La Estrella Bocarriba Raúl Aguiar
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1 1 LA ESTRELLA BOCARRIBA RAÚL AGUIAR 2 2 PRÓLOGO 1 “Estos ya no son los Acill Etam del inicio, en este repiten un poco las fórmulas. Salvo dos baladas y la que escuchas es lo mismo casi en todas. En realidad fue un disco poco acogido. De todas formas a mí me sigue gustando, no sé, a lo mejor es porque me recuerdan el 29. ¿Te acuerdas del 29? Ese año significó bastante para mí. Sí, fue el año en que comenzó todo.” Lilith ya no cree en islas predecibles, pero a veces se pone a pensar en lo sucedido con Aquiel y el resto del grupo y llega a la conclusión de que todo aquello era como una inmensa ópera-rock. Fotografías brumosas, claro; hombres y muchachas revoloteando en las calles como papeles sucios y el problema era que ya la moda, la música y las ideas no tenían nada que ofrecer, tan solo su teatro, su mascarada, siempre era sábado, noche para gozar. “Ahora que lo pienso me parece curioso. En el grupo sólo se vivía el presente. No es que dejaran las cosas para mañana sino que el futuro no existía: se vivía posponiendo. No sé explicarlo mejor. Una noche dejaron de moverse y así se quedaron: inmóviles fijos hasta la eternidad. Hace dos años Raphael habló por primera vez de irse. Una cámara inflada, pastillas hidratantes, conservas, machete o pistola, remos, brújula, una sábana para cubrirse del sol, siete u ocho días en medio del océano infectado de tiburones. Rapha compraba una guitarra y la vendía a la semana siguiente para comprar otra. Los Brujos se reunían en su casa para escuchar la cítara de turno, hablar de bandas de rock o jugar a la verdad. Todos conscientes de estar sentados sobre un almacén de dinamita, pero entretenidos en apagar la mecha una y otra vez, en espera del estallido final. Imagen perfecta: personas sentadas en círculo con las manos de palmas bocarriba, ojos cerrados y bocas abiertas, esperando la lluvia del cielo, maná celeste. Me habría gustado fotografiarlos así, partida de sucias estatuas.” La verdadera génesis de la situación databa de los 40s., según los sociólogos: Democracia electrónica, bombardeo de objetos en nuevo software creador-disipador de tiempo, abocado a la vieja consigna del goce como objetivo supremo, otra percepción. Warhol, Riken Backer, Nam June Paik y Pierre Schaeffer sentando las bases del 3 3 Nuevo Malestar (eléctrico) de la Cultura, pautada ahora por los dioses del intercambio social, del intercambio simbólico: Los Medios, regulando encuentros y desencuentros, la era de los servicios clamando profesionales, tiempo social, educación, y como consecuencia directa la diferencia de edades, de roles. La Massa de pronto dejó de ser informe porque ahora se hacía necesario discriminar. Ya había tiempo para ser joven, o al menos estudiante, y también se liberó el espacio de los deseos, en él hizo eclosión un nuevo imaginario: la Cultura Juvenil. Y dentro de la subcultura de los Brujos, nombres como Enru Obso, Diamante Rey, H-Sur, Los Plomos del Zeppelin, una inmensa ópera-rock. Pero no el rock que ellos creían conocer, debatido cada noche sino otro nuevo, extraño, como para despertar serpientes internas. Para diferenciarlo ella terminó por llamarle Heavy Mental (Mente Pesada). Claro que de un mal odio queda todo a labios ocultos: Nunca se lo contó a nadie. Un día quiso componer una canción sobre aquel modo de vivir y después de una conflagración a gritos con las estáticas cuerdas comprendió que sería mucho más difícil de lo que había imaginado. En realidad todo aquello no podría caber en un sólo tema, si acaso una ópera alternativa, una sinfonía punk en mezcla de sonidos primitivos, clásicos y digitales, derrotas y atrevimientos explícitos girando alrededor de Aquiel. Aquiel tema central, guitarra leader o vocalista, tal vez los dos al unísono. El resto, sencillamente, instrumentos acompañantes, violines y sintetizadores de fondo, nada más. Y no porque llegara a ser el jefe del grupo, el que imponía su voluntad y voto a la vista de todos, sino por lo que ocultaba detrás de todo ello: atravesar los simulacros, encontrar de una vez lo Real, la ausencia, el agujero negro de toda cadena significante. “Seguimos presos como el grito de los desconocidos. Es para quedarse y olvidar al náufrago, al congelado que asciende y viene a destruir tu cuerpo.” Aquiel actor, trabajo direccional perforando inconscientes, como lo de robarle a Daybel cierto árbol, ciertas alas, porque ella era un animalito fiel, al principio. “Mira, esta es la foto donde sale mejor. Me gusta porque tiene puesto el amuleto que después me regaló. ¿Viste que largo el pelo? Aquiel era el más interesante de todos los hombres que conocí. No era tan atractivo como Raphael o Brizo, pero sí el más inteligente y el más misterioso también. Fíjate si es así que toda la onda del Lado Oscuro – la seria, la cruda, no la de antes - vino de él y sus libros raros y sus discursos 4 4 sobre los Límites de la realidad, la Brujería Yaqui, la Goética, la Magia Negra y miles de locuras más. Claro, cuando aquello yo no sabía, no conocía ni la décima parte de estos temas, los aprendí con él, cuando ya estábamos, pero escucha, escucha esa parte de la canción, ahí era cuando todos nos lanzábamos a bailar core… Light: Exit, Night: Enter, Hand my take… Al principio todo era muy infantil. Siempre todo fue infantil, claro, tal vez el concepto no sea el más adecuado, al principio todo era más…inocente.” Dentro de la inocencia emergía un nuevo esquema sensorial, nuevos ritos, mitos y lenguaje simbólico: En los 50 el Roll and Rock, el aullido de Ginsberg y los caminos de Kerouac. En los 60 los Beatles (Escarabejos, en el idioma de los Brujos), Hemos dicho Basta y Krishna Zen in the sky with diamonds. También, como era de esperar, aparecieron los nuevos-antiguos enemigos: Greenes, Potencias, Hojas de parra, Esto es mío, Napalm, Dulces angelitos de Dios. Y por supuesto, las alternativas: Pelo púb(l)ico, guerrillas, psicoazules, sexo sentido, Maryengel, Puertas, Atraviesa al otro lado, Aristopsiques. Alucidelias generadoras de futuras muertes ideológicas, gravitando en la explosión de opciones con canto de cisne utópico en Stockwood o las universidades de Troya y Alucinorte. Más tarde la A-Dicción, fin de la épica. Salvo raras excepciones, el System demostró que la Utopía era capaz de ser empaquetada, el imaginario – no sólo juvenil - se convirtió en la mejor arcilla para la industria. Circuito cerrado, aleatorio, las ideas terminaron transformándose en bacanal massivo, en superficie predictórica. Para entonces lo importante ya no fue más la utilidad social, la meta o su sentido final, si acaso la implosión de signos. Una muy pequeñita discontinuidad en los 70, con los No Future (léase punks) y así. Los Brujos se vestían en mezcla de ropajes y peinados alternativos, se colgaban al cuello la espiral cuadrada y ensalzaban a los grupos de moda y otros no tan de moda, más bien una cultura musical, claro que esto era la actividad visible. Detrás de todo ello estaba Aquiel y ya ves, Lilith: su navaja era un niño jugando a matar, la ira bien oculta en el uso de la droga, consciente de ir sembrando deudas, para que nunca se cerraran las puertas de la fuga, evasión de lana y cristal lloviendo sobre las camas, sobre la mesa: “Ya te hundes, puta” y Lilith sin vestido entrando al espejo, cada noche más ligera, más levitante, “para triunfar sobre el mundo de la oscuridad sin límites”. La Oscuridad…¡Ja! 5 5 “Recuerden todos cuando no lo deseen, una ocasión como aquella vez de las máquinas, la acción de los androides arrastrando sus pasos.” Aquiel a veces parecía haber venido del futuro, pero de un futuro terrible, a lo 1984, Blade Runner o alguna de esas novelas ciberpunks. “Yo no escribo esto, nadie lo escribe. Sólo son letras y frases al azar, aleatorias, convertidas en puntos luminosos de software.” Dime cuál música escuchas y te diré quién eres. El nuevo enfoque utilizaba la moda y la música como mensaje exclusivo, en ellas se expresaba toda la ideología sintetizada en códigos para la tribu, una especie de retroalimentación y desenfado. Lilith recuerda haber pagado cerca de 40 greenes por un holo de Cobain vestido de ultravioleta y se lo mostraba llena de orgullo a todos los visitantes del sanctuario. “No sé dónde estará ahora, debe estar guardado por ahí, en alguna gaveta, junto a Castaneda y Duprey, bueno, no importa.” Lo importante era la misma acción, la operación sin producto, sin realización en consecuencia. Fumar. Templar. Hablar. Semióticamente: terrorismo, muchachos peludos y sucios con sandalias y botas, collares de cuentas, tatuajes y demás aditamentos desde la muñeca hasta los codos – el piercing recién comenzaba -, cuerpos en oscilación neolítica con la desastrosa música nacional (neonacional) de un Provos o un Limits, los demás eran muy blandos, “helado de fresa para rosados”, decían escupiendo a un lado. Vértigo de novedad, de rupturas y anecdotarios, llegaba el punto en que lo nuevo se transformaba en simulacro, ya no habían sonidos ni actitudes originales, todo era remixado, redigerido, una revolución de segundos y ya, "el próximo". Autofagia. Calidoscopio. Deambular sin rumbo, operatividad sin fronteras (Bueno sí, el tiempo: ¿Circular?, ¿espiral?) o como diría un tal Maryengel: actividad productiva sin mercancía, dragón de mil cabezas devorando su cola, desintegrada por las explosiones de luz del acontecer emitiéndose como huella, como cicatriz, juego infinito. Un ejemplo: “La iniciativa más atrevida del grupo, antes de Aquiel, te estoy hablando de principios del 19, fue la de Raphael, que llenó las calles de Viejo Vedado con alphs encerrados en círculos, un símbolo que confundió a todos porque había un grupo de holoplásticos que también se reconocían por la misma señal.