La Fundación Alexander Von Humboldt
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La fuerza de la ambivalencia Una charla con el compositor Mauricio Kagel sobre la identidad Entre los lazos que unen a las naciones, la música es, quizás, uno de los más fuertes. y los (des)encuentros de la cultura El caso de la Argentina y Alemania no es una excepción. Nombres como Sigismund Thalberg, Arturo y Pablo Berutti y Ernesto Epstein son sólo algunos de los que marcaron el tono desde la orilla argentina. Wilhelm Furtwängler y Paul Hindemith hicieron lo propio con sus visitas a la Argentina. Entre los que hoy reúnen en su obra lo mejor de ambos países figura Mauricio Kagel. Con obras como Varieté, Ludwig van, Antithese y La Pasión según San Bach, es considerado uno de los creadores más importantes de la nueva música a nivel internacional. Su colega norteamericano John Cage lo definió así: “Es el mejor músico europeo que conozco.” Radicado desde 1957 en Alemania, Kagel (Buenos Aires, 1931) reflexiona para esta publicación sobre lo que significa vivir la historia y la música entre dos culturas. -Señor Kagel: hace medio siglo que usted llegó a Alemania. ¿Cómo fue esa experiencia, esa confrontación quizás, para un hijo de emigrantes europeos? ¿Fue un encuentro con viejos conocidos o el descubrimiento de un nuevo mundo? -Las dos cosas a la vez. Cuando llegué a Europa, en el otoño de 1957, nada me resultaba nuevo. La cultura europea ya formaba parte de mi identidad. Pero yo llevaba también raíces sudamericanas. Lo que me asombró es que mis colegas europeos –alemanes, franceses, italianos– todavía estuvieran en un período de hegemonía cultural que yo no conocía. Porque la Argentina no posee una hegemonía cultural.Tiene un idioma común con toda Sudamérica y con España, pero no en el sentido de la hege- monía, en el afán de pretender que su cultura sea más valiosa que la del vecino. -¿Con qué relacionó esa hegemonía cultural con la que se encontró? -Paul Valéry, un poeta francés que yo estimo mucho, habla de la “política del espíritu”. Y lo que yo encontré aquí, en Alemania, y me asombró muchísimo, fue que los países europeos vivían –y viven toda- vía– con unas raíces tremendamente fuertes en el pasado. Cuando yo llegué, la educación en Alemania era de horizontes bastante estrechos. Había compositores alemanes que no conocían a Debussy o com- positores italianos que desconocían a Reger. Para ellos la propia música era la fuente de mayor informa- ción. Lo mismo es válido para los franceses y para los ingleses. Algo así, para un sud- Pag. anterior: La obra del compo- americano, es una cosa inconcebible, porque un intelectual culto en Sudamérica tiene sitor y director, Mauricio Kagel, sus raíces en varias culturas. Entiende y habla varios idiomas. es hoy uno de los mejores ejem- plos de los estrechos lazos que unen a Alemania y la Argentina a -¿Usted quería venir a Alemania o fue más bien una casualidad? través de la música. (Foto: genti- leza C.F. Peters Musikverlag) -Hubo varias cosas que influyeron. Primero, la radio de Colonia, que ya era muy 105 famosa entonces, apoyaba la difusión de la música moderna. Por mi parte, yo estaba muy interesado en tra- taba, sin lugar a dudas, la principal plaza del continente. Además, existían la Orquesta Sinfónica de Radio bajar en el estudio de música electrónica de la radio. Luego estaban los famosos cursos de verano de la Nacional y la Orquesta Sinfónica Nacional, que también eran de muy buen nivel. Cada semana había un ciudad de Darmstadt. Entonces tuve la suerte de obtener una beca del Deutscher Akademischer Austausch concierto de relevancia. Diariamente uno podía elegir entre tres o cuatro grandes obras musicales. A direc- Dienst (DAAD), el Servicio Alemán de Intercambio Académico, por un año. Después me la extendieron otro tores de orquesta como Busch, Furtwängler, Karajan, Barbirolli y Sargent pude escucharlos por primera año, algo que entonces era muy poco frecuente. Mi interés radicaba en tener el tiempo para componer y vez en Buenos Aires. A ello se sumaba la oferta de las sociedades musicales privadas. Una era el Collegium dedicarme por completo a esa actividad. No me interesaba ganar dinero. Entonces tenía 25 años, y esa Musicum, un centro de inmigrantes alemanes. Allí se podía escuchar, en general, por primera vez música edad es una especie de límite para desarrollar la propia carrera. Además, a principios de los años 50, toda- coral e instrumental antigua. Gran parte de la vida musical estaba al cuidado de alemanes y austríacos, vía en Buenos Aires, había conocido a Pierre Boulez. Él ya me había recomendado ir a Europa para traba- judíos y gentiles, que por una u otra razón habían tenido que emigrar. jar allí.Tuvo razón: si me hubiera quedado en la Argentina, nunca hubiera tenido las oportunidades que me ofrecieron no sólo en Alemania, sino también en todo el continente europeo. -¿De dónde eran sus padres y abuelos? -De Branderburgo, Odessa y San Petersburgo. Era una mezcla de alemanes y judíos del Este de -¿Por qué? Europa. En lo que respecta a mis padres, ellos llegaron a la Argentina después de los pogromos rusos de -Tomemos el ejemplo alemán. Aquí uno tiene el privilegio de poder estar en muy poco tiempo en el centro 1917. Mi madre, en cambio, llegó desde Hamburgo allá por 1922 con el barco Cap Arcona. cultural de otra ciudad, en la que se puede presentar música. Eso contrastaba, ya entonces, con las distancias sudamericanas. Desde Colonia (Nota de la Redacción: Mauricio Kagel recaló en esta ciudad al llegar a -¿Cómo describiría, entonces, la conformación de su identidad cultural? Alemania) se llega en menos de una hora a centros industriales como Essen, Duisburg o Dusseldorf. Eso no sólo -Estoy muy agradecido por haber nacido en la Argentina. Me he enriquecido: con el idioma, con mis viven- es una cosa extraordinaria, sino que refleja que la fuerza cultural de Alemania es la independencia de sus ciuda- cias. Ese bagaje lo traje a Europa y aquí fue revalorado, ampliado. Pero yo creo que mi fuerza reside en la des. En contraste, en Sudamérica, se necesita un avión para llegar de un lugar a otro en corto tiempo. Esa cer- Mauricio Kagel es considerado ambivalencia. Estoy convencido de que nadie puede defender una sola identidad. Es canía geográfica de centros culturales importantes hace de Alemania algo muy especial. Sorprendentemente los como uno de los innovadores de una suma de identidades lo que hace a una persona. La región en la que usted nació le la música clásica y vive en la ciu- artistas y músicos europeos no saben apreciar su suerte. Ellos creen que eso es lo normal, pero no lo es. dad de Colonia. (Foto: akg) da una identidad: si es una persona del Norte o del Sur. A ello se suma la identidad de -Aquéllos que vivieron la sensación de ser extraños en otra cultura suelen decir que ese choque, esa con- frontación con el otro, se puede convertir en un motor del trabajo creativo. ¿usted compartió una situación así? -Naturalmente que sí. Es más: yo descubrí el pasado histórico de Sudamérica en Europa. La distancia con la Argentina me generó un acercamiento a situaciones históricas importantes de Sudamérica y, al mismo tiempo, me ayudó a comprender ciertos temas de la política cultural europea. Sobre ese proceso trata la composición escénica Mare Nostrum, que presentamos también en Buenos Aires. El argumento cuenta cómo una tribu del Amazonas descubre el mar Mediterráneo y cae en el mismo error que los espa- ñoles después de descubrir América: tratar de imponer sus valores, su idioma, sus creencias y su religión. -Usted creció y se formó en el encuentro de culturas que era la Buenos Aires de los años 50. ¿Cómo vivió el choque con la cultura y la música alemanas de esos años? ¿Experimentó un gran contraste? -Las décadas de los años 50 y 60 fueron para Alemania años de extraordinario desarrollo. Pero el punto de partida resultó de la recuperación de los tremendos problemas económicos causados por los efec- tos de la posguerra. Entonces, todo lo que pasaba desde el punto de vista cultural comenzó a tener una fuerza más o menos estable después de 1955. Por su parte, la intensidad de la atmósfera cultural de Buenos Aires en los años 50 era muy especial. Era tan compleja como contradictoria. Ello hacía de la ciu- dad un lugar fuera de lo común, con un nivel cultural exuberante. La capital argentina tenía, en ese enton- ces, una vida musical de importancia. Existía, por ejemplo, el Teatro Colón, que como teatro lírico represen- 106 su país: si es alemán, sueco, inglés. La tercera es la familia. Luego están las adaptaciones que le exige la vida profesional, como le sucede a mucha gente en el servicio diplomático o a aquellos académicos u obre- DAAD: Intercambio académico y mucho más ros alemanes, que se enamoran del caos que encuentran en algún país extranjero. Al final se adaptan, enri- Fundado en 1925, el Servicio Alemán de Intercambio Académico (Deutscher Akademischer quecen su propia cultura con otras perspectivas y éstas pasan a formar parte de su identidad. Austausch Dienst; DAAD por su sigla en alemán) fomenta el intercambio entre Alemania y la comunidad académica internacional a través de diversos programas dirigidos a estudiantes y egre- -Cuando usted llegó a Alemania en 1957: ¿Se encontró con reservas por ser de ascendencia judía? sados de carreras universitarias, así como a doctorandos e investigadores que deseen llevar a cabo -Claro que sí. Sería ridículo querer negarlo. Pero yo era de la opinión que uno no puede vivir con el un proyecto en Alemania.