Del Sentir a La Memoria: Crepúsculo En Somiedo
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Del sentir a la memoria: crepúsculo en Somiedo Vindicación monográfica del coto y parroquia de Aguino y Perlunes Antonio Álvarez Rodríguez Reservados todos los derechos. Queda explícitamente prohibida la reproducción total o parcial de esta obra, por cualquier medio, sin el consentimiento expreso de los titulares del copyright. (Inscrito en el registro de la propiedad intelectual. Solicitud 139/2017). 1ª edición-Oviedo-2017 © Texto: Antonio Álvarez Rodríguez. © Dibujos hojas: Olaya Fernández Álvarez. © Resto Imágenes: los autores citados. Diseño cubiertas: El autor. (Portada: sobre fotografía familiar). Gestión editorial e impresión: HiFer A.G.- www.hifer.com www.elsastredeloslibros.es ISBN: 978-84-00000-00-0 D.L.: AS-00000-2017 Dedicado a todos los somedanos y muy en particular, a los vecinos y descendientes de Aguino y Perlunes. También, para los profesores y amigos, que nos han ayudado y animado en todo momento; y para nuestra familia, a cuya compañía sustrajimos muchas horas, hasta completar y maquetar todo esto. Para saber dónde vamos, sería útil, saber antes, de dónde venimos. (Adaptación de un proverbio vasco) Indiciario Preliminares 11 – Proemio. 15 – Introductoria. 19 – Metodología de trabajo. Primera parte: del sentir a la memoria. Vivencias. 27 – El principio. La casería y la matanza. 45 – El tránsito del invierno. La Primavera. La siembra. 65 – El verano, la yerba. 81 – La cosecha, el pan. 93 – La seronda. 103 – El reposo del invierno. Segunda parte: las cifras, las personas y el territorio 111 – La historia y las gentes. 155 – La geografía y el territorio. 213 – Geología, fauna y flora. 243 – Las construcciones del hombre. 271 – Las industrias. Arriería y madreñas. 287 – La vida, las costumbres. La guerra civil. Tercera parte: propuestas, película y conclusiones 365 – Abandono de los pueblos, causas y consecuencias. 395 – Algunas propuestas de futuro. 407 – La película de los hechos. 425 – Imagen final. Epílogo. Apéndices 441 – Apéndices: catastro, padrones, genealogías, es- crituras antiguas, toponimia y otros documentos. (Nueve apéndices en total). 569 – Agradecimientos y colaboradores. 577 – Bibliografía seleccionada. 583 – Breve diccionario de términos empleados. 587 – Índice general y completo de la obra. 592 – Material gráfico, onomástica y glosario. 7 Proemio uatro hombres, cuatro hermanos, caminan bla otoñal. en silencio hacia La Cutsada de Aguino. -Mirad, ¡El Vildeo sigue igual!. Las palabras de Han dejado sus vehículos abajo en la carre- Mateo, el pequeño de los gemelos, no encuentran res- tera porque desean regresar al pueblo de sus abuelos a puesta. Joaquín, el mayor niega con la cabeza, Servan- Cpie, caminando, como tantas veces lo hicieran en otros do y Basilio contemplan y callan. Sí, El Vildeo sigue tiempos. Al principio venían charlando, inquietos y igual, altivo y soberano allá a lo lejos; sin embargo del nerviosos, después de tanto tiempo alejados de estas Vildeo para abajo nada sigue igual. En el pueblo ape- tierras. ¡Cuantos recuerdos al cruzar La Reguera de nas quedan la mitad de las casas que fueron, y algunas Alba!, ¡qué afán por ver los albares maduros por El derrumbadas, ya solo son informes muruecas cubiertas Chano Martín!. Pero desde que pasaron las vueltas del de maleza. Los huertos no existen, el río se ha comido Castietso callan, y alguno suspira en silencio. Nada de las orillas, los praos de junto al cementerio han casi lo que les rodea les resulta familiar. Ya no reconocen desaparecido, el matorral ya baja hasta el nuevo cauce el paisaje de su juventud, aquellas tierras donde ayu- en muchos sitios, y los grandes álamos que lo bor- daban a su abuelo Joaquín el de Marcos, a plantar y deaban en otros tiempos, han sido devorados por una cosechar la escanda, el maíz y las patatas. Atraviesan maleza verde, espesa, e impenetrable, que cubre hasta todo El Rebotsal sin atisbar rastro de aquellas feraces el mismo regueiro. sementeras. Solo un paisaje cubierto de altas yerbas, La belleza de los cortinales cubiertos de rubios tri- floritos y matos, entre lo que fueron las fincas, los gales, de amarillos maizales y verdes patateros, se ha acompaña. Alguna tierra incluso es monte puro, todo ido para siempre; las tierras están yermas, lo bravo se espinos y maleza. Tratan de adivinar el camino viejo, ha comido a lo útil. Lo salvaje, lo bravo e inculto, es la vuelta de Los Retsayos y El Muñón, pero una tupida ahora una ofensa para sus ojos; allí donde en otros le- mata de gorbizos y escobas lo ha comido todo y cual- janos tiempos pastoreaban sus ganados. Los ganados quier intento de salir de la carretera tropieza con un de su abuelo Xuaco Marcos. muro de espesura verde. La congoja va en aumento, y lo hace acompañada Cuando asoman a La Cuvietsa y pasan Las Ta- del silencio. Sienten un nudo de rabia en la gargan- bladas ya la congoja empieza a ser un compañero, un ta, de impotencia y de incomprensión. Ninguno se sentimiento. Cuando cruzan El Campietso y avistan atreve a hablar siquiera, ni cuando llegan al Canamal, el pueblo, allá abajo en el fondo del valle, apenas dan allí donde su abuela Tomasa los llevó a plantar cua- crédito a lo que ven sus ojos. ¿Dónde están las tierras?, tro castañas, para que tuvieran un árbol cada uno. Al ¿dónde están los campones y los prados que rodeaban mirar hacia arriba y buscar con anhelo los árboles que al pueblo?. Parece una selva. ¡Aquello que ven no es vieron crecer en su infancia, es cuando el dique de sus Aguino!. ¡No es su pueblo!. Indecisos y apabullados, sentimientos se desborda y lloran en silencio. Lloran remolonean mientras contemplan el paisaje, antes tan hacia dentro con lágrimas de amargura, porque donde conocido, y ahora, tan ajeno. Las cámaras de fotos con esperaban ver sus castaños recios, grandes y derechos, que pensaban capturar lo que fueron sus recuerdos, no sólo ven una adusta y gris columna de hierro. Eran sus se encienden, permanecen mudas en sus fundas; nada árboles, los que ellos plantaron, sus hijos preciados. de lo que ven les interesa, nada les recuerda aquellos Se han ido los castaños, se ha ido el campón, ya no tiempos. La intuición de que algo fatídico ha ocurrido hay xebes ni zarros, sólo árgumas y espinos, sólo mato- pasa por sus mentes como una sombra, como una nie- rral y brezos. ¿Quién ha podido ser tan mezquino para 11 Introductoria n los últimos treinta años se han venido publi- dudable referencia, pero nuestra intención va un poco cando numerosos estudios y ensayos etnográ- más allá, pues tal pareciera como si los que escriben ficos acerca de Asturias. Contamos también sólo se interesaran por condensar y tamizar los datos y Econ una gran acumulación de trabajos divulgativos, no por las personas que se los han proporcionado. guías, algunas fabulaciones, y muy diverso material en El carro asturiano aparece descrito y fotografiado museos, notas de prensa, exposiciones y alguna que hasta en sus mínimos detalles, si bien nadie explica otra recreación videográfica. por qué algunos carros tienen los estendochos adosados Habiendo nacido y vivido durante bastantes años en vez de encajados en el mismo, o cómo había que en una pequeña aldea del concejo de Somiedo hacia la conducir, (llamar o chamar, para nosotros) a la pareja segunda mitad del siglo pasado, me siento atraído por que tiraba por el carro en las curvas muy pendientes cada nuevo trabajo que surge, y acudo a él buscando y cerradas, porque al tener el eje único, las ruedas no mis propias referencias; no obstante, mis esperanzas podían girar independientes; o las angustias de es- se sienten frustradas la mayor parte de las veces. Es- perar todo un invierno mientras se secaba una viga criben historiadores, antropólogos, filólogos, algún de fresno fendida y aparejada para fabricar un nuevo curioso que dispone de tiempo libre y voluntad, e in- brazuelo, suspirando para que no se torciera y diera al cluso profesores de filosofía; sin olvidarnos de monta- traste con el proyecto de un nuevo carro. ñeros y técnicos encargados de la gestión de los espa- Echo de menos esos detalles, y como esos, muchos cios naturales. Hay variedad de expertos, hay buenos otros que antropólogos e historiadores dejan pasar y trabajos, y más diría, excelentes y bien documentados, los filósofos constatan, siempre, eso si, con la culti- con interesantes reflexiones, algunos incluso proce- vada y esmerada prosa de observador, no con la ruda den del mismo entorno rural o de sus descendientes. emoción de quien lo ha vivido, a veces con verdade- También hay un excelente diccionario con la lengua ro miedo, como ocurría con el carro, por el riesgo de vernácula, hoy casi perdida, algunas imprescindibles volcar que conllevaba. La crónica de un caserío no se monografías sobre los quehaceres y faenas del campo puede limitar a sus datos o a bellos gráficos circulares contadas por sus protagonistas, y también recopilacio- por más que este sea el objetivo de un historiador o nes de cuentos y leyendas. de un economista. Nosotros vamos a tratar de ligar A pesar de ello no consigo que estos trabajos me el dato a la sensación de aquellos que se acostaban trasmitan las mismas sensaciones que yo experimen- cada día, desde su infancia, sintiendo a los cerdos no- taba cuando bebía la leche recién ordeñada de la tapa che tras noche revolver en el cubil bajo la cama donde del bidón de cinc. Y si me ocurre eso con sensaciones dormían; padeciendo las inclemencias y los caprichos tan personales, mayor problema encuentro en identi- del tiempo y trabajando de sol a sol con un único fin: ficar las tareas, con las dificultades y las penas y ale- poder comer y subsistir. grías por las que pasaba la familia en esos pueblos que Por estos y otros motivos me animo a sacar a la luz aterrizaron en el siglo XX apenas despegados de la este trabajo, porque quiero que se exprese la voz de edad media.