Responsabilidad c i v i l y f e s t e j o s t a u r i n o s

001-006.indd 3 14/05/2009 16:31:51 Autor © 2009 Antonio José Quesada Sánchez

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Antonio José Quesada Sánchez

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Ín d i c e

1. Introducción ...... 9 .

2. Responsabilidad Civil y festejos taurinos en la jurisprudencia española ...... 15.

2 .1 . Sentencias del Tribunal Supremo ...... 19 2 .2 . Sentencias de las Audiencias Provinciales...... 73

3. Reflexiones jurídico-civiles sobre las cuestiones de interés...... 197 .

3 .1 . Diligencia del organizador del festejo...... 197 3 .2 . El riesgo que asume el interviniente en el festejo...... 208 3 .3 . Concurrencia de culpas...... 217 3 .4 . Posible aplicación del artículo 1905 CC a nuestro supuesto de hecho...... 219

4. Bibliografía básica ...... 221 .

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1. In t r o d u c c i ó n

Conforme avanzamos en la historia no cabe duda de que se concede una mayor importancia al ocio y a la calidad de vida en general. No se puede negar hoy día la existencia de una cultura del ocio y el hecho de que, con la intención de disfrutar cada vez más de dichos momentos, las actividades que se realizan son cada vez más variadas, con mayor grado de perfeccionamiento técnico y, en algunas ocasiones, incluso, peligrosas. El ocio y las actividades que se realizan durante el mismo, por tanto, pueden ser fuente de importantes daños para las personas y, por ello, origen de importantes indemnizaciones de cara a reparar daños de gran relevancia. En muchas de las actividades que se realizan como entretenimiento puede ponerse en riesgos la propia integridad de quien las practica, así como la de otras personas, pensemos en la práctica de deportes especialmente arriesgados (rafting, artes marcia- les, puenting, etc.), en la utilización de atracciones de ferias o en el caso de las distintas clases de festejos taurinos. Este último es el bloque de casos del que nos vamos a ocupar. En todas estas actividades quien participa lo hace libremente, asumiendo un riesgo evidente, pues la diversión tiene bastante de jugar con el peligro que se corre. En el caso que nos ocupa, el peligro se deriva de la inserción de toros y reses bravas en esta clase de entretenimientos1..

1. Sobre las reses bravas, como tales, vid. GUILLÉN GALINDO, M. A.: “Ordenación jurídica de los festejos taurinos tradicionales”, en BLANQUER CRIADO, D. y GUILLÉN GALINDO, M. A.: “Las fiestas populares y el Derecho”, Ed. Tirant lo Blanch, Valencia, 2001, pp. 332-338.

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En todos estos casos las personas intervinientes aceptan los riesgos pro- pios de la actividad, que es cuestión bastante diferente a la de aceptar los daños, que no son asumidos (aunque se conozca la posibilidad de pro- ducción de los mismos)2.. Respecto de dichos supuestos, se han apuntado diferentes clasificaciones de actividades en las que se asumen riesgos: resulta ya clásica la de TRIMARCHI, y últimamente esta cuestión ha sido sistematizada en España por MEDINA ALCOZ3.. Sin ánimo de profundi- zar en dichas categorías (actividades deportivas, transporte, espectáculos pirotécnicos, taurinos, etc.), baste indicar que los festejos taurinos son perfectamente insertables entre estos casos, y a ellos nos vamos a referir.

En nuestra cultura es bastante frecuente insertar en festejos arriesgados al toro, celebrándose desde encierros (al estilo de los de San Fermín, mundialmente conocidos) hasta capeas u otras atracciones4.. En este sentido, parece interesante repasar la más elemental regulación básica existente al respecto, regulación eminentemente administrativa. Así, es fundamental comenzar recordando la existencia de la Ley 10/1991, de 4 de abril, de Potestades Administrativas de Espectáculos Taurinos,

2. Encuadra el tema, con bastante detalle, MEDINA ALCOZ, M.: “La asunción del riesgo por parte de la víctima. Riesgos taurinos y deportivos”, Ed. Dykinson, Madrid, 2004, pp. 23-100 (origen de la figura, construcción del concepto, etc.). También un estudio de conjunto sobre la asunción de riesgos por la víctima en DÍEZ BALLESTEROS, J. A.: “La asunción del riesgo por la víctima en la responsabilidad civil extracontractual (Un estudio jurisprudencial)”, Actualidad Civil, 2000-4, pp. 1343-1382. 3. Sobre el trabajo de TRIMARCHI (TRIMARCHI, P.: “Rischio e responsabilità oggetiva”, Milano, Dott. A. Giuffrè Editore, 1961, p. 315) y la sistematización indicada, vid. MEDINA ALCOZ, M.: “La asunción del riesgo…”, cit., pp. 89-98. 4. Interesante análisis histórico-sociológico de estas fiestas en GUILLÉN GALINDO, M. A.: “Or- denación jurídica de los festejos taurinos tradicionales”, cit., pp. 253-262. Otro análisis sobre el tema, con tintes que también exceden lo jurídico, en MEDINA ALCOZ, M.: “La asunción del riesgo…”, cit., pp. 101-127. Allí se incide en la no inclusión en la Constitución de 1978 de la fiesta de los toros (que quizás pueda incluirse dentro de la genérica mención del artículo 46 al patri- monio cultural, entre otros), a los festejos taurinos en otras latitudes del planeta y a la distinción técnica entre corridas y otros festejos taurinos. También de interés, en este sentido, BLANQUER CRIADO, D.: “Libertad, responsabilidad y fiestas populares”, en BLANQUER CRIADO, D. y GUILLÉN GALINDO, M. A.: “Las fiestas populares y el Derecho”, Ed. Tirant lo Blanch, Valencia, 2001, pp. 30-47. Sobre los distintos tipos de fiestas taurinas, vid. GUILLÉN GALINDO, M. A.: “Ordenación jurídica de los festejos taurinos tradicionales”, cit., pp. 317-321.

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en la que, pese a centrarse en otras cuestiones, late la necesidad de protección de los asistentes. En este sentido, el artículo 2.3 indica que “La celebración de fiestas taurinas en plazas de toros no permanentes, así como en lugares de tránsito público, requerirá previa autorización del órgano administrativo competente y será comunicada, en todo caso, al Gobernador Civil, con los plazos de solicitud y resolución previstos en el número anterior. Se denegará la autorización cuando la plaza o el espectáculo no reúnan los requisitos o se entienda que existen razones fundadas de que puedan producirse alteraciones de la seguridad ciuda- dana. / En todo caso, la autorización para celebrar estas fiestas requerirá la existencia de las instalaciones y servicios sanitarios adecuados para atender cualquier emergencia que pueda producirse, de acuerdo con lo previsto en el artículo 3 de esta Ley. / Los requisitos y condiciones que deberán cumplirse para garantizar la seguridad de las personas y bie- nes y evitar perturbaciones innecesarias del uso común de los lugares de tránsito público, se establecerán reglamentariamente”.

Por su parte, el artículo 10.2 señala que “Se establecerán las condi- ciones para que puedan ser autorizados los encierros tradicionales de reses bravas, la suelta de reses para fomento y recreo de la afición y el toreo de vaquillas, con el fin de evitar tanto accidentes y daños a perso- nas y bienes como el mal trato de las reses por los participantes en tales festejos”. En este sentido, el artículo 91 del Real Decreto 145/1996, de 2 de febrero, por el que se aprueba el Reglamento de Espectáculos Taurinos, establece una regulación bastante detallada. Señala así:

“Los demás festejos taurinos populares en los que hayan de correrse reses se sujetarán a las siguientes reglas:

1. La empresa solicitará autorización del Gobierno Civil (hoy Subdele- gación del Gobierno), al menos, con cinco días de antelación a la celebración del espectáculo o festejo. Junto con la solicitud en el modelo que, en su caso, se establezca, se acompañará la siguiente documentación:

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a) Sucinta memoria, favorablemente informada por el Ayunta- miento, en la que se acredite la tradición popular del festejo o su justificación.

b) Certificado del arquitecto, arquitecto técnico o aparejador, en el que se haga constar expresamente que las instalaciones a utilizar con motivo del festejo reúnen las condiciones de seguridad y solidez suficientes.

c) Certificado emitido por el órgano administrativo competente, en el que se haga constar que los servicios, médicos e instalaciones para los mismos se ajustan a lo dispuesto en las normas aplicables.

d) Certificaciones del Libro Genealógico de la Raza Bovina de Li- dia relativas a las reses que hayan de ser lidiadas.

e) Póliza de seguro colectivo por la cuantía suficiente para cubrir cualquier riesgo o accidente que con motivo del festejo pueda producirse.

f) Contrato con un profesional taurino inscrito en las Secciones I o II del Registro, o en la condición de banderillero de la categoría primera de la Sección V, que actuará como director de la lidia, para auxiliar a los que tomen parte en la fiesta.

2. Una hora antes de comenzar cualquier festejo taurino de esta mo- dalidad, deberá comprobarse por el jefe del equipo médico que se encuentran dispuestos los servicios médico-sanitarios y una ambu- lancia equipada con los elementos precisos para ejecutar el traslado de heridos o accidentados.

Asimismo, se comprobará por los agentes municipales, en el caso de que el festejo se desarrolle o transcurra por vías urbanas, que éstas se encuentran aisladas en las condiciones previstas que eviten que se des-

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manden las reses, así como que dichas vías estén libres de obstáculos que dificulten el paso de las reses y de los participantes.

3. El día antes de la celebración del festejo, las reses deberán ser reconocidas por los veterinarios de servicio para determinar su estado sanitario, su identificación en relación a las Certificaciones del Libro Genealógico y que cumplan los requisitos señalados en el presente Reglamento para este tipo de festejos.

4. Durante la celebración del festejo, el diestro profesional, director de lidia, deberá estar auxiliado, al menos, por tres colaboradores voluntarios capacitados, debidamente identificados, o de 10 si se trata de encierros, para evitar la huida de las reses fuera de los sitios acotados, auxiliar a los participantes y controlar el trato adecuado de los animales.

5. Por los promotores y los Ayuntamientos, cuando el festejo se desa- rrolle por vías públicas, se dictarán y anunciarán suficientemente cuantas medidas sean precisas en garantía de las personas o bienes, con prohibición absoluta de actuaciones que impliquen el maltrato y sufrimiento injustificado de los animales, sancionándose la infrac- ción de las normas relativas a la materia.

6. Al finalizar estos tipos de festejos, en todo caso, se dará muerte a las reses, sin presencia de público”5..

Por tanto, los convocantes deben asumir una serie de deberes admi- nistrativos que determinan cómo el festejo se desarrollará conforme a

5. En el antiguo texto regulador, Real Decreto 176/1992, de 28 de febrero, el artículo 26.h incluía estos festejos entre los festejos taurinos, y el artículo 93 recogía la regulación hoy presente en el citado artículo 91. Vid. la interesante reflexión sociológica que se realiza en la STS 10-2-2003 (M. A. 1079, Fundamento de Derecho Primero). Sobre la condición de fiesta popular o tradicional, vid. GUILLÉN GALINDO, M. A.: “Ordenación jurídica de los festejos taurinos tradicionales”, cit., pp. 321-328.

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Derecho, aunque debe destacarse que ello no debe prejuzgar que dicho convocante haya obrado diligentemente desde el punto de vista civil, pues es algo que habrá que estudiar en cada caso concreto6.. En cada caso habrá que determinar si los profesionales intervinientes fueron diligentes y, si por tanto, lo fue el organizador en último término.

Dentro de ese marco normativo nos encontraremos también con regu- lación autonómica que debe ser tenida en cuenta, aunque a los efectos de encuadre de la cuestión nos resulta más útil simplemente la citada regulación estatal7..

En nuestra investigación pretendemos repasar cómo nuestros tribu- nales se han ocupado en sus numerosas Sentencias de la cuestión de los daños sufridos en estos festejos, si los intervinientes deben asumir los riesgos, si el organizador debe soportar la reparación de dichos daños y todas aquellas cuestiones genéricas de configuración de las relaciones que surgen o se crean.

6. En este sentido se expresará la STS 30-4-1984, que estudiaremos a continuación, así como GA- LLEGO DOMÍNGUEZ, I.: “Responsabilidad civil extracontractual por daños causados por ani- males”, Ed. Bosch, Barcelona, 1997, pp. 122-123. 7. Por ejemplo, debe conocerse la existencia de normas como el Decreto Foral 429/1992, de 29 de junio, el Decreto del Gobierno Valenciano 148/1998, de 22 de septiembre o el Decreto del Gobier- no de Castilla y León 14/1999, de 8 de febrero. Sobre la cuestión competencial y la relación entre regulación estatal y regulaciones autonómicas, vid. GUILLÉN GALINDO, M. A.: “Ordenación jurídica de los festejos taurinos tradicionales”, cit., pp. 263-317.

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2. Responsabilidad Ci v i l y f e s t e j o s t a u r i n o s e n l a j u r i s p r u d e n c i a e s p a ñ o l a

En el campo en que nos vamos a conducir resultan fundamentales los pronunciamientos judiciales existentes, y por tanto consideramos oportuno repasar los más sugerentes de entre los mismos antes de re- flexionar sobre estas cuestiones.

En primer lugar, repasaremos las más importantes Sentencias del Tribu- nal Supremo acerca de nuestro tema8.. Obviaremos aquellas Sentencias que, pese a ocuparse de casos similares, no aportan argumentaciones excesivamente relevantes9., o aquellas que no se dedican expresamente

8. Interesante recorrido, hasta 2002, en MEDINA ALCOZ, M.: “La asunción del riesgo…”, cit., pp. 127-170 y hasta momentos posteriores en ORTÍ VALLEJO, A.: “La responsabilidad civil en la práctica de actividades de ocio peligrosas”, en REGLERO CAMPOS (coord.): “Tratado de Res- ponsabilidad Civil”, Thomson-Aranzadi, Navarra, 2006, pp. 1657-1660. 9. Vid. por ejemplo, Sentencias del TS como las SSTS 2-12-1998 (M. A. 8787), 18-4-2000 (M. A. 2672) ó 30-5-2008 (M. A. 4165). Así, la STS (3ª) 18-12-1986 (M. A. 8115) se ocupa de resolver un caso en el que unos aficionados son lesionados por una vaquilla en un festejo organizado por el Ayuntamiento. Los considerandos de la Sentencia apelada son claros a la hora de establecer la necesaria responsabilidad de la Administración por la negligencia producida (Considerandos Cuarto a Séptimo: “… pero como omitió tal diligencia y se inicio la corrida en deplorables condi- ciones de seguridad, como ha quedado probado en autos ya que el vallado provisional colocado al efecto era totalmente inadecuado a los efectos de conseguir un perfecto aislamiento del recinto en que tenía lugar la corrida del espacio destinado a los espectadores, no puede caber duda alguna, una de las vaquillas pudo fácilmente alcanzar al infortunado espectador ahora recurrente con las consecuencias que relatadas quedan”). Los Fundamentos de Derecho admiten la responsabilidad administrativa existente. Por su parte, la STS (3ª) 26-6-1990 (M. A. 5703) establece la responsabi-

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a nuestro objeto de estudio10..

lidad de la Administración (Fundamento de Derecho Primero) y fija la cantidad de indemnización (Fundamento de Derecho Segundo), sin que existan argumentaciones relevantes dignas de incluir en este momento. A éstas deben añadirse otras de idéntica jurisdicción, como las SSTS 11-5-1992, 23-5-1995, 17-12-2000, 14-12-2000 ó 3-5-2001. 10. En este sentido, alguna Sentencia resulta especialmente interesante, como por ejemplo, la STS 16-12- 1988 (M. A. 9469). Esta Sentencia se ocupa de un supuesto de accidente en tendido eléctrico, pero en su Fundamento de Derecho Tercero no aplica la teoría del riesgo, con argumentos que pueden ser de interés en nuestro ámbito de estudio. Establece así el citado Fundamento: “La proyección jurídica de la resultancia fáctica que se deja relatada, que por la razón indicada al comienzo del anterior fundamento se mantiene indemne en casación, no puede ser otra, a través de su adecuada valoración, que la ofre- cida por la Sala de Instancia en su sentencia, en cuanto aunque se trate, como pretende el recurrente, de aplicar la doctrina de este Tribunal de presumir “culposa toda acción u omisión generadora de daño indemnizable a no ser que el agente demuestre haber procedido con la diligencia debida según las circunstancias del lugar y tiempo, demostración que no se logrará mediante el cumplimiento de las disposiciones reglamentarias”, al hacer tal alegación parece olvidar o desconocer: a) Que la doctrina de esta Sala no ha objetivizado en su exégesis del artículo 1902 del Código Civil su criterio subjetivista y sí, únicamen- te, para su más adecuada aplicación a las circunstancias y exigencias del actual momento histórico, ha procurado corregir el excesivo subjetivismo con que venía siendo aplicado; b) Que por otra parte, dicha corrección, bien se opere a través de la aplicación del principio del “riesgo”, bien de su equivalente del de “inversión de la carga de la prueba”, nunca elimina en dicha interpretación los aspectos no radical sino relativamente subjeti- vistas con que fue redactado por los legisladores de 1889, razón por la cual, si bien en aquellos casos en que aun cumpliéndose los requisitos reglamentarios la prueba practicada pone de relieve la existencia de descuidos, negligencias o abandonos en el curso de la actividad, labor o servicio en cuyo desarrollo se produce el evento dañoso indemnizable, la persona física o social correspondiente deberá responder de ellos al amparo bien del artículo 1902 bien del 1903 del Código Civil. Ello, no es sin embargo causa ni motivo para que tal obligación surja siempre, dado que también y como tiene proclamado esta Sala, es de tener muy en cuenta la conducta de quien sufrió el daño, de tal modo que cuando ésta sea fun- damentalmente determinante de dicho resultado, indudable resulta por aplicación de los principios de la Justicia distributiva, conmutativa y social así como el de la seguridad jurídica, que no existiendo en nuestro Derecho positivo la figura de la denominada responsabilidad objetiva (verdadera obligación legal de indemnizar) en su estricto y exacto significado de responsabilidad civil talional y menos aún en el Código Civil, cuando como aquí ha acontecido y quedó probado no sólo la entidad demandada GESA ha cumplido, hasta la saciedad, las exigencias reglamentarias, sino que además el resultado se ha producido exclusivamente por la actividad de la víctima, aunque la conducta de la misma en este caso no debe ser calificada de negligente y sí de natural, dada su edad (once años), ello, a la vez que refuerza la ausencia de culpa por parte de GESA acredita la concurrencia en el supuesto examinado de unas circunstancias excepcionales en orden a la producción del resultado lesivo, representadas en este caso por esas siempre impensadas y por ello fuera de los límites de la “debida y adecuada conducta del buen padre de familia” e incluso del denominado “sentido común”, inherentes y características de la conducta y reacciones de los menores, concretamente, en este caso, del niño que sufrió el desgraciado accidente, razones estas que impiden acceder a lo solicitado por el recurrente, ya que ello equivaldría a la aplicación rígida y estricta de la responsabilidad objetiva, en una medida que ni siquiera en la normativa de los accidentes derivados de vehículos de motor e incluso nucleares es admitida”. También la STS 21-7-1998 (M. A. 6196) es de gran interés, especialmente en sus Fundamentos de Derecho Primero y Segundo: “PRIMERO.- El único motivo del recurso acusa la infracción del artículo 1902 CC (bajo el ordinal 4 del artículo 1692 LEC). Sin embargo, de los hechos probados no se infiere

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En segundo lugar, dedicaremos atención a las Sentencias de Audiencias Provinciales que puedan resultar igualmente sugerentes11.. Descartare- mos también algunas Sentencias que pueden tener cierto interés, pero que no se ocupan de cuestiones taurinas12., así como aquellas cuyos

que el Ayuntamiento demandado sea responsable del desgraciado accidente que origina las actuacio- nes. Según los antecedentes del caso el demandante y recurrente que asistía el 14 de septiembre de 1991 a las “fiestas patronales” de Minglanilla, recibió en el ojo izquierdo el impacto de un petardo sufriendo, como consecuencia, una seria lesión por quemadura de la conjuntiva. Mas como establece la sentencia recurrida: a) en ningún momento se supo quién lanzó la carretilla que causó las lesiones en el ojo del actor; b) el lanzamiento de las carretillas no constituye un “acto oficial” del Ayuntamiento, como alega el actor, pues tal práctica consuetudinaria no la organiza, subvenciona, dirige ni controla el Ayuntamiento -a diferencia de otros festejos-, sino que se lleva a cabo en todo su desarrollo por los particulares, quemando las carretillas que ellos individualmente compran; sin que la circunstancia de que la primera la lance el Alcalde desde un balcón, como mera deferencia, atención o costumbre, sea suficiente para reputar aquella peligrosa distracción como un acto oficial; c) las vallas que se colocan en la Calle Real, se ponen para impedir que las vaquillas que se sueltan en ella puedan salir de ese recinto y para ofrecer a los que deseen participar en la tirada de carretillas un espacio libre, que evite crear pe- ligro a otras personas que decidan no participar en ello; medida de precaución que ha de considerarse como expresión de la diligencia suficiente que las circunstancias requerían para advertir y prevenir a las gentes de posibles eventos dañosos, sin que sea dable exigir una mayor diligencia a tenor de las cir- cunstancias; d) el actor dice en su demanda que las “carretillas de fuego” se desplazan con gran rapidez y altura en todas direcciones, con lo que estaba reconociendo el peligro que conllevaba la posibilidad de que tales petardos saltasen la valla, y, consecuentemente, aceptaba el eventual riesgo que suponía su inmediata proximidad al lugar; e) por todo lo cual no cabe estimar, por improbada, la culpabilidad del Ayuntamiento en tal festejo, susceptible de generar la consiguiente responsabilidad respecto a la lesión sufrida por el demandante. / SEGUNDO.- Faltan, en consecuencia, los elementos fácticos en que apoyar la relación de causalidad, con la imputación o el reproche culpabilístico, que acarrea el suceso, anudándolo a una acción u omisión atribuible al Ayuntamiento, pues, con independencia del peligro que generan algunas de estas costumbres locales, de alcance lúdico y festivo, los vecinos y asistentes aceptan los riesgos derivados de los festejos, participando activamente en éstos sin que la opinión pú- blica concernida tienda a impedir su celebración, o limitar su alcance, por lo que mal pueden achacarse al Ayuntamiento las consecuencias de unos actos, queridos por los vecinos y asistentes a los mismos”. 11. Vid. el resumen de ORTÍ VALLEJO, A.: “La responsabilidad civil…”, cit., pp.1660-1661. 12. En este sentido, por ejemplo, la SAP Cádiz (Sección 1ª) 28-10-1999 (AC/1999/7108), en cuyo Fundamen- to de Derecho Segundo realiza una interesante reflexión acerca de la creación del riesgo: “En efecto, la responsabilidad extracontractual definida en el artículo 1902 del Código Civil requiere, para ser aprecia- da, la concurrencia de una conducta culposa o negligente, bien de índole personal o bien por parte de los sujetos por los que se debe responder, la realidad del daño producido y la relación de causa-efecto entre éste y la expresada conducta o actividad; en tal sentido, constante y reiterada doctrina jurisprudencial subraya que el principio de responsabilidad por culpa es básico en nuestro ordenamiento positivo, de tal suerte que se da la necesidad ineludible de que el hecho pueda ser reprochado culpabilísticamente al eventual responsable, y si bien es cierto que la Jurisprudencia ha evolucionado en el sentido de objetivizar dicha responsabilidad, no lo es menos que tal desarrollo se ha hecho moderadamente, recomendando una inversión de la carga de la prueba, pero sin excluir aquel principio, y acentuando el rigor de la di- ligencia requerida, según las circunstancias del caso, de manera que ha de ser extremada la prudencia,

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argumentos no aportan excesivas novedades argumentativas, pese a estar referidas al ámbito taurino13. (tampoco nos ocuparemos con deta-

para evitar el daño, mas sin erigir el riesgo en fundamento único de la obligación de resarcir; en definiti- va, se ha ido evolucionando hacia una minoración del culpabilismo originario, a un sistema que sin hacer plena abstracción del factor moral o psicológico y del juicio de valor sobre la conducta del agente, acepta soluciones cuasi-objetivas demandadas por el incremento de las actividades peligrosas consiguientes al desarrollo tecnológico y al principio de que ha de ponerse a cargo de quien obtiene el provecho la indem- nización del quebranto sufrido por el tercero (Sentencias del TS de 5 de febrero de 1991, 19 de julio de 1993, 8 de octubre de 1996, 26 de septiembre de 1997 y 9 de marzo de 1998, entre otras muchas). / Por lo demás ha de tomarse en consideración que aun cuando en la responsabilidad extracontractual basada en la creación del riesgo se difumina el concepto de culpa en el sentido clásico, ofrece sin embargo y por lo general un principio de imputación positiva, basada en una actuación voluntaria mediata o indirecta respecto del hecho productor del daño, que constituye el fundamento de dicha responsabilidad e impide caer en una primitiva responsabilidad por el mero resultado (Sentencias de 31 de diciembre de 1996, 13 de abril y 17 de septiembre de 1998); y de otra parte, no es ocioso reseñar que dicha doctrina o teoría del riesgo se refiere y concreta a aquellos supuestos en los que verdaderamente se someta a consideración una actividad creadora de riesgos para las personas, que exija la adopción de medidas de prudencia y seguridad tendentes a evitar la actualización del daño (vid. Sentencias del Alto Tribunal de 1 de abril de 1997 y 14 de noviembre de 1998)”. También la SAP Valencia (Sección 7ª) 12-1-1998 (AC/1998/14), sobre daños sufridos en Fallas, o la SAP Alicante (Sección 6ª) 10-6-2002 (AC/2002/1962), sobre daños sufridos por un señor que cae en un barranco. En este último caso, después del didáctico Fundamento de Derecho Segundo, el Fundamento de Derecho Tercero es bastante gráfico: “Tanto la responsabilidad basada en el riesgo como la objetivación de la responsabilidad por culpa extracontractual, exige que la propia víctima no se interfiera en la cadena causal, como se pronunció la STS 19-10-1988, y en el mismo sentido la STS 28-10-1988. La culpa de la víctima exonera al agente, cuando es único fundamento del resultado, rom- piendo el nexo causativo, pues por manifiesto ha de tenerse que en tal supuesto no autorizan la condena de otro el precepto legal, la equidad, ni la lógica, precisa la Sentencia de fecha 27-5-1982. / La prueba de la responsabilidad exclusiva de la víctima corresponde a quien la alega. Prueba que en el presente caso queda, cumplidamente acreditado, que la caída en el barranco se debe a la imprudencia del actor; el cual conocía el lugar y la existencia del barranco por consiguiente el peligro que el mismo suponía; sin embar- go sale del local donde se celebraba la boda a pasear con su novia, en lugar de dirigirse por la calle Sor Elena P., que está pavimentada e iluminada, se dirige a pasear por una calle oscura y de tierra que bordea al barranco y cuyo peligro no puede ignorar al conocer el lugar. Allí siente necesidad de orinar y lejos de acudir a los aseos del local donde se celebra la boda, que se encuentra a sólo 50 metros, se aproxima al borde del precipicio para orinar en el barranco, tan próximo al borde del mismo, que cedió el terreno precipitándose al vacío. / Que el actor fuera ebrio por la ingestión de bebidas alcohólicas, o fuera sobrio es irrelevante; más bien si estaba sobrio su responsabilidad es mayor, al ser más consciente del peligro que corría y que asumía con plena lucidez. / En razón de lo expuesto procede la estimación del recurso de apelación, la revocación de la sentencia de instancia y la desestimación de la demanda, con expresa impo- sición de las costas causadas en primera instancia al demandante, sin hacer especial pronunciamiento de las de esta alzada. / Vistos los preceptos legales citados y demás de general aplicación”. 13. En este sentido, por ejemplo, SAP Navarra 21-9-1994 (AC/1994/1394), SSAP Navarra (Sección 3ª) 2-2-1998 (AC/1998/3786), 9-3-1998 (AC/1998/4337) y SAP Valencia (Sección 8ª) 8-10-2007, que reflexiona sobre el vallado del trayecto y no encuentra negligencia alguna al respecto.

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lle de alguna que otra Sentencia del orden penal14.).

Por último, no está de más recordar que en las Sentencias que vamos a tratar las cursivas que incluimos son nuestras: las incluimos con la intención de destacar las partes más sugerentes de las citadas Senten- cias, aquellas que nos resultan de mayor interés de cara al tema que estudiamos.

2.1 Sentencias del Tribunal Supremo

- STS 30-4-198415.. Estamos ante la primera gran Sentencia del TS sobre los daños causados en un festejo taurino (el “antes” sobre el tema, de ese “antes y después” que apuntara en su día DÍEZ-PICAZO16.). Después de que el Considerando Primero fijase los hechos, y el Considerando Se- gundo encuadrase la cuestión (“…con olvido de que el riesgo derivado del encierro incluye no sólo el que provenga directamente de las llamadas vaquillas sino de otras reses que las acompañaban como necesarias, según es usual en las circunstancias en que el accidente ocurrió, y que cabe perfectamente dentro de una interpretación lógica del contrato al amparo de los arts. 1287 y 1288 CC pues efectivamente la expresión “riesgos derivados del encierro de diez vaquillas” no se limita a los daños que éstas causen sino a todos los que de una forma inmediata se relacionen con ese acontecimiento; entre los que figura sin duda el daño ocasionado por las reses que cubrían la carrera de las llamadas “vaquillas”, cuyo tamaño y peligrosidad no consta probado”), el Considerando Tercero resuelve la cuestión que nos interesa:

14. En este sentido, por ejemplo, la SAP Jaén 17-4-1996 (ARP/1996/1061), que incide en la responsa- bilidad del convocante del festejo, que en todo momento debe actuar diligentemente (F. D. 3 y 4). La SAP Ávila 4-6-1998 (ARP 1998/2632), por su parte, deslinda responsabilidades y no convierte en responsable al convocante, sino a los profesionales responsables de cada tarea (F. D. 4). 15. M. A. 1974. 16. DÍEZ-PICAZO, L.: “Derecho de daños”, Ed. Civitas, Madrid, 1999 (reimpresión, 2000), p. 29.

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“CDO.: Que en el segundo y último de los motivos se alega, al amparo del art. 1692-1.º de la L. E. Civ., la infracción del art. 1905 CC, “in- fringido por el concepto de violación por inaplicación”, llegándose a la conclusión en el desarrollo de este motivo de que los daños se debieron a culpa exclusiva de la víctima; motivo que ha de seguir la misma suerte desestimatoria que el anterior, en cuanto que, desde el punto de vista formal, se suscita también una cuestión nueva, ya que el precepto invo- cado no fue alegado en los escritos expositivos del proceso, lo que daría lugar sin más a este momento procesal a la desestimación del motivo; y, además, desde el punto de vista material, su fracaso es igualmente evi- dente, ya que: a) en verdad la realización de un encierro de reses bravas dentro de una población implica un claro riesgo para muchos de sus moradores, aunque no piensen aproximarse a las reses, con la consiguiente responsabilidad por riesgo para quienes lo organizan, como el Ayuntamiento demandado, y es conforme a la justicia distributiva que la coacción social y consiguiente respon- sabilidad que impone la asunción de peligros por los perjudicados sea desplaza- da sobre aquel que, si bien de forma lícita y permitida, ha creado los riesgos; y aunque nada se objete a la licitud de estas conductas, no es justo que la comunidad, o los individuos que la integran, soporten los riesgos específicos no controlables, siendo indiferente que el causante del daño, por acto propio o de aquellas personas de quienes debe responder, esté o no autorizado por acto de la Administración, en este caso por el Gobernador civil de la provincia; b) no es procedente alegar infracción alguna del art. 1905 CC por la sentencia recurrida, respecto de cuyo precepto ha declarado esta Sala -S. de 26 enero 1972- que declara una responsabilidad “totalmente objetiva”, y en el supuesto “sub judice” nada se probó acerca de una conducta del lesionado y fa- llecido que pudiera calificarse de culposa y menos con la exclusividad que postula el recurso, pues los hechos probados acusan un defecto en el control de las reses por parte de los dependientes de la Corporación demandada, defecto suficiente no ya para declarar una responsabilidad por riesgo con visos de objetiva, sino incluso para sostener una responsabilidad subjetiva o por culpa “in operando” y con el mismo matiz subjetivista al amparo del art. 1903, párrafo 4.º, para dicha Corporación por culpa “in vigilando” o “in eligendo””.

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- STS 17-5-199417.. En esta Sentencia se trata de resolver el asunto de una cogida mortal en unos festejos en Villalbilla, y los Fundamentos de Derecho Sexto y Octavo son fundamentales:

“SEXTO.- En el motivo primero, con la misma sede procesal que el anteriormente examinado y denunciando infracción de los artículos 1902 y 1903 CC, los demandados, aquí recurrentes, vienen a sostener, en esencia, que el resultado letal producido fue debido a la única y exclusiva imprudencia de don Andrés P. J., al lanzarse al ruedo antes de finalizar la novillada, sin que el Ayuntamiento codemandado pudi- era hacer nada para evitarlo. El expresado motivo ha de ser también desestimado, pues la sentencia recurrida, como antes la de primera instancia, declara probado que el Ayuntamiento codemandado (que ac- tuaba, repetimos, como empresario) ni en el montaje de la plaza de toros cir- cunstancial (no permanente), que instaló en una plaza pública del pueblo, ni durante el desarrollo de la lidia adoptó todas las precauciones exigibles para evitar que los espectadores pudieran invadir el ruedo antes de la finalización de la misma, cuyo hecho probado ha de ser mantenido aquí invariable, al no haber sido desvirtuado por medio impugnatorio adecuado para ello, de cuya idoneidad carece el presente motivo (articulado por el antiguo ordinal quinto), que sólo es hábil para someter a la revisión casacional los elementos jurídicos de la culpa o imprudencia, pero no el integrante fáctico de la misma, a cuyo ámbito pertenece el expre- sado hecho que la sentencia recurrida declara probado, del que fluye la imprudencia (“quaestio iuris”) enjuiciada, y ello sin perjuicio de la evidente conducta culposa en que también incurrió el infortunado hijo del demandante, a la que nos referiremos al examinar el recurso por éste interpuesto”.

“OCTAVO.- Como ya se tiene dicho, la sentencia aquí recurrida de- clara probado que el resultado producido fue debido, no sólo a la ya

17. M. A. 3588.

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examinada negligencia del Ayuntamiento demandado, sino también a una conducta culposa de la víctima, por lo que, apreciando la referida concurrencia de culpas, modera la responsabilidad de dicho demandado y reduce la cuantía indemnizatoria a cuatro millones de pesetas. A combatir dicho pronunciamiento se orienta el único motivo integran- te del recurso interpuesto por el demandante, con sede procesal en el ordinal quinto del artículo 1692 de la Ley de Enjuiciamiento Civil (en su redacción anterior a la hoy vigente), por el que se denuncia textualmente “infracción por interpretación errónea del artículo 1902 del Código Civil y de la jurisprudencia interpretativa del mismo, exactamente de la Sentencia de fecha 16 octubre 1989, de la de 9 junio y de la de 8 marzo de igual año”. En el alegato integrador de su desarrollo, el recurrente parece sostener que cuando aparece probada la culpa o negligencia del agente, no cabe apreciar la concurrente conducta culposa de la víctima para atenuar la responsabilidad de aquél. Después de hacer constar que las tres sentencias que invoca el recurrente no guardan relación alguna con el presente caso litigioso, pues en ellas no se contempla supuesto alguno de concurrencia de culpas, el expresado motivo ha de ser rechazado, ya que es reiterada doctrina de esta Sala la de que cuando concurren la culpa del agente y la del perjudicado o víctima, los Tribunales deben moderar la res- ponsabilidad del primero y reducir en proporción su deber de indem- nización, repartiendo el daño con el perjudicado (Sentencias de 21 junio 1985, 7 diciembre 1987, 1 febrero 1989, 26 marzo 1990, 7 junio 1991 y 24 diciembre 1992 , por citar algunas), concurrencia de culpa que es incluso apreciable por los juzgadores de la instancia aunque no la pida el demandado (Sentencias de 18 octubre 1982, 22 abril 1987 y 7 junio 1991), siendo éste el supuesto aquí contemplado, en el que aparece probado que hubo una clara y evidente, aunque no exclusiva, conducta culposa por parte del perjudicado, al invadir el ruedo antes de la terminación de la lidia, por lo que la sentencia recurrida ha he- cho una correcta aplicación de la expresada doctrina jurisprudencial, al moderar la responsabilidad del agente en los términos y cuantía en que lo ha verificado”.

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- STS 3-2-199518.. En el caso tratado en la presente Sentencia se pro- ducirá una concurrencia de culpas, entre el Ayuntamiento organizador del festejo y el dañado que actuó imprudentemente. Después de que el Fundamento de Derecho Primero detallase con detenimiento los hechos, el Fundamento de Derecho Cuarto es útil a nuestros efectos:

“CUARTO.- El recurso interpuesto por el Ayuntamiento de Soria consta de un solo motivo por infracción de ley, al amparo del número 5 del artículo 1692 de la Ley de Enjuiciamiento Civil, “infracción de los artículos 1902 y 1903 y jurisprudencia que los interpreta”, por aplica- ción indebida, por cuanto según el recurso “de los hechos acreditados según la sentencia recurrida no se puede inferir la responsabilidad del Ayuntamiento recurrente, en primer lugar por no poder ser considera- da culpable la conducta de aquél y, en segundo lugar, por faltar el nece- sario nexo causal entre esa conducta y el resultado dañoso”. El motivo debe ser desestimado, toda vez que se parte de una situación fáctica no acreditada en autos, cuando de éstos resulta que, según apreciación de la Sala “a quo”, fueron insuficientes las medidas de seguridad adoptadas para prevenir y evitar accidentes, por la falta de control de entrada de personas y su libre trámite por el callejón y por la insuficiente iluminación de la plaza; todo lo que supuso la creación de unos riesgos que se plasmaron en el accidente, perfectamente previsible, sufrido por el demandante, siendo la corporación recurrente la titular de la esfera de riesgos en que tuvo lugar el daño derivado de circunstancias objetivas en que se realizó un hecho previsi- ble. Por otro lado, este Tribunal (Sentencias, entre otras, de 15 noviem- bre 1967, 17 marzo 1981, 16 junio 1983 y 12 junio 1968), partiendo de la intangibilidad de los hechos apreciados por la Sala “a quo” y del acatamiento a los mismos, permite que en casación puedan valorarse jurídicamente las conductas, como cuestión de derecho, estableciendo un juicio comparativo entre la actuación de la Corporación recurrente causante de las circunstancias en que ocurrió el hecho, con insuficien-

18. M. A 737.

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cia de medidas para evitarlo, y la de una persona diligente, o entre su conducta y la que imponían determinados reglamentos. Doctrina esta que se adhiere al criterio seguido con anterioridad (así en Sentencia de 22 febrero 1946) que funda y reconoce la causalidad adecuada como problema de imputación y culpabilidad. Todo lo que revela como des- acertado el aserto de atribuir error de derecho a la sentencia recurrida, con olvido del sentido que esa infracción tiene en la jurisprudencia de esta Sala referida a las normas sobre apreciación de la prueba, cuyo carácter no tienen los artículos 1902 y 1903, invocados en este recurso; infringidos, dada su condición de persona jurídica, por la recurrente que incurrió en culpa “in vigilando” e “in eligendo” respecto de las personas físicas de que se sirvió. El matiz cuasi objetivo, sin exclusión de la culpa, de la responsabilidad de la recurrente impide, por último, apreciar fuerza mayor o caso fortuito como decisivos en la causación de los daños, lo que dejaría sin indemnización a la víctima”.

- STS 31-12-199619.. En esta Sentencia, relativa a unos daños causados por el “”20. en Los Barrios, los Fundamentos de Derecho Segundo y Tercero se ocupan de resolver la cuestión:

“SEGUNDO.- Bajo la rúbrica de “motivo único de casación” se articu- lan tres distintos motivos bajo los ordinales primero, segundo y cuarto, omitiéndose el ordinal tercero; en los apartados primero y segundo, se alega, respectivamente, infracción del artículo 1902 del Código Civil, que, se dice, establece el principio de responsabilidad extracontractual por culpa subjetiva, y la “interpretación errónea y/o aplicación inde-

19. M. A. 9053. Esta Sentencia ha sido comentada por DÍEZ-PICAZO, L.: “Derecho de daños”, cit., pp. 26-31. 20. Según explica la Sentencia en su Fundamento de Derecho Primero, esta fiesta consiste “… en hacer correr por un itinerario debidamente acotado en las calles del pueblo una res brava, toro embolado, terminando el recorrido en un recinto circular cerrado o ruedo formado por una empalizada de troncos que impedía la salida del animal, donde era lidiado y después retirado, celebrándose a continuación en ese mismo sitio una suelta de vaquillas bravas para recreo y diver- sión de las personas que voluntariamente quisieran participar”.

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bida de la doctrina jurisprudencial relativa a la responsabilidad por riesgo”. Dice la Sentencia de esta Sala de 8 noviembre 1990 que “es de mantener el concepto moderno de la culpa que no consiste solamente, según el criterio clásico, en la omisión de la diligencia exigible según las circunstancias del caso, ya que actualmente se ha ampliado el con- cepto de culpa para abarcar aquellas conductas donde hay negligencia sin una conducta antijurídica y aquellas otras en que partiendo de una actuación diligente y lícita, no sólo en su inicio sino en su desarrollo, se entiende existente también conducta culposa a virtud de un resul- tado socialmente dañoso que impone la desaprobación de la acción o de la conducta, por ser contraria y socialmente reprobada”; asimismo afirma esta sentencia que “la doctrina moderna coloca al lado del tra- dicional principio de la culpa el nuevo principio de la responsabilidad por riesgo o sin culpa, que responde a las exigencias de nuestros tiem- pos. Aunque la responsabilidad por riesgo no se caracteriza solamente por la inexistencia de culpa en sentido clásico, pues casi siempre hay un principio de imputación positiva, en la que, aun predominando el criterio de objetividad basado en la creación de un riesgo, no puede decirse en muchos casos que haya una ausencia total de voluntarie- dad más o menos inmediata al hecho productor de los daños; en esta actuación voluntaria mediata o indirecta se halla el fundamento de esta responsabilidad, que impide caer en una primitiva responsabili- dad por el mero resultado”. Recogiendo una doctrina jurisprudencial reiterada con posterioridad dice la Sentencia de 8 febrero 1991 “que la persona a quien se atribuye la autoría de los daños, está obligada a justificar, para exonerarse de la obligación de repararlos, que en el ejercicio de su actividad obró con toda prudencia y diligencia precisa para evitarlos, lo que tiene su fundamento en una moderada recepción del principio de responsabilidad objetiva basada en el riesgo o peligro que excusa el factor psicológico de la culpabilidad del agente, o lo que es igual, que la culpa de éste se presume “iuris tantum” y hasta tanto no se demuestre que el actor de los daños obró en el ejercicio de actos lícitos con prudencia y diligencia, y tal objetivación moderada de la responsabilidad extracontractual ha sido reconocida por reiterada

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jurisprudencia de la Sala, así pues, la doctrina de la Sala ha ido evolu- cionando hacia una minoración del culpabilístico originario, hacia un sistema que, sin hacer plena abstracción del factor moral o psicológico, acepta soluciones cuasi objetivas”.

Fundado el pronunciamiento condenatorio del Ayuntamiento de Los Barrios y de la Peña Cultural Taurina de “El Toro Embolado” recurrentes, en la aplicación al caso de la teoría de la responsabilidad extracontractual basada en el riesgo creado al realizarse el festejo de la suelta de vaquillas de forma que en el recinto a ello destinado coincidiesen sueltas tres vaquillas, la Sala sentenciadora “a quo” no ha infringido el artículo 1902 del Código Civil ni ha establecido una responsabilidad puramente objetiva; si en todo festejo de esta clase se crea un riesgo para los participantes en él, tal situación se acrecienta si, como en el caso, se produce la presencia simultánea de tres animales en el recinto con la no imprevisible posibilidad de que alguno de los intervinientes en el festejo sea embestido a la vez por más de una de las vaquillas desde distintas direcciones con lo que las posibilidades de eludir esas embestidas y de evitar ser alcanzado por los animales se reducen con- siderablemente por lo que, como dice la Sentencia de esta Sala de 30 abril 1984, ante la muerte causada en un encierro de reses bravas, “es conforme a la justicia distributiva que la coacción social y con- siguiente responsabilidad que impone la asunción de peligros por los perjudicados sea desplazada sobre aquel que, si bien de forma lícita y permitida, ha creado los riesgos”, siendo de observar que esa asunción de riesgos por el perjudicado ha sido tenida en cuenta por la sentencia recurrida a la hora de moderar la indemnización pedida. Todo lo cual lleva a la desestimación de estos dos primeros motivos del recurso.

TERCERO.- En el motivo enumerado como cuarto, en realidad ter- cero, se alega infracción de los artículos 1089, 1105 del Código Civil en relación con el 1902 del mismo Código y con el artículo 3.º, inciso 7 de la Orden 10 mayo 1982 y con el artículo 123, apartado 2.º del Reglamento de Espectáculos Taurinos, preceptos estos últimos que

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definen y establecen las funciones del director de lidia en los festejos de este tipo. Aparte de que el artículo 1105 del Código Civil no fue alegado en la contestación a la demanda oponiendo la existencia de caso fortuito, ha de tenerse en cuenta que la responsabilidad del codemandado don José C. O. se basa por la sentencia recurrida en la conducta negligente que le imputa al no haber impedido la presencia de tres vaquillas simultáneamente en el recinto, con el consiguiente aumento del riesgo, por lo que no se da la violación que se denuncia en el motivo ya que el codemandado no utilizó toda la diligencia necesaria para impedir esa situación de riesgo permitiendo la suelta de la segunda y tercera vaquilla sin que hubiera sido retirada la anterior lo que de haber sido observado por aquél hubiera reducido ese riesgo al que puede considerarse normal en esta clase de festejos; procede así la desestimación del motivo”.

- STS 13-2-199721.. Se ocupa de una fiesta en la que se sueltan vaquillas en una plaza portátil, y una persona exaltada provocó a una vaquilla hasta que terminó siendo corneado. El sujeto, finalmente, falleció. Con independencia de la cuestión procesal, a la que se dedican los Fundamentos de Derecho Segundo y Tercero, serán los Fundamento de Derecho Cuarto a Octavo los que se ocupen de la posible responsa- bilidad existente.

“CUARTO.- En el segundo motivo, último formulado, se invoca la infracción, por interpretación errónea, del artículo 1902 del Código Civil y jurisprudencia que lo interpreta, al estimar la existencia de una responsabilidad por riesgo, de naturaleza objetiva, en el Ayuntamiento de Amurrio, argumentándose, en síntesis, lo siguiente: -Se pretende en la sentencia recurrida que la creación del riesgo en los espectáculos como el que motivó este recurso debe determinar, sin más, la responsabilidad de su creador, en este caso el Ayuntamiento de Amurrio. No otra cosa significa la expresión contenida en el Fundamento Tercero de la sentencia recurrida cuando

21. M. A. 701.

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afirma que “Por ello la Sala no puede asumir la temeridad de la con- ducta del fallecido como excluyente de la responsabilidad por riesgo de la entidad organizadora,...” y que “Con ello queremos decir que desde luego los espontáneos que se lanzan al ruedo asumen incidentalmente el riesgo que ello lleva consigo, constituyendo su actitud concausa, pero que no anula o desplaza la del organizador. De todo ello se desprende que existiendo dicha concurrencia la indemnización deberá ser mode- rada en atención a la misma”. Tal objetivación de la responsabilidad por riesgo no existe en el artículo 1902 del Código Civil ni la jurisprudencia la admite, -La Sentencia de 7 enero 1992, citada en la recurrida, no es aplicable al presente caso, en que no se da “concurrencia de causas, cul- pas y responsabilidades” sino en que únicamente existió una culpa por parte de la víctima, que, según está acreditado en autos y recoge la sentencia recurrida, observó una conducta temeraria y no normal, puesto que el señor A. desbordó las previsiones más exigentes de los organizadores, -Tampoco es aplicable la, también, citada de 11 febrero 1992, al referir- se a un caso en el que resultó lesionado un muchacho que encontró un cohete entre los restos de las fiestas de la ciudad con evidente descuido de los encargados de la limpieza, por lo que existió omisión culposa, daño efectivo y relación de causalidad y -Asimismo, resultan inaplica- bles las, igualmente, mencionadas de 16 octubre 1989 y 24 enero 1992, pues la primera contempló un supuesto de defectuosa construcción que, al no ser reparada, originó la responsabilidad extracontractual, y la segunda, resolvió el caso de un viajero en motocicleta que, llegado a determinado paso a nivel y al proceder a cruzarlo, fue alcanzado por el tren, sufriendo lesiones que originaron su fallecimiento.

QUINTO.- En relación con la responsabilidad por culpa extracontrac- tual, resulta evidente que el principio de la responsabilidad por culpa es básico en nuestro ordenamiento positivo, encontrándose acogido en el artículo 1902 del Código Civil, cuya aplicación requiere, por regla general, la necesidad ineludible de un reproche culpabilístico al eventual responsable del resultado dañoso, y si bien es cierto que la jurisprudencia de la Sala ha evolucionado en el sentido de objetivizar la responsabilidad extracontractual, no lo es menos

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que tal cambio se ha hecho moderadamente, recomendando una inversión de la carga de la prueba y acentuando el rigor de la diligencia requerida, según las circunstancias del caso, de manera que ha de extremarse la prudencia para evitar el daño, pero sin erigir el riesgo en fundamento único de la obligación de resarcir y sin excluir, en todo caso y de modo absoluto, el clásico principio de la responsabilidad culposa, encontrándose en la línea jurisprudencial indicada, las Sentencias, entre otras, de fechas 29 marzo y 25 abril 1983; 9 marzo 1984; 21 junio y 1 octubre 1985; 24 y 31 enero y 2 abril 1986; 19 febrero y 24 octubre 1987; 5 y 25 abril y 5 y 30 mayo 1988; 17 mayo, 9 junio, 21 julio, 16 octubre y 12 y 21 noviembre 1989; 26 marzo, 8, 21 y 26 noviembre y 13 diciembre 1990; 5 febrero 1991; 24 enero 1992; 5 octubre 1994; 9 marzo 1995, 19 junio 1995 y 4 febrero 1997, así pues, en definitiva, la doctrina de la Sala ha ido evolucionando hacia una minoración del culpabilismo originario, hacia un sistema que, sin hacer plena abstracción del factor moral o psicológico y del juicio de valor sobre la conducta del agente, viene a aceptar soluciones cuasiobjetivas, demandadas por el incremento de las actividades peligrosas propias del desarrollo tecnológico y por el principio de ponerse a cargo de quien obtiene el beneficio o provecho, la indemnización del quebranto sufrido por el tercero, habiéndose producido el acercamiento a la responsabilidad por riesgo, en una mayor medida, en los supuestos de resultados dañosos originados en el ámbito de la circulación de vehículo de motor.

SEXTO.- La lectura de la fundamentación jurídica de la sentencia recurrida es demostrativa de que en ella quiebran las directrices ju- risprudenciales acabadas de reseñar ya que la consideración básica que condujo al Tribunal “a quo” a condenar al Ayuntamiento fue la de la creación del riesgo que conllevaba el espectáculo taurino que organizó, y dicha quiebra está en función de que una cosa es que la celebración de aquel espectáculo -suelta de “vaquillas” en una plaza portátil- origine un riesgo que pudiera conceptuarse de intrínseco o natural al festejo en sí mismo considerado y otra bien distinta que el resultado dañoso se produjera con el concurso de una falta de previ- sión o de diligencia, que, unida a aquel peligro, fuera factor desenca-

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denante del accidente, o en concurrencia de determinada actuación del Ayuntamiento que produjera un incremento del mentado riesgo intrínseco, lo que no acaeció, tampoco, en el caso de que tratamos, y pretender lo contrario sería elevar el riesgo a la categoría de elemento causal de la culpa extracontractual y objetivar de manera absoluta la responsabilidad a derivar de ella, con olvido de que la pura y simple creación de un riesgo no puede comportar la existencia de la mentada culpa, puesto que, conviene reiterar, que, en todo caso, ha de concurrir el elemento culpabilístico, por leve que fuese, imputable en el caso presente al Ayuntamiento organizador del espectáculo, y, desde luego, ese tinte de culpabilidad no guarda conexión alguna con la cuestión de que el riesgo del espectáculo estuviese o no asegurado y cuál fuese la cobertura del seguro, al ser totalmente ajena a la controvertida en el procedimiento.

SEPTIMO.- La argumentación precedente expuesta encuentra plena confirmación en su proyección al caso de autos, en cuanto que los he- chos declarados probados revelan que el infortunio originado se debió a culpa exclusiva de la víctima, cuyo proceder fue la causa eficiente del trágico accidente, sin intervención alguna culpabilística del Ayuntamiento demandado, con lo cual, es de concluir que el Tribunal “a quo” infringió, por inter- pretación errónea, el artículo 1902 del Código Civil y la jurisprudencia recaída en torno al mismo. Esta vulneración no puede quedar desvir- tuada por la Sentencia de 30 abril 1984, al recaer en un supuesto que no admite parangón con el que tratamos, al versar sobre un “encierro de vaquillas”, en el curso del cual, una res utilizada como cabestro atropelló a un vecino que salió de un portal y se dispuso a atravesar la calzada, ni igualmente, por las de fechas 7, 20 y 24 enero y 11 febrero 1992 y 16 octubre 1989, citadas en la sentencia recurrida, al no ser po- sible, tampoco, la comparación, toda vez que: en la primera -lesiones de un menor por otro al dispararle con una escopeta de perdigones- se apreció la concurrencia de conductas omisivas en el comerciante y en los padres del menor; en la segunda -daños a un conductor que carga su camión y recibe una descarga eléctrica de una línea de alta tensión

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situada en núcleo urbano- se estimó la existencia indebida en la zona de la instalación, sin aviso público “in situ” de tal peligrosidad y sin las medidas de protección de la línea de fluido eléctrico que eviten el riesgo de accidente a los viandantes; en la tercera -alcance de un motorista por un tren al atravesar aquél un paso a nivel por debajo de la barrera- se atribuyó a la victima la culpa exclusiva del accidente; en la cuarta -daños a un menor por explosión de un cohete recogido entre los restos de la feria y no retirado por la empresa pirotécnica ni por el Ayuntamiento- se entendió que los encargados de la limpieza habían incurrido en descuido, y en la quinta -daños derivados de la defectuosa construcción de los desagües o de su inadecuado mantenimiento- se observó una falta de diligencia en la Comunidad de Propietarios. Y, por último, tampoco admite comparación con el supuesto que originó la Sentencia de 31 diciembre 1996, pues, aparte de tratarse de la suelta simultánea de tres “vaquillas” y existir un inspector técnico del espec- táculo, el que por ser profesional del toreo, además de encargado de la lidia del toro embolado, le correspondía estar en el recinto durante la suelta de aquéllas, la Sala apreció que si en todo festejo de esta clase se crea un riesgo para los participantes en él, tal situación se acrecienta si se produce la presencia simultánea de tres animales en el recinto con la no imprevisible posibilidad de que alguno de los intervinientes sea embestido a la vez por más de una de las “vaquillas” desde distintas direcciones, con lo que las posibilidades de eludir esas embestidas y de evitar ser alcanzado por los animales se reducen considerablemente.

OCTAVO.- Ineludible consecuencia de la infracción por el meritado Tribunal del referido artículo 1902 es la procedencia del segundo mo- tivo del recurso de casación interpuesto por el Ayuntamiento de Amu- rrio, que al ser estimado, origina la casación de la sentencia recurrida, y la consecuente confirmación de la dictada en primera instancia en razón a sus propios y acertados fundamentos, que se dan por reprodu- cidos, y a los expuestos en los que anteceden de la presente, y ello, en virtud de lo dispuesto en los rituarios artículos 710 y 1715.2, sin hacer pronunciamiento expreso respecto a las costas causadas en segunda

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instancia y en el recurso, y por lo que respecta a las devengadas en la primera instancia, habrá de confirmarse, asimismo, el pronunciamien- to realizado por el juzgador de instancia a tenor del atinado razona- miento recogido en el séptimo fundamento de su sentencia”.

- STS 3-4-199722.. Se ocupa esta importante Sentencia (es el “después” del antes y después del que hablara DÍEZ-PICAZO23.) de un caso en el que un señor es golpeado por una vaquilla en una plaza de toros portá- til. Muy gráfico resulta el siguiente apartado, extraído del Fundamento de Derecho Tercero:

“TERCERO.- El expresado apartado 1, a) del motivo, en la pretendida impugnación que hace de la sentencia recurrida, no puede tener favo- rable acogida, por las siguientes razones: a) El precepto que aquí invoca el recurrente como supuestamente infringido (artículo 19 de la Orden 15 marzo 1962, que antes ha sido transcrito literalmente en la misma forma en que lo hace el recurrente), en una lógica interpretación del mismo, se refiere al aislamiento o delimitación exterior de “los lugares que de manera provisional se habiliten para celebrar espectáculos tau- rinos”, los cuales, lógicamente, deben estar completamente cerrados (aislados del exterior) por maderos, “quedando terminantemente pro- hibido a tales efectos el empleo de carretas, carros u otros elementos que no sean los que taxativamente se señalan en este artículo”, dice el referido precepto. Dichos requisitos los reunía la plaza de toros portátil objeto de litis, que estaba montada con todas las exigencias técnicas propias de esa clase de recintos y, lógicamente, estaba sepa- rada, delimitada o aislada del exterior mediante las correspondientes vallas de madera (no por carretas, carros, etc.); b) Asimismo, el ruedo de la referida plaza se hallaba, obviamente, circundado por vallas de madera, salvo los burladeros, que estaban formados por unos barrotes

22. M. A. 2729. 23. DÍEZ-PICAZO, L.: “Derecho de daños”, cit., p. 30.

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metálicos y verticales, suficientemente distanciados entre sí para que entre ellos pudiera penetrar y guarecerse una persona (lógicamente, los intervinientes de forma activa en la lidia), en su huida de la res, y, al mismo tiempo, adecuadamente próximos entre ellos mismos para que no cupiera el cuerpo de la res que se lidiaba; c) El accidente enjuiciado en el proceso a que este recurso se refiere no fue debido a ningún defecto estructural o técnico de la plaza de toros portátil, sino simplemente, como así lo declara probado la sentencia recurrida y aquí ha de mantenerse invariable, a que el demandante, que, por su libre y exclusiva decisión (tenía cuarenta y cinco años de edad en la fecha de autos), tomaba parte activa (en el ruedo) en la “suelta de la vaquilla”, con los innegables, y por él voluntariamente asumidos, riesgos que ello comporta, en su huida de la res, no tuvo la suficiente diligencia y presteza para introducirse en el burladero, siendo cogido y corneado en una pierna por el animal, antes de conseguir ponerse a salvo de su embestida”.

- STS 18-6-199724.. Además de establecer algunas argumentaciones que no nos resultan especialmente sugerentes, el Fundamento de Derecho Cuarto sigue una opinión cuando menos polémica:

“CUARTO.- El motivo cuarto denuncia infracción del art. 106.2.º de la Constitución. El motivo se desestima. El organizarse un encierro de reses bravas por el Ayuntamiento demandado no es ningún servicio público cuyo funcionamiento obligue a responder de los daños causados. Es desorbitar hasta extremos insospechados el precepto constitucional, que haría a la Administración responsable de todo y en todo caso, conclusión que en lógica elemental -no sólo económica- ha de rechazarse. En tal línea, esta Sala, en un supuesto de clara identidad con el presente, declaró en su Sentencia de 13 febrero 1997: “De cualquier forma y atendien- do a los hechos estimados probados, que han quedado incólumes, se desprende que resulta difícil encuadrarlos dentro de una notoria calificación de servicio público o de una actuación municipal revestida

24. M. A. 5416.

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de “imperium”, lo que imposibilita, por tanto, que la acción ejercita- da, de responsabilidad civil extracontractual con apoyo explícito en el artículo 1902 CC, permita equipararla a pretensión deducida en relación “con los actos de la Administración Pública sujetos al Dere- cho Administrativo y con las disposiciones reglamentarias”, artículo 9.4 de la Ley Orgánica 6/1985, de 1 julio, del Poder Judicial, lo que hubiera representado el soporte a que se refiere el artículo 3, b) de la Ley 27 diciembre 1956, reguladora de la Jurisdicción Contencioso- Administrativa, “las cuestiones que se susciten sobre la responsabilidad patrimonial de la Administración pública””.

- STS 17-10-199725.. En esta Sentencia un señor es golpeado por una vaquilla durante un encierro. Los Fundamentos de Derecho Segundo a Cuarto resuelven el tema:

“SEGUNDO.- Los dos motivos del recurso deben ser estudiados con- juntamente por la íntima relación existente entre ellos, en los que se denuncia, respectivamente, las infracciones del artículo 1902 del Códi- go Civil y de la jurisprudencia aplicable en materia de responsabilidad por riesgo, y dado que en ambos motivos se pretende apoyar la respon- sabilidad del codemandado don Andrés H. G. en la teoría del riesgo -contrariamente a la tesis que mantuvo en su demanda-, es conveniente traer a colación la doctrina jurisprudencial emanada de esta Sala al res- pecto, y a tales efectos, resulta claro que el principio de la responsabilidad por culpa es básico en nuestro ordenamiento positivo, encontrándose acogido en el artículo 1902 del Código Civil, cuya aplicación requiere, por regla general, la necesidad ineludible de un reproche culpabilístico al eventual responsable del resultado dañoso, y si bien es cierto que la jurisprudencia de la Sala ha evolu- cionado en el sentido de objetivizar la responsabilidad extracontractual, no lo es menos que tal cambio se ha hecho moderadamente, recomendando una inversión de la carga de la prueba y acentuando el rigor de la diligencia requerida, según

25. M. A. 7269.

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las circunstancias del caso, de manera que ha de extremarse la prudencia para evitar el daño, pero sin erigir el riesgo en fundamento único de la obligación de resarcir y sin excluir, en todo caso y de modo absoluto, el clásico principio de la responsabilidad culposa, encontrándose en la línea jurisprudencial indi- cada, las Sentencias, entre otras, de fechas 29 marzo y 25 abril 1983; 9 marzo 1984; 21 junio y 1 octubre 1985; 24 y 31 enero y 2 abril 1986; 19 febrero y 24 octubre 1987; 5 y 25 abril y 5 y 30 mayo 1988; 17 mayo, 9 junio, 21 julio, 16 octubre y 12 y 21 noviembre 1989; 26 marzo, 8, 21 y 26 noviembre y 13 diciembre 1990; 5 febrero 1991; 24 enero 1992; 5 octubre 1994; 9 marzo 1995; 19 junio 1995; 4 y 13 febrero y 28 abril 1997, así pues, en definitiva, la doctrina de la Sala ha ido evolucionando hacia una minoración del culpabilismo originario, hacia un sistema que, sin hacer plena abstracción del factor moral o psicológico y del juicio de valor sobre la conducta del agente, viene a aceptar soluciones cuasiobjetivas, demandadas por el incremento de las actividades peligrosas propias del desarrollo tecnológico y por el principio de ponerse a cargo de quien obtiene el beneficio o provecho, la indemnización del quebranto sufrido por el tercero.

TERCERO.- Con arreglo a la doctrina jurisprudencial acabada de exponer, está fuera de duda que la responsabilidad que se atribuye al señor H. G. y que el recurso la apoya en el supuesto de responsabili- dad extracontractual prevenido en el artículo 1902 del Código Civil, tendría que depender de la concurrencia en dicho señor de una deter- minada conducta que mereciese el reproche culpabilístico que se viene exigiendo para la aplicación del referido precepto, toda vez que del hecho acreditado de haber sido el promotor y empresario del festejo taurino en el que se originó el atropello del recurrente por una vaquilla que le produjo, al golpearle, las lesiones sufridas, no se desprende, aisladamente considerado, cul- pa o negligencia alguna, especialmente, cuando también está acreditado que la celebración del festejo se desarrolló con toda normalidad y que las medidas de seguridad corresponderían al Ayuntamiento de la localidad, según se desprende del Reglamento de Espectáculos Taurinos y de la Ley de Régimen Local, siendo de insistir, a los fines del recurso, que la pura y simple noción de riesgo -inherente, por otro lado, a la celebración de

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cualquier festejo que suponga una suelta de vaquillas- es insuficiente, de por sí, para generar una responsabilidad por culpa extracontractual.

CUARTO.- Si a los hechos acreditados acabados de referir se une la inexistencia de toda prueba acerca de las circunstancias concurrentes de cómo se produjo la cogida y cuál fuese en concreto la actuación que pu- diera haber tenido el promotor del festejo en la circunstancia material de la cogida -la demanda, incluso, no contiene mención alguna de las mismas-, es de llegar a la conclusión de no poder atribuir al promotor ningún reproche culpabilístico, por acción u omisión, en la causalidad del accidente que comportara, de ese modo, la responsabilidad derivada del artículo 1902 del Código Civil, pues, como ya se dijo, la existencia de un riesgo no puede generar mentada responsabilidad, cuya conclusión conduce, sin necesidad de mayores razonamientos, a la claudicación de los motivos exa- minados por la imposibilidad de imputar al Tribunal “a quo” infracción alguna en torno al artículo 1902 del Código Civil y a la doctrina jurisprudencial en materia de responsabilidad por riesgo. Y la improcedencia de los dos moti- vos del recurso de casación interpuesto por don Anselmo Andrés M. V., lleva consigo, en virtud de lo dispuesto en el rituario artículo 1715.3, la declaración de no haber lugar al mismo, con imposición de las costas”.

- STS 17-9-199826.. En el caso resuelto por esta Sentencia, una persona fallece como consecuencia de una fiesta municipal con toros. El Funda- mento de Derecho Primero es muy claro:

“PRIMERO.- En el motivo único, del recurso interpuesto por el Ayun- tamiento de Coria, condenado en la Sentencia dictada por la Audien- cia Provincial de Cáceres, de 20 mayo 1994, revocatoria, a su vez, de la del Juzgado de Primera Instancia núm. 2 de Coria, de 28 enero 1994,

26. M. A. 7282. Esta Sentencia, conjuntamente con la STS 25-9-1998, ha sido comentada por MOURE GONZÁLEZ, E.: “La responsabilidad de los Ayuntamientos por la organización de fes- tejos taurinos. A propósito de dos Sentencias contradictorias”, Revista de Responsabilidad Civil, Circulación y Seguro, noviembre 1999, pp. 544-551.

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se denuncia la infracción por aplicación indebida del artículo 1902 del CC, y la jurisprudencia aplicable en la interpretación de referido precepto por el cauce del artículo 1692.4 LEC, pues, se arguye que, la reclamación del resarcimiento por culpa extracontractual exige la concurrencia de los requisitos que se especifican, cuyos requisitos no concurren en el hecho de autos; que la actuación del Ayuntamiento realizada dentro de la legalidad vigente, carece de la virtualidad sufi- ciente para que de la misma se derive como consecuencia necesaria, el efecto lesivo producido, pues el mismo podía haber sido evitado por la víctima, simplemente con no participar en la fiesta; que la conducta de la propia víctima, pudiera calificarse, como expresa el juzgador “a quo”, como “suicida”; igualmente, se infringe la doctrina jurispruden- cial, aplicable a dicha materia, por cuanto que, la resolución, aplica al caso de autos, la tendencia objetivadora de la denominada responsa- bilidad objetiva o responsabilidad por riesgo; dedicándose el motivo a examinar, fundamentalmente, que no existe el nexo entre la conducta del agente y la producción del daño, de tal forma que haga patente la culpabilidad que obliga a repararlo, necesidad de cumplida justifica- ción que no puede quedar desvirtuada por la posible aplicación de la teoría del riesgo, la objetividad en la responsabilidad, o la inversión de la carga de la prueba, en la interpretación del artículo 1902 del Código Civil.

Debe desestimarse el motivo, porque, teniendo en cuenta la mecánica del suceso, y las circunstancias concurrentes en la organización de unos festejos feriales, y el evento taurino en donde ocurrieron los hechos, el razonamiento de la sentencia de la Audiencia ha de prevalecer, en base a su descripción ya que partiendo, como se hace constar en el F. 3.º: “... En el supuesto que contemplamos, se trata de la celebración en la localidad de Coria de las típicas fiestas de San Juan, consistentes en la suelta de un toro por la parte antigua de la localidad, que cuenta con una gran tradición y que es cuidada por parte del Ayuntamiento por la gran cantidad de personas que concurren a ella. La suelta de un toro por las calles y plaza previamente seleccionadas genera un

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riesgo evidente para los participantes, en razón a la duración de la suelta del animal (más de dos horas) y porque el atractivo de la fiesta es el encontrarse con el toro que deambula por el casco antiguo. Es por ello que el Ayuntamiento firma la póliza de seguros conveniente para cubrir cualquier contingencia que se pueda ocasionar en el caso que nos ocupa de la muerte de una persona joven que al calor de las fiestas y con unas copas demás se enfrenta al animal. Hay igualmente que tener en cuenta que en este caso quien asume el riesgo no es el partici- pante, como pretende el juzgador de instancia sino el propio Ayuntamiento organizador del festejo que es quien obtiene el beneficio o provecho y quien debe apechar con los riesgos y contigencias que pudieran dar lugar...”; son estas apreciaciones, no sólo en virtud a los hechos que se constatan, sino en mor a su juicio de valor, perfectamente procedentes, ya que, en este caso concreto litigioso, destaca, sobremanera, que se trata de una actividad lúdica, la de los citados festejos taurinos de la “suelta de un toro” organizada por el propio Ayuntamiento recurrente, lo que se subra- ya en modo, como determinante del núcleo inexorable que culmina en la llamada responsabilidad por riesgo, pues, como dice la Sala “a quo” y se comparte una vez más es “el propio Ayuntamiento organizador del festejo quien obtiene el beneficio o provecho y quien debe apechar con los riesgos y contigencias que pudieran dar lugar...” y, es indiscutible que debe tomar las medidas de precaución adecuadas, que imponen las mí- nimas Ordenanzas Municipales, extremando su actuación diligente, para evitar las consecuencias y menoscabos derivados de cualquier suceso análogo al del litigio, y así como también expresa se previene cubriendo las eventuales responsabilidades en las Pólizas suscritas, y que se especifican en la primera sentencia, en su F. 4.º: “... existían los siguientes seguros concertados por el Ayuntamiento de Coria; y para cubrir los riesgos, durante la celebración de las fiestas de San Juan de 1992:

1) Con la compañía aseguradora “Unión Iberoamericana de Seguros” (Uniber) que obra en documento núm. 10 de la demanda que se aporta por fotocopia compulsada por el señor Secretario del Exce-

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lentísimo Ayuntamiento de Coria (Cáceres), y en la que se aseguran única y exclusivamente los accidentes de que pudieran ser víctima los participantes en los Encierros de Toros de Coria, los días com- prendidos entre el 23 y 28 de junio de 1992; y que cubre como prestaciones y sumas aseguradas: fallecimiento 2.000.000 de ptas.; e invalidez permanente 2.000.000 de ptas.; y la asistencia médico quirúrgica y farmacéutica siendo su prima de 210.000 ptas., y de fecha 28 de abril de 1992, con número 920450637.

2) Con la “Compañía de Seguros Albia”, hoy “ST Paul Insurance Espa- ña, Seguros y Reaseguros, SA”, y en la que se determina como riesgo excluido, en condición especial como anejo a la póliza 1006800-E, los daños a los participantes, póliza con la cobertura de 25.000.000 de ptas., por siniestro, de igual duración que la anterior y por la que se abonó 193.550 ptas...”; dualidad, pues, que claramente descubre que frente a la elusión de ese riesgo de la 2.ª, se formaliza la inclu- sión “nominatim” del mismo en la 1.ª, según las características de su póliza; de consiguiente, esa diligencia anticipada, ha de servir de cobertura, para que, producido el siniestro, y con independencia de cuál sea el comportamiento del autor del mismo, deba descartarse “a priori” que, su supuesto comportamiento temerario, produzca la exoneración de respon- sabilidad del ente por el juego de la culpa exclusiva de la víctima, ya que, -se repite- el riesgo creado por una actividad que el Ayuntamiento trata de fomentar para el mejor desarrollo o disfrute de las fiestas patronales, deriva en que, esa dinámica, así acorde con citada finalidad positiva, deba ser la fuente de imputación de responsabilidad por cualquier daño o menoscabo que se derive de todo el complejo de festejos así organizado y luego celebrado, si- guiendo al punto, entre otras, cuanto en un caso análogo se decía en Sentencia de 31 diciembre 1996: “Dice la Sentencia de 8 noviembre 1990 que “es de mantener el concepto moderno de la culpa que no consiste solamente, según el criterio clásico, en la omisión de la dili- gencia exigible según las circunstancias del caso, ya que actualmente se ha ampliado el concepto de culpa para abarcar aquellas conductas donde hay negligencia sin una conducta antijurídica y aquellas otras

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en que partiendo de una actuación diligente y lícita, no sólo en su inicio sino en su desarrollo, se entiende existente también conducta culposa a virtud de un resultado socialmente dañoso que impone la desaprobación de la acción o de la conducta, por ser contraria social- mente reprobada”; asimismo afirma esta sentencia que “la doctrina moderna coloca al lado del tradicional principio de la culpa el nuevo principio de la responsabilidad por riesgo o sin culpa, que responde a las exigencias de nuestros tiempos. Aunque la responsabilidad por riesgo no se caracteriza solamente por la inexistencia de culpa en sentido clásico, pues casi siempre hay un principio de imputación po- sitiva, en la que, aun predominando el criterio de objetividad basado en la creación de un riesgo, no puede decirse en muchos casos que haya una ausencia total de voluntariedad más o menos inmediata al hecho productor de los daños; en esta actuación voluntaria mediata o indirecta se halla el fundamento de esta responsabilidad, que impi- de caer en una primitiva responsabilidad por el mero resultado”...”, ... “por lo que, como dice la Sentencia de esta Sala de 30 abril 1984, ante la muerte causada en un encierro de reses bravas, “es conforme a la justicia distributiva que la coacción social y consiguiente respon- sabilidad que impone la asunción de peligros por los perjudicados sea desplazada sobre aquel que, si bien de forma lícita y permitida, ha creado los riesgos”, siendo de observar que esa asunción de ries- gos por el perjudicado ha sido tenida en cuenta por la sentencia recurrida a la hora de moderar la indemnización pedida»; por lo que esa suerte de cobertura municipal en los festejos así organizados, causantes del suceso letal, y de la condena indemnizatoria impuesta al Ayuntamiento, comporta un criterio decisorio que se cohonesta con el de la Sentencia de esta Sala de 27 julio 1998, que al absolver a la Corporación Municipal, se basaba, entre otros, en que en el evento allí enjuiciado, se produjeron heridas graves por lanzamiento de una carretilla de fuego durante los festejos populares, según su F. 1.º: “... el lanzamiento de las carre- tillas no constituye un “acto oficial” del Ayuntamiento, como alega el actor, pues tal práctica consuetudinaria no la organiza, subvenciona, dirige ni controla el Ayuntamiento “a diferencia de otros festejos”,

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sino que se lleva a cabo en todo su desarrollo por los particulares, quemando las carretillas que ellos individualmente compran...”; por todo ello, con el rechazo del motivo, habrá de desestimarse el recurso con las demás consecuencias derivadas”.

- STS 25-9-199827.. Muy didáctico resulta, de esta Sentencia, su Funda- mento de Derecho Segundo:

“PRIMERO.- Por razones de practicidad y de pura lógica procesal se va a proceder al estudio conjunto de los dos motivos casacionales ale- gados en el actual recurso y que la parte recurrente los fundamenta en el artículo 1692.4 de la Ley de Enjuiciamiento Civil, puesto que en la sentencia recurrida, sigue afirmando dicha parte, se han infringido los artículos 1902 y 1903 del Código Civil –“per se”-, y en relación a los artículos 1.4 y 3.6 de la Orden Ministerial 10 mayo 1982 sobre Espec- táculos Taurinos Tradicionales y el artículo 93.1, d) del Real Decreto 28 febrero 1992, por el que se aprueba el Reglamento de Espectáculos Taurinos.

Estos motivos, estudiados conjuntamente, deben ser desestimados.

Ante todo hay que decir que el artículo 1902 del Código Civil, así como sus concordantes, establece y regula la obligación surgida de un acto ilícito y que, asimismo, se puede estimar como uno de los preceptos emblemáticos del Código Civil, del cual emana la figura de la respon- sabilidad o culpa extracontractual -también “aquiliana” por haber sido introducida en el área jurídica por la Lex Aquiliana del siglo III antes de Cristo- figura que, en el fondo y forma, está sufriendo una evolución progresiva, no sólo en el campo de la doctrina sino también en el de la jurisprudencia, y ello debido a dos datos remarcables, como son:

27. M. A. 7070. Esta Sentencia, conjuntamente con la STS 17-9-1998, ha sido comentada por MOURE GONZÁLEZ, E.: “La responsabilidad de los Ayuntamientos…”, cit., pp. 544-551.

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a) un sistema de vida acelerado y de enorme interrelación,

b) la tendencia a maximizar la cobertura en lo posible de las conse- cuencias dañosas de la actividad humana.

Todo lo cual lleva inexorablemente a objetivizar la responsabilidad, per- diendo importancia, en el campo sustantivo, la teoría culpabilista; y en el cam- po procesal, a la introducción de la inversión de la carga de la prueba. Pero es más, dicha atenuación culpabilista e incluso de la antijuridicidad, que alguna doctrina moderna rechaza como elemento constitutivo, y además dicha inversión de la carga probatoria, lleva inexcusablemente a una enorme ampliación de la obligación “in vigilando” y a un “plus” en la diligencia normalmente exigible.

Todo lo anterior se dice como prolegómenos indispensable, para cen- trar el estudio del motivo alegado, cuyo núcleo es la infracción del artículo 1902 del Código Civil.

Desde luego es incuestionable que la jurisprudencia del Tribunal Su- premo, en concreto la de esta Sala, sobre todo la más actual, tiende hacia establecimiento emblemático de la responsabilidad objetiva, en la derivada de los eventos concretados en el artículo 1902 del Código Civil, pero nunca lo ha realizado hasta establecer dicha responsabilidad objetiva de una manera absoluta y radical, y así, como epítome de una doctrina jurisprudencial pacífica y ya consolidada, hay que reseñar la Sentencia de 16 diciembre 1988, cuando dice que “la doctrina de esta Sala no ha objetivado en su exégesis del artículo 1902 del Código Civil su criterio subjetivista y sí, únicamente, para su más adecuada aplica- ción a las circunstancias y exigencias del actual momento histórico, ha procurado corregir el excesivo subjetivismo con que venía siendo aplicado”, y, sigue diciendo «por otra parte, dicha corrección, bien se opere a través de la aplicación del principio del -riesgo-, bien de su equivalente del de -inversión de la carga de la prueba-, nunca elimina en dicha interpretación los aspectos, no radical sino relativamente sub-

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jetivista con que fue redactado (dicho artículo 1902 del Código Civil)”. Ello no es sin embargo causa ni motivo para que tal responsabilidad surja siempre, dado que también y como tiene proclamado esta Sala, “es de tener muy en cuenta la conducta de quien sufrió el daño, de tal modo que cuando ésta sea fundamentalmente determinante de dicho resultado, indudable resulta por aplicación de los principios de la justicia distributiva, conmutativa y social, así como de la seguridad jurídica (no se puede hablar de una responsabilidad indemnizable que se pueda reprochar a un tercero)”.

Ahora bien, toda obligación, derivada de un acto ilícito, según cons- tante y, también pacífica jurisprudencia exige ineludiblemente los siguientes requisitos:

a) Una acción u omisión ilícita,

b) La realidad y constatación de un daño causado,

c) La culpabilidad, que en ciertos casos se deriva del aserto, que si ha habido daño ha habido culpa y

d) Un nexo causal entre el primer y segundo requisitos (como Senten- cia epítome se señala la dictada el 24 diciembre 1992).

Trasladando todo lo anterior a la presente contienda judicial, hay que partir ineludiblemente, por mor de una doctrina jurisprudencial totalmente pacífica y consolidada que establece para rehuir de conver- tir el recurso de casación en una tercera instancia, del “factum” de la sentencia recurrida en el que aparece plasmada la conducta del perju- dicado -ahora recurrente- como es el situarse en una “suelta de vaquillas” debidamente autorizada, en un lugar no permitido y que así se había hecho saber al público en general, lo que unido al estado de embriaguez en el que se encontraba, configuró una conducta, causa más que eficiente para la produc- ción del evento dañoso; todo lo cual configura la situación de culpa exclusiva de

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la víctima. Y sobre todo, hay que añadir el especial cuidado que hay que tener, cuando se va a participar en un espectáculo, en el que, aun cumpliéndose todos los requisitos reglamentarios, lleva consigo un grave grado de peligrosidad.

Lo que en resumen eludiría la hipotética responsabilidad de la apli- cación de la responsabilidad objetiva basada en la existencia de un seguro obligatorio.

De todo lo cual se infiere, que por mucho que se haya llegado a la obje- tivización de la responsabilidad extracontractual por culpa, tal situación tiene sus límites, y sobre todo, en el presente caso, cuando no ha habido infracción reglamentaria alguna, pues el artículo 1.4 de la Orden Minis- terial 10 mayo 1982, sobre espectáculos taurinos tradicionales se refiere a “encierros taurinos” y no a una situación de “toreo de vaquillas” que es en donde acaeció el accidente. Por lo que, lógicamente, no se podrá hablar en el presente caso, se vuelve a repetir, de infracción del artículo 1902 del Código Civil, como ha pretendido, sin éxito, la parte recurrente”.

- STS 8-11-200028.. El caso del que se ocupa esta Sentencia se basa en la muerte de una persona tras ser corneado en un encierro. La argumen- tación sobre el tema que nos ocupa se encuentra en el Fundamento de Derecho Segundo, Fundamento un tanto confuso:

“SEGUNDO.- Se señala como precepto infringido el art. 1088 del Código Civil en el sentido de que ha nacido una clara obligación con- tractual entre la Peña Taurina El Piló y el hoy fallecido, don Tomás M. L. Mas dicho artículo no puede reputarse vulnerado, pues se limita a expresar cuál puede ser el contenido de una obligación.

En cuanto al otro precepto citado en el extraño motivo, el art. 1091 del mismo Texto Legal, le sirve a los recurrentes para afirmar que el pago

28. M. A. 8499.

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de la entrada ha creado un vínculo contractual entre la empresa y el ad- quirente de aquélla. Pero consiste en el derecho a penetrar en el local o recinto y a que el espectáculo tenga lugar, mas no determina el derecho a percibir una indemnización, si no se cumplen otros presupuestos.

Y en esta cita inorgánica de diversos artículos reputados como infringi- dos, aparece asimismo el artículo 1101 del Código Civil. Aquí la confu- sión del motivo es total, porque la sujeción a la indemnización de daños y perjuicios que proclama viene condicionada a incurrir en el cumpli- miento obligacional por dolo, negligencia o morosidad o contravenir el tenor de la obligación y ello no ha ocurrido. Precisamente proclaman las sentencias de primera instancia y la recurrida lo expresado en el primero de sus fundamentos jurídicos, que la noche del 8 al 9 de junio de 1990 cuando se celebraba el espectáculo taurino, el padre de los demandantes fue cogido por una res brava que en tal momento se encontraba en la plaza, o sea el citado Sr. M. sufrió la cornada en el corrillo de la plaza cuando participaba activamente en el espectáculo y no en el callejón, lanzándose al ruedo donde se encontraba el toro, que éste tras embestirle siguió corriendo por el interior de la plaza, que aquél después de pade- cer la cogida cayó en el interior del ruedo y que los barrotes protectores del callejón no sufrieron daño alguno en el momento de la embestida, lo que proclama y grita la culpa exclusiva de la víctima.

La doctrina de esta Sala ha acogido la relevancia de la aceptación del riesgo por el perjudicado y, en concreto y con referencia a los espectáculos taurinos, como acaece en el supuesto del recurso, ha señalado que en los supuestos en que el dañado o fallecido como consecuencia de las lesiones participa activamente en el evento, tal conducta exime la responsabilidad del organizador, salvo que se demostrara alguna culpa o negligencia en éste. Las Sentencias de esta Sala 13-2-1997 y 18-6-1997 se refieren a este supuesto en el caso de unos espontáneos corneados en un festejo organizado por el Ayuntamiento, estimando para ello que la aplicación de la teoría del riesgo creado no comporta la objetivación de la responsabilidad en términos absolutos y así, cuando no se acredita ningún comportamiento negligente por la empresa organiza-

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dora, porque el riesgo –inherente en la suelta de vaquillas– es insuficiente por sí solo para generar una responsabilidad aquiliana – sentencia 17- 10-1997-. Y en esta misma línea jurisprudencial la sentencia 3-4-1997 contempla un supuesto semejante al de autos, pero con la diferencia que allí podían participar los espectadores que lo desearon y que para pasar al interior de la plaza había que abonar la entrada, siendo cogido un participante del festejo que, refugiado en un burladero, por no recoger suficientemente la pierna tras los barrotes de protección, desestimándose la pretensión resarcitoria porque el daño nace de la propia negligencia que asumió el peligro, señala este Tribunal que el accidente no fue de- bido a ningún defecto estructural o técnico de la plaza de toros portátil, sino a que el demandante, por su libre y exclusiva decisión, tomaba parte activa (en el ruedo) en la «suelta de vaquillas» con los innegables y por el violentamente asumidos riesgos que ello comporta.

La parte recurrente adiciona también en el motivo la vulneración de lo dispuesto en la Orden de 22 de junio de 1989 de la Conselleria de Administración Pública de la Comunidad Valenciana (Diario Oficial de la Generalitat Valenciana de 3 de julio de 1989, número 1098), pero tal normativa exige en su art. 3.4 una póliza de seguro de accidentes y de responsabilidad civil para la cobertura de los accidentes ocurridos con ocasión del festejo, debiendo cubrir, como mínimo, los siguientes riesgos: “ Accidentes. Gastos de estancia hospitalaria y de curación: indemnización mínima por persona de 300.000 pesetas. Responsabi- lidad civil: Fallecimiento: Indemnización mínima por persona de 5 millones de pesetas. Defensa criminal y fianzas. Debiendo incluir en la cobertura de la póliza a espectadores y participantes, así como a terce- ros que puedan resultar perjudicados con ocasión de la celebración del espectáculo”. Distingue tal Orden los dos supuestos harto diferentes, el de accidentes, sucesos fortuitos, y la póliza de responsabilidad civil que despliega sus efectos cuando el asegurado resulta responsable. Ahora bien, constando como hecho probado que la muerte de don Tomás M. fue debida a un accidente imputable tan sólo a la propia víctima, no puede aplicarse la póliza de responsabilidad civil y sí la de accidentes.

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Ello desencandena la desestimación del motivo”.

- STS 5-12-200029.. Después de exponer los hechos (un señor es cor- neado por una vaquilla en unas fiestas), el Fundamento de Derecho Primero del Recurso del Ayuntamiento de Tibi expone la fundamenta- ción jurídica de interés:

“PRIMERO.- La entidad recurrente dedica el único motivo del recurso a combatir la condena que le impuso la sentencia de apelación, al decretar la indemnización de seis millones de pesetas a favor de la parte actora por razón del accidente de autos, ocurrido con motivo del festejo de suelta de vaquillas en la localidad de Tibi el día 27 de julio de 1988.

La impugnación casacional se refiere a infracción de la doctrina juris- prudencial, con apoyo en las sentencias que se citan. La de 30-4-1984 claramente decreta que nada se había probado acerca de una conducta del fallecido que pudiera calificarse de culposa y menos con la exclusi- vidad que postula el recurso, por lo que mantuvo la condena decretada del Ayuntamiento que resultó demandado.

Se imponen los hechos probados que acceden incólumes al recurso y ponen de manifiesto que el actor don Marco Vinicio A. P. en la noche de los hechos, asistió a la suelta de vaquillas por las calles del pueblo, que organizaba el Ayuntamiento recurrente, y cuando cruzaba uno de los recintos por los que se desarrollaba la fiesta fue alcanzado por una de las vaquillas que le golpeó repetidamente y tiró al suelo, sin que ninguna persona cualificada controlara en dicho momento a la res ni dirigiera la suelta, y la propia disposición de los recintos no impedían el acceso al público.

El motivo ha de ser desestimado pues altera la situación fáctica y apor- ta otra no acreditada, cuando la Sala sentenciadora, del examen de las

29. M. A. 9887.

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pruebas obrantes en el pleito, alcanzó la conclusión de que las medidas de seguridad adoptadas por el Ayuntamiento resultaron insuficientes.

La Corporación recurrente resulta por tanto la titular de la esfera de los riesgos causantes del daño y que derivaron de circunstancias objetivas en que se realizó un hecho previsible (Sentencia 3-2-1995). Aunque las fiestas tradicionales de los pueblos deben ser respetadas e incluso potenciadas, por estar enraizadas en el sentir de las gentes, formar parte de la historia y tradiciones locales e incluso actuar como señales de identidad de los lugares, nunca pueden poner en peligro las vidas de las personas, cuando presentan riesgo de tal dimensión, y esto es lo que sucede con el presente supuesto por tratarse de riesgo previsible que exigía ser controlado y atajado, adoptando las precauciones necesarias y cuantas fueran posibles, sin que sea posible establecer por decisión judicial coto a las mismas. Dichas medidas aquí resultaban más necesarias, pues el peligro se presentaba plenamente intenso al tratarse de festejo celebrado a altas horas de la noche y en días de fiesta, cuando ya los mecanismos humanos de reacción se encuentran aminorados.

La jurisprudencia de esta Sala ha resuelto casos similares en los que apreció actuar culposo de la Corporación municipal que organiza los festejos de esta naturaleza y así se pronunció la STS 31-12-1996 que basó la condena pronunciada en el riesgo instaurado por festejo de suelta de vaquillas. La de 17-9-1998 refiere la suelta de un toro por las calles y plazas previamente selecciona- das en la localidad de Coria; y la Sentencia 2-12-1998 se pronunció en términos jurídicos similares, como también la de 7-12-1998”.

- STS 14-9-200130.. En esta Sentencia se resuelve el daño sufrido por un particular en un festejo taurino privado por causa de una vaquilla. El escueto Fundamento de Derecho Cuarto se ocupa de la cuestión:

“CUARTO.- Por otra parte, ha recaído reiterada jurisprudencia de esta Sala en casos de lesiones causadas por vaquillas o en festejos taurinos,

30. M. A. 7072.

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en los que la parte demandada ha sido una o varias entidades públicas, sin que se haya apreciado la excepción de incompetencia de jurisdic- ción: así, las Sentencias 31-12-1996, 13-2-1997, 3-4-1997, 2-12-1998, 7-12-1998 y 5-12-2000.

En estas sentencias se entra en el fondo y se estima total o parcialmente la demanda o se desestima, según el caso concreto y las circunstancias que concu- rren, ya que si bien hay supuestos en que la víctima asumía voluntariamente el riesgo y el nexo causal recae en sí mismo, otros casos hacen ver que la entidad pública, por acción o por omisión, se hallaba en nexo causal con el resultado dañoso y era condenada a indemnizar”.

- STS 15-11-200131.. Una vez que el Fundamento de Derecho Primero recuerda las más importantes Sentencias del TS sobre el tema, los Fun- damentos Sexto y Séptimo resuelven la cuestión:

“SEXTO.- El motivo quinto estima que el fallo infringe por interpre- tación errónea los artículos 1905 y 1104 del Código Civil, al estimar la sentencia recurrida que la culpa de la víctima excluye la aplicación de tal art. 1905. Añade que está acreditado que la res se había escapado del encierro, que un encierro a caballo supone un altísimo riesgo, que el toro estaba escapado, permaneciendo así desde las 10 horas hasta las 7 de la tarde en que lo mataron, que el lugar está situado a cinco kilómetros de su itinerario, que durante tal período nadie vigilaba al toro y que el demandante no participó activamente en el encierro. Luego vuelve a repetir que el documento no dice que «se acercase al toro» y para evitar innecesarias repeticiones, esta Sala se remite a lo ya expuesto. Señala a continuación que existen unos creadores del ries- go, Ayuntamiento y empresarios demandados que no adoptaron las medidas para evitar que el toro se escapara o impedir que la gente lo persiguiera por el campo.

31. M. A. 349 (Repertorio 2002)

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A continuación hace una interpretación del art. 1905, señalando que ha sido creado un riesgo y que Ayuntamiento y empresarios han de responder de sus consecuencias.

Por mucha buena voluntad que ponga esta Sala en buscar en qué ha podido ser infringido el art. 1905 del Código Civil, no lo ha podido encontrar. Dice el pre- cepto: “El poseedor de un animal, o el que se sirve de él, es responsable de los perjuicios que causare, aunque se le escape o extravíe. Sólo cesará esta responsabilidad en el caso de que el daño proviniera de fuerza ma- yor o de culpa del que lo hubiera sufrido”. Si la sentencia «a quo» recoge que el daño y lesiones se debieron a la culpa exclusiva del que sufrió el daño y el artículo en cuestión, no habla de culpa exclusiva siquiera, sino hace bastante la culpa del paciente del daño, no puede decirse que tal precepto haya sido conculcado, ni siquiera por interpretación errónea.

Por mucha objetivación que se pretenda en la responsabilidad aquilia- na, cuando la Sala “a quo” declare que la causa del resultado dañoso se debió a la culpa del perjudicado, no puede ahora la parte recurrente pretender convertir en una tercera instancia tal motivo. Incluso pres- cindiendo del tema culpabilístico y atendiendo a la sola causalidad, no ofrece duda que las lesiones padecidas por el recurrente encuentran su causa directa y eficiente en su actitud de acudir con su vehículo al lugar en que se encontraba un animal peligroso para verle y se baja del coche y se sitúa en una proximidad y se descuida –“en un descuido”– la res le cornea. No se puede buscar la causa en sucesos remotos y hacer responsables a ganaderos por criar tales animales, hay que atender a la causa próxima, a la conducta del demandante que, sin razón, ni necesidad alguna, acude al lugar donde se encuentra el toro escapado, muy lejano con él, al punto que tiene que utilizar su vehículo e incluso acceder a una zona de árboles o alameda en que su furgoneta no tiene acceso y se acerca sí, se acerca para verlo y se descuida...

Parte la sentencia recurrida de que el empresario codemandado em- pleó la diligencia debida para controlar el animal, una vez que la res se detuvo en la alameda, al punto que allí fue sacrificada –lo que reconoce

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el propio recurrente en su documento del folio 356–. Pero lo que ya escapa a todo el control de la diligencia del empresario es que la gente acuda en vehículos a la zona y allí persiga al toro. Entre ellos el actor se bajó de su vehículo y se acercó y resultó lesionado.

Por ello hay que concluir que tal conducta de la recurrente supuso la causa eficiente y determinante del resultado dañoso sufrido al crear una situación de riesgo y asumirlo, en claro enlace causal de su impru- dente conducta y del lesivo resultado, que con su actuación rompió el nexo causal derivado del hecho de escaparse el toro.

Nada se expresa como probado en la sentencia recurrida relativo a que el encierro no se hubiera efectuado por un terreno vallado ade- cuadamente, el toro se escapó y ello genera un riesgo, pero ello queda desvirtuado porque el resultado dañino se genera por la conducta imprudente posterior.

Ya la regla 203, Tít. 17, Libro 50 del Digesto señalaba: “Quod quis ex sua damnum sentit, non intelligitur sentire” y la Ley 22, Tít. 34 de la Partida séptima expresaba “que el daño que ome rescibe por su culpa, que a si mismo debe culpar por ello”. El motivo tiene que ser desestimado inexcusablemente en atención a lo señalado.

- STS 24-6-200232.. La presente Sentencia se ocupa de los graves daños sufridos por una persona que intentó detener a una res desmandada durante el traslado de bestias con las que se iba a celebrar varias fiestas, con la intención de evitar males mayores. El Fundamento de Derecho Segundo es bastante clarificador:

“SEGUNDO-. El único motivo del recurso se ampara en el núm. 4º del art. 1692 LEC y acusa infracción del art. 1902 CC.

32. M. A. 5895.

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La sentencia impugnada se funda esencialmente en que el señor M. F. “al darse cuenta que se ha desmandado una res trata de recogerla para evitar un peligro público... adoptando una postura de solidaridad y pre- vención de riesgo general... pero que al incidir directa y voluntariamente en la cadena causal, intentando retener y reconducir al animal de nuevo hacia la manada, esa interferencia causal produce una concurrencia de culpas en su actuar, por efectuar actos de colaboración, que produce, según conocida y reiterada jurisprudencia, una disminución de la cuan- tificación indemnizatoria a la mitad”, argumentación a la que se opone el recurrente alegando, en síntesis, que lo declarado por la Audiencia constituye “un reconocimiento a la solidaridad, si bien lejos de premiar tal comportamiento, la Sala lo que hace es precisamente condenar a esa solidaridad, a esa heroicidad, reduciendo la indemnización en un 50 por ciento” y que el señor M. “no asume un riesgo del que resulta efectivamente un daño, por gusto o por falta de diligencia y cuidado; asume un riesgo para evitar un riesgo mayor; asume, probablemente de forma instintiva, la posibilidad de ser víctima de unas lesiones, evitando con ello que las víctimas de esas lesiones sean otras personas”, así como que “el acto antecedente que se presentó como causa (que el ganado se desmandara) tenía virtualidad suficiente para que del mismo se deri- vase una consecuencia lesiva (si no hubiera intervenido el recurrente, el cabestro hubiera cogido a una o probablemente a varias personas), y... la intervención de don Rafael, lo único que consiguió fue desviar el resultado lesivo hacia su persona, evitando males ajenos y mayores, pero el resultado lesivo en todo caso se hubiera producido, y en este caso, el que hubiera reclamado hubiera sido esa tercera persona”.

Planteada la cuestión en estos términos, entiende esta Sala que asiste razón al recurrente por cuanto: a) Ha de valorarse, en primer lugar, la evidente desproporción que se aprecia, desde la perspectiva de la causalidad, entre el acto antecedente del resultado dañoso y su ori- gen, por una parte, y la intervención del señor M. para evitar graves consecuencias, perfectamente previsibles, para las personas que se encontraban en lugares por donde habían de transitar los animales;

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b) Aquel acto antecedente (la orden de traslado creadora de un grave riesgo) ofrece virtualidad suficiente para que del mismo se derive como consecuencia lógica (Sentencias 1-4-1997 y 14-2-2000) el daño causado y excluye su imputación a quien, en definitiva, padeció las consecuencias del mismo, no ofreciendo duda que la situación fue provocada por el acto inicial; c) Respecto a la conducta del señor M., debe decirse que, si bien dio lugar a que él mismo fuera el lesionado pues pudo eludir su intervención, no elimina que la producción del accidente sea atribuible exclusivamente a quienes crearon el riesgo ya que sólo influyó –ante la elevada probabilidad de que algunas per- sonas fueran dañadas– en la determinación del sujeto pasivo de la acción inicial; d) Aunque ha de reconocerse que la concurrencia de causas en la producción del daño permite una distribución proporcio- nal a efectos indemnizatorios –en este sentido se refiere la sentencia impugnada a la «concurrencia de culpas»–, sucede que, en este caso, la gran intensidad y relieve de la conducta de los agentes iniciales absorben cualquier otra concurrente, aunque sea más inmediata a la producción del daño; y e) Es inadmisible la tesis de que quien enco- miablemente y con riesgo personal trata de evitar graves consecuen- cias del hecho inicial, se sitúe en peor posición para ser indemnizado que cualquier otra persona que hubiera podido resultar lesionada con un alto grado de probabilidad.

Procede, por lo expuesto, acoger el motivo examinado”.

- STS 10-2-200333.. Después de las interesantes reflexiones sociológicas del Fundamento de Derecho Primero, son los Fundamentos Segundo y Tercero los que nos van a interesar:

“SEGUNDO.- Esta determinación legal, no excluye, si las actuaciones u omisiones de la “empresa” o entidad organizadora, son constitutivas

33. M. A. 1079.

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de negligencia o imprevisión, la asignación, asimismo, de responsa- bilidades por culpa, conforme a los artículos 1902 y 1903 CC. Estas responsabilidades civiles, pueden, desde luego, asegurarse mediante el correspondiente “seguro de responsabilidad civil”, regulado como especie del seguro de daños, por la Ley referida (artículos 73, 74, 76). Tales responsabilidades se extienden no sólo frente a los participantes activos en el festejo, sino frente a quienes pasivamente asisten a los mismos o, de alguna manera, se hallen presenciando, como espectado- res o sin voluntad específica, envueltos en el desarrollo de los eventos. Sólo la culpa de la víctima excluye o atenúa, según los casos, el grado de la responsabilidad que puede derivarse.

TERCERO.- Desde esta perspectiva global, procedemos a examinar los motivos casacionales. El primero, planteado bajo el ordinal cuarto del artículo 1692 LEC antigua, denuncia violación por interpretación errónea de los artículos primero y 73 de la Ley 50/1980, de 8 de oc- tubre, en relación con lo dispuesto en los artículos 1255, 1281, 1282 y 1283 CC. La argumentación se centra de un modo excesivamente genérico, en la interpretación de los límites de lo pactado, tomando en consideración, las dos pólizas suscritas por el Ayuntamiento de la compañía aseguradora, por un lado, la de “accidentes acumulativos” que cubría “los accidentes corporales de todas las personas mayores de edad y menores acompañadas de personas responsables que participen o presencien el encierro de vaquillas a celebrar en los barrios y días que se determinan en anexo”; y por otro, la de responsabilidad civil general, “que garantizaba un capital total asegurado de siete millones de pesetas y cubría la responsabilidad civil general del Ayuntamiento pero quedando expresamente excluidas de las garantías de esta póliza las reclamaciones de terceras personas que participen directa y volun- tariamente en el desarrollo de los encierros”. De la exposición de los riesgos a cubrir por sendas pólizas, deduce la recurrente que, como “el fallecido fue alcanzado por la vaquilla encontrándose dentro del recinto vallado para la celebración del encierro, en el peor de los casos, sólo sería aplicable una de las dos pólizas de seguros, pero nunca las

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dos, y, en otro lugar afirma que “en el peor de los supuestos, tan sólo podría ser de aplicación la póliza de accidentes acumulativos ...” ”.

- STS 14-4-200334.. Esta Sentencia se ocupa del caso de un señor que resultó cogido por una vaquilla en unos festejos y sufrió graves daños físicos y psíquicos. Los Fundamentos de Derecho Segundo a Cuarto se refieren a las cuestiones que nos interesan:

“SEGUNDO.- El motivo primero del recurso –al amparo del artículo 1692.4 LEC por infracción del artículo 1253 CC, en relación con los artículos 1902, 1214 y 1104 de este Cuerpo legal y de la doctrina ju- risprudencial atinente al supuesto del pleito, por cuanto que, según acusa, la sentencia impugnada, tras una adecuada exposición de los re- quisitos para la correcta aplicación del artículo 1902 del Código Civil, y un acercamiento a la llamada teoría de responsabilidad por riesgo, no ahonda ni en las tesis adecuadas al primero, en aplicación correcta de los artículos 1253 y 1104, pronunciándose en la culpa exclusiva de la víctima sin entrar ni motivar en la valoración del enlace evidenciado entre el hecho demostrado y el que se deduce a la luz de los preceptos infringidos– se desestima por las razones que se dicen seguidamente.

El recurrente manifiesta su intención de atacar en casación la infracción de las reglas de la valoración de la prueba cometida por la sentencia de instancia, sin embargo repite planteamientos antes utilizados en el desarrollo del juicio con la pretensión de sustituir la apreciación judicial realizada por el Tribunal de apelación por la suya propia, pero, según reiterada doctrina jurisprudencial, de ociosa cita, tal pretensión es inadecuada dada la naturaleza extraordinaria de la casación, pues volver sobre el “factum” de una sentencia para lograr su modificación, salvo circunstancias singulares no concurrentes en este caso, transfor- maría este recurso en una tercera instancia.

34. M. A. 3706.

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Procede sentar que no cabe en este recurso la revisión de los hechos que la sentencia de instancia declaró probados, sin embargo es misión casacional la calificación jurídica de los mismos y la aplicación adecua- da de las normas; en este sentido, se consideran acreditados los parti- culares contenidos en los apartados 1º a 4º, inclusive, del fundamento de derecho primero de esta resolución.

Desde la óptica apuntada en el párrafo precedente, mantenemos la repulsa de la demanda con mención a todos los litigantes pasivos, respecto a los que no se ha probado una conducta productora, en nexo causal, del daño y se ha acreditado que su actuación fue correc- ta.

El accidente ocurrió por culpa exclusiva de la víctima, don Domingo, quien, por su participación voluntaria en otros festejos taurinos similares celebrados en Barbastro, era experto en los de este tipo, e intervino en el que nos ocupa tras los avisos por la megafonía de la plaza de que iba a comenzar el espectáculo, y se colocó delante de la puerta de toriles, de rodillas y con los brazos en cruz, sin que esté acreditado de que se encontrara embriagado en dicho momento, y fue alcanzado por una vaquilla.

Aunque es cierto que la doctrina jurisprudencial ha introducido paliati- vos al principio de responsabilidad por culpa, consagrado en el artículo 1902 CC, entre las que se encuentran los mecanismos de la inversión de la carga de la prueba y de la teoría del riesgo, también lo es que la misma jurisprudencia ha puntualizado que no por ello queda excluido de nuestro sistema jurídico de responsabilidad civil el elemento culpa- bilístico, como inexcusable ingrediente integrador, atenuado pero no suprimido, de dicha responsabilidad, y si parece acreditado que en la producción del resultado dañoso no aparece ninguna culpa por parte de los demandados, ha de excluirse la responsabilidad de los mismos (entre otras, SSTS 28-11-1998 y 8-3-1999), cuya posición es de aplica- ción al supuesto de autos, donde la producción del evento dañoso es atribuible a una culpa exclusiva de la propia víctima.

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TERCERO.- El motivo segundo del recurso –al amparo del artículo 1692.4 LEC por transgresión del artículo 93 del Reglamento Taurino aprobado por el Real Decreto 176/1992, de 28 de febrero, que desarro- llaba la Ley 10/1991, de 4 de abril, sobre potestades administrativas en materia de espectáculos taurinos, ya que, según denuncia, la sentencia de la Audiencia argumenta que los organizadores pueden y deben garantizar la seguridad de las personas ajenas al festejo, la de las personas que a él acuden como espectadores, pero no la de aquellos que saltan al ruedo, sin embargo el apartado f) del punto 1 y el punto 4 de dicha norma establecen medidas para que el director de lidia auxilie a los participantes– se des- estima porque, según tiene declarado reiteradamente esta Sala, sólo cabe fundamentar un motivo, con cobijo en el artículo 1692.4, en la infracción de normas de derecho privado, civiles o mercantiles, con categoría de ley o asimiladas a las leyes (entre otras, SSTS 30-11-1991 y 23-11-1994), pero no en otras de naturaleza administrativa (entre otras, SSTS 26-11-1990, 31 de diciembre de 1991 SIC, 19-5-1992 y 28-10-1994), o de carácter reglamentario (entre otras, SSTS 30-9-1991 y 29-6-1993).

Por demás, sólo como argumento “obiter”, procede indicar que el artículo 93.1 f) del Reglamento de Espectáculos Taurinos aprobado por Real Decreto 176/1992, de 28 de febrero, dispone que «la empre- sa solicitará autorización al Gobierno Civil, al menos con cinco días de antelación a la celebración del espectáculo o festejo. Junto con la solicitud en el modelo que, en su caso, se establezca, se acompañará la siguiente documentación: Póliza de seguro colectivo por la cuantía suficiente para cubrir cualquier riesgo o accidente, que con motivo del festejo pueda producirse».

No consta que dicha póliza haya sido aportada, pues sólo se hace re- ferencia a otra de responsabilidad civil, pero tal omisión, que no ha sido aducida en el juicio, carece de relevancia en este proceso al no ser un factor determinante del evento dañoso, pero se expone aquí exclusivamente a los efectos que, en su caso, puedan interesar a las partes o a alguna de ellas.

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CUARTO.- El motivo tercero del recurso –al amparo del artículo 1692.4 LEC por vulneración de la doctrina jurisprudencial contenida en las SSTS 3-2-1995, 31-12-1996 y 13-2-1997, donde se acogen los principios generales a tener en consideración en la acción por respon- sabilidad extracontractual regulada en el artículo 1902, en relación con el artículo 1903 por la extensión de responsabilidades dependien- tes, ambos del CC, y el tratamiento jurisprudencial de la teoría de responsabilidad por riesgo– se desestima porque el actor pretendía participar activamente en el encierro de vaquillas, al igual que hizo en años y ocasiones precedentes durante fiestas similares, como lo demuestra su actitud de colocarse delante de la puerta de toriles, de rodillas y con los brazos en cruz, lo que provocó el accidente, que ocurrió única y exclusivamente por su culpa, y, sobre estos particulares, esta Sala tiene declarado, asimismo respecto a un suceso dañoso ocurrido, por culpa exclusiva de la víctima, durante el transcurso de un espectáculo de suelta de vaquillas, que “desde luego es incuestionable que la juris- prudencial del Tribunal Supremo, en concreto la de esta Sala, sobre todo la más actual, tiende hacia el establecimiento emblemático de la responsabilidad objetiva, en la derivada de los eventos concretados en el artículo 1902 del Código Civil, pero nunca lo ha realizado hasta establecer dicha responsabilidad objetiva de una manera absoluta y radical, y así, como epítome de una doctrina jurisprudencial pacífica y ya consolidada, hay que reseñar la Sentencia 16-12-1988, cuando dice que “la doctrina de esta Sala no ha objetivado en su exégesis del artículo 1902 del Código Civil su criterio subjetivista y sí, únicamente, para su más adecuada aplicación a las circunstancias y exigencias del actual momento histórico, ha procurado corregir el excesivo subjetivis- mo con que venía siendo aplicado”, y, sigue diciendo “por otra parte, dicha corrección, bien se opere a través de la aplicación del principio del riesgo, bien de su equivalente del de inversión de la carga de la prueba, nunca elimina en dicha interpretación los aspectos, no radical sino relativamente subjetivistas con que fue redactado dicho artículo 1902 del Código Civil”. Ello no es sin embargo causa ni motivo para que tal responsabilidad surja siempre, dado que también, y como tiene

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proclamado esta Sala, “es muy de tener en cuenta la conducta de quién sufrió el daño, de tal modo que cuando ésta sea fundamentalmente de- terminante de dicho resultado, resulta indudable por aplicación de los principios de la justicia distributiva, conmutativa y social, así como de la seguridad jurídica, que no se pueda hablar de una responsabilidad indemnizable que se pueda reprochar a un tercero” ” (STS 25-9-1998), cuya doctrina es de aplicación al supuesto del debate”.

- STS 29-9-200535.. En esta Sentencia el supuesto de hecho se basa en el fallecimiento de una persona durante un encierro de toros (“bous en carrer”). Los Fundamentos de Derecho Segundo y Tercero se ocupan de la cuestión:

“SEGUNDO.- Los dos primeros motivos se formulan al amparo del artículo 1692, 4 LEC. El primero, denuncia error de derecho en la valoración de la prueba testifical por infracción del artículo 1248 CC y artículo 659, 1 LEC.

El segundo, por infracción de los artículos 1249 y 1253 del Código Civil y doctrina jurisprudencial que lo interpreta.

Sostienen los recurrentes que la “ratio decidendi” que fundamenta el fallo de la sentencia que impugnan, ha consistido en la falta de acredi- tación de la participación del fallecido en el festejo taurino, sin que tal argumento se relacione con referencia alguna a la prueba practicada, simplemente se omite cualquier referencia a ésta. Y añaden que ante el laconismo de este planteamiento, entraña dificultad determinar si a la conclusión que llega la sentencia de la no participación es conse- cuencia de una apreciación presuntiva; pues alegan que no se expone los hechos bases y el raciocinio lógico en virtud del cual se llega a esta conclusión.

35. M. A. 7155.

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Estas alegaciones de los recurrentes solo pueden provenir de una lectura literal e interesada y aislada de una expresión que aparece en el funda- mento de derecho tercero de la sentencia recurrida. Esta expresión se aísla y no tiene en cuenta el razonamiento conjunto determinante de la condena que aparece en el fallo. La expresión puede ser la de “hay que tomar en consideración que no se ha acreditado que el Sr. Peñaranda participara activamente del festejo taurino, por lo que ya desde esta falta de actividad por su parte, habrá que negar la culpa exclusiva de la víctima”. Pero a continuación de la expresión transcrita y sin solución de continuidad se manifiesta lo siguiente: “puesto que no se puede entender que hubiera ni la más mínima previsibilidad en el fallecido respecto de la ocurrencia de los hechos, algo que debe apreciarse ne- cesariamente para establecer el nexo causal entre una conducta y el resultado. Pero es mas; aún en el supuesto no acreditado de que el Sr. Víctor hubiera participado activamente en el festejo, incitando al toro, corriendo, o de cualquier otro modo, tampoco se podría considerar que concurre en este supuesto la culpa exclusiva de la víctima, puesto que se deduce de la prueba practicada en los autos un incumplimiento en las garantías que se exigen legislativamente para la celebración de tales festejos. Así, la Orden de 22 de junio de 1989, de la Conselleria de la Administración Pública, por la que se regula la celebración de los “bous en carrer” señala en su exposición de motivos que se exigirán las medidas que a continuación se detallan en su articulado, para evitar “en la medida de lo posible, el gran número de accidentes, mortales en algunas ocasiones, que se producen con ocasión de la celebración de estos festejos” y, por ello, además de una serie de requisitos que se cumplieron en el asunto de autos, se requiere también, según el artículo 3º, 5 “el contrato suscrito con un experto taurino que garan- tice la actuación de éste así como de un número no inferior a diez colaboradores voluntarios capacitados y con experiencia para impedir o limitar los accidentes, así como para organizar y prevenir las medidas de seguridad tendentes al rescate y socorro inmediato de las víctimas que puedan causar las reses”. Pues bien, el Sr. Carlos Manuel aparece como la persona que solicita el permiso para la celebración de “bous

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en carrer” y ocupa la posición de responsable de tales festejos. Por otra parte, se acredita fehacientemente un pleno incumplimiento de lo previsto en la orden citada, puesto que en la propia declaración el Sr. Carlos Manuel, que figura como experto taurino, reconoce no sólo que no seguía las evoluciones del toro, sino que no pudo haberlo hecho por cuanto ni siquiera se encontraba presente en el festejo. Asimismo, únicamente aparecen nueve colaboradores, cuando la orden de la Conselleria requiere un número no inferior a diez; no habiéndose acreditado tampoco que los nueve existentes hubieran acompañado las distintas evoluciones del animal en su recorrido. Siendo así, no puede en- tenderse en modo alguno que fuera una conducta irresponsable o negligente del fallecido la causante de su fallecimiento, sino que tal responsabilidad debe recaer sobre quienes tenían el deber de cuidado (exigido además legalmente) y no lo ofrecieron”. Y estas afirmaciones van acompañadas de la cita de los documentos obrantes en autos que han permitido su acreditación.

El Tribunal Supremo venia declarando que para la prosperabilidad de un motivo fundado en el número 4º del artículo 1692 LEC era preciso invocar la existencia de un documento (cuyo concepto se interpretaba con notoria restricción, haciéndose referencia a un documento “strictu sensu”); que figurase aportado a los autos (con lo que se excluían todos los documentos que no figuraran unidos a las actuaciones); que no hu- biese sido valorado, en cuanto al tema fáctico, por el juzgador “a quo” (es decir, que no haya sido tomado en cuenta en ningún sentido por la Sala de la Audiencia, pues en el caso de que se haya hecho y se pretenda denunciar valoración equivocada habría de intentarse por el cauce del entonces ordinal 5º, actual número 4º, por error en la valoración de la prueba, o error de derecho, cuya diferencia básica con el error de hecho se haya en la necesidad de indicar el precepto probatorio que haya sido violado); que el documento fuera literosuficiente (es decir, suficiente por sí mismo –“re ipsa”– para revelar el error del juzgador en la fijación de los hechos, sin necesidad de hipótesis interpretaciones, conjeturas o deducciones); y que no resultara contradicho por otros elementos de prueba (requisito especialmente exigido en el precepto, que creaba el riesgo de una contemplación del resto de la prueba para determinar si

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su contenido contradecía el contenido del documento base del motivo, pero, por otro lado, evitaba la conversión del recurso en una tercera instancia, no permitiendo que la mera falta de valoración de un docu- mento pudiese permitir dejar sin efecto la restante prueba obrante en las actuaciones; por lo que su aplicación era ciertamente espinosa).

Más allá del documento, o de la confesión judicial, con referencia, por tanto, a pruebas regidas exclusivamente en su valoración por las reglas de la sana crítica, los resultados arbitrarios o manifiestamente irra- zonables también pueden ser combatidos. Desde luego que la mayor sutileza que exigiría, en estos casos, la argumentación estaría condi- cionada, también, por la propia realidad de la ocurrencia del patente error, cuya flagrante rotundidad se denunciará, sin confundirlo con la valoración distinta de la existencia del dato probado, esto es, con su relevancia o con sus consecuencias. Lo que no se debía mantener y así lo ha entendido con buen criterio el legislador, era una permanente invitación abierta al litigante para que expusiera su disconformidad con las valoraciones probatorias de los órganos de instancia, a partir de documentos valorados, pues lo que se dirime entonces no es la adecuación de la sentencia a derecho, sino la prevalencia, en su caso del criterio valorativo sobre la prueba del recurrente, por encima del juzgador, en un ejercicio de voluntarismo que mal puede conducirse por pautas normativas. Entendiendo, por ello, que la supresión del motivo contribuirá a hacer más técnico el recurso en beneficio de su mejor fundamentación, evitará muchas repeticiones inútiles, con el consiguiente ahorro de tiempo, y no privará al justiciable de defen- sas frente a error enorme o intolerable, pero sí evitará que se tomen como juicios erróneos, los juicios discrepantes con los de las partes, del juzgador que, precisamente, por razón de su función, tienen que imponerse a las de aquellas.

En el presente caso y con independencia de la forma de articulación del motivo como error de derecho con citas de preceptos probatorios, no puede admitirse que el mismo pueda destruir la apreciación proba-

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toria trascrita, en base a documentos y testigos; sin que tenga sentido que la prevalencia del motivo debería tener lugar por la no aceptación por el juzgador de otras declaraciones testificales, para estimar una culpa exclusiva de la víctima, que supondría la exoneración de los con- denados recurrentes.

La jurisprudencia sobre muerte ocasional en festejo taurino, en rela- ción a la responsabilidad por riesgo ha de ser tenida en cuenta siempre en relación a cada caso que resuelve. Y en este sentido y a efectos del presente caso, parece oportuno invocar la STS 17-9-1998, cuando ma- nifiesta que producido el siniestro, y con independencia de cual sea el comportamiento del autor del mismo, debe descartarse “a priori” que su supuesto comportamiento temerario produzca la exoneración de responsabili- dad del ente por el juego de la culpa exclusiva de la víctima ya que el riesgo creado por una actividad que el Ayuntamiento trata de fomentar para el mejor desarrollo o disfrute de las fiestas patronales, deriva en que, esa dinámica, así acorde con citada finalidad positiva, debe ser la fuente de imputación de res- ponsabilidad por cualquier daño o menoscabo que se derive de todo el complejo de festejos así organizado y luego celebrado.

Por todo lo expuesto, los motivos tienen que ser desestimados.

TERCERO.- Los motivos tercero y quinto (no existe en el recurso el denominado como cuarto), se formulan al amparo del artículo 1692, 4º LEC.

El tercero por infracción y aplicación indebida del artículo 1902 CC y de la jurisprudencia que lo interpreta.

El quinto por infracción de la doctrina jurisprudencial contenida en las SSTS 25-9-1998, 17-10-1997, 18-6-1997, 3-4-1997 y 13-2-1997.

En el último párrafo del motivo séptimo de este recurso se expresa lite- ralmente lo siguiente: “la desestimación del motivo casacional segun-

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do llevará aparejada indudablemente la desestimación del presente recurso casacional, instrumental del tercero y cuarto”.

En el motivo tercero se hace la alegación sobre el “ratio decidendi” que ha fundamentado los motivos primero y segundo y pretende la inte- gración en el “factum”, de las declaraciones prestadas por los testigos que también se vuelven a transcribir.

Para la aplicabilidad de la teoría del riesgo a los daños producidos por una conducta humana, es preciso que los mismos sean producidos en una actividad peligrosa, aplicándose esta doctrina del riesgo por esta Sala con un sentido limitativo (fuera de los supuestos legalmente prevenidos) no a todas las actividades de la vida, sino sólo a las que impliquen un riesgo considerablemente anormal en relación con los estándares medios (STS 29-5-1999). En igual sentido las SSTS 31-3-2003, 24-1-2003, 6-11-2002, 2-3-2000, 14-11-1998, 12-3-1997, 20-3-1996 y 9-7-1994.

En el motivo tercero se articula como submotivo primero la infracción del artículo 1902 CC, por aplicación indebida del mismo, al no apre- ciarse la ruptura del nexo causal.

La fijación del nexo causal en su primera secuencia (material) tiene carácter indefectiblemente fáctico, y por ende probatorio, por lo que no es casacionalmente revisable mediante la invocación de un precep- to como el artículo 1902 del Código Civil que no contiene regla de derecho probatorio (STS 16-2-1998), y aunque el posterior juicio de imputación (causalidad jurídica-adecuación) es revisable como “ques- to iuris”, obviamente requiere como antecedente insoslayable como realidad de aquella causalidad material o física (STS 20-2-2003). Dice la Sentencia de esta Sala 30-11-2001 que la determinación del nexo causal no puede fundarse en conjeturas o posibilidades, y aunque no siempre es requisito la absoluta certeza, por ser suficiente (en casos sin- gulares) un juicio de probabilidad cualificada; este juicio corresponde sentarlo al Juez de Instancia, cuya apreciación sólo puede ser atacada

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en casación si es arbitraria o contraria a un criterio de legalidad o buen sentido (STS 7-6-2002).

En el motivo tercero se articula como submotivo segundo infracción del artículo 1902 del Código Civil, por aplicación indebida del mismo, por ausencia del requisito de la culpa.

Sobre diligencia especial, presunción de culpa e inversión de la carga de la prueba, procede subrayar que en Sentencias de 13-2-1928, 29- 6-1932, 25-3-1954, 4-2-1976, 8-10-1984 y 22-12-1986 se consolida la interpretación jurisprudencial de que no basta con el cumplimiento de Reglamentos y demás disposiciones legales que obligan a la adopción de garantías para prevenir y evitar los daños, pues si estas medidas no han ofrecido resultados positivos, porque de hecho estos daños se han producido, se revela su insuficiencia y que falta algo por prevenir, no hallándose completa la diligencia. Así lo recoge la Sentencia 12-4-2002. En igual sentido las SSTS 1-10-2003, 9-10-1996, 9-2-1996, 24-12-1992, 31-10-1988, 9-5-1986, 8-11-1977 y 10-10-1975.

Por lo expuesto los motivos decaen”.

- STS 10-2-200636.. Se ocupa esta Sentencia de un señor que fue cor- neado por una vaquilla en unas fiestas y exige una reparación por los daños sufridos. Tras aclarar datos fácticos importantes en el Funda- mento de Derecho Segundo, es el Fundamento de Derecho Tercero el que nos interesa en nuestra exposición:

“TERCERO.- El único motivo del recurso denuncia infracción de los arts. 1902 y 1903 del CC y de la doctrina jurisprudencial representada por las Sentencias 17-9-1998, 17-5-1994, 3-2-1995, 8-11-1990 y 30-4-1984.

36. M. A. 675.

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El motivo no puede prosperar por las siguientes razones.

Habida cuenta la relación histórica de las Sentencias de instancia, y la inconsistencia de la versión fáctica de la parte recurrente, resulta que la única incidencia causal en la producción del resultado es la actuación del Sr. Carlos Miguel, el que, al decidir tomar parte activa en la diversión festiva en que consistía el festejo taurino, en ejercicio de su libertad individual, y sin que nada conste que limitase la consciencia del riesgo a que se sometía, acepta las conse- cuencias que pueden derivarse de su conducta. Por consiguiente hay asunción del riesgo creado y concurre la circunstancia de “culpa exclusiva”, enten- dida técnicamente como causa única del resultado lesivo producido.

Pretende la parte recurrente que se debe declarar la responsabilidad civil de las entidades codemandadas Asociación de Jubilados y Pen- sionistas de Picassent y Ayuntamiento de esta población, pero no dice que es lo que por las mismas se omitió, y que, no omitido, hubiera evitado el evento, pues claramente consta que se observaron las exigencias reglamentarias previstas para este tipo de espectáculos en la Orden de 22 de junio de 1989 –89/2.625– de la Consellería de Administración Pública de la Comunidad Valenciana relativas a la presencia del experto taurino y el auxilio de diez colaboradores, en cuyo aspecto no cabe ningún tipo de reproche por no incidir en ningún sentido en la producción del suceso.

En el desarrollo del motivo alude la parte recurrente a la aplicabilidad de las doctrinas de responsabilidad objetiva o por riesgo y responsabi- lidad por el resultado, con base en las que, entiende, que por el mero hecho de organizar el espectáculo y pretender un beneficio se queda obligado a tener que cargar –apechar– con los posibles resultados que el mismo puede provocar. Frente a ello debe decirse, por un lado, que el demandante acciona con base en el art. 1902 CC, cuya norma en modo alguno reconoce la responsabilidad objetiva pura o por el resultado, ni la simple regla “ubi emolumentum, ibi onus”; y, por otro lado, en el aspecto causal es necesario que quepa atribuir a quienes se pretende hacer responsables, en todo o en parte, de un evento dañoso, algún tipo

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de comportamiento, activo o pasivo, que haya incidido en el desenca- denamiento del resultado, y en el caso lo único que cabe atribuir a las codemandadas es la organización del festejo, lo que, si es relevante en el ámbito de la causalidad material o física, no es suficiente, por si sólo, para generar la atribuibilidad o causalidad jurídica, la cual es imputable únicamente, esto es, sin causa concurrente, al propio perjudicado.

Finalmente, la doctrina jurisprudencial dictada para casos similares no permite acoger la tesis del recurso. Respecto de las Sentencias citadas en el enunciado del motivo debe decirse: a) En cuanto a la de 30-4- 1984 que se refiere a un caso de embestida a una persona que salía de su casa por una res que no había sido debidamente encerrada en el recinto correspondiente una vez concluido el encierro; b) La de 8 de noviembre de 1990 versa sobre una enfermedad contraída como consecuencia de la realización de una actividad laboral; c) En la de 17 de mayo de 1994 el individuo cogido por el novillo era un espectador que había bajado al ruedo de la plaza con otras personas cuando la res había sido estoqueada y parecía no existir peligro alguno, y sin embargo se incorporó y atacó a dicho grupo de personas; d) En la de 3 de febrero de 1995 el perjudicado había caído al tratar de saltar la barrera para entrar en el ruedo habiéndose originado la caída a causa, en parte, de las deficientes instalaciones y falta de medidas de seguridad; y, d) La de 17 de septiembre de 1998 se refiere a un caso no exactamente igual al que se juzga, –suelta de un toro por las calles de la parte antigua de la localidad–, pero que en cualquier caso se trata de una sola resolución, y su doctrina no es la general que se mantiene.

En cambio, en sentido contrario a la argumentación del recurrente cabe invocar numerosas resolución de esta Sala, que, en casos idénticos o similares, aplican el criterio de “culpa exclusiva” por asunción del pro- pio riesgo creado. En tal sentido SSTS 13-2-1997, 3-4-1997, 18-6-1997 (todas ellas relativas a participante activo como corredor), 25-9-1998 (situado en una “suelta de vaquillas” en lugar no permitido), 8-11-200 (se produjo la cornada en el corrillo de la plaza, no en el callejón,

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cuando el cogido por la res participaba activamente en el espectáculo), y 14-4-2003 (participante activo en encierro de vaquillas)”.

- STS 7-6-200637.. El Fundamento de Derecho Cuarto es básico para resolver el tema que nos ocupa:

“CUARTO.- En el tercero se invoca como infringido el artículo 1902 CC y la jurisprudencia que lo interpreta por cuanto –sostiene– “no hay al menos un ápice de culpa” en la actividad desarrollada, ni puede ha- ber responsabilidad puesto que la omisión del director de lidia, ni está acreditada, ni hay relación alguna de su falta con el daño acontecido.

El motivo se estima. Es cierto que en la responsabilidad del artículo 1902 CC, existe una relación física o material por cuanto aparece probado que las lesiones sufridas por el actor se produjeron como consecuencia de haber sido embestido por un novillo que el Ayuntamiento había soltado para ser toreado por los asistentes. Lo que no hay es causalidad jurídica o imputación objetiva para atribuir el resultado dañoso a la demandada como organiza- dora de la fiesta por el hecho de no haber puesto en la plaza un director de lidia, cuya falta pudiera haber coadyuvado al resultado lesivo. Se trata de un presupuesto previo al de imputación subjetiva que implica un juicio de valoración mediante el cual debe determinarse si el resultado dañoso producido es objetivamente atribuible a la recurrente como consecuencia de su conducta o actividad en función de las obligaciones correspondientes a la misma, contractuales o extracontractuales, y de la previsibilidad del resultado dañoso con arreglo a las reglas de la experiencia, entre otros criterios de imputabilidad admitidos, como son los relacionados con el riesgo permitido, riesgos de la vida, competencia de la víctima, ámbito de protección de la norma, causalidad adecuada, provocación y prohibición de regreso (SSTS 21-10-2005, 2-1-2006, 5-1-2006 y 9-3-2006). En primer lugar, en el ámbito del suceso, el control de la situación correspondía a la víctima

37. M. A. 8204.

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y es a ella en última instancia a la que debe imputarse el resultado dañoso, cuando en circunstancias normales, es decir, hasta donde alcanza la previsión de quien organiza la fiesta, decide por su propia voluntad bajar a la plaza con una y tomar parte activa en la lidia, sin adoptar las medidas o precauciones necesarias para evitar ser embestido por el animal. La fiesta taurina se organiza para el ocio y recreo de los ciudadanos y crea un riesgo conocido para quienes asisten y participan en ella de forma voluntaria, y la cogida se produce dentro del ámbito de este riesgo asumido, aceptado y controlado por la víctima, sin que la organizadora lo hubie- ra incrementado o agravado para los participantes. En segundo lugar, el Real Decreto 176/1992, de 28 de febrero, por el que se aprueba el Reglamento de Espectáculos Taurinos, vigente en el momento de los hechos, establece la obligatoria presencia del director de lidia, sin precisar sus funciones, salvo la de auxiliar a los participantes, evitar el desorden y, en general, observar el reglamento. Lo que protege la norma no es no tanto que se produzcan accidentes como el ocurrido, sino auxiliar a los participantes una vez que tiene lugar la cogida, o evitarla, en su caso, pero sin impedir la lidia del toro pues ello constituye la finalidad del festejo y la razón de su presencia en el ruedo. Y es evidente que el no cumplimiento de la reglamentación taurina no significa que la cogida esté conectada necesariamente con esta circunstancia. Que el director de lidia no estuviera en la plaza en el momento de la cogida no resulta rele- vante cuando no consta que fuese el auxilio tardío lo que motivó la cogida, puesto que las lesiones no se producen al ser corneado una vez caído al suelo, sino como consecuencia de haber sido embestido cuando se lanzó al ruedo, tal como resulta del relato de los hechos de la demanda, que la sentencia de instancia acepta e incorpora, por lo que es evidente que aun de haberse cumplido las previsiones reglamentarias el resultado se hubiera producido de la misma forma, lo que hace inviable una responsabilidad indemnizable que se pueda reprochar a la organizadora”.

- STS 15-3-200738.. En el caso resuelto por esta Sentencia un señor es corneado por una vaquilla durante un encierro, y el TS desestima el

38. M. A. 2227.

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recurso. Después de describir minuciosamente tanto el “iter” procesal (Fundamento de Derecho Primero) como los hechos en sí (Fundamen- to de Derecho Segundo), en el Fundamento de Derecho Tercero se pronuncia sobre el tema, de modo escueto:

“TERCERO.- (…) C) Existe una numerosa jurisprudencia en el sentido de la aquí recurrida, en la que, partiendo de la “voluntaria aceptación del riesgo” (en los festejos taurinos, en general, para los participan- tes), o en la “culpa exclusiva de la víctima”, más en particular, en los casos en que ésta se dé, se exonera de responsabilidad al patrocinador- organizador que cumpla con las normas precautorias de seguridad, establecidas reglamentariamente, no dándose, pues, su culpa por los daños que se causen: 13-2-1997, 3-4-1997, 18-6-1997, 17-10-1997 y 24-10-2000.

y D) En cuanto a la teoría del “riesgo”, sustitutiva de la responsabilidad por culpa, y aplicable a otras actividades humanas, no lo es aquí, en cuanto la actividad es “riesgo” en sí, que eliminaría cualquier culpa. La inversión de la carga probatoria no se da, si quedan probados los hechos en sí”.

- STS 20-3-200739.. En el supuesto de hecho, una persona es herida por una vaquilla en una plaza, durante unas fiestas, y éste considera que el Ayuntamiento infringió el Reglamento de Espectáculos taurinos en- tonces vigente. El Fundamento de Derecho Segundo es fundamental:

“SEGUNDO.- El primer motivo del recurso de casación, al amparo del artículo 1692, 4 LEC, denuncia la infracción de las sentencias de esta Sala de 17 septiembre 1989 y 30 abril 1984. El recurrente considera que se ha infringido la obligación de vigilancia por parte del Ayuntamiento y que, además, no se tomaron las precauciones de seguridad exigidas por

39. M. A. 1851.

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el Reglamento de Espectáculos Taurinos de 1992, entonces vigente, ni se había obtenido el correspondiente permiso. Por ello, se provocaron ries- gos, que se han visto agravados por irregularidades procedimentales.

Este motivo no puede aceptarse. El recurrente pretende que se aplique el principio de la responsabilidad objetiva a un accidente ocasionado por un cabestro en un encierro de reses bravas, en el que participaba y ello en base a dos sentencias de esta Sala, las de 30-4-1984 y 17-9-1998. En un caso semejante, la STS 10-2-2006 afirma que “la doctrina jurisprudencia dictada para casos similares no permite acoger la tesis del recurso” y res- pecto de dos de las sentencias citadas como infringidas en aquel recurso y también en el que ahora se examina, afirma que no pueden servir de base para el recurso porque: “a) En cuanto a la de 30-4-1984 que se refie- re a un caso de embestida a una persona que salía de su casa por una res que no había sido debidamente encerrada en el recinto correspondiente una vez concluido el encierro; [...], y d) La de 17-9-1998 se refiere a un caso exactamente igual al que se juzga, –suelta de un toro por las calles de la parte antigua de la localidad–, pero que en cualquier caso se trata de una sola sentencia, y su doctrina no es la general que se mantiene”. Porque, sigue diciendo la citada Sentencia 20-2-2006, “En cambio, en sentido contrario a la argumentación del recurrente, cabe invocar nu- merosas resoluciones de esta Sala, que, en casos idénticos o similares, aplican el criterio de la “culpa exclusiva” por asunción del propio riesgo creado. En tal sentido Sentencias 13-1-1997, 3-4-1997 y 18-6-1997 (todas ellas relativas a un participante como corredor), 25-9-1998 (situado en una suelta de vaquillas en un lugar no permitido), 8 noviembre 2000 (se produjo la cornada en el corrillo de la plaza, no en el callejón, cuando el cogido por la res participaba activamente en el espectáculo) y 14-4-2003 (participante activo en el encierro de vaquillas)”. A esta sentencia y las que cita, debe añadirse la de 7 de junio de 2006.

Lo anterior sería suficiente para rechazar este motivo del recurso, puesto que no se ha infringido la jurisprudencia de esta Sala, como pretende el recurrente; pero a ello hay que añadir, además, que la sentencia recurrida

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determina claramente que la causa de los daños sufridos por el recurrente se debió a su propia acción, de manera que “no aparece acreditado la relación de causalidad imprescindible para montar la exacción de responsabilidad basada en el suceso ocurrido”, de manera que D. Daniel asumió el riesgo inherente a la partici- pación en el festejo, consecuencia del cual sufrió las lesiones por las que reclama.

Por estas razones, debe rechazarse el primer motivo del recurso”.

- STS 21-5-200840.. Después de que el Fundamento de Derecho Pri- mero detallase extensamente el supuesto de hecho y el iter seguido, es el Fundamento de Derecho Tercero el que se ocupa de resolver la cuestión en la parte que nos interesa:

“A tal efecto, se ha de partir de las circunstancias concurrentes en el caso contemplado, recogidas en relato fáctico que ha servido para abrir la fundamentación jurídica de esta resolución, debidamente adverado por las pruebas practicadas en el proceso, que han sido convenientemente valoradas por el Juzgador de primera instancia. Del mismo se deduce con facilidad la culpa exclusiva de la víctima que fue apreciada por el Juez, pues, acreditado el cumplimiento de las exigencias reglamentariamente impuestas para la organización y desarrollo del festejo, y probado también que los organizadores del evento dieron, al comienzo del mismo, las pertinentes explicaciones acerca de qué consistía éste, así como que avisaron oportunamente de la entrada en el ruedo del toro manso que debía de conducir a las becerras a los corrales, orde- nando a los participantes que en él se encontraban que abandonasen la arena, se impone el hecho, igualmente adverado, de que el actor, que voluntariamente participó en el espectáculo, permaneció en el ruedo sin atender a los avisos de los responsables del desarrollo del festejo taurino, ignorando la intimación para que los participantes lo desalojaran, ante la inminente presencia del astado manso que había de conducir a las becerras nuevamente a los corrales, y, además, se situó en la trayectoria de éste, lo que provocó que fuera arrollado por él, cau-

40. M. A. 4149.

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sándole las lesiones por las que se reclama. El perjudicado, pues, participó voluntariamente en una actividad claramente de riesgo, asumió éste y, por ende, sus consecuencias, e incluso lo incrementó, permaneciendo en el ruedo con inobservancia de las instrucciones de los organizadores, a quienes no puede atribuírseles la creación de un mayor riesgo que el aceptado por aquél, ni tampoco reprochárseles omisión de deber de diligencia alguno causalmente relevante en la producción del resulta- do lesivo, ante lo que se revela como un comportamiento voluntario del perjudicado que contribuye eficaz y decisivamente a la producción del daño, en la medida en que se ha colocado a sí mismo en posición de sufrir el riesgo propio de la actividad en la que participaba, y, en particular, el que representaba la presencia del toro manso en el ruedo, con las consecuencias lesivas derivadas de dicha situación. Falta aquí, como en otros casos similares examinados por esta Sala -Sentencias de 14-4-2003, 7-6-2006 y 20-3-2007, entre otras- la causalidad jurídica o los elementos que, en el juicio de imputación objetiva, servirían para poner el resultado dañoso a cargo de los organizadores del evento, y asegurados por las compañías codemandadas; de donde se sigue la im- posibilidad de apreciar la responsabilidad de éstas, en la medida en que falta el presupuesto necesario para ello, cual es la responsabilidad civil de los asegurados que es objeto del aseguramiento”.

2.2 Sentencias de las Audiencias Provinciales

- SAP Navarra 28-5-199341.. En esta Sentencia se dilucida un asunto en el que una vaquilla embistió a una persona durante unos festejos. Tras reflexionar sobre la asunción del riesgo en los Fundamentos de Derecho Tercero y Cuarto, los Fundamentos de Derecho Quinto y Sex- to aplican al caso la argumentación:

41. AC/1993/1031.

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“QUINTO.- Las precedentes consideraciones significan no sólo la aceptación como probado del hecho de hallarse el demandante apela- do en el lugar por que discurrían las vaquillas, en presencia participa- tiva libre y voluntaria en la fiesta, sino de la trascendencia jurídica de tal hecho en la esfera de la responsabilidad civil, así como del rechazo de la desmesurada objetivación de ésta que contiene la precitada sen- tencia cuando en ella se dice que “es indiferente que el perjudicado estuviera en el lugar accidentalmente ... y sin querer participar en la fiesta, o que tomara parte activa en ella voluntariamente...” y que “el creador del riesgo no respondería si el daño se debiera a fuerza mayor o a un comportamiento especialmente significativo y fuera de lo que es habitual en estos festejos por parte del perjudicado”, de modo que le convirtieran en causante único o preponderante del daño, pues ni cabe reputar indiferente que el lesionado ostente la calidad de es- pectador, partícipe directo o persona accidentalmente presente, ni el Ayuntamiento es conceptualmente el sujeto “creador del riesgo” en todo caso y exclusivamente, siendo por demás palmario que el sujeto de comportamiento extravagante que resulte creador, potenciador o agravante de un riesgo que, por tal extravagancia, deviene efectivamente lesivo, soportará única e inequívocamente el resultado. En los demás casos, en fin, quien desea eludir el peligro ha de abstenerse de participar en el hecho que lo crea.

SEXTO.- Hay, sin embargo, un dato determinante de cierta respon- sabilidad del Ayuntamiento apelante, por razón de negligencia en cuanto el templete o quiosco, como único lugar de refugio posible de los corredores y al que se accede subiendo unas escaleras -esto es, como lugar de pensable y posible mayor dificultad de acceso, para reses vacunas- no se hallaba acabadamente protegido de éstas, siendo así que un quiosco de música no es parte normal, ordinaria o idó- nea en un recorrido como el litigioso, habida cuenta de que, como es admitido por todos, las heridas fueron causadas al actor en dicho quiosco precisamente. Por ello, es procedente mantener la imputación responsabilista del Ayuntamiento demandado apelante, si bien con la reducción originada en la compensación de culpas que significa la

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examinada participación del actor apelado, estimando la Sala ajustada la contribución indemnizatoria de dicho Ayuntamiento en dos tercios de la cuantía procedente”.

- SAP Alicante 28-12-199342.. Su Fundamento de Derecho Segundo es incisivo:

“SEGUNDO.- Aunque la jurisprudencia declara la existencia de un riesgo en los encierros de reses bravas dentro de una población, cuyo riesgo genera una respon- sabilidad para quienes lo organizan, STS 30-4-1984, y de la Ilma. Audiencia Provincial de Zaragoza de 22-1-1992 por vía de ejemplo, tal responsabi- lidad cabe trasladarla a la suelta de vaquillas, ya que, también esta clase de festejos, implica un riesgo manifiesto para los moradores de la ciudad, aunque no participen en el festejo; pero tal responsabilidad no es objetiva, sino que tiene un principio culpabilístico, ya que sólo cabe apreciar dicha responsabilidad cuando existan unos riesgos no controlables, lo que no ocurre en el presente caso, dado que tanto la Comisión de Fiestas, como el propio Ayuntamiento adoptaron todas las medidas necesarias para que no existiera riesgo alguno en los lugares por donde discurría la suelta de vaquillas, concreta- mente en el lugar donde ocurrieron los hechos existían unas vallas que impedían a los moradores, que voluntariamente no se incorporaban al festejo, una total seguri- dad, por lo que, quien salvara dichas barreras, tenía que tener plena seguridad de que en ese momento había finalizado el festejo, y, en el supuesto que se enjuicia tal prevención no se tomó por el actor, puesto que si bien es cierto que era norma el que al retirar el toro embolado, ya no existía el peligro de otras vaquillas, no es menos cierto que el último día de fiestas era costumbre ampliar la suelta y por ello la señal de que terminaba dicha suelta era, y todo el pueblo lo sabía, el disparo del cohete que así lo anunciaba, y como el demandante hizo caso omiso de esta prevención, tampoco preguntó a nadie si había acabado la suelta, con lo cual se hubiera ente- rado de la situación en ese instante, y se encontraba un tanto influenciado por la ingestión de bebidas, que según los testigos iba atontado y con un vaso en la mano,

42. AC/1993/2510.

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notándosele un fuerte olor a bebida, por lo que al traspasar la barrera produjo un riesgo que, hasta entonces, no existía, por consiguiente, fue el propio actor el que originó la situación de riesgo, a consecuencia de la cual la vaquilla le cogió y le produjo las lesiones, por lo que no cabe incluir dentro del riesgo general del festejo, el provocado, únicamente, por el actor, y por ello no procede declarar indemnización alguna en su favor, ya que fue su imprudente conducta la causa eficiente de las lesiones que sufrió, lo que conlleva la desestimación de la demanda”.

- SAP La Rioja 30-5-199443.. El Fundamento de Derecho Segundo clarifica las cuestiones que nos interesan:

“SEGUNDO.- Desestimada la excepción anteriormente indicada, por lo que respecta al fondo litigioso, respecto del que se interpuso también el recurso de apelación por los apelantes, Ayuntamiento de Cenicero, y “Seguros Plus Ultra”, debe de indicarse que ejercita en la demanda acción derivada de culpa extracontractual de los arts. 1902 y 1903, por la muerte de don Vicente V. L., que falleció a causa de las lesiones sufridas durante la celebración de una fiesta de vaquillas el día 2 de septiembre de 1991, en la localidad de Cenicero (La Rioja), en una plaza al efecto organizada por el Ayuntamiento de dicha localidad debidamente autori- zada, lo que ha quedado determinado según se desprende de la demanda y de las contestaciones a la misma, junto con los documentos presentados con ellas (folios 1 y siguientes, 136 y siguientes, 175 y siguientes, 211 y siguientes, y 226 y siguientes), en relación con los medios probatorios obrantes en los diferentes ramos de prueba de las partes a los folios 240 y siguientes, respecto del ejercicio de tal acción, en base a la cual se ins- taba la pretensión concretada en una indemnización de 25.000.000 de pesetas, a abonar por los demandados, según se exponía en la demanda, debe de indicarse que, partiendo de lo anteriormente expuesto respecto al fallecimiento de la persona indicada en el lugar y fecha expuestos, a su vez debe de ponerse de relieve que dicha persona se encontraba dentro

43. AC/1994/893.

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del recinto donde se llevaba a cabo el festejo, según se desprende de la prueba testifical practicada al efecto, obrante a los folios 284, 414 a 423 y 427 a 440, en relación con la demanda y con las respectivas contes- taciones, así como que durante ese festejo y cuando se encontraba una vaquilla en la plaza se soltaron indebidamente dos vaquillas más, con la consiguiente sorpresa de todas las personas que allí se encontraban, según se desprende de los medios expuestos e incluso según admite el propio Ayuntamiento de Cenicero de manera concreta en el hecho cuar- to, punto cuarto de su contestación, obrante al folio 162, en el que se hace referencia a la salida al ruedo de dos vaquillas, y según también admite la compañía “Plus Ultra”, en el hecho cuarto, al indicar que la persona fallecida se encontraba en el ruedo junto al burladero y también hace referencia al hecho de no haber salido mansos para retirar a la vaquilla, por ello resulta claro que se produjo una indebida salida de vaquillas al recinto donde se celebraba el festejo con la consiguiente actuación indebida de la persona encargada por parte del Ayuntamiento organizador del festejo, que hace que se califique tal suceso como culposo, imputable al responsable y por lo tanto al Ayuntamiento, ya que toda actuación no sólo ha de atenderse a la diligencia exigible según las circunstancias de personas, tiempo y lugar, sino también al sector de la vida social en que la conducta se proyecta, y determinar si el agente, obró con el cuidado, atención o perseverancia exigibles, y con la reflexión nece- saria con vista a evitar el perjuicio de bienes ajenos jurídicamente protegi- dos, contemplando no sólo el aspecto individual de la conducta humana, sino también su contenido social (Sentencias de 23 marzo 1982 y 17 julio 1987), aplicable desde luego en el supuesto de autos en el que se aprecia que no fue suficiente la diligencia concurrente, ni adecuada para prevenir y evitar los daños previsibles y evitables, pues el daño acaecido, revela su insuficiencia, y que algo falta por prevenir, estando por tanto incompleta la diligencia (Sentencias de 30 julio 1991, 31 octubre 1991, 15 julio 1992 y 24 diciembre 1992, en este sentido), y por ello ha de entenderse esa culpa extracontractual derivada de los arts. 1902 y 1903 del CC, concurrente en el supuesto de autos, en los hechos que originaron el resultado acaecido, como un daño inmediatamente atribuible a la falta de diligencia, incluida la vigilancia precisa, que dentro de la realidad de la casación antijurídica

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del daño, operó como causa mediata del mismo en virtud de una culpa “in vigilando” perfectamente achacable al demandado Ayuntamiento de Cenicero, por cuanto no se exige ninguna actividad excesiva, sino la normal del hombre medio con relación a las circunstancias, como indican las Sentencias de 10 mayo 1986, 16 febrero 1988 y 2 diciembre 1989, sobre todo teniendo en cuenta que con la actividad que supone la organización de un festejo se crea un riesgo importante que genera responsabilidad en quien crea tal actividad, puesto que quien crea tal evento que supone una actividad peligrosa se hace acreedor de la responsabilidad derivada, como se desprende de las Sentencias de 18 abril 1990, 16 febrero 1988 y 28 enero 1988, ya que incluso debe de entenderse que la actividad favorecía al organizador porque indudablemente el Ayuntamiento con el festejo organizado tenía el beneficio que le supone como entidad pública la organización de un acto público para recreo de sus ciudadanos quienes sustentan y justifican, de ahí que en definitiva se deba de entender correcta la atribución de los hechos y la respon- sabilidad derivada al Ayuntamiento demandado, tal y como aprecia el Juez de instancia, pues en definitiva no debe de olvidarse, como se desprende de la Sentencia de 30 abril 1984, que la realización de un encierro de reses bravas implica un claro riesgo con la consiguiente responsabilidad, para quienes lo orga- nizan, sobre todo cuando llegado el caso concreto, como ocurrió en autos el riesgo se creó no con la actividad normal de correr ante las vaquillas por parte de los participantes en el festejo sino por la indebida salida al ruedo de dos vaquillas de forma inopinada, por ello debe de concluirse con la desestimación de los recursos en este apartado y el consiguiente mantenimiento en el mismo de la sentencia de instancia”.

- SAP Valencia 20-12-199444.. El Fundamento de Derecho Segundo de la presente Sentencia es bastante gráfico:

“SEGUNDO.- Los temas sobre los que ha discurrido la impugnación planteada conjuntamente por los demandados señor I. como Presi- dente de la Peña Taurina mencionada y “La Compañía de Seguros

44. AC/1994/2137

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General Europea, SA” (GESA) son los siguientes: a) Existencia de culpa exclusiva de la víctima; b) concurrencia de culpas, con la consecuencia de minorar la indemnización; c) reducción de la cuantía de la indem- nización; y d) los intereses no deben computarse desde la interpela- ción judicial, sino en todo caso, desde la fecha de la sentencia, lo que implica que al no dar lugar a la totalidad de lo pedido en la demanda deba reflejarse en el pronunciamiento sobre costas.

Respecto a la primera de estas cuestiones, ha de rechazarse que la causa única de las lesiones sufridas por el demandante, que asistía al espectáculo taurino organizado por la Peña L'Esquellot, fuese la culpa o negligencia del perjudicado. Demostrado que la res vacuna que embistió y corneó al señor G. M. penetró por detrás de la barrera en que éste se había protegido, es evidente que la instalación de dicho elemento protector adolecía de deficiencias en su colocación que la hacían insegura con la consiguiente desprotección para las personas que la utilizasen; deficiencias que en forma alguna pueden imputarse al mero espectador que se cobija tras ella, y que son reprochables a la Organización del festejo, que asumió la responsabilidad de evitar e impedir los accidentes innecesarios en el expediente previo a la autorización del espectáculo (folio 151).

Sobre el segundo punto relativo a la concurrencia de culpas es plantea- do por los demandados aduciendo que el actor era participante activo en el festejo, que “se puso detrás de la barrera, no porque fuera de seguridad (que no lo era) sino para acrecentar la sensación y la emoción del peligro que pudiera suponer que el animal entrara a donde él se en- contraba junto con otras personas...”, siendo imputable el accidente a la libre asunción del riesgo por parte del señor G. M. que era consciente del peligro que entrañaba su participación y, sin embargo participó. Esta tesis tampoco puede compartirse. Es evidente que todo asistente como espectador a un festejo de la índole del que aquí se trata u otros análogos, par- ticipa de alguna forma en el mismo y contribuye también, en cierta medida a su éxito y vistosidad con manifestaciones de aliento, entusiasmo o crítica a lo que se está ofreciendo como espectáculo; pero no crea, ni asume el riesgo derivado

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del desarrollo del mismo; riesgo que ha de ser previsto -y evitado en la medida de lo posible- por los organizadores del festejo, adoptando todas las medidas de seguridad y vigilancia a ello conducentes. Es claro que una persona que acude el recinto donde se celebraba la “corrida” de vaquillas, y se sitúa tras una barrera de protección -que siempre han de ofrecer seguridad- no es un participante activo sino un espectador que puede “vibrar” con el espectáculo, lo que es normal, pero que no quiere arriesgarse; y si la medida de protección o barrera, falla, no cabe imputarle culpa alguna de esa deficiencia, en la que se encuentra la causa del accidente. No debe admitirse, pues la concurrencia de culpas”.

- SAP Navarra (Sección 2ª) 31-3-199545.. Se ocupa de una concurrencia de culpas entre un participante en un festejo que resulta dañado por una vaquilla como consecuencia de u golpe, y el dueño de la plaza por no haber adoptado todas las medidas de seguridad exigidas reglamen- tariamente. Después de que en los Fundamentos de Derecho Primero a Tercero se dedique gran atención a los hechos y a su encuadre jurídico, el Fundamento de Derecho Cuarto se ocupa de determinar la oportu- na responsabilidad:

“CUARTO.- La absolución del demandado de la demanda y la defensa jurídica del mismo, se realizan en base a la teoría de que aquél asumió vo- luntariamente un riesgo, al lanzarse al ruedo a torear, jugar o correr con la vaquilla (lo que se apreció asimismo en la sentencia del suceso del año anterior, en el viaje y fiesta organizados por “Eroski Bideak”, supuesto no comparable con el presente, ya que en él se produjo asistencia médica y traslado a un Centro Hospitalario, en el que se atendió al herido). No es apreciable, sin más, esa teoría jurídica, ya que en este espectáculo, y en el desarrollo y participación en otros deportes de riesgo, y aunque ello pueda tener una cierta parte de aceptación de la propia responsabilidad, se dan unas ciertas “reglas del juego” que deben observar los demás partícipes y los organizadores, para aminorar el riesgo, y cuyo incumplimiento -en todo o en par-

45. AC/1995/427.

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te-, puede hacerles también partícipes en dicha responsabilidad. En los espectáculos taurinos, como “capeas”, “tentaderos”, etc., en los que interviene voluntariamente el público, ya queda reflejado anteriormente que la legislación vigente exige y se preocupa de tres aspectos fundamentales, que exista previa autorización adminis- trativa (facultad de inspección y de imposición de medidas), que dirija el festejo un director de lidia capacitado (con cierto nivel o capacitación profesional, según la clase del festejo) y que exista una cobertura sanitaria imprescindible (Médico, cuar- to de socorro y ambulancia). En el presente caso, no se cumplió con ninguno de estos requisitos, excepto quizá el segundo, pero en forma ajena a la propia organización del demandado (el ex-torero parece, según las fotografías aportadas, que acudió al quite, pero a cuerpo limpio, sin capa, o vara, para apartar a las res). Como no existió ni siquiera una primera asistencia médica, a la que el dueño de la plaza estaba obligado, para atender la lesión, medir su alcance y procurar, en su caso, el debido traslado del herido a un Centro Médico próximo (, Tudela o Peralta), pues lo aparatoso del accidente obligaba a ello, se desconoce si el golpe de la vaquilla (directamente en rodilla, y causante en principio de la tumefac- ción) produjo la tríada interna en el miembro afectado, o fue ésta causada por la desatención, o en qué grado, pudo influir ésta: la “Lex Artis”, en estos casos, exije el vendaje e inmovilización del miembro, y su inmediato tratamiento; el caso es que las previsiones que, para evitar un mayor gra- do de deterioro, se previenen reglamentariamente, no se cumplieron, y a ello habrá que achacar una parte importante de la responsabilidad, que debe ser también compartida por el propio interesado”.

- SAP Segovia 3-5-199546.. Los Fundamentos de Derecho Segundo a Cuarto de esta Sentencia aportan razonamientos interesantes de cara a resolver la cuestión:

“SEGUNDO.- Para la decisión de este pleito es preciso dejar sentado, con carácter previo a la determinación de lo sucedido en este caso, que

46. AC/1995/925.

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esta clase de festejos como ha señalado con acierto la Sentencia de la Audiencia Provincial de Navarra de 28 mayo 1993, verdaderamente representan para quienes participan activamente en ellos una asunción de riesgo consciente y libre como sucede en las múltiples festividades po- pulares y públicamente participativas que giran en torno al peligro que suponen las acometidas ofensivas o defensivas de reses bravas de ganado vacuno, siendo así que el claro riesgo de lesión corporal a los participantes en aquéllos es ingrediente esencial de tales ritos ances- trales, de modo que la tradición o costumbre ha producido no sólo el asentamiento sino también el aplauso social, tanto mayor cuando mayor es el riesgo. Y es verdad también que por ello mismo no puede acudirse a criterios puramente mecanicistas en la valoración de las conductas de quienes participando en la fiesta referida asumen efecti- vamente el riesgo antedicho cuando se sitúan en el lugar indicado para el recorrido de las reses bravas. Pero a la vez no es menos cierto que tal idea inicial no significa ni puede significar la consagración de la licitud de una transmutación objetiva de lo que es participar en un riesgo delimitado y calculado en una actitud suicida como si toda acción de voluntaria inmersión en una esfera de peligro conllevase en todo caso la atribución responsabilista de las consecuencias lesivas al partícipe, porque es obvio que el precitado riesgo calculado o, si se prefiere, el cálculo del riesgo socialmente admisible, corresponde tanto a quien organiza el festejo cuanto a quien participa en el mismo: al primero porque ha de atender necesariamente a la adopción de las medidas que eficazmente obsten la producción de resultados dañosos o lesivos de naturaleza extravagante o anormal o que afecten a terceros que no son participantes activos del festejo sino espectadores que presencian el encierro situándose al otro lado de las vallas o barreras por donde discurrirán las reses bravas, y al segundo porque, presumiblemente, no acepta más posibilidad -y aun probabilidad- lesiva que la ordinaria, esto es, lo que racionalmente es esperable del carácter de la fiesta- espectáculo aunque no deba prescindirse de que toda confrontación con reses bravas conlleva la posibilidad incluso de resultado letal para el hombre.

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TERCERO.- En el caso presente la actora resultó herida en el cuello al ser embestida por una de las reses, en los encierros de Cuéllar que se celebraron el 30 de agosto de 1992. Pero de la prueba resulta: a) que la citada demandante no se encontraba en aquel momento en el interior del callejón por donde debía correr el ganado sino en el ex- terior, y concretamente al otro lado de la valla de protección; y b) que el accidente se produjo precisamente porque cuando cuatro caballistas dirigiendo al ganado desde el campo abierto intentaron hacer entrar la manada en el embudo donde comienza el recorrido vallado del encierro, una de las reses se volvió, pasó por la parte exterior de las vallas, y allí cogió a la demandante, causándole graves lesiones. Así re- sulta del informe emitido por la Guardia Civil de Cuéllar (f. 134), y de la confesión del representante legal de “Ruedos de Castilla, SA” en que reconoce que esta sociedad era la responsable de conducir la manada de toros campo a través a la zona acotada para el encierro (posición 2.ª), y que a los cuatro jinetes profesiones contratados por “Ruedos de Castilla” se les escapó un toro, que tuvo que ser muerto a tiros por la Guardia Civil (posición 3.ª). De lo cual se desprende que bien por defectuosa ejecución de la maniobra de conducción del ganado o bien por la insuficiencia de jinetes que la llevaron a cabo, o bien por cual- quier otra circunstancia que esa entidad podía y debía controlar con las necesarias medidas de seguridad, se produjo una situación que siendo posible, fácilmente previsible y en modo alguno inevitable, no se evitó adoptando para ello las cautelas precisas y necesarias que impidieran el descontrol del animal, y el riesgo consiguiente para quienes lejos de participar consciente y voluntariamente en el encierro corriendo por el interior del callejón y asumiendo así el riesgo de un accidente, se mantenían en el exterior del vallado en la confianza de que las reses pasarían por el otro lado. Por lo cual es correcto el criterio del juzga- dor de la instancia al estimar la demanda contra la sociedad a quien se había encomendado el control y desarrollo del festejo.

CUARTO.- Queda en este punto por resolver si participa -como sos- tiene la recurrente- o no -como ha entendido el juzgador de la instan-

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cia- el Ayuntamiento de Cuéllar de esa responsabilidad aquiliana: por una parte el Ayuntamiento no es quien crea el encierro como fuente de riesgo objetivo por cuanto la autoridad municipal, materialmente encauza, delimita y pone en orden un festejo de origen popular que es fruto de la demanda social y de las exigencias de la población que lo viene celebrando tradicionalmente durante siglos. Pero por otra par- te la necesidad de aminorar el riesgo y de situarlo en los límites que socialmente pueden ser admitidos y tolerados en la actualidad, exige de la Autoridad municipal, dentro del ámbito de sus competencias, adoptar las medidas y cautelas precisas para ello, y el hecho es que en este caso el Ayuntamiento de Cuéllar -a quien compete la “seguri- dad en los lugares públicos” (art. 25 de la Ley de Bases de Régimen Local de 2 abril 1985- decidió contratar la organización del encierro con la sociedad mercantil “Ruedos de Castilla”; lo cual significa que no estamos simplemente ante una pura actividad empresarial en la que un particular concibe y realiza por sí mismo un espectáculo taurino, sino ante un encargo del Ayuntamiento que encomienda a una em- presa dentro de lo que denomina el “servicio de fiestas tradicionales” la organización y control del encierro taurino que había de discurrir -por su propia naturaleza- por las calles de la localidad; contrato en el que además el Ayuntamiento se reservaba funciones de control y supervisión en el pliego de condiciones donde se impone a “Ruedos de Castilla” (condición novena) la obligación de reconocer y aceptar “la intervención del Ayuntamiento en la organización y prestación del ser- vicio de fiestas tradicionales ... al objeto de asegurar el mejor desarrollo de los festejos”, así como “aceptar toda clase de variaciones y detalles... motivados por razones de orden público y seguridad”. Con lo cual es obvio que ni tales encierros pueden dejarse fuera del ámbito de los “servicios públicos” municipales, puesto que es el propio Ayuntamiento quien incluye estos “tradicionales encierros declarados de interés tu- rístico” (condición 13) en el ámbito del “servicio público” (condición 9.ª); ni la prestación del mismo por una empresa privada le exonera de los resultados lesivos que pueden derivar de su inadecuada prestación, máxime cuando en ella asumía funciones de control, intervención y

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supervisión “por razones de orden público o seguridad”, y la Orden 10 mayo 1982 que regula los espectáculos taurinos tradicionales exige en el caso de encierros de reses bravas que tanto el lugar en que se efectúe la suelta de las reses como el recorrido que seguirán éstas hasta la plaza estén aisladas convenientemente para evitar que se desmande alguna de ellas y se dispongan los medios para facilitar la presencia de espec- tadores y la salvaguarda de los participantes. En consecuencia no es admisible exonerar al Ayuntamiento de la responsabilidad que resulta de las lesiones sufridas por una espectadora no participante activa en el encierro de reses bravas que tuvo lugar en la localidad de Cuéllar, aunque la organización del festejo se contratara con una empresa parti- cular, ya que además su situación de subordinación y dependencia res- pecto al Ayuntamiento y la posición de control que a éste correspondía le convierte en corresponsable solidario según el art. 1903 del Código Civil, cuyo fundamento está en la culpa “in eligendo” o “in vigilando” determinante de la responsabilidad por hecho ajeno”.

- SAP Navarra 15-6-199547.. En esta Sentencia se hace referencia a los daños sufridos por un señor interviniente en un festejo taurino. El Fundamento de Derecho Tercero es clarificador:

“TERCERO.- Planteados así los términos del recurso, no cabe duda de que éste parte de un nuevo planteamiento de los hechos en cuanto que el actor reconoce su participación en el encierrillo, no como espectador, sino como corredor. No obstante, esta alteración del relato fáctico no supone propiamente la introducción de una cuestión nueva, ya que el actor ejercitó una acción de responsabilidad extracontractual, con invoca- ción de la Ley 488 Fuero Nuevo y el art. 1902 CC, alegando no sólo la doctrina jurisprudencial sobre la responsabilidad por riesgo, sino también la culpa del Ayuntamiento por la defectuosa organización del festejo, por lo que cabría haber apreciado una concurrencia de culpas

47. AC/1995/1130.

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que no precisa ser invocado expresamente por las partes (SSTS 18 octubre 1982, 22 abril 1987 y 7 junio 1991).

La participación activa de la víctima en el encierrillo, que quedó ple- namente probada en la instancia y ahora se reconoce implícitamente, no tiene otro efecto que el de excluir la aplicación de la teoría de la responsabilidad objetiva por riesgo, pues carece de sentido invocar tal riesgo por quien, conocedor del peligro que puede generar la bravura de las reses soltadas en un recinto acotado, lo asume libremente, interviniendo volun- tariamente en el espectáculo.

No obstante, tal asunción voluntaria del riesgo no excluye la posibilidad de exigir responsabilidad al organizador del festejo cuando el mismo no adopte las medidas o cuidados precisos que impidan efectivamente la producción de resul- tados dañosos o lesivos de naturaleza extravagante o anormal o que afecten a terceros no partícipes activos. El recurrente afirma la responsabilidad por culpa del Ayuntamiento de Estella en cuanto éste infringió los arts. 88 y 91 del Reglamento Taurino de Navarra y permitió la colocación de obstáculos en el itinerario del encierrillo, lo que provocó el retorno de las reses incrementando ostensiblemente el peligro de los corredores.

No especifica el apelante cuál de las distintas prescripciones conteni- das en los artículos citados (relativas al número de cabestros, pastores, al cite indebido de las reses, a la presencia de corredores en malas condiciones físicas o psíquicas, etc.) vulneró el Ayuntamiento, mas en todo caso, a la vista de las declaraciones efectuadas por la víctima sobre la forma de producción del accidente: “cuando me fui a retirar no me di cuenta de que la vaca se acercaba peligrosamente y terminó por embestirme”, puede concluirse que las pretendidas y no demostradas infracciones en nada incidieron en la producción del evento dañoso.

En lo que concierne a la presencia de obstáculos en el trayecto del encierro, que ciertamente aparece recogida en las publicaciones que dieron cuenta del suceso, es evidente que tampoco contribuyeron en

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modo alguno a la causación del mismo, ya que de las propias decla- raciones de la víctima recogidas en el rotativo, y de las del testigo que le asistió resulta que la vaquilla le alcanzó tan sólo uno o dos minutos después de comenzar el encierrillo, la primera vez que las reses pasa- ban por allí y antes de que éstas hubiesen llegado al lugar en que se hallaban los obstáculos.

No se aprecia ninguna incidencia o defecto de organización que, incrementando el riesgo ordinario que la participación en tal clase de espectáculos taurinos conlleva, provocase o contribuyera a provocar el accidente. Por contra, el Ayun- tamiento ha acreditado una cuidada y diligente organización del festejo. Este fue previamente autorizado (folio 189), se anunció correctamente en el correspondiente programa de fiestas, habiéndose difundido un Bando Municipal en el que se contenían ciertas advertencias y precauciones para los participantes en tales espectáculos (folios 75 a 86). La asistencia y evacuación del herido fue rápida (en el parte de urgencias consta como hora de llegada las 8.10 de la mañana) debido sin duda a la existencia de numerosos puestos sanitarios a lo largo del recorrido (folios 18 y 87). Por último, junto al equipo de ganaderos y pastores encargados de la conducción de las reses, el Ayuntamiento asigna numeroso personal a las tareas de limpieza y comprobación del recorrido, vigilancia del va- llado, etc. (folios 89 y 90). No se observa por tanto, negligencia alguna en el Ayuntamiento que justificase su responsabilidad”.

- SAP Valladolid (Sección 1ª) 28-6-199648.. El Fundamento de Derecho Cuarto se ocupa de la cuestión problemática:

“CUARTO.- Respecto a la responsabilidad de los actores en la produc- ción del resultado dañoso, aspecto en el que especialmente inciden am- bos recurrentes, la Sala, tras valorar y analizar de nuevo en esta alzada toda la prueba practicada, no puede sino asumir todas y cada una de las

48. AC/1996/1071.

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reflexiones y conclusiones que el Juzgador de Instancia, con impecable lógica y coherencia, plasma en los fundamentos tercero y cuarto de su sentencia. Para no incurrir en inútiles reiteraciones, basta aquí resaltar las siguientes premisas fácticas, basta del fallo que luego se dirá: a) Que los actores accedieron y estacionaron sus vehículos en un lugar destina- do a esa finalidad sin obstáculo ni impedimento alguno e incluso con aquiescencia de la Policía Municipal de la localidad. b) Que ni en ese lugar, donde luego precisamente se produjeron los daños, ni en algún otro próximo y visible, existía cartel, anuncio o señal que prohibiera estacionar o advirtiera de alguna manera la próxima celebración de una suelta de vaquillas. c) Que el Ayuntamiento y con el fin de retirar los vehículos del recorrido del “encierro” tan sólo había previsto la simple colocación de notas en los parabrisas de los vehículos o la busca de sus propietarios, medidas totalmente insuficientes e inoperantes en casos como el acaecido, en que dichos propietarios, ignorando estas circunstancias, acuden a recoger el vehículo una vez concluido el festejo y no han podido ser habidos por la Policía Local.

En suma, debió el Ayuntamiento, como Organizador del Festejo, prever y ar- bitrar otras medidas más eficaces y seguras (p.ej. colocar anuncios o carteles visibles para todos que advirtieran de la celebración del festejo y su horario, o prohibieran estacionar vehículos en el recinto, instalar barreras o elementos que imposibilitaran el acceso al mismo, o, en fin, disponer de una grúa u otro medio que permitiera trasladar fuera del recinto los vehículos), pero en ningún caso iniciar el “encierro” sin antes haber retirado todos los vehículos que se hallaran en el recurrido o haber advertido a sus propietarios de esta circunstancia y sus consecuencias. Al no haber actuado así, es claro que incurrió en una responsabilidad civil por culpa extracontractual ex artículo 1902 del Código Civil, pues atendidas las características y la forma en que habitualmente se desarrollan tales festejos populares, era totalmente previsible que los vehículos que durante su desarrollo permanecieran estacionados dentro del recinto, iban a sufrir algún daño, como así fue, tanto por la acción de los toros como del público participante”.

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- SAP Valladolid (Sección 1ª) 11-10-199649.. En esta Sentencia una persona es embestida por el toro de un espectáculo taurino. Los Fun- damentos de Derecho Segundo y Tercero resuelven la cuestión:

“SEGUNDO.- Pues bien, examinada la sentencia recurrida a la luz de los alegatos vertidos por ambas partes en el acto de la vista y resultado de la prueba practicada en la instancia, cabe adelantar que, a juicio de esta Sala, el Juzgador incurre en una errónea valoración de la prueba e infracción por aplicación indebida del artículo 1902 CC y doctrina jurisprudencial sobre la teoría del riesgo, reproches ambos en los que en esencia, se viene a sustentar el recurso formulado por el Ayunta- miento demandado.

Mantiene el Juez de instancia que al supuesto de autos es aplicable la doctrina del riesgo creado e inversión de la carga probatoria por cuya virtud el Ayuntamiento demandado debe correr con las consecuencias del evento dañoso a menos que demuestre la culpa exclusiva del perju- dicado -criterio que sin embargo la Sala no puede compartir puesto que carece de sentido que dicha teoría pueda ser invocada a favor de quien, como el actor, quiso colocarse en esa situación de claro y manifiesto peligro- pues siendo como claramente se desprende de su confesión, conocedor de los “encierros” y “suelta de vaquillas” que tradicionalmen- te se celebran en la localidad de Peñafiel, y por lo tanto plenamente consciente del peligro que siempre entraña la bravura de las reses que se sueltan en un recinto acotado, sale sin embargo al ruedo de dicha plaza (momentáneamente, dice en su demanda) a sabiendas de que aún el festejo no había terminado y distraído y ajeno a lo que ocurría en el ruedo, se pone a conversar con otras personas colocándose además de espaldas a los corrales por donde precisamente debía aparecer el siguiente novillo, circunstancia que le impidió percatarse de los avisos y de la presencia de la res que nada más salir le acometió.

49. AC/1996/1957.

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Es claro que la asunción voluntaria del riesgo en festejos de esta naturaleza, no sólo cabe predicarla en quien es participante activo y dinámico que “cita” o “recorta” al animal sino también en quien abandona los lugares especialmente destinados a los espectadores y voluntariamente se introduce y permanece aun- que sea momentáneamente en el recinto o recorrido acotado para la res.

TERCERO.- Ahora bien, como esta conducta del actor no excluye sin más la posibilidad de exigir responsabilidad al Ayuntamiento como organizador del festejo si éste hubiera incurrido en infracciones o negligencias relevantes y determinantes en la producción del resultado lesivo, procede pasar a examinar cada uno de los reproches que a título de culpa hace el actor en su demanda.

El primero y fundamental, se refiere a que el novillo fue soltado “sin que se procediera a dar aviso de ninguna forma (tradicionales clarines o trompetas) a las personas que pudieran estar ocupando el ruedo”, lo que sin embargo no ha resultado cierto según viene a reconocer el propio juzgador en su sentencia y claramente ha demostrado el testi- monio de varias personas (señor Carlos G. D., Bernabé M. V., Hernan- do C. G.), que corroboran la existencia de una potente instalación de megafonía en la plaza que advertía repetidamente de la salida de cada uno de los novillos siendo perfectamente audible incluso desde fuera de la plaza, y en igual sentido, los señores H. J. y M. R., confirmando que ese día funcionó correctamente la megafonía.

El segundo es la inexistencia de un profesional taurino y personal co- laborador exigidos en el artículo 94.4 del Reglamento de Espectáculo Taurino lo que “probablemente hubiera evitado la cogida o aminorado sus consecuencias” (sic. fundamento IV demanda). Y cierto es que el Ayuntamiento no ha probado la presencia de dicho profesional en el festejo pero sí la de varios colaboradores voluntarios tal y como el pro- pio juzgador recoge en su sentencia. Ahora bien, la función que estas personas tienen de auxiliar a los participantes (Reglamento art. 93.4) no es razonable entenderla -cual hace el juzgador de instancia- en un sentido tan amplio y riguroso que se les obligue a impedir y evitar toda

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cogida o percance a quienes se hallen dentro del recinto o ruedo de la plaza, pues ello, además de ser imposible, dado el gran número de intervinientes y las súbitas e imprevisibles reacciones y movimientos de una res joven y brava vendría a desnaturalizar la propia esencia y desarrollo tradicional de estos festejos estableciendo de hecho, una responsabilidad absoluta y objetiva del Ayuntamiento organizador que siquiera tendría adecuado encaje en sede de la responsabilidad ex artículo 1902 CC, pues como dice nuestro TS en varias de sus Sentencias (se citan las de 27 mayo 1982, 13 enero 1989 y 27 septiembre 1995) a pesar de las modernas tendencias jurisprudenciales objetivadoras de la responsabilidad no cabe excluir, en todo caso y de modo absoluto, el clásico principio de la responsabilidad culposa. De otra parte las circunstancias y el momento en que se produjo la embestida del novillo al actor según resulta del propio relato contenido en el primer expositivo fáctico de la deman- da no permiten razonablemente llegar a la conclusión de que tales colaboradores pudieran haber intervenido para evitar o aminorar la cogida y sus consecuencias lesivas, es decir, no existe o al menos no se ha acreditado por el actor -a quien correspondía por aplicación de la regla general ex artículo 1214 del Código Civil al no hallarse revestido del privilegio de la inversión de la carga por lo dicho inicialmente- esa necesaria relación causal entre el comportamiento omisivo reprochado y el resultado dañoso producido, pues éste debe aparecer como una consecuencia natural lógica y adecuada de aquél, teniendo en cuenta además que por consecuencia natural hemos de entender aquella que propicia, entre la conducta inicial y el resultado dañoso una relación de necesidad, conforme a conocimientos normalmente aceptados, no siendo suficientes las simples hipótesis, conjeturas o posibilidades o in- cluso la existencia de datos fácticos que por simple coincidencia induz- can a pensar en una posible interrelación de ambos acontecimientos.

Respecto al tercero de los hechos, que el Juzgador sólo cita de pasada y que se refiere a que uno de los novillos no tenía las características adecuadas de acuerdo con el Reglamento de Espectáculo Taurino (arts. 46.3 y 50.3) ya que era mayor de tres años y no tenía las astas “afeita-

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das” o “emboladas”, también hemos de calificarlo de irrelevante a los efectos pretendidos por el actor. Primero, porque no ha cumplido con el deber procesal de concretar cuál fuera el novillo que le acometió y segundo, porque tras el examen de la documental traída a los autos en período probatorio, queda demostrado que de las cinco reses que ese día participaron en la suelta, sólo una tenía más de dos años, habiendo certificado el veterinario señor Z. S. las debidas condiciones y utilidad de todas ellas para el festejo, añadiendo incluso respecto de la res de 3 años recordar que presentaba una posible manipulación de sus astas respecto a una disminución de las mismas.

Pero es que tampoco este simple hecho “per se” y sin otras pruebas adicionales (por ejemplo pericial sobre características y naturaleza de las heridas sufridas) permite establecer una relación e incidencia que fuera necesaria y relevante para el resultado lesivo final.

Por último y en relación la inexistencia de autorización gubernativa suscitada por la defensa del apelado en el acto de la vista de este re- curso, basta significar en orden a proclamar la intrascendencia de esta cuestión, que se trata de un alegato extemporáneo, y que incluso fue rechazado por el Juez “a quo” en su sentencia (fundamento tercero), con la que el actor se aquietó”.

- SAP Guadalajara 24-2-199650.. El Fundamento de Derecho Tercero de la Sentencia es gráfico sobre las cuestiones de interés:

“TERCERO.- Examinando ya el tema sustantivo, invocan las partes apelantes, como argumento esencial de su pretensión impugnatoria, la culpa exclusiva de la víctima al asumir un riesgo voluntariamente, cual es la parti- cipación activa en una actividad peligrosa como es un encierro taurino cuyas consecuencias lesivas han de ser por ello soportadas por quien las admitió.

50. AC/1996/2272.

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Sobre este punto concreto y para justificar la negligencia en la actua- ción del Ayuntamiento, determinante de su responsabilidad, se alude por la actora, y se acoge por la Juez de instancia, a que los cajones destinados al transporte de la res se dejaban, una vez soltada ésta, sin indicación ni señal alguna que impidiera su utilización para seguir el encierro, razonamiento que no es de recibo, pues conociendo, por ser el medio destinado tradicionalmente para el transporte de los anima- les, cuál era su utilidad y así lo admite la generalidad de los testigos y el propio actor-apelado, no cabe mantener para justificar la acción del demandante la ausencia de indicación para ser destinado a palco o barrera desde el cual contemplar el encierro, actividad ésta en que participaba el lesionado, no acreditada su intervención activa, lo que excluye a su vez la causa de exención de responsabilidad invocada por la compañía aseguradora, al quedar fuera del ámbito de cobertura de la póliza suscrita los daños o lesiones derivados de la intervención activa en el festejo, lo que insistimos no es el supuesto de autos. Con la misma argumentación esgrimida por el perjudicado, cabría afirmar la responsabilidad del Ayuntamiento por lesiones sufridas por quienes presenciaron el espectáculo taurino desde sitios tan insólitos como farolas, árboles, pancartas publicitarias, etc., lugares donde es obvio tampoco se ubica indicación expresa alguna que impida su utilización al efecto, pero que es evidente no están destinadas a servir de plata- forma o barrera para la contemplación del encierro. De ahí que sea aplicable al supuesto que nos ocupa, al menos en parte, la doctrina jurispru- dencial recogida ya por la Sentencia del Tribunal Supremo de 27 mayo 1987, según la cual “si bien es cierto que el Ayuntamiento crea un riesgo, no es justo que la comunidad o los individuos que lo integran soporten los riesgos especí- ficos no controlables, pero no es menos exacto que tal responsabilidad objetiva por riesgo tiene como límite la culpa exclusiva de la víctima (...) actuando la asunción voluntaria del riesgo como límite de aquélla”. Se producirá pues la exoneración de la Administración cuando se acredite otra con causa proviniente de un particular que interfiere significativamente la relación causa-efecto, lo que es aplicable al presente supuesto, si bien, no excluyendo en su totalidad la negligencia del Ayuntamiento, apreciándose una compensación de culpas, al no

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haber extremado el celo esta entidad en cuanto a la custodia de estos elementos de transporte, máxime cuando no era la primera vez que se utilizaba para presen- ciar el encierro. Cuantificando el porcentaje de culpa en un 75 por 100 para el perjudicado y un 25 por 100 para el Ayuntamiento. Quedaría por determinar, acogida parcialmente la pretensión de los recurrentes, Ayuntamiento y entidad aseguradora, cuya responsabilidad tendrá lu- gar dentro de los límites cuantitativos de cobertura contractualmente fijadas, el “quantum” indemnizatorio que concreta la juzgadora en 640 días de baja a razón de 7.000 pesetas diarias a lo que no cabe hacer objeción alguna al ser la cantidad de general aplicación en esta provin- cia, planteándose mayores problemas en cuanto a las secuelas que se recogen en el informe del doctor S. B., pero que no aporta al respecto la juzgadora la base tomada, como referencia o criterio seguido para su resarcimiento, limitándose a señalar la cantidad de 5.250.000 pesetas. Partiendo como criterio orientativo de la Orden Ministerial 5 marzo 1991, donde se recoge como secuelas en relación a las consignadas en el informe médico citado el pie plano postraumático (5-10 puntos), artrosis subastragalina (4-8 puntos), cojera dependiente del pie (3-20 puntos) y pie doloroso intermitente (1-10 puntos), lo que arroja to- mando puntuaciones intermedias y considerando el valor por punto 126.231 pesetas una cantidad próxima a los 2.500.000 pesetas, cifra en que concreta pues la indemnización por secuelas, resultando un total de 7.750.000 de la que responderán los demandados apelantes en el porcentaje señalado anteriormente”.

- SAP Valladolid (Sección 1ª) 28-1-199751.. Los Fundamentos de Dere- cho Segundo a Sexto resuelven la cuestión:

“SEGUNDO.- Entrando por tanto en la primera de las cuestiones a examinar, debe señalarse que recoge la juzgadora de Instancia con acierto la tesis que reiteradamente viene sosteniendo esta Sala, con

51. AC/1997/143.

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apoyo en la doctrina jurisprudencial del Tribunal Supremo, acerca de la utilización de determinados mecanismos para conseguir una pro- gresiva objetivación de la responsabilidad extracontractual, pero sin llegar a excluir el principio de responsabilidad por culpa básico en nuestro derecho, lo que determina que no se pueda erigir al riesgo como fundamento único de la obligación de resarcir (SSTS 27 abril 1981, 19 octubre 1988, 8 mayo 1990 y 28 mayo 1990); igualmente acierta la juzgadora de instancia cuando en el párrafo segundo del primero de los fundamentos de derecho de su resolución -que esta Sala también asume-, alude a la necesidad de concretar y determinar cuál fue la conducta del Ayuntamiento demandado y si adoptó las medidas racionalmente exigibles para prevenir el daño, resaltando incluso que no todo incumplimiento de la normativa administrativa en la materia tiene trascendencia a los efectos de valoración de la conducta del agente creador del riesgo, siendo únicamente los injustificados incrementos del riesgo los que pueden resultar trascendentes.

TERCERO.- Pues bien, señalado lo anterior, la sentencia de instancia, de manera sorprendente y verdaderamente escueta, resuelve en un par de líneas del fundamento de derecho segundo la narración de los hechos, asumiendo la efectuada por el actor en su demanda, indicando que el demandante “... cayó desde la talanquera en la que estaba obser- vando el paso de los animales al ser empujado por el público...” esti- mando a continuación acreditada la falta de previsión de la autoridad organizadora del festejo en cuanto a la afluencia de público y la forma de guardar el orden en el ruedo y sus accesos; así planteada la cuestión fáctica, entiende la Sala que deben efectuarse algunas matizaciones respecto del anterior relato que serán determinantes además para la suerte del presente recurso de apelación.

CUARTO.- En primer lugar, conviene señalar que pese a lo indicado por la juzgadora de instancia en su sentencia, no existe ninguna cons- tancia ni dato objetivo obra en autos que acredite la forma en que se produjo la cogida del actor, más que la versión por él mismo indicada, ya que de las testificales practicadas puede apreciarse, con una simple

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lectura de las mismas, que ninguna de las personas que han depuesto en las actuaciones fue testigo presencial de los hechos. En segundo lugar, es igualmente necesario destacar que en contra de lo que parece indicarse en la demanda, en modo alguno consta acreditado que el día en que se produjo la cogida del actor se congregase “una gran muchedumbre nunca igualada y descontrolada que desbordase a la organización”, sino que a lo sumo han reconocido dos testigos que ese día había mucha gente y que el alcalde había dicho que hubo excesiva gente (folios 116 a 120 de los autos). En tercer lugar, el documento periodístico que, curiosamente, aporta el propio actor narra su cogida indicándose en él que el demandante fue alcanzado por el novillo den- tro del ruedo, y finalmente, en relación con esta narración objetiva de los hechos, resulta esclarecedora la confesión judicial del demandante (folio 135), quien separándose en gran medida de la turbulenta narra- ción efectuada en la demanda simplemente manifiesta que “... estaba sentado en la valla y que alguien le tocó en el brazo...”.

QUINTO.- Realizadas las anteriores precisiones, absolutamente ne- cesarias a juicio de esta Sala, para un correcto enjuiciamiento de la cuestión, debe señalarse ya que el recurso de apelación merece ser estimado y revocada la sentencia dictada en la instancia, pues cons- tatado y acreditado que el actor sufrió lesiones a consecuencia de la cogida sufrida al ser alcanzado por un novillo en el transcurso del encierro organizado por el Excmo. Ayuntamiento de Laguna de Due- ro, resulta absolutamente preciso que de alguna forma se pruebe el nexo exigible entre la conducta omisiva que se predica del agente y la producción del daño, de tal forma que se haga patente la culpabilidad que obliga a repararlo (STS 27 octubre 1990). Este razonamiento debe conectarse necesariamente con el dato acreditado del total descono- cimiento sobre la forma y circunstancias concretas en que se produjo la cogida del actor, pues salvo su relato del hecho -muy diferentes en la demanda y en su posterior confesión judicial-, absolutamente nin- guna constancia existe acerca del lugar en que se produjo la cogida, forma de la misma, situación o ubicación exacta en que se encontraba

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el actor, ni referencia alguna a la constantemente repetida “descon- trolada muchedumbre que produjera los empujones” que relata el demandante, finalmente reducidos en su confesión judicial al recono- cimiento de que “... alguien le tocó un brazo...”; evidentemente, con tal oscuridad y desconocimiento sobre la forma en que se produjeron los hechos, resulta absolutamente imposible configurar la necesaria relación de causalidad entre la omisión imputada al Ayuntamiento demandado como determinante del evento lesivo y el resultado de esta índole (STS 17 diciembre 1988), pues con el anterior relato fác- tico es imposible conocer cuál fue la diligencia que hubiera debido prevenirse por el Ayuntamiento demandado, y en este sentido ni tan siquiera la resolución objeto de recurso consigue precisar cuál fue la concreta actuación omisiva de la Corporación Municipal demandada con entidad suficiente para hacerla responder del suceso acaecido (en términos similares se pronunció ya esta Sala en Sentencia de 25 mayo 1996).

SEXTO.- Por último, cabe añadir a lo hasta ahora manifestado y como apoyo al argumento desestimatorio de la demanda formulada, que de los escasos datos que obran en autos sobre el desarrollo de los acontecimientos que dan lugar al presente litigio cabe inferir que, contrariamente a lo que por el actor se indica, no se trata en su caso de un simple espectador pasivo que contempla el encierro y como consecuencia de un desgraciado accidente resulta cogido por un novillo, sino que de su confesión judicial, antes reseñada, se desprende que si bien en el momento inmediatamen- te anterior a la cogida puede ser que se encontrase el demandado encaramado a una valla o talanquera, su manifestación expresa de que se encontraba sentado en la valla y que al ser tocado por alguien en el brazo se cayó deslizándose por un tubo de sujeción, permite suponer sin excesivo esfuerzo que el demandante se encontraba participando activamente en el encierro y por dentro de su re- corrido, alternando como es lógico, los momentos en que se encontrase a ras de suelo con aquellos otros más o menos comprometidos en que por razón de las circunstancias los participantes tratan de asirse o protegerse subiéndose a las talanqueras y vallas establecidas al efecto. En consecuencia, tal y como

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esta misma Sala ha manifestado en diferentes resoluciones, de las que constituye ejemplo la S. 29 mayo 1993, se produce en esta situación una incidencia notable de la conducta de la propia víctima, que asume voluntaria e irreflexiblemente el riesgo de participación en un evento de por sí extremadamente peligroso, originando inexorablemente la ruptura del nexo causal entre la actuación presuntamente negligente de la Corporación demandada y el evento dañoso”.

- SAP Vizcaya (Sección 4ª) 5-5-199752.. El Fundamento de Derecho Tercero es clave para entender la cuestión:

“TERCERO.- La responsabilidad imputada en la resolución recurrida al Ayuntamiento de Bilbao y al Presidente de la Comisión de Fiestas de Zorroza no sólo debe mantenerse sino que además ha de hacerse extensiva a los codemandados señores Q. y A. Para comprender esta afirmación debe partirse de que los hechos ocurridos fueron los si- guientes: el día 22 de septiembre de 1991 doña Eusebia O. acudió a presenciar en la vía pública un espectáculo denominado “sokamutu- rra” o vaquilla ensogada, dentro del programa del fiestas del barrio bilbaíno de Zorroza, organizado por una comisión presidida por don Luis G. B.; en un momento determinado la vaquilla, propiedad de don Ascensio A., pese a que iba sujeta con una cuerda, acometió contra las vallas colocadas por los organizadores y las superó, derribando a varias personas que se encontraban tras el vallado; entre ellas se hallaba la actora, a la que la res pisó en una mano, ocasionándole lesiones que precisaron su urgente traslado al Hospital de Cruces, donde se le diag- nosticó inicialmente avulsión parcial del pulpejo del índice derecho.

Tal relación de hechos evidencia una patente falta de medidas de seguridad en el festejo, pues fue la precariedad e insuficiencia de las mismas la que permi- tió que una vaquilla, que iba sujeta con una soga y por un trayecto vallado,

52. AC/1997/1154.

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pudiera lesionar a una persona del público emplazada detrás de las vallas. La imprudencia resulta además patente al haberse quebrantado la normati- va reglamentaria (Orden 11 junio 1991, del Departamento de Interior del Gobierno Vasco) que exige en los espectáculos taurinos tradicionales (entre ellos las sokamuturras) la certificación de un técnico de que las instalaciones o recinto preparado para el festejo reúnen las condiciones suficientes de seguridad y solidez, así como la presencia de personal suficiente para evitar accidentes. Nada de esto se hizo en este caso y tal omisión de las correspondientes cautelas ocasionó un daño a tercero, que conforme a la responsabilidad extracontractual del artículo 1902 deberá ser indemnizado por los organizadores del festejo, don Luis G. (Presidente de la Comisión de Fiestas) y don Juan Manuel Q. (este últi- mo por haber ejercitado de facto las facultades organizativas, a cambio de precio -según factura obrante al folio número 107 de los autos y prueba de confesión judicial de éste-, y no haber velado en su condición de profesional retribuido en la organización de festejos populares porque se adoptasen las preceptivas medidas de seguridad).

A su vez se aprecia también coparticipación causal en la producción del daño por parte del codemandado don Ascensio A., bien por aplicación del artículo 1902 del Código Civil o siquiera por la responsabilidad por hecho ajeno del artículo 1903 del Código Civil. Y ello porque el señor A. reconoció que como profesional taurino se encargó de la dirección y cuidado de la sokamuturra (prueba de confesión judicial folios números 554 a 555 de los autos, posición 4.ª). Sin embargo, el personal del ganadero ni advirtió de las deficiencias del recinto ni, por insuficiencia o falta de pericia, consiguieron sujetar a la vaquilla, que debían haber controlado mediante la soga que llevada atada, e impedir que ocasionara lesiones a personas situadas tras el vallado. Por tanto incumbirá igualmente al ganadero responder del daño causado.

Por último, procede mantener la imputación de responsabilidad ve- rificada hacia el Ayuntamiento, pues obvio es que el ente local debió conocer, tanto por figurar en el programa de fiestas obrante en el expediente administrativo -folios 162 a 182 de los autos- como por el

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hecho de venir repitiéndose el acontecimiento durante diversos años, que iba a efectuarse un espectáculo de vaquillas. Sin embargo se omi- tieron las indispensables medidas de supervisión, control y vigilancia del recinto ferial, el cual no cumplía los mínimos para garantizar la seguridad de los ciudadanos. Justo es, por tanto, que también asuma las consecuencias de su dejación, que finalmente acarreó lesiones a la demandante al fallar el vallado.

En el caso de los cuatro demandados existe una imputación por culpa, sin erigir el riesgo en el fundamento único de la obligación de resar- cir ni caer en la atribución de aquélla por el mero resultado (SSTS 5 octubre 1994, 9 marzo, 19 junio y 5 diciembre 1995 y 4 febrero y 13 febrero 1997). Por contra, existe una consecuencia dañosa derivada de una falta de previsión o de diligencia que sustenta la aplicación de la responsabilidad extracontractual del artículo 1902 del Código Civil. El imponer la obligación de indemnizar de modo solidario es la solución adecuada cuando todos los demandados han vulnerado un específico deber de cuidado en relación con un mismo objeto y riesgo y no es posible deslindar la medida en que cada uno ha contribuido al daño producido (SSTS 30 diciembre 1981, 28 mayo 1982, 19 abril y 13 septiembre 1985)”.

- SAP Cádiz (Sección 4ª) 22-1-199853.. El Fundamento de Derecho Segundo resuelve el asunto litigioso que nos ocupa:

“SEGUNDO.- Desestimada la excepción de prescripción, ha de en- trarse en el examen de la cuestión litigiosa planteada, cuestión que se centra, como ya se ha dicho, en la supuesta responsabilidad civil extracontractual o aquiliana de los demandados y consiguiente obliga- ción de resarcimiento, en relación con el daño que el actor describe en el hecho tercero del escrito de demanda y que dice le fue producido

53. AC/1998/2897.

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en el festejo de “suelta de una vaquilla”, que tuvo lugar el día 22 de agosto de 1993 en la Feria de la Barriada de la Estación de San Roque, pero es claro que el éxito de la acción de referencia, aparte dicho ele- mento objetivo o de daño, exige la prueba cumplida de un elemento llamado psicológico, constituido por la acción u omisión negligente de los demandados y de un elemento causal o relación de causa a efecto entre los elementos designados como objetivo y psicológico, elementos estos dos últimos en los que se centra el debate procesal en el supuesto enjuiciado y, aún más concretamente, la polémica viene a centrarse en el elemento designado como psicológico, pues por más que la juris- prudencia de nuestros Tribunales y por exigencias de una vida social, económica, técnica y jurídica cada vez más compleja, ha evolucionado desde una base estrictamente subjetivista en la que tradicionalmente se sustentó la responsabilidad civil extracontractual, hasta posiciones más objetivistas, es lo cierto que ello no implica que pueda prescindirse de aquella base subjetivista y de la necesidad ineludible de un reproche culpabilístico, insito en los arts. 1902 y 1903 CC y más en supuestos como el de autos, en los que como ya decía esta Sala en su Sentencia de 20 abril 1996, dictada en supuesto similar -lesiones producidas en el festejo denominado “Toro Embolado”, de Vejer de la Frontera-, se desarrollan en una esfera de conductas situadas fuera del ámbito de las actividades lucrativas y en las que es evidente el preponderante concurso de actos culposos imputables a la propia víctima, que inciden directamente en el elemento psicológico de la acción, tanto como en la relación causal que conduce a la producción del daño, del todo lamen- table, cuya indemnización se pretende y es lo cierto que en el escrito de demanda, ese elemento psicológico o acción negligente de los deman- dados, se centra difusamente -último párrafo del hecho segundo de dicho escrito-, en la actitud negligente por parte de los encargados de la dirección y control del festejo, quienes, sorpresivamente y sin nin- gún tipo de advertencia previa, procedieron a la suelta de dos vaquillas más...” y en que “en ningún momento antes o después de la acometida del toro, nadie acudió -dependiente o contratado por el Ayuntamiento- para tratar de impedir la cogida o socorrer a las personas lesionadas”,

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pero es lo cierto que el minucioso examen de la prueba practicada, conduce a la convicción de que dicho festejo fue organizado con observancia de las precauciones usuales en este tipo de festejos populares, desarrollándose en una de las calles del Barrio, con un recorrido de unos doscientos cincuenta metros de longitud, hallándose valladas todas las bocacalles que daban acceso al mismo, con la presencia de un profesional, director de lidia, la colaboración de los mozos de la peña organizadora y la asistencia de la Policía Local, ambu- lancia y equipo médico de la Plaza de Toros. En tales circunstancias resulta inadmisible la afirmación del actor, en confesión judicial -absolución de la segunda de las posiciones formuladas por al representación de la entidad aseguradora “Zurich”, folio 170 de los autos, y segunda y tercera de las formuladas por la representación del demandado señor J. R., folio 175-, de que no supiese que fuese a soltarse la vaquilla ni de que no conociese el recorrido y ello no obstante reconocer igualmente que él mismo se hallaba dentro de dicho recorrido, y que era grande el número de participantes, ni esa supuesta falta de conocimiento de la celebración del festejo puede ponerse en relación con las lesiones por él sufridas, pues al absolver la cuarta de las posiciones formuladas por la representación de la entidad “Zurich” -folio 170-, afirma que fue atropellado por la tercera de las vaquillas que fueron soltadas y dentro del recinto de la lidia, como al absolver la posición tercera de las pro- puestas por la misma representación, afirma que una vez cogido, fue auxiliado por Joaquín L. para “sacarlo del recinto”, y en cuanto a la forma en la que se produjo esta “cogida”, el único testimonio realmen- te relevante, es el de dicho Joaquín L. V. -folio 85 de los autos-, testigo propuesto por la propia parte actora y que afirma que el actor estaba dentro del recorrido de las vaquillas y que “se encontraba participando en la lidia de la vaquilla, dado que el recorrido de la misma estaba perfectamente vallado, por lo que si hubiese permanecido fuera de la valla no se hubiese producido el incidente” -pregunta tercera y repre- gunta formulada por la representación del Ilmo. Ayuntamiento de San Roque-; que “vio que el demandante estaba dentro del recorrido y que intentó salirse de lo que era el recinto pero no le dio tiempo, siendo atropellado por la vaquilla” -respuesta a la repregunta formulada para

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la misma pregunta por la representación de la entidad “Zurich”-, como igualmente y en respuesta a la repregunta formulada por la misma representación a la pregunta quinta, manifiesta ser cierto que el propio testigo “fue atropellado por una vaquilla por ayudar a su amigo Fran- cisco Javier N. -el actor- a reincorporarse, ya que usted había apre- ciado perfectamente cuántas vacas se habían soltado”. En definitiva, la conjunta apreciación de las pruebas practicadas, conduce a la Sala a la convic- ción de que las lesiones lamentablemente sufridas por el actor en la ocasión de referencia, no fueron debidas a culpa o negligencia de los demandados, Ilmo. Ayuntamiento de San Roque y don Juan J. R., sino más bien a la del propio actor, que habiendo concurrido al festejo y habiéndose introducido en el recinto acotado para la lidia, aceptando, por consiguiente, libre y voluntariamente el riesgo indudable que ello comportaba, no prestó la atención debida al desarrollo del festejo, siendo sorprendido por la presencia de una de las vaquillas, que lo atropelló y volteó. Ello naturalmente y al incidir en la improbanza de dos de los elementos esenciales, constitutivos de la acción entablada - ele- mento psicológico y elemento causal-, determina la desestimación de la demanda, tanto como la del recurso interpuesto contra la sentencia de instancia y con íntegra confirmación de la misma”.

- SAP Valencia (Sección 7ª) 4-3-199854.. Los Fundamentos de Derecho Segundo y Cuarto se ocupan con detalle de las cuestiones relevantes:

“SEGUNDO.- Como dicen, entre otras, las Sentencias del Tribunal Supremo de 31 diciembre 1996 y 8 febrero 1991: “la persona a quien se atribuya la autoría de los daños, está obligada a justificar, para exonerarse de la obligación de repararlos, que en el ejercicio de su actividad obró con toda pru- dencia y diligencia previa para evitarlo, lo que tiene su fundamento en una moderada recepción del principio de responsabilidad objetiva basada en el riesgo o peligro que excusa el factor psicológico de la culpabilidad del agente, o lo que es igual, que la culpa de éste se presume “iuris tantum” y

54. AC/1998/4261.

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hasta tanto no se demuestre que el autor de los daños obró en el ejercicio de actos lícitos con prudencia y diligencia, y tal objetivación moderada de la responsabilidad extracontractual ha sido reconocida por reiterada ju- risprudencia de la Sala, que ha ido evolucionando hacia una minoración del culpabilista originario, hacia un sistema que, sin hacer plena abstrac- ción del factor moral o psicológico, acepta soluciones “cuasi” objetivas”.

En el caso que nos ocupa, el demandante imputa la autoría de los danos al Ayuntamiento de Turís, a la Comisión de Fiestas del Ayuntamiento y a la ganadería “Machancoses”. En cuanto al primero, acepta su responsa- bilidad al consentir la sentencia condenatoria por lo que no hay más que decir. La ganadería “Machancoses”, es marginada del fallo condenatorio con toda lógica desde el momento en que no ha sido parte en el litigio por su falta de emplazamiento, dado que doña Nuria M. ha resultado no ser su representante legal. Por lo que se refiere a la Comisión de Fiestas de Turís, que es la tomadora del seguro, se dice en la sentencia que no consta que ostente una personalidad jurídica independiente de la del Ayuntamiento. Ciertamente la cuestión no está clara a la vista del defi- ciente material probatorio que sobre este particular existe en autos. Sin embargo, tal Comisión existe, tiene un representante a través del cual se le cita y aparece en el contrato de seguro como tomadora.

Así las cosas, conviene precisar que la personalidad atañe a las calidades necesarias para comparecer en juicio y, por tanto, a la aptitud requerida para ser sujeto de la relación procesal. Es la capacidad personal para liti- gar. Aunque hoy en día la moderna doctrina científica y legal, incluso el propio legislador, vienen admitiendo que el concepto de capacidad para comparecer en juicio, es más amplio que el de personalidad jurídica. La capacidad para ser parte, limitada en el art. 2 LEC a las personas físicas y jurídicas se extiende ahora a determinados colectivos sin personalidad jurídica. Esta orientación se manifiesta en preceptos como el art. 12 de la LPH 49/1960; art. 7.3 de la LOPJ 6/1985, jurisprudencia que lo in- terpreta. Sentencias del Tribunal Supremo de 16 marzo y 27 julio 1994 y arts: 102.1 y 105 de la LPI, 22/1987; Sentencias del Tribunal Supremo

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de 30 noviembre 1987 y 8 abril 1992 y Sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Navarra de 4 noviembre 1996. En cuanto vienen a admitir que las sociedades y agrupaciones sin personalidad pueden actuar como sujetos de derecho, por mediación de quienes ostentan una representa- ción expresa o tácitamente conferida.

Y si una agrupación sin personalidad puede actuar a través de repre- sentante los derechos que conjunta o colectivamente asista a todos sus miembros, difícilmente puede desconocérsele capacidad para ser parte en los procesos que se vea compelida a entablar en su defensa y, a su representante, la necesaria capacidad para comparecer por ello en juicio con efectos vinculantes para todos sus integrantes. No en vano, una y otra constituyen simple transposición procesal de la capacidad material para ser sujeto de derechos y ejercitarlos. Reconocido esto, la capacidad para ser actora o demandada en juicio, se impone como una consecuencia insoslayable de dicha aptitud cuando para ejercitarla procesalmente aquellos colectivos, hayan de actuar a través de quienes, en virtud de un expreso apoderamiento al efecto o de una represen- tación tácitamente conferida en las funciones de gestión y dirección encomendadas por sus miembros, ostenten su representación.

Conviniendo esta legitimación procesal colectiva a cualquier conjunto de personas determinadas o identificables que, persiguiendo intereses comu- nes o convergentes atienden a su consecución mediante una organización básica y una actuación conjunta y solidaria de sus miembros. Estas carac- terísticas no pueden dejar de reconocerse en quienes aun sin constituir una asociación con personalidad jurídica, se reúnen integrando un grupo, perfectamente definido en su composición y en sus objetivos, estatutaria- mente organizado para el desarrollo de una actividad conjunta y unitaria.

Aplicando al caso que nos ocupa la doctrina expuesta, resulta que la citada Comisión de Fiestas de Turís, ostenta la necesaria legitimación pasiva para soportar la acción de responsabilidad ejercitada en su contra. Surgiendo su obligación de indemnizar el perjuicio sufrido

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por el actor, al igual que el Ayuntamiento de su falta de diligencia en la organización del festejo. Para lo que basta comprobar la realidad documental y testificalmente demostrada, de la intervención fuera de programa de un toro astifino en una suelta de vaquillas, y sin previo aviso, incrementando notablemente de este modo inesperado, el riesgo previsible por los participantes, que además, se vieron sorprendidos durante el descanso por la repentina irrupción del referido animal.

(…)

CUARTO.- Tampoco puede prosperar la excepción de culpa exclusiva de la víctima, pues basta para ello lo ya indicado sobre la conducta negligente del Ayuntamiento y la Comisión de Fiestas de Turís. Pero es que tampoco se aprecia una conducta consecuente del perjudicado en la causación del siniestro susceptible de producir una moderación en la indemnización correspondiente.

Si observamos la declaración del testigo don Cipriano G. L., a la que precisamente le da especial relevancia la propia aseguradora recurren- te, debemos concluir lo siguiente:

1) Que el perjudicado sí participó en la suelta de vaquillas, no siendo un mero espectador;

2) Que después del encierro de las vaquillas, en el descanso, sin previo aviso de soltó un toro de grandes dimensiones y astifino;

3) Que no se esperaba la suelta de un animal de esas características;

4) Que nada más salir empitonó brutalmente al demandante, que estaba hablando con otro al lado del burladero.

Declaración que es coincidente, salvo en lo de la participación, en gran parte con la de don Juan Vicente Ch. M.

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En conclusión, la Sala entiende, que el actor, participó, como era su intención, en la suelta de vaquillas, como festejo programado, pero que después de la suelta, mientras permanecía todavía en el coso, fue sorprendido por la repentina aparición de un toro astifino de grandes proporciones que no estaba previsto, animal que le empitonó causán- dole las lesiones sufridas. Es decir, la participación del demandante se limitó a la suelta de vaquillas, mas no a la posterior suelta de un toro de tales características. No siendo aplicable la tesis de la asunción del riesgo patrocinada por la recurrente”.

- SAP Cáceres (Sección 2ª) 16-10-199855.. Después de un detallado Fundamento de Derecho Previo, los Fundamentos de Derecho Primero a Tercero resuelven el caso:

“PRIMERO.- Coincidiendo con la sentencia de instancia, no es verdad que el actor estuviera detrás de la valla, contemplando el espectáculo; no; estaba en el ruedo, tal y como se ha descrito, y tal y como la resolu- ción de instancia detalla; prueba de lo afirmado, son los hechos antedi- chos, y que la demanda no es sincera cuando habla, folio 2, de lesiones en la pierna izquierda; hubo más lesiones, silenciadas, y ya descritas, entre ellas las que afectan al glúteo; no nos explicamos como se le han producido esas heridas en las nalgas, si estaba tras la valla, de frente al toro, sin que se nos diga si en posición sedente o de pie; pero hay más.

Aun desdeñando el informe policial que hay en autos, así lo expone la actora, el dictamen pericial no abona su tesis, porque confirma pre- cisamente lo antedicho, forma de la cogida, situación de Ignacio, y postura del mismo.

Añade la apelante que la única prueba que aclara el tema, es el decir del testigo señor L. S.; pero hay que leer toda su declaración, entera,

55. AC/1998/8075.

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conjuntada, sin islotes contextuales; a la repregunta séptima, dice que “fue el hermano del herido el que lo cogió por los brazos y lo metió detrás de los barrotes” (sic); ello quiere decir, que Ignacio, al que coge su hermano por los brazos y lo mete detrás de los barrotes, estaba delante de ellos, o sea, en la plaza, en el terreno de la lidia; y si estaba en ese coso era porque había salido allí por su pie y voluntad; y si así lo hizo sabía y asumía el ries- go que corría, porque en la arena, es una metáfora, había una res, un toro, una vaquilla, un animal correteando, que era toreado por unos y otros, y esos animales entrañan peligro; y si estando en el lugar de la lidia es cogido por el toro, a nadie puede reclamar Ignacio responsabilidad más que a sí mismo, entendiéndose ahora con total certeza la situación de sus heridas, dónde las tiene en su anatomía, correspondiendo su ubicación a la forma de la cogida, de espaldas, y a que, acabamos, Ignacio se encontraba en el ruedo, mientras transcurría el festejo con regocijo y algazara.

SEGUNDO.- Hora es entonces de remitirnos a la resolución de instan- cia y a la dictada en su día por el Tribunal Supremo, en relación con otra de esta Sala.

No puede reclamar responsabilidades quien no asume las suyas, quien como el actor, abandona su localidad o asiento, no seamos puristas, y baja al ruedo, donde hay una res; el peligro es latente, se concreta en el animal, imprevisible, pleno de fuerza bruta, que acosado, derrota y embiste a lo que tiene delante o se le ofrece; ese riesgo latente, pre- visible, posible, cercano, lo asume Ignacio al entrar en el ruedo y se concreta cuando es herido de esa manera; él ha creado su riesgo, él se ha puesto en esa tesitura, él ha dado lugar, y sólo él, a lo que pasó.

No escribimos más acerca de esto; citamos las palabras de las senten- cias reseñadas, y nos encaminamos a las postrimerías de la resolución.

TERCERO.- Es ocioso entonces, a más de irrelevante, el hablar de las condiciones de la plaza de toros; si el hecho hubiese devenido cual la demanda dice, merecería nuestra disección en lo tocante a qué inci-

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dencia colateral había tenido en el resultado; pero como el suceso no se desarrolló de esa guisa, es irrelevante platicar sobre esa alegación, que, repetimos, hubiera sido de obligada consideración, si Ignacio, allí colocado, tras los tubos metálicos que forman la valla, disfrutando de la capea, ve con sorpresa no exenta de susto y miedo, como uno de los to- ros, mete la testuz por entre los tubos metálicos, y lo cornea; entonces, la construcción y categoría de ese coso hubiera sido analizado, para ver, folio 51, si en la autorización en cuestión se habían adoptado las medidas adecuadas y se habían observado las disposiciones citadas.

Pero, es hora de acabar, Ignacio no estaba en su localidad, sino en el ruedo, donde está el toro, había bajado allí por su voluntad, y es cogido como se ha contado.

Todo está dicho; todo tratado; sobra hablar, no me argumentes sin trascendencia, dice el escéptico, acerca del alcance de la póliza de se- guros, su alcance y eficacia; en conclusión: la apelación decae”.

- SAP Valencia (Sección 7ª) 14-12-199856.. Esta Sentencia se ocupa de la muerte de una persona tras ser embestida por el “toro embolado” tras caer de una plataforma instalada en el ruedo. El profundo Funda- mento de Derecho Segundo se ocupa dar solución a la cuestión:

“SEGUNDO.- Amplio replanteamiento de las cuestiones litigiosas, por parte de la señora S. S., que impondrá un previo examen de la necesaria «culpa» en la Comisión de Fiestas antes aludida, que no interpelada explí- citamente, y por las supuestas deficiencias de organización y negligencias denunciadas al caso, que, según los arts 73 y 76 LCS antes aludidos, signi- ficasen originación de “responsabilidad civil” y a cargo de “Astra”, según la póliza específica al caso, núm. ..., y en función de la referencia a este seguro por quince millones de pesetas en el Hecho 2.º de la demanda, y

56. AC/1998/2426.

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de su “descripción del riesgo asegurado”, querida destacarse en el párrafo segundo del Fundamento Jurídico de la misma demanda (“las garantías de la presente póliza amparan los accidentes que sufran los habitantes y visitantes de la localidad y durante los días que más abajo se señalan, con ocasión de la organización de una fiesta popular, de la que se destaca la suelta de vaquillas-toro, en su calidad de espectadores o participantes de la misma, en los recintos habilitados a tal fin, plazas, calles, etc.”), y, segu- ro, explicado como resultante de una exigencia normativa, para la autori- zación de los festejos, según la Orden 22 junio 1989 de la Conselleria de Administración Pública de la Generalidad Valenciana, reguladora de los llamados “bous en carrer”, imponiendo -su art. 3- a los patrocinadores de esos festejos, la suscripción (aparte de una póliza de seguro de accidentes), y concertación, de un seguro de responsabilidad civil, cubriendo un míni- mo de cinco millones de pesetas por fallecimiento.

Delimitación sobre este punto litigioso, el de la inexcusable “culpa”, y origen tanto de una responsabilidad civil por culpa extracontractual del art. 1902 CC, cuanto de la también responsabilidad civil y directa del art. 1903 CC, respecto de aquellos por quienes se debiera responder, y consecutivamente a culpa “in vigilando” o culpa “in eligendo”, delimi- tación, decimos, y se prosigue, que impone una previa puntualización, la de que la responsabilidad de “Astra” en pagar el todo, o la parte que procediere, de la indemnización alzada que le ha sido reclamada, y hasta el límite en su caso de los quince millones constituidos en el mismo se- guro, y como “unidad de siniestro” (aunque sólo hubiese, en el accidente enjuiciado, una sola víctima, bien que mortal), tal responsabilidad, ha de depender de la calificación en todo caso de la conducta activa, o de las omisiones de la “Comisión de Fiestas”, como negligentes y que de- bieran desencadenar la originación o nacimiento de la obligación de responder de consecuencias dañosas producidas a tercero, o indemnizar, según la precisa definición al respecto del art. 73 de la Ley 8 octubre 1980; ... bien que la confusa y no muy afortunada descripción del “ries- go asegurado”, antes transcrita, en esta Póliza, pareciera reconducir ese aseguramiento al de “accidentes” corporales y sin anclaje entonces en

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responsabilidad civil alguna y por un seguro de los del art. 73 antes re- ferenciado, y, más en concreto, reconducible a “accidentes surgidos con motivo de la organización” (omitida la primordial fase de “celebración”) de esta fiesta popular, con suelta de vaquillas o de toro, y sufridos por los “espectadores o participantes” durante los festejos en Sagunto los días 4, 5, 6, 7, 8, 10, 11 y 12 de agosto de 1995,... y cuando, por el contrario, aquel Anexo de Condiciones Particulares a folio 7 (aun con el número de póliza correspondiente a la póliza de accidentes, folio 8 y ésta cubriendo específicamente los accidentes sufridos por los “empleados adscritos a la nómina laboral del tomador del seguro, en base a lo establecido en Hoja Anexa” y según “Convenio”), lo fuera de la póliza de RC y tuviera unas garantías propias de RC, bien diferentes y a la de 300.000 ptas., para caso de “muerte”, propia del seguro de accidentes. En la del seguro de RC, establecido un máximo por responsabilidad civil en daños corporales “a comprobarse en el Anexo y al que se remitiera la Hoja de Condiciones Particulares; fijándose como “unidad de siniestro” un “capital máximo” de quince millones de pesetas, y, para caso de “existir varios lesionados”, debiendo repartirse proporcionalmente las garantías de la póliza “entre el número total de lesionados” y sin que en ningún caso el capital a satisfacer por el Asegurador excediera de esos quince millones”.

Por lo dicho, y según lo querido asegurar, y cubierto por la “Comisión de Fiestas”, con “Astra”, mera responsabilidad civil para con terceros (habi- tantes y visitantes de la localidad), y durante los festejos, “en su calidad de espectadores o participantes” que pudieran resultar con daños corpora- les; a destacarse que la fuente de responsabilidad civil con trascendencia en el seguro aquí litigioso, y, de acuerdo con la enumeración y definición de las relacionadas en el art. 1089 CC (las obligaciones nacen de la Ley,... y de los actos y omisiones ilícitos, o en que intervenga cualquier género de culpa o negligencia), a entenderse, repetimos, que aquella Orden de la Conselleria de Administración Pública 22 junio 1989, imponiendo a los organizadores de los festejos “bous en carrer” la contratación de unos seguros de accidentes y de responsabilidad civil, y debiendo cubrir un mínimo de cinco millones de pesetas por fallecimiento ... no supone,

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precisamente y “per se” la originación -sin más- de la responsabilidad civil en la Comisión organizadora de los festejos taurinos, en cada caso de accidente producido, y aquí, en los del Puerto de Sagunto, aquellos días de agosto de 1995; tampoco, la nueva regulación del Decreto 148/1998, de 22 septiembre, del Gobierno Valenciano, exigiendo en su art. 2 (como la Orden de 1989, y como un requisito más de los inexcusables para poder autorizarse estos “bous en carrer”), y entre la documentación a presen- tarse por el organizador o promotor, para la pertinente autorización de la Conselleria de Presidencia, una póliza (como concertada) de seguros de accidentes y de responsabilidad civil para la cobertura de los siniestros ocurridos durante la celebración del festejo, la que debería incluir “como mínimo” una cobertura de un millón de pesetas por gastos de estancia hospitalaria y de curación, y por participante que resultare lesionado en el festejo taurino, más otra cobertura de Responsabilidad civil, y, por fallecimiento, de una indemnización hasta diez millones de pesetas por persona (apartado g) de dicho art. 2). En referencia, así, la Orden, y el nuevo Decreto, a la responsabilidad civil, “ex lege” y previa, de una culpa o negligencia demostradas en los organizadores o promotores del festejo y durante el que se hubiera producido el daño corporal tratado de resarcir, con ese seguro (para terceros) de responsabilidad civil; nunca innovadoras, estas disposiciones y de carácter tan sólo reglamentario, ni originadoras, de una “responsabilidad civil” y autónoma a la de los arts. 1902 y 1903 CC, lo que, al margen de culpa o negligencias probadas, supondría el establecimiento de una responsabilidad civil y “objetiva”, nunca establecida y como tal en nuestros ordenamientos jurídicos, salvo para otros riesgos más graves, insuficientes al respecto (provocado por el hombre, organizando festejos para aprovecharlo) el “riesgo de un animal fiero”, como lo fuera una res de ganado vacuno, hostigada o provocada por los participantes en el festejo, o por las circunstancias mismas de su anterior encierro y de su suelta en un recinto, en unas condiciones venidas para el animal en hostiles.

Y la verdad es que, a los efectos de una responsabilidad civil por culpa extracontractual, ya según el art. 1902, ya según el 1903, ambos del

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Código Civil, no basta el resultado dañoso acaecido; (aquí la muerte del señor M. S. y a los cuatro meses de ser “volteado” por el toro em- bolado, y una vez que precipitado por éste al suelo del ruedo, que no “cogido”; además, es necesario e ineludible el requisito de la “culpa”, negligencia o imprudencia de la “Comisión de Fiestas”, tomadora del seguro y organizador; que mal aparece demostrada en autos. Tal como ocurriera la embestida de la res, volteándolo al aire y haciéndolo caer de cabeza o bruces al suelo, descendido precipitadamente desde lo alto de la estructura piramidal tantas veces citada y en cuya plataforma superior se hallase, o arrojado con violencia desde ella por el animal (trepando por sus gradas), y repetimos, tal como ocurrieran esos he- chos, en ese lugar y con una tal precipitación, a resultar intrascendente la falta de presencia o la ausencia de quites de alguno de los “colabora- dores voluntarios” en ese festejo, y en ese momento obligados a actuar según la normativa de la Orden 22 junio 1989; ... y la visión reiteradas veces del “Vídeo”, que recogiera las evoluciones de los toros embo- lados que se soltaron aquella noche, ha resultado decisiva, en orden a las circunstancias del hecho mismo y sobre la finalidad de la dicha plataforma, en función de su emplazamiento dentro del ruedo; ... en demostración, así, de lo poco verosímil del planteamiento de la parte actora, de situado su marido y allí, poco menos que por error (aunque no se demostrara su participación corriendo frente o delante del toro), y como creyendo el mismo de “buena fe” ser aquella plataforma un lugar normal y “seguro” para los espectadores del festejo, complemen- tariamente a los graderíos circundando el recinto de la suelta. Función lúdica de una tal plataforma, como un lugar más para los “participan- tes” en el festejo, subiendo y bajando precipitada y reiteradamente para citar al toro y para refugiarse de él, perfectamente demostrada con ese directo visionado, y además, según la diligencia, en constata- ción de las incidencias a la sazón filmadas y en él recogidas, que consta a folio 140,... que relevarán a la Sala de mayores comentarios, por completo superfluos e innecesarios, sobre la significación de esa plata- forma piramidal, después y perfectamente, plasmada en la valoración de pruebas del Fundamento Jurídico 2.º de la sentencia controvertida.

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A rechazarse, pues, ese planteamiento del error en la ubicación de este espectador en aquella estructura, y sobre la “necesidad” de una prohi- bición señalizada y ostensible, vedándole encaramarse a ella; en una persona con 60 años de edad, y vecina del Puerto de Sagunto (folios 147 y 149), a presumirse el conocimiento sobre la finalidad real y sobre la función efectiva de una tal estructura, por eso, deliberado, volunta- rio, libre y consciente el acto de trepar el mismo a ella, asumiendo los riesgos de una acometida del toro subiendo por sus peldaños (como aconteciera, y aunque se dice que ello es infrecuente), como si de un propio “participante” más en el festejo taurino se tratara y aun cuando no bajara reiteradamente al ruedo para citar y para desplantar al toro; y sabido es que, según doctrina Jurisprudencial del Tribunal Supremo, mal podrá considerarse tercero y mero perjudicado quien, asumiendo ese riesgo, participa en el juego con la res en este tipo de festejos. Por lo demás aunque fuera reconducible su condición (y a los fines del “riesgo” descrito) a la de habitante de la localidad y como “simple espectador”, que no a la de “participante” en la suelta de ese animal, que lo hubiese volteado, lo más cierto es que la cobertura contratada según ese límite de quince millones (en unidad de siniestro, y como límite global), y reclamada en autos, lo era por una póliza de “seguro de responsabilidad civil” con anclaje en el art. 73 LCS, y exigiéndola concurrente, para responderse en cuanto al tomador del seguro, y no siéndolo en absoluto por una “póliza de accidentes”; siendo en ésta, los asegurados, bien distintos (empleados adscritos a la nómina laboral del tomador del seguro) y diferentes, a los espectadores o participantes del festejo taurino ori- ginante de los riesgos asegurados. Y lo incontrovertible es que ninguna negligencia ni culpa se ha demostrado en la “Comisión de Fiestas”; fruto, la caída del señor M. S., desde lo alto de la plataforma piramidal y ante la subida precipitada del toro embolado, y, el volteo subsiguiente, ya en el suelo y al descender éste, haciéndolo caer de cabeza, y consecuencia; todo ello, de una voluntaria asunción por aquél de los riesgos graves de su permanencia en tan específico y peligroso lugar, a su vez origen de las gravísimas lesiones, y al caer de bruces, explicitadas en el informe de “La Fe” a folio 4 de los autos, rendido un mes largo después de los hechos.

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Por lo dicho, y ratificándose las consideraciones todas del juzgador de primer grado, en el Fundamento Jurídico 3.º de su sentencia; a confirmarse la sentencia recurrida, y por ser infundadas e inconsis- tentes, frente a la Comisión de Fiestas, sus denunciadas negligencias, y como organizadora del festejo taurino de aquella noche, en su caso a ser el origen de la obligación de responder la aseguradora “Astra” hasta el límite contratado; ... y a confirmarse una tal sentencia, por haber quedado indemostradas las denuncias de negligencias adecua- das y eficientes a esa “cogida”; ... producida, sí, durante la celebración del festejo en la madrugada del 8 de agosto de 1995, pero más bien por propia negligencia de la víctima, situándose en un lugar indebido (hasta más de diez personas allí concentradas) y con evidente riesgo directo respecto al toro embolado, que deseaba presenciar más de cerca. Jamás susceptible de considerarse, esa plataforma piramidal, o entarimado con escalones, y puestos dentro del “ruedo -cual otro ele- mento constitutivo del juego con el toro-, ni calificable como un “lugar de protección” y “de resguardo”, para los simples espectadores, y en el que como en otro graderío de la plaza portátil pudieran considerarse seguros e indemnes, y a salvo de cualquier acometida del toro,... sino configurado como un “elemento lúdico más” para los participantes, todos expuestos en el Juego al riesgo de este animal fiero, y, además, espoleado por las bolas de fuego puestas en los extremos de su cor- namenta, ... y, dada la anchura, y disposición de los peldaños en la estructura, con posibilidad de que el animal trepase a lo alto de la plataforma e hiciera desalojar precipitadamente a los allí refugiados”.

El subir o no el señor M. S., a aquel lugar, en absoluto sometido a ningún “permiso” ni a ninguna prohibición de uso por parte de la organizadora, y para nadie (fueran personas mayores, y sin agilidad juvenil, o niños o mujeres,... todos ellos incursos en un superior riesgo), sino consecuencia de la determinación consciente, libre y voluntaria de cada cual, aquí, una persona mayor de edad y con el discernimiento necesario para regir su persona y para asumir los riesgos todos de la vida moderna y además, de estos añadidos, por su presencia en un tan insólito lugar, y con el riesgo del toro embolado tan próximo;

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sin poder reprocharse, luego, a nadie las consecuencias de su caída, ante la irrupción del toro embolado subiendo los escalones y desalojando a los allí presentes, caído fortuitamente o empujado por las acompañantes en la plataforma, ni tampoco reprochables las de su súbito volteo por la inercia del animal, cuando, caído en la arena, se levantara y tratara de huir ante la inminente acometida de la res. Por todo lo dicho, esa pro- pia negligencia, a no poder inculpar después a la Comisión de Fiestas organizadora del festejo; y menos probada, frente a ésta, negligencia alguna y como causa eficiente de aquella “cogida”, tampoco demostrada infracción de las condiciones de la autorización administrativa de la Ge- neralidad Valenciana, y que fuese “adecuada” o eficiente a la producción de este daño corporal, como causa desencadenante y en definitiva del fallecimiento del accidentado el 3 de diciembre subsiguiente; y, además, a no constituir negligencia, sin más, la pura permisividad en la Comi- sión del acceso de cualquier persona a esa estructura y bajo la personal responsabilidad de cada uno, o no estableciendo ninguna específica ni selectiva prohibición para quien quisiera encaramarse a lo alto del enta- rimado; más que presumible el conocimiento de sus riesgos por quien, vecino del Puerto de Sagunto (y aun siendo la primera vez que se dijese asistía a estos festejos, repregunta 1.ª contestada por el Presidente de la Agrupación de Peñas Taurinas señor V. S., folios 141 y 142), bien sabría las características todas del recinto y de las incidencias en las sueltas, aparte lo extensible de aquel artilugio y de su emplazamiento, como para enterar de inmediato a quien incluso llegara a él por primera vez, como se dice,... y frente a lo cual, la repregunta 12, b), contestada por el testigo señor D. B., precisara que Adolfo, el interfecto de autos, “no era persona que la viera mucho por allí”, y como testigo habitual asistente a estos festejos y como presencial del accidente aquí enjuiciado”.

- SAP Castellón (Sección 2ª) 16-12-199857.. El Fundamento de Dere- cho Segundo resulta bastante didáctico:

57. AC/1998/2391.

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“SEGUNDO.- Para la mejor resolución del presente recurso y por con- venir al caso, conviene señalar, de principio, que en sede de respon- sabilidad extracontractual o aquiliana se ha producido una evolución en nuestro derecho, pues desde las primitivas posiciones que hacían descansar en la noción de culpa el fundamento de tal responsabilidad, se ha llegado a la admisión de otros criterios legales de imputación, como la idea del riesgo y la responsabilidad objetiva. Mientras que por esta última y en base a razones de política general y social, se impo- ne “ex lege” la responsabilidad una vez producido el daño al margen de toda culpa del autor, la idea del riesgo viene a significar que las consecuencias dañosas de ciertas actividades o conductas, aún lícitas y permitidas, deben recaer sobre el que ha creado un peligro para terceros.

Y aunque es cierto que nuestra jurisprudencia (SSTS 9 marzo 1984, 2 abril 1986, 30 mayo 1988, 21 noviembre 1989, 5 febrero 1991, 24 ene- ro 1992, 5 octubre 1994, 19 junio 1995, 15 diciembre 1996, 4 febrero 1997, 13 febrero 1997 y 3 abril 1997), tiene dicho “que la evolución hacia una objetivación en nuestro sistema de responsabilidad civil extracontractual, a través de mecanismos tales como la inversión de la carga de la prueba y de la teoría del riesgo, no excluye de manera absoluta el esencial elemento psicológico o culpabilístico, como inex- cusable elemento integrador, atenuado pero no suprimido, de tal clase de responsabilidad, de tal modo que no puede erigirse el riesgo en el fundamento único de la obligación de resarcir”, la Sala, discrepando del criterio de la juzgadora, considera que sí existió un comportamiento negligente por parte de la Comisión y, en definitiva, del Ayuntamiento demandados, durante la celebración del festejo en que se produjo la cogida del actor, sin perjuicio de una coparticipación culposa de éste que traerá consigo una moderación de las responsabilidades que en definitiva se declaren.

En efecto, examinadas las distintas fotografías incorporadas al pro- cedimiento, las que permiten tomar perfecto conocimiento de lo

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sucedido, hemos de convenir con el recurrente en que éste no estaba participando propiamente del festejo, ni se encontraba situado, sa- liendo al paso a la negativa de la aseguradora codemandada a asumir sus responsabilidades, en “el recinto acotado o vallado en que se cele- braba la suelta”, sino que estaba en lugar “inapropiado”, por no estar destinado a ser ocupado por el público que observaba el festejo y sí para servir de refugio a los “participantes” que se vieran acosados por las reses.

Que el actor no participaba en el festejo no se puede discutir. Se trata de una persona de avanzada edad que, para mejor verlo y ante la numerosa concurrencia de espectadores, se colocó en la parte más alta de la barrera, formada con vigas de madera, que sirve de refugio a los “participantes” y a donde, en principio, no parecía probable que pudiera llegar la res. No estaba dentro del ruedo o recinto, no se paseaba por el mismo, no citaba a la res sino que estaba en un lugar que, y de ahí la responsabilidad, los organizadores del festejo, no debía estar permitido sentarse, en prevención de cierto nivel de riesgo existente, como se demostró con el salto y la cogida del demandante por la vaquilla.

Y si el concepto de culpa o negligencia que permite entrar en juego la responsabilidad extracontractual o aquiliana, consiste en un actuar no ajustado a la diligencia exigible según las circunstancias del caso concreto, de las personas, tiempo y lugar, no cabe la menor duda que tanto la Comisión como el propio Ayuntamiento estuvieron desafortu- nados al permitir la circunstancia referida, causa eficiente del accidente producido.

Sin embargo, hay que reconocer que la decisión del propio lesionado de sentarse en tan inapropiado lugar, coadyuvó al resultado fatal, pues de haber sopesado las cosas con la prudencia necesaria, se hubiera percatado del riesgo existente, luego como corresponsable del evento dañoso que es, su derecho al resarcimiento debe sufrir una moderación en un porcentaje que la Sala estima del 50%”.

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- SAP Castellón (Sección 2ª) 27-3-199958..Una vez que el Fundamento de Derecho Segundo ha fijado los hechos, los Fundamentos de Dere- cho Tercero y Cuarto argumentan jurídicamente con ellos:

TERCERO.- Partiendo de lo anterior, hay que tener en cuenta que en un festejo taurino celebrado en las calles y organizado por el Ayunta- miento de la localidad, se crea un riesgo que por sí solo impone una serie de deberes de cuidado, en orden a arbitrar las medidas y cautelas convenientes a fin de disminuir en lo posible las consecuencias deriva- das de tal riesgo, originado en favor del municipio, como atractivo de sus fiestas, y por ello como servicio público, y para los participantes. No cabe ignorar que la situación de riesgo es el verdadero atractivo de la suelta del toro, de manera que sin partícipes el acto tendría escaso sentido como espectáculo.

Por ello, en principio, no cabe desconocer que quien crea un riesgo de tal índole, debe soportar las consecuencias ordinarias del mismo, y una caída o una cogida del participante está dentro de la más previsible sin perjuicio de su compatibilidad con el riesgo, más o menos aceptado, del participante.

En el presente caso, en la caída del participante intervino un factor sobrevenido pero íntimamente ligado al espectáculo, cual es el tropiezo con una cuerda atada al toro por los mozos a fin de procurar su devolución al corral, pero tal incidencia nada resta a la responsabilidad adjudicada al Ayuntamiento quien como organizador de la suelta del toro tendría que tener previsto el problema de su vuelta al final al corral, sin tener que encomendarse al buen tiento y hacer de los participantes cuando en una situación como aquélla pueden sur- gir discrepancias entre los mismos que pudieren desembocar en una situación descontrolada. En definitiva, y tal y como se dijo en la SAP de Castellón (Sección Primera, Ponente Sr. Marco Cos) de 31 de diciembre de 1996,

58. AC/1999/1142.

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el espectáculo debe de estar controlado en todo momento por el Ayun- tamiento que lo organiza en sus plazas o calles.

No puede ser de otra manera, tanto por la repetida creación del ries- go, como porque le compete la seguridad en los lugares públicos, de acuerdo con lo dispuesto en el art. 25.2, a) de la Ley 7/1985, de 2 de abril de Bases del Régimen Local, y art. 2.2 de la LO 1/1992, de 21 de febrero, de Protección de la Seguridad Ciudadana, y Reglamento de Policía de Espectáculos (RD 2816/1982).

El Ayuntamiento de Oropesa se tuvo como organizador y promotor del festejo cumpliendo lo obligado por la Orden de 22 de junio de 1989 (art. 3) de la Conselleria de la Administración Pública de la Generalitat Valenciana, que regula la celebración de los “bous en carrer”, y por lo tanto es, en principio, responsable de las incidencias y de los resultados dañosos que se deriven del espectáculo y sus vicisitudes.

CUARTO.- Sentado lo anterior, es importante destacar en el presente caso que el actor siendo partícipe asumió un riesgo pero no por enci- ma del ordinario derivado del espectáculo taurino. Sobre el particular acogemos el acertado razonamiento que contiene la SAP de Segovia de 3 de mayo de 1995 que tras reconocer que esta clase de festejos representa verdaderamente, para quienes participan activamente en ellos, una asunción de riesgos consciente y libre como sucede en las múltiples festividades populares, existe un riesgo calculado, o si se pre- fiere, el cálculo del riesgo socialmente admisible -consustancial al tipo de espectáculo- que corresponde a quien organiza el festejo cuanto a quien participa en el mismo.

Pues bien, partiendo de lo anterior y en el estricto plano de las respon- sabilidades derivadas de la forma de acontecer la lesión, bien puede indicarse que existió, por un lado, una falta de previsión por parte del Ayun- tamiento de Oropesa para proceder al encierro final del toro, y permitiendo a su vez un espontáneo método improvisado por los participantes o asistentes,

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así como, por otro lado, una arriesgada presencia del hoy actor en el recinto por el que transcurría la res brava con la cuerda que le había sido colocada que constituía un factor adicional de riesgo, que se añadía al ordinario de las embestidas que pudiera causar el animal.

La anterior conclusión que viene a significar la percepción de una con- currencia de culpas, por parte del Ayuntamiento organizador y por el propio participante, que ha de tener diferente valoración en función de las diferentes pólizas de seguro concertadas, como a continuación se verá”.

- SAP Madrid (Sección 16ª) 20-4-199959.. El profundo Fundamento de Derecho Tercero detalla con profundidad el asunto a tratar:

“TERCERO.- La sentencia recurrida basa la condena por una falta de imprudencia en que los tres acusados permitieron la existencia de un remolque en medio de la plaza de toros y no ordenaron su reti- rada cuando podían y debían hacerlo, contraviniendo de esa forma el Reglamento de Espectáculos Taurinos aprobado por Real Decreto 145/1996 de 2 de febrero.

1.-Tradicionalmente la jurisprudencia y la doctrina han venido a deter- minar como requisitos base e imprescindibles que deben acompañar a la figura jurídica de la imprudencia en cualquiera de sus facetas (temeraria, simple, hoy “grave” o “leve”), los siguientes: a) la previsión o la posibilidad de un resultado dañoso por parte del sujeto activo de la acción; b) que este resultado no sea querido por dicho sujeto, pues, si así fuese, lo simplemente culposo se convertiría en actividad dolosa, con las consecuencias calificadoras del tipo delictivo y subsiguiente diferencia de penas a imponer; c) esa actuación ha de infringir una “norma de cuidado”; d) la causación de un resultado que constituya

59. ARP/1999/1763.

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infracción legal, e) finalmente, un enlace lógico entre la actividad ini- cial y ese resultado, que constituye el requisito de lo que se ha dado en llamar “relación de causalidad” (STS 26-9-1997).

2.-En relación a la posible actuación imprudente de los acusados, es cierto que conforme al artículo 11 del vigente Código Penal, los delitos o faltas que consisten en la producción de un resultado sólo se entenderán cometidos por omisión cuando la no evitación del mismo, al infringir un especial deber jurídico del autor, equivalga, según el sentido del texto de la Ley, a su consumación. A tal efecto se equiparará la comisión a la ac- ción cuando exista una específica obligación legal o contractual de actuar, como cuando el omitente haya creado una ocasión de riesgo para el bien jurídicamente protegido mediante una acción u omisión precedente.

Además de acreditar que los acusados crearon una situación de riesgo mediante la colocación del remolque en el interior de la plaza o de la omisión de ordenar que dicho remolque fuera sacado de la plaza, para poder imputar a los acusados el resultado lesivo consistente en las lesiones padecidas por don Jorge Juan de la O., es necesario deter- minar si la conducta de los acusados creando el riesgo o no evitándolo es de carácter antijurídico y si existe una relación de causalidad clara y determinante entre la ocasión de riesgo creada y el resultado lesivo.

No existe discusión sobre el dato reconocido que se introdujo un remol- que en la plaza de toros. Con independencia de la persona que tomó la decisión de introducir el remolque en la plaza o con independencia de precisar la persona que no tomó la decisión de sacar el remolque de la plaza de toros, es necesario precisar si el hecho de que el remolque se encontrara en la plaza de toros fue el factor único y determinante de las lesiones padecidas por don Jorge Juan de la O.

No estamos en una actividad que se rige por las normas racionales del comportamiento humano o de las leyes físicas. Don Jorge Juan de la O. saltó a la plaza de toros a “correr” las vaquillas, actividad perfectamente

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conocida por todos y cuyo sentido de diversión radica precisamente en el riesgo que supone el comportamiento de la vaquilla brava, que por naturaleza va embestir a las personas y la habilidad o rapidez en evitar la cogida, en “torearlas” o “recortarlas”. Por lo tanto observamos dos ele- mentos que pueden romper el nexo causal entre el hecho de la colocación del remolque en el interior de la plaza de toros y el resultado lesivo.

a) Uno de los elementos que pueden romper el nexo causal es la pro- pia reacción de la vaquilla, comportamiento imprevisible para el raciocinio humano.

b) Otro de los elementos que puede influir en el nexo causal es el comportamiento de don Jorge Juan de la O., que salta a “correr” o “recortar” a la vaquilla brava, conocedor del riesgo que dicha activi- dad supone, dependiendo, y no siempre, su éxito de su destreza, ex- periencia, temple, o de sus capacidades físicas o de las capacidades físicas que le ofrecen el resto de “mozos” aficionados. Por lo tanto, don Jorge Juan de la O. tomó libremente la decisión de “saltar” a la plaza, conocedor de ese riesgo, conocedor de sus facultades físicas y destrezas y conocedor, pues era visible, de las condiciones de la plaza y por lo tanto de la existencia del remolque.

Ante la importancia de ambos elementos, que sin querer decir que rompan en su totalidad el nexo causal entre la conducta de los acusa- dos y el resultado lesivo de don Jorge Juan de la O. (pues no queremos impedir una reclamación de carácter civil), debe decirse que sí que influyen de forma importante en el nexo causal, y que esa influencia afecta obligadamente al juicio de antijuridicidad de la conducta omi- siva de los acusados, de la capacidad de previsión por parte de éstos del riesgo que suponía el remolque en la plaza y, en definitiva, del reproche penal de su conducta.

3.-Precisamente la intervención de otros sujetos, acciones o elementos que afectan a la relación causal del riesgo provocado y el resultado

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producido, ha sido considerado por la doctrina del Tribunal Supremo como elemento influyente que rompe el nexo causal y consecuente- mente el juicio de reprochabilidad de la conducta.

Esta Sala viene asentando en la imputación objetiva el requisito que caracteriza de forma adecuada la relación que debe existir entre la acción y el resultado para que se deriven consecuencias de responsabi- lidad penal para el sujeto agente. Esta relación no puede por menos de resultar esencialmente afectada cuando en ella se interfieren acciones imputables objetivamente a sujetos distintos. Cuando aparece compro- bada la intervención temeraria de terceros, que, ante la presencia de un peligro claramente visible, asumen de forma autorresponsable el riesgo creado por la acción de otro y de esta asunción es de la que resulta el evento dañoso, aquella relación primaria se quiebra eficientemente. En tales casos el resultado antijurídico ya no proviene del riesgo previo, in- deseable pero no eficiente para ocasionar estas últimas contingencias.

La doctrina de esta Sala ha subrayado el carácter del elemento esencial de apreciación de la imprudencia que tiene el nexo causal entre la acción y el resultado y cómo este nexo se quiebra si se interfiere algún hecho extraño procedente de un tercero, el evento antijurídico ha de ser consecuencia natural, próxima, directa y adecuada de la conducta activa u omisiva; no es así si factores extraños y ajenos, difícilmente previsibles por anormales y desviados, alteran la causación adecuada que deja de serlo con referencia al resultado (por ej., SS. 25-6-1963, 17-3 y 11-11-1964, 25-1-1966, 31-10-1972, 16-6-1977, 15-12-1978 y 11-2-1987) (STS 3-6-1989).

4.-En esta sentencia dictada en segunda instancia no se quiere afir- mar que la conducta de don Jorge Juan de la O., saltando a correr la vaquilla en la plaza de toros o incluso la propia conducta imprevisible de la vaquilla, rompa definitiva y rotundamente el nexo causal entre el riesgo creado por los responsables del festejo taurino y el resultado lesivo sufrido por el señor de la O.

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No obstante, tal como se ha dicho, dichos comportamientos deben ser tenidos en cuenta para mitigar el juicio de reprochabilidad, excluyendo la responsabilidad penal, y dando lugar a la absolución de los tres acu- sados de la falta de imprudencia penal por la que habían sido acusados y condenados en primera instancia, sin perjuicio de que en otro orden jurisdiccional, con unos principios de responsabilidad más amplios y tendentes a la responsabilidad objetiva o cuasioobjetiva, pueda estimar- se la responsabilidad civil de los responsables del festejo taurino”.

- SAP Valencia (Sección 8ª) 19-5-199960.. El Fundamento de Derecho Tercero se ocupa de resolver la cuestión que nos atañe:

“TERCERO.- En la ocasión de autos la actora entró a la plaza de toros portátil y, en cierto momento, según alega, se le informó de que su hijo, menor de edad, estaba en el espectáculo y, al ver varias personas en el ruedo decidió entrar a éste y el toro la pisó y lesionó; pues bien, sobre la base de que para la responsabilidad extracontractual ha de existir acción y omisión negligente ajena, daño propio y relación de causa a efecto entre aquélla y éste, con posibilidad de prever que podrá ocurrir un mal a otra persona, ha de atenderse en autos a que la “Asociación de Clavarios” obtuvo autorización para celebrar el espectáculo de toro embolado dentro del ruedo de una plaza portátil y calle cercana, que estaba aislada con barreras para evitar que el toro atropellara a perso- nas no participantes en el espectáculo, de modo que tal instalación por los “Clavarios” no generó daño por su negligencia porque los menores de edad pasaban a ocupar puesto en los tendidos y la señora T. C., que no había visto a su hijo en el ruedo, tiene confesado en autos que conocía en qué consiste tal festejo; que el toro tenía acotada una calle y la plaza, y corría libremente por una y otra; que quien no quiere correr peligro se sitúa detrás de las barreras y que entró al ruedo, y ello permite calificar su comportamiento de negligente al colocarse en un grave peligro dada

60. AC/1999/5383.

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la existencia de un animal fiero suelto, y a nadie se puede atribuir el resultado dañoso para su salud física, por lo que no hay relación de causa a efecto entre la instalación fija colocada por la Asociación y el daño, del cual la lesionada fue la única causa determinante, pues debió de vigilar, con atención, la posible aparición o cercanía del toro, y no cabe apreciar responsabilidad del artículo 1905 del Código Civil, porque el daños provino de la culpa del que lo sufrió”.

- SAP Valencia (Sección 8ª) 8-6-199961.. El profundo Fundamento de Derecho Segundo se refiere a los asuntos que nos interesan:

“SEGUNDO.- Recurrida en apelación la citada resolución por la parte actora, si bien es cierto que, si se crea un riesgo en la organización de un festival taurino, no es justo que la comunidad o los individuos que la integran soporten los riesgos no controlados de ese espectáculo, no es menos exacto que la responsabilidad objetiva por riesgo tiene dos límites; de una parte, el principio de culpabilidad, pues la evolución de la objetivación de la res- ponsabilidad extracontractual no ha revestido caracteres absolutos, no ha excluido la base culpabilística en que se asienta el artículo 1902 del Código Civil, y en modo alguno erige el riesgo en fundamento único de la obligación de resarcir (Sentencias del Tribunal Supremo 29-3-1983, 9-3-1984, 1-10-1985, 24-1-1986, 2-4-1986, 19-2-1987, 17-7-1987, 16- 10-1989, 18-2-1991, 24-1-1992, 11-2-1992, 8-4-1992,12-11-1993...); y de otra parte, la culpa exclusiva de la víctima, pues la jurisprudencia es unánime al afirmar que no es de aplicación la inversión de la carga de la prue- ba, ni la presunción de culpabilidad, ni la teoría del riesgo, si el accidente se produce por culpa exclusiva de la víctima (Sentencia del Tribunal Supremo 17-7-1986, 28-10-1988, 13-2-1991, 18-2-1991, 21-3-1991, 11-2-1992, 12-11-1993, 8-3-1994...). Sentados estos principios jurisprudenciales cuestión fundamental en este litigio, como bien dice la parte apelante, es determinar dónde ocurrió la embestida de la vaquilla a la actora, pues si lo fue dentro del recinto donde se celebraba ese concreto espectáculo

61. AC/1999/1030.

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taurino, la resolución a dictar no podría diferir de la sentencia impug- nada, al tener la recurrente la condición de partícipe en el festejo, con lo que la asunción del propio riesgo eliminaría cualquier abismo de responsabilidad en los demandados, pero si ocurrió fuera del mismo, ningún reproche culpabilístico podría hacerse a la lesionada y habría que entrar a valorar si concurrió o no culpa en la actuación de los demandados, de la “Peña Bouera El Piló” y don Ismael M. N., como supuestos organizadores del festival en cuestión, y de don Manuel M. R., como Arquitecto supervisor de las instalaciones taurinas, todo ello bajo el prisma de la presunción de culpa, de la inversión de la carga de la prueba y de la teoría del riesgo, que dimanan de la interpretación jurisprudencial que se ha hecho del artículo 1902 del Código Civil. A tal efecto, se ha de reseñar que la Sala, tras valorar la prueba practicada, llega a la conclusión de que habiendo un recorrido amplio, delimitado por vallas fijas, que discurría por las calles Pau, Cervantes, Levante, Higueras y Divina Aurora para terminar en una plaza de toros portátil que se había instalado, para determinados espectáculos, en concreto para el denominado “Entrá y prova”, que es el de que se trata, que tuvo lugar sobre el mediodía del 28 de agosto de 1993, el recinto del espectáculo en cuestión quedaba reducido a otro de menor extensión, a cuyo fin se instalaba una valla provisional en la C/ Cervantes, a la altura de la C/ Arrabal, que impedía que la res que en ese momento intervenía en el festejo tuviera acceso a la plaza de toros portátil hasta que terminara aquél, valla esa que para otros espectáculos taurinos de mayor recorrido era retirada; habiendo ocurrido la cogida en el tramo existente entre dicha valla y la plaza de toros, es decir, fuera del recinto del referido festejo. Así se infiere del informe emitido por el Ayuntamiento de Montroi, que obra al folio 20, en el que se afirma que el animal se salió del recorrido en el que estaba actuando y siguió por el recorrido señalizado y protegido con barreras que conducía a la plaza portátil, siendo en este segundo tramo donde se produjo la embestida de la vaquilla a la actora, y así se confirma con los testimonios practica- dos a instancia de la demandante y sobre todo con la confesión absuelta de don José Vicente E. E. (folio 130), representante legal de la asocia- ción demandada, que al contestar la posición octava reconoce que para

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algunos espectáculos no se usaba todo el recinto, sino parte del mismo, al deponer las posiciones duodécima y decimotercera admite que detrás de la valla colocada en el cruce de las calles Cervantes y Arrabal, en el espacio entre ésta y la plaza de toros, había público espectador del festejo y gente que transitaba y presenciaba el espectáculo, y al absolver la posición vigésimo primera viene a reconocer que la vaquilla después de salirse del recinto más reducido, donde se celebraba el concreto acto del que se trata, fue devuelta al mismo por donde había salido, de todo lo cual se desprende que la cogida a la actora, entre esa barrera provisional y la plaza portátil, fue en un tramo de recorrido en el que en ese momento no se celebraba ningún espectáculo taurino y en el que no era previsible la presencia de animal alguno. Siendo ello así, claro es que no puede apreciarse culpa exclusiva de la víctima, ya que ésta no era partícipe del festejo, sino mera espectadora, y, al igual que otros viandantes, transitaba por una zona en la que no tenía que haber riesgo alguno de embestida, de haberse colocado correctamente la provisional valla delimitadora del recinto a la altura de la C/ Arrabal, barrera esta que en absoluto puede entenderse que tuviera la consideración de móvil en el sentido que le da la asociación demandada, de mero instrumento de protección y de diversión de los participantes en el festejo que podían moverla a su antojo, ya que ello no era así, como se infiere del conjunto probatorio, teniendo una función pri- mordial de límite del recorrido en que se celebraba el acto de la “Entrá y prova”, como lo acredita el hecho confesado por el señor E. E. de que después de haberse salido la vaquilla, al desplazar la citada valla, se le volvió a reintegrar al recinto en que se desarrollaba tal espectáculo. Por lo tanto, apreciándose negligencia en la colocación y fijación de dicha barrera, ya que por ello la vaquilla pudo desplazarla, aunque fuera mínimamente, sortearla y salirse del recinto del festejo en cuestión, creando un evidente riesgo en las personas, que en el presente caso se tradujo en un daño efectivo a la demandante, se está en el caso de acoger la demanda, en la extensión cuantitativa que se dirá, respecto de la “Asociación Peña Bouera El Piló de Montroi”, en cuanto que como organizadora del acto debía velar por la seguridad en el mismo y, por tanto, debió asegurarse de que la valla delimitadora del recinto en que se desarrollaba ese concreto festejo taurino estuviera bien sujeta y no presentara resquicio alguno por el que la vaquilla pudiera escapar, debiendo haber previsto que la misma

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podía ser topetada por el animal y desplazada si no se tomaban las oportunas medidas de sujeción. No puede decirse lo mismo, ni similar, respecto de don Ismael M. N., ya que éste no organizó personalmente la fiesta, sino que lo hizo en representación de la asociación citada, la cual goza de personalidad jurídica conforme a lo dispuesto en el artículo 35 núm. 2 del Código Civil, así como tampoco del Arquitecto don Manuel M. R., al que nada puede imputársele en la deficiente o inexistente fijación de la barrera que provisionalmente se ponía en la C/ Cervantes, a la altura de la C/ Arrabal, cuando quería reducirse, como en el presente caso, el recorrido de un determinado espectáculo taurino”.

- SAP Alicante (Sección 6ª) 21-7-199962.. Una vez que los Fundamen- tos de Derecho Segundo y Tercero han descrito con profundidad las circunstancias de hecho, el Fundamento Cuarto se detiene en las con- secuencias jurídicas del mismo:

“CUARTO.- Pero enlazando con lo anterior, en el festejo taurino de que se trata no se puede decir que las consecuencias lesivas del de- mandante deban soportarlas las partes demandadas por la simple ac- tuación de la teoría del riesgo. La Sentencia de la Sección Primera de la Audiencia Provincial de Valencia de 27 de febrero de 1995, aplicada y mencionada por la de esta Sala de fecha 22 de mayo de 1998, decía que los participantes en la misma no son meros sujetos pasivos de la fiesta en sí misma; dicha actividad lúdica entraña un riesgo cierto, pero no es un riesgo que se imponga al participante sino riesgo que voluntariamente asume, como componente indispensable de aquella acción en la que participa con carácter activo. El participante acude al festejo taurino por el gusto de sentirse inquieta- do por la proximidad del animal, cosa que solamente puede lograr mediante el procedimiento de encerrarse voluntariamente en el mismo recinto en que aquél es dejado en libertad para ese fin, de manera que si lo que los concurrentes persiguieran fuese tan sólo la contemplación del toro, a salvo de todo riesgo,

62. AC/1999/6772.

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es claro estarían de más los montajes propios de la fiesta, y aun la presencia en el lugar del participante. Y concordando con esta doctrina, que la responsabilidad por el simple riesgo tiene dos límites, de una parte, el principio de culpabilidad, pues la evolución de la objetivación de la responsabilidad extracontractual no ha revestido caracteres absolutos, no ha excluido la base culpabilística en que se asienta el artículo 1902 del Código Civil, y en modo alguno erige el riesgo en fundamento único de la obligación de resarcir (Sentencias del Tribunal Supremo de 29 de marzo de 1983, 9 de marzo de 1984, 1 de octubre de 1985, 24 de enero de 1986, 19 de febrero de 1987, 18 de febrero de 1991, y 12 de noviembre de 1993), y de otra parte, la culpa exclusiva de la víctima, pues la Jurisprudencia es unánime en afirmar que no es de aplicación la inversión de la carga de la prueba ni la presunción de culpabilidad, ni la teoría del riesgo, si el accidente se produce por culpa exclusiva del perjudicado (Sentencias del Tribunal Supremo de 17 de julio de 1986, 18 de febrero de 1991, 11 de febrero de 1992 y 8 de marzo de 1994). Carece de sentido el aplicar la responsabilidad objetiva por riesgo cuando los mismos podrían ser evitados por la víctima, para lo cuál le bastaba con no participar en el festejo, y por el contrario son asumidos voluntariamente, pues quien conoce el riesgo y lo asume, gozando del festejo no puede exigir responsabilidades por el riesgo creado, lo cual no impide que si se demuestra la culpa de los organizadores de la celebración del encierro pueda exigirse responsabilidad por culpa. En el caso presente la parte actora no ha conseguido probar dicha culpabilidad en el Ayuntamiento demandado, sino que el accidente ocurrió por su propia imprudencia, o a lo sumo por un supuesto de caso fortuito, haciéndose por ello preciso, como así lo fue, la desestimación de la demanda, y ahora del presente recurso de apelación, siendo procedente la íntegra confirmación de la Sentencia al estar ajustada a derecho”.

- SAP Álava (Sección 1ª) 26-7-199963.. El Fundamento de Derecho Segundo es esencial:

63. AC/1999/5608.

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“SEGUNDO.- Sentados así los términos del recurso debemos señalar cómo se ha necesariamente de partir del discurso fáctico consignado en el F. 1º de la Sentencia recurrida explicitador de los hechos en la forma en que éstos sucedieron y conforme al cual fue el día 31 de agosto del año 1996 y con ocasión de las fiestas patronales de la localidad alavesa de Santa Cruz de Campezo, cuando la actora resultó arrollada por un grupo de personas que huyendo de la denominada plaza de Manuel Picaza al ser perseguidas por un “” se introdujeron en la calle en la que se encontraba la señora I. J. al desviarse el toro de fuego hacia dicha calle aunque ello no estaba programado, arrollando la avalancha de espectadores a la actora quien fue a tropezar contra dos escalones de piedra situados a la derecha de la vía, produciéndose lesiones de las que curó en fecha 20 de enero de 1997 tras haber estado incapacitada por haber sufrido fractura subcapital de húmero derecho con arrancamiento de tuberosidad, quedándole como secuelas una limitación de la movilidad con abducción de 120°, flexión de 120°, rotación interna de 25° y rotación externa de 30° y extensión de 50°. Visto ello y dando ya respuesta al primer motivo de discrepancia por el que se venía a denunciar la ausencia de razonamiento en orden a determinar cuál fuera realmente la conducta imprudente en que la Corporación demandada pudo incurrir pues se insistió reiterativa- mente en el hecho de que el festejo denominado “el Toro de Fuego” se encontraba adecuadamente incluido y anunciado en el programa de fiestas así como que la aparición de la persona que lo portaba se anun- ció a través del correspondiente apagón de luces de tal suerte que la actora pudo advertir su presencia con la suficiente antelación, la cues- tión en principio a determinar, de índole puramente fáctica, estriba en si realmente estaba previsto y programado que el festejo expresado se desarrollara exclusivamente en la denominada plaza de Samuel Picaza donde se debía acotar el campo de actuación de la persona portadora del mismo o si, por el contrario, era asimismo dable que el circuito se extendiera a otras vías adyacentes y, entre otras, a la calle donde la actora se encontraba en compañía de una amiga, pues de no ser esto último así se habría sin duda producido una extralimitación en la

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conducta de la persona portadora de la atracción creando un riesgo con concreta trascendencia en el resultado de lesiones ocasionado a la demandante e incurriendo, por consiguiente, en responsabilidad.

En punto a tan relevante extremo la actividad probatoria desplegada por la demandante parece conducir a esta última conclusión, pues de esta forma lo explicitó el portador del toro señor L. en calidad de tes- tigo al responder al cuarto punto de la pregunta quinta (folio 97) que ... “estaba previsto que el festejo se desarrollara en la plaza de Samuel Picaza…”, aseverando al responder al último punto que ... “sí se les advierte para que conduzcan de modo que no se creen avalanchas ni peligro para los espectadores, paseantes y participantes...”, así como también la acompañante de la demandante, señora L. de M. (folio 103) quien al evacuar las preguntas 6ª y 7ª declaró que ... “llegada la hora del programado toro decidieron abandonar la plaza y dirigirse hacia el casino, no siendo su intención la de asistir como espectadores al festejo del toro, sino alejarse del recinto festivo hacia un lugar más tranquilo”; cuya contundencia de las respuestas despeja cualquier duda que pueda suscitarse en orden al sentido de lo declarado y, por supues- to, no queda enervado por las respuestas otorgadas al correspondiente pliego de repreguntas, pues lo anterior no tiene por qué entrar en forzosa contradicción con el hecho de que durante otros años hubieran presenciado dicho espectáculo. En conclusión, la responsabilidad en que incurrió la corporación demandada estriba precisamente en el hecho de que de- sarrollándose el expresado festejo en una determinada plaza o espacio concreto, afirmación que es posible realizar a través de la resultancia de los antecedentes testimonios y que tampoco requiere de una expresa determinación normativa o reglamentaria como en efecto expresa el certificado expedido a instancias de la actora por la Junta Administrativa de Santa Cruz de Campezo (ver folio 104), no sólo tal espacio físico no se hallaba adecuadamente acotado o señalado sino que resultaba perfectamente posible, y así la propia experiencia se encargó de demostrarlo, que el espectáculo se extendiera por las vías adyacentes, envolvien- do en él a personas no participantes en el mismo y que involuntariamente se vieron envueltas en la avalancha que corría delante de la atracción.

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En segundo término, no es menos relevante que la vía en que el ac- cidente acaece no estuviera tampoco dotada de las correspondientes medidas de seguridad, pues la documentación fotográfica aportada a los autos con los escritos de demanda y contestación (ver folios 10, 11, 12 y 58) revela y evidencia que las escaleras contra las que la lesionada tropezó estaban en efecto dotadas de una barandilla fija pero ubicada con posterioridad a los escalones en cuestión que quedaban totalmente desprotegidos. De ahí, que no pueda resultar predicable la teoría de la asunción del riesgo por parte de la víctima y, en su consecuencia, operar la exculpación total o parcial del agente productor del riesgo, ya que en este concreto caso la víctima no participaba voluntariamente en el espectáculo asumiendo en consecuencia dicho riesgo, sino que ajena al mismo se vio involucrada en su dinámica por una causa no imputable a aquélla cual fue la variación de la normal trayectoria por la que la atracción discurría y la ausencia de medidas de seguridad en la forma explicitada, encontrándonos ante una responsabilidad que aun en su concepción más objetiva habría reque- rido que los codemandados hubieran logrado demostrar que agotaron hasta el máximo las medidas de precaución y prudencia necesarias para precaver y evi- tar la causación de daños, lo que es evidente que no ha sido así. Por todo ello, los dos primeros motivos enunciados, ausencia de responsabilidad por parte de las codemandadas y subsidiario a aquél, concurrencia culposa de la actora, deben rechazarse”.

- SAP Zamora (Sección Única) 30-10-199964.. El Fundamento de Derecho Segundo del Recurso planteado por la representación del codemandado M. B. H. es útil:

“SEGUNDO.- El codemandado apelante alega que el demandante se encontraba en el interior del recorrido del ganado, en el lugar del paso de los novillos del encierro y dentro del presumible paso de los novillos del “espanto”; en definitiva, que el demandante conocía el

64. AC/1999/2210.

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riesgo y lo asumió, lo que sitúa la responsabilidad en la culpa exclusiva de la víctima.

No consta acreditado más que el vehículo se encontraba estacionado en el lugar donde se situaron otros varios vehículos. Este dato no es suficiente para estimar que el actor asumiese el riesgo de ser embestido por los toros, o bien su vehículo estacionado, pues para proclamar tal asunción, se ha debido probar por el apelante que el actor intervino en el “espanto” de los novillos, con su vehículo, lo cual no consta acredita- do. Ante tal falta de acreditación de la asunción voluntaria del riesgo, mediante una decidida participación protagonista en el festejo, frente al riesgo de la carrera y embestida de los novillos, resurge el principio cul- pabilístico objetivo que se desprende del hecho de ser organizador del festejo taurino, como empresario que aporta el ganado para la finalidad concreta cual es la intervención en unas fiestas donde la característica del llamado “espanto” de los novillos, consistente en la carrera incontrolada del ganado, al que se acosa y persigue, desarrollando así una actividad puramente instintiva que puede correr en espacios no fácilmente con- trolables, porque tal naturaleza de esa actividad empresarial obliga a la misma a adoptar las medidas convenientes para evitar la causación de daños en personas y cosas, siendo responsable así del riesgo creado, y que se encuentra ínsito en la propia naturaleza del festejo”.

- SAP Zamora (Sección Única) 8-11-199965.. Son los Fundamentos de Derecho Cuarto y Quinto los que resultan de interés en esta Sentencia:

“CUARTO.- El primero de los motivos del primer recurso debe decaer.

La organización de un festejo taurino encaja perfectamente dentro de la res- ponsabilidad patrimonial de la administración pues la responsabilidad admi- nistrativa “puede derivar de cualquier hecho o acto enmarcado dentro de la

65. AC/1999/2287.

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gestión pública”, según el artículo 54 de la Ley de Bases de Régimen Local. Y a nadie escapa que nos encontramos ante un supuesto de funcionamiento normal o anormal de un servicio público, puesto que por tal ha de entender- se el ejercicio de una competencia funcional cual es el ejercicio de actividades encaminadas al fomento turístico de la localidad, por ser ésta la finalidad del festejo organizado por el ayuntamiento, según los artículos 25.2 y 85 de la Ley de Bases de Régimen Local, que prevén como competencia de los municipios la correspondiente a turismo, actividades culturales y tiempo libre. Así pues, la organización de un festejo taurino es una de las competencias municipales y los daños y perjuicios que se ocasionen con motivo directo de dicha organización implica un funcionamiento anormal o normal de los servicios públicos, que debe reparar el ayuntamiento.

Aunque el ayuntamiento hubiera pactado con una empresa privada un con- trato privado de arrendamiento de servicios mediante el cual encomendaba a la empresa privada la organización de los festejos taurinos, ello no significaba que la Administración quedara completamente desvinculada de su organiza- ción, desarrollo, control, vigilancia, como queda patente de la lectura de la condición cuarta del contrato de fecha 27 de agosto de 1997, pactado entre el ayuntamiento de Carbajales de Alba y el otro demandado, don Mario B. H., en la cual ambas partes se comprometían a colaborar para llevar a cabo los festejos en las mejores condiciones posibles y evitar que puedan quedar reses sueltas por el campo.

Es evidente, como se deduce del modo en que se desarrollaron los sucesos que concluyeron con daños materiales producidos en la finca propiedad del actor por una res brava que quedó suelta que, por otro lado, no fueron negados por las partes, que el ayuntamiento no adop- tó todas las medidas de cuidado y vigilancia necesarios para evitar que la res brava quedara suelta y produjera los daños constatados en autos.

QUINTO.- El segundo de los motivos del segundo del recurso adhesi- vo también debe decaer.

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El contrato de arrendamiento de servicios pactado entre el recurrente, don Mario B. H. y el ayuntamiento de Carbajales de Alba no sólo obli- gaba al arrendatario a desplazar a la localidad de Carbajales de Alba las reses destinadas a los festejos taurinos, como argumenta dicho recu- rrente con el fin de eludir su responsabilidad por los daños y perjuicios sufridos por el actor, sino que en el punto número 5, de la condición primera también asume la condición de empresario y organizador de los festejos taurinos. Y, aunque pudiéramos interpretar que la asunción de la condición de organizador era exclusivamente a los efectos admi- nistrativos de presentar la documentación señalada en el artículo 29 de la Ley 10/1991, de 4 de abril, sobre Potestades Administrativas en Materia de Espectáculos Taurinos y el artículo 93 del Reglamento de Espectáculos Taurinos aprobado por Real Decreto de 28 de febrero de 1992, lo que ya no cabe ninguna duda es que en la condición cuarta del contrato se comprometió en igualdad de condiciones con el ayun- tamiento a colaborar para llevar en las mejores condiciones posibles y evitar que puedan quedar reses sueltas por el campo.

En suma, tanto uno como otro demandado asumieron la obligación en igualdad de condiciones de adoptar las medidas oportunas y ne- cesarias para evitar que alguna res brava pudiera quedar suelta por el campo con el consiguiente riesgo de producir daños. Obviamente, como ha quedado de manifiesto, no fue así, pues una res quedó suelta del resto, produciendo daños cuya cuantía ha cifrado la Sentencia sin oposición por las partes”.

- SAP Valencia (Sección 6ª) 10-2-200066.. El profundo Fundamento de Derecho Tercero resulta del mayor interés:

“TERCERO.- Ante los hechos sometidos a su consideración y tras un detenido examen de la prueba practicada obrante a las actuaciones,

66. JUR/2000/96936.

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este Tribunal, en el ejercicio de la facultad revisoria que le compete, considera que el recurso de apelación planteado por la entidad Alba Cía de Seguros, S.A (en liquidación), debe ser desestimado, procedien- do la íntegra confirmación de la Sentencia de instancia por sus propios fundamentos que la Sala comparte plenamente.

(…)

Entrando en el fondo del asunto, de la prueba practicada resulta que los testigos Cándida Concepción O. y Vicenta B. manifestaron que, en la madrugada del 31 de septiembre al 1 de octubre de 1995, presenciaron cómo el actor, al ser llamado al tablado y subir al mismo, se enredó con los cables y cayó, produciéndose lesiones graves, precisando que el demandante no iba bebido y que cayó por uno de los laterales del entarimado al descender. Por su parte, el testigo Julián R. R. manifestó que se encontraba a unos 50 o 60 metros del entarimado y que le avi- saron que había caído el demandante; que tuvo conocimiento de que había ido a retirar un premio y que, como subagente de la policía, puso el hecho en conocimiento del agente de seguros para la confección del parte del accidente. En la confesión del legal representante de la enti- dad local, D. Leopoldo B. contestó que existía concertado seguro con la Compañía Alba, sin poder concretar detalles (a la 1ª); que ha abonado el importe del seguro (a la 3ª); que se firmó el contrato de seguro para que cubriera supuestos como el del actor (a la 4ª); que no han pagado porque corresponde a la aseguradora (a la 5ª); que las fiestas eran pa- trocinadas por el Ayuntamiento (a la 7ª); que el Ayuntamiento destinó unas cantidades para contribuir a las mismas (a la 8ª), que se entregaban a la Comisión Festera o bien directamente se pagaban (a la 9ª). Por su parte, el actor manifestó que subió al entarimado a recoger el premio con el disfraz y cayó por uno de los laterales antes de llegar a la escalera, ignorando si la instalación y montaje del grupo musical era deficiente. Cuanto antecede permite concluir como acreditado que el actor subió a recoger un premio, que no iba bebido, que en el entarimado al que tenía que subir había cables de sonido y luz con los que se enredó y cayó;

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por ello, el Ayuntamiento de Tous es responsable como responsable del festejo, pues a través de la Comisión de Festejos ha contribuído a crear el riesgo, destinando cantidades a la referida Comisión o entregando otras directamente, y asumiendo los riesgos creados al asegurarlos en la compañía aseguradora demandada. De manera que, concurriendo en el presente supuesto los requisitos doctrinal y jurisprudencialmente exigidos para apreciar la existencia de responsabilidad extracontractual el Ayuntamiento de Tous debe ser condenado.

Por parte de la aseguradora se alega causa de exclusión, por considerar que el actor en el momento del accidente tomaba parte activa en la celebración de los festejos. Sin embargo, en el presente supuesto, en ninguno de los documentos aportados consta la aceptación por escrito de la cláusula limitativa invocada ni de ninguna otra que conste en el anexo de condiciones particulares, resultando como única firma existente la de la compañía aseguradora. De la prueba prac- ticada tampoco consta que el Ayuntamiento suscribiera dicha cláusula, habiendo manifestado su legal representante que la intención al concer- tar el contrato era la de cubrir riesgos como el presente. Considerando la jurisprudencia y la generalidad de los autores que la descripción del riesgo asegurado constituye una limitación de los derechos de los asegu- rados y, en consecuencia, debe aceptarse específicamente por escrito, no cabe sino rechazar la admisión de la pretendida exclusión (…)”.

- SAP Toledo (Sección 2ª) 27-3-200067.. Los Fundamentos de Derecho Primero a Tercero realizan una argumentación lógica de la cuestión:

“PRIMERO.- Considerando que se recurre la sentencia por error en la apreciación de la prueba e indebida interpretación del art. 1902 del Código Civil. Del examen de las actuaciones y en concreto del re- lato fáctico que de alguna manera se extrae del primer fundamento jurídico de la sentencia recurrida, el hecho puede resumirse así: el de-

67. AC/2000/975.

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mandante, varón de 23 años de edad, participaba como corredor en el encierro de reses bravas celebrado en la localidad de Pueblanueva el 6 de septiembre de 1997, festejo debidamente autorizado, y en el trans- curso de la carrera, cuando se encontraba próximo a la plaza de toros, una res, se volvió desde la misma plaza habiendo llegado ya a ella, empitonando al participante que sufrió las heridas que describe en su demanda y por las que reclama indemnización al amparo del art. 1902 atribuyendo negligencia al promotor o empresario y responsabilidad subsidiaria de la Cía. de Seguros que cubría el eventual accidente.

SEGUNDO.- Considerando que la sentencia de instancia, tras exponer la jurisprudencia sobre la responsabilidad extracontractual y concreta- mente citada en SSTS 17-10-1997 y 13-2-1997 sobre lesiones en encie- rro de reses bravas, analiza el riesgo asumido en función del accidente ocurrido para llegar a la conclusión, que la Sala comparte, de que el único riesgo que asumió el demandante fue el que voluntariamente quiso asumir y no es otro que el propio, inherente o interno de este tipo de festejos no encontrando elemento en el transcurso del encierro que puede calificarse de antirreglamentario o falto de previsión por parte de la Organización. Pese a ello, insiste el recurrente en que la au- sencia de corrales en la plaza para que según fueran llegando las reses se fueran introduciendo en ellos, sin posibilidad de volver al recorrido, constituye una falta de previsión y en tanto en cuanto el Reglamento de Plazas Taurinas obliga a que tenga corrales, una infracción antirre- glamentaria en la que sustentar una condena de los demandados.

TERCERO.- Considerando que partiendo de la base de la asunción subjetiva y libre del riesgo por el corredor en ese encierro taurino, los organizadores sólo responden de aquellos supuestos en los que el evento se produzca por causas distintas al riesgo que se asume. Dentro del recorri- do marcado y protegido, cualquier embestida de las bestias es parte del riesgo, así como su comportamiento imprevisible. Está acreditado que el recorrido del encierro estaba plenamente marcado, protegido y libre de obstáculos. El accidente acaece, según el actor, cuando una vaquilla y algunos cabes-

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tros, se vuelven una vez en la plaza y le empitonan de frente; pero ése es un lance propio del tipo de festejo taurino que se celebra. Los animales que entran en la plaza no son conducidos directamente a los corrales hasta que “todos” están en la plaza, “debiendo” permanecer abierta la puerta mientras tanto; la existencia de los corrales en las plazas de toros, como obligación impuesta por el RD 779/1996, de 2 de febrero, se limita a un corral de reconocimiento en las plazas portátiles, como la de autos, y no con la finalidad que pretende darle el recurrente, sino para otro tipo de festejos o para el encierro una vez finalizado. Pretende que en un encierro cada toro que entre en la plaza sea llevado al corral antes de que lleguen los demás, es desconocer el tipo de festejo en el que partici- paba; el recurrente no ha probado que hubiera a lo largo del recorrido o en el lugar en el que fue cogido, obstáculos que le impidieran la huida, salvo los propios del acto en sí, otros corredores y las reses. Ni la teoría del riesgo, puesto que el riesgo lo asume el participante como causa de su concurso, ni la teoría de la inversión de la carga de la prueba, ni ninguna otra aplicable a la responsabilidad extracontractual amparan la pretensión del demandante y hoy recurrente, por lo que el motivo del recurso debe desestimarse”.

- SAP Castellón (Sección 3ª) 5-5-200068.. Los completos Fundamentos de Derecho Segundo y Tercero tratan el caso con detalle y lo resuelven:

“SEGUNDO.- A la vista de lo anterior vemos que resolución del presen- te recurso estriba en determinar si en el presente caso al ejercitarse por el actor una acción fundada en la culpa extracontractual prevista en el art. 1902 CC concurren los requisitos necesarios para su estimación.

Y al respecto lo primero que es necesario decir es que el artículo 1902 CC, así como sus concordantes, establece y regula la obligación surgida de un acto ilícito, del cual emana la figura de la responsabilidad o

68. JUR/2001/106830.

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culpa extracontractual o “aquiliana” que, en el fondo y forma, está sufriendo una evolución progresiva, no solo en el campo de la doctrina sino también en el de la jurisprudencia, y ello debido al progresivo cambio en las diversas actividades generadoras de riesgo que cada día son mas numerosas y a la tendencia a objetivizar la cobertura asegura- dora de las consecuencias dañosas.

Esta tendencia a objetivizar la culpa y la responsabilidad, provoca la progresiva perdida de aplicación de la teoría culpabilista; y en el cam- po procesal, a la introducción de la inversión de la carga de la prueba. Esta atenuación culpabilista provoca que en algunos actividades se am- plíe la obligación “in vigilando” y la diligencia normalmente exigible.

Como dice la STS 25-9-1998 “es incuestionable que la jurisprudencia del Tribunal Supremo, en concreto la de esta Sala, sobre todo la más actual, tiende hacia establecimiento emblemático de la responsabili- dad objetiva, en la derivada de los eventos concretados en el art. 1902 CC, pero nunca lo ha realizado hasta establecer dicha responsabilidad objetiva de una manera absoluta y radical, y así, como epítome de una doctrina jurisprudencial pacífica y ya consolidada, hay que reseñar la STS 16-12-1988, cuando dice que “la doctrina de esta Sala no ha objetivado en su exégesis del art. 1902 CC su criterio subjetivismo y si, únicamente, para su más adecuada aplicación a las circunstancias y exigencias del actual momento histórico, ha procurado corregir el excesivo subjetivismo con que venía siendo aplicado”, y, sigue diciendo “por otra parte, dicha corrección, bien se opere a través de la aplicación del principio del - riesgo -, bien de su equivalente del de - inversión de la carga de la prueba -, nunca elimina en dicha interpretación los as- pectos, no radical sino relativamente subjetivista con que fue redactado (dicho art. 1.902 CC)”. Ello, no es sin embargo causa ni motivo para que tal responsabilidad surja siempre, dado que también y como tiene proclamado esta Sala, es de tener muy en cuenta la conducta de quien sufrió el daño, de tal modo que cuando ésta sea fundamentalmente determinante de dicho resultado, indudable resulta por aplicación de

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los principios de la Justicia distributiva, conmutativa y social, así como de la seguridad jurídica, (no se puede hablar de una responsabilidad indemnizable que se pueda reprochar a un tercero)”.

Puede también añadirse que la jurisprudencia del T.S. de la que son ex- ponente las de fechas 17-7-1986, 18 de febrero de 1991 1447, 11-2-1992 y 8-3-1994 es unánime en afirmar que no es de aplicación la inversión de la carga de la prueba ni la presunción de culpabilidad, ni la teoría del riesgo, si el accidente se produce por culpa exclusiva del perjudicado), ya que carece de sentido el aplicar la responsabilidad objetiva por riesgo cuando los mismos podrían ser evitados por la víctima, para lo cuál en el caso de festejos taurinos se considera que el riesgo puede evitarse sim- plemente no participando, por lo que en caso contrario son asumidos voluntariamente, ya que quien conoce el riesgo y lo asume, gozando del festejo no puede exigir responsabilidades por el riesgo creado, lo cual no impide que si se demuestra la culpa de los organizadores del espectáculo pueda consecuentemente exigírseles responsabilidad por culpa.

Por ultimo también puede citarse la STS 21-7-1998 que en un caso simi- lar dice “Faltan, en consecuencia, los elementos fácticos en que apoyar la relación de causalidad, con la imputación o el reproche culpabilístico, que acarrea el suceso, anudándolo a una acción u omisión atribuible al Ayuntamiento, pues, con independencia del peligro que generan algu- nas de estas costumbres locales, de alcance lúdico y festivo, los vecinos y asistentes aceptan los riesgos derivados de los festejos, participando activamente en estos sin que la opinión pública concernida tienda a impedir su celebración, o limitar su alcance, por lo que mal pueden achacarse al Ayuntamiento las consecuencias de unos actos, queridos por los vecinos y asistentes a los mismos”.

TERCERO.- Pues bien aplicando la antes citada doctrina al caso que nos ocupa y tras un nuevo examen de al prueba practicada vemos que en la localidad de Alcora se estaban celebrando las fiestas Patronales en honor del Santísimo Cristo del Calvario, durante los días 26, 29, 30 y

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31 de agosto y 1 y 2 de septiembre. Entre los festejos se encontraban los llamados “bous al correr”, y este espectáculo se hallaba debidamente autorizado por el organismo administrativo competente en este caso el Director General de Emergencias e Interior, estando determinados los días y horas del espectáculo que era o bien vaquillas o bien toro em- bolado, así como los recorridos también consta que la comisión había contratado al correspondiente experto taurino y se habían designado diversos auxiliares colaboradores para el cuidado y vigilancia de los fes- tejos del pueblo. Igualmente estaban adoptadas las medidas sanitarias precisas para posibles accidentes, se había autorizados los festejos pro el ayuntamiento, y el arquitecto técnico municipal había comprobado las medidas de seguridad de los diversos componentes tales como las ba- rreras. Además de lo anterior el ruedo estaba suficientemente acotado con barreras y cadafales y el espectáculo se advertía debidamente.

Pues bien el día 1 de septiembre, el actor en estado de embriaguez se hallaba participando en la suelta de vaquillas en una de las calles de la población, y fue cogido por una de las reses sueltas. Sus alegaciones de que se encontraba días antes en el lugar trabajando y que incluso ese día estaba buscando trabajo, tratando de acudir a una cita laboral cuando cruzó por un lugar donde había otras personas sin apreciar la presencia de ningún animal cuando de improviso se le cruza una vaquilla le lesiona, carecen de eficacia alguna capaz de generara la responsabilidad que pretende, ya que si se encontraba días antes en el lugar conocía perfectamente el festejo y el lugar habitual de celebra- ción. También manifiesta el mismo que cruzaba por el lugar dispuesto para las vaquillas, con lo que su responsabilidad propia se aumenta, pues perfectamente podía haber cruzado por otro diferente. Por último también compartimos la afirmación de la juez de instancia de que el mismo se hallaba en estado de embriaguez, pues así fue apreciado por el médico que le atendió a las 21, 49 horas del mismo día, que hace constar entre signos de admiración dobles “intoxicación enólica”. Sin dudad el espectáculo en el que se introdujo para participar era el cele- brado ese día a las 13 horas, y si bastantes horas después aun se aprecia

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su estado, ello conlleva necesariamente que cuando ocurrieron los he- chos ya había bebido. No puede apreciarse su alegación de que al ser ex alcohólico cualquier medicación le pudo producir efectos similares, pues sin duda ello hubiese sido apreciado por el referido doctor que le atendió, adoptando las medidas necesarias, además que no consta la presunta ingestión.

Tampoco son creíbles sus manifestaciones en prueba de confesión de que para no bordear el pueblo cruzó sin haber en ese momento ningu- na vaquilla, pues sin duda al estar el recinto debidamente acotado por la gente congregada y por la advertencia del espectáculo, era perfecta- mente consciente de la presencia de reses en el lugar o al menos de la inminente presencia de las mismas.

Consideramos pues que es de su exclusiva responsabilidad lo acaecido, ya que era conocedor sin dudad del peligro que tal evento festivo y lú- dico comportaba, asumiendo el mismo, y eludiéndose ya la aplicación de la aplicación de la responsabilidad objetiva.

De todo lo cual se infiere, que por mucho que se haya llegado a la objetivación de la responsabilidad extracontractual por culpa, tal si- tuación tiene sus limites, y sobre todo, en el presente caso, cuando no sólo no ha habido infracción reglamentaria alguna, sino al contrario se han cumplido con toda pulcritud las medidas de seguridad exigidas, por lo que, lógicamente, no se puede hablar en el presente caso de infracción del artículo 1902 CC, como ha pretendido, sin éxito, la parte recurrente, ya que al arries- garse a participar en el festejo asumió voluntariamente una situación de riesgo evidente.

Al confirmarse los pronunciamientos de fondo atacados mediante el recurso se obvia y se hace innecesario el pronunciamiento sobre las excepciones que las demandadas efectuaron en la vista del recurso respecto a las cuales en todo caso también este tribunal comparte los criterios expuestos por la juez de instancia”.

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- SAP Castellón (Sección 3ª) 20-10-200069.. El Fundamento de Dere- cho Segundo se ocupa de la cuestión que nos atañe:

“SEGUNDO.- El examen de las pruebas practicadas en la primera ins- tancia lleva a la Sala a considerar que su valoración por la Juez “a quo” es correcta, y por tanto, la conclusión que se deriva de la misma, es decir, que no se acredita que el Ayuntamiento de Castellnovo realizara alguna acción u omisión que le fuera imputable, a título de culpa, si- quiera leve, y que pueda considerarse la causa eficiente de las lesiones sufridas por el actor, hoy recurrente.

Lo que sucedió fue que el actor, al intervenir como participante volun- tario en el festejo taurino, y plenamente consciente del riesgo que ello implica, fue golpeado por el toro cuando corría delante del animal.

Así se acredita por el atestado instruido por la Guardia Civil del Puesto de Segorbe acompañado a la demanda (folios 7 y 8 de las actuacio- nes) y por la prueba de confesión judicial del propio recurrente, que manifiesta que conocía por haberlos visto muchas veces los festejos taurinos de la localidad de Castellnovo, y que entró voluntariamente en el recinto limitado por las barreras, donde se hallaba cuando el toro le golpeó (folios 154 y 175 de las actuaciones).

A través de la prueba testifical de D. Miguel Ángel M. P. y de D. Mi- guel T. M. se acredita que la cuerda se hallaba pasada por el agujero del pilón (contestación ambos repregunta segunda, extremo b), de la representación procesal del actor), sin que quede esclarecido si el toro alcanzó al actor, hoy recurrente, por permitirlo el margen de recorrido de la cuerda, que media 96 metros, como se desprende de la prueba de confesión judicial del Alcalde del Ayuntamiento (posiciones cuarta y quinta, folio 134 de las actuaciones) o porque el toro logró escaparse,

69. JUR/2001/163829.

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soltándose de la cuerda de la que tiraban los mozos para amarrar su ca- beza al pilón, como afirma el testigo Sr. T. M. al contestar a la pregunta cuarta propuesta por el Ayuntamiento de Castellnovo. Esta declaración del testigo Sr. T. M., a la que se refirió el letrado de la parte apelante en el acto de la vista, no se considera suficiente para esclarecer este extre- mo, pues es contradictoria con el resultado de otras pruebas, no solo la de confesión judicial antes aludida, sino también con la testifical del Sr. M. P., que manifiesta que en ningún momento el toro escapó al control de los mozos, al contestar a la pregunta cuarta de la prueba testifical, en sentido opuesto al otro testigo (folios 147 y 148 de las actuaciones).

Consideramos, por tanto, que el daño sufrido por el actor fue consecuencia de una situación de riesgo en que voluntariamente se situó el mismo, asumiendo voluntariamente el peligro que conllevaba situarse en el interior del recinto.

Así pues, debe desestimarse el recurso de apelación en cuanto a la pretensión de que se condene al Ayuntamiento de Castellnovo como responsable civil de los daños sufridos por el actor hoy recurrente al no haberse acreditado que existiera culpa o negligencia en su actuación como orga- nizador del festejo taurino, que es cierto que lleva inherente un riesgo para todos los participantes en el mismo, pero ello no implica que cualquier accidente que se produzca genere la obligación de resarcirlo, declarándose su responsabilidad civil, como pretende el recurrente, salvo que se justifique que se han omitido las medidas de seguridad y sanitarias adecuadas.

En este sentido, podemos citar las Sentencias del Tribunal Supremo de fechas 22 de abril de 1997, 21 de julio de 1997 y 23 de abril de 1998, entre otras muchas, que señalan como la jurisprudencia sobre aplicación del artículo 1902 del Código Civil no excluye en todo caso y de modo absoluto el clásico principio de responsabilidad culposa, ni establece la responsabilidad objetiva de manera absoluta y radical, y las Sentencias del Tribunal Supremo de 12 de noviembre de 1993 y 8 de marzo de 1994 recogen el criterio jurisprudencial de que no es aplicable la inversión de la carga de la prueba ni la presunción de culpabilidad

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ni la teoría del riesgo si el accidente se produce por culpa exclusiva de la víctima, y la Sentencia de fecha 13 de junio de 1996 señala que cuan- do se desconoce la causa originadora del accidente no puede quedar desvirtuada la necesidad de una cumplida justificación del nexo entre la conducta del agente y la producción del daño, de tal forma que haga patente la culpabilidad que obliga a repararlo, por la posible aplicación de la teoría del riesgo, de la objetivación de la responsabilidad, o de la inversión de la carga de la prueba”.

- SAP Toledo (Sección 2ª) 20-12-200070.. Importante Sentencia que se ocupa de un caso en el que un señor es cogido por una vaquilla en unas fiestas celebradas en su municipio. El Fundamento de Derecho Tercero es bastante sugerente:

“TERCERO.- Considerando: que sentado lo anterior, la sentencia de instancia acoge la responsabilidad cuasi-objetiva y reproduciendo la STS 17-9-1998, establece que “quien asume el riesgo no es el partícipe de los juegos taurinos sino el ayuntamiento, porque se trata de una ac- tividad programada para el fomento y disfrute de las fiestas patronales, debiendo apechar con los riesgos, porque es quien obtiene el beneficio o provecho”. Frente a esta resolución, el Alto Tribunal ofrece otras cuya conclusión es diametralmente opuesta a la obtenida del principio de responsabilidad “ad initio” por quien supuestamente crea el riesgo: el Ayuntamiento. Así, las SSTS 3-4-1997, 13-2-1997 y de esta Sección de 16-10-1997, optan por atribuir el riesgo a quien voluntariamente lo asume y participa por su libre y exclusiva decisión en la suelta de va- quillas, y concretamente la resolución última citada expresa su parecer en términos tan absolutos como éstos: “el riesgo no puede elevarse por sí mismo a la categoría de elemento causal de la culpa extracontractual objetivando de manera absoluta la responsabilidad a derivar de ella, con olvido de que la simple creación de un riesgo no puede comportar

70. AC/2002/718.

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la existencia de la mentada culpa, pues conviene recordar que, en todo caso, ha de concurrir el elemento culpabilístico, por leve que sea, atri- buible, en este caso, al organizado del espectáculo”.

Conforme a estas consideraciones, debemos apreciar si en el caso de autos el infortunio se debió a la culpa de la víctima o intervino en alguna forma culpa del Ayuntamiento demandado. El Ayuntamiento organizó el festejo y contrató a uno o varios burladores o dobladores precisamente para dis- minuir el riesgo de quienes lo asumieran en el acto voluntario y libre de “correr los toros”. No hay en las actuaciones ni una sola prueba de defecto organizativo o de vulneración de reglamentos. Una cosa es que la capea, suelta de vaquillas o encierros originen un riesgo natural e intrínseco al festejo en sí, y otra que el resultado lesivo se produzca en concurso con una falta de previsión o diligencia que aumentara el citado riesgo intrínseco (STS citada), lo cual no acaeció en el presente caso. El lesionado, fue contratado para atraer sobre sí el riesgo que voluntariamente aceptaban los demás participantes, en cuanto le fuera posible y siempre que le fuera posible; y fue, precisamente en la práctica de su “profesión” o “habilidad” donde se produjo la lesión, propia del ámbito del riesgo contratado. No vemos cuál sea la culpa del Ayuntamiento, ni lata ni leve, en el presente caso, por lo que procede la estimación del motivo invocado por dicha parte recurrente”.

- SAP Valladolid (Sección 3ª) 24-1-200171.. El Fundamento de Dere- cho Primero se ocupa de las cuestiones de mayor interés para nuestra exposición:

“PRIMERO.- El primer motivo del recurso lo centró la parte apelante en la extensión de la responsabilidad reconocida en la sentencia a las otras dos partes codemandadas, es decir “Torosca, SL”, empresa que tenía ad- judicado el contrato para organizar y gestionar los festejos Taurinos de Medina del Campo en las festividades locales de San Antonio, y de San

71. AC/2001/920.

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Antolín (folios 687 y 688), y la entidad aseguradora de dicha empresa Mutua General de Seguros. El motivo de impugnación analizado no pue- de estar cargado de más razón por lo que a continuación razonaremos. La Juzgadora rechaza la condena de ambas codemandadas por el argumen- to de que fue el Ayuntamiento el encargado de la colocación de las vallas. Debemos de rechazarlo porque hace un examen parcial e insuficiente de cuáles eran las relaciones entre las partes, las obligaciones de una y otra, y los actos propios de todos los posibles responsables del accidente taurino en los momentos inmediatos al siniestro enjuiciado. Todos estos datos aparecen acreditados en las actuaciones y los iremos reseñando con detalle, una vez expongamos las líneas directrices de la jurisprudencia en materia de responsabilidad derivada de culpa extracontractual.

En el desarrollo de actividades de riesgo, y es indudable que esa na- turaleza debe de predicarse de la organización de festejos taurinos con intervención de toros de lidia, como en el caso enjuiciado, es constante el criterio jurisprudencial que debe de soportarlo quien obtiene el prove- cho de la realización de la actividad peligrosa. La empresa “Torosca, SL” era el empresario taurino que, por experto en la organización de dichos espectáculos, había obtenido la adjudicación de la gestión, mediante un precio de 7.850.000 ptas. para el año 1996, y revisión del IPC en los si- guientes 4 años que comprendía el contrato suscrito con el Ayuntamiento de Medina del Campo obrante a los folios 687 y 688 ya citados. No ofrece duda por tanto que la empresa Torosca era la principal beneficiaria de la orga- nización del festejo, al menos desde una perspectiva puramente económica, y por ello ha de considerársela “prima facie” responsable. El accidente sobrevino por el fallo de una medida de seguridad, cual fue la deficiente colocación del vallado que protegía al público. De deficiente ha de calificarse en cuanto no fue capaz de soportar la embestida del animal. Se trata en definitiva de la inobservancia de una medida de seguridad imprescindible en la celebración de un festejo taurino, pese a que se hayan cumplido las disposiciones reglamentarias exigidas por la autoridad, porque cuando la medida no ha ofrecido resultado positivo, revela su insuficiencia y que faltaba algo por prevenir, apareciendo incompleta la diligencia debida para evitar el resultado dañoso (sentencias entre otras de 25-4-1988 y de

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31-10-1998). La obligación de que el vallado se encontrase en las debidas con- diciones para resultar eficaz ante la acometida de un astado, no competía sólo al Ayuntamiento pese a que su colocación la asumiese el ente municipal, porque no se trataba sólo de colocar, sino de hacerlo en debida forma para su adecuación a una suelta de reses bravas, y era la empresa Torosca la experta en temas taurinos, y a la que competía la revisión de que la colocación era la oportuna para ser eficaz. Ello se deduce con carácter genérico de sus obligaciones contractuales, y concretamente de la de “aportar los medios y materiales necesarios para que los festejos y actos que se celebren adopten una organización calificable como normal y satisfactoria” (folio 143). La primera normalidad es que la res brava no se saliese del circuito de seguridad. Los términos tan amplios de dicha obligación incluyen a juicio de esta Sala la comprobación de las condiciones de seguridad del vallado instalado por el Ayuntamiento. Pero además lo reconoce expresamente uno de los empleados de Torosca, cuando al describir cuál era su tarea en los festejos declara en las diligen- cias penales (folio 648) que debía antes de comenzar el festejo revisar que todas las vallas estuviesen bien puestas y sujetas. Tan contundente declaración revela a las claras que el correcto estado del vallado no era competencia y obligación exclusiva del Ayuntamiento, sino que correspondía también a Torosca”.

- SAP Castellón (Sección 1ª) 27-1-200172.. Importante Sentencia en la que, después de reflexionar sobre la generación del riesgo, el Funda- mento de Derecho Tercero es especialmente claro:

“TERCERO.- La jurisprudencia ha acogido la relevancia de la acepta- ción del riesgo por el perjudicado; en concreto, con referencia a los es- pectáculos taurinos, como acaece en el supuesto enjuiciado, ha señalado que, cuando el dañado o fallecido como consecuencia de las lesiones participa activamente en el evento, tal conducta exime de responsabili- dad al organizador, salvo que se acredite alguna culpa o negligencia de éste (SSTS 13-2-1997, 18-6-1997 y 8-11-2000, entre otras). En el caso, el accidente no fue debido a ningún defecto estructural o técnico del recinto tauri-

72. AC/2001/1498.

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no –que no consta probado– ni por la ausencia de medidas de seguridad en el mismo –que no se denuncian específicamente–, sino a que el actor-apelante, por su libre y exclusiva decisión, tomaba parte activa en el festejo, situándose en el centro del recinto taurino encima de una tarima que sirve de barrera protectora, con los innegables y asumidos riesgos que ello comporta.

Es por ello que el recurso de apelación formulado debe ser desestima- do, imponiéndose la íntegra confirmación de la sentencia recurrida”.

- SAP Castellón (Sección 2ª) 6-4-200173.. Los Fundamentos de Dere- cho Tercero y Cuarto resuelven la cuestión:

“TERCERO.- Dicho lo anterior, lo siguiente que debemos abordar es el fondo del asunto. Al respecto lo primero que es necesario decir es que el artículo 1.902 CC, así como sus concordantes, establece y regula la obligación surgida de un acto ilícito, del cual emana la figura de la responsabilidad o culpa extracontractual o “aquiliana” que, en el fondo y forma, está sufriendo una evolución progresiva, no solo en el campo de la doctrina sino también en el de la jurisprudencia, y ello debido al progresivo cambio en las diversas actividades generadoras de riesgo que cada día son mas numerosas y a la tendencia a objetivizar la cobertura aseguradora de las consecuencias dañosas.

Esta tendencia a objetivizar la culpa y la responsabilidad, provoca la progresiva perdida de aplicación de la teoría culpabilista; y en el cam- po procesal, a la introducción de la inversión de la carga de la prueba. Esta atenuación culpabilista provoca que en algunos actividades se am- plíe la obligación "in vigilando" y la diligencia normalmente exigible.

Como dice la STS 25-9-1998 “es incuestionable que la jurisprudencia del Tribunal Supremo, en concreto la de esta Sala, sobre todo la más

73. JUR/2001/158019.

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actual, tiende hacia establecimiento emblemático de la responsabilidad objetiva, en la derivada de los eventos concretados en el art. 1902 del Código Civil, pero nunca lo ha realizado hasta establecer dicha respon- sabilidad objetiva de una manera absoluta y radical, y así, como epíto- me de una doctrina jurisprudencia1 pacífica y ya consolidada, hay que reseñar la Sentencia 16-12-1988, cuando dice que “la doctrina de esta Sala no ha objetivado en su exégesis del art. 1902 del Código Civil su criterio subjetivismo y sí, únicamente, para su más adecuada aplicación a las circunstancias y exigencias del actual momento histórico, ha pro- curado corregir el excesivo subjetivismo con que venía siendo aplica- do”, y, sigue diciendo “por otra parte, dicha corrección, bien se opere a través de la aplicación del principio del –riesgo–, bien de su equivalente del de –inversión de la carga de la prueba–, nunca elimina en dicha interpretación los aspectos, no radical sino relativamente subjetivista con que fue redactado (dicho art. 1902 CC)”. Ello, no es sin embargo causa ni motivo para que tal responsabilidad surja siempre, dado que también y como tiene proclamado esta Sala, es de tener muy en cuenta la conducta de quien sufrió el daño, de tal modo que cuando ésta sea fundamentalmente determinante de dicho resultado, indudable resulta por aplicación de los principios de la Justicia distributiva, conmutativa y social, así como de la seguridad jurídica, (no se puede hablar de una responsabilidad indemnizable que se pueda reprochar a un tercero)”.”

Puede también añadirse que la jurisprudencia del TS de la que son expo- nente las de fechas 17-7-1986, 18-2-1991, 11-2-1992 y 8-3-1994 es unáni- me en afirmar que no es de aplicación la inversión de la carga de la prueba ni la presunción de culpabilidad, ni la teoría del riesgo, si el accidente se produce por culpa exclusiva del perjudicado, ya que carece de sentido el aplicar la responsabilidad objetiva por riesgo cuando los danos podrían ser evitados por la víctima, para lo cuál en el caso de festejos taurinos se considera que el riesgo puede evitarse simplemente no participando, por lo que en caso contrario son asumidos voluntariamente, ya que quien conoce el riesgo y lo asume, gozando del festejo no puede exigir respon- sabilidades por el riesgo creado, lo cual no impide que si se demuestra

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la culpa de los organizadores del espectáculo pueda consecuentemente exigírseles responsabilidad por culpa. Por último también puede citarse la STS 21-7-1998 que en un caso similar dice: “faltan, en consecuencia, los elementos fácticos en que apoyar la relación de causalidad, con la imputa- ción o el reproche culpabilistico, que acarrea el suceso, anudándolo a una acción u omisión atribuible al Ayuntamiento, pues, con independencia del peligro que generan algunas de estas costumbres locales, de alcance lúdico y festivo, los vecinos y asistentes aceptan los riesgos derivados de los festejos, participando activamente en estos sin que la opinión pública concemida tienda a impedir su cele- bración, o limitar su alcance, por lo que mal pueden achacarse al Ayuntamiento las consecuencias de unos actos, queridos por los vecinos y asistentes a los mismos”.

CUARTO.- Pues bien aplicando la antes citada doctrina al caso que nos ocupa y tras un nuevo examen de al prueba practicada vemos que en la localidad Villafamés se estaban celebrando una serie de festejos taurinos en el recinto ubicado en la plaza La Font, consistentes en la suelta de vaquillas.

Estos festejos se hallaban debidamente autorizados por la Consellería de Administración Publica, y el Ayuntamiento había concertado póliza de seguro de accidentes y responsabilidad civil con Mutua General. También consta que se había contratado un experto taurino y se habían designado diversos auxiliares, que como colaboradores voluntarios de- bían dirigir e impedir accidentes.

Además de lo anterior el ruedo estaba suficientemente acotado con barreras, y en el centro del recinto se había ubicado el llamado “banco” para resguardarse.

Pues bien, consta que el actor, persona joven de 19 años de edad, resi- dente en Castellón, era participante habitual en este tipo de festejos, siendo considerado como gran aficionado a los mismos y como lo que el lenguaje taurino se denomina “rodador”, y ello se desprende tal como aprecia el juez en su sentencia no solo de sus propias manifestaciones

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en la prueba de confesión, sino también de las revistas aportadas a autos, que consistentes en diversas publicaciones taurinas de la zona constatan su participación en numerosos festejos similares, por lo que no puede decir que era un mero observador o participante inexperto. También consta documentalmente, su participación en las fiestas de Els Ibarsos en mayo de 1994, en las que además ya sufrió una cogida por parte de un toro que le causó lesiones.

Respecto a la causa de la caída, entendemos que fue del todo casual, sin que conste que se debiese a la existencia del obstáculo que alega, ya que de las fotografías aportadas por el mismo se desprende que ciertamente montículos de arena había en todo el recinto, unos mayo- res y otros menores, pero desde luego no imposibles de ser percibidos y evitados, además de que no son tan relevantes como para suponer un obstáculo insalvable, ya que se trata de los habituales que suelen producirse durante en el espectáculo por la conducta del propio toro o de los participantes al correr. No existe ninguna prueba que acredite la existencia de un montículo de tal naturaleza y tamaño que supusiese una anomalía evidente en el estado del recinto, que debía haber sido suprimida por los responsables del mantenimiento del buen estado del mismo, y que fuese susceptible por sí mismo de suponer un au- téntico obstáculo para el desarrollo del festejo. En todo caso tal como recoge la sentencia el actor antes de iniciar su participación, sin duda se percató del estado del recinto, y era de su incumbencia si observaba algún inconveniente o advertirlo o no participar, y en todo caso cono- cer que el participar en el festejo y correr delante del toro no suponía simplemente correr sino también estar pendiente del resto del recinto, en lo relativo a otros participantes, a la situación del “banco” o a otros posibles obstáculos. En definitiva estimamos que la caída fue del todo casual y no puede atribuirse la misma a los organizadores del festejo.

Pero cuestión distinta es, y esta no es casual, la relativa a la ausencia y falta de actuación de los llarnados expertos, que sin duda podían haber evitado la cogida con su actuación, se aprecia que ciertamente experto propiamente dicho

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solo había uno, el Sr. Salvador Martínez, mientras que el resto eran cola- boradores voluntarios, no expertos, y en este punto si que discrepamos con la valoración de la sentencia, ya que a excepción del Sr. Martínez, no consta que el resto de los designados, según se desprende la testifical practicada tuviese experiencia bastante para actuar ante una cogida. Tampoco consta su presencia en el momento de ocurrir los hechos ni su actuación al respecto, circunstancias estas que no pueden ser obviadas, y respecto a las que cabe plantearse si acaso el resultado dañoso hubiese sido evitado o al menos aminorado de haberse contado con su adecuada presencia y actuación. La respuesta no puede concluirse con absoluta convicción, pero sin duda si es posible manifestar que con la presencia de todos ellos en el recinto, la tarea de ahuyentar al toro del actor, una vez caído al suelo junto con la del resto de personas que acudieron en su ayuda sin duda hubiese aminorado las consecuencias lesivas, pues no es lo mismo una primera caída con intervención inmediata de los exper- tos o auxiliares que evita o aminora que el toro se mantenga encima de quien cae, que ante la ausencia de tal intervención el toro siga sobre su presa arrastrándola y corneándola, aumentando su poder lesivo.

Ahora bien al no poder determinarse con precisión este extremo, y teniendo en cuenta lo antes dicho, deberemos llegar a la conclusión que sí hubo cierto grado de culpa en los hechos por parte de los organizadores al no poner en practica las medidas de seguridad que también se esperaban en el es- pectáculo, como era la preparación adecuada del experto y de los colaboradores, y su presencia inmediata, previsión que sin duda los participantes voluntarios en el festejo conocen y en que en cierta medida avala su actuación, o de algún modo interviene en la decisión voluntaria de saltar al ruedo. Este grado de culpa, en función de la experiencia del actor, antes estimada, y de lo demás ya expuesto, y teniendo en cuenta la equidad prevista en el art. 3º del CC, la podemos graduar en un porcentaje del 20%, y surtirá sus efectos en la cuantificación de la indemnización.

No puede aceptarse la tesis propuesta por el actor basada en la doctrina que contiene la STS 17-9-1998, toda vez que si bien en la misma se

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contiene una expresa alusión al riesgo creado por quien organiza el festejo, no pueden eludirse otras circunstancias concurrentes en aquel caso distintas a las que nos ocupan, entre otras por ejemplo, el tipo d espectáculo, que allí era el de la suelta de toros por la parte antigua de Coria, por parte de un mero participante, y no son pues las mismas circunstancias que antes en el presente caso describimos. Reiterando la aplicación de la doctrina antes expuesta contenida en las STS citadas”.

- SAP Valencia (Sección 8ª) 17-4-200174.. En el caso de que se ocupa esta Sentencia una persona es embestida por un toro por la espalda, cuando se encontraba en una plaza durante un festejo. Una vez que el Fundamento de Derecho Tercero determine la necesidad de la respon- sabilidad por culpa y su evolución hacia un sistema cuasi-objetivo en determinados casos, los Fundamentos de Derecho Cuarto y Quinto se refieren a la cuestión en sí:

“CUARTO.- Proyectada la anterior doctrina jurisprudencial al supuesto enjuiciado, se alega por ambas partes apelantes como argumento excul- patorio que el actor Sr. T. J. al no permanecer como un mero espectador y saltar voluntariamente al ruedo, asumió el riesgo que se derivaba de dicho festejo, convirtiéndose en directamente responsable de las lesiones y secuelas que sufrió al ser cogido por una vaca. En los casos concretos de espectáculos taurinos, la jurisprudencia ha acogido la relevancia de la aceptación del riesgo por el perjudicado, señalando que en los supuestos en que el lesionado participa activamente en el evento, tal conducta exime de responsabilidad al organizador, salvo que se demostrara que tuvo alguna culpa o negligencia y ello por cuanto la aplicación de la teoría del riesgo creado no comporta la objetivación de la responsabilidad en términos absolutos, de modo que cuando no se acredita ningún comportamiento negligente por la empresa o el daño no se debe a ningún defecto estructural o técnico de la plaza y es el demandante quien por su libre y exclusiva decisión, toma parte activa en la suelta de vaquillas con los innegables

74. JUR/2001/188295.

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y violentamente asumidos riesgos que ello comporta, ha de soportar las conse- cuencias derivadas de esos actos (SSTS 31-12-1996, 13-2-1997, 3-4-1997, 18-6-1997, 17-10-1997 y 8-11-2000). Ahora bien, si lo hasta aquí dicho podría justificar el planteamiento absolutorio invocado por los code- mandados condenados, en el sentido de que la pretensión resarcitoria ha de desestimarse porque el daño nace de la propia negligencia del actor, quien asumió voluntariamente el peligro al intervenir activamente en un festejo que encierra por sí mismo un alto índice de peligrosidad, no puede dejarse de lado un dato que resulta trascendental para la re- solución del caso, cual es la entrada en la plaza de las vacas bravas que se encontraban en el corral, de modo inesperado y sin aviso alguno y cuando en la arena estaba suelto un toro. Este extremo está recogido en los hechos probados de la sentencia dictada el 1 de marzo de 1995 por el Juzgado de Instrucción número 1 de Sagunto en el juicio de faltas que previamente se siguió con el núm. 144/1994 (f 248-250) y que fueron aceptados por la Sección 1ª de esta Ilma. Audiencia Provincial en su sentencia de 21-10-96 (f. 311-315), indicándose en dicho relato fáctico que había de haber salido una sola de las reses. Los demandados Don Eduardo C. M., Don Vicente R. A., Doña Elisa M. B., Doña Carmen F. P. y Doña Carmen A. S., han reconocido al absolver la posición 7ª en con- fesión judicial (f. 435-429 vto al 432), que en los espectáculos taurinos como el que organizaron el 15 de septiembre de 1992, se van soltando uno a uno los animales, de tal forma que cuando uno está siendo tenta- do por los asistentes, se impide la salida de cualquier otro.

QUINTO.- Es más y prosiguiendo en esta línea de razonamiento, los testigos Don Ricardo G. L., Doña Mercedes G. S., Don Pedro Pablo G. R., Don Amador G. S. y Don Antonio G. G. (f. 413 y 454 al 458), han sido contestes al declarar que el festejo consistía en ir sacando uno a uno los toros o vacas bravas para que fuesen corridas por el público asistente (pregunta 2ª), que en un momento determinado y encontrándose suelto en la plaza un novillo, desarrollándose con él el festejo, imprevisible- mente salieron al recinto un grupo de vacas bravas, sin que se hubiese avisado previamente por los organizadores (pregunta 3ª), que una de las

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vacas bravas que salieron inesperadamente del corral fue la que cogió a Francisco Javier T. J., por la espalda, vaheándolo por el aire (pregunta 5ª), añadiendo todos ellos, a excepción de la Sra. G. S. que no lo sabe, que el toro o novillo que estaba suelto en la plaza no fue el que le cogió (pregunta 6ª) y que no es normal que estando un toro o una vaca brava suelta en la plaza, salgan más anímales al mismo recinto (pregunta 7ª), reiterando, por último, al contestar a la repregunta 6ª, que el actor fue cogido por una de las vacas que se escaparon y que salió inesperadamen- te. La reflexión que merece esta resultancia probatoria se ha de poner en relación con el tratamiento que la jurisprudencia da a supuestos como en el que se enjuicia, y que se han reseñado en el anterior fundamento, en orden a que la relevancia de la aceptación del riesgo por el perjudicado, al tomar parte activa en el festejo, excluye la responsabilidad del organizador, salvedad de que se demuestre algún tipo de culpa o negligencia por su parte. Consecuentemente, una cosa es que sea ilógico aplicar la teoría del ries- go cuando éste puede ser evitado por la víctima simplemente con no participar y otra bien distinta, es que ese actuar, aun siendo ciertamente relevante, absorba cualquier otra negligencia que se produzca, o dicho de otro manera, no puede pretenderse una exoneración de responsabilidad, cuando el resultado dañoso es fruto de un concurso de imprevisiones, al ser evidente que la situación de riesgo asumida por el participante se acrecienta si se produce la salida imprevista y sin previo aviso de las vacas bravas, puesto que la presencia simultánea de, cuando menos, tres o más animales en el recinto, reducen considerablemente las posibilidades de eludir sus embestidas y de evitar ser alcanzado. En consecuencia, la Sala ponderando las circunstancias hasta aquí reseñadas, estima la aportación culposa del Sr. T. J. en el resultado lesivo en un 50%, en cuyo porcentaje se habrá de reducir la indemnización que en su favor se fije”.

- SAP Castellón (Sección 1ª) 18-6-200175.. Los Fundamentos de Dere- cho Tercero y Cuarto se ocupan de resolver la cuestión:

75. JUR/2002/29535.

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“TERCERO.- Para la solución de este recurso debemos partir de la consi- deración de que en un festejo taurino que se celebra en las calles de una ciudad organizados en este caso por la Comisión de Fiestas del Grao de Castellón se crea un riesgo que por sí sólo impone una serie de deberes de cuidado en orden a arbitrar las medidas y cautelas necesarias a favor de disminuir en lo posible las consecuencias derivadas de tal riesgo, ori- ginando a favor del municipio, como atractivo de sus fiestas y por ello como servicio público y para los participantes, no pudiendo ignorarse qué la situación de riesgo es el verdadero atractivo de la suelta del toro, de manera que sin partícipes el acto tendría escaso sentido como espectá- culo. Por ello, en principio no cabe desconocer que quien crea un riesgo de tal índole, debe soportar las consecuencias ordinarias del mismo, y una caída o una cogida del participante está dentro de la más previsible sin perjuicio de su compatibilidad con el riesgo, más o menos aceptado, del participante (SAP Castellón, Sección Segunda, 27-3-1999).

En el supuesto que nos ocupa, está admitido por el apelante su partici- pación voluntaria en el festejo, y que fue un tropezón involuntario con el bordillo de un alcorque la causa de se cayera al suelo, siendo cor- neado en ese momento por un toro que le produjo la herida sangrante en la mano izquierda, a pesar de lo cual acciona contra el Presidente de la Comisión de Fiestas por supuesta culpa o negligencia, contra la compañía de seguros Hermes Fortuna por cubrir los riesgos derivados de dichos festejos y contra el Ayuntamiento de Castellón por depender dicha Comisión de Fiestas de la Tenencia de Alcaldía de Castellón y autorizar ésta dichos festejos. Se impone un nuevo examen por la Sala del material probatorio en orden a determinar si como se denuncia en términos de defensa la Juez “a quo” erró en su apreciación y valoración de las pruebas o por el contrario acertó plenamente siendo su resolu- ción ajustada a derecho, y, antes de entrar en el análisis de las pruebas conviene recordar la doctrina sentada por el Tribunal Supremo en esta materia siendo exponente de ello la STS 23-9-1996, en el sentido de que la valoración probatoria es facultad de los Tribunales, sustraída a los litigantes que sí pueden aportar las pruebas que la normativa legal

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autoriza –principio dispositivo y de rogación–, pero en forma alguna tratar de imponerla a los juzgadores. Cabe añadir que el juzgador que recibe la prueba puede valorarla de forma libre, aunque nunca de manera arbitraria, transfiriendo la apelación al Tribunal de la se- gunda instancia el conocimiento pleno de la cuestión, pero quedando reducida en alzada a verificar si en la valoración conjunta del material probatorio se ha comportado el juez “a quo” de forma arbitraria o si, por el contrario, la apreciación conjunta del mismo es la procedente por su adecuación a los resultados obtenidos en el proceso.

CUARTO.- Pues bien, la Sala después de examinar las pruebas y reali- zar una valoración conjunta conforme a reglas de lógica y sana crítica considera que no dispone de ningún dato o elemento objetivo del que partir para apreciar algún grado de culpa o negligencia en el actuar del Presidente de la Comisión de Fiestas del Grao de Castellón pues en modo alguno ha quedado acreditado que no adoptase las medidas precautorias necesarias para que el festejo taurino se celebrase con todas las garantías tanto para participantes ac- tivos como para espectadores, y si respecto del demandado principal no se puede establecer una relación de causalidad entre el acto o festejo y la lesión sufrida por el actor apelante, tampoco podrá derivarse responsabilidad ninguna, ni siquiera subsidiaria, para los otros demandados, en el caso del Ayuntamiento porque no se ha demostrado que tuviera que ver con la organización y desarro- llo del festejo y en el de la aseguradora, porque no se ha acreditado el tipo de póliza de seguros suscrita y las condiciones de ésta, si era de responsabilidad civil general o si también lo era de accidentes y en ambos casos si había o no algún tipo de exclusión para participantes activos en el festejo o si por el contrario espectadores y participantes eran todos beneficiarios del seguro concertado. Y decimos esto por cuanto que en el seguro de accidentes el riesgo objeto de cobertura, entendido legalmente como la lesión corporal que deriva de una causa violenta, súbita, externa y ajena a la intencionalidad del asegurado (art. 100 de la Ley de Contrato de Seguro) no se hace depender la efectividad de tal cobertura, de culpabilidad alguna, pues se trata de una cobertura objetivada, totalmente ajena a los criterios de responsabilidad del ase-

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gurado por los que se rige el seguro de responsabilidad civil, y por ello la asistencia sanitaria que tal póliza contempla se ha de hacer efectiva con independencia de la negligencia en que hubiere podido incurrir el lesionado, aun siendo desde luego partícipe, puesto que sólo quedaría excluido el riesgo intencionadamente causado (art. 102 de la Ley de Contrato de Seguro) S Sección 2ª AP Castellón 27 de marzo de 1999, nada de lo cual se ha acreditado en las actuaciones.

En suma, como ya consideró la juzgadora de instancia, el actor asumió un riesgo colocándose dentro del recinto y participando activamente del “bous de carrer”, y en cambio no se acreditó que fuera una con- ducta negligente por falta de previsión y prevención del demandado principal la que en adecuada relación de causalidad motivase la lesión sufrida por el actor, de ahí que el recurso deba desestimarse”.

- SAP Castellón (Sección 1ª) 12-11-200176.. El Fundamento de Dere- cho Segundo es clave para entender la solución del supuesto:

“SEGUNDO.- La doctrina jurisprudencial ha venido reiteradamente acogiendo la relevancia de la aceptación del riesgo por el perjudicado y, en concreto y con referencia de los espectáculos taurinos, como acaece en el supuesta del recurso, ha señalado que en loa casos en que el daña- do o fallecido como consecuencia de las lesiones participa activamente en el evento, tan conducta exime la responsabilidad del organizador y por ende, de su aseguradora salvo que se demostrara alguna culpa o ne- gligencia en éste, en este sentido la reciente STS, Sala 1ª, de 8-11-2000. De igual forma, las SSTS, Sala 1ª, 13-2-1997 y 18-6-1997, se refieren al supuesto de unos espontáneos corneados en un festejo organizado por el Ayuntamiento, estimando para ello que la aplicación de la teoría del riesgo creado no comporta la objetivación de la responsabilidad en términos absolutos y así, cuando no se acredita ningún comportamien-

76. JUR/2002/182231.

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to negligente por la empresa o corporación organizadora, porque el riesgo -inherente a la suelta de vaquillas o reses- es insuficiente por sí solo para generar una responsabilidad aquiliana, así lo recuerda la STS, Sala 1ª, 17-10-1997. Y en esta misma línea jurisprudencial, la STS, Sala 1ª, 3-4-1997 contempla un supuesto semejante al de autos, en el que podían participar los espectadores que lo desearan, siendo cogido un participante del festeja que, refugiado en un burladero, por no recoger suficientemente la pierna tras leas barrotes de protección, desesti- mándose la pretensión resarcitoria porque el daño nace de la propia negligencia que asumió el peligro, señalando el Tribunal Supremo que el accidente no fue debida a ningún defecto estructural o técnico de la plaza de toros portátil, sino a que el demandante, por su libre y exclu- siva decisión, tomaba parte activa en el ruedo, con los innegables, por violentamente asumidos riesgos que ello comporta.

Pues bien, en el presente casa, contrariamente a la expuesto por el recurrente, su participación en el espectáculo taurino denominado “bous sal carrer” no fue de mero espectador, ni su ubicación en el recinto donde se celebraba el festejo era exterior; bien al contrario, tal y como con acierto recoge la juzgadora de instancia, el actor y hoy apelante Don Juan Ramón E. R. se encontraba situado detrás de un “cadafal” de barrotes de madera verticales para teso de los participantes y en el interior del recinto donde se celebraba el espectáculo taurino, esto es, participando voluntariamente en el mismo, así queda debidamente demostrado por el Plano de la plaza y calles adyacentes donde se celebraron los festejos taurinos elaborado por el Ayuntamiento de Culla (folio 199) donde clara- mente se observa que el cadafal (en color rojo) donde se encontraba el ac- tor dentro de la Plaza Don Juan B. estaba situado dentro del recinto cuyas barreras eran distintas (color verde); del mismo modo puede observarse su ubicación dentro del recinto del festejo en el plano del recinto aporta- do (folios 83 y fotografías de las calles del recinto (folios 86 a 88), es más, el propio recurrente reconoció en el previo juicio de faltas (folio 73) que “la barrera está dentro del recinto”, y en su confesión judicial (folio 210) que “se encontraba en la Plaza Juan B. cuando sufrió el accidente” (Po- sición 2ª). En definitiva, el actor se encontraba dentro del recinto donde

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se celebraba el espectáculo taurino y participando en el mismo, su bien situado detrás de un “cadafal” o barrera de protección cuando se produjo el siniestro. Esta participación activa en el festejo taurino y participando en el mismo, si bien situado detrás de un “cadafal” o barrera de protección cuando se produjo el siniestro. Esta participación activa en el festejo taurino constituye una asunción del riesgo que dicho espectáculo conlleva, y por tanto, excluyente de la responsabilidad del Ayuntamiento organizador del festejo, máxime cuando no consta ni se ha probado un comportamiento negligente del mismo, autorizado por la Conselleria de Presidencia de la Generalidad Valenciana para la celebración del espectáculo taurino (folio 85), y con las condiciones de seguridad de los materiales a utilizar en la formación de barreras para cerramiento y delimitación de las calles de la población donde se pretendía realizar el espectáculo taurino en buen estado de conservación y uso (Certificación del Arquitecto Sr. S. -folio 84-), con los medios sanitarios y humanos de auxilio exigidos presentes en el lugar del festejo para afrontar cualquier evento, como así sucedió al acudir inmediatamente a socorrer al actor-apelante tras el accidente tanto el experto taurino con varios de sus co- laboradores (Posición 11ª confesión actor -folio 210-) como los servicios médicos contratados que se hallaban en las proximidades del lugar (Posición 12ª).

Por consiguiente, demostrada la participación activa en el festejo tau- rino del actor-apelante en cuyo desarrollo se causaron las lesiones cuya indemnización ahora reclama, tal conducta exime la responsabilidad del Ayuntamiento organizador y de la aseguradora apelada, y al no constar tampoco alguna culpa o negligencia en éstos, la acción exi- giendo su responsabilidad civil debe perecer”.

- SAP Toledo (Sección 1ª) 20-2-200277.. Los Fundamentos de Derecho Primero y Segundo resuelven la cuestión que nos ocupa:

“PRIMERO.- Ejercitada una acción de responsabilidad extracontractual contra los organizadores de una “capea” durante la celebración de una

77. AC/2003/451.

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Primera Comunión, en el transcurso de la cual una vaquilla ocasionó lesiones al demandante, cuyo resarcimiento se pretende, la sentencia ha desestimado la demanda por entender que falta la necesaria relación de casualidad entre la conducta del agente y el resultado dañoso.

Se alza la recurrente contra dicha resolución, insistiendo hasta la sacie- dad en el argumento de que la empresa organizadora del festejo carecía de la correspondiente autorización administrativa para el mismo, sin que la plaza donde se produjo la cogida cumpliera con las exigencias del Reglamento de Espectáculos Taurinos de 2 de febrero de 1996, como serían la existencia de enfermería, una salida de emergencia para ser evacuado el herido, personal sanitario, etc.

El planteamiento del recurso, que no explica en qué habría cambiado el resultado si hubiera existido una puerta de emergencia o un médico en el lugar, habida cuenta que dicho resultado en absoluto ha dependido ni remotamente de una pronta evacuación o de una inmediata asistencia médica, se basa en una absoluta objetivización de la responsabilidad extracontractual o aquiliana y en la extensión desmesurada del requisito de la relación de causalidad, que llega a basar en la teoría, hoy desde luego superada, de la equivalencia de las condiciones, llegando a afir- mar que “si la capea no se hubiera celebrado, los hechos acaecidos no se hubieran podido producir” y también que “en el presente caso era co- operador necesario la entidad “Hermanos Gamboa, SL” que organiza la capea (sin tener ninguna autorización administrativa) sin cuya existencia no podría darse la imprudencia de mi representado”.

Centrado así el planteamiento del recurso, conviene señalar la evolu- ción de la jurisprudencia en esta materia, señalando la STS 25-9-1998 que “Desde luego es incuestionable que la jurisprudencia del Tribunal Supremo, en concreto la de esta Sala, sobre todo la más actual, tiende hacia establecimiento emblemático de la responsabilidad objetiva, en la derivada de los eventos concretados en el art. 1902 CC, pero nun- ca lo ha realizado hasta establecer dicha responsabilidad objetiva de

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una manera absoluta y radical, y así, como epítome de una doctrina jurisprudencial pacífica y ya consolidada, hay que reseñar la Sentencia 16-12-1988, cuando dice que “la doctrina de esta Sala no ha objetivado en su exégesis del art. 1902 del Código Civil su criterio subjetivista y sí, únicamente, para su más adecuada aplicación a las circunstancias y exigencias del actual momento histórico, ha procurado corregir el excesivo subjetivismo con que venía siendo aplicado”, y, sigue diciendo “por otra parte, dicha corrección, bien se opere a través de la aplicación del principio del riesgo, bien de su equivalente del de –inversión de la carga de la prueba–, nunca elimina en dicha interpretación los aspec- tos, no radical sino relativamente subjetivista con que fue redactado (dicho art. 1902 del Código Civil)”. Ello, no es sin embargo causa ni motivo para que tal responsabilidad surja siempre, dado que también es de tener muy en cuenta la conducta de quien sufrió el daño, de tal modo que cuando ésta sea fundamentalmente determinante de dicho resultado, indudable resulta por aplicación de los principios de la Justicia distributiva, conmutativa y social, así como de la seguridad jurídica, “que ha de tener influencia manifiesta desde un punto de vista de su regulación” (STS 29-5-1999) de tal modo que “tanto desde parámetros objetivos o causales como subjetivos o culpabilísticos, sea desde la perspectiva tradicional de la previsibilidad y evitabilidad del resultado, o desde la más moderna de la infracción de un deber de cuidado, determinable con criterios de generalidad o individualidad, o conforme a criterios marcadamente objetivadores de imputación, basa- dos en el riesgo, que por lo demás no puede erigirse en fundamento único de la obligación de resarcir (SSTS 29-3-1983, 19-2-1987 y 5-2- 1991), deben quedar excluidos de responsabilidad los casos en que la supuesta víctima, lejos de ser un mero sujeto pasivo de la acción dañosa, adopta un papel activo y protagonista en la producción del resultado” (SSTS 12-12-1984 y 1-10-1985 y 22-7-1997).

Por otro lado, en relación al nexo causal entre la conducta del agente y el resultado, resulta sobradamente conocido que nuestra Jurispru- dencia se inclina actualmente por la teoría de la casualidad adecuada o eficiente, habiendo superado la de la equivalencia de las condiciones

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(STS 11-3-1988), exigiendo para apreciar la culpa del agente, que el resultado sea una consecuencia natural, adecuada y suficiente de la determinación de la voluntad; debiendo entender por consecuencia natural aquella que propicia, entre el acto inicial y el resultado dañoso, una relación de necesidad, conforme a los conocimientos normalmente aceptados; y debiendo valorarse, en cada caso concreto, si el acto an- tecedente que se valora como causa, tiene virtualidad suficiente para que del mismo se derive, como consecuencia necesaria, el efecto lesivo producido (STS de 27-9-1999), señalando también que en todo caso el nexo causal, incluso ante supuestos de responsabilidad objetiva, ha de ser siempre probado, pues la objetivación se refiere a la culpa, pero no a la relación de casualidad (STS 29-6-2001).

SEGUNDO.- Traída la anterior doctrina al caso presente, resulta que es el propio perjudicado quien de forma libre y voluntaria participa en un festejo taurino cuyas consecuencias posibles no le eran en absoluto desconocidas, pues se trata de una persona mayor, capaz por tanto de asumir y comprender los peligros que entraña la diversión en la que participó. Siendo ello así, poco o nada hubiera cambiado el resultado el hecho de que en el desarrollo de la ca- pea, los organizadores hubieran contado con la oportuna licencia admi- nistrativa, pues no ha sido desde luego la falta de la misma, ni tampoco la omisión de ninguno de los requisitos reglamentarios, la causa de la cogida del perjudicado por la vaquilla, sino única y exclusivamente su conducta, libre y voluntaria, no mediatizada ni influida por la creencia de que allí se contaba con permiso o autorización administrativa, la causante del daño.

Como antes indicábamos, el resultado hubiera sido idéntico aunque se cumplieran los requisitos legales pues su falta en nada absolutamente ha influido en él.

En definitiva, no existe relación de causalidad alguna entre la organiza- ción del festejo y el accidente acaecido, como no sea acudiendo a la su- perada teoría de la equivalencia de las condiciones, según la cual todos

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somos culpables de todo, que es la que pretende aplicable el recurrente al afirmar que si no se hubiera celebrado la capea, “no podría darse la imprudencia de mi representado”, lo que evidencia en el fondo, que admite que él fue el verdadero causante de su propio perjuicio”.

- SAP Castellón (Sección 1ª) 6-3-200278.. Se ocupa esta Sentencia de los daños sufridos por una persona que cayó de un ponny tras ser em- bestido por una vaquilla en un festejo. Tras descartar la aplicabilidad del artículo 1905 CC (Fundamento de Derecho Tercero), el Fundamen- to de Derecho Cuarto resuelve el caso:

“CUARTO.- La base fáctica, tal y como aparece acogida en la sentencia de instancia, debe ser mantenida prácticamente en su totalidad, varian- do exclusivamente el hecho, revelado por el visionado por esta Sala del vídeo aportado, de que la vaquilla o becerra no acometiera al “ponney”, pues en efecto, tras ser llamado por uno de los componentes de la propia peña (no del organizador) con un capote, embistió el “ponney” en el que iba montado –aunque tocando con los pies en el suelo– el demandante y hoy apelante, sin que fuera llevado de las riendas por otro componente de la peña, momento en el cual y sin que llegara a golpear la vaquilla al “ponney”, éste se asustó, giró sobre sí mismo, doblando las patas traseras y motivando que el pie izquierdo del demandante se girara y aguantara todo su peso, produciéndose la fractura del mismo.

Este desarrollo de la mecánica accidental no puede obviar el hecho, también descrito en la propia sentencia recurrida, claramente demos- trado (Cartel anunciador – F. 110 y 111–, Posiciones 3ª, 5ª y 6ª confesión actor –F. 264– y Repreguntas 2ª.A y B testificales Sres. Rafael –F. 242– y Clemente – F. 243–), de que el resultado lesivo padecido por el actor se produjo no en el festejo taurino denominado “bous al carrer” y al soltarse una vaquilla en la plaza haciéndola coincidir negligentemente

78. AC/2003/1766.

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con la presencia de un “ponney” en la misma que es montado por el público en general, sino dentro de un festejo tradicional en el que se parodia una corrida de toros en el que las seis peñas de la localidad simulan ser seis cuadrillas de toreros, de suerte que uno de los compo- nentes de la peña o cuadrilla, el , monta una burra o “ponney” siendo la “pica” una escoba, siendo participación en el festejo activa y voluntaria, y la coincidencia de la vaquilla con el “ponney” conocida, prevista y esperada. Es desde este prisma fáctico desde el cual debemos examinar si en el resultado lesivo padecido por el demandante, que actuaba como picador en la parodia de corrida de toros, concurrió o no responsabilidad en el organizador del festejo taurino.

Y la conclusión a la que llega esta Sala, coincidente con los razonamien- tos plasmados en la sentencia recurrida, no permite apreciar ninguna omisión imputable a ninguno de los demandados, descartada que es, por su invocación extemporánea, el incumplimiento del art. 8 del De- creto 148/98 del Gobierno Valenciano, por permitir el organizador la participación en el festejo del actor que mostraba falta de condiciones físicas (sobrepeso), que en todo caso, tampoco podría enervar la asun- ción directa y voluntaria del riesgo por el demandante y hoy apelante. Dejando de un lado afirmaciones genéricas o abstractas (omisión de medidas de seguridad, incompleta diligencia, no previsión de daños previsibles, precaución, cautela) que sin más concreción no pueden servir para fundamentar una responsabilidad civil por daño, no se ad- vierte por esta Sala qué es lo que se dejó de hacer por el organizador –salvo la no realización del festejo taurino–, teniendo en cuenta las circunstancias del caso, que efectuado, pudiera haber evitado el resultado lesivo, pues la pre- sencia coincidente de la vaquilla y el ponney era conocida de todos y más del propio actor que asumía tal riesgo, sin que el ponney llevara tapados los ojos y el sobrepeso del demandante no puede erigirse en motivo de culpa del organizador que permite su participación volunta- ria en el festejo. La ausencia de culpa en los demandados, incluso en su mínimo grado de levísima, excluye la imputación subjetiva, porque se ha agotado por aquéllos la diligencia que las circunstancias exigían.

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En el mismo sentido, debernos traer a colación la doctrina jurispru- dencial que ha acogido la relevancia de la aceptación del riesgo por el perjudicado, que ya mencionamos en nuestra Sentencia número 17 de 27-1-2001, y a la que en concreta referencia a los espectáculos taurinos, cono acaece en el supuesto de este recurso, señala la STS Sala 1ª, 8-11-2000 al decir “en los supuestos en que el dañado o fallecido como consecuencia de las lesiones participa activamente en el even- to, tal conducta exime la responsabilidad del organizador, salvo que se demostrara alguna culpa o negligencia en éste”. La STS, Sala 1ª, 17-10-1997 señala que la aplicación de la teoría del riesgo creado no comporta la objetivación de la responsabilidad en términos absolutos y así, cuando se acredita ningún comportamiento negligente por la empresa organizadora, porque el riesgo –inherente a la suelta de va- quillas– es insuficiente por sí solo para generar una responsabilidad aquiliana. Y en esta misma línea jurisprudencial la STS, Sala 1ª, 3-4- 1997, en un supuesto parecido al presente (espectadores que acceden voluntariamente al ruedo, siendo cogido uno de ellos por no recoger suficientemente la pierna tras los barrotes de un burladero), desestimó la pretensión resarcitoria porque el daño nace de la propia negligen- cia que asumió el peligro, pues el accidente no fue debido a ningún defecto estructural o técnico de la plaza de toros portátil, sino a que el demandante, por su libre y exclusiva decisión, tomaba parte activa (en el ruedo) en la “suelta de vaquillas” con los innegables y por él violentamente asumidos riesgos que ello comporta.

Así las cosas, constando como hecho probado que el actor y hoy apelante Don Rodolfo participó voluntaria y libremente en el festejo taurino en el que se parodiaba una corrida de toros, dentro del ruedo de la plaza portátil, sin cons- tar defecto estructural de la plaza, insuficiente autorización administrativa, falta de atenciones o servicios médicos, ni vulneración de norma reglamentaria ni diligencia alguna por el organizador, resulta claro que con su actuación parodiando al “picador” de la cuadrilla asumió todos los riesgos que ello comportaba, incluido el acometimiento de la vaquilla cuya presencia conocía y esperaba, así como que el “ponney” que montaba se asustara y desbocara, o

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incluso cayera ante el sobrepeso de quien le montaba, excluyendo de esta forma la responsabilidad del organizador del festejo taurino.

La ausencia de culpa en el organizador del festejo taurino demandado y la asunción libre y voluntaria del riesgo por el actor apelante, impi- den apreciar la existencia de una concurrencia de culpas que conlleve una moderación indemnizatoria, debiendo desestimarse por lo tanto, la totalidad de los motivos del recurso”.

- SAP Cuenca 13-7-200279.. Los Fundamentos de Derecho Primero a Tercero son fundamentales:

“PRIMERO.- La representación del Excmo. Ayuntamiento de Motilla del Palancar se alza contra la sentencia de instancia, por la que esti- mando parcialmente la demanda interpuesta por el actor don Santiago S. L., condenaba conjunta y solidariamente a los demandados Ayunta- miento de Motilla del Palancar y la mercantil Oryapo, SL, a indemni- zar al actor en la cantidad de 2.328.980 ptas. más los intereses legales, alegando en síntesis, falta de legitimación pasiva del Ayuntamiento de Motilla del Palancar, ya que el uso de la plaza de toros propiedad de la misma había sido cedido a Organizaciones y Apoderamientos, SL, en virtud de un contrato de organización de festejos, quien desde ese momento asumía la totalidad de los riesgos que pudieran produ- cirse por la celebración del festejo, comprometiéndose a suscribir los oportunos seguros que cubrieran el riesgo, encontrándose por otra parte la plaza en perfectas condiciones a pesar de que en la misma se realizaban obras de ampliación, como se desprendía del expediente que se siguió ante el Gobierno Civil de Cuenca, en el que obraba un informe técnico, oportunamente visado y emitido por arquitecto cole- giado, en el que se ponía de manifiesto la idoneidad de las instalacio- nes para poderse celebrar el espectáculo taurino; alegando asimismo,

79. AC/2002/1255.

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que el incidente se había producido por culpa exclusiva de la víctima al tomar la misma participación en las tareas de enchiqueramiento, encomendadas a personal técnico dependiente del empresario por el riesgo que el mismo comportaba, encontrándose subido en un tablón para citar al toro y abrir el portón del chiquero, situándose en una clara situación de peligro por su propia voluntad, máxime cuando el mismo se encontraba afectado de una minusvalía derivada de la amputación traumática de la mano derecha, lo que excluía cualquier culpabilidad del Ayuntamiento en el festejo susceptible de generar la correspondiente responsabilidad por el demandante, habida cuenta que la actuación del mismo había roto cualquier nexo de causalidad por la aducida negligencia del Ayuntamiento y el resultado dañoso; alegando asimismo, que no se había practicado por otra parte prueba pericial que de forma objetiva determinase las lesiones y secuelas su- fridas por el actor, entendiendo por otra parte que para determinar la indemnización que pudiera corresponder al mismo debían aplicarse los baremos correspondientes al año 2000, y alegando finalmente, la contradicción existente entre el fallo de la sentencia dictada con fecha de 24 de mayo de 2000, que condenaba a indemnizar en la cantidad de 1.552.653 ptas. y el auto de fecha de 21 de julio de 2000 por el que se aclaraba la misma, en el sentido de condenar a los demandados al pago de la cantidad de 2.328.980 ptas., en clara contradicción con lo que se argumentaba en el fundamento de derecho tercero de la senten- cia admitiendo la concurrencia de culpas.

SEGUNDO.- La responsabilidad por culpa extracontractual o Aquilia- na se caracteriza por la inexistencia de un vínculo obligatorio o rela- ción jurídica entre el autor del daño y la víctima, encontrándonos ante un supuesto de obligación nacida por culpa o negligencia reflejado en el artículo 1902 del Código Civil, que determina que el que por acción u omisión causa daño a otro, interviniendo culpa o negligencia, está obligado a reparar el daño causado, siendo precisa, según reiterado criterio doctrinal y jurisprudencial, la concurrencia de tres requisitos para que sea exigible dicha responsabilidad, a saber:

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- la producción de un resultado dañoso, que en esencia no es sino la destrucción o simple alteración de una condición o situación patrimo- nial favorable;

- una acción u omisión culposa, en cualquiera de sus grados, del sujeto activo interviniente; y finalmente, una relación de causalidad entre ambos que motiva la impugnación y consiguiente obligación de reparar el daño que causó; la cual a su vez tiene dos vertientes perfectamente especificadas en nuestro sistema y que se recogen por separado en los artículos 1902 y 1903 del Código Civil, según que todo el proceso indicado se origine por un acto propio del sujeto productor del evento o sea consecuencia de la responsabilidad que contraen aquellos que por Ley deben responder de los actos de otros sometidos a su tutela, dirección o representación.

Con relación a lo anterior hay que hacer constar que es reiterada la doc- trina del Tribunal Supremo que proclama, en materia de responsabilidad por culpa extracontractual, la tendencia hacia un sistema que, sin hacer abstracción total del factor psicológico o culpabilístico, acepta soluciones “cuasi” objetivas, cuando se trata del ejercicio de actividades peligrosas, y es por ello por lo que se ha ido transformando la apreciación del prin- cipio subjetivo, ora por el cauce de la inversión de la carga de la prueba ora por el acogimiento de la llamada “teoría del riesgo”, presumiendo culposa, en principio, toda acción u omisión generadora de un daño indemnizable, sin que sea bastante para desvirtuarla el cumplimiento de reglamentos, pues éstos no alteran la responsabilidad de quienes los cumplen cuando las medidas de seguridad adoptadas se muestran insufi- cientes en la realidad para evitar eventos lesivos (STS 30-1-1999).

Asimismo hay que poner de manifiesto que la Jurisprudencia de la Sala Primera del Tribunal Supremo, después de dulcificar la exigencia del párrafo último del artículo 1137 del Código Civil para que una obliga- ción tenga el carácter de solidaria, poniendo de manifiesto que no es necesario que se emplee tal término, ni constancia expresa o expresión literal, ha admitido la llamada solidaridad impropia o por necesidad de

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salvaguardar el interés social y proteger a los perjudicados en los supues- tos de responsabilidad extracontractual, entre sujetos a quienes alcanza la responsabilidad por ilícito culposo, con pluralidad de agentes y posibi- lidad de que el perjudicado pueda dirigirse contra ellos, como deudores por entero de la obligación de reparar en su integridad el daño causado, conforme dispone el artículo 1144 del Código Civil, habiendo puesto de manifiesto al respecto la STS 11-4-2000, que la doctrina jurisprudencial ha insistido que procede la solidaridad entre los sujetos a los que alcanza una responsabilidad por el ilícito culposo con pluralidad de agentes y con- currencia causal única cuando no es posible individualizar los respectivos comportamientos ni establecer tampoco las distintas responsabilidades.

En el supuesto que motiva la presente alzada, acordada y no discutida la responsabilidad de la empresa taurina organizaciones y Apoderamien- tos, SL, en la producción del accidente, procede entrar a conocer si el Ayuntamiento demandado, que era el organizador del espectáculo tau- rino a través de su comisión de festejos, adoptó o no todas las medidas y precauciones necesarias para evitar los posibles y previsibles eventos dañosos que pudieran producirse como consecuencia del festejo.

A la vista de lo anterior, si bien es cierto que la comisión de festejos del Ayuntamiento de Motilla del Palancar celebró con la empresa taurina un contrato, mediante el cual se cedía a dicha empresa el uso de la plaza de toros propiedad del Ayuntamiento para su utilización por dos días en las ferias de septiembre del año 1995, comprometiéndose la empresa a la preparación, montaje y desarrollo de los espectáculos, así como a suscribir los correspondientes seguros de responsabilidad que cubrieran en todos sus aspectos la totalidad de las eventuales contingencias que pu- dieran ocurrir durante los festejos, y que previamente a la celebración de los mismos se procedió a la formación del correspondiente expediente, concediéndose la oportuna autorización administrativa a la empresa Or- yapo, SL, obrando en el expediente certificación del Colegio Oficial de Aparejadores y Arquitectos Técnicos de Cuenca, considerando el recinto, desde el punto de vista de la solidez y fortaleza de las construcciones,

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apto para que se pudieran celebrar festejos taurinos, no obstante lo ante- rior, al haber quedado acreditado que por las fechas en que se produjo el accidente se estaban realizando en la plaza de toros obras de reforma, y ello a la vista del informe obrante en las actuaciones emitido por el arqui- tecto don Pedro R. N., como proyectista y director técnico de la reforma de la plaza de toros de Motilla del Palancar, en el sentido de que el acta de replanteo de las obras se firmó con fecha de 15 de diciembre de 1994, comenzando las mismas a principios del año 1995, firmándose el acta de recepción con fecha de 17 de abril de 1998, y al haber declarado dos testigos presenciales del accidente, que la caída del actor don Santiago S. L., se produjo como consecuencia de ser golpeado el tablón en el que el mismo se encontraba, subido por la puerta de un chiquero que pre- viamente había sido derribada por un toro, el cual había derribado con anterioridad la puerta de otro chiquero, y que en el mes de septiembre de 1995 en la plaza de toros se realizaban obras de mejora y ampliación; esta Sala entiende, de acuerdo con la doctrina anteriormente expuesta, que la Juzgadora “a quo” ha actuado en consecuencia al entender que había quedado suficientemente acreditada la responsabilidad del Ayuntamiento, a través de su Co- misión de Festejos, en la producción del resultado lesivo, al haber cedido el uso de la plaza de la que era propietaria sin haberse asegurado previamente de que todas las dependencias de la misma reunían las condiciones idóneas para la celebración del festejo taurino, máxime cuando por aquellas fechas se estaban realizando obras de ampliación de la plaza, no habiéndose adoptado por consiguiente todas las me- didas y precauciones necesarias para evitar posibles y previsibles eventos dañosos de los que asumía una posición de garante como organizador de los festejos, ya que si se hubieran revisado en la debida forma las instalaciones y, concretamente, las puertas de chiqueros, las mismas debían de haber indudablemente resistido las posibles embestidas de las reses, sin que por tanto se hubiera producido el accidente, procediendo en su consecuencia desestimar en este extremo el recurso de apelación interpuesto por la representación del Ayuntamiento de Motilla del Palancar.

TERCERO.- Sentado lo anterior hay que poner de manifiesto, que en los supuestos de concurrencia de culpas de dos o más personas en la producción del evento dañosos, la jurisprudencia viene reiteradamente

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entendiendo que debe procederse al examen de las conductas culposas concurrentes, con individualización, como si se tratara de entidades se- paradas, valorando su contenido respectivo en relación con la causación del daño, para llegar al resultado de su calificación individual, y una vez obtenida esta especificación, compararla con la otra conducta concu- rrente en la producción del evento, y así determinar el grado de supe- rioridad y eficacia de cada una y poder señalar cuál ha sido realmente productora del perjuicio, o si, por el contrario, ha habido una total y auténtica cooperación y coadyuvación en el mismo, con la consiguiente influencia en la señalización del “quantum” de la indemnización.

A la vista de lo anterior, si bien es cierto que ha quedado acreditada la actuación negligente por parte de la Comisión de Festejos del Ayunta- miento, al no haber adoptado las medidas y prevenciones necesarias a que se ha hecho referencia, y por consiguiente su contribución a la producción del resultado lesivo, no es menos cierta la participación culposa que igualmente tuvo en el evento el demandante lesionado don Santiago S. L., máxime si se tiene en cuenta que por aquellas fe- chas el mismo se hallaba aquejado por un grado de minusvalía del 48% con limitación funcional de la mano derecha, al subirse a un tablón que se hallaba colocado encima del patio de chiqueros, cuyo acceso no está permitido al público, habiendo por consiguiente asumido el riesgo y contribuido con su conducta imprudente a la producción del resultado, contribución que esta Sala estima en un 50%, en contra del criterio mantenido por la Juzgadora de instancia que la estimó en una tercera parte, por lo que procede por consiguiente moderar en dicha proporción del 50% las indemnizaciones que correspondan al actor por las lesiones sufridas y secuelas que le han quedado al mismo.

- SAP Alicante (Sección 6ª) 22-7-200280.. Los profundos Fundamentos de Derecho Segundo a Cuarto resultan esenciales para resolver la cuestión:

80. JUR/2002/246459.

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“SEGUNDO.- Las sentencias de esta Sala de 22 de mayo de 1998 y 21 de julio de 1999 ya tuvieron ocasión de pronunciarse sobre esta materia y en supuestos semejantes de cogidas por sueltas de vaquillas y como declaración de principio en el sentido que este tipo de festejos por si mismos son peligrosos y generadores de graves riesgos, y ello porque los participantes en la fiesta indudablemente son muchas personas y que previsiblemente no se encuentran en las mejores condiciones para reaccionar ante los imprevistos mo- vimientos y ataques de una res sometida a toda clase de estímulos y molestias con- sustanciales a este tipo de fiestas; y además, por otra parte, que es doctrina comúnmente aceptada que si se crea un riesgo en la organización de un festival taurino, no es justo que la comunidad o los individuos que la integran soporten los riesgos no controlados de esos espectáculos.

Todavía debemos añadir, como dice la reciente sentencia de esta Sala de 11 de junio de 2002 que lo que se trata de averiguar es si las enti- dades o personas demandadas actúan con negligencia para tener que responder de las consecuencias sufridas en el evento, ello por aplica- ción del artículo 1902 CC: el que por acción u omisión causa un daño a otro interviniendo culpa o negligencia, está obligado a reparar el mal causado; y si esa actuación culposa o negligente debe darse por no adoptar o extremar todas las medidas de seguridad para evitar el peligro ya que éste, en principio, sólo debe alcanzar a la gente que se lance al ruedo o plaza, pero en ningún caso a los que se encuentran en la misma como meros participantes. Con ello debemos distinguir esas dos conductas, la del participante y la del espectador.

Con relación al primero, las sentencias de la Sala antes citadas, y la de la Audiencia Provincial de Valencia de 27 de febrero de 1995 nos dicen: los participantes en la fiesta de vaquillas no son meros sujetos pasivos de la fiesta; dicha actividad lúdica entraña un riesgo cierto, pero no es un riesgo que se imponga al participante sino riesgo que voluntariamente asume, como componente indispensable de aquella acción en la que participa con carácter activo. El participante acude al festejo taurino por el gusto de sentirse inquieta- do por la proximidad del animal, cosa que solamente puede lograr mediante el

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procedimiento de encerrarse voluntariamente en el mismo recinto en que aquél es dejado en libertad para ese fin, de manera que si lo que los concurrentes persi- guieran fuese tan solo la contemplación del toro, a salvo de todo riesgo, es claro estarían de más los montajes propios de la fiesta, y aún la presencia en el lugar del participante. Y este espíritu participativo es el que se contempla en la propia definición de los festejos taurinos tradicionales empleada por la legislación autonómica, cuando los define como aquellos espectáculos de la Comunidad Valenciana en los que popularmente se conducen, corren o torean reses bravas, sin que haya lidia de la res.

En relación con los segundos, los meros espectadores, deben encon- trarse en los lugares de seguridad apropiados, seguridad que es la que ha tratado de reforzar y aseverar la reglamentación oportuna de la Generalitat Valenciana y que es citada en la Orden de Consellería de Administración Pública de 22 de junio de 1989, la Ley 2/1991, de 18 de febrero de Espectáculos, y los Decretos sucesivos 148/1998, de 28 de septiembre, 155/1999, de 17 de septiembre, y el reciente 60/2002, de 23 de abril, de la Consellería de Justicia y Administración Pública, por los que se regulan los festejos taurinos tradicionales.

TERCERO.- La anterior doctrina expuesta debe ser traducida en su aplicación al caso concreto y comenzar por decir que en autos no consta ni se cuestiona que el Ayuntamiento demandado contara con las oportunas autorizaciones administrativas para la celebración de los festejos, teniendo en cuenta que se trataba de suelta de vaquillas en plaza portátil o recinto cerrado al efecto, no corridas en la calle, lo que en principio es intrascendente ya que aún pudiendo estimar que sí se tuvieran aquellas, no por el hecho de su existencia se eximiera de res- ponsabilidad siempre que se demostrara o acreditara que no reunían las suficientes medidas de seguridad.

Pero en el caso de autos existe la constancia documental expedida por el Arquitecto Técnico Municipal, Don Francisco P. P., en el sentido que las instalaciones reunían las condiciones de seguridad establecidas en la ley

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para la celebración del espectáculo (documento uno de la contestación a la demanda), al que se agrega la dicción que no consta que las barreras que se instalaron en el recinto y en un tramo concreto tuvieran doble barrote que hiciese el hueco un poco más estrecho que el resto. Esto quiere decir que los cadafales estaban correctamente instalados y que los barrotes tenían la suficiente anchura para poder penetrar por los mismos. No obstante aún podríamos comprender que ello se trata de una prueba o manifestación unilateral de la parte demandada y por tanto cabría desvirtuarla.

Pero la prueba que se aporta a los autos y con la que debemos contar es la propia documental de las diligencias previas iniciales n° 1748/96 del Juzgado de Instrucción n° Tres de Denia, por la declaración del mismo perjudicado, y por las declaraciones testificales interesadas por él en los autos.

CUARTO.- Si el técnico municipal dice que no existe la constancia de ese doble barrote, el testigo Don Juan C. S. contesta a las preguntas sucesivas que se le formulan que es el carpintero metálico que construyó los barrotes o burladeros y que en la zona donde ocurrió la cogida los barrotes queda- ban demasiado anchos por lo que a instancias del técnico municipal, de forma verbal, los pusieron dobles verticales, por lo que el lugar resultaba más estrecho. No obstante, en turno de repreguntas, mientras contesta a la catorce que no es cierto que la distancia entre los barrotes fuera suficiente para el paso de las personas que participaban activamente en los festejos taurinos, a la once ofrece una versión distinta al decir que por todos los barrotes que rodeaban la plaza de toros continuamente pasaban personas que estaban participando en la suelta de las vaquillas. Con estas conclusiones, si admitimos la existencia de esos dobles barrotes también debemos admitir que los mismos no eran obstáculos para impedir el paso y por tanto eran suficientes a efectos de seguridad.

A ello debemos unir la respuesta que ofrece el testigo Don José María C. S. a la repregunta once cuando afirma que es cierto que por los barrotes que rodeaban la plaza de toros y por entre los que pasó el

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Sr. S. pasaron otras muchas personas y que en cuatro o cinco días de vaquillas pasaron muchas personas de todas las complexiones.

Además habrá que añadir a todo lo anterior la conducta del deman- dante Sr. S. F. pues como dice en la causa penal en fecha 24 de marzo de 1997, se encontraba en un corro charlando con un señor cuando de pronto le avisaron de que venía la vaquilla por lo que fue a protegerse metiéndose a través de los barrotes y quedando enganchado. Los testi- gos Sres. C. S. y Sra. M. S. afirman que el Sr. S. se encontraba con ellos viendo el festejo, como espectador, no en la arena, y pasó a hablar con un señor en forma diagonal. Finalmente en la propia demanda se dice que se disponía a marcharse a casa. Siendo estas versiones tan dispares, lo único que resulta cierto es que si el actor era un mero espectador, para marcharse a casa pudo haber abandonado el recinto por lugar más adecuado y seguro que entrar en el ruedo, y si era para dar un recado o hablar en un corro, se encontraba en el recinto activo del festejo, cuando vino la vaquilla, y debido a la edad que tenía, 62 años, que la actividad es propia para jóvenes y el no es deportista (documento dos de la contestación), que nunca había corrido delante de los toros aún conociendo este tipo de festejos, y como indica la Sra. M. S. (repregunta once) que no tenía la movilidad ni agilidad de los jóvenes y que no le dio tiempo a apartarse porque había mucha gente, la consecuencia no pudo ser otra que la cogida debido a que no tuvo tiempo de resguardar- se y no porque los barrotes fueran estrechos, no siendo en verdad esta la causa del accidente. Siendo esta la consecuencia de la sentencia de instancia, la misma merece su confirmación al estar ajustada a derecho, desestimando ahora el presente recurso de apelación”.

- SAP Badajoz (Sección 1ª) 2-4-200381.. Los Fundamentos de Derecho Primero a Tercero resultan especialmente didácticos, a la hora de re- solver la cuestión litigiosa:

81. JUR/2003/130769.

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“PRIMERO.- A la vista de lo expuesto por las partes tanto en sus res- pectivos escritos de interposición del presente recurso de apelación como de oposición a los mismos se hace necesario hacer una relación de hechos que se declaran probados, dado que nos encontramos ante un procedimiento en el que se ejercita una acción por culpa extracon- tractual al amparo de lo dispuesto en el artículo 1.902 y 1.903 CC, del examen de la prueba practicada en las actuaciones y en concreto de las testificales y documentales y una vez valoradas en su conjunto de una forma ponderada y siguiendo para ello las normas contenidas en los artículos 217 y 376 LEC podemos establecer como hechos acreditados los siguientes: Que el día 9 de Octubre de 1999 se celebró un festejo taurino en una plaza portátil ubicada en la localidad de Pueblonuevo del Guadiana, dicho festejo fue organizado por la entidad mercantil TAURO EMERITA C.B. y que tenia suscrito un contrato de seguros para dicho evento con la entidad aseguradora AXA y todo ello por encargo del Excmo. Ayuntamiento de la citada localidad, disponiendo dicho espectáculo de las autorizaciones y permisos correspondientes otorgados por la Consejería de Presidencia y Trabajo de la Junta de Extremadura, habiéndose nombrado director de lidia del referido evento a DON José Manuel, quien no asistió al mismo. Formando par- te de la citada plaza portátil se encontraba el camión marca NISSAN, con placa de matricula BA-1622-M, propiedad de TRANSPORTES JARAMILLO RODRIGUEZ S.A., estando el mismo asegurado en la entidad ALLIANZ RAS, SEGUROS Y REASEGUROS, y siendo en aquellos momento su conductor DON Carlos Daniel, vehículo en el cual habían sido transportadas las vaquillas que formaban parte del espectáculo, dicho camión contaba con una rampa de acceso por la que se accedía a una trampilla. Durante el desarrollo del festejo, varios espectadores entre los que se encontraban los hoy actores DON Lucas y DON Raúl entraron en la plaza de forma totalmente voluntaria y sin autorización de ningún tipo y sin que tampoco dicho acceso les fuese impedido por nadie, cogiendo a la vaquilla para introducirla en el ca- mión, procediendo a subirla por la rampa y cuando estaba atravesando la trampilla esta cayó bruscamente, cuando la misma estaba siendo

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manipulada por el conductor del camión ya reseñado que se encontra- ba subido en la parte superior del mismo, como consecuencia de dicha caída se produjeron lesiones a los citados actores, lesiones que no han sido discutidas y que han quedado perfectamente determinadas por la sentencia de instancia en su fundamento jurídico cuarto y que en aras de la brevedad damos aquí íntegramente por reproducido.

SEGUNDO.- Tal y como ya hemos dicho con anterioridad la acción ejercitada en las presentes actuaciones es la de responsabilidad civil extracontractual consagrado en los artículos 1.902 y siguientes CC, ha- biendo establecido la jurisprudencia desde prácticamente siempre que la acción u omisión determinante del daño indemnizable a que dichos preceptos se refieren, se presume siempre culposa a no ser que su au- tor acredite en debida forma haber actuado con el cuidado y diligencia que requieran las circunstancias de lugar y tiempo concurrentes en el caso concreto de que se trate, sin limitarse al mero cumplimiento de las disposiciones reglamentarias, mas o menos eficaces, añadiéndose que aun en el supuesto de no haber sido infringidas disposiciones regla- mentarias, no exonera de responsabilidad, si las garantías adoptadas para prever y evitar los daños previsibles y evitables no han surtido efecto positivo, pues revela que algo faltaba en ello para prevenir y que la diligencia prestada no era suficiente, así la sentencia del Tri- bunal Supremo de 10-5-1972, siendo consecuencia ello consecuencia de la aplicación a la responsabilidad extracontractual de este precepto y siguientes de la culpa contractual, prevista en el artículo 1104 CC, en el que no solo se exige la diligencia simple sino la que deriva del cumplimiento de la obligación y correspondiente a las circunstancias de personas, del tiempo y del lugar.

En segundo lugar y con respecto a la culpa exclusiva de la victima, esta Sala de siempre y siguiendo los dictados tanto de nuestro Tribunal Supre- mo como de la denominada jurisprudencia menor o de las Audiencias Provinciales, ha venido sosteniendo que para la viabilidad de la oposición por dicho motivo, es decir culpa exclusiva de la victima, quien lo opone

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debe probar inequívocamente la real e incuestionable existencia de un actuar culposo o negligente en la conducta de la victima, que resulte relevante causalmente para el daño producido, y además por añadidura, debe acreditar que quien causó el daño, actuó en todo momento no solo con puntual cumplimiento de los preceptos reglamentarios, sino, tam- bién, que agotó cuantas posibilidades había para evitar el daño, hasta el punto de que se pueda afirmar rotundamente que sus maniobras estuvie- ron presididas por una exquisita y delicada prudencia, haciendo que su actuación quede exenta de reproche, en este sentido tenemos la sentencia de esta Sala de 25 de Octubre de 1995 SIC entre otras muchas.

TERCERO.- Aplicada la doctrina anterior al supuesto hoy sometido a la consideración de la Sala y de las pruebas practicadas tenemos en primer lugar un actuar culposo o negligente por parte de los hoy actores, pues de forma voluntaria, sin que nadie se lo pidiese y sin contar con autorización de ningún tipo se pusieron a intentar meter las vaquillas en el camión, realizando una actividad de grave riesgo contraviniendo las normas mas elementales de seguridad, en segundo lugar tenemos que la empresa organizadora TAURO EMERITA C.B. tenía que nombrar un director de lidia y este debía ser auxiliado por diez colaboradores en el encierro, procediéndose a nombrar como director al codemandado DON José Ma- nuel, este conforme a lo dispuesto en el punto 5º del artículo 2 de la Orden de 10 de Mayo de 1982 por la que se regulan los espectáculos tradicionales, en su redacción dada por la Orden de 28 de febrero de 1985, debe velar por el orden y seguridad del espectáculo, misión que en todo caso y aún en el supuesto de discrepancia entre lidia y espectáculo taurino, siempre corresponde al director de lidia o del festejo, y si a ello le añadimos que dicho director no asistió a la corrida sin que conste la causa efectiva ni quien asumió sus funciones y el propio hecho de que se consintiera la presencia de espectadores en la carga o descarga de las vaquillas, supone, al menos para esta Sala, una grave negligencia, que lleva aparejado el deber de resarcir el daño causado, responsabilidad que alcanza también a la citada empresa, pues ella como organizadora del evento asume todas las citadas responsabilidades y por ende a su aseguradora, si la póliza contratada cubre o no las mismas, por último y en tercer lugar tenemos una responsabilidad también por culpa o negligencia en el conductor del camión, pero no por esa condición, sino por ser la persona que se

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encontraba en su parte superior manejando la trampilla, cuya caída fue la causa directa del evento dañosos pues debió prever el riesgo que comporta subir al mismo y en la forma que se estaba haciendo las vaquillas y mas aun por consentir que personal no autorizado ni cualificado lo verificase, dicha responsabilidad alcanza también a la propietaria del camión, ahora bien, en este aspecto hemos de reseñar que el camión no solo no se encontraba circulando ni siquiera en marcha, sino que el mismo en el momento de ocurrir el accidente y como ya hemos hecho constar se encontraba formando parte de la plaza de toros, por tanto el accidente del que trae causa el presente procedimiento, bajo ningún concepto puede calificarse como de accidente ocurrido con motivo u ocasión de la circu- lación de un vehículo de motor lo que conlleva, que no podamos acoger los razonamientos vertidos por el juzgador a quo para imponer respon- sabilidades pecuniarias a la entidad aseguradora de dicho vehículo con cargo su seguro obligatorio, pues el mismo solo ampara en virtud de la legislación vigente los siniestros producidos con motivo u ocasión de la circulación, por lo que dicha aseguradora debe ser absuelta.

- SAP Alicante (Sección 4ª) 19-6-200382.. El escueto pero claro Funda- mento de Derecho Tercero se ocupa de resolver la cuestión:

“TERCERO.- Por lo que respecta al motivo del recurso que refiriéndo- se al fondo de la cuestión litigiosa pretende imputar la responsabilidad a los participantes en el festejo en virtud de la teoría de la asunción del riesgo, debe resaltarse en primer lugar el criterio sobre la limitación del ámbito de la apelación para la aseguradora cuando la sentencia es firme para su asegurado –en el caso, el Ayuntamiento demandado si bien preparó recurso, no lo formalizó posteriormente, siendo decla- rado desierto– contenido en nuestras Sentencias de 1-6-1993 y 29-11- 1993 y 16-09-1996, debiendo constreñirse a la existencia, vigencia y cobertura del seguro. Pero, con independencia de lo anterior, sus ar- gumentos no pueden aceptarse porque en la resolución impugnada se

82. AC/2003/2130.

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analiza correctamente, en razonamientos que se comparten, el modo de producirse el siniestro y la causa (hundimiento de un vallado cuya instalación era defectuosa), estableciendo la responsabilidad que con arreglo al art. 1902 CC corresponde a cada uno de los demandados, que, salvo la aseguradora, no han impugnado la sentencia; por tanto, de la naturaleza de la participación en el espectáculo de los deman- dantes que resultaron lesionados por el referido hundimiento, no es posible deducir asunción de riesgo alguno ni conducta que permita eximir de responsabilidad a los verdaderos causantes por impruden- cia, ni incluso disminuirla por el motivo que se estudia”.

- SAP Madrid (Sección 25ª) 29-9-200383.. Esta Sentencia va referida a una persona que es cogida por una vaquilla en una capea, y que reclama daños contractuales. El Fundamento de Derecho Segundo es muy sugerente:

“SEGUNDO.- La sujeción a la indemnización de daños y perjuicios que proclama el art. 1101 CC, viene condicionada por incurrir en uno de los obligados en las prestación en un incumplimiento obligacional por dolo, negligencia o morosidad o contravenir el tenor de la obligación misma, y la Sala llega a la misma conclusión final de la sentencia de instancia de que la misma no ha ocurrido. De lo que resulta probado, se puede afirmar que el actor -que se considera “práctico” en el desarrollo de este tipo de festejos de suelta de vaquillas-, durante la suelta de una de las vaquillas que el demandado -Venta Jacaranda- facilitaba como parte del precio de un banquete o comida concertado con una peña taurina -Peña Estafeta- resultó cogido por una res brava (no se describe la forma, pero lógicamente lo fue dentro del ruedo), cuando participaba activamente en el espectáculo, sufriendo el impacto en la zona de la cara, lo que le produjo pérdida de conciencia con amnesia postraumática, fractura doble mandibular, fractura Lefort II maxilar, herida en scalp de submucosa de

83. JUR/2006/194177.

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labio superior y músculo orbicular, con dolor cervical, siendo trasladado a Madrid, ingresando en el Hospital de La Paz y sometido a la correspon- diente intervención quirúrgica, lo que no hace sino proclamar, en princi- pio, la culpa exclusiva del lesionado actor en la causación del evento; y de otra, al producirse la lesión por el propio impacto, la presencia o ausencia de profesional director, médico, veterinario o, en su caso, la obtención de permisos administrativos, no suponen la existencia de incumplimiento contractual, en cuanto la lesión se produce por la intervención directa de la víctima, por lo que la presencia del director de lidia no la hubiera evitado, ya que conocido es el gran número personas que se entrecru- zan en el ruedo en este tipo de espectáculos; ni la lesión se agravó como consecuencia de que no fuera atendido por facultativo in situ, ya que el daño en su integridad ya estaba causado, ni la obtención de los permisos administrativos hubiere evitado el resultado, lo que igualmente proclama la inexistencia de nexo causal entre esas deficiencias que se denuncian como incumplimientos y el resultado final; y esto es así porque la doctri- na jurisprudencial nos enseña que cuando el riesgo viene expresamente aceptado por el perjudicado, en concreto en espectáculos taurinos y el de autos lo es, si se producen lesiones o el fallecimiento de quien participa activamente en el evento, tal conducta exime la responsabilidad del orga- nizador, salvo que se demostrara alguna culpa o negligencia en éste (SSTS 13 de febrero, 3 de abril, 18 de junio, y 17 de octubre de 1997), ya que el “dolo civil” (art. 1101 CC), en este caso ni siquiera ha sido intentada su prueba; y en aquellas se viene a desestimar la pretensión resarcitoria porque el daño nace de la propia actuación de quien asumió el peligro, puesto que no ha sido probado ante el Juzgado que el accidente -el resul- tado de lesiones- fuera debido a algún defecto estructural o técnico de la plaza de toros litigiosa, sino que solo aparece que el demandante, por su libre y exclusiva decisión, tomaba parte activa (en el ruedo) en la “suelta de vaquillas” con los innegables y por el violentamente asumidos riesgos que ello comporta (STS. de 8 de noviembre de 2000).

Por otra parte, la existencia o no de “profesional taurino” o en su caso de personal colaborador a que se refiere el Reglamento de Espectácu-

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los Taurinos, ni evitan la cogida ni pueden minorar sus consecuencias. Debe partirse de la basa de que en el supuesto enjuiciado no se exis- te hecho, es decir, no se describe la secuencia en la que fue cogido el demandante, sino que se limita a aseverar que la inexistencia de estos profesionales acarrea incumplimiento a los efectos del art. 1101 CC, y tal tesis es insostenible. Teóricamente, la función de estos auxiliares no puede entenderse en un sentido tan proteccionista que por su mera presencia impidan o eviten toda cogida o percance de los participantes en la mini lidia que supone una “suelta de vaquillas”, puesto que en tal caso se objetivizaria la culpa del organizador hasta extremos que no comparte la jurisprudencia ni siquiera en supuestos de culpa; pero es que además, le compete al actor, por así exigírselo el art. 1214, CC. (vigente en el momento de ocurrir el accidente), acreditar la relación causal entre el comportamiento omisivo reprochado (ausencia de dichos profesionales) y el resultado dañoso producido, ya que este último tiene que ser consecuencia natural y lógica del incumplimiento imputado, sin que sea posible acudir a hipótesis o conjeturas para correlacionar ambos extremos.

Otro tanto, mutatis mutandis, cabe decir de la ausencia de profesiona- les sanitarios (médico o ATS.) en del decurso de la suelta de vaquillas, en cuanto a la vista del resultado causado, y más allá de la primera cura (que se le practicó en Soto del Real -doc. 7- a las 14'30 horas, es decir, con inmediación al hecho), la falta de actuación no tuvo incidencia en esas lesiones.

Por último, y en relación la inexistencia de autorización gubernativa es suscitada por el apelante como causa de incumplimiento en el presente recurso, y para su rechazo, baste significar, que no puede introducirse como cuestión nueva en el mismo (“pendente apellatione, nihil inno- vetur”), puesto que se conculcaría el principio de defensa, al no haber sido objeto de contradicción en la instancia; y de otro, que aunque así hubiera sido, y por las mismas razones antes expuestas, la cuestión es y resulta intrascendente a los fines del incumplimiento que se denuncia.

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En definitiva, es de resaltar que es el propio perjudicado quien de forma libre y voluntaria participó en una capea, cuyas consecuencias posibles no le eran en absoluto desconocidas, pues se trata de una persona mayor, capaz por tanto de asumir y comprender los peligros que entraña la diversión en la que participó; y siendo ello así, poco o nada hubiera cambiado el resultado el hecho de que en el desarrollo de la capea, que la empresa propietaria del restaurante con plaza anexa, hubieran contado o no con la oportuna licencia administrativa, pues no ha sido desde luego la falta de la misma, ni tampoco la omisión de ninguno de los requi- sitos reglamentarios, la causa de la cogida del perjudicado por la vaquilla, sino única y exclusivamente su conducta, libre y voluntaria, no mediatizada ni influida por la creencia de que allí se contaba con permiso o autorización administrativa, la causante del daño. El resultado hubiera sido idéntico aunque se cumplie- ran los requisitos legales pues su falta en nada absolutamente ha influido en él; por lo que puede concluirse, con lo que se rechaza el recurso y se ratifica la resolución de instancia, que no existe relación de casualidad alguna entre la organización del festejo y el accidente acaecido, como no sea acudiendo a la superada teoría de la equivalencia de las condiciones, según la cual todos somos culpables de todo, que es la que pretende aplicable el recurrente, que pretende asentar en carencias circunstancia- les un riesgo producido que deviene de una conducta voluntariamente aceptada por la víctima, causante de su propio perjuicio”.

- SAP Málaga (Sección 4ª) 18-2-200584.. Pese a que esta Sentencia no se ocupa de un daño causado en el seno de un festejo taurino, nos parece interesante la cita expresa a los mismos en el Fundamento de Derecho Tercero, en los siguientes términos:

“(…) A todo lo anteriormente expuesto hay que añadir que, la jurispru- dencia ha tenido también en cuenta que en ciertas actividades que im- plican riesgo y peligro, como son ciertas practicas lúdicas y deportivas, ha recogido el elemento importante de la aceptación del riesgo por el

84. AC/2005/948.

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que resulte perjudicado de dichas actividades, sobre todo cuando la practican de forma voluntaria y siendo consciente de los riesgos que su práctica conlleva, lo cual hace que desaparezca, a priori, la exigencia de responsabilidad a terceras personas. Así el Tribunal Supremo (STS 8-11-2000), puso de manifiesto, señalando con referencia concreta a los espectáculos taurinos, que cuando el damnificado participa activamen- te en el evento, tal conducta exime de responsabilidad al organizador, salvo que se pruebe alguna culpa o negligencia de éste; por lo demás e invocando las Sentencias 13-2-1997 y 18-6-1997, recuerda el Alto Tri- bunal que la aplicación de la teoría del riesgo creado no comporta la objetivación de la responsabilidad en términos absolutos, para señalar que precisamente así ocurre cuando –tratándose de encierros de reses bravas o suelta de vaquillas– no se acredita ningún comportamiento imprudente de adverso, pues el riesgo inherente a la propia actividad es insuficiente por sí sólo para generar una responsabilidad aquiliana (Sentencias 17-10-1997 y 3-4-1997). En términos similares se ha mani- festado el Tribunal Supremo en supuestos de juegos o competiciones deportivas de riesgo (así, la Sentencia 22-10-1992) insistiendo en casos de bañistas accidentados en piscinas, sobre la necesidad de que se creen riesgos que agraven los inherentes al uso de tales instalaciones, o cualquier hecho análogo que permita fundar el reproche culpabilístico (Sentencias 23-2-1995 y 2-9-1997) (…)”.

- SAP Córdoba (Sección 3ª) 14-7-200585.. El Fundamento de Derecho Primero soluciona la cuestión que nos ocupa, e indica lo siguiente:

“PRIMERO.- La sentencia de instancia desestima la acción entablada por el recurrente don Imanol en reclamación de los daños y perjuicios sufridos a consecuencia de las lesiones padecidas al ser embestido por una vaquilla en el curso de una capea que se ofrecía en el estable- cimiento Hostal Pilar perteneciente a la sociedad de responsabilidad

85. JUR/2005/233469.

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limitada de dicho nombre demandada con motivo de la celebración de un bautizo, por entender concurre culpa exclusiva de la víctima al colocarse ésta por su propia voluntad en una situación de riesgo, con asunción de sus consecuencias, y ello con independencia de que la hostelera contase o no con la preceptiva autorización administrativa o con personal auxi- liar pendiente del evento, si como quedó demostrado por uniforme prue- ba pericial -y esto nadie lo discute- las lesiones padecidos necesitaron en todo caso de una intervención quirúrgica, ya se hubiese auxiliado inmediatamente al herido, ya hubiese habido cierta demora.

La sentencia del Tribunal Supremo de 5 de abril de 1997, en un caso semejante al ahora sometido a nuestra consideración, en el que un es- pectador que se lanza a la plaza portátil montada resulta corneado por una vaquilla, considera bien desestimada la demanda a pesar de que en aquella ocasión había infracción de las disposiciones reglamentarias sobre la materia y falta de las preceptivas autorizaciones administrati- vas. En dicha ocasión la Sala “a quo” llega a la conclusión de que, “en la producción del resultado lesivo, no intervino culpa o negligencia alguna por parte del Ayuntamiento demandado (organizador del fes- tejo), sino que el mismo fue debido única y exclusivamente a la falta de atención y cuidado del propio demandante lesionado que, habiéndose decidido, por su propia voluntad, a tomar parte activa en la “suelta de la vaquilla” en el interior del ruedo de la referida plaza de toros, no supo guarecerse adecuada y oportunamente en los burladeros de la misma ante la proximidad del animal que le perseguía y que terminó embistiéndole en una pierna”.

Otro tanto ocurre en casos de lesiones ocasionadas en el curso de la utilización de determinadas atracciones de feria a las que acceden volun- tariamente las personas, y sobre los que esta Sala ha tenido igualmente oportunidad de manifestarse en el mismo sentido. Valga como paradig- ma la sentencia de 11 de junio de 1999 (atracción ferial “toro mecánico”). Aunque las soluciones no pueden ser unánimes para todo caso dada la multiplicidad de circunstancias que pueden darse -decíamos en dicha

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sentencia-, en supuestos como el presente, siguiendo para ello el mis- mo criterio que el Tribunal Supremo -entre otras, sentencias de 29 de diciembre de 1984, 22 de octubre de 1992 y 20 de marzo de 1996- y de las Audiencias Provinciales de Guadalajara, Zaragoza, Segovia y Toledo de 27 de julio de 1994, 2 de octubre de 1996, 14 de febrero de 1997 y 20 de abril de 1998 respectivamente, se llega a la conclusión de que en el denominado “toro mecánico” o “rodeo americano”, como casi todos los artefactos de este tipo, no es aceptable la responsabilidad por la simple razón del riesgo que entraña la actividad del agente cuando dicho riesgo es asumido de forma consciente y libre por el perjudicado en aquellos casos en que éste es conocido y consentido.

Pues bien, qué duda cabe, como se infiere de la testifical practicada en autos (testigos incluso propuesto por el propio recurrente), que el Sr. Imanol, consciente de la bravura de la vaquilla se lanzó al ruedo, asumiendo con ello los riesgos que pudiese surgir por las acometidas del animal, máxime cuando entre alguna de ellas hubo espacio temporal suficiente para que el actor desistiese de continuar con la capea antes de sufrir la embestida que a la postre le ocasionó la lesión en la pierna. En consecuencia, nin- guna responsabilidad es predicable ex artículo 1905 del Código Civil al dueño del animal, si como queda claramente demostrado sólo a la culpa exclusiva de quien recibe el daño, le es atribuible su causación”.

- SAP Valladolid (Sección 1ª) 24-4-200786.. El Fundamento de Derecho Primero se ocupa con detalle de la responsabilidad del interviniente.

“PRIMERO.- La parte recurrente al igual que en su escrito de contesta- ción solicita la exoneración de su responsabilidad por concurrir culpa exclusiva de la víctima, que resultó cogida por el toro de lidia por su pro- pio actuar culposo al citar al toro desoyendo las recomendaciones de la fuerza pública, que trató de controlarlo una vez que la res escapó del cir-

86. JUR/2007/281155.

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cuito de talanqueras por el que discurría el encierro. Ciertamente hemos de atender sus argumentos pues como se dice en la demanda la póliza de seguros concertada por el Ayuntamiento organizador del festejo con la entidad aseguradora demandada cubría los accidentes derivados del fes- tejo y el festejo taurino consistía en un encierro que se desarrollaba, como hemos dicho, por un circuito con cerramiento de talanqueras (atestado de la guardia civil instruido con motivo de la cogida). Por participante en el encierro habrá de considerarse a los que interviniesen transitando por el recorrido vallado o presenciando el encierro en las inmediaciones de las talanqueras. La responsabilidad del Ayuntamiento fuera del circuito acondicionado para el encierro podría derivar de que el toro al saltar la talanquera y escapar hubiese arrollado y lesionado a alguna persona presente en las inmediaciones y sorprendida por el comportamiento del toro o en un lugar lejano al que el toro se hubiese desplazado, cogiéndola desprevenida por no ser previsible la presencia del animal en dicho lugar. No es lo que sucedió en el supuesto enjuiciado en el que al animal, tras escapar sin alcanzar ni lesionar a nadie, se intentó reducirlo por fuerzas de orden público y por personal de la organización del festejo, quienes advirtieron al público que había seguido en pos del toro que se alejaran para evitar accidentes. El animal finalmente se ubicó en los extrarradios de la localidad y embistió tras perseguirle al lesionado, por cuya asistencia sanitaria se reclama en este proceso, que se encontraba con un grupo de personas que citaban al animal desoyendo las advertencias de la fuerza pública. Por tanto es evidente que la cogida no se produjo con ocasión del festejo sino después cuando no existía encierro y lo que se estaba tratan- do era de reducir al animal por las personas de la organización y fuerza pública encargadas de cubrir la contingencia. Por ello entiende la Sala que se ha producido una ruptura evidente del nexo de causalidad entre la celebración del festejo y lo que sucedió posteriormente, actuando como único elemento decisivo, determinante y esencial en la cogida el actuar imprudente de la víctima que con una sencilla actitud diligente, al alcance de cualquiera por las advertencias de la Guardia Civil, pudo y debió abandonar el lugar o ponerse a cubierto ante los riesgos que se derivan de la presencia de un toro de lidia, animal peligroso por su agresividad, acometividad y rapidez de movimientos”.

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- SAP Valencia (Sección 11ª) 21-5-200787.. Se ocupa esta Sentencia de resolver un supuesto en el que un señor había resultado cogido en un encierro, y resulta especialmente clara en su Fundamento de Derecho Tercero:

“TERCERO.- (…) Ya que, como señala la doctrina jurisprudencial, en estos casos resulta aplicable el criterio de la culpa exclusiva por asunción del propio riesgo creado (SSTS 13-2-1997, 3-4-1997 y 18- 6-1997, 25-9-1998, 8-11-2000 y 14-4-2003, 7-6-2006 y 20-3-2007. Y si la jurisprudencia tiende hacia el establecimiento emblemático de la responsabilidad objetiva, en la derivada de los eventos concretados en el artículo 1902 CC, nunca lo ha realizado hasta establecer dicha responsabilidad objetiva de una manera absoluta y radical, y si ha pro- curado corregir el excesivo subjetivismo con que venía siendo aplicado el artículo 1902 del Código Civil, dicha corrección, bien se opere a través de la aplicación del principio del riesgo, bien de su equivalente del de inversión de la carga de la prueba, nunca elimina en dicha inter- pretación los aspectos, no radical sino relativamente subjetivistas con que fue redactado dicho artículo 1902 del Código Civil. Y ello no es sin embargo causa ni motivo para que tal responsabilidad surja siempre, dado que también es muy de tener en cuenta la conducta de quién sufrió el daño, de tal modo que cuando ésta sea fundamentalmente de- terminante de dicho resultado, resulta indudable por aplicación de los principios de la justicia distributiva, conmutativa y social, así como de la seguridad jurídica, que no se pueda hablar de una responsabilidad indemnizable que se pueda reprochar a un tercero (SSTS 25-9-1998 y 14-4-2003)…”.

- SAP Guadalajara (Sección 1ª) 30-11-200788.. El Fundamento de De- recho Segundo es muy sugerente:

87. AC/2007/1567. 88. JUR/2008/73606.

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“SEGUNDO.- En cualquier caso, aún en el supuesto de que el re- curso hubiere sido correctamente preparado, lo que no ocurrió, por las razones ut supra mencionadas, los alegatos vertidos en el escrito de interposición tampoco podrían ser acogidos, por cuanto no cabe admitir que se haya inaplicado el art. 1905 CC ni que no rigiere la normativa administrativa reguladora de los festejos taurinos como el que nos ocupa, ya que, aunque los daños cuyo costo de reparación se reclama no fueran materialmente causados por la res brava, sino por uno de los caballos que participaban en aquel, ello no excluye que el siniestro se produjera durante un encierro en campo abierto regulado por la reglamentación citada en la sentencia de instancia, que prevé la intervención de caballistas para la conducción de los toros durante el trayecto hasta el término de la suelta; siendo un suceso perfectamente previsible que los equinos pudieren asustarse o descontrolarse ante proximidad de los astados, por la aglomeración de público, por el rui- do de los vehículos, por los gritos de la multitud etc.; habiendo apun- tado la demandada que lo ocurrido fue precisamente que su montura se asustó ante la cercanía del toro, extremo este último que negó el actor, el cual, sin embargo, reconoció que el animal se asustó y golpeó su vehículo, pero sin dar explicación de la causa de dicho temor, de no haber sido la visión del toro, que vino a situar a unos ciento cincuen- ta metros de distancia, sin que se hayan practicado pruebas, ajenas a las manifestaciones de las propias partes, sobre la concreta mecánica del suceso. Es obvio, de todos modos, que el siniestro no se hubiera producido si el reclamante no se hubiere introducido indebidamente con su coche en la denominada zona de suelta sin estar debidamen- te autorizado y contraviniendo la norma que disciplina este tipo de actividades peligrosas; habiendo reconocido el propio recurrente que voluntariamente se internó con su móvil en dicho espacio reservado; siguiendo el recorrido del encierro e incluso que se salió del camino y se adentró campo a través. Pues bien, atendido que el apelante desple- gó tal conducta, pese a ser plenamente consciente de la naturaleza del festejo que se estaba desarrollando, asumiendo voluntariamente los riesgos que este comportaba, no cabe sino concluir la incidencia causal de su

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propia imprudencia en el resultado. Por tanto, no se ha producido una indebida inaplicación del art. 1905 CC, el cual expresamente prevé el cese de la responsabilidad del poseedor del animal cuando medie culpa de quien haya sufrido el daño, conforme ocurrió en la hipótesis enjuiciada. En consecuencia, resulta extrapolable al evento examinado la reiterada doctrina que recuerda que, por mucha objetivación que se pretenda en la responsabilidad aquiliana, no surgirá la obligación de resarcir cuando el daño se debió a la culpa del perjudicado, que volun- tariamente acudió al lugar en que se desarrollaba la actividad peligrosa y asumió el riesgo que esta conllevaba; siendo su propia conducta la causa eficiente y determinante del resultado sufrido, STS 15-11-2001, que aclaró que, en esa situación, no puede decirse que el art. 1905 C.C haya sido conculcado, ni siquiera por interpretación errónea. Apunta, por su parte, la STS 7-6-2006 que es imputable el evento lesivo al perjudicado cuando el control de la situación correspondía al mismo, que por su propia voluntad decidió tomar parte activa en un festejo que crea un peligro conocido para quienes asisten y participan en él, aceptando las consecuencias que pueden derivarse de su conducta, sin que la organizadora lo hubiera incrementado o agravado para los participantes. En parecida línea STS 10-2-2006, que consideró que medió culpa exclusiva de la víctima al decidir tomar parte activa en la diversión festiva en que consistía el festejo taurino, en ejercicio de su li- bertad individual, y sin que nada conste que limitase la consciencia del riesgo a que se sometía; recogiendo dicha sentencia numerosas ante- riores del T.S. que aplican el criterio mencionado, en tal sentido SSTS 13-2- 1997, 3-4-1997 y 18-6-1997, todas ellas relativas a participantes activos como corredor y la STS 14-4-2003 que, en un supuesto de lesio- nes causadas a un participante en un encierro, declara que “es muy de tener en cuenta la conducta de quién sufrió el daño, de tal modo que cuando ésta sea fundamentalmente determinante de dicho resultado, resulta indudable, por aplicación de los principios de la justicia distri- butiva, conmutativa y social, así como de la seguridad jurídica, que no se pueda hablar de una responsabilidad indemnizable que se pueda reprochar a un tercero”; explicitando que, aunque es cierto que la

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doctrina ha introducido paliativos al principio de responsabilidad por culpa, consagrado en el artículo 1902 del Código Civil, entre las que se encuentran los mecanismos de la inversión de la carga de la prueba y de la teoría del riesgo, también lo es que la misma Jurisprudencia ha puntualizado que, no por ello, queda excluido de nuestro sistema jurídico de responsabilidad civil el elemento culpabilístico, como inex- cusable ingrediente integrador, atenuado, pero no suprimido, de dicha responsabilidad; debiendo excluirse la de los demandados cuando la producción del evento es atribuible a una culpa exclusiva de la propia víctima, que pretendía participar activamente en el encierro de vaqui- llas. Criterio que también recoge la STS 25-9-1998, que precisó que, habiéndose situado el actor en una “suelta de vaquillas” debidamente autorizada, en un lugar no permitido y que así se había hecho saber al público en general, ello configura la situación de culpa exclusiva de la víctima, a lo que se ha de añadir el especial cuidado que hay que tener, cuando se va a participar en un espectáculo que, aun cumpliéndose todos los requisitos reglamentarios, lleva consigo un grave grado de peligrosidad. De semejante tenor, STS 8-11-2000, que acoge la rele- vancia de la aceptación del riesgo por el perjudicado; indicando que, en concreto y con referencia a los espectáculos taurinos, cuando aquel participa activamente en el evento y no se acredita ningún comporta- miento negligente por la empresa organizadora, ha de desestimarse la pretensión resarcitoria porque el daño nace de la negligencia de quien asumió el peligro, por su libre y exclusiva decisión. Consideraciones que igualmente comportarían la desestimación del recurso por mo- tivos de fondo; procediendo la confirmación de la sentencia apelada, con imposición al recurrente de las costas de la alzada”.

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3. Re f l e x i o n e s j u r í d i c o -c i v i l e s s o b r e l a s c u e s t i o n e s d e i n t e r é s

Una vez repasadas las más interesantes Sentencias de nuestros tribunales es el momento de hacer balance de aquellas cuestiones más relevantes que hayan podido tratarse para establecer unos criterios generales, criticando cuando resulte necesario la doctrina seguida por nuestros tribunales.

Así, parece oportuno detenerse especialmente en las siguientes cues- tiones: en primer lugar, en la diligencia que debe mantener en todo momento el organizador de la fiesta en cuestión; en segundo lugar, en el riesgo que asumen los intervinientes en el festejo; en tercer lugar, en la posible concurrencia de culpas y sus efectos y, por último, en la posible aplicación o no del artículo 1905 CC a estos casos.

3.1. Diligencia del organizador del festejo

La primera de las cuestiones que es oportuno destacar es la necesidad de diligencia que debe mantener en todo momento el organizador del festejo. Diligencia que debe pasar fundamentalmente por establecer las proteccio- nes oportunas para el adecuado desarrollo del festejo (tanto en el animal, en su caso, como en el escenario donde se desarrolla), así como la vigilan- cia necesaria para el correcto desarrollo del mismo, la intervención de los

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profesionales necesarios, la impartición de las instrucciones oportunas de cara a que los intervinientes actúen prudentemente durante el evento89. y la garantía de los servicios sanitarios que atiendan a los posibles dañados que puedan ocasionarse durante el desarrollo del mismo90.. No sólo es necesa- rio, por tanto, cumplir con los requisitos administrativos, como veremos. La negligencia del organizador generará responsabilidad por su parte, y si dicho organizador es una Administración Pública, la responsabilidad se exigirá conforme al sistema previsto en la Ley 30/1992, con todo lo que ello implica desde el punto de vista procedimental y de fondo.

De entrada debe destacarse algo ya apuntado: el cumplimiento de los re- quisitos administrativos exigidos por la legislación oportuna no prejuzga necesariamente la falta de negligencia por parte del organizador. Dicho seguimiento de la normativa administrativa simplemente evita el incum- plimiento administrativo. Es lo que, acertadamente, apuntaba la STS 30- 4-1984 cuando indicaba que “…no es justo que la comunidad, o los individuos que la integran, soporten los riesgos específicos no controlables, siendo indiferente que el causante del daño, por acto propio o de aquellas personas de quienes debe responder, esté o no autorizado por acto de la Administración, en este caso por el Gobernador civil de la provincia”. Es acertado que ambos planos no se solapen: el cumplimiento de los requisitos administrativos sólo implica la falta de responsabilidad administrativa que se derivaría de su in-

89. Por ejemplo, los profesionales que participan en un encierro para velar por el correcto desarrollo del mismo deben dirigirse a las personas que no estén actuando adecuadamente para lograr que actúen con corrección y eviten así posibles daños. Por ejemplo, durante un encierro es peligroso correr junto a un toro e irle golpeando lateralmente; también lo es encarar a un toro que se queda descolgado de la manada, por el peligro de cornada existente, así como existe un modo correcto de encarar la entrada en los chiqueros de la plaza, desde la calle. Los profesionales conocen todo esto y no pueden desatender estas cuestiones durante el desarrollo de la fiesta. Así, si por ejemplo piden a un corredor que deje de provocar al toro y éste, tras ser instado a abandonar la fiesta sin éxito, insistentemente continúa con su labor y finalmente es corneado, parece que no deben ser responsables del daño sufrido por el participante contumaz. Como sucede en todo caso, es necesario valorar todos los datos de interés para apreciar la diligencia o negligencia. 90. Sobre la importancia de esta asistencia, vid. VERA FERNÁNDEZ-SANZ, A.: “Festejos taurinos, asis- tencia médico-quirúrgica y prácticas restrictivas de la competencia (Resolución del Tribunal de Defen- sa de la Competencia de 11 de julio de 1994)”, REDA, núm. 85, enero/marzo 1995, pp. 133-136.

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cumplimiento, sin perjuicio de que pueda existir negligencia pese a cubrir dichos requisitos91.. Luego habrá que estar al estudio de cada caso concreto para determinar la posible responsabilidad, evidentemente92.. Como esta- blece la STS 14-9-2001, recordando las más importantes Sentencias del TS sobre la cuestión, “en estas sentencias se entra en el fondo y se estima total o parcialmente la demanda o se desestima, según el caso concreto y las circunstancias que concurren, ya que si bien hay supuestos en que la víctima asumía voluntariamente el riesgo y el nexo causal recae en sí mismo, otros casos hacen ver que la entidad pública, por acción o por omisión, se hallaba en nexo causal con el resultado dañoso y era condenada a indemnizar”.

Sobre la diligencia que debe mantener en todo momento el organizador del evento podemos encontrar bastantes referencias jurisprudenciales sugerentes, como hemos tenido ocasión de comprobar al repasar las Sentencias en el anterior apartado93.: así, por ejemplo, la STS 17-5-1994 establece la negligencia del organizador al indicar que “el Ayuntamien- to codemandado (que actuaba, repetimos, como empresario) ni en el montaje de la plaza de toros circunstancial (no permanente), que instaló en una plaza pública del pueblo, ni durante el desarrollo de la lidia adoptó todas las precauciones exigibles para evitar que los espectadores pudieran invadir el ruedo antes de la finalización de la misma”.

91. Si ni siquiera se cumplen los mismos, evidentemente, existe clara responsabilidad, como sucedía en la STS 29-9-2005: “…Se acredita fehacientemente un pleno incumplimiento de lo previsto en la orden citada, puesto que en la propia declaración el Sr. Carlos Manuel, que figura como experto taurino, re- conoce no sólo que no seguía las evoluciones del toro, sino que no pudo haberlo hecho por cuanto ni siquiera se encontraba presente en el festejo. Asimismo, únicamente aparecen nueve colaboradores, cuando la orden de la Conselleria requiere un número no inferior a diez; no habiéndose acreditado tampoco que los nueve existentes hubieran acompañado las distintas evoluciones del animal en su recorrido. Siendo así, no puede entenderse en modo alguno que fuera una conducta irresponsable o negligente del fallecido la causante de su fallecimiento, sino que tal responsabilidad debe recaer sobre quienes tenían el deber de cuidado (exigido además legalmente) y no lo ofrecieron”. 92. En parecido sentido se expresó GALLEGO DOMÍNGUEZ, I.: “Responsabilidad civil extracon- tractual… ”, cit., p. 122: “En todo caso, el incumplimiento de disposiciones administrativas sobre seguridad no supone por sí responsabilidad de la Administración por los daños, sino cuando ese incumplimiento haya influido realmente en la producción de los mismos”. 93. Sobre la cuestión, vid. GUILLÉN GALINDO, M. A.: “Ordenación jurídica de los festejos taurinos tra- dicionales”, cit., pp. 349-357 y MEDINA ALCOZ, M.: “La asunción del riesgo…”, cit., pp. 180-193.

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La STS 3-2-1995 indica que “fueron insuficientes las medidas de se- guridad adoptadas para prevenir y evitar accidentes, por la falta de control de entrada de personas y su libre trámite por el callejón y por la insuficiente iluminación de la plaza; todo lo que supuso la crea- ción de unos riesgos que se plasmaron en el accidente, perfectamente previsible, sufrido por el demandante”. Esta Sentencia introducirá el concepto de hecho o riesgo previsible, que retomará la STS 5-12-2000: “La Corporación recurrente resulta por tanto la titular de la esfera de los riesgos causantes del daño y que derivaron de circunstancias obje- tivas en que se realizó un hecho previsible (Sentencia 3-2-1995). Aunque las fiestas tradicionales de los pueblos deben ser respetadas e incluso potenciadas, por estar enraizadas en el sentir de las gentes, formar parte de la historia y tradiciones locales e incluso actuar como señales de identidad de los lugares, nunca pueden poner en peligro las vidas de las personas, cuando presentan riesgo de tal dimensión, y esto es lo que sucede con el presente supuesto por tratarse de riesgo previsible que exigía ser controlado y atajado, adoptando las precauciones necesarias y cuantas fueran posibles, sin que sea posible establecer por decisión judicial coto a las mismas. Dichas medidas aquí resultaban más nece- sarias, pues el peligro se presentaba plenamente intenso al tratarse de festejo celebrado a altas horas de la noche y en días de fiesta, cuando ya los mecanismos humanos de reacción se encuentran aminorados”.

En la STS 3-4-1997 se destaca la diligencia del organizador señalando que “el accidente enjuiciado en el proceso a que este recurso se refiere no fue debido a ningún defecto estructural o técnico de la plaza de toros portátil, sino simplemente, como así lo declara probado la sentencia recurrida y aquí ha de mantenerse invariable, a que el demandante, que, por su libre y exclusiva decisión (tenía cuarenta y cinco años de edad en la fecha de autos), tomaba parte activa (en el ruedo) en la “suelta de la vaquilla”, con los innegables, y por él voluntariamente asumidos, riesgos que ello com- porta, en su huida de la res, no tuvo la suficiente diligencia y presteza para introducirse en el burladero, siendo cogido y corneado en una pierna por el animal, antes de conseguir ponerse a salvo de su embestida”.

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La STS 17-10-1997 es rotunda a este respecto: “… del hecho acreditado de haber sido el promotor y empresario del festejo taurino en el que se originó el atropello del recurrente por una vaquilla que le produjo, al golpearle, las lesiones sufridas, no se desprende, aisladamente considerado, culpa o negligencia alguna, especialmente, cuando también está acreditado que la celebración del festejo se desarrolló con toda normalidad y que las medi- das de seguridad corresponderían al Ayuntamiento de la localidad, según se desprende del Reglamento de Espectáculos Taurinos y de la Ley de Ré- gimen Local, siendo de insistir, a los fines del recurso, que la pura y simple noción de riesgo -inherente, por otro lado, a la celebración de cualquier festejo que suponga una suelta de vaquillas- es insuficiente, de por sí, para generar una responsabilidad por culpa extracontractual (…). La existencia de un riesgo no puede generar mentada responsabilidad, cuya conclusión conduce, sin necesidad de mayores razonamientos, a la claudicación de los motivos examinados por la imposibilidad de imputar al Tribunal “a quo” infracción alguna en torno al artículo 1902 del Código Civil y a la doctrina jurisprudencial en materia de responsabilidad por riesgo”.

La STS 8-11-2000 resume perfectamente la cuestión: “La doctrina de esta Sala ha acogido la relevancia de la aceptación del riesgo por el per- judicado y, en concreto y con referencia a los espectáculos taurinos, como acaece en el supuesto del recurso, ha señalado que en los supuestos en que el dañado o fallecido como consecuencia de las lesiones participa activamente en el evento, tal conducta exime la responsabilidad del orga- nizador, salvo que se demostrara alguna culpa o negligencia en éste”.

Por último, sugerente es la STS 21-5-2008, cuando indica que “se deduce con facilidad la culpa exclusiva de la víctima que fue apreciada por el Juez, pues, acreditado el cumplimiento de las exigencias reglamentariamente impuestas para la organización y desarrollo del festejo, y probado tam- bién que los organizadores del evento dieron, al comienzo del mismo, las pertinentes explicaciones acerca de qué consistía éste, así como que avi- saron oportunamente de la entrada en el ruedo del toro manso que debía de conducir a las becerras a los corrales, ordenando a los participantes

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que en él se encontraban que abandonasen la arena, se impone el hecho, igualmente adverado, de que el actor, que voluntariamente participó en el espectáculo, permaneció en el ruedo sin atender a los avisos de los responsables del desarrollo del festejo taurino, ignorando la intimación para que los participantes lo desalojaran, ante la inminente presencia del astado manso que había de conducir a las becerras nuevamente a los corrales, y, además, se situó en la trayectoria de éste, lo que provocó que fuera arrollado por él, causándole las lesiones por las que se reclama”.

Por su parte, también las Audiencias Provinciales han incidido en estas cuestiones de modo sugerente: entre otras, son especialmente interesantes las SAP Valladolid 11-10-1996, SAP Vizcaya 5-5-199794., SAP Valencia 8-6-199995., SAP Álava 26-7-199996., SAP Castellón 5-5-

94. “Tal relación de hechos evidencia una patente falta de medidas de seguridad en el festejo, pues fue la precariedad e insuficiencia de las mismas la que permitió que una vaquilla, que iba sujeta con una soga y por un trayecto vallado, pudiera lesionar a una persona del público emplazada detrás de las vallas. La imprudencia resulta además patente al haberse quebrantado la normativa reglamentaria (Orden 11 junio 1991, del Departamento de Interior del Gobierno Vasco) que exige en los espec- táculos taurinos tradicionales (entre ellos las sokamuturras) la certificación de un técnico de que las instalaciones o recinto preparado para el festejo reúnen las condiciones suficientes de seguridad y solidez, así como la presencia de personal suficiente para evitar accidentes. Nada de esto se hizo en este caso y tal omisión de las correspondientes cautelas ocasionó un daño a tercero, que conforme a la responsabilidad extracontractual del artículo 1902 deberá ser indemnizado por los organizadores del festejo, don Luis G. (Presi- dente de la Comisión de Fiestas) y don Juan Manuel Q. (este último por haber ejercitado de facto las facultades organizativas, a cambio de precio -según factura obrante al folio número 107 de los autos y prueba de confesión judicial de éste-, y no haber velado en su condición de profesional retribuido en la organización de festejos populares porque se adoptasen las preceptivas medidas de seguridad)”. 95. “Por lo tanto, apreciándose negligencia en la colocación y fijación de dicha barrera, ya que por ello la vaquilla pudo desplazarla, aunque fuera mínimamente, sortearla y salirse del recinto del festejo en cuestión, creando un evidente riesgo en las personas, que en el presente caso se tradujo en un daño efectivo a la demandante, se está en el caso de acoger la demanda, en la extensión cuantitativa que se dirá, respecto de la “Asocia- ción Peña Bouera El Piló de Montroi”, en cuanto que como organizadora del acto debía velar por la seguridad en el mismo y, por tanto, debió asegurarse de que la valla delimitadora del recinto en que se desarrollaba ese concreto festejo taurino estuviera bien sujeta y no presentara resquicio alguno por el que la vaquilla pudiera escapar, debiendo haber previsto que la misma podía ser topetada por el animal y desplazada si no se tomaban las oportunas medidas de sujeción”. 96. “La responsabilidad en que incurrió la corporación demandada estriba precisamente en el hecho de que desarrollándose el expresado festejo en una determinada plaza o espacio concreto, afirma- ción que es posible realizar a través de la resultancia de los antecedentes testimonios y que tampoco requiere de una expresa determinación normativa o reglamentaria como en efecto expresa el cer- tificado expedido a instancias de la actora por la Junta Administrativa de Santa Cruz de Campezo

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200097., SAP Castellón 20-10-2000, SAP Toledo 20-12-200098., SAP Valladolid 24-1-200199., SAP Castellón 6-4-2001100., SAP Castellón

(ver folio 104), no sólo tal espacio físico no se hallaba adecuadamente acotado o señalado sino que resultaba perfectamente posible, y así la propia experiencia se encargó de demostrarlo, que el espectáculo se extendiera por las vías adyacentes, envolviendo en él a personas no participantes en el mismo y que involuntariamente se vieron envueltas en la avalancha que corría delante de la atracción”. 97. “En el presente caso, cuando no sólo no ha habido infracción reglamentaria alguna, sino al contrario se han cumplido con toda pulcritud las medidas de seguridad exigidas, por lo que, lógicamente, no se puede hablar en el presente caso de infracción del artículo 1902 CC, como ha pretendido, sin éxito, la parte recurrente, ya que al arriesgarse a participar en el festejo asumió voluntariamente una situación de riesgo evidente”. 98. “El Ayuntamiento organizó el festejo y contrató a uno o varios burladores o dobladores precisa- mente para disminuir el riesgo de quienes lo asumieran en el acto voluntario y libre de “correr los toros”. No hay en las actuaciones ni una sola prueba de defecto organizativo o de vulneración de re- glamentos. Una cosa es que la capea, suelta de vaquillas o encierros originen un riesgo natural e intrínseco al festejo en sí, y otra que el resultado lesivo se produzca en concurso con una falta de previsión o diligencia que aumentara el citado riesgo intrínseco (STS citada), lo cual no acaeció en el presente caso”. 99. “No ofrece duda por tanto que la empresa Torosca era la principal beneficiaria de la organización del festejo, al menos desde una perspectiva puramente económica, y por ello ha de considerársela “prima facie” responsable. El accidente sobrevino por el fallo de una medida de seguridad, cual fue la deficiente colocación del vallado que protegía al público. De deficiente ha de calificarse en cuanto no fue capaz de soportar la embestida del animal. Se trata en definitiva de la inobservancia de una medida de seguridad imprescindible en la celebración de un festejo taurino, pese a que se hayan cumplido las disposiciones reglamentarias exigidas por la autoridad, porque cuando la medida no ha ofrecido resultado positivo, revela su insuficiencia y que faltaba algo por prevenir, apare- ciendo incompleta la diligencia debida para evitar el resultado dañoso (sentencias entre otras de 25-4-1988 y de 31-10-1998). La obligación de que el vallado se encontrase en las debidas con- diciones para resultar eficaz ante la acometida de un astado, no competía sólo al Ayuntamiento pese a que su colocación la asumiese el ente municipal, porque no se trataba sólo de colocar, sino de hacerlo en debida forma para su adecuación a una suelta de reses bravas, y era la empresa Torosca la experta en temas taurinos, y a la que competía la revisión de que la colocación era la oportuna para ser eficaz. Ello se deduce con carácter genérico de sus obligaciones contractuales, y concretamente de la de “aportar los medios y materiales necesarios para que los festejos y actos que se celebren adopten una organización calificable como normal y satisfactoria” (folio 143). La primera normalidad es que la res brava no se saliese del circuito de seguridad. Los términos tan amplios de dicha obligación incluyen a juicio de esta Sala la comprobación de las condiciones de seguridad del vallado instalado por el Ayuntamiento. Pero además lo reconoce expresamente uno de los empleados de Torosca, cuando al describir cuál era su tarea en los festejos declara en las diligencias penales (folio 648) que debía antes de comenzar el festejo revisar que todas las vallas estuviesen bien puestas y sujetas. Tan contundente declaración revela a las claras que el correcto estado del vallado no era competencia y obligación exclusiva del Ayuntamiento, sino que corres- pondía también a Torosca”. 100. “Ahora bien al no poder determinarse con precisión este extremo, y teniendo en cuenta lo antes dicho, deberemos llegar a la conclusión que sí hubo cierto grado de culpa en los hechos por parte de los

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18-6-2001101., SAP Castellón 12-11-2001102., SAP Castellón 6-3-2002, SAP Cuenca 13-7-2002103. o SAP Valladolid 24-4-2007.

No resulta correcto el comentario incluido en la STS 18-6-1997, cuando establecía que “El organizarse un encierro de reses bravas

organizadores al no poner en practica las medidas de seguridad que también se esperaban en el espectáculo, como era la preparación adecuada del experto y de los colaboradores, y su presencia inmediata, previsión que sin duda los participantes voluntarios en el festejo conocen y en que en cierta medi- da avala su actuación, o de algún modo interviene en la decisión voluntaria de saltar al ruedo”. 101. “Pues bien, la Sala después de examinar las pruebas y realizar una valoración conjunta conforme a reglas de lógica y sana crítica considera que no dispone de ningún dato o elemento objetivo del que partir para apreciar algún grado de culpa o negligencia en el actuar del Presidente de la Comisión de Fiestas del Grao de Castellón pues en modo alguno ha quedado acreditado que no adoptase las medidas precautorias necesarias para que el festejo taurino se celebrase con todas las garantías tanto para participantes acti- vos como para espectadores, y si respecto del demandado principal no se puede establecer una relación de causalidad entre el acto o festejo y la lesión sufrida por el actor apelante, tampoco podrá derivarse responsabilidad ninguna, ni siquiera subsidiaria, para los otros demandados, en el caso del Ayuntamiento porque no se ha demostrado que tuviera que ver con la organización y desarrollo del festejo y en el de la aseguradora, porque no se ha acreditado el tipo de póliza de seguros suscrita y las condiciones de ésta,…” 102. “Esta participación activa en el festejo taurino constituye una asunción del riesgo que dicho espectá- culo conlleva, y por tanto, excluyente de la responsabilidad del Ayuntamiento organizador del festejo, máxime cuando no consta ni se ha probado un comportamiento negligente del mismo, autorizado por la Conselleria de Presidencia de la Generalidad Valenciana para la celebración del espectáculo taurino (folio 85), y con las condiciones de seguridad de los materiales a utilizar en la formación de barreras para cerramiento y delimitación de las calles de la población donde se pretendía realizar el espectáculo taurino en buen estado de conservación y uso (Certificación del Arquitecto Sr. S. -folio 84-), con los me- dios sanitarios y humanos de auxilio exigidos presentes en el lugar del festejo para afrontar cualquier evento, como así sucedió al acudir inmediatamente a socorrer al actor-apelante tras el accidente tanto el experto taurino con varios de sus colaboradores (Posición 11ª confesión actor -folio 210-) como los servicios médicos contratados que se hallaban en las proximidades del lugar (Posición 12ª)”. 103. “… esta Sala entiende, de acuerdo con la doctrina anteriormente expuesta, que la Juzgadora “a quo” ha actuado en consecuencia al entender que había quedado suficientemente acreditada la responsabilidad del Ayuntamiento, a través de su Comisión de Festejos, en la producción del resultado lesivo, al haber cedido el uso de la plaza de la que era propietaria sin haberse asegu- rado previamente de que todas las dependencias de la misma reunían las condiciones idóneas para la celebración del festejo taurino, máxime cuando por aquellas fechas se estaban realizando obras de ampliación de la plaza, no habiéndose adoptado por consiguiente todas las medidas y precauciones necesarias para evitar posibles y previsibles eventos dañosos de los que asumía una posición de garante como organizador de los festejos, ya que si se hubieran revisado en la debida forma las instalaciones y, concretamente, las puertas de chiqueros, las mismas debían de haber indudablemente resistido las posibles embestidas de las reses, sin que por tanto se hubiera producido el accidente, procediendo en su consecuencia desestimar en este extremo el recurso de apelación interpuesto por la representación del Ayuntamiento de Motilla del Palancar”.

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por el Ayuntamiento demandado no es ningún servicio público cuyo funcionamiento obligue a responder de los daños causados” (y poste- riormente detalla esta idea). No es cierto: estamos ante una actividad de la Administración por la que debe, en su caso, responder. Por ello, entendemos más acertado el comentario de la SAP Zamora 8-11- 1999, cuando señalaba que “La organización de un festejo taurino encaja perfectamente dentro de la responsabilidad patrimonial de la administración pues la responsabilidad administrativa “puede derivar de cualquier hecho o acto enmarcado dentro de la gestión pública”, según el artículo 54 de la Ley de Bases de Régimen Local. Y a nadie escapa que nos encontramos ante un supuesto de funcionamiento normal o anormal de un servicio público, puesto que por tal ha de entenderse el ejercicio de una competencia funcional cual es el ejer- cicio de actividades encaminadas al fomento turístico de la localidad, por ser ésta la finalidad del festejo organizado por el ayuntamiento, según los artículos 25.2 y 85 de la Ley de Bases de Régimen Local, que prevén como competencia de los municipios la correspondiente a turismo, actividades culturales y tiempo libre. Así pues, la organiza- ción de un festejo taurino es una de las competencias municipales y los daños y perjuicios que se ocasionen con motivo directo de dicha organización implica un funcionamiento anormal o normal de los servicios públicos, que debe reparar el ayuntamiento. / Aunque el ayuntamiento hubiera pactado con una empresa privada un contrato privado de arrendamiento de servicios mediante el cual encomen- daba a la empresa privada la organización de los festejos taurinos, ello no significaba que la Administración quedara completamente desvinculada de su organización, desarrollo, control, vigilancia”104..

Por tanto, en caso de negligencia del organizador, debe responder del daño causado, como responsable único o bien como corresponsable, en su caso. No es correcto en este sentido el comentario de la STS

104. También acertada, a este respecto, la argumentación de la SAP Segovia 3-5-1995.

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17-9-1998 por el que apreciaba la responsabilidad del organizador con independencia del comportamiento de la víctima, pero es fruto de una tendencia que, como detalló ORTÍ VALLEJO105., también ha seguido en algunos momentos nuestro TS a la hora de afrontar estos casos y argumentar que el organizador responde en todo caso como creador de un riesgo106..

Por otra parte, según la STS 21-7-1998, si se demuestra que el Ayun- tamiento no organiza el evento, no se le puede hacer responsable último de los daños sufridos. Entendemos que sí lo será cuando sea él el organizador, aunque encargue a otra persona dicha labor de organi- zación. La Administración o el convocante de que se trate debe asumir su responsabilidad, pero es clave que se determine la negligencia para deslindar la responsabilidad oportuna (ya que puede ser la Adminis- tración la que responda frente al dañado, pero deberse a la negligencia de alguno de los profesionales encargados del control del festejo, sobre el que se podrá repetir, conforme a la legislación).

Por último, modificando algo el enfoque, en aquel caso en el que la responsabilidad sea exclusivamente del dañado, pues el or- ganizador actuó diligentemente, no responderá por el perjuicio sufrido por dicho dañado (esto se puede comprobar con bastante claridad en la anteriormente citada STS 3-4-1997, en la STS 15-11- 2001, que resulta especialmente clara a este respecto107., o en la STS

105. ORTÍ VALLEJO, A.: “La responsabilidad civil…”, cit., pp.1657-1660. 106. Vid. también, en este sentido, las SSTS 31-12-1996, 5-12-2000 y 24-6-2002. 107. “Por mucha objetivación que se pretenda en la responsabilidad aquiliana, cuando la Sala “a quo” declare que la causa del resultado dañoso se debió a la culpa del perjudicado, no puede ahora la parte recurrente pretender convertir en una tercera instancia tal motivo. Incluso prescindiendo del tema culpabilístico y atendiendo a la sola causalidad, no ofrece duda que las lesiones padeci- das por el recurrente encuentran su causa directa y eficiente en su actitud de acudir con su vehí- culo al lugar en que se encontraba un animal peligroso para verle y se baja del coche y se sitúa en una proximidad y se descuida –“en un descuido”– la res le cornea. No se puede buscar la causa en sucesos remotos y hacer responsables a ganaderos por criar tales animales, hay que atender a la causa próxi- ma, a la conducta del demandante que, sin razón, ni necesidad alguna, acude al lugar donde se encuentra

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14-4-2003108., así como en algunas otras Sentencias anteriores109. y posteriores110.).

el toro escapado, muy lejano con él, al punto que tiene que utilizar su vehículo e incluso acceder a una zona de árboles o alameda en que su furgoneta no tiene acceso y se acerca sí, se acerca para verlo y se descuida... / Parte la sentencia recurrida de que el empresario codemandado empleó la diligencia debida para controlar el animal, una vez que la res se detuvo en la alameda, al punto que allí fue sacrificada –lo que reconoce el propio recurrente en su documento del folio 356–. Pero lo que ya escapa a todo el control de la diligencia del empresario es que la gente acuda en vehículos a la zona y allí persiga al toro. Entre ellos el actor se bajó de su vehículo y se acercó y resultó lesionado. / Por ello hay que concluir que tal conducta de la recurrente supuso la causa eficiente y determinante del resultado dañoso sufrido al crear una situación de riesgo y asumirlo, en claro enlace causal de su imprudente conducta y del lesivo resultado, que con su actuación rompió el nexo causal derivado del hecho de escaparse el toro. / Nada se expresa como probado en la sentencia recurrida relativo a que el encierro no se hubiera efectuado por un terreno vallado adecuadamente, el toro se esca- pó y ello genera un riesgo, pero ello queda desvirtuado porque el resultado dañino se genera por la conducta imprudente posterior / Ya la regla 203, Tít. 17, Libro 50 del Digesto señalaba: “Quod quis ex sua damnum sentit, non intelligitur sentire” y la Ley 22, Tít. 34 de la Partida séptima expresaba “que el daño que ome rescibe por su culpa, que a si mismo debe culpar por ello”. El motivo tiene que ser desestimado inexcusablemente en atención a lo señalado”. 108. “El accidente ocurrió por culpa exclusiva de la víctima, don Domingo, quien, por su participación voluntaria en otros festejos taurinos similares celebrados en Barbastro, era experto en los de este tipo, e intervino en el que nos ocupa tras los avisos por la megafonía de la plaza de que iba a comenzar el espectáculo, y se colocó delante de la puerta de toriles, de rodillas y con los brazos en cruz, sin que esté acreditado de que se encontrara embriagado en dicho momento, y fue alcanza- do por una vaquilla”. 109. Como sucede en las SSTS 13-2-1997, 18-6-1997, 17-10-1997, 25-9-1998 y 8-11-2000. 110. Caso de las SSTS 10-2-2006 y 7-6-2006, así como Sentencias de Audiencias Provinciales, tales como las SAP La Rioja 30-5-1994, SAP Valencia 20-12-1994, SAP Navarra 31-3-1995, SAP Valladolid 28- 6-1996 (“En suma, debió el Ayuntamiento, como Organizador del Festejo, prever y arbitrar otras medidas más eficaces y seguras (p.ej. colocar anuncios o carteles visibles para todos que advirtieran de la celebración del festejo y su horario, o prohibieran estacionar vehículos en el recinto, instalar barreras o elementos que imposibilitaran el acceso al mismo, o, en fin, disponer de una grúa u otro medio que permitiera trasladar fuera del recinto los vehículos), pero en ningún caso iniciar el “encierro” sin antes haber retirado todos los vehículos que se hallaran en el recurrido o haber ad- vertido a sus propietarios de esta circunstancia y sus consecuencias. Al no haber actuado así, es claro que incurrió en una responsabilidad civil por culpa extracontractual ex artículo 1902 del Código Civil, pues atendidas las características y la forma en que habitualmente se desarrollan tales festejos populares, era totalmente previsible que los vehículos que durante su desarrollo permanecieran estacionados dentro del recinto, iban a sufrir algún daño, como así fue, tanto por la acción de los toros como del público participante”), SAP Valladolid 11-10-1996, SAP Guadalajara 24-2-1996, SAP Valladolid 28-1-1997 (“necesidad de concretar y determinar cuál fue la conducta del Ayuntamiento demandado y si adoptó las medidas racionalmente exigibles para prevenir el daño, resaltando in- cluso que no todo incumplimiento de la normativa administrativa en la materia tiene trascendencia a los efectos de valoración de la conducta del agente creador del riesgo, siendo únicamente los injustificados incrementos del riesgo los que pueden resultar trascendentes”), SAP Cádiz 22-1-1998, SAP Valencia 14-12-1998 (“Y lo incontrovertible es que ninguna negligencia ni culpa se ha demos-

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3.2. El riesgo que asume el interviniente en el festejo

Una vez que ya se ha determinado que el organizador del evento debe actuar de modo diligente en todo momento, y una vez que hemos detallado cómo sucede esto, es el momento de adentrarnos en otra cuestión relevante que también será fundamental a la hora de deslin- dar responsabilidades: todo interviniente en el festejo debe asumir el riesgo que implica el mismo, pues es parte inevitable del evento. Debe considerarse como interviniente en un festejo a toda aquella persona que toma parte activa en el mismo, no conformándose con ser mero espectador y asistir al espectáculo desde fuera del mismo, sino que interviene directamente asumiendo la realización de las actividades propias del mismo (encierro de reses, etc.). Además, esa persona no es profesional del ramo del toreo.

Parece evidente que los intervinientes en estos eventos taurinos asumen el riesgo que implica la actividad taurina, es parte de la atracción, pero no el daño que se pueda derivar de la misma111.. En este sentido es claro el TS en Sentencias como las de 13-2-1997 ó 10-2-2006, así como también se expone claramente en la doctrina de nuestras Audiencias Provinciales.

trado en la “Comisión de Fiestas”; fruto, la caída del señor M. S., desde lo alto de la plataforma piramidal y ante la subida precipitada del toro embolado, y, el volteo subsiguiente, ya en el suelo y al descender éste, haciéndolo caer de cabeza, y consecuencia; todo ello, de una voluntaria asunción por aquél de los riesgos graves de su permanencia en tan específico y peligroso lugar, a su vez origen de las gravísimas lesiones, y al caer de bruces, explicitadas en el informe de “La Fe” a folio 4 de los autos, rendido un mes largo después de los hechos”), SAP Castellón 16-12-1998, SAP Castellón 27-3-1999 (“En el presente caso, en la caída del participante intervino un factor sobrevenido pero íntimamente ligado al espectáculo, cual es el tropiezo con una cuerda atada al toro por los mozos a fin de procurar su devolución al corral, pero tal incidencia nada resta a la responsabilidad adju- dicada al Ayuntamiento quien como organizador de la suelta del toro tendría que tener previsto el problema de su vuelta al final al corral, sin tener que encomendarse al buen tiento y hacer de los participantes cuando en una situación como aquélla pueden surgir discrepancias entre los mismos que pudieren desembocar en una situación descontrolada”), SAP Alicante 21-7-1999, SAP Castellón 27-1-2001, SAP Guadalajara 30-11-2007 y SAP Valladolid 24-4-2007. 111. Sobre el tema, vid. BLANQUER CRIADO, D.: “Libertad, responsabilidad y fiestas populares”, cit., pp. 94-101 y 111-117, y MEDINA ALCOZ, M.: “La asunción del riesgo…”, cit., pp. 23-30.

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Ese riesgo que se asume en estos casos que estudiamos está provocado por la participación en el evento de toros o vaquillas, con el peligro que entrañan: esto ya lo puso de manifiesto el TS desde la STS 30- 4-1984 (que se ocupa tanto de la res principal como de otras que la acompañan en el festejo), así como en otras como la 17-9-1998 ó 25-9- 1998, que llega a indicar que “Y sobre todo, hay que añadir el especial cuidado que hay que tener, cuando se va a participar en un espectáculo, en el que, aun cumpliéndose todos los requisitos reglamentarios, lleva consigo un grave grado de peligrosidad”.

Si no existe negligencia alguna por parte de los organizadores o ac- tividad dañosa por parte de algún tercero, teniendo en cuenta esa aceptación del riesgo por parte del interviniente, sólo cabe indicar que es él el que debe asumir dicho perjuicio sufrido. El interviniente debe seguir en todo momento las instrucciones que se impartan por parte del organizador, de cara al correcto desarrollo del evento, y en caso contrario, asumir los perjuicios.

Esto ha sido repetido por nuestros tribunales, tanto por el TS112. como por parte de las Audiencias Provinciales113.. Especialmente gráfica re-

112. Vid., por ejemplo, las SSTS 10-2-2006, 7-6-2006 y 20-3-2007. Esta última es expresiva al indicar que “la causa de los daños sufridos por el recurrente se debió a su propia acción, de manera que “no aparece acreditado la relación de causalidad imprescindible para montar la exacción de res- ponsabilidad basada en el suceso ocurrido”, de manera que D. Daniel asumió el riesgo inherente a la participación en el festejo, consecuencia del cual sufrió las lesiones por las que reclama”. 113. Vid. la expresiva SAP Navarra 15-6-1995, cuando indica que “No especifica el apelante cuál de las distintas prescripciones contenidas en los artículos citados (relativas al número de cabestros, pas- tores, al cite indebido de las reses, a la presencia de corredores en malas condiciones físicas o psí- quicas, etc.) vulneró el Ayuntamiento, mas en todo caso, a la vista de las declaraciones efectuadas por la víctima sobre la forma de producción del accidente: “cuando me fui a retirar no me di cuenta de que la vaca se acercaba peligrosamente y terminó por embestirme”, puede concluirse que las pretendidas y no demostradas infracciones en nada incidieron en la producción del evento dañoso”. También la SAP Navarra 28-5-1993, SAP Segovia 3-5-1995, SAP Valladolid 11-10-1996, SAP Guadalajara 24-2-1996, SAP Cádiz 22-1-1998, SAP Cáceres 16-10-1998 (“ello quiere decir, que Ignacio, al que coge su hermano por los brazos y lo mete detrás de los barrotes, estaba delante de ellos, o sea, en la plaza, en el terreno de la lidia; y si estaba en ese coso era porque había salido allí por su pie y voluntad; y si así lo hizo sabía y asumía el riesgo que corría, porque en la arena, es una metáfora, había una res, un toro, una vaquilla, un animal correteando, que era toreado por unos y otros, y esos animales entrañan

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sulta, en este sentido, la SAP Alicante 28-12-1993, cuando indicaba que “tanto la Comisión de Fiestas, como el propio Ayuntamiento adoptaron todas las medidas necesarias para que no existiera riesgo alguno en los lugares por donde discurría la suelta de vaquillas, concretamente en el

peligro; y si estando en el lugar de la lidia es cogido por el toro, a nadie puede reclamar Ignacio responsabi- lidad más que a sí mismo, entendiéndose ahora con total certeza la situación de sus heridas, dónde las tiene en su anatomía, correspondiendo su ubicación a la forma de la cogida, de espaldas, y a que, acabamos, Ignacio se encontraba en el ruedo, mientras transcurría el festejo con regocijo y algazara”), SAP Valencia 29-5-1999 (“ello permite calificar su comportamiento de negligente al colocarse en un grave peligro dada la existencia de un animal fiero suelto, y a nadie se puede atribuir el resultado dañoso para su salud física, por lo que no hay relación de causa a efecto entre la instalación fija colocada por la Asociación y el daño, del cual la lesionada fue la única causa determinante, pues debió de vigilar, con atención, la posible aparición o cercanía del toro, y no cabe apreciar responsabilidad del artículo 1905 del Código Civil, porque el daños provino de la culpa del que lo sufrió”), SAP Valencia 8-6-1999, SAP Alicante 21-7-1999 (“La Sentencia de la Sección Primera de la Audiencia Provincial de Valencia de 27 de febrero de 1995, aplicada y mencionada por la de esta Sala de fecha 22 de mayo de 1998, decía que los participantes en la misma no son meros sujetos pasivos de la fiesta en sí misma; dicha actividad lúdica entraña un riesgo cierto, pero no es un riesgo que se imponga al participante sino riesgo que voluntariamente asume, como componente indispensable de aquella acción en la que participa con carácter activo. El participante acude al festejo taurino por el gusto de sentirse inquietado por la proximidad del animal, cosa que solamente puede lograr mediante el procedimiento de encerrarse voluntariamente en el mismo recinto en que aquél es dejado en libertad para ese fin, de manera que si lo que los concurrentes persiguieran fuese tan sólo la contemplación del toro, a salvo de todo riesgo, es claro estarían de más los montajes propios de la fiesta, y aun la presencia en el lugar del participante. (…). Carece de sentido el aplicar la responsabilidad objetiva por riesgo cuando los mismos podrían ser evitados por la víctima, para lo cuál le bastaba con no participar en el festejo, y por el contrario son asumidos voluntariamente, pues quien conoce el riesgo y lo asume, gozando del festejo no puede exigir responsabilidades por el riesgo creado, lo cual no impide que si se demuestra la culpa de los organizadores de la celebración del encierro pueda exigirse responsabilidad por culpa. En el caso presente la parte actora no ha conseguido probar dicha culpabilidad en el Ayun- tamiento demandado, sino que el accidente ocurrió por su propia imprudencia, o a lo sumo por un supuesto de caso fortuito, haciéndose por ello preciso, como así lo fue, la desestimación de la demanda, y ahora del presente recurso de apelación, siendo procedente la íntegra confirmación de la Sentencia al estar ajustada a derecho”), SAP Toledo 20-2-2002, SAP Castellón 6-3-2002 o SAP Madrid 29-9-2003 (“En definitiva, es de resaltar que es el propio perjudicado quien de forma libre y voluntaria participó en una capea, cuyas consecuencias posibles no le eran en absoluto desconocidas, pues se trata de una persona mayor, capaz por tanto de asumir y comprender los peligros que entraña la diversión en la que participó; y siendo ello así, poco o nada hubiera cam- biado el resultado el hecho de que en el desarrollo de la capea, que la empresa propietaria del restaurante con plaza anexa, hubieran contado o no con la oportuna licencia administrativa, pues no ha sido desde luego la falta de la misma, ni tampoco la omisión de ninguno de los requisitos reglamentarios, la causa de la cogida del perjudicado por la vaquilla, sino única y exclusivamente su conducta, libre y voluntaria, no mediatizada ni influida por la creencia de que allí se contaba con permiso o autorización administrativa, la causante del daño”).

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lugar donde ocurrieron los hechos existían unas vallas que impedían a los moradores, que voluntariamente no se incorporaban al festejo, una total seguridad, por lo que, quien salvara dichas barreras, tenía que tener plena seguridad de que en ese momento había finalizado el festejo, y, en el supuesto que se enjuicia tal prevención no se tomó por el actor, puesto que si bien es cierto que era norma el que al retirar el toro embolado, ya no existía el peligro de otras vaquillas, no es menos cierto que el último día de fiestas era costumbre ampliar la suelta y por ello la señal de que terminaba dicha suelta era, y todo el pueblo lo sa- bía, el disparo del cohete que así lo anunciaba, y como el demandante hizo caso omiso de esta prevención, tampoco preguntó a nadie si había acabado la suelta, con lo cual se hubiera enterado de la situación en ese instante, y se encontraba un tanto influenciado por la ingestión de bebidas, que según los testigos iba atontado y con un vaso en la mano, notándosele un fuerte olor a bebida, por lo que al traspasar la barrera produjo un riesgo que, hasta entonces, no existía, por consiguiente, fue el propio actor el que originó la situación de riesgo, a consecuencia de la cual la vaquilla le cogió y le produjo las lesiones, por lo que no cabe incluir dentro del riesgo general del festejo, el provocado, únicamente, por el actor, y por ello no procede declarar indemnización alguna en su favor, ya que fue su imprudente conducta la causa eficiente de las lesiones que sufrió, lo que conlleva la desestimación de la demanda”.

También gráfica la STS 21-5-2008, cuando indicaba que “se deduce con facilidad la culpa exclusiva de la víctima (…) El perjudicado, pues, par- ticipó voluntariamente en una actividad claramente de riesgo, asumió éste y, por ende, sus consecuencias, e incluso lo incrementó, permane- ciendo en el ruedo con inobservancia de las instrucciones de los orga- nizadores, a quienes no puede atribuírseles la creación de un mayor riesgo que el aceptado por aquél, ni tampoco reprochárseles omisión de deber de diligencia alguno causalmente relevante en la producción del resultado lesivo, ante lo que se revela como un comportamiento voluntario del perjudicado que contribuye eficaz y decisivamente a la producción del daño, en la medida en que se ha colocado a sí mismo en

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posición de sufrir el riesgo propio de la actividad en la que participaba, y, en particular, el que representaba la presencia del toro manso en el ruedo, con las consecuencias lesivas derivadas de dicha situación”.

En cualquier caso, debe recordarse que esa asunción del riesgo no conlleva total impunidad para el convocante organizador, que en todo momento debe actuar con la diligencia descrita en el anterior aparta- do. En este sentido es muy sugerente la SAP Navarra 15-6-1995, en las partes siguientes: “Planteados así los términos del recurso, no cabe duda de que éste parte de un nuevo planteamiento de los hechos en cuanto que el actor reconoce su participación en el encierrillo, no como espec- tador, sino como corredor. No obstante, esta alteración del relato fáctico no supone propiamente la introducción de una cuestión nueva, ya que el actor ejercitó una acción de responsabilidad extracontractual, con invocación de la Ley 488 Fuero Nuevo y el art. 1902 CC, alegando no sólo la doctrina jurisprudencial sobre la responsabilidad por riesgo, sino también la culpa del Ayuntamiento por la defectuosa organización del festejo, por lo que cabría haber apreciado una concurrencia de cul- pas que no precisa ser invocado expresamente por las partes (SSTS 18 octubre 1982, 22 abril 1987 y 7 junio 1991). / La participación activa de la víctima en el encierrillo, que quedó plenamente probada en la instancia y ahora se reconoce implícitamente, no tiene otro efecto que el de excluir la aplicación de la teoría de la responsabilidad objetiva por riesgo, pues carece de sentido invocar tal riesgo por quien, conocedor del peligro que puede generar la bravura de las reses soltadas en un recinto acotado, lo asume libremente, interviniendo voluntariamente en el espectáculo. / No obstante, tal asunción voluntaria del riesgo no excluye la posibilidad de exigir responsabilidad al organizador del festejo cuando el mismo no adopte las medidas o cuidados precisos que impidan efectivamente la producción de resultados dañosos o lesivos de naturaleza extravagante o anormal o que afecten a terceros no partícipes activos. El recurrente afirma la responsabilidad por culpa del Ayuntamiento de Estella en cuanto éste infringió los arts. 88 y 91 del Reglamento Taurino de Navarra y permitió la colocación de obs- táculos en el itinerario del encierrillo, lo que provocó el retorno de las

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reses incrementando ostensiblemente el peligro de los corredores. / No especifica el apelante cuál de las distintas prescripciones contenidas en los artículos citados (relativas al número de cabestros, pastores, al cite indebido de las reses, a la presencia de corredores en malas condiciones físicas o psíquicas, etc.) vulneró el Ayuntamiento, mas en todo caso, a la vista de las declaraciones efectuadas por la víctima sobre la forma de producción del accidente: “cuando me fui a retirar no me di cuenta de que la vaca se acercaba peligrosamente y terminó por embestirme”, puede concluirse que las pretendidas y no demostradas infracciones en nada incidieron en la producción del evento dañoso. / En lo que concierne a la presencia de obstáculos en el trayecto del encierro, que ciertamente aparece recogida en las publicaciones que dieron cuenta del suceso, es evidente que tampoco contribuyeron en modo alguno a la causación del mismo, ya que de las propias declaraciones de la víctima recogidas en el rotativo, y de las del testigo que le asistió resulta que la vaquilla le alcanzó tan sólo uno o dos minutos después de comenzar el encierrillo, la primera vez que las reses pasaban por allí y antes de que éstas hubiesen llegado al lugar en que se hallaban los obstáculos. / No se aprecia ninguna incidencia o defecto de organización que, incrementando el riesgo ordinario que la participación en tal clase de espectáculos taurinos conlleva, provocase o contribuyera a provocar el accidente. Por contra, el Ayun- tamiento ha acreditado una cuidada y diligente organización del festejo. Este fue previamente autorizado (folio 189), se anunció correctamente en el correspondiente programa de fiestas, habiéndose difundido un Bando Municipal en el que se contenían ciertas advertencias y precauciones para los participantes en tales espectáculos (folios 75 a 86). La asistencia y evacuación del herido fue rápida (en el parte de urgencias consta como hora de llegada las 8.10 de la mañana) debido sin duda a la existencia de numerosos puestos sanitarios a lo largo del recorrido (folios 18 y 87). Por último, junto al equipo de ganaderos y pastores encargados de la conducción de las reses, el Ayuntamiento asigna numeroso personal a las tareas de limpieza y comprobación del recorrido, vigilancia del va- llado, etc. (folios 89 y 90). No se observa por tanto, negligencia alguna en el Ayuntamiento que justificase su responsabilidad”.

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En resumen, es fundamental en el análisis de la posible responsabilidad por daños valorar que el participante asume el riesgo de la actividad en la que participa, y si el organizador actúa diligentemente en su labor, no podrá cargar sobre él la responsabilidad de los perjuicios sufridos durante el evento.

Totalmente diferente será el caso en el que no estemos ante un par- ticipante en el evento, sino ante un espectador, esto es, un asistente pasivo, no interviniente en el festejo, pues en este caso no tiene por qué asumir el riesgo derivado de dicho evento114.. En este caso, si existe algún tipo de daño, habrá que atender a la posible responsabilidad del Ayuntamiento organizador115., y así lo han venido reconociendo las Sentencias de nuestros tribunales116..

El espectador, a diferencia del interviniente, no asume el riesgo que im- plica la actividad. En este sentido, la SAP Valencia 20-12-1994 indicaba que “Es evidente que todo asistente como espectador a un festejo de la índole del que aquí se trata u otros análogos, participa de alguna forma en el mismo y contribuye también, en cierta medida a su éxito y visto- sidad con manifestaciones de aliento, entusiasmo o crítica a lo que se está ofreciendo como espectáculo; pero no crea, ni asume el riesgo derivado del desarrollo del mismo; riesgo que ha de ser previsto -y evitado en la me- dida de lo posible- por los organizadores del festejo, adoptando todas las medidas de seguridad y vigilancia a ello conducentes. Es claro que una persona que acude el recinto donde se celebraba la “corrida” de vaquillas, y se sitúa tras una barrera de protección -que siempre han de

114. Sobre la diferenciación entre participante y espectador, vid. BLANQUER CRIADO, D.: “Liber- tad, responsabilidad y fiestas populares”, cit., pp. 118-124, GUILLÉN GALINDO, M. A.: “Orde- nación jurídica de los festejos taurinos tradicionales”, cit., pp. 338-342 y MEDINA ALCOZ, M.: “La asunción del riesgo…”, cit., pp. 213-225. Vid., a este respecto, la temprana STS 30-4-1984. 115. MOURE GONZÁLEZ, E.: “La responsabilidad de los Ayuntamientos…”, cit., p. 549. 116. Vid. por ejemplo, SAP Segovia 3-5-1995, SAP Navarra 15-6-1995, SAP Valladolid 11-10-1996 (en la que el que en principio era espectador pasa a ser interviniente), SAP Valencia 14-12-1998, SAP Castellón 16-12-1998, SAP Castellón 12-11-2001 o SAP Alicante 22-7-2002.

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ofrecer seguridad- no es un participante activo sino un espectador que puede “vibrar” con el espectáculo, lo que es normal, pero que no quiere arriesgarse; y si la medida de protección o barrera, falla, no cabe impu- tarle culpa alguna de esa deficiencia, en la que se encuentra la causa del accidente. No debe admitirse, pues la concurrencia de culpas”.

También la SAP Valladolid 28-1-1997 resulta de bastante interés en este sentido: “Por último, cabe añadir a lo hasta ahora manifestado y como apoyo al argumento desestimatorio de la demanda formulada, que de los escasos datos que obran en autos sobre el desarrollo de los acontecimien- tos que dan lugar al presente litigio cabe inferir que, contrariamente a lo que por el actor se indica, no se trata en su caso de un simple espectador pasivo que contempla el encierro y como consecuencia de un desgraciado accidente resulta cogido por un novillo, sino que de su confesión judicial, antes reseñada, se desprende que si bien en el momento inmediatamente anterior a la cogida puede ser que se encontrase el demandado enca- ramado a una valla o talanquera, su manifestación expresa de que se encontraba sentado en la valla y que al ser tocado por alguien en el brazo se cayó deslizándose por un tubo de sujeción, permite suponer sin excesivo esfuerzo que el demandante se encontraba participando activamente en el encierro y por dentro de su recorrido, alternando como es lógico, los momentos en que se encontrase a ras de suelo con aquellos otros más o menos com- prometidos en que por razón de las circunstancias los participantes tratan de asirse o protegerse subiéndose a las talanqueras y vallas establecidas al efecto. En consecuencia, tal y como esta misma Sala ha manifestado en diferentes resoluciones, de las que constituye ejemplo la S. 29 mayo 1993, se produce en esta situación una incidencia notable de la conducta de la propia víctima, que asume voluntaria e irreflexiblemente el riesgo de par- ticipación en un evento de por sí extremadamente peligroso, originando inexorablemente la ruptura del nexo causal entre la actuación presunta- mente negligente de la Corporación demandada y el evento dañoso”.

La SAP Valencia 8-6-1999 es interesante también a estos efectos, cuando indica que “de todo lo cual se desprende que la cogida a la actora, entre

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esa barrera provisional y la plaza portátil, fue en un tramo de recorrido en el que en ese momento no se celebraba ningún espectáculo taurino y en el que no era previsible la presencia de animal alguno. Siendo ello así, claro es que no puede apreciarse culpa exclusiva de la víctima, ya que ésta no era partícipe del festejo, sino mera espectadora, y, al igual que otros viandantes, transitaba por una zona en la que no tenía que haber riesgo alguno de embestida, de haberse colocado correctamente la provisional valla delimitadora del recinto a la altura de la C/ Arrabal, barrera esta que en absoluto puede entenderse que tuviera la conside- ración de móvil en el sentido que le da la asociación demandada, de mero instrumento de protección y de diversión de los participantes en el festejo que podían moverla a su antojo, ya que ello no era así, como se infiere del conjunto probatorio”.

Gráfica resulta, a sensu contrario, la SAP Álava 26-7-1999, cuando afirma que “en este concreto caso la víctima no participaba volunta- riamente en el espectáculo asumiendo en consecuencia dicho riesgo, sino que ajena al mismo se vio involucrada en su dinámica por una causa no imputable a aquélla cual fue la variación de la normal tra- yectoria por la que la atracción discurría y la ausencia de medidas de seguridad en la forma explicitada, encontrándonos ante una respon- sabilidad que aun en su concepción más objetiva habría requerido que los codemandados hubieran logrado demostrar que agotaron hasta el máximo las medidas de precaución y prudencia necesarias para precaver y evitar la causación de daños, lo que es evidente que no ha sido así”.

En conclusión, es evidente que al mero espectador al evento no pue- de exigírsele asunción alguna de riesgo por el desarrollo del mismo, y sólo debe asumir aquellos daños sufridos que se hayan producido como consecuencia de su propia actuación o por su propia culpa. En todo caso, nuevamente es fundamental la actuación diligente del orga- nizador de cara a determinar si existe alguna responsabilidad por su parte en la producción del daño.

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3.3 Concurrencia de culpas

El tercer paso lógico que parece oportuno dar, una vez determinado que el convocante del festejo debe ser diligente y que los participantes aceptan el riesgo del que puede derivarse un posible daño, es el tra- tamiento del caso en el que pueda existir una concurrencia de culpas, y de ahí se derive que deba compensarse la responsabilidad a la hora de tasar la oportuna reparación. El convocante es responsable, por negligente, pero el interviniente tampoco fue diligente y, como con- secuencia de todo, se produjo finalmente el daño. En estos casos es perfectamente válida la concurrencia de culpas entre el organizador y el dañado117., conforme a la teoría general de la misma aplicable a cualquier otro tipo de casos. Así lo admiten claramente, por ejemplo, las SSTS 17-5-1994, 3-2-1995 ó 31-12-1996, la SAP Cuenca 13-7-2002 o la SAP Badajoz 2-4-2003118..

La SAP Guadalajara 24-2-1996, por ejemplo, indica que “De ahí que sea aplicable al supuesto que nos ocupa, al menos en parte, la doctrina jurisprudencial recogida ya por la Sentencia del Tribunal Supremo de 27 mayo 1987, según la cual “si bien es cierto que el Ayuntamiento crea un riesgo, no es justo que la comunidad o los individuos que lo inte- gran soporten los riesgos específicos no controlables, pero no es menos exacto que tal responsabilidad objetiva por riesgo tiene como límite la culpa exclusiva de la víctima (...) actuando la asunción voluntaria del riesgo como límite de aquélla”. Se producirá pues la exoneración de la Administración cuando se acredite otra con causa proviniente de un particular que interfiere significativamente la relación causa-efecto, lo que es aplicable al presente supuesto, si bien, no excluyendo en su totalidad la negligencia del Ayuntamiento, apreciándose una compen-

117. Puede también existir la responsabilidad de un tercero, si así se produce, y si se daña a un inter- viniente, ambos (convocante y tercero), deben reparar el daño causado. 118. Sobre el tema, vid. BLANQUER CRIADO, D.: “Libertad, responsabilidad y fiestas populares”, cit., pp. 147-166 y MEDINA ALCOZ, M.: “La asunción del riesgo…”, cit., pp. 193-195.

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sación de culpas, al no haber extremado el celo esta entidad en cuanto a la custodia de estos elementos de transporte, máxime cuando no era la primera vez que se utilizaba para presenciar el encierro”. La SAP Castellón 16-12-1998, por su parte, señalaba que “hay que reconocer que la decisión del propio lesionado de sentarse en tan inapropiado lugar, coadyuvó al resultado fatal, pues de haber sopesado las cosas con la prudencia necesaria, se hubiera percatado del riesgo existente, luego como corresponsable del evento dañoso que es, su derecho al resarcimiento debe sufrir una moderación en un porcentaje que la Sala estima del 50%”.

También la SAP Castellón 27-3-1999 aprecia una concurrencia de cul- pas, expresándolo de este modo: “Pues bien, partiendo de lo anterior y en el estricto plano de las responsabilidades derivadas de la forma de acontecer la lesión, bien puede indicarse que existió, por un lado, una falta de previsión por parte del Ayuntamiento de Oropesa para pro- ceder al encierro final del toro, y permitiendo a su vez un espontáneo método improvisado por los participantes o asistentes, así como, por otro lado, una arriesgada presencia del hoy actor en el recinto por el que transcurría la res brava con la cuerda que le había sido colocada que constituía un factor adicional de riesgo, que se añadía al ordinario de las embestidas que pudiera causar el animal. / La anterior conclu- sión que viene a significar la percepción de una concurrencia de culpas, por parte del Ayuntamiento organizador y por el propio participante, que ha de tener diferente valoración en función de las diferentes pólizas de seguro concertadas, como a continuación se verá”.

Por lo tanto, como en cualquier otro caso en que se aprecie la existen- cia de responsabilidad, también aquí puede existir una concurrencia de culpas y, en tal caso, ello debe reflejarse a la hora de fijar la opor- tuna reparación, pues la responsabilidad debe ser asumida de modo compartido.

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3.4 Posible aplicación del artículo 1905 CC a nuestro supuesto de hecho

Una última cuestión que parece oportuno tratar es la posible aplica- ción o no a nuestro caso del artículo 1905 CC. Generalmente nues- tros tribunales remiten al genérico artículo 1902 CC o al régimen de responsabilidad patrimonial de la Administración, sin incidir en la posible aplicación de este artículo. En concreto, el artículo 1905 CC establece que “El poseedor de un animal, o el que se sirve de él, es res- ponsable de los perjuicios que causare, aunque se le escape o extravíe. Sólo cesará esta responsabilidad en el caso de que el daño proviniera de fuerza mayor o de culpa del que lo hubiese sufrido”. ¿Resultaría aplicable a nuestro caso? El TS parece tener claro que no: “por mucha buena voluntad que ponga esta Sala en buscar en qué ha podido ser infringido el artículo 1905 CC, no lo ha podido encontrar”, establece literalmente la STS 15-11-2001. En idéntico sentido se expresaron las SSAP Castellón (Sección 1) 6-3-2002119., en su Fundamento de Derecho Tercero y AP Navarra 21-9-1994120., en su Fundamento de Derecho Segundo.

“No es el animal quien aisladamente causa el daño, sino su actuación predeterminada por una serie organizada de actos que son contro- lados por una persona o institución”, según ha apuntado MOURE GONZÁLEZ121., y también otros autores se han detenido a estudiar la cuestión122.. Nuestros tribunales, por su parte, tienen claro que el artículo 1905 CC no es aplicable a este supuesto que estudiamos

119. AC/2003/1766. 120. AC/1994/1394. 121. MOURE GONZÁLEZ, E.: “La responsabilidad de los Ayuntamientos…”, cit., p. 547. 122. Vid. MEDINA ALCOZ, M.: “La asunción del riesgo…”, cit., pp. 163-170. Profunda reflexión sobre el artículo 1905 CC en GALLEGO DOMÍNGUEZ, I.: “Responsabilidad civil extracontrac- tual… ”, cit., pp. 25-152.

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Da la sensación de que es acertado el citado comentario de MOURE, y de que la organización de estos festejos queda fuera del ámbito de operatividad del artículo 1905 CC. Por tanto, parece más correcto mantener esta responsabilidad dentro de los márgenes más amplios del artículo 1902 CC, como vienen haciendo nuestros tribunales123..

123. En este sentido, MOURE GONZÁLEZ, E.: “La responsabilidad de los Ayuntamientos…”, cit., p. 547 y MEDINA ALCOZ, M.: “La asunción del riesgo…”, cit., p. 163.

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4. Bi b l i o g r a f í a b á s i c a

- BLANQUER CRIADO, D.: “Libertad, responsabilidad y fiestas populares”, en BLANQUER CRIADO, D. y GUILLÉN GALINDO, M. A.: “Las fiestas populares y el Derecho”, Ed. Tirant lo Blanch, Valencia, 2001, pp. 15-249.

- DÍEZ BALLESTEROS, J. A.: “La asunción del riesgo por la víctima en la responsabilidad civil extracontractual (Un estudio jurispru- dencial)”, Actualidad Civil, 2000-4, pp. 1343-1382.

- DÍEZ-PICAZO, L.: “Derecho de daños”, Ed. Civitas, Madrid, 1999 (reimpresión, 2000).

- GALLEGO DOMÍNGUEZ, I.: “Responsabilidad civil extracon- tractual por daños causados por animales”, Ed. Bosch, Barcelona, 1997.

- GUILLÉN GALINDO, M. A.: “Ordenación jurídica de los festejos taurinos tradicionales”, en BLANQUER CRIADO, D. y GUILLÉN GALINDO, M. A.: “Las fiestas populares y el Derecho”, Ed. Tirant lo Blanch, Valencia, 2001, pp. 251-360.

- MEDINA ALCOZ, M.: “La asunción del riesgo por parte de la víc- tima. Riesgos taurinos y deportivos”, Ed. Dykinson, Madrid, 2004.

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- MOURE GONZÁLEZ, E.: “La responsabilidad de los Ayunta- mientos por la organización de festejos taurinos. A propósito de dos Sentencias contradictorias”, Revista de Responsabilidad Civil, Circulación y Seguro, noviembre 1999, pp. 544-551.

- ORTÍ VALLEJO, A.: “La responsabilidad civil en la práctica de actividades de ocio peligrosas”, en REGLERO CAMPOS (coord.): “Tratado de Responsabilidad Civil”, Thomson-Aranzadi, Navarra, 2006, pp. 1629-1664.

- VERA FERNÁNDEZ-SANZ, A.: “Festejos taurinos, asistencia médico-quir úrgica y prácticas restrictivas de la competencia (Reso- lución del Tribunal de Defensa de la Competencia de 11 de julio de 1994)”, REDA, núm. 85, enero/marzo 1995, pp. 133-136.

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