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, 2011 | , Garry Gastonny |

94 Escuela de Mujeres de Madrid: lugar, corporalidad y trabajos no capitalistas*

Escola de Mulheres de Madrid: Women’s School of lugar, corporalidade e trabalhos Madrid: place, corporality não capitalistas and Non-capitalist jobs

Guisella Lara Veloza**, Patricia Veloza Torres*** y Juliana Flórez Flórez****

El texto explora cómo las políticas de lugar articuladas por la Escuela de Mujeres de Madrid (Cundinamarca) alrededor de huertas orgánicas, se constituye en un referente intergeneracional para potenciar en la sabana el tránsito de trabajadoras de la industria de lores a trabajadoras * Este artículo se deriva de una serie de proyectos de investigación-acción cooperativas. De este tránsito, enfatiza la posibilidad de cuestionar una corporalidad femenina con la Escuela de Mujeres de Madrid enajenada por la empresa capitalista y discute los desafíos de este tipo de apuestas. Finalmente (EMM), iniciados en el 2012, cuyo objetivo es fortalecer una economía examina el tipo de tránsito hacia formas de trabajo no capitalistas y sus efectos en las vivencias solidaria en la sabana de Bogotá. corporales de las mujeres. Son inanciados por la Asociación Herrera, aportes personales y el Palabras clave: mujeres, trabajos no capitalistas, corporalidad, políticas de lugar, Asociación Instituto Pensar de la Pontiicia Herrera, sabana de Bogotá. Universidad Javeriana (PUJ). ** Fundadora de la Asociación Herrera (vereda Los árboles, Madrid, Cundinamarca). Licenciada en O texto explora como as políticas de lugar, articuladas pela Escola de Mulheres de Madrid (Cun- Educación Comunitaria con Énfasis dinamarca) ao redor de hortas orgânicas, se constituem em um referente intergeracional para en Derechos Humanos de la Univer- sidad Pedagógica Nacional (UPN) y potenciar na savana o trânsito de trabalhadoras da indústria de lores a trabalhadoras cooperati- estudiante de Artes. E-mail: vas. Deste trânsito, enfatiza a possibilidade de questionar uma corporalidade feminina afastada [email protected] pela empresa capitalista e discute os desaios deste tipo de apostas. Finalmente, examina o tipo de *** Fundadora de la Asociación trânsito a formas de trabalho não capitalistas e seus efeitos nas vivências corporais das mulheres. Herrera (vereda Los árboles, Madrid, Cundinamarca). Licenciada en Palavras-chave: mulheres, trabalhos não capitalistas, corporalidade, políticas de lugar, Associa- Educación Comunitaria con Énfasis en Derechos Humanos de la UPN y ção Herrera, savana de Bogotá. estudiante de Geografía en la Univer- sidad Nacional de Colombia. E-mail: [email protected] The text explores how the policies of place that are in efect at the Women’s School of Madrid (Cun- **** Investigadora del Instituto de dinamarca) are related to organic gardens, constituting an intergenerational model that enhances Estudios Sociales y Culturales Pensar de la Pontiicia Universidad Javeria- the transition of female workers who work in the lower industry to cooperatives in the savannah na, Bogotá (Colombia). Doctora en of Bogota. In regards to the transition, the article focuses on the opportunity of questioning how Psicología Social. E-mail: [email protected] female corporality is alienated by the capitalist enterprise and examines the challenges of this type of proposal. In conclusion, the text analyses these types of transitions into non-capitalist forms of original recibido: 30/06/2015 labor and their efects on the corporal experiences of women. aceptado: 22/09/2015

Key words: women, non-capitalist jobs, corporality, policies of place, Asociación Herrera, sa- [email protected] vannah of Bogota. Págs. 95~111 95 NÓMADAS 43 | octubre de 2015 - Universidad Central - Colombia

Nuestro enemigo principal es el miedo y lo llevamos adentro. Municipal de Madrid, 2014), y, según el DANE (2009), Domitila Barrios de Chungara emplea a 67.804 personas en los 28 municipios de la región. Por ser la mayoría mujeres (60 % del sector ad- ministrativo y 62 % del productivo), hablamos de la adrid, junto con otros municipios de feminización del sector, una condición que, según ad- la sabana de Bogotá (Soacha, Sibaté, vierte Patricia Jaramillo (2006), es instrumentalizada Mosquera, Funza, Facatativá, Chía, por el gremio al difundir su imagen como empleador MCota, Cajicá, Sopó y Zipaquirá), de mujeres sin ofrecer, sin embargo, programas sensi- bordea la capital colombiana. Esta bles al género. cercanía a Bogotá intensiica la tensión metropoliza- ción-ruralidad que ha caracterizado a la región desde el Desde la década de los noventa, entidades públi- siglo XX1. Tal oposición se intensiicó todavía más por cas y privadas de Cundinamarca planean el desarrollo la tendencia de actores estatales y privados a pensar el regional a partir del aumento de su competitividad. territorio a partir de lógicas capitalistas, cuyos princi- Para esto proponen articular las dinámicas comerciales pios (acumulación, provecho individual y explotación de modo que los municipios de la sabana sean zonas de la naturaleza) ponen en el centro la productividad y funcionales (y marginales) a la capital del país. Esta pro- no la vida de la gente y del planeta2. puesta se materializa en el Plan Bogotá Ciudad-Región, impulsado por la Comisión Regional de Competitivi- Uno de los proyectos capitalistas de mayor impacto dad que dicta los lineamientos para el ordenamiento regional es la agroindustria de lores para exportación territorial distrital y departamental, y es coordinada por instalada hace más de 40 años. Las tierras fértiles, que el sector público, empresarial y académico. A partir de una vez fueron destinadas a la producción agopecuaria sus lineamientos, la “mejor” opción económica para de abastecimiento local, son ocupadas hoy por 85 em- la sabana es su conversión en puerto seco de una gran presas de este tipo, cuya expansión ha sido garantizada ciudad-región; una zona franca, una gran bodega para no sólo por sus propias dinámicas (especialización, almacenar productos importados y de exportación, el apertura comercial y reprimarización), sino también espacio ideal para instalar —en tierras ya áridas por los por el apoyo de los gobiernos nacional y local. Se pro- agroquímicos industriales— maquilas, por ejemplo, de fundizó entonces la tendencia regional detectada hace ensamblaje automotriz (donde la “delicadeza” de las más de 30 años por Alicia Silva (1982) hacia la prole- mujeres nuevamente las hace trabajadoras ideales). tarización de las familias campesinas y la consecuente descomposición de su economía, basada en la parcela El gobierno local anuncia como impulso al desarro- agropecuaria. Hoy, Madrid es el municipio del país con llo regional la tercerización de la economía mediante la mayor concentración de empresas del sector —la “bella creación de puestos de trabajo con condiciones pre- lor de la sabana”, dice la campaña del gobierno local— carias y lexibles en parques industriales, bodegas, y Colombia un líder mundial en el área3. entidades inancieras o cadenas de comida rápida. También celebra las opciones que ahora tendrán jó- Por cuatro décadas estas empresas han sido el re- venes y señoras mayores (exobreras) de ser empleadas ferente laboral para la gente local. Actualmente, este domésticas en las urbanizaciones que están constru- sector genera el 68 % del empleo municipal (Alcaldía yéndose para familias de altos cargos de esas nuevas

96 GUISELLA LARA VELOZA, PATRICIA VELOZA TORRES Y JULIANA FLÓREZ FLÓREZ | ESCUELA DE MUJERES DE MADRID: LUGAR, CORPORALIDAD Y TRABAJOS NO CAPITALISTAS empresas o de quienes allí buscan viviendas más bara- Primero mostramos los tipos de cuerpos coni- tas que las de Bogotá. gurados por la rutina laboral de un cultivo de lores. Segundo, presentamos la EMM, el actor colectivo con Se esperaba que la agroindustria de lores (como el cual desarrollamos esta investigación a la par que hi- ahora el puerto seco) garantizara el progreso econó- cimos procesos formativos. Tercero, acudiremos a las mico regional. Pero no fue así. Algunas de nosotras políticas de lugar (Harcourt y Escobar, 2002) como el crecimos viendo a nuestras madres (y algunos padres) referente teórico de la literatura de movimientos sociales trabajar en esas empresas. También hemos trabajado a partir del cual abordaremos las acciones colectivas de allí. Y después de muchos años no hemos encontra- la escuela en torno a las huertas. Cuarto, analizaremos do las promesas del desarrollo capitalista para nuestras el potencial de esas políticas de lugar para contribuir al madres ni para las generaciones venideras. difícil tránsito de las mujeres de la Escuela hacia formas de trabajo alternativas a las capitalistas, centrándonos Como el resto de jóvenes de Madrid tenemos, al en sus vivencias corporales. menos, tres opciones: reiterar este camino desolador, migrar a Bogotá (donde hay más competencia laboral pero encontramos mejores opciones educativas) o, más Corporalidad femenina difícil, intentar descubrir y crear opciones de vida y tra- enajenada: cuerpos envenenados, bajo ancladas en el territorio. Optamos por esta última enfermos y silenciosos posibilidad, y constituimos la Asociación Herrera en alianza con otras organizaciones de la región y la acade- Las trabajadoras inician su labor, más o menos, a mia (de la que somos parte)4. las 6:00 a. m., cuando todavía es oscuro y la neblina, en épocas de heladas, está a ras del suelo5. El traba- Una de nuestras premisas es que las opciones terri- jo comienza sin certeza de saber cuándo acabará; en toriales requieren un trabajo intergeneracional. Por eso, temporada alta (San Valentín, día de la madre, de la en este texto nos centraremos en las acciones colecti- independencia estadounidense, etcétera) se trabaja un vas de trabajadoras mayores (algunas, nuestras madres) promedio de diecisiete horas seguidas. Otras condicio- quienes, después de muchos años de rutina laboral, sa- nes lexibles se profundizaron durante la última década, lieron del sector loricultor, afrontaron valientemente tal como denuncian los sindicatos (como Sinaltrainal o el mercado laboral como las “desechadas” del sistema Untralores) y la Corporación Cactus (2013)6. capitalista y, organizadas en la Escuela de Mujeres de Madrid (EMM) de la Asociación Herrera, están apos- Este sector divide el trabajo en dos esferas pro- tando por el arduo tránsito hacia formas de trabajo ductivas. Primero, el cultivo en invernaderos de altas alternativas a las capitalistas. temperaturas (hasta 40 °C), donde se cumplen tres tareas: siembra, mantenimiento y corte de lores. Allí se dispone Si valiosos estudios de los años ochenta, como un sistema de camas de cultivo (de 1 x 30 m); cada traba- los de Alicia Silva y Diana Medrano, mostraron el trán- jadora tiene a cargo alrededor de 60 camas (al iniciar el sito de las mujeres de campesinas a obreras loricultoras sector eran entre 5 y 8). Segundo, la poscosecha en frías en la sabana de Bogotá, hoy, siguiendo la apuesta de au- bodegas donde se disponen decenas de hileras de mesas toras como Nayibe Castro (2008), queremos mostrar el para clasiicar lores, armar bouquets y almacenarlos en movimiento de retracción por el cual muchas de estas “el cuarto frío” para conservarlos hasta la exportación. mujeres buscan transitar hacia otras formas de econo- Los cultivos mantienen la división sexual del trabajo con mía solidaria vinculadas a la autonomía alimentaria. la cual iniciaron hace varias décadas (Silva, 1982; Me- drano, 1982), que suele asignar a los hombres tareas más Especíicamente, este texto explora cómo las ac- pesadas y a las mujeres las de mayor destreza manual. ciones colectivas de las mujeres de la EMM en torno a huertas de cultivos orgánicos se constituyen en un re- En ambos casos, el trabajo exige acomodamiento ferente para cuestionar su propia coniguración como corporal según las necesidades de la lor. Paradójica- trabajadoras capitalistas, particularmente, sus viven- mente, sus cuerpos y no los de las mujeres son más cias corporales. relevantes; una grave situación de salud ocupacional

97 NÓMADAS 43 | octubre de 2015 - Universidad Central - Colombia que no ha cambiado mucho desde los años ochenta causar la muerte, mientras que los absorbidos dérmi- cuando fue registrada por el trabajo de Medrano (1982). camente provocan intoxicaciones que se maniiestan Para cada punto de la cadena productiva identiicamos paulatinamente (Fernández et al., 1990: 53-61). Como la coniguración de tres experiencias corporales. dice el Ministerio de Ambiente:

[…] a comienzos de los 80 se realizaron estudios pione- Cuerpos envenenados ros sobre los efectos reproductivos de población expues- ta a plaguicidas en la loricultura. El primero de ellos fue En la siembra las mujeres se arrodillan en el suelo hú- una encuesta a 8.867 trabajadores (2.951 hombres y 5.916 medo por el riego de agua y los pesticidas. Esta postura mujeres) en la que se indagó sobre abortos espontáneos, acurrucada genera problemas de columna vertebral, prematurez, mortinatos y malformaciones congénitas (Res- rodillas y enfermedades respiratorias; la continua trepo et al, 1990). Los hallazgos mostraron varias asocia- recepción de fríos corporales además afecta negativa- ciones entre los eventos reproductivos adversos y el trabajo mente los ciclos menstruales y de gestación. En esta en la loricultura (Ministerio del Ambiente, 2012: 283). fase el contacto con pesticidas es mayor:

Trabajar en una empresa de lores es muy bueno, las ventajas son muchas pero también las desven- tajas […]. Porque tú acabas tu vida […] el sol lo va acabando a uno mucho. Yo he estado siempre en el cultivo… y el fungicida ¡Ah! y eso se vuel- ve parte del cuerpo de uno. Lo he comprobado. Hay personas que han salido pensionadas […] y ya carecen de salud, con ese contacto de los productos. Y muchos han muerto, no alcanzan a disfrutar su pensión, se enferman. Estando allí, eso ni se enferma uno, eso es increíble (tra- bajadora, Archivo-AH, 2012).

También se envenenan quienes rie- gan y fumigan los cultivos. Esto no suele manifestarse inmediatamente, de ahí la diicultad de diagnosticar las enfer- medades profesionales. Muchas veces, estos males dejan huellas imborrables que invaden el cuerpo entero (por ejem- plo, con la dermatopoliomisitis). Lo mismo sucede con el efecto del exce- sivo calor del invernadero que genera enfermedades dérmicas (así ocurre con las manchas cancerígenas).

A pesar de la grave situación, el en- venenamiento es una condición de la salud ocupacional descuidada; además de no reconocerse la gravedad de los efectos corporales de los plaguicidas, las enfermedades no se clasiican se- gún su nivel de toxicidad. Por relatos de trabajadoras sabemos que algunos gases inhalados pueden llegar a • Castro , 2011 | Reinhard Kleist | S.A. Norma Editorial 98 GUISELLA LARA VELOZA, PATRICIA VELOZA TORRES Y JULIANA FLÓREZ FLÓREZ | ESCUELA DE MUJERES DE MADRID: LUGAR, CORPORALIDAD Y TRABAJOS NO CAPITALISTAS

En cualquier caso, las acciones médicas de las em- Mientras que el horario en los cultivos es de ocho presas son paupérrimas y existen muchas limitaciones horas, en la poscosecha puede alcanzar entre once y de acceso a la información sobre los pesticidas utiliza- catorce; en temporadas altas el número aumenta. Y en dos en loricultura. silencio se espera la hora de salida:

Cuerpos adoloridos por Yo en la poscosecha tengo diferentes horarios […] como movimientos repetitivos estoy en tiempo de lactancia pues entro a las siete de la ma- ñana y salgo a las tres de la tarde… ocho horas… Son ocho El mantenimiento de los cultivos consiste en vigilar horas sino que Elite trabaja mínimo nueve horas diarias. Y uno trabaja hasta las 10, 11, 12 o 1 de la mañana, toca espe- el crecimiento “adecuado” de la lor. Debe hacer- rar a ver hasta la hora que digan. […] Eso es lo que le pro- se el desyerbe, el desbotone (quitar lores nacientes duce a uno el dolor en los pies, en los brazos, en las manos, “sobrantes” del tallo) y la limpieza de las camas de en el cuerpo y es que esa labor… a veces se trabaja 18, 20, lores. La postura utilizada depende de la variedad de 22 horas (entrevista trabajadora, Archivo-AH, 2013). lor tratada. La rosa, una de las más apetecidas, llega a medir hasta dos metros; para desbotonarla hay que A veces, las trabajadoras deben trasladarse des- subirse en canastas, sostener las manos alzadas, bajar- de los invernaderos hasta las poscosechas o viceversa. se de la canasta, correrla y volver a empezar; con estos El cambio abrupto de temperatura genera problemas movimientos mecánicos sufren la espalda, la cintura respiratorios que dejan de lado para continuar su la- y los hombros. Para agilizar la producción, algunas bor. Y es que dejar aparte el dolor es una constante empresas asignan zancos en los que las mujeres per- del trabajo en estos cultivos. Por eso, sostenemos que manecen suspendidas aumentando el dolor de piernas la producción de cuerpos envenenados, enfermos y y los problemas de vena várice. Durante el desbotone, silenciosos termina conigurando una corporalidad sus rostros rosan con el follaje de las plantas regadas alienada, una experiencia de cuerpo sin aparente do- con agroquímicos, ocasionándoles serios problemas lor, una corporalidad para la cual el dolor en el trabajo de piel y visión. Para el corte de las lores frescas se es inevitable. usan tijeras con un movimiento mecánico y que exige gran esfuerzo de brazos y manos. De ahí, el gran por- Las agroindustrias de lores podrían —y de he- centaje de diagnósticos de túnel del carpo y manguito cho algunas pocas lo hacen— tomar medidas para rotador. Algunas han sido operadas hasta tres veces recuperar la conciencia corporal: alternar los tipos de por esta misma enfermedad. movimientos, respetar las restricciones médicas y los tiempos fuera del cultivo tras la fumigación, incluir Cuerpos silenciados bancos en los puestos de trabajo, permitir hablar, au- en cadenas productivas mentar el tiempo del almuerzo7, incluir en la dotación un bloqueador solar y una visera, aumentar las jornadas En las poscosechas prevalece la estética literalmente de integración, etcétera. Esto las comprometería con la fría (4-8 °C) de las maquilas con numerosas ilas de salud de sus trabajadoras: mesas con puestos ijos; en algunas bodegas la música activa y entretiene a las trabajadoras. Allí se prepara la El trabajo en la loricultura presenta todos los riesgos que lor para exportarla: se clasiican, elaboran e inspec- se pueden contemplar dentro de la salud ocupacional: cionan bouquets y se los almacena en el cuarto frío a riesgos ergonómicos, físicos, químicos, biológicos y psico- la espera de su salida al aeropuerto. En estas labores sociales de una manera muy particular […] hay una crisis persisten los daños en el túnel del carpo, el manguito humanitaria en las y los trabajadores por enfermedades que rotador, dolores de columna y, como las trabajadoras están adquiriendo en muy corto tiempo (Nascencia, 2013). permanecen de pie en su puesto ijo, muchas reportan problemas de vena várice y de riñones (por el escaso Al estudiar estos efectos en los cuerpos de las tra- tiempo para ir al baño). Pero las labores, además de bajadoras, estamos asumiendo la corporalidad como ser más repetitivas que en la cosecha, son más silen- un ámbito de conlicto donde se expresa la contradic- ciosas. Sencillamente, no hay tiempo para hablar. ción del sistema capitalista entre el capital y el trabajo;

99 NÓMADAS 43 | octubre de 2015 - Universidad Central - Colombia en su cuerpo se marca la supeditación del ellas usan para ocultar los restos de tierra negra que quedan en trabajo al capital. Asimismo, asumimos el sus uñas?, lo habitual que ha llegado a ser mirarse en el espejo y territorio como un ámbito de conlicto que encontrar más manchas de sol en sus rostros o el penetrante olor expresa la contradicción entre capital y na- a caucho y azufre que expiden sus cuerpos y por el cual es impo- turaleza. En el territorio de la sabana se sible pasar desapercibidas. La transformación del cuerpo no es evidencia la supeditación de la naturaleza al ajena a la del territorio. capital —concebida aquélla como “recurso explotable”—. La conexión entre ambas instancias es teóricamente elabora- da por los pueblos indígenas de la Sierra Nevada de Santa Marta Ambas contradicciones se vinculan: ¿qué (Colombia). Su visión de la salud parte de la premisa según la nos dice del territorio los cuerpos de traba- cual, un cuerpo se enferma cuando el territorio está enfermo. Por jadoras de la agroindustria de lores? Por tanto, explican, para sanar esos cuerpos, hay que sanar el territo- ejemplo, como planteamos en otro texto (Ve- rio (Mama Santos-Mojica citada en Nogueira, 2011). loza y Lara, 2014), ¿qué nos dice de la sabana de Bogotá el esmalte de colores oscuros que Durante los últimos cuarenta años, la región ha estado en- ferma por la absorción de agroquímicos, la imposibilidad de oxigenarse con diversos cultivos, la contaminación del río Suba- choque y la progresiva sequía de fuentes de agua; la leche es producida por vacas alimentadas con restos de lores no exporta- das pero envenenadas. Desde esta perspectiva, el dolor corporal de las trabajadoras agroindustriales es una expresión del dolor de la tierra, y su corporalidad laboral enajenada es una expre- sión de la enajenación territorial (de su biodiversidad, sus aguas) por parte de ese sector productivo. Si, como dijimos al inicio, queremos generar opciones de vida y trabajo ancladas en el terri- torio, tendríamos que procurar que esa vida y ese trabajo cobijen dignamente el cuerpo de sus trabajadoras y el territorio que las sostiene.

Cuerpo, territorio y educación para el trabajo digno: propuesta pedagógica de la Escuela de Mujeres de Madrid

Aproximadamente hace tres años conocimos a Norma Inés Ber- nal, una religiosa crítica de la Iglesia quien fue trabajadora social en una empresa de lores durante diecisiete años. Con ella reali- zamos talleres para trabajadoras del sector dirigidos a relexionar sobre su situación. Sorpresivamente acudieron muchas muje- res. Las mayores, por variadas razones, a la espera de recibir su pensión8 y en desarrollo de diversas labores de subsistencia9. Inspiradas en el análisis de Gibson-Graham sobre la economía regional del valle Latrobe (Australia), entendimos la reducción de personal o los despidos en la agroindustria de la sabana como una injusticia pero también como una interrupción de las prác- ticas ritualizadas de sujeción a la economía capitalista regional y, por tanto, como una ocasión para cultivar sujetos que anhelan • Akira , 1986 | Katsuhiro Otomo | Glénat Editions S.A. deseos distintos a los capitalistas; un momento de derrota pero también de apertura a otro tipo de deseos. Vimos entonces la ne-

100 GUISELLA LARA VELOZA, PATRICIA VELOZA TORRES Y JULIANA FLÓREZ FLÓREZ | ESCUELA DE MUJERES DE MADRID: LUGAR, CORPORALIDAD Y TRABAJOS NO CAPITALISTAS cesidad de mantener abierto un espacio pedagógico mos hoy pero que les fueron negados a nuestras abuelas para las mujeres. (como devengar un salario según propone el feminismo liberal), y el reconocimiento de la lucha por una división Por radios comunitarias, aiches, redes sociales y sexual del trabajo más justa (como reclama el feminismo el voz a voz, convocamos a un segundo taller. Llegaron socialista-marxista y el anarquista); valoramos lo feme- casi cuarenta mujeres (madres, amigas, vecinas, maes- nino y el cuestionamiento a la diferencia sexual natural tras, amas de casa, hijas y hermanas) con algún vínculo (como advierte el feminismo radical) pero no reducimos con la loricultura. Consolidamos un equipo de trabajo la opresión al patriarcado sino que con el black feminism para fortalecer política y metodológicamente nuestras (y los feminismos chicano, poscolonial y decolonial) propuestas pedagógicas. asumimos una mirada interseccional de otros sistemas de opresión (así, además del capitalismo, procuramos Luego de varios ensayos, con éxitos y fracasos, i- considerar simultáneamente la heteronormatividad se- nalmente, el 19 de febrero del 2011 nació la EMM xual, el racismo y el monoteísmo). Aunque el feminismo como proyecto central del campo educación en dere- se teje en la cotidianidad de la escuela, las mujeres difí- chos humanos de la Asociación Herrera10. En cuatro cilmente se reconocen como parte del feminismo (al que años nos hemos formado alrededor de sesenta mujeres perciben como perteneciente a un ámbito academicista de las cuales hoy persiste un núcleo ijo de veinte. y propio de ONG, alejado de sus realidades).

Construir un proceso educativo intergeneracional Entendemos la articulación entre feminismo y signiica comprender a fondo la instalación del pro- educación popular en doble vía. Con el concepto in- yecto capitalista de la loricultura en nuestras vidas, terseccionalidad, el feminismo invita a la educación extrañarnos de lo que signiica haber sido familias tra- popular a superar la mirada binaria y romántica de la bajadoras de ese sector y sus consecuencias. noción popular. Junto con el sexo-género y la clase, emergen la sexualidad, la raza-etnia o las espirituali- Perilamos una propuesta pedagógica freireana que dades diversas como marcas identitarias clave para resigniica la relación entre educación y trabajo y cuyo impulsar procesos pedagógicos con mujeres populares. corazón es pasar de la resignación a la indignación ac- Al no limitar la opresión de las mujeres a la explotación tiva para generar acciones dirigidas a crear alternativas de clase y patriarcal, se reconocen múltiples opresio- para sí y el territorio (Veloza y Lara, 2014). Desde la nes naturalizadas por la misma cultura popular (por educación popular, corriente pedagógica emancipa- ejemplo, en canciones o refranes). Por su parte, la edu- dora y crítica, concebimos a las trabajadoras como cación popular ofrece herramientas didácticas para sujetos capaces de reconocer sus miedos a emprender pedagogizar la propuesta emancipatoria del feminismo una emancipación individual y colectiva y a nosotras y traducir sus reivindicaciones de modo que el contex- como educadoras-creadoras, capaces de transformar to de las mujeres sea incorporado pertinentemente al la realidad mientras la investigamos. Nuestro interés es análisis de sus condiciones de opresión y posibilidades trastocar la conexión educación-trabajo-economía y en- de trasformación. sayar vías para pensar la continuidad cuerpo-territorio más allá de las previstas por el capitalismo; pensamos Con otras organizaciones, desarrollamos activi- cómo transformar nuestras relaciones de género y, a la dades sobre nuevas tecnologías, formación técnica en vez, cómo trabajar para vivir —y no vivir para trabajar cultivos orgánicos, movimientos sociales alrededor del o, según Gibson-Graham, Cameron y Halley (2013), mundo, salud sexual y reproductiva, cuerpo y sexuali- cómo cuidar nuestro bienestar material y ocupacional dad, economías alternativas, cartografía social, memoria pero también el físico, el comunitario y el social—. colectiva, conlictos sociales y ambientales regiona- les, mingas de trabajo en cultivos comunitarios, ferias Más que el apego estricto a una corriente feminista, agroecológicas y artesanales y celebraciones locales nos interesa la perspectiva de los feminismos de frontera, de fechas emblemáticas. Mientras desarrollamos esos es decir, nutrir nuestra propuesta pedagógica de apor- procesos formativos, desplegamos metodologías de in- tes de distintas corrientes. Así, no vemos excluyentes vestigación cualitativa (documentación, conversaciones el reconocimiento de los derechos civiles que disfruta- informales y entrevistas) y sostuvimos discusiones con

101 NÓMADAS 43 | octubre de 2015 - Universidad Central - Colombia las mujeres (aún abiertas) sobre los alcances de la in- del espacio y el lugar en los procesos de transformación vestigación-intervención. En el entretanto, ellas fueron colectiva: la espacialidad de la resistencia (Routled- conigurando un punto de referencia común a todas y ge, 1997), las políticas espaciales de los movimientos no contemplado por nuestra propuesta inicial: trabajar sociales (Slater, 1997) o el giro geográico (Oslender, la tierra. 2008) en el estudio de los movimientos sociales, entre otros.

Las políticas de lugar de El punto de inlexión de estas propuestas, explica la Escuela de Mujeres de Madrid Oslender, consiste, por un lado, en reconocer que los movimientos no sólo responden a las presiones estata- En los ochenta, como indica el estudio de Medrano les y de los lujos de capital (nacional y transnacional), (1982), más de la mitad de las obreras loricultoras man- sino también a las condiciones espaciales; éstas afectan tenían relaciones de propiedad y usufructo de predios sus estructuras de movilización y articulaciones. Por rurales. Hoy, este vínculo con la tierra ha disminuido otro, el giro espacial muestra las especiicidades de los notablemente. Por eso, nos sorprendió alegremente que lugares donde surgen los movimientos y el potencial de cultivar la tierra se convirtiera en una condición vincu- sus acciones para transformar esos lugares. Detengá- lante con fuerza a las mujeres de la Escuela. monos en este último aspecto.

Algunas participantes de la EMM han persistido La estimulante publicación Lugar, política y jus- en instalar y mantener cultivos orgánicos en tres esca- ticia: las mujeres frente a la globalización, editada por las: pequeñas huertas caseras, una huerta colectiva en Harcourt y Escobar (2002), plantea el concepto políti- la sede de la Asociación y un cultivo mediano a cargo cas de lugar (en adelante, PL) como un aporte feminista de ASOQUIMAD, una organización productiva que en la intersección entre estudios críticos del desarrollo algunas mujeres conformaron en un terreno cedido y geografía, deinido como la articulación de acciones temporalmente por la Alcaldía en la vereda Los Árboles colectivas transformadoras basadas en lugares, ancladas y donde persisten, aunque recientemente la cesión fue en éstos. reducida a la mitad (1000 m2). Para rastrear estas políticas, proponen cuatro ám- En torno a estos procesos de cultivo han logrado bitos de conlicto donde las mujeres actúan con más articular una serie de acciones colectivas basadas en el potencial transformador: el cuerpo, el hogar, el espacio lugar y con un alto potencial para transformar su trabajo, público y el ambiente. Darle privilegio analítico a es- particularmente vivencias corporales y, al menos, empe- tos cuatro ámbitos signiica, según Harcourt y Mumtaz zar a incomodar las lógicas capitalistas del territorio. (2002), que el cambio político se produzca cuan- do las relaciones cotidianas se transforman, de modo Las teorías convencionales de los movimientos so- que las mujeres actúan con más autonomía en esos ciales muy probablemente pasarían por alto el potencial cuatro ámbitos. Más adelante nos centraremos en el de esas acciones. Esto porque, como las teorías mo- ámbito corporal. Por ahora, examinemos las prácticas dernas en general, tienden a estudiar los procesos de de cultivo orgánico de la EMM a la luz de las caracte- cambio privilegiando el tiempo por encima del espacio rísticas de las PL. (como señala Virilio) y el espacio por encima del lugar (como reclama Massey); tienden a analizar la dimensión Estas políticas enfatizan los conocimientos gene- temporal (en términos de globalización) y a concebir el rados por organizaciones de mujeres en torno al lugar espacio como el telón de fondo de la acción colectiva, (Harcourt y Escobar, 2002). En las huertas caseras las y los lugares como el escenario casual de esa acción o, mujeres de la escuela intercambian conocimientos y peor aún, como el referente de un rasgo premoderno técnicas campesinas (formas de cultivo y cosecha, re- que limita su potencial transformador11. cetas de cocina, plaguicidas naturales, etcétera) que heredaron de sus familias, cultivaron de pequeñas en En contravía, durante las últimas dos décadas emer- sus pueblos y aprenden en su proceso organizativo. gieron propuestas que resaltan el carácter primordial También —y esto nos sorprendió— ponen en circula-

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• El otro mundo , 2009 | Miguel Brieva | Ramdom House Mondadori S.A. ción conocimientos que ensayaron en la agroindustria, sidera trabajo no sólo el asalariado sino también el de y recrean de manera creativa en sus propios cultivos or- pagos alternativos al dinero como el trabajo recíproco gánicos (formas aéreas de cultivo para no agacharse). (por ejemplo, rotación de trabajos por las huertas) o el pagado en especies (así con abonos o semillas). Se con- Las PL —asegura Dirlik (2002)— tienen la capa- sidera intercambio no sólo el mercantil sino también cidad de generar un lenguaje novedoso para repensar el obsequio (desde plántulas hasta ¡un carro!, pasando y actuar en el mundo. Tomemos el trabajo de Katheri- por libros, muebles, ollas, etcétera), el trueque de pro- ne Gibson y Julie Graham (1997, 2011) para mostrar ductos (verbigracia, macetas por tierra abonada) o el este punto. Estas autoras invitan a dislocar el lenguaje llevar productos a la plaza de mercado local de Madrid económico no capitalocéntrico, a buscar un lengua- (donde el costo de las transacciones puede reorientar- je de la diversidad económica. Así, rastrean alrededor se más hacia la reciprocidad y menos hacia la ganancia del mundo experimentos comunitarios en torno a tra- privada). Desde hace unos pocos meses, las mujeres bajos distintos al asalariado, empresas diferentes a la empiezan a verse como potenciales trabajadoras-pro- capitalista e intercambios opcionales al mercantil. En pietarias asociadas y a soñar con empresas alternativas los cultivos orgánicos de la EMM empieza a circular un a la capitalista (constituir canastas campesinas, abrir lenguaje económico menos capitalocéntrico. Se con- una sala de Internet o un restaurante cooperativo). Un

103 NÓMADAS 43 | octubre de 2015 - Universidad Central - Colombia proceso lento y no exento de vacilaciones (algo que re- Primera precaución tomaremos luego). Las PL no son prácticas atadas a lo concreto y opues- Las PL destacan la audacia de las mujeres para in- tas a lo abstracto. En la base de esta precaución está el ventar lugares donde cultivarse a sí mismas y a otros cuestionamiento a la idea del espacio como abstracción como sujetos no anhelantes del desarrollo. Como - y del lugar como concreción. Según Oslender (2008), mó Julie Graham: esa idea errónea obvia el hecho de que el lugar, siendo tangible, también puede ser delineado mentalmente y Quizás porque sus identidades económicas son inesta- que el espacio —en apariencia intangible— tiene mo- bles, múltiples, lexibles y luctuantes, quizás porque por mentos de concreción. lo general son desvalorizadas tanto en sus roles de género como económicos, quizás porque nosotras también somos Esa concreción tiene que ver con su materialidad. mujeres —por el motivo que sea, hemos encontrado a las Como argumenta Harvey (1990), las cualidades mate- mujeres dispuestas a reinventarse a sí mismas y a explorar riales objetivas del espacio (y el tiempo) decisivas para el potencial económico que tienen a su alrededor, si bien la vida son fuente de conlictos signiicativos. En esta desconocido y subvalorado. Invirtiendo mínimamente en línea, Montañez et al. (2011) indican que el aspecto fí- las instituciones e identidades del sistema capitalista, no sico del espacio es crucial porque en éste las personas se niegan a ensayar relaciones económicas alternativas. Su tienen una base productiva —en un sentido amplio—. falta de identidad económica deinida y la minimización No podemos entonces reducir el espacio a lo abstracto por parte de la sociedad de sus roles tradicionales, [por] y el lugar a lo concreto. la valorización social de los mismos […] parece liberarlas para asumir proyectos de realización— mientras que los Con esta prevención, tenemos que las PL de la hombres son muchas veces más resistentes al cambio o se EMM involucran concreciones (mayores metros cua- sienten atrapados en su situación (2002: 20). drados de tierras cultivadas para la gente y no para las empresas) pero también abstracciones (procesos de En ese sentido, las PL permiten repensar la sabana pensamiento complejos inherentes a conocimientos y de Bogotá desanclada del capitalismo y también ren- técnicas que las mujeres promueven en sus cultivos, se- dirle un tributo a estas mujeres por su audaz intento gún vimos). de crear lugares de trabajo alternativos a los empresa- riales capitalistas. Como explica la feminista de Papua Nueva Guinea, Yvonne Underhill-Sem (2002), esas Segunda precaución políticas acentúan el potencial de la agencia transfor- madora de las mujeres al mostrar que sus condiciones Las PL articulan prácticas de resistencia ancladas en de vida cambian gracias a actividades cotidianas —ge- lugares pero también en espacios. En la base de esta neralmente ignoradas y (añadiríamos) subestimadas previsión está el cuestionamiento a la común oposición por el patriarcado—. entre dos equivalencias: espacio-opresión y lugar-resis- tencia. Se asume erróneamente que el espacio es sólo Ahora bien, aunque las PL suponen un sesgo me- reiteración de opresión y que el lugar es pura creación; todológico, por lo local, éste no debe confundirse consecuentemente, tienden a verse como opuestos. con una supremacía ontológica del lugar sobre el es- Pero, como sugiere Massey (2002), espacio y lugar no pacio ni sobre el tiempo ni lo global. Para evitar esta son opuestos. Al contrario: uno es correlato del otro. confusión, tomamos tres precauciones analíticas que, Aquí es pertinente recordar con Schneider y Peyré además, le dan más densidad teórica al concepto: 1) (2006) que el lugar es la máxima expresión o grado las PL no son prácticas atadas a lo concreto y opues- de apropiación simbólica del espacio, que pasa por la tas a lo abstracto; 2) articulan prácticas de resistencia experiencia sensible y signiicativa del espacio que te- ancladas en lugares pero también en espacios; y, inal- nemos en la cotidianidad. mente, 3) no implican una oposición al tiempo ni a las dinámicas globales. Para efectos de este texto desarro- El espacio —concebido en términos de conlic- llaremos las dos primeras12. tos y disputas— involucra dinámicas de opresión pero

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también permanentes procesos de creación (Massey, Lefebvre, Ulrich, entre otros). Asimismo, aunque en los lugares se dan procesos de re- sistencia, también pueden cultivarse procesos opresivos —algo que ad- virtieron hace tiempo las feministas cuando denunciaron la doble jorna- da laboral en el hogar o el techo de cristal en el trabajo13—.

Las PL no se oponen entonces al espacio ni niegan la proliferación de la opresión en los lugares. De ahí que su versatilidad no radique so- lamente en la capacidad para retar la representación hegemónica del espacio, sino también, en su capaci- dad para reinventarla, para ayudar a “localizar espacios que permitan la libertad de actuar y […] ejercer las • Love and Rockets , 1996 | Hermanos Hernández | Fantagraphics Books propias formas localizadas de po- der” (Allen, 1999, citado en Gibson y Graham, 2011: 50)14. En un territorio sentido: sobre tránsitos Desde esta perspectiva, tenemos que del trabajo asalariado al cooperativo y las PL de la EMM están generando nuevos corporalidades emancipadas usos del espacio, por ejemplo, rutas más cá- lidas para transitar sin prisa entre cultivo y En este apartado inal, discutiremos el tipo de tránsito hacia for- cultivo, tramas espaciales alternativas a las de- mas de trabajo no capitalistas que podrían suscitar estas PL de la sarrollistas de los invernaderos ardientes o las EMM y sus efectos transformadores en las vivencias corporales frías bodegas de poscosecha. de las mujeres.

Las participantes de la EMM están logran- El despliegue de acciones colectivas en torno a cultivos orgá- do articular en su territorio políticas de lugar, nicos fue posible gracias a la coincidencia de tres condiciones: el es decir, acciones colectivas en torno a culti- entretenimiento casual de algunas mujeres en el patio enmaleza- vos orgánicos que tienen un gran potencial do y abandonado de la Asociación Herrera (mientras esperaban a transformador. Ahora bien, ¿una transforma- que las más jóvenes iniciaran los talleres de la Escuela); la forma- ción de qué y hacia dónde? ción en cultivos orgánicos y las visitas a organizaciones colectivas

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de algunas mujeres de la Escuela. Es en esos distintos cultivos, en esos lugares, donde ellas han ensayado —no sin dii- cultad— estrategias para transitar hacia formas de trabajo alternativas a las ca- pitalistas de la agroindustria de lores a las que estuvieron sujetadas durante varias décadas.

Dedicar horas a levantar y mante- ner las huertas (en las tres escalas) y a formarse en las técnicas de cultivo or- gánico facilitó que el despido de la agroindustria se viviera —parafraseando a Gibson y Graham— como un momen- to no tanto de derrota como de apertura a otro tipos de deseos, un momento no sólo de injusticia laboral (que lo fue), sino también de interrupción de las prácticas ritualizadas de sujeción a la economía capitalista regional basada en la agroindustria; una ocasión —arries- gada por supuesto— para cultivarse a sí mismas como trabajadoras anhelantes de otros deseos distintos a los capitalis- tas. Para atreverse a iniciar este cultivo de sí mismas como sujetos trabajadores no signados exclusivamente por el capi- talismo, han contado con una extensa de apoyo: la Asociación Herrera, la Corporación Cactus, otras organizacio- nes de la Red Agroecológica Raíces de la Sabana y de la Red Popular Mujeres de la Sabana de Bogotá, las organizaciones colectivas del país visitadas, comunidad • , 1998 | Warren Ellis, y Rodney Ramos académica y ellas mismas (dándose apo- | DC Comics yo mutuo)15. Las tres condiciones que emergieron de esa red facilitaron que las mujeres de la EMM iniciaran un tránsito con larga experiencia en el tema (Agrosarare de Arauca, Mujeres laboral que intuían pero no buscaban explíci- del Magdalena Medio y Asoquinua Tenjana, y asistencia a los en- tamente. Es en esos distintos cultivos, en esos cuentros: “Tramas y Mingas” y “Pueblos y Semillas” en el Cauca, lugares, donde han ensayado estrategias para entre otros) que las mujeres de la EMM realizaron como parte de transitar hacia formas de trabajo alternativas a la Red Agroecológica Raíces de la Sabana promovida por la Cor- las capitalistas. poración Cactus y a partir de las cuales se animaron a hacer sus propias huertas caseras; inalmente, la aceptación sin mucho éxi- Las mujeres de la EMM están pasando de to de la invitación de un par de compañeras de la Escuela a que ser extrabajadoras de cultivos industriales todas formaran parte de ASOQUIMAD. La sinergia de estas tres de lores privados y desechadas por el siste- condiciones puso a los cultivos orgánicos en el centro de la vida ma, a concebirse como mujeres con trabajos

106 GUISELLA LARA VELOZA, PATRICIA VELOZA TORRES Y JULIANA FLÓREZ FLÓREZ | ESCUELA DE MUJERES DE MADRID: LUGAR, CORPORALIDAD Y TRABAJOS NO CAPITALISTAS diversos, incluidos los del hogar y las huertas orgáni- terial (el pago) sin que sea a expensas de su bienestar cas de propiedad familiar o colectiva. Pasaron, de tener físico (la salud). En tal sentido, aquí, como en las mo- un sueldo lexible pero relativamente previsible, a tener vilizaciones de mujeres en la China rural de los años uno más digno pero muy incierto. Aspecto último que noventa, analizadas por Lau Kim-Chi (2002), la cues- nos preocupa. tión del cuerpo como lugar de lucha para las mujeres no se limita a la reivindicación de derechos sexuales En todo caso, algo que no puede pasar desaper- y reproductivos, sino que también contemplan salud, cibido es el efecto sustancial que este tránsito está nutrición y autonomía alimentaria. teniendo sobre la vivencia de sus cuerpos, donde ha- llamos —como sugieren Harcourt y Escobar— uno de El tránsito laboral de trabajadoras asalariadas los ámbitos de conlicto privilegiados para rastrear los a cooperativistas, en cambio, sí ha suscitado una cambios suscitados por las PL. transformación radical de sus cuerpos silenciados. Suspendida la prohibición de hablar experimenta- El cuerpo emerge como referente común en da en las cadenas de montaje de poscosecha, en las las conversaciones cotidianas de las mujeres; tam- huertas emergen la palabra disfrutada, las relexiones bién ocupa un papel central al inicio de todas las conjuntas y los chistes. actividades de la Escuela. Y con distintos matices, sus cuerpos parecen ser —como dicen Harcourt y Esas conversaciones imprimen un tono prometedor Mumtaz (2002)— una vía consciente y material hacia y alegre a sus labores, pero además traen temas novedo- el fortalecimiento de su identidad política como muje- sos para los cuales no había tiempo. Algunos, como el res populares. Veamos estos efectos transformadores a de la sexualidad, muestran brechas generacionales hasta la luz de la lectura previa. entonces desapercibidas. Tímidamente las mujeres ma- yores muestran su perplejidad ante las visiones sobre la La presencia de los residuos tóxicos adquiri- sexualidad de las más jóvenes. Y las analizan a la luz de dos en la agroindustria es relativamente irreversible. sus diferentes credos (católico, evangélico y ateo). Tam- No podemos hablar entonces de una transformación bién emergen recuerdos sexuales dolorosos y violentos radical de sus cuerpos envenenados. El químico per- difícilmente capturados por las más jóvenes. siste también en los territorios. Sin embargo, el uso de fungicidas naturales en las huertas orgánicas ofrece El silencio fue una prohibición naturalizada alimentos limpios y la oportunidad de interrumpir la durante varias décadas de rutina laboral en la agroin- creciente espiral de intoxicación. dustria. La suspensión del silencio, como ruptura de esa prohibición ritualizada, tiene un gran peso sim- Esta práctica, además, tiene el efecto más sutil bólico en el proceso de reapropiación del trabajo. pero signiicativo de invertir las prácticas de trabajo Suspender el silencio exige a las mujeres afrontar el que producían esos cuerpos envenenados. Mientras dominio de la palabra frente al otro. Hablar en públi- en los cultivos agroindustriales las trabajadoras pro- co en asambleas, dictar clases de agroecología urbana curaban ni siquiera rosar las lores (envenenadas), o hacer ponencias en encuentros nacionales son algu- en sus huertas orgánicas buscan el contacto con las nas de las actividades por las cuales las trabajadoras plantas. Si con el clavel industrial seguían un proce- cooperativas deben ampliar el dominio de su palabra dimiento de cuidado rápido basado en agroquímicos, y ganar más seguridad en sí mismas. en sus huertas generan rituales pausados que permi- ten hablar y acariciar a las plantas. Se las consiente La necesidad de cultivar esa habilidad también porque éstas van a consentir al propio cuerpo cuan- pone en evidencia la pobreza simbólica que trae consi- do sean alimento, sobre todo, alimento sano. En este go la organización fordista del trabajo. En las silenciosas nuevo ritual laboral, cuidar la planta no signiica cadenas de montaje y bajo la presión de las altas metas envenenar al propio cuerpo ni al territorio, es cuidar- productivas, no había ocasión para argumentar ante los a ambos. Así, con una dolorosa conciencia de la un equívoco o una duda y las opciones para mediar irreversibilidad del veneno en sus cuerpos, emergen conlictos eran realmente reducidas (sanción laboral, prácticas de trabajo que contemplan su bienestar ma- llamadas de atención y violencias físicas y verbales).

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Ahora, en sus huertas, pueden pedir favores entre ellas del trabajo durante la niñez. Toda una vida de trabajo y, por tanto, generar prácticas de solidaridad satisfacto- —en algunos casos, primero en el campo, luego en la rias. Pero también deben afrontar los malos entendidos ciudad— coniguró corporalidades femeninas adolori- que suelen surgir tras la toma de la palabra y, algo aún das y sacriiciales; experiencias corporales que ahora, más complejo, deben generar espacios de conversación cuando menos lo pensaban, pueden desestabilizarse. donde aprendan a regular mutuamente la palabra de Un gran reto es dejar de airmase como sujeto trabaja- modo que no reproduzcan la injusticia que ya vivieron dor a partir de su capacidad (femenina) para trabajar a en sus trabajos como asalariadas. destajo con una indiferencia, ahora innecesaria, frente al propio dolor. Saben que el proceso será lento pero Este tránsito laboral también está generando pro- que valdrá la pena. fundos cambios en sus cuerpos enfermos. La conciencia de sus propias dolencias corporales ha sido el paso ini- Las PL desplegadas por la EMM son capaces de cial en cada encuentro de la EMM; el ejercicio ritual de generar experiencias corporales más autónomas pero sanación corporal también es una forma terapéutica de también más conectadas con el territorio. En esa medi- erradicar el veneno, de sacarlo del cuerpo. Reciente- da, siguen la consigna ancestral indígena citada. En este mente hemos incluido ejercicios corporales de disfrute, punto, una relexión clave, y con esto cerramos el texto, placer y cuidado mutuo: desde el uso de mascarillas de es sobre el potencial de estas políticas para trazar grafías belleza hechas con productos de las huertas, hasta la re- de un orden espacial (y temporal) distinto al delineado presentación teatral de arquetipos femeninos pasando por los proyectos del desarrollo capitalista que han em- por aromaterapia, masajes y biodanza. pobrecido al municipio de Madrid y que fueron citados al inicio del texto. Aunque la productividad sigue estando en el cen- tro de los cultivos, las mujeres dejan atrás el estrés de Frente a la monoproducción de la agroindustria, producir según metas establecidas por otros, discuten las PL de la EMM, y otras organizaciones de la saba- el trabajo por realizar, negocian metas y ritmos labora- na, proponen un territorio biodiverso y sustentado en les según sus capacidades, dolencias, enfermedades y la soberanía alimentaria como una opción política para necesidades familiares (cuidado de mayores y niños); cuidar a la gente con alimentos sanos y no costosos y estas negociaciones les exigen formalizar la, para ellas, así recuperar la salud del territorio (sus ríos, fuentes novedosísima práctica laboral del derecho al descanso, de agua, su aire, la sana acidez de sus suelos, etcétera). lúcidamente señalada por Harcourt y Mumtaz (2002). Como plantea el Encuentro Social y Popular Sabana Esto es fundamental al considerar que una constante (2014), la soberanía alimentaria es una meta regional de la incorporación de las mujeres al sector loricul- que implicaría: “[…] un circuito de producción, dis- tor es la prolongación de su jornada laboral hasta las tribución, comercialización y consumo de alimentos dieciocho horas (Silva, 1982; Medrano, 1982). Sin em- encaminado al beneicio de un modelo de producción bargo, todavía vacilan sobre cuánto de lo producido campesina” (2013: s. p.). Sería una economía cuyo deben destinar al cuidado de sí durante el proceso de centro es la gente que trabaja y produce, y el territorio producción y distribución (por ejemplo, gastos para hi- sustenta ese trabajo. dratarse durante los recorridos de venta de productos). Ante la vertiginosa conversión del territorio en En esta escala micro, la EMM ha generado condi- puerto seco de la ciudad-región, las PL en torno a culti- ciones para experimentar una corporalidad que no esté vos orgánicos también ofrecen un territorio conigurado anclada al dolor, que no lo asuma como algo inherente por la práctica del cultivo para autoaprovisionamiento; al trabajo. Ahora las mujeres son capaces de expresar una práctica vieja y nueva a la vez. El monótono paisaje con más autonomía sus dolencias y enfermedades y de de grandes bodegas de almacenaje sería reemplazado solidarizarse frente a las de otras. Sin embargo, persiste por cultivos de diversas escalas y distintos regímenes en ellas el deseo obstinado de aguantar largas jornadas de propiedad, unos privados (las huertas caseras), otros de dolor en las que suspenden la conciencia de un cuer- de propiedad privada colectivizada (la huerta colectiva po todavía enfermo y la necesidad de cuidarlo. En sus de la Asociación), otros estatales pero de uso comuna- relexiones sobre este punto, rememoran los sacriicios lizado (cultivo de ASOQUIMAD), etcétera16. Entre los

108 GUISELLA LARA VELOZA, PATRICIA VELOZA TORRES Y JULIANA FLÓREZ FLÓREZ | ESCUELA DE MUJERES DE MADRID: LUGAR, CORPORALIDAD Y TRABAJOS NO CAPITALISTAS cultivos orgánicos podría haber (¿por qué no?), una les hacen cosas que ni siquiera habían soñado (dictar que otra bodega y uno que otro cultivo de la agroin- conferencias, representar piezas teatrales, viajar con dustria de lores respetuoso de los derechos laborales amigas, etcétera). Las mujeres de la Escuela saben que, y ambientales. por ahora, el bienestar material generado por su tra- bajo alternativo es menor al del trabajo capitalista que Finalmente, frente a la terciarización de la econo- durante las tres últimas décadas les dio sustento a ellas mía y la lexibilización y la precarización laboral, los y a sus familias. Pero las impulsan muchos retos: des- cultivos orgánicos abren oportunidades para ensayar de aprender a manejar el carro que les regalaron hasta en el territorio novedosas modalidades de trabajos mantener buenas negociaciones con la Alcaldía que les alternativos al asalariado. Opciones laborales que cede el terreno o, mejor aún, ganar uno propio. muestran los éxitos y fracasos puntuales de intentar generar ingresos económicos distintos a los salariales, La mayoría de jóvenes que iniciamos la Asocia- que permitan discutir qué hacer con los excedentes ción Herrera, por razones vitales, tendremos que de la producción y que partan del reconocimiento de distanciarnos temporalmente de ésta y, por tanto, de la interdependencia entre humanos y entre éstos y los la posibilidad de mantener abierta la casa de la Aso- no humanos. ciación. Trasladamos la casa del centro urbano de Madrid a la vereda rural Los Árboles, donde nos en- En una temporalidad múltiple, estos ensayos inclu- contramos con gente campesina proletarizada por la yen los nuevos conocimientos adquiridos en los talleres agroindustria de lores. No sabemos qué suscitará de la red agroecológica, pero también la recuperación este encuentro, pero sí que debemos apoyarnos en de prácticas rurales de su niñez y la reapropiación crea- el diálogo y en darle un vuelco intergeneracional a la tiva de prácticas laborales agroindustriales. Asociación, de modo que las mujeres mayores hagan el relevo de las más jóvenes; un relevo de adelante hacia Sin dejar de lado del todo el lamento por tantos atrás (como sostiene la temporalidad indígena andi- años desperdiciados en esas empresas, las PL ensaya- na). Esperamos que en este proceso, para las mujeres das por la EMM argumentan en favor de las huertas mayores, pese más el placer de decir en retrospectiva, como lugares donde las extrabajadoras capitalistas no como airma una de ellas, Doña Nelly Guevara, “esta son menospreciadas por su edad, y en torno a los cua- vida me gusta más”.

Notas

1. Apenas el 14 % de la población vive en zonas rurales y no nece- 5. La temperatura promedio de la sabana es de 13,5 °C, pero en las sariamente se identiica como población campesina (Cardozo y madrugadas de diciembre, enero y febrero, baja radicalmente por Suárez, 2014). las heladas, fenómeno meteorológico por el cual la temperatura 2. Aquí seguimos a Harcourt y Escobar (2002), Santos (2004) y del aire cercano a la tierra desciende a 0 °C o menos, lo que genera Gibson y Graham (1996, 2011). una masa de aire frío a ras del suelo con una altura entre 1,5 y 2 m. 3. La loricultura en Europa está principalmente en Holanda pero Este fenómeno afecta los cultivos y causa enfermedades respirato- también en Italia y Alemania. En África, sobre todo en Kenya, rias, quemaduras dérmicas e hipotermia. pero también en Zimbabwe, Zambia, Tanzania, Uganda y Malawi. 6. Al respecto, véase el trabajo de Liliana Vargas (2011). En Asia, en China, India, Malasia —y añadimos— Israel. En Amé- 7. En Tocancipá se registraron 15 minutos (Nascencia, 2013). rica, en Colombia, Estados Unidos, México, Costa Rica, Perú, 8. De las mujeres en edad de pensión que han pasado por la EMM, Ecuador, Bolivia, Chile y Brasil (Sierra, 2003). ninguna ha sido pensionada porque les falta entre cinco y diez 4. La Asociación Herrera es una de las muchas organizaciones de la años o porque no tienen la edad requerida. Cinco fueron despe- sabana de Bogotá articuladas a la Red Agroecológica Raíces de la didas sin justa causa y aunque han ganado las demandas después Sabana y la Red Popular de Mujeres de la Sabana; ambas, junto de largas peleas jurídicas de hasta diez años, no han recibido sus con otras agrupaciones, convergen en el Encuentro Social y Po- indemnizaciones por garantías legales como las leyes de reestruc- pular Sabana. turación que cobijan a las empresas. Dos mujeres sindicalizadas

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que fueron de la EMM, nunca fueron reintegradas a sus empresas 13. Pensamos con dolor en las llamadas casas de pique, lugares de tor- y sólo una ha recibido indemnización. tura y muerte en Colombia. Para ampliar la discusión sobre este 9. Algunas trabajan en las huertas caseras o comunitarias; venden tema, véase Ulrich (2008), particularmente el capítulo “La espa- sus productos puerta a puerta o en sus casas, en ferias o eventos cialización de la resistencia: perspectivas de espacio y lugar en la de las redes que integran. Elaboran por encargo mermeladas, en- investigación sobre movimientos sociales”. vueltos, arepas, entre otros alimentos. También trabajan en casas 14. Nótese que en el argumento preferimos hablar de opresión y no de de familia, cuidando niños o enfermos, en instituciones sociales o poder, pues con Butler (1997) concebimos la doble valencia del religiosas. La mayoría depende del aporte que realizan sus parejas poder (estructura y agencia). a los hogares y, en muchas ocasiones, de lo que éstas les brinden 15. Seguimos la idea de que el capitalismo opera ocultando la inter- para solventar algunos de sus gastos personales. dependencia constitutiva del sujeto. Al respecto, Butler (2009) 10. Además de este campo, la Asociación tiene el de arte y memoria. airma que si sobrevivimos es por una “red social de manos” invi- 11. Para un cuestionamiento de esta visión, véase el libro de Juliana sibles que nos sostienen. Similarmente Gibson y Graham (2011) Flórez (2014). airman que nuestro trabajo es posible gracias al trabajo de otros 12. En la base de la última precaución está el cuestionamiento al do- (humanos y no humanos). ble énfasis erróneo, primero, del tiempo sobre el espacio y el lugar 16. Acudimos a la diversidad de formas de propiedad expuestas por Gib- y, en consecuencia, de lo global sobre lo local. son y Graham, Cameron y Halley en Take Back the Economy (2013).

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