Mirando Al Mundo Árabe En Un Paseo Por La Literatura
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LÍNEA 3000 Mirando al mundo árabe en un paseo por la literatura Montserrat Abumalham Mas U.C.M. DE INVESTIGACIÓN 2008/2009 PREMIO Queda rigurosamente prohibida sin la autorización escrita de los titulares del Copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo público. © 2009 by Montserrat Abumalham Mas © 2009 by Editorial Complutense, S. A. Donoso Cortés, 63 – 4. planta (28015) Madrid Tels.: 91 394 64 60/1 Fax: 91 394 64 58 e-mail: [email protected] www.editorialcomplutense.com Primera edición digital: octubre 2009 ISBN: 978-84-7491-973-8 Para F. con afecto fraterno INTRODUCCIÓN Las impresiones se agrupan en un primer arrebato informe de la pasión, al que sigue una atención curiosa y, más tarde, un progresivo conocimiento. (C. Gurméndez, Ontología de la Pasión) Las diversas aproximaciones que emprendo en estas páginas a textos árabes de literatura contemporánea no comportan la pretensión de constituir una obra sistemática de análisis que tenga como fin último fijar, de modo total, las pautas de interrelación entre símbolo y realidad en la literatura que me ocupa. Mas bien se trata de una serie de pinceladas sueltas que tienen su origen en la experiencia de la simple lectura de unos pocos textos seleccionados, pero que guardan relación entre sí, y la revela- ción de algunos de sus misterios. Precisamente éste será el método de trabajo; una lectura continua- da, pero interrumpida por las digresiones que la propia lectura provoca, por las distintas asociaciones que el texto sugiere o las imaginaciones que suscita. En definitiva, se trata de acompañar al imaginario de cada autor, en su viaje de construcción y de deconstrucción, con el imaginario del propio lector, en un proceso simétrico y tan divergente o convergente como las propias líneas que la obra traza. Así, los capítulos, aunque se refieran separadamente a una obra o a varias, a un autor o diversos, a un tema o a distintos temas, se entrelazarán entre sí y se mezclarán en una relación también sím- bolo y realidad o realidad representada por símbolos, unidas a las propias percepciones del lector. El intento es el de señalar cómo si por una parte la literatura escamotea la realidad percibida objetivamente, además la maneja para hacerla parecer racional y sistemática, la convierte en simbólica, pero carga al símbolo con tantos referentes reales, que construye una realidad impres- cindible para interpretar objetivamente la realidad objetiva. Es decir, la literatura aparece aquí entendida como un juego circular de engaños y trampantojos que se vuelven planos y sin sombra o volumen, pero que releídos vuelven a dar volumen a la rea- lidad que intentan esconder, escamotear o manipular. La literatura se presenta como un mal ilusionista al que se le descubre en el truco. No obstante éste no es un juego simple e inocente que acaba en el grito de: ¡Te he visto!, como en el escondite. Es un juego más serio que pretende desentrañar, en el fondo, cómo es la realidad sentida por una 1 serie de intelectuales árabes y cómo es su realidad soñada. Si al final de este sueño/vigilia descubrimos que es un sueño/vigilia universal, a lo mejor estamos más cerca de entendernos a nosotros mismos y al otro. Por ello se hace imprescindible que, al análisis más o menos objetivo del texto, se añada y se acompañe la subjetividad entrevista del autor y la consciente, en la medida en que lo sea, del lector. En definitiva, lo que está en juego es una alteridad frente a una mismidad, o una mismidad frente a una alteridad, según donde se coloque uno. Para aclarar las reglas de este juego no inocente, pero tampoco culpable, habrá que decir que no vamos a apoyarnos en la vieja dicotomía Occidente/Oriente. No cabe para alguien occidental más que una sola postura; la del occidental. No vamos a hacer por tanto un rastreo de las definiciones de «ramz» (símbolo) o «haqiqa» (realidad), ni en los filósofos ni en los críticos literarios árabes. Vamos a mirarlo desde la única y verdadera perspectiva posible; la de nuestra propia comprensión de símbolo y realidad, desde nuestra única posible sensibilidad ante el hecho literario. Cualquier intento de acercamiento «desde dentro» no sería más que una forma de colonialismo intelectual o un disfraz «a la oriental» trasnochado y raído. Hora es de las afirmaciones de diferencia, de distancia, porque parece, ensayados otros métodos, incluso los violentos, que única- mente desde la diferencia puede llegar a percibirse la semejanza. Sí que habrá, sin embargo, referencias a otros mundos y universos de la imaginación, para que la imaginería no resulte tampoco unívoca y objetivada hasta tal punto que perdamos la conciencia de que la percepción puede ser múltiple en el tiempo y en el espacio. No sólo puede existir la discrepancia, sino que su otra cara inmediata es la coincidencia. Nos encontraremos con símbolos y realidades que son las mismas no sólo en los dos mundos de los que hablábamos sino en muchos otros más. Algunos que no comprendemos y sentimos como tan ajenos que nos son irreconocibles. Pero sentiremos con frecuencia que muchos de esos referen- tes son idénticos o nos han sido tomados en préstamo. Exigiremos su devolución, dejándolos en préstamo, pero también aprovecharemos aquello de más con lo que nos los devuelven. Cuando se habla de realidad y símbolo en literatura, por otra parte, nos vemos forzados a precisar qué entendemos por cada uno de esos términos, bien entendido que partimos ya de una ficción que remeda la realidad, como hace todo arte, sea esa realidad material y tangible o estemos hablando del campo más inmaterial de las sensaciones o las percepciones; en definitiva de los sentimientos. La palabra no es la realidad misma; no hace falta recordar lo que es ya casi un proverbio «la 2 palabra perro no muerde». Sin embargo, cuando un mundo determinado, un pueblo, un universo o una nación se ven forzosamente enmudecidos, deben buscar en la «palabra que no muerde» una forma de morder su propia mordaza. Destrozar la barrera entre la realidad «real» y la realidad «fingida» y la realidad «soñada», pasando insensiblemente de una a otra, pasando sutilmente y de puntillas para que nadie perciba la trasgresión y vuelva a reponer la barrera. De todos modos, no cabe duda de que, cuando nos acercamos a la literatura árabe, estamos entrando en un terreno donde las coordenadas son forzosamente distintas y conviene, aunque volvamos con más detalle sobre ello, avanzar cuáles son algunas de las reglas de juego. En primer lugar, se trataría de no perder de vista que esta literatura se plantea desde la tensión entre oralidad y escritura. Por otra parte, no hay que olvidar una concepción de espacio que supone la existencia en un lugar (makan, «lo que existe en un lugar») y no el vacío con el que representamos el concepto abstracto de espacio. La relación indisoluble entre espacio y tiempo, concebidos por la conciencia árabe desde esa perspectiva de lo existente, es lo que marca una seria diferencia con nuestros conceptos de espacio y tiempo. Igualmente, hay que tener presente que la relación entre palabra y objeto se plantea desde otra óptica muy distinta; antes decíamos que la palabra perro no muerde, en árabe la palabra perro puede no morder, pero si se convierte en un imperativo, el perro morderá. De ahí que el símbolo verbal es a la vez objeto y acción, es voz escrita pero voz para ser dicha y, en tanto que pronuncia- da, puede ser acción y realidad, no sólo realidad presente sino realidad actuante y transformadora. Este mundo, modelo rechazado o imitado para la literatura, es, pues, un lugar en el que hay existencia, esa existencia se prueba porque es pronunciable y si se pronuncia es real, cambiante y modificable, y responde a la mutación de las ideas o de un mundo del que esta realidad es reflejo. La voz, entendida como palabra, es, de este modo, algo con cuerpo, con volumen y con una dimensión de horizontalidad y verticalidad. Estas constantes aparecerán en la literatura árabe contemporánea, como no podría ser de otro modo. Cuando hablamos de realidad en el ámbito específico de la Literatura Árabe Contemporánea, no estamos realmente hablando de «literatura realista», frente a «literatura simbólica». No podemos hacer un paralelo entre «literatura de la realidad» y «literatura costumbrista», porque ni el más cos- tumbrista de los libros es, en una lectura profunda, un libro de costumbres. Otra cosa es que desde nuestra posición veamos más lo «exótico» o la «diferencia» en los hábitos que lo que ellos simbolizan. 3 Por poner un ejemplo, cuando Layla Balabakki, escritora libanesa autora de la novela, más o menos autobiográfica, Ana ahya (Yo vivo) (1958), comienza uno de sus capítulos hablando de su pelo y de que para ella supone un problema «cortarse o no el pelo», llevarlo suelto o recogido, no está hablando realmente del pelo, de lo que habla es de su libertad personal. La autora, mujer musulmana, que, por una tradición de carácter religioso debe llevar el pelo cubierto y por una tradición popular debe llevarlo largo, padece el conflicto de reconocer su propia identidad ante la posibilidad de decidir libremente si se corta el pelo o no. Podríamos quedarnos en una reflexión simplista, incluso tomando en cuenta el referente cultural y religioso; la protagonista de esta historia está queriendo mostrar como signo de su liberación el posible corte de pelo. Pero podríamos tomarlo como un pensamiento «realista», hecho al azar por una mujer joven, más o menos frívola, que se plantea cambiar de aspecto o de peinado o incluso rebelándose contra una sociedad dada.