Tierra Virgen Eduardo Zuleta Zuleta, Eduardo Tierra Virgen / Eduardo Zuleta
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Tierra virgen Eduardo Zuleta Zuleta, Eduardo Tierra virgen / Eduardo Zuleta. -- Medellín : Fondo Editorial Universidad Eafit, 2015. 190 p. ; 24 cm. -- (Colección Bicentenario de Antioquia) ISBN 978-958-720-272-4 1. Novela colombiana – Siglo XIX -- 2. Remedios (Colombia) – Condiciones sociales – Siglo XIX – Novela -- I. Carrasquilla, Tomás, 1858-1940, Prol. II. Tít. III. Serie C863 cd 21 ed. Z94 Universidad Eafit- Biblioteca Luis Echavarría Villegas Tierra virgen Primera edición en la colección Bicentenario de Antioquia: abril de 2015 © Herederos de Eduardo Zuleta © Colección Bicentenario de Antioquia © Fondo Editorial Universidad EAFIT Carrera 48A No. 10 sur - 107 Tel.: 261 95 23, Medellín http://www.eafit.edu.co/fondoeditorial e-mail: [email protected] ISbn: 978-958-720-272-4 Diseño de carátula: Miguel Suárez El texto de esta edición de Tierra virgen se tomó de la edición príncipe de 1897 (Medellín, Librería Carlos A. Molina) y se actualizó la ortografía de acuerdo a la Ortografía de la lengua española de la Real Academia Española de 2011. Prohibida la reproducción total o parcial, por cualquier medio o con cualquier propósito, sin la autorización escrita del Fondo Editorial Universidad EAFIT. Editado en Medellín, Colombia Índice Herejías Tomás Carrasquilla ............................................................................... 7 I. En Viaje ........................................................................................... 25 II. El baile ............................................................................................. 32 III. Comentarios ..................................................................................... 38 IV. Manuelito y Virgilio ......................................................................... 52 V. Las manos en la cabeza .................................................................... 60 VI. Sale lo que no se espera .................................................................... 67 VII. Juan Criollo ...................................................................................... 78 VIII. Los amigos ....................................................................................... 91 IX. Percance ........................................................................................... 102 X. Años después .................................................................................... 107 XI. Los veinticincos ................................................................................ 115 XII. Las dos casas .................................................................................... 124 XIII. Liberato en El Bagre ........................................................................ 133 XIV. Juancho y Carmen ........................................................................... 138 XV. Días obscuros ................................................................................... 144 XVI. Fin de siglo (en Londres) ................................................................. 163 Herejías Ese tembloso Desteñido celaje del ocaso Es en otro hemisferio oriente hermoso J. A. Calcaño Con no poco recelo y con bastante embarazo escribimos estos párrafos. Para ello obran en nosotros diversas circunstancias: carecer de competencia y de autoridad para juzgar obras literarias; disentir nuestra opinión sobre Tierra virgen de la de personas entendidas en la materia; y, más que todo esto, ser a nuestra vez autores de un novelilla o cosa así, publicada no ha mucho tiempo.1 Esta última circunstancia nos intimida más que las otras: pudiera creerse que apreciamos la obra de Zuleta con espíritu de compañerismo; que nos damos charol haciéndonos los hidalgos y los indulgentes; que alabamos en lo ajeno lo que no podemos alabar en lo propio, o que, hipócritas y arteros, solapamos con elogios las ronchas de la envidia. Pero créase de esto lo que se quiera, conste que cuanto digamos sobre Tierra virgen no lo sostenemos como tesis, sino que lo exponemos como hipótesis solamente. Y esto por cumplir compromisos de amistad que en momentos de entusiasmo contrajimos con el director de La Miscelánea. 1 Se refiere a Frutos de mi tierra, publicada en 1896. * 7 * Tierra virgen Varias opiniones se han publicado sobre la novela en cuestión; muchísimas hemos oído de personas más o menos competentes, y, en nuestro sentir, ni unas ni otras le aplican criterio adecuado, ni la miran por su faz culminante, ni desde el punto de vista conveniente. De aquí el que, queriendo algunos ajustarle las cuentas a la novela, no haya resultado el ajuste. Esto del criterio, de la faz culminante y del punto de vista, es indispensable para apreciar los hombres y las cosas. Sería un colmo fallar asunto criminal por leyes sustanti- vas; cometería enorme disparate quien apreciase las pirámides por su forma, sin tener en cuenta su tamaño; lo mismo que sería una insensatez juzgar a Bolívar desde el terreno artístico. Pues bien, Tierra virgen se ha mirado únicamente a través del regionalismo; se ha querido asimilarla a la novela movida, de complicación y de efectos dra- máticos; y se ha pretendido encontrarle la trabazón íntima y estrecha que el con vencionalismo retórico exige en esta clase de obras. Mas como nada de ello es aplicable al asunto; como en la novela no aparece lo que se busca, se ha de- ducido que es defectuosa y escasa de interés. Nosotros, aplicándole otro criterio más amplio y más moderno, la hemos encontrado muy hermosa... Y pongamos un poquito de cátedra, aunque nos llamen pedantones. Las escuelas literarias y artísticas (lo mismo que otras) no están sólo en los espíritus de sus fundadores, sino también en el espíritu de la época; y como la humanidad evoluciona indefinidamente hacia el ideal, las escuelas evolucionan con ella. Por lo mismo, ninguna escuela es definitiva. Muchísimo se ha escrito en las cuatro últimas décadas sobre la índole y el objetivo de la novela; muchísimos sistemas ha estudiado la crítica moderna, y, como siempre, los sabios no se han puesto de acuerdo, ni podrían ponerse, en todo y por todo. Mas no en balde se agitan y se chocan las poderosas corrientes de la inteligencia: algo fundamental ha resultado del mare magnum literario. Ese algo es el concepto sobre la novela: a él convergen todas las tendencias; en él se confunden todas las escuelas; él es evidente ante el espíritu universal. Dicho concepto exige verdad y belleza en la novela; y por ende, no puede ser subrogado en lo porvenir por ningún otro concepto. No puede rebajarse ni en calidad ni en cantidad, porque el hombre no disminuye sus ideales; no puede * 8 * Eduardo Zuleta aumentarse, porque más allá de verdad y de belleza no cabe en lo humano. Por tanto, el concepto es radical, definitivo. Esto sentado, cabe preguntar: ¿qué es novela, según ese concepto? No conocemos ninguna definición. ¿Sería mucho atrevimiento de nuestra parte far fullar alguna? Lo es, seguramente. Pero, como lo necesitamos, tenemos que for mularla como Dios nos dé a entender. Novela es la aplicación de conocimientos y de sensaciones al hombre y a cuanto lo rodea, combinada en forma narrativa. Esto, como procedimiento; como resultado, la novela es un pedazo de la vida, reflejado en un escrito por un corazón y por una cabeza. Si esta fórmula es absurda, sólo absurdos pueden deducirse de ella; si es exacta, como lo queremos suponer, la consecuencia es clara. Ella hace de la novela la manifestación suprema de la facultad humana. Suprema, porque conocer implica ciencia, y sentir implica belleza; supre- ma, porque del producto de estos dos factores resulta eso indecible, admirable, que en literatura se llama grande obra. Esta fórmula todo lo recibe, excepto la mentira. Ávida de lo verdadero, recoge el espíritu de la verdad donde quiera que lo halla. Lo mismo en el hecho histórico que en el imaginario; lo mismo en el símbolo que en el mito. ¿Sí cabrá, también, la historia en esta fórmula? Según como sea lo historiado: si a la verdad agrega el sentimiento, cabe, indudablemente. Desde luego que muchos libros históricos –biografías especialmente– están comprendidos en la tal fórmula. ¿No han de estarlo? La novela, tal como hoy se escribe, es a la Historia, lo que el Álgebra a la Aritmética: ésta torna en concreto, aquélla generaliza; la Historia consigna hechos, individuos y tiempo determinados; la novela abraza a la humanidad en conjunto. Para pintar los héroes, la Historia toma a Alejandro, a Napoleón, a Bolívar, etc.; la novela toma de todos éstos lo que quiera, lo funde en un personaje, y resulta el tipo: el héroe. Si toda la Historia, como lo quiere Menéndez Pelayo, llega a escribirse real- zada por el sentimiento, toda la Historia cabrá en la novela. ¡Qué escala! Desde la Biblia hasta la vida de los santos; desde el Ramayana hasta el apólogo infantil; desde la Ilíada hasta el cuento popular. De la misma amplitud de la fórmula se desprende que la verdad y el sen- timiento que hayan de aplicarse a la novela pueden ser el maximum o el mínimum. El mejor novelador sería el que anudase a toda la ciencia todo el sentimiento; mas no quiere decir esto que se necesite ser un sabio para poder novelar. * 9 * Tierra virgen Bien se nos alcanza que esta doctrina conculca algunas reglas y clasificaciones retóricas; bien se nos alcanza que la generalidad de los lectores sólo ve en la novela un libro de entretenimiento. Pero, ¿qué hacerle? Las escuelas literarias, una vez lanzadas en el campo de la filosofía, no pueden ajustarse al molde estre cho de la retórica. Ni el espíritu moderno, poseído de la chifladura del positivis-