TESORO DE VARIAS Poesias
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TESORO DE VARIAS PoEsIAs Pedro de Padilla Versión y prólogo de Virgilio López Lemus Tomo 1 Frente de Afirmación Hispanista, A. C. México, 2006 exoro ae naria^ ^oe^ia5 Pedro de Padilla Tomo 1 Versión actualizada, prólogo y notas de Virgilio López Lemus 7 • Pablo de la Torriente Editorial versión actualizada : Fitrgilio López Lemus Revisión técnica : Mayra Hernández Menéndez y Yogilio López Lemas © 2006 Pablo de la Torriente Editorial © 2006 Frente de Afirmación Hispanista, A. C. Edición: Mayra Hernández Menéndez Diseño de cubierta : Daniel Cutiénrz Pedreiro Diseño interior: Lilia Alvarez Pérez Ilustración de cubierta: Bacco ed Arianna, Tiziano Vecellio, Italiano (1477 - 1576). Diagramación: Mayra Renté Reyes Composición digital: Thais Estrada. Salazar ISBN: 959-259-182-2 PRÓLOGO AL TESORO DE PADILLA ...que los sueños sueños son. PEDRO DE PADILLA ...menester es que este libro se escarde y limpie de algunas bajezas que entre sus grandezas tiene. El Cura, en El Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha MIGUEL DE CERVANTES Miguel de Cervantes Saavedra salva de la pira inquisitorial del Cura y del Barbero --y es el Cura quien lo hace- al Tesoro de varias poesías, de Pedro de Padilla, no sin dejar dicho que en tan voluminoso conjunto poético hay «bajezas» junto a «grandezas», que es decir que hay mucha paja ligada con el grano. La orden es sin apelaciones: «Como ellas no fueran tantas [... ], fueran más estimadas. [...] Guárdese, porque el autor es amigo mío, y por res- 5 peto de otras más heroicas y levantadas obras que ha escrito.»' La amistad, que apaña al libro, no hace ciego al Cervantes crítico literario, quien ofrece el reparo más fuerte de su tiempo, en la coetaneidad del vasto poemario de Padilla. El aserto cervantino sigue vigente, y ofrece un justo equilibrio ante otras referencias a Padilla en la obra de Cervantes, ya mediante poemas laudatorios al frente de textos en los que el autor de El Quijote no frena sus elogios, o por menciones encomiásticas directas, como la que re- gala en tres versos del «Canto de Calíope»: «todo cuanto yo miro, escucho y leo / del celebrado Pedro de Padilla / me causa nuevo gusto y maravilla». Lope de Vega, Francisco de Quevedo, Vicente Espinel, los her- manos Argensola y otros coetáneos, no escatimaron elogios para el «insigne», «sabio», «ilustre» Pedro de Padilla, si bien alguno lan- zó su cuchufleta ante el volumen enorme de la obra de este autor, en especial este Tesoro, que para Baltazar del Alcázar se convierte en redondilla sonriente: «Padilla, ved qué gran mal: / El libro de vuestra mano / unos le llaman liviano / y otros, que pesa un quin- tal.» Lo de «liviano» tal vez se refiere al contenido ligero y amato- rio de todo el libro; el lector contemporáneo que tenga esta edi- ción en sus manos, podrá experimentar el peso real, si bien no ha de llegar al «quintal».' Pero Vicente Espinel justiprecia más al poeta en sus Diversas rimas (1691), cuando a él se refiere con 1 Cit., Aurelio Valladares Reguero, El poeta linarense Pedro de Padilla. Estudio bio- bibliográfico y crítico, Jaén/Ubeda, UNED [199?], tomada de Miguel de Cervantes Saavedra, Obras completas, edic. de Angel Valbuena Prat, Madrid, Aguilar, 1980, t. 1, p. 895; otras citas cervantinas de igual libro en pp. 327-328. z Recuérdese que un quintal equivale a 46 kilogramos. Es una unidad de medida tradicional española que se extendió a las colonias de América, en muchas de las cuales, ya convertidas en naciones independientes, se conservó por encima del siste- ma métrico decimal. Proviene del árabe quintar. 6 subido encomio: «Es Padilla de ingenio peregrino / que vuelve lo divino, a lo divino.» 3 Los poetas de la finisecularidad del xvt, que no tuvieron vigen- cia o arraigo creativo en al menos las tres primeras décadas del siglo siguiente, el llamado de Oro, fueron casi arrasados por los grandes nombres de la literatura española de los tiempos barro- cos: Miguel de Cervantes, Lope de Vega, don Luis de Góngora, Francisco de Quevedo, Tirso de Molina, Calderón de la Barca... Algunos de ellos habían comenzado a escribir y a editar sus obras en las décadas de 1580 y 1590, pero hay que considerar que sus ámbitos de gran creación y de enorme influencia sobre el idioma, se desarrollaron sobre todo entre 1600 y 1640. Para entonces, algunos poetas del siglo xvi tenían asiento asegurado en la gloria española, tales Juan Boscán y Garcilaso de la Vega, y poco des- pués fray Luis de León, San Juan de la Cruz, Santa Teresa de Ávila (sobre todo por sus obras en prosa), Hurtado de Mendoza y algunos otros, que formaban una nominación secular muy desta- cada; pero los finiseculares apenas iban a dejar una huella más perecedera, no siempre precisamente por razones cualitativas, pues salvo don Vicente Martínez Espinel (más que nada por el asunto de la discutida «invención» de la décima espinela), los demás casi se esfumaron, a pesar de haber sido muy famosos y reconoci- dos en su tiempo. Así ocurrió con el que era entonces grande Pedro de Padilla, de quien no sabemos en qué año exactamente nació en el pueblo andaluz de Linares, quizás entre 1540 y 1550, ni cuándo falleció, tal vez sobre 1600; sus verdaderos apellidos parecen haber sido Hernández, que usaba su madre, y probablemente López, por su Cit. Aurelio Valladares Reguero, op. cit., p. 65; cit. procedente de la edición de Diversas rimas, de Dorothy Clotelle Clarke, New York, Hispanic Institute, 1956, p. 90. La anterior cita de Alcázar proviene de la misma fuente de Valladares Reguero, p. 68. 7 padre. Su biografía cierta se limita hoy a unos pocos datos, referi- dos a sus libros o a su condición de sacerdote carmelita. Padilla había tenido su auge editorial en la década de 1580, cuando apa- rece ese mismo año el presente Tesoro de varias poesías, que al- canzó al menos otras dos ediciones conocidas en 1587 y 1589, y del que dice bien Aurelio Valladares Reguero que, pese a las crí- ticas que cosechó, «resulta un poco extraño [que] fue el único autor que conoció tres ediciones en vida del mismo [libro]».4 En los años intermedios y aun finalizando la década de 1580, apare- cieron otras colectáneas líricas suyas, como el aludido Cancione- ro de poesías varias, del cual los eruditos tienen la certeza de que contenga un buen porcentaje de poemas suyos. En 1582 publicó las Eglogas pastoriles, y en 1583 imprimió su Romancero. Así pues, cuando Espinel reunía sus Diversas rimas (1591), ya Padilla era un poeta de los cimeros de la finisecularidad; no resultaba raro que desarrollase a la sazón una fuerte amistad con Miguel de Cervantes, coincidiendo con él no solo en espacio y tiempo, sino también por algunos datos semejantes de sus respectivas biogra- fías, como el servicio militar y las estancias en Italia. Hay que advertir que Padilla fue una suerte de puente intergeneracional entre los grupos del propio Cervantes y del mucho más joven Lope de Vega, y que sostuvo muy diáfana relación con sus mayores Espinel, Figueroa (el Divino) y Diego Hurtado de Mendoza. Ha- bría que decir que ese carácter de puente se extiende entre el Renacimiento y el Barroco, y su desarrollo puede relacionarse con el Manierismo, aunque quizás menos en Tesoro de varias poesías, que es un extenso libro de amor, de francas fuentes renacentistas. Los muy pocos datos de su vida lo señalan como bachiller en 1564 y como estudiante universitario en 1572 en Alcalá de a Op. cit., p. 69. 8 Henares; sobre 1573 marchó a Flandes e Italia reclutado en el ejército, y ya en 1575 presuntamente residía en Madrid, donde obtuvo en 1579 permiso para imprimir Tesoro de varias poesías. Padilla tuvo una activa vida como intelectual y luego como religio- so; en 1583 ingresó en el convento del Carmelo y tomó los hábitos en 1585, año en que editó su Jardín espiritual, o asimismo Ra- millete de flores espirituales, recogido de católicos y graves autores. En 1587 publicó Grandezas y excelencias de la Virgen Señora nues- tra, dedicada a la Infanta Margarita de Austria, profesa en las Des- calzas de Madrid. El Ramillete tuvo algunos incidentes ideológi- cos con la Inquisición, que mandó retirarlo de circulación, censu- rado por razones de igual quilate que la siguiente: afirmaba Padilla que el evangelio es más excelente que la epístola, en tanto el cen- sor decía que eso no puede ser, porque en ambos casos es el mis- mo espíritu el que habla. Es extraño que a tan activa y prolífica vida de escrituras y edi- ciones siga una década, al final de su vida, de relativo silencio, quizás porque asumió un retiro espiritual, o porque se enfermó, o porque escribió y su papelería quedó o bien dispersa o no se con- servó, por algún desencanto o desengaño, por razones de la disci- plina de su profesión de fe, u otras causas, que ya no pueden ser más que mera especulación. Consta, sin embargo, que editó en los años de 1590 varias traducciones, por lo que su labor literaria pudo no estar detenida. El mismo, citado por Labrador Herráiz y DiFranco, advierte sobre 1597: «[ ... ] haber muchos años puesto en entredicho a todas las empresas de Poesía (cuando no fuesen cosas celestiales o divinas)».' Parece que también en los finales del siglo xvi, Padilla asumió funciones de censor, con aprobacio- Cf. José J. Labrador Herráiz y Ralph A. DiFranco, editores, Cancionero de poesías varias, prólogo de Samuel G. Armistead, Madrid, Visor Libros, 1994. 9 nes de obras de Lope de Vega, Henrique Garces, Miguel Martínez Leyva y Alonso de Ledesma, de quien es el último libro en el cual aparece el nombre de Padilla en agosto de 1600, año en que se supone falleció.