Horacio Quiroga Horacio Quiroga
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Horacio Quiroga Horacio Quiroga EMIR RODRÍGUEZ MONEGAL LOS CUENTOS DE HORACIO QUIROGA (Uruguay, 1878 - Argentina, 1937), (Uruguay, 1921 - Estados Unidos, 1985). son piezas de sabia perfección artística y eficaz arquitectura. Como se sabe, del CUENTOS Además de sus conocidos ensayos sobre horror y la derrota del hombre ante un medio sobrehumano e implacable o ante literatura latinoamericana (sobre Borges, las circunstancias sin control humano posible, surge el mejor entendimiento de Neruda, Mário de Andrade, el boom esa criatura mediante la ternura y la compasión; de la experiencia personal de los y los narradores, etc.), dedicó a Quiroga abismos, brota la autenticidad humana convertida en acertada expresión literaria. numerosas monografías y ediciones tales 88 Esos cuentos expresan lo que su autor llamó en algún momento “la vida intensa”. como Diario de viaje de Horacio Quiroga Siguen estando cerca de la emoción primera, a pesar de que Quiroga prevenía BIBLIOTECA AYACUCHO es una de las (1950), La objetividad de Horacio Quiroga acerca de la literatura de la primera emoción. De esta manera, cuentos de los experiencias editoriales más importantes de la (1950), Las raíces de Horacio Quiroga (1961), años 1908, 1912, 1914, 1916 se ofrecen una y otra vez a la lectura, desde luego que cultura latinoamericana nacidas en el siglo XX. Historia de un amor turbio (1965), Creada en 1974, en el momento del auge de Genio y figura de Horacio Quiroga (1967), como parte de la literatura latinoamericana, aunque, no menos, como parte de la una literatura innovadora y exitosa, ha estado El desterrado, vida y obra de Horacio historia del cuento universal. En el abarcante prólogo de esta edición de Biblioteca llamando constantemente la atención acerca Quiroga (1968), así como hizo Ayacucho, la tercera que se publica desde 1979, Emir Rodríguez Monegal establece de la necesidad de entablar un contacto contribuciones al establecimiento de las diversas etapas en las que se produjo la obra y las adversidades que debió en- Horacio Quiroga dinámico entre lo contemporáneo y el pasado una confiable bibliografía del autor con frentar el autor cerca o lejos de su destierro en la provincia de Misiones. Particu- a fin de revalorarlo críticamente desde investigaciones que arrancan desde 1951. larmente, refiere cómo el trágico final de Quiroga se corresponde con su declive la perspectiva de nuestros días. literario y con la arremetida de nuevas generaciones literarias que lo negaron. Al El resultado ha sido una nueva forma de verlo en perspectiva histórica consigue que de los doscientos cuentos que escri- enciclopedia que hemos llamado Colección biera Quiroga los cuarenta que se incluyen en este volumen, permitan mostrar el Clásica, la cual mantiene vivo el legado curso del escritor remontándose a la fecha de composición de los cuentos y no a cultural de nuestro continente entendido la de publicación en libros. Se incluyen también, revisadas, la cronología y la como conjunto apto para la transformación bibliografía. CUENTOS social y cultural. Sus ediciones anotadas, los prólogos confiados a especialistas, los apoyos de cronologías y bibliografías básicas sirven para que los autores clásicos, desde los tiempos precolombinos hasta el presente, estén de manera permanente al servicio de las En la portada, detalle de: nuevas generaciones de lectores y especialistas Incendio en el barrio de Juanito Laguna (1961) BIBLIOTECA AYAC UCHO de Antonio Berni (Argentina, 1905 - 1981). BIBLIOTECA AYAC UCHO en las diversas temáticas latinoamericanas, Óleo-collage sobre madera, 305 x 210 cm. a fin de proporcionar los fundamentos Colección particular. de nuestra integración cultural. Colección Clásica CUENTOS Horacio Quiroga CUENTOS 88 SELECCIÓN Y PRÓLOGO Emir Rodríguez Monegal CRONOLOGÍA Alberto F. Oreggioni BIBLIOGRAFÍA Horacio Jorge Becco CONSEJO DIRECTIVO Humberto Mata Presidente (E) Luis Britto García Freddy Castillo Castellanos Luis Alberto Crespo Gustavo Pereira Manuel Quintana Castillo Primera edición: 1981 Segunda edición corregida y aumentada: 1993 Tercera edición corregida: 2004 Derechos exclusivos de esta edición © BIBLIOTECA AYACUCHO, 2004 Apartado Postal 14413 Caracas - Venezuela - 1010 Hecho Depósito de Ley Depósito Legal lf 50120048002914 (rústica) Depósito Legal lf 50120048002915 (empastada) ISBN 980-276-370-5 (rústica) ISBN 980-276-371-3 (empastada) Dirección editorial: Oscar Rodríguez Ortiz Departamento Editorial: Clara Rey de Guido Asistencia editorial: Gladys García Riera Producción editorial: Elizabeth Coronado Asistencia de producción: Henry Arrayago Corrección de textos: María Amparo Pocoví Concepto gráfico de colección: Juan Fresán Diseño de colección: Pedro Mancilla Diagramación: Luisa Silva Fotolito electrónico: Xxxxxxxx Impreso en Venezuela / Printed in Venezuela PRÓLOGO I. El contemporáneo A SU MUERTE, en las primeras horas de la mañana del 19 de febrero de 1937, en el Hospital de Clínicas de Buenos Aires, Horacio Quiroga estaba completamente solo. Consumido ya por el cáncer, pone fin a su vida porque sabe que su destino en la tierra estaba cumplido. El 18 ha ido a ver a algu- nos amigos fieles (comoE zequiel Martínez Estrada), ha estado con su hija Eglé, ha comprado cianuro. En la habitación del hospital hay un enfermo, Vicente Batistesa, deforme y tal vez débil de espíritu, que lo acompaña con su fidelidad de perro, pero que representa una forma piadosa de la soledad. Porque Quiroga está solo desde hace tiempo. Lo está desde que empezó en esa década del treinta un progresivo eclipse de su obra narrativa, el descen- so de sus acciones en la bolsa literaria a que él se había referido con humor negro en algún artículo, el ser declarado cesante como consecuencia del golpe de Estado de Terra (marzo 31, 1933), el fracaso de su vida familiar. Por eso, el cáncer llega cuando Quiroga se ha estado despidiendo de la literatura y de la vida, y anhela antes descubrir el misterio del más allá que seguir registrando en palabras este mundo ajeno. La soledad ha hecho su obra y dirige la mano que bebe cianuro. Cuando se enteraron en el Uruguay que Quiroga había muerto, no faltaron los homenajes oficiales ni los discursos conmemorativos ni la apo- teosis organizada por manos muy amigas, como las de Enrique Amorim, aquí y en su tierra natal, Salto. Pero la verdad es que esos homenajes y esa apoteosis y esa sincera amistad, no desmentida luego, eran incapaces BIBLIOTECA AYACUCHO IX de disimular el hecho de que Quiroga se había muerto solo. El afecto de algunos familiares y amigos, y la representación oficial promovida por al- gunos de los más fieles, no bastaban para compensar el silencio con que las nuevas generaciones de entonces rodearon su nombre. Es cierto que dos de sus amigos compusieron y publicaron casi de inmediato una emocionada biografía, llena de valiosos datos y confidencias, aunque horriblemente novelada, la Vida y obra de Horacio Quiroga, de Alberto J. Brignole y José María Delgado (Montevideo, 1939); es notorio que hasta los diarios se quejaron del silencio y la soledad. Pero las nuevas generaciones estaban de vuelta de Quiroga y se lo hicieron saber en la forma más delicada posible: dejando caer en el olvido su nombre o anteponiéndole reservas como las que explicitó la revista argentina Sur en una nota con que acompañaba las emotivas palabras de Martínez Estrada junto a la tumba del amigo, el hermano mayor: “Un criterio diferente del arte de escribir y el carácter general de las preocupaciones que creemos imprescindibles para la nutri- ción de ese arte nos separaban del excelente cuentista que acaba de morir en un hospital de Buenos Aires”. La reserva y la reticencia crítica de esas palabras de 1937 son ejemplares. No corresponde censurarlas ahora ya que expresan lealmente una discrepancia de orden estético. Pero su valor como índice de una cotización de la época sí merece ser subrayado. Son el mejor epitafio de la literatura triunfante entonces: epitafio para Quiroga en 1937; epitafio para ella misma ahora. Porque los años que han transcu- rrido desde la muerte de Quiroga han cambiado la estimativa. Ahora es la vanguardia de Sur la que parece retaguardia (clasicismo, academismo) y el arte de Quiroga, despojado por el tiempo de sus debilidades, reducido a lo esencial de sus mejores cuentos, parece más vivo que nunca. Ahora es él quien despierta en ambas márgenes del Plata y en todo el ámbito hispánico el interés y la pasión de los nuevos escritores. Sus obras son reeditadas infatigablemente, su obra es estudiada por eruditos y por creadores; se le relee, se le discute apasionadamente, se le imita. Es el clásico más vivo de esa literatura que cubre el fin de siglo rioplatense y que tiene sus puntos más altos en Sánchez, en Lugones, en Rodó, en Herrera y Reissig, en Macedonio Fernández, en Carriego, en Delmira Agustini. De todos ellos, Quiroga es el único que sigue pareciendo nuestro contemporáneo. CUENTOS X II. Una trayectoria Quiroga había nacido en Salto, en 1878 (diciembre 31) en las postrimerías de esa generación del novecientos que impuso el modernismo en nuestro país. Desde los primeros esbozos que recoge un cuaderno de composiciones juveniles, copiados con rara caligrafía y rebuscados trazos (las tildes de las t, los acentos, parecen lágrimas de tinta) hasta las composiciones con que se presenta al público de su ciudad natal, en una Revista del Salto (1899- 1900), estridentemente juvenil, su iniciación literaria muestra claramente el efecto que en un adolescente romántico ejerce la literatura importada de París por Rubén Darío, Leopoldo Lugones y su epígonos. Para Quiroga, el poeta cordobés es el primer maestro. Su “Oda a la desnudez”, de ardiente y rebuscado erotismo, le revela todo un mundo poético. Luego, ávidas lecturas extranjeras (Edgar Poe, sobre todo) lo ponen en la pista de un decadentismo que hacía juego con su tendencia a la esquizofrenia, con su hipersensibilidad, con su hastío de muchacho rico, hundido en una peque- ña ciudad del litoral que le parecía impermeable al arte.