Piratas Y Aventureros En Las Costas De Nicaragua, Jaime Incer Barquero
Total Page:16
File Type:pdf, Size:1020Kb
COMENTARIO A LAS CRÓNICAS DE JOHN ESQUEMELING John Esquemeling, cuyo verdadero nombre era Alexander Olivier Oexmelin, publicó en Amsterdam, en 1678, su famoso libro De Americaeneche Zee Roovers, "Los Bucaneros de América," obra que tuvo tal que fue de inmediato traducida al inglés y luego a otros idiomas. En ella dio a conocer las aventuras de algunos piratas que desde mediados del siglo mi merodeaban por las aguas del Caribe, contándose entre ellos el mismo autor, quien participó en 1671 como médico-barbero en la expedición de asalto a la dudad de Panamá, capitaneada por el célebre corsario inglés Henry Morgan. Después de la hazaña, Morgan y sus compinches de mayor confianza se alzaron con casi todo el botín, dejando abandonado y desamparado al grupo de Esquemeling, en la boca del río de Chagres, donde los piratas habían andado los barcos antes de cruzar el istmo con rumbo a Panamá. Por un tiempo Esquemeling y su gente recorrieron la costa pana- meña, en las inmediaciones de Bocas del Toro, en busca de alimentos y de otras provisiones; luego continuaron rumbo ala laguna de Blue- fields con el objeto carenar los barcos, en vista que el lugar también ofrecía buen resguardo a la flotilla corsaria (cróNica III). Estando en este lugar los piratas fueron ahuyentados por un grupo de indios—posiblemente Kukras—que mataron a flechazos a dos mujeres cautivas, enviadas a un río cercano para lavar la ropa de los bucaneros. Los piratas no lograron coger a los sospechosos, por haber éstos escapado rápidamente a la espesura de la selva. Temiendo el regreso de los indios, izaron vela en dirección al cabo Gracias a Dios, donde fueron recibidos amigablemente por los Miskitos (cRÓNicA iv). La relación de estos indígenas con los corsarios se inició alre- dedor de 163o, cuando los colonos puritanos de la isla Providen- da animaron al Cabo Gradas a Dios para comerciar con los nativos, al tiempo que piratas holandeses y franceses navegaban entonces 3 PIRATAS Y AVENTUREROS EN LAS COSTAS DE NICARAGUA por aquella costa. Desde entonces los Miskitos fueron los mejores aliados de los bucaneros, cuya presencia aceptaban con beneplá- cito. En efecto, abastecían sus barcos con de came de tortuga, manatí y otras vituallas a cambio de cuchillos, machetes, aguar- diente y otros artículos. Durante su estadía en el Cabo, Esquemeling logró observar la forma de vida de los indígenas, o mas bien de la comunidad que existía en el lugar, cuya organización social no pasaba de ser una relación de dan familiar. Entre las cosas que le llamaron la aten- ción figuran las relacionadas con las fiestas, la elaboración de bebidas fermentadas, los ritos matrimoniales y funerarios de los Miskitos, que se cuentan entre las primeras costumbres observa- das en este grupo, que entonces parecía ser no muy numeroso. La costa Caribe de Nicaragua era con frecuencia visitada por los corsarios procedentes de Jamaica y Providencia. Las lagunas litorales ofrecían buenos sitios para esconder y carenar los barcos de los bucaneros, que además gozaron de la confianza y servicios de los Miskitos que vivían en el Cabo. Una vez aprovisionados con carne de manatí, con la ayuda de los pescadores indígenas, faena en la cual bastaban dos Miskitos para suplir a una partida de cien piratas, el grupo de Esquemeling continuó hacia las islas de la Bahía en la costa de Honduras, retor- nando después a Jamaica. Por otra parte, los piratas conocieron de la vulnerabilidad de Granada, cuando el fraile apóstata Thomas Gage, capellán de la tropa inglesa que invadió y tomó Jamaica en 1654, describió la ciudad, donde había estado veinte años antes, como un puerto de gran riqueza mercantil, el cual podía ser invadido por el lago de Nicaragua remontando el río San Juan. Al respecto de esta nueva opción, Esquemeling se refiere a otros dos bucaneros que merodearon por la costa de Nicaragua: John Davis, inglés, el primer pirata que penetró por el río San Juan, navegó en el lago, sorprendió y asaltó Granada en 1665 (crónicA I, y el tristemente célebre pirata francés, apodado El Clones, quien 4 COMENTARIO A LAS CRÓNICAS DE JOHN ESQUEMELING poco después de la hazaña de Davis intentó invadir Nicaragua siguiendo la misma ruta, pero sin ningún éxito y con tan mala suerte que encontró la muerte en la costa de Panamá (cróNIcA II). Relata Esquemeling que una partida de piratas comandada por John Davis, dejando su barco en la desembocadura del río, subió en canoas hasta el lago de Nicaragua, sin ser advertida, remando todas las noches y escondiéndose entre las islas en el día. Cayeron sobre la ciudad sorpresivamente, capturaron 18 cañones y encerraron a 300 rehenes en la parroquia, robando y saquean- do por las siguientes i6 horas, retirándose a la isla de Ometepe con varios prisioneros para canjeados por una dotación de carne de res que necesitaban para el regreso a Jamaica. El gobernador Salinas, refiriéndose al asalto, escribió poco después: "el pirata Davis dijo a uno de mis oficiales que estimaba en una botija de vino el tesoro que se llevaba, en comparación de haber conocido esta plaza, la laguna, sus isletas y la isla de Ometepe, y que había de hacer todo esfuerzo para fomentar con Jamaica y Portugal le diesen gente para ocupar estos puertos, de donde se prometía con mucha facilidad, establecer una comu- nicación con el mar del Sur." Esquemeling afirma que por esta audaz aventura Davis gozó de gran reputación en Jamaica, además de haber logrado el nom- bramiento de almirante para comandar una flota de siete a ocho barcos, con los que realizó varios asaltos en las costas de Cuba y Florida, habiendo capturado el fuerte español y la ciudad de San Agustín en esa península, como después se supo. También debemos a Esquemeling el relato de las tenebrosas hazañas de El Olonés—Francois L'Olonnais—cuyo verdadero nombre era Jean David Nau. Fue el pirata más temido por su san- gre fría y las atrocidades que cometía con sus desafortunados pri- sioneros. Tanto era el miedo que inspiraba este corsario francés que el mismo Esquemeling afirmaba que los españoles preferían morir peleando, o ser hundidos con todo y barco, antes de caer en sus garras. 5 PIRATAS Y AVENTUREROS EN LAS COSTAS DE NICARAGUA En 1668 El Olonés salió de Jamaica con la intención de asaltar Granada remontando "el río de Nicaragua"—léase San Juan—pero los vientos desviaron sus barcos en dirección a la costa de Honduras. Imposibilitada de recuperar la ruta propuesta y acicateada por el hambre la gavilla del Olonés, anduvo merodeando por aquella costa. Asaltó Puerto Caballos—hoy Puerto Cortés—al que saquea- ron y quemaron, descuartizando aquellos prisioneros que se negaban a pagar rescate por sus vidas, o cortándoles la lengua si no confe- saban donde escondían sus riquezas. Pasó El Olonés a San Pedro de Sula y en el trayecto arrancó el corazón a uno de los desdichados prisioneros que se habla negado a indicarle el camino que conducía a la dudad, a la cual después tomó e incendió al comprobar que sus moradores hablan escapado llevando consigo sus caudales. Luego de vagar por las costas de Belice y Yucatán, sin encon- trar provisiones con que alimentar a su pandilla, gran parte de ésta lo desertó. Con un barco casi en zozobra El Olonés logró llegar a una de las islas Perlasbien—mas Corn Island—donde la nave terminó de naufragar. Con los restos del barco logró construir una pequeña embarcación, con la cual se propuso viajar al río San Juan en procura de algunas canoas, pero una guarnición española, acantonada en la boca del río, opuso tan enconada resistencia que logró exterminar a la mayoría de los invasores. Escapó esta vez El Olonés, pero no fue muy largo, pues al llegar a la costa de Veraguas, cayó en manos de unos indios salvajes que lo descuartizaron y cocinaron sus miembros. "Así acabó la vida y tuvo miserable muerte aquel diabólico villano—termina diciendo Esquemeling—quien por sus grandes crímenes execrables, llenos de horror, y también responsable de tanta sangre inocente, fue muerto por crueles manos carniceras, tales como fueran las suyas en el devenir de su vida." 6 I John Esquemeling Asalto de Granada por el pirata John Davis 1665 El primer pirata que se atrevió a saltar a tierra fume de los domi- nios españoles fue Lewis Scott, quien se tomó y saqueó la ciudad de Campeche, en la península de Yucatán. México. La dejó casi en ruinas robando y destruyendo cuando pudo, y después de haber obtenido un cuantioso rescate por ella la abandonó. A Scott le siguió Mansvelt, quien se propuso llegar hasta Granada. Nicaragua, y siguiendo en sus correrías pasar de allí al Mar del Sur; y lo intentó, hasta que al fin, por falta de bastimen- tos, abandonó la empresa y se regresó. Asaltó la isla de Santa Catalina' que fue la primera plaza que tomó e hizo allí unos cuantos prisioneros. Estos hombres lo guiaron hasta Cartagena, la principal ciudad de Nueva Granada? Pero en esta historia no pueden pasarse por alto las atrevi- das hazañas de John Davis, oriundo de Jamaica. Su historial está lleno de las más grandes proezas, señaladas todas por la serenidad y valentía con que fueron realizadas en Nueva Granada. Este pirata, habiendo navegado por largo tiempo las aguas del golfo de Bocas del Toro? en acechanza de los barcos que de Cartagena iban a Nicaragua, cansado de esperarlos. resolvió al fin desembarcar en Nicaragua, dejando ocultos sus barcos en escondrijos de la costa. Hoy Providencia 2 Hoy Colombia 3 En la costa caribe de Panamá 7 PIRATAS Y AVENTUREROS EN LAS COSTAS DE NICARAGUA Y en 1665 puso en ejecución su plan.