Entrevista a Ricardo Hernández Otero
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La imaginación contra la norma Ocho enfoques sobre la República cubana de 1902 Julio César Guanche La Habana, junio de 2002 La imaginación contra la norma - Julio César Guanche 1 Al terminar este libro, mis hijos estaban a punto de nacer. Para ellos, y para Lupe, estas y las otras páginas que escriba. INDICE La Constituyente del cuarenta es una lección de madurez nacional.......................................5 La continuidad de la cultura cubana.....................................................................................18 El amor lo salva todo............................................................................................................30 Rubén limpio de polvo y paja ..............................................................................................42 La institucionalidad republicana...........................................................................................54 El negro espacio del negro....................................................................................................71 La República al contado .......................................................................................................83 La imaginación contra la norma ...........................................................................................95 La imaginación contra la norma - Julio César Guanche 2 Advertencia Para designar al régimen político que tuvo Cuba entre 1902 y 1958 se emplea, a modo de denominación, el término “República”. No importa que una República se fundara en los campos de Cuba antes de 1902, que se redactaran cuatro constituciones y que una extensa tradición republicana —de Félix Varela a José Martí— formara parte del pensamiento político insular. Tampoco importa que la Constitución de 1976 consagrara una institucionalidad también republicana, estableciera la elegibilidad de todos los cargos públicos y el carácter popular del ejercicio del poder, ni que reformada en 1992 ensayara nuevas formas de sufragio y participación ciudadana. Para los cubanos “la República” sigue siendo lo que hubo en este país desde el 20 de mayo de 1902 hasta el 31 de diciembre de 1958. Lo demás son “las guerras independentistas” y “la Revolución”. Ciertamente, nuestra historia republicana, enfrentada primero al parteaguas de una intervención militar y luego a una Revolución, está hecha de negaciones, de actos de refundación que construyeron su futuro como ruptura del pasado: El 20 de mayo de 1902 pudo consumarse “el nacimiento” de la República porque se obvió la ejecutoria mambisa; la Revolución del 30 generó una segunda República porque expulsó a un tirano —cancelando de paso las oportunidades futuras para las fuerzas políticas hasta ese momento tradicionales—, y abrió camino a los nuevos actores que se harían cargo del país; y la Revolución de 1959 alcanzó éxito porque reinventó la política ante el fracaso de la democracia y el republicanismo conocidos, que no pudieron pasar la prueba del hecho revolucionario. Cada nuevo momento reclamó así un nombre propio —y eludió los significados precedentes— como vía para demarcar su territorio. No obstante, y más allá de esas negaciones sucesivas, existen otras razones para considerar que “República” es solo el decurso histórico que va de Tomás Estrada Palma a Fulgencio Batista. Esas razones nacen de una matriz común: la confrontación ideológica sobre el presente y el futuro de Cuba. En los polos extremos de ese enfrentamiento están quienes niegan al régimen revolucionario por “antidemocrático y dictatorial”, reservan el término “República” para aquel pasado y lo consideran, con sus variaciones de luces y sombras, el paradigma de la política por restaurar, y están, del otro lado, quienes consideran aquella República solo como “corrupta y servil a los Estados Unidos”, han terminado por transferirle las cualidades denostativas de “pseudorrepública” al concepto mismo de República y la consideran el paradigma de lo que no debe suceder para Cuba. En esta lidia, hasta ahora, hay solo una gran derrotada: la historia. La República escapa con creces a los estereotipos y simplificaciones de sus apologistas o detractores. Si hubo dependencia política, corrupción y rutinas fraudulentas, también hubo movimientos culturales, tradiciones cívicas e instituciones públicas que adelantaron en el desarrollo de una conciencia nacional y ciudadana. Por otra parte, el énfasis puesto durante mucho tiempo en la sucesión de hechos políticos ha minimizado el estudio de la historia social y del tejido espiritual que animó los proyectos de vida de los cubanos en ese período. La sociedad civil de la época, con sus espacios de consenso y disenso hacia el orden constituido, tampoco ha sido analizada a profundidad. La imaginación contra la norma - Julio César Guanche 3 Este libro reúne entrevistas con ocho investigadores de la historia de Cuba. Es una indagación acerca de la que llamaremos República burguesa (1902-1958), para diferenciarla de la República popular que cobró vida tras 1959. Los temas analizados, si bien diferentes, en algunos puntos son debatidos de una entrevista a otra. Su selección responde a la importancia que tuvieron en el transcurso de la república burguesa, pero también a que sus problemáticas siguen teniendo determinada presencia en la Cuba actual y sobre ellas existen debates públicos, privados y secretos. La imaginación contra la norma - Julio César Guanche 4 La Constituyente del cuarenta es una lección de madurez nacional (El período 1935-1940 en la historia de Cuba) Entrevista con Berta Álvarez Martens Lo primero que cualquier cubano respondería al ser interrogado sobre la Revolución del treinta es que ésta “se fue a bolina”. La frase le ha resultado cómoda a varias generaciones para sintetizar el destino de ese hecho histórico, pero ha servido también para reducirlo a su frustración final. El desconocimiento de ese evento, la falta de análisis riguroso sobre la República burguesa y la manida visión de la Historia como marcha imperturbable hacia el triunfo de enero, han contribuido a despojar de interés aquel acto de refundación de la política en Cuba. Sin embargo, ese hecho desplegó una imaginación nacional y generó cualidades y sentidos que no pueden borrarse con la derrota política del radicalismo revolucionario. Qué se fue a bolina —y cómo— es un asunto que merecería más debate entre nosotros. Si convenimos en que la Revolución fue derrotada en 1935 tras el fracaso de la huelga de marzo y la muerte de Guiteras, aún faltaría explicar el ínterin 1930-1934 y el 1935-1940. La dialéctica revolución-reacción-reforma que ha acompañado históricamente a los procesos libertarios se cumplió minuciosamente con el nuestro del treinta. Ahora, ni la reacción pudo confinar al mínimo la realización práctica de las expectativas revolucionarias, ni la reforma traicionó todos los postulados del treinta. El Presidente de la República, Ramón Grau San Martín, dictó bajo su gobierno —junto a Antonio Guiteras— decenas de leyes nacionalistas y antimperialistas, derogó unilateralmente la Enmienda Platt y no abdicó sino bajo presión en enero de 1934. Las normas y la Constitución aprobadas ese año, a pesar de la ingerencia norteamericana y la represión desatada por Batista, tuvieron que reconocer que en Cuba existían “sectores sociales”, que hicieron acto de presencia para no ser obviados más por la política. El primer impeachment cubano, o destitución presidencial, lo sufrió el liberal Miguel Mariano Gómez en 1936 a manos de Batista, en visceral gesto autoritario, pero el mismo Batista tuvo que aprobar la Ley Docente de 1937, concediendo la autonomía universitaria por la que venían luchando los estudiantes desde muchos años antes. Fracasaron los intentos organizativos de unidad a partir de 1935, pero comunistas, auténticos, liberales, conservadores y todo el arco político nacional se sentó a solventar sus intereses en 1940 dentro de una Asamblea Constituyente. Producto de esa conciliación nacional una Constitución, la más avanzada en su época del continente americano, vio la luz. Para adentrarse con sinceridad en este maremagnum de pasiones encontradas, intereses en pugna, avances y retrocesos, es preciso dedicar seriamente el tiempo a investigar. Berta Álvarez Martens (La Habana, 1939) lleva años haciéndolo. Específicamente, la Asamblea Constituyente de 1940 ha sido objeto arduo de sus estudios. Profesora de la Universidad de La Habana, ha aprendido de la historia la riqueza del matiz y, por consiguiente, la indigencia del prejuicio. Habla pausadamente, sopesa las palabras, y quien la trata puede creerla insegura, aunque no sea más que cuidadosa. Su visión de la década del treinta no es completamente inédita en nuestros medios —sobre todo porque publicaciones recientes La imaginación contra la norma - Julio César Guanche 5 han abierto un espacio crítico, no omiso, de análisis sobre el período—, pero sí posee contenidos propios suficientes para reclamar atención. En su voz, la Revolución del treinta, más que un encadenamiento de sucesos, es una nueva percepción cultural que impregnó la conciencia cubana y que dejó, con el proceso que llevó a la Constitución del cuarenta, una lucidez aprehensible cuando de diálogo entre diferentes se trate. La Comuna del treinta ¿Se fue en realidad “a bolina” la Revolución del treinta? Creo que Roa quiso decir con esa frase algo diferente a lo que más tarde hemos interpretado. Salvador Vilaseca, una de las personalidades del treinta con mayor vínculo con Roa y “heredero” de los papeles de esa revolución, decía en una intervención pública que