277 CONCLUSIONES La Obra Gubernamental De Cipriano Castro
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CONCLUSIONES La obra gubernamental de Cipriano Castro, a pesar de las contradicciones y críticas formuladas por un apreciable sector de autores contemporáneos, debe enmarcarse como un período excepcional dentro de nuestra historia republicana. Como se ha advertido a lo largo de la exposición, el Estado constitucional construido por Castro y sus élites, comenzando por las bases jurídicas hasta las incursiones diplomáticas, sólo pudo ser edificado por unas mentalidades que comprendían perfectamente la mecánica del trasfondo filosófico y geopolítico del momento. En cuanto al trasfondo filosófico, no hay duda alguna de la inclinación castrista hacia el liberalismo y el positivismo, aunado al sentimiento católico que lo acompañará hasta su muerte. Para 1899, el liberalismo será el todo que impulsa la vida en occidente. Luce consolidado ante un siglo XIX que lleva en su historia una carga considerable de sangre, acero, pólvora y carbón, como elevado precio por la emancipación del individuo y el progreso del mundo. El análisis realizado sobre la arquitectónica interna liberal, así como las manifestaciones prácticas, dan cuenta suficiente para llegar a concluir que el 277 278 liberalismo mundial, en los tiempos de Castro, era un amplio pensamiento sobre el ser y su existencia, más allá de cualquier visión reduccionista de catalogarlo como la doctrina de la libertad o la expresión económica de los defensores del capitalismo. El liberalismo que recibe al siglo XX y al proyecto liberal restaurador, influye sobre Castro en la configuración de los principios constitucionales propios de dicha corriente filosófica. Fundamentalmente se encuentra en los actos y manifestaciones de Cipriano Castro la influencia específica de un liberalismo clásico al igual que Smith, Bentham y Hume por las siguientes razones: En primer lugar, la libertad asume para el liberalismo clásico y el ultraliberalismo, un valor central al cual Castro respeta y toma en cuenta. Sin embargo, tal y como hicimos mención, el liberalismo concibe la existencia de dos esferas dentro de la vida humana: el ámbito público donde se suprimen aspectos primigenios de la autonomía de la voluntad y el privado, en el cual los límites al sujeto quedan oscurecidos. La actuación de Cipriano Castro, primero como Jefe Civil y sucesivamente como Gobernador del Táchira y Presidente de la República, revela la profundidad de la creencia y participación en la idea matriz de la libertad liberal. Al autorizar Castro la intervención de la fuerza pública para los casos del restablecimiento del 279 orden, lo hace cónsono con las prédicas liberales en las cuales cuando se trastoca el orden, la libertad deviene en tiranía o licencia. En segundo lugar, el orden como valor del liberalismo es visto por Castro como elemento necesario para la consecución del progreso. Para un auténtico liberal clásico no existe la libertad sin el orden y un orden sin libertad para que no termine en opresión. En la mayoría de las proclamas y documentos consultados la alusión directa al orden como necesidad se hace patente hasta el punto de acompañarlo una vez que abandona al país en 1908. Frente a la anarquía del liberalismo amarillo, Castro se encargará de aniquilar cualquier vestigio de perturbación una vez que entra victorioso en Caracas dándole al liberalismo que él encarna una victoria sin precedentes. En tercer lugar, la centralidad de la propiedad privada es ubicada muy originalmente por Cipriano Castro. Para el liberalismo doctrinal puro, la propiedad privada era la garantía para la participación política ya que permitía al sujeto concentrarse en su formación sin las preocupaciones o vicisitudes de quien debe buscar el sustento diario. La consagración del sufragio censitario en Venezuela ocupa un largo espacio dentro de los regímenes liberales. Como hombre que proviene de una tierra donde la propiedad privada ocupa un sitial privilegiado, es decidido en salvaguardar dicho principio, pero no con el fin de una participación en los sufragios, sino como garantía del bienestar personal. La Constitución de 1901 es 280 abiertamente apegada al principio de la soberanía popular y por ende al sufragio universal sin distinciones patrimoniales. En cuarto lugar, la religión es para Castro una necesidad humana que no puede ser eliminada. Así, mantiene la tradición liberal de la aconfesionalidad estatal como medida para asegurar la igualdad formal entre los ciudadanos. A su vez, observamos en la personalidad bajo análisis una tendencia a la tolerancia religiosa de la misma manera como la concebían los liberales clásicos. El concepto de religión que maneja Cipriano Castro es la misma visión clásica de un liberalismo que la encontraba como un instrumento de utilidad social sobre todo a la hora de mantener el orden. Castro no militará en sociedades secretas ni participará directa o indirectamente en la masonería, secta a la cual debían afiliarse todos aquellos venezolanos del siglo XIX que deseasen entrar dentro de los círculos gubernamentales en complacencia del Maestro Masón Antonio Guzmán Blanco. Por el contrario conducirá a la masonería dentro sus justos parámetros: reducirla a su carácter de sociedad secreta. La Iglesia Católica venezolana comienza su recuperación al unísono del ascenso al poder de los andinos en 1899. Sólo un Jefe de Estado sin las condicionantes ultraliberales se mostrará contrario al anticlericalismo que hizo gala Guzmán Blanco y sus séquitos. Siendo Castro un hombre de 281 profundas convicciones religiosas por sus antecedentes educativos, aplica la máxima liberal de permitir a cada individuo sus creencias sobrenaturales sin coacción alguna y dentro del ámbito de la vida privada, sin menoscabar la integridad de otros sujetos o imponerles determinado culto. No persigue Obispos o prelados ni cercena presupuestos o clausura seminarios. Tampoco expulsa religiosos o laicos por motivos de conciencia como era práctica habitual durante el guzmancismo. Sobre el perfil de Cipriano Castro, las cartas tanto públicas como privadas dan elementos suficientes como para sostener que Cipriano Castro era un católico liberal. Su contacto con el clericalismo colombiano -más ilustrado que el venezolano- en sus años de formación en Pamplona lo llevan a profesar las más profundas convicciones cristianas sin dejarse atrapar por una ortodoxia cegadora y fanática. También, la dinámica del Táchira le permitía a cualquier poblador de esta región una visión más dilatada del acontecer filosófico del momento. Castro conoce a líderes liberales de Colombia y aprende de ellos un liberalismo más refinado y acorde con los postulados originales, sea en su versión ética utilitaria o racional iusnaturalista. Situación que al sopesarla con la improvisación del liberalismo amarillo venezolano -grotesco, sin nortes ni proyectos- le obligan a tomar distancia con este modelo. La repulsión de Castro hacia el liberalismo venezolano será una de las bases para entender 282 el por qué se lanza aniquilar el sistema político impuesto por los liberales amarillos. Por otro lado, así como existe un cariz ideológico y filosófico de Cipriano Castro, labrado a lo largo de reflexiones y experiencias, hay una solidez en la personalidad del caudillo. Castro es enemigo de la improvisación y el arribismo. Una mirada a su larga hoja de servicios da cuenta suficiente como para sustentar esta afirmación. No da rienda suelta a las posibles ambiciones que llenan su mente, pues prefiere incursionar en todos los campos necesarios para obtener una panorámica necesaria y así hacerle frente a los problemas de Estado que lo aquejarán una vez que triunfe la Restauradora. No hay duda de la experiencia empresarial de Castro. Su tránsito por la administración de una de las casas comerciales alemanas instalada en el Táchira, es hecho suficiente para aprender la importancia que reviste el orden y la disciplina como elementos claves para la obtención del tan ansiado progreso liberal. Luego de su trajinar en las lides comerciales, se incorpora a la administración pública desde los escalafones más inferiores. A diferencia de la tradición caudillesca venezolana, Castro es nombrado Jefe Civil de un Distrito donde aprenderá la mecánica para controlar el orden y la seguridad pública. Más adelante por la labor desplegada como Jefe Civil, es designado Gobernador de la sección del Táchira en plena época guzmancista. Como Gobernador Castro conoce los delicados y a veces desagradables laberintos de la política al lidiar con opositores liberales, 283 conservadores y subjetividades que desean enriquecerse a toda costa sin importarle su fidelidad hacia el liberalismo o doctrina que profesen. Una vez cumplido su período como Gobernador, Castro incursiona dentro del espectro parlamentario. Es elegido diputado por el Táchira y se instala en Caracas para observar la vida parlamentaria. Aprende el delicado mecanismo del juego político entre congresistas así como el valor del control legislativo tan maximizado en las concepciones del Estado liberal. Además, el contacto con Caracas le permite levantar un diagnóstico sobre la realidad política de la capital, realidad a todas luces chocante para cualquier tachirense progresista. Como se ha precisado, el Táchira fue un espacio de geopolítica muy diferente a la dinámica del país. Mientras Venezuela padecía del más desastroso desorden, el Táchira disfrutaba de un ambiente diametralmente opuesto. Una relativa bonanza económica producto de la laboriosidad tachirense aunada al aislamiento geográfico que impidió la entrada de las oscilaciones de la guerra federal,