MO N T EVI DE O

' CLA UD O GARcI — I A . Emwó n

' S ABANDÍ , 441

PROS AS PROFANAS

O T RO S POE MAS

RUBEN D A RI O

MON T E VI DE O

C — LAUDIO GARCÍA Eon ou

SA RA NDÍ , 441

1917 x

— SU PERSON ALIDA D LIT ERARIA PROSA S PROF ANAS ( x)

A S am uel B ix l én .

— N o es e oeta de A m érica r. vez la l p , oí deci una que corriente de una animada conversación literaria se de tuvo en el n om bre del autor de Pros a s pro/¿ ma s y de A zu l . Tales palabras tenían un sentido de reproche ; pero aunque los pareceres sobre el juicio que Se deducía es a s de negación fueron di tintos , el asentimiento para im I un án e . la negación en si fué casi ndudablemente ,

Rubén D arío no es el poeta de América . ¿ N e ce sit ará decir que no es para señalar en ello una condición de inferioridad literaria , como hago mías las palabras del recuerdo ! Me parece muy justo deplo rar que las condiciones de una época de formación , que no tiene lo poético de las edades primitivas ni lo poeti ost er u en n co de las edades refinadas , p g i definidamente en América la posibilidad de un arte en verdad libre y autónomo . Pero así como me parecería insensato tra tar de suplirlo con la mez quin a originalidad que se ob a l tiene precio de la intolerancia y la incomunicación , creo pueril que nos obstinemos en fingir contentos de opulencia donde sólo puede vivirse intelectualmente ém oslo . Con fe s A de prestado : nuestra mérica actual es , A para el rte , un suelo bien poco generoso . Para obtener

1 AC N B B ! F A ( ) LARACI ! I LI O GR IC .

La sem anza de u en ario ue en ca eza la rese n te o ra fué u bl R b D q b p b , p blica da sin firm a en e l año 1 0 1 a m a n e ra d e ró o o en la e ic ó n d e , 9 , p l g d i

rosa s ro anas de la u a de Bour e t Par s . P P f , Vi d i

A t r u a en los círcu os t e rar os a l S r os é E . o ó la re ro uz co ib id l li i J R d , p d — en es ta edi ció n por t ra ta rse de un es tudio in teresa n te q uizá n o supera do s o re u n ario . L m r on b R be D E E . VI

las m ás in ex poesía , de formas , cada Vez vagas e pre si vas de su sociabilidad , es ineficaz el reflej o ; sería nece o u saria la refracción en un cerebr de il minado , la re

W W n — fracción en el cerebro de alt hitma Quedan , es

ori cierto , nuestra Naturalez a soberbia , y las in alida ¡ g des que se refugian , progresivamente estrechadas , en — u de . e sos la vida de los campos . F era dos motivos de i c nspira ión , los poetas que quieran expresar , en forma n r universalmente i teligible para las almas superio es , modos de pensar y sen tir enteramente cultos y hum a n os un m , deben renunciar a verdadero sello de a erica n ism o original .

“ m - im re Cabe , en ese ismo género de poesía , cierta p i sión de americanismo en los accesor os ; pero , aun en los

' accesorios , dudo que nos pertenezca colectivamente el I sutil y delicado art ista de que hablo . gnoro si algún

” - espíritu z ahorí podría descubrir , en tal cual composi - c un a in st a n t án e o ión de Rub én D arío , nota fugaz , un ue reflejo , un sordo rumor , por los q se reconociera en el poeta al americano de las cálidas latitudes , y aun al su ce sor de los misteriosos artistas de Utatlan y Palen k e — a d como , en sentir de Taine , se reconoce comprob n o — al se la persistencia del antiguo fondo de una raz a , nieto de Nestor y de Ulises en los teólogos disputadores

“ I m i a ven u a . a t del B j o mperio Por parte , renuncio tan a i r dos motivos de invest gación , y me limito a reiterar mi creencia de que , ni para el mismo Taine , ni para k o Buc le , sería un hallazg feliz el de tal personalidad en b am iente semej ante . Su poesía llega al oído de los m ás como los cantos — z< alc áz ar n » de un rito no entendido . Su i terior ése de que él nos habla con frecuencia — permanece amoro s a m en t e protegido por la soledad frente a la vida mer cantil y tumultuosa de nuestras sociedades , y sólo se abre al s és am o de los que piensan y de los que sueñan Tal u , en la antiguedad , la granj a del Tib r , el retiro de VII

An 0 T aren o t des t , la es ancia sabina ; todos los seguros z de aquel grupo de heleni ados espíritus que , con el pen sam iento suspenso de la s manos de Atenas y sin mez clarse vi a la avasalladora prosa de la da exterior , forma ron como un a gota de aceite át ico en las revueltas aguas de la onda romana .

. A parte de lo que la elección de sus asuntos , el per son a lism o nada expansivo de su poesía , su manifiesta i r aversión a las ideas e nstituciones ci cunstantes , pue . — den contribuir . a explicar el anti americanismo in vo lun t a rio t del poeta , b astaría la propia índole de su a i lento para darle un significado de excepción . y s ngu la rid a d . un Hay a línea que , como la que separa de lo

iris da s azul la franj a a del crepú culo , separa en poesía americana el imperio de los colores francos y uniformes , — A c oro y púrpura , como en ndrade ; plata y eleste ,

— l n s des n ua nce s H d e se . a como en Guido , de Rubén bíam os A in s tenido en mérica poetas buenos , y poetas pirados , y poetas vigorosos ; pero no habíamos tenido en América un gran poeta exquisito . Joya es ésa de e s tufa ; vegetación extraña y m imosa q ue -mal podía oh tenerse de la explosión vernal de savia salvaj e en que ha desbordado hasta ahora la j uvenil vitalidad del pen samiento americano ; algunas veces encauz ada en toscos y robustos troncos que durarán como la s formas bm

o d om in a dora s » de tales , per , nuestra naturalez a , y otras muchas veces difusa en gárrulas lianas , cuyos despoj os e a enriquecen al su lo de tierra veget l , útil a las flores

en ci c as del futuro . A greguemos , incidentalmente , que tampoco es fruto á f cil de hallar , dentro de la moderna literatura espa

ñ ola e is , el de la xqu itez literaria ; entendiendo por tal la selección y la delicadez a que se obtien en a favor de un

' p roce dim ie n o refinado y consciente ; n o lo ade lic a do »

! sentimental e instintivo de las Rim a s . Suele tener aque n or lla condición la prosa de don Jua Valera , p ej emplo ; VI II

pero es indudable que , ni la genialidad tradicional de u n la raz a , ni m cho menos las actuales i fluencias del me dio sobre la producción , conspiran a favorecer , en el solar de nuestra lengua , tal modalidad de la bellez a y A volun del arte . En cuanto a mérica , la espontaneidad t ariosa v e inconsulta , reñida con todo di ino ensueño de perfección , ha sido cosa tan natural en la obra de su pensamiento , como las improvisaciones agitadas en su . ' r obra de organiz ación y de desarroll o material . P efe rida escuela de sus poetas (como de sus repúblicos ) ha ue in ra ducible sido hasta hoy la q , con t modo de decir ,

' llamarían en F ra ncia l ecole buissun n íer e de la poesía y u la política . Por otra parte , los románticos p sieron ex c e siva m e n t e en b oga entre nosotros las abstracciones de cierta psicología estética q ue atribuía demasiada realidad al mito del cunmen » . Se creía con un a cando en rosa buena fe la inspiración que desciende , a modo de relámpago , de los cielos abiertos; se tenían para cual quier severa disciplina los rencores del escolar para el l atín ; se ib a a pasear a los prados y los b osques y , como

u sca zaban c on » . Math rin Regnier , se los versos reclamo A m an ile st ación o m ás demás , toda de p esía ha sido o menos subyugada en América por la suprema necesidad de la propaganda y de la acción . E l arte no ha sido , por i ro a lo general , s no la forma más remontada de la p p ganda ; y poesía que lucha no puede ser poesía que ci n

. utilitar l cela E ste ísmo b ata lador que , bien o mal depu rado de la inevitable escoria prosaica , aparece en casi

á in a s n A todas las p g de uestra ntología , basta para que resalte con un enérgico relie ve de originalidad la obra ,

Azul . enteramente desinteresada y libre , del autor de No cabe imagin ar un a individualidad literaria m ás aj e na que ésta a todo sentimiento de solidaridad social y a ue todo interés por lo que pasa en torno suyo . Se diría q

lo m en os Béra n e n ue es g r que puede ser u poeta ; lo q , en sentir de algunos , equivaldría a decir que …es todo lo I X

o A n vez p eta que puede ser un mortal . lgu a tuvo su musa la debilidad de cantar combates y victorias ; pero la creo convencida de que , como en la frente de la Her m al minia del Tasso , el casco de guerra sienta sobre su frente , hecha para orlarse de rosas y de mirtos : Here dia O A con scien , lmedo , ndrade , dibuj an , más o menos temente , en derredor de sus versos , el circuito de un F un a orum , las gradas que se dominan desde tribuna ; en tanto que la de Rubén Darío es una mente de poeta que tendría su medio n atural en un palacio de príncipes

i n esp rituales y conversadores . Yo no le creo i capaz de predicar la buen a nueva ; pero afirmo que , para hacerle d maestro de la ver ad , sería necesario prepararle una decoración renovada de los m ás bellos pasajes del Ge n ezare th Ren án de idilio , de ; vestir al apóstol con tú nica de oro y de seda ; ungir de nardo su cabez a y sus hombros . y todavía, conseguir del E nemigo Malo que las prostitut a s y los publicanos fuesen gentes deli c a da m en t e perversas , sin ninguna emanación de vul ari g dad .

“ Cierta referencia del mismo autor de La A badesa de Jaum e Bac ó n , que glosaremos con una frase de , nos da rá de antemano la síntesis de nuestro estudio de la

i l e a personal dad y las ideas de poeta . L verdad de los dioses debe inferirse únicamente por la bellez a . de los » Ren án templos que se les han levantado , le decía a un

¿( artista amigo . No hay refinada bellez a sin algo extraño

» en sus proporciones , afirmaba el genial y abyecto Can — l . i cil er . Todo Rubén D arío está en la doctr na que — El puede deducirse lógicamente de esos postulados . Dios bueno es adorable porque es herm oso ; y sera la más verdadera aquella religión que nos lo haga imagi raro nar m ás hermoso que las otras . y un poco ade m á — S t án s . La rare est le bon . a , dij o el maestro es digno de ser ponderado en letanías siempre q ue se eu A carne en formas q ue t engan la selección de lcibíades , X

los de * A olo l D o n e fulgores p , a impavidez de n Jua , la s irit ualida a p d de Mercurio , la bellez a de P ris . En cuanto s a las co as de la tierra , ellas sólo ofrecen , para nuestro u re le o artista , n interés f j que adquieren de su paso por n la Hermosura , y que se desva ece apenas han pasado . r la i F ente a real dad positiva , a las que el E vangelio

d s utas de los o b e llama i p h m r s , a todo lo oscuro y lo pe i sado de la ag tación humana , su actitud es un estupor

un exotérico o silencio desdeñoso . Nada sino el arte . Y como el arte significa es en cialm ente la Apariencia di v iz a d o ácil in a , y pone en las cabezas el mare f de la alon

i << » re fie dra para ir hac a todo lo que luce y hace ruido , p e un u i — y Wa r rey a n presidente de repúbl ca , a shing

on H al a hal . t , ga Se reina bien cuando se reina de mane

' ra adecuada para proporcionar a una redu cid a porción de hombres elegidos las m ás frecuentes e intensas sen i i sac on es de felicidad y de bellez a . La acc ón vale como parodia del ensueño . El grande hombre de acción sería e l n ab soluto y todopoderoso monarca que , co siderando la sociedad como el m árm ol donde él estaría obligado u a s cincelar n estatua , a un tiempo en orme y ex qui ita , de S iadad am e n t e la reco rtara , la trozase p , para organi z arla con arreglo a una suprema idea de originalidad novelesc a y de magnificencia exterior .

<< Su » Nada sin o el arte , repito . naturalez a literaria or s vibra entera en esa palabra . Su talento la lleva p ig n o lo mismo en la faz que mira al Capitolio que en la que mira a la Tarpeya : en la de los aciertos y en la de I las culpas . maginad su mundo íntimo como un hori ll o zonte avasa ad por una cumb re solitaria , donde la Bellez a hace llegar sus rayos de cerca y donde el amor

l e . de la B e leza s levanta poderoso , altivo , vencedor To do lo demás de la realidad y de la idea queda en el fon “ oscu do oscuro del valle . La s cosas sólo salen de la ridad de la in diferencia cuando un rayo de aquel amo r i las ilumin a . Y del imperio de ese sen t miento único , XI

- n — receloso tirano de su reino i terior, h a nacido e st a n organiz ación de poeta , verdaderame te extrañ a i y escogida , como nace , de la cristal z ación del carbono puro , la piedra incomparable . n buscáis Los que , a te todo , en la palabra de los ver os s , la realidad del mito del pelícano , la in genuidad de

n la confesión , el abandono generoso y veraz de u alma que se os entrega toda entera , renunciad por ahora a cosechar estrofas que sangren como arrancadas a entra

ña s palpitantes . Nunca el áspero grito de la pasión de vora dora e i r , ntensa se abre paso al t avés de los versos r de este artista poéticamen te calculado , del que se dir ía que tiene el cerebro macerado en aromas y el corazón vestido de piel de Suecia . También sobre la expresión del sentimiento personal triunfa la preocupación suprem a ue i e del arte , q subyuga a ese sentimiento y lo l mita ; y s cb t do a prefiere , antes que los r a a s ímpetus de la p sión , antes que las actitudes trágicas , antes que los mo vim ien t os que desordenan en la línea la esbelta y pura — e scorzos limpidez , los mórbidos e in dolentes , las lan uidece s serenidades ideales , las g pensativas , todo lo que hace que la túnica del actor pueda caer constante e u d mente , sobre su cuerpo flexible , n plieg es llenos e gracia . Y ese mismo amaneramiento voulu de seleccion y de i n mesura que le caracter za en el sen timiento , le domi a n a también en la descripción . Está lle o de im genes, pero todas ellas son tomadas a un mundo donde genios celo sos n n la a r n o a iega entrad a toda ealidad que , se hay e e baña do n veint aguas purificadoras . Porque Rubén Darío sería absolutamente incapaz de extraer poesía de las excursiones en que el pie felino de la musa de Be au de aire dele ct ació n l hollab a , con cierta morbosa , de s le el cieno de los barrios inmundos , y en que ella p gab a sus alas de murciélago para remover la impurez a

. n n o de las nieblas plomiz as Ve i tensamente , pero ve xir

sino ciertos delicado s aspectos del mundo material . La intensidad de su vis ión se reserva para las cosas her u mosas . Cierra los oj os a la impresión de lo v lgar . Lleva constantemente a la descripción el amor de la sun tuo . la sidad , de la elegancia , del deleite , de exterioridad graciosa y escogida . Su taller opulento no da entrada

lám r sino a lo s materiales de que , si fuese suya la p a a A í la Oro de ladino , habr a de rodearse en realidad . , m árm ol ui y púrpura , para constr r , b aj o la advocación

Sch eh eraz a da . de , salones encantados Todas las formas que ha fij ado en el verso revelan ese mismo culto de l a z plasticidad triunfal , deslumbradora , que se armoni a de cen telle n e en él con el la espiritualidad selecta y a t . in stin to del lu o — r El j , del luj o mate ial y el del espiri

- tu , la adoración de la apariencia pulcra y hermosa ,

n on cur an za l con cierta indolente del sentido mora . a Re Tal inclinación , entre epicúrea y platónic , a lo t nacimiento floren ino , no sería encomiable como mode lo de una escuela , pero es perfectamente tolerable como signo de una elegida individualidad . De ese modo de á r e ar uit e ver no nacer n en el a t literario , las obras q c t ur le a s e imponentes (y desde luego , es indudable que

' n c osm o ón icos li no acerán poemas g , ni romances sibi nos , ni dramas cejijuntos) ; pero nacen versos preciosos; . versos de un a distinción impecable y gentilicia , de un incomparable refinamiento de expresión ; versos que pa i m recen br ndados , a quien los lee , sobre la espu a que un rebosa de vino de oro en un cristal de b accarat , o en la perfumada cavidad de un guante cuando apenas se lo ha quitado una mano principesca . Todas las se un em e uéñecimien lecciones importan una limitación , p q to extensivo ; y n o hay duda d e que el refinamiento de la poesía del autor de A zul la empeq ueñ ece del punto de li vi sta del contenido humano y de la un iversa dad . No

. n un en m e será nu ca poeta popular , un poeta aclamado dio de v u i la ía . El lo sabe , y me fig ro que no le nquieta X I I I

. re resen ta n gran cosa Dada su manera , el papel de p te de multitudes debe repugnarlo tanto como —a l poeta de Flo es del m al discul able las r , que , con una p petulancia , se j actab a de no ser lo suficientemente bete para merecer

“ el sufragio de las mayorías . Lej os del vano estrépito

<< i » del circo ; en la sede del arte severo y del s lencio , como ' s z él gu ta decir evocando la grave frase d annun iana , - l ¡ » — u a u n . Re p e , cincela , modo de ¿ buen monje artífice cuerdo a este propósito que uno de los personaj es de ' L I rmn or tel de D audet , plantea esta cuestión intere

: Róbin s on sante Si acaso hubiera sido artista , poeta , escritor , ¿hubiera continuado siéndolo en la soledad ,

! . hubiera producido He ahí una duda que , para los artistas de la raz a del nuestro , apenas admite explica — ción . En el in dividualismo soberbio de este poeta aun 'que prive a su poesía de la amplitud humana y gene rosa que realz a a la de los que cantan con vocación y majestad de h ie rofan t es— hay un fondo legítimo que ningún alma dotada de aen t e n dim ien t o de hermosura» será osada a negar . Cierto : la B ellez a soñada es , de to di das las cosas del mundo , la que mej or justifica los in vidualism os huraños y rebeldes; es un santo horror el i m ás en sam ien que tiene el artista a la t ranía de los , al p to vestido con librea de uniforme ; el arte y la multitud e s á t n hechos de distinta substancia . E l arte es cosa leve

o - y C alibán tiene las manos toscas y duras . Per se le puede abominar en el arte y amarle cristianamente en la u realidad . R bén D arío no le ama ni en la realidad ni

se . e en el arte . que n o se indignará conmigo si atribuy n dole un sibaritism o de coraz ón que haría rugir a E dm un e do Sch rer , cuyas inventivas contra Gautier acabo de dej ar de las manos , me creo autoriz ado a pensar que ,

Mademoiselle Ma u/ in como el personaj e de p , sólo se siente inclinado a dar limosna cuando la sordidez y los andraj os tienen aspecto de cuadro de Ribera o de Go ya ! XIV

Todas las p re dileccion es que revelan sus versos: todo im á en es ese grupo favorito de g , de reminiscencias , de

corso e rico so nombres , que forman un característico r alrededor de la obra de cada artista , responden en el nuestro al mismo delicado instinto de selección . La

F darán Grecia clásica y la rancia de Luis XV le , alter n ativa m e n t e r su n , obj etos pa a s decoracio es ; símbolos todas de una organiz ación espiritual que huye lo ordi r rm iñ m l a o . A a n a io como el lo impuro a prodigar seda , A m árm ol n . ún el oro , el , como términos de comparació

m ás << en » que la rosa purpurada sangre pecadora , es el lirio heráldico y beato la flor con que nos en contrare l le erl u ser ni mos a e . Y si se nos preg ntase por el a mado en que debería sim boliz arse el gen io fa miliar de su poe

' sia c n o , sería necesario que itásemos , al león ni el u i u ág ila que obsediam la imag nación de Víctor H go , ni — siquiera al ruiseñor querido de Heine , sino al cisne , el ave w agnerian a : el blanco y delicado cisne que surge n de o a cada insta te , sobre la onda espumosa sus vers s ,

llamado por insistente evocación , y cuya imagen podría

blason ara grabarse , el día que se la noblez a de los poe

tas , en uno de los cuarteles de su escudo , de la manera como se grabaría en el escudo poético de Poe el cuervo h ierático e ri ominoso , y el gato pensativo y el blasón de l r B aude ai e . Toda la complej idad de la psicología de este poeta puede reducirs e a un a suprema uni dad ; todas las auti nomias de su mente se resuelven en una sín tesis perf ec l tamente lógica y c ara , si se les mira a la luz de esta

absoluta pasión por lo selecto y por lo hermoso , que es

el ún ico quicio in corim ovible en su eepírit u . No es am i en un el p as an ism o helado ; pero es , cierta manera , i en parnas anismo extendido al mundo interior , y el que las ideas y los sentimientos hacen el papel de lienzos y

* — í en c onf esar bronces . Teófilo Gautier n o ten a reparo _ o mir que , consideradas las cosas p nién dose en el ador

XVI

parable de A zul; no al inventor de aquellos cuentos que

bien podemos calificar de revolucionarios , porque , en

ellos , la urdimbre recia y tupida de nuestro idioma pier a — de toda su densidad tr dicional , y como sometida a

' la acción del trozo de vidrio que , según B arbey d An re vill y , servía para trocar los fracs de Jorge B rummell — en gasas vaporosas , adquiere la levedad e va n e scen

te del encaje . úl Tomaremos , pues , la tima colección del poeta por

punto de partida . Los que conocéis de las nuevas ten den cia s literarias la parodia y de Rubén D arío la leyen ' s e u da , podéi alej ar todo temor de que os ju g e un a mala pasada conduciéndoos al través de un libro sombrío m — diabólico o i puro . E s un libro casi optimista , a con dición de que no confundáis el optimismo poético con r la aleg ía de Roger B ontemps . No encontraréis en él

verlen ia n o un a sola gota del amargo ajenj o , porque el Verlaine que aparece no es el Verlaine que sabe la cien cia de l dolor y el arrepentimiento ; ni una onda sola del helado n e ph en t e de Leconte de Lisle ; ni un solo pomo

n on r rá … de la farmacia tóxica de B audelaire . E c t a is m u

cha claridad , mucho champagne y muchas rosas . No

' ' bicn hacemos nuestra entrada en el libro , el poeta nos m toma de la ano , como el genio de algún cuento orien t al , para que retrocedamos con él a la vida de una époc a

llena de amenidad y de gracia . Vamos en viaj e al siglo I I I e m i s . XV francé Ci rto es que a , como a muchos de

los que se decidan a seguirme , nos agrada de una ma nera mediana aquel ambiente en que la Naturalez a no era sino un inmenso m adrigal; en que un erotismo ro cocó ocupab a el lugar de la pasión fuerte y fecunda ; y en que cierta mitología de ab anico hacía de Mercurio l un mensajero de bi letes galantes , y de E olo un paj e

encargado de dar aire a las reinas , y de las butacas de A salón los trípodes de polo . Pero no importa , por mi m . i parte Presumo tener, entre las pocas excelencias de XVII

i la esp ritu , virtud , literariamente cardinal , de la am litu d p . Soy un dócil secuaz para acompañar en sus pe re ri na c ion e s g a los poetas , a dondequiera que nos llame la irresponsable voluntariedad de su albedrío ; mi tem p e ra m en t o de Simbad literario es un gran curioso de sensacion es . Busco de intento toda ocasión de hacer gimnasia de. flexibilidad ; pláceme tripular , por ej emplo , u l la nave horaciana q e conduce a Atenas a Virgi io , an t e s de embarcarme en el b aj el de Sain t - Pol Roux o en el raro yat de Mallarme. Qué mucho que no me inti - mide ahora la. peregrinación a que convida este deste r t rian on e s rado de los j ardines de Versalles y los cucos , aunque él no haya de llevarme precisamente a las re gion e s por que suspira mi alma cuando toma la actitud o fin de Mign n La hospitalidad de las Marquesas es , al y al cabo , una hospitalidad envidiable , y la presenta ción se rá hecha por un poeta de la corte !

E ra un a ire s a v u e . dice el título de estos primeros versos . Y además del a ire efectivamente acariciador que u h ala arán sim la en ellos el ritmo , ellos os g los oj os con todos los primores de la línea y todas las delicadezas del I m i color . ag n a os un escenario que pare zca compuesto I I con figuras de algún sutil miniaturista del siglo XV I . l o Una noche de fiesta . Un menudo casti lo de Le N tre , en el que lo exquisito de la decoración resalta sobre un a

A n rcadia de parques . Los j ardi es , celados por estatuas

i m n u . de d oses hu a izados y m ndanos , no son sino salones

Los salones , traspasados por los dardos de oro de los de candelabros , arden como pastillas quemar que se l consumen . Un mismo tono , de icado y altivo , femenil y alegre , de la Gracia , triunfa por todas partes , en el gus i to de la ornamentación , en los t ntes claros de las telas , o ' en las alegorías past rales de los tapices , en las curvas fe m en in a s de las molduras Las Horas danz an festi vas . Se e st á en el siglo del ingenio y la conversación ha d esatado en leves bandadas sus trasgos y sus gnomos . 2 XVIII

c ra s . De la ciones , risa , suspiros Pueblan el aire los p a s r W u to es acicalados de atteau , repartidos , en gr pos que se eclipsan y reaparecen en los planos de seda de los s abanico , que conversan en el lenguaj e de las señas . Se o e inf y la s onía de las telas luj osas . Tañe la seda su pi in se ct il rez on a volu t u osid a d fano , el gro g su p , los en c l m aj es tiemblan azorados . Cruz an la sa a las uj eres llá A . l a de Marivaux Por al á pasa Sylvia , por raminta ,

, A r por allá ngélica y Hortensia . Los rost os , que semej an i a de estampas , y que parecen ped r , sobre las mejill s u consteladas de l nares , la firma de B oucher , llevan , i am ellos tamb én , esa nota de aneramiento querido que

r ! i i li su ge en todas partes en el siglo de la artif c a da d . El i I e líe ba le luego . Una orquesta de talia d s en el aire la r ur música de un reperto io voluptuoso . Los tacones de p r f ri Z pura dibuj an sob e la al ombra flo da la del minué , f u a i d avot a o se abandonan a la g c da de la g , o hacen la r Oro an iers ueda en la pavana . , rosa , celeste , sobre los p

! de las danz antes y en los trajes de sus cab alleros . Todo el ambiente e s una caricia y todo lo que pasa parece salir l v lu de la a j aba de la o pt uosida d .

' l fa n t a sia oética su es Tal amp ifica mi , dócil a toda p g n z tión , el fo do hechi ado del cuadro en que la magia del l poeta hace revivir a esa marquesa Eu alia que , colocada e ntre un abate madrigalista y un vizconde galante , reparte risas y desvíos con una malignidad encantadora z Un paj e auda , de los que pirateaban con la patente de corso de los reyes en los mares mundanos de la Re X a desva gencia y . de Luis V, sabe el secreto que har n e c erse r ia e s erará la isa de Eulal , y la p , a la media no en u a v che , n glorieta del j ardín que duerme en uelta en m ríe b z . so ras a ules Pero entre tanto , Eulalia , ríe in can sablem e n te ; y mientras la graciosa E co mezcla en la copa del aire las desgranadas perlas de su reír con las n otas perdidas que e n dul z an las o ndas mansas del vien XIX

to , la fiesta , en torno , continúa ; Las Horas danz an fes i tivas , como en la pintura mat nal de Guido Reni

c r i r To ar así la ob a del poeta , para descr bi la, como

' un a c on a rr e lo t cu dro , g a un procedimien o en que in t e rven a i re le a i i i g cierta activ dad f j de la mag nac ón , ¿es un procedimiento legítimo de c rítica Sólo puede no or — serlo p la incapacidad de quien lo haga valer. La

“ composición es de n u - tono enteramente nuevo en n ues z h a tro idioma¿porque el mati de la Gracia que yen ella , á no tiene la correcta simplicidad de la elegancia cl sica , ui la vivacidad del donaire puramente español , hecho s Z de e pecias y de umo de uva , que nuestro propio poeta ha cantado , con versos de gesticulaciones gitanas , en el E lo i a se u d l a de l i i l . W g o g E s la gracia atteau , la gracia

' provocativa y sutil , incisiva y amanerada , de ese siglo

I I I rofun dam en XV francés , que los Goncourt , que tan p i i te la amaron y s ntieron , llamab an la sonr sa de la l n í ea , el alma de la forma , la fisonomía espiritual de la rfian e r a La originalidad de la versificación c oncurre n o admirableme te al efect de ese capricho delicioso . Nun

' el c om ás dode c a síl abo e l m e t ro v ca p del , enerable y

r om á pesado de las coplas de Juan de Mena , que los n e ticos rej uvenecieron en E spaña , d spués de largo olvi r e voc a cion e s do , para conju o de legendarias , había El sonado a nuestro oído de esta manera peculiar . poeta le ha impreso un sello nuevo en su taller; lo ha hecho libe rt án dole flexible , melodioso , lleno de gracia; y de la opresión de los tres acentos fij os e in m ut ables que lo sujetaban como hebillas de su traje de hierro , le ha da do un aire de v olupt uosidad - y de molicie por cuya vir tud parecen t roc arse e n lazos las hebillas y el hierro en marfil . Tien en s u destin o los m etros ¡podríamos e x cla i de mar , a este propósito , parodiando al anón mo poeta an ti i e d d la gi a . He aquí que el viej o ritmo del Li bro de las querellas y de la D anza de la muerte ha dºblado sus XX petrificadas rodillas de Campeador sobre el al mohadón de rosas de la galantería ! i W El m smo cielo , azul y ópalo , de cuadro de atteau , la s verlen ian as F etes al an tes el de g , se tiende sobre la

Diva aeió n e . g que vien luego E l poeta , haciendo gala i de su cosmopolit smo ideal , que lib a voluptuosidades en la copa de todos los sibaritism os humanos para refun dirlas un a uin t aesen ci en suprema q a , declara que quiere dar a su amor todos los encantos y todos los colores rº i urioso m er p p os del estilo de amar de cada raz a . C cad an te del verso , reune en su tienda , para preparar un Clodión i escenario nupcial , estatuas de y bandol nes florentinos ; copas para el vino teutón y copas para el vino de E spaña ; m il tesoros exóticos : tortugas y dra I gones chinescos , y j oyas de b ayaderas de la ndia , y la brada plata del Japón . Quiere un amor que sea univer so . Quiere que , en sucesivos avatares , su amada lo sea todo ; desde la D ian a de muslos de marfil que blanquea n e rá en el rincón de un parque de Luis XV , hasta la g Sul a m it a Cán tic o i a os n veréis del Pero f j bie , y cómo , por deb aj o de esta mutación superficial , ella si gue siendo siempre una francesa del siglo de los duq ues astor es p , una j oven marquesa , una nieta mimada de ux Mariva , como aquella deliciosa Eulalia que parece escapada de un a págin a de los Juegos del am or 11 el a zar F alsa s con id n c o de las f e i as . E lla sabe de Grecia por las Arcadias de aquel siglo ; de Al emania por Gérard de

… Nerva! ; de E spaña por Merimee ; de Oriente por Loti . in com Hay , en todas estas estrofas toques realmente í s parables; y se dir a que el poeta , al mi mo tiempo que v a r hace la corte a su i je a , hace también la corte a todas las ex quisitece s del decir y a todas las graciosas petu lan cia s de la forma . Pienso que la S ona tin a que desgrana sus notas en la a en siguiente p gina , hallaría su comentario mejor el acompañamien to de un a voz femenin a que le prestara XXI

melodioso realce . E l poeta mismo ha ahorrado a la crí tica la tarea de clasificar esa composición , dándole un ue ul nombre q plenamente la caracteriz a . Se c tiva — en l la i casi exclusivamente e la , v rtud musical de la palabra y del ritmo poético . Alados versos que desfil an como una mandolinata radiante de amor y j uventud . A e n l t caso la imagen , e los evocada , de la tris e y s oñ a c dora princesa , se ha desvane ido en vosotros , cuando todavía os mece el eco interior con la repercus ión pura a ir e mente musical de las palabras , como el de un canto I cuya letra hab éis dej ado de saber . magináis que os berceuse l arrulla una muy suave , y que vuestra a ma e st á en la cuna; im agin áis que te néis el alma en la epi dermis y que unas manos de hada os la acarician ; aque l i vez e — m l as leves manos que d buj ó una R gnier , in u nes de a haber hilado el lino de toda vil labor y que — sobre las fiebres en que se posab an hacían nevar el ber ceuse celeste reposo de su frescura Una , nada más; pero no vale y no se justifica así también la obra de los poetas No ha mucho tiempo que estuvo m ás de moda que hoy ' saludar a la poesía versificada con el melancólico adiós de cierta heroína del Ricar do I I I a

r e n a lo i te de st nos la i de s tr s s i . Pero todavía escuchamos

' m e n u do ue — a q , condenada a ser proscrita en cuanto a alada mensajera del pensamiento , y en cuanto rte — m ás descriptiva , por otras formas amplias de la ex seu presión , lo está también a serlo de los dominios del t imie n o in fn it a t por la potencia de la música , que es la única fuerza capaz de evocar y reunir soberanamente e n el concierto de la Naturaleza , las confidencias de todas las cosas que lloran y las confidencias de todas las l a — ci tuer a ce . cosas que ríen . C e Cuando lo oigo uer vo El La o la m artin ian o — ue decir , El C de Poe , g , q son para m i los dos hitos terminales de la armonía ver — S ouven ir Las N o bal , los sollozos rimados del y de c s en á he , cien cosas más , aletean mi memoria como p r rt . Y j a os amenaz ados de mue e juro entonces que , por m ás que lo infinito se abra tras el horizonte revela

S u los W do por la magia sublime de los ch mann y agner , ella c omp artirá perpetuamente el imperio de las vibra ' ciones sonoras con esta otra mús ica que no p recis a a d herirse a cosas tangibles ; la que nace dir ectamente del ' roce de la idea a l en t rar en el molde de la palabra; la

ue . a i q , un tiempo m smo , significa y sugiere ; la que tiene instrumentos sutil es y maravillosos en la orquesta de — sus letras inmóviles , cuyos rasgos como tendidas cuerdas o sonoros tubos de metal — parecen plegarse y desplegarse de cien modos extraños , para arrancar a la o n da prisio n era de aire vibraciones desconocidas . … Si; yo creo que para que se sostenga el trípode del ver n m ú so , es suficie te que dure el pie que reposa sobre la

. s sica Muerto para la idea , muerto para el entimiento , el verso quedaría justificado t odavía como j inete de la onda sonora !

Dos composiciones » h a consagrado Rubén Darío a s ui glorificar la cán dida hermosura del ci ne , en q en he dicho que tiene su poesía una especie de genio familiar . l só a B a n se ll ma la primera , y con el propio nombre del

d f . ave la segunda . Son do s homenaj es i erentes Para cantar al cisne pintado sobre azur en el blasón de una condesa española , el poeta parece prepararle en sus ver sos el claro y espumoso lecho de un lago en un parque

Nó t re de Le ; y entonces , la imagen que se levanta , dócil m t la al lla ado del poeta , en nues ro espíritu , es del cisne i d — meridional , el c sne de Le a , ese blanco re_mero del

” — i n Eurotas , glorioso en e l cuadro de Leonardo , div a mente can tado por Leconte en su evocación de Helena .

a W Y cuando , par saludar la aurora de agner , llama se n el de s lié a se gu da vez al cisne acento del poeta , p g ante nuestros oj os la otra ala del ave legendaria; y - es el cisne e del Norte el que canta entonces , dominando el estr pito

” X I V

H ay en el libro otras dos composiciones en que el poeta revela la vol untad de ser amable con el ambiente de la ciudad en que su figura literaria ha adquirido ras gos dominadores y definitivos; con el amb iente en que ha florecido este último mes de primavera de su pro

Prosa s ducción , representado por las

n Son ellas una deliciosa canción carnavalesca , y u os elegantes cuartetos alej andrinos , en los que se hace la ' descripción de una mañana de campo , con la gracia , de menos rústica que palaciana , de la j ardinería Ver — r salles . Una y otra composición son plausibles p o el C a n ció n desempeño . La es uno de esos graciosos alardes

ili d l ret en dien de ag da y desenfado en que B anvi le , no p u ni la lí e n do ser más que un Deb reau , un mi o , de rica , e m u cu ntra o do de ser , como Deburea , un mimo de ta lento . Pero , en realidad , el to que local no está represen tado , en ambas , más que por nombres . No hemos salido sino a medias del ambiente que hasta ahora hemos res pirado en el libro y al que volveremos — pasadas pocas páginas— e on la cena galante de E l F aisán y el coloquio

r l de amigos de la Ga con n ier e. Lo mismo baj o a copa del viej o ombu de Santos Vega y entre las ramas de los espi millos u en flor , que al confundir su musa , p esta de máscara , t c arn est olen d as en el corso de nues ras de capa caída , el poeta evoca siempre , como por una obsesión tirana de

i l de r ! en ius loc a . su numen , el g de escenografía Pa ís

. A Guido Spano le pasa algo semej ante con ciertas ue composiciones de motivo local , en q las reminiscencias del -Atica se transparentan muy luego baj o los nombres del terr uño y en que parecemos ver una e nredadera de nuestros bosques salvajes abrazando la fina columna ' — ” d a n ti - a m e i e un templete . La poesía enteramente r c a n a de Darío produce también cierto efecto de dis

' u i conveniencia , c ando resalta sobre el fondo , anu s n Cosm ó olis expresión ni color , de nuestra americana p ,

a Zah um e rio boudoir toda hech de prosa . de que aspira XXV “

a diluirse en un a b oc anada de fábrica; polvo de oro pa

e - orki m risi n sobre el neo y s o porteño .

Contenta más volver a verla en su medio natural . El F a is án , al que hemos aludido hace un instante , nos r — b inda una ocasión soberbia para ello . Una composi ción que es la obra maestra de la F rivolida d . Un tema de una fuga cida d y una ligerez a que parecen hacerla tanto más encantadora . E l recuerdo de una aventura

n de un as a se n la a volan dero gala te , p r e r a m del amor , la cena de una noche de carn aval en el gabinete de un café m r e . Briz e ux on orrim o m pa isi n La estrofa de , el te ario — de los h im n ógra fos m edioe vale s castellanizado en E l F a is á n de manera propia para hacerle quedar , de a r esta vez para siempre , entre las cop s y los ti sos de — n nuestra métrica , se ri de blandamente para recibir

i . en su seno este oro líqu do , excitador y dulce Describe i el poeta , con un vocabulario que se d ría seleccionado a l m o íst s a com a e n un t l er de sa a curiosos , la escena , p ñ a d a musicalmente por la triunfante sinfonía del car

z ah u m a da or la s naval , p los aromas de los vinos , rosas y las fresas , y presidida por el ave de oro , símbolo de la mesa exquisita . El nos cuenta que vestía en aquella noche de máscaras la vestimenta blanca de Pierr ot ; y la melancolía final que suena , como una espuma que

m on orrim os se apaga , en estos luj osos , se parece a la

- palidez del en h arin ado ge m m a n d . No es que nieve por dentro es apenas un copo de harina plateado por la lun a . … Pero ¡qué sugestiva habil idad en el trasunto de la sensación del ambiente ! Qué arte adorable en la orfebrería de esta expresión , donde cada palabra se i o cuida como una faceta de la p edra preci sa , como una

in a sible vena de la nácar , como una chispa de luz de las que han de constelar de diamante el oro Con E l F a is án vino prisionera una ráfaga del aire fos fó ri o Men dés c que hace cosquillas en el talento de , de A e . … ureliano Scholl, de Hal vy En nuestro idioma se XXVI

u i vero cuándo la volupt os da d ha obtenido del verso .

c a rca x para su de caz adora , dardos semej antes ! Por que la volupt uosida d es el alma misma de estos versos ; se hunden , se estiran , ronronean , como los gatos rega e volu uo i lones , n los coj ines de la pt s dad Versos golo v in e s sos , ersos tentadores y f , versos capaces de hacer languidecer a una legión de E sparta . … Si se tratase de

ro c ib ría ir a la guerra , yo los p s r i como a la Maga oferta ér ido e n e v a dor — — dora de un filtro p i y r . Y si mer c e d al pequeño grano de sal que casi todos hemos reci bido de las Gracias — mi in c orre gible inclin ación al arte que combate y que piensa no estuviera lejos de ser o pedante como la de los pedagogos , diría que s n una mala

— La capacidad de admirar es , sin duda , la gran fuerz a d e l crítico ; pero los que lo somos , o aspiramos a serlo , l tenemos nuestro inevitable rasgo fami iar , a quien ator menta el prurito infantil de afilar sus dientes menudos hin cán d olos en carne noble . Cierta amargura mitigada y espiritual es un fermento sin el cual el licor que ela b0ram os tí no hace espuma . Yo tomaría mi divisa del tulo de cierta composición del poeta de los E smaltes »

Bon bon s o i et p mm es e erts . Hasta ahora no se h a just fi cado en estas páginas más que la primera parte del m e . l . a n ción de car n ava te Pero he aq uí que siguen a la C , un que es , como he dicho , juguete que podría haber E l F a is á n salido de manos de B anville , y preceden a , — que considero una verdadera golosin a de arte , tres composiciones m a drigale scas que parecen in t erca ladas de intento para complace r a mi deseo de no dej ar intacto el capítulo de las cen suras . Reconvengo a Rubén Darío por esas seis páginas tri 1 l —en v ales de la colección . E l as están admirablemente d í los álbumes donde fueron escritas ; pero , quita as de all , me parecen indignas de que semej ante poeta las con XXVII

firme y reconozca por suyas ; pues va san s dire que si le X I I I tengo por un espíritu del siglo V francés , no es por q ue le crea de la especie poética de los Be rt ín y los Do o rat . No diré y y quién se atrevería a confesar , aunque lo pensase , ese pec ado de galantería que los poetas de veras estén moralmente imposibilitados de hacer versos de álbum . Un poeta no ha de ser feroz . Lo que yo pienso es que la fiesta solemne que significa para el poeta el acto de vendimiar entre las fru ctific an tes vides de sus rimas y colmar las cestas doradas de

Ca n éfora s sus , debe ser consagrada con la resolución

e viril del sacrificio , y d be acallar en su corazón de

i e autor todas las pre dil e cc on s interesadas . Efectiva

: a n mente una antología , aunque ella sea personal; un C cionero i X V , para dec rlo a lo siglo y a lo Heine , es por — naturalez a obra de estricta selección , y si procede , como en este caso , de gran poeta , de selección llevada a la crueldad . Pasen las humildes desigualdades en nuestra n prosa plebeya , y pasen , tambié , fuera del libro , las complacencias con la musa . Pero un libro de versos es la delicada fuente de fresas , donde sólo place ver ad m itidos e rf u , sobre el esmalte o el cristal , las frutas p a m os m ás madas , el azúcar níveo y bien cernido , los p blancos de la nata

E l Verlaine de las F etes ha solido dej ar la huell a de su paso por las páginas que : hasta ahora hemos recorri do en la obra del poeta . Las composiciones que se titu lan Mia y D ice m ia nos colocan frente a otra faz del grande y raro maestro . Henos ahora en los brumosos dominios del Verlaine de las Rom a n ces s an s paroles ; e n los dominios del Verlaine convertido por Rimbaud al

- il im culto de su poesía ul tra espiritual y sut ís a . E stamos en un país de cosas trémulas , donde debe marcharse reprimiendo el aliento . Esas cantilenas vagas y como tej idas de hilos dé aire ; esos versos calificados de en fan Xxvu i

tilla es am or hes r e g p por Mau ras , y en los cual s la sombra de un pensamiento o una emoción se expresa en un a o m f r a de balbuceo , tienen en Verlaine un encanto que nace de su propia falta de realidad y contenido ; de que nada preciso entra en lo que significan o figuran ; por que a la fantasía del lector le basta con la espuela de

e s on plata que la hiere , abandonándola luego a su p t a id n e a d . l Cada uno de nosotros pone , a su capricho , a — letra a esta verdadera música verbal en la que las pala bras hacen de notas . Cada uno tiene derecho a una in t er re t ació n p personal sobre esta rara clase de versos , a irotazo que son apenas como un p p sugestivo , un res quicio instantáneo abierto sobre una perspectiva ideal , un golpe rápido de filo sobre cristal vibrante .

A n ude cepto el género , legitimado por muy curiosas ; r ía s de los decadentes . Pero será posible usar , como el s i arco , ver o español , sobre esa cuerda de la l ra novi m sima Pienso que no . Soberbiamente her osa , nues s tra lengua , para el efecto plástico y para la preci ión y la firmez a de la f orm a . son ora ! Pero ella no ha tenido — j amás por su naturalez a , por su genio ; no tan sólo — fle xibi por deficientemente trab aj ada , esa infinita lidad , esa dislocación de mimo antiguo , que hacen del francés un idioma admirablemente apto para registrar ” d las más curiosas sutilezas e la sensación , un idioma todo compuesto de E stá hecho , el nuestro , como para complacer al personaj e de Gautier , que ena morado de lo firme , lo escultural y lo atrevido , soñab a cuadros que parecieran b aj o - relieves de colores; figuras

e rcúl e am en t e que resaltaran , h esculpidas por un sol f triun al , y nubes cuyos contornos mordaces sobre el azul les diesen las apariencias de pedazos de mármol . e Por lo demás , el análisis tiene poco qu hacer con estas sa b es or ín composiciones en teramente irrespon l p su dole . XXIX

Copo s de espuma lírica que se desvanecen apenas se les quiere recoger en las manos .

Salvando . el Pó rti co escrit o para el libro E n trop el de

- Salvador Rueda y que precede , en la colección que re Elo corremos , a una composición del mismo tono : el gio de la S e u idilla ábre s u g , e ante nuestro paso lo q e podría mos llamar el p a tio an da luz de esta ciudad soñada de

P . las ros as . Entremos E s el mediodía ; la caricia del aire dej a en las sienes perfumes de az ahar; cálidos can tares se diluyen en el silencio ; una fuente discreta arru lla el reposo en la frescura de la sombra ; y la s puertas de ébano de los sueños se abren movidas por un genio in f a n il t que usa turb ante y albornoz . …

re c on ocida m e n e Salvador Rueda es , t , en el parnaso nuevo de E spaña , el dueño del troquel con que están selladas estas composiciones . El lirismo pictórico y lle de locu az d (¡tantos de la no ameni ad , del autor de los ven dim ia — a , cuya briosa evocación parece haber re nacido la genialidad de la viej a lírica andaluza , la del con ciliarse Góngora de los buenos tiempos , para con el e co a lej ano de algunas nuevas corrientes liter rias , pone su nota característica y vivaz en estas pintorescas a n aluzad a d s de Darío .

Pó ico ó ll El rt que precedi a la obra del poeta sevi ano , no tiene otro defecto que el de e st ar º versifica do en un metro a sa z acompasado y monótono para emplearse en composición de tan largo aliento . E voca el poeta a la musa de los países amados por el Sol . Nos la muestra r prime o , j uvenil y altiva , con su tirso de rosas y su fren te dorada por la luz meridional , en los pórticos griegos Ve n us a y en las tibias granj as de ; la sigue , luego , al r F an O iente encantado , donde habita el rey del país tasia , que tiene un claro lucero en la frente , y donde ella acompaña las danzas moras y conversa c on los vie k li j os a f a s de las barb as de plata ; la ve partir , como in dolen un a golondrina , a la ventura , con la caravana XXX

te que un día se detiene en suelo andaluz . Canta enton A ces el poeta a la musa indígena de E spaña . rde la e s ro os de trofa con los ocres y j la plaz a de toros , la alegría “ v re ir s re lam a tre ar de las erbenas , el de las chula , el p g c álido l de las navaj as ebrias de sangre , el son de os in s t r um e n t os : característicos la amorosa guitarra , admi r able m e n te dibuj ada en el verso que le atribuye talle ca de a s de m u er y r j , los negros crótalos convocadores y n an doro n m el so oro p que , en las bru as y sonrosadas a v nos , hace de fuente donde recoger los cla eles y las

. de guindas E l canto es nuevo , lleno de garbo , y lo s en la za ! bien la b iz arría del rasgo tina , en que el poeta oe envía su saludo a Hugo , soberano de la monarquía p em e a dor de la bar ba l rida tica , p r f o , como hermosamente le llama , con la frase de los cantos de gesta evocada por el pre pio verso h ugon ian o en A ym erillot:

Ch arlem a n e em e eu a la ba be leurie g , p r r r f

No tiene el mismo Rueda un a composi ción donde tan poderosamente se condense y resuma su propio e s

— E n E lo io de la e uidilla tilo de pintar . el g S g vibra también la cuerda netamente española ; y esa estrofa

balzan te n alada y , esa pe queña ánfora lírica do de el a s pueblo ha derram do todos los _jugo de su coraz ón , e st á cantada como cifra de e sp añolism o poético y c omo

s . el alma melodiosa de la vida de E paña Pero , entre tantos nombres significativos e ingeniosos como se dan en esos biz arros versos a la seguidilla , por qué

' ros a m étm ea h a se le llama , con lo que se dado pretexto al lápiz inquieto de mis glosas para recordar que aún existe la crítica ra t on il en los de s van e s y subsuelos del r e r m i e x li a t Tal modo de deci sugiere en , por una p e om é cable asociación , una extraña imagen de flor g trica , angulosa . Y he aquí que mi lápiz ha desceu h r dido a imitar , en la margen del libro , la glosa e mo

X X X II

de sarre lo un le ch e tivo g de que h a ocupado el amor … . Y por sobre todas las prom in en cia s legendarias del pa — O 0 I sado , fabuloso riente , E gipto srael; E dad Media — e s o Renacimiento , todavía la atracción de la Héla

n de , luminosa y serena , la que triu fa cuando se trata de

. e s fij ar el rumbo de los peregr—inos Nuestro siglo , des pués del que vió propagarse sobre el mundo asombrado a las mariposas ticas salidas de las larvas de los códices , el que m ás sincera y profundamente ha amado a Gre

— l n cia . E roma ticismo tuvo un a faz cuya significa e ción s la de un segundo y prestigioso Renacimiento .

» Hase hablado del romanticismo de los clásicos ; y , ciertamente , no se aludiría a una realidad menos positi va en la historia de las letras modernas si , invirtiéndose de los términos la paradoj a , se hablase del cla sicismo de los románticos Conquista de los primeros re volu cion arios del arte y de la estética fué , como todos sa la verda e ra l u ben , d inte igencia de lo antig o , la pene

su bellez a m ás tración de í escondida y substancial , largo ve da da a tiempo _ los oj os de los que habían hecho vo n — I I I ci glero alarde de clásicos . E ra aún el siglo XV ; Andrés Chenier cincelab a en el pórtico de la renovada _ la E l Ci e o de l poesía figura homérica de g , revelador secreto perdido de naturalidad de los rapsoda s ; al ¡ la el Goeth e i , j par que Goethe _ transf gurado por el influ o I t de las ruinas y los vientos de alia , evocab a , para apla We ther car la tempestad que se había difundido en su r , — la Helena clásica y el simbolismo de E uf orión E sta

m árm ol c orrerá vena de , sin interrumpirse un momen

a l rom an ti to , través de todas las piedras góticas del l cismo . La purez a de la imitación auténtica , esencia , será , sin duda , secreto de pocos iniciados; pero la inago . u ri or ábula table virtud s ge d a de la poesía y de la f , se i m e zclarál c on las nacientes de toda inspiración . L mi t án don os a las corrientes literarias que más imperio han ej ercido en la f orm aci%h del poeta que estudiamos , X X X III

es i ndudable que el propio orientalismo de Hugo n o n impide que el Maestro busque , algu a vez , en esa fá “ ul a . b , el punto de partida de su perpetua alucinación

S átira de Le en da y labre , por ej emplo , el asombroso la y . l De Teófi o Gautier ha podido decirse que , habiendo in i ára e sido ch o de adopción durante se s meses , b du e f u i . rante tres , indio por un año , griego de toda la v da En el Parnaso el m árm ol helénico fué el material preferido para la anhelada dureza de la obra . En vano se lamenta Le conte de que hayamos perdido para siem , i pre el camino de Paros . La Grecia red viva de sus tra duccion e s y sus poemas no hace en vosotros , como en m i , la ilusión de unos titánicos hombros que rasgan las ondas del E geo y se hunden en la profundidad de sus abismos , para resurgir alz ando serenamente a los cielos todo el peso de aquella tierra sagrad a 1 Qué es sin o griego el B anvill e de Les Gariatíde s y Le s an g de — la coup e ! Los mitos clásicos ¿ no son hoy mismo obj eto de un a tenaz evocación que puebla de im ágen es y símbolos el fondo poético de la decadencia contem — p orán ea El principio greco o latin o no ha sido rei e Ple ss s vindicado por Mor as y Mauricio Du y , en el seno mismo de esa decadencia , y no ha señalado uno de los rumbos m ás eficaces en esa aventur era navegación de poetas que una brúj ula desordenada impulsa tan pron to al Norte como al Mediodía Cabo preguntar con Lemaitre si todos esos h elen is la e mos , tan desemej antes en la forma y en int rpreta an ti íieda d m ás ción de la g , no son modernos que paga un a nos; pero , aun así , queda como realidad indudable la i s la persistencia del mpul o , del deseo , tenacidad de la aspiración ; y en los transportes de la imitación poe s tica , como en los del mistici mo religioso , es lo pri mero la in finita voluntad de identificarse con el obj eto amado . X X X IV

Del clasicismo modernista » de Rubén hay vario s

olo uio de lo n tauros ej emplos en su libro . El C q s C e y el P a lim sesto u e m ás p , q son los hermosos , versan sobre una misma ficción de la inagotable fábula : la ficción del —re centauro , esculpida , como uno de los grandes b aj o lie ve s e á in a de la prosa franc sa de este siglo , en la p g

perdurable de Mauricio de Guerin . Pa lim sesto La inspiración del p no ha ido a buscarse ,

ciertamente , en los episodios de la mitología heroica .

No son los suyos los ásperos centauros homéric os , como el E urit o que traiciona la hospitalidad de Pirit ó o y se

Hi oda m i enamora de p a ; los monstruos feos y brutales , la fábula a cuyo nacimiento cuenta . que se desdeñaron s de a sistir cu a las Gracia . , y y imagen , esculpida en los O frisos del Partenón y las metepas de limpia , sugiere — una idea de b estialidad y de fierez a Las Gracias ó n — a amarían a estos otros descendientes de I xi . G Hardos Palim sesto , correctos , elegantes , los héroes del p hacen pensar m ás bien en aquellos blandos y en am o ra diz os centauros en que degeneró la enflaquecida pos t erida d ri t de los monstruos biformes , cuan do , prosc N e por la venganz a de Hércules , fueron guiados por p tuno a la isla en que las sirenas tendían sus redes de volu u o i pt s da d . No pelean como los héroes de la Cen La it a s n tauromaquia , contendores de los p ; ni lame tan con querellas simbólicas el conflicto de su doble n atu

ralez a r , cifra tal vez de la prisión del alma en la ca ne ; ni cantan la volupt uosida d salvaj e del galope y del l contacto con as ásperas fuerzas de la Naturalez a , con la unción panteísta del admirable fragmento de Gué — . a n . rin Son unos delic dos —mo struos Van al rapto amoroso con un a elegancia enteramente humana ; re toz an como en un a fiesta de Eros ; y la verdad es que — nos parecen dignos de aspirar a la conquista de las nin

fas bonitas . X X X V

E l poeta los presenta dispersos , en bullicioso bando , sobre los prado s dorados por el sol , cuando de súbito v un ruido de ondas y de j o iales gritos los detiene . Diana

lá dos . C u e n e se b aña cerca con sus n infas a t , el in quieto — ac l m . tropel se erca a las aguas con silencioso paso . pera la blanca Des nudez ; bullen exasperadas las can á i n — n t r da s de la te tación . Una de las divi as ba l gn ea ses ha avivado la llamarada del sátiro en el m ás j oven y hermoso de la tropa ; centauro esbelto y pulcro como el

Cilla ris O Cill ris Metamór descrito por vidio , el a de las fosie cuya parte humana semej ab a una estatua y a quien el poeta llama bello si cabe nombre de bellez a — en los monstruos » . Roba el centauro Adonis a la ninfa a u zorada , y huye veloz , con el org llo y la felicidad de su conquista . Pero Diana le ve . La casta Diva se lanz a e el tras el galope del raptor , y envía sobr un dardo que sus Her hunde , mortal , en entrañas , como la flecha de cules en el cuerpo de Neso . Huyen dispersos los centan — … n ros ; llegan las ninfas ; y las ni fas , desconsoladas , l a o loran , porque el dardo de la caz d ra celeste ha mata

… do también a la robada Tal es la escena , que me

- figuro como un bajo relieve de Scopas o de F idias . Ten s acrif i dido en tierra , el Centauro , como el altar de un ll cio , sobre eva a la víctima , clavada , exánime , sobre

e . re él , por l dardo todavía vibrante En der dor, el coro

e . gr acioso d las ninfas toma actitudes lastimeras Diana , en último término , se yergue altiva y majestuosa .

La simplicidad de la descripción escénica , y de la del r trope l de los centauros , en pocos rasgos fi mes y seve — m é ros , acentúa la ilusión de un b aj o relieve . La forma — ecasílabo a cen trica , el d repartido por la manera de h m isti uios t uarse en dos e q de sonoridad autónoma ,

imita el gracioso compás del asclepiadeo . Todo es her l moso , fresco , juveni , en esta encantadora evocación

de la fábula , cuyos versos quedan vibrantes en noso

un tros , con a deliciosa sonoridad , aun después de ex X X X VI

in uidos t g , como un golpear de cascos leves sobre un a caj a sonora Los Centauros del Palimpsesto componen algo pare oí u olo do a una cab algata avent rera y galante . E n el C guia de los Oen taeeros que es quiz ás el trabaj o de m ás aliento y reposo en la colección que recorremos — do i m ás l m na una concepción amplia del mito . Po o y Cau es mant , dos de los monstruosos interlocutores , la ex presau lapidariamente , cuando atribuyen a su raz a el i a sign ficado de una triple personific ción , en que se con a u las funden la privilegiad nat ralez a del dios , pasiones de la naturalez a humana , y el impulso salvaj e de la on dúcen os un bestia . C el poeta a a playa acariciada u por la luz matinal . Q irón , el sabio centauro , maes A d tro y consej ero de quiles , que ha descen ido de s las los cielos y que aun muestra , presa en sus crines , n los A abej as griegas recogidas e campos del tica , reune a su alrededor a los crin ados cuadrúpedos divinos Y I o n entre las frescas galas de la sla de Or , i vitados por la calma silente que se tiende sobre la arena de la

n playa , los Centauros departe . Versa el coloquio sobre la pró vida fecundidad de la naturalez a y sobre el alma universa l que se reparte en el alma de las cosas; sobre las apariencias opuestas del enigma , y sobre lo que

“ c uentan las voces legendarias: sobre el pérfido arcano u e que esconde la bellez a de la m j r , y la sagrada maj es tad y la inviolable hermosura de la muerte , que es el

ún ico bien a que los Dioses no alcanzan . E ste colo x qui o de Cen t auros e s flor de esa poesía graciosamente — a docta y erudita , para los iniciados , p ra los enten de dores — , que , exp ulsada , con modales groseros , de n o tr in s i los dominios del arte , por los que encuen an p f r un a ración ni poesía de buena ley , sino en los utos de n a ve m á sie m re ara í té s , p , p o menos regresiva tendrá _ i i reiv ndicar su legit midad , los sufragios de cuantos no se avienen a imaginarse las cosas de erudición y de e s X X X VI I

tudio con la desapacible aridez de los pedantes . O L ha versificado el poeta en los dísticos alej andrinos , f orán ea a la usanza francesa ; y esta form a , que al ser e rehabilitada en español , evoca siempre n mi memoria el recuerdo de los viej os ritmos del A lexan dre y de Ber m i ceo , imprime , para ; a la versificación de ciertos frag an ti iie dad a mentos , cierto aire de g , cierto sabor arc ico , que no dej a de formar armon ía con la índole legendaria de la composición . F riso Pasemos a los versos del , que el autor ha cali P al im sesto Recreacio ficado , al par de los del p , de nes ar — queoló gicas . Rl cla sicism o de esos versos es de un género que será m ás fácilm en t e recon ocido por la ge er lid d — n a a . La tersura de la elocución ; el arte pura mente h oracian o del epíteto y de la pintoresca elección la o de las palabras ; versificación enteramente rtodoxa , i co n dentro de la poética tradic onal , y la maestría que rescatán dose se manej a el verso suelto , por la gallardía de l movimiento rítmico y la pureza escultura! del con torno todo el encanto de que le priva la ausencia de la rima , son otras tantas condiciones que contribuyen a un caráct er de n l dar si gu aridad a esta composición , en un conj unto donde lo normal y característico es lo ra rn i n o a ro . No es ya la Grecia de pa as a os y r m n ista s s ur e la que g , sino , sencillamente , la que a pareció b aj o I el sol de talia , cuando Pericles revivía en el avatar de los Médicis . E sos sonoros versos tienen todo el aire de la poesía d e l renacimiento italiano y español; de la San n az aro F poesía de , de Garcilaso , de ray Luis , tal como prob ó a reju ve n e ce rla en la España de nuestro tiem po cl formidable batallador que ha evocado en los en de ca sílabos de la E pístola a H ora cio el himno de triunfo l in a n ca — de los humanistas de Sa a y de Sevilla . El poeta quiere , pues , que reposemos , pasada tanta agra

a dable aventura , a la sombr de un mirto tradicional ; Pero no olvidemos que se trata en todo caso de obra de X XXVIII

r poeta , y que no hay temo de encontrarse con una de esas frías y laboriosas exhumaciones que hacen sobre lo antiguo el efecto de la hu medad sobre el fósforo — — para valerme de un a f eliz im agen de Daudet ; por

que la sensación es m ás bien la de una restaurada habi a

tación de gineceo , donde la gracia clásica sonríe , des pués de haberse lavado la c ara para quitarse el polvo n e de los esta t s , como en esas deliciosas composiciones

de Guido que ostentan , a la vez , la pátin a del bronce

viej o y la húmeda frescura de la espontaneidad . También debe incorporarse el Epital ami0 bárba ro n úmer0 ' de que figura en el libro , al las composicion es — en car inspiradas en motivos clásicos . Sagitario , la

' s uiró —e l n ación cele te de Q n , centauro _transfigurado en un arquero divin º y colocado en tre las estrellas des o r z la pués de haber representado , en su bif rme a a , aus t erid a d s abidurí º— e 8 im á en e s y la a , una de las g que se present an con m ás complaciente asiduid ad al espíritu

de nuestro po eta . B rill a en muchas otras de sus compo sicion e s el torso altivo del Arquero ; y después de haber

evocado - en el C oloquio de los C en tauros la actitud t e de res rrena Quirón , le busca ahora en el cielo , donde plan de ce dominando con su b all esta argentina un o de S los blancos b aluartes de la noche . agitario es , efec i ' — m . o t va en t e el h éroe E ital ami . A , del p cordándose de n r n las lege darias aventuras de su esti pe , y olvida do a la vez de la gravedad de su saber y de su dignidad cc

leste , Quirón ha rob ado amoro samente una estrella y v a r la lle a su grupa por el espacio azul , con g an asombro ' - l de las Ninfas y de las Náyades . La origina idad de n cu n o a ese pe samiento es feliz ; y en a t a la forma , me p

' rece que puede entrar en la c at e goría de la s e xtrava an ei s g a loables . Tiene un singular encanto la gracia c » v er tos a de esos versos . La asperez a querida de la sific aó ión parece bien en la envoltura de este fragmento

X L

“ perque se vincula al recuerdo de aquella dulce y gene rosa poetisa que u só ese nombre de seudónimo ; a quien Poe recompensó con la dedicatoria de E l E ni gm a ; y que fue una de las hadas buenas del pobre poeta mar tiriz ado por las gruesas Eumen ides de la vulgaridad . Otra afort unada visita del Sentimiento a la mansión

wu - señor ue de este artista , , no le tiene entre sus g _ q m ás t delic adísim o amigos cons antes , es un soneto de — an alej andrinos , en el que se evoca , así como en la t erior —el composición el recuerdo de Ligeia , recuerdo un de Margarita Gautier . Cantando a nuevo avatar de la t c o e erna apasionada , el poeta ha hallado medio de un a en municar a imagen que no tiene , sí misma,el pres t igio de la novedad — la de la flor deshoj ada por la — n n rf n n . … Muerte , pe ume origi al , intenso , i efable ¡Paso ahora a la S in fon ía en gris m ayor que destaca sus notas vibrantes sobre la blancura del pape l ! Bien de lus cher u l c a on r s p q e a h n s g i e . … Encuentro que mi lápiz que es , mientras leo , algo así como el secretario de mis nervio s e invade con correrías de colegial las — h a a márgenes blancas de los libros , marcado la p gi — n a con esa reminiscencia de Verlaine . Expreso en ella una preferencia que puede ser exclusivamente per sonal en much a parte , porque se asocia con la superior F ué S in intensidad de las sensaciones de sorpresa . la fon ia en gr is m a yor la primera composición de Rub én

Darío que pasó baj o mis oj os , entonces ignorantes de ciertas sensaciones ya definitivamente traídas al idio . ma , e impresionados , ante aquella revelación de lo ori m gi al , con la impresión del colorista en el momento en q ue sorprende una n ota inesperada y nueva en el re l am a ue o p g de una piedra , en el matiz de una flor , en la z caprichosa coloración de una tela , en la cristali ación luciente de un esmalte Y la impresión aún dura :

S on c s in disi Desde la blanca ymph i de Gautier , bál amo n n h a t pablo , para la fa tasía creo que poeta algu o a ce X LI

tado a convertir tan prodigiosamente en im áge n es el u e ivo rio poder s g t de un color . Henri Ma t osó dar un p en da n t a la misma Symphºn ic del maestro con la s Va ria ciones u de cicl os az les ; pero ni en la sonrisa sus , ni en la inocencia de sus flores , ni en la transparencia de m i sus aguas , hay para la condensación de poesía que

n . en esta cenicienta mari a tropical Poesía que nace , como la mariposa de la larva , del color del tedio . Las árida s m ola playas , el plo o de la desvaída , la niebla , el i de dársen a s humo del carbón , la espuma suc a las , todo eso que en la realidad se llama hastío , se llama , en la sin ul arísim o contemplación del trasunto , g deleite ; y triunfantes paradoj as del arte el iris resulta ven cido por la bruma … . E quiparo a mi impresión de la S in fon ía la de un ale gó ric o cuadro de Añ o N u evo que ocupa puesto in m e dia A 10 to en la colección . penas he citado , cuando lo sien to reproducirse , radiante , en mi memoria . Y sin embar go , es una composición de Rubén Darío que he oído i discutir . La op nión se dividía entre los que la tienen por trivia l y los que la consideran encantadora . E stá. dicho que yo me cuento entre los últimos; pero la ver dad e s que renunciaría a j u stificarlo en las formas habi t u — — ale ee dla . s de la crítica . L vosotros Por mi par irm ó te , sigo creyendo lo que a f en otra ocasión ; ese in grato pelear con la insuficiencia de la palabra , limitada a y rebelde , que hizo que el poeta anhel ra trocar el idio ma mezquino de los hombres p or otro que diese a un s » e tiempo sensación de su piros y de risas , que fu se m ás color y fuese música , atormenta , inútilmente aún , al espíritu del j uez en cosas literarias , al esforzarse por traducir en vocablos ciertas sutiles re con dit e ce s de la impresión , ciertos matices y delicadezas del juicio . A de — l . E las veces , transcribir es un a manera j uzgar , r m i co pa a , admirable donaire de esa alegoría es de las sas que sólo podrían demostrarse por el fácil procedi X LII

c miento de la trans ripción , que considero inoportuno buan do a y ocioso se trat de artículos escritos , como

a . éste , p ra quienes conocen la obra que se j uzga í l e la ine B aj o el t tu o de V r , el poeta ha reunido en . la m ás colección dos de sus sin gulares compo siciones . Ellas me inducen a formula r aquí un a p regunta que me in

í v ul ariz ar e quieta , desde que he o do g s la comparación entre Rubén D arío y el poeta de S a gesse; comparación a que Michel de ! aplan ha adherido con su voto de calidad en uno de los últimos números de E l Mercurio

d éri a . e A m c E s , verdaderamente , el alma del ul timo gran poeta de la F rancia el tro quel donde se h a fundido el alma poética de Rubén Darío — No me parece dudoso que puedan reconocerse en la genialidad n de uestro poeta , muchos de los elemento s psíquicos y m uchos de . los elementos literarios que entran en la composición del complej o legado de Verlaine ; pero no creo que pueda verse igualmente reproducido el carác t er del conjunto , de uno a otro poeta: esa química vir la er tud del conj unto que engendra el precipitado de p .

a i ad . l uli r im a son l d a e c a ís . Se lan de una m nera p , a r Verlaine , el consorcio de barb a ie y de biz antinismo , u de infancia y de cad cidad , de perversión y de ternura ;

c án dida m el alma , a odo de azorada paloma , engarz ada en una garra perversa que brota de los sentidos e x a s perades y del corazón oprimido ; la divina in con scien cia ara do alm en t e i , que p j se cal ficaría como de un im posible aeda refinado o de un j uglar docto en alambi c am ien t os de magias y de amores ; todo eso que suele dar c a su poesía el aspe to de un cielo límpido , trans de parente y azul , por donde se arreb ata súbito un a

f orm idablem en t e nube tempestuosa , para volver muy —Y luego el azul y la serenidad . esa dualidad extra

ñísim a r m as , por la que Ve laine , sin dej ar de ser la re finada“ de las organiz aciones literarias y el símbolo vi V LI I I

vient o s de nuestras contradicciones y nue tras dudas , es , 9al mismo tiempo , el único de los poetas modernos que bardo merezca el nombre sagrado y religioso de , que reclamab a para Shelley el príncipe de los críticos ingle osa u R ses ; d alidad no se reproduce , por cierto , en ubén si D arío artista enteramente consciente y dueño de ,

artista por completo responsable de sus empresas , de sus — victorias , de sus derrotas , y en cuyo talento ple

c vilizad — namoute i o no queda , como en el alma de Lclia n u , ninguna tosca reliquia de espontaneidad , ning v na parte primiti a .

Res on so E l p sobre la tumba de Verlaine es , a pesar

del n ombre austero que lleva , una elegía impregn ada un a de ideal serenidad : lena de gracia y de luz , como los

' de s ritos las exequia clásicas , y sobre la que se difunde ám i el ba ls co aroma de los túmulos griegos . En cuan

C a n to de la S a n re la s t ra to al g , evoca algunas de cosas gicas 0 conmovedoras que la asociación puede hacer representarse al espíritu frente al encendido j ugo de la

vida . Cada estrofa lleva su unción sangrienta , y cada mancha de sangre de las que p urpuran ese ramill ete

cosechado entre z arzas , ha sido recogida en la efusión O de una herida diferente . ndea en el verso la púrpura

' extendida de las batallas ; viért e se el vino de fuego de las ven as del m ártir; florecen las rosas líquidas del s a o im rificio virginal; y se desborda , como de una fuente la pura , sangre del suicida y el aj usticiado que colora los cuartetos postreros con el roj o sombrío de la hema o — tit s . lil poeta ha asociado a cada estrofa usando un procedimiento semej ante al de las primeras estancias Les Vc ia: — de de Verlaine , el nombre del instrumento

d u la ide a ue ' a ecuado para s gerir musicalmente . q se ex

presa o la escena que se describe en ella . Pone término al libro un a interesante composición

E r n o in terior simbólica que se titula l ei , y que puede X LIV

relacionarse con las q ue hemos citado últimamente por C rim e n a moris ve rlen i n algun a reminiscencia del a o.

Joven cautiva , el alma del poeta mira pasar , desde su — n castillo carnal , ava z ando sobre una senda de color de rosa como las que se pintan en las vidas de santos F r D om én ico de a , una procesión de vírgenes , que son de las siete Virtudes, y un grupo mancebos , que son los A u siete Pecados . Y el lma , que los sig e desde su sole dad , queda pensativa , lo mismo por la satánica hermo sura de los Pecados que por la divina gracia de las Vir — . A . tudes dmirable , la originalidad de la ej ecución

H ay un hechizo propiamen te pre - rafaelista en ese cua l vir i dro simb ólico . La descripción de a blanca teoría g nal es de un a encantadora y femenina gracia . Todo m í i m e color se rinde en ella st ca n t e desvanecido . La beatitud de la blancu ra envuelve al cuadro en una són risa ideal . Del cho que de las rimas brotan ampes de

el … . espuma . Parece que se deshoj an lirios sobre verso n la Y luego , cuando pasan por él los sata es de tenta o vio ción , resplandecientes y fascinadores con la n ta — e n san rien t a lenta de sus púrpuras , se enciende , se g admirablemente el fondo del cu adro ; diría se que lo azo ta duramente un a pedrería de magnificencia infern al ; ascuas y carbunclos lo iluminan ; y las rimas que chocan ' c án dida hacen , en vez de la espuma de la escena ante — i . un rior, relámpagos roj os y s niestros Me parece de efecto supremo la oposición de esos dos cuadros . El verso ópalo hace juego con el verso rubí . Y , en cuanto f di a la íntima signi icación del fragmento , creo que lo cho antes sobre la n a turaleza litera ria de Rubén Darío me excusa de reconocer la propie dad de este admirable

d el l símbolo alma del poeta , igua mente sensible a los d e halagos la Virtud y a los halagos del Pecado , cuando

' uno y otro se revisten del fasc in an t e pode r de la apa u ric cia . … XLV

La crítica n o ha detenido hasta ahora su atención en un aspecto tan in teresante de las Prosas profan as como el de las cuestiones relacionadas con la técnica de la versificación y de la forma que este libro promueve , y que conducirían a estudiar un a de las manifestaciones m ás positivas y curiosas del talento innovador de E u bén Darío . alude a i No , ciert mente , con ello a orig nalidades tan poco recomendables como la de la híbrida contextura de El Pa is del S ol; composición en prosa que lleva in t erc la d de un a a a , al mediar y el concluir cada párrafo , r verse frase que aconsonanta , a modo de info me , con la que le precede . Quién duda ya de que la caricia i ' para el oído , la v rtud musical , sean tan propios de la prosa como del verso Midas no serviría m ás para pro sista que para versificador . Toda frase tiene un oculto

n . í de úmero . El párrafo es estrofa Rubén Dar o , que

“ mina con soberana majestad el ritmo del verso , ha pro bado que domina , soberanamente también , el ritmo

“ an ción del oro La N in d Ra . C prosaico Ved la , _ / , ciertos

ros . án . … que e st h echos en bronce Pero , por lo mismo que es indudable que hay un ritmo peculiar y distinto r pa a cada forma de expresión , uno y otro ritmo no de c ben onfundirse nunca , y mucho menos debe intentar combinarse la flotante armonía de la prosa con el re u i un a c rso de la r ma , para obtener hibridación compara ble a la de ciertos cron icon e s la tinos de la E dad Media;

arc erm c r porque esta rima p , inter umpiendo el curso libre y desemb arazado de la elocución prosaica , hace e l efecto de un incómodo cho que , y porque le acontece i al poeta que , por tal medio , ha intentado refund r dos n ve ra z modos diversos de armonía , lo que al e amorado las i que , presuroso por besar dos mej llas a un tiempo , no acertó a poner el beso en ninguna . Al hablar de las novedades técnicas de Prosas profa X LVI

n as , me he referido a las que pienso que pueden dej ar un a huella m ás o menos durable en el procedimiento

i m referen poético , y que cons sten principal ente en la p cia otorgada a los m e tros que llevan menos nota de clásicos y m ás generosos en virtualidad musical; la con sa ración e strófica s g de nuevas formas , como el mono rrim o tem ario de dode ca sílabos; la frecuencia y la iii m it ad a libertad con que se interrumpe métricamente a la conexión gramatical de la cl usula , deteniéndola aun l en palabras de simple relación , y la libre movi idad de i la cesura , considerada ndependientemente de las pau sas de sentido ; y como nota a ven turera de la reforma — i las disonancias calculadas , que de mproviso inte rrum p en el orden rítmico de una composición c on ver

' un a in e s e ra d a sos de p medida , o simplemente con una línea amorfa de palabras . La evolución amplísima cumplida en la técnica del verso francés desde que el poeta de las Orien tales pudo j actarse de haber sustituido en él las plumas del volante — por las , alas del páj aro , evolución cuyo sentido se representaría en el paralelismo de dos fuerzas que se apartasen , con impulso creciente , de la regularidad si

la …c arieda d ex resión métrica , para acercarse a y a la p , no ha tenido un movimien to equivalente en las formas A generosas y flexibles de nue stro idioma . penas si Sal vador Rueda ha consagrado a estudiar la cuestión re volucion ri a a del ritmo algunos ensayos sagaces; y es , seguramente , de poetas como él de quienes puede i partir, con el ej emplo , la propaganda de la nnovación ; porque la forma métrica no será nunca la obra del cálcu lo profano , labrando artificiosos moldes; sino la _ obra i s div na del instinto , el resultado de esa mi ma economía ! misteriosa e infalible que ha enseñado a la abej a las ventaj as de la forma e xagon al para los alvéolos de sus pan ales .

XLVIII

de un ensueño sobre el vacío de un a págin a e n bla nco y se nos mue stra el tardo desfilar de los camell os qu! conducen al través del desierto el b agaj e de la caravana — . h e de la Vida Pero al cerrar el libro , algo all en la

r ue i m un a po tada q me detiene para ped r e opinión . H a hecho hablar a la crítica el título de Prosas pro

a nas . an t íf ra sis f , aplicado a un tomo de versos La apa rente del nombre ha disgustado al excelente bibliógrafo americano del Mercure de F ran ce y le ha parecido de

í á. perlas a Remy de Gourmont . Rubén Dar o habr re cordado que no es la primera vez que la portada de sus

libros se discute . Don Juan Valera tuvo un a arru ga de m árm ol A zul ri su frente de para el nombre de , y E n que i l a o Gómez Carr l o halló que no todos lo s R r s eran raros .

Y la cuestión no debe parecerle enteramente trivial , si considera que el t alento de encontrar titulos buenos es el único que ha querido reconocer Max Nordau a los

oficiantes de las nuevas capillas literarias , esos clientes m al a — r é cu ín . n g de su cl ica E el pres en te caso , par tiendo la s voces de censura de los que han entendido la palabra Prosa s en la acepción que fue preciso enseñarle

. Jourdain ba st ará e a Mr , creo que con r cordarles que el adj etivo que la sigue revelaba el propósito evidente de aludir a un a de las antiguas formas de la poesía ecle siá i I n r i st c a . a t asis ndudablemente , la íf subs ste , a pesar de eso ; porque nada podría señalarse de m ás con t rario a la índole esencialmente refinada y erudita de ue i la poesía de este libro goloso , q el b albucir nforme y c án di do de la poesía de las pre sas y las secuencia s . Pero a t or a m yo creo que el u ha contado , muy particul r ente , í i para la invención de su t tulo , con aquella misma nter ret ación ul o p v gar , y ha sonreído al pensamient de que el público ingenuo se sorprenda de ver aplicado a tan exquisita p oe sía el hum ilde nombre de prosa . Co q uetería de poeta O acaso el pudo roso escrúpul o I L

“ la i tien e d e v rtud en el sacerdote bueno que , por serlo , la obsesión de su indignidad ante el ara — De cual m i m e n i quier modo , a gusta la origi al dad de ese b au

tisme , como rasgo voluntarioso y como cortesanía de señor que nos invita a que pasemos adelante con un

a larde de espiritualidad . Laudable es que la espuma

del ingenio suba hasta el título , que es como si subiera

hasta el borde .

Mal e n t en derá a los escritores y a los artistas el que los j uz gue por la obra de los imitadores y por la prédica

de los sectarios . Si yo incurriera en tal extraví o del jui t ribut a ria cio , no seguramente , al poeta , este homenaje ul el de mi e quidad , que no es el de un discíp o , ni de un — m á á ú n m ás . de s e st a oficioso adorador Por lo , lej os

de ser el homenaje arrancado , a un espectador de mala

la . voluntad , por la irresistible imposición de obra — No creo ser un adversario de Rubén Darío . De mis conversaciones con el poeta he obtenido la confir mación de que su pensamiento esta m ucho m ás fielmente en m i que en casi todos los que le invocan por credo a cada u p aso . Yo tengo la seg ridad de que , ahondando un

m ás en sa es poco b aj o nuestros p r , nos reconoceríamos i ta m buenos camaradas de ideas . Yo soy un m odern s t a bién ; yo pertenezco con t oda mi alma a la gran reacción que da c aráct e r y sentido a la evolución del p e n sam ien i to en las postr merías de este siglo ; a la reacción que , partiendo del naturalismo literario y del positivismo de svirt u rlos filosófico , los conduce , sin a en lo que tienen

'

e n m ás . de fecundos , a disolverse concepciones altas Y no hay duda de que la obra de Rubén D arío re sp on e se de , como una de tantas manifestaciones , a sentido superior ; es en el arte una de las fó rm a s personales de nuestro anárquico idealismo contemporáneo ; aunque no lo sea — porque no tiene intensidad para ser nada ue serio la obra frívola y fugaz de los q le imitan , el vano producir de la mayor parte de la j uventud que hoy j uega infantilmente en América al j uego literario de los colores . Por eso yo he sep arado cuidadosamente en otra oca i s ón , el talento personal de Darío , de las causas a que i debemos tan abom nable resultado ; y le he absuelto , e por mi parte , de toda pena , r cordando que los poetas ' l i i de individua idad poderosa t enen , en sent r de uno de i — ellos , el atributo regio de la rresponsabilidad . Para di o los imitadores , j entonces , ha de ser el castigo , pues es suya la culpa ; a los imitadores ha de c on side rársele s al h acer los falsos demócratas del arte , que , plebeyas _ e r ástula las ideas , al reb aj ar a la g de la vulgaridad los pareceres, los estilos , los gustos , cometen un pecado de profanación quitando a las cosas del espíritu el pudor d y la frescura de la virgini ad .

Pero la imitación servil e imprudente no es , por cier to , el influj o madurador que irradia de toda fuerte em presa intelectual ; de toda alta producción puesta al — servicio de una idea y conscientemente atendida El — . un poeta viaj a ahora , rumb o a E spaña Encontrará i gran silen cio y un dolorido estupor , no nterrumpidos n i un a por la nota de una elegía , ni aun por el rumor de las hoj as sobre el surco , en la soledad donde aquella — co madre de vencidos cab alleros sobrelleva , menos mo la H écube de Eurípides que como la Dolorosa del — n . Ticiano , la austera sombra de su dolor i merecido — Llegue allí el poeta llevando buenos anuncios para el florecer del espíritu en el habla común , que es el arca santa de la raz a ; destáquesc en la som bra la ven cedora i ur del r uero l u a f g a A q ; hable a la j uventud , a aquel a j ven u t d incierta y aterida , cuya primavera no da flores n tras el invierno de los maestros que se van , y encié dala LI

— . A en nuevos amores y nuevos entusiasmos caso , en el seno de esa juventud que duerme , su llamado pueda ser el signo de una renovación ; acaso pueda ser saluda da , en el reino de aquella agostada poesía , su presencia , í como la de los pr ncipes que , en el cuento oriental , traen á aro de remotos países la fuente que da oro , el p j que habla y el árbol que canta .

N OT A Pron t as ar a ser a as a la u ci a es t as á in as m is p d d p bli d d p g , am os de Bue n os A res en tre e os los ue h a n f orma o e l c írcu o ín ig i , y ll q d l t m o d e u é n arío m e s u eren el en s am iea t o d e t e rm n ar el es tu i R b D , gi p i dio d e la rs on a a de l e o l pe lid d po t a con e l a n ál is is d e Los Rar s y de A zu . T é n as e ues lo eí o c om o la r m era arte de un es tu i o m ás am o g , p , l d , p i p d pli , ue acas o h a de com eta rse en reve q pl b .

M nt o evi e o 1 8 . d , 99

RUBEN D A RI O

P R O S A S P R O F A A S

— Yo n o ten go litera tura << m ia » com o lo ha m a n ifes ta do un a m a ist a l a u toridad — ar a m a rca el rum bo g r , p r — de los dem ás : m i litera tura es m ia en m i; guien si ga servilm en te m is huellas erderá s u tes ers on al a e p ºro p y , p j o escla vo n o d á a o r cult sell li brea . Wa n er a A u , pº o r º g

usta H olmés su discí ula di un dia : << lo rim ero n o g p , jo p , imitar a ad e r » d ci n i s ob tod a i . an e m Gr e . , y º , r

Yo he dicho en la m is a ros a de mi uven tud mis an ti , j ,

on as a a a T iem o mis secu en ci s mis o n a s s s . f , , pr f pro p y ¡ men os a ti a s de a lm a cora zón m e han hecho alta a f g y f , p ra com o u n buen m on e a rtí i ce h a cer - m is m a ú scula s , j f , y d v de los ign as de cad a p ágin a del breviario. ( A tr a és ue os divin os de las vidr ieras historia da s m e r io del j g , vi a d a m en to ue so la a uera del m a l ue a sa . T º c c q p f , q p ) , an as de oro ca m an a s de lata toca d todos los dia s p , p p , llam án dom e a la iesta en ue brillan los c os de ue o f q i f g , i ór y la s ros as de la s boca s s a n gr a n delicia s ú n ica s . M a n º es u n vie o cla vicordio om a dour a l són del cu al g j p p , da n za ron su s ga vota s a legres a buelos ; y el p erfum e de tu echo es m i er um e ete n o in cen sario de ca n e Var n a p p f , r r , o in a l a o i a mort t de m i c st ll . , ¡ r om bre so H y.

H a en mi s a n re a l un a ota de s a n e de A rica 0 y g g g gr f ,

de in di c ºro e a o a a n da no Pudiera ser a des º h t g n gr , p echo de m is m a n os de m a rqués: m ás he a qu i q ue ver éis en m is ver sos rin ces a s re es cos a s im eria les visi n e s p , y , p , o de pa ises lej an os o imp osi bles : qué queréis ! yº detestº la vida y el tiem po e n q ue m e tocó n a cer; y a un pres iden te de Repú bli ca n o p odr é s al uda rle en el idiom a en que te ca n tar ia a ti oh H a la a bal de cu a corte oro s eda , g y , , m ár m ol m e a cuer do en sueñ os ( S i hay p oes ia e n n uetra Am érica ella está en la s cosa s vie a s en Palen ke Uta tlan en el i n dio le en da rio ' j , y , g , y en el in ca sen sua l in o en el ra n Moctezum a de la y f , y g

silla de oro . Lo dem ás es tu o de ó c a t Wa W m r a l t h tm a . y , i n )

Buen os A ir os o s es : C móp li . Y m añ an a '

E l a buelo esp añ ol de bar ba bla n ca m e señ al a un a s eri e de retra tos ilustres : << E ste me dice es el ra n don Mi uel , , g g de C erva n tes S a a vedr a en io de m a n co este es Lo e de , g ; p

' Ve a es te Ga rcila so este Yo le re u n t or g , , p g o p el n oble Gr acián or T eresa la S an ta or el bra v Gón , p , p o

ora el más u e te de todos don F an cisc de uevedo g g f r , r o Q x y Ville ga s . D espu és e cla mo: S ha kes peare ! D an te H u o g ( Y en m i in terior : Verlain e .

Lue o al des edir me: reciso es deciroslo g , p p mi es os a d i i es e mi t e a m ue ida de Pa í s » . p rr ; q r , r

Y la cuestión métrica Y el ritm o

C om o cada a la bra tien e un a a lm a ha en cada v so p , y er , a dem ás de la a rm on ia ver ba l un a elod a , m i ide al . La m á s ica es sól de la idea m ucha s veces o , . La ritería de trescien tas ocas n o te im e irá silv o g p d , a/n , tocar tu en can tado a la/uta con ta l de ue tu am i o el r ¡ , q g

“ ruis r con t n t u o u an d él n o eñ o está e o de t m el dia . C o está

ara escuch arte cie ra los os toca a ra los ha bitan tes p , r oj y p

de tu reino in ter io . Oh ue blo de des n udas n in as de r p f , ros adas rei n as , de am orosa s diosa s !

ae a tus ies un a rosa ot a rosa ot a rosa . Y besos C p , r , r

Y la ri era le creador: crear . Bu o el eurvuco cua n p m y, f ;

do un a m usa te dé un hi o ueden las otras ocho en cin ta . j , q

R . D . A I E ER UN A RE SUAV .

E ra un aire suave , de pausados giros; E l hada H arm on ia rit m aba sus vuelos; E iban frases vagas y tenues suspiros

Entre los sollozos de los violoncelos .

Sobre la terraza , j unto a los ramaj es , D iría se un trémolo de liras eolias Cuando acariciab an los sedoso traj es

Sobre el tallo erguidas las blancas magnolia s .

La marques a E ulalia risas y desvíos

D ab a a un tiempo mismo para dos rivales , E l viz conde rubio de los desafíos

Y el ab ate j oven de los madrigales .

vm a Cerca , coronado con hoj as de ,

Reía en su máscara Término b arbudo ,

Y, como un efeb o que fuese una niña ,

Mostrab a una Diana su mármol desnudo .

Y b aj o un boscaje del amor palestra , Jon Sobre rico zócalo al modo de ía , Con un candelabro prendido en la diestra

Volab a el Mercurio de Juan de Bolonia .

erlaba á La orquesta p sus m gicas notas , Un coro de sones alados se oía ;

avot as Galantes pavanas , fugaces g

Cantaban los dulces violines de Hungría . Al oír las quej as de sus caballeros Rie i u , ríe , ríe , la d vina E lalia ,

Pues son su tesoro las flechas de Eros , O i n fa . E l cinto de Cipria , la rueca de l a

¡Ay de quien sus mieles y frases recoj a ! ¡Ay de quien del canto de su amor se fíe ' in d Con sus oj os l os y su boca roj a , la ríe La divina Eu lia , , ríe , ríe ,

Tiene azules oj os, es maligna y bella; Cuando mira vierte viva luz extraña Se asoma a sus húmeda pupilas de estrella

E l alma del rubio cristal de Champaña .

¡ l E s noche de fiesta , y el bai e de trajes O stenta su gloria de triunfos mundanos .

La divina E ulalia , vestida de encaj es ,

Una flor destroz a con sus tersas manos .

E l teclado harmónico de su risa fin a A á aro a la alegre música de un p j igual , Con los staccati de una b ailarin a l s Y a locas fugas de una colegiala .

¡Am oroso paj aro que trinos exhala B ajo el ala a veces ocultando el pico ;

Que desdenes rudos lanz a b aj o el ala , B ajo el ala aleve del leve ab anico '

Cuando a media noche sus notas arranques ar e ios ilom ela Y en p g áureos gima F ,

Y el ebúrneo cisne , sobre el quieto estanque

Como blanca góndola imprima su estela , La marquesa alegre llegará al boscaje , Boscaj e que cubre la amable glorieta

Donde han de estrecharla los brazos de un paj e ,

Que siendo su paj e será su poeta .

Al compás de un canto de artist a de I talia de slíe Que en la b risa errante la orquesta , n i l Ju to a los rivales la div na Eu alia ,

l . La divin a E u alia , ríe , ríe , ríe

F ué acaso en el tiempo del rey Luis de Francia , ! Sol con corte de astros , en campos de azur Cuando los alcaz ares llenó de fragancia La regia y pomposa rosa Pompadour

Fué cuando la bella su falda cogí a i Con dedos de ninfa , bailando el m nué , Y de los compases el ritmo seguía

Sobre el tacón roj o , lin do y leve el pié

O cuando pastoras de floridos valles Orn aban con cintas sus albos corderos ,

vi as T irsi l Y oían , di n s de Versa les , Las declaraciones de sus cab alleros !

F ué en ese buen tiempo de duques pastores , i De amantes pr ncesas y tiernos galanes , Cuando entre sonrisas y perlas y flores I ban las casacas de los chambelanes !

F ué acaso en el Norte o en el Mediodía !

Yo el tiempo y el día y el país ignoro , P ero sé que Eulalia ríe todavía , ¡ Y es cruel y eterna su risa de oro ! D I V A G A C I ! N

u i Vienes me llega aq í , pues que susp ras , Un soplo de las m ágica s fragancias Que hicieran los delirios de las liras

E n a r n c ias . las Greci s , las Romas y las F a

! ¡ Suspira así ! Revuelen las abej as ; Al olor de la olímpica ambrosía , En los pe rfumes que en el aire dej as;

Y el dios de piedra se despierte y ría ,

Y el dios de piedra se despierte y cante La gloria de los tirsos florecientes En el gesto ritual de la b acante De roj os labios y nevados dientes;

En el gesto ritual que en las herm osas

Nin f alias i guía a la div n a hoguera , Hoguera que hace ll amear las rosas

E n las m anchadas pieles de pantera .

Y pues amas reir , ríe , y la brisa Llave el són de los líricos c ris tales s De tu reir , y haga temblar la ri a n La barb a de los Térmi os j oviales .

i Mira hacia el lado del boscaje , m ra

B lan quear el muslo de marfil de Diana ,

Y después de la Virgen , la Hetaira c r r h r n Diosa, su blan a , osa , y ubia e ma a

M i H om ais ons eur Prudhomme y no saben nada . Ch i re s Pa tos Am a t un e s Hay p , , Tempes y t , e i Donde al amor d mi madr na , un hada ,

Tus frescos labios a los míos j untes . )

Sones de b andolim. E l roj o vino

Conduce un paj e roj o . Amas los sones m i Del b andoli , y un amor florent no m r Serás la reina en los de ca e on e s .

( Un coro de poetas y pintores

Cuenta historias picantes . Con malign a

Sonrisa alegre aprueb an los señores .

Clelia enrojece . Una dueña se signa .

O un amor alemán que no han sentido Jamás los alemanes : la celeste Gretchen ; claro de luna ; el aria ; el nido r Del uiseñor; y en una roca agreste ,

La luz de nieve que del cielo ll ega Y baña a un a hermosura que suspira La quej a vaga que a la noche entrega l r Loreley en la lengua de la i a .

Y sobre el agua azul el caball ero i Lohengrin ; y su c sne , cual si fuese

Un cincelado témpano viajero ,

Con su cuell o en arcado en forma de S .

i Y del divino Enrique He ne un canto , A la orill a del Rhin ; y del divino

Wolf an g la larga cabellera , el manto ;

Y de la uva teutona el blanco vino . 13

de 0 amor lleno sol , amor de E spaña , Amor lleno de púrpuras y oros ; A mor que da el clavel , la flor extraña Regada con la sangre de los toros ;

F lor de gitanas , flor que amor recela , luz Amor de sangre y , pasiones locas ;

F lor que trasciende a clavo y a canela ,

Roj a cual las heridas y las bocas .

¿Los amores exóticos acaso . Como rosa de Oriente me fascinas

Me deleitan la seda , el oro , el raso . n Gautier adorab a a las pri cesas chinas .

¡ Oh bello amor de m il ge n ufle xion e s ; r k aolín To res de , pies imposibles ,

Tazas de té , tortugas y dragones , Y verdes arroz ales apacibles !

' Am am e en - chino , en el sonoro chino — — De Li Tai Pe . Yo igualaré a los sabios Poetas que interpretan el destino ;

“ Ma dri aliz aré g j unto a tus labios .

Diré que eres m ás bella que la luna ; Que el tesoro d el cielo es menos rico Que el tesoro que vela la importuna

Caricia de marfil de tu abanico .

A mame j aponesa , j apones a A ntigua , que no sepa de naciones Occidentales: tal una princesa la s Con pupilas llenas de visiones , aún e ! Que ignorase n la sagrada ioto , En su labrado camarín de pla ta O i rn ado al par de cr santemo y loto , l La civi iz ación de Yamagata .

O con amor hin dú que alz a sus llamas

E n la visión suprema de los mitos , Y hace temblar en misteriosas bramas

La iniciación de los sagrados ritos ,

En tanto mueven tigres y panteras

l os Sus hierros , y en fuertes elefantes Sueñan con ideales b ayaderas

Los raj ahs constelados de brillantes .

0 negra , negra como la que canta u E n su Jer salem el rey hermoso , Negra que haga brotar b aj o su pla nta

La rosa y la cicuta del reposo .

A mor , en fin , que todo diga y cante , Amor que encante y dej e sorprendida A la serpiente de oj os de ' diamante

Que e st á enroscada al árbol de la vida .

A mame así , fatal , cosmopolita , n a Universal , i mensa , única , sol Y todas; misteriosa y erudita:

A r . mame m a y nube , espuma y ola

Sé mi reina de Sab a , mi tesoro ;

Descansa en m is palacios solitarios .

erá i . Duerme . Yo en cen d los ncensarios

Y j unto a mi unicornio cuerno de oro ,

Ten drán rosas y miel tus drorhedarios .

T i re Hot l iciem re x894 . g e , D b S O N A T I N A

n rá La princesa es tá triste . que t e d la prin cesa

Lo s suspiros se escapan de su boca de fresa , r Que ha perdido la risa , que ha perdido el colo . a álida La princesa est p en su silla de oro ,

E stá. mudo el teclado de su clave sonoro ;

Y en un vaso olvidada se desmaya una flor .

- E l n a — j ardí puebla el triunfo de los p vos reales . P rlan eh in a a , la dueña dice cosas b anales , u Y , vestido de roj o piruetea el b fón . n ríe in La pri cesa n o , la pr cesa no siente La princesa persigue por el cielo de Oriente l La ibélula vaga de una vaga ilusión .

Piensa acaso en el príncipe de Golconda o d e China 0 en e l v que h a detenido su carroz a argentina Para ver de sus oj os la dulzura de luz O el — I en rey. de las slas de las Rosas fragantes , O s en el que es oberano de los claros diamantes , O en el dueño orgulloso de las perlas de Ormuz

A ! i ' ¡ y la pobre pr ncesa de la boca do rosa ,

Quiere ser golondrina , quiere ser mariposa ,

Tener alas ligeras , baj o el cielo volar ,

' I r al sol por la escala luminosa de un rayo , l r r Sa uda a los li ios con los versos de Mayo , 0 e en perders el viento sobre el trueno del mar . m Ya no quiere el palacio , ni la eca de plata ,

Ni el halcón encantado , ni el bufón escarlata ,

Ni los cisnes unánimes en el lago de azur . Y e st án tristes las flores por la flor de la corte ; O r Los j azmines de riente , los nelumbos del No te , O De ccidente las dalias y las rosas del Sur .

¡Pobre cita princesa de los oj os azules ! E st á a presa en sus oros , est presa en sus tules , E n la j aula de m árm ol del palacio real;

E l palacio soberbio que vigilan los guardas , l b rd s Que custodian cien negros con sus cien a a a a ,

Un lebrel que no duerme y un dragón colosal .

¡Oh quién fuera h ip sipil a que dej ó la crisálida ! e á e t á álida (La princesa st triste . La princesa s p ) Oh ! ¡ visión adorada de oro , rosa y marfil ¡ Quién volara a la tierra donde un príncipe existe e st á ( La princesa e stá pálida . La princesa triste ) Más ll m á s A i ! bri ante que el alb a , s hermo o que br l

i Calla , calla , pr ncesa , dice el hada madrina a ca En cab allo con alas , hacia se encamina , i ! y En el c nto la espada en la mano el azor ,

E l feliz caballero que te adora sin verte , M Y que llega de lej os , vencedor de la uerte , A encenderte los labios con su beso de amor ! 17

B L A S O N

Para la condesa de Peralta

E l olímpico cisne de nieve Con el ágata rosa del pico Lustra el ala eucarística y breve

Que abre al sol como un casto abanico .

En la forma de un brazo de lira Y del asa de un ánfora griega E s su cándido cuello que inspira

Como prora ideal que navega .

E s el cisne , de estirpe sagrada ,

Cuyo beso , por campos de seda , Ascendió hasta la cima rosada

De las dulces colinas de Leda .

i Blanco rey de la fuente Castal a , Su victoria il umina el Danubio ; Vinci fué su b arón en I talia;

Lohengrin es su prín cipe rubio .

i Su blancura es hermana del l no , Del botón de los blancos rosales Y del albo toisón diamantino

De los tiernos corderos pascuales . Rimador de ideal florilegio , líric o E s de armino su manto , Y es el m ágico pájaro regio

' i en Que al morir r ma el alma canto .

E l alado aris tócrata muestra

Lises albo s en campo de azur , Y h a sentido en sus plumas la diestra

D e la amable y gentil Pompadour .

B oga y b oga en el lago sonoro

Donde el sueño a los tristes espera , D onde aguarda una góndola de oro

A la novia de Luis de B aviera .

D ad , Condesa , a los cisnes carmo , Dioses son de un país h alagií eño so rm o Y hechos n de perfume , de a m ,

alba de . De luz , seda y de sueño

— 20

De pronto se oye el eco del grito de la pampa , B rilla como un a puesta del argentino sol; i z Y un espectral j nete , como un a sombra cru a ,

s . Sobre su espalda un poncho ; obre su faz , dolor

Quién eres , solitario viajero de la noche Yo soy la Poesía q ue un tiempo aquí reinó :

n h o Yo soy el postrer ga c que parte para siempre , De muestra viej a patria llevando el corazón

MA R G A R I T A

I n mem riam .

— ¿ Recuerdas que querías ser una Margarita e stá Gautier F ij o en mi mente tu extraño rostro ,

Cuando cenamos juntos , en la primera cita , v á En una noche alegre que nunca vol er .

Tus labios escarlatas de púrpura maldita Serbian el champaña del fino b accarat ; Tus dedos deshoj aban la blanca margarita

Si . si . . ! no . . no . y sabías que te adorab a ya

Después , ¡oh flor de H isteria ! llorabas y reías; Tus besos y tus lágrimas tuve en mi boca yo ;

Tus risas , tus fragancias , tus quej as , eran mías .

un a m Y en tarde triste de los ás dulces días , a m e r La Muerte , la celos , por ver si que ías ,

Como a una margarita de amor , te deshoj ó ¡ — 21

ALABA LOS OJOS NEGROS DE JULIA

E va era rubia No . Con negros oj os Vió la manz ana del j ardín ; con labios

Roj os prob ó su miel; con labios roj os .

Que saben hoy m ás ciencia que l os sabios . º

Venus tuvo el azur en sus pupilas

Pero su hij o no . Negros y fieros Encienden a las tórtolas tranquilas

Los dos oj os de Eros .

Los ojos de las rein as fabulosas , s De las reinas magníficas y fuerte , Tenían las pupilas tenebrosas

Que daban los amores y las muer tes .

Pen te n sile a , reina de amazonas , d Ju ith , espada y fuerza de B etulia ,

' Cleopatra , encantadora de coronas ,

luz l . La tuvieron de tus oj os , Ju ia

Luz m ás ue negra , que es luz q la luz blanca l so . Del , y las azules de los cielos Luz m ás e que el roj o r splandor arranca . Al e diaman t terrible de los celos .

Luz luz negra , divina , luz que alegra luz al La meridion , luz de las niñas luz De las grandes ojeras , ¡oh negra Que h ac e cantar a Pau b aj o las viñas ! 22

C A N C I O N D E C A R N A V A L

' Lo cm aval s amuse! Mus e Vim s l e chanta . ma

BANVI LLE

m á c ra Musa , la s a apresta , Ensaya un aire j ovial Y goz a y ríe en la fiesta

Del Carnaval .

me i en la danz a que g ra ,

Muestra la pierna rosada , r Y suene , como una li a ,

Tu carcaj ada .

Para volar m ás ligera Ponte dos h oj as de rosa Como h ace tu co mpañera La mariposa

Y que en tu boca risueña Que se un e al alegre coro Dej e la abej a porteña u m i l o o S c de r .

Unete a la mascarada , Y mientras m ue qu ea un clo w n Con la faz pintarraj eada Com o F rank B row n ; Mientras Arlequín revela Que al prisma sus tin tes ro ba Y aparece Pul ch in ela

Con su j orob a ,

Dí a Colombin a la bell a

Lo que de ella pienso yo , Y descorcha un a botella

Para Pierrot .

Que él t e cuente cómo rim a Sus amores con la lun a Y te haga un poema en un a

Pantomima .

s Da al aire la erenata , o Toca el áure b an dolim, Lleva un lát igo de pla ta s Para el pleen .

Sé lírica y sé bizarra Con la cítara sé griega; 0 con rr gaucha , la guita a

De Santos Vega .

Mueve tu espléndido torso Por las calles pin torescas Y juega y adorna el corso

Con rosas fresc as .

De perla s riega un tesoro De Andrade en el regio nido Y en la h opalan da de Guido

Polvo de oro . 24

Penas y duelos olvida , Canta deleites y amores; Busca la flor de las flores Por F lorida :

Con la armonía le encantas i De las rimas de cr stal ,

Y deshoj as a sus plantas ,

Un madrigal .

ir l P uetea , bai a , inspira Versos locos y j o viales; Celebre la alegre lira

Los carnavales .

Sus gritos y sus canciones , Sus comparsas y sus traj es n Sus perlas , tintes y e cajes m Y p o pon es .

Y lleve la rauda brisa ,

Sonora , argentina , fresca , La victoria de tu ris a F un am bulesca P A R A U N A C U BA N A

l Poesía du ce y mística , Busca a la blanca cub ana Que se asomó a la ventana

Como una visión artística .

Misteriosa y cabalística ,

Puede dar celos a Diana , Con su faz de porcelana

De una blancura eucarística .

Llena de un prestigio a siático

Roj a , en el rostro enigmático , Su boca púrpura finge Y al sonreírse ví en ell a E l resplandor de una estrella Que fue sa alma de una esfinge

P A RA L A MI S MA

Miré al sentarme a la mesa , B añado en la luz del día

El retrato de María , — La cubana j aponesa . E l aire acaricia y besa

Como un amante lo haría , La orgullosa biz arría

De la cabellera espesa . Diera un tesoro el Mikado Por sentirse acariciado n Por pri cesa tan gentil , Digna de que un gran pin tor La pinte j unto a una flor

En un vaso de marfil . — 26

B O U Q U E T

Un poeta egregio del país de Francia

Que con versos áureos alab ó el amor , F un ormó ramo armónico , lleno de elegancia ,

a u Ma o En su S infon í en Bla w y r .

i Yo por tí formara , Blanca delic osa ,

bou uet E l regalo lírico de un b lanco q ,

Con la blanca estrella , con la blanca rosa

Que en los bellos parques del azul se vé .

Hoy que tú celebras tus bodas de nieve , ( Tus bodas de virgen con ' el sueño son ) Todas sus blancuras Primavera llueve

Sobre la blancura de tu corazón .

Cirios , cirios blancos , blancos , blancos lirios ,

Cuellos de los cisnes , margarita en flor ,

- r Galas de la espuma , ceras de los ci ios

Y estrellas celestes tienen tu color .

Yo al enviarte versos , de mi vida arranco

La flor que te ofrezco , blanco serafín ¡Mira cómo mancha tu corpiño blanco

La … más roj a rosa que hay en mi j ardín !

o Y la vestimenta de Pierrot tenía ,

Y aunque me alegrab a y aunque me reía ,

Morab a en mi alma la melancolía .

La carnavalesca noche luminosa Dió i m a mi tr ste espíritu la muj er her osa ,

a . Sus oj os de fuego , sus l bios de rosa

Y en e l gab inete del café galante

c on a . Ella se encontrab a su nuevo mante ,

Peregrino pálido de un país distante .

Llegaban los ecos de vagos cantares; Y se despedían de sus azahares

Miles de purezas en los bulevares .

Y u c ando el champaña me cantó su canto ,

' Por una ventana ví que un negro manto

F . De nube , de ebo cubría el encanto

Y dl ! e a la amanda de un día No viste . De pronto ponerse la noche tan triste! Acaso la Reina de luz ya no existe

Ella me mirab a . Y el faisán cubierto de plumas de oro Pierrot ¡ ten por cierto ! Que tu fiel amada , que la Luna ha muerto 29

G A R C O N I E R E

a A . G. Gripp

C om o e r e l n t dí ale a i stan e , g la musa las l Que las dichas trae , que penas leva l La tristeza pasa , ve ada y confusa;

La alegría , rosas y azahares nieva .

un n ido Era en amable de soltero , versos De risas y , de placer sonoro ; un i Era insp rado cada cab allero ,

De sueños azul es y vin o de oro .

Un rubio decía frases sentenciosas Negando y a m an do la s musas eternas vers os rosas Un bruno decía como ,

De se nantes rimas y palabras tiernas .

i Los tapices roj os , de doradas l stas , an 0 lias i Cubrían p p de p nturas y armas , n Que hablaba de bellas pasadas conquistas , A mantes coloquios y dulces alarmas .

' E l verso de fuego de D An un zio era C om o un són di vino que en las saturnales

Guiara las manchadas pieles de pantera ,

A fiestas soberbias y amores triunfales .

n E iban con ma chadas pieles de pantera , Con tirsos de flores y copas paganas Las almas de aquellos j óvene s que viera

Venus en su t e m plo con palmas hermanas . 6 3 0

n t Ve us , la celes e reina que adivina En las almas vivas alegrías francas

Y que les confía , por gracia divina ,

oro . Sus abej as de , sus palomas blancas

l Y aque los amantes de la eterna Dea ,

A la dulce mús ica de la regia rima , Oyen el mensaj e de la vasta I dea i Por el compañero que recita y m ma .

Y sobre sus frentes que acaricia el lauro , A b son oro ril pene amable su beso , l ' Y levan gozosos , satiro y centauro ,

La alegría n oble del vino de oro.

E L P A I S D E L S O L

artista cuban a .

Junto al negro palacio del rey de la isla de Hierro e h r , cruel , hor ible destierro cómo es que tú , hermana harmoniosa , haces cantar al cielo gris , tu paj a rera de ruiseñores , tu formidable caj a musical No te entristece recordar la primavera en que e iste a un pája ro divino y tornasol

en el país del sol — 3 1

n Oro En el j ardí del rey de la isla de oh , mi en — sueño que adoro ! fuera mej or que tú , harmoniosa hermana , amaestrases tus aladas flautas , tus sonoras arpas; tú que naciste don de m ás lin dos nacen el clavel rosa de sangre y la de arrebol ,

en el país del sol !

0 en el alcázar de la reina de la isla de Plata Schu

l S eren ata . b n bert , so loz a la pudieras tam ié , hermana harmoniosa , hacer que las místicas aves de tu alma ala

l n l os basen dulce , du cemente , el claro de lu a , virgenes i m on l rie s a . _ , la j paloma y el cisne marqués La mej or l p ata se funde en un ardiente crisol ,

en el país del sol !

Vuelve , pues , a tu barca , que tiene lista la vela r — art e ( resuena , li a , Céfiro , vuela y p , harmoniosa d on de hermana , a un príncipe bello , a la orilla del mar , oro pide liras , y versos y rosas , y acaricia sus rizos de l baj o un regio y azu parasol ,

en el país del sol !

N ew —York 1 8 , 93 3 2

M I A

: Mía a sí te llamas . Qué más h arm e n ía

: luz Mía del día ,

: Mía rosas , llamas .

Qué aroma derram e s E n el alm a m ia se Si que me amas , ¡ Oh Mía ! ¡e h Mía ' Tu sexo fundiste C on mi sexo fuerte ,

F undiendo dos bronces .

Yo triste , tú triste . No has de ser entonces Mía hasta la mue rte

D I C E M I A

Mi pobre alma pálida

E ra una crisálida . Luego mari posa

De color de rosa . Un céfiro inquieto e e r o Dij mi s c et . H as sabido tu secreto Oh Mía ! Tu secreto es una

Melodía en un rayo de luna . . Una melodía - 3 3

H E R A L D O S

Helena !

i . La anuncia el blancor de un c sne .

Ma kh e da !

La anuncia un pa vo real .

I n fige ia , Electra , Catalina ¡

Anún ciala s un caballero c on un hach a .

Ruth , Lía , Enene !

Anúncialas un paj e con un lirio .

Yolanda m Anúnciala una p alo a .

d i Clorin a , Carol na ! Anúncialas un paje c on un ram o de

Sylvia !

Anúnciala una corz a blanca .

A I urora , sabel ! Anúncialas de pronto

Un resplandor que ciega mis oj os .

Ella

aún . ( No la anuncian . No llega ) I MI SSA EST TE ,

A Reyn aldº de Ra

Yo a doro a una se n ám bula con alma de E loísa Virgen como la nieve y h on da c om o la mar ; Su espíritu es la hostia de mi amorosa mis a Y c alzo al són de una dul e lira crepuscular .

O est o j os de evocadora , g de profetisa , En ella hay la sagrada frecuencia del altar; s e Su risa es la sonrisa uave de M nna Lisa , on ( m Sus labios s los icos labios para besar .

Y he de besarla un día con rojo beso ardiente; Apoyada en mi brazo como convalecien te Me m irará asom brada con íntimo pavor;

' a en am ora da e sfin e ue dará L g q estupefacta , Apagaré la llama de la vestal intacta Y la faun esa antigua me rugirá de a m or !

3 6

QU I RO N

l r Cal adas las bocinas a los tritones g atas , s Calladas la sirenas de labios escarlatas , E olo Los carrillos de desinflados , digamos Jun t o al lau rel il ustre de florecidos ramos La gloria in m arcesible de las Musas hermosas

Y el triunfo del terri ble misterio de las cosas . He aquí que reme cen los la uros milenarios ; Vuelven a dar su lumbre los viej os lampadarios; Y animase en mi cuerpo de Ce n t auro inmortal

La sangre del celeste caballo paternal .

RE T O

A c rquero luminoso , desde el zodia o llegas; Aun presas en las crines tienes abej as griegas ; Aun del dard o h erakle o muestras la re j a herida

Por de salir no pudo la esencia de tu vida . Padre y Maest ro excelso ! Eres la fuente sana De la verdad que busca la triste raza humana Aun E sculapio sigu e la vena de tu ciencia ; Siempre el veloz A quiles sustenta s u existencia

Con el manj ar salvaj e que le ofreciste un día , k Y Hera les , descuidando su masa , en la harmonía

los a st ros n octurn o . De , se eleva b aj o el cielo

QU IRON

La cien cia es flor del tiempo : mi padre fué Saturn o . ABA N I' E S

Himnos a la sagrada Naturaleza; al vientre De la tierra y al germen que entre las rocas y en tre los form a Las carnes de árboles , y dentro humana º E s un mism secreto y es una misma norma , sutilí sim o Potente y , universal resumen

la . De suprema fuerza , de la virtud del Numen

Q I “IRON

H imnos ! Las cosas tienen un ser vital: las cºsas Ti raros enen aspectes , miradas misteriosas; form a Toda es un gesto , una cifra , un enigma ; En cada átomo existe un incógnito estigma; Cada hoj a de cada árbol canta un propio cantar Y h ay una alm a en cada una de las got as del mar;

E l vate , el sacerdote , suele oir el acento Desconocido ; a veces enuncia el va go viento Un misterio ; y revela una inicial la espuma

O la flor; y se escuchan palabras de la bruma . e n in el hombre favorito del numen , la l fa — O de e io n . la ráfaga , encuentra mentor; m n o infa

POLO

i E l biforme ix e n ida comprende de la altura , Por la b materna gracia , la lum re que fulgura , La nube que se anima de luz y que decora i carro A El pav mento , en donde rige su urora , Y la ban da de I ris que tiene siete ray os Cual la lira en sus brazos siete cuerdas; los mayos 3 8

E n ram os la fragante tierra llenos de bellos , e l Y el P o coronado de cándidos cabellos . E l ixie n ida pasa velez por la montaña Rompiendo con el p e ch o de la maleza huraña

Los eriz ados brazos , las cárceles hostiles; E scuchan sus orej as los ecos m ás sutiles Sus oj os atraviesan las intrincadas hoj as Mientras sus m an os toman para sus bocas roj as Las frescas b ayas altas que el s átire codicia; Junto a la oculta fuente su mirada acaricia Las curvas de las nin fas del séquito de Diana; Pues en su cuerpo corre también la esencia humana Unida a la corriente de la savia divin a i Y a la salvaj e sangre que hay en la bestia equ na . I xió n l Tal el hij o robusto de y de a Nube .

Q U I RON

cuatr o u . Sus patas , b aj an ; su testa erguida , s be

ORN EO

Yo comprende el secreto de la bestia . Malignes i ellos Seres hay y ben gn os . Entre se hacen signos am or e De bien y mal , de odio o de , de pena

0 e z gozo : el cuervo es malo y la t rca es b uena .

QUI RON

t or caz b n i re terve Ni es la e igna , n es el cuervo p Son n m formas del E igma la palo a y el cuervo .

AST ILO

E l Enigma es el soplo que h ace cantar la lira . N ESO

El Enigma es el rostro fatal de Deyanira ! Mi espalda aun guarda el dulce perfume de la bella;

Aun mis pupilas ll ama su claridad de estrella . ¡ Oh arom a de su sexo ! ¡e h rosas y alabastro ! ¡ Oh envidias de las flores y celos de los astros !

Q U I RON

Cuando del sacro abuelo la sangre luminosa

ro Con la marina espuma formara nieve y sa ,

ro A Hecha de sa y nieve nació la nadiomene . l bra z s l A cielo alz ó los o la írica sirena , Los curvos h ipoc am pos s obre las verdes ondas

' c a dera s Levaron los hocicos; y redondas , T ritó n ica s melenas y de rsos de delfines i Junto a la Re ina nueva se vieron . Los conf nes Del mar llenó el grandioso clamor; el un iverso n son oro Sintió que un nombre harmó ico , como un verso Llenaba el h on do hueco de la altura; ese nombre Hizo gemir la tierra de amor: fué para el hombre Más alt o que el de Jove : y los númenes mis mos Lo oy eron asombrados; los lóbregos abism os Tuvieron una gracia de luz ¡ VE N U S impera ! l El a es entre las reinas celestes la primera ,

Pues es quien tiene el fuerte poder de la Hermosura . Vaso de miel y mirra brotó de la amargura ' Ella es la m ás gallarda de las emperatrices ;

Princesa de los gérmenes , reina de las matrices ,

Señora de las savias y de las atracciones , ' ño l e Se ra de os b sos y de los corazones .

E URI T O

No olvidaré los oj os radiantes de Hipodamia : H I PE A

i Yo sé de la hembra humana la orig nal infamia . u m á uin as Ven s anima artera sus q fatales , o os s Tras los radiantes j ríen traidores male , De su floral perf ume se exhala sutil dañe ;

Su cráneo obscuro alberga bestialidad y engaño . m Tiene las for as puras del ánfora , y la risa Del agua que la brisa riz a y el sol iris a; Mas la ponzoña ingénita su m ásca ra pregona

á uil a leon a . Mej ores son el g , la yegua y la De su húmeda impurez a brota el calor que enerva Los mismos sacros dones de la imperial Minerva ; ueron t e Y entre sus duros pechos , lirios del Aq ,

Hay un olor que llena la barca de Caronte .

OD I T F. S

Com o una miel celeste hay en su lengua fina;

Su piel de flor aun húmeda e st á de agua m arina . vi o e H i od m i Yo he st d p a a la faz encantadora ,

b . La ca ellera espesa , la pierna vencedora Ella de la hembra humana fuera ej emplar augusto ; Ante su rostro olímpico no habría rostro adusto ; un t o Las Gracias j a ella quedarían confusas , Y las ligeras Heras y las sublimes Musas

1 Por ella det u v eran sus giros y su canto .

BIPRA

Ella la causa fuera de inenarrable e span t o: ixi n i Por ella el e da do bló su cuello fuerte .

La hembra humana es herman a del D olor y la Muerte . e um ou

Por suma ley un día llegará el himeneo

Que el soñador agu arda : Cinis será. Cence ; Clare será el origen del femenino a rca n o

La Esfinge tal secre t o dirá a su soberano .

C L1T O

Naturaleza tiende sus bra zos y sus p ech os A los humanos seres : la clave de los h e ch os C on ó c ela el v H om e ro c on báculo idente ; su ,

D e if e be n O . En su gruta , la le gua del ráculo

GAU MAN T E S

un del O E l monstruo expresa ansia corazón del rbe ,

En el Centauro el bruto la vida humana absorbe , sát ire la El es la selva sagrada y luj uria , m Une sexuales í petus a la harmoniosa furia . Pan j unta la soberbia de la montaña agreste Al ri t m o de la inmensa m e c án ic a celeste ;

“ La beca melodiosa q ue atrae en Sire n us a Cs de fiera alada y es de la suave m usa ; Con la bice rn e Pasifa e a un t a bestia se y ,

Naturaleza sabia formas diversas junta , Y h om bre cuando tiende al la gran Naturaleza , m on st ruo e l b l El , siendo sím olo , se viste de bel eza .

( :RI N EO

í Yo amo lo inanimado que amó el divino Hes odo .

QU I RON

m un do á im rin eo n a t odo . G , sobre el tiene un 42

GRI N E O

vist o e r ro m He , entonc s , a s oj os fij os en i Los vives oj os roj os del alma del rubí ; Los ej es luminosos del alma del topacio Y los de la esmeralda que del azul e sp acio La maravilla imitan ; los ej e s de las gemas

De brillos peregrinos y mágicos emblemas . Am o el gran it o duro que el arquitec to labra m árm ol u Y el en q e duermen la línea y la palabra .

c om e n

A D euc alión y a Pirra , varones y muj eres Las piedras aun intactas dij eron : Qué nos quieres

LI CI D AS

v flo ar los Yo he isto los lemures t , en nocturnos I u lo nstantes , c ando escuchan s bosques taciturnos El l oco grito de Atis que su dolor revela O m ll n ile m el la aravi osa ca ción de F a . i E l galope apresuro , si en el boscaj e m ro

oi o . Manes que pasan , y g su fúnebre suspiro e h o do I Pues de la Mu rte el n , desconocido mperio ,

Guarda el p a vor sagrado de su fatal misterio .

ARNBO

La Muerte es de la Vida la inseparable hermana .

QU I RON

! La muerte es la victoria de la progenie humana .

— 44

ue A Me s he aquí q polo se acerca al meridiano . Sus truenos prolongados repite el Oceano : B aj o el dorado carro del relucien te Apolo v l l Vuel e a inf ar sus carril os y sus odres E olo . A m á m o lo lej os , un templo de r l se divis a

ur - Entre la eles rosa que hace cantar la brisa . Con sus vibrantes notas de Céfiro desgarra

' La veste transparente la helénica cigarra , Y por el ll an o extenso van en tropel sonoro

I Oro. Los Centauros , y al paso , tiembla la sla de

EL POETA ” PREGUNTA POR STELLA

r i n n ci n Li io divino , l rio de las A u cia o es; n Lirio , florido prí cipe ,

Hermano perfum ado de las estrellas castas , lo abriles Joya de s .

A ti n i las bla cas d anas de los parques ducales , l Los cuel os de los cisnes , Las místicas estrofas de cán tic os celestes

Y en el sagrado empíreo la mano de las vírgenes .

i sus L rio , b oca de nieve donde dulces labios a i i L primavera mpr me ,

En tus venas no corre , la sangre de las rosas pecadoras ,

Sin e el íc or excelso de las flores in signes .

Lirio real y lírico Que nac es con la albura de las hostias sublimes De las cándi das perlas l m ác Y del ino sin ul a de las sobrepellices , a Has visto acaso el vuelo del alma de mi Stell , triste r or La hermana de Lige a , p quien mi canto a veces es tan P OR T I C O ( 1 )

la Libre frente que el casco rehusa ,

ri Casi desnuda en la glo a del día , Alz a su tirso de rosas la musa

H a rm on B aj e el gran sol de la eterna ia .

F Es loreal , eres tú , Primavera , Quien la sandalia calz ó a su pie breve i E lla , de tr stes nostalgias muriera

En el país de los cisnes de nieve .

Griega es su sangre , su abuelo era ciego ; Sobre la cumbre del Pindo sonoro El sagitario del carro de fuego

l

Puso e n su lira las cuerdas de oro .

l Pare s Y baj o el pórtico b anco de ,

be sc a es Y en los j de frescos laureles ,

' l - ín d aro dióle sus ritmos preclaros ,

Dióle An acreonte sus vinos y mieles .

T od los a desnuda , en claros diamantes la la s in Que en Castalia recaman l fas , Viéron la e tropas de faunos saltant s , m á Cual la s fresca y gentil de las ninfas .

( 1 ) ara el l ro: En tro el del oe t a e5 a ñol S AL P ib p , p p VAD OR UED A 1 8 2 R , 9 . 46

Y en la fragante , harmoniosa floresta ,

Puesto a los ecos su oido de musa , Pan sorp ren dióla escuchando la o rquesta ue él con Q _ dab a al viento su cornamusa .

en Ella resurge después el Lacio , Sien do del tedio su lengua exterminio ;

Lleva a sus labios la copa de Horacio , ri B eb e falerno en su ebúrneo t clinio .

n Páj aro errante , ideal golondri a , ' A Vuela de rabia a un confín solitario ,

' Y ve p a sar en su torre argenti na A un rey de Oriente sobre un dromedario ;

s Rey mi terioso , magnífico y mago ,

e ulen t o E st am bul e s Dueño p de cien , Y a quien un genio brindara en un lago

Góndolas de oro en las aguas azules .

m ás d E se es el rey hermoso que el ía , Que abre a la musa las puertas de Oriente ; F E se es el rey del país antasía ,

' ll ev un Que a claro lucero en la frente .

E s en Oriente donde ella se in spira E n las moriscas exóticas z ambras; D on de primero contempla y admira Las cin celadas divin as alhambras;

Las muell es danz as en las alcatifas

Donde la mora sus velos desata , Los pensativos y viej os k alif as

' De oj os obscures y barb as de plata .

— 48

n ( Urna amorosa de voz femeni a , Caj a de música de duelo y placer l Tiene el acento de un a ma divin a , un a Talle y caderas como mujer .

Va del tablado flamenco a la orilla l Y ase en sus pa mas los crótalos negros , Mientras derrocha la audaz seguidill a

Bruscos acordes y raudos al egres .

Ritma los pasos , modula los sones , i Ebria r sueña de un vino de luz ,

ch on es Hace que brillen los oj os ga ,

Negros diamantes del patio andaluz .

Campo y pleno aire refrescan sus alas; Am a los nidos , las cumbres , las cimas;

… Vuelve del campo vestida de galas ,

Cuelga a su cuello collares de rimas .

E n e i su t soro de re na de Saba , Guarda en secreto celestes emblemas ; F al aba lechas de fuego en su mágica j ,

i . Perlas , rubíes , z af ros y gemas

un Tiene a corte pomposa de maj as , l Suya es la chu a de rostro ris ueño , la s rv Suyas las j uergas , cu as navaj as

E brias de sangre y licor malagueño .

' i or t em lo un áz ar r T ene p p alc marmó eo , n r e i ci co Guárdalo esfi ge de ostro g p a , i Y cual labrada en un blo que h p erbó re o, e un Venus enfrente d triunfo de B aco , Dentro presenta sus formas de nieve ,

Brinda su amable sonrisa de piedra , — Mien t rra s se enlaza en un b aj o relieve A dr una iada ceñida de hiedra ,

Un joven fauno robusto y violento , n Dulce terror de las ninfas i cautas , Al són triunfante que la nz an al viento T m í an e s . p , liras y sistres y flautas

Om los an muros mosaicos y frescos , ! ureos pedazos de un sol fragmentario , I ri m il s trenzados en arabescos ,

Joyas de un hábil cincel lapidario .

l Y de la eterna Bel ez a en el ara , A nte su sacra y grandiosa escultura , ce rrara Hay una lámpara en albo , un — De a eucarística y casta blancura .

F uera , el frondoso j ardín del poeta Rie m en su fresca y gen til . h e r osura ; ! r gata , pe la , amatista , violeta , e l Verdor g ógie o y tibia espesura .

Una andaluz a despliega su manto Para el poeta de música eximia ; Rús ticos T ítiros cantan su canto ; a Bulle el hervor de la alegre vendimi .

Ya es un tropel de b acantes modernas El q ue despierta las locas lujurias :

Ya húmeda y triste de lágri mas tiernas , . Da A su gemido la gaita de sturias , _ 50 _

“ F fan f rria s rancas a de cobres sonoros ,

ue m an t e Labios q s de humanas sirenas , O cres y roj os de plaz as de toros ,

Fuegos y chispas de locas verbenas .

h om é rida Joven , un día su tierra ióle e V que alz ab a sob rbio estandarte ,

B uen capitán de la lírica guerra ,

Regio cruz ado del reino del arte .

ióle V con yelmo de acero brillante ,

Rica armadura sonora a su paso ,

F bron ci e o l irme tizona , n o ifante ,

Listo y piaf an t e su excelso pegaso .

' Y de la brega tornar vióle un día

en los De su victoria _ bravos tropeles , H arm on ia B aj o el gran sol de la eterna ,

Dueño de verdes y nobles laureles.

u Z . F é aborrecido de oilo , el verdugo

F u é por la gloria su estrella encendida . e Y e st pasó en el reinado de Hugo ,

E mperador de la b arba florida .

Pequeñ a ánfora lírica de vino llena Compuesto por la dulce musa Alegría u vas a n daluz as s al Con í ,í macarena ,

F A . lor y canela frescas¿ de ndalucía

b Su es , creces , y vistes de pompas fieras;

s Retumb as en el ruido de la metrallas , O ocn ala la s b ndulas el de anderas , s Suenas con los clarine de las batallas .

Tien es toda la lira : tienes las mano s Que acompasan las danz as v las canciones ; l Tus órganos , tus prosas , tus cantos l anos

Y tus llantos que parten los corazones .

l i v Ramil ete de dulces tr nos erb ales , la Javalina de Diana Cazadora , ue e Ritmo q tien el filo de cien puñales ,

en flora . Que muerde y acaricia , mata y

T irsis n Las campesinas de tí están lle as , bord on e o Y aman , radiosa abej a , tus s ; A si rie g a s tus chispas las nochebuen as

Como adornas la lira de los Orfeos .

Que baj o el sol dorado de Manzanilla

Que esta azulada concha del cielo b aña ,

n u Polít on a y triu fante , la seg idilla

r de E s la flor del sono o Pindo E spañ a .

2 1 9 . Madrid, 8 E L C I E

D o . h . e A C l G uffre.

Fu é en una hora divina para el género human o .

El Cisne antes cantab a sólo para morir . Cuando se oyó el acento del Cisne w agneriano Fué en medio de una aurora , fué para revivir .

Sobre las tempestades del humano oceano i Se oye el canto del C sne ; no se cesa de oir , Dominando el martillo del viej o Thor germano 0 r n ir . _ las trompas que cantan la espada de A ga t

¡Oh Cisne! ¡Oh sacro p ájaro! Si antes la blanca Helena u Del huevo az l de Leda brotó de gracia llena ,

Siendo de la Hermosura la princesa inmortal ,

B aj o tus blancas alas la nueva Poesía , Concibe en una gloria de l uz y de harmonía

La Helena eterna y pura que encarna el ideal . —54

LA P! GI NA BLANCA

La m berti . A A .

Mis oj os miraban en hora de en sueños á in a la p g blanca .

Y vino el desfile de ensueños y somb ras .

Y fueron mujeres de rostros de estatua , Muj eres de rostros de estatuas de mármol, ! Tan tristes , tan dulces , tan suaves , tan pálidas

Y fueron visiones de extraños poemas , de a De extraños poemas besos y l grimas , De historias que dej an en crueles instantes Las testas viriles cubiertas de canas !

Qué cascos de nieve que pone la suerte Qué arrugas precoces cincela en la cara ! Y cómo se quiere que vayan ligeros Los tardos camell os de la cara van a '

Los tardos camellos ,

Como las figuras en un panorama ,

Cual si fuese un desierto de hielo , A traviesan la págin a blanca .

E ste lleva un a carga

De dolores y angustias antiguas , A u ng stias de pueblos , dolores de razas ; Dolores y angustias que sufren los Cristos Que vienen al mundo de víctimas trágicas !

- 56

A NO N U E V O

A J . Pi uet q .

A las doce de la noche por las puertas de la gloria

Y el fulgor de perla y oro de una luz extraterrestre ,

” cuat ro án e le s Sale en hombros de g , y en su silla gestatoria ,

San Silvestre .

Más l hermoso que un rey mago , leva puesta la tiara , r De que son bellos diamantes Sirio , Artu o y Orión ; l Y el ani lo de su diestra , hecho cual si fuese para

Salomón .

Osa Sus pies cubren los j oyeles de la adamantina , Y su capa raras piedras de un a ilustre Visapur; Y colgada sobre el pecho resplandece la divina

Cruz del Sur .

f O áure o Va el pontí ice hacia riente ¿Va encontrar el barco , Donde al brillo de la aurora viene en triunfo el rey Enero ! Ya la aljaba de Diciembre se fué toda por el arco

Del Arquero .

A la orilla del abismo misterioso de lo Eterno El inmenso Sagitario no se cansa de flechar; I Le sustenta el frío Polo , lo corona el blanco nvierno , l Y le cubre los riñones de ve lón azul del mar . a Cada flecha que dispara , c da flecha es una hora; D oce al aba s j , cada año , para él trae el rey Enero ; En la sombra se destaca la figura venc edora

D e! Arquero . Al redor de la figura del gigante se oye el vuelo Misterioso y fugitivo de las almas que se van Y el ruido con que pasa por la b óveda del cielo á Con sus alas membranosas el murciélago Sa t n . un t San Silvestre b aj o el palio de zodiaco de vir udes , Del celeste Vaticano se detiene en los umbrales Mientras himnos y m ot et e s canta un coro de laudes I t nmor ales .

Reza el santo y pontifica ; y al mirar que viene el b arco

Donde en triunfo llega Enero , An te Dios bendice al mundo ; y su brazo ab arca el arco

y el Arquero .

SI NFONÍA EN GRI S MAYOR

El mar com o un vasto cristal azogado Reflej a la lámina de un cielo de z inc ; Lej anas bandadas de páj aros manchan i E l fondo b ruñido de pál do gris .

El sol como un vidrio redondo y opaco Con paso de enfermo camina al cenit; E l viento marin o descansa en la somb ra m Teniendo de al ohada su negro clarín .

Las ondas que mueven su vientre de plomo

Debaj o del muelle parecen gemir .

Sentado en un cable , fumando su pipa , E stá un marinero pensando en las pla yas

De un vago , lej ano , brumoso país . T ost aron E s viej o ese lob o . su cara Los rayos de fuego del sol del B rasil ; Los recios tifones del mar de la China in Le han visto bebiendo su frasco de g .

La espuma impregnada de yodo y salitre z H a tiempo conoce su roj a nari , e de a Sus crespos cab ellos , sus bic ps tleta ,

Su gorra de lona , su blusa de dril .

E n medio del humo que forma el tab aco vi Ve el ej o el lej ano , brumoso país , A donde una tarde caliente y dorada

Tendidas las velas partió el bergantín .

m u r e . La siesta del trópico . E l lob o se a d e

Ya todo lo envuelve la gama del gris . Parece que un suave y enorme e sfum in o

Del curvo horiz onte borrara el confín .

La siesta del trópico . La viej a cigarra

Ensaya su ronca guitarra senil , Y el grill o preludia su solo monótono

En la ún ica cuerda que está en su violín .

6 0

EPITALAMI O B! RBARO

A Lu n e go s .

E l alba aun no aparece en su gloria de oro . Canta el mar con la música de sus ninfas en coro

Y el aliento del campo se va cuaj ando en bruma . Tej e la náyade el encaj e de su espuma n Y el bosque i icia el himn o de sus flautas de pluma .

' Es el momento en que el salvaj e cab allero

' Se ve pasar . La tribu aulla y el ligero relám a o Cab all o es un p g , veloz como una idea .

A su paso , asustada , se para la marea ; La náyade interrumpe la labor que ejecuta

Y el director del b osque detiene la b atuta .

» Qué pasa desde el lecho pregun ta Venus bella . Y Apolo E s Sagitario que ha rob ado una estrella 6 1

R E S P O N S O

m á ic o liróforo Padre y maestro g , celeste Que al instrumento olímpico y a la siringa agreste Diste tu acento encantador;

Panida ! Pan tú mismo , que coros condujiste

Hacia el propileo sacro que amab a tu alma triste , Al són del sistro y del tambor !

Que tu sepulcro cubra de flores Primavera , ás ro h Que se humedezca el pe ocico de la fiera , De amor si pasa por allí ; Que el fúnebre recinto visite Pan bicorne ;

Que de sangrientas rosas el fresco Abril te a dorn o.

Y de claveles de rubí .

osarse Que si p quiere sobre la tumb a el cuervo , A á ro huyenten la negrura del p ja protervo , E l dul ce canto del cristal Filom e la Que vierta sobre tus triste s huesos , O la harmonía dulce de risas y de besos ,

De culto oculto y florestal .

úbe re s c a n éf oras o Que p te ofrenden el acant , d Que sobre tu sepulcro no se errame el llanto , i Sino rocío , v no , miel:

l i e r Que el pámpano al í brote , las flores de C t es , Y que se escuchen vagos suspiros de mujeres B aj o un simbólico laurel ! “ ífan o ba o Que si un pastor su p j el frescor del haya ,

En amorosos días , como en Virgilio , ensaya , Tu nombre ponga en la canción ;

Y que la virgen náyade , cuando ese nombre escuche , las Con ansias y temores entre linfas luche ,

Llena de miedo y de pasión .

De noche , en la montañ a , en la negra montaña

De las Visiones , pase gigante sob re extraña , Sombra de un Satiro espectral; Que ella al centauro adus to con su grandez a asus te; De una extra —humana flauta la melodía ajuste

A la harmonía sideral .

Y huya el tropel equino por la montaña vasta; Tu rostro de ultratumb a b añe la luna c asta De compasiva y blanca luz ;

Y el Sátiro contemple sobre un lej ano monte , Una cruz que se eleve cubriendo el horizonte Y un resplandor sobre la cruz º

— 64

r . O ll Sang e de los suicidas rgani o . F anf arrias macabras , responsos corales , C on que de Satur n o celebrase el brillo

En los manicomios y en los hospitales .

— I . F R I S O

Cabe una fresca viña de Corinto ue verde Q . techo presta al simulacro i e Del Dios v ril, que artífic de Atenas En i c e nta to pent lico labrara , día s Un alegre , al de lumbrar el mundo m A La har onía del carro de la urora , Y en tanto que arrul laban sus ternezas D os nevadas pal omas venusin as

Sobre rosal purpúreo y pintoresco ,

Como olímpica flor de gracia llena,

Vi el bello rostro de la rub ia Eunice . No m ás ga11arda se encamin a al templo e i ni más Can fora gent l , riente

Llega - la musa a quien favor prodiga vi min t e o E l di no S , que mi amada l A tender hacia mi sus tersos brazos .

E ra la hora del supremo triunf o Concedido a mis lágrim as y ofrendas e Ci ris Por el poder de la c leste p , Y era el ritmo potente de mi sangre Verso de fuego que al propicio numen

Can taba ardiente de la vida el himn o . Cuando mi boca en los bermej os labios De mi princesa de cabellos de oro

“ fr Licor bebía que a ontara al néctar , Por el sendero de fragante s mirtos

Que guía al blanco pórtico del templo ,

Súbitas voces nuestras ansias turb an .

Lírica procesión al viento esparce cán tic os Los rituales de Dionisio , e El evoh de las triunfales fiestas , La algaz ara que enciende c on su risa

La impúber tropa de saltantes niños , Y el vivo son de mús icas sonoras

Que anima el coro de b acantes eb rias .

E n el concurso báquico el primero ,

n Regando rosas y tej iendo da zas ,

Garrido infante , de Eros por hermoso

e . Emul y par , risueño aparecía

Y de él en pos las ménades ardientes , Al air e el busto en que su pompa erigen s Pomas ebúrn eas; en la mano el si tro , Y las curvas caderas m al veladas la s desceñidas Por flotantes , ropas , Alz ab an sus cabez as que en consorcio Circundaban la flor de Citerea

Y el pámpano fragante de las vm as .

Aun me parece que mis oj os tornan Al cuadro lleno de color y fuerz a : Dos robustos mancebos q u e los cabos l ñ De cadenas metá icas empu an , Y cuyo porte y músculos de Ares

Divinos dones son , pintada fiera in Hirc n i Que fel o pezón nutrió en a a , Con gesto heroico entre la turb a rigen ; Y otros dos un leopardo cuyo cuello Gracias de F lora ciñen y perfuman Y cuyos oj os en las anchas cuencas i De furia henchidos san guin osos g ran . m bran Pétalos y uvas el sendero alf o , Y desde el campo azul do el Sagitario c orusc De an te s flechas resplandece ,

Las urnas de la luz la tierra b añan .

Pasó el tropel . En la cercana selva

re son b .A s Lúgubre a a el grito de ti ,

Triste pavor de la inviolada ninfa . Desliz aba su paso misterioso

El apacible coro de las H oras . E co volvía la acordada quej a la l D e flauta de Pan . Joven gal ardo , Mas hermoso que Adonis y Narciso , Con el aire gentil de los e febos

l la s Y la ira en manos , al boscaj e

Como lleno de luz se dirigía .

Amor pasó con su dorada antorcha .

Y no lej os del nido en que las aves ,

d os i ris Las aves de C p , sus arrullos

Cual tiernas rimas a los aires dieran , Í Fuí más feliz que el luminoso cisne

Que vió de Leda la inmortal blancura , Y Eunice pudo al templo de la diosa Purpúrea ofrenda y tórtolas amables' Llevar el día en que mi regio triunfo Vió el Dios viril en m árm ol cincelado

Cabe la fresca viña de Corinto .

Mientras le dora las finas ancas Con b año calido la luz del sol; Y otro saltando piedras y troncos Va dando alegre sus gritos roncos

Como el ruido de un caracol .

Silencio . Señas hace l igero E l que en la tropa va dela ntero ; Porque a un recodo de la campaña

Llegan en donde Diana se b aña . Se oye el ruido de claras linfas

Y la algazara que hacen las ninfas . Ris a de plata que el air e riega H asta sus ávidos oídos llega ;

Golpes en la onda , palabras locas ,

Gritos j oviales de frescas bocas , Y los ladridos de la traílla Que Diana tiene junto a la orilla e stá Del fresco río , donde ella

Blanca y desnuda como una estrella .

Tanta bla ncura que al cisne injuria Abre los oj os de la luj uria : Sobre las márgenes y rocas áridas Vuela el enj ambre de las c a n t árida s i Con su bruñido verde metál co ,

Siempre propicias al culto fálico . A mplias caderas , pie fino y breve ;

Las dos colinas de rosa y nieve . Cuadro sob erbio de tentación ! ¡Ay del cuit a do que a ver se atreve Lo que fué espanto para Acteón ! l Cabellos rubios , meji las tiernas ,

Marmóreos cuellos , rosadas piernas ,

Gracias ocultas del lindo coro , En el herido cristal sonoro ; Seno en que h iciéra se sagrada copa ;

Tal ve en silencio la ardien te tropa .

' Quién a delan t a su firme busto Quirón experto F olo robusto E s el m ás j oven y es el m ás bello ; l Su piel es blanca , crespo el cabe lo ,

Los cascos finos , y en la mirada ll d el i Bri a sát ro la ll amarada .

En un instante , veloz y listo , A ! una tan bella como alisto ,

Ninfa que a la alta diosa acompaña , Saca de la onda donde se b aña a a L grupa vuelve , r udo galopa ; Tal iba el toro raptor de Europa

Con el orgullo de su con quista .

' A dó va Diana Viva la vista

La planta alada , la cabellera M oj ada y suelta; terrible , fiera , Corre del monte por la extensión ; Ladran sus perros enfurecidos ; Entre sus dedos humedecidos

Lleva una flecha para el ladrón .

Ya a los centauros a * ver alcanz a

La caz adora ; ya el dardo lanza , Y un grito se oye de hondo dolor La casta diva de la venganz a

Mató al raptor . rá ida La tropa p se esparce huyendo ,

F orman los cascos sonoro estruendo . n Llegan las ni fas . Lloran . Qué ven En la carrera la caz adora Con s u saeta castigadora

A la robada mató también . E L R E I N O I N T E R I O R

A E ugen io de C a stro

' t c o . w i h Psy hís,my s ul

POE . Una selva suntuosa l En el azul celeste su rudo perfi calca .

n r Un cami o . La tier a es de color de rosa , Cual la que pinta fra D om én ic o Calvalca

En sus Vidas de santos . Se ven extrañas fl ores

De la flora gloriosa de los cuentos azules , a em ore Y entre las ramas encantadas , p p s bul ule Cuyo canto extasiara de amor a los b s .

P Ba lb es : a ul . ( p em or: ave rara . ruiseñores)

Mi alma frágil se asoma a la ventana obscura

De la torre terrible en que ha treinta años sueña .

La gentil Primavera primavera le augura .

La vida le sonríe rosada y h alagii eñ a . Y ella exclama: Oh fragante día ! Oh subl ime día ! Se diría que el mundo esta en flor; se diría Que el corazón sagrado de la tierra se mueve

Con un ritmo de dicha; luz brota , gracia llueve . Yo soy la prisionera que sonríe y que canta

Y las manos liliales agita , como infanta

Real en los balcones del palacio paterno .

Qué són se escucha , són lej ano , vago y tiern o

or i P el lado derecho del cam no , adelanta

Llenan el aire de hechiceros malefícios

E sos siete manceb os . Y son los siete Vicios ,

Los siete poderosos Pecados capitales .

Y los siete mancebos a las siete doncellas an z an vivas i or L m radas de am . Las Tentaciones

De sus liras m elif luas arrancan vagos sones . i i Las pr ncesas prosiguen , adorables v siones

En su blancura de p alom a s y de estrellas .

Unos y otras se pierden por la vía de rosa ,

Y el alm a mía queda pensativa a su paso . Oh “ m ¡ , qué hay en tí , al a mía Oh t i m i , qué hay en , pobre infanta misteriosa Acaso piensas en la blanca teoría Acaso

! Los brillantes manceb os te atraen , mariposa

Ella no me responde . se Pensativa aleja de la ob scura ventana , — Pensativa y risueña ,

De la B ella - durmiente - del —B osque tiern a hermana Y se adormec e en donde

H ace treinta años sueña .

Y en sueño dice : Oh dulces delicias de los cielos! ¡ Oh tierra sonrosada que acarició mis oj os ! l m ! Princesas , en vo ved e con vuestros blancos velos

e r c m u Príncipes , st e h ad e con v estros brazos rojos — 7 3

COSAS DE L CI D

A F ra nci sco A . de I c aza .

n v r v Cuenta B arbey , e e so s que alen bien su prosa r Una haz aña del Cid , f esca como una rosa ,

Pura como una perla . No se oyen en la hazaña a Resonar en el viento las trompetas de E sp ña , Ni el azorado moro las tiendas abandona

Al ver al sol el alma de acero de Tizona .

Ba bieca h uracán descansando del guerrero ,

Tranquilo pace , mientras el bravo cab allero

Sale a gozar del aire de la estación florida . Rie el la Primavera , y vuelo de la vida A bre lirios y sueños en el j ardín del mundo . di n Rodrigo de Vivar pasa , me tabu do , so Por una senda en donde , b aj o el sol glorio ,

Tendiéndole la mano , le detiene un leproso .

F n í e rente a fre te , el soberbio pr ncipe del strago i Y la victor a , j oven , b ello como San tiago ,

Y el horror animado , la viviente carroña nf Que i ecta los suburbios de hedor y de ponz oña .

la n Y al Cid tiende mano el si iestro mendigo , esc rcel Y su a a busca y no encuentra Rodrigo . Oh un — i a reb o. Cid , limosna ! dice el p t — Hermano Te ofrezco la desnuda lim osna de mi mano

Dice el Cid; y , quitando su férreo guante , extiende

La diestra al miserable , que llora y que comprende . — 7 4

Tal es el sucedido que el Condestable e scan cia

Como un vino precioso en su copa de F rancia . Yo agregaré este sorb o de licor castellano :

Cuando su guantelete hub o vuelto a la mano

E l Cid , siguió su rumb o por la primaveral á aro Senda . Un p j dab a su nota de cristal ár ol n esleía E n un b . E l cielo profu do d

Un perf ume de gracia en la gloria del día . Las ermitas lanzaban en el aire sonoro Su melod iosa lluvia de tórtolas de oro; E l alma de las flores ib a por los caminos A unirse a la piados a voz de los peregrinos ,

Y el gran Rodrigo Díaz de Vivar , satisfecho ,

I ba cual si llevase un a estrella en el pecho .

Cuando de la campiña , aromada de esencia i Sutil , salió una n iña vestida de nocencia ,

Una niña que fuera una muj er, de franca ul Y angélica pupila , y muy d ce y muy blanca

un a i Una niña que f uera had , o que surg era

Encarn ación de la divina Primavera .

Y fué al Cid y le dij o : Alma de amo r y fuego , lo t e Por Jimena y p or Dios un rega entrego , r a » E sta os naciente y este fresco laurel .

Y el Cid , sobre su yelmo las frescas hoj as siente ,

En su guante de hierro hay una flor naciente , í Y en lo n timo del alma como un dulzor de miel .

En la fruta misteriosa , ám bar , rosa , su deseo sacia el labio , y en viva rosa se posa , ! l mariposa , t 0 beso ardien e b eso sabio . ¡Bien haya el sátiro grie go que me enseñó el dulce j uego ! En el reino de m i aurora

no hay ayer , hoy ni mañana; danz o las danzas de ahora

con la música pagana .

FF I N I D A

Bella a quien la suerte avara

m rt iriz rm e a a a ternuras , dió una negra perla rara Luzbel para

tu diadema de locuras .

OT R O . D iazrn

Ponte el traje azul que m ás

conviene a tu rubio encan to . on drás Luego , Mía , te p

otro , color de amaranto , y el que rima con tus oj os y aquel de reflej os roj os que a tu bla ncor sienta tanto En el obscuro cabello pon las perlas que conquistas; en el columbino cuello el l m i t pon co lar de a at s as , y aj orc as en los tobillos de topacios amarillos y esmeraldas nunca vistas .

Un camarín te decoro donde sabrás la lección que dió a Angelica Medoro y a Belkiss dió Salomón ; arderá mi sangre loca , y en el vaso de tu boca te sorbe ré el coraz ón .

Luz de sueño , flor de mito , tu admirable cuerpo canta la gracia de Hermafrodito con lo aéreo de Atalanta; y de tu beldad ambigua la evocada musa antigua su himno de carne levanta .

Del ánfora en que esta vino an acre ón tico bebe ; Febe arruga el entrecej o rru rlo y Juno a ga debe , mas la j oven Venus ríe y Eros su fil tro de slíe en los cálices de Hebe . ( A la manera de Joha n de T orres .

Qué pude yo hacer para merecer la ofrenda de ardor de aquella muj er a a quien , como E ster , maceró el Amor

I en i nt so l cor , perfume y color me hiciera sentir su boca de flor; dile el alma por

tan dulce elixir .

CANC I ! N

(A la m an era de Valtierra . )

Amor tu ventana en flora y tu amante esta mañana preludia por t i una diana en la lira de la Aurora .

QUE E L A M O R N O A D MI TE C UE RDA S RE FLE XI ONE S

a e a (A la m an er d S n ta F fe . )

A Señora , mor es violento , y cuando nos transfigura nos enciende el pensamiento

la locura . N o pidas paz a mis brazos que a los tuyos tienen presos son de guerra mis abrazos y son de incendio mis besos;

y sería - vano intento el tornar mi mente ob scura si me enciende el pensamiento

la locura . Clara est á la mente mía

de llamas de amor , señora , como la tienda del día

o el palacio de la aurora . Y al perfume de tu un giien t o

te persigue mi ventura , y me enciende el pen samiento

la locura . Mi gozo tu paladar

rico panal conceptúa , como en el santo Cantar t Mel et Zac su b lin gu a ua . La delicia de tu aliento

en tan fino vaso apura , y me enciende el pensamien to

la locura . 8 1

LO O R

( A la m an era del mismo. )

A qué comparar la pura arquitectura de tu cuerpo A una sutil torre de oro y marfil ! O de Abril a la loggia florecida Luz y vida iluminan lo interior , y el amor tien e su antorcha encen dida .

Quiera darme el garz ón de la henchida copa , y Juno la oriental pompa del pavón real , su cristal olon id Castalia , y yo , ap a , la dormida cuerda haré cantar p or la luz que e st á dentro tu cuerpo prendida .

La blanca parej a anida adormecida : aves que b aj o el corpiño i ha colocado el dios n ño , arm iñ o rosa , , mi mano sabia os convida a la vida . Por los boscosos senderos viene Eros a causar la dulce herida . 82

F FIN

Señora, suelta la brida y tendida la crin , mi corcel de fuego va ; en él llego o a tu campaña fl rida .

COPLA ESPARQA

( A la man era del mismo. )

¡La gata blan ca ! En el lecho

n . maya , se encorva , se extie de Un roj o rubí se enciende sobre los globos del pecho . Los desatados cabellos la divina espalda aroman . B aj o la camisa asom an do s cisnes de n egros cuellos .

T ORNADA LIBRE

Princesa de mis locuras ,

que tus cabellos desatas , n t di , por qué las bla cas ga as gustan de sedas obscuras

O t en drá i tra agua que la suya que serte ngrata , Busca su oculto origen en la gruta viviente

Donde la interna música de su cristal desata , árbol Junto al que llora y la roca que siente .

Guíe t e ceo el misterioso de su murmullo , A sciende por los riscos ásperos del orgullo , B aj a por la constancia y desciende al abismo

Cuya entrada soin bría guardan siete panteras

“ Son los Siete Pecados las siete bestias fieras .

: est á Llena la copa y bebe la fuente en ti mismo .

PALAB RAS DE LA SAT I RE SA

un a la Un día oí risa b aj o fronda espesa , Vi brotar de lo verde dos man zanas lozanas; E rectos senos eran las lozanas manzanas Del busto que bruñía de sol la Satiresa:

u Satiresa Era n a de mis fiestas paganas , Que hace brotar clavel 0 rosa cuando besa ;

Y furiosa y riente y que abrasa y que mesa , o Con los la bios manchados p r las moras tempran as .

Tú f un que uiste , me dij o , antiguo argonauta , A lma que el sol sonrosa y que la mar zafira , Sabe que e stá el secreto de todo ritmo y pauta

ue En unir carne y alma a la esfera q gira ,

A , Y amando a Pan y ¡ polo en la lira y la flauta

A . Ser en la flauta Pan , como polo en la lira » LA ANCIANA

Pues la anciana me dij o : mira esta rosa seca Que encantó el aparato de su estación un día: El tiempo que los muros altísimos de rrue ca

No privará este libro de su sabiduría .

En esos secos pétalos hay —más filosofía Que la que darte pueda tu sabia bibli oteca Ella en mis labios pone la m ágic a armonía

Con que en mi to rno encarno los sueños de mi rueca .

s : a Soi un hada le dij e Soy un hada , me dij o Y de la primavera celebro el regocij o

Dándoles vida y vuelo a estas hoj as de rosa . »

t ran s orm ó e r Y f s en una p incesa perfumada , i i Y en el a re sut l , de los dedos del hada

Voló la rosa seca como un a mariposa .

AMA TU RITM O .

Am a tu ritmo y ritma tus acciones

B aj o su ley , así como tus versos ; E res un universo de universos

Y tu alma una fuente de canciones .

La celeste unidad que presupones

H rá a brotar en tí mundos diversos , Y al resonar tus números dispersos

Pitagoriz a en tus constelaciones . — 86

E scucha la retórica divina Del páj aro del aire y la nocturna I rradiación geométrica adivina ; Mata la in dificen cia taciturn a Y engarz a perla y perla cristalina e En donde la v rdad vuelca su urn a .

A LOS P OETAS RI SU ENOS

r de Anacreonte , pad e la sana alegría;

Ovidio , sacerdote de la ciencia amorosa; cáliz l Quevedo , en cuyo icor j ovial rebosa; i n r H arm on B anville , nsig e o feo de la sacra ia ,

d Y con vosotros toda la grey hij a del ía ,

A quien habla el amante corazón de la rosa , Abej as que fabrican sobre la humana prosa E n sus Him et os mágicos mieles de poesía:

a v Prefiero vuestra risa sonor , uestra musa

' Risueña , vuestros versos p erfumados de vino , A los versos de sombra y a la canción confusa

Que opone el numen bárbaro al resplandor latino ; ásc ra a Y ante la fiera m a de la fatal Medus , i Medrosa huye mi alondra de canto cristal no .

LA H OJA D E ORO

En el verde laurel que decora la frente l Que besaron los sueños y pu ieron las horas , Una hoj a suscita como la luz naciente En que entreabren sus oj os de fuego las auroras;

. Y a dos carrillos dab a redondez a las velas . En mi alma cantab an celestes filom elas

Cuando oí que en la playa sonab a como un grito . Volví la vista y vi que era una il usión

Que dej ara olvidada mi antiguo coraz ón . e n Entonces , fij o del azur lo infinito ,

t ain ar uras Para olvidar del odo las g viej as ,

A t a ó . Como quiles un día , me p las orej as

: a m á Y les dij e a las brisas Sopl d , sopla d s fuerte;

Soplad hacia las costas de la isla de la Vida » . Y en la playa quedab a desolada y perdida n U a ilusión que aullab a como un perro a la Muerte .

D AFNE

¡Dafne , divin a D afne ! Buscar quiero la leve Caña que corresponda a tus labios esquivos; H aré de ella mi flauta e inventaré motivos n Que extasiará de amor a los cisnes de nieve .

Al can to mío el tiempo p arece rá m ás breve; Como Pan en el campo haré dan zar los chivos; Or n Como feo tendré los leo es cautivos , m overá A Y el imperio de mor que todo mueve .

será fn Y todo , Da e , por la virtud secreta Que en la fibra sutil de la caña coloca Con la pasión del dios el sueño del poeta ;

Porque si de la flauta la boca mía toca z u E l sonoro carri o , s misterio interpreta

Y la armonía nace del beso de tu boca . LA GI T ANILLA ( A Oaroln s D urán

m c Maravillosa en t danzaba . Los diamantes Negros de sus pupil as vertían su destello ; l Era be lo su rostro , era un rostro tan bello e Como el de las gitanas de don Miguel Cervant s .

Om ábase con roj os claveles detonantes l La redondez obscura del casco del cabel o , Y la cabeza firme sobre el bronce del cuell o in Tenía la pát a de las horas errantes . Las guitarras decían en sus cuerdas sonoras

Las vagas aventuras y las errantes horas , a Volaban los fandangos , dab a el cl vel fragancia;

. La gitana , embriagada de lujuria y cariño , Sintió cómo caia dentro de su corpiño

El bello luis de oro del artista de F rancia .

A MAESTRE GONZAL O D E B E RCE O

Am o tu delicioso alej andrino

Como el de Hugo , espíritu de España ; E ste vale un copa de champaña

Como aquél vale << un vaso de be n vino » . Mas a uno y otro paj aro divino La primitiva c árcel es extraña ;

El barrote maltrata , el grillo daña ,

vuelo . Que . y libertad son su destino

Así procur o que en la luz resalte dore Tu antiguo verso , cuyas alas Y hago bril lar con mi moderno esmalte; Tiene la libertad con el decoro erif alte Y vuelve , como al puño el g , o o Trayendo del azul rimas de r . — 9 0

AL MA MIA

A lma mía , perdura en tu idea divina ; .

Todo está. baj o el signo de un destino supremo

Sigue en tu rumb o , sigue hasta el ocaso extremo

Por el camino que hacia la E sfinge te encamina .

Corta la flor al paso , dej a la dura espina; E n el río de oro lleva a compas el remo ;

Tii t ole m o Saluda el rudo arado del rudo p ,

Y sigu e como un dios que sus sueños destina .

a Y sigue como un dios que la dicha estimul , Y mientas la retórica del p áj aro te adula los Y los astros del cielo te acompañan , y

r Ramos de la E speranz a su gen primaverales , Atraviesa impertérrita por el b osque de males Sin un temer las serpientes; y sigue , como dios .

YO PE RSI GO U NA

l Yo persigo un a forma que no encuentra mi esti o , B otón de pensamiento que busca ser la rosa ; Se anuncia con un beso que en mis labios se posa Al abrazo imposible de la Venus de Milo .

Adornan verdes palmas el blanco peris til o; Los astros me han predicho la Visión de la Diosa ; Y en mi alma reposa la luz como reposa

E l ave de la luna sobre un lago tran quilo . b Y no hallo sino la pala ra que huye , La iniciación melódica que de la flauta fluye

Y la b arca del sueño _q ue en el espacio boga ;

l - Y b aj o la ventana de mi B el a Durmiente , El solloz o contin uo del chorro de la fuente

Y el cuello del gran cisne blan co qu e me in terroga .

— 9 2

E l poeta pregunta por Stella .

Pórtico . E logio de la seguidilla … E l cisne La págin a blanca Añ o nuevo Sinfonía en gris mayor La Dea ár r E pitalamio b ba o . Re sp oii s o Canto de la sangre

I . Friso . I I . Palimpsesto T E L REI N O IN ERIOR . Cosas del Cid D ezire s , layes y canciones .

Las An foras de E picu ro .