AÑO XX, NÚMERO 80, PRIMAVERA DE 2020

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Dos partidas Historias de migrantes de a México (y de regreso) Laura Trejo (coordinadora) Alondra A. Ambriz Nava; María Elvira Buelna Serrano; Federico Czesli; Débora Díaz; Itzel Eguiluz; Morena Goñi; Julio Horno; Lara Iturbide; Eduardo Laingbord Cohen; ; Paulina Movsichoff; Alberto, Manuel y Mario Pellegrini; Verónica Pérez; Fabio Primo; Diego Roldán; Fernando Segura M. Trejo; Guillermo Tangelson; Oscar Tangelson; Pablo Yankelevich

$ 100.00 Director fundador Jean Meyer . Istor es una publicación­ trimestral de la Di­ visión de Historia del Cen­tro de In­ves­tiga­ Director David Miklos ción y Do­cenc­ia Econó­mi­cas (cide). Consejo editorial Catherine Andrews, . El objetivo de Istor es ofrecer un acercamien­ Luis Barrón, Adolfo Castañón, Clara García to original a los aconteci­mien­­tos y a los Ayluardo, Luis Medina, Antonio Saborit, Rafael Rojas y Mauricio Tenorio gran­­­des de­bates de la historia y la actua­lidad internacio ­nal. Diseño y formación Natalia Rojas Nieto . Las opiniones expresadas en esta revis­ ta­ son Corrección Pilar Tapia responsabilidad de sus au­to­res. La reproduc­ y Nora Matadamas ción de los tra­bajos necesita previa autori­ Consejo honorario zación. Yuri Afanasiev † Universidad de Humanidades, Moscú . Los manuscritos deben enviar­ se­ a la División­ Carlos Altamirano Editor de la revista Prisma (Argentina) de Historia del cide. Su presentación­ debe Pierre Chaunu † Institut de France seguir los atributos­ que pueden observarse Jorge Domínguez Universidad de Harvard en este nú­mero. Enrique Florescano Secretaría de Cultura . Todos los artículos son dictaminados. Josep Fontana † Universidad de Barcelona Manuel Moreno Fraginals † Universidad de La Habana . Dirija su correspondencia electrónica al edi­ Luis González † El Colegio de Michoacán tor responsable: [email protected] Charles Hale † Universidad de Iowa . Puede consultar Istor en internet: Matsuo Kazuyuki Universidad de Sofía, Tokio www.istor.cide.edu Alan Knight Universidad de Oxford Seymour Lipset † Universidad George Mason . Centro de Inves­tiga­ción y Docencia Olivier Mongin Editor de Esprit, París Eco­nó­mi­­­cas, A.C., Carretera México-Toluca Daniel Roche Collège de France 3655 (km 16.5), Lomas de Santa Fe, 01210, Stuart Schwartz Universidad de Yale Ciudad de México. Rafael Segovia † El Colegio de México . Certificado de licitud de título: 11541 y David Thelen Universidad de Indiana contenido: 8104. John Womack Jr. Universidad de Harvard . Reserva del título otor­ gada por el Indautor: 04-2000-071211550100-102 . issn: 1665-1715 . Impresión: Impresión y Diseño, Suiza 23 bis, Colonia Portales Oriente, 03570, Ciudad de México. . Suscripciones: Tel.: 57 27 98 00, ext. 6093 [email protected]

Portada: Cristina Malanca rumbo al avión que la llevaría al exilio en México, acompañada de su hijo Nicolás Cabral. Aeropuerto Internacional Ministro Pistarini, Ezeiza, 28 de agosto de 1976. Fotografía tomada por una oficial de la Policía Federal Argentina, recuperada por instancias de un oficial del Ejército Argentino amigo de la familia.

­ISTOR, AÑO XX, NÚMERO 80, PRIMAVERA DE 2020 ISTOR, palabra del griego antiguo y más exactamente del jónico. Nombre de agente, istor, “el que sabe”, el experto, el testigo, de donde proviene el verbo istoreo, “tratar de saber, informarse”, y la palabra istoria, búsqueda, averigua­ ción,­ “historia”. Así, nos colocamos bajo la invocación del primer istor: Heródoto de Halicarnaso. Índice 3 Presentación LAURA TREJO, Historias de migrantes de Argentina a México (y de regreso) Dossier 25 DIEGO RO LDÁN, Del desarrollismo reaccionario al neoliberalismo de mercado: Argentina como país inductor de migraciones (1955-2003) 55 MARÍA ELVIRA BUELNA SERRANO, México en el marco de las transformaciones mundiales (1970 y 2010) 77 PABLO YANKELEVICH, Argenmex: Itinerarios del exilio argentino en México 105 OSCAR TANGELSON, Dos partidas. Dos nostalgias 129 FERNANDO SEGURA M. TREJO Y BRUNO MARIONI, Entre Argentina y México, idas y retornos, muchos ejemplos de fútbol, una trayectoria Convergencias y divergencias 155 ALBERTO, MANUEL Y MARIO PELLEGRINI, Las historias de tres hermanos argentinos entre Argentina y México 177 VERÓNICA PÉREZ Y LARA ITURBIDE, Relato engarzado de una chica argentina, Verónica, que vivió en México y regresó a su país, con el de Lara, una mexicana que vivió en Argentina y regresó a México 195 JULIO HORNO, Entre , Culiacán y Buenos Aires: Una experiencia empresarial y personal 203 DÉBORA DÍAZ, Mi historia en México y el ballet 211 FEDERICO CZESLI, Escenas de mi vida como estudiante de maestría en antropología en la Ciudad de México 221 PAULINA MOVSICHOFF, El camino de las pruebas Ventana al mundo 241 GUILLERMO TANGELSON, Oscar Tangelson: El inesperado escritor de futuros 247 EDUARDO LAINGBORD COHEN, Anécdotas de la vida juvenil de Oscar Tangelson 249 Testimonios en homenaje a Oscar Tangelson Reseñas 271 MORENA GOÑI Y FABIO PRIMO, La batalla por el sentido común de los argentinos 279 ITZEL EGUILUZ, Migración y salud 285 ALONDRA A. AMBRIZ NAVA, ¿Volver a casa? Cajón de sastre 293 JEAN MEYER Presentación

Historias de migrantes de Argentina a México (y de regreso)

Laura Trejo*

INTRODUCCIÓN: MEMORIAS E HISTORIAS ORALES Ninguna filosofía, ningún análisis, ningún aforismo, por más profundos que sean, se pueden comparar en intensidad y en plenitud con una historia bien contada1 El objetivo de este número de Istor es contar las vivencias de algunos mi­ grantes argentinos que vivieron en México y de su retorno a su país. Las migraciones se incrementaron durante los años de dictatura en el país del Cono Sur, pero en realidad hay datos de migraciones a México desde finales del siglo xix. Queremos enlazar aquí lo oral con la “historia oficial”:2 nombre de una película argentina que devela los actos ilícitos que se cometieron en la última dictadura cívico-militar y que revela las compli­ cidades activas de un círculo y las pasivas de otros: Alicia, maestra de his­ toria en un Liceo, vive con su marido, empresario que se ha enriquecido

* Estudios doctorales en Lengua y Literaturas Hispánicas, catedrática de Literatura Medieval Española, Literatura Mexicana, Historia de la Cultura y Redacción. Estudios en Sociología (género y cultura) e Historia de México en la Universidad Nacional Autónoma de México. Posgrado en psicología gestáltica y máster en Programación Neurolingüística, Comunicación no Verbal (Buenos Aires). Investigaciones sobre cultura y migración en Alemania, Argen­ tina, Francia, Estados Unidos y México. Autora de Quince cantigas de amigo: Análisis retóri- co de una figura poética, Novelas realistas mexicanas, Crisis y transición: Proceso de cambio en un grupo de estudiantes mexicanos en Europa y de varios ensayos y artículos. 1 Hanna Arendt, Los orígenes del totalitarismo, Barcelona, Taurus, 1974. 2 La historia oficial, título de una de las primeras películas argentinas que en 1985 habla del terrorismo, la tortura, el secuestro, las desapariciones y el tráfico de bebés. Dirigida por Luis Puenzo y protagonizada por Norma Aleandro y Héctor Alterio. Transcurre en 1983, en el ocaso de la última dictadura cívico-militar llamada Proceso de Reorganización Na­ cional (1976-1983).

3 LAURA TREJO haciendo negocios con la dictadura, y su hija adoptiva. Como otros miembros de la clase alta o media-alta argentina, no parece estar consciente de lo que pasa en el país, ingenuamente cree que sólo se arresta a personas culpables. Sus opiniones son cuestionadas por un profesor y compañero, algunos de sus alumnos y el reencuentro con una amiga que tuvo que salir huyendo. La historia3 es una disciplina que estudia el nacimiento y el desenvolvi­ miento de hombres, territorios y todos aquellos sucesos que hayan dejado en mayor o menor medida alguna huella. Una de las principales críticas es que ha dependido de las tendencias en boga, las elecciones y la visión de quien la escribe. El intento de ser neutral y profesional no es una fórmula pura: se interponen visiones, creencias y orientaciones. En la actualidad se discute sobre la función del conocimiento histórico y las implicaciones del mismo. También se debate sobre la “verdad histórica”, si es “cíclica o lineal”, su “devenir”, muestras de sus cambios y dinamismo. La historia como ma­ teria de enseñanza a partir de los siglos xviii y xix se amplió del estudio local al nacional, el general, hasta alcanzar el global. Los historiadores del siglo xix manifestaron una gran des­confianza ante el uso de fuentes orales. Su afán por hacer de la historia una “disciplina científica” convenció a los profesionales del campo que el mejor camino consistía en tomar los hechos históricos de la documentación escrita. Cabe destacar que hay grandes pe­ riodos de la historia de los que poco se sabía y se han reconstruido a partir de otros textos, otras fuentes y adelantos científicos. Preocupados por la veracidad de los testimonios, renunciaron a las fuentes orales, que conside­ raron subjetivas, variables e inexactas. Así, se descalificó la validez de los relatos, clasificados como literatura o folclore. Tal vez una de las personas más renombradas en el estudio de la memo­ ria sea Pierre Nora.4 “Al historiador profesional se le concibe como el espe­

3 La palabra historia se deriva del griego y se traduce como: investigación, información (cono­ cimiento adquirido por investigación). De ahí pasó al latín y al castellano. Se dice que la etimología procede del proto-indoeuropeo: “saber, ver, idea o visión”. Los criterios de objeti­ vidad y el grado con que se llevan a cabo requieren ser revisados con ojos críticos, pues como dice la neurolingüística: “en nuestro cerebro tenemos un mapa de la realidad y no la realidad”. 4 Historiador nacido en 1931 en París. Miembro de la Academia Francesa y conocido por sus trabajos sobre los “lugares de la memoria”. Fue director de estudios en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales. Editor en Éditions Julliard y en 1965 se sumó a Ga­ llimard. Entre sus obras más importantes, para este número, se destacan Les Lieux de mé- moire (1984, 1986 y 1992) y Présent, nation, memoire (2011).

4 Historias de migrantes de Argentina a México (y de regreso) cialista en la disciplina académica de la Historia, y al no profesional se le tiende a denominar­ cronista”.5 La reticencia a la historia oral persiste, se dice que no puede dar una visión objetiva sobre el pasado, tampoco sobre el cambio y que su escala es reducida.6 Transmitida como cuentos, anécdotas, mitos, folclore, costumbres, vivencias, constituye uno de los elementos con los que se forman la experiencia, los recuerdos, la manera de ver y vivir el entorno. “Para mí —dice Nora— el historiador es a la vez un especialista, un árbitro entre las diferentes memorias, un intérprete de cada una de ellas y aquel que trata de reconstruir los sucesos en su profundidad histórica y en su duración”.7 Antes del desarrollo de la escritura8 la tradición oral era la que transmi­ tía mitos, ritos, costumbres, lenguaje y cultura. Se dice que el registro del pasado occidental, se inicia en Grecia con Heródoto, que tenía a bien utili­ zar testimonios orales; Estrabón lo prolongó durante la época romana. En la Edad Media, los manuscritos realizados en los monasterios reproducían mitos, creencias, como la misión de Alfonso X con su famosa Escuela de Toledo.9 Cabe recordar también a los famosos juglares (portadores de noti­ cias e historias, que modificaban y ajustaban según el público presente, su propia idiosincrasia e intereses). Aún ahora, los contadores de las historias en los llamados pueblos autóctonos de África, América, Asia, Europa y

5 “…historia tradicional, lo que remite a la ‘novela nacional…’”. Véase la entrevista reali­ zada por Evelyn Erlij en Letras Libres, 1 de febrero de 2018. 6 Los partidarios de una condición académica y científica son la mayor parte de los historia­ dores de la segunda mitad del siglo xix y del xx, que han explicitado sus preocupaciones metodológicas: la aspiración a una historia con rigor. A pesar de ello, otros historiadores no se sometieron a los mecanismos institucionales (académicos y prácticas existentes o vigentes) y sus estudios presentan otras perspectivas. 7 “El historiador tiene un papel cívico y uno ideológico, y yo estoy a favor del primero y en contra del segundo. Es ine­vitable­ que el historiador –que no es un hombre abstracto, sino un hombre de su familia, de su religión, de su país– no pueda desprenderse de todas esas cir­cunstancias para ser lo que en otros tiempos se creía que era un historiador, a saber, un hombre de ningún tiempo y de ningún país”. Pierre Nora. Véase entrevista de E. Erlij, Letras Libres, 1 de febrero de 2018. 8 “El desarrollo de la escritura se estima es en los primeros [años] del milenio iv a.C. en Sumeria”. Véase José Vila Seima, “De la enseñanza de la historia”, Revista Española de Pe- dagogía, vol. 29, núm. 116, 1971, pp. 369-391. 9 Reconocido por su obra histórica, jurídica, científica y literaria, Alfonso X patrocinó, supervisó, participó y colaboró con un conjunto de intelectuales latinos, hebreos e islámicos.

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Oceanía, no sólo son importantes, sino que forman parte de la supervivencia de una lengua y su cultura.10 Ambas, la lengua oral y la escrita, tienen siempre un punto de vista per­ sonal y colectivo, desde el tema que se elige y las fuentes que lo sustentan, hasta la propia visión e intención. La perspectiva de seriedad, formalidad e investigación de fuentes se contrapone a los propios intereses, que guían a investigar, seleccionar documentos y organizarlos, además de la formación o escuela a la que se pertenece. O sea que los intereses personales (profesio­ nales, institucionales, políticos, etc.) y colectivos son la base tanto de la tradición oral como de la escrita. Lo oral, a partir del robustecimiento de marcos metodológicos, se ha encauzado en publicaciones periódicas como Historia y fuente oral, Storia orale, Oral History, Voces Recobradas y archivos como el Archivo de la Palabra, en México, el Archivo Oral de la Universidad de Buenos Aires o el Archivo Oral del Instituto Di Tella en Argentina, y una extensa bibliografía. En los casos de migración, la transmisión oral viene del principio de asegurar la continuidad y la cohesión del grupo fa­ miliar, refuerza los sentimientos de pertenencia y de la construcción de la persona.11 La historia oral es una fuente de reconstrucción del pasado y lleva siglos siendo utilizada en distintos ámbitos de la historia oficial, aun­ que sin tener el reconocimiento que ha alcanzado en la actualidad a partir del fortalecimiento de sus marcos metodológicos. En palabras de Paul Thompson, “la historia oral es la más nueva y la más antigua forma de hacer historia”. En el siglo xviii, el ilustrado Voltaire se sirvió tanto de fuentes escritas como de relatos de testigos. Michelet escuchó a su padre para en­ tender mejor el espíritu de la Revolución.12

10 Cabe citar el clásico libro del antropólogo Eric Wolf, Europa y la gente sin historia, México, fce, 2005. 11 Véase Ivy Daure y Odile Reveyrand Coulon, Le migrant et sa famille, París, esf Editeur, 2019, p. 63. 12 Ese uso del término historia es equivalente a “cambio en el tiempo”.Véase a Stephen Hawking, Historia del Tiempo. Todo pasado escrito en el presente hace alusiones, tiene divesos propósitos y por ende puede ser elaborada, leída e interpretada de diversas mane­ ras y a través de múltiples ojos aunque el autor sea un historiador profesional. Luis Gon­ zález y González también opina que la historia “…tiene diversos propósitos y por ende puede ser leída e interpretada de diversas maneras.”

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A partir de la década de 1940, grupos de historiadores en Estados Uni­ dos, Inglaterra y Francia validaron “nuevas” perspectivas para estudiar la historia. Las viejas obsesiones positivistas de reproducir el hecho tal como sucedió y contar la historia a partir de la vida de los “grandes hombres, la política y las guerras” pasaron gradualmente a otro plano, o al menos a tener contrapesos. Esta historia ya no busca la “verdad absoluta”, sino que se interesa por todo cuanto el hombre ha dicho, escrito, sentido e imagina­ do.13 Este enfoque supuso­ la apertura de un horizonte casi infinito de tes­ timonios y fuentes para la reconstrucción histórica.14 Se desplegó así un interés en la realización de entrevistas a hombres y mujeres que protago­ nizaron un momento o un hecho relevante de la historia, en su mayoría testimonios de “gente común”, las perspectivas de sectores mucho más diversificados que aquellos de la historia clásica. Muchas investigaciones se dedican a la historia de la vida cotidiana de los campesinos, la familia, la mujer, el obrero, los migrantes, las minorías étnicas y sexuales, la comida, las creencias, los valores, una verdadera revalorización de los testimonios y documentos, que presta atención a los recuerdos, experiencias y puntos de vista personales de un acontecimiento15 y a la comprensión del entorno, de la sociedad que lo rodeó. El trabajo de recopilación de este tipo de testimonios se intensificó a la par que su popularidad, ya que a mediados del siglo xx los grabadores de voz permitieron el registro más preciso de la palabra del entrevistado. El

13 A partir de los History Workshops de la década de 1960 y de historiadores como Paul ­Thompson, Phillipe Joutar y Rafael Samuel se extendió a otros países el estudio de histo­ rias orales. Véanse, entre otros muchos, Dora Schwarzstein (comp.), La historia oral, Bue­ nos Aires, ceal, 1991, Chantal Tourtier-Bonazzi, “Propuestas metodológicas”, Historia y Fuente Oral, núm. 6, 1991; Roberto Pittaluga, “La memoria según Trelew”, Sociohistórica, núms. 19-20, 2006, pp. 81-111. 14 En 1948, el periodista Allan Nevins fundó, en Nueva York, en la Universidad de Colum­ bia, el primer centro de Historia Oral, con objeto de recuperar los testimonios de peque­ ñas comuni­dades y grupos sociales. La Universidad de Berkeley en 1954 creó un archivo de fuentes orales. La institucionalización de las fuentes orales comienza con la recopilación de vivencias de personas que participaron, como testigos o protagonistas, en la gestación de un hecho histórico. 15 Véanse Laura Trejo, Crisis y transición. Proceso de cambio en un grupo de estudiantes mexicanos en Europa, Monterrey, Universidad Autónoma de Nuevo León, 2007. “A nadie pareció raro dedicar tiempo a averiguar la historia de la vida cotidiana”, Graciela de Garay, “Las fuen­ tes orales”, en Gisela von Wobeser (coord.), Reflexiones sobre el oficio del historiador, México, unam, 1999, p. 146.

7 LAURA TREJO uso actual del video permite captar con todo detalle la información verbal y no verbal. Los detractores de la historia oral señalan limitaciones de los testimonios, como los errores o las omisiones sobre datos o fechas históricas. Ante esta crítica se puede argumentar que las fuentes orales aportan eviden­ cias que sirven para confirmar, contrastar o refutar hipótesis enunciadas a partir de las fuentes escritas (a veces oficiales). La antigua división entre lo oral y lo escrito se hace borrosa, al igual que las fronteras entre lo público y lo privado, devela las ar­ticulaciones de narraciones trazadas a partir de una perspectiva genérica de la memoria, desarticula los límites entre la verdad y la ficción, la objetividad y la subjetividad; sin embargo, esos cuestiona­ mientos lejos de debilitar la potencia de la historia producen una historia diversa, con múltiples voces, más integral. El objetivo es avanzar en el cono­ cimiento de la realidad pasada y, de este modo, al igual que fuentes estadís­ ticas, hemerográficas, archivos oficiales, la historia oral participa en una visión interdisciplinaria de la historia que permite analizar el pasado desde diversos enfoques y puntos de vista. Perviven, sin embargo, las críticas: las limita­ ciones propias, de la memoria humana, el paso del tiempo, la edad del in­ formante, la selectividad que provoca omisiones o distorsiona. La memoria de los informantes no es infalible, el presente matiza el pasado, los recuerdos se seleccionan, la memoria oculta (en mayor o menor medida, a veces in­ conscientemente) lo que daña o altera la imagen que se tiene de sí mismo y de su grupo social. No por eso se pueden considerar las fuentes orales “falsas” ni tampoco afirmaciones equivocadas, ya que constituyen “verdades” psi­ cológicas, sociales. Los recuerdos y las memorias, aun las subjetividades, informan y reconstruyen un pasado. En este sentido, las fuentes orales com­ plejizan, enriquecen y matizan el conocimiento. Este número tiene un marco histórico basado en datos, tanto de la Ar­ gentina como de México, que forman parte del campo de las ideas y de las mentalidades sociales en relación con acontecimientos históricos. Los rela­ tos muestran cómo diversas personas pensaron, vieron y construyeron su mundo y cómo expresan su entendimiento de esa realidad. Un testimonio oral da cuenta de las expectativas de la persona, sus emociones, sentimien­ tos, deseos, así como de su vida y el tiempo en que vivió, es una puerta que se abre hacia la comprensión de la sociedad en la que vive. El criterio alea­ torio por el que se elabora un documento escrito u oral conlleva un proceso

8 Historias de migrantes de Argentina a México (y de regreso) de selección, problemas de omisión o distorsión, ideologías, creencias. Un sujeto que relata su historia revela lo que hizo, lo que deseaba hacer, lo que creyó estar haciendo y lo que ahora cree que hizo. La memoria de los in­ formantes no es infalible, el presente matiza el pasado, los recuerdos se se ­leccionan. Las entrevistas de este número se basaron en un mismo cuestionario y, a veces, se obtuvieron respuestas casi idénticas, aun tratándose de personas con distintas características (edad, género, formación). La entrevista como herramienta de trabajo no es una conversación espontánea, en la cual el entrevistado hace públicos su historia y sus puntos de vista. El objetivo no es obtener sólo datos, sino vivencias, contradicciones y divergencias; todo lo que se aporta es significativo. Cada testimonio brinda el privilegio de conocer, comprender el uso del habla y el lenguaje no verbal.16 Al lector le toca el proceso de análisis e interpretación de las experiencias basadas en un exilio y el regreso al país de origen, la diversidad de los relatos permite entender diferentes significados sobre un hecho según el valor que le otor­ ga la persona.17 Como lo expresó Antonio Machado:18

En estas ciudades de Castilla abrumadas por la tradición, con una catedral gótica y veinte iglesias románicas, donde apenas encontráis rincón sin leyenda, ni una casa sin escudo, lo bello es siempre y no obstante […] lo vivo actual, lo que no está es­ crito ni ha de escribirse nunca en piedra; desde los niños que juegan en las calles —niños del pueblo, dos veces infantiles— las golondrinas que vuelan en torno de las torres, hasta las hierbas de las plazas y los musgos de los tejados.

16 Los expertos dicen que la efectividad de la comunicación radica en la observación de lo no verbal, significa 93 por ciento de información frente a la palabra. La neurolingüística per­ mitió ahondar en algunos conceptos que no se verbalizaban. En la mayoría de las entrevis­ tas las personas colaboraron, en otras se cerraban y cambiaban el tono de voz, mostrando enojo o incluso gestos con su cuerpo, que confirmaban la incomodidad, lo que servía para valorar el punto y profundizar o saltar el tema. Una sola persona no se abrió e incluso mostró abiertamente su enojo con palabras duras, lo cual indicó su necesidad de guardar silencio (se habían tocado fibras íntimas). Véanse Mark L. Knapp,La comunicación no verbal, el cuerpo y su entorno, Buenos Aires, Paidós, 1982; Christopher J. Hall, An Introduction to Language and Linguistics, Londres, Bloomsbury Academic, 2005. Cabe mencionar también la labor de la Escuela de Palo Alto; en el desarrollo de estas teorías destacan autores como: G. Bateson, R. Birdwhistell, P. Watzlawick, E.T. Hall y E. Goffman. 17 Laura Benadiba y Daniel Plotinsky, De entrevistadores y relatos de vida. Introducción a la historia oral, Buenos Aires, Facultad de Filosofía y Letras, 2005. 18 Antonio Machado, Los Complementarios, Buenos Aires, Losada, 1968, p. 59.

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RECORRIDOS ENTRE ARGENTINA Y MÉXICO EN UN MARCO GENERAL DE MIGRACIONES Proponemos en este número conocer la mirada de un grupo variado de mi­ grantes argentinos, indagar acerca de sus atributos y propiedades culturales, las que poseen (mantienen y aprecian) y las que les son atribuidas, pero también sus temores y rechazos, la exclusión o aceptación en el México que les tocó vivir con los mexicanos que los rodearon.19 De la misma manera, analizamos el choque emocional y cultural que implicó para muchos el re­ greso a su país de origen. La migración forma parte de la historia del ser humano desde sus orígenes,20 sin embargo, en estos últimos tiempos los medios de comunicación se recrean y parecen dar más atención al fenómeno. Todos los días se reciben noticias alarmantes de la situación de los africanos que buscan refugio en Europa, los movimientos en Asia,21 en América; los desplazamientos, los sufrimientos, los rechazos, los campamentos para re­ fugiados, los planes de los gobiernos, las actitudes de las policías, las muer­ tes, torturas y asesinatos de los cuales son víctimas miles de seres humanos. Yuval Noah Harari, en su libro Sapiens, traza una breve historia de la huma­ nidad, desde los primeros habitantes (o humanoides) que caminaron sobre la Tierra hasta los radicales y a veces devastadores avances de las “grandes revoluciones que nuestra especie ha protagonizado”. Harari explora cómo las grandes corrientes de la historia han modelado las migraciones y por lo tanto las sociedades, e incluso los prototipos de ideologías y personalidades. El libro cuestiona lo que creíamos saber sobre el ser humano. Nuestros orígenes, nuestras ideas, nuestras acciones, nuestro poder… y nuestro futu­ ro: “El fuego nos dio poder. La conversación hizo posible que cooperáramos. La agricultura alimentó nuestra ambición. La mitología sostuvo la ley y el orden. El dinero ofreció algo en lo que confiar”. En las primeras etapas se buscaban mejores lugares para habitar, algunos ya poblados. Harari descri­

19 El artículo del historiador Alan Knight, “La identidad mexicana”, Nexos, 1 de agosto, 2010, contiene una serie de reflexiones sobre las peculiaridades de los mexicanos. 20 Véase Yuval Noah Harari, Sapiens. A Brief History of Human Kind, Toronto, Signal/McCle­ lland & Stewart/Penguin/Random House Canada, 2014 [Sapiens: de animales a dioses, Barcelona, Debate, 2014]. 21 La violencia contra la minoría musulmana rohinyá en el estado de Rakhine, al oeste de Myamar, no está tan difundida como otras, tal vez porque su territorio no es significativo para los países poderosos.

10 Historias de migrantes de Argentina a México (y de regreso) be, con base en estudios diversos, cómo los neandertales y los sapiens cho­ caron en intentos por apoderarse de espacios para su supervivencia. Siempre han existido, por lo tanto, diversos tipos de migración. La ­migración puede estar motivada22 por la existencia de conflictos sociales, políticos, violencia, desastres naturales o deseos de expansión. Se llama migrantes políticos a aquellos que, debido a conflictos internos, la violación de los derechos humanos —entre otras razones—, se ven obligados a abando­ nar sus países. Para el entendimiento del proceso migratorio una sola disci­ plina no basta, es necesario tener en cuenta diferentes aspectos.23 La complejidad y la naturaleza multifacética del tema requiere teorías sofisticadas que incorporen varias perspectivas y niveles:24 enfoques históri­ cos diversos, económicos, análisis de redes, cómo se realizan las migraciones,25 visiones sociológicas, psicología aplicada y clínica, estudios de salud y pers­ pectivas sobre los retos interculturales. Cabe señalar el fondo hostil que puede rodear estas relaciones, incluso dentro de un territorio entre diferen­ tes grupos: el alemán del sur no siempre soporta al del norte o el inglés al escocés o viceversa, o los “blancos” que se han aprovechado de los aborígenes y juegan con ellos, ahora, a ayudarlos en algunos casos, luego de décadas (siglos) de explotación, robo y destrucción de tierras, imposición de “edu­ cación” y “cultura”26 (de los conquistadores o dominantes, claro), entre la

22 Las causas de la migración se condensan en económicas, sociales, políticas —huir de pro­ blemas o conflictos que ponen en riesgo la vida—, culturales —como calidad de la edu­ cación, tolerancia religiosa—. Cabe recordar que los griegos castigaban, mandando al exilio, a los indeseables. 23 Muchos autores, mucha información, muchos enfoques, mencionamos sólo algunos: Berry, conocido en la parte de psicología (J.W. Berry, 1997, Inmigration, Acculturation and Adap- tation); Vinsonneau, en identidades culturales, cultura y comportamientos; Daure y Reveyrand Coulon, en migraciones; Devereux, en etnopsiquiatría; Pierre Bordieu: La miseria del mundo; Wacquant Loïc y la Escuela de Chicago en sociología. Clifford Geertz, Conocimien- to local. Ensayo sobre la interpretación de las culturas; M.J. Magliano, Migración e inmigrantes en la Argentina reciente. Zygmunt Bauman, La globalización. Consecuencias humanas; cada uno de estos los textos contiene, además, bibliografías notables. 24 Leonor Arfuch, Pensar este tiempo. Espacios, afectos, pertenencias, Buenos Aires, Paidós, 2005. 25 Traslado, tráfico, persecuciones, intermediarios, mentiras, miedo, enfermedades e incapa­ cidad de aceptación. Un periplo lleno de dolor, angustia, miedos y esperanzas. 26 Un caso interesante es el del padre Kino que, con toda su “buena voluntad”, educaba a los niños de Baja California, aislándolos de sus familias y grupos étnicos. Al terminar su educación católica y civilizada, los dejaba regresar a sus casas y territorios, la gran mayoría murió, debido a la falta de conocimiento del mismo.

11 LAURA TREJO ahora latente o a veces manifiesta estigmatización y el lavado de culpas. Cuando hay progresos reales de empoderamiento, siempre pueden regresar los intentos de desplomar por la fuerza cívico-militar y ciertas complicida­ des corporativas (varios grupos de mass media ya deberían considerarse tam­ bién en este espectro) las conquistas de der­e­chos. Grupos corporativos de intereses, ciertas élites con “tradiciones” de apel­­lidos, otras autoimaginadas o algunas de reciente ascenso, consideran los avances de sectores rezagados como una pérdida de privilegios y márgenes para hacer negocios sin rendi­ ción de cuentas públicas. Una clave del asunto está en que mientras se mantiene la distancia social se soporta la amenaza que implica la proximidad del “otro”, pero el proble­ ma se plantea cuando se produce la mezcla y entonces el “otro” aparece como extranjero (ya sea nacional o de otro país), “como el que viene a quitarnos los puestos de trabajo, a disfrutar de nuestras mujeres, a usufructurar pla­ nes y ayudas sociales, a usar servicios públicos de salud y educación”, entre otros argumentos anclados en prejuicos e insensiblidad. A veces son las pequeñas diferencias entre las personas las que forman la base de los senti­ mientos de extrañeza y hostilidad. El temor a lo diferente no es proporcio­ nal al grado de diferencia objetiva entre seres humanos, sino a los planos emocionales, unidos al conformismo y las costumbres. La diferencia es in­ terpretada como un ataque a la identidad: el grupo A experimenta su sen­ timiento de pertenencia y rechaza a los miembros del B (los otros). Algunas migraciones han permitido a ciertas personas ampliar su visión del mundo, conocer otras culturas, costumbres y compartir; pero al mismo tiempo es un proceso multidimensional que entraña riesgos y oportunidades para las personas, comunidades y Estados, que incluye causas múltiples y variadas. No se pretende aquí ahondar en enfoques teóricos; este número presenta sobre todo vivencias personales, busca compartir experiencias, enmarcadas en un espacio y un tiempo específicos, relacionados con la ne­ cesidad de migración, el encuentro con otra cultura y otra sociedad, así como las circunstancias que llevan a regresar al país de origen. Este fenómeno de doble migración, en este caso entre Argentina y México, se propone como un espacio de reflexión y análisis que permita abordar historias de vida enmarcadas en tramas y recorridos, en dimensiones micro que son, al mismo tiempo, simbólicas de un tipo de fenómeno migratorio (o varios) y reflejos

12 Historias de migrantes de Argentina a México (y de regreso) a su vez de la variedad de relaciones con las que se interactúa. Análisis so­ ciológicos, revisión de sucesos políticos, datos antropológicos, relatos per­ sonales, tipos de educación, cultura y lenguaje son algunos de los abordajes que salen a la luz. En este sentido, los artículos del dossier aportan dos trabajos que sinte­ tizan hechos y acontecimientos de ambos países: Diego Roldán sobre Ar­ gentina y María Elvira Buelva acerca de México. Oscar Tangelson, a quien se dedica este número por haber sido parte de su concepción con el entu­ siasmo y la generosidad que lo caracterizaban, escribió sobre sus propias vivencias y las experiencias que lo marcaron en su trabajo y su vida perso­ nal en México, así como la aplicación de algunos de estos aprendizajes en Argentina. Pablo Yankelevich brinda una brillante visión sobre lo que él llama el “gueto argentino”, relata cómo y dónde vivían, y a través de anéc­ dotas y sucesos permite conocer la voz y visión de algunos de aquellos que vinieron en condiciones de exilio. Fernando Segura M. Trejo aprovecha sus conocimientos de sociología del deporte y comparte la historia de Bruno Marioni, coescrita con el futbolista en un marco histórico reciente y con un enfoque sobre el papel que el fútbol ha desempeñado en ambos países. Así, este primer cuerpo de análisis sobre hechos y acontecimientos delimitan diferentes dinámicas vividas por diferentes generaciones y motivos de mi­ graciones. En la sección Convergencias y Divergencias 27 nos situamos en relatos y vi­ vencias de argentinos que pasaron por México en diferentes épocas y con­ diciones. Sus orígenes, su tipo de migración, su vida en México y cómo regresaron en su mayoría a su país de origen. Los textos son variados en género, edades, actividades, profesiones, actitudes y tendencias. Un apor­ te interdisciplinario que mezcla hechos con visiones personalizadas y al­ gunos aportes teóricos.28 El juego de las relaciones de poder entre actores sociales nacionales y los “argentinos”, devenidos en muchos casos en argen- mex: tensiones, ­conflictos,adaptaciones y estrategias; distintos modelos de

27 Las entrevistas fueron realizadas por Laura Trejo de manera personal en Buenos Aires y cotejadas con los protagonistas una vez redactadas, lo que permitió ajustes, cambios, ex­ tensiones o profundizaciones en algunos aspectos. 28 Aunque este número se apoya en ciertas teorías y tendencias, su objetivo central es resca­ tar “lo vivo, lo vital”, como diría Antonio Machado.

13 LAURA TREJO inserción social, subjetividades y estilos de vida. Formas de asentamiento y movilidad, es decir, representaciones de la diversidad de los procesos del cambio. Gracias a los variados testimonios se pueden conocer ajustes o rechazos a una sociedad diferente —con su lenguaje, cultura, identidades regionales, nacionales, urbanas, étnicas, religiosas, así como toda la com­ plejidad del manejo de género—. Las representaciones visuales y discur­ sivas que se transmiten tienen además un poder simbólico, dada la relación entre la imaginación y la percepción de la realidad. La construcción de esta sección basada en experiencias de vida, entornos socioeconómicos —estu­ dios, ámbitos de trabajo, vida cotidiana y social, éxitos y fracasos, po­ tencialidades y limitaciones— muestra diversas formas de asi­milación, emocionales, multiculturales e interculturales. La pertenencia, la atracción o rechazo al país de acogida, instalación, circulación, uso del espacio urba­ no, barrios de migrantes, barrios étnicos, redes de sociabilidad, en otras palabras, “historias mínimas” de un grupo de argentinos en México. Esto toca, desde luego, algunos problemas del país expulsor que generaron y generan todavía cadenas migratorias: desde las persecuciones, el miedo, las desapariciones (de familiares, amigos, compañeros, vecinos), la carencia de trabajo, la falta de oportunidades, las devaluaciones, las ideologías, entre otras que procu­raron ser plasmadas en las entrevistas, así como otro tipo de historias, aquellas en las que venir a México representó oportunidades de crecimiento profesional y personal. En definitiva, se trata de tramas culturales, procesos de asimilación e integración, o de ingeniosas negociaciones de identidades. La diversidad cultural frente a la folclorización del “otro” autóctono, o migrante-extran­ jero en espacios urbanos, con los contrastes de las ciudades y las repre­ sentaciones de cada país. Escenarios donde surgen nuevos estilos de vida y de consumo, nuevas formas de diferenciación social y de aceptación o de marginación y exclusión; donde los migrantes (pasajeros o permanentes) construyen nuevas lógicas de inteligibilidad, imágenes y discursos —polí­ ticos, académicos y mediáticos—. En tales historias el lector encontrará episodios de discriminación, pero también generosidad y aceptación genui­ na. Las retóricas de la “tolerancia”, por un lado, o la del acogimiento por el otro, despliegan siempre interés e incógnitas complejas, entre lo crudo y lo sutil; también aparecen el rol de lo visual y de la construcción de imagina­

14 Historias de migrantes de Argentina a México (y de regreso) rios. Los hermanos Pellegrini (el primero en llegar, contratado por una transnacional —además, ayudado por las relaciones de su esposa mexicana, obtuvo la nacionalidad mexicana— y los otros dos por el apoyo de ese her­ mano), Julio Hornos, también contratado por una empresa, supo detectar ciertos rasgos culturales y en vez de enfrentarse a ellos, consiguió crear una idea diferente del patrón y las percepciones entre jefes y trabajadores en México, en Culiacán para ser exactos. Débora Díaz fue invitada a trabajar en el Instituto Nacional de Bellas Artes y tuvo momentos que marcaron su vida al punto de que actualmente añora su etapa en México. Federico Czesli, quien se trasladó a México para realizar una maestría, becado, comenta los motivos que lo hicieron regresar a Buenos Aires. Sólo Paulina Movsichoff relata lo terrible que fue el hecho de no tener dinero y no poder vivir de su profesión, más los rechazos y actitudes machistas que vivió en la búsqueda de empleo. Muchos argentinos pasaron (y pasan) por el largo y ultrajante proceso. Una de las razones de emigrar es obtener una vida mejor, pero no todos lo logran. El personaje de Sofía, de la escritora Paulina Movsichoff,29 puede leerse tal vez como su alter ego, pero también como el de muchas argentinas que sintieron y vi­vieron la experiencia del miedo, la soledad, el rechazo, es decir el dolor del cambio forzado. De todos los entrevistados, sólo Paulina (Sofía) comenta su experiencia respecto a los trámites de migración. Si uno revisa las leyes que la rigen en México, parecen claras e incluso humanitarias. Las secretarías (ministerios) de Relaciones Exteriores y Gobernación detallan cómo debe proceder un migrante, en las distintas categorías de migración, el orden del proceso y pasos a seguir. Durante mucho tiempo era requerida una visa para entrar al país, aun como turista, eso significaba tener un pasaporte y pasar por la sec­ ción consular de México para realizar largos trámites y tener la paciencia de esperar el visado: dependiendo siempre del humor y las características de la persona que lo atendía, el trámite podía ser ágil o tortuoso, según la empa­ tía o antipatía que el funcionario tuviera con la persona. ¡Y qué decir de

29 Paulina seleccionó algunos capítulos de su libro: Besos y volcanes, Córdoba, Alción Editora, 2013, mismos que tuve que recortar a pesar de su riqueza por motivos de espacio; al final de los intercambios, Paulina aceptó los cambios y recortes y dio la autorización de publi­ carlos. Cabe remarcar que es una argenmex y que durante su estancia en México ganó el premio Juan Rulfo.

15 LAURA TREJO aquellos que pedían una visa para poder vivir, trabajar y estudiar! Por des­ gracia en nuestro país, como en otros, a veces se tiene que lidiar con funcio­ narios que se sienten empoderados para maltratar a personas que acuden a realizar un trámite. Ésta es una de las formas de corrupción, la otra es el dinero o “coima” como la llaman los argentinos. Sobre este tema un testi­ monio de una mexicana que vivía al principio de la década de 1980 en Argentina puede ser ilustrativo:

Viajamos a México porque la Guerra de las Malvinas estalló y el manejo que se hizo de ella me aterrorizó. Decidí que no quería vivir así y menos exponer a mis hijos a una situación tan inestable y desesperante como saber que una guerra estaba acon­ teciendo, aunque a muchos kilométros, en el mismo país en el que vivíamos.30 Acompañé a mi marido argentino a la sección consular, en ese momento en la Embajada de México. El trato fue gentil, ya que yo tenía un conocido en la misma, lo cual influyó en que la persona que nos atendió fuera amable, pero los trámites no fueron fáciles y menos expeditos. Después, en México, mi esposo tenía que presen­ tarse en la Secretaría de Relaciones Exteriores o Gobernación cada tres meses y siempre recibió malos tratos, a tal grado que, cansado de esa burocracia, sentirse acosado y maltratado, más el excesivo tiempo que el trámite exigía (varias veces fueron rechazados los documentos, otras le pedían otros docu­mentos, etc.) tomamos la decisión de regresar a Argentina, ya con la democracia restaurada. Otros conoci­ dos utilizaron las influencias de amigos mexicanos, que trabajaban en altos cargos del gobierno. A mi esposo eso le parecía que era tan corrupto como contratar a un “coyote”31 para agilizar los trámites o darle regalos o dinero a la persona que lo atendía. Esa fue una de las razones por las que decidió volver a Argentina,32 y con él nosotros pocos meses después para instalarmos por muchos años allá.

Abandonar un país no es un hecho fácil de lograr, las personas que lo hacen se enfrentan a muchas dificultades y una vez en el país elegido continúan o

30 Y a pesar de ello, el horror de la guerra de las Malvinas los afectó. En la escuela mexicana, a la que asistieron, me llamaron varias veces, extrañados de los dibujos que hacían e in­ cluso los mandaron con una psicóloga (condición impuesta para que permanecieran en el colegio). 31 Intermediarios que cobran y sobornan a empleados para agilizar algún trámite. El coyote es un animal hábil, vivo, tenaz, astuto y tal vez de ahí el uso del término coyotaje como la actividad de propiciar el traslado e introducción de personas en forma ilegal al país, me­ diante el pago de importantes sumas de dinero. 32 Aunado al fraude que le hizo su socio mexicano, la impuntualidad y la manera de hacer negocios de algunos clientes y los malos tratos y agresiones por ser extranjero.

16 Historias de migrantes de Argentina a México (y de regreso) a aparecen otras inesperadas. Cuando un inmigrante tiene que conseguir alojamiento y trabajo pueden surgir traumas por las dificultades, sobre todo si se les rechaza por motivos diferentes, pero particularmente por ser extran­ jeros. Esto a su vez puede derivar en una profunda inestabilidad, vivir mal y sentir la injusticia de sentirse frustrados por no lograr conseguir los per­ misos exigidos. Dejar familia, hábitos y costumbres por un sueño que se puede volver una pesadilla. Al principio hacer amigos puede ser arduo, acostumbrase a un habla o idioma distinto al suyo es otra vicisitud, a veces es un largo proceso poder entender y adaptarse a otras costumbres y formas de vida. No conocer la ciudad, además de la posible frialdad, burlas y pre­ juicios en algunos casos. Claro que para otros la experiencia puede ser lo opuesto. Para los niños y jovenes, ser aceptados en las escuelas no es fácil y llega a afectar su desarrollo escolar, psicológico y social. Las diferencias pueden causar daños profundos y un ­obstáculo en sus avances académicos. En el caso de Verónica, por ejemplo, los profesores estuvieron pendientes, ofrecieron ayuda; pero no se logró la integración anhelada. Algunos de los padres intentaron conocerla, pero las diferencias culturales, por ambas par­ tes, no ayudaron. El maltrato y la discriminación son muy frecuentes entre los alumnos,33 tanto de escuelas públicas como privadas, aunque también podemos dejar planteado que lo diametralmente inverso existe, o en otros casos ambas dimensiones se presentan y plantean desafíos a padres, alumnos y profesores. En cuanto a las leyes,34 las documentaciones solicitadas se han ido mo­di­ ficando,35 según cambios y necesidades, derechos humanos y diversas situa­ ciones.36 En estos últimos tiempos, México ha recibido una enorme cantidad de migrantes: de Centro y Sudamérica, pero también de países africanos y árabes. La situación se ha vuelto por momentos una emergencia nacional y las instituciones se han visto desbordadas. Algunas denuncias que se han publicado son alarmantes y hacen que los mexicanos oscilen entre el rechazo

33 Ahora, en México, se ha adoptado el nombre en inglés de bullying (acoso) para estas situa­ ciones. Ignorar o rechazar es una actitud racista, al igual que hacer chistes y preguntas sarcásticas para molestar, son actitudes que ahondan las barreras. 34 Accesibles en las páginas de internet de las secretarías de Relaciones Exteriores y Gobernación. 35 La nueva Ley de Migración fue modificada bajo la presidencia de Felipe Calderón, véase Expansión, 16 de noviembre de 1912. 36 Pero “del dicho al hecho hay mucho trecho”, como dice el refrán popular.

17 LAURA TREJO y la compasión. Pesa también la constante presión de Estados Unidos, la situación laboral, social y el vandalismo, los asesinatos y las luchas entre narcotraficantes (que matan con casi total impunidad a contrarios, periodis­ tas, policías, migrantes, incluso a sus propios sicarios). Aunque la nueva Ley de Migración fue modificada para que la situación de ilegalidad dejara de ser un delito en México, pide requisitos casi “imposibles” para muchos mi­grantes que desean permanecer. Según expertos, esto incluye la figura “de visitante”, que permite a un extranjero permanecer en México hasta 180 días, por eso algunos salen un tiempo del país y otros se arriesgan a ser perseguidos, arrestados y deportados. Sobre este respecto es útil recurrir al testimonio de un ex funcionario de Gobernación:37

Las leyes, normas y reglas establecidas se respetan, reconozco que algunas de las personas que atienden al público las siguen “al pie de la letra” (o sea sin criterio de sensibilidad alguna) y no son ni amables, ni brindan otras salidas. También existe la burocracia, para sostener puestos de trabajo, pero que hace que los migrantes se desesperen. No puedo desmentir que existe la corrupción (una de sus formas, el coyotaje). Fui el encargado, con mis subalternos, de atender casos específicos que solicitaban distintos tipos de permisos para permanecer, salir de México u obtener la residencia. De los 60 casos diarios que se presentaban, revisaba todos y atendía personalmente al menos a 30 personas, obviamente las situaciones más complicadas o urgentes y en las cuales podía aplicar criterios más amplios como: el tipo de per­ sona, su situación, causas de migración, en muchos casos personas que salieron hu­ yendo, no tenían salida legal de su país y su entrada a México fue ilícita (perseguidos por sus gobiernos por ser opositores o activistas, etc.). Veía todo tipo de personas: reconocidos políticos, académicos, investigadores, profesores, estudiantes, empre­ sarios, comerciantes, sindicalistas, obreros, artistas, etc. En todos los casos, tomaba en cuenta situaciones, necesidades particulares y no era fácil, por las leyes estableci­ das. Para casos muy difíciles, siempre conté con el apoyo y aval del secretario de Gobernación. Casi como cruzada personal, combatí la trata de mujeres y realicé muchos operativos, para rescatarlas (cada caso se resolvía según las circunstancias: como cerrar los lugares donde trabajaban de manera obligada, conseguir sus pasa­ portes secuestrados, anulación de deudas falsas, internación en clínicas especializadas, etc. Dentro de estos grupos hubo muchas argentinas).

37 Entrevista con la coordinadora del presente número, se mantuvo el anonimato del ex fun­ cionario.

18 Historias de migrantes de Argentina a México (y de regreso)

Este número, como se indica desde el principio, no sólo trata de experiencias vividas por argentinos en México, sino también de las dificultades del re­ greso al país de origen, lo cual implica una serie de tramas y vivencias muy variadas.

LA COMPLEJIDAD DEL RETORNO Lejos de casa estuve largos años; y ahora, ya a su puerta, no me atrevía a a abrirla, temerosa de que un desconocido rostro me recibiera con mirada vacía y preguntase lo que allí buscaba. Y buscaba una vida solamente, que me dejé. ¿Seguía allí guardada? Emily Dickinson El regreso al país de origen a veces no es tan feliz para algunos como se ima­ ginan inicialmente. Al paso del tiempo, la familia, los amigos, la ciudad e incluso el habla cotidiana han variado. El tiempo no retrocede y tampoco existe la posibilidad de desandar o dar vuelta atrás en decisiones tomadas.38 Retornar puede ser un choque cultural inverso, volver a casa muchas veces es difícil y, aún más, superar la frustación que eso puede provocar. Se suelen tener expectativas poco realistas, como se verá en algunos testimonios que más adelante se presentan: los recuerdos del lugar de origen han sido idea­ lizados, dando pie a la nostalgia, la exaltación o diferentes estados de ánimo. Los aspectos positivos se sobredimensionan, mientras que los negativos se niegan (o no se quieren ver) y éste es uno de los motivos de choque con otra realidad. Regresar puede ser duro y provocar una fuerte inestabilidad; es comparable a una segunda migración, que conlleva un nuevo duelo: por las cosas que se dejan en el país de acogida, las relaciones que se hicieron, el sentimiento de libertad, el reconocimiento profesional, el poder adquisitivo, y los valores que se integraron. Adaptarse de nuevo a las costumbres del

38 Retornar o volver al lugar o a la situación en que se estuvo, regresar, retomar, reanudar algo que se había interrumpido, hace que surjan los “si hubiera” que se utilizan para ex­ presar cursos de acciones pasadas cuyo principio y fin no se concretaron. En programación neurolingüística (pnl), esta utilización verbal alude a omisiones, cambios y transiciones que son causa de conflictos, relacionados con creencias o modelos aprendidos. Véase Robert Dilts, Las creencias, Barcelona, Urano, 1996, y Catherine Cudicio, Comprender la pnl, ­México, Ediciones Granica, 1991.

19 LAURA TREJO propio país se conoce como “choque cultural invertido”.39 El retorno es considerado como un caso especial de la migración, su estudio no es sencillo, depende del momento histórico, lugar y persona. Tiene especificidades y características diversas y otras recurrentes; incluso existen tipologías de la migración de retorno. Se mencionan diferentes formas en algunos de los artículos del dossier, en las entrevistas de Convergencias y Divergencias, algo que refuerza el título Dos partidas. Dos nostalgias, el cual atribuimos no sólo al texto de Oscar Tangelson sino, y en su honor, al número completo. La migración de retorno es el desplazamiento de una persona o grupo de personas al punto de origen; existen retornos temporales y definitivos. Al­ gunos estudiosos del tema consideran que la migración de retorno engloba cuatro dimensiones: a) país de origen, b) lugar de residencia en el extranje­ ro, c) duración de la estancia en el país de acogida y d) tiempo de la inserción en el país de origen cuando se retorna. No es un simple movimiento de ida y vuelta entre el país de origen y el de destino. Se denomina “permantes” a los migrantes que deciden residir en el país de acogida,40 y también a aque­ llos que una vez que retornan a su país de origen no vuelven a migrar. Otros grupos deciden emigrar de su comunidad de origen, de manera “temporal” y conservan lazos de unión (con su familia y orígenes, aun cuando la estan­ cia pueda prolongarse muchos años); “periódicos” son aquellos que realizan retornos a su lugar de origen con cierta periodicidad. Algunos más, después de emigrar en su juventud deciden, motivados por la nostalgia, vínculos familiares o por necesidad, regresar al lugar de origen, otros enfocan su es­ tancia en el extranjero con el único fin de incrementar su capital económico o intelectual, con la intención de retornar; pero aun ellos tienen que enfren­ tarse a una serie de obstáculos culturales, el tiempo vivido en el exterior cambia sus costumbres, hábitos e incluso la forma de pensar, y así al volver se es “extranjero en la propia tierra”. “Retorno forzado” se refiere a niños que nacieron en un país y migraron con su familia y regresan al país de

39 Véase José Alfredo Jáuregui Díaz y Joaquín Recaño Valverde, “Una aproximación a las definiciones, tipologías y marcos teóricos de la migración de retorno”, Biblio 3W, vol. 19, 2014. 40 En México han permanecido y viven muchos argentinos, en este número podemos citar al doctor Yankelevich y a uno de los hermanos Pellegrini (que incluso tiene la doble naciona­ lidad).

20 Historias de migrantes de Argentina a México (y de regreso) origen sintiendo que no pertencen,41 “son extranjeros con ciudadanía”. “Re­ torno por inadaptación” se refiere al tipo de migrantes que abandona su país por variados motivos, pero no logra adaptarse a las nuevas costumbres, idioma, cultura u otras razones que los hace tomar la decisión de volver a casa. El “retorno por fracaso” está compuesto por migrantes que vuelven a casa después de sufrir una serie de adversidades que les impidieron adap­ tarse y asentarse­ de manera definitiva. Vivieron con trabajos poco calificados; sin casa digna, rechazados y rechazando usos, costumbres, etc.; pero cuando retornan, ocultan sus adversidades, cuentan sólo historias de éxito. En la actualidad el proceso migratorio de argentinos hacia México está compues­ to por jóvenes, en su mayoría solteros, que tienen la intención de trabajar durante un tiempo y regresar a sus lugares de origen. No obstante, algunos de ellos se ven ante un “retorno obligado”, un regreso involuntario, forzado, o deportados por la carencia de los documentos migratorios o causas “cri­ minales” (según la ley). Modelos teóricos explican el porqué y el cómo del retorno a partir de postulados y con las teorías generales: enfoques económicos, sociológicos, demografícos o psicológicos como la “teoría de la decepción” o “doble leal­ tad”. Hay migrantes que realizan con frecuencia viajes de ida y vuelta, se caracterizan por la circulación y el compromiso simultáneo con dos o más sociedades. Algunas intenciones de retorno son tentativas, utilizadas para mantener en orden documentos de residencia y ciudadanía (por si llegara a necesitarse). La doble ciudadanía­ permite un desplazamiento sin complica­ ciones, esto sin duda cambia la mentalidad de muchos migrantes. La mi­ gración de retorno fortalece las identidades transnacionales, una mezcla entre la cultura y costumbres del país de origen y el de destino. Los migran­ tes desarrollan un estilo de vida “transnacional”, un pie aquí y otro allá.42

41 Sugiero leer a María Soledad Parisi, El desexilio de los argenmex: Un estudio sobre las represen- taciones sobre el exilio y el retorno al país de los hijos de exilados políticos, 2012, disponible en: www.memoria.falce.unlp.ar./trab_eventos/ev.2554/ev.2554.pdf 42 Sobre el retorno véanse J.P. Cassarino, Entender los vínculos entre migración de retorno y desarro- llo, 2007, disponible en: http://www.cidob.org/es/content/download/8367/85324/file/07_ cassarino_cast.pdf; R. Corona y R. Tuirán, “Migración y retorno y migraciones sucesivas”, en G. López Castro (ed.), Migración en el occidente de México, Zamora, El Colegio de Michoa­ cán, 1988; J. Dumont y P. Spielvogel, “La migración de retorno, una nueva perspectiva”, en Ministerio de Trabajo e Inmigración (ed.), Perspectivas de las migraciones internacionales, Madrid, ocde; C. Dustmann, Return Decisions of Immigrants, 2001; C. Dustmann y Y.

21 LAURA TREJO

Estos procesos multidimensionales entrañan un complejo contrapunto de riesgos y oportunidades; al formar círculos reducidos para canalizar la pul­ sión de destrucción, convirtien en enemigos a quienes se sitúan en el exterior y este fenómeno se produce tanto en grupos de mexicanos como en grupos de argentinos, con mecanismos que pueden llegar a extremos, intransigen­ cia o posiciones contrarias, como “pertenezco al lugar donde estoy” o “no soy de aquí, ni de alla”.43 Ahora bien, en la sección Ventana al mundo rendimos, en todos los sen­ tidos hasta ahora comentados, homenaje a nuestro querido y excepcional colaborador Oscar Tangelson, quien falleció sin poder ver ni compartir con su sonrisa este número. En el primer texto, Guillermo Tangelson realiza el homenaje de un hijo, pero sin duda el de un hijo a un gran padre. Con sus palabras se puede sentir y percibir la vida ejemplar de Oscar. Guillermo cuenta sus idas y vueltas, su exilio en México y su retorno a la Argentina. Retrata al padre, al pensador, al educador y al político ejemplar. En el mis­ mo escrito se presentan las palabras de su primo hermano Eduardo, un testimonio que tiene la virtud de relatar la vida de infancia y juventud; la relación eslabonada por la felicidad, la muerte y las pérdidas, primero el hermano de Oscar Tangelson, después el hijo de Laingbord y finalmente la partida del mismo Oscar. Por lo tanto, advertimos al lector sobre la sensi­ bilidad que esta sección puede provocar. Como segundo escrito se presenta un homenaje realizado por la institución que Oscar Tangelson ayudó a formar: la Universidad Nacional de Lanús (unla). En éste se hallan los tes­ timonios del vicerrector Nerio Neriotti, colegas, directores, y vale la pena mencionar que Alejandro Tornay incluye, además de su homenaje, parte de la historia y los objetivos de la propia universidad. También escriben pro­

Weiss, “Return Migration: Theory and Empirical Evidence from the UK”, British Journal of Industrial Relations, 2007; M. Klinthäll, “Immigration, Integration and Return Migra­ tion”, ponencia, Simposio Internacional de Migración Internacional y Desarrollo, 2006; L. Oxfeld y L.D. Long (eds.), Coming Home? Refugees, Migrants, and Those Who Stayed Behind, Filadelfia, University of Pennsylvania Press, 2004; A. Pascual De Sans, “Connotaciones ideológicas en el concepto de retorno de migrantes”, Revista de Sociología, vol. 20, 1983. 43 Como dice la canción de Cabral: “Y ser feliz es mi color/De identidad… Me gusta andar, pero no sigo el camino pues lo seguro ya no tiene misterio/Me gusta ir con el verano muy lejos, pero volver donde mi madre en invierno/Y ver los perros que jamás me olvidaron y los abrazos que me dan mis hermanos”.

22 Historias de migrantes de Argentina a México (y de regreso) fesores, estudiantes, trabajadores y sindicalistas. Se logró así reunir un coro de expresiones interesantes que demuestran el valor de Oscar Tangelson en sus diferentes funciones, en sus relaciones con la comunidad universitaria, en la política y con la sociedad, pero además con sus dos patrias, como él solía decirlo. La de su nacimiento, Argentina, la de su adopción, México, y su retorno a Argentina. En ese mismo homenaje, aprovechamos la biblio­ grafía que Oscar nos envió antes de ser internado. Por último, en Reseñas contamos con tres colaboraciones sobre diferentes asuntos que atañen a las migraciones, realizadas por jóvenes profesionales: la primera elaborada por dos estudiantes argentinos de Diego Roldán: Mo­ rena Goñi y Fabio Primo; las dos siguientes de las mexicanas Itzel Eguiluz y Alondra A. Ambriz Nava. Dejamos así al lector descubrir las historias que aquí se cuentan, con el deseo de que disfrute del número en su complejidad y sus diversos matices.

AGRADECIMIENTOS El primer reconocimiento es para Diego Roldán quien, con su generosidad, aportes, indicaciones y su maravilloso humor, me ayudó a terminar este desafío. Quiero destacar la amable y oportuna cooperación de cada uno de los que hicieron posible este número de Istor, desde los participantes del dossier hasta la confianza y apertura de cada uno de los entrevistados, pasan­ do por los que rindieron homenaje a Oscar Tangelson en medio de sus múltiples actividades (la situación de Argentina, las elecciones, además de sus compromisos académi­cos y personales). Quiero, asimismo, agradecer la amable actitud del vicerrector de la Universidad Nacional de Lanús (unla), Nerio Neriotti, la de Alejandro Tornay, la invaluable colaboración de Lihuén Carlos Arscone Gasser y Ana Cardoso —tanto Lihuén como Ana incenti­ varon a muchos de los participantes y todo su equipo los acompañó en el proceso— y, sobre todo, es digno de encomio­ Guillermo Tangelson, quien brindó un brillante homenaje a su padre, en el que une sus vivencias perso­ nales y familiares con la carrera de Oscar; gracias también por haber facili­ tado muchos contactos. También a aquellos que ayudaron­ en México: Josefina Macgregor, Lourdes Guerrero (bibliógrafa del Centro de Estudios de Asia y África y el Centro de Estudios Internacionales), Claudia Escobar (bibliógrafa del Centro de Estudios Demográficos, Urbanos y Ambientales,

23 LAURA TREJO centros de El Colegio de México), Hernán Gómez y Leticia Calderón Chelius del Instituto Mora. Sin olvidar la invaluable ayuda de Fernando ­Segura en todo el camino. Cuando se estaba cerrando el número, el presidente electo de Argentina, Alberto Fernández, vino a México y dio una charla en el Antiguo Colegio de San Ildefonso, cabe retomar algunas de sus palabras: “No es casualidad que mi primera salida, como presidente electo, sea venir a México. Los ar­ gentinos tenemos una deuda de gratitud eterna con México. Los perseguidos por la dictadura vinieron y los mexicanos sólo los abrazaron. Muchos pasa­ ron, los que volvieron y los que se que se quedaron, debemos decirles gracias, muchas gracias de corazón” (5 de noviembre de 2019). Por último y a título personal, la más profunda gratitud y lealtad a ­David Miklos, quien brindó la oportunidad de realizar este número. David confió desde un inicio en su desarrollo y siempre alentó los avances.

24 Dossier

Del desarrollismo reaccionario al neoliberalismo de mercado Argentina como país inductor de migraciones (1955-2003)

Diego Roldán*

En una célebre novela de finales de la década de 1930, Jean-Paul Sartre afirmó que los adultos quieren que los jóvenes crean “que su pasado no está perdido, que sus recuerdos se han condensado y convertido delicadamente en Sabiduría”.1 El filósofo francés celebraba que esos adultos hayan tenido hijos, a quienes obligaban a consumir dosis regulares de relatos pedagógi­ cos construidos a partir de los despojos del pasado. Un diálogo de la pelí­ cula Martín (Hache), coproducción argentino-española dirigida por Adolfo Aristarain, parcialmente inspirada en un relato de Rodrigo Fresán2 y estre­ nada en 1997, muestra y localiza ese vínculo intergeneracional en una Argentina arrasada por la crisis económica del neoliberalismo de mercado.3 La escena transcurre en un restaurante de Madrid, durante la segunda mitad­ de la década de 1990, Hache está pensando en irse del país y le pregunta a su padre si extraña la Argentina. El padre conversa sobre la migración, acerca de lo que se juega al abandonar un lugar cargado de afecto, sus pa­ labras están llenas de desengaño, desafectación y pesimismo. El hijo, que forma parte de una generación más abierta, con más posibilidades de expe­

* Doctor en Humanidades y Artes por la Universidad Nacional de Rosario, investigador adjunto del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet), en el Instituto de Estudios Críticos en Humanidades (iech) y profesor titular de Espacio y So­ ciedad en las carreras de Historia y Antropología de la Universidad Nacional de Rosario, Argentina. 1 J.P. Sartre, La náusea, Buenos Aires, Losada, 1947, p. 104. 2 R. Frensán, Historia Argentina, Barcelona, Anagrama, 2009. 3 A. Aristarain (dir.), Martín (Hache), Argentina-España, Canal+ España/tve/Líder Films, 1997.

25 DIEGO ROLDÁN rimentar y menos urgencias por definir: delimitar su destino y tomar de­ cisiones trascendentes, es más sensible a un transcurrir sin una dirección preestablecida, en ­apariencia puede estar en el mundo sin un objetivo de­ terminado. En cambio, el padre, adulto y golpeado por la vida, comprende la situación de su hijo como algo momentáneo, el efecto de una crisis de desorientación pasajera. Está convencido de que nadie puede existir sin motivaciones claras, sin una meta precisa. Compartir sus experiencia, in­ viste a la situación con el valor de una ­parábola. Sin saberlo, el hijo ha puesto el dedo en la llaga, en la herida mal curada del exilio. El padre comienza a hablar de ese tiempo y ese pasado que, como un cincel pesado y doloroso, esculpieron su conciencia, transformándola en la de un sobreviviente, alguien que consiguió irse, desapegarse, para con­ vertirse en otro, reinventarse lejos y reencauzar su vida a kilómetros del lugar que lo vio nacer.

Cuando uno tiene la chance de irse de la Argentina, la tiene que aprovechar, es un país donde no se puede ni se debe vivir, te hace mierda. Si te lo tomás en serio, si pensás que podés hacer algo para cambiarlo, te haces mierda. Es un país sin futuro, saqueado, depredado y no va a cambiar […] La Argentina […] no es un país es una trampa […] la trampa es que te hacen creer que puede cambiar, lo sentís cerca, ves que es posible, que no es una utopía, que es ya, mañana, y siempre te cagan. Vienen los milicos y matan treinta mil tipos o viene la democracia y las cuentas no cierran, y otra vez a aguantar y a cagarse de hambre, lo único que podés hacer, lo único en que podés pensar, es en tratar de sobrevivir o de no perder lo que tenés. El que no se muere, se traiciona y se hace mierda y encima te dicen que somos todos culpables. Son muy hábiles los fachos. Son unos hijos de puta. Pero hay que reconocer que son inteligentes. Saben trabajar a largo plazo.4

El personaje de Federico Luppi habla con una sabiduría conquistada a gol­ pes de desengaño. Tanto su actitud, como su discurso abren una paradoja, pues es precisamente el afecto lo que lo subleva contra los afectos. Las con­ vicciones del padre nacen de la decepción. Todas sus certezas derivan de la

4 Diálogo de Federico Luppi con Juan Diego Botto, A. Aristarain (dir.), op. cit.

26 Del desarrollismo reaccionario al neoliberalismo de mercado invasión simbólica que el final de una ilusión ejerce sobre la reconstrucción de su pasado, sobre sus comienzos y primeros pasos. El desencanto como forma conclusiva reescribe toda la trama; encubre el dolor y la angustia bajo el camuflaje que brindan la fortaleza y la sabiduría. Además de la confron­ tación de dos generaciones enhebradas respectivamente por los efectos y las potencias del exilio, el diálogo muestra algunos de los nudos problemáticos tanto materiales como simbólicos de la historia argentina de las últimas décadas. Se trata de una historia signada por los vaivenes políticos, la cap­ tura del Estado por grupos con proyectos espe­cíficos y fantasías excluyentes, la brutal violencia del neoliberalismo de guerra de la última dictadura, los problemas económicos, las fracturas y las incertidum­bres políticas de la recuperación democrática que, en parte, allanaron el ­camino al neolibera­ lismo de mercado del menemismo. Durante años, al igual que el padre de Hache, muchos argentinos creyeron haber nacido en un país del que con­ viene alejarse, con el que es preferible levantar barreras de desafectación, porque de otro modo se corre el riesgo de ser devorado por sus imprevisibi­ lidades y sus debacles repetidas. Por motivos diversos que van desde la persecución étnica hasta las difi­ cultades económicas, muchos países han impulsado migraciones y la Argen­ tina no ha quedado fuera de esa lista. La memoria de algunos exiliados suele evocar un caos generalizado alternado con aparentes normalizaciones. Estas figuraciones refuerzan la distancia del punto de enunciación y apuntalan la idea de no regresar. Otros, en cambio, prefieren referirse a situaciones pun­ tuales y coyunturas específicas que obraron un desarraigo temporal. En esos casos, el relato refuerza la idea de una salida transitoria y reversible. En forma indirecta y a través de una narración de las distintas coyunturas, intento dar cuenta de un proceso de transmutación y variación que para algunos sujetos generó condiciones de migración y radicación en el exterior. El ensayo pro­ pone reconstruir una historia y componer elementos para la formulación de una guía sintética acerca de los principales acontecimientos y procesos acae­ cidos en la Argentina durante la segunda mitad del siglo xx. No pretende privilegiar una perspectiva o un nivel de análisis sobre otro, sino explorar una serie de acontecimientos y problemas, transitar por los principales núcleos y atravesamientos políticos, culturales, económicos e institu­cionales que for­ maron las condiciones de posibilidad para el exilio.

27 DIEGO ROLDÁN

HIJOS DEL DESARROLLISMO REACCIONARIO: EL SUEÑO REVOLUCIONARIO Y LA PESADILLA REPRESIVA Con el Golpe de Estado de 1955 se estableció la proscripción política del pero­nismo.5 Con esas coordenadas de navegación, la Argentina se internaba en las con­vulsionadas aguas de la segunda mitad del siglo xx. A lo largo de tres ­dé­ca­das, los escenarios conflictivos no pudieron ser encauzados a través del sistema de partidos políticos ni el sistema de intereses corporativos. Como lo des­cribió un sociólogo argentino exiliado en México, las fuerzas en pugna ingresaron en un “empate hegemónico”.6 La interdicción impuesta al pero­ nismo generó serios problemas de legitimidad que, a largo plazo, com­ prometieron las posibilidades de la idea misma de democracia. La subsunción de las corporaciones­ sindicales en el diagrama del Estado peronista comple­ jizó el rol de estos grupos en el periodo en que se le impidió la participación política.7 Paralelamente,­ las corporaciones empresariales, especialmente las vinculadas al agro, como la Sociedad Rural Argentina,8 se mantuvieron a distancia y en disidencia respec­to al peronismo y observaron el golpe como una oportunidad, un momento revanchista.9 La exclusión del peronismo dejó a una parte significativa del arco po­lí­ tico-electoral-sindical fuera de la vida política y cultural de la Argentina. La autodenominada “Revolución Libertadora” ajustó cuentas con el primer peronismo, al que no dudó en calificar como la época de la “tiranía”. Asimis­ mo, estableció violentas estrategias de persecución y eliminación de la polí­ tica peronista, cuya expresión más trágica fueron los fusilamientos de los dirigentes sindicales en José León Suárez. Estos episodios sangrientos hicie­

5 D. James, Resistencia e integración. El peronismo y la clase trabajadora argentina 1946-1976, Buenos Aires, Sudamericana, 1990. 6 J.C. Portantiero, “Economía y política en la crisis argentina”, Revista Mexicana de Sociología, vol. 39, núm. 2, abril y junio de 1977, pp. 531-565. 7 H. del Campo, Sindicalismo y peronismo. Los comienzos de un vínculo perdurable, Buenos Aires, Siglo XXI, 2012. 8 La Sociedad Rural Argentina es la corporación que nuclea a los grandes propietarios agríco­ las y ganaderos del país. A lo largo de la historia argentina, ha sido una corporación muy poderosa en los ámbitos económico y político debido a la especialización de la economía argentina en la producción de bienes primarios. R. Hora, Los terratenientes de la pampa argentina. Una historia social y política, Buenos Aires, Siglo XXI, 2003. 9 R. Hora, Los estancieros contra el Estado. agraria y la formación del ruralismo político en la Argentina, Buenos Aires, Siglo XXI, 2009.

28 Del desarrollismo reaccionario al neoliberalismo de mercado ron que popularmente la Revolución recibiera el calificativo de “Fusiladora”. Ese proceso de prohibición y etiquetación del peronismo determinó un fuerte deterioro del juego político y una puesta en marcha de una democra­ cia cercada y restringida, tan difícil como poco creíble. De igual forma, el antagonismo entre peronismo y antiperonismo continuó profundizándose y reescribiéndose, con matices y complejidades al calor de los procesos de des­ colonización y las revoluciones latinoamericanas, en los nuevos términos establecidos por el binomio liberación y dependencia.10 Tras los primeros gobiernos de facto, se sucedieron administraciones de­ mocráticas condicionadas. Las presidencias de Frondizi (1958-1962) e Illia (1963 -1966), ambas por la Unión Cívica Radical,11 no consiguieron encubrir que sus victorias electorales habían sido alcanzadas debido a la ausencia forzosa del peronismo. Esos gobiernos poseían una legitimidad tan restrin­ gida como el sistema electoral prescriptivo con el que habían triunfado. Frondizi e Illia asumieron con mayor o menor pureza, con poca velocidad administrativa, con planes modernizadores para el desarrollo industrial y energético, con la voz del peronismo para ganar adherentes, pero sin los logros esperados en el plano concreto. Las dos presidencias radicales desper­ taron un amplio malestar social. Ese descontento fue gestado paulatina y sostenidamente por la vigilancia y persecución sufrida por los sujetos que no se adaptaran a las restricciones políticas y representaran a la cultura del peronismo. Sin embargo, un orden tan fuertemente condicionado, con dosis elevadas de inestabilidad económica y niveles apenas aceptables de consen­ so difícilmente podía sostenerse por largo tiempo. En 1966, los militares procuraron desembarazarse de los desaciertos civiles y hacerse cargo direc­ tamente del gobierno. Las ansiedades del modernismo reaccionario fueron encarnadas por el general Juan Carlos Onganía, quien presidió el país entre 1966 y 1970 y planteaba la refundación del orden político nacional. El golpe de 1966 se autodesignó “Revolución Argentina” y lanzaba un progra­ ma modernizador en economía, sociedad y política. A partir de una “revo­

10 Una buena síntesis de estos procesos ha sido capturada por la película documental-testi­ monial de F. Solanas y O. Getino, La hora de los hornos, Argentina, 1973. 11 D. Rock, El radicalismo argentino, Buenos Aires, Amorrortu, 1995. A.V. Persello, Historia del radicalismo, Buenos Aires, Edhasa, 2007.

29 DIEGO ROLDÁN lución desde arriba”, el onganiato aspiraba a transformar y modernizar la economía, la sociedad y el Estado. El motor de ese proceso de modernización sin modernidad era un Estado burocrático autoritario12 y sus cuadros técnicos, capaces de impulsar un desarrollo sin fisuras, disidencias ni debates. Una de las medidas culturales más reaccionarias del gobierno consistió en la inter­ vención de las universidades, conocida como la Noche de los Bastones Lar­ gos.13 El resultado de ese proceso fue la renuncia de un gran número de docentes y la salida del país quizá de los más brillantes. Esos cuadros ­académicos se habían formado en el periodo desarrollista, cuando la inversión en ciencia y tecnología fue amplia y sostenida, contabilizándose entre los logros más relevantes la formación del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (1958). Cabe destacar que ese apoyo a la ciencia estaba enmarcado en las políticas que estimulaba Estados Unidos con la Alianza para el Progreso y la Comisión Económica para América Latina (cepal) con sede en Nueva York.14 En gran parte, el desarrollismo creía en la posibilidad de impulsar un campo científico-técnico ideológicamente neutro y conducir el despegue de las economías­ latinoamericanas, como diques a los procesos revolucionarios de liberación nacional.15 En esa línea, el ministro de economía del onganiato, Kieger Vassena, diseñó un programa modernizador y racionalizador de la industria que comportaba­ fuertes ajustes y desmantelamientos de la estructura económi­ ca de la Argentina peronista. A pesar de un diseño puntilloso, el proyecto carecía de arraigo social y sus efectos adversos sobre los salarios y la inten­ sificación del trabajo menguaron su aplicabilidad. El onganiato constituyó un periodo de imposibilidades económicas y políticas y de robustecimiento de un Estado que demostraba escasa eficacia. A las dificultades políticas se añadían las económicas. Un capitalismo de bienestar con Estados grandes, pero con operatividades decrecientes, comenzaba a dar indicios de agota­ miento. Las tecnologías de un industrialismo pesado, los dispositivos de

12 G. O’donell, El estado burocrático autoritario. Triunfos, derrotas y crisis, Buenos Aires, Edito­ rial de Belgrano, 1996. 13 P. Buchbinder, Historia de las universidades argentinas, Buenos Aires, Sudamericana, 2005. 14 G. Gil La sombra de Camelot: Las ciencias sociales y la Fundación Ford en la Argentina de los años sesenta, Mar del Plata, Editorial de la Universidad de Mar del Plata, 2011. 15 W.W. Rostow, The Stages of Economic Growth: A Non-Communist Manifesto, Londres, Cam­ bridge University Press, 1960.

30 Del desarrollismo reaccionario al neoliberalismo de mercado regulación de la fuerza de trabajo del pacto fordista-sindical-estatal, el crecimiento a escala global de las juventudes trabajadoras y universitarias, los procesos de descolonización, la radicalización política de las izquierdas del Tercer Mundo, el feminismo de la segunda ola, el enfriamiento y la ideologización de los antagonismos entre el socialismo realmente existente y el capitalismo establecieron un nuevo mapa de conflictos larvados en el centro (Guerra Fría), pero muy volátiles en las periferias. En ese contexto, el Tercer Mundo se convirtió en la arena de disputa de los bloques hegemónicos. Los antagonismos establecieron roles binarios con en ­laces improbables. El reformismo planificador desarrollista y la revolución social nacional­ y popular se inscribieron en el antes mencionado dualismo dependencia-liberación en América Latina.16 Mientras, los sujetos sociales se complejiza­ban en cuanto a sus prácticas e identidades, la teoría social, tanto la de izquierda como la de derecha, tanto la producida bajo la sombra estadounidense como la que buscaba las raíces latinoamericanas, sostenía una hermenéutica unidimensional y restringida al homo oeconomicus, cuyos frutos fueron las teorías de la modernización, el desarrollo y la dependencia.17 A partir del experimento cubano (1959), una nueva izquierda argentina imaginó las posibilidades de cambiar el rumbo político a partir de la lucha armada.18 Los militantes peronistas y católicos, vinculados o no a través de las órdenes sacerdotales de la Iglesia (tercermundista) también buscaron formas de contestar a la “violencia que habían impuesto” los gobiernos dictatoriales.19 El sueño revolucionario invistió a la crisis argentina con las características de una puerta que con el apoyo del pueblo y la lucha armada podía abrirse hacia otra sociedad, sin explotación, sin colonialismo, sin opresión estatal, sin injusticia y sin la violencia cotidiana del sistema. Ese deseo de transformación, que se puede llamar el “sueño revolucionario”

16 E. Faletto y F.H. Cardoso, Desarrollo y dependencia en América Latina. Ensayo de interpretación sociológica, México, Siglo XXI, 1969. 17 A. Gorelik, “La producción de la ciudad latinoamericana”, Revista de Estudios Latinoameri- canos, núm. 1, pp. 161-183, y A. Gorelik, “Miradas cruzadas. El viaje latinoamericano del planning norteamericano”, Bifurcaciones. Revista de Estudios Culturales, núm. 18, 2014. 18 H. Vezzetti, Sobre la violencia revolucionaria. Memorias y olvidos, Buenos Aires, Siglo XXI, 2009. 19 J. Arias, “El grupo de curas en opción preferencial por los pobres: Los herederos del mo­ vimiento para sacerdotes del Tercer Mundo”, tesis en Sociología, unlp, , 2016.

31 DIEGO ROLDÁN desembocó trágicamente en la “pesadilla represiva” de la dictadura cívico- militar de 1976-1983. En Argentina, frente a un campo político cercado por los grupos antipe­ ronistas y una economía que mostraba todos los signos de una crisis inmi­ nente, los grupos disidentes comenzaron a organizarse para asumir un papel confronta­tivo. A finales de la década de 1960 y como fruto de esos procesos de descontento­ social y la multiplicidad de los sujetos insumisos, se produ­ jeron dos insurrecciones urbanas en las ciudades más relevantes del interior del país que contaban con nuevas conurbaciones industriales: Córdoba y Rosario. Si bien ambas rebeliones fueron duramente reprimidas, el Cordo­ bazo y el Rosariazo pusieron fin a las fantasías reaccionarias del onganiato y abrieron un impasse. Durante ese lapso, cada vez se hizo más inevitable el regreso a la Argentina de Juan ­Domingo Perón. A partir de algunos eventos de gran efecto mediático, como el secuestro y posterior asesinato del general golpista de 1955, Pedro Eugenio Aramburu (1970), los movimientos que blandían la lucha armada en pos de la liberación nacional se hicieron más visibles en la escena pública. Las acciones de los ­grupos peronistas de iz­ quierda vinculados con Montoneros y el Ejército Revolucionario del Pueblo, de inspiración trotskista, crecieron en relevancia y espec­ tacu­ laridad.­ El gobierno del general Lanusse, preocupado por sostener cierta continuidad político-institucional y temeroso del estallido de una contienda civil, debió aceptar una salida electoral. Al mismo tiempo que comenzó a negociar el regreso de Perón, le exigió al líder que se alejara de las agrupaciones arma­ das y promoviera el enfriamiento de las luchas políticas. En 1973, la victoria electoral de Héctor Cámpora y el posterior regreso de Perón inyectaron nuevas expectativas al campo político electoral en franco declive. El regreso del anciano líder, por el aeropuerto de Ezeiza, estuvo acompañado­ de un violento enfrentamiento entre las facciones de izquierda y de derecha del movimiento peronista. Cuando Perón asumió la conducción del país, las dificultades económicas y la puja entre los diferen­ tes sectores de la sociedad mostraban una complejidad diferente a la Argen­ tina que Perón gobernara en sus presidencias de posguerra (1946-1952 y 1952-1955). La “Primavera de los Pueblos” que se había iniciado con la elección de Cámpora fue tan breve como convulsa. La muerte de Perón en 1974 aceleró el proceso de desintegración de su gobierno. Los grupos para­

32 Del desarrollismo reaccionario al neoliberalismo de mercado militares de derechas se organizaban para disputar la escena de la lucha armada. La Triple A (Alianza Anticomunista Argentina) puso en cuestión el monopolio legítimo del ejercicio de la violencia por parte del Estado y reinstaló al asesinato como un hecho político de primer orden. Bajo la guía de los desarrollos de la Escuela de las Américas en Panamá y de los paracai­ distas franceses en Argelia, las fuerzas de seguridad argentinas experimen­ taban el sabor de la represión clandestina. La consagración de esas prácticas fue doble y se verificó a distancia prudencial de Buenos Aires y los grandes centros urbanos. El primer episodio se produjo durante el gobierno de facto del general Lanusse y se conoció como la “Masacre de Trelew”. El segundo se registró en el gobierno democrático de Estela Martínez de Perón con el Operativo Independencia para “aniquilar la subversión” del Ejército Revo­ lucionario del Pueblo en los montes tucumanos. Tras la muerte de Perón, la espiral descendente del gobierno constitu­ cional, la ascendente de violencia y la crisis económica provocada por una intensa devaluación de la moneda de 400 por ciento, se aceleraron para cancelar, en marzo de 1976, las potencias del sueño revolucionario. Desde entonces, la censura, el secuestro, la tortura, la muerte y la desaparición de treinta mil ciu­da­danos argentinos marcaron el periodo siguiente como una pesadilla ­represiva.

EL NEOLIBERALISMO DE GUERRA: LA DICTADURA CÍVICO-MILITAR Los actores más radicalizados del campo político observaban los procesos democráticos con desconfianza. A sus ojos, la democracia de partidos apa­ recía como un contratiempo y un modo de dominación burgués y conservador. Luego del fracaso del pacto social, promovido por Perón y su ministro de economía José Gelbard, el mundo de las corporaciones tampoco mostró gran interés por la democracia. Para un amplio conjunto de actores sociales y políticos, la democracia­ se había convertido en un obstáculo para la toma eficaz de decisiones. Había un consenso amplio en torno a que el trámite parlamentario y el debate político no hacían más que retrasar decisiones ur­ gentes. En ese marco del debate, la interrupción del castigado ciclo institu­ cional democrático no pareció un problema, sino que por el contrario se mostraba como una solución. El sistema de partidos argentino no ofrecía una representación clara para los grupos de derecha. Desde 1930, ese rol fue

33 DIEGO ROLDÁN desempeñado por la corporación militar que, de forma reiterada,20 se insta­ laba en el Estado para cumplir con una suerte de rol tutelar de una sociedad civil a la que consideraba inmadura, volátil y endeble. El 24 de marzo de 1976 se produjo el último golpe de Estado que derri­ bó el frágil gobierno de María Estela Martínez de Perón. El control del aparato estatal fue asumido por una Junta Militar en la que estaban repre­ sentadas las tres armas, con primacía del Ejército. La dictadura militar es­ tableció el cese de las actividades parlamentarias y revocó los mandatos de las autoridades elegidas democráticamente. El sueño revolucionario, que previamente había sido casti­gado por el accionar de la Triple A, quedaba asfixiado bajo el peso de la maquinaria represiva de la dictadura. Algunos militantes políticos previsores se exiliaron durante 1975 y los últimos me­ ses del gobierno peronista, otros intentaron abandonar el país, con un éxito dispar, durante la dictadura. Las dificultades para salir de la Argentina se multiplicaron en los meses que siguieron a marzo de 1976. Europa y Amé­ rica Latina fueron los destinos privilegiados.21 De forma brutal, el gobierno militar centralizó el uso de la violencia, aunque su ejercicio se perpetró bajo las modalidades clandestinas. Los mi­ litares regionalizaron la Argentina y dividieron por zonas los trabajos rela­ tivos a la represión. Cada una de estas áreas tenía un comandante a cargo que operaba con una autonomía relativa.22 Aunque las metodologías varia­ ran, había un objetivo común: la aniquilación y el extermino de todas las formas de “subversión”.23 El terrorismo de Estado desplegó un gasto ex­ traordinario de recursos tanto en el campo de la inteligencia como de la represión de las expresiones disidentes. El gobierno militar llevó a cabo un plan de exterminio sistemático de cualquier forma de oposición. Las faccio­ nes vinculadas al peronismo de montoneros, el sindicalismo de base, la militancia barrial, los sacerdotes de la opción por los pobres y los grupos trotskistas fueron los blancos predilectos de estas operaciones. La violencia

20 Los golpes militares condicionaron la democracia en reiteradas ocasiones: 1930-1932; 1943-1946; 1955-1957; 1966-1973; 1976-1983. 21 M. Franco, El exilio. Argentinos en Francia durante la dictadura, Buenos Aires, Siglo XXI, 2008. 22 P. Colombo, Espacios de desaparición. Vivir e imaginar los lugares de la violencia estatal (Tucumán, 1975-1983), Buenos Aires, Miño y Dávila, 2017. 23 G. Águila, Dictadura, represión y sociedad en Rosario, 1976-1983, Buenos Aires, Prometeo, 2008.

34 Del desarrollismo reaccionario al neoliberalismo de mercado física, material y territorial ejercida por las fuerzas armadas clandestinamen­ te, pero hasta cierto punto visible y con modalidades intimidatorias, fue complementada por los procesos de violencia simbólica que implicaron la censura y la persecución de numerosas expresiones culturales y políticas.24 La dictadura estableció una secuencia procedimental que se iniciaba con el secuestro, el interrogatorio, la tortura, la prisión y la muerte seguida del ocultamiento o desaparición de los cadáveres de treinta mil seres humanos. En ese periodo, el gobierno exhibió simbólicamente su lucha contra la “subversión” como una guerra desplegada sobre un enemigo interior que amenazaba con tergiversar los “verdaderos valores” y alterar la sustancia de la “identidad argentina”. En la caracterización castrense, se trataba de gru­ pos políticos animados por “ideologías foráneas”, difusamente vinculadas al marxismo de la Cuarta Internacional, el movimiento peronista monto­ neros y los procesos políticos de liberación nacional del Tercer Mundo. La eficacia de la represión permitió a la dictadura torcer de manera defi­ nitiva el régimen de acumulación de industrialización sustitutiva iniciado en la década de 1930 y profundizada tanto por el peronismo como por el desarrollismo. La dictadura regresó a los antiguos esquemas agroexporta­ dores de la economía argentina y enfatizó la narrativa histórica forjada por el liberalismo que ubica al país como productor de bienes agropecuarios. En el plano histórico-simbólico, el autodenominado “Proceso de Reor­ ganización Nacional” se proponía como una actualización de la formación del Estado argentino que se había verificado durante la década de 1880.25 En materia económica, estos propósitos conservadores estuvieron acompa­ ñados de políticas neoliberales: apertura de las exportaciones, con el objeti­ vo de hacer “competitivas” las “verdaderas” industrias argentinas y eliminar de forma definitiva a las “artificiales” que, según los equipos económicos de la dictadura, sólo podían prosperar bajo el amparo de los subsidios estatales. También, se promovió el desarrollo del mercado financiero y la especulación floreció tanto con la reactivación del mercado inmobiliario como con la compra de dólares. Estas políticas entraban en contradicción con la produc­

24 L. Luciani, Juventud en dictadura: Representaciones políticas y experiencias juveniles en Rosario (1976-1983), La Plata, Editorial de La Universidad Nacional de La Plata, 2017. 25 O. Oszlak, Merecer la ciudad. Los pobres y el derecho al espacio urbano, Buenos Aires, Huma­ nitas-cedes.

35 DIEGO ROLDÁN ción de grandes obras de infraestructura y el sostenimiento de los privilegios de la corporación militar. La realización de licitaciones preferenciales con empresarios vinculados políticamente a la dictadura generó lo que se cono­ ció como la “patria contratista”, a partir de la que prosperaron las empresas de Benito Roggio, Franco Macri, Ignacio Polledo y César Petersen. Asimis­ mo, se dispuso una drástica reducción del gasto público, la subordinación de los sindicatos y la erradicación del hábitat informal (villas miseria) de los tejidos urbanos, especialmente en el norte de la capital federal.26 Estas me­ didas sólo fueron posibles a partir de la destrucción de cualquier forma de oposición política. El terrorismo de Estado fue la condición de posibilidad de la reforma económica puesta en marcha, aun con algunos disensos inter­ nos del equipo técnico del ministro de economía Alfredo Martínez de Hoz.27 El gobierno militar consiguió encubrir sus crímenes y sus transformacio­ nes económicas, escudándose en la crisis que lo precedía, a la que no dudó en calificar de “caos y delirio populista”. El dispositivo discursivo suponía un estricto control de los medios de comunicación, ejercido con amplio éxito, y la colaboración activa de la Editorial Atlántida y el Grupo Clarín. Este discur­ so celebratorio de la dictadura fue completado con la organización de eventos que buscaban pulsar las cuerdas de ciertas épicas nacionales. La intención programática del gobierno era trastocar los enlaces simbólico-históricos entre cultura popular-masiva y la nación que había establecido el peronismo. La Copa Mundial de Fútbol Argentina 1978 implicó un grado muy alto de internacionalización de la práctica futbolística, pero, sobre todo, constituyó el intento más serio y costoso de fabricación de un consenso y de redistribu­ ción del sentido de lo popular y lo nacional por parte de la dictadura.28 Esta gesta deportiva se completó con los ensayos de una épica recupera­ ción de las Malvinas en el Atlántico Sur. Estas islas, ocupadas desde 1832 por la corona británica, fueron invadidas por las tropas argentinas en 1982. La dictadura presumía que el gobierno de Margaret Thatcher no enviaría

26 A. Ziccardi, “Formas organizativas de los ‘asentamientos humanos marginados’ y política estatal”, Revista Interamericana de Planificación, vol. xiv, núm. 54, pp. 28-40. 27 A. Pucciarelli, Empresarios, tecnócratas y militares de la última dictadura, Buenos Aires, Siglo XXI, 2004. 28 D. Roldán, “Paradojas del mundial 78. Estilos, inversiones y rituales”, Cuadernos de Aletheia, núm. 3, 2019, pp. 7-18 disponible en: https://issuu.com/revistaletheia/docs/cuaderno3_ ca5d3f4ca66e06

36 Del desarrollismo reaccionario al neoliberalismo de mercado soldados a combatir. Inglaterra atravesaba una crisis económica derivada de los conflictos por la implementación de medidas neoliberales, que poseían una inspiración muy similar a las políticas económicas de la dictadura. En ese contexto, la guerra aparecía en el horizonte austral de la geopolítica británica como un modo de recuperar el consenso social y alejar la atención de los efectos sociales más traumáticos de las reformas económicas.29 La dictadura invirtió la secuencia del proceso de civilización definida por Norbert Elias.30 El objetivo era manipular el sentido del Mundial ‘78 y de la Guerra de Malvinas de 1982. La contienda deportiva consagró al seleccionado ar­ gentino de fútbol como campeón mundial por primera vez en su historia. La guerra tuvo un desenlace diferente y adverso; sin embargo, ambos acon­ tecimientos tenían un objetivo común para el gobierno: colonizar el signi­ ficantenación con el significado dictadura militar.31 La derrota militar en el Atlántico Sur, los seiscientos cincuenta caídos en combate, los que murieron o estuvieron enfermos (física y mentalmente) después de la ­experiencia y la tergiversación de la contienda desarrollada por los medios de comunicación, que pronosticaron un triunfo inapelable del Ejército Nacional, generaron un fuerte rechazo de la sociedad hacia el gobierno militar. La guerra de las Malvinas selló la desintegración de la dictadura. El fuego de una contienda bélica con otro gobierno neoliberal, como era entonces el británico, paradó­ jicamente32 ponía fin al experimento económico, político, social y cultural

29 S. Meadows (dir.), This is England, Inglaterra, Warp Films/Optimum Releasing, 2006; M. Kohan El país de la guerra, Buenos Aires, Eterna Cadencia, 2014; F. Lorenz, En quince días nos devuelven las islas, Rosario, unr-Editora, 2018; R. Guber, Experiencia de halcón, Buenos Aires, Sudamericana, 2016. 30 La hipótesis central señala que los deportes tienden a sublimar las violencias sociales. En el caso de la dictadura, se organizaron dos juegos de suma cero, uno deportivo en 1978 y otro bélico en 1982. La parábola que describe esta secuencia invierte el orden de los términos propuestos por Elias guerra-deporte/barbarie-civilización. N. Elias, El deporte y el ocio en el proceso de civilización, México, fce, 1993 y N. Elias, El proceso de civilización, México, fce, 1987. 31 Empleamos aquí la acepción lacaniana de significante y significado que desborda a las palabras e incluye objetos, relaciones y síntomas. Si para Saussure los significantes eran palabras, para Lacan no sólo las palabras, sino también los objetos, las relaciones y los síntomas pueden ser vistos como significantes. ​Un significante es tal cuando ha sido inscrito en el orden de lo simbólico. 32 Figura retórica que consiste en la utilización de expresiones que envuelven una contra­ dicción. Esto quiere decir que, más allá de las condiciones contradictorias, los factores presentados resultan válidos, reales o verosímiles. Dos gobiernos neoliberales económica­

37 DIEGO ROLDÁN que la dictadura había promovido en Argentina. Si bien las armas del neo­ liberalismo de guerra quedarían sepultadas, esa modalidad gubernamental sería capaz de regresar bajo otras formas a lo largo de las últimas décadas de la historia argentina, primero, vistiendo los atuendos del mercado y la re­ forma del Estado y, más recientemente, los de la empresa como institución fundadora de un modo de vida.33 En 1983 se reabrieron los caminos políti­ cos. El neoliberalismo quedó oculto por la euforia ocasionada por el regreso de la democracia.

LA INVENCIÓN DE UNA TRADICIÓN DEMOCRÁTICA: EL IMPASSE ALFONSINISTA En 1983 y luego de arduas negociaciones, se pactaron nuevas elecciones democráticas. Raúl Alfonsín, militante de la Unión Cívica Radical, derrotó al candidato procedente de las fracciones más reaccionarias del peronismo: Ítalo Argentino Luder. El gobierno de Alfonsín avanzó en sus primeros años guiado por una confianza excesiva en las capacidades de la democracia para erradicar todas las dificultades que pudieran aquejar a la economía, la edu­ cación y la salud públicas en la Argentina. Durante la campaña electoral y en los primeros años de gobierno alfonsinista, el Preámbulo de la Constitu­ ción Nacional, recitado en actos y concentraciones masivas, y una idea de democracia sustantiva se transformaron en leitmotiv34 de una gestión que estuvo jaqueada por la gravosa herencia de la dictadura. Habitualmente, la voz de Alfonsín se elevaba en sus discursos para declamar que “con la de­ mocracia se come, se cura y se educa”. A ese enunciado seguía una lluvia de aplausos ensordecedora. Aun con sus limitaciones, la consigna democrática poseía una eficacia doble; por un lado, la sobrevaloración de la democracia obraba una suerte de exorcismo de los fantasmas remanentes de la dictadu­ ra y, por otro, era un ingrediente fundamental para la invención de una

mente y conservadores culturalmente deberían ser aliados, sin embargo, en las Malvinas entraron en guerra. 33 M. Canelo, ¿Cambiamos? La batalla cultural por el sentido común de los argentinos, Buenos Aires, Siglo XXI, 2019; G. Vommaro, La larga marcha de cambiemos. La construcción silenciosa de un proyecto de poder, Buenos Aires, Siglo XXI, 2017; E. Adamovsky, El cambio y la impostura: La derrota del kirchnerismo, Macri y la ilsuión pro, Buenos Aires, Planeta, 2017. 34 Algo que se repite a lo largo de una unidad actoral, discursiva o musical.

38 Del desarrollismo reaccionario al neoliberalismo de mercado tradición democrática vinculada a los sectores populares y las prácticas asociativas de la Argentina urbana.35 Además, establecía una amalgama entre el régimen democrático y las políticas públicas a las que el Estado no debía renunciar: la asistencia social, la salud y la educación públicas. En estos mantras del alfonsinismo, reverdeció la ilusión de que la política de­ mocrática podía solucionar los problemas sociales. Sin lugar a dudas, fue una visión seductora aunque, también, muy ingenua. Se consideraba que una formación política-institucional socialmente desarraigada e interrum­ pida de manera recurrente desde 1930 podía ser definida como la tabla de salvación segura y capaz de esclarecer el rumbo de la convulsionada y frac­ turada sociedad argentina que acababa de salir de la dictadura. Durante un periodo prolongado, la interpretación del golpe de 1976 y el gobierno de facto, estuvo dominada por las intenciones políticas que habían impulsado el regreso de la democracia. La versión canónica36 establecía lo que se cono­ ció como la teoría de los “dos demonios”. Los dos demonios habían copro­ tagonizado la escena política de la década de 1970. Uno de ellos era las fuerzas armadas que ejercieron el terrorismo de Estado; el otro, las organi­ zaciones políticas que habían elegido la lucha armada para canalizar sus reivindicaciones. Esta visión, por cierto, bastante maniquea exculpaba a la sociedad civil infantilizándola y colocándola en el rol de espectadora pasiva de un combate ajeno, distante y clandestino en el que tan sólo intervenían el terrorismo de Estado y los grupos guerrilleros. En esta interpretación, la sociedad civil aparece como un entramado de relaciones inconscientes e ignorantes de las dinámicas políticas de la época. En el fondo, se trataba de un enfrentamiento entre los militares y los grupos políticos armados, en el que la sociedad no habría cumplido ningún papel.37 El prólogo del informe de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (Conadep), conocido como Nunca Más y redactado por el escritor Ernesto Sábato, fue la piedra fundamental de esta teoría que garantizó retrospectivamente la no participación de la sociedad civil, ni de la “guerra antisubversiva”, ni de la

35 Programa de Estudios de Historia Económica y Social Americana, “¿Dónde anida la democracia?”, Punto de Vista, núm. 15, agosto-octubre 1982. 36 La idea es que justamente los dos demonios, una teoría naturalizada, consagrada más allá de toda discusión. 37 H. Vezzetti, Pasado y presente. Guerra, dictadura y sociedad en la Argentina, Buenos Aires, Siglo XXI, 2009.

39 DIEGO ROLDÁN

“guerra revolucionaria”.38 Recientemente, esta intelección de la historia argentina de la década de 1970 se ha complejizado, a partir de la reestruc­ turación del movimiento de derechos humanos. La reedición del 30 aniver­ sario del Nunca Más contiene un nuevo prólogo que reinscribe esa disputa hermenéutica por el pasado argentino reciente.39 Sin embargo, en la década de 1980 el Nunca Más, aun con sus fallos y exculpaciones, cumplió con un rol cardinal: impedir toda posible reconciliación con la dictadura. Precisa­ mente el reconocimiento político y social de los organismos de derechos humanos,­ que habían batallado contra las atrocidades, los crímenes y los si­ lencios pactados de la dictadura, redujo a una expresión marginal y a todas luces­ antidemocrática cualquier reivindicación del pasado dictatorial. Las po­ ­sibilidades de desarrollar un proceso más amplio de reparación judicial de los crímenes de la dictadura fueron detenidas, primero, por la sanción de la Ley de Punto Final (1986) y luego con la de Obediencia Debida (1987).40 El gobierno de Alfonsín se caracterizó por una serie de contradicciones y sobresaltos importantes. Sin duda, Alfonsín cosechó su mayor logro en los juicios a las Juntas Militares. Sin embargo, al intentar descender en la ca­ dena de mandos se topó con escollos mayores. Las resistencias iniciales se trasformaron en los acuartelamientos de una fracción de los oficiales del ejército.41 Alfon­sín no consiguió lidiar con una democracia joven y todavía poco consolidada y un ejército activo y habituado a irrumpir en la dinámica democrática. A raíz de la sanción de las Leyes de Punto Final y Obediencia Debida, la última muy condicionada por los levantamientos carapintadas,

38 Idem. 39 E. Crenzel, Historia política del Nunca Más. La memoria de las desapariciones en la Argentina, Buenos Aires, Siglo XXI, 2014. 40 Junto con los indultos concedidos a los militares en 1990 por el presidente Carlos Menem, estas leyes son conocidas como las leyes de impunidad, dado que establecen una especie de cese de los procesos judiciales de las cúpulas y los mandos medios del ejército y los grupos armados. Así se suspendieron, finalmente, sus encarcelamientos y se puso a los ex represores en libertad civil. 41 El levantamiento Carapintada tuvo su mayor repercusión durante la Semana Santa de 1987. Por entonces, un grupo de oficiales se atrincheraron en Campo de Mayo, el presidente no consiguió que la sublevación fuera reprimida por otros militares. Los carapintadas no sólo protestaban contra los juicios a los militares de rangos medios, sino también contra los altos mandos militares, cuyas conductas en la guerra de las Malvinas e incluso durante la dictadura fueron objeto de impugnación. Después del primer episodio, se produjeron dos incidentes más en 1988.

40 Del desarrollismo reaccionario al neoliberalismo de mercado la buena relación del gobierno de la Unión Cívica Radical con el movimien­ to de derechos humanos se fracturó. De algún modo, las leyes de impunidad —completadas poco tiempo después por el indulto a la Junta Militar— establecieron una grieta entre los organismos de Derechos Humanos y el gobierno radical; el apoyo inicial se retrajo, lo que perjudicó la base de consenso del gobierno, pero también redundó en una mayor autonomía para el movimiento. El alfonsinismo se apoyaba en una idea de democracia sustantivada por la solidaridad; solidaridad que volvió a astillarse con el retorno de la puja redistributiva a partir del deterioro de los salarios reales vía la inflación.42 Después de distintos planes económicos que produjeron variaciones de importancia en la moneda y algunas devaluaciones, la economía mostraba signos de una inesta­bilidad profunda y esto se reflejó en las elecciones de medio término, donde el Justicialismo recuperó mucho del terreno perdido en 1983. Tras los fallidos planes Austral y Primavera, el primero de rees­ tructuración económica y el se­gun­do de contención inflacionaria, la econo­ mía argentina ingresó en la más brutal espiral inflacionaria de su historia, con índices que quedaban fuera de toda proporción e imaginación; en 1989 la inflación, que el año anterior había estado en 348 por ciento anual, alcan­ zó 3 000 por ciento.43 La conflictividad sindical se elevó verticalmente, se contabilizaron más de diez paros generales. Esta ebullición fue legitimada por la extraordinaria escalada inflacionaria y la depreciación permanente de los salarios.44 El gobierno de Raúl Alfonsín no consiguió superar el efecto

42 Esta invocación a la solidaridad ocurrió en una coyuntura internacional muy poco propicia, cuando el Consenso de Washington se instalaba en los países centrales y las consignas del thatcherismo, como el famoso there is no alternative, se diseminaban. La conversión de deuda privada en deuda pública (estatización y nacionalización de la deuda de privados) y el crecimiento exponencial de la deuda externa durante la dictadura acotaron las posibili­ dades de maniobra de una economía keynesiana y una política socialdemócrata a la europea, como la que habían imaginado implementar Alfonsín y sus asesores. 43 A. Pucciarelli (coord.), Los años de Alfonsín. ¿El poder de la democracia o la democracia del poder?, Buenos Aires, Siglo XXI, 2006. 44 Si la guerra de las Malvinas había marcado el golpe de gracia a la Junta Militar, en la década de 1980 la hiperinflación sentenció al gobierno de Alfonsín. La gestión radical había salido malherida de los levantamientos carapintadas y de la represión violenta que el ejército ejecutara sobre un grupo de militantes de inspiración guevarista-sandinista, Movimiento Todos por la Patria que, a comienzos de 1989, tomaron el cuartel militar La Tablada. Véase C. Hilb, “La Tablada: El último acto de la guerrilla setentista”, Historia Política, disponible en: http://historiapolitica.com/datos/biblioteca/2j_hilb.pdf

41 DIEGO ROLDÁN de la inestabilidad de los mercados, cuyo reflejo microeconómico era la cotidiana estampida de los precios de los artículos de pri­mera necesidad. Ante una crisis económica y política muy profunda, el gobierno radical sólo fue capaz de pactar una retirada anticipada aunque no demasiado elegante, con el objetivo mínimo de mantener la continuidad institucional­ tan tra­ bajosamente conquistada y, entonces, amenazada por varios ­flancos.

EL NEOLIBERALISMO DE MERCADO: EL MENEMISMO Y LA ALIANZA Al promediar el mes de mayo de 1989 se desarrollaron nuevas elecciones presidenciales. La fórmula del Partido Justicialista, Menem-Duhalde, se impuso al candidato por el radicalismo Eduardo Angeloz. Diez días más tarde, el descontento popular por la hiperinflación y el constante aumento de los precios de los artículos más indispensables activaron, primero en Rosario y luego en las conurbaciones de Buenos Aires y Córdoba, una ola de saqueos a supermercados.45 La situación se fue agravando y se decretó Estado de emergencia, un régimen de excepción en el que las garantías civiles fueron recortadas en pro del mantenimiento de la seguridad y la paz interior. A con­ secuencia de los distintos incidentes, más de cuarenta personas fueron arres­ tadas y unas veinte murieron. Ante la situación, Alfonsín anticipó seis meses el traspaso del mando presidencial. La campaña electoral de 1988-1989 tuvo bastante menos contenido que la de 1983, que había sido protagonizada­ por los argumentos pro democracia de Raúl Alfonsín. Carlos Menem llegó a la presidencia con una consigna menos emparentada con la política que con un liderazgo propio del marketing publicitario: “No los voy a defraudar. ¡Sí­ ganme!”. No se especificaba adónde ni quienes debían seguirlo, tampoco se pudo saber en qué tipo de defraudaciones evitaría incurrir su gobierno. Menem y su compañero de fórmula, Eduardo Duhalde, publicaron una plataforma concreta y eficaz. Eltítulo­ del volumen era confuso.46 En cierta medida, La revolución productiva antici­paba el viraje de la política y el Estado, áreas prioritarias durante el gobierno de Al­fonsín, a la economía y los merca­ dos. Este libro anunciaba la apertura de fábricas, el incremento de los ­puestos

45 S. Serulnikov y G. Di Meglio, La larga historia de los saqueos en la Argentina de la indepen- dencia a nuestros días, Buenos Aires, Siglo XXI, 2017. 46 C. Menem y E. Duhalde, La revolución productiva. De la Argentina especuladora a la Argenti- na del trabajo, Buenos Aires, Peña Lillo, 1989.

42 Del desarrollismo reaccionario al neoliberalismo de mercado de trabajo y el aumento del poder adquisi­tivo de los salarios. Fren­te a un capitalismo desindustrializado y que perfilaba­ los nuevos conglomerados de la electrónica y la informática, La revolución productiva invocaba algunas pie­ zas arqueológicas del desarrollismo que pronto se revelarían mejor relacio­ nadas con el pasado que con el futuro menemista de la Argentina. Al comienzo, el rumbo del gobierno fue indefinido, pero no incluyó nada parecido a la anunciada revolución productiva ni el aumento salarial. Tras una serie de medidas restrictivas que buscaban estabilizar las variables ma­ croeconómicas, en 1989 Argentina se acogió al Plan Brady, un acuerdo del Fondo Monetario Internacional con los países de América Latina para rees­ tructurar la deuda externa. Asimismo y después de una fuerte emisión de bonos, se paralizó la flotación cambiaria a través de la Ley de Convertibilidad (1991). Tras una potente devaluación, la ley establecía que un peso argen­ tino equivalía a un dólar estadounidense. La ecuación completa era más o menos la siguiente: 10 000 australes, tras la devaluación y la restitución del peso como moneda nacional, se habían convertido en un peso, éste a su vez equivalía a un dólar estadounidense. A través de una elipsis jurídica, se anunciaba una forma suavizada de dolarización económica.47 La ventaja de la convertibilidad frente a la dolarización era que inicialmente permitía jugar con la ficción de que por cada peso circulante existía un dólar de res­ paldo. Esta ventaja para la operatoria de arranque terminó por convertirse en un tremendo obstáculo para una medida de emergencia, cuya persisten­ cia durante diez años la consagró como pilar del modelo económico de la década de 1990. Discursiva, pero también materialmente, la Argentina era compelida a integrarse al mercado mundial en el marco de la globalización económica y cultural.48 En paralelo, el giro informático que se desplegaba desde la ­déca­ da­ de 1980 suponía un cambio tecnológico profundo y la necesidad de inversiones de capital importantes. Los servicios, específicamente las tele­ comunicaciones, de­bían modernizarse de manera urgente creando las con­ diciones de posibilidad para las nuevas tecnologías que se difundirían en la década siguiente. El camino elegido por el gobierno fue la privatización de

47 A. Roig, La moneda imposible: La convertibilidad Argentina de 1991, Buenos Aires, fce, 2016. 48 N. Canclini, La globalización imaginada, Buenos Aires, Paidós, 1999.

43 DIEGO ROLDÁN los activos del Estado, entre los que se encontraba un número nada despre­ ciable de empresas. La reforma del Estado pautada por el menemismo im­ plicaba la renuncia a las tradicionales áreas de intervención: políticas sociales, construcción de infraestructura, equipamientos colectivos, servicios, salud y educación. De este modo, se dejaba a la iniciativa privada la moder­ nización tecnológica e institucional de las empresas y el Estado. Además, el tesoro nacional se recuperaría con base en el ingreso de los dividendos ­excepcionales derivados de la privatización. Sin embargo, se libraba a las empresas ­privadas los procesos de competencia interna bajo la forma de oligopolios regionales. La prestación de los servicios, como ocurrió con el agua potable y las cloacas en la ciudad de Buenos Aires, quedaba seriamen­ te desregulada.49 En los pri­meros cuatro años de gobierno, la economía se estabilizó y hubo una reactiv­ ación por la vía financiera, momentáneamente regresaron los créditos al consumo y las clases medias adquirieron algunos bienes relativamente durables. Se trataba de los primeros electrodomésticos importados que llegaron a la Argentina fabricados bajo las pautas de la obsolescencia pro­gra­mada. Pero el proceso de estabilización económica, basado en las recetas mo­netaristas, rápidamente generó estancamiento, falta de inversión, declive de la actividad, desocupación y retracción del consumo. Alguna vez el presidente Menem había justificado la situación evocando lo que reputaba una ley económica: “a un periodo de hiperinfla­ ción, le sigue un periodo de recesión”. Durante el gobierno de Alfonsín se decía que el Estado no podía hacerse cargo de lo mínimo; sin embargo, era un Estado grande, quizá, un gigante inoperativo. Menem creyó encontrar la fórmula para desarticular esa para­ doja. De ahora en adelante el Estado sería mínimo, aunque continuaría surcado por las mismas problemáticas del periodo anterior. La clave para construir esa estructura pública minimalista fue la privatización.50 La venta

49 E. Castro “Pobreza y ciudadanía: Perspectivas sociológicas sobre la participación privada en la provisión de servicios de agua y saneamiento”, en C. Salamanca Villamizar y F. ­Astudillo Pizarro (comps.), Recursos, vínculos y territorios. Inflexiones transversales en torno al agua, Rosario, unr-Editora. 50 El consenso sobre la crisis del alfonsinismo fue elaborado a través de un nuevo mantra, bastante diferente al de la democracia sustantiva de Alfonsín: el ingreso al Primer Mundo. Aun con sus ficciones más disparatadas, esta ilusión de modernización para la integración global sobrevivió a los primeros efectos negativos de las reformas neoliberales.

44 Del desarrollismo reaccionario al neoliberalismo de mercado de los activos del Estado y la reestructuración de sus empresas proponían un modelo de modernización interno y la apertura a la competencia del mercado internacional. Las empresas fueron reducidas en personal a través de despidos y retiros voluntarios, pero los servicios continuaron con baja opera­ ti­vidad. Las privatizaciones reflejaban el prebendarismo51 con que el Estado administró esos rubros de la economía política y la continuación, a escala transnacional, de los mecanismos establecidos por la patria contratista. Los le­­vantamientos militares continuaron durante el gobierno de Menem. Los ca­ ­rapintadas acordaron sostener su candida­tura electoral, pero al mostrar su des­ contento en 1989, a través de la toma de un regimiento militar, el entonces presidente Menem decidió reprimirlos y se los condenó a prisión por aten­ tar contra la democracia. En 1994, en las vísperas de la reelección, Menem impulsó la derogación de la Ley de Servicio Militar Obligatorio de 1901.52 Durante el gobierno de Menem se produjeron dos atentados terroristas, el blanco fueron dos edificios vinculados a la comunidad israelita argentina: la Embajada de Israel en 1992 y la Asociación Mutual Israelita Argentina (amia) en 1994 (con 107 muertes).53 Carlos Menem volvió a presentarse, tras una reforma constitucional, como candidato a la presidencia de la nación. La Reforma de la Constitución Nacional de 1993 reducía el mandato pre­ sidencial a cuatro años (antes el periodo duraba seis) y permitía la reelección

51 Ventaja o beneficio que recibe arbitrariamente una persona. Trabajo o cargo lucrativo y poco laborioso que le permite vivir con holgura. Se refiere a los sistemas políticos donde los funcionarios electos y los trabajadores del gobierno sienten que tienen derecho a com­ partir los ingresos del gobierno y los utilizan para beneficiar a sus seguidores, correligio­ narios y miembros de su grupo étnico. Viene del latín donde tiene cuatro significados vinculados a cuestiones eclesiásticas, la acepción tercera se refiere a una dote que se le da piadosamente a una mujer para que se case o a un estudiante para que continúe sus estudios; la cuarta dice que es un empleo o un ministerio lucrativo y de poco trabajo. 52 Los abusos que terminaron con el asesinato del conscripto Carrasco en el Regimiento de General Zapala funcionaron como la justificación perfecta. Además de un propósito mo­ dernizador de profesionalización de la fuerza, la medida reducía significativamente el presupuesto público de las tres armas y procuraba sostener un ejército mínimo e incapaz de sublevarse. 53 Las responsabilidades sobre estos actos terroristas aún no se han esclarecido judicialmente. En 1995, el helicóptero que pilotaba el primogénito varón de Carlos Menem, que llevaba su mismo nombre, se precipitó a tierra. Este accidente, en el que perdieron la vida el hijo del primer mandatario y el co­rredor de automóviles Silvio Oltra, quedó nimbado por la sombra de los atentados terroristas y se expresaron sospechas de un magnicidio. El heli­ cóptero se estrelló exactamente dos meses antes de las elecciones presidenciales a las que Carlos Menem volvió a presentarse, reforma constitucional mediante.

45 DIEGO ROLDÁN por dos periodos consecutivos. La Constitución de 1993 posee una serie de iniciativas modernizadoras respecto a la legislación y el poder político, pero también constituye un elemento central, junto con las reformas económicas del menemismo, para la construcción de la reforma del Estado y de un orden neoliberal de mercado. En las elecciones presidenciales de 1995, la fórmula Menem-Ruckauf alcanzó casi la mitad de los sufragios, mejorando la actua­ ción de 1989.54 Las políticas económicas se mantuvieron firmes y profun­ dizaron la crisis. Los estallidos sociales y políticos producidos por la privatización y los despidos en Yacimientos Petrolíferos Fiscales (ypf) acti­ varon la nueva protesta social que caracterizaría a la Argentina de los últimos años del siglo pasado. Las rutas nacionales fueron el escenario que recortó las siluetas de los piqueteros55 y los fogoneros. El estancamiento económico parecía no tener fin. Además de la depreciación mundial de las materias primas, los productos agrícolas se habían vuelto poco competitivos inter­ nacionalmente a raíz de la paridad cambiaria legalmente regulada. A pesar de la Ley de Semillas (1996) que permitía operar a Monsanto con productos transgénicos, las condiciones macroeconómicas no eran favorables para las actividades primarias, históricamente una de las principales fuentes de di­ visas extranjeras para la economía argentina. Además, las tecnologías de transportes habían ampliado su escala y era necesaria una remodelación de la infraestructura portuaria y el dragado de las vías fluvia­les para reacondicio­ nar la conexión extractivista de la Argentina con el mundo.

54 Su competidor más inmediato, José Octavio Bordón del Frente País Solidario, quedó veinte puntos por debajo de esa cifra. 55 Por entonces se produjeron los primeros piquetes. Esos cortes no impedían el acceso de los rompehuelgas a las fábricas, dado que éstas habían cerrado o estaban en proceso de liqui­ dación y vaciamiento, sino que interrumpían el tráfico vehicular en las rutas nacionales. El derecho constitucional a la libre circulación fue esgrimido como arma jurídica para ordenar el desalojo de los manifestantes que acampaban sobre y a la vera de las carreteras. La represión de los piquetes fue violenta y en ella participó la gendarmería nacional. En esos episodios perdieron la vida Víctor Choque y Teresa Rodríguez. El mundo del trabajo había sido erosionado por el ensamblaje neoliberal que el menemismo propuso en la Ar­ gentina, a través de una domesticación de las centrales sindicales, una licuación de los derechos de los trabajadores y una liquidación de los restos del régimen de acumulación basado en la actividad fabril y de transportes. Los medios de comunicación fueron invadi­ dos por términos sociológicos y económicos que retrataban la crisis. En los programas políticos de televisión se comenzó a hablar de pobreza estructural, desocupación, desman­ telamiento del Estado, economía informal, exclusión social, recesión económica, etcétera.

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El segundo gobierno de Carlos Menem continuó bajo la guía del prime­ ro. La crisis económica y algunos acuerdos malogrados con los medios de comunicación hegemónicos, especialmente el Grupo Clarín, pronunciaron el declive público de la figura del mandatario. Los mercados financieros aparecían como los rubros más dinámicos de la economía. La desindustria­ lización se profundizó, las protestas sociales se incrementaron en el norte (Salta) y el sur (Neuquén y Ushuaia) del país, donde las economías regiona­ les mostraban un deterioro tan avanzado que parecía ser irreversible. Ante una crisis profunda del sector agropecuario y la destrucción de la actividad industrial, la tercerización de la economía y su bancarización continuaron avanzando, hasta alcanzar el sistema previsional. Una serie de empresas Administradoras de Fondos de Jubilaciones y Pensiones emergieron como ariete para la privatización de las cajas de retiros estatales y la siempre in­ conclusa construcción de un mercado de capitales. La economía financiera y de servicios se vio poco a poco afectada por la crisis de un estancamiento que se adueñó de los tres últimos años de gobierno. Después de diez años, el menemismo parecía estar terminando. El tempo de la segunda presiden­ cia de Menem estuvo caracterizado por una lentitud agobiante, propia de una economía estancada y con una circulación interna muy ralentizada. La oposición que las medidas menemistas ganaron dentro del Partido Peronis­ ta configuró grupos disidentes que fundaron el Frente País Solidario que luego confluyó con la Unión Cívica Radical como una Alianza sin demasia­ das orienta­ciones futuras comunes, pero con un denominador común: el antimenemismo. En 1999, la fórmula de la Alianza, De la Rúa-Álvarez, derrotó al candi­ dato peronista, por entonces gobernador de la provincia de Buenos Aires, Eduardo Duhalde. El gobierno de la Alianza se caracterizó por cierta inacción inicial y poco después comenzó a dar señales de continuidad eco­ ­nómica con el menemismo. Esa persistencia en el rumbo político era certificada y sostenida (casi a cualquier precio) por la Ley de Convertibi­ lidad. Este camino no fue aprobado por el vicepresidente, Carlos Álvarez, proveniente de las filas del Frente País Solidario, que renunció a su cargo en octubre de 2001. A finales de diciembre de 2001, la crisis que se había incubado a lo largo de una década de políticas neoliberales estalló. Las experiencias intensas

47 DIEGO ROLDÁN aunque todavía fragmentarias de nuevas formas de acción colectiva y movi­ lización popular producidas alrededor de nuevas situaciones y sujetos socia­ les, como los desocupados y los piqueteros, cobraron centralidad. La protesta social iniciada en 1993 con el santiagueñazo, continuada en 1996 por Cutral Có y Plaza Huincul, difundida a las provincias de Río Negro, Santa Cruz y Ushuaia, se trasladó a los centros urbanos más importantes de la Argentina.56 Sin embargo, el estallido con mayores proporciones y efectos fue el que tuvo como focos la Plaza de Mayo, la Plaza del Congreso y la Aveni­ da 9 de Julio en Buenos Aires. El último mes de 2001 sintetizó todas las contradicciones alimentadas durante los diez años de convertibilidad. Mante­ ner la paridad cambiaria requería altos niveles de endeudamiento o la con­ secución de nuevos créditos. En primer lugar, se pensó en reducir el gasto público a través del recorte porcentual a los salarios que superaran los mil pesos. La Ley de Flexiblización Laboral fue una condición del Fondo Mone­ tario Internacional (fmi) para establecer nuevos acuerdos con el objetivo de reestructurar la deuda. Estas negociaciones permitían a la Argentina aplazar los pagos a condición de flexibilizar las condiciones de contratación laboral y de una subida brutal de la tasa de interés que pasó de 5 a 18 por ­ciento. Los capitales comenzaron a abandonar el país. A ojos de los mercados financieros, Argentina empezó a perder competitividad y se transformaba en una plaza inestable, sin seguridad jurídica. Las entidades bancarias trans­ nacionales, que habían aterrizado con fuerza luego del Efecto Tequila en 1994 y como consecuencia­ de la desregulación de sus mercados domésticos, empezaron a drenar los dólares del país. En este marco, se perdió una enor­ me cantidad de mo­neda estadounidense y la paridad cambiaria pasó de ser un salvavidas a convertirse en un chaleco de plomo. El mantenimiento de la convertibilidad había incrementado entre abril de 2000 y octubre de 2001 la deuda externa en 33 mil millones. Mientras que las reservas del Banco Central apenas alcanzaban 17 mil mi­llones, habiéndose consumido la mitad de ese remanente de dólares a partir de enero de 1999. Tras el fracaso de los procesos de toma de nueva deuda, como el Blindaje Financiero y los inten­ tos de emisión de más bonos de endeudamiento a largo plazo, las nuevas

56 J. Auyero, La protesta. Relatos de la beligerancia popular en la Argentina democrática, Buenos Aires, Libros del Rojas, 2002.

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negociaciones con el fmi arrojaron resultados negativos. Anne Kruger, por entonces titular del organismo, se negó a continuar girando préstamos a la Argentina, argumentó que era un país con “insolvencia manifiesta”. Ante esta denegación del fmi, el entonces ministro de Economía, convocado como recurso de emergencia, Domingo Cavallo, quien había revistado­ en ese cargo durante los gobiernos de Menem (1991-1996), desarrolló lo que luego concibió como “la única medida posible”: la inmovilización de los depósitos bancarios. Se trataba de una resolución de control de cambios indirecta que impedía a los ahorristas retirar más de 250 pesos a la semana. Esta regulación económica fue popularmente conocida como “el corralito” y ­permitió aplazar la salida de la convertibilidad durante un mes. Si bien Cavallo suponía que los movimientos de capitales mayores podían reali­zarse a través de cheques, transferencias bancarias o pagos con tarjetas de débito, la microeconomía argen­tina todavía estaba poco habituada a la inmateria­ lidad de los intercambios financieros­ electrónicos y, por lo tanto, la gente se agolpó en los bancos a reclamar sus depósitos. Un pedido de extracción simultánea al cual las entidades financieras­ no tenían manera de hacer fren­ te. Al final, la ficción económica de la con­vertibilidad se desmoronaba frente a los rostros desesperados de los ahorristas.

EPÍLOGO: 2001-2003 En el verano de 2002, Florencia Abbate escribió el primero y uno de los más potentes relatos ambientados en 2001.57 El título remite a la pintura más cé­ lebre de un reconocido expresionista noruego, Edvard Munch, quien algu­ na vez aseguró “no pinto lo que veo, sino lo que vi”.58 El Grito de Munch es la expresión plástica de la ansiedad, el miedo y la alienación, busca mostrar al hombre en el límite de la desesperación, en el punto de mayor tensión con un mundo que le resulta extraño. Munch reconstruyó el momento en que la pintura vino a su mente con una sensación profundamente física: “me quedé solo, temblando, pude sentir un enorme Grito, cruzando el espacio”.59 En la novela de Abbate, ese grito queda asociado al diciembre de 2001 argen­

57 F. Abbate El grito, Buenos Aires, Emecé, 2004. 58 E. Munch El friso de la vida, Madrid, Nórdica Libros, 2015. 59 Idem.

49 DIEGO ROLDÁN tino. Por un lado, se trata del grito ahogado durante diez años de políticas neoliberales y en este sentido el estallido popular es una forma de liberación. Por otro, es el grito de horror ante la angustiante y dramática situación por la que atraviesa el país. El grito es el testimonio de la desestabilización de todas las evidencias y del sujeto mismo, pero también es la apertura de una línea de fuga con un destino incierto. La novela de Abbate está formada por el coro de cuatro relatos entrelazados por una trama que los atraviesa. El primero muestra el momento mismo en que las manifestaciones se pre­ cipitan sobre el centro de Buenos Aires. La voz que registra los aconteci­ mientos es la de un joven totalmente inmerso en la atmósfera neoliberal. Entregado al culto hedonista a la individualidad, el Gordo Federico decide iniciar sus treinta años poniéndose en forma en un gimnasio. En el camino, comienza a observar la atmósfera enrarecida de la ciudad y pronto descubre la movilización sobre las calles. Antes de ese shock de realidad, nada sabe de lo que está pasando en una Buenos Aires que se aburre retorciéndose en la miseria del neoliberalismo.

Las calles se veían como inquietas y algunos negocios estaban cerrados […] pasaba algo grave. Alrededor de mis pies vi cascotes y pedazos de vidrio, y en la esquina de Roque Sáenz Peña vi dos oficiales a caballo que escoltaban a otro policía que, a pie y con una itaka en la mano, iba arrastrando a un chico sin remera cual si fuera una especie de saco de papas. Mientras cruzaba Avenida de Mayo, vi un teléfono público incendiado y un grupito de pibes que avanzaban gritando “¡Que se vayan!” Un poco más a lo lejos, distinguí a un hombre que sostenía un balde con pintura al lado de otro que sostenía a un enano, quien a su vez trepaba por sobre él para alcanzar la altura de un cartel de un banco y pintarle encima una consigna que no pude leer. Sobre Piedras e Irigoyen […] vi a una señora que, sentada en el cordón de la vereda, sacaba cacerolas de una bolsa. Por delante de ella pasó una chica que corría con limones en la mano, y un instante después un flaco en moto, a la veloci­ dad de rayo, envuelto en una bandera argentina […] el tipo miró el cielo encapo­ tado y, como si anunciara una tormenta, me batió: “parece que esta tarde renuncia el presidente”. Agregó que acababa de escuchar que los negocios saqueados supe­ raban el millar […] que la culpa no era de los saqueadores sino del gobierno […] Una mina […] dijo que habían detenido a once personas que cortaron Rivadavia y Reconquista. Y por último un pibe aportó la noticia de que en Entre Ríos una chica, de sólo doce años, acababa de recibir un balazo en la cabeza […] ocurrieron una serie de fenómenos que no olvidaré. Una auténtica batalla campal se desplegó

50 Del desarrollismo reaccionario al neoliberalismo de mercado

alrededor de nosotros. Enjambres de personas huían de la policía, retrocedían para reagruparse y volver a avanzar hacia la casa de gobierno…60

Entre el 19 y el 20 de diciembre se precipitaron una serie de acontecimien­ tos que comenzaron con los saqueos en el conurbano bonaerense,61 siguieron con la declaración del Estado de sitio por parte de presidente De la Rúa a media tarde, continuaron durante la noche y la madrugada con importan­ tes movilizaciones y concentraciones en la Plaza de Mayo y en la del Con­ greso. Las canciones que entonaban las multitudes iban desde un fuerte llamamiento a que los políticos abandonaran sus cargos: “¡Qué se vayan todos! ¡Qué no quede ni uno solo!” hasta las estrofas más intensas del him­ no nacional: “¡Oh, juremos con gloria morir! ¡Oh, juremos con gloria mo­ rir!” Las concentraciones nocturnas fueron violentamente reprimidas por gases, balas de goma, policías motorizados y disparos de armas de fuego.

Cuando De la Rúa declaró el Estado de sitio, estábamos en una asamblea en un supermercado que había sido tomado por sus trabajadores hacía unos meses. La Toma, el antiguo hipermercado Tigre de Rosario, había sido vaciado por sus dueños y los trabajadores despedidos buscaban autogestionarlo. En ese lugar, se reunían mucho los estudiantes de la Facultad de Humanidades de Rosario que habían apo­ yado a los trabajadores en su lucha. Esa tarde tomó la palabra un militante de izquier­da y dijo que el gobierno toleraba bien la violencia simbólica de los movi­ mientos sociales, pero que había llegado la hora de pasar a otras formas, más mate­ riales, de ejercicio de la violencia. Seguimos discutiendo. Al poco tiempo, el mismo militante pidió la palabra para informar que De la Rúa había decretado el Estado de sitio, que la asamblea tenía que pasar a cuarto intermedio para permitir que los compañeros volvieran a sus casas, porque iba a ser peligroso estar en la calle una vez que cayera la noche. La cosa sonaba un poco paradójica. Primero había pedido dejar la violencia simbólica e iniciar acciones directas y poquito después nos mandaba a casa. Cuando salimos de La Toma y llegamos a calle Córdoba vimos a un montón de gente marchando hacia el Monumento a la Bandera, iban golpeando cacerolas en grupos, incluso había niños. Ahí mismo decidimos no hacerle caso al militante y no volver a casa. Nos unimos a esa gente y marchamos al Monumento a la Ban­ dera para expresar nuestra bronca por los políticos miserables que nos estaban go­

60 F. Abbate, op. cit., pp. 32-33; 43-44. 61 J. Auyero, La zona gris. Violencia colectiva y política partidaria en la Argentina contemporánea, Buenos Aires, Siglo XXI, 2007.

51 DIEGO ROLDÁN bernando. Nos juntamos con la gente de las cacerolas. La verdad que en medio de todas las cosas horribles que estaban pasando, eso fue un buen momento. La cosa en el centro fue bastante tranquila, pero las fuerzas policiales hicieron desastres en los barrios de Rosario. La policía del gobernador peronista Carlos Alberto Reute­ mann asesinó al militante social Pocho Lepratti que estaba en la terraza de un co­ medor comunitario de una escuela en el barrio Las Flores, tratando que la policía no le tirara a los pibes del barrio que estaban ahí. El asesinato de Pocho fue uno de los hechos más tristes de diciembre de 2001.62 Desde la mañana del otro día, los manifestantes de Buenos Aires continua­ ron avanzado sobre la Plaza de Mayo y hubo varios intercambios violentos con la policía. Los manifestantes resistieron sus posiciones y cantaron: “La plaza es de las madres63 y no de los cobardes”. No obstante, la policía mon­ tada reprimió de manera escandalosa a grupos de manifestantes pacífica­ mente sentados. El objetivo del operativo de seguridad era liberar la zona cercana a la casa de gobierno, en una Plaza de Mayo todavía sin vallas de contención. Las acciones fueron creciendo en virulencia, y hacia el mediodía y las primeras horas de la tarde columnas de manifestantes arrojaron piedras sobre las fuerzas policiales que contestaron primero con balas de goma y gases lacrimógenos. En poco tiempo, los enfrentamientos se salieron de cauce y la fuerza policial ejerció una violencia desproporcionada sobre los manifestantes. En todo el país, murieron casi cuarenta civiles en distintos episodios represivos. Finalmente, el presidente De la Rúa renunció. Al caer la tarde, el helicóptero presidencial lo retiró desde la terraza de la Casa Ro­ sada para llevarlo hasta la residencia de Olivos. No había forma de que el presidente pudiera salir por tierra con los manifestantes que estaban apos­ tados en la calle aguardándolo. La sensación tras la renuncia y el despegue del helicóptero fue de un gran alivio. La Argentina había dado su primera

62 Entrevista a Ignacio Morales, 29 de agosto de 2019. Claudio “Pocho” Lepratti fue un militante barrial de amplia trayectoria en la contención de adolescentes en la ciudad de Rosario a lo largo de la década de 1990. En 2005, el cantautor popular León Gieco inter­ pretó en su homenaje la canción de León Gurevich “El ángel de la bicicleta”. 63 La referencia es a las Madres de Plaza de Mayo, un grupo de familiares de desaparecidos que comenzaron a nuclearse alrededor de la Pirámide de Mayo todos los jueves para desarrollar rondas desde 1977 pidiendo por la aparición con vida de sus familiares. M. Scocco, El vien- to sigue soplando, los orígenes de las Madres de Plaza 25 de Mayo (1977-1985), Rosario, Editorial Último Recurso, 2016.

52 Del desarrollismo reaccionario al neoliberalismo de mercado batalla victoriosa contra el neoliberalismo, pero todavía quedaban cosas extraordinarias por presenciar, tales como la sucesión de cinco presidentes en once días. Por último, a comienzos de enero de 2002, el Senado eligió a Eduardo Duhalde como presidente provisional. A los pocos días de asumir, Duhalde derogó la Ley de Convertibilidad, lo que permitió por primera vez en diez años la devaluación del peso argentino en 40 por ciento. Aunque a largo plazo la medida generaría condiciones de posibilidad para la reactiva­ ción económica, la percepción de sus efectos inmediatos fue negativa. La crisis de 2001 movilizó un gran contingente de emigrados económicos de la Argentina, algunos de ellos regresaron en los años siguientes. Durante la crisis se evidenció una fuerte tendencia a la transferencia de ingresos de los trabajadores, las clases medias y los sectores populares hacia las clases dominantes y sectores de mayor concentración de la riqueza. Este proceso ha sido descrito por el geógrafo David Harvey como acumulación por desposesión.64 En el caso argentino, el neoliberalismo no mostró esa habilidad que le atribuyeron algunos analistas65 para manipular y conseguir hacer de la crisis un nuevo impulso para sus políticas económicas. Después de las movilizaciones de diciembre de 2001, gran parte de la población se reveló contra el neoliberalismo y sus emergentes urbanos que habían con­ fiscado sus ahorros. Entre finales de 2001 y mediados de 2002, grupos de manifestantes enfurecidos atacaron las instituciones gubernamentales y los bancos multinacionales. A ojos de los actores movilizados los edificios cons­ tituían la implantación espacial de los responsables de la crisis. En respuesta, las entidades bancarias se fortificaron con planchas de metal para cubrir sus fachadas transparentes y volátiles, desarrolladas a partir de una arquitectura apoyada en el vidrio. Los manifestantes iban pertrechados con destornilladores y martillos con el objetivo de desarmar las defensas y dañar los edificios que habían injustamente retenido sus depósitos. La pérdida de legitimidad de las instituciones bancarias entre la población fue absoluta y perdurable. También, las dependencias del Esta­ do fueron asediadas y grafiteadas, en particular, la Casa Rosada (sede del poder presidencial), el Palacio del Congreso y el Ministerio de Economía.

64 D. Harvey, “El nuevo imperialismo: Acumulación por desposesión”, Socialist Register, 2005, disponible en: http://biblioteca.clacso.edu.ar/clacso/se/20130702120830/harvey.pdf 65 D. Harvey, Breve historia del neoliberalismo, Madrid, Akal, 2012.

53 DIEGO ROLDÁN

El Estado diseñó una estrategia de protección basada en la colocación de vallas de contención para evitar la aproximación de los manifestantes. Esta diferencia respecto a las entidades bancarias radicaba en que las estructuras arquitectónicas estatales se hallaban menos expuestas y las plazas permitían restringir el espacio público para emplazar las defensas a distancia de los edificios. Por otra parte, las vallas se mantienen hasta hoy como parte del paisaje urbano que entorna a los edificios públicos de Buenos Aires. Para marzo de 2002, la desocupación en la ciudad de Buenos Aires al­ canzó 22 por ciento. En la periferia urbana, los comedores populares se vieron desbordados y los clubes de trueque crecieron exponencialmente. Los sectores populares comenzaron a mostrar su “saber hacer” con la crisis y a autoorganizarse frente a la absoluta desacreditación de la ficción monetaria. El gobierno se había visto obligado a crear pseudomonedas provinciales: patacones, lecop, lecor, etc. Fue un momento de florecimiento de las eco­ nomías informales, muchas nucleadas alrededor de las ferias populares. Durante los años en que gobernaron Menem y la Alianza, el mercado se había convertido en el enemigo del mundo popular. Sin embargo, después de 2001, los sectores populares refundaron el mercado. Por un periodo tan breve como intenso se estimularon sus potencias de intercambio, sociabili­ dad y solidaridad.66 La crisis de la Argentina se extendió a lo largo de todo 2002. A mediados de ese año, se produjo, en una movilización sobre el Puente Pueyrredón, el asesinato a manos de la policía bonaerense de los militantes Maximiliano Kosteki y Darío Santillán, pertenecientes a la Coor­ dinadora de Trabajadores Desocupados Aníbal Verón. La crisis política se extendía sobre el gobierno y Duhalde decidió anticipar las elecciones a abril de 2003. La crisis económica argentina cesó cuando Néstor Carlos Kirchner asumió la presidencia en mayo de 2003 y la economía argentina comenzó a dar signos inequívocos de crecimiento continuo. Para entonces, muchos argentinos habían abandonado un país que se decía estaba en llamas y sin posibilidades de solución. La década siguiente asistiría al regreso de algunos de esos emigrantes.

66 V. Gago, La razón neoliberal. Economías barrocas y pragmática popular, Buenos Aires, Tinta Limón, 2017.

54 México en el marco de las transformaciones mundiales (1970 y 2010)

María Elvira Buelna Serrano*

Este artículo1 tiene el objetivo de situar el contexto de las transformacio­ nes mundiales entre las décadas de 1970 y 2000, y explicar cómo México manejó su política y sus sistemas económicos. El contexto de la desin­ tegración de los acuerdos alcanzados en Breton Woods, así como la crisis petrolera suscitada durante la década de 1970 constituyen hechos clave para comprender cómo y por qué se reconfiguraron los mercados financie­ ros y se modificaron los sistemas políticos internacionales. En México fue difícil asumir los cambios y modificar las relaciones con los grupos eco­ nómicos y políticos de interés vinculados a la dinámica funcional favorable a la inversión nacional y al crecimiento de la productividad industrial. La primera parte está enfocada en los cambios mundiales que afectaron la economía y la estabilidad mundial, desde inicios de la década de 1970 hasta el nuevo siglo. La segunda ofrece una visión que induce a compren­ der las políticas asumidas por el gobierno mexicano. Una época en la cual el país dio asilo político, cultural y económico a un gran número de sud­ americanos que huían de forma definitiva o temporal de sus contextos nacionales y vinieron a México en busca de diferentes oportunidades. Este

* Profesora-investigadora del Departamento de Humanidades en la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Azcapotzalco, desde 1980. Licenciada y maestra en Letras Clásicas y doctora en Historia por la Universidad Nacional Autónoma de México. 1 Este artículo se ha enriquecido con los comentarios vertidos en el Seminario de Historia Económica y Social, en el cual participan el maestro Lucino Gutiérrez, los doctores José Luis Estrada, María Ar­ gudín, Vidal Puig y Francisco Rodríguez Garza, profesores de la Universidad Autónoma Metropolitana (uam).

55 MARÍA ELVIRA BUELNA SERRANO contexto general macroeconómico y político contribuye a ubicar algunas de las historias que se narran en este número.

LOS CAMBIOS EN EL ENTORNO INTERNACIONAL ENTRE 1970 Y 1980 Para realizar los acuerdos de Breton Woods, la Organización de las Nacio­ nes Unidas (onu) convocó a cuarenta y cuatro países miembros de la Con­ ferencia Monetaria y Financiera entre el primero y el 22 de julio de 1944 en Breton Woods, New Hampshire, Estados Unidos; México estuvo pre­ sente. Durante aquella conferencia, Harry Dexter White, representante de Estados­ Unidos, y John Maynard Keynes, de la Gran Bretaña, propusieron la construcción de un nuevo orden económico internacional. El primero pugnaba por impulsar la apertura comercial; el segundo estaba interesado en la solución de la crisis económica mundial mediante la aplicación de su teoría plasmada en su obra.2 Al fin, convinieron en diseñar políticas econó­ micas capaces de beneficiar a los diferentes países, como promover el libre comercio entre los países occidentales, establecer el patrón oro-dólar como equivalente general para el cambio de divisas,3 y aplicar la teoría keynesia­ na en los países signatarios de los acuerdos. La Conferencia de Yalta, por su parte,4 realizada en febrero de 1945, implicó la repartición del mundo en dos grandes polos, el de oriente y el de occidente,­ es decir, un mundo bipo­ lar; dos hegemonías globales que mantenían zonas de influencia específicas, así como la amenaza latente de desatar una guerra nuclear mundial. La competencia por defender sus áreas de influencia o incrementarlas en tierras neutrales fue el origen de la llamada Guerra Fría, que prevaleció desde 1945

2 John Maynard Keynes (1883-1946) publicó en 1936 su Teoría general del empleo, el interés y el dinero como una alternativa para afrontar situaciones de crisis severas como la acaecida durante la Gran Depresión de 1929, a través de la intervención del Estado como agente para reactivar los mercados de bienes y servicios mediante políticas de pleno empleo que permitieran aumentar el consumo. El Estado tendría que gravar con mayores impuestos a los más ricos con el fin de contar con recursos suficientes para emplear y redistribuir de manera más igualitaria el ingreso. 3 El patrón oro-dólar consistió en utilizar el dólar como moneda global y se estableció su precio en 35.00 dó­lares cada onza de oro. De esta manera, las reservas de oro de los dife­ rentes países tenían que respaldar su moneda en oro y se empezó a utilizar el dólar como el referente para establecer el precio de cada moneda. 4 Esta conferencia se celebró en Yalta, en febrero de 1945. A ella acudieron Winston ­Churchill, Franklin D. Roosevelt y Josef Stalin. El mundo quedó escindido bajo la égida de dos he­ gemonías, Estados Unidos y la Unión Soviética.

56 México en el marco de las transformaciones mundiales (1970 y 2010) hasta, en teoría, la emblemática caída del Muro de ­Berlín el 9 de noviembre de 1989. En este marco, se produjeron diversos enfrentamientos, la Revo­ lución China, la Guerra de Corea y la de Vietnam. La Guerra Fría fue un periodo de competencia continua: tanto Estados Unidos como la Unión Soviética estaban convencidos de la superioridad de su propio sistema eco­ nómico y social, competían en crecimiento, bienestar, cultura, deporte, prestigio, ciencia, ajedrez, en la carrera espacial y en el número de bombas nucleares. Una ca­rrera de realidades costosas y destructivas. En Estados Unidos, los costos de la Guerra Fría se manifestaron en inflación, emisión de papel moneda sin respaldo y gasto militar. La derrota sufrida en Vietnam mostró la poca funcionalidad de los recursos destinados a controlar las zonas de conflicto. Las reservas de oro habían disminuido y la paridad oro-dólar se volvió endeble, además del inestimable costo de vidas humanas. La crisis económica de la Unión Americana generó la desconfianza de Gran Bretaña y Francia, países que en 1969 decidieron cambiar los excedentes de dólares por oro con el fin de enfrentar cualquier crisis en el sistema de intercambio monetario mundial. El presidente Richard Nixon, ante la falta de liquidez, decretó de manera unilateral el fin del patrón oro-dólar en agosto de 1971. En 1973, a los problemas de financiamiento internacional, se sumó la crisis económica mundial de los hidrocarburos.5 Los efectos del boicot petrolero impuesto por la Organización de Países Expor­tadores de Petróleo (opep) afectaron la vida cotidiana de millones de personas. La carencia de combus­ tible fósil redujo la producción de sus ­derivados, la escasez de gasolina y gas limitó el uso de los medios de transporte y calefactores, estufas, etc. El desenlace fue una recesión económica mundial a mediados de la década de 1970. El precio del petróleo empezó a disminuir porque Rusia, Noruega,

5 Ésta fue consecuencia del boicot que decretó la Organización de Países Exportadores de Petróleo (opep) el 16 de octubre de 1973, cuyos miembros suspendieron la extracción y traslado de petróleo a Occiden­te, particularmente a Estados Unidos y los Países Bajos, como respuesta al apoyo proporcionado al Es­tado israelí durante la Guerra del Yom ­Kippur, iniciada por Egipto y Siria el 6 de octubre para recuperar los territorios ocupados por Israel desde 1967. Estos territorios eran Cisjordania, la Franja de Gaza, los Altos del Golán y Jerusalén Este. La ocupación fue resultado de la Guerra de Seis Días, inicia­ ­da por Egipto, Siria y Líbano contra el Estado israelí el 5 de junio de 1967. Véase J. Congrave Trabucco, “El conflicto árabe-israelí”, Revista de Derecho, Criminología y Ciencias Penales, núm. 5, 2013, pp. 121-139.

57 MARÍA ELVIRA BUELNA SERRANO

Estados Unidos, México y Venezuela descubrieron nuevos pozos petroleros, con consecuencias importantes para México. En la década de 1980, los países intentaron encontrar opciones que permitieran­ la recuperación de la economía internacional. Las respuestas fueron diversas; la globalización económica fue una de ellas, otras depen­ dieron de su ubicación geopolítica. Estados Unidos y el Reino Unido avan­ zaron cabalmente en el establecimiento del neoliberalismo.6 En la Unión Americana primó el ultraneoliberalismo, como lo llamó Tzvetan Todorov,7 con el militarismo como la variable continua en la reactivación de la econo­ mía y la motivación determinan­te en el comportamiento político de los republicanos.8 En Europa occidental se implementaron políticas de subsidio y compra de empresas para defender el empleo. Sin embargo, las empresas fueron improductivas, lo que condujo a acep­tar algunas propuestas del neoliberalismo, que implicaban la reducción de la participación del Estado en la economía, con el deseo de incrementar su efi­ciencia. China entró, junto con los países del Sudeste Asiático y Corea del Sur, en el mercado internacional. La Unión Soviética reincidió en el control social a través de la planificación y se desintegró. En todos los casos el mercado internacional desempeñó diferentes funciones. Los países de América Latina, los de Áfri­ ca, así como los del Oriente Medio no tuvieron respuestas homogéneas. Adoptaron comportamientos híbridos y sus consecuencias también lo fueron.

NUEVO ENTORNO: LAS OPCIONES DE CRECIMIENTO Y LAS ILUSIONES La caída del muro de Berlín, el 9 de noviembre de 1989, simbolizó nuevas posibilidades y la oportunidad de construir un sistema de bienestar inclu­ yente, basado en la solidaridad y la fraternidad, con la ilusión de impulsar

6 La doctrina neoliberal se sustenta en las propuestas de la Escuela Austriaca. Con diferentes planteamientos, sus teóricos enfatizaron el papel de las decisiones individuales como motor de la economía, al grado de llegar a considerar que no debía existir ningún tipo de regula­ ción económica porque, desde su punto de vista, los mercados se autorregularían. Conci­ bieron el Estado como un aparato organizado, cuya función era resguardar a la población y defender a sus ciudadanos. Véanse Ludwig von Mises, Crítica del intervencionismo: El mito de la tercera vía, Madrid, Unión Editorial, 2001; Juan Carlos Cachanosky, “La Escuela Austria­ ca de economía”, Revista de Instituciones, Ideas y Mercados, núm. 49, octubre 2008, pp. 16-55. 7 Tzvetan Todorov, Los enemigos íntimos de la democracia, México, Galaxia Gutemberg, 2012, p. 13. 8 El militarismo se afianzó como alternativa para los grupos vinculados a Bush padre y la Agencia Central de Inteligencia (cia).

58 México en el marco de las transformaciones mundiales (1970 y 2010) el desarrollo de una sociedad civil sustentada en valores como la libertad y la igualdad de los seres humanos. Un Estado lejano a la burocratización, al autoritarismo y que prefiriera, en teoría, la producción de mantequilla en vez de la de cañones.9 Al comenzar la década de 1990 los bloques económi­ cos se consolidaban, la globalización parecía favorecer el crecimiento eco­ nómico en los países desarrollados y aparentemente en aquellos emergentes. El presidente de Estados Unidos, Bill Clinton, redujo el gasto militar cuan­ do el comunismo se desvaneció en el mundo,10 y se planteó la idea de im­ pulsar un bloque económico americano donde estuviese incluida toda América Latina, proyecto que sólo avanzó en la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte entre Estados Unidos, Canadá y México; los tres países se comprometieron a eliminar sus barreras comerciales entre sí. Con el fin de disminuir el endeudamiento de América Latina se diseñó, en 1989, el Plan Brady, para que los acreedores bancarios pudiesen recupe­ rar el capital prestado y los países latinoamericanos consiguieran reactivar su posición crediticia.11 En el mismo año, una serie de países con costa en el Océano Pacifico convocaron a la integración de un Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (apec), una organización para colabo­rar e impulsar sus economías;12 México se integraría a este tratado en 1993. La desintegra­

9 Jünger Habermas, La inclusión del otro. Estudios de teoría política, Barcelona, Paidós, 1996; Jünger Habermas, “Nuestro breve siglo xx”, Nexos, México, 1 de agosto de 1998. Véase también Alejandro G. Vigo, “Hans-Georg Gadamer y la filosofía hermenéutica: La com­ prensión como idea y tarea”, Estudios Públicos, núm. 87, invierno de 2002. 10 El Congreso redujo el presupuesto destinado a defensa y aumentó el gasto social. Esto ocasionó la crítica de los grupos militaristas que habían apoyado a Reagan y a Bush padre. En 2000 difundieron un proyecto denominado “El nuevo siglo americano”, destinado a convertir a Estados Unidos en el poder hegemónico. Véase Thomas Donnelly, Gary Schmitt y Donald Kagan, Rebuilding America’s Defenses: Strategy, Forces and Resources for a New Cen- tury. A Report of The Project for a New American Century, Washington, D.C., 2000, dispo­ nible en: http://onlinebooks.library.upenn.edu/webbin/book/lookupid?key=olbp20871 11 La emisión de los Bonos Brady permitió a los países latinoamericanos renegociar los tér­ minos de su deuda externa y los intereses mediante la emisión de títulos de crédito ban­ carios. Los deudores se comprometían a realizar ajustes estructurales de corte neoliberal para restablecer el equilibrio externo; véanse Comisión Económica para América Latina y el Caribe (cepal), América Latina y el Caribe quince años después. De la década perdida a la transformación económica 1980-1995, de Chile, Fondo de Cultura Económica, 1996; José De Gregorio, “El crecimiento económico de la América Latina. Del desencanto del siglo xx al desafío del siglo xxi”, El Trimestre Económico, vol. 75, núm. 297, 2008. 12 Los países fundadores fueron Australia, Canadá, Indonesia, Japón, Corea del Sur, Malasia, Nueva Zelanda, Filipinas, Singapur, Tailandia y Estados Unidos; posteriormente, en 1991, se

59 MARÍA ELVIRA BUELNA SERRANO ción de la Unión Soviética en 1991 se produjo en un contexto en el que su líder, Mijaíl Gorbachov, la reconocía como un Estado autoritario or­ ganizado a favor de la burocracia aplastante y el militarismo excesivo. La falta de tradición democrática dio pauta a un pacto de conveniencias efectuado bajo la bandera del patriotismo ruso y el populismo; modelos políticos utilizados por la antigua burocracia del partido comunista para mantener su poder en la nueva república. Por otro lado, en febrero de 1992, los países miembros de la Comunidad Económica Europea firmaron el Tratado de Maastricht para transformarse en la Unión Europea, que añadía a la cooperación econó­ mica una dimensión de carácter gubernamental, en ámbitos como política exterior, justi­cia y asuntos internos. La Unión Europea generó condiciones para el ­ingreso de los países rezagados económicamente, como Portugal, España y Grecia. También incorporó a los antiguos países de Europa Central y posteriormente a algunos que formaban parte de la Unión Soviética.

EL NUEVO MILENIO: UNA PROMESA INCUMPLIDA Al comenzar el siglo xxi parecía que las expectativas para lograr mejorar la vida del conjunto de la humanidad podrían encarrilarse. La globalización económica permitía que China, India y los países del Sudeste Asiático pu­ diesen elevar su producto interno bruto (pib) de manera consistente; la tendencia también indicaba la incorporación de una parte de Europa Orien­ tal. Según la onu, existían las condiciones para que el crecimiento econó­ mico pudiese elevar el nivel de vida de los países más pobres si se promovía en ellos la inversión, aumentaba el empleo, se aportaba financiamiento y se impulsaba su desarrollo educativo y tecnológico. La Asamblea General de las Naciones Unidas emitió la Declaración del Milenio el 13 de septiembre de 2000 en la que convocó a todos los Estados miembros a redoblar esfuer­ zos para apuntalar una distribución de la riqueza más igualitaria y favorable en los países menos desarrollados.13 El nuevo milenio era en efecto prome­

integró China, dos años después, México y Papúa Nueva Guinea; en 1994, Chile, y en 1998, Perú, Rusia y Vietnam. 13 “Creemos que la tarea fundamental a la que nos enfrentamos hoy es conseguir que la mundialización se convierta en una fuerza positiva para todos los habitantes del mundo, ya que, si bien ofrece grandes posibilidades, en la actualidad sus beneficios se distribuyen de forma muy desigual, lo mismo que sus costos. Reconocemos que los países en desarro­ llo y los países con economías en transición tienen dificultades especiales para hacer fren­

60 México en el marco de las transformaciones mundiales (1970 y 2010) tedor: la ciencia y la tecnología anunciaban transformaciones alentadoras, la comunicación daba la ilusión de estar globalizada y de que la interrelación humana era “fluida”. Sin embargo, en medio de tales expectativas de futuro, el 11 de septiem­ bre de 2001 se produjo el acontecimiento de las Torres del World Trade Center en Nueva York, que se desplomaron por el impacto de dos aeronaves. Este hecho dio pauta a una nueva política estadounidense, la cual afianzó una nueva institucionalidad en el gobierno. Se puede aseverar que el 9/11 de 2001 fue un parteaguas en la configuración geopolítica del mundo e inició una nueva era militarista, muy similar a la que se vivió a finales del siglo xix, en el periodo entreguerras del siglo xx e incluso durante la no lejana Guerra Fría. Después de la caída de las Torres Gemelas, la adminis­ tración de Bush hijo inventó un conflicto mundial: la guerra “preventiva” contra el terrorismo, que por supuesto le otorgó poderes extraordinarios al presidente. Esta guerra preventiva ha sido, sin lugar a dudas, el instrumen­ to para imponer la hegemonía de Estados Unidos por la fuerza. La Organi­ zación de las Naciones Unidas se develó, por lo tanto, como una institución obsoleta incapaz de cumplir su principal función: realizar los esfuerzos ne­ cesarios para preservar la paz antes que avalar la invasión u ocupación de cualquier país del mundo por parte de sus países miembros.14 La guerra contra Afganistán, contra Irak y los bombardeos contra Siria han causado millones de muertes y millones de personas han sido desplaza­ das de sus hogares. A raíz de los sucesos del 9/11, Estados Unidos modificó sus políticas internas y externas. Para el interior se aprobaron leyes que li­ mitaron la libertad individual y priorizaron la “seguridad” de los estadouni­ denses. La vigilancia se incrementó, la brutalidad policiaca aumentó y la desconfianza prosperó. Se cultivó el miedo y el temor como parte de la vida cotidiana. Lo más grave fue la modificación de las instituciones americanas

te a este problema fundamental. Por eso, consideramos que sólo desplegando esfuerzos amplios y sostenidos para crear un futuro común, basado en nuestra común humanidad en toda su diversidad, se podrá lograr que la mundialización sea plenamente incluyente y equitativa. Esos esfuerzos deberán incluir la adopción de políticas y medidas, a nivel mundial, que correspondan a las necesidades de los países en desarrollo y de las economías en transición y que se formulen y apliquen con la participación efectiva de esos países y esas economías”, onu, 2000, Declaración del Milenio, Punto 5. 14 onu, Carta de las Naciones Unidas, capítulo VIII, artículos 52-54, 1945.

61 MARÍA ELVIRA BUELNA SERRANO al crear la Secretaría­ de Seguridad Nacional (Homeland Security), la cual concentró los servicios de inteligencia de ese país, excepto los de la cia. Sus funciones y la información que obtuviera estarían bajo la égida del Poder Ejecutivo.15 En el entorno internacional, los sucesos del 9/11 de 2001 altera­­ ron de manera drástica las expectativas, el gasto, la cooperación y el desarro­ llo de los países del mundo entero. Creció la suspicacia entre los integrantes de diferentes culturas, se incrementó el odio hacia los musulmanes primero, después hacia los latinoamericanos, en particular en Estados Unidos. Todo eso ha favoreció la llegada de sistemas autoritarios, totalitarios, mediante el resurgimiento de nuevos fascismos que se expanden, así como una sobrede­ terminación panóptica del poder sobre el individuo.16

MÉXICO EN EL SIGLO XX: ¿CÓMO ENFRENTAR LAS CRISIS MUNDIALES? En el transcurso del siglo xx México tuvo diversas respuestas para reconfi­ gurar sus políticas económicas y sociales, signadas por una mayor o menor ­intervención del Estado. El Estado intervino de manera decisiva en la eco­ nomía antes y después de la Revolución Mexicana y durante los gobiernos del partido hegemónico en el poder, el Partido Revolucionario Institucional (pri), en particular durante los mandatos de Echeverría y López Portillo. Después del sexenio de López Portillo, se inició un marcado proceso de apertura económica y desre­gu­lación de mercados, la cual se institucionalizó mediante una serie de tratados de libre comercio y la integración de México al sistema económico global hege­mónico imperante; repasemos brevemente cómo era el México anterior a la déca­da de 1970 para entender los cimientos económicos, políticos y sociales del país.

El México anterior a la década de 1970 México pasó por una larga Revolución de carácter social entre 1910 y 1920, la cual reconfiguró las bases sociales, políticas, económicas y de organización del país. Al terminar la lucha armada, se institucionalizó un esquema de

15 María E. Buelna, Lucino Gutiérrez y Santiago Sandoval, “El colapso de las Torres Gemelas y la institucionalización de la violencia en Estados Unidos a inicios del siglo xxi”, en María E. Buelna (coord.) Violencia y cultura a través de la historia, México, Ediciones Eón, 2018. 16 Utilizamos el término en el sentido que lo concibió Jeremy Bentham a finales del siglo xviii cuando diseñó el edificio carcelario moderno. Véase Michel Foucault, Vigilar y casti- gar, Buenos Aires, Siglo XXI, 1976, p. 191.

62 México en el marco de las transformaciones mundiales (1970 y 2010)

Estado interventor,17 que llegó a ser compatible con el modelo keynesiano impulsado en Occidente durante la posguerra. La herencia revolucionaria permitió que México se ajustara de manera natural a las políticas del Estado benefactor acordadas en Breton Woods. Los avances sociales del México posrevolucionario hicieron posible constreñir a la sociedad en el marco de un cierto Estado de derecho. Las políticas sociales orientadas a cubrir las necesidades sectoriales ofrecieron oportunidades. La reforma agraria estuvo acompañada de créditos de garantía. La legislación obrera otorgó derechos laborales a los trabajadores. La educación incidió en la posibilidad de mo­ vilidad social entre los mexicanos. La salud y la vivienda también fueron prioritarias durante los periodos denominados del “milagro mexicano” (1940-1952) y, sobre todo, durante el desarrollo estabilizador (1952-1970). Como en los países europeos, el Estado benefactor mexicano centralizó la producción de bienes considerados estratégicos, como la producción ener­ gética y las comunicaciones, la producción de acero y de fertilizantes, también hubo una política de localización industrial regida por el principio de indus­ trias nuevas y necesarias. Así fue como se favoreció la creación de monopolios públicos y privados —a través de la exclusión o la protección—, los cuales incidie ­ron a mediano plazo en la distribución del ingreso y en una relación favorable al sector industrial, pero en contrapartida, dañina para el sector agropecuario. Ambos aspectos generaron desigualdades sociales territoriales. La política económica exentó de impuestos a la industria, le otorgó tarifas preferenciales en el consumo de agua, luz y predios, además de rescatarla de la bancarrota en caso necesario; también la protegió de la competencia ex­ tranjera imponiendo altos aranceles a mercancías procedentes del exterior. Con estas políticas se pretendía el desarrollo del país, aunque el costo exi­

17 En la década de 1920, el Grupo Sonora logró imponerse sobre el resto de los grupos revo­ lucionarios y reconfiguró un modelo de Estado fuerte bajo la conducción de un partido único, avalado por un sistema corporativo organizado en sindicatos. El movimiento revo­ lucionario se había organizado contra Porfirio Díaz bajo la consigna de “no reelección”. Aun así, Álvaro Obregón intentó reelegirse, logrando la reforma del artículo 83 de la Constitución de 1917. En 1927 el texto se modificó para permitir la reelección del ejecu­ tivo; véase el Diario Oficial de la Federación de 22 de enero de 1927. El caudillo sonorense Álvaro Obregón lanzó su candidatura, ordenó el asesinado de los generales Francisco Se­ rrano y Arnulfo R. Gómez, quienes se presentaron como oposición antirreeleccionista. Obregón fue asesinado el 17 de julio de 1928 al recibir 16 balazos en el Parque de la Bombilla en la celebración de su triunfo como presidente.

63 MARÍA ELVIRA BUELNA SERRANO giera la pauperización del campo, la falta de control demográfico, la satura­ ción urbana, la escasa calidad y competitividad de sus productos. Así, el sistema proteccionista no sólo afectó los precios relativos de las mercancías y el trabajo, sino que los dueños del capital nunca invirtieron sustancialmen­ te en innovación tecnológica y en capa­ci­tación del capital humano. El general Lázaro Cárdenas fue el primero en iniciar una política de sustitución de importaciones ante los efectos ocasionados por el boicot eco­ nómico impuesto por Estados Unidos tras la nacionalización de la industria petrolera en 1938. En 1936 había creado el Instituto Politécnico Nacional (ipn) con el fin de formar ingenieros y crear maquinaria que pudiese sustituir a la procedente del extranjero para contribuir a la industrialización del país. No obstante, los industriales mexicanos nunca intentaron aprovechar la investigación científica realizada en elipn o en la Universidad Nacional Autónoma de Méxi­co (unam), sino que siempre utilizaron la maquinaria de deshecho de los países desarrollados, por eso sus productos estaban des­ tinados a ser poco competitivos frente a los producidos en el extranjero; por esta misma razón, las pretensiones de desarrollo construyeron sólo una ilusión. Durante este periodo, el crecimiento­ demográfico se estimuló y el control natal apareció sólo al comenzar la década de 1970. El desequilibrio demográfico y la concentración urbana fueron incompatibles con el protec­ cionismo a la industria, sector que demandaba escasos recursos humanos y poco calificados, además de no contar con la capacidad de absorber a los inmigrantes del sector agropecuario. La expulsión de miles de campesinos fue la consecuencia de la falta de políticas agrarias orientadas a expandir su productividad, de manera que el campo dejó de ser una fuente de divisas y de materias primas. El resultado fue el crecimiento del sector terciario in­ formal, que es palpable y masivo en la actualidad mexicana. El fin de los acuerdos de Breton Woods desató un conjunto de inestabilidades moneta­ rias y el establecimiento de tipos de cambio variables para hacer frente a los dese­qui­li­brios internos, que se manifestaron en la imposibilidad de pagos. Ante esta cri­sis económica general de principios de la década de 1970, Mé­ xico, como el resto del mundo, buscaba alternativas. El país intentó supe­ rarla endeudándose con el capital financiero, además de aumentar el gasto público y la explotación de los recursos petroleros. Las élites gobernantes no comprendieron que la falta de competitividad dañaba a los consumido­

64 México en el marco de las transformaciones mundiales (1970 y 2010) res, quienes requerían mayor inversión en educación superior, en desarrollo científico y tecnológico aplicado, así como el Estado necesitaba mejorar la eficiencia de sus políticas públicas.

El inicio de la década de 1970: La presidencia de Luis Echeverría Como en el mundo entero, en México existían movimientos de izquierda a favor de un sistema socialista como solución a la desigualdad. El gobierno de Luis Echeverría comenzó en este entorno. En México existía una tradición de corte socialista desde el principio del siglo xx;18 el gobierno de Luis Echeverría Álvarez intentó deslindarse de la persecución política de los lí­ deres de la izquier­da, incluso de los comunistas reconocidos, liberó a los presos políticos encarcelados en 1968 y albergó a exiliados del golpe de Estado a Salvador Allende en Chile. No obstante, el 10 de junio de 1971, jueves de Corpus Christi, el presidente permitió la represión violenta del movimiento organizado por estud­ iantes de la unam y el ipn en apoyo a la Universidad Autónoma de Nuevo León (aunl). El grupo de choque cono­ cido como los halcones fue el que perpe­ tró­ la matanza de 120 jóvenes, la cual se sumaba a la masacre de Tlatelolco, cuando el mismo Echeverría, como secretario de Gobernación, ejecutó órdenes del pre­sidente Díaz Ordaz. El 2 de octubre de 196819 estuvo en la tesitura de militarización­ de Amé­ rica Latina promovida por Estados Unidos. La Agencia Central­ de Inteli­ gencia (cia) alentó dictaduras militares en la mayoría de los países del continente con miembros de las fuerzas castrenses formados en la Escuela de las Américas (soa, por sus siglas en inglés) con el fin de identificar y desaparecer a los elementos considerados por sus registros o los de los mili­ tares y políticos locales como subversivos y de afiliación comunista.20

18 Entre otros, podemos mencionar a los anarquistas del Partido Liberal Mexicano (plm), la Casa del Obrero Mundial, el muralismo mexicano, la educación socialista del gobierno de Lázaro Cárdenas, la República Española en el exilio, el asilo político a León Trotsky, la acogida a Tina Modotti como refugiada de guerra, la Liga Comunista relacionada con Valentín Campa. 19 El movimiento estudiantil de 1968 tuvo un trágico fin con la muerte de cientos de mani­ festantes en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco. Se le atribuye la ejecución al ejército y el grupo de choque llamado Batallón Olimpia. 20 La cia, en colaboración con las oligarquías locales, organizó un programa de persecución, detención, interrogación, tortura, desaparición y asesinato de cualquier persona conside­ rada subversiva, sobre todo de jóvenes identificados con las ideas comunistas; éav nse B.

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Después del trágico acontecimiento del jueves de Corpus de 1971, Eche­ verría integró a dirigentes y académicos prestigiosos a las estructuras institu­ cionales al permitirles que asumieran posiciones en diversas instituciones, en particular en la educación superior. Continuó facilitando el ingreso de refugiados latinoamericanos, principalmente chilenos y argentinos que habían huido de la represión y las intervenciones de los gobiernos militares apoyados por sectores empresariales, corporaciones extranjeras, la cia y hasta por sectores de la Iglesia Católica. Muchos de los perseguidos políticos de aquel entonces se inte­graron a las universidades públicas en México, incluso ayudaron a fundar centros como el Centro de Investigación y Do­ cencia Económicas (cide) y univer­sidades como la Universidad Autónoma Metropolitana (uam).21 Las promesas de cambio de la presidencia de Luis Echeverría signaron todo el periodo de su gobierno. El contexto era propicio, dado que la inestabilidad mundial hizo evidente la necesidad de transfor­ mación; sin embargo, la ruta de las políticas echeverristas y sus medidas se pueden calificar como contradictorias. Ante la escasez de divisas intentó incrementar las exportaciones, pero se reafirmó al mismo tiempo el sesgo antiimportaciones en toda la economía. La inversión extrajera directa con­ tinuó siendo anatema antinacionalista y se intentó evitar su ingreso en las fronteras mediante la regulación. El tipo de cambio se mantuvo constante a pesar de la flexibilización que tuvo en otros países. Luis Echeverría inten­ tó aumentar la presión tributaria a las empresas, las cuales pagaban por lo general un impuesto sobre la renta de 4.2 por ciento sobre sus ganancias; los empresarios, indignados, organizaron el Consejo Coordinador Empre­ sarial, además de amagar con cerrar fábricas y empresas si les aplicaban

Garsón Real, Operación Cóndor, 40 años después, Buenos Aires, unesco, 2016 y Ferreira Navarro, “Operación Cóndor: Antecedentes, formación y acciones”, Ab initio, año 5, núm. 9, 2014, pp. 153-179. En 1997 el periódico Baltimore Sun solicitó por ley de transparen­ cia los manuales utilizados para impartir sus saberes. Una verdad aterradora había en los siete manuales de adiestramiento: manejo de fuentes de información, contraespionaje, guerra de guerrillas e ideología, terrorismo y guerrilla urbana, interrogatorio, inteligencia en el combate y análisis de información; National Security Archive, “Prisoners Abuse: Patterns from the Past”, 2004. 21 En materia educativa Echeverría expandió la oferta de educación tecnológica, amplió la educación media superior en la unam, creó el Colegio de Bachilleres y un conjunto de tecnológicos en el país, también fundó la Universidad Autónoma Metropolitana (uam) y la Universidad del Tercer Mundo, así como el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt).

66 México en el marco de las transformaciones mundiales (1970 y 2010) mayor carga impositiva.22 Echeverría modificó la idea de aumentar la recau­ dación fiscal y propuso a los mexicanos su programa de Desarrollo Compar­ tido; el en­fren­­tamiento entre capital y gobierno continuó durante el resto del sexenio. El Desarrollo Compartido implicaba mayores recursos destina­ dos a salud, seguridad social, educación y vivienda; pretendía fortalecer las empresas estatales y paraestatales; intentaba adquirir empresas de servicios, apoyar al sector agropecuario,­ a diferencia de algunos de sus predecesores, y continuar instrumentando programas de fomento a la industria. El Estado, sin embargo, no contaba con el presupuesto suficiente para im­ ple­mentar este programa, dado que la recaudación fiscal era reducida para realizarlo cabalmente; así, recurrió al endeudamiento externo y lo destinó a sostener su proyecto. Se invirtió en educación, en cierta innovación tecno­ lógica, en el fomento del comercio exterior y en la construcción de vivienda para los trabajadores.23 También utilizó los recursos crediticios para explo­ rar los yacimientos petroleros descubiertos en 1971 en el Complejo Canta­ rell, Campeche. En ese entonces se concebía el crudo como una fuente de riqueza y de financiamiento para el Estado mexicano, y así se utilizó hasta por lo menos 2012. Echeverría se percató también de la importancia del sector turístico; desde su primer informe de gobierno mencionó que era necesario invertir en infraestructura para aumentar el flujo de divisas y generar empleo me­ diante la ­llegada de turistas extranjeros a las costas de Yucatán, Nayarit y Guerrero. Para lograrlo,­ construyó la carretera transpeninsular, el Centro de Convenciones de Acapulco y habilitó las playas de Cancún en Quinta­ na Roo. También atrajo visitantes al pueblo de Loreto, al puerto de La Paz y a Cabo San Lucas en la península de Baja California Sur. Gestionó la fil ­mación de cortometrajes que destacaran las be­llezas de las playas mexi­ canas, la calidez de sus mares, la exuberancia del trópico y la amabilidad de los habitantes. Fomentó la idea de una identidad nacional, promovió

22 C. Tello García, “La economía echeverrista: Balance preliminar”, Nexos, México, 1 de no­ viembre de 1978. 23 Entre las instituciones públicas fundadas entonces se cuentan la Procuraduría Federal del Consumidor, el Instituto Mexicano de Comercio Exterior, el Instituto del Fondo Nacional de la ­Vivienda para los Trabajadores (Infonavit), el Instituto Nacional para el Consumo de los Trabajadores (Fonacot), el Consejo Nacional de Población (Conapo), la Secretaría de Tu­ rismo y la Secretaría de la Reforma Agraria.

67 MARÍA ELVIRA BUELNA SERRANO los trajes típicos bordados a mano, las artesanías locales y la música de mariachis. En el sexto informe de gobierno Echeverría mencionó: “La creación de nuevos centros de afluencia turística en el Caribe y en el Pacífi­ co y las inversiones destinadas a mejorar las facilidades en los centros de atracción ya existentes permitieron que las divisas recibidas por esta acti­ vidad se duplicaran en los últimos cinco años, para llegar en 1976 a más de 32 mil millones de pesos”.24 El sexenio de Luis Echeverría terminó con una deuda cuantiosa,25 bajos ingresos fiscales, desequilibrios internacionales en el mercado de cuenta corriente y de capital, así como una sobrevaluación del tipo de cambio, lo cual propició una severa devaluación. La situación recesiva internacional y las presiones del endeudamiento fueron decisivas para que el secretario de Hacienda, José López Portillo, anunciara el 31 de agosto de 1976 la deva­ luación del peso mexicano que había mantenido el tipo de cambio de 12.50 pesos por un dólar desde 1954. En el mes de septiembre la paridad se esta­ bleció en 19.70, un mes después llegó a costar 27.97, pero en diciembre bajó a 19.95 pesos por dólar. El resultado final produjo una insatisfacción generalizada: el desarrollo no se compartió, pero sí algunos beneficios; los académicos pudieron acceder a posiciones en universidades públicas, los em­ presarios conservaron sus prebendas y protección a pesar de los enconos con el gobierno, empero, los obreros fueron afectados por la inflación y la reduc­ ción de los salarios reales.

El sexenio de José López Portillo: El modelo y el petróleo En 1976 José López Portillo fue el candidato único para la presidencia. Dos días después de la toma de posesión del cargo el primero de diciembre, se reunió con los empresarios de la Confederación de Cámaras Industriales (Concamin) y la Confederación de Cámaras Nacionales de Comercio, Ser­ vicios y Turismo (Concanaco) para firmar el Pacto de Alianza para la Pro­ ducción con el fin de mejorar las deterioradas relaciones de su predecesor con este sector y coadyuvar a la política de pleno empleo, aunque con sala­

24 L. Echeverría Álvarez, “Sexto informe de gobierno”, 500 años de México en documentos, 1 de septiembre de 1976. 25 Cuando Echeverría inició su mandato el 1 de diciembre de 1970, la deuda pública de ­México era de 5 000 millones de dólares; cuando lo concluyó, el monto ascendía a 20 mil.

68 México en el marco de las transformaciones mundiales (1970 y 2010) rios reducidos. El programa de conciliación social de López Portillo estaba orientado resarcir la confianza de los mercados y los líderes empresariales. Acotado por el Fondo Monetario Internacional (fmi), guardó los equilibrios en el primer año. No obstante, la expansión petrolera le hizo concebir los hidrocarburos como la panacea para la superación de los rezagos y el forta­ lecimiento del modelo económico, por eso informó ante el Congreso de la Unión que la recuperación del país podría lograrse en dos años, la consoli­ dación de su economía en cuatro y el crecimiento acelerado cuando conclu­ yera su sexenio.26 A partir de su perspectiva de futuro, el mandatario destinó amplios re­ cursos al sector público. Creó la Secretaría de Programación y Presupuesto, que asumía las funciones de la antigua Secretaría de la Presidencia, fundó el Banco Obrero, elaboró el Plan Nacional para las Zonas Deprimidas y Grupos Marginados, organizó el Sistema Alimentario Mexicano y el Plan Global de Desarrollo. Durante este sexenio, el gobierno continuó con la práctica de comprar empresas, permitió la sobrevaluación del peso y finan­ ció la industria petrolera con recursos internacionales de deuda a corto plazo. El optimismo sobre el mercado petrolero impedía vislumbrar la eventual caída de los precios del petróleo, ocurrida finalmente en 1981, tampoco podía preverse el drástico aumento de 47 por ciento por concepto de servicio de la deuda en el mismo año. A pesar de los esfuerzos para en­ frentar la crisis económica mundial, intentando estrategias orientadas a mantener el modelo del Estado benefactor, la deuda con los acreedores fi­ nancieros pasó de 20 000 a 80 000 millones de dólares. El problema del endeudamiento de México con la banca internacional no fue un fe­nómeno aislado, sino generalizado para los países de América Latina; su origen lo encontramos en la búsqueda de nuevos deudores por parte del capital fi­ nanciero internacional, por lo que ofrecieron préstamos cuantiosos a los gobiernos latinoamericanos. En 1978, la Reserva Federal de Estados Unidos determinó encarecer los intereses crediticios. Las políticas de control mo­ netario y de crédito adoptadas por Estados Unidos ocasionaron un déficit en la cuenta de la balanza de pagos. Según datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (cepal), la transferencia de recursos del

26 Véase José López Portillo, Segundo informe de gobierno, 1 de septiembre de 1978, p. 61.

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producto interno bruto (pib) de los países de América Latina por deuda fi­ nanciera se elevó de 22.6 por ciento en 1975 a 45.9 por ciento en 1982.27 Ante la inminente crisis, los empresarios trasladaron en 1981 sus cuen­ tas bancarias­ al extranjero y el país quedó prácticamente en bancarrota. Por esa ra­zón, el día del informe presidencial, López Portillo anunció la nacio­ nalización de la banca mexicana y devaluó el peso, que en ese momento se cotizó a 70 pesos­ por dólar; entonces se desencadenó un proceso de inflación galopante.28 Aunque las intenciones del presidente eran loables, no ponderó la magnitud del desequilibrio, la factibilidad de variaciones en el precio del petróleo ni la magni­ ­tud del endeudamiento externo. El presidente mexica­ no acudió a la Asamblea General de las Naciones Unidas, celebrada el pri­ mero de octubre de 1982 en Nueva York y afirmó que los países en desarrollo: “No podemos paralizar nuestras economías y hundir a nuestros pueblos en una mayor miseria para pagar una deuda cuyo servicio se tripli­ có sin nuestra participación ni responsa­bilidad, y cuyas condiciones nos son impuestas”.29 Ante la inminente crisis de li­quidez general, Naciones Unidas emitió el 21 de diciembre de ese año la resolución 37/252 para que se to­ maran medidas inmediatas con el fin de evitar la pauperización generaliza. Sin embargo, el daño causado ya era una realidad.

La década de 1980: ¿México sin perspectiva? Cuando Miguel de la Madrid ocupó la presidencia de la República el pri­ mero de diciembre de 1982, México estaba en bancarrota y no había en­ contrado el rumbo del cambio deseado en la década anterior. Con el fin de controlar la inflación, la inestabilidad cambiaria y la escasez de divisas, el mandatario impulsó el Programa Inmediato de Recuperación Económica (pire). En 1985, firmó un Pacto de Crecimiento Económico pce( ) con los sectores productivos empresariales y agrícolas. El gobierno se comprometió a subsidiar parte del precio de los productos básicos mientras los produc­ tores y distribuidores harían lo posible por mantenerlos estables. El Poder

27 José Antonio Ocampo et al., La crisis latinoamericana de la deuda desde la perspectiva histórica, Chile, cepal/Cooperación Alemana/Banco de Desarrollo de América Latina, 2014, pp. 12-15. 28 Samuel I. Del Villar, “El manejo y la recuperación de la economía mexicana en crisis (1976-1978)”, Foro internacional, vol. xix, núm. 4 (76), abril-junio 1979, pp. 540-575. 29 J. López Portillo, “Discurso ante la Asamblea General de las Naciones Unidas”, Resumen ejecutivo, México, 1 de octubre de 1982.

70 México en el marco de las transformaciones mundiales (1970 y 2010)

Ejecutivo intentó contrarrestar la crisis mediante la firma de acuerdos con los acreedores externos, la fle­xi­biliza­ción del mercado de divisas, el ingreso al Acuerdo General sobre Aranceles y Comer­cio (gatt) en 1986. El gatt permitió abrir las puertas a la especialización internacional­ y recuperar la confianza de los mercados financieros internacionales. El periodo crítico de la presidencia de Miguel de la Madrid se puede considerar como la prolongación del estatismo que intentaron sostener Echeverría y López Portillo entre 1970 y 1982. La inflación fue galopante, mayor a cien por ciento anual. Al final del sexenio el peso se había devalua­ do a porcentajes insostenibles. Para superar la crisis, De la Madrid intentó encauzar la economía por nuevos derroteros, para recuperar estabilidad mediante la apertura a los mercados internacionales. Evidenció el poder del comercio exterior como fuente para reencontrar la ruta del financiamiento internacional. El presidente se distanció de la idea de planeación como instrumento de regulación de la economía y mostró que ésta sólo puede aplicarse mientras se conciba como herramienta flexible. De esta manera, De la Madrid impuso la convivencia política con nuevas reglas. El cambio demandó modificaciones en las instituciones heredadas de la Revolución Mexicana y la formación de nuevos valores en los servidores públicos, tam­ bién generó un discurso a partir del cual la ciudadanía debía asumir sus responsabilidades en sus comportamientos sociales y económicos. Aun así, el Estado mexicano nunca adoptó posiciones extremas del neoliberalismo y mantuvo la responsabilidad de ser una organización proveniente de una revolución social. La reforma política no generó una sociedad basada en la pluralidad, pero sí un sistema de partidos que abandonaba paulatinamente la existencia de un partido hegemónico único.

Reformas neoliberales e insidias en el México de la década de 1990 El presidente Carlos Salinas de Gortari gobernó el país entre el primero de diciembre de 1988 y el 30 de noviembre de 1994. Desde el primer año, ­intentó que los capitales mexicanos regresaran al país para contribuir a la recuperación; pocos respondieron a su llamado. Salinas abrió entonces las puertas a la inversión extranjera directa, transformando la actitud de des­ confianza en un ­discurso de bienvenida hacia la misma; ésta fue la principal fuente de financiamiento del nuevo modelo económico. Como resultado de

71 MARÍA ELVIRA BUELNA SERRANO estas políticas y de los excedentes petroleros, la adquisición de deuda exter­ na como fuente de ingresos em­pezó a disminuir su preponderancia a prin­ cipios de la década de 1990. Por otra parte, las negociaciones del secretario de Hacienda, Pedro Aspe, con 500 instituciones de crédito internacional, así como la emisión de los Bonos Brady, hicieron posible su reducción de 80 mil a 63 mil millones de dólares. La privatización de empresas estatales, como Teléfonos de México y la banca sig­nificaron ingresos frescos en las arcas del Estado, lo que permitió reducir los intereses de los acreedores de la banca internacional y contar con recursos para gasto público.30 Cabe preguntarse aquí cómo se hicieron las licitaciones, sus condiciones y quiénes fueron los ganadores, dado que si bien ingresaron fondos a las arcas de un Estado que necesitaba liquidez, del monopolio público se pasó a monopolios y oligopolios privados, según el sector, que dominaron el mercado mexica­ no durante décadas y crearon situaciones contrarias al discurso de la libre y sana competencia económica. Durante este sexenio se realizaron las nego­ ciaciones para que México, Estados Unidos y Canadá pudiesen exportar bienes y servicios sin imposiciones arancelarias. La firma trilateral del Trata­ do de Libre Comercio de América del Norte (tlcan) se concretó el 17 de di­ ciembre de 1992, aunque su entrada en vigor se difirió al el primero de enero de 1994. Este tratado dio a nuestro país la posibilidad de aumentar de manera sustancial las exportaciones, sobre todo hacia Estados Unidos.31 Entre las instituciones más importantes creadas o reconfiguradas duran­ te el gobierno de Salinas de Gortari sobresalen el Instituto Federal Electo­ ral (ife), comprometido con la transparencia de los procesos electorales, sobre todo después de los cuestionamientos a la propia llegada de Salinas

30 Enrique Drussell, La inversión extranjera en México, Santiago de Chile, cepal, 2000. 31 En 1994, cuando empezó a funcionar el tlcan, la captación de divisas por esa partida fue de 54 004 millones de dólares; en el año 2000 la suma aumentó a 185 853 millones de dólares, es decir 344 por ciento mayor que la captada en 1994. El producto interno bruto (pib) también se incrementó. Durante los primeros cinco años del gobierno de López Portillo, el pib tuvo un aumento constante de 8 por ciento en promedio; sin embargo, el último año cayó drásticamente a -0.52 por ciento. En 1983, cuando gobernaba Miguel de la Madrid, volvió a caer a -3.49 por ciento. En los dos años siguientes, 1983 y 1984, el crecimiento promedio fue de 2.8 por ciento, pero en 1986 volvió a descender a -3.08 por cien­to. En el inicio del gobierno de Salinas, en el primer año pasó de 1.28 a 4.11 por cient­­­o; durante su sexenio el aumento del pib fue constante con un promedio de 4.55 por cien­ to, pero cayó a -6.22 por ciento con la llegada de su sucesor (Banco Mundial, Producto Interno Bruto).

72 México en el marco de las transformaciones mundiales (1970 y 2010) al poder, la cual fue asunto de debate y acusaciones de fraude electoral; la Comisión Nacional de Derechos Humanos, que surgió con autonomía legal con el fin de evitar el exceso de influencia política y garantizar el respeto a la Constitución mexicana. También, y como en toda receta de corte neoli­ beral, se le otorgó autonomía al Banco de México, aspirando a una política monetaria independiente de los designios presidenciales. Otra institución de nueva creación fue el Consejo Federal de la Judicatura; este ente tendría la función de evaluar la actuación de jueces y ministerios públicos, su ca­ pacitación y sancionarlos en caso de incumplimiento probado. El objetivo era evitar la corrupción de los funcionarios encargados de la administración de la justicia, algo que otros estudios deberán explorar en qué medida se llevó adelante. Carlos Salinas de Gortari obtuvo el ingreso de México a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (ocde).32 Tanto De la Madrid como Salinas implementaron políticas económicas de corte neoliberal simi­ lares a las de la Unión Europea, lo que implicaba una distinción respecto a aquellas aplicadas por los republicanos estadounidenses o por Margaret That­ cher en el Reino Unido. A diferencia de estos últimos, los primeros mantu­ vieron su preocupación por conservar el gasto social, principalmente el dedicado a la educación y la salud públicas. En este sentido, Salinas fue quien inició los programas Solidaridad y Oportunidades. Ambos favorecieron a las comunidades rurales, el primero tenía como objetivo la construcción de ca­ rreteras; el segundo hizo posible el ingreso de jóvenes en situación de po­ breza a la educación media superior y superior. Cambiar las reglas de operación de la economía y de la política generó muchos conflictos sociales; Salinas intentó quizá separar el gobierno y el partido, el pri, algo similar a lo que había­ intentado Gorbachov, pero la oposición al interior del partido fue un con­trapeso importante. El enfrentamiento entre priistas fue catastró­ fico. El candidato del partido, Luis Donaldo Colosio, fue asesinado duran­ te una gira de campaña en Baja California el 23 de marzo de 1994. También fue asesinado el secretario general del pri, José Francisco Ruiz Massieu.

32 La función de esta organización es analizar los problemas que afectan la economía mundial con el fin de encontrar soluciones para formular políticas públicas, considerando las ca­ racterísticas propias de cada país miembro. No cuenta con capacidades jurídicas supra­ nacionales ni aporta subsidios financieros.

73 MARÍA ELVIRA BUELNA SERRANO

La situación del país y sus conflictos hicieron estallar el levantamiento del Frente Zapatista de Liberación Nacional (fzln), cuya demanda inicial fue: “No al Tratado de Libre Comercio”. La presidencia de Salinas de Gor­ tari terminó en una serie de turbulencias políticas de dimensiones conside­ rables. El siguiente presidente fue el candidato emergente del pri tras el asesinato de Colosio, Ernesto Zedillo Ponce de León, quien fuera coordina­ dor de campaña del candidato inicial. Zedillo gobernó entre 1994 y 2000. En los primeros días de su administración, el presidente decidió darle un giro­ a las políticas monetarias implementadas por su antecesor; sólo habían transcurrido veinte días de su toma de protesta como mandatario de la nación cuando puso a flotación el peso. Esta decisión ocasionó una depre­ ciación de la moneda de 114 por ciento y el peso cayó de 3.40 a 8.70 pesos por dólar de un día para otro. La banca nacional estaba por declararse en quiebra. Ante la gravedad del efecto del llamado “error de diciembre”, el gobierno utilizó el Fondo Bancario de Protección al Ahorro (Fobaproa) para absorber la deuda de la banca y capitalizar el sistema financiero. El Fobaproa canjeó 552 mil millones de pesos por pagarés del Banco de México. Tam­ bién recibió un decidido apoyo de 20 mil millones de dólares por parte del gobierno de Bill Clinton. El mencionado error no sólo afectó las finanzas públicas y privadas, también a las familias, el empleo y volvió a elevar los índices de pobreza que se habían logrado reducir durante el sexenio anterior. Para responder a la crisis, el gobierno de Zedillo dirigió sus esfuerzos a estabilizar la macroeconomía. Trató de expandir las exportaciones a través de la firma de acuerdos de libre comercio con la Unión Europea y los países asiáticos. Gracias a esta política consiguió duplicar el monto de los produc­ tos exportados durante su sexenio. En cuanto a sus acciones políticas, Er­ nesto Zedillo fortaleció silenciosamente el poder de los presidentes de los partidos políticos negociando con ellos acuerdos para reestructurar la Su­ prema Corte de Justicia de la Nación. El presidente Zedillo también trans­ formó la Comisión Federal de Competencia Económica, creada por Salinas de Gortari en 1992. El mandatario continuó privatizando sectores estraté­ gicos y sensibles, como los puertos, los aeropuertos, las minas, la electricidad y el gas doméstico.33 Con todo esto, Zedillo no estuvo exento de conflictos

33 E. Drussell, op. cit., p. 13.

74 México en el marco de las transformaciones mundiales (1970 y 2010) sociales y políticos complejos. El 28 de junio de 1995, la Policía Judicial del Estado de Guerrero detuvo a un grupo de campesinos de la Organización Campesina Sierra del Sur, los hizo bajar del transporte en el vado de Aguas Blancas y les disparó sin mediar altercado alguno.34 El gobernador del Esta­ do, Rubén Figueroa Alcocer, se vio obligado a pedir licencia definitiva del cargo al recaer en su contra las acusaciones por haber ordenado la matanza. Un año después hizo su aparición pública el Ejérci­to Popular Revoluciona­ rio (epr).35 Para solucionar el enfrentamiento con el fzln, Zedillo convocó a una negoción de paz con los grupos armados en el pueblo­ de San Andrés Larráizar.36 El 16 de febrero de 1996, se firmaron los Acuerdos de San Andrés, donde se otorgó autonomía a los pueblos indígenas. Sin embargo, dos años después aconteció la matanza de Acteal,37 lugar donde incursionó un grupo paramilitar y asesinó a 45 indígenas de la organización Las Abejas. El gobierno de Ernesto Zedillo se condujo con respeto por los resultados electorales desfavorables, sin intento alguno por intervenir en las elecciones de cualquier orden de gobierno local, estatal o federal como antes solía ha­ cerlo el pri. Ante abrumadores resultados contrarios, Zedillo y su partido no tuvieron opciones. Una era de cambios políticos se abría mediante los triunfos obtenidos por el Partido de la Revolución Democrática (prd) en el gobierno del Distrito Federal y el del Partido Acción Nacional (pan) cuan­ do Vicente Fox ganó las elecciones del año 2000 para la presidencia.

¿Un nuevo México a partir de 2000? Entre 2000 y 2010 el crecimiento de México fue fluctuante. El inicio del ­nuevo siglo se vio acompañado de un aumento en los precios del petróleo. Si bien el gobierno de Vicente Fox logró reducir los servicios de deuda del país y crear leyes en pos de la transparencia en la función pública, su legado

34 Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen), “Cronología sobre lo ocurrido en Aguas Blancas el 28 de junio de 1995”. 35 Víctor Ruiz Arrazola, Guadalupe Ríos y Juan Balboa, “Ataca el epr en seis estados”, La Jornada, 29 de agosto de 1996. 36 Luis Hernández Navarro y Ramón Vera Herrera (comps.), Acuerdos de San Andrés, México, Era, 1998. 37 Susana Zavala y Emilene Martínez-Morales, “Breakin the Silence. The Mexican Army and the 1997 Acteal Massacre”, National Security Archive Electronic Briefin, Book 283, 20 de agosto de 2009.

75 MARÍA ELVIRA BUELNA SERRANO no trajo los cambios esperados por millones de ciudadanos. Más tarde, el gobierno de Felipe­ Calderón, imbuido por el celo de la seguridad, organizó una guerra abierta contra el narcotráfico, pero las ilusiones para disminuir las desigualdades estruc­turales del país se diluyeron. Ambos presidentes tuvieron intenciones de ­generar más transparencia en la gestión guberna­ mental, mantuvieron las políticas de corte neoliberal de sus antecesores priistas, y los conflictos sociales fueron en aumento. Los cambios en México han sido constantemente turbulentos, llenos de oscilaciones que vieron pasar un Estado de tipo benefactor hacia paulatinas políticas neoliberales, acompañadas de programas sociales compensatorios para intentar paliar las amplias brechas de pobreza y carencias de la mayoría de los ciudadanos. Sin embargo, varias de las estructuras creadas y los valores generados por ambos gobiernos prevalecen en México. Este texto pretende dejar al lector la posi­ bilidad de seguir con el análisis del México en la segunda década del nuevo milenio, en la cual el país ha caído en una espiral de violencia brutal, con asesinados y fosas comunes, miles de ciudadanos desaparecidos, niveles de corrupción institucionales y cotidianos endémicos. Un país con una brecha de desigualdad social entre una pequeña élite multimillonaria, una clase media castigada y una abrumadora porción de los habitantes en situación de pobreza. Desafíos que se le presentan a un México desgastado, pero que mantiene, a pesar del encono palpable, esperanzas de una sociedad menos desigual. Con esta visón global y sintética se pueden ubicar las diversas historias de vida de los ciudadanos argentinos que migraron a México.

76 Argenmex Itinerarios del exilio argentino en México

Pablo Yankelevich*

Los exilios no son un dato menor en la historia argentina. En una nación edificada a partir de un gigantesco caudal de inmigrantes europeos, no fue extraño que muchos llegaran huyendo de la miseria y las hambrunas, y no pocos de las persecuciones políticas, religiosas y étnicas. Argentina dio co+cadas de su vida inde­pendiente, produjo incesantes oleadas de exiliados. Nada menos que el “padre de la patria”, José de San Martín, vivió en el exilio los últimos 25 años de su vida. La afamada Generación del 37 de mediados del siglo xix, integrada, entre otros, por Domingo F. Sarmiento y Juan B. Alberdi, en un largo exilio en y en Chile, sentó las bases de una modernidad política que cristalizó doctrinariamente en la Constitu­ ción de 1853. Exilios y exiliados recorren la historia argentina, y en el siglo pasado, ninguno más significativo que el de Juan Domingo Perón. A lo largo de 18 años de destierro demostró que no hacía falta estar en Argenti­ na para liderar un movimiento político que influyó y continúa influyendo en el curso de la historia de aquel país sudamericano.

* Investigador en El Colegio de México, doctor en Estudios Latinoamericanos por la unam. Líneas de investigación: historia política y cultural. Investigador invitado en las universi­ dades de California, Chicago y Texas. Profesor titular en la Universidad de Buenos Aires y otras universidades. Algunos de sus libros son Miradas australes, La Revolución Mexicana en América Latina: Intereses políticos e itinerarios intelectuales. Ha coordinado diversas obras colectivas: En México, entre exilios: Una experiencia de sudamericanos (1997), Estudios en torno al golpe de Estado (con Clara E. Lida y Horacio Crespo, 2008) y Ráfagas de un exilio: Argen- tinos en México, 1974-1983 (2010).

77 PABLO YANKELEVICH

Hasta la década de 1970, todos estos exilios fueron experiencias de éli­ tes. Se trató de puñados de dirigentes políticos, militares o civiles, políticos e intelectuales con reconocidas trayectorias públicas. El parteaguas fueron las políticas terroristas de Estado implantadas con el objetivo de exterminar a la oposición política. Y esas políticas hicieron su aparición casi dos años antes del golpe de Estado de marzo de 1976. El recrudecimiento de la violencia y la multiplicación de los crímenes políticos comenzaron a me­ diados de 1974, cuando la Alianza Anticomunista Argentina (la Triple A) se encargó de sembrar terror. Centenares de militantes políticos, abogados vinculados a la defensa de presos políticos, intelectuales, artistas, sindica­ listas, periodistas, estudiantes y profesores universitarios fueron amenazados de muerte. En algunos casos se los conminó a abandonar el país, en otros se procedió a asesinarlos en sus domicilios, en los lugares de trabajo o en las calles a plena la luz del día. La Triple A era dirigida y financiada por altos funcionarios y por las fuerzas policiales del gobierno que presidía Isabel Martínez viuda de Perón.1 En ese entonces, la fractura en el interior del movimiento peronista era irreparable; por un lado, existía una vertien­ te de izquierda que con una composición muy heterogénea incluía a secto­ res cercanos al gobierno del ex presidente Héctor J. Cámpora (mayo-julio de 1973), junto a una ancha zona del peronismo simpatizante de la orga­ nización político-militar Montoneros; por otro lado, una derecha con raíces ideológicas en el integrismo franquista se fue encaramando en el poder durante los nueve meses del tercer gobierno de Perón (octubre de 1973 a junio de 1974) y con su anuencia fue desplazando a los segmentos vincu­ lados al camporismo y a Montoneros. A la muerte de Perón, en julio de 1974, estos grupos paramilitares inauguraron una práctica fundada en el asesinato de los principales referentes de la oposición.2 En este entorno, dio inicio un éxodo de argentinos que, por supuesto, se engrosó una vez produ­ cido el golpe de Estado en consonancia con la instauración de una dictadura­ cuyo estrategia represiva definió con toda exactitud el general Ibérico Saint Jean, gobernador de la provincia de Buenos Aires: “Primero mataremos a

1 Véanse Ignacio González Janzen, La Triple A, Buenos Aires, Contrapunto, 1986; Sergio Bufa­ no, “Perón y la Triple A”, La lucha armada, núm. 3, 2005, pp. 2035; Marina Franco, Un ene- migo para la nación. Orden interno, violencia y subversión, 1973-1976, Buenos Aires, fce, 2012. 2 Véase Liliana de Riz, Retorno y derrumbe. El último gobierno peronista, México, Folios, 1981.

78 Argenmex: Itinerarios del exilio argentino en México los subversivos, luego a sus colaboradores, luego a sus simpatizantes, luego a los indiferentes, y por último a los tímidos”.3

EL EXILIO EN NÚMEROS Cuantificar el exilio argentino obliga a considerar el fenómeno desde una doble perspectiva. La primera, entender el éxodo como una de las conse­ cuencias de una represión inscrita en lo que se llamó Doctrina de la Segu­ ridad Nacional. Abandonar el país fue una forma de escapar a la represión, muchos salieron de manera­ legal, otros lo hicieron de manera clandestina. Algunos lo hicieron des­de las cárceles cuando el gobierno de la viuda de Perón autorizó permutar el encierro por el destierro. Otros, durante la dic­ tadura, dejaron el país escapan­do a amenazas después de ser liberados de centros de detención clandestinos. La segunda perspectiva para acercarse a este exilio es entenderlo como un proce­ so­ colectivo, aunque desarrollado a partir de una sumatoria de acciones indivi­dua­les. No se trató de una diás­ pora organizada o financiada por organizaciones po­líticas o humanitarias nacionales o internacionales como fue el caso, por ejem­­plo, de los refugiados españoles en México, sino que se asistió a un fe­ nóme­ ­no de carácter personal o familiar, preparado y decidido de manera indi­vidual, y que condujo a una salida permanente de perseguidos a lo largo de casi una década. Delimitar cuantitativamente la emigración argentina entre 1974 y 1983, año este último de retorno al orden constitucional, resulta particularmente difícil tanto por el tipo de fuentes disponibles, como por las dificultades que presentan esas fuentes para discriminar las motivaciones políticas en el universo general de razones que explican la emigración. No existen registros demográficos ni en Argentina ni en el extranjero que permitan extrapolar entre todas las salidas de Argentina o de ingresos a otros países, sólo aquellas que obedecieron­ a motivaciones de persecución política. Con la única ex­ cepción de los pocos­ argentinos que estuvieron bajo protección del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (acnur) o que obtuvieron asilo o refugio político en diferentes naciones. En Argentina, a

3 International Herald Tribune, París, 26 de mayo de 1977; véase también “Informe de la Comisión Bicameral Investigadora de las violaciones delos Derechos Humanos en la Pro­ vincia de Tucumán (1974-1983), Anexo 1”, disponible en: http://www.desaparecidos.org/ nuncamas/web/investig/nmastuc/nmastuc_informe2.htm

79 PABLO YANKELEVICH partir de 1984, distintos estudios desmintieron las cifras fantasiosas que sostenían que la emigración en la década de 1970 había involucrado a casi dos millones de personas.4 Aunque las investigaciones coincidían en la imposibilidad de fijar un volumen exacto, se aceptó medio millón como una cifra aproximada a lo largo de la segunda mitad del siglo xx.5 Según la indagación que se consulte las magnitudes varían entre 400 mil, un valor conjetural derivado del análisis de fuentes censales nacionales, y de 300 mil a 500 mil, magnitud elaborada con información proveniente de datos cen­ sales de los países receptores.6 En América Latina, los destinos privilegiados de los perseguidos políti­ cos fueron Brasil, México, Venezuela y Cuba; mientras que en Europa fue­ ron España,­ Italia, Francia y Suecia. No existen estudios en profundidad sobre la migra­ción argentina a todos estos países; quizá el caso español sea el más investigado, aunque por cierto no hay acuerdo en torno al número de argentinos radicados durante la década de 1970, las cifras varían entre 20 y 60 mil personas.7 Mientras que para Venezuela, investigaciones basa­ das en censos nacionales elevan el volumen de argentinos a 11 500 en 1981.8 México fue uno de los principales lugares de residencia del exilio argentino en América Latina. Con anterioridad al golpe de Estado, la comunidad ar­ gentina era muy pequeña, tanto si se le com­para con los volúmenes totales de la emigración argentina, como en su re­presentación en el número de

4 Véase Álvaro Orsatti, “La emigración de argentinos. Investigación: Migraciones laborales en Argentina”, Informe parcial núm. 6, Buenos Aires, oea-cides, 1982. 5 Alfredo Lattes, Pablo A. Comelatto y Cecilia M. Levit, “Migración internacional y diná­ mica demográfica en la Argentina durante la segunda mitad del sigloxx ”, Estudios Mi- gratorios Latinoamericanos, año 17, núm. 50, 2003, p. 77. 6 Rodolfo Bertoncello y Alfredo Lattes, “Medición de la emigración de argentinos a partir de la información nacional”, en Alfredo Lattes y Enrique Oteiza, Dinámica migratoria argentina (1955- 1984). Democratización y retorno de expatriados, Ginebra, unrisd-cenep, 1986, pp. 29 y ss. 7 Guillermo Mira Delli-Zotti y Fernando Esteban, “El flujo que no cesa. Aproximación a las razones, cronología y perfil de los argentinos radicados en España (1975-2001)”, Historia Actual, núm. 2, 2003, pp. 31-43; Inés Jensen, “Suspendidos de la historia. Exiliados de la memoria. El caso de los argentinos desterrados en Cataluña (1976-…)”, tesis doctoral, Universidad de Barcelona, 2004, p. 278; Walter Actis y Fernando Esteban, “Argentinos hacia España, sudacas en tierras gallegas. El estado de la cuestión”, en Susana Novick (dir.), Sur-Norte. Estudios sobre la emigración reciente de Argentina, Buenos Aires, Catálogos-uba, 2007, p. 156. 8 Adela Pelegrino, “Los argentinos en Venezuela”, en Alfredo Lattes y Enrique Oteiza, Dinámica migratoria argentina (1955-1984), op. cit., p. 106.

80 Argenmex: Itinerarios del exilio argentino en México residentes extranjeros en México. Sin embargo, las cifras que arrojan los censos muestran un incremento significativo en la década de 1970, cuando el volumen de argentinos creció en 500 por ciento. Los datos de Instituto Nacional de Migración indican que hacia 1982 vivían en México alrededor de 9 000 argentinos,9 cifra que contrasta con el millar y medio contabiliza­ dos en el censo de 1970. Claro está que a esa cifra sería necesario agregar los argentinos con una situación migratoria irregular, que si bien es im­posible cuantificar, por información de corte cualitativo es posible estimar en un par de miles de personas.10 Un colectivo con una ligera predominancia de hombres (55%) sobre mujeres (45%), en la mayoría adultos jóvenes y ma­ duros, con marcada incidencia en la franja comprendida entre los 20 y los 39 años. Casi las dos terceras partes fueron originarios de la ciudad de Bue­ nos Aires y de la provincia de Buenos Aires, seguidos muy lejanamente por los originarios de las provincias de Córdoba y Santa Fe, todos espacios de elevada concentración poblacional en Argentina. El entonces Distrito Fe­ deral y su área metropolitana fueron los principales lugares de residencia de los exiliados junto con, en menor proporción, las ciudades de , Puebla y Monterrey. La información que arrojan los registros migratorios muestra que una carac ­terística distintiva de esta migración fue la calificación profesional. En el volumen de argentinos que inició un trámite de residencia durante la dictadura, algo más de 40 por ciento tuvo un grado o posgrado universita­ rio, frente a 27 por ciento de los argentinos que llegaron en la década de 1960. Durante el exilio disminuyó drásticamente el número de argentinos empleados en cargos de alta dirección en empresas o dedicados al comercio. También se advierte una disminución de mujeres dedicadas al hogar du­ rante los años del exilio. Entre 1960 y 1973, 5 por ciento de las mujeres eran profesionales, en la etapa del exilio esa participación se cuadruplicó. Por último, como consecuencia de esta modificación en el perfil ocupacional,

9 La información sociodemográfica empleada en este trabajo fue obtenida del fondo docu­ mental “Base de Datos de fm1/argentinos 1960-1985”, proporcionado por el Instituto Nacional de Migración de México. 10 Pablo Yankelevich, Ráfagas de un exilio. Argentinos en México 1974-1983, México, El Co­ legio de México, 2009, pp. 23-49; Mario Margulis, “Los argentinos en México”, en Alfre­ do Lattes y Enrique Oteiza, Dinámica migratoria argentina (1955-1984), op. cit., pp. 96-97.

81 PABLO YANKELEVICH se advierte un fuerte contraste en los ámbitos donde fueron empleados. Mientras el sector privado de la economía absorbió 82 por ciento de los argentinos entre 1960 y 1973, esta proporción se ubicó en 50 por ciento durante los años de la dictadura militar, y en consecuencia el sector público vio incrementar su participación en el empleo de 11 por ciento entre 1960 y 1973, a 37 por ciento entre 1974 y 1983. En México, los profesionales argentinos encontraron espacios laborales donde insertarse. No se puede soslayar la particular­ coyuntura en la que estos exiliados arribaron al país: México experimentaba un acelerado crecimiento económico al beneficiarse de recientes descubrimientos petrolíferos y estas circunstancias, entre otras, hicieron posible una expansión de instituciones educativas de nivel superior­ junto a la fundación de nuevas universidades e institutos de investigación científica. Fue un momento de ampliación del aparato estatal que pasó a asumir nuevas responsabilidades en la gestión de proyectos de desarrollo social y económico, así como en la ejecución de políticas públicas en diver­ sas ramas del quehacer artístico y cultural. La centralidad del sector público como fuente de empleo resulta eviden­ te. Las dos terceras partes de los académicos argentinos fueron contratados por instituciones de educación superior públicas: 33 por ciento por la Uni­ versidad Nacional Autónoma de México (unam); 11 por ciento por la Universidad Autó­ noma­ Metropolitana (uam), seguidos en menores por­ centajes por el Instituto­ Politécnico Nacional (ipn), el Instituto Nacional de Antropología e Historia (inah), El Colegio de México, la Universidad Autónoma Chapingo, la Universidad Veracruzana y el Centro de Investi­ gación y Docencia Económicas (cide). Por su parte, casi 60 por ciento de los profesionistas que no se insertaron en el sector universitario, fueron contratados por secretarías de Estado, por los gobier­nos estatales y por el del Distrito Federal. El papel del Estado como principal empleador se invirtió en la medida en que la capacitación de los inmigrantes disminuyó, de suer­ te que más de cuatrocientas empresas privadas contrataron a 75 por ciento de los técnicos y empleados argentinos sin título universitario. Por otra parte, sobre el total de argentinos que entre 1974 y 1983 tramitaron una ­re­sidencia en México, sólo 189 eran asilados políticos. Este reducido uni­ verso contrasta con otras experiencias de asilo mexicano a perseguidos ­sudamericanos. Explicar esta diferencia obliga a dirigir la mirada a las

82 Argenmex: Itinerarios del exilio argentino en México condiciones políticas en Argentina que determinaron la búsqueda de asilo diplomático y también al comportamiento de la diplomacia mexicana en las peculiares circuns­tancias que rodearon a la embajada de México en Bue­ nos Aires, una vez producido el golpe militar. Sobre estas cuestiones volve­ remos más adelante; sin embargo, cabe precisar que aquellas circunstancias condujeron a que el ­número de asilados diplomáticos argentinos no admita comparación con los poco más de 800 casos registrados en la sede diplomá­ tica de México en Santiago de Chile y los casi 400 uruguayos que obtuvie­ ron asilo en la embajada mexicana en Montevideo.11 El exilio argentino, en su mayoría, se nutrió de segmentos de una clase media profesional. Este dato, por un lado, pone de manifiesto que la posi­bi­ lidad de salir del país estuvo reservada a quienes tenían los recursos ma­teriales y las redes profesionales indispensables para enfrentar un destierro, asuntos de los que carecían los sectores populares, sobre quienes, por cierto, recayó el mayor peso de la represión. Por otro lado, el elevado componente de clase media no fue ajeno a la lógica de la represión. Para la dictadura, el enemigo era la “subver­sión” y esta incluía tanto a militantes de organizaciones arma­ das como a sus “ideólogos”­ en la jerga de los militares. En la categoría de “ideólogos” quedaron incluidos todos los que desarrollaban una actividad intelectual de contenido crítico. De esta forma, la dictadura identificó a los intelectuales y a hombres de la cultura en general como agentes privilegiados de la “subversión”. El espacio del pensamiento crítico era la universidad, calificada por los militares como “escuela­ de subversivos”. Así, las nuevas autoridades universitarias fueron sepa­rando a profesores catalogados como factores reales o potenciales de perturbación ideológica. Estas expulsiones significaban no sólo la imposibilidad de ejercer la docencia en cualquier dependencia oficial, sino que abrían la puerta a la persecución que podía derivar en asesinato, tortura, detención o “desaparición”. De esta forma, frente al despido laboral y a la imposibilidad de conseguir otro empleo, apa­

11 Véanse Gabriela Díaz Prieto, “México frente a Chile: Tiempos de ruptura y de exilio, 1973- 1990”, tesis de licenciatura, Instituto Tecnológico Autónomo de México, 1998; Gonzalo­ Martínez Corbalá, Instantes de decisión, Chile 1972-1973, México, Grijalbo, 1998; Héctor Mendoza y Caamaño, Chile. Surgimiento y ocaso de una utopía 1970-1973. Testimonio de un di­plomático, México, sre, 2004; Silvia Dutrenit, La embajada indoblegable. Asilo mexicano en Montevideo durante la dictadura militar, Montevideo, Fin de Siglo, 2011.

83 PABLO YANKELEVICH reció el exilio como una opción. Las leyes represivas aplicadas a los universi­ tarios también afectaron a núcleos importantes de estudiantes, que fueron expulsados de las aulas sin ninguna posibilidad de ingresar a otra univer­sidad, pero también, la represión alcanzó a muchos otros profesionistas que traba­ jaban en diversas dependencias del Estado: ingenieros, economistas, soció­ logos, arquitectos, médicos y psicólogos que fueron separados de sus cátedras y también expulsados de sus empleos en dependencias oficiales. En gran medida­ éstos fueron los sectores que nutrieron el exilio argentino en México.

SALIR HUYENDO Entre los exiliados sólo una parte estuvo integrada por dirigentes y militan­ tes con una definida adscripción política; un considerable segmento de quienes decidieron y pudieron exiliarse lo hicieron por temor a una bruta­ lidad represiva que no hacía distingos entre quienes eran activos opositores y aquellos que de alguna manera estuvieron vinculados a lo que genérica­ mente se denominó la “subversión”. Entre ellos, amigos y familiares de detenidos, asesinados o “desaparecidos”, personas que figuraban en una li­ breta telefónica de un persegui­do o individuos que realizaban actividades de tipo gremial en el ámbito de sus ocupaciones laborales. Desde el segun­ do semestre de 1974, la atmósfera de terror impregnaba la decisión de abandonar el país, sobre todo a partir de que los escuadrones de la muerte comenzaron a cumplir sus amenazas. En algunos casos se trató de funcio­ narios gubernamentales o universitarios, en otros de militantes o sim­pa­ tizantes de organizaciones armadas, o bien de figuras sin una manifiesta­ adscripción política, pero con posiciones críticas al régimen y con una no­ table exposición en espacios académicos, periodísticos y culturales. En ese contexto se buscó asilo en la embajada de México en Buenos Aires. El primer contingente de asilados estuvo conformado por ex funcionarios o personas cercanas a la gestión presidencial de Héctor J. Cámpora (mayo-junio de 1973), figura asociada al peronismo de izquierda, que renunció a la prime­ ra magistratura para permitir a Juan Domingo Perón —proscrito durante 18 años— presentarse como candidato en las nuevas elecciones (e inaugurar, en octubre de 1973, su tercer mandato presidencial). El primer asilado en la embajada fue el historiador y ex rector de la Universidad de Buenos Aires Rodolfo Puiggrós. Se trataba de un reconocido intelectual que pronto pasó

84 Argenmex: Itinerarios del exilio argentino en México a desarrollar un papel central en la organización del exilio, destacando tam­ bién en el periodismo y en la cátedra universitaria en la Facultad de Ciencias Po­líticas y Sociales de la unam. Las circunstancias que rodearon la salida de Puiggrós son evocadas por su esposa:

Después de que le pidieron la renuncia al rectorado de la Universidad de Buenos Aires, seguimos viviendo en Buenos Aires, hasta que sucedió la amenaza real de la Triple A. Rodolfo fue incluido en esa lista. En julio de 1974 empezamos a escon­ dernos, a finales de agosto los compañeros dijeron que nos fuéramos. Entonces, desde un teléfono público hablé al embajador de México preguntando si nos daba asilo, eran las once de la noche más o menos, nos dijo que sí. Yo pasé a buscar a Rodolfo en un taxi […] llegamos sin nada a la Embajada de México que estaba toda iluminada, por supuesto había policías armados, pero, tan inesperado fue todo que entramos. Una vez adentro […] el embajador consultó al presidente Echeverría. A los dos días nos fuimos […] adelante iba un coche de la policía, atrás nosotros y atrás un coche de la cancillería […] La cuestión es que llegamos hasta Ezeiza flan­ queados por la policía, entonces el embajador nos tomó a los dos, a uno de cada lado de sus manos y nos llevó hasta el avión en medio de gente que nos estaba apuntando.12

No todos los perseguidos buscaron asilo en la embajada mexicana, muchos, sobre todo profesores universitarios, decidieron abandonar el país bajo su propio riesgo. Una psicóloga esposa de un científico, ambos involucrados en la gestión universitaria durante el rectorado de Rodolfo Puiggrós, ­señala:

Viene la muerte de Perón, la caída de la Universidad en manos de la derecha. La Alianza Anticomunista Argentina empieza a matar gente […] hay una […] segui­ dilla de matanzas, […] empiezan a correr listas, empiezan primero las amenazas […] te avisaban que te iban a matar […] el problema es que no tenías a dónde ir porque todos tus amigos estaban en lo mismo. Entonces, decidimos que había que desapa­ recer por un tiempo, nos dicen que estamos en las listas, empiezan a llamar a casa, recibimos amenazas por teléfono […]entonces yo empecé a tener la convicción de que nos iban a matar a todos. Había que salvar la vida y había que irse. Fue una decisión que tomamos y salimos.13

12 Entrevista a Delia Carnelli realizada por Pablo Yankelevich, Buenos Aires, Argentina, 9 de agosto de 1999, Archivo de la Palabra del Exilio Latinoamericano en México, Fa­ cultad de Filosofía y Letras, unam (en adelante, apelm-unam), pel/2-A-3, pp. 4-6. 13 Entrevista a Mara La Madrid realizada por Bertha Cecilia Guerrero Astorga, Ciudad de ­México, 10 de septiembre de 1997, apelm-unam, pel/1/A-11, p. 14 y ss.

85 PABLO YANKELEVICH

Una buena parte de este primer exilio aprovechó una red de contactos pre­ vios, de índole profesional, para fincar una residencia que se pensaba tem­ poral: “Me fui porque teníamos miedo, mucho miedo. Mi mujer estaba embarazada de nuestro primer hijo. Fue en la primavera de 1974 […] es­ taban siendo asesinados de manera casi cotidiana periodistas, abogados y militantes”, rememora un periodista que partió al exilio, primero a Caracas, después a Estados Unidos y finalmente a México.14 El golpe de 1976 con­ virtió en política de Estado la impunidad que gozaron las brigadas parami­ litares que funcionaban al amparo del gobierno de Isabel Perón. El terror se instaló en la sociedad de la mano de las fuerzas armadas arrasando todo resquicio de legalidad. Fue entonces cuando la condena a muerte dejó de ser una amenaza para personajes públicos y recono­cidos activistas, para extenderse a una gran parte de la sociedad. En ese entorno, semanas después del golpe militar, la embajada mexicana en Buenos Aires otor­gó asilo al ex presidente Héctor J. Cámpora, a su hijo Pedro y a Juan Manuel­ Abal Me­ dina, dirigente de la rama juvenil del Movimiento Peronista. La negativa de la dictadura a entregar los salvoconductos para que estos perseguidos abandonaran su país, congeló las relaciones diplomáticas entre ambas na­ ciones y, en cierta forma, inhibió el otorgamiento de nuevos asilos a otros argentinos. Cámpora pudo abandonar la sede diplomática una vez que le fue detectado un cáncer terminal. Sólo con un diagnóstico que garantizaba una pronta muerte, los militares entregaron el salvoconducto después de tres años y medio de intensas negociaciones. A finales de 1980, el hijo del ex presidente fue autorizado a viajar a México para asistir al sepelio de su padre; mientras que Juan Manuel Abal Medina permaneció encerrado en la sede diplomática más de seis años, hasta que la dictadura entregó el salvo­ conducto en mayo de 1982. El asilo político dejó de ser una opción viable después del golpe de Esta­ do; por otra parte, el simple hecho de viajar a México despertaba sospechas, por la protección que el gobierno mexicano otorgó a figuras políticas con­ trarias al gobierno de Isabel Perón y que de inmediato fueron opositores a la dictadura. Muchos perseguidos decidieron abandonar el país viajando

14 “Testimonio de José Eliaschev”, en Albino Gómez, Exilios. Por qué volvieron, Rosario, Homo Sapiens-tea,1999, p. 47.

86 Argenmex: Itinerarios del exilio argentino en México primero a Brasil. En algunos casos se trató de evitar las sospechas que ­despertaba tener un pasaje a México como destino final. Otros salieron por vía terrestre dado que los controles policiales eran más laxos que en los ­aeropuertos. Irse de Argentina no era sencillo, había una cantidad de leyendas de gente apresada en el aeropuerto, entonces el viaje fue planeado para llegar vía Brasil, viajando por una empresa que no volaba directo a México […] Me fui bien vestido, de traje y con la única corbata que tenía. Yo recuerdo ese viaje al aeropuerto, todos los alrededores estaban tomados por el ejército argentino, y el interior del aeropuerto estaba total­ mente lleno de gente de civil armada.15

Además del miedo, entre los militantes otra sensación marcó la salida: la derro ­ta. Para algunos era sólo una sospecha, para otros se trató de una cer­ teza: “En las últimas charlas serias sobre el rumbo que habíamos tomado veíamos que […] nos mataban a todos. Recuerdo una conversación última con amigos de los cuales me despido de la Argentina: tenía la firme convic­ ción de que estábamos derrotados”.16

MÉXICO Desde el miedo y con el fantasma de la derrota se desembarcó en México. ¿Qué se sabía de este país? Los testimonios son coincidentes en referencias a imágenes estereotipadas esparcidas por la industria cinematográfica ­mexicana y estadounidense. Abundan las alusiones a María Félix, Pedro Vargas y Cantinflas, a la sonoridad de los boleros, alusiones al pasado prehispánico, a la Revolución Mexicana y sus caudillos Emiliano Zapata y Pancho Villa. Entre los exiliados de mayor edad estuvo presente la solidaridad con los re­ fugiados de la Guerra Civil española, el antifascismo del general Lázaro Cárdenas y las posturas de México frente a la Revolución Cubana. Sobre el régimen político mexicano no había ninguna referencia, a excepción de los sucesos de Tlatelolco en 1968 y algunas informaciones sobre la política exte­ rior del presidente Luis Echeverría, en particular la solidaridad con los chi­

15 Entrevista a Antonio Marimón realizada por Concepción Hernández (quinta entrevista), Ciudad de México, 7 de noviembre de 1997, apelm-unam, pel/1/A-17, p. 178. 16 Entrevista a Elvio Vitali realizada por Pablo Yankelevich, Buenos Aires, 6 de agosto de 1999, apelm-unam, pel/2/A-2, p. 3.

87 PABLO YANKELEVICH lenos tras el golpe de Estado en septiembre de 1973: “De México tenía […] la impresión sólo de las películas mexicanas, quiero decir sabía quien era Pedro Infante, Negrete y […] había leído algo de Tlatelolco y de la Revo­ lución Mexicana, éstos eran mis datos. Siempre me pareció simpático y atractivo, Cantinflas me parecía un tipo brillante, toda la vida me hizo reír y esa era la imagen que tenía de México, la imagen de las películas”.17 La decisión de dirigirse a México se fundó en vagas nociones de que era una nación receptiva a los perseguidos, muestra de ello fue la resonancia que ­tuvieron las actividades de los asilados políticos todavía durante el gobierno de Isabel Perón. Había información de la labor periodística que desempe­ ñaba Rodolfo Puiggrós, así como de la llegada de algunas figuras políticas que inte­graron el gobierno de Héctor J. Cámpora. Estos pocos datos, alenta­ ron el éxo­do de quienes eran perseguidos y optaron por México, en tanto lugar de encuentro con compañeros y amigos con similares afinidades polí­ ticas. Se inició un éxodo con un perfil más académico. Profesores expulsados de las universidades, periodistas y abogados amenazados, psicoanalistas víctimas de la persecución. Este primer contingente consiguió una rápida inserción laboral. Recién llegados enviaban noticias a amigos y familiares, de este modo se construyó una red que involucró a miles de perseguidos. Por esas noticias transmitidas a través del correo o de llamadas telefónicas, “de una manera difusa […] pero bastante generalizada […] se empezó a correr la voz de que acá había trabajo, de que acá había formas de sobrevivir mejores que en otros lados”.18 Por contactos previos con colegas mexicanos, argentinos con buenos antecedentes profesionales consiguieron empleo de manera casi inmediata, sobre todo los que llegaron en el último tramo del gobierno de Luis Eche­ verría. La unam, El Colegio de México, la recién fundada uam, así como el Centro de Investigación y de Estudios Avanzados del ipn (Cinvestav) fueron instituciones que cobijaron a estos académicos exiliados. Esta primera olea­ da, integrada por algo más de una centena de argentinos, comenzó a ensan­ charse desde marzo de 1976. La consecución de empleo, por lo general, siguió

17 Entrevista a Elvio Vitali realizada por Pablo Yankelevich, Buenos Aires, 6 de agosto de 1999, apelm-unam, pel/2/A-2, p. 6. 18 Entrevista a Nora Pasternak realizada por Reneé Salas, Ciudad de México, 29 de septiem­ bre de 1997, apelm-unam, pel/1/A-13, p. 35.

88 Argenmex: Itinerarios del exilio argentino en México pautas que en primer término favorecían a quienes tenían un título univer­ sitario y antecedentes laborales, mientras que para aquellos sin ninguna ca­ lificación o con estudios incompletos, las opciones fueron menores y más precarias, aunque con posibilidades, en el mediano plazo, de obtener empleos mejor remunerados y más cercanos a intereses y vocaciones personales. El exi­ lio argentino tuvo una fuerte presencia en los ámbitos editoriales; Arnaldo Orfila Reynal, desde la dirección de la editorial Siglo XXI, dio cobijo a un pequeño grupo de exiliados que habían colaborado en la sede que tenía esa casa editorial en Buenos Aires. Quizá la figura más destacada de ese contin­ gente fue José “Pancho” Aricó, quien, entre otros emprendimientos, ­comandó el proyecto editorial “Cuadernos de Pasado y Presente” y la colección “Nues­ tra América” de gran repercusión en los espacios académicos mexicanos vinculados a las humanidades y las ciencias sociales. También Orfila Reynal ayudó, a través de contratos eventuales, al desempeño de labores de co­rrección y traducción de obras, así como de orientación para negocios de distribución y comercialización de libros. Junto a la editorial Siglo XXI, el Fondo de Cultura Económica contrató los servicios de correctores y traductores argen­ tinos.19 Por otra parte, Mauricio Achar, el propie­tario de la li­brería Gandhi, fue el centro de un entramado de iniciativas editoriales y cultu­rales, entre ellos el foro Gandhi, espacio dedicado la difusión de música y teatro invo­ lucró un buen número de rioplatenses; al tiempo que el café de la librería pronto se convirtió en lugar de encuentro de buena parte del exilio. Entre tanto, comenzaron a desembarcar periodistas, algunos consiguieron­ empleos permanentes en diarios y revistas, otros obtuvieron contratos oca­ sionales. Rodolfo Puiggrós, desde su llegada a México, colaboró en El Día, periódico que pronto incorporó a otros como Roberto Bardini, Ignacio González Janzen y Victoria del Piero. Por su parte, Carlos Ulanovsky colabo­ ró en distintos medios, entre ellos la revista Proceso,20 mientras que Miguel Ángel Piccatto encontró su primer trabajo en El Día y años más tarde se sumó a las páginas del Uno más uno; Antonio Marimón, en este periódico inauguró una nueva forma de acercarse al periodismo deportivo. De todos

19 Véase Gustavo Sorá, Editar desde la izquierda en América Latina. La agitada historia del Fondo de Cultura Económica y de Siglo XXI, Buenos Aires, Siglo XXI, 2017. 20 Carlos Ulanovsky, Seamos felices mientras estamos aquí. Crónicas del exilio, Buenos Aires, Sudame­ricana, 2001, p. 35.

89 PABLO YANKELEVICH los periodistas argentinos, el más destacado fue Gregorio Selser; sus colum­ nas en El Día, dedicadas al análisis de la realidad continental, constituyeron una referencia obligada para los lectores interesados en el acontecer latino­ americano. Para dimensionar mejor la obra periodística de Selser, baste señalar que en los años que duró su exilio publicó más de un millar y medio de columnas.21 Mientras secretarías de Estado y organismos públicos abrieron espacios para los argentinos con algún tipo de formación profesional, un sector nada despreciable tuvo empleos, muchos de ellos inimaginables en la nación de origen. Jó­venes con educación media superior inconclusa o con estudios universitarios interrumpidos, se emplearon en distintos oficios:

Yo consigo trabajos esporádicos, el primer trabajo […] es de ayudante de albañil en una obra de una escuelita que estaban haciendo unos argentinos en el Estado de México. Paulatinamente voy cambiando […] después trabajo en una editorial don­ de vendíamos libros, […] después en una empresa de audiovisuales donde hacía la parte del archivo, después cantaba en peñas folclóricas, cantaba música argentina y latinoamericana.22 Yo llegué y empecé a buscar un trabajo […] como mi hermano ya estaba empezan­ do a trabajar como electricista, entonces trabajé con él y con otros muchachos mexi­ canos […] había que romper paredes, poner caños, cablear y conectar.23

Al principio fue muy duro, mi compañero consiguió un trabajo de cácaro, y fue a pasar una película a los campos de petróleo, los campos de Pemex, en el sur del país. Yo buscaba y mi primer trabajo fue pasar en limpio un libro en una máquina de escribir. Finalmente, conseguimos trabajo en la Secretaría de Educación Pública, tenía un programa de historietas, de novelas mexicanas ilustradas, ahí había traba­ jo de guionista y ya empezamos a trabajar.24

21 Ana Ramos Savslavsky, “Gregorio Selser. Exilio y periodismo. Catálogo de artículos pe­ riodísticos 1976-1983”, tesis de licenciatura, Instituto Cultural Helénico, 2005, p. XIV. 22 Entrevista a Gonzalo Vaca Narvaja realizada por Pablo Yankelevich, Ciudad de Córdoba, Argentina, el 19 de julio de 1999, apelm-unam, pel/2/A-1, pp. 19, 37. 23 Entrevista a Jorge Hirsch realizada por Gabriela Díaz (primera entrevista), Ciudad de ­México, 15 de noviembre de 1997, apelm-unam, pel/1/A-26, pp. 23-24. 24 Entrevista a Myriam Laurini realizada por Diana Urow, Ciudad de México, 23 de septiem­ bre de 1997, apelm-unam, pel/1/A-12, pp. 7, 18.

90 Argenmex: Itinerarios del exilio argentino en México

Un gran número de esos jóvenes iniciaron o continuaron carreras universita­ rias truncadas por la represión militar. La unam, la uam, la Escuela Nacio­nal de An­tropología e Historia (enah), el cide y la Facultad Latinoamericana de Ciencias­ Sociales (Flacso) fueron las instituciones en que estos exiliados se formaron a nivel de grado y de posgrado.

SOLIDARIDAD Y POLÍTICA Desde finales de la década de 1960, el campo de la izquierda argentina estuvo atravesado por una triple fractura. La primera fundada en el giro izquierdista que tomaron sectores juveniles del movimiento peronista; la segunda estuvo marcada por las relaciones, no exentas de conflictos, entre esos sectores del peronismo y una izquierda de matriz marxista, y la terce­ ra fractura fue ­producto del surgimiento y auge de la lucha guerrillera, tanto en su vertiente peronista —cuyo principal referente fue la organiza­ ción Montoneros— como en la vertiente marxista capitaneada por el Ejér­ cito Revolucionario del Pueblo (erp). Estas contradicciones se agudizaron a partir de la renuncia de Héctor J. Cámpo­ra a la presidencia, se acrecen­ taron durante el corto mandato de Perón y alcanzaron altos niveles de violencia durante el gobierno de Isabel Perón, cuando los secto­res de la derecha peronista iniciaron un combate criminal contra toda oposición dentro­ y fuera del peronismo y, como contrapartida, las organizaciones­ guerrilleras respondieron incrementando su accionar contra objetivos civi­ les y militares. Los exiliados pertenecían al campo de esa izquierda y las fracturas estu­ vieron presentes en el exilio, por eso nada más alejado de la realidad que la noción de unidad en la conducta política de los argentinos que abandonaron el país. El exilio, lejos de borrar diferencias, acrecentó las disputas que, en el caso mexicano,­ condujeron a experiencias asociativas marcadas por la confrontación, muchas de ellas, irreconciliables. A finales de 1974, repre­ sentantes de todas esas corrien­tes se dieron cita en México y constituyeron un heterogéneo grupo que reunió unas treinta personas. En un principio pareció existir un acuerdo para encarar acciones de solidaridad entre quienes iniciaban un destierro, sin imaginar que se prolongaría durante casi una década. La figura central de este primer grupo fue Rodolfo Puiggrós. Cuan­ do llegó a México, en septiembre de 1974, tenía 65 años, era el exiliado de

91 PABLO YANKELEVICH mayor edad, pero también el de mayor experiencia y trayectoria política. No sólo estas circunstancias lo convirtieron en el refere­ nte por excelencia del exilio argentino, Puiggrós había residido en México ­durante la primera mitad de la década de 1960 y poseía una amplia red de vínculos po­líticos y académicos que a la postre sostuvieron muchas actividades y empren­ dimientos que desarrolló un sector de los exiliados argentinos. Los ­contactos de Puiggrós transitaban por ámbitos privilegiados de la política nacional: los pre­sidentes Luis Echeverría Álvarez y José López Portillo, el político Jesús Reyes Heroles y el profesor Pablo González Casanova, ex rector de la unam, quien lo cobijó en esta institución donde muy pronto se involucró en proyectos docentes­ y editoriales. Las primeras redes del exilio argentino necesariamente confluían en la persona de Puiggrós, figura de reconocida generosidad, pero con una apuesta­ política comprometida con la organiza­ ción Montoneros. Por estas razones, duró muy poco la armonía en aquellas primeras reuniones de exiliados. Hacia mediados de 1975, Montoneros decidió pasar a la clandestinidad declarando la guerra al gobierno de Isabel Perón; además, un incremento de las acciones militares del erp marcaron el principio de una reac­ti­vación de la lucha guerrillera. El apoyo o la crítica al accionar de estas organi­zaciones armadas dividió las aguas en la izquier­ da argentina, y como no podía ser de otra forma, sucedió lo mismo entre los exiliados argentinos. Montoneros comenzó a diseñar lo que poco después sería su estrategia en el exterior. Emisarios de esta organización viajaron al extranjero y, llegados a México, cooptaron la naciente estructura or­ganizativa del exilio, con la idea de que ese grupo podía llegar a constituir una pla­ taforma para las relaciones exteriores de la organización guerrillera. Un grupo minoritario encabezado por antiguos colaboradores­ de ex presidente Cámpora, como Esteban Righi, que había integrado el gabinete presidencial, junto a otros con una adscripción alejada del pero­nismo, como el literato Noé Jitrik, entonces profesor en El Colegio de México, manifestaron su desacuerdo, produciéndose de esta manera la primera escisión entre los exiliados. El sector encabezado por Rodolfo Puiggrós, en febrero de 1976, fundó el Comité de Solidaridad con el Pueblo Argentino (Cospa). El liderazgo político e intelectual de Rodolfo Puiggrós, ciertos apoyos financieros que recibió del gobierno del Distrito Federal y la llegada masiva de perseguidos

92 Argenmex: Itinerarios del exilio argentino en México políticos, muchos de los cuales reconocían una militancia cercana a Monto­ neros, inyectaron un inmediato dinamismo al Cospa, organización que el exilio recuerda también bajo la denominación de “La Casa Argentina” o “La Casa de Puiggrós”. Si bien es cierto que el peronismo de afiliación monto­ nera era la fuerza mayorita­ ria, en una primera etapa confluyeron en el Cospa militantes de otros segmentos políticos, tanto del mismo peronismo como de otras organizaciones como el erp, junto con grupos provenientes del maoísmo y el trotskismo. El Cospa, desde un comienzo, tuvo un fuerte tono militante; se trataba de gente comprometida políticamente, para quienes el exilio era también una trinchera desde donde continuar la lucha por trans­ formar radicalmente la sociedad argentina. Hasta 1980, el Cospa fue el más importante centro de solidaridad y de permanente denuncia del terrorismo de Estado, puesto en marcha por el gobierno que presidía Jorge Rafael Vi­ dela. Esas actividades se desarrollaban en distintos ámbitos: actos en sindi­ catos y universidades, manifestaciones callejeras, conferencias de prensa, huelgas de hambre, misas a cargo de sacerdotes exiliados, junto a una per­ manente presencia en una prensa mexicana cada vez más sensible a los asuntos políticos del Cono Sur latinoamericano. Para muchos exilados Mé­ xico fue un territorio donde continuar la militancia, y hacia 1977, el Cospa se convirtió en un apéndice del proyecto político liderado por Montoneros. En este sentido, el Cospa mostró una homogeneidad política que no era re­presentativa del conjunto de la comunidad exiliada; por el contrario, un sector­ muy diverso, a pesar de tener serias diferencias políticas, compartía posturas críticas frente a las organizaciones armadas. Este sector, con un marcado componente intelectual, comenzó a trabajar para constituir un ámbito en el que tuvieron cabida otras alternativas. Así, a mediados de 1977, nació la Comi­sión Argentina de Solidaridad (cas), presidida primero por Esteban Righi y años más tarde por Noé Jitrik. La fundación de la segunda organización del exilio argentino en México remite a los vínculos que se lograron tender con Luis Echeverría. A comienzos de 1977, el ya ex presi­ dente había fundado el Centro de Estudios Sociales sobre el Tercer Mundo, en esa institución trabajaron varios exilados, quienes le informaron de la existencia de otro sector del exilio, distinto al nucleado en el Cospa. Un diligente ex mandatario de inmediato procedió a buscar una casa, adelantar el alquiler de seis meses, remodelarla­ y amueblarla. Y aquel lugar se fue

93 PABLO YANKELEVICH

llenando de gente. La cas fue un punto de reunión, un espacio para la re­ flexión, un lugar solidario con los perseguidos, un centro de denuncia y acción política, y un territorio de cruzamientos culturales con México y América Latina.25 A diferencia del Cospa, la pluralidad de posiciones abrió espacios para diversas iniciativas no exentas de encendidos debates. Sectores socialistas, peronistas e independientes competían en elecciones periódicas por la dirección de la cas. Los asuntos que marcaban la coyuntura argentina fueron temas de grandes polémicas, como fue el caso de las posiciones fren­ te al campeonato mundial de fútbol de 1978 o, más grave aún, de la guerra de las Malvinas en 1982. Las diferencias entre ambos organismos fueron notables, el alineamien­ to del Cospa con la guerrilla peronista se reflejaba en la composición social, en su mayoría militantes de origen universitario, con un núcleo intelectual y profesional al principio nada desdeñable que a la postre abandonó la or­ ganización. En contraposición, la cas no representaba necesariamente a núcleos políticos con expresiones partidarias en el escenario argentino; se trataba de ex ­militantes de organizaciones de izquierda marxista y pero­ nista reunidos en torno a un acuer­do de respeto a la pluralidad política y a la condena de las opciones ar­madas. A partir de 1980 la cas creció acelera­ damente y lo hizo por su propia capa­cidad de convocatoria, y también por el trasvase de gente que originariamente se adscribió al Cospa. Sucedió que des­ ­de 1979, “La Casa Argentina” fue sacudida por la conjunción de dos acon ­tecimientos. El primero fue la fractura de la orga­nización Montoneros a raíz de que una cantidad de voces críticas impugnó la estrategia de los jefes máximos, que llamaron a realizar una contraofensiva militar, que por cier­ to terminó en fracaso y en la muerte de decenas de militan­tes, muchos de los cuales habían vivido en México.26 El segundo ­acontecimiento que signó

25 Véanse Tununa Mercado, En estado de memoria, México, unam, 1992; Pablo Yankelevich, “La Comisión Argentina de Solidaridad. Notas para el estudio de un sector del exilio ar­ gentino en México”, en México, país refugio, la experiencia de los exilios en el siglo xx, México, inah/Plaza y Valdés, 2002, pp. 281-301; Jorge Luis Bernetti y Mempo Giardinelli, Mé- xico, el exilio que hemos vivido, Buenos Aires, Universidad Nacional de Quilmes, 2003. 26 Véanse Richard Gillespie, Soldados de Perón. Los Montoneros, Buenos Aires, Grijalbo, 1987; Hernán E. Confino “La contraofensiva estratégica de Montoneros. Entre el exilio y la militancia revolucionaria (1976-1980)”, tesis doctoral, Universidad Nacional de General San Martín, 2018.

94 Argenmex: Itinerarios del exilio argentino en México la vida del Cospa fue la muerte de Rodolfo Puiggrós acaecida en La Habana en noviembre de 1980. Puiggrós era una figura con la suficiente autoridad moral como para tratar de conciliar en medio de una atmós­fera cargada de tensiones, en tal sentido su muerte no hizo más que ­profundizar una crisis de la que el Cospa ya no se recuperaría. Un sector de esta disidencia del Cospa se incorporó a la cas. A medida que la cas pasaba a convertirse en la principal organización del exilio, el Cospa comenzó a languidecer. Y esto fue así, no sólo por el distanciamiento de buena parte de sus integrantes, sino además porque aquellos que decidieron permanecer pronto se vieron enfrascados en polémicas que reproducían las divergencias al interior de Montoneros. De manera que hacia 1981 “éramos cuatro personas que está­ bamos ahí, cerrando el Cospa […] ya no era nada, estaba vacío”.27 Hasta 1980, y de manera evidente, el Cospa y la cas compitieron por la representación del destierro argentino, y lo hicieron en todos los ámbitos del quehacer exiliar. Desde las actividades inherentes a todo organismo de solidaridad, la ayuda en la búsqueda de alojamiento, de empleo y trámites migratorios, hasta en los aspectos más visibles de una tarea fincada en desen­ mascarar el carácter criminal de las políticas de los militares argentinos. La competencia se desplegó en los más diversos asuntos, tales como el sentido de las conmemoraciones o en las propias actividades culturales desarrolladas por uno y otro organismo. Sin embargo, mientras la cas ganaba en hetero­ geneidad política, el Cospa cayó víctima de la ortodoxia montonera, donde el sectarismo que encegueció a los dirigentes terminó por enajenar volun­ tades, ideas y sobre todo vidas humanas. Las dos “casas” fueron las organi­ zaciones más importantes. Junto a ellas, a veces de manera independiente y otras compatibilizando la pertenencia a una u otra, surgieron instancias vinculadas a la defensa de los de­rechos humanos. Se inauguraron filiales de organismos que tenían sus sedes en Europa o en la misma Argentina, como fue el caso de la Comisión Argentina de Derechos Humanos y de la Comi­ sión de Solidaridad de Familiares de Presos, Muertos y Desaparecidos por Razones Políticas en Argentina. Las dife­rencias políticas encontraron espa­ cios para mínimas coincidencias en la lucha por la vigencia de los derechos

27 Entrevista a Cristina Carnevale realizada por Pablo Yankelevich, Ciudad de Buenos Aires, Argentina, 3 de agosto de 1999, apelm-unam, pel/2/A-22, p. 23.

95 PABLO YANKELEVICH humanos, privilegiando un esfuerzo que ya tenía como emblema los pañue­ los blancos de las Madres de Plaza de Mayo.

CASAS Y ESCUELAS A excepción de los asilados diplomáticos, de cuyo hospedaje temporal se hizo cargo el gobierno mexicano a través de la contratación de cuartos en hoteles, el grue­so del exilio hizo un recorrido que se iniciaba en casas de amigos y conocidos,­ o en pensiones hasta tanto la consecución de un empleo permitía el ­alquiler de una vivienda. Las informaciones sobre zonas y tipos de hospedajes se trasmitían de boca en boca. Para aquellos que habían con­ seguido un empleo o que llegaron con algunos recursos, las primeras opcio­ nes fueron alquilar departamentos amueblados. Para los que llegaron con poco dinero, la opción, una vez agotada la solidaridad de amigos y conocidos, era acudir a pensiones y entre ellas destacó la de doña Lupita, en la calle José Alvarado en la colonia Roma.

Todos llegaban a la pensión y para mucha gente del exilio la pensión de Lupita pasó a ser un lugar de referencia. Cuando yo me fui siguió circulando gente. Doña Lupi­ ta era una señora de Colima, tendría unos sesenta y cinco años, era una persona es­ tupenda, fantástica, le tengo un agradecimiento total, no porque únicamente nos aguantaba el pago sino que ella tenía una actitud, no diría maternal, pero sí una actitud protectora, de gente como nosotros que estaba tan mal.28

La distribución espacial del exilio en el Distrito Federal en buena medida estuvo determinada por las zonas de concentración de los empleos, sobre todo instituciones de educación superior y oficinas de la administración pública. Colonias como Condesa, Narvarte, Del Valle, Roma, Anzures, Polanco, y las delegaciones de Coyoacán y Tlalpan fueron las más frecuen­ tadas. Unas pocas familias se establecieron en el norte de la zona metropo­ litana, en Ciudad Satélite, por ejemplo, buscando la proximidad con trabajos ubicados en aquella dirección. En su mayoría el exilio se radicó en espacios de residencia de sectores medios. Porciones importantes de las comunidades de latinoamericanos exiliados en México se ubicaron en las uni­

28 Entrevista a Horacio Crespo realizada por Bertha Cecilia Guerrero Astorga, Ciudad de ­México, 12 de enero de 1998, apelm-unam, pel/1/A-38, pp. 73, 78.

96 Argenmex: Itinerarios del exilio argentino en México dades habitacionales del sur de la ciudad. Además de la cercanía a escuelas o centros de trabajo y de las comodidades que ofrecían tanto los departa­ mentos como los espacios comunes. Se prefirió estas unidades por la posi­ bilidad de desarrollar una vida cotidiana con el apoyo de familias de amigos y conocidos convertidos en vecinos, y también por la oportunidad de parti­ cipar de sociabilidades que potenciaron patrones de identidad. Entre todas la unidades habitaciones colonizadas por los exiliados latinoamericanos, destacó la Villa Olímpica. Las memorias coinciden en reconocer ese espacio como el gueto máximo”:29 “Nosotros, prácticamente todo el exilio lo vivimos en la Villa, y la Villa estaba llena […] de argentinos, chilenos, uruguayos, era como un gueto.”30 No sólo en el recuerdo de los adultos la Villa Olím­ pica adquiere una significación relevante, sucede lo mismo con los recuerdos de los niños y jóvenes: “Éramos una tribu” afirma quien llegó siendo un niño y allí residió durante más de veinte años.31 Auténticas “bandas” inte­ gradas por decenas de sudamericanos, que vivieron sus años de infancia y adolescencia en la Villa Olímpica: “Todos los años que estuve en México […] fueron siempre en la Villa Olímpica y ahí nos juntábamos y había muchos argentinos. Te relacionabas con gente que estaba con tu misma problemática […] para mí era una cosa maravillosa. Te sentías protegido. Era una sensación muy placentera.32 Una cuarta parte de la población exiliada fueron niños y adolescentes en edad escolar. La búsqueda de escuelas constituyó una preocupación desde el momento mismo de la llegada. Los vínculos interexiliares determinaron que los colegios fundados por los refugiados republicanos españoles fueran las primeras referencias y los primeros destinos de los menores que salieron de Argen­tina. El Colegio Madrid ocupó un lugar destacado: “inmediata­ mente elegimos el Colegio Madrid […] pero los cursos ya habían empeza­

29 Entrevista a Enrique Guinsberg realizada por Bertha Cecilia Guerrero Astorga (pri­ mera entrevista), Ciudad de México, 26 de febrero de 1998, apelm-unam, pel/1/ A-49, p. 78. 30 Entrevista a Ana María Vaca Narvaja realizada por Pablo Yankelevich, Ciudad de Córdo­ ba, Argentina, 20 de julio de 1999, apelm-unam, pel/2/A-12, p. 38. 31 Entrevista a Pablo Gershanik realizado por Gabriela Díaz (primera entrevista), 17 de mayo de 1998, apelm-unam, pel/1/A-54, p. 4. 32 Entrevista a Matías Salguero realizada por Pablo Yankelevich, Ciudad de Córdoba, ­Argentina, 28 de julio de 1999, apelm-unam, pel/2/A-16, pp. 6 y 7.

97 PABLO YANKELEVICH do […] la directora nos hizo sentar, nos explicó que ya había niños chilenos […] y algunos niños uruguayos, pero no había vacantes”:

Me acuerdo de una caminata por los jardines de la escuela […] con la maestra Leal, que era en ese momento la directora de primaria […] ella me decía que no tenían vacantes […] yo la escuchaba con un poco de desesperación y de pronto, esa mujer de pelo blanco, ya de edad, muy española, se paró, me miró y me dijo: “Pero sabe qué, yo llegué a México a la edad de su hija, o algo así y, aunque no hay vacantes, sus niñas acá tienen lugar. ¡Esa era una republicana!33 Cuando el exilio creció, el Colegio Madrid constituyó un fondo de becas para los hijos de argentinos, como ya lo habían establecido para los chilenos y luego para los uruguayos.34 Pero la red escuelas vinculadas a los republicanos era más amplia y hacia allí se dirigieron los argentinos, entre ellas, el colegio Luis Vives y la escuela Bartolomé Cosío. También hubo otras instituciones de más re­ ciente creación, entre ellas la escuela Herminio Almendros de edu­ cación primaria, y el Centro Activo Freire para el ciclo medio y medio supe­ rior. Instituciones más pequeñas con nuevas propuestas pedagógicas, muy rápidamente tuvieron una alta proporción de hijos de exiliados sudamerica­ nos. Aunque hubo excepciones, la mayoría de los hijos del exilio fueron a colegios privados. La escuela pública, reservada a sectores populares, define bien el perfil mayoritario del exilio argen­tino. La oferta privada abría alter­ nativas pedagógicas y académicas, pero además permitía atender ámbitos de naturaleza afectiva. Definir el tipo de escuela adonde enviar a los hijos fue parte de dilemas que trascendían lo estrictamente acadé­mico. Las decisiones que finalmente se tomaron no dejaron de estar vinculadas­ a la transitoriedad con que era pensada la experiencia mexicana. El gueto habita­cional encon­ traba cierta continuidad en los guetos escolares, especie de reaseguro en donde anclar una argentinidad que ponía en riesgo el exilio. Estos asuntos fueron parte de polémicas en donde era difícil discriminar la voluntad por preservar un sentido de pertenencia, del deseo por mejor prote­ger a niños con padres, madres o familiares cercanos encarcelados, muertos o “desaparecidos”.

33 Entrevista a Mara La Madrid realizada por Bertha Cecilia Guerrero Astorga, Ciudad de México, 10 de septiembre de 1997, apelm-unam, pel/1/A-11, pp. 24-25. 34 María Alba Pastor, Recuerdos de nuestra niñez. 50 años del Colegio Madrid, México, Edición del Colegio Madrid, 1991, p. 150.

98 Argenmex: Itinerarios del exilio argentino en México

Con mayor dramatismo, pero de manera similar a cualquier experiencia mi­gratoria, los exiliados se refugiaron entre sus congéneres, buscando res­ tituir el sentido a una vida fracturada por la represión y el destierro. Esas fracturas sólo en parte pudieron ser contenidas por el gueto. El espacio de lo privado se estructuraba­ desde la argentinidad, pero el “afuera” no podía ser más que mexicano.

ARGENMEX Perplejos, los exiliados se internaron en un laberinto de gestos, modismos y rituales que colocaban a propios y extraños frente a interpretaciones equí­ vocas, frente a un universo de códigos que no hacían más que demostrar la incapacidad de los recién llegados para oír a sus diferentes. El propio espacio generaba desconcierto. La dimensión del Distrito Federal rompía la escala de lo conocido. La ciudad impresionaba: “los carteles, los coches, las calles, todo me parecía más grande”,35 pero también confundía. Monumentalidad y perplejidad parecían formar una díada indisoluble en las primeras impre­ siones. “El zócalo me aplastaba, me parecía una cosa tan fuerte, porque no había un árbol, yo no había visto, yo no recuerdo un lugar tan grande, era la pura piedra y tenía una carga muy pesada.”36 El agobio y el pavor son sensaciones que han quedado fijadas en la memoria de perseguidos recién aterrizados en la capital del país: “Me asustaba la ciudad. Tenía miedo de que me fuera a pisar un carro y me decía: me salvé de los militares que no me vaya a pisar un carro acá. Era una cosa de pavor absoluto la cantidad de autos y de gente”.37 Los paisajes urbanos, los colores de una ciudad se ma­ tizan en un abanico contrastante, como el que ofrecen los recuerdos de dos mujeres; la primera al señalar: “esto me pareció horrible, me parecía horrible”,38 mientras que la segunda evoca: “la primera mañana que salí a la calle en México fui al mercado de Mixcoac. Tuve la sen­sación de que ­estaba

35 Entrevista a Miguel Socolowsky realizada por Gabriela Díaz (primera entrevista), Ciudad de México, 13 de marzo de 1998, apelm-unam, pel1/A-51, p. 11. 36 Entrevista a Miriam Laurini realizada por Diana Urow, Ciudad de México, 23 de septiem­ bre de 1997, apelm-unam, pel/1/A-12, p. 17. 37 Entrevista a Susana Erenberg realizada por Diana Urow, Ciudad de México, 1 de noviem­ bre de 1997, apelm-unam, pel/1/A-23, p. 16. 38 Entrevista a MP realizada por Gabriela Díaz, Ciudad de México, 19 de agosto de 1997, apelm-unam, pel/1/A-7, p. 26.

99 PABLO YANKELEVICH en Asia, eso fue para mi un shock, la sensación de lo diferente [y] de que para mí iba a ser glorioso, esas imágenes que estaba viendo […] eran una cosa inesperada que me caía en la vida.”39 Las sensaciones de total­ extrañeza ante el estallido de colores en las fachadas de las casas y en el interior de los mer­ cados parecen condensarse en la comida, puerta de entrada a un nuevo mundo: “El olor a la tortilla para mí empezó a ser el olor de México.­ La guanábana con un sabor y un olor totalmente inéditos, entonces supe que estaba en otro lugar, en otro sitio, en otro país”.40 Desde estas iniciales con­ frontaciones, los recuerdos se desplazan hacia los mexicanos, portadores de una cultura que rápidamente devino en distancia étnica que no admitía compa ­ración. Los exiliados advirtieron una densidad histórica que no ad­ mitía comparación con sus lugares de origen: “Hay una historia caminando por las calles, en la fisonomía de la gente, en la comida […] la relación con lo indígena es dramática, terrible, dolorosa, pero también muy fuerte”.41 Pese a los desconciertos iniciales, la vida se desplegó en una atmósfera de libertad que respiraron los exiliados desde su llegada: “Un signo que nos alborozaba era cuando nos dábamos cuenta de que no necesitábamos docu­ mentos de identidad para andar por la calle”.42 Un científico recuerda: “cuando entré a Gandhi por primera vez quedé alelado al ver escaparates repletos de libros de Marx, Engels, Lenin, Gramsci, Mao y el Che Guevara”.43 Incluso para aquellos que creyeron protegerse en una vida de gueto, el con­ tacto con la sociedad mexicana no podía más que suceder, la disyuntiva radicaba en qué posición asumir ante la inevitable convivencia. Algunos, desde su llegada, apostaron por vivir “la experiencia mexicana”, dispuestos a derribar las barreras que parecían afirmar que más allá de Argentina el misterio carecía de interés, “y México abruptamente implicaba un ­encuentro con el misterio, con el enigma tanto más interesante cuanto más compacto:

39 Entrevista a Tununa Mercado realizada por Pablo Yankelevich, Ciudad de México, 10 junio de 1997, apelm-unam, pel/I/A-2, p. 56. 40 Entrevista a Carlos Zolla realizada por Concepción Hernández, Ciudad de México, 9 de febrero de 1998, apelm-unam, pel/1/A-42, p. 52. 41 Entrevista a Alfredo Furlán realizada por Concepción Hernández, Ciudad de México, 17 de marzo de 1998, apelm-unam, pel/1/A-52, p. 62. 42 Carlos Ulanovsky, op. cit., p. 21. 43 Marcelino Cereijido, “Exilio, Investigación y ciencia”, en Pablo Yankelevich (coord.), En México, entre exilios. Una experiencia de sudamericanos, México, sre/itam/Plaza y Valdés, 1997, p. 95.

100 Argenmex: Itinerarios del exilio argentino en México la identidad racial y los rostros de piedra de la gente, las inflexiones verbales, relativamente ininteligibles, los múltiples sistemas de signos arquitectóni­ cos, arqueológicos, la Revolución […] la contradictoria generosidad, el controlado pintoresquismo, el fervor intelectual”.44 Claro está que este entusiasmo no fue la norma, y tampoco una decisión producto de un acto de voluntad. Se trató de un aprendizaje lento. Los re­ latos se refieren a una experiencia de tránsito asociada a mexicanos que se fueron fil­trando por las grietas de los guetos, a amigos que antes fueron vecinos, compa­ñeros de trabajo, padres de hijos compañeros de los hijos del exilio. Mexicanos con el común denominador de la solidaridad.

Se nos acabó la plata y ya no teníamos para comer, fue muy difícil, entonces alqui­ lábamos un departamento muy precario, me acuerdo que teníamos unos amigos mexicanos, ellos nos daban de comer […] ahí aprendimos a comer frijoles, maíz, tortillas y arroz. Fue un ir aprendiendo los códigos, cuando los aprendimos y también adaptamos […] nuestra situación mejoró mucho. Nuestros amigos mexicanos, y también sus padres, fueron una familia muy generosa con nosotros.45 Aquí tuvimos cabida, fuimos escuchados, fuimos apoyados, de distinta manera, de distintas formas, por los mexicanos, por instituciones mexicanas y más allá de […] la dificultad de los códigos, yo creo que hubo un lenguaje común, que se expresó en términos de solidaridad […] No acabaría en un día de hacer una recopilación del anecdotario […] sobre el comportamiento solidario que hubo en México con todos nosotros.46

El ingreso a la sociabilidad mexicana corrió a cargo de amigos que con mayor frecuencia aparecían en la vida cotidiana de los exiliados, “salvo cuando se trata de alguna reunión política o de solidaridad, era muy redu­ cido el núcleo de argentinos que frecuentamos, y es cada vez más amplio el de mexicanos, que son muy difíciles para darse en plan de amigos, pero que

44 Noé Jitrik, “La literatura del exilio en México. Aproximaciones”, en Karl Kohut y Andrea Pagni (eds.), Literatura argentina hoy. De la dictadura a la democracia, Fráncfort, Vervuert, 1993, pp. 159-160. 45 Entrevista a Liliana Vanella realizada por Pablo Yankelevich, Ciudad de Córdoba, Argen­ tina, 29 de julio de 1999, apelm-unam, pel /2/A-17, pp. 10 y ss. 46 Entrevista a Enrique Zylberberg realizada por Gabriela Díaz, Ciudad de México, 11 de noviembre de 1997, apelm-unam, pel/1/A-2, p. 65.

101 PABLO YANKELEVICH cuando lo hacen no tienen medida”.47 Los hijos resultaron fundamentales en la incorporación de México a la vida de sus padres: “gracias a ellas —es­ cribe el periodista Carlos Ulanovsky refiriéndose a sus hijas—, entendí la esencia de eso que nos modificó para siempre, la cultura que cruzó y sumó lo argentino y lo mexicano”.48 En buena medida, México y los mexicanos fueron responsables de convertir el exilio en una experiencia positiva. Ellos dieron las herramientas para que una desventura pudiera transmutarse en oportunidad. Los exilios, señala García Canclini, a veces son ocasiones para que un destino impuesto deje de ser una fatalidad, siempre y cuando el exiliado permita ser instruido por lo diferente, para así expandir lo propio y contribuir a que el lugar de origen y el nuevo se comuniquen.49 Concluido el ciclo dictatorial, el regreso estuvo en el horizonte de todos los exiliados.­ La mayoría volvió tras una larga despedida; algunos después de ­tentar suerte en Argentina regresaron a México, y otros decidieron con­ vertir el exilio en una residencia definitiva. Un lugar privilegiado desde donde se consumó una vinculación profunda y duradera al país de exilio estuvo constituido por los espacios de trabajo, la formación y las oportuni­ dades académicas y el desarrollo profesional. Después de un periodo relati­ vamente breve, quizá un par de años, las inserciones laborales mostraron rasgos de definitividad. Se cambiaba de actividad o de institución, se alcan­ zaba la legalidad migratoria. Fue entonces cuando el espacio mental comen­ zó a reorganizarse. Hacer lo que se quería con absoluta libertad, recibiendo una remuneración que permitía una vida digna. Tras una serie de empleos poco gratificantes, una académica señala que su ingreso a la unam, el hecho de “enseñar, escribir, empezar a investigar, me sirvió mucho para armarme, para armarme identitariamente en México. Eso para mí fue México”. Las huellas de la identidad en aquellos que finalmente optaron por permanecer en el país se racionalizan por y desde las definiciones profesionales. “Yo acá me he pasado años, para mí el trabajo es un referente muy fuerte, acá escri­ bo, acá pienso […] tengo que confesarlo, me gusta mi trabajo, cuento con

47 “Carta de Miguel Ángel Piccato al Dr. Reatti, Ciudad de México, 3 de diciembre de 1977”, disponible en: http://sites.google.com/site/ppiccato2/MAP/introduccion 48 Carlos Ulanovsky, op. cit., p. 9. 49 Néstor García Canclini, “Argentinos en México. Una visión antropológica”, en Pablo Yan­kelevich En México, entre exilios, op. cit., p. 72.

102 Argenmex: Itinerarios del exilio argentino en México una enorme libertad y un enorme apoyo, me gusta lo que hago, me gusta el país”.50 Los ámbitos laborales vertebraron el proceso del rearmado iden­ titario y abrieron las puertas de ingreso a un universo que el espíritu de gueto bloqueaba en buena medida. La experiencia mexicana es valorada por su efecto en los desarrollos profesionales y también por haber ensanchado fronteras culturales y permitido modificar capacidades de percepción y apropiación no pocas veces provincianas. Los aprendizajes fueron lentos, costosos, pero nadie parece dudar del saldo positivo. Desde el presente, los testimonios resca­ ­tan patrones de conducta aprehendidos en y desde los años del exilio mexicano. Una psicóloga y artista plástica, tras décadas de haber retornado a su país expresa: “en México descubrí una relación distinta del hombre con la naturaleza […] me enriqueció, me hizo vivir de otro modo, mi proximidad con esa cultura mexicana […] me advirtió de tantísimas cosas que para mí no existían […] y que luego se convirtieron en un espacio de reflexión y producción estética muy grande”.51 Ser un exiliado es aprender a ser minoría,52 y ser diferente entre diferen­ tes obliga a un ejercicio de confrontación de culturas. Penetrar otras formas de vivir y hacerlo en circunstancias de exilio permitió la gestación de un extraño híbrido denominado argemex,53 apelativo que condensa la extrañeza y la nostalgia, pero también el enriquecimiento y la potencialidad de incor­ porar como propio el inmenso horizonte que abrió México. En este sentido, México ofreció una oportunidad única: la de ser otro en ambas patrias, identidad que orgullosamente portaron muchos y que hoy mantienen viva los hijos y nietos de este exilio.

50 Entrevista a MP realizada por Gabriela Díaz, Ciudad de México, 19 de agosto de 1997, apelm-unam, pel/1/A-7, pp. 26, 46, 52. 51 Entrevista a Nora Zaga realizada Pablo Yankelevich, Ciudad de Córdoba, Argentina, 22 de julio de 1999, apelm-unam, pel/2/A-14, p. 26. 52 Néstor García Canclini, op. cit., p. 216. 53 Véase María Cristina Martín Sarrat, “Ni de aquí ni de allá. Para una deconstrucción de la experiencia mi­gratoria en primera persona”, tesis de maestría, Universidad de Buenos Aires, 2018.

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Dos partidas. Dos nostalgias

Oscar Tangelson*

Recién ahora puedo entender la voz y la mirada de nostalgia con que mi abuelo paterno me contaba, en las tórridas tardes del verano porteño, su dificultosa marcha de cada día por los cinco kilómetros de nevados caminos que recorría, desde el pequeño pueblo de su Ucrania natal hasta la escuela. O los recuerdos de mi madre que, cuando niña, escuchaba el rumor del Me­ diterráneo en los pilotes de la pequeña cabaña que alquilaban cada verano en Esmirna. Mis abuelos hablaban el antiguo español del Cid, con el que los sefaradíes recuerdan, quinientos años después de la expulsión de España, las nunca olvidadas tierras de Andalucía o las callejuelas de Toledo. La sabi­ du­­ría popular plantea que “partir es morir un poco”.1 Pero el dolor no es la par­ ­tida, sino dejar atrás recuerdos, afectos, imágenes, sonidos, aromas, pai­ sa ­jes, pequeños rincones, atardeceres, lluvias largamente esperadas, vientos re­frescando el aire, las voces conocidas, las expresiones únicas e irrepetibles­ del idioma y su cadencia, los gestos, las costumbres, el humor, las razones para reír o llorar, los nombres de las cosas y de los alimentos, los pequeños logros, los amigos entrañables, la forma de ver la vida o la muerte. Recién ahora puedo comprender también a Manolo, el gallego dueño del almacén de la

* Economista. Director del Instituto de Producción, Economía y Trabajo de la Universidad Nacional de Lanús. Se desempeñó como Jefe de gabinete del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación, luego fue secretario de Empleo y secretario de Política Económica en la Universidad Nacional de Lanús. 1 También Edmond Haraucourtt (1891) escribió: Partir, c’est mourir un peu/ C’est mourir à ce qu’on aime/ On laisse un peu de soi-même/ En toute heure et dans tout lieu. Partir es morir un poco/Es morir a aquello que se ama/Se deja un poco de sí mismo/En todas las horas y en todos los lugares” (traducción libre).

105 OSCAR TANGELSON esquina de mi casa de la infancia, en el barrio porteño de Palermo cuando, para justificar su tristeza, le dijo a mi padre son “airiños, airiños de miña terra” es decir nostalgia, nostalgia de mi tierra. Siendo niño en la ciudad de Buenos Aires, casi la mitad de sus habitan­ tes eran extranjeros, mis amigos eran hijos de italianos, españoles, árabes, judíos, polacos, estonios. Los hospitales a los que podíamos acudir eran el sirio-libanés, el alemán, el inglés, el italiano o el israelita. Vivíamos y veía­ mos la migración como natural, como oportunidad, como esperanza de una vida mejor frente a los horrores de las guerras o del hambre y la persecución de las que ellos habían huido. Veía con frecuencia los humedecidos ojos, ensombrecidos de recuerdos, el dolor de lo ausente, de la vida dejada atrás, en el lejano terruño. En sus obras, el autor uruguayo Florencio Sánchez ha planteado la ambición del migrante: de la pobreza europea a alcanzar, en América, a mi hijo el “dotor”. Posibilitado por la educación laica, obli­ gatoria y gratuita que regía desde 1880 y la total gratuidad de la ense­ ñan ­za superior establecida en 1949, complementando los logros de la reforma de 1918.2 Los reiterados y sucesivos golpes de Estado que desde 1930 habían inte­ rrumpido los periodos democráticos en Argentina, no habían podido im­ pedir que ese propósito fuera incorporado al ideario del conjunto de la población, como instrumento. En ese marco, cursé el ciclo secundario esco­ lar en la Escuela Superior de Comercio Carlos Pellegrini,3 dependiente de

2 En 1918 se produce la reforma en el nivel superior, en las universidades, un proceso que tiene una escala latinoamericana. Suprime los contenidos religiosos de la enseñanza uni­ versitaria y su organización bastante eclesiástica que continúa en ciertas rémoras lingüís­ ticas como las de la designación de cátedra o claustro. En 1949, el gobierno peronista decretó la abolición de las formas de arancel en el nivel superior incluyendo todos los ni­ veles educativos. Datos aportados por Diego Roldán colaborador de este número. 3 “A finales del siglo xix, en momentos en que el país se transformaba y se engrandecía, se planteó la necesidad impostergable de atender las exigencias de un comercio pujante y de formación de jóvenes profesionales en el área contable-administrativa en una comunidad donde se manifestaban grandes cambios socioeconómicos por el impacto de los adelantos científicos y técnicos operados en el mundo y por el imperativo de nuevos proyectos. El 19 de febrero de 1890 […] y refrendado por el Ministro de Justicia, Culto e Instrucción ­Pública, Dr. Filemón Posse, creó la “Escuela de Comercio de la Capital de la República”, que ­comenzó a funcionar en un edificio de la calle Alsina núm. 1552. En su primer plan de estudios se destacaban­ campos del conocimiento vinculados a las matemáticas y al cálcu­ lo mercantil, a la teneduría de libros y a los idiomas extranjeros, necesarios para el crecien­

106 Dos partidas. Dos nostalgias la universidad y la licenciatura en economía en la misma Universidad Na­ cional de Buenos Aires. Paralelamente, inicié mi experiencia laboral en el área de relaciones humanas en Gas del Estado que, por su presencia en la producción, transporte y admi­nis­trac­ ión en todo el país, me permitió co­ nocer la totalidad de las provincias argentinas desde la austral Ushuaia hasta La Quiaca en la Provincia de Jujuy, comprender la diversidad de pautas culturales que caracterizan cada región y confirmar que una empre­ sa del Estado puede tener gestión eficiente y compromiso con el desarrollo. Más tarde, la designación como jefe del departamento de estudios e inves­ tigaciones en el Ministerio de Trabajo me abrió la posibilidad de caminos impensados: empleo y salarios como temática central de mi formación, la realización de la encuesta nacional de mano de obra y la participación­ en encuentros de los programas regionales de la Organización Internacional­ del trabajo (oit) fueron consolidando una visión teórica y operativa del mundo del trabajo.4 En simultáneo, se iba incrementando mi vocación docente en dos ámbitos complementarios: En la universidad y en la capaci­ tación de trabajado­res. En ese carácter participé como expositor en un cur­ so enfocado a dirigentes sindicales de América Latina en Cuernavaca. Fue mi primer contacto con México,­ en la que seria, años después, la sede del centro de formación de la Confederación de Trabajadores de México (ctm). Esa conjunción llevo al Centro Interamericano de Formación Profesional (Cinterfor) de la oit a contratar­ me­ para desarrollar un informe sobre empleo y formación profesional en América Latina que debía presentar en 1974 en la reunión técnica de Costa Rica. En tanto, en 1973 en Argentina volvíamos a tener un gobierno elegido demo­ cráticamente­ en el país después de varios años de dictadores que se

te comercio internacional que se expandía. En el año 1931, por disposición de los nuevos estatutos universitarios, la Escuela fue desanexada de la Facultad de Ciencias Económicas, pasando a depender directamente del Rectorado de la Universidad de Buenos Aires y del Consejo Superior de la misma. En 1946, los estudios se extendieron a seis años al intensificarse los conocimientos técnicos e introducirse asignaturas humanísticas. Siete años más tarde, en 1953, se incorporaron­ mujeres al alumnado en el turno tarde. Las únicas presencias femeninas hasta el momento se contaban entre los docentes: la primera profesora mujer se había incorporado a la escuela en 1923. En 1961 entraron por primera vez mujeres al turno mañana”. Datos de la página digital de la Institución. 4 Encuesta Nacional de Mano de Obra, Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, Argenti­ na, 1972.

107 OSCAR TANGELSON

­sucedieron en el poder desde el golpe de Estado al presidente Arturo Ilia. Me desempeñé, en ese nuevo gobierno democrático, como gerente de ad­ ministración de la Caja Nacional de Ahorro y Seguros y, en una experiencia inolvidable, como secretario de Desarrollo Económico en la provincia de Mendoza. Veníamos de una ciudad como Buenos Aires, de urgencias, con­ gestión de tránsito, ruidosa y avasallante, donde las actividades se desarrollan desde la mañana hasta entrada la tarde, sin interrupción, donde el horizon­ te era ya, desde ese entonces, sólo de edificios, de los que la costumbre te impide ver la belleza arquitectónica de sus numerosas cúpulas, de vivir en un departamento en el cuarto piso. Ciudad donde, en ese tiempo, la confron­ tación política impregnaba­ la vida de zozobra. Mendoza fue la antítesis. Una ciudad al pie de la cordillera, con la costumbre de la siesta reparadora, con amigos sin prisa que te invitan a tomar un café en medio de la jornada, donde el lenguaje tiene otra cadencia. Alquilamos con mi esposa Martha una casa en las afueras de la ciudad, cruzando la calle los viñedos eran espa­ cio de esparcimiento para los niños. El paisaje nos ofrecía el espec­táculo inigualable del Cordón de Plata, cumbres permanentemente nevadas de los Andes. En la casa, el fondo estaba cubierto de árboles frutales. Comer ci­ ruelas, manzanas o nueces de tu propio árbol, era un placer inesperado para habitantes de una ciudad de cemento. Pero, una semana antes del viaje a ­Costa Rica, la muerte del presidente Perón abrió un espacio de incertidum­ bre acerca del futuro. Fue entonces, después de la reunión técnica en San José, que me ofrecieron incorporarme al proyecto de fortalecimiento del Instituto Nacional de Estudios del Trabajo (inet) en México. Era una po­ sibilidad realmente atractiva. Frente a las limitaciones presupuestarias y de recursos de la mayoría de las áreas laborales de América Latina, la Secretaría del Trabajo mexicana firmó un acuerdo con la recientemente creada Uni­ versidad Autónoma Metropolitana (uam) para desarrollar una maestría en administración del trabajo, la misma becó a cerca de cuarenta profesionales y preveía incorporar, a quienes la aprobaran, como funcionarios o profesores con plaza. El enfoque también era my atractivo. No se trataba de un abor­ daje tradicional, sino la determinación de temas laborales seleccionados y una aproximación desde cada una de las disciplinas de economía, sociolo­ gía, organización, derecho y estadística. El momento­ era por lo tanto el adecuado para mis perspectivas profesionales y el bienestar de mi familia.

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La incertidumbre sobre el futuro inmediato de Argentina, los nubarrones que oscurecían su horizonte político y social, la creciente violencia y repre­ sión que asolaban el país, la edad de los cuatro­ hijos, de los que sólo el mayor había iniciado su educación básica, la solidaria­ coincidencia con mi esposa para realizar esta experiencia, la idea de volver­ un año y medio des­ pués, a finales de 1976 para participar de la construcción de una alternativa política frente al cambio de gobierno al término del periodo constitucional, fueron razones que impulsaron la decisión de partir.

LA SEGUNDA PATRIA: MÉXICO En junio de 1975 iniciamos una estadía que, sin imaginarlo entonces, lle­ varía casi doce años de nuestras vidas. El equipo de Programa de las Nacio­ nes Unidas para el Desarrollo pnud/oit5 al que me incorporaba estaba dirigido por Pedro Guglielmetti, un abogado chileno obsesivo del trabajo y del compromiso con América Latina. Guillermo Campero, sociólogo de origen boliviano y formado en Chile. Un conjunto de consultores que par­ ticipaban en el dictado de materias y temas específicos. Entre los mexicanos, se me dio oportunidad de compartir las aulas con profesionales que serían amigos para siempre y que desempeñarían funciones trascendentes en la vida institucional del país: Clara Jusidman, María de los Ángeles Moreno y Norma Samaniego. Los extranjeros eran algunos residentes del exilio y otros invitados temporales de todo el Cono Sur. Juan Carlos Dean, Benito Roitman, Alberto Curiel, economistas uruguayos, Ana Jaramillo socióloga y Graciela Bensusán, abogada, ambas argentinas y tres economistas chilenos, Fernando Fainsilver, Esteban Lederman y un joven Sebastián Piñera. Las dos primeras adaptaciones iniciales necesarias: las variedades del idioma castellano hablado en México y la concepción de autoridad. En el primer sentido conocer las nuevas palabras que designaban productos co­ nocidos, el significado diferente de palabras comunes y, finalmente, el tono con que podían ser dichas. Pasar de arvejas a chícharos, de choclo a elote, de chauchas a ejotes, de porotos a frijoles, de frutilla a fresa, de peceto a cue­ te, de cuadril a sirloin, de auto a coche, de colectivo a camión, de subte a

5 El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (pnud) es parte de la red mundial de las Naciones Unidas que trabaja para lograr el desarrollo humano sostenible a través de la reducción de la pobreza.

109 OSCAR TANGELSON metro, fueron parte del ineludible­ proceso de adaptación. Dos términos de sentido diferente fueron motivo de situaciones, a la postre risibles, pero que en su momento dieron lugar a desen­cuentros inesperados: “hasta” y “su casa”. La primera me llevó a confundir una cita con un compañero de trabajo al que, telefónicamente, le pregunte si vendría al día siguiente para vernos. “Sí Oscar, voy a ir hasta las 12”, me dijo. Espere en vano toda la mañana, sin advertir que “hasta” significaba­ para él a partir de las 12. La otra expresión condujo a una confusión similar a un colega uruguayo, al que un compañe­ ro de oficina le preguntó amablemente un viernes por la tarde, “¿Le parece bien que mañana cenemos en su casa?” Desde luego, ambos se quedaron esperando, en sus respectivos domicilios a un invitado incomprensiblemen­ te ausente. Lo del tono no fue lamentable, pero sí igualmente risible. Una de las secretarias asignadas al proyecto me preguntó, ante las hojas de un escrito que le entregaba para pasar a máquina, “¿para cuándo lo quiere?” “Para ya, gracias”, fue mi desafortunada respuesta, ¿fue el tono, en que lo dije u omití el “por favor” o no la miré y no me dirigí a ella por su apellido? Al salir de la oficina la encontré llorando, rodeada de compañeras que la con­ solaban por lo imperativo y descomedido de mi pedido. Desentrañar el significado de “ahora, ahorita y luego, luego” formó parte del aprendizaje necesario. Asimismo, el ejercicio de la autoridad. El director del Instituto Nacional de Educación Tecnológica (inet),6 Jorge Efrén Domínguez, con un sentido de apertura y participación poco usual, nos incorporó a algunas reuniones del gabinete del instituto para analizar las actividades a realizar. Ante una propuesta que formulaba, llevados por la invitación a participar le decíamos Jorge, ¿qué te parece si además de esto, hacemos esto…?”, los directores de áreas nos miraban desconcertados. A pesar de ser amigos durante años se referían a él como el señor director y no entendían la pre­ sunción de estos extraños sujetos7 que se atrevían a modificar la propuesta

6 Organismo del Ministerio de Educación, denominada Secretaría de Educación Pública en este país. 7 En México hay una estructura piramidal en la sociedad y por lo tanto en el trabajo. Es una conducta no escrita, pero que en general todos obedecen, y si no se respeta, se quedan fuera del sistema. En lo privado dos amigos pueden tutearse, pero en público, y sobre todo ante otros, el subalterno respeta el “usted” y sus decisiones.

110 Dos partidas. Dos nostalgias de la autoridad. A pesar de estas dificultades de adaptación establecimos, entre todos, un ambiente de trabajo y colaboración realmente estimulante. Comenzamos la maestría con cerca de cuarenta profesionales de distintas disciplinas, muchos de los cuales se incorporaron a la Secretaría y algunos alcanzaron con el tiempo a ser colegas y amigos. Entre ellos quisiera recor­ dar a Moisés Rosas Silva, sociólogo, que prosiguió estudios sobre China en la Sorbona de París y Agustín Ibarra que, a su tiempo, fue director de Empleo. En lo personal, la familia se adaptaba y gozaba de una sociedad y un país apasionantes. Después de recorrer con anuncios del periódico las cercanías de la Villa Olímpica, donde vivía parte de los exiliados, y Satélite, que en esa época era una zona residencial en las afueras del Distrito Federal, tuve la fortuna­ de detenerme en una pequeña casa en colonia Irrigación. Al aso­ marme por el portón de entrada pude ver que contaba con un pequeño pero hermoso jardín detrás de la casa. Ésta es, pensé, aquí van a crecer los chicos (expresión porteña equivalente a niños). Llamé en la casa contigua para averiguar y el señor que me atendió resultó ser el dueño de la casa que se rentaba: Enrique Díez Canedo,8 responsable de las publicaciones de la Co­ misión Económica para América Lati­na y el Caribe (cepal) en México. Me hizo pasar y mantuvimos una conversación escrita por el destino. Al escuchar mi acento me contó que su padre había sido embajador de la España Repu­ blicana en Argentina. Luego de sus nostálgicos recuerdos de Buenos Aires, me confesó que no quería, en verdad, rentar la casa. Que sólo la había pu­ blicado en el periódico por insistencia del administrador. Que a quienes se mostraban interesados les decía que la había comprometido a un funciona­ rio de Naciones Unidas, cuya familia estaba por llegar. Perfecto, le dije: me la alquila a mí y hará cierto lo que venía diciendo todo este tiempo. Inicia­ mos allí, una relación de afecto que duraría toda nuestra estadía en Méxi­co. Casi doce años en que, para los Díez Canedo fue, desde entonces, la casa de los Tangelson. Cuando recientemente un compañero de la escuela primaria de uno de mis hijos vio que la estaban demoliendo pidió a los albañiles un la­ drillo, que nos envió como recuerdo de una de las etapas más felices de nues­

8 Enrique Díez Canedo hijo del ilustre Díez Canedo que llegó de España con su mujer Te­ resa, sus hijos María Luisa y María Teresa, Joaquín y Enrique; murió en 1944.

111 OSCAR TANGELSON tras vidas. Frente a la casa, cruzando el camellón, vivía la familia del doctor Antonio Saade,­ mexicano de origen árabe y su mujer Meri, palestina nacida en Belén y sus cinco­ hijos de edades similares a los nuestros. Cuando creía­ mos haber dejado atrás, a la distancia, a los amigos, México nos ofrecía una nueva oportunidad para cultivar amistades que aún persisten. En lo laboral, las actividades se diversificaban. A los cursos de la maestría se sumó la coordinación de la Encuesta de Mano de Obra, en el ámbito de la Secretaría­ del Trabajo, que llevamos a cabo en todo el país en alrededor de seis mil empresas para determinar los requerimientos de empleo y forma­ ción profesional. Fue el inicio de mi conocimiento del interior del país, de su gente y su cultura, tan variada y tan rica. Sin embargo, las noticias de Argentina eran desoladoras. El golpe del 24 marzo de 1976 marcó el inicio de la más cruel de las represiones, con muer­ tos, torturados y desaparecidos. En tanto, México me ofrecía la posibilidad de cono­cer su vida política y disfrutar de una posición que era imposible en aquella Argentina dictatorial. Era el tiempo del destape y de conocer su significado. Terminaba el mandato del presidente Luis Echeverría y todos los amigos mexicanos planteaban la casi segura designación de Moya Pa­ lencia, secretario de Gobernación. Salimos a comer con algunos de ellos y mientras caminábamos por Doctor Vertiz nos cruzamos con otro conocido que, al pasar me dijo: “Oscar, el bueno es López Portillo”. Uno de mis acompañantes opinó: “Tu amigo está loco”. Evidentemente no lo estaba, o sí, pero tenía buena información. Fue así que incrementé mi conocimiento del lenguaje con expresiones como “madruguete, la cargada, los tapados” y, sobre todo, la sutileza con que se ejerce la política.­ En Argentina, una acción como el intento de madruguete hubiera terminado con una discusión a los gritos entre los involucrados. En México fue una obra en varios actos. La convocatoria de Echeverría a una reunión de gabine­te, el encierro de todos los interesados hasta que Fidel Velázquez salió a hacer el anuncio del “bue­ no” y, lo más extraño fue que Moya Palencia, cumpliendo la máxima política­ de que “vivir fuera del presupuesto es vivir en el error” aceptó, disciplina­ damente, ser designado vocal de la Comisión Nacional del Libro de Texto Gratuito. El fin de 1976 trajo aparejado el cambio de gobierno que, en la Secreta­ ría de Trabajo, incluyó la designación de Clara Jusidman como directora

112 Dos partidas. Dos nostalgias general de Empleo y de María de los Ángeles Moreno como subdirectora. La dirección contaba con la colaboración del Proyecto de Planificación y Política de Empleo del pnud y la oit. Eso me dio la oportunidad de incor­ porarme como experto en Mercados de Trabajo. Al proyecto que dirigía Benito Roitman poco tiempo después se incorporó el ingeniero Roberto Tomasini, con una vasta experiencia en planificación y autor del libro Cuen- tas nacionales, con el que había estudiado en la universidad. La dirección tenía planteados dos objetivos principales: Formular el Plan Nacional de Empleo y crear y organizar el Sistema Nacional de Servicios de Empleo. Mi tarea fue brindar asistencia técnica para el logro de este segundo propósito, junto con un grupo de entusiastas jóvenes profesionales mexicanos, entre los que corresponde destacar por su compromiso a José Schwartzblat, María Griselda Arista, Antonio Lechuga y Marco Antonio Gutiérrez. Eso me permitió recorrer todos y cada uno de los estados, conociendo a sus gober­ nadores, secretarios de Desarrollo, Trabajo, Educación, las entidades em­ presariales y sindicales, elaborar los documentos y manuales,9 realizar cursos de formación y reuniones técnicas regionales con los funcionarios que se incorporaban a los Servicios Estatales que se iban creando. Sería imposible detallar la extraordinaria experiencia vivida, el afecto y reconocimiento re­ cibido de tantos funcionarios del Estado que compartieron el esfuerzo crea­ tivo que llevamos a cabo. Desde los primeros encuentros en Villahermosa, Monterrey, Puebla, Guadalajara, Campeche, San Miguel Regla, Guanajuato, Mexicali y Méri­ da, fuimos recorriendo las rutas del país. La variedad de actividades pro­ ductivas, de cultura local, de idiosincrasias en cada región, de la cocina que íbamos descubriendo, chilangos y porteño, la machaca del norte con grandes tortillas de trigo, el chilorio de Durango, los moles poblanos y oaxaque­ ños, la magnífica carne de Sonora o un incomparable jugo de naranjas en Chiapas. Al principio, cuando veía la carne a la tampiqueña me parecía una herejía, modificar su sabor con salsas picantes que no me atrevía a comer. Al tiempo, podía compartir carne a la albañil o disfrutar de chilaquiles verdes. Entre tantos recuerdos acumulados, hay algunos que destacan como

9 Entre ellos el Servicio Nacional de Empleo, como instrumento operativo de una política integral de mano de obra, México, 1979, Cuaderno núm. 21 Proyecto pnud/oit/mex/77/005.

113 OSCAR TANGELSON anécdotas descollantes. Llegamos en una ocasión a Tuxtla Gutiérrez con el equipo de trabajo. Nos dirigimos en taxi del aeropuerto a la Casa de Go­ bierno. En el viaje le pregunté al conductor si muchos chiapanecos habían conseguido trabajo en la construcción de la Presa de Itzantún, a cargo de la Comisión Federal de Electricidad. Me dijo que la falta de calificación del personal local no lo había hecho posible. En el encuentro con el gobernador, Salomón González Blanco, comenzamos a explicarle el sentido de nuestra visita: Promover la creación del Servicio de Empleo en el estado. Con un ges­to adusto nos interrumpió para decirnos: “Fui secretario del Trabajo du rant­ e dos sexenios y nunca permití que la Bolsa de Trabajo creciera, por­ que es un engaño para los trabajadores que, esperanzados se inscriben, pero nunca encuentran empleo. Se los digo, afirmó, para que sepan lo que pien­ so”. Parecía el momento adecuado para saludar e irnos. Pero, realmente, creíamos en la utilidad del instrumento que se estaba creando y recordé las reflexiones del taxista. En efecto señor gobernador, la vieja Bolsa de Traba­ jo no dio respues­tas. Pero, ¿cuántos chiapanecos encontraron trabajo en Itzantún? La Comisión Federal tiene un programa de aprovechamiento de la cuenca hídrica con alrededor de veinte represas similares. El Servicio de Empleo puede determinar los requerimientos de mano de obra y calificar a los trabajadores locales para que aprovechen las oportunidades que se van a crear en los próximos años. Chiapas se integró a la red. En Oaxaca, el gobernador era un general de gesto serio, que escuchaba sin parpadear las descripciones que le íbamos relatando. No daba señal al­ guna de asentimiento o interés. Dudábamos, incluso, si sólo estaría en apariencia atento, por deferencia a los visitantes. Cuando terminamos la exposición, comenzó a darnos un ejemplo de su estado para cada una de las propuestas que habíamos formulado. En Baja California Norte, nos recibie­ ron con notable amabilidad y el secretario de Trabajo nos invitó a comer en un hermoso restaurante antiguo construido con paredes de madera. A poco de iniciar la comida comenzó un temblor trepidatorio, los platos caían de las mesas y alacenas, las paredes crujían, la gente se agolpaba para salir por la única y estrecha puerta. Nos dijo: “no se muevan, dejen que pase el tem­ blor, salir ahora sería más riesgoso”. En efecto, al terminar, salimos a la calle y nos dijo, “disculpen si no los acompaño pero quiero ver si en mi casa está todo en orden”.

114 Dos partidas. Dos nostalgias

Una prueba empírica del aporte realizado la tuve varios años más tarde. En 1991, una experta italiana del Programa para el Desarrollo de los Refu­ giados en Centro América, me relató que el pnud la había contratado para formar parte de un equipo de evaluación de los proyectos de empleo reali­ zados en América, África y Asia cinco años después de terminados. El que hicimos en México recibió la mejor opinión, en particular porque como evidencia del reconocimiento del aporte realizado, durante su visita a Her­ mosillo, comprobaron que continuaban utilizando los instrumentos y crite­ rios que habíamos desarrollado en las reuniones técnicas regionales. En el plano familiar nos sentíamos realmente a gusto en el país, con la escue­la de mis hijos, en el club Mundet, donde habíamos ingresado por la presentación de Díez Canedo, la acogida de la gente, los nuevos amigos nos brindaban un afecto conmovedor. Los fines de semana tomábamos el auto y por la vieja carretera a Toluca íbamos al Valle del Silencio o De los Cone­ jos, pasamos días en Valle del Bravo, San Miguel Regla, Querétaro, Puebla y Teotihuacán. Una experiencia inolvidable el Día de Muertos en Mixquic que, en esa época era un pueblito distante, realmente aislado del D.F. Al llegar nos invitaron a visitar, en una casa, el altar de muertos que habían armado para su padre. Al anochecer nos propusieron acompañarlos al ce­ menterio. Para argentinos impregnados de la visión oscura y aterradora de la muerte, nos resultaba extraña esa convivencia con los panes de muertos o las calacas con versos en la frente, recordando lo efímero­ de la vida. La comunión respetuosa con que compartían la comida, sin la esencia absorbi­ da por el muertito, en un mantel extendido sobre la lápida del difunto, nos permitió asomarnos a una concepción diferente de la vida y de la muerte. Otro ejemplo revelador fue durante una visita a Teotihuacán. Había un vendedor de artesanías de malaquita con el cual comenzamos a conversar. Al escuchar el acento diferente, preguntó por nuestro origen y por la edad de nuestros hijos. Cuando por deferencia le pregunté cuántos hijos tenía, me dijo que siete, cinco vivos y dos en tierra. Resultó evidente que su cul­ tura no había sucumbido a la visión del conquistador, sino que se hundía en las raíces profundas de sus origines mesoamericanos. Esos mismos orígenes son la riqueza del sentido estético de la población. En Xochimilco comíamos en familia en una trajinera, cuando se acercó una mujer campesina ya anciana, en una canoa para ofrecernos fruta. La canasta

115 OSCAR TANGELSON en que nos las mostró era un prodigio estético de equilibrio de formas y colores. La madre de mi esposa, que nos acompañaba, era egresada del Ins­ tituto de Bellas­ Artes, e igualmente admirada le preguntó si había estudia­ do pintura. La respuesta de honesta ingenuidad fue no, “no sé leer”. México nos asombraba a cada paso. En un viaje a Pátzcuaro, decidimos seguir has­ ta Santa Clara del Cobre. Al llegar, la pequeña ciudad estaba cubierta de banderitas celestes y blancas. Qué amables, bromeamos entre nosotros, sa­ bían que veníamos y adornaron las calles con nuestra bandera. Se celebraba la fiesta de la Santa Patrona. Los artesanos habían llegado para exhibir sus artesanías en el museo del cobre. Posa platos y ánforas labradas, servilleteros y collares, todo nos parecía maravilloso. La limitación era el dinero. Cuando pregunté si aceptaban tarjeta de crédito la respuesta fue negativa. Casi re­ signado pregunté si podía ser con cheque, es de México, del D.F. Entonces sí, aceptaron. No lo podía creer, en un pueblo en la montaña, a kilómetros de casa, confiaban en nosotros. La diversidad de las artesanías de cada región nos seguía asombrando. La vajilla azul y blanca de Puebla, las de barro negro de Oaxaca donde conoci­ mos personalmente a la mítica Doña Rosa, los huipiles floridos de la cultu­ ra maya, palo fierro de Sonora, la hermosamente decorada vajilla de Tonalá, la orfebrería en plata de Taxco, y las máscaras y amates que periódicamente nos traía Don Pánfilo, campesino de la sierra de Guerrero. Entre ellas, un testimonio irrefutable de la extraordinaria cultura de los ancestros mexicanos. Un amate titulado, con letra vacilante por su autor, como: “Los doce tecolo­ titos de la primavera”. La escritura indica una instrucción elemental, pero la maravillosa estilización del dibujo, con alas desplegadas que parecen moverse en el viento, ponen de relieve la profundidad de su cultura. Reco­ rrer el país nos ponía a cada paso en contacto con las evidencias de que tal cultura no se limitaba a la dimensión­ artística. La precisión astronómica con que fueron construidas las escaleras de la Pirámide de Chichen Itzá quinien­ tos años antes de que Europa comenzara a refutar el geocentrismo de Pto­ lomeo. Después del juicio por herejía a Galileo, el conocimiento hidráulico del sistema de conductos de piedra para el agua en el quebrado suelo de la selva de Palenque, en el mismo tiempo que el hacinamiento y la falta de higiene pública facilitaba la propagación de la peste negra, que mató a casi un tercio de la población europea, son sólo dos ejemplos. A esa visión de la

116 Dos partidas. Dos nostalgias técnica, incorporamos la evidencia de la sabiduría y sensibilidad social y política. Cuando el pueblo maya, en su Popol Vuh, expresa que un buen gobierno es aquel que logra que todos se pongan de pie, que nadie quede atrás, ratifica desde la historia el principio de justicia que, invariablemente, enarbolan nuestros pueblos. La generosidad con la que México recibió a tantos sudamericanos nos permitió participar en el diseño de estudios, investigaciones, publicaciones y propuestas de políticas ocupacionales. En ese marco, un hecho que creo poco frecuente: al terminar el Plan de Empleo fuimos invitados los tres integrantes del proyecto a su presentación en Los Pinos ante el presidente y su gabinete. En 1980, organizamos en Cocoyoc un encuentro latinoame­ ricano sobre sistemas de empleo. Frente a la magnitud de recursos y perso­ nal con que contaba el Instituto del Empleo de Alemania, quien patrocinó el marco, los países de la región enfrentaban carencias de todo tipo. Pre­ sentamos el sistema mexicano como una forma de hacer compatibles nues­ tras necesidades y nuestros recursos. Estaba presente el comandante Wilox, de la reciente y triunfante revolución sandinista en Nicaragua. Por su pe­ dido al secretario de Trabajo y con el acuerdo de la oit, desarrollé durante un mes, una misión de cooperación técnica en Managua para el diseño y la creación del sistema de vinculación entre el empleo, la formación profesio­ nal y las acuciantes necesidades de recuperar la actividad económica, después de la devastación de la guerra civil y del terremoto que destruyó la ciudad. De regreso en México, iniciamos una investigación sobre el sector mar­ ginal urbano, que se había convertido en uno de los temas centrales de la problemática laboral en todos los países de la región. Su metodología más difundida, desarrollada por el Programa Regional de Empleo para América Latina y el Caribe (preal) de la oit, suponía el estudio del universo de pe­ queñas unidades de producción, identificadas a partir de registros adminis­ trativos. En este caso, en acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (inegi),10 di­señamos un formulario complementario como com­ ponente de la Encuesta Nacional de Hogares que nos permitió llegar di­ rectamente a los trabajadores informales y determinar que, en la realidad,

10 El inegi es un organismo público con autonomía técnica y de gestión, personalidad jurí­ dica y patrimonio propio, responsable de normar y coordinar el Sistema Nacional de In­ formación Estadística y Geográfica, así como de realizar los censos nacionales.

117 OSCAR TANGELSON podían formar parte también del plantel de personal de empresas más es­ tructuradas e, incluso, de organismos del Estado.11 En 1982, ante la partida al exterior de Benito Roitman, me hice cargo de la dirección del proyecto. Pronto debimos enfrentar, por una parte, otra experiencia de un cambio de sexenio. La modificación de todos los interlocutores y la memoria conteni­ da en todos los trabajos realizados que servían de puente y continuidad. Por otra, paralelamente, la crisis de la deuda que desconcertaba a la mayoría de los mexicanos, pero que nos parecía muy similar a la que habíamos enfren­ tado la mayoría de los sudamericanos. Pasar de una relación de 12.50 pesos por dólar, grabada en letras de bronce en la puerta del Banco de México, a una fluctuación incontrolable de la cotización de la divisa, conmovía la es­ tabilidad a la que estaban acostumbrados. Mientras tanto, en 1983, la Argentina iniciaba una nueva etapa demo­ crática. Después de la noche terrible de la dictadura y de la dolorosa guerra por las Malvinas, se abría la esperanza. Roberto Tomasini inició su regreso, convoca­do por el gobierno de Raúl Alfonsín. Pero la crisis de la deuda no era un hecho aislado. El inicio de las tratativas del Tratado de Libre Comer­ cio con Estados Unidos encendía una luz de alerta. ¿Cuál sería el efecto sobre el empleo de la apertura comercial entre dos países y, sobre todo, dos sociedades tan asimé­tricas? A poco de iniciar trabajos y estudios sobre el tema, fuimos advirtiendo que se inscribía en un fenómeno más amplio aún. El cambio de paradigma de una verdadera revolución industrial. En ese momento escribí un texto, que fue publicado luego en el número 13 de la revista Economía de América Latina ­publicada por el Centro de Investigación y Docencia Económicas (cide), de lo que constituiría, a partir de entonces, un eje de mis trabajos futuros: “Re­volución tecnológica y empleo”. Así fue como, a finales de 1984, organizamos un seminario sobre el tema, en la antigua Escuela de Medicina. Pudimos invitar a funcionarios públicos, académicos, empresarios y sindicalistas de Europa y América Latina. Todos quedaron asombrados por el que había sido, en la colo­nia, el Palacio de la Inquisición. En todo ese periodo no dejábamos de aprender, todos aquellos que estábamos trabajando en México pero no habíamos nacido en él, las

11 Se recomienda ver el anexo de la obra de Oscar Tangelson, en este número (pp. 259-262), con los reportes y artículos realizados en esos años desde México.

118 Dos partidas. Dos nostalgias dimensiones sutiles, diversas y complejas que caracterizan las ­culturas y la historia de un pueblo, o de varios pueblos en un territorio, debería decir. Un asociado del club del que éramos socios con mi familia era gerente de ventas de una empresa fabricante de licores. En el marco de la relación de confianza que habíamos establecido me comentó la dificultad de aceptar el carácter avasallador de los argentinos: “Invitan a una cena de negocios y se ponen a hablar del tema antes de comer la mantequilla, parecen gringos. Hay que ­esperar al café y, en muchos casos, a una segunda cena”. Otro aso­ ciado del Mundet, ingeniero en petróleo me comentaba de su relación cercana con el ex pre­sidente Luis Echeverría, el interés de éste por conocer la experiencia que estábamos realizando en materia de empleo y su propó­ sito de invitarme para conversar sobre estos asuntos personalmente. Ante la magnitud del personaje, me parecía poco probable semejante posibilidad, pero era rigurosamente cierto. Me propuso visitarlo en la Universidad del Tercer Mundo, que había construido en su residencia. Yo había conocido la visión casi mítica de los mexicanos respecto a sus presidentes. Compartir un desayuno con uno de los más ¿emblemáticos? parecía una valiosa opor­ tunidad de contacto con la historia reciente del país, con sus luces y sombras. Echeverría comentó su experiencia en China y las reflexiones que le merecía en el marco de su visión sobre el orden internacional y escuchó, con amable interés, las referencias al desarrollo de las diferentes regiones de México, a los ojos de un extranjero. Cuando supo de nuestra admiración y respeto por la capacidad cultural que se expresaba en las artesanías de cada región, se ausentó brevemente, para traerme como obsequio dos grandes publicaciones del arte popular mexicano que dedicó “a Martha y Oscar, por el amor que tienen por mi pueblo”. Llegó la prueba dolorosa del terremoto de 1985. Me encontraba en ese momento en República Dominicana dictando un curso de capacitación, cuando, por la noche, tomamos conocimiento de la magnitud de la tragedia. Al encender el televisor, la primera imagen fue la de la Secretaría del Tra­ bajo totalmente destruida. Lógicamente no había comunicación interna­ cional con México, no tenía forma de ponerme en contacto con mi familia y al recordar aquellas horas de angustia, parte de esa sensación vuelve a mi mente. Por fortu­na recordé que cuando había fenómenos de esa importan­ cia, mi padre que era radioaficionado, participaba de una red de información

119 OSCAR TANGELSON solidaria. Llamé al radio club dominicano y su presidente, un médico, me invitó a su casa para contactarnos. A las diez de la noche nos pusimos en la fila de quienes, desde todos los países, intentaban pedir información, por intermedio de los radioaficionados mexicanos. Si bien había caído la antena de la comunicación internacional, el sistema telefónico interno continuaba operando. Dejamos nuestro número y quedamos en una angustiante espe­ ra. Después de medianoche, por fin dijeron que la señora que atendió el 557 -1026, aseguró que todos están bien, ella y los niños. Entonces pude respirar algo más calmo. “Ahora podemos tomar algo”, me dijo mi amable anfitrión. Nunca pude agradecerle lo suficiente su actitud solidaria y tam­ poco supe el nombre del mexicano que brindó, de manera tan generosa y anónima, su esfuerzo y su ayuda. Durante casi un mes no pude entrar en mi oficina. Ubicada en la calle Lucas Alamán, en la colonia Obrera, estaba rodeada de edificios y talleres derrumbados­ con decenas de trabajadores y, especialmente, trabajadoras de la confección, atrapados por el siniestro. Como vivíamos frente a la Cruz Roja Mexicana, pudimos colaborar en el acopio y distribución de los me­ dicamentos que la población donaba y fuimos tomando idea de la dimen­ sión de la tragedia vivida. Paradojas de la vida, en 1986 vivimos la alegría del triunfo de la selección argen­tina ante Inglaterra en el Mundial de Fút­ bol. Junto a mis hijos, detrás del arco de Shilton, asistimos “a la mano de Dios” y al prodigio que fue bordando­ Maradona sobre el césped del para anotar su segundo gol.12 Obtenido el título, en la final contra Alemania, recorrimos Reforma y la Avenida Juárez con la bandera sobre el techo del auto, celebrando. Empero y en medio de cierta euforia, a la ma­ ñana siguiente del título inol­vidable de Argentina, recibimos la preocu­ pante noticia de la internación de mi madre en Buenos Aires. Todo parecía indicar que deberíamos iniciar el camino de regreso.

VUELTA A CASA. RENOVADA NOSTALGIA Nos despedimos de los amigos. Cerramos con nostalgia anticipada la casa que habitamos durante casi doce años. Los niños pequeños se habían con­

12 Véase un texto sobre Maradona y aquella consagración en México 1986 en el núm. 72 de Istor, de Fernando Segura M. Trejo, “: Los Mundiales y la política”.

120 Dos partidas. Dos nostalgias vertido en adolescentes. Llevamos con nosotros la experiencia y los afectos recogidos en esa etapa inolvidable. Muebles, artesanías, lámparas e innu­ merables publicaciones eran el testimonio material de la historia vivida. Todo ese bagaje continuó durante años convirtiendo mi hogar argentino, en el barrio de Saavedra, en la zona norte de la ciudad de Buenos Aires, en una casa típicamente mexicana, incluso con buganvilias llenando de color su frente, aunque “aquí”, en Argentina, le digamos flores de Santa Rita. Pero el inicio del retorno fue sumamente­ doloroso. Al mero día siguiente de aterrizar, falleció mi madre. Parecía haber esperado nuestro regreso, esas cosas que tiene la vida y que la convierten tantas veces en enigmas que el ser humano no siempre posee la capacidad para comprender ni digerir. Por otra parte, el regreso de muchos exiliados no había resultado sencillo. La reinserción al mundo laboral y social, adaptarse a las nuevas características de los barrios conocidos, la brecha y las mutuas desconfianzas y reclamos de los que se fueron y los que se quedaron durante los dolorosos años de la dic­ tadura, la incertidumbre de un país al que parecía difícil retomar su rum­ bo. En lo personal, tuve la fortuna de recuperar inmediatamente el vínculo de aquellos con los que había compartido la etapa anterior. El secretario de Industria y Comercio, amigo de la universidad, me había ofrecido que vol­ viera al país y me hiciera cargo de la coordinación del proyecto de asistencia a la industria­lización que financiaba el Banco Mundial. Durante ese año de 1987 comenzamos a organizar y poner en marcha el Centro de Estudios para la Renovación del Justicialismo como soporte técnico político de la aspira­ ción de recuperar la Gobernación de la Provincia de Buenos Aires con Antonio Cafiero como candidato, con quien había trabajado en la Caja de Ahorro y en el Gobierno de Mendoza. El eje de la campaña fue: “Gobernar es crear trabajo”. Mi función era diseñar el Instituto Provincial del Empleo y las políticas tendientes a dar respuesta a la grave situación de desempleo, para lo cual fue un valioso aporte la experiencia recogida en México. El triunfo electoral me permitió iniciar una etapa de casi siete años en que pudimos, junto a un grupo entusiasta y comprometido, vincular activamen­ te cuatro dimensiones que considero indispensables: “una sólida concepción técnica y académica, la coincidencia en una corriente ideológica y doctrina­ ria com­partida, la eficacia y honestidad de la gestión pública y una relación permanente con la realidad del territorio y sus características económicas,

121 OSCAR TANGELSON sociales y culturales”. Promovimos la firma de convenios para la creación de Direcciones­ de Producción y Trabajo en cada uno de los 127 municipios que, en esa época, conformaban la provincia. Como en México, realizamos reu­ niones técnicas regionales para capacitar a los responsables de cada unidad operativa y elaborar concertadamente los instrumentos y criterios para el desarrollo de dos programas centrales. Pequeñas unidades productivas que se fueron convirtiendo conceptualmente en microempresas e incubadoras de microempresas. Para ese propósito acordamos su financiamiento a través del Banco de la Provincia, apo­yamos estudios de mercado, promovimos un variado conjunto de formas de asociación flexible y el dictado por el gobier­ no de normas para su inclusión como proveedores del Estado. Programas intensivos de trabajo, como respuestas de emergencia a la crisis de la hiperinflación, también basados en la activa participación de los municipios mediante el financiamiento del costo de la mano de obra en pequeños proyectos de infraestructura, que contribuían a disminuir los niveles de dese­ mple­ o y, a la vez, daban respuesta a necesidades de las co­ munidades locales. En 1994, pasé a desempeñarme en la Subsecretaría de Minería de la Nación en momentos en que Argentina se incorporaba a la producción de minerales metalíferos.13 En esta actividad se conjuga, tam­ bién, una serie de dimensiones de política que enfrentan a toda América Latina a la necesidad de definir sólidas concepciones en cuanto a la sobera­ nía nacional sobre los recursos naturales, el impacto ambiental de las ex­ plotaciones, el diseño y la construcción de infraestructura, la posibilidad de agregar valor a las materias primas y propiciar, en las que habitualmen­ te son zonas deprimidas de nuestros países, el desarrollo de actividades complementarias y de servicios para superar las limitaciones de una mine­ ría de enclave. En 1996 recibí una propuesta que marcaría más de treinta años, hasta el presente, el momento en el que redacto estas líneas. Ana Jaramillo, a quien había conocido como consultora en México, había sido designada rectora organizadora de la Universidad Nacional de Lanús, en el conurbano sur cercano a la capital del país. Fue el punto de partida de una experiencia

13 Hay minerales metalíferos como el cobre, hierro, aluminio, manganeso, plomo, zinc, oro y plata, y minerales no metalíferos.

122 Dos partidas. Dos nostalgias apasionante. Superando las limitaciones que imponía la concentración de la educación superior en pocas universidades tradicionales, como las de Buenos Aires y La Plata, se proponía hacer accesible a jóvenes de las zonas populares el ejercicio de su derecho a la educación superior gratuita. Como varios de los convocados para el diseño del proyecto habíamos tenido trayectorias parecidas, fue pronto identificada como la universidad de los argenmex. Desde la redacción de los estatutos se concebía como una universidad urba­ na comprometida, lo que significaba que las carreras debían contribuir a dar respuesta a problemas de la sociedad. En segundo lugar, constituirla por departamentos para ser capaces de promover una real interdisciplina curricu­ lar y que las carreras que se diseñaban implicaran reales oportunidades de trabajo para los egresados porque, desde el principio, alrededor de 80 por ciento de los estudiantes eran universitarios de primera generación en sus familias. La otra definición medular fue la construcción de esta universidad en defensa de los derechos humanos y la conciencia de la patria grande, inclu­ yendo como parte de la formación el debate del pensamiento nacional y latinoame­ricano. Los primeros tiempos fueron difíciles. La universidad logró que el Sindicato de la Carne nos diera en comodato un viejo edificio que fue necesario reciclar y poco después, mediante el dictado de leyes del Con­ greso, el otorgamiento de terrenos que habían pertenecido a los Talleres del Ferrocarril. ­Antiguos galpones donde años antes se reparaban locomotoras, fueron convirtiéndose en espacios de enseñanza y de cultura. Creamos, en ese ámbito, el Departamento de Desarrollo Productivo y Trabajo, y comen­ zó el dictado de carreras de gestión de pequeñas y medianas empresas, ciencia y tecnología de los alimentos, gestión ambiental urbana y poco a poco, se fueron incorporando turismo, logística, sistemas y tecnología ferro­ viaria. El número de estudiantes crecía a un ritmo de 10 por ciento anual, lo que hacía difícil construir un edificio para salones de clase sin que al año siguiente fuera necesario uno nuevo. Los nombres que les fuimos asignan­ do son un reflejo de la forma de concebir la universidad. Mis palabras del 16 de agosto de 2001, en ocasión de poner nombre a los edificios de la uni­versidad: Raúl Scalabrini Ortiz, Rodolfo Puiggrós, Arturo Jauretche,­ Homero Manzi, Rodolfo Ortega Peña, Lisandro de la Torre, Manuel ­Ugarte, fueron estas:

123 OSCAR TANGELSON

Elegimos Pudimos elegir hombres de bronce. Inmaculadas e imperturbables ­esculturas. Ojos de piedra silenciosa. Imágenes de tiempo congelado. Pudimos llenar de palabras el vacío. De perfiles descriptivos y perfectos. Hipotéticas figuras sin defectos. Héroes o semidioses de leyenda. Majestuosos y distantes de la tierra. Poderosos, seguros, infalibles. Sin dudas, sin errores, sin pecados. Sin cansancio ni polvo del camino. Sin pasiones ni latidos. Elegimos, en cambio, otros valores. Seres humanos tangibles y concretos. Apasionados actores de la vida. Incorruptibles defensores de lo nuestro. Ejecutantes solidarios del nosotros. Comprometidos cultores del trabajo, De la acción, el pensamiento, la palabra. Agredidos por espadas e interesses. Ejemplos de un pueblo perseguido. De sangre de cordero derramada. Para ahogar la voz de las conciencias. Para impedir hablar al oprimido. O acallar las demandas de justicia. O corromper con dinero mal habido. Quisimos compartir lo construido. Con quienes nos trazaron el camino Entonando sus canciones, sus palabras. Cosechando sus voces, sus ­propuestas, Preñadas de ilusiones y esperanzas. De esfuerzo, de lucha y sacrificio. Vinieron de rumbos diferentes. Distintos sus espacios y herramientas. Diversos sus tiempos y partidos. Y el motivo de su lucha cotidiana. El tren, la carne, los derechos. El sur inundado de pobreza. La dolorosa evidencia de los hechos. El punto de reunión fue el objetivo. La dignidad de la patria mancillada. La reiterada entrega de lo nuestro. Las monedas de plata como precio. Elegimos a quienes eligieron. Justicia y libertad como banderas. Y vivieron sus vidas como ejemplo. Seres humanos, entrañables. Cotidianos, amantes, esforzados. Necesarios, como nunca, en este tiempo. No son nombres grabados en la piedra. Son presencia, son meta, son conciencia. Son prueba irrefutable que es ­posible superar las pequeñas mezquindades.

124 Dos partidas. Dos nostalgias

La resignada aceptación del ­pragmatismo. La falta de horizontes y proyectos. La monótona transmisión de lo sa­ bido. La apariencia formal de rebeldía. En defensa del interés corporativo. Están aquí, están presentes, están vivos. En tanto no perdamos la me­ moria. En tanto mantengamos encendidas sus antorchas a lo largo del camino. Es tiempo de recuerdos y promesas. Es síntesis de historia y de futuro.

Mientras tanto, la vida. Los hijos crecían, iniciaban y concluían sus propias carreras universitarias, mi esposa Martha desarrollaba un programa de promoción del comercio exterior para artesanos. El país se había embarca­ do en una concepción de política neoliberal con su secuela de concentración del ingreso, pobreza, desempleo y creciente endeudamiento. A finales de 2001 la situación hizo eclosión y nos precipitamos en la crisis y el default. En una semana tuvimos cinco presidentes. Fui designado entonces secre­ tario de Empleo y Formación Profesional con la responsabilidad, particu­ larmente, de diseñar y poner en marcha un programa con similares propósitos al que había desarrollado en la Provincia de Buenos Aires, con el ya señalado Programa de Innovación Tecnológica. La magnitud y pro­ fundidad de la crisis social determinaron que una de las primeras medidas adoptadas por el gobierno que tomara posesión a inicios de enero de 2002 fuera el dictado de disposiciones declarando la emergencia ocupacional nacional y la creación del Plan de Jefes de Hogar que disponía una asigna­ ción tendiente a garantizar un ingreso mínimo. Los elementos destacables resultaron en:

• Establecer una ayuda económica para desocupados con hijos menores. • Alcanzar a todo residente permanente sin discriminación por nacionalidad. • Promover la protección integral de la familia, estableciendo la educa­ ción y salud de los hijos como requisito. • Brindar cursos de capacitación para futura reinserción laboral. • Considerar la participación en el desarrollo de actividades productivas.

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• Instrumentar la descentralización operativa y la participación ciudada­ na mediante la creación de consejos consultivos.

Corresponde señalar los cuatro criterios de política explicitados en los con­ siderandos y en las normas señaladas. Por una parte, el reconocimiento como uno de los principales problemas que enfrenta el país, el carácter regresivo de la distribución del ingreso. Por otra, el valor reconocido por la sociedad ­argentina al trabajo, como ejercicio de un derecho y conjuntamente como cumplimiento de la responsabilidad de sus integrantes de participar en el esfuerzo de creación de riqueza y de satisfacción de necesidades prioritarias de la comunidad. En tercer lugar, el cumplimiento del mandato del artícu­ lo 75 inciso 22 de la Constitución Nacional por el cual se otorga rango constitucional a todos los tratados y convenciones sobre derechos humanos y en particular al Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de las Naciones Unidas, por el que se reconoce el derecho fami­ liar a la inclusión social. Finalmente, como ya se destacará, la naturaleza expresamente participativa del diseño institucional de aplicación del pro­ grama. El programa alcanzó a dos millones de beneficiarios, lo que implica un total de ocho millones de personas, considerando sus familias, que ob­ tuvieron un ingreso mínimo, durante lo más ­profundo de la crisis. Además de garantizar el acceso a necesidades básicas para la población más vulnera­ ble, implicó un aporte a la demanda dirigida al mercado interno ­permitiendo el inicio de la recuperación de pequeñas y medianas empresas que contaban con más de 50 por ciento de capacidad ociosa y, por lo tanto, el efecto inme­ diato sobre la producción, ya que no fue necesario esperar la ma­duración de proyectos de inversión nuevos, estos mismos surgidos de la urgencia estaban ya dando sus frutos. En septiembre de 2002, el ministro de Economía me propuso que me incorporara como secretario de Política Económica. Fue el inicio de una gestión que se extendió durante más de cinco años, en un ámbito institu­ cional y en circunstancias económicas y sociales de la Argentina que lo convirtieron en una oportunidad incomparable para una experiencia inno­ vadora. Sería imposible sintetizar el diseño e instrumentación del conjunto de políticas con las que enfrentamos la crisis económica y social tal vez más profunda de la Argentina y las vivencias de haber representado a mi país

126 Dos partidas. Dos nostalgias ante el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo, el Banco Centroamericano de Integración Económica y la Corporación Andina de Fomento. Para el lector interesado en esos aspectos quedan algunos testi­ monios escritos.14 Luego de cinco años, a inicios de 2008, volví a la Universidad Nacional de Lanús. Inicialmente como director del Departamento de Economía y luego del más reciente Instituto de Producción, Economía y Trabajo. Apli­ car los valores de compromiso de mi universidad, el eje organizador de los proyectos de investigación y las actividades de transferencia a la sociedad implican una modificación de la tradición individualista para enfatizar la utilidad social de los estudios que se realizan. Como una manifestación de esa vocación, el área tradicional de extensión universitaria se sustituyó por la de cooperación. Este cambio no fue de denominación sino de concepto. Por una parte implicaba abrir las puertas a las necesidades sociales y com­ prender que los investigadores que se vinculan con los actores sociales y económicos no sólo tienen la oportunidad de brindar la colaboración de sus conocimientos sino, también, la oportunidad de aprender de la capacidad innovadora y creativa que se genera en el mundo de la producción y el tra­ bajo. Hace pocos años, por invitación del Instituto de Economía de la unam, pude asistir a un encuentro en el que se debatía la vinculación de la univer­ sidad y el desarrollo nacional. Tuve así la oportunidad de recordar la pro­ puesta de Vasconcelos al ser designado rector que, seguramente en palabras más precisas, afirmaba que no llegaba para solucionar los problemas de la universidad sino para ver cómo la universidad podía contribuir al desarrollo del pueblo mexicano. Casi cien años después, el compromiso sigue siendo el mismo a lo largo de la patria grande. La oportunidad de reflexionar, es­ tudiar y elaborar propuestas me permitió incrementar el número y la varie­ dad de los escritos y publicaciones.15

14 Véanse, por ejemplo, “Crisis y recuperación argentina”, Revista Argentina de Sociología, año 8, núm. 15, 2011; “El caso de Argentina: Gobierno de Nestor Kirchner (mayo de 2003-di­ ciembre 2007)”, en Samuel Lichtensztejn (comp.), Nuevas políticas de izquierda en América Latina, Xalapa, Biblioteca Universidad Veracruzana, 2009, pp. 115-128, resultado de un seminario con expertos sobre el tema de cinco países de América Latina: Argentina, Brasil, Ecuador, México y Uruguay. 15 Un listado de los mismos se encuentra en el anexo (pp. 259-262); recomendamos ir en su busca, pues este número de Istor es un homenaje a la obra y vida de Oscar Tangelson.

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No es casual el título de estas líneas. Mexicanos y argentinos somos propensos a la melancolía, que se expresa en las manifestaciones más di­ fundidas de nuestros cancioneros: “México lindo y querido”, “Volver” y “Mi Buenos Aires querido” son reflejo de la música y la poesía en que florece nuestra nostalgia.

128 Entre Argentina y México, idas y retornos, muchos ejemplos de fútbol, una trayectoria

Fernando Segura M. Trejo* y Bruno Marioni**

Este artículo se propone tejer una historia de vida, la de Bruno Marioni, entre el fútbol profesional de Argentina y el de México en un contexto más amplio, aquel de decenas de jugadores y entrenadores que han transitado entre ambos países.1 Un flujo predominante de argentinos que desde hace décadas han llegado a suelo mexicano. Muchos han contribuido al crecimien­ to de su nivel, otros han pasado desapercibidos. De los que han triunfado, algunos se han radicado definitivamente, otros han regresado a Argentina. Otros tantos han hecho idas y vueltas permanentes, convirtiéndose así en auténticos argenmex. Por otro lado, un número de mexicanos, que se cuenta con los dedos de las manos, han ido a probar suerte al fútbol argentino. Más allá de las conquistas deportivas y los nombres que se mencionan, el mundo del fútbol es una esfera más donde se tejen desarraigos, adapta­ ciones,­ ajustes en la manera de ser y hablar, conflictos, rupturas e idealiza­ ciones nostálgicas. Para el caso de los futbolistas argentinos, desde tempranas

* Nació en México, pero vivió veinte años en Buenos Aires. Es doctor en sociología por la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de París. Profesor afiliado alcide e investi­ ga­dor visitante en la Universidad Federal de Goiás, Brasil. Realizó la maestría en Admi­ nistración y Políticas Públicas en el cide y la licenciatura en Economía franco-argentina en la Universidad del Salvador (Buenos Aires) y la Sorbona. ** Bruno Marioni fue jugador profesional de fútbol. Dio sus primeros pasos en el club Pa­ tronato de Paraná, de donde pasó a Newell’s Old Boy de Rosario. Jugó en el Sporting Lisboa, , Independiente de Avellaneda, Villarreal, Tenerife, Pumas unam, , así como otros clubes de México. Además, fue director técnico de Venados Mérida y Pumas. Bruno es, además, emprendedor de varios proyectos ligados a clínicas de fútbol. 1 Los autores agradecen al periodista Beto Murrieta por habernos puesto en contacto con gran gene­rosidad.

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­décadas del siglo xx se han exportado hacia los “mercados internacionales”, señalaba el antropólogo Eduardo Archetti.2 De acuerdo con su hipótesis, el fútbol fungió como un producto de calidad, al igual que ocurrió con el tan­ go y sus artistas. México, en cambio, no ha sido un país exportador de futbolistas hasta años muy recientes. Todavía hoy la tendencia es tibia comparada con Argentina, Uruguay, ni se diga Brasil. Ni siquiera alcanza los flujos de o Chile. Los mejores jugadores sudamericanos, con cierta relevancia en sus ligas o incluso en las categorías inferiores, aspiran hacia un tránsito que los lleve a Europa. En ese sentido, México ha funcio­ nado como un lugar “intermedio” entre el país de origen y las ligas europeas. México es un mercado que atrae, una estructura que ha crecido en las úl­ timas décadas y paga, además, muy buenos salarios. Esto, sumado al hecho de que algunos agentes tienen sus conexiones bien aceitadas y ganan “pe­ queñas” comisiones. Varias generaciones de argentinos, por varios motivos, han hecho de ­México su destino. Algunos de alto calibre que incluso son “vendidos” a Europa después de algunas buenas temporadas. Otros que pasaron por Europa y eligen México como­ siguiente paso o como punto final para reti­ rarse en su portafolio de op­cio­nes (o el que les ofrecen sus representantes). El fútbol mexicano en sus más altas categorías proporciona condiciones más “serenas” a la histeria mediática del periodismo deportivo argentino, el fanatismo con frecuencia agresivo de los aficionados, la deshonestidad de algunos dirigentes, sin pensar que en México­ estos perfiles son personas altruistas, sino dueños que buscan maximizar sus intereses y no dudan en dispensar jugadores, sin explicación alguna, cuando sienten que el jugador contratado ya no les sirve más. Pero, en definitiva y a pes­ar de estos matices: “México, para el jugador argentino es una especie de pa­raíso”, expresa Bruno Marioni.3 Esto quiere decir, entre otros factores, buenas instalaciones, correcto trato en general y sobre todo inicial en los clubes, calidez de los aficionados cuando el jugador se entrega, además de los buenos salarios, por supuesto.

2 Véase E. Archetti, Masculinidades. Fútbol, tango y polo en la Argentina, Buenos Aires, An­ tropofagia, 2003. 3 Testimonio recabado en la primera entrevista realizada entre los dos autores, el 23 de fe­ brero de 2019.

130 Entre Argentina y México, idas y retornos

Puede parecerle llamativo al lector, o quizá no, el hecho de que el primer encuentro entre los autores se desarrolló en un café de un centro comercial en la Ciudad de México. Ante la inquietud del entrevistador —cabría re­ cordar que hacía apenas unas semanas Bruno había sido nombrado director técnico de Pumas, el equipo de la Universidad Nacional Autónoma de Mé­ xico (unam)—, su respuesta fue: “No te preocupes, estamos en México, aquí no es como en Argentina”. En Argentina, en efecto, para un entrenador de alguno de los principales equipos nacionales, sería difícil poder tener un momento de tranquilidad en un café como un ciudadano “común y corrien­ te”. Claro está que México tiene sus problemas, sobre todo fuera del fútbol, que hacen que a veces la “opción” del país sea desconsiderada, o que algún jugador decida irse debido a la percepción de inseguridad y crimen. Vale mencionar, precisamente, que un entrenador argentino, Rubén Omar ­Romano, fue secuestrado en el año 2005.4 Ahora bien, dadas estas conside­ raciones, no existe ninguna historia de éxito completa. Eso, si llega a presen­ tarse, o es un invento de la prensa o de los imaginarios colectivos. Existen carreras,5 en las que el “éxito” es un momento, a veces la coronación de un campeonato o, para aquellos más “exitosos”, una serie de títulos. Otras veces puede ser un acto “heroico” en un partido, un gol decisivo, ayudar a un equipo a alcanzar una instancia determinada, o salvarse de la condena de un descenso. En fin, estamos hablando de ciclos, y como en toda trayectoria humana,6 diría el sociólogo Evereth Hughes, hay momentos de celebración y momentos de tristeza, fracasos y, nosotros agregamos, todo lo que no se ve detrás de cámaras y periódicos: sacrificios innumerables. La áspera etapa de formación por la cual los aspirantes en Argentina deben transitar no es un ambiente amigable. Este periodo es particularmente arduo, traumático para muchos, feliz para unos pocos. Consiste en una cadena de filtros que deben atravesar los candidatos mediante incesantes pruebas no sólo de ta­ lento, sino de carácter. Claro que dentro de este universo, algunos afortu­ nados encuentran maestros-guías, pero el clima ultracompetitivo deviene devorador de almas tiernas. Además, aquel jugador que llega al primer

4 El ideólogo del secuestro fue condenado a 31 años de cárcel, pero la sentencia llegó en 2019. 5 E. Hughes, The Sociological Eye. Selected Papers, New Brunswick, Transaction Books, 1971. 6 Sobre F. Segura y J. Williams: “One Hell of a Player: The Social Construction of the Early Career of Lionel Messi: Towards a Sociological Analysis”, Soccer & Society, 2019.

131 FERNANDO SEGURA M. TREJO Y BRUNO MARIONI equipo, sea de la primera, segunda o tercera división, se encuentra con ritos de pasaje muy complicados. Debutar en un equipo profesional no es fácil; es evidente que esto puede ser similar en otros países. En Argentina, en particular, existen entrenadores muy abocados a pro­ mover juveniles de forma “natural”, pues los clubes funcionan en su econo­ mía de base como exportadores. Talento que destaca puede generar dinero para muchas partes y venderse al exterior. No obstante, el joven debutante debe enfrentar la hostilidad del adversario, así como un público exigente e impaciente, sumando a la poca amabilidad de algunos compañeros. Esto es una realidad que en la mayoría de los casos se “vuelve” normal, como se podría explicar a partir de una lectura inspirada en el sociólogo Erving Goff­ man.7 Por lo tanto, el argentino que emigra tiene, en general, una predispo­ sición —si recurrimos ahora a la sociología de Pierre Bourdieu— para adaptarse a diferentes entornos. Por medio de la historia de un jugador en particular, Bruno Marioni, quien surgió en la primera división de Argentina como Bruno Giménez, veremos cómo fue su trayectoria entre Argentina, algún lapso europeo y México. Bruno creció con el apellido de su abuela paterna, hasta que un día su abuelo reconoció a su padre, cuando éste tenía ya cincuenta años: “El encuentro se dio en un campo. Ahí se juntaron mi padre y mi abuelo, a quien yo no conocía”. En homenaje al sentimiento, Bruno adoptó el apelli­ do de Marioni. En este sentido, trataremos de navegar por las circunstancias que lo llevaron a México, cómo se consagró en los Pumas de la unam, cómo siguió entre la liga mexicana y el fútbol argentino, sus idas y retornos, el desarraigo y el arraigo oscilantes, ambivalentes y permanentes. Este texto no trata únicamente de fútbol, sino de una historia, como las demás que aparecen en este número. Los choques y los aprendizajes culturales, todo aquello que se teje detrás del teatro de actuación. En el fútbol, esto implica los vestidores, los pasillos, los cambios en las conducciones técnicas, las decisiones sin piedad de dueños de clubes, pero también la calle, las viven­ cias en el día a día, lo cotidiano, como lo expresaría Michel de Certeau.8 Cada historia es singular y toda bifurcación que se le presenta a un ser

7 Véase E. Goffman, The Presentation of the Self in Everyday Life, Chicago, Anchor Books, 1959. 8 M. De Certeau, L’invention du quotidien, París, Gallimard, 1990.

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­hu ­mano es única. Pero como también lo recuerda Pierre Michel Menger,9 los ámbitos profesionales comparten rasgos comunes que pueden develar patrones y tendencias. Así, antes de entrar en la historia de Bruno, repasemos algunas referencias de jugadores y entrenadores argentinos que han ­ do épocas y abierto paso.

EL HISTÓRICO TRÁNSITO DE FUTBOLISTAS ENTRE ARGENTINA Y MÉXICO La lista de argentinos en México es muy larga.10 Queremos solamente des­ tacar una variedad de perfiles, como, por ejemplo y para empezar, el de . Nacido en Senigallia, Italia, en 1906, emigró a Argentina a una temprana edad y se nacionalizó argentino. En 1930, sumado a un éxodo de argentinos a Italia, algunos de los cuales fueron campeones con aquella selección en 1934, pasó a la Juventus de Turín. Se retiró luego en 1936 en River Plate en Argentina y a partir de allí desarrolló una carrera como entrenador. Varias son las particularidades de Renato Cesarini, pues fue director técnico junto con de la famosa Máquina de River que llegó a ganar diez títulos entre 1941 y 1947. Para algunos, in­ cluso, éste fue uno de los mejores equipos en la historia del fútbol mundial.11 Renato Cesarini se dedicó luego a la formación de jugadores. Fue así como su especialidad lo llevó hacia el club de fútbol de la unam entre 1962 y 1964. Por lo tanto, contribuyó en gran medida a la estructuración del re­ conocido centro de fuerzas básicas. Precisamente, uno de los jugadores de la delantera de aquella Máquina, José Moreno, viene también a colación. Si bien dejamos al lector la curiosidad de estudiar con minuciosidad la histo­ ria de tremendo jugador, resulta que Moreno partió hacia México en 1944 para integrar el Club España a raíz de una huelga de jugadores en Argenti­ na. Moreno volvió a River en 1946 y le quedó el apodo del Charro. El fútbol mexicano fue alimentándose, poco a poco, de jugadores argen­ tinos. Ya para 1978, cuando Argentina fue campeón mundial, Daniel Saita llegó al suelo mexicano proveniente de . Al año siguiente, nueve argentinos aterrizaron, entre ellos , tercer arquero

9 P.M. Menger, Le Travail Créateur, París, Gallimard, 2009. 10 No se trata aquí de hacer un recuento exhaustivo. Ese trabajo lo dejamos para alguna tesis o para otro artículo. 11 S. Levinsky, “El río como el hilo conductor del fútbol más bello”, Istor, núm. 72, 2018.

133 FERNANDO SEGURA M. TREJO Y BRUNO MARIONI de la selección. Héctor Miguel Zelada, de Rosario Central, pasó al América, donde se convirtió en leyenda y fue el tercer arquero de Argentina en el Mundial de México 1986. El director técnico Carlos Salvador Bilardo, ade­ más de reconocerle su talento, quiso tener en su elenco a alguien que cono­ ciera las costumbres mexicanas: la comida, los hábitos, la prensa deportiva y el público en general. Sumado al arribo de jugadores, la contratación de técnicos argentinos ha nu­trido también el paisaje. Los ejemplos abundan. En 1991, Cesar Luis Meno­tti se hizo cargo de la Selección Mexicana, el Tri, y aunque sólo se mantuvo durante un año y medio, elevó a jugadores como El Beto García Aspe, y . Vale recordar también al joven , quien fue campeón con el Newell’s Old Boys de Rosario. Entre los jugadores que promovió en su época figuraban Mauricio Pochetti­ no y dos que más adelante tendrían relación con México, Norberto Scoponi y Gerardo, el Tata, Martino —Bruno Marioni los encontraría precisamente en sus primeros pasos profesionales—. Con el éxito conseguido, Bielsa fue contratado por el Atlas de Guadalajara. En su primer año hizo probar a miles de futbolistas, en rondas en las que reclutó a , Pável Pardo, Oswaldo Sánchez y Rafael Márquez. Si de entrenadores con pasado de selección se trata, además de Menotti, Bielsa y el Tata Martino, es me­ nester recordar a José Néstor Pékerman, quien después de su ciclo mundia­ lista con Argentina en Alemania 2016 dirigió al Toluca curiosamente en reemplazo de otro argentino, el Tolo Gallego. Dentro de estas trayectorias, la de La Volpe es ilustrativa de un argentino convertido en entrenador mexicano, sus vueltas por clubes mexicanos lo llevaron a la Selección de México, después a más de un equipo en Argentina, y posteriormente a re­ gresar a tierras mexicanas. Pero no nos confundamos, detrás de cada caso además de las reales y aparentes conquistas, se tejen dramas, readaptaciones, disputas, entramados que pasan del éxito abrumador a la condena del entorno futbolístico de un momento a otro, sumado esto a los diferentes códigos culturales que existen entre diferentes países y sus ambientes profesionales según sea el ejemplo. No obstante, la llegada de argentinos y la hibridación de identidades se convirtieron en una faceta recurrente en el fútbol mexicano. Esto ha envuel­ to muchos elementos que debemos desmenuzar y entraremos en ellos a

134 Entre Argentina y México, idas y retornos través de Bruno Marioni. Permítasenos, antes, mencionar otros casos repre­ sentativos de argenmex. Uno destacado es el Turco , surgido en el club porteño de Huracán. Años más tarde recaería en el To­ros Neza. El Turco pasó por varios equipos como jugador, luego dirigió varios­ equipos en México y algunos en Argentina con diferente suerte. Las más sig­ nificativas fueron, quizá, la conquista de la con Indepen­ diente de Avellaneda en 2010 y el título, inédito, para el Xolos de Tijuana. Si de lazos emotivos se tratan también estas uniones, debemos mencionar a Julio Alberto Zamora, quien comenzó su carrera en Newell’s Old Boys de Rosario y jugó con el entre 1993 y 1996. En 2017, muchos años después, Zamora tuvo una serie de episodios trágicos cuando entrenaba al club Potosí en Bolivia, con múltiples infartos cerebrales. En 2019, el Cruz Azul decidió ayudarlo y ofrecerle un tratamiento en México, una muestra de generosidad poco común en este ambiente. La lista de jugadores y entrenadores argentinos exigiría páginas y páginas, anécdotas, historias conmovedoras, otras aterradoras. Nombres abundan. El flu­jo incluye a , Ángel Comizzo, , Jorge Alberto Co ­mas, Matute Morales, Walter Gaitán o el Hachita Ludueña. Debemos agregar por supuesto, entre muchos otros, a Daniel el Ruso Brailovsky, convertido en periodista. La naturalización de algunos argentinos ha lleva­ do incluso a varios a la Selección del Tri. fue mundialista en Corea y Japón 2002. Después vino , convocado a los Mundiales de 2006 y 2010. Ante las reticencias que sus convocatorias pro­ vocaban en los medios de comunicación,­ declaró en una oportunidad “ser cien por ciento mexicano”. El Chaco­ Christian Giménez también transitó en importantes clubles de los dos paí­ses y estuvo presente en convocatorias de ambas selecciones. En Argentina fue llamado por la selección que dirigía Maradona, aunque no jugó; pero sí lo hi­zo para México más tarde. Cuando fue consultado sobre lo qué significaba sen­tirse mexicano, respondió: “Que tus hijos hayan nacido en México, amar a Mé­xico y querer vivir aquí”. ­Matías Vuoso también jugó la Copa América 2015. Esta lista incluye a y Damián Álvarez, como otros que no han “so­nado” en la prensa. Por otra parte, están los jugadores mundialistas de la Selección­ Argentina que han jugado en México, como Ruggeri y el Piojo López en diferentes etapas de sus carreras, o la cercana incorporación de Maximiliano Mezza al Monterrey.

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En estos cruces futbolísticos entre Argentina y México, jugadores argentinos que militan en México han sido convocados en recientes oca­siones a la se­ lección de su país de origen. Caso contrario, alguno podría haber­ jugado para el Tri. Lo que es un hecho es que México ha adquirido en sus terrenos una familiaridad con el acento argentino de jugadores, entrenadores, pre­ paradores físicos y auxiliares. Esto se ha trasladado también y por diversas razones hacia las tribunas en los estadios.12 Otro hecho resonante ocurrió en septiembre de 2018, cuando Diego Armando Maradona llegó como direc­ tor técnico a los Dorados de Culiacán. Un aterrizaje que produjo mucho revuelo y más de algún ataque de periodistas. “¿Cómo Maradona, alguien con pasado ‘oscuro’,­ podía osar ocupar el lugar de algún nacional mejor preparado?” Algu­nos de sus severos críticos reconocieron que se habían apresurado a juzgarlo cuando Maradona alcanzó dos finales en dos tempo­ radas. Otros siguieron enoja­ dos­ cuando dejó el país por razones de salud. Ahora bien, ¿dónde y cómo se ubica­ la historia de Bruno Marioni dentro de esta gama de perfiles? A partir de aquí proponemos un recuento, en parte narrado por las palabras del protagonista,­ en parte comentado por ambos autores. Sus actuaciones en la cancha pueden encontrarse en youtube, pero pasemos a sus transiciones entre sus dos países.

LA INFANCIA DE BRUNO EN PARANÁ Y SUS PRIMEROS PASOS Bruno Marioni nació el 15 de junio de 1975 en San Nicolás, Provincia de Buenos Aires. Su padre era camionero de profesión, su mamá ama de casa: “Como muchos niños en Argentina, conocí el fútbol gracias a mi papá, quien apenas comencé a caminar me puso un balón en los pies”. Bruno era hijo único en aquel momento y a los cinco años de edad su familia se mudó a la ciudad de Paraná, capital de la provincia de Entre Ríos. Años más tarde nacería su hermana. En cuanto a sus primeros pasos en los circuitos futbo­ lísticos rememora: “A los seis años empecé a entrenar en la escuelita del club Patronato. Este club ascendió a la primera división de Argentina en el año 2016. Cuando era chico ya era un club muy importante en la Provincia”. Su infancia fue tranquila, entre su familia, la escuela y los entrenamientos:

12 F. Segura M. Trejo, “Ritualización y mercantilización de la violencia en el fútbol”, docu­ mento de trabajo dap núm. 267, 2013, cide.

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Tengo el orgullo de haber nacido en una familia muy humilde […] no podría decir que me haya faltado alguna vez la comida, ni tampoco ropa, pero estábamos lejos de los lujos o comodidad […] aunque tuve una infancia muy feliz. A los trece años tuve mi primer trabajo. Mi tío me invitó a su mercadito, pensé que con lo que ganara iba a poder comprar esos botines (botas o zapatos) de fútbol que tanto quería. Por las mañanas me subía a mi bicicleta, iba a la escuela, cuando salía iba a mi casa a comer algo, y a las tres de la tarde llegaba al negocio de mi tío Eduardo y mi tía Lili, don­ de alternaba entre la limpieza de los estantes y atender la fiambrería. A las 7:30 de la tarde, nuevamente la bicicleta y al entrenamiento, a hacer eso que estaba esperan­ do, jugar al fútbol.

Como todo oficio, dice el sociólogo Howard Becker, los gajes del mismo se aprenden con años de práctica y con la evaluación de expertos en el área. “Mis años en Patronato fueron de muchos triunfos, teníamos un equipazo, claro que no era el mejor, recuerdo que tenía compañeros muy buenos, siempre hacían más goles. A los catorce años comenzamos a jugar los ­domingos a las nueve de la mañana”. Pero fue en esa etapa, en medio de la adolescencia, cuando las decisiones y las acciones que los jóvenes toman repercuten directamente en su filtro hacia el alto rendimiento: “Recuerdo que los sábados me acostaba como máximo a las diez de la noche. Me levan­ taba con una emoción increíble. Hasta que un día empezamos a perder. Ya no jugábamos tan bien ni ganábamos tanto. No lo entendía, si creía que éramos los mejores, ¿qué estaba pasando?” Bruno, al igual que aquellos que toman la determinación de una disciplina temprana acorde con las aspira­ ciones a futuro, percibió algunas diferencias: “Comencé a darme cuenta de que algunos de mis amigos venían con olor a cigarrillo y contaban las his­ torias que habían tenido en la noche. Ahí entendí por qué perdíamos los partidos […] no podía creer que les gustara más salir a bailar que descansar para jugar un partido. Claro, con los años comprendí por qué fui el único de aquella camada que llegó a jugar profesionalmente”. Auna­do a esto, tuvo un incidente con su entrenador a los catorce años: tiró la ­pechera y salió repleto de rabia, pues este último daba preferencia a su hijo sobre él. Su padre le propuso cambiar de club, y fue a Belgrano, en la misma ciudad, donde se entrenaba con el primer equipo (es decir, con chicos cuatro o cin­ co años mayores que él). Al poco tiempo, el famoso club de Newell’s Old Boys, de mucho renombre por su trabajo de reclutar jóvenes y formarlos

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—un aspecto que Marcelo Bielsa reforzó con intensidad a finales de la dé­ cada de 1980— realizó una prueba en Paraná, organizada por el Beto Bai­ gorria, amigo del padre de Bruno, a quien le preguntó si su hijo podía probarse. Como la rueda era para una categoría mayor, le dijeron que trata­ rían de ponerlo unos minutos. La oportunidad se presentó: “En esos diez minutos me fue bien. Sobre el final se acercó Jorge Bernardo Griffa, director general de las divisiones inferiores y preguntó en el vestuario quién era Bruno Giménez. Estaba en el piso y se me acercó. Me dijo: ‘Muy bien pibe, estás citado para una prueba en Newell’s’”.

SU PASO AL ÁMBITO PROFESIONAL: NEWELL’S OLD BOYS Así partió Bruno unas semanas después a la ciudad de Rosario junto con cuatro jóvenes más. Es curioso que entre ellos estaba Victor Müller, quien luego fue jugador de Colón de Santa Fe y también pasó un tiempo en Pumas de la unam. Ahora bien, Bruno recuerda esa experiencia de la siguiente manera, que según los términos sociológicos Pierre Michel Menger13 se consideraría como una ronda evaluativa de talento: “Otra vez me pusieron diez minutos, estaba haciendo las cosas muy bien, pero en un choque el arquero contrario cayó sobre mí y me lastimó la rodilla. Me produjo un esguince”. Ante las lágrimas, Griffa le preguntó por qué lloraba, si era por el dolor: “Señor Griffa, lloro porque perdí la posibilidad de quedarme”. En un lenguaje propio del fútbol de base, el director le dio la mano, lo levantó y le dijo: “Flaco, quedate tranquilo, con los diez minutos que vi en Paraná y con estos, me alcanza para saber que el próximo año tenés que estar en Newell’s”. De esa cantera salieron jugadores como , el Tata Martino, , Mauricio Pochettino, , la lista incluye también a Maxi Rodríguez, entre muchos otros. Ahora bien, cuan­ do el momento de mudarse a Rosario llegó, hubo que tomar la decisión de separarse de la familia e ir a vivir a la pensión del club. Cuan­do estaba partien­ do su mamá le dijo:

Bruno, no te quiero cortar tu ilusión de jugar al fútbol, pero te voy a pedir dos cosas como condición. La primera es que me des el gusto de terminar el secundario,

13 P.M. Menger, op. cit.

138 Entre Argentina y México, idas y retornos le dije: “Ok, mami, lo voy a terminar”. Y el segundo pedido es que te acuerdes de una palabra, que si la tienes presente el resto de tu vida vas a llegar a cumplir todos tus sueños, pero si la olvidas puedes caer hasta lo más profundo […]. La miré y le pregunté, “¿qué palabra?” Ella me dijo: “Esa palabra es humildad, hijo. No la ol­ vides nunca, nunca olvides dónde te criaste, tus orígenes; eso te ayudará a llegar a tus objetivos”. Nos dimos un abrazo y lloramos juntos.

En Newell’s, Bruno Marioni vivió en la pensión: “Durante esos años viví en la Casa Club, donde estábamos dieciséis pibes [chavos] con las mismas ilusiones de llegar a ser jugadores profesionales. Nuestras familias estaban a muchos kilómetros de distancia, pero eso hacía que nos uniéramos. Apren­ dí mucho, a cocinar, planchar, barrer, hasta coser. Esos momentos fueron los que me dieron las herramientas necesarias para toda la vida”. Fue así como perseveró en las etapas formativas hasta llegar al denominado equipo de reserva, aunque alternó­ entre subidas y bajadas entre la cuarta división y el primer equipo. “Al poco tiem­po, el entrenador Raúl Donsanti, alias Ta­ tín, me dio la posibilidad de subir­ y debutar con el primer equipo”. Esta historia tuvo un efecto varios años después. Cuando Bruno vivía en Guada­ lajara, ya retirado, encontró a ­Donsanti buscando trabajo: “Recuerdo que presenté a Tatín con el dueño de Tigrillos, un equipo de Los Mochis, en Sinaloa. Lo contrataron y estuvo ahí dos o tres años”. En cuando al debut, éste se dio en 1995: “Tuve dos torneos en los que alternaba, a veces jugaba, a veces estaba en el banco de suplentes. Con Ro­ berto Puppo y José Yudica como entrenadores tuve un largo año de adap­ tación. Luego llegó en 1996”. Con el cambio de conducción, Bruno Marioni comenzó a ocupar el puesto de titular. Diego, aficionado de Newell’s, hoy investigador del Conicet,14 rememora: “En aquellos años de 1995 o 1996 recuerdo algunos partidos por la noche, durante la semana. Había un pibe nuevo. Se llamaba Bruno Giménez, era un delantero, tenía llegada, buen manejo y hacía goles. En la tribuna se hablaba mucho de él. Pero como todo joven, era puesto a prueba por los hinchas”. Algo de lo que la introducción del texto anticipaba y que Diego ilustra crudamente:

14 Diego Roldán, consultado por el primer autor de este texto sobre su recuerdo de aquel joven Bruno Giménez.

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En uno de esos partidos, creo que era contra Estudiantes de la Plata, Bruno había errado una cantidad de goles. Estaba con mi padre en el estadio esa noche. Me acuerdo que había un hincha [aficionado] que estaba muy enojado. Cuando la ju­ gada no terminaba en gol, comenzaba a increparlo cada vez con mayor dureza, con ese rigor desproporcionado que, a veces, le aplican los hinchas a los jugadores. El partido continuó sin grandes sobresaltos. En un momento, casi sobre el final, llegó un centro al área, Bruno conectó la pelota y convirtió el tanto decisivo. Todos gritamos el gol y nos abrazamos. Pero en medio de esa euforia, recuerdo claramen­ te a un muchacho joven que se le puso enfrente al hincha que había estado insul­ tándolo y con su dedo sobre la boca le gritaba: ¡vos no lo gritas, vos no lo podés gritar! A jugadores como ese pibe no se los insulta, porque no sabés cuándo te pueden salvar un partido.

Su desempeño prometedor y su proyección no tardaron en llamar la atención de visores internacionales. Así de joven, después de dos temporadas en la primera división, fue vendido al Sporting Lisboa y tomó el avión hacia Portugal. Una tendencia que comenzaba a acelerarse en Argentina desde hacía algunos años.

SUS TRÁNSITOS ENTRE PORTUGAL, ARGENTINA Y ESPAÑA Su paso por Portugal no fue como lo esperaba, varias circunstancias hicie­ ron que la etapa fuera más difícil de lo que imaginada. “Cuando llegué a Portugal me sentí muy solo en mis primeros días. Luego me fui haciendo amigo de algunos brasileños, con quien pasé mucho tiempo, sobre todo con Leandro Machado y Carlos Miguel, también hice amistad con el para­ guayo César Ramírez”. Esas amistades le dieron cierta contención emocio­ nal, pero la tentación de salir en la noche terminó por seducirlo. Algo que en el fútbol, tarde o temprano, el ambiente lo cobra: “Llegué como figura con apenas 22 años recién cumplidos, de cinco pesos por mes pasé a ganar 50 para dar una escala del aumento, me compré un Mercedes Benz desca­ potable, fui a vivir a un departamento frente al mar”. Después de una serie de salidas nocturnas fue llamado por el club y le indicaron exactamente dónde y en qué horarios había estado. La adaptación no se hacía fácil: “El idioma me costaba mucho, además el capitán del equipo, quien hablaba español, me dijo que solamente se dirigiría a mí en portugués”. Los entre­ namientos también le resultaban demasiado exigentes, más duros que en

140 Entre Argentina y México, idas y retornos

Argentina en la parte física. A los seis meses, con la llegada de otro entre­ nador, , argentino nacionalizado chileno empezó a jugar más: “Además me hablaba en castellano. Fue una lástima que su estadía durase tan poco tiempo. Cuando se fue, las cosas se fueron complicando”. Si bien llegó el portugués Carlos Manuel, quien confió en Bruno para entrar de titular en muchos partidos, los resultados no acompañaron y el entre­ nador fue cesado. Demasiados cambios para la estabilidad de un equipo. En la temporada de 1998 arribó el croata Mirko Jozic: “Para mi fortuna llegaron varios argentinos, Aldo Duscher, el Gringo Heinze y Facundo Quiroga. Los tuve tres meses de compañeros, realmente creamos un víncu­ lo muy sólido, pero los resultados en la cancha seguían sin convencer a la afición”.­ Fue en ese momento cuando por su carácter impulsivo tuvo un cho ­que, de esos que pueden ser correctos desde el punto de vista del juga­ dor, pero los clubes europeos no perdonan: “Después de una derrota, salí a dar la cara a la afición, la cual no paraba de increparnos. Me dije a mí­ mismo que no tenía nada que esconder y no tenía por qué salir por otra puerta como­ habían hecho otros compañeros. Discutí en un tono fuerte, pero que yo consideraba franco”. A partir de aquel incidente, el técnico decidió apartarlo del equipo: “Sin poder jugar, tomé la decisión de regresar a mi país”. El presidente de Estu­ diantes, Egardo Valente, abrió la posibilidad de integrar el equipo coman­ dado por Patricio Hernández: “Llegué a un equipo que tenía muy buenos jugadores, el Tecla Farías, Luciano Galleti, quienes se proyectaban para las selecciones nacionales.­ Fueron increíbles los meses que pasé ahí. Me sentí como en una familia”. Pero el fútbol no lo es todo. Si bien fueron seis meses de buenas actuaciones, Bruno reconoce la crisis de pareja aquel año: “La inestabilidad estaba vol­viéndome a afectar, pude salir de la situación porque no bajé los brazos en los entrenamientos y menos en los partidos, lo cual hizo que Independiente de Avellaneda se fijara en mí”. Dada la situación, no dudó en aceptar el cambio para romper su crisis personal. En esta transición co­ noció a su actual esposa, Gisela Giroto: “Mi mujer me ayudó mucho a enfo­ carme, a centrarme, las cosas comenzaron a tener estabilidad en todos los planos”. En Independiente fue el segundo goleador del torneo, su equipo quedó detrás del campeón, River Plate. En 2000 fue trans­ferido al Villarreal de España, un equipo que iba por un camino ­ascendente:

141 FERNANDO SEGURA M. TREJO Y BRUNO MARIONI

Cuando llegué a Villarreal, equipo que acababa de ascender a primera división, me recibió Horacio García, el director deportivo. Cuando me saludó me di cuenta que era argentino. Lo primero que hizo fue preguntarme: “¿no te acordás de mí?” Le respondí: “No, ¿quién sos?” Me miró y me dijo: “Hace muchos años, fui a Argenti­ na a ver unos partidos de divisiones inferiores, después de uno, hablé con un flaqui­ to de dieciséis años que corría para todos lados y que había hecho dos goles […] y le prometí que algún día lo iba a llevar a España a jugar”. Me dio la mano y me dijo: “Acabo de cumplir mi promesa”. Sin entrar en más detalles sobre esta etapa, Bruno pasó al Tenerife, que estaba en la segunda división y jugó cuatro partidos y su equipo logró el ascenso. Ahí jugó un año, marcó diez goles, pero el conjunto no tuvo un buen desempeño y descendieron. El único consuelo fue, quizá, haber marcado un gol contra el ar­chirrival, Las Palmas, equipo que también bajó de categoría al perder el clásico canario. Sin embargo, luego de la caída: “mi contrato era demasiado alto para la economía del club. Buscamos con mi agente una salida y retorné a Independiente por cuatro meses, hasta que surgió la gran posibilidad de mi carrera, venir a México”. Vamos precisamente a esta historia, dentro y fuera de las canchas de fútbol.

LA ADAPTACIÓN Y CONSAGRACIÓN EN MÉXICO La llegada de Marioni a México ilustra el vértigo con el que pueden ocurrir movimientos para jugadores cuya reputación se encuentra en ascenso. Es­ tando en sus vacaciones familiares en Estados Unidos decidieron tomar un crucero, al cual subieron el 28 de diciembre de 2003. Ya a bordo, recibió un llamado de su representante indicándole que había una posibilidad muy sólida de ir en préstamo a Pumas, pero que había que firmar lo antes posible: “Bajé del barco en la ciudad de Panamá y mi mujer se tuvo que quedar con el resto del grupo”. De Panamá voló a México: “La primera noche casi no pude dormir, estaba escondido en el hotel, me dolía mucho la cabeza, tal vez por la altura de la ciudad y por la decisión que estaba tomando”, cierta­ mente también la contaminación de la ciudad debió afectar, pues diciembre y enero son meses en los que llueve poco, hace frío y los niveles de polución pueden subir considerablemente. Después de pasar las pruebas médicas y firmar el contrato, el club lo llamó para una pretemporada. Se unió al equi­ po que comandaba Hugo Sánchez en Acapulco: “Bajar a la playa me hizo

142 Entre Argentina y México, idas y retornos bien, el grupo me recibió con mucha cordialidad y el entrenador llegó a decir que con mi llegada ya teníamos todo para ser campeones”. Desde los primeros partidos su juego y sus goles ayudaron. Eso siempre crea una confianza en los delanteros, pero notó diferencias no sólo con el fútbol argentino, sino con el español, plazas donde al jugador que llega se le mira de reojo, con la sospecha de que tal vez no merece estar ahí hasta que demuestre lo contrario: “En México me sentí muy bien recibido y para mi fortuna empecé a hacer goles con frecuencia, con lo cual el cariño del públi­ co era como un romance que me permitía sentirme pleno en mi profesión”. Ahora, no olvidemos que en el mundo del fútbol, en cualquier país, delan­ tero que hace goles es apreciado y si hilamos un poco más fino, podemos decir que es adulado. Pero el hecho de que su mujer se sintiera bien, lo ayudó en gran medida: “Mi mujer siempre fue una persona de adaptación rápida. Se hizo amiga de otras esposas de mis compañeros, como la de los brasileños Leandro Augusto y Ailton da Silva y también de la mujer de Joaquín del Olmo. Ellas mismas hicieron su grupo. Además, a México llegamos con nuestra hija, Giuliana”. Esa primera etapa Bruno la describe de esa forma:

En el plano futbolístico fue espectacular, fuimos campeones, para mí por primera vez en mi carrera y fui goleador del torneo. Sin embargo, sufrí mucho por unos problemas de lesiones. A partir de la mitad del torneo comencé con los dolores de rodilla. Ya tenía en mi haber dos operaciones por desgaste de cartílago. Entonces entrenaba la mitad del tiempo de mis compañeros y la otra mitad estaba en rehabi­ litación. Esto quiere decir que la mayoría de los partidos los jugaba infiltrado.15 Cuando pasaba el efecto de la anestesia, el dolor era terrible. Pero fue un semestre maravilloso en todos los planos.

En efecto, la vida no es ningún cuento de hadas, puede haber momentos de felicidad soñados, como el descrito primer semestre de 2004, el cual le hacía suponer que Pumas compraría su pase al Tenerife. Pero el entrenador, Hugo Sánchez, decidió que no era conveniente, aduciendo que el jugador acarreaba muchas lesiones. Las urgencias de los entrenadores y sus decisiones

15 En el mundo del fútbol se conoce con esa palabra cuando los jugadores son inyectados para amortiguar el dolor y poder jugar.

143 FERNANDO SEGURA M. TREJO Y BRUNO MARIONI a veces son duras para los jugadores. Bruno siente que podría haberse que­ dado, operarse, y en dos meses estar al cien por ciento. Regresó decepciona­ do al Tenerife, donde le dijeron que no podían pagarle su salario y por lo tanto no lo inscribirían en la liga. Fue ahí, con el apoyo fundamental de su mujer, cuando decidió ir a Madrid a operarse la rodilla y rehabilitarse, una inversión que podría depositarlo en las canchas, su lugar de felicidad. A los pocos meses recibió el llamado del presidente de Pumas, proponiéndole comprar su carta al Tenerife. Emprendió así su regreso a México. Pero las cosas ya no funcionan tan bien como en su primera experiencia, el equipo no calificó a la liguilla y perdió la final de copa de clubes de la Confederación de Norteamérica, Centroamérica y el Caribe de Fútbol (Concacaf) con el Saprisa de Costa Rica, encuentro que podía llevarlos al Mundial de Clubes. La pérdida de un mellizo en el embarazo de la mujer de un compañero, información que recibieron antes del partido, los afectó doblemente. La tristeza dolía por el fútbol, pero sobre todo por un compañero que acababa de sufrir una tragedia. El equipo tuvo una recuperación en la Copa Suda­ mericana, en la cual eliminaron a equipos como Corinthians de Brasil y Vélez Sarsfield. Empataron en ambas finales con Boca Juniors, en Ciudad Universitaria y en la Bombonera, donde cayeron en la definición por pena­ les. El saldo final era bueno, sobre todo para el jugador, que terminó golea­ dor de aquel torneo sudamericano. Pero el siguiente semestre fue realmente complicado. Hubo cambio de presidente y nuevo director técni­ co. El presidente le avisó que no contaría más con sus servicios. El mundo del fútbol es así, como el de las empresas. Ante una nueva gestión, varios empleados de la anterior pueden “volar”. En otras palabras, son despedidos. La tentación es describir cada temporada, en cada equipo, así como todos los técnicos y jugadores emblemáticos. El espacio y la temática de este nú­ mero nos obligan a un equilibrio para no excedernos en el plano futbolísti­ co. Empero, tenemos que hacer una síntesis de su paso por el Toluca, pues fue otro año clave en la carrera, un turning point en términos de Hughes.16 Llegó con un año de contrato a un equipo dirigido por el Tolo Gallego, a una escuadra donde había realmente buen manejo del balón. Acompañado en la delantera por el uruguayo Vicente Sánchez, el brasileño naturalizado mexi­

16 E. Hughes, op. cit.

144 Entre Argentina y México, idas y retornos cano, quien llegó a ser convocado al Tri, Zinha, el defensor paraguayo Pau­ lo da Silva, el portero argentino Hernán Cristante, Carlitos Morales, Ariel Rosada y otros tantos buenos jugadores, según sus palabras: “Un equipo espectacular”. Ganador del torneo campeón de campeones contra Pachuca, recuerda: “Hice goles en ambos encuentros, así que arranqué con el pie derecho”. Arrancar con el pie derecho, como dice, es fundamental para cualquier delantero.17 La adaptación a la nueva ciudad no fue del todo un problema, aunque en algunos aspectos lo terminó siendo. La familia se instaló en Metepec, ya con la nueva integrante, Valentina, la segunda hija de Bruno y Gisela, quien nació en México en 2005. Su hija mayor, Giulia­ na, estaba contenta en la escuela y el clima era muy positivo. Sin embargo:

Por más débil que parezca el argumento, el frío de la ciudad me costó mucho. En­ trenar en mañanas heladas, el frío en la noche, la niebla, todo eso me hacía sentir que me costaba vivir en Toluca, sobre todo porque mis rodillas comenzaron a sufrir el clima. Tenía todo a favor para estar ahí, un club serio, un excelente equipo, mi fami­ lia bien adaptada, todo para ser feliz, pero mi rodilla y el clima me terminaron de convencer de que no podría hacer una vida a largo plazo ahí.

Muchos goles, semifinales de la Copa Sudamericana, final del torneo mexi­ cano (aunque perdieron contra Chivas) y, a finales de aquel 2006, Bruno fue invitado a los premios de una cadena deportiva en la sede de Miami: “En aquel encuentro, algo me pasó por la cabeza, sentía que debía dar un salto en mi carrera, que lo que había hecho era ya mucho para lo que hubiera podido imaginar en mi infancia, pero quise redoblar la apuesta y dije que quería volver a Argentina, pero sólo para jugar en Boca o en River, si no, abandona el fútbol, una locura total”. Al día siguiente recibió un llamado de Boca Juniors.

LA 2007 Y LA READAPTACIÓN A BUENOS AIRES “Llegué a Buenos Aires con mi esposa embarazada de nuestra tercera hija, Aitana, en realidad mi quinta hija, pues con mi pareja anterior tuve dos hijas que viven en la Plata. Llegamos a un departamento propio en el barrio

17 Como afirmaba el periodista argentino Dante Panzeri, el fútbol representa la dinámica de lo impensado, todo es posible, incluso aquello que resulta menos probable puede pasar.

145 FERNANDO SEGURA M. TREJO Y BRUNO MARIONI de Devoto. Así que nos instalamos, teníamos familia que nos acogió y ade­ más amigos en la zona. Se nos hizo fácil esa etapa, de la cual me siento muy afortunado”. Aquel plantel era un equipo de alta estatura, pero venía de per­ der el título en un desempate con Estudiantes de la Plata a finales de 2006. El entrenador, Ricardo La Volpe, que había tenido éxito en la selección mexicana, fue despedido y llegó Miguel Ángel Russo. Había nombres como Martín Palermo, Guillermo Barros Schelotto, , Sebastián Battaglia, Morel Rodríguez, el Cata Díaz, Nery Cardozo. En la pretempo­ rada de verano, Bruno hizo dos goles contra el clásico rival de San Lorenzo. Además, empezó a sonar la posibilidad del regreso de uno de los mayores ídolos del club. Se hablaba de que Juan Román Riquelme podía aparecer de un momento a otro: “Para mí era un sueño, era alguien a quien admira­ ba mucho”. Hay veces en la vida que los sueños se hacen realidad. En paralelo, si bien una etapa brillante se escribía, la familia percibía las diferencias luego de sus años en México: “Unos días después de haber en­ trado a su nueva escuela, mi hija mayor vino y me dijo: ‘Papá, acá todos mis compañeros son maleducados, no piden nada por favor, algunos no saludan, están siempre exaltados, otros gritan’”. Bruno le dijo que la cultura era diferente, pero que de ambas podía incorporar lo que ella considerara mejor para su vida. Para el jugador, su etapa empezó compartiendo la delantera por el campeonato local junto con Rodrigo Palacio y alternaba en la Copa Libertadores: “Los goles en la Libertadores siempre tienen un gusto especial. Después del primero, Riquelme vino a abrazarme. No puedo explicar la emoción que sentí. Tengo la fortuna de seguir teniendo una relación cerca­ na con él hasta el día de hoy”. El equipo fue avanzando, Riquelme orques­ taba un equipo con muchas variantes, bien aprovechadas por su director técnico, Miguel Russo. Así, se llegó la final con Grêmio de Brasil. Boca ganó 3 a 0 en la Bombonera y fue a Porto Alegre, una plaza siempre difícil. Con un Riquelme sublime se impusieron 2 a 0, en total cinco goles de di­ fe ­rencia sobre los brasileños. Si bien el equipo trató de no descuidar el cam­ peonato local, no pudo hacerse con la doble corona, pero Marioni recuerda el gol que hizo frente a Belgrano de Córdoba: “Era el gol que soñaba, porque después de convertirlo fui corriendo y me subí al alambrado donde se ubica­ la hinchada de Boca. Fue una sensación de euforia que hasta hoy me eriza la piel”. Al hacer un balance de aquel año intenso, reconoce que si bien Boca

146 Entre Argentina y México, idas y retornos representaba un club de categoría mundial, la exposición y el tiempo que le dedicaba era mayor que en otros lugares, lo cual significaba menos espa­ cio para su familia, con una hija recién nacida. Por otra parte, cierto des­ gaste se fue produciendo con el entrenador, a quien un día le preguntó si para el torneo siguiente tendría un lugar definido: “Su respuesta fue que no lo sabía, que imaginaba que seguiría siendo lo mismo, a veces jugar, otras veces estar en el banco”. Bruno prefirió salir, había cumplido un ciclo y se sentía afortunado.

EL REGRESO A MÉXICO Y EL RETIRO Cuando llegó a Atlas de Guadalajara se encontró al argentino Rubén Roma­ no como entrenador, junto con Scoponi como ayudante de campo, quien había sido compañero de equipo en Independiente: “La sensación fue muy rara. Me enamoré de la ciudad desde el primer día, fue una química instan­ tánea para mí y para mi familia. El clima era ideal”. Pero insistimos, nunca las cosas son completamente como uno las desea: “Las cosas no se dieron bien en el club en un inicio. Teníamos buenos jugadores, pero en el campo no funcionábamos. Comenzamos perdiendo varios partidos y en la novena fecha cesaron a Romano y su cuerpo técnico”. Quien lo remplazó fue Tomas Boy: “Siempre que se va un entrenador queda una sensación de vacío. Pero Tomas Boy llegó y me dio la capitanía. Me dijo que quería que fuera su jugador pilar”. El cambio dio frutos inmediatos, de haber hecho un gol en nueve partidos, en las siguientes nueve fechas hizo en promedio un gol por partido. El semestre fue regular para el equipo, pero Bruno supo que podía seguir en ese nivel. Sin embargo, cambió la directiva y el director técnico se marchó. Llegó entonces el argentino Miguel Brindisi, jugador con pasado glorioso­ en Huracán y Boca Juniors, con experiencia como entrenador en Indepen­ diente, entre otros: “A Miguel lo sigo teniendo como referencia, además de sus conocimientos finos del fútbol, su calidad humana me marcó, alguien ­humilde, transparente, con tacto. Alguien sensacional en el mundo del fútbol”. Resulta que Atlas, después de dos partidos de repechaje entró en la Copa Libertadores 2008, en un grupo con su ex club, Boca, Colo Colo de Chile y Maracaibo de Ve­nezuela. Un grupo más que difícil: “Sabíamos que deberíamos pelear por el se­­gundo lugar, pues dábamos por descontado que Boca ganaría el grupo”. No obs­tante, Atlas relegó a Boca a un ­segundo

147 FERNANDO SEGURA M. TREJO Y BRUNO MARIONI puesto. Bruno le marcó dos goles a sus antiguos compañeros: “Maradona me elogió cuando le ganamos 3 a 1 a Boca­ en el ”. En octavos de final, Atlas eliminó a Lanús, pero en la siguiente etapa llegó otra vez Boca. Y Boca en instancias avanzadas es otra cosa. Si bien un 2 a 2 en la cancha de Vélez en Buenos Aires les daba confianza, para el partido de vuelta en Guadalajara, “pensábamos que lo ganaríamos, pues te­nía­mos todo a nuestro favor, pero Boca nos eliminó con un 3 a 0”. Al terminar el año no llegó el acuerdo con la directiva y eso implicó una nueva mudanza. Pachuca lo llamó con una propuesta atractiva, contrato anual con la po­ sibilidad de ir a jugar el Mundial de Clubes como campeón de la zona de Norteamérica y el Caribe, Concacaf. Otro factor que lo incentivó fue la presencia del Chaco Giménez, a quien conocía de una de sus etapas en Inde ­pendiente de ­Avellaneda. De nuevo la adaptación a la vida cotidiana fue un factor que pesó: “Las instalaciones eran de primer mundo, realmente espectaculares. Un club modelo,­ pero mi rodilla comenzó nuevamente a sufrir y el clima nos volvió a afectar.­ Le habíamos tomado el gusto a las temperaturas agradables de Guadalajara con mi familia, extrañábamos las bondades de la ciudad que nos enamoró en México”. En Pachuca, el clima nublado, el frío, su rodilla y una lesión en la zona del pubis recayeron sobre el ánimo del jugador: “Mi familia comenzaba a adaptarse a la ciudad, pero yo no. Cuando fuimos a jugar el Mundial de Clubes, perdimos la semifinal con la Liga de Quito. Realmente sentí que las cosas no estaban bien para mí. Le propuse a mi familia regresar a Guadalajara”. Bruno retornó una temporada al Atlas y luego pasó a otro club de la ciudad, los Tecos, donde se retiró como jugador profesional en 2010.

EL ALEJAMIENTO DEL FÚTBOL: ¿READAPTACIÓN A ARGENTINA? “Mis últimos meses de fútbol ya no eran lo mismo, me sentía cansado, desgastado, la motivación para ir a entrenar no era la misma”. Para lidiar con el des­gaste, la familia decidió regresar a Argentina, los recuerdos de aquel tiempo pasado en la zona de Devoto, en Buenos Aires, los seducían. Bruno necesitaba alejarse del fútbol y compartir tiempo con sus concuños, la familia extendida. Las comidas y los asados de los domingos hicieron más suave el vacío que todo jugador profesional siente unos meses después de su

148 Entre Argentina y México, idas y retornos retiro. Precisamente, uno de sus concuños, Pernía, era piloto de carreras y lo invitó a hacer una prueba. “Confieso que no tenía en aquel momento la menor intención de seguir vinculado al fútbol, entonces el hecho de fre­ cuentar las carreras me despertó un b­ ichito, como se dice en Argentina, es decir, una curiosidad para animarme”. A los pocos días fue a hacer la prue­ ba y fue invitado a correr una carrera: “Salí tercero y sentí quizás esa adre­ nalina que necesitamos los deportistas de alto rendimiento. Así empecé a dedicarme a correr en autos”. Vertiginosamente fue subiendo de categorías, regresando a la sensación de estar cerca del triunfo, incluso ser campeón. Ese transcurso de cuatro años lo depositó en el TC 2000, una alta categoría del automovilismo nacional. Sin embargo: “Yo no quería ser piloto profesional, simplemente tener una ocupación y pasarla bien”. El hecho de frecuentar esos círculos abrió nuevos grupos de amigos y también nuevos contactos profesionales. Quien se dedica a esas prácticas, o es profesional o tiene los recursos para hacerlo como hobby. Bruno recuerda, “Había muchos empre­ sarios que se dedicaban a ello para olvidarse del estrés de la semana y al mismo tiempo, como yo, sentir adrenalina. Lo que más nos gustaba era juntarnos a conversar, compartir momentos, ir a comer juntos después de una ­carrera”. Con su socio, con quien trabajaba desde su etapa en Tenerife, inició un proyecto inmobiliario para la construcción de edificios. Sus hijas iban a la escuela y se sentían cada vez más adaptadas. Su mujer también estaba integrada a la vida en Buenos Aires. Ahora bien, Bruno visitaba México de tanto en tanto. La obligación de ocuparse de su casa puesta en alquiler en Guadalajara, más otros asuntos, lo hacían visitar el país. En todos esos viajes y en las conversaciones con sus colegas de carreras, empezaban a susurrarle que debía ser entrenador de fútbol: “Algunos me decían que era por mi personalidad, otros porque sabía mucho de fútbol, otros porque cuando nos juntábamos a ver un partido les explicaba los ­movimientos de un equipo. En fin, digamos que yo no lo quería de forma explícita, pero poco a poco todas esas palabras surtieron su efecto en mi personalidad inquieta”. Se anotó así en el curso en línea de entrenadores de la Asociación de Fútbol Argentino (afa). Lo siguió y pasó los exámenes: “Todavía no tenía la intención de dedicarme, pero me entretenía estudian­ do, me arrepiento solamente de una cosa, haber hecho el curso en internet y no de forma presencial”.

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Para esa etapa, el aroma a fútbol ya lo había convencido de que debía dejar las carreras. En efecto, este deporte requiere una entrega total o uno puede ser un entrenador de un equipo amateur. Pero a Bruno siempre lo movió el alto rendimiento. Si bien su familia estaba muy feliz en Buenos Aires, él no se sentía del todo satisfecho, había situaciones en la vida cotidia­ na que lo incomodaban: “Hasta el tono de las personas me molestaba por momentos, no soportaba la altanería en situaciones donde no era necesario probar fuerzas por modulaciones altas en la voz”. Por otro lado, “si bien los fines de semana incluían encuentros con familia y amigos, cada uno tenía su vida en la semana, hasta mis hijas, que iban creciendo. Por lo tanto, me sen­ tía solo en mis cosas, necesitaba otro cambio que me permitiera ocuparme de tiempo completo”. Ese cambio llegó y lo hizo posible otra vez mediante una serie de conversaciones con su círculo íntimo. A esta altura, el lector puede confirmar cuánta comprensión y suerte ha tenido Marioni con su familia tan solidaria con sus movimientos. Para ser entrenador, coincidieron, México era un lugar más propicio. ¿Por qué? Sus palabras lo explican así: “Sentía que había varias razones. Algunas personales, como el hecho de que mi nombre había quedado más fuerte en el fút­bol mexicano que en el argentino. Tenía buenas relaciones, me gustaba el país y además no existe la exigencia tan loca que se tiene Argentina por el fútbol. Entonces, pensé que era mejor comenzar de esa forma”. Bruno tomó el avión primero con su hija Giuliana en marzo de 2015, su esposa y las dos hijas menores se unieron en junio.

MÉXICO OTRA VEZ: ENTRE ENTRENADOR Y PROYECTOS DIVERSOS Instalado en Guadalajara, Bruno estuvo unos meses a la espera de una opor­ tunidad, hasta que apareció un encuentro con los directivos del club Vena­ dos de Mérida, en el estado de Yucatán. El contacto vino por parte de un amigo que conocía muy bien al presidente. Hacia allá viajó para tener una charla y plantear sus ideas. Tuvieron una reunión de dos horas y le ofrecie­ ron el primer equipo, pero el entorno deportivo era complicado. Venados luchaba en la segunda división para no caer a la tercera categoría. Para aquella experiencia llevó a su cuerpo de trabajo, Juan Rossi, Luis Bongio­ vanni, Pablo D’Alessandro, Emanuel García, todos ellos argentinos, junto con el mexicano Joel Tepleta. En total fueron un año y siete meses que se resumen de esta forma: “Merida es una ciudad maravillosa, de las mejores

150 Entre Argentina y México, idas y retornos de México, la gente es increíblemente amable, cerca del precioso mar. Con mi equipo de trabajo nos sentíamos muy seguros. Sólo tengo buenos recuer­ dos y nostalgia de aquella experiencia”. En lo deportivo la experiencia fue formativa, pudieron llevar al equipo a pelear la liguilla por el ascenso, y si bien no se concretó, esto fue un logro respecto de la situación en la que encontraron a los jugadores. La temporada siguiente no fue lo esperado, no pasaron a los partidos finales, pero tampoco descendieron. Decidieron que la etapa había dado sus frutos, pero no sentían que podían hacer más por el club. La primera experiencia como director técnico se había concretado. No sorprenderá leer, quizá, que Bruno vivía en Mérida, pero sus hijas iban a la escuela en Guadalajara. Por lo tanto, no se veían en la semana, solamen­te cuando la familia iba a visitarlo durante algunos fines de semana, o vicever­ sa. O incluso cuando se podían encontrar un día en alguna ciudad antes de algún juego de su equipo: “El apoyo de mi familia, mi mujer y mis hijas, ha sido fundamental en cada paso que he dado. En lo que se refiere a Vena­ dos, sigo teniendo relación con los directivos, muchas veces nos llamamos para saludarnos y darnos noticias, sólo tengo palabras de agradecimiento. Tengo el sentimiento de que en algún momento volveré”. A todo esto, Bruno había sido solicitado por las Escuelas del Real Madrid, cuya expansión mundial quería hacer de México un lugar estratégico para realizar clínicas de fútbol con la marca y la metodología del club español: “Ellos buscaban un socio estratégico para desarrollar el producto de las clínicas, vía los cursos que los entrenadores de la Fundación del Real Madrid vienen a realizar. Abrí mi empresa AVG Business, con las iniciales de mis hijas y desde finales de 2015 hemos realizado varias clínicas”. Para hacer esto, tiene un socio que se ocupa de organizar la logística y estar presente cuando Bruno se dedicada a entrenar a un equipo profesional. Pero cuando Bruno se ve en etapas de espera, se presenta en la apertura de las clínicas y convive con los participantes: “Es algo que me gusta mucho, inspirar, hablar de los sacrificios, de todo lo que no se ve detrás de la supuesta fama”. Precisamente, en el primer semestre de 2018 fue llamado por la directiva­ de Pumas: “Viajé al día siguiente a la Ciudad de México, tuve una r­eunión con la directiva, ellos ya conocían mi trabajo como entrenador, porque con Leandro Augusto, mi antiguo compañero, habíamos hecho un acuerdo para que algunos jugadores pudieran tener oportunidades en Venados cuando yo

151 FERNANDO SEGURA M. TREJO Y BRUNO MARIONI estaba ahí”. La experiencia duró poco por distintos motivos: “Era uno de mis sueños volver a ese club y ser entrenador. Ganamos una serie de partidos importantes, pero llegué más por entusiasmo que por discernimiento. Sin haber hecho ni la pretemporada, ni haber podido elegir jugadores. Un error que intentaré no cometer­ en el futuro”. La presidencia del club contrató luego a un manager directivo general, quien decidió junto con el presiden­ te que Bruno no continuaría: “Siento que la decisión fue muy injusta, sólo me dieron tres meses y no me dejaron desarrollar mi proyecto. Pero tal vez pueda regresar algún día, uno nunca sabe”. Algunas victorias importantes frente a América y Chivas le dieron sensaciones fuertes, acompañadas por su cuerpo técnico así como por la afición. Otro momento que califica como inolvidable fue haberse encontrado en la Copa Mx con Dorados de Sinaloa, dirigidos por Diego Armando Maradona: “Fue increíble encontrarme con Diego, alguien a quien siempre admiré, mi ídolo. Por si fuera poco, él siem­ pre tuvo palabras de cariño y elogios para mí. Darle un abrazo como entre­ nadores es de esos momentos que se guardan para toda la vida”. La idea de Bruno al revisar estas líneas es la de seguir preparándose como entrenador profesional y conocer la globalidad del fútbol. De ahí que en 2019 comenzó un máster internacional de gestión deportiva, con foco en fútbol, además de estar pensando junto a quien escribe estas líneas proyectos que vinculen el ámbito profesional con acciones sociales. Bruno se siente bien en México, se ve en el país por un largo tiempo, “lo deseo con todo mi co­ razón”, aunque no puede descartar ir a trabajar a otro lugar según los lla­ mados que siempre pueden surgir, sobre todo cuando la persona tiene un nombre en el ámbito. Bruno se considera un auténtico argenmex, pero reco­ noce que sus hijas le manifiestan, de tanto en tanto, el deseo de retornar a Argentina. De hecho, Giuliana­ se fue a Buenos Aires meses antes de terminar­ de escribir este texto, a iniciar sus estudios universitarios en aquella ciudad en la que vivió parte de su vida. La historia de Bruno Marioni, es sin duda, la trayectoria de alguien que ha tenido éxito y fortuna en la vida y en el fútbol, así como también naturales dificultades y momentos de dilemas. Nadie puede escapar a ellos. Se trata, en definitiva, de una historia singular dentro de un universo de jugadores y entre­nadores argentinos que han transitado y adquirido más que dos nacio­ nalidades, una doble cultura en su forma de ver el mundo, con la diversidad

152 Entre Argentina y México, idas y retornos y riqueza que esto implica, así como también la convivencia con el senti­ miento de nostalgia permanente que idealiza un país y su pasado personal cuando uno está en el otro. Los recorridos siguen, otros van por caminos parecidos, algunos en el fútbol profesional, con éxito, otros con fracasos o ambas cosas mezcladas. Pero también hay historias de jugadores argentinos que militan en categorías inferiores del fútbol mexicano, que deben ser consideradas en sus diferentes facetas, en la precariedad relativa o ascenso según sea el punto de partida y el de llegada. Y están aquellos que transitan el fútbol llanero, aquellos argentinos que cobran unos pesos en ligas amateurs que pagan en negro, y que por placer o por necesidad, toman riesgos en su integridad física. Este texto apunta, por consiguiente, a dejar abierta la posibilidad de estudiar otros perfiles y ver que el fútbol, como otras esferas, constituye un área donde Argentina y México se yuxtaponen, dialogan, afianzan lazos, tienen contradicciones y tensiones, generan redes de indivi­ duos que son parte de una unión de culturas, pero también de sus choques, los arraigos y los desarraigos constantes.

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Convergencias y divergencias

Las historias de tres hermanos argentinos entre Argentina y México

Alberto, Manuel y Mario Pellegrini*

ALBERTO PELLEGRINI Nací en la Capital Federal, Argentina, en septiembre de 1941. A los tres años, nos mudamos a Sarandí (partido de Avellaneda).1 Ahora, al momento de escribir este texto, tengo 77 años. Me crié con mis padres, junto a dos her­ manos menores. Dejé Sarandí a los 27 años. Me casé con Lucía, tuve dos hijos y me separé después de aproximadamente 23 años. A los 49 años for­ mé un segundo matrimonio con Liliana, quien ya tenía tres hijas, y hemos permanecido unidos hasta hoy. Los hijos de ambos viven por su cuenta. Mis padres ya fallecieron. Mi madre falleció en México, en 2004,2 y mi padre en Buenos Aires pocos años después. Mis padres son argentinos, los abuelos, prácticamente los cuatro, emi­ grantes europeos. Los de mi madre, de origen español por parte de su padre y su madre italiana (la típica unión de muchos refugiados que han formado la Argentina). El abuelo materno trabajó en los ferrocarriles y la abuela, que murió joven, era ama de casa. Tuvieron seis hijos y dos de las mujeres termi­ naron estudios como maestras; situación muy de avanzada para la época y para su nivel social, una de ellas fue mi madre. Mi abuelo paterno llegó de la entonces Yugoslavia. Se radicó en el área portuaria de Buenos Aires: La Boca, en la Capi­tal Federal y luego en Dock Sud, en el partido de Avellaneda.

* Recopilación de historias realizadas mediante entrevistas. 1 Sarandí es una ciudad de la zona sur del Gran Buenos Aires, Provincia de Buenos Aires, Argentina. Pertenece al partido de Avellaneda, cabecera del partido homónimo. Se encuen­ tra ubicada en la zona sur del conurbano bonaerese. Limita al oeste con Gerli, al sur, con Villa Domínico, al este con el Río de la Plata, y al norte con Dock Sud y Avellaneda. 2 Cada uno de los miembros de la familia ubica la muerte de la madre en diferentes fechas.

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Trabajó siempre como marino mercante viajando en rutas fluviales de Ar­ gentina. En las empresas para las que trabajó, al igual que sus compañeros, eran en su mayoría yugoslavos. Se casó con una mujer argentina, pero hija de inmigrantes yugoslavos y vivieron en La Boca y luego en Sarandí. Ella también era ama de casa. Tuvieron seis hijos y una de ellas también estudio y trabajó de maestra. Los dos varones, uno de ellos mi padre, hicieron estu­ dios medios y terminaron en una escuela naval mercante. Mi padre nació en 1918 y empezó a trabajar como marino a los 23 años. Comenzó su trabajo como foguista (poniendo carbón en la caldera) y llegó a ser maquinista. Cuando joven viajó por todo el mundo (cobraba en dólares) y lo veíamos cada 30 o 45 días. Permanecía en casa una semana, misma que pasábamos con mucha alegría, y luego volvía a viajar. Por lo tanto, la crianza de los hijos recayó en mamá. Luego trabajó en Argentina, siempre como marino, hasta que se jubiló. Mi madre trabajó de maestra particular en el domicilio y luego creó un jardín de infantes (lo que en México se conocen como kínder), en nuestra casa hasta que se jubiló. Cuando yo cursaba el cole­ gio secundario empecé a ayudarla, convirtiéndome en aprendiz de la docencia. Hice la escuela primaria en Sarandí, a dos calles de mi casa. Recibí una buena educación y estuve muy impresionado por el fenómeno político y social del peronismo. Cuando tenía cinco años llegó Perón al poder en 1946, habiendo ganado ampliamente las elecciones. Acompañado de su esposa Evita transformaron juntos el país, cambiando el estilo de un gobierno conservador, a uno más popular. Se aprobaron y aplicaron infinidad de leyes y propuestas sociales. En mi barrio todos eran peronistas, aunque había algunas excepciones. La maestra que tuve en el último año del primario, sugirió a mis padres la posibilidad de que yo ingresara al Colegio Nacional de Buenos Aires y me preparó para tal objetivo.3 Eso fue muy fuerte, me cambió mucho y me abrió posibilidades de vida que desconocía. Termina­

3 Tanto en México como en Argentina la secundaria es obligatoria, pero hay diferencias en cada país, para los mexicanos los estudios son de tres años; en el secundario argentino se unen lo que nosotros llamamos preparatoria. “En Argentina dependiendo de si la primaria fue de seis años, hay un año más en el secundario que se divide en básico y orientado. El Colegio Nacional de Buenos Aires es una de las instituciones más reconocidas, no sólo pedagógicamente sino por fomentar la capacidad de los alumnos, abrirles perspectivas, fomentar la observación y actitudes renovadoras, así como la independencia y responsabi­ lidad del alumno”. Gustavo A. Brandariz (en sus textos del diario La Nación).

156 Las historias de tres hermanos argentinos entre Argentina y México do el secundario, hice la carrera de sociología en la Universidad de Buenos Aires (uba). En ese momento era una carrera de la Facultad de Filosofía y Letras. Me recibí de licenciado en 1968. Todo el secundario y la universidad los cursé por lo tanto en la Capital Federal. En cuanto a mi experiencia la­ boral tengo un largo recorrido. Me he dedicado especialmente a leer y estu­ diar sobre investigación científica y social. He trabajado en empresas privadas en el área de investigación y estadísticas; pero trabajé sobre todo como docente en el ámbito universitario en grado y posgrado, 80 por cien­ to en metodología de la investigación, a veces en la cátedra de estadísticas y, de manera excepcional, dicté cursos en otras áreas (psicología social, economía, extensión rural). Regresando a mi infancia, los habitantes de mi barrio eran humildes pero no pobres, hijos de obreros y empleados en Avellaneda y unos pocos en la capital. Algunos estaban en el límite de la pobreza, pero los padres hacían cualquier actividad que les proporcionara algo de dinero. Tenía compañeros de muy bajo nivel, cuyos padres eran botelleros, otros procuraban todo tipo de cosas usadas, lo botado en la calle o basureros y sus hijos pequeños solían convivir con cierta suciedad y padecer piojos en el pelo. También estaban los “tanos” (italianos) recién llegados, que no hablaban la lengua y cuyos padres se “la rebuscaban” para sobrevivir y adaptarse. En el barrio, mi fami­ lia estaba considerada como holgada. En esa época pasaban una novela sobre Tarzán en la radio y los únicos que teníamos el aparato éramos nosotros, así que los chicos del barrio se acercaban a casa para oírla. Este grupo me formó y me dio una visión muy especial de la vida; los recuerdo muy bien y hasta ahora varios de ellos siguen siendo mis amigos. Los otros fueron compañe­ ros de estudio, colegas. Mi barrio era tranquilo, se jugaba en la calle. En esa época, las mujeres se quedaban trabajando en casa: criando los hijos y cuidando de la casa. El trabajo fuera lo hacían los padres e hijos mayores. Era costumbre que el hijo al cumplir los 18 años entrara a trabajar en la misma empresa del padre. El caso de mi madre no era común ya que era maestra y ejercía. Cuando regresaban los padres, como a las cinco de la tarde, todos los chicos interrum­ píamos los juegos e íbamos a saludarlos, después continuábamos hasta la hora de la cena, que se respetaba en todas las casas, el horario era entre nueve y diez de la noche. En verano, volvíamos a salir a la calle, la oscuridad

157 ALBERTO, MANUEL Y MARIO PELLEGRINI nos protegía y daba pie a momentos de confidencias, de los cuales aprendí muchas cosas de la vida. Fui muy apegado a mi casa, viví contento el colegio secundario y la facultad la aproveché en toda mi capacidad posible. Tuve luego muchos trabajos en el interior del país: Chivilcoy, Olavarría, Mar del Plata (Provincia de Buenos Aires), Villa María (Córdoba), Resistencia (Cha­ cho) y Rosario (Santa Fe). En algunos lugares llegué a vivir dos o tres años, como por ejemplo en Neuquén y Jujuy. En todos ejercí actividades relacio­ nadas con la profesión, docencia e investigación, excepto en Jujuy, donde trabajé en un área comercial. En 2001 me encontraba trabajando bien, en varias universidades y haciendo investigaciones por cuenta propia. En estos trabajos participaba también mi esposa. Sin embargo, entre 2001 y 2002, Argentina sufrió una crisis económica y social muy grande. Todo se caía, la gente se sentía mal, se la veía triste y con bronca. Otros holgazaneaban y “puteaban”.4 Tenía dos propiedades (un departamento y un terreno), pero se limitó tanto el trabajo que tuve que vender una propiedad y otras cosas para seguir viviendo. En ese momento, surgió la posibilidad de ir a México. Mi hermano, el que me sigue en edad —vivía allí desde hacía tiempo— me ofreció un buen sueldo, casa, automóvil, y decidimos tomar la oportunidad. Trabajamos bien dos años y con los ingresos de México logramos pagar deudas y mantuvimos nuestros bienes en Argentina. Vivimos en México cuatro años, de 2002 a 2006, hasta que regresamos definitivamente a Argentina, aunque viajamos en este tiempo a Argentina, algunas veces, para ver a mi familia y a la de mi esposa. Atribuyo mi buen pasar en México —además de la importante ayuda de mi hermano— a que no había suficiente cantidad, ni calidad de especialistas en el trabajo de investigación social e investigación de mercado. Me tocó trabajar con gen­ te que se decía especializada, pero eran “vagos de lejos”, es decir, muy poco

4 Palabra de uso muy común en Argentina en todos los niveles. Dependiendo del tono y situación la palabra es usada para insultar, mostrar enojo o para saludar con cariño a un amigo. En su página digital la Real Academia Española (rae) acerca del origen de la pa­ labra “puta” tiene esta primera entrada: “Quizá del lat. vulg. *puttus, var. del lat. putus ‘niño’”. Es extraño que la rae presente tan vaga información sobre sus orígenes, cuando hay mucha documentación sobre esta palabra. En el Diccionario Crítico Etimológico Castellano e Hispánico de Joan Corominas encontramos que procede de la palabra putta (muchacha), femenino de putto (muchacho), efebos y efebas a los que ya en la época romana se les asociaba con la prostitución.

158 Las historias de tres hermanos argentinos entre Argentina y México profesionales. Muchos eran “chantas”,5 tramposos, disimulaban sus inten­ ciones siempre con exageradas palabras y gestos amables. Atribuyo algunas actitudes a que tanto gerentes como directores dependían de normas, pau­ tas dictadas por Estados Unidos o Europa, dueños de la empresa o fuertes accionistas de la misma. Todo lo que se debía hacer estaba pautado, las iniciativas no eran apreciadas, lo que fomentaba la mediocridad: no se va­ loraban ni incentivaban, tampoco se brindaba suficiente capacitación, la norma no escrita era: obedecer y cumplir con lo establecido. Los niveles educativos eran más bien bajos en los empleados, pero lo que me sorprendía, culturalmente, era el hecho de no ser capaces de expresar la bronca, un pensamiento o idea sin dar vueltas; pero las había —me refiero a las ideas—. No querían a sus superiores, se burlaban de ellos e incluso los llegaban a odiar por las continuas humillaciones y abusos que sufrían. Otra de las características de algunos mexicanos, tal vez debido a su educación, es que a todo te dicen que “sí”, sin definir cuándo y muchas veces sin tener idea de cómo hacerlo.6 Recuerdo que una vez mandé a unos de mis emplea­ dos a depositar un cheque. Él no sabía hacerlo y lo ocultó, ¿por miedo o vergüenza?: resultado, una serie de complicaciones con los clientes y en la propia empresa. En México, en general nunca puedes saber con exactitud si un sí es sí, o es un no. Tampoco consideran educado hacer preguntas. No se responsabi­ lizan de sus errores, siempre encuentran mil situaciones, para “zafar”, es decir, salir de la situación con excusas. Encontré, por supuesto, muy buena gente, pero lo que describo me desalentó mucho: no lograr trabajar como esperaba, ni congeniar. Faltaban mucho al trabajo algunos empleados, siempre encontraban un pretexto, y nunca podía saber si era verdadero lo que me contaban: un “muertito” en la familia, una enfermedad, problemas con el tráfico. No cumplían con el horario y su “sí”, su “ahorita” no eran

5 Palabra usada para personas poco confiables, mentirosas, incoherentes, con poca credibi­ lidad que hacen o dicen cosas tontas. Algunos dicen que proviene del italiano “ciancia” que significa burla, mentira. 6 “Simular es inventar o, mejor, aparentar y así eludir nuestra condición. La disimulación exige mayor sutileza: el que disimula no representa, sino que quiere hacer invisible, pasar desapercibido […] se contrae, se reduce […] no propone, insinúa; no replica, rezonga; no se queja, sonríe”. Octavio Paz, El laberinto de la soledad, México, Fondo de Cultura Económica, 1999, p. 38.

159 ALBERTO, MANUEL Y MARIO PELLEGRINI confiables.7 Quiero aclarar que estas caracterizaciones corresponden a la mayoría de los mexicanos con los que tuve contacto; pero hay otros grupos, que tienen formas de vida, pensamientos y actitudes diferentes, como las personas con las que trabajé en la unam, en la Universidad del Claustro de Sor Juana y en El Colegio de México. En el ambiente social, las diferencias son muy marcadas. Me parecía inconce­bible que la gente tocara el claxon, para que los sirvientes les abrieran las puertas del garaje. La manera de tratarlos en las reuniones formales e informales marcaban más las distancias, era como si ellos y sus obligaciones a cumplir no merecieran un mínimo de respeto.8 Expresiones muy discri­ minatorias tanto contra las personas de servicio, como contra mestizos e indígenas; apelaciones como “vagos”, “nacos” a los de las clases no privile­ giadas y a los jóvenes, sin oficio ni beneficio, “ninis” y entre ellos se llamaban “huey”.9 Éste no era el ambiente que quería para mi familia. No logré hacer

7 “Ahorita u orita” puede significar: nunca, al rato o de inmediato. Es como nadar en una tierra desconocida,­ tanto para extranjeros como para mexicanos. “Los diminutivos le qui­ tan al lenguaje el tono duro de la orden […] y le otorgan más bien el matiz amigable del consejo”, que siempre puede ser desoído. “Decir que uno de veritas va a hacer los deberes al ratito significa que ya Dios dirá si se hacen o no. Entre prometer cumplir algo ahora, y prometer cumplirlo ahorita, da tiempo de olvidar las promesas”, Pablo Fernández Christ­ lieb, Lo que se siente pensar o la cultura como psicología, México, Taurus, 2011. 8 En muchas casas hay un menú para la familia y otro para el servicio. En mi propia familia, un día que le pedí a la muchacha “por favor, me traes…” Mi abuelo, dando un manotazo sobre la mesa dijo: “Al servicio no se le pide por favor, se le ordena”; y qué decir de la anécdota contada por un escritor mexicano que estando en su casa oye un ruido, pregunta ¿quién anda allí? y la sirvienta le responde “nadie”. La película Roma, presenta una relación muy distinta, sin embargo la pareja, aunque le permite ver la televisión, sólo le habla para darle órdenes. Cuando se separan, la mamá empieza a incluir a la sirvienta, ya no sólo por necesidad, sino con aprecio. 9 “Nini” se dice que proviene de “ni trabaja, ni estudia” apelación considerada despectiva. “Huey” de la palabra buey. Como ofensa se relaciona metafóricamente con las caracterís­ ticas del toro castrado: lento y pesado; pero debido a su uso común, el término ha dismi­ nuido su significado peyorativo al grado de convertirse en una muletilla. También se dice que proviene del náhuatl uey o huey, que significa gran o grande y solía usarse antes de tlatoani (rey); sin embargo, en ocasiones se empleaba sola, para referirse a una persona respetada. Tambien se escribe como: güey o wey o sólo we, usado originalmente como una ofensa, pero que también suele emplearse para referirse a cualquier persona sin necesidad de llamarlo por su nombre y que aplica de igual manera al género masculino y al femeni­ no. En el argot mexicano, güey puede aludir a estúpido, amigo, enemigo, trastornado, valiente y un sinnúmero de términos que pueden resultar contradictorios. Güey es una deformación de buey (del lat. bos, bovis) que en una de sus acepciones significa tonto o mentecato, el voca­ blo presenta un cambio fonético de /b/ a /g/ posible para facilitar la articulación. El Dic­

160 Las historias de tres hermanos argentinos entre Argentina y México verdaderos amigos mexicanos, trataba con algunos argentinos (pero tampo­ co todos mis compatriotas eran tan “buenos” u honestos).10 Éste fue otro de los motivos que me impulsó a volver: de hecho en mi corazón tuve siempre el deseo de regresar a Argentina. Conocí el sur como turista: bellos lugares, folclóricos indígenas, pero poca inversión y poco trabajo formal. Monterrey me llamó la atención por­ que, igual que la Ciudad de México, son ciudades muy pujantes, con ­recursos muy variados, sociales y económicos. En lo personal, nos gustaba ir a Acapul­ co, a un hotel que no estaba a la orilla del mar y donde los empleados nos trataban muy bien. Respecto a la comida mexicana, no logré tomarle el gus­ to. Preferí siempre la comida tipo europeo o los asados que hacíamos en casa de mi hermano con cortes a la argentina y por supuesto, unas buenas arra­ cheras mexicanas. Me acuerdo, con disgusto, que en un restaurante italiano, de primer nivel, no me quisieron dar pan, el bolillo común; no entendí, ¿cómo pasta con salsa y sin pan? Me enojé mucho y aprendí a llevar mi propio pan a algunos restaurantes. No me considero religioso y no quiero emitir una opinión sobre cómo se vive esa faceta social en México. Aparentemente, hay mezcla de costum­ bres ancestrales con las cristianas europeas: destaco la celebración del Día de Muertos, que me pareció muy interesante.11 El idioma es y no es el mis­ mo, sobre todo en las cosas del día a día, recuerdo que un día fui a comprar un “cuerito” a una ferretería y nadie me entendía. Tuve que llamar a mi hermano que me dijo que en México se llama “empaque”. A diferencia de

cionario de la Real Academia Española reconoce el término güey como un sustantivo, usado también como adjetivo mexicano, para referirse a una persona tonta o para dirigir­ se a alguien que ha tropezado. De acuerdo con el Diccionario breve de mexicanismos, güey también puede utilizarse para dirigirse a una persona de confianza. 10 “Si nos encerramos en nosotros mismos, hacemos más profunda y exacerbada, la concien­ cian de todo lo que nos separa, aísla o nos distingue. Y nuestra soledad aumenta porque no buscamos a nuestros compatriotas”, Octavio Paz, op. cit., p. 17. 11 Fiesta en donde los vivos se encuentran con los muertos, ofreciéndoles un auténtico ban­ quete de olores, colores, sabores y música, con la finalidad de que quienes seguimos en este plano terrenal no olvidemos que la muerte es sólo una transición a lo eterno, mientras que los muertos “regresan” para convivir con sus amigos y parientes. El culto al Día de Muer­ tos es un legado de las culturas mesoamericanas. Tanto a los conquistadores españoles como a muchos extranjeros les cuesta entender el significado de esta tradición. Para una concep­ ción sobre la vida, la muerte y las tradiciones y creencias que giran en torno a ella, véase L. Ramos Culturas clásicas prehispánicas: Las raíces de la América indígena, Madrid, Anaya, 1988, y E. Florescano, Mitos mexicanos, México, Aguilar Nuevo Siglo, 1995.

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México, en Argentina la gente está muy politizada. La mayoría es peronis­ ta o antiperonista y existen otras posturas, aunque son minoritarias. Hay mucha participación y discusiones muy acaloradas entre conocidos e inclu­ so desconocidos. Considero que los argentinos tienen otras estructuras, otros estilos y otros valores. Ni mejores, ni peores, pero sí diferentes. Mientras viví en México, estuve siempre en situación legal. Hice los trámites de nacionalización y ahora soy ciudadano mexicano también. Es más, en la última elección presidencial (2018) voté por el candidato que me parecía mejor para el país. Para el momento que decidimos regresar a Buenos Aires, a finales de 2006, ya habíamos saldado todas las deudas que contrajimos en México y las que dejamos en Argentina. Así que la estadía en México fue todo un éxito para nuestros objetivos principales, que eran sobrevivir bien y pagar deudas. Una vez en Argentina, fuimos descubriendo otro país, diferente del que habíamos dejado. Había trabajo, bienestar y buen ambiente por aquellos años de 2006 y 2007; volvimos a trabajar como profesores e investigadores, en varias universidades y algunas organizaciones de la sociedad civil. Ahora, estoy jubilado, pero sigo trabajando en una universidad, como para “entre­ tenerme” y no “oxidarme”. Una cosa importante que trajimos de México fue una buena relación con una empresa de investigación en opinión públi­ ca, para la cual hicimos varios trabajos cuando vivíamos allá. Esta buena relación nos permitió seguir haciendo trabajos para ellos, a la distancia. En varias oportunidades volví a viajar a México por cuestiones laborales. Estos viajes fueron muy agradables, porque es el tipo de trabajo que me gusta y además podía visitar a la parte de mi familia que seguía allá. Ahora, a más de diez años de haber regresado, tenemos menos trabajo, menos dinero y en consecuencia voy con menos frecuencia. Los tiempos en Argentina han cambiado, el neoliberalismo, apoyado por grupos oligopólicos mediáticos hicieron todo lo posible para que eso ocurriera. En resumen, viví entre bien y muy bien, desde que nací en 1941 hasta 1976, el año en que un golpe militar apoyado o gestionado por fuerzas civiles retrógradas, destruyeron Argentina. Una vez que se fueron los militares, el país siguió a los tumbos —con algunos buenos intentos— pero prácticamente quebró en lo econó­ mico y social para 2001-2002. Me fui a México, me reconstruí económica­ mente y regresé para encontrarme nuevamente con mi grato país, que tiene

162 Las historias de tres hermanos argentinos entre Argentina y México sus dificultades actualmente y parece que volvemos a ciclos ya conocidos, pero también sabemos que podemos volver a salir adelante.

MANUEL PELLEGRINI Soy el menor de tres hermanos que hemos vivido entre Argentina y México. Nací el 28 de abril de 1953. Nuestro hogar fue, toda la vida, de gente tra­ bajadora, de clase media baja, pero nunca nos faltó nada para vivir decente­ mente. Al ser el hijo más pequeño, viví con necesidades, aunque fueron menores a las que pasaron mis hermanos mayores. Mi madre (de descenden­ cia española) estudió y fue maestra casi toda su vida; mi padre (hijo de yu­ goslavos), marino. Tengo poco presente su imagen, debido a sus viajes, una vez fue a Indonesia y estuvo lejos de casa casi cuatro años. Mi madre realizó una gran tarea con nosotros, siempre cuidándonos, trabajando y velando por la familia. Recuerdo que, cuando era muy chico, me hacía escribirle a mi padre una carta al día, de al menos ocho renglones. No sé si las cartas existen, si llegaron a su destino y si las leyó. Al ser el menor, hubo diferencias en la crianza con respecto a mis hermanos. Mi imagen paterna fue la de mi hermano mayor. Ejercía su función como tutor, e iba a la escuela a “dar la cara” porque, entre otras cosas, me gusta­ ba escaparme o no mostraba atención ni interés en las clases. Cuando mi madre fundó un jardín de infantes, en la parte de atrás de la casa, los tres hermanos cooperábamos en la limpieza, la compra, el orden de la casa y del jardín. En vacaciones, nos dedicábamos además a arreglar, pintar, las sillas, mesas, ventanales, etc. Hice la escuela primaria y el colegio secundario, pero no ingresé a la universidad. Comencé a trabajar a los catorce años, en una veterinaria, luego una panadería, y después me hice cadete12 en una escribanía.13 Ahorré y con la ayuda de mis padres pude comprarme un taxi, podía hacerlo ya que, al cumplir 18 años, obtuve la licencia para manejar. Nunca pensé seguir estudiando, ni en Argentina, a los veinte años y tam­ poco al llegar a México con mis 31. En realidad nunca fue una prioridad para mí. Mi objetivo era trabajar, salir de casa de mis padres, ganar dinero y pasarla bien.

12 En México se dice ayudante de oficina o se aplica el término inglés deoffice boy. 13 Una escribanía equivale en México a una notaría.

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Mi madre estaba acostumbrada a vivir con sus tres hijos, sus cuarenta infantes del jardín de niños y algunas clases privadas. Nunca salía de la casa, las compras y la limpieza las hacíamos los hermanos. Cuando mi padre se jubiló a los cincuenta años, “cayó en la casa, cómo un paracaidista” y eso trajo muchos problemas. La convivencia fue difícil, se llevaban mal, la si­ tuación se volvía cada día más tensa, discutían con mucha frecuencia, lle­ garon a no hablarse. Mis hermanos mayores ya se habían ido de casa, así que esos problemas recaían en mí. Me convertí en intermediario, transmitía mensajes y muchas veces cenaba primero con uno y luego con el otro. La tensión era fuerte y mi madre estaba siempre molesta y enojada. Mi padre dijo que se iría de casa cuando yo hiciera el servicio militar y como me sal­ vé de entrar en ese horrendo mundo disciplinario, decidió que lo haría en el momento que me casara. Cuando lo hice, se separaron y mi padre fue a vivir­ con otra mujer. Mi madre siempre esperó su regreso, en el fondo se querían mucho, aunque no supieron convivir debido a la distancia que se generó por los constantes viajes de mi padre y su regreso repentino. Ella sufrió mucho, y aún más cuando él le pidió el divorcio. Decidió irse a México, donde vi­ víamos en ese entonces sus tres hijos. Nunca se sintió cómoda en México, le molestaba, en todos los sentidos, el país “que le había quitado a sus hijos”. Fue perdiendo el ánimo y la salud, hasta que murió en 2002. En cambio, mi padre gozaba mucho sus estancias que hacía cada año en México, mien­ tras vivió. Sólo una vez estuvo con su mujer; “la que nunca más volvió”, ya que a ella tampoco le gustó la vida en México (costumbres, comida, modo de hablar, decía que no era “pulcro” y vaya saber qué otras cosas que su esno­ bismo o su ignorancia le imprimían). En lo que a mí respecta, atribuyo mi temprano casamiento, con sólo veinte años, a la necesidad de salir de mi casa. En un principio, vivimos en la parte alta de la casa de los padres de mi mujer.14 Con la finalidad de pro­ gresar, me fui a la provincia norteña de Jujuy, a más de mil kilómetros, donde mi hermano mayor trabajaba. Siento que me fue bien ahí, pero los padres de mi esposa, que tenían mejor situación económica, insistían e insis­ tían en querer tener a su hija cerca y me ofrecían muchas cosas. Creo que fue

14 En la calle Antofagasta en el partido de Avellaneda, Provincia de Buenos Aires, parte del Gran Buenos Aires.

164 Las historias de tres hermanos argentinos entre Argentina y México un error ceder. Ella se embarazó y nació Leandro, mi primer hijo, en 1977, cuando tenía yo 23 años. Dos años después me separé. Teníamos en ese en­ tonces un supermercado,15 a medias con mi suegro, que integró también a su hijo, que no aportó dinero, pero sí lo manejó, diciendo que iba a cumplir funciones de contador. Decidí no seguir trabajando con ellos y me separé. No me dieron nada de la parte que había aportado y tampoco de la casa que había edificado en el terreno de los suegros. Atribuyo parte de la separación a mis ganas de vivir y, lo admito, de divertirme. Regresé a casa de mi madre y luego conseguí un departamento. Puse un supermercado, con crédito, porque no tenía dinero y nadie estaba en condi­ ciones de apoyarme o prestarme. Vendí mi coche Renault y con un socio uruguayo logré instalarlo. Al principio trabajamos bien, logré comprarle al socio su parte y luego se unieron mi hermano mayor y un amigo de él. De­ cidimos abrir una nueva sucursal, donde nos fue mal. Hubo varias irregu­ laridades entre ellas que el tercer socio giraba cheques a su favor (un desfalco) y quebramos. Mi hermano­ y yo tuvimos que pagar deudas duran­ te mucho tiempo. Entre 1982 y 1983 empecé a trabajar en la cadena de supermercados Jumbo (en ese momento empresa alemana-chilena) en la primera sucursal que abrieron, en la calle Cruz y Varela.16 Participé en la apertura de otra sucursal, mucho más grande, que se ubicaba en la zona pudiente de Martínez, en la General Paz,17 en esa época yo era el jefe de fiambrería. Después, me contrató otra empresa del gremio, ofreciéndome la gerencia general y muy buenas prestaciones. Estaba localizada en General Rodríguez;18 logré que la sucursal mejorara sus números y mi gestión fue considerada exitosa por mis superiores. Los dueños me quisieron trasladar

15 En la Avenida Mitre, también en Avellaneda. 16 En el Bajo Flores; se denomina Bajo Flores a la zona sur del barrio de Flores. Zona resi­ dencial de clase baja y luego invadida de coreanos y sus maquiladoras. 17 La Avenida General Paz es una autopista de 24.3 km de extensión en Buenos Aires. Su recorrido se inicia en la Avenida Lugones, cerca del Río de la Plata, y concluye en el Puente de la Noria sobre el Río Matanza-Riachelo. Limita con la Provincia de Buenos Aires. La utilizan como vía de acceso a la ciudad los habitantes de la zona norte y oeste del Gran Buenos Aires. Es una de las vías de comunicación con mayor caudal del país. A los costa­ dos de su trayecto se hallan varios grandes centros comerciales y sitios de interés. 18 General Rodríguez es la ciudad cabecera del partido homónimo, en la provincia de Buenos Aires. Se encuentra situada al oeste de la ciudad, conforma parte del aglomerado conocido como el Gran Buenos Aires.

165 ALBERTO, MANUEL Y MARIO PELLEGRINI a una fábrica de hielo, de la cual no tenía la menor idea de cómo funcionaba, pero ellos insistieron dado los resultados obtenidos y la confianza que me tenían. Trabajé ahí tres años, ganaba buen dinero, pero empecé a percibir ciertas anomalías, entre ellas que el salario no era proporcional a la tarea, ni a las responsabilidades que asumía y sobre todo con las cantidades de dine­ ro que se movían ahí. Estaban claramente camuflando los porcentajes de las ganancias, en resumen estaban haciendo “chanchullos” y engañándome porque mi sueldo iba ligado a las ganancias. Me volví a independizar entonces y pensé en otra manera de ganar dinero: hi­potequé el departamento de mi mamá y compré contenedores para surtir el hielo­ que se vendía en las estaciones de servicio (gasolineras), una fábrica de hielo me surtía. En tres años compré un camión, una casa, una quinta (casa de fin de semana afuera de la ciudad) y el coche del año. En síntesis: me fue muy bien hasta que asumió el poder el presidente de la Nación, Carlos Menem a finales de 1989 y todo comenzó a deteriorase en el país con sus políticas neoliberales. Mi hermano, el del medio, vino para el bautizo de mi hijo Nahuel, fruto de mi segunda unión, nos habló de México y de las oportunidades que podía haber allá. Él se había casado con una mexicana, vivieron una temporada en Buenos Aires, tuvieron dos hijos en Argentina, pero dada la situación político-militar y la terrible inflación, decidieron, en 1982, irse a México; donde les fue muy bien (la familia de ella tenía buenas influencias y prestigio social, y mi hermano era muy profesional y muy hábil en su carrera empresarial). Nos entusiasmó la idea y decidimos emprender con mi segunda mujer la aventura mexicana en 1991. México nos recibió y nos trató muy bien, tanto que me quedé 17 años en el país. Me conmovieron mucho las fiestas, el orgullo que sienten por lo suyo, el amor a la patria y el fervor al cantar el himno nacional. Estoy tan agrade­ cido, que lo considero mi segunda patria. En Argentina a veces siento que falta algo de entusiasmo, el orgullo y el fervor patriótico, aunque hay pro­ testas muy valiosas: como las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, los ca­ cerolazos, las marchas y los sindicatos que defendían en el pasado a los obreros. Pero nuestro “deporte” principal es criticar y protestar. Los sindi­ catos argentinos, ahora se parecen a los de México, corruptos, y hacen poco en favor de los obreros.

166 Las historias de tres hermanos argentinos entre Argentina y México

Sin embargo, en México tuve muchas veces la impresión de que me hacían sentir muy extranjero: tuve algunas dificultades con el lenguaje, ciertas costumbres, hábitos, tardé cinco años en acostumbrarme a la comida picante. Al llegar a México, mi hermano nos prestó una casita que tenía en Jardines de Cuernavaca, mi intención era ir al D.F., pero el clima de Cuer­ navaca nos resultó tan agradable que nos quedamos ahí. Conseguimos, en la colonia las Delicias, en un condominio, una casa sencilla y cómoda; al tiempo, mi mujer se hizo de una amiga que le ofreció una casa mejor, ofre­ ciéndole pagar la misma renta que en la de Delicias. La nueva vivienda, además, quedaba enfrente de la de mi hermano, en la calle Venus. Al dejar la anterior casa, no nos devolvieron el depósito, pese a que cumplimos con todo lo convenido, obviamente eso nos causó un gran disgusto. Mis hijos fueron primero a una escuela Montessori. La primaria la hicieron en un establecimiento que tenía muy buen nivel de inglés. Cuando Ezequiel ter­ minó el ciclo escolar, los cambiamos a los dos a la Escuela Montes de Oca. En el año 1998 regresé a Buenos Aires, con el deseo de volver a mis raíces y lo hice más pensando en la parte económica que con el corazón. Puse un puesto de diarios (periódicos y revistas),19 pero no fue lo que esperaba, así que con mi socio lo dejamos. Intenté vender la casa que había comprado en General Rodríguez (al final, mi madre concretó la operación con el poder legal que le dejé). Siempre he tenido la esperanza de comprarme otra casa en Argentina, pero todavía no lo he logrado. A mi retorno otra vez a México, seguí vendiendo material médico (re­ presentante), así fue como poco a poco formé un grupo de conocidos en el ambiente farmacéutico, algunos llegaron incluso a ser amigos. Tuve la idea de tener una farmacia propia y conseguí una casa en la colonia Barolo (más popular, más parecida a Buenos Aires y también más grande), donde em­ pecé el negocio. Mi mujer siempre trabajó, primero organizando los pedidos que ofrecía como visitador y los que surtían a otras farmacias, atendiendo la

19 Para algún pequeño emprendedor, es prácticamente imposible poner un puesto de diarios propio, pues el medio está controlado por un grupo corporativo que se considera Un Gran Diario, que desde la década de 1990 llegó incluso a extender sus prácticas monopólicas a la televisión por cable. Este grupo tuvo gran injerencia en la vida política del país, creció considerablemente con la última dictadura, fue aliado del menemismo, en particular en sus primeros años, donde expandió sus negocios, luego fue enemigo de los gobiernos entre 2003 y 2015.

167 ALBERTO, MANUEL Y MARIO PELLEGRINI farmacia que compramos, cuidando a los chicos, ayudándolos en sus tareas escolares, además del trabajo en casa. Fue muy “ladera”.20 Después tuvimos otra farmacia a medias con mi ex cuñada (la hermana de mi esposa);21 nos fue bien hasta que llegó el grupo de Farmacias del Ahorro. Logramos orga­ nizarnos con otros dueños de farmacias en Cuernavaca para hacerles frente y poder competir con el “gigante”. Los logros fueron buenos, al estar unidos y poder comprar, casi como mayoristas. Conseguíamos buenos descuentos y así pudimos competir y sobrevivir. Teníamos 108 clientes, cincuenta farmacias en distintas localidades de Cuernavaca y sus alrededores. Pero en esta lucha, las pequeñas farmacias no lograron sobrevivir, subsistieron al­ gunas medianas y grandes. A partir de 2002, trabajé cuatro años con mi hermano (el de en medio) en el D.F. visitando laboratorios médicos que iban a lanzar un producto. Trans­ mití sus ideas al grupo de diseño de la empresa de mi hermano, que presen­­­ taban diversas propuestas hasta llegar a la creación de folletos, que luego recibirían los médicos a través de los visitadores. Iba todas las mañanas y regresaba en las tardes a Cuernavaca (menos el viernes que regresaba tem­ prano). Por razones de salud fui al médico, que me dijo que no era oportu­ no, cuando se tienen más de cincuenta años, vivir a 1800 metros sobre el nivel del mar, llegar casi a los 3000 en el trayecto y estar en una ciudad que oscila entre los 2200, 2500 o más, dependiendo de la zona. Así que, de co­ mún acuerdo con mi hermano, dejé el laburo (trabajo). La vida en el D.F. además era totalmente diferente: la concentración de tanta gente, con ritmos y estilos de vida diversos, las dificultades de la vialidad, el clima, el smog (contaminación). Era agotador, porque además seguíamos con mi empre­ sita que repartía productos a farmacias en Cuernavaca. Los primeros años como pareja fueron buenos, pero empezamos a tener problemas; nos separamos y decidí, en 2006, regresar a Argentina, pensando en tener éxito personal y profesional. Con la separación, la mayoría de amigos y conocidos se quedaron del lado de mi ex mujer. La gente me ­invitaba, pero sentía que el trato no era el mismo, así que me recluí, quedándome con mi hermano y algunos pocos amigos. Mis dos hijos y mi ex mujer siguieron

20 Expresión argentina que significa acompañar, apoyar, estar a la par. 21 Ella se casó con un mexicano, se separó y regresó a Argentina, con su hija, que ahora tiene veinte años: el padre ha venido a verla y la chica ha viajado a México.

168 Las historias de tres hermanos argentinos entre Argentina y México viviendo­ en México. Varias veces he tenido el deseo de volver, pero no lo he con ­cretado, a pesar de que mis hijos me animan a hacerlo. Debo confesar que regresé mal a Argentina, por la separación y con sólo cincuenta dólares en el bolsillo. Me acompañó en ese viaje mi segundo hijo, Ezequiel, que no conocía el país. Mi tercer hijo tiene dos nombres; los ar­ gentinos lo llamamos Nahuel,22 sin embargo, en México usa su otro nombre, porque la similitud con nahual23 generaba ciertas burlas. Los primeros días estuvimos en la casa de mi infancia. Mi ex cuñada, la primera esposa de mi hermano mayor,24 nos dejó vivir mientras encontrábamos una pensión y trabajo. La situación en Argentina no era fácil para mis 53 años, mi falta de oficio y educación formal, pero al ser nacional, me dieron un crédito, con lo que pude recomenzar. Tuve el apoyo de mi hijo mayor, Leandro (del primer matrimonio). Conseguí dos trabajos y encontramos un departamento. Re­ tomé la comunicación con mi ex esposa y tanto ella como mi hijo menor decidieron venir a Argentina. El intento de volver a ser pareja no funcionó, duró sólo un año y medio y ellos se regresaron a Cuernavaca. Yo creía que mis amistades y conocidos argentinos iban a ser de mucho apoyo, pero no fue así, la gente cambia en definitiva. Ahora vivo con una nueva compañe­ ra, que me ha ayudado mucho para mejorar la relación con los hijos que viven en México. Me siento culpable de no haberme esforzado más. Cuando eran pequeños, nuestra relación era buena, les dedicaba la mayor parte del tiempo que podía. Pero la separación, mi decisión de regresar a Argentina, no les gustó y nos mantuvimos separados. Estoy trabajando para restituir la relación y he viajado ya siete veces a México para verlos e irme acercando a ellos. Tengo una nieta que tiene cinco meses, que me hace muy feliz, pero al mismo tiempo, siento la nostalgia de no poder verla crecer (las fotos y videos no alcanzan). Actualmente trabajo vendiendo sándwiches y empa­

22 Nombre propio masculino, cuyo significado es “gran felino” refiriéndose al jaguar o ya­ guareté del norte de Argentina que es el mayor félido de América y el tercero del mundo. 23 La palabra nahual en México significa “lo que es mi vestidura o piel”. Se refiere a la habi­ lidad del nahual de transformarse en una criatura mitad hombre, mitad animal (tecolote, jaguar, águila, coyote). Hay una serie de mitos y ritos a su alrededor, entre ellos, se dice que al acercarse a la casa de un recién nacido se vuelve su protector, guía o estigma. 24 Mi hermano mayor y mi madre decidieron hacer un intercambio. Ellos asumieron la casa de la infancia y la remodelaron; mi madre se fue al departamento de ellos en la calle Ur­ quiza (Barrio de Once o Almagro), que vendió cuando se fue a México. Cuando mi cuña­ da me alojó en la casa, ya estaba separada de mi hermano.

169 ALBERTO, MANUEL Y MARIO PELLEGRINI nadas que reparto de cuatro a seis de la mañana, luego de seis a una, uso mi remís25 con clientes fijos, en su mayoría. En la tarde hago las compras para venta de los productos, los preparo para poderlos entregar al día siguiente. Vivo en el barrio de Don Torcuato, en Tigre.26

MARIO PELLEGRINI Nací el 18 de abril de 1947, en Buenos Aires, Argentina, soy el hermano del medio. Estudié en una escuela pública de Avellaneda, Provincia de Buenos Aires, entre 1953 y 1959. Fui un estudiante con promedio medio. En esa misma escuela, mi hermano mayor terminó siendo abanderado, todo un honor en aquella época, una expresión de distinción y excelencia escolar. Mi nivel secundario lo inicié en el Colegio Nacional de Buenos Aires: la mejor y más reconocida escuela de Argentina. Al segundo año, me despi­ dieron por mal alumno. Mis padres, que no sabían nada de psicología, me inscribieron en el Instituto Social Militar Dr. Dámaso Centeno, donde terminé mi nivel secundario con el título de maestro de escuela a los 19 años. Estudié magisterio, en la misma escuela ubicada en Primera Junta, barrio de Caballito.27 Debía tomar un colectivo­ a las 6:15 de la mañana y

25 Los remís son automóviles (propios o de una empresa). No tienen ningún color ni carac­ terística distintiva, los precios se determinan de antemano en función del trayecto, se re­ servan telefónicamente o en una remisería. En general, suelen estar en mejores condiciones que los taxis. 26 Don Torcuato es una localidad ubicada en el sur del partido de Tigre, en la zona norte del Gran Buenos Aires. 27 Caballito es un barrio de la Ciudad Buenos Aires, se encuentra en el centro geográfico de la misma. “Debe su nombre a la pulpería que en 1804 instaló don Nicolás Vila en la esquina de las actuales Rivadavia y Emilio Mitre, y que era reconocida por su típica veleta en forma de caballito. Estudiantes, filósofos y poetas llenan los cafés de Caballito, un barrio amable y vibrante. El barrio ofrece fácil acceso al centro de la ciudad, sólo hay que ser un poco ­paciente con el subte A, pero también hay numerosos y buenos autobuses, llamados colectivos en Argentina que lo conectan con el resto de la ciudad. Se encuentran numero­ sos sitios de ­interés, como el Barrio Inglés con hermosas edificaciones de estilo británico realizadas entre finales del xix y principios del xx, cuenta con varios espacios verdes: Parque Rivadavia, Centenario, Plaza Irlanda. Hay varios tipos de mercadillos, entre los que destaca la venta de libros viejos y las ferias artesanales. Alberga importantes institu­ ciones educativas católicas como el Instituto Social Militar Dr. Dámaso Centeno, el cole­ gio marista, el de San José de Calasanz y otros. Además, cuenta con un fantástico club en su corazón, Ferrocarril Oeste, un club multideportes que se destacó en varias disciplinas deportivas como el fútbol en las décadas de 1970 y 1980, el volley y el básquet. El club ofrecía espacios recreativos, colonias de verano para niños y niñas, natación, atletismo, tenis de mesa, una cafetería y poseía una especie de club de tenis, un poco más elitista,

170 Las historias de tres hermanos argentinos entre Argentina y México luego el metro para entrar a las ocho. Mis padres me inscribieron como medio pupilo: en la mañana hacía las tareas y estudiaba. El curso de magis­ terio era de una a seis de la tarde. Regresaba a mi hogar a las ocho. Cuando empecé mi tercer año de magisterio decidí estudiar turismo en la misma escuela, de 18:30 a las diez.28 Me salí del barrio donde me había criado por la distancia y tiempos de viaje que implicaban los estudios. Es­ tablecí nuevas amistades, tuve varias novias (propias de esa etapa). Deje atrás el barrio donde había transcurrido mi infancia y el principio de mi adoles­ cencia. Me recibí como un alumno regular, en mis prácticas como maestro obtuve calificaciones más altas que las obtenidas en las diferentes materias del magisterio. Con el título obtenido en 1965, y por ser varón, desde el primer momento pude trabajar como maestro de primaria en escuelas pri­ vadas de ocho a doce. Por la tarde, además de trabajar recogiendo chicos en el jardín de infantes (kínder) de mi madre, estudiaba en la universidad. Me Inscribí en la Universidad del Salvador, en la carrera de Ciencias Políticas y Sociales, de 1966 a 1971. Al principio pensaba estudiar Diplomacia pero por razones políticas,29 desestimé seguir esa carrera. En 1973, retornó Perón al país y luego lo suplantó su segunda esposa en el gobierno. Como resul­ tado de ese gobierno calamitoso, donde operaba la Triple A y un tal José López Rega, tomaron el poder los militares, oficializaron la violencia de Estado, desaparecieron personas y se mantuvieron hasta 1983. Mis hermanos siguieron diferentes derroteros. Mi hermano mayor termi­ nó en la Universidad de Buenos Aires la carrera de sociología, de la cual nunca se apartó. Fue un buen estudiante y, antes de terminar la carrera, ya

dentro del propio club. Pero si algo ha caracterizado a Ferro, como se conoce popularmen­ te y con cariño es al arraigo con el barrio, su orgullo. El club ha pasado por años difíciles y desde mediados de la década de 1990 comenzó a decaer en su oferta de actividades so­ ciales, incluso su equipo de fútbol cayó hasta la tercera división, cuando en 1982 y 1984 fueron campeones nacionales de primera división. Actualmente puja por reconstruirse, ha remodelado su estadio, mantiene instalaciones de alto valor inmobiliario y su equipo de fútbol milita en la segunda división en 2019. Por si fuera poco, la Universidad de Buenos Aires tiene su Facultad de Filosofía y Letras, ubicada en el edificio de una antigua fábrica de cigarrillos en la zona de Caballito. 28 Desde que mi padre enviaba postales de los destinos que visitaba, yo soñaba con conocer­ los y buscaba en los libros datos como, su ubicación, su cultura e historia. Siempre me ha atraído viajar y por trabajo y placer lo he logrado. 29 Cabe recordar que en 1966 hubo un golpe militar del general Juan Carlos Onganía al democrático presidente Arturo Illia, esto causó una desilusión en mi vida.

171 ALBERTO, MANUEL Y MARIO PELLEGRINI era profesor auxiliar de esa disciplina. Mi hermano pequeño no terminó la escuela secundaria y desde joven se dedicó a trabajar, entre otras cosas, como taxista. Pero se dio una fractura familiar: después de vivir juntos unos 27 años, mi madre y mi padre decidieron romper la relación matrimonial. Eso trajo o fue concomitante con el casamiento de mi hermano mayor y su salida de la casa materna, a un departamentito de 45 metros cuadrados. El depar­ tamento se pagaba en 84 cuotas mensuales y estaba en el barrio popular de la ciudad de Buenos Aires, denominado el Once. También me salí de la casa materna, a los 21 años. Sólo se quedó mi hermano menor, de 16 años en ese momento, viendo cómo se deterioraba la relación de nuestros padres. Cada uno trataba de demostrar al hijo menor que la culpa del deterioro de la pare­ ja era del otro. Eso provocó un desgaste de varios años hasta que mi padre se fue del hogar en 1973, quedándose mi madre y mi hermano solos en la casa materna. Conforme mi hermano menor crecía, se iba alejando de la madre y esto precipitó su casamiento a temprana edad. Mi padre se juntó con una mujer, que nosotros no conocíamos en aquel momento y vivió con ella hasta que se murió, unos 35 años después. Mi madre nunca convivió con otro hombre. Tuvo parejas, éstas no funcionaron y se puede decir que vivió sola hasta que se murió en Cuernavaca, Morelos, junto con sus tres hijos. En esa época, al momento de la separación de mis padres, empecé a tra­ bajar como maestro de sexto grado, siempre en escuelas primarias privadas, de 1966 a 1968. Una tarde de 1969, mi hermano mayor me comentó que había oportunidad de entrar a trabajar en su departamento de Investigación de Mercados. Se trataba de una empresa inglesa de fabricación de vidrio plano y derivados industriales de la lana de vidrio. Presenté mi solicitud y entré a trabajar. Realicé tareas de investigación de mercados. Mejoré mi sueldo, al doble, porque realmente trabajaba el doble. Trabajando en esta empresa inglesa, otra vez mi hermano mayor me trajo un recorte de un periódico donde un laboratorio de Estados Unidos requería personal para trabajar en varias áreas de la empresa pero con la condición de trabajar un año como visitador médico. Tomé el desafío y ahí me cambió la vida. Me asignaron una de las áreas más pobres de la ciudad: La Boca. Considero que fui muy buen visitador médico y destaqué, dado que en 1970 me ubicaron como asistente de investigación de mercados y en 1971 fui ascendido a gerente de investigación. Para ese entonces mi sueldo era cuatro o cinco

172 Las historias de tres hermanos argentinos entre Argentina y México veces mayor que el del magisterio. Ya vivía con una novia con la que me casé. El matrimonio duró apenas seis meses. Así llegué a 1974, cuando otro laboratorio estadounidense me tomó en 1974 como gerente en la misma área y luego como gerente de productos. En 1976 se produjo una oportu­ nidad única y ese laboratorio me envió a Rahway, New Jersey, durante un año a trabajar para América Latina en la sede de la casa matriz. El mundo se me abrió de par en par. Viajes a otros países a ver, a inspeccionar, a dar órdenes de trabajo. Con un buen sueldo y viviendo en hoteles. Es así como viajé en agosto de 1976 a México y conocí a Silvia, mexicana, quien luego sería la madre de mis hijos. A finales de 1976 regresé a Buenos Aires con ese mismo laboratorio y en enero 1977 se vino a vivir conmigo mi pareja mexicana. Decidimos tener hijos y en enero 1978 nos casamos en Cuerna­ vaca, Morelos. Nuestro primer hijo nació en noviembre de 1979 y el segun­ do, en julio de 1981; ambos en Buenos Aires y ambos varones. A partir de mi retorno se inició un frenesí en mi carrera laboral. Con mi experiencia exitosa local y con una sólida experiencia en Estados Unidos, apareció un laboratorio nacional (en Argentina) y me ofrecieron el puesto de gerente de marketing. Seis meses después apareció un laboratorio de origen suizo y me ofrecieron la Dirección Comercial para Argentina y Pa­ raguay. Era octubre de 1977, a mis treinta años me enviaban a Europa cinco veces al año. Mi nivel de sueldo, comparado con un maestro era 30 o 35 veces superior. Así fue hasta marzo de 1982. En abril de 1982, los mi­ litares de turno en el gobierno tomaron por sorpresa las islas Malvinas. En mayo de 1982, una empresa de Estados Unidos, con sede en Miami, me ofreció trabajar en México y Centroamérica, en el área de publicidad far­ macéutica. En julio de 1982 las tropas argentinas se rindieron en las Mal­ vinas y el 2 de agosto de aquel año llegué a vivir en México con mi familia y el deseo de iniciar una nueva vida. Y así lo hice. Tener una esposa mexi­ cana30 era un aliciente para pensar en ir a vivir en un país más estable que Argentina, una de mis cuñadas me ofreció su casa en el D.F., mientras encontrábamos una casa en la ciudad. Aunque ya antes (1979) había compra­ do una casa de fin de semana en Cuernavaca. México crecía entre 5 y 6 por ciento en su producto interno bruto y en general la clase media-alta en

30 Me separé después de algunos años y he tenido otras parejas.

173 ALBERTO, MANUEL Y MARIO PELLEGRINI

México vivía en un nivel superior a la clase media promedio de la Ar­ gentina. Había estabilidad monetaria y el dólar estuvo a 12.50 pesos durante muchos años, aunque luego hubo una devaluación del peso mexicano. Cuando yo llegué, todavía persistía lo que después se llamó el “desarrollo estabilizador”, aunque luego esas ideas fueron desapareciendo con los años, en particular desde 1988. Es probable que mi “éxito” motivara a mis dos hermanos a venir a pro­ bar suerte, aunado a las difíciles situaciones que se vivían constantemente en Argentina: el primer hermano en llegar fue el menor. Sin estudios, sin una especialidad laboral, casado y con los dos hijos de su relación. En Ar­ gentina tenía una casa en la zona rural de General Rodríguez, donde vivía. Trabajaba como repartidor de hielo a tiendas de abarrotes (almacenes), clubes deportivos y a gasolineras (estaciones de servicio). Ese trabajo era particularmente intenso en los tres o cuatro meses de verano austral. Vino por unos años y se quedó 17 en total. Siempre vivió en Cuernavaca. Se dedicó a entregar material de curación, cremas, y en general, todo lo que vende una farmacia, sin ser exclusivamente medicinas. Tuvo su propia farmacia que atendía en su casa con su esposa. Su red de clientes se extendió en Cuernavaca y sus alrededores. Por razones de ciertas inclinaciones, su futuro se fue deteriorando y volvió, en mal estado económico, a Argentina, lugar donde hasta ahora sigue viviendo. Sus hijos y esposa lo acompañaron, pero después de unos años, ambos hijos decidieron volver a vivir a México. Los chicos viven ahora en la Colonia del Valle. Por lo que sé, el mayor de treinta años, se juntó con una exiliada venezolana y espera una hija, para septiembre (del año 2019). Ambos trabajan en publicidad, como edecanes y modelos, su físico, su color de piel claro y cabello los ayuda en gran me­ dida, sumado claro al talento personal que cada uno posee. Para cuando nazca su hija, esperan traer a vivir a su madre argentina que hace años se separó de mi hermano. Mi hermano mayor, vino a México después de la crisis descomunal ar­ gentina de 2001, la cual trajo hiperinflación, un corralito financiero, es decir, congelamiento­ de los depósitos de los ahorrantes frente a la devalua­ ción; inestabilidad política: cinco presidentes en pocos meses. Mi hermano vino con su segunda esposa argentina, que fue su compañera de la facul­ tad. Mi sobrino mayor, de su matrimonio anterior, ahora de 49 años, se unió

174 Las historias de tres hermanos argentinos entre Argentina y México a su padre para llegar a vivir también en México en 2003. En Argentina quedaron tres hijas de la esposa de mi hermano, todas mayores de edad y algunas crisis existenciales (divorcios, parejas inestables y por lo que recuer­ do una de ellas salió del país y vivió en Perú). Le ofrecí a mi hermano tra­ bajar en mi empresa de publicidad, en el área de Investigación de Mercado. Como a la empresa le iba bastante bien, a mi hermano también le empezó a ir bien. Pero… siempre hay un pero. A mi cuñada, de tendencias políticas de izquierda, eso de trabajar en investigación de mercados para empresas “gringas” o europeas no le gustaba. Para ella, era como vender el alma al diablo. Cada quien tiene su perspectiva sobre las cosas. Según como veo el asunto a la distancia, ella hizo todo lo posible por retornar a Argentina, donde ya había tomado el gobierno un candidato de tendencias más socia­ listas que los gobiernos anteriores de Carlos Menem y Fernando de la Rúa (quien dejó la presidencia en helicóptero en diciembre de 2011, cuando miles de manifestantes fueron a protestar contra él y la policía reprimió como en las épocas de los militares). En 2003 había llegado Néstor Kirsh­ ner y en 2007 fue electa su esposa, Cristina Fernández de Kirshner. Fue así como después de más de cuatro años de convivencia en México, se regresa­ ron a vivir en la zona rural de Cardales, en la Provincia de Buenos, a apro­ ximadamente 80 kilómetros de la Ciudad de Buenos Aires. A mi hermano le alcanzaron los años necesarios para sacar su credencial del Instituto Fede­ ral Electoral y votar desde Argentina por el candidato de centro-izquierda que se quedó con las elecciones de 2018 en México. Su hijo mayor trabaja en la Universidad del Valle de México y tiene un muy importante cargo desde hace varios años. A mi modo de ver, él ya no volverá a Argentina, aunque uno nunca sabe lo que puede suceder en el futuro. Así son las histo­ rias, siendo una familia que tiene miembros en ambos países, actualmente hay más de nosotros, los Pellegrini, en México que en Argentina. Pero a pesar de las distancias hemos viajado de uno a otro país para visitarnos, ver amigos y recordarnos personalmente. Los que volvieron, los que se queda­ ron y los que añoran uno u otro país.

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Relato engarzado de una chica argentina, Verónica, que vivió en México y regresó a su país, con el de Lara, una mexicana que vivió en Argentina y regresó a México

Verónica Pérez y Lara Iturbide*

Verónica: Nací en Buenos Aires el 4 de julio de 1967. Conformaban mi uni­ verso familiar, en el momento que comienza este relato, mi padre, mi madre y tres hermanos: el mayor —varón— y dos mujeres, Male y yo la más pe­ queña. Vivíamos juntos en Castelar1 en la casa familiar. Mi hermano —muy apegado a mi madre, fue el rebelde de la familia, le costaba congeniar con mi padre—, mi hermana —cercana a mí y a mi padre— y yo. En esa época de la vida familiar la tensión subía y bajaba. En 1981, un sábado como cualquier otro, a sus 43 años mi madre, mien­ tras tomábamos el desayuno familiar, nos informa que se quiere separar, luego de más de veinte años de casados. El desconcierto de ese anuncio sorpresivo e inesperado en pleno convivio nos sorprendió a todos. Desde mi visión en aquel momento de niña (entre trece y catorce años), nos dejó he­ lados, incluso a mi padre, creo; y marcó también mi relación con ella, desde ese día en adelante y para siempre; así como las decisiones más importantes que tomé a partir de ese momento. Cabe decir que mi madre era una gran persona, preocupada por lo social y el bienestar de la gente, como mi padre, pero poco amorosa y maternal en la casa con sus hijos y la familia. Se graduó como asistente social, pero no ejercía su profesión. Sufría algunos episodios de apatía y a veces no tenía energía para llevar adelante la casa y se pasaba

* Verónica Pérez es experta en el sistema saap y colabora con uno de los periódicos argen­ tinos de mayor importancia. Lara Iturbide es la madrastra de Verónica Pérez. 1 Castelar es una ciudad del oeste del Gran Buenos Aires en la provincia de Buenos Aires. Es la segunda localidad más poblada del partido de Morón y se encuentra ubicada al oes­ te del mismo.

177 VERÓNICA PÉREZ Y LARA ITURBIDE días enteros en la cama. Mi padre era un gran hombre, plenamente com­ prometido con la ayuda social, trabajador sin límites, firme en sus convic­ ciones, recto, honesto, leal. Trabajaba como gerente en una empresa importante y teníamos una buena situación económica. No era necesario, por lo tanto, el trabajo de mi madre para la economía familiar. De vez en cuando, mi padre tenía que viajar por trabajo y en algunas ocasiones mi madre lo acompañaba. Entiendo que la educación religiosa de mi madre formaba parte de la razón de su interés por lo social y sus acciones en ese sentido. Mi padre practicaba la religión pero, a diferencia de mi madre, la religión no le fue transmitida en el seno familiar, sino que él “encontró” su fe de forma personal y a los 18 años decidió cumplir con el sacramento del bautismo. Siempre consideró la ayuda a los demás como una forma de vida. Durante mucho tiempo apadrinaron a una familia de muy bajos recursos, les daban trabajo y los ayudaron econó­ micamente y a construir su casa. Esto lo hacían con otras personas, pero esta familia fue la más significativa para mí. En aquel contexto de intereses “con­ trapuestos”: el buen pasar, el nivel social al que pertenecíamos, el contacto y la relación con personas de pocos recursos y muchas necesidades, mi madre nos informa su decisión de divorciarse. Con el tiempo y algunas conversaciones con ella comprendí que se sentía vacía por no ejercer su profesión y confusa por el conflicto de intereses en su interior. Así es que luego de su divorcio comenzó a trabajar como asistente social. Mi hermano era la contracara de mi padre, supongo que era una forma de rebeldía que hizo muy difícil la relación entre ellos. Una relación amorosa pero de fuertes enfrentamientos. Con mi hermana, la más parecida a mi padre, siempre me sentí muy a gusto. Compartíamos juegos y amigos. Siempre la sentí como mi “protectora”, me cuidaba, aconsejaba y apoyaba, en especial durante la separación. A mi me consideraban “la alegría familiar”: siempre contenta y siempre sonriendo. Conformaba el grupo familiar del lado de mi padre mi abuelo, mi tío y mi prima, con los que teníamos una relación más bien espaciada. Existía algún tipo de competencia entre mi padre y mi tío. Mi abuelo era una per­ sona muy rígida y tal vez por eso mi madre no se llevaba bien con él. Por otro lado, la familia de mi madre la constituían mi abuela, mi tía y su es­ poso con sus tres hijos: mis primos, con quienes teníamos más contacto,

178 Relato engarzado de una chica argentina con el de una mexicana aunque mi padre no estaba del todo cómodo con esas reuniones. Yo tenía una relación muy cercana con mi tía materna y mis primos. Los veía muy se­ guido y frecuentemente me iba de vacaciones con ellos. Me sentía muy ­relajada con mis primos. En 1981 comencé mis estudios secundarios al terminar la educación primaria, en plena adolescencia. Tenía un grupo de amigos y compañeros de escuela, quienes me ayudaron y acompañaron en mi tristeza por la sepa­ ración de mis padres. Éramos muy unidos. Por esos días el contexto políti­ co y social del país era particular: la declaración de la guerra de Malvinas en 1982, y al mismo tiempo signos de que estaba terminando la dictadura militar, que había sido terrible, cruenta, feroz, inhumana. Comenzaban a permitirse las reuniones de personas en conciertos de música, por ejemplo (algo que estuvo prohibido durante muchos años). En este entorno, la ado­ lescencia por la que yo estaba pasando se centraba en sentirse unido, tener un grupo de pertenencia, pensar de manera contraria a la dictadura militar. La situación en mi casa se tornó muy difícil con las peleas cotidianas entre mis padres. Mi hermana, que me cuidaba y me protegía, les reclamaba a mis padres que dejaran de pelear. Se crearon dos “bandos” en la familia: mi hermano y mi madre “contra” mi padre, mi hermana y yo. Finalmente, mi padre se fue de la casa a vivir al departamento que un amigo le prestó. Mi her­ mana, que en ese momento tenía 18 años, se fue a vivir a casa de una amiga y yo me quedé con mi madre y mi hermano. En pocos días decidí que prefe­ ría vivir con mi padre en la Capital Federal, dado que no me sentía del todo a gusto con mi madre. A partir de ese momento se generó entre mis padres una especie de competencia para ver con cuál de ellos me quedaba. Al pa­ recer era el trofeo de la familia (conseguir mi tenencia legal). Cuando llegué al departamento de mi padre en la Capital, me enteré que él vivía con una mujer y sus dos hijos. Los había conocido en un asado en el ve­rano, pocos meses antes, pero no sabía de su relación. Fue un shock en el momento enterarme, pero de alguna forma no fue algo que me pareciera mal. Sólo que no estaba preparada ver a mi padre con otra mujer que no fuera mi madre. Comencé entonces a vivir con mi nueva familia “ensambla­ da”, en donde había pasado de ser la más pequeña a ser la mayor de dos niños de ese nuevo hogar. No pasaba todos los días allí, sólo algunos, ya que seguía yendo a la escuela en el partido Morón y el viaje llevaba más de una hora de

179 VERÓNICA PÉREZ Y LARA ITURBIDE ida y una de vuelta. El resto de los días me quedaba a dormir en la casa de mi tía y de amigas. Vivimos allí cerca de un año. Un día en una cena mi padre me consultó si me gustaría ir a México. Yo encantada le dije que sí, pero no interpreté que se refería a ir a vivir a México. Ellos estaban anali­zando la posibilidad de ir con toda la familia a vivir allá, su mujer tenía trabajo­ en su país y a mi padre se le estaba complicando su situación laboral en Buenos Aires, sumado a la situación del país con la guerra de Malvinas y el clima insoportable de la dictadura que agonizaba pero seguía reprimiendo mani­ festaciones en 1982. Cuando percibí que la invitación era para irnos defi­ nitivamente, me di cuenta de que no era eso lo que yo quería, pero yo vivía con mi padre y entendí que no tenía otra opción, además que ya había dado mi palabra y eso lo aprendí de él, si uno dice que sí, lo tiene que cumplir. *** Lara,2 mexicana, llegó en 1980 a Argentina a ayudar a su hermana, que acababa de tener su segundo bebé. Se había casado en México con un argen­ tino (aunque su matrimonio no era válido en el país, en aquella época decir: “se casaron en México”, era como un guiño social para aceptar las uniones “ilícitas”). Cabe recordar que en la ley del divorcio en Argentina la unión con otra persona estaba permitida, pero no era lícita.3

2 Nací en la ahora Ciudad de México, en diciembre de 1946, mi padre era abogado, prove­ nía de una familia tradicional que vivía en La Villa; cuando murió su padre, que era mé­ dico, la familia se trasladó a casa de la abuela en la colonia Condesa. Fueron seis hermanos, tres varones y tres chicas, mi padre el más joven. Mi madre tuvo dos hermanas, ella era la de en medio. Como sus padres viajaban mucho y por mucho tiempo a Europa (la familia de mi abuela era vasco-francesa), se ocuparon de su educación las hermanas de mi abuelo. Una familia de abolengo que tuvo trece hijos, mi abuelo también fue el menor y a él lo educó su hermana mayor, porque su madre murió en el parto. Estudié en escuelas católicas y al llegar a la universidad me rebelé y me fui a la unam, me costó caro pues los castigos fueron severos, pero a pesar de ello estudié dos años Lengua y Literaturas Hispánicas. Me casé al terminar mi segundo año y me fui a Alemania, donde viví cinco años (estudie y trabajé). Al regresar continué trabajando y estudiando, terminé la carrera e hice maestría, doctorado y fui profesora en la unam. En 1977, nació mi primer hijo y en 1980 el segun­ do. Me separé durante este embarazo y sostuve a mis hijos hasta que terminaron sus ca­ rreras universitarias en Argentina. 3 Hasta 1987, en Argentina, si un hombre o una mujer que se había divorciado, pero vivía con otra persona bajo el mismo techo, eran considerados adúlteros, delito ante la ley, y podían ir a la cárcel. Rehacer en ese sentido la vida no era por lo tanto legal.

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Por el puesto de mi cuñado y el trabajo de su hermana (en la embajada de México) vivían bien en Buenos Aires, aunque ambos eran críticos de la situación del país, que atravesaba entonces por una férrea dictadura todavía al mando de Jorge Videla. Mis padres habían estado en Argentina para ayudarla antes de su segundo parto; pero al regresar estaban inquietos por su salud y me pidieron que fuera a apoyarla. Fue tan grande su insistencia que accedí: empaqué hijos y maletas y me dispuse a usar las vacaciones de invierno que la unam ofrecía (que en esa época eran de casi dos meses) para ir a Buenos Aires. Lo que más me impresionó fue el nivel cultural de las personas que co­ nocí y el barniz de la gente de otro nivel; todos discutían, en voz muy alta, con argumentos, desde el albañil hasta el doctor en ciencias. Era impresio­ nante subir al subte (metro) y ver a todas las personas leyendo. También era divertido hacer preguntas que no entendían e incluso se reían y las respues­ tas de la gente común, con palabras y contracciones verbales que tampoco yo comprendía. Cosas simples como los nombres de las frutas y verduras, los cortes de la carne. En a­ quella época no había supermercados, se hacían las compras en almacenes. Me asustaba de los argentinos su alto tono de voz (por no llamarlos gritones), me sonaba agresivo; el ritmo y la entonación del habla, además de palabras desconocidas, me descolocaba. También su dis­ tinta o poca cortesía y constante apuro. Me llamaba la atención cierta actitud que yo consideraba, al inicio, soberbia y altanería; la mayoría de los hombres se abrazaban y besaban para saludarse, pero al mismo tiempo se “puteaban”.4 Me gustó el metro A de esa época, el más antiguo de América, con va­ gones de madera y lámparas art nouveau. Buenos Aires era (y es) famosa por sus plazas, jardines, el Río de la Plata, las casas de finales delxix , entre otras cosas. El domi­nio de los militares5 era absoluto, apoyados por la iglesia y asociaciones católicas,­ además del siempre poderoso grupo de empresarios y terratenientes que se llevaban una tajada de los negocios “cuasi ilícitos”

4 “Putear”, en el glosario de jergas y modismos de Argentina, significa fastidiar, perjudi­ car a alguien, renegar. Y aunque proviene de la palabra puta casi no se usa para injuriar o insultar. 5 A lo largo del siglo xx se ejecutaron numerosos golpes de Estado en Argentina, instalándose diversas dictaduras militares o cívico-militares que culminaron en el terrorismo de Estado entre 1976 y 1982.

181 VERÓNICA PÉREZ Y LARA ITURBIDE que se realizaban. Época en que se robaban los bebés de las madres oposito­ ras: detenidas o encarceladas, muchas de ellas desaparecidas. De ahí los movimientos como el de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo. La clase alta era rica, elegante y cosmopolita; vivía en barrios específicos (muchos de ellos cerrados o exclusivos), tenían casas de campo o campos. Los otros, la clase media vivía bien (constituía la mayoría) y los obreros y trabajadores tenían una gran dignidad y respeto por lo que hacían, lograban tener su hogar, comer y mandar a sus hijos a estudiar, pero todos vivían con muchos miedos: Si no pertenecían a la gente en el poder, la vigilancia era permanen­ te. En las villas miseria, es decir, los barrios más precarios, imperaban las viviendas paupérrimas, el desorden, la falta de agua y aún más la inseguridad. Por si fuera poco, entre los propios vecinos habitaban personas que estaban con el régimen: ladrones y buchones6 protegidos por los milicos (­palabra despectiva para los militares o paramilitares). Existían grupos, entre ellos el padre de Verónica, que reunidos en asociaciones ayudaban a construir vi­ viendas, lograban que llegara el agua, la comida y apoyaban a los “pibes” a estudiar, desarrollar un oficio y jugar.7 En la calle no estaba permitido cami­ nar sin docu­men­tos, cualquier policía o grupo militar te podía detener, sólo porque no les gustabas, te maltrataban, se imponían con sus armas, y si eras joven (con pelo largo y barba) te consideraban opositor y te podían llevar a la comisaría oficial, o a las clandestinas y podías desaparecer, por algún tiempo, o para siempre. Un día, me invitaron a una reunión de hombres de negocios y consulto­ res que organizó mi cuñado con sus socios, entre ellos el padre de Verónica. Pocos días después me enteré que nos ofrecía su casa de veraneo, en Uruguay, cerca de Punta del Este, por unas semanas. Además, gentilmente iba a acompañarnos, para enseñarnos, el funcionamiento de su casa. El viaje fue en ferry, la salida fue a las cuatro y media de la madrugada y como dice la

6 En Argentina, un buchón o botón es una persona que delata a otra, denunciándola a sus espaldas o contando sus secretos. Por ejemplo: “La policía pudo capturar al delincuente gracias a un buchón que compartió información muy valiosa”, la misma palabra tiene distintos significadas en los países latinoamaericanos. 7 Es bien sabido que en los llamados potreros (campos baldíos), el futbol es el deporte favo­ rito, obviamente para los varones, las nenas ayudaban en casa, aprendían manualidades, evitaban los golpes de padres, hermanos y a veces las violaciones de las que no se hablaba.

182 Relato engarzado de una chica argentina con el de una mexicana canción, “llovía y llovía”.8 El viaje fue chusco; yo cuidando a cuatro niños (mis dos hijos y mis dos sobrinos),­ el mayor de tres años y el bebé de meses. El argentino se quedó a acompañarme, mientras mi hermana y su marido se tomaban un tiempo solos. Trataba de ser amable, aunque se le veía terri­ blemente cansado, se esforzaba en contar cosas interesantes de Argentina, de Uruguay, pero a mitad de cada conversación tenía que cumplir con mi función de mamá-tía-niñera. El desembarco fue normal, los varones hicieron los trámites oficiales para entrar a Uruguay. Seguimos camino por el “pai­ sito”, sólo pescaba algunas frases que intercambiaban los argentinos, muchas de las palabras no las conocía o se usaban de manera distinta en México, así que me sentía medio perdida. El padre de Vero, además de empresario y consultor, era un hombre de una gran cultura y una capacidad de manejo del español increíble (su madre­ era sevillana y anticatólica, su padre era asturiano y anarquista), obviamen­ te refugiados. La madre había muerto y el padre, que era cooperativista, le enseñó a leer mucho y variado, así como a recitar en público y hablar bable.9 Él se hizo católico a los 18 años, con todo el enojo de sus padres. Aguantó y siguió su camino siendo una persona generosa, un verdadero ferviente, seguidor de las acciones positivas para ayudar a otros. Al regreso de las vacaciones en Uruguay, salimos varias veces, en una de ellas conocí a Ve­ rónica, jovencita dulce, tímida y muy cortés. Mi retorno se aproximaba y días antes de hacerlo me propuso vivir juntos, mi mundo se dio vuelta, ¿cómo íbamos a resolver nuestras situa­cio­nes y las distancias? Todo se fue arreglando poco a poco, logré un año de intercambio con la Universidad de Buenos Aires, y regresé así a Argentina. Me costó mucho el ambiente que reinaba entre maestros, alumnos y compañeros. Tanto que recuerdo

8 De una canción de Leonardo Favio, O quizás simplemente le regale una rosa: “Hoy corte un flor/y llovía y llovía/Esperando a mi amor/y llovía y llovía”. 9 Bable es el término utilizado para referirse a la lengua tradicional del Principado de As­ turias. El bable o asturleones evoluciona desde el latín, de manera distinta a la del caste­ llano y el gallego. No se puede considerar que provenga de la lengua céltica prerromana, aunque es posible que incorpore elementos de la misma. En la actualidad, el bable se habla casi exclusivamente en Asturias, y se considera que existen tres bables distintos atendiendo a la zona en que se habla: el bable entra en un periodo oscuro. La llegada del romanticismo y el nacionalismo da un nuevo impulso al bable, que viviría una época de auge hasta la Guerra Civil. Diccionario Enciclopédico Vox 1, México, Larousse, 2009; el diccionario de la rae está con­siderando­ incluir la palabra.

183 VERÓNICA PÉREZ Y LARA ITURBIDE que cuando hubo un congreso y vino un grupo de escritores mexicanos, un amigo me dijo en la comida final que debía estar feliz de vivir en una ciu­ dad tan bonita, culta y con gente tan acogedora. Mi contestación fue pre­ guntarle, ¿que harías si fuera el profesor X a nuestra facultad? La obvia respuesta de mi colega fue: “le presentaría a todos los profesores de nuestra área, organizaría coloquios para que los alumnos lo conocieran, lo pasearía por México,­ lo invitaría a mi casa”. Una vez que mi querido y respetado co ­lega mexicano terminó, volteé a ver a todos mis silenciosos compañeros argentinos y le dije: “¿sabes?, ninguno de ellos me ha invitado ni siquiera un café entre las pausas, así que ni hablar de visitas, ni otras gentilezas”.10 Alquilamos un departamento en la calle de Paraná (Barrio Norte) donde preparamos una habitación para Verónica, que usaba mucho, mas no de forma permanente. Me aceptó muy naturalmente y quería a los chicos (en ese momento de tres años y apenas un año y medio el pequeño). Los herma­ nos de Verónica nos rechazaron siempre. Por ese entonces se desató la gue­ rra de las Malvinas, me llamaba la atención que todos los argentinos estaban convencidos de que iban a ganarla. “Los milicos” les hablaban de victoria, palabras repetidas en diarios, radio y la televisión. Muy pocos sabían que enviaron a gente muy joven, sin preparación militar, sin el armamento ni la ropa adecuada para el cruento invierno. Contra un ejército británico, con todos los adelantos modernos y el apoyo de los isleños. La gente enfebrecida donaba y donaba dinero, aun los pobres, creyendo que ganarían. Luego se supo que nada de eso llegó a su destino. Muchos de los chicos que regresaron no fueron tratados ni física, ni psicológicamente y mucho menos se les ofreció apoyo para estudiar o cubrir otras necesidades. Casi al término de la Guerra de las Malvinas, los militares nos sacaron a to­dos: maestros, alumnos, empleados, con gases lacrimógenos y a punta de ba ­yonetas del edificio de la Universidad de Buenos Aires (uba) ubicado en 25 de Mayo, donde hacía mi estancia. La situación era más que tensa en esos

10 De hecho, eran hoscos, competitivos e intrigantes (eso no lo verbalicé, aunque luego le conté, en privado, cómo muchos de ellos maltrataban y minimizaban a sus colegas muje­ res o a los que estaban en contra del régimen). Siempre se hablaba del machismo mexica­ no y sin embargo el de ellos, aunque más sutil, era igualmente discriminatorio. En los puestos de poder las mujeres eran contadas y en general no por méritos, sino por ayuda y soporte de algún allegado, me asombró no ver una sola gerente de banco y menos a una directora de empresa.

184 Relato engarzado de una chica argentina con el de una mexicana momentos y pensé que era una locura que mis hijos permanecieran en un lugar donde había tanta violencia, miedo y asesinatos. Tomé mis maletas y regresé a México, mi compañero, lo sintió mucho y al poco tiempo, ya ­reorganizada en Mexico, en la unam e iniciado mi proceso de divorcio, me avisó que vendría a verme; al final de algunas idas y vueltas se quedó en México. Compré una casita en Cuernavaca, en un condominio, él inició un negocio e invitó a Vero a vivir con nosotros. Al principio le atrajo la idea y aceptó, conocía México por las buenas referencias de las vacaciones de sus conocidos; pero al llegar la fecha del viaje dudó, pero como ya había dado su palabra, la cumplió. Siempre nos ocultó su dolor por la ruptura de su familia original y el dolor de la distancia de los suyos. A mi pareja, le gustaba mucho México y su cultura, leía mucho sobre el país, viajamos cada vez que se podía; pero le costaba percibir la corrupción, la tranza en los negocios; las mentiras y falsas excusas de los empleados, el que todo se festejara con exceso de alcohol, la manera despectiva de hablar y tratar a las mujeres, el “vales si tienes dinero”, la cantidad de trámites por ser extranjero, las injusticias por ser inmigrante. Una vez un señor borracho vino a insultarlo, trato de brincarse la barda de casa y, como no pudo, nos echó basura, lo peor fue que cuando llegó la policía se llevó a mi compañe­ ro y lo mantuvieron un día encarcelado por escándalo; gracias a las “palan­ cas” pudimos sacarlo pagando un mínimo de multa. Tres años después sus socios mexicanos lo estafaron, se quedó sin dinero, frustrado, enojado y además la nostalgia de no ver a sus hijos (Vero ya se había regresado), au­ nada a la nostalgia de una Argentina idealizada, y a los cambios reales que se estaban produciendo. En efecto, la dictadura había retrocedido y Ricardo Alfonsín era presidente. Decidió regresar, yo me opuse a acompañarlo, se enojó, pero me dijo que cuando tuviera alojamiento y trabajo estable vol­ veríamos a hablar. *** Verónica: La despedida en Buenos Aires fue muy emotiva, todos mis ami­ gos y mi hermana fueron al aeropuerto de Ezeiza cuando estaba por partir hacia México. Todos lloramos mucho, éramos muy, pero muy unidos. Se planeó que mi madre no se enterara del viaje para evitar trabas legales por el conflicto que había con mi padre por mi tenencia. De hecho, le informé

185 VERÓNICA PÉREZ Y LARA ITURBIDE de mi viaje un par de días antes de mi partida para que no tuviera tiempo de reaccionar.­ Viajar y llegar sola a un país distinto fue muy difícil e inclu­ so doloroso. Mi familia ori­ginaria quedó no sólo distanciada, sino fragmen­ tada: mi hermano se quedó con mi madre, en la casa familiar; mi hermana vivía de manera independiente, primero en casa de una amiga y luego en una casita alquilada. Terminé el ciclo escolar con dos materias pendientes en el Colegio Na­ cional de Morón,11 que intenté revalidar en México: historia e inglés. Me costó mucha dedicación y esfuerzo, porque el tipo de programas era dife­ rente: el inglés de mis compañeros era de un nivel elevado, muchísimo más elevado que el mío; además, el programa de historia comprendía la parte de la mexicana y otras visiones del mundo, que yo desconocía. Llegué para el inicio del ciclo lectivo al colegio Suizo de Cuernavaca, sin uniforme, sin entender el sistema, ni la lengua cotidiana. Mi primer choque fue ver la diferencia en la manera de comportarse en el colegio por parte de los alum­ nos, además de la diferencia en la estructura del formato escolar. En la Escuela de Morón, donde hice mis estudios en Argentina, los grupos eran de cincuenta a sesenta personas, mientras que en esta escuela había entre 16 a un máximo de veinte alumnos. El trato entre los jóvenes era distinto, se saludaban verbalmente, y a veces se daban la mano. En Argentina, se acostumbra dar beso y abrazo, incluso entre los hombres. El trato con los docentes era muy diferente, en Argentina aun después de la dictadura mi­ litar, el trato por parte de los profesores era autoritario, mientras que en México el trato era cordial y hasta amigable. Otra gran diferencia fue el idioma, algunas palabras muy distintas o las mismas con significados opues­ tos. Hice dos años de secundaria, y terminé con un título mexicano, con mucho orgullo para mí, mi padre y Lara; pero durante este ciclo escolar no hice amigos. Sólo una niña de familia japonesa. El trato entre los adoles­ centes era muy diferente. Era joven y tímida (al menos en este ambiente) y me costó mucho adaptarme: sin mi grupo de amigos, acostumbrada a ma­ nejarme sola, a salir constantemente, con un idioma, una comida distinta

11 Colegio Nacional Normal Superior Manuel Dorrego de Morón es el principal colegio del partido de Morón, Provincia de Buenos Aires. Colegio estatal de alta calidad educativa. Por sus aulas pasaron grandes personajes de la historia: músicos, escritores, políticos y deportistas destacados.

186 Relato engarzado de una chica argentina con el de una mexicana y un ritmo de vida muy diferente. La gente que frecuentábamos, no me gus­taba (en México sentía que la división de clases era muy fuerte; en ­Argentina, a pesar de las diferencias sociales, la gente pobre era considera­ da digna y se le respetaba). En Argentina, en el contexto de la dictadura militar que gobernaba en esos momentos, en el colegio secundario los preceptores12 te vigilaban, eran superes­trictos; se usaba guardapolvo.13 Los hombres debían tener el pelo muy corto y las chicas recogido, obviamente nada de maquillaje, ni aros, ni pulseras, la fal­da a la rodilla y las calcetas también a la rodilla. Nada que rompiera con la norma­ estricta de arreglo o modales. Cualquier falta a los códigos establecidos conducía a una amonestación, se saludaba de pie a cualquier maestro o a­ utoridad que llegara al aula. Temblabas cuando con­ testabas y eras corregida duramente —porque lo que dijiste no era lo que el profesor esperaba—, se evaluaba todo y siempre había sanciones y amo­ nestaciones. Me llamó mucho la atención saber que en la unam la policía no podía entrar, mientras que en Argentina hacían redadas continuas en los colegios superiores y facultades de todo el país. En la escuela de México todo era distinto, reinaba la alegría, se sentaban en semicírculos, el profesor no pedía una lección aprendida, sino que inci­ taba a que cada uno expresara lo que pensaba. A los chicos les gustaba opinar, había diálogos, no sólo se seguía el manual escolar. No había san­ ciones, ni castigos. El calendario escolar también era distinto, en Argentina las clases comienzan en marzo y terminan en noviembre mientras que en México comienzan en septiembre, por esa razón al incorporarme a la escue­ la tuve que empezar en un nivel que no era el mío. En algunos aspectos, mi nivel estaba por debajo del de mis compañeros, me dieron ayuda sobre todo

12 El preceptor realiza el contacto cotidiano con el alumno y tareas administrativas. Antes se llamaba “celador” y se le asocia al modelo prusiano de organización escolar: vigilar y castigar. El diccionario de la Real Academia Española dice que el preceptor se focalizaba en la gramática del latín y es un término que se utiliza para nombrar al individuo que se dedica a la enseñanza. 13 Los guardapolvos blancos son una especie de bata blanca (con tablas, sin tablas, con boto­ nes por detrás o por delante parecida a la que usan los médicos o enfermeras), que debían usar por igual los educadores y educandos. Todos aquellos que fueron a una escuela públi­ ca. Simboliza la educación y la lucha por la defensa de la escuela pública e igualitaria para todos. Algo más sencillo que los uniformes que se usan en México, ya que el guardapolvos se pone arriba de la propia ropa.

187 VERÓNICA PÉREZ Y LARA ITURBIDE en inglés, matemáticas e historia, pero en otros mi nivel era superior, lo que hizo difícil encajar en la escuela. Los profesores compartían la alegría de los jóvenes, se reían y se divertían en las clases. La relación era abierta entre los profesores y los alumnos; no imponían su autoridad, inducían a analizar, propiciaban el diálogo, a veces los temas eran abiertos: situaciones o aconte­ cimientos de la vida real, política o social. Me cos­taba mucho la interacción, me sorprendían sus preguntas en el salón de clase y fuera. Y como era la novedad en la escuela todos me hacían preguntas. No entendía muchas costumbres, los chicos y chicas de más de quince años no podían salir solos ni teniendo un auto propio que manejaban (iban con la madre, chofer o una persona de confianza al lado). A pesar de ser cordiales y curiosos, no me invitaron a sus casas, ni a sus reuniones o sus fiestas. Lara me reconoció con el tiempo que se portó como una verdadera ma­ drastra de película: tenía miedo y una gran responsabilidad por fungir como mi ma­dre, así que fue muy exigente. No sólo se oponía, y no me daba per­ miso para salir sola, sino que me vigilaba constantemente, a pesar de que iba dos veces por semana a dar clases a la unam y esos días salía temprano y regresaba tarde. Este control fue muy chocante, ya que estaba acostumbra­ da en Argentina a sa­lir sola con mis amigos a todos lados. De golpe encon­ trarme controlada por ella y mi padre fue difícil. Por suerte una de sus primas me invitó a participar con su grupo que hacía excursiones, y así comencé a salir sola y a conocer otro tipo de personas. Iba en autobús al D.F. y luego alguien del grupo me recogía, junto con la prima. En Buenos Aires hacía lo que quería, iba sola a la escuela, decidía la música que oía y la ropa que usaba, tocaba la flauta; en Cuernavaca no logré encontrar más que una escuelita de música, en donde conocí a una chica argentina que era docente. En esa época no se conocían los cantautores o cantantes argentinos modernos llamados en Argentina “música progresiva nacional”, o sea la música que me gustaba. Lara se esforzaba en presentarme a las hijas o hijos de sus amigos, nunca logré simpatizar con su modo de ser y vivir. Así que me sentía perdida y sola. Cuernavaca era una ciudad peque­ ña, con interesantes obras antiguas y artesanías; además en el condominio había un gran jardín y una pileta (que no usé mucho), y algunos niños, todos más chicos que yo. Los hijos de Lara eran muy pequeños, pero el ca­ riño y la convivencia fue buena y aún lo sigue siendo (a la distancia).

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Otra cosa que era distinta eran los horarios en casa, se levantaban y acos­ taban muy temprano. En Argentina se cena tarde y generalmente la gente se duerme tarde, se hacen actividades hasta tarde también. Los domingos acostumbrábamos hacer paseos fuera de la ciudad o ir a fiestas de los amigos de Lara. En Cuer­navaca había muy poco transporte público, además de las “buenas costumbres”14 y miedos de Lara porque algo me pasara. Fue difícil estar en un grupo social tan pequeño, cerrado, aunado a la edad que tenía: “la edad del pavo”, es decir la adolescencia. Y qué decir de las comidas: a mí sólo me gustaban las milanesas con puré de papa o zapallo. Me costó mucho amoldarme, no sólo a la comida típica, sino incluso a las verduras, legumbres, frutas y como Mafalda, aborrecía la sopa. Sin embargo, el clima era espectacular para mí, siempre un calor agra­ dable y mucho sol. El estilo de vestir en México era muy formal, pero en Cuernavaca, dado el calor era un poco más alivianado. Pero se notaba en la ropa, el grupo social al que pertenecías, incluso en los indígenas que con­ servaban con orgullo sus atuendos. En Argentina la moda estaba ligada a la ideología, los ricos y clase media eran formales, pero la mayoría de los jóve­ nes y aquellos que estaban contra los militares mostraban su libertad y su oposición con ropas diferentes, extravagantes, etc. Los meses de vacaciones también eran distintos en Argentina, enero y febrero, y en México, junio y julio, me sentía perdida en vacaciones, aunque mi padre trabajaba mucho, y venía a casa a comer rápidamente. Recuerdo, sin embargo, con cariño otros momentos de los veranos, cuando íbamos al mar, a los diversos pueblos, a las montañas maravillosas, a las zonas arqueológicas, la variedad de artesanías de cada lugar que visitábamos, pero me molestaba el regateo en el momen­ to de la compra, no estaba habituada a esa costumbre y me parecía que no estaba bien cuestionar el precio de algo que estaba a la venta. De Cuernava­ ca me gustaban el Jardín Borda y el Zócalo, las calles empinadas y circula­ res; empecé a interesarme por la historia de México y el Palacio de Cortés me sirvió como guía para investigar, leer y preguntar. Lo que más me molestó, además de las diferencias sociales, eran las gran­ des casonas con hermosos jardines, albercas y sirvientes para todo.15 Ni qué

14 No estaba bien visto que una “señorita” se subiera a los camiones (buses), aunque había miles de chicas, de otras clases sociales que lo hacían a diario. 15 Abrir la puerta, hacer y servir la comida, las compras y, por supuesto, limpiar, jardineros,

189 VERÓNICA PÉREZ Y LARA ITURBIDE hablar del tono déspota y agresivo que usaban para con ellos. La familia de Lara era, a mi modo de ver, muy tradicional, tanto que no aceptaron nunca su relación con mi padre, nunca vinieron a nuestra casa, que era muy sen­ cilla, pero muy decente. Una vez una de sus hermanas apareció por breves minutos pero se le veía en la cara, en las actitudes y gestos que sentía lásti­ ma por su nueva situación (lo percibí, y tanto Lara como mi padre hicieron comentarios). En esa época me encerraba en mi cuarto y lloraba mucho, me costó mucho asumir el choque cultural, anhelaba Buenos Aires, a mis fami­ liares y amigos. Les escribía cartas todo el tiempo (claro que no había redes sociales a mediados de la década de 1980), esperaba con ansias el correo. Era muy difícil y costoso hablar por teléfono a larga distancia. Mi padre leía mucho y me incitaba a hacerlo, con él podía hablar un poco de lo que pen­ saba y sentía. Lara era muy formal, atenta y sólo en algunas ocasiones cari­ ñosa. Muy apegada a las reglas de sus grupos sociales: los de la universidad y los de sus amigas. Pero no tanto a las de su propia familia, que obviamen­ te al ser muy católicos, no aceptaban su divorcio y menos la unión con un argentino desconocido y separado. Conocí a un argentino en esa época, Alejandro, que trabajaba en una inmobiliaria en la esquina de la casa. Lara se asustaba mucho, porque era mayor, demasiado para ella. Ella me decía que él buscaba una relación físi­ ca y se sintió responsable de cuidarme, vigilarme e incluso prohibirme ir a verlo sola. Advirtió a mi padre del peligro que había con ese “vago, mal viviente, que nadie conocía” (regla social importante en México, saber de tus orígenes). Bien, pues esto fue la bomba, me enojé mucho y la situación generó discusiones y peleas con ella y mi padre. Mi hermana, que trabajaba como docente y vivía independiente, cosa muy común entre los chicos en Argentina, insistía en que me fuera a vivir con ella y por supuesto me re­ gresé a Morón, con 17 años. Estaba feliz de estar con mi hermana y amigos, pero también sufrí porque ahora usaba otro vocabulario, tonadita mexicana y ciertas actitudes de las cuales todos se burlaban o reían. Tuve que tramitar la revalidación de los estudios realizados en México y pasar otra vez exáme­ nes que me exigieron. El hecho triste es que tuve que cursar con otro grupo

niñeras y los cuidadores de la casa. Las casas, además, estaban rodeadas de bardas grandes, altas, electrificadas, con cámaras de seguridad y “guaruras” (custodios) para la casa y cada uno de los miembros de la ­familia.

190 Relato engarzado de una chica argentina con el de una mexicana el último año del secundario (equivalente a la preparatoria mexicana), lo cual fue un golpe muy duro porque además no pude realizar el viaje de egresados con mis antiguos compañeros y amigos entrañables. El viaje no sólo era el cierre de una etapa juntos, sino la iniciación a otra vida y la des­ pedida de una etapa dorada. Me quedaron unos pocos amigos de esa etapa. Se dio una nueva ruptura en mi vida, intenté acoplarme con otros grupos, pero todos me sentían distinta y lo era (entre lo vivido, el manejo del idio­ ma, la cultura que asimilé, las visiones que tenía de la vida). Además co­ mencé a trabajar mientras terminaba mi secundaria, cosa que no hacían mis amigos y que también me diferenció de ellos. Parecía que todo se conjuga­ ba para hacer que mi tristeza se incrementara: la añoranza de mis amigos perdidos y la de México (mi padre y los hijos de Lara). Mi hermana que seguía sin llevarse bien ni con nuestra madre, ni con nuestro hermano. Volví a sentirme sola y perdida en un universo que ya no era el mío. A mi regreso de México me invadió la idea de que tenía que reconciliar­ me con mi madre y mi hermano y hacer que mi hermana también lo hicie­ ra; así es que me lo propuse y me acerqué a ellos lentamente y logré que mi hermana también lo hiciera. Nos llevó unos años pero volvimos a retomar el contacto, sobre todo con mi madre. Luego, al tener hijos tanto mi her­ mana como yo misma (varios años después), terminamos de acercarnos y tal vez “entenderla” y aceptarla tal como era. Al terminar la secundaria comen­ cé a estudiar, intenté con un par de carreras pero las deje incompletas al poco tiempo. Continué haciendo distintos trabajos: vendía libros o apuntes a los alumnos de la Escuela de Psicología Social de Pichón Rivière en Castelar.16 Cuidé chicos, trabajé en una fábrica de adornos de cerámica, difundía sobres de una funeraria y por supuesto ayudaba en la casa. Otro cambio que reper­

16 La segunda ciudad de importancia en el partido de Morón, “la urbanización de Castelar está enmarcada en la formación del Gran Buenos Aires […] se dio ante todo en las dé­ cadas de 1940 y 1950. Fue impulsada, como en el resto de la región, por las migraciones internas […] desde otras localidades. […] El 15 de diciembre de 1971 se firmó el De­ creto de Ley que declaró ciudad a Castelar. En 1970, Castelar tenía más de 80 mil habi­ tantes. Las tradicionales casas de campo fueron subdivididas y vendidas en lotes por empresas inmobiliarias. Como resultado, surgieron barrios residenciales en aquellos es­ pacios. El sector rural disminuyó constantemente, hasta desaparecer. El único espacio verde remanente fue la Base Aérea, al sur de Castelar. El perfil urbano consolidado fue el de una zona residencial, con el tipo de vivienda de chalet californiano. El sector industrial, pequeño, tendió a ubicarse en zonas marginales.

191 VERÓNICA PÉREZ Y LARA ITURBIDE cutió en todos fue la caída de los militares, las elecciones, Alfonsín como presidente, todo esto dio pie a que los jóvenes pudieran manifestarse, que se rebelaran por todo lo que había pasado, era extraño vivir sin represión y sin persecuciones, usar pelo largo y barba, el guardapolvos ya no era obli­ gatorio, por lo tanto “nada era igual, todo era distinto pero nada mejor”.17 Mi padre regresó a Buenos Aires, y a los pocos meses consiguió que Lara y sus hijos lo hicieran también. Vivieron primero en un departamento, en el barrio de Flores, ubicado en el centro de la Capital Federal (que les alqui­ ló un amigo de mi padre). Comencé a trabajar dos veces por semana con ellos. Luego, Lara consiguió una casona vieja y la restauró, también en Flores. Se hizo ahí un lugar para sus oficinas. Luego pasamos, debido a que el trabajo se triplicó, a una oficina en el centro porteño, en la calle de Tucumán. Ahí llevé toda la parte administrativa y de organización. Por otro lado, se renovó la relación amorosa con Santiago,18 antes de irme a México ya éramos novios y él por estar mucho tiempo conmigo reprobó varias materias y se quedó retrasado. Repitió un año en la escuela y también por ese motivo quedó des­ conectado de sus amigos. Estuvimos trece años en pareja, nos casamos en 1992. Él también trabajaba en la empresa de mi padre y de Lara. Compramos una casa en Castelar, a crédito y en 1997 nació nuestro hijo Franco. Murió mi padre en mayo de 1995 por causa de un cáncer y se iniciaron una serie de dificultades laborales y de cambios en Argentina. El trabajo de capacitación que hacíamos a varias empresas decayó por temporadas, los pagos eran pobres y para colmo, la empresa consultora de mi padre y Lara entró en las desavenencias de la herencia. Así que se disolvió la consultora y nos que­ damos sin laburo (como se le dice al trabajo) mi marido y yo. Lara, cansada

17 Parafraseando al tango argentino Cambalache, compuesto en 1934 por Enrique Santos Discépolo, que dice: “¡Todo es igual, nada es mejor, lo mismo un burro que un gran profesor!” 18 A Santiago lo conocí cuando comencé la escuela secundaria. Desde el principio nos senta­ mos juntos y fuimos grandes amigos. No pasó mucho tiempo para que nos convirtiéramos en “novios” con catorce años. A los ocho meses me fui a México y nos separamos, pero al regresar lo reencontré y volvimos a ser pareja. El repitió un año escolar por pasar tiempo conmigo en vez de asistir a la escuela. Tuvimos una hermosa relación. Comenzamos a vivir juntos a los 18 años y nos casamos a los 25. A los treinta nació nuestro hijo Franco. A los 33 años nos separamos y luego de dos años volvimos a vivir juntos por una cuestión eco­ nómica y por evitar que nuestro hijo tuviera dos casas. Habiendo sanado ya las heridas de la separación, nos llevábamos muy bien “como amigos”, hasta que el murió.

192 Relato engarzado de una chica argentina con el de una mexicana de los pleitos por la herencia y las dificultades laborales en Argentina, obtuvo un buen trabajo en México y dejó Buenos Aires. Los chicos se quedaron para terminar sus estudios univer­sitarios en la casa familiar y al resolverse la he­ rencia, se fueron al centro a una residencia estudiantil. Mi relación con Lara se cortó durante muchos años. Yo tuve la suerte de ser contratada por un conocido de mi padre y reali­ cé diversos trabajos en la empresa, hasta que meses antes de redactar este texto me despidieron, luego de largos años de estar ahí. Mi madre murió en 2005 y Santiago, el padre de mi hijo, en 2008. Vivíamos juntos, por nece­ sidad, aunque la relación no era la misma. Mi hermana murió en 2016. La vida no es fácil ahora en Buenos Aires, tensiones, pocos trabajos, malos pagos, etc., sostengo mi casa, los estudios de Franco y a la hija de mi hermana. Vivo en la zona de Barrio Norte, casualmente a una cuadra donde vivimos con mi padre y Lara en el año 1982, en un departamento que alquilo. A Lara, sé que le fue “bien” en México a su regreso, pudo sostener a sus hijos en Buenos Aires, pudo enviarles recursos para sus estudios universitarios en Argentina. Luego les sugirió que volvieran a México, ellos aceptaron, auna­ do al hecho de que en 2002 y 2003 Argentina venía de una crisis social y económica mayor que la de 2001 y era casi imposible encontrar trabajo. Lara compró un departamento para vivir juntos en la Ciudad de México. Para ellos también fue difícil acoplarse al ritmo mexicano, al lenguaje y a las diferencias sociales, eran mexicanos de nacimiento pero se sentían argen­ tinos. Lógico, crecieron en Buenos Aires. El menor, ya hecho todo un hombre, tiene dos hijos, casa propia y mucha experiencia laboral. El mayor, un tanto más “intelectual”, pero igual de trabajador, ha ganado varias becas en varios países incluidos: México, Francia, Suiza, Brasil e Inglaterra. Par­ ticipa en congresos por todo el mundo. Terminó su doctorado, hizo un posdoctorado y ha sido contratado por diferentes universidades para hacer investigación. Actualmente publica en cuatro idiomas: inglés, francés, portugués y español y, lo más importante, ha sido artífice de este reencuen­ tro y reconciliación entre Lara y yo. Una nueva historia se escribirá en todas nuestras vidas.

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Entre Buenos Aires, Culiacán y Buenos Aires Una experiencia empresarial y personal

Julio Horno*

Mi relación con México comienza cuando ingresé a la empresa mexicana ­Coppel en mayo de 2008 para hacer el startup en Argentina, hasta entonces había trabajado en Musimundo1 (tienda de entretenimiento audiovisual, que llegó a tener más de 120 sucursales). Coppel buscaba adquirir tiendas por el año 2007, comenzó negociando con seis tiendas de una empresa llamada Rodo (retailer de electrodomésticos), pero finalmente no se realizó la transacción. Coppel invitó, entonces, a su director a ser parte del proyec­ to y a hacer el lanzamiento con un grupo gerencial local. Así que me con­ vocaron a participar en el proyecto. Para mi ingreso, en marzo de 2008 vino desde México Agustín Bravo García (mexicano coordinador del Proyecto Coppel Argentina), quien me entrevistó en dos oportunidades durante tres

* Nací en la Ciudad de Buenos Aires el 3 de enero de 1964. Mi familia originaria está compuesta por mis padres, ya fallecidos: él fue investigador en un laboratorio de medica­ mentos, mi madre también, allí se conocieron y después de casarse fue ama de casa. Tengo tres hermanos: María del Carmen (1959), Fernando Alfredo (1961) y Flavia Jorjelina (1974) que vive en Holanda desde hace más de quince años. Nos educamos en escuelas públicas en Argentina. 1 Empresa creada en 1952 con el nombre de Elgar Disquería, en la década de 1970 apareció el primer local con la marca Musimundo. En 1998 fue adquirida por el Grupo Exxel, con un plan de expansión que llevó a la firma de 62 a 120 locales en 1999. En 2001 la crisis general del país y el auge de la piratería afectaron negativamente a la compañía, que pre­ sentó un concurso de acreedores y cerró unos treinta locales. En 2003 fue adquirida por el grupo Pegasus, que pudo incrementar las ventas pero aún se hallaba en concurso de acree­ dores, hasta que finalmente se vendió. En 2011 Megatone adquirió la marca y los locales usa el nombre Musimundo. Con sus nuevos dueños Musimundo amplió su rubro a venta de artículos para el hogar y electrodómesticos.

195 JULIO HORNO horas para un posible puesto. Una de las condiciones era viajar a México para conocer la compañía y hacer el programa de entrenamiento general y específico del puesto. En abril de 2008 me confirmaron que había sido ­se leccionado y me daban un mes para dejar todo organizado en Musimundo e ingresar en mayo a Coppel. Me convertí, así, en el primer gerente en Coppel Argentina, en mayo de 2008. A medida que incorporaban personal, los enviaban con sus fami­ lias a Culiacán (Sinaloa) para hacer su programa de entrenamiento (algunos estuvieron hasta 18 meses en México). Trabajé en Argentina hasta finales de 2009 y estuve a cargo del lanzamiento, junto al personal de recursos humanos (dos de Coppel México y dos de Coppel Argentina) y tenía a ­cargo las relaciones con los despachos jurídicos, contables, notariales, autoridades, así como algunas otras tareas. Esto, además de mis propias actividades relacionadas con inmuebles, proyectos y construcciones. Al regreso de México del director general de Coppel y el resto de los gerentes mexicanos, viajé a Sinaloa con mi familia a principios de enero de 2010 para conocer la empresa in situ y hacer mi entrenamiento. En un principio la experiencia sería de sólo tres meses, sin embargo, mis jefes fueron alargando mi estadía. Al final estuve ahí un año, y regresé a Buenos Aires en diciembre de 2010. Rosana, mi esposa, que hizo la carrera de medicina con muchos esfuerzos en Argentina, la cursó siendo madre de nuestras tres hijas, había conseguido un puesto con nombramiento de médica clínica (generalista) en el Hospital Público en Buenos Aires, luego de trabajar y hacer guardias durante cinco años sin recibir pago alguno. Para acompañarme en toda mi estadía en Méxi­ co debía renunciar al puesto que acababa de obtener, sin reserva alguna del mismo para su regreso. Por eso sólo me acompañó un mes con nuestras hijas. No nos fue posible estar juntos durante mi estadía mexicana. Nuestras hijas: Marina y Carolina, mellizas con 18 años y la menor Milagros con 16 años, tampoco querían dejar sus estudios y amigos de Argentina. No fue fácil por lo tanto la separación, para ninguno de nosotros, de hecho, causó muchos problemas familiares. Los modismos del idioma en sus diferentes versiones del castellano ha­ blado en Argentina y en México, aunque no fueron un obstáculo, causaron algunas confusiones y risas de ambos lados, sobre todo al principio. Mi

196 Entre Buenos Aires, Culiacán y Buenos Aires experiencia durante mis viajes anteriores a Chile, cuando trabajaba en la internacionali­zación de Musimundo (2009) resultó de alguna forma como un entrenamiento para entender que hay muchos tipos de hablas y usos del español. Palabras mexicanas que no les encontraba significado en castellano, y aún recuerdo “mero-mero, plebe, culiches, chilango, vato, coate, la jefa, ahorita, mande/me, chingada, güey, chamba, chulada, ni modo, de okis, está machín, aventón, , órale”. Al principio me trataban con cierta distancia por ser argentino. Tenemos la fama de ser arrogantes, hablar demasiado fuerte, ser muy directos y con un tono que a veces molesta, porque básicamente suena imperativo. Además de ser “excesivamente confrontativos” y opinar sobre todo. Varios colegas argentinos vivíamos en un condominio que la empresa nos asignó, con lo cual nos “metían a todos en un mismo saco”. En lo personal, a mí no me fue mal. Poco a poco los colegas y los cono­ cidos mexicanos que fui haciendo se fueron abriendo. Tal vez esto se debió a que mi tono de voz no es en sí altanero y mi actitud siempre ha sido la de preguntar, aprender y comprender, sin invadir, ni imponer. La aceptación de la gente se debió a que se daban cuenta de que preguntaba para entender y no para cuestionar, así fui logrando aceptación y apertura de los jefes, empleados y obreros. Incluso, creo que llegó a gustarles que volviera a pre­ guntarles cosas hasta que me quedaba claro cómo funcionaban los procesos. En un inicio se reían, pero luego se dieron cuenta del valor que tenía su trabajo para la empresa. Además de Culiacán estuve unos meses trabajando en Guadalajara y co­ nocí la Ciudad de México, Los Cabos, Monterrey, Matamoros y Chiapas. Las diferencias eran enormes frente a las empresas argentinas, por su tama­ ño y forma de trabajar. En 2010 Coppel tenía 800 tiendas, 60 mil empleados, con un plan de expansión agresivo de llegar a cien nuevas tiendas por año. Al 2018 cuentan con 1500 tiendas y más de 90 mil empleados. Mi estancia original, como ya comenté, era sólo por tres meses, pero me pidieron que me quedara algunos meses más, así que el tiempo se fue alargando. A mi familia le costó aceptar, de hecho les molestó mucho. Al pasar el tiempo inicialmente previsto, pude acordar la visita a mi familia durante quince días (mayo y agosto) y que mi esposa me visitara en Méxi­ co, en noviembre.

197 JULIO HORNO

Tuve la propuesta y la esperanza de quedarme en Coppel en México, pero sin el apoyo familiar, no pude aceptar. Sin embargo, creo que profesional­ mente hubiera sido muy provechoso para mi carrera. La siento como una asignatura pendiente, no haber podido quedarme a vivir en México varios años. Coppel es una fábrica de hacer nuevas tiendas y tenían un interesante equipo interno profesional,2 además casi no tienen outsourcing.3 Antes de regresarme a Argentina le pedí a mi jefe funcional que mi in­ forme final no fuera un frío escrito, sino presentarlo ante los miembros del equipo con los que me estuve entrenando. Les fui mostrando los puntos de mejora en sus procesos y sentí que se les abrían los ojos. Ellos mismos se preguntaban por qué no llevarlo a cabo de esa manera. Les expliqué mi regla: “usar varias veces el ¿por qué?” Para saber, entender y luego poder cuestio­ nar, para mejorar. En Argentina, debido a los muchos cambios y crisis que hemos sufrido en las últimas décadas nos hemos visto obligados a buscar innovaciones que permitan llegar a un objetivo, con eficacia, eficiencia y menor costo. En otras palabras, estamos acostumbrados a trabajar bajo una constante incertidumbre. Una anécdota en relación con el uso del lenguaje: un colega me invitó una vez a comer “a mi casa”, me costó entender que no era la mía, sino la suya y por cortesía, no sólo me brindaba la comida, sino su propia casa. Ésta fue una de las señales que me indicó la aceptación de los mexicanos, se die­ ron cuenta de que yo no iba a competir con ellos, y por lo tanto no era una amenaza. Hasta me invitaron a ver “en mi casa” el partido del Mundial 2010, Mexico-Argentina.4 Mi interés genuino era aprender, conocer y con­ vivir con ellos. Esa fue la primera vez que probé el “pozole”. Con la comida, me sucedió lo mismo, fui “entrándole” paso a pasito, aunque debo decir que nunca me acostumbré al exceso de chile, pero lo incorporé a mis comidas hasta hoy. Aunque la integración se hizo poco a poco, me sentí a gusto y bien en Coppel y fuera de la empresa. Respecto a la idiosincrasia mexicana

2 Coppel es una empresa de origen judeo-polaca, y sus propietarios están tan orgullosos de ella que incluso mandaron hacer un libro con su historia, hecho que ha repercutido en otras empresas, como la constructora naviera Rice y otras. 3 La subcontratación, externalización o tercerización, en que se transfieren ciertas tareas y las responsabilidades referentes a su cumplimiento. 4 El partido de octavos de final terminó con una vitoria Argentina de 3 a 1, pero tuvimos un grato momento, con bromas y respeto.

198 Entre Buenos Aires, Culiacán y Buenos Aires fue el machismo uno de los rasgos que más me sorprendió, sobre todo por­ que al mismo tiempo hay un culto a la madre. Me causó cierto pavor que los narcos y hasta algunos policías hacían daño o asustaban a las madres de sus víctimas, sabiendo que ese era su punto sensible. Ese asunto fue el más difícil de comprender en mi estancia. En cuanto al ambiente de trabajo, se daba en un absoluto verticalismo: los empleados obedecían órdenes, nunca expresaban abiertamente lo que pensaban, ni se quejaban de ciertos malos tratos, ni de algunas órdenes ar­ bitrarias. Cuando me atrevía a preguntar el porqué, me respondían: “porque el patrón así lo ordena”. Era una pena que a veces sus opiniones no fueran escuchadas, sobre todo porque podían resolver situaciones de una manera más práctica, sencilla y a veces de menor costo. Palabras como “mándeme o mande usted”, eran para mi indicativas de la dosis de sumisión, recubier­ tas, claro, de “buena educación”. Cumplir órdenes —de esta manera— im­ pide la innovación, el involucramiento y la motivación. De esa forma, el verticalismo se va endureciendo de arriba hacia abajo. Esto, a mi entender, no es un liderazgo, sino el ejercicio del poder del jefe. Ante mis consultas y mis constantes ¿por qué? Me respondían “porque siempre se hizo así”. La iglesia, tanto la católica, como las cristianas, están siempre presentes en la mayoría, no sólo de empleados, sino también en los jefes (en su hablar, aunque no cumplan el espíritu de las “reglas” predicadas). Existen escuelas públicas y muchas privadas, incluso de congregaciones religiosas. Las clases sociales están muy marcadas y divididas, los ricos y poderosos envían a sus hijos a las privadas, de preferencia a aquellas que son bilingües (y de alto costo). Algo que no ocurría, de manera tan tajante en Argentina hasta hace unas décadas, pero lamentablemente vamos en esa dirección también en mi país. Me asombró cierta doble vida que viven algunas personas: la esposa como “la madre de mis hijos o la jefa” y por otro lado la “casa chica”, el acoso sexual, el abuso y burla a los débiles, lentos o no tan capaces sobre todo si son mujeres.5 En Coppel Argentina aún no hay mujeres en el direc­

5 El matrimonio está considerado “como una unión estable y destinada a crear hijos […] Toda transgresión a esta regla se castiga con una sanción cuya severidad varía de acuerdo con el tiempo y espacio” y, añadiría, con la clase social a la que se pertenece. En México, como en todos los países latinoamericanos, funcionan con general aplauso dos morales, la de los señores y la de los otros: pobres, mujeres”, Octavio Paz, El laberinto de la soledad, México, Fondo de Cultura Económica, 1972.

199 JULIO HORNO torio, pero sí en cargos gerenciales de la segunda línea (Recursos Humanos, Jurídico, Impuestos), al igual que en México, pero el trato al superior en México es mucho más vertical y distante (respeto o ¿temor?) a mí me lla­ maban señor Julio o el inge (Ingeniero). En Ar­gentina soy Julio y también existen las relaciones extramaritales, pero generalmente terminan con la separación, o la desvinculación de la “otra”. Siempre me molestó, en las reuniones sociales, que los hombres y muje­ res estuvieran separados, tanto en sus casas, como en restaurantes o en los lugares para eventos. En su casa el hombre está por delante en todo, incluso actúa como dictador, pero en la calle le “da la acera a su ‘dama’ y usa palabras como ‘mi reina’ ”. Me llamó la atención la influencia de Estados Unidos, una relación de amor-odio: aceptan y toman sus costumbres (como San Valentín, Halloween, etc.).6 Y la clase baja anhela irse a trabajar allá, aunque sea de “braceros” porque el sueldo es mayor, al igual que el maltrato y la discrimi­ nación. Estos aspectos me entristecían, pero no opacaron el buen trato que personalmente recibí. Mi regreso a Argentina fue duro y chocante, estuvo marcado por muchos tironeos. El recibimiento en Coppel Argentina fue frío, me hicieron el vacío, sin importarles lo que había aprendido en mi entrenamiento en México, ni tampoco lo que había aportado antes, ya que formé parte del primer grupo argentino de Coppel desde sus inicios en mi país. Por otro lado, mi relación matrimonial estaba muy deteriorada y mis hijas estaban en otra etapa (herméticas, rebeldes y con deseos de independencia, que aún no podían alcanzar) y también disgustadas por mi ausencia. Rosana, mi esposa, por su carrera y la responsabilidad que asumió sola con nuestras tres hijas, estaba distante, molesta. No fue fácil para ninguno de nosotros la separación de tantos meses, de hecho causó muchos estragos, disgustos y problemas familiares que se profundizaron. Incluso nos llevaron a la separación desde 2011 hasta 2016. Luego, decidimos regresar y reformar­ nos como pareja.

6 Carlos Monsiváis habla de “La americanización: la profunda integración superficial” y dice: “Desde los años setenta lo que había sido fervor de las élites se manifiesta, y el entusiasmo por ‘lo norteamericano’ ya es popular”, véase “Simbiosis de culturas. Los inmigrantes y su cultura en México”, en Guillermo Bonfil Batalla (comp.), México, Fondo de Cultura Económica, 1993, p. 506.

200 Entre Buenos Aires, Culiacán y Buenos Aires

En Argentina, realizo actualmente funciones multifacéticas en Coppel (siete para ser más exacto): Inmuebles, Proyectos, Construcciones, Mante­ nimiento, Gestoría con Autoridades, Prevención, Seguridad Patrimonial. El director mexicano vive acá desde 2010, es originario de Torreón y hace 27 años que trabaja con la empresa. Siento que pude haber hecho una buena carrera en México, a pesar de las diferencias culturales, incluso fuera de Coppel, de hecho hay muchos argentinos que se han radicado allá y han tenido mucho éxito. Es como una asignatura pendiente volver a trabajar en México, me agrada su gente, la calidez, la humidad y el hecho de que sean siempre muy serviciales.

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Mi historia en México y el ballet

Débora Díaz*

En el momento en el que estaba terminando la escuela del Instituto de Arte del Teatro Colón1 en Argentina, sabía que las posibilidades de integrarme en el ballet estable del mismo eran muy escasas por aquellos inicios de la década de 1990. No había audiciones anuales, ni suficientes contratos. A mis 17 años sentía una gran urgencia por integrarme a una compañía profesio­ nal de ballet y al saber que en mi país me iba a ser muy difícil decidí buscar otros horizontes. Pensé en España por la relación familiar, pero en ese mo­ mento una maestra cubana, Zoraida Rodríguez, me invitó a viajar a México dado que la Compañía Nacional de Danza estaba dirigida, por aquel enton­ ces, por el gran maestro cubano Fernando Alonso. Zoraida me comentó, por lo tanto, que México podía ser un buen lugar para trabajar. Emprendí así mi viaje.

* Bailarina profesional de ballet, actualmente profesora. 1 El Teatro Colón está a la altura de la Scala de Milán, la Ópera Garnier de París y el Royal Opera House de Londres. Con más de un siglo de existencia, en el año 2008, el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires inició una restauración en profundidad, con objeto de devol­ verle todo su esplendor y, al mismo tiempo, dotarlo de los más importantes adelantos tecnológicos. Fue reinaugurado para el bicentenario de la Nación, en el año 2010. Desde su primera función del 25 de mayo de 1908, actuaron los directores, cantantes y bailarines más importantes de la historia, como Igor Stravinsky, Herbert von Karajan, Daniel Barenboim, Maria Callas, Luciano Pavarotti, Plácido Domingo, Rudolf Nureyev. Su construcción es obra de los arquitectos Francesco Tamburini, Victor Meano y Jules Dormal. Según los grandes directores de orquesta, el Colón es uno de los mejores de su tipo. Su cúpula fue decorada por el pintor argentino Raúl Soldi. El edificio del teatro al­ berga además diferentes talleres donde se realizan las producciones de sus espectáculos, así como el Instituto Superior de Arte, reconocido en todo el mundo y donde se forman los futuros cantantes líricos y bailarines, tal es caso de Julio Bocca y Maximiliano Guerra. Datos sintetizados del sitio oficial.

203 DÉBORA DÍAZ

A mi llegada a México no sabía nada de su cultura y menos de su pasado mesoamericano. Mi primera impresión, al salir del aeropuerto y entrar al Viaducto, me pareció que era una ciudad fea, tuve una impresión que in­ cluso rozó con la angustia. Percibía a las personas muy diferentes de las que estaba acostumbrada a frecuentar en Buenos Aires. Los olores me eran dis­ tintos, todo era diferente. Confieso que las fritangas en la calle me eran in­ soportables. A los cinco días, esa primera impresión comenzó a desaparecer y empecé tomarle el gusto a todo, hasta el punto de que llegué a enamorar­ me. El idilio comenzó en el Zócalo, con su Catedral, el Palacio Nacional y todos los edificios que lo circundan; los palacios del centro, las casonas e iglesias antiguas. Los diferentes adornos que se ponen cada año para las fies­ tas patrias y las navideñas. Los artesanos en las calles, muchos con sus rop­ as típicas. La mezcla de gente blanca, mestiza y los indígenas con sus hua­ raches.2 Todo empezó a serme grato, una sorpresa para una “porteña” apenas llegada a una capital latinoamericana, que a diferencia de la Buenos Aires que yo conocía, incluye muchas etnias en su cotidianidad. Aprecié todo, incluida la comida, sus olores y la integré a mi dieta. Una vez se rieron de mí cuando pedí cubiertos para comer tacos. El chile me costó un poco de trabajo, pero me fui acostumbrando. La comida de Oaxaca, con su variedad de moles, llegó a ser mi preferida. En Ocotlán de Juárez me dieron a probar ocho diferentes tipos de moles. ¡Aquello fue inolvidable! También me en­ cantó la artesanía, los alebrijes.3 La celebración de las fiestas, con su pobreza o su riqueza, pero siempre con orgullo, con mucha y variada comida, así, “harto” colorido. En los restaurantes o locales noté que la atención era mu­ cho más atenta y dedicada que en Buenos Aires.

2 Calzado o sandalia usada tradicionalmente por indígenas y campesinos. Se dice que pro­ viene de la voz kwarachi del purépecha o tarasco. En el dicciononario de mexicanismos aparecen sólo refranes. 3 Los alebrijes, figuras un tanto monstruosas, alegres y muy coloridas, parte de la artesanía mexicana con toque surrealista. Pueden estar elaborados en cartón, papel o madera. Con diferentes técnicas y de formas variadas: de animales extraños o normales con colores pintorescos. Constituidos con una mezcla de dos o más animales, de animales con plantas o de seres imaginarios. Su significado no se conoce, hay suposiciones, alegría-bruja-embi­ je: acción y efecto de embijar (pintar o teñir con bija, colorante natural rojizo), o “alebrar­ se” o echarse en el suelo pegándose contra él. Hasta ahora meras suposiciones, sobre estas figuras. Véase, entre otros, el artículo de Edgar Anaya, “El Monstruo de la Ciudad de México” [The Monster of Mexico City], Reforma, 11 de noviembre de 2001, p. 14 y el diccionario de la Academia Mexicana de la Lengua.

204 Mi historia en México y el ballet

Salí de mi casa a los 18 años y les escribía a mis padres constantemente, primero les hablaba de manera un tanto despectiva sobre México; sentía culpa por haber abandonado mi hogar y contaba a propósito que la cosas no eran bonitas, con la ilusión de que ellos siguieran creyendo que prefería mi hogar, mi ciudad de nacimiento por encima de la nueva ciudad elegida para vivir. Pero no era así en realidad, México y la Compañía Nacional de Dan­ za me atrapaban cada día más. Mi madre Neli es asturiana y Eduardo, mi padre, argentino, hijo de es­ pañoles “gallegos”, comerciantes. Tengo un solo hermano, varón, vivíamos en Vicente López4 y estudié danza en el Teatro Colón, siempre me sentí muy porteña5 y actuaba como tal, orgullosa de mi familia, mi ciudad y de haber sido elegida en el mejor teatro. Cuando llegué a México supe que el mundo era mucho más amplio y diverso que el Teatro Colón. Considero que por mis orígenes familiares, era yo argentina y también española. En mi casa se seguían las tradiciones de las regiones de España vinculadas a mi familia, esta­ban siempre presentes e idealizadas. Mi llegada a México, a los 18 años, me abrió una ventana a otra la realidad; ya no era sólo una porteña hija de inmigrantes españoles, sino alguien que a partir de entonces empezó a sen­ tirse latinoamericana. Tuve un compañero mexicano, que era músico de la unam. Él me ayu­ dó a conocer el pasado mesoamericano y pude así leer muchos libros, re­ cuerdo los de León Portilla, Bernal Díaz del Castillo, Sahagún, Bartolomé de las Casas, entre otros. Él era fanático de los Pumas y de su universidad, que fui ­conociendo y viviendo, poco a poco. Me impresionó el Espacio Escultórico y el conjunto donde se ubica la sala de conciertos, el museo, la escuela de ballet, los teatros, los cines, en fin, todo ese espacio con sus edi­ ficios y sus exóticos jardines sobre tierra y piedras volcánicas; el conjunto de facultades donde se ubica la Rectoría y los otros circuitos. Cada vez que la danza me lo permitía, nos escapábamos a la Sala Netzahualcóyotl, donde escuché por primera vez música clásica ­mexicana de Moncayo, Chávez y

4 Vicente López es una localidad o barrio del partido bonaerense del mismo nombre, ubi­ cada en la Zona Norte del Gran Buenos Aires. 5 Porteño es un adjetivo que se refiere a lo que está vinculado con aquellas ciudades en las que existe un puerto. El uso más habitual del término alude a Buenos Aires, capital de Argentina, o a sus habitantes.­

205 DÉBORA DÍAZ

Batis. A pesar de que los mexicanos, en general, tienen una idea preconcebi­ da de los argentinos, los consideran “mamones”,6 engreídos (no les gusta su tono de voz y el uso de palabras consideradas como insultos), a mí no me rechazaron. Por el contrario, el trato para conmigo fue amable, ­cortés, cono­ cí personas generosas que me invitaban a sus casas. Por lo tanto, nunca sentí el rechazo por ser extranjera, ni con mis compañeros o maestros, ni la de la gente común (taxistas, meseros o en cualquier lugar adonde tuve que ir). En el ballet, pasé unas audiciones muy exigentes y conseguí el ingreso a la Compañía Nacional de Danza (cnd). Recuerdo que una bailarina mexicana que no fue aceptada se quejó diciendo que cómo era posible que ingresaran extranjeros antes que bailarines nacionales. Pero lo cierto es que en el arte, la nacionalidad no siempre es lo primero que se pone en valor, sino el talento, amén de que siempre ingresan en la cnd muchos bailarines mexicanos —la mayoría—, además de algunos extranjeros (lo que pasó el año que yo ingresé al Instituto Nacional de Bellas Artes, inba). Fue interesante conocer a mis nuevos maestros y compañeros bailarines y a directores mexicanos y europeos.7 En cuanto a la vida social, en la Ciudad de México los jóvenes salen en general alrededor de las ocho de la noche y regresan hacia las dos de la ma­

6 Uso coloquial y despectivo en México aplicado a una persona que es muy arrogante o soberbia. 7 Testimonio de Natasha Lagunas, una de sus maestras de la Compañía Nacional de Danza, que recuerda que Débora llegó muy jovencita a la compañía, a mediados de la década de 1990 (finales de 1994 o principios de 1995), junto a un grupo de bailarinas argentinas. En ese momento en el Teatro Colón no había plazas disponibles, ni contratos, desgraciadamen­ te ninguna oportunidad. Y afortunadamente para nosotros, dice Natasha, llegó este grupo, y han seguido incorporándose otras argentinas que enriquecen la Compañía de Nacional de Danza Mexicana: “Desde que llegó Débora, sorprendió mucho su belleza física, una musicalidad muy definida y un movimiento muy orgánico. Bailó muchísimos repertorios en la compañía y llamó siempre la atención de los coreógrafos que venían de fuera: por su belleza y talento. Su versatilidad, técnica, agudeza, destreza, habilidad, y preparación eran tan buenas que además se desempeñó en piezas neoclásicas y contemporáneas. La recuerdo como una joven muy inteligente y sensible, además con una gran decisión y carácter muy definidos en cuanto a sus convicciones, en cuanto a defender lo que considera justo, tanto en las maneras como en las formas de realizar el trabajo. Fue siempre muy solidaria, dis­ puesta a defender los derechos de todos sus compañeros. Se integró en un plazo muy corto, se veía muy a gusto en la Compañía y, además, puedo decir que abrazó la cultura mexicana tanto popular como culta. Hizo rápidamente muchos amigos y fue muy querida y aprecia­ da por todos. Siempre le he tenido un cariño muy especial. En definitiva fue un verdadero placer conocerla y tratarla”.

206 Mi historia en México y el ballet drugada; en Argentina a medianoche y el regreso es en torno de las seis de la mañana. Éste fue un cambio muy profundo en otro de mis hábitos. Los “chilangos”8 hacen muchas fiestas en sus casas, otra diferencia que noté con mi entorno porteño. Las madres, muy dedicadas al hogar, hacen gran diver­ sidad de platos típicos, dependiendo de la festividad y la temporada. Me impresionaron las posadas tradicionales, tan unidas a una tradición católica. Me gustaron mucho las piñatas, con muchos y diversos adornos. En otras fiestas, los bailes tradicionales (jarabe, bamba, polka norteña) y la forma de moverse tan ágil, al son de: chachachá, rumbas, zambas, rock and roll, salsa y otros. En México, conocí los bailes de pareja como: la cumbia, la salsa, la cumbia norteña. En Argentina, estos y otros bailes no eran muy conocidos en mi adolescencia. Mi integración llegó a tal grado que me parecía conocer más de México que de mi propio país: historia, geografía, distintas costumbres y política. Sentí que había pluralidad, diversidad sexual, muchos artistas y extranjeros. La Ciudad de México me resultó, al final de cuentas, muy cosmopolita. Recibe una gran cantidad de artistas extranjeros y de otras regiones del propio país. Sin embargo, siempre me molestó en algún sentido el exceso de sumisión, de disculpas, el no querer molestar, frases como: “con su per­ misito”, “mande usted” y sobre todo el acoso (de mirada —te desnudan con

8 La Real Academia Española señala que el adjetivo chilango hace referencia a quien ha na­ cido en la Ciudad de México. También se extiende a todo aquello perteneciente o relativo a dicha región y sus zonas aledañas. Según el ensayista mexicano Gabriel Zaid, la palabra chilango nació en el estado de Veracruz como una derivación del término maya xilaan, que significa desgreñado. A la hora de determinar el origen etimológico del término chilango existen múltiples versiones. No obstante una de las que se considera más válida es la que determina que procede de cilanco que hace referencia al charco salado que deja un río al secarse. Y es que, de esta manera, se alude al hecho de que la Ciudad de México se fundó sobre lo que quedó del lago de Texcoco […] Existen otras muchas […], la que determina […] su origen en los vendedores de chile que en el pasado vendían en el mer­ cado y que utilizaban una forma de hablar que parecía que cantaban […] Se dio en llamar así a los presos que eran llevados a la cárcel de San Juan de Úlua, situada en Veracruz, durante las épocas posteriores a la Independencia. Y es que iban atados en grupo de una forma similar a la que se ataban los chiles que se vendían y que se presentan en manojos, a los que se llamaba chilangas […] sin olvidar otra teoría que determina que chilango procede de huachinango, un pescado de color rojizo. Y es que se considera que cuando la gente del altiplano baja a los niveles más cercanos al mar se pone roja como aquel. Cuan­ do el término es utilizado por personas que no habitan en el Distrito Federal, suele tener una connotación despectiva. Véanse, entre otros, Julián Pérez Porto y María Merino.

207 DÉBORA DÍAZ su forma de mirarte—, palabras —van de piropos a groserías e incluso in­ sultos: “que buena estás m­ama­cita”, a otras irrepetibles— e incluso se atre­ ven a tocarte, “manosearte”,9 se dice en México).10 El machismo que se da en todos los niveles sociales, siendo tal vez más elaborado y sutil en la gente con dinero, aunque claro está, también en los niveles sociales altos pueden y hasta suelen ser bastante burdos y vulgares con las mujeres. Después de quince años en la cnd, decidí renunciar, en parte por dife­ rencias artísticas y porque tuve un ofrecimiento para trabajar en España. Luego regresé a México y comencé otra aventura artística: el teatro musical, que es muy profesional y cuenta con muchos talentos. La etapa de los mu­ sicales con los actores, bailarines y cantantes mexicanos fue muy feliz y di­ vertida, también de gran compromiso con la escena teatral mexicana. Me impresionó el amor y la dedicación de tantos artistas, directores y produc­ tores; fue un gran aprendizaje. A pesar de estar muy feliz, en lo personal y laboral, estaba a punto de cumplir veinte años lejos de mi familia, tuve una crisis emocional y me planteé si ya sería tiempo de regresar a mi país, o establecerme definitivamente en México. Una oportunidad de hacer come­ dia musical en Buenos Aires fue la puerta que abrió paso a mi regreso y al tan deseado reencuentro con mi familia. No obstante, mi aterrizaje fue duro, el reacoplamiento a mi país de ori­ gen fue algo lento y tormentoso, sentí a mis paisanos muy belicosos, poco amables y me creían “mexicana”, tal vez por mi tono de voz o por mi forma más amable de ser con la que volví. Me llamaba la atención la falta de edu­ cación de los “porteños”, comparados con los “chilangos”. Me faltaban ahora aquellas frases: “lo siento, perdón, con su permisito, disculpe”. Los argentinos, debo decir los porteños, vamos mucho más apurados y con menos respeto a los otros. Extraño mucho a mis amigos. En un inicio, el contacto era continuo, gracias a los medios electrónicos, pero poco a poco la distancia se empezó notar y se convirtió en una melancólica realidad. Echo de menos todo: la comida, “el altar de los muertos”, que por cierto armo

9 Tocar con la mano a una mujer sin su consentimiento, a veces apretujando incitando o provocando, considerado como un acto de abuso sexual-machista. 10 Frente a quejas de mujeres las autoridades optan por separar, tanto en el metro, como en el Metrobús, carros exclusivos para niños y mujeres; la lucha de la feministas es constante, ya que las agresiones con las miradas, verbales, físicas e incluso muertes contra las mujeres se intensifican.

208 Mi historia en México y el ballet todos los días 2 de noviembre en mi casa en Buenos Aires. Tengo más pre­ sente actualmente el mapa y calles de México, que los de Argentina, entre otras mil cosas. Tuve que hacer terapia y ocho años después siento que co­ mienzo a integrarme al país que me vio nacer. Actualmente doy clases en estudios privados, en el Colón. Concursé junto a 500 personas, después de mucho tiempo. Siempre tengo presente el inba: mi primer año en México con Fernando Alonso, mi crecimiento, lo estable que era la institución, lo variado de sus programas, los directores extranjeros que invitaban, el interés de los periódicos (diarios) en los even­ tos, las críticas de los especialistas, las personas que llenaban el teatro y las exitosas giras me llenan de añoranza. No bailo en los escenarios, pero he continuado con mi carrera de docente, la cual me llena plenamente. Todo mi aprendizaje en México ha sido fundamental para mi formación profesio­ nal y las vastas experiencias que acumulé. México me dio más de lo que yo podía haber imaginado: mi carrera como bailarina fue muy satisfactoria, fue un gran lugar para trabajar. Añoro todo de México y al mismo tiempo estoy contenta de haber regresado a mi país. Esto es lo que significa serargenmex , es decir, tener dos amores: Argentina y México, o México y Argentina, según desde dónde y cómo se vea.

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Escenas de mi vida como estudiante de maestría en antropología en la Ciudad de México

Federico Czesli*

“Sencillito y carismático”, una de las primeras cosas que aprendí al llegar a la actual Ciudad de México. A mi nombre, mi profesión, mi historia —al­ gunos elementos a través de los que me solía identificar— debí agregar mi nacionalidad, que de ahora en más iba a ser la de “argentino”. Y por serlo me convertí en heredero de las relaciones, experiencias vividas con otros argentinos inmigrantes: de “mamones”1 que se habían creído que sabían todo, de “güeros”2 recién llegados que ocupaban puestos jerárquicos o inte­ lectuales y que vivían en la Condesa y sufrían por el peronismo, por el exilio y por el fútbol. Rápidamente aprendí —me hicieron saber— que lo que dijera iba a ser interpretado en esa cadena de experiencias con los argentinos, y poco tardé en darme cuenta de que, en efecto, algunos de mis modos, de mi tonada o gesticulación reproducían y hasta confirmaban esos prejuicios. Llegué en agosto de 2014 para hacer una maestría en antropología de dos años en la Universidad Autónoma Metropolitana, la uam Iztapalapa,

* Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad de Buenos Aires (uba). Maestro en Antropología por la uam (Iztapalapa). Candidato a doctor en Ciencias Antro­ pológicas por la Universidad de San Martín, Argentina. Miembro de la ong Salvemos al Fútbol. 1 Para lectores no mexicanos, mamón no es una fruta, sino un apodo despectivo con varian­ tes: ser considerado como alguien extremadamente presumido, petulante o pretensioso, o bien en algunas ocasiones ser considerado como alguien que, si bien se cree mucho, resul­ ta un bobo que no entiende lo que pasa a su alrededor. 2 La palabra “güero” en última instancia se origina de la palabra en español “huero” (vacío) de la frase huevo huero (huevo vacío que se perdió durante la incubación). La frase huevo huero se asocia con una persona enferma y de allí viene la asociación con el color blanco y pelo claro. En el lenguaje cotidiano en México a toda persona de piel clara se la suele llamar ­güera.

211 FEDERICO CZESLI sin saber siquiera lo que era el Zócalo, el pulque y el mezcal. Un conocido de una amiga, Flavio, antes de que aterrizara me había enviado dos videos musicales: Caite Cadáver y Chilanga Banda. “¿No los entiendes? Cuando seas chilango vas a entenderlos”, me había dicho. En la ciudad mi única conocida era Luciana, antigua compañera de la secundaria que alternaba buenas y malas probando suerte como cantante. Llegué con dos maletas, mi guitarra y una dirección, hacía calor, pero no llovía y en taxi fui hasta Bombas y Cafetales, bien al sur de la ciudad, don­ de me esperaba Rodri, trabajador de la uam-i al que conocí a través de la ­secretaria administrativa del Posgrado, la gran Soco. ¡Ay, qué mejor sería el mundo si cada organismo público tuviera una Soco como la de la uam-i, que nos ­ayudaba en todo lo que necesitábamos, nos recordaba que se nos pasaban las fechas de entrega o nos conseguía casa a los estudiantes extran­ jeros! Debería haber una política pública que reclute Socos para trabajar en todos los organismos ­públicos. Rodri me enseñó lo que era un comal, el queso Oaxaca, las tortillas y el nix­­tamal, que mi tomate se decía en México jitomate y el choclo, era el elote. Los tacos podían ser al pastor o de suaperro, suadero, que hay chile de árbol, pasilla, habanero y muchos más, que los tenía que probar todos, pero mejor cerca de un baño por la venganza de Moctezuma.3 Hablamos de Tin Tan, de cholos bailando chúntaro style, el narco, la migración en el gabacho, la bestia, la migra y los asesinados en el camino.4 A diario tomaba el camión hasta Escuadrón 201, luego el Metro hasta la uam-i y desde ahí caminando hasta la escuela, pasando por el local de carnitas y su —sepan disculparme— nauseabundo e imposible aroma.

3 En otros términos, y explicado para el lector no mexicano: la venganza puede derivar en cierta diarrea o indigestión estomacal. 4 Tin Tan, cómico mexicano, reconocido por su forma de hablar —nivel bajo y popular—. Suaperro es una palabra que alude a tacos de poca calidad; suadero, también tacos de car­ ne de res con un corte especial. Un joven, de apariencia “cholo” (denominación para una banda tipo pandilla callejera), bailaba, pero un policía uniformado le dio una lección de cómo se debe de bailar el estilo conocido como “chúntaro style”. El peculiar evento dan­ cístico ocurrió en Monterrey, Nuevo León, donde la Policía Municipal visita colonias conflictivas y lleva eventos culturales para bajar los índices de violencia. Narco es la abreviación de narcotraficante. La migra en el gabacho son los oficiales de Estados Unidos que controlan la migración. La bestia es el tren en que los migrantes centroamericanos se suben, para atravesar México y llegar a la frontera con intención de entrar a Estados Uni­ dos, exponiendo su vida.

212 Escenas de mi vida como estudiante de maestría

Fuera de Coyoacán,5 la fascinante arquitectura de los edificios de la Avenida Reforma y las zonas turísticas, mis primeras sensaciones de la ciudad surgían de la diferencia: los peseros desvencijados, el tránsito caótico, la comida calórica y las bandejas de fruta en la calle, con miel y granola o con chile. La percibía como una ciudad densa y gris, excedida en cemento, desordenada e inundable. En la uam-i fui afortunado. La calidad de los docentes y la infraestructu­ ra eran verdaderamente buenas, y nunca había experimentado la posibilidad de asistir a un campus donde se contemplaran espacios verdes, un gimnasio o una biblioteca de tamaña magnitud. Contar con la beca del Consejo Na­ cional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), de dedicación exclusiva, por primera vez me ponía frente al placer y al desafío de dedicarme enteramen­ te a la investigación. Frente a la creciente dificultad de acceder a becas en Argentina, el Estado mexicano me estaba ofreciendo la oportunidad de continuar con mi carrera. Me sentía un privilegiado y pensaba en la necesi­ dad de generar conocimientos que luego volvieran a su pueblo, que es el que en definitiva nos pagaba mes a mes. Éramos quince en mi generación y con varios colegas comenzamos a fortalecernos como grupo. Entre almuerzos, chelas6 y recitales de la banda de Poncho y Chema se fueron constituyendo en mi familia de pares. Rápido admiré la potencia de todos ellos para emprender iniciativas, para desarrollar proyectos y divertirse en el intento, para apostar por un México menos desigual. Comencé a preguntarme si ese liberalismo a ultranza que percibí en la ciudad, si ese discurso fuertemente instalado del “hazte a ti mismo” que hacía que tantos tuvieran dos o más trabajos para llegar a fin de mes o ahorrar un poco más; si acaso no era ese mismo liberalismo con tantas aris­ tas negativas el que formaba a estos jóvenes entregados a sus proyectos a como diera lugar, incluso sin medir consecuencias. Jóvenes despiertas como Alma, activista feminista que permanentemente cambiaba de teléfono porque sabía que le intervenían la línea, que no subía a ningún auto del que no conociera a su chofer previamente, que se tomaba vacaciones imprevistas o cambiaba sus recorridos hacia el trabajo o hacia el hogar.

5 Una zona en el sur de la Ciudad de México que se caracteriza por su estilo colonial, sus bellas calles arboladas, casas antiguas y variados tipos de mercados artesanales. 6 Como se denomina en México a las cervezas.

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Seguía escuchando radios de Argentina y a diario revisaba los perió­ dicos digitales mexicanos. Recurrentemente aparecían noticias sobre se­ cuestros y asesinatos de políticos, de los miles de desaparecidos y de los aparecidos desmembrados, despellejados y con tantas otras vejaciones, de modo que la primera vez que leí sobre los asesinatos de Tlatlaya7 pensé que formaba parte de la cotidianidad mexicana. Recién cuando el caso de Ayo­ tzinapa8 nos pegó en la frente pude comprender que también había un lí­ mite, que la sociedad no iba a permitir todo tipo de atrocidades y que ni siquiera los múltiples asesinatos a las cuadrillas que buscaban fosas iban a detener ese movimiento. Por fuera de los altos niveles de militarización de la ciudad, los relatos sobre la violencia decían que en zonas como el D.F. o Puebla —“donde viven las familias del narco y por eso hay tregua”— estábamos a salvo. Pero el dolorosísimo asesinato de Rubén Espinosa y las cuatro mujeres que se encontraban en el departamento nos mostraron que la tortura y la muerte la teníamos en la esquina de nuestras casas. En todo eso pensamos la tarde en la cual Poncho desapareció: salió de un ensayo con su banda para buscar unos instrumentos y no se supo de él hasta la mañana siguiente. No tocó en el show de esa noche, no respondía el teléfono, nadie sabía nada. Los chicos llamaron a Locatel y al Centro de Apoyo a Personas Extraviadas o Ausentes (capea) y luego sólo fue cruzar los dedos y esperar. Esa noche me marcó: nunca antes había pensado que el secuestro de un amigo era una posibilidad factible, y todas las ideas que se nos ocurrían de lo que podría haber suce­ dido me daban la pauta de que empezaba a interiorizar esas violencias, la posibilidad de lo horroroso. A los pocos meses intenté moverme hacia el centro de la ciudad para acceder con más facilidad a su vida cultural, pero la jugada no resultó bue­ na y pasaron unos meses hasta que encontré una habitación adecuada en un departamento de la colonia (barrio) Portales. Leía, escribía y dormía en la

7 En la matanza de Tlatlaya 22 civiles perdieron la vida a manos de militares el 30 de junio de 2014 (en San Pedro Limón, municipio de Tlatlaya, Estado de México). 8 Una serie de episodios de violencia ocurridos durante la noche del 26 y la madrugada del 27 de septiembre de 2014. La policía municipal de Iguala, la estatal de Guerrero y grupos de narcotraficantes, persiguieron y atacaron a estudiantes de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa (257 km al sureste de Iguala). Los hechos dejaron un saldo de nueve personas fallecidas, 43 estudiantes de esa escuela desaparecidos y 27 heridos.

214 Escenas de mi vida como estudiante de maestría habitación, y para despejar la cabeza aprovechaba las compras para conver­ sar con la gente de la colonia. Las chicas del abarrote con sus largas uñas postizas que me imitaban la tonada, la señora de la quesería que finalmente viajó a Estados Unidos a reunirse con su hijo, el señor que durante la sema­ na trabajaba en un taller mecánico y que de viernes a domingo vendía ham­ burguesas (“para que salga buena, a la carne molida tienes que dejarle un poco de grasa”). El encargado de seguridad de mi edificio trabajaba y dormía en la misma casilla de 6 metros cuadrados, había sido militar y comentaba que en el norte, ser policía o trabajar para el narco era lo mismo: “de ambos lados te juegas la vida, pero si estás con el narco te aseguran un trabajo mucho mejor pagado, una buena escuela a tus hijos, armamento de buena calidad. ¿Por qué estarías con la policía?” Y conocí a César, un muchacho que había jugado en las fuerzas básicas del Cruz Azul hasta que se rompió la rodilla y no tuvo dinero ni nadie que se encargara de su recuperación. César siempre andaba en la calle, trabajando en la pintura de autos chocados o bebiendo lo que pudiera beber. “Puede que aquí no tengamos dinero ni grandes lujos pero somos felices”, me dijo un sábado. Lentamente fui construyendo mi propio México, uno en el que descubría mis lugares en la ciudad y me apropiaba de experiencias y consumos, pero también mantenía otros tantos rioplatenses. La cocina fue lugar de conservar sabores propios, y si no encontraba los ingredientes, los adaptaba. Empecé a hacer de la extranjería una estrategia para hablar: ¿eso cómo se llama?, ¿y cómo lo preparas? Debía haber pocos argentinos en la colonia porque la gente me reconocía, y yo dejé de preguntar por la papasha9 y comencé a hacerlo por la papaia, apelé al tú y no al vos, al oye en vez de al che. Me anticipé a los prejuicios y ante la pregunta por el origen, la respuesta incluía un “ya sabes, si digo alguna mamada es porque soy argentino, pero tenme paciencia”. “¿Qué carajo te pasa que estás hablando así? Sonás como un pelotudo”, se me rió Luciana en las luchas libres tiempo después. Cantando tangos y música latinoamericana ella estaba encaminando su carrera, pero cada seis meses seguía saliendo a Guatemala para renovar su permiso temporario, sin saber con certeza si podría volver a entrar a México.

9 Es decir, payaya, pero con mi acento argentino sonaba como papasha.

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Al comenzar mi investigación volvió a pesar la tradición de ser argenti­ no. Sucede que mi tema era el fútbol, específicamente los modos en que se forman los jóvenes en fuerzas básicas. Y por ser argentino todos los actores del club que estudié, el querido Pumas —por si se lo preguntan, bastante rápido aprendí a gritar el “Goya”—, pensaban que yo sabía mucho de fútbol. ¡Todo lo contrario, si a duras penas puedo patear con dirección un balón! Fue así que me vi obligado a cambiar de estrategia de acercamiento: si en Buenos Aires utilizaba y exageraba mi desconocimiento para que los entre­ nadores me enseñaran movimientos y así aprender cómo pensaban el depor­ te, en México mi ignorancia me deslegitimaba. Tuve que ponerme a leer y aprender para poder compartir el lenguaje de los actores con los que traba­ jaba. No sé si fui muy exitoso en el intento: cuando terminé mi trabajo y fui a despedirme, el director de la cantera10 me dijo que si trabajara con indígenas seguramente podría hacer “algo más en lo mío”. A todo esto, compré una bicicleta y cambió mi experiencia en la ciudad. Pedaleaba hasta la escuela, me metía por calles que de otra manera no hu­ biera pisado, ahorraba horas de transporte público. Encontré un maestro de Kung Fu y mis rutinas comenzaron a parecerse a las que tenía en Buenos Aires. Con una camarita de fotos iba retratando los colores de la ciudad, las paredes amarillas, naranjas y azules, su vegetación y sus vendedores calleje­ ros. Entre todos esos movimientos me empecé a preguntar dónde se encuen­ tra el hogar. ¿Era Buenos Aires o lo llevaba a cuestas? ¿Podía ser un hogar el escritorio de la notebook, inmutable más allá de mis recorridos? ¿O mi hogar eran mis investigaciones, mis fotos, mi guitarra y la bicicleta, prác­ ticas que continuaban y se repetían más allá del contexto? Las redes sociales, los llamados y las comunicaciones por video ayudan a mantener el contacto, pero no se comparaba con tomar un mate. Por eso, una vez al año aprovechaba las vacaciones de la escuela para pasar unas se­ manas en Buenos Aires. Tras uno de esos viajes, dos días después de volver a México falleció mi abuela de manera inesperada. Me enteré con el velato­ rio y el entierro en curso, con mi familia diciéndome que no era necesario que viajara, que después de todo me había despedido de mi abuela apenas

10 Cantera o fuerzas básicas constituyen los centros de formación de jugadores juveniles en México.

216 Escenas de mi vida como estudiante de maestría antes de subirme al avión. Pero pensaba en mi abuelo y en mi padre, en acompañarlos en ese momento aunque sólo pudiera estar en Buenos Aires una semana o poco más. Y sin embargo no viajé, sin convencimiento en absoluto, completamente envuelto en contradicciones, en los vericuetos de la historia familiar. Si uno no está en esos momentos, ¿en qué consiste la familia? Me pregunta sin cesar. Vivir en México me brindaba muchos placeres y aprendizajes, pero a menos que lo adoptara como mi nuevo país, desde donde ver el mundo y construir mi propia vida —con los costos que implicara— iba a vivir siem­ pre con una pierna en cada país, siempre mirando de reojo la situación en el sur, construyendo un pasado mítico o como aquellos primeros exiliados que sufrían por el peronismo, por el desarraigo y por el fútbol. La decisión también afectaba muchas dimensiones de lo cotidiano: me preguntaba desde si valía la pena invertir en un buen colchón para las habitaciones que ocupaba temporalmente, hasta si apostar a una relación amorosa cuando la maestría se terminara en un año o poco más. Y si la beca fuera más extensa, ¿qué hacer? ¿Cuántos años podría pasar fuera del país en esa extraña ficción que son las redes sociales, sin perder relación con los propios? Por eso, los últimos seis meses de la maestría fueron los más felices y los más duros. Creo que finalmente allí hice cuerpo el espíritu de la vida en la ciudad: que si Buenos Aires tiene alma tanguera, el D.F. se mueve al ritmo de la salsa, como en una noche en el Dos Naciones sudorosa, popular, con esculturas de cartapesta,11 luces abrillantadas y trompetas sonando en vivo. Que puede ser caótica, desigual, húmeda, consumista, pero que en su mo­ vimiento hay una energía, una potencia, una adrenalina fuertemente pla­ centera, que me daban la sensación de que el mundo está abierto, que pese a todo hay lugar para la novedad y el acontecimiento. Con ritmo propio en la urbe, habiendo construido una fuerte pertenen­ cia con mis amigos y sintiéndome profundamente abrazado por esa sociedad tan amorosa y receptiva como brutal en la resolución de sus conflictos, tenía que tomar una decisión. La uam-i me había ofrecido la posibilidad de con­ tinuar con el doctorado, cuatro años más con beca del Conacyt, y me habían acompañado en la postulación a un segundo doctorado en Italia, que iba a

11 Papel de periódicos reciclados.

217 FEDERICO CZESLI realizar en paralelo y en el que también había sido aceptado. Y en Buenos Aires me habían ofrecido un trabajo en el Estado, donde se me abría la po­ sibilidad de aprender los modos en que se realizaban políticas públicas. ¿Pero radicaba ahí la decisión, en mi desarrollo profesional? Entre los apuros por la entrega de la tesis y los dilemas por mi futuro pasé esos meses, pensando y sintiendo los afectos nuevos y pasados, en la posibilidad de pasar cuatro años más lejos de mi familia. Y por esa indeci­ sión, por esa imposibilidad de vivir en los dos países a la vez, puede que mi último gesto haya sido el más porteño de todos. Porque tenía abierto un vuelo para visitar a mi familia en Buenos Aires, porque había decidido quedarme en México, y porque fue recién en Buenos Aires, incluso con un departamento alquilado en México por dos años, sin poder despedirme bien de mis amigos, sin poder agradecer en persona a la uam y a sus docentes por haberme recibido, haberme formado y haberme promovido para un doc­ torado en Italia, por tanta generosidad imposible de retribuir en cajas de alfajores, decía, fue en Buenos Aires que decidí quedarme. Como si sola­ mente me hubiera aprovechado de un país que me abrió sus puertas y sus brazos, sólo pude mandar un mail que no podía ser otra cosa que frío, para prometer volver tan pronto como pudiera. La vuelta a Buenos Aires, como tantas otras veces, fue muy distinta de lo imaginado. Al llegar me encontré con una ciudad gris y excedida en ce­ mento que me hizo añorar los colores de las casas chilangas que había fre­ cuentado. El invierno tampoco se comparaba a su calor y mis amigos aún vivían tristes por la derrota electoral de un proyecto progresista frente a un candidato neoliberal. Después de haber vivido como adolescentes la crisis de 2001 que había dejado a la mitad de la población bajo la línea de pobre­ za, comenzaba a avecinarse la primera recesión que viviríamos como adultos. La oferta de trabajo que me habían propuesto se concretó, pero tardaron diez meses en pagarme el primer salario, meses en los que me endeudé larga­ mente para costearme los gastos de vivir solo, hasta cobrar el monto retroac­ tivo. La experiencia laboral tampoco fue la imaginada: el organismo en el que ingresé sufrió tantos recortes presupuestarios que no hubo espacio para generar proyectos de política pública. No obstante, los conflictos por el salario y los puestos de trabajo me permitieron participar de una experien­ cia gremial que de otra manera jamás hubiera conocido. En relación con el

218 Escenas de mi vida como estudiante de maestría campo de la investigación, decidí continuar con el doctorado en paralelo al trabajo. No es lo mismo estudiar en las trasnoches que durante el día, ni contar con beca a pagarlo de mi bolsillo, pero el trabajo de campo ha avan­ zado a buen paso y no me puedo quejar. En paralelo, a los pocos meses de volver, a un familiar le detectaron una enfermedad. Creo que si hubiera estado en México me habría sentido fuera de lugar, de modo que se siente bien estar en Buenos Aires para acompañarlo en el tratamiento. En ocasiones, cuando cuento todo esto sucede que me pregunten si echo de menos México, si siento que me equivoqué al volver. Mi respuesta, en general, es que no suelo preguntármelo, no me parece que tenga mucho sentido pensar cómo hubiera sido mi vida si hubiera tomado la otra decisión. En la disyuntiva estuve tan tapado de dudas como convencido una vez que decidí quedarme en Buenos Aires. Si bien poco resultó como lo esperaba, creo que de todos modos sigo intentándolo, renovando apuestas y “surfean­ do” todo lo que nunca fue imaginado. Cuando hablo con mis amigos de la maestría de la uam y platicamos de nuestras vidas, fantaseo con volver. Pero acaso, ¿sería volver?

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El camino de las pruebas

Paulina Movsichof f *

Me marchaba con una vaga sensación de culpa: remordimiento, preocupación... Detrás, los Dioses del Continente me habían demostrado, con una crisis de concien­ cia, que la asignatura América era una asignatura difícil. Sin llegar a ver la médula del árbol, me había ensangrentado las manos al tratar de arañarle la corteza. Alejo Carpentier

La historia de Sofía, entre Argentina, Ecuador y México.1 El avión levanta vuelo. Me asomo por la ventanilla. En la azotea, veo manos alzadas todavía agitándose en un ansioso gesto de despedida. Me parece reconocer a mi padre en ese compacto grupo que se amontona para decir adiós una vez más a los suyos, verlos alejarse quién sabe hasta cuándo. Trato de imaginármelos llegando a sus casas, tristes y cabizbajos, agachados bajo el peso de esa au­ sencia con la que, en adelante, tendrían que convivir ellos también. El río abajo se recorta, nítido, lamiendo la arena, indiferente a adioses y encuentros. Todo comienza ahora, en esa gran tierra incógnita del futuro. ¿Comienza o

* Paulina Movsichoff, argentina, egresada de Letras de la Universidad de Buenos Aires. Poeta, cuentista y novelista, ha publicado Fuegos encontrados, novela que mereció en Méxi­ co el Premio “Juan Rulfo para Primera Novela”. Autora de antologías infantiles del can­ cionero tradicional argentino y adaptaciones de leyendas y cuentos maravillosos de Argentina y Latinoamérica. 1 El título “El camino de las pruebas” es el nombre de uno de los relatos de la novela de Pauli­na Movsichoff, Besos y volcanes, Córdoba, Editorial Alción, 2013. Con la autorización y revisión de la autora, su novela ha sido adaptada para los fines de este número. Sofía, la protagonista (alter ego de la autora), narra con intensidad los conflictos internos y externos que la desgarran entre el amor y la culpa. Su soledad, su coraje (en ambos sentidos, mexi­ cano: rabia, y argentino: fuerza) y su deseo de rescatar su dignidad de mujer, frente al miedo por lo que sucece en su país y las dificultades de la adapatación en el exilio.

221 PAULINA MOVSICHOFF termina? Pero tengo fe en que encontraremos un lugar. Los últimos tiempos han sido atroces. En mi mente los recuerdos se atropellan, giran como en una calesita2 enloquecida. Pienso en mi departamento, en el río desde la ventana que a veces se veía azul como el Mediterráneo, y otras, plateado. Los discos, los libros. Debimos entregarlo al dueño. Imposible pensar en alqui­ lar otro. Luego de la devaluación estaban por las nubes para nuestras magras entradas. Fue entonces que llegó aquel cable salvador en donde nos anun­ ciaban que un ecuatoriano nos enviaría los pasajes con el objetivo de buscar mercados para la editorial que, junto a otros socios, acabábamos de crear. Comenzábamos ya a perder las esperanzas pues aquellos pasajes debían de haber llegado tres meses antes. En ese lapso vivimos con el corazón en la boca, escuchando el ulular histérico de las sirenas que perforaban la noche, leyendo las noticias de los diarios que daban cuenta de allanamientos, muer­ tes, desaparecidos. Nadie podía estar seguro. Una de aquellas tardes mi prima Teresa me contó, con pelos y señales, cómo ametrallaron al dueño de un bar, sólo por haber visitado Cuba; a otra de sus vecinas, de setenta años, se la llevaron también. Buscaban al hijo y, al no encontrarlo, la sacaron a empujones de la casa. “Estoy harto de cobardes”, dijo Marcos, enfurecido al comprobar mi miedo. “Acabo de pasar por la casa de Silvia y estaba tirando sus discos y libros en el incinerador”. Y salió pegando un portazo. Tenía miedo, un miedo como una enorme araña que me trepaba por el estómago y se instalaba en el pecho, asfixiándome. Guiomar se paraba en la cuna al escuchar las sirenas y gritaba “el tutú loco” con una angustia que traspasaba el alma. Leímos en el diario la muerte de Espinosa, de su cadáver encontra­ do en un aljibe. Todos esos días me persiguió el recuerdo de aquel hombre fornido de una inalterable sonrisa. Era poeta y recorría el país promocionan­ do los libros de poesía que le confiaban sus amigos. También el que yo acababa de publicar: El fuego y la penumbra (mi bautismo como escritora). Espinosa había sentado a Guiomar en sus rodillas y le ponía en la mano una cinta scotch para las “nanas”,3 como si fueran curitas. Cuántas de esas curitas harían falta ahora para tapar tamañas heridas. Tantas. Y la palabra me re­

2 Conocidos también como carrusel o tiovivo: plataformas redondas que giran, en su mayo­ ría con figuras de caballos u otros animales. Techados y muy adornados, en Argentina existían en todas las plazas. 3 En lenguaje infantil: daño, lesión, lastimadura, golpe.

222 El camino de las pruebas cordaba peligrosamente a esa otra, a la que reinaba en la Argentina sin que nadie ni nada pudiera ponerle coto: Tánatos. ¿Qué era todo aquello? ¿En qué trampa diabólica habíamos caído? A pesar del miedo, yo seguía que­ riendo vivir. Allí estaba Guiomar, mirando todo con ojos de asombro, apren­ diendo poco a poco el nombre de las cosas. Recién comenzaba a encajar en la vida: mi exilio del amor, la alegría de la maternidad. Sin embargo, otro exilio comenzaba. Allí estábamos los tres para desafiar el mundo, juntos. Para cambiar de país en busca, no ya de la Tierra Prometida, sabíamos do­ lorosamente que no existía, pero sí de un lugar, de una casa para cobijar los besos, los llantos, esa pequeña llama de vida para nuestra familia. Aterriza­ ríamos en la ciudad de Quito. Miré el cielo obstinadamente azul. La mole dura y sombría de las montañas. Sonreí. Estábamos vivos, enteros. Nos amábamos. Nada podría derrotarnos.

Peregrina.4 La sensación de extrañamiento me acosaba desde la mañana. Estaba en Latinoamérica, pero no me abandonaba el sentimiento de extran­ jería. Cuando llegamos a Quito, el socio de Marcos nos alojó en su casa hasta que estuviéramos en condiciones de alquilar un departamento. Poco después conseguimos una planta baja, en un barrio residencial. Desde la sala se divisaban los volcanes y, por las noches, podía admirar el espectácu­ lo de las luces de Quito trepando las laderas del Pichincha. Los planes de trabajar no funcionaron, sobre todo para mí. En aquellos primeros días que pasamos en su casa, Marcos y su socio se encerraban en el escritorio a hablar de sus proyectos de la editorial que iniciarían. Yo quedaba afuera, aten­ diendo a Guiomar. Ahora me en­contraba reducida a mi rol de esposa y madre, que me gustaba, aunque hubiera querido sentirme más útil, más participativa de aquel proyecto que nos empujara por estos lugares. Me sentí aliviada cuando pudimos “arrendar” un departamento. Apenas insta­ lados, Marcos me anunció que se iba a París, a un congreso de americanis­ tas. Instalados era mucho decir ya que, por todo mobiliario, sólo teníamos dos camas, la de matrimonio y la pequeña de Guiomar, que distribuimos en sendos dormitorios. En un rincón, cerca de la cocina, una mesa de dibu­

4 “Cuando emprendas tu viaje hacia Ítaca, ruega que tu camino sea largo,/y rico en aventu­ ras y experiencias.” Constantino Kavafis.

223 PAULINA MOVSICHOFF jo olvidada por los dueños nos servía para comer. Cuando Marcos partió, debí apelar a todos mis recursos internos para que la soledad no me derrum­ base. Mientras Guiomar se distraía con sus pocos juguetes, yo tocaba la guitarra y cantaba hasta que mis cuerdas vocales me pedían una tregua. A veces, acostada en el piso, rodaba como hiciera allá, en mis clases de expre­ sión corporal. En otros momentos me recostaba en la cama, los ojos fijos en el techo, sumergida en dolorosas remembranzas. Entonces ella, con la in­ falible percepción de los niños, trataba de sacarme de ese estado invitán­ dome a jugar. La ausencia de Marcos y la falta de dinero me empujaron a buscar traba­ jo. Había estado en la universidad. El rector me recibió de manera apresurada. Respondió a mis requerimientos de acceder a una cátedra de literatura la­ tinoamericana con amabilidad pero con firmeza; por el momento no había ninguna posibilidad. La mayoría de las cátedras de la carrera de Letras es­ taban ocupadas por argentinos. Lo mire, a su vez él me miraba, tal vez desconcertado por mi silencio. Una tarde me encaminé a la Central de Publicaciones, cuyo dueño me recibió con gran amabilidad y, como quien no quiere la cosa, le comenté lo del cheque que no habían pagado. “Marcos se confunde. Yo ya le pagué ese trabajo”. Verdadera o no, la respuesta me dejó al borde de la desesperación. No teníamos ninguna entrada. Tal vez percibió la expresión azorada de mi cara, porque me propuso: “¿Le gustaría vender libros?” La pregunta me sorprendió. El pánico me estrujó las tripas. ¿Vendedora yo? ¿Y por la calle? Jamás en la vida había vendido ni un alfiler. Salí esa misma tarde. Munida de un maletín atestado de folletos en donde se anunciaba la mercadería más variada, comencé mi peregrinaje. A pesar de que me facilitaron una lista de clientes, decidí yo misma el recorrido, convencida de que sería mucho menos engorroso que preguntar a cada ins­ tante por calles desconocidas. Tres horas después llegué a la oficina agitan­ do triunfalmente dos facturas de venta, me pagaron la comisión en el acto. Pude entonces contratar una niñera para que cuidara a Guiomar mientras yo trabajaba. Conformado por una población indígena en su gran mayoría, no resultaba difícil encontrar en Ecuador a aquellas mujeres que abando­ naban el pueblo de origen para mejorar su condición. La que me tocó en suerte se llamaba Elba. Se trataba de una joven vivaracha y dulce. Tenía la facultad de aniñarse para jugar sus mismos juegos y conversaba con Guiomar

224 El camino de las pruebas como si fuera una igual. Por las noches iba al colegio. Sentía como si un hada hubiese venido en mi socorro. Por las mañanas salía a vender, antes de salir me atacaba el pánico me sentía presa de una abrumadora, ¿hambrienta?, ansiedad. Por las tardes, pensaba en los amigos lejanos, en la familia ausente y añorada, en la patria sumergida en un baño de sangre. Entonces me embargaba una opresiva melancolía. De ­Marcos recibía una que otra carta y a través de ellas descubrí su infidelidad. Ahora sentía la mordedura de los celos y nadie había allí con quien desaho­garme. Me despeñé en un llanto convulsivo. Las ventas resul­ taban insuficientes y me ofrecieron ir por las tardes como secretaria. Fue así como mis días se convirtieron en un torbellino sumado a que el transporte de Quito era muy ­precario. Me angustiaba dejar tantas horas a Guiomar, aun cuando tuviera la certeza de que estaba bien atendida. Me asaltaba la duda de si actuaba bien. ¿Sería yo una desnaturalizada, una mala madre? Dos semanas después, una de las empleadas de la agencia me dijo que tenía un llamado. Era Marcos. Acababa de llegar y su voz sonó anhelante. “Ten­ go trabajo” le informé, excitada. Y le relaté atropelladamente mis recientes experiencias. No pude evitar la pregunta acallada durante tanto tiempo “¿Me querés?” “Te adoro. Vení pronto” fue su acuciante respuesta.

Pérdidas y consolaciones.5 Esa misma semana recibí los pasajes que mi padre nos envió a Guiomar y a mí. Oscilaba entre la ansiedad por volver a ver a los míos y el terror que me provocaban las últimas noticias, cada día más escalofriantes. Los desaparecidos eran cuantiosos y no había ninguna pauta, nada que pudiera garantizar a un ciudadano común y corriente no ser saca­ do de su casa por la fuerza para luego integrar ese cortejo de fantasmas que parecían oscurecer la suerte del país. Tan sólo tres meses antes había llegado el cable anunciando la muerte de Martín, mi primo. Todos estábamos al tanto de su militancia y de la incógnita de su paradero. Sin embargo, aún me ilusionaba con la idea de que él escaparía a la suerte tenebrosa que ya habían corrido tantos compatriotas. Su lucha para que todos tuvieran lo que él había tenido: techo, educación, amor. Luego del ascenso de Cámpora como

5 “Ayúdame a olvidar nuestra hermosa soledad/de animales en celo.” Thelma Nava.

225 PAULINA MOVSICHOFF presidente en 1973, fue elegido diputado de la Nación. Renunció al poco tiempo, en absoluto desacuerdo por el giro que habían tomado los aconte­ cimientos, el vertiginoso desplazamiento del gobierno hacia la derecha. Por televisión anunció que entraba en la clandestinidad. Lo habían acribillado en plena calle, cuando venía de comprar sidra y pan dulce para festejar la Nochebuena. Con él iban su mujer y las nenas. Al doblar la esquina, Martín descubrió al Falcón (el automóvil verde o azul característico de los milicos o sus fuerzas cuando venían a “buscar” a “alguien”) y ordenó a sus hijas que corrieran a la casa. Unos hombres tomaron a Josefina, la mujer de mi primo, por la garganta y la empujaron al auto. Martín iba desarmado y, al ver que se la llevaban, se tiró contra ellos. Lo acribillaron allí mismo, en presencia de sus hijas. Josefina está desaparecida desde entonces. Llevaron a las nenas a un hospicio en donde la familia las encontraría después de meses de creer­ las también muertas y de remover cielo y tierra para dar con el paradero. Alaíde, la mayor, junto con Mara, la menor, quedaron al cuidado de mi tía, la madre de Martín. Alaíde tenía tres años y Mara dos. La casa parecía envuelta en un aura luctuosa, como si el oleaje de aquel maremoto hubiera traspuesto la puerta de nuestra morada, su pureza. Llegué, pues, a una ciudad desolada y temerosa. La vida nocturna casi no existía. Por las noches paseaba por una Avenida Corrientes casi yerma. Contempla­ ba los bares ahora desiertos, una mano de hierro me estrujaba el corazón. La gente en la calle se miraba con desconfianza, evitaba toda ocasión de hablar con extraños. Cuando regresaba a casa de mi madre, luego del cine, o de comer en casa de amigos, me detenía metros antes de llegar a la puerta y miraba a uno y otro lado, temerosa de que alguien pudiera estar esperándo­ me. Por esos días me llamaron de la editorial, para avisarme que mi libro saldría en una semana. Se trataba de mi segundo libro de poemas que dejé listo antes de irme. Decidí presentarlo. Contraté una galería de arte que aquella noche se abarrotó de gente. Mi corazón se distendió por un rato. No todo estaba perdido si aún era posible reunirse en ocasión de la poesía. A veces,­ sin embargo, la culpa me ensombrecía esos breves momentos de re­ encuentro, la ilusión de que recuperaba aquellos paraísos perdidos —de sobra sabía que eran irrecuperables— y me preguntaba si tenía derecho a seguir viviendo, a haber escapado de aquella cárcel, de aquel enorme campo de concentración en donde tantos de mis hermanos cayeran.

226 El camino de las pruebas

Por esos días recibí carta de Marcos en donde me informaba que Sylvie había llegado a Quito. Como tenía poco dinero, él le ofreció alojarse en nuestra casa, sin que yo participara en lo más mínimo en la decisión. Así que allí estaban, los dos solos, esa mujer ocupando, en cierta manera, mi lugar y yo ansiosa y devorada por los celos. La suerte me ayudó esa vez. Un amigo peruano se ofreció a hospedarla. La casa estaba ya desocupada cuando llegué, pero un muro de desconfianza se había erguido entre nosotros. Trata­ ba de entender a Marcos, sin embargo, en un recóndito lugar de mi interior, estaba resentida, tal vez porque guardaba aún el ideal del amor eterno. La cuestión económica seguía siendo un motivo recurrente de disputas. Marcos elaboraba trabajos y proyectos cuyos pagos se retrasaban indefinidamente. Debíamos ya varios meses de alquiler. Cada día cinco del mes éramos des­ pertados sin misericordia por los golpes de puño que el dueño daba en la puerta para reclamar el pago del “arriendo”. Decidí retomar las ventas, in­ terrumpidas por el viaje. Luego de la última pelea con Marcos algo se había roto. No fue tanto el dolor de la cachetada, como saber que así no se podía continuar, tarde o temprano habría que tomar una determinación. Ahora él se encontraba casi siempre ausente. Llegaba de madrugada, cuando Guiomar y yo dormíamos. Los sábados y domingos partía a la selva. Hubiera querido acompañarlo. Vivir y conocer a fondo esas culturas. Me encontraba en el corazón de Latinoamérica pero estaba entrampada. Marcos se iba solo, o así me lo decía, a visitar a los otavalos, los jíbaros, los colorados. Un día, uno de sus socios me dijo: “Eres una romántica incurable”, su voz tomó un tono zumbón que me desagradó: “Marcos no se va solo. Sylvie está con él”.6 Todo se derrumbó, cual castillo de naipes cuando de pronto sonó el teléfono y me anunciaron: “Tu marido está preso”. Tardé en comprender lo que escucha­ ba. Luego me desaté en un mar de preguntas: ¿Cuándo, cómo, dónde, por qué? Apenas pude contenerme. “Lo llevaron a Cuenca. Nada más sé.” Al igual que Argentina, Ecuador estaba, en ese tiempo, gobernado por milita­ res. Queríamos ir a México, era una ilusión largamente acariciada y a punto de convertirse en realidad. Poco tiempo atrás, Marcos me anunció: “Me escribieron del Instituto Nacional Indigenista de México. Me ofrecen tra­ bajar allí como investigador. ¿Qué te parece la idea?” No dudé: “Aceptá”.

6 “Arrojado a esta costa salvaje, lejos, muy lejos del hogar.” Walt Whitman.

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Todo pareció empequeñecerse ante la magnitud del presente infortunio. Esa tarde, acompañada por una amiga escritora, recorrimos los retenes. Los guardias­ miraban la interminable lista de nombres y luego movían la cabeza­ en señal negativa, dejándome desolada y contrita. Aquella semana el país se encontraba también convulsionado por el secuestro y posterior crimen de un conocido industrial. Había desaparecido de su casa días atrás y, a pesar de la suculenta suma ofrecida a sus captores, la familia no pudo dar con su paradero. Al final encontraron algunos de sus restos descuartizados. El gobierno decidió que ningún ecuatoriano podía tener tan bajos instin­ tos y ordenó una redada entre los numerosos argentinos, chilenos y peruanos­ que por esos años afluían al país. Así que los retenes estaban colmados de ellos. Regresé a casa sumida en una honda tristeza. Tanta lucha para sobre­ vivir y la locura y el terror nos alcanzaban también en ese pequeño y casi bucólico país por aquel entonces. La chicharra del teléfono interrumpió mis divagaciones. Había estado mudo todo ese tiempo. Nuestros amigos parecían no querer tomar parte en el asunto. De golpe comprendí toda la dimensión de mi desamparo. La llamada era de México, preguntando por Marcos. Enmudecí. ¿Qué decir? Me decidí por la verdad. El mexicano, conmovido, me dijo: “Le enviaré un cable diciéndole que el gobierno de México requie­ re sus servicios”. Colgó, no sin antes prometerme que tenía previsto alertar a los organismos internacionales. Una voz interior me sugirió llamar a mi embajada. Hasta el presente me había resistido, temerosa de alertar a mi gobierno en contra de Marcos. No quería tener nada que ver con “milicos”. Llamé y no pude evitar que las manos me temblaran. Luego de contar la situación a un conocido, le rogué, por su honor, que no dijera nada a nadie. Una hora después, me informó: “Lo tienen en los altos de una escuela. Andá y decí que vas de mi parte. Llévale algo de comer”. Cuando llegué, gracias a una luz incierta, distingí a Marcos. Un estremecimiento me recorrió. Tenía la barba crecida y sus ropas se veían ajadas y sucias. Un olor rancio se despedía del ambiente, las ventanas rigurosamente cerradas. El alma se me descompaginaba ante tan triste espectáculo. Nos abrazamos. Lloramos. Ni un reproche. Oscuramen­ te, captaba la ternura de ese corazón, aun cuando estaba envuelto en una naturaleza sombría y a veces violenta. Ahora lo tenía allí, ante mí. Y lucha­ ría como una fiera para que no me lo arrebatasen. La mañana siguiente me

228 El camino de las pruebas avisaron: “El ministro ha dado la orden de libertad. Ahora puedes buscar a tu Marcos y llevarlo a casa”. Subí la escalera del sórdido edificio con el co­ razón en un hilo. El guardia, me impidió la entrada. “Vengo a buscar a mi marido. Me dicen que el ministro ha dado la orden de libertad.” “Está equivocada, señora. A su marido lo deportaremos a la Argentina en veinti­ cuatro horas. Vaya a su casa y prepare la maleta.” No podía creer lo que escuchaba. Marcos llegó a migraciones custodiado por dos cachacos. Tenía una expresión de arrogancia que me preocupó. Pedí hablar con el jefe que se atrincheraba en una implacable negativa. Imposible hacer nada. La orden del ministro era terminante. ¿El motivo? Soliviantar a los indígenas contra el gobierno. Mientras esperaban el traslado lo llevarían a la cárcel de delincuentes comunes. Era como si de pronto me hubiesen arrojado a un destierro más cruel que el que ahora venía sufriendo.

Después del diluvio.7 La Ciudad de México te gustará, me había escrito Marcos. Y me la describía como una ciudad enorme y cosmopolita, atiborrada de negocios elegantes, enormes supermercados, cines, teatros y un importante movimiento cultural. Escritores famosos, entre ellos García Márquez, vivían allí. En cuanto llegáramos, buscaríamos un hotel hasta encontrar departa­ mento. En el avión releí la carta de mi madre que recibí en vísperas de nuestra partida. De ella se desprendían una gran ternura y admiración por la hazaña de su hija, quien la guardaría por el resto de su vida como la fuer­ za benigna que habría de sostenerla en las pruebas sobrehumanas de su vida:

Buenos Aires, 1977 Adorada hijita Sofía: ….aliviada con los novecientos dólares que pudimos reunir con lo que aportó también el padre de Marcos… quería cerciorarme de la fecha exacta del giro dada la urgencia de la situación… No hago más que pensar en la odisea vivida por ustedes. Te has portado como una heroína. Esas son las garras que hacen falta para luchar. Por eso es necesario no gastar energías en “guerrillas”… Te repito que eres una heroína.

7 “Es inútil, paloma./Después del diluvio/la muerte está húmeda/y las mismas preguntas se arrastran bajo la tierra.” Marco Antonio Campos.

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México, 1978 Querida mamá: Aquí estamos, recién llegadas. Los últimos días fueron agotadores. También el viaje. Tuve que embalar sábanas y frazadas, así como los libros para luego enviarlos por avión. Antes vendí los muebles y traspasé el departamento a un amigo. Toda una epopeya. Al llegar aquí no podía con la carga, además de Guiomar. Cuando caminaba por los pasillos del aeropuerto sentí en algún momento que caería redon­ da al suelo. Por suerte, Marcos me esperaba. Momentáneamente nos alojamos en un hotel hasta tanto consigamos departamento o casa, lo cual no parece tan fácil. Resulta bastante incómodo estar los tres en una pieza con los bultos apilados, in­ cluyendo triciclo y guitarra. El baño es chico y no tiene bañera, lo cual es una tra­ gedia para Guiomar. Debo lavar la ropa en el lavatorio. Marcos está contento. A mí me parece muy prematuro aventurar nada. Guiomar feliz de haberse reencontrado con su papá. Cuando íbamos en el avión le enseñé unos volcanes con nieve y decía: “¡Oh, qué maravilla de montañas!” Sin embargo, extraña un poco y me preguntó: “¿No estará llorando Lida en Quito?” Estoy contenta de ver a Marcos. Al fin no pudieron separarnos. Después de que consiga casa y alguien que cuide a Guiomar veré de buscar un trabajo. El sueldo de Marcos no es gran cosa, seiscientos dólares, pero nos permitiría vivir sin sobresaltos si no tuviéramos que montar de nuevo todo. Espero no seguir esta vida de gitanos. Pero estoy más optimista que cuando llegué a Quito. Los mexicanos parecen gente muy amable. Para hablar utilizan términos graciosísimos. Por colectivo dicen camión, los choclos son elotes, a los maníes les llaman cacahuates. Parece otro idioma. Ya veo cómo se reirán de Guiomar cuando vayamos a Buenos Aires. ¿Cómo están ustedes? Recibe besitos de Guiomar y de tu lejana hija, Sofía. Lo más arduo era pasar por la aduana en donde revisaban hasta el alma. México no era como Argentina, me habían dicho. Revuelven y miran todo lo que traes con una escrupulosidad de lupa pues por allí pasa mucha droga. Era cierto. México, por suerte, no era Argentina. Nadie vendría a nuestra casa por la noche a arrebatarnos para siempre del reino de los vivos. Nadie nos impediría pensar, hablar, escribir, comer. Un policía se acercó a nosotras. Era moreno y fornido. “¿Me permite su pasaporte, señora?” Se lo alargué. Lo miró con detenimiento. “Seguramente sabe lo sucedido en Ecuador y me van a deportar”, pensé, aterrada. Mi lengua estaba seca como un pedazo de madera. El hombre levantó la vista del documento y nos estudió prolija­ mente. Se fijó también en la guitarra, que asomaba del canasto. “¿Qué hace aquí una turista con tantas cosas?”, preguntó. En su frente se formaron dos

230 El camino de las pruebas arrugas amenazadoras. En la embajada me dieron visa de turista hasta que tramitase la de trabajo, cosa nada fácil en aquellos tiempos de tanta inmi­ gración sudamericana. “He venido a reunirme con mi marido. Él es argen­ tino y trabaja aquí. Me está esperando afuera.” El hombre cerró de un manotón el pasaporte y me lo entregó, encogiéndose de hombros. Antes de irse me señaló la aduana, en donde los pasajeros abrían y cerraban valijas en un ritmo afiebrado. De nuevo había usado las palabras justas. Aquí el dis­ curso no estaba quebrado, como en mi patria. Cuando divisé a Marcos mi corazón se regocijó. Me besó como si nos hubiésemos despedido el día anterior, abrazó a Guiomar y salimos en busca de un taxi. Había oscurecido, por lo que no pude enterarme del aspecto de esa ciudad con la que soñara desde mi primera juventud. Jamás pensé que ese sueño se haría realidad. Y menos en aquellas circunstancias. Esa noche, en el hotel, no pude pegar los ojos. Se trataba de un antiguo edificio estilo porfiriano, ubicado en la colonia Roma. Tuve una horrible pesadilla. Con­ tribuían a mi insomnio los motores que se apagaban y encendían, el chirri­ do de las ruedas en el patio, aquellos gritos aguardentosos. “¿Estás seguro de que es un hotel normal?”, pregunté a Marcos cuando amaneció. Porque si bien ostentaba un aspecto de altanera dignidad con sus barandales de caoba, la gran alfombra roja que presidía la recepción, las consolas con espejos de marco dorado, se me antojaba sospechoso aquel movimiento nocturno. “Creo que también funciona como hotel alojamiento”, tuvo que reconocer Marcos, aun cuando dejó bien sentado que acababa de darse cuenta. A la mañana siguiente nos levantamos temprano para tomar el desayuno. “Hasta las nueve”, había respondido el conserje el día anterior a mi pregun­ ta de a qué hora abrían el comedor. Llegamos a las nueve menos cuarto pero estaba cerrado y por los alrededores no se divisaba un alma. Desconcertados, acudimos a la recepción. “Hasta las nueve”, volvió a responder el conserje. “Pero todavía no son las nueve”, protesté, mirando el reloj. “Hasta las nue­ ve”, y en la voz del hombre se notaba tal fastidio que no nos atrevimos a insistir. Sólo más tarde encontraríamos el sentido de aquel sinsentido. “Has­ ta” quería decir “desde”, o más exactamente: “hasta las nueve no abrimos”. Poco a poco habría que acostumbrarse a otros códigos, a otras maneras de ser y tal vez de pensar. No tenía miedo a eso. Lo más espantoso era el sin­ sentido absoluto que en ese momento vivía. Las horas se extendían delante

231 PAULINA MOVSICHOFF de mí como el desierto ante un beduino, y yo no tenía idea de cómo pasaría esa eternidad, en aquella ciudad extraña e inhóspita para mí. Pensé que nunca me “enseñaría”, como llamaban en Ecuador a la capacidad para amol­ darse a una circunstancia. Avanzaba por las calles como una autómata, aferrada de la mano de Guiomar, sintiéndome yo también una niña desamparada, Hansel y Gretel en esa inmensa jungla de autos y cemento, todo en proporciones gigantescas y pintado con colores estridentes. Me extrañaba que la gente se amontona­ ra y pululara en ciertos y determinados lugares, las paradas de camiones o las bocas del metro. Caminé unas cuadras por la Avenida Insurgentes, de­ teniéndome en las vidrieras de los negocios. Los autos pasaban veloces, in­ diferentes, dirigiéndose a misteriosos destinos. Divisé una plaza y caminamos hacia ella. Pero mi corazón estaba acongojado. A pesar de saberme en Lati­ noamérica, mi identidad parecía haberse desvanecido. En el trayecto vi una librería abierta y entré. Empecé a creer que era posible recuperar mi historia si aún estaban ellos, los amados libros. Me entusiasmé con uno y pensé en comprarlo, pero luego recordé que sólo tenía unos pocos pesos para la comi­ da. Recordé también que no tenía trabajo y que por bastante tiempo depen­ dería sólo de las entradas de Marcos, así que me despedí de la idea de adquirirlo. Comimos algo ligero y regresamos al hotel. Pasé la tarde escri­ biendo cartas a mi madre y a algunas amigas. En la oscuridad muda escuché las campanadas del reloj de la planta baja. Las ocho. En ese instante Marcos abrió la puerta y suspiré con alivio. Luego me eché a llorar.

Intemperie.8 A poco de vivir en México me preguntaba si alguna vez había sido diferente. No podía creer cuando me contaban que, no mucho tiempo atrás, era “la región más transparente”, una ciudad luminosa cubierta de valles resplandecientes y verdores perpetuos. El aire ahora estaba viciado por el monóxido de carbono que despedían más de dos millones de autos, por el humo de las fábricas, que se me metía en la nariz, me irritaba la garganta, me causaba en los ojos un lagrimeo constante. Y sobre todo no me dejaba ver las montañas. Todas las mañanas salía del hotel de la mano de Guiomar

8 “Aquí, en silencio, lloras a tu tierra/y muerdes el pañuelo de color/con tus dientes de lobo/ […]/ Que nadie nos recuerde a nuestra madre,/que nadie nos recuerde el sueño del hogar.” Salvatore Quasimodo.

232 El camino de las pruebas para entrar en el mismo sitio y pedir el desayuno. Recordaba los desayunos de allá, las tos­tadas con mermelada o dulce de leche, las facturas. Aquí apenas un pan dulce, como les llamaban a las facturas y de vuelta a recorrer calles, dar vueltas por ahí hasta la hora del almuerzo, cualquier cosa antes de ir a encerrarse al hotel. Mirar las calles atiborradas de autos de cuyas banquetas, o sea veredas, los peatones habían desaparecido. De tanto en tanto algún indígena, acurrucado en los umbrales o simplemente tirado a la sombra de un árbol. A veces eran familias enteras llegadas de su pueblo. Miraba las caras inexpresivas de las mujeres amamantando a los críos mien­ tras niños de todas las edades pululaban a su alrededor. Contemplaba los pies descalzos y encallecidos, la trenza larga y renegrida y no podía dejar de identificarme con ellos, extraños también, marginales sin techo donde acu­ rrucarse, y lo que era peor, en su propia tierra (más tarde, mucho más tarde un parecido paisaje me golpearía en mi patria. Por ahora aquello era dolo­ rosamente nuevo). Mi corazón estaba triste a morir. La situación mejoró cuando alquilamos un departamento. Después de una interminable bús­ queda casi sin esperanzas de conseguirlo, un amigo nos avisó que la dueña de su antiguo departamento se disponía a rentarlo. Quedaba en Coyoacán. Los dueños nos recibieron con amabilidad y nos lo mostraron: tenía grandes ventanales, además contaba con tres recámaras: una para nosotros, otra para Guiomar y la tercera serviría a la vez de estudio y pieza de huéspedes. Al mirar la moquette, no pude reprimir un sentimiento de desagrado “¿Y cómo limpias esto?” Pregunté, tratando de disimular mi perplejidad. “Con aspira­ dora”, respondió. Un escalofrío me recorrió. Estaba muy verde la posibilidad de poseer ese bendito aparato. “El teléfono me lo llevo”, dijo Conchita. También se llevó la heladera. Por las mañanas, Marcos salía a trabajar y yo trataba de limpiar. Iba de compras, cocinaba, lavaba la ropa. En el super­ mercado paseaba por las góndolas atestadas de productos eligiendo cuida­ dosamente lo esencial para que no sobrepasara la magra cantidad que Marcos me dejaba cada día. No era raro que me demorase largamente en la sección de libros. A veces me cruzaba con alguna vecina que me saludaba, con una mueca burlona. “Seguramente ha escuchado nuestras peleas.” La infelicidad me embargaba. Toda la mañana enredada en las tareas domés­ ticas y por las tardes llegaba Marcos y rápidamente se instalaba cual rey en el único escritorio. El sonido de la máquina de escribir me recordaba que

233 PAULINA MOVSICHOFF yo también quería hacerlo, que yo también era escritora. Pero me sentía demasiado cansada para defender mi espacio. No conocía a nadie y la soledad me pesaba como una lápida. Al poco tiempo de instalarnos, Marcos me avisó que lo enviaban a Yucatán. “¿Por qué no vamos los tres?” Inquirí, esperanzada.­ “Sólo a mí me pagan los gastos”, fue la tajante respuesta. Me quedé, pues, con mi Guiomar. Escribía extensas cartas. Uno de esos días me senté en el escritorio libre y escribí el primer poema de un libro. Volví a tomar la guitarra y cantar y eso también me reconfortó. Pero mi propósi­ to de escribir la novela se había esfumado. Un amigo argentino me sugirió una terapia. Él conocía a una psicóloga “piola, bancadora,9 no te cobrará nada. Es también argentina y ayuda a los que se sienten perdidos en esta ciudad”. Inés atendía en un confortable departamento de la colonia Nápoles. Sentada en la sala de espera, contemplaba y sentía un poco de envidia al compararlo con los firuletes de nuestro empapelado y los muebles español colonial que compramos en paquete. Aunque teníamos una entrada fija que nos permitía vivir sin la desesperación de atrasarnos con la renta o de no tener para la comida, ningún gasto extra era posible.

Orfandad.10 Era una fría tarde de febrero. La casa estaba tan silenciosa como yo, salvo los bocinazos de los automovilistas afuera. Hacía ya dos meses que Guiomar no estaba. Los últimos tiempos habían sido duros para las dos. No había tenido tal vez la paciencia suficiente como para contenerla, acceder a sus demandas adolescentes. Y un buen día, mejor dicho una mala noche, luego de una tonta discusión metió rápidamente algunas cosas en el bolso, estrelló contra la puerta el marco con la foto en donde nos veíamos las dos. A veces, en plena desazón, me detuve enfrente del espejo y, mirándome a los ojos, traté de darme ánimo. No puedo dejar de recordar. Un día leí en el Uno más uno que solicitaban exiliados para publicar. Nueve meses habían pasado ya desde mi llegada y ni noticias de trabajo; llamé desde un teléfono público. La telefonista me informó que el profesor Kurtz estaba en la cafetería. “Ahorita mismo le paso, no me corte por favor”. Tragué saliva. A pesar de los ocho años transcurridos, me parecía ayer cuan­

9 “Piola” en argentino se usa como sinónimo de: vivaracho, avispado, astuto, hábil. “Ban­ cadora”: hacer algo por otro, apoyar, aguantar, soportar, tolerar. 10 “¿Por qué te sientes como una huérfana desollada viva?” Erica Jong.

234 El camino de las pruebas do, allá en Buenos Aires conocí, en casa de una amiga, al historiador de gruesos cristales en sus anteojos, altos pómulos y piel aceitunada. A su al­ rededor un grupo de hombres y mujeres parecían magnetizados por sus palabras. Vino hacia mí con una sonrisa seductora, no nos habían presenta­ do pero igual nos enfrascamos en una interminable discusión sobre Fellini. Me invitó a salir al día siguiente. Yo pre­texté un compromiso. Sin embargo, en otra ocasión, acepté. Aquella noche él me llevó a comer a los carritos de la costanera y luego a ver la luna en el río. Nos internamos en el muelle lamido por un gélido viento invernal y, al ver que yo tiritaba, me atrajo hacia sí, abrigándome contra su pecho. No me resistí. Tam­bién mi alma tiritaba y aquel repentino cobijo no me supo nada mal. Pocos minutos después me encontraba en su confortable departamento, se sentó a mi lado en el sofá y comenzó a acariciarme, tuvimos un affaire. A la mañana siguien­ te nos despedimos con un rápido beso. Nunca más habíamos vuelto a vernos. La telefonista no me preguntó mi nombre. “¿Quién sos?” me preguntó, Sofía Vasserman contesté: ¿Te acordás de mí? “Perfectamente.” Le expliqué mis problemas actuales. “Podríamos vernos —dijo Norberto— ¿Qué te parece esta tarde a las siete, en la Gandhi? Yo estoy igualito, sólo que con canas”. Le pregunté a mi vecina si Guiomar podía quedarse un rato más en su casa. Luego fui a arreglarme. Esta vez no me detuve a curiosear en la li­ brería. Atravesé el café atestado de humo y voces entre las que sobresalían las de los argentinos; se había convertido en el punto de reunión de los exiliados de mi país, sumergidos en los aguazales de la nostalgia. En la mesa del fondo, un hombre solo me miraba con ojos sonrientes y aprobadores. Avancé hacia él. “No has cambiado nada” me dijo con tono acariciador. “Vos tampoco. Seguís siendo un donjuán.” Reímos. Le conté mi vida y el ajetrea­ do paso por Ecuador. Le hablé también de mi infructuosa búsqueda de trabajo luego de nueve meses de estadía. “Vení a verme mañana al Colegio de México. Algo arreglaremos.” Ahora cierro los ojos y puedo contemplar­ me en el taxi que me conduce a aquella estrafalaria dirección: “Camino al Ajusco. México”. Así decía la tarjeta. Qué diferente a las callecitas de Bue­ nos Aires con aquellos entrañables y familiares nombres que formaban ya parte de la toponimia de mi corazón. Poco a poco fui comprendiendo que cada barrio o colonia, como les llaman, estaba consagrado a algún área de la realidad; la nuestra se llamaba Villa Jardín y no ­faltaba allí el nombre de

235 PAULINA MOVSICHOFF ninguna de las flores conocidas y desconocidas. La elegante colonia Polanco, ostentaba los nombres de filósofos: Horacio, Homero, Ovidio. El Ajusco era el nombre de una montaña arbolada. A medida que me acercaba al Colegio de México, el aire se tornaba más terso y más vehemen­ te el color del cielo. El taxi me dejó ante una gran construcción. Me costó ubicar la oficina “cubículo” de Norberto. Al entrar lo encontré detrás de una pila de carpetas. Él se levantó y me saludó con un beso en la mejilla. “Acom­ páñame”, dijo. Había prometido conectarme con Jacobo Lewin, escritor y crítico literario. Lo encontramos en el patio. A pesar de sus años, vestía jeans y campera clara sobre la que caía una rabínica barba blanca, sus ojos eran de un celeste escrutador, al presentarnos dijo: “Ya me di cuenta, las argentinas se reconocen en el acto”. Menos tensa, me permití sonreír. Jacobo me indi­ có que lo siguiera y Nor­beto, que al terminar pasara por su cubículo. El tiempo que Jacobo me concedió fue bastante breve. Me explicó lo de siem­ pre, en el Colegio había ya muchos argentinos, no tenía allí ninguna posi­ bilidad. Le dejé un teléfono en donde ubicarme y mi último libro de poemas. “¿Cómo te fue, flaquita?” La voz de Norberto era amistosa y compinche y apaciguó mi sensación de orfandad. Le conté la charla con Jacobo, pero él pareció no escucharme. “Mirá qué lindo día.” Y señaló con la mano las cum­ bres asombrosamente cercanas. Se veían verdes y quietas. Me invitó a recorrer el Ajusco. Sentada en el auto a su lado, experimenté una desusada ligereza. ­Todavía me quedaba un rato antes de la hora en que debía buscar a Guiomar. El camino era arduo y sinuoso y miraba con fascinación las hondonadas, alfombradas de pinos. El auto se detuvo. “¿Te gusta?” La voz delataba el secreto orgullo de ser el introductor de tales maravillas y un avance amo­ roso, dije: “Sí, pero vamos. Ya es muy tarde”. Sin decir palabra, Norberto puso el motor en marcha. Bajamos de la montaña a una velocidad de vértigo.

Lejos de Ítaca.11 Al principio el D.F. me pareció aterrador. Me preguntaba si podría arreglármelas para vivir en esa hidra de mil cabezas. En cuanto debía aventurarme más allá de Coyoacán, el miedo era como una manea atando

11 “Entretanto sobrevivo,/organizando mi mañana.” Sylvia Plath. “Ya no te pertenece ni si­ quiera el silencio,/aquí donde las piedras del molino detuvieron su marcha.” Giorgios Séferis.

236 El camino de las pruebas mis tobillos. Pero los trámites, sobre todo los referidos a la visa, no podían seguir postergándose y allí iba yo, con la manita de Guiomar fuertemente asida a la mía. Cuando tomaba el metro me sentía empujada al interior por una multitud desenfrenada cuya única meta era apoderarse de un asiento. Yo me resistía a usar el mismo método y por lo general me quedaba de pie. Entonces tomaba a Guiomar en mis brazos, temerosa de que la aplastasen. Fue en uno de aquellos primeros viajes que sentí una mano pasearse por mis nalgas. Me volví, furibunda, buscando al insolente, pero encontré una mu­ ralla de rostros impasibles. Con la carga de Guiomar me resultaba im­ posible moverme, así es que cerré los ojos, resignada a dejarme manosear. Extrañaba horriblemente mi tierra, el aire de Buenos Aires, la luz, esa luz que al resplandor de la memoria se me antojaba ligera e ingrávida como una filigrana. También a mi gente. Las cartas eran para mí lo que el maná para Israel en medio del desierto. A veces recibía siete u ocho juntas y me daba con ellas un verdadero festín. Algunas tardes oía a Los Chalchaleros, Falú, Atahualpa Yupanqui, Zitarrosa, la negra Sosa, la música de esa orilla que ahora nos estaba vedada. México fue metiéndoseme poco a poco a través de los ojos, los oídos, el paladar. Aquella mañana, harta de sufrir privaciones me encaminé al Mon­ te de Piedad. Quedaba en el Zócalo, es decir en el centro, allí donde se alzan la ­Catedral y el Palacio Nacional. Era la primera vez que me aventuraba sola por allí. Llevaba el propósito de empeñar el anillo que me regalaran mis suegros el día de mi casamiento. Los cinco brillantes y aquella conste­ lación de pequeños diamantes en los bordes pertenecían a la familia de mi suegra. Nunca había tenido una joya tan hermosa, pero la había usado una o dos veces y en ocasiones muy especiales. Cuando, luego de subir la esca­ lera del metro, me encontré en aquel espacio abierto que fuera centro, también, de la ciudad azteca de Tenochtitlan, una repentina sensación de bienestar me invadió en medio de aquella multitud abigarrada y heterogé­ nea. México vivía, y su antiguo corazón latía aún con fuerza en los limpia­ botas, vendedores de periódicos, en los mendigos descalzos, en las mujeres indias arrodilladas vendiendo sus productos. Recorrí los puestos que ofrecían tortas de maíz calientes, o aquellos famosos tacos que me resistía, aún, a comer. Por mi anillo me dieron mil pesos mexicanos, lo su­ficiente para vivir con holgura muchos días. Apretando la cartera contra mi pecho me

237 PAULINA MOVSICHOFF propuse continuar mi itinerario de descubrimiento. Caminé hacia la Cate­ dral y, sin dudarlo, entré. Me sentía transportada a un mundo nuevo y a la vez milenario, a una realidad mágica inagotable. Cuando, de regreso, abrí la puerta del departamento, tomé conciencia de que no era la misma Sofía que lo dejara unas horas antes. El azar, o lo que fuese, me había llevado al centro bullente de Latinoamérica, esa realidad con la que tantas veces so­ ñara. Y estaba dispuesta a sacarle jugo. Los fines de semana aprovechábamos para dar largos paseos, entre ellos visitamos Teotihuacán. Nora, una antro­ póloga, que sentía por México una pasión contagiosa, un día me dijo: “Vamos, tengo algo que mostrarte”. Caminamos juntas por aquellas calle­ citas de Coyoacán empedradas y sombreadas y entramos en una casona colonial pintada de azul. Nora me explicó que allí había vivido Frida Kahlo, casa convertida ahora en museo. Admiré sus pinturas. Y en adelante apro­ veche cada oportunidad para visitarla. A los nueve meses exactos conseguí trabajo, ayudada por los contactos de Norberto. El rector de la Universidad Tecnológica me concedió la ben­ dita carta en donde me proponían para dictar allí Taller de Redacción. Entonces pude acceder a la FM-3, o sea la visa que me permitiría salir de mi condición de turista para alcanzar la de inmigrante. Quedaba en la elegante colonia Polanco. Los alumnos, muchachos y chicas, pertenecientes en su gran mayoría a la alta burguesía mexicana, apenas prestaban atención, ocupados como estaban en un consumismo frenético del cual daban cuen­ ta sus autos último modelo y su dependencia de cualquier moda introdu­ cida por los “yanquis”. Mi padre me envió dinero para que me comprara un auto pequeño. Un domingo fui a un mercado de “carros” usados y pude comprar un Volkswa­ gen azul, modelo 68, me pareció simpático, a pesar de su pintura algo de­ teriorada. El corazón se me encogía de pánico al pensar que debería hacer frente a aquel maremágnum que era el tránsito de la ciudad. Decidí que el miedo no me doblegaría. Tomé lecciones y, le pedí a uno de mis compañe­ ros de la Unitec, que me acompañara en mis primeras incursiones. Días después pude aventurarme sola. Me parecía adueñarme del espacio cuando atravesaba la ciudad en mi carcacha, como la llamaban mis alumnos. Apren­ dí a dominar mis nervios y a no mirar espantada a los camiones que trataban de echarme de mi carril.

238 El camino de las pruebas

Regresos y desencuentros.12 Debía reconocer que Buenos Aires no fue lo que esperaba a mi regreso de México. Me conmovió, sí, el encuentro con la fa­ milia. Abrazos, gritos de alegría. Los sobrinos crecidos. Los más chicos colgándose de mi falda. Me resultaba difícil ya pronunciar aquella palabra: pollera. Sin quererlo, fui adoptando poco a poco los giros y términos mexi­ canos. Salían de mis labios casi sin darme cuenta y para los otros, los que estaban escritos a fuego en mi historia y en mi piel, había como una zona vedada, como un reflejo oculto tras un espeso manto. Y, con ellos, toda una zona de mi realidad había quedado también en la penumbra. Los amigos no me dieron tregua. Me sentí fagocitada por las invitaciones, los llamados, las visitas, los parientes. Todos querían verme, escucharme, tocarme. No, yo no era un fantasma. Aunque ya hubiera tantos. Pero tenía miedo. Cuando volvía a casa por las noches me detenía en la esquina, no fuera a ser… Si veía un coche estacionado en la puerta no doblaba, seguía de largo y caminaba unas cuadras o entraba a algún bar a tomar café. Sólo avanzaba cuando es­ taba segura de que nadie me empujaría adentro de esos Falcon que eran los dueños de la noche. Y también del día. Paulina me comentó que su regreso a Buenos Aires no fue fácil,13 la gente la trataba mal, con distancia, fue víctima de la incursión de los mili­ tares al edificio de la Universidad de Buenos Aires, en la calle 25 de Mayo, del maltrato a los profesores y compañeros, volvió del exilio para sentirse de nuevo dolorosamente exiliada; todo estaba cambiado, la gente era fría y distante, le molestaba el tono fuerte de sus compatriotas, sus envidias por­ que ella había “salido del sufrimiento”, porque pudo publicar en México, por el premio Juan Rulfo que ganó. De nuevo exilada en su propia patria tuvo que luchar con las vivencias y amarguras de no pertenecer.14

12 “Vuelvo por esa calle que se aleja/Tan oscura como antes, con sus árboles/de nocturno amargor.” Vicente Barbieri. 13 Comentario verbal y autorizado por la autora para publicarlo en esta recopilación novelada. 14 Como no ser invitada a participar en algunos eventos o que sus colegas hagan planes a sus espaldas. Pudo trabajar algunas veces, gracias al respaldo de algún familiar. Ha sufrido como casi todos sus compatriotas los descalabros de su país y hace poco, al casarse con un primo, la familia no aprobó la alianza y ahora la excluyen de todas las celebraciones (públicas y privadas). Sigue escribiendo y publicando. Usa su página de Facebook, para comunicar su postura política, sus protestas, pero también sus poesías y su canto.

239

Ventana al mundo

Oscar Tangelson El inesperado escritor de futuros

Guillermo Tangelson*

Muchos de ustedes, al leer esta edición de Istor, se preguntarán quién es este hombre al que le dedican estas páginas; mientras que aquellos que lo han conocido seguramente querrán saber más de su biografía. Espero poder satisfacer a ambos lectores. Soy Guillermo, el menor de sus cuatro hijos y he tenido el privilegio de trabajar en la misma institución que Oscar du­ rante los últimos veinte años, la Universidad Nacional de Lanús, la unla. Puedo, por lo tanto, dar cuenta de muchas de las etapas que formaron la apasionante vida de mi padre. Me perdonarán, pero para hablar de su vida antes tengo que hablar brevemente de su partida. Oscar se fue el 31 de julio de 2019, luego de haber luchado como un león contra el cáncer. No fue una lucha de espadas y truenos, fue más bien una lucha contra el desánimo y la tristeza. Oscar, muchos lo saben, siempre fue un luchador sonriente. Tres días antes de irse le seguía diciendo a los médicos: “¿yo?, muy bien, ¿y us­ ted?”, siempre atento al otro. Siempre optimista, a extremos patológicos, como decía él. Su último momento fue de una belleza y de una justicia infinitas, como también de una infinita tristeza. Una mano se la sostenía mi

* Guillermo Tangelson nació el 9 de mayo de 1975 en Luján de Cuyo, Mendoza, tres meses después estaba volando con su familia a México, donde vivió once años. Cuando volvió a Argentina, empezó su relación con la literatura y ha publicado varios libros. Hizo la ca­ rrera de Ciencias de la Comunicación, especializándose en Periodismo, y la maestría en Comunicación y Cultura en la Universidad de Buenos Aires. Actualmente es docente en la unla, donde, además, dicta un taller literario y es director de Cooperación Interna­ cional. Casado con dos hijos.

241 GUILLERMO TANGELSON hermana Cynthia, que le decía “ya está, papucho. Pensá que estás en el mar, dejate ir. Tranquilo”; la otra mano la aferraba Martha, su mujer y compa­ ñera de toda la vida, que le decía “pensá en nuestra casa, en que te vas a poner bien, que vamos a salir pronto”. Yo veía esa escena y comprendí que mi padre estaba ante un gran dilema. No se podía quedar, pero no quería irse. Así que le susurré, “gracias por todo, viejo. Nosotros vamos a estar bien”, intentando llegar a un justo punto medio entre los dos deseos. Oscar expiró tres veces y resolvió el dilema: en ese instante empezó a trascender. Dolida, desgarrada, mi madre me dijo entre sollozos, “¿Ves que no existen los milagros?” Claro, ella esperaba uno de dimensiones bíblicas. Una cura total, un Lázaro de nuestros días. Es cierto, ese milagro no ocurrió. Pero sí hubo milagros a lo largo de toda su vida. Él los llamaba “las varitas mágicas” y fue tocado por ellas muchas veces. A cambio, él, un chico de bajos recursos que llegaría a vice­ ministro de Economía, brindó su vida para mejorar la de millones de per­ sonas. Para contextualizar lo improbable y excepcional que fue su camino, debo empezar hablando de su padre, Sebastián; fue todo lo que puede ser un hombre, al menos todo lo que puede ser en nuestro país, un hombre de bajos recursos económicos pero ilimitados recursos creativos. Fue mecáni­ co, chofer de taxi y de ómnibus, policía, radioaficionado y cantante de jazz. Tocaba el uquelele. Era, ante todo y pese a todas las vicisitudes, un hombre feliz. Vivían, junto a su mujer, Sara, y sus dos hijos, Oscar y Luis, en una pequeña pieza en el barrio de Palermo. El conjunto de las camas y el escri­ torio, que servía para estudiar, pero también de tabla de planchar y de mesa para el mate, apenas dejaban espacio para caminar. Griegos, polacos, árabes, en suma veinte personas de todas las naciones y religiones compartían un mismo techo en perfecta armonía. Así eran esos días. Oscar siempre fue estudioso. La primera vez que lo tocó la varita mágica fue cuando el señor Laucau, del colegio número 15, un colegio público al que él asistía, le encomendó trabajar en la biblioteca. Le puso a disposición a Verne, a Salgari, a Dumas, le ofreció un ilimitado tesoro de conocimiento. Y él lo asimiló todo. Sabrán disculpar, pero la versión de Oscar era más rica, se ponía a hablar de las 20 000 leguas de viaje submarino, del Tigre de la Malasia, de los mosqueteros, de viajes en el tiempo y todo aquello con una pasión contagiosa.

242 Oscar Tangelson: El inesperado escritor de futuros

Luis, su pícaro y encantador hermano, marcó su vida. Si mi padre era tímido y cuidadoso, Luis era extrovertido y audaz. Oscar era tranquilo y estudioso, mientras que Luis era enérgico y problemático. Oscar era la calma y Luis era la alegría. Formaban, podemos decirlo, una dupla perfecta. Un día, jugando al fútbol en la vereda, Luis tocó un cable. Había llovido, murió electrocutado en el acto. Su madre tuvo que ir a la morgue a reconocerlo. Ella estaba embarazada. Ante semejante dolor, perdió el embarazo y no volvería a tener hijos. Si hasta entonces mi papá conocía la pobreza, ahora también conocería el dolor. Pero si algo nos enseñó Oscar es que el mejor antídoto para la tristeza es la esperanza. Él sería desde entonces el hijo único de padres devastados. Y, con apenas doce años, empezaría a ir, casa por casa, vendiendo repasadores1 para llevar algo de comida a su hogar. Ése fue, para mi padre, el viejo, como decimos en Argentina, el fin de la infancia. El colegio Carlos Pellegrini, público, gratuito, le dio una formación de ex­ce­lencia. Son innumerables los profesores de los que nos hablaba al evocar esa época. Profesores universitarios que les impartirían clases con un rigor y un respeto destacables. Pero lo más importante fue que ahí conocería a su compañera de toda la vida, a Martha. Esa anécdota suele eclipsar a todas las demás y es, sin duda, la madre de todas las varitas mágicas. Lo demás pa­ rece azaroso, pero no lo es. Trabajando en Gas del Estado, tuvo distintos jefes. A uno le propuso microfilmar todos los archivos que estaban apilados en interminables expedientes; a otro le mostró con un pequeño gráfico la evolución de los salarios de la última década de la empresa, algo que hasta entonces se plasmaba en un kilométrico rollo imposible de consultar; a otro lo acompañó a lo largo del país para ayudarlo a escuchar y luego a resolver los planteos gremiales. Cada jefe vio en Oscar algo distinto y cada uno tuvo la grandeza de permitirle crecer. En tiempos más mezquinos e individua­ listas como los que vivimos, tal vez eso no hubiese sido posible. Ya casado y con un hijo, Darío,2 haría la carrera de economía, carrera que este chico de bajos recursos pudo hacer porque en 1949 Perón hizo de la gratuidad universitaria una ley. Esa varita mágica tocó a miles, pero Oscar sin duda le sacó todo el provecho. Acá hago un pequeño paréntesis para

1 Conocidos en México como trapos de cocina o secadores. 2 Los cuatro hijos de Oscar y Martha somos: Darío, Cynthia, Pablo y yo, Guillermo.

243 GUILLERMO TANGELSON contar algo de la mística que generaban Perón y Evita. Un día, cuenta mi padre en una biografía que nunca terminó de escribir, circuló en el barrio la noticia de que iría Evita. Mejor que la cuente él:

Se corrió la voz en el barrio de que vendría Evita a saludarnos y estimularnos como ejemplo. Todos, grandes y chicos, nos reunimos junto a la puerta del taller. Efectiva­ mente, Eva Perón estaba adentro. El coche oficial, junto a la vereda lo confirmaba. Esperamos impacientes. Evita allí, en el barrio. Cuando salió, no supe ver lo delgada y demacrada que estaba. Su sonrisa lo ocultaba todo. Muchos le entregaban cartas y pedidos. Yo, junto al cordón, estiré mi mano. Ella, que tal vez esperaba una carta más, me la estrechó. No pude creer entonces, y aún hoy no lo creo, la oportunidad que tuve, tan poco antes de que nos dejara.

Volvamos a la carrera de economía que cursó en la Universidad de Buenos Aires junto a Martha, su esposa y también junto a Roberto Lavagna. Hacían un gran equipo. Años después, él y Roberto volverían a hacerlo, negociando la deuda ante los organismos internacionales y poniendo al país de pie. Pero para eso todavía falta. En la década de 1970, nacieron Cynthia y Pablo. Co­ nocieron a Antonio Cafiero, uno de sus grandes mentores. Juntos fueron a Mendoza como interventores. Oscar siempre nos contaba de su trabajo con las cooperativas y de la increíble batalla que tuvo que dar para construir el Estadio que luego conoceríamos­ como el Malvinas Argentinas. “Era una provincia tan hermosa que decidí darle un hijo”, solía decirme mi madre y es ahí que entro yo en la historia. Tres meses después, con Perón muerto y la Triple A que empezaba a sembrar el terror en un país conducido por Isabel y por el “Brujo” López Rega, mi viejo vio la oportunidad de irse. ¿Un contrato de seis meses en la Organización Internacional del Trabajo (oit) era suficiente para que una fa­ milia con cuatro hijos cambiara de país? Era una jugada audaz, pero una vez más, la varita mágica lo tocó. Sus jefes que veían su potencial, su enorme compromiso para elaborar planes de empleo para miles de personas no sólo en México, sino en muchos países de Latinoamérica, lo convirtieron en un referente en estas temáticas: empleo y producción. De sus años en aquella biblioteca en la que trabajó de chico, le quedó el gusto por la ciencia ficción: Asimov, Clarke, Dick, Sturgeon, Bradbury, Vonnegut­ y Lem, que también formaban parte de su marco teórico. Él veía

244 Oscar Tangelson: El inesperado escritor de futuros el futuro. Hablaba de robótica y de los problemas de empleo que traería la automatización antes de que existiera la pc o Internet. Los más obtusos se le reían, “vos y tus robotitos”, le decían. Pero él seguía armando un modelo, el que luego plasmaría en la idea de los “nuevos escenarios”, de esas múlti­ ples dimensiones con las cuales se podían comprender las revoluciones tecnológicas, de esa mirada, a la vez, contextualizante y prospectiva, cerca­ na y de conjunto. Siempre lo consultaba porque su forma de ver el mundo me permitía calibrar la mirada. Cuando estimaba que había hecho un buen diagnóstico, o un análisis certero, él me invitaba a verlo desde tal o cual ángulo. Su mirada era única, difícil de transferir y además no creía en rece­ tas. Empoderaba a quien lo escuchaba, lo incentivaba, guiaba con determi­ nadas o nuevas manera de leer el mundo. Luego de haber escuchado, muchas veces, en sus conferencias el uso de pro ­ver­­­­bios, máximas, eslóganes, como la de las heladeras Siam, “una hela­ dera para toda la vida”, frase paradigmática, una forma de producir y de pensar el mundo que ha quedado obsoleta en estos tiempos de constante actualización, decidí­ dejar­ de verlo a él. Y en vez de eso me ponía a ver a su audiencia. Era hermoso ver el instante en el que alguien tenía una revelación, una epifanía. O, como dicen acá en Argentina, cuando a alguien “le cae la ficha”. Pero, así como tenía un hablar y una mirada privilegiados, Oscar tenía otra aptitud que lo hacía único:­ su atenta y comprometida escucha; sabía, y era totalmente genuino al respec­to, que el conocimiento viene de todos lados y no despreciaba la palabra de nadie. Sus propuestas nunca fueron faraónicas, sino participativas. Siempre desde las bases,3 siempre con la gente. Así creó el Instituto Provincial de Empleo (ipe) junto a Cafiero en 1986 cuando volvimos de México, así crea­ ría el “Plan Jefes y Jefas”, tras una de las peores crisis económicas del país (programa que él consideraba la mayor obra de su vida), así pensaría la pla­ taforma económica que le propondría a Néstor ­Kirchner en Calafate, cuan­ do pocos lo conocían. Ese chico que hizo junto a su padre los cimientos de su propia casa en Villa Bosch, ese niño que perdió a su hermano de apenas nueve años, ese observador joven, ese consultor comprometido con el pueblo,

3 Se trata de una construcción ciudadana, política que empieza desde abajo y no de una receta impuesta.

245 GUILLERMO TANGELSON ese soñador de futuros que salvó a millones de la pobreza y ayudó a empren­ dedores a crecer, hoy es celebrado. A mí me toca el honor de seguir transitando la universidad en la que hemos plantado árboles juntos, en la que hemos luchado día a día por una educación pública e inclusiva junto a la rectora Ana Jaramillo, institución en la que hemos sido felices y en la que hemos resistido. Su huella sin duda guiará mis pasos. Y espero, con estas palabras, haber hecho honor a su memoria. Quedan inevitablemente muchas cosas por contar, porque hay vidas que son simplemente infinitas y que de manera infinita han de ser recordadas.

246 Anécdotas de la vida juvenil de Oscar Tangelson

Eduardo Laingbord Cohen*

Somos hijos de dos hermanas migrantes de Esmirna, Sara y Rosa Cohen, que llegaron a trabajar en Argentina. Ellas, de origen sefardí y nuestros padres eskenazis: Sebastián Tangelson (argentino, hijo de migrantes ucra­ nianos), Emilio Laingbord, descendiente de rusos-alemanes (lo que trajo algunos problemas, no entre ellos, pero sí con los parientes, por las diferen­ tes enfoques y costumbres). Éramos muy unidos, muy pobres, pero honrados y muy trabajadores, el padre de Oscar laboraba de manera más “formal”, el mío por su cuenta y por lo tanto dependía de los trabajos eventuales. Naci­ mos con 22 horas de diferencia en el mismo hospital. Oscar, él día primero y yo el 2 de febrero de 1940. Nuestras madres, que estaban en camas con­ tiguas, por cariño y ciertas circunstancias, amamantaron al hijo de la otra. Rosa a Oscar, que era muy tranquilo y Sara a mí, que era muy inquieto, así que además de ser primos hermanos, fuimos hermanos de leche. Siempre muy unidos, independientemente de las circunstancias, el carácter de cada uno y nuestras profesiones. Vivíamos muy cerca, ellos en Palermo nosotros en Villa Crespo.1 Desde chiquilines Oscar ya despuntaba por su inteligencia, a mí al contrario, me gustaba estar en la calle, jugar fútbol. Digamos que él era más “tranqui”. Fuimos muy felices hasta que murió Luisito, hermano de Oscar y bellísima persona. Ellos se fueron a vivir a Villa Bosch (conur­ bano, muy cerquita de la Capital Federal) y allí fuimos noso­tros también para acompañarlos. Mi madre quería estar al lado de su hermana. Mis padres

* Eduardo Laingbord Cohen es primo hermano de Oscar Tangelson. Junto con su esposa, Susana, colabora con una ong dedicada al cuidado de bebés en zonas carenciadas. 1 Considerado casi como un gueto judío, al que vuelven los Tangelson años después.

247 EDUARDO LAINGBORD COHEN compraron una casita, mis tíos un terrenito, y poco a poco comenzaron a levantar su casa. Oscar fue el que la diseñó, casi como arquitecto, ¡increíble dada su edad! Vivimos cosas de jóvenes; siempre apoyándonos, jugando y divirtiéndonos, haciendo travesuras, entre los catorce y dieciséis años hacía­ mos reuniones en casas (de chicos o chicas, no se usaba ir a lugares de bai­le o bares). Esta unión perduró y se transmitió a los hijos. Oscar siempre despuntó por su inteligencia y múltiples capacidades, más su gran humanidad. Logró estudiar en importantes colegios, en la Universidad y yo seguí la tradición y oficio de mi familia. Abandoné el secundario en el cuarto año, había que trabajar.2 Oscar no se había recibido, cuando también comenzó a trabajar. Nos casamos muy jóvenes, él con Martha Prince y yo con Susana Giarrocco. En menos de un año perdimos dos cariños muy grandes, primero a un hijo y luego a Oscar, ambos por la misma maldita enfermedad. Estamos todos en la familia verdaderamente muy sensibles.

2 Mi actividad estuvo relacionada con la venta (por cuenta propia o de terceros) de artículos para decoración de interiores: alfombras, cortinas, papeles. En los últimos años fabricamos, de manera artesanal, artefactos de iluminación y biombos. Al morir nuestro hijo abando­ namos todo lo que implicara cumplir con clientes. Ahora trabajo con madera a pedido de amigos o familiares pero sin cargo. Susana se jubiló hace diez años como directora de es­ cuela y me acompaña en mis emprendimientos. Actualmente colabora con una organización de la sociedad civil que se dedica a entregar mantitas para bebés en centros de salud de zonas carenciadas. Tejer y colaborar le ha servido como terapia.

248 Testimonios en homenaje a Oscar Tangelson

No pienses nunca que me fui / yo sólo soy camino1

DOCTOR HONORIS CAUSA POST MORTEM El Consejo Superior de la Universidad Nacional de Lanús (unla) decidió desig ­nar con el título de doctor honoris causa post mortem a Oscar Tangelson, uno de los fundadores de nuestra universidad. Oscar Tangelson (1940-2019) fueo eco­n ­mista, pensador, político y académico. Docente, investigador y director del Departamento de Desarrollo Productivo y Tecnológico y del Instituto de Producción,­ Economía y Trabajo en la unla. También se desem­ peñó como profesor en las universidades de Buenos Aires, El Salvador, Flacso y en la Tecnológica Nacional. Ocupó los cargos de secretario de Planeamien­ to Económico de la provincia de Mendoza, director de Proyectos de la Or­ ganización Internacional del Ttrabajo-Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (oit-pnud) en México, director del Instituto Provincial

1 El fragmento elegido es de la canción Por seguir, de Raúl Carnota y la interpretación del grupo Don Olimpio, parte del video en homenaje póstumo a Oscar Tangelson: el guión, montaje, imágenes y elección de las distintas escenas son del equipo de Megafón y del programa Formarnos de la Univer­si­dad Nacional de Lanús (unla). “El puntapié fue un fragmento de una clase en el Programa Formar­nos de la unla”. Véase en Megafón TV UNLa y/o YouTube https://m.youtube.com › channel › videos Megafón es el nombre de uno de medios de comunicación de la unla. Utilizan su propia radio y televisión. Son un enlace en comunicaciones con externos e internos (con su propio portal web de noticias y producciones audiovisuales. Accesible por internet en: megafonunla.com.ar

249 OSCAR TANGELSON del Empleo Bonaerense y secretario­ de Política Económica de la Nación, entre otros cargos y actividades.2

EN MEMORIA DE OSCAR TANGELSON Nerio Neirotti 3 Puede haber muchas formas de recordar a una persona querida, pero en mi memoria siempre aparecen los ojos vivaces de Oscar, la mirada cálida que ­refle­jaba su cercanía y la visión hacia el futuro, en busca de nuevos horizon­ tes, atenta a la trascendencia. Docente e investigador empeñado en forjar el estilo innovador de nuestra universidad, estuvo siempre dispuesto a darle actualidad a nuestro compromiso con la comunidad, brindándole una edu­ cación i­nclusiva y de calidad. Impulsó con entusiasmo la pedagogía del taller, basada en el aná­lisis de los problemas reales de la sociedad cuya solución nos urge y nos invita a exigir al pensamiento y la creatividad. Militante político que no descansó en la comodidad del poder, que tanto podía tomarlo como dejarlo, según la circunstancia y las necesidades, siempre con el mismo es­ píritu de construcción. En ningún caso se abandonó a la inercia, siempre surgía con una pro­ puesta innovadora. Apeló a lo mejor de la política en las aulas y a lo mejor de la academia en los espacios agonales y arquitectónicos de la política. La

2 Véase la Resolución del Consejo Superior núm. 153/19. Consejo Publicaciones. Universo Económico R.CS.N_153-19--14.08.19. Designar a Oscar Tangelson doctor honoris causa post mortem.pdf; documento que avala la resolución, señalando su trayectoria. Redacción del texto de Aritz Recalde se recomienda su lectura a los que deseen tener más datos del Dr. Tangelson. 3 Vicerrector de la unla. Licenciado en Sociología (Universidad Nacional de Cuyo), master of Public Affairs (Lyndon B. Johnson School of Public Affairs, University of Texas), doc­ torando en Ciencias Sociales (Flacso Argentina). Se ha especializado en análisis, diseño y evaluación de políticas sociales. Exdirector de Promoción Social y exsubsecretario de Control de la Gestión Pública del Gobierno de la Provincia de Mendoza (Argentina). Se ha desempeñado como consultor de organismos nacionales e internacionales y como pro­ fesor de grado y posgrado en diversas universidades. Es coautor de Alianzas e innovaciones en proyectos de desarrollo educativo local, edición del Instituto Internacional de Planeamiento de la Educación-Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (iipe-unesco) Buenos Aires, libro en el que se presentan las conclusiones de la evaluación de la Iniciativa Comunidades de Aprendizaje, impulsada en nueve países de América Latina por la Fundación W.K. Kellogg, y coorganizador de “Aprendiendo juntos en el proceso de autoevaluación” (edición de la misma institución). Coordinador de Pro­ gramas y Proyectos de Evaluación del iipe-unesco Buenos Aires.

250 Testimonios en homenaje experiencia del ágora le daba mucho más saber de lo que surge de los libros y los laboratorios cuando actuaba como profesor e investigador. La predis­ posición docente le imprimía un estilo pedagógico a su accionar político.

TESTIMONIO SOBRE OSCAR Silvia Noemi Carcamo4 Oscar ha sido uno de los grandes hombres que ha trascurrido por nuestra querida unla. No sólo por su experiencia como académico profesional,4sino también por su calidad humana, sencillez y humor. Uno de los fundadores de nuestra Universidad, se desempeñó en importantes cargos de gestión, tanto a nivel provincial como nacional. Un hombre con mucha capacidad de trabajo, siempre acompañado de un profundo compromiso social y po­ lítico. Desde los primeros años cuando empecé a conocerlo, su coherencia y honestidad fue algo que siempre lo caracterizó. Lamento profundamente su pérdida, estoy muy dolida y acompaño profundamente a su familia.

REMENBRANZA DE SU PROFESIONALISMO HUMANISTA Aritz Recalde 5 Oscar Tangelson (1940-2019) fue un intelectual comprometido con su tiempo. Si bien su formación universitaria era en economía, su perspectiva para el análisis de los fenómenos fue humanista. En su perspectiva la econo­ mía no podía resumirse a la lectura de estadísticas y de fórmulas, sino que debía ser evaluada a partir de la capacidad de mejorar la vida de los pueblos y el desarrollo de las naciones. Tuvo la gran cualidad de explicar los fenó­

4 Secretaria general de la Asociación de Docentes Investigadores de la unla. Docente inves­ tigadora del área de la Salud unla. Magíster en Metodología de la Investigación Científi­ ca por la unla. Licenciatura en Enfermería por la Universidad de Buenos Aires (uba). Especialista en Organización y gestión de servicios de enfermería materno-infantil, uba. 5 Director de Posgrado en la unla, docente investigador unla/Universidad Nacional Arturo Jauretche. Doctor en Comunicación. Provengo de una familia de “clase media argentina”. En mi casa había muchos libros y nuestros padres nos incentivaban (casi obligaban) a es­ tudiar. Se debatía sobre política. Todos mis hermanos fueron a la universidad, yo estudié sociología. Mis padres hicieron trabajo social barrial y una de mis hermanas mayores militó en la universidad. La universidad me dio un método de lectura y una base general de conocimientos. Títulos de algunas de sus publicaciones: Intelectuales, peronismo y univer- sidad (2016), Estudios sobre Brasil (2016), Las municipalidades de la provincia de Buenos Aires a través de la historia: ¿Autonomía o autarquía? (2019).

251 OSCAR TANGELSON menos complejos de la economía con erudición profesional, pero siempre de manera clara y comprensible. También, con su personal idiosincrasia y es­ tilo, estableció una destacada labor docente en la Universidad Nacional de Lanús, de la que fue cofundador. Instauró su personal estilo en sindicatos y partidos políticos. Articuló el saber con la praxis y ocupó importantes fun­ ciones en la Argentina y en foros internacionales, siendo secretario de Polí­ tica Económica de la Nación y director de Proyectos de la oit-pnud en México, entre otros destacados cargos. Los que tuvimos el honor de cono­ cerlo lo vamos a recordar por su inmensa humildad, por su trato afable, por su solidaridad y compañerismo, y por ser un gran ser humano.

EN MEMORIA DE OSCAR TANGELSON Alejandro Tornay 6 Cuando Laura Trejo, desde México, me contactó —por sugerencia de Gui­ llermo, uno de los hijos de Oscar, con el cual compartimos actividades en la unla— para que escribiera acerca de Oscar Tangelson en la revista Istor, sinceramente me sorprendió, pues lo narrativo no es algo en lo que me sienta hábil, a pesar de ser docente por formación y profesión. Casualmente, la solicitud venía de dos personas con experiencia en esos campos que me resultan un tanto lejanos y hacía aumentar mi incertidumbre acerca de lo que se me estaba solicitando. No porque no quisiera hacerlo, sino por la poca destreza que considero tener. Por medio de las tecnologías de avanza­ da que superan la enorme distancia que separa, geográficamente, a Argen­ tina de México, Laura me alentó con sus mensajes de audio, a que contara la experiencia que compartimos con Oscar, con motivo de la creación de una carrera de grado, la licenciatura en Tecnologías Ferroviarias, en la Uni­ versidad Nacional de Lanús, un aspecto de su actividad académica que co­ nozco. Así, comencé a escribir cómo fueron aquellas jornadas en las que participamos como compañeros de trabajo. Dos categorías que en el análisis

6 Alejandro Daniel Tornay es profesor en Física, licenciado en Gestión Educativa. Director del Campo Problemático de las Tecnologías Ferroviarias (unla), coordinador académico del Laboratorio de Matemática y Cálculos Afines. Profesor asociado de Matemática I y Matemática II. Coordinador de la Comisión Ferroviaria de la Asociación Argentina de Ensayos no Destructivos y Estructurales, y miembro de su comisión directiva. Desde 1986 se desempeña en actividades docentes en los niveles secundario, técnico, terciario y uni­ versitario.

252 Testimonios en homenaje sociológico adquieren una singular dimensión cuando se aplican al contex­ to argentino.7 Algunas referencias, ciertas características que tiene la universidad que él ayudó a desarrollar y aspectos a los que se adhería e impulsaba. Una uni­ versidad que anhelaba y en la que a él y a sus colegas les hubiera gustado estudiar. Oscar Tangelson fue miembro fundador y acompañó a la rectora Ana Jaramillo desde su génesis. Se desempeñó como docente, director del Departamento de De­sarrollo Productivo y Tecnológico y, últimamente, director del Instituto de la Producción, Economía y Trabajo. Seguramente la faceta más conocida, por su desempeño público, ha sido la de viceminis­ tro de Economía de Argentina. Mientras duró su actividad política sólo conservó el cargo de docente en la universidad. Un día que no podía dar clases, por tales compromisos, la directora de la carrera me pidió que lo cubriera; me dio claras indicaciones de lo que debía hacer esa noche en el curso. Para mí fue algo maravilloso: ¡estaba supliendo al Dr. Oscar Tangel­ son —por una noche— en una cátedra! ¡Una oportunidad increíble! Claro, no en economía, sino en una asignatura de educación —y tal vez, él ni se enteró—. Pero ese fue el primer eslabón del trabajo en conjunto que desa­ rrollamos luego, durante varios años. Otra actividad en la que participé —en esa etapa temprana de mi vinculación— fue una jornada que organi­ zó, relacionada con las tecnologías y la educación. Para mí, en ese momen­ to, era un tanto novedoso pues me estaba contactando con personas que estaban, como Oscar, sacando al país de una de las peores crisis económicas que padeció Argentina.8 Mucho más adelante recuerdo haber compartido

7 En Argentina, estas dos categorías asumen un carácter especial cuando se contextualizan en la doctrina política que Oscar profesaba. La condición de trabajador, en tanto respon­ sable de la generación­ de recursos, y la otra, apelan no sólo a la de compartir la actividad, sino también adherirse al mismo ideal. El sentido seguramente se terminará de dimensio­ nar cuando se llegue a la lectura de la última cita, en la página final, en la que aparecen tam­bién otras tres categorías: justa, libre, soberana. 8 El cambio de milenio encontró a la Argentina sumida en una deuda con el Fondo Mone­ tario Internacional impagable, que generó recesión, cierre de fábricas, caída de las ventas, pérdida masiva de puestos de trabajo y una crisis financiera, “el corralito”, que impedía a los ahorristas retirar sus depósitos de los bancos. Esta situación derivó en la renuncia del presidente de la Nación y en el término de una semana se sucedieron varios que trataron de afrontar la crisis política, hasta que el Congreso nombró a Eduardo Duhalde para que culminara el mandato.

253 OSCAR TANGELSON un almuerzo en agasajo a Oscar que organizó el ingeniero Jorge Tzicas.9 Evento social que se realizó en la casa de Jorge y en el que compartimos una muy agradable jornada en compañía de nuestras respectivas esposas. Estos detalles forman parte de los eslabones de la cadena de actividades que com­ partí y que ahora, a la distancia, rememoro y añoro. Momentos en los que compartía historias y anécdotas de su prolífera actividad y que quedaron grabados en mi memoria. Antes del desarrollo de la carrera ferroviaria, participé en un proyecto de investigación en matemática que gestamos en el departamento que Oscar dirigía. La unla está organizada en departamentos donde se desarro­ llan las ofertas académicas —equivalentes a lo que sería una facultad en la organización tradicional de las universidades— pero su desarrollo no es por disciplinas sino por núcleos problemáticos. A partir de estos cuestiona­ mientos, la unla propone formaciones académicas para solventarlos. En general esas “carreras” no son las tradicionales, es decir aquellas que se ofrecen en las universidades de antigua data, sino que están orientadas hacia las cuestiones relacionadas con el entorno, en este caso, el conurbano bonaerense, de acuerdo con sus características sociales y económicas. La mayoría de los estudiantes que asisten son la primera generación de uni­ versitarios en sus familias; esto repercute en su movilidad social ascenden­ te, todo un logro para nuestras aspiraciones. Con estas referencias creo que se entenderá, entonces, que la investigación en matemáticas que se propi­ ciaba no era el abordaje de una matemática pura. Lo que se pretendía era identificar los problemas inherentes a los bajos resultados y cómo corregir­ los. Alentar el desarrollo de modelos prácticos basados en conocimientos científicos. Realizamos una jornada con inventores argentinos, para conec­ tar lo abstracto del conocimiento formal con los desafíos de la realidad y mostrar que donde había un problema o una dificultad estas personas los transformaban en una oportunidad. El inicio de mi actividad en el desarrollo de carrera ferroviaria: Oscar me había citado, junto a otros dos docentes, a una reunión. El propósito era conversar sobre aspectos académicos y también administrativos, ya que nos

9 Jorge Tzicas se desempeñó como presidente de Ferrocarriles Argentinos y durante 32 años fue director de la escuela de posgrado de Ingeniería Ferroviaria de la Universidad de Bue­ nos Aires.

254 Testimonios en homenaje estaba proponiendo para ser promocionados en nuestras carreras docentes. En el transcurso de la conversación, él comentó que había un pedido para desarrollar alguna carrera ferroviaria. Comenté que había trabajado en el ferrocarril, que era la cuarta generación ferroviaria y que me había retirado como jefe del Labo­ratorio de Metalografía de los Laboratorios de Ensayos de Materiales de Ferrocarriles­ Argentinos.10 Un par de días más tarde me llamó su secretaria para citarme a una reunión con él.11 Luego de una breve conver­ sación, en la que indagó más acerca de mis conocimientos y dedicación, me propuso —con gran sorpresa para mí— que me hiciera cargo del desarrollo del proyecto de creación de una carrera ferroviaria.12 Ciertamente era un honor que no podía dejar pasar, pero también un desafío enorme y un peso demasiado grande. Volver a contactarme con ese ámbito, al que mi historia familiar estaba tan estrechamente ligado. ¡Oscar confiaba en mí para seme­ jante tarea! Ya había tenido experiencia­ en planificación, desarrollo e imple­ mentación de programas de capacitación téc­nico profesional en territorio,13 por medio del Ministerio de Trabajo de la Na­ción (formar personas para el trabajo) y en el Ministerio de Educación de la Nación con la implementación del Plan de Finalización de Estudios Secundarios, dirigido a jóvenes y adul­ tos; pero esto era para el nivel universitario. Oscar confiaba en mí —posi­ blemente veía idoneidad para el trabajo— y no podía defraudarlo. Un mes después se organizó en la unla una jornada sobre problemáticas ferroviarias y vinieron expositores de España, de la Renfe.14 Oscar expuso el proyecto y muy generosamente me facilitó todos los contactos para que pudiera desarrollar la tarea encomendada. Incluso, en su exposición, se diri­ gió directamente a mí, indicando mi condición de cuarta generación ferro­

10 Con el retiro voluntario, que impulsó el gobierno en la década de 1990, para allanar el camino al desmantelamiento y concesión del ferrocarril. 11 Me disculpé en el lugar donde tenía que realizar actividades el día indicado, ya que no podía faltar a un requerimiento de un exviceministro de la Nación 12 Véase “Vías del futuro, informe”, nota p. 12, disponible en: https://www.página12.com. ar/228262-vias-alfuturo 13 Lo que se pretendía era mejorar las condiciones de empleabilidad de los trabajadores, es­ pecialmente los desocupados, a partir de la reactivación en la industria —a la luz de las medidas económicas implementadas por el Ministerio de Economía y en las que segura­ mente Oscar tenía algún tipo de responsabilidad—. En definitiva, había que influir posi­ tivamente en los trabajadores mediante políticas activas para revertir los largos años de falta de trabajo. 14 Operadora estatal del servicio ferroviario español.

255 OSCAR TANGELSON viaria, para hacer referencia a que tal proyecto lo estaba poniendo en manos de alguien que conocía desde adentro los problemas. Mostró su confianza­ profesional e interpeló a lo humano. Recuerdo que Oscar me llamaba Alejo. Un “apodo” o apócope de Alejandro que sólo usaba, muy de vez en cuando, mi mamá en mi más tierna infancia. Creo que hasta en ese detalle, esta apelación, era una forma especialmente afectiva de considerarme. Al principio del proyecto no teníamos bien claro hacia dónde orien­ tarlo: ¿Pretendíamos desarrollar en un corto tiempo trabajadores que se ­pudieran incorporar a las demandas laborales del ferrocarril? ¿Partiríamos de graduados de diversas orientaciones y les aportaríamos conocimientos ­específicos? ¿O pro­pondríamos una carrera de grado, novedosa para el sistema educativo argentino, formando profesionales universitarios en fe­ rrocarriles? El desafío estaba planteado. Lo que sí queríamos era cubrir las necesidades reales de la demanda. Así fue como iniciamos contactos con diversos informantes clave: especialistas ferroviarios de antigua data, aca­ démicos, miembros del poder político, gremialistas, gerentes de recursos humanos de empresas ferroviarias y sus equipos técnicos, directivos del Centro Nacional de Capacitación Ferroviaria (Cenacaf), que desarrolla cursos de formación profesional para puestos laborales ferro­viarios; en fin, todos los que están directamente involucrados. También algunos especia­ listas extranjeros, sobre todo de España. Organizamos varias reuniones, intercambiamos opiniones, sometíamos a su consideración los borradores que elaborábamos y pedíamos aportes. Conceptualmente esto era de vital importancia para la ideología de la unla: nuestra currícula la determinan los problemas de la sociedad, por lo que necesitábamos identificarlos para poder proponer la mejor solución. No era una actividad académica aislada, por el contrario, debía ser un diálogo virtuoso con la realidad laboral. Éste fue uno de los aspectos tal vez más destacados de la figura de Oscar, moverse en ámbitos académicos sin los cánones que tales ámbitos sesgan y recortan. La búsqueda y construcción del conocimiento real y valioso, aquel que se pone en juego en lo cotidiano, el que se necesita para vivir, para transformar la realidad, para crecer econó­ micamente, para afrontar los desafíos de la sociedad, para lograr el ascenso social y la equidad, que no es más que la justicia social. Luego de dos años, con la colaboración de Jorge Tzicas, lo logramos. Oscar presentó y expuso

256 Testimonios en homenaje el plan de estudios de la licenciatura en Tecnologías Ferroviarias ante el Consejo Superior de la unla, en su carácter de miembro del mismo. Se obtuvo un dictamen favorable y en los considerandos de la resolución, se indicó que el plan fue “aprobado por aclamación”. Esto reveló el sentido que tenía el desarrollo de una carrera ferroviaria en la unla. El campus está ubicado en parte de los terrenos y edificios que pertenecieron a los Talleres Ferroviarios de Remedios de Escalada, que originalmente se llamaba Talle­ res, en referencia a la actividad ferroviaria y a su población, que se desarrolló y creció a partir del trabajo ferroviario. Un legado histórico con en el que la unla tenía una deuda que estaba saldando. Pero me falta relatar algunas cuestiones del plan al interior de la academia. Allí es donde se puso de ma­ nifiesto la férrea voluntad de Oscar de concluir con la investigación y lle­ varla del plano de lo posible al de lo real. Todas las instituciones tienen sus tiempos de gestación de proyectos. En el caso de las universidades hay que cumplimentar una serie de pro­ cedimientos, análisis, reuniones, debates. Si seguíamos respetando esos tiempos, seguramente el plan que estábamos elaborando, cuando lo imple­ mentáramos, estaría obsoleto. Por otro lado, el ferrocarril se estaba reacti­ vando y demandaba profesionales. La acción que Oscar propició fue un plan de estudio que respondiera a esos requerimientos, que formara profesiona­ les idóneos para la explotación técnica del servicio ferroviario, con un cuer­ po docente integrado fundamentalmente por profesionales universitarios con actividad laboral en el ferrocarril, que pudieran transferir sus conoci­ mientos académicos, pero especialmente aquellos que se logran tras largos años de praxis. De manera paralela, Oscar me invitó a participar de un proyecto de investigación relacionado con los ferrocarriles en Argentina. Otra muestra de confianza, que también acepté y que me permitió interac­ tuar con otros colegas de la unla, que procedían de otros campos discipli­ nares. Por mediación de Pablo Narvaja,15 trajimos al presidente del Instituto Nacional de Educación Tecnológica (inet),16 Eduardo Aragundi, con el que ya habíamos trabajado en el Ministerio de Educación, desarro­

15 Por entonces director de la Especialización en Formación Profesional y que luego sucedería a Oscar en la dirección del Departamento de Desarrollo Productivo y Tecnológico de la unla. 16 Dependiente, al igual que las universidades nacionales, del Ministerio de Educación.

257 OSCAR TANGELSON llando el Plan FinEs.17 El propósito era hacerle concocer la propuesta aca­ démica de formación en ferrocarriles y relacionarnos más efectivamente con ese organismo. De hecho, luego fuimos convocados por el inet para deba­ tir acerca de las profesiones que se desarrollan en el ferrocarril. En la pri­ mera jornada, como de costumbre, Oscar participó activamente y luego, durante los siguientes dos años, continué asistiendo y participando en la labor de la comisión que concluyó con un documento donde se condensan las misiones y funcio­nes de diversos “puestos” laborales ferroviarios. El ob­ jetivo siguiente era, con base en tales definiciones, desarrollar los lineamien­ tos de capacitación inherentes, pero quedó trunco tras el cambio de las autoridades nacionales. Evidenció su apoyo y compromiso con la tarea ferroviaria el hecho de que me acompañara a Subterráneos Buenos Aires Sociedad del Estado (sbase),18 para observar personalmente unos coches del subterráneo, estábamos gestio­ nado la donación para la unla de dos unidades, con más de cien años de antigüedad. Recuerdo que fuimos a un par de talleres, nos entrevistamos con varias personas y nos subimos a varios coches, algunos de los cuales estaban restaurando, lo que constituyó todo un viaje al pasado y a la observación de la actividad artesanal para llevarlos a su estado original. Otra evidencia de que Oscar estaba en todos los detalles, incluyendo las cuestiones gremiales de los estudiantes;19 fue cuando me pidió que los acompañáramos en la confor­ mación de su centro de estudiantes, una agremiación por departamentos, que debía estar conformada por representantes de cada carrera. En Ferrovia­ rias los estudiantes conformaron un ateneo, que llamaron Pedro Saccaggio.20

17 El Plan FinEs se implementó en 2008, tras la promulgación de la Ley de Educación Na­ cional, que contempla la obligatoriedad de la educación secundaria. Estaba orientado a que los jóvenes y adultos finalizaran esa etapa educativa que hasta entonces no se exigía formalmente, pero cuya carencia dificultaba la inserción laboral. 18 Subterráneos Buenos Aires Sociedad del Estado es propietaria del sistema de transporte subterráneo. 19 A partir de la reforma universitaria que se produjo en Argentina en 1918 y que repercutió en la organización de otras en varios países, se cuenta con un régimen democrático, que entre otras cosas garantiza el cogobierno, los estudiantes tienen representación, voz y voto, y por lo tanto responsabilidad en los diversos organismos colegiados. La universidad es, como gusta decir nuestra rectora Ana Jaramillo, una democracia en miniatura. 20 En honor a un ingeniero italoargentino que en la década de 1930 trabajaba para los ferro­ carriles —que estaban en poder de capitales foráneos— diseñó una locomotora diésel

258 Testimonios en homenaje

Los estudiantes comenzaron a trabajar a partir de los intereses que los mo­ tivaban y elaboraron una publicación. Oscar solicitó que la presentáramos a nuestra rectora, quien me escribió acerca de una experiencia similar en México, país en el que también estuvo exiliada, algo que derivó años más tarde precisamente en la creación de la universidad. Un vagón recuperado, del año 1880, fue nominado como Saccaggio tras la difusión que el ateneo hizo de la figura de este ingeniero que diseñó en la década de 1930 una locomotora diésel eléctrica argentina, que sólo pudo construir en 1950 por la decisión política del presidente Perón. El golpe de Estado de 1955 dio de baja la construcción y la prensa se encargó de desprestigiar a este inge­ niero, que finalmente moriría en el anonimato. En años recientes, cuando surgieron graves acontecimientos en el trans­ porte ferroviario a partir de 2012, se produjeron cambios en la organización política, la secretaría de Transporte subió de rango a Ministerio (Interior y Transporte) y se tomaron medidas drásticas. El nuevo Ministerio invitó a cuatro universidades para firmar convenios de cooperación recíproca y asis­ tencia técnica. Junto con la rectora Ana Jaramillo, Oscar, Jorge Tzicas y yo, asistimos a la reunión que convocó el Ministerio en representación de la unla, donde se suscribió el convenio que dio origen a varias actividades. Por iniciativa de Tangelson, me asignaron todos los temas ferroviarios. Volvió a confiar y tuve el gran honor de representar a launl a en varias comitivas. A veces tuve que delegar cuando me era imposible participar: como fue en China y los dos peritajes. Gracias a su apoyo e iniciativa, participé represen­ tando a la unla en la Red Universitaria de Transporte, donde estoy en estos momentos culminando­ mi segundo mandato como miembro del Comité Ejecutivo. También re­presenté a la unla en el Instituto Argentino de Trans­ porte. La unla conformó el equipo técnico que asesoró sobre dos accidentes ferroviarios, luego del trágico accidente de la estación “Once”.21 Del lamen­ table suceso (al que ya hice referencia),­ se derivó la aludida reestructuración,

eléctrica, toda una innovación para la época, ya que en los ferrocarriles de superficie aún reinaba el vapor. 21 La estación ”Once” de la línea ferroviaria Sarmiento es la terminal que se ubica en la ciudad de Buenos Aires y que conecta con el Oeste del conurbano bonaerense: una for­ mación de trenes no se detuvo y se estrelló provocando la muerte de medio centenar de personas y una gran cantidad de heridos (los primeros tres coches se aplastaron el 22 de febrero de 2012).

259 OSCAR TANGELSON que se extendió también a las empresas que operaban los servicios ferrovia­ rios y perdieron las concesiones de los mismos. Ya en sus nuevas funciones como director del Instituto de la Producción, la Economía y el Trabajo (ipet), Tangelson siguió apoyando el desarrollo de la carrera y en particular las investigaciones asociadas con ésta. A partir del interés de otras dos universidades, firmamos un convenio tripartito para presentarnos en proyectos de investigación convocados por el Ministerio de Educación, en que se abordaron las problemáticas ferroviarias, siempre a partir de hechos reales y concretos de los servicios ferroviarios: el propósito era analizar y brindar soluciones con base en investigaciones aplicadas para modificar el funcionamiento que derivaría en la renovación del servicio y, por lo tanto, mejorar las condiciones de vida. Esta modificación en su face­ ta de gestión dentro de la unla no le impidió continuar con su actividad docente. Aquí debo hacer una mención especial a Lihuén Arscone Gasser. Su asistente en el ipet y su instructor en Nue­vos Escenarios, quien colaboró estrechamente con Oscar en los últimos años y por quien tenía un aprecio especial, que también comparto. Oscar siguió dictando la cátedra Nuevos Escenarios en la carrera que dirijo hasta el día en que fue hospitalizado. En un breve escrito que su hija Cynthia publicó da cuenta de que la luz de Oscar se está apagando:

Queremos que sepan que estos dos meses dio pelea como un león. Sepan que se va como vivió, con optimismo, fuerza, y siempre una palabra de cariño. En lo personal como hija no puedo sino sentir un enorme orgullo y buscar en todo lo que mi viejo le dio a la gente: desde su compromiso social, su entrega a su trabajo por la gente y por sus alumnos, su eterna fe en que el ser humano es inherentemente bueno y su amor incondicional hacia la vida [pronto] vamos a despedirlo y dejar que él se eleve hacia ese universo que tanto le fascinaba y donde seguramente viajará de galaxia en galaxia buscando respuestas a su inagotable curiosidad.

Lo que sigue es su ausencia. Su gran ausencia: en estas líneas traté de redac­ tar varios aspectos de su actividad, de los cuales fui testigo privilegiado. Intenté, también, poner el contexto adecuado ya que seguramente será leído por p­ ersonas que no conocen la Universidad Nacional de Lanús o as­ pectos de la Argentina, para asignarle la dimensión pertinente, y aprovechar que lo conocieran a través de algunas de sus actividades y contar cuestiones

260 Testimonios en homenaje asociadas a la universidad en la que colaboró. A manera de epílogo, dejo un texto de Pablo Narvaja:

Querido Oscar, en vos despedimos hoy a un hombre de bien. Un hombre que luchó y puso el cuerpo y la vida en las situaciones muy difíciles por las que atravesó nues­ tro país. Fuiste un compañero que luchó por el bien de todos y todas, entregando a la patria lo mejor de vos. Un modelo de militancia, que dio sin esperar nada a cam­ bio. Un maestro, que con tu ejemplo nos inspiraste a seguir la lucha por una patria grande, justa, libre, soberana, inclusiva. El Departamento de Desarrollo Productivo y Tecnológico, de nuestra querida Universidad de Lanús, te recuerda en el dolor de tu partida y con la esperanza de seguir construyendo lo que vos mismo ayudaste a forjar. Gracias compañero.22

Siempre te recordaremos Oscar, Alejo.

PASIÓN TRANSFORMADORA: OSCAR TANGELSON Y LAS SOLUCIONES DE LA ECONOMÍA Ana Cardoso,23 María Laura Morales24 y Julio Ricardo Mosle 25 Oscar Tangelson fue uno de los fundadores de la unla y director del Insti­ tuto de Producción, Economía y Trabajo. Durante la crisis argentina de 2002 se desempeñó como jefe de gabinete del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación. Más tarde fue secretario de Empleo, para luego desem­ peñarse, hasta 2007, como secretario de Política Económica de la Nación. Fue uno de los pilares del desarrollo del plan “Jefes y Jefas de Hogar” que, en esa Argentina implosionada, fue la tabla que salvó a miles de familias de los sectores más vulnerables. También fue uno de los actores de la negocia­ ción de la deuda externa y del pago al Fondo Monetario Internacional a fi­

22 Un breve pero sentido texto que Pablo Narvaja escribió cuando nos enteramos de su par­ tida. Me apropio de estas dos citas, pues me facilitan la tarea de expresar todo lo que significó Oscar Tangelson para quienes lo conocimos. 23 Comunicadora, gestora y productora audiovisual. Directora de Comunicación Institucio­ nal de unla, fundadora de Megafón. 24 Licenciada en Comunicación Social, Universidad Nacional de La Plata (unlp). Locutora del Instituto Superior de Enseñanza Radiofónica (iser), editora del portal Megafón. Con­ ductora del programa “Feria Franca”. 25 Productor y periodista de Megafón. Editor de noticias en de la agencia nacional Télam ­Argentina.

261 OSCAR TANGELSON nales de 2005, apenas un mes después de la cumbre de las Américas.26 “Los problemas de la economía nunca tienen soluciones económicas; tienen so­ luciones que son políticas, sociales, culturales y multidimensionales”, repe­ tía, con una sonrisa y paciencia docente, ante cada oportunidad en la que los “técnicos” o los especialistas del gabinete económico del gobierno ensa­ yaban una nueva teoría o presentaban una nueva medida. Oscar, el funcionario de la crisis de 2002 y de la emancipación de 2005, también era un académico respetado y venerado por sus pares, cuando se cruzaba en nuestros estudios con otros docentes, economistas o exfuncio­ narios nacionales, era común escuchar cómo valoraban y elogiaban sus trabajos, cosa que él aceptaba con genuina humildad y siempre el encuen­ tro terminaba en una charla sobre el futuro. Capaz de manejar, en hora pico,27 desde el barrio de Saavedra, en el norte de la ciudad de Buenos Aires, hasta Remedios de Escalada, donde se ubica nuestra universidad, en la zona sur del Gran Buenos Aires, sólo para regalarnos un rato de su sabiduría y compartirla al aire. Entendía que su tarea no se agotaba en la difusión de su conocimiento, sino que continuaba en atender, escuchar y orientar a trabajadores, sindicalistas y empresarios de pequeñas y medianas empresas (pyme) del sur del conurbano bonaerense con los que se cruzaba en los es­ tudios de Megafón. Desde los inicios, vino a la radio de la universidad a ayudarnos a entender la economía argentina. Nos veía inflamarnos, indig­ narnos ante la novedad o el anuncio del día, y con una tranquilidad de poeta apasionado se ocupaba de ayudarnos a ver “eso” como un engranaje más en el mecanismo de ajuste y endeudamiento que en estos tiempos ahoga el desarrollo de país. En los últimos años estaba preocupabo por el futuro. Incluso antes de la victoria de Mauricio Macri en las elecciones presidenciales de 2015, Oscar advertía, al aire, sobre las consecuencias de un plan económico que dejase de lado el mercado interno y la industria local, y antes que la toma de deuda fuese vista como un problema por los medios masivos, ya había visulmbrado

26 En la que Brasil, Argentina, Uruguay y Venezuela impulsaron al resto del continente a frenar el acuerdo del Área de Libre Comercio de las Américas (alca) que Estados Unidos había venido a imponer a Mar del Plata en 2005. 27 Así se llama en Argentina a las horas de congestión debida al exceso de autos, camiones o cualquier otro medio de transporte. Embotellamientos en México.

262 Testimonios en homenaje que ese camino terminaba en las recetas del Fondo Monetario Internacional. También señalaba que, cuando el peronismo volvió al gobierno, después de la crisis de 2001, se encontró con un gran porcentaje de capacidad industrial ociosa: las pyme que se negaban a desaparecer y todavía preservaban má­ quinas en galpones. Por eso fue posible la rápida recuperación de 2003 en ­adelante. Advertía: “Hay que proteger a las pyme que generan casi tres cuartas partes de los empleos formales en el país, si dejamos que quiebren­ y tengan que rematar su capital después no va a haber nada que reactivar”. Sus explicacio ­nes siempre fueron planteadas con extrema sencillez y claridad y, no eran po­cas las veces, en las que cuando terminaba de analizar las perspec­ tivas económicas del país notaba nuestros temores o preocupaciones. Con su cálida­ sonrisa­ nos recordaba siempre que “la solución de los problemas económi cos­ no estaba en la economía”. Cada vez que los “zócalos y placas”28 de los cana­les de noticias se incendian con cada nuevo salto de la cotización del dólar o las tasas de interés, recordamos que Oscar nos llevaba siempre a pensar en la economía real y es lo que hoy tratamos de hacer. Era uno de esos “imprescindi­ ­bles”, no sólo porque era un sabio, o porque todo su conoci­ miento lo ha­bía puesto al servicio de la Patria: en la lucha contra la desocu­ pación y por la independencia económica. Oscar fue todo eso y también el docente­ que, con una sonrisa, venía a la radio cada vez que hacía falta, a pensar con nosotros por dónde encontrarle la “manija al mate”.29 También se quedaba, hasta que las pyme que habían venido de visita, encontraban una respuesta o herramienta para seguir subsistiendo. Confió, apoyó y acompañó el crecimiento de los medios de la unla desde el primer día, y para nosotros su apoyo, su pasión por comunicar y su vocación por construir son la huella de un grande que nos acompañará siempre. Unas semanas antes de su fallecimien­ to, el equipo de Megafón recibió su mensaje: “Chicos, no estoy por unas se­ manas porque me tengo que internar” y antes de saber que ya no iba a volver, lo empezamos a extrañar. Todo el equipo y los trabajadores de los medios de la universidad, Megafón, abraza a su familia y a sus seres queridos.30

28 “Zócalo y placas” se refiere a las gráficas de los canales de noticias. 29 Estimular el pensamiento. El museo de ciencia de unla se llama Abremate (abrir diferen­ tes perspectivas, incitar nuevas visiones). 30 Artículo autorizado a publicarse con los ajustes necesarios para este número. “El puntapié fue un fragmento en el Programa Formarnos de la unla”, por Ana Cardoso.

263 OSCAR TANGELSON

EXPERIENCIA DE LOS AÑOS QUE ESTUVE CERCA DE OSCAR TANGELSON Lihuén Carlos Arscone Gasser 31 Comencé a trabajar con Oscar32 directa e ininterrumpidamente desde 2012 hasta su fallecimiento. Fui su asistente cuando él era director del Departa­ mento de Desarrollo Productivo y Tecnológico en la unla; también fui ayudante de cátedra en la materia Nuevos Escenarios que se dictaba en las licenciaturas de Sistemas, Turismo, Tecnologías Ferroviarias y Economía Empresarial, incluso dicté algunas clases. En 2014 se crearon en la unla los institutos de investigación y él fue director de Producción, Economía y Trabajo y yo su asistente. Cuando comentaba con mi familia y amigos la cordialidad, sencillez y generosidad que tenía conmigo en nuestro contacto diario, no podían creer que una figura con semejante trayectoria nacional, internacional y de tamaña importancia política fuera de esa calidad humana. Siempre estaré agradecido a Dios por haberme puesto en su camino, siempre me apoyó en términos profesionales y personales: además de guiarme en mi formación laboral, me brindó una manera de ver, vivir y enfrentar si­ tuaciones. Por su forma de ser, por el apego y cercanía llegó a hacerme sentir, considerar e incluso decir que era como un miembro más de su familia.33 En los últimos años estábamos en contacto diario de lunes a lunes,34 comentan­ do lo que pasaba en el país, revisando los diarios, escuchando o viendo progra­ mas, preparando clases, incluso comentando situaciones personales. Estuve junto a él hasta los últimos momentos de su vida. Profesionalmente era de una calidad increíble, aunada a su naturalidad: siempre decía que “no es tanta la importancia de los conocimientos que uno adquiera, sino el criterio con que los aplica”. Juntar títulos y títulos, información y más información acopiados en el disco rígido, no es lo más importante, sino cómo se aplica

31 Licenciado en Ciencias Políticas y Gobierno por la unla, doctorante en Ciencias Econó­ micas (Tangelson iba a ser su director de tesis). Casado, con una hija, trabaja hace diez años en la unla. Hijo de argentinos, madre, primera generación de migrantes alemanes, padre segunda generación con una mezcla de italiano, vasco-francés y español. 32 De hecho lo conocí en el Ministerio de Economía en 2009 y empecé a trabajar bajo su tutela en 2012, no sólo como su asistente en las áreas que dirigía, sino también como ayudante de cátedra en la materia Nuevos Escenarios. Oscar se especializaba en desarrollo tecnológico y empleo, y en esta materia se incluía la historia. Investigábamos juntos. 33 Me ayudó, aconsejó y apoyó también en los momentos difíciles personales que viví. 34 Aludo al constante y diario contacto: físico o por teléfono o móvil (celular), al preparar o terminar alguna clase o documento, etc. y no sólo en la universidad.

264 Testimonios en homenaje ese conocimiento, tener la sensibilidad social,35 el criterio para captar la esen­ cia humana y saber usar el conocimiento. Y eso era lo que él hacia y trans­ mitía en todas sus relaciones. Era transparente, no había grises. Sí era sí y no era no, y si no sabía, lo decía. Por su formación y sus actitudes era una perso­ na y un profesional muy claro, confiable y amigable. En un video que la unla realizó en reconocimiento, cuenta que una seño­ ra mapuche le dijo una vez, “los pájaros no cantan al amanecer, cantan para que amanezca”, con ello muestra la lucha, la voluntad, las ganas y la fuerza que uno pone cuando quiere lograr algo.36 Utilizaba esta frase porque reco­ nocía que los argentinos estamos bastante desanimados, muy desencantados y por eso apelaba a la voluntad. Oscar Tangelson fue una persona muy que­ rida, querida por todo aquel que tuvo contacto con él, desde amigos, colegas, estudiantes hasta quienes tuvieron breves contactos. Trabajó con empresas nacionales, internacionales y transnacionales, del sector público y privado, y siempre logró establecer un vínculo, mismo que le permitía conocer a las personas y actuar en consecuencia. Profesionalmente mostró sus conocimien­ tos siempre ligados a las necesidades de los otros. Sus actitudes de respeto, compromiso, cumplimiento y claridad le servían para lograr muchas cosas. Podría escribir horas sobre él, de mi parte sólo hay agradecimiento. Un agra­ decimiento aunado a la tristeza por su partida; pero con la firme intención de cosechar y transmitir sus enseñanzas: claridad, empuje, investigación y tra­ bajo siempre pensando en los demás, sin mezquindades, con respeto y amor.

ESTUDIANTE DE LA LICENCIATURA EN PLANIFICACIÓN LOGÍSTICA Facundo Javier Frattini 37 Tuve la suerte, el honor, el privilegio de conocerlo y de compartir los espa­ cios académicos, en los que transcurrían muchos de sus días. En el doctor Oscar Tangelson se fusionaban el docente comprensivo que invitaba a pensar que siempre era posible encontrar otra interpretación de la realidad, el académico sólido con el que valía la pena perder una discusión porque

35 En el sentido de considerar lo que puede pasar a una persona, a su familia o grupo familiar, cuando se aplica una norma o un parámetro (económico, legal, etc.) sin tener en cuenta las consecuencias. 36 Los datos sobre el video están en la nota a pie de página del homenaje que hizo el grupo de Megafón: “Pasión transformadora”. 37 Cursó la materia Nuevos Escenarios.

265 OSCAR TANGELSON entrañaba el mayor de los aprendizajes y el funcionario público que integró el equipo de gigantes que reconstruyó nuestro país desde las cenizas de aquel fatídico 2001 que muchos guardamos en nuestra memoria. Custodiar su legado es una tarea irrenunciable que entiendo debemos asumir todos los que tuvimos la oportunidad de conocerlo y aprender de él. Su forma de practicar la docencia era una invitación permanente a la transformación y a la entrega en el más profundo y solidario de los sentidos. Nos dejó, y no creo que inocentemente, una última tarea que entraña la más importante de sus enseñanzas, pero a la vez, la más difícil de realizar: seguir adelante en cada “nuevo escenario”, luchar por un mundo más justo e inclusivo, sin su acom­ pañamiento físico, pero siempre con sus consejos y actitudes. Si por un momento intentara pensar en cuál podría ser el sentido más profundo de la docencia, la más acabada, sería la del quehacer diario de Oscar Tangelson.

ESTUDIANTE DE LA MAESTRÍA EN GESTIÓN PYME Alicia Barreiro 38 Enseñar no es sólo transmitir conocimientos. Enseñar es saber comunicarse en forma interactiva con los estudiantes, ser creativo, tener empatía y habi­ lidades de comunicación, saber motivar generando interés en el estudiante por aprender cada día más. Enseñar a relacionar y aplicar esos conocimien­ tos en la vida cotidiana, en la resolución de problemas que aquejan nuestro entorno, la comunidad donde vivimos. Por eso puedo decir que Oscar Tan­ gelson ha sido un gran docente, siempre atento y preocupado por el entor­ no y la problemática social que lo rodeaba.

ESTUDIANTE DE LA LICENCIATURA EN TECNOLOGÍAS FERROVIARIAS Gustavo Tombesi 39 Del querido profe Oscar me queda, y sobresaldrá siempre, su dedicación total, sin guardarse nada, sus conocimientos, experiencia, sabiduría de años de trayectoria laboral y académica, volcados en clases y fuera del aula, sus enseñanzas de amor a la democracia, la igualdad de oportunidades y la liber­ tad, pero sobre todo, de un orden social más justo y una hermandad latinoa­

38 Cursó la materia Nuevos Escenarios. 39 Cursó la materia Nuevos Escenarios.

266 Testimonios en homenaje mericana. Su lucha y obsesión por formar hombres y mujeres con valores y mejor capacitados para el trabajo en las sociedades donde debieran desempe­ ñarse sobresalían en cada charla. Tuve el gusto y el honor de que dispusiera siempre de tiempo para una charla reconfortante, aun después de graduarme. Se le recordará siempre, es más, está vivo en nuestras charlas y recuerdos.

UNA BREVE REFLEXIÓN SOBRE EL COMPAÑERO OSCAR TANGELSON Julian Di Silvestro Como orgulloso trabajador no docente de la unla, y en mi carácter de secre­ tario general de la Asociación de Trabajadores y Trabajadoras de la unla (atunla) es un honor poder compartir mis experiencias. Oscar, uno de los fundadores de nuestra universidad, se desempeñó en importantes puestos de gestión. Su capacidad de trabajo, su inteligencia, siempre estuvieron acompañadas de un profundo compromiso social y político, lo que hace de su trayectoria un ejemplo de coherencia y honestidad. En lo que se refiere al trabajo común que compartimos dentro de la universidad, cada uno des­ de su rol institucional, el compañero Oscar siempre mostró un gran respe­ to por nuestra organización sindical en particular y por el movimiento obrero organizado en general. Lamentamos profundamente su partida, sentida como una pérdida, pero estamos convencidos, como también lo estaba él, de que las construcciones colectivas son las que trascienden y perduran. Su incansable militancia es un ejemplo. Hasta siempre Oscar.

EN APOYO A LAS PYME Daniel Moreira40 Oscar entendía el rol clave que tienen las pequeñas y medianas empresas (pyme) y estaba siempre dispuesto a escucharnos. Una de las cosas que como Frente Productivo trabajamos con él fue ver el estado de las pyme y el aparato produc­ tivo de Lanús, a partir de un trabajo que él había realizado en 2013 desde la universidad. La investigación elaborada en este sentido es más que destacable y estábamos trabajando juntos, antes de su fallecimiento, para actualizar ese relevamiento, que es muy importante para nuestro distrito. Su partida lo va a de­morar. Él sabía que era imprescindible, pero en su honor lo vamos a terminar.

40 Dirigente del Frente Productivo de Lanús.

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CONOCIMIENTOS VALORADOS POR TODOS Ana Cardoso41 Oscar se ha cruzado y conversado con muchísimos responsables de empresas y sindicatos: podemos nombrar el Frente Productivo de Lanús, la Cámara de Comercio e Industria de Almirante Brown y sindicatos en general. No es que Oscar haya resuelto los problemas, lo más destacado era el tiempo que dedicaba a oírlos y explicarles cuestiones trascendentes de sus proble­ máticas. Dada la coyuntura en la que se encuentra la Argentina, sus cono­ cimientos, atención y el respeto que mostraba siempre fueron y serán muy valorados para quienes pudimos tratarlo.

ANEXO. PUBLICACIONES E INVESTIGACIONES DE OSCAR TANGELSON Encuesta Nacional de Mano de Obra. Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, Buenos Aires, 1972. El empleo y la formación profesional en América Latina, Serie de Estudios y Mono­ grafías 13, Montevideo, Cinterfor-oit, 1974. Encuesta Nacional sobre Necesidades de Capacitación en la Industria. Proyec­ to pnud/oit/Mex/74/007, México, 1977. Enfoques metodológicos recientes para el análisis de la distribución del ingre­ so: Necesidades esenciales, Proyecto pnud/oit/Mex/77/005, México, 1978. Inversión y empleo, Cuaderno 13, Proyecto pnud/oit/Mex/77/005, México. 1979. El sector informal urbano en México, una investigación en desarrollo, Cuader­ no 15, Proyecto pnud/oit/Mex/77/005, México, 1980. El Servicio Nacional de Empleo como instrumento operativo de una política integral de mano de obra, Cuaderno 21, Proyecto pnud/oit/Mex/77/005, México, 1979. Algunos conceptos acerca del sector informal urbano, Cuaderno 36, Proyecto pnud/oit/Mex/77/005, México, 1980. Remuneración al trabajo. Notas sobre las políticas de salarios, precios, utilida­ des y fisco, Proyectopnud /oit/Mex/77/005, México, 1980. Revolución tecnológica y empleo. Potencialidades y acechanzas de una nueva realidad, Seminario Secretaría del Trabajo, México, oit, 1984. “Revolución tecnológica”, Revista Política, Económica y Sociedad, 2, 1985.

41 Comunicadora, gestora y productora audiovisual. Directora de Comunicación Institucio­ nal de unla, fundadora de Megafón.

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La revolución tecnológica y sus efectos sobre la frontera México-USA, Proyec­ to pnud/oit/Mex/82/005, México, 1984. “Revolución tecnológica y empleo”, Economía de América Latina, 13, 1985. “La microelectrónica y la disminución del empleo”, Revista Enfoque sobre Segu- ridad Social, 8, 1986. Revolución tecnológica y la nueva división internacional de la producción y el trabajo, Buenos Aires, orit/ciosl, 1986. “La revolución tecnológica”, La Cuestión Económica, 1986. “Revolución tecnológica y empleo”, Cuadernos del Instituto Provincial del Empleo (ipe) 4, 1989. “Revolución tecnológica y empleo”, Boletín Cinterfor/oit, 107, 1989. “Argentina hacia el 2000”, Instituto de Naciones Unidas para la Formación y la Investigación, Programa sobre el futuro de América Latina, 1989. “Las políticas estatales de promoción de estrategias laborales alternativas. El papel del municipio en la promoción micro-empresarial”, Buenos Aires, Fundación Friedrich Ebert, 1988. Las micro-unidades productivas. La microempresa en una estrategia de crecimiento, Buenos Aires, Ediciones ceur, 1989. Nuevas tecnologías y mercado de trabajo en América Latina. La política tecnológica y el Uruguay del 2000, Montevideo, Fesur/Logos, 1991. Revolución tecnológica: Efectos económicos y sociales, Buenos Aires, Ciencia, Tecno­ logía e Innovación/Cámara de Senadores, 1991. Propuestas para un programa operativo de empleo, Instituto Provincial del Empleo/ Provincia de Buenos Aires, 1991. Reflexiones y lineamientos para un Programa Nacional de Microempresas, Buenos Aires, oit/pnud/unicef, 1992. “Revolución tecnológica, trabajo y educación”, Bogotá, oei/Reunión de Mi­ nistros de Educación de Iberoamérica, 1992. “Transformación tecnológica y flexibilización laboral”,Revista de la Unión In- dustrial de Tres de Febrero, 1, 1992. “La nueva empresa. Educación y trabajo”, Revista de la Unión Industrial de Tres de Febrero, 4, 1993. “La empresa frente a la revolución tecnológica”, Revista de la Unión Industrial de la Provincia de Buenos Aires, 3, 1993. Hacia un sistema virtual de educación tecnológica, Buenos Aires, Consejo Nacional de Educación Técnica, 1993. “Los países de América Latina frente al desafío tecnológico”, Sociedad y Univer- sidad, 1993. “Revolución tecnológica, integración y empleo”, Revista del Trabajo, 3, 1994.

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Revolución tecnológica y políticas específicas, Buenos Aires, Instituto Nacional de la Administración Pública, 1995. Innovación tecnológica en la empresa. Reflexiones, decisiones y acciones, Buenos Aires, Instituto para el Desarrollo de Empresarios de la Argentina, 1995. “Transformaciones en el mundo del trabajo”, ponencia, II Encuentro de Pen­ sadores “Los procesos de integración. Aspectos culturales y políticos”, Se­ cretaría de Cultura de la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires, 1995. “Educación, trabajo y valores”, Club de Roma, Capítulo Argentino, 1995. Informe Argentino sobre Desarrollo Humano 1995, Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo/Programa Argentino de Desarrollo Humano Área Empleo, 1995. “Nuevos escenarios internacionales”, Programa Modular de Formación para el Sector Minero, Argentina, 1995. “Producción y tecnología”, ponencia, III Encuentro de pensadores “Los nuevos desafíos de la democracia. Representación, participación, comunicación”, Secretaría de Cultura de la Municipalidad de Buenos Aires, 1996. Informe Argentino sobre Desarrollo Humano 1996, Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo/Programa Argentino de Desarrollo Humano Área Empleo, 1996. Encuesta Nacional Minera, Buenos Aires, Subsecretaría Minería de la Nación/ indec, 1999. Tecnología, educación y desarrollo. Integración o desintegración social en el mundo del siglo xxi, Buenos Aires, Editorial Espacio, 1998. “Argentina frente al siglo xxi”, Buenos Aires, Ministerio de Economía y Pro­ ducción, 2003. “Argentina frente al siglo xxi”, Revista del encuentro para un nuevo modelo, 2003. “Argentina en el bicentenario, reflexiones, políticas y acciones”, Construir bicentenarios/The New School University, 2005. “Formulación de preguntas y respuestas adecuadas”, Desarrollo y Región, 2005. “El presente forma parte de la historia”, Revista de Nuevos Escenarios, 2006. “Recuperación y consolidación económica y estrategias de desarrollo”, Institut cdc pour la Recherche/Ceil Piette/Conicet, 2007. El caso de Argentina. Nuevas políticas económicas de izquierda en América Latina, Xalapa, Universidad Veracruzana, 2009. El territorio de Buenos Aires frente al siglo xxi, París, Villes en Parallele/Univer­ sité Paris X Nanterre, 2009. “Crisis, recuperación y proyecto de la Argentina”, Revista Argentina de Sociología, año 8, núm. 15, 2011. “Dos partidas. Dos nostalgias”, Istor, 80, 2020.

270 Reseñas

La batalla por el sentido común de los argentinos

Morena Goñi* y Fabio Primo**

En sus cuatro años de gobierno, Cambiemos exhibió una retórica política que prescindía de las personas. “Las instituciones”, “el mundo”, “los mer­ cados”, “el futuro”, “las empresas”, “las cloacas” se convirtieron en los su­ jetos privilegiados del discurso oficialista. Los apelativos a la felicidad, la eficiencia, la modernización y el optimismo creaban una alocución que mezclaba elementos de la mercadotecnia con algunos fragmentos del bu­ dismo. Uno de los funcionarios del gobierno, Marcos Peña, indicó que Cambiemos era un animal nuevo en el zoológico político y que todavía sus señales no estaban codificadas. En efecto, la Alianza Cambiemos se consti­ tuyó en 2015 para las elecciones presidenciales. Frente a la incredulidad de muchos, obtuvo un triunfo que la catapultó a las esferas más altas del poder público. Esa metáfora zoológica dispara la principal inquietud de Paula Canelo: ¿En qué consiste la señalética1 de este nuevo animal político? Esta pregunta guiará el texto e irá desmenuzando ese sistema de signos para entrever la arquitectura de la narrativa de Cambiemos. En los primeros dos capítulos, la autora de ¿Cambiamos? La batalla cul- tural por el sentido común de los argentinos, Paula Canelo, nos brinda una bate­ ría de conceptos acerca de las nuevas modulaciones del neoliberalismo y su

* Licenciada en Historia, becaria del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas de la Argentina, profesora asistente de Espacio y Sociedad de la Facultad de Hu­ ma­nidades y Artes de la Universidad Nacional de Rosario. ** Profesor de Historia, integrante y fundador de la Cátedra de Estudios Sociales desde el Sur de la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de Rosario. 1 El término elegido proviene, no casualmente, del marketing empresarial, campo del que extraen a gran parte de los miembros del gabinete y código lingüístico de Cambiemos.

271 MORENA GOÑI Y FABIO PRIMO encastre con el relato macrista.2 La erosión de los cimientos del Estado de bienestar desarticuló la matriz cultural que los acompañaba y dio paso a un proceso de profunda individualización de la experiencia histórica y social. Canelo señala que, en la conquista del sentido común, el discurso macrista reactualizó esta individualización a través de dos figuras clave: elceo (di­ rector ejecutivo) y el emprendedor. Las evocaciones a estos dos paradigmas de hiperindividuos se convirtieron en parte constitutiva del lenguaje oficial, en efecto, devinieron arquetipos morales y aspiracionales de la sociedad argentina. En el primer caso se hace referencia a un sujeto privilegiado que ocupa puestos ejecutivos y gerenciales de autoridad máxima. El macrismo hizo de este grupo social una novedad y un paradigma al colocarlo en los rangos más elevados del Estado. En el extremo opuesto de la pirámide social, como contracara del mismo proceso, los emprendedores encarnan la precarización más absoluta del ca­ pitalismo contemporáneo. Mientras el ceo goza de todos los privilegios y las protecciones laborales, los emprendedores son actores librados a su suer­ te individual, sin garantías institucionales de ningún tipo. El emprendedor, en tanto empresario de sí mismo, integra al jefe y al empleado, ya que es ambas cosas al mismo tiempo. La explotación y la exigencia se internalizan, y tanto el éxito como el fracaso se decantan sobre sí mismo y no sobre la configuración del Estado o el contexto socioeconómico. En este marco de individualismo radical, los hiperindividuos se tornan sujetos de rendimiento y el otro es un obstáculo o un enemigo potencial. Las posibilidades de una existencia colectiva se reducen al mínimo y la salvación se torna una tarea individual. Durante la gestión de Mauricio Macri, el “emprendedurismo” se convirtió en un valor cultural que matizó el repliegue del Estado en tan­ to garante de la seguridad social y laboral. Vinculada a los valores del individualismo se encuentra la meritocracia. La autora conceptualiza como meritocracia asimétrica el culto al esfuerzo individual, promovido por los actores de gobierno. ¿Cómo es posible que un grupo de no meritócratas le exija meritocracia y esfuerzo perpetuo al resto de la sociedad? Canelo señala que el equipo de gobierno se apropió

2 Forma personalista de aludir a la Alianza Cambiemos a través de la figura de su fundador y líder: Mauricio Macri, también, fundador de Propuesta Republicana (pro).

272 La batalla por el sentido común de los argentinos de la cultura del trabajo, el esfuerzo y el ascenso social de una nación cons­ truida por migrantes, pero la vació de su sentido colectivo y quebró los lazos comunitarios. La idea de solidaridad fue suplantada por la de compe­ tencia. A su vez, esta meritocracia es asimétrica porque no se aplica a quienes gobiernan, una élite de herederos de riquezas, que no se han esfor­ zado mucho por ocupar ese espacio de privilegios. Así, el concepto de meritocracia tiene validez para todos, menos para los gobernantes que la exigen y la imponen. Frente a la politización de las desigualdades propuesta por el proyecto kirch ­nerista, Cambiemos ensayó despolitizar las jerarquías sociales. El proyecto social macrista se monta sobre remanentes organicistas, una co­ munidad en la que cada parte asume su lugar sin cuestionamientos ni conflictos. Cambiemos se presentó como garante restaurador de un orden natural, una sociedad despolitizada, estática y con jerarquías delimitadas. En este sentido, la señalética de la riqueza —concepto vertebral de la obra— tuvo un rol clave como capital político. En el sentido común se cimentó la idea de que los miembros de Cambiemos ocupaban funciones públicas no por ansias de riqueza, sino por vocación. Ante la construcción de una ima­ gen devaluada de lo político, el empresario exitoso se instituyó como al­ ternativa de transparencia y honestidad. La autora señala que la distancia que la señalética3 de la riqueza implantó entre la gente común y el equipo de gobierno fue estratégicamente suturada con dispositivos como las visi­ tas puerta a puerta a los “vecinos” (tiembreo) y el empleo de pseudónimos amistosos basados en los nombres de pila o diminutivos de los funcionarios. Estos dispositivos crearon una ficción que equilibraba y entrelazaba la proximidad con la distancia. Como un gobierno de notables, Cambiemos asumió un rol pedagógico frente a la sociedad. No sólo la infantilizó sino que se propuso, como la mayoría de las derechas a nivel global, corregir su presunta desviación. Ortopedia moral es otro analizador de la retórica macrista. La palabra deriva del griego orthos, recto, derecho y paideía, educar, corregir, y se refiere a rectificar, enderezar, poner en su lugar. Cambiemos ocupó el poder para

3 Palabra usada constantemente en la jerga, en especial por el jefe de gabinete, quien se refiere a la señalética para aludir a los signos visuales, “lenguaje nativo” de los funcionarios de Cambiemos.

273 MORENA GOÑI Y FABIO PRIMO anunciar que determinados hábitos eran inadecuados. El primero de ellos, síntoma de un desfase en los estatus sociales, fue el “consumo irracional” de aquellos que durante la década anterior “pretendieron vivir por encima de sus posibilidades reales”. La cruzada anticonsumo que se libró buscó restaurar el consumo como un privilegio para unos pocos —aquellos que podían pagar exorbitantes cifras—. Así como marcar qué y cómo consumir, también nos decía cómo debíamos ahorrar energía, cómo debíamos disfru­ tar la incertidumbre económica, cómo debíamos deshacernos de los lastres del pasado y cómo debíamos votar. Según la autora, el discurso pedagógico y disciplinario del gobierno reveló un profundo desprecio hacia la sociedad y sus hábitos culturales. A cambio de sacrificio, esfuerzo y austeridad en el presente, los funcio­ narios de Cambiemos prometían un futuro de felicidad y abundancia. En una operación de intercambio asimétrico el sacrificio de la gente no se tra­ ducía en beneficios ipso facto, sino que se utilizaba para palear un desastre del pasado, una fiesta supuestamente impagada. Cambiemos apuntaló una narrativa de oposición entre el populismo que proponía “bienestar presente a costa de hipotecar el futuro” y ellos que, en una función reparadora, pro­ ponían sacrificio presente para un bienestar futuro. El macrismo brindó una promesa diferida en dos tiempos. Mientras la oposición denunciaba las atrocidades del presente, el oficialismo las matizaba apelando al futuro, de manera que el principio de realidad dejó de operar como único criterio de veracidad. El pasado se devaluaba y el futuro se tornaba un concepto con valor agregado. No importaba demasiado especificar qué futuro se evocaba. Incluso la felicidad mantuvo su lugar como objeto de deseo, promesa y punto de llegada. Con préstamos del formato publicitario y una gramática de new age empresarial, se apeló a la emotividad y a la forma. El discurso funcionó como performativo;4 el optimismo, la alegría, la esperanza, no sólo enunciaban una ficción, sino que contribuían a crearla. Estas categorías existieron exclusivamente en el plano discursivo y, sin embargo, lograron docilizar a la gente ante un presente de ajuste y austeridad.

4 En el sentido que lo usa Austin en ¿Cómo hacer cosas con palabras?, un enunciado per­ formativo.

274 La batalla por el sentido común de los argentinos

El giro punitivista también fue bastante evidente. La definición de po­ pulismo que esboza el macrismo es la de un gobierno que brinda soluciones paliativas y superficiales basadas en lo espectacular, lo mediático y lo corto­ placista, a problemas sociales profundos. Si hay algo que se le ha imputado al kirchnerismo durante toda su gestión es haber sido populistas con el consumo, haberlo fomentado irresponsablemente sin que ello diera respues­ ta a los problemas estructurales de la sociedad. Canelo señala que el puniti- vismo populista brotó como matriz ordenadora cuando el curso errático de la economía se hizo más visible. Entonces, la promesa aspiracional perdió su efecto de disciplinamiento y fue reemplazada por la promesa punitiva. En Castigar a los pobres, Loïc Wacquant polemiza con la idea de que el Estado neoliberal haya replegado su rol interventor. El autor señala que no ha habido un recorte sino un crecimiento hipertrófico de su activismo penal. Mientras los gobernantes recortan en gasto social, incrementan el gasto penal. De esta manera define el aparato como un Estado centauro,5 ya que es flexible y benevolente hacia arriba, y paternalista y represor hacia abajo. Durante el gobierno de Cambiemos se radicalizó esta lógica, dejando al descubierto que las tolerancias son clasistas y asimétricas. A partir del capítulo tres, el libro cambia su forma y metodología. Con el tratamiento empírico-analítico de fuentes la obra pierde su impronta ensayística y su ritmo se torna menos fluido. Entonces se despliegan datos duros y estadísticas para cuestionar aquella idea arraigada de que Cambiemos es un gobierno de ceo. A partir de este postulado se reflexiona sobre aspec­ tos más amplios de la constitución de esta fuerza política, como los perfiles profesionales, etarios y de género de los funcionarios. Se analiza su declara­ da inexperiencia política, la composición de los gabinetes tiene poco de profesional, en cambio gran parte de los funcionarios poseen una amplia trayectoria en ámbito político partidario. En el último capítulo la autora analiza los modelos de mujer que propone Cambiemos. Las cartografías de cada una se construyen desde un lugar cuidadoso, eludiendo los juicios de valor que recaen sobre ellas —y no sobre funcionarios varones— por su sola condición de mujeres. Corriendo los velos patriarcales, se observa una mul­

5 Usado como un concepto por Loïc Wacquant en Castigar a los pobres. El gobierno neoliberal de la inseguridad social, Barcelona, Gedisa, 2012.

275 MORENA GOÑI Y FABIO PRIMO tiplicidad de aspectos que impiden encasillar a la mujer de Cambiemos dentro de un estereotipo único. La mujer de derecha es múltiple y hetero­ génea, la voluntad de encasillarla en estereotipos no es más que una pulsión orientalista. Sin embargo, la autora encuentra algunas costuras entre estas figuras caleidoscópicas. En primer lugar, ninguna de ellas es representativa de las transformaciones sociales que las mujeres han gestado en los últimos años; en segundo, ninguna genera intervenciones azarosas, todas responden a un guión cuidadosamente confeccionado y, en tercer lugar, todas se pre­ sentan como garantes y custodias de un orden jerárquico y sin política, por lo tanto, perpetúan la subordinación de la mujer al varón.6 A su modo, cada una se subordina a la figura de Mauricio Macri. El libro es producto de un trabajo de archivo de casi dos años que mez­ cla segmentos de discursos, entrevistas, relevamiento de redes sociales y estadísticas. A través de este recorrido, la autora contesta aquella pregunta con la que inaugura la obra: ¿Cómo fue posible el macrismo? El rotundo éxito de Cambiemos fue posible debido a que se sostuvo sobre un anda­ miaje simbólico versátil que le permitió generar adhesiones alrededor del sentido común. El libro es categórico respecto a que esta fuerza no es apo­ lítica ni contingente, sino que es reflejo de una derecha ideológica, con un relato incisivo, que hizo uso estratégico de las transformaciones culturales de la sociedad. Cambiemos aprehendió la individualización de la experien­ cia y confeccionó una narrativa apoyada en valores como el mérito, la aspi­ ración y el éxito, desarticulando todos los componentes colectivos. Es decir, no fue la causa sino un síntoma de un cambio de época, una plataforma que le dio sustento a los cimbronazos culturales del neoliberalismo. De “la patria es el otro” se pasó a “la patria es uno mismo”. El sentido común es generalmente conservador. Paula Canelo advierte que a menos que se construyan narrativas sobre estos sentidos compartidos, no será posible erigir un edificio político que perdure. La principal falta del kirchnerismo, señala, fue haber carecido de un relato potente que acompañase los progre­

6 La autora encuentra entre estas figuras una miscelánea —que va desde la figura pasiva hasta el liderazgo estridente, se presentan como“garantes y custodias de un orden jerár­ quico: “la mujer de dos caras”, “la figura de la buena esposa”, “ aquella que dice lo que hay que decir”, “la mujer bombero”, “la custodia de la convicción”, “la guardiana de la república”.

276 La batalla por el sentido común de los argentinos sos económicos. El bienestar material no se traduce automáticamente en lealtades electorales. El libro tiene el mérito de complejizar y dar especifi­ cidad a una configuración política que con frecuencia se ha juzgado impro­ visada. Con esta obra, la autora interpela la territorialidad del sentido común, expulsando al lector de los lugares confortables y mostrándole cada uno de los engranajes que componen la maquinaria de sentido de Cam­ biemos.

Paula Canelo, ¿Cambiamos? La batalla cultural por el sentido común de los argentinos, Buenos Aires, Siglo XXI Editores, 2019, 200 pp.

277

Migración y salud

Itzel Eguiluz*

El libro surge de la reunión que se llevó a cabo en 2016 en Bielefeld, Ale­ mania. Está dividido en cuatro partes con dieciséis artículos en total. La primera se centra en la parte teórica, la segunda en las experiencias de las personas refugia­das en Alemania y el sistema de salud; la tercera presenta textos sobre expe­rien­cias y realidades de otros países europeos, como Italia o Suiza, y la cuarta ofrece las conclusiones generales. La primera parte del libro está constituida por cinco textos que brindan una visión interdiscipli­ naria sobre la relación entre la salud y la migración, pone énfasis en la salud mental de las personas migrantes, refugiadas o que solicitan asilo. El primer artículo, escrito por Alexander Krämer y sus colaboradores con base en conceptos teóricos, contiene una descripción sobre la salud y la migración, con una explicación sobre la salud como un derecho humano, la cobertura universal y la definición de migrante (interno o internacional), así como el concepto de refugio. Distingue la situación de salud de la población del país de origen del de las personas migrantes o refugiadas; asimismo, plantea la paradoja del migrante saludable y la posibilidad de que tiempo después su salud se deteriore. “Veinte personas son forzadas a dejar sus hogares cada minuto”, así co­ mienza el segundo artículo, escrito por Isabelle Beauclercq y sus colegas, en

* Doctora en Migraciones internacionales e integración social en la Universidad Complu­ tense de Madrid. Maestría en Ciencias de la Salud, Instituto Nacional de Salud Pública. Sus principales temas de investigaciones son migración, salud global, adultez emergente. Profesora del Tecnológico de Monterrey. Departamento de Ciencias Básicas y en la Maes­ tría en Cooperación Internacional del Instituto Mora.

279 ITZEL EGUILUZ el que describe los flujos de personas migrantes de las últimas décadas y plantea cuatro fases del proceso migratorio: antes de migrar, el viaje o trán­ sito, la llegada y, en algunos casos, el retorno. Esta descripción del flujo migratorio se observa en algunas otras secciones del libro. El artículo expli­ ca algunos de los resultados del proyecto Equi-Health en el que participan , Croacia, Grecia, Italia, Malta y España. La mayoría de las personas del estudio presentaban estrés, fatiga y problemas dermatológicos. Según los resultados, los proveedores de salud siguen sin tener información com­ pleta sobre los derechos de las personas migrantes, y el acceso a la salud (hospitales, centros de salud y medicamentos) difiere de acuerdo con el es­ tatus migratorio. El tercer artículo, de Başak Bilecen, se centra en la transformación social y la migración como procesos bidireccionales, al igual que la migración y la salud. Remarca la importancia de analizar los procesos desde todos los niveles, macro, meso y micro. Muestra el problema de acceso a la salud en las poblaciones migrantes como variable por país debido a que existen ba­ rreras individuales y estructurales, así como dinámicas de poder. Judith Wenner et al., en el cuarto artículo, hacen hincapié en una de las principales necesidades en los estudios sobre salud y refugio: definir la po­ blación de estudio. Establecer de forma clara su situación: son personas migrantes, solicitantes de asilo o refugiadas. Plantear el problema de los flujos mixtos, las diversas las razones de salida; así como los resultados en salud. Se enfoca en el caso de Alemania, que se diferencia de otros países del mundo, incluso de los europeos. En este caso se hace visible la necesidad de estudiar el caso específico de las personas refugiadas y la problemática que presentan debido a la atención diferenciada en salud los primeros quince meses a partir de su entrada al país, lo que incluye no sólo a personas refu­ giadas sino a solicitantes de asilo. Es interesante destacar la mención que hacen sobre las mujeres migrantes que, en búsqueda de una mejor atención en salud, intentan diferenciarse de la categoría de mujeres migrantes a tra­ vés del discurso que dice que ellas no son como “otras” mujeres migrantes. El quinto artículo, sobre salud mental y migración forzada, destaca los ­estresores y las condiciones extremas. Los estresores explican, desde la pers­ pectiva neurobiológica, cómo funciona la exposición continua a la violencia

280 Migración y salud a través del fear network model (modelo de redes del miedo).1 Según los au­ tores esto repercute en la posibilidad de integración y adaptación de las personas en el nuevo país. Asimismo, existe una cantidad de personal de salud limitada que apoye en temas de salud mental, esto se ha comenzado a solucionar a través de la capacitación de personal no profesional. La segunda parte del libro se centra en el caso alemán y contiene cinco artículos. Los cuatro primeros describen y analizan los casos más complejos y casos de éxito en la atención y acceso a la salud de las personas refugiadas. Esta parte pone un especial énfasis en temas de tamizaje2 para enfermedades transmisibles, específicamentevi h, tuberculosis, hepatitis B y C. La tuber­ culosis es de especial relevancia en varios artículos de esta segunda parte, por ejemplo, el sexto artículo del libro habla sobre el valor predictivo mo­ derado de la prueba, ya que, dicen, no siempre es útil y se debe contemplar el país de origen y el costo-efectividad de la misma. También, en el caso del vih se reconocen la falta de datos, las dificultades para la adherencia y la discriminación existente a personas que viven con el virus. Otro de los temas destacados es la vacunación, para la cual no existen guías en la mayoría de los países de la Unión Europea. En Alemania se recomienda poner las vacunas­ en cuanto llegan las personas al país. Se pone como ejemplo el caso de éxito­ de Friburgo, en donde la medicina general es la base del sistema de salud, incluso para las personas refugiadas. El artículo siete del libro se centra en la experiencia de Berlín, en donde una de las principales problemáticas fue la infraestructura, que se ha solucionado con el paso de los años y que cuen­ ta con programas como el autobús de la vacunación. Existen varios centros de tamizaje a lo largo de la ciudad y muchos de ellos incluyen servicios de salud mental con mediadores culturales e intérpretes en línea. El artículo ocho se centra en el caso de Baviera, donde aclaran que no existen datos suficientes y se requieren mayores estudios para identificar las necesidades de los colectivos. Se presentan datos de un estudio específico en la región donde se identifica que 2.9 por ciento de las personas refugiadas que parti­

1 Es una extensión de los modelos de Lang y Foa y de Kozak en que se propone que los re­ cuerdos de los eventos traumáticos se asocian en redes que se organizan en nuevas expe­ riencias de aprendizaje. 2 Las pruebas de tamizaje son mediciones para establecer quién puede padecer cierta enfer­ medad y quién no, en cualquier momento de la vida de un ser humano. Así se detectan trastornos genéticos y enfermedades metabólicas.

281 ITZEL EGUILUZ cipan en el tamizaje tienen parásitos intestinales, 14.4 por ciento tiene re­ sultados positivos para la prueba de hepatitis B y hay alta prevalencia de enfermedades respiratorias. El noveno, se centra en los resultados de un estudio exploratorio sobre adolescentes refugiados no acompañados. Llama la atención que no se toma en cuenta la salud sexual y reproductiva, siendo tema relevante en este colectivo, excepto “si fuera necesario” se realiza una prueba de embarazo para las mujeres. Por lo general, las personas adoles­ centes del estudio (n=256) tienen buena salud. Al final, se presentan los retos para el futuro para el sistema de salud alemán, en donde la mayoría de los estudios se han realizado en los centros de recepción. El décimo artículo, último de esta segunda parte, trata el tema de la sensibilidad y especificidad de las pruebas para tu­berculosis, así como los servicios de salud de preven­ ción, curación y rehabilitación, que son aquellos que se otorgan dentro de los primeros quince meses de haber llegado al país. Presentan una sección sobre la salud infantil, en la que se mencionan los largos tiempos de espera debidos a la necesidad de traductores y al aumento de la reunificación fami­ liar.3 En otra sección se habla sobre la salud de las mujeres, sobre todo en cuestión de embarazos y la falta de acceso a anticonceptivos debido a la restricción de los quince meses para acceder a todos los servicios de salud que, como se explica en un artículo anterior, limita el acceso a sólo algunos servicios de salud durante ese tiempo. La tercera parte del libro se compone de seis artículos, cada uno sobre la situación en algún país europeo: Italia, Grecia, Holanda, Suiza, Suecia e Inglaterra. La mayoría de los artículos comienzan con la descripción de la situación actual de la migración, en especial de las personas refugiadas y solicitantes de asilo. El caso de Italia, artículo once del libro, llama la aten­ ción por el balance entre emigración e inmigración que se ha alcanzado en los últimos años, en que más de 60 por ciento de la población migrante se encuentra en el norte del país. Dicen los autores que, aunque una parte de la población tiene la percepción de que hay una “invasión” de personas migrantes, incluso así no se alcanza el equilibrio poblacional. Se tiene un aumento en la llegada de niñez no acompañada y en las solicitudes de refu­

3 Las personas que, una vez regularizada su situación de migrantes, pueden llevar al país de acojida a sus familiares.

282 Migración y salud gio. Al igual que se menciona antes en el libro, están presentes las lesiones dermatológicas y los bajos resultados en salud mental. Por otro lado, en el artículo doce, Grecia se distingue debido a su situación geopolítica y a los países de origen de donde provienen las personas solicitantes de asilo o re­ fugiadas. En Grecia se proporciona acceso a los grupos de personas “más vulnerables”, es decir, personas menores de 18 años de edad, personas con discapacidad, personas beneficiarias de protección internacional o solicitan­ tes de asilo y sus familias. Llama la atención el dato de 10 por ciento de mujeres embarazadas en este grupo y la importancia que da el capítulo a la salud de la mujer. En el caso de Holanda, artículo trece, se tienen experien­ cias de flujos histórico. Al llegar al país las personas son dirigidas a un centro de recepción y después a un centro de solicitud de asilo. La medicina general se encarga de 90 por ciento de las atenciones en salud y existen servicios de interpretación; se destaca el papel del personal de enfermería. Desde el primer momento se crea un expediente médico electrónico y al contrario de otros países el tamizaje para tuberculosis sólo se realiza a per­ sonas que provienen de países con alta incidencia y la vacunación para polio se realiza del mismo modo. El artículo catorce habla sobre el caso de Suiza. El país tiene nuevos flujos, como el de las personas procedentes de Afganistán, pero existe una larga historia de personas refugiadas. Se presentan en este artículo los resultados sobre la diversidad de las personas refugiadas y sobre la Encuesta de Salud de Suiza, la cual incluye a los colectivos de personas migrantes y refugiadas. Hay poco acceso a la atención para la salud mental y la mutilación genital femenina que está presente en poblaciones que pro­ vienen de Eritrea y Somalia. Por otro lado, Hannah Bradby, la autora del artículo quince sobre Suecia, pone énfasis en las solicitudes de niñez y adolescentes no acompañadas y hacen una clara distinción, que se echa en falta en otras secciones, entre las personas refugiadas y otras personas mi­ grantes. No hay atención para migrantes irregulares y la principal proble­ mática para la atención en salud de las personas solicitantes de asilo o refugiadas es la lejanía a los centros de salud. Un dato relevante presentado por la autora es la tasa de personas refugiadas en el país, sólo comparable con la de Hungría. El artículo dieciséis, sobre la salud mental de jóvenes en Inglaterra, se centra en las generalidades y parece perderse el foco en la mi­ gración y más aún en las personas refugiadas. Cox et al. sí mencionan las

283 ITZEL EGUILUZ características de la población que se considera vulnerable, así como el efec­ to de la austeridad en los programas de salud para la salud mental de este grupo. El libro presenta una visión completa de la situación de la salud de las personas refugiadas o solicitantes de asilo en Alemania y en algunas partes de Europa. En muchos artículos parece repetitivo el dato sobre el número de personas migrantes en el mundo y sus diferentes subcategorías. Si bien algunas secciones presentan datos específicos sobre personas refugiadas o solicitantes de asilo, la mayoría incorporan datos diversos y se hace hincapié en la falta de información, la falta de guías generales para la atención y ta­ mizaje para ciertas problemáticas de salud y la dificultad de la recolección de datos, así como la urgente necesidad de investigación que proporcione esta información.

Alexander Krämer y Florian Fischer (eds.), Refugee Migration and Health: Challenges for Germany and Europe, Nueva York, Springer, 2019, 213 pp.

284 ¿Volver a casa?

Alondra A. Ambriz Nava*

En la última década el retorno de migrantes internacionales acaparó los reflectores académicos y mediáticos, no por su novedad, sino por el evi­ dente incremento en el stock1 de población que regresó a sus países de origen de manera más o menos voluntaria o forzada. En primer lugar, este fenómeno ocurre en el marco de la crisis financiera global, gestada a fina­ les de 2007, que repercutió en los nichos de inserción laboral de migran­ tes latinoamericanos en los países de destino, sobre todo en Estados Unidos y España. En segundo lugar, los regímenes de movilidad global han moldeado las formas de gestión de los flujos migratorios, específi­ camente en Estados Unidos se ha exacerbado la política de contención de la mi­gración indocumentada por medio del reforzamiento de la vigilancia fronteriza y de la persecución en el interior del país de la población en la misma situación. ¿Volver a casa? Migrantes de retorno en América Latina. Debates, tendencias y experiencias divergentes, libro compilado por Liliana Rivera Sánchez, refleja el esfuerzo colectivo de investigadores latinoamericanos por mostrar la

* Licenciada en Economía por la Universidad Autónoma de Zacatecas y maestra en Estudios de Población por el Colegio de la Frontera Norte. Estudiante del doctorado en Estudios de Población en El Colegio de México. 1 Stock alude a la cantidad de migrantes que se encuentran en un territorio en un momento específico. La medición de los migrantes de retorno con base en censos de población y encuestas sociodemográficas define a los migrantes de retorno como aquellas personas que nacieron en el pais y cinco anos antes residian en otro pais. Por lo tanto, el stock de mi­ grantes de retorno es la suma de migrantes que volvieron a su pais de origen durante los ultimos cinco anos al momento de la encuesta o censo.

285 ALONDRA A. AMBRIZ NAVA heterogeneidad de las modalidades, significados e implicaciones que supo­ ne regresar al país de origen, en un contexto de incertidumbre económica y de control migratorio. Los quince capítulos que integran el libro, en palabras de Rivera, tratan de responder a las siguientes interrogantes: “¿qué significa regresar al país de origen?, ¿quiénes son esos migrantes que hoy regresan al país del cual salieron a buscarse la vida?, ¿en qué condiciones vuelven y qué desafíos enfrentan?, ¿cómo se acomodan las piezas del rom­ pecabezas vital al volver a casa?, ¿cómo se relocalizan los migrantes en las familias, los barrios, las localidades y los países?” (p. 13). La obra está or­ ganizada en cuatro secciones y una extensa y medular introducción de Rivera Sánchez, referente a la investigación de la “migración de retorno”. La primera sección, “Tendencias y perfiles contemporáneos”, se desarro­ lla con información transversal de los periodos 2000, 2010 y 2015 y es clave para la contextualización sobre el quantum y las características de los migrantes que regresan a seis países de la región: Bolivia, Brasil, Costa Rica, República Dominicana, Ecuador y México. La segunda sección, “De regre­ so a México”, presenta experiencias posretorno con aproximaciones cuali­ tativas que toman como sitios de investigación contextos completamente distintos: la ciudad fronteriza de Tijuana, la zona metropolitana de Gua­ dalajara y una comunidad de la región mazahua del Estado de México. La tercera parte, “De vuelta a Centroamérica”, contiene reflexiones sobre posdeportación a Guatemala y El Salvador. La última y más amplia, “Circu­ lación y regreso a Sudamérica”, integra las experiencias de Bolivia, Ecuador, Perú, Uruguay y Brasil. Quiero destacar algunas cualidades de esta obra para quienes estudiamos migración desde distintas disciplinas de las ciencias sociales y que estamos interesados en precisar conceptos y categorías de análisis, así como en ubi­ car los debates sobre las implicaciones que “volver a casa” tienen en la vida de los migrantes en situación de retorno. Es importante poner énfasis en el capítulo introductorio, que refleja la experiencia de la autora en su camino de la investigación sobre procesos de retorno y relocalización. De manera clara, Rivera Sánchez recupera cuáles han sido las principales interrogantes, así como propuestas teóricas y metodológicas para estudiar el retorno mi­ gratorio, un excelente marco de referencia sobre este fenómeno. La autora articula las implicaciones y los alcances de las distintas perspectivas analí­

286 ¿Volver a casa? ticas y, sobre todo, centra el retorno como parte de un proceso migratorio y no como un evento aislado en la vida de las personas. Sitúa la discusión en lo que sucede después del regreso, o posretorno migratorio, y clasifica las investigaciones sobre las múltiples experiencias de volver a casa en dos grupos según los aspectos metodológicos a los cuales atienden. El primero trata de explicar las modalidades de reinserción de los migrantes una vez que regresan, considerando las condiciones socioeconómicas actuales en relación con las que tenían antes de volver. El segundo grupo se orienta a interpretar la experiencia subjetiva de los migrantes en su retorno. De ambas perspectivas se derivan dos premisas clave para el análisis del posre­ torno y posdeportación: prestar atención a las condiciones de vida en la sociedad de destino y considerar las prácticas transnacionales de los migran­ tes tanto antes como después de su regreso (pp. 27-28). En este sentido, Rivera aporta una visión crítica y comparada de las formas de abordar la temática en América Latina tomando como punto de referencia la crisis financiera de 2008 y muestra que los estudios sobre deportaciones han surgido en la intersección entre los estudios de migración y los de criminología en el marco las políticas de seguridad nacional en Estados Unidos luego del 9-11. El aumento en el volumen de deportacio­ nes desde el vecino país pusieron en el reflector los cuestionamientos sobre qué pasa en la vida de las personas que experimentan un tipo de migración forzada. En segundo lugar, la obra articula los debates más recientes sobre movilidades y retornos. Los autores emplean diseños y técnicas de investi­ gación que permiten dar cuenta de la complejidad y diversidad de las formas de regresar, por eso a lo largo de las secciones y capítulos hay una reflexión seria sobre las implicaciones que las categorías de análisis tienen para dar cuenta de las experiencias de movilidad de las personas. Por un lado, qué significado le otorgan los sujetos a su experiencia de migración; por otro, las categorías administrativas con las cuales los países de destino denominan y clasifican a los sujetos en “deportados” o “criminales”, y los efectos que éstos tienen en las trayectorias laborales y familiares durante el retorno y cómo modifican las perspectivas de la reemigración. Para destacar estas afirmaciones, haré referencia sólo a algunos capítulos del libro. Los dos de la primera sección muestran la heterogeneidad en las tendencias y perfiles del retorno contemporáneo con base en información

287 ALONDRA A. AMBRIZ NAVA de encuestas y censos de población. El primero, escrito por Claudia Masfe­ rrer y Victoria Prieto2 contribuye al debate sobre las formas de regresar a casa apostando por la perspectiva comparada y las geografías del retorno para mostrar que los procesos de reinserción económica y escolar están vinculados con la historia particular de cada país y con diferencias regiona­ les que se expresan en las brechas de desempleo y asistencia escolar entre migrantes y población no migrante. En el capítulo dos, Luciana Gandini y Carlos Aranzalez3 analizan las tendencias de retorno a México, cuestionan lo que se entiende por “retorno no voluntario” y muestran las definiciones operativas que el Departamento de Seguridad Nacional de Estados Unidos emplea para clasificar a los migrantes deportados:removals and returns; por último, Gandini y Aranzalez exponen las secuencias temporales de la re­ moción de mexicanos desde Estados Unidos entre 2000 y 2015: el tránsito de deportación de mexicanos capturados a lo largo de la frontera, la expul­ sión de inmigrantes “no criminales” desde el interior del país; este cambio refleja la criminalización de la migración indocumentada, así como los retos que los migrantes enfrentan para su reinserción según los motivos y “etiquetas” asociadas con su retorno. Los trabajos anteriores son excelentes referentes sobre las tendencias del fenómeno: muestran la diversidad de formas de regresar, las perspectivas para la reinserción en función del lugar al cual se llega y las categorías que definen este movimiento. No obstante, las fuentes de información emplea­ das no permiten analizar el continuum de la experiencia de volver a casa, ni las conexiones entre los países de origen y destino. En cambio, los siguien­ tes trece capítulos se aproximan con metodologías cualitativas y emplean información secundaria para mostrar la diversidad formas de regresar en cada uno de los países de América Latina, tomando en cuenta la experiencia

2 “El perfil sociodemográfico del retorno migratorio reciente. Diferencias y similitudes entre contextos de procedencia y acogida en América Latina”, (pp. 67-126). Claudia Mas­ ferrer es profesora-investigadora en el Centro de Estudios Demográficos, Urbanos y Am­ bientales de El Colegio de México. Victoria Prieto se desempeña como profesora en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República del Uruguay. 3 “El retorno migratorio en el escenario poscrisis. Una mirada a las tendencias recientes en México”, (pp. 127-163). Luciana Gandini es investigadora en del Instituto de Investiga­ ciones Jurídicas de la Universidad Nacional Autónoma de México. Carlos Andrés Aran­ zalez es docente en la Universidad del Valle de México.

288 ¿Volver a casa? previa en los países de destino y las posibilidades de reemigrar. El capítulo cuatro, escrito por Magdalena Barros,4 analiza los efectos de la criminali­ zación de los migrantes y el aumento en las deportaciones en las dinámicas de familias mexicanas de origen mixteco con estatus migratorio mixto que se encuentran asentadas en el Valle de Santa María, California. La autora muestra los retos económicos y afectivos que supone la separación familiar. El trabajo de Barros constituye una aportación­ metodológica al tomar como unidad de análisis a familias en las que alguno de sus miembros ha sido deportado a México y así relata, desde la antropología de las emociones, cómo operan la deportación y el miedo a ser deportado (deportabilidad) en lo más íntimo de quienes se quedan en Estados Unidos, de quien ha sido deportado y de sus familiares en México: “Miedo es lo que hombres, mu­ jeres, jóvenes y niños sienten en sus vidas cotidianas, y se manifiesta de diversas maneras. Es la imposición de un régimen de terror sobre aquellos que considera ‘ilegales’, pero que necesita para que su sistema capitalista continúe funcionando” (p. 221). Si se mueve la lente hacia Centroamérica, el trabajo de Gómez, Molina y Martínez5 destaca tres elementos importantes al analizar los procesos posretorno y posdeportación con base en la experiencia de El Salvador. Primero, las autoras sitúan en el centro de la discusión las implicaciones que tiene volver a un país en el cual el principal obstáculo no es la reinser­ ción laboral o la vuelta a la comunidad, sino hacer frente a la violencia es­ tructural que amenaza la vida de los migrantes. Segundo, toman en consideración el proceso de estigmatización asociado al hecho de ser depor­ tado con la categoría de “criminal” desde Estados Unidos, pues eso supone mayores retos para hacerse de un medio de vida al estar de vuelta. Tercero y ad hoc con las recientes caravanas de 2018-2019 y con la contención mi­ gratoria en la frontera sur de México, las autoras señalan el rol de nuestro

4 “Familias mixtecas fracturadas por las deportaciones en Estados Unidos” (pp. 201-232). Barros es profesora-investigadora del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, Ciudad de México. 5 “El Salvador de los retornados y los deportados. Volver a una región al bode de una crisis humanitaria”, (pp. 393-432). Cristina Gómez es profesora de la Universidad Iberoameri­ cana, Ciudad de México, Noemy Molina trabaja en la Fundación Iris de Centroamérica- Partners El Salvador y Karla Martínez es asesora legal del Proyecto del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (acnur)-comcavis-Trans El Salvador.

289 ALONDRA A. AMBRIZ NAVA país como frontera vertical: “La detención de mi­grantes se ha convertido en el instrumento de la política migratoria de Mé­xico y por tanto se le está dando un enfoque de control y represión” (p. 407). Este capítulo subraya que el gobierno de El Salvador no sólo debe atender las necesidades mate­ riales de su población, sino garantizar el acceso a la justicia y mejorar el entorno violento que fomenta la salida de la población hacia Estados Unidos.­ Ahora bien, del Cono Sur destaco la investigación de Lorena Izaguirre6 que da cuenta de experiencias de retorno de mujeres peruanas que han re­ gresado de países de la misma región (Chile y Argentina) o desde destinos extrarregionales (Estados Unidos, España, Italia y Japón) entre 2000 y 2016. La autora se aproximó con una perspectiva de género al análisis sobre cómo las mujeres hacen frente a la reinserción laboral dadas las condiciones de vulnerabilidad por la falta de recursos financieros y por su baja escolaridad; el autoempleo en negocios financiados por el trabajo migratorio es una vía que permite trabajar y ganar autonomía económica. Esta investigación destaca porque hace uso del término “retornantes”, en lugar de retornadas, lo cual postula de manera explícita que en las trayectorias migratorias siempre está abierta la idea concreta y deseable de migrar a los países don­ de han estado, o bien buscar nuevos destinos, ya que emigrar es parte de su “universo de posibilidades”. Además, las narrativas obtenidas con la estra­ tegia de relatos cruzados dan cuenta de cómo la experiencia vital de retor­ nar y volver a migrar está inmersa en negociaciones en familia, con la pareja y no depende sólo de los factores económicos. Para finalizar, esta obra es una lectura obligada para los interesados en las experiencias de retorno y posretorno y constituye un buen balance del estado de la investigación sobre el tema; la amplitud del libro no sacrifica calidad ni relevancia. La reciente publicación del mismo se adecua a la te­ mática del presente número de Istor, la obra permite ampliar el panorama sobre las diversas experiencias posretorno en varios países de América La­ tina. Sin embargo, dado el espacio para la reseña, fue imposible mostrar todas las contribuciones y se eligieron sólo algunos capítulos, por eso espe­

6 “Retornar y comenzar de cero. Experiencias de peruanas retornantes de destinos intra-y extra -regionales”, (pp. 543-576). Lorena Izaguirre es candidata a doctora en Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Católica de Lovaina.

290 ¿Volver a casa? ro que el lector se aproxime a esta interesante publicación y pueda apreciar la rica discusión de conceptos, los posicionamientos en los debates recientes sobre retorno migratorio y los casos de investigación construidos con rigor metodológico y analítico.

Liliana Rivera Sánchez (ed.), ¿Volver a casa? Migrantes de retorno en América Latina. Debates, tendencias y experiencias divergentes, México, El Colegio de México, 2019, 667 pp.

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Cajón de Sastre

Jean Meyer

“Hay que ser poeta para ser historiador”: Le Moyne, De l’Histoire, 1670. “Las miserias del hospital, el vagabundeo de la gente arruinada, los trabajos forzados a perpetuidad, las expatriaciones al Guazacoalco…”, en La Peau de chagrín, Balzac evoca, en 1829, la colonización francesa fracasada y mortí­ fera de Coatzacoalcos. “La huella de Japón en la Revolución Mexicana”, por Aarón Barrera, en El Universal del lunes 20 de noviembre de 2017. Cita a Sergio Hernández Galindo, autor de varios libros sobre la migración nipona. La comunidad de migrantes japoneses tuvo grandes aportaciones antes, durante y después de los enfrentamientos: Los que vinieron de Nagano. Una migración japonesa a México. Y también La guerra contra los japoneses en México durante la Segunda Guerra Mundial. En 1926 la editorial neoyorquina Scribner tradujo Cuatro años bajo la Media Luna, testimonio del rival desconocido de Lawrence de Arabia: el venezo­ lano Rafael de Nogales Méndez. Nogales publicó en 1934 Memorias de un soldado de fortuna. Lord Allenby, el comandante británico que apoyó a Lawrence y tomó Jerusalén, lo calificó como su “antiguo y formidable ene­ migo” en el prefacio que escribió a Silk Hat and Spurs, obra nunca traducida al español. Nacido en 1879, participó del lado español, contra los america­ nos, en la guerra de Cuba; completó su formación militar en Alemania y Bélgica, enfrentó la dictadura de Gómez en Venezuela, lo que le valió un casi eterno exilio hasta 1936. Durante la Primera Guerra Mundial peleó en las filas otomanas, tanto en el frente ruso, al lado de los alemanes —ganó

293 JEAN MEYER una Cruz de Hierro—, como en el frente de Gaza, contra lord Allenby. Parece que estuvo presente al final de la Revolución Mexicana, antes de pelear al lado de Sandino, en Nicaragua, y publicar El saqueo de Nicaragua (Fernando Báez, “El rival desconocido de Lawrence de Arabia”, Confabulario, El Universal, 6 de agosto de 2017). They Shall Not Grow Old: documental de Peter Jackson (2019) sobre la vida y la muerte de los soldados ingleses que pelearon en el frente occidental de 1914 a 1918. Rescata material fílmico de la época. La Grande Guerre des Harlem Hellfighters, documental de François Reinhardt (2016). El 369 regimiento de infantería, creado en Harlem en 1916, estaba compuesto exclusivamente de afroamericanos. Fue el regimiento que más tiempo se quedó en primera línea (¿casualidad?), el primero que llegó al Rin, el más golpeado (de los 2 000 hombres iniciales sobrevivieron 725), el más decorado, desfiló en la Quinta Avenida el 17 de febrero de 1919. Lue­ go los Harlem Hellfighters, también conocidos comoMens of Bronze, Black Rattlers, fueron víctimas del racismo. 1917: il était une fois la révolution, documental de Bernard George (2017) sobre el largo y tumultuoso proceso que llevó a las revoluciones rusas de febrero y octubre de 1917. La posteridad recordó solamente Octubre y ol­ vidó que la revolución de Febrero pudo llevar a Rusia hacia otro destino. Lénine, Gorki: la révolution à contretemps, documental de Stan Neumann (2017) sobre las visiones opuestas del escritor y el líder, mezclando lecturas, ani­ mación y archivos. “Si te llevan primero y en mi ausencia, no olvides cortar el gas y la luz”. Recado de Nina para Savva, en la novela histórica de Vasili Aksionov, Mos- kovskaya Saga, 1994. Iliá Ehrenburg escribió una “Oración por Rusia”, citada en 1946 por Efraín González Luna: Señor, perdónanos, ten piedad de nosotros, No la abandones en su hora extrema. Ha probado todo y lo ha perdido todo,

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Déjala recuperar su aliento […] Déjala rescatar por una cálida cosecha Estos años infernales El sol de oro va a levantarse Y resucitarán las iglesias blancas y las cúpulas de azur.

Oscar Micheaux (1884-1951) fue autor de “películas raciales” en Estados Unidos, con “reparto totalmente negro para público negro”, entre 1915 y 1950. La compañía independiente Lincoln Motion Picture era ajena a los estudios de Hollywood y estaba administrada por gente negra entre 1916 y 1923; lanzó a Micheaux en 1919. Hizo 42 películas a lo largo de su vida; de manera póstuma, recibió en 1986 un premio especial, el “Golden Jubi­ lee Special Award” de la Directors Guild of America. Escribió siete novelas y varios cuentos, que adaptó para la pantalla.

Karen Blixen, le songe d’une nuit (2017), documental de Elisabeth Kapnist sobre la novelista danesa, autora de La granja africana (1937), adaptada al cine por Sydney Pollack, bajo el título Out of Africa, con Meryl Streep y Robert Redford.

Un abuelo de la novelista española Cristina Fallarás fue fusilado en 1936 y el otro formó parte de un pelotón de fusilamiento. La escritora publicó en 2018 la historia de su familia, Honrarás a tu padre y a tu madre (Anagrama). Su abuelo materno, Pablo Sánchez Larqué, uno de los bisnietos de Benito Juárez, llegó a coronel en tiempos de Franco. Lo pinta como un “zapoteco navarro”, de rasgos indios y casi dos metros de altura. Alférez a los veinte años, en las filas nacionalistas, ordenó el fusilamiento de Félix Pallares, el otro abuelo de Cristina. Veinte años después, el padre y la madre de la au­ tora, los hijos de esos dos hombres, se casaron sin saber nada.

Jeunesses hitlériennes. L’endoctrinement d’une nation (2017), documental de David Korn-Brzoza y Magda Goebbels, la première dame du III Reich (2017), documental de Antoine Vitkine. Ambos documentales presentan la ideología como el opio del pueblo (alemán). En 1939, nueve millones de jóvenes se encontraban en la Hitler-

295 JEAN MEYER jugend, versión nazi del movimiento scout. El autor entrevistó a muchos sobrevivientes que subrayan la capacidad de seducción de la HJ; uno de ellos, Salomón Perel, niño arrestado por los nazis, logró convencerlos de que era un huérfano alemán; la HJ lo sedujo al grado de “que olvidé que era judío”. En cuanto a Magda Goebbels, en su juventud compartió las ideas sio­ nistas de su amante Viktor Haim Arlozoroff, antes de ser fascinada por los discursos de Hitler y de Goebbels.

“Heidegger no dejó nunca de apoyar el nazismo” y manifestó un gran ta­ lento para borrar las huellas de su participación activa en el movimiento y el régimen. Fue miembro de la comisión para la filosofía del derecho, diri­ gida por Hans Frank, el verdugo de Polonia, desde 1934 hasta julio de 1942, es decir varios meses después de la adopción de “la solución final”, en enero ( Sidonie Kellerer, filósofa de la universidad de Colonia, Le Monde, 27 de octubre de 2017: 18).

Stalin se interesa personalmente y de cerca en la elaboración de los libros de texto; revisó personalmente el manual de historia de los años 1935-1940.

En 2019 se habló del aniversario siniestro del pacto germano-soviético, de agosto de 1939, y del inicio de la Segunda Guerra Mundial, en Polonia, unos días después. Por desgracia, no se pudo ver de nuevo el documental del inglés Laurence Rees (2009, 2 x 90 minutos) que ofrece testimonios desgarradores, imágenes raras y desconocidas. Negociaciones secretas: Stalin, los nazis y el Occidente es la obra del autor de varios libros y documentales sobre la Segunda Guerra Mundial. La primera parte va de 1939 a 1943 y uno puede descubrir la ocupación de la ciudad de Lvov/Lviv por el Ejército Rojo. Terrible, la entrevista de un exoficial delnkvd , que recuerda con precisión la masacre de los oficiales polacos en Katyn.

Por lo mismo, no deja de ser sorprendente la declaración del embajador de Rusia en México, don Viktor V. Koronelli, “Las causas de la tragedia” (El Universal, 31 de agosto de 2019) a propósito del aniversario del pacto ger­ mano -soviético: “el Kremlin se vio obligado a normalizar su situación con

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Berlín. En la situación del conflicto armado con Japón en el Oriente, los líderes soviéticos querían garantizar la seguridad nacional de su país. ”El 23 de agosto de 1939, la Unión Soviética firmó con Alemania el Acuerdo de no Agresión, también conocido como el Pacto Mólotov-Ribben­ trop. Este documento permitió ganar tiempo y prepararse para un enfren­ tamiento militar con el Tercer Reich, que ya se hizo inevitable.” Ni una palabra sobre el reparto de Polonia, cuyos documentos están aho­ ra reconocidos por el Kremlin. La culpa la tiene “la imprevisión de algunos líderes europeos, la incapacidad de superar sus ambiciones y prejuicios”.

Andrzej Rattinger: “Salvar polacos era la misión de mi papá, Wladyslaw Rattinger Wysocki” (El Universal, 31 de agosto de 2019). Su padre logró escapar de los nazis en los primeros días de la guerra para regresar a su ciu­ dad de Lvov/Lviv. Participó en la resistencia antes de caer preso de los so­ viéticos y pasar por tres campos en Siberia. El ataque de Hitler, en junio de 1941, le permitió incorporarse al ejército polaco del general Anders, en el frente occidental. Le tocó llevar a México un grupo de 800 personas que se establecieron en la hacienda Santa Rosa, cerca de León, Guanajuato.

Józef Czapski (1896-1993), otro polaco preso de los soviéticos en el invier­ no 1940-1941, es el autor de Tiempo perdido: Lecturas sobre Proust en un campo de concentración soviético. Publicado en francés en 1987 como Proust contre la déchéance y en inglés en 2018, como Lost Time: Lectures on Proust in a Soviet Prison Camp. Combatió en 1918, luego en la guerra de 1920 contra los so­ viéticos, en 1939 contra nazis y soviéticos, de 1942 a 1945 en el ejército Anders. Gran pintor y escritor. Para saber más: Eric Karpeles, Almost Nothing: The 20th Century Art and Life of Józef Czapski, New York Review of Books, 2018.

Les trois morts de Mussolini, documental de Emmanuelle Nobécourt, 2016. El final del dictador italiano, cuya versión oficial parece dudosa a varios historiadores. No se sabe quién lo mató, en cuáles circunstancias, ni por qué no se fugó en Suiza, cuando pudo hacerlo con la ayuda de los alemanes. Pierre Milza, en su Les derniers jours de Mussolini (París, Fayard, 2010), plan­ teaba los problemas y la cuestión del papel de los servicios secretos británicos.

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De Gaulle chez les Soviets, documental de Nicolas Jallot (2017). El autor cuen­ ta con sentido del humor la relación entre De Gaulle y Jrushchov durante la Guerra Fría. Recuerdo la larga visita oficial de Jrushchov a Francia, en 1960; durante once días, por primera vez, un jefe de Estado soviético estaba en Francia, recibido por multitudes entusiastas. Seis años después, le tocan a De Gaulle doce días en la URSS. Ambas visitas fueron muy mal vistas por Washington: en 1966, De Gaulle acababa de salir de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (otan). La invasión de Checoslovaquia en agos­ to de 1968 por las tropas del Pacto de Varsovia puso fin a esa luna de miel.

La Double Vie: petite histoire de la sexualité en URSS. Documental de Inara Kolmane (2017). Asombrosa película que, con documentos y entrevistas que van de 1918 a 1990 y de Riga y Kiev hasta Moscú y Vladivostok, pre­ senta la historia de la URSS a través de la sexualidad. De 1918 a la muerte de Lenin, una breve explosión: “todo es de todos, incluso la belleza del cuerpo”. O “cada mujer de las juventudes comunistas debe satisfacer los deseos sexuales de los muchachos de la juventud comunista”. Luego, cambio radical, monogamia obligatoria, el adulterio puede llevar al Gulag; después de la muerte de Stalin, oficialmente el sexo sigue siendo tabú y la homose­ xualidad severamente castigada (y de nuevo en la Rusia de Putin)…

En attendant les hirondelles, película francesa (2018) del argelino Karim Mous­ saoui, que presenta una radiografía muy fina y desesperada de los males de su país: corrupción generalizada, patriarcado todopoderoso, silencio sobre “la guerra sucia” que a partir de 1992 costó 200 000 muertos y 30 000 desaparecidos.

L’Insulte (2018), película del libanés Ziad Doueiri, que trata sobre la masa­ cre de los cristianos en Damur, en enero de 1976, por la Organización para la Liberación de Palestina (olp). Es muy conocida la masacre de los palesti­ nos de los campos de Sabra y Shatila, perpetrada por milicianos cristianos (en 1982) con la bendición del ejército israelí que había invadido Líbano. Las víctimas de Damur no han recibido el mismo tratamiento. Por eso la película, que ha tenido un gran éxito, es todo un acontecimiento. Intelec­ tuales palestinos han saludado ese trabajo de reconciliación de las memorias.

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Yan Lianke (Henan, 1958) es uno de los escritores contemporáneos chinos más reconocidos, controvertidos e independientes. Muchas de sus obras han sido censuradas en China, pero está traducido a veinte idiomas. Entre sus libros: El sueño de la aldea Ding; Al servicio del pueblo; Días, meses, años; Los besos de Lenin. El que más me impresiona es Los cuatro libros (2010) en la traducción al inglés The Four Books, Nueva York, Grove Press, 2015. Sobre el Gran Salto Adelante de 1958-1961.

Octubre de 2017: “Trump y Putin no tienen por qué estar demostrando quién la tiene más larga”, declara Nadya Toloknó, cantante de Pussy Riot, invitada del Hay Festival de Querétaro.

L’empire de l’or rouge, documental de Jean-Baptiste Malet y Xavier Deleu (2016) sobre la historia del jitomate y del capitalismo brutal que la dirige. Durante dos años, los autores dieron la vuelta al mundo para estudiar la producción y comercialización del jitomate. En 2017, Malet publicó el libro L’empire de l’or rouge, París, Fayard. Guerra a muerte entre China e Italia, con deslocalización de la producción y explotación feroz de los trabajadores.

Enero de 2018: El estreno de una polémica película histórica, Padmaavat, inflama el nacionalismo hindú. Los radicales se enfurecieron por la relación entre una reina hindú y un invasor musulmán, hace… siete siglos. Pal Amu, coordinador de comunicación del partido en el poder en el estado de Harya­ na, ofreció una recompensa de 1.2 millones de euros por la decapitación de la actriz y del director.

Festival de Cannes 2018: Ayka, película del director ruso Sergey Dvortsevoy cuenta el combate de una joven kirguiz en Moscú. Ayka es la kirguiz ile­ galmente residente en la capital de Rusia. Película tan hermosa como terri­ ble, con la fuerza insoportable de un documental sobre la brutalidad y la fealdad del mundo.

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Novedad ISTOR, año xx, número 80, primavera de 2020, no entró imprenta en los talleres de Impresión y Di­ seño, Suiza 23 bis, Colonia Portales Oriente, 03570, Ciudad de México. En su formación se utilizaron tipos Garamond 3 Medium de 12.6 y 11 puntos. anuncioistor.indd 61 30/03/20 19:00