Meditaciones De San Agustin
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San Agustín de Hipona MEDITACIONES DE SAN AGUSTÍN ®2018 IVORY FALLS BOOKS. Este libro es parte de una colección de los mejores clásicos espirituales, disponibles tanto en formato impreso y libros electrónicos. En Ivory Falls Books nos esforzamos por publicar libros de alta calidad a precios asequibles. Además buscamos uniformidad en el tamaño, la presentación externa y el tipo de letra, que le permite al lector crear una biblioteca bien organizada y de fácil lectura. Para encontrar los títulos disponibles por favor búsquenos en Amazon.com. Este libro es producto de su tiempo y no refleja necesariamente el pensamiento de la actualidad, el cual ha evolucionado, como lo haría si se hubiese escrito en la actualidad. CONTENIDOS LIBRO I. EL AMOR A DIOS C 1. E C 2. P D. C 3. D . C 4. D D . C 5. D D. C 6. L . C 7. E . C 8. D G D. C 9. I . C 10. E D . C 11. E , . C 12. E D C 13. E . C 14. L . C 15. O . D D C 16. L C. C 17. L . C 18. L . LIBRO II. SOLILOQUIOS DEL ALMA A DIOS C 1. A D. C 2. A D . C 3. F . C 4. N . C 5. E . C 6. M . C 7. E D . C 8. E . C 9. L D. C 10. I D. C 11. L C 12. O . C 13. L D. C 14. D . C 15. E D. C 16. E . C 17. N . C 18. L D. C 19. R D. C 20. T , . C 21. L . C 22. D . C 23. E D D. C 24. S D . C 25. L . C 26. L . C 27. B D C 28. E D. C 29. P D. C 30. O , . C 31. D D. C 32. C T. C 33. A C 34. P . C 35. D D P C. C 36. L . C 37. O S T LIBRO III. MEDITACIONES C 1. O . C 2. A . C 3. L . C 4. E . C 5. E P H. C 6. L H P. C 7. E C. C 8. L C. C 9. O E S. C 10. O . C 11. P T. C 12. C O M D. C 13. E . C 14. L . C 15. E D P . C 16. D C. C 17. L D . C 18. O J. C 19. L D. C 20. O C C 21. L . C 22. L D. C 23. L . C 24. O . C 25. D . C 26. H . C 27. E D . C 28. L . C 29. L D. C 30. P D. C 31. I T. C 32. I D. C 33. P D . C 34. C D. C 35. F J. C 36. O C. C 37. O J . C 38. P . C 39. O D . C 40. E D. C 41. A D. LIBRO IV. MANUAL DE ELEVACIÓN ESPIRITUAL PRÓLOGO. I D C 1. E D C 2. L D C 3. E D C 4. D C C 5. O D C 6. L C 7. L C 8. L C 9. E D C 10. P C 11. E C 12. D C C 13. C J C 14. L D C 15. L C 16. E C 17. L C 18. C C 19. P D C 20. N C 21. E D C C 22. L C C 23. E C 24. E C C 25. L C 26. E C 27. L E S C 28. E D C 29. Q C 30. L C 31. A D C 32. E D C 33. L C 34. E D, , C 35. E D C 36. C , D. LIBRO I. EL AMOR A DIOS Capítulo 1. El amor es el camino que lleva a la vida Necesitamos ser vigilantes, atentos, animosos y solícitos para indagar y aprender el modo y la manera de poder evitar las penas del infierno y conseguir la felicidad del cielo; puesto que no podremos evitar aquel tormento ni adquirir aquel gozo, si no es conociendo el camino para esquivar lo primero y poder alcanzar lo segundo. Escuchemos, entonces, con gusto, y meditemos atentamente las palabras del Apóstol, donde manifiesta dos cosas, a saber: que la vida gloriosa del cielo es inefable, y cuál es el camino que conduce a esa vida. Porque dice: Ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni comprendió el corazón del hombre lo que Dios ha preparado para los que lo aman (1Co. 2, 9). Al decir que Dios ha preparado bienes para quienes lo aman, está mostrando que el amor es el camino por el que se llega a esos bienes. Pero no puede darse el amor de Dios sin el amor del prójimo, como atestigua San Juan, cuando dice: Quien no ama a un hermano suyo, a quien ve, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ve? Y el mandato que tenemos de Dios es que quien ama a Dios, ame también a su prójimo (1Jn. 4, 20). En este doble amor consiste la verdadera caridad, de la que habla el Apóstol, cuando dice: Os vaya mostrar aún un camino mucho mejor (1Co. 12, 31). Ved cómo la caridad es el camino más excelente que lleva a la patria celestial, sin él nadie puede llegar allí. Pero ¿quién es el que anda por ese camino?, ¿quién lo ha conocido? El que ama a Dios y al prójimo. ¿Cómo debemos amar a Dios y al prójimo? Debemos amar a Dios más que a nosotros mismos, pero al prójimo como a nosotros. Amamos a Dios más que a nosotros, cuando anteponemos en todo los mandamientos suyos a nuestra voluntad, porque no se nos manda amar al prójimo más que a nosotros, sino como a nosotros, es decir, debemos querer y desear al prójimo todo el bien que debemos querer y deseamos a nosotros, sobre todo la felicidad eterna, y ayudarle a conseguirla, tanto en las cosas corporales, como en las espirituales, según lo pide la razón, y los recursos lo permitan. Por lo cual el Señor dice en el evangelio: Tratad vosotros a los demás como queréis que los hombres os traten a vosotros (Mt. 7, 12); Y el apóstol Juan dice: No amemos de palabra y con la boca, sino con obras y de verdad (1Jn. 3, 18) Y ¿quiénes son los prójimos a los que debemos amar así? Ciertamente son todos los hombres, sean cristianos, judíos, paganos, tanto amigos como enemigos. Capítulo 2. Por qué y de qué modo nosotros tenemos que amar a Dios. Puesto que toda nuestra salvación consiste en el amor, tenemos que examinar con cuidado por qué y cómo debemos amar a nuestro Señor. En efecto, nada más eficaz para excitar en nosotros el amor, para alimentarlo y aumentarlo, como la reflexión constante y diligente de sus beneficios. Nos ha dado y colmado de tantos beneficios que nuestra alma desfallece, y termina anonadada por completo ante la consideración de tantos beneficios suyos. Y aunque no podamos devolverle tanto amor y reconocimiento y tantas acciones de gracias, como conviene, con todo debemos compensarle con cuanto amor y gratitud seamos capaces. Aquí está el por qué nosotros debemos amar también mucho al Señor, es decir, por sus beneficios, porque nos los ha dado sin mérito alguno nuestro por su gran piedad, por su bondad totalmente gratuita. Y cómo nosotros debemos amar a Dios lo manifiesta aquel mandamiento suyo, que ordenó El con insistencia, y que quiso que fuera cumplido con exactitud (Sal. 119 (118), 4). Escucha, hombre, el mandamiento que es el principal y primero de todos los mandamientos; te repito, escúchalo con atención, guárdalo en la memoria, medítalo de continuo, y cúmplelo con todas tus fuerzas exactamente, con asiduidad y perseverancia. Este es ese mandamiento: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, es decir, con todo el entendimiento; y con toda tu alma, es decir, con toda tu voluntad: y con toda tu mente (Dt 6,5; Mt 22,37), es decir, con toda la memoria: de manera que le consagres a Él todos tus pensamientos, toda tu vida y todo tu entendimiento. Pero, porque quizá piensas que Dios a ti te ama poco, y no dudas en amarle también a Él poco; examina y repasa en tu espíritu los dones y beneficios que te ha dado y los que te ha prometido, para que te convenzas de que tú debes amarle a Él apasionadamente. Y para excitar y acrecentar más en ti el amor de Dios, considera con atención por quién, por qué y para qué fue creado el hombre, y qué cosas creó Dios por el hombre. Has de saber que la causa de todas las cosas creadas, celestes y terrestres, visibles e invisibles, no es otra que la bondad del Creador, que es Dios único y verdadero, cuya bondad es tan grande que ha querido que otros sean partícipes de su felicidad, por la cual Él es feliz eternamente, felicidad que vio que podía comunicarla sin que pudiese disminuir lo más mínimo. Este bien que era Él mismo, y por el cual Él mismo es feliz, quiso comunicarlo a otros por su sola bondad, no por necesidad, porque era propio del sumo Bien querer hacer el bien, y del omnipotentísimo no poder hacer mal alguno. Y, porque nadie puede participar de su felicidad si no es por la inteligencia, de modo que tanto más se participa, cuanto más se comprende, creó Dios la creatura racional, para que entendiera el sumo Bien, entendiendo lo amara, amando lo poseyera, y poseyéndolo lo gozara.