La Virgen De La Candelaria: Origen, Representación Y Fe En El Altiplano Peruano
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LA VIRGEN DE LA CANDELARIA: ORIGEN, REPRESENTACIÓN Y FE EN EL ALTIPLANO PERUANO Arql. Neiser Ruben Jalca Espinoza Proyecto Qhapaq Ñan Al hablar del sentir religioso en nuestro país, es obligatorio hacer mención a la Virgen de la Candelaria, por su historia e importancia reflejada en una fuerte devoción imperante en toda el área altiplánica y fuera de ella; pues, durante su mundialmente conocida celebración en febrero, se aprecia la congregación de miles de espectadores provenientes de distintas provincias y países, entre curiosos, devotos y apreciadores del arte, quienes son espectadores, y en algunos casos participantes, del despliegue de horas y días colmados de celebraciones y danzas de gran diversidad. Origen del culto Tras la famosa festividad, surge la interrogante respecto al origen del despliegue multitudinario de fe hacia la Virgen de la Candelaria. Para resolverla, debemos remontarnos al año 1392 en Tenerife, España. Tenerife es la isla más grande del archipiélago de las Canarias, la cual era parada obligatoria en los viajes desde dicho país hacia América, por ello, su imagen fue inculcada en el territorio colonial. Según De Orellana (2015) la devoción en Perú se originó en el pueblo de Huancané, en Arcani, al norte de Puno. La imagen obtuvo un número cada vez mayor de seguidores, los cuales lograron que ésta fuera trasladada a la iglesia de San Juan de Puno, convirtiéndose en el Santuario de la Virgen de la Candelaria, quien obtuvo mayor aceptación y veneración que el mismo patrón San Juan. La devoción a esta virgen, en el altiplano, se desarrolla con intensidad desde la atribución de la protección de la villa de Puno en 1781, cercada por las fuerzas rebeldes de Túpac Catari, pues su imagen (traída el 2 de febrero de 1583 desde Cádiz o de Sevilla, España) fue sacada en procesión, lo que generó el repliegue de los guerreros al pensar que se trataba de fuerzas de apoyo para el ejército español allí guarecido. Desde aquel suceso, la Virgen de la Candelaria se convirtió en la patrona de Puno. Significado de la denominación Candelaria Si bien apreciamos cómo la sagrada imagen llegó a Perú, la duda aún continua, pues, como bien sabemos, existen muchas representaciones de la virgen María, y la denominación de candelaria tiene tras sí, un pasaje específico de la vida de la madre de Dios. La Virgen de la Candelaria lleva este nombre debido a la vela encendida que porta en su mano derecha. Junto al elemento mencionado, en la misma mano porta una canasta con dos tórtolas ofrecidas en sacrificio, que representan la purificación de la maternidad posterior a los 40 días del alumbramiento según la tradición judía; además, carga al niño Jesús con el brazo izquierdo para presentarlo en el templo de Jerusalén. De Orellana (2015) menciona que, según la tradición canaria, en 1392, la Virgen apareció en la cima de una roca ubicada en un barranco, frente a unos pastores guanches (habitantes nativos de la isla). Ella portaba unas palomas en las manos, a un niño en el brazo derecho, y en el izquierdo un cirio, por ello, en dicha isla se confeccionó su imagen en madera con aquellas características, la cual fue destruida en 1892 a causa de un fuerte temporal. Festividad de la Virgen de la Candelaria José María Arguedas en 1967 nos relata “En ninguna región del Perú y sin duda de América latina pueden encontrarse tan variadas y tantas danzas como en Puno... La danza y el canto fueron no solamente el único lenguaje permitido a la población sojuzgada, sino que además están sustentados en una tradición milenaria. Esas formas de arte fueron en la antigüedad el lenguaje predilecto de la multitud. Por eso el desfile de las danzas puneñas en las calles y Plaza de Armas de Puno fue el espectáculo más impresionante y cargado de significado que vi nunca”. La festividad de la Virgen de la Candelaria es la celebración más grande de nuestro país y una de las más grandes de América, agrupando a una fastuosa cantidad de danzantes, músicos y espectadores unidos bajo la devoción a su madre protectora. Fue declarada Patrimonio Cultural de la Nación en 2003 y Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO el 27 de setiembre de 2014. Como fue mencionado por Arguedas, las danzas cuentan con un origen prehispánico, pero durante la época colonial, en el proceso de evangelización, durante los siglos XVI y XVII, se hizo uso de las manifestaciones religiosas de la población local, como los takis o danzas, para que, mediante ellas, se venere a las imágenes sagradas cristianas. Dicho sincretismo se generó, según Marzal (2002) gracias a la “...apropiación de los santos por el indio a causa de la similitud entre las características presentadas por éstos y las huacas móviles. El culto fue creciendo y siendo aceptado pues obtenían las mismas “recompensas” tras su adoración.” En la actualidad, tras el sincretismo generado, las danzas que hacen apología a las divinidades cristianas y nativas, se convirtieron en parte del acervo cultural de Puno. La festividad contemporánea surgió mediante la organización del Instituto Americano de Arte y posteriormente por la Federación Regional de Folklore y Cultura de Puno. La festividad inicia el 24 de enero y culmina el 18 de febrero, días en los cuales se llevan a cabo diversas ceremonias. Los días más importantes son el día 2 de febrero, día central de la fiesta, donde se celebra misa, procesión y el “Gran Concurso de Danzas Autóctonas” en el estadio Torres Belón, con presentaciones como los llameritos, ayarachis, wifalas, etc. La Octava, realizada siete días después, está comprendida por la celebración de la misa, procesión y el Concurso de Trajes de Luces, también llamados mestizos. Las danzas más representativas son la diablada, morenada y caporales. Los sikuris se encuentran en ambas facciones, deleitando con el sonido de sus sikus, antaras o zampoñas. Durante todos estos días, no se escatima en comida, bebida ni adornos, tanto en las calles como en los trajes, pues, según Celestino (1998) “En los Andes hay que resituar el milagro y la promesa dentro de la dinámica de la reciprocidad, que también se plantea en la religión. Cumplir y pasar los múltiples cargos, llevar a buen fin todas las promesas empeñadas es dar para recibir o recibir sabiendo que en un momento dado habrá que retribuir.” Es decir, se pide y agradece por la intersección milagrosa de la virgen de la manera más fastuosa posible para cada participante. Aunque, según Rivera (2015), poco más del 20% de la población puneña no practica el catolicismo, la ciudad de Puno reúne una cantidad asombrosa de danzantes, músicos y espectadores, motivados por su fe y el espíritu de algarabía que inunda las calles del altiplano peruano, expresado en pasos coordinados, figuras complejas y piruetas gimnásticas en honor a la mamita Candelaria. Las danzas autóctonas y las de luces, cada una con su marcado estilo y diversidad, atraen la mirada de locales y foráneos por sus trajes sumamente elaborados y la interpretación de los hombres y mujeres que asumen los roles de campesinos, pastores y hasta míticos demonios y bíblicos ángeles, al compás de las bandas peruanas y bolivianas, pues en nombre de la fe, las fronteras geopolíticas carecen de importancia. Teniendo en cuenta el enunciado de Podjajcer & Mennelli (2009) «...las fiestas constituirían una región privilegiada para penetrar en la cultura, su ideología dominante y el sistema de valores de quienes participan de las mismas.» Debemos tener en cuenta que cada danza busca representar un tema en especial, como hechos cotidianos del ámbito rural, sucesos históricos, e incluso batallas bíblicas entre ángeles y demonios. Para adentrarnos a aquel mundo realizado tras una colosal puesta en escena que lleva meses de preparación, protagonizada por miles de jóvenes y adultos unidos por un mismo sentimiento, tendremos que distinguir cuales son las diferencias entre las danzas autóctonas y las danzas de luces. Basándonos en Bravo (1994), Portugal (1981) y Valencia (2010), veremos una breve descripción de algunas de las principales danzas autóctonas y de luces presentes durante la festividad. Danzas autóctonas: Se caracterizan por su origen rural. Estas danzas buscan conservar las tradiciones de antaño y son inmutables, es decir, no cambian, por lo cual sus vestimentas no presentan modificaciones en los colores, instrumentos utilizados, materiales de confección o ejecución de los pasos. Los sikuris Su origen se remonta al Tawantinsuyu o Imperio Inca, según lo presenciado y narrado por los cronistas Inca Garcilaso de la Vega y Felipe Huamán Poma de Ayala, y por el padre Bernabé Cobo. Actualmente, su mayor auge se ubica en el altiplano peruano- boliviano. El atuendo de los sikuris consiste en un chullo con orejeras, en algunos casos se adiciona penachos de plumas, también se usa chaleco, o en otros casos, chaqueta; el calzado es compuesto por ojotas. Según los conjuntos, se adiciona el uso de chuspas cruzadas (similar a un morral). Sikuris ejecutando melodías con zampoñas y bombos Danza de los Ayarachis Realizada por danzantes que a la vez tocan un tambor y una zampoña, acompañados por hombres y mujeres que portan comida y bebidas, vestidos elegantemente. Dichos danzantes-músicos tienen un característico atuendo en el cual destaca su gran tocado de plumas de suri (un ave sudamericana similar al ñandú y el avestruz). Portan pantalones largos, con aberturas en las vastas y un saco de tela gruesa, ambos suelen ser de color negro con adornos en los bordes. Las mujeres que portan los alimentos, visten con un sombrero de copa pequeño, de color negro con adornos de cintas de colores y monedas, también usan muchas polleras negras, adornadas del mismo modo. Los hombres portadores de alimentos, visten similar a los danzantes, pero con menos adornos y sin el gran tocado de plumas.