Izquierdas

26 | Enero 2016 Varia

Edición electrónica URL: http://journals.openedition.org/izquierdas/565 ISSN: 0718-5049

Editor USACH - Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de de

Referencia electrónica Izquierdas, 26 | Enero 2016 [En línea], Publicado el 01 enero 2016, consultado el 09 marzo 2020. URL : http://journals.openedition.org/izquierdas/565

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ÍNDICE

Artículos

El gobierno peronista frente al exilio chileno. La experiencia de la red nacional de asistencia a los refugiados (1973-1976) María Cecilia Azconegui

El concepto de pseudoindustrialización de Milcíades Peña en “La evolución industrial ” (Revista Fichas, Abril 1964) José Facundo Manzanelli

Vicente Lombardo Toledano y su cruzada obrera continental: entre colaboraciones y conflictos, 1927-1938 Patricio Herrera González

La autodefensa de masas y las Milicias Rodriguistas Aprendizajes, experiencias y consolidación del trabajo militar de masas del Partido Comunista de Chile, 1982-1987 Jaime Reyes Soriano

Prisión política y destierro en la Argentina dictatorial Materiales y preguntas para la construcción de nuevos objetos de estudio Silvina Jensen y María Lorena Montero

Conflicto mapuche-campesino en la Araucanía Un análisis a partir de la estructura de oportunidades políticas (EOP). 1967-1973 Mathias Órdenes Delgado

Complejidades conceptuales sobre el colonialismo y lo postcolonial Aproximaciones desde el caso del Pueblo Mapuche José Luis Cabrera Llancaqueo

Lucha de clases, formas de organización y estrategia política del sindicalismo revolucionario en la industria de la madera y el mueble, Buenos Aires, 1915-1920 Walter L. Koppmann

El Partido Socialista de Chile y la presente cultura de facciones Un enfoque histórico generacional (1973 – 2015) Víctor Muñoz Tamayo

Los centros de detención y/o tortura en Chile Su desaparición como destino José Santos Herceg

Reseña

Manuel Andrés Lagos Mieres, Paseos Campestres, Veladas y Teatro Santiago, Editorial Indómita, 2015, 211 págs Mauricio A. Tapia Segovia

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Artículos

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El gobierno peronista frente al exilio chileno. La experiencia de la red nacional de asistencia a los refugiados (1973-1976) The Peronist government in the face of the Chilean exile. The experience of the national network of assistance to refugees (1973-1976)

María Cecilia Azconegui

NOTA DEL EDITOR

Recibido: 25 julio 2015 – Aprobado: 07 octubre 2015

Introducción

1 El derrocamiento del gobierno constitucional de Salvador Allende por el golpe de estado encabezado por el general el 11 de septiembre de 1973 y la posterior instauración de una dictadura militar en Chile dieron comienzo al exilio de cientos de miles de personas. A diferencia de la tortura y las desapariciones que fueron constantemente negadas por el régimen militar, la política de exilio adquirió gran relevancia y franqueza dentro de la política represiva alcanzando formalidad jurídica al incluirse en la Constitución de 1980 la facultad del ejecutivo de expulsar y prohibir el ingreso de personas al país. A las modalidades ‘legales’ de expulsión y prohibición implementadas por el régimen militar que incluyeron el desplazamiento forzado, el extrañamiento y la expatriación1, es necesario agregar la existencia de otros caminos hacia el exilio, como el recorrido por aquellas personas que ante el temor fundado de ser una víctima más de la represión militar organizaron su salida del país ya sea a través del

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asilo en las embajadas extranjeras radicadas en Santiago o por medios particulares. La extensión y permeabilidad de la frontera trasandina convirtieron a la Argentina en una de las mejores opciones sobre todo para quienes carecían de protección y de contactos partidarios para organizar la partida; para 1980 residían en Argentina 207.176 exiliados que representaban el 50,78 % del exilio total2.

2 Al igual que otros casos de migración política, las experiencias del exilio chileno en Argentina fueron múltiples y diversas. El exilio como problemática de la historia reciente ha ganado importantes espacios en la historiografía argentina convirtiéndose en un campo en construcción. Sin embargo, el énfasis historiográfico sobre las políticas represivas características del período por un lado, y la coordinación represiva entre las dictaduras del Cono Sur que dificultó la estrategia de exiliarse en los países limítrofes por el otro, han obturado la posibilidad de pensar a la Argentina como un país receptor además de expulsor. En consecuencia, poco se ha investigado la problemática de la argentina como país de acogida para el exilio conosureño en general y el chileno en particular. La excepción la constituyen los trabajos de Gatica sobre los chilenos en Chubut, de Paredes para el caso de Mendoza, y de Azconegui sobre los refugiados chilenos durante la última dictadura militar Argentina3. Si bien los dos últimos trabajos analizan el rol de las iglesias cristianas en la ayuda humanitaria a los chilenos, el primero sólo contempla el caso mendocino y el segundo no examina en profundidad la coyuntura política del tercer gobierno peronista ni las particularidades de la triada compuesta por el ACNUR, las organizaciones cristianas y el Estado. Por otro lado, la experiencia de la red nacional de asistencia a los refugiados entre 1973 y 1976, tampoco ha sido contemplada en los estudios sobre las relaciones internacionales entre Argentina y Chile durante el período4. Tanto la compilación de Cisneros y Escudé como el artículo de Corigliano han reparado en acontecimientos y decisiones políticas más conocidas con respecto a este tema, como el asesinato del general Carlos Prats en Buenos Aires, la detención de 112 chilenos en el Hotel Internacional de Ezeiza, la situación crítica de las personas asiladas en la embajada argentina en Santiago, los encuentros entre Perón y Pinochet, y el pacto entre las fuerzas de seguridad e inteligencia de ambos países para actuar en forma coordinada y frenar la subversión a ambos lados de la cordillera. No obstante, es preciso señalar que el avance de la política represiva que estos estudios señalan y, que también ha sido resaltado por los trabajos sobre la dinámica política del período5, coexistió con el caso aquí analizado siendo necesario explicitar no sólo la existencia de tensiones en el seno del gobierno peronista sino también el escaso margen de acción con el que contaron los actores que formaron parte de esta red nacional de asistencia a los refugiados creada en abril de 1974. Finalmente, esta temática tampoco ha sido investigada por los estudios sobre las relaciones entre la Iglesia Católica, el catolicismo y el Estado en los años setenta que se han centrado principalmente en temas como el impacto de la renovación conciliar y la formación de movimientos católicos renovadores así como en la estrecha relación entre la jerarquía católica con el poder tanto civil como militar6. Con todo, esta experiencia que incluye tanto la colaboración con otras iglesias cristianas en la asistencia a refugiados chilenos como la vinculación entre agencias de menor rango dentro de la Iglesia Católica, como la Comisión Católica Argentina de Inmigración, con sectores marginales del gobierno puede contribuir a complejizar la mirada sobre la relación entre la Iglesia Católica, la sociedad y el Estado en el período.

3 Este artículo reconstruye y analiza cómo se organizó la asistencia a los refugiados chilenos7 durante el gobierno peronista (1973-1976), establece el rol jugado por los

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distintos actores involucrados –las agencias cristianas, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) y el Estado - y explica las características que adquirió su interrelación8. Si bien esta tarea humanitaria continuó bajo la dictadura militar argentina9, la selección del período 1973-1976 radica en que el mismo representa una coyuntura clave tanto para el exilio chileno – por ser la etapa en donde se acumularon el grueso de las salidas al exterior y en concreto hacia la Argentina - como para la dinámica política del país receptor; aunque el gobierno peronista fue breve, el mismo tuvo una intensidad política considerable que condicionó la labor de la red nacional de asistencia a los refugiados aquí analizada. Este trabajo se realizó a partir del análisis de fuentes orales y de la documentación hallada en los archivos de las agencias cristianas involucradas: Comisión Católica Argentina de Inmigración y la Comisión Argentina para los Refugiados.

La CCAS y la organización de una red nacional de asistencia a los refugiados chilenos

4 El golpe militar del 11 de septiembre de 1973 tuvo amplias repercusiones en el complejo escenario político argentino. En lo inmediato, las declaraciones y acciones del gobierno de Lastiri - quien ejercía sus últimos días al frente del ejecutivo ante la inminente asunción de Perón, - se diferenciaron de las expresiones y actitudes de la mayoría de la sociedad10. El posicionamiento un tanto ambiguo del presidente en funciones, - que decretó un duelo nacional de tres días, pero al mismo tiempo reconoció al régimen militar trasandino y no rompió las relaciones diplomáticas, contrastó con las declaraciones de franco repudio y solidaridad con el pueblo chileno de las cámaras del Congreso argentino. Más aún, la política de desprotección hacia los exiliados chilenos en la embajada argentina en Santiago y el encarcelamiento de los que llegaban a Ezeiza fueron fuertemente cuestionados desde varios sectores sociales y políticos11.

5 En principio, el presidente Juan D. Perón dio una respuesta más elaborada frente a la masiva llegada de personas. Su estrategia consistió en establecer políticas diferenciadas para los chilenos y los refugiados latinoamericanos que llegaban al país luego de haber sido expulsados de Chile12. Para estos últimos, la Argentina reafirmó el carácter limitado de su adhesión a la Convención y al Protocolo en materia de Refugiados, recibiéndolos sólo de manera transitoria y realizando las actuaciones necesarias - como la emisión de “documentos de viaje” - para que los mismos fueran reasentados en terceros países13. En contraste, los perseguidos chilenos recibieron un tratamiento preferencial. Mientras que un ínfimo número de personas recibió el asilo político, otros pudieron permanecer en el país a través de dos mecanismos implementados de manera paralela: la amnistía de 1974, y la creación de la Comisión Coordinadora de Acción Social (CCAS) para asistir a los refugiados.

6 La amnistía de 1974, concebida como un instrumento básico para el inicio de la ejecución de las políticas migratorias del gobierno, alcanzó no sólo a los migrantes limítrofes que hacía años que vivían ilegalmente en la Argentina sino también a los recién llegados, es decir, a los perseguidos políticos. De hecho, las amplias facilidades otorgadas en materia de documentación permitieron la radicación de personas que excedían el límite temporal originalmente impuesto como requisito; disposición que generó el rechazo de quienes consideraban al decreto como un instrumento para que los “guerrilleros subversivos” de

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los países limítrofes pudiesen entrar y legalizar su situación en el país14. Las crecientes resistencias por la presencia de contingentes de exiliados que habían conformado en la Argentina una “retaguardia revolucionaria”, -incluso al interior del gobierno peronista-, y la progresiva conflictividad sociopolítica local, condicionaron el diseño de las políticas hacia los exiliados así como también las actuaciones de quienes las llevaban adelante15. La preocupación por la seguridad de los chilenos llevó a los agentes migratorios a hacer una doble recomendación a los recién llegados: primero, que optaran por radicarse como migrantes en lugar de acceder al status de refugiados; y, segundo, que si decidían obtener la protección del ACNUR que buscaran un tercer país ya que como la Argentina no los reconocería como tales su situación sería de extrema vulnerabilidad.

7 Más allá de estas recomendaciones, el gobierno también impulsó la creación de la CCAS y la articulación de la red nacional de asistencia a los refugiados. Al igual que la mayoría de los países latinoamericanos, la Argentina no estaba preparada para recibir a los exiliados. Carecía no sólo de la infraestructura adecuada para estas situaciones sino también de los procedimientos necesarios para estudiar y resolver los casos de refugiados que se presentaban16. Es por ello que desde un sector del gobierno peronista – la Dirección Nacional de Migraciones (DNM) – se decidió recurrir al ACNUR y a las entidades cristianas que venían desarrollando esta tarea desde septiembre/octubre de 1973 – principalmente la Comisión Católica Argentina de Inmigración (CCAI) y la Comisión Argentina para los Refugiados (CAREF)17. De este modo, a partir del pedido del gobierno argentino se concretó la creación de la CCAS como la entidad coordinadora de la “asistencia a los asilados y refugiados en sentido integral” con amplias facultades para orientarlos en el asesoramiento legislativo que normaba los problemas migratorios18. Esta amplitud en su mandato hizo posible que sus integrantes no sólo se abocaran a los refugiados sino que también pudieran trabajar en la implementación de la ya mencionada amnistía; un factor que resultó central para contrapesar los obstáculos burocrático-administrativos y las resistencias generadas por el personal de migraciones adoctrinado en una ideología restrictiva y de seguridad19. Fueron meses de intenso trabajo. Entre 1973 y 1975 fueron reconocidos por el ACNUR un total de 11.299 refugiados y por medio de la amnistía de 1974 se radicaron 147.383 extranjeros limítrofes20.

8 En lo que respecta a su tarea específica con los refugiados, la CCAS estaba involucrada tanto en el proceso de elegibilidad como en la asistencia concreta de las personas. Por un lado, se constituyó en la única entidad capaz de tomar declaración jurada a los exiliados que deseaban la protección del ACNUR, realizar la evaluación de las mismas (es decir, determinar la veracidad del relato y si la persona merecía o necesitaba la protección solicitada) y las recomendaciones pertinentes al ACNUR quien posteriormente otorgaba la elegibilidad; esto es, el status de refugiado. Por el otro, la CCAS se encargaba de la asistencia integral del refugiado y su familia; proveía alojamiento, comida, asistencia en salud física y mental, educación, recreación, y ayuda financiera para proyectos laborales. La política argentina y los requisitos de los programas del ACNUR delinearon en principio dos opciones para los recién llegados: el asentamiento en la Argentina o el reasentamiento en un tercer país. En cualquiera de los casos la asistencia que las agencias proveían era concebida como temporal ya que se espera que aquellos que optaran por la Argentina prontamente pudieran independizarse del programa y que quienes prefirieran salir del país fueran rápidamente relocalizados. Sin embargo, como se verá en este artículo, el escenario fue más complejo de lo esperado. Como las demandas de los refugiados eran múltiples en este período se estableció una división de tareas entre las

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organizaciones de manera tal de potenciar sus trayectorias y recursos. Las funciones más críticas y demandantes recayeron en la CCAI que se ocupó de la documentación para la radicación en la Argentina y en CAREF que se dedicó a las ayudas de emergencia y de alojamiento, CIME por su parte se encargó de la organización de las salidas de los refugiados y la llegada de sus familiares, la fundación Tolstoy de la asistencia médica y psiquiátrica, Servicio Social Internacional de las repatriaciones y trámites especiales con los menores de edad, y Caritas de la provisión de ropa.

9 Asimismo, el funcionamiento de la CCAS estaba delimitado geográficamente. El carácter transitorio de la estadía de los refugiados favorecidos con el reasentamiento determinó su alojamiento en hoteles y refugios principalmente en las ciudades de Buenos Aires y Mendoza. En lo que respecta al asentamiento en Argentina, las disposiciones vigentes en ese momento establecieron ciertas limitaciones en las áreas de residencia: debían radicarse a 200 km de la frontera de su país de origen y no podían hacerlo en Buenos Aires (por la desproporcionada dimensión de la ciudad) o en Córdoba (por su permanente convulsión política) ni en sus zonas de influencia. En consecuencia, se conformaron varias comisiones en el interior que se organizaron, según el caso, con instituciones de las iglesias protestantes y católicas, o por representantes de instituciones como Caritas o la Cruz Roja en cuyas oficinas funcionaban. De acuerdo a su ubicación y a las pautas gubernamentales las subcomisiones se clasificaron según sus funciones en: 1) “ receptoras”, los casos de Mendoza y Bariloche que por su ubicación limítrofe sólo debían recibir a los exiliados, tomarles la declaración de elegibilidad y una vez aprobado su ‘status’ de refugiados enviarlos a las subcomisiones del interior del país; 2) “de asentamiento” como lo fueron las de Bahía Blanca, Rosario, Santa Fe y Posadas hacia donde se enviaban a los refugiados y 3) “mixtas” como las de Neuquén y Salta que por estar ubicadas fuera del límite de los 200km pero cerca de la frontera podían cumplir ambas funciones. De esta manera, se conformó una red nacional de asistencia a los refugiados chilenos que enmarcada en los programas de ACNUR de Asentamiento y Reasentamiento trataba de satisfacer las múltiples demandas de los refugiados en los márgenes de acción delineados por el gobierno argentino.

10 Como se desprende de lo analizado, la CCAS y sus organizaciones cumplieron un rol central en la asistencia a los refugiados. No obstante, una vez hubo comenzado la implementación del programa se evidenció que su función de entidad eminentemente ejecutora tenía un limitado poder de acción. Su continuo contacto con los refugiados posicionaba a la CCAS en el lugar ideal para evaluar los programas y relevar las necesidades insatisfechas no sólo de las personas que se beneficiaban con su asistencia sino también de aquellos que por diversas razones no resultaban favorecidos. Si embargo, como se analiza a continuación, su labor estaba doblemente condicionada. Por un lado, dependía de los criterios delineados por el ACNUR para establecer no sólo quién podía ser categorizado como refugiado y acceder de esta manera a los beneficios de los distintos programas sino también las características de los proyectos que se debían implementar en Argentina. Por el otro, estaba subordinada a las cambiantes políticas del gobierno argentino en materia de refugiados y a la buena voluntad del personal de migraciones y de las fuerzas de seguridad con quienes lidiaban a diario.

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El ACNUR y el régimen internacional de los refugiados

11 El régimen internacional de los refugiados está definido por dos grandes dimensiones: la contractual, expresada en la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados de 1951 y el Protocolo de 1967, en donde se establecen las definiciones, los estándares mínimos y los mecanismos de aplicación para todas las personas regidas por sus disposiciones; y la institucional, expresada a través de la ley que autoriza el funcionamiento del ACNUR y las posteriores expansiones de sus prerrogativas ya sea por necesidad o sanción de la Asamblea General de las Naciones Unidas21.

12 A partir de la dimensión contractual el ACNUR establece relación con los distintos estados que han reconocido los instrumentos legales que protegen a los refugiados y realiza las negociaciones necesarias para obtener oportunidades adecuadas de asentamiento o reasentamiento dependiendo cuál sea la situación. En el caso de la Argentina la aprobación de la Convención en 1961 y del Protocolo en 1967 sentaron las bases formales de un vínculo que se hizo efectivo con la llegada de numerosos refugiados después de la segunda guerra mundial. La recepción e integración de estos refugiados en el país enmascaró en alguna medida la adhesión limitada que la Argentina había hecho de la Convención optando por la versión que estipulaba que la misma se refería a los “sucesos ocurridos antes del 1 de enero de 1951, en Europa” y que no fuera modificada con la ampliación temporal del Protocolo. Esta adhesión restringida de la convención resultó crucial en la década del setenta cuando la procedencia de los refugiados dejó de ser Europa y fue reemplazada por los países del Cono Sur. A pesar de las diligencias realizadas por el ACNUR para que se adoptaran disposiciones legales adecuadas a favor de los refugiados y se observara una política liberal de asilo tratando de facilitar su radicación y naturalización, sólo se obtuvieron beneficios para los chilenos y por un corto período de tiempo como se mencionó anteriormente. Dado que el gobierno peronista no levantó la reserva geográfica, los refugiados latinoamericanos no fueron reconocidos como tales y el gobierno no tuvo que responder económicamente por ellos; responsabilidad que recayó enteramente en el ACNUR.

13 De acuerdo a su dimensión institucional el ACNUR es responsable entre otras cosas de proveer de protección legal internacional y ayuda material a los refugiados que se encuentran bajo su jurisdicción. Una vez obtenido el status los refugiados podían acceder no sólo a la ayuda de emergencia sino también a los programas ofrecidos para quienes se encontraban en un país de primer asilo: por orden de preferencia estos eran la repatriación voluntaria, el asentamiento local y el reasentamiento en un tercer país22. Esto no significaba que el refugiado o el ACNUR tuvieran la posibilidad de hacer una elección entre estas tres posibilidades. En efecto, a parte de la repatriación voluntaria que quedaba a la decisión del propio interesado, la viabilidad de las otras dos opciones fue cambiando de acuerdo a las políticas del gobierno argentino.

14 El desempeño de estas tareas durante los años setenta en la Argentina se organizó en base a una división de trabajo con las organizaciones ubicadas en el país. Mientras que el ACNUR actuó como el órgano planificador, organizador y orientador, las organizaciones, en este caso la CCAS y sus integrantes, fueron las instancias ejecutoras. Sin embargo, esta diferenciación de responsabilidades no estuvo exenta de conflictos y tensiones al momento de ser implementadas.

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15 Las quejas más comunes de parte de los integrantes de las organizaciones estaban relacionadas con la denuncia de la existencia de una relación unidireccional en la que el ACNUR imponía los criterios y las organizaciones se limitaban a cumplirlos, y la demanda de una interrelación permanente, fluida y coherente entre el ACNUR y la CCAS23. De manera más específica, las críticas se centraban en los problemas que traían aparejados los frecuentes cambios de autoridades y el carácter burocrático del personal del ACNUR, y en los criterios utilizados para establecer el status de refugiado y la asignación de los programas.

16 Uno de los ejemplos más claros de los efectos concretos de estas dificultades de coordinación puede verse con el tema de la elegibilidad. De acuerdo a la definición de la Convención el término refugiado se aplica a toda persona que debido a fundados temores de ser perseguida por motivos de raza, religión, nacionalidad, pertenencia a determinado grupo social u opiniones políticas, se encuentre fuera del país de su nacionalidad y no pueda o, a causa de dichos temores, no quiera acogerse a la protección de tal país…24

17 La frase “temor fundado de ser perseguido” es la parte clave de la definición. El hecho de que la definición incluya tanto un elemento subjetivo, el temor, como uno objetivo, el requisito de que sea fundado, hace necesario evaluar el grado de credibilidad del relato y la pertinencia de la petición a la luz de la situación del país del que proviene el peticionante y del nivel de peligro que razonablemente pueda afectar al que reclama la protección25. No obstante, la complejidad de la tarea no termina allí ya que también es necesario considerar la subjetividad de la persona encargada de declarar la elegibilidad. Este punto resulta crucial si la persona asignada es nueva en su puesto de trabajo y desconoce las particularidades de la realidad social, política y económica del país y de la región. Este fue el caso de la nueva política de elegibilidad implementada a mediados de 1975 que circunscribió las posibilidades de los nuevos peticionantes e hizo recaer en ellos la carga de demostrar fehacientemente un fundado temor de persecución y explicar porqué habían decidido partir tardíamente26. Esta política diseñada desde las oficinas del ACNUR en base a los apremios económicos del programa y la creencia de que los nuevos peticionantes eran recién llegados con necesidades económicas más que con un fundado temor, desconocía la realidad de muchos chilenos que habiendo entrado al país a comienzos del régimen de Pinochet habían optado por mimetizarse con la sociedad de acogida - sobre todo en provincias como Neuquén en donde la histórica migración chilena les permitía pasar desapercibidos – y recién a mediados de 1975 decidían acercarse al ACNUR al sentir temor por los cambios sociales y políticos que se sucedían en Argentina. Es decir, al no partir de un buen diagnóstico de la realidad concreta de la situación de los chilenos en el país, la nueva política no contemplaba la diversidad de casos existentes y excluía a muchos perseguidos políticos de la posibilidad de acogerse al sistema de protección27.

18 La falta de conocimiento del campo y de comunicación con las organizaciones de la CCAS también impactó negativamente en la asignación de ayudas para el programa de repatriación voluntaria. La necesidad de dinero y la ausencia de opciones cuando se acabó la posibilidad de asentamiento en Argentina por un lado, y la desesperación de la vida en los refugios y la eterna espera por los posibles reasentamientos por el otro, influyeron para que algunos refugiados decidieran volver a Chile aunque no hubieran cambiando las condiciones que motivaron su salida28. Dado que para el ACNUR el objetivo final de la protección internacional es ayudar a los refugiados a dejar de serlo esta opción es

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considera la principal solución y por lo tanto no se escatiman esfuerzos en este sentido. No obstante, algunas de estas decisiones se tomaron sin analizar lo suficiente las reales situaciones de los peticionantes o las condiciones del país de origen y con el tiempo cuando estas personas tuvieron que huir por segunda vez ya no pudieron acceder a la protección del ACNUR.

19 Finalmente, el ACNUR tiene a su cargo la tarea de obtener la financiación de los programas. El dinero obtenido proviene básicamente de dos fuentes: la partida presupuestaria aprobada por las Naciones Unidas y las donaciones de los distintos países, siendo esta última la más importante. La necesidad de contar con la buena voluntad de los gobiernos para financiar los programas de cada año es una de las vulnerabilidades del sistema. Más allá de las diligencias que pueda realizar el personal del ACNUR, su influencia sobre los gobiernos es de carácter moral residiendo en ellos la decisión de apoyar determinados programas. La voluntad política de los distintos gobiernos también interviene de otra manera. Si bien el sistema internacional de protección de refugiados se fundamenta sobre una base puramente social, humanitaria y no política, en la práctica la aprobación de los objetivos anuales de los programas recae en los países miembros del Comité Ejecutivo y por ende en las agendas políticas de sus respectivos gobiernos. Más allá del dinero disponible ellos determinan las prioridades teniendo en cuenta entre otras cosas la situación tanto en el país de origen de los refugiados como en los lugares de acogida. Por ejemplo hacia 1979 se privilegiará la asistencia a los laosianos residentes en la Argentina en detrimento de los proyectos de ayuda a los chilenos. En definitiva se generaba una suerte de competencia en donde los refugiados chilenos residentes en Argentina disputaban por los fondos recaudados no sólo con los refugiados latinoamericanos, asiáticos y africanos residentes en distintos países del mundo sino también con otros refugiados residentes en la Argentina provocando una situación que era muy difícil de explicar por parte de las organizaciones en continuo contacto con los refugiados e inverosímil ante los ojos de estos últimos.

El impacto de los cambios en la política del gobierno argentino

20 Como se mencionó más arriba, las decisiones gubernamentales en materia de refugiados estuvieron determinadas por la dinámica política interna. El trabajo humanitaria de la CCAS y la política de acogida fueron acompañadas de manifestaciones de solidaridad con el pueblo chileno que en algunos casos se tradujo en la conformación de organizaciones como COMACHI (Coordinación de Movimientos de Ayuda a Chile) que colaboraron – principalmente en los años de mayor intensidad entre 1973 y 1975 - tanto en la contención de los primeros contingentes de exiliados como en la denuncia de las violaciones cometidas por el régimen pinochetista. Pero, para el gobierno peronista la cuestión chilena tenía varias aristas y por tanto su abordaje fue complejo. Dado que el nuevo escenario subregional afectaba la situación geopolítica argentina, desde algunos sectores se impulsaba un acercamiento al gobierno de facto de Pinochet, visualizando la problemática de los exiliados y refugiados chilenos bajo la óptica de la seguridad nacional 29. La influencia de estos sectores gubernamentales se plasmó en decisiones como la de guardar silencio con respecto a los argentinos detenidos en Chile y la de trabajar por un encuentro entre Perón y Pinochet que se concretó en mayo de 1974. Aunque estas actitudes generaron cierto rechazo en la sociedad y en sectores del mismo gobierno, las

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mismas cumplieron los objetivos de evitar un posicionamiento claro de Perón (a favor o en contra) respecto a la “política antisubversiva” del régimen de Santiago; y de lograr un acercamiento a la dictadura trasandina que se cristalizó en la firma de una declaración conjunta sobre los derechos soberanos de ambos países en el continente antártico30 .

21 La puja entre estas distintas posiciones – los que promovían la contención de los refugiados por un lado y los que favorecían un acercamiento a Pinochet por el otro - fue en paralelo al proceso de descomposición interna del gobierno peronista31. La coexistencia y el delicado equilibrio que se intentó mantener entre quienes pretendían conservar el espíritu del “plan de gobierno” y concretar sus objetivos, y aquellos que privilegiaban las readaptaciones ante los condicionamientos impuestos por el cambio del contexto subregional y la profundización de los conflictos en la dinámica política interna, terminó de romperse con la muerte de Perón. El primer paso en esta dirección, que simbolizó a su vez la derrota del abordaje que apostaba por la integración de los chilenos como inmigrantes o refugiados, fue la caducidad de las facilidades que permitían la radicación de los extranjeros en agosto de 1974. Esta medida fue acompañada de la acefalía temporal de la DNM y de la salida al exilio en Perú de su último director, Lelio Mármora32. El cambio de figura y de política no fue un hecho aislado. El mismo se situó en el marco de las luchas internas del peronismo y del proceso de “depuración ideológica” que se llevaba adelante en el interior del partido y en los distintos niveles de gobierno33. A partir de ese momento la política en materia de refugiados se hizo cada vez más restrictiva hasta que finalmente en noviembre de 1975 se comunicó al ACNUR la decisión del gobierno peronista de no aceptar refugiados34. Con esta determinación se concretaron las previsiones y los temores en cuanto a la situación de vulnerabilidad de los refugiados chilenos en el país. Como la Argentina no los reconocía como tales, quienes permanecieron en el país sólo estaban protegidos por el ACNUR. Dado que estos cambios progresivos se produjeron en un contexto caracterizado por la transformación del clima político y el creciente consenso en torno a la idea de que la represión era la mejor manera de solucionar el problema de la violencia, no es extraño que los mismos generaran escasas reacciones en la sociedad argentina35.

22 A diferencia de la relación pragmática vinculada a consideraciones de equilibrio de poder subregional, que había primado bajo las gestiones de Lastiri y Perón; durante la presidencia de la viuda de Perón, el vínculo argentino-chileno se constituyó sobre la base de un paradigma de acercamiento ideológico entre los regímenes anticomunistas del Cono Sur36.

23 El cambio de gobierno y la decisión de no aceptar refugiados, tuvieron un fuerte impacto en el ACNUR, la red nacional de asistencia a los refugiados chilenos y en los mismos refugiados para quienes la Argentina pasó a ser un país de tránsito.

24 En los que respecta a la estructura organizada en el país, la decisión gubernamental trajo aparejada la suspensión de los trámites pertenecientes al programa de asentamiento, la creación de una nueva sección destinada al reasentamiento en terceros países y el comienzo de las negociaciones necesarias para obtener oportunidades adecuadas en los distintos países dispuestos a recibir a los refugiados chilenos. A pesar de que la CCAS y sus organizaciones redifinieron sus objetivos y adaptaron las modalidades de trabajo, el reasentamiento de los refugiados planteó importantes desafíos. El primero estaba relacionado con la cantidad de refugiados que debían ser reasentados en terceros países y con la convicción, basada en la experiencia de trabajo adquirida, de que la misma iba a aumentar a medida que pasaran los meses. El segundo obstáculo se vinculaba con la poca

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receptividad internacional dado el enfriamiento de la opinión respecto a las secuelas del golpe militar de Chile. Mientras que algunos países consideraban que ya habían ayudado lo suficiente, otros sólo tenían cupos para los refugiados que salían de Chile y un tercer grupo consideraba que los refugiados debían permanecer en la Argentina. Además, los países que se ofrecían para recibir a los refugiados no siempre coincidían con sus preferencias. Si bien los refugiados tenían un margen de elección, el mismo era muy reducido37. Algunos de los destinos preferidos por tener sistemas de valores cercanos al propio como Cuba o los países de Europa del Este, resultaron difíciles de alcanzar ya que sólo aceptaban a personas con antecedentes políticos de envergadura38. En contraste, las propuestas más generosas en materia de cupos, oportunidades laborales y beneficios para el futuro proceso de integración provenían de países como Canadá, Inglaterra o Francia que no sólo exigían aprender un nuevo idioma sino también incorporarse a sociedades fuertemente impregnadas de los valores capitalistas otrora criticados. Finalmente, el desfasaje entre la demanda y la oferta de refugio planteó el interrogante de qué hacer con los refugiados hasta tanto se consiguiera la documentación necesaria para hacer efectivo el reasentamiento. La respuesta provino de la CCAS y sus organizaciones que decidieron reasignar sus recursos de manera tal de poder ayudar a una mayor cantidad de personas aunque esto influyera negativamente en la calidad de su asistencia.

25 Mientras duraba la espera por el nuevo destino, los refugiados y sus familias eran provistos de alimentos en comedores comunes, vestimenta, asistencia médica y psicológica, y podían acceder a distintos tipos de estudios, que contemplaban las necesidades inmediatas de los niños (convenios con guarderías, jardines de infantes, escuelas primarias y secundarias) y las futuras de los adultos (cursos de idioma, capacitación profesional o técnica). Sin embargo, las demoras en las salidas – hubo personas que llegaron a vivir cuatro años en estas condiciones -, y la constante entrada de nuevos refugiados desbordaron las instalaciones, que al estar pensadas como centros de acogida transitorios no estaban preparadas para largas estadías ni para albergar a tantas personas, y generaron problemas de convivencia en un clima de desconfianza fomentado por rumores de deportaciones y secuestros.

26 Las condiciones de hacinamiento y marginalidad que resultaron de esta situación habitacional, y el stress generado por el futuro incierto, produjeron distintas reacciones dentro de la comunidad de refugiados39. Las malas y escasas oportunidades de trabajo para estos refugiados indocumentados generaron situaciones de extrema dependencia con respecto a las agencias. Frente a esta situación algunos pudieron actuar con responsabilidad y gratitud, aprovechando los beneficios ofrecidos, cumpliendo con sus obligaciones en el refugio y colaborando en el mantenimiento del mismo. Otros, recurrieron a diversos engaños para aumentar las ayudas del sistema40.También hubo otros que cayeron en el aislamiento y la apatía desvinculándose incluso de la comunidad inmediata o en profundas depresiones agobiados por el sentimiento de culpa. Finalmente, hubo refugiados que rechazaron esta dependencia por considerar que la misma los infantilizaba y aprovecharon las instancias habilitadas por el centro de acogida como las “comisiones internas” para participar en la toma de decisiones en cuanto al funcionamiento diario del refugio (normas de disciplina, elección del menú, turnos de aseo y mantenimiento), la organización de actividades recreativas y de laborterapia ( talleres de costura y tejido y trabajo con hueso y cuero) y la expresión de inquietudes y reclamos a las agencias que trabajaban con el ACNUR. Más aún, hubo quienes se

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movilizaron y organizaron en los llamados Comités de Refugiados, con la determinación de influir en el proceso de reasentamiento.

27 Aunque en el contexto argentino no fue posible la recreación de los distintos partidos políticos chilenos, en claro contraste con las experiencias en otros países, estos Comités se constituyeron en el medio a través del cual los refugiados expresaron mucho más que sus reclamos con el proceso de reasentamiento. Algunas de sus acciones, como las tomas de los refugios, se convirtieron en estrategias para mostrar (y mostrarse) la capacidad de organización y de lucha. A partir de problemas reales como el reasentamiento de un grupo de chilenos que resultaron no ser perseguidos políticos, las críticas del Comité de Refugiados Chilenos sobre los criterios del ACNUR para otorgar el status de refugiado, y la denuncia de su ineficacia frente a la acción represiva del Estado argentino, denotan tanto su posicionamiento frente al programa, como la existencia de jerarquías dentro de la comunidad de refugiados41. Primero, los reclamos reflejan la fuerte desconfianza hacia el programa. Para estos refugiados, las agencias no eran ingenuas ni cometían errores de elegibilidad por utilizar el criterio amplio de dar al refugiado el beneficio de la duda y creer en su declaración. Muy por el contrario, desde su perspectiva las agencias no sólo no compartían sus objetivos y/o ideología, sino que estaban posibilitando la salida de “falsos refugiados” de manera deliberada para desprestigiar a los “verdaderos refugiados” y, por medio de ellos, a su causa. En este tipo de conflictos emerge claramente la tensión que subyacía en la relación entre los refugiados y el ACNUR y que, en consecuencia, atravesó la labor de las CCAS como su representante en la Argentina. La militancia y el posicionamiento político de los refugiados condicionaron su ingreso y permanencia en el programa humanitario. En lo que respecta al segundo punto, los miembros de este Comité expresaban que los únicos que merecían el status de refugiados eran los dirigentes políticos y sindicales, o funcionarios públicos que luego de haber sido detenidos en Chile temían por su seguridad y la de sus familiares. Aunque este Comité de Refugiados se abrogaba la representación de la comunidad de refugiados chilenos, su propio discurso muestra que en realidad representaba a una minoría. La definición estrecha de refugiados que utilizaba excluía a conjuntos enteros como obreros, trabajadores rurales y estudiantes, que no sólo se encontraban en la mira del régimen pinochetista sino que, como hemos señalado, constituían una porción importante del exilio chileno en la Argentina.

28 Más allá de esta reforma estructural que afectaba la orientación del trabajo que se venía desarrollando, la medida transformó la relación cotidiana entre el personal de la CCAS y los funcionarios estatales, reflejando a su vez el cambio operado con respecto a la percepción que se tenía del trabajo de las organizaciones. Estos efectos se reflejan claramente en el siguiente fragmento perteneciente a una entrevista realizada con quien fuera coordinador general de la CCAS. Funcionábamos con la policía federal dentro de la oficina cosa que generó en su momento infinidad de problemas primero con los refugiados que venían y se encontraban que el que les abría la puerta era el policía de la federal… este… de uniforme… Como eran siempre los mismos terminamos siendo amigos de los canas viste… tipos jóvenes… pero obviamente digamos pasaban toda la información porque era una situación que una de las cosas que nosotros decíamos era “nosotros no tenemos nada que ocultar. De hecho, aunque el gobierno reniegue de nosotros pero estamos trabajando para el gobierno”. Porque, y era una de las cuestiones así más delicadas que tenía que resolver el ACNUR y que bueno peleaba constantemente el ACNUR era que este…de hecho les estamos solucionando los problemas al gobierno porque registraba, inform… blanqueaba, ubicaba y

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terminaba sacando del país a la gente a la que el gobierno no quería pero simultáneamente con esto había gente en el gobierno que decía “no, a estos no hay que sacarlos del país a estos hay que matarlos”42.

29 Como se desprende del testimonio, la relación de cooperación que solía haber entre el personal del Estado y de la CCAS se transformó en una relación basada en la desconfianza simbolizada en la presencia cotidiana del personal de la Federal. Una presencia que cumplía múltiples funciones: amedrentaba a los refugiados que acudían por ayuda a la CCAS, generaba desconfianza entre los refugiados y la CCAS, y vigilaba las actividades de la comisión y de su personal. Si bien Iwanow encuentra que la presencia de las fuerzas de seguridad era de utilidad para ellos ya que permitía transparentar el trabajo que allí se realizaba y demostrar que no había nada que ocultar, también resulta reveladora de las transformaciones operadas y cómo se fue desdibujando la posición del ACNUR y de la CCAS en la Argentina, cuya permanencia pasó a sostenerse sobre la base de ser los encargados de sacar del país a las personas que el gobierno identificaba como sus “enemigos”. Resulta claro que al trabajar bajo la estricta vigilancia del Estado, la CCAS podía terminar facilitando las tareas de la inteligencia policial en la detección de sus futuros blancos.

30 La transformación del tema de los refugiados en un problema de seguridad se evidenció también en la legislación - con la inclusión en la Ley de Seguridad43 de castigos que establecían la expulsión de extranjeros y naturalizados- , y en las acciones de la fuerzas de seguridad tanto legales - la detención de refugiados y el allanamientos a refugios de la CCAS en las sedes de Neuquén, Mendoza y Buenos Aires –, como ilegales – en el marco de la Triple A y del Operativo Cóndor –44.

31 Estas detenciones al igual que los allanamientos realizados en Mendoza y en los refugios de Buenos Aires llamaron la atención de la CCAS que registró como una preocupante novedad que el accionar policial estuviera dirigida a los refugiados chilenos cuando hasta ese momento la actitud negativa del gobierno se focalizaba en los refugiados no chilenos45 . El avance de la política represiva sobre los derechos de los refugiados también fue denunciado por el ACNUR en su informe anual de 1975 en donde explicitaba las violaciones del principio de asilo y de no-devolución, la existencia de amenazas y de actos de violencia contra los refugiados, y de raptos para una repatriación forzosa.

32 No obstante, más allá de denunciar en el ámbito internacional los atropellos y las violaciones que los refugiados estaban padeciendo en la Argentina, el ACNUR no tenía demasiadas herramientas para hacer frente al avance represivo del estado. La situación evidenció el limitado poder del ACNUR sobre los gobiernos que no respetaban los acuerdos internacionales. Y, sin embargo, el personal de la CCAS y sus organizaciones tenían que seguir trabajando y responder frente a los refugiados ya que ellos dependían de su contención y de su asistencia. La situación crítica de estos profesionales se refleja en el siguiente fragmento perteneciente a una entrevista realizada con una trabajadora social que ocupaba el cargo de coordinadora de CAREF. Yo en el 75 estuve con tres surmenajes, porque la mitad más uno de los compañeros que nos rodeaban se tuvieron que exilar de urgencia, los que trabajaban con nosotros, no daba más, yo no daba más, no daba más, y estábamos en el 75 porque sufrimos la Triple A nosotros acá. Entonces nos tiraban a los refugiados, iban al banco a cobrar un cheque y lo tiraban al rato, por ahí me llamaban del banco señora, acá pasó un auto, se llevó a la gente, no sé si le van a decir algo, por allá aparecían o no aparecían, aparecían a veces reventados, que era cuestión, una política de amedrentamiento muy grande, era quien resistía más, viste?, por eso yo

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me tenía que hacer la guapa con los refugiados, porque era la única manera que ellos también pudieran resistir y fue una resistencia, fue una resistencia realmente (…) cuando fue el golpe la militarización me facilitó los trabajos, porque estaba todo informado porque durante el 75 con la Triple A vos no sabías nada, nos allanaban, masacraban a la gente y vos no sabías quién era…46

33 El testimonio seleccionado refleja cómo la agencia se vio sobrepasada por el avance represivo del gobierno no sólo porque sus mismos integrantes fueron amenazados y debieron partir al exilio dejando a la CCAS sin el personal suficiente como para contener la crítica situación sino sobre todo porque la red nacional de asistencia que se había montado no podía seguir funcionando sin la colaboración y, mucho menos, con la oposición de uno de sus pilares: el Estado. Pero en realidad en un principio no quedaba muy en claro el grado de involucramiento que tenía el gobierno argentino. Si bien en algunos casos como las violaciones del principio de asilo y de no-devolución no cabían dudas sobre su responsabilidad, en los secuestros, atentados y/o allanamientos realizados con personal no uniformado la vinculación era menos clara; la responsabilidad en última instancia era establecida por omisión. La incertidumbre inicial con respecto a la responsabilidad gubernamental en la avanzada represiva se despejaría con el golpe del 24 de marzo de 1976.

34 A pesar del impacto inicial lentamente se organizaron desde la CCAS acciones que apuntaron a contrarrestar los efectos de las políticas gubernamentales en distintas dimensiones. Por un lado, se realizaron campañas de esclarecimiento frente a las autoridades públicas y la población en general sobre los objetivos y las características del programa. Para ellos se hicieron presentaciones, a veces por cuenta propia y otras con la presencia del ACNUR, a las autoridades provinciales, militares, de gobierno y policiales. Por otra parte, se trabajó en la concientización y educación del refugiado para que aprendiera a protegerse, que tomara conciencia de su realidad, de la situación político- social del país receptor y de que debía adoptar una conducta y una forma de vida acorde a esa realidad. Se trataba de conseguir que cada refugiado elaborara pautas de protección partiendo de la base de que nadie podía protegerlo mejor que su misma conciencia de la realidad y su adecuación a la misma47. Finalmente, se creó una categoría especial en la implementación de la salida del país, la “carta de urgencia”. Como los trámites normales para la salida del país duraban muchos meses a las personas que se comprobaba que se encontraban en una situación de serias amenazas para su vida se las presentaba especialmente a las embajadas a fin de que todo el trámite fuera lo más rápido posible. Esta medida, aunque necesaria en materia de gestión, fue fuertemente resistida por los refugiados quienes cuestionaban su ineficacia – las personas con “cartas de urgencia” tardaban más de diez meses para salir del país – y su fundamento al considerar que la situación de urgencia era única y obvia ya que el enfermo no podía morirse, el libre no podía ser encarcelado, y el encarcelado debía salir en libertad48. Si bien la CCAS era el foco de los reclamos, el proceso de reasentamiento excedía ampliamente sus funciones. Mientras ésta se encargaba de asistir a los refugiados en sus necesidades inmediatas y de conseguir los documentos necesarios, la reubicación dependía en última instancia de la receptividad de los países que colaboraban con el ACNUR49.

35 Las acciones realizadas reflejan distintos diagnósticos y estrategias. La primera, destinada a informar a las autoridades acerca de los objetivos y la labor de la CCAS, parece asumir que las acciones represivas dirigidas hacia la organización y los refugiados se debían al desconocimiento de sus funciones. No obstante y en línea con lo expresado por Iwanow - el coordinador de la CCAS - en páginas anteriores, también es posible que la presentación

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espontánea ante las autoridades haya sido menos inocente y que la intención no haya sido informarlas sino convencerlas de que del buen funcionamiento de la CCAS y sus organizaciones se beneficiaban no sólo los refugiados sino la sociedad en general al reasentar al “enemigo” en terceros países. La segunda y tercera en cambio partían del reconocimiento que la realidad había cambiado y que eran ellos, la CCAS y los refugiados, quienes debían adaptarse. Así, mientras que la CCAS se hacía cargo de los casos más urgentes y reconocía que no podía responder por ni proteger a todos los refugiados, éstos debían evitar caer en la situación de peligro extremo que atravesaban sus compatriotas.

Reflexiones finales

36 La red nacional de asistencia a los refugiados que funcionó en Argentina durante el gobierno peronista (1973-1976) se articuló gracias a la tríada compuesta por la protección jurídica, los recursos económicos y la experiencia del ACNUR, el compromiso y los recursos humanos de las organizaciones nucleadas en la CCAS, sobre todo las pertenecientes a las Iglesias Católica y Evangélica, y las facilidades en materia de radicación otorgadas por el Estado argentino. La conjunción de intereses de estos actores hizo posible que la misma satisficiera las amplias y diversas necesidades de los refugiados.

37 Sin embargo, la relación no careció de tensiones. En la que respecta a la vinculación entre el ACNUR y la CCAS, la tajante división establecida entre el órgano planificador, organizador y orientador - el ACNUR - y la instancia ejecutora - la CCAS - determinó la existencia de una relación prácticamente unidireccional, en la que el ACNUR imponía los criterios y las organizaciones debían limitarse a cumplirlos, y con escasa retroalimentación que fue resistida por las agencias locales que se veían imposibilitadas de capitalizar la experiencia recogida en el trabajo de campo y que, en algunas ocasiones, debían defender determinaciones cuyos fundamentos desconocían. La falta de respuesta para estos problemas de operatividad se tradujo, en última instancia, en un perjuicio concreto para los refugiados asistidos por la red quienes, aún en estas circunstancias, se organizaron para expresar su reclamo.

38 Si la participación activa del Estado fue esencial para el buen funcionamiento de la red nacional de asistencia a los refugiados durante los primeros meses de trabajo, el cambio de política gubernamental de agosto de 1974 fue un factor determinante de la redefinición de sus programas – de una política de asentamiento en el país se pasó a una de reasentamiento en terceros países - y de la transformación de las relaciones entre los miembros de la entente humanitaria. Aunque la red siguió trabajando, la definición del tema de los refugiados como un “problema de seguridad nacional” – que requería identificación, control, normalización y seguimiento - afectó profundamente su funcionamiento: no sólo convirtió el vínculo de cooperación en una relación de desconfianza sino que también desdibujó el lugar ocupado por el ACNUR y la CCAS ante los refugiados. De ser una red que asistía integralmente a los refugiados se convirtió – a los ojos de los mismos - en la sospechosa colaboradora del gobierno en la difícil tarea de reasentar en terceros países a los refugiados recientemente identificados como “enemigos de la nación”. Y, sin embargo, el control represivo del Estado argentino sobre refugiados, asilados y exiliados, se extendió también sobre actores clave de la compleja red nacional de asistencia; Lelio Mármora – a la sazón cabeza de la Dirección Nacional de Migraciones - fue destituido y debió partir al exilio, algunos representantes locales de la CCAS fueron

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detenidos, sus refugios allanados y algunos funcionarios del ACNUR debieron abandonar el país rumbo al exilio.

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NOTAS

1. El Decreto Ley 81/73 que sometió a la discrecionalidad de la autoridad administrativa el derecho a vivir en Chile fue complementado posteriormente por el Decreto Ley 604/74 que reguló el ingreso al territorio. Asimismo en abril de 1975 el régimen dictó el Decreto Supremo 504 a través del cual las personas condenadas a presidio por Tribunales Militares pudieron solicitar la conmutación de esas penas por el extrañamiento. 2. Si bien es cierto que no todos los chilenos que se exiliaron en Argentina lo hicieron por la vía terrestre, los ingresos por vía aérea ya sea por medios personales o a través de la embajada argentina en Santiago representaron una mínima proporción del exilio total. Patricio Orellana Vargas, La represión en Chile, 1973-1989, Santiago, 2008.

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3. Alejandro Paredes, Tesis de Doctorado: Las condiciones de vida de los exiliados chilenos en Mendoza, 1973-1989, La Plata, Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, Universidad Nacional de La Plata, 2007; Mónica Gatica, Tesis de Doctorado: ¿Exilio, migración, destierro? Los trabajadores chilenos que se asentaron en el Noreste de Chubut a partir de Septiembre de 1973: Memorias, historias e implicancias, La Plata, Universidad Nacional de La Plata, 2010; María Cecilia Azconegui, “Chilenos en Argentina, entre la protección del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) y la política de expulsión de la dictadura militar” en Silvina Jensen y Soledad Lastra (comps.), Exilio, represión y militancia. Nuevas fuentes y nuevas formas de abordaje de los destierros de la Argentina de los setenta, La Plata, Universidad Nacional de La Plata, 2014. Recientemente ha sido analizado el caso de los asilados en la embajada argentina en Santiago. Soledad Lastra y Carla Peñaloza Palma, “El asilo chileno en la embajada argentina: memorias en tensión”, en prensa. 4. Andrés Cisneros, y Carlos Escudé, Historia general de las relaciones exteriores de la República Argentina. Las relaciones exteriores de la Argentina subordinada, 1943-1989, Tomo XIV, Buenos Aires, Grupo Editor Latinoamericano, 2000; Francisco Corigliano, “Las relaciones entre Argentina y Chile 1973-1976: El doble canal de vinculación”, POSTData Revista de Reflexión y análisis político, N° 8, 2002. 5. Alicia Servetto, 73/76. El gobierno peronista contra las ‘provincias montoneras’, Buenos Aires, Siglo XXI Editores, 2010; Marina Franco, Un enemigo para la Nación. Orden interno, violencia y "subversión", 1973-1976, Buenos Aires, FCE, 2012. 6. Entre muchos otros Claudia F. Touris, Catolicismo y cultura política en la Argentina. La 'constelación tercermundista': 1955-1976. Tesis de doctorado en Historia. Facultad de Filosofía y Letras. UBA, septiembre de 2012. Directora. Dra. Lila Caimari. (Inédita); Luis Donatello, Catolicismo y Montoneros. Religión, política y desencanto, Buenos Aires, Manantial, 2010; Martín Obregón, Entre la cruz y la espada. La Iglesia católica durante los primeros años del “Proceso”, Buenos Aires, Universidad Nacional de Quilmes, 2005; José María Ghio, La Iglesia Católica en la política argentina, Buenos Aires, Prometeo, 2007. Roberto Di Stefano y Loris Zanatta, Historia de la Iglesia Argentina. Desde la conquista hasta fines del siglo XX, Buenos Aires, Sudamericana, 2009. 7. En este artículo la categoría exiliado es utilizada de manera genérica para hacer referencia a todas aquellas personas que abandonaron su país de origen a causa de las políticas represivas implementadas por el gobierno chileno. Asimismo, se hace una distinción entre asilado y refugiado. Mientras que el primero alude a las personas que han sido reconocidas como tales por el gobierno argentino en virtud del marco legal dado por las Convenciones Interamericanas de Asilo, el segundo se refiere a las personas reconocidas como refugiados en el marco del régimen global de refugiados establecido por el ACNUR. 8. Agradezco la lectura y comentarios de la Dra. Silvina Jensen a una versión preliminar de este texto. Las consideraciones aquí volcadas son de mi exclusiva responsabilidad. 9. Para una caracterización de las particularidades del período dictatorial ver Azconegui, op. Cit. 10. Perón, por su parte, no dudó en capitalizar políticamente la crisis política chilena para tranquilizar a su propio frente interno. En su encuentro con los miembros de la Juventud Peronista caracterizó al gobierno de Allende como un ejemplo de la inconveniencia de “apresurar” los procesos revolucionarios y de la necesidad de encauzarlos de una forma gradual y pacífica. Marina Franco, op. Cit. 11. Sobre las particularidades de este caso ver Soledad Lastra y Carla Peñaloza Palma, op. Cit. 12. Las medidas implementadas por la dictadura chilena provocaron la salida de alrededor de 14.000 refugiados latinoamericanos. Si bien desde el diseño de la política gubernamental se estableció esta tajante división, las facilidades otorgadas en materia de documentación en el caso de la amnistía y el amplio margen de acción y la flexibilidad con que actuaron los agentes de la CCAS en la implementación de la amnistía y la asistencia a los refugiados generan indicios

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suficientes para pensar que estos beneficios también pudieron ser aprovechados por los refugiados latinoamericanos provenientes de Chile. 13. Al firmar la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados de 1951 el gobierno argentino decidió establecer la reserva geográfica por lo cual sólo se consideraron refugiados a las personas prevenientes de Europa. Si bien el protocolo de 1967 hizo extensivas las disposiciones de la Convención a nuevos grupos de refugiados al eliminar la fecha límite de 1951, en su adhesión la Argentina no modificó la reserva geográfica. Según Lelio Mármora, a cargo de migraciones en esos meses, si bien se evaluó la posibilidad de revocar la reserva geográfica, el proyecto fue frenado en Cancillería y quedó desestimado al morir el presidente Perón el 1 de Julio de 1974. Entrevista a L. Mármora, Buenos Aires, 24/7/2012. 14. Como prueba de entrada se aceptaron documentos alternativos al certificado de ingreso como ser la tarjeta de entrada al país, el pasaporte sellado, un certificado de funcionario público, y excepcionalmente la declaración jurada de dos testigos. Aunque la amnistía contemplaba sólo los casos de las personas que hubieran ingresado al país antes del 31 de diciembre de 1973, la posibilidad de reemplazar el documento público por la declaración jurada de dos personas facilitó el trámite de radicación a personas ingresadas con posterioridad al 1 de enero de 1974 – inclusive hasta el mes de agosto en que finalizó su implementación. Lelio Mármora, “La amnistía migratoria de 1974 en Argentina”. OIT, Documento de Trabajo, Buenos Aires, 1983. 15. Como señala Marchesi, las organizaciones armadas de izquierda así como los militares conosureños parecieron compartir la idea de que entre 1973 y 1976 en Argentina se desarrolló un conflicto central para el futuro del Cono Sur que trascendía la política nacional. En esos años el Ejército Revolucionario del Pueblo facilitó el refugio a militantes de organizaciones de los países vecinos y proveyó los recursos materiales y humanos para planificar operaciones de retaguardia desde Argentina. Aldo Marchesi, “La partida decisiva de la revolución en América Latina”. Militantes bolivianos, chilenos y uruguayos en la Argentina peronista. Buenos Aires, 1973-1976”. DOSSIER “El lugar de la “nueva izquierda” en la historia reciente. [En línea]. Consultado el 11 de marzo de 2013 en http://historiapolitica.com/datos/boletin/Polhis10_MARCHESI.pdf, pp. 226-239. 16. El Comité de Elegibilidad para los Refugiados – la autoridad competente para resolver las solicitudes y reconocer la condición de refugiado – fue creado recién en 1985 por el decreto N° 464/85. 17. La ayuda de la Iglesia Católica se organizó a través de la Comisión Católica Argentina de Inmigración, que ya contaba con una amplia trayectoria en el campo de las migraciones y con cierta experiencia en la asistencia a refugiados centroeuropeos. De hecho, trabajaba desde 1963 con el ACNUR en programas de soluciones permanentes para los refugiados europeos. Distinta fue la experiencia de las Iglesias Evangélicas que careciendo de una organización similar respondieron rápidamente creando en octubre de 1973 la Comisión Argentina para los Refugiados. 18. Integraron en un principio la CCAS, Asociación de Protección al Refugiado, Caritas Argentina, Comisión Católica Argentina de Inmigración de la Comisión Episcopal Argentina (CCAI), Comité Intergubernamental para las Migraciones Europeas (CIME), Conferencia Argentina de Religiosos (CAR), Conferencia Femenina de Religiosas (CONFER), Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO), Cruz Roja Argentina, Ejército de Salvación, Fundación Tolstoy, Servicio Social Internacional, y las Iglesia Evangélicas del Río de la Plata, Luterana Unida y Metodista Argentina a través de la Comisión Argentina para los Refugiados (CAREF). 19. En este caso los miembros de la CCAS se encargaron de organizar la documentación necesaria de los migrantes en sus lugares de vivienda y trabajo, y una vez obtenida toda la documentación los trasladaban en grupos a la DNM donde se concluía el trámite. 20. La labor de la CCAS no se limitó al trabajo con los chilenos. Del total de refugiados mencionado un 84,5% fueron chilenos, un 11% uruguayos, un 2,2% bolivianos, un 1,3% brasileros

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y el resto de otras nacionalidades. Jorge Letcher, “Refugiados Latinoamericanos en Argentina”, Migraciones, N° 22, pp. 1-72. En el caso de las radicaciones, hubo 24.449 chilenos. Mármora, op. Cit. 21. Keith Yundt, “International Law and the Latin American Political Refugee Crisis”, The University of Miami Inter-American Law Review, Vol. 19, No. 1, 1989, pp. 137-154. 22. Lino Pedesic, “Alto Comisionado de Naciones Unidas”, Migraciones, No 11-12 y 13, 1975. 23. El primer espacio de reflexión conjunta sobre el trabajo social de asistencia al refugiado se organizó recién en 1978. 24. Convención sobre el Estatuto de los Refugiados, Ginebra, Suiza, el 28 de julio de 1951. 25. Waldo Villalpando, De los derechos humanos al derecho internacional penal, Buenos Aires, UCES, Abeledo - Perrot Distribuidor, 2000. 26. CCAS, “Nueva política sobre elegibilidad”, 24/7/1975. 27. El problema de comunicación entre el ACNUR y las organizaciones en relación a los criterios de elegibilidad sobrevivió incluso a la experiencia de la CCAS. Ya en democracia el coordinador de la sede de Neuquén que llevaba 11 años trabajando en la asistencia a los refugiados chilenos argumentaba, en ocasión de defender una apelación de elegibilidad, que si bien nunca había sido informado de los fundamentos por los que la asesoría jurídica resolvía por positivo o negativo un pedido de amparo, con el correr de los años había logrado interpretarlos o adivinarlos. CCAS, Correspondencia Neuquén, 4/7/1984. 28. Entrevista a María Amelia Sosa, Asistente Social y coordinadora de CAREF, Buenos Aires, 3/2/2012. 29. La existencia de gobiernos de facto en Uruguay y Chile condicionaron el proyecto de unión geopolítica y económica del Cono Sur elaborado por Perón quien se vio obligado a reconstruir gradualmente las relaciones en la zona para evitar la recreación del eje “Santiago-Brasilia”, conceptualizado como una tradicional amenaza para la Argentina. Juan Carlos Moneta, “La política exterior del peronismo: 1973-1976”, Foro Internacional, Vol. 20, No. 2, 1979, pp. 220-276. 30. Francisco Corigliano, “Las relaciones entre Argentina y Chile 1973-1976: El doble canal de vinculación”, POSTData Revista de Reflexión y análisis político, N° 8, 2002, pp. 159-195. 31. Sobre los cambios en la dinámica interna del tercer gobierno peronista ver Liliana De Riz, L., La política en suspenso, 1966-1976, Buenos Aires, Paidos, 2000. 32. Lelio Mármora estaba especializado en política migratoria y lideraba el proyecto de recepción de migrantes y refugiados. Con trayectoria en el llamado “peronismo político”, había pertenecido a la Juventud Peronista organizada en los años sesenta. Su labor frente a la DNM le generó crecientes conflictos con López Rega y tuvo que exiliarse en Perú. Entrevista a Lelio Mármora, Buenos Aires, 24/7/2012. 33. Alicia Servetto, op. Cit. 34. CCAS “Informe sobre los refugiados en Argentina”, Migraciones, No 9-10, 1975. 35. No casualmente, los pocos legisladores que Franco identifica como marcando disidencias con respecto a este consenso general eran integrantes de COMACHI. Franco, op. Cit. 36. El compromiso ideológico se evidenció en una serie de hechos que tuvieron importantes repercusiones como la prohibición de actos en solidaridad con el pueblo chileno, las visitas a Chile del ministro de Defensa Adolfo Savino – una figura ligada al lopezrreguismo – y del comandante en jefe del Ejército argentino, general Leandro Anaya un mes después del asesinato del general Prats, y la condecoración a Pinochet con la Gran Cruz de la Orden de Mayo al Mérito Militar. Por otra parte, la delegación argentina se opuso en dos oportunidades – 6/11/1974 y 9/12/1975 – a las resoluciones de las Naciones Unidas que condenaron al gobierno de Pinochet por “las constantes y flagrantes violaciones de los Derechos Humanos y libertades básicas” y urgieron a las autoridades de Santiago a “respetar en forma total los principios de la Declaración Universal de los Derechos Humanos” y a “adoptar todos los pasos necesarios para restaurar y salvaguardar los derechos humanos básicos y libertades funda-mentales”. Corigliano, op. Cit, p. 180.

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37. Aunque los refugiados debían indicar tres naciones por orden de preferencia, sólo la tercera opción reflejaba sus deseos reales. A principios de 1975 se estipuló, en función de los cupos existentes, que la primera opción debía ser forzosamente Canadá o Australia, mientras que en la segunda se elegía entre Australia, Canadá, Inglaterra y Rumania (CCAS, 1975b). De los 7394 chilenos reasentados en el período 1973-1979, 2545 fueron a Canadá, 762 a Suecia, 640 a Gran Bretaña, 472 a Francia, 470 a Rumania, 457 a Estados Unidos, 262 a Australia y 215 a Nueva Zelandia. Letcher, op. Cit. 38. Estos países sólo recibieron al 8 % de los refugiados, sobresaliendo Rumania con 470 y Cuba con 111 personas. Letcher, op. Cit. 39. La falta de integración al medio, el deterioro del núcleo familiar, la pasividad ante el proyecto de vida, la falta de concurrencia de los niños a las escuelas y la existencia de enfermedades psicológicas y físicas propias del hacinamiento motivaron el cambio de los hoteles por el alquiler de casa en la sede de Mendoza en 1977. Alejandro Paredes, Las condiciones de vida de los exiliados chilenos en Mendoza, 1973-1989, Tesis de Doctorado: La Plata: Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, Universidad Nacional de La Plata, 2007. Los refugios se utilizaron en Buenos Aires hasta 1980. CAREF, Historia de CAREF. Comisión Argentina para los Refugiados, 1973-1985,Buenos Aires, 1986. 40. CCAS, Informes sobre el proceso de integración, 1979. 41. CRC, Nota del Comité de Refugiados chilenos, noviembre 1975. 42. Entrevista a Vladimir Iwanow, Coordinador general de la CCAS, Bariloche, 12 de noviembre 2011. 43. La ley 20.840 sancionada el 28 de septiembre de 1974 establecía penalidades para las actividades subversivas en todas sus manifestaciones. 44. Como ha establecido Gatica para el caso de Chubut, la persecución también alcanzó a los chilenos que cruzaron la frontera como simples migrantes. Mónica Gatica, ¿Exilio, migración, destierro? Los trabajadores chilenos que se asentaron en el Noreste de Chubut a partir de Septiembre de 1973: Memorias, historias e implicancias. [Tesis de Doctorado en línea], La Plata, Universidad Nacional de La Plata, 2010. Consultado el 10 de Julio de 2012 en http:// www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/tesis/te.377/te.377.pdf. 45. CAREF, Informe de Trabajo, 1974. 46. Entrevista a María Amelia Sosa, Asistente Social y coordinadora de CAREF, Buenos Aires, 3/2/2012. 47. Ibídem; CCAS, Informes sobre el proceso de integración, 1979. 48. CRPL, Nota del Comité de Refugiados políticos Latinoamericanos, 23/5/1977. 49. Los intereses de los países receptores no siempre coincidían con los casos considerados como urgentes. Mientras que Canadá y Australia utilizaban criterios migratorios, Francia, Inglaterra y Suecia incluían consideraciones más humanitarias. Por otra parte, todos los países tenían cupos limitados y requisitos específicos que contemplaban la edad, la cantidad de personas por grupo familiar, la ocupación, el nivel educativo y los antecedentes políticos (países como Estados Unidos sólo aceptaban a militantes de partidos democráticos y excluían específicamente a los miembros del MIR y del PC). En particular, la demanda de obreros calificados de países como Canadá y Australia fue compatible con la composición socio-laboral de los refugiados chilenos.

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RESÚMENES

El golpe militar del 11 de septiembre dio comienzo al exilio de cientos de miles de personas. La masiva llegada de chilenos representó un gran desafío para el gobierno peronista que respondió - entre otras medidas - articulando, junto con el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) y las iglesias cristianas, una red nacional de asistencia a los refugiados. No obstante, la profundización del conflicto social y político luego de la muerte del presidente Juan Domingo Perón generó importantes cambios en la política gubernamental con respecto a los refugiados que afectaron la situación de los chilenos y la labor de las agencias que los asistían.

The military coup of September 11 began the exile of hundreds of thousands of people. The massive influx of Chilean represented a great challenge for the peronist government that responded - among other measures - articulating, together with the United Nations High Commissioner for Refugees (UNHCR) and Christian churches, a national network of assistance to refugees. However, the deepening of social and political conflict after the death of President Juan Domingo Peron led to significant changes in government policy regarding refugees which affected the situation of Chileans and the work of the agencies that attended them.

ÍNDICE

Palabras claves: gobierno peronista, refugiados chilenos, iglesias cristianas, ACNUR Keywords: Peronist government, Chilean refugees, Christian churches, UNHCR

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El concepto de pseudoindustrialización de Milcíades Peña en “La evolución industrial argentina” (Revista Fichas , Abril 1964) Milcíades Peña’s concept of pseudoindustrialization in “Argentina’s industrial evolution” (Fichas journal, April 1964)

José Facundo Manzanelli

NOTA DEL EDITOR

Recibido: 18 agosto 2015 – Aprobado: 20 octubre 2015

Introducción

1 En este trabajo nos acercaremos a un concepto que desarrolló un importante intelectual de la historiografía marxista argentina quien fuera también militante de la tradición trotskista: Milcíades Peña (1933-1965). Específicamente se tratará el concepto de pseudoindustrialización que el autor desarrolla en “La evolución industrial argentina”. Artículo aparecido en el primer número de la revista Fichas de investigación económica y social (abril 1964), y escrito por el mismo bajo el pseudónimo de Víctor Testa.

2 Para ello, en primera instancia, abordaremos la historia del trotskismo argentino de mediados del siglo pasado para dar un marco a la tarea intelectual de Peña. Se tendrán en cuenta sus vínculos con el morenismo y los debates que suscitaron cuestiones como el peronismo, la industrialización argentina, la revolución socialista en países atrasados, y el

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rol de la clase obrera argentina. Autores como Horacio Tarcus, Hernán Camarero y Osvaldo Coggiola, desde distintas posiciones y ángulos, brindan opciones para realizar esta contextualización de la acción política e intelectual del autor en cuestión.

3 Luego pasaremos al abordaje del concepto propiamente dicho. Cuáles son los componentes teóricos de la pseudoindustrialización que caracterizan la realidad argentina en los años peronistas, y cuáles son las implicancias políticas de estos planteos. Metodológicamente se descompondrá el análisis en distintos planos: la inserción del país en el mercado mundial, las relaciones de propiedad de los medios de producción y, por último, las relaciones entre las distintas clases sociales. Veremos aquí como funciona en Peña la tradición marxista heredada desde los aportes teóricos y metodológicos de Lenin y Trotsky, y cómo son útiles a las polémicas que lleva a cabo el autor con los apologistas de la industrialización peronista durante la década del ’60.

4 Por último consideraremos el aporte de las críticas de Osvaldo Coggiola para explicar los errores y aciertos del planteo teórico de Milcíades Peña en los planos intelectual y político.

Milcíades Peña y el trotskismo en la argentina peronista

5 Para exponer sobre el trabajo de Peña en la revista Fichas es importante primero introducir la situación política en la que se inserta el autor. Podemos plantear que su formación intelectual y militante corrió por cuenta del trotskismo argentino bajo el signo de Nahuel Moreno (pseudónimo de Hugo Miguel Bressano) en dos grandes etapas.

6 La primera etapa corresponde al ingreso a la política partidaria a fines de los años ’40 buscando introducirse en el marxismo siendo apenas un adolescente que, en un contexto de crisis del Partido Socialista, se refugia en la alternativa trotskista1. Peña ingresa al Grupo Obrero Marxista (GOM) que tenía su origen en una escisión del Partido Obrero Revolucionario Socialista (PORS). En los primeros años ’40 las divisiones del trotskismo se van a acentuar por un fenómeno que irrumpirá en la política y sociedad argentina, y que atravesará el pensamiento, las estrategias y la organización partidaria de la izquierda marxista: el peronismo2.

7 Las caracterizaciones del peronismo que el GOM-POR va a realizar influyeron en las consideraciones de Peña acerca del mismo. Las cambiantes posiciones de la organización fueron justificadas teórica y políticamente mientras impregnaban los juicios teóricos de Peña hacia el peronismo en los años ’40 y ’50.

8 Luego del 17 de octubre de 1945, y al momento que Perón gana las elecciones en el ‘46, el GOM, señala Coggiola, tenía una posición sectaria frente al peronismo3. Para Moreno, y para Peña -que en ese momento colaboraba con las investigaciones teóricas del grupo trotskista- el peronismo era una expresión más de los sectores militares y golpistas de Argentina. El gobierno de Perón era de carácter bonapartista con rasgos fascistas, agente del imperialismo británico, con la estructura sindical burocratizada y dirigida como apéndice estatal desde la CGT4. Frente al peronismo la clase obrera aparecía como actor heterónomo y sin conciencia revolucionaria. El 17 de Octubre había sido llevada de las narices por su líder y por la burocracia cegetista. Frente a esto la política de la organización debía orientarse a ganar espacios en los sindicatos para “desperonizarlos” y a la vez lograr “proletarizar al partido”.

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9 Desde 1948 el GOM pasa a llamarse Partido Obrero Revolucionario (POR) por el crecimiento en el ámbito sindical y luego, en 1953, integra el Partidos Socialista de la Revolución Nacional (PSRN) dirigiendo la Federación Bonaerense. Con esta primera manifestación de política “entrista”, el partido da un giro en su consideración respecto al peronismo. Debía mantener oposición frente al mismo, pero ahora en contra de la creciente presencia imperialista norteamericana, de los sectores reaccionarios del Ejército y de la Iglesia5. Estos sectores derrocarán a Perón en 1955 y a partir de allí se hará manifiesta la necesidad de entrar en el peronismo, es decir, de llevar a cabo una política “entrista” al movimiento peronista para lograr hegemonía dentro de un Frente Nacional, lograr la legalidad del peronismo y traer de vuelta a Perón del exilio6. Para Coggiola esto es una manifestación de adaptación oportunista7.

10 En el marco de la Revolución Libertadora el morenismo creará el fugaz Movimiento de Agrupaciones Obreras (1956-57), y luego editará Palabra Obrera (PO) donde participa Milcíades Peña -bajo el pseudónimo de Hermes Radio- defendiendo la política de confluencia de las organizaciones dentro del peronismo. Para 1964 la sumisión de la política clasista e independiente ante el “entrismo” en el peronismo llegó al extremo de presentar un resultado desgastante en la militancia, con divisiones internas, oportunismo en la política y pérdida de identidad teórica de PO8.

11 Osvaldo Coggiola explica estas oscilaciones entre el sectarismo o la capitulación oportunista del trotskismo argentino (algo compartido por las agrupaciones de esta línea) de segunda mitad de la década del ’50, en el marco de la incapacidad que tuvieron las agrupaciones para “ir a contracorriente” de los fenómenos nacionales, conservando, sin embargo, una vitalidad del programa, pero con una movilidad de las organizaciones que es resultado y proyección de la crisis de la IV Internacional como partido internacional revolucionario9.

12 Durante estos años de contacto con el morenismo, Milcíades Peña colaborará con el trabajo teórico de la agrupación en donde milita. Escribirá artículos para la revista Estrategia de la Emancipación Nacional y participará en la redacción del libro La realidad argentina de Silvio Frondizi. En estos espacios el intelectual publicará sus posturas acerca del peronismo, la burguesía argentina y los estudios sobre el capitalismo y la industria argentina.

13 En estas publicaciones Peña expone por primera vez sus ideas acerca de la pseudoindustrialización. Dos artículos publicados en el primero y segundo tomo de Estrategia analizan el carácter del capitalismo argentino, la naturaleza de la burguesía y la oligarquía como clases dominantes, y el rol del peronismo en la industrialización argentina: uno es “Rasgos biográficos de la famosa burguesía industrial argentina”, aparecido en 1956, y el segundo que lo complementa es “El imperialismo y la industrialización argentina”, publicado en 195710. Ya expondremos el trabajo de estas ideas en Fichas pero la síntesis de estas exposiciones es la siguiente: • El atraso del capitalismo argentino se debe a su carácter correspondiente al de un país semicolonial condicionado (principalmente) por el imperialismo británico. • En Argentina se desarrollaron determinadas industrias pero no hubo una industrialización sino una pseudoindustrialización. • La burguesía argentina es “hermana de leche” de la oligarquía terrateniente y están relativamente unidas en sus intereses aunque estos no sean idénticos.

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• El peronismo no revirtió la estructura de dominación de la oligarquía terrateniente y la burguesía industrial, ni sacó al capitalismo argentino de su estado de atraso por medio de un proceso de industrialización.

14 Siguiendo a Camarero en su estudio sobre la formación intelectual de Hermes Radio, se puede afirmar que estas ideas se encuentran primitivamente antes de que aparecieran en Estrategia. Recientemente ingresado al GOM-POR, Peña participa junto a Moreno en la elaboración de una serie de tesis para la formación militante donde se desarrollan las características del capitalismo argentino. Publicadas en Frente Proletario (periódico del POR) en 1948 aparecen las “Tesis industrial”, la “Tesis agraria”, “La acumulación primitiva de capital en la Argentina”, las “Cuatro tesis sobre la colonización española y portuguesa” y la “Tesis Latinoamericana”. En el mismo periódico, pero en 1951, aparecerá “La Argentina y el imperialismo”11.

15 Para los años 1958-1959 se dan los primeros conflictos teóricos con Palabra Obrera, señala Tarcus, como resultado de la política que desarrollaba el morenismo dentro del peronismo, pero también producto del cambio en la óptica de Peña respecto del peronismo y a algunos fenómenos latinoamericanos como la revolución boliviana y la cubana12.

La revista Fichas de Investigación Económica y Social

16 La segunda etapa de las relaciones de Peña con el morenismo corresponde al alejamiento y luego ruptura con Palabra Obrera en los últimos años de la década del ‘50. Milcíades Peña deja de ser Hermes Radio a partir de este momento13. La tesis de Tarcus afirma que los giros del morenismo implicaban una presión para Peña que, siendo intelectual orgánico, debía ajustarse a la línea cambiante del partido según la coyuntura política14. El intelectual pasó de ser antiperonista durante los gobiernos de Perón, mientras militaba en el GOM, POR y PSRN para luego estar del lado de los peronistas, en Palabra Obrera practicando “entrismo”, pero sin dejar de ser antiperonista. Esto tendrá sus secuelas en los trabajos de Fichas cuando se publiquen investigaciones sobre el peronismo y el rol de la clase obrera. La vista aguda de Coggiola hace una crítica al respecto que luego retomaremos.

17 La participación de Peña en las publicaciones del “grupo Liberación” en 1959 será la expresión del alejamiento del autor de la corriente trotskista. Este sector es una escisión de Palabra Obrera que rechaza la política “entrista” de la agrupación y las caracterizaciones que hacía de la Revolución cubana como revolución burguesa15. Allí confluyen intelectuales como Peña y otros provenientes del MIR-Praxis de Silvio Frondizi, y sectores obreros con actividad sindical como Vitali y Speroni. Para Tarcus la señal de alejamiento del morenismo está en la tercera entrega de Revista de la Liberación. El artículo “16 tesis sobre Cuba” de Peña firmado con el pseudónimo de José Golan rebate las tesis de Moreno acerca de los sucesos en Cuba, los fenómenos nacionales y populistas, y las tareas de los marxista ante los mismos16.

18 Luego de la participación en el “grupo Liberación”, Milcíades Peña se aboca en los próximos seis años, a la edición y publicación de Fichas de investigación económica y social que tendrá tiradas entre 1964-1966. Llegarán a ser diez números publicados donde participarán José Speroni, Jorge Schvarzer, Luis Franco, Halperín Donghi y Marcos Kaplan entre otros. La mayoría de los artículos escritos por Peña serán publicados con

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pseudónimos, en clave de polémica con la izquierda partidaria (tanto nacional como marxista) y con las ciencias sociales (en particular con la sociología heredera de Gino Germani), y con un estilo particular de análisis basado en una abultada cantidad de bibliografía y documentos consultados17.

19 Horacio González en el Prólogo a la edición facsimilar resalta el marxismo que se encuentra en Fichas, con un estilo de escritura influenciado por el mismo Marx, Wright Mills, Henri Lefebvre, Isaac Deutscher y León Trotsky. La obra también tiene una cierta “excepcionalidad” que por momentos es difícil encuadrarla en la objetividad que un análisis marxista de la realidad exige18. Luego retomaremos las críticas que Coggiola hace de este asunto, particularmente lo referido a la “excepcionalidad quietista” de la clase obrera peronista que Milcíades Peña analiza. Tomando textualmente de González la tesis maestra de la revista Fichas es que: […] el supuesto desarrollo industrial autónomo de la Argentina no existe, y que la “célebre burguesía industrial” que sostienen como hipótesis crucial los escritores de la izquierda nacional, no es más que una escisión interna de la clase terrateniente; y cuyo desarrollo es impulsado en el ámbito bien reconocible, a pesar de declaraciones y jactancias, de la política británica tradicional hacia el mercado interno argentino […]19. Ahora a analizaremos la idea de pseudoindustrialización que retoma el primer tomo de Fichas.

Elementos para el análisis de la pseudoindustrialización argentina

20 En el primer volumen de la revista Fichas aparecido en abril de 1964, Peña analiza una serie de cuestiones que llevan a comprender la realidad argentina desde la metodología y la teoría marxista. La primera cuestión es la estructura económica argentina de mediados de siglo XX entrelazada íntimamente con la segunda cuestión que es el carácter de la burguesía argentina. Estas dos grandes cuestiones son analizadas en dos artículos que organizan la primera publicación de la revista: “La evolución industrial argentina” y “La clase empresaria argentina”. El primero artículo está a cargo de Víctor Testa, y para el segundo escriben Gustavo Polti y Hugo Berlatzky. Víctor Testa y Gustavo Polti son pseudónimos de Peña. En esta monografía utilizaremos solo el primer artículo, escrito por Víctor Testa.

21 Ambos artículos están planteados con la misma estructura. Primero establece “los hechos” y luego “las teorías”. El análisis de la realidad y el relevamiento de los datos empíricos primero, y luego la explicación teórica y conceptual.

22 Los hechos en “La evolución industrial argentina” revelan entre 1937 y 1964 dos ciclos de la industria: crecimiento 1937-1943 y estancamiento 1947-1964. Lo importante que busca resaltar el análisis de los hechos, es el estancamiento de la evolución industrial argentina desde el fin de la II Guerra Mundial. Rebatiendo la idea de que el peronismo generó el “aluvión de nuevas industrias”, Víctor Testa sostiene que el ascenso industrial se produjo con los gobiernos conservadores luego de la crisis del ’29, y se mantuvo con políticas proteccionistas hasta 1947, mientras que en la etapa peronista la productividad decae, la industria tiende a una concentración mayor, la especialización de la producción es en torno a bienes de consumo no durables, y crecen los talleres manufactureros con escasa productividad. La evidencia está en los altos costos de producción, en la continua

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dependencia de importaciones de materias primas y maquinaria, y en la dependencia que caracteriza a la industria argentina respecto de las divisas que ingresen por la muralla aduanera20. Este panorama también implica el decaimiento de la productividad por obrero a pesar que el número de empleados aumenta (entre 1937-1960) y se triplica la maquinaria instalada. Maquinaria que Testa describe como importada y obsoleta, con dificultades de operar en el marco de servicios precarios en su funcionamiento (transporte y energía) y que lo único que genera es aumento en los costos de producción21 .

23 La conducta de la burguesía en este contexto, dice Testa, es la misma que la de su pariente cercano, el terrateniente: obtener de manera parasitaria la máxima tasa de ganancia para el capital invertido. Porque la burguesía industrial argentina si bien es derrochadora, también debe reproducir su existencia22. Lo logra ampliando el número de maquinaria “obsoleta” (en el caso del terrateniente ampliando la superficie explotada) o explotando aún más al obrero23.

24 La explicación para esta situación no se reduce sólo a una actitud que pueda tener la burguesía, que depende de una circunstancia concreta, sino que Testa elabora un esquema explicativo que abarca la posición de Argentina en la división internacional del trabajo, las relaciones sociales de producción del país y las relaciones de propiedad.

25 El método utilizado por Testa para combinar estas aristas de una realidad es el del desarrollo desigual y combinado. Trotsky en Historia de la Revolución Rusa expone lo siguiente: El desarrollo de una nación históricamente atrasada hace, forzosamente, que se confundan en ella, de una manera característica, las distintas fases del proceso histórico. Aquí el ciclo presenta, enfocado en su totalidad, un carácter confuso, embrollado, mixto. […] Azotados por el látigo de las necesidades materiales, los países atrasados vence obligados a avanzar a saltos. De esta ley universal del desarrollo desigual de la cultura se deriva otra que, a falta de nombre más adecuado, calificaremos de ley del desarrollo combinado, aludiendo a la aproximación de las distintas etapas del camino y a la confusión de distintas fases, a la amalgama de formas arcaicas y modernas. Sin acudir a esta ley, enfocada, naturalmente, en la integridad de su contenido material, sería imposible comprender la historia de Rusia ni la de ningún otro país de avance cultural rezagado, cualquiera que sea su grado24.

26 Este método permite a Testa llegar al nudo de la cuestión: la pseudoindustrialización es el reflejo del atraso argentino. Esta se diferencia de la industrialización propia de los países modelo del desarrollo capitalista: EEUU, Gran Bretaña y Francia, o de la industrialización “socialista” como la de la URSS25. Las características principales del proceso de industrialización son: • Aumenta la composición técnica del capital, o sea la utilización de un número creciente de medios de producción más eficaces. • Aumento en el desarrollo de industrias de medios de producción en comparación con aquellas industrias de medios de consumo. • Tecnificación de la agricultura para sostener la demanda de la industria y de la fuerza de trabajo correspondiente a este sector. • Movilidad mayor de recursos humanos y de materiales en la nación mediante un sistema de transporte amplio y eficaz. • Modificaciones en la estructura de la sociedad, ante todo, modificaciones de las relaciones de propiedad; donde son expropiadas las viejas clases propietarias y ascienden nuevas clases al

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poder, fenómeno que revisten distintas manifestaciones políticas según las épocas y países, pero que en todos los casos acompañan la industrialización y sientan las bases para la misma. Las revoluciones democrático burguesas condensaron este proceso en las metrópolis imperialistas, subvirtiendo relaciones sociales pre capitalistas26.

27 La realidad contradictoria en la Argentina de mediados de siglo XX presenta un panorama distinto. La pseudoindustrialización existe debido a, por un lado, la presencia del imperialismo y al capital extranjero con un importante peso en la economía local haciendo del país una semicolonia, y por otro, a la presencia del latifundio en cuanto a las relaciones de propiedad. Así se da una parodia o caricatura de la industrialización27.

28 A principios de siglo XX Lenin planteaba en Imperialismo, fase superior del capitalismo que la semicolonia se caracteriza por ser país independiente políticamente, diferentes de las colonias -y por eso en una “situación transitoria”-, pero dependiente de los países imperialistas en sus redes de capital industrial y financiero principalmente28. El imperialismo, afirma Testa siguiendo a Lenin, perpetúa el atraso de la economía de la semicolonia, extrayendo de la misma la cuota de ganancia a través de la asfixia que genera el capital financiero. Mientras establece industrias en un medio atrasado, extrae del mismo los recursos naturales en calidad de materia prima, y financia la deuda del país por medio de los bancos29. La burguesía terrateniente, como la llama Testa, y la burguesía industrial, en cuanto clases dominantes, tienen su interés principal en la cuota de ganancia como expusimos arriba, por lo que la perpetuación de la pseudoindustrialización es su principal modo de efectuarla sin entrar en conflictos con el imperialismo. Pero aquí entra otro factor que menciona Testa: el latifundio.

29 Con el latifundio la estructura de la propiedad agraria se mantiene en pocas manos: en las de los terratenientes. Pero no solo la propiedad, sino también la renta agraria que ésta genera mediante el sistema de arriendo. Para Testa esto implica una acción anti industrializadora, porque reduce el poder de consumo de la mano obra rural de aquellos bienes que circulan en el mercado interno, además de restarle ingresos a la nación que van a parar en manos de los terratenientes30. También la renta agraria implica la especulación con el precio de la tierra por parte de los grupos que la concentran en sus manos, restándole posibilidad de agregarle valor mediante la intensificación y el mejoramiento técnico de la producción. En caso que estos existieran, menciona Testa, las ventajas obtenidas van a parar a las manos del terrateniente.

30 Estos factores -latifundio y dependencia del capital extranjero- generan los hechos que Testa observa en la realidad empírica, que ya fueron mencionados más arriba. Un desarrollo industrial serio para Testa (para Milcíades Peña en realidad) implica una salida política donde los explotados obreros y los chacareros del ámbito rural se hagan cargo del proceso que ni la burguesía argentina ni el peronismo realizaron mediante una revolución democrático burguesa. Las implicancias políticas que derivan de esto tienen sus raíces en posiciones que Trotsky plasmó en textos como la Revolución Permanente y el Programa de Transición. De estos textos Milcíades Peña toma dos grandes conclusiones que son parte del programa del marxismo para países atrasados y semicoloniales. Primero la idea de revolución permanente con tareas democráticas irresueltas por la burguesía nacional, donde obreros y campesinos realizan la expropiación de los medios de producción, y la reforma agraria a la vez. Dos de las Tesis fundamentales de la Revolución Permanente, exponen lo siguiente: II Con respecto a los países de desarrollo burgués retrasado, y en particular de los coloniales y semicoloniales, la teoría de la revolución permanente significa que la

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resolución íntegra y efectiva de sus fines democráticos y de su emancipación nacional tan sólo puede concebirse por medio de la dictadura del proletariado, empuñando éste el poder como caudillo de la nación oprimida y, ante todo, de sus masas campesinas. III El problema agrario, y con él el problema nacional, asignan a los campesinos, que constituye la mayoría aplastante de la población de los países atrasados, un puesto excepcional en la revolución democrática. Sin la alianza del proletariado con los campesinos, los fines de la revolución democrática no sólo no pueden realizarse, sino que ni siquiera cabe plantearlos seriamente. Sin embargo, la alianza de estas dos clases no es factible más que luchando irreconciliablemente contra la influencia de la burguesía liberal-nacional31.

31 Y segundo: la lucha por el socialismo en los países atrasados es a la vez una lucha por la liberación contra el imperialismo. Al respecto El Programa de transición plantea: […] la lucha por las más elementales reivindicaciones de independencia nacional y democracia burguesa se combina con el combate socialista contra el imperialismo mundial. En esta lucha las consignas democráticas, las reivindicaciones transitorias y los problemas de la revolución socialista no constituyen etapas históricas aisladas, sino que están íntimamente unidas. […] La tarea central en los países coloniales y semicoloniales es la revolución agraria, es decir, la liquidación de la herencia feudal y la independencia nacional, es decir, la liberación del yugo capitalista. Ambas tarea están íntimamente ligadas32.

32 Estos son los planteos fundamentales que centran el debate con Jorge Abelardo Ramos en Industria, Burguesía industrial y liberación nacional (aparecido en 1974). Debate que se encuentra en su totalidad en ese texto mencionado pero que Peña ya estaba desarrollando en las últimas apariciones de la revista Fichas.

33 Con este párrafo sintetizaremos la exposición de Testa y el contenido político de una industrialización que saque del atraso a la argentina de mediados de siglo XX: Actualmente [principio de los años ‘60] el capital, extranjero o nacional, extrae sus ganancias más elevadas de la explotación del atraso de los países como Argentina y les cierra el camino hacia la industrialización, perpetuando su atraso mediante un desarrollo de tipo combinado. En última instancia, el capital constituye el límite último a la industrialización argentina, ya que el capital tiende necesariamente a una cuota máxima de ganancia y, en los países atrasados como el nuestro, la ganancia más elevada brota fundamentalmente de la explotación del atraso. Por ello, como lo atestigua toda la historia del siglo XX, sobre la base de la propiedad privada de los medios de producción los países atrasados no pueden dejar de serlo. Divorciado el capital del desarrollo de las fuerzas productivas, la industrialización de los países atrasados sólo es concebible en el marco de un sistema de producción interesado en liquidar el atraso, es decir, con una economía socialista33.

Conclusiones

34 El cierre del trabajo podemos plantearlo en torno a una serie de debates suscitados en torno a la obra y a la personalidad tanto militante como intelectual de Milcíades Peña.

35 La primera cuestión es acerca de la posibilidad de coexistencia que hubo en Peña entre el intelectual marxista que era y el partido donde trabajaba orgánicamente. Horacio Tarcus menciona que el intelectual revolucionario fue incompatible con el intelectual orgánico, que la teoría y la praxis entraron en crisis desde que Peña deja de estar bajo la línea partidaria de Moreno. Por otro lado Hernán Camarero también rescata este punto, acerca de las posibilidades de acción de un intelectual como era Peña dentro de un partido, y la idea del legado trotskista que Nahuel Moreno le imprime a Peña, pero lo plantea como

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una cuestión que debe ser problematizada en los estudios de la izquierda partidaria argentina. En ese sentido es cuestionable la postura de Tarcus (que mantiene en todo su trabajo, tanto para Peña como para Silvio Frondizi) acerca de la imposibilidad de ligazón entre teoría y praxis e intelectualidad y militancia que hay dentro de un partido marxista.

36 Pero esto no es comprensible sin la contextualización del trotskismo argentino que debió enfrentarse a la contemporaneidad del peronismo el cual, como fenómeno histórico, aún hasta el día de hoy parte aguas en la política argentina. Había que explicar el fenómeno y definir tareas que el marxismo debía llevar a cabo con el movimiento obrero. Había que polemizar dentro de la izquierda sobre temas como la industrialización en la Argentina, el carácter del peronismo, el rol de las clases dominantes y de las clases explotadas. Peña mantuvo polémicas con Silvio Frondizi, con Rodolfo Puiggrós y al final de su vida con Abelardo Ramos. Luego de separarse del morenismo tuvo también su réplica con este. El problema surge, como plantea Osvaldo Coggiola, cuando “la excepción” y el “como sí” reemplazan la especificidad histórica de un fenómeno en el análisis teórico. Esto también lo observa Horacio González en su prólogo a la reedición de Fichas34. Tomaremos una cita textual de Coggiola para sintetizar la idea: En 1958 “Hermes Radio” teorizaba en la revista Estrategia el “entrismo orgánico” de PO [Palabra Obrera]: “la lucha democrática por la legalidad del partido [peronista] y del líder [Perón] que agrupan a la clase obrera, conduce directamente a la lucha socialista por el armamento del proletariado y la expropiación de la oligarquía”. Si esto fuese cierto, se podía ahorrar la lucha por la organización y politización independiente del proletariado (o sea, el programa del trotskismo). Seis años después -1964- “Radio” Peña volvía de su ilusión, atribuyéndole la culpa a la clase obrera: “desde 1945 la clase obrera argentina, a nivel de actitudes y conducta, sobre todo de conducta, acepta el sistema social imperante... del conjunto de características que presenta la conducta de la clase obrera predominan, sobresalen, el quietismo, el conservadorismo… si en la Argentina la clase obrera desplegase una alta combatividad en procura de un objetivo puramente conservador, como sería la legalidad electoral para Perón, es probable que la clase se viera enfrentada a todo el sistema social35.

37 Para Milicíades Peña la clase obrera era conservadora por el hecho de no luchar contra Perón por la independencia política, y por las conquistas que consiguió al “mudarse” de las zonas rurales y atrasadas, a las urbanas e industriales. Dejó de ser revolucionaria para creer en su “Dios criollo”: Perón. Coggiola señala que Peña justificó esto con un subjetivismo y oportunismo (“entrismo” mediante) que no terminaron de despegarse de las posturas del morenismo con respecto a la clase obrera36. Con respecto a las conclusiones sobre la burguesía nacional, el autor señala que el análisis de Peña es incompleto por su unilateralidad. No logró considerar objetivamente el aspecto progresivo del peronismo como fenómeno histórico de carácter nacionalista y burgués que si bien claudica ante el imperialismo (y en eso tenía razón Peña), también confronta con este37. Porque la burguesía de países coloniales y semicoloniales también está oprimida por la burguesía imperialista, y también tiene posiciones políticas independientes frente a la misma. Para Peña el peronismo era una continuación del orden conservador; una forma más de gobierno reaccionario, y esto no le permitió analizar las posibilidades reales de la clase obrera frente al mismo.

38 La principal falla estuvo en la herencia teórica y estratégica que adoptaba la organización morenista, primero el POR y luego PO, aún presentes en Peña luego de abrirse de la militancia orgánica. La otra falla estuvo en el alejamiento de Peña del movimiento real del proletariado y de los explotados desde el cual escribía los artículos de Fichas. Eso explica

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lo que Omar Acha denomina como descontento o desencanto del autor con las acciones de la clase obrera frente al peronismo38. Similar a la conclusión de Coggiola pero desde otro ángulo, Acha afirma que para Peña la clase obrera era el núcleo definitivo donde residía la resolución de la “tragedia de la historia argentina”, pero que esta resolución terminó implicando más un anhelo subjetivo del autor que la lucha real por superar la historia trágica de nuestro país39.

39 El mérito de Milcíades Peña es haber llevado al máximo la crítica a los apologistas que sostenían el carácter revolucionario del peronismo en relación con las tareas que una revolución democrático burguesa resuelve (entre ella la lucha por la liberación nacional, la reforma agraria y la industrialización de la nación), mientras que, por otro lado, sentó las bases historiográficas para estudiar la historia argentina desde la perspectiva marxista.

BIBLIOGRAFÍA

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Camarero Hernán, “El período formativo de un intelectual: Milcíades Peña y el trotskismo en las décadas de 1940-1950”. Archivos de Historia del movimiento y la izquierda, N° 3, 2013. 9-33.

Coggiola Osvaldo, Parte I capítulos III y IV y Parte II capítulos IV y V, Historia del trotskismo en Argentina y América Latina, Buenos Aires: Ediciones ryr, 2006. 101-211 y 425-433.

González Horacio, “Fichas: reescribir un 18 Brumario”, en Peña Milcíades (comp.), Fichas de Investigación económica y social. Volumen I. Edición Facsimilar, Argentina: Ediciones Biblioteca Nacional. 2014. 7-15.

Lenin V. I., Imperialismo, fase superior del capitalismo (ensayo popular 1916). Pekín: Editorial del Pueblo. 1975.

Tarcus Horacio, “Introducción y capítulos 2, 4 y 5” en El marxismo olvidado en la Argentina: Silvio Frondizi y Milcíades Peña. Buenos Aires: Ediciones el Cielo por el asalto. 1996. 17-42, 65-120, 161-310 y 311-413.

Testa Víctor (pseudónimo Milcíades Peña), “1. La Evolución industrial Argentina”, en Milcíades Peña (comp.), Fichas de Investigación económica y social Tomo I (abril 1964), Volumen I. Edición Facsimilar. Argentina: Ediciones Biblioteca Nacional. 2014.

Trotsky León 1932, “Capítulo I Las características del desarrollo de Rusia”, Historia de la Revolución Rusa. Buenos Aires: Ediciones ryr. 2012. 29-38.

Trotsky León 1930, “¿Qué es la Revolución Permanente? (Tesis fundamentales)”, La Revolución Permanente, Proyecto Espartaco 2000-2002.

Trotsky León 1938, “Los países atrasados y el programa de transición”, El Programa de Transición, edición online. 18-20.

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NOTAS

1. Camarero Hernán, “El período formativo de un intelectual: Milcíades Peña y el trotskismo en las décadas de 1940-1950”, Archivos de Historia del movimiento obrero y la izquierda, n° 3, septiembre 2013, pág. 11. 2. Coggiola Osvaldo, Historia del trotskismo en Argentina y América Latina, Buenos Aires, Ediciones ryr, 2006, pág. 103. 3. Coggiola, Ibíd., PP. 112-113. 4. Coggiola, Ibíd., PP. 125-128. 5. Camarero, op.cit., PP. 21-22. 6. Camarero, Ibíd., pág. 29. 7. Coggiola, op.cit., PP. 146-147. 8. Tarcus Horacio, El marxismo olvidado en la Argentina: Silvio Frondizi y Milcíades Peña, Buenos Aires, Ediciones el Cielo por asalto. 1996. Pág. 354. 9. Coggiola, op.cit., PP. 133-137. 10. Tarcus, op.cit., PP. 318-324. 11. Camarero, op.cit., pp 16-19. 12. Tarcus, op.cit., pág 353. 13. Tarcus, Ibíd., pág. 359. 14. Tarcus, Ibíd., pág. 117. 15. Tarcus, Ibíd., pág. 354. 16. Tarcus, Ibíd., PP. 361-365. 17. González Horacio, “Fichas reescribir un 18 Brumario”, Peña Milcíades (comp.), Fichas de Investigación económica y social. Volumen I, Edición facsimilar, Argentina, Ediciones Biblioteca Nacional, 2014, pp 7-9. 18. González, Ibíd., pág. 12. 19. González, Ibíd., pp. 7-8. 20. Testa Víctor, “La evolución Industrial argentina”, Peña Milcíades (comp.), Fichas de Investigación económica y social. Volumen I (abril 1964), Edición facsimilar, Argentina, Ediciones Biblioteca Nacional, 2014, PP. 44-45. 21. Testa, Ibíd., PP. 57-58. 22. Testa menciona el ”derroche” generado a través del gasto suntuario, la compra de extensiones de campo acentuando la existencia del latifundio, la instalación de maquinaria ineficiente, inversión en bolsas especulativas y depositando sus ganancias en bancos extranjeros como reaseguro ante una situación de crisis social (Testa, 45). 23. Testa, Ibíd., pág. 60. 24. Trotsky León, Historia de la Revolución Rusa (1932), Buenos Aires, Ediciones ryr. 2012, PP. 30-31. 25. Testa, op.ci., pág. 62. 26. Testa, idem. 27. Testa, Ibíd., pág. 63. 28. Lenin V.I., Imperialismo, fase superior del capitalismo (ensayo popular 1916), Pekín, Editorial del Pueblo, 1975, pp. 51-54. 29. Lenin en El Imperialismo, fase superior del capitalismo caracteriza al imperialismo como: capitalismo monopolista con la producción concentrada, con las industrias organizadas en trust y cartels que buscan materias primas en el mercado mundial, con un desarrollo de las finanzas y bancos monopolizados por una oligarquía financiera, y con tendencia expansionista en la geografía mundial buscando colonias y semicolonias donde realizar la tasa de ganancia (Lenin, 83).

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30. Testa, op.cit., pág. 71. 31. Trotsky León, La Revolución Permanente (1930), Proyecto Espartaco 2000-2002, sin número. 32. Trotsky León, El programa de Transición (1938), edición online, pp. 18-19. 33. Testa, op.cit., pág. 71. Aclaración entre corchetes es mía. 34. González señala el “como si” de Peña que implican justificaciones objetivas a sus juicios de valor. La clase obrera es “como si” fuera revolucionaria, pero no lo era el 17 de Octubre del ‘45 porque claudicó ante los sindicalistas, los policías y el Ejército que organizaron la resistencia al encarcelamiento de Perón; la clase obrera es “como si” fuera móvil y revolucionaria pero no, porque era “quietista” y conservadora (González, 11). 35. Coggiola, op.cit., pág. 161. Las aclaraciones entre corchetes son mías. 36. Coggiola, ídem. 37. Coggiola, Ibíd., PP. 177-178. 38. Acha Omar, Historia crítica de la historiografía argentina: las izquierdas en el siglo XX, Buenos Aires, Prometeo Libros, 2009, PP. 280-281. 39. Acha, Ibíd., pág. 282.

RESÚMENES

En este trabajo nos acercaremos a un concepto que desarrolló Milcíades Peña -intelectual y militante trotskista argentino- con el fin de polemizar con la intelectualidad peronista sobre el proceso de industrialización en Argentina. A partir de la contextualización de la actividad política de Peña en los ’50 y ’60 se analizará el concepto de pseudoindustrialización que el autor desarrolla en “La evolución industrial argentina”. Artículo aparecido en el primer número de la revista Fichas de investigación económica y social (Abril 1964), y escrito bajo el pseudónimo de Víctor Testa.

In this paper, we take a closer look at a concept developed by the Argentinian intellectual and trotskyist militant Milcíades Peña, with the purpose debating with the Peronist intellectuals about the process of industrialization in Argentina. Taking as our starting point Peña’s political activity during the 50’s and 60’s, the concept of pseudoindustrialization will be analyzed. This concept, developed by the author, initially appeared in the article “La evolución industrial argentina”, in the first edition of the magazine Fichas de investigación económica y social (Abril 1964), and was written under the pseudonym Víctor Testa.

ÍNDICE

Palabras claves: Peña (Milcíades), morenismo, peronismo, pseudoindustrialización, latifundio, imperialismo Keywords: Peña (Milcíades), Morenism, Peronism, pseudoindustrialization, latifundia, imperialism

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Vicente Lombardo Toledano y su cruzada obrera continental: entre colaboraciones y conflictos, 1927-1938 Vicente Lombardo Toledano and his working continental crusade: between collaborations and conflicts, 1927-1938

Patricio Herrera González

NOTA DEL EDITOR

Recibido: 29 agosto 2015 – Aprobado: 7 octubre 2015

Introducción

1 La realidad obrera continental de América Latina experimentó circunstancias particularmente complejas en la década de 1930, por efectos de los (des)ajustes del orden internacional. El agotamiento del modelo político y socioeconómico liberal, el ascenso de Adolf Hitler a la cancillería de Alemania, en enero de 1933, y la estrategia de cooperación inter-clases ratificada en el VII Congreso de la Internacional Comunista (IC), realizado en Moscú en julio-agosto de 1935, fueron factores que influyeron en el desarrollo de las relaciones entre la clase obrera y el poder político-económico durante esta década, cuestión que intensificó la urgencia de presentar una posición unificada de los sectores obreros del continente para enfrentar el escenario de “crisis” que se “respiraba” en el mundo, como resultado de una inevitable conflagración mundial y las consiguientes restricciones económicas y sociales que recaerían sobre estos sectores. Esta investigación proporciona antecedentes nuevos, y en algunos casos inéditos, sobre el papel que le

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correspondió al dirigente sindical mexicano Vicente Lombardo Toledano para consolidar la influencia de la clase obrera a nivel continental. La participación de Lombardo Toledano, como dirigente e intermediario de los intereses obreros, se sustenta en este trabajo con fuentes de archivo no trabajadas con anterioridad, por tanto presentamos a lo largo del artículo perspectivas nuevas y complementarias a las existentes, que van a contracorriente de la historiografía del movimiento obrero1. Insistir en la premisa de que Vicente Lombardo Toledano tuvo una trayectoria sindical que sólo se materializó por la “designación” del presidente Lázaro Cárdenas; afirmar sin fuentes directas su carácter de “agente de inteligencia” de los soviéticos; incluso asegurar que fue el “principal representante de la Comintern en México”2 y para América Latina, como líder de la Confederación de Trabajadores de América Latina (CTAL), dan cuenta de los estereotipos que todavía permanecen en los estudios. Esto no ha permitido, a nuestro juicio, ponderar las virtudes, límites y conflictos que supuso el trabajo sindical y político del dirigente mexicano y latinoamericano, cuestión que hemos procurado ir dilucidando en estudios anteriores3.

2 Creemos, que la historiografía mexicana y mexicanista aún no se (re)encuentra con la trayectoria de Lombardo Toledano como sindicalista, intelectual y político. Ni en su modalidad mexicana, menos en su versión continental, el dirigente todavía es desconocido en sus múltiples facetas. Al respecto, hay numerosas investigaciones que reconocen el protagonismo de Lombardo Toledano, sin embargo no hay una sistematicidad en registrar sus logros, negociaciones y fracasos. Los estudios subrayaron algunas perspectivas ideológicas o acciones estratégicas, que no permiten establecer cabalmente el desempeño del dirigente en México y el continente. Al contrario, en sus hombros acumula sentencias políticas, doctrinarias y militantes de una historiografía que lo responsabiliza de los fracasos de la izquierda mexicana, de prácticas políticas “impuras” en relación con el Partido Comunista Mexicano (PCM) o de sus limitados compromisos democráticos hacia sus representados, como resultado de su “empedernida maniobra” y componendas políticas. Hechos que merecen mayor atención, y que en este artículo tratamos de matizar.

3 Las representaciones sobre Lombardo Toledano se han mantenido en forma inalterable por décadas, sin que existan estudios que renueven las interpretaciones de sus intervenciones políticas. El ya clásico estudio de E. Krauze, sobre la contribución de Lombardo Toledano en el contexto de la cruzada cultural que desarrolló durante la Revolución Mexicana o las investigaciones que puntualizaron su papel en la Confederación de Trabajadores de México (CTM), como los de A. Anguiano, A. Córdova o F. Chassen, por señalar algunos autores, proporcionaron antecedentes relevantes, pero sin puntos de comparación con las fuentes disponibles en el presente. La consulta de archivos, Fondo Histórico Lombardo Toledano (FHLT), Archivo Estatal Ruso de la Historia Social y Política (RGASPI) o Archivo de la Organización Internacional del Trabajo (AOIT), permite reconstruir líneas de pensamiento y acción en colaboración y conflicto, particularmente en su versión más influyente para México y América Latina, como fueron las décadas de 1930 y 1940, cuestiones que se plantean y acentúan en este artículo.

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Vicente Lombardo Toledano y la emergencia de su liderazgo

4 La experiencia política y sindical de Vicente Lombardo Toledano, desde muy joven, fue marcada por un doble proceso histórico, ejecutados en forma simultánea, la Revolución mexicana y el permanente asedio de la intervención estadounidense en la política interna del país. En 1927, ante una violenta controversia entre el gobierno de México y de Estados Unidos por la expedición de una ley sobre el petróleo, la representación de la Confederación Regional Obrera Mexicana (CROM) propuso la revisión completa del estatuto de la Confederación Obrera Panamericana (COPA), organización coordinada y financiada por la Federación Americana del Trabajo (AFL) y que estaba al servicio de la política exterior de Estados Unidos. En esa oportunidad, reunidos los obreros mexicanos en el Teatro Esperanza Iris de la Ciudad de México, el 30 de enero de 1927, Vicente Lombardo, único orador, denunció las ambiciones de dominación de Estados Unidos sobre América Latina, llamó a la clase trabajadora, sin excepciones, de todo el continente a combatir la ideología del panamericanismo y la doctrina Monroe, propugnadas por el imperialismo4. Se trató, seguramente, de una idea no ponderada del todo, surgida al calor del encendido discurso, sin poseer aún un proyecto definido de unidad, pero que discernía los derroteros para combatir a los enemigos de Latinoamérica y acaso el inicio de su trayectoria como dirigente del proletariado continental.

5 El dirigente mexicano tuvo muy claro que, tanto para su país como para el continente, se necesitaba luchar por la formación de un nacionalismo revolucionario dentro de la clase explotada, como condición previa para la transformación social. En su estrategia se contempló la necesidad de que la clase política en alianza con las clases productivas, industriales y obreros, controlaran las riquezas nacionales, para promover un mejor bienestar y lograr una autonomía económica plena, que erradicara definitivamente el imperialismo en el continente. Incluso se propuso concretar esfuerzos constantes a favor y en solidaridad con las víctimas de la lucha revolucionaria contra el capitalismo por encima de las fronteras nacionales. Así lo señaló explícitamente, en marzo de 1933: “La CROM convocará a todas las agrupaciones obreras de las naciones iberoamericanas a un congreso para la organización de la Confederación Obrera Iberoamericana, que discutirá y aprobará, un programa de defensa y de acción contra el imperialismo de América”5.

6 Entre 1932-1933 la CROM se atomizó, cuando las pugnas políticas de las facciones existentes en su interior desencadenarían la más importante ruptura de la primera organización unitaria de los obreros mexicanos. El monopolio del poder entre los cromistas siguió en manos del dirigente Luis N. Morones, aliado de W. Green, líder de las organizaciones sindicales AFL y COPA.

7 La tendencia lombardista, opositora al liderazgo de Morones, se retiró de la CROM. La mayoría de estas organizaciones sindicales aprobaron un nuevo programa de acción, redactado por Lombardo Toledano, dando vida a la Confederación General de Obreros y Campesinos de México (CGOCM) en el mes de octubre de 1933, que entre sus orientaciones principales tomó la resolución de cooperar para la “unidad de los trabajadores de la América Latina”6.

8 La entronización en el poder del general Lázaro Cárdenas supuso una renovación política en la administración del Estado mexicano, acentuando el ideario de transformación

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social, encauzando los principios revolucionarios de 1910, que de una u otra forma se fueron relegando por las guerras intestinas entre las diversas facciones de caudillos o simplemente por los vicios del poder de las armas en tiempos de borrasca.

9 Plutarco Elías Calles, el otrora líder sonorense y “Jefe Máximo” de la Revolución, fue junto a sus seguidores un firme opositor a la política cardenista, cuestionando su plan de gobierno. El presidente Cárdenas con su discurso marcadamente antiimperialista denunció la ausencia de transformaciones estructurales de corte revolucionario y alimentó la necesidad de constituir un movimiento nacional de masas. En una entrevista realizada en abril de 1935, en plena efervescencia social, Lázaro Cárdenas expresaba su compromiso con la clase trabajadora, sosteniendo que se debía “combatir al capitalismo, a la escuela liberal capitalista que ignora la dignidad humana en los trabajadores y los derechos de la colectividad”, pero a su vez exteriorizó su respeto y estímulo del gobierno hacia el capital que se ajustaba “a las nuevas normas de justicia distributiva, que garantiza buenos salarios y cumple los derechos esenciales de las clases trabajadoras”7.

10 Vicente Lombardo Toledano, en un principio dudó de la independencia política y talante revolucionario de Lázaro Cárdenas8. A poco andar cambió sus primeras impresiones porque el general inició un programa de gobierno que acentuaba el carácter revolucionario, para devolver las esperanzas a la clase obrera y campesina que continuaban marginados de los beneficios sociales y económicos del proceso iniciado en 1910.

11 Las críticas de P. E. Calles al presidente Cárdenas, por los medios de comunicación afines al callismo (Novedades, Excélsior), por su decisión de no reprimir a los sindicatos obreros en huelga, en varios estados de la República, tuvo un vuelco inesperado. La CGOCM y el Partido Comunista Mexicano (PCM), por indicaciones de la Profintern, expresaron su apoyo al mandatario e iniciaron su defensa ante las agresiones de la oposición callista. Lombardo Toledano tuvo presente que la unidad de los obreros mexicanos era esencial para garantizar sus derechos sociales, pero aquello sólo se alcanzaría, sentenciaba el dirigente, si el régimen de gobierno se reformaba por completo, estableciendo una socialización de los medios de producción y colaborando junto a las organizaciones sindicales a “formar la conciencia de clase del proletariado”9.

12 La participación explícita de P. E. Calles en la política contingente fue un factor que logró conformar un frente obrero unido, en parte ello facilitó la instrumentación del proyecto político de Lázaro Cárdenas y de paso acrecentó el liderazgo e influencia de Lombardo Toledano en las organizaciones obreras y campesinas, más allá de la CGCOM. La alianza política entre ambos permitió contener a los “enemigos de la Revolución” y fortalecer la política transformadora del gobierno.

13 Ante las amenazas flagrantes de Calles, en la mañana del 12 de junio de 1935 el Sindicato Mexicano de Electricistas (SME) invitó a diferentes organizaciones y sus representantes para discutir la posición de la clase obrera en estas circunstancias. Lombardo Toledano, al frente de la CGOCM, la Confederación Sindical Unitaria de México (CSUM), bastión del PCM, y varios sindicatos independientes, excepto la CROM y la Confederación General de Trabajadores (CGT) – partidarios de P. E. Calles –, asistieron sin retraso a la cita. Ahí discutieron con vehemencia sus propuestas, resolviendo constituir el Comité Nacional de Defensa Proletaria (CNDP)10. En la calle República de Colombia número 9, domicilio social del SME, el 15 de junio se llevó a cabo un pacto de solidaridad de las organizaciones obreras para defenderse de los ataques por la prensa del expresidente Calles, y ante el

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temor de acciones represivas de sus simpatizantes, quienes expresaban su descontento por las huelgas y mítines de los trabajadores en toda la República.

14 Las acciones del gobierno Federal en favor de las “masas” obreras contribuyó a consolidar los lazos entre obreros y campesinos y de paso reafirmó la ruta “reformista estructural” de la administración cardenista. Entre los dirigentes que coordinaron el CNDP podemos mencionar, entre otros, a: Francisco Breña Álvarez, Manuel Paulín Ortiz, Valentín Campa, Hernán Laborde, Vicente Lombardo Toledano, Fidel Velázquez, Juan Téllez. En cuanto a las organizaciones obreras participantes podemos mencionar: Alianza de Obreros y Empleados de la Compañía de Tranvías de México S. A; Alianza de Uniones y Sindicatos de Artes Gráficas; Cámara Nacional del Trabajo de la República Mexicana; CGOCM; CSUM, Federación de Obreros y Empleados de la Compañía de Tranvías; Sindicato de Trabajadores Ferrocarrileros de la República Mexicana, Sindicato de Trabajadores Mineros y Metalúrgicos y el SME.

15 Ocho puntos fueron los que contemplaron las demandas, destacando el objetivo de establecer la unificación del movimiento obrero y campesino a escala nacional con la creación del CNDP, e invitando a todas las agrupaciones populares a adherirse a dicho pacto. Los puntos comunes y centrales fueron la creación de un programa a realizar mediante la satisfacción de las demandas reivindicativas de los trabajadores y, por otro lado, sentar las bases de la unificación obrero-campesina. Este fue el origen de la Confederación de Trabajadores de México (CTM) en el congreso efectuado en febrero de 1936, en la ciudad de México, que si bien no tuvo el efecto político proyectado, produjo una convergencia de posiciones sindicales diversas, que hasta entonces se habían opuesto a la intervención del Estado en los sindicatos, y trabajó sin descanso por consolidar la unidad de los obreros mexicanos en una sola gran organización sindical que debía defender los intereses de la clase trabajadora, al gobierno de Cárdenas y frenar la intervención callista en el escenario político nacional, quien fue conminado por el presidente Lázaro Cárdenas a abandonar el país en la madrugada del 10 de abril de 1936.

El Viaje a la URRS: “el mundo del porvenir”

16 Mientras se iniciaban los preparativos para alcanzar la unidad del proletariado y la alianza con otras fuerzas, intelectuales, estudiantes y profesionistas, Lombardo Toledano viajó a Moscú y Europa, invitado por la unión de sindicatos soviéticos y con el patrocinio de Rafael Alberti, María Teresa León y los jerarcas de la IC, entre los meses de julio a octubre de 193511. El viaje reforzó su convicción de liderar las transformaciones de la clase obrera, lo cual contribuyó a reafirmar su ascendencia entre sectores populares y progresistas de México y coadyuvó a su anhelo de favorecer la unidad del proletariado en América Latina, pues las fuerzas obreras de México y el PCM prestaron su apoyo en forma unánime al proyecto de un “Frente Popular” mexicano, que posteriormente debía promover la unidad continental.

17 Lombardo Toledano tuvo una gran expectativa por el viaje a la Unión Soviética y Europa, particularmente a Francia y España. Unos días antes de partir, manifestó en una entrevista que siempre había querido visitar la URSS, afirmando que el viaje obedecía a la “urgencia que tiene la organización obrera a la que pertenezco, la Confederación General de Obreros y Campesinos de México, de conocer de un modo directo la situación que guarda la clase trabajadora en Europa. Esta urgencia es mayor que nunca ante el peligro cada más grave de una nueva guerra internacional”12.

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18 Una de sus preocupaciones en la preparación del viaje fue el financiamiento. Entre sus papeles personales existe evidencia para sostener que el dinero que le permitió solventar el viaje y la estadía provino de dos fuentes. La primera, fue resultado de un préstamo personal que recibió del Licenciado Salvador Martínez de Alva, destacado funcionario del servicio exterior mexicano. En la carta, Lombardo Toledano le indicó al diplomático que el objetivo de su viaje era estudiar bien la situación de Rusia, pues tenía la intención de escribir un libro “didáctico, imparcial y objetivo, que sirva para conocer la realidad y no para hacer propaganda torpe ni tampoco calumnia vil de la que estoy muy lejos, pues usted sabe con cuanta simpatía seguimos el movimiento de Rusia los que nos preocupamos por las cuestiones humanas”13. Aunque en la correspondencia con Martínez de Alva no se detalla el monto, Lombardo Toledano le aseguró la devolución íntegra del mismo, afirmando: “antes del fin del presente año devolveré a usted el dinero que ha tenido la bondad de enviarme. Lo recibí como un préstamo; de otro modo no lo aceptaría; pero pronto habré vendido los derechos que tengo sobre la casa en que vivo y me sentiré más libre que hoy en cierta forma”14.

19 La segunda fuente de financiamiento emanó de la Secretaría de Economía Nacional. Ya iniciado el viaje, con primera estancia en Leningrado, Lombardo Toledano recibió una carta del subsecretario de Economía, Ing. Santillán, quien le indicaba que la repartición pública “le comisionaba para estudiar la organización y funcionamiento de cooperativas en la URSS y en otros países europeos […] teniendo en cuenta el trabajo profesional que como especialista va usted a realizar y la probable duración del mismo, se pagarán a usted Dls. 3000.00 (tres mil dólares) como honorarios”15. Si bien se trata de una suma importante para una estadía de dos meses en Rusia, Francia, Suiza y España, seguramente recibió un apoyo logístico significativo por parte de los dirigentes obreros de aquellos países.

20 Los jerarcas de IC estaban muy interesados en la visita de Lombardo Toledano, pues su ascendencia sobre la clase obrera y campesina mexicana, sus vínculos con la élite dirigente y política de su país, la estrecha relación con dirigentes sindicales de Estados Unidos y las redes que había construido con la intelectualidad latinoamericana lo catapultaban como el hombre indicado para cohesionar en un frente único a los sectores populares y mesocráticos de tendencia progresista. Su independencia partidista, la que defendió en una entrevista concedida al periódico del PCM, El Machete16, y el respeto conseguido por miembros de diversas tendencias ideológicas fue un capital político que la dirigencia de la Profintern valoró en Lombardo Toledano, situándolo, a su regreso del viaje, en el principal portavoz para instaurar un Frente Popular en México, lo cual le produjo numerosos conflictos con los dirigentes del PCM, pues no hubo un apoyo irrestricto de los miembros de la colectividad hacia la persona de Lombardo, denostando, al menos desde 1929, su “marxismo intelectual” y su “falsa representación” del proletariado mexicano a través de las páginas de El Machete. Ante lo cual Lombardo Toledano, y sus colaboradores, acusaba al PCM de “sectarismo” y “divisionismo”, utilizando la prensa gobernante, El Universal, o su plataforma propagandista, la revista Futuro17.

21 En la cuna del comunismo pudo “respirar” el “mundo del porvenir”, conocer, a su juicio, la vida cotidiana de sus habitantes, comprender la organización política, comprobar los “progresos económicos” y compartir sus experiencias sindicales con dirigentes locales. También se entrevistó con los líderes comunistas que participaban en el VII Congreso de la IC, donde tuvo un encuentro con los delegados del PCM18, lo que terminó por reafirmar

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sus convicciones sobre la necesidad de concretar la unidad del proletariado mexicano y latinoamericano. Al escribir sus primeras impresiones del viaje manifestó hallarse absorto, conmovido por ver la materialización del socialismo, subrayando la disposición a redoblar su trabajo en “favor de la revolución proletaria, con más ardor que nunca, con nueva fe, con el estímulo que dan los sueños o las esperanzas que se cumplen”19.

22 Unos meses después, con mayor reposo y reflexión, las ideas se decantaron en una serie de conferencias en el Teatro Hidalgo en la ciudad de México dirigidas al público en general los primeros días del mes de noviembre de 1935, publicadas luego bajo el título de Un viaje al mundo del porvenir. En sus páginas Vicente Lombardo manifestó explícitamente su apoyo a la Unión Soviética y exhortó al proletariado mexicano para hacer de la “humanidad la especie que ha de dominar el planeta en el sentido de la dicha colectiva, invocando siempre la concepción marxista-leninista del universo: los militantes mexicanos tenemos que poner nuestro entusiasmo en la creación de una humanidad mejor, empezando por el territorio en que vivimos”20.

23 Ya reintegrado a la vida pública y contingente en suelo mexicano “luchó con mayor entusiasmo que nunca” a favor de la unidad del proletariado de México y de América Latina21, al menos así lo manifestó en reiteradas oportunidades, dada las condiciones de asedio contrarrevolucionario que enfrentaba el gobierno del general Cárdenas. Las fuerzas sediciosas de Calles, apoyadas por los cromistas y los “Camisas Doradas”22, su brazo armado, estaban dispuestos a desestabilizar al gobierno, pues temían que las reformas “socialistas” aproximaran a México a la hegemonía comunista de la URSS. Las sospechas del callismo, sobre el giro izquierdista del cardenismo, se alimentaron por la recepción que dieron los militantes comunistas a Lombardo Toledano cuando regresó del viaje por Europa y la Unión Soviética, cuestión que el dirigente consideró como una estrategia errada del PCM para conseguir la unidad de los obreros mexicanos y el apoyo al presidente Cárdenas.

La unidad del proletariado mexicano se materializa

24 La fundación de la Universidad Obrera, el 8 de febrero de 1936, fue un primer paso para consolidar la unidad y defensa del proletariado mexicano23. Fue concebida por Vicente Lombardo como un referente intelectual para la clase obrera de México. Desde sus aulas se proyectó la formación de una vanguardia de los trabajadores, portadores de las “ideas que han de presidir el mundo futuro”24. Este centro de estudios fue considerado un “hogar proletario”, un espacio de convivencia de obreros manuales e intelectuales, que reflexionaría sobre la realidad nacional e internacional. Incluso el líder sindical pensó que la congregación de los obreros en sus patios era la antesala “para marchar perfectamente de acuerdo”25. Lombardo Toledano creyó que la Universidad Obrera de México realizaría una gran labor, muy potente, favoreciendo la conciencia nacionalista, pero no “patriotera, no snobista, no formal: de fondo, revolucionaria de verdad, porque tratamos de darle patria a quienes no la tienen todavía, y hacer que la enseña nacional, la bandera tricolor, pueda hermanarse definitivamente en el esfuerzo y en el anhelo, a la bandera roja del proletariado”26.

25 La universidad fue un centro de reuniones de los principales dirigentes sindicales de México. Desde sus instalaciones salieron muchas de las cartas, telegramas y comunicados de prensa que tuvieron como objetivo estrechar los nexos entre los líderes obreros del continente, para concretar la unidad obrera de América Latina y el Caribe. También, fue

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en ese espacio que se denunció a través de la prensa, mexicana o continental, a los gobiernos de la región que reprimían a las organizaciones de trabajadores o restringían los derechos políticos de los pueblos. Lombardo Toledano consiguió que la Universidad Obrera de México fuese un referente en materia laboral y sindical, muchas de las publicaciones de la CTM, y posteriormente de la CTAL, fueron impresas por la institución, en parte tuvo numerosos éxitos en hacer circular sus impresos, sin embargo faltan mayores estudios que evalúen su influencia en México y América Latina27.

26 Al constituirse el Congreso Nacional de Unificación Proletaria (CNUP), la semana del 19 al 26 de febrero de 1936, su asamblea discutió y enfatizó la necesidad de concretar la unidad obrera continental. Fue evidente que las condiciones internacionales y las demandas obreras de cada uno de los países latinoamericanos estaban acumulando descontento y un poder de convocatoria, como nunca antes se había experimentado. Los populismos y autoritarismos experimentados en Brasil, Paraguay, Bolivia, Argentina, Nicaragua, Guatemala, fueron motivo de preocupación de dirigentes obreros mexicanos. Se hablaba del fascismo de Vargas en Brasil, la amenaza de la sedición y el anticomunismo en Argentina, Chile y Perú. Eran tiempos inciertos y por eso los llamados desde el CNUP no se hicieron esperar: “Creada la central sindical única de México es preciso que este poderoso número de trabajadores inicie los trabajos necesarios para procurar la unificación de los trabajadores sindicalizados de la América Latina”28.

27 Los temores ante la reacción imperialista estadounidense, particularmente luego de la expropiación petrolera decretada el 18 de marzo de 1938, y la oposición de los “renegados” de la Revolución Mexicana –como lo fueron Saturnino Cedillo o Juan Almazán en las postrimerías del gobierno de Lázaro Cárdenas– además de las fuerzas conservadoras tradicionales, fueron una fuente de preocupación que detonó la necesidad de congregar a todas las agrupaciones obreras, intelectuales, periodísticas e industriales para reafirmar su compromiso con el nacionalismo revolucionario y la defensa de la gestión política del general Cárdenas: Llegará el momento, camaradas, en que el proletariado de nuestro país, que representa la poderosa Confederación que acabamos de organizar, denuncie a todos los que en alguna forma, participando directa o indirectamente con el gobierno de Cárdenas tratan de establecer en nuestro país una dictadura de tipo burgués, con tendencia a una organización fascista que pudiera vincularse a otras de los países latinoamericanos […] No vamos a establecer la dictadura del proletariado; no vamos a estar haciendo demagogia u ofrecimientos, como esta gente cree que podemos hacerlo; vamos a robustecer la conciencia de la masa oprimida29.

28 El sector laboral radical sintió, como tantas otras veces, las amenazas de sus vecinos del Norte, a las que debieron sumarse en esos momentos los fundados temores hacia sus “camaradas” del sur. Puede afirmarse que la situación de las organizaciones sindicales de toda América Latina fue inestable y que sólo la unión de todas las agrupaciones podía salvarlos de “nuevas privaciones y de otras etapas de grandes sacrificios”, puntualizaban algunos dirigentes obreros mexicanos30.

29 Al quedar formada la tercera gran central sindical, la CTM, su asamblea constituyente acordó convocar a un congreso a todos los trabajadores de América Latina para formar con ellos un amplio frente sindical internacional que lucharía por la unidad de los obreros en cada centro de trabajo, en cada rama de la producción y de los servicios, en cada país y a lo largo del continente. Al respecto, se reconoció que el movimiento obrero mexicano “pondrá todo lo que esté de su parte para lograr la unidad internacional del movimiento

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del proletariado organizado […] luchará, organizada y sistemáticamente, hasta eliminar todos los obstáculos que estorben la obtención de sus objetivos”31.

30 Al fundar la Universidad Obrera y la CTM, Lombardo Toledano procuró que la clase obrera mexicana estuviese conformada por todos los sectores representativos de las ramas productivas, de tal forma que aquello asegurara la conquista de sus derechos políticos y sociales. De ahí la demanda histórica y coyuntural, considerando el escenario de confrontación política en México, para implementar una fuerte organización obrera internacional que defendió Lombardo, con mayor ímpetu desde 1936, facilitada en parte por el contexto político en la acción nacionalizadora de Lázaro Cárdenas. Además, fue un hecho reconocido en la época que México estaba consiguiendo una preponderancia en varios países del continente. Por ejemplo, en Argentina, Chile y Ecuador se formaron asociaciones de “Amigos de México”, y la prensa en general consideró al país como ejemplo de lucha nacional y antifeudal: “Cárdenas se está haciendo de gran prestigio en los sectores avanzados del Continente. Este hecho, que estimula y fortalece la lucha nacional revolucionaria de América Latina, cobra más fuerza con la actividad de la CTM por la unificación obrera continental”32. Un ejemplo del legado de la obra del presidente Lázaro Cárdenas fue la difusión que tuvieron sus reformas, particularmente en favor de campesinos y obreros, en la revista Rumbo, órgano de la Juventud del Partido Socialista de Chile33. Incluso Juan Barzelatto, Secretario Gral. de la Brigada Socialista Universitaria de Chile, escribió a Vicente Lombardo Toledano para solicitar una colaboración para la revista34.

Lombardo Toledano y las tensiones entre la Profintern y el PCM

31 Tempranamente el PCM, a través de emisarios internacionales, inició entrevistas para informarse, y tratar de incidir, sobre la planificación del Congreso obrero. A finales del mes de abril de 1936, en vísperas del primero de mayo, Witold Antonovich Lovsky35, representante de la Confederación Sindical Latinoamericana (CSLA), tuvo una larga conversación con Lombardo Toledano para precisar detalles de los pasos a seguir al convocar a distintas organizaciones obreras del continente participantes del congreso de unificación. Lovsky estaba particularmente interesado en el proyecto de Lombardo Toledano, pues de acuerdo con los lineamientos del VII congreso de la IC era necesario formar los frentes populares, antiimperialistas y antifascistas. Aunque Lombardo Toledano apoyó con entusiasmo la nueva táctica de G. Dimitrov, no tuvo plena coincidencia con la IC porque su interés fue, inicialmente, establecer confederaciones obreras nacionales, con un proyecto de clase, capaz de garantizar derechos laborales y políticos que en muchos de los países de la región aún no se definían del todo, lo que se prestaba para abusos en la incipiente legislación laboral tanto a nivel de la clase patronal, como de los capitalistas foráneos.

32 Lombardo Toledano, en representación de la CTM, envió su primer mensaje al proletariado de la región, consensuado con Lovsky, a los “siguientes lugares: CSLA, CGT [Confederación General del Trabajo] Argent[ina], FOCH [Federación Obrera de Chile], Legales, CGTU [Confederación General del Trabajo del Uruguay], USU [Unión Sindical Uruguaya], FORU [Federación Obrera Regional Uruguaya], Nueva Central de Paraguay, Colombia y Cuba”36.

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33 El pacto obrero firmado en Santiago de Chile, en enero de 1936, fue el camino inicial que buscó articular a las fuerzas obreras organizadas e independientes en un gran congreso de unificación continental37. Lovsky, para apoyar las gestiones de Lombardo Toledano, reclamaba en las cartas enviadas a sus camaradas del Cono Sur que se debía “aprovechar y hay que insistir en que el Pacto no fue una simple cosa de etiqueta”38.

34 Lombardo Toledano se dejaba apoyar por los miembros del PCM y la CSLA para convocar al Congreso de unidad obrera latinoamericana, pero también sabía que no podía comprometer su independencia como dirigente de la CTM. Hernán Laborde y Lovsky comprendieron esa situación y explícitamente manifestaron a sus camaradas que era perjudicial “denunciar las simpatías y las manos que tenían en este trabajo”. El PCM o la CSLA no podían aparecer estar “empujando” a Lombardo Toledano, porque las fuerzas opositoras a su liderazgo y al gobierno de Cárdenas podían aprovechar estos vínculos para cuestionar las estrategias en la conformación de un Frente Popular proletario antiimperialista. Para tales fines era mejor “aprovechar a [Rosendo] Naula de Ecuador [destacado militante comunista] que él interroga a las partes pactantes para que se declaren prestos de seguir actuando a favor de la Unidad”39.

35 En los meses siguientes, Lombardo Toledano prosiguió con su interés por convocar a un congreso obrero regional. Envió telegramas, cartas, mensajes personales a connotados líderes del continente y a las organizaciones sindicales. El dirigente mexicano intentó atraer la solidaridad del movimiento obrero de su país vecino. Su interpelación buscó conmover al proletariado estadounidense con el firme propósito de conseguir la unidad regional del proletariado. El mensaje no escondió sus convicciones: “podéis prestar a la causa de la emancipación del proletariado servicios incomparables […] Podéis también ayudar a las naciones semicoloniales de la América Latina, cuya vanguardia geográfica y moral la constituye mi país”40.

36 La AFL no prestó ninguna colaboración para la instalación del Congreso obrero. William Green manifestó desde un comienzo su rechazo a la iniciativa, por considerarla una maniobra del comunismo internacional. Lovsky exteriorizó su preocupación por la oposición de la AFL, afirmando: Este problema se torna cada vez más importante en vista de la actitud de Morones como vicepresidente de la COPA, que emprendió un trabajo activo por el desprestigio de la CTM en escala continental. Santiago Iglesias, dirigente de la COPA y funcionario de la Secretaría de Estado de la Casa Blanca, se hace últimamente pasar por izquierdista y en sus declaraciones hace ver que la COPA será lo que querrá el proletariado continental. Siguen empeñándose en la celebración del Congreso […] Green es quien propicia la COPA y la CTM hace todo lo posible para ganar a Green para la CTM en contra de Morones […] Nosotros, estando en el sur, hemos pensado equivocadamente que la COPA ya se murió y no existe ya ningún problema41.

37 Green utilizó los medios periodísticos de su país y la prensa mexicana, opositora a Lombardo Toledano, para denostar a los dirigentes que estaban organizando la reunión continental, indicaba que estaban pagados por la Unión Soviética para “defender el comunismo internacional” y que la asamblea no era representativa de la clase obrera de la región. Desde entonces las relaciones con la AFL fueron malas, y a pesar de que Lombardo Toledano los invitó, en los años sucesivos, a los congresos generales y del comité central de la CTM, siempre declinaron a favor de sus “intereses anticomunistas”42.

38 La colaboración internacional para concretar la unidad sindical latinoamericana recibió un fuerte respaldo del estadounidense John L. Lewis, representante del Congreso de

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Organizaciones Industriales (CIO), y con la incorporación de la CTM a las filas de la Federación Sindical Internacional (FSI), fundada en 1901, y refundiéndose luego del término de la Primera Guerra Mundial, siendo la contraparte de la IC. El ingreso de la CTM a las filas de FSI fue un paso más en la concreción de un proyecto que sumó adeptos con el correr de los meses. Existió la convicción de que el proletariado latinoamericano estaba próximo a inaugurar su asamblea continental, por eso fue recibida con beneplácito en la CTM la propuesta de sumar fuerzas con los trabajadores de otras latitudes: “su ingreso en la Federación Sindical Internacional será, sin duda alguna, una aportación importante […] especialmente para los trabajadores latinoamericanos […] que se identifican siempre con la causa de la libertad nacional, dada su estructura de pueblos semicoloniales y de escaso desarrollo económico”43.

39 Considerada la CTM como la principal fuerza obrera del continente, aproximadamente con un millón de miembros, Lombardo Toledano reiteró la invitación en septiembre de 1936, a través de una extensa carta a las agrupaciones obreras del continente para convocar a reunirse a la brevedad en un Congreso Obrero. Al respecto, el Secretario General de la CTM escribió: Mientras tanto, hay una tarea que debemos acometer con entusiasmo y sin pérdida de tiempo: la unificación del proletariado […] todas las reivindicaciones fundamentales de la clase asalariada, dependen, pues, en cada uno de los países latinoamericanos, tanto de la unificación interior del proletariado como de su unidad internacional frente a la fuerza que a todos oprime […] Nuestra tarea en consecuencia, es clara: convocar sin pérdida de tiempo a un congreso obrero latinoamericano, que establezca las bases y lo objetivos de una lucha continental a favor de los derechos fundamentales del proletariado y de la verdadera autonomía de las veinte naciones ligadas por el mismo destino histórico44.

40 La Confederación General del Trabajo de Argentina (CGTA) comunicó su apoyo definitivo a la CTM en marzo de 1937 para reunir a las organizaciones sindicales del continente en un Congreso Obrero Latinoamericano. La CGTA fue uno de los núcleos más importante de las sindicales existentes en la América del Sur, por esa razón fue oportuno su explícito apoyo en materializar un comité organizador del congreso continental. Incluso, la realización del encuentro se planificó para el fin de año de 1937, a realizarse originalmente en Panamá, por ser una localización intermedia que facilitaría la participación de los delegados obreros. La reunión, que congregaría al mayor contingente de representantes obreros de la región, fue calificada como “el baluarte más eficaz con que cuente el proletariado de la América Latina en contra de sus enemigos domésticos y en contra del imperialismo”45. Cada una de las organizaciones obreras del continente comprendió que sin un entendimiento verdadero, sin una alianza eficaz, la lucha por la autonomía económica de cada país era una confrontación estéril. Para Lombardo Toledano, la unidad obrera sólo representó el primer paso, pues luego se asomaba en el horizonte “La lucha por la segunda independencia de los pueblos latinoamericanos […] una lucha común y simultánea”46.

41 Las relaciones entre Lombardo Toledano y el PCM desde sus inicios fue tensa y de descalificaciones mutuas. La coyuntura política mexicana los había aproximado, pero las desconfianzas fueron corrientes. Desde la formación de la CTM se agudizaron sus diferencias, y a pesar de que los reclamos por la presencia de León Trotsky en México causaron la impresión de que estaban en la misma trinchera47, no logró garantizar del todo las adhesiones recíprocas. Lombardo Toledano visualizó que su cruzada obrera continental estaba siendo amenazada, por causa de las descalificaciones que proferían

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miembros del PCM. Ante lo cual decidió enviar una extensa carta a Alexander Losovsky48, con copia a otros connotados dirigentes comunistas internacionales, entre ellos G. Dimitrov, D. Manuilski y Earl Browder, dando cuenta pormenorizadamente de los obstáculos que el PCM representaba para garantizar la unidad obrera en México y Latinoamérica. Con su decisión de involucrar a la Profintern en el conflicto procuró anticiparse a un quiebre con el PCM, que por momentos pareció inevitable.

42 Las relaciones se empañaron aún más en el IV Consejo nacional de la CTM, que inició el 27 de abril de 1937, cuando Fidel Velázquez, Secretario de organización y propaganda de la CTM, declaró que no tenían derecho a estar representadas en el consejo varias organizaciones sindicales importantes y rechazó la solicitud de ingreso, arbitrariamente, de federaciones y asociaciones de trabajadores de Querétaro, Nuevo León, Oaxaca y el Distrito Federal. Esta actitud antidemocrática de Velázquez se reafirmó cuando en el mismo consejo aceptó la representación de federaciones obreras de Coahuila, Colima y Aguascalientes, consideradas “postizas y fantasmas” por varios de los delegados, algunos simpatizantes y partidarios del PCM. Las decisiones de Fidel Velázquez produjeron un violento debate, que trajo como resultado inmediato la división de la CTM y el abandono de las sesiones del IV Consejo de los representantes de los grandes sindicatos industriales, como el ferrocarrilero y de electricistas. Lombardo Toledano quedó atrapado en medio del conflicto, no tuvo una acción decidida y fue considerado cómplice de Velázquez por miembros del PCM49.

43 La IC tuvo que intervenir por intermedio de Earl Browder50, Secretario General del PC de Estados Unidos y miembro del comité ejecutivo de la IC, considerado el dirigente comunista más importante en América del Norte, con fuerte influencia en Centroamérica y el Caribe, quien envió una misiva a la dirección del PCM para corregir la errada política de ataques a Lombardo Toledano que estaba quebrando la unidad de la CTM y debilitando las relaciones con el movimiento popular y sindical en América Latina. Browder exigió a la dirigencia del PCM, y a sus bases, establecer una alianza con la CTM y Vicente Lombardo Toledano, sin vacilaciones a partir de la línea estratégica de la IC de Frente Único: Es necesario buscar un acuerdo con Toledano, y la cooperación de él, haciendo todo lo posible por ayudarlo a corregir sus errores en la práctica, sin tratar de obligarlo a reconocerlos, así como recuperar el prestigio que él ha perdido en importantes sectores de la CTM y fortalecer su personalidad. La consigna del Buró Político debe ser: “UNIDAD DE LA CTM A TODA COSTA”, y para asegurar esta unidad, se tendrán que hacer importantes concesiones, empezando por reconocer […] la autoridad del Comité Nacional encabezado por Lombardo51.

44 En el mes de julio de 1937 el Comité Central del PCM, presidido por Hernán Laborde, en presencia de Earl Browder, resolvió reconocer su responsabilidad en la división de la CTM; respetar los acuerdos del IV Consejo; cooperar con todas las fuerzas políticas y sociales del país para la creación de un frente nacional; y reconocer la autoridad del Consejo ejecutivo de la CTM encabezada por Vicente Lombardo Toledano y Fidel Velázquez; aunque no se logró que volvieran a ser parte de la CTM el Sindicato Industrial de Trabajadores Mineros y Metalúrgicos y el SME. Si bien el conflicto entre las partes logró ser contenido, en la práctica las confianzas se mermaron considerablemente, a tal grado que Lombardo Toledano impuso sus propios términos para alcanzar la unidad obrera nacional y latinoamericana. Al interior del país, la constitución de un frente popular fue coordinada por el Partido Nacional Revolucionario (PNR), a través de la CTM, excluyendo al PCM.

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45 En cuanto a la convocatoria del Congreso Obrero Latinoamericano, el control absoluto fue de Lombardo Toledano, quien orientó las directrices de la convocatoria, seleccionó la invitación de las organizaciones sindicales y planteó un programa preliminar de la reunión, que se efectuó entre el 5-8 de septiembre de 1938, en la ciudad de México. Tanto el PCM como la Profintern fueron desplazados de la primera línea de acción, perjudicando sus pretensiones de control sobre el movimiento obrero de la región y de la instauración de un frente popular antiimperialista de alcance continental.

46 La contribución de la CTM para concretar la unidad obrera continental estuvo presente desde su instalación. Tanto en los Congresos del Comité Central como en los Congresos Generales de la CTM, entre 1936 y 1938, hubo resoluciones al respecto, que tuvieron como objetivo convocar al máximo de líderes sindicales del continente para establecer criterios comunes en la búsqueda de la unidad de los trabajadores. Fue el propio Lombardo Toledano que se puso a la cabeza de las relaciones internacionales de la CTM, a falta de una estructura administrativa, comunicando en cada instancia los avances en las tratativas para planificar el Congreso Obrero Latinoamericano52. Sin la colaboración internacional de la CTM seguramente el camino hacia la unidad obrera regional hubiese tenido contratiempos, aspectos que todavía esperan por una investigación específica y que la historiografía mexicana aún no ha ponderado suficientemente.

Conclusiones

47 Las respuestas dadas por la historiografía obrera, todavía en el presente, sobre la participación de Lombardo Toledano en relación a la representación de los trabajadores son insuficientes y “prejuiciadas”. Problemas como su rivalidad con Luis N. Morones (CROM), William Green (AFL) o las intervenciones y disputas con el PCM y la Profintern en las planificaciones de la unidad obrera y popular en México y América Latina, han simplificado las experiencias históricas que pudo materializar el dirigente sindical.

48 La ausencia de análisis templados, además de una investigación de archivo inexistente, proporcionó una interpretación histórica vaciada de contenido sindical, social y político. Planteamiento que se comprende porque las respuestas dadas por los investigadores estuvieron condicionadas por el paradigma de la Guerra Fría, lo cual respondió a una evidente motivación política: los sentimientos anticomunistas o pro-comunistas y el subsiguiente deseo de investigar el grado de influencia comunista en la clase trabajadora del continente. Por ejemplo, la historiografía obrera, de México y América Latina, lo responsabilizó políticamente de los fracasos del PCM. Esta interpretación suele omitir o equiparar las responsabilidades de las cúpulas del PCM (Hernán Laborde, Dionisio Encinas, Valentín Campa, Miguel Ángel Velasco, etc.) con lo realizado por Lombardo Toledano. El tema es que él no militó en el PCM, entonces su colaboración con el partido no puede ser evaluada como parte de la mesa directiva. Fueron los integrantes del Comité Central del PCM quienes trataron de integrarlo a sus líneas de acción y disciplina, pues conocían de su ascendencia entre los obreros, intelectuales y miembros de la burguesía reformista, cuestión que ningún dirigente del PCM estaba en condición de disputarle. De hecho contemporáneamente Hernán Laborde reconoció muchos de estos aspectos, que la historiografía ha pasado por alto, afirmando que Lombardo Toledano no era comunista y que por momentos el PCM exageró la influencia sobre sus acciones53. En esa misma dirección Vittorio Codovilla, en un informe confidencial, conocedor de la orientación política de Lombardo Toledano, expresó la necesidad de atraerlo a las filas del PCM54.

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49 Por tanto, las fuentes consultadas exhiben a un Lombardo Toledano menos dependiente del PCM, lo que varía las representaciones que la historiografía obrera, particularmente en su versión mexicana, ha sostenido invariablemente por décadas. Seguramente la prensa antilombardista del periodo (El Machete, Excélsior y Novedades) contribuyó para identificar al dirigente sindical como un destacado dirigente comunista, mexicano e internacional, cuestión que se ha matizado en forma relevante en este artículo, pues el acceso a nuevas fuentes nos permiten resituar el periodo y ponderar los altos y bajos de su relación con el PCM y la IC.

50 La participación activa de Lombardo Toledano en el escenario latinoamericano debe explicarse, entre otras muchas razones, porque tuvo una consolidada posición como dirigente sindical, político e intelectual en la región, al menos desde 1930, que a través de sus viajes a congresos, conferencias y visitas de reconocimiento de la situación política continental e internacional, le habían granjeado la simpatía de importantes líderes obreristas y militantes de la izquierda latinoamericana. Sus cartas con Emilio Frugoni (Uruguay), Francisco Pérez Leirós (Argentina), Óscar Schnake (Chile), Guillermo Polo Medrano (Perú), Rosendo Naula (Ecuador), entre muchos otros, forman parte de sus estrechos vínculos que esperan por investigaciones específicas.

51 Creemos que el periodo histórico de Lombardo Toledano, como representante de la clase obrera mexicana y continental, debe apoyarse en modelos explicativos más complejos, que relacionen actores, líneas de pensamiento y despliegue de acciones que se comparten más allá de las fronteras del pensamiento ideológico o político. Por ejemplo, el apoyo que le expresó la Profintern para movilizar la unidad obrera regional, en su carácter de marxista internacionalista; la alianza tácita que estableció con Franklin D. Roosevelt para desplazarse por toda América para fustigar el nazifascismo; o el apoyo reciproco que se tributaron con Henry Wallace, vicepresidente de Estados Unidos, y que fue un “trampolín” para la carrera presidencial que ambos sostuvieron en su respectivos países, son todos aspectos que deben considerarse en los estudios históricos.

52 Las fuentes de archivos, trabajadas en nuestra investigación, exhiben que varios acontecimientos materializados por el dirigente mexicano están estrechamente ligados por los procesos transnacionales y transcontinentales. Vicente Lombardo Toledano fue un actor político de una época que experimentó una transición hacia un mundo con nuevos lenguajes y formaciones sociales que promovieron originales contratos sociopolíticos. Por ejemplo, como representante de la clase trabajadora de América Latina tuvo claro desde un comienzo que la organización no debía estar restringida a las coyunturas locales y menos depender de los ciclos políticos y los partidos55.

53 La unidad de los trabajadores latinoamericanos, promovida por Vicente Lombardo Toledano, no supuso el pensamiento único de sus asociados, menos un programa monolítico o la eliminación de los faccionalismos. Siguiendo muy de cerca el pensamiento de Marx, el dirigente sindical quiso hacerse parte de la premisa que “del lado del obrero, su única fuerza es su masa. Pero la fuerza de la masa se rompe por la desunión”56.

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BIBLIOGRAFÍA

Archivos

Archivo Estatal Ruso de la Historia Social y Política (RGASPI)

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NOTAS

1. Al respecto véase Patricio Herrera González, “La Confederación de Trabajadores de América Latina en la historiografía obrera, 1938-1963”, Cuadernos de Historia, núm. 36, 2012, pp. 85-117. 2. Por citar un ejemplo, Olivia Gall en sus investigaciones sobre Trotsky construye un estereotipo sobre los vínculos de Lombardo Toledano con el comunismo, siendo sus referencias las memorias y obras completas de León Trotsky, no cita fuentes disponibles en el FHLT o RGASPI. Al respecto O. Gall, “El papel del PCM y Lombardo en la guerra del Kremlin, la Comintern y la GPU contra Trotsky, México 1936-1940”, pp. 615-651, Elvira Concheiro, Massimo Modonesi y Horacio Crespo (Coord.), El comunismo: otras miradas desde América Latina, México, UNAM, 2007. 3. Véase de nuestra autoría: “En favor de una Patria de los trabajadores”. La Confederación de Trabajadores de América Latina y su lucha por la emancipación del continente, 1938-1953. Tesis de Doctor en Historia, Centro de Estudios Históricos, El Colegio de Michoacán, Zamora, México, 2013 (Inédita); “Vicente Lombardo Toledano: nexo entre los obreros latinoamericanos y la OIT”, Trabajadores, núm. 91, 2012, pp. 23-29; “La primera conferencia regional del trabajo en América: su influencia en el movimiento obrero, 1936”, pp. 199-242, Fabián Herrera León y Patricio Herrera González (Coord.), América Latina y la Organización Internacional del Trabajo. Redes, cooperación técnica e institucionalidad social, 1919-1950, Morelia, México, Instituto de Investigaciones Históricas, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, 2013; “El pacto por la unidad obrera continental: sus antecedentes en Chile y México, 1936”, Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México, núm. 46, 2013, pp. 87-119; “La Confederación de Trabajadores de América Latina y la implementación de su proyecto sindical continental (1938-1941)”, Trashumante, núm. 2, 2013, pp. 136-164; “Vicente Lombardo Toledano y el Congreso Obrero Latinoamericano (1935-1938)”, Relaciones, núm. 138, 2014, pp. 109-150. 4. Vicente Lombardo Toledano, La Doctrina Monroe y el Movimiento Obrero, México, Talleres Linotipográficos La Lucha, 1927. 5. Programa mínimo de acción de la CROM, presentado por Vicente Lombardo Toledano el 20 de marzo de 1933 como Secretario General de la CROM, en Vicente Lombardo Toledano (en adelante VLT), Obra Histórico-Cronológica, tomo II, volumen 4, México, Centro de Estudios Filosóficos, Sociales y Políticos Vicente Lombardo Toledano, 1995, p. 78. 6. Declaración de principios de la CGOCM, en VLT Obra Histórico-Cronológica, Tomo II, Volumen 4 op. cit., p.232. 7. Cárdenas antes los problemas de México, entrevista Cárdenas-Padilla, 12 de abril de 1935, México, D. F., Comité de Orientación Popular, 1935, p. 8.

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8. Vicente Lombardo Toledano, “El derrumbamiento del general Plutarco Elías Calles”, manuscrito, julio de 1935, FHLT, Id. 15857, legajo 265. 9. Discurso de Vicente Lombardo Toledano pronunciado ante la convención extraordinaria de la CROM, el 12 de marzo de 1933, VLT, Obra Histórico-Cronológica, tomo II, Volumen 4 op. cit., pp. 66-87. Para contextualizar la época señalada, véase a Arturo Anguiano, El Estado y la política obrera del cardenismo, México, Era, 1975; Arnaldo Córdova, La política de masas del cardenismo, México, Era, 1974; Arnaldo Córdova, La clase obrera en la historia de México: en una época de crisis (1928-1934), México, Siglo XXI editores, 1980; Samuel León e Ignacio Marván, La clase obrera en la historia de México: en el Cardenismo (1934-1940), México, Siglo XXI editores, 1985. 10. Véase Samuel León, “El comité nacional de defensa proletaria”, Revista Mexicana de Sociología, vol. 40, núm. 2, 1978, pp. 729-762. 11. “Itinerario del viaje de los 100 días (13 de julio-20 de octubre) 1935”, FHLT, manuscrito, legajo 265. 12. FHLT, Id. 15681, legajo 265. La entrevista se encuentra en El Machete (México), 10 de julio de 1935. 13. Carta de Vicente Lombardo Toledano dirigida a Salvador Martínez de Alva, México, D. F., 10 de julio de 1935, FHLT, Id. 15702, legajo 265. 14. Ibidem. 15. Carta de Xavier Icaza a Vicente Lombardo Toledano, México, D. F., 31 de julio de 1935, FHLT, Id. 15851, legajo 265. 16. El Machete, 10 de julio de 1935. En la entrevista afirmó “esa independencia debe mantenerse de uno modo constante”, FHLT, Id. 15681, legajo 265. 17. Sería largo enumerar las disputas por los medios, se inician al menos desde 1929, pues excede los límites de este artículo. Sin embargo, es relevante indicar que falta realizar un estudio detallado de la batalla ideológica en la prensa de la época. 18. Véase Daniela Spenser, “El viaje de Vicente Lombardo Toledano al mundo del porvenir”, Desacatos, núm. 34, 2010, pp. 77-96. 19. Vicente Lombardo Toledano a Benjamín Tobón, Moscú, 13 de septiembre de 1935, Colección de Manuscritos Generales 238, Archivos Nacionales de Washington, caja 15, exp. 598, Daniela Spenser, “Unidad a toda costa”: La Tercera Internacional en México durante la presidencia de Lázaro Cárdenas, México, CIESAS, Publicaciones de la Casa Chata, 2007, p. 176. 20. Vicente Lombardo Toledano y Víctor Manuel Villaseñor, Un viaje a un mundo del porvenir (Seis conferencias sobre la U.R.S.S.), México, Universidad Obrera de México, 1936, p. 159. También, resulta interesante la conferencia que dieron Víctor Manuel Villaseñor y Vicente Lombardo Toledano en París, el 2 de octubre de 1935, titulada: “Situación de la clase trabajadora de México e impresiones de nuestro viaje a la URSS”, FHLT, Id. 15584, legajo 267. La fuente no indica en qué lugar de París ofrecieron esta conferencia. 21. Vicente Lombardo Toledano a Alexander Losovsky, México, 15 de abril de 1937, RGASPI, fondo 495, serie 108, exp. 198, MP-48.12 22. “Campaña de seis meses que desarrollará Acción Revolucionaria Mexicana Los Dorados”, México, D. F., 1 de diciembre de 1935, FHLT, manuscrito, legajo 269. 23. Vicente Lombardo Toledano proyectó inicialmente un “Colegio Obrero Mexicano”, para la “formación de cuadros del movimiento obrero”, idea que expuso en la VI Conferencia Nacional de la CROM, noviembre de 1924, Ciudad Juárez, Chihuahua. El proyecto con su fundamentación teórica, cuerpo de profesores y plan de estudios se publicó en CROM, núm. 28, 15 de abril de 1926, pp. 35-47. Un ejemplar mecanografiado se encuentra en el Archivo Histórico, El Colegio de Michoacán, Fondo Enrique Arreguín Vélez, caja 5, exp. 8. Posteriormente, en el mes de julio de 1932 Vicente Lombardo Toledano estaba proyectando un espacio académico para los jóvenes obreros, así lo expresó en una carta a Alfonso Reyes: “Me propongo organizar […] una escuela importante para adoctrinar a los obreros jóvenes, la generación actual está podrida y

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necesitamos preparar nueva gente para mañana, cuando México se vea obligado a seguir la corriente renovadora, que la impondrá el mundo exterior, porque no creo en nuestra renovación mexicana por muchos años”, carta de Vicente Lombardo Toledano a Alfonso Reyes (Embajador de México en Brasil), ciudad de México, 25 de julio de 1932, FHLT, Id. 11382, legajo 202. Adicionalmente mantuvo contactos con funcionarios de la Oficina Internacional del Trabajo, por ejemplo con Adolf Staal, jefe de Relaciones Obrera, al cual solicitó información sobre proyectos de universidades obreras en Europa. Al respecto véase AOIT, Vicente Lombardo Toledano a Adolf Staal, ciudad de México, 28 de febrero de 1933, Exp. I-B12; AOIT, Adolf Staal a Vicente Lombardo Toledano, Ginebra, 29 de marzo de 1933, Exp. I-B12; 24. Discurso de Vicente Lombardo Toledano en la inauguración de la Universidad Obrera de México, pronunciado el 8 de febrero de 1936, CTM 1936-1941, México, 1941, p. 83. 25. Ibid., p. 85. 26. Ibid., p. 86. 27. En el presente se requiere de una investigación sistemática sobre la formación de los cuadros sindicales de México y América Latina en la Universidad Obrera de México. El FHLT conserva toda la documentación al respecto. 28. Resolución del segundo congreso de la CGOCM para asistir al Congreso Nacional de Unificación Proletaria, 19 de febrero de 1936, en VLT, Obra Histórico-Cronológica, tomo III, volumen 4, México, Centro de Estudios Filosóficos, Políticos y Sociales Vicente Lombardo Toledano, 1996, p. 61. 29. Discurso de Vicente Lombardo Toledano, pronunciado al clausurarse los trabajos del Congreso Nacional de Unificación Proletaria, 24 de febrero de 1936, en CTM, op. cit., pp. 61-65 30. Propuesta presentada por Vicente Lombardo Toledano, Salvador Rodríguez L., y Francisco Breña al Congreso Nacional de Unificación Proletaria el 24 d febrero de 1936, en CTM, op. cit., p. 53. 31. Estatutos de la Confederación de Trabajadores de México, en CTM, op. cit., pp. 66-80. 32. Informe [posiblemente escrito por Hernán Laborde] sobre la fundación de la Confederación de Trabajadores de México, la política de Lázaro Cárdenas y sus consecuencias para México y América Latina, enviado al Comintern, 2 de junio de 1936, RGASPI, fondo 495, serie 108, exp. 185, MP-48.12. 33. Rumbo, núm. 4, 1939, pp. 248-250. 34. Carta de Juan Barzelatto a Vicente Lombardo Toledano, Santiago, 17 de junio de 1936, FHLT, Id. 16478, legajo 280; carta de Vicente Lombardo Toledano a Juan Barzelatto, ciudad de México, 7 de enero de 1937, FHLT, Id. 16756, legajo 291. 35. El nombre de Witold Antonovich Lovsky fue Mendel Nusenovich Mijrovsky (1894-1938), seudónimos: Juan Sherman, Juan El Polaco, José, Mirón, Emile, Raúl, Enrique, Ambrosio, Godoy y Castell. De origen polaco, en su país ingresó al PC, pero tuvo que emigrar a la URSS en 1925. Comenzó a trabajar en la sección latinoamericana de la Profintern, después fue enviado a América Latina a hacer trabajo clandestino. Estuvo muy relacionado con Cuba y México en los primeros años de la década del 30. Se mantuvo en la isla durante varios meses en la etapa revolucionaria de 1933. En 1934 regresó a Moscú donde informó sobre la revolución cubana en una reunión del Secretariado Latinoamericano el 16 de junio de 1934, y participó en la preparación de los documentos relacionados con la región latinoamericana para el VII Congreso de la IC. En 1935 se relacionó con los movimientos comunistas brasileño, chileno y cubano. Participó en la unificación de los sindicatos en México entre 1935 y 1936. Regresó definitivamente a la URSS a fines de 1936 como ayudante de Alexander Losovsky, pero al poco tiempo fue acusado de trotskista, condenado a la pena de muerte y ejecutado el día 3 de marzo de 1938, véase Lazar Jeifets, Víctor Jeifets, Peter Huber, La Internacional Comunista y América Latina, 1919-1943. Diccionario biográfico, Ginebra, Instituto de Latinoamérica de la Academia de las Ciencias (Moscú) e Institut

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pour l’histoire du communisme (Ginebra), 2004, p.184 y Olga Ulianova, “Develando un mito: emisarios de la Internacional Comunista en Chile”, Historia, núm. 41:1, 2008, pp. 143. 36. Lovsky, alias Henri, México, 5 de mayo de 1936, RGASPI, fondo 495, serie 10, exp. 357, MP-48.1 (carta dirigida probablemente a la CSLA) 37. En relación al pacto obrero véase Herrera, “El pacto op. cit., pp. 87-119. 38. Lovsky, alias Henry, a Tómbola (uno de los seudónimo de Miguel Contreras), México, 26 de mayo de 1936, RGASPI, fondo 495, serie 17, exp. 3. MP-48.1. Rosendo Naula, militante comunista ecuatoriano; Elías Lafertte, Salvador Ocampo, miembros del PC de Chile; Miguel Contreras, miembro del PC argentino y Francisco Pérez Leirós, militante del Partido Socialista argentino, Emilio Frugoni, miembro del Partido Socialista uruguayo, fueron entusiastas colaboradores en el Cono Sur para hacer circular la convocatoria del Congreso Obrero. 39. Lovsky, alias Godoy, a Tómbola, México, 8 de mayo de 1936, RGASPI, fondo 495, serie 17, exp. 3, MP-48.1. 40. Vicente Lombardo Toledano, “Mensaje al proletariado de los Estados Unidos de Norteamérica”, Futuro, mayo de 1936. 41. Carta de Juan [Lovsky] probablemente a la Profintern, México, 15 de mayo 1936, RGASPI Fondo 495, serie 10, exp. 327, MP-48.1. 42. Al respecto se puede consultar: FHLT, Id. 18659, legajo 329; La C.T.Ch. y el proletariado de América Latina, Santiago, Editorial Antares, 1939, 28-34. 43. Comité nacional de la CTM, “Se adhiere la C.T.M. a la Federación Sindical Internacional”, Excélsior, México, D. F., 10 de julio de 1936. 44. Vicente Lombardo Toledano, “Carta de la C.T.M. a las centrales sindicales de América Latina”, México, D. F., septiembre de 1936, en VLT, Obra Histórico-Cronológica, tomo III, volumen 4 op. cit., pp. 348-354. 45. Informe del comité nacional al IV consejo nacional de la CTM, México, D. F., 27 de abril de 1937, CTM, op. cit. 46. Vicente Lombardo Toledano, “¿Puede ser considerado México como el molde revolucionario para todos los países de América Latina?”, UO Revista de Cultura Moderna, núm. 15, 1937, México, D. F., Universidad Obrera de México. 47. En relación a la presencia de Trotsky en México y los reclamos del PCM y Lombardo Toledano, véase: Vera Kuteischikova, “México, Trotsky y la Comintern”, Memoria 105, 1997; Vera Kuteischikova, “México, Trotsky y la Comintern”, Memoria 107, 1998; Olivia Gall, “El papel del PCM y Lombardo op. cit., pp. 615-651. 48. Carta de Vicente Lombardo Toledano a Alexander Losovsky, México, 15 de abril de 1937, RGASPI, fondo 534, serie 7, exp. 399, MP-48.12. El destinatario original de esta misiva por mucho tiempo fue identificado como Earl Browder, cuestión que fue difundida por el Daily Worker (periódico del PC en EE.UU.) y Valentín Campa, histórico dirigente del PCM, en sus Memorias, generando “tendenciosas” interpretaciones sobre la división de la CTM, el quiebre del PCM y la participación de Lombardo Toledano, lo cual ha sido tomado acríticamente por la historiografía. 49. El conflicto entre el PCM y Vicente Lombardo Toledano se puede consultar en: Miguel Ángel Velasco, “El Partido Comunista durante el periodo de Cárdenas”, Gilberto Bosques, Miguel Ángel Velasco y Heberto Castillo, Lázaro Cárdenas, México, Fondo de Cultura Económica, 1975; Guadalupe Pacheco, Arturo Anguiano, Rogelio Vizcaíno, Cárdenas y la izquierda mexicana: ensayo, testimonios y documentos, México, Juan Pablos Editor, 1975; Valentín Campa, Mi testimonio. Memorias de un comunista mexicano, México, Ediciones de Cultura Popular, 1978; Barry Carr, Marxism and Communism in Twentieth Century Mexico, Lincoln, University of Nebraska Press, 1993; Concheiro et al., El comunismo op. cit.; Spenser, “Unidad a toda costa” op. cit. 50. Para contextualizar la influencia de E. Browder en el comunismo latinoamericano véase Manuel Caballero, La Internacional comunista y la revolución latinoamericana, 1919-1943, Caracas, Editorial Nueva Sociedad, 1987.

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51. Earl Browder, “Informe sobre el Partido Comunista de México” al Sub Comité del Partido Comunista de Estados Unidos, 5 de mayo de 1937, RGASPI, fondo 495, serie 108, exp. 197, MP-48.12. 52. Véase CTM op. cit. 53. Informe del compañero Hernán Laborde al pleno del Comité Central del Partido Comunista de México, sin fecha (probablemente mayo o junio de 1937), Fondo 495, serie 17, exp, 200, MP-48.1. 54. Intervención del camarada Pérez [Vittorio Codovilla] ante el C.C. del PCM (estrictamente confidencial), México, 14 de diciembre de 1939, RGASPI, Fondo 495, serie 17. Exp. 222, MP-48.1. 55. James Wilkie y Edna Monzón, México visto en el siglo XX. Entrevistas de historia oral, México, Instituto mexicano de investigaciones económicas, 1969, p. 359. 56. Vicente Lombardo Toledano, Teoría y práctica del movimiento sindical mexicano, México, D. F., Editorial Magisterio, 1961, véase capítulos 1 y 3.

RESÚMENES

Este artículo proporciona antecedentes nuevos, y en algunos casos inéditos, sobre la colaboración y conflictos que enfrentó Vicente Lombardo Toledano, en su cruzada por alcanzar la unificación de la clase obrera a nivel continental. La participación de Lombardo Toledano, como dirigente e intermediario de los intereses obreros, se sustenta en este trabajo con fuentes de archivo no trabajadas con anterioridad, por tanto presentamos a lo largo del artículo perspectivas nuevas y complementarias a las existentes, que van a contracorriente de la historiografía del movimiento obrero.

This article provides new precedents, and in some unpublished cases, on the collaboration and conflicts that Vicente Lombardo Toledano faced, in his crusade for reaching the unification of the working class to continental level. The Lombard's participation Toledano, as leader and intermediary of the working interests, is sustained in this work by sources of file not worked previously, therefore let’s sense beforehand along the article new and complementary perspectives to the existing ones, which go to cross-current of the historiography of the labor movement.

ÍNDICE

Keywords: Lombardo Toledano (Vicente), Mexico, Latin America, communism, working unification, collaboration, conflicts Palabras claves: Lombardo Toledano (Vicente), México, América Latina, comunismo, unificación obrera, colaboración, conflictos

AUTOR

PATRICIO HERRERA GONZÁLEZ

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La autodefensa de masas y las Milicias Rodriguistas Aprendizajes, experiencias y consolidación del trabajo militar de masas del Partido Comunista de Chile, 1982-1987 Self-defense of the masses and the ‘Rodriguista’ Militias: lessons, experiences and the consolidation of the military work of masses of the Communist Party of Chile, 1982-1987

Jaime Reyes Soriano

NOTA DEL EDITOR

Recibido: 2 septiembre 2015 – Aceptado: 23 octubre 2015

Introducción

1 Durante los años ochenta el país se vio convulsionado por la crisis económica que azotó al modelo neoliberal y por las jornadas de protestas entre 1983 y 1987. El desplome financiero generalizó el descontento ciudadano que provocó movilizaciones masivas contra la dictadura de Augusto Pinochet, las que repercutieron ostensiblemente en las poblaciones de Santiago. La reacción social significó, no obstante, que el régimen agudizará sus prácticas represivas: desde la primera manifestación opositora del 11 de mayo de 1983 hasta la última del 7 de octubre de 1987, período que además hubo tomas de terrenos, manifestaciones estudiantiles y marchas poblacionales, murieron 117 personas por agentes estatales.1

2 Aun cuando la violencia de Estado fue una tendencia inconmensurable a lo largo de la administración militar (1973-1990), ésta también obtuvo respuesta por parte de la izquierda armada y por sectores populares, especialmente capas juveniles, que a través de

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su experiencia e iniciativa se organizaron para dar una mínima respuesta a la arbitrariedad del Estado. Las organizaciones insurgentes (Movimiento de Izquierda Revolucionaria, MIR, Frente Patriótico Manuel Rodríguez, FPMR, y el MAPU-Lautaro) entre 1979 y 1990 fueron responsables de 77 bajas a miembros de las Fuerzas Armadas (FF.AA), Carabineros y agentes de inteligencia, aunque la mayoría de ellos (44) perecieron entre 1983 y 1987.2 En otras palabras, la violencia política fue un rasgo distintivo en la sociedad chilena a partir del golpe de Estado, en la cual se conjugaron dos fenómenos bien marcados: la derrota del enemigo interno y la lucha contra el gobierno de facto. Sin embargo, y tomando como referencia lo expuesto por Igor Goicovic, el ciclo de violencia política se agudizó hacia 1978, adquiriendo relevancia entre 1983 y 1987.3

3 Una de las organizaciones de izquierda que enfrentó a la dictadura en toda la línea fue el Partido Comunista de Chile (PCCh), materializándose en la Política de Rebelión Popular de Masas (PRPM). Cuando se emprendió esta noción política con el discurso del Secretario General Luis Corvalán el 3 de septiembre de 1980 en Moscú, parte de su militancia se volcó al trabajo militar, tanto en factores teóricos como prácticos, surgiendo diversas alternativas para consolidar una estructura militar partidaria y cómo ésta se relacionaría con las masas, pensamiento que no cambió un ápice con la PRPM y el desarrollo de todas las formas de lucha, incluyendo “la violencia más aguda”. Aquella estructura abarcó la creación de la fuerza militar propia, la lucha paramilitar de las masas y la realización de un trabajo ideológico hacia los cuerpos policiales y castrenses.

4 Ya cuando las movilizaciones opositoras eran un hecho la violencia estatal no se hizo esperar, por lo que desde la mirada comunista era prioritaria la organización de la autodefensa de masas. Se indicaban que frente al yugo de la “tiranía” las organizaciones sociales debían afianzar “un movimiento nacional de autodefensa de masas”. Sólo así se lograrían evitar los crímenes perpetrados por uniformados y, a su vez, se preservaría “la vida y la libertad de todos los que luchan por la democracia y, en definitiva, de proteger la seguridad de los chilenos”.4

5 Por otro lado, en la segunda mitad de la década algunas publicaciones clandestinas hicieron permanentes llamados a construir Milicias Rodriguistas (MR) en escuelas, fábricas y poblaciones para detener la represión y dar certeros golpes a ésta.5 Complementando lo anterior, textos favorables a la dictadura militar dieron cuenta que integrantes de las MR eran responsables de lanzar bombas incendiarias contra la locomoción colectiva en Pudahuel, de atacar a uniformados en la misma comuna en el marco del paro nacional del 30 de octubre de 1984, de colocar artefactos explosivos en distintos terminales de buses y de rociar con ácido un vehículo policial en Pudahuel en 1986, dejando heridos a sus ocupantes con quemaduras de diversa consideración.6 El Mercurio, mientras tanto, cada cierto tiempo en sus crónicas detalló el arresto de “subversivos” o “terroristas” que declararon ser parte de las MR.7 Asimismo, la Central Nacional de Informaciones (CNI) no dudó en interrogar y torturar a personas en el Cuartel Borgoño en busca de presuntos jefes de las MR.8 Por último, Sergio Buschmann, uno de los responsables de ingresar armas por Carrizal Bajo, refiriéndose a las MR señaló: ¿Quién en Chile no ha visto niños de catorce, quince años, con qué fuerza actúan en las protestas? Desde catorce hasta una edad ilimitada. Tenemos el trabajo de la Milicia Rodriguista sectorial. ¿Es una mentira que poblaciones en la noche son controladas por la Milicia? Todos las han visto, todos saben que es así. Pregúnteles a los señores Carabineros, si se meten a determinadas poblaciones. Pregunte por qué no se meten después de las 8 de la noche y qué es lo que ven cuando miran en las poblaciones para dentro. Quienes patrullan aquella población y cuidan aquella

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población. Esas son las Milicias, el primer camino que encuentra la juventud, de comprensión, de acercamiento al Frente Patriótico Manuel Rodríguez.9

6 A partir de las citas recién expuestas, nos preguntamos, ¿Qué era la autodefensa de masas y qué rol cumplía las MR en esta materia? Con esta interrogante el siguiente trabajo tiene por objetivo analizar, describir e interpretar la estructura paramilitar que fomentó el PCCh en los años que desplegó la PRPM. Estimamos que el análisis de este fenómeno no se entendería sin mencionar cómo en Chile se afianzó la Comisión Militar y el origen del FPMR en 1983. En función de lo anterior, daremos cuenta de los Comités de Autodefensa de Masas (CAM) y de las MR, donde los primeros se extendieron a lo largo de la década en las organizaciones populares, mientras que finalizando 1984 irrumpieron en el escenario santiaguino poblacional las MR. Éstas últimas, a diferencia de los CAM, manejaron mayor cantidad de armamento y lograron consolidar una organización estable, aunque el número de potenciales milicianos aumentaba cuantiosamente para los días de protesta. Además, estimamos que las MR tampoco se entenderían sin hacer mención al proyecto político-militar de la Sublevación Nacional, tesis que apuntaba a la insurrección como mecanismo para acabar con la dictadura y su institucionalidad. Nos hemos concentrado en el ciclo 1982-1987 por dos factores: en primer lugar, en 1982 logró afianzarse la Comisión Militar en el país, lo que significó que el trabajo militar por parte de los comunistas chilenos adquiría incidencia directa en la lucha social; en segundo lugar, hacia 1987 las movilizaciones populares estaban en retroceso, coincidiendo con el desgaste de la salida insurreccional y la fractura entre el partido y el FPMR, por lo que el trabajo miliciano fue decantando y siendo menos notoria su relevancia. Con el fin de comprender qué era la autodefensa de masas y las MR, acudimos a documentos internos de la organización, entrevistas, testimonios de la época y prensa partidaria. Tanto las fuentes escritas como las orales nos permitieron reconstruir la consolidación de las MR, el armamento usado, las dinámicas del combate callejero, su auge y decadencia.

7 La historiografía y las ciencias sociales que abordan la experiencia del PCCh durante 1973-1990, han concentrado sus esfuerzos en discutir la PRPM y el nacimiento del FPMR. Sobre la primera, se definieron cuáles eran sus premisas, los debates teóricos, las discrepancias internas, la metamorfosis que vivió la militancia comunista en su cultura política y qué consecuencias trajo hacia la colectividad al finalizar el gobierno de facto.10 En referencia a la segunda, se ha dado cuenta sobre la genealogía de sus comandantes, el accionar armado de los rodriguistas, el ingreso de armas por Carrizal Bajo, el atentado hacia la comitiva del dictador, la separación del PCCh por las diferencias ideológicas en torno al uso de las armas y su vida autónoma en los primeros años de transición democrática.11

8 Los estudios que han puesto a la palestra el trabajo militar que ejecutó el PCCh en los ochenta apuntan a similares tópicos. Tanto Viviana Bravo, Rolando Álvarez y Luis Rojas mencionan el nacimiento de la Comisión Militar, compuesta por la Fuerza Militar Propia (FPMR), el Trabajo Militar de Masas (TMM) y el Trabajo Hacia el Ejército (THE). Específicamente sobre el TMM, punto al que intentamos acercarnos en este artículo, nació para adicionarse a la estructura territorial clásica del partido que no había cambiado con el quiebre institucional de 1973. Es así como los Secretarios Regionales y Locales debían tener subordinado a un encargado militar, siendo el responsable de administrar las tareas de sabotajes y “debía tratar de incorporar e influir en las mayorías populares no militantes, a luchar contra la dictadura empelando formas paramilitares de enfrentamiento”.12 En 1984 debutaron las MR, surgidas por las experiencias de las

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protestas sociales del bienio 1983-1984 y por el prestigio adquirido del FPMR, realizando acciones en las universidades, liceos y poblaciones.13 También se subraya que los milicianos provenían de las Juventudes Comunistas (JJCC), que a consecuencia de la PRPM también militarizó parte de su estructura interna y formó cuadros orientados hacia la autodefensa.14 Álvarez, puntualmente, ha destacado cómo los CAM lograron ser notoriamente visibles en la enseñanza media al organizar las manifestaciones, tomarse los liceos y constituir grupos de choque para enfrentarse a la policía.15

9 En resumen, y haciendo un balance en cuanto al estado del arte, se aprecia que el tema de la autodefensa de masas y las MR no han gozado de la atención necesaria, tanto en los respectivos libros como en las monografías antes citadas. Se colige que las investigaciones en torno a la autodefensa y las MR son secundarias, casi marginales del proceso, paradojalmente cuando la mayor apuesta del partido era que las masas ejercieran todas las formas de lucha, incluyendo la actividad paramilitar. Estimamos que es relevante comprender la experiencia miliciana, pues en ese espacio se lograba consolidar el trabajo partidario y el desarrollo de la violencia política por parte de las masas. Es decir, la autodefensa y las MR reflejaron el encuentro entre la tradición del partido con nuevas formas de lucha, adaptadas al escenario de la dictadura de Augusto Pinochet.

10 Para una mejor comprensión del tema, es necesario hacer referencia a la categoría de violencia política. Julio Aróstegui estipuló que la violencia es una forma de relación social, expresada desde las interacciones personales hasta cuestiones políticas asociadas al poder.16 Es así como la violencia en la política es el accionar de un colectivo que busca controlar el funcionamiento de un sistema político para así ejercer su dominio.17 Bajo este supuesto, la mayoría de los Estados contemporáneos lograron construir leyes e instituciones a causa de una acción violenta: revolución, golpe de Estado o una derrota militar frente a una potencia extranjera. Fue común durante el siglo XX que ideologías y organizaciones políticas incluyeran un elemento de fuerza en su praxis cotidiana.18 Particularmente en Latinoamérica, a mediados de los cincuenta explotaron los ciclos de violencia política relacionados a una época de cambio: migraciones del campo a la ciudad, demandas por tierras, la consolidación de la clase obrera y el proceso de politización vivida por numerosos grupos sociales que apostaban por un cambio en la estructura económico-social, ya sea por vía democrática o por medio de las armas. Lo anterior desembocó en una reacción oligárquica que, junto al beneplácito norteamericano, impulsó regímenes autoritarios o democracias restringidas. Fue así como en el continente se esparcieron las guerrillas revolucionarias, que fueron derrotadas rápidamente para dar paso a sanguinarias intervenciones militares en un alto número de países.19

11 En Chile, la dictadura militar expresó la manifestación superior de violencia ejercida hacia organizaciones de izquierda y el mundo popular en su conjunto. Esta situación provocó cambios en el PCCh, los cuales se agudizaron con la Constitución de 1980. Lo anterior llevó al partido a definir nuevas formas de lucha, en la cual se incluía la “violencia aguda”. Ante esto, entendemos que “la violencia es constitutiva de la práctica política porque es fundadora de juricidad estatal”.20 Por medio de la lucha política y más acciones de violencia, los comunistas teorizaron que una vez expulsado Pinochet del poder se convocaría una asamblea constituyente y un gobierno de transición, estableciendo una nueva institución y régimen social en el país. A partir de la deslegitimación del nuevo orden jurídico, los comunistas apelaron al uso de la violencia con las masas, militarizó algunos cuadros e impulsó sabotajes a nivel nacional. Este comportamiento, a juicio de Santos Juliá, responde a que los ciclos de violencia política

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son más agudos cuando nacen de la ciudadanía y organizaciones políticas consideran que la institucionalidad es ilegítima, poniendo en práctica el boicot y la toma de las armas.21

12 Estimamos que en los CAM se cruzaron dos variables a lo largo de las jornadas de movilización opositoras: en primer lugar, un número importante de pobladores se coordinaban para enfrentar a la dictadura de forma instintiva, aunque no hay indicios que la organización traspasara la frontera de la protesta; por otra parte, el partido consciente que estas acciones eran la clara muestra de cómo las masas desafiaban al régimen, apelaba a promover un trabajo paramilitar más estable y constituido. Consideramos que la reciprocidad entre la experiencia popular de resistir a las fuerzas represivas y el trabajo militar del partido a nivel local dieron paso a las MR, agrupación paramilitar de masas cualitativamente superior. Lo importante de éstas es que tuvieron acceso a armamento de bajo calibre y especialmente casero; asimismo, con las milicias hubo una racionalización del combate callejero con tácticas de ataque, defensa, pertrechos y labores conspirativas. Las MR evidenciaron un contacto entre el partido, la célula y el FPMR, ya que de esta triada se forjaron cuadros que transitaron del partido al brazo armado, y éste último tuvo incidencia en el actuar de las milicias en las poblaciones. A su vez, las MR muestran los cambios al interior de la militancia comunista de base, donde las tareas paramilitares lograron un importante arraigo expresados en los cortes de luz por derribamiento de postes, el manejo de armamento hechizo y el uso de bombas caseras contra la policía. Por último, el surgimiento de las MR no significó el fin de los CAM, ya que estos siguieron operando en los recintos de enseñanza media y poblaciones.

Nacimiento de la estructura militar del Partido Comunista de Chile, 1980-1983

13 La revista Principios en diciembre de 1981 publicó un artículo en referencia directa a la necesidad de discutir sobre lo militar en la actividad política. Se planteó que lo militar estaba asociado directamente al tránsito del pueblo al poder y su consolidación, por lo que debía ser concebido como parte sustancial de la línea partidaria. Que un texto editado por la revista teórica del partido hablase sin tapujos del factor militar demostraba que las posturas discrepantes frente al tema ya tenían un curso mínimo de acción y una propuesta concreta en el escenario chileno. Lo señalado en este documento fue por lo que se jugó la colectividad comunista en los años ochenta: buscar una correlación de fuerzas favorables a la lucha para derrocar a Pinochet y conquistar la democracia. El texto puntualizaba que hubo dos formas de zanjar una correlación militar favorable: la primera, es que una parte del antiguo Ejército pasara al bando revolucionario como fue el caso ruso en 1917 y portugués en 1974; y la segunda, más común en los procesos revolucionarios, era que la correlación militar a favor del pueblo floreció cuando las propias masas la construyeron. Por ende, tomando en cuenta el rol que cumplían las FF.AA y de Orden, se afirmó que la segunda propuesta era la más viable en el país, esperando que a ella se sumaran militares y policías con tendencias democráticas.22

14 Fue así como se profundizó lo propuesto por el Comité Central en mayo de 1981, donde someramente se había destacado la incipiente estructura militar: la Fuerza Militar Propia, la Organización Paramilitar de las Masas y el Paso de una parte de las FF.AA. y de Orden a la correlación militar del pueblo. En cuanto a la primera, ésta transitaría por las distintas etapas de la rebelión popular, dependiendo de la agudización de la lucha de clases y de los

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alcances concretos que alcanzará la política impulsada por el PCCh. En una primera etapa actuaba sólo de manera operativa, destacando entre ella actividades de propaganda y agitación. Ya en un grado superior, el grupo operativo realizaba acciones de mayor envergadura: paralizar, debilitar y aniquilar al enemigo. Cuando la rebelión llegase a su maduración completa, pasaría a un estado superior: “la fuerza militar propia de la revolución”. En este grado actuaba como una organización independiente con el fin de devastar al bando enemigo, sumándose a ella fuerzas aliadas, aunque “siempre bajo la dirección político-militar del partido de vanguardia”.23

15 En lo concerniente a la organización paramilitar de masas, era teorizado como uno de los componentes naturales y más importantes de la lucha de masas, prevaleciendo en los recintos de trabajo, estudio y en las grandes poblaciones populares. Era imperioso consolidar organizaciones de masas de nuevo tipo, que incorporasen los actos de violencia en el repertorio de la protesta social. La organización paramilitar de masas eran “los organismos privilegiados para la desobediencia y resistencia civil al fascismo, para la agitación y la propaganda, para la autodefensa de sus movimientos reivindicativos y políticos, así como para las ofensivas más masivas, multitudinarias del pueblo”.24

16 Con el fin de lograr una correlación de fuerza militar favorable al pueblo, era prioritario que una parte de las FF.AA. y de Orden se sumaran a la lucha “antifascista”. La propuesta del partido era que el sector democrático al interior de los cuerpos castrenses y policiales conquistase a sus pares, sumándolos a la lucha armada contra el régimen. Por lo tanto, la tarea de los comunistas en esta área era distribuir propaganda política en los lugares del país donde hubiese recintos militares y policiales.25

17 Los dirigentes comunistas en Chile, agrupados en el Equipo de Dirección Interior (EDI), reclamaron que había un importante retraso en el terreno militar, criticando que no se aprovechaban las condiciones objetivas (crisis económica, descomposición moral, aislamiento internacional) para dar un golpe certero a Pinochet. Para superar estas falencias, se debía implantar una estrategia política y una militar: la primera consistía en denunciar la arbitrariedad de la administración castrense, sus crímenes y modelo económico, por medio de la desestabilización, marchas, acciones audaces, etc.; en el segundo punto, los comunistas debían enfocarse de lleno a estudiar el carácter de la lucha armada, cuáles eran las fuerzas enemigas, cómo reaccionaría el imperialismo norteamericano y comprender las formas más eficaces para enfrentar al enemigo: guerrilla, lucha política con acciones armadas, insurrección, etc. El EDI sostuvo que era una obligación de todo el partido sumarse a las tareas de desestabilización, junto con las masas y no en un frente especializado, por lo que era prioritario que los Comités Locales y Regionales asumieran las distintas tareas que exigía la rebelión. El EDI sentenció: “Tenemos la obligación de ganar ideológicamente el partido, al relacionar muy bien el desarrollo de la lucha política con formas de lucha armada”.26

18 Como es posible de observar, una de las cuestiones que más revuelo tuvo en el seno de la colectividad comunista fue establecer una estructura militar. Antes del Golpe de Estado funcionaron las Comisiones de Vigilancia y los Grupos Chicos, enfocados en la defensa de dirigentes y locales partidarios. Luego que la dictadura se impusiera el PCCh optó por formar Comisiones Militares, que funcionaron en Cuba desde 1977 y otra en la República Democrática Alemana a partir de 1978. Sin embargo, la más significativa fue la Comisión Militar que se radicó en Chile hacia fines de 1981 e inicios de 1982, a cargo de Guillermo Tellier hasta culminar 1986.27 No obstante, la consolidación de ésta no estuvo ausente de embrollos, diferencias y complejidades que atravesaron al partido a lo largo de estos años.

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Guillermo Tellier señala que el EDI apelaba por incorporar al país a los oficiales que habían participado en la revolución nicaragüense de 1979, pues su experiencia militar sería un aporte fundamental en la lucha por el retorno a la democracia. Fue así como el EDI logró romper con la idea inicial acerca de los oficiales comunistas formados en diferentes academias de guerra en países socialistas desde 1975, pues se creyó éstos darían vida al nuevo Ejército chileno luego de la caída de la dictadura.28

19 La concepción de sumar cuadros especializados a Chile no era monopolio del interior, pues desde Cuba los oficiales graduados también presionaban por reingresar al país. César Quiroz, antiguo combatiente rodriguista formado en Bulgaria, recuerda que el año 1982 fue particularmente crítico en el aparato militar del partido radicado en la isla caribeña. El origen del conflicto se remitía a la poca claridad con el número importante de cuadros militares formados, pues estaban reunidos los oficiales graduados de Cuba, Bulgaria y los que volvían de la experiencia nicaragüense. Las diferencias se manifestaron entre Jacinto Nazal y Galvarino Apablaza: el primero reflejaba las posturas que eran compartidas por los dirigentes que estaban arraigados en Europa Oriental, de no permitir el ingreso de los oficiales a Chile; mientras que Apablaza representaba la opinión mayoritaria de los oficiales comunistas, de “acelerar el proceso de rebelión de masas, con incorporación de formas agudas, que para nosotros era meterle con los fierros. Después de Nicaragua, teníamos muy claro que lo que aquí cabía era meterle con todo”. 29 El partido ante este escenario optó por enviar nuevamente oficiales a Nicaragua para enfrentarse a la “Contra”, que intentaba obstaculizar el proceso revolucionario financiada por la CIA, y, al mismo tiempo, permitió el ingreso de militares comunistas a Chile a mediados de 1983, encabezados por Raúl Pellegrini.

20 Otra discrepancia era si el partido debía sumarse por completo a la actividad militar o sólo una parte de él. El EDI esbozaba que toda la colectividad debía participar en las tareas militares, mientras que desde el exterior, como Jorge Montes, apostaban a que se formara un equipo de elite para que operase y luego se marchara de Chile, evitando así que a la colectividad se le acusara de acción ilícita. Ante esta disyuntiva, Guillermo Tellier recuerda: O el partido se transformaba en un destacamento para todas las formas de lucha o conformábamos un destacamento separado del partido. Se optó por lo último, no diré con el acuerdo de todo el partido, porque había compañeros que reparaban más en los peligros involucrados en la creación de este tipo de movimientos para desarrollar la lucha, que en ver cómo colaborar y cómo sacar las cosas para adelante. Se acordó entonces formar el Frente Patriótico Manuel Rodríguez. Este destacamento lo conformamos con oficiales que venían de afuera y compañeros del interior, supeditado a la Comisión Militar del partido. Elegimos el nombre de Manuel Rodríguez por lo que significó para la independencia de Chile. Se acuñó el término rodriguismo, se empezaron a formar cuadros en Chile, y también a prepararlos en el exterior, se formaron destacamentos a través de todo el país.30

21 Con el arribo de los oficiales comunistas a mediados de 1983 se dieron los primeros pasos para consolidar definitivamente la estructura militar con profesionales en el tema. Dos combatientes internacionalistas se sumaron a la Comisión Militar: Raúl Pellegrini, Comandante José Miguel, a cargo del FPMR y Galvarino Apablaza, Comandante Salvador, responsable del TMM.31 Cuando Pellegrini ingresó al país fue recibido por Oscar Riquelme, quien era el encargado militar del partido en Chile antes de la Comisión Militar, el cual presentó a los jefes de la naciente fuerza militar que ya operaba. Antes del nacimiento del FPMR la estructura militar estaba organizada en Santiago, Valparaíso y Concepción, actuando en Grupos Operativos integrados por militantes de la juventud y del partido.

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También hubo una logística distribuida en las tres capitales regionales, con sus respectivos barretines y armamentos. En cuanto al trabajo militar destinado hacia las masas sólo tuvo mayor revuelo en los regionales más importantes, donde se constituyeron Unidades de Combate en la lucha territorial, aunque de forma inestable y con precarios recursos, claramente insuficientes para enfrentar las jornadas de movilización popular que estaban desarrollándose desde mayo de 1983.32

22 El partido por más que haya emplazado a la rebelión en septiembre de 1980 mostró claras falencias para establecer una estructura militar, principalmente por las renuencias de sectores que estaban en el exterior. Se desprende, en consecuencia, que los esfuerzos consumados durante 1983 fue instaurar un aparato militar adaptado a la realidad nacional convulsionada desde mayo, evidenciando que los antiguos Grupos Operativos no eran capaces de dar golpes más certeros a la dictadura. Ya con los oficiales en Chile se conformaron pequeños destacamentos que cometieron los primeros actos de propaganda para hacer pública la organización, pero sólo con el apagón nacional del 14 de diciembre de 1983 se logró aquel objetivo. El transitó para constituir la fuerza militar propia fue complejo, pero ya era un hecho que sorprendería a los aparatos de seguridad como al mismo partido. Sin embargo, ¿qué ocurría con el trabajo paramilitar de masas y cuáles eran sus avances en estos años?

Entre el aprendizaje y la consolidación: los Comités de Autodefensa de Masas

23 Aunque desde 1981 había grupos destinados al TMM, no existía una concepción clara en cuanto a las tareas asignadas. Como lo notifica Rojas en su estudio, el TMM no tuvo una fecha de origen determinada, consolidándose a fines de 1983 e inicios de 1984. Los responsables del TMM recibían indicaciones de especialistas militares de nivel superior y los “combatientes” eran militantes del partido y la juventud.33

24 Hacia 1982 los comunistas estaban conscientes que un elemento fundamental para derrotar a Pinochet era que las fuerzas democráticas fueran activos en el terreno paramilitar. La lucha contra la represión era la “autodefensa popular de masas”, lo cual se tradujo en afianzar una estructura apropiada que fuera capaz de responder el actuar del aparato policial y proteger las actividades reivindicativas. El rol de la autodefensa de masas era ejercer operaciones de fuerza para inhibir a la represión y sus colaboradores, especialmente con los soplones mediante rayados, amenazas y amedrentamientos. Por último, la autodefensa no era ejercida por grupos de especialistas, sino que se apostó por la masividad y la participación más amplia.34

25 Desde 1982 las publicaciones partidarias mencionaron que en las poblaciones como en los sindicatos florecieron los CAM para resguardar a los dirigentes, enfrentar a la policía y rescatar a los detenidos. Ramón Vargas, militante comunista hasta la actualidad, en 1982 era el encargado del Comité Regional Norte de Santiago. Recordando qué eran los CAM, asegura que estos nacieron en las células de las poblaciones con gran desarrollo y en algunas actuaban abiertamente: “Por ejemplo, las experiencias que nosotros recogíamos, que se transmitían, es que los comités cerraban la población a través de barricadas para que los milicos o carabineros no pudieran entrar, y en eso participaba la población entera”.35

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26 Luego de la primera protesta del 11 de mayo de 1983, el partido redactó una declaración pública haciendo un vehemente llamado “a derrotar la represión, instrumento fundamental del dominio de Pinochet, a inhibirla y sobrepasarla, organizando comités de autodefensa, resistiendo los allanamientos, impidiendo las detenciones, realizando acciones ejemplares contra los agentes y colaboradores del aparato represivo”.36 Marcelo al respecto complementa: Los comités surgen en algunos sectores, en los más radicalizados, y tenían la función de darle cierta orgánica a la pelea callejera, porque inicialmente era ataque de indios: todos íbamos, nos concentrábamos en un punto, resistíamos y después era un desbande, todos arrancábamos. Los comités de autodefensa tuvieron tareas más específicas: función de explorar, ver los puntos dónde se podía romper, cuáles son los puntos a defender. Otro comité se encargaba de sanidad, otro de pertrechamiento, grupos de contención, como que se especializaban ciertas cosas.37

27 Ya con el correr de las protestas se levantaban distintos comités, pero eran bastantes febles y precarios. Una de las primeras estimaciones que podemos destacar de la autodefensa de masas es que era focalizada en las poblaciones con tradición de lucha social y donde el partido tuvo raíces remotas. La organización popular se complementó con la actividad partidaria, en que los militantes participaban enérgicamente en todo lo relativo a la vida poblacional de la época: ollas comunes, comprando juntos, comités de vivienda, peñas folclóricas, etc., siendo esos espacios de socialización en los cuales se desplegaron los primeros pasos de la PRPM. Por otra parte, la propia experiencia de los sectores populares, que sufrieron vejaciones y humillaciones policiales, los instaron a organizarse para enfrentar a la represión. Ejemplo de ello es el testimonio de Cristian, joven poblador de 21 años: Los hechos de violencia más grandes se han producido por la aparición de Carabineros, que son los que producen la ira de la gente. Ha habido oportunidades en que se han hecho desfiles y marchas y no ha pasado nada, porque ellos no llegan. Pero cuando lo hacen se produce todo lo contrario del orden: se tiran piedras, se arman barricadas y hasta colchones se sacan para prender en la calle. Es la imagen de ellos la que violenta, porque el régimen se representa en el carabinero que viene con el palo o en un bus, y entonces se produce lo de la rebeldía y se descarga toda la rabia. Así es también cómo reacciona la fuerza pública.38

28 Según Cristian, la experiencia en su población era que cada vez que sus habitantes se mostraron pacíficos hubo un alto número de heridos; en cambio cuando los pobladores prepararon la defensa del territorio, con el levantamiento de barricadas en las calles y pasajes, “han sido mucho menos el apaleo y la cantidad de detenidos entre los pobladores”.39 En rigor, la defensa de las poblaciones era feble, desorganizada y caótica. El párroco La Legua, Guido Peters, exponía que no había manera de hacer frente al actuar de la policía que bombardeaban las avenidas y endebles viviendas con balines y elementos lacrimógenos. A pesar que se alzaban barricadas y se sacaban las tapas del alcantarillado, no se logró dificultar el avance de tanquetas y buses con uniformados. Ya en el seno de La Legua Carabineros rompió vidrios, echó abajo las puertas de las casas, golpeó a sus moradores, destruyó habitaciones, techos y enseres domésticos.40

29 Los comunistas aseguraban que ante el actuar delictivo de las fuerzas coercitivas era imprescindible preparar y organizar la autodefensa. La colectividad orientaba “a defenderse de la CNI y a luchar activamente contra la CNI, contra los sapos y torturadores”. El trasfondo era que las masas combatieran “en todos los terrenos y saber discernir cuándo debe emplear un método de combate y cuando otro, así como a combinar métodos”.41 Lo concreto era que la autodefensa mejoraba lentamente, pero sin

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dar un salto importante hasta el momento, evidenciando más que todo improvisación e instinto. Pedro Soto, por ejemplo, da cuenta de cómo se vivía una protesta en el Callejón Lo Ovalle: “Vinieron los pacos a provocarnos, nos tiraron bombas lacrimógenas y luego empezaron a dispararnos. Ante tanta prepotencia, les hicimos frente y nos fuimos en collera. Los agarramos a peñascazos y a palos, les lanzamos de vuelta sus propias bombas y los hicimos arrancar”.42

30 Destacamos que los CAM gozaron de tareas asignadas y específicas como las de sanidad, propaganda y abastecimiento, aunque la idea principal era defenderse de la policía que ingresaba a las poblaciones. En Villa Portales los CAM fueron responsables de levantar “barricadas con 24 neumáticos y varios litros de bencina”, en la “Avenida Sur con Sophora, Portales con General Velázquez, Avenida Norte con Sophora y Puente las Encinas”. A las 21 horas ingresó Fuerzas Especiales con dificultad, disparando y dejando heridos a dos jóvenes, “pero luego son rechazados gracias a un apagón provocado en Pudahuel y a la organización de los pobladores en Comandos de Autodefensa”.43

31 En La Victoria la situación era similar. En una jornada de movilización opositora “el Comité de Autodefensa empieza su actividad a las 6 de la mañana con 7 barricadas en el barrio, armadas con neumáticos y otros implementos, que ya se habían reunido”. Luego de aislar la población, prohibiendo en ingreso de la locomoción colectiva e impidiendo que el comercio funcionara, se realizaban marchas y discursos políticos. Lo fundamental para los comunistas era resaltar que “la autodefensa es asumida plenamente por los pobladores que ayudan a la protección de quienes son perseguidos por la represión”.44 Reflexionando de lo que ocurría generalmente en las poblaciones, se concluyó que la forma más común en lucha callejera era la implementación y desarrollo de la barricada, extendiéndose en avenidas principales en defensa del territorio. Es decir, la organización del partido se fusionaba con la voluntad de los pobladores de resistir, evidenciando que la experiencia popular de combate era un constante aprendizaje: “Aquí los pacos se habían acostumbrados a reprimir a diestra y siniestra. De ahí que levantamos la consigna de “Pudahuel Zona de Combate” y nos preparamos para resistir. Varias veces intentaron los pacos tomarse la población y no pudieron”. 45 El pasquín comunista felicitaba a los organismos de autodefensa por la creatividad y disposición al enfrentamiento. En una nota haciendo referencia a La Victoria detallaba: Las barricadas y piquetes de autodefensa comenzaron a funcionar a las 4.30 de la madrugada del 30 de octubre. Aparte de la ayuda tradicional combatividad de que hacen gala los victorianos pusieron en práctica algunas iniciativas de tipo militar que les rindieron los frutos esperados. Con el objeto de impedir la entrada de pacos, microbuses policiales o tanquetas, los pobladores agrupados en los Comités de Autodefensa cavaron un total de 40 zanjas, lo que hizo exclamar a los oficiales: “Miren los huevones, como están afinando la pelea”. Entrevistado por El Siglo, uno de los responsables del comité de defensa de población (CDP) afirmó que “vamos a ir afinando aún más nuestra defensa, con tal de impedir que las fuerzas represivas ingresen a la población”.46

32 Las citas hasta ahora evidencian cómo germinaba el TMM en la primera mitad de la década, participando innumerables personas organizadas en distintas tareas y donde el partido sumaba a ellas. Aunque los CAM se extendieron a lo largo de la década, era una organización inestable que no lograba traspasar la barrera de las protestas, lo cual fue superado gracias a la consolidación y crecimiento de las MR a partir de 1984. A pesar que la existencia de las milicias fue relativamente corta, sin embargo, mostró el aprendizaje por parte del partido y de los sujetos que sumaban para dar una resistencia eficaz a la

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embestida dictatorial, en que las experiencias de vida y el proyecto político comunista se conjugaban en los hechos de violencia cometidos por las masas populares.

De la piedra al fusil: Las Milicias Rodriguistas, 1984-1987

33 La primera característica de las MR es su origen difuso, pues surgió en las poblaciones en función al combate callejero que se desplegaba en los territorios, participando en ellas militantes comunistas como individuos sin colectividad política. No obstante, finalizando 1984 se empezó a tener cierta noción sobre ellas. El 16 de octubre de aquel año el FPMR realizó 40 bombazos a entidades bancarias a lo largo del país y a las 22:00 horas destacamentos especializados derribaron 15 torres de alta tensión, provocando un apagón generalizado entre Copiapó y Temuco. En un comunicado de prensa el FPMR se adjudicaba los atentados, asegurando que los hechos eran “una primera demostración de lo que será la nueva fase de nuestra campaña, la que se verá multiplicada por la actuación de las Milicias Rodriguistas”.47 El 19 de diciembre de 1984, en pleno Estado de Sitio, el FPMR en un acto de propaganda secuestró al subdirector del diario La Nación, Sebastiano Bertlone Galleti, siendo liberado 6 días después en los alrededores de la población La Victoria. En esta acción se dio a conocer el primer Manifiesto Rodriguista, el cual, además de reivindicar la violencia revolucionaria y la toma de las armas ante la brutalidad de la dictadura, fomentaba la creación en cada lugar y zona de las “Milicias Rodriguistas, órgano de combate auténticamente popular que tendrá a su cargo la organización y desarrollo de la capacidad combativa del pueblo, encabezando hoy la autodefensa y dando los pasos necesarios para asumir las tareas en una etapa superior de lucha”.48

34 La reunión partidaria efectuada en diciembre de 1984, bautizada como el Pleno de 1985, también hizo mención al nacimiento de las MR, las que se habrían conformado en el paro nacional del 30 de octubre de 1984. Las MR eran vistas como un fenómeno nuevo, respondiendo más que todo “al ánimo de pelea de las masas y al prestigio que el FPMR ha adquirido en ellas”. Respecto a la organización de las MR, se sostuvo que ellas no dependieron “del FPMR pero sí responden a una orientación de lucha paramilitar”. Por lo tanto, una de las tareas propuestas era “promover su crecimiento, consolidar, pensar en su posible estructura, dirección y apertrechamiento, así como en el papel que se les asigne en la lucha de masas”. Las responsables que las milicias progresaran eran las células comunistas, invitando a “luchadores independientes, sobre todo a los jóvenes en poblaciones, universidades, e industrias, a incorporarse a las milicias”.49

35 A partir de la información recopilada y los testimonios a los cuales tuvimos acceso, sostenemos que las MR fueron el intento del partido por consolidar el trabajo paramilitar de masas en la segunda mitad de los años ochenta. No obstante, el afianzamiento de las MR, al igual que los CAM, estaban focalizadas en las poblaciones donde el partido tuvo una raíz histórica, especialmente en el sur de Santiago. Las MR realizaron acciones de sabotajes y propaganda en recintos educacionales, pero tuvo mayor organización en la periferia capitalina, donde vivían los pobladores y el partido actuaba abiertamente en las organizaciones sociales. Pese a que las fuentes consultadas señalan la presencia miliciana a lo largo de Chile, éstas no dieron una referencia específica, aunque es posible que en las urbes de las capitales regionales se hayan formado. Ramón Vargas entre 1983 y 1988 por actividades partidarias tuvo que transitar entre Antofagasta, Santiago y Valparaíso: desde

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1983 hasta el primer semestre de 1985 fue el Secretario Regional de Antofagasta, retornando a la capital por un corto período, para luego ser Secretario Regional de Valparaíso entre 1986 y 1988. Su experiencia en tres regiones distintas lo lleva sentenciar que “en provincias las milicias se formaron sobretodo en Valparaíso, pero no tuvieron el mismo desarrollo que en Santiago”. Mientras que en el norte, ante las urgencias de consolidar cuadros militares, sucedía “que se formaba un grupo y había que pasárselo al Frente”.50

36 Las MR lograron establecer una organización permanente con sus respectivos jefes y unidades milicianas, los cuales provenían del TMM y de las JJCC. Los encargados de las MR se contactaron permanentemente con miembros del FPMR previo a una jornada de movilización social, en el desarrollo de ésta y en su culminación. A pesar de los innumerables llamados a formar milicias, se debían cumplir requisitos mínimos para integrarse a ella: La construcción de las milicias pasa por un trabajo de masas del PC, porque las milicias eran del PC, estaban conectadas con la política del PC. Entones, en las poblaciones regularmente se hacían marchas, marchas violentas, marchas reventones, y en esas marchas se reclutaba gente. Uno visualizaba las marchas y sabía que gente iba más armada y algunos cabros querían foguearse en las marchas, y los que eran buenos y decididos se conversaba con ellos, se les reclutaba incluso en la misma marcha. Pero eso lo definía la gente del territorio: “sí, este cabro nos da confianza, es bueno para la pelea, lo podemos integrar”. No se integraba necesariamente a la jota sino a una estructura paralela, la milicia. Se le decía: “mira, ¿tú estás disponible para que te contactemos y te organicemos?”. Normalmente los cabros nos decían que sí. A los cabros se les hacía un chequeo, seguimiento, había todo un proceso para integrar gente a las milicias.51

37 Para comprender el fenómeno miliciano al interior del PCCh hay que retrotraerse al plan político-militar de la Sublevación Nacional (SN). Esta idea surgió de la lectura del Pleno de 1985, destacando que la fuerza militar propia y la actividad paramilitar de las masas adquirían mayor incidencia en la lucha sociopolítica.52 En los años de la sublevación el FPMR fortaleció sus fuerzas urbanas, que se dividían en las especiales y operativas: las primeras cumplían tareas de alto nivel militar (ataques a cuarteles policiales, militares y de la CNI, voladura de torres de alta tensión, ajusticiamientos, etc.), por lo que las conformaban miembros con un alto grado profesional; las fuerzas operativas, mientras tanto, se orientaron al trabajo territorial en las principales poblaciones del país. A su vez, el TMM dio un salto cualitativo y las MR lograron consolidarse en los años que se desplegó esta política.53 Ahora bien, ¿qué era la SN y cuál era el rol que debían cumplir las masas en el terreno paramilitar?

38 El proyecto de la SN era comprendido como la etapa superior de la PRPM, donde se debería llegar a un estado permanente de ingobernabilidad hasta la derrota del régimen. Para lograrla, se conjugaba el factor político y las acciones armadas: el partido ordenaba esfuerzos superiores en torno a su política de alianzas con el fin de sumar más actores sociales y reivindicar sus causas; por otra parte, el elemento militar contribuiría a completar el ejercicio de la violencia revolucionaria de las masas. Ahora bien, se sugirió que llegado el momento culminante de la sublevación el aspecto militar alcanzaría una connotación cada vez más creciente, “revistiendo un carácter decisivo en la fase más alta de la SN y comprende el conjunto de acciones de masas y de fuerzas especializadas tendientes a desgastar al enemigo, desconcentrarlo, desarticularlo, empantanar sus fuerzas impidiendo su movilidad y apuntar a consolidar y defender lo ya avanzado”.54

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39 La SN estaba dividida en cinco puntos: movilización activa y ascendente; paralización del país; golpes a las fuerzas represivas y militares; trabajo hacia las FF.AA. y de Orden; y el trabajo internacional. El primer ítem se orientaba a que las fuerzas políticas en conjunto convocaran jornadas de protesta en las principales ciudades del país: Valparaíso, Santiago y Concepción. La idea era que los participantes se distribuyesen en distintos puntos para dispersar a las fuerzas represivas, consumaran actos de agitación y se reagruparan si es que eran disueltos por el actuar policial. El objetivo de todo esto era provocar “levantamientos populares”, para lo cual era necesario “fortalecer y consolidar unidades paramilitares (MR) destinándoles misiones específicas”, como “masificar el empleo de barricadas en las vías y zonas principales, hacerlo en forma escalonada y con amplia utilización de fuego”. Al mismo tiempo se debían “organizar emboscadas, en los pasos obligados del enemigo” y establecer contacto con “otras zonas liberadas del enemigo”. Por último, las masas coparían “los principales centros políticos y públicos de la zona”.

40 En cuanto a la paralización total del país, ésta se enfocaba en detener el proceso productivo de la minería, la industria, las faenas agropecuarias, el sistema eléctrico, de comunicación y transportes. Había que impulsar paros en sectores claves de la economía hasta lograr la huelga general, objetivo último de la SN. La actividad militar cumpliría un rol imprescindible en obstaculizar la producción, mediante sabotajes explosivos en ramas estratégicas, voladura de puentes, control de carreteras, complejos industriales y agrícolas.

41 En el tercer punto, la fuerza propia del partido tendría mayor incidencia en perpetrar golpes selectivos a la represión y las FF.AA. “más incondicionales del fascismo”, ajusticiando a los “jefes militares y políticos más comprometidos”. Se promovía también golpes a las unidades móviles destinadas a la represión y ataques a las “industrias que juegan un papel de aseguramiento y apoyo logístico a las fuerzas militares”. El éxito de las acciones armadas estaba determinado por “la combinación de los golpes tanto en las ciudades como áreas periféricas”.

42 En lo que concierne al trabajo hacia las FF.AA. y de Orden y el trabajo internacional, eran parte de la etapa previa de la SN. En el primer caso, sólo a través de propaganda y la “lucha sicológica” se invitaba a los uniformados a la “lucha antifascista”. El segundo ítem apuntaba a lograr “los medios básicos de aseguramiento y ayuda financiera”, a la cual se debían sumar declaraciones públicas de “solidaridad internacional”. Era menester “crear la superestructura necesaria en el país vecino que garantice las siguientes tareas: reagrupamientos de los exiliados políticos y compatriotas que se encuentran en el exterior”.55

43 Este proyecto político-militar era una tarea titánica, debiendo conjugarse una serie de factores para acabar con el gobierno de facto. La SN nos muestra por lo que abogó el partido en estos años: la mixtura de la política y el desarrollo militar, siendo esta última en función de la primera. En ningún momento el documento citado expuso que la SN era un enfrentamiento contra Ejército chileno; más que todo se aventuraba por la derrota política del régimen, en que la acción decidida de las masas acompañada por sabotajes superiores neutralizaría e inhibiría a los sectores más acérrimos a la dictadura. Lo relevante era que las masas debían participar de la actividad huelguista, coparan el centro de las principales ciudades y se sumara al trabajo paramilitar, donde las MR cumplirían a cabalidad ese rol. La SN nos muestra un partido enfocado en la planificación de las acciones político-militares, estudiando las fuerzas enemigas, seleccionando cuadros y creando la infraestructura necesaria para garantizar la SN.

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44 Como la SN necesitaba mayor despliegue del rol paramilitar de masas, las MR llegaron a tener su propia revista, bautizada como Barricada. La primera editorial sostuvo ser el “órgano de las Milicias Rodriguistas”, dotando “al pueblo de Chile de un instrumento de lucha”. Junto con esto, destacó que “sólo la Sublevación Nacional, el levantamiento de todo el pueblo, nos traerá el fin de esta obscura noche y el ansiado retorno a la democracia”. Barricada se propuso varios objetivos: entregar elementos teóricos que permitiesen enfrentar con éxito a las fuerzas represivas; enseñar técnicas de primeros auxilios; adiestramiento de cómo protegerse del enemigo, “identificar a los sapos, y aniquilar a los sapos”; realizar trabajo conspirativo para no ser detectados por los órganos de seguridad; y mejorar el ocultamiento de armas ante los allanamientos sorpresivos que ejecutaban cada cierto tiempo los organismos de seguridad.56 Aunque el objetivo de la revista era que circulara de mano en mano, ésta era una tarea compleja de cumplir por los riesgos de mantener una publicación considerada subversiva. No fue raro, entonces, que la creatividad floreciera y que a los milicianos llegase información por otros medios. Marcelo nos señala que incluso se levantaron códigos escritos que fueron repartidos en la población como fue el Salmo nueve. Este salmo era una cartilla que en su cara frontal estaban los versículos bíblicos, mientras que en la parte posterior estaba la instrucción miliciana. Eran 29 cartillas con tácticas de autodefensa, tareas asignadas, análisis de las fuerzas opositoras, fabricación de armamento casero, entre otras.57

45 La actividad miliciana se dividía en “Grupos” y contemplaba seis puntos en su actuar: Grupos Diversionistas, Grupos de Exploración, Grupos de Contención, Grupos de Choque, Grupos de Seguridad y Grupos de Reserva. El primer grupo tenía como misión fundamental distraer a la represión mediante sabotajes menores o incendiarios, con explosivos caseros y esparcimiento de neumáticos en llamas en diferentes avenidas y a distintas horas. La idea era provocar al enemigo, pero dividiéndolo en su proceder. En segundo lugar, los grupos de exploración estaban compuestos por milicianos que actuaban solos, cumpliendo con la misión de observar el terreno elegido dónde se realizaría la actividad política y la posible reacción de las fuerzas represivas. Los exploradores eran los ojos del jefe y actuaban antes, durante y después de la operación miliciana. Su rol era colocarse en lugares altos para visualizar el movimiento de Carabineros y dar cuenta si éstos se acercaban o alejaban de la actividad de masas. Los Grupos de Contención, por su parte, debían impedir el acceso de la policía a la población o una actividad pública, la cual se lograba con el derribamiento de árboles, construcción de zanjas y barricadas, lanzamiento de miguelitos, atravesar autos, entre otros. De fallar la contención, los Grupos de Choque serían los responsables de romper el cerco enemigo y permitirían que las masas no fusen atacadas. Por lo general, los grupos de choque estaban compuestos por los milicianos más instruidos y con mayor armamento, pues de ellos dependía el éxito o fracaso de una actividad política de masas, neutralizando y atacando el actuar represivo. Los Grupos de Seguridad participaban del acto, repeliendo así los ataques imprevistos de la policía cuando lograba romper el cerco y a los grupos de choque. Eran los responsables de proteger a los dirigentes, pero su tarea principal era cubrir puestos si hubiese bajas en las distintas operaciones milicianas.58

46 El trabajo paramilitar contemplaba la autodefensa, la instrucción y la organización en la lucha callejera, con el objetivo de consolidar “territorios liberados” o “focos poblacionales”. Un mando miliciano detallaba que los territorios liberados era cuando los pobladores a través de la autodefensa de masas lograban detener la represión y controlaban el sector. El miliciano enfatizaba que “el concepto de territorio liberado es no

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dejar entrar a la represión y, a su vez, empezar a cachar sapos y soplones y poder, en este caso, ayudar a democratizar las juntas de vecinos”. Para lograr aquello, se crearon “mandos correspondientes para estructurar una buena organización, para operar en la defensa de los pasajes, calles y arterias principales, donde las masas populares eran orientados por las MR al cavar zanjas construir barricadas, etc.”59 Bajo esta idea no fue raro que la militancia comunista hablara de zonas liberadas: Compañeros: Pudahuel es una comuna y en ella tenemos poblaciones que anteriormente eran poblaciones Focos; ahora producto de una acertada política del Partido y las masas, son Zonas Liberadas, dentro del concepto de sublevación nacional, desde el mes de septiembre pasado. Herminda de la Victoria, Liberación, Violeta Parra, Sara Gajardo, Montijo, Yugoeslavia, Neptuno, La Estrella, San Daniel, Teniente Merino, San Francisco, todas ellas de Pudahuel. Simón Bolívar, Cañada Norte, Manuel Rodríguez, Zelda, Las Mercedes, Sta. Anita, La Paula, Las Palmeras de Quinta Normal.60

47 Carlos durante los años ochenta tuvo contacto directo con las MR que estaban esparcidas en distintos puntos de la capital, pero siendo más notorias en el sur de Santiago. Su testimonio acentúa que la liberación de territorios no era tan amplia como solía indicarse: No hacían grandes liberaciones de poblaciones. Cada milicia tenía encargado un pequeño sector y las milicias a veces se organizaban por pasajes de la población. Entonces la orden de la milicia era mantener liberado el espacio durante la jornada de movilización, que no entrara la repre. Y si entraba seguir combatiendo. O sea, llegaba un momento determinado en que, por ejemplo, los blindados lograban romper el cerco de las barricadas, pero nosotros nos íbamos y nos subíamos a los techos y desde los techos tirábamos molotov, disparábamos, los dejábamos pasar, y después se volvía a recuperar la calle. No era dejarlos tranquilos porque si la repre se instalaba en la población te podían allanar, te podían detener. Entonces lo que hacia la repre era disparar más que quedarse en un lugar. La misión de los pacos y de los milicos era tratar un día antes quedarse en los puntos neurálgicos y tomárselos. Por ejemplo, avenida la Feria con Departamental siempre llegaban los milicos un día antes, pero la gente desde dentro les disparaba y los movía y así no tenían punto de referencia. Entonces la función de las milicias era mover esa represión y golpear en movimiento, que es una técnica de combate guerrillero, y en lo posible recuperar armamento y si era posible ajusticiar chanchos dentro de la población.61

48 Un dirigente comunista de Santiago refiriéndose a las MR expresó que el pueblo se incorporaba de forma voluntaria a ellas, solicitando las escarapelas distintivas y sintiéndose milicianos. Fue enfático al exponer que las MR surgieron al calor del “combate callejero, y a ellas se integran militantes del partido y gente sin partido, los más audaces, peleadores, valientes, los más luchadores”. Sin embargo, había jefes y se organizaban en “grupos de 1 por 5, 1 por 10 o 1 por 50”. Las palabras del dirigente daban cuenta que las milicias crecían insospechadamente en los días de protestas, sumándose a las tareas entre doscientas o trescientos individuos. Lo relevante era que la milicia gozaba de una “organización de manera estable por la dirección y la organización de la vanguardia”, donde los “comunistas nos incorporamos a ellas y fomentamos su organización, su mayor conciencia y su preparación”.62 En cuanto a esto último, también era importante realizar un trabajo ideológico, advirtiendo a los milicianos que los hechos de violencia política era con un objetivo concreto: derrotar a la dictadura. Marcelo al respecto indica que se intentó hacer un trabajo político a los jóvenes que ingresaban a las milicias para evitar que actuaran con fines propios, alejándose del criterio de masas del partido: “Se trató de adoctrinar, porque tú cuando manejas armas te acostumbras. Ya tienes la capacidad operativa de hacer asaltos y otras cosas más. Por eso la formación del miliciano también hubo un discurso político”.63

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49 Aunque se llamaba a la más amplia ciudadanía para formar MR, el rango etario y de clase que las componían eran primordialmente jóvenes de extracción popular que habían tenido vínculos con las JJCC en sus espacios de socialización. Ejemplo de ello es el caso de un joven miliciano de 16 años, conocido como “el pelao”, que vivía en el área sur de Santiago: Yo me dí cuenta rápidamente como a los 12 años en el 83 que a nosotros los pobres la dictadura nos trataba como a enemigos y que la única manera de terminar con el hambre y la pobreza era que se fuera Pinochet. Me ayudó mucho a darme cuenta de estas cosas conversar con los cabros de la Jota en la escuela y aquí en la población .Así que en el 84 entré a la Jota aquí en el barrio”.64

50 El relato demostraba cómo las experiencias de vida y la actividad política lo llevaron a engrosar las filas milicianas. En junio de 1986 un compañero le señaló la necesidad de efectuar trabajo de autodefensa de masas, por lo que ingresó a las “Milicias Rodriguistas un poco antes del Paro Nacional. Tenía 14 años cuando empecé”. Su unidad estaba compuesta “casi por puros jóvenes, pero en otras hay de todas las edades, eso no tiene importancia. También participan hombres y mujeres y hasta niños a veces cumplen misiones, todo depende del momento y de la tarea”.65 Nelson Rivera fue parte del Comité Local de las JJCC de la población Yungay, para luego convertirse en el encargado de las MR de su sector. Su testimonio complementa lo expuesto hasta ahora: las milicias las componían jóvenes pobladores con o sin militancia comunista: “Aunque no se crea organizamos Milicias Rodriguistas y fuimos reconocidos por la dirección del partido, sin ser estos jóvenes militantes de partidos políticos, sino queriendo defender la población. Eran unas 45 personas, que no querían ser de ningún partido político”.66 Marcelo al respecto sentencia: “Las milicias eran cabros, los que iban al choque eran cabros. Teníamos gente de 15 años peleando en las milicias. De repente no se podían el fierro o se morían de susto”.67

51 Además de la defensa de la población, las MR constantemente efectuaban agitación y propaganda política que en algunos casos podía ser armada. En enero de 1986 en La Victoria se celebraron los 64 años del PCCh, realizándose actividades culturales y pronunciando un discurso la presidenta del Comando de Pobladores de La Victoria, Claudina Núñez. Cuando terminaban las palabras de la dirigente irrumpieron con un desfile las MR, saludando el cumpleaños de la organización. En la calle 30 de octubre con Galo González “30 milicianos marchando, vestidos todos de camisa blanca, boina negra, bluyín azul y pañuelo rojo y celeste con las letras “MR” al cuello, conducidos por una muchacha comandante”.68 La idea de las marchas en el corazón de la población era dar cuenta de la liberación de los territorios, evidenciando que la represión podría ser derrotada: “Organizado por la Milicia Rodriguista, el jueves 3 en la tarde, en la población Yungay, y cuando otros sectores sometidos a operaciones de virtual guerra, por efectivos del Ejército y Carabineros, se celebró con una marcha su territorio liberado”.69 Como hacer propaganda armada era riesgoso para los participantes, la agitación miliciana tuvo códigos por si eran detenidos: Uno iba chapeado, o sea, a mi cuando me mandaron a hacer la primera actividad de agitación y propaganda llegó un viejo y me dijo: “Te voy a pasar 500 pesos. Si te agarran di que te pagaron por esto y el resto te van a pagar cuando termines”. Entonces se le quitaba un componente político que podía ser complejo porque podían enjuiciarte como terrorista. En cambio con lo otro pasabas a ser un delincuente común.70

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52 Los milicianos destacaron que hubo una evolución natural en la lucha callejera, expresada en mejor armamento, tácticas de autodefensa superiores y empleo de barricadas mayores. Un miliciano del sur de Santiago relató que a inicios de la década la autodefensa de masas consistía en tirar piedras, prender fogatas y desparramar basura como obstáculo, pero luego se avanzó a “la construcción de barricadas de contención, aprendimos a fabricar explosivos y con ayuda de trabajadores torneros fuimos creando nuevos tipos de granada, tuvimos que hacernos prácticos en la lucha, cuerpo a cuerpo y en tácticas militares”.71 Un miliciano de La Legua relató: “En el 80 lo que se empezó a hacer fue quemar neumáticos, luego se empezó a enseñar cómo preparar una barricada, cómo convertir cada elemento casero en herramienta para contener a los pacos, surgieron las hondas, los hostigamientos a pedradas”. Aunque se intentaba proyectar una racionalización en cuanto a la autodefensa de masas, el miliciano reconocía que la espontaneidad continuaba predominando en las jornadas de protestas, pues los participantes “abren los grifos de las veredas, se arrojan colchones, elásticos de cama, sillones y cualquier cosa para fortalecer las barricadas: es un cuadro surrealista donde los pobladores, a través de la acción, se liberan espiritualmente y van a la pelea. Los más combativos son los que se van incorporando a las milicias”.72

53 A diferencia de los CAM, las MR se caracterizaron por el uso de armamentos artesanales y el dominio de elementos explosivos. Cabe anotar que esta actividad no fue monopolio de las MR, ya que dentro de la compleja estructura militar del PCCh las Unidades de Combate también las manejaban.73 El encargado de las milicias por lo general era propietario de un arma corta, pero la mayoría de los milicianos manipulaban bombas de ruido, de humo, pólvora negra, lanzaba granadas de fabricación artesanal contra la represión como el niple y la molotov química. Para cortar la luz de forma local se colocaban bombas de potencia menor en los postes, pero que permitía el derribamiento de éstos: “Una vez llegaron a las milicias las manzanitas, un explosivo circular, como una manzana, la cual al centro iba con una perforación, un estopín y una mecha. Se ponía en los hoyitos de los postes y éste se caía, cortando la luz. Era mucho más bacán que tirar las cadenas a los cables”.74 El armamento dependía mucho de qué grado de organización habrían logrado las MR: “Hemos construido armamento casero: flechas, lanzas, bombas de mano, hondas y por allí me llegaron unas pitufas que son escopetas hechizas súper buenas. En todo caso lo que más usamos son las piedras y los explosivos caseros. Ah, se me olvidaba la molotov que es básica en la pelea”.75 Sin embargo, predominó el uso de armas de fuego artesanal, como los “matagatos, una que otra pistola más grande. Nos enfrentábamos, no tanto a tiros, sino más bien con granadas caseras, con ellas lográbamos hacer retroceder a las fuerzas policiales”.76

54 Por lo visto hasta ahora, se desprende que las MR fueron una organización más que todo poblacional, compuesta sustancialmente por jóvenes con un discurso político mezclado con individuos que se sumaron a ella para resistir la arremetida dictatorial en los días de protesta. Tanto los testimonios como los documentos nos indican que éstas se desarrollaron puntualmente en el sector sur de Santiago (La Victoria, La Legua, Legua Emergencia, El Pinar, La Bandera, José María Caro, Joao Goulart, Yungay), aunque también hubo milicias en el norte de la capital (La Pincoya, El Cortijo y Juanita Aguirre), por el oriente (Lo Hermida, Jaime Eyzaguirre y población Santa Julia) y en el poniente se concentró la actividad sustancialmente en Pudahuel. Al ser una organización que oscilaba por pasajes y avenidas, donde el espacio de socialización se reduce a unos cuantos lugares (iglesia, canchas de futbol, colegios, ferias libres, junta de vecinos), el conflicto más

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habitual y con el que más tuvo que enfrentarse las MR era con los delatores, o sapos en el lenguaje cotidiano. Obviamente no todos los pobladores eran contrarios al régimen militar e incluso la Unión Demócrata Independiente, UDI, forjó una importante base de apoyo en algunas poblaciones. Los que estaban a favor del régimen eran los sapos, los cuales fueron víctimas de la agresión miliciana en más de una ocasión en el marco de una jornada opositora: “La milicia tenía lista de posibles sapos y en las jornadas de protesta se verificaban si eran sapos o no. Así varios sapos quedaron fuera de combate por parte de las milicias más que del mismo Frente”.77 Una de las tareas milicianas era “reventar a los sapos. Muchas veces la milicia reventó chanchos, sapos. Se le ponía su carga en la ventana o se mandaba un informe y venia una unidad especializada y demolía parte de la casa. Se ponía una carga fuerte”.78

55 Era práctica común que en la lucha contra la dictadura se mezclara actividad de las milicias con las fuerzas operativas del FPMR. En La Victoria, por ejemplo, funcionaron 10 unidades milicianas y dos unidades operativas del FPMR: la primera la conformaban 10 a 15 personas de forma estable, mientras que la segunda la compusieron 5 combatientes rodriguistas.79 Para las jornadas de protesta la milicia organizaba más que el PC, que no se veía, o sea, todos sabíamos que los comunistas estaban metidos, pero la milicia era la que llevaba la voz cantante en el trabajo militar de la población, del territorio. Entonces cuando la milicia estaba organizada y combatiendo normalmente aparecían unidades del Frente, que eran mucho menos, más chiquititas. Una milicia podía tener quince personas trabajando en esa unidad miliciana y se juntaban cuatro o cinco milicias para contener una población y en un momento llegaban cuatro o cinco compañeros del Frente, no más de eso.80

56 Las acciones conjuntas más las necesidades del partido de aumentar los cuadros hacia la fuerza militar propia en los días de la SN, significó que un número importante de milicianos engrosaron las filas del FPMR. Este fenómeno se consolidó mediante un doble proceso: “Había mucha insistencia de la Dirección sobre los regionales o los comités locales para pasar gente al Frente, aunque habían compañeros que participaban en las milicias y en un momento determinado como que les daba la vocación integrarse de una manera más militar”.81 Por más que la vocación estuviese presente en los milicianos no todos ingresaron al FPMR; se sumaron a la fuerza militar del PCCh los jóvenes que más se foguearon en las barricadas, los más audaces, con experiencia y mejor dinámica en la lucha antidicatorial, aunque la gran mayoría eran recomendados por los jefes milicianos. Carlos es categórico al recordar que el criterio de selección de combatientes rodriguistas era riguroso: “Los mejores cuadros de la milicia pasaban al frente, en un filtro que se hacía ahí, se le estudiaba al compañero, se veía si tenía disciplina, si no era borracho, si no era drogadicto, si no tenía malas mañas y una serie de elementos más, y los mejores cuadros empezaron a nutrir al Frente Patriótico Manuel Rodríguez”.82

57 Como las MR se explican por la SN que emprendió el partido finalizando 1984, éstas decantaron notoriamente cuando la política insurreccional llegó a su fin y una parte importante de cuadros militares se autonomizaron marchándose con Raúl Pellegrini a mediados de 1987. Aquel año fue particularmente crítico con la desarticulación del movimiento social a causa del Estado de sitio impuesto por la dictadura luego del fallido ajusticiamiento a Pinochet el 7 de septiembre de 1986 y por escuálidas convocatorias a jornadas de movilización. A pesar que tanto los CAM y las MR siguieron operando, desde 1987 se dieron dos fenómenos que no fueron disímiles al quiebre entre el PCCh y una parte del FPMR. Los testimonios provenientes de comunistas argumentaron que las

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milicias fueron diluyéndose a causa de las escasas movilizaciones sociales de aquel año. El testimonio de Nelson Rivera da cuenta cómo el partido había dejado atrás la autodefensa de masas para concretarse exclusivamente en cuestiones políticas, lo que no fue un proceso simple y ajeno de contradicciones: El 87 me fui preso otra vez, por participar en un paro. Los pacos de San Gregorio me sorprendieron con un revólver y explosivos caseros. Estuve preso en la penitenciaria creo que hasta 1989. Cuando salgo, el panorama político había cambiado. El PC estaba trabajando para legalizarse. Legalizarse ante la dictadura era una contradicción que no entendíamos. Por instinto y conciencia, no se puede concebir. Se cambió la autodefensa por brochas y pintura. Anduve perdido no sé cuánto tiempo. Igual organizábamos BRP (Brigadas Ramona Parra) con la gente que estaba antes. Seguimos trabajando en los primero de mayo y algunas actividades grandes y manifestaciones, organizando a la gente. No lo entendía, después de tantos años de formación contra la dictadura, tratando de simpatizar quizá, tratando de hacer legal algo donde nada podía ser legal. Era algo que no quería aceptar, pero que como militante disciplinado tenía que aceptar, sin quererlo, como mucha gente lo ha hecho.83

58 El quiebre entre el PCCh y el FPMR significó que este último tuviese que realizar esfuerzos superiores para reclutar cuadros y poder perpetrar las operaciones enfocadas ahora en el marco de la Guerra Patriótica Nacional (GPN).84 Los rodriguistas que se sumaron al proyecto de Raúl Pellegrini señalaron, sin vacilación, que las milicias crecieron en cuanto a número, pero éstas adquirieron nuevas tareas. Es decir, la prevalencia de la concepción militar hizo que las MR transitaran de una organización paramilitar que actuaba con las masas a grupos operativos, alejados de ellas. Se perdió el objetivo de la milicia que era la territorialidad, todos querían ser estrellas. La figura, la competencia entre zonas se llevó al extremo. Las milicias quedaron huérfanas, acéfalas, porque las milicias dejaron de hacer trabajo de milicias y se disolvieron, tácitamente se disolvieron, porque pasaron a ser del Frente. Por lo tanto ¿Quién hacía el trabajo territorial? Nadie. Por eso te digo, se pierde el objetivo, se cortó el vínculo con el pueblo. Se militarizó en el mal sentido de la palabra con la GPN.85 Las milicias crecen después del quiebre, crecen mucho, pero con variaciones. Las milicias crecen masivamente porque el Frente necesitaba a la milicia. Raúl (Pellegrini) habló del rediseño, que tiene que ver que ya no contamos con el apoyo del PC, sí en las bases pero no en la cúpula. Por lo tanto, las milicias crecen, pero ya no hay apoyo del PC, no habiendo filtro de quién entraba a la milicia. Y eso degeneró a la milicia, se quedó peleando sola y se quedó frente a los graves problemas del F (Frente). Por ejemplo, el año 89 seguía habiendo milicias, pero ya se pierden ciertos objetivos políticos. La milicia tiene que reinventarse, pero ese reinventarse significó radicalizarse. Si inicialmente a la milicia se le pasaba una (calibre) 22, su matagato y todo, pero después del quiebre estaba la necesidad de realizar operaciones de mayor envergadura por parte de las milicias. Se pasó la raya. La milicia atacaba cuarteles, desarmaba pacos y militares que estuvieran en la calle, le quitaban los fierros, a los guardias se les quitaba la munición. Muchas veces se hicieron asaltos con pistolas sin balas. Se mezcló mucho, se empezó a diluir la línea entre la milicia y el frente.86

Palabras finales

59 A lo largo de esta investigación hemos intentado demostrar un hecho puntual: la autodefensa de masas fue una parte fundamental de la política militar del PCCh, la cual se hizo más notoria en las jornadas de protesta. A pesar de las dificultades iniciales, y

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discrepancias ante los nuevos rumbos que tomaba el partido para enfrentar al régimen, se logró consolidar una estructura militar partidaria que se fusionó con el trabajo a nivel de bases en las poblaciones de Santiago.

60 La simbiosis entre la política y la violencia del período se explicaría por la experiencia adquirida, tanto por los militantes comunistas como los sectores populares en sus espacios de socialización: los primeros, optaban por ingresar al brazo armado o realizar actividad política clandestina; los segundos, mientras tanto, desde la cotidianeidad y la práctica de resistir la arremetida policial, junto a una radicalización política que se vivió en segmentos juveniles y poblacionales, derivó que algunos decidieran realizar actividad miliciana y perfeccionar la resistencia civil contra los aparatos armados. Es decir, la teoría y la praxis política antidictatorial provocaron cuadros militares con una alta capacidad de ejercer violencia contra las instituciones armadas, mientras que las milicias permitieron liberar por algunos instantes a las poblaciones de la represión, ejercer actividad política y perseguir a los delatores.

61 La actividad paramilitar por la cual el partido colocó todos sus esfuerzos en estos años, desde nuestra óptica, permitió concretar la PRPM, puesto que en los CAM y en las MR era viable realizar actividad partidaria y ejercer todas las formas de lucha, donde la violencia política apuntaba a un proyecto puntual: la caída de la dictadura y su orden social. Las MR, a su vez, nos muestran cómo el PCCh apostó por su política insurreccional, en que el desarrollo paramilitar era una necesidad sustancial para lograr la SN. Estas milicias fueron importantes a la hora de aportar cuadros al FPMR en los años en que se desplegó esta alternativa de enfrentamiento sociopolítico, pero significó que la experiencia miliciana fuese abrupta y fugaz por las urgencias de aumentar el número de combatientes rodriguistas. Luego del quiebre con el FPMR a mediados de 1987 fueron diluyéndose por parte del partido por las nuevas directrices en torno a la lucha contra la dictadura, mientras que los autónomos se esforzaron por lograr que las milicias consumaran actividades de envergadura superior, aunque esto derivó en su alejamiento de las masas y diluyéndose el proyecto original.

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Publicaciones periódicas

Análisis

APSI

Araucaria de Chile

Barricada

Basta

Boletín del Exterior

Boletín de Prensa El Siglo

El Mercurio

El Rodriguista

El Siglo

Informe Mensual

Revista Principios

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Documentos y textos del PCCh y FPMR

La crisis y las condiciones objetivas. Documento editado por el Equipo de la Dirección Interior”, Partido Comunista de Chile, Rebelión popular, camino de la victoria, Editado Clandestinamente, Santiago, 1982.

Fundamentos del plan de la SN, sin fecha (1985?)

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Entrevistas

“Carlos”

“Marcelo”

Ramón Vargas

NOTAS

1. Raúl Rettig (Coord.), Informe de la Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación, Santiago, Andros Impresores, 1996, 1085-1112 2. Ibid., 1026, 1051-1067. 3. Igor Goicovic, “Temas y debates en la historia de la violencia política en Chile”, Contenciosa, 3, Santa Fe, 2014, 4. Sobre el ciclo de protestas populares contra la dictadura militar puede consultarse Gonzalo de la Maza y Mario Garcés, La explosión de las mayorías. Protesta nacional, 1983-1984, Santiago, ECO, 1988; Gabriel Salazar, Violencia política popular en las “Grandes Alamedas”. Santiago de Chile 1947-1987. (Una perspectiva histórico-popular), Santiago, LOM Ediciones, 2006, 295-308. 4. “Hacia un septiembre de grandes jornadas de movilización”, Boletín del Exterior, Nº 86, septiembre-octubre de 1987, 14. 5. “FPMR: dos años de combate”, El Rodriguista, Nº 11, diciembre de 1985, 22; Frente Patriótico Manuel Rodríguez, “Paro nacional para echar a Pinochet”, Arturo Lozza, Chile sublevado. Reportaje al FPMR, Buenos Aires, Editorial ANTARCA, 1986, 67. 6. Pedro Varas, Chile: objetivo del terrorismo, Santiago, Instituto Geográfico Militar, 1988, 133, 137, 140, 147. 7. “Hallan refugio extremista y depósitos de explosivos”, El Mercurio, 5-9-1986, C-7; “81 detenidos por los servicios de seguridad, El Mercurio, 8-10-1986, C-2. 8. Vicaría de la Solidaridad, Informe Mensual, julio de 1986, 119. 9. “Testimonio de un combatiente. Entrevista con un dirigente del FPMR”, Araucaria de Chile, Nº 41, 1988, 41. 10. Rolando Álvarez, Desde las sombras. Una historia de la clandestinidad comunista (1973-1980), Santiago, LOM Ediciones, 2003; Rolando Álvarez, Arriba los pobres del mundo. Cultura e identidad política del Partido Comunista de Chile entre democracia y dictadura. 1965-1990, Santiago, LOM

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23. Ibid., 37-38. Los subrayados en el original. 24. Ibid., 40. 25. Ibid., 41. 26. “La crisis y las condiciones objetivas. Documento editado por el Equipo de la Dirección Interior”, en Partido Comunista de Chile, Rebelión popular, camino de la victoria, Editado Clandestinamente, Santiago, 1982, 58. 27. Bravo, op. cit., 129; Rojas, op. cit., 22. Sobre las Comisiones de Vigilancia y Grupos Chicos, Álvarez, Arriba los pobres…op. cit., 57. 28. Guillermo Tellier, en Francisco Herreros, Del gobierno del pueblo a la rebelión popular, Santiago, Ediciones Siglo XXI, 2003, 508. 29. El testimonio de César Quiroz, en ibid., 513-514. 30. Guillermo Tellier, en ibid., 509. 31. Pérez, “De la guerra contra Somoza”, op. cit., 240. 32. Rojas, op. cit., 231. 33. ibid., 22-23. 34. “Por una salida popular”, Principios, Nº 26, noviembre-diciembre de 1982, 16-17. 35. Entrevista con Ramón Vargas, 15-07-2014. 36. “¡Basta! ¡Democracia Ahora!”, Boletín del Exterior, Nº 59, mayo-junio de 1983, 20. 37. Entrevista con Marcelo 27-11-2014. Antiguo militante comunista que ingresó a las JJCC en 1981, que luego de foguearse en lucha callejera se hizo cargo del TMM en su población, transitando por las MR, para luego engrosar las filas del FPMR; tras el quiebre con el PCCh optó por seguir el proyecto de Raúl Pellegrini. A petición del entrevistado se cita el nombre con el cual actuó en aquellos años. 38. “Los estallidos de la ira”, APSI, Nº 155, 29 de octubre al 11 de noviembre de 1984, 12. 39. Idem. 40. “La violencia vino de un lado”, Análisis, Nº 63, 30 de agosto al 13 de septiembre de 1983, 19. 41. “50 preguntas al partido”, Boletín del Exterior, Nº 64, marzo-abril de 1984, 15. 42. “Rechazamos a los pacos”, Boletín de Prensa El Siglo, Nº 24, 31 de marzo al 6 de abril de 1984, 2. 43. “El ejemplo de Villa Portales”, Boletín de Prensa El Siglo, Nº 49, 22 al 28 de septiembre de 1984, 6. 44. “Autodefensa en las poblaciones (palabras de un combatiente)”, Basta, Nº 47, septiembre de 1984, 5-6. 45. “Zona de combate”, El Siglo, Nº 7595, noviembre de 1984, 8. 46. “Miren los huevones como afinan la pelea”, Boletín de Prensa El Siglo, Nº 55, 3 al 9 de noviembre de 1984, 3. 47. “Extremistas se adjudicaron ola de atentados”, El Mercurio, 19-10-1984, C-7. 48. “Primer manifiesto rodriguista”, en Frente Patriótico Manuel Rodríguez, Manuel cabalga de nuevo, Santiago, Ediciones III aniversario, 1986, 163. 49. “Informe al Pleno del Comité Central del Partido Comunista de Chile, 1985. Para voltear a Pinochet el único camino es el enfrentamiento continuo y ascendente”, Hacia el congreso nacional, s/e, s/a, 111. 50. Entrevista con Ramón Vargas, 15-07-2014. 51. Entrevista con Marcelo 27-11-2014. 52. “Informe al Pleno del Comité Central del Partido Comunista de Chile, 1985”, op. cit., 118-120. 53. Frente Patriótico Manuel Rodríguez, “A fortalecer la base y los principios rodriguistas construyendo el instrumento patriótico para la revolución”, Archivo Histórico Centro de Estudios Miguel Enríquez, CEME, Santiago, 2000, 17. 54. “Fundamentos del plan de la SN”, sin fecha (1985?), 5. Subrayado en el original. 55. Las citas en ibid, 5-7. 56. “Editorial”, Barricada, Nº 1, Marzo de 1985, 2. 57. Entrevista con Marcelo 27-11-2014.

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58. “Misiones de los milicianos y combatientes en una operación de autodefensa de masas”, El Rodriguista, Nº 25, junio de 1987, 37-40. Como se sabe, El Rodriguista era la publicación oficial del FPMR, el cual luego del quiebre siguió editándose tanto por los autónomos que se fueron con Raúl Pellegrin y por los rodriguistas que permanecieron fieles al PCCh. Aun así, el nombre de la publicación no varió un ápice, pero la única diferencia es que El Rodriguista publicado por los autónomos en el índice de la revista colocaba las siglas GPN (Guerra Patriótica Nacional), proyecto político-militar con el cual actuaron los rodriguistas en su vida independiente. Esto lo señalamos porque en este trabajo hemos usado El Rodriguistas, los cuales fueron editados por el FPMR que permaneció en el PCCh después del quiebre. 59. “Impresionante autodefensa de masas”, El Siglo, Nº 7634, primera quincena de agosto de 1986, 9. 60. “Vida del Partido”, El Siglo, Nº 7620, segunda quincena de diciembre de 1985, 2. 61. Entrevista con Carlos 15-08-2014. Antiguo militante comunista que ingresó a las JJCC el año 1982, cuando cursaba tercero medio. En una época vertiginosa participó en las protestas nacionales, marchas del hambre y las jornadas de movilización poblacional, adquiriendo experiencia combativa contra las Fuerzas Especiales de Carabineros. El partido estaba urgido por incorporar cuadros militares, por lo que en 1985 fue invitado a pasar al FPMR. Luego del quiebre con el partido se incorporó de lleno al proyecto de los autónomos. A petición del entrevistado usaremos el seudónimo por el cual era conocido. 62. “El trabajo del Partido en Santiago”, Boletín del Exterior, Nº 76, enero-febrero de 1986, 19-20. 63. Entrevista con Marcelo 27-11-2014. 64. “Yo soy un miliciano rodriguista”, El Rodriguista, Nº 34, octubre de 1988, 10. 65. Ibid., 11-12. 66. Nelson Rivera, en Herreros, op. cit., 524. 67. Entrevista con Marcelo 27-11-2014. 68. “El 64 aniversario en La Victoria”, El Siglo, Nº 7621, primera quincena de enero de 1986, 8. 69. “Frente Patriótico Manuel Rodríguez”, El Siglo, Extra, 4 de julio de 1986, 7. 70. Entrevista con Marcelo 27-11-2014. 71. El testimonio del miliciano rodriguista en Arturo Lozza, op. cit., 9-10. 72. Testimonio tomado de Ramón Cataldi, Chile, la rebelión popular. Reportaje al FPMR y la resistencia (Enviado especial de Qué pasa), Buenos Aires, Editorial Ateneo, 1986, 25. 73. Sobre las Unidades de Combate, Álvarez, Arriba los pobres…op. cit., 229. 74. Entrevista con Marcelo 27-11-2014. 75. “Yo soy un miliciano rodriguista”, op. cit., 12. 76. Nelson Rivera, en Herreros, op. cit., 525. 77. Entrevista con Carlos 15-08-2014. 78. Entrevista con Marcelo 27-11-2014. 79. Idem. 80. Entrevista con Carlos 15-08- 2014. 81. Entrevista con Ramón Vargas 15-07-2014. 82. Entrevista con Carlos 15-08- 2014. 83. Nelson Rivera en Herreros, op. cit. pp. 548-549. 84. Sobre este proyecto político militar impulsado por Raúl Pellegrini, Rojas, op. cit. 403-463. 85. Entrevista con Carlos 15-08-2014. 86. Entrevista con Marcelo 27-11-2014.

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RESÚMENES

El artículo reconstruye el trabajo militar de masas que consolidó el Partido Comunista de Chile en los años ochenta para enfrentar a la dictadura de Augusto Pinochet, la que se plasmó en la autodefensa de masas y las Milicias Rodriguistas. Accediendo a publicaciones partidarias y algunos testimonios, buscamos interpretar que por medio de las tareas paramilitares logró materializarse la Política de Rebelión Popular de Masas, puesto que a través de la experiencia miliciana se ejerció, por una parte, actividad partidaria y, por otra, que las masas desarrollaban formas de lucha más audaces.

The article reconstructs the multitudinal military work that the Communist Party of Chile consolidated in the eighties to confront the dictatorship of Augusto Pinochet, which was reflected through the development of a strategy of self-defense of the masses and the 'Rodriguista' Militias. Through access to party publications and a number of testimonies, this article seeks to interpret the paramilitary tasks, through which they were able to achieve the Politics of Popular Rebellion of the Masses, due to the fact that through the militia experience they were able to excercice party activities, as well as develop bolder forms of struggle on a mass scale.

ÍNDICE

Palabras claves: Partido Comunista de Chile, autodefensa de masas, milicias rodriguistas, dictadura militar Keywords: Communist Party of Chile, self-defense of the masses, Rodriguista militias, military dictatorship

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Prisión política y destierro en la Argentina dictatorial Materiales y preguntas para la construcción de nuevos objetos de estudio Political imprisonment and exile in the dictatorial Argentina. Materials and questions for the construction of new objects of study

Silvina Jensen y María Lorena Montero

NOTA DEL EDITOR

Recibido: 27 julio 2015 – Aprobado: 4 octubre 2015

Introducción

1 Este trabajo1 se propone analizar las relaciones entre prisión y exilio político en la Argentina dictatorial, atendiendo a dos campos de estudio que, hasta el momento y salvo excepciones, vienen transitando por cauces paralelos, y donde – excluyendo las investigaciones ligadas a los “opcionados” y algunas producciones testimoniales que en los últimos años avanzan en la reposición de una mirada más comprehensiva – no abundan las propuestas que repongan el par cárcel-destierro como fases de un mismo dispositivo represivo, ni exploren las articulaciones específicas y situadas tejidas por presos y exiliados en orden a la producción de conocimiento acerca de la naturaleza del régimen instaurado tras el golpe de Estado de marzo de 1976 o de cara a la denuncia internacional de las violaciones a los Derechos Humanos (DDHH) en la contemporaneidad dictatorial.

2 Este artículo trata de pensar formas de abordaje de las relaciones entre cárcel y exilio haciendo foco en escenarios, luchas y actores concretos del pasado reciente, a partir del análisis de materiales producidos por los desterrados en su accionar antidictatorial, en diálogo con otros emanados del propio sistema penitenciario o con las memorias de los

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protagonistas. En tal sentido, pretendemos situarnos en las fronteras de los estudios del exilio y la cárcel, con el propósito de avanzar desde una somera aproximación a trayectorias individuales y colectivas y desde la interrogación de ciertos escenarios de lucha antidictatorial, hacia la escritura de una Historia que supere tanto la compartimentación represiva y la segmentación de subjetividades militantes, como la fractura entre una Argentina “de adentro” y una Argentina “de afuera” en términos de historiales de violencia estatal, resistencia y oposición.

3 El trabajo se divide en tres partes. La primera revisa las principales líneas de trabajo de las agendas de las historiografías del exilio y la cárcel durante la última dictadura, tratando de visualizar potencialidades y áreas de vacancia en términos de la articulación del par encierro-destierro. La segunda centra su interés en una organización de exiliados, la Comisión Argentina de Derechos Humanos (CADHU), de cara a pensar desde las trayectorias de sus referentes, en la dinámica institucional y en algunas acciones concretas de denuncia a lo largo del “Proceso de Reorganización Nacional”, cómo los desterrados construyeron sentidos en torno al lugar de la cárcel en el entramado represivo. Se trata de reponer desde una exploración no sistemática de “materiales del exilio” algunas relaciones significativas que habilitan analizar a presos y exiliados como parte de un común universo punitivo y de luchas. Por último, la tercera parte dedicada a reconstruir la trayectoria vital de Walter Calamita –bahiense, detenido a disposición del Poder Ejecutivo Nacional (PEN), militante del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), beneficiado por la “opción y exiliado en Italia– pretende interrogar los cruces entre encierro y destierro, atendiendo especialmente al análisis de las huellas del exilio en los registros penitenciarios. La elección de Calamita guarda relación no sólo con la riqueza de su biografía personal en términos de nuestro objeto de interés, sino en la posibilidad de analizar diacrónicamente su experiencia de cárcel y exilio.

La cárcel y el exilio en la agenda de la Historia Reciente

4 La identificación de cárcel y exilio como objetos con carta de ciudadanía propia tiene, salvo escasas excepciones, apenas algo más de una década en la agenda de los estudios sobre el pasado reciente en Argentina. De hecho, como señalan en sus respectivas investigaciones Guglielmucci2, Garaño3, D´Antonio4, Yankelevich y Jensen5, cárcel y exilio no sólo parecen haber tenido escasa visibilidad en las luchas públicas por las memorias de la represión, la militancia y la denuncia antidictatorial, sino que su tratamiento en sede académica también ha acusado cierto retraso o cierta subrepresentación6 en relación con la pregnancia de las investigaciones sobre la desaparición forzada de personas y los centros clandestinos de represión, dimensiones que según Gabriela Águila7, sintetizan y definen “la naturaleza del régimen militar” argentino.

5 En la historiografía8 sobre el exilio9, la recuperación de las claves que habilitan su lectura política y colectiva no ha sido una tarea sencilla. Si bien en los últimos años, las conexiones entre exilio y dictadura o exilio y Estado de excepción se multiplican en las investigaciones académicas – rompiendo con visiones que desde el rescate de trayectorias biográficas individuales o de recorridos intelectuales y artísticos o desde la historia social migratoria no siempre revelaban la politicidad del movimiento –, no pocas investigaciones continúan obliterando la triple dimensión política del último destierro

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argentino, a saber: el exilio como modalidad represiva, esto es, el desterrado en su situación de perseguido político; el exilio en tanto consecuencia de una militancia política o político-militar previa y a veces de una presencia o visibilidad público-política, más allá de su encuadramiento personal en partido u organización sindical o revolucionaria alguna; y los huidos en tanto opositores antidictatoriales, luchadores humanitarios o militantes partidarios de nuevo cuño en los países de residencia o en redes humanitarias transnacionales.

6 En este contexto pueden señalarse etapas que marcan énfasis diferenciales en la producción historiográfica sobre el último exilio argentino. Las primeras investigaciones preocupadas por reconstruir capítulos nacionales del último destierro10 centraron su atención en las disputas y fracturas político-ideológicas11 y en la identificación de escenarios o “momentos de tensión”12 y conflicto antidictatorial (especialmente Mundial de Fútbol 1978 y guerra de Malvinas). Si bien todos estos trabajos ponían el acento en las estrategias de denuncia de la dictadura y, en mayor o menor medida, avanzaban en la elucidación de las acciones que los exiliados emprendieron en pos de calificar y conceptualizar el régimen inaugurado en marzo del ´76; el lugar de las cárceles legales en el entramado punitivo y la situación de los presos políticos no constituyeron una problemática central. La preocupación por los comportamientos opositores de los exiliados en términos esclarecimiento de la naturaleza punitiva del régimen y el interés por las interacciones entre los huidos e interlocutores locales (en los países de residencia), dificultaron la atención pormenorizada a las acciones desplegadas por los desterrados en relación con los diferentes colectivos de afectados por la represión estatal. En este sentido, la primera historiografía del exilio contribuyó a presentar lecturas sintéticas de los esfuerzos denuncialistas realizados para desentrañar la naturaleza de la represión ejercida por las Fuerzas Armadas (FFAA), enfatizando –quizás, sin proponérselo– la situación de los “desaparecidos” por sobre la de asilados, presos políticos, familiares de represaliados, etc. De este modo, queda pendiente una exploración pormenorizada de las estrategias ensayadas por los desterrados –en sus diferentes asociaciones humanitarias, político-partidarias, etc., y en las variadas geografías de la diáspora – para situar/ dimensionar y lograr reconocimiento en la esfera internacional de la situación de estos presos políticos argentinos, situación que no fue ajena al dispositivo represivo “desaparecedor”.

7 Sin desconocer que las dimensiones represivas o la militancia exiliada estaban presentes en los trabajos pioneros del subcampo de los destierros, en el último quinquenio se han ido fortaleciendo nuevas líneas de pesquisa. Entre ellas, las que reconstruyen trayectorias individuales y grupales de militancia y en las que el exilio aparece sea como posibilidad para recrear y resignificar la acción política en condiciones de terrorismo de Estado, sea como escenario estéril para la acción política, sea como una última opción dilemática, jamás reivindicada y sólo asumida como mecanismo de sobrevivencia. En tal sentido, resultan muy productivos los trabajos centrados en el análisis del lugar asignado al exilio por la Nueva Izquierdas; sobre la acción política exterior de la izquierda tradicional (por caso Partido Comunista Argentino (PCA) que no fue una fuerza antidictatorial13); y también aquellos que hacen foco en la salida del país como el camino más propicio para desplegar estrategias internacionalistas (Partido Socialista de los Trabajadores -PST14). Si bien es posible pensar que las historias de las militancias exiliadas pueden abrir la puerta a la interrogación sobre las articulaciones entre los dispositivos represivos de la cárcel y

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el destierro y sobre las experiencias de encierro y de fuga al exterior en términos de instancias de politización y repolitización, esto es todavía una asignatura pendiente.

8 En paralelo y nutridas por la apertura de archivos estatales (de servicios de inteligencia, policías políticas de países vecinos, de los servicios penitenciarios, de agencias consulares y ministerios de Interior o Exterior), comienzan a articularse pesquisas que ya no asumen como supuesto la relación entre represión y exilio, sino que logran poner en evidencia, desde la reconstrucción pormenorizada y a ras de suelo, que el exilio fue un dispositivo utilizado por los terrorismos de Estado del Cono Sur – y también por la dictadura argentina – para neutralizar toda forma de oposición, resistencia y disenso, incluida aquella que desplegaban los refugiados de países vecinos residentes en el país15. En tal sentido, el exilio se dibuja como una práctica represiva compleja, que no sólo incluyó formas violentas de salida, legales o clandestinas (expulsiones de extranjeros residentes, “opciones” para nacionales a disposición del Poder Ejecutivo Nacional) y controles fronterizos para evitar las huidas y para limitar los reingresos de militantes bajo la forma de contraofensivas; sino también prácticas de vigilancia, espionaje, infiltración, secuestro, repatriación forzada al interior de las comunidades exiliares instaladas en terceros países, tanto dentro de la región, como en Latinoamérica y Europa16. Esta línea de abordaje es, quizás, la que está alumbrando de manera más decidida la articulación entre cárcel y exilio, en tanto pone de relieve en qué medida el egreso del país de cientos de militantes políticos argentinos y en forma particular de los que estaban a disposición del PEN y salieron haciendo uso de la “opción”17, fue el colofón de instancias represivas previas que incluyeron intimidación, secuestro, desaparición, tortura, reaparición, blanqueo y traslados por diferentes cárceles “legales” del sistema penitenciario, sobre todo las que formaban parte del circuito de “máxima seguridad”.18

9 Por su parte, la historiografía sobre las instituciones punitivas y los presos políticos también ha venido consolidando un espacio considerable en la Argentina en la última década. En el conjunto de esta sugerente producción académica, las líneas de indagación han sido variadas. Desde los trabajos pioneros de Judit Filc19sobre la construcción de un tipo peculiar de lazos (cuasi de sangre o familiares) entre los prisioneros políticos; Ana Guglielmucci20 sobre las vivencias de encierro de un grupo de militantes revolucionarias en la cárcel de Villa Devoto; Silvina Merenson21 sobre la compleja identidad de “sobreviviente” de las ex presas políticas; a los más cercanos de Santiago Garaño y Werner Pertot22 sobre la experiencia del universo carcelario desde la masacre de Trelew al “Proceso de Reorganización Nacional”; Débora D´Antonio23 sobre las dimensiones de género de la prisión política y a otros de Santiago Garaño24 sobre los “pabellones de la muerte” de la Unidad Penitenciaria (UP) 9 de La Plata; el subcampo de la prisión política bajo el Estado de excepción se va no sólo ampliando sino complejizando.

10 Sin embargo no parecen haber sido temas fundamentales para los especialistas de la cárcel, las alternativas vitales tras la salida del penal, ni la exploración de las formas en que los detenidos políticos lograban sacar información precisa para denunciar las condiciones de vida en prisión o alertar sobre la situación de peligro inminente en que vivían los llamados “irrecuperables” (ley de fugas, “suicidios”, etc.) o sobre los modos en que esta información circulaba y llegaba al exilio, gracias a la acción de familiares, abogados, sacerdotes, representantes diplomáticos de terceros países y mediante la activación de redes transnacionales humanitarias.

11 Esta vacancia tiene su correlato en el escaso interés que los investigadores de los exilios han mostrado por el estudio de cómo fue posible articular campañas de denuncia por

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personas concretas detenidas en las cárceles del terrorismo de Estado – campañas para conseguir la libertad, para salvaguardar su integridad física – o por el análisis de cómo se fue construyendo un conocimiento público en la esfera internacional sobre el alcance represivo del “Proceso de Reorganización Nacional”, no sólo ni especialmente en relación al delito de la desaparición forzada de personas, sino también respecto a las modificaciones de las condiciones de detención en vísperas del golpe y sobre la siniestra circulación de detenidos entre los centros clandestinos y las cárceles “legales” y viceversa.

12 Si como afirma Santiago Garaño25, la cárcel fue para los detenidos por razones políticas una “escuela de militancia” que fijó a sus cuadros las formas de mantener el funcionamiento político de la organización puertas adentro de la prisión en base a “disciplina, lucha reivindicativa y delegatura”; no es menos cierto que aún con las enormes limitaciones que impuso la centralización de presos “peligrosos” y el endurecimiento de las condiciones de detención a mediados de 1975, en consonancia con la transformación más estructural de la estrategia represiva26; los presos pensaron e intentaron que el extramuros carcelario y el exilio funcionaran como cajas de resonancia y como articuladores de acciones de resistencia que pudieran contribuir a su liberación o al reaseguro de los derechos fundamentales de cualquier detenido. La rapidez con la que tomaron forma en el exterior las denuncias sobre la dureza de las condiciones de encierro en las diferentes cárceles de “máxima seguridad” y las noticias que la prensa extranjera publicaba casi en tiempo real sobre falsos intentos de fuga o sobre demandas ante terceros gobiernos, partidos políticos o asociaciones humanitarias de países de residencia de exiliados, permiten poner entre paréntesis la completa fractura entre un interior y un exterior carcelarios, o al menos ayudan a matizar/ complejizar e historizar27 las articulaciones entre encierro y destierro.

13 En este contexto, consideramos que mientras la historiografía sobre la prisión política ha avanzado de forma sostenida en mostrar el continuun entre cárceles y centros clandestinos de detención durante la última dictadura28, su agenda aún tiene abierta la posibilidad de interrogarse sobre las articulaciones entre espacios de detención (legales y clandestinos) y diferentes formas de exilio, a saber, la situación de aquellos que habían vivido como refugiados o asilados en el país desde 1973 (chilenos29, uruguayos, paraguayos, bolivianos y brasileños), los extranjeros e incluso argentinos naturalizados que fueron expulsados tras ser detenidos y acusados en los términos de la Ley de Seguridad (20.840)30, y los que salieron del país bajo el derecho de “opción”31, que como afirmaban Raimundo Ongaro e Hipólito Solari Yrigoyen, convertía al que se iba en una especie de “deportado” o “desterrado”.32 Y esto apelando tanto a la recuperación de memorias personales o a la consulta de testimonios en primera persona de la etapa dictatorial, como a su entrecruzamiento con registros de la burocracia penitenciaria, normas del Estado nacional (en particular ley 20.840/74, Acta para el Proceso de Reorganización Nacional, ley 21.259/7633, etc.), disposiciones de la Dirección General de Migraciones dependiente del Ministerio del Interior y decretos presidenciales de expulsión y “opción”.

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La CADHU y la solidaridad multilateral con los presos políticos. Aproximación a las articulaciones entre cárcel y exilio desde fuentes del destierro

14 Una vía para ingresar a las complejas articulaciones entre cárcel y exilio durante la última dictadura la proporciona la trayectoria de la Comisión Argentina de Derechos Humanos (CADHU).

15 Autodefinida como una “organización civil y no partidaria” y conformada “por personalidades políticas, científicas, culturales, religiosas y hombres de derecho”; desde sus orígenes, la Comisión se fijó un objetivo fundamental: coordinar la “denuncia y solidaridad” no a escala territorial, sino transnacional34, apelando al respeto del Derecho Internacional Humanitario y la Constitución Nacional.35

16 A poco de su fundación en Argentina en abril de 197636 tras la persecución, asesinato y desaparición de sus principales referentes, quedó reducida a su “Delegación Internacional”, en sus sedes formales de Madrid, París y Washington, y con presencia no orgánica en México, Holanda, Bélgica, Suiza y Suecia37. Si bien por la CADHU pasaron numerosas personalidades – sobre todo abogados penalistas y laboralistas38, intelectuales, periodistas y artistas39, en su mayoría claramente filiadas con las organizaciones revolucionarias (Montoneros sobre todo, pero también militantes de la izquierda marxista y trotskista)40 –; hacia 1978 esa “Delegación Internacional” contaba con el trabajo cotidiano y continuado de Gustavo Roca41, Eduardo Duhalde42 (Madrid), Lidia Massaffero43 (Roma, Madrid y otras ciudades europeas), Rodolfo Mattarollo 44 (París), Manuel Gaggero45(Madrid, Nicaragua) y Carlos González Gartland46 (México).47

17 A continuación y a partir de una serie de ejemplos 48 queremos mostrar cómo las campañas de denuncia que protagonizó la CADHU en el exterior y su propia dinámica institucional49, permiten transitar los puentes que conectan cárcel y exilio, mostrando las potencialidades de un nicho historiográfico en la frontera de dos subcampos que hasta el presente vienen marchando por carriles paralelos.

18 A dos años del golpe de Estado, Eduardo Duhalde exponía en la revista española Triunfo las “cifras” de la represión: “8.000 personas directamente asesinadas, otras 20.000 secuestradas por las fuerzas de seguridad –la mayor parte muerta en los campos de concentración tras inenarrables torturas– y 10.000 presos políticos en las cárceles “oficiales”…”. En la revista madrileña, el titular de la CADHU reclamaba reforzar el cerco internacional, sin paralizarse ante el horror de las “cifras”. A su juicio, quedarse en la enumeración de las víctimas podía obturar la explicación de “las causas de este terrorismo de Estado”, o la elucidación de las razones profundas del comportamiento de los militares, que lejos estaban de ser “irracionales o arbitrarios en su crueldad, al modo de esos tiranuelos de republiquetas”. Para Duhalde, la situación de los detenidos50 y de los secuestrados era una consecuencia querida de “la aplicación fría y planificada del proyecto de exterminio de la militancia política y de los sectores más activos y de vanguardia de la clase obrera, tendiente al dominio y sometimiento del conjunto de los trabajadores”.51

19 ¿Cuál fue el trabajo de la CADHU en relación con la prisión política? ¿En qué medida lo que ocurría en las cárceles “oficiales” de la dictadura fue para esta organización del exilio parte constitutiva de ese proyecto represivo ejecutado “por el conjunto de las FFAA”, con

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el “apoyo” del “Pentágono” y el “respaldo” de las “multinacionales” (“ITT, ESSO, Siemens, Banca Morgan”) para la “superexplotación obrera y la concentración de la actividad económica?”.52

20 En primer lugar, la CADHU mostró muy tempranamente que existían presos políticos antes del 24 de marzo, cuyas condiciones de detención comenzaron a endurecerse desde mediados de 1975. Sin embargo, al menos hasta el golpe fue posible “individualizarlos”, porque en una vasta proporción estaban sometidos a procesos judiciales o arrestados a disposición del PEN. Mientras parlamentos, tribunales, partidos políticos, organizaciones sindicales y organizaciones de solidaridad funcionaban en el país, fue posible obtener un “mínimo de información” de fuentes oficiales. Tras la toma del poder por las FFAA, el silencio y el secreto se impusieron. La Junta operó en relación con los presos políticos siguiendo la misma lógica que respecto a los secuestrados (“desaparecidos”): ocultando su número exacto “para cuidar su ya deteriorada imagen internacional y para intentar diferenciarse de las dictaduras militares chilena y uruguaya, ya definitivamente condenadas por los actos de verdadero genocidio cometidos contra sus pueblos”.53

21 En segundo lugar, la CADHU denunció la aplicación sistemática de la tortura en las cárceles legales, práctica antigua en la Argentina, pero que en sus actuales formas empezó a institucionalizarse durante los gobiernos de la “Revolución Argentina”, para asumir después del golpe una modalidad sólo equiparable a la de la Alemania nazi, el Vietnam ocupado por los yankis o la Argelia bajo dominio francés.54

22 En tercer lugar, la CADHU señaló que el sistema carcelario durante el “Proceso de Reorganización Nacional” era “cruel e inhumano”. Videla “legalizó” mediante resoluciones y decretos condiciones cada vez más “restrictivas y rigurosas para los ciudadanos encarcelados”. Pero si “las cárceles se ha[bían] transformado de hecho en feroces campos de concentración y en recintos donde la inhumanidad y la bestialidad impera[ba]n impunemente”; desde su perspectiva, la impunidad total sólo fue posible en los “establecimientos no oficializados”, donde no existía la mínima posibilidad de control y “se proseg[uían] las torturas y se aplica[ba]n sistemáticamente el suplicio del agua, la extracción o quema de uñas, los simulacros de fusilamientos, la exigencias de marchas y ejercicios agotadores”.55

23 En cuarto lugar y en la línea de explicar la compleja trama represiva, la CADHU alertaba que “el asesinato de prisioneros se ha[bía] transformado en norma y en sistema”. Si en las “cárceles ilegales o no reconocidas”, los detenidos eran “lisa y llanamente asesinados y sus cadáveres arrojados, en las “cárceles legales” se aplicaba la “ley de fugas”. 56

24 En quinto lugar, la CADHU denunciaba que abogados y familiares de presos políticos fueron blancos preponderantes del Estado terrorista. Con respecto a los primeros, explicaba que la razón última de estas acciones fue dejar “en absoluta indefensión técnica y jurídica a los miles de prisioneros políticos argentinos, tanto los encarcelados durante el gobierno anterior, como los detenidos masivamente con posterioridad al golpe militar”. Según la Comisión, se contaban por decenas los “abogados asesinados, secuestrados y presos” desde 1974, cifras a las que había que sumar “otros igualmente perseguidos que lograron eludir la muerte o la cárcel y que debieron abandonar el país y exiliarse”57. A su criterio, la persecución de los familiares apuntaba no sólo a sembrar el terror, sino a dejar a los detenidos sin vías de conexión con el exterior. La CADHU señalaba que si tras el golpe, las cárceles fueron incomunicadas, suprimiéndose visitas, entregas de medicamentos, ropa, libros, diarios, revistas y correspondencia; los familiares que se atrevieron a protestar o denunciar fueron sistemáticamente represaliados. Los casos de la

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Comisión de Familiares de Presos Políticos de Córdoba58 – encarcelados en grupo y más tarde intimidados mediante cartas supuestamente escritas por sus seres queridos, en las que les advertían sobre lo “inoportuno de sus visitas” –, de la madre de Dante Gullo59 – dirigente de la Juventud Peronista (JP) y preso en Sierra Chica –, o de la esposa del militante del PRT-ERP Eduardo Anguita60 eran apenas emergentes de una política sistemática tendiente a silenciar la situación de los detenidos políticos y a bloquear la denuncia en el exterior. Pero además Duhalde indicaba que la persecución a abogados y familiares debía entenderse en el marco de un dispositivo represivo que lejos estuvo de ser indiscriminado. A su juicio, la selectividad represiva tuvo que ver tanto con el potencial “subversivo” de las víctimas, como con “el poder simbólico que el crimen adquí [ría]”. En tal sentido, la persecución, detención, asesinato o desaparición de familiares y abogados defensores pretendía instalar una identificación entre “militante político” y “peligro de vida”. La acción punitiva buscaba que el familiar los repudiara, aislara y no reclamara; y que el defensor, depusiera su responsabilidad profesional, negándose a defender “subversivos”.61

25 Este cuadro temprano de la magnitud del problema de los presos políticos, de las relaciones entre las condiciones de las cárceles “legales” con la de otros espacios (semilegales y clandestinos) del circuito represivo y de los intentos castrenses por bloquear la información y la denuncia de las condiciones carcelarias, permitió a la CADHU avanzar en la explicación de la “racionalidad del terror”. Para la Comisión, los penales fueron un engranaje fundamental de la “operación de cirugía” puesta en marcha por los militares para “asegurar la estabilidad del sistema capitalista”62. Pero, al mismo tiempo, su situación remitía a la vulneración de un conjunto de derechos individuales contemplados por la Constitución Nacional y la Declaración Universal de Derechos Humanos de las Naciones Unidas (NNUU), a saber: “derecho de libertad y seguridad individual”, “arbitrariedad de las detenciones, prisiones y destierros”63, “respeto a la integridad física” y contra el “sometimiento a tortura, penas y tratos crueles, inhumanos y degradantes” y “violación del derecho de asilo”64. En este mismo contexto debe comprenderse la constante preocupación de la CADHU por la situación de asilados65 y refugiados conosureños66, extranjeros residentes en la Argentina (especialmente europeos) 67 y por los argentinos huidos en tránsito por los países de la región.

26 Más allá de “las acciones urgentes” por detenidos concretos, de las campañas de información y denuncia en foros nacionales e internacionales68, la CADHU trabajó intensamente por sistematizar la información provista por compañeros liberados que ayudaban a explicar la cotidianeidad del tratamiento carcelario en diferentes unidades, en particular Devoto, Coronda69, Sierra Chica, Rawson y UP 9 de La Plata70. Como explicaba Rodolfo Matarrollo en su carta de renuncia al Comité Exterior (París, 7/7/1979), ese trabajo “condujo a la confección de una lista y varios informes que trata[ron] de analizar los métodos que la dictadura v[enía] aplicando en las prisiones con finalidades de aniquilamiento físico y moral”. Por último señalar, que la CADHU también movilizó junto a la COSOFAM, la Comisión Argentina de Solidaridad (CAS), el COSPA, los Trabajadores y Sindicalistas Argentinos en el Exilio (TYSAE) y otras agrupaciones del exilio mexicano, la publicación en 1981 de un pequeño libro de poemas, relatos y dibujos titulado Desde la cárcel. El libro fue presentado en la “Semana del preso político argentino” celebrada en México DF, evento que contó con la presencia del escritor Humberto Constantini, también integrante de la CADHU.71

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Walter Calamita, de la UP 4 a la “opción” italiana. Aproximación a las articulaciones entre cárcel y exilio desde la documentación de la burocracia penitenciaria

27 La historia de Walter Calamita72 se encuentra inscripta dentro de los múltiples cruces que dan forma al entramado prisión política/exilio. En su historia no sólo se hacen borrosos los límites entre un “adentro” y un “afuera” (de la cárcel, del país, del propio sujeto), sino que también se entrelazan y, en algún punto se confunden, lo íntimo con lo público, lo colectivo con lo individual, lo personal y lo familiar.

28 El punto inicial de esa trayectoria puede rastrearse en un pasado familiar ligado al Partido Comunista Italiano. Antes de migrar, el padre de Walter se había desempeñado como Secretario de la Federación Juvenil Comunista en Masa Fermata, un pequeño pueblo de la región de Le Marche73. Una vez en Argentina, Primo Calamita se casó y constituyó una familia en la que la discusión política permeó la vida cotidiana de todos sus miembros.74 Al llegar a la juventud, sus dos hijos comenzaron a militar en Bahía Blanca: Higinio (el mayor) ingresó a la Universidad Nacional del Sur y se involucró en la estructura del Partido Revolucionario de los Trabajadores, al tiempo que Walter tuvo un activismo estudiantil en el Colegio Nacional de Bahía Blanca.75

29 En la madrugada del 8 de noviembre de 1974, ambos fueron detenidos en un operativo llevado adelante por grupos parapoliciales y miembros de las Fuerzas Armadas y de Seguridad. Se trató de un procedimiento que comenzó en una casa operativa del PRT que había sido alquilada tiempo antes con la garantía de Primo Calamita a pedido de su hijo mayor. La patota que ingresó al lugar secuestró y torturó a Gerardo Saad; luego se dirigió a la casa de la familia Calamita, y en el marco de un operativo que implicó corte de calles e incluyó una cantidad significativa de personas que ingresaron por distintos sectores de la vivienda, fueron detenidos Walter, Higinio y su esposa. La labor del grupo de tareas concluyó en el peladero de pollos Calamita, donde la misma patota detonó bombas que dañaron las instalaciones76.

30 Todos los detenidos fueron llevados a la Comisaría 2° y allí permanecieron alrededor de una semana hasta que fueron trasladados a la cárcel de Villa Floresta (UP 4).77 A partir de ese momento, Higinio y Walter pasaron a formar parte de un universo carcelario que inmediatamente comenzó a recoger/producir información sobre ellos y su círculo de relaciones. En las hojas de sus legajos se acumulan tanto los minuciosos registros que ponen al descubierto ciertos aspectos del día a día intramuros (sanciones disciplinarias, informes médicos, etc.), como las idas y vueltas de expedientes judiciales, las reiteradas solicitudes de salidas del país, los decretos denegatorios o habilitantes del Poder Ejecutivo, las notificaciones a la Dirección de Migraciones, los tráficos de radio, entre otros.

31 Si los “papeles” de la burocracia carcelaria permiten hacer una aproximación a fragmentos de la experiencia vital de Higinio y Walter en las unidades78 del Servicio Penitenciario Bonaerense (SPB), no es menos cierto que esos mismos registros nos dan la posibilidad de seguir sus trayectorias y sus vínculos más allá de las fronteras del penal. Al trascender sus muros, en primer plano aparecen sus padres, que movilizaron los trámites judiciales seguidos por el abogado defensor de los dos jóvenes en el marco de la causa que tramitó primero el juez subrogante Marcelo Aníbal Betnaza, y luego el magistrado

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bahiense Guillermo Federico Madueño79. En el expediente80 estaban imputados además la esposa de Higinio, Gerardo Saad y Daniel Abot, por infracción al artículo 189 bis del Código Penal y a la ley 20.840 (art. 2° incisos a y c y artículo 3° inciso c).81

32 Cuando los múltiples intentos por obtener la libertad resultaron infructuosos82, el único “afuera” de la cárcel era un “afuera” del país y ese fue el destino final de todos los miembros de la familia Calamita detenidos y no detenidos. Pero los viajes se sucedieron en el tiempo y en los legajos penitenciarios puede leerse esta historia familiar de encierros/destierros desacompasados. Las gestiones llevadas adelante por los abogados defensores entre 1974 y 1975 dieron por resultado el sobreseimiento definitivo de Walter y su salida del país mediante el “derecho de opción” que le fuera concedido por Resolución Ministerial N° 2875. El 22 de diciembre de 1975 fue notificado de la inexistencia de impedimentos legales para abandonar Argentina y el 12 de enero del año siguiente fue trasladado a Coordinación Federal por la Policía de Azul, donde permaneció durante 10 días hasta que logró emprender el viaje a Italia83. En esa última etapa de encierro en Coordinación Federal, Walter sintió con claridad que no sólo su vida e integridad física estaban en manos de las fuerzas de seguridad, sino que su libertad efectiva no dependía estrictamente de la acción de un juez, del decreto del Poder Ejecutivo o de la intervención del Ministerio del Interior a través de la Dirección General de Migraciones. Los testimonios de Calamita y los registros penitenciarios muestran que aún antes del golpe de Estado, los presos políticos “legales” carecían de cualquier derecho, incluso el de salir de territorio argentino con documentación personal. De hecho, Walter subió al avión esposado y sin ningún papel que acreditara su identidad. Sus documentos le fueron devueltos por el comandante de la aeronave tras sus ruidosas protestas cuando aterrizó en Europa. Esta práctica habitual para los “opcionados” servía a dos propósitos: el primero, reforzar la parálisis por el terror; el segundo, asegurarse que el “deportado” no cambiara su destino, convirtiéndose en una amenaza desde el exterior.

33 Mientras Walter lograba traspasar los muros del penal atravesando fronteras, Higinio quedaba encerrado en los pliegues de expedientes judiciales, de solicitudes de salida del país denegadas y decretos del Poder Ejecutivo en el mismo sentido. Aunque fue absuelto en la causa seguida por el Juez Madueño en febrero de 1977 y se ordenó su libertad, una vez que el fallo fue confirmado por la Cámara Federal de Apelaciones de Bahía Blanca; sólo pudo salir del penal en régimen de “libertad vigilada”84 tras un largo periplo por diferentes unidades en julio de 1981. Durante todos esos años, solicitó salir del país en varias oportunidades pero siempre obtuvo una respuesta negativa (18/4/1977, 3/4/1978) o el trámite se dilató sin resolución (26/9/1979, 23/6/1980).85

34 El exilio de Walter y la cárcel de Higinio están anclados en una materialidad que resiste el paso del tiempo. Pero los “papeles” producidos por el sistema penitenciario no son los únicos que emergen a la superficie. De la mano de los recuerdos de los protagonistas brotan dibujos, objetos construidos durante el encierro, cartas, cuentos86; pero también tabiques y distancias. Esto registros dispares nos permiten entender que Walter se sitúa en un territorio de múltiples herencias, el compromiso político de su progenitor, la militancia de su hermano, las angustias de unos padres que tuvieron que edificar, una vez más, sus vidas en su país de nacimiento porque el que habían elegido para “hacerse la América” se convirtió en un sitio hostil e inhabitable87.

35 Con esos legados en su valija, Walter llegó a Italia y comenzó una vida lejos pero nunca tan cerca del encierro. Su exilio europeo y sus complejos recorridos militantes en Italia estuvieron marcados por la prisión de Higinio. Walter siempre tuvo presente que su

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actuación en el exilio podía incidir (positiva o negativamente) en la suerte de su hermano y por esos sus resoluciones militantes (su participación en el CAFRA, su involucramiento en las escuelas políticas del PRT-ERP88 y hasta abortar el proyecto de sumarse al “retorno organizado”89 a la Argentina90) no pueden comprenderse sino en la articulación entre cárcel y exilio.

A manera de cierre

36 Este trabajo se propuso revisar las agendas de dos subcampos de la Historia Reciente de notable crecimiento en los últimos años, invitando a descubrir la potencialidad de un territorio fronterizo entre destierros y encierros dictatoriales, desde la formulación de nuevas preguntas a fuentes “clásicas” de las respectivas historiografías, o desde la exploración sistemática de nuevas huellas que iluminan de manera evidente las articulaciones entre estas dos modalidades represivas y militantes.

37 Si bien las historiografías de otros regímenes represivos del siglo XX –contemporáneos al “Proceso de Reorganización Nacional” o de la Europa de entreguerras, por caso la España franquista – cuentan con campos de estudio delimitados en el mismo sentido, no es menos cierto que tanto en la identificación de los sujetos de la Historia y en la utilización de conceptos problematizadores, como en las formas de periodización y en las transformaciones de los cuestionarios, la Historia Reciente en la Argentina ha mostrado un notable acompasamiento con los ritmos, énfasis y formas de las luchas sociales por la memoria. En este contexto, consideramos que la escritura del pasado de presos políticos y exiliados ha asumido – no siempre de manera crítica – modos de clasificación propios del trabajo humanitario o de la Justicia Transicional (un universo de las “víctimas” integrado por muertos, “desaparecidos”, torturados, presos, exiliados), y ha sido atravesada por formas de nominación/evaluación de trayectorias personales o colectivas propias del campo político.

38 Constatar con de Certeau91 que la Historia en general es una “operación”, esto es que se define en la combinación de prácticas científicas, lugar social y escritura; y asumir con Hartog92 que el “régimen de historiografía” del pasado reciente no puede divorciarse del régimen de historicidad de la sociedad “presentista”, no impide a los investigadores interrogarnos sobre las potencialidades y límites de nuestros cuestionarios; o sobre si nuestras herramientas conceptuales operan verdaderamente como instrumentos analíticos o duplican miradas nativas no dejando reponer los contextos múltiples de sentido que explican procesos y acontecimientos, impidiendo descubrir otros objetos u obturando una lectura auténticamente histórica, contingente y situada.

39 Creemos que estamos en un momento óptimo de acumulación como para ensayar desde la reconstrucción sistemática de las articulaciones entre cárcel y exilio durante la vigencia del Estado de excepción, otros caminos para pensar la historia de la represión, sus dispositivos, su temporalidad, sus marcas locales; y también para revisar la historia de la militancia, en sus estrategias, continuidades, rupturas y resignificaciones pre y post golpe, sin jerarquías (víctimas mayores y menores, muertos-desaparecidos y sobrevivientes), sin miradas normativas (un “adentro” y un “afuera”) y en un diálogo de escalas (nacional, internacional, regional, local).

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NOTAS

1. Una versión de este trabajo fue discutida en las VII Jornadas de Trabajo de Historia Reciente, realizadas en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de La Plata entre el 6 y el 8 de agosto de 2014. 2. Ana Guglielmucci, “Entrelazando memorias: Cuándo, cómo, y qué recuerdan un grupo de ex prisioneras políticas de la “cárcel de Villa Devoto”, Avá Revista de Antropología, nº 7, Posadas, junio 2005. 3. Santiago Garaño, Entre resistentes e “irrecuperables”: Memorias de ex presas y presos políticos (1974-1983), Tesis de licenciatura, FFyL, UBA, 2008 [mimeo]. 4. Débora D´Antonio, “Represión y resistencia en las cárceles de la última dictadura militar argentina", La revista del CCC [en línea], n° 2, enero-abril de 2008. Disponible en: http: // www.centrocultural.coop/revista/articulo/29/, consulta 22/4/2014. 5. Pablo Yankelevich y Silvina Jensen, “La actualidad del exilio”, Pablo Yankelevich y Silvina Jensen (comps.), Exilios. Destinos y experiencias bajo la dictadura militar, Buenos Aires, Libros del Zorzal, 2007, 9-19. 6. Hoy en el territorio de los exilios políticos esta “subrepresentación” merece ser discutida o matizada. Para comprender la evolución del campo historiográfico de los exilios, véase: Silvina Jensen, “La historiografía del último exilio argentino: un territorio en construcción”, X Jornadas Interescuelas/Departamentos de Historia, UNR y UNL, Rosario, 20-23 de setiembre, 2005, Cd- Rom; y Silvina Jensen, “Exilio e Historia Reciente. Avances y perspectivas de un campo en construcción”, Aletheia, revista de la Maestría en Historia y Memoria de la FAHCE, UNLP, nº 2, vol. 1, mayo 2011. Disponible en: http://www.aletheia.fahce.unlp.edu.ar, consulta 31/3/2014. 7. Gabriela Águila, “La represión en la historia reciente argentina: fases, dispositivos y dinámicas regionales”, Gabriela Águila y Luciano Alonso (coords.), Procesos represivos y actitudes sociales. Entre la España franquista y las dictaduras del Cono Sur, Buenos Aires, Prometeo, 2013, 97.

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8. Cabe aclarar que no adscribimos a una definición tan amplia de historiografía que incluya toda operación social reflexiva o imaginativa acerca del pasado. Pero tampoco reducimos la historiografía a los historiadores de formación. Para el caso del pasado reciente, se impone incluso con más fuerza que para otras especialidades pensar en un espacio de encuentro entre cientistas sociales y humanos, que a veces redunda en el trabajo interdisciplinario. Por lo tanto, cuando hablemos de producción de sentidos en sede académica consideraremos la de aquellos investigadores que desde su saber disciplinar y experto, tienen como objeto aquellos procesos y experiencias que siguen afectando nuestras subjetividades y sensibilidades, con independencia de que por formación hayan transitado o no las instituciones de la Historia. (Marina Franco y Florencia Levín, “El pasado cercano en clave historiográfica”, Historia Reciente. Perspectivas y desafíos de un campo en construcción, Buenos Aires, Paidós, 2007). 9. Existe cierto acuerdo en situar el inicio del último movimiento colectivo de expulsión/huida de población en los últimos meses de 1973 y especialmente tras la declaración del Estado de sitio en noviembre de 1974. Estas salidas discontinuas y originadas en el accionar de bandas paraestatales como la Triple A, pasaron constituirse tras el golpe castrense del 24 de marzo en un drenaje sostenido de población que no finalizó hasta que los militares abandonaron el gobierno. Para un estudio pormenorizado de las fases de salida de exiliados políticos, véase Silvina Jensen “Huidos, opcionados, liberados. Los exilios argentinos de la década de 1970”, Beatriz Figallo y María Rosa Cozzani (eds.), Los de adentro y los de afuera. Exclusiones e integraciones de proyectos de nación en la Argentina y Latinoamérica, Buenos Aires, IDEHESI/ Unidad Ejecutora en Red del CONICET, 2013, 143-144. 10. Si bien hoy las diferentes geografías nacionales del último exilio argentino van concitando la atención de los investigadores (Bélgica, Suecia, Venezuela, Italia, Israel, EEUU, Australia), los trabajos más consolidados son los relativos a los tres países clave de la última diáspora: México, Francia y España. 11. Pablo Yankelevich, Ráfagas de un exilio. Argentinos en México, 1974-1983, México, FCE, 2010. 12. Marina Franco, El exilio. Argentinos en Francia durante la dictadura, Buenos Aires, Siglo XXI Editores Argentina, 2008. 13. Natalia Casola, “El Partido Comunista de Argentina y el exilio en Europa durante la última dictadura militar. Caracterizaciones políticas, alianzas y disputas”, Actas de las Jornadas de trabajo: exilios políticos del cono sur en el siglo XX, La Plata, UNLP, 2012. Disponible en: http: // jornadasexilios.fahce.unlp.edu.ar/ponencias, consulta 1/3/2014. 14. Florencia Osuna, “El exilio del Partido Socialista de los Trabajadores en Bogotá (1976-1982) entre los discursos militantes y las miradas policiales”, Silvina Jensen y Soledad Lastra (eds.), Exilios: militancia y represión Nuevas fuentes y nuevos abordajes de los destierros de la Argentina de los años setenta, La Plata, EDULP, 2014. 15. Cecilia Azconegui, “Chilenos en Argentina, entre la protección del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) y la política de expulsión de la dictadura militar”, Silvina Jensen y Soledad Lastra (eds.), Exilios: militancia y represión Nuevas fuentes y nuevos abordajes de los destierros de la Argentina de los años setenta, La Plata, EDULP, 2014. 16. Melisa Slatman, “Terrorismo de Estado y exilio: hipótesis exploratorias para una comparación entre los casos chileno y argentino”, I Jornadas de Trabajo sobre Exilios Políticos del Cono Sur en el siglo XX. Agendas, problemas y perspectivas conceptuales, Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación y la Maestría en Historia y Memoria de la UNLP, 26-28 de septiembre de 2012. 17. La “opción” es un derecho contemplado por la Constitución Nacional (Artículo 23) que establece que cuando por determinado clima político o de conmoción interior, el presidente declara el estado de sitio, el Ejecutivo tiene la prerrogativa de trasladar a detenidos considerados peligrosos dentro del territorio del país y eventualmente concederles el beneficio de salir del mismo. Sobre los “opcionados” puede consultarse Virginia Pisarello, “De presos a exiliados: los “opcionados” de la última dictadura militar”, XIII Jornadas Interescuelas/Departamentos de Historia,

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Universidad Nacional de Catamarca, 10-13 de agosto de 2011. Publicado en CD Rom, Catamarca, Editorial Científica Universitaria, Secretaría de Ciencia y Tecnología, Universidad Nacional de Catamarca, 2013. 18. Dentro de las cárceles de máxima seguridad se encontraban la Unidad Penitenciaria (UP) 2 de Sierra Chica, la UP 9 de La Plata, la UP 1 de Coronda, la UP 1 de Córdoba, la UP 2 de Villa Devoto, la UP 6 de Rawson y la UP 7 de Resistencia (las tres últimas dependientes del Servicio Penitenciario Federal) Garaño, Entre resistentes e “irrecuperables…, op.cit. 19. Judith Filc, Entre el parentesco y la política. Familia y dictadura, 1976-1983, Buenos Aires, Biblos, 1997. Judith Filc, “La cárcel de la dictadura: el poder reparador de la memoria compartida”, Marcela Nari y Andrea Fabre (comps.), Voces de mujeres encarceladas, Buenos Aires, Catálogos, 2000. 20. Ana Guglielmucci, Memorias desveladas: Una aproximación a la militancia revolucionaria a través de los recuerdos de un grupo de militantes y ex prisioneras políticas durante la década del setenta en Argentina, FFyL, UBA, 2003 [mimeo]. 21. Silvina Merenson, Y hasta el silencio en tus labios...” Memorias de las ex presas políticas del Penal de Villa Devoto en el transcurso de la última dictadura militar en la Argentina, Tesis de Maestría, IDES/ IDAES/UNSAM, Buenos Aires, 2004 [mimeo]. 22. Santiago Garaño y Werner Pertot, Detenidos-aparecidos. Presas y presos políticos desde Trelew a la dictadura, Buenos Airess, Biblos/Latitud Sur, 2007. 23. D´Antonio, op. cit. y Débora D´Antonio “Políticas de desarticulación de la subjetividad sexual y de género practicadas en la cárcel de Villa Devoto durante la última dictadura militar argentina (1976-1983)”, Estudios, nº 25, Córdoba, enero-junio 2011. 24. Garaño, Entre resistentes e “irrecuperables…, op.cit. y Santiago Garaño, “Los pabellones de la muerte de la Unidad 9 de La Plata. Los límites difusos entre la represión legal y la clandestina”, Entrepasados, nº 34, Buenos Aires, 2008. 25. Garaño, Entre resistentes e “irrecuperables…, op.cit., 30 y 43. 26. Explica D´Antonio (Represión y resistencia en las cárceles…, op.cit.) que desde mediados de 1975 y conforme los militares se hicieron con el poder, los detenidos en las cárceles provinciales o de Capital Federal “sufrieron un tratamiento similar al de las personas “desaparecidas”. Su periplo carcelario, que comenzaba con una detención ilegal y que sucedía a altas horas de la noche entre golpizas y capuchas, finalizaba con el paso por casas para interrogatorios, centros de detención clandestinos o algún sótano de aplicación de tormentos ilegal de jefatura policiales. Aunque quienes caían presos en cárceles legales tenían mayores posibilidades de sobrevivir, incluso en este punto, estos espacios de encierro reproducían la ilegalidad de los “chupaderos” recurriendo a excusas como la tan mentada “ley de fugas”. 27. Siempre teniendo en cuenta la heterogeneidad de redes capaces de ser activadas y el capital relacional diferencial que cada preso o mejor cada formación política o política-militar disponía y, en no menor medida, atendiendo a la temporalidad represiva del régimen (relativamente más “sencillo” pese a las requisas, la censura y la tortura, en 1978/79 que tras el golpe de Estado). 28. Para un análisis de los puentes que hicieron de los dos universos de detención ámbitos emparentados durante la última dictadura, véase: Pilar Calveiro, “Introducción”, Santiago Garaño, y Werner Pertot, Detenidos-Aparecidos. Presas y presos políticos desde Trelew a la dictadura, Buenos Aires, Biblos, 2007, 17. 29. Para un análisis pormenorizado de la situación de los refugiados en un “problema de seguridad” tanto a nivel de la normativa, como de las acciones de las fuerzas represivas (legales o ilegales) que se concretó en allanamiento de organizaciones de asistencia a perseguidos residentes en el país e incluso a dependencias del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), véase Azconegui (op.cit.) y Enrique Serra Padrós y Melisa Slatman, “Brasil y Argentina: modelos represivos y redes de coordinación durante el último ciclo de dictaduras del Cono Sur. Estudio en clave comparativa y transnacional”, Silvina Jensen y Soledad Lastra (eds.),

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Exilios: militancia y represión Nuevas fuentes y nuevos abordajes de los destierros de la Argentina de los años setenta, La Plata, EDULP, 2014. 30. La Ley 20.840, de Seguridad Nacional o del Estado, sancionada el 28 de septiembre de 1974 durante el gobierno de María Estela Martínez de Perón y mantenida por la Junta Militar, contemplaba penas por actividades subversivas. En el texto preveía penas de prisión de entre “tres a ocho años, siempre que el hecho no constituyere un delito más severamente penado, el que para lograr la finalidad de sus propósitos ideológicos, intente o preconice por cualquier medio, alterar o suprimir el orden institucional y la paz social de la Nación, por vías no establecidas por la Constitución Nacional y las disposiciones legales que organizan la vida política, económica y social de la Nación” (Art. 1). Asimismo, sancionaba los “actos de divulgación, propaganda o difusión tendientes al adoctrinamiento, proselitismo o instrucción de las conductas previstas en el Art. 1” (Art. 2) e incluía penas accesorias para argentinos naturalizados y extranjeros, que involucraban “pérdida de ciudadanía y expulsión del país al término de la condena” (Art. 9) (Boletín Oficial de la República Argentina -BORA-, 2/10/1974, 2). 31. Refiriéndose a la “opción”, Carlos Brocato afirmaba: “¿qué otra cosa que destierro ordenado ha sido el artilugio leguleyo con que la dictadura transformó la ´opción para salir del país´ bajo Estado de sitio? Curiosa opción la que quedó después: el que optaba era el Poder Ejecutivo. Primero confinaba al reo de un modo singular en una institución carcelaria, en un campo de concentración clandestino o en un mero y tenebroso ´chupadero´. Como se ve, este peculiarísimo Poder Ejecutivo-Dictadura se autoconfería opciones varias. Podía mantenerlas o cambiarlas, u otorgar la gracia de que el sospechoso se marchara a perpetuidad del país, porque perpetuo era el estado de sitio” (Carlos Brocato, El exilio es nuestro, Buenos Aires, Sudamericana-Planeta, 1986, 74). 32. No hay que olvidar que la Junta Militar operó en relación a la aplicación de la “opción” de dos formas. Por un lado – como señaló Amnistía Internacional en su Informe de 1977 – suspendiéndolo incluso de forma retrospectiva (Decreto 21.338, 29/3/1976) – hecho que afectó a los detenidos que tenían concedida la “opción” antes del golpe y aún no habían concretado su traslado fuera del país –; y por el otro, aplicándolo con absoluta arbitrariedad y discreción y atendiendo a razones de “seguridad nacional” (Movimiento Peronista Montonero (MPM), Informe sobre la represión en Argentina, 1978, s.p.i..). Según Solari Yrigoyen, sobre los “opcionados” pesaba la imposibilidad de regresar al país. Su regreso constituía un “delito de regreso ilegítimo” (Daniel Parcero, et. al., La Argentina Exiliada, Buenos Aires, CEAL, 1985, 137). 33. Ley que regulaba los “casos en que se procederá la expulsión de un extranjero”, sea residente permanente o no permanente. La ley se aplicaba en caso de que tuviera una condena en el extranjero y lo hubiera ocultado, “cuando fuere condenado por la justicia argentina por delito doloso; cuando realizare en la República actividades que afecten la paz social, la seguridad nacional o el orden público” (BORA, 24/3/76). Resulta interesante observar que esta ley fue aplicada a personas nacidas en el exterior pero que al momento de la expulsión eran ciudadanos argentinos. Un caso interesante es el del militante del FAL 22, José María Company Céspedes , nacido en Asturias, acusado por la ley 20.840, preso en la UP9 y la UP2, reclamado internacionalmente (Cambio 16, Madrid, 23/8/76) y expulsado por decreto de febrero de 1978. 34. En buena medida el temprano reconocimiento de la coordinación represiva a escala regional y el foco puesto en la situación de peligro en que vivían los asilados y refugiados del Cono Sur residentes en la Argentina, abrieron las puertas a una apuesta por el trabajo no acotado a los países donde la CADHU tenía sedes. En tal sentido, sus principales interlocutores fueron NNUU, Parlamento Europeo, Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) de la OEA , Comisión Internacional de Juristas (a la que perteneció Mattarollo), Cruz Roja Internacional, Amnistía Internacional, Pax Romana o Justicia y Paz, evaluados como foros de internacionalización de la situación argentina e instrumentos para la construcción de una “solidaridad multilateral” (CADHU París. Boletín nº 4, junio-julio de 1978). 35. CADHU. Conferencia de prensa, Ginebra, 21/2/1977.

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36. En la entrada correspondiente a la documentación de la CADHU México, el Archivo Nacional de la Memoria afirma que la CADHU comenzó a funcionar en febrero de 1976. Allí se señala que el grupo original estuvo integrado por Eduardo Luis Duhalde, Haroldo Logiurato, Liliana Galletti, Ignacio Ikonicoff, Marcelo Duhalde y Carlos María Duhalde. Luego se incorporaron Mario Hernández, Roberto Sinigaglia, Gustavo Roca, Carlos González Gartland, Mario Abel Amaya, Lucio Garzón Maceda, Manuel Gaggero, Vicente Zito Lema, Daniel Antokoletz, Gustavo Varela, Juan Carlos Caprioli, Marta Taboada y Elvira Ellacuría de del Castillo. Para mayor información, véase http://anm.derhuman.jus.gov.ar/fanm_colec_institucional.html, consulta 23/4/2014. Por su parte Marina Franco y Pilar García Bernaldo afirman que la CADHU había surgido en 1975 de un acuerdo entre el PRT y Montoneros, que desde 1976 tuvo su núcleo fundamental en Madrid y en 1977 creó su sección francesa (Marina Franco y Pilar García Bernaldo, “Cuando el sujeto deviene objeto: la construcción del exilio argentino en Francia”, Pablo Yankelevich (comp.), Represión y destierro. Itinerarios del exilio argentino, La Plata, Al Margen, 2004, 29) 37. Para conocer parte de la compleja historia de la CADHU, véase: Guillermo Mira Delli-Zotti, “La singularidad del exilio argentino en Madrid: entre las respuestas a la represión de los ´70 s y la interpelación a la Argentina posdictatorial”, Pablo Yankelevich (comp.), Represión y destierro. Itinerarios del exilio argentino, La Plata, Al Margen, 2004; Franco, El exilio. Argentinos en…, op.cit.; Yankelevich, Ráfagas de un exilio..., op.cit.; y Luciano Alonso, Defensa de los Derechos Humanos y cultura política entre Argentina y Madrid, 1975-2005, Tesis de Maestría, Universidad Nacional de Andalucía, 2010. 38. Sobre los integrantes de la primitiva CADHU represaliados (Mario Hernández, Mario Amaya, Daniel Antokoletz, Roberto Sinigaglia, Marta Taboada, entre otros), muchos de los cuales habían integrado desde principios de los ´70 la Asociación Gremial de Abogados y otros agrupamientos de letrados comprometidos con la defensa de presos políticos y gremiales y/o claramente identificados con las organizaciones revolucionarias, véase Abogados desaparecidos defensores del pueblo. Semblanzas de los abogados y abogadas detenidos/as-desaparecidos/as y asesinados/as entre 1970 y1983 en la Argentina, Buenos Aires, Defensoría General de la Ciudad de Bs As-Asociación de Abogados de Buenos Aires, 2014. También Mauricio Chama “Movilización y politización: abogados de Buenos Aires entre 1968 y 1973”, Anne Perotin-Dumon, (dir), Historizar el pasado vivo en América Latina, 2007. Disponible en: http://etica.uahurtado.cl/historizarel pasadovivo7es_contenido.php, consulta 20/4/2014. 39. Por ejemplo Alipio Paoletti, Julio Cortazar, Julio Le Parc, Vicente Zito Lema, David Viñas, Ricardo Carpani o Humberto Constantini. 40. Cabe señalar que en un voluminoso dossier de la inteligencia militar titulado Acciones contra Argentina sobre Derechos Humanos. Marco exterior (s.f.) (Archivo DIPBA) se afirmaba: “La CADHU es el resultado del acuerdo establecido entre Montoneros, PRT-ERP, Partido Comunista Marxista leninista, Partido revolucionario de los Obreros Argentinos, asimismo han participado del acuerdo subversivo otras bandas tales como el Grupo Obrero Revolucionario, Frente Revolucionario 17 de Octubre y Juventud Irigoyenista. Sus integrantes son los Delincuentes Terroristas (DDTT). Entre los integrantes del Comité Ejecutivo figuran los abogados…” 41. Como representante de la CADHU le cupo la responsabilidad de presentar el 28 y 29 de septiembre de 1976, la primera gran denuncia internacional contra la dictadura en el congreso de los EE.UU. Lo acompañó otro integrante de la Comisión, Lucio Garzón Maceda, abogado laboralista que se radicó en París por la cercanía con el epicentro de la denuncia (Ginebra, sede de las NNUU). Ambos habían huido del país por Paso de los Libres, pasando por Brasil hacia Europa. 42. Abogado de la Unión Obrera Metalúrgica junto a Ortega Peña, fue autor de la investigación sobre el “primer desaparecido” de la Argentina, el delegado metalúrgico Felipe Vallese. Ambos integraron la Gremial de Abogados de Buenos Aires. Ligados al Peronismo de Base, Ortega Peña se desempeñó como diputado hasta su asesinato en manos de la Alianza Anticomunista Argentina

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(AAA) y Duhalde dirigió la revista Militancia Peronista para la Liberación desde donde combatió a la derecha peronista. Tras la muerte de su amigo y antes de su exilio madrileño –derivado de su inclusión en el Acta Institucional de la Junta que lo privó de sus derechos ciudadanos –, Duhalde inició un proceso de revisión de la lucha armada en el Partido Revolucionario de los Obreros Argentinos (PROA). Fue si no autor en solitario, como mínimo el alma mater del primer documento de denuncia integral del régimen militar, Argentina. Proceso al Genocidio, editado en Madrid en marzo de 1977 y luego traducido al francés en la coyuntura del Mundial de Fútbol ´78. Este libro, según explica Gustavo Roca, fue elaborado en Buenos Aires y recogía lo expuesto meses antes ante el congreso norteamericano (Hugo Quiroga y César Tcach (comps.), Argentina, 1976-2006. Entre la sombra de la dictadura y el futuro de la democracia, Rosario, Homo Sapiens, 2006, 244). Según Marcelo Duhalde, su hermano se llevó al exilio apuntes personales e informes elaborados por compañeros abogados y militantes que se habían movilizado en la coyuntura del golpe. La edición y distribución del libro fue posible gracias al aporte económico del cineasta Elías Querejeta (Tiempo Argentino, 17/8/2012). Su repercusión en España fue inmediata. El 10 de abril de 1977, El País publicaba en la sección Cultura un artículo titulado “El genocidio argentino”, que atribuía al libro haber asestado uno de los “golpes más contundentes” a la Junta que debería explicar la “magnitud de la tragedia que vive el pueblo argentino”. A lo largo del exilio fue habitual que otras organizaciones (Comisión de Solidaridad de Familiares de Muertos, desaparecidos y Presos Políticos (COSOFAM), Comité de Solidaridad con el Pueblo Argentino (COSPA), Comité Argentino de Información y Solidaridad (CAIS), etc.) usaran el libro para fundamentar sus denuncias. 43. Su inicio en la militancia se remonta a 1971, tras el asesinato de su hijo Manuel Belloni, enrolado en las filas de las Fuerzas Armadas Peronistas. Habiendo pasado por la cárcel y siendo beneficiada por la amnistía camporista, conoció en calidad de defensores a Ortega Peña y Duhalde. Tras salir al exilio junto a Juan Gelman, protagonizó el lanzamiento del Movimiento Peronista Montonero en Roma en 1977. En febrero de 1979, ya desde su exilio madrileño rompió con la organización por su desacuerdo con la Contraofensiva (Adriana Bernardotti y Bárbara Bongiovanni, “Aproximación al estudio del exilio argentino en Italia”, Pablo Yankelevich (comp.), Represión y destierro. Itinerarios del exilio argentino, La Plata, Al Margen, 2004, 61). En Roma, había trabajado muy tempranamente (1975) junto a Delia Fanego (Delia Ana Fanego (comp.), Quebrantos. Historias del exilio Argentino en Italia, Buenos Aires, Ediciones Fabro, 2010) en el comité que más tarde sería conocido como Comité Antifacista contra la Represión en Argentina (CAFRA) y en Madrid, tuvo un desempeño central en la CADHU. 44. Fue miembro de la Asociación Gremial de Abogados de Buenos Aires junto a Ortega Peña, Eduardo Duhalde, Mario Amaya y Roberto Sinigaglia quienes desde las dictaduras de Onganía, Levingston y Lanusse defendieron presos políticos y destacaron representando a los sobrevivientes de la masacre de Trelew. Militante del Partido Revolucionario de los Trabajadores- Ejército Revolucionario del Pueblo (PRT-ERP), integró la Junta Coordinadora Revolucionaria y dirigió Nuevo Hombre durante 1974. Se exilió en París donde integró la CADHU hasta 1979. 45. Militante del peronismo cookista, abogado de la Confederación General del Trabajo (CGT) de los Argentinos en 1968, preso político en 1970 y cofundador del Frente Antiimperialista y por el Socialismo (FAS). Dirigió el diario El Mundo entre diciembre de 1973 y marzo de 1974. En 1974 pasó a la clandestinidad integrando las filas del PRT-ERP, que decidió resguardarlo enviándolo a España, donde continuó su trayectoria de defensor de presos políticos y sociales, incorporándose a la CADHU. Tras la fractura del partido, Gaggero se encolumnó en la línea de Enrique Gorriarán Merlo y se sumó a la Revolución Sandinista. 46. Referente de la CADHU en México DF, es junto a Duhalde (fallecido en 2012) y Pedro Galín, uno de los pocos sobrevivientes de la Gremial que habían actuado en 1972 atendiendo a la situación de los fugados del penal de Rawson y de los sobrevivientes de la “masacre de Trelew”. 47. CADHU Madrid, Fundamentos y bases para una reorganización y reestructuración, 19/3/1978.

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48. Estos ejemplos sólo pretenden alertar sobre lo productivo de una investigación sistemática sobre las articulaciones entre encierro y destierro a partir de la exploración de documentación generada por o en las diferentes geografías del exilio. Del mismo modo, la última parte del trabajo, elige la trayectoria de un preso que luego marchó al exilio, para verificar las potencialidades de las fuentes burocráticas en la elucidación de estos cruces. 49. La CADHU no sólo tuvo de un origen en territorio argentino en torno al golpe y ligado a la defensa de presos políticos, sino que a lo largo de su historia transnacional supo capitalizar la experiencia de organización y lucha durante la “Revolución Argentina” para un nuevo contexto represivo y de cara a documentar el terror de Estado y tipificar la desaparición forzada de personas como delito de lesa humanidad. Dos notas que ilustran lo dicho: Daniel Antokoletz – hermano de María Adela de Madres de Plaza de Mayo – había defendido presos políticos en Argentina y en Chile. Como especialista en Derecho Internacional Público, denunció las violaciones al derecho de asilo. Secuestrado en noviembre de 1976, sus borradores mecanografiados del estatuto de la CADHU fueron sacados clandestinamente y aprobados en España en diciembre de 1976. Por su parte Mario Hernández, que había integrado la Agrupación de Abogados Peronistas, también se sumó al proyecto de creación de la CADHU. Antes de su secuestro en mayo de 1976, Hernández había podido reactivar una red de contactos internacionales de la época de Lanusse cuando como parte de los abogados del peronismo combativo denunció la situación de los presos políticos en foros de Europa. 50. Entre sus principales programas de ayuda, la CADHU tuvo uno orientado a “prisioneros políticos, familiares de prisioneros políticos y /o de personas desaparecidas o asesinadas; otro de reagrupamiento familiar: salida de niños; otro de auxilio a la “salida y ayuda a refugiados políticos argentinos en tránsito en países latinoamericanos” y un tercero de “salida de emergencia de argentinos detenidos a disposición del PEN” (CADHU París. Boletín nº 4, junio/julio 1978). 51. Triunfo, 1/4/1978. 52. Idem. 53. CADHU, Argentina. Proceso al genocidio, Madrid, Elías Querejeta, 1977, 58-60. 54. Ibid, 61. 55. Ibid, 65 y 66. 56. La CADHU Madrid lanzó una acción urgente en la que denunciaba ante la comunidad internacional el peligro inminente de fusilamiento que pesaba sobre Rodolfo Rodríguez, Oscar Montenegro y Horacio Crean, recluidos en los Pabellones 1 y 2 de la UP 9, separados del resto de sus compañeros y amenazados de muerte por personal militar. La CADHU alertaba sobre situaciones similares: el asesinato de Dardo Cabo, detenido en Sierra Chica y muerto en un supuesto intento de fuga en su traslado a Olmos. Si algo sumaba fundamentos a la sospecha de la CADHU era que Rodríguez, Montenegro y Crean compartían pabellón con otros 40 presos entre los que figuraba el abogado, periodista y ex Secretario General del Sindicato de Prensa de Buenos Aires, Eduardo Jozami, que debería haber quedado en libertad en diciembre de 1976 tal como lo establecía el decreto PEN, pero a la fecha no se había concretado (CADHU Madrid, Boletín nº 9, 31/1/1977). 57. CADHU, Argentina. Proceso..., op.cit., 48-49. 58. Resulta incesante observar la trascendencia del trabajo de esta Comisión de Familiares cordobeses. Sus denuncias sobre la “aplicación de la ley de fugas” como forma progresiva de eliminar presos políticos, llegaron tempranamente a la prensa española que explicaba que se trataba de “simples fusilamientos tras los cuales los comunicados oficiales informan sobre un frustrado intento de evasión” (El País, 18/11/1976). 59. Angélica María Aieta, era ciudadana italiana y fue secuestrada de su domicilio en agosto de 1976. En un informe, la CADHU explicaba que había adquirido “notoriedad· denunciando la “situación de los presos políticos, entre ellos sus hijos” (CADHU, Argentina. Proceso…, op. cit., 55).

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Se estima que fue trasladada a la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA) y que fue víctima de los “vuelos de la muerte”. Continúa desaparecida. 60. En su testimonio desde la cárcel de Devoto difundido por la CADHU, Wanda Fragale de Anguita explicaba que era hija de ciudadanos italianos. Que luego de la detención de su marido tras el copamiento del Comando de Sanidad del Ejército, mientras lo visitaba en el penal de Río Gallegos, fue también detenida y luego liberada por intercesión del cónsul italiano de Bahía Blanca. Sin embargo en abril de 1975 fue nuevamente privada de su libertad junto a un colega abogado: “quedan claras dos cosas: el peregrinaje en busca de los presos políticos a que son obligados los familiares, para ser luego represaliados inclusive hasta la muerte; la caducidad del principio universalmente reconocido de defensa en juicio a causa de la liquidación de la división de poderes, y privados de defensores no por decreto sino por al violencia irracional descargada sobre ellos”. Tras enumerar los casos de defensores de presos represaliados, explicaba que había vuelto a ser detenida en marzo de 1976, trasladada a la ESMA y que su sobrevida en Devoto sólo era atribuible a la presión de la embajada italiana. A principios de 1977 reclamaba a través de la CADHU, para que Pax Romana y la Comisión Internacional de Juristas intercedieran por su libertad y la de su esposo y los miles de presos políticos. Recordemos que Eduardo Anguita acreditaba para entonces un largo periplo carcelario que incluía las unidades de Caseros, Resistencia, Río Gallegos, Rawson y la UP 9 de La Plata (CADHU Madrid. Documento, 14/1/1977). Su madre, Matilde Vara de Anguita, participaba activamente de las actividades de solidaridad con los presos políticos al momento de ser secuestrada en julio de 1978. Aún permanece desaparecida. 61. Triunfo, 1/4/1978. 62. Idem. 63. Para analizar su posición respecto a los detenidos PEN y sobre la aplicación arbitraria del derecho de “opción”, véase CADHU París. Bulletin, noviembre-diciembre 1977, nº 1. 64. CADHU Madrid Mensaje a la comunidad internacional, agosto 1980. 65. También denunció la situación de los argentinos alojados en la embajada mexicana con especial atención a la del ex presidente Cámpora, solicitando el otorgamiento del salvoconducto que le permitiera salir del país (CADHU París. Bulletin, noviembre-diciembre 1977, nº 1). 66. Resulta interesante consignar que la CADHU insistía, por un lado, en la continuidad entre el gobierno constitucional y militar en cuanto a la política restrictiva y punitiva sobre los extranjeros residentes en el país; y, por el otro, en que las operaciones de coordinación represiva y persecución extraterritorial de sus exiliados fue una práctica ya instalada durante el gobierno de Isabel Perón. Asimismo la CADHU denunciaba actos de intimidación sobre diferentes agencias de ayuda a los refugiados que actuaban en el país (ACNUR, Comisión Católica de Inmigración) y alertaba sobre las sistemáticas “protestas de inocencia”, negaciones abiertas sobre detenciones o desapariciones de refugiados e invenciones de “conspiraciones exteriores”, utilizadas por la Junta para frenar el reclamo internacional (CADHU, Argentina. Proceso…, op. cit., 90-104). 67. En mayo de 1978, en una audiencia pública sobre Argentina organizada por el Grupo Socialista del Parlamento Europeo, Rodolfo Mattarollo expuso sobre las detenciones de miles de personas en los últimos dos años, las detenciones sin causa ni proceso, la tortura, la recepción de prisioneros por diversos países y la desaparición y detención de más de 100 ciudadanos de países miembros de la comunidad europea” (CADHU París. Boletín, nº 4. Junio-julio 1978). 68. Resulta interesante observar que la CADHU difundió tempranamente “testimonios de presos políticos” del mismo modo que luego lo hizo con los de los “sobrevivientes” de los campos (el caso más sonado el de las ex detenidas desaparecidas liberadas de la ESMA, Ana M Martí, Alicia Miliá de Pirles y Sara Solarz de Osatinky, octubre de 1979) y de algunos represores (Inspector de la Policía Federal Rodolfo Peregrino Fernández, ex ayudante del General. Albano Harguindeguy entre 1976 y 1981 (difundido por COSOFAM Barcelona, 1983). 69. CADHU Madrid. Boletín nº 13, 7/3/1978.

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70. CADHU. Madrid Boletín nº 9, 3171/1977. 71. Yankelevich, Ráfagas de un exilio…, op.cit., 230. 72. La elección de la trayectoria vital de Walter Calamita guarda relación con varias cuestiones. Por un lado, su compromiso testimonial a lo largo del tiempo. En tal sentido la posibilidad de poner en diálogo su testimonio durante la dictadura y en el exilio italiano publicado en el libro Quebrantos, con la construcción del testimonio realizada por las autoras en 2014, resultaba en sí misma una buena razón. La segunda que su biografía –enlazada a la de su hermano y la de sus padres – permiten ver las alternativas de la secuencia represiva cárcel-exilio y de la secuencia militante interior-exterior del país. La tercera que se trata de un preso bahiense, que pasó por la UP4 antes de ser trasladado a La Plata y más tarde salir del país, y en tal sentido, la investigación contribuía a la reconstrucción de lógicas situadas en nuestra ciudad de residencia. 73. Relato de Walter Calamita, Italia, 1978/1979, en: Fanego op.cit.,186 74. Walter Calamita explicaba la incidencia de ese clima familiar en su formación política: “…En mi casa, Marx, Lenin, y Engels eran como de la familia, se hablaba de ellos continuamente. Recuerdo que cuando tenía 7 años yo sabía perfectamente quién era Lenin, y en la escuela primaria yo decía casi con orgullo que era izquierdista, comunista. Todo esto lo escuchaba y asimilaba en mi casa, como otros niños aceptan la religión (Relato de Walter Calamita, Italia, 1978/1979 en: Fanego, op.cit, 186) “…Yo me acuerdo cuando llegaban los discos del Pocho, de Perón en el exilio, mi viejo era uno de los pocos que tenía combinado, mi viejo era comunista, los comunistas nunca fueron peronistas, pero se reunían clandestinamente. Me acuerdo que mi vieja decía: ¡Ustedes vayan y no cuenten! Me acuerdo que venía la gente, los hombres a mi casa a reunirse para escuchar en el combinado en un volumen muy bajo, para que no escuchara el vecino que podía ser, digamos, contrario. El de la esquina era antiperonista o sea que no tenía que escuchar, el otro era gallego y también no sabías cómo la pensaba. O sea que eso, que en mi casa se reunían clandestinamente, la historia de mi viejo (…) Entonces todo eso hace que vos te vayas formando y que mi viejo leyera el Almanaque Internacional donde conocí a Patrice Lumumba, (…) que conociera las injusticias del mundo, la guerra del ‘48 de Israel, Yasser Arafat, Nasser, todo eso para mí eran nombres de familia. Claro, entonces vos llegás a una condición de joven apoyado sobre conocimientos que por ahí otros chicos no conocían, entonces vos tenés una formación, ¿no? Tenés un espíritu por lo menos de curiosidad hacía ciertas cosas. Sentís toda la vida hablar de las injusticias…” (Entrevista a Walter Calamita, Bahía Blanca, 11/3/2014). 75. Entrevista a Walter Calamita, Bahía Blanca, 11/3/2014. 76. Idem. 77. A excepción de Coralia, la esposa de Higinio. Al ingresar a la comisaría estaba embarazada de siete meses y dio a luz la noche de la detención. El personal policial la llevó al Hospital Municipal y allí nació la hija de la pareja (Entrevista a Walter Calamita, Bahía Blanca, 11/3/2014). 78. Walter Calamita estuvo encerrado en la UP4 y en la UP2, Higinio también permaneció en estas cárceles y luego fue trasladado a la UP 6 de Rawson y a la UP 9 de La Plata. 79. Se debe tener en cuenta que el juez Guillermo Federico Madueño formó parte de la trama de complicidades civiles del Terrorismo de Estado en Bahía Blanca. Entre las acusaciones que recayeron en su contra se incluye, entre otras cosas, la falta de investigación en casos de denuncias por torturas, la omisión de ordenar la atención médica de las víctimas, los estrechos vínculos que mantuvo con los principales responsables del plan sistemático represivo en la ciudad. Véase la denuncia presentada por el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), ante el Presidente del Consejo de la Magistratura (Enrique Santiago Petracchi), Buenos Aires, 11/5/2005. 80. Se trató de la causa N° 753 del año 1974, caratulada “Saad, Gerardo Darío; Calamita, Higinio Roberto; Calamita, Walter Oscar; Calamita, Coralia Elizabeth Amin Díaz de; y Abot, Daniel Alberto (prófugo) s/ Inf. art. 189 bis C.P. y ley 20.840, art. 2° incs. a) y c) y art. 3° inc. c) B. Blanca” (Legajo Walter Calamita, UP 2 Sierra Chica). 81. Legajo penitenciario de Walter Calamita, UP 2 de Sierra Chica, 1975/1976.

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82. El juez de la causa dictaminó que Walter Calamita debía quedar en libertad por resolución del 25 de abril de 1975, pero la misma no pudo hacerse efectiva por hallarse a disposición del PEN. Higinio, por su parte, fue sobreseído de forma definitiva el 8/2/1977 pero continuó preso a disposición del PEN hasta el 21/7/1981. 83. Legajo de Walter Calamita, UP 2. 84. Higinio Calamita debió cumplir la “libertad vigilada” en la localidad de Bahía Blanca con autorización para desplazarse dentro del ejido urbano y bajo supervisión de la Policía de la Provincia de Buenos Aires (Legajo de Higinio Calamita, UP 9 La Plata, 1981). De acuerdo al artículo 6 de la ley 21.650 las personas que se encontraban en esta situación debían “A) presentarse espontáneamente ante las autoridades militares de Seguridad o Policiales que les hayan sido asignadas, cada tres días los dos primeros meses de estar sometido a esta forma de arresto y cada siete días después de ese período (…), C) abstenerse de realizar cualquier actividad que le sea específicamente prohibida por las autoridades competentes D) abstenerse de participar de reuniones públicas, privadas de cualquier naturaleza, excepto las de mero carácter familiar”. 85. Legajos de Higinio Calamita, UP 2 Sierra Chica, 1975-1979 y UP 9 La Plata 1981. 86. A modo de ejemplo puede hacerse referencia a un cuento escrito por Higinio durante su permanencia en la cárcel titulado “Boxeo y resistencia en la prisión (n°60)” que fue publicado mucho tiempo después en “El Otro País de este mundo” Disponible en: http:// www.elotropais.com 87. El relato de Walter pone en evidencia el compromiso que asumió con sus padres una vez que la familia volvió a reunirse en Italia: “…Los viejos después que les desarmaron el peladero, que le desarmaron la familia, la odisea, yo la llamo la odisea. Entonces ¿qué hacés con esa gente? ¿La dejás tirada?, vos te salvaste, me caso, tengo hijos y me dedico a mi familia definitiva, y los viejos que le hacés? todo el sufrimiento o las aspiraciones que tenían sobre vos, ¿adónde la tiras?, ¿por la borda?, ¿o te pones a trabajar para que ellos tengan una vejez feliz?...” (Entrevista a Walter Calamita, Bahía Blanca, 11/3/2014) 88. Cacho Narzole, Tributo a Naviante. Escuela de militancia, Buenos Aires, Imago Mundi, 2006. 89. Sobre los planes de regreso a la Argentina de los militantes del PRT-ERP, véase Vera Carnovale, “El PRT-ERP en el exilio. Armas, comunismo y derechos humanos”, Revista de Historia, n° 15, Neuquén, 2014. 90. Durante su exilio italiano, Walter tomó la decisión de hacer la escuela de guerra para luego trasladarse a México, desde donde su partido se preparaba para retornar a Argentina. Cuando su padre viajó a Italia para intentar disuadirlo de abandonar ese proyecto, los únicos argumentos posibles fueron los relacionados con el encierro de Higinio: “…le digo: ¡Viejo no me vengas a discutir políticamente porque vengo de la escuela, vengo cargado, vengo con todas las pilas llenas y te voy a matar! Entonces mi viejo se me queda mirando. Si me querés pedir algo decime que mi hermano no sale de la cárcel por culpa mía, por mi militancia acá. Y estaba la respuesta, me la estaba dando solo. Si es por mi hermano, me paro acá…” (Entrevista a Walter Calamita, Bahía Blanca, 11/3/2014). 91. Michel de Certeau, La escritura de la Historia, México, Universidad Iberoamericana, 1993, 68. 92. François Hartog, “Sobre la noción de régimen de historicidad. Entrevista con…”, Christian Delacroix, François Dosse y Patrick García, Historicidades, Buenos Aires, Waldhuter Editores, 2010,154.

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RESÚMENES

Este artículo se propone analizar las formas de abordaje de las relaciones entre cárcel y exilio haciendo foco en escenarios, luchas y actores concretos del pasado reciente argentino, a partir del análisis de materiales producidos por los desterrados en su accionar anti-dictatorial, en diálogo con otros emanados del propio sistema penitenciario o con las memorias de los protagonistas.

This article aims to discuss ways of addressing the relationship between prison and exile by focusing on scenarios, struggles and specific actors of the Argentine recent past, from the analysis of materials produced by the exiles in their anti-dictatorial action, in dialogue with others issued the correctional system or the memories of the protagonists.

ÍNDICE

Palabras claves: dictadura, prisión, exilio, Comisión Argentina de Derechos Humanos, historia reciente Keywords: dictatorship, prison, exile, Argentina Human Rights Commission, recent history

AUTORES

SILVINA JENSEN

MARÍA LORENA MONTERO

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Conflicto mapuche-campesino en la Araucanía Un análisis a partir de la estructura de oportunidades políticas (EOP). 1967-1973 Mapuche-farmer conflict in the Araucanía: an analysis by the Political Opportunity Structures (POS). 1967-1973

Mathias Órdenes Delgado

NOTA DEL EDITOR

Recibido: 10 agosto 2015 – Aprobado: 6 octubre 2015

NOTA DEL AUTOR

El presente artículo comprende investigaciones realizadas en el marco de la tesis doctoral del autor, “Movimiento mapuche y gobernabilidad democrática. De la Reforma Agraria al Gobierno de Sebastián Piñera (1967-2014)”, para el Doctorado en Procesos Sociales y Políticos en América Latina, Universidad ARCIS, 2014. La investigación financiada enteramente por el autor.

Introducción

1 Con la implementación de la Reforma Agraria (1962-1973) se produjo un fenómeno muy interesante: el movimiento mapuche se reconfigura y, en alianza con los campesinos pobres no mapuche, logra constituir en la Araucanía un gran movimiento campesino e indígena, el único de su tipo en toda la historia patria. Aunque, como veremos, ambos sectores tenían su propia historia y demandas distintas, los unió un objetivo mayor:

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reclamar las tierras del latifundio para terminar con la repartición desigual de propiedad privada rural y con las injusticias históricas que los afectaban. Dicha movilización social se encontró dividida en dos grandes sectores ideológicos y programáticos: uno comprometido con el surgimiento de un nuevo tipo de izquierda, nacida en el marco del escenario generado a partir de la Revolución Cubana. Esta fue una izquierda más insurrecta y subversiva, lejana a la política partidista tradicional. Y un segundo sector, menos subversivo, formado al alero de los nacientes sindicatos campesino y de los partidos políticos tradicionales de centro e izquierda. Esto se tradujo, con notoriedad a partir de 1967, en que el primer sector del movimiento inicia un proceso intenso de “recuperaciones”, “ocupaciones” y “tomas” de fundos en la Araucanía y otras zonas al sur del Biobío; en tanto que el segundo, organiza distintas vías de negociación con las autoridades.

2 Entre los resultados más visibles de la alianza mapuche-campesina, fue el hecho de que a partir de la convergencia entre el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) y un grupo de comunidades mapuche nacerá en la provincia de Cautín, en 1968, el Movimiento Campesino Revolucionario (MCR). Esta sería la más notoria de las organizaciones mapuche-campesinas que plantearon la vía insurreccional para la desintegración del latifundio, etapa que fue considerada clave para la implementación de un régimen socialista de tenencia de la tierra (Carvajal y Peralta 2006; Alfaro 2011). Alrededor de ese año también nacen organizaciones similares y, al igual que en la anterior, participaron mapuche y no mapuche, como la Cooperativa Lautaro de Lumaco, la Confederación Campesina e Indígena Ranquil, la Unión Campesina Revolucionaria y el Movimiento Netuaiñ Mapu. Con el surgimiento de estas organizaciones se constata con claridad la colaboración del movimiento revolucionario con los sectores más reaccionarios del movimiento mapuche. A estas organizaciones se sumaban otras menos revolucionarias, como la Federación Campesina e Indígena, la Confederación Nacional Mapuche, la Unión de Mapuches de Chile y la Confederación Nacional Campesina e Indígena de la Provincia de Malleco, todas fuertemente vinculadas a los partidos políticos tradicionales (Foerster y Montecinos 1988: 285-358; Bengoa 2002: 17-23).

3 Como es sabido, este proceso se desarrolló en medio de un escenario sociopolítico muy complejo. Por un lado, la Reforma Agraria que, como revisaremos, gracias a la ampliación del Estado benefactor entra en una etapa de profundización en el gobierno de Eduardo Frei Montalva, con su programa de Revolución en Libertad (1964-1970), y en gobierno de la Unidad Popular (UP) con Salvador Allende (1970-1973). Por otro lado, en plena Guerra Fría y tras la Revolución Cubana surge la llamada Nueva Izquierda Latinoamericana, planteando la vía insurreccional como medio para alcanzar la construcción del socialismo. Junto a ella y a otros movimientos del más variado corte ideológico (surgidos generalmente al alero de los partidos políticos), la organización obrera y campesina en general, e incluso barrial, se amplían y diversifican considerablemente hasta formar un gran movimiento social, que logró ser clave en el desarrollo de las políticas económicas y sociales del Estado benefactor, en la vida social y ciudadana y en los golpes de Estado que tristemente afectaron al Cono Sur, trayendo gran represión sobre el movimiento social.

4 Los autores que han trabajado el tema se han detenido profusamente en el análisis del complejo escenario de aquellos años, en especial, la Reforma Agraria, considerada clave para explicar el gran estallido que adquiere el movimiento campesino y el mapuche- campesino en la Araucanía (Bengoa 1985; Foerster y Montecinos 1988; Bengoa 2002; Mallon 2004; Toledo 2006; Correa, Molina y Yáñez 2005; Correa y Mella 2009)1. Sin

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embargo, se ha ido más allá, separando al movimiento mapuche del campesino para poner especial atención a lo que podríamos denominar como el análisis del movimiento mapuche “por dentro”.

5 En lo concreto, se ha sostenido que las movilizaciones respondían a necesidades económicas concretas y a la exclusión histórica de los mapuche, junto a su fuerte conciencia sobre una larga historia de abusos por parte de terratenientes y el Estado, a lo se sumaba el aprendizaje político adquirido a partir de una dilatada trayectoria organizacional (la cual no es posible constatar con tanta claridad entre los campesinos pobres no mapuche)2.

6 En esa misma línea se han estudiado las organizaciones y líderes del movimiento del siglo XX hasta el golpe de Estado, y se ha indicado que el debilitamiento de la Corporación Araucana a comienzos de los años 60 (principal organización del movimiento en la década del 50), habría contribuido fuertemente a la disgregación del movimiento y su pronta inclinación hacia el centro político y los movimientos de izquierda, debido principalmente a la incapacidad de la Corporación para renovar su proyecto político, pues en décadas anteriores había apoyado a los candidatos conservadores (Foerster y Montecinos 1988: 256)3.

7 Desde la antropología histórica se ha argumentado que un factor muy significativo de movilización habría sido el “nativismo”. Desde este punto de vista, “las tomas de fundos fueron un intento de los indígenas de recomponer la comunidad destruida en la ocupación de la Araucanía setenta años antes” (Bengoa 2002: 149-158).

8 Últimamente se ha puesto atención sobre el hecho de que al interior de las comunidades y organizaciones mapuche se vivió un intenso y democrático debate sobre las características que debía asumir el movimiento. En este debate habrían participado, también junto a mapuche, grupos de estudiantes universitarios, líderes del movimiento campesino e intelectuales vinculados al MIR y otros movimientos revolucionarios, cuestión que queda bastante confirmada por las historias testimoniales. En ese contexto, la revisión y acumulación de las historias de vida (la memoria oral del pueblo mapuche), habrían sido utilizadas, en medio de una coyuntura histórica clave, como un mecanismo de reclutamiento social y agenciamiento político que permitiría definir programas, trazar líneas de acción y aumentar el contingente de mapuche movilizados (Bengoa 2002; Caniuqueo 2006: 135-136; Carvajal y Peralta 2006)4. No deja de ser significativo que más recientemente, constataciones y análisis muy similares se han utilizado para ayudar a explicar el movimiento mapuche de fines de la dictadura hasta la actualidad (Tricot 2013; Levil 2006; Pairacan 2012). No podemos descartar la mayoría de los esfuerzos teóricos y recopilaciones empíricas de los autores mencionados, es más, en estas páginas recurrimos a ellos cuando consideramos necesario.

9 Sin embargo, constatamos que aunque los autores referidos al tema reconocen reiteradamente los lazos y vínculos organizacionales entre el movimiento mapuche y el movimiento campesino durante el período de la Reforma Agraria en la Araucanía, no han realizado esfuerzos por analizar el conflicto poniendo mayor atención en las características de la alianza que surge entre ambos movimientos, ni en las condiciones coyunturales y estructurales que permitieron su constitución. La excesiva atención en la historia del conflicto mapuche, aunque necesaria, ha imposibilitado a la mayoría de los autores para dar cuanta suficiente sobre lo que significó, en términos sociales y políticos, cuando esa historia se entrelazó, en un momento coyuntural clave, con la historia del movimiento campesino5.

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10 No obstante, una excepción a la regla constituye un conocido trabajo de Alejandro Saavedra. Éste sostiene que la “cuestión mapuche” en la década del 60 y comienzos del 70 se encontró unida a las demandas campesinas, pues fue “un asunto étnico, un asunto campesino y un asunto político”. A estos dos movimientos los unió una fuerte identidad múltiple tanto étnica como de clase. Esto significa que las preocupaciones, las demandas, los conflictos y las propuestas relacionadas con los mapuche “tenían que ver con lo étnico, con lo campesino y con lo político” (Saavedra 2002). A pesar de su esfuerzo, más allá de insistir en la identidad étnica y de clase existente entre mapuche y campesinos pobres (cuestión que quedaría confirmada en la serie de testimonios que aparecen en Carvajal y Peralta 2006; Correa, Molina y Yáñez 2005: 339-350), Saavedra no ha deja claro si la alianza mapuche-campesina significó lo mismo para ambos sectores, tampoco ha construido análisis suficientes que permitan aclarar bajo qué condiciones o ventajas y desventajas políticas, para mapuche y no mapuche, se dio esa alianza.

11 En una postura distinta a la anterior, Caniuqueo señala que identificar a los mapuche como aliados estratégicos de las clases sociales excluidas ha sido un discurso “impuesto desde la izquierda”, pues para el mapuche la conciencia revolucionaria implicaría dejar de lado la conciencia de pueblo para convertirse en un “frente para la acción, o sea, en una de sus piezas en el ajedrez”; ser maniobrados por la izquierda. Además, indica que en la actualidad está la idea del mapuche como víctima; un derrotado que sólo se redimiría con la recuperación territorial. Esta lógica no daría cuenta de los liderazgos internos, los procesos de inserción, adaptación y participación dentro de las comunidades, o los procesos socioculturales que generó la migración, entre otros (Caniuqueo 2006: 172-173).

12 El autor reconoce que a lo largo del siglo XX las organizaciones mapuche constituyeron alianzas tanto con la izquierda como con la derecha, pero indica que lo que algunos autores identifican como mapuche de izquierda y de derecha (refiriéndose a Foerster 1983), sería sólo una visión parcial de los hechos, ya que en realidad, los mapuche de izquierda y derecha desarrollaban alianzas internas que escapaban a las ideologías y compromisos políticos. También señala que “a fines de los 60’ pareciera ser que los partidos pasan a ser la estrategia para algunos mapuche que ven su inserción en ellos como un fin para hacer política ya no como pueblo, sino como clase (obreros)”, pero cree que esto no fue una visión generalizada dentro de los mapuche y que, por otro lado, también existirían conflictos generacionales al interior del pueblo que provocaría virajes políticos en sus organizaciones. Las alianzas para el pueblo mapuche, concluye Caniuqueo, han sido meras tácticas, “medios para alcanzar objetivos”. En el pueblo mapuche “prácticamente no existe una lealtad ciega para algo tan abstracto como una religión o un partido, esto no quiere decir que no existan militantes, parroquianos o personas que sigan rumbos propios” (Caniuqueo 2006: 174-196). Desafortunadamente el autor no presenta suficiente información empírica que permita despejar dudas sobre sus interesantes reflexiones.

13 En el presente artículo nos preguntamos por los cambios estructurales y coyunturales que habrían favorecido el estallido del conflicto mapuche-campesino, en especial, la alianza entre campesinos mapuche y no mapuche en la Araucanía. En otras palabras: ¿qué condiciones surgieron para permitir que una larga historia de abusos contra la etnia –la negación originaria como la llamó Tricot (2013)- se convierta, en los años de la Reforma Agraria, en el estallido del movimiento mapuche-campesino? Esto nos lleva, en segundo lugar, a preguntarnos por las alternativas de movilización que tuvo el movimiento.

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14 Buscando avanzar en el estudio y comprensión del fenómeno, hemos recurrido a la teoría de los conflictos sociales; enfoque que nos ha permitido ampliar nuestros conocimientos. Abrimos nuestras reflexiones considerando el siguiente supuesto teórico: difícilmente un movimiento social logrará convertirse en un ‘gran movimiento’ si no entra en una coyuntura favorable, o si no existen condiciones objetivas que permitan que estalle el conflicto sobre el cual radica su razón de ser, o si no es capaz de movilizar los recursos que ofrece el contexto sociopolítico (Olson 1965; Tilly 1978). La teoría racionalista de los conflictos sociales, sostiene que los conflictos entran en una etapa de estallidos social cuando quienes se sienten afectados por alguna situación que consideran desigual, amplían las posibilidades de resolución. Luego de una lectura de sus posibilidades de éxito, los afectados capitalizan la constitución de un escenario sociopolítico favorable a sus objetivos. Esta lectura, por lo menos medianamente informada, brindaría a los actores sociales cierta expectativa fundada en que la movilización entregaría beneficios objetivos (Lorenzo 2001: 38-42).

15 La constitución de un escenario sociopolítico más favorable a los movimientos sociales se conoce como Estructura de Oportunidades Políticas (EOP). Las EPO surgen cuando el entorno político o el sistema político influyen catalizando la acción colectiva. Ello no implica necesariamente que los resultados sean positivos para quienes se movilizan. Este escenario puede abarcar diversas dimensiones, entre otras, el grado de apertura del sistema político institucionalizado, los cambios que se producen en el sistema electoral; la inestabilidad en las alienaciones de las élites; la posibilidad o no de contar con el apoyo de un sector de las élites, la capacidad estatal para reprimir o la tendencia a hacerlo (Mc Adam, et. al. 1999; Tilly 1995; Tarrow 2004).

16 Sostenemos que entre enero de 1967 y el 11 septiembre de 1973, maduran una serie de fenómenos en el ámbito político, ideológico y social, que provocarían el surgimiento de una EOP muy favorable a los movimientos sociales indígenas y no indígenas. Con la llamada Revolución en Libertad, del gobierno democratacristiano, y luego con el triunfo de la Unidad Popular, los sectores sociales históricamente marginados (principalmente campesinos, pobladores, obreros) creyeron que había llegado la hora de “cambiar las cosas” y buscar la manera, como se decía entonces, de “tomar el cielo por asalto”.

17 En el caso de los campesinos, tanto mapuche como no mapuche, la demanda por la tierra nunca tuvo en la historia de Chile un momento más promisorio que aquel brindado por la coyuntura 1967-1973. En ella coincidieron simultáneamente dos grandes fenómenos catalizadores de conflictos: a) la institucionalización de una profundización democrática en dos esferas: la democracia ciudadana-electoral y la democratización de la propiedad privada. Ya que a partir de la segunda mitad del siglo XX, paulatinamente el Estado implementa políticas que amplían estos aspecto de la democracia al permitir la inclusión y organización ciudadanía a los sectores campesinos, con medidas como el voto universal (1958) y la organización campesina, lo que se torna más efectivo con la dictación del corpus legal que acompañaba a la Reforma Agraria en 1967, la cual, a su vez, afectó positivamente la democratización de la propiedad privada (Gómez Leyton 2003: 53; Gómez Leyton 2004: 327-353); y b) la formación de una nueva ideología revolucionaria de transformación capitalista, tras el giro que asumen el MIR y el Partido Socialista al adoptar el principio de la lucha armada como vía de construcción socialista (Goicovic 2010: 64), lo que se sumaría a otros hechos nacionales e internacionales de marcada connotación ideológica. Todo ello, como veremos luego con más detención, ocurrió también en 1967. Ambos fenómenos (la ampliación democrática y las transformaciones en

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el plano ideológico) dieron origen a una EOP favorable al movimiento social en general y afectaron significativamente al movimiento indígena y campesino, pues estos últimos encontraron un momento único para constituir alianza y ampliar su estrategias de movilización social.

18 Por tanto, sostenemos que los cambios sociales y del Estado ocurridos a partir de la segunda mitad del siglo XX y que vinieron a madurar en 1967, serían claves para entender con mayor claridad los convulsos años de la Reforma Agraria. Las trasformaciones sociopolíticas de aquel año, abrirían una primera fase de democratización ciudadana y del derecho a la propiedad privada que, posteriormente, el gobierno de la Unidad Popular profundizará y ampliará hacia otras áreas de la economía capitalista, como la minería, la industria y el sector financiero nacional y exterior (Gazmuri 2000), en lo que identificamos como una segunda etapa de ampliación democrática (Gómez Leyton 2004: 327-353; Gómez Leyton 2010: 49-56).

19 En medio de este escenario, mapuche y campesinos hicieron lo que estuvo a su alcance para transformar su situación de marginalidad y exclusión histórica. La heterogeneidad de programas y compromisos ideológicos que surgieron al interior del movimiento, marcaron las pautas de división interna, pues los sectores se organizaron para actuar dentro de las dos únicas alternativas de movilización posible: ya sea dentro de los marcos legales e institucionales vigentes (lo que toleraba o permitía el régimen político, el Estado de derecho y los gobiernos democráticos), o fuera de pestos marcos. Por ello hablamos de la emergencia de un movimiento mapuche-campesino institucionalista (o movimiento menos radicalizado, vinculado a los partidos tradicionales) y de la emergencia de un movimiento mapuche-campesino no institucionalista (o movimiento radicalizado, vinculado a la Nueva Izquierda)6.

20 En primer lugar, presentamos una breve revisión histórica del conflicto mapuche y del conflicto campesino para luego, en segundo lugar, explicar la conformación de una EOP favorable a los movimientos mapuche y campesino y a la constitución de la alianza entre ambos. Esta EOP tuvo su origen en los cambios producidos en el sistema electoral en 1958, para desarrollarse posteriormente, a partir de 1967, en dos etapas, la primera en el gobierno de Frei y la segunda en el de Allende; pero ambas en el contexto que brindó la Reforma Agraria. En tercer lugar, revisamos las movilizaciones del movimiento mapuche- campesino institucionalista y del movimiento mapuche-campesino no institucionalista. Y, por último, concluimos con unas reflexiones finales.

21 Por otro lado, desde lo metodológico nuestra propuesta presenta un análisis transdisciplinar, una transmutación entre la etnohistoria, la politología y la sociología. No se analizan los procesos histórico-políticos e histórico-sociológicos como parte de una continuidad lineal (que constituye una descripción narrativa de análisis cronológico), sino, como una suma de momentos concretos. El momento concreto se ubica en la corta duración. Sin embargo, a diferencia del acontecimiento, o corta duración que señala Fernand Braudel (1970: 60-81) -que constituye cualquier hecho breve que se presenta como resultado de una causalidad sin distinción de su tipo-, queremos diferenciar el momento concreto como aquel “acontecimiento” surgido como resultado de una serie de discusiones y confrontaciones al interior de cada sector del movimiento, o de los sectores que dividieron a la clase política, e incluso, los resultados momentáneos que surgieron de las acciones o acuerdo entre el movimiento y la clase política. Así, las movilizaciones, la firma de un acuerdo, la dictación de alguna ley, etc., los hemos interpretado como el resultado parcial de múltiples tensiones, conflictos y acuerdos internos que los actores

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logran, en un momento concreto determinado, cristalizar en términos de causalidad. Entendemos que dicha causalidad no surgió como la formula esperada que resolvería las disputas al interior de cada grupo de presión o entre éstos y los grupos dominantes.

22 Lo anterior requirió de dos puntos de vista analíticos: el descriptivo, que implicó estudiar cuidadosamente un momento o acontecimiento para describirlo, considerando los actores y el contexto socio-político; y es el comprensivo, donde el análisis fundamental fue la relación entre los actores, ubicándolos dentro del marco de mediaciones institucionales que bridaba el régimen político y el modelo económico. El análisis de cada momento concreto representó una hipótesis a verificar. La verificación de las hipótesis, mediante la sumatoria de los momentos concretos, nos permitió identificar una tendencia, que representa un patrón de conducta de parte de la clase política dirigente y del movimiento. La revisión de este patrón permitió, en definitiva, revisar nuestras hipótesis de investigación.

La marginación mapuche y campesina como origen del conflicto. Una breve revisión

23 No se debe perder de vista que el conflicto Estado chileno-pueblo mapuche tiene su origen en lo que la historiografía tradicional denominó como “Pacificación de la Araucanía” (1862-1883), la cual, en realidad, fue una guerra de ocupación territorial que permitió al Estado chileno rematar y vender las tierras de la Araucanía, al sur del río Biobío, a colonos extranjeros y nacionales. Estas tierras comprendían una porción del territorio ancestralmente ocupado por mapuche a ambos lados de la cordillera de Los Andes muchos siglos antes de la conquista española, también es significativo que sobre las mismas existían acuerdos jurídico-fronterizos, denominados parlamentos, instituidos entre la Corona Española y el pueblo mapuche y posteriormente entre éste último y el propio Estado chileno, cuya importancia, en definitiva, fue el reconocimiento del derecho de ocupación territorial indígena (Pichinao 2012; Mariman 2012; Zabala 2008).

24 A partir de la Pacificación de la Araucanía los mapuche fueron obligados a vivir en reducciones comunitarias designadas mediante Títulos de Merced (1866 y 1884), lo que transformará significativamente su cultura y atentará contra su subsistencia. A partir de entonces se comenzó a constituir el latifundio en la región, ya que a lo largo del siglo XX las comunidades mapuche se vieron envueltas en disputas por la defensa de las tierras designadas en los Títulos de Merced, las cuales comenzaron a ser ocupadas ilegalmente por terratenientes inescrupulosos. Los medios de usurpación eran generalmente fraudulentos y violentos; los terratenientes hacían uso de la fuerza en medio del desdén e incluso complicidad de las autoridades y Juzgados de Indios, que rara vez hicieron justicia. A ello contribuyó la dictación de las leyes de división de las tierras comunitarias (1927, 1931 y 1979), que facilitaron su venta, muchas veces ilegal, y los ilícitos que extendieron el latifundio7. Este proceso fue empobreciendo a los mapuche cada vez más, mientras el Estado muy poco se preocupó por implementar medidas reparatorias. Debido a la estrechez de la tierra y la marginación económica, social y política, gran cantidad de mapuche debieron emigrar, generalmente a la capital, o trabajar en los fundos de sus propios usurpadores8.

25 En este escenario, desde comienzos del siglo XX los mapuche se organizaron bajo el alero de diversas instituciones con objeto de que las autoridades se comprometan con sus

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demandas y lograr así transformar el Estado o su relación con éste. Estas organizaciones propusieron alternativas de solución al conflicto mapuche que fueron muy disímiles unas de otras, pues, por ejemplo, comprendían desde la asimilación e integración total del mapuche con la sociedad chilena, lo que implicaba la desintegración de las comunidades y de la cultura mapuche (alternativa “pesimista”, propuesta por Manuel Manquilef y los líderes mapuche y no mapuche que fundaron en 1910 la Sociedad Caupolicán, idea que también compartían la Iglesia Católica y el Estado), hasta, en el otro extremo, la construcción de un fuerte identitarismo mapuche, con el que se buscó el resguardo de las tierras comunitarias, la cultura y raza (alternativa que inicialmente fue defendida por Manuel Aburto Panguilef, presidente y fundador, en 1922, de la Federación Araucana) (Foerster y Montecinos 1988; Órdenes 2013).

26 Por su parte, las condiciones políticas y sociales del campesinado en general, aunque distintas a los mapuche de las comunidades, tampoco fueron favorables. No se puede apreciar a lo largo del siglo XX una mejora sustantiva en salarios y regalías para aquellos trabajadores que se encontraban en las capas inferiores del inquilinaje, mucho menos para los peones o asalariados no inquilinos. Esta disparidad respecto a la mano de obra urbana, donde sí se apreció una mejora de sus condiciones contractuales, no fue para nada casual; reflejó un proceso inducido políticamente, en el que participó todo el espectro partidista para excluir sociopolíticamente al campesinado de las conquistas sociales de los obreros urbanos. La finalidad de esta exclusión, fue sostener el proceso de industrialización nacional urbana que puso en marcha el Frente Popular (1936-1941) y siguieron los demás gobiernos hasta la reforma agraria de Eduardo Frei Montalva (Santana 2006: 169-187; Loveman 1971; Loveman 2000: 159-163). Ello, a la larga, impidió al movimiento campesino tener la fuerza suficiente y su escasa relevancia imposibilitó incluso establecer alianzas con el movimiento mapuche.

27 En efecto, a fines de la década de 1930 los partidos políticos negociaron con las organizaciones del empresariado y deciden postergar la Reforma Agraria y la sindicalización campesina. Pese a que los partidos Comunista (PC)9 y Socialista (PS) contemplaban estos avances en sus propuestas programáticas iniciales, en 1938 llegaron a un acuerdo con la Sociedad Nacional de Agricultura con el objeto de asegurar el apoyo de la gremial al proyecto de industrialización propuesto por el Frente Popular (Áffonso, et al. 1970: 31ss; Drake 1978: 218ss; Santana 2006: 169-187). A cambio de ese apoyo, los partidos de izquierda se comprometieron a no impulsar la Reforma Agraria ni la sindicalización de los trabajadores agrícolas. Por el solo hecho de su enrome peso numérico, los trabajadores del campo representaban una fuerza susceptible de modificar los equilibrios políticos en el país y podían poner en peligro los supuestos del proyecto industrializador (Santana 2006: 179; Gómez Leyton 2004: 183-200)10. En 1973 José Bengoa se refirió a la exclusión ciudadana del campesinado: La presión campesina en Chile se viene haciendo sentir con intermitencias desde hace mucho tiempo. El proletariado industrial conquistó su derecho a sindicalizarse en la década del veinte. Este derecho le fue negado al campesinado. Cada cierto tiempo se hacía oír la presión campesina a través de organizaciones ilegales que por lo general eran reprimidas violentamente. La organización campesina era siempre negociada y postergada en las transacciones de la politiquería criolla. Sin embargo, las condiciones de vida, el abandono, la migración hacia las ciudades, etc... fueron preocupando a los sectores dominantes. La movilización del campesinado no tenía marcos de expresión definidos legalmente. Pequeños paros, cartas al Presidente protestando por las malas condiciones de vida, huelgas esporádicas reprimidas por ilegales, peticiones de regalías y salarios, etc., muestran superficialmente el

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descontento que se gestaba en el campo. El descontento tenía su válvula de escape en las migraciones a las ciudades11.

28 Aunque escaza, la información disponible para antes de 1932 muestra el desarrollo de oleadas sucesivas de acción reivindicativa campesina, “principalmente en las zonas localizadas en la periferia de algunas grandes ciudades” (Santana 2006: 175). Sin embargo, la exclusión institucionalizada del campesinado y la represión de sus sindicatos impidieron, entre otros factores, luego de los sucesos de la masacre de Ranquil (1934)12, mayores acciones por parte del movimiento campesino chileno.

29 La historia de esta exclusión es poco conocida. El 28 de marzo de 1939, poco después de comenzar el gobierno del Frente Popular, fue promulgado el Decreto N° 34 sobre la “organización sindical del campo”, con objeto de abolir las disposiciones del Código del Trabajo (1925) para los trabajadores rurales, al mismo tiempo que se suspendió la constitución de nuevos sindicatos campesinos. A pesar que se indicó que era un decreto provisorio, en tanto se discutía una ley en el Parlamento, éste tuvo vigencia hasta 1947, fecha en que se promulgó la Ley de Sindicalización Campesina N° 8.811, que, en la práctica, impidió la sindicalización campesina y entregó facultades a los empleadores terratenientes para despedir a los dirigentes (Santana 2006: 183; Loveman 2000: 159-163). Al año siguiente, Gabriel González Videla promulga la Ley de Defensa de Permanente de la Democracia N° 8.987, quedando proscrito el PC, lo que también afectó a la debilitada organización campesina.

La constitución de la EOP: los cambios democráticos, institucionales e ideológicos

30 Las cosas comenzaron a cambiar en 1958, año de dictación de la Ley de Reforma Electoral, que otorga derecho a voto a los analfabetos, con lo que muchos trabajadores rurales comienzan a participar, por fin, de la vida política-electoral convirtiéndose recién en ciudadanos. Además, esta ley establece la “cédula única” para todos los votantes, con lo que el voto se hace libre y secreto, reduciendo el cohecho y la posibilidad de controlar la decisión de los electores. Ese año también fue abolida la Ley de Defensa de Permanente de la Democracia.

31 Posteriormente, la llegada de la Democracia Cristiana (DC) al gobierno con Frei Montalva marcó en el sector rural el inicio de un proceso sistemático de redistribución del ingreso, de los recursos estatales y de la tenencia de tierra, su objetivo era frenar la importación de productos agrícolas básicos, como el azúcar y los cereales, reducir los costos de producción y precios finales de los productos rurales y así fortalecer el proceso industrializador en su conjunto, tanto urbano como rural. Para ello había que modernizar al campo, considerado como el sector más atrasado y postergado del país según los diagnósticos de la época13. Se entendía que el Programa Social del gobierno de Frei, Reforma Agraria y “promoción popular” para el caso de los desposeídos en los centros urbanos14, no alcanzaría algún éxito si no se lograban concretar las políticas redistributivas y de aumento de la capacidad de consumo para sectores urbano y, además, modernización del campo y de repartición de la gran propiedad de la tierra entre el minifundio y campesinos no propietarios (sin importar su origen étnico) Para ello, debían ampliarse los canales de participación ciudadana, para permitir a la sociedad civil acceder a las políticas del Estado subsidiario e interventor dentro de los marcos que brindaba lo

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que se conoce como matriz sociopolítica clásica, estatal-nacional-popular15. Por este motivo, una de las primeras tareas será estimular el desarrollo de cooperativas y sindicatos campesinos, muy necesarios para la asignación de tierras y recursos a mapuche y no mapuche, ya que estas políticas, como era el propósito de la Reforma Agraria, no contemplaron la diferenciación étnica de sus miembros (Toledo 2006: 31-38)16. Todo ello, a la larga, afectó positivamente tanto a la democracia política como a la democratización de la propiedad privada.

32 Sin embargo, no era posible para la DC llevar a cabo un amplio programa de reforma a la tenencia de la tierra, sin afectar el régimen de propiedad privada de la misma. Consagrado y bien resguardado en la Constitución de 1925, éste debía ser modificado. Previamente, durante el gobierno Jorge Alessandri, se había promulgado la Ley 15.295 (1963), que sometía el traspaso de la propiedad privada rural a un trámite bastante burocrático, haciéndolo casi inoperante en la práctica, por lo que Frei estaba obligado a insistir sobre ese punto intentando llegar a un acuerdo con los terratenientes y el Parlamento. A pesar de la aguda resistencia de los sectores conservadores y la división del centro político, específicamente dentro del Partido Radical, tras una votación muy discutida la DC logrará reformar la Constitución con la Ley 16.615 (20 de enero de 1967) (Aylwin et. al. 1984: 262-263; Órdenes y Díaz-Diego 2015). Con ésta se puso fin a la protección constitucional del derecho de propiedad privada, posibilitando su democratización. La reforma de Frei constituyó un paso necesario para la institución de la Reforma Agraria.

33 Luego, en abril de 1967, el gobierno dictó una nueva la Ley de Sindicalización Campesina, 16.625, que permitió, por fin, la sindicalización de los obreros del campo. Ello facilitó la participación y unión activa del campesinado en la Reforma Agraria y en los procesos electorales.

34 En el mismo año, julio de 1967, se promulga la nueva Ley de Reforma Agraria, 16.640, impulsándola legal y legítimamente para erradicar el minifundio e iniciar la distribución de la propiedad agrícola entre los no propietarios. Se entendía que ello, junto a la asistencia del Estado, era vital para disminuir la pobreza y aumentar la productividad agrícola. Con la nueva Ley, se puso fin a un breve período de reforma a la tenencia de la tierra de muy poca significación, que partió en 1962 bajo el gobierno de Jorge Alessandri y que se ha denominado irónicamente como “Reforma de los Maceteros”.

35 La participación social y política del electorado campesino se vio fuertemente incrementada a partir de 1967, una vez dictada la nueva Ley de Sindicalización Campesina, que acompañaba a la nueva Ley de Reforma Agraria. Tal es así, que en 1963 sólo había unos 1.500 campesinos sindicalizados, una década más tarde, en 1972, esa cifra había aumentado a 282.617. Así mismo, entre 1967 y 1973, la participación electoral aumentó significativamente, pasó de 3.074.000 votantes, en las elecciones municipales de 1967, a 4.510.000 en la elección parlamentaria de marzo de 1973 (Gómez Leyton 2004: 328).

36 Esto indica, que tras la inclusión social y política del campesinado el número de votantes creció un 46,7% en apenas seis años, equilibrando los procesos electorales a favor del centro político y los partidos de izquierda, pues con este nuevo corpus legal se redujo el tradicional control e influencia de los sectores conservadores (partidos políticos y terratenientes) en las zonas rurales, estimulando la competencia electoral. A su vez, el campesinado encontró incentivos para participar en los partidos por medio de los sindicatos, en tano que éstos ven en los campos una nueva y gran fuente de votos. Otro factor que favoreció el interés de los partidos por el reclutamiento del campesinado, fue

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la generación de un amplio consenso sobre los problemas estructurales que evidenciaba el sector rural, los que debían ser resueltos por medio de la Reforma Agraria (Barraclough y Fernández 1974; Ortega 1987; Huerta 1989; Baland y Robinson 2004; Gamboa 2011). En un trabajo reciente, Avendaño (2014) indica que rápidamente los partidos se orientaron a la tarea de representar al campesinado en general. El PDC ya contaba con experiencia debido a su vinculación con el Instituto de Educación Rural (IER), y con otras organizaciones que surgieron luego de que fuera derogada la Ley de Defensa Permanente de la Democracia, en 1958 (…). La principal Confederación que controlaba el PDC se denomina Triunfo Campesino, aunque también poseía otras dos, Libertad y Sargento Candelaria, lo que muestra las diferencias que existían sobre la política agraria al interior de ese partido. El PC y el PS crean la Confederación Ranquil, que llega a ser bastante influyente en las movilizaciones que se desencadenan en el período 1967-1970. Hacia fines de los años sesenta el Partido Nacional (PN) intenta representar, sin éxito, a organizaciones campesinas, pese a la importante presencia que este partido tendrá en las organizaciones de empresarios agrícolas. En esa misma época se funda el MAPU, la facción que se escinde del PDC, y que promueve la creación de la Confederación Unidad Obrero Campesina (Avendaño 2014: 105).

37 El cumplimiento de parte importante del Programa Frei en el campo, estimuló significativamente la influencia de la DC, convirtiéndose en partido hegemónico17. En tanto que la derecha, representada por el Partido Nacional (PN), quedó marginada de su influencia en el sector rural. Con apenas un 0,9% de afiliados campesinos fracasó su estrategia de participación electoral.

Confederaciones sindicales campesinas, 1970-1973

1970 1973 Vinculación Confederación partidaria N° afiliados % N° afiliados %

Ranquil PC-PS 35.328 30.1096.254 43

Triunfo Campesino PDC 53.930 45.90 66.146 29.7

Libertad PDC 24.854 21.1544.260 19.8

Sargento Candelaria PDC 2.241 1.90 2.567 1.1

Unidad Obrero-Campesina MAPU ------14.199 6.3

Provincias Agrarias Unidas PN 1.129 0.96 2.181 0.9

Totales 117.482 100 225.607 100

Fuente: Avendaño 2014: 105.

38 Al finalizar su gobierno, Frei promulga la Ley 17.280, en enero de 1970, que introduce modificaciones a la Ley de Reforma Agraria, con objeto de acelerar el proceso y hacerlo más eficiente; pues permitió la inmediata toma de posesión de los predios; evitó la subdivisión de los mismos para evadir la reforma; amplió el universo de potenciales beneficiarios, permitiendo el acceso de campesinos que no poseían el carácter de

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inquilinos; buscó evitar la descapitalización de los predios expropiados y favorecía la continuidad productiva de los mismos; incorporó en la expropiación herramientas, maquinarias, utensilios, animales y otros bienes que fueran parte del predio expropiado y que sean necesarios; y, por último, fortaleció la organización campesina, permitiendo su asociación en federaciones y confederaciones. Meses antes de asumir Allende, con la ley 17.280, se aplicó de manera más eficiente la Reforma Agraria; de esta forma, la Unidad Popular contó con una base jurídica que le permitió llevar a cabo una reforma de importancia. El movimiento campesino, indígena y no indígena, hará lo posible por defender y participar del proceso.

39 En suma, de manera paulatina a partir de 1958, los campesinos pudieron hacer uso pleno de los derechos ciudadanos que la clase propietaria agraria les había negado durante décadas mediante el cohecho, el fraude electoral y las trabas institucionales tendientes a frenar la organización sociopolítica. Esta profundización democrática, según Gómez Leyton, terminaría por brindar las condiciones para que la democracia chilena se convierta, por primera vez en su historia, en una auténtica poliarquía (Dahl 1996), o sea, con autoridades públicas electas, elecciones libres, imparciales y frecuentes, sufragio universal, derecho a competir por los cargos públicos, libertad de expresión, información alternativa y libertad de asociación18. Con la inclusión definitiva del campesinado en 1967, “el sistema político-democrático se volvió plenamente inclusivo” y se produce la disolución político-institucional del pacto de dominación social que sostenía al Estado de subsidiario desde la década del treinta; hecho que, más tarde, conduciría a una profunda crisis de Estado, resuelta de la manera más dura por los militares y la oligarquía en 1973 (Gómez Leyton 2004: 328).

40 Por otro lado, en 1967 también ocurren transformaciones en el plano ideológico, tanto a escala nacional como internacional. Ese fue el año de la reforma universitaria. Este movimiento fue nuclear en la articulación del estudiantado universitario con las demandas obreras, barriales y campesinas de las regiones del centro y sur de Chile, como así también en el desarrollo de las organizaciones de izquierda. Hechos similares ocurrían en otros vecinos latinoamericanos, como Argentina, Brasil y México. Luego vino el mayo francés de 1968, donde el estudiantado universitario junto con el movimiento obrero y el Partido Comunista de Francia, entre otros, pusieron en jaque al gobierno de Charles de Gaulle.

41 También en el plano ideológico, a la discusión teórica y a los cambios sociopolíticos que impulsó el éxito de la Revolución Cubana, se sumarían, en agosto de 1967 en La Habana, la fundación de la Organización Latinoamericana de Solidaridad (que quedaría presidida nada menos que por Salvador Allende) y la muerte de Ernesto ‘el Che’ Guevara en La Higuera, Bolivia, el 9 de octubre de 1967.

42 En este escenario, también en 1967, una facción de la izquierda chilena considerará que la violencia revolucionaria constituye una estrategia legítima para poner fin a la dominación capitalista e iniciar la construcción del socialismo. En octubre de 1967, el Partido Socialista de Chile, en su XXII Congreso Nacional, postula que la violencia política debía ponerse al servicio de los sectores revolucionarios del país. Además, será en el III Congreso del MIR, realizado en diciembre de ese año, cuando el sector de inspiración castrista-foquista liderado por Miguel Enríquez, Bautista van Schowen, Luciano Cruz y Andrés Pascal, plantearán la insurrección popular armada como único camino para derrocar el régimen capitalista. En opinión de Goicovic, la “introducción de las formas armadas de lucha como estrategia de enfrentamiento con el Estado y las clases

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dominantes” constituye “una de las contribuciones teóricas y estratégicas más importantes del MIR al pensamiento revolucionario en Chile”. Así, socialistas y miristas señalaron que el conflicto político se iba a resolver en forma violenta. En efecto, seis años más tarde de haber sido asumida por la izquierda revolucionaria la opción por la lucha armada, la violencia política se instaló en la sociedad chilena, “pero no fue la izquierdista sino la violencia política histórica, la tradicionalmente desarrollada por las clases dominantes la que se impuso en el país” luego de 1973 (Goicovic 2010: 64).

43 Como dijimos, a partir de la aproximación entre el MIR y comunidades mapuche nacerá en la provincia de Cautín el MCR, que será la más notoria de las organizaciones mapuche- campesinas que plantearon la vía insurreccional. El MCR disputaría los espacios de conquista ideológica en la Araucanía con otras organizaciones similares y con aquellas, como vimos, que nacían de los partidos con la constitución de sindicatos. En la mayoría de estas organizaciones participaban estudiantes y líderes del Movimiento Universitario de Izquierda (rama universitaria del MIR), estudiantes de la Universidad de Concepción, de la Izquierda Cristiana (IC), de la Federación Universitaria Indígena de Temuco, con un carácter menos revolucionario que otros movimientos, y algunos maoístas (Foerster y Montecino 1988: 285-358; Bengoa 2002: 117-158; Ruíz 2005). De esta manera se entrelazaban el movimiento universitario con el campesino e indígena mapuche, a la vez que los partidos políticos cometían por la conquista electoral e ideológica del sector rural.

44 En definitiva, al término del gobierno DC, las organizaciones mapuche y el movimiento campesino lograron establecer alianza. Ello no podía nada menos que haber sido estimulado por la coyuntura generada a raíz de los avances democráticos mencionados (democracia electoral, ciudadana y de la propiedad privada), junto a las transformaciones y hechos ocurridos en el plano ideológico; fenómeno que identificamos, con mucha notoriedad a partir de 1967, como la conformación de una EOP favorable al movimiento campesino e indígena. A partir de ese año, los grandes terratenientes estaban conscientes que la situación tenía que volver a sus cauces tradicionales y los mapuche, por su parte, entendieron que la historia les estaba tendiendo la mano. Sin embargo, con el gobierno de la Unidad Popular vendría en seguida una segunda etapa de ampliación democrática y profundización de la Reforma Agraria. De esta forma, el movimiento social y los terratenientes se enfrentaron en una lucha histórica, no sólo contra un adversario, sino también, contra el tiempo.

La segunda fase de ampliación democrática: la constitución de la EOP en el gobierno “popular”

45 Los grandes programas de reformas sociales y a la propiedad del gobierno de Frei fueron, en lo sustantivo, profundizados por Allende (Gazmuri 2000) en lo que identificamos como una segunda etapa de ampliación democrática (Gómez Leyton 2003: 53; Gómez Leyton 2004: 327-353); ésta, a diferencia de la anterior, sería ahora “popular”. El triunfo electoral de la UP (4 de septiembre de 1970), significó el arribo de un gobierno de coalición de partidos de izquierda que se habían planteado como meta alcanzar el triunfo pleno del “poder popular”. Ello se traducía, según el Programa de Gobierno UP, en “llevar a cabo los cambios de fondo que la situación nacional exige sobre la base del traspaso del poder, de los antiguos grupos dominantes a los trabajadores, al campesinado y sectores progresistas de las capas medias de la ciudad y del campo” (1970: 12). Para ello se consideraba necesaria la “toma en sus manos” (Ibíd.) del poder por parte del pueblo, pero para ello la

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UP contemplaba únicamente las formas y los espacios definidos por el Gobierno, dentro de los cauces legales. Según este Programa, la toma del poder consistía, en palabras de Iglesias, esencialmente en la incorporación progresiva de los sectores populares a los distintos niveles de la administración del Estado, empezando por la entrada a la gestión de las empresas del Área de Propiedad Social, es decir, del sector nacionalizado de la economía, constituido a partir de la recuperación de empresas estratégicas del gran capital monopólico, extranjero y nacional; y en su participación activa en la vida política y social del país a través de organizaciones sindicales, cooperativas y Juntas de Vecinos (Iglesias 2015: 231).

46 En este contexto se dicta, en julio de 1971, una nueva Ley de Reforma Constitucional para afectar la propiedad privada, la Ley 17.450, que permitirá en lo inmediato acelerar la reforma a la propiedad de la tierra y concretar la nacionalización del cobre. En definitiva, con estos y otros cambios, el proyecto político de la UP buscaba alterar las relaciones de poder pero “actuando desde el Estado sobre la sociedad” (Garcés 2004). Se esperaba que los sectores populares fueran meros espectadores y de apoyo al proceso, no actores del mismo (Harnecker 2003). Con todo, a medida que se hacían manifiestas las contradicciones que contenía el proyecto de la UP –cuya singularidad consistía, en parte, en pretender superar “la dicotomía reforma/revolución” (Álvarez 2010: 237, citado en Iglesias 2015: 231)–, “los sectores populares radicalizaron las formas de acción previstas y ensayaron modos efectivos de poder popular que tendían a superar la tradicional división entre gobernados y gobernantes: se trató de los cordones industriales y de los comandos comunales” (Ibíd.). Ambas instancias de autogestión obrera, encabezadas por el MIR, contradecían la “revolución dentro de la legalidad” impulsada por la UP y la concepción misma de “gobierno popular”. Eran los años del Pliego del Pueblo (octubre de 1972), que desarrollaba y concretaba las propuestas de “poder popular”, apenas esbozadas en el Programa de Gobierno de la UP (Ibíd.).

47 Mientras tanto en el campo, junto a las tomas, corridas de cerco y ocupaciones, el MIR desarrollaba los Consejos Campesinos de “base popular”. Con estas y otras acciones al margen de la legalidad, campesinos indígenas y no indígenas intentaban construir un poder paralelo al gobierno popular, al igual como lo hacía el movimiento social en sectores urbanos (Llanos 2009). De esta forma, en síntesis, con la UP culminaba una segunda fase en la conformación de una EOP, que se manifestó en la profundización de la democracia electoral, ciudadana y de la propiedad privada, junto a la proliferación de la ideología y acciones del movimiento de izquierda. Con estas transformaciones se resquebraja por completo el pacto de dominación que sostenía al Estado benefactor y de compromiso, el cual en parte descansaba en los acuerdos políticos que excluían a obreros y campesinos de la democratización de la propiedad privada y, para el caso de los campesinos, también del derecho a la organización y participación político-ciudadana; factores claves en el desarrollo de una democracia de mayor calidad (Gómez Leyton 2004). Tristemente, ello también preparaba la reacción oligárquica urbana y terrateniente que hizo frente a las conquistas sociales con un golpe de Estado.

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El momento de la esperanza: estallido del movimiento mapuche-campesino

48 No es casualidad que el año 1967 estallen las tensiones acumuladas durante décadas en La Frontera. Los sectores movilizados, leyendo las señales de su tiempo, creyeron oportuno avanzar para sacar el mejor provecho posible al momento histórico que vivían. Estudiantes universitarios, intelectuales de izquierda, mapuche y campesinos, se constituyeron en aliados en su intento de transformación revolucionaria. La demanda más significativa para movimiento mapuche fue recuperar las tierras usurpadas de los Títulos de Merced, en tanto que para el movimiento campesino no mapuche demandaba “la tierra para el que la trabaja” (Bengoa 2002: 117-148; Saavedra 2002: 81-110). Además, a diferencia del campesino no mapuche, para el mapuche, la recuperación de la tierra representaba una cuestión que no necesariamente tenía que ver con hacer la revolución marxista, era la oportunidad histórica de recuperar lo que el winka les había quitado (Saavedra 2002: 97-99; Samaniego y Ruiz 2007: 325-400). Los límites de sus tierras estaban en la memoria de los abuelos, marcados por los ríos o esteros, como indicaban ellos y, también en muchos casos, en los papeles acumulados en el Juzgado de Indios donde rara vez se hizo justicia (Bengoa 2002 128). Recuperar la tierra para el mapuche significaba recuperar el territorio; era un tema de contraofensiva histórica.

49 Los testimonios indican que cuando comienza a configurarse un escenario sociopolítico más favorable al movimiento mapuche (poco antes 1967), éste empieza a reconstruirse en términos ideológico-programáticos con la colaboración de los sectores revolucionarios y logra agenciar políticamente su memoria histórica y también la de los campesinos pobres no mapuche para construir el gran movimiento (Carvajal y Peralta 2006). A este capital el movimiento sumó los espacios de ampliación democrática que le brindó el régimen durante Frei y Allende, logrando transformar esta batería de instrumentos, en una ruta de proyección histórica; en un futuro que se presumió esperanzador.

50 A la llegada de la UP, el movimiento mapuche-campesino se expresará de la misma forma que el resto de los movimientos sociales de la época, “en particular, en una de las dos tendencias políticas principales que existían en la izquierda, al interior de la UP y fuera de ella” (Saavedra 2002: 97). La primera tendencia se denominaba “reformista”, por contraposición a las tendencias llamadas “revolucionarias”. Ambas querían hacer la revolución socialista y juntas formaron la más significativa movilización de los sectores subalternos de toda la historia patria (Ibíd.). Por tanto, los grupos de izquierda, tanto fuera o como dentro de la UP, nunca pensaron en el movimiento mapuche como una “masa de maniobra” (como sostiene cierto pensamiento al interior de la derecha y algunos intelectuales como José Bengoa 2002: 152), sino que intentaron construir amplias movilizaciones sociales, que incluían a mapuche, campesinos, pobladores, intelectuales y trabajadores. Tampoco se propusieron “hacer nunca la revolución de inmediato”, ya que las discrepancias en los sectores de izquierda referían a cómo avanzar mejor en la perspectiva de hacer la revolución socialista (Saavedra 2002: 99).

51 Lo anterior nos ayuda a explicar que dentro del movimiento existían posturas distintas; amplios debates sobre las estrategias o programas a seguir para alcanzar un mejor futuro y sobre qué futuro concreto querían alcanzar. Sostenemos que básicamente existían dos posiciones o sectores: el movimiento mapuche-campesino institucionalista, conformado por quienes confiaban en que la forma más legítima y segura de alcanzar las demandas del

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movimiento mapuche-campesino era negociando, con ayuda de los partidos, para lograr acuerdos con las autoridades y así transformar el Estado. Tal como lo había hecho el movimiento obrero, utilizando los instrumentos democráticos tradicionales y la forma institucionalizada de hacer política, amparado en el sindicalismo instituido en el Código del Trabajo a partir de la conformación del Estado de compromiso. De esta forma, partidos políticos, procesos eleccionarios, el Ejecutivo y Legislativo, eran considerados por esta posición del movimiento mapuche-campesino, como instrumentos claves frente a cualquier negociación. Sin duda, la ventaja política más significativa para esta corriente, constituía en lograr que sus candidatos llegaran al Parlamento o a las municipalidades, entendiendo que era necesario instalarse en el Estado para hacer los cambios “desde dentro”. Contrario a esa postura se encontraba el movimiento mapuche-campesino no institucionalista. Este segundo sector se caracterizó por su posición insurrecta, pues desconfiaba de la política tradicional y estimaba que la vía revolucionaria “directa” era el único camino posible. Para ese sector las instituciones de la democracia tradicional podían ser prescindibles si se estimaba necesario, lo importante era actuar por ellos mismos: tomar la tierra para recuperarla de manos de los usurpadores y presionar a las autoridades para que consideren las demandas y procesos de lucha como legítimos. Éstos, ligados al MIR y organizaciones similares, creyeron que había llegado la hora de “tomar el cielo por asalto”.

52 Tras la constitución de ambos sectores del movimiento mapuche-campesino, en muy poco tiempo se desarrolló un gran movimiento que, desde abajo, presionó al régimen político, al Estado de compromiso a y los señores de la tierra con demandas y movilizaciones propias, que se encontraban fuera de la agenda de gobierno y más allá de lo que los terratenientes podían tolerar. Sostenemos que las fronteras entre el movimiento mapuche- campesino institucionalista y el movimiento mapuche-campesino no institucionalista se pueden identificar más por sus marcos ideológicos, que por las estrategias de lucha implementadas de acuerdo a las lecturas que se hacían de la contingencia, ya que, muchas veces, el fin suele justificar los medios. También fue posible, como veremos, que una determinada organización se reconfigure en términos ideológicos y programáticos con objeto de permanecer en el tiempo o defender algunas de sus demandas, pasando, tras una decisión pragmática, de un lado a otro de la política institucionalizada.

Desde abajo y desde dentro de la política tradicional: el movimiento mapuche-campesino institucionalista

53 Mucho antes de que exista una alianza entre mapuche y campesinos, al comenzar el siglo XX se constituyó un primer avance del movimiento mapuche institucionalista al amparo de las primeras organizaciones modernas del movimiento luego de la ocupación de La Araucanía: la Sociedad Caupolicán Defensora de la Araucanía (1910-1938), bien ligada al Partido Democrático Liberal y al Partido Demócrata, y la Federación Araucana (1922-1948?), aliada a la Federación Obrera de Chila y al Partido Comunista. Para ese entonces surgió la convicción dentro del movimiento mapuche de que ya que no se podía hacer una defensa bélica del wallmapu, pero sí se podía hacer una defensa política usando los instrumentos del derecho que les correspondía al ser obligados a constituirse como ciudadanos chilenos y argentinos. Necesidad imperiosa ya que se encontraban en situación de indefensión frente a la ley (Kallfvkvra, 9 de septiembre 2014). A partir de aquellas primeras organizaciones, el movimiento recorrió un camino muy difícil de

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negociación y alianzas con la clase política que sería muy extenso narrar. Basta con señalar que mientras parecía que las comunidades terminarían desapareciendo por completo, y con ello el propio mapuche, las demandas de las organizaciones que fueron surgiendo luego de las dos primeras alcanzaron escaza voz dentro de la clase política19. No obstante, el movimiento logró con relativo éxito ocupar cargos en el Parlamento y en algunos municipios. La historia de los parlamentarios mapuche no se ha escrito todavía y por lo que conocemos no deja de ser interesante, sus demandas y discursos reflejan con mucha claridad aquel movimiento que intentará, una y otra vez, con incansable persistencia, reivindicar la etnia. Hubo siete diputados mapuche antes del golpe de Estado 20. A la llegada de la Reforma Agraria, el movimiento mapuche institucionalista renovará sus fuerzas cunado logra unirse al movimiento campesino sindicalizado y así conformar el movimiento mapuche-campesino institucionalista.

54 A lo largo del siglo XX fueron creadas tres instituciones estatales con objeto de prestar atención e intentar “solucionar” el problema mapuche: los Juzgados de Indios (creados en 1931)21, la Dirección de Asuntos Indígenas (DASIN, 1953)22 y la Ley Indígena 14.511 (1961)23 . Como ninguna de estas instituciones había traído una mejoría a las comunidades y al problema de sus tierras, fueron blancos de ataque por parte del movimiento mapuche en general y foco de fuerte discusión política en su interior cuando en el gobierno DC se discute la profundización de la Reforma Agraria. Sin embargo, el Programa de Gobierno marginó de la discusión sobre Reforma Agraria al tema mapuche, lo que incluyendo también a dichas instituciones, ya que la DC y la clase política tradicional consideraron al mapuche igual que al resto de los campesinos pobres, sin mostrar interés por su problemática histórica o su identidad. Incluso los partidos de la izquierda tradicional sufrían de bastante miopía respecto a las demandas del sector. Por lo general, los socialistas de esos años “creían que se arreglarían los asuntos indígenas dividiendo las comunidades y formando cooperativas en el campo. Los comunistas no plantearon la división de las reservas, pero consideraban la cuestión mapuche como un asunto campesino” (Bengoa, 2002: 138). El objetivo de la clase política tradicional, fue intentar integrar al mapuche al campesinado chileno con el programa de Reforma Agraria, en ese contexto la cuestión mapuche fue tematizada dentro del problema general del minifundio (escasez de tierra, de crédito, de tecnología, de comercialización, etc.) (Samaniego y Ruiz 2007: 267-324, Foerster y Montecino1988: 285).

55 Cuando comienza a ser más notoria esa discusión, entre fines de la década de los 50 y comienzos de los 60, la Corporación Araucana (1938-1968), fundada bajo el respaldo del Partido Conservador y principal organización del movimiento mapuche en la década de los 50, sufre un quiebre institucional que la llevará a su desaparición. Siendo Venancio Coñoepan presidente de la Corporación, el quiebre se produjo, principalmente, debido a su apoyo a los candidatos conservadores, apoyo que al entrar los 60 no sería compartido por el resto de sus líderes, a ello se sumaría, en última instancia, la muerte de Coñoepan en 1967 (Foerster y Montecino1988: 286)24. Con este quiebre la Corporación comienza a disgregarse en un grupo diverso de nuevas organizaciones, todas vinculadas a los partidos políticos tradicionales de izquierda y derecha25. También en medio de la discusión sobre las reformas del Estado, junto a estas nuevas organizaciones aparecen otras que no tenían vínculos con la Corporación Araucana. En ese contexto surgen la Sociedad Lautaro, en 1958, con cierta afinidad y lazos con la DC; la Federación Nacional Campesina e Indígena de Chile, en 1961, con fuertes lazos con la Central Unitaria de Trabajadores, con el movimiento campesino sindicalizado y el Frente de Acción Popular (FRAP); el Movimiento

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Indígena de Chile, en 1965, más bien dependiente del Partido Democrático Nacional (de derecha). Al año siguiente se constituyen la Federación Araucana El Toqui y la Federación Universitaria Indígena (1966), unidas a los partidos de centro y orientadas a convocar a la mayor parte del espectro político y de las organizaciones mapuche-campesinas que les fue posible, lo mismo hizo la Confederación de Sociedades Mapuches, nacida en 1969. Ese último año también surge la Federación de Trabajadores y Agricultores Mapuches Luís Emilio Recabarren, con fuertes lazos con el PC. A demás del hecho de que en ellas solían participar miembros no mapuche, todas se unían institucionalmente (de acuerdo a la planificación estatal), a través de las federaciones y confederaciones sindicales y a través de los partidos, al movimiento campesino no indígena (Foerster y Montecino 285-362). Así, junto con ser mapuche, estas organizaciones también formaban parte del movimiento campesino no indígena, constituyendo una suerte de identidad mapuche-campesina (Saavedra 2002: 97-99).

56 Entre estas organizaciones se desarrolló una fuerte disputa por la hegemonía de sus proyectos históricos. Sin embargo, esta disputa se encontraba bastante influenciada por la competencia político-partidista e ideológica respecto a distintos modelos de transformación capitalista. Lo interesante, es que este tipo de organizaciones buscan instalar en el debate que abre la Reforma Agraria, la transformación del Estado en favor de la etnia y, a través de la instrumentalización de los partidos y del movimiento social (con quien constituyen alianza), alcanzar conquistas de gran significado para la reivindicación del pueblo y del territorio mapuche. Esto implicaba modificar por completo la legislación indígena vigente y, con ello, las relaciones de dominación Estado- pueblo mapuche que habían cruzado todo el siglo XX a partir de la Pacificación de la Araucanía. Con este objeto pusieron su confianza en las posibilidades que abrió la política institucionalizada con las reformas democráticas que partieron el año 1958 (ya mencionadas) y lograron construir un diálogo ideológico fecundo entre las comunidades, el movimiento campesino, los partidos políticos y el Estado (Foerster y Montecino 1988: 285-358). Por esta razón, no podemos ubicar a estas instituciones ni dentro ni fuera de las comunidades o de los partidos políticos, ya que se organizaron como intermediarias, permitiendo a las comunidades, a través de los partidos y junto a la fuerza del movimiento social, construir puentes jurídicamente válidos ante el Estado. Esto sería, a nuestro juicio, en definitiva, la clave y razón de ser de la alianza mapuche con el movimiento campesino institucionalista.

57 Las demandas del movimiento institucionalista cruzaban, a simple vista, con bastante familiaridad a las distintas organizaciones, pero, como vemos, éstas no coincidían en sus marcos ideológicos, en sus compromisos partidistas, ni en la forma de entender el territorio y la historia mapuche, pues algunas organizaciones buscaban cambios más profundos e indigenistas que otras. El punto más controversial sería la división de las tierras comunitarias, ya que algunas, como el Movimiento Indígena de Chile, ligado al Partido Democrático Nacional, estaban a favor de esta política; otras, en cambio, señalaban que la supervivencia del mundo mapuche se encontraba en la vida al interior de las comunidades (Ibíd.: 317-322). Las organizaciones no sólo asumirán la defensa de la Reforma Agraria, a la cual le intentarán imprimir un carácter especial, tratando que se incluya la entrega de tierras a las comunidades o la restitución de aquellas que habían sido usurpadas de los Títulos de Merced, sino que también, en segundo lugar, demandarán educación para los mapuche, entrega de créditos y vivienda, entre otras demandas tanto culturales como destinadas a la superación de la pobreza (Ibíd.: 288-232).

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58 Como era de esperar, las organizaciones comprometidas con los partidos de izquierda fueron más radicales que aquellas unidas al centro o derecha. La Federación de Trabajadores Agrícolas y Mapuches Luis Emilio Recabarren y la Federación Nacional Campesina e Indígena de Chile, ligadas al FRAP y a la CUT, fueron las únicas que brindaron apoyo directo a la tomas de fundos (Ibíd.: 297-317). En cambio otras, como la Federación Universitaria Indígena, de carácter multipartidista y más ligada al centro, solidarizó con las tomas y con los mapuche detenidos en ellas, pero no brindó otro tipo de apoyo (Ibíd.: 323-228).

59 Por otro lado, es interesante también analizar el giro programático que dio la Corporación Araucana antes de desaparecer, pues intentó ponerse a tono con las demandas y posibilidades de los nuevos tiempos. A pesar de que Coñoepan mantuvo su apoyo a los candidatos conservadores, apenas la situación política se torna más favorable para el movimiento mapuche, la Corporación Araucana dará un giro programático apoyando la Reforma Agraria a pesar de la molestia de su mayor aliado político, el Partido Conservador (partido de los terratenientes). Bengoa señala que en un discurso, Coñuepán mostró claramente “su apoyo a la entrega de tierras a los campesinos; sus camaradas terratenientes obviamente lo miraban con curiosidad y no con demasiada simpatía” (2002: 141). También la Corporación realizó algunos actos públicos demandando que la Reforma Agraria entregara tierras a los mapuche (Foerster y Montecino 1988: 295). Como parte de este giro programático, lo que quedaba de la desintegrada Corporación colaboró con la formación de la Confederación de Sociedades Mapuches en 1969, compuesta por unas 45 organizaciones, casi todas ellas de centro e izquierda (Ibíd.: 296-351). Aunque en esos momentos estaba a punto de disolverse, en otro tiempo esta alianza no hubiera sido posible.

60 También resulta interesante el cambio de estrategia que adopta la Federación Nacional Campesina e Indígena de Chile, pues nos indica hasta dónde este tipo de organizaciones estaban dispuestas a seguir los “marcos legales” y evitar que la situación se les “escapara de las manos”. La Federación participó activamente en tomas de fundos y movimientos de recuperaciones de tierras mapuche, desde 1961 a 1966, y en abril de 1964 lideró el compromiso que firmó el movimiento mapuche-campesino institucionalista en el Cerro Ñielol con el entonces candidato a la presidencia, Salvador Allende, para redactar una nueva Ley Indígena (Foerster y Montecino 1988: 297-305; Samaniego y Ruiz 2007: 272-281). A pesar de su historia de radicalización, cuando las tomas se vuelven habituales en la Araucanía, a partir de 1967, la Federación emprende una retirada a la zona central, para brindar a los mapuche un apoyo únicamente moral por medio de comunicados (Foerster y Montecino 1988: 297-314). Es posible que en ese cambio de estrategia haya influido la política de Allende, la vía constitucional. Acertadamente Foerster y Montecino señalan, que “el ‘legalismo’ de las organizaciones mapuche y su excesiva confianza en las autoridades nacionales les impidió canalizar las tomas y corrida de cerco” (Ibíd.: 297).

61 Desde la candidatura presidencial de 1964 hasta poco antes del golpe de Estado, el movimiento mapuche institucionalista, con apoyo del movimiento campesino, organizarán grandes “congresos nacionales mapuche”, destinados a firmar acuerdos con la clase política para alcanzar los mayores logros posibles de las reformas del Estado. Estos acuerdos terminaron por simplificar las demandas en la única forma de canalización posible bajo la matriz clásica del Estado Fordista: a través de los partidos.

62 El primero de estos compromisos fue firmado por la Federación Nacional Campesina e Indígena de Chile, en un acuerdo con Allende en 1964 en cerro Ñielol. El acuerdo

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contemplaba, como señalamos, la dictación de una nueva legislación indígena. Se estipuló que el nuevo cuerpo legal debía hacerse cargo de demandas culturales y territoriales. Sería el primer acuerdo histórico de este tipo. Fue escrito en el siguiente orden: la nueva Ley Indígena permitiría la libertad religiosa, incluyendo la práctica voluntaria de ritos ancestrales. En educación, ampliaría la cobertura básica dentro de las comunidades, crearía un currículum especial que incluiría la transmisión del mapuzungun, se crearían escuelas y liceos técnicos, se ampliarían las becas en distintos niveles, entre otros. Respecto a la propiedad de la tierra contempló, entre otros, la “restitución y remensuramiento de todos los fundos colindantes con comunidades o propietarios indígenas, para saber a ciencia cierta las hectáreas usurpadas y la vuelta inmediata a sus dueños” y la participación mapuche en “un porcentaje considerable en la Reforma Agraria”. Por otro lado, la ley buscaría satisfacer las demandas de salud, vivienda y desarrollo rural, como la creación de un Banco Araucano de Desarrollo Agropecuario y Reforestación y la reorientación completa del DAIN, como su vinculación con distintos ministerios y su control por parte de mapuche. Por su lado, los dirigentes mapuche a nombre de las comunidades, se comprometieron en apoyar la candidatura de Allende y defender al “Gobierno Popular” (Foerster y Montecino 1988: 297-305; Samaniego y Ruiz 2007: 272-281).

63 Luego de ese primer compromiso, en diversas oportunidades las organizaciones invitaron a las autoridades a tratar los problemas mapuche, en especial aquellos relacionados con la Reforma Agraria. A fines de su gobierno Eduardo Frei comenzó a discutir con las organizaciones la reforma a la Ley Indígena 14.511, pero no logró resultados26. En mayo de 1968, el diputado Juan Tuma en representación del Movimiento Indígena de Chile (que él ayudó a formar), presentó un proyecto de ley de 14 páginas que introducía modificaciones a la Ley 14.511, con objeto de “agilizar el procedimiento de división”, buscaba la restitución de tierras indígenas y regulaba la defensa de las mismas por parte de los organismos competentes (El Diario Austral, 15 de julio, 1968: 9; Foerster y Montecino 1988: 319-321). A pesar que el Movimiento Indígena de Chile encontró el apoyo del FRAP, de la CUT y de la Federación Campesina e Indígena, el proyecto de ley no logró concretarse (Foerster y Montecino 1988: 319-321). Por su parte, la Confederación de Sociedades Mapuches, se opuso al proyecto del senador Tuma, entre otros, porque sostenía que insistir en la división de las comunidades era terminar liquidándolas (Ibíd.: 328). Con estas disputas y el protagonismo que intentaban alcanzar las organizaciones en cada encuentro, quedaba claro el divisionismo al interior del movimiento.

64 Una vez iniciado el gobierno de la UP, comienza una política destinada a resolver la demanda de tierras mapuche. La tarea era difícil y compleja, ya que la Ley Indígena que operaba hasta ese momento no consideraba la restitución de tierras usurpadas y, por otro lado, las organizaciones mapuche-campesinas de izquierda no afiliadas a la UP buscaban transformaciones por la vía radicalizada, lo que tensionó en extremo un ambiente social que ya se venía desestructurado. En enero de 1971 se realiza el Segundo Congreso Nacional Mapuche. El principal diagnóstico que motivó la actividad, fue compartido por la UP y por el movimiento: que la Reforma Agraria de Frei era insuficiente para alcanzar transformaciones más profundas y satisfacer las demandas del sector. Allende pretendía elaborar una nueva Ley Indígena para dar cumplimiento a sus promesas de campaña, al acuerdo firmado en 196427 y responder a las movilizaciones en el sur. El evento fue organizado por la Confederación Nacional Mapuche, quien discutió intensamente el Proyecto de Ley Indígena para entregar las observaciones finales a la UP. En ese entonces,

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la Confederación estaba compuesta por unas 45 asociaciones mapuche, entre ellas, la Corporación Araucana, Federación Universitaria Indígena, Moderna Araucanía, Unión Araucana y la Federación Campesina e Indígena Luis Emilio Recabarren (Foerster y Montecino 1988: 331).

65 Las diferencias entre el proyecto original y la ley definitiva fueron menores. El gran mérito de la nueva Ley Indígena 17.729, fue que por primera vez en la historia republicana se disponía de medios jurídicos efectivos para la restitución de las tierras indígenas usurpadas, y que dichos medios habían sido discutidos por parte importante de las propias comunidades afectadas. Esta legislación se constituyó así en el máximo logro alcanzado en la historia del movimiento mapuche (CVHNT 2003a: 410). Ella intentaba frenar el proceso de división de las comunidades y establecer la posibilidad de restituir las tierras a los indígenas, utilizando para ello el mecanismo de la expropiación contemplado en la Ley de Reforma Agraria. Será la primera vez que un cuerpo legal se refiera y defina a los indígenas independientemente de sus tierras.

66 Sus objetivos fueron: 1) la transformación del sistema de tenencia y explotación individual por fórmulas cooperativas o comunitarias perfectamente organizadas como unidades de producción; 2) el impulso sistemático y enérgico al desarrollo de los grupos autóctonos, a través de medidas económicas, sociales, educativas, jurídicas y otras que los integraran sin asimilarlos a las actividades nacionales; 3) la creación de un instrumento ágil y funcional, que permitiera al Estado planificar y llevar a cabo una política integral de desarrollo; 4) esta ley contempló la creación de una Judicatura especial para indígenas: Reestructurar la administración de justicia indígena; 5) establecer un procedimiento verbal y rápido, en que se entregara una participación activa a los comuneros Indígenas afectados en la Litis; y 6) establecer el derecho a la defensa jurídica, la que se manifestaría en la asistencia y gratuidad legal (CVHNT 2003b: 45). Por último, esta ley también crea el Instituto de Desarrollo Indígena, organismo destinado a centralizar las políticas del Estado dirigidas a la sociedad indígena. Su creación obedece a la necesidad de “promover el desarrollo de los indígenas, procurar la integración de los indígenas a la comunidad nacional, considerando su idiosincrasia y respetando sus costumbres” (Stavenhagen 1988: 68, citado en Ibíd.). En él se contemplaron planes de desarrollo agropecuario, becas de estudio y hogares estudiantiles. La vigencia de esta ley fue de corto aliento. A los seis meses de haberse promulgado sobrevino trágicamente el golpe de Estado.

Desde abajo y desde fuera de la política tradicional: el movimiento mapuche-campesino no institucionalista

67 En la formación del movimiento mapuche-campesino no institucionalista convergieron de manera paulatina una izquierda revolucionaria, que en términos ideológicos se ubicaría fuera de la DC y de UP, y las comunidades indígenas que adoptan la vía insurreccional. Dicha convergencia se habría producido a partir de un profundo diálogo al interior de las comunidades y también entre éstas y la izquierda revolucionaria, en especial con el MIR (Saavedra 2002; Alfaro 2011)28, para así lograr constituir una fuerte alianza.

68 Las movilizaciones de este sector, tomas, recuperaciones de tierra y otras, se desarrollaron en sucesivas oleadas con una fuerte tendencia hacia una escalada de violencia. Las autoridades de los gobiernos de Frei y Allende se sintieron presionadas a buscar mecanismos que permitieran administrar el conflicto, intentando encausarlo por la vía institucional. Estos esfuerzos fueron poco fructíferos, a pesar que el primero de

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ambos gobiernos hizo uso de la violencia de Estado en más de una oportunidad (El Diario Austral, 11 de julio, 1970: 7; Correa, Molina y Yáñez 2005: 118). Los terratenientes, por su lado, exigieron la acción policial y también respondieron a las movilizaciones con violencia, pues desenfundaron sus armas y organizaron “comités de retomas” para tomar la justicia por sus propias manos (Linfati 2003; Mallon 2004: 94-104).

69 Revisemos los hechos. Desde comienzos de la década del 60 la prensa venía informando sobres tomas de fundos por parte de mapuche (Revista Ercilla, 24 de diciembre, 1962; El Siglo, diciembre, 1963), lo que eran desalojados por Carabineros con armas de fuego. En uno de estos episodios muere, en mayo de 1963, una comunera en Cañete, María Silva Huenulao (El Siglo, 28 de mayo, 1963: 1). Como dijimos, en este primer momento tuvo activa participación la Federación Nacional Campesina e Indígena de Chile. De esta manera, la movilización se instalaba en la vía de los hechos concretos para la recuperación de tierras ocupadas “ilegalmente” por individuos no mapuche.

70 La situación se volverá aún más aguda pocos años después. Correa, Molina y Yáñez señalan que “las reivindicaciones de tierras por parte de comunidades mapuches se hacen sentir con más fuerza tan pronto se promulga la Ley de Reforma Agraria 16.640” (Correa, Molina y Yáñez 2005: 107). Recién dictada la Ley, la prensa local y nacional, sobre todos El Siglo, comienza a informar una cantidad significativa de tensiones en la zona mapuche. Las comunidades esperaban su aprobación para exigir respuesta a sus demandas históricas (Correa, Molina y Yáñez 2005: 107-108). A partir de esa fecha, irán apareciendo nuevas organizaciones del movimiento mapuche-campesino no institucionalista. La Comisión Verdad Histórica y Nuevo Trato, señala que los sectores movilizados defenderían dos argumentos que explicarían dichas acciones: “El primer argumento se relaciona con el contexto reivindicatorio propio de la reforma agraria, que consiste en detectar y expropiar las tierras abandonadas o subutilizadas; el segundo argumento gira en torno a las tierras que tienen carácter de usurpadas por parte de los terratenientes” (CVHNT 2003a: 405).

71 Entre 1967 y 1968 un grupo de comunidades mapuche se unen a la Confederación Nacional Campesina e Indígena de la Provincia de Malleco para iniciar un importante proceso de “recuperación de tierras” en Ercilla y Lumaco que comprometió, al menos, unos seis fundos (El Siglo, 23 de mayo, 1968: 7). El empleo de la fuerza policial, que en más de una ocasión provocó algunos heridos, comenzó a ser cada vez más habitual durante el gobierno de Frei y éste decide declarar el departamento de Collipulli como Zona de Emergencia, lo que implicaría la presencia permanente de Fuerzas Especiales de Carabineros, gracias a la aplicación del Estado de Excepción Constitucional (El Diario Austral, 11 de julio, 1970: 7; Correa, Molina y Yáñez 2005: 118). A pesar de la represión, por primera vez las comunidades movilizadas logran la expropiación de algunas tierras (El Diario Austral, 13 de abril, 1969: 3; 8 de agosto, 1969: 8).

72 Estos hechos también favorecieron la formación de la Cooperativa Lautaro de Lumaco, quien se uniría a la Confederación Campesina e Indígena Ranquil para cumplir, junto a otras organizaciones, un rol protagónico dentro de los sectores mapuche-campesinos movilizados en Malleco y Cautín (Correa, Molina y Yáñez 2005: 108-118). Pronto las movilizaciones se extendieron desde la parte norte de la provincia de Malleco a Lautaro y Nueva Imperial para seguir avanzar a otras zonas. En el mes de septiembre de 1968 en la comuna de Lautaro, la presión estatal se hace sentir contra dirigentes de comunidades mapuche adscritas a la Confederación Campesina e Indígena Ranquil. Emblemático es el caso de la familia Catalán Lincoleo, del sector Huerquerco, ubicado a 12 kilómetros de

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Lautaro, que demandaban tierras usurpadas por agricultores aledaños. “Las fuerzas policiales allanaron la vivienda de la familia Catalán Lincoleo, hicieron uso ilegítimo de la fuerza golpeando a menores y tomaron presos a miembros de las familias Catalán y Millalen, quienes fueron acusados de abigeato, sin que existieran pruebas que acreditaran su participación en los hechos que se le imputaban” (Ibíd.: 120).

73 Desde fines del gobierno Frei hasta el golpe de Estado, el naciente MCR impulsa en la provincia de Cautín un proceso de recuperación de tierras conocido como “corrida de cercos”. Éstas eran denominadas por sus promotores como “acciones directas”, destinadas a acelerar las transformaciones revolucionarias y recuperar las tierras usurpadas de los Títulos de Merced por parte de los terratenientes. Con ello se intentaba hacer justicia frente a las reclamaciones de tierras mapuche. En forma casi paralela a las corridas de cercos, el MCR impulsó en las comunidades otro tipo de acción: las “ocupaciones de fundos”, ya no para restablecer tierras usurpadas de los Títulos de Merced, sino para recuperar tierras ancestrales, no reconocidas en dichos títulos y que se encontraban dentro de los predios particulares colindantes. Junto al MCR, otras organizaciones también participaban de estas acciones29. Este nuevo accionar surge a fines del período demócrata cristiano, en las comunas de Lautaro y Loncoche (Ibíd.: 128). Durante 1969, las movilizaciones se extienden por gran parte de la provincia de Malleco y adquieren un carácter masivo y “revolucionario”. Aumentan las “corridas de cercos” y “ocupaciones de fundos” a cargo del MCR (Carvajal y Peralta 2006; Bengoa 2002: 117-148).

74 Frente a esta situación, el gobierno envió a la Región, en noviembre de 1969, al Ministro de Tierras y Colonización para resolver cada caso. Se estudió cada uno en particular para dar curso a la Ley de Reforma Agraria. Con ello se daba a entender que se desconocían las reivindicaciones mapuche y los Títulos de Merced. Ello sería confirmado en agosto de 1970 por el Intendente de Cautín, Silvius Pavissich, en declaraciones a la prensa, ya que sostuvo la imposibilidad de dar respuesta a tales reclamaciones (El Diario Austral, 12 de agosto, 1970: 1; Correa, Molina y Yáñez 2005: 126-131).

75 En síntesis, durante el gobierno de Eduardo Frei Montalva, por lo que se puede constatar en información que entrega El Diario Austral y El Siglo, las tomas en algunos casos eran respondidas mediante una política dual: represión policial y entrega de unas cuantas tierras a cooperativas y asentamientos campesinos; mientras que en otros casos, el Estado sólo respondió con represión (El Diario Austral, 31 de agosto, 1969: 11; 15 de diciembre, 1969: 15; 20 de febrero, 1970: 11; 11 de julio, 1970: 7; El Siglo, 25 de septiembre, 1968: 5). La entrega de tierras fue favorecida gracias a la aplicación de la Ley 16.640, pues se entregaron únicamente cuando los fundos excedían las 80 has. de riego básico, condición exigida para la expropiación de las tierras restantes y se favorecieron a las comunidades organizadas en cooperativas (Toledo 2006: 30-38; Correa, Molina y Yáñez 2005: 131). En suma, durante la Reforma Agraria de Frei, fueron restituidas a las comunidades unas 20.595,8 has (Correa, Molina y Yáñez 2005: 131).

76 Las movilizaciones se acentúan aún más en el gobierno de la UP. En la zona de Lautaro y Galvarino las corridas de cerco se reiniciaron y pronto hechos similares se repitieron en Loncoche, Cunco y otras zonas (Correa, Molina y Yáñez 2005: 140; Mallon 2004: 89-132; CVHNT 2003a: 406). Para fines de 1970, apenas había asumido Allende, las tierras tomadas superaban las 100 mil has. y seguían avanzando hasta las cercanías de Valdivia en un clima extremadamente tenso. En febrero de 1971 se constituía en Cunco el segundo Consejo Comunal Campesino, formado por campesinos mapuche y winka pobres. El caso más avanzado, se decía, de cooperativismo que se había realizado en esa comuna (Bengoa,

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2002: 151-152). El enfrentamiento de estos grupos con los propietarios organizados en “comités de retoma” provocaría más de una desgracia fatal (Bengoa 2002: 151; Correa, Molina y Yáñez 2005: 136-153; Linfati 2013; Mallon 2004: 94-104). Esta gran oleada de movilizaciones se conoce como Cautinazo (CVHNT 2003a: 406 y ss.).

77 Viendo las ocupaciones masivas de fundos, el gobierno de la UP hizo todos los esfuerzos para acelerar las expropiaciones y ampliar aún más los canales institucionales. Así, la política campesina del gobierno se expresó, en primer lugar, en una nueva iniciativa que buscaba la creación de organismos centrales del Poder Popular. Por ello, mediante el Decreto 214 se crean los Consejos Campesinos a nivel local y se constituye el Consejo Nacional Campesino, con el objeto de agilizar el desarrollo de la Reforma Agraria. Estas instancias “‘legales’, tendrían la responsabilidad de representar a los campesinos chilenos a través de sus organizaciones reconocidas a nivel nacional, entiéndase las confederaciones: ‘Ranquil’; ‘Triunfo Campesino’; ‘Libertad’; ‘Nacional de Cooperativas’ y la ‘de Asentamientos’” (Llanos 2009: 71). El 15 de enero de 1971, el Ministro Jacques Chonchol conformó en Temuco y por decreto, el Consejo Provincial Campesino, el cual pasaba a constituirse con dos representantes de las organizaciones recién señaladas. El presidente fue el democratacristiano Manuel Inzunza (Ibíd.).

78 Otra respuesta del gobierno al Cautinazo, se tradujo en el envío de un cuerpo amplio de representantes del Estado, encabezados por el Ministro de Agricultura Jacques Chonchol, a la ciudad de Temuco para resolver rápidamente la expropiación de los predios demandados. Así se ejecuta un Plan de Emergencia para Cautín, que comprendía una serie amplia de programas asistenciales30. A raíz del Cautinazo en los meses de enero y febrero de 1971, se restituyeron unas 13.416,2 has. a las comunidades mapuche de las tierras usurpadas (Correa, Molina y Yáñez 2005: 146-147). Este proceso también dio origen a la Comisión de Restitución de Tierras Usurpadas, dependiente del Instituto de Desarrollo Indígena. De esta forma las autoridades intentaban resolver el problema de la manera más efectiva y rápida posible, haciendo uso de los medios que entregaba la Ley de Reforma Agraria. Sin embargo, el gobierno estaba consciente que estos medios no eran suficientes para responder a las demandas indígenas, por ello de forma paralela se intentaba reformular la Ley Indígena. Por primera vez desde la Independencia, el Estado dejó su actitud atropelladora y tendió una mano amiga al mapuche (Salazar 2012: 123; CVHNT 2003a: 408).

79 Estos hechos marcaron un período que dejó en lo inmediato a lo menos tres resultados positivos para el movimiento mapuche: a) se logra una importante restitución de tierras; b) se produce un fortalecimiento organizacional del movimiento mapuche-campesino institucionalista gracias a la mediación de la Confederación Nacional Mapuche en la intervención estatal que vino a raíz del Cautinazo; y c) se logró agilizar la discusión del proyecto de Ley Indígena; la misma Confederación ejercerá una fuerte presión para cambiar la Ley 14.511, tan combatida por las comunidades porque perseguía su división (CVHNT 2003a: 409). Estas conquistas y la casi inexistente represión por parte las autoridades, fue interpretado por el movimiento mapuche-campesino como un escenario sociopolítico favorable a las reivindicaciones y pensó que podía “ir por más”. Las movilizaciones se detuvieron momentáneamente para reaparecer en los meses siguientes.

80 La constitución del Poder Popular oficial, propiciado por Allende con los Consejos Campesinos, fue inmediatamente desafiada por sectores de base campesina en la provincia de Cautín. El 16 de enero de 1971, se crea en la comuna de Lautaro el primer Consejo Comunal Campesino nacido al alero del MIR, “desde las bases” (como se decía),

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sin esperar el reconocimiento legal o la firma de ministros. En los días posteriores se constituyeron consejos en otras comunas. La participación de campesinos mapuche era importante en estas organizaciones31.

81 Paralelamente se empiezan a desarrollar tareas de tipo militar, aunque bastante precarias. Estos eran los Grupos Político-Militares (GPM), una idea que venía de los mirista de Santiago. José Peralta (seudónimo de Gustavo Marín como militante del MIR, Secretario del Comité Regional en Malleco y Cautín entre 1970 y 1973) en uno de sus testimonios, indica que “había grupos que se enfrentaban en defensa personal, otros que realizaban escondites para la fabricación de armamento casero. Había una cierta compartimentación, clandestinización, pero no era realmente de calidad” (Peralta 2006: 81). Uno de los problemas que afectó su funcionamiento, fue que la poca fuerza con que contaban se debía dividir entre las tareas políticas y las militares, “organizando fuerzas más bien artesanales, preparando una revolución por venir” (Ibíd.).

82 A simple vista parecía que los esfuerzos históricos del gobierno (en medio de la resistencia de la oposición conservadora y de la izquierda más extrema) estaban dando resultados positivos según lo previsto en su Programa, pero, en realidad, la situación se estaba reconfigurando, tanto por parte de la oligarquía como por parte de los sectores revolucionarios fuera de la UP.

83 Pocos meses después de la puesta en marcha del Plan de Contingencia, nuevamente la Araucanía parecía un polvorín a punto de estallar. Militantes del Partido Comunista Revolucionario (facción política de inspiración maoísta), se organizaron para formar el Movimiento Revolucionario Ñetuain Mapu (Correa, Molina y Yáñez 2005: 149-153; Bengoa 2002: 151). Este se extendió rápidamente, abarcando Cunco, Freire, Nueva Imperial, Carahue y Puerto Saavedra, desde fines 1971 hasta el golpe de Estado (Steenland 1977: 114, citado en Correa, Molina y Yáñez 2005: 149). El Ñetuain Mapu vino a sumarse a las actividades del MCR, que había impulsado una nueva campaña de recuperación de tierras a mediados del mismo año. El movimiento fue de tal magnitud, que durante 1971 se registraron 1278 ocupaciones de tierra (Ibíd.: 148). El gobierno dobló sus esfuerzos, prefiriendo el diálogo con las comunidades en vez del envío de la fuerza pública (como había ocurrido durante el gobierno de Frei). En un acuerdo logró que el MCR devolviera algunos fundos, en tanto la CORA, por medio de la Comisión de Restitución de Tierras Usurpadas, se comprometía en estudiar la expropiación de los predios en el año próximo32 . Como el Presidente desestimó el envío de la fuerza pública y privilegió el diálogo, las organizaciones patronales nuevamente actuaron, causando la muerte de dos mapuche y varios heridos (El Diario Austral, 2 de enero, 1972: 11; 3 de abril, 1973:7).

84 A fines de 1971, casi todas las tierras usurpadas a los mapuche de los Títulos de Merced ya habían sido devueltas. A pesar de ello, la voluntad de la UP por restituir tierras se hizo presente nuevamente con la firma del Convenio CORA-DASIN, cuyo objetivo era agilizar las expropiaciones a favor de comunidades mapuche (Órdenes 2014: 66). En medio de este contexto se aprobó la Nueva Ley Indígena, en agosto de 1972.

85 En suma, durante el proceso de Reforma Agraria llevado a cabo por la Unidad Popular (entre 1971 y el 11 de septiembre de 1973), se expropiaron en la Araucanía 574 predios, con una superficie de 636.288,3 has. Las tierras expropiadas a favor de comunidades mapuche o con participación mapuche fueron 137; unas 129.420,88 has. físicas; equivalentes a 11.280,04 has. de riego básico. Se restituyeron tierras consideradas usurpadas de los Títulos de Merced y también tierras reivindicadas como territorio

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ancestral. Éstas se hicieron casi en su totalidad en las comunas de Malleco y Cautín (Correa, Molina y Yáñez 2005: 214).

Reflexiones finales

86 A fines de la década de 1930, las etites políticas y empresariales llegan al consenso de que el campesinado debía ser postergado de las conquistas obreras urbanas si se pretendía alcanzar el programa de industrialización que llevaba a delante el Frente Popular. Tras un acuerdo entre el espectro multipartidista, el gobierno del Frente Popular y la SNA, el campesinado en general debió pagar duramente los costos de la industrialización urbana, lo que se tradujo en su exclusión sociopolítica, el estancamiento de sus condiciones laborales y represión en contra de aquellos, mapuche y no mapuche, que intentaron sindicalizarse o movilizarse abiertamente.

87 A partir de 1958 y con notoriedad en el gobierno de Frei, la situación comenzará a cambiar para el campesinado chileno en general. Los primeros cambios de inclusión ciudadana que afectarían significativamente, entre otros, a los campesinos, fueron la nueva Ley de Reforma Electoral (que permitió el voto a los analfabetos y puso trabas al cohecho con la implementación de urnas secretas) y la derogación de la Ley de Defensa Permanente a la Democracia. Luego, en el marco del corpus legal que acompañaría la profundización de la Reforma Agraria, junto a una serie de programas asistenciales que intentaron modernizar el campo y estimularon la formación de cooperativas campesinas, en 1967 se dictan la Ley de Reforma Constitucional, que puso fin al derecho de protección constitucional a la propiedad privaba, la Ley de Sindicalización Campesina y al nueva Ley de Reforma Agraria. Estas reformas del Estado ampliaron la democracia ciudadana- electoral, afectando positivamente la inclusión, por primera vez, de parte considerable del campesinado en la vida política-ciudadana y en los procesos electorales, librándolos de las intervenciones patronales y dándoles la capacidad de constituir organización social. Además, tales reformas trajeron una ampliación en cuanto a la democratización de la propiedad privada, al permitir la distribución del latifundio entre el minifundio y los no propietarios. Con estos cambios se transforma el sistema de partidos en desmedro de la derecha y se desestabiliza el pacto de dominación que ayudó a sostener al Estado subsidiario, a costa de la exclusión ciudadana y de la propiedad de la tierra que tanto perjudicó al campesinado.

88 Con el gobierno de la Unidad Popular vino una segunda etapa de ampliación democrática, también tanto en lo que respecta a la democracia ciudadana como a la democratización de la propiedad privada, ya que se dicta una nueva Ley de Reforma Constitucional, que permitiría agilizar las expropiaciones, afectando también la propiedad urbana. Así mismo, aumentaron los programas asistenciales de Reforma Agraria, estimulando aún más la sindicalización campesina.

89 Junto a las trasformaciones del Estado, se produjeron cambios muy relevantes en el plano ideológico tras la Revolución Cubana, entre ellos, el surgimiento de la Nueva Izquierda Latinoamericana, la formación de tendencias de izquierda revolucionaria que causaron divisiones en los partidos de centro y de la izquierda tradicional y el estallido del movimiento universitario.

90 Así, con la Reforma Agraria y los cambios en el plano ideológico, se fue constituyendo una Estructura de Oportunidades Políticas que creó el ambiente político y social propicio para el

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desarrollo de los movimientos campesino y mapuche y, además, para la constitución de la alianza entre ambos, que cristalizará en el estallido del movimiento mapuche-campesino. Aunque las historias, situación social y demandas específicas de ambos movimientos eran muy distintas, éstos se unirían como “clase campesina” en su interés común de repartir el latifundio. En esta alianza el movimiento mapuche-campesino capitalizó y agenció los recursos sociales y políticos que ofreció la fuerza social que movilizaba, por un lado, la nueva izquierda revolucionaria y, por otro, el propio Estado con la formación de sindicatos mapuche-campesinos al alero de los partidos.

91 Las organizaciones mapuche-campesinas que nacieron al amparo de los sindicaros, pasaron a constituir el ala institucionalista del movimiento, en tanto que el sector que surge entre las organizaciones mapuche y las organizaciones de la izquierda más revolucionaria (autoexcluida de los sindicatos), como el MIR, pasó a constituir el ala no institucionalista del movimiento mapuche-campesino. En este marco, por ejemplo, surge el MCR. Lo interesante, es que las organizaciones institucionalistas buscan instalar en el debate que abre la Reforma Agraria, la transformación del Estado a favor de sus demandas. Para el caso de los mapuche, estimaron útil y necesaria la instrumentalización de los partidos y del movimiento campesino no mapuche, a fin de alcanzar conquistas de gran envergadura para la reivindicación del su pueblo y territorio. Esto implicaba, modificar la estructura del Estado y el régimen de propiedad privada y, con ello, las relaciones de dominación Estado-pueblo mapuche que habían cruzado la historia. Por esta razón, estas instituciones se movilizaron como agentes intermediarios, permitiendo a las comunidades mapuche, a través de los partidos y sindicatos, construir puentes jurídicamente válidos ante el Estado. Por su parte, el movimiento no institucionalista creyó oportuno buscar la forma de generar condiciones para avanzar hacia la creación de una sociedad socialista, conformada por mapuche y no mapuche. En este proyecto, fueron considerados como prescindibles, e incluso hostiles, los sindicatos y el sistema de partidos, ya que representaban organismos institucionales de la “democracia burguesa”.

92 Por último, es pertinente preguntarnos hasta dónde la profundización democrática puede transformarse en la constitución de una EOP favorable al conflicto social, de tal manera que estallen las contradicciones sociales y exclusiones históricas que afectan a los sujetos, como fue el caso del movimiento mapuche-campesino. En la década del 70, distintos autores de diversas tendencias (Wolfe 1977; Pateman 1970; Habermas 1975; Offe 1972, Crozier et al. 1975), sostuvieron que la ampliación democrática dentro de estados liberales, abría un espacio suficiente para que estallen las contradicciones del modelo capitalista, provocando tensiones entre el capitalismo, el régimen democrático y los sectores excluidos de los avances de la modernidad33; en otras palabras, la democracia permitiría el aumento de la inestabilidad social, haciendo que los regímenes democráticos sean difíciles de gobernar34. Más recientemente Salazar, siguiendo a Samuel Huntington (uno de los miembros de la Comisión Trilateral), escribió: “Poca democracia asegura la gobernabilidad; mucha, la inestabiliza” (Salazar 1998: 300).

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Prensa

El Diario Austral.

El Siglo.

Revista Ercilla.

NOTAS

1. Una mirada distinta al fenómeno nos entrega Heidi Tinsman (2009), utilizando el enfoque de género. 2. Al respecto y si se quiere revisar a los investigadores mapuche, ver algunos dos textos que se han vuelto bibliografía fundamental: Martín Correa y Eduardo Mella (2009), El territorio mapuche de Malleco: Las razones del illkun/enojo. Memoria, despojo y criminalización en el territorio mapuche de Malleco; Martín Correa; Raúl Molina y Nancy Yáñez (2005), La Reforma Agraria y las tierras mapuches. Chile 1962-1975. 3. Quienes siguen esa lectura sobre la Corporación, particularmente respecto a su presidente Venancio Coñoepan, han obstaculizado un conocimiento más amplio sobre el movimiento mapuche “de derecha”, al tildarlo únicamente como “latifundista”. Sin embargo, el CDEM-Liwen desarrolló otra perspectiva de la trayectoria política de Venancio Coñoepan y la Corporación Araucana, reconsiderando sus intenciones y propuestas, al parecer, más comprometidas con la búsqueda de espacios de autonomía administrativa mapuche (Ancán 2012). 4. Una de las características más importantes de los movimientos indígenas, es la construcción de una memoria histórica antigua y muy arraigada. Para el caso del movimiento mapuche, ésta no tiene comparación a la del resto de los grupos históricamente oprimidos en Chile. La memoria histórica del pueblo mapuche se transmite de forma ancestral, por lo que pertenece al patrimonio inmaterial de su cultura. El movimiento mapuche interpela constantemente la memoria en una construcción constante de su propia inteligibilidad y la del “otro” (Toledo 2007). Las diversas estrategias y proyectos históricos –entiéndase también diversos tipos de organizaciones-, surgen, precisamente, de las lecturas y conclusiones que los sujetos formulan en una tensión continua entre pasado y presente. En la cultura mapuche, memoria y territorio son dos elementos inseparables del rakizuam, por ello, la memoria se convierte en un elemento clave para el movimiento en tres aspectos: en primer lugar, se encuentra en el centro de lo que implica la supervivencia étnico-cultural; en segundo lugar, sirve de escuela para el aprendizaje político que genera el movimiento; y, en tercer lugar, es vital en la reproducción de la conciencia “de sí” y “para sí” que mueve a sus militantes. En el último tiempo han contribuido a la reconstrucción de esta memoria diversos intelectuales, en especial mapuche. 5. Bengoa (1985 y 2002), Foerster y Montecinos (1988), Mallon (2004), Toledo (2006), Correa, Molina y Yáñez (2005), Correa y Mella (2009), entre otros, no dejan de reconocer los lazos que el movimiento mapuche construyó con los partidos de izquierda tradicional y con el movimiento de la Nueva Izquierda Latinoamericana durante el período de la Reforma Agraria, cuestión que se repetirá en la década de los 80. 6. Una de las características de los movimientos sociales casi sin excepción, es que suelen experimentar divisionismos internos, según los diversos programas, proyectos e intereses de los sujetos que los componen. El movimiento mapuche y el campesino nunca han sido la excepción (Tricot 2013). En ellos se aprecian distintos proyectos, programas, estrategias y formas de relacionarse con el Estado y la sociedad chilena, según cada organización y comunidad.

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7. La mayor cantidad de litigios por usurpaciones de tierras indígenas proviene de las comunidades divididas por las leyes de 1927 y 1931. Al dividirse las comunidades y otorgarse títulos individuales de dominio, se produjeron ventas fraudulentas bajo presión, arriendos transformados en compra-venta y otros latrocinios. “Las comunidades divididas de la Provincia de Arauco y Malleco son actualmente las que tiene mayores conflictos de esta naturaleza. Además, no se cumplió con el objetivo que los defensores de las divisiones señalaban: superar la pobreza de los indígenas que viven en comunidades” (CVHNT 2003a: 407). 8. Sobre estos temas existe abundante literatura; ver, por ejemplo: José Bengoa (1985); Jorge Pinto (2002), “Epílogo”; José Bengoa (2002); Alejandro Saavedra (2002), capítulos Uno al Cinco; Informe de la Comisión Verdad Histórica y Nuevo Trato a los Pueblos Indígenas (2003); Martín Correa, Raúl Molina y Nancy Yáñez (2005); Mariman P. et al, (2006); Martín Correa y Eduardo Mella (2009), entre otros. 9. En el caso particular del PC, recordemos que su compromiso casi irrenunciable con las directrices del Komintern en distintas partes de América Latina, lo aisló del campesinado e impidió construir proyectos de intervención como en el caso de los trabajadores urbanos, debido a que los campesino no eran considerados propiamente como proletarios (Angell 1997: 76-95). 10. El Censo de 1930 registró un 50,6% de población rural. En las provincias del sur esa cifra aumentaba: 71,4% en Biobío, 73,7% en Cautín, 67,4% en Valdivia, 83,5% en Chiloé y 78,9% en Aysén (Censo 1930: 51-55). Para el Censo de 1960 la migración campo-cuidad había provocado que la población rural descienda al 31,8%. En las provincias del sur esa disminución estaba levemente por debajo de la media nacional. En Arauco la población rural fue de un 64,2%, en Biobío 62,8%, en Malleco 55%, en Cautín 61,2%, en Valdivia 56%, Osorno 53,8%, en Llanquihue 58%, en Chiloé 77,8%, y Aysén 47,1% (Censo 1960: 123). 11. Loveman, en El campesino chileno le escribe a su excelencia (1971), presenta una cantidad impresionante de cartas de campesinos del centro, sur y sur-austral dirigidas los presidentes de la República, desde el gobierno de Pedro Aguirre Cerda (1938-1941) hasta el de Frei Montalva, con demandas laborales contra los terratenientes. Entre las materias se encuentran el no pago de salarios y leyes sociales, reclamos por aumentos salariales y malos tratos a los trabajadores y sus familias. Los presidentes, en muchos casos, remitieron las demandas al inspector del trabajo de cada departamento. No deja de ser interesante que entre los remitentes figuren incluso trabajadores de sectores muy aislados del extremo sur, la Araucanía y otras zonas, lo que indica que encontraron la manera de hacer oír sus demandas a la máxima autoridad del país, aunque no lograron soluciones definitivas. Así las cosas, la supuesta subordinación del campesinado al paternalismo del patrón, no sería más que una imagen errónea de sumisión y estancamiento por parte de un campesinado también supuestamente clientelar. Sostenemos que tal subordinación no debe extrapolarse a todo el campesinado, sino más bien, a las capas superiores del inquilinaje, aquellos que en la Reforma Agraria se mostraron, como señalaban los terratenientes, “contentos con el patrón” (Órdenes y Díaz-Diego 2015). José Bengoa cambiará más tarde su postura inicial respecto al campesinado en El poder y la subordinación. Historia social de la agricultura chilena, Tomo I (1988), sostiene que fueron los partidos políticos y movimientos urbanos quienes provocaron los cambios modernizantes en el campo en el contexto de la Reforma Agraria. Su tesis principal indica por un siglo y medio luego de la Independencia, los sectores campesinos mostraron obediencia ciega al patrón, quienes controlaban no sólo al inquilinaje sino también los pueblos pequeños y al Estado. La sobre valoración de ciertos fenómenos de la tradición campesina, como el clientelismo, impiden a Bengoa considerar los mecanismos de resistencia de la mano de obra rural para hacer frente a la exclusión sociopolítica que hemos explicado. Por otro lado, también no deja de ser interesante que las mismas demandas sociales de los trabajadores rurales del valle central, aquejaban a los de La Araucanía. 12. La zona precordillerana del sur de Chile había experimentado desde principios del siglo XX una elevada presión por el desequilibrado reparto de las tierras y las difíciles condiciones de vida

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de las comunidades mapuche y los campesinos más pobres que, en el invierno de 1934, originó el levantamiento y posterior masacre de Ránquil, un sector rural del municipio de Lonquimay (actual provincia de Malleco, IX región de La Araucanía) en el que campesinos, habitantes mapuche y obreros de los lavaderos de oro terminaron organizando una revuelta social después de que los distintos poderes del Estado y empresas de la zona, como la Sociedad Puelma Tupper, desoyeran sus peticiones de mejoras salariales para unos y acceso a tierras de trabajo para otros. El cuerpo de Carabineros y las Milicias Republicanas terminaron aplastando violentamente la revuelta en julio de aquel año (Uliánova 2003) 13. La pobreza campesina se encontraba bien constatada en uno de los diagnósticos avalaron la profundización de la Reforma Agraria. Como parte de los compromisos adquiridos por el Estado chileno en el marco de la Alianza Para el Progreso, tras la firma de la Carta de Punta del Este (1961), el Comité Interamericano de Desarrollo Agrícola (CIDA), elabora a petición del Gobierno de Chile un informe titulado, Chile: Tenencia de la Tierra y Desarrollo Socioeconómico del Sector Agrícola (1966), en él se efectuó un acucioso estudio de la estructura de la tierra en el sur del país y se comprobó las condiciones en que vivían los campesinos pobres, por lo que sugirió algunos lineamentos generales para una nueva etapa de reforma en la tenencia de la tierra. Bengoa indica que, “las explotaciones con más de 200 hectáreas equivalían al 11% de las exportaciones del país y controlaban el 88% de la tierra. En la Zona Central esta situación era aún más grave, un 8% de las explotaciones controlaba el 80% de la tierra. Junto a la concentración se encontraba la fragmentación del minifundio. En 1965 según el censo nacional agropecuario existen 730 explotaciones agropecuarias de una extensión superior a las 5.000 hectáreas físicas. Estas explotaciones contenían más de 10 millones hectáreas agrícolas, esto es, casi un 50% de las tierras agrícolas del país. Para comprender estas cifras digamos que el total de la superficie agrícola del país es de 20.400.000 de hectáreas y los casi 300 mil mapuches del sur de Chile por ejemplo, viven en menos de 500 mil hectáreas. Junto a ellas coexistían ligadas funcionalmente miles de pequeñas propiedades, 45.233 propiedades menores de una hectárea, 156.769 propiedades de menos de 10 hectáreas” (Bengoa 1983: 25-26). 14. El programa social de la DC, influido por las ideas del sacerdote jesuita Roger Vekemans, se planteó la política de “promoción popular” como estrategia para erradicar la marginación social y la pobreza (Goicovic 2000: 113; Gazmuri 2000). En él integraba la tradición estatista de las décadas del cuarenta y cincuenta, con la reivindicación de justicia social propia del pensamiento católico (el comunitarismo) y las propuestas reformistas de la Alianza para el Progreso. Chilenización del cobre, Reforma Agraria, promoción de la educación y la salud, eran los puntos sobresalientes de un programa que se ajustaba a las propuestas ampliamente difundidas por la CEPAL. La oposición de izquierdas (liderada por Allende en las elecciones del 64) también recogía muchas de estos cambios, aunque en una versión más radicalizada. El programa de la DC, como señala Gazmuri, “tenía el mérito inmediato de sonar atractivo, y el inconveniente de largo plazo de ser algo indefinido y difícil de traducir en prácticas e instituciones operantes” (citado en Romero 2003: 3). La diferencia que Frei marcó insistentemente, es que la DC haría una “Revolución en Libertad”, lejos de la “dictadura marxista”. Esto atrajo a los jóvenes revolucionarios y cristianos, ese antimarxismo convirtió a la Democracia Cristiana en la menos mala de las alternativas para el tercio de votantes de la derecha (Gazmuri, 2000). 15. Sobre la matriz estatal-nacional-popular, ver Manuel Antonio Garretón, et. al. América Latina en el siglo XXI. Hacia una nueva matriz sociopolítica, Capítulos I y II. pp. 15-38. 16. Es bien sabido que la Reforma Agraria no contempló inicialmente el problema mapuche, ya que se entendía la que superación de la pobreza del sector pasaba por la solución del problema campesino en su conjunto. Sobre legislación de Reforma Agraria ver Huerta (1989: 204 y 277) y Correa, Molina y Yáñez (2005: 71-89). 17. A mediados de los años 60 el sistema de partidos sufrió cambios significativos, dado los rápidos éxitos electorales de la DC en los años que siguieron a su fundación en 1957, que

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marginaron en gran medida a los sectores conservadores. Entre fines de los 50 y 60, la DC se convirtió en el partido chileno con la mayor proporción de votos en el siglo XX, en tanto que la izquierda fue el único segmento que retuvo y hasta incrementó levemente su proporción de votos durante los años del ascenso de la DC. Las cifras son elocuentes: en las elecciones a la cámara baja en 1957, la Falange y los conservadores social cristianos obtuvieron solo un 13,2% de votos, pero en las elecciones subsiguientes, también parlamentarias, de 1965, la DC alcanzó un 43,6%. Aunque esa cifra bajó en 1969 a un valor no despreciable de 29,8%, el presidente Frei contó con un gran apoyo en el Senado durante los años de mayores reformas estructurales de su gobierno (Valenzuela 1995: 55-57). 18. Ver la discusión que Gómez Leyton hace sobre este tema en, “¿Chile, un país democrático? Un modelo para su análisis histórico-político”, en La frontera de la democracia: el derecho de propiedad en Chile, 1925-1973, 2004: 15-50. 19. Sobre este tema ver un par autores que hemos citando: Foerster y Montecino (1988) y Caniuqueo (2006). 20. El primer diputado fue Francisco Melivilu por el Partido Demócrata, elegido 1924; luego Manuel Manquilef, por el Partido Liberal en 1926; en 1933 Arturo Huenchullán, por el Partido Demócrata; en 1945, 1949 y 1968, es elegido Venancio Coñuepan (quien en 1938 fundó la Corporación Araucana), por el Partido Conservador; en 1953, José Cayupi y Esteban Romero, por el Partido Nacional Cristiano y apoyados por la Corporación Araucana; y en 1973, Rosendo Huenumán, por el Partido Comunista. Sería muy extenso detenernos en este punto, pero, vale la pena hacer un paréntesis para revisar brevemente, a modo de ilustración, la biografía política de Rosendo Huenumán, el último diputado mapuche de la lista. Rosendo Huenumán García es parte de una historia del pueblo mapuche poco explorada. Nació en Hueñalihuén, comuna de Puerto Saavedra, en 1935. Comenzó a trabajar siendo niño. A los 12 años llegó a Temuco como mozo de la familia de un empresario local. Cursó estudios primarios en una escuela nocturna, para luego emigrar a Concepción con el sueño de convertirse en profesor. Trabajando en Lota como minero del carbón conoció la “explotación del hombre por el hombre”. De regreso a su hogar, su comunidad natal fue una de las primeras en iniciar un proceso de recuperación de tierras, previo a la Reforma Agraria. Fueron duramente reprimidos por el gobierno de Jorge Alessandri; pese a ello, “mostraron un camino a seguir” (Cayuqueo 2008). Bajo el gobierno de Frei, participó activamente en la sindicalización campesina, transformándose en un respetado líder mapuche. Durante la Unidad Popular, fue presidente de la Federación Campesina Luis Emilio Recabarren y dirigente de la Federación Campesina e Indígena Ranquil. En 1973, aliado al Partido Comunista, fue elegido diputado por Cautín con la primera mayoría y participó en la Comisión de Agricultura y Colonización de la Cámara de Diputados hasta la disolución del Parlamento por la dictadura. El diputado “había llegado al Parlamento a representar las demandas históricas de su pueblo. Su atrevimiento lo pagó con persecución y largos años de exilio, salvando incluso de la muerte cuando los militares -equivocadamente- asesinaron a otro mapuche con su mismo apellido”. Huenumán no puede ser identificado como un militante “tradicional” del PC. Como señala en una entrevista que le realiza Cayuqueo, su unión con el PC representó más bien una alianza política que un compromiso ideológico. Sus metas estaban más allá de aquellas que había planteado el Partido para la Reforma Agraria. Tan indigenista como comprometido con las clases populares, entendía que la Reforma Agraria era tan necesaria para el campesino como para la reivindicación del pueblo mapuche. Desde su punto de vista, ambas cosas eran perfectamente compatibles (Cayuqueo 2008). 21. Dichos Juzgados verán las causas de usurpación de tierras, las solicitudes de radicación, autorizarán la división de las comunidades y la venta de esas tierras. En estas divisiones se encuentra el origen de parte importante de los conflictos de tierras que perduran hasta hoy en día. La Comisión Verdad Histórica y Nuevo Trato, indica que estos Juzgados anularon los Títulos de Merced, facilitaron la división de las tierras y su posesión a los particulares no indígenas.

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Además, generalmente no atendieron a favor de los indígenas las causas reivindicatorias (CVHNT 2003a: 49-50). 22. La Dirección tenía por objeto modernizar la producción de las tierras comunitarias. Con ella se crea también un modesto Programa de Becas para Estudiantes Indígenas y un sistema, también modesto, de créditos financiado por el Banco del Estado, la Caja Central de Indígenas. 23. La Ley va tener vigencia durante toda la década del sesenta. Estrictamente integracionista, tratará de implementar la división de las comunidades, a la vez que intentará resolver la necesidad de crear unidades económicas viables en el campo. 24. Sostenemos que dicho apoyo obedecía a que la Corporación creyó que esta sería la única manera de dar solución a algunas de sus demandas, entre ellas, poner fin la división de las tierras comunitarias. Primero se unió a Carlos Ibáñez del Campo apoyándolo desde su candidatura y luego hizo lo mismo con Jorge Alessandri Rodríguez (Bengoa 2002: 95-116; Foerster y Montecino 1988: 291-296). Esta alianza, que no debe entenderse necesariamente como “derechista” (como algunos sostienen), fue más bien una estrategia política que permitió al movimiento alcanzar algunas conquistas, como la creación del DASIN y los primeros programas de becas y créditos para indígenas. Estas políticas fueron instituidas gracias a los esfuerzos del diputado mapuche e histórico presidente de la Corporación Araucana Venancio Coñuepán, del Partido Conservador. En su calidad de político influyente, Coñuepán ejerció una constante presión para que se atendieran las demandas mapuche, pues creyó que la mejor manera de alcanzar algunas reformas tendientes a superar la situación mapuche, era cambiando el Estado “desde dentro”. La Corporación Araucana siempre resistió la división de las comunidades, pese a su alianza con la derecha (Bengoa 2002: 114). El propio Coñuepan, dice Bengoa, “afirmaba que para lograr las conquistas araucanas había que aliarse con los que tenían el poder en forma directa. Entendía así la alianza con la derecha. Otros dirigentes señalan que era sólo instrumental la relación con el Partido Conservador, o con el Agrario Laborista o con el ibañismo, después. Que siempre ellos fueron a las elecciones como Corporación Araucana” (Bengoa 2002: 113). Sobre esta discusión ver también: Hernández 2003: 241-242. 25. Esta atomización se aprecia en la disgregación de las fuerzas indígenas para enfrentar las elecciones de regidores, diputados y senadores. “Por ejemplo, en 1963 se presentaron más de 40 candidato mapuche, de todas las tendencias políticas, para ocupar cargos en los municipios. Con ello, el divisionismo se asentaba plenamente en el mundo indígena (cuestión que evitó con éxito la Corporación Araucana en las décadas de 1940 y 1950)” (Foerster y Montecino1988: 286). 26. En enero de 1969 se reunió el Ministro de Tierras y Colonización con 200 dirigentes mapuche en el Teatro Municipal de Temuco, con objeto de tratar la reforma a la Ley Indígena (El Diario Austral, 18 de enero, 1969: 8). La reunión derivó en la formación del Comité Mapuche. El Comité quedo compuesto por un grupo de mapuche encargados de evaluar la propuesta de ley, para entregar la opinión del sector mapuche al gobierno (El Diario Austral, 16 de febrero, 1969: 9). En estas actividades participó activamente la Confederación de Sociedades Mapuches, quien se encontraba bien ligada a los partidos y organizaciones mapuche de izquierda (Ibíd.) Sobre este proceso, ver uno de los textos que hemos venido citando: Correa, Molina y Yáñez (2005), La Reforma Agraria y las tierras mapuches. Chile 1962-1975¸ “La inoperancia de los Juzgados de Indios y la discusión de una Nueva Ley Indígena”, pp. 121-126. 27. El Programa de Gobierno de la Unidad Popular planteó la profundización de la Reforma Agraria y fue el único que en la elección presidencial de 1970, prometió hacerse cargo de la problemática mapuche, pues se comprometió a “la defensa de la integridad y ampliación y asegurar la dirección democrática de las comunidades indígenas, amenazadas por la usurpación, y que al pueblo mapuche y demás indígenas se les asegure tierras suficientes y asistencia técnica y crediticia apropiadas” (Unidad Popular: 23, citado en Correa, Molina y Yáñez 2005: 137). 28. Los autores citados dejan muy claro este punto, así también los testimonios orales (Carvajal y Peralta 2006). Señalan que el MCR surge a partir de un encuentro entre el MIR y algunas

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comunidades de Cautín, entre 1968 y 1969. Pronto extiende por diversas zonas del sur, la mayoría de sus líderes, como Alejandro Manque, Dirigente Nacional, fueron mapuche. Este encuentro habría sido motivado por la propia pobreza y la memoria histórica de la usurpación, más que por cuestiones ideológicas que los mapuche, al contrario de los miristas, poco conocían. Como señalamos, esto en ninguna manera convierte a los mapuche en “masa de maniobra” del MIR o de la UP, como sostiene cierto discurso de la derecha (Mallon 2004: 89-132). 29. Bengoa (2002) cita el siguiente comunicado de prensa “La Asociación de Pequeños Agricultores de Loncoche que agrupa a más de 1.800 campesinos organizados en 37 Comités, quiere comunicar a todos sus asociados que hemos acompañado a las comunidades mapuches de Pérez Molfinqueo y Francisco Briseño en la acción de corridas de cerco para recuperación de las tierras usurpadas”. Agregaba más adelante que “esta acción se ha realizado por la tramitación de más de 30 años por parte de los Tribunales de Justicia y para recuperar más de 120 hectáreas de tierras que a pesar de pertenecerles según consta en Actas de la Comisión de Títulos de Merced a Indígenas de fecha 5 de mayo de 1913, se encontraba en manos de particulares. El principal usurpador de la tierra después de la entrega de los Títulos de Merced a las comunidades mapuches fue Elías Montecinos, quien arrebató la tierra violentamente en un hecho que resultó sangriento (p. 128). 30. En dicho Plan se incluían medidas de activación económica destinadas a generar empleos, como el mejoramiento de caminos, construcción de bodegas para cereales, fábricas de cecinas y otras construcciones. En lo que se refiere al agro, se abrieron poderes compradores de madera para poner en marcha 50 aserraderos, y se implementó el plan de forestación de 4.800 hectáreas en convenio entre la Corporación de Reforestación y la Corporación de Reforma Agraria. Esta última actividad dará paso a la reforestación de numerosos asentamientos mapuches, formados en predios expropiados. Con esas medidas el gobierno de Salvador Allende deseaba enfrentar la situación deprimida de la región (Correa, Molina y Yáñez 2005: 144). 31. Señala José Peralta: “En Cautín empezamos a organizar los Consejos Comunales Campesinos pero en lugar de limitarnos a una reagrupación de sindicatos y cooperativas ya existentes, lanzamos la elección democrática, por debajo de los Consejos. Nos encontramos con la oposición de los comunistas, socialistas y democratacristianos porque controlaban burocráticamente los sindicatos. Los líderes del MCR ganaban las elecciones de los Consejos Comunales, pero los partidos de la UP empezaron a frenar ese proceso” (Peralta 2006: 81). 32. Las tareas asumidas por la Comisión de Restitución de Tierras Usurpadas se relacionaban con la remensura de los Títulos de Merced, acción destinada a respetar la integridad del título. Para estos efectos la Comisión realizó numerosos peritajes durante todo el año 1971, en los terrenos ocupados por comunidades mapuches, a fin de verificar los fundamentos en virtud de los cuales éstas alegaban que el fundo particular les tenía tierras usurpadas (Correa, Molina y Yáñez 2005: 159). El gobierno focalizó el trabajo de la Comisión en las comunas que presentaban mayores conflictos de recuperación de tierras mapuche, Lautaro, Imperial y Loncoche, en Cautín, y en la comuna de Panguipulli, en la provincia de Valdivia. Otra comisión actuó en Temuco, y se formó una ‘Comisión Móvil’ para resolver los conflictos de tierra de las comunidades de Bío Bío, Arauco y Malleco, todos casos en los que se procedería a remensurar las tierras han sido usurpadas o sustraídas ilegalmente del patrimonio mapuche (Ibíd.: 159-160). 33. Paradigmático resulta en este sentido el Informe de la Comisión Trilateral en cuanto al diagnóstico que realiza de los factores generadores de ingobernabilidad en las sociedades avanzadas (Crozier et al. 1975). Según los autores del Informe, uno de los mayores factores de ingobernabilidad lo constituye el aumento de las demandas y de la participación social y política experimentado en el siglo XX hasta la década de los 60. Por tal motivo, proponen como vía alternativa la reducción de los mecanismos y canales democráticos que promueven la participación y la demanda social. 34. Ver más detalladamente sobre esta discusión teórica en Órdenes 2014: 25-30.

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RESÚMENES

En este artículo explicamos las condiciones sociopolíticas que favorecieron la alianza entre el movimiento mapuche y el campesino, y el consecuente estallido del movimiento social mapuche- campesino en la Araucanía durante la Reforma Agraria. En segundo lugar, también explicamos el desarrollo de los sectores y tipos de movilización que dividieron al movimiento. Sostenemos que a partir de 1958 hasta el golpe de Estado, existieron condiciones objetivas que catalizaron el conflicto mapuche-campesino, permitiendo a los sujetos implementar nuevas estrategias de movilización. Estas condiciones se estructuraron a partir de la ampliación democrática que surgió con la dictación de la Ley de Reforma Electoral y del corpus legal que profundizó la Reforma Agraria en 1967, en el gobierno de Frei Montalva y luego en el de Allende, a lo que se sumaría el apoyo brindado al movimiento por la izquierda revolucionaria y los partidos. Ello permitió la conformación de lo que se conoce como una Estructura de Oportunidades Políticas favorable al movimiento mapuche-campesino, el cual se dividió en dos grandes sectores, que reflejaron las alternativas posibles de movilización: dentro de la institucionalidad y fuera de ella.

In this article we explain the sociopolitical conditions that favored the alliance between the Mapuche and the farmer movement, and the resulting outbreak of the Mapuche-farmer social movement in the Araucanía during the agrarian reform. Secondly, we also explain the development of the sectors and types of mobilization that divided the movement. We argue that from 1958 until the coup d´état, there were objective conditions that catalyzed the Mapuche- farmer conflict, allowing to the subjects to implement new strategies of mobilization. These conditions were structured from the democratic expansion that came with the enactment of the Electoral Reform Law and the legal corpus that deepened the Agrarian Reform in 1967, in the Frei Montalva and then in the Allende government, to which the support of the movement would be added by the revolutionary left and the parties. These conditions allowed the creation of what is known as a Political Opportunity Structure favourable to the Mapuche-farmer movement, which was divided into two major sectors, that reflected the possible mobilization alternatives: within the institution and out of this.

ÍNDICE

Palabras claves: movimiento mapuche-campesino, conflicto social, estructura de oportunidades políticas, reforma agraria Keywords: Mapuche-farmer movement, social conflict, political opportunity structures, agrarian reform

AUTOR

MATHIAS ÓRDENES DELGADO

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Complejidades conceptuales sobre el colonialismo y lo postcolonial Aproximaciones desde el caso del Pueblo Mapuche Conceptual complexities of colonialism and postcolonial. Approaches from the case of the Mapuche people

José Luis Cabrera Llancaqueo

NOTA DEL EDITOR

Recibido: 30 julio 2015 – Aprobado: 2 octubre 2015

NOTA DEL AUTOR

Este artículo forma parte del la tesis doctoral “Pueblo Mapuche y conflictos etnopolíticos- territoriales en Chile y Argentina” realizada por el autor.

Introducción

1 Desde la década de 1980 los pueblos indígenas en América Latina se han posicionado como actores sociales y políticos autónomos en las sociedades nacionales en las que, producto de procesos históricos de conquista, despojo y asimilación, han debido desenvolverse1 (Canales Tapia y Rea Campos 2013). Una de las temáticas más recurrentes a partir de esta situación ha sido el colonialismo, cuestión que en aquellas fechas, a nivel global, se circunscribía a los casos de las colonias europeas que seguían manteniéndose con posterioridad a la Segunda Guerra Mundial, mientras que en el continente latinoamericano el colonialismo se pensaba como una realidad pasada, que tuvo su término con los movimientos independentistas de inicios del siglo XIX que pusieron fin al

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dominio español. Por tanto, el posicionamiento de los pueblos indígenas con un discurso crítico del colonialismo generó, y sigue generando, la necesidad de una nueva mirada sobre cuál ha sido el papel que estos pueblos tuvieron y tienen en los países del continente. No obstante lo anterior, la construcción de esta nueva mirada no ha resultado fácil ni exenta de problemáticas. En primer lugar, porque existen intereses y visiones políticas, económicas y académicas dominantes que se resisten a la modificación del relato histórico nacional que les ha permitido mantener dicha posición en la sociedad; y en segundo lugar, por una diversidad de lecturas, incluso contrapuestas, sobre cómo entender el colonialismo y cómo elaborar propuestas descolonizadoras, lo que deviene en una complejidad conceptual. Esta es la importancia que asume este artículo en la tarea de esclarecer a qué se hace referencia cuando se recurre al concepto colonialismo desde distintas interpretaciones.

2 En este sentido, el las siguientes líneas se busca discutir en torno a los principales tópicos sobre la temática colonialista e identificar cómo éstos se encuentran presentes en la realidad de los pueblos indígenas a partir del caso del Pueblo Mapuche. Es así como en el primer apartado se analizará a los principales autores que han asumido el estudio de la temática en las ciencias sociales, identificando sus definiciones y propuestas teóricas. Por lo tanto, ¿cuáles han sido los elementos sobre los que se han elaborado conceptualizaciones como colonialismo, escena postcolonial o régimen colonial? ¿A partir de qué contextos socio-históricos y programas -tanto político como intelectuales- han surgido estas conceptualizaciones? Serán as interrogantes que guiaran el desarrollo de este apartado, con el objetivo de fijar las coordenadas teóricas sobre las que se analizará el caso mapuche.

3 El segundo apartado está dividido en dos partes. En primer lugar, se presenta una revisión histórica sobre cómo ha operado el colonialismo chileno sobre el Pueblo Mapuche, tanto en su versión hispana como republicana. Se profundizará, a partir de la revisión de fuentes secundarias proporcionadas por distintos exponentes, principalmente mapuche, las reconfiguraciones del colonialismo que ha experimentado este pueblo a lo largo de su Historia y sus manifestaciones en su realidad social. La segunda parte se aboca a analizar uno de los casos más emblemáticos y cercanos en el tiempo donde se pueden apreciar elementos colonialistas en la relación chileno-mapuche: la construcción de la central hidroeléctrica Ralco en Alto Bíobío. En este sentido, las preguntas que busca despejar este apartado son ¿cuáles han sido los mecanismos de reconfiguración del colonialismo que ha experimentado el Pueblo Mapuche?, ¿qué efectos han provocado en su organización social y en sus relaciones internas, así como también en su relación con el Estado y la sociedad chilena?

4 El tercer apartado, ofrece una problematización en cuanto a las salidas que se han teorizado para eliminar el colonialismo como relación social, poniendo especial énfasis en las estrategias políticas de “colonizar al colonizador” y los polémicos esencialismos estratégicos. Considerando esto último, se plantean escenarios de descolonización para el Pueblo Mapuche a partir de las expectativas que abrió el escenario político de cambio constitucional en Chile. La pregunta que organiza este apartado es ¿cuáles son las estrategias más viables para conseguir el objetivo en este nuevo contexto, considerando la trayectoria histórica que ha tenido el colonialismo sobre el Pueblo Mapuche y sus reconfiguraciones? A continuación de este tercer apartado, se presentan las principales ideas que se pueden concluir de este artículo, indicando las proyecciones investigativas que ofrece.

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I. Consideraciones iniciales respecto a la escena postcolonial y el colonialismo

5 Las escenas postcoloniales que se abrieron con el fin de la Segunda Guerra Mundial, devinieron en la fuente de numerosos desafíos para las ciencias sociales, las cuales se habían constituido sobre las bases del discurso y el proyecto moderno. Éstas experimentaron un agotamiento producto de la crítica a los valores de conocimiento que sustentaban a dicho proyecto, tales como la universalidad del saber, la objetividad del conocimiento científico, la búsqueda de la verdad o la neutralidad de las técnicas de investigación que depositaban una fe ciega en la razón. En estas escenas postcoloniales, quizás la mayor crítica que sufrió la ciencia social fue su eurocentrismo y la constitución de una “geopolítica del conocimiento” que ubica jerárquicamente a Europa y la sociedad occidental por sobre otros espacios del mundo como África, Asia o América en lo que a producción de teorías y paradigmas sociales se refiere2. Esta crítica dejó en evidencia el ethos colonialista de las ciencias sociales modernas.

6 Numerosas fueron las teorías y programas de estudio postcoloniales que apostaban por procesos que revirtieran el colonialismo persistente en las sociedades de los países ex- colonias europeas que consiguieron sus independencias promediando el siglo XX, siendo ejemplos emblemáticos los casos de la India que consiguió su independencia de Gran Bretaña y Argelia que hizo lo propio respecto de Francia.

7 Dentro de los nombres más reconocidos de estas escenas postcoloniales se encuentran Frantz Fanon3, Edward Said4, Gayatri Spivak5, Aníbal Quijano6; cada uno de ellos con sus particularidades dadas por sus contextos espacio/temporales y sus posiciones epistemológicas. Debido a esta variedad el contenido del concepto colonialismo y sus derivados como colonial, colonialidad, colonizador, colonos y colonizados tiende a superponerse y a complejizar la comprensión para aquellos que inician la lectura y el estudio de estos trabajos. Y esta complejidad se acentúa cuando entran a la escena de discusión, muy tardíamente considerando su realidad de colonizados, los pueblos indígenas a fines de la década de 1970. ¿Qué es el colonialismo y cómo se expresa en una realidad histórica concreta?, es una de las cuestiones a resolver para pensar en un proyecto de descolonización.

8 Jean Paul Sartre, intelectual francés que “demuestra temprana adhesión a la causa de Frantz Fanon… pese a que la academia francesa aún no ha asumido de manera explícita su pasado colonial”7, señala en su ensayo Situaciones V: Colonialismo y neocolonialismo que el colonialismo tiene un carácter sistémico aplicable en distintos contextos y contiene en su interior elementos económicos, sociales y psicológicos; amalgamados en un sistema político que conserva la soberanía extranjera en un territorio conquistado. Refiriéndose al caso de la colonización francesa en Argelia, Sartre sostiene que La colonización no es un conjunto de azares, ni el resultado estadístico de miles de empresas individuales. Es un sistema puesto en ejecución hacia mediados del siglo XIX, que comenzó a dar frutos hacia 1880, entró en decadencia después de la Primera Guerra Mundial y en la actualidad se vuelve contra la nación colonizadora” 8.

9 Pese a que podemos homologar las características que Sartre le atribuye al colonialismo como sistema a la condición de pueblos colonizados que tienen pueblos indígenas en América Latina, no podemos hacer lo mismo respecto a su periodificación. Esto se debe a

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la temprana colonización de los espacios territoriales americanos por parte de los españoles y los procesos históricos, sociales y políticos desarrollados por las elites criollas, lo que redundó en una tardía aparición de movimientos independentistas con carácter de liberación nacional al interior de los pueblos indígenas, lo que difiere del caso argelino. Esto permite identificar una primera características del colonialismo, la cual consistente en que éste adquiere una configuración específica dependiendo del espacio geográfico en que se ejecute; y a su vez experimenta reconfiguraciones producto de las trasformaciones políticas que experimenten las sociedades colonizadoras y colonizadas.

10 Haciendo un balance de lo expuesto hasta aquí, el colonialismo lo podemos interpretar como el resultado de una empresa de conquista, cuyos efectos se pueden apreciar, por un lado, en la estructura política fijada para establecer el estatus jurídico de colonizadores y colonizados (entiéndase el régimen colonial político, jurídico, estatal), lo que podemos llamar colonialismo formal.

11 Por otro lado, el colonialismo lo podemos interpretar como una relación social, donde se constata una asimetría dominador/dominado, en las que el colonizador se constituye como superior al colonizado. En el caso de los pueblos indígenas, la diferencia colonizadora original se constituyó en torno a las prácticas comunitarias de producción y reproducción de la vida, las que no concordaban con el ideal de progreso europeo. Con posterioridad, esta incongruencia devino en diferencias basadas en aspectos étnicos como la raza, los rasgos físicos o las prácticas culturales que dan paso a la discriminación y estereotipos de inferioridad.

12 Existe una tercera interpretación que pone en el centro del análisis el accionar de los colonos como agentes del colonialismo, provocando un giro en los enfoques más comunes que le otorgan centralidad a la instalación de un régimen colonial para definir el colonialismo. Esta novedosa interpretación es la que ha permitido vincular estrechamente la idea de colonialismo con la crítica al anti-eurocentrismo, en la medida que esta crítica se focaliza en exceso en los regímenes que las potencias europeas instalaron en los espacios geográficos invadidos y sus consecuencias. Un ejemplo de esto último es la siguiente afirmación: (…) no obstante la gran variedad de temas, posturas teóricas y grupos de estudiosos y estudiosas en diferentes países que han participado en este campo académico, el principio fundamental de la perspectiva poscolonial es simple y claro: para comprender todas y cualquiera de las sociedades o grupos sociales existentes en el mundo de hoy, es imprescindible tener en cuenta los procesos del colonialismo europeo, es decir, los procesos a través de los cuales los países de Europa occidental, y luego otros países gobernados por descendientes europeos identificados con su cultura, llegaron a controlar la vasta mayoría de la superficie terrestre a principios del siglo XX9.

13 Al hacer este giro y poner el énfasis en el accionar de los colonos, la interpretación del colonialismo deja de tener un componente esencialmente europeo, ampliando el concepto. Aquí se habla de un “colonialismo de colonos”10 que opera sobre la base de dinámicas sociales que establece el colono a su llegada, sin obedecer a una planificación política llevada a cabo por un Estado extranjero que busca extender su dominación exportando sus valores y modelos político-sociales. De esta forma entra dentro del concepto de colonialismo la dominación ejercida por colonos, sin que necesariamente provengan o desciendan de Europa, lo que genera una crítica no solo al eurocentrismo, sino también al anti-eurocentrismo, aquel que en su crítica a Europa no puede desprenderse de ella. Esta interpretación de “colonialismo de colonos” es utilizada por el

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historiador surcoreano Jo SungHoonn, que a partir de ejercicios comparativos sobre el colonialismo en Asia en general, y del colonialismo japonés en Corea en particular, afirma que el colonialismo es un fenómeno global que no se circunscribe a la acción de las potencias europeas, lo que le ha permitido establecer paralelos con el caso mapuche que le permitirían sustentar su afirmación, como se examinará más adelante.

14 Así como la interpretación del “colonialismo de colonos” viene a cuestionar aspectos que parecían consolidados como verdades inmodificables en los estudios sobre colonialismo y que invisibilizaban colonialismos no-europeos, las corrientes intelectuales postcoloniales no han estado exentas de críticas. Por ejemplo, Grínor Rojo, Alicia Salomone y Claudia Zapata afirman que: Si, por un lado, los críticos postcoloniales son teóricos sobre cuyas ideas gravitan los axiomas más bien incoloros del postestructuralismo y/o el posmodernismo, por otro, ellos quieren pensar su trabajo como si éste estuviera dando forma a un dialogo de continuidad consecuente con el pensamiento anticolonial y antineocolonial de las décadas del cincuenta sesenta y setenta. Nosotros estimamos que hay ahí la pretensión de una síntesis que los datos que disponemos no autorizan, que los proyectos intelectuales de Frantz Fanon y el Ché Guevara en una esquina, y Gayatri Spivak y Homi Bhabha en la otra, no sólo no vertebran un continuum lógico genuino, sino que ni siquiera resultan compatibles11.

15 Asimismo, poniéndose en una perspectiva crítica indígena en contra del colonialismo, Spedding plantea que “en el curso de los años 1990, la causa de los pueblos indígenas fue asumida por las redes de activistas de izquierda internacional, se creó el contexto para pasar de la perspectiva analítica del poscolonialismo a la propuesta política de la descolonización”12, deslizando un cuestionamiento a ciertas estudiosas y los estudiosos de las escenas postcoloniales, en tanto que su trabajo no salía de las academias europeas y no se consolidaba en un proyecto político. Sin embargo, al establecer que son las redes de izquierda internacional las que crean el contexto para un proyecto político descolonizador, desconoce y disminuye la incidencia política de los pueblos indígenas en su consolidación como actores relevantes en la década de 1990. Esto juicio también se puede hacer extensivo al pensamiento decolonial latinoamericano13, pues según G. de Mussyy Valderrama éste “es un proyecto de desprendimiento epistémico de raíz política y social, mientras que la crítica postcolonial (...) es un proyecto de transformación que opera (…) en la academia francesa y estadounidense”14, sin embargo, Si bien es cierto que Quijano o Mignolo dan una importancia a los indígenas dentro de su programa, no es posible advertir una liberación de estos en particular; sino, más bien, de todos los sectores que han vivido los efectos nocivos de la colonialidad eurocéntrica y capitalista en América Latina. A esto se suma que los impulsores del cambio epistémico (Quijano, Mignolo, Dussel, Lander Walsh etc.) no son indígenas, por lo que el pensamiento decolonial fácilmente puede ser considerado como una instancia de dominación e indigenismo; es decir, un programa donde los no indígenas pretenden hablar por ellos y fijar su agenda política15.

16 Como se puede ver, el colonialismo es una realidad concreta que se constata en las sociedades que vivieron una experiencia de invasión e imposición de la soberanía extranjera sobre la población originaria, la cual da origen a una situación colonial donde se aprecian relaciones asimétricas dominador/dominado. A partir de esto último se constituyen escenas críticas postcoloniales que se expresan en debates intelectuales y proyectos políticos que no son homogéneos, llegando incluso a disputas entre distintos discursos críticos. En lo que viene a continuación, se analizará la escena particular de

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colonialismo y la discusión político-intelectual que ha protagonizado el Pueblo Mapuche en el contexto chileno.

II. Colonialismo sobre el Pueblo Mapuche

17 El colonialismo experimentado por el Pueblo Mapuche se aparta de la trayectoria histórica vivida por otros pueblos indígenas del continente. Esto se debe, principalmente, al proyecto de conquista que se desplegó sobre él. Los españoles emprendieron su empresa de conquista al sur del Perú instalando un régimen colonial formal, tal como lo habían hecho en el resto de los territorios. Sin embargo, la llamada Araucanía fue uno de los territorios que nunca lograron conquistar completamente; de ahí que al momento de su independencia, Chile fuera aún una capitanía general con mandos militares a cargo de las instituciones políticas16. Esto permite comprender que en las esferas políticas hispanas, y pese a los parlamentos celebrados, la percepción era que la conquista iniciada en el siglo XVI no estaba completa; no obstante a que los actores que convivían en la frontera, con el pasar de los años llevaron a cabo relaciones que en la práctica significaban el cumplimiento de lo establecido en los parlamentos (la frontera), y a su vez el reconocimiento del territorio autónomo y la soberanía mapuche.

18 Todos estos elementos llevan a sostener que el colonialismo llevado a cabo por el Estado chileno desde la década de 1880 del siglo XIX no sólo son relaciones asimétricas entre chilenos y mapuche, sino que lo emprendido por la República de Chile sobre lo que sus elite políticas denominaban Araucanía representa un continuum del proyecto colonizador con elementos propios del período de expansión que va desde el siglo XV al XVIII. Esta idea se puede considerar una reinterpretación del colonialismo que ha experimentado el Pueblo Mapuche en su relación con Chile, puesto que se diferencia de la lectura que ha predominado en historiadores mapuche que asumen una perspectiva descolonizadora y consideran que la situación colonial se inaugura sólo a partir del siglo XIX, como cuando Sergio Caniuqueo afirma que “contemplar el siglo XX, para nosotros los mapuche, implica retomar nuestra historia, que actualmente se encuentra suspendida, al igual que nuestra soberanía”17.

19 Ahora bien, como los procesos históricos no se repiten de forma idéntica por la influencia de los contextos temporales, es necesario establecer las diferencias con la forma clásica que había adoptado la colonización hispánica en los territorios conquistados, ya que la instalación de un régimen colonial formal, con instituciones políticas que lo validaran y lo eximiera de críticas, no podía llevarse a cabo en el siglo XIX. Cabe recordar que las conquistas hispánicas y el régimen colonial aplicado a los indígenas no eran objeto de una crítica en sí mismos como ocurre a partir del siglo XX, sino de una crítica ético-valórica a la forma a cómo se estaba llevando a cabo la colonización, principalmente en lo que se relacionaba con el trato que recibía el indígena. Esta crítica fue llevada a cabo, principalmente, por las órdenes religiosas en contra de la institución de la Encomienda, destacándose en el caso mapuche la función del jesuita Luis de Valdivia, quien promovió la estrategia de “guerra defensiva” en contra de los araucanos, reemplazando las campañas militares por misiones. Pese a que la guerra defensiva fue desechada por la presión de los encomenderos, la crítica de las órdenes religiosas puede interpretarse como una de las formas de contrainsurgencia planteadas por Ranajit Guha, aquella donde, en apariencias, el colonizador sintoniza con los intereses de los colonizados, pero que no busca cambiar su estatus, puesto que sigue manteniendo su soberanía en la colonia18. En

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definitiva, lo que se busca es que el régimen colonial funcione bien y no haya espació para una insurgencia liberalizadora.

20 Pero quizás la diferencia principal sea que el fundamento de la empresa conquistadora chilena no tiene sustento ideológico en la evangelización de los indios para que encontraran la salvación, sino que pretendía integrarlos a la civilización ilustrada promovida por el liberalismo positivista del siglo XIX, lo cual era incompatible con la existencia del mapuche como tal. Aquí aparece una característica del colonialismo sobre el Pueblo Mapuche en el siglo XIX, la cual consiste en buscar su asimilación a la nación chilena bajo el supuesto de que la ciudadanía haría un “Chile para los chilenos, aunque, en rigor, no lo era para todos por igual”19. De esa promesa incumplida de igualdad para todos, se desplegará el colonialismo sobre la sociedad mapuche, estableciendo la inferioridad de sus miembros frente a los chilenos.

21 Una última diferencia que podemos destacar entre la colonización hispánica y la chilena, se constata en la promoción de la colonización extranjera por parte del Estado de Chile en el territorio mapuche, lo cual puede dar espacio para la interpretación de colonialismo de colonos que plantea en su trabajo Jo SungHoon, pese a que si existió una planificación estatal. La presencia de este tercer actor ha sido fuente de numerosos conflictos territoriales cuyos orígenes se encuentran en el colonialismo mismo, transformándolos en un ejemplo de conflictos políticos de difícil resolución. Las principales promociones de colonización post reducción fue la colonización alemana en la zona de Llanquihue, coordinada por Vicente Pérez Rosales, y la suiza en Malleco.

22 Respecto a este último caso, Sergio Caniuqueo expone los planteamientos de Alberto Dufey Castro sobre la colonización suiza, donde señala que, en un principio, mapuche y colonos suizos mantenían buenas relaciones, agregando lo siguiente: (…) en un momento existió la posibilidad de generar una alianza con el colono, si éste no se hubiera aprovechado del patrimonio mapuche para expandirse económicamente. Dufey menciona, basado en cartas emitidas por colonos suizos a sus familiares en Europa, que los mapuches eran flojos y desconfiados, aunque en las mismas cartas hablaban de la colaboración que realizaban con ellos, mencionando las amistades entre los niños. El autor planteó que la relación de colaboración se vio eclipsada con los años debido a la acumulación económica y el prestigio de los suizos, estableciéndose una relación de dominador y dominado en que el mapuche pasa a ser el trabajador agrícola y su mujer la sirvienta en la casa de los colonos20.

23 Aquí podemos apreciar el carácter sistémico del colonialismo señalado por Sartre, puesto que las principales diferencias son las económicas, las sociales y las psicológicas, y en ningún caso se derivan de lo racial, sino de la voluntad política de imponer la soberanía chilena y eliminar la mapuche.

1. Reconfiguraciones históricas del colonialismo chileno

24 Como se mencionó anteriormente, el colonialismo tiene la capacidad de reconfigurarse a partir de las transformaciones experimentadas por las sociedades, tanto colonizadoras como colonizadas. El triunfo militar chileno significó la desestructuración de la sociedad mapuche y la desposesión de su territorio: (…)al referirnos a la formación del Estado vinculada a continuos procesos de despojo debemos remitirnos tanto a la acumulación de poder político, económico y/ o simbólico de orden colonial, derivados de un acto de conquista y de prácticas de

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desposesión territorial o material que lo hicieron o hacen posible, como asimismo a un modo particular de construcción sociopolítica y cultural que ha propiciado la desposesión, colonización de cuerpos y subjetividades Mapuche, bajo disciplinas laborales, religiosas y escolares a las cuales se les atribuye un carácter civilizatorio. Este proceso colonizador ha permitido incluso la internalización de complejos de inferioridad en distintas generaciones Mapuche. Esto último constituye una de las dimensiones más potentes y desgarradoras del fenómeno colonial21.

25 De lo señalado por Nahuelpan se desprende que dentro del proceso colonial, el despojo territorial tiene vital importancia. Así es como en paralelo a la desposesión se desarrolló el proceso reduccional, consistente en la entrega de Títulos de Merced correspondientes a pequeños espacios denominados reducciones indígenas, las que Pedro Cayuqueo cataloga como verdaderos “campos de concentración”22.En su nueva condición -impuesta- de chilenos, los mapuche debieron acomodar sus formas de vida y organización social incorporando la idea propiamente moderna del progreso y establecer relaciones mercantil-capitalistas entre ellos y con sus vecinos chilenos, suizos y alemanes, conformándose la relación asimétrica colonialista que, según Sergio Caniuqueo, se dio por “reclutamiento social”, es decir (…) por elementos que dan forma (…) a estructuras que necesitan múltiples procesos, los cuales se articulan como sistemas, cuyas características son: la retroalimentación, la capacidad de modificarse ante los estímulos de la sociedad o de los grupos humanos, articulación con otros sistemas y flujos estimulados por elementos subjetivos, objetivos y objetivables, cuyas funciones implican una manera de establecer una coherencia social de los grupos23.

26 Muchos son los procesos que han actuado y reconfigurado el colonialismo chileno que se ha desplegado sobre el Pueblo Mapuche, comenzando por la ya mencionada incorporación de relaciones mercantilistas con los colonos; la posterior aparición de un mercado de tierras y la entrada del sistema financiero; el proyecto industrial desarrollista de la primera mitad del siglo XX; el proceso de reforma agraria; y la transformación neoliberal del Estado y la Sociedad chilena en fechas más cercanas.

27 Todos estos procesos también actúan y dejan su efecto en la sociedad mapuche. Destacamos aquí, en primer lugar, los que se relacionan con la organización política mapuche que a principios del siglo XX comienzan a desplegarse dentro de los marcos estatales de representación sin renunciar a su identidad mapuche, hasta las organizaciones autónomas de sistema político chileno que emergen desde la década de 1980. En segundo lugar, la migración hacia los centros urbanos en busca de nuevas y mejores perspectivas, las que se van a modificar en vista de que las aspiración del mapuche migrante aumenta y su destino sean los estudios superiores, lo que también se entrelaza con el giro experimentado por las organización política, provocando disputas y deslindes generacionales que dan cuerpo a nuevas generaciones políticas. Por último, en tercer lugar, el impacto de las transformaciones neoliberales, que en el caso mapuche se concretizó con el Decreto Ley 2.568 que dividió la propiedad comunitaria indígena y activó un nuevo proceso de creación de mercados de tierra orientados a la industria forestal.

28 A esta sintetizada caracterización de las reconfiguraciones del colonialismo chileno sobre el Pueblo Mapuche, no podemos dejar pasar el aspecto demográfico, puesto que la migración hacia centros urbanos ha provocado que más del 60% de la población mapuche se encuentre fuera del Wallmapu24 histórico, generando formas de colonialismo vinculadas a la discriminación racial que propicia la sociedad mayoritaria sobre un otro

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que es construido como inferior. En este sentido, Enrique Antileo en sus estudios sobre la población mapuche migrante o “diáspora mapuche”, va a poner énfasis en el rol que cumple el aspecto racial en la clasificación y estratificación de la sociedad chilena en que deben desenvolverse los mapuche. Es así como identifica mecanismos de selección de rasgos, que se encuentran naturalizados y marcan a grupos de población, atribuyéndoles un destino en la jerarquía social y en las relaciones de producción, explicando el por qué existen trabajos específicos para mapuche en la ciudad: En términos concretos, estas referencias me permiten discutir la noción de trabajo racializado para el caso de sirvientas y panaderos mapuches en un marco general donde la raza ha operado como mecanismo de clasificación en la estructura colonial, cuya consolidación no solo describe el pasado, sino se abre al análisis de continuidades y expresiones contemporáneas de racismo. La idea central es poder sostener la configuración histórica del trato racial hacia el otro indígena en Chile, condición que tiene diversas manifestaciones, pero que en el ámbito laboral puede observarse en el funcionamiento y vigencia de imaginarios sobre el “indio” y su lugar confinado en la estructura social. Es decir, en el caso de la población mapuche en la ciudad de Santiago, a través de una breve mirada a las estadísticas sociales y testimonios laborales, es posible hablar de las marcaciones que la sitúan como un rostro de la exclusión25.

29 Lo planteado por Antileo nos muestra un aspecto de continuidad colonialista en la construcción del otro mapuche en las ciudades chilenas, puesto que podemos encontrar las mismas marcaciones de carácter racial que Caniuqueo identificaba en la realidad de sirvienta a la que se vio forzada la mujer mapuche en las haciendas que los colonos establecieron en Wallmapu. Sin embargo, esta continuidad se desarrolla en un contexto social nuevo dado por el contexto urbano, una manifestación más de que el colonialismo se reconfigura históricamente.

2. Ralco, ejemplo del colonialismo en su reconfiguración neoliberal

30 A continuación presentaremos un caso paradigmático donde el colonialismo chileno queda demostrado en su aspecto institucional y social, pero sobre todo porque su esencia pasa por la imposición de la soberanía chilena en un territorio ocupado militarmente. Estamos hablando del conflicto generado por la construcción de la mega represa Ralco, llevada a cabo por la transnacional energética Endesa26, enmarcada en el proceso de “modernización compulsiva”27 desarrollado por el Estado chileno en la segunda mitad de la década de 1990. Este caso se reavivó en la memoria del Pueblo Mapuche debido al fallecimiento de una de sus protagonistas en 2013, Nicolasa Quiltreman, quien junto a su hermana Berta se transformaron en el símbolo de la resistencia en contra del proyecto energético que el gobierno de Eduardo Frei Ruiz-Tagle se empecinaba en llevar a cabo durante el histórico y significativo 1997, año bisagra en la movilización mapuche contemporánea28.

31 Muchas fueron las muestras de apoyo a las hermanas Quiltreman, tanto mapuche como no-mapuche, y con ello el apoyo al pueblo mapuche-pewenche. Sin embargo, también fueron muchas las críticas que se dejaron caer sobre Berta y Nicolasa cuando el proyecto prosperó y recibieron la permuta correspondiente, en vista a que la represa inundaría sus tierras.Pedro Cayuqueo señalaba en 2011 respecto a aquellos que mostraron solidaridad en su momento: Eran fácilmente identificables allí a la sombra del emblemático Volcán Callaqui, en tierras de la Comunidad Quepuca Ralco; en su mayoría rubios, de apellidos vinosos,

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oriundos del barrio alto capitalino, ex alumnos de la Pontificia y del Verbo Divino, y fanáticos como pocos de los deportes extremos. Furibundos opositores a los planes de Endesa-España, criticaban por igual a la empresa como a las familias locales que aceptaban –casi siempre regañadientes- dar finalmente su consentimiento al polémico megaproyecto apadrinado por Frei.

32 Nunca supe qué les interesaba defender más; si las aguas del río Bíobío o los derechos territoriales y culturales de los mapuche-pewenche. Nunca supe que les molestaba más; si la violación flagrante de estos derechos perpetrada por la Concertación o despedirse y para siempre de sus excitantes bajadas en rafting. De haber llegado a expulsar a Endesa, seguro, habrían continuado con los pewenche, bastante poco dados estos últimos al ecologismo profundo o al conservacionismo. No lograron ni lo uno ni lo otro, por suerte. Apenas las cosas se pusieron negras (es decir, hizo su aparición la fuerza pública con su habitual delicadeza interétnica), abandonaron el barco29.

33 Lo descrito por Cayuqueo sólo viene a confirmar una crítica que se ha venido desarrollando en contra del ecologismo radical por parte de los pueblos indígenas, quienes reclaman ser utilizados por estos grupos para conseguir sus propios fines, sin esperar que ellos logren instalar su agenda política y alcanzar sus objetivos, al respecto Toledo señala: Las transnacionales ecologistas, que durante algún tiempo fueron apoyo mutuo con los indígenas, aportando sus competencias de advocacy para incidir en las redes de policy-making globales, hoy no vacilan en dejar a un lado, o incluso atropellar, a sus difíciles, lentos y circunstanciales aliados indígenas. El pragmatismo de los conservacionistas, y su sentido de oportunidad y timing, les indica que ya no tienen tiempo que perder en sutilezas, en la urgencia de conservar la naturaleza y constatando que existen escasas ventanas de oportunidad en el actual proceso de redefinición de regímenes internacionales. Tienen muy en claro su agenda –lo suyo nunca fueron los derechos indígenas-, y que en las circunstancias globales no queda tiempo, y que ‘así de serio es el asunto’30.

34 Esta expresión del colonialismo no sólo se ve en la utilización de los indígenas, sino que también en no pocos sectores de la sociedad chilena que establece automáticamente un vínculo entre pueblos indígenas y ecologismo, fomentando una visión esencialista de los mapuche que coincide más con las interpretaciones que niegan la existencia del Pueblo por no conservarse como en los tiempos pretéritos, como si el tiempo no dejara huellas.

35 Por otra parte, está la crítica al acto de aceptar el acuerdo con Endesa y recibir la compensación. No son pocas las voces que acusan a Berta y Nicolasa de “venderse al capitalismo” y “traicionar la causa”. ¿Qué podían hacer las hermanas frente a la fuerza de los hechos (la del gobierno y Endesa)? Tampoco ha faltado el argumento de las tierras improductivas, que la cantidad de dinero no se compara con la que recibe un campesino chileno empobrecido por sus tierras más productivas. Cabría preguntarse ¿cuántas son las ganancias de Endesa cada vez que se abren las compuertas para dejar pasar cientos de metros cúbicos? ¿Son proporcionales esas cifras con las recibidas por Berta y Nicolasa? Efectivamente estamos frente a una nueva forma de acumulación propia de los tiempos del neoliberalismo globalizado, lo que David Harvey a conceptualizado como “acumulación por desposesión”, donde la productividad no es la fuente de la riqueza, sino las industrias intensivas de extracción de recursos naturales como el agua. No hay productividad, pero sí hay ganancia; y ni Nicolasa, ni Berta, ni ninguna familia pewenche vio esa ganancia producida con las aguas de su territorio ancestral. No se trata sólo de propiedad y dinero, sino de soberanía y derechos colectivos de un pueblo que fueron vulnerados31.

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III. Salidas para el colonialismo chileno

36 Pensar en salidas al colonialismo desde la perspectiva del colonizado es una tarea compleja, puesto que constantemente se presentará la posibilidad de encontrarlas a través de la estrategia de colonizar al colonizador, tal como señala Sartre al afirmar que el sistema colonialista se volvía contra la nación colonizadora. En un estudio sobre el colonialismo en Rapa Nui, Jorge Iván Vergara, Hans Gundermann y Rolf Foerster rescatan la elaboración del antropólogo Ernst Gellner, quien señala que (…) la institución moral anticolonial puede ser formulada en términos de dos proposiciones: (1) la desigualdad entre colonizador y colonizado es moralmente intolerable; (2) por lo tanto, los colonizados deben ser descolonizados, se les debe conceder la independencia política, para que se vuelvan similares a los colonizadores –y lo más rápido posible. Los anticolonialistas no han distinguido entre estos dos puntos y han considerado generalmente que son sólo uno, o han pensado que el segundo se deriva obvia e inevitablemente del primero. No es así. Las dos ideas son totalmente independientes. Es posible afirmar la primera pero no estar en absoluto comprometida con la segunda […] Es posible rechazar apasionadamente la desigualdad entre colonizado y colonizador y sin embargo no creer que la descolonización sea indispensable. La simetría moral –aunque no mucha gente lo haya pensado- puede garantizarse de manera igualmente efectiva por lo contrario: no por la descolonización sino por la colonización del colonizador 32.

37 Colonizar al colonizador es invertir la relación colonialista sobre la base de los mismos mecanismos sistémicos utilizados por los colonizadores para constituirla como asimétrica, es decir, presentar a los colonizados como superiores. Esto lo podemos constatar en la mencionada relación entre el ecologismo y las luchas indígenas, donde los primeros pretenden encontrar en los indígenas la llave maestra que abrirá los caminos de salida a la crisis medioambiental, en cuanto sus costumbres y prácticas socioculturales serían moralmente superiores que la de los formados en la sociedad occidental.

38 Esto ha sido denominado como esencialismo indígena, similar a los esencialismos por los que fueron criticados los llamados Estudios Subalternos al utilizar fundamentos esencialistas como la raza o la sangre, con el fin de que cumplan la función de cemento social que proporciona la igualdad entre los sujetos subalternos; es decir, utilizar los mismos fundamentos teóricos criticados por el programa subalterno. Haciendo una apología del programa, Spivak responde a los cuestionamientos señalando que (…) existen elementos en su texto [el del Grupo de Descolonización] que justifican la lectura de su proyecto de recuperación de la conciencia de los subalternos como un intento de desmontar esta metalepsis historiográfica masiva y ‘situar’ al efecto del sujeto como subalterno. Habría que leerlo, entonces, como un uso estratégico del esencialismo positivista en aras de un interés político escrupulosamente visible33. Alison Spedding, considerando la realidad de los pueblos indígenas en Bolivia, sugiere que esta defensa no es aplicable en el caso de estos pueblos en el país andino, lo que también es aplicable al caso del Pueblo Mapuche. Ella señala tener (…) la impresión que las y los esencialistas bolivianos, aunque estarían persiguiendo estrategias políticas, asumen sus esencialismos ingenuamente y como descripciones de la realidad, y sin considerar que apuntan a conclusiones como que al fin, sólo alguien que es indígena puede realmente comprender la cultura indígena, y por lo tanto, la convivencia con no indígenas es imposible y sólo queda la segregación y, en el peor de los casos, la limpieza étnica34.

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39 Consideración estas aprensiones, y en algunos casos sometiéndolas a discusión y a juicio crítico que cuestiona la supuesta incapacidad de los indígenas para diferenciar entre el uso estratégico de un discurso para producir unidad interna y otro uso que promueve purismos étnico raciales, se han realizado aportes desde las ciencias sociales para comprender el colonialismo chileno sobre el Pueblo Mapuche, no tan solo como parte de una escena de crítica postcolonial, sino como un proyecto autónomo que busca la descolonización. Es así como en historiografía es posible constatar, a partir de 1990, una producción realizada por investigadores mapuche que intenta reinterpretar la construcción de la historia del Pueblo Mapuche hecha por la historiografía nacional chilena, con un enfoque descolonizador. Es decir, sintonizando con sectores movilizados del Pueblo Mapuche que han incorporado en su proyecto político la idea autonómica y libredeterminista35. En estas escrituras mapuche se pueden advertir distintas formas en que al mapuche, como actor político e histórico, se le ha invisibilizado desde distintas esferas políticas e ideológicas chilenas. Por ejemplo, Claudio Barrientos reflexionando sobre el trabajo de Sergio Caniuqueo, señala que éste: (…) nos obliga a descentrar nuestras percepciones sobre izquierda y progresismo, así como también sobre conservadurismo y colaboracionismo con la dictadura. En un sugerente análisis documental (…) nos plantea que la experiencia histórica y política (…) no responde a parámetros de izquierda o derecha, que más bien son sujetos que desde su condición de subalternidad elaboran estrategias independientes y autónomas para impulsar proyectos propios en beneficio de sus comunidades36.

40 A partir de lo anterior, es posible identificar una crítica a cómo la matriz de interpretación del espectro político chileno, clasificado históricamente en izquierda, centro y derecha, es impuesta en la lectura del accionar político de los mapuche. Sin embargo, también es posible encontrar una autocrítica, como la realizada por Nahuelpan a la excesiva politicidad que han adquirido los análisis sobre los mapuche realizados por mapuche, centrándose en proyectos, organizaciones y líderes del movimiento, pero excluyendo a aquellos que más experimentan el colonialismo en su vida cotidiana: sirvientas, jardineros o panaderos, migrantes que se ven obligados a desarrollan estos trabajos de “indios” en una ciudad que les resulta ajena37.

41 Sin buscar imponer una agenda política al movimiento mapuche, es posible leer el actual momento en la relación entre el Estado y la sociedad chilena con el Pueblo Mapuche como una encrucijada en la que los esencialismos, por más que puedan ser estratégicos, no ofrecen una salida. En este sentido, una importante salida para la actual encrucijada, agudizada con la muerte del matrimonio Luchsinger-Macay y la condena al machi Celestino Cordoba en 2014, es la que plantean Pedro Cayuqueo y Fernando Pairacan: Lo charlábamos hace poco con Fernando Pairican, un joven y destacado historiador mapuche. Destrabar el conflicto pasa por llevar la lucha territorial a un plano mucho más ciudadano, de conquista de derechos civiles, culturales y políticos, ‘algo similar a lo obrado en Estados Unidos por los afroamericanos’, me comentó. Vaya si tiene razón. La Araucanía es ante todo un caso de comunidad regional fallida. Enmendar ese error es responsabilidad del Estado pero también de la ciudadanía. ¿Qué se requiere? Que la política ocupe el lugar que le corresponde. Y la existencia de puentes interculturales que posibiliten el diálogo38.

42 Plantear esta salida al conflicto -y con ello al colonialismo chileno- es reafirmar la necesidad de establecerlo como un tema de derechos colectivos, en un contexto estatal donde conviven diversos pueblos. Dada la tradición republicana y constitucionalista del Estado chileno, el actual proceso constituyente no puede quedar fuera del análisis ni de la

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discusión política al interior del Pueblo Mapuche. Todo parece indicar que la Constitución de 1980 va a ser cambiada y la aprobación de un nuevo texto constitucional, si pretende cumplir con los estándares mínimos en lo que a pueblos indígenas se refiere, va a tener un reconocimiento constitucional de los pueblos indígenas. Sin embargo, la elevada expectativa generada al respecto en vastos sectores de la sociedad chilena, puede llevar a aprobar el actual proyecto de reconocimiento constitucional de los pueblos indígenas presentado en 2008 sin una consulta previa, el cual mantiene la impronta del multiculturalismo neoliberal predominante en las políticas públicas hacia pueblos indígenas en Chile y el continente durante la década de 1990, las cuales adolecen del reconocimiento de derechos políticos. De producirse esta situación, lo más seguro es que nos encontremos ante un nuevo intento fracasado para dar solución al conflicto, sumándose éste a una lista que tiene a su haber a la Ley indígena de 1993 y al nuevo trato del ex presidente Lagos, persistiendo el colonialismo en las relaciones chileno-mapuche.

A modo de conclusión

43 Como se indicó en un inicio, y siguiendo con los objetivos planteados, podemos concluir que el colonialismo ha sido una realidad con la que ha debido convivir el Pueblo Mapuche desde la instalación del régimen colonial español en Chile, el cual inaugura lo que las corrientes historiográficas chilenas han denominado periodo colonial. Esto puede sonar contradictorio con las propuestas historiográficas que, acertadamente, plantean que la resistencia militar mapuche logró detener, expulsar y fijar una frontera a la empresa de conquista hispana. Sin embargo, la novedad se encuentra en que, si bien esto es efectivo, no implica que el régimen colonial español haya desistido de la intención de extender sus dominios en el territorio mapuche, más bien lo que se produjo fue un aplazamiento del plan de conquista, debido al debilitamiento del régimen y la consecuente independencia chilena, heredando el nuevo régimen republicano el proyecto expansionista. La mantención de este proyecto durante todo el periodo colonial, implica que el Pueblo Mapuche no pudo estar ajeno a esta amenaza. De esta forma, la experiencia histórica del Pueblo Mapuche coincide con Fanon y su definición del origen del colonialismo como la imposición de la soberanía extranjera en un territorio conquistado, puesto que la conquista se termina por alcanzar con la operaciones militares planificadas por la República de Chile y que desarrollaron en el marco de la “Pacificación de la Araucanía” a fines del siglo XIX.

44 Siguiendo los lineamientos teóricos que ordenan las ideas expresadas a lo largo de este trabajo, también se puede concluir que desde la ocupación militar del territorio mapuche sus habitantes han vivenciado experiencias que pueden enmarcarse dentro de las expresiones que el colonialismo tiene en las relaciones sociales. Siguiendo a Spivak, se puede afirmar que el Pueblo Mapuche ha experimentado un proceso de subalternización dentro de la sociedad chilena, lo cual deriva en la imposibilidad de ejercer sus derechos como pueblo y en formas de discriminación de carácter racial y cultural que se originan en la construcción de la otredad como inferior. De ahí que existan, por ejemplo, una estratificación racializada del trabajo donde existen labores que en el imaginario de la sociedad chilena son considerados propios de los mapuche, como el trabajo de empleada doméstica o el de panadero.

45 Por último, es identificable una continuidad colonial en la historia del Pueblo Mapuche, pero ésta no puede reconocerse sin tomar en cuenta las reconfiguraciones que el

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colonialismo ha tenido a partir de la trayectoria histórica chilena, como señala Sergio Caniuqueo. En otras palabras, transformaciones tan trascendentales como la instalación del modelo neoliberal en la sociedad chilena colonizadora, sin duda que repercuten en una reconfiguración del colonialismo. Es así como llegamos a la actualidad, donde el colonialismo se presenta de forma más clara en el fracaso de las políticas de reconocimiento de derechos colectivos llevadas a cabo por los gobiernos que siguieron a la dictadura militar, graficadas en la inexistencia de participación real y efectiva de los mapuche en las decisiones que les incumben como pueblo, situación que tiene todas las posibilidades de repetirse en el proceso de cambio constitucional que se pretende llevar a cabo en Chile. De ser así, se habrá perdido una más de tantas posibilidades histórica que se han presentado para facilitar la disminución del carácter colonialista de la relación chileno-mapuche.

46 Ahora bien, mientras persista la continuidad colonialista, también persistirán las propuestas descolonizadora -más allá de que una sea más viable que otra- en la medida que hayan sectores del Pueblo Mapuche que sigan pensando su realidad como la de un pueblo colonizado y desarrollando un proyecto autónomo, libre de cualquier tutelaje externo que impida retomar su soberanía suspendida. Mientras este proyecto no se concretice, la estrategia que sea la utilizada será un atenuante del colonialismo y no su fin, lo que mantendrá la necesidad de seguir investigando y sistematizando las experiencias descolonizadoras pasada, tanto propias como de otros pueblos y realidades colonizadas, para comprender las proyecciones del colonialismo como un orden sistémico.

47 Con todo lo mencionado, no quedan dudas de que el caso mapuche es fiel reflejo de un pueblo colonizado, por más diversas que sean la interpretaciones que existan sobre el colonialismo, ya sea que se consideren las que se argumentan en el origen de la situación colonial (invasión que conduce a la perdida de la soberanía), así como también las que consideran sus múltiples consecuencia en las relaciones sociales (racismo, minorización, discriminación, etc). Es por esto que la consecución de los objetivos de este trabajo devino en un ejercicio metodológico con un alcance bidireccional: por un lado esclarecer las complejidades conceptuales que implica el concepto colonialismo a partir del caso mapuche, y al mismo tiempo, recoger dichos esclarecimiento para una relectura de la situación colonial del Pueblo Mapuche.

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NOTAS

1. Pedro Canales Tapia y Carmen Rea Campos, Claro de luz. Descolonización e “intelectualidades indígenas” en AbyaYala, siglos XX-XXI, Santiago de Chile, IDEA-USACH, 2013. 2. Miguel Valderrama, Epistemología de las ciencias sociales, Santiago de Chile, ARCIS-SELA, 2002, 20; Walter Mignolo, Capitalismo y geopolítica del conocimiento. El eurocentrismo y la filosofía de la liberación en el debate intelectual contemporáneo. Buenos Aires, Ediciones del Signo, 2001. 3. Frantz Fanon es considerados uno de los precursores del estudio de las escenas postcoloniales, identificando al colonialismo como la imposición de la soberanía extranjera en territorios conquistados y sometiendo a la población originaria, generando a su vez otras problemáticas vinculadas a la discriminación racial. Una de las conceptualizaciones que más destacan en la elaboración de Fanon para la comprensión y análisis de estas problemáticas es lo que Héctor Nahuelpan denomina colonialismo internalizado, es decir, la representación de sujetos como raza inferior o minorizados que transforma a la violencia y el tutelaje como las principales formas de

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integración-exclusión y de gobierno. Ver en Héctor Nahuelpan, “Las ‘zonas grises’ de las historias mapuche. Colonialismo internalizado, marginalidad y políticas de la memoria”. Revista de Historia Social y de las Mentalidades, Numero1, Volumen 17, Santiago de Chile, 2013, 13. Para profundizar en el pensamiento de Fanon, ver Enrique Antileo, “Frantz Fanon wallmapupüle. Apuntes sobre el colonialismo y posibilidades para repensar la nación en el caso mapuche”, Oliva Elena, Lucía Stecher, y Claudia Zapata (Eds.), Frantz Fanon desde América Latina. Lecturas contemporáneas de un pensador del siglo XX, Buenos Aires, Corregidor, 2012 125 – 154; Frantz Fanon, Los condenados de la tierra, México, Fondo Cultura Económica, 2003 y Frantz Fanon Piel negra, máscaras blancas, Buenos Aires, Editorial Abraxas, 1973. 4. Said fue un intelectual y activista político palestino, considerado uno de los más influyentes pensadores de las escenas postocoloniales, principalmente por su obra Orientalismo publicada originalmente en 1978, donde realiza una aguada crítica a los prejuicios que en occidente se construyen sobre la población oriental. Ver Edward Said, Orientalismo, Barcelona, Editorial Debate, 2002. 5. Spivak es una pensadora India, que junto a otros estudiosos como Dipesh Chacravarty, forman parte de una corriente de pensamiento denominada Estudios Subalterno, cuya influencia ha llegado a América Latina. Su línea argumental se basa en la exclusión de la que son objeto los sujetos subalternos en la ciencia, filosofía e historiografía europea pretendida como universal. Ver Gayatri Spivak, Crítica a la razón postcolonial. Hacia una historia del presente evanescente. Madrid, Ediciones Akal, 2010 y Gayatri Spivak, “Estudios de la subalternidad: deconstruyendo Ia historiografía”, Silvia Rivera Cusicanqui y Rossana Barragán (Eds.), Debates Post Coloniales: Una introducción a los Estudios de la Subaltenidad, La Paz, SEPHIS- Editorial Historias, 1997, 247-278. 6. Quijano es considerado uno de los fundadores del llamado pensamiento decolonial, que se ha elaborado desde América Latina con una fuerte crítica al eurocentrismo. Su principal reconocimiento es la idea de la colonialidad del poder, donde persistente una colonialidad en las relaciones sociales (genero, étnicas, clase), relacionadas temporalmente con la empresa colonizadora europea. Ver Aníbal Quijano, “Colonialidad del poder. Cultura y conocimiento en América Latina”, Mignolo (ed), op. cit. 117-131 y Anibal Quijano, “Colonialidad del poder y clasificación Social”, Santiago Castro-Gómez y Ramón Grosfoguel (Comps.), Giro decolonial, Reflexiones para una diversidad epistémica más allá del capitalismo global. Bogotá, Siglo del Hombre Editores, 2007, 93 – 126. 7. Alison Spedding, Descolonización. Crítica y problematización a partir del contexto boliviano, La paz, ISEAT, 2011, 49. 8. Jean Paul Sartre, Colonialismo y neocolonialismo. Situaciones V. Buenos Aires, Editorial Losada, 1965, 21. 9. Spedding, op. cit., 41 10. Jo SungHoon, 2014. Presentación en la I° Jornadas Internacionales Intelectualidades Emergentes, Santiago de Chile: IDEA-USACH, 2014. 11. Grínor Rojo, Alicia Salomone y Zapata, Claudia, “Postcolonialidad y nación: algunos aspectos de ladiscusión teórica”, Alejandra Castillo et. al (Eds.), Nación, Estado y Cultura en América Latina, Santiago de Chile: Ediciones Facultad de Humanidades Universidad Chile, 2003, 18. 12. Spedding, op. cit., 38 13. Para profundizar sobre el pensamiento decolonial latinoamericano, ver nota N° 6. 14. Luis G. de Mussy y Miguel Valderrama, Historiografía postmoderna. Conceptos, figuras, manifiestos, Santiago de Chile, Ril Editores-Universidad Finis Terrae, 2010, 86. 15. José Luis Cabrera Llancaqueo y Augusto Aillapan Paillafil, Machi mongen tani Santiago warria mew. Vida de un machi en la ciudad de Santiago, Santiago de Chile, Grupo de Trabajo Kuifike, 2013, 46. 16. Osvaldo Silva Galdames, Historia de Chile 2. La colonia 1601-1800, Santiago de Chile, Copesa, 2005.

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17. Sergio Caniuqueo, “Siglo XX en Gulumapu: de la fragmentación del Wallmapu a la unidad nacional mapuche. 1880-1978”, Pablo Mariman et al. Escucha wainka. Cuatro ensayos de historia nacional mapuche y un epílogo sobre el futuro”, Santiago de Chile, Lom Ediciones, 2006, 129. 18. Ranajit Guha, “La prosa de contra insurgencia”, Debates Post Coloniales. Una introducción a los Estudios de la Subaltenidad. Silvia Rivera Cusicanqui y Rossana Barragán (Eds), op. cit.33 – 72. 19. Tito Tricot, Autonomía. El Movimiento Mapuche de Resistencia, Santiago de Chile, Ceibo Ediciones, 2012,88. 20. Sergio Caniuqueo, op cit., 155. 21. Héctor Nahuelpan, “Formación colonial del Estado y desposesión en Ngulumapu”, Héctor Nahuelpan, et. al., Ta iñ fijke xipa rakizuameluwün. Historia, colonialismo y resistencia desde el país Mapuche. Temuco, Ediciones Comunidad de Historia Mapuche 2012, 122. 22. Pedro Cayuqueo, Solo por ser indios y otras crónicas mapuches. Santiago de Chile, Catalonia, 2012. 23. Caniuqueo, op. cit., 135 24. Denominación que los mapuche le dan a su territorio histórico, derivado del mapudungun. 25. Enrique Antileo, “Trabajo racializado. Una reflexión a partir de datos de población indígena y testimonios de la migración y residencia mapuche en Santiago de Chile”. Meridional. Revista chilena de estudios latinoamericanos, Número 4, Santiago de Chile, 2015, 90. 26. Jessabel Guamán Flores, “Pascua Lama y Ralco en la década de la emergencia indígena. Notas para una historia indígena comparada en Chile, 1990-2010”, Historias que viven. Revista de estudiantes de Historia, Número6, Santiago de Chile, 61- 83. 27. El concepto del “modernización compulsiva” es utilizado por Víctor Toledo para nombrar el conjunto de transformaciones llevadas a cabo en territorio Mapuche, dentro del marco de modernizaciones neoliberales desarrolladas en Chile a partir de 1975. Ver Víctor Toledo, Pueblo Mapuche, derechos colectivos y territorio: desafíos para la sustentabilidad democrática, Santiago de Chile, Programa Chile Sustentable, 2005, 18. 28. Fernando Pairican, Malon. La rebelión del movimiento mapuche 1990-2013, Santiago de Chile, Pehuén Ediciones, 2014 y Tricot, op.cit. 29. Pedro Cayuqeo, “Ecologistas de postal”, en Mapuexpress, 14 de mayo de 2011, http:// www.mapuexpress.net/content/publications/print.php?id=5046 (Visitado el 25 de mayo de 2015) 30. Víctor Toledo, “Políticas Indígenas y Derechos Territoriales en América Latina: 1990-2004”, Pablo Dávalos (Comp.), Pueblos indígenas y democracia en América latina, Buenos Aires, CLACSO, 2005, 74-75. 31. Toledo, Pueblo Mapuche…op cit. 32. Jorge Vergara, Hans Gundermann y Rolf Foertster, Estado, conflicto étnico y cultura. Estudios sobrepueblos indígenas en Chile. Antofagasta: Universidad Católica del Norte/QILLQA – Universidad de Antofagasta, 2013, 188. 33. Spivak, “Estudios de la subalternidad…op. cit., 257-258. 34. Spedding, op. cit. 100. 35. Cabrera Llancaqueo y Aillapan Paillafil, op cit., 37-38. Un análisis en profundidad sobre cómo la discusión postcolonial influye (principalmente la de Fanon) en el movimiento mapuche y sus pensadores, puede verse en Enrique Antileo, “Frantz Fanon…,op. cit. 36. Claudio Barrientos, Aproximaciones a la cuestión mapuche en Chile. Una mirada desde la historia y las ciencias sociales, Santiago de Chile, Ril Editores, 2014,16. 37. Nahuelpan, “Las ‘zonas grises’…, op cit. 38. Pedro Cayuqueo, “Huenchumilla, yes we can”, en Voces La Tercera, 13 de marzo de 2014, http://voces.latercera.com/2014/03/13/pedro-cayuqueo/huenchumilla-yes-we-can/ (Visitado el 4 de Junio de 2015)

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RESÚMENES

Las independencias de las colonias europeas producidas en el siglo XX, abrieron una escena postcolonial en la que se han desarrollado distintos cuestionamientos a la persistencia de elementos propios del régimen colonial con posteridad a su desaparición, cuestionamientos que han dado lugar a corrientes de pensamiento críticas y programas políticos que buscan revertir dicha persistencia. En esta escena postcolonial los pueblos indígenas logran posicionarse de forma protagónica, de forma tardía si se considera su larga data de pueblo colonizado, a partir de la década de 1980. Sobre las razones históricas de este posicionamiento tardío, en particular de la situación colonial que vive el Pueblo Mapuche trata el siguiente artículo. Cuándo se inicia su condición colonial, de qué forma se ha reconfigurado a través del tiempo, la manera en que se ha analizado la crítica a la escena postcolonial y cuáles son los proyectos de salida al colonialismo son las preguntas que organizan este trabajo.

The independence of the European colonies produced in the twentieth century, opened a postcolonial scene in which we have developed different challenges to the persistence of elements of colonial rule with posterity to his disappearance, questions that have led to current and critical thinking political programs that seek to reverse such persistence. In this scene postcolonial indigenous peoples manage to position protagonist so, belatedly considering its longstanding colonized people, from the 1980s. On the historical reasons for this late position, especially the colonial situation the Mapuche people live in the following article. When the colonial condition starts, how it has been reconfigured over time, how has analyzed the criticism of postcolonial scene and what projects are out to colonialism are the questions that organize this work.

ÍNDICE

Palabras claves: colonialismo, escena postcolonial, pueblos indígenas, pueblo mapuche Keywords: colonialisim, postcolonial scene, indigenous people, Mapuche people

AUTOR

JOSÉ LUIS CABRERA LLANCAQUEO

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Lucha de clases, formas de organización y estrategia política del sindicalismo revolucionario en la industria de la madera y el mueble, Buenos Aires, 1915-1920 Class struggle, collective organization and political strategy of the revolutionary syndicalism in the wood industry, Buenos Aires, 1915-1920

Walter L. Koppmann

NOTA DEL EDITOR

Recibido: 14 septiembre 2015 – Aprobado: 16 noviembre 2015 Solos, esperanzados en nuestros propios medios y acción, vamos desenvolviéndonos libres de tutelas; no somos ni dogmáticos ni ideólogos, vivimos de la realidad, de los hechos que se producen dentro del régimen en que vivimos, de ellos, que son nuestros mejores maestros, sacamos las lecciones que se transforman en experiencia, y así nos vamos capacitando diariamente, y cuanto mayor sea la experiencia adquirida en los hechos, mayor será el provecho que sacaremos de nuestra acción. “Ni con unos ni con otros”, firmado por Ángel J. Renoldi El Obrero Ebanista, año XIII, núm. 80, enero 1918

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Introducción

1 El presente escrito constituye un avance parcial en el marco de la elaboración de una tesis sobre la trayectoria y experiencia de lucha y organización de los trabajadores de la madera y el mueble de la ciudad de Buenos Aires, entre 1916 y 1930. En este trabajo, se plantea profundizar la indagación en torno a la corriente del sindicalismo revolucionario a fines de dilucidar cuál fue su rol dentro de la incipiente organización en los lugares de trabajo entre los años 1915 y 1920, esto es, en el umbral de las primeras expresiones huelguísticas registradas en la rama (noviembre de 1915) y la salida de la masacre de la Semana Trágica (enero de 1919), episodio de símil guerra civil entre las clases, comprendiendo además sus coletazos posteriores. El recorte temporal abarca la primera parte del ciclo huelguístico 1916-1921 y el momento de mayor eclosión huelguística (1919) con su cierre abrupto. En este cuadro, a partir del relevamiento de las fuentes del sindicato ebanista, nos esforzaremos por enmarcar la trayectoria de la organización gremial de los obreros madereros así como la inserción de las diferentes corrientes políticas y, en particular, de la tendencia sindicalista.

2 Son varios los autores que, acertadamente, han señalado el espacio político peculiar que vino a ocupar el sindicalismo revolucionario en el mapa de las corrientes que intervenían en el movimiento obrero del período (Belkin, 2007; Del Campo, 1983; Bilsky, 2011). En efecto, mientras que los anarquistas ponían todo el acento en la huelga general como el objetivo final de su militancia (“programa máximo”), los socialistas hacían lo propio con las mejoras parciales, obtenidas por medio de la lucha político-electoral (“programa mínimo”). Como resultado, los trabajadores que decidían librar luchas reivindicativas se encontraban, en cierto modo, abandonados a su suerte por los mismos que decían apoyarlos. Ni los anarquistas ni los socialistas parecían representar un canal accesible para la interpelación corporativo-gremial de los trabajadores, es decir, encarnando la figura de sujetos organizadores de las luchas por reclamos inmediatos y mejoras parciales en el ámbito laboral.

3 De aquí se deriva el lugar específico que vinieron a llenar los sindicalistas en tanto corriente que propugnaba como eje fundamental de su intervención cierto contralor obrero en los lugares de trabajo. A la vez, su vinculación con el Estado y el poder político, velada bajo un discurso “obrerista” y de prescindencia política, configuró una situación de ambivalencia del actor sindicalista en tanto interlocutor válido para organizar y también menguar los conflictos, contradicción que ha sido conceptualizada como “pragmatismo reformista” (Del Campo, 1983). En este punto, creemos que si en algún gremio se expresó con mayor nitidez esta tensión, anclada en una función tendiente a la conservación de las condiciones de trabajo -antes que en el ímpetu por volcarse a un movimiento general y de mayor envergadura-, fue en la rama de la industria de la madera y el mueble y, específicamente, en el Sindicato de Ebanistas, cuya dirección fue hegemonizada por el sindicalismo, casi sin interrupciones, hasta fines de 1920.

4 De modo tal que una de nuestras principales hipótesis plantea que el Sindicato de Ebanistas se constituyó durante estos años como un “bastión” de la corriente sindicalista, generando cuadros políticos de envergadura para esta tendencia e incidiendo notoriamente en decisiones y situaciones comunes al conjunto del movimiento obrero, particularmente desde el lugar que ocupaba la corriente del sindicalismo revolucionario como cabeza organizativa de la Federación Obrera de la República Argentina del IX

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Congreso (FORA IX). Luego, y en la medida en que el estudio de caso permite un recorte sobre la extensión en pos de ahondar con mayor profundidad en la rama seleccionada, aparece como necesaria la vinculación entre la corriente política sindicalista y las peculiaridades de la industria de la madera y el mueble que permitieron aquel desarrollo político. La indagación en torno a este nexo entre izquierdas y movimiento obrero nos remite, en última instancia, a elementos presentes en el proceso de trabajo así como a la trayectoria específica del sujeto colectivo trabajadores madereros.

5 Por ende, nuestra segunda hipótesis de trabajo apunta a diseccionar e identificar los ribetes organizativos y reivindicativos constituyentes de un gremio que se caracterizó, desde principios de siglo, por su alto nivel de politización, una importante tasa de sindicalización y, fundamentalmente, un destacado carácter militante, descollando varios activistas cuyos nombres pueden hallarse, de forma recurrente, firmando artículos en las prensas obreras así como en ciertos actos federativos decisivos, como los congresos y las actas de reunión con otras corrientes. Más aún, como veremos más adelante, se trataba de un gremio que supo ostentar, en momentos de crítico repliegue de las filas obreras, asambleas con cientos de trabajadores e, incluso, la obtención de conquistas en el medio de la adversidad de la más cruda crisis económica y social. En este artículo nos proponemos destacar los aspectos más significativos dentro de esta trayectoria. Para ello, previamente sondearemos las determinaciones que presentaba la industria de la madera y del mueble para aquella época.

Características de la industria de la madera y del mueble

6 En torno al primer cuarto del siglo XX, se puede decir que, desde el punto de vista estructural, la clase obrera argentina presentaba rasgos de heterogeneidad y segmentación (Camarero, 2007b). El desarrollo de una industria liviana de naturaleza extensiva (con poco capital y abundante mano de obra) se basó en una disparidad de las escalas y del nivel productivo de las empresas. Había algunas grandes, tecnificadas y modernas unidades de producción y comercialización (a partir de la introducción de la gran industria, con sus nuevos métodos de trabajo y maquinaria); muchos talleres medianos, dotados de una complejidad menor; y, por último, una multitud de pequeñas empresas individuales, con capital y personal muy reducidos, tecnología poco avanzada, a veces trabajando a un nivel casi artesanal (donde las normas laborales no estaban escritas y el sistema de control era de tipo familiar). Entre estas últimas dos categorías se ubicaba el mundo de los trabajadores madereros.

7 A principios de la segunda década de 1900, la ciudad de Buenos Aires se encontraba atravesando un proceso de reconfiguración metropolitana y desarrollo urbano capitalista cuyas consecuencias perdurarían por varias décadas (Rapoport y Seoane, 2007). En ese marco, la actividad de la madera y del mueble apareció como una expresión paradigmática del despliegue de la producción manufacturera y del trabajo artesanal que se verificó en la Argentina, y en especial en la Capital Federal, desde fines del siglo XIX. Un rasgo favorable a su desarrollo fue que no poseía, a diferencia de otras ramas, una dependencia muy estricta en cuanto a la importación de materias primas, insumos, herramientas y maquinarias, pudiendo abastecerse en buena medida en el mercado local.

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8 Siguiendo lo planteado por Camarero y Ceruso (2015), en estos años el sector de la madera y del mueble supo aprovechar ciertas coyunturas favorables y durante las décadas del veinte y treinta se produjo una fuerte expansión del mismo, especialmente en la región del Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA). Particularmente, se benefició del fenómeno de industrialización por sustitución de importaciones acaecido durante los años de la primera guerra mundial y, más tarde, con los efectos provocados en la economía nacional por la crisis capitalista de 1929.

9 Los censos industriales de 1914 y de 1935 señalan el crecimiento destacado del número de talleres y de trabajadores empleados en la actividad, pero no permiten descubrir un aumento considerable –comparándola con otras áreas- en el tamaño de los sitios de trabajo y en la cantidad de obreros en cada uno de ellos, ubicándose en un promedio aproximado de entre veinte y treinta. Según nuestro relevamiento a partir de las crónicas de época, hacia 1920 se empleaban alrededor de 5000 trabajadores en el ámbito de la madera y el mueble de la Capital Federal (y unos 10.000 en todo el país), estando sindicalizados (cotizantes regulares al sindicato) unos 3000 individuos, aproximadamente (esta cifra, por otra parte, probablemente haya sido bastante menor si no la mitad).1 Sólo algunas firmas parecen haber empleado algunos centenares de operarios en una misma planta.

10 Respecto a la importancia relativa del sector dentro de la economía nacional, según el censo industrial de 1914, el valor de la producción bruta oscilaba en torno a un 8,7%, muy por debajo del 53,3% de los alimentos y bebidas (esta rama concentraba las actividades más modernas, con los frigoríficos, las factorías cerveceras, los molinos harineros y azucareros, etc.) y, a la vez, ubicando al ramo de la madera por encima del promedio de otras áreas como las confecciones (7,9), artículos de cuero (6,3) o metales (ídem anterior), sólo por tomar algunos ejemplos. Globalmente, la industria de la madera ocupaba el 12,9% de la fuerza de trabajo del país.

11 A partir de los años ’30, las cifras de los censos industriales y de las asociaciones profesionales obreras, realizados desde el Estado, certifican el aumento numérico de empleados del sector en todo el país: unos 30.000 hacia 1935, 53.000 en 1941 y 98.000 para 1945-1946 (Del Campo, 1983; Camarero y Ceruso, 2015). En todos los casos, la casi absoluta mayoría era personal masculino. Los porcentajes no fueron necesariamente permanentes en ese período y en los anteriores, pero puede afirmarse que entre un 35-40% de los trabajadores de la madera laboraban en talleres de la ciudad de Buenos Aires. Según el censo industrial de 1935, sólo en la Capital Federal se ocupaban casi 11.000 obreros en el sector (Di Tella, 2003).

12 Algunos de los rasgos característicos de la rama de la madera fueron la dispersión geográfica de los lugares de trabajo (sobre todo, de los más pequeños) y la mediana escala de los establecimientos, pudiéndoselos hallar por toda la ciudad. En un principio, se encontraban mayoritariamente en la zona Sur, en los barrios de La Boca, Barracas, Parque Patricios y Pompeya (no casualmente, uno de los sindicatos se organizó específicamente en esa área). Luego, Balvanera, San Nicolás y Almagro comenzaron a ser la sede de una gran cantidad de talleres. Desde los años veinte, barrios como Palermo, pero especialmente Villa Crespo y Paternal (y más tarde, Mataderos), conocieron la radicación de muchos talleres pequeños y medianos, en especial, de carpinterías y mueblerías. Asimismo, en todas estas zonas se afincaron varias de las empresas más grandes del sector, como Thompson, Sage y Nordiska, y de menor tamaño como Ponti, ebanistería Colombo Hnos. y Casa Lapidus y Smud, entre muchas otras (Camarero y Ceruso, 2015).

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13 Otro aspecto a destacar en nuestro análisis es que, hasta fines de los años treinta, cerca de la mitad de los trabajadores de la madera y del mueble era de origen extranjero; entre ellos, detectamos no sólo la presencia previsible de italianos sino también de muchos provenientes de Europa oriental (rusos, polacos, lituanos, ucranianos, yugoeslavos y húngaros, varios de ellos profesantes del judaísmo) (Bilsky, 1992; Camarero y Ceruso, 2015). En un trabajo pionero sobre el tema, Bilsky (1987) destacaba especialmente la función y el papel que jugaba el sector israelita dentro de la industria de la madera (permítasenos citar in extenso): En la rama del mueble se desarrollaron desde el principio los talleres judíos, llamados "boliches" por sus dimensiones. Se introdujeron en el mercado gracias a la producción de muebles de inferior calidad, utilizando madera enchapada -al estilo francés- y de pino -al estilo inglés- y recurriendo a diferentes formas de trabajo a destajo. Una de esas formas -llamada Kort-arbeit- consistía en la subcontratación de trabajadores -generalmente recién llegados e imposibilitados de adquirir sus propias herramientas- como "manos", lo que permitía un mayor rendimiento del obrero calificado que igualmente trabajaba por unidad. Estas modalidades de trabajo en los talleres judíos provocaron roces con los obreros de los demás establecimientos que vieron en ellas “la ruina de la profesión”.

14 No obstante, la labor a destajo persistió como una modalidad corriente dentro de la industria por varios años más, particularmente en los talleres de raigambre judía aunque también en otros lugares de trabajo, de origen étnico diverso. De la misma manera, el abandono de las características artesanales en la actividad fue paulatino y, quizás, hasta algo tardío con respecto a otros sectores. La llegada de la etapa manufacturera, la división extrema del trabajo y la gran industria sólo logró avanzar parcialmente hacia principios de la década de 1940. En la misma sintonía, la presencia del capital extranjero en la rama fue marginal, sobre todo si se la compara con la industria frigorífica, textil, metalúrgica, química, automotriz, de la electricidad, de la vinculada a la construcción, entre otras (Di Tella, 2003; Camarero y Ceruso, 2015).

Trayectoria de la organización gremial de los trabajadores madereros

15 Los trabajadores de la madera disponían de una gran tradición asociativa y las corrientes del movimiento obrero (socialistas, anarquistas y, sobre todo, sindicalistas) habían tenido una presencia significativa entre ellos desde principios de siglo. A su vez, los comunistas comenzaron a tener una inserción molecular a partir de los años 1922-1923. Se trataba de una fracción de la clase obrera con un nivel importante de experiencia de lucha, organización y politización. Hacia 1915, el gremio de la madera contaba con varios sindicatos, los cuales englobaban una multiplicidad de labores muchas veces disímiles, que podían realizarse (o no) bajo el mismo techo. Entre los agrupamientos más importantes funcionando en Buenos Aires se contaban: el Sindicato de Ebanistas, establecido de larga data y que por su peso estructural y político, hegemonizaba la rama; el de Escultores en Madera, un oficio prácticamente lindante con el artesanado y que agrupaba unos 300 obreros; el de torneros; la Unión de Tapiceros. Pero también existían otros oficios, por fuera de las estructuras sindicales más o menos consolidadas, como los tallistas, los lustradores, los silleteros, el Sindicato de Doradores en Madera, el Sindicato de Aserradores y Carpinteros (de orientación anarquista) y, finalmente, la Sociedad de

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Aserradores, Carpinteros y Anexos de la Boca y Barracas, dirigida por anarquistas y socialistas.

16 Tal como se mencionó, el Sindicato de Obreros Ebanistas, Similares y Anexos, adherido en esa época a la FORA sindicalista, fue fundado en 1896 y constituía una instancia de referencia ineludible para los trabajadores. Allí tenían mayor peso los sindicalistas pero había una presencia respetable de comunistas y del grupo anarco-bolchevique que publicaba los periódicos Bandera Roja y, luego de 1921, El Trabajo (Ceruso, 2015). Cabe destacar que los ebanistas constituían el grupo mayoritario de trabajadores dentro de la rama y, en cierto modo, tendieron a ser el portavoz más legítimo de los reclamos generales así como uno de los factores que, en última instancia, posibilitaron la unión con el resto de los oficios, a mediados de la década de 1920. Para ilustrar este aspecto bien vale destacar el hecho de que, en la mitad del año 1906, se formó una Federación de Trabajadores en Madera, de corta existencia pero cuyo periódico, El Obrero en Madera, pasó a reemplazar a El Obrero Ebanista hasta 1916, cuando volvió al nombre original.

17 A su vez, la dirección de los ebanistas disponía de una “caja” de recursos propia y de un aceitado mecanismo de recolección de cotizaciones que acababa por dotarlo de cierta superioridad relativa con respecto a otros agrupamientos de la época. Así, por ejemplo, en el medio de una proliferación de huelgas y enfrentamientos como la que se extendió por la metrópolis porteña entre 1916 y 1921, el Sindicato de Ebanistas no sólo sostuvo sus propios conflictos sino que aportó importantes sumas monetarias a otros sindicatos en lucha. Según se informa desde la tribuna del periódico (permítasenos citar in extenso): Conforme a lo resuelto por la asamblea extraordinaria de nuestro sindicato, donde se discutió la actitud que se debía asumir frente al movimiento de huelga de los obreros ferroviarios, la comisión administrativa donó, en varias oportunidades, y cuando las circunstancias así lo reclamaron, diversas sumas que alcanzan en la actualidad a 400 pesos. Además, se ha efectuado dos empréstitos de 500 pesos cada uno, a solicitud de la Federación Obrera Ferrocarrilera. También se donó la cantidad de 50 pesos a la Federación Obrera Metalúrgica, al propio tiempo que se le facilitaba a la misma la cantidad de 200 pesos en concepto de préstamo, solicitado por esta organización a objeto de hacer frente con más soltura a los gastos motivados por el ejemplar movimiento que sostienen los obreros de La Cantábrica, que llevan más de dos meses de huelga... Habiendo pasado el Sindicato de Lavadores de lana, de Avellaneda, una nota solicitando la solidaridad pecuniaria, en razón de hallarse en huelga desde hace más de mes y medio, la comisión administrativa de nuestro Sindicato acordó donar a esa institución hermana la suma de 20 pesos. Tomando en consideración una nota remitida por el Consejo Federal de la FORA en la que comunica la resolución tomada por el Consejo Deliberativo Regional, el 27 del mes ppdo, solicitando que las organizaciones obreras votaran fondos con objeto de aliviar la crítica situación porque atraviesan más de 17.000 trabajadores de Avellaneda con motivo de los diferentes conflictos obreros que allí existen y que se mantienen con toda firmeza, nuestro Sindicato votó la cantidad de 100 pesos con aquel fin. Al mismo tiempo se hacía cargo de la cantidad de 1.000 bonos de a 0,20 centavos para distribuirlos entre los compañeros, el importe de esos bonos también son a beneficio de los huelguistas de Avellaneda.2

18 En relación a la estructuración sindical y a las disposiciones subjetivas de la masa de trabajadores madereros, es evidente que la experiencia preparatoria previa al estallido del ciclo huelguístico 1916-1921 colocó al gremio en mejores condiciones para abarcar un conjunto de reclamos más amplio. Este último factor apareció íntimamente ligado a una cierta dinámica sindical caracterizada por un balance positivo al término de las huelgas

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del Centenario, con varias decenas de talleres organizados. En este sentido, importa mencionar que muchas de las demandas (las ocho horas, supresión de las horas extras, jornal por accidente de trabajo, no trabajar los domingos, seguros sobre banco y herramientas –a partir de aquí provistos por los empleadores- y la prohibición de admitir en los talleres a aprendices que tuvieran menos de doce años de edad) se habían conseguido en la huelga general de 1904 y en su réplica de octubre de 1905. Según el cronista, Luis Lotito3, recién después de las luchas libradas en 1905, “El núcleo sólido organizado que no había pasado de 400, pasó al de 1200 rápidamente”.4 No hubo que esperar mucho tampoco para que, en enero de 1909, se produjeran levantamientos huelguísticos en los “boliches” de procedencia israelita, que se prolongarían durante tres meses y que apuntaron fundamentalmente a la eliminación del trabajo a destajo (generalizado en el medio), triunfo que se alcanzó en toda la línea al final de la contienda. Luego, en el cuadro de una irrupción masiva de la clase obrera en las vísperas del Centenario, la gran mayoría de los reclamos perseguidos se acabaron por ratificar mediante una movilización general de los gremios de la madera (jornal completo por accidente, abolición del trabajo a destajo, ocho horas diarias, entre otras).5

19 Por otra parte, la consecución de estos triunfos mediante los métodos de lucha y organización genuinos de la clase obrera, así como su efectiva implementación, marcaron por mucho tiempo una línea de resistencia y un horizonte de visibilidad de clase para el resto de los trabajadores de la ciudad de Buenos Aires, en el marco de un contexto completamente adverso de las condiciones de vida y hábitat populares. Posteriormente, el hundimiento de la economía nacional en 1913, la crisis social y el desempleo generalizado condujeron a los capitalistas a aprovechar las circunstancias para vulnerar estos derechos y logros adquiridos, avanzando en toda la línea y, por lo tanto, retrocediendo en esta medida la organización obrera en los talleres. De modo tal que, en 1915, estaba planteado recuperar las conquistas que habían sido arrancadas durante la década de 1900.

El sindicalismo revolucionario como dirección del gremio de la madera

20 Una somera revisión bibliográfica indicaría que muchos de los aspectos característicos del sindicalismo han sido señalados en distintas ocasiones (Belkin, 2007; Bertolo, 1993; Caruso, 2012; Del Campo, 1983, 1986; Horowitz, 2015). En este apartado nos interesa recuperar algunas de estas dimensiones en vías de precisar el rol que jugó el sindicalismo como dirección política del Sindicato de los Ebanistas (y, de allí, su virtual dominio sobre el resto de los gremios de la rama) y el espacio político que ocupó como corriente en relación al conjunto del movimiento obrero de Buenos Aires. Con este objetivo, examinaremos las modulaciones sobre el repertorio organizacional y apuntaremos algunos elementos que permitan esclarecer el basamento teórico-estratégico que lo sustentaba.

21 Para comenzar, cabe señalar que, durante las primeras décadas del siglo XX, el sindicalismo revolucionario se constituyó como una de las principales identidades obreras, con arraigo en muchas de las organizaciones gremiales más importantes del período. Asimismo, resulta una hipótesis harto comprobada la tendencia hacia el economicismo que rodeó su práctica política y, principalmente, la defensa incondicional de la herramienta gremial, el sindicato, abandonando progresivamente la confrontación

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abierta de los primeros años en favor de posiciones más negociadoras y pragmáticas. De esta forma, varios de los éxitos a través de las acciones impulsadas por los sindicatos que dirigían, como la Federación Obrera Marítima (FOM) o la FORA IX, consolidaron al sindicalismo como representación sindical, a la vez que tendieron a favorecer la negociación como práctica, expresada en la aceptación y reclamo de mediación de diversas instancias gubernamentales y organismos oficiales desde los primeros años del siglo (Caruso, 2012).

22 El resultado de la acción sindicalista y del procesamiento de estas experiencias acentuó su pragmatismo (cada vez más proclive a la concreción de logros económico-corporativos), definiendo un nuevo perfil para el sindicalismo revolucionario, que pasó de ser un sindicalismo de “acción directa” a uno “de presión”, tendiendo menos al enfrentamiento con el gobierno y a impulsar la huelga general por solidaridad. Así, se demarcaba de forma embrionaria un proceso de integración política al Estado burgués6, iniciado hacia fines de la década de 1910 y que será un elemento clave en la tradición obrera y sindical argentina. Coincidimos en este punto con la opinión de Bilsky (2011) en que, finalmente, la dirección sindicalista se contentaría con el “gran desarrollo” de la organización sindical, reclamando sencillamente la “abstención” del Estado en lo que concernía a las cuestiones laborales (y, en particular, que el Estado no reprimiera)

23 De alguna manera, si en algún sector se expresó con claridad este fenómeno fue en la industria de la madera y el mueble. Como veremos a continuación, varias razones contribuyeron a acentuar los rasgos del “pragmatismo reformista” propugnado por el sindicalismo, además de aportarle mayor “terrenalidad” a su perspectiva política más general, que sostenía la capacitación de la clase obrera en el lugar de trabajo como el motor fundamental de la transformación social.

a) La parcialización de las huelgas como táctica

24 En primer lugar, la trayectoria de la organización de los trabajadores madereros, esbozada más arriba en sus contornos básicos, permite afirmar que una buena cantidad de reclamos económico-corporativos (correspondientes a la reproducción inmediata de la fuerza de trabajo) había sido obtenida durante la primera década del siglo (y luego recuperada en la siguiente) sin que ello hubiera implicado necesariamente sumarse a una movilización política que abarcara al resto de los trabajadores. De hecho, pese a coincidir muchas veces con las luchas del ciclo huelguístico general, la dirección sindicalista promovía la parcialización de las huelgas como la estrategia más “inteligente” a la hora de arrancar las reivindicaciones a las patronales y de “poner en condiciones” los talleres.

25 Así sucedió tempranamente, durante la huelga general de julio de 1916, que duró varias semanas, involucrando a la totalidad de los oficios del ramo, y terminó con un importante triunfo por parte de los trabajadores.7 Según consigna la crónica, en el transcurso de la primera semana de paro, más de 25 talleres (Mapple, Yansen, Sage, Glacer, entre otros) habían aceptado las condiciones de los trabajadores. A la semana subsiguiente, otros 75 talleres decidieron firmar el pliego reivindicativo. En el resto de las empresas donde las patronales no habían dado lugar a los reclamos obreros, se decidió continuar la medida de fuerza bajo la forma de “huelga parcial”: La proposición presentada por Cuomo [Juan Cuomo, dirigente sindicalista del gremio] de sostener la huelga parcial, es decir, que los obreros debían ir a trabajar a los talleres de los patrones que aceptaran las condiciones en el trabajo establecidas

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por el Sindicato, y se continuara la huelga contra aquellos patrones que aún no se habían presentado en secretaría a firmar el pliego de condiciones, es una demostración evidente de la capacidad alcanzada por los directores del movimiento.8

26 Varias veces se ha aludido a este disposición táctica como una forma de disipar la presión tendiente hacia un enfrentamiento directo con el gobierno radical que pudiera llegar a generalizarse (choque, por otra parte, no buscado); sin contar que el mismo escapara al control de la dirección sindicalista. En todo caso, la renuencia de esta corriente a encabezar un movimiento de estas características (cuya manifestación máxima significaba la declaración y el sostenimiento de la huelga general) se cristalizó en enero de 1919, en el marco de los acontecimientos de la “Semana Trágica”, cuando el sindicalismo revolucionario en tanto dirección de la FORA IX recién llamó al paro general una vez que el mismo ya se estaba desarrollando en los hechos (Bilsky, 2011). Más aún, es particularmente notable que la serie del periódico ebanista en ese período salta abruptamente desde su última publicación en diciembre de 1918 a marzo de 1919, sin mediar palabra sobre la masacre de enero, pese a que la ciudad había sido militarizada con más de 10.000 hombres de todos los organismos existentes dentro del aparato represivo de aquel momento (entre otros, policías, bomberos, militares, sin contar los cientos de voluntarios civiles que formaron en guardias blancas).

27 Dos meses más tarde, e incluso teniendo en cuenta el cuadro de la derrota y la hondonada represiva desplegada contra el movimiento obrero en el verano, la postura sindicalista sobre las ventajas de parcializar los conflictos seguía siendo defendida desde la primera plana del diario ebanista. Veamos sucintamente los planteos del articulista, Juan Cuomo9: Al Sindicato de Ebanistas y Anexos algunos trabajadores, si bien es cierto, son muy pocos, se nos mira como obreros que no luchamos sino solamente por el aumento de salarios, y que no somos un sindicato revolucionario… Se nos dice que somos un sindicato pacifico. Pues bien: invitamos a los enemigos de su propia clase, a que vengan por nuestra secretaria y les haremos constatar que la mayoría de los conflictos son de un orden puramente moral; y a más, les invitamos a que constaten si existe sindicato que haya realizado mayor número de movimientos que el de los ebanistas. Estoy por creer que los que critican pertenecen a algún país donde no se hacen huelgas, y que no saben lo que ellas significan y la importancia decisiva que ellas tienen en la solución de la lucha que libran por el predominio social la burguesía y el proletariado. Hemos hecho y seguimos haciendo huelgas parciales por dignidad y respeto, y nótese bien, en esto somos los que menos hablamos, pero sí los que más obramos, haciendo con ello obra de capacitación, y consiguiendo que cada obrero de nuestro gremio llegue a poseer una personalidad revolucionaria.10

28 La cita de arriba contiene ciertos elementos significativos en nuestro análisis. Primero, la acusación imputada a los ebanistas de “sólo luchar por aumento de salario”, desentendiéndose de este modo de la situación del resto de la clase. Segundo, la aseveración acerca de que la mayoría de los conflictos son “de orden puramente moral” remite a una dimensión que entremezcla la teoría sindicalista sobre la lucha de clases (donde el capitalista es el burgués “egoísta” cuyo único fin es incrementar su beneficio a expensas del obrero) con la estrategia propugnada por esta corriente, dentro de la cual no está descartada la negociación inter partes ni tampoco el arbitraje estatal. Tercero, y en conexión también con la moral de clase, el articulista justifica el emprender las huelgas parciales “por dignidad y respeto”, realizando en este movimiento una “obra de capacitación” que cimenta la personalidad revolucionaria de la clase.

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Al año siguiente (1920), un “Informe General de Secretaría” intitulado “Consecuencias del triunfo de febrero” señalaba que, en vistas de las numerosas huelgas que habían comenzado a levantar cabeza en los meses de mayo y junio, …tal movimiento, actualmente en todo su apogeo, caracterizase por el deseo general de obtener una elevación sobre los salarios establecidos en el pliego general. El aspecto interesante del movimiento consiste en que no se realiza de manera general simultánea, hecho este que daría lugar a la presentación de un pliego general con condiciones uniformes, sino que se deriva en un movimiento de rotación que empieza en un taller o grupo de talleres para recorrerlos todos hasta lograr condiciones uniformes de salario para todos los miembros del sindicato. Esta lucha tan característica merece un comentario. ¿Es ella conveniente o perjudicial al sindicato? Sin condenar los movimientos generales, simultáneos, parécenos conveniente el sistema de lucha que se viene practicando. Este sistema tiene, sobre las acciones simultáneas, la ventaja de no comprometer jamás el triunfo que se persigue. Un personal en huelga, siendo un poco diligente, puede fácilmente triunfar; y en una circunstancia adversa, puede contar con la solidaridad del resto del sindicato para llevarlo al triunfo. Esa solidaridad, al ser prestada por elemento que trabaja, puede significarse por hechos que serían imposibles cuando la huelga es general. En efecto, ¿cómo podríamos colocar en otros talleres a un personal debilitado en su espíritu de resistencia por una larga lucha, estando todos esos talleres del ramo afectados por una huelga general? En este criterio se ha inspirado siempre la C.A. para encauzar en tal sentido los movimientos que persigan la imposición de mejoras.

29 Ahora bien, pese a las salvedades que hace el articulista respecto a la generalización de los conflictos (“sin condenar los movimientos generales”; “en una circunstancia adversa, puede contar con la solidaridad del resto del sindicato para llevarlo al triunfo”), la realidad es que, en prácticamente todos los casos que encontramos en las páginas del periódico, la ausencia de vinculación entre ellos es notoria. No sólo eso: son reiterados también los conflictos que transcurren sin solución de continuidad durante semanas y semanas sin que la dirección sindicalista ni los delegados tomen alguna iniciativa o resolución al respecto. A continuación, veremos cómo la parcialización de las huelgas en tanto táctica convergía con ciertos elementos que apuntaban en la misma dirección, tendiente más hacia el empoderamiento de los trabajadores en sus lugares de trabajo y menos hacia su movilización general contra el poder político y el Estado.

b) La “capacitación” de la clase obrera

30 Siguiendo el planteo de Bilsky (2011), el problema de la “capacitación de la clase obrera” representa uno de los núcleos esenciales del pensamiento sindicalista revolucionario. Esta capacitación contiene dos momentos básicos: por un lado, el aprendizaje en la acción cotidiana, en el combate por las reivindicaciones inmediatas, que “enseñan” al obrero a visualizar y destruir a su enemigo. Según el autor, si a este primer momento se lo puede considerar “negativo”, porque predomina la acción destructiva, existe un segundo momento del aprendizaje que se podría calificar como “positivo”. El mismo comprende la adquisición paulatina de la capacitación técnica para tomar a su cargo la dirección de la producción cuando no existan más patrones, demostrando la falta de necesidad del rol de estos en la dirección de la producción. En este sentido, se expresan varios artículos como el siguiente:

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El sindicato para los obreros resulta ser el más perfecto organismo de lucha, en él se desarrolla el sentimiento de solidaridad y es la escuela donde se capacitan técnica y moralmente los obreros y donde adquieren la fuerza para poder desalojar de la dirección del trabajo a la clase que nos explota. Y es por medio del Sindicato -que desarrolla el espíritu combativo de los obreros y mancomuna sus fuerzas- como aproximaremos el momento en que podamos decirle a la clase enemiga: Basta de explotación; si hasta hoy hemos sido pedestal de la estatua de la esclavitud, debido a la ignorancia obrera, desde mañana queremos ser el pedestal de la estatua de la libertad y de la emancipación social.11

31 En otras palabras, para los sindicalistas es en la acción cotidiana donde la clase obrera se transforma en clase para sí. No obstante, esta formulación de capacitación paulatina, de conquista gradual de la dirección del taller o de la fábrica, desligada de la movilización combativa de la clase, termina por verse asociada a la idea del fortalecimiento de las “instituciones obreras” (o sea, los sindicatos), en tanto órganos de clase opuestos a las instituciones del Estado y de la clase capitalista en general. Desvirtuados los métodos de acción directa y de la huelga general, sólo se mantiene una visión gradualista o evolucionista del proceso social (Bilsky, 2011).12

32 Precisamente, creemos que, si en algún sector productivo esta perspectiva podía hacer pie, era en la industria de la madera y el mueble. La dispersión geográfica de los establecimientos, luego en muchos casos -como los “boliches” - el carácter semi-artesanal de la actividad aunado al hecho de la baja densidad de empleados por lugar de trabajo (en general, de entre veinte y treinta por unidad productiva, lo cual implicaba, a su vez, hasta cierta cercanía étnica sino incluso social, como en los casos de los obreros devenidos en patrones) deben ser considerados como factores que contribuyeron indudablemente a darle un cierto cariz de realidad a la praxis pregonada por los sindicalistas sobre la apropiación de las condiciones de trabajo por parte de los obreros.

33 Si sumamos a esto el virtual control del sindicato sobre la bolsa de trabajo a través de la “tarjeta sindical” (e incluso, hasta cierto dominio sobre el propio producto del trabajo, como sucedía con el empleo del label13), se presenta un cuadro bastante aproximado acerca del ethos peculiar que envolvía la industria maderera de aquella época y que vivenciaban los trabajadores en tanto ser quienes ponían a funcionar el proceso de producción de una forma específica (y no de otra). Sobre este particular, bien vale lo aclarado por Ceruso (2015) en relación al pasaje de la manufactura a la gran industria: En este tipo de proceso de trabajo, caracterizado como manufacturero, el saber artesanal del trabajador todavía se encuentra en un primer plano de la producción y la introducción de maquinaria es nula o escasa y subsidiaria de la labor obrera.

c) La organización en el lugar de trabajo

34 En 1917 se desarrollaron 138 huelgas en la ciudad de Buenos Aires, de las cuales trece fueron protagonizadas por el sector maderero (Ceruso, 2015). Se trataba de los primeros pasos de un ciclo huelguístico de más largo aliento y que tendría su expresión propia en la rama de la madera y el mueble. En septiembre de ese año, se publicó un número extraordinario de El Obrero Ebanista, cuya primera plana la ocuparon de página entera los informes de los talleres, correspondientes a la sección “Movimiento Sindical”, donde se comunicaba que había entrado en funciones un “comité de propaganda”, nombrado para reorganizar los lugares de trabajo. Al respecto, el apartado del periódico ebanista señalaba:

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La Comisión Administrativa de este sindicato, interpretando la necesidad de realizar una agitación tendiente a reorganizar muchos talleres, de estos donde los obreros se encuentran en situación desastrosa dadas las condiciones que en ellos imponen los capitalistas, y en virtud de la desorganización en que se hallan los compañeros que allí trabajan, creyó útil y necesario que para regularizar este estado de cosas debía nombrarse un comité que realizase este trabajo y predispusiese la voluntad de aquellos compañeros desorganizados a formar parte de nuestro sindicato. Asimismo, inducirlos a capacitarse para cuando las circunstancias lo permitan elevar las condiciones de trabajo, que los dignificara, modificando su estado de obreros sumisos e incapaces en obreros dignos y altivos.14

35 A continuación, se presentaba un informe sobre la labor realizada por el “comité de reorganización”. Los diez lugares de trabajo consignados en la crónica eran talleres de un tamaño promedio de entre quince y veinticinco trabajadores, salvo el caso del Taller Greiser, que empleaba 150 trabajadores y se encontraba totalmente desorganizado, y de Casa Sage, que también llegó a ocupar en su momento a varias decenas de obreros y a tener una importancia destacada en el mapa político del gremio algunos años más tarde, con el ascenso comunista (Camarero, 2007).

36 En verdad, el método de construcción política que seguía el también llamado “comité de propaganda” era bastante rudimentario, si bien terminaría demostrando ser efectivo a la hora de organizar la lucha (en el sentido de la obtención concreta de las reivindicaciones reclamadas). A partir del relevamiento sobre los distintos informes de los talleres, podemos avanzar en que la acción del comité sindicalista se estructuraba mediante los siguientes pasos básicos: una agitación a la salida de los talleres y posteriores reuniones con los personales involucrados; luego, se discutía un pliego de reivindicaciones que sería llevado a la patronal y se elegían los delegados representativos; estos últimos, además, debían garantizar que todo obrero que trabajara en su taller pudiera mostrar su tarjeta sindical.

37 Durante la segunda mitad de 1918, se reactivó el ciclo económico y el periódico ebanista envalentonaba a los trabajadores a extender y consolidar los logros conquistados en los meses anteriores. En este marco, el comité de propaganda, a través de la publicación de octubre de 1918, informaba que su labor, aunque incipiente (pero “prolífica”), había cesado, habida cuenta de la explosión generalizada de conflictos en toda la rama de la madera. En este sentido, el informe afirmaba que Un 80% de los personales organizados realizaron movimientos de huelga, en su mayoría para lograr la abolición del trabajo a destajo, así como para obtener aumento de sueldo, y, con muy raras excepciones, todos los conflictos se solucionaron satisfactoriamente para los trabajadores.15

38 Asimismo, y en términos de estructuración sindical, para la misma fecha el informe consignaba que, durante el mes de julio, habían cotizado efectivamente 2000 socios.16 Es muy probable que este número sea desmesurado; no obstante lo cual, no hay que perder de vista que, como veremos a continuación, es también altamente factible que, para estos años, el uso de la tarjeta sindical estuviera extendido en la mayoría de la industria maderera lo cual, generalmente, implicaba la cotización al sindicato (esto, a su vez, podría explicar la solidez de las finanzas del mismo).

39 En las páginas del periódico ebanista (por ahora, siempre desde el punto de vista sindicalista que describimos), varias notas constatarían el crecimiento del sindicato luego de las múltiples huelgas del ’17-18, siendo uno de sus resultados más significativos para nuestra investigación la extensión generalizada de la tarjeta sindical para ingresar a

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trabajar, acompañada por el nombramiento de delegados para garantizar el cumplimiento de las disposiciones acordadas y actuar de nexo con la dirección sindical y con la patronal. En noviembre de 1918, bajo el título “Socios nuevos”, podemos leer: Llama la atención la cantidad de obreros que concurren a secretaría a fin de ingresar a nuestro sindicato. Esto pueden constatarlo los camaradas que asisten los días de reunión de comisión... Lo que más influye en este hecho es la imposición de la tarjeta para trabajar en los talleres, y a pesar de haber sido ella tan combatida, nosotros debemos propagarla cada vez con más ahínco, ante su eficaz resultado, que es más convincente que todos los argumentos que le puedan oponer.17

40 Nuevamente, en un artículo de julio de 1920, se plantea el problema del crecimiento numérico del sindicato aunque ya en términos más desbordantes: según el cronista, serían 5000 los afiliados.18 El título del artículo, en este punto, es directo “La repercusión de la acción colectiva sobre los órganos de administración”, sosteniendo que la intensidad de la actividad general había sobrecargado a los miembros de la Comisión Administrativa y que, por lo tanto, era menester dividir tareas, creando comisiones que comprendieran los trabajos de estadística, de prensa y de propaganda.

d) La tarjeta sindical y sus derivas patronales

41 Como ya se mencionó anteriormente, el establecimiento de la “tarjeta sindical” configuraba una situación en la cual ningún obrero podía entrar a trabajar a un taller que estuviera organizado sin su correspondiente identificación. Los sindicalistas podían vanagloriarse “…de esta manera, los carneros son reducidos a la impotencia...”; llegado a un extremo, el sindicato lograba hacer ceder al capitalista ya que, de lo contrario, fuera más o menos grande su poderío, no contaba con la fuerza de trabajo necesaria para la producción. Con la aplicación de este mismo método, el gremio de la madera tenía el poder (hasta cierto punto) de quebrar económicamente a los “bolicheros”, bloqueándoles el acceso de personal capacitado y, por ende, imposibilitándole producir y valorizar su capital “normalmente”.

42 Desde el punto de vista capitalista, se alegaba la necesidad de defender “la libertad de trabajo”; libertad que, finalmente, sólo pudo ser puesta en práctica a partir de 1919, con los métodos de la guerra civil y la Liga Patriótica y la Asociación Nacional del Trabajo (ANT) en funciones. En el importante taller Lapidus y Smud, por ejemplo, pese al sostenimiento de más de quince días de huelga en junio de 1920, la patronal no aceptó el pliego de los obreros e intervino la ANT en conjunto con la policía, que detuvo a varios trabajadores. La CA del Sindicato se presentó “ante las autoridades” y los liberaron. Igualmente, el conflicto siguió su curso, sin que la dirección sindicalista interviniera para modificarlo.19

43 Hacia el año 1920, dado el alcance y la extensión de la tarjeta sindical en una gran cantidad de talleres, una táctica empleada por las patronales para quebrar la huelga y violentar la organización obrera en los lugares de trabajo fueron los llamados “dividendos”, “cooperativas” o “centuriones”: Cuando han sido incapaces de doblegar a los obreros, aparecen asumiendo el papel de "paternales protectores", deseando "no querer todas las ganancias para ellos", y reconociendo que también "los obreros tienen derecho a esas ganancias". Así empiezan a abrir el fuego contra la organización sindical, formando "cooperativas" con una parte del personal, y excluyendo a la otra… La táctica capitalista no puede ser mejor para ellos se entiende. Dividir al personal

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en dos bandos: uno con intereses creados dentro del taller, y otro que es explotado por el patrón y sus mismos compañeros. Eso es, en síntesis, lo que han dado en llamar unos "cooperativa", otros "dividendo" y otros "centurión".20

44 En el caso de la importante mueblería Thompson, se trataba de una suerte de cooperativa integrada por cien obreros que, eventualmente, debían recibir participaciones en las ventas de la empresa, tal como lo destacaba el propio Departamento Nacional del Trabajo: “…es un sistema mixto que tiende a asegurar la estabilidad de una parte del personal (cien obreros) concediéndoles ciertos beneficios pecuniarios especiales a cambio de la obligación de no suspender la tarea por razones de huelga” [el subrayado es nuestro].21 En otras palabras, estas falsas cooperativas actuaban como un subterfugio patronal que verdaderamente lograba atraer obreros desorganizados, representando un hiato dentro de la organización sindical ya que quebraba el férreo control establecido sobre la contratación de trabajadores. En esta dirección, al término de uno de los tantos conflictos que acontecieron allí, se declaró “el desconocimiento de los ‘centuriones’” y el sindicato inició una campaña para liquidarlo: “…el ‘centurión’, destrozado por ser atentatorio a los intereses de nuestra colectividad, no debe resurgir; y cualquier intento patronal en ese sentido debe malograrse”22.

45 Una última variante de la cooperativa fue la “cooperativa de producción”, apoyada en algunos casos por los socialistas. Anteriormente, en abril de 1917, el tópico había aparecido en el temario de la asamblea del gremio bajo la pregunta “¿Qué actitud debe asumir este sindicato frente a los compañeros que formaron las cooperativas?”. Según el articulista, la respuesta frente a esta cuestión dividió a la asamblea en dos. De un lado, aquellos que …creen de utilidad práctica fomentar su desarrollo, pues consideran que de ese modo se consigue un mayor bienestar económico, y que además ellas son un medio de transformación social. Los fautores de la cooperación socialista, sostienen que de ese modo los trabajadores van adquiriendo la capacidad para gestionar la producción, sin la intervención de intermediarios y patrones; que es así como se irán desarrollando con más rapidez en el seno de la sociedad capitalista “las fuerzas productivas nuevas”, las cuales deberán servir de poderosa palanca al proletariado para la subversión del mundo burgués, y para despejar el horizonte al “nuevo orden social que se aproxima”.23 Del otro lado se ubicaban aquellos que orbitaban alrededor de la posición sindicalista, desde la cual se argumentaba de forma tajante que …[otros obreros] más videntes y animados por un espíritu revolucionario más en armonía con la acción que debe desplegar la organización obrera, sostienen que su desarrollo es contraproducente. Piensan que las cooperativas convierten a sus miembros en seres egoístas, infiltrándoles ideas burguesas, y que, al final de cuentas, no hacen más que obstaculizar la marcha ascendente al proletariado. (…) En primer lugar, las cooperativas fomentan la burocracia (...) la jerarquía que corresponde a una diferenciación económica, existe en las cooperativas, a causa justamente de la división de los trabajadores en manuales e intelectuales (…) [el subrayado es nuestro] El obrero que perseguido por la miseria acepta un trabajo que le desagrada, estará siempre dispuesto a hacer valer sus derechos. No esperará para ello más que la oportunidad. En cambio, los cooperativistas están en condiciones diversas: tienen un pequeño capital que defender. Por este hecho se harán reaccionarios, enemigos de los conflictos entre capital y trabajo, porque estas luchas les son perjudiciales. He ahí la diferencia: para los cooperativistas todo se reduce a un “mejor bienestar económico”; para los otros sólo quedará resuelta la cuestión con la “expropiación por parte de los trabajadores, de los elementos de producción”. Es por eso que

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considero justa la resolución que se ha tomado, de acuerdo con la moción del compañero Ibañez, de expulsar a todos los cooperativistas de nuestro sindicato (…) Aquí la cooperativa de consumo de “El Hogar Obrero”, dirigida por socialistas, tiene a sus empleados trabajando horarios de 9 a 10 horas diarias, según la calificación del obrero y con sueldos diferenciados.24

46 Evidentemente, el asunto partió aguas dentro del sindicato ya que, en efecto, se trataba de dos visiones antagónicamente irreconciliables en términos estratégicos. En el periódico ebanista publicado en agosto de 1919, pudimos rastrear el planteo nuevamente pero desarrollado con una densidad teórica mayor: …la cooperativa de producción presenta una única ventaja: librar a los obreros de la autoridad patronal. Pero, no los salva del sistema de trabajo asalariado, de esa forma de retribución capitalista y que no puede ser abolido sino eliminando las causas generadoras. Los obreros unionistas son pagados por el administrador de su cooperativa: hay un cambio de forma. El administrador en vez de ser un agente patronal es un agente de la cooperativa. Los trabajadores accionistas reciben un salario en proporción a la jornada de trabajo. La utilidad de la empresa -después de deducidos los gastos y los intereses por deudas a instituciones de crédito-, se reparte entre los accionistas en proporción a las acciones que posean (…) El principio de la cooperación no puede ser desenvuelto sin desconocer el ambiente capitalista (…) el principio de la cooperación, el trabajo en beneficio de la colectividad, no puede tener una aplicación efectiva sino en una organización social socialista. Hasta que las relaciones económicas actuales no sean substituidas por otras nuevas, hasta que la propiedad privada siga siendo la base del gran mecanismo social, no podemos hablar de cooperativas socialistas, ni de cooperativismo revolucionario.25 Vehementemente, otros cuadros del sindicato intervinieron indicando que La acción del sindicato obrero se ha caracterizado siempre en dotar a los obreros de una conciencia, de una psicología, de una moral, netamente revolucionaria, de clase. Hay que definir posiciones, y el gremio en general debe asumir una actitud decidida y enérgica. Combatamos sin contemplaciones a las "cooperativas", o llámeseles como quiera, sea ello "dividendo" o colóquesele el "taparrabos" vergonzante que, en síntesis, tienden a un propósito: inutilizar la acción sindical libre y autónoma. ¡Definamos posiciones: o en un campo o en otro!26

Conclusiones

47 Luego de repasar algunas de las características más sobresalientes de la organización sindicalista en la industria de la madera y el mueble, estamos en condiciones de elaborar algunas conclusiones a modo de cierre y como nuevos puntos de partida para futuros estudios.

48 En principio, cabe destacar que, dada la configuración estructural del sector (dispersión geográfica y establecimientos chicos-medianos) así como del propio proceso de trabajo (una actividad de oficio, cercana a un mundo artesanal en vías de desaparecer), la estrategia del sindicalismo revolucionario pudo encontrar varios puntos de apoyo que la apuntalaran. En primer lugar, el hecho de que los establecimientos estuvieran desparramados por los distintos barrios de la ciudad contribuía a reforzar tácticas contrarias a la generalización de los conflictos, como fue el caso de la parcialización de las huelgas. No obstante lo cual, su aplicación no estuvo circunscripta exclusivamente a esta rama y su eficacia, en todo caso, apareció ciertamente ligada a una dinámica de conflicto donde el sector de trabajadores que lograba hacerle firmar el pliego reivindicativo a su

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patronal permitía, luego de volver a trabajar, contribuir materialmente al sostenimiento de sus compañeros de otros lugares aún en huelga. En segundo término, los principios teóricos y políticos del sindicalismo, que magnificaban la capacitación de la clase obrera como la forma absoluta de la emancipación final de los trabajadores, encontraron en los talleres madereros un lugar de materialización de estas ideas, encarnando en ingeniosas medidas de contralor obrero tales como la tarjeta sindical o el label. Asimismo, analizamos las notables repercusiones que tuvo la implementación de la primera dentro del campo patronal, el cual se vio forzado a hacerle frente, adoptando medidas también astutas como la creación de falsas cooperativas; en el mismo plano, revisamos escuetamente el caso de la polémica en ocasión de las cooperativas de producción entre obreros (en especial, resta ahondar a futuro en las publicaciones de La Vanguardia a partir del punto de vista socialista sobre este tema).

49 Luego, un tercer elemento a resaltar en esta síntesis es el nombramiento de delegados en los lugares de trabajo, quienes debían hacer las veces de intermediarios tanto con el sindicato como con la patronal, garantizando el cumplimiento de los pliegos reivindicativos conseguidos. Además, la presencia de los delegados aseguraba la entrada del cobrador del Sindicato a los establecimientos y, por ende, de la distribución regular del periódico. En esta dirección, la labor del llamado “comité de propaganda”, entrevistándose con los distintos personales e impulsando la organización en el ámbito fabril, prefiguraba los contornos de lo que podría haber sido una dirección general en momentos de auge huelguístico pero que, a la vez, no estaba dispuesta a asumir políticamente los “costos” y “riesgos” de masificar el movimiento. De todas maneras, lo último no supone afirmar lo contrario, es decir, que los sindicalistas no encarnaran en dirección de los conflictos masivos una vez que los mismos tuvieran lugar (como sucedió concretamente en la huelga general de julio de 1916).

50 Lo que queda como resultado entre estos dos extremos es una dirección sindical que buscaba conscientemente centralizar todos los conflictos bajo la tutela de un mismo organismo (mediante las “reuniones de secretaría” en el histórico local de México 2070) pero que, sin embargo, trataba cada caso en particular, sin esforzarse por establecer lazos entre los distintos talleres pese a los múltiples vasos comunicantes en el terreno de los reclamos (aumento salarial, jornada laboral, fin del destajo, tarjeta sindical, etc.). Prueba de esto es la masividad de las asambleas, que nunca bajaban del medio millar de asistentes (Camarero y Ceruso, 2015). Más allá del freno que supuso el factor “atomizante”, de acuerdo a nuestro estudio se corroboró un crecimiento de los cotizantes/afiliados durante el período 1916-1920, cuyas causas podrían deberse, sobre todo, al funcionamiento generalizado de la tarjeta como así también al impulso de lucha generado al calor de la explosión de huelgas en toda la ciudad de Buenos Aires.

51 En síntesis, lo que tenemos hasta aquí es una corriente más preocupada por la consecución o el mantenimiento de algunas condiciones elementales en los lugares de trabajo (semana de 44 horas, jornal por accidentes, tarjeta sindical, entre otras) antes que por el estímulo a desarrollar una confrontación política general contra el Estado y las clases dominantes en el marco de una alianza con otros sectores de los trabajadores. No obstante lo cual, esta aseveración no modifica en nada el hecho de que la industria de la madera y el mueble fuera por muchos años un importante centro de gravitación política del sindicalismo.

52 Más aún, las matrices teórico-discursivas reseñadas así como las formas organizativas adoptadas por esta tendencia permiten abrir una reflexión en torno a la hipótesis de

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Aquino (2015) sobre la existencia de un núcleo sindicalista “duro”, que dirigió gran parte del período el Sindicato de Ebanistas y que se referenciaba con la Federación Sindical Internacional, totalmente contrario a la influencia de la Revolución Rusa y su Internacional Sindical Roja (ISR). Este sector, integrado por Juan Cuomo, Adán Ibañez, Cristóbal Montesano, Alejandro Silvetti, entre otros, será una parte integral de los armados políticos de la corriente sindicalista revolucionaria tanto dentro de la FORA IX como de su sucesora, la USA; a esta última, de hecho, frente al derrotero de ferroviarios y marítimos durante los veinte, “le pondrá” su secretario general, el propio Silvetti. Habrá que esperar hasta fines de 1923 para que el espectro afín a la revolución de octubre y al incipiente Partido Comunista argentino, representado en destacados cuadros organizadores del gremio, como Aurelio Hernández, Mateo Fossa, Salomón Elguer, Augusto Pellegrini, Pedro Jungalá, entre otros, se haga por unos meses con el control del periódico y, aparentemente, con la dirección del novedoso Sindicato Obrero de la Industria del Mueble (SOIM). En otras palabras, resta coligar el proceso de estructuración sindical que vino a superar la atomización en distintos gremios separados (ebanistas, carpinteros, tapiceros, etc.) junto al desarrollo del núcleo comunista y sus puntos de coincidencia y choque con las fracciones existentes dentro de la corriente sindicalista. Este cambio de orientación dentro del gremio será objeto de próximos trabajos.

53 A modo de cierre, importaría destacar y relevar en futuras elaboraciones la imbricación entre las izquierdas a partir de cada una de sus iniciativas, las cuales tendieron, en muchos momentos, a la convergencia en un campo de lucha común, no así con idénticas premisas, acciones ni estrategias. En esta línea, queda pendiente la necesidad de articular las hipótesis planteadas contrastándolas con las opiniones y trayectorias vertidas por las otras corrientes intervinientes en la rama (socialistas, anarquistas y, más tarde comunistas). Por dar un ejemplo, a continuación enumeramos algunos de los tantos debates comunes a la época y que arrecian en las páginas del periódico ebanista, ameritando un estudio detallado: sobre el parlamentarismo, los intelectuales y las cooperativas, en el caso del PS; las polémicas sobre los militantes rentados -y su rol de “burocracia”-, la implementación (o no) de la tarjeta sindical o la mera conducción de conflictos, con los anarquistas; los límites y atribuciones de las comisiones idiomáticas, la adhesión a la ISR y la constitución de un sindicato que centralice a todos los oficios, con respecto a los comunistas. Desde esta perspectiva, la elaboración sobre la praxis militante supone pensar aquellos puntos de contacto entre las líneas de intervención así como aquellos otros de choque y enfrentamiento. En esta dirección, la exploración apunta a identificar los ejes o polos de atracción política en torno a los cuales se reagrupó el activismo obrero en distintos episodios significativos y cuál fue la política que se dio cada una de las corrientes para intervenir en estas circunstancias. Ahí vamos.

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NOTAS

1. “La repercusión de la acción colectiva sobre los órganos de administración”, El Obrero Ebanista, año XV, núm. 94, julio de 1920. 2. “Solidaridad”, El Obrero Ebanista, año XIII, núm. 84, octubre de 1918. 3. Sindicalista, parte de la Comisión Administrativa del Sindicato de Ebanistas en 1920 y militante dentro del sindicalismo revolucionario del grupo que reivindicaba la adhesión a la Revolución Rusa y a la Internacional Sindical Roja, la “Agrupación Sindicalista Revolucionaria”, luego llamada “Federación de Agrupaciones Sindicalistas Revolucionarias”. Para un abordaje más completo sobre el ala “izquierdista” del sindicalismo, véase Aquino, Cristian (2015), “Bajo la influencia de la Revolución Rusa. La Federación de Agrupaciones Sindicalistas Revolucionarias a través de La Batalla Sindicalista, 1920-1923”, Archivos de historia del movimiento obrero y la izquierda, año IV, núm. 7, septiembre. 4. Es probable que los números señalados hayan sido en la realidad bastante inferiores pero sirven para hacerse una idea aproximada de la evolución de la trayectoria de la organización obrera en sus contornos generales así como el sentido de la misma (momento de ascenso huelguístico y/o organizativo o momento de atomización y reflujo de la clase). 5. “Historia del Sindicato de Ebanistas”, El Obrero Ebanista, año XV, núm. 94, julio de 1920. 6. Definido en un sentido amplio, esto es, no sólo en tanto el “aparato del Estado” sino, antes bien, como las formas concretas que asume la dominación social de una clase sobre otra y, por lo tanto, el Estado como la organización política de dicho poder. 7. “La huelga de los ebanistas, lustradores y silleteros”, El Obrero en Madera, año XI, núm. 75, julio de 1916. 8. Ídem. 9. Sindicalista, formó parte de la Comisión Administrativa del Sindicato de Ebanistas durante todo el período; estuvo entre la delegación que se entrevistó con Yrigoyen en el marco de los sucesos de la “Semana Trágica”. Véase Viñas, David (2011), En la semana, Ryr, Buenos Aires. 10. “No se nos comprende”, El Obrero Ebanista, año XIV, núm. 86, marzo 1919. 11. “El Sindicato”, firmada por M. Altrudi, El Obrero Ebanista, año XII, núm. 79, septiembre de 1917. 12. Si asociamos a esto la negativa del sindicalismo revolucionario a integrar dentro de su discurso la acción política, se puede comprender la evolución de esta corriente durante la segunda década del siglo, llegando a adaptarse, bajo el gobierno radical, a la vida “en democracia”. 13. Véase Ceruso (2015). 14. “Movimiento Sindical”, El Obrero Ebanista, año XII, núm. 79, septiembre de 1917. 15. “Comité de propaganda. Informe”, El Obrero Ebanista, año XIII, núm. 84, octubre 1918. 16. En 1918, la dirección sindicalista del gremio informaba desde las páginas del periódico que “… de los 3000 a 3500 obreros que se calculan dedicados a la industria del mueble y ebanistería en general, puede decirse que el 85% se hallan organizados en nuestro sindicato, y no es aventurado asegurar que ese porcentaje se verá aumentar considerablemente si el trabajo -de acuerdo con las perspectivas, bien favorables por cierto- no decae en la proporción de otros años.” “Informe de secretaría”, El Obrero Ebanista, año XII, núm. 85, noviembre de 1918. 17. “Socios nuevos”, El Obrero Ebanista, año XIII, núm. 85, noviembre 1918. 18. A todas luces se trata de un número irrisorio puesto que, para aquel momento, los trabajadores de la madera de la ciudad de Buenos Aires no pasarían probablemente de esa cifra.

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Sin embargo, aunque la cifra real fuera un tercio de la consignada, tendríamos una tasa de sindicalización del 30%. 19. “El conflicto con Lapidus y Smud”, El Obrero Ebanista, año XV, núm. 94, julio 1920. 20. “Dividendo, cooperativa o centurión. Necesidad de combatirlo”, firmado por Aurelio Hernández, El Obrero Ebanista, año XIV, núm. 89, noviembre 1919. 21. Ministerio del Interior, Departamento Nacional del Trabajo, Crónica Mensual del Departamento Nacional del Trabajo 1918-1922, p. 979, citado en Camarero, Hernán y Ceruso, Diego (2015), “Una historia del sindicato de la madera: organización gremial e influencia de la izquierda en las luchas obreras, Buenos Aires, 1917-1943”, e-l@tina, vol. 13, núm. 50. Buenos Aires: enero-marzo. 22. “Huelga en el taller Thompson”, El Obrero Ebanista, año XV, núm. 98, noviembre de 1920. 23. “A propósito de las cooperativas”, El Obrero Ebanista, año XII, núm. 77, abril de 1917. 24. Ibídem. 25. “Cooperativas y movimiento obrero”, firmada por Raymundo Fazzio, El Obrero Ebanista, año XIV, núm. 88, agosto de 1919. 26. “Dividendo, cooperativa o centurión. Necesidad de combatirlo”, firmado por Aurelio Hernández, El Obrero Ebanista, año XIV, núm. 89, noviembre 1919.

RESÚMENES

A inicios del siglo XX, el sindicalismo revolucionario se constituyó como una de las corrientes políticas más “exitosas” de la Argentina, siendo la dirección de la primera federación nacional, la FORA IX. En este artículo, rastrearemos las matrices discursivas y las orientaciones táctico- estratégicas verificadas entre 1915 y 1920 en la industria maderera de Buenos Aires, en cuyo seno se reflejó la intervención de casi todas las tendencias de izquierda existentes, generando destacados cuadros y teniendo una incidencia notoria en el movimiento obrero.

In the beginnings of the XX century, the revolutionary syndicalism became one of the most “successful” political movements in Argentina. During this period, this movement presided the first national federation, FORA IX. The aim of this article is to analyze the discursive matrices and the strategic orientation of the wood union in Buenos Aires, which reflected the participation of almost every existing left movement during that period and it gave birth to important syndicalist figures.

ÍNDICE

Palabras claves: movimiento obrero, sindicalismo revolucionario, industria de la madera, FORA IX Keywords: labor movement, syndicalism, wood industry, FORA IX

AUTOR

WALTER L. KOPPMANN

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El Partido Socialista de Chile y la presente cultura de facciones Un enfoque histórico generacional (1973 – 2015) The Socialist Party of Chile and the current culture of factions. A generational historical approach (1973 - 2015)

Víctor Muñoz Tamayo

NOTA DEL EDITOR

Recibido: 30 septiembre 2015 – Aprobado: 22 noviembre 2015

Introducción

1 Este texto busca otorgar una perspectiva histórica al conocimiento del presente del Partido Socialista de Chile, particularmente en lo referido a un elemento constante en su cultura política: el faccionalismo. Se asume que los militantes actuales poseen trayectorias desde las cuales fundamentan su comprensión e interpretación del presente partidario, por lo mismo, pensamos que es central lo generacional como factor etario - histórico que interviene en las percepciones y sentidos identitarios de la militancia. En definitiva, se propone destacar el fenómeno generacional como elemento que determina distinciones en una cultura militante, y en tanto manifestación de una historia reciente que ha sido subjetivizada y convertida en relato de identidad por sus actores.

2 Desde su fundación en 1933, el PS reunió a personas y agrupaciones militantes de diversa identidad doctrinaria (social demócratas, marxistas, anarquistas, trotskistas, antioligarcas latinoamericanistas) y social (sectores populares - obreros, sectores medios estudiantiles, profesionales e intelectuales), lo que derivó en la proliferación de grupos que expresaban las múltiples identificaciones sociopolíticas coexistentes.1 Por lo mismo, no es una novedad decir que el PS siempre ha sido una organización faccionada, y que en su historia

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ha habido momentos en que los subgrupos y liderazgos asociados coexisten en unidad orgánica, así como coyunturas en que proliferan entidades socialistas autónomas. Sin embargo, el carácter faccional ha estado sujeto a transformaciones, y el tipo de cuestiones que han deslindado a los subgrupos internos del socialismo ha cambiado, tanto por los procesos internos del PS como por su conexión con los cambios de la política a nivel general en la sociedad chilena.

3 En el transcurso de los últimos 40 años, fenómenos como el clima de consensos relativos a la transición política y el modelo económico, los equilibrios de fuerzas determinados por los llamados “enclaves autoritarios” y el modelo electoral binominal2, la crisis del marxismo en la izquierda, y el tránsito desde un desarrollismo con eje en el Estado y la política, hacia un neoliberalismo de orientación tecnicista y despolitizadora, han repercutido en las dinámicas militantes de los partidos políticos chilenos3. Cabe entonces la pregunta por si estas transformaciones han incidido también en el modo en que la subjetividad militante socialista asume las lógicas y los sentidos que configuran sus agrupamientos internos.

4 En relación a esta pregunta, el año 2009 un estudio de los cientistas políticos Ricardo Gamboa y Rodrigo Salcedo4 advirtió sobre un cambio significativo en los elementos que definían las diferencias entre los grupos internos del PS desde la década del 90 hasta el año 2003, periodo en que este partido se mantuvo como tienda oficialista. Sus conclusiones apuntaban a que en el fenómeno faccional del PS predominaba la diferenciación por cuestiones estratégicas o tácticas en términos operativos, como la forma de establecer la relación con el gobierno o el modo de articular la organización partidista, y había disminuido drásticamente la importancia de los aspectos ideológicos y programáticos. Lo anterior suponía un gran consenso político al interior del PS, y una dinámica interna en que las facciones organizaban sus alianzas según las oportunidades circunstanciales y en virtud de “opciones estratégicas”, por lo que en la disputa por la conducción socialista era posible cualquier tipo de alianza instrumental entre los subgrupos, no existiendo en ello lógicas de correlación más permanentes y relativas a las posiciones políticas.

5 Teniendo como punto de partida los aportes de Gamboa y Salcedo, hemos querido ahondar en el fenómeno por ellos diagnosticado, analizando desde una clave cultural e histórico generacional, el modo en que las nuevas características del faccionalismo socialista son expresadas en los discursos y relatos de las distintas generaciones hasta el año 2015. Se pondrá atención a cómo la subjetividad militante otorga valoraciones y sentidos a las facciones, sus lógicas, sus códigos y su historia, para lo cual se han analizado testimonios orales de 24 militantes PS, de distintas edades, que son o han sido dirigentes faccionales partidarios en diferentes contextos, y que socializaron, siendo jóvenes, en distintos tramos del periodo 1973 - 2015. Tales testimonios fueron obtenidos mediante entrevistas realizadas entre los años 2012 y 2015. 5

6 Los principales hallazgos son: a. Los grupos internos del PS serían en menor proporción “corrientes” o “tendencias” políticas con diferencias ideológicas relativas a los programático, y en mayor sentido “agrupamientos” de orientación pragmática, funcionales a la organización del poder interno y la distribución de roles, cargos y candidaturas sujetas a elección ciudadana, lo que en la jerga militante actual se ha denominado “sectores” o “lotes”. b. Existe una diferencia generacional en el modo en que se establece un vínculo subjetivo con la facción. Los militantes adultos socializados en dictadura narran las lógicas presentes como

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algo que entienden y conocen, pero que no les genera un compromiso identitario fuerte, diagnosticando en ellas una instrumentalidad que choca con ciertas valoraciones militantes adquiridas durante su juventud. En cambio, los militantes actuales de la Juventud Socialista JS (que ingresan entre el 2000 y 2015), establecen un mayor sentido de pertenencia y afecto al subgrupo, el que se asocia fundamentalmente a valoraciones relativas al estilo y la cultura organizacional, de igual modo que se produce una mayor valoración del involucramiento faccional y del conocimiento de las dinámicas y códigos que éste implica. c. Sin perjuicio de lo anterior, durante las coyunturas de nacimiento de una facción, ya sea por quiebres - realineamientos de viejas facciones o por vía de la emergencia de colectivos sectoriales que derivan en corrientes, se ha producido un mayor énfasis en distinciones político - programáticas que aquellas presentes en facciones ya consolidadas, y suele ocurrir que a mdida que la facción se consolida o inserta en las estructuras de poder partidario, dichos énfasis van perdiendo la relevancia que tuvieron en un principio.

7 En función de exponer y contextualizar tales conclusiones, se ha organizado el artículo en tres partes. Un primer punto expondrá la triada conceptual que sostiene el problema planteado: generación, cultura política y faccionalismo. En segunda instancia se expondrá un breve relato orientador respecto a la evolución contemporánea del faccionalismo socialista entre 1973 y 2015. Por último, se realizará el análisis generacional del faccionalismo en dos grupos previamente identificados: militancia PS socializada como joven en dictadura y la juventud socialista actual.

1.-Marco conceptual. Generación, cultura política y faccionalismo

Brevemente, se expondrán las tres categorías fundamentales que recorren el presente artículo: generación, cultura política y faccionalismo partidista.

1.2.- Generaciones

8 Un estudio generacional atiende al vínculo entre sujeto, posición en la estructura social y tiempo. Lo temporal, en este caso, no sólo implica el carácter “contemporáneo” de los sujetos analizados (compartir un tiempo histórico), sino también aquello que conecta a los “coetáneos” (que comparten un tiempo biográfico). Un autor clave para los enfoques generacionales es Karl Mannheim6, quien diferenciándose de lo sostenido por las tradiciones europeas del positivismo francés y el pensamiento histórico romántico alemán, propuso un abordaje del concepto “generación” que otorga centralidad al contexto sociohistórico presente durante la socialización del sujeto en su periodo juvenil. Mediante el concepto “estratificación de la vivencia”, Mannheim sostuvo que lo vivido por los jóvenes constituye “primeras impresiones” que se configuran como “imagen natural del mundo”, razón por la que todas las experiencias posteriores o tardías, se verían orientadas de acuerdo a aquella primera impresión, ya fuera como afirmación de ese estrato o como negación de aquel. Se produce, a su entender, una relación “dialéctica” en la vivencia, pues lo que se vive no se va acumulando sino que se enfrenta en los sentidos ya señalados: “el predominio de las primeras impresiones permanece vivo y determinante, aun cuando todo el decurso sucesivo de la vida no tenga que ser otro que el de una negación y una descomposición de la “imagen natural del mundo” recibida en la juventud”.7 Para este autor, es la juventud también el momento en que el sujeto capta aquello que ha sido problematizado en la cultura, de modo que la socialización incorpora

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las tensiones relativas a lo que cambia y se conserva en sociedad, punto central de lo político. En el suceder de las generaciones, al cambiar el mundo, van cambiando los contextos de las experiencias primarias y sus referencias orientadoras, de modo que mientras los viejos se enfrentan continuamente a algo que permanece en ellos (plasmado en su conciencia como exterioridad vivida), los jóvenes tienen como referencia básica un mundo diferente al de los viejos. Tal distancia distingue a las generaciones entre sí, pues aunque sujetos presentes y de distintas edades compartan una posición social de contemporaneidad (como la militancia en el PS actual), los puntos de partida de cada “estratificación de la vivencia” serán diferentes.

9 En el estudio de las militancias, el abordaje del factor generacional se ha complementado con el estudio de las transformaciones en los partidos (cambios en sus tácticas, sus nociones doctrinarias y políticas de alianzas) a partir de la vivencia de determinados contextos por parte de los sujetos militantes. Lo anterior ha sido conceptualizado por la ciencia política como “aprendizaje político”, y en el presente texto se vincula con el modo en que las vivencias generacionales inciden en las transformaciones del PS, particularmente las vivencias de la dictadura y la posdictadura.8

10 En definitiva, la pregunta que recorre el presente texto es por la marca generacional en las percepciones, interpretaciones y valoraciones relativas al faccionalismo, lo que se relaciona con la construcción cultural de la contemporaneidad militante socialista. 9

1.2.- Cultura Política

11 Sobre el concepto cultura política, vale indicar que las diferentes disciplinas y escuelas han desarrollado distintos temas y énfasis referidos a la conexión entre política y cultura. Por lo mismo, en los estudios de “cultura política” en América Latina es posible encontrar desde los que priorizan métodos cuantitativos en el estudio de las apreciaciones ciudadanas sobre el sistema político, sus actores e instituciones, hasta los que recurren a metodológicas cualitativas para explorar ámbitos que trascienden el ordenamiento institucional de la política, como es el caso de las configuraciones subjetivas, cotidianas e identitarias de la esfera pública. O desde los que se orientan por definiciones de un “deber ser” de “cultura política” en tanto cultura cívica moderna, hasta los que asumen el ámbito político cultural como una amplitud compleja y en constante mutación, redefinición y pugna.10

12 La polisemia del concepto, no niega, sin embargo, que el interés por el estudio de la cultura política tiene en América Latina un contexto en común durante las últimas décadas. Fenómenos como el término de las dictaduras militares, la emergencia del neoliberalismo globalizado, la crisis del marxismo y de los desarrollismos a fines del siglo XX, gatillaron cambios de paradigmas en torno a la configuración del campo de la política y el carácter de las actorías sociales en él. De algún modo, estos cambios y el rompimiento de los moldes de comprensión que en los contextos previos solían vincular mecánicamente condiciones estructurales con orientaciones y actorías políticas, obligan a acudir a la cultura en busca de la diversidad de elementos identitarios que inciden en las opciones, orientaciones, apuestas, sentidos y lógicas involucradas en la construcción de la esfera política. El presente artículo también debe ser entendido como parte de esta búsqueda y asumimos que perspectivas que han atendido al problema de las generaciones han sido también un componente destacado dentro de los análisis de cultura política y cultura política militante en América Latina. Como lo señalara Fabio López de la Roche:

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“Otra dimensión de los análisis de cultura política que introduce la aproximación histórica a su configuración y crecimiento, estaría relacionada con las distintas atmósferas generacionales, que se suceden en el desarrollo de la sensibilidad política colectiva de una nación o de una comunidad.”11

13 El foco del presente estudio se encuentra en una especificidad del área de la cultura política que es el de las culturas militantes, es decir, nos abocaremos a los cruces entre cultura y política al interior de un partido, atendiendo a cómo el aspecto generacional incide en la producción de códigos, prácticas y sentidos de militancia. En esta búsqueda, se intentará dar cuenta de la producción de la identidad partidaria socialista y sus facciones en relación a los universos discursivos, los valores, las formas y lógicas de organización y toma de decisiones, los relatos sobre la historia militante, las imágenes de “nosotros” y “otros”12, así como el modo en que se entiende la relación entre lo social y la política13.

1.3.- Fracciones, facciones, tendencias y corrientes

14 En el marco de un estudio de subjetividad política debe haber un doble trabajo relativo a los conceptos: por un lado, presentar los instrumentos categoriales para el análisis en el marco de lo debatido en las ciencias sociales, y por otro, atender a las categorías que la propia cultura militante establece para dar cuenta de su realidad. Sobre el faccionalismo, es preciso aclarar que no hay una terminología consensuada y establecida en las ciencias sociales para definir las subdivisiones partidarias. Al respecto, el cientista político Giovani Sartori14 sostiene que sus colegas de distintos países de Europa usan categorías como “corrientes”, “tendencias”, “facciones” y “fracciones” para referirse a cuestiones diferentes, razón por la que el mismo autor señala que la conceptualización que él propone no es una norma extendida. Dentro de la particular propuesta conceptual de Sartori, se opta por llamar “fracción” al fenómeno general de la subdivisión partidaria, distinguiendo en ese nivel entre las “tendencias” que sugieren conjuntos establecidos de actitudes que expresan diferenciaciones poco visibles, y las “facciones” que serían grupos específicos y con alta visibilidad dentro de un partido. En el plano subjetivo, la historia reciente del PS da cuenta de cambios en los modos de nombrar el fenómeno faccional. Por ejemplo, en el PS unificado antes del golpe y en el PS unificado con inmediata posterioridad a 1990 primaron términos como “corrientes” y “tendencias” para nombrar los subgrupos internos, los que tenían una visibilidad que cabía dentro de la definición que Sartori da a facción, mientras que durante la dictadura, cuando las fracturas del socialismo produjeron grupos autonomizados, se usó principalmente el término “fracción” o “facción” para nombrarlos. Palabras como “tendencia” y “corriente” han sido usadas por la militancia socialista para relevar diferencias políticas que se manifiestan en grupos organizados, cohesionados y visibles, pero durante la posdictadura fueron apareciendo nuevos términos que indicaban básicamente el hecho del agrupamiento de militantes para operar internamente, como ha ocurrido con los términos emergentes “sector” o “lote”, este último, particularmente recurrente en la militancia más joven.

15 Para el periodo estudiado, junto con tratar la nomenclatura usada por los propios militantes, sus sentidos asociados y transformaciones históricas, se usará para el análisis el término “facción” según la propuesta de Sartori. En este último sentido, se coincide con Gamboa y Salcedo15 en que entre 1990 y el 2006 las subdivisiones del PS deben ser

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consideradas “facciones” según la definición de Sartori, dada su estabilidad, reconocimiento al interior del partido, organización interna (con reuniones periódicas) y coordinación tras objetivos comunes.

2.- Antecedentes: la realidad faccional socialista (1973 – 2015)

16 Durante el gobierno de Salvador Allende no hubo en el PS unidad de posturas en torno a la ruta a seguir para la construcción del socialismo, por lo que tal partido no mostró un compromiso cohesionado tras los lineamientos oficialistas orientados a una vía institucional. De hecho, importantes sectores se sintieron cercanos a las tesis que proponían fortalecer un “poder popular” que desbordara la institucionalidad y preparara las condiciones para asumir una vía insurreccional armada.16 Tras el golpe de Estado las divisiones persistieron en la clandestinidad y en el exilio, y aunque se logró construir una dirección en Chile con algunos miembros del Comité Central elegido en el Congreso de 1971, como el dirigente de los trabajadores portuarios Exequiel Ponce y el diputado y Secretario General de la Juventud Socialista Carlos Lorca, aparecieron grupos al interior del país que desconocieron a esa dirección, como la Coordinadora Nacional de Regionales CNR que conformó una dirección interior paralela a partir de estructuras orgánicas regionales (principalmente comités regionales Santiago Centro y Santiago Cordillera). Mientras tanto, Carlos Altamirano permanecía como Secretario General del PS en el exterior y era reconocido por la dirección interior, aunque ésta declaraba que la estructura exterior era subordinada a la dirección política ejercida desde Chile.17

17 Ponce, Lorca y la mayor parte de la primera dirección clandestina venían de un grupo que en los sesenta había construido una fuerte identidad con la cuestión militar, llegando a formar una facción militarista (la “Organa”) y una sección chilena del Ejército de Liberación Nacional Boliviano ELN, las que se fusionaron conformando la corriente conocida como “los Elenos”.18 No obstante este origen en el radicalismo guevarista, durante el gobierno de Allende los Elenos habían asumido la defensa de la conducción allendista y del fortalecimiento de la alianza con el PC, reclamando para ello un partido ordenado bajo las formas orgánicas y la disciplina interna propias de los partidos leninistas, las que fueron promovidas por la conducción de Lorca en la Juventud Socialista durante la UP.

18 Después del golpe, esta valoración de la disciplina partidaria se expresa en el documento que la dirección clandestina interior emite en el mes de marzo de 1974, conocido como “documento de marzo”19. En él se apuesta por un PS con organización leninista, el impulso de un sólo bloque de vanguardia obrera por vía de la alianza PS - PC, y un frente amplio antifascista con hegemonía proletaria, es decir, conducido por el mencionado eje socialista comunista.20 En relación al histórico faccionalismo socialista, el Documento de Marzo propone combatirlo, pues considera que sólo un PS ordenado y homogéneo podría cumplir debidamente las tareas atribuidas a un partido obrero, más aun en los difíciles momentos de la clandestinidad: Es indispensable transformar la actual organización en un Partido homogéneo, desarrollando la ideología proletaria, poco arraigada aún, introduciendo el marxismo-leninismo en la práctica concreta de los militantes, combatiendo sistemáticamente todas las desviaciones (…) El combate a muerte a los rezagos de actividad fraccional, es un compromiso que la dirección cumplirá sin vacilaciones

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(…)Las actuales condiciones represivas exigen practicar efectivamente el centralismo democrático, enfatizando hoy la centralización de la dirección política. 21

19 Esta primera dirección clandestina fue detenida por la DINA y hecha desaparecer en 1975, pero dejó instaladas una serie de ideas fuerza relativas a la evaluación de la derrota y los caminos a seguir. En lo evaluativo hubo dos críticas, una a las líneas más moderadas y otra a las del izquierdismo radical durante la UP. Sobre las primeras se diagnosticó una magnificación de las posibilidades de la vía pacífica (crítica al PC), las que habrían obviado el carácter de clases de la institucionalidad burguesa sin producir claridad en las masas sobre el enfrentamiento social y la violencia revolucionaria. Sobre las segundas, se planteaba que un extremismo infantil pequeño burgués (crítica al MIR y a posiciones dentro del propio PS) se limitó a la verborrea insurreccionalista, sin diferenciar los enemigos principales del proyecto socialista, desechando cualquier acuerdo táctico con representantes sociopolíticos de las capas medias, y reduciendo la revolución y el problema del poder a meras situaciones de enfrentamiento. En lo referente al rol partidario, se sostenía que el PS no había podido establecer una línea única, creciendo en él desviacionismos de izquierda que dispersaron las fuerzas sociales, debilitaron al gobierno e imposibilitaron una dirección obrera de un proceso que articulara el poder del gobierno con la fuerza de un movimiento de masas. Sobre los caminos a seguir, se instaló la idea de una alianza PS -PC como vanguardia proletaria de un frente amplio antifascista que debía combatir no sólo un esfuerzo restaurador de posiciones perdidas por la gran burguesía, sino una transformación mayor orientada a superexplotar la mano de obra, estimular la inversión extranjera, favorecer la libre competencia, rebajar los aranceles a las importaciones, y fortalecer la concentración de la propiedad y la producción. De hecho, se sostenía que la concentración de la riqueza haría factible una alianza amplia con los sectores más afectados de la pequeña burguesía y la burguesía no monopólica, lo que implicaba asumir que la revolución socialista no sería el objetivo de esta etapa de lucha, sino la restauración y ampliación de las conquistas sociales de los trabajadores con miras a una “democracia popular”.

20 Si bien los lineamientos del Documento de Marzo llegaron a ser hegemónicos en la militancia clandestina interior, durante todo el periodo post golpe y en la segunda mitad de los años setenta surgieron direcciones paralelas y opuestas a sus orientaciones: la ya citada CNR que se distinguía por cierta presencia trotskista22 y una evaluación de la derrota como costo de las políticas “reformistas” promovidas por el PC (por lo que proponía un distanciamiento de este partido)23; la llamada “Dirección de Consenso” que agrupaba a una facción que había sido expulsada de la Juventud Socialista en 1972 (los “militantes rojos”); el Movimiento Revolucionario Manuel Rodríguez (MR2) también llamado “La Chispa” que era una corriente guevarista de socialistas ex miristas24; por nombrar algunas de las facciones más importantes.25 Mientras tanto en el exilio, militantes influenciados por la izquierda de Europa occidental impulsaron un proceso que se denominó “renovación socialista”, que buscaba dar lugar a una “concepción coherente entre las relaciones entre socialismo y democracia”26, cuestionando las concepciones leninistas en torno a ello, y promoviendo un distanciamiento político ideológico con los socialismos de Europa del Este. La emergencia de este proceso reflexivo, sumado a una historia de diferencias previas y disputas en torno a la legitimidad de las direcciones,27 significó que a fines de la década del 70 el PS en el exilio apareciera notoriamente dividido en dos bloques. Por un lado, el liderado por Carlos Altamirano, con redes en Europa Occidental y todo el revisionismo doctrinario y político de la “renovación socialista”. Por

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otro, el liderado por Clodomiro Almeyda, con centro de operaciones en Berlín oriental (por tanto, sin mayores cuestionamientos a los socialismos reales), que proponía una alianza estratégica con el PC y formas leninistas de organización partidista, es decir, contenidos doctrinarios y políticos coincidentes con la dirección interior heredera del Documento de Marzo.

21 La tensión se fue haciendo insostenible y en el Tercer Pleno Clandestino del PS realizado en Chile durante 1979 se resolvió la expulsión de Carlos Altamirano, acusándosele de tener posiciones de derecha y de querer dividir al movimiento popular al promover una salida a la dictadura con la Democracia Cristiana pero excluyendo al PC.28 Altamirano, por su parte, lejos de aceptar la resolución optó por llamar a un Congreso del PS, el número XXlV, con lo que se materializaba la división. Mientras el PS dirigido por Altamirano concitó en el exterior un importante apoyo que le permitía disputar influencia frente al almeydismo, el grueso de la militancia interior apoyó al “PS Almeyda” en tanto expresión orgánica de la política heredera del Documento de Marzo.

22 Durante los años ochenta el PS liderado por Almeyda mantuvo a este último como Secretario General, mientras que Altamirano cedió la dirigencia de su facción a otros líderes cuyos apellidos sirvieron para nombrar al PS de la renovación: “Arrate”, “Núñez”, “Briones” (también se le llamó PS XXlV Congreso). A partir de su nacimiento, el PS de la renovación formó una alianza política con los dos partidos MAPU29 y con la Izquierda Cristiana IC, que se llamó la “Convergencia Socialista”, organización que llegó a formalizar un secretariado con representantes de los partidos en el interior del país durante 1982. En 1983, un grupo de militantes de la Democracia Cristiana DC, otros identificados con una derecha no pinochetista, y otros de identidad PS y PR (Partido Radical), firmaron el “Manifiesto Democrático” que proponía un “acuerdo nacional” para el retorno de la democracia. De los firmantes de este manifiesto surgió luego la Alianza Democrática (AD), coalición que reunió a la DC, al Partido Liberal —con orientación de derecha—, al PR y al PS de la renovación liderado por Núñez. La AD intentó desarrollar un diálogo con el régimen por vía del ministro del Interior Sergio Onofre Jarpa, discutiendo con él puntos como el reconocimiento de los partidos, la represión, el exilio y otros, hasta que en septiembre de 1983 tal diálogo fue desechado por el propio Pinochet.30 Paralelamente, el PC, el PS Almeyda y el Movimiento de Izquierda Revolucionaria MIR, como una forma de contrarrestar la opción dialogante y moderada de la AD, formaron el Movimiento Democrático Popular (MDP) que se proponía intensificar la movilización rupturista como modo de provocar el derrocamiento del gobierno. Para ese entonces, la política del PS Almeyda con respecto a la dictadura era denominada “lucha de masas rupturista con perspectiva insurreccional”31 (refrendada en la versión almeydista de XXlV congreso en 198532), lo que suponía una radicalidad que acercaba posiciones con el PC y su “Política de Rebelión Popular de Masas”. Durante 1983, con parte de su conformación adscrita a la AD, surgía el Bloque Socialista que reunía al MAPU, la IC y el PS de la renovación. Mientras tanto, en el PS Almeyda, los dirigentes Julio Stuardo y Akin Soto firmaron el Manifiesto Democrático y luego entraron al Bloque Socialista, protagonizando un quiebre con el almeydismo que potenció al ala renovada del socialismo en Chile.33 Al año siguiente, en 1984, un grupo que proponía acentuar y definir un lineamiento insurreccional armado contra la dictadura, rompió con la fracción almeydista (pues consideraba que el partido no le daba forma concreta a su declarada opción insurreccional) y fundó un nuevo partido que se conoció como “Dirección Colectiva” o “Socialistas Comandantes” 34. En general, en esos años proliferaron los grupos y pequeños

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partidos de identidad socialista, ya fuesen radicales o moderados, al punto que en la década de 1980 llegaron a existir cerca de una veintena de facciones orgánicas35. Entre otros grupos que podemos mencionar hay partidos socialistas insertos en la Alianza Democrática o cercanos a ella como el “PS Histórico”36, la reconstruida Unión Socialista Popular USOPO37, y el “PS Mandujano”38; así como agrupaciones de izquierda radical con diagnóstico similar al de “los comandantes”, como el “PS Salvador Allende”39.

23 En el año 1987 el PS Almeyda fue acercando posiciones con los otros partidos socialistas sentándose las bases para una unidad materializada en 1990, con lo que el PS unificado se transformó en conglomerado oficialista de la ya gobernante Concertación de Partidos por la Democracia. En esta unidad convergieron los diversos PS, el grueso de la IC, sectores del MAPU, ex–comunistas y ex–miristas. Las facciones pre existentes permanecieron mientras otras nuevas emergieron. En el otrora almeydismo, a un sector más proclive a insertarse en el nuevo gobierno buscando acuerdos en pro de la gobernabilidad y más conectado con las ideas fuerza de la renovación se le denomino Tercerismo; mientras otro grupo más crítico de la conducción política y económica de la transición en posdictadura se consolido como la corriente Nueva Izquierda.40 En la Renovación se dieron divisiones entre sensibilidades distintas representadas en los dos liderazgos más fuertes, Arrate y Núñez, llegándose a hablar de un “arratismo” y un “nuñismo”. A juicio de algunos analistas, las diferencias eran principalmente de adscripción político cultural, ya que mientras el primero se manifestaba más cercano a la tradición del socialismo chileno el segundo optaba por conectarse identitariamente con una social democracia pragmática europea.41 A esta configuración de facciones le siguieron quiebres y nuevas emergencias de subdivisiones como: • Colectivo de identidad socialista: Surge de un grupo de la Nueva Izquierda denominado “Generacional”, dada su adscripción identitaria a los movimientos juveniles de los años ochenta. En 1997 este grupo difiere de la conducción partidista de Camilo Escalona y funda el “Colectivo” cuyo discurso se orienta a la recuperación de la identidad de izquierda y transformadora en el partido. Ha tenido como líderes a los alcaldes Sadi Melo (El Bosque) y Julio Palestro (San Miguel). • Megatendencia o Renovación: agrupación conformada en 1995 reuniendo al arratismo y el nuñismo. • Nuevo Socialismo: grupo formado el 2005 por Gonzalo Martner y Arturo Barrios tras la crisis que le significó al primero la salida de la presidencia del partido. Discursivamente reivindican una mayor ruptura con el modelo institucional y económico. • Grandes Alamedas, escisión de la Megatendencia liderada por Isabel Allende en donde confluye la corriente “Nuevo Socialismo”. Su orientación está muy definida por la oposición a la conducción, los estilos y la influencia ejercida por Camilo Escalona y la Nueva Izquierda. • “Nuestra Revolución”, sector opositor a la hegemonía de Nueva Izquierda y sus aliados circunstanciales, con un discurso que reivindica estilos políticos no autoritarios. Lo lideran los diputados Marcelo Díaz y Alfonso de Urresti. Confluyeron en él cuadros que venían de Grandes Alamedas (como Arturo Barrios) y de nueva izquierda (el propio Marcelo Díaz). • Frente Allendista, corriente que emerge el 2010, se define como anticapitalista y crítica de lo que llaman un acomodo del PS en el orden neo liberal, siendo también críticos del proceso de Renovación Socialista.

24 Durante la posdictadura la dinámica interna del PS fue cambiando, y la vieja estructura con base en núcleos de militancia fue dando paso a una matriz orgánica en donde las unidades más básicas suelen ser los comunales (denominación de referencia territorial o

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funcional). Lo anterior reforzó la tendencia que establecía que la militancia cotidiana se realizaba fundamentalmente desde la referencia faccional, y desde ahí se interactuaba con las diferentes esferas del partido y la juventud. Por otro lado, tal como lo sostienen Gamboa y Salcedo42, las características propias de la realidad electoral, es decir, el que el PS pertenezca a una coalición de varios partidos que compite dentro de un sistema electoral binominal, hace que el faccionalismo se vea incentivado, puesto que este partido tiene acceso a un número limitado de cupos para una elección parlamentaria, y la definición de tales cupos se relaciona con el peso interno de cada facción.

25 Hoy en día, tanto las elecciones internas del PS como las conferencias y congresos partidarios son, en tanto momentos en que se establecen cargos y emiten pronunciamientos, instancias claves para la reproducción de la actual lógica de facciones. Ahí cada sector establece sus alianzas, emergen quiebres y, eventualmente, nuevas facciones. Son los momentos en que se materializa la lealtad con la corriente, y en donde cuadros con capacidad de movilizar apoyos hacen sentir su influencia, primero, engrosando los padrones de militancia con sus leales, y en segundo término, movilizando a esos leales a participar y votar. Entre los aspectos que determinan las lealtades están las historias compartidas, los caudillismos locales, y un no menor clientelismo expresado particularmente en redes de distribución de empleos en organismos de gobierno nacional, provincial o municipal; o directamente por vía de cargos de confianza política en el sistema público cuando éste se ha encontrado bajo la administración de la coalición a la que pertenece el PS. Las facciones cuentan con una organización tácita, pues aunque los estatutos partidarios asumen la existencia de “corrientes de opinión”, precisan que ellas deben ser “de existencia transitoria y sin disciplina propia”43. Por ello, la dinámica de facciones y entre facciones se corresponde con lógicas y códigos de características consuetudinarias y no contenidas en la normativa partidista. Toda facción establece reuniones más o menos esporádicas, restringidas o ampliadas, y tanto en el Partido como en la Juventud JS cuentan con coordinadores que son los que organizan el proceder interno de los subgrupos, convocan a las reuniones e interlocutan en su representación.44

26 Tras la llegada de Michelle Bachelet al poder el 2014 y el proceso de elecciones internas del socialismo en el año 2015, se produjeron nuevos reordenamientos de fuerzas y divisiones, emergiendo otras corrientes (aunque todavía es muy pronto para conocer su estabilidad en el tiempo, más allá de la coyuntura electoral)45 como Tercera Vía donde convergieron algunas dirigencias salidas del Colectivo de Identidad Socialista bajo el liderazgo de Gonzalo Martner.

3.- Generaciones y faccionalismo. Percepciones, lógicas, identidad y sentidos

El análisis se hará a partir de la identificación de dos generaciones. Por una parte, aquellos que socializaron en el PS siendo jóvenes durante la dictadura. Por otro, los jóvenes socialistas del presente.

3.1- La generación socializada en dictadura

27 Los socialistas que comenzaron a militar siendo jóvenes durante la dictadura, entienden el mapa actual de las corrientes de acuerdo a lo que ellos conocieron en el momento de su socialización, estableciendo comparaciones entre ese pasado y el presente. De tal modo,

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su percepción en torno a los cambios en las prácticas, sentidos y lógicas de la cultura militante, se construye a partir del establecimiento de una relación dialéctica entre las nuevas vivencias de la posdictadura y aquellas del pasado dictatorial vividas durante la socialización militante juvenil, emergiendo una subjetividad de características generacionales. Si bien estos militantes siguen otorgando a su identidad faccional y a las identidades faccionales del resto algún tipo de fundamento, la mayor parte de las veces las describen como cuestiones muy distintas a las que estaban en la base de las distinciones entre corrientes durante los años de la dictadura e inicios de la transición. Esta percepción, que es mayoritaria y tranversal en las corrientes, tiende a comprender el fenómeno actual de las facciones como una cuestión que, aun cuando nace como expresión de diferencias políticas y estratégicas asociadas a grupos que compartían trayectorias, amistades y lealtades; fueron mutando al punto de que, si bien mantienen las lealtades e identidades con base en las trayectorias en común, pierden la especificidad política, ideológica y estratégica que tuvieron en un principio. Por ello, los testimonios sostienen mayoritariamente que las facciones existen principalmente como sustrato de lógicas de distribución y acceso a instancias de poder, es decir, como sistema que organiza la pugna al interior del partido por el acceso a cargos, ya se trate de puestos al interior de la estructura partidaria (cargos directivos, representaciones locales y regionales), de acceso a candidaturas sujetas a aprobación electoral (alcaldías, concejalías, diputaciones, senadurías, etc ) o de posiciones en instancias públicas dependientes del poder político (desde gabinetes ministeriales y dirección de servicios, hasta una infinidad de cargos de confianza política en el sistema público). Desde estas perspectivas, y en el tema específico de las diferencias entre las facciones, ocurriría que “la política” en tanto pugna programática e ideológica respecto a la construcción del orden deseado, sería mucho menos definitoria que “la política” en tanto distribución y operatividad del poder. Es decir, la tendencia sería que los deslindes se definen más por la instrumentalidad que por la ideología, más por los intereses de grupos e individuos tras cuotas de poder que por énfasis diferentes en las ideas relativas a la “buena sociedad” a construir. No obstante lo anterior, los militantes mantienen la idea de que su accionar individual y colectivo como socialistas sigue siendo fuertemente motivado por orientaciones político programáticas, pero aclaran que ello no se presenta como diferenciación de corrientes, ya sea porque habría un consenso socialista amplio en estos puntos o porque ese tipo de diferenciaciones son transversales y corren por un camino totalmente diferente al de la definición de subgrupos en el partido. Yo creo que en algún minuto había una idea de agruparse en torno a ideas, a proyectos, pero al final fue perdiendo un poco sentido. Son lógicas de poder, a veces hay historias que unen más a unos que a otros. (Jaime Fuentealba- Colectivo de Identidad Socialista).46 Estas tendencias empezaron a perfilarse antes del 90, entonces, yo creo que nacieron más bien al calor de los debates que se generaron respecto a cómo concebir la transición, la salida de la dictadura y ese tipo de cosas. Se constituyó en el entorno, efectivamente, visiones, matices, distintas opiniones políticas sobre temas substantivos, pero después, efectivamente, se fueron perdiendo. (…)Yo creo que hoy día tienen que ver con las lealtades que se construyeron en todo este tiempo (previo) y en torno a las personas que siguen siendo activas y teniendo roles en el PS (…). Se mantienen las lealtades antiguas (…) pero me costaría mucho poder explicártelo en función de la realidad política actual. Yo creo que la política y lo programático dejaron de pesar hace mucho tiempo. (Jaime Perez de Arce- Tercerismo).

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Yo creo que prácticamente todos los sectores internos del PS no tienen ninguna diferencia política muy fundamental, ni una, ni estructural ni ideológica. (…) Podríamos decir: los socialistas que están por más Estado o menos Estado, o por los que están por avanzar más rápido o más lento; yo creo que esas diferencias, que las hay, son transversales. (…) (Las facciones) son fundamentalmente grupos de poder, articulados todos más o menos de la misma manera, es decir, a partir de una determinada experiencia histórica, afinidades. (…)No responden a diferencias políticas ni para qué decir ideológicas, son sólo lógicas de poder que tienen que ver con cómo quedamos en la “distribución del animal”, o sea los cargos públicos, las candidaturas en el espacio público, los cargos de Gobierno, etc. (Gonzalo Durán- Colectivo de Identidad Socialista). En esa época (dictadura e inicio de la transición) eran corrientes de pensamiento, o sea eran más que estructuras de poder, había debates, y era una discusión sobre estrategia política. (…)Lo de hoy no tiene nada que ver con lo del pasado. Hoy día son identidades, grupos de poder, que disputan espacios de poder y que mantienen las viejas identidades del pasado, pero no tiene esto que ver con debate ni discusión entre las tendencias, no existe eso. (Ricardo Solari- Tercerismo). Se mantiene hasta mediados de los 90, una cierta lógica como de izquierdas y derechas dentro del PS o las corrientes, pero yo creo que llega un momento finalmente, los últimos cinco, ocho años, yo creo, que no hay ningún deslinde ideológico, son corrientes que quedaron constituidas por el momento histórico, por relaciones amicales, por socializaciones distintas. (Ernesto Águila. Tercerismo). Las corrientes de opinión se han transformado muchas veces en grupos de poder, en donde las diferencias ideológicas no son tan pronunciadas como las que existían anteriormente. Yo creo que en el PS hay relativo consenso, un consenso muy amplio, respecto de lo que representa hoy día el socialismo y cómo se debe construir una alternativa política en el futuro. (Álvaro Elizalde- Tercerismo).

28 Cuando desde las corrientes se mencionan factores distintivos de la identidad, lo que más aparece es lo relativo a estilos de militancia, como suele ser cierta disposición a los debates intracorrientes, o a determinados rasgos de la democracia o disciplina interna. Otro aspecto que se señala es la presencia de ciertas ideas fuerza orientadoras del quehacer político, como en el caso del Tercerismo, que se atribuye una permanente disposición dialogante conducente a la búsqueda de acuerdos entre los distintos sectores del partido, o la Nueva Izquierda, que se asigna un sentido de responsabilidad política, razonamiento político y valoración de las instituciones, lo que se asume como aprendizaje 47 o lección histórica del criticado rol jugado por el PS antes del golpe de Estado. Hay quienes describen cierta identidad y discurso original en relación al subgrupo, el que mutaría con los años en el sentido de perder énfasis, de modo que es común la referencia en pasado para hablar de la identidad: “en un momento sostuvimos…”, “en un principio nos asumimos…”. En general, ocurre que mientras más reciente es el evento fundacional, más presente está en los discursos la diferenciación de estilos, motivacional, e incluso la diferenciación política programática y estratégica referida al presente militante. En esto último, la excepción es la corriente Nueva Izquierda, pues su antigüedad no merma un alto valor asignado a las características propias, lo que se corresponde con su marcada cohesión orgánica. Hay diferencias de estilo; hay corrientes que son más uniformadas, en términos de su actuar, más jerarquizables. Yo diría que, en general, la Nueva Izquierda tiene un grado de ordenamiento interno más nítido que las otras tendencias. (…)Un elemento que yo rescato del sector al cual pertenezco, es básicamente la importancia de construir, de transformarse en un puente de entendimiento para construir mayoría. (Álvaro Elizalde - Tercerismo) Nosotros somos un sector que le ha dado al partido, a los gobiernos de la Concertación y ahora al gobierno de la Nueva Mayoría, responsabilidad política. (…)

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La responsabilidad política que no tuvo el PS hasta el 73. (…) El infantilismo de la política trae lo que ocurrió con el golpe. Los que vivimos la dictadura entendemos que la política tiene que ser con responsabilidad. (Carlos Moreno – Nueva Izquierda) Nosotros, en algún momento, aducíamos que nuestro grupo tenía un estilo más democrático. (Gonzalo Durán –Colectivo de Identidad Socialista).

29 La militancia socialista es consciente de que la organización interna está marcada por la estructuración de subgrupos, y que la dinámica faccional determina la participación al punto de que sería sumamente difícil (o imposible) intentar militar sin adscribir a corrientes, sobre todo si se tienen ciertas pretensiones de acceder a lugares de poder. En las percepciones de esta generación, los cambios en los sentidos y lógicas faccionales no se asumen con entusiasmo, y se suele declarar que hay valores del compromiso militante que se han perdido, no obstante, el faccionalismo tendría una función: ser la matriz desde la cual se estructura el reparto y el acceso al poder, ya sea dentro de la estructura partidaria o en relación a los cargos de representación y gobierno. Los más optimistas consideran que esa instrumentalidad y función pragmática de las corrientes se sostiene en un gran consenso político, ideológico y estratégico, de modo que no implicaría una degradación de los sentidos políticos de la identidad socialista. Los más pesimistas, en cambio, consideran que tal instrumentalidad y centralidad del interés por la obtención de poder, sería expresión de un decaer de los ideales y sentidos relativos a la construcción de sociedad, es decir, implicaría una crisis de la política como imaginario ético y orientado a la buena sociedad, así como el predominio de malas prácticas que recurren a clientelismos para ganar elecciones y reproducir el poder de los agrupados en la facción. En momentos, los entrevistados dejaban de hablar de “corrientes” y ocupaban términos que daban mayor énfasis a la instrumentalidad de los subgrupos como es el caso de la palabra “lotes” para referirse a las facciones. Lo anterior, lejos de involucrar una valoración positiva, dejaba entrever, la mayor de las veces, cierto malestar o percepción de pérdida de horizontes político – valóricos, de vínculos con la sociedad, o de compromiso no mediado por la obtención de beneficios personales. En esta última critica, fue recurrente la reflexión en torno a cierta imbricación entre militancia y acceso a puestos de trabajo, o entre corrientes y redes de repartición de trabajos, cupos y cargos. Todo lo anterior nos habla de una generación militante bastante crítica de su propia entidad política, lo que se ve acentuado en el marco de un relato que sopesa el presente a la luz de las experiencias pasadas previas a la democracia iniciada en 1990. La militancia se ha ido atomizando tanto que necesariamente tienes que adscribir a una (facción) para militar. Militar en este sentido de militar, que no es mi sentido primario de militar, porque militar, para mí, tenía que ver con un frente social, tenía que ver con un frente de masas, tenía que ver con una acción de lo ciudadano, en algún sentido, y ahora no. (…) Ahora ser militantes es participar de una de estas corrientes y ascender en el Partido. (Arturo Barrios- “Nuestra Revolución”). Después del proceso de unidad deja de existir el militante y empieza a existir el afiliado, yo hago la distinción. Para mí el militante político es un sujeto que tiene la convicción de dos cosas, primero, hay un cierto proyecto político que orienta al militante y que desaparece, no hay socialismo, no hay nada de eso, nada, sólo el gobierno, el programa del gobierno; y segundo, el militante también siente que su participación, su actividad militante, ya sea por la vía del trabajo político, del trabajo orgánico, tiene un peso, tiene un peso decisorio, esos dos elementos dejan de existir rápidamente. Por decir el caso, un asesor en un ministerio, pesa más que un miembro del Comité Central, dentro del partido, porque ese asesor en primer lugar tiene pegas, da la posibilidad de trabajo, de consultoría, de asesoría. (…) De alguna manera fortalecías la vida tendencial por la vía del empleo, ya sea por la vía

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de las ONG para el Estado o directamente en el Estado (Enrique Acosta – Renovación). Hasta el año 2000, más o menos, un poco antes, las facciones tenían un concepto dentro del PS, corrientes de opinión con una visión bien notoria, donde se hablaba y conversaba de política. (…)El tema de la política comenzó en algunos aspectos a burocratizarse y sacar el tema territorial, que es tan importante: el llegar a la gente. Y eso ha hecho que desde el año 2000, un poco antes, los sectores son prácticamente un sector de poder, no de política, que es una diferencia muy grande. (Carlos Moreno- Nueva Izquierda). Yo pertenezco a un grupo en virtud de un conjunto de factores históricos, afectivos, relacionales y, me atrevería a agregar, también como de subsistencia, porque los grupos de poder son los que te permiten asegurar de que vas a ser candidato y no te van a faenar. (…)Hay un gallo que adhiere a un sector, que hay gente que lo sigue, todos motivados por alguna expectativa de poder o privilegio, para decirlo de alguna manera brutal, y esos son los que, por un lado, tratan de cooptar a la mayor cantidad de militantes que voten por su lista cuando hay elecciones internas o, que es otra fuente de votación, meten a más gente al padrón (…) Y hay otros más “cara de raja” que van a la Junta de Vecinos y ofrecen no sé qué y meten a los dirigentes, y así tienen bolsones de votación, o meten a los funcionarios municipales en el Partido. Todo esto es un mecanismo de reproducción. (…)Yo he sido Concejal, miembro de la Comisión Política del Partido, pero no me importa la vida interna del Partido, no me interesa y me desagrada. (Gonzalo Durán- Colectivo de Identidad Socialista)

3.2.-La JS del siglo XXI

30 Los jóvenes entrevistados para la presente investigación se socializaron como militantes entre la década del 2000 y el 2010, por tanto, el partido y la juventud partidaria que conocieron ya estaban organizados en torno a un faccionalismo con las características propias que éste adoptó en la posdictadura. Para ellos, las facciones al interior del partido, que suelen llamar “lotes”, son una realidad permanente que inunda todos los aspectos de la cotidianidad. En general, se entiende que el militante juvenil se muestra públicamente como parte de un lote cuando realiza una acción en beneficio del subgrupo, sin embargo, el propio hecho de insertarse en el partido y vincularse con determinadas personas y colectivos que orientan su socialización, supone la inserción en dinámicas faccionales. Por lo mismo, muchos comienzan a militar en la JS sin tener claro cómo operan los subgrupos, sin establecer un nexo identitario con estos o sin plena conciencia de su posición al respecto, hasta que la etiqueta faccional emerge y se vuelve evidente. Esta última situación, muy común en el inicio de la militancia juvenil, la describen como “estar loteado sin saberlo”. Salvo los que tienen más experiencia o son un poco más vivos en términos de saber que el ingreso a un lote significa determinadas cosas, determinados apoyos, yo diría que el resto se junta con gente y de repente aparece con la etiqueta del lote. (Sebastián Rivera – Renovación) Yo antes iba a reuniones, actividades, convocatorias, etc., pero, claro, yo iba porque toda la gente que estaba ahí, todas las personas que yo conocía, que eran mis amigos, al final eran todos de la misma corriente, y que yo al final terminé adscribiendo. (Karina Delfino- Nueva Izquierda) No tení otra opción que meterte a uno de los lotes, porque toda la política interna se hace a través de los lotes. Uno llega como militante puro y sincero48 a la sede del partido socialista a inscribir su ficha, lo primero es que desde el portero, hasta el secretario de organización que te pasa la ficha, hasta el que pasó al lado tuyo, va a tratar de meterte a su tendencia. Si tú te quisierai rebelar y no ser parte de ninguna

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tendencia la verdad es que no tienes mucho espacio para hacer participación política porque uno no se entera de las cosas que pasan en el partido si no participa en alguna de las tendencias. (Víctor Díaz- Renovación) Hay muchos que ingresan a una tendencia, sin saber que es una tendencia, y después en el camino de la militancia se van dando cuenta que con ese grupo que comparten tiene un determinado nombre, tiene un determinado líder y que persigue determinadas ideas. (Daniel Melo- Colectivo de Identidad Socialista)

31 En la JS, la facción es el espacio básico de la militancia y, desde la relación entre facciones, opera el funcionamiento orgánico. Si bien hay “lotes” más organizados que otros, la práctica de tener reuniones periódicas es transversal, del mismo modo que el nombrar como coordinadores juveniles de facción a las más altas jerarquías al interior del partido, la JS, y sus respectivos comunales. En esto último se debe considerar que los estatutos partidarios no establecen una absoluta separación orgánica entre el Partido y la Juventud, lo que se expresa en cuestiones como que el presidente de la JS accede a ser miembro de la Comisión Política del Partido, la JS designa cinco miembros de su Comité Central para que participen en el Comité Central del Partido, y los presidentes regionales y comunales de la JS participan en las direcciones regionales y comunales del PS.49 Es importante que los códigos relativos a los liderazgos faccionales sean conocidos por la militancia, porque si bien no hay formalizacíon de los roles de “coordinador de sector”, sí existe una cultura política que establece lo que es correcto e incorrecto, lo legítimo o agraviante en el establecimiento de las interlocuciones entre subgrupos. Todo ello es parte de la denominada “interna”, aquel conjunto de prácticas y lógicas que articulan la vida partidaria y que adquieren un ritmo particularmente intenso en las coyunturas electorales. Todos los sectores tienen sus coordinadores nacionales. (…) No está formalizado, está dentro de las informalidades. Pero por ejemplo ahora, nosotros estamos en el proceso de elecciones, uno conversa con quienes van a llevar la negociación por los sectores, obvio. (Cesar Valenzuela- Nueva izquierda) Nosotros tenemos un equipo de coordinación nacional. (…) Son las máximas autoridades del sector dentro del partido. Por ejemplo, yo soy vicepresidente de la Juventud y yo por derecho propio, entrecomillas, porque no hay nada escrito; por derecho propio entro a la coordinación nacional de Grandes Alamedas porque soy autoridad dentro del partido. (…)Por cada región del país nosotros tenemos coordinadores regionales que a su vez tienen sus equipos. (…) Todas (las facciones) tienen estructura, todas. Yo, por ejemplo, a nivel juventud sé con quién me tengo que juntar y con quién no me tengo que juntar. O sea, me refiero a que, si yo quiero tratar un tema importante y necesito una alianza dentro del partido, me junto con el coordinador nacional del Tercerismo. (La coordinación) de la (región) metropolitana se reúne cada quince días y de ahí llamamos a reuniones ampliadas, donde vienen todos los militantes que son cercanos a mi sector, a Grandes Alamedas, de distintas comunas. (Alan Espinoza- Grandes Alamedas)

32 En los testimonios se manifiesta que todo el funcionamiento del partido y de la juventud pasa por los canales y redes de “la interna” faccional. En esto existe coincidencia con la percepción de la generación socializada en dictadura, en el sentido de que sería improbable el desarrollo de una militancia activa y protagónica sin la adscripción a corrientes. De hecho, hay juicios que se repiten, como el indicar que por “subsistencia” las personas entran y se mantienen en los “lotes”, pues de otro modo no sería posible acceder a participar de tomas de decisiones importantes como definir los nombres de las autoridades partidarias, determinar candidaturas a cargos de representación y distribuir puestos de confianza política. Vinculado con lo anterior, hay conciencia en que la militancia socialista se desarrolla al interior de una dinámica corporativa, es decir, el

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individuo no tiene peso si no es en tanto asociado con otros al interior de una facción, y es desde las facciones que se organiza y el distribuye poder. En la facción también se juegan las lealtades y su principio básico es la defensa conjunta de los intereses de “los nuestros”. Para los jóvenes, en la facción están aquellos en que más se confía, los cercanos, los amigos, a menudo la familia, todos aquellos con los que se cuenta a la hora de requerir apoyo. Es un partido que se estructura en función de lotes, por lo tanto si tú quieres acceder a posiciones de poder dentro del partido tú tienes que estar dentro de un lote. La posibilidad de hacer política fuera de esos lotes tiende a cero. (Sebastián Rivera – Renovación) Fui (candidata) a presidenta de La Florida de la Juventud, y (me decían): “tú eres súper buena, pero pucha, no eres de ningún lote, así que pena que no van los votos pa ti”. Así que perdía. Luego mis adversarios políticos en La Florida se acercan a hablarme y (me dijeron) “Fran nosotros sabemos cómo eres, nosotros sabemos toda tu pega, todo tu trabajo, por favor vente con nosotros a trabajar, que te necesitamos acá”. (Eran) de Grandes Alamedas, ahí me integré a las Grandes Alamedas porque yo también entendía que si quería entrar a la institucionalidad del partido me iba a costar muchísimo hacerlo desde fuera de los lotes. (Francisca Figueroa – Grandes Alamedas) La estructura te empuja a alguna corriente u otra. Yo creo hasta casi por un tema de sobrevivencia; no conozco un candidato que no sea de una corriente. (…) Hay cierto tipo, en el buen sentido de la palabra, de complicidad entre los sectores, de defensas corporativas. (…) O sea, si yo veo que el Tercerismo está defendiendo al candidato X en la comuna de Independencia, yo sé que no es porque sea un gran candidato sino porque es un Tercerista, lo mismo pa’ nosotros y pa’ los otros. (Cesar Valenzuela- Nueva Izquierda) Uno trabaja en política con las personas que tienes confianza. (…)En disputas internas y cosas por el estilo efectivamente tú requieres de apoyo, y hay personas en las cuales puedes o crees que puedes confiar y personas que las que no, porque no las conoces. (Víctor Saavedra- Tercerismo)

33 Si bien las facciones del PS adulto se reproducen en la estructura de la JS, ocurre que al predominar las opciones estratégicas de carácter instrumental en los acuerdos para dirigir el partido, las correlaciones de fuerza para las conformaciones de mesa directiva JS no necesariamente coinciden con las establecidas a nivel del PS. Por otro lado, en las instancias militantes de la Juventud también se conforman subgrupos que reivindican una determinada posición sobre tópicos atingentes a la especificidad del ámbito seccional juvenil (territorial, estudiantil), como ocurre en las universidades, donde colectivos socialistas autónomos de los sectores (el caso del colectivo universitario que luego se transforma en facción del PS: “Izquierda Socialista”) o con más o menos cercanía a determinadas facciones, han llegado a protagonizar tensiones en donde su oposición al “otro” faccional los lleva a articular alianzas con grupos estudiantiles distintos en elecciones de centros de alumnos o federación, produciéndose el caso de que sectores socialistas lleguen a ser adversarios electorales en un espacio social estudiantil como la federación de la Universidad de Chile FECH. Si bien estos últimos han sido episodios circunstanciales y han tenido como respuesta esfuerzos reunificadores, lo claro es que nos habla de una extrema variabilidad de las lógicas de alianzas y antagonismos. En definitiva, la cultura militante asume que “la interna” no tiene una lógica estable en lo referido a las alianzas, sino que ello se juega en cada coyuntura, cuando cada ente faccional lucha por posicionarse con éxito defendiendo sus intereses y en pos de espacios de poder.

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34 Los jóvenes entrevistados, al no tener internalizada como experiencia vivida el contexto de las corrientes del PS en dictadura, se posicionan frente al actual escenario de facciones en términos notoriamente distintos a los de la generación mayor. En general, no juzgan el actual contexto tendencial negativamente, ni tampoco expresan que la lógica presente hubiera significado la pérdida de sentidos políticos respecto a tiempos pasados. Llaman a las facciones abiertamente “lotes”, pero sin la carga negativa que en ello suele ver la generación precedente, pues consideran que la organización en subgrupos, aunque no exprese mayores distinciones políticas estratégicas, sí tendría elementos identitarios de peso, al tiempo que sería un elemento primordial para la organización de la vida partidaria. Para ellos “la interna” es importante y se juegan en ella elementos de identidad. Por eso, suelen afirmar que es bueno “conocer la interna” y motivante hacerlo, pues ahí radicaría gran parte de la vida partidista a la que se optó pertenecer: “mi lote”, “mi partido”. Yo asumí un cargo en la Juventud el 2010, y me tocó asumir un rol, entonces yo ya conozco la interna de la JS, que se asemeja bastante a la del Partido. Me costó, yo me vinculé el 2006, yo escuchaba nombres, sectores, corrientes, y me empezó a llamar la atención la cosa de los sectores y empecé a conocer su historia y la del sector al que yo me adscribo, del por qué existimos. (Karina Delfino- Nueva Izquierda) A mí en lo personal me interesa mucho la operatoria interna, yo soy muy parte de la máquina, o del Partido, me gusta el Partido, me gusta la dinámica interna. (Alan Espinoza – Grandes Alamedas)

35 En este marco, un momento presentado como fundamental en el relato militante del joven JS es el proceso de conocimiento e involucramiento cultural con el “lote”, la asimilación de su estilo, sus códigos, su vinculación social y su historia, todo ello asociado a valores militantes que se aprecian en la facción y que refuerzan la identidad con ella. En el estilo y los códigos, hay sectores que mencionan rasgos de disciplina o de discusión interna como elementos con los cuales se identifican, del mismo modo que se destacan cuestiones como la impronta o pretensiones intelectuales de los debates y la formación. En cuanto a la inserción social, hay quienes celebran un predominio de sus cuadros en la militancia poblacional o universitaria, y así como la corriente de la Renovación y la Izquierda Socialista enfatizan en su importancia al interior de las universidades y el movimiento estudiantil, la Nueva Izquierda lo hace en relación a las comunas populares y los trabajadores. Sobre la historia de la corriente, ésta se asume como relato ejemplar de las generaciones previas y de los líderes y fundadores de cada sector, lo que implica reconocer en ella valores trascendentes e ideas fuerzas orientadoras en relación a lo que es o “debe ser” el Partido. Por lo mismo, es común que los militantes de la Renovación destaquen que su corriente histórica habría unido, como fin, democracia y socialismo, del mismo modo que los militantes de las corrientes derivadas del almeydismo destacan que su tradición fue la mayoritaria en el PS que dio la lucha contra la dictadura. Por su parte, la militancia de la corriente Nueva Izquierda suele remitirse al PS de la Unidad Popular para destacar, como dura lección aprendida, el valor del orden interno, del sentido de responsabilidad y del realismo político. Se asume que elementos como el estilo, los códigos, la historia faccional, las interpretaciones de las “enseñanzas de la historia” y la impronta de los líderes, serían los elementos principales que deslindan una corriente de otra, mucho más definitorios que los elementos ideológicos y programáticos. Primero porque lo ideológico tiende a ser visto como un ámbito ampliamente consensuado, fruto de la aceptación de la democracia como fin incuestionable del socialismo y de las formas democráticas como únicos mecanismos para acceder al poder, cuestión que, se estima, en

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otros momentos habría marcado diferencias entre corrientes. Segundo, porque las diferencias político programáticas estarían presentes en militantes y liderazgos, pero no serían los elementos que definan la cohesión de un sector. Tercero, porque se asume que los diagnósticos y posturas político programáticas pueden ir mutando, pero habría un sustrato cultural de “hacer política”: prácticas, lógicas, valores y formas que definirían profundamente a cada facción, y que serían un potente referente de sentidos identitarios. Una cosa que me convencía de la Renovación, cuando leía la historia del PS, era la idea de que el socialismo había que hacerlo en democracia. (…) Aquí estaba Núñez, aquí estaban otros referentes del Partido que eran tipos que habían hecho esa reflexión. (…) El diagnostico generalizado es que las tesis de la Renovación ganaron todas. (…) Hoy día un sector no tiene una opinión (político - programática). (…)Los lotes como tal no realizan un proceso de definición programática en que decidan colocarse de acuerdo. (Sebastián Rivera - Renovación) Hoy día entre los sectores no hay diferencias sustanciales políticamente. (Gabriel Ossandón – Izquierda Socialista) Comienzo a ver más la historia, y efectivamente comienzo a adscribir con lo que es históricamente el PS Almeyda. (…) Siento profundo respeto por el PS que al final terminó articulando todo lo que fue el PS en la lucha contra la dictadura. (Víctor Saavedra – Tercerismo) A mí me tocó participar, construir un espacio, donde se daba mucha importancia a la lectura, a la mirada crítica, a la cosa más analítica. (…) Hay una lógica también de reciprocidad, de fraternidad, de compañerismo, de tomar decisiones de manera mucho más horizontales y colectivas. (Daniel Melo – Colectivo de Identidad Socialista). Yo empecé a conocer la historia del sector, empecé a saber quiénes eran nuestros líderes. (…)Conocer la historia de Camilo (Escalona), y de cómo se había forjado la Nueva Izquierda, en el sentido de las creencias de Camilo. (…) Las lealtades partidarias no se ven en todos lados y yo las vi en el líder de la Nueva Izquierda, que es Camilo; sentí que él tenía un sentido de Estado que era distinto al resto, y de ahí empecé a conocer su historia: no viene de las clases acomodadas de este país, él no tuvo oportunidades para estudiar, él vivió la clandestinidad, asumió un rol activo durante los años de Dictadura. (…)Yo ya conociendo el Partido y las dinámicas internas, creo que son bien pocas las diferencias ideológicas que se dan al interior de los sectores, yo creo que no existen grandes diferencias, hay matices. (…) Nueva Izquierda yo creo que es un sector ordenado, disciplinado. Nos juntamos, definimos cosas. (Karina Delfino- Nueva Izquierda) Fui conociendo a grupos, como vitrineando. Fue un proceso yo creo muy reflexionado (…) no era de los militantes que estaban loteados pero no lo sabían. (…) (En mi sector) pasaban cosas, no se juntaban solamente para la época de elecciones, sino que había actividades constantemente de formación. (…)La diferencia es la pretensión o la intención de reflexionar y cuestionar aquello que se da en el partido. (Felipe Jeldres- Colectivo de Identidad Socialista). Tenía una vinculación con la militancia de base más la Nueva Izquierda que otros sectores, los comunales eran de la nueva izquierda, los vecinos eran de la Nueva Izquierda. (…) Los líderes de la Nueva Izquierda son toda gente de origen humilde, el Escalona, el Andrade. (…)Nosotros tenemos una mirada con respecto a lo que sucedió con el presidente Allende, el Partido derechamente no apoyó al presidente Allende, y esa es una cuestión que nosotros no podríamos continuar hoy día. Tenemos una concepción con respecto al sentido de la responsabilidad (…) de la importancia de las instituciones políticas. (…)Yo creo que hay mucho sentido al interior de nuestra corriente del pragmatismo, el que nuestro objetivo es avanzar tres, pero si podís avanzar uno, bueno, avanzái uno. (Cesar Valenzuela- Nueva Izquierda) Yo siento que como joven y mujer adentro del tercerismo, tal vez me he podido desarrollar más que lo que hubiera podido hacer en otro sector. (…)Me he sentido

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súper cómoda en el sector, siento que se dan los espacios tanto para jóvenes como para mujeres. (Cecilia Lopez – Tercerismo) ¿Dónde me siento yo más grato? Por así decirlo ¿Con una burguesía interna? ¿O me siento más grato con un discurso más con el obrero, con el trabajador, de quienes venimos de papás que no son profesionales? (…) Nuestra mayor concentración está en Puente Alto, San Ramón, La Cisterna, hay un tema también de clase. (Gonzalo Ramírez - Nueva Izquierda)

36 Buena parte de la definición del “nosotros” aparece en contraste con un “otro” faccional. Cuando la diferenciación se hace de modo más neutro, sin adjetivar negativamente, se pone acento en matices distintivos de los estilos, la historia compartida, la vinculación social, los códigos de la organización y las particulares valoraciones de las formas orgánicas. Cuando la distinción se establece en términos negativos, se señala al “otro” como culpable de los peores vicios que tendría la vida militante. Cuando ello ocurre, la percepción negativa permite resaltar, por contraste, ciertas virtudes del “lote” propio, en el sentido de considerarlo portador de un ideal socialista necesario y que se debe proyectar a la totalidad del partido. También ocurre que ciertos diagnósticos generales sobre el faccionalismo llegan a ser matizados positivamente desde cierto particularismo atribuido a la facción propia, como señalar que “los otros” protagonizan disputas sólo instrumentales (sólo por el poder) o caudillistas, relevando, por contraste, un mayor contenido político programático en “nosotros”. Otro dato no menor es que la cohesión interna, incluso intergeneacional, del sector Nueva Izquierda, así como el particular énfasis de este grupo en determinadas ideas fuerza orientadoras de la acción política (el sentido de la responsabilidad como valor orientado a cuidar la alianza centro izquierdista; el pragmatismo y realismo en las consideraciones de contexto y correlación de fuerzas para la promoción de cambios), hace que sea un factor relevante de distinción entre las corrientes la percepción de cercanía o rechazo a dicha facción, al punto que varios militantes reconocen diferencias ideológicas y programáticas sólo con la corriente Nueva Izquierda. El Tercerismo se ha caracterizado por liderazgos colectivos, es decir, no existe sólo un caudillo en particular, sino que existen muchos, muchas personas que son líderes en sus zonas geográficas y a través de consensos llegan a acuerdo. (…) Algunos (sectores) que responden a un caudillo muy poderoso tienen menor posibilidad de divergencia. (…) Al no existir caudillos fuertes, generalmente las decisiones de la Juventud (en el sector) las toman los jóvenes. Puede parecer obvio pero (…) los intereses de los adultos son muchas veces muy fuertes con respecto a la Juventud. En el Tercerismo eso no pasa tanto. (Víctor Saavedra- Tercerismo) Creo que siempre la posición nuestra ha sido darle estabilidad al PS. Yo creo que de alguna forma los otros sectores han estado disponibles a no darle estabilidad al PS, o no darle estabilidad al gobierno de turno. (Cesar Valenzuela – Nueva Izquierda). Los lotes muchas veces se han transformado en grupos clientelares. Y yo veo que hoy día el único lote que tienen un contenido político de fondo, no digo que sea muy fuerte, pero el único que tiene contenido político es el lote de Escalona (…) Es el único lote que plantea sus ideas claramente: responsabilidad política, cuidar la alianza estratégica. (…)Para mí, el lote de la Isabel Allende es un lote del poder por el poder, yo no veo un trasfondo político detrás de ella. (Santana – Nueva Izquierda) Estamos a veces entrapados en disputas de sectores sin tener disputas programáticas detrás, entonces lo que nosotros hemos intentado siempre es poner la disputa programática por sobre la disputa personal. (Gabriél Ossandón – Izquierda Socialista) En el caso de la Nueva Izquierda, hay una disciplina y un fanatismo acérrimo respecto a lo que se estaba desarrollando como gobierno. Su única interpretación era defender el gobierno de Bachelet50 y defender la mesa del Partido. (…) Yo soy un

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convencido que la Renovación, que el ethos de la Renovación ya está cumplido, por lo tanto, esa tendencia tiene una fuerte crisis de identidad, porque ya no hayan, entrecomillas, qué hacer, porque su relato, su razón de ser, ya está cumplido. (…)¿Y Grandes Alamedas? Lo que pasa es que Grandes Alamedas fue un punto de encuentro de un rechazo transversal que hubo a la Nueva Izquierda, y hasta el día de hoy carecen de una interpretación política. (…) Nosotros seguíamos, y hasta el día de hoy, seguimos bajo la misma lógica que hemos llevado siempre, dándole prioridad a la formación política, a la reflexión, a la discusión coyuntural respecto a lo que estamos viviendo. (Felipe Jeldres- Colectivo de Identidad Socialista). Primero, nosotros somos librepensadores. O sea, esto no es un ejército. Yo creo que en el Partido hay una tendencia, la Nueva Izquierda, que está mirando desde la lógica de ejército. Segundo, que uno puede no estar de acuerdo y ser acogido y escuchado. En otros lado yo siento que no. Y lo otro, es que ha sido un sector entrecomillas joven dentro del partido, es un sector donde se da el recambio. (Alan Espinoza- Grandes Alamedas) Con la Nueva Izquierda sí hay diferencias ideológicas más de fondo. Pero, por ejemplo, con un compañero de mi edad en la Renovación, o de las Grandes Alamedas, no sé si haya algo que nos haga no estar de acuerdo hoy en día más allá de un pasado y lazos personales y de amistad que nos da la identidad de Colectivo. (Nicolás Zeballos- Colectivo de Identidad Socialista)

37 Al igual que ocurre en los adultos, el nacimiento de una facción supone generalmente un deslindamiento que apunta a relevar los aspectos políticos programáticos, lo que se describe como aspecto propio (“nuestro”) en oposición con lo que se consideran lógicas predominantes del faccionalismo, es decir, aquella priorización de los objetivos instrumentales y de operatoria política (acceso y distribución de poder) por sobre un programa. En el caso de los jóvenes está menos presente esta narración de momentos fundacionales de una tendencia, pero los hay, como el caso del grupo universitario Izquierda Socialista que se conforma en tendencia del partido para dar continuidad a una identidad crítica que creció al alero de los movimientos universitarios del 2006 y 2011; o como ocurre el 2015 en el sector juvenil de la Renovación Socialista que participa de una fractura del sector y reivindica una fuerte identidad político generacional que propone posturas más decididas a favor de transformaciones estructurales. De hecho, la coyuntura reciente que va desde la elección presidencial de Michelle Bachelet hasta las elecciones internas del PS durante el 2015 han tensionado a la JS en torno a temas como el carácter e intensidad de las reformas a realizar por el nuevo gobierno, la pertinencia o no de una Asamblea Constituyente para una nueva Constitución, y el debate entre, por un lado, dar un mayor énfasis a avanzar hacia reformas estructurales cercanas a una sensibilidad de izquierda, y por otro, realizar dichos cambios en la medida en que estos articulen consensos amplios y resguardando la cohesión de la heterogeneidad centro izquierdista heredera de la Concertación de Partidos por la Democracia. La última elección en que se enfrentó Isabel Allende (respaldada por la alianza Nueva Mayoría Socialista que reunió a amplios sectores de todas las corrientes exceptuando Nueva Izquierda) y Camilo Escalona (respaldado por la Nueva Izquierda y algunos dirigentes de otras facciones), dio cuenta de esta tensión, no obstante, lo que ocurrió fue que se superpusieron ciertos clivajes político - estratégicos sobre las correlaciones entre facciones, pues gran parte de las facciones tuvieron liderazgos y militancia que apoyaron a uno u otro candidato, aunque ciertamente hubo un rotundo predominio de apoyo de la Nueva Izquierda a Escalona y un mayoritario respaldo del resto de las facciones a Isabel Allende.

38 En este último sentido, el diagnóstico de la militancia juvenil tiende a coincidir en que la coyuntura no permite suponer una suerte de “repolitización” de la realidad faccional a

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partir de cuestiones discutidas en la última elección, negándose que lo político programático fuera hoy un factor más determinante en las distinciones entre uno y otro subgrupo. Se corrobora, por tanto, un diagnóstico compartido con los adultos en el sentido de que tal tipo diferencias serían más bien transversales entre las estructuras faccionales. De todos modos, los jóvenes entrevistados coinciden en que es muy pronto para hacer vaticinios sobre eventuales cambios en las lógicas y sentidos de las facciones, pues se trataría de una historia en curso y cuyos cambios pueden ser tan rápidos como sorprendentes.

Consideraciones Finales

39 El carácter del faccionalismo socialista de posdictadura, que se ha descrito en el desarrollo del artículo, es también un efecto del propio estatus de la política a partir de 1990. No es extraño que en un país en que se diagnostica “desafección” de los ciudadanos con la participación política, o “despolitización” social, un partido político vea reducido el peso de los debates político programáticos en la definición de sus subgrupos internos. Y no es extraño que se diagnostique desafección política y despolitización en un país en donde el mercado desplaza al Estado (y las disputas por su conducción) en amplios ámbitos de la configuración de lo social.

40 El modo en que el PS procesó el contexto de acuerdos de la transición (en parte forzados por los enclaves institucionales y el sistema electoral binominal heredados del régimen pinochetista, en parte sujetos a una hegemonía concertacionista que decidió actuar en consideración de “lo posible”), se orientó a realzar el consenso propio relativo al valor y centralidad de la democracia, pero postergando los elementos relativos a las nociones de sociedad justa en lo socioeconómico, cuestión que a fines de los años 80 ya advertía Norbert Lechner sobre las corrientes renovadoras del socialismo, que a su juicio: “privilegian la democracia política, sin mostrar similar creatividad para repensar el socialismo. (…) ¿Cómo compartir la prioridad otorgada a los procedimientos formales con la defensa de determinados contenidos, históricamente referidos a la superación de la explotación económica y la desigualdad social?”51 No podemos afirmar que, a la larga, el consenso renovador con eje en la democracia excluyera el debate partidario amplio sobre la sociedad justa, pues aquella discusión sí se dio entre los más satisfechos o descontentos con el orden producido en los gobiernos concertacionistas, sin embargo, es claro que ello no dio para convertirse en un clivaje central que marcara al partido en su organización interna expresada en el fenómeno faccional, salvo en aquellos grupos emergentes y menores que no formaban parte de las estructuras que disputaban efectivamente la dirección socialista. El punto central del presente artículo ha sido cómo este lugar devaluado del debate político programático, y su revés, la importancia de las lógicas instrumentales de organización y distribución de poder, se ha expresado en el fenómeno faccional, y particularmente, como ese fenómeno se vivencia subjetivamente en las diferentes generaciones, atendiendo al proceso histórico de cambios en el carácter del faccionalismo.

41 Una diferencia generacional no es igual a una diferencia etaria. Es decir, si bien es distinto el modo en que perciben la facción y sus lógicas los mayores y los jóvenes socialistas, ello no se debe a determinados atributos de la edad, sino al modo en que los sujetos incorporan subjetivamente la experiencia vivenciada en contextos diferentes, aquello que Mannheim describió como “estratificación de la vivencia” y que es clave para atender al

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factor generacional en la construcción histórica de una cultura militante. Efectivamente, en el PS como en otros partidos, se sedimenta una cultura política a partir de una interrelación generacional que procesa identitariamente las transformaciones históricas de las lógicas, códigos, sentidos y significados asociados a la militancia. Para los jóvenes militantes de la JS el faccionalismo socialista de posdictadura es algo propio del partido al que ingresaron, optaron pertenecer y se identificaron, con toda la importancia existencial que tiene para el sujeto joven un proceso de identificación. Aunque en un inicio hubieran comenzado a militar “ya loteados”, los jóvenes socialistas describen en su trayectoria un proceso en que se construyó la identificación con el subgrupo, proceso que se refuerza al reconocer y describir a un “otro” militante de otras facciones. Se expresa, por tanto, un involucramiento profundo con la participación en una corriente y con la dinámica actual del faccionalismo, notoriamente mayor del que se pudo captar en los testimonios de militantes de la generación adulta socializada en dictadura, y si bien los jóvenes reconocen, al igual que lo hacen los adultos, el predominio de sentidos y objetivos instrumentales (acceso a poder, influencia y cargos) en la definición faccional y en las alianzas circunstanciales entre facciones, dichos componentes no anulan un particular énfasis en aquellos elementos que hacen del subgrupo “mi lote”: la historia del sector y sus valores asociados, las lógicas de acción, los estilos de militancia, las ideas fuerza orientadoras del quehacer político. Los adultos, por su parte, expresan percepciones aparentemente contradictorias: por un lado demuestran participar activamente de la vida faccional, por otro, manifiestan un mayor malestar con las lógicas y sentidos actuales del faccionalismo. Desde su mirada, ese partido del presente no es el que los comprometió durante su socialización juvenil, de modo que la diferencia profunda entre las lógicas de la militancia pasada y la presente, provoca que se exacerbe la distancia identitaria con un elemento tan fundamental como el faccionalismo.

42 Cabe destacar, por último, que todo diagnóstico general sobre el faccionalismo socialista debe atender a ciertos matices derivados de la tremenda heterogeneidad y complejidad del fenómeno faccional. En ese sentido, si bien se corroboran empíricamente las diferenciaciones generacionales acá expuestas, también se expresan ciertas anomalías, como el caso específico de la corriente Nueva Izquierda en donde su fuerte cohesión orgánica acentúa el elemento identitario y tiende a homogeneizar a las generaciones en sus percepciones relativas a la identidad con la facción de pertenencia y con las dinámicas faccionales en general.

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ANEXOS

Entrevistados citados

A: Adultos socializados durante la Ocupación Trayectoria profesional y o de dictadura o Roles función político pertenencia a fines de la dirigenciales Año de la Año de Nombre militante corrientes UP. en periodo entrevista nacimiento durante el hasta el juvenil. B: Jóvenes momento de la momento de socializados entrevista. la entrevista. periodo 2000 – 2015

Coordinador Docente 1.- Ernesto Ps Almeyda, A de Juventud PS Universitario. 2012 1962 Águila Tercerismo. Almeyda. Militante.

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Ps Almeyda, Generacional, La Franja, Presidente de Funcionario 2.- Jaime Nueva A Juventud. municipal. 2012 1965 Fuentealba Izquierda y Militante. Militante. Colectivo de Identidad Socialista.

Dirección PS Economista, 3.- Ricardo clandestino. Ps Almeyda- A académico. 2012 1954 Solari Ministro. Tercerismo. Militante. Militante

4.- Jaime Coordinador Militante. Ps Almeyda- Pérez de A juventud PS 2012 1955 Gerente de Tercerismo. Arce Almeyda. CODELCO.

Candidato a 5.- alcalde, luego Colectivo de Dirigente Gonzalo A electo en Identidad 2012 1968 estudiantil. Durán comuna de Socialista. Independencia.

PS Núñez, 6.- Enrique Académico A Dirigente FJS. Renovación 2012 1959 Acosta universitario. Socialista

PS Almeyda. 7.- Carlos Miembro Comité A Militante. Nueva 2015 1970 Moreno Central del PS. Izquierda.

Ingresa a JS Presidente Sociólogo. como juventud 2007 Colectivo de 8.- Daniel Directivo PS. estudiante - 2010. Identidad 2012 1979 Melo secundario Directiva del Directivo del Socialista. en 1995. Partido. partido.

9.-Juan Militante Estudiante. Nueva B 2012 1989 Santana universitario. Militante Izquierda.

Colectivo de 10.- Militante Estudiante. B Identidad 2012 1989 Jeldres universitario Militante. Socialista.

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Generacional, La Franja, Nueva Izquierda, Nuevo 11.- Arturo Presidente A Militante. Socialismo, 2012 1967 Barrios FECH. Grandes Alamedas, y finalmente “Nuestra Revolución.

Presidente 12.- Álvaro FECH Vicepresidente A Tercerismo. 2012 1969 Elizalde Vicepresidente PS PS

Dirigente estudiantil Socióloga. 13.- Karina Nueva B movimiento 2012 1989 Delfino Candidata a Izquierda. secundario concejal. 2006.

Dirigente Dirigente Asociación Asociación Nacional de Nacional de 14.- Alan Grandes B Empleados Empleados 2012 1983 Espinoza Alamedas. Fiscales ANEF. Fiscales ANEF. Vicepresidente Vicepresidente JS. JS.

Dirigente estudiantil 15.- Cesar Presidente de la Nueva B secundario. 2013 1989 Valenzuela JS. Izquierda. Presidente de la JS.

Dirigente Vicepresidente 16.- estudiantil Nacional de la Sebastián B Universidad JS. Renovación 2015 1985 Rivera Alberto Vicepresidencia Hurtado. Electoral.

Dirigente 17.- estudiantil UC Miembro Comité Grandes Francisca B 2015 1986 y en territorial Central JS. Alamedas Figueroa. La Florida.

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Dirigente 18.- estudiantil Izquierda Gabriel B 2015 1990 Universidad de Socialista Ossandón Chile.

Dirigente 19.- estudiantil Miembro Comité Nueva Gonzalo B USACH. 2015 1985 Central JS. Izquierda Ramírez Presidente FEUSACH 2008

Secretario de Colectivo de 20.-Nicolás B Estudios y Identidad 2015 1989 Zeballos Programas JS. Socialista

Miembro de Dirigente JS Comité Central 21.-Víctor B territorial de la JS. Tercerismo 2015 1989 Saavedra Pudahuel. Vicepresidencia de educación JS.

Vicepresidenta Nacional de la Dirigente JS. 22.- Cecilia B territorial JS Vicerpresidencia Tercerismo 2015 1984 López Independencia. de Frentes Sociales y Comunitarios.

Dirigente estudiantil 23.- Víctor Miembro Comité B Universidad Renovación 2015 1989 Díaz Central de la JS. Alberto Hurtado.

NOTAS

1. Ver: Paul Drake, Socialismo y populismo. Chile 1936 – 1973, Valparaíso, Instituto de Historia UCV, 1992. Julio Cesar Jobet, Historia del Partido Socialista de Chile, Santiago, Documentas, 1987. 2. Por enclaves autoritarios se entendieron: la existencia de los “senadores designados” y “senadores vitalicios” (que incluyeron al propio Pinochet en 1998 en tanto ex presidente), la inamovilidad de las comandancias en jefe de las fuerzas armadas (que implicó tener al ex dictador dirigiendo el ejército hasta 1998) y las atribuciones y carácter del Consejo de Seguridad Nacional (y su influencia en la composición del Tribunal Constitucional). En el sistema electoral binominal una mayoría debe doblar en votos como pacto a la segunda mayoría a fin de marcar un desequilibrio de fuerzas a su favor, pues de lo contrario las dos candidaturas electas se reparten entre los dos pactos más votados. Los enclaves autoritarios, sumados a los efectos del sistema binominal en la representación parlamentaria, fueron el escenario forzado de la llamada “política de los consensos” y de aquel límite a las expectativas que Aylwin denominó: “la medida de lo posible”.

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3. Manuel Antonio Garretón, Del pinochetismo a la sociedad democrática. Globalización y política en el bicentenario, Santiago, Debate, 2007. Tomás Moulián, Chile actual. Anatomía de un mito, Santiago, Lom, 1998. Verónica Valdivia, Rolando Álvarez Vallejos, Karen Donoso, La alcaldización de la política. Los municipios en la dictadura pinochetista, Santiago, Lom, 2012. 4. Ricardo Gamboa y Rodrigo Salcedo, “El faccionalismo en el partido socialista de Chile (1990 – 2006): Características y efectos políticos en sus procesos de toma de decisión”, Revista de Ciencia Política, volumen 29, número 3, Pontificia Universidad Católica de Chile Instituto de Ciencia Política, Santiago, 2009, 667-692. 5. Las entrevistas realizadas en 2012 - 2013, se enmarcaron en el proyecto Fondecyt posdoctoral número 3110075. Las entrevistas del 2015 corresponden a la ejecución del Fondecyt Iniciación ya citado. 6. Karl Mannheim, “El problema de las generaciones”, Revista Española de Investigaciones Sociológicas, número 62, Madrid, 1993. 7. Mannheim, op.cit., 217. 8. Ver: Nancy Bermeo, “Democracy and the Lessons of Dictatorship”, Comparative Politics 24, 1992. Larry M. Bartels, Dimon Jackman, “A generational model of political learning”, Electoral Studies 33, 2014. Sobre el concepto “aprendizaje político” en el análisis de partidos chilenos, ver: Marcelo Mella, “Transición y democratización durante el gobierno de Patricio Aylwin (1990 – 1993): La estrategia de las cuerdas separadas”, Revista Enfoques número 21, Santiago, Universidad Central, 2014. 9. Entre algunos tratamientos contemporáneos del concepto de generación a partir de la obra de Mannheim: Víctor Muñoz Tamayo, Generaciones. Juventud universitaria e izquierdas políticas en Chile y México. Santiago, Lom, 2011. Carles Feixa y Carmen Leccardi, “El concepto de generación en las teorías sobre la juventud”, Última Década 43, CIDPA, Valparaíso, 2011. Felipe Ghiardo, “Generaciones y Juventud: una Relectura desde Manheim y Ortega y Gasset”, Última Década 20, Valparaíso, CIDPA, 2004. Víctor Muñoz Tamayo, “Juventud y política en Chile. Hacia un enfoque generacional”, Última Década 35, Valparaíso, CIDPA, 2011. Manuel Canales, Felipe Ghiardo y Antonino Opazo, “Para un concepto de juventud”, Pablo Cottet editor, “Juventudes. Metáforas del Chile Contemporáneo”, Santiago, Ril, 2015. 10. Un detalle y análisis sobre los contenidos, enfoques y metodologías de los estudios sobre cultura política en América Latina en: Fabio López de la Roche, “Aproximaciones al concepto de cultura política”. Convergencia número 22, Universidad Autónoma del Estado de México, Facultad de Ciencias Políticas, Toluca, México, 2000, 393 – 424. 11. De la Roche, op.cit., 98. 12. En esa línea de estudio histórico - cultural de militancia, ver: Cristina Moyano, MAPU o la seducción del poder y la juventud, Santiago, Ediciones UAH, 2009. 13. Tal problemática Norbert Lechner la pone al centro de su comprensión del concepto “cultura política”, al entenderla como expresión de “la producción y reproducción de las concepciones que elabora una sociedad acerca del campo de la política y, específicamente, de la “representación” de la política respecto a la sociedad.” Norbert Lechner, “Cultura política y democratización”, Norbert Lechner Obras escogidas, tomo 2, Santiago, Lom, 2007, 244. 14. Giovanni Sartori, Partidos y sistemas de partidos, Madrid, Alianza, 2005. 15. Gamboa y Salcedo, op.cit., 667-692. 16. Joan Garcés, Allende y la experiencia chilena. Las armas de la política, Santiago de Chile, Hueders, 2013. 17. “La dirección política del Partido se ejerce desde Chile y a la dirección interior de la lucha revolucionaria se subordina el trabajo del Secretariado Exterior del Partido, encabezado por el Secretario General del Partido, Camarada Carlos Altamirano”. En: Dirección PS interior, “Al calor de la lucha contra el fascismo, construir la fuerza dirigente del pueblo para asegurar la victoria”, marzo de 1974, www.socialismo-chileno.org

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18. Jorge Arrate y Eduardo Rojas, Memoria de la Izquierda Chilena, tomo dos, Javier Vergara editor, Santiago, 2003. 19. Dirección PS interior, op.cit. 20. Dirección PS interior, ibid. 21. Dirección PS interior, ibid. 22. El trotskismo era un elemento constante de la vida faccional del PS. Durante los años sesenta, grupos trostskistas habían derivado al MIR, pero varios de esos cuadros retornaron al PS luego de rupturas al interior de la organización liderada por Miguel Enríquez. Sobre esto último: Eugenia Palieraki, “¡La revolución ya viene! El MIR chileno en los años sesenta”, Santiago, LOM, 2014. 23. Ricardo Yocelevzky, “El partido socialista de Chile bajo la dictadura militar”, Foro internacional, volumen 27, número 1, Ciudad de México, El Colegio de México, 1986. 24. Palieraki, op. cit. 25. Mauricio Rojas, “La evolución del Partido Socialista de Chile durante la primera parte de la dictadura (1973 – 1979)”. Divergencia, número 5, Santiago, Taller de Historia Política, 2014, 9 – 34. 26. En: Informe de Carlos Altamirano al Pleno Socialista conocido como de “Argel” en 1978 (nombre destinado a engañar a los servicios de la inteligencia chilena, pues en realidad se realizó en Alemania Oriental). Allí el Secretario General del PS en el exterior esboza ideas de lo que luego se conocerá como “renovación socialista”. En Arrate, op. Cit., 286. 27. Habían surgido una serie de desencuentros producto de que la dirección interior estimaba que la dirección exterior de Altamirano se manifestaba de modo ambiguo respecto a otorgarle total legitimidad. Uno de los más recordados episodios que reforzaba esta idea fue cuando la dirección de Altamirano, junto con convocar a la dirección interior al pleno de la Habana en 1975, convocó también a quienes disputaban la legitimidad de su conducción: los representantes de la CNR. 28. Edison Ortiz, El socialismo chileno de Allende a Bachelet. (1973 – 2005), Santiago, Alerce Talleres Gráficos, 2007. 29. Movimiento de Acción Popular Unitario formado en 1969 de una escisión de la Democracia Cristiana DC. En 1973, en un contexto de tensiones al interior de la UP, el MAPU se dividió en dos partidos. 30. A estas jornadas de diálogo no asistieron representantes socialistas de la AD que rechazaron sentarse a la mesa con un gobierno que había diezmado a su partido. Arrate, op.cit. 31. Muñoz, op.cit. 32. Las resoluciones del XXIV congreso almeydista ratifican la línea denominada: “Lucha unitaria y democrática de masas, de carácter rupturista y con perspectiva insurreccional”, que incluía la validez de “todas las formas de lucha que contribuyan a consolidar y potenciar el movimiento de masas”. La idea era promover el derrocamiento de la dictadura por vía de la movilización de masas y en el marco de una unidad opositora con base en un “gran acuerdo democrático”. No obstante esto último, se estimaba que lo prioritario para esa unidad amplia era resguardar la unidad de la izquierda radicada en el MDP. Lo militar era subordinado a la lucha de masas y se relacionaba con dos aspectos: “el desarrollo de la autodefensa de las masas y la aplicación de una política hacia las fuerzas armadas, orientada a debilitarlas y provocar su colapso”. Las citas textuales en: Resoluciones del 24 congreso del Partido Socialista de Chile. Agosto 1985. 33. Sobre la trayectoria en Chile del socialismo renovado: Joaquín Fernández, Álvaro Góngora, Patricia Arancibia, “Ricardo Núñez. Trayectoria de un socialista de nuestros tiempos”, Santiago, Universidad Finis Terrae, 2013. 34. El proceso de quiebre y salida de los “comandantes” es fechado entre fines de 1984 y principio de 1985, durante la convocatoria al XXIV congreso. El principal líder del PS de los comandantes fue Eduardo Gutiérrez. Ortiz, op.cit. 35. Ortiz, Ibid. 36. Cuyo secretario general fue Juan Gutiérrez.

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37. Facción autónoma que fundó Raúl Ampuero en 1967, se disuelve después del golpe de Estado y se reconstruye en la década de 1980 con la dirección de Ramón Silva Ulloa. 38. Cuyo Secretario General era Manuel Mandujano. 39. Tiene su origen en una corriente del exilio socialista, en Bélgica (Bruselas), la que es expulsada del PS Almeyda. Al igual que el PS Dirección Colectiva, el “PS Salvador Allende” apostaba por definir y fortalecer el aspecto insurreccional de la lucha contra la dictadura. Su mayor dirigente es Robinson Pérez. Ver: Eduardo Gutiérrez, Ciudades en las sombras (una historia no oficial del Partido Socialista de Chile), Santiago, Editores Asociados, 2010. 40. El tercerismo fue conducido por cuadros que organizaron al PS desde la segunda mitad de los años 70 como Ricardo Solari, Jaime Pérez de Arce y Germán Correa, mientras Nueva Izquierda fue conducida por Camilo Escalona, ex líder estudiantil secundario durante la UP que ingresó clandestino a Chile en 1982 junto a un grupo de militantes del almeydismo. A nivel social, el tercerismo contó con buena parte de los ex cuadros universitarios y la Nueva Izquierda fue particularmente fuerte a nivel poblacional. Sobre el trabajo orgánico de Camilo Escalona en su regreso a Chile ver: Álvaro Peralta y Enzo Pistacchio, “Duro de matar”, Santiago, Zig-Zag, 2014. 41. Gamboa y Salcedo, op. Cit., 667-692. 42. Gamboa y Salcedo, op. Cit., 683. 43. PÁRRAFO 4 - Artículo 51 de los estatutos del PS: “En el Partido no podrán existir fracciones, sino sólo corrientes de opinión con existencia transitoria y sin disciplina propia”. Estatutos del Partido Socialista de Chile, Noviembre del 2003, www.pschile.cl 44. La caracterización que se hace en este párrafo se realizó a partir del trabajo de campo de la propia investigación. En ello se profundizará y citarán testimonios. 45. Para el presente de la JS hay que considerar una serie de corrientes que se enmarcan en colectivos de militancia universitaria que pueden permanecer como expresión estrictamente estudiantil o trascender y emerger como nuevas corrientes al interior del partido, como el caso del grupo “Izquierda Socialista”. 46. Se señala la facción de pertenencia de acuerdo al año en que se realizó la entrevista. Ver anexo. 47. Sobre “aprendizaje político” marcado por experiencias dictatoriales, ver el texto ya citado de Nancy Bermeo. 48. Referencia al Himno del Partido Socialista Chileno: “Militantes puros y sinceros, prometamos jamás desertar...”. 49. Vicente Espinoza y Sebastián Madrid, Trayectorias y eficacia política de los militantes en juventudes políticas, Santiago, USACH, 2010. 50. Se refiere al primer gobierno de Bachelet. 51. Nolbert Lechner, “Los patios interiores de la democracia”, Obras escogidas. Tomo 1 , Santiago, LOM, 2006, 362.

RESÚMENES

El artículo analiza dos generaciones militantes del Partido Socialista de Chile y su comprensión, identidad y percepción relativa a la estructura de facciones que caracteriza a dicho partido. Desde un enfoque histórico (1973– 2015) y generacional (comparaciones entre grupos etarios a

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partir de elementos derivados de las diacronías histórico - biográficas), y desde una investigación cualitativa, se busca comprender los cambios contemporáneos de la cultura militante socialista.

The article analyzes two militant generations of Chilean Socialist Party and its understaning, identity and perception on the structure of features that characterizes this party. From a historical (1973-2015) and generational perspective (comparisons between age groups from elements derived from historical and biographical evolution) and from a qualitative research, this article seeks to understand contemporary changes of the militant socialist culture. generations, militant culture, Chilean socialist party, factions

ÍNDICE

Palabras claves: generaciones, cultura militante, Partido Socialista de Chile, facciones

AUTOR

VÍCTOR MUÑOZ TAMAYO

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Los centros de detención y/o tortura en Chile Su desaparición como destino The detention and / or torture centers in Chile. His disappearance as a destination

José Santos Herceg

NOTA DEL EDITOR

Recibido: 7 septiembre 2015 – Aprobado: 26 noviembre 2015

NOTA DEL AUTOR

Este trabajo forma parte de la investigación titulada “Campos prisioneros en Chile. Reconfiguración de los lugares y las subjetividades”, (FONDECYT Nº 1140200)

1 Durante la Dictadura habrían existido más de 1.168 Centros de Detención a lo largo de Chile. De ellos, un número importante eran inicialmente casas particulares o casas de fundos, otras eran clínicas o edificios públicos y civiles como centros deportivos, universidades, liceos y colegios, hospitales, estaciones de bomberos, estaciones de trenes y edificios de la administración pública. Junto con ellos hay también instalaciones de uniformados que se vuelven centros de detención como unidades militares, unidades de Policía de Investigaciones, unidades de Carabineros. Incluso algunos barcos, salitreras o pueblos enteros que se convirtieron en Centros de Detención y Tortura. Finalmente podría mencionarse el caso de las cárceles, que generadas para albergar delincuentes, son utilizadas para encerrar a prisioneros políticos.

2 Si hay algo que de inmediato llama la atención cuando se analiza el listado de los Centro de Detención y/o Tortura que hubo en Chile durante la Dictadura Militar, es que

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prácticamente ninguno de ellos fue creado explícitamente para estos propósitos; lo que se observa es que casi en la totalidad de los casos de trata de una “reconfiguración” de lugares ya existentes: lugares que nacieron con otra finalidad, que son —en algunos casos — refaccionados o habilitados y que son transformados en lugares de reclusión, de interrogación, de tortura, etc1. Lugares que, por lo tanto, una vez que dejan de utilizarse como Centro de Detención y Tortura tienden a desaparecer en tanto que tales con la misma rapidez y eficiencia con que surgieron.

3 Silva y Rojas constatan acertadamente que hay “piezas de la ciudad artefacto” que desaparecen y que están ligadas a una memoria traumática del dolor (2004). Los Centros de Detención y/o Tortura utilizados por la Dictadura Militar son, para ellas, justamente este tipo de lugares que se encuentran “desaparecidos”. Estas autoras distinguen una serie de “operadores”: acciones mediante las cuales un lugar desaparece. Hablan de lugares demolidos, simulados, desconocidos, aislados, apropiados y ocultos. Estas acciones aciertan en describir procesos de desaparición, sin embargo, están lejos de agotar el fenómeno. A este listado, habría que agregar una serie de otras acciones que también tiene como resultado la desaparición. Existen así, por ejemplo, lugares que son abandonados, deshabitados, descuidados, transformados, reconstruidos, retro- convertidos, normalizados, negados, desconocidos, olvidados, etc.

4 Por otra parte, hay que hacer notar que aunque todos estas acciones tienen en común el hecho de que provocan la desaparición de los Centros, no tienen todos en realidad el mismo efecto. Estas acciones provocan diferentes tipos de desapariciones, que en algunas oportunidades se combinan y en otras no. Distinguimos, entonces, una desaparición ontológica, otra sensorial y una epistemológica. La del primer tipo es la desaparición que se provoca mediante los operadores, como el de la destrucción, el del desmantelamiento, el del abandono, o en algunos casos, el de la transformación, pues con estas acciones se consigue hacer desaparecer físicamente un inmueble. La desaparición sensorial por su parte, alude a aquella que implica salir del ámbito de percepción, ya no se la ve. Es evidente que este tipo de desaparición siempre se da cuando concurre una desaparición ontológica: destruido el inmueble, ya no se le percibe. Es posible, sin embargo, que la desaparición sensorial se de con independencia de la ontológica, como en el caso de que un lugar sea simulado, esté oculto, disfrazado, aislado, enajenado, etc. En estos casos, los lugares existen concretamente, pero no se les percibe más como Centros de Detención y/o Tortura. Están desparecidos porque son invisibles.

5 La desaparición epistemológica, en tercer término, es, aunque parezca extraño decirlo, la más radical de todas, pues cierra el círculo de la desaparición. Ella alude al hecho de que un inmueble sale del ámbito del saber: no se sabe que existe, ni siquiera se tiene noticia de que alguna vez existió. Lo habitual sería pensar que a una desaparición ontológica le siga una sensorial que acarree —a la larga— una epistemológica. Primero se destruye un lugar, por lo que ya no se le percibe y finalmente, se olvida que existió alguna vez. Esto es, sin duda, un objetivo expresamente perseguido por la Dictadura. Es posible, sin embargo, que se den alternativas diferentes. Una de ellas es que sin concurrir una desaparición ontológica y dándose solo una desaparición sensorial, a la larga un lugar termine por desparecer de ámbito del saber. También es posible, por el contrario que habiendo una desaparición ontológica y sensorial, sin embargo, no se corrobore una epistemológica. Hay, sin embargo desapariciones epistemológicas que se dan sin que se destruya o de desmantele el inmueble.

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6 Es un hecho que la gran mayoría de estos Centros de Detención y/o Tortura parecen haber desaparecido en el Chile de hoy: ya no están, ya no se les ve y/o no se sabe de ellos. En la práctica, excepto algunas excepciones, simplemente han dejado de existir. La desaparición parece ser el destino inevitable de estos lugares y solo una acción concreta, concertada, sistemática y dirigida podría evitar en parte que ello ocurra. Como sea, cualquier acción posible en este sentido exige detenerse en un análisis de los grados y modos de desaparición. Para fines expositivos agruparemos los modos de desaparición en tres grupos —destrucción, transformación y ocultamiento— los que coinciden en general, con los tres tipos de desaparición —ontológica (ser), sensorial (ver) y epistemológica (saber)— entendiendo que ellos son transversales.

A. Destrucción (SER)

7 El modo más evidente en que algo desaparece es en tanto que dejar de ser. La desaparición es, en un primer sentido, ontológica, pero, por ello mismo, es también sensorial, es decir, alude al pasar del ser al no-ser con la consecuencia de “dejar de ver”. En estos casos, algo sale de la vista como consecuencia del hecho de que ha dejado de existir. La desaparición aquí tiene algo de definitiva e irreversible. Un número importante de Centros de Detención y/o Tortura fueron destruidos. Dicha destrucción se llevó a cabo por diferentes medios: algunos activos y otros pasivos. El desmantelar, el demoler, son acciones, mientras que el abandonar es una omisión.

1. Desmantelar / demoler

8 Hacer desaparecer mediante la destrucción de todo vestigio, de las pruebas positivas de existencia fue una estrategia transversal utilizada por la Dictadura en Chile. De allí la desaparición de los cuerpos que fueron torturados hasta morir, pero también, la desaparición de los lugares en que se privó de libertad y se torturó. La demolición ha sido sistematizada con razón por Silva y Rojas como una de las estrategias principales destinadas a borrar del espacio público los lugares vinculados a las violaciones de derechos humanos (2004). De lo que se habla aquí es de que los lugares son reducidos a escombros, transformados en sitios baldíos. Como bien ha hecho ver Lawner, hablando de la destrucción del COMPINGIN en Dawson, se trata de un “…comportamiento que la Dictadura repitió más adelante con otros centros de detención, reconocidos o clandestinos, a fin de borrar toda huella de sus atrocidades” (Lawner, 2004:74). Ejemplifica con Ritoque y Puchuncaví, señalando que “fueron (…) desmantelados hasta sus cimientos una vez que cesaron de emplearse como centros de reclusión” (74-75).

9 Joui relata en su testimonio de qué manera a partir del 15 de abril de 1974 los mismos presos fueron usados para desmantelar el Campamento de Puchuncaví, puesto que habría de funcionar en otro lugar (Joui, 1994: 163ss). Este campamento pertenecía originalmente a la Junta Nacional de Auxilio Escolar y Becas y la Armada Nacional no se la devolvió nunca. En lugar de ello, como cuenta Joui, se “[h]izo desaparecer las ocho cabañas para no dejar huellas de que en Puchuncaví hubo un Campo de Detenidos” (1994:163). Años más tarde —1987— Durán, quien había estado detenido allí, viaja a visitar el lugar y no encuentra nada. Un lugareño le cuenta que “…lo destruyeron. Hace casi un año, los militares vinieron y lo destruyeron. Dejaron algunos de los paneles en un sitio vacío, dos cuadras más allá” (Durán, 2003:155). Una experiencia parecida es la de Ahumada, quien

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regresa al Cerro Chena el 2001, como testigo en el marco de una investigación judicial. Mira desde una loma hacia abajo y solo ve “…una plataforma rectangular de cemento que fue trabajada para que pareciera de baldosas. (…) Son 10 a 15 metros de largo por algo más de 2 metros de ancho está en el sector que mira hacía el cerro. Es lo único que dejaron de la casa de torturas en la que nos tuvieron encerrados Y por la que pasaron centenares de compatriotas” (Ahumada, 2011:158-159).

10 Las demoliciones y destrucciones en general, no se hacen esperar, se llevan a cabo tan pronto se abandona un lugar. Los últimos militares que quedaban en el Cuartel Terranova quemaron todo antes de abandonarlo. Un caso extremo es el que relata Lawner. Cuenta el arquitecto que “No han transcurrido cuatro horas desde que abandonamos la COMPINGIN, cuando al retornar, nos sorprende un panorama insólito: el campo ha sido arrasado” (Lawner, 2004: 74). En efecto, se trataba de una construcción liviana, hecha con paneles fácilmente desmontables y fueron desarmados, según Lawner, “igual que carpas” (74). Los prisioneros que regresaron se encontraron con que “Una gran mancha de tierra amarillenta cubre ahora el claro donde se levantaban las construcciones. Es un oasis de muerte, contrastando con el intenso verde del entorno” (74).

11 El tipo de destrucción al que se recurre es generalmente, total y definitiva. El objetivo fue, en todos los casos, que no quedara nada en pie. En 2003 un grupo de exprisioneros retornó a Dawson. Lawner, nuevamente, relata la llegada a lo que fue el Campo de Río Chico: “Pronto, al dar una curva, asoma la inconfundible silueta del acantilado norte que flanqueaba el campo. Hemos llegado. Desde la ventanilla del bus, se observa que no hay rastro alguno de las instalaciones donde estuvimos confinados por tanto tiempo” (2004: 153). La destrucción es completa y absoluta, literalmente ha sido borrado el mapa. Este arquitecto incorpora luego la siguiente observación de corte profesional: “Por mi oficio, he conocido innumerables demoliciones. Pero ¿cómo hicieron ésta? Observo el terreno atentamente y no advierto una sola hebra de alambre, ni siquiera un clavo. Es como si una gigantesca aspiradora hubiera succionado el mas minúsculo resto de las construcciones existentes” (153). Compara el lugar con una mesa de billar y se pregunta nuevamente “¿Cómo pudieron arrasar con todo?” (153), concluyendo finalmente que “el demoledor de Río Chico resultó tan eficaz como los que hicieron desaparecer los cuerpos de miles de nuestros compatriotas” (153).

12 Es relativamente claro para cualquier observador que se trata de la misma práctica utilizada por los Nazis para borrar las huellas de los Kozentrationslager, adoptada luego por la Dictadura chilena con la misma finalidad2. Luego de las demoliciones, los terrenos tienen diferentes destinos. Algunos terrenos son utilizados nuevamente, levantando allí nuevas construcciones, como se verá más adelante. Es el caso de la Clínica London, por ejemplo, en cuyos terrenos se levanta ahora un INACAP. En otros casos, siguiendo el ejemplo Nazi, a la destrucción o desmantelamiento de un lugar le sigue el abandono. Lo que fue el Campo de Prisioneros de Rio Chico en Dawson es simplemente un peladero. Lo mismo ocurre con la casa de tortura en Cerro Chena: sólo queda la loza. El abandono, sin embargo, también se da aunque el inmueble no sea destruido, aparece así otro modo de desaparición.

2. Abandonar

13 La destrucción no tiene lugar solo activamente, pues el abandono es también una forma de conseguir el mismo objetivo. Dejar a su suerte un lugar para que el seguro paso del

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tiempo haga el trabajo de destruirlo lentamente, hasta que no quede nada. El resultado, a la larga, es el mismo: una desaparición ontológica y sensorial que con el tiempo, se vuelve epistemológica. El caso de los Konzentrationslager Nazi es paradigmático, pues aquellos que no se han preservado simplemente fueron tragados por el tiempo: el clima los fue carcomiendo y la vegetación los cubrió al pasar los años, al punto de que, en algunos casos, ni siquiera es posible saber con certeza dónde estaban. En Chile la situación de abandono de algunos —de una importante mayoría— de ex Centros es análoga. De allí el artículo publicado en La Nación el 16 de mayo de 2008, bajo el elocuente título de “Centro de tortura en completo abandono”. El abandono se puede dar en diferentes modalidades y distintos grados. Dos de ellas son el deshabitar y el descuidar.

- Deshabitar

14 Hay lugares que luego de haber servido para la detención y la tortura, simplemente son deshabitados y dejados a su suerte. Esta situación es más esperable y sin duda más habitual en aquellos que se encuentran fuera de las ciudades, en parajes remotos. El caso paradigmático del abandono es en el que está Chacabuco, en palabras de Chavado, “…una de las llamadas ciudades fantasmas del salitre (…) hoy solo “habitadas” por el polvo y el viento del desierto” (2005:6). En Chacabuco existió por muchos años tan solo un único habitante: Roberto Zaldívar, un ex prisionero que con la vuelta de la democracia decidió instalarse allí. Montó un improvisado museo y ofrecía guías e información para los esporádicos visitantes. Llevó a cabo su autoimpuesta labor, hasta que su salud le falló, mudándose luego a Antofagasta donde murió el 16 de abril del 2009. Desde entonces el abandono es definitivo y radical, con la clara consecuencia de que el tiempo y la erosión terminarán por hacerlo desaparecer.

15 El abandono por des-habitación, sin embargo, no se da solamente fuera de las ciudades, en lugares remotos o descampados, sino que también al interior de los centros urbanos mismos. El llamado “Palacio de las Sonrisas”, una casona en medio de Punta Arenas, en la Avenida Colón, utilizada como centro de tortura y administrativo de la DINA, permanece, desde que fue desocupado en 1976, abandonado. Cuenta Tomás Valladares: “Aún recuerdo mis paseos por el centro de la ciudad de Punta Arenas alrededor de 1995 hasta mi adolescencia pasado el 2000. Tengo grabado en mi memoria siempre encontrarme con una casa muy deteriorada, puesto que estaba abandonada, en la Av. Colón, con una frase escrita en el frontis de la construcción: AQUÍ SE TORTURÓ. Hasta el día de hoy ese recinto se encuentra intacto y se puede leer el mismo mensaje en su muro, nada más” (2014). La casa habría sido construida para servir de Hospital Naval, luego fue utilizado por la DINA. Hoy, aún en manos de los navales, sin uso y destruyéndose poco a poco espera un mejor destino. Las agrupaciones de Derechos Humanos Salvador Allende y Orlando Letelier, junto a Carlos González, presentaron un proyecto al intendente de la región, Jaime Jelinic, con el objeto de convertir el edificio en un museo dedicado a las víctimas de Magallanes. Según se señala en el proyecto, el inmueble “en la actualidad presenta un evidente estado de abandono…”.

- Descuidar

16 Hay lugares que pese a que siguen estando habitados, a que aunque aún circulan personas en su interior, el abandono y el deterioro se hacen evidentes, la razón principal suele ser que simplemente no hay fondos para sostenerlos, mantenerlos y menos aún

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operacionalizarlos de otra forma —como sitios de memoria, de conciencia o centros culturales, etc. La consecuencia de esta desatención y descuido es a la larga, una desaparición sensorial y epistemológica que podría terminar siendo ontológica. Estos lugares no se ven, nadie —o al menos muy pocos— saben que se trata de ex Centros de Detención y Tortura. Las personas pasan por su puerta, ignorando su historia. La erosión propia del paso del tiempo se encarga de ir destruyéndolos hasta que, en el peor de los casos, terminan completamente en el suelo. El mayor de los descuidos, según acusan los involucrados, es el del Estado. El trabajo con los lugares ha quedado entregado a manos de particulares, corporaciones, agrupaciones de familiares, colectivos, etcétera. Romina Ampuero se pregunta expresamente “¿Dónde está el Estado en este trabajo?, ¿cuál es el apoyo a estas iniciativas de los organismos de Derechos Humanos?, ¿dónde está la justicia? No existe; hay atisbos de cooperación y guiños que celebran a estas organizaciones, pero que finalmente, en términos prácticos y reales, solo quedan en eso” (2013).

17 Los lugares que fueron usados como Centros de Detención y/o Tortura están —salvo un par de excepciones— descuidados. Basta ingresar al inmueble de la casona que fuera conocida como Clínica Santa Lucía para notar el paso inexorable del tiempo con su inevitable carga de deterioro. La casa, que fue sede del MAPU y luego centro de tortura y “clínica” de la DINA, está hoy en manos de particulares, cuyas vidas estuvieron vinculas al lugar y que sostienen la casa para que no se destruya. Romina Ampuero comenta que lo poco que se logra hacer allí —visitas, historia, preservación, etc.— se “…financia con plata de nuestros bolsillos” (2013). Recursos privados y siempre insuficientes que no consiguen detener del todo el deterioro.

18 En un sentido cercano, las impresiones de Guadalupe Santa Cruz sobre su viaje a Pisagua dan cuenta del descuido y abandono en que se encuentra el pueblo. “En su acceso por tierra, desde la altura de los cerros, Pisagua aparece como irrisoria materialización de un nombre: como ruina insignificante, pueblo fantasma…” (Santa Cruz, 2006:107). La autora lo tilda, sin problema, de “pueblo fantasma” —aunque aún viven allí un centenar de personas— y luego prosigue con su descripción, señalado que “…semeja el decorado en desuso de una película que ha sido abandonada a su suerte. Parece escenario de una obra atemporal, a punto de caer al mar, de ser recubierta por la arena” (106.). Santa Cruz lleva a cabo un ejercicio topológico de Pisagua, según ella misma cuenta. El resultado de su trabajo es una descripción en la que aparecen insistentemente descriptores como precario, carcomido, oxidado, viejo, pero sobre todo, abandonado.

B. Transformación (VER)

19 Hay, como ya se ha observado, desapariciones que no implican necesariamente la extinción física, aunque desaparecen de la vista, salen del ser percibidos. La desaparición en estos casos alude al hecho de que estos lugares desaparecen en tanto que Centros de Detención y/o Tortura, pues ha mediado una transformación. Evidentemente, estas transformaciones son, en realidad, desapariciones: los Centros de Detención y/o Tortura dejan de existir concreta y físicamente, su sitio, su espacio físico es ocupado por otro lugar. Lugares de diferentes tipos, de distintas facturas que se instalan “sobre” el que fuera un espacio para encerrar, para interrogar, para castigar, etc. Guadalupe Santa Cruz propone al respecto el verbo “superponer” o tal vez “sobreponer” (Cf.: 2006:111). En ocasiones se conservan las estructuras físicas —muros, pisos, puertas, etc.—, pero ahora se

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trata de otro lugar. En estos casos se puede hablar, primero, de una conversión en cuanto a su finalidad que, en algunas oportunidades va acompañado de algún tipo de adaptación. Por otro lado, en ocasiones este cambio de finalidad alude a la intención de regresar el inmueble a su sentido original, en cuyo caso se trataría de una “retroconversión”. En otras oportunidades, no se conserva nada, por lo tanto, sería necesario referirse directamente a una construcción o eventualmente una reconstrucción.

1. Convertir

20 Hay inmuebles que habiendo sido utilizados como Centros de Detención y/o Tortura, se transforman sin que se altere significativamente su estructura o aspecto. Simplemente cambia su sentido, su propósito, su finalidad, lo que lleva aparejado, en ocasiones, algún trabajo menor de adaptación para esta nueva tarea, pero no implica una variación sustancial desde el punto de vista físico. No hay una desaparición ontológica: los lugares siguen existiendo físicamente, solo cambia un poco su aspecto, su función y su finalidad lo que altera la percepción que se tiene de ellos: ya no se les ve, se han vuelto invisibles. Los lugares que fueron utilizados como Centros de Detención y/o Tortura se convierten en otra cosa, diferente. Las conversiones, por supuesto, implican varias modalidades o niveles de desaparición.

21 Hay, en primer lugar, algunos que cambian su sentido, su finalidad, ya no son un Centro de Detención y Tortura, ni se ve como uno, pero ello no implica un “olvido” del hecho de que lo fueron En ellos ya no se encierra, no se tortura, pero su nueva finalidad no acarrea dejar de lado que en algún momento ese fue su objetivo. Es más, hay lugares cuya nueva finalidad incluye el mantener viva la memoria de lo que fueron. Un caso paradigmático es el de Londres 38. El inmueble fue recuperado por el Estado en 2007 —hasta entonces estaba en manos del Instituto O´higginiano. A raíz de algunas diferencias con el Ejecutivo, tal como se cuenta en la página web de Londres 38, no es mucho lo que se puede hacer en un principio, lo que provoca daños en el inmueble3. El proyecto elaborado por la mesa de trabajo —que culmina en 2007— propone su transformación en un Sitio de Memoria y un Lugar Patrimonial. Entre sus objetivos principales está reinstaurar la identidad del lugar, territorializar la memoria de Londres 38 y evidenciar la acción de desaparición. Para ello se planifica una serie de acciones concretas, la mayoría en el sentido de preservación de patrimonio, es decir, de recuperación del inmueble, a lo que se agregan algunas intervenciones como son la “placas de memoria”. El caso de Londres 38 es el de la transformación de un Centro de Detención y Tortura en un Sitio de Memoria: desaparece el Centro, pero la memoria se preserva. No es, sin duda, el único caso, ni tampoco el único en Chile4.

22 Hay, por el contrario, lugares que cambian su sentido, su finalidad, y ello implica el dejar de la lado el hecho de que fueron Centros de Detención y/o Tortura. En ellos ya no se encierra, ni se tortura a prisionero político, su nueva finalidad acarrea, sin embargo, dejar de lado que en algún momento ese fue su objetivo. Estamos en presencia, entonces, de una desaparición sensorial que, además, se vuelve epistemológica. Lo ocurrido con Tres y Cuatro Álamos, podría ser un buen ejemplo. Estos recintos fueron utilizados como Centro de Detención entre 1974 y 1977. El primero de ellos reconocido, el segundo clandestino. Luego de haber estado desocupado por algunos años, este inmueble pasó a ser en 1991 un COD (Centro de Orientación y Derivación) del SENAME (Servicio Nacional de Menores) llamado “El Arrayán”. El lugar, al parecer no ha sufrido casi modificaciones. En 2005, un

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reportaje de La Nación constata que el sitio no ha cambiado nada5. En el mismo sentido, Claudia Hernández del Solar señala que “En términos de infraestructura, no mucho ha cambiado. Haciendo un paralelo entre los mapas del lugar hoy y hace 40 años atrás se cementó el terreno, se hicieron nuevas construcciones, pero las antiguas se siguieron utilizando. Solo el pabellón que fue utilizado por las mujeres prisioneras políticas ya no existe” (Hernández, 2013). Esto, no obstante, algunos cambios constatables6. No hay cambio físico, pero sí sensorial y lo que es aún más relevante, se tiende a dejar de lado, a olvidar, que alguna vez fue un Centro de Detención y/o Tortura.

23 Además de aquellos que se convierten en lugares o sitios de memoria o con finalidades de uso público hay otros ex Centros que se adaptan para ser utilizados con destinos privados: casas habitación, locales comerciales, oficinas, etc. En estos lugares la desaparición se vuelve definitiva. Se pasa de una desaparición sensorial a una epistemológica: luego de un tiempo los visitantes ocasionales, los transeúntes, incluso los inquilinos ya no recuerdan, o nunca supieron que en ese lugar se encarceló o se torturó. Los ejemplos de este tipo de desaparición epistemológica son muchísimos, de hecho en Chile es el mecanismo más utilizado. Casos extremos, por paradigmáticos, son las casas de la DINA que luego de ser desocupadas se transforman en jugueterías, en cafeterías, sucursales de banco, etc. La novela de Carlos Cerda titulada Una casa vacía da perfecta cuenta de esta situación. El inmueble ha sido completamente renovado y una joven pareja llega a vivir allí. La casa es una casa más, parece una casa cualquiera: ni los dueños, ni los amigos saben que había sido nada menos que la famosa Venda Sexy. El Centro clandestino de Detención y/o Tortura había sido transformado y nunca se supo de su pasado.

2. Retroconvertir

24 Cabe hacer referencia aquí, en segundo lugar, a un modo particular de transformación que propongo denominar retroconversión. A lo que se alude con esta categoría es al proceso por el cual algunos lugares, habiendo sido utilizados como Centro de Detención y/o Tortura, luego se pretende que vuelvan a tener su sentido original; recuperan su finalidad inicial. Loreto López habla, en un sentido análogo, de un proceso de normalización7. Aunque la categoría propuesta por López tiene la ventaja de apuntar a la idea de una vuelta al uso normal de un lugar, insistiría, sin embargo, en hablar preferentemente de retroconversión, pues con ello se enfatiza, contra lo propuesto por López, la idea de que este regreso al uso normal es también un proceso provocado, buscado, programado. Por otra parte, dicho proceso, también contradiciendo con ello a López, no tuvo lugar solo, ni siquiera mayoritariamente en instalaciones institucionales de propiedad del Estado, sino que en gran cantidad de recintos privados. Finalmente, la categoría de retroconversión sugiere la idea de que puede ser un proceso solo parcialmente logrado o incluso fallido, pues solo apunta a una intención.

25 El caso que parece ser el más paradigmático es el del Estadio Nacional, dada su brusca transformación de Centro de Detención y Tortura inmediatamente después del Golpe Militar y su rápido desalojo y retroconversión en Centro Deportivo unos meses más tarde, con el objetivo de que allí se pudiera jugar un partido de la Selección Chilena de fútbol contra Rusia, por la eliminatoria del Campeonato Mundial. Esta situación produce claramente desconcierto entre los detenidos. En el documental llamado Estadio Nacional (Parot, 2001) se recoge el testimonio de un futbolista en el que esto se hace evidente: en el mismo lugar jugó, fue detenido y torturado, para luego retornar, unos meses después,

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como espectador de un partido. De acuerdo con los testimonios, la situación del Estadio Nacional no deja a nadie indiferente, fundamentalmente por el contraste de sus transformaciones. Cabe hacer notar que en términos de desaparición, este caso es, sin duda, un experiencia fallida, pues el Estadio Nacional no sólo sigue existiendo físicamente casi sin modificación, está a la vista de todo el mundo, sino que en él se conserva tal cual, como museo, una de las escotillas, una vez al año se lleva a cabo una velatón y en el partido inaugural de la Copa América 2015 se dejó vacía toda una galería para conmemorar a los prisioneros y torturados de ese lugar. Incluso uno de los jugadores, tras la victoria, aludió expresamente al hecho de haber dado a Chile una alegría allí donde tantos habían sufrido. Es posible decir, por lo tanto, que Estadio Nacional, pese a proceso de retroconversión, en tanto que Centro de Detención y Tortura no ha desaparecido.

26 Como contra ejemplo, un caso paradigmático de una retroconversión aparentemente lograda podría ser el de La Esmeralda, buque insigne de la Armada que fue utilizado como Centro de Detención y Tortura, pero que posteriormente y tras un sistemático y fuerte trabajo publicitario parecer retomar su lugar como Buque Escuela, como “Dama Blanca”. No puede dejar de mencionarse, sin embargo, el hecho de que todavía el año 2011 hubo una jornada de repudio en Vancouver, Canadá (6, 7 y 8 de agosto), por su visita. Diferente es el caso de los Buques: el Lebu, el Maipo y el Andalién. Fueron utilizados como lugares de detención, para trasladar detenidos, pero luego retornaron a sus funciones como buques de cargamento.

27 Lo más habitual es que la retroconversión opere eficientemente, esto es, que se devuelvan los inmuebles a su finalidad anterior y que al poco andar, sin que medie intervención alguna, simplemente el lugar desaparezca epistemológicamente: ya nadie sabe ni recuerda que fueron Centros de Detención y/o Tortura. La sorpresa con que reaccionan las personas al enterarse de que, por ejemplo, las dependencias de algunas universidades tuvieron estas funciones o las de algunos hospitales, incluso las de compañías de bomberos o colegios, da cuenta de lo que se viene diciendo. La tranquilidad con que circulamos por loa alrededores o incluso al interior de algunos de estos inmuebles en la ignorancia más completa, sirve para demostrar lo mismo. La retroconversión de los inmuebles provoca, en la mayor parte de los casos, una desaparición epistemológica absolutamente lograda.

28 Especialmente interesante, en este punto, es el caso del Centro Clandestino de Tortura conocido como la Venda Sexy. Una vez que se dejó de usar, simplemente fue devuelto a su dueño, puesto que la DINA lo arrendaba a un particular. Dada su clandestinidad, el inmueble no fue identificado hasta mucho tiempo después. En el intertanto, la casa retornó al mercado inmobiliario y hasta hoy es habitada por una familia. En un primer momento, mientras la casa no había sido identificada, estamos ante un caso de desaparición epistemológica completa producto de su retroconversión, sin que medie, desaparición ontológica ni sensorial. El desconcierto de los vecinos e incluso del mismo dueño de la casa al enterarse por los medios que había sido un Centro de Tortura da prueba de su desaparición. Una vez que la casa es identificada y es marcada, comienza un proceso sumamente interesante que puede describirse una acción que busca devolverle su existencia, en el sentido de hacerla reaparecer.

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3. (Re) Construir

29 Un gesto extremo de desaparición ontológico/sensorial, como se decía, es el destruir, el desmantelar. Uno aparejado y que lo vuelve aún más definitivo, dado que podría servir para radicalizar la desaparición agregando una de orden epistemológica, es el de construir sobre los escombros o en el sitio eriazo que ha quedado. La desaparición más completa, más exitosa, se da en el caso en que sobre los restos de lo que fuera un Centro de Detención y/o Tortura se construye otra cosa, una completamente diferente, que no preserva ni lo más mínimo, ni recuerda en nada lo que fue. La clínica London, como se comentaba antes, es destruida para construir allí una sede del INACAP en la que no hay vestigio alguno de que alguna vez fue un Centro. La Cárcel Pública de Santiago ahora es, como se sabe, un Banco Santander. Lo que fuera el Cuartel Simón Bolívar es un condominio de casas lujosas en la comuna de La Reina. Juoi escribe en su testimonio: “Me senté frente a un escritorio de una pequeña oficina de la base aeronaval de El Belloto (ahora existe un gran complejo habitacional)” (Joui, 1994:13).

30 La desaparición ontológico/sensorial, sin embargo, podría no llevar necesariamente a una de orden epistemológico. Una nueva edificación podría contener marcas, restos, algún vestigio conservado o bien referencias expresas que evocaran lo que fue: placas conmemorativas. El caso más claro, en este sentido, son los Sitios de Memoria que fueron construidos desde cero sobre las ruinas de lo que fuera el inmueble original ya destruido. Este es el caso de la Casa Memoria José Domingo Cañas y el Parque por la paz Villa Grimaldi. Aquí la desaparición de los centros es total y casi absoluta desde el punto de vista ontológico y sensorial; sin embargo, la nueva edificación tiene como una de sus finalidades principales justamente evitar que concurra la de orden epistemológico: para que se sepa, para que no se olvide.

C. Ocultamiento (SABER)

31 La desaparición epistemológica de un Centro de Detención y/o Tortura no exige que se le destruya, se le modifique, que se transforme su fisonomía o se cambie su finalidad, basta simplemente que salga del ámbito de saber. De hecho no es difícil pensar en casos en los que sin que haya una desaparición ni ontológica, ni sensorial, sí se de una de carácter epistemológica, pues no se sabe que un lugar fue alguna vez un Centro de Detención y/o Tortura. Lo más habitual, sin embargo, es que dada la desaparición de los dos primeros tipos, concurra la tercera para rematar su desaparición. Luego de una visita a Villa Grimaldi, un colega me comentó que pasaba por la Av. Arrieta todos los días rumbo a su trabajo, pero nunca supo que allí estaba ese lugar, ni menos que había sido un Centro de Tortura. Como en este caso, circulamos por las ciudades cotidianamente, sin saber muchas veces que una casa, un café, un banco, una universidad que vemos todos los días fue un Centro. Recuerdo la sorpresa de una alumna cuando supo que justo frente a su casa, allí donde ahora hay un INACAP, fue donde funcionó la clínica London.

32 Estamos aquí en presencia de un modo de desaparición mucho más sutil que una destrucción o una transformación y por lo tanto, la dificultad para percibirlo aumenta. Esto mismo provoca que se trate de un tipo de desaparición de la mayor radicalidad: si de la existencia de un ex Centro no se sabe, simplemente ya no existe. Por el contrario: un inmueble puede ser destruido, borrado del mapa, sobre él puede construirse otra cosa

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completamente diferente, pero si aún es sabido que existió, si permanece en el ámbito del conocimiento colectivo o al menos de algunos individuos, no desaparece del todo.

33 La desaparición epistemológica funciona a través del mecanismo general del ocultamiento. Un Centro de Detención y Tortura sale del ámbito del saber porque está oculto para el entendimiento, de tal modo que o bien no se sabe de él o bien en algún momento se supo, pero se ha olvidado. La ignorancia y el olvido son las herramientas que concurren haciendo posible esta desaparición de los Centros. Hoy en Chile la gran mayoría de los que fueron Centros están en esta condición: nadie —o muy pocos— saben que lo fueron y muchos de aquellos que lo supieron, ya no lo saben pues lo han olvidado con el paso del tiempo. Los mecanismos de ocultamiento apuntan justamente en esta dirección, es decir, buscan desinformar —o simplemente no informar— para que no se sepa, o bien pretenden restringir su aparición o cambiar su modo de presentación con el objeto de provocar el olvido.

34 Las modalidades de ocultamiento utilizadas en Chile han sido varias y se han implementado sistemáticamente, al punto de que no parece desencaminado hablar de una cierta “política de ocultamiento” que operó y opera tanto activa como pasivamente. En efecto, se trata de procedimiento aplicado primero durante la Dictadura, pero que en su gran mayoría ha seguido dándose hasta hoy. Hay tanto acciones como omisiones que conducen a la desaparición epistemológica de los lugares. Entre las del primer tipo — acciones— se puede mencionar, al menos, la prohibición, la simulación, la negación. Entre las del segundo orden —omisiones—, el aislamiento, el abandono y la desinformación. Todas ellas tienen como finalidad conseguir un determinado efecto: que no se sepa, que no se tenga certeza o se olvide que un determinado lugar fue un Centro de Detención y/o Tortura.

1. Esconder

35 Se ha señalado que hasta la fecha se sabe de la existencia de 1.168 Centros de Detención y/o Tortura en Chile, magnitud a la que se ha llegado luego de años de investigación. Es un número simplemente enorme que sorprende e impacta, sin embargo, es posible sostener que esta cifra no es definitiva, que estos no son todos los Centros que existieron durante la Dictadura: ellos son de los que se tienen noticia hasta ahora. La clandestinidad con la que trabajaron los organismos de inteligencia, unida a la ceguera provocada sistemáticamente a los detenidos y a la negación de colaborar tanto de los involucrados como de las instituciones a las que estaban ligados, hizo realmente difícil identificar algunos lugares de los que hoy se sabe que existen o existieron. Dichas barreras, como es bien sabido, no han sido traspasadas del todo, por lo tanto, parece razonable suponer que existieron otros Centros de Detención y/o Tortura de los que aún nada se sabe. Estamos aquí ante una desaparición absoluta de los lugares provocada sistemática y programáticamente. Los Centros permanecen escondidos hasta hoy y solo una suposición hace posible asumir que —tal vez— existieron.

- Aislar

36 Los agentes de la Dictadura utilizaron variadas estrategias para esconder sus Centros. Una de ellas fue, como bien han visto Silva y Rojas, el aislamiento. Los lugares permanecen al margen, fuera de los circuitos de circulación. Es por ello que la Dictadura instala Centros en parajes remotos como Chacabuco, en lugares de difícil acceso como Pisagua o que

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están incluso más allá de las costas, en islas como Dawson y la Isla Quiriquina, en medio de un bosque prácticamente sin acceso, como el caso de Isla Riesco o construidos al interior de un fundo en el llano Lliu Lliu, valle de Colliguay. El aislamiento se logra, también, con medidas de fuerza. En esta línea está, por ejemplo, la prohibición de ingreso, como en el caso de las dependencias de los uniformados —Escuela Militar, Academia de Guerra, etc— o la plantación de campos minados —este es el caso de Chacabuco, por ejemplo. Cuenta Zaldívar, que “Una vez que el campo fue desmantelado los militares se encargaron de minar los alrededores para amedrentar a aquellos que desearan conocerlo… La idea era que Chacabuco fuera devorado por el desierto” (Chavado, 2005:7). Es evidente en este punto, la política sistemática de aislamiento de los Centros desplegada por la Dictadura: había que manterlos más allá del margen de la vida, ocultos para que nadie los viera.

37 Interesante resulta constatar que pasados ya más de quince años de terminada la Dictadura, los lugares que estaban o fueron aislados, permanecen aislados: no hay mejores accesos, en algunos casos ni siquiera existen accesos. A la llamada Isla Riesco casi no se puede llegar, lo que, de hecho, ha impedido llevar a cabo diligencias judiciales que están pendientes por estas dificultades de acceso. Las prohibiciones aún existen, no es posible visitar las dependencias de las Fuerzas Armadas en donde se encerró, torturó, exterminó. En algnos casos ni siquiera han sido levantadas las minas. En Chacabuco, por ejemplo, se comenzó recién en 2009 el trabajo de quitar las minas antipersonales y se hizo dada la existencia de una Comisión Nacional de Desminado (CNAD), que es la institución encargada de velar el cumplimiento del tratado de Ottawa, que impone la obligación en levantar el sembrado de minas, antes del año 2012.

- Simular

38 Los Centros fueron escondidos por la Dictadura también de otras formas, no solo aislándolos. Una de las estrategias más usadas fue la simulación, estrategia de la que Rojas y Silva también dan cuenta. Simulado es un lugar que desparece pues representa o pretende ser algo fingiendo o imitando lo que no es, es decir, está disfrazado. Los Centros clandestinos, como es evidente, simulan, se disfrazan y para ello utilizan diferentes estrategias. Un ejemplo muy paradigmático de ello es Londres 38. En este caso se habla de tres intentos de “borradura”: al cambiar su número, al cambiar su destino y al tratar de rematarlo. El cambio de número de 38 a 40 es un claro ejemplo de simulación: se esconde el centro tras una nueva numeración, se le disfraza con otra dirección falsa.

39 El caso de Melinka es interesante también. Según informa Joui: “El Campo de detenidos de Colliguay empezó a funcionar en la primera quincena de Diciembre del 73. Para ocultar su existencia los marinos le pusieron Melinka. Melinka es el nombre de una pequeña isla, que está ubicada al Sur de Quellón” (1994:113). En algunos casos, la simulación de Centros urbanos implicaba, por ejemplo, la existencia de guardias disfrazados de cuidadores de autos que vigilaban el perímetro. Colonia Dignidad es, quizás, el mejor ejemplo de simulación: tras la cara visible de un asentamiento alemán autosustentable se escondieron las más terribles atrocidades.

40 Acabada la Dictadura, los lugares siguien siendo simulados, disfrazados. En este caso podría decirse, por ejemplo que lo que se ha descrito como transformaciones en muchas oportunidades operan como simulación. Mediante cambios de sentidos, de finalidad, que pueden o no ir acompañados de alteraciones físicas, un lugar pretende no ser lo que fue y

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así se busca, de alguna manera, limpiarlo, exorcizarlo ocultando que se trata de un ex Centro de Detención y/o Tortura. La simulación, en estos casos, opera mayoritariamente con estrategias pasivas, es decir, por omisión: simplemente no se insiste en hacer ver, en recordar, en poner de manifiesto el hecho de que el local que hoy se utiliza para vender, vivir, pasear, etc, antes fue un lugar en que se detuvo y/o se torturó a personas. No se instala placa alguna conmemorativa, no se informa a quienes lo frecuentan, no se denuncia, etc. Con el tiempo, ya nadie recuerda lo que ocurrió en dicho lugar.

2. Silenciar

41 Ignorancia y olvido: habitantes que no saben o no recuerdan que su casa fue un Centro de Detención y/o Tortura, jóvenes que nunca se enteraron y si lo hicieron ya no tienen presente que su colegio o su universidad fue utilizada para apresar o torturar. El silencio —los silencios— es de una de las causas más evidentes de esta falta de conocimiento y de esta pérdida de memoria. Los Centros de Detención y/o Tortura son un fenómeno rodeado, atravesado por múltiples silencios. Silencios que sirven para ocultar los lugares activamente, pues se niega su existencia, o bien pasivamente, pues de estos lugares no se habla, simplemente se calla su existencia. El silencio, como bien se sabe, no es solo una omisión, sino una acción. Una acción que, en este caso tiene como consecuencia la desaparición.

- Negar

42 Es bien sabido que la Dictadura negó sistemáticamente la existencia de la gran mayoría de los Centros de Detención y/o Tortura, reconociendo solo la de algunos lugares de detención como Tres Álamos, Chacabuco, Puchuncaví, la Cárcel Pública, donde los detenidos podían recibir visitas y desde donde eran liberados. Por contraposición, en su gran mayoría, la existencia de Centros de Detención se mantiene en secreto. La de aquellos en los que además, se tortura o se extermina siempre se mantuvo en secreto y mientras permanecen clandestinos, no existen más que para aquellos que los habitan: agentes y prisioneros. El secreto se vuelve, entonces un elemento central en el ocultamiento. Agnes Heller ha definido el secreto como “…la privilegización de algunos contenidos cognoscitivos, es la iniciación al conocimiento de algún saber que (…) es comunicado a personas elegidas según determinados criterios” (Heller, 1987:327). Existe un grupo restringido de sujetos que son los que pueden acceder a la información privilegiada. Entre ellos se firma una suerte de “pacto de silencio”, como el que funciona hasta el día de hoy entre los participantes de la Dictadura y que ha hecho imposible avanzar en las causas de violación a los derechos humanos. Es lo que Goffman ha llamado “secretos internos” (inside screts) que son, según explica el autor, “aquellos que indican la pertenencia del individuo a un grupo y contribuyen a que el grupo se sienta separado y distinto de los individuos que no están ‘en el saber’” (Goffman, 1959: 88 [2004:153]).

43 El secreto se guarda por el hecho de pertenecer a un grupo y con el objeto de seguir siendo parte de él, pero ese no es su único fundamento. Se guarda un secreto, también, porque siendo parte del grupo se busca preservar y proyectar determinada imagen de uno mismo y del grupo al que se pertenece. Aquellos secretos que Goffman llama “oscuros” ( dark secrets) son los que tienen su razón de ser en el hecho de que se trata de hechos concernientes al equipo que este conoce y oculta, y que son incompatibles con la imagen de sí mismo que el equipo se esfuerza por presentar y mantener ante su auditorio”

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(Goffman, 1959:87 [2004:152]). Se calla, entonces, con el objetivo de que el resto, los otros, los no integrados adquieran y conserven una representación del grupo tal y como el grupo quiere proyectarse. Los militares manejan un discurso salvacionista —han salvado a Chile del caos marxista— y refundacional, que es claramente incompatible con la existencia de Centros de Detención y/o Tortura. La población no puede ni debe saber que para salvar y refundar Chile se detiene, se tortura, se asesina, se hace trabajar forzadamente, se hace desaparecer personas, etc. No se debe filtrar el secreto de la existencia de lugares que sirven a estos propósitos y menos aún que dichos lugares son cientos, que muchos están en medio de las ciudades en el centro de la cotidianidad. Ello enturbiaría, ensuciaría la imagen que se quiere proyectar.

44 Por otra parte, el secreto es funcional a los objetivos que se buscan alcanzar. Es el caso de los llamados “secretos estratégicos” (strategic secrets), de los que habla también Goffman. “Atañen a los propósitos y capacidades del equipo, que este oculta a su auditorio a fin de impedirle que se adapte eficazmente al estado de cosas que el equipo se propone lograr” (Goffman, 1959: 88 [2004:153]). De lo que se trata es que el grupo —de hombres de negocios o militares especialmente— quiere alcanzar ciertos objetivos y esconde información relativa al grupo —capacidades y propósitos—, que permitiría a los otros hacer que ello no se cumpla. Si la existencia de los Centros de Detención y/o Tortura se hubiera hecho pública, si se hubieran reconocido oficialmente, entonces el “enemigo interno” habría tenido la oportunidad de adaptarse eficazmente al estado de cosas. La oposición hubiera podido implementar estrategias más eficaces de resistencia, tanto a nivel nacional como internacional, logrando que los Centros no cumplieran cabalmente su función.

45 Por otro lado, el secreto es compartido por quienes participaron y apoyaron a la Dictadura sin ser parte del equipo; sin ser uniformados o miembros. Goffman habla aquí de “secretos depositados”, pues se trata de terceras personas que conocen el secreto, pero no lo revelan; les ha sido confiado, y se ven obligados a conservarlo, dada su relación con el equipo. En este sentido hace ver Vidal que “El Informe Rettig da cuenta, por ejemplo, de que la crema de la intelectualidad de la Universidad Católica que apoyó al régimen militar supo tempranamente de las atrocidades cometidas por las Fuerzas Armadas y prefirió no intervenir decisivamente para conservar su influencia política” (Vidal, 2000:13). Se conserva entonces un secreto, pues se han obtenido ganancias directamente por los logros del equipo: dicha ganancia hace cómplices y por lo tanto, obliga a callar.

46 Los secretos profundos y aquellos estratégicos que también son profundos, señala expresamente Goffman, son secretos “eternos”, es decir, el equipo, plantea el autor “… trata de mantener para siempre ocultos los secretos profundos” (Goffman, 1959: 88 [2004:153]). Cuando este tipo de secreto se vuelve “interno” es que los lazos entre los miembros se estrechan y la exigencia de mantenerlo se torna radical. Es en esta situación en la que el “pacto de silencio” se vuelve inquebrantable. Es el vínculo que obliga hasta hoy a quienes encerraron, torturaron, asesinaron y habitaron activamente los Centros de Detención y Tortura. El círculo de silencio se mantiene casi inquebrantable y se perciben tan solo algunas mínimas fisuras que aparecen después de muchos años. Aún hoy la imagen de la Dictadura Militar se preserva mediante el secreto y la negación. Es un secreto que sirvió y sirve todavía a sus objetivos.

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- Callar

47 La existencia de los Centros de Detención y/o Tortura fue un secreto a voces. Se sabía de su existencia, aunque no haya habido ningún reconocimiento oficial de ello por parte del Estado. Otra forma de negación alude al hecho de que no se acepta, no se quiere aceptar su existencia. La información se tiene, circula, es posible que llegue a nuestros oídos, sin embargo, aún así y contraviniendo los datos, se niega su existencia. Ceguera voluntaria. Pilar Calveiro hay hecho ver acertadamente que “[e]l campo de concentración, por su cercanía física, por estar de hecho en medio de la sociedad, ‘del otro lado de la pared’, sólo puede existir en medio de una sociedad que elige no ver, por su propia impotencia, una sociedad ‘desaparecida’, tan anonadada como los secuestrados mismos” (Calveiro, 1998: 147 ).

48 Londres 38, Clínica Santa Lucía, Clínica London inmuebles insertados en el centro mismo de Santiago. José Domingo Cañas, La Venda Sexy, casas en barrios residenciales de la capital. Los prisioneros escuchan ruidos de vehículos, voces, campanadas, etc. Son golpeados, torturados, gritan, los torturadores los increpan, los guardias dan órdenes, la radio a todo volumen, autos extraños circulan, personas circulan… Nadie afuera ve ni oye nada: nadie quiere hacerlo. Chile calla. Un país secuestrado por los uniformados, que teme hablar. El miedo amordaza, silencia a fuerza. Las voces vienen de fuera, más allá de las fronteras, se escuchan en tribunales internacionales, en ONGs, Organizaciones de Derechos Humanos, etc. Solo algunos alzan la voz dentro del país —Vicaría de la Solidaridad, CODEPU—, muchos pagan caro su atrevimiento. Lo que prima es el silencio.

49 Pasa la Dictadura y el silencio permanece. Un mandato de silencio, una política del silencio, un discurso del silencio. Hay que dejar el pasado atrás, es indispensable mirar hacia adelante, se pregona. Los Centros de Detención y Tortura son destruidos, derrumbados, abandonados, convertidos, reconvertidos y por supuesto, olvidados. De ellos simplemente no se habla y se van borrando así de la existencia. Sólo algunos lugares logran permanecer en el ser gracias a las iniciativas ciudadanas y privadas. Del resto, ni una palabra. Una sociedad que elige olvidar lo que supo, que elige callar. Nuevas generaciones que no escucharon, que no saben que alguna vez hubo lugares en los que se detuvo y torturó a los chilenos, que esos lugares están allí, en el medio de la ciudad, por donde transitamos diariamente.

50 Con este silencio se cierra, se sella una sistemática y concertada campaña de desaparición de los Centros de Detención y Tortura. Con los lugares desaparece la detención y la tortura, los trabajos forzados y los asesinatos. El olvido y la ignorancia se instalan. Un olvido e ignorancia deseado y buscado por la Dictadura y sus simpatizantes, uno que se va ahondando y perpetuando en democracia, ahondando el daño de las víctimas. Los “presuntos” desaparecidos, junto a las “supuestas torturas” que se llevaron a cabo en los “inexistentes” centros clandestinos de detención. Los chilenos fuimos y somos objeto de una estrategia de negación, de desprestigio de las víctimas, de ocultamiento de información, de alteración de la realidad, etc. Esto, por supuesto, durante la Dictadura, pero también hoy en día.

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Conclusiones

51 La reversibilidad es el tema con el que quisiera terminar. Hay acciones que parecen no tener vuelta: hay desapariciones que tienden a ser definitivas. Lo destruido no se puede rehacer. Una vez desmantelado o abandonado un inmueble hasta su ruina, no es fácil su recuperación. Esto se extrema, si se construye encima, si se sobrepone algo completamente diferente. Similar es lo que se ocurre en aquellos lugares que han retornado a sus usos habituales “como si nada hubiera pasado” o que se han destinado a nuevas finalidades, dejando atrás su pasado oscuro. Ninguna de estas acciones, sin embargo, es completamente definitiva. Lo destruido se puede reconstruir, lo abandonado y deteriorado se puede recuperar y restaurar, lo que está oculto bajo otra construcción puede ser mostrado, así como es posible que aquellos lugares retroconvertidos no dejen del todo de lado su pasado.

52 La desapariciones ontológicas y sensoriales son profundas y devastadoras, pero no necesariamente definitivas. La verdadera irreversibilidad se da si la desaparición es de orden epistemológico. Si un lugar sale del ámbito del saber, si es olvidado, simplemente desaparece para siempre. Un lugar puede ser destruido, escondido, reconstruido, destinado a otra cosa o a la misma anterior, pero sólo desaparecerá del todo si se olvida que fue un Centro de Detención y/o Tortura. Mientras se sepa, en tanto se recuerde que allí la Dictadura destrozó la vida de miles de chilenos, ellos seguirán existiendo. La historia y la educación, los testimonios y los documentos adquieren, entonces, un lugar central en la lucha contra la desaparición de los lugares, en la lucha contra la Dictadura, en la lucha para que “nunca más”. Una campaña de preservación tendría que contemplar estrategias y acciones destinadas a contrarrestar los tres tipos de desaparición, buscando evitar que los Centros dejen de ser —intentando que persistan en la existencia—, que se les deje de ver —que se conserven en el ser percibidos— y sobre todo, evitando que sean olvidados y por lo tanto, que permanezca siempre en el ámbito del saber.

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NOTAS

1. Sobre este tema he escrito un artículo de pronta aparición titulado “La reconfiguración como el modo de llegar a ser. Surgimiento de los Centros de Detención y/o Tortura en el Chile dictatorial”. 2. En efecto, la hipótesis más recurrente sobre esta acción es que, en términos de Lawner, “Los fascistas criollos aprendieron las lecciones dictadas por el régimen nazi en los últimos días de la Segunda Guerra Mundial, al hacer desaparecer las huellas del holocausto desencadenado en Europa a medida que se iban retirando de los territorios ocupados” (2004:75). 3. “Durante meses el lugar permaneció desocupado sin que se adoptara ninguna decisión ni medidas de conservación del lugar, lo que provocó el derrumbe de uno de sus muros a causa de las lluvias” (http://www.londres38.cl/1937/w3-article-91128.html). 4. Para el caso Argentino Cf.: Da Silva Catela, Ludmila, “Exponer lo invisible. Una etnografía sobre la transformación de Centros Clandestinos de Detención en Sitios de Memoria en Córdoba-

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Argentina” Medalla, Peirano, Ruiz, y Walch (Editores), Recordar para pensar-Memoria para la democracia. La elaboración del pasado reciente en el Cono Sur de América Latina, Ediciones Böll Cono Sur, Santiago de Chile, pp.44-56 5. “Ver desde afuera la parte del hogar para menores infractores donde funcionaron las casas uno, dos y tres, es una fotografía de lo que era el centro de prisioneros políticos. Los pasillos oscuros, largos y con sus puertas hacia el norte, están idénticos. El mismo espacio de distribución donde permanecían los cancerberos, hoy sirve de comedor” (“Almas en pena en Tres y Cuatro Álamos”, La Nación, domingo 28 de agosto de 2005). 6. “Entre los cambios, llama enorme y terroríficamente la atención, que en la esquina nor- poniente del recinto, donde en los años de la Dictadura se realizaban las ejecuciones, se construyó una capilla, que actualmente no funciona como tal, pero en cuyas mamparas están las celdas de castigo. Dicho en otras palabras, allí donde se exterminaba, hoy los jóvenes son castigados. Se replica el karma de un espacio” (Ídem). 7. Señala la autora que “ya que la mayoría de los recintos y centros de detención operaron en instalaciones institucionales de propiedad del Estado, tras la finalización de la Dictadura éstas regresaron a sus funciones normales, encubriendo las labores extraordinarias a las que estuvieron destinadas durante la Dictadura a través de un proceso que podría llamarse de “normalización” (2009:8).

RESÚMENES

El presente escrito tiene como finalidad aproximarse a los Centros de Detención y/o Tortura de la Dictadura Militar en Chile desde la perspectiva de su desaparición. El objetivo será distinguir los diferentes modos de desaparición que se organizan en tres grupos —destrucción, transformación y ocultamiento—. Se buscará poner de manifiesto que ellos coinciden con los tres tipos de desaparición diferentes: ontológica (ser), sensorial (ver) y epistemológica (saber).

This paper seeks to approach to the Chilean Detention and / or Torture Centers from the perspective of his disappearance. The objective will be to distinguish the different modes of disappearance that are organized into three groups - destruction, transformation and concealment-. It will seek to show that they are in line with the three different types of disappearance: ontological (being), sensory (see) and epistemological (know)

ÍNDICE

Keywords: detention centers, torture centers, disappearance, destruction, transformation, concealment Palabras claves: centro de detención, centro de tortura, desaparición, destrucción, transformación, ocultamiento

AUTOR

JOSÉ SANTOS HERCEG

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Reseña

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Manuel Andrés Lagos Mieres, Paseos Campestres, Veladas y Teatro Santiago, Editorial Indómita, 2015, 211 págs

Mauricio A. Tapia Segovia

REFERENCIA

Manuel Andrés Lagos Mieres, Paseos Campestres. Veladas y Teatro. Alternativas anarquistas para la ocupación del tiempo libre a comienzos del siglo XX. (Santiago-Valparaíso. 1890-1930). Santiago, Editorial Indómita, 2015, 211 págs.

1 El libro a presentar es innovador en muchos sentidos, pues nos presenta ópticas no clásicas de entender la historia del movimiento obrero, del anarquismo y de sus formas de sociabilización en Chile en un contexto de cambios estructurales, donde se denota un tránsito desde una sociedad tradicional a una más moderna tanto en un sentido económico (no total, pero donde se ven cambios), estatal; y sobre todo en un sentido político y social (cuestión social).

2 La historia del movimiento anarquista en Chile, así como la historia del movimiento popular en general, y del movimiento obrero en particular, deben su emergencia como aparición en el escenario de los trabajos historiográficos a la innovadora (en su tiempo) Historia Social, la cual puso en evidencia la historia de los grupos oprimidos y el fenómeno de los partidos políticos y el desarrollo de agrupaciones en general, en el mundo del trabajo o experiencias asociados a este y las clases subalternas.

3 La historiografía en el devenir de la disciplina y los debates surgidos, ha permitido re visitar los procesos históricos que dieron paso al movimiento obrero, la politización de éste y por sobre todo la disputa en el seno de los grupos que buscaron la conducción política del movimiento. Obras como la de Manuel Lagos, nos dan una óptica no clásica de estudiar al proletariado; no como un sujeto que existe sólo en la medida que vende su

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trabajo a un capitalista, si no que para la ocasión de este libro que se presenta, hace una Historia del tiempo libre, de lo que ocurre fuera de los círculos del mundo del trabajo.

4 Tiempo libre, paseos campestres, veladas anarquistas, teatro; un gran etcétera de posibilidades para la sociabilización de la población. Pero precisamente dirigida a los que no podían acceder a la industria cultural en Chile, ya sea por su inexistencia o por lo alto del costo de acceso a éstos. En un marco de precarización de las condiciones materiales y subjetivas (la emergencia de la cuestión social) en la sociedad chilena, el anarquismo nos presenta su propia visión de la Regeneración del Pueblo, la cual tiene tanto elementos tradicionales como disruptivos. Pues a diferencia de mutualistas, demócratas e incluso socialistas, el movimiento ácrata presenta formas más radicales de concientización en cuanto busca negar el estatus quo del sujeto popular.

5 La negación de las formas culturales del capital, así como también la negación de lo propiamente popular (como el pensamiento tradicional, la religión, el alcoholismo, la prostitución, la violencia de género) fueron la tónica que los anarquistas buscaron transmitir a la masa humana que buscaban impactar. De esta forma avanzan en la constitución de una cultura ácrata que busca establecerse en la sociedad. En primer lugar, superando la política del liberalismo popular en cuanto ésta sólo planteaba mejoras en el acceso a bienes y servicios, hacia una cultura de confrontación directa entre el capital y el trabajo; pero que no solo se contenta con mejoras del tipo salarial o reformas, sino que también tiene un nutrido paquete de herramientas de sociabilidad y educación proletaria en el tiempo libre.

6 Como indicamos este no es una veta que solo los anarquistas explotaran, pues era extensa la gama de agrupaciones políticas constituyeron proyectos similares en la forma. Este fenómeno podemos entenderlo en cuanto el anarquismo es parte del árbol del socialismo, y este además es retroactivamente parte de una tradición “popular” más antigua rastreable desde las primeras organizaciones que apelaron al bajo pueblo desde 1850 como la Sociedad de la Igualdad, pasando por diversas formas que tomó la vanguardia que buscaba generar política desde una óptica no tradicional ni de las clases altas, como serán luego Radicales, Demócratas, Laboristas, Mutualistas, etc.

7 En este sentido el proyecto cultural anarquista formaría no sólo en el mundo del trabajo organizaciones de clase contra la triada Capital/Clero/Estado; sino que en el tiempo libre planteará posibilidades como el teatro, las escuelas racionalistas, estudiantinas, paseos campestres, y por sobre todo una forma de entender el mundo plasmado en acciones concretas asociadas a la moral anarquista.

8 Es interesante la obra de Manuel Lagos (en específico y también en extenso), pues da cuenta de la sociabilidad y aporta a establecer las redes intelectuales anarquistas, ya que hace el símil y muchas veces explicita las relaciones entre periódicos, grupos de afinidad, sindicatos o agrupaciones de obreros y artesanos, cuerpos filo-dramáticos, etc. Nos presenta de esta forma, las bases del pensamiento anarquista, basado en el pensamiento racional ilustrado, aunque de forma re visitada, pues explícitamente niega la sociedad burguesa y sus formas de explotación tanto activas como pasivas, así como la cosificación de los sujetos, en cuanto se habla de una humanidad nueva más que una clase.

9 Sin duda alguna es magnánimo el aporte y el avance de la historiografía en cuanto las relaciones sujeto-objeto, pues pasamos de una historia de las clases obreras y sus partidos, a una profundización del relato histórico, descubriendo las negaciones ideológicamente realizadas contra el anarquismo por parte de la Historia Social, donde se

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presenta a los libertarios como inferiores en la teoría, un estado infantil del movimiento obrero; muy por el contrario, la revisión del periodo nos muestra un extenso desarrollo de redes y acciones en la región. La radicalización y modernización del pensamiento político en la ruptura transicional a la modernidad en Chile hacia finales del siglo XIX y comienzos del XX, podría llegar sin duda alguna, teniendo en cuenta los aportes del autor, a indicarse con bases que fue en gran parte aporte del anarquismo.

10 En cuanto al libro mismo, indicar que es una publicación, que si bien se asocia a la tesis de Magíster del autor del año 2010 (USACh), está también ligada a la necesidad de buscar los orígenes históricos del movimiento ácrata desde el presente, desde las agrupaciones que reivindican la Idea. El libro tiene una organización que consta de una introducción y dos grandes partes, de las cuales se desprenden 9 y 7 capítulos, respectivamente.

11 En la introducción principalmente se hace un análisis del periodo, exponiendo sobre actividades culturales propuestas por el anarquismo como alternativas. Durante esta sección se realiza un mapeo de la escena cultural disponible en Santiago-Valparaíso para el periodo; de forma que establece los marcos de posibilidades culturales dadas por el Estado y el Mercado, y cuál era el costo asociado a este, develando la capacidad casi nula de los sectores populares a evadir las “mal entretenciones” derivadas de las expresiones culturales populares o religiosas, explicitando el valor de por ejemplo una entrada a un espectáculo, versus el salario diario. De esta forma, nos ayuda a contextualizar el periodo en términos de oferta cultural.

12 En la primera parte del libro llamada “Una alternativa anarquista para el tiempo libre”, expone diversos temas que tratan de explicar el macro de la motivación anarquista por generar una alternativa cultural. Por ejemplo comienza hablando del “modelo positivo” anarquista para la ocupación del tiempo, explicando las diferencias con las otras “alternativas”, como las religiosas, burguesas, demócratas, socialistas. Posteriormente se describen las veladas, reuniones al aire libre, dentro o fuera de la ciudad que contenían además de la dispersión misma del acto, momentos serios y expositivos de conferencias anarquistas.

13 El libro posteriormente nos indica de la inserción de elementos de la cultura popular al anarquismo, tales como el fútbol u otras formas de acción y cultura diversificadas en el movimiento popular, como el carnaval y la estudiantina. Muchas de las negaciones generadas desde el anarquismo a las formas culturales y de sociabilización populares extendidas en la sociedad, se comprenden ya que su postura como anarquistas puede referirse como racional, ilustrada e incluso puritana. De todas formas en las conclusiones de la primera parte del libro el autor matiza esta postura, pues indica que “el modelo “puritano” no fue hegemónico en las prácticas y formas de ocupación del tiempo libre de muchos anarquistas” (129), lo que a su vez se replica a la gran masa que sigue a estos jóvenes en sus ideales. Indicar finalmente a propósito de la primera parte que además se establecen las relaciones de los grupos anarquistas que actuaron en la escena política, así como también sobre las motivaciones del público para asistir a las jornadas ácratas.

14 En la segunda parte del libro llamada “Representaciones y cuadros artísticos”, se hila más fino en cuanto a los grupos artísticos que portaban la Idea ácrata en sus representaciones filo dramáticas, ya que según el autor “ocupaba un lugar central en la presentación de la velada la representación dramática” (135).

15 En este sentido hace un recorrido por los diversos grupos que componían la escena artística del período asociado al movimiento anarquista, explicando la estructura de las

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veladas y la configuración de las obras en tanto transmisora de ideas a los espectadores. Luego de individualizar un par de grupos y cuerpos filo dramáticos, el autor nos expone sobre el funcionamiento de estos grupos, hablándonos de su “autonomía y movilidad” (161), ya que si bien éstos estaban asociados a los grupos anarquistas, tenían la capacidad de moverse donde se requiriese su presencia, presentando en muchos casos la misma obra en diversos lugares. Así esta parte del libro es más descriptivo y analiza por ejemplo la propaganda del espectáculo, los espacios que se utilizaban para llevar a cabo las acciones, así como también se transcriben textualmente fragmentos de las obras representadas.

16 De esta forma, y ya habiendo mostrando en extenso lo expuesto en el libro de Manuel Lagos, podemos visualizar en parte el extenso Proyecto cultural anarquista, el que si bien reivindicó la violencia de masas y las acciones directas a modo violento; se presentó en diversas formas, principalmente de sociabilización de la gran masa bajo sus preceptos ilustrados y racionalistas, teniendo la cultura como un estandarte principal de su proyecto de transformación social.

17 A modo de comenzar a cerrar, volver a indicar los diversos aportes de esta obra, tanto en su calidad de revisión de una corriente política y actividades culturales asociadas a esta; como a nivel historiográfico, en cuanto fija su construcción de objeto de estudio fuera del mundo del trabajo, donde dicho sea de paso, se ha centrado tradicionalmente la historiografía asociada a las expresiones políticas revolucionarias.

18 De esta forma, podemos plantear que el aporte de Manuel Lagos y este libro en específico, pueden abrir muchas nuevas vetas en el estudio de los movimientos sociales en Chile, de los grupos políticos, de la construcción de identidades sociales y de estudios culturales e intelectuales más profundos, en cuanto muestra otra cara de una historia ya contada hace mucho tiempo, y desde la cuál se construyeron los procesos políticos en Chile durante el siglo XX. A su vez, nos da la capacidad de interiorizar en la diversidad de espectros políticos existentes en Chile para la fecha estudiada.

19 Finalmente a modo de crítica, indicar que al lector le podría quedar cierta hambre de profundización en los procesos en cuanto a su cronología, pues el autor al generar un trabajo expositivo salta de fechas y homologa las temporalidades del anarquismo y sus expresiones culturales a las del resto, sin exponer los contextos de producción de estos a nivel profundo. Claramente para la ciencia de la historia esto puede verse como ventaja, pues como indicamos anteriormente abre nuevas vetas en el estudio de este entramado al que le llamamos anarquismo.

AUTORES

MAURICIO A. TAPIA SEGOVIA

Izquierdas, 26 | Enero 2016