instituto de estudios ancanítnos

INSTITUTO DE ESTUDIOS ALICANTINOS « REVISTA INSTITUTO DE ESTUDIOS ALICANTINOS EXCMA. DIPUTACION PROVINCIAL DE

Patronato José M.° Quadrado del C. S. I. C.

N.°12 II Epoca Mayo 1974

DIRECTOR! JUAN ORTS SERRANO

SUB-DIRECTOR Rafael Azuar

CONSEJO ASESOR: Juan Mateo Box José A. Cía Enrique Llobregat Manuel Martínez Blasco P. Francisco Espinosa Cañizares

PORTADA: José A. Cía

□EPOSITO LEGAL: A. 51 -1969

IMPRESA EN: Gráficas DIAZ · Vial de los Cipreses, 19 - Alicante SUMARIO

ESTUDIOS Y ARTICULOS Notas para una biografía del pintor Lorenzo Pericás Ferrer Adrián Espí Valdés...... 7 El mundo poético de Alfredo Gómez Gil Francisco Carenas...... 27 La obra en Córdoba del ilicitano Don Marcelino Siuri, Obis­ po y escritor José María Ortiz Juárez...... 43 El poeta Carlos Fenoll...... Vicente Ramos ...... 63 Excavaciones en el cementerio de un poblado morisco Federico Rubio Gomis...... 77

TEXTOS Cuento.— Cita en el sol Concepción Rodríguez Conca. .... 87 Poesía.— Siete poemas Consuelo Jiménez de Cisneros...... 99

NOTICIERO Noticias y Actividades...... 107

ESTUDIOS Y ARTICULOS

Adrián Espí Valdés NOTAS PARA UNA BIOGRAFIA DEL PINTOR LORENZO PERICAS FERRER

La muerte, en Alicante, de Lorenzo Casanova y Ruiz, ocurrida la mañana del 23 de marzo de 1900 en su casa-estudio de la calle del doctor Gadea (1), deja en el más grande dolor y el más sensible desamparo a la grey artística alicantina, a un nutrido grupo de pintores y escultores que se han formado bajo la égida del ilustre alcoyano. Allí, en el obrador, ha acudido todos los días, y desde 1885, fecha en que el maestro se establece en la capital (2) un ilusionado alumnado, un grupo de jóvenes ansiosos, inquietos, deseosos de crear arte y enfrentarse con los problemas de la creación plástica. Allí está Vicente Bañuls, pintor y escultor, autor de bellas obras (3), Adelardo Parrilla y Candela, nacido, circuns­ tancialmente, en Cartagena, alumno predilecto de Casanova, gran bodegonista y pintor de paisajes (4); en cierta manera también Heliodoro Guillén Pedemonti —toda una institución en Alicante- debe parte de su formación a las enseñanzas recibidas en el taller del pintor alcoyano. Alumnos son, igualmente, Sebastián Cortés Sevilla, José López Tomás, Mariano Orts Masiá, Rafael Hernán­ dez López, Andrés Buforn Aragonés y, finalmente, y entre otros más que dejamos en la presente ocasión de reseñar aquí, un paisano suyo, nacido en Alcoy, humilde y bondadoso, vocacio- nalmente artista y pintor, llamado, como el maestro, Lorenzo, empujado a ser al desaparecer Casanova, durante cierto tiempo, el continuador de aquella "Academia de Bellas Artes" en la que tanto entusiasmo depositara el gran pintor. "Aquel estudio ha ESPI: Notas para una biografía...

cambiado de dueño, la placa en forma de paleta clavada en la puerta de la casa, lo anuncia. En ella se lee el nombre de Lorenzo Pericás: es decir, otro Lorenzo, otro alcoyano, otro pintor... Uno de sus discípulos predilectos ha venido a ocuparlo, y allí continúa imperando el arte y rindiéndose tributo de admiración al maestro... ¿Quién mejor podía suceder al llorado maestro?" (6). Pero, ¿quién fue Lorenzo Pericás?, preguntamos nosotros. ¿Cómo y cuándo vino a Alicante? ¿Qué representa en la pintura alicantina contemporánea? Intentemos ya, ante esta triple interro­ gante, trazar el perfil de su vida y de parte de su obra plástica. La partida de nacimiento de Lorenzo Pericás no la hemos podido hallar en las parroquias de Alcoy, las dos existentes en la fecha de su natalicio —Santa María y San Mauro y San Francisco—, pero su viuda ha sido quien nos ha facilitado la data, asegurán­ donos que fue el año de 1863 el de su nacimiento, puesto que su muerte se produjo cuando el artista tenía cuarenta y nueve, y el óbito en cuestión acaeció en Alicante en 1912. Nacido, pues, en Alcoy ya doblado el siglo XIX, hijo de una modesta familia compuesta por Lorenzo Pericás, hojalatero de oficio, y Dolores Ferrer de profesión sus labores, el progenitor lo coge como aprendiz en su pequeño taller, pero bien temprana­ mente el pequeño Lorenzo se inclina por el dibujo garabateando sobre papeles de "barba" y cuadernos escolares que caen en sus manos. Ésta predisposición innata hace reflexionar al padre que decide, a pesar suyo, trasladarle a —cuna de artistas en la creencia de la familia— para que estudie dibujo. En la Escuela Superior de San Carlos no hemos encontrado la documentación —matrícula y calificaciones posteriores— del presunto pintor, por lo que nos inclinamos a pensar que Pericás ingresa en la Escuela de Artes y Oficios, y que aquí desarrolla su inteligencia innata y fomenta sus cualidades artísticas. El traslado a Alicante lo fijamos en torno a 1885, y a conse­ cuencia de las epidemias coléricas. Pericás puede decirse que huye de Valencia, también de Alcoy, donde el cólera morbo hace estragos, viniendo a avecindarse a la ciudad-puerto de mar, capital de la provincia. Coincide, pues, con el establecimiento también en Alicante de Casanova, y esta circunstancia, creemos, juntamente con el denominador común del origen de ambos, les va a unir en lazos de estrecha amistad, sin que la diferencia de a

edad —Casanova tenía cuarenta y un años, y veintidós Pericás— supusiera nunca diferencia de mentalidad y credo estético. Según la viuda e hija del pintor, Pericás después de ingresar en la Academia de Casanova estuvo pensionado un año en . La pensión no vino de parte de la Diputación Provincial, puesto que no figura el pintor entre los nombres de quienes alcanzaron tal gracia (7) y sí, sin embargo, de parte de un particular, como aclarará Pérez Bueno: "Merced a una pensión que le concedió el Sr. Penalva, pudo salir de Alicante, y la primera escapada fue a Madrid para ver nuestro museo —El Prado— y estudiar sus obras maestras. Allí permaneció hasta que se acabó la pensión, que fue como acabarse el seguro del sustento diario, y vuelto a Alicante con el recuerdo de la pintura de Velázquez, su más intensa impresión" (8). La formación, la madurez plástica de Lorenzo Pericás debe atribuirse, en definitiva, a su esfuerzo, a su vocación hondamente sentida y honestamente servida, y a la especial tutela que Casanova ejerció sobre él. En ocasiones, hasta el mismo modelo del maestro era aprovechado por el alumno que le seguía en todo. Ambos, a la vez, trabajaban sobre idéntico tema, y de ello tenemos pruebas suficientes en obras firmadas por Casanova y en óleos signados por Pericás. Baste recordar esa "Gitana" casa- novista de la colección Miguel Gisbert de Alcoy, y esa otra "Gitana" firmada en el ángulo inferior izquierdo por el alumno Pericás Ferrer, dedicada al "Excmo. Sr. D. Rafael Beltrán", y que recientemente ha ingresado en nuestra Diputación Provincial/con todo el valioso legado de este patricio alicantino. Nos dice el poeta Carmelo Calvo, que lo conoció desempe­ ñando un modesto cargo en la Escuela de Artes y Oficios patrocinada y sostenida por la antañona sociedad de Amigos del País, de cuya entidad el propio Calvo era secretario: "Pericás con el esfuerzo supremo de una voluntad indomable" tuvo que luchar para abrirse camino, para crearse un nombre en "los círculos artísticos y en los mercados donde se cotizan las firmas que se estampan en los cuadros". Un poco antes, Pérez Bueno se había ocupado de él, pues le había merecido la suficiente confianza como para incluirlo en sus "Artistas levantinos": "Su constitu­ ción robusta parece dispuesta para reñir desde la infancia la batalla de la vida. Luchador tenaz, a su propio esfuerzo debe su to ESPI: Notas para una biografía...

estimación en el arte. La mirada inteligente y brillante, acusa los destellos de un cerebro que sabe pensar ¡deas que son traducidas en el lienzo en bellas notas de color” (9). Tal y como Casanova propagaba, el estudio intenso, el repetir una y otra vez cada forma, el ejercitarse en el dibujo, el "trabajar el natural" habían de valerle a Pericás el dominar pronto y sabiamente el oficio, el poseer una técnica depurada y sólida. "...Hay que verlo en su estudio delante del caballete, nervioso, excitado... Antes de dar una pincelada estudia, analiza y razona lo que va a hacer. Y sea apunte o cuadro, se ha de distinguir por le vprdad que respira, por la frescura del color". 1894 marca para el Alicante artístico —lo hemos señalado en otras ocasiones (10)— un importantísimo hito. Lorenzo Casanova preside el jurado de la gran y transcendental exposición de Bellas Artes que se abre al público el lunes 11 de junio en el Teatro Principal. La ¡dea de la magna exhibición, en la parte plástica, es totalmente del maestro Casanova. Da la impresión cuando se coteja la prensa contemporánea de la efemérides —"El Alicanti­ no" o 'El Liberal"— que quiso el pintor de Alcoy que el nombre de Alicante tuviera resonancia nacional demostrando a España entera que el supuesto "apartamiento" en orden a las artes plásticas, en que parecía vivir la capital no era tal, que Alicante, su provincia, había dado —y estaba dando— a las bellas artes nacionales nombres y hombres preclaros, y que se sentía con capacidad suficiente como para montar una exposición general. Tampoco se le escapa al estudioso del tema la implícita intención de Lorenzo Casanova de presentar en público a sus alumnos, esos alumnos que él y sólo él había formado en su "Academia" o centro artístico, y para cuya labor años antes había solicitado el apoyo económico de la Diputación Provincial, contando entonces —1890— con un incipiente alumnado en el que figuraban Pericás, Rafael Hernández, López Tomás y Vicente Bañuls (11). En el catálogo de la exposición encontramos a pintores de prestigio, y con Sorolla, Salvador Abril, Pinazo o Cecilio Pía —todos valencianos— aparecen Agrasot, Cabrera Cantó, Plácido Francés y otíos muchos dé nuestra propia provincia. Lorenzo Pericás Feirer es premiado con medalla de plata, galardón que merece igualmente Heliodoro Guillen. Pericás ha presentado dos cqádritos dé "género": "Enseñar al que no sabe" y "No sale la cuenta". El pintor Lorenzo Gasanova Ruiz, grabado de la época. El féretro con el pintor Casanova en el Cementerio de San Blas. El personaje señalado con la "x" es Lorenzo Pericás.

Lorenzo Pericás Ferrer, ampliación de la foto anterior. Pericás en su estudio.

"Ensayando una misa", óleo de Pericás. 'Ensayando una misa", óleo de Pericás. ti

Aquí, en 1894, se debe de fijar el lanzamiento definitivo, en el ámbito alicantino y provincial, del modesto pintor nacido en Alcoy. El, que no se había dado a conocer en ninguna exhibición personal ni tampoco colectiva, a partir de ahora va a ser llamado por el gran público, y sus pinceles poco a poco son requeridos por familias de abolengo: los Farinós, los Soto, etc. Se inicia una etapa fructífera y fértil en la que Pericás ejecuta retratos con los que "... involuntariamente ha recordado para bien suyo al maestro de Las Meninas". En este capítulo hemos de citar únicamente tres obras: el retrato de la señora de don Manuel Cremades, el retrato del Abad Pons que estaba en la sacristía de Santa María de Elche y el de su hija, niña de pocos años, cuadro que dejó inacabado, que guarda la familia del pintor con extremado cariño, y que constituye una pieza maestra en la producción de Pericás, ejecutado poco antes de morir el artista. Pericás, a la vez, es paisajista, realiza cuadros de costumbres y del denominado "género", estampas de los interiores de los claustros alicantinos de Santa María y San Nicolás; sacristías y lugares recoletos, así como toda una variada colección de floreros en cuya temática llega a ser reputado auténtico especia­ lista: "Pericás sobresalió en la pintura de las flores; él que sólo encontró espinas en su camino" (12). Al periodo 1894-1903, fecha la última en la que contrae matrimonio, corresponde "Ensayando una misa", lienzo que forma parte de la colección de la Diputación Provincial, y que últimamente ha podido admirarse en la exposición antològica celebrada en la Caja de Ahorros del Sureste de España del 5 al 30 de noviembre de 1973 (13). De estos años es "El adobador de cosís y dibrells" y "Preparándose para las danzas", así como los tres preciosos lienzos que guarda la colección municipal de Alcoy, su pueblo nativo, con un marcado acento "modernista", y que en su día documentamos (14): "Niña con flores" (1'08x0'68), "Joven en actitud mística" (1'10x0'90) y "Retrato de señora" (1'08x0'68). No hemos podido ampliar la noticia que el doctor Ramos nos brinda en su "Teatro Principal" sobre la participación de Pericás en la Exposición Internacional de Bellas Artes de San Petersburgo en 1900, lo que quisiéramos para conocer, al menos de referencia, la obra o las obras que el artista llevó a aquel certamen, al que también asistiera Vicente Bañuls (15). fi ESPI: Notas para una biografía...

Un interesante, y pintoresco, hecho sucede en los primeros meses de este 1900. Se trata de un sorteo o rifa de "paletas y panderetas regaladas por nuestros pintores para la Estudiantina que postúló estos carnavales", y en esta especie de subasta hallamos el nombre de un buen número de alumnos de Casanova: Heliodoro Guillen, Adelardo Parrilla, Sebastián Cortés, Reus y Pericás, quien ha donado: "Un húsar", "Jijonenca", "Niño músico", "Flores", "Monaguillo", "El corneta y su novia" y "Colillero", pequeños divertimentos, apuntes y bocetos cuyo paradero desconocemos en la actualidad (16). Y al llegar aquí una auténtica convulsión tiene lugar en Alicante. Muere Casanova y desaparece con él toda una institución que debe y tiene que continuar. Lorenzo Pericás es, tal vez, el que más hondamente siente tan sensible pérdida. No se mueve del lado del maestro y, al óleo, pinta su rostro muerto, sin vida. Apenado y herido en los más íntimo lleva las cintas del féretro en el acto del sepelio, juntamente con Carmelo Calvo, Heliodoro Guillen, Luis Pérez Bueno y otros admiradores del pintor extinto. En la fotografía que se toma ya en el cementerio de San Blas, con el ataúd abierto y expuesto el cadáver a la contemplación de los alumnos aparece Pericás con la mirada triste y baja, dirigida hacia la cabeza del llorado maestro. Las ¡deas de homenajes y recuerdos póstumos son varias en los días inmediatos al fallecimiento de Casanova. Se piensa, incluso, en un "Círculo Casanova-Academia de Bellas Artes" cuya presidencia de honor se cree conveniente la ostente el alcalde de la ciudad Barón de Petrés, y la efectiva recaiga en Guillen, siendo el director artístico Vicente Bañuls (17). Entre los nombres citados no advertimos, en consecuencia, el de Pericás, sin embargo, es Pericás uno de los más entusiastas impulsores del proyecto sin figurar oficialmente en nada. Cuando en el mes de octubre se pone en funcionamiento la entidad tiene que ser Adelardo Parrilla el director artístico, pues Heliodoro Guillen se ausenta de Alicante al tener que ocupar la cátedra de dibujo del instituto de León: "... el Sr. Guillen ha presentado la dimisión de su cargo de presidente del Círculo de Bellas Artes-Academia Casanova de esta capital, para cuyo honorífico cargo se nos asegura que será nombrado nuestro amigo don Luis Pérez Bueno" (18). Uno u otro, Parrilla o Luis Pérez Bueno ocuparon aquella presidencia y en ninguno de los casos le fue encomenda­ ί ia

da ésta a Lorenzo Pericás que fue el pintor más íntimamente unido al espíritu de Casanova. Vidal Tur, sin embargo nos indica que, muerto Casanova, fue Pericás quien lleva adelante la "Academia" que fundara aquél, si bien José Antonio Cía señala que al frente de aquella estaba Adelardo Parrilla, otro de los alumnos predilectos, y otro de los buenos pintores que el Alicante plástico puede presentar en cualquier momento (19). En el otoño de este 1900, muy movido artísticamente en Alicante, la capital recibe la visita del ministro de Obras Públicas e Industria y Comercio, don Rafael Gasset y Chinchilla que viene a inspeccionar el pantano de Tibí y a impulsar sus mejoras. Con tal motivo la Diputación Provincial encarga a Lorenzo Pericás un cuadro con que obsequiar al político español "en muestra de agradecimiento". Carmelo Calvo, secretario de la corporación provincial, es quien nos facilita el título de la obra: "Flores de la tierra". En 1903 Lorenzo Pericás Ferrer contrae matrimonio con la joven torrevejense Consuelo Gil Tévar, de cuyo enlace han de nacer dos hijos: José, que dibujará admirablemente por propia iniciativa, sin dirección de maestro alguno, ni siquiera la de su padre —que fallecerá siendo él muy niño—, y Mercedes, a quien Pericás retratará —como se ha dicho anteriormente— muy pequeña en un delicioso óleo. El matrimonio, feliz aún dentro de las muchas estrecheces económicas a que está sometido, quedará roto demasiado pronto, a los nueve años de celebrado, al fallecer Pericás en 1912 cuando contaba cuarenta y nueve años de edad y su viuda bastante menos, solamente veintiséis. Esta razón, la del matrimonio, es quizá la que excusa la no aportación personal del pintor a la exposición de* este mismo año, prefiriendo el artista ser miembro del jurado que tuvo que discernir los premios y las recompensas. Es una exposición industrial, agrícola y artística de relevante significación, abierta al público el primero de agosto (20). Lorenzo Pericás, sin embargo, está representado en la muestra plástica, pues son varios los coleccionistas que exhiben obra suya y fuera de concurso, según esta relación de propietarios, títulos de cuadros y medidas de cada uno de ellos que señalamos aquí: D. Rafael Quixot Pérez presenta: "Estilos del país" (1'58x1'35), "La comunión" (0'99x 1'28), "Cabeza de niña" (0'90x0'60) y "Echando un cigarro" ESPÍ: Notas para una biografía... i

(0'70x0'56); don Ernesto Romá: "Las flores" (0'95x0'55); don Antonio Rizo: "La lección" (0'60x0'65); don Próspero Lafarga: "Eligiendo telas para un altar", y F. Torrent: "En el claustro". "Con el número 235 presenta el Sr. Torrent un cuadro de más de un metro de largo titulado "En el claustro", debido al pincel del reputado maestro don Lorenzo Pericás... En las obras de Pericás —leemos de un escrito contemporáneo— predomina la hermosa tonalidad del conjunto con fondos inimitables y perspectivas muy bien entendidas y ejecutadas. En el cuadro a que nos referimos, aunque no se halla en condiciones de poderlo examinar debidamente, pueden apreciarse esas bellezas. La agru­ pación de los frailes es de acertada composición, correctísimas las cabezas de las figuras y muy bien interpretadas las luces" (21). También copiamos de la revista "Museo-Exposición" otra descripción de un segundo cuadro de Pericás, el del coleccionista José Rizo, número 226 del catálogo correspondiente, titulado "La lección". "Un grupo de monaguillos con el maestro y un músico, ocupan un recinto de la iglesia donde penetra la luz por una ventana. La característica de Pericás que es pintar unos fondos admirables hace en este cuadro derroche de maestría... Si el Sr. Rizo es el propietario de esta bellísima producción de arte le felicitamos por su adquisición y buen gusto" (22). Enlazamos ahora con otro acontecimiento que guarda relación con este de las exhibiciones públicas, y tal circunstancia acontece al final de la vida del pintor. "Las obras que ha pintado —dice Pérez Bueno— son poco conocidas. Preciso es que siga trabajando y dé a conocer sus obras fuera del reducido círculo de una provincia. El arte es cosmopolita, sí, pero en las grandes capitales del mundo es donde se celebran esos certámenes artísticos que se llaman exposiciones. Allí es donde hay que presentar y exhibir los trabajos para llamar la atención pública, darse a conocer y obtener el exequatur. Algo así como una licen­ ciatura...". Estas palabras —talmente un consejo con ribetes de invitación— justifican el que Pericás envíe una obra a San Peters- burgo en enero de 1900, y también, aunque la distancia es mucho más larga en el tiempo, justifican su presencia, por primera y única vez, en la Exposición Nacional de Bellas Artes de Madrid de 1912, -año, precisamente, en el que el pintor muere. IS

En efecto, en este concurso plástico inaugurado el 18 de mayo con la asistencia de Alfonso XIII y la familia real, se catalogan mil cuarenta y tres obras de pintura, grabado y dibujo, dos de cuyos trabajos, números 708 y 709 del catálogo corres­ pondiente son del pintor de Alcoy: “El relojero" (0,98x0,68) y "Santa Teresa" (1,10x1,45). Se trata de dos obras diametralmente opuestas. La primera, de carácter costumbrista, dentro de ese manido sector de pintura que se ha convenido en llamar "de género", temas amables preferentemente, desendafados, con un gran sentido de lo decorativo y familiar; la segunda, una obra hagiográfica, intimista y mística a la vez, por tratarse, además, de la interpretación —muy a lo siglo XIX todavía— de la ilustre fundadora abulense. En el jurado que ha de consignar los premios, y entre los vocales, encontramos a Fernando Cabrera Cantó, alcoyano, discípulo de Casanova y condiscípulo de Pericás; y entre los expositores por la modalidad de la pintura descubrimos nombres prestigiosos: Ignacio Pinazo, Moreno Carbonero, Rusiñol, Darío de Regoyos, Romero de Torres, José Nogué, Nicanor Piñole, Alvarez de Sotomayor... (23). La presencia de los alicantinos es, sin ser abultada, notable: el propio Cabrera Cantó, que lo hace fuera de concurso, el escultor José "Peresejo", Manuel Cara y Espí, granadino de nacimiento pero alcoyano de adopción. Algunos de los discípulos de Casanova se dan cita en Madrid: Lorenzo Aguirre, con dos obras y Adelardo Parrilla con un retrato. Figuran como expositores igualmente Francisco Rodrí­ guez Clement, y Francisco Rodríguez Sánchez, su hijo; Angel Ortiz Aragonés, de Villajoyosa, discípulo de Esteve, y Vicente Huarte Mendicoa, pintor nacido en Cuenca pero residente por aquel entonces en Santa Pola (24). La exposición, hemos dicho, se abre el 18 de mayo y se clausura el 8 de julio. A Lorenzo Pericás se le premia con una mención de honor. La prensa de Alicante, en su día, se ocupa de esta presencia de su pintor en la Villa y Corte, presencia que se debe a un esfuerzo titánico del artista por vencer su modestia innata y su apocamiento. "Concurre a esta exposición con dos obras: Santa Teresa y El Relojero. En ambas, pero sobre todo en la primera, domina con vigor la totalidad, la mirada de conjunto que hace el cuadro, y resplandece el colorido castizo, que tanto te ESPI: Notas para una biografía...

por las enseñanzas del inolvidable Casanova como por el sentir de Pericás puede conceptuarse como privativo de este artista; el único, según creo, que queda del grupo de animosos muchachos en quien yo fundé la esperanza de una escuela... estos bellos cuadros de Pericás son gratísimo recuerdo de aquel tiempo en que tantas iniciativas generosas coincidían para bien del arte de la pintura en la bella, en la cultísima ciudad de Alicante" (25). Días más tarde la prensa alicantina se ocupa de Pericás nuevamente, dando con júbilo la noticia de su triunfo, modesto también —una primera mención honorífica— pero triunfo a la postre: "Nuestro paisano ha triunfado. El pintor que ha poco moría en la pobreza, habrá experimentado hoy la satisfacción y el orgullo del artista al ver que no en balde puso sus esfuerzos en manchar un lienzo..." (26). Volvemos en este avanzar y regresar de la vida y la obra de Pericás a 1903. Es un año singularmente importante en la vida del pintor alcoyano. Preside el Casino don Rafael Beltrán —que ha sido senador del reino— y la junta directiva de la sociedad decide la decoración del inmueble de la Explanada. Al parecer Lorenzo Pericás gana mediante un concurso más o menos abierto, el encargo de realizar tan importante trabajo, pero la verdad es que en la decoración intervienen otros artistas locales, condiscípulos en el taller de Casanova, y amigos. Con Pericás van a trabajar Guillén y Bañuls. Amigo Pericás del abad de la colegiata de San Nicolás, éste le deja establecer su estudio en una dependencia alta del templo, y es aquí, precisamente, donde el pintor realiza esos lienzos "modernistas" en línea perfectamente con las producciones plásticas que responden a los gustos del momento, y que hemos convenido en encuadrar en el llamado "styl nouveau" o "modern styl". De aquí salen —para el zaguán del Casino— unas telas muy entonadas: mujeres, niños, flores, palomas... arabescos, ondulaciones y líneas sinuosas. Entre los modelos femeninos descubrimos la figura de su esposa, que reaparece en los bellos desnudos alegóricos de la cúpula de la escalinata. Unos lienzos de gran efecto decorativo y noble ejecución. De entre ellos queremos resaltar por su atildada construcción y temática desen­ fadada y popular, el panel en el que una mujer da de beber a unos menesterosos, tema que la familia ha titulado "Los borra­ η

chos". Los trabajos, por lo que hemos podido averiguar, le fueron abonados al pintor con mucha lentitud y premiosidad: "El presidente del Casino D. Emilio Díaz Moreu nos participa haber dado orden, hace muchos días, de que se entregue a Pericás la cantidad que dicha sociedad le adeuda, y que no excederá de cien pesetas. Además probablemente el Casino socorrerá al desgraciado pintor" (27). En la "Historia del Casino de Alicante" muy poco se habla de Pericás. El autor de tal memoria se limita, simplemente, a nombrar a los artistas que lo enriquecieron con sus obras, y al Rescribirse el llamado Salón Imperio se indica: "Su mobiliario y ornamentación son soberbios, presentando magníficas pinturas de los artistas alicantinos Guillén, Parrilla, Pericás y otros" (28). Más o menos, en definitiva, lo que había escrito mucho antes en el volumen correspondiente a la provincia de Alicante, de la "Geografía General del Reino de Valencia", Figueras Pacheco: "...casi todas las estancias están decoradas con exquisito gusto por los artistas Pericás, Guillén, Parrilla, Bañuls, Martínez, Fajardo, Carrillo y Piqueres, alicantinos casi todos ellos" (29). Tales telas las tenía terminadas Pericás según creernos, en abril de 1905, y coincidió la conclusión de las mismas conjla' llegada a la capital, el día 14 del mismo mes, de Alfonso XIII, ocasión que ha de valerle al artista para pintar el retrato del rey que durante algún tiempo esté en el Ayuntamiento, así como una réplica del mismo en el salón de sesiones del consistorio alcoyano (30). A estos años pertenecen en la producción de Pericás otros lienzos y decoraciones —algunas de ellas en ciertas casas parti­ culares de Novelda, obras de una extraordinaria hermosura— de perfecta armonía "modernista", con siluetas y dibujos curvilíneos de notable acierto. De ello, aunque en tal ocasión fijáramos equi­ vocadamente la cronología de la pintura, ya apuntábamos algo en un trabajo anterior (31), por lo que no insistimos ert la presente ocasión. Pero sí identificamos de este período y estilo aquellos desnudos femeninos —mujeres bañándose—, que estaban en algunas paredes del desaparecido Café Suizo. Hemos indicado que Pericás domicilió su estudio, en algún momento, en la colegiata de San Nicolás, y ello motiva, en parte, algunas de sus obras de carácter amable, '^tumbrista, con el «8 ESPI: Notas para una biografía...

reflejo de interiores de sacristías y templos, tal por ejemplo, "Un grupo de monaguillos con el maestro y un músico", posiblemente el mismo tema de "Ensayando una misa", que figura en la colección de la Diputación Provincial. Pero Pericás tuvo otros estudios, tal el ubicado en el mismo Teatro Apolo, de Benalúa, con anterioridad en un piso alto de la Rambla y últimamente en una casa del Altozano, enfrente mismo del obrador que se había construido Vicente Bañuls, estudio, el de Pericás, que vísperas de su muerte tuvo que ser vendido al señor Zarandieta para conse­ guir algún efectivo con que paliar los innumerables gastos que su enfermedad, y su estancia en Madrid por dicho motivo, le ocasio­ naron. Fue el mismo Gabriel Miró, gran amigo de Pericás y de su familia, quien intervino en la operación, ingresando en una cartilla de la caja de ahorros el producto de aquella venta necesaria y urgente. Y llegamos en este bosquejo biográfico al triste e irremedia­ ble desenlace. Lorenzo Pericás está atacado de una parálisis progresiva que avanza a pasos agigantados, que se fija de una manera más acusada en los brazos y manos y en los ojos. Los últimos dos años de su vida son de auténtico sufrimiento tanto físico como moral. La esposa le observa cómo, a pesar de todo, sigue pintando, cómo con la mano izquierda se coge el codo y la muñeca del brazo derecho, cómo le tiembla el pulso y con ello el pincel. Pericás, pintor exquisito, pierde el control de cada pincelada. Los recursos económicos del pintor son, a la vez, exiguos, tanto y en tal extremo que algunos compañeros y amigos, y entre ellos sobremanera Gabriel Miró, el ¡lustre prosista, cuyo segundo apellido. Ferrer, coincide con el del pintor, tercia en el problema, tal y como vamos a ver. La salud del pintor es precaria, tan delicada y amenazadora que se da la triste circunstancia de que algunos meses antes de su muerte la prensa de Alicante da noticia —falsa, por supuesto— del óbito del artista. Ello ocurre en la edición del "Diario de Alicante" de 20 de diciembre de 1911, cuyo texto recogemos aquí: "Al entrar en máquina nuestro periódico nos traen la noticia de haber fallecido este artista alicantino tan desventurado como digno de mayor suerte. Pericás, desde su modesta esfera, logró a fuerza de constancia y aptitudes llegar a ocupar un puesto señalado entre los pintores de la región. De su pincel hay muestras en el Casino y en multitud de ‘casas de ésta. Sin 'Cabeza de Estudio", óleo de Pericás. Retrato de Señora", óleo de Pericás. "Retablo de la Soledad", detalle. "Gabriel Miró, niRo", óleo de Lorenzo Casanova. espacio para más queremos testimoniar a su familia la expresión sincera de la parte que en su pesar tomamos". Al día siguiente, como era lógico esperar, el periódico tiene que publicar una "Rectificación agradable": "No ha fallecido el artista Lorenzo Pericás. Anoche dimos la falsa noticia sin comprobarla por falta de tiempo: por teléfono se nos dio cuenta de ese triste acaecimiento... que no ha acaecido por fortuna. |Que todas nuestras equivocaciones y nuestros yerros fueran como esal Quien falleció es persona de próximo parentesco con Pericás y que lleva su mismo nombre" (32). "Pericás no falleció entonces, es verdad —dice el doctor Ramos—, pero sus días eran tan desconsolados como agónicos" (33). Gabriel Miró, cuya amistad y simpatía por el pintor de Alcoy se debe y remonta a los años de infancia del escritor, justo en aquellos tiempos en que acudía el autor de "Las cerezas del cementerio" al estudio de su tío Lorenzo Casanova, en los primeros meses de 1912 emprende una campaña en favor del artista, y con fecha 5 de marzo de tal años remite a la prensa alicantina "una súplica llena de ternura": "Me dicen —relata— que nuestro pintor Lorenzo Pericás está muy enfermo, casi ciego y tan pobre que pronto buscará el refugio del Hospital, mientras sus hijos lloran a las puertas de la Beneficencia" (34). El escrito de Miró es como una carta abierta al director del órgano de información Emilio Costa. "¿Quieres ayudarme para que Alicante remedie o mitigue al menos —dice—, las angustias de ese hombre desventurado cuyas obras nos han traído tantas veces la alegría de pensar y decir que las produjo un hermano nuestro? ¿Qué te parece la ¡dea —añade— de una exposición de cuadros de Lorenzo Pericás que tuvieran la preciosa y santa compañía de los cuadros de su glorioso maestro Lorenzo Casanova?". La llamada de Gabriel Miró tiene eco, mueve a las concien­ cias. El día 8 del mismo mes el propio "Diario de Alicante" inicia la tarea en favor de Pericás. Federico Amérigo es quien en primer lugar ofrece un cuadro suyo para una exposición homenaje y benéfica. Otro periódico "Eco de Levante", aplaude la idea de Gabriel Miró: "admirable nos parece, y por su éxito —que lo alcanzará, es indudable— trabajaremos todos unidos, los que escribimos en los periódicos, alentados tan sólo por ver cuanto antes a Pericás en su estudio, produciendo obras maestras..." 20 ESPI: Notas para una biografía...

(35). Otro periódico, "El Correo", se suma a la campaña iniciada, y hasta "El Liberal", de Murcia, en su redacción alicantina, es sensible a la triste circunstancia. La llamada de Gabriel Miró tiene repercusión. El alcalde de la ciudad, don Federico Soto, consigna cinco pesetas diarias como ayuda al artista, y son bastantes los alicantinos que de una u otra manera aportan su colaboración económica. Lorenzo Pericás se siente amparado, en deuda con sus amigos, tanto que una pequeña carta publicada en las columnas de la prensa diaria sirve para agradecer a todos su desinterés: "Sr. D. E. Costa, director del "Diario de Alicante". Distinguido amigo: Ruego a Vd. haga público testimonio de mi inmensa gratitud a las distinguidas autoridades de este venerable pueblo, al angelical Gabriel Miró y a esa nobilísima prensa alicantina por los actos realizados en favor mío..." (36). Rafael Altamira, desde Madrid, acoge la ¡dea de favorecer al pintor con cariño, "a ella me adhiero —indica— con todo entusiasmo" (37). Los esfuerzos y entusiasmos de todos llegan, sin embargo, tarde. Lorenzo Pericás fallece el 27 de agosto de 1912. V muere recién premiado en Madrid, con el éxito fresco. "Anoche a las once falleció Lorenzo Pericás, pintor de grandes merecimientos que no logró en vida la recompensa a que era acreedor..." (38). "Ha muerto Pericás, el pintor de las flores... Pericás, que ha enriquecido con sus obras algunos museos, ha muerto pobre, en la mayor indigencia, patrimonio que parece exclusivo de los artistas que valen..." (39). Es el autor de "Nuestro padre San Daniel" —el angelical Gabriel Miró— quien no se ha apartado ni un solo segundo en los últimos días del lecho mortuorio del pintor, quien le amortaja, quien se cuida de todos los detalles, quien organiza el sepelio y quien, además, se ofrece incondicionalmente a la viuda para todo lo que sea menester: "No se preocupe de nada —le dice— me tiene a mí". Lorenzo Pericás ha muerto en un inmueble de la calle Teatinos, muy cerca de donde naciera otro alicantino ¡lustre, Carlos Arniches. Al acto del sepelio acude poca gente. "Los pocos amigos y discípulos del pintor muerto que supieron la triste nueva". Quizá le acompañaran al cementerio de San Blas Francisco Muñoz Gosálbez, tal vez. Lorenzo Aguirre, acaso José Mingot Cremades, ei

Domingo Tafalla Navarro o Emilio Varela Isabel. Su fallecimiento ha sido triste y pobre, y triste y pobre la despedida, sin presidencias oficiales —como en el magno entierro de Casanova, su maestro— y sin "olor a multitudes". Apenas transcurridos los primeros días del fallecimiento, de nuevo la prensa reemprende la campaña en favor del artista extinto, ahora en ayuda de la familia, de su viuda Consuelo Gil y de sus hijos José y Mercedes, niños. Una comisión de amigos y alumnos visitan la alcaldía y más tarde al presidente de la Diputación Provincial. Los señores Soto y Formigós ofrecen su "valimiento" en el "Diario de Alicante", que abre una lista de donantes, "de todos —dice la prensa— esperamos un latido de piedad, un socorro para la afligida y desamparada familia". En Alcoy, patria chica del pintor, pueblo del que saiió joven, un adolescente, y al que no regresó más, también se movilizan quienes le estimaban, y "pintores, músicos, literatos, se aprestan a contribuir a la gran obra. Fernando Cabrera ha hecho un donativo de cien pesetas, y tendrá intervención importante en la fiesta que va a celebrarse (en su favor)..." (40). Ha sido también Gabriel Miró —hijo y nieto de alcoyanos— quien ha concienciado a la ciudad, a través, sobre todo, de una carta que publica el periódico local "Heraldo" a comienzos de septiembre, y de cuyo contenido extractamos algunos fragmen­ tos: "En marzo último supe la enfermedad y miseria de este artista de tantos merecimientos. Estaba tullido, postrado, ator­ mentado por los dolores de su médula destrozada, afligido de congojas y exaltaciones, viendo su hogar sin amparo de nadie... Desde entonces el pintor alcoyano fue consumiéndose, retorcién­ dose en su mal incurable; pero algunos instantes sonreía porque su mujer y sus hijos tenían pan, y sonreía amorosamente pronun­ ciando el nombre de su maestro Lorenzo Casanova, y recordando la hermosura y grandeza de su Alcoy...". Gabriel Miró, después de este exordio va al grano, acude a solicitar ayuda: "A Fernando Cabrera, a vuestro alcalde; al que preside vuestra casa más fastuoso de fiestas, ese poderoso Círculo Industrial; a Don Carlos Pérez Barceló, a Don Santiago Reig, a los periodistas alcoyanos les pido que digan a ese pueblo fuerte, prócer, nobilísimo..." que es menester amparar a la familia de Pericás. "Lorenzo Pericás —concluye— ha sido un pintor fecundo, de un estilo amplio, sobrio, enamorado de nuestro Levante, de la intimidad de Ββ ESPI: Notas para una biografía...

nuestras costumbres; fue pintor admirable de flores, y copió también deliciosamente los interiores de nuestras parroquias y sacristías, mojando su pincel en la ironía y el misticismo..." (41). Algunos días después, también en la prensa alcoyana, se pide que "Nuestro Municipio, por de pronto, debiera rotular una de sus calles o paseos con el nombre de Lorenzo Pericás..." (42). Las cantidades recaudadas, las pensiones otorgadas, etc., son extremos que dejamos de citar aquí, en estas notas para una biografía de nuestro pintor. Nos interesa más centrar las últimas líneas del presente trabajo en dos apartados estilísticos y temáticos de Pericás. Por una parte, su obra de tipo religioso, temática en la que sin dedicarse de pleno, a la manera en que lo hicieran sus paisanos Eduardo Soler y Llopis o Francisco Laporta Valor, deja el pintor alguna producción importante. Por otro lado, su obra costumbrista. En primer lugar, y en el apartado hagiográfico es menester hacer referencia de su "San Antonio Abad", quizá identificable con "Las tentaciones de San Antonio" de cuyo lienzo nos ha hablado la familia del pintor. La obra en cuestión es de 1900, y la expuso su autor en un establecimiento de marcos y molduras de la plaza del Progreso, siendo reputado tal trabajo "según los inteligentes" de lo mejor salido de su paleta. "Representa —leemos— un San Antonio de tamaño natural, y en todos los detalles del hermoso cuadro, se ve la mano de un experto artista que hace concebir grandes esperanzas para el porvenir" (42). Mencionemos, de nuevo, su "Santa Teresa", óleo de 1,10x1,45, que expuso en la Nacional de Bellas Artes de Madrid, en 1912, y que le valió al pintor una mención de honor. Finalmente, y aunque cronológicamente es anterior a los dos cuadros de santos que acabamos de citar, es menester recordar el retablo de "La Soledad", existente en la iglesia de Santa María de Alicante, firmado por el autor en el ángulo inferior derecho en 1897. Este retablo figura en la capilla lateral izquierda, y puede dividirse en tres zonas diferenciadas. En la parte-superior, centro o clave de la tabla que dibuja un arco, aparece Dios-Padre sosteniendo el cuerpo exánime de Cristo. A ambos lados de la hornacina que se abre bajo del citado tema, aparecen dos figuras contemplativas, emergiendo de entre una peana de querubes, algunos de los cuales portan palmas. La parte baja, la que podríamos —sin 33

serlo— llamar predela, nos presenta a Cristo muerto, y dos vírgenes colocadas a la cabecera y los pies de la figura yacente, dibujándose al fondo un paisaje tenebroso, tal vez el del mismo Gólgota.

La pintura costumbrista española se ve enormemente enri­ quecida a lo largo de todo el siglo XIX, y muy especialmente a partir de 1840 y del arranque de las exposiciones nacionales de Bellas Artes iniciadas por Isabel II. Lo regional, lo folklorista —como trasunto del romanticismo nacionalista— aflora en la inspiración de nuestros pintores de una manera sensible ~ e insistente. En Valencia han de aparecer, como en todas partes, artistas que centren buena parte de su producción en éstos temas, y desde Joaquín Agrasot a Pepino Benlliure, pasando por Sorolla, Cabrera Cantó o Bernardo Ferrándiz, etc., se puede formar una larga nómina de nombres bien significativos y obras destacadas. Muchos cuadros de Agrasot —el pintor de Orihuela— podríamos traer a colación aquí, algunos de ellos recogidos en un modesto trabajo nuestro (43), y también algunos de Fernando Cabrera, de entre los cuales es preciso resaltar "El santo del abuelo", pieza de extraordinario mérito y significación regnícola. De Vicente Bañuls —ya centrando la cuestión en el círculo de Pericás— cabe señalar el óleo "Día de mona". De Lorenzo Aguirre el cuadro titulado "El remat del casament", inspirado en una página popular biarense, y realizado con motivo del concurso pictórico en torno al traje regional español (44). Finalmente, de Lorenzo Pericás Ferrer hay que señalar su obra "Preparándose para las danzas" y en un tono menor, menos folklórica la pieza, "El adobador de cosis i dibrells”, que en otro estudio hemos convenido en llamar "El lañador", de 1,50x0,60, que figura en la colección de la Diputación Provincial alicantina (45). Aquí dejamos este intento de acércamiento a la vida y la obra plástica del pintor Lorenzo Pericás (1863, Alcoy—1912, Alicante), un artista que ha permanecido olvidado de las jóvenes generaciones y que reclamaba —y reclama— la atención y el interés de nuestras investigaciones en el campo del arte pictórico. Son, simplemente, unas notas biográficas, cara a un posterior y más documentado estudio. ESPI: Notas para una biografía...

NOTAS

(1) .— Necrologías de Casanova en los periódicos alicantinos: "El Noticiero" de 23-3, "La Opinión" de 24-3, "La Unión Democrática" de 24-3, etc. (2) .- Alicante, "La Tarde", 13-3-1885. (3) .— CALVO RODRIGUEZ, Carmelo.— "Bocetos y Episodios". Alicante, Such Serra y Cía, 1894, pp. 31-40. (4L— MARTINEZ MORELLA, Vicente.— "El pintor Adelardo Parrilla Candela, 1877-1953". Alicante, Artes Gráficas Alicante, 1955. (5L— MARTINEZ MORELLA, Vicente.— "¿Quién fue el pintor Heliodoro Guillén". Alicante, "Información", 9-7-1965. ESPI VALDES, Adrián.- "Otra vez Heliodoro Guillén". Alicante, "Información", 28-2-1970. (6).— CALVO RODRIGUEZ, Carmelo.— "Ecos de Alcoy. Notas sueltas en prosa y en verso". Alicante, lmp. Moscat y ORate, 1901. p. 132. (7L— ESPI VALDES, Adrián.— "Los primeros pensionados de arte de la Diputación Provincial de Alicante". Alicante, revista IDEA, n° 5, pp. 41—54, y "Nuevos pensionados de arte de la Diputación Provincial de Alicante". Alicante, revista IDEA, n“ 9, pp. 23—36. (8L— PEREZ BUENO, Luis.— "Artistas levantinos". Madrid, Imp. del C. de Artillería, 1899, pp. 23-29. (9).- PEREZ BUENO, idem. (10) .— ESPI VALDES, Adrián.— "El pintor Casanova, su escuela y la exposición alicantina de 1894". Alicante, separata de "Idealidad", 1968. (11) .— Archivo Diputación Provincial Alicante. L. Actas, sesión 11—4—1890. (12) .— VIDAL TUR, Isidro.— "El cementerio de San Blas de Alicante". Alicante, Such Serra y Cía, 1960, p. 114. (13) .— ESPI VALDES, Adrián.— "Siglo y medio de pintura alicantina". Alicante, Cooperativa Gráfica Gutemberg, 1973. (14) .— ESPI VALDES, Adrián.— "La colección de cuadros del Excmo. Ayuntamiento de Alcoy". Alcoy, "Boletín de Información Municipal", n° 9, 1969. (15) .— RAMOS, Vicente.— "El Teatro Principal en la historia de Alicante (1847-1947)". Alicante, Such Serra, 1965, p. 297. (16) .— Alicante, "El Correo", 17—3—1900. (17) .- Alicante, "El Liberal", 7-4-1900. (18) .— Alicante, "La Regeneración", 25—10—1900. (19) .- CIA MARTINEZ, José Antonio y ARMENGOT FERNANDEZ, Francisco. - "XXV años de pintura alicantina (1933—1958). Alicante, publicaciones de IDEA, 1958, p. 8. (20) .— Alicante, "La Correspondencia de Alicante", 29—7—1903 y "La Opinión", 1-8-1903. (21) .— LILLO DE GRACIA, Maximino.— "Visitas a la Exposición Provincial". Alicante, "Museo—Exposición", 1—9—1903, p. 230. (22) .- Idem. p. 233. (23) .— BERNARDINO DE PANTORBA.— "Historia y crítica de las exposiciones nacionales de Bellas Artes celebradas en España". Madrid, Eds. Alcor, 1948, pp. 208-216. (24) .— ESPI VALDES, Adrián.— "Noticias sabre el pintor Péricás Ferrer". Alicante, "Información", 10—5—1970. Ββ

(25) .— Alicante, "Diario de Alicante", 27—5—1912. (26) .— Alicante, "Eco de Levante", 31—5—1912. (27) .— Alicante, "Diario de Alicante", 11—3—1912. (28) .— TARI, José.— "Historia del Casino de Alicante". Alicante, Imp. Vda. J. Rovira López, Sue., 1951, p. 24. (29) .— FIGUERAS PACHECO, Francisco.— "Provinca de Alicante", volumen de la "Geografía General del Reino de Valencia". , Establecimiento Tipográfico de Alberto Martín, s/f. (1912—1913), p. 380. (30) .- Alcoy, "Heraldo de Alcoy", 29-8-1912. (31) .— ESPI VALDES, Adrián.— "Manifestaciones de atr nouveau en Alcoy". Valencia, "Archivo de Arte Valenciano", 1972. (32) .— Alicante, "Diario de Alicante", 21 — 12—1911. (33) .— RAMOS, Vicente.— "Falsa y verdadera muerte de Pericás". Alicante, "Idealidad", enero 1971. (34) .— Alicante, "Diario de Alicante", 5—3—1912: MIRO, Gabriel.— "Por un artista pobre". (35) .— Alicante, "Eco de Levante", 7—3—1912: "Pericás sin amparo". (36) .— Alicante, "Diario de Alicante", 11—3—1912. (37) .— Alicante, "Diario de Alicante", 22—3—1912: "Carta dirigida a Gabriel Miró". (38) .— Alicante, "La Voz de Alicante", 28—8—1912. (39) .— Alicante, "Eco de Levante", 28—8—1912. (40) .— Alcoy, "Heraldo de Alcoy", 7—9—1912 y 12—9—1912. (41) .- Alcoy, "Heraldo de Alcoy", 2-9-1912: "Carta de Gabriel Miró". (42) .— Alicante, "La Regeneración", 21 — 10—1900. (43) .- ESPI VALDES, Adrián.- "Apuntes para una biografía del pintor Joaquín Agrasot". Valencia, "Archivo de Arte valenciano", 1971. (44) .- FERRANDIZ TORREMOCHA, José.- "Un cuadro de Aguirre: El remat del Casament", Alicante, "El Luchador", 19—12—1934. MESTRE CASTE­ LLO, Miguel.— "Remat de casament en Biar, "Revista de Moros y Cristianos", 1973. (45) .- ESPI VALDES, Adrián.- "Catálogo de pintura y escultura. Obras de arte propiedad de la Excma. Diputación Provincial de Alicante", Barcelona, Rieusset, S.A., 1972, pp. 52—53. Autorretrato de Adelanto Parrilla. Retrato de Heliodoro Guillén.

Pericás y Bañuls, en su decoración del Salón Imperio del Casino. (Foto: Archivo Fotográfico Dip. Prov.) Cornisa decorativa del Salón Imperio del Casino (Foto: Archivo Fotográfico Dip. Prov.)

"Los borrachos", tela en el zaguán del Casino de Alicante (Foto: Archivo Fotográfico Dip. Prov.) Francisco Carenas EL MUNDO POETICO DE ALFREDO GOMEZ GIL

Presentación Nació en Alicante el 1 de noviembre de 1936. Es licenciado en Filosofía y Letras por la Universidad de Madrid, habiendo cursado estudios con anterioridad en las de Murcia y Granada. En la actualidad reside en los Estados Unidos ejerciendo la cátedra de Literatura Española e Hispanoamericana en el Hartford College for Women. Fue lector de Español en Yale durante el curso académico de 1965—66 y en el Verano de 1969 enseñó en la prestigiosa escuela de Verano de Middlebury College. Sus obras, numerosas para su corta edad, abarcan la prosa y la poesía, el ensayo, la crítica y la creación personal: POESIA: "Escalas imprecisas"; "Pesada arena"; "Brumas y cartones"; "Por la distancia"; "Norte, Este, Oeste y Sur"; "La vergüenza colgando"; "La frente en el suelo"; "Introducción a la esperanza"; "24 poemas de nieve"; "Desde el arca del profeta". PROSA: "El exconde Sucanor"; "Chispas y confetis"; “Cerebros españoles en U.S.A.". DRAMA: "Las camas". Viajero infatigable, con su España a cuestas, dejando testimonio de ella allí donde pisa, diseminador de su mensaje poético en los varios y prestigiosos recitales en que se requiere su presencia, conferenciante e investigador del quehacer científico y literario de la España ubicada en esta parte del Atlántico. Yo, en fin, en busca de su propia sombra cercana e inalcanzable. B8 CARENAS: El mundo poético de Alfredo Gómez Gil

INTENSIDAD Dicen que soy poeta

pero no soy quien para juzgar mañana si me admiten ingresaré en la Trapa y esta noche iré de juerga me gustaría tirar un gargajo verde a ese espejo pero soy chico educado y reprimido una vez un manager andaluz coloquial mentó a mi madre y limpié la navaja en su solapa me sonríe el sol pero hago el amor por la noche

posiblemente me pegue un tiro. ("Disertación" Desde el arca del profeta) Si tuviéramos que condensar en un solo término su quehacer poético habría que calificarlo de INTENSO. Palabra que compendia vida y muerte en ritmo simultáneo —"el manhattan y el bourbon / temblaron un día más / y yo un día menos"—(1); y por llevar el instante, la muerte en su seno, se vive tumultuosa­ mente, a lo que venga, sin proyección de futuro —"mi barca / va perdida, sin rumbo, / sin saber a qué mar"—(2). Nos revela el poeta una actitud contraria a la del hombre—razón; su voluntad y pasión no conocen freno, limitándose a creer "pero hacia adentro"(3). Le importa, ante todo, vivir existencialmente el momento fugitivo —"sin preguntar nunca al futuro / por nosotros. / Estamos convencidos / con el "te quiero" presen­ te" —(4); consciente de su irrepetibilidad, eternizándolo al máximo, agotándolo al son que le dicta el impulso de sus venas, al unísono dé esos "disparos / que navegando por las venas / traspasan el corazón"(5). Esa fuerza detonante, latente, la que "explotó el pulmón en rebeldía"(6) y que "no tiene puertas"(7), al exteriorizarse virgen, sin reflexión ni autodominio se distingue por su gran vigor expresivo. Y es así como hay que gustar de su poesía: Belleza en la transitoriedad.

Actitud la suya que eleva la espontaneidad y sinceridad a virtud cardinal, glorificando la falta de plan, la vuelta a ese mundo primitivo, simple, ausente de turbulencias perturbadoras del altruismo, gratificador de las instancias del momento y generador de emociones de aluvión, sin reprimir —"el nudo / está esperando deshacerse / de su halo lunar"—(8). mundo psíquico el suyo en el que nos invita a entrar con esta condición: Haz lo que quieras ahora sin diferirlo. Su yo es el centro álgido de su poesía; sus versos una autoconfesión; el tema él mismo desdoblado en sus enigmáticos entes literarios: el Gómez Gil dionisíaco y el apolíneo, de la virtud y el deliquio, en amalgama atormentada, y la clave para descifrarnos su sensibili­ dad. No podría ser más que poeta, que no filósofo con esa "angustia cargada / de confundidos logaritmos"(9), pues lo esencial en él nace del sentir y no del pensar. Irredento hijo de su casta hispana, de los que se distinguen por esa dualidad polar entre individualismo, fatalismo y anarquismo absolutista; mojones todos reveladores de la disociación de nuestros espíritus incapa­ ces de fundir en unidad orgánica los diversos componentes que intengran la vida del hombre. Así ha ido creando hasta el momento esa obra tan personal y diversa, de intuición, de predominio de los sentidos sobre la inteligencia, marcada con el atormentado sello de su personalidad. He aquí, pues, compendia­ da la pauta que deberá seguir el crítico serio que desee adentrarse en su ya copioso mundo poético: la verdad —llevada hasta el desafío— en él es el valor moral más alto para juzgar la vida. Su individualismo es volitivo y no consecuencia de la especulación —"porque hay un impulso / y eso no es cere­ bral"—(10). Ser para él equivale a querer ser —"un fuego / que no quiere sofocarse"—(11); que va exigiendo el amor de —"casa en casa / llamando el corazón de / puerta en puerta"—(12). El mundo es creación personal (su mundo) y no mera representa­ ción. Y como buen discípulo de su maestro Unamuno apoya en el corazón la metafísica de la vida. Sorprende en él la resistencia a ser reducido a una abstración, pues está dispuesto a la afirmación de su persona poniéndola a prueba a cada momento en muestras de valor frente a los obstáculos externos. Gran fe en el poderío de la voluntad que amalgama el querer, creer y poder en una misma instancia. Devorador y devorado de emociones que para gozarlas viaja, gasta, hace cualquier cosa, para acabar agotado y exhausto. Y todo persiguiendo esa emoción fugitiva. Manifiesto 30 CARENAS: El mundo poético de Alfredo Gómez Gil

primitivismo como talante y actitud ante la vida que le lleva a ser inevitablemente sincero —"Por esta vida / yo quiero ética"—(13), aún cuando finja. ¿Por qué? Por poner toda su alma en el papel que desempeña, aunque quienes le oigan tengan impresión falsa de que declama como un cómico. Esto suscita no pocos equívocos con los demás que desconocen el dato esencial. Y es que al ser tan extrovertido no oculta nada y lo que proyecta al exterior en palabras o hechos es toda su entidad humana. Poeta en bloque, esquemático, de pocas y bien definidas ¡deas, pero de una estructura anímica muy maciza. Admira la seguridad en sus creencias, hasta el punto de poder afrontar toda suerte de situaciones —por imprevistas y extrañas— sin descomponerse mentalmente. Acomete empeños en los que la verdadera finalidad consiste en mantener el alma en tensión, en permanente desafío, "corriendo por la vida como un auto que no puede pararse" según gusta de autodefinirse. Tal intensidad emotiva se expresa en originales metáforas —"esparciendo primaveras", "asesinando baterías", "sumergido en los dientes del destino", etc. que es a lo que se reducen sus actos psicológicos. Aunque su continuo estado de éxtasis le resta habilidad para la captación de la realidad exterior —"sinrazones que alfombran el corazón"—(14), sin embargo se enriquece su capacidad expresiva, forjada a base de un lenguaje altamente animista que se descifra en gritos, que "rompen a bastonazos los oídos"(15), que "escupen su verdad"(16), o imprecando que le tiren "como un fardo"(17) y que termina por humanizarlo todo. Comunión pansiquista con el mundo de los fenómenos apropiada al mundo de nuestras necesidades anímicas. Visión antropomòr­ fica en la que el poeta dialoga con todo, tornando lo extraño en familiar, con una ¡nocente intimidad que nos cautiva al instante —"Llamo a mi madre / con un gesto extraño, como... / como pidiendo / que me cambie los pañales"—(18). Intimidad posible por el estado exaltado del poeta que ama, odia, sufre, ríe, pero nunca permanece indiferente, sino en continua ósmosis entre el "sol (que) va emanando niños (y) los obeliscos del cercano cementerio (que) nos desafían a todos"(19). Un mundo cercano al corazón, hecho posible mediante la transformación que Gómez Gil realiza de lo inanimado en social. Así logra, paso a paso, llevarnos como de la mano a ese estado connatural al hombre, lejos de la extraña estructura del mundo en derredor tan ajena at

para el alma sensible. Vuelta, pues, a un universo de deseo, libre del control de los lazos de la realidad, donde la conciencia todavía no está gravada por el penoso recuerdo y el pensar todavía no distingue entre seres humanos y naturales. Forja de una realidad situacional en la cual sólo el orden gobernado por leyes psicológicas le parece el único inteligible y, por tanto, deseado. Característica de tal mente poética es la exposición de los deseos más secretos sin respeto por la norma convencional. Lo que para otros podría pasar por afán de exhibicionismo, en él hay que verlo como defensa de la verdad, de sus instintos y pensamientos. Dispuesto a "despeñar los pasados / con las costras de mi herida"(20) o "destrozando venas y confusiones" (21). Lo directo de tales sentimientos, la expresión sin inhibiciones, su desprecio por la norma artificiosa nos revela un inconsciente deseo de retornar a una forma anterior de la existencia; un retorno a un estado de libertad, impasividad consonante con un vivir infantil en el presente, sin las cadenas de las inhibiciones morales. Un anhelo, en fin, de ser "transportado a la infancia / (donde) propongo mamarme la Vía Láctea"(22). Su arte poético está sobremanera erotizado y muestra una mayor ocupación con contenidos sexuales, hasta el punto que se podría afirmar que su obra es, en cierta medida, una variación de este tema. El poder emocional desprendido por el impulso sexual despierta en él una necesidad intensa de expresión; "el esplendor de las fiebres uterinas"(23) domina su mente poética con fuerza irresistible. Se podría afirmar de él lo que Rupert C. Alien dice de García Lorca: "he employs sexuality as a mean of grasping and stating deeply subjective spiritual problems". Siempre presente en sus versos el eterno femenino, depósito inconsciente que se revela a nivel irracional. Y sus frecuentes estados depresivos son síntomas ocasionados por este tipo de ánima negativa, llegando hasta la consciente emancipación de los sentidos en cuanto tal impulso puede convertirse en fuerza práctica para un nuevo giro expresivo de la realidad. Pide a la mujer: "confúndeme / en hombre y conciencia / para imponerte / y reflexionarte"(24). Dimensión onírica estimulada por los ingredientes del sexo, alcohol, droga, sueño,(25); estímulos que el hechicero sigue recitándole(26). Y sobre todo la fantasía, elementos todos que le SB I CARENAS: El mundo poético de Alfredo Gómez Gil

sirven para superar su antagónica realidad humana, creando un mundo en el que se es a la vez sujeto y objeto. Asitimos a lo que parece ser firme creencia en Gómez Gil de que el hombre debe realizar su salvación telúricamente; salvación que importa trans­ formación obtenida por la simbólica unión con la | primordial energía de Dionisios. De acuerdo con la terminología Marcusiana —heredada de Freud— su organismo está dominado por el principio del placer, tendiendo a la supresión gratificadora de las tensiones para poder satisfacer sus necesidades sin dolor. Así se va desarrollando— ahora ya debe resultarle evidente al lector— bajo el efecto de dos instintos básicos originarios: los vitales (sexualidad) y el instinto de muerte (destrucción). Mientras que los primeros tienden a la composición de la sustancia viva en unidades cada vez más duraderas, el instinto de muerte quiere la regresión, aniquilación de la vida —"ya me maté, amor"(27), "el que quiera morir / dé un paso al frente"(28)—. Ese instinto de muerte tiende a la aniquilación de la vida por desenvolverse ésta en un medio de tensión y disgusto. Pero los instintos de vida luchan por reventar la estructura represiva de los mismos dejando que esa energía instintiva sea libre e impulse las relaciones libidinosas. En otras palabras, tender a que la experiencia fundamental ya no sea la lucha por la existencia, sino su goce. Hacer del trabajo un juego, y éste el contenido principal de la vida, celebrándolo como el modo de existencia más digno del hombre(29). En ese campo de batalla de sus instintos el crimen pasional es elemento sustancial, la violencia es ráfaga destructora de los confines de la moralidad. El poeta se entrega a la autosatisfacción de sus instintos no restringidos por la conciencia o la ley; dispuesto a broncear las playas de su ira(30), teñir de lodo los océanos(31). Sus impulsos no conocen límites y la renuncia erótica le es ajena, pues el ímpetu es más fuerte que la inhibición. El reino del amor es su reino y el ingrediente demoníaco se disculpa de antemano. El es consciente de cualquier posibilidad criminal por estar más torturado por la necesidad de expresión. Y esa provincia del sentimiento en la que el dominio de la emoción todavía permanece intacto es la sexual, productora de emociones reprimidas más productivas poéticamente. El sabe muy bien que el sentido de la civilización no está en domesticarnos sino en animalizamos, perfeccionarnos como animales, en saberse de 33

tierra y fango(32); es decir, en procurar que no haya contradicción entre los impulsos e instintos y las instituciones. Que el fin de toda utopía es una convivencia en que la animalidad no tenga limitaciones; lo que significaría el encuentro del individuo con la especie. Pues el ser humano es realmente un animal racional, y ese debe ser el fin primordial de la razón: conseguir la plenitud de la animalidad; una animalidad que no implique destrucción, sino satisfacción, poniendo de acuerdo la razón con los instintos. La inteligencia nos ha de guiar a hacer de nosotros animales perfectos. Entre tanto la misión del poeta, visionario profético, ha de consistir en superar la reducción destruyendo sus fundamentos.

NOTAS.— (1) .— "Resta". Introducción a la esperanza. (2) .— "perdiéndose". Idem. (3) .— "Toque de atención". Idem. (4) .— "En la vida, sólo perdura el placer". Norte, Este, Oeste y Sur. (5) .— "Navegantes". Introducción a la esperanza. (6) .— "Rebelión". 24 poemas de nieve. (7) .— "Ofrecimiento". Introducción a la esperanza. (8) .— "Esperanza". Idem. (9) .— "The reason why". Idem. (10) .— "Tenemos que prometernos". Norte, Este, Oeste y Sur. (11) .— "Granizada". 24 poemas de nieve. (12) .— "infatigable", introducción a la esperanza. (13) .— "Cómo encontrar una salida". Norte, Este, Oeste y Sur. (14) .— "Las sinrazones". 24 poemas de nieve. (125).— "Augurio". Desde el arca del profeta. (16) .— "Importante". Idem. (17) .— "Plaza de Armas". Idem. (18) .— "Retrogresión". 24 poemas de nieve. (19) .— "Parque infantil de Wheterville". Desde el arca del profeta. (20) .— "Aquí lo tienes". Idem. (21) .— "Equipaje". Idem. (22) .— "Equipaje". Idem. (22) .— "Desobediencia". 24 poemas de nieve. (23) .— "Correspondencia". Desde el arca del profeta. (24) .— "Mujer". Norte, Este, Oeste y Sur. (25) "Tres sueños". Desde el arca del profeta. (26) .— "Meditación". Idem. (27) .— "Ultratumba". Desde el arca del profeta. (28) .— "Impotente". Idem. (29) . — "Herber Marcuse: teoría de los instintos y la libertad". En Psicoanálisis y política. (Edic. Península, Barcelona, 1968). (30) .— "Acción". Desde ei arca del profeta. (31) .— "Guerra final". Idem. (32) .— "Arrepentida". Idem. CARENAS: El mundo poético de Alfredo Gómez Gil

DESARRAIGO "Culture shock is a form of personality malad justment which is a reaction to a temporary unsuccesful attempt to adjust to new surroundings and people" (Suen Lundstedt) "La verdad se encasquilla y muero un poco a cada paso

Ayer, mañana, yo sentiré, tal vez, de nuevo que muero a cada paso". ("A cada paso". Introducción a la esperanza.)

Desconcertante incógnita la del hombre alejado de su ambiente primigenio natural. ¿Se volverá a aclimatar a la nueva circunstancia? Todos vivimos en un territorio determinado cuyas circunstancias naturales nos envuelven, influyen y conforman. Con ese medió —cordón umbilical— mantenemos una correlación existencial encontrándonos a nosotros mismos. Comprendiendo el clima circundante nos autocomprendemos. Nuestro modo de ser seguirá determinado por el "clima" —entendiendo el término en toda su extensión— de la región que nos vio nacer imponiendo en nosotros ese condicionamientod). El hombre no es tan sólo hombre individual, sino social, que se sabe viviendo en unión de otros hombres. Por lo tanto, para comprender al hombre es imprescindible captar esa estructura básica de la existencia humana que consiste en ser a la vez individuo y totalidad. La estructura humana se da en un ambiente espacio- temporal (ambientalidad—historicidad). Así se hace posible que la existencia histórica del hombre se concretice en el hombre de una nación y una época, que se objetivice, que el hombre pueda comprenderse a sí mismo. Descubrimiento del yo en la ambienta- lidad, la cual no hemos elegido libremente, sino que carga sobre nuestras espaldas como un modo de ser ya establecido. No sólo acarreamos un pasado, sino un clima y ambiente, que llega incluso a dar un carácter determinado a nuestra libertad. Si, cuando el hombre se descubre a sí mismo está ya bajo el condicionamiento del clima, entonces la forma del clima no podrá menos de ser la forma de comprensión del yo. Nos resulta 35

existencialmente evidente que los diversos hombres en diversos climas presentan, en la expresión de su existencia, características diferentes. El examen ontológico de esta realidad nos compele a afirmar que la forma del clima coincide con la forma de autocomprensión del hombre. Ya Herder intentó elaborar una climatología del espíritu del hombre a partir de una interpretación de la naturaleza viva. Estas premisas nos deben servir para juzgar la peculiar geografía espiritual del poeta que nos ocupa. Su libro 24 poemas de nieve, sobre todo, es revelador de su imposible aclimatación a la nueva realidad deliberadamente buscada. Esa nieve física es sintomática de la frigidez de su alma —"el campo del glaciar"(2), el descampado donde "te paseas una y otra vez, / en busca de rastrojos"(3), o "continúo sólo mascando, / autómata del suspiro"(4). ¿Qué transformación se ha producido en él? ¿Cómo difiere esta nueva circunstancia? Esta forzada ambientación le muestra en derredor la muerte de la permanencia, el declinar del significado del lugar para el hombre, que lleva a la fútil multiplicidad de elecciones y, por tanto, a una extrema compleji­ dad de la vida. Las viejas raíces se tambalean, la conducta se muestra sin metas, va "asesinando ilusiones / que es como matar niños a escondidas"(5). Se impone el viajar —la droga del movimiento—, la vida nómada, "el correr por la vida como un auto que no puede pararse", que no encuentra su hueco idóneo, la pieza justa del engranaje y sigue "buscando por las termas desheladas"(6). En esta cultura del "throw—away" no hay tiempo para encariñarse de nada; se impone el reemplazarlo, romper todo vínculo con el pasado, vivir en ciudades sin historia, sin lazo con las cosas que nos rodean, en donde'el alquiler de todo nos despega de los objetos al uso. Difícil terreno este para los reajustes psicológicos y fértil campo para la inquietud, la ansiedad, depresión, hostilidad, sospecha y los cambios súbitos de los estados de ánimo. "En realidad, ahora / en vez de esto, desearía... / Qué sé yo... Tantas cosas..."(7). No se ha logrado una adecuada adaptación, con la consecuente pérdida del "commitment". Desarrollamos limitadas relaciones con la gente que nos rodea, concibiéndolas en términos funcionales. En vez del hombre total interesa tan sólo un módulo de su personalidad, lo que no permite la formación de sólidas amistades. Es un entrenamiento para la desfijación, para soportar ese sistema de 38 CARENAS: El mundo poético de Alfredo Gómez Gil

encuentros temporales y para ir acostumbrándose a la ¡dea de que "a esta gente ya no la veré más". Situación que fuerza a andar "a solas el camino / sin voces"(8), a "estar de luto"(9). Se va incrementando el ritmo al que debemos formar y olvidar nuestras imágenes de la realidad, pues las verdades de hoy son las ficciones de ayer. El ritmo acelerado del nuevo conocimiento nos fuerza a especializaciones cada vez más reducidas, impelién­ donos al escrutinio constante de nuestra imagen de la realidad. Creamos ¡deas y disponemos de ellas a una velocidad cada vez más vertiginosa. El continuo e indiscriminado cambio ensancha la brecha entre lo que creemos y lo que es en realidad, entre las imágenes existentes y la realidad que se supone reflejan. Ya casi es imposible la asociación con cosas, lugares y gentes. Los valores cada vez son más temporales, nuestra identidad más fragmentaria, el fallo a identificarnos con determinados grupos más complejo y nuestra alineación más patente —"promesas que van cayendo al camino"! 10)—. ¿Quiénes somos? "Esos rostros de muertos que una niña dibuja en la esquina"(11). Nos condenamos a rechazar lo que no se adapta a nuestro sistema previo de creencias, envolviéndonos en una capa! 12). El "poeta loco / de locura solitaria. / Que no quieres el mundo / que te has buscado / porque te asustas"! 13), se entrega a orgías de autoexamen, arañándose el alma, confrontado con la más contemporánea de las enfermedades: la crisis de identidad. La lucha en busca de la adaptación termina en derrota y se retira hacia adentro, haciendo de sus "versos dardos / para construir con ellos / el solar de tu defensa"! 14). En tal playa hostil añora un ambiente en donde la gratificación de las necesidades psicológicas sea predictiva y menos incierta, a "empezar desde la nada / ... volver al cordón umbilical"(15). Su imaginación se niega a reducirse a la normalidad fingida y busca lo que hay de primario en su ser, "el fango de su elemento". "¿Lograré dejar la tristeza?" —se pregunta—. Todo dependerá de la propia habilidad para llenar tanto espacio vacío y evitar así la angustia, viviendo el estado de consciencia sin ser excedidos. Ubicado en otra estructura de convivencia que camina a convertirse en un conjunto de reductos y no en mundo societario o comunitario. No se vive en comunidad, ya que no se participa en un elemento de aglutinación espiritual homogéneo. No se coincide con los demás en una empresa que impregne de 3*7

sentidos la vida comunitaria. Se vive en un mundo hecho, sin posibilidad de empresa, sin afinidades espirituales; a lo que se llega es a la coincidencia en la observación, permaneciendo "anónimos / uno más en la lista"(16). Mundo de cosas, objetos, que no invitan al espectáculo. Como observadores nos vemos empequeñecidos, repetidos en cada observación, postergados como hombres, como magistralmente lo indica en aquellos versos: "y vamos solos entre desencantos / para besar sus caras transparentes / y encontrar en la atmósfera / millares de recuerdos / que olvidaron al Hombre"(17). El amor no se siente como el modo unísono de vivir la contemplación dos existencias, sino como dos observaciones que se complementan. No se trata de amado y amada, sino de dos seres copartícipes a quienes la coincidencia en la observación los lleva a la relación amorosa. Amantes que no se aman, sino que coinciden en ver y apreciar las mismas cosas. No ha encontrado el poeta en la amada esa "mano hueca, para envasar sin derramarla / el agua de su cariño"(18). Amor —interés que perdura mientras la capacidad de observar en reciprocidad no se agota. Vida erótica que se aproxima cada vez más a la sexualidad, por lo inmediato, al ritual de la entrega corpórea— "Si has venido / y vienes en las horas / que yo quiero de ti / que tú de mi persigues / ¿a qué huir?"(19). Sexualidad y belleza se han desconectado para convertirse en sexualidad e interés. Vivencia fraccionada para la que cualquier cosa puede resultar interesante y cobrar un valor inusitado, infantil, incapaz de inducir las posibilidades del juego de la convivencia en un cierto nivel de complejidad. De ahí el, por fin, se tome conciencia de la situación y se crea pedir a Dios un imposible(20), para terminar confesando que no se merece el "perdón / por querer triunfar en la batalla de la derrota"(21) donde se "ladra a los vientos"(22). Una violencia, ahora surgida de una adecuada toma de conciencia en un ambiente donde no se utiliza para inducir consecuencias morales y combatir por otra concepción del mundo, sino que trastoca la noción de justicia por la de administración. En donde se protesta e incluso se amenaza pero respaldado de la confianza en que todo se ha de resolver, pues la mecánica institucional no puede fallar. No hay disidencia fundamental, no se protesta contra el desorden, por haberse perdido la noción de mal moral. Este es el "cepo de América (que) / me tragó / sin digerirme / ni dañarme / 38 CARENAS: El mundo poético de Alfredo Gómez Gil

mas me agarró / a mi puerta, oro de diez y ocho quilates"(23). En esta tensión dialéctica de seguir siendo el que se fue, de forzada y deseada incomunicación, uno se limita a resbalar sobre la realidad circundante hasta que, colmado el vaso de la santa ira se termina por despedirse así: "Doblé al fin la tristeza sobre el hombro, acaso sobre el pecho, aguantando el deseo de llorar y alcé con saña el puño dispuesto a golpear el infinito"(24). No quisiéramos terminar este apartado sin transcribir para el lector el poema "Allí estaban" contrastivo de estas dos culturas que venimos analizando, la propia y aquella en que se vive. Helo aquí: Allí estaban sentados. Y gritaban y aplaudían y reflexionaban queriendo entender. Torito, corazón de España, que los divertías con tu muerte. Y bebían y temblaban y reían y se exaltaban; apoyando sus largas piernas sobre la capotilleada barrera. Torito español, leyenda de tu propia leyenda. (Qué saben ellos! Y se dejaban brindar y repartían cigarrillos rubios al tendido y sus mujeres, miembros de Sociedades Protectoras de Animales, fornicaban luego con el matador. 39

NOTAS.— (1) .— Para un mejor entendimiento de la influencia del Clima en el hombre, véase: Watsuji Tetsuro: "Teoría fundamental del clima" (Revista de Occidente, enero de 1972). (2) .— "Refugio". 24 poemas de nieve. (3) .— "Descampado". Idem. (4) .— "Deshazón". Idem. (5) .— "A traición". Idem. (6) .— "Búsqueda". Idem. (7) .— "En vez de". Idem. (8) . — "Cansado estoy". Desde el arca del profeta. (9) .— "Luto". 24 poemas de nieve. (10) .— "Insomnio". Idem. (11) .— "Esquina de Webster Street (Hartford)". Idem. (12) .— "Washington". Norte, Este, Oeste y Sur. (13) .- Idem. (14) .- Idem. (15) .— "Devenir". Desde el arca del profeta. (16) .— "Anónimos". Por la distancia. (17) . — "Y vamos solos entre desencantos". Idem. (18) . — "Pido a Dios el amor". Idem. (19) .— "¿A qué huir?". Idem. (20) .— "Pido a Dios el amor". Idem. (21) .— "Hay demasiado en Mi". Idem. (22) .- Idem. (23) .— "Me quito la vida". Norte, Este, Oeste y Sur. (24) .— "Despedida". Introducción a la esperanza. 40 CARENAS: El mundo poético de Alfredo Gómez Gil

FORMA "Poet is he who gives to airy nothing a local habitation and a name". (Shakespeare)

Al redactar estas líneas hq intentado ver desde la perspectiva del lector y no del mero crítico o analista, sabedor que en mí la obra se torna operante, que yo la resucito y moldeo. Se da aquí, en consonancia, mi visión, intuición de lo que estimo ser el todo orgánico que la liga, en espera que mi personal interpretación sea fiel a la de su autor. Si he logrado descubrirlo a él me sentiré satisfecho de mi esfuerzo. Mi estudio, pues, es de perspectiva de la forma interior: mostrar cómo afectividad, pensamiento y voluntad creadora se polarizan hacia un moldeamiento homólogo, tratando de hallar ese momento de plasmación interna; lo que desde Saussure se ha dado en llamar el "significado". Fácil le es al lector curioso de la obra de Gómez Gil detectar una poesía de matiz fuertemente lírico, de significantes complejos, que producen una modificación inmediata de nuestra psique, al ser los valores afectivos siempre inseparables de los conceptuales y los elementos imaginativos de decisiva importancia. Vetas de su intrincada vida espiritual que bulle en busca de expresión y que se manifiesta mediante un lenguaje de densa carga emocional. Poesía testimonio de un tiempo y circunstancia, a la vez que crítica de los valores en uso, con un léxico que combina lo culto y familiar derivando cada vez hacia formas de mayor complicación estructural. Al abrirse hacia el mundo de la imaginación y el subconsciente entraña progresivamente imágenes estilizadas y agudas encubridoras de sus múltiples desdoblamientos anímicos. Intento de dignificar todo lo relacionado con el hombre, en gritos de furia contra la injusticia de la civilización tecnòcrata en una sociedad que ha llegado a imponer el absurdo y falsedad en las relaciones humanas.. La función de su poesía, en consecuencia, la veo como ardiente deseo de hostigar nuestra sensibilidad, raíz de su insobornable fondo de amor. Quizás al afluir a la superficie se manifieste turbiamente, pero no importa; su lengua se va formando cada día, revistiendo formas diferentes, hablando unas palabras "pioneras" No diría yo perfección, sino invención; manifiesta necesidad de inventarse cada día un nuevo lenguaje, ya que el cotidiano no lé sirve, por insuficiente. Va, pues, como 41

todo entusiasta de la palabra, creando esa lengua que después nos atrevemos a balbucir. Habla que lleva injerta su alma toda, el hálito de su universo personal, su conciencia emocionada. Afán de que el mundo del sueño amplié su visión, de que la infancia flote como suave cendal perdido en sus poemas, ampliando así ese universo donde se armonizan realidad y fantasía. Sublime ejemplo el suyo al hacer de la poesía la medida de su vida. Difícil misión a la que se entrega sin reservas tras la búsqueda de ese puente que establezca la necesaria y deseada comunicación. Obra de un espíritu contradictorio donde se encarnan sus desgarros interiores en enigmática diversidad y unidad. No hay nada en él que no sea autobiogáfico, de ahí el orden de su mundo poético, a pesar de su aparente desorden mental. Su poesía evidencia ese momento liberador, de presión hacia fuera, momento en que operan todas las fuerzas de su espíritu, conscientes e inconscientes. Es todo él siempre, en un verso o todo un poema; dé ahí la cualidad de visión, de concepción de un mundo. Y precisamente para eso escribe sus versos: para explicar a quien se cuide de leerlos quién es uno y qué espera de la existencia. Fanático de su creación, sin permitir que nada se interponga en su creación y sacrificando a ella cualquier cosa. No escribe, pues, para agradar, sino para sacudir, despertar. Cada libro le supone una nueva transformación, ya sea en el amor, odio, alegría, cólera, miedo, esperanza... siempre revelándosenos en su verdad íntima. Sus palabras son —sintetizando nuestro pensamiento— pistolas cargadas; si habla, dispara.

José María Ortiz Juarez LA OBRA EN CORDOBA DEL ILICITANO DON MARCELINO SIURI, OBISPO Y ESCRITOR

Al visitante de nuestra ciudad, si es un tanto interesado en nuestro pasado artístico, sobre todo el que se refiere a las primeras décadas del XVIII, no dejará de llamarle la atención, ver repetido sobre la portada de varios templos, un escudo episcopal, en cuyo centro figura un águila y en cuyos cuarteles se divisa un león, un brazo armado de espada, un árbol y un castillo. Esta heráldica indica que algún generoso personaje hubo de atender con larga mano a la construcción de estos edificios. Este personaje, al que la repetida exhibición de sus armas, pudiera presentárnoslo como deseoso de perpetuar su generosidad, fue por el contrario un hombre humilde, escritor laborioso, lleno de bondad y de virtudes, nacido en Elche, catedrático de la Universidad de Valencia, pavorde, obispo de Orense y después de Córdoba. De este ilicitano y de la Córdoba de su época, queremos ocuparnos en estas breves líneas. La Córdoba del siglo XVIII no presenta para la historia de España una serie de hechos transcendentes como la que presentó la Córdoba Califal y antes la romana e incluso la posterior de últimos del XV. Pero en el orden interno o local fue importante, y aunque ya no era lo que antes había sido, sin embargo todavía conservaba, heredada de su antiguo prestigio, la conciencia de su grandeza; pero los historiadores del siglo XVIII, imbuidos por el amor a lo romano y a su sedimento dejado en la antigua Colonia Patricia, que fue el nombre que Roma dio a Córdoba, se interesaron naturalmente, mucho más por escudriñar, a su manera el pasado, que por dejarnos una descripción de la ORTIZ: La obra en Córdoba del ilicitano...

ciudad en la cual vivían. Contó la Córdoba del XVIII con excelentes historiadores, Sánchez de Feria, Vázquez Venegas, Villaceballos, Gómez Bravo, el padre Ruano, y otros, entre los que podemos incluir a los hermanos fray Pedro y fray Rafael Rodríguez Mohedano, aunque estos últimos se ocupasen especial­ mente de la literatura, con tal amor a lo antiguo que de la voluminosa "Historia Literaria de España" que emprendieron, no llegaron a pasar de los escritores latino—hispanos. Pero, no sólo no tenemos una historia de Córdoba o al menos una descripción hecha por los autores del XVIII, salvo la que podemos deducir de la obra de Sánchez de Feria, sino que no existe en la abundante historiografía local cordobesa un estudio monográfico de conjunto sobre la Córdoba del siglo XVIII, al menos que haya sido objeto de publicación hasta la fecha. Bien es verdad, que la modestia del asunto, comparado con el inmenso campo que se ofrece al estudio de la historia de la ciudad, en otras épocas más brillantes, no ha tentado a los historiadores, invitándolos a ocuparse de una época, en realidad no muy conocida, de la historia cordobesa. Sin embargo, la historia local del siglo XVIII no deja de ofrécer interés. Gran parte de los edificios de la ciudad, que hoy se consideran "antiguos", en la terminología familiar, pertenecen a esa centuria. Plazas como la de la Compañía, Aguayos y los Dolores, conservan el sabor del tiempo dieciochesco, aunque por diversos motivos, hayan perdido gran parte de su carácter. Los monumentos erigidos en honor del Arcángel San Rafael, Custo­ dio de la ciudad, especialmente después del terremoto de 1755 son interesantes muestras del arte de la época. Edificios como Santa Victoria, la Capilla y parte del Colegio de la Asunción, el Hospital del Cardenal, hoy Colegio Universitario, La Merced, gran parte del palacio episcopal, los templos que costeó la munificen­ cia de Don Marcelino Siuri y otros, así como portadas, retablos y otras manifestaciones artísticas, nos hacen ver que este siglo, de mucha importancia en la pintura y de muchísima en la platería, es digno de atención. No faltan trabajos monográficos sobre algunos de estos aspectos de la vida local cordobesa, pero, repetimos, no existe una historia de conjunto sobre este siglo. Contribuyó Siuri, como después veremos, a obras como el Oratorio de San Felipe Neri y el convento de la Merced, pero las 45

obras que fueron debidas a su generosidad y que en su totalidad se le deben, son el Colegio de la Piedad, él monasterio del Císter, el Hospital de los Dolores, el Convento de Capuchinas, la parro­ quia de San Andrés; también contribuyó generosamente a reparar el convento del Corpus y la ya desaparecida parroquia de San Nicolás de la Ajerquía. Si a esto añadimos la custodia proce­ sional que Don Marcelino mandó hacer para su catedral, nos presentará una idea de su intervención en el desarrollo de las bellas artes en Córdoba en la primera mitad del XVIII. Hemos querido anticipar a la biografía de Siuri, o al menos, al relato sucinto de lo que fue su estancia en Córdoba, esta enumeración de su munificencia, para justificar el objeto de este trabajo. Se trata, pues, de dar una visión de conjunto, de la obra en Córdoba del escritor y obispo Don Marcelino Siuri, que durante catorce años, ocupó esta sede en la primera mitad del siglo XVIII. Si, como decimos, Córdoba no contó con ningún historiador del dieciocho que nos dejase un relato contemporáneo de la vida de la ciudad y de sus incidencias nos tenernos que contentar con un historiador del XIX nacido en 1802, Don Luis Ma Ramírez de las Casas-Deza autor de los "Anales de la Ciudad de Córdoba". Para los obispos, contamos con el "Catálogo de los Obispos de Córdoba y breve noticia histórica de su Iglesia Catedral y Obispado" compuesto en dos tomos, publicados en 1778, obra de mucho mérito para su época; se resiente de los defectos inherentes a casi todas las obras de historia local de su tiempo: importantes lagunas y falta de cita de las fuentes. Su autor fue el canónigo magistral de la catedral de Córdoba Don Juan Gómez Bravo, que conoció a Siuri. La vida religiosa de la época en que Don Marcelino ocupó esta sede, presenta las mismas características que en el resto de España, por lo que no nos vamos a detener en sus aspectos generales. Recordaremos, que durante el siglo XVIII, en que ya estaba muy decaído el poder del Santo Oficio, se celebraron en Córdoba varios autos de fe, unos quince, pero la mayor parte, en la primera mitad del siglo. En el orden cultural, la ciudad no cuenta en realidad, con más centros importantes que el Seminario y el Colegio de la Asunción. También, el colegio de Santa Catalina, a cargo de los jesuítas, fue en este siglo, como lo había ORTIZ: La obra en Córdoba del ilicitano...

sido desde el XVI, un destacado centro de enseñanza. Por cierto, que en las memorias de este Colegio que publicó D. Rafael Gálvez Villatoro en el B.R.A.C. se hacen repetidas alusiones a Siuri y a su amistad con los Jesuítas, que regían estos estudios y a su intervención en varios actos celebrados en los mismos, de que más adelante nos ocuparemos. Los actos lirerarios celebrados en este colegio nos indican el estado en que, en aquella época, vivía el ambiente literario de la ciudad. Bien es verdad, que ya no era Córdoba la sede de un selecto grupo de importantes humanistas, como lo fue a mediados del XVI e, incluso en la primera mitad del XVII, como recuerda Artigas, en un interesante capítulo, de su biografía de Don Luis de Góngora. Como no .es nuestro propósito historiar la vida intelectual de Córdoba en la época de Siuri, sino dar unos breves datos, para encajar en ellos, la actuación de este prelado en Córdoba, nos limitaremos a lo más saliente, especialmente en el orden religioso y cultural. Acogiéndonos a la cronología de Casas Deza nos encontra­ mos con que este autor va año por año narrando las, a su juicio, más importantes efemérides de la población: algún que otro auto de fe, visitas de personajes importantes, casi siempre de paso para Sevilla, terremotos como el de 1755, repercusión en los primeros años de los acontecimientos de la guerra de sucesión, inundaciones, carestías, y poco más. Los personajes que más suelen citarse en estas obras de historia local del siglo XVIII, son, por lo general, -los obispos. Bien es verdad, que durante el siglo XVIII, ocuparon la sede cordobesa importantes personajes, algunos de los cuales dejaron huella muy duradera en la historia de la ciudad. Comenzó el siglo con el mercedario Fray Pedro de Salazar, Cardenal, que antes había sido obispo de Salamanca; siguió con el trinitario calzado Fray Juan de Bonilla, muy adicto a Felipe V; le sucedió el mercedario Fray Francisco de Solís. Tras estos prelados, pertenecientes al clero regular, ya todos los que ocupan la silla de Osio en el siglo XVIII pertenecen al secular, iniciando la serie de estos obispos, el ilicitano D. Marcelino Siuri, de quien nos pretendemos ocupar más por extenso en este trabajo. A Siuri le sucedieron, Don Tomás de Rato y Otonelli, Don Pedro de Salazar y Góngora, sobrino del cardenal del mismo apellido ya citado, Don Miguel Vicente Cebrián y Agustín, hermano del Virrey de Méjico Conde de Fuenclara, Don Francisco de Solís y 47

Foch de Cardona, que pasó de arzobispo a Sevilla; Don Martín de Barcia, Don Francisco Garrido de la Vega, Don Baltasar de Yusta Navarro, Don Antonio Caballero Góngora, que había sido Virrey de Nueva Granada en América, gran impulsor de la cultura y por último Don Agustín Ayestarán y Landa, de 1796 hasta 1805. ¿Cómo era la Córdoba que conoció y rigió en lo espiritual el ¡lustre ilicitano que fue Don Marcelino Siuri? Sánchez de Feria en su Plestra Sagrada, tomo IV, hace una enumeración de los edificios religiosos de Córdoba y cita más de ochenta, pero, hemos de tener en cuenta que no los enumera todos y podemos decir que se aproximarían a la centena, entre la catedral, la Colegiata de San Hipólito, donde están enterrados Fernando IV y Alfonso XI de Castilla, catorce parroquias, monasterios, conventos de religiosos y religiosas, hospitales, ermitas, etc. La vida giraba alrededor de estos centros. Muchos de los más importantes edificios antiguos que aún se conservan en Córdoba, se levanta­ ron en el siglo XVIII, entre otros los construidos por la munificencia de Don Marcelino Siuri en la fachada de los cuales, campea su escudo, pese a que el historiador de los obispos de Córdoba, Gómez Bravo, diga que "las grandes obras que hizo, manifiestan su liberalidad y misericordia tan limpia y desinteresada que en ninguna permitió poner armas ni memoria suya", afirmación un tanto más inexacta, cuanto que las armas de Siuri son las más repetidas en las portadas de los templos cordobeses, como puede comprobarse por las ilustraciones que acompañan este artículo. El erudito Don José Ma de Valdenebro y Cisneros en su "Imprenta en Córdoba" cataloga setenta obras impresas en nuestra ciudad de 1717 a 1731. De estas obras, la mayoría son de asunto religioso, aunque también las hay de contenido científico como las que se ocupan de polémicas entre médicos y los tratados de Don Gonzalo Antonio Serrano, célebre médico y matemático. En realidad hasta la segunda mitad del siglo XVIII no toma un nuevo giro la vida cultural y económica de Córdoba con la fundación de la Sociedad Económica de Amigos del País, y la importancia que alcanza el Colegio de la Asunción. En el terreno literario, malos vientos corrían para el· teatro, desde que el Padre Francisco de Posadas, dominico, había hecho ORTIZ: La obra en Córdoba del ilicitano...

en 1694 una exposición al Ayuntamiento de la ciudad, pidiendo la prohibición de las representaciones teatrales y habiendo consegui­ do su propósito el ayuntamiento "acordó prohibir absolutamente el uso y ejercicio de las comedias en esta ciudad y que ni ahora ni en adelante se permitan sin embargo de cualesquiera motivos o perjuicios que puedan representarse así contra el caudal de sus propios como de otros que se interesan". Ramírez de Arellano (Don Rafael), en su "Historia del Teatro de Córdoba" lamenta con razón el hecho y cita el caso de que en 1727, durante el pontificado de Siuri se hizo en el colegio de la Compañía de Jesús una representación teatral para celebrar la canonización de San Luis Gonzaga y San Estanislao de Kostka pero, a pesar de esta representación, las comedias siguieron prohibidas hasta 1769. Ya en 1716, el año antes de la venida de Siuri a Córdoba, se había publicado una obra titulada "Abuso diabólico de celebrar con representaciones cómicas el Santo Nacimiento de Nvestro Redentor lesv—Cristo refvtado en obseqvio deste Divino Niño por quien le desea sv mayor honra y Gloria..." su autor fue Don "Alfonso de Naba, Canónigo Magistral de Escriptura de la Santa Iglesia Cathedral de Cordova". Así, durante los años que historiamos, sólo se imprimen, como obras de un relativo carácter teatral, las letras de los villancicos que cada año se cantaban en la Catedral en los maitines de Navidad, a lo que podemos añadir los Oratorios Sacros "puestos en concento músico por el Ldo. Don Pedro Rabassa, Maestro de Capilla de la Santa Iglesia Metropolitana de la Ciudad de Valencia", seguramente amigo y protegido de Siuri. Aparte de las obras de Don Marcelino, de las que después nos acuparemos con más detalle, la única notable que se imprime en Córdoba por estas fechas es la "Soledad tercera sigviendo las dos que dexo escritas el Principe de los Poetas líricos de España D. Luis de Góngora dedicada a la protección y segura asilo del Sr. Doctor D. Pedro de Salazar y Góngora... Compuesta por Don Joseph de León y Mansilla..." obra de la que dice Dámaso Alonso que lo mejor que se puede hacer es olvidarla. En cambio, en las artes plásticas, Córdoba vive en estos años un buen momento, cuando el arte barroco, que tan importante había sido en la ciudad, sobre todo en la construcción de retablos monumentales está enlazando con el del siglo siguiente. Del siglo XVII al XVIII son los pintores Palomino y Cobo de Guzmán y Juan de la Cruz Molina y los escultores Fray Juan Vázquez y José Antonio Ruiz Rey que ayuda a Duque Cornejo en los dibujos de la Sillería de la Catedral. En las artes suntuarias destaca, como en todo momento de la historia del arte cordobés, la platería y la guadamacilería o arte de decorar los cueros de que tan importantes pruebas dieron los artistas cordobeses. Esta es a grandes rasgos la vida de la ciudad de Córdoba cuando por el fallecimiento del obispo Fray Francisco de Solís, mercedario, es destinado a regir la diócesis de Córdoba el antiguo pavorde y catedrático de la Universidad de Valencia Don Marce­ lino Siuri. Aunque la vida de este prelado y escritor, nos interese en este trabajo, sólo por lo que respecta a su estancia en Córdoba, diremos brevemente que nació en la ciudad de Elche, el día 26 de abril de 1654, hijo del doctor en leyes Don Antonio Siuri y de Doña Marcela Navarro, de ilustres familias, según Gómez Bravo. Dotado de buen ingenio desde la infancia, se graduó a los diecinueve años en teología y fue prefecto de los Colegiales del Colegio de los Reyes Magos de Valencia. En el año 1675, obtuvo la cátedra de prima de filosofía en la Universidad, pasando después a ocupar una de teología y obteniendo el nombramiento de pavorde. Fue vice-rector de la Universidad, hasta que fue nombrado obispo de Orense, en 1708, por Felipe V, siendo consagrado en la iglesia de la Compañía de Jesús de Valencia por el arzobispo Fray Antonio Folch de Cardona, asistido de los obispos Don Isidoro Aparicio Gilart auxiliar de fray Antonio y Don Rodrigo Marín Obispo de Segorbe. En abril de 1708, entró en Orense, donde permaneció al frente de su diócesis, hasta diciem­ bre de 1717, en que aceptó su designación para ocupar la sede de Osio. Hombre celoso del cumplimiento de su deber, recorrió con grandes dificultades todos los lugares de su diócesis, sin dejar población alguna; aunque ya comenzó su padecimiento de nefritis, que le atormentó en adelante. En 1717 hizo en Compos­ tela, de orden del rey, la ofrenda al Apóstol Santiago y vuelto a Orense y antes de venir a Córdoba, le ocurrió un hecho singular que relatamos copiando las propias palabras del citado catálogo ■O ORTIZ: La obra en Córdoba del ilicitano...

de los obispos de Córdoba: "después de volver a Orense y antes de venirse a Córdoba quiso visitar.el. cuerpo de Santa Maryna Martyr que se venera en el lugar de Aguas Santas distante diez leguas de la Ciudad y fue acompañado de Dignidades, Canóni­ gos, Abades, Párrocos y personas de distinción con el propósito de registrarle y colocarle en sitio más elevado para que le pudiesen ver y venerar aquellos pueblos" que tienen a la Santa singularísima devoción. No hay memoria de haberse registrado el cuerpo desde el tiempo del rey Don Alonso el Casto a quien se atribuye la fábrica del Templo y Sepulcro y aunque algunos obispos lo intentaron, sorprendidos de un pavor reverencial se abstuvieron de ejecutarlo, pero nuestro obispo como su ánimo era que el Sagrado Cuerpo estuviera con mayor decencia y vene­ ración en los altares estaba ya para descubrirle cuando alborota­ das las mujeres de toda la feligresía vinieron como leonas furiosas a embarazarlo M.V. Prelado procuró sosegarlas asegurando que no se llevaría reliquia a otra parte, sino que se pondrían todas en público para que las viesen y venerasen con mayor devoción y lo mismo hicieron todos los circunstantes. Pero más obstinadas se opusieron: con que hubo de ceder el prelado con paciencia y exortándolas a la devoción de la Santa se retiró a Orense admirando de conmoción tan extraña". La diócesis de Córdoba estaba vacante desde el trece de octubre de 1716 en que había fallecido el mercedario fray Fran­ cisco de Solís, cuya biografía es muy interesante, pues, su actua­ ción como obispo de Lérida durante la Guerra de Sucesión española a principios del siglo XVIII, lo colocó en situación difícil. Porque, muy adicto a la causa de Felipe V, disgustó a los ilerdenses, partidarios del archiduque y saquearon su palacio, obligándole a retirarse a la corte. Sátiras y libelos se escribieron contra Fray Francisco, lo que le obligó a publicar una apología en su defensa. Volvió a su obispado, pero, nuevamente hubo de huir a Jaca. El triunfo de la dinastía francesa, elevó a Solís hasta el cargo de Virrey de Aragón. Regalista acérrimo, según Menéndez Pelayo, escribió un virulento memorial contra los abusos de la Curia Romana. Su estancia en Córdoba, con cuya mitra premió Felipe V la fidelidad de Solis, no estuvo exenta de disgustos con su clero, especialmente con los capellanes reales lo que le obligó a imprimir un informe, en defensa de su criterio, en materia de jurisdicción. Murió en Córdoba "los médicos, de quienes no SI

gustaba, ni de las medicinas que recetaban, sino de las selectas quintas esencias que tenía, calificaron la enfermedad de escorbu­ to". Sobre la tumba de Solís se escribió, en versos latinos uno de los más elegantes epitafios que puedan leerse, en las lápidas sepulcrales de la Catedral de Córdoba. La aceptación por parte de Siuri, de la diócesis de Córdoba, se debió, según parece, a la necesidad de mejorar su salud con el cambio de clima. El doctor Salazar y Góngora, sobrino del cardenal del mismo nombre, y que después llegó también, a ocupar la sede cordobesa como en otro lugar ya hemos indicado, fue el designado por Siuri, para gobernar la diócesis hasta su entrada en Córdoba. Don Marcelino llegó a Córdoba el día 15 de diciembre de 1717 y hasta el día 19 del mismo mes, no hizo su entrada en la catedral, con la solemnidad acostumbrada, hacien­ do el juramento y siendo recibido por el cabildo y ciudad. Con razón dice Menéndez Pelayo que "Con breves intervalos de quietud, todo el reinado de Felipe V, en sus dos períodos, fue de hostilidad más o menos encubierta, contra Roma". Las luchas de regalistas como Aberoni y Macanaz contra los antirregalistas como Belluga y otros, plantean una serie de problemas, de tipo político y económico en los que forzosamente Siuri y su cabildo hubieron de verse involucrados. Ya antes de la llegada del obispo, en agosto de 1717, se reunió una congregación de cabildos, para tratar del tema de las gracias de subsidio y Excusado. No se trató sólo de estos puntos, sino de otros, pero el Rey, mandó que no se ocupase tal congre­ gación más que del subsidio, pero lo hicieron con tal ardor, "que más fue división de iglesias que congregación". En realidad, en tiempos tan difíciles por todos conceptos, la estancia de Siuri en Córdoba hubo de conocer muchos problemas que don Marcelino con su prudencia y buen criterio hubo de sortear. Hombre de vida muy regulada y metódica, imprimió el mismo estilo a sus colaboradores, que sabían lo que el obispo solía hacer a cualquier hora del día, ya que el método de su vida era rigurosamente ordenado, aunque lo rompía si el que acudía a él, demostraba necesidad de ser escuchado. Madrugador y asistente al coro, veíase molestado por los continuos dolores nefríticos que comenzó a padecer en Galicia. A los dos años de iniciar su mandato, realizó una detenida visita a todo el territorio de su jurisdicción, como ya lo había hecho en Orense, recorriendo los ORTJZ: La obra en Córdoba del ilicitano...

más apartados rincones de su diócesis. Hombre limosnero y generoso, atendió las necesidades de sus feligreses en tal medida que, no sólo de Córdoba, sino de las provincias colindantes, acudían necesitados a acogerse a su munificencia. Esto ocurrió durante la carestía del año 18 y también eri las más graves de los años 22, 23 y 24 "que llenaron de pobres a esta ciudad atraídos de las limosnas de nuestro obispo". Aunque de una manera tan constante atendía a las necesida­ des materiales de sus fieles, la preocupación por el gobierno espiritual de sus diocesanos, le ocupó siempre de modo funda­ mental. Trajo de Valencia al predicador de aquel Oratorio, Doctor Don Juan Bautista Verge a quien hizo predicar en la catedral y otros lugares especialmente en la inauguración del oratorio de San Felipe Neri. Al tener noticia de la renuncia de Felipe V al trono y de la proclamación de Luis primero, celebró la exaltación de este rey con toda solemnidad, invitando a su cabildo a presenciar la función real, que se celebró en la torre del homenaje, del alcázar real de Córdoba. Muerto Luis I "Su padre D. Felipe volvió a reynar sin proceder aclamación, ni juramento, que hiciese de nuevo el Reyno: porque la renuncia fue absoluta y aceptada se supuso por suficiente la aclamación de su primer ingreso". En tiempo de Siuri, concedió Benedicto XIII, la unión de la Capilla Real de la Catedral con la Iglesia Colegial de. San Hipólito, expidiendo una bula en este sentido y ordenando el rey que Siuri, se encargase de realizar dicha unión. Esto ocurrió en 1728, pero los cuerpos reales de Fernando IV y Alfonso XI, se mantuvieron en la antigua capilla real de la Catedral, hasta el 8 de Agosto de 1736, en que fueron trasladados a la Real Colegiata de San Hipólito. Al año siguiente de esta disposición de Felipe V y encontrándose la corte en Sevilla, pasaron por Córdoba los infantes don Luis y doña María Teresa, camino de la capital andaluza. El día 5 de mayo de 1729 se les hizo a los infantes, entonces muy niños, el recibimiento en la catedral con toda solemnidad. Los dos años restantes de la vida de Siuri, estuvieron amargados por sus continuos padecimientos, hasta el extremo de que sus médicos se vieron obligados a dispensarle de ayunos y penitencias y a ordenarle durmiese sobre un colchón y no sobre tablas como fundadamente sospechaban sus familiares. ■ V

Parte superior de la portada del convento del Císter de Córdoba. Don Marcelino Siuri costeó las obras de reforma de este templo. Su escudo figura en la piedra blanca situada entre la hornacina y la clave del arco.

Portada de la fachada principal de la Iglesia Parroquial de San Andrés de Cór­ doba cuya obra de reforma costeó don Marcelino Siuri. En la fotografía se apre­ cia el escudo episcopal de don Marcelino sobre el arco de entrada. ORTIZ: La obra en Córdoba del ilicitano...

Al comienzo del año 1731, la salud de Don Marcelino Siuri, era tan débil que los médicos le ordenaron no levantarse de la cama, aunque él con grandes trabajos lo siguió haciendo hasta el 25 de enero, en el que su vida comenzó a extinguirse, para fallecer, con grandes muestras de piedad, a las diez de la noche del día 28. Otorgó testamento en que atendió pobres e iglesia y fue sepultado en la capilla de Villaviciosa, al lado del Evangelio, siendo posteriormente trasladada su sepultura, al pie de esta misma nave, juntamente con la de otros obispos. Muchas cosas contaron sus familiares y allegados de las virtudes que adornaron a este ¡lustre prelado y los cronistas de la época las recogieron en abundancia. Hasta ignoraba por despego de su manejo, el verdadero valor de las monedas que entonces tenían circulación. Gran teólogo, Siuri recogió en cuatro voluminosos tomos y en otros muchos folios, que no llegó a publicar, gran cantidad de doctrina dogmática y moral. Los cuatro tomos impresos por Siuri, lo fueron, el primero en Valencia en 1707 y se tituló "Theologia Scholástico positiva de novissimis". En Córdoba editó tres tomos que catalogan Valdebro y Ramírez de Arellano, "Tractatus Evangelici quibus continetur Exegeticus Commentarius litteralis singulorum verborum, et sententiarum Quator Evangeliorum..." los tres volúmenes de que consta esta obra impresa en tamaño folio, salieron en 1723, 25 y 27 el primero de la imprenta de Esteban de Cabrera, el segundo de la de su viuda y el tercero en la misma imprenta. Estos libros son una exposición literal de los cuatro Evangelios y de gran parte de la Sagrada Escritura. Otras obras manuscritas debió dejar Siuri que hoy estarán perdidas; algunos manuscritos dejó al Colegio de la Compañía de Córdoba, al Convento de Mercedarios de Elche remitió en vida todo lo predicable que tenía así impreso como manuscrito y los libros canónicos los donó a su sobrino Don José Siuri que lo había acompañado a Córdoba y que está enterrado junto a él en la Catedral. La generosidad de Don Marcelino Siuri dejó amplia constan­ cia en Córdoba y otros lugares de su obispado en la construcción y reconstrucción de templos, así no sólo atendió a la obra que en su convento realizaban los Mercedarios y a la que había atendido su antecesor Fray Francisco de Solís, más obligado por ser de su tas

orden, sino que gastó amplias sumas en la obra de la Parroquia de San Andrés, en el monasterio de la Encarnación, en el colegio de la Piedad, en el monasterio del Císter, en el hospital de San Jacinto y Nuestra Señora de los Dolores, y en otros edificios. En la obra de la Parroquia de San Andrés gastó Siuri 18.000 ducados, ya que hubo de cambiar la orientación de la iglesia que se hizo nueva dejando como nave transversal lo que fue la antigua parroquia que había llegado a estar ruinosa. La iglesia del Convento de Capuchinas en la plaza de Osio fue también obra de Don Marcelino Siuri, que gastó 20.000 ducados de su peculio. Aún se ve muy deteriorado por defectos de la metralla de una bomba caída durante la guerra, su escudo de armas. Antes se había gastado 30.000 ducados en labrar la iglesia del convento del Císter, que se concluyó en noviembre de 1725. En el mismo año se terminó la construcción de la iglesia de Nuestra Señora de la Piedad, aneja al colegio de niñas del mismo nombre fundado en el siglo XVII por el venerable Cosme Muñoz. El hospital de San Jacinto, llamado vulgarmente Nuestra Señora de los Dolores, ostenta en su portada el escudo de Siuri, porque este generoso prelado costeó las obras de iglesia y hospital terminando las obras de la primera en 1728 y las de la segunda en 1731. Para que sirviese en la octava del Corpus Christi donó Don Marcelino a su Catedral una custodia de plata que los franceses se llevaron durante la invasión de Córdoba en la guerra de la independencia. De esta custodia ha quedado al menos el recuerdo gráfico ya que figura en una lápida de mármol rosado fija en la parte exterior del muro de la capilla del Sagrario de la Catedral. La fama de buen obispo generoso limosnero mecenas espléndido que dejó en Córdoba Don Marcelino perduró durante mucho tiempo. Todos los historiadores locales lo citan con elogio. La época que le tocó regir la sede cordobesa fue difícil por las circunstancias derivadas del regalismo de Felipe V, en cuyo reinado transcurrió su pontificado en Córdoba, las carestías de los años de pobreza y escasez de los campos en una población esencialmente agrícola como lo era entonces Córdoba, pusieron a prueba su generosidad. Como constructor de templos no tuvo igual en nuestra población, su epitafio lo proclama, con razón, verdadero padre de los pobres, constructor de muchas iglesias y autor de libros doctísimos. ORTIZ: La obra en Córdoba del ilicitano...

Su iconografía podemos verla en su retrato del salón de Obispos del palacio episcopal de Córdoba, en el atrio de la iglesia de los Dolores, caritativa obra que también se hace constar en su epitafio. Es, sin duda, una de las más interesantes figuras del episcopologio cordobés del siglo XVIII que, como decimos al principio de este artículo, contó con obispos muy prestigiosos y de muy interesante biografía.

ADICIONES Y NOTAS

Manuscritos de Siuri En la Biblioteca de la Santa Iglesia Catedral de Córdoba se encuentran, encuadernados en pergamino, tres voluminosos tomos de folios manuscritos de puño y letra de Don Marcelino en escritura menuda y con señales de dobleces que constituyen los originales de la obra que imprimió en Córdoba, y lecciones completas de la cátedra que explicó en la Universidad de Valencia. 2.317 folios, escritos por las dos caras, en apretada escritura, y con anotaciones marginales constituyen el fondo manuscrito de las obras de nuestro autor, que se guardan, como decimos, en la Catedral cordobesa. Precede a cada uno de estos tres tomos, una diligencia, en que deponen tres clérigos, Don Gabriel Vicente Jurado, Don Diego de Zamora y Santana y Don Manuel Gómez del Castillo, en la que afirman y firman que los escritos contenidos en cada volumen son "de puño y letra" del obispo declarando Gómez del Castillo que conoce perfectamente la escritura de Siuri, por haberlo visto muchas veces escribir, ya que durante cinco años, lo sirvió como paje. Aducen en corroboración de su aserto, el testimonio de Don José Siuri, sobrino del prelado y a la sazón canónigo de la Catedral cordobesa. Aunque no tienen numera­ ción, los describiremos por orden de mayor a menor número de páginas. —El primero, constituye el manuscrito, de la obra que imprimió en Córdoba en tres tomos y después de la diligencia, a que nos hemos referido, figura la siguiente introducción "Obras manuscritas originales, trabajadas y leídas por el lltmo. Sr. D. Marcelino Siuri Obpo. de Orense y después de Corva, donde las imprimió en tres tomos divididas". βΤΤ

— El segundo tomo dice en su introducción "Materias de Theologia trabajadas y escritas de pro° puño y leídas por el limo. Sr. D. Marcelino Siuri Obpo. de Córdoba en la Universidad de Valencia". Son las explicaciones de cátedra de Siuri de 1681 a 1687. Al final dice "contiene este tomo hasta 1687 en "Valentina Academia".

—El tercer tomo de 371 folios dice al principio: "Segundo curso original trabajado escrito de Prop® mano y leido por el limo. Sr. Dn. Marcelino Siuri Obpo. de Corva, en la Univ® de Valencia a los vte. y dos años de su edad", y a continuación "Compendiariae disputationes ¡n universam dialecticam. Authore Marcelino Siuri Philosophiae Mag° Ciusdenque in Valentina Universitate, bis publico et primario professore. Sacr. Theol. Doct". A estos manuscritos habrá que agregar los remitidos, como ya hemos dicho, al Colegio de la Compañía de Córdoba junta­ mente con gran parte de su librería y los que dejó al convento de mercedarios de Elche, a la vista de lo mucho que escribió Don Marcelino hay que reconocerle, entre otros méritos, el de ser un incansable trabajador de la pluma.

Impresos de Siuri Gómez Bravo cita la siguiente obra: Theologia Scholastico positiva de novissimis. Impresa en Valencia en 1707.

La Custodia de Siuri Aunque la lápida en que figura en relieve la custodia mandada hacer por Don Marcelino no nos da una ¡dea muy detallada de cómo fue esta obra. Sin duda sería una de las espléndidas muestras de la platería en el siglo XVIII, que es uno de los siglos más destacados de este arte en Córdoba. Bien es verdad, que la pieza más brillante de la orfebrería cordobesa es la maravillosa custodia de Enrique de Arfe, que se utiliza en la procesión del Corpus. La donación de la custodia de Siuri es un exponente más de su esplendidez. Se expuso el Santísimo por vez primera en esta custodia el sábado 17 de junio de 1724 y se celebró una solemne fiesta en la que predicó el mercedario Fray 38 ORTIZ: La obra en Córdoba del ilicitano...

Pablo de los Reyes que a la sazón era comendador del convento de Córdoba. Parece que en la confección de esta custodia se tardó bastante, pues se comenzó en el año 1714 con la finalidad de tener manifiesto el Santísimo en las octavas del Corpus y la Concepción, dice Gómez Bravo, y añade que "Habiéndose ya consumido la plata vieja y otros socorros que habían ofrecido algunos devotos se suspendió esta obra, hasta que se desempe­ ñase la fábrica de las bóvedas que se continuaban con fervor" Siuri decide terminar esta obra y llevándola a su palacio "en cuarenta meses la dio perfecta, gastó en ella diez mil pesos y su peso es de cuarenta marcos de plata".

Siuri y las Ermitas de Córdoba Una de las últimas obras en que intervino Siuri, fue en las nuevas constituciones dadas a los Ermitaños de la Sierra de Córdoba, que formaban la Congregación de Nuestra Señora de Belén, antiquísima institución eremítica de la sierra cordobesa que en tiempos muy antiguos habitaba ermitas esparcidas por los lugares más apartados de la serranía, y que en el siglo XVII, se reunieron en comunidad ocupando el antiguo cerro de la Cárcel después de haber habitado durante muchos años numerosos anacoretas en las proximidades de la Albaida. El primer obispo a quien prestaron obediencia como comunidad, fue a Don Antonio Mauricio de Pazos, en el siglo XVI y posteriormente, otros prelados le fueron estableciendo constituciones como Don Pedro Portocarrero, Fray Diego de Mardones en el siglo XVII y en el XVIII Don Marcelino Siuri y Don Baltasar de Yusta Navarro. Mardones había establecido veintidós artículos, a los que Siuri añadió trece encaminados a buscar una mayor perfección y una mayor ocupación en los ermitaños. Estas constituciones se imprimieron en Córdoba de la siguiente forma "..." Lo esencial de las constituciones de Siuri, según el Marqués de las Escalonias, historiador muy concienzudo de este eremito­ rio, es lo siguiente conforme al articulado de Don Marcelino: 1o— Se dispone que se guarden las precedentes constituciones en todo lo que no se oponga a la nueva reforma. 2°— Que todos los que hayan de tomar el hábito estén seis 59

meses de probación y al final ocho días de ejercicios espi­ rituales. 3o— Que el archivo que estaba en el Hospital de los Desampara­ dos, se traslade al Desierto. 4o— Que el ermitaño que por su voluntad saliere de la Congrega­ ción, no pueda usar del hábito dentro del obispado. 5° — Que cuando venga a Córdoba, se hospeden en la hospede­ ría de la Puerta Osario. 6o— Que el trabajo de manos dura hasta las once, siguiendo a continuación el examen de conciencia y después la comida y que lo sobrante del trabajo de manos y las limosnas que se reciban, se entregue al Hermano Mayor para que ninguno tenga cosa propia. 7o— Que hay un depósito que está a cargo de dos hermanos que se llamarán vodores y estarán elegidos por el Sr. Obispo, los que darán cuenta de todo lo que entrare en su poder. 8o— Que todos los sábados se entreguen a cada ermitaño las semillas y demás necesario para toda la semana. 9o— Que el que tenga necesidad de vestido, lo proponga a toda la congregación y se le conceda lo preciso. 10o— Que ninguno entre en la celda de otro sin licencia del Her­ mano Mayor. 11o— Prescribe los días de ayuno y demás ejercicios y distribución del día. 12o— Señala algunos días en que todos juntos pueden salir a recreación y 13°— Que puedan tener dos caballerías, para la conducción de los comestibles y cosas necesarias. Fue Don Marcelino muy amigo de estos solitarios y los protegió cuanto pudo; lo mismo hizo su sobrino Don José Siuri canónigo de la Catedral de Córdoba.

Siuri y el Colegio de Santa Catalina Siuri, como ya hemos indicado, mantuvo muy buena amistad con los jesuítas, que entonces regían el Colegio de Santa Catalina y en el que por aquella época, había profesores tan destacados en la vida cordobesa, como los padres Pedro del Busto y Juan de Santiago. En las ya citadas "Memorias del Colegio de Santa Catalina" de los jesuítas de Córdoba, "memorias" hoy perdidas, y 60 ORTIZ: La obra en Córdoba del ilicitano...

de las que da noticias interesantes, Gálvez Villatoro, se cita a don Marcelino repetidamente, en los años de su pontificado, como muy relacionado con el colegio y, es curioso, que la última noticia que nos da el referido manuscrito, es del año 1728 en que termina el autor de esta especie de anales, con estas palabras en que se refiere a una fiesta, celebrada en enero de este mismo año: "La 1a fiesta fue la del Sor. Siuri; la 2a del limo. Cabildo" y a renglón seguido: "Había la devoción de su lima, deseado celebrar de Pontifical y cantar la Misa en este día de su fiesta (26) enero para autorizarla más en honor de los nuevos Santos. Pero indisposición que..." y así termina la última página de estas memorias que llegan hasta el 1728, tres años antes de morir Siuri. Alude sin duda a una de las muchas indisposiciones que el obispo sufrió, como consecuencia de su crónico padecimiento nefrítico. Pero, aunque hayamos comenzado a citar estas memorias por el final, por terminar justamente con una curiosa alusión a Siuri hemos de destacar en las mismas, la intervención del obispo en muchas de las celebraciones del Colegio. En el año 1718 tienen lugar en el colegio unas conclusiones teológicas y se acuerda que versen sobre un texto del propio Siuri, en su obra del libro "De Novissimis". El Rector, padre Escalera, le suplica la asistencia, a lo cual, no sólo accede sino que, preside el acto mañana y tarde, interviniendo en las conclusiones. En este mismo año celebra órdenes en la iglesia de la Compañía y aprueba la erección de una congregación en el propio templo. En el año 1725 los jesuítas, que se habían hecho cargo del Colegio de la Asunción piensan que al frente del mismo haya, no un sacerdote secular, sino uno perteneciente a la Compañía" y era también un pensamiento que hacía consonancia con los deseos del Sor. Obispo Siuri y que había insinuado varias veces", dicen las citadas memorias.

Un amigo de Siuri Citamos con frecuencia, el nombre del canónigo magistral de la Catedral de Córdoba Don Juan Gómez Bravo y su obra "Catá­ logo de los Obispos de Córdoba" ya que es la fuente primera a que hemos de recurrir al tratar de un obispo de esta diócesis. Es 61

una obra que podemos llamar "monográfica”. Gómez Bravo, que trabajó bien en los medios de que disponía en su tiempo traza una semblanza de cada obispo, que constituye una biografía. Como muchos historiadores de su siglo (publica su obra en 1770) no cita, por lo general, fuentes, omite muchos datos interesantes y en cambio se ocupa de otros de menos valor; claro es, que lo hace en función del criterio de su época y su conocimiento de las cosas. Trató personalmente a Siuri y muchos datos son de primera mano. Lo utilizamos en todo aquello que consideramos útil para este trabajo, especialmente, por su conocimiento directo, en este caso, del biografiado.

Un sobrino de Siuri Junto a la sepultura del obispo Siuri se encuentra la de su sobrino Don José Siuri y Almeda nacido en Valencia en 1696 y fallecido en Córdoba a los sesenta y tres años de su edad en 1759, Don José, que había acompañado a su tío en Orense, le acompañó también en Córdoba, donde desempeñó los cargos de Canónigo de la Catedral y juez sinodal. Fue hombre muy erudito, especialmente en las lenguas clásicas y hebreo y además parece que imitó a su tío en la generosidad para atender a templos y a necesitados. El escudo de armas que figura en su lauda sepulcral es idéntico al de su tío. A Don José Siuri, debió unirle una gran amistad con el ya citado médico y astrólogo Don Gonzalo Anto­ nio Serrano, que le dedica en 1739 una curiosa obra "Diserta­ ción physica astrológica y medica. Sobre las causas y presagios del Cometa que se observó en Febrero de 1737, y del phenomeno Igneo que se vio en 16 de diciembre del mismo año, en carta escrita a D. Joseph Siuri, Canónigo de la Santa Iglesia Cathedral de Cordoba, a quien la dedica su autor, el Doctor Don Gonzalo Antonio Serrano, Philo-Matematico y medico en la ciudad de Cordoba. Con licencia. En Cordoba, en la calle del Cister, por Fernando de Ros. Año 1739". Hemos de advertir que el dueño de la imprenta era el propio autor y Fernando de Ros, tal vez valen­ ciano, uno de los muchos regentes que la imprenta del médico astrólogo tuvo.

Sus padecimientos Parece que el padecimiento nefrítico que Siuri comenzó a sufrir en Orense y que fue uno de los motivos que le indujeron a sa ORTIZ: La obra en Córdoba del ilicitano...

aceptar la mitra de Córdoba, para intentar mejorar su salud con el cambio de clima, fue ya crónico para el obispo y el determinante de su muerte. Su vida de penitencia y trabajo no contribuiría ciertamente a mejorar su salud. "Su humildad admiraba a todos, pues para su asistencia, ni llamaba paje ni capellán que le sirviese. Por temprano que fuesen a su cuarto ya le hallaban levantado y compuesta la· cama y limpios los vasos. Como siempre habitó en los cuartos altos, baxaba por una escalera secreta que hay a los baxos, y en un jardín contiguo se lavaba sin esperar que se levantase la familia. En una gaveta que tenía reservada, se hallaron después de su muerte varios silicios, disci­ plinas hilo y agujas con que cosía y remendaba su ropa interior cuando podía ocultarlo". Gómez Bravo Obispos de Córdoba II pag. 780.

El sepulcro de D. Marcelino El epitafio de la lauda sepulcral de Don Marcelino Siuri dice así: Hic jacet lllmus ac Ven D. D. Marceiinus Siuri Vaientianae Metropoiitanae Ecc/esiae Preopositus, Episcopus Auriensis ad hujus Aimae Cathedraiis sedem postmodum evectus; pauperum vere Pater, quibus ut in perpetuum subveniret, Sancti Hiacinthi Xenodochium mire auxit. Plurimis contructis Ecciesiis, doctissimisque editis iibris virtute ac doctrina maxime commenda- biiis foehciter abdormivit ¡n Domino die 28 Januarij anno 1731. aetatis suae 77. Requiescat in pace. Este epitafio es en verdad un fiel resumen de la vida y obra de este admirable ilicitano. Vicente Ramos EL POETA CARLOS FENOLL

Nacido en Orihuela el 7 de agosto de 1912, Carlos Fenoll Felices verdadero representante, figura de alto mérito de la Escuela olecense y Generación de 1930, falleció en Barcelona el 30 de diciembre de 1972. Sus primeras experiencias vitales las tuvo en la tahona de su padre y hogar de su nacimiento. De niño y valiéndose de "un pequeño carrito cubierto, arrastrado por un asnillo moruno y rabioso, Carlicos abastecía de pan el puesto que su madre tenía establecido en el Mercado Municipal, y también servía a domicilio a la clientela más acomodada", según recuerda Manuel Moi'na. (1). Bien se puede asegurar que Carlos Fenoll ejerció el autodi- dactismo en todo: "Aprendió el poeta —añade Molina— su primer catón en la calle. Los nombres de los comercios que encontraba a su paso fueron su abecedario, y los transeúntes, sus improvisados maestros. Unos le indicaban las consonantes; otros, las vocales, y los de más allá, la unión, la sílaba de donde nacería la palabra, las oraciones leídas que él iba reteniendo con tenacidad de aprendiz aplicado". Mas, junto a esto, no se debe olvidar la influencia del padre, admirado "trovero", o sea, repentizador de trovas populares, estilo costumbrista, popularista, literario, que marcará con toda evidencia el rumbo de la poesía primera del hijo. Adolescente, nuestro panadero-poeta conoce libros de Ga- RAMOS: El poeta Carlos Fenoll

briel y Galán, Medina, Martínez Corbalán, junto a las novelas realistas y por entregas, lecturas que se engarzaron con el descu­ brimiento de los modernistas Darío, Villaespesa, Carrére, y, al margen y por encima de todos ellos, Juan Sansano. Finalmente, será la prosa de Gabriel Miró el factor decisivo en Fenoll, al igual que en los demás componentes del Grupo. El proceso formativo, en cuanto a lo lírico, de Carlos Fenoll és exactamente el mismo que se opera en Miguel Hernández. Ambos nacieron y vivieron los años de infancia, niñez y adoles­ cencia en la calle de Arriba, "calle antiquísima —dice Fenoll—, agobiada, por un lado, de sierra, y, por todos, de tan numerosa gente como sólo acumula la pobreza; larga y recta, cegada a un extremo, en cuyo ante-fondo se levanta una arcada que sustenta el camarín de la virgencita Nuestra Señora María de Monserrate (...) Calle abigarrada y ruidosa, convertida tan pronto, hoy ya, en enlutado sagrario del corazón de mis recuerdos..." (2). El primer poema que conocemos de Fenoll está fechado en 1929 y se publicó, el 6 de junio de dicho año, en el semanario olecense "Actualidad". Se titula Canto al nuevo jardín oriola- no, y, en él, mediante versos sencillos, se celebra la placidez del lugar: "Jardín bello y fragante, lleno de luz y poesía, tu aroma penetrante ilumina, a cada instante, las musas del alma mía". Los motivos líricos le brotan de la directa observación de las cosas, y las estrofas se deshilan y engarzan en cauces de ternura, realismo e ingenuidad. Carlos Fenoll contaba diecinueve años y aspiraba a ser poeta de los llamados regionalistas. Data de esta época una elegía al tipismo de la barraca oriolana: "¡Qué envejecida, qué triste se encuentra aquella barraca que con su nivea blancura mi humilde huerta adornaba!" El joven poeta registra y se lamenta de las fundamentales ausencias de la querida mansión popular: "las gallinitas blancas", las flores "que a la barraca alegraban", "las hojillas de su parra"... Y, con acento verdaderamente hondo, escribe: GS

"¡Con qué ilusión yo recuerdo aquellas noches lejanas en que celebraban fiestas a la puerta la barraca, y los mozos y las mozas, al compás de la guitarra, en numerosas parejas con gran ilusión bailaban; y el uno ofrecía el vino en bota de piel de cabra, mientras con gran reverencia un segundo la aceptaba y, hasta hacer correr la bota entre todos, no paraba". (3) Al mismo tenor, compone el retrato María Cayuelas: "Alma tierna, casta y pura, cual fragancia de azucena; claro punto que en escena radiante de luz fulgura y de matices la llena". Y, antes que nadie, Carlos Fenoll es el primero en dar testi­ monio del poeta Miguel Hernández: "Ya torna a su hogar querido por la vereda desierta, de su rebaño seguido, este pastor ¡que ha nacido para cantar a su huerta! Recoge en su seno el viento la sonatina que canta marchando con paso lento". (4) La emoción lírica de Fenoll se complace en loar la gracia y la hermosura de la mujer oriolana: "Tu voz de plata, tus ojos, tu pelo. Rosa humilde, rosa pueblerina; rosa de carne tersa, nacarina,, que encierras la pureza de mi cielo". (5)

También le inspira versos la acrisolada fe en la Virgen de Monserrate, la Patrona: RAMOS: El poeta Carlos Fenoll

"Monserratica... Rabalachera hermosa. La campaná de tu templo ya repica, y tu cielo, puro manto color rosa, te corona con amor, Monserratica". o el amor a España: "|Canta conmigo que España me hizo poeta! y es un deber el cantarle..." Con talante de poeta bohemio —recordemos que hizo un retrato en versos endecasílabos a Emilio Carrére—, Fenoll, en 1930, escribe su poema ¡Vieja mesa de café!, donde dice: "Insensible a los dolores y a las penas y de mármol, como tú, quisiera ser; en ti, áureas copas, de esperanzas llenas ¡se volcaron a la hora de beber!" Este año de 1930 marca la aurora de la Generación olecense. La muerte de Gabriel Miró conmovió el espíritu de aquellos jóvenes y sembró el fecundo germen de una nueva estética, así como la esperanza en un mañana más en armonía con la belleza, la verdad y la libertad. Carlos Fenoll dejó prueba de su amor al gran escritor de Alicante en el poema Gabriel Miró en su obra "Las cerezas del cementerio: "¡Le he visto! ¡Le he visto! Surgió de la entraña fragante, gloriosa, del lírico texto. Subía, solemne, ante mí, su figura, cual nube de oro, cual nube de incienso..." El ritmo, la musicalidad del verso se pone de manifiesto en sus cantares oriolanos: "San Miguel. Fragancia a tomillo. Sol. Sube la gente en tropel la cuesta de caracol. Huevos, sal, pan y vino moscatel. Y el jueves de carnaval se pasa... ¡como la miel!" Con sus dieciocho años, el poeta sentíase, ¡como nol, redundado de júbilo: B7

" I Salve, primavera de mis sueños de oro que arrancas de mi pecho el clavel sonoro de una prolongada y lírica canción!" Adviértese ya la influencia de Rubén Darío y de una vaga tendencia neorromántica: "Tú reías, reías... Desgranaba inocencia tu boquita de rosa; recitaba unos versos, entre tanto, mi boca. ¿Recuerdas? Sonreías". Esta etapa modernista coincide con la aparición en la tahona de Fenoll de un joven intelectual —José Marín Gutiérrez—, estu­ diante de Derecho, conducido por su amor a Josefina, hermana del panadero-poeta. Y ocurrió que, al producirse la comunión espiritual de los tres amigos y escritores —Fenoll, Hernández y Marín—, según confiesa el primero, el idilio amoroso del último se trocaba "en tertulia, el manso rumor confidente, en charla general y risas. Y, allí, donde el alma, la mística olor del pan subsistía después de vendido, leyó Sijé muchas cuartillas..." (6>. Para el genial Ramón Sijé —José Marín Gutiérrez, su nombre, contaba, en 1932, diecinueve años—, Carlos ejercía sobre él una doble atracción: como "gran poeta y extravagante panadero". Y añade que una mañana le vio "junto al horno, leyendo una página de Amado Nervo. Parecía que el fuego daba vida a las páginas de Nervo, y éstas sostenían —en lo alto, aislado y sublime— el amado horno". Sijé permanecía atento a los gestos del abstraído poeta y a cuanto pudiera denunciar la cercanía de su querida Josefina: "Se oía entonces un cantar de muchacha en flor. Y todo aquello daba la sensación de rito. Yo estaba completamente grana; él estaba serio, ritual". Fenoll se sincera: rechaza los mimetismos líricos y, por ello, no se atreve a leer con cierta intensidad a Juan Ramón Jiménez, tan pegadizo y seductor. Por su parte, Sijé, aguda inteligencia crítica, conocedor — ¡a tan temprana edad!— de la mejor literatura española e hispanoamericana, asiduo lector entonces de Proust —¡cómo se advierte su influencia en la mencionada alusión a su novial—, Sijé, digo, rico de clarividencias, no sabe. RAMOS: El poeta Carlos Fenoll

empero, clasificar al poeta: "Fenoll se me escapa (...). Este poeta —que sabe del temblor del cante hondo, de la manera cómo da el sol en las plazas de toros pueblerinas— tiene, pues, un lema: Fuerza sobre variedad, unidad sobre multiplicidad".

En efecto; siendo su propio autodespliegue, el fluir lírico será más arraigado, enérgico y unidimensional en el sentido de la personalidad. Carlos Fenoll pretendía ser poeta popular en cuanto a la esencia de su obra y en orden a la finalidad como escritor. La poesía nace del pueblo y al pueblo debe revertir. Y dice Sijé: "Yo pienso: vieja estirpe artesana —los rastros anónimos de las sastrerías olvidadas—; raigambre española de la limpia artesanía —la bordadora que borda los finos pañolitos—; dolor y ansia de los artesanos —la olorosa panadería, en la calle en cuesta, que desemboca junto a las acacias añosas— (...); un inquieto —de vida y horizontes— es este poeta, pariente de Eduardo Poe, gran melancólico y bella flor de artesanía. Aquí os lo presento: enlutado, rondador y bohemio". (7). Insuperable y finísima nos parece la etopeya del poeta-pana­ dero, trazada por Ramón Sijé. Lo artesano, en aquél, determina psicológica y socialmente su diáfano y noble y alto popularismo; su invencible desasosiego estético le arrojó al ideal de la aventura existencial y espiritual. Mas, en virtud de esta misma fuerza, la inadecuación entre los planos esenciales —idealismo— y existen- ciales —realismo— ocasionó su lenta caída por la peligrosa vertiente de lo melancólico, a lo que contribuyó también el golpear de trágicos sucesos: muerte de Ramón Sijé, guerra civil, ausencia de su hermana, muerte de Miguel Hernández... Ya, a mediados de 1930, Fenoll va desvelando ese mundo interior, castillo de la pena: "Yo tengo para amarte, vida loca, un cáliz de veneno aquí en mi boca, un rayo en el latir del corazón; centellas en mis ojos melancólicos y trazos de murciélagos diabólicos que llevo en mi cerebro de león". (8) No es aún sentimiento puro, en clara desnudez; hará falta que la trágica noche nuble para siempre su hermoso corazón. En 1936, poco antes de empezar la sangrienta conflagración es

española y muy poco después de la increíble muerte de Ramón Sijé, la palabra lírica de Carlos Fenoll adquiere densidad y auten­ ticidad: es más él, y el mundo es más su dolorida representación: "A esta vida interior que se apresura como un torrente o como ala o rueda, no hay vida de otra hechura que la exceda en tropiezos de pena y de amargura. Y con todo este mal que se conjura en torno al barro que a su impulso ceda, yo prefiero, a perderla, que la muerte plena, total, me cante y me despierte". (9) La vida no regateó a nuestro poeta sus gestos más duros y hasta crueles. Hagamos aquí memoria de cuán tristemente dejó huellas en su alma la revolución de octubre de 1934, contra la que luchó en Barcelona, como soldado: "Corría un tiempo gris —dice—, sucio, en los días de la revolución, a tono con la tristeza del ambiente, gris de plomo criminal, de metralla lanzada salvajemente desde azoteas y ventanas a la tropa que ocupaba la calle y que no encontraba, a veces, ni un soportal donde guare­ cerse de la ventaja de aquellos que estaban entre muros". (10). Sin embargo, Fenoll descansaba su confianza vital en ciertos valores, especialmente en el religioso, "pues de Dios espera siempre su bondad quien en Dios puso su fe, el único tesoro inestimable de nuestra vida". (11). A los tres meses de escrita la confesión que antecede, fallece el extraordinario Ramón Sijé. En Madrid, Miguel Hernán­ dez, escribe una portentosa Elegía, y Carlos Fenoll, en Orihuela, no acierta a poner en orden su corazón, terriblemente sacudido: "Quise que mi vida fuera un viento en constante anhelo de prenderse en otro cielo: el inmediato al que viera. A imagen de la palmera, el gran querer de mi vida: su afán glorioso de huida quedó en vaivén de oro en torno, y yo, en vaivén ante el horno, remando nube encendida". (12). TÍO RAMOS: El poeta Carlos Fenoll

El incierto y nostálgico vaivén del alma, la Intima confusión de los sentimientos, se trastorna aún más bajo el desatado hura­ cán mortífero de julio de 1936... A su término, entre cenizas, lamentos y amarillos silencios, el espíritu definitivamente herido se anega más y más en la pena y en la memoria inconsolable: "Recuerdo, esposa, que era primavera —aunque fue en el rigor del viejo invierno—, cuando en tu alma y la mía, lo más tierno dio sus flores de amor por vez primera. ...Y que el mundo fue nuevo, porque era todo de luz, cual nuestro mundo interno, al que un sol sin poniente, un sol eterno, sonrosaba el anillo de su esfera. Tiempos de realidad triste, invasora, al mundo aquel de tu alma y de la mía impusieron su fuerza destructora; y perdió nuestro amor su fantasía, su penacho de luces... ¡Pero ahora es más puro y más firme todavía!" Este soneto —Nuestro amor—, revelando la dirección intimista que comenzó a tomar la vida y la obra del poeta, se enlaza con el titulado Hora maldita, donde, desgarradoramente, condena la realidad del mundo circundante y su trágico peso, asfixiando su sensible y amargo corazón. Carlos Fenoll descubre, por fin, que la sociedad humana —no la Naturaleza— se arrastra, de suyo, por la oscuridad: "Todo canta, sin duda, a su albedrío la ventura de estar vivo y despierto bajo el grito del sol: la calle, el huerto, el pájaro, la flor, el aire, el río. Todo canta, sin duda, en torno mío, mas todo, hasta el amor, está ya muerto para mí en este instante —que no acierto nunca a vencer— de espeso y lento hastío. Esta es, aquí está la hora maldita: no es la piel dé la noche tan oscura ni la angustia moral tan infinita. ¡Alma, rasga tu noble vestidura, que es la hora que a mí me precipita a un infierno de amor y de locura!" (13) T»

Por la íntima senda del hastío y de la pesadumbre, el poeta contempla el oscurecimiento avasallador, incontenible de su propia vida. Parece huir la ternura; agoniza la libertad. La tierra le atrae: ¡hay tantos muertos que le llaman! Carlos Fenoll se acongoja hasta las raíces del alma. La calle de Arriba es una larga tumba. Orihuela toda se alza, en su torno, como cárcel; se hunde bajo sus pies como ciénaga. Lo ahoga el aire del río... El poeta, el hombre, el amigo en orfandad quiere marchar lejos, lejos, huir... Pero hay que salvar antes unas cadenas, unos fatales brazos, un muro...: "Cuántas constelaciones de claras hermosuras rodando por mi mente sin posible destino, jamás podré crearlas con tantas ligaduras que me anilla en el alma mi trabajo asesino. Me hace trocar el oro del cielo por el cobre del mundo material; me amarga y desespera cuando, duro y brutal, me hace dos veces pobre, robándome el ensueño, la luz, la primavera. Nada puedo contra él: dos niños corazones —arroyuelos que cantan la misma sangre mía— y el amor a mi esposa son las grandes razones que estrangulan mi grito de ansiada rebeldía. Deseando la paz, quiero aplacar mis sueños, borrarlos, como borra la aurora las estrellas, pero, igual que la espuma, son vanos mis ensueños: germinan sin descanso, renacen como ellas. Cantaré entre herramientas de fatiga y quebranto, ya que un juego inmortal, divino, me lo ordena. Pero siempre habrá un dejo amargo en mi canto mientras llore mi alma su pesada cadena". (14). Enmudeció el poeta Carlos Fenoll, y, triste, abandonó su Orihuela para avecindarse en Barcelona. Desde entonces, se sucedieron largos años de silencio, de pleno alquitaramiento y maduración. El poeta, más melancólico que nunca, ambicionó una nostálgica recreación de su propia existencia, partiendo de su lejana niñez. Escribió poco: algunos poemas ocasionales que le solicitan desde su tierra nativa y otros versos, muy hondos y lentos y depurados que se derramaban de sus más íntimos horizontes. TB J RAMOS: El poeta Carlos Fenoll

Verdaderamente, Carlos Fenoll ha sido el gran poeta lírico, exquisito, profundo, que prometía aquel "gran poeta y extrava­ gante panadero" que nos describió Ramón Sijé en 1932. A su último período de introversión, pertenece el siguiente poema: "Fruto de mi propio error, recojo mi sufrimiento y con él sólo alimento mi oscura vida interior. Para aplacar su rigor de corrosiva amargura, no cerca, sino en la hondura del alma de mi niñez reencuentro la limpidez de un manantial de agua pura. Cerca, ni fuente ni olvido: nostalgia y desolación de un mundo del corazón que pudo ser construido. Cerca, el fantasma abatido que se llamó voluntad. Y ríos de oscuridad pasando furiosamente... Cerca, —la mirada ausente, fría—, la Fatalidad. En medio del caos presente, Señor, de mi íntimo ser, yo veo en tu padecer por mí, y en el mío ardiente, como una rica simiente, pugnando en su internamiento. Tráele a mi alma el momento del reflorecer, Señor, y enciende su nueva flor, pura, en tus manos de viento". (15) He aquí a Carlos Fenoll, en camino de ternura, de auténtica elementalidad, con el alma cansada y el corazón herido. Al tiempo que el mundo se alejaba brilló más próxima, consoladora y fuerte su palabra virginal... Su senda ha sido perfectamente paralela a la también última que recorrió, evocando ausencias, Miguel, su hermano del alma. 73

BIBLIOGRAFIA

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Esta noche.— "El Pueblo de Orihuela", Orihuela, 26, enero, 1931 Las dos sonrisas.— "El Pueblo de Orihuela". Orihuela, 10, fe­ brero, 1931. Senda del amor.— "Silbo". Orihuela, mayo, 1936. Madrigal en octavillas.— "Silbo". Orihuela, junio, 1936. Esta vida interior. Quise que mi vida fuera. En el mar y Dul ce fruto, en el folleto Poemas, en colaboración con Jesús Poveda y Justino Marín. Silbo, Orihuela, 1936. Clarines de guerra y Versos de paz (Prosa).— "El Día". Ali­ cante, 30, septiembre, 1935. Hace,un año (Prosa).— "El Día". Alicante, 7, octubre, 1935. La hora maldita.— "Intimidad Poética". Alicante, abril, 1943. El canto encadenado.— "Verbo". Alicante, agosto, 1946. Angel de chiquilla verde.— "Arte Joven". Alicante, enero, 1940. Hora indecisa.— "Verbo". Alicante, octubre-noviembre, 1946. Poemita provisional a Noli Ramos.— "Verbo". Alicante, enero-febrero, 1947. Prismas de la feria.— "Feria". Orihuela, agosto, 1947. Preludio otoñal.— "Estilo", Elche, enero, 1947. Ramón Sijé en su vida de amor.— "Estilo". Elche, enero, 1947. A mi primer hijo (Antoñín Fenoll).— "Silbo". Orihuela, 1936. A esta vida interior.— "Silbo". Orihuela, 1936. De hoy para mañana (Recuerdo de una reunión con tres paisa­ nos en Casa de Alimán, cerca de Toledo). Marzo, 1939. Evocación.— "Semana Santa". Orihuela, 1942 (Prosa). ¿Vale la pena. Dios mío?.— "Semana Santa". Orihuela, 1945 (Prosa). Se fue empañando.— "Semana Santa". Orihue'a, 1942. Cristo yacente.— "Momento". Orihuela, 1942. Semana Santa (Romancillo).— "Semana Santa". Orihuela, 1946. Recordando a Gabriel Miró en el XIX aniversario de su muerte.— "Ifach". Alicante, mayo-junio, 1949. Bellezas del paisaje en Orihuela.— "Semana Santa". Orihuela, 1944. Compás nostálgico.— "Semana Santa". Orihuela, 1945. Evocación.— "Semana Santa". Orihuela, 1948. No reposes, amor.— "Juventud Mariana". Orihuela, diciembre, 1949. ">S

Elegía a Gabriel Miró.— "Juventud Mariana". Orihuela, sep­ tiembre, 1949. Clarines.— "Semana Santa". Orihuela, 1951. Reflorecer.— "Semana Santa". Orihuela, 1952. Cristo en la primavera.— "Semana Santa". Orihuela, 1951.

Consúltese: Couffon, C.— Orihuela et Miguel Hernández. París, 1963 (Hay trad, española. Ed. Losada, Buenos Aires). Molina, M.— Espíritu y carne de un poeta. Carlos Fenoll. "Verbo". Alicante, agosto, 1946. El poeta Carlos Fenoll. "Idealidad". Alicante, noviembre, 1962. Miguel Hernández y sus amigos de Orihuela. Málaga, 1969. Amistad con Miguel Hernández. Alicante, 1971. Antología de la poesía alicantina actual. Alicante, 1973. Sijé, R.— Carlos Fenoll. "Diario de Alicante". Alicante, 11, fe­ brero, 1932. Martínez Marín, F.— Yo, Miguel. Alicante, 1972. Ramos, V.— Miguel Hernández. Madrid. Ed. Gredos, 1973. Literatura Alicantina. 1839-1939. Barcelona. Ed. Alfaguara, 1966.

NOTAS. - (1!.— M. Molina, Miguel Hernández y sus amigos de Orihuela. El Guadalhorce. Málaga 1969, p. 21. (2) .— C. Fenoll, Ramón Sijé, en su vida de amor. "Estilo". Elche, enero, 1947. (3) .— C. Fenoll, La barraca vieja. "Actualidad". Orihuela, 12 septiembre, 1929. (4) .— C.Fenoll, La sonata pastoril. "El Pueblo de Orihuela". Orihuela, 30 de diciembre, 1929. (51.— C. Fenoll, Es mi poesía. "Actualidad". Orihuela, 3 de abril, 1930. (6) . — C. Fenoll, Ramón Sijé..., art. cit. (7) .— Ramón Sijé, Carlos Fenoll. "Diario de Alicante". Alicante, 11 de febrero, 1932. 76 RAMOS: El poeta Carlos Fenoll

(8) .— C.Fenoll, Canción a mi vida. "Actualidad". Orihuela, 21 de agosto, 1930. (9) .— C.Fenoll, Poemas (en colaboración con J. Poveda y J. Marín). Ed. Silbo. . Orihuela, 1936. (10) ,— C.Fenoll, Hace un año. "El Día". Alicante, 7 de octubre, 1935. (11) .— C.Fenoll, Clarines de guerra y Versos de paz. "El Día". Alicante, 30 de septiembre, 1935. (12) .— C.Fenoll, Poemas (En colaboración con J. Poveda y J. Marín) Ed. Silbo. Orihuela, 1936. (13) .— C. Fenoll, La Hora Maldita. "Intimidad Poética". Alicante, abril, 1943. (14) .— C. Fenoll, El canto encadenado. "Intimidad Poética". Alicante, abril—mayo, 1944. Reproducido en "Verbo". Alicante, agosto, 1946. (15) .— C. Fenoll, Reflorecer. "Semana Santa". Orihuela, 1952. Federico Rubio Gomis EXCAVACIONES EN EL CEMENTERIO DE UN POBLADO MORISCO

El día 30 de Julio de 1971 empezamos las excavaciones de una de las tumbas perteneciente a un cementerio de un poblado de finales de la Alta Edad Media. El grupo excavador estaba compuesto por un equipo de vera­ neantes del pueblo de Confrides dirigidos por mí. El verano anterior había llegado hasta nosotros la noticia del emplazamiento del citado cementerio debido a ciertos restos salidos a la luz gracias a las labores agrícolas. El cementerio está situado dentro del término municipal de Confrides que es el último pueblo del valle de Guadalest y situado a unos 12 Km. de esta villa y a unos 25 Km. de Alcoy por la carretera que une esta ciudad con la de Benidorm. Justo en la ladera opuesta del valle a la que está situado el ac­ tual pueblo de Confrides y en la partida conocida como el Florent, en la falda de una montaña llamada el Tossal de Florent, o también el Pinet, en la zona donde termina la parte inculta y comienzan los terrenos de cultivo y a poca distancia de una fuente, es el lugar don­ de se halla situado el cementerio al que dedicamos nuestra atención. Ya en anterior trabajo publicado en esta misma revista bajo el nombre de "Poblamiento Morisco del valle de Guadalest" daba la situación exacta, localizada en un mapa de este cementerio y del antiguo pueblo del que algún viejo de la localidad aún llegó a ver RUBIO: Excavaciones en el cementerio de un poblado morisco

restos y paredes de alguna de sus casas, y que está a unos 500 m. de la citada necrópolis.

LAS EXCAVACIONES En esta zona y para el paso de los tractores se estaba cons­ truyendo un pequeño camino vecinal. La máquina que lo abría re­ movió dos de dichas tumbas, una de las cuales quedó completamen­ te destruida, mientras que la otra se salvó debido a que las faenas se paralizaron por ser sábado. Informado personalmente por el capataz del hecho y de que las labores se continuarían el próximo lunes con la total destrucción de la otra tumba me decidí a excavarla en el fin de semana. Empezamos excavando el cuadro que llamamos A en el que ahondamos hasta 1'25 m. pues encontramos la tumba a dicha pro­ fundidad. En el cuadro B llegamos hasta una profundidad semejante sin encontrar ningún resto que valiera la pena por lo que lo abando­ namos sin llegar a mayor profundidad. En lo que respecta al cuadro C ni siquiera llegamos a tocarlo puesto que nos parecía totalmente fuera de peligro. En el triángulo D llegamos a la misma profundidad que en los cuadros A y B.

ESTRATIGRAFIA En las tres zonas excavadas se nqs presentó una estratigrafía muy semejante y uniforme. Constaba de tres estratos bien diferenciados. El primero de unos diez centímetros de potencia media era de tierra negruzca y removida por el arado del agricultor. El segundo, de unos treinta centímetros de potencia media, presentaba una tierra aún más obscura que la anterior y muy com­ pacta. En cuanto al tercer estrato, del que no alcanzamos la profun­ didad máxima, era de una tierra blanquecina, de aspecto arcilloso y muy llena de pequeñas piedras en el cuadro B, mientras que en el A y en el Triángulo D apenas si existían estas piedrecitas y las pocas que encontramos eran de mayor tamaño. 79

HALLAZGOS

En el primer estrato de ninguno de los cuatro cuadros encon­ tramos nada con valor arqueológico. En el segundo estrato del cuadro A fueron hallados cuatro fragmentos de cerámica que junto con todos los restantes serán des­ critos al final del trabajo. En el tercer estrato había cinco fragmen­ tos más. Dentro del cuadro B hallamos un solo fragmento en el estrato dos y en el tres encontramos seis. En el triángulo D encontramos un solo fragmento y dentro del estrato segundo. Por último en el estrato tercero del cuadro A y como ya he­ mos dicho a una profundidad de 1'25 m. encontramos la parte supe­ rior de la tumba que a continuación describimos. Una vez hubimos llegado a la profundidad suficiente para en­ contrar la tumba, tuvimos que derribar el múrete que separa el cua­ dro A del triángulo D ya que debajo del mismo quedaba gran parte de la tumba. También fue demolida toda la zona que en la figura- -plano llamamos E por la misma causa.

LA TUMBA

Estaba constituida por un techo a base de tejas y un suelo o pavimento a base de piedras en medio de los cuales se sitúa el ca­ dáver. Nuestra primera sorpresa fue ver que tampoco esta tumba se conservaba intacta ya que toda la parte desde la rodilla a los pies ya había sido deshecha y revuelta por la máquina al abrir el camino el dia anterior. La tumba constaba de 17 tejas colocadas formando un techo, una a la inversa de la otra, que se distanciaban cada vez más del suelo conforme se alejaban de los pies y formando una especie de escalón a la altura del corazón. 80 RUBIO: Excavaciones en el cementerio de un poblado morisco

Además había una teja en posición vertical algo más arriba de la cabeza del cadáver como clausurando por ese lado la tumba deta­ lle que como se comprenderá no pudimos comprobar si se daba de la misma manera en los pies del difunto. Los dos laterales estaban totalmente desprovistos de todo elemento. Las tejas estaban hechas en barro amarillento, sin cocer, de un tipo muy parecido a la tierra que les rodeaba. Otras presentaban un tinte ligeramente más rojizo debido quizás a una ligerísima cocción al sol. Las dimensiones de todas ellas eran bastante semejantes siendo las de una de las mismas de 46'5 cm. de longitud, por 19 de anchura máxima y 12 cm. de anchura mínima. La curvatura máxima era de 23'5 cm. y la mínima de 14'5 cm. La curvatura desigual en todas ellas. Dentro de la tumba no había ningún resto no humano y el es­ queleto tumbado en posición lateral, con el brazo izquierdo por de­ bajo del cuerpo y el derecho, por encima del mismo. En cuanto al suelo estaba hecho con piedras más o menos pla­ nas en su parte superior en contacto con el cuerpo y de forma irre­ gular en la inferior, no eran de gran tamaño y el pavimento formado no estaba cementado por ningún tipo de argamasa aunque las ranu­ ras entre piedra y piedra eran bastante pequeñas, por coincidir bien los bordes de unas con las otras, lo que nos habla de una cuidada colocación. En cuanto al cadáver sólo nos resta decir que estaba entero desde la rodilla hacia arriba.

CRONOLOGIA

Con respecto a la cronología poco podemos decir. Todos los fragmentos cerámicos pueden pertenecer perfectamente a la Alta Edad Media aunque poco nos pueden decir por su escasez y falta de significado y su pobreza, pues resultan totalmente atípicos. En cuanto a las fuentes escritas no son de gran ayuda indicándonos so­ lamente que se trata de restos anteriores al siglo XVII puesto que la desaparición del citado pueblo se data en estas fechas. 81

No hay ningún signo que nos delate que las tumbas sean cris­ tianas, aunque esto no presupone lo contrario y dado que sabemos siempre gracias a las fuentes escritas, que en estos pueblos había fortísimas colonias moriscas, hemos de suponer por todos estos in­ dicios y por la vaga información que nos proporciona uno de los fragmentos de cerámica hallado en prospección superficial de los al­ rededores y que precedió a la excavación, que es un tiesto de cerá­ mica morisca fechable en los siglos XIV y XV, que se trata de un cementerio de estas fechas.

RELACION DE MATERIALES ENCONTRADOS

En la prospección superficial se encontró: Cerámica lisa. 1Fragmento de pared de una vasija grande de pasta homo­ génea, bien cocida y de un color ocre claro. 2. - Fragmento de vaso de pasta homogénea, bien cocida, de color rojizo. 2 Bis.— Otro fragmento semejante al anterior pero de color algo más intenso. 2 Tris.— Fragmento más pequeño del mismo tipo del descrito anteriormente. 3. — Pequeño pedazo de pared de un vaso con corte en san- wich. 4. — Dos fragmentos de pasta rojiza pertenecientes a las pare­ des de grandes vasijas, de pasta con algunas impurezas. 5. — Fragmento de pared de vasija de paredes finas con pasta homogénea con algunas impurezas blancas, de color ocre claro ro­ jizo por el exterior y algo menos por el interior. La pared exterior parece ligeramente pulimentada. 6. — Fragmento de pared de vasija de paredes finas color rojizo claro con pasta esponjosa. 7. — Asa de vasija de grandes dimensiones de sección circular y color rojizo. Cerámica decorada. 8. — Fragmento de cerámica con barniz verde obscuro en su 8a RUBIO: Excavaciones en el cementerio de un poblado morisco

parte interior y verde muy claro en su parte exterior. Pasta bastante buena y de color claro. 9.— Fragmento de vasija con decoración incisa formando olas y líneas paralelas. La pasta es de color rojo obscuro y no presenta muestras de ningún tipo de barniz. Los hallazgos realizados en la excavación son los siguientes: Cuadro A. Estrato II. Fragmento de asa de pasta fina de color rojizo perteneciente a una gran vasija y sin ningún tipo de decoración ni barniz. Fragmento de la base de un vaso del mismo tipo del anterior en cuanto a pasta y color pero perteneciente a una vasija mucho más pequeña y de paredes muy finas. Fragmento muy pequeño del mismo tipo que el anterior. Fragmento decorado con incisiones en olas de un tipo de pasta con grandes granos rojizos. Cuadro A. Estrato ill. Fragmentos en número de 5 pertenecientes a tejas del mismo tipo que las que formaban el techo de la tumba pero con los que no se podía recostruir ninguna teja, ni casaban entre si. Cuadro B. Estrato II. Un solo fragmento de tamaño muy pequeño e irreconocible de pasta rojiza bastante buena. Cuadro B. Estrato III. 6 fragmentos de teja del mismo tipo ya conocido. Triángulo D. Estrato II. Un solo fragmento de pared de vasija de regulares dimensio­ nes, color de pasta ocre claro, con alguna impureza y sin ningún tipo de decoración ni de barniz. Triángulo D. Estrato III. Ningún tipo de resto cerámico. En cuanto a cualquier otro tipo de resto con valor arqueoló­ gico, si descontamos el cadáver, brillaron por su ausencia. Sólo me queda agradecer la colaboración prestada por algunos particulares, tanto veraneantes en esta villa como naturales del lugar, 83

asi como a las autoridades locales que pusieron todo su empeño en que los trabajos se realizaran con la mayor brevedad y perfección que nuestros escasos medios nos permitieron. Figura 1. ESQUEMA MOSTRANDO LA SITUACION DE LAS TEJAS EN LA TUMBA

Figura 2.

Figura 3. 9

Figura S. 5CM Excavación en Confrides (Verano 1971).

Figura 6. Excavación en Confrides (Verano 1971).

Figura 6. TEXTOS

Concepción Rodríguez Conca CITA EN EL SOL

Hace calor. Un calor Insoportable que pega el tapizado del asiento del coche, a mi espalda húmeda. Son las tres de la tarde. La hora clásica en que todo el mundo huye del sol. La hora en que, las gentes sensatas, están terminando de comer, o durmien­ do la siesta. La hora ideal, dice él, para entrevistarnos, para estar juntos discretamente. Porque todo tiene que ser muy discreto entre nosotros. Completa, absolutamente discreto. El va por un lado y yo por el opuesto para reunimos allí. “Sobre las tres y media". Esa ha sido su consigna cuando me ha llamado por teléfono esta mañana. Y yo siempre obedezco esas órdenes. Aunque, en algunos momentos de humillado furor, me diga a mí misma que son indignas, estúpidas, vergonzosas... Pero ahora, como otras veces, voy pisando a fondo el acelerador, para llegar cuanto antes al lugar de la cita. Y siento un grato escalofrío al pensar en nuestro encuentro. La cavidad de la roca, producida por siglos de olas golpeando en ella, tapizada de arena seca y caliente, donde el cuerpo se hunde y hace que una se sienta como incrustada en ese ardiente silencio de la siesta y del mar. Es un seguro refugio. ¿Quién podría imaginar que, a esa hora, y en ese desierto lugar, cuando todos dan la espalda al sol, nosotros buscamos su complicidad y su caluroso silencio? Más tarde, el agua fría, reconforta y serena. Después, otra vez cada uno por un lado, igual que nos hemos reunido, nos separamos para reintegrarnos a nuestro punto de partida, donde ocupamos, como casi todo el mundo, un lugar respetable. ¿Y por qué no? Si 88 RODRIGUEZ: Cita en el sol

las cosas se supieran; si se supieran todas: las que se piensan, las que se sienten, las que se hacen más o menos encubiertamente, habría mucha menos respetabilidad en el mundo. Creo que así está mejor. Resulta una fachada impecable. Y divertida, claro... La autopista, a esta hora, está medio desierta, así que puedo correr a mi gusto. Y corro. Estoy impaciente. Como siempre que él me llama. Quiero llegar la primera y esperar, escuchando el ruido dejas pías y sintiendo la ansiedad, frío y calor alternativa- mente,de la espera. Llega él. Sonríe con esa sonrisa suya, entre amable y distanciante, y parece como si nos hubiésemos visto un momento antes, cuando, en realidad, han transcurrido varios días desde nuestro último encuentro. Y siempre es como el primer día: EI mismo temor a ser descubiertos, mezclado al vértigo, a la locura... Luego todo parece fácil, sencillo. Hasta el hecho de estar allí, escondiéndonos como malhechores, carece de impor­ tancia. ¿La tiene realmente? Creo que nada merece el sacrificio de no vernos. Ni siquiera toda esa serie de convencionalismos pasados de moda y repetidos día a día, a través de siglos. ¿Por qué vamos a sujetarnos a ellos? Lo importante, lo único impor­ tante, es eso: estar allí, juntos y solos, con la complicidad del sol, que aparta al resto del mundo de nosotros. Trato de encender un cigarrillo y aminoro la marcha. Es en ese momento cuando veo el seiscientos verde, que ha debido salir por algún camino lateral y corre delante de mí. Tiene un bonito color. Alegre y fresco. Y lo más divertido es que, sujeto a su portaequipajes, lleva un bote, una lancha, un barquito chiquitín... No sé exactamente cómo se podría llamar, pero sé que es algo que flotará en el agua. Y además, el coche está lleno de niños. Veo varias cabezas infantiles. ¿Cuatro? ¿Cinco? Un hombre al volante y varios niños rodeándole. Imagino que van cantando. Odio la música cuando viajo, pero encuentro graciosa la idea de ese grupo de chiquillos, con sus voces agudas, unidas a la grave del hombre, canturreando el clásico: "Vamos a contar mentiras", o algo por el estilo. Me gusta la idea, la canción y la imagen del seiscientos verde, lleno de niños y con un bote en el techo. Tal vez sea verdad que soy una tontorrona sensiblera, como él dice algunas veces, cuando se enfada. Insiste, en esos momentos, en que, como a todas las mujeres, me entusiasman las canciones facilonas, los niños llenos de mocos y la idea de una felicidad doméstica, hecha de gritos, de cortinas de flores y 89

de postre de dulce los domingos. Y cuando me dice esto, me hace sentirme como avergonzada. También añade, a veces, que yo no sé ver, como tampoco lo saben ver las demás mujeres, que bajo esa colorinesca superficie de acaramelada estampa conyugal, están las privaciones, los reproches, los insultos, las luchas, las amarguras y todo eso que mata el amor. Yo le creo y acepto sus puntos de vista. Y por eso trato de no ser vulgar y sensiblera. Pero ahora él no está aquí y puedo permitirme el lujo de sentirme alegre y divertida al contemplar el seiscientos verde, a los niños, al hombre, al barquito. No voy a adelantarlos. Iré detrás. ¿Que llegaré tarde? Bueno, siempre espero, de modo que si hoy le toca esperar a él... Ya hemos llegado. El cochecito verde está junto al mío, al pie del sólido torreón, que a esta luz implacable, parece construi­ do con piedras de oro. Bajo hacia la playa. Allí, sobre la arena, extenderé mi toalla de colorines, dejaré mis sandalias y mi bolsa y me lanzaré al agua, pues para llegar a "nuestra" gruta, hay que nadar un poco. No mucho. Aunque algunos días la distancia me parece enorme, tanta es mi impaciencia por llegar. Mientras me desabrocho el vestido, miro hacia la senda y veo la divertida procesión. Los niños y el hombre descienden por la cuesta, levantando sobre sus cabezas, el bote, que debe ser muy poco pesado aún cuando todos ellos parecen fingir que es pesadísimo. Están jugando. Y sé que el juego es diferente para cada uno de ellos, como diferente será el significado del barquito. Tal vez para uno del grupo, es una piragua india, con la que se pueden remontar los peligrosos rápidos. Para otro puede ser una lancha ligera, en la que un grupo de expertos y valientes soldados, van a realizar el desembarco en una playa enemiga. Para otro puede ser el ballenero sólido, desde el que se arponean esas inmensas moles de carne. O la barca de los temerarios piratas. Cualquier cosa es posible mientras se lleva, levantado muy alto sobre la cabeza, una lanchita de plástico endurecido, blanca y verde, y se tienen ocho, diez, o cinco años. No me meto en el agua. Espero para ver la continuación del juego. No quiero perderme el momento solemne de lanzar el barco al agua. No hace falta botella de champaña. ¿Para qué, si hay imaginación? Es el jefe indio que ha botado su piragua, y nunca se supo que se utilizase una botella de vino espumoso para tal menester. El oficial que manda a los soldados para I 90 RODRIGUEZ: Cita en el sol

realizar el desembarco en la enemiga playa, tampoco cree que sea necesario el champaña. Los valientes pescadores de ballenas, con su arponero dispuesto a lanzar el dardo, necesitarán una bebida fuerte para celebrar el éxito, pero después, no antes. Y los piratas... Bueno, están demasiado contentos con el rico botín, que llevan sigilosamente a la gruta, como para entretenerse en ceremonias que considerarían estúpidas. El hombre y los niños llevan a cabo el rito de botar su lancha con seriedad y aire recon­ centrado, dándose órdenes y contraórdenes, unos a otros: — ¡Cuidado, Juan! No la sueltes aún... — ¡Agarra bien, Luis! — ¡Pedro! ¡El remo...! Sí, Todos juegan. El hombre y los niños. Pero el hombre. ¿A qué juega? ¿Sólo a ser un padre feliz? ¿Lo es, ciertamente, de ese grupo de chiquillos, que ahora sé son cinco, y cuyas edades, aproximadas, deben ser de los diez a los cinco años? Tal vez sólo lo haya imaginado yo. Como todo lo demás. El hombre rema lento y algo inseguro. Y yo, mirándoles, no me decido a meterme en el mar. Me encanta toda esa alegría incontenible, esa felicidad olvidada... Y de un modo inconsciente, siento el loco deseo de formar parte de ese grupo, de ser uno más, de reir, de cantar, de soñar con ellos. Hay como un lejano sabor en esa escena que contemplo con envidia. ¿Es mala la envidia? Siempre he pensado que es un sentimiento negativo, pero muy humano. Esta envidia es distinta. No deseo arrebatar, sustituir, sino ser uno más. Ser otro niño. De formar parte del círculo mágico del que he quedado fuera. ¿Fuera? ¿Por qué? Me lanzo al agua y nado rápida. Pero no hacia el promontorio, para dar la vuelta y llegar a la gruta, si no hacia la barquita. Creo que no he podido evitarlo. ¡La encuentro tan alegre, tan graciosa, con sus colores nuevos, blanca y verde! Se balancea locamente a impulsos tie los saltos de los niños que suben y bajan a ella, mientras el hombre mantiene el equilibrio, ahora con más soltura, con ayuda de los remos de que está equipada. ¡Cómo juegan! ¡Cómo rien! La vida es, a fin de cuentas, un juego ¿no? Un juego muy difícil a veces; pero también muy sencillo, muy simple, muy alegre, en otras, como ahora. De modo que no tiene nada de extraño que alguien intente entrar en ese ruedo para jugar el mismo juego. Los niños st

siempre admiten a los que quieren jugar con ellos. Los mayores no. Si el juego nos interesa, lo jugamos solos. Si nos aburre, buscamos compañía. Pero casi nunca admitimos intromisiones. No nos gustan los intrusos... — ¡Es precioso vuestro botel | Tiene un color y una línea fenómenos...! Ya está. Esta es mi tarjeta de presentación. Estas palabras, una sonrisa y una mano confianzudamente apoyada en la borda, y somos amigos. — Es más sólida de lo que parece —informa, satisfecho, el hombre—. No imaginaba que tuviese tanta estabilidad. Como es el primer día que la botamos... Lo había adivinado por su torpeza en manejarla y por el placer de la chiquillería. El placer de las cosas nuevas, desconoci­ das, maravillosas. Nado en torno a la barquita. Me zambullo y paso por debajo de su casi inexistente quilla. Asombro a los niños con mis habilidades acuáticas. Hago una exhibición concienzuda y que no considero tonta. Creo que la vida, además de un juego, más o menos divertida, es una exhibición constante. Se juega a luchar y hay que mostrar las armas. Las mías, en este caso, han surtido un efecto instantáneo. Los crios me miran encantados. Y no se dan cuenta de que mis cabellos mojados —dejé olvidado el gorro de goma junto a la toalla de colores— me favorecen muy poco. Para ellos soy una persona mayor que "sabe" jugar. —¿Cómo vais a llamarla? Tendréis que bautizarla —digo en un descanso. — Eso es lo malo —ríe forzadamente el hombre— Esta barca nos tocó en uno de esos concursos de televisión, ¿sabe? Y mi mujer está empeñada en que la vendamos. Dice que las diez o doce mil pesetas que puedan dar por ella, son interesantes. Y es cierto que no nos sobra el dinero. Pero a mí me parece que ella tiene un miedo espantoso. La hemos dejado la mar de asustada, como si los seis fuésemos a meternos en una aventura peligrosa. Le prometí que seríámos formales, que estrenaríamos la barca y que, dentro de unos días, tal vez la vendamos, si ella está tan decidida. Sin embargo, mire usted los chiquillos. Están encanta­ dos. Y yo... no vea. Pero no sé... No sé... Yo sí lo sabía. Iba a ser una larga y lenta lucha. Ella, I RODRIGUEZ: Cita en el sol i

razonable, sensata, temerosa y hasta una pizca interesada, insistiría una vez y otra. Los niños y el hombre tratarían de salvar su tesoro de la sensatez de la mujer, con difíciles argumentos. ¿Quién iba a ganar la batalla? Cabía apostar por ella. Casi siempre somos las mujeres las que ganamos estas mezquinas batallas, aunque tengamos que recurrir a esas armas secretas que son las lágrimas, los reproches, los ruegos... Es un triunfo ruin, por supuesto, pero triunfo al fin y al cabo. ¿Cuánto tiempo estoy aquí, nadando, riendo, bromeando con este grupo? No tengo ni idea. Y no me importa. Lo mismo puede ser una hora que dos. Y ni siquiera el pensamiento de que él estará en la gruta, impaciente, nervioso y hasta enfadado, me inquieta. Tampoco me turba el recuerdo de su atlética figura, de sus hábiles manos, de su ávida boca... Estoy a gusto aquí. No necesito nada. El cielo es azul y el mar copia ese color. Aturde y ciega el brillo del agua y del sol. Enloquece levemente, pero con una locura distinta. —Ahora deberíais ir a la orilla y dejarme remar a mí un poco —pide el hombre entre suplicante y autoritario— Me gustaría ver si este cacharro es tan marinero como parece. Protestas. Negativas. Intervengo en favor del padre: —Tiene razón vuestro padre, chicos. Lleváis mucho rato en el agua. Y él también tiene derecho a divertirse. Ha estado todo el tiempo pendiente de vosotros, sin poder moverse de aquí... Hala, vamos todos a la orilla. Que él reme un rato tranquilo. Luego volverá y podréis seguir jugando... —¿Haría usted el favor de echarles una miradita? Así yo... — Sí. Váyase tranquilo —interrumpo— No los perderé de vista ni un instante. — Sólo daré la vuelta al promontorio y vuelvo. No tardo nada... Parece feliz mientras rema en dirección al lugar indicado. Al otro lado está la gruta. Siento ganas de reir de no sé qué tonta diversión. Los chiquillos y yo salimos del agua y nos sentamos en la arena caliente. Hay que inventar los viejos y . nuevos juegos: hacer castillos, túneles, pozos, estanques. Y contar cuentos. Y cantar. Alguien baja por la cuestecilla que lleva a la playa. Miró de soslayo porque sé que es él, que se ha cansado de esperar. Es extraño que se atreva a venir a buscarme, sin tener en cuenta la tan cacareada discreción. S3

— Llevo horas esperándote —su voz es acusadora y agitada— Al ver tu coche, junto al torreón, y no verte en la gruta... no sé qué llegué a pensar. Temí que te hubiese ocurrido algo... —Nado muy bien. Ya lo sabes —digo con calma. Me he apartado unos pasos de los niños cuando le he visto acercarse. Hablamos en voz más bien baja. No es conveniente que los pequeños oigan. —Me asusté. Me asusté tanto al no verte que... i Y total para nada! —Siento no haber sufrido un trágico accidente —me burlo— De haber sabido que eso te hubiese producido una emoción nueva, tal vez... ¿Qué hubieses preferido? ¿Que me estrellase en el coche, o que me ahogase antes de llegar a la gruta? — ¡Eso son estupideces! Y no me gustan las estupideces. ¿Quiénes son esos chiquillos? —y señala para ellos con un gesto medio despectivo. —No lo sé... — Bueno, ¿vas a venir a la gruta? No tardes. Iré delante y te espero— hay impaciencia en su voz y deseo en sus ojos. —No puedo ir. Tengo que cuidar de estos chicos hasta que regrese su padre. —¿Su padre? ¿Y quién es su padre? ¿No dices que no sabes quién son estos crios? No. No son celos. Es amor propio. Vanidad herida, tan solo... —Hace un rato que les he conocido. Tenían un bote nuevo y el padre quería remar un poco con él. Yo me quedé con los niños hasta que él regrese. Así que no puedo ir hasta que él vuelva. — ¡Pero esto es el colmo de la insensatez! Apenas puedo creer que una mujer como tú, se quede aquí, aguardando el regreso de un hombre al que dice no conoces, y rodeada de chiquillos... —Pues ya ves...— sonrío divertida de su exasperación. Siento una extraña felicidad al poder hablar así, con esa segura y no fingida indiferencia. Le miro atentamente, como a un extraño. Y ya no me parece tan atractivo, tan atlético, ni sus brazos tan cálidos, ni sus besos tan apetecibles. Me parece, más bien, un hombre corriente, lleno de egoísmo, de vanidad... Y no me gusta la imagen. Sé que esa es la exacta y no la que yo había inventado... RODRIGUEZ: Cita en el sol

El me mira ahora fijo y frío. Lentamente dice: —A pesar de tus aires de mujer inteligente y superior, eres igual a cientos de miles de mujeres vulgares. Creí en tu disfraz, pero... ahora te veo como eres: te chiflan los seriales; te emocio­ nan las marchas militares y te hacen llorar los niños desvalidos. Pero escucha esto: si no vienes ahora, es posible que no volvamos a vernos. Si eres una pizca sensata, te darás cuenta de que digo la verdad. —Soy sensata. Y no voy a ir. Tampoco me importa no volver a verte... No miento. Me siento libre. Inexplicable, gozosamente libre. El no dice nada y, a grandes zancadas remonta la cuesta. Y sé que, para cuando yo reanude el cuento interrumpido, su coche ya zumbará por la autopista, alejándole definitivamente de mi horizonte. —Estaba enfadado ¿verdad?— pregunta el mayor de los niños. — Sí. Pero no importa. —¿Es tu novio? —pregunta otro— ¿Te has peleado con él? — No. Yo no. Pero él sí tenía ganas de pelear con alguien— explico. —¿Por eso no se ha quedado aquí? —pregunta el más pequeño. — Le molesta la gente corriente, como nosotros —río al decirlo. —¿El no es gente corriente?— insiste el pequeño. — Pues... él cree que no. Al menos se siente superior. Es un artista. O imagina que es un artista. Sigamos con el cuento. ¿Por dónde íbamos? Desentierro de mi memoria cuentos a barullo. Y de pronto me doy cuenta de que el botecito blanco no ha regresado. El mar, hace ya rato, que se agita bastante, a impulsos del viento, aunque en este lado del promontorio apenas se nota. Y el padre de estos chiquillos no remaba muy bien. ¿Y nadar? ¿Sabrá nadar? me pregunto angustiada. El mayor de los niños parece leer mis pensamientos y les da forma concreta al preguntar: —¿Por qué tardará tanto mi padre? ¿Le habrá pasado algo? —No seas tonto. ¿Qué va a pasarle?— intento tranquilizarlo. —No sé... Puede haberse roto el barco... No sé, pero algo... 95

El pánico que había empezado a sentir en mi interior, se acrecienta al escuchar, en la boca infantil, todos los pensamien­ tos negros, espantosos. Y como ocurre siempre, el pánico se extiende, crece, invade todas las imaginaciones. Y el más pequeño empieza a llorar. Llora desconsolado, repitiendo, insis­ tente, esa letanía que, frecuentemente, emplean los niños y que debe tener, para ellos, la más poderosa fuerza: — ¡Quiero que venga mi papá! ¡Quiero que venga mi papá! Intento poner orden en el grupo. — ¡Pero bueno! ¿Qué es lo que está pasando aquí? ¿Es que tu padre no tiene derecho a dar una vueltecita tranquilo? El está encantado remando. Se ha entretenido un poco. Eso es todo. Y vosotros estáis aquí, armando un escándalo por nada. Volverá en seguida. Ya lo veréis. Ahora mismo... Mentalmente pido a Dios que sea verdad. Que no me equivoque y que, dentro de un instante, le veamos aparecer. Siento un escalofrío de miedo, pero sigo animando a mi auditorio. El mayor mira insistente hacia el mar. Y estoy segura de que no escucha nada de lo que digo. Y yo... yo ya no sé qué contarles. El tiempo corre, corre, corre... y a su compás va creciendo mi miedo. No conozco a estos niños ni a su padre, pero siento que estoy unida a ellos por invisibles lazos. Sé que, de ocurrir algo, sentiré tanto dolor como ellos mismos. Sé que me veré mezclada, unida íntimamente a la tragedia. Y conozco el sabor de ésta. He vivido esa tragedia en otra ocasión ya lejana. Sé lo que es el frío helado del dolor, en la carne infantil. Yo tendría la edad del mayor de estos niños, cuando perdí a mi propio padre. Y sé el terrible vacío, la desesperación que se expe­ rimenta, al perder al ser a quien más amamos... Revivo aquellos instantes mientras voy contando la historia del niño malo, convertido en gnomo, que viajó a través de todo su país, a lomos de un pato salvaje. Repito palabras. Invento escenas. Mezclo situaciones. Y estoy aterrada. ¡Dios mío, que regrese prontol ¡Que se acabe esta angustia! ¡Que estos niños no conozcan el dolor de perder a su padre! Hablo y hablo y mis ojos están fijos en el mar. Finalmente me decido: —Esperad un momento. Voy a preguntar a ese hombre qué hora es. Mi reloj se ha parado. 98 RODRIGUEZ: Cita en el sol

Me alejo rápida hacia el viejo pescador, que recose sus redes, en un extremo de la playa. Le cuento lo que sucede y sus ojos grises se fijan en los míos con visible escándalo. — (Pero ese hombre está locol ¿Es que no ha visto como está la mar? —Todo parecía tan tranquilo cuando se marchó... murmuro, confusa. — iTranquilol —suelta una palabrota— ¡Qué gente tan chalada! Se pone en pie con cierta dificultad. Me mira muy serio y camina después hacia una de las barcas amarradas a unos pasos de la orilla. Se dobla los pantalones y comienza a adentrarse en el agua. Luego dice en voz baja, mientras yo le sigo: —Si dentro de media hora, no he vuelto, suba y diga en el cuartel de la Guardia Civil, que avisen a la Comandancia de Marina... Al instante el plof, plof del motor, y la barca, no muy nueva, se adentra en el mar, dejando tras ella un poquito de humo que se diluye en el azul, ya un poco pálido a estas horas, del cielo. Vuelvo junto a los niños. El mayor me mira interrogante. Adivino en sus ojos, que sabe que ese pescador ha ¡do a buscar a su padre. Que sabe, también, que comparto su inquietud y su angustia. Pero no pregunta. En unos instantes ha crecido. Se ha hecho adulto. Me ayuda a entretener a los otros cuatro. Admiro su infantil coraje, sacado sabe Dios de qué lugar de su aterrado corazón. Los pequeños se quejan de que tienen frío. El mayor trae la ropa dejada un poco más allá, y los visto. Casi no tengo ánimos para hablar. Pero, inconscientemente, rezo. ¿Cuánto tiempo hace que mis labios no habían formulado una oración? No lo sé. Pero ahora rezo y pido a Dios, desde el fondo de mi alma, que el hombre regrese sano y salvo. Más tarde creo escuchar, lejano y ténue, el plof, plof, del asmático motor de la barca. Y a su compás parece que late mi corazón angustiado. Siento un escalofrío y mis ojos se quedan inmóviles en el lugar por donde creo aparecerá la barca. ¿Habrá encontrado al diminuto bote blanco y, dentro de él, al padre de los chiquillos? Mi oración se hace más trémula y angustiada. Y B7

luego... Jamás creo que experimentaré mayor alegría, ni mayor agradecimiento: Remolcado por la vieja y panzuda barca, viene el botecito blanco. |Y dentro de él, el padre de los niñosl Estos empiezan a gritar, con tal fogosidad y entusiasmo, que sus gritos me parecen el más fenomenal canto de alegría que jamás escuché. A su lado, los coros de la Novena Sinfonía, podrían sonar tristes y apagados. También yo siento deseos de gritar de desconocida felicidad, de loco agradecimiento a Dios, que ha evitado el dolor a estos niños... Avanzamos corriendo hacia las dos dispares embarcaciones. Grande, solemne, resoplando pesadamente, la sólida barca de pesca. Pequeña, frágil, inconsciente y ligera, la lanchita de plástico endurecido, que salta alegremente sobre las olas. Los niños ya están junto a su padre, que los abraza con demasiada emoción, como para imaginar que él no ha pasado miedo. Mucho miedo de no volver a verlos. El pescador no habla. Está muy atareado amarrando su barca. Me aproximo a él. — Gracias —murmuro con poca voz. Me mira asombradísimo. —¿Gracias? ¿Por qué? Ese loco estaba en peligro. Había perdido un remo. ¿Sólo él estaba en peligro? Creo que también yo lo estaba. Y algo me ha salvado. Sonrío sin darme cuenta. Seguramente es cierto que soy una mujer cursi. Tal vez me gusten los seriales, las marchas militares y los niños desvalidos. Seguramente no soy, ni más ni menos, que como cualquier otra mujer vulgar y tonta. Pero me siento feliz. El jamás podrá dominarme nunca. ¿Cómo se ha producido el cambio? ¡Si no lo sé! Se ha producido y ya está. La flecha de mi veleta ha girado vertiginosamente, sin chirriar, y se ha orientado hacia el buen viento, hacia el viento sano, limpio y sin barreras. Creo que ya nunca más buscaré la complicidad del sol. Me siento libre. Libre... El hombre y los niños se han acercado. El me mira con profundo agradecimiento y creo ver una rara humedad en sus ojos.. Sólo dice: — He pasado un mal rato ¿sabe? Y siento haberla hecho perder tanto tiempo... —No es nada. No se preocupe. Ahora me voy. Tengo prisa. Adiós... B8 RODRIGUEZ: Cita en el sol

Beso rápida a los chiquillos, estrecho la mano del hombre joven y del pescador viejo, y corro senda arriba, hacia mi coche. El padre de los niños, si empieza a buscar dentro de sí, encontrará una serie de palabras que podrían estropearlo todo. Y no quiero que tenga que esforzarse en buscarlas. Así está bien. Todo está muy bien. Y hasta el motor de mi coche, parece cantar cuando le pongo en marcha, para unirme a la larga caravana que se dirige a la ciudad. Consuelo Jiménez de Cisneros SIETE POEMAS

FIN DEL MUNDO

Ya bajan, ya bajan eternos caminos, ya bajan, flamígeros ángeles nuevos, ya bajan, senderos de luz y de muerte. Ya bajan. El mundo retuerce sus manos, el mundo... temiendo las largas espadas; el mundo ha visto, fruncidos los ceños, a un ángel que quema con rayos de albores, a un ángel que sabe los nombres de todos, too JIMENEZ DE CISNEROS: Siete poemas

a un ángel del cual no es posible esconderse. A un ángel... Se rompen las puertas del miedo, se rompen, las furias de cuatro jinetes se rompen, los sellos de un arca cerrada se rompen. Flamígeros ángeles nuevos ya bajan senderos de luz y de muerte, ya bajan. V dos universos se enfrentan. Ya bajan alados soldados de trueno. Ya bajan, ya bajan, ya bajan... ΙΟΙ

FLORES DEL INFIERNO

Esas flores que mecen el aire de lo eterno, en verano florecen, se agostan en invierno. Son las flores malditas de mi impulso segundo, que nunca están marchitas, y en cuyo olor me hundo. Esas flores me son traídas del infierno, colgadas de un rincón del más amargo Averno. Viejas flores inválidas, estériles y frías y fecundas y cálidas... Esas flores son mías.

(Escrito en Amsterdam, Museo Van Gogh, ante el cuadro "Girasoles") me JIMENEZ DE CISNEROS: Siete poemas

CANTAR

El viento mueve las hojas de los naranjos pequeños, iay, mi amor! el viento lo lleva todo, se me lleva tu recuerdo. ¡Ay, mi amor! El viento corre y retoza entre las calles ligero; iay, mi amor! más rápida te perdí, y sin darme cuanta de ello. ¡Ay, mi amor! Y sin darme cuenta de ello... tos

CIEGA

Sola tú, también solo tu camino, hambrientas de caricias palma y mano, sediento de cariño el ser entero. Tus ojos son dos focos enterrados en una oscuridad de estrellas secas, encendidos astros que se apagaron hace mucho tiempo en la penumbra de un mortal ocaso agorero y caliente. Tu piel tantea todo, lado a lado, por las noches no largas, sino eternas, de tu vida de un negro amoratado, sin color y sin forma ni figura. Dime si tus pupilas han llorado, pupilas que aún están sin estrenar.... Dime lo que por tu iris ha pasado, un iris para ti desconocido. Ni los hombres que pasan a tu lado, ni los espejos, no, nada te dicen, por eso están tus ojos tan callados (Y giran en tu torno luces grandes) mientras hablan tus labios; (Y esas sangrientas luces las sientes resbalar entre los brazos) Por un mundo que siempre te contempla paseas tus dos ojos admirados sabiendo no podrás corresponderle. ¿Por qué, pese a no ver, le vas mirando? «■« I JIMENEZ DE CISNEROS: Siete poemas I

SUEÑO A LA ORILLA DEL RIO

Blanden los álamos pálidas ramas, caen de los cielos fantasmas extraños, rompen en risa los flancos del río, flautas sus cañas, que tocan sin fin músicas lentas de sorda armonía, danzas que bailan los seres soñados... Brotan del agua silvestres siluetas, suben por nubes de blanco fulgor, trepan espíritus, vibran alturas, miden sentidos y pesan lo etéreo... Búcaro lleno, mi yo descompone este su sueño plagado de lunas... blanden los álamos pálidas ramas, caen de los cielos fantasmas extraños... Ya bien despierta, me alzo yo sola, piso las márgenes cumbres del río... Miles de pájaros gritan su noche, vuelan, y guían mi largo sendero. IOS

COPLILLA DEL ASOMBRO DE SAN JOSE ANTE EL NACIMIENTO DEL NIÑO JESUS

Con ver a Dios un día sé que soñé. ¿Y es Dios esta alegría? No sé, no sé. . .

Pues itan pequeño! ¡tan débil! itan llorón! Quizás aún sueño.

Con ver a Dios, mi Bien, sé que soñé. ¿Será Dios este Edén? No sé, no sé...

Pues itan pequeño! itan débil! itan llorón! Quizás aún sueño.

Con ver de Dios la faz sé que soñé. ¿Será Dios esta paz? No sé, no sé...

Pues, itan pequeño! itan débil! itan llorón! Quizás aún sueño. 106 JIMENEZ DE CISNEROS: Siete poemas

LARGO DE HAENDEL EN NOTRE-DAME

Afuera, luz y gente, aire, palomas, dentro penumbra, solitarios bancos, y entre la perspectiva, tú que asomas, órgano innominado, sones blancos.

Sonrientes los santos en su altura, me miran, si benévolos, con sorna, desde su larga fila de escultura, la que de parte a parte el templo adorna.

Por la vidriera mágica encendida en mil traviesas luces de colores, asciende una música transida de místicos deleites y candores.

¿Cuál sería la mano poderosa que llenó el aire terso de gemidos, de palabras etéreas, como rosa desmenuzada ya por los sentidos?

Y detrás del pilar alto y ufano donde otro Pablo un d ía renaciera, con gratitud imaginé esa mano para rogar a Dios la bendijera. NOTICIERO

NOTICIERO

NOTICIAS Y ACTIVIDADES como Vocal de dicha Junta Rectora por ser Presidente de ALTAS Y BAJAS la Sección de Música y Folklore. En el primer cuatrimestre La Vicepresidencia de la del año actual, 1974 a que se Corporación Provincial, que ha contrae esta información, se recaído en don Jorge Silvestre han producido en el Instituto Andrés, alcalde de Alcoy, lleva de Estudios Alicantinos las consigo el sustituir, en lo que variaciones que se indican, respecta al Instituto, al Presi­ como consecuencia de la cons­ dente de la Excma. Diputación titución de la nueva Corporación en las ausencias de éste. Provincial. Ha ocupado el cargo de Ha causado baja en la Jun­ Diputado, Presidente de la Co­ ta Rectora don José Sastre misión de Educación, Cultura y Bernabeu, Diputado Provincial, Deportes, de la Corporación alcalde de Dénia. Provincial, don Joaquín Ibáñez Blasco, alcalde de Cocentaina, Ha dejado de ocupar el quien ha pasado a ser, por ello. cargo de Vicepresidente de la Vicepresidente de la Junta Rec­ Junta Rectora doña Amparo tora del Institüto. Ferrándiz Morales, por haber cesado en su condición de 'Di­ Y el recién elegido Diputa­ putado Provincial, Presidente de do, don Adrián Espí Valdés, ya la Comisión de Educación, Cul­ miembro de la Sección de Artes tura y Deportes, si bien continúa Plásticas del Instituto, ha sido TIQ Noticiero

designado para ocupar un pues­ fragmento del retablo de la to, como Vocal, en la Junta Mare de Deu, de Cocentaina. Rectora. Ha aprobado la liquidación de créditos que figuran en las DE LA JUNTA RECTORA resultas de años anteriores y ha De enero a abril de 1974, confeccionado el presupuesto ambos inclusive, se ha reunido para el presente ejercicio, así cuatro veces la Junta Rectora como la programación para del Instituto. 1974 de las actividades de las distintas Secciones de Trabajo. En dichas reuniones ha resuelto los asuntos que las SECCION DE FILOLOGIA Y Secciones de Trabajo le han LITERATURA sometido a su consideración, entre las que se cuentan la Esta Sección se ha reunido ratificación de los fallos de los dos veces en el cuatrimestre y, Jurados de premios, concursos en ellas, ha tratado preferente­ o ayudas de investigación, estu­ mente de confeccionar el pro­ dio de la petición de creación grama a desarrollar en el año, de nuevas Secciones o nombra­ ajustándose al presupuesto se­ miento de nuevos miembros, ñalado. Ha redactado algunas mociones de diversa índole, Mociones para la Junta Rectora decisión de compra de obra y ha propuesto el nombramien­ plástica, etc., etc. to de un nuevo miembro de la Sección. Ha conocido la autori­ Cabe destacar que ha co­ zación por parte de la Corpora­ nocido y ratificado el fallo de la ción Provincial de la edición del comisión especial creada para libro "Asamblea Comarcal de la concesión del premio para Escritores. Orihuela, 1972". En una obra de divulgación, a nivel él se recogerán las Ponencias infantil, del Misterio de Elche. que en su día se leyeron en Los adjudicatarios del premio dicha Asamblea, la síntesis de han sido doña Helena Reginard las Comunicaciones presentadas y don Enrique Llobregat Conesa. y, como Apéndice, cuatro poe­ Ha comenzado a conocer mas de exaltación de Orihuela el proyecto de creación de me­ en la fiesta del Azahar. dallas e insignias como emble­ ma a utilizar por los miembros SECCION DE del Instituto. Se acordó aceptar ARTES PLASTICAS como tal emblema la reproduc­ ción de la parte inferior de un Se nombró una Comisión Ί11

especial para la adquisición de SECCION DE MUSICA obras de artistas plásticos ali­ Y FOLKLORE cantinos para ir incrementando En este primer cuatrimestre del el fondo pictórico del Instituto. año esta Sección se ha reunido Esta comisión se ha reunido dos veces y, en ellas, se ha dos veces en el cuatrimestre y estudiado y acordado el progra­ acordó proponer la compra de ma a desarrollar en el ejercicio cuadros de los siguientes pinto­ corriente. res alicantinos: don Gastón Castelló, don Javier Soler, don Se ha considerado la con­ Manuel Baeza, don José A. Cía veniencia del estreno de la obra y don José Díaz Azorín. musical del ¡lustre compositor alicantino don Rafael Rodríguez Albert titulada "Horas y Cami­ SECCION DE CIENCIAS nos". Esta obra fue objeto de un encargo directo de esta La labor primordial de esta Sección. El estreno de la misma Sección ha sido la confección tuvo lugar el 24 de febrero en del programa a desarrollar en el el Teatro Principal, de Alicante, presente ejercicio. En la reunión y estuvo a cargo de la Banda celebrada el 27 de marzo se Municipal de Alicante, bajo la llegó al acuerdo de convocar dirección de don Moisés Davia. una serie de ayudas para tesis Asistió el autor y el éxito de y tesinas y para un estudio público y crítica fue unánime. científico que, en el momento A la vista de tan relevante de las convocatorias respectivas, acogida, la Sección ha propues­ se darán a conocer en estas to la edición de la referida obra. páginas. También ha acordado la Ha continuado abierto el propuesta de edición de la obra plazo de presentación de traba­ "Sant Cristòfol, aire y sol", de jos para los premios convoca­ don Justo Sansalvador Cortés, dos el año anterior y que habrán así como ha conocido la acep­ de fallarse en mayo y junio tación por parte de don Salva­ próximos: "Polución por plagui­ dor Seguí del presupuesto fija­ cidas en la provincia de Alican­ do para que éste confeccione te", "Estudio crítico y biográfico un cancionero escolar. de los científicos alicantinos más preeminentes de los siglos La Sección ha participado XVIII y XIX" y "Aspectos histó­ en el homenaje que el Club ricos de los vinos alicantinos". Urbis, de Madrid, ha rendido al Noticiero

ilustre compositor alicantino Se ha propuesto una ayuda don Oscar Esplá. A dicho efec­ de veinticinco mil pesetas para to, el Secretario de la Sección, el Laboratorio de Arqueología, don Juan de Dios Aguilar Departamento de Prehistoria, Gómez, escribió un artículo para Facultad de Filosofía y Letras, el programa-homenaje. de la Universidad de Valencia, con motivo de los actos conme­ morativos del L aniversario de SECCION DE su fundación. HISTORIA Y ARQUEOLOGIA Se ha dado cuenta de la Tres veces se ha reunido edición por el Departamento de esta Sección en el primer cua­ Geografía, Universidad de Va­ trimestre del año. Ha estudiado, lencia, en colaboración con este con carácter preferente, el pro­ Instituto y el Ayuntamiento de grama que la misma ha de Ibi, de la obra de doña María llevar a cabo en el año actual. de los Angeles Casado Sánchez titulada "Ibi. Estudio geo-eco- En la reunión del 14 de nómico de un núcleo indus­ enero se falló la Ayuda de trial". Este trabajo constituye la Investigación convocada para tesis de licenciatura que obtuvo “Catalogación de Fondos de una Ayuda de Investigación de Archivos en la provincia de esta Sección durante el curso Alicante". Fue concedida dicha 71-72. Ayuda a don José Martí Muñoz, para la Catalogación de los fondos de carácter histórico del SECCION DE DERECHO, Archivo Municipal de la ciudad SOCIOLOGIA Y ECONOMIA. de Dénia. Durante este primer cuatri­ Se ha elevado una moción mestre del año se ha reunido la a la Junta Rectora por la que Sección dos veces. Se recibió se adjudica a don Laureano y conforme el trabajo de don don Adolfo Robles una Ayuda José A. Martínez Bernicola que, de Investigación, dotada con en su día, obtuvo una Ayuda cien mil pesetas, para la trans­ de Investigación, sobre el tema cripción y estudio del amplísimo "Evolución socio-económica y diplomatario de la antigua Uni­ conflictos laborales en España. versidad Orcelitana, sita en el 1939-1972". También se tuvo Colegio de Santo Domingo, y conocimiento de que don Trini­ que perteneció, a su tiempo, a tario Salinas Rives renunció a la Orden de Predicadores. la Ayuda que le había sido otorgada. na

Se estudió y confeccionó el programa de actividades de Se ha publicado el n° 11 de la Revista "Instituto de Es­ la Sección para el año actual. tudios Alicantinos" y el n° 1 En la reunión de 22 de del suplemento "Forma Abier­ Marzo se adjudicaron los con­ ta". La revista ha cambiado su cursos convocados el pasado periodicidad. A partir de este año. El estudio sobre "Imagen año se publicará cuatrimestral­ de la provincia de Alicante" se mente, en lugar de la aparición concedió a la firma ICSA Ga­ semestral que tenía hasta ahora. llup, de Madrid. La investiga­ ción sobre "Turismo de invier­ Se ha preparado el sumario no y asentamiento de extran­ y el montaje de este n° 12 y se jeros en la provincia de Alican­ ha conocido el presupuesto te" recayó en don Mario Gavi­ asignado a la Sección. Con ria, sociólogo, con domicilio en cargo al mismo se han estudia­ Benidorm. La Ayuda de Investi­ do las posibilidades de edición gación para estudiantes de de diversos libros. Centros de Enseñanza Superior En el cuatrimestre se han se otorgó a don Juan Penades publicado los siguientes libros: Micó, estudiante de 3o curso Serie I n° 15 "El habla de de ESCE, para el tema pro­ Orihuela", de don José Guillén puesto "Él sector del juguete García.— N° 16 "Historia de en la economía industrial ali­ los Hospitales en Alicante", de cantina. Aproximación a una don Rafael Martínez San Pedro. perspectiva a medio plazo". Se Serie II n° 4 "La cocina declaró desierta la Ayuda de alicantina da cuina i eí menjar Investigación convocada sobre alacantí)”, de don Francisco G. el tema "Estudios Superiores Seijo Alonso. de Derecho, Sociología y Cien­ Serie IV n° 3 "Las chapas", cias Económicas en la provincia teatro, de J. D. Sutton. de Alicante. Apreciación estu­ diantil sobre la influencia de su Se ha publicado la 2a edi­ proximidad". ción, en colaboración con el M.l. Ayuntamiento de Villena, del libro "La relación de Villena SECCION DE de 1575", de don José Ma PUBLICACIONES Soler García. Este libro era el n° 1 de la Serie I y estaba Tres veces se ha reunido agotado prácticamente desde esta Sección en el transcurso su publicación hace unos años. del primer cuatrimestre del año. ««4 Noticiero

De los colaboradores de de esta Revista antes citados: este número "Manifestaciones de art nou­ veau en Alcoy". Valencia, "Ar­ CARENAS, Francisco chivo de Arte Valenciano", 1972. pp. 71-77. "Nuevos pen­ Nace en Baniarjo (Valencia) sionados de arte de la Diputa­ en 1938. Es doctor en Filosofía ción Provincial de Alicante". y Letras desde 1967. Ejerce Alicante, Rev. IDEA, n°»9,1973, actualmente su cátedra de Lite­ pp. 23-36. "La pintura contem­ ratura en la Universidad de poránea española en la filatelia Boston. A él se deben numero­ extranjera: Picasso, Miró, sos estudios y ensayos literarios Dalí...". Madrid, "Revista de publicados en revistas especiali­ Filatelia", enero 1973, pp. 8-12. zadas de Amsterdam, Estados "La escuela pictórica alcoyana: Unidos, Puerto Rico y Méjico. 1769-1969". Valencia, Rev. "Saitabi", n° XXIII, 1973, pp. Ultimamente ha publicado, 191-220. "Siglo y medio de en "Adonais", e! libro "Poetas pintura alicantina". Alicante, españoles en U.S.A.", del cual publicaciones de la CASE. 1973, hemos transcrito los anteriores 134 págs. "Emilio Sala retratis­ datos biográficos. ta. Los retratos del Museo de Bellas Artes de Valencia". Va­ lencia, "Archivo de Arte Valen­ ESPI VALDES, Adrián ciano", 1973, pp. 49-53. "Escul­ Nació en Alcoy (Alicante) tura y escultores en Alcoy". en 1940. Véase "curriculum vi­ Alcoy, imp. "La Victoria", 1974. tae" en los números 1 (pág. 126 págs. 158), 5 (pág. 145) y 9 (pág. En preparación: "Las 121). artes plásticas en Alcoy en el Académico correspondien­ periodo de la postguerra. 1939- te de la Real de Bellas Artes de 1974" San Fernando de Madrid. Cro­ En prensa: "Relación de nista de la Asociación de San Alicante y sus pintores con Jorge, de Alcoy. Miembro de Joaquín Sorolla". Separata de número de la sección de Artes IDEALIDAD, Alicante. Plásticas de IDEA. Diputado Provincial. Premio Periodismo "Alcoy", 1974. JIMENEZ DE CISNEROS, Consuelo Ha publicado después de lo consignado en los números Nace en Alicante el 24 de I 115

mayo de 1956. Estudia Lingüís­ en periódicos y revistas sobre tica en el CEU. Ha obtenido temas de historia y literatura. diversos premios literarios. La Embajada del Perú en España "Azorín a través de su obra" publicó su trabajo "Un comen­ (Ensayo) 1973. "Club Nuestro tario a los comentarios del Mundo" (Novela corta) 1971. Inca". Premio Especial Juegos Florales Daya Nueva 1972. Premio "Lasser" de cuentos navideños, 1968. Ha dado últimamente un RAMOS PEREZ, Vicente recital de sus poemas en la Casa de Cervantes (Valladolid) Nacido en Guardamar del con notable éxito de critica y Segura (Alicante) en 1919. Véa­ público. Cultiva el verso y el se su "curriculum vitae" en relato breve y colabora en revis­ esta Revista, n° 1 (pág. 160- tas y periódicos. 161), y nota en el n° 8 (pág. 134). Ha publicado con posterio­ ORTIZ JUAREZ, JoséxM° ridad: "Semblanza de Francisco Cordobés. Licenciatura y Figueras Pacheco" (Valencia, Doctorado en Filosofía y Letras. 1972). "Lo alicantino en Azorín" (Alicante, 1972), "Algunos es­ Magisterio. Profesor Numerario critos de Felipe II a los alicanti­ por oposición de Lengua y Lite­ nos" (Valencia, 1973), "Miguel ratura Española en el Instituto Hernández" (Madrid, 1973) y Luis de Góngora de Córdoba. "La Guerra Civil (1936-1939) en Académico Numerario de la la provincia de Alicante", tres Real Academia de Ciencias, tomos (Alicante, 1973-1974). Bellas Letras y Nobles Artes de Córdoba, ha sido subdirector de la Escuela de Comercio y Secretario del Instituto Luis de RODRIGUEZ CONCA, Góngora. Concepción Tiene publicado: "América En Editorial Bruguera, Edi­ en la Catedral de Córdoba", torial Rollan y Editorial Toray "Córdoba en la obra de Lope ha publicado cerca de doscien­ de Vega" y "La poesía navideña tos títulos del género denomina­ de Góngora". do "novela rosa" y "novela de Cuenta, además, con nume­ aventuras", así como algunos rosos artículos de colaboración cuentos de ciencia-ficción en la 11® Noticiero

Revista Algo. Su opinión es sol" que damos a conocer en que esta especie de sub-literatu- nuestra sección de "Textos". ra ha inclinado a la lectura a determinado público alejado de RUBIO GOMIS, Federico la cultura. En ocasiones, ha intentado la literatura seria, co­ Véase su "curriculum vi­ mo en el cuento "Cita en el tae" en el n° 6, pag. 133.