La Guerra De La Restauracion
Total Page:16
File Type:pdf, Size:1020Kb
JUAN BOSCH LA GUERRA DE LA RESTAURACION Febrero, 1982 Santo Domingo, R.D. primera edición en santo domingo, r.d., 1982 santo domingo, 1982 composición y diagramaciÓn: niwas r. de polanco derechos reservados conforme a la ley impreso en santo domingo, r.d. por editora corripio, c. por a. zona industrial de herrera. PALABRAS DE INTRODUCCION Los capitulas de este libro se publicaron en el se- manario Vanguardia del Pueblo a partir del número 253, correspondiente al 20 de agosto de 1980, y se recogen ahora en un volumen porque no me queda la menor duda de que la guerra de la Restauración es la página más notable de la historia dominicana y también la más ignorada, no ya desde el punto de vista subjetivo sino desde el objetivo. La casi totalidad de los dominicanos no tienen idea de lo que fue esa guerra como esfuerzo colectivo, gigantesco y heroico, y tiambién 20 que fue como hazaiia militar; y quien lo sabe, como le sucede al autor de estas ltneas, está en el deber de hacer todo lo posible para que el mayor número de personas hagan conciencia de la grandeza de ese episodio de la vida nacional. 8 JUAN BOSCH La guerra de la Restauración comenzó el 16 de agosto de 1863 y el dta 22 caían en manos de los res- tauradores Guayubín, Dajabón, Monte Cristi, Sabane- ta (hoy Santiago Rodrtguez); el día 24 el capitán gene- ral español declaraba el estado de sitio en todo el pats; el 28 catan en poder de los insurgentes el ayuntamiento y el cuartel de Puerto Plata, La Vega, San Francisco de Macorís, Cotuí; el 30 cayó Moca y Gaspar Polanco llevaba a Santiago mil hombres con los que iba a iniciar- se ese mismo dia la batalla conocida con el nombre de esa ciudad. A los dieciocho días de haber comenzado la guerra, las tropas españolas de Santiago estaban refigiadas en la fortaleza San Luis, y tres días después, el 6 de sep- tiembre, los restauradores le daban fuego u la capital del Cibao, un hecho único en la historia de las guerras de independencia latinoamericanas. El día 14 salió Luperón hacia Moca; el 15 despachó desde La Vega al general José Durán para San Juan de la Maguana por la vía de Jarabacoa y Constanza, y para fines de mes ya el general Durán habta llevado la revolución a todo el Sur mientras Luperón se establecia en Bermejo y enfrenta- ba a Santana, que había acampado en Guanuma. Qué explicación puede haber para semejante rapidez en lu acción? Una sola; que la guerra de la Restauración tuvo desde el primer momento el apoyo resuelto de las gran- des masas del pueblo dominicano porque en ella se reu- nieron una guerra de liberación nacional y una guerra social, en las cuales participaban a la vez hombres ani- mados de poderosos sentimientos patrióticos y hombres LA GUERRA DE LA RESTAURACION 9 de acción que van a los campos de batalla en busca de ascenso social, y en ocasiones, como pasó en la de la Restauración, hombres en quienes se daban los dos es- ttmulos, el patriótico y la necesidad de ascender social- mente. Para tener conciencia clara de qué es él, el pueblo dominicano debe conocer en detalle, y de ser posible a fondo, lo que fue la guerra de la Restauración, ese acontecimiento histórico extraordinario que no fue igualado en paises de la América nuestra más ricos, más cultos, más poblados que la República Dominica- na; pero es el caso que aunque se ha escrito bastante sobre esa epopeya, se ha hecho, sin embargo, con criterio polémico o para darles claridad a éste o aquél o a varios episodios o para destacar a tal o cual persona- je de esa guerra, pero ésta no ha sido expuesta como un todo operando a nivel nacional gracias a la capacidad de acción de los hombres que la dirigieron pero también de los que la hicieron desde los puestos más bajos. Salvo en el caso de Pedro María Archambault, los historiadores de esa guerra- no llegaron- a darse cuenta del papel que jugó en ella el general Gaspar Polanco, pero además, por razones de clase, Gaspar Polanco aparece disminuido ante el juicio de las generaciones posteriores a la epopeya restaumdora porque no se le perdona el fusilamiento de Pepillo Salcedo, que en el orden clasista de la sociedad dominicana de la época ocupaba un lugar tan elevado como el que más, de manera muy especial entre los altos pequeños burgueses del Cibao. El fusila- miento de Pepillo Salcedo ,fue un error, pero un error que se explica en el carácter del hombre que ordenó en un momento dificil de la revolución Restauradora el 10 JUAN BOSCH hecho más importante de la guerra: el incendio de San- tiago. Gaspar Polanco no tiene estatuas y su nombre es uno más entre los de los jefes de la Restaumción, pero pocas veces, si es que se vio alguna vez, ha visto Ámérica la capacidad de decisión, el comje sin freno, la voluntad de la victoria que se reunieron en ese extraordinario analfabeto que había nacido en un campo de Guayubín. Los dominicanos de hoy se imaginan a los hombres de la Restauración vestidos con uniformes como los que años después, cuando se hallaban en posiciones de las más altas, usaban Luperón y Ulises Heureaux, o con los trajes que vestian los altos pequeños burgueses de San- tiugo, pero lo cierto era que los jefes y los so&dos de la epopeya Restauradora vestfan de,otra manera, tal como lo dice Pedro F. Bonó en su descripción del can- tón de Uerrrra;": "No había casi nadie vestido. Harapos emn los vestidos; el tambor de la Comandancia estaba con una camisa de mujer por toda vestimentu...; el cor- neta estaba desnudo de cintura pam arriba. Todos esta- ban descalzos y a pierna desnuda". En aquellos tiempos el hombre del pueblo que se las arreglaba para tener un caballo no podh ponerle una siUa de montar hecha de cuero y con estribos sino un aparejo que se hacia con hojas de plátanos amarradas con hüo de cabuya y cubiertas por cuero de chivo; y ast iban los dominicanos a la guerra, sobre esos aparejos, con los pies al aire y descalzos, armados de machetes y si acaso de fusiles, cuando se adueñaban de los que Ue vaban soldados espaRoles heridos o muertos. La guerra de la Restauración no fue una fiesta ni en LA GUERRA DE LA RESTAURACION 11 eUa podtan tomar parte todos los hombres. Para hacerla se necesitaban condiciones nada comunes, porque había que enfrentar un medio físico hostil con muy escasos medios para dominarlo y porque se combatta contra soldados españoles, cuyo valor ha sido proverbial desde hace siglos; y para formamos un juicio correcto de cómo la hizo el pueblo dominicano, con que ímpetu y arrojo se lanzó a ella, diremos que empezó el 16 de agosto de 1863 y un año y menos de cinco meses después -el 7 de enero de 1865- se presentaba en el Parlamento español un proyecto de ley que ordenaba el abandono, por parte de las autoridades españolas, del territorio dominicano; lo que equivale a decir que en ese corto tiempo España quedó comncida de que ne podfa ganarle a nuestro pueblo la guerra de la Restaumción. La guerra de lu Restauración fie una revolución burguesa frustmda, como lo había sido 2a separación de Haitt y como lo fue la revolución de Abd de 1965. Esa relación entre la epopeya de 1863 y el levantamien- to de 1965 me Ueva a publicar en este volumen, además de los capttulos que había escrito sobre la Restauración, los que escribí en junio y julio de 1979 sobre la guerm de Abril, que fueron publicados en Vanguardia del Pue- blo y también en dos ediciones de un folleto cuyo tttu- lo es La Revolución de Abril. Y ahora, una aclaración para los estudiosos de la Sociologia: ¿Cómo se explica que yo califique, lo mismo en este trabajo que en otros anteriores, de pequeña burgue- sia a capas de la población de un paB que como la Re- pública Dominicana no em todavía en los años 1860 y 12 JUAN BOSCH tantos una sociedad capitalista sino claramente precapi- talista? Porque no hay cómo llamar a esas capas, sobre to- do cómo llamarlas de manera que lo acepte un público lector no especializado en la materia. Para esos años en el país no había una sola industria y por tanto no había obreros. Las poblaciones más grandes no llegaban a 10 mil habitantes, lo que indica que no teníamos ni sombra de lo que algunos marxistas nuestros llaman "el a1to"o 66el gran comercio': no había un banco y por no haber no había ni un kilómetro de carretera o camino ni un puente. Los medianos y los pequeños campesinos podían trabajar lo mismo en tierra ajena que en terrenos comu- neros. De estos últimos, que eran una forma de propie- dad colectiva precapitalista, había grandes cantidades en todas las regiones. Había demasiada tierra baldía para que nadie, ni aún un propietario, se molestara o se preo- cupara por el uso que le dieran algunas personas a la tierra. No se conocía, y por tanto no se aplicaba ninguna técnica agrícola que no fuera la que pudiera ejecutarse a base de un machete para limpiar los terrenos y una coa de madera -un pedazo de ~alode dos pulgadas de diámetro con un extremo aguzado ai fuego-; no se conocía ningún sistema de irrigación y la crianza de vacas, cerdos y aves era puramente montaraz.