Biblioteca Del Soneto. Autores: Letra O
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AUTORES CON LA LETRA O Continuación de la “BIBLIOTECA DEL SONETO” autores con la letra O OBALDIA, MARIA OLIMPIA DE OBLIGADO, CARLOS OBLIGADO, RAFAEL OCHAITA, JOSE ANTONIO OCHART, IVONNE OCHOA, ENRIQUETA OCHOA, JOSE OCHOA, MARIO OCHOA, RAFAEL OCHOA LOPEZ, MORAVIA OCHOA MEDINA, MARIA SAGRARIO O’CONNOR D’ARLACH, AMABLE OLAEGUI, FRANCISCO DE OLAGUIBEL, FRANCISCO DE OLEA MONTES, JOSE O`LEARY, JUAN E. OLGADO CARVAJAL, JUAN OLIVA, M IGUEL E. OLIVAN, LORENZO OLIVARES, JOSE OLIVARES, SEBASTIAN OLIVEIRA, JUAN MANUEL OLIVER, ANTONIO OLIVER, JAIME OLIVER LABRA, CARILDA OLIVERAS UBIOS, MARIANO OLMEDO, ANTONIO JOSÉ OLMEDO, JOSE JOAQUIN OLMO, LAURO OLVIDO, MARTIN OÑA, INOCENCIO DE OÑA, PEDRO DE OPISO, ALFREDO ORAA, PEDRO DE ORANTES, ALFONSO ORANTES, MARIA CRISTINA ORCAJADA, FRANCISCO ORDEIG FOS, JOSE MARIA ORDIALES, JUAN BAUTISTA ORDOÑEZ, BARTOLOME ORDOÑEZ, CASILDA ORDÓÑEZ ABRIL, SEBASTIÁN ORDÓÑEZ DE LA PUENTE, MANUEL OREGEL VEGA, ERNESTO ORELLANO, FRANCISCO HERIBERTO ORIENTAL, JUAN ORIGINAL PX (SEUDONIMO) OROZ, LUIS ORRILLO, WINSTON ORS, EUGENIO DE ORS, MIGUEL DE ORT (SEUDONIMO) ORTA RUIZ, JESUS ORTA, MARIANO ORTEGA, JOAQUIN ORTEGA, JUAN ORTEGA, MIGUEL R. ORTEGA, RAMON ORTEGA CHACON, RUBEN ELOY ORTEGA CHARLES, OLGA MARIA DEL CARMEN ORTEGA MARTINEZ, JOSE MARIA ORTEGA MOREJON, JOSE MARIA DE ORTEGA MUÑOZ, ARCADIO ORTEGA PARRA, JOAQUIN ORTEGA SERRANO, ANTONIO ORTIGAL DE CERVANTES ORTIZ HERNÁNDEZ, JOSE IGNACIO ORTIZ, CARLOS ORTIZ, FERNANDO ORTIZ, JUAN L. ORTIZ, LUIS G. ORTIZ CRESPO, JOSE ORTIZ DE BUJEDO, LORENZO ORTIZ DE LA TORRE, ALFONSO ORTIZ DE MONTELLANO, BERNARDO ORTIZ DE PINEDO, JOSE ORTIZ DE PINEDO, MANUEL ORTIZ ESTEVE, JAVIER ORTIZ GONZALEZ, RAFAEL ORTIZ GUERRERO, MANUEL ORTIZ JUAREZ, RAFAEL ORTIZ LAMADRID, RUBEN ORTIZ MELGAREJO, ANTONIO ORTIZ SERRANO, FELICIANO ORXALEZ, MARUJA ORY, CAMILO DE ORY, CARLOS EDMUNDO DE ORY SEVILLA, EDUARDO DE OSEAS OSENDE, R. V. OSETE, ANTONIO OSIO, JOSE DE JESÚS DEL OSIO, MAGDALENO OSORIO, GUILLERMO OSORIO CALATRAVA, MANUEL OSORIO J., M. A. OSPINA, WILLIAM OSSA, JERONIMO OSSA GAJARDO, LUIS OSSES, ESTHER M ARIA OSSORIO Y GALLARDO, CARLOS OSTABAT, JOSEPH DE OSUNA, FRANCISCO DE OSUNA MESONERO, MAXIMO OSUNA SERVET, ARTURO OTEGUI, HORACIO OTEIZA, MANUEL JOSE DE OTERO, BLAS DE OTERO, DANIEL OTERO, JUAN OTERO MUÑOZ, GUSTAVO OTERO PIZARRO OTERO R. DE LAS HERAS, MARIA DOLORES OTERO REICHE, RAUL OTERO RUIZ, EFRAIN OTERO SILVA, M IGUEL OTERO VELEZ, JUAN JOSE OTERO Y CASTROVERDE, RAFAEL OTHON, MANUEL JOSE OVALLE, HUGO ROBERTO OVALLE LOPEZ, WERNER OVANDO, LEONOR DE OVANDO Y SANTAREN, JUAN DE OVIEDO, ALONSO DE OVIEDO, BERNARDO DE OVIERO, RAMON OWEN, GILBERTO AXHOLM, JOSE M. OYONO, SECUNDINO OYUELA, CALIXTO AUTORES OBALDIA, MARIA OLIMPIA D E Panamá. 1.891 Maestra de escuela. Coronada Poetisa Nacional en 1.930 POS T UMBRA Mi corazón el tuyo presentía; buscaba tu alma, mi alma soñadora; y te esperaba al despertar la aurora, y te llamaba cuando el sol moría. Tu alma acudió al reclamo de la mía, y el esquife de amor, con rauda prora, hacia la playa do la dicha mora las llevó, bajo el sol que sonreía. Juntas habitan esa tierra hermosa, y unidas seguirán, aunque celosa, la Muerte, con crueldad, de ti me aparte; pues cuando a solas llores mi partida, en una estrella mi alma convertida, por escalas de luz vendré a besarte... OBLIGADO, CARLOS Buenos Aires. (Argentina) 1.889 - 1.948 Hijo del poeta Rafael Obligado. Profesor de la Universidad de Buenos Aires. Académico de la Argentina de Letras. Como crítico su obra más lograda fue la que hizo de Leopoldo Lugones. AUS ENCIA I Si en el umbral de inmensa despedida supe el dolor que bajo el cielo cabe; si en esta frente, entre las palmas grave, tu sola imagen para siempre anida; vida en amante placidez vivida, tuvo algo de impiedad. Su engaño acabe: sólo el Dogma crucífero que sabe dar sentido al dolor, lo da a la vida. Mas divina Verdad y amor humano son belleza también, himno o lamento que así de un alma en soledad rebosa. Y ofrezcan en tu ara, por mi mano, rosa votiva el ritmo y sentimiento: perfume y armonía de la rosa. II He vivido a la luz de una mirada, he alentado al amor de una sonrisa: glorias de ayer, que el corazón precisa para sufrir su resto de jornada. Así la gota huyente en la cascada, a un terso rayo matinal se irisa; así un retozo cálido de brisa desata en riego la infecunda helada. Hoy, quien surgió a lo eterno , la primera transfigurada y esencial me espera: maliciosa bondad, gracia insumisa... Alma tan solo, no deplores nada, pues viviste a la luz de su mirada, irradiaste al amor de su sonrisa. III Resume aquel encanto, Poesía, en símil de argentina primavera: por varia en lluvia y sol, más hechicera, más honda, por compleja, su armonía. Imprevisible el llanto y la alegría; en discreción sutil, sed de quimera; la voluntad, cual barca venturera que el puerto sabe, y a lo abierto guía. Pero, en la fina estampa, lo gallardo de un alma señoril, que así deslinda de mujer ejemplar, niña mimosa, Y, vuelta en roble la endeblez del nardo, contra pesares o asechanzas, brinda el seguro invencible de la Esposa. IV Ni embrujo novelesco, aquel pasado, ni equívocos cambiantes de aventura, mas coexistencia serenada y pura en la verdad del vínculo sagrado. Ni dio de suyo la estrictez del hado que desluciese el tiempo la hermosura. El ocaso, esta vez, fue nube oscura: Brusca sombra en redor: -¡nadie a mi lado!- Sombras... Mas, no. Blanquísima la veste y en los labios la Víctima celeste, así acudió. tan pura, a Su llamado, que hay, en mi noche, pertinaz consuelo: La vela al mar sin lastre de pecado, ¡la certidumbre del glorioso vuelo! V ¿Me asistirá en las sombras del camino, alma feliz que se acogió a Tu seno? ¿Deja entrever lo efímero y terreno, la inmensidad del resplandor divino? Goce, más bien, su gozo diamantino; y, en gracia Tuya el tránsito sereno, pueda el laurel que prometiste al bueno, igualar mi destino a su destino. Ella, piadosa, aguarde... Pues me ama con ya inefable amor, su amor reclama fervor celeste que la carne ignora: S ólo en las cumbres de la eterna aurora, llama bien digna de tan pura llama, sabré quererla cual me quiere ahora. VI “Imposible el amor que nunca muere; larga amistad, tal vez, mas sólo ella. Quien adoró, rendido, a la doncella, luego a la esposa, mesurado, quiere.” ¡Y yo sé del amor que nunca muere; si es milagro, Señor, lo pudo ella! No ante quien es, tan sólo, dulce y bella, será dado al Amor, que persevere... Mas si, evidente, la belleza amable es forma de un espíritu admirable, lo familiar, de excelso se aureola: De aquel hechizo indiscernible y blando en que amistad y amor, como jugando, son, y no son, una delicia sola! VII Imágenes del canto, arduas, tranquilas: del mundo, ayer, genuinas mensajeras; cesad la ronda, imágenes sinceras: sólo brillaba el mundo en sus pupilas. No haga el cómplice diestro, cuando enfilas, musa convencional, rimas parleras; no encienda, en vos, retóricas quimeras, nacientes áureos o ponientes lilas. ¿Qué es gracia tuya, Poesía: Esencia, relegue a su oropel, reintegre a lodo la hojarasca vivaz de la apariencia; que en seres, cosas, por intenso modo, transluzca, indemne, el ánima: su todo? ¡Oh, el mundo inanimado en una ausencia! VIII Tú pusiste, Señor, en la alborada, tanto frescor, como en su nieve y rosa, y a una puesta de luna silenciosa no venció, en lo profunda, su mirada. Tersa y pura su voz, pero igualada por las voces del agua cariñosa, y en hechizo gentil, también rebosa primavera florífera y alada. De tantos dones armoniosos, era émula el alba, la honda primavera, la grave luna, el arroyuelo niño. Mas, ¿dónde halló rival, sólo un instante, su alma encendida y corazón fragante, la gloria, siempre en flor, de su cariño? IX No protesto, Señor: creyente inmolo mi ignorancia a total Sabiduría; Pero al crear al hombre, el sexto día dijiste ya: “No es bueno que esté solo”. Y la caída inexcusable hallólo dueño, al menos, de dulce compañía... ¡Ah, conforta benigno esta alma mía, si en fervor de añoranzas, la acrisolo! Sepa, humano también, también caído, que al sumiso dolor y amor herido entreabriste ya el Cielo en el Calvario, y que así el alma que tu Ley gobierna, halla conjunta gloria, unión eterna, al fondo de ese Abismo solitario! X Dos soledades a mi lado moran, y acaso, alternas, en el alma anidan. Una de ojos radiantes, que convidan. otra de ojos profundos, que enamoran. “Torna a vivir. Los cielos se coloran de i ntacta luz . Di chosos los que ol vi dan.” “Tal vez. Pero más noble los que cuidan de añejo altar, y ante sus lumbres oran”... De dos abismos contrapuestos vienen y así la brega secular mantienen, dos soledades que en el alma anidan. En vano, intensas, en luchar demoran, pue s ya ele gí . Di chosos los que ol vi dan, mas, bienaventurados los que lloran. XI Honre el propio dolor y su nobleza no desmedre en usual melancolía. Otros llevan su cruz, lleve la mía: ¿Dónde, ahí, la excepción, ni al pobreza? Hónrelo, si lo canto, en la entereza de áurea forma; y la ruin sensiblería no amonede su falsa poesía en el puro metal de mi tristeza. Si poeta y cristiano, por cristiano y poeta, en lo humano y sobrehumano de ese don y esa fe, labre profundo. Para irradiar, recáteme mi duelo. Tal como la plegaria, hija del cielo. Como la inspiración, clave del mundo. XII Sutil, y hermosa, y límpida, a mi vera, tal era como yo: vislumbre, nada; gota al mar, soplo incierto, luz velada y en lo pasado al fin sombra ligera..