La Vida Después De La Muerte
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Alekséi ÓSIPOV LA VIDA DESPUÉS DE LA MUERTE Quinta edición, corregida y ampliada. A. I. Ósipov. LA VIDA DESPUÉS DE LA MUERTE. Мoscú. Con la bendición del Santísimo Patriarca de Moscú y de todas las Rusias Alekséi I LA VIDA DESPUÉS DE LA MUERTE El fascículo está dedicado a los problemas de la existencia humana tras los confines de la muerte. ¿Cómo hay que entender La Eternidad? ¿Qué son los mytarstva? ¿Puede Dios-amor dar la vida a quien, como Él sabe, padecerá tormentos eternos? ¿Seguirán actuando nuestras pasiones en la vida después de la muerte? ¿Existe realmente algún medio de ayuda para el difunto? ¿Cómo influyen las oraciones en el estado del alma después de la muerte? Estas profundas preguntas no pueden dejar indiferente a nadie. Constituyen un misterio de la vida humana que se mide en dos dimensiones: tiempo y eternidad. El fascículo de Alekséi Ilich Ósipov, profesor de la Academia Espiritual de Moscú, basado en sus conferencias públicas y respuestas a las preguntas de los asistentes, ayudará al lector a replantearse lo que ya conocía y mirar al otro mundo a través del prisma de la enseñanza patrística. © A. I. Ósipov Índice PRÓLOGO A LA CUARTA EDICIÓN PRÓLOGO A LA QUINTA EDICIÓN SOBRE LOS QUE VIVEN EN OTRA VIDA ¿DESCANSA, COME, BEBE, BANQUETEA, ALMA MÍA? ENTENDER LA MUERTE Y A NUESTROS ANCESTROS ¿QUÉ TENEMOS EN COMÚN? «¡ESTOY EN EL INFIERNO!..» LA CARNE HUMANA CREADA POR DIOS CONSECUENCIAS DEL PECADO DE NUESTROS PROGENITORES ¿DÓNDE RESIDE EL ALMA TRAS LA MUERTE DEL CUERPO? MENSAJES DEL MÁS ALLÁ «ACEPTA LAS COSAS TERRENALES COMO UN DEBILÍSIMO REFLEJO DE LAS CELESTIALES» EXAMEN DEL BIEN DESPUÉS DE LA MUERTE Y EL EXAMEN DEL MAL CON EL ESPÍRITU DE DIOS O CON LOS DEMONIOS TORTURADORES LO SEMEJANTE SE UNE A LO SEMEJANTE. LA FUERZA DEL ARREPENTIMIENTO «LAS PASIONES SON MIL VECES MÁS FUERTES QUE EN LA TIERRA…» SOMOS LIBRES DE OBRAR EL BIEN O EL MAL LA IGLESIA LA FORMA CORRECTA DE REZAR POR LOS DIFUNTOS SÉ CRISTIANO POR LO MENOS DURANTE CUARENTA DÍAS LA GEHENNA ¿QUÉ NOS ESPERA EN EL JUICIO FINAL? JESÚS, EL SALVADOR DE TODOS LOS HOMBRES ¿POR QUÉ CRISTO DESCENDIÓ A LOS INFIERNOS? DEL PECADO CAPITAL Y EL HOMBRE JUSTO PREGUNTAS SOBRE LA ETERNIDAD PRÓLOGO A LA CUARTA EDICIÓN Danílovski blagoslovéstnik (El mensajero de Danílov) Moscú. 2007 La vida del alma después de la muerte siempre ha guardado cierto misterio. « ¿Cómo será aquello? y ¿Qué habrá allí?» son preguntas que pasan de generación en generación y a las que se dan diversas respuestas, muchas de las cuales provienen de fuentes dudosas o no eclesiásticas: estudios de religiones no cristianas, obras ocultistas, relatos de personas que han «estado» en el más allá, «revelaciones» en sueños, fantasías de enfermos mentales, etc. Por eso surge la necesidad de descubrir este tema tan cercano a las enseñanzas de los Santos Padres y de los reverenciados ascetas de la Iglesia Ortodoxa, aunque solo sea de forma parcial. Sin embargo, el cristianismo no pretende en absoluto que este misterio se convierta en una realidad que responda a todas las preguntas de nuestra alma infinitamente curiosa. Para la persona que vive aquí, esto no solo es imposible, sino en gran medida poco útil. Es imposible, porque aquel mundo es totalmente distinto y no puede expresarse con nuestro lenguaje, lo que ilustra la estancia en el otro mundo del apóstol Pablo. A su vuelta, lo único que compartió con sus hermanos fue el relato de que él solo oyó palabras inefables que el hombre no puede pronunciar (2 Co 12,4). No es útil, ya que el conocimiento del futuro puede paralizar totalmente la libertad de la persona en la parte más importante de su vida: la moral y espiritual. Es fácil imaginar cómo cambiaría nuestra forma de ser si de repente conociésemos la fecha y hora exactas de nuestra muerte. Conocer el futuro ata con cadenas de acero el comportamiento del hombre que no se ha liberado de sus pasiones y debilidades. Por eso ni siquiera a todos los santos de Dios se les reveló aquel mundo, ni la hora de su muerte. Por el contrario, al no tener conocimiento directo sobre aquella vida, el hombre es totalmente libre en su vida espiritual y moral de aquí, libre de elegir uno de los dos principales puntos de vista sobre el problema de los problemas: la fe en Dios y en la vida eterna de la persona o la fe en la muerte eterna. No fue casual que Cristo dijese al Apóstol Tomás: «Porque me has visto has creído. Dichosos los que no han visto y han creído.» (Jn 20,29).Ya que la fe es el indicador más fiel de la naturaleza de las necesidades espirituales de una persona, su orientación y su pureza. I. V. Kireiévski expresó esta idea con claridad y precisión: «La persona es aquello en lo que cree». El estado de la persona después de la muerte es fruto directo de sus deseos y actos en esta vida. Pero ese fruto no es consecuencia de la ley de la retribución, sino de la ley de la consciencia. Sobre ello escribe magníficamente San Antonio en sus homilías: «…cuando somos bondadosos, estamos en comunión con Dios por nuestra semejanza con Él, y cuando nos domina el mal, nos separamos de Dios por nuestra disparidad con Él... nuestros pecados no permiten que Dios nos ilumine, sino que nos 1 unen con los demonios torturadores» . Y es que, siendo cristianos, podemos solo deliberar y disfrutar de debates teológicos sobre Cristo sin creerle y excluyéndolo de toda nuestra vida. ¡Qué razón tiene el dicho: «Filosofan sobre la vida, pero no la viven»! El desarrollo espiritual y la superación personal tienen lugar ante tentaciones, la acción de las pasiones y, con frecuencia, la existencia de graves dudas. Estas espinas son necesarias para el hombre durante su vida terrenal, ya que le descubren a sí mismo, le amansan y le capacitan para conocer la necesidad del Cristo Salvador, a través de lo cual adquieren la majestuosa dignidad de un hijo de Dios. No es casual que los Padres acostumbrasen a decir que si no hubiese habido demonios, tampoco habría habido santos. «Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el Reino de los Cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan». (Mt 11,12). * Me gustaría expresar mi especial gratitud a Alla Alekséievna Dobrosótskaia, sin cuya enérgica iniciativa y minucioso desciframiento de las grabaciones de mis conferencias, este libro difícilmente habría sido escrito. PRÓLOGO A LA QUINTA EDICIÓN Consejo editorial RPC. Moscú, 2008 En esta edición se incluyen algunos nuevos materiales que hacen referencia al tema principal de la vida del hombre: su tránsito de lo temporal a lo eterno. La eternidad es inimaginable para la conciencia humana. Y el tiempo es incomprensible. Entonces el Ángel «juró por el que vive por los siglos de los siglos, el que creó el cielo y cuanto hay en él, la tierra y cuanto hay en ella, el mar y cuanto hay en él: "¡Ya no habrá dilación!"» (Ap 10, 6). ¿Cómo cabe entender este no habrá dilación? No lo sabemos. El filólogo griego Platón, al intentar comprender el tiempo — uno de los fenómenos más misteriosos de nuestra existencia—, afirmó en una percepción profundamente intuitiva, que el tiempo es solo la imagen en movimiento de la eternidad. Efectivamente, el tiempo en sí mismo es algo extraño y carente de lógica para el ser humano. La sabiduría popular dice en un agudo aforismo: «Las horas pasan, los días corren y los años vuelan». Parece que todo debería ser al revés. Pero no, el tiempo es precisamente así, es de alguna forma «anómalo» a nuestra existencia. El ser humano vive y sabe con certeza que llegará su fin. Pero también sabe con certeza (bien es verdad que con el corazón, no con la mente), que su vida no tendrá fin. La eternidad está presente en el alma, ya que el alma nace eterna y así pasa a la eternidad. Pero ¿por qué? Todo por el mismo motivo: nuestra vida ya es el inicio de la Vida, su preludio, y la muerte solo es una especie de umbral necesario para entrar en aquel mundo, en el que ya no habrá semejantes ilusiones. Los Santos llamaron a nuestro mundo «adulador y mentiroso, que engaña con su aparente eternidad, sin tenerla». Engaña a todo el que se encierra en el mundo y encuentra el sentido de su vida en lo que ineludiblemente le arrebatarán. Cuanto más apegada a la tierra esté la persona, más duro y espantoso será ese arrebatamiento. Entonces la ruptura con el mundo pasará en vida y provocará al hombre un horrible sufrimiento. Los Padres no llamaban al mundo creación de Dios. «La palabra mundo, decía San Isaac de Nínive, es un nombre colectivo que incluye todo lo que llamamos pasión». «Y cuando queremos nombrar un conjunto de pasiones, lo llamamos mundo». Por eso las personas inteligentes de todos los tiempos siempre juzgaban sensatamente la vida terrenal y no se hacían ilusiones en cuanto a su éxito, que podía truncarse en cualquier momento, e infaliblemente por la muerte. Incluso los filósofos de la antigüedad alertaban: «Recuerda la muerte», «Aprende a morir durante toda la vida». Los ascetas cristianos dicen lo mismo, aunque por otra razón: «Recuerda la muerte y jamás pecarás». De forma clara y elocuente se habla sobre los llamados valores de esta vida transitoria en el aria del príncipe Yuri de la ópera «La leyenda de la ciudad invisible de Kítezh y la doncella Fevróniya» de Nikolái Andréievich Rimski-Kórsakov: «¡Oh, gloria, riqueza, vanidad, oh breve vida nuestra.