Mujeres Con Historia
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Mujeres con historia Susana Peiró Colección Historia CRÉDITOS TÉCNICOS Y LEGALES Dirección General: Marcelo Perazolo Diseño de cubierta: Daniela Ferrán Diagramación de interiores: Juleita L. Mariatti Está prohibida la reproducción total o parcial de este libro, su tratamiento informático, la transmisión de cualquier forma o de cualquier medio, ya sea electrónico, mecánico, por fotocopia, registro u otros métodos, sin el permiso previo escrito de los titulares del Copyright. Primera edición en español en versión digital © LibrosEnRed, 2011 Una marca registrada de Amertown International S.A. Para encargar más copias de este libro o conocer otros libros de esta colección visite www.librosenred.com A Dolores Herrera de Peiró. A los hombres de mi vida, Alexis y Alexis Jr.con amor. “La historia de todos los tiempos, y la de hoy especialmente, nos enseña que…las mujeres serán olvidadas si ellas se olvidan de pensar sobre sí mismas”, escribía Louise Otto-Peters en 1849. Así lo entendieron las feministas parisinas que, en 1970, llegaron ante el Arco de Triunfo para depositar una ofrenda floral “a la Mujer del Soldado Desconocido” y las universitarias, que sin ser historiadoras, comenzaron a indagar sobre el pasado de las féminas y producir nuevos estudios e investigaciones en los que las mujeres no solo eran sujetos, sino también agentes de la historia. A partir de entonces, esa “historia rara… irreal, desnivelada” que veía Virginia Woolf comenzó lentamente a inclinarse hacia “el otro lado”. Atrás quedaban siglos de una casi total ausencia de mujeres en las páginas de los libros de historia y comenzaba un cambio irrevocable en nuestra visión del pasado. Sin embargo muchas de nuestras mayores aún siguen silenciosas, desconocidas, desdibujadas, esperando que la Historia les devuelva su legítimo lugar y que nosotros no olvidemos. Por esa razón y con el espíritu de sumar otro canal de divulgación, hace algunos años, comenzamos publicando una columna semanal sobre mujeres con historia, en la página web “La cueva de Susana”. Artículos breves, miradas, versiones acerca de excepcionales damas que habían logrado sobresalir y ser incluidas en las historia tradicional, y también las que más nos agradan, esas “otras” que quedaron en el limbo, las desdeñadas y menospreciadas que trastornaron la jerarquía de los valores. Conocidas y no reconocidas, juntas. Heroínas, muñecas bravas, temerarias espías, escritoras avant la lettre, pioneras, científicas, deportistas, aventureras, mártires, asesinas, guerreras, santas, alegres concubinas y todas insubordinadas, rebeldes y polémicas, fueron reunidas en un ejercicio de memoria íntimo y por momentos emotivo junto a los lectores. Personajes como Margarita Konenkova, Victoria Woodhull, Louise Labé, Krystyna Skarbek, Louise Weber, Murasaki Shikibu, Gerda Taro, Elizabeth Jane Digby, Hildegard von Bingen, Mathilde Carré, Gudrid Þorbjarnardóttir, Alice Guy Blaché, Alla Nazimova, Thérèse Humbert, África de Las Heras Gavilán, Shih Shih Yang, María Bochkareva, Annemarie Schwarzenbach, Adèle Hugo, Geraldyn M. Cobb, Gertrude Bell, Mathilde Carré, Nancy Astor y más…integran esta selección de artículos Mujeres con historia, tan asimétrica… como la misma feminidad. DIE HEIMLICHE FAHRT DER BERTHA BENZ Ejem… el primer viaje largo en un auto con motor fue una proeza femenina.LA PRIMERA MUJER AL VOLANTE El 29 de enero de 1886 Karl Benz solicitó al gobierno alemán la patente Nº 37.435 para su extraño invento: un carruaje de tres ruedas, con chasis de acero y un motor integrado: el Motorwagen. El único problema es que nadie necesitaba ese extravagante adefesio ¿para qué? No tenía ningún propósito práctico. La gente se desplazaba a pie, a caballo, en carros tirados por caballos o bicicletas y la red ferroviaria seguía creciendo. [1]Luego de dos años, los pedidos brillaban por su ausencia y Karl se consolaba probando el vehículo en el patio de la fábrica y alrededor de su propiedad. Fue entonces cuando su esposa Bertha, ama de casa y madre de cinco hijos, decidió que era hora de intervenir en el asunto.En la primavera de 1888 –y mientras Karl dormía el sueño de los justos– la intrépida Berta y dos de sus hijos[2] sacaron el prototipo del cobertizo, lo empujaron una cuadra antes de poner el ruidoso motor en marcha y emprendieron la aventura: viajar 194 kilómetros (120 millas ida y vuelta) desde Mannheim- Heidelberg a Pforzheim, ciudad donde vivía la abuela. Bertha estaba convencida de que una mujer al volante de esa maravilla, despertaría la atención de la gente y no se equivocó. Die Geister![3] gritaban los agricultores, las gallinas corrían, los caballos y perros se espantaban y muchas mujeres no dudaron en espetarle Hexe! [4]acompañado de una lluvia de piedras. Pero la dama no se inmutó, segura de conseguir su propósito. Sin embargo, el histórico viaje no fue sencillo. El Motorwagen tenía motor de un cilindro y su potencia de 0,88 caballos de vapor le permitía alcanzar los 16 km por hora en terreno llano, pero el camino era montañoso y en los ascensos, había que empujar el armatoste. Por supuesto, tampoco había estaciones de servicio, talleres o repuestos y había que improvisar. Farmacéuticos boquiabiertos proporcionaron agua y le vendieron bencina para el extrañísimo vehículo, varios zapateros suministraron el cuero de repuesto para los frenos. Y los problemas técnicos fueron resueltos a la manera femenina: una liga de Bertha reparó la ignición y el pin de su sombrero –horquilla larga y recta–, desatascó la tubería de combustible obstruida. Bertha Benz llegó a destino al anochecer, en el carro sin luces y por caminos sin alumbrado público, pero llegó, con sus hijos sanos y salvos. Desde Pforzheim envió un telegrama al marido informándole de su hazaña. ¿Karl? Lejos de enojarse con su esposa, sonrió satisfecho. Esa mujer era la única persona en el mundo, aparte de él, en creer ciegamente en su invento. Bertha, bueno, marcó tres antecedentes para la historia: fue la primera mujer en subirse a un automóvil, la primera en hacer un viaje de larga distancia en ese vehículo…y también la primera en cometer una infracción de tránsito, las pruebas sólo se permitían en fábrica. Notas: La Bertha Benz Memorial Route es un camino turístico en Baden-Wurtemberg, Alemania, y miembro de la Ruta Europea del Patrimonio Industrial (ERIH). Desde su inauguración en 2008 todo el mundo puede seguir las pistas del Primer Gran Trayecto del Mundo en Automóvil realizado en 1888. El road test de Bertha permitió a su marido –padre del automóvil- trabajar en las mejoras y posteriores modificaciones de su invento. El combustible que usaba este primer automóvil era la ligroina, que se compraba en pequeñas cantidades en las farmacias. Esta sustancia se conoció por su nombre en alemán –Benzin– que pese al aparente parentesco no fue un homenaje a Karl Benz. El término derivaba del puerto africano de Bizerta (Benzert en alemán), donde la resina básica empezaba su viaje a Europa para transformarse luego en benceno. (Fuente: Coches Míticos) LA DAME QUI BOITE En 1942, la Wehrmacht tomaba control directo sobre todo el territorio francés y la ficción conocida como Francia de Vichy llegaba a un abrupto final. Una de las primeras tareas de Klaus Barbie, el flamante jefe de la Gestapo local, fue lanzar una campaña por todo el país para “cazar” a una espía: “La mujer que cojea es uno de los agentes aliados más peligrosos en Francia”. “Tenemos que encontrarla y destruirla” proclamaban los volantes de la Gestapo. Pero Virginia Hall era maestra en el arte de la evasión: Cruzó los nevados Pirineos a pie con su pierna ortopédica y logró escapar de las garras del Carnicero de Lyon.Las desventajas físicas pueden ser muy relativas y la espectacular vida de Virginia Hall es otro ejemplo. Nacida en Baltimore, Maryland, se había preparado con ahínco para la carrera diplomática[5], pero luego de un accidente, cuando le amputaron su pierna izquierda, perdió toda oportunidad en el US Foreign Service [6] y tuvo que renunciar a sus sueños. Ese “1939” la encontró en París. Se unió al Services Sanitaires de l’Armee, aprendió primeros auxilios y condujo ambulancias. Mientras sonaban los Sie kommen! del invasor en Francia, esta mujer sin pensarlo demasiado, puso sus dos pies, el bueno y el otro, en la historia. Gracias a su pasaporte de Estados Unidos viajó a Londres, fue reclutada por el SOE y entrenada como agente. Bajo la fachada de reportera franco-estadounidense del New York Post, se convirtió en un personaje vital para organizar, financiar, abastecer y armar a la Resistencia Francesa. Fue operadora de radio, trazó mapas, rescató aliados y facilitó su vuelta segura a Inglaterra; supervisó el salto de los paracaidistas del SOE en la zona ocupada y sobre todo, organizó inteligentes actos de sabotaje contra los nazis y una delicada “ingeniería” para rescatar prisioneros de guerra de las cárceles y campos de concentración. Tan bueno fue su trabajo que La Dame qui boite, como la apodaron sus compañeros, pasó al top en la lista de los más buscados por la Gestapo. Después de la cinematográfica huída en los Pirineos, aún con la Geheime Staatspolizei en sus talones y a pesar de la reticencia de sus jefes, Virginia volvió a Francia. En 1944, disfrazada de anciana informaba por radio los movimientos de las tropas alemanas y para el 6 de junio, ella y sus hombres estaban listos. Mientras los aliados desembarcaban en Normandía, Hall saboteaba las líneas de suministros y atacaba las tropas alemanas, causando el caos tras las líneas enemigas. En los últimos días de la ocupación alemana de Francia, su equipo destruyó cuatro puentes, descarriló varios trenes de carga rumbo a Alemania, causó la caída de las principales líneas telefónicas y tomó más de 500 prisioneros. La indómita Virginia Hall recibió en 1945 la Cruz al Servicio Distinguido (DSC) único otorgado a una mujer civil en la II Guerra Mundial –segunda condecoración militar más importante para un miembro del Ejército de los Estados Unidos– y fue honrada con el MBE (Miembro de la Orden del Imperio Británico) por su extrema valentía La espía con su pierna de palo, que ella había bautizado cariñosamente con el nombre Cuthbert, terminó apaciblemente su vida a los 76 años en una colina llena de gladiolos en la Maryland natal.