CONSEJERIA DE EDUCACIÓN Y CULTURA DEL PRINCIPADO INSTITUTO DE ESTUDIOS ASTURIANOS (c. s. i. c.)

BOLETIN DEL INSTITUTO DE ESTUDIOS ASTURIANOS

N.° 122

Abril AÑO XLI OVIEDO Junio1987 SUMARIO

Págs.

La corte asturiana de . Influencias visigodas en los testimonios arqueológicos, por F. J. Fernández Conde y M. C. Santos del Valle ... 315

San Salvador de Deva y su monasterio hasta la Edad Moderna, por Isi­ doro Cortina Frade ...... 345

Localización y análisis funcional de las entidades de población del con­ cejo de Lena, por Inocencia Fernández Fernández ...... 383

Aportaciones a la epigrafía de Valdediós, por Leopoldo González Gutié­ rrez ...... 411

Menéndez Pelayo, senador por la Universidad de Oviedo. Notas de su “Epistolario”, por Francisco Serrano Castilla ...... 429

Aspectos regionales en Jovellanos, Palacio Valdés y Clarín, por José Gon­ zález Fernández ...... 433

Las variantes textuales de El señorito Octavio, de Armando Palacio Val­ dés, por Brian J. Dendle ...... 463

Un soneto necrológico de Manuel Fernández Juncos, por J. I. Gracia Noriega ...... 475

Los primeros naturales de Navia que viajaron a Indias, por Jesús Mar­ tínez Fernández ...... 481

Las capitulaciones matrimoniales en el concejo de Tineo durante los si­ glos XVIII y principios del XIX, por Ramona Pérez de Castro ...... 489

Nuevas consideraciones en torno a varias malaterías asturianas, por José Ramón Tolivar Faes ...... 519

El historiador Floro y la romanización de , por Narciso Santos Yanguas ...... 527

Abadologio del monasterio de Santa María de la Vega, de Oviedo (1196- 1862), por Andrés Martínez Vega ...... 565

La recuperación del queiso de bota y de pan de escanda, por Celso Peyroux ...... 579

Asturias y América: La emigración, por Rafael Anes Alvarez ...... 587 CONSEJERIA DE EDUCACIÓN Y CULTURA DEL PRINCIPADO INSTITUTO DE ESTUDIOS ASTURIANOS (c. s. i. c.)

BOLETIN DEL INSTITUTO DE ESTUDIOS ASTURIANOS

N.° 122

Abril AÑO XLI OVIEDO Junio 1987 Depósito Legal: O. 43-1958 I. S. B. N. 0020-0384

Imprenta "LA CRUZ” Hijos de Rogelio Labrador Pedregal Granda-Siero (Oviedo), 1987 BOLETIN DEL INSTITUTO DE ESTUDIOS ASTURIANOS

A ño x l i A b r il-Ju n io Núm. 122

LA CORTE ASTURIANA DE PRAVIA. INFLUENCIAS VISIGODAS EN LOS TESTIMONIOS ARQUEOLOGICOS

POR

F. J. FERNANDEZ CONDE Y M.C. SANTOS DEL VALLE

El estudio completo de las cortes de la monarquía asturiana: Cangas de Onís, Pravia y Oviedo, está todavía sin hacer. Se ha es­ crito mucho sobre la corte de Oviedo. La breve referencia de la Crónica Albeldense: cuando afirma que el rey Alfonso II (792-842) «omnemque Gotorum ordinem sicuti Toleto fuerat, tam in eclesia quam in Palatio in Ovetao cuneta statuit» (1), ha sido analizada y desarrollada ampliamente con noticias provenientes de la documen­ tación diplomática, de la literatura cronística, de la epigrafía y de los testimonios histórico-arqueológicos (2). Pero falta aún el aná­ lisis definitivo de los restos materiales disponibles, que habrá de enriquecerse, a buen seguro, con otros que, eventualmente, pudie­ ran aportar futuras excavaciones arqueológicas (3) y,sobre todo,

(1) “Chronica Albendensia”, en Crónicas Asturianas (CA), edit. J. Gil Fer- nández-J.L. Moralejo-J.I. Ruiz de la Peña (Oviedo, 1985), p. 174. (2) El trabajo mejor y más completo hasta el presente: H. R o d r í g u e z B a l b i n , Estudio sobre los primeros siglos del desarrollo urbano de Oviedo, Oviedo, 1977. (3) Las excavaciones del palacio de Alfonso II no fueron publicadas sis­ temáticamente. En torno a la catedral quedan todavía numerosas incógnitas, que sólo podría aclarar una investigación arqueológica hecha con rigor y de manera exhaustiva. Los restos de la iglesia románica de San Salvador no han 316 F.J. FERNANDEZ CONDE Y M.C. SANTOS DEL VALLE se echa de menos un estudio comparativo de los elementos cono­ cidos con los de las cortes carolingias contemporáneas a la de Oviedo (4). - - ~ ...... • De .la corte de Cangas de Onís sabemos muy poco. La iglesia de Santa Cruz, edificada por Favila (737-39) y su mujer FroiUuba so­ bre una construcción tumular el año 739, es el único resto material del primer asentamiento de aquella incipiente monarquía (5). De la corte de Pravia tampoco sabemos muchas cosas hasta ahora. Las últimas historias completas de la Edad Media asturiana, publicadas en los últimos años, pasan prácticamente por alto esta realización político-institucional de la monarquía astür o la despa­ chan en unas líneas de carácter generalizador (6). Con todo, examinando minuciosamente los datos documentales y arqueológicos existentes y contrastándolos adecuadamente con las numerosas referencias bibliográficas, en las que se recogen tra­ diciones entreveradas a veces de noticias históricas de cierto interés, resulta todavía posible ofrecer una descripción relativamente am- sido analizados ni estudiados debidamente. Un grupo de jóvenes historiados, en contacto con el Area de Conocimiento de Historia Medieval, está ocupán­ dose-de ellos actualmente. (4) Para que este estudio comparativo sea posible, parece imprescindible acometer una tarea previa de enorme envergadura: la recopilación y forma­ ción de un “Corpus” completo de todas las fuentes de la época, relacionadas con la Monarquía Asturiana. El Instituto de Estudios Asturianos está recon­ siderando la posibilidad de acometer este “O.pus Magnum”, apoyándose en un equipo.de. especialistas destacadas en diversas .disciplinas. . (5) Cfr. C.M. V igil, Asturias monumental, epigráfica y diplomática (Ovie­ do, 1887), pp. 304-306. Esta inscripción aparecerá en b r e v e cón su estudio correspondiente en uñ trabajo largo sobré'epigrafía'de lá época asturiana, preparado por :los autores deteste artículo. (6) F . D ie g o S a n t o s . Asturias romana y visigoda (Salinas/Asturias, 1977), p : .. 236, dedica un párrafo al famoso cancel visigodo de Santianes. E, B e n it o R u a n o , Historia de Asturias. Alta Edad Media (Salinas/Asturias, 1979), t a m ­ poco se extiende al referirse a Pravia. C. Sánchez Albornoz, el infatigable lec­ tor e investigador de las fuentes asturianas, no es muy expresivo al ocuparse de esta minicorte: C. S á n c h e z A b o r n o z , El Reino de Asturias, v. II (Oviedo, 1974), p p . 328 y s s. A . B á r b e r o -M . V i g i l . La formación del feudalismo en la Península ibérica (Barceloná, 1978), p. 308, hacen algunas observaciones muy pertinentes. Los últimos trabajos sobre la Alta Edad Media asturiana no son más explícitos. Los historiadores del Arte suelen dedicar algún apartado a la iglesia de Santianes. J. F o n t a i n e , UArt Préroman Hispanique, 1, S t. L é g e r V a u b a n ; 1973, también la nombra brevemente. M. B e r e n g u e r , “Los monumen­ tos prerrománicos asturianos”, en Arte Asturiano, v. I (Gijón, 1981), p . 163, le dedica cierta atención, subrayando la impronta visigoda de varios de sus elem entos-decorativos: LA CORTE ASTURIANA DE PRAVIA 3 1 7

plia de esta modesta corte, que acogió unos años a los monarcas astures, cuando terminaba el siglo VIII (7). La basílica de Santianes, restaurada recientemente, el Palacio de Silo y Adosinda, en la margen izquierda del río Nalón, y el cas­ tillo de San Martín de Soto, construido cerca de la desembocadura de dicho río, en su margen derecha, al igual que el conocido castro de doña Palla, son los cuatro elementos esenciales de este territo- ria que sirvió de asiento a la corte de Pravia. En realidad, esta comarca asturiana está situada en un espacio geográfico privilegiado. No lejos de la costa, a la que tenía fácil acceso por el río más importante de la región, podía sentirse sufi­ cientemente protegida de cualquier peligro proveniente del mar gracias a la orografía propicia del último tramo del Nalóri. Por otra parte, disponía de buenas comunicaciones con el centro y el occi­ dente de Asturias y era, además, una zona que había experimen­ tado un proceso de romanización notable, como Avilés, Gijón y Villaviciosa, las principales rías de la costa asturiana (8). En este artículo nos ocuparemos exclusivamente de la iglesia de Santianes, dejando para estudios posteriores los resultados.de nuestras investigaciones sobre el espacio geográfico de la comarca y los tres elementos restantes, que enumerábamos más arriba. Tendremos en cuenta toda la información bibliográfica y docu­ mental relativa a la obra histórica de los monarcas astures, pero prestaremos una atención especial a los materiales arqueológicos, mucho más abundantes desde la excavación que acompañó la úl­ tima restauración de la fábrica, llevada a cabo hace una decena de años (9).

(7) J. Fernández Conde-M. Santos del Valle publicarán en breve un ar­ tículo sobre la tradición documental y bibliográfica de Pravia. (8) El palacio de Silo y Adosinda, situado a un Km. aproximadamente de la iglesia de Santianes, será objeto de investigaciones arqueológicas a partir de julio de 1987, por el Area de conocimiento de H. Hedieval de la Universidad de Oviedo. El castillo de San Martín está demandando urgentemente una ex­ cavación sistemática. Aunque muchos de los restos actuales de esta fortaleza son medievales, la opinión generalizada de la mayoría de los autores, que se han ocupado de ella, apuntan la preexistencia de una edificación anterior. Por lo demás, su vinculación con Pravia en plena Edad Media está suficientemente demostrada. Una amplia descripción del mismo: J.L. A v e l l A ol v a r, eCons­ z trucciones militares de la Edad Media en Asturias, v. II, pp. 1.250 y ss. (Tesis doctoral inédita, defendida en la Facultad de Geografía e Historia de Oviedo el año 1985). Está también en marcha un estudio preciso sobre toda la topo­ nimia menor y los restos de cultura castreña y romana. (9) El responsable de la restauración y de las consiguientes excavaciones 318 F.J. FERNANDEZ CONDE Y M.C. SANTOS DEL VALLE

Gráf. 1 : Lugares destacados en la comarca de Pravia. CORTES DE LA MONARQUIA ASTURIANA

Gráfico 2 320 F.J. FERNANDEZ CONDE Y M.C. SANTOS DEL VALLE

En el análisis de este acervo de materiales, procedentes, en su mayor parte, de las obras de la citada restauración, nos hemos fijado de manera particular en las relaciones de esta iglesia de Pravia con las tradiciones artístico-culturales de la época visigoda y destacaremos también los aspectos que nós parezcan innovado­ res, porque ellos constituyen, seguramente, un esbozo o anticipo de las primeras realizaciones de la cultura material características del prerrománico asturiano. Al fin y al cabo, Alfonso II el Casto (792-842), el soberano más representativo de esta monarquía astur, comienza su ejecutoria políticá con la responsabilidad administra­ tiva del palatium de Pravia.

RESEÑA HISTORICA DE SANTIANES DE PRAVIA.

San Juan de Pravia (Santianes) fue edificado por el rey Silo, según consta en la leyenda laberíntica de una inscripción citada o publicada por infinidad de autores y de la que se conserva un trozo original: «Silo princeps fecit» (10). Esta iglesia, situada no lejos del palacio real (11), había sido concebida como iglesia palatina y destinada, asimismo, para pan­ teón regio, funcionalidad que puede percibirse a partir del análisis

fue el -arquitecto don Joié ÍVtenéndez Pidal. No elaboró una memoria estricta de las..excavaciones pero dejó alguna documentación,- la cual; unida a las no­ tas mecanografiadas del entonces Sr. Cura párroco, Fidel Ibáñez, nos ha per­ mitido confeccionar el proceso completo de las obras realizadas. (10) Nos ocuparemos dé“' esta inscripción más adelante con denimiento. Se publicó completa, por primera vez, a finales del XVII: L.A. d e C a r v a l, l o Antigüedades y cosas memorables del Principado de Asturias (Madrid, 1695, ed. postuma), p. 149. , (11) La C. Albeldense dice expresamente del rey Silo: “Iste dum regnum accepit, in Prabia soíium firmavit”: CA, p. 174. Se ha creído que el citado palacio de Silo y Adpsinda debería de estar situado muy cerca, casi contiguo, a esta iglesia. En la actualidad, los indicios apuntan en otra dirección. “En donde hoy llaman la Magdalena de la Llera, un tiro de mosquete de la iglesia pasado el valle de Posada, al Oriente del cerro de Llanuces, un poco más alto del nivel de la Llera, y en una cañadita que se hace en aquel derrumbadero, hay vestigios, según algunos curiosos, no sólo de monasterio, sino de palacios anteriores...”: Juan de Bances y Valdés, “Noticias históricas del concejo de Pravia”, BRAH 58 (1911), 269-270. Cfr. también F. d e S e l g, a “Santianes s de Pravia (Oviedo) y su panteón regio”, Bol. de la Soc, Esp. de Excursiones, 10 (1901), 5-14; 28-34; 52-57. Las referencias documentales, aportadas por este autor, parecen decisivas para conocer el emplazamiento del palacio. LA CORTE ASTURIANA DE PRAVIA 321 de 1?l propia planta y que también se deduce de la documentación escrita (12). A la muerte de Silo (783) se convierte, además, en resi­ dencia monástica para la reina viuda Adosinda, obligada a dejar el trono ante una coyuntura política adversa (13). La tradición posterior vinculará la supuesta realidad monástica de Santianes de Pravia a la historia de San Pelayo de Oviedo, ha­ ciendo al cenobio ovetense su continuador. Se trata indudablemente de un error. En Pravia no hubo más que un mero proyecto de vida monástica, circunscrito, cronológicamente, a la historia personal de Adosinda, una soberana obligada a vivir «more monástico», al caer en desgracia después de la muerte de su marido, siguiendo en esto viejas costumbres visigodas. Con todo, no conviene olvidar los aspectos convergentes de estos dos centros religiosos. El «cimi- terium puellarum» de San Juan Bautista y San Pelayo de Oviedo fue también, desde finales del siglo X, residencia honorable y dis­ tinguido lugar de enterramiento para reinas y damas nobles con problemas políticos. Santa María del Rey Casto, el panteón real de la monarquía asturiana, estaba al lado (14). Y en la misma época, San Juan Bautista y San Pelayo de León era, también, un cenobio de monjas de ascendencia aristocrática, para convertirse a lo largo del siglo XI en el monasterio y panteón regio de San Isidoro (15). Desconocemos las magnitudes y la estructura de aquel teórico

(12) Más adelante se tratará pormenorizadamente de la planta. En un conocido falso pelagiano del año 905 se dice expresamente: “(Monasterium) Sancti Iohannis Evangelistae ubi iacet Silus rex et uxor eius Adosinda regi­ n a...” : Líber Testamentorum, 1. 20v. A, public. S.G. L a r r a g u e t a , Colección de documentos de la catedral de Oviedo, n. 17, p. 63; estudio crítico: F.J. F e r ­ n a n d ez C o n d e , El Libro de los Testamentos de la catedral de Oviedo (Roma, 1971); pp. 159-169. ElSebastián Pelagiano, también del siglo XII, recoge la misma tradición relativa al enterramiento de Silo en San Juan de Pravia, juntamente con Adosinda y Mauregato: J. P r e l o g , Die Chronik Alfons’III (Frankfurt am Main, 1980), pp. 88 y 90-91. (13) La tradición documental del siglo XII une en San Juan de Santianes la iglesia, el monasterio y el panteón regio de Silo, Adosinda y Mauregato. Por ello habrá que desestimar la opinión de algunos autores que llevan el monas­ terio de Adosinda a las cercanías del palacio real. La pretendida profesión monástica de Adosinda tiene lugar en noviembre del 785, cuando se reúnen en Pravia Beato, Eterio y el abad Fidel: Heterii et Sancti Beati ad Elipandum epístola, PL 9G, cois. 894-95. (14) F .J . F e r n a n d e z C o n d e , “Orígenes del monasterio de San Pelayo de Oviedo”, Semana de Historia del Monacato cántabro-astur-leonés (Monasterio de San Pelayo/Oviedo, 1982), pp. C9 y ss. (15) A. V iñ a y o G o z a le z , “Re’Vas e infantas do León, abadesas y monjes del monasterio de San Pelayo y de San Isidoro”, Semana..., pp. 123 y ss. 3 2 2 F.J. FERNANDEZ CONDE Y M.C. SANTOS DEL VALLE cenobio de Adosinda. Las futuras excavaciones arqueológicas tal vez puedan añadir nuevas noticias a las pocas que nos ofrece la parca documentación escrita. Probablemente no fue más que una pequeña residencia contigua a la iglesia de San Juan Evangelista de Santianes, no muy diferente de aquel «locum orationis» cons­ truido por el mismo rey Silo en Lu c ís , entre el Eo y el Masma, aprovechando un «cellario» propio, unos años antes (16). En cual­ quier caso, la iglesia de Santianes de Pravia perderá el carácter monástico para convertirse en templo parroquial, cuando se fije con precisión el sistema de administración eclesiástica, basado en parroquias, arciprestazgos y arcedianatos. A finales del XIV los oficiales de don Gutierre de Toledo copiaron en el Libro Becerro de San Salvador de Oviedo la siguiente reseña de esta parroquia:

«Santianes de Pravia es acollaron e instituyción del obispo. Es capellán della Alvar Peláiz e beneficiados Diego Gutiérrez e Monín Alvarez e Pedro Alfonso e Pedro Alfonso e el abbad de Parana. Ha de manso diez días de bues. De los diezmos lieva la metad el obispo, la otra metad los beneficiados, el capellán lieva un sétimo de los dichos diezmos. Paga de pro­ curación quarenta e quatro mrs. Riende esta capellanía mrs. e cada beneficio ». (17).

En el siglo XVI L.A. de Carvallo pudo ver todavía la fábrica de la primitiva iglesia, dejándonos de ella una descripción escueta, pero muy precisa y de gran valor, para conocer su estructura ori­ ginal, muy deteriorada por las transformaciones que experimentará a lo largo de la Edad Moderna:

«Fundaron y dotaron de muchas possesiones el Rey Don Silo y Doña Adosinda su muger, la Iglesia que hemos referido de San luán Evangelista en el Lugar de Santianes de Pravia, tomando el nombre Sánete Ioannes. Consta su fundación y dotación de una piedra que está sobre el arco por donde se entra a la Capilla mayor... Devió de ser esta Iglesia de San luán por aquellos tiempos de las mejores que avía, pues el Rey se preciava tanto de ser su fundador, como muestra en esta artificiosa escritura. Permanece esta Iglesia hasta nues­ tros tiempos en la misma traga y manera y figura que en-

(16) A. Millares Carlo , “El Diploma del Rey Silo”, Textos singulares de la España medieval, v. I (Madrid, 1971). (17) A rch . Cap . Oviedo (A.C.O.), Libro Becerro (1385/86), f. 368v., public. y estudio de la Estadística parroquial que cierra este manuscrito capitular: F.J. Fernandez Conde , La Iglesia de Asturias en la Baja Edad Media. Estruc­ turas económico-administrativas (Oviedo, 1987), pp. 100 y ss. LA CORTE ASTURIANA DE PRAVIA 3 2 3

tonces le dieron; y aunque toda ella es muy pequeña, tiene su Capilla mayor, dos Colaterales, Cruzero, y tres Naves, to­ do de arcos y sobrepilares de sillería, y muestra mucha pro­ porción y correspondencia. Noté, assimismo otra antigualla en esta Iglesia y es que tiene Altar mayor enmedio de la capilla, de modo que se puede andar alrededor de él por todas partes, que todos por aquellos tiempos se hazían de esta manera...» (18).

A comienzos de la Edad Moderna, desde el siglo XVII, San Juan de Santianes sufrió profundas reformas que alteraron notablemente la primitiva construcción prerrománica. Tenemos muchas referen­ cias documentales, que permiten conocer, con cierta aproximación, el alcance de los cambios. En 1637 fue destruida la capilla mayor por Fernando de Salas, que comienza a edificar otra más amplia, de acuerdo con el obispo de Oviedo Antonio de Valdés. Al parecer, la primitiva fábrica era «indecente e incapaz de contener el vecindario». Y, además, el pro­ cer, pariente del obispo, pretendía, a todo trance, conseguir el pri­ vilegio de enterrarse con armas en Santianes y tener allí un sitio reservado para las funciones de culto, objetivos que llegaría a ver cumplidos a pesar de la oposición manifestada por otras familias nobles de la tierra, especialmente la de los Miranda (19). En esta primera gran transformación estructural se dispersan las inscrip­ ciones de Santianes, que ya se había encargado de ocultar «con cautela y maliciosa disposición» un miembro de la citada fami­ lia (20).

(18) L.A. de Carvallo , Antigüedades..., pp. 149-150. Para estas fechas de­ bería de haber desaparecido ya el primitivo monasterio y el palacio regio. El erudito jesuíta no hace ninguna mención de sus restos. (19) Conocemos todos estos extremos por una cédula real de 1638: G.M. de Jovellanos , Colección de Asturias, v. IV (Madrid, 1952), pp. 207-208. La igle­ sia era de patronato real, por eso el fiscal del rey ordena que se paren las obras de reconstrucción. Otra familia influyente de la comarca, los Miranda, ofrece su apoyo económico para la restauración de Santianes con una condi­ ción muy significativa: que no fueran enterrados allí miembros de la casa de Salas, ni de otra familia cualquiera. Al fiscal del rey le parece correcta la oferta de los Miranda y dió luz verde a las obras comenzadas. En 1694, Juan Suárez de Villazón, canónigo de León, hace unas mandas testamentarias a favor de su primo Amador Miranda, a condición de que éste haga lo posible para que otra familia noble, los , no tenga regalías en la misma iglesia de San Juan de Santianes. Los problemas seguían todavía después del 1650, según consta en la documentación recogida por Jovellanos. (20 Cfr. el extracto de un documento del 1666: G.M. de Jovellanos , o.c., p. 208. 324 F.J. FERNANDEZ CONDE Y M.C. SANTOS DEL VALLE

En el siglo XIX prosigue el proceso de intervención adquitec- tónica en la iglesia prerrománica. El año 1836 fue restaurado el crucero y sus brazos, ampliándose notablemente la estructura ori­ ginal; y treinta años más tarde, el 1868, culmina la mutación de la iglesia antigua: desaparece su vestíbulo y la fachada principal, que se reconstruye para rematarla con una tosca espadaña (21). La obra restauradora de la década de 1970 tratará de devolver a San Juan de Santianes una fisonomía más cercana a la original (Fig. 1).

LA RESTAURACION MODERNA Y EXCAVACIONES PREVIAS.

No existe una memoria elaborada técnicamente de las obras de restauración y de las excavaciones parciales que las precedieron. Pero se conservan varios documentos, gracias a los cuales es posible todavía conocer, de manera bastante aproximada, todo el proce­ so (22).

Primera fase de la excavación: 16 de agosto-24 de octubre: 1975 (23).

Fue retirado el pavimento moderno del pórtico, del ábside y de las naves y se excavaron varios sepulcros, con los que había sido recrecido el suelo primitivo de la iglesia.

Se conservan varios documentos de los siglos XVII y XVIII, en los que consta la existencia de enterramientos de alguna familia notable en el recinto de la iglesia. Así, en 1650 se da licencia a un miembro de la familia de los Salas para trasladar a Santianes los restos de doña Palla, porque la parroquia de ésta, Santa María Magdalena de Llera, estaba arruinada: C.M. V i g il , As­ turias monumental..., p 476. (21) F. de S e l g a s , l.c., pp. 9-10 y 21. (22) El responsable de estas obras fue el arquitecto don José Menéndez Pidal, un trabajos-síntesis suyo: “La basílica de Santianes de Pravia (Oviedo)”: Actas del Simposio para el estudio de los códices del ’Comentario al Apoca­ lipsis’ de Beato de Liébana, v. I (Madrid, 1980), pp. 279-297. Hemos podido examinar el “dossier” completo del Sr. Menéndez Pidal, que obra en el Minis­ terio de Cultura. El párroco de Santianes, Fidel Ibáñez, celoso conservador de todo lo relacionado con la iglesia, nos ha ofrecido dos textos suyos mecano­ grafiados, con noticias de interés para rehacer el prceso de restauración, lleva­ do a cabo en este templo: Algunos datos del día a día en la restauración de la basílica prerrománica de Santianes de Pravia (1975-1980); Basílica prerro­ mánica de Santianes de Pravia, siglo VIII. (23) Los datos ofrecidos por los documentos citados en la nota anterior LA CORTE ASTURIANA DE PRAVIA 325

Estas primeras obras permiten conocer la superficie ••primitiva de la fábrica: del pórtico, de las naves, del crucero y del ábside. Al mismo tiempo fueron descubiertos los arcos de ladrillo que se­ paraban las tres naves. Quedaron al descubierto las cimentaciones antiguas, los sillares de ángulo, las bases de los pilares de los arcos y el perfil semi­ circular del ábside, así como el suelo de opus signinum, que apa­ reció en diversos lugares de la fábrica. En una de las naves laterales, la del lado norte, fue hallada una piscina bautismal, de notable interés histórico, como tendremos ocasión de indicar más adelante. Al liberar los muros del pórtico de la carga moderna de cal quedaron al descubierto trozos de tres de las paredes originales dé este recinto. A lo largo de estas primeras prospecciones aparecieron también materiales arqueológicos aislados, de importancia para la compren­ sión histórico-artística de todo el complejo constructivo. Entre ellos destacan las cimentaciones de la primitiva basílica, las basas de pilastras y columnas, los sillares de ángulo que permiten recons­ truir las dimensiones de la fábrica prerrománica, y el perfil del ábside semicircular. >■ En esta primera fase de excavación-reconstrucción aparecieron también algunos objetos de singular valor arqueológico: parte de la piedra con la inscripción laberíntica fundacional, que ya se daba por perdida; cinco fragmentos del ventanal central de arco de he­ rradura; piezas de ventanales de arco, también de línea utrasemi- circular y varias formas de ventana con el mismo tipo de arco (24); restos de columnas y basas; ladrillos, tcgulcie e ímbrices de tradi­ ción romana y'an precioso candelera de bronce policromado (25).

no tienen un orden estricto. La recomposición del proceso, tal como aquí se describe, es obra nuestra, efectuada a base de recopilar y relacionar todos los elementos aislados que aparecen en dichos documentos. (24) Este ventanal central y diversos trozos de ventana, un trozo de can­ cel, así como varios objetos de tradición romana, habían salido a la luz en unos trabajos de restauración, emprendidos por Fidel Ibáñez anies de 1975: J. M en en d e z P id a l , l.c., p. 288. Cfr. tam bién: F. I b a ñ e z , Basílica prerromá­ nica..., pp. 2-3. (25) También fueron halladas 12 dovelas de arco con sus impostas, sin que pudiera precisarse su funcionalidad concreta:' J. M en en d e z P id a l , l.c., p. 291. El autor tampoco precisa el momento o fecha de este hallazgo. 326 F.J. FERNANDEZ CONDE Y M.C. SANTOS DEL VALLE

Segunda fase de la excavación: Julio 14 — — — : 1976.

Fueron demolidos muchos recrecidos modernos, para devolver a las distintas estructuras de la fábrica una traza más genuina y acorde, en lo posible, con sus orígenes históricos.

Tercera fase de la excavación: 1978-1980 (Con largas interrupciones).

Se realizaron diversas obras de acondicionamiento en la fábrica de la iglesia y en el ajuar, para devolverle sus funcionalidades cul­ tuales ordinarias (26).

ELEMENTOS FUNDAMENTALES DE SAN JUAN DE SANTIANES.

En esta parte de nuestro trabajo intentaremos describir y ana­ lizar pormenorizadamente los elementos estructurales de la iglesia y cada una de las piezas singulares que fueron descubiertas en las obras de restauración anteriores a 1975 y en los trabajos de excava­ ción-restauración comenzados entonces.

Planta y alzados.

San Juan de Santianes, según el testimonio de Carvallo, que pudo visitar la iglesia antes que comenzaran las obras de remode­ lación en el siglo XVII, tenía una fábrica de tres naves, separadas por arcos y pilares de sillería. El altar estaba colocado en el cen­ tro del ábside (27). Las excavaciones últimas, además de confirmar las noticias del jesuita-historiador, ofrecen nuevos datos complementarios sobre la forma originaria de la basílica palatina del siglo VIII. Perfectamen­ te orientada hacia el este, constaba, efectivamente, de tres naves

(26) El 29 de julio de 1980 se hizo un inventario completo de todas las piezas recuperadas y fueron tomadas fotografías de las mismas. En total: 135 trozos pétreos, con o sin labra; 43 fragmentos cerámicos y dos lápidas: una con inscripción y la otra con un precioso bajorrelieve. Esta espléndida colec­ ción puede encontrarse en un recinto cerrado de la sacristía actual. (27) L.A. d e C arvallo, Antigüedades..., pp. 149-50. LA CORTE ASTURIANA DE PRAVIA 327 diferenciadas por pilares y arcos, la central más ancha que las late­ rales, nártex o vestíbulo a los pies, un crucero y ábside (28). Entre las posibles soluciones de las plantas visigodas: la basi- lical y la cruciforma, Santianes adopta fundamentalmene la pri­ mera, más frecuente en el período inicial de la arquitectura de aquella época, desde el 415 al 587 (29). El nártex, vestíbulo o pórtico, de 4,60 m. de ancho (Figs. 2, 3, 4), fue construido por sus fundadores para panteón regio. Estaba abierto al exterior, y la entrada al cuerpo de la iglesia por el muro posterior del mismo tenía un umbral de 2 m. con quiciales separa­ dos 1,05 m. para puerta de dos hojas. En el pavimento aparecieron restos de opus signinum y de zócalo de estuco rojo. La traza origi­ nal de esta parte de la fábrica carecía de estancias laterales, como las que pueden verse aún en varias iglesias prerrománieas asturia­ nas (30). Al parecer, a ambos lados de la puerta de entrada a la nave habían sido colocados dos sarcófagos de piedra, que podrían co­ rresponder, seguramente, a los enterramientos de los monarcas asturianos Silo y Adosinda o Mauregato (31). Sobre este pequeño vestíbulo o nártex se levantaba una peque­ ña tribuna con suelo de madera, sin que aparecieran, hasta ahora, restos de escalera. Es cosa sabida que la tribuna a los pies del edi­ ficio constituyó una de las innovaciones características del arte hispano-visigodo. Puede verse, por ejemplo, en San Pedro de Mé- rida, una basílica de tres naves, construida en el siglo VI. Por lo demás, este elemento será una constante de la arquitectura Caroli­ na y asturiana (32).

(28) Nos basamos de manera especial en la descripción de los trabajos de excavación que hace J. Menéndez Pidal y trataremos de indicar las filiaciones estilísticas de cada elemento de la planta. (29) Adoptamos la división cronológica tradicional, formulada por Camps Cazorla: E. Camps Cazorla , “El Arte Hispanovisigodo”, en Historia de Es­ paña, dirig. por R. Menéndez Pidal, v. V (Madrid, 1940), pp. 433 y ss. En con­ creto, pp. 438-39. (30) Después de la última restauración falta la habitación lateral del la­ do norte. (31) Cfr. F. de S elgas , l.c., pp. 11-12. Este autor establece una compara­ ción entre el panteón regio de Santianes y el de Santa María del Rey Casto de Oviedo. Pero la disposición de ambos es notablemente distinta. En las pp. 12-13 ofrece algunas referencias sobre los sarcófagos. (32) Sobre este elemento estructural de las iglesias visigodas: P. de Palol , Arte hispánico de la época visigida (Barcelona, 1968), p. 124. 328 F.J. FERNÁNDEZ CÓNÜE Y M.C. SÁÑTOS DEL VALLE

PLANTA DE F. Gráf. 3: Planta realizada por F. Selgas sin haber hecho ningún, tipo i de excavaciones. v ." Gráf. 4: Planta realizada por J. Menéndez Pidal a la vista de los resultados de sus excavaciones. 33 0 F.J. FERNANDEZ CONDE Y M.C. SANTOS DEL VALLE

Quedan vestigios de las paredes que configuraban el recinto antiguo del pórtico. En la de la fachada sólo algunos sillares de cimentación; en la otras tres, medio metro de muro, con un apa­ rejo pobre de sillarejo (Fig. 5). La pared posterior que separaba el pórtico de la nave fue reforzada en época moderna, para soportar una pesada espadaña que sirviera de campanario (33). Las habitaciones o cámaras laterales contiguas al pórtico, que presentaba la iglesia antes de sü restauración definitiva, debieron de ser añadidos modernos. La del lado norte con toda seguridad. Y parece lógico que no existieran en la traza primitiva de la iglesia, habida cuenta de la finalidad funeraria de este pórtico-panteón. Dos recintos colaterales comunicados por una entrada con el vestíbulo, para albergar peregrinos y monjes, como suelen verse en los tem­ plos visigodos y en los asturianos del prerrománico, eran innece­ sarios en el pórtico de Santianes (34). Este pórtico de Santianes, que acabamos de describir (Fig. 6), no constituye, por sí mismo, ninguna innovación arquitectónica, Estan­ cias semejantes eran habituales en las basílicas paleocristianas, si bien con una finalidad bastante diferente. Y tiene antecedentes cla­ ros en varias iglesias visigodas. San Juan de Baños, constuida por el rey Recesvinto (661), presenta uno parecido al de Santianes, tam­ bién sin recintos colaterales (35). Igualmente, San Pedro de la Nave, Santa Comba de Bande y Santa María de Quintanilla de las Viñas, aunque éstas, en sus trazas primitivas, tengan ya las habitaciones contiguas con finalidades ascéticas o meramente asistenciales (36). La estructura tripartita de las naves se conservó siempre en Santianes, a pesar de las profundas transformaciones, a las que se vió sometida su fábrica en la época moderna (Fig. 7). La central tie­ ne 5,60 m. de ancho. Las laterales sólo 2,50; y las tres 7,43 m. de lar­ go. Esta falta de longitudinalidad, perceptible a simple vista, parece

(33) El arquitecto restaurador quiso respetar esta espadaña y después de desmontarla la reconstruyó en el lado sur, contigua a la cabecera de la iglesia. La celosía del ventanal del pórtico es moderna. El diseño depende de los ca­ racterísticos del prerrománico. (34) J. M e n en d ez P ida l , l.c., p. 285 y pp. 289-90. El autor cree que el re­ cinto colateral de la derecha no es original, pero sí muy antiguo. Quizá del siglo VIII. Se basa en la existencia de dos ventanas abiertas en uno de los muros de este recinto. Pero dichas ventanas parecen mucho más modernas. (35) H. S c h l u n k , “Arte visigodo”, Ars Hipanie, v. II (Madrid, 1947), pp. 273-280: esta iglesia, “una de las más originales creaciones del arte visigodo”, introduce la innovación del porche o vestíbulo sin “precedentes en el arte visigodo”. (36) Sobre las tres iglesias citadas: lbíd., pp. 285 y ss. LA CORTE ASTURIANA DE PRAVIA 331 extraña a iglesias de planta basilical o a las cruciformes visigodas, que siriveron, seguramente, de referencia a los maestros de Pravia. Pero esta carencia aparece compensada, en parte al menos, con las dimensiones del pórtico de entrada. En San Pedro de la Nave, es­ pléndido ejemplar de los últimos desarrollos de la arquitectura visigoda, las naves laterales, muy cortas, se alargan también a ex­ pensas de los dos recintos laterales del pórtico (37). El suelo primitivo de Santianes fue realzado 0,67 m., cuando comenzó a ser utilizado como lugar de enterramiento a finales del Medievo y a comienzos de la Edad Moderna. El nivel de las tres naves es distinto: el más alto corresponde a la lateral del lado norte y el inferior a la lateral sur. La altura vuelve a subir en el crucero y en el ábside. Esta variedad de planos en la basílica del rey Silo parece impuesta por la necesidad de adaptar su superficie a las irregularidades del terreno, aunque no resultaría difícil for­ mular una hipótesis explicativa más compleja (38). Las tres naves primogenias estaban separadas —todavía apare­ cen así en la actualidad— por dos arcos completos de medio punto que descansan sobre pilastras en los extremos y un pilar central, todos de 2,50 m etros de altura. El pilar, de 0,42 metros, presenta los ángulos achaflanados, bases sencillas y capiteles rectos, que ve­ remos repetidos en las iglesias prerrománicas. Los arcos fueron construidos de aparejo mixto: sillarejo en los arranques y ladrillos gruesos en la parte central (39). Se ha querido ver en este sistema de arquerías uno de los aspec­ tos novedosos del estilo arquitectónico de Santianes. Normalmente, las columnas de las iglesias visigodas tienen fustes o capiteles ro­ manos reutilizados o imitados con más o menos fortuna, y los arcos son, por lo general, de herradura, sobre todo en la segunda parte de la época visigoda, lo cual constituye, sin duda, una de las carac­ terísticas más conocidas de aquel estilo artístico-arquitectónico (40).

(37) La planta de San Pedro de la Nave: H. S c h l u n k , l.c., p. 292. (38) J. M e n en d e z P id a l , l.c., p. 285. Uno de los sillares, adosados a un pilar, que formaba parte de una grada, construida entre la nave lateral norte y la central, era una basa, con perfiles muy conocidos en las iglesias asturia­ nas. (39) J. M e n en d e z P id a l , l.c., p. 285, insiste en que “las arcadas del templo fueron más deprimidas, y se realzaron cuando se llevó a cabo la consabida utilización para enterramientos”. (40) Una buena sinopsis de las características generales de la arquitec­ tura hispanovisigoda : E. C a m ps C azo rla , l.c., pp. 442 y ss. Cfr. también P. de P alo l , o.c., p p . 23 y ss. 3 3 2 F.J. FERNANDEZ CONDE Y M.C. SANTOS DEL VALLE

Con todo, no parece que esta supuesta innovación de Santianes sea determinante, ella solo, de la pretendida novedad constructiva. También pueden encontrarse pilastras y arcos de medio punto, en los que no falta el ladrillo, como elementos integrantes de fábricas pertenecientes a iglesias visigodas (41). Desde el exterior se accede también a las naves de San Juan Evangelista de Santianes por dos puertas laterales, abiertas no lejos del crucero. El carácter funerario del pórtico-panteón, de­ mandaba, lógicamente, alguna entrada distinta de la principal, construida en la fachada de dicho pórtico. La iluminación del espacio central de nuestra basílica regia se efectúa mediante dos ventanales pequeños, en forma de tronera hacia el interior y con arco ultrasemicircular o de herradura en la parte exterior (Fig. 8). De hecho, todas las ventanas de la iglesia, de las que nos ocuparemos más adelante con alguna detención, tienen la misma forma, de fuerte sabor visigodo. El crucero primitivo de la iglesia no estaba acusado en planta como el actual. Sabemos que tenía unas proporciones importan­ tes: 4,50 metros, aunque no podamos reconstruirlo correctamente a causa de los grandes cambios experimentados por el edificio, es­ pecialmente en las restauraciones del siglo XIX. Este sector del mismo fue el más afectado juntamente con el ábside. Durante la citada reforma desaparecieron las arquerías que lo comunicaban con la nave, pero gracias a las últimas excavaciones se ha podido comprobar que el crucero de Santianes tenía también una estructura de tres naves, continuando longitudinalmente las arquerías del cuerpo central de la iglesia, es decir, de las naves. Es más, probablemente estas arquerías del crucero eran más nobles que Jas de las naves, descansando, seguramente, sobre columnas y semicolumnas, con fustes y basas bien trabajadas (Figs. 9, 10, 11, 12^ (42).

(41) En San Pedro de la Nave, por ejemplo, se utilizan grandes pilastras y ladrillos para los arcos de la nave, también de medio punto. Los capiteles de dichos arcos tienen cierto parecido con los de Santianes. (42) Adosado al muro, del lado de la epístola, apareció el arranque de una semicolumna con su basa, que testimonia el remate de la arquería del crucero. El prof. H. Schlunk pudo ver otra pieza similar, hoy perdida, cuya fotografía se conservaba todavía en el momento de las excavaciones: J. Me- n e n d e z P id a l , Le., p. 286. Hemos examinado detenidamente la forma de esa semicolumna y coincide con otra, colocada ahora en el lado opuesto del cru­ cero. Además, una de las pilas de agua bendita descansa sobre otra basa completa de columna exenta, un poco más pequeña que las anteriores. Y la LA CORTE ASTURIANA DE PRAV1A 333

Ignoramos la forma precisa del alzado de dicho crucero. La ele­ vación de la cubierta posibilitaba la apertura de huecos altos que aportaran la debida iluminación. En la actualidad presenta dos ventanales modernos y muy sencillos. El proyecto original de nuestra iglesia palatina tenía un solo ábside. Por la parte interior era de traza semicircular peraltada (Fig. 13), con un diámetro de 4,50 metros: casi de idénticas dimen­ siones a las de la nave central (43). Después de las últimas excava­ ciones parece suficientemente demostrado ya que careció de ábsides laterales. Las dos sacristías actuales que flanquean el presbiterio son modernas. Por el exterior, el ábside único tenía forma cuadrangu- lar, lo cual viene a corroborar la fuerte impronta de visigotismo que impregna toda la fábrica. Y es cosa sabida que el ábside único cuadrado o de estructura cuadrangular constituye una de las notas formales más específicas y singulares del modelo arquitectónico hispano visigodo. El hecho de que el ábside semicircular interior esté acogido en la parte exterior por paredes rectas, tampoco resulta un fenómeno obsoleto. Ocurría así en muchas basílicas paleocristianas y en al­ gunas visigodas, sobre todo de la primera época. La basílica de Son Peretó en Mallorca, Son Bou en Menorca o la de Zorita de los Canes son sólo algunos de los múltiples ejemplos que podrían aducirse (44). En las plantas de numerosas iglesias posteriores, pertenecientes cronológicamente a la denominada época mozárabe, volverán a adoptarse soluciones idénticas. San Cebrián de Mazóte (Valladolid) será también así (45). Persisten, con todo, algunas dudas sobre la configuración exac­ ta de la cabecera de San Juan de Santianes. En el transcurso de las últimas obras de restauración se comenzó una prospección segunda pila tiene como base un trozo de fuste de características similares. Si a esta serie de piezas, que pueden examinarse todavía con detención, aña­ dimos la que vió el profesor Schlunk, tenemos la estructura casi completa de la arquería del crucero. (43) Cuando fue levantado el pavimento moderno del ábside, apareció el muro semicircular. El arquitecto conservador recubrió ese muro con una hi­ lada de losas, que permiten observar perfectamente la primitiva configuración del mismo. (44) Cfr. P. de P a l o l , Arqueología cristiana de la España romana. Siglos IV-VI (Madrid, 1967), pp. 10 y ss., 16 y ss., 90 y ss. (45) Cfr. J. F e r n a n d e z A r e n a s , La arquitectura mozárabe (Barcelona, 1972), p. 116. Santiago de Peñalba también tenía un ábside de arco de herra­ dura, acogido por paredes rectangulares en el exterior. Su planta: l.c., p. 84. En San Miguel de Escalada (León) es la solución de los tres ábsides. 3 3 4 F.J. FERNANDEZ CONDE Y M.C. SANTOS DEL VALLE apresurada y asistemática en la sacristía moderna de la izquierda, apareciendo un enterramiento de lajas y algunas estructuras inte­ resantes. Una futura excavación arqueológica en este lugar tal vez aporte nuevas referencias sobre la cabecera de nuestra iglesia (46). En cualquier caso, la existencia de un ventanal grande de tres arcos de herradura, con ajimeces y alfiz y una inscripción votiva coloca­ da en la parte central externa de dicho ábside parece evidenciar definitivamente la forma recta del mismo (47). Por lo dicho anteriormente podemos considerar superada la te­ sis de H. Schlunk, el cual, analizando al morfología arquitectónica de San Juan de Pravia mucho antes de las obras de restauración, emprendidas en la década del setenta, veía en la supuesta cabecera tripartita de esta iglesia una importante innovación respecto a las modas o usos arquitectónicos de las iglesias hispanovisigodas (48). Y nada tiene de extraño así que el profesor alemán considerara la cabecera de Santianes como el esbozo claro de muchas iglesias pre- rrománicas asturianas. El suelo del ábside primitivo era también de opus signinum con zócalo de estuco rojo, como en el resto de la iglesia. Su cubierta llevaba bóveda de horno a base de sillares de toba. Y la del resto de la iglesia era de madera y teja. La mayoría de las iglesias his­ panovisigodas tenían espléndidas bóvedas de sillería o de ladrillo. Pero no faltan ejemplos de templos visigodos con una solución similar a la de Santianes: bóveda en el ábside y tejado sobre ma­ dera en el resto de la fábrica. San Juan de Baños era uno de ellos (49). Quizá esta forma de construcción viniera impuesta por deter­ minadas deficiencias técnicas o económicas y en Santianes pudo suceder algo semejante.

(46) Cfr. J. M e n en d ez P ida l , l.c., p. 287. Su exposición no resulta nada clara en este punto. Selgas, al reconocer la iglesia a comienzos de siglo, creía que la cabecera de la iglesia terminaba en un muro recto al exterior, cerrando longitudinalmente tres ábsides: F. de S e l g a s , l.c., p. 10. Una copia de la plan­ ta ideada por Selgas en nuestro apéndice gráfico. (47) Más adelante nos ocuparemos detenidamente del análisis del venta­ nal y de su inscripción. (48) H. S c h l u n k , l.c., pp. 328-29. “Pudiera pensarse, acaso, para explicar este cambio en una corriente artística que hubiera llegado a Asturias desde el norte de los Pirineos o de otra parte de Europa occidental. El argumento principal que habla en favor de esta suposición es la cabecera tripartita, que aparece precisamente desde 750 en casi todos los países de Europa occidental”. (49) E. C a m ps C azo r la , l.c., p. 448, refiriéndose a San Juan de Baños. LA CORTE ASTURIANA DE PRAVIA 335

Los muros eran, y son, de sillarejo pobre. Sólo aparecen sillares bien trabajados en los niveles de cimentación y en las esquinas, contrastando Santianes en esto con los nobles aparejos de sillares, a veces colocados de forma muy sofisticada, que pueden verse to­ davía en muchas de las iglesias hispanovisigodas. En el prerromá- nico asturiano se encontrarán muchas veces muros de mampostería como los de la basílica de Silo (50). La limpieza sistemática de los muros de San Juan de Santianes permitió conocer mejor sus primitivas proporciones volumétricas. La nave central tenía 7,18 metros de altura. El pórtico 5,80 y 3/3 las naves laterales. No hemos podido precisar las alturas del cru­ cero y del ábside a causa de las profundas transformaciones de estos sectores de la fábrica.

El baptisterio.

El baptisterio de Santianes, situado en la nave lateral del lado norte, casi al comienzo de la misma, constituyó uno de los hallazgos de más interés. Es muy pequeño: 56,5 centímetros de ancho por 61,5 de largo y 28,5 de profundidad (Fig. 14). Sus paredes fueron revestidas con dos hiladas de sillares y en el suelo tiene un desagüe. Se trata, indudablemente, de una piscina bautismal: la única que conocemos en las iglesias asturianas, muy vinculada, por supuesto, a la tradición litúrgico-arquitectónica de las iglesias hispanovisi­ godas. La variedad tipológica de esta clase de elementos cultuales, dentro y fuera de España, no nos permite establecer paralelismos o posibles dependencias con el de San Juan de Pravia. Sabemos que las piscinas bautismales podían estar ubicadas en cualquier parte de la iglesia (51). Tenían, asimismo, las más variadas formas

(50) Sobre el aparejo habitual en Las iglesias visigodas: E. C a m p s C az o r la , l.c., p. 443. El mismo autor anota que en los edificios merovingios y ostrogodos el aparejo de las fábricas era también de sillarejo, mampuesto y ladrillo, con sillares sólo en las esquinas. (51) Cfr. P . T e s t in i , Archelogia cristiana. Notioni generali dalle origini alia fine del sec. VI (Roma, 1958), pp. 619 y ss. Por lo general, en Occidente estaban en la nave de la iglesia. En el ábside pueden encontrarse en Oriente, especialmente en Siria y Palstina. P . de P alol , Arqueología cristiana..., p. 162. Además: V. P acheco -J .M . G alan J o r d á n , “El templo y el baptisterio”, Arte sacro y C. Vaticano II (León, 1965), pp. 212 y ss. 336 F.J. FERNANDEZ CONDE Y M.C. SANTOS DEL VALLE geométricas. Y parece que las rectangulares eran menos abundan­ tes que las circulares en la Península durante la época visigoda (52). La presencia de baptisterios o piscinas bautismales induce a pensar enseguida en el bautismo por inmersión y en iglesias estre­ chamente vinculadas a sedes episcopales. Conviene tener en cuenta, sin embargo, que desde la primera época de la historia de la Iglesia coexistieron las dos formas de administración litúrgica de este sa­ cramento: la inmersión y la infusión o aspersión, aunque fuera más corriente la primera en la Antigüedad. Por otra parte, si admi­ nistraban este sacramento las sedes episcopales, también lo hacían las basílicas o templos regentados únicamente por presbíteros. Nos consta que la iglesia hispanovisigoda bautizaba por inmer­ sión, aunque no siempre. Tenemos testimonios precisos de San Isi­ doro y de San Ildefonso. «La fuente bautismal, decía el arzobispo hispalense, es el origen de todas las gracias. Tiene siete escalones: tres en el descenso, por las tres cosas a las que renunciamos en el sacramento; los otros tres en el ascenso, por las tres que confesa­ mos...» (53). La forma y las dimensiones, la profundidad, sobre todo, de cada piscina bautismal está relacionada con el movimiento de los cate­ cúmenos en ella. La de Santianes de Pravia, poco profunda, podía ser utilizada para administrar el bautismo sobre el fiel puesto de rodillas al borde o de pie en el interior de la misma. En cualquier caso, nada nos permite afirmar que San Juan de Santianes fuera alguna vez sede episcopal, como sugiere un autor moderno (54).

(52) P. Testini, o.c., pp. 632-33, enumera las siguientes formas: octogonal en el exterior y cruciforme o a “quadrifoglio” por la parte interior; circular; oval ; rectangular ; cuadrada ; exagonal ; cruciforme ; a “quadrifoglio” ; rosà­ cea o estalar”. Sobre las formas de las piscinas hispanovisigodas : P. d e Palol , Arqueología cristiana..., pp. 162 y ss. Aduco ejemplos de piscinas en forma de cruz, rectangulares, circulares y de forma intermedia. (53) S an I sid o r o de S evilla , De ecclesiasticis officiis, II, 25, 4: PL 83, 821. Sobre la administración del bautismo en las iglesias hispanovisigodas: J. F e r ­ n a n d ez A l o n so , La Cura pastoral en la España romanovisigoda (Roma, 1955), pp. 283-86. (54) En las basílicas cristianas la profundidad de las piscinas podía osci­ lar entre 0,35 metros y 2: P. Testini, o.c., p. 635. El historiador local J. de Bances dice de Santianes: “...ellas (la Magdalena de Llera y S. Juan de San­ tianes) fueron la metrópoli antes que se fundase, como ha dicho, la Pola de la Villa vPravia) para cabecera de la jurisdicción”: J. d e B a n c e s y V a ld e s , l.c., p. 262. LA CORTE ASTURIANA DE PRAVIA 337

Altar y canceles.

El altar primitivo de San Juan de Santianes (Fig. 15) estuvo co­ locado en el centro del ábside hasta el siglo XVII y el espacio del presbiterio fue aislado de las naves hasta la misma época por un cancel de piedra muy trabajado (55). A finales del siglo pasado, al montar un retablo mayor en la parte posterior del ábside, fueron encontradas las piezas del altar primitivo y partes importantes del cancel original. F. de Selgas trasladó estos elementos a la iglesia del Pito (Cudillero), donde aún pueden ser admirados (56). La mesa de piedra perteneciente al altar, rectangular, de 1,5 metros de larga y 1 de ancha, carece de ornamentaciones e ins­ cripciones. Descansaba sobre un fuerte pilar, también de piedra, cuadrangular, con las aristas achaflanadas. El loculus para las re­ liquias fue esculpido en la parte superior. La marca visigoda de esta pieza litúrgica ha sido reconocida más de una vez, aunque carezca de los ricos motivos ornamentales de algunas parecidas, pertenecientes a iglesias del siglo VII, como las pilastras del altar original de San Pedro de la Nave, por ejemplo (57). Las dos piezas grandes de cancel, perfectamente conservadas, con tablero y barrotera en piedra, también están vinculadas a la tradición hispanovisigoda. La cenefa realzada o barrotera de la parte inferior (58) va decorada con tallos, flores, racimos y peque­ ños vástagos, en talla a bisel. La parte ancha, en forma de tablero, rectangular, lleva una serie de círculos secantes labrados con la

(55) Una amplia descripción de estos elementos: F. de S f l g a s . I.e.. pp. 17-20. (56) Según las noticias de este autor, el altar de Santianes, al ser arran­ cado en el siglo XVII, fue trasladado a una de las naves laterales. Posterior­ mente pasaría a formar parte del muro testero. El erudito asturiano, en el artículo citado, publica el acta notarial de dicho traslado y hace referencia a una caja, en la que podían verse algunas reliquias. (57) La pilastra del altar tiene 1,50 metros. Gran parte de la misma iba enterrada. Trozos de pilastra de altar de San Pedro de la Nave: E. C a m ps C a z o r la , I.e., p. 570. Sobre altares de iglesias visigodas: P. de P a lo l , “Altares hispánicos del siglo V al VIII. Observaciones cronológicas”, Beiträge zur Kungstgeschichte und Archäologie des Frühmittelalters (Colonia, 1962), pp. 100 y ss.; y Arqueología..., pp. 183 y ss. (58) Selgas y Schlunk publican estas dos piezas de cancel, colocándolas verticalmente. Camps Cazorla, por el contrario, las reproduce correctamente, situando la cenefa o barrotera en la parte superior, como debería esta origi­ nariamente. En la reconstrucción del Pito también se colocaron horizontn1- mente, pero al revés. F . Dieg o S a n t o s , Historia de Asturias, v. III : Asturias romana y visigoda (Salinas/Astur'as, 1977), p. 236, la reproduce, a nuestro entender, correctamente, y subraya su ascendencia visigoda. 33 8 F.J. FERNANDEZ CONDE Y M.C. SANTOS DEL VALLE misma técnica (Figs. 16, 17). Estos motivos pueden verse en nume­ rosos ejemplos de canceles, arranques de bóveda o frisos, pertene­ cientes a iglesias visigodas tan conocidas como San Juan de Baños, San Pedro de la Nave, Santa Comba de Bande o Quintanilla de las Viñas (59). El parecido del cancel de Santianes con el de Santa Cristina de Lena es evidente, y ha sido ya puesto de relieve por varios autores. H. Schlunk cree que debe datarse en la segunda mitad del siglo VIL Los maestros de Santianes no habrían hecho más que reutili- zarlo (60).

inscripciones (61).

En la primera fase de las excavaciones, casi al principio, al re­ mover los escombros del presbiterio, apareció un trozo de piedra con la conocida inscripción laberíntica, a la que hacen referencia la mayoría de los autores, sin haberla visto casi ninguno:

SILO PRINCEPS FECIT

Tiene las siguientes medidas: 52,96 centímetros de ancha y 32,15 de altura. El tipo de letra corresponde a la capital romana muy elegante, propia de un texto breve de estas características y con autoría regia (Fig. 18). Al parecer, esta inscripción había sido colocada sobre el arco principal de acceso al crucero, desde la nave, y debió de desapare­ cer en el siglo XVII, cuando las familias nobles de Pravia pujaban por la preminencia honorífica en Santianes (62). Antes de comenzar las excavaciones de 1975, en el transcurso de unas obras de restauración, fueron hallados cinco trozos co­ rrespondientes a un ventanal de tres arcos de herradura, con un

(59) Las características de la ornamentación visigoda: E. C a m ps C a zo r - la , l.c., pp. 450 y ss. (60) H. S c h l u n k , l.c., p . 330. (61) En una obra, que ya se encuentra en preparación, ofrecemos el es­ tudio crítico de todos los epígrafes de la época prerrománica en Asturias, con aparato crítico, reproducción fotográfica, dibujos y análisis de cada uno. (62) En un documento relacionado con dichos problemas se dice expresa­ mente que en la primera parte del siglo XVII Fernando de Salas “había desaparecido con cautela y maliciosa disposición la inscripción”: G.M. de Jo­ v e l l a n o s , l.c., v. IV, p. 208 (el texto del documento). LA CORTE ASTURIANA DE PRAVIA 339 epígrafe conocido y transcrito la primera vez en el siglo XVI por Tirso de Avilés y citado posteriormente muchas veces:

IN HONORE(M) [SANCTI] IO[A]NNIS APOS[T]OLI ET EVA(N)G[LISTE HEC D]OMUS [SITA CO]NSISTI (63).

Medidas aproximadas: 1,08 metros y la caja de las dos líneas 0,25 y 0,55 m etros respectivamente. El tipo de letra, también capi­ tal romana como la anterior, es mucho menos solemne que aquélla y presenta ya algunos rasgos de uncial, especialmente la H, carac­ terísticos de la escritura epigráfica tardorromana y visigótico-mo- zárabe (Fig. 19) (64). La tercera inscripción, de la que también abundan las referen­ cias, es la más difícil, porque sólo se conserva parcialmente con una escritura en muy mal estado. Había sido colocada sobre el arco toral central (65) y antes de las restauraciones contemporáneas estaba adosada al muro de una de las naves laterales, concretamen­ te en la norte:

...CONTRA...XPI ECLESIA ...O IUS GRATIAM AD .A D ...El IUGIS A CRISTO ...R NOS DITATA DOMUS ...TAMUS FAMULI DEI ...UT NOS ADTOLLAT SION (66).

Mide 0,57 X 0,56 metros. Las letras también son capitales ro­ manas, menos elegantes que las del conocido epígrafe laberíntico del rey Silo y con alguna influencia uncial, concretamente en la V

(63) Tenemos en cuenta la lectura de Tirso de Avilés para completar las partes [ ] que en la actualidad no se conservan : T. d e A v i l, eArmas s y lina­ jes de Asturias y antigüedades del Principado (ed. Oviedo, 1956), p. 196. (64) Para la escritura de esta época: G. B a t e l, lLezioni i di Paleografia (Città del Vaticano, 1949), pp. 45 y ss. (65) Esta afirmación se basa en un testimonio del P. Carvallo : “Consta su fundación y dotación de una piedra que está sobre el arco por donde se entra a la capilla mayor, que se puede leer mal”: Antigüedades..., p. 149. Cfr. también: J. d e B a n c ey s V a l d,e l.c., s pp. 267-68. (66) Las letras de las dos primeras líneas están muy deterioradas y casi ilegibles. De todas las lecturas que hemos consultado, la más completa es la de F. de Selgas, l.c., p. 13. Nuestra lectura introduce algunas variantes. 340 F.J. FERNANDEZ CONDE Y M.C. SANTOS DEL VALLE y en la G. El rasgo corto y ondulado de esta última letra recuerda, asimismo, el estilo visigótico-mozárabe (Fig. 20) (67). Conviene recordar también que varias iglesias visigóticas tar­ días, San Juan de Baños y San Pedro de la Nave, por ejemplo, tenían textos epigráficos en sus arcos torales al igual que en Santianes.

CONJUNTO DE ELEMENTOS DIVERSOS.

Con los fragmentos y piezas sueltas encontrados en las distintas obras de restauración y acondicionamiento, antes o después de 1975, se ha ido formando un museo sencillo, que en la actualidad puede encontrarse reunido en la misma sacristía de la iglesia de San Juan Evangelista. Consta de 181 piezas, de desigual valor. Pero alguna de ellas tiene especial interés por su ornamentación, como tendremos ocasión de comprobar más adelante. Este conjunto de piezas arqueológicas constituye, como indicaremos, otro testimo­ nio expresivo del visigotismo arquitectónico-artístico que anima to­ da la obra de la basílica fundada por el rey astur Silo. Las partes integrantes de los ventanales hallados en Santianes corresponden a arcos de herradura, siguiendo también en esto pau­ tas visigodas (Fig. 23). En las iglesias más características del siglo VII los arcos utrasemicirculares, cuando correspondían a ventanas pequeñas, solían tener un radio muy prolongado, incluso se alarga­ ba más de la mitad, y «en varios casos están simplemente recorta­ dos en un sillar y, por consiguiente, no tienen la verdadera función ni estructura de tales arcos» (68). La parte exterior de las ventanas pequeñas de nuestra iglesia, abiertas en las naves laterales, respon­ den perfectamente a este diseño (Fig. 21). Los trozos del ventanal central a los que nos hemos referido repetidamente, están tan in­ completos que no resulta fácil determinar la naturaleza de sus ar­ cos. Parce que eran también de forma ultrasemicircular (Fig. 22). La fragmentación de un conjunto de dovelas, 12 en total, que apare­ cieron en las últimas obras de restauración, no permiten decidir la forma de su correspondiente arco. Probablemente era de medio punto (69).

(67) Un cuadro con el alfabeto de la escritura visigótico-mozárabe: V. G a r­ cía L o b, oLas inscripciones de San Miguel de Escalada. Estudio crítico (Bar­ celona, 1982), Apend. gráfico, cuadro 2. (68) E. C a m p sC a z o r, ll.c., a pp. 443 y ss. Los trabajos de don Manuel Gó­ mez Moreno sobre el arco de herradura son de sobra conocidos. (69) Así lo cree J. M e n e nd P ei z d a, ll.c., p. 291. LA CORTE ASTURIANA DE PRAVIA 341

Varios fragmentos de piedra, labrados con mucho esmero y or­ namentados con sencillos dibujos lineales, pertenecen a columnillas de ventanal. Dos de ellas, en concreto, por sus dimensiones, eran, seguramente, parte integrante del gran ventanal de la cabecera o quizá del crucero (Figs. 24-27). Otra serie distinta de fragmentos (Fig. 28) formaban parte de un conjunto trabajado primorosamente, de claras semejanzas con el cancel del presbiterio ya descrito más arriba, si bien no perte­ necían a esta pieza de la fábrica. La cenefa exterior o barrotera (Fig. 29) tiene, como aquél, zarcillos o tallos entrelazados con hojas. En la parte central o tablero lleva cruces y dibujos geométricos, en los que no falta la flor de lis. Y el maestro artesano utilizó, asimismo, la técnica de talla en bisel. Semejante ornamentación reproduce motivos muy repetidos en las construcciones visigodas pertenecientes a las diversas areas geográfico-artísticas: la tarra­ conense, la toledana, la emeritense y la castellano-leonesa. Baste recordar un detalle de pilastra utilizada como dintel en la alcazaba de Mérida (70) y los frisos decorativos pertenecientes a Guarrázar, o las impostas, capiteles, frisos y arranques de bóveda de un grupo de templos, no muy alejados en el tiempo de Santianes de Pravia, tales como San Pedro de la Nave, Santa Comba y Quintanilla de las Viñas, fábricas citadas muchas veces en estas páginas (71). En una conocida placa que procede de Tarragona (72) encontramos también esa franja, tallada en bisel con dos líneas de semicírculos, muy parecida a un fragmento de ese cancel descubierto en nuestra iglesia basilical (Fig. 30). En otros dos trozos pequeños de piedra (Figs. 31-32) puede ver­ se, asimismo, una ornamentación similar a la anterior. Pero aquí las cruces y una especie de corazón ocupan el lugar de los motivos vegetales. Estas cruces, circunscritas en círculos y enmarcadas en rombos regulares, volverán a utilizarse en las piezas laterales del gran cancel del iconostasio de Santa Cristina de Lena, cuya ascen­ dencia visigoda ha sido ya repetidamente resaltada (73).

(70) E. C a m p sC a z o r la . l.c., p. 435. (71) Dos detalles de un friso procedente de Guarrázar : H. S c h l u. no k.c.. p. 263. Impostas, capiteles y frisos de San Pedro de la Nave: H S c h l u. no. kc.. pp. 295 y ss.; P. d e P a l o, lArte hispánico..., pp. 110 y ss. Para la rica decora­ ción de Quintanilla de las Viñas: H. S c h l u. no.c., k pp. 300 y ss.; y P. d e P a l o. l Arte hispánico..., pp. 122 y ss. El arranque de bóveda de Santa Comba de Bande: E. C a m p s C a z o r. ll.c.. a p. 538. (72) H. S c h l u. no. kc., p. 262. (73) En San Juan de Baños puede verse una ornamentación con motivos parecidos: H. S c h l u, nl.c., k pp. 274 y ss. 3 4 2 F.J. FERNANDEZ CONDE Y M.C. SANTOS DEL VALLE

Un minúsculo candelero, de bronce, dorado a fuego, con pátina de color verde y esmaltes (Figs. 33-34), pertenece igualmente a la misma tradición artística hispanovisigoda (74). Entre todas las piezas de piedra conservadas en el pequeño mu­ seo parroquial de Santianes destaca sobre manera una: la lápida que sirvió de tablero a un artista desconocido para tallar a bisel el diseño de un edificio noble, un palacio sin duda, con casi todas sus líneas perfectamente definidas (Fig. 35). El parecido de este diseño, realizado en piedra, y las fachadas de Santa María del Naranco es asombroso. Tiene tres plantas cla­ ramente diferenciadas como el palacio ramirense de Oviedo. La central aparece iluminada con tres grandes ventanales de medio punto que recuerdan las belvederes de Santa María. A la planta baja se accede por dos puertas de factura similar a la de la balco­ nada superior. Pero la técnica de los dos edificios es diferente. En el llamativo diseño de Santianes se pueden distinguir, con toda ni­ tidez, las hiladas de sillares perfectamente alineados en la pared y en las arquerías de ventanas y puertas. Incluso la dovela central de los arcos inferiores tiene la forma de «tau» inequívocamente dibujada. Por el contrario, los sillares utilizados en el palacio de Ramiro I son más pobres, irregulares, están peor alineados y en muchas partes de sus paredes puede verse sillarejo de poca cali­ dad, en claro contraste con la riqueza ornamental de otras partes del edificio. Todo parece indicar que nos encontramos ante dos formas de construcción que remiten a dos épocas diversas: la fábrica ideal del maestro artesano de Santianes refleja técnicas constructivas visigodas, herederas del clasicismo tardorromano. El palacio del Naranco, por el contrario, evidencia sin ambajes la ar­ quitectura del prerrománico, alejada ya de los pujos de clasicismo, característicos de épocas pasadas. ¿Podría pensarse que el diseño de Santianes responde a la traza del palacio real, construido en aquella comarca por Silo y Adosin- da? La hipótesis resulta sumamente atractiva, pero no puede ir más allá de eso, de una sugestiva hipótesis o conjetura. En cual­ quier caso, creemos que el autor del diseño estaba reproduciendo un edificio conocido, que recordaba o, sencillamente, que tenía delante de sus ojos. El cuidado bajorrelieve de la parte inferior de

(74) Este candelero, que está a buen recaudo en la casa rectoral de San­ tianes, tiene motivos ornamentales, que recuerdan los esculpidos a bisel en el segundo de los dinteles que hemos descrito. LA CORTE ASTURIANA DE PRAVIA 343 la izquierda, que representa un árbol, parece representar un mo­ delo real con el que estaba familiarizado. Los fragmentos cerámicos de Santianes, 43 en total, apuntan igualmente a técnicas tardorromanas o visigodas. La mayoría son trozos de ladrillo o tegulae de buen tamaño (Figs. 36-40). Sólo unos pocos formaban parte de vasijas. E incluso éstos (Fig. 41) se apar­ tan totalmente de la tradición cerámica característica del prerro- mánico asturiano.

CONCLUSION.

Santianes de Pravia, su iglesia de San Juan Evangelista concre­ tamente, no tuvo nada que ver con la moda artístico-arquitectónica que triunfaba en Europa desde el año 750 aproximadamente, como había sostenido hace bastantes años el maestro H. Schlunk (75). Los artífices de esta basílica regia tenían presentes en los dise­ ños y en su ejecución modelos visigodos, tardovisigodos especial­ mente. Las relaciones de la corte de Pravia, embrionaria y elemental en sus instituciones y en su funcionamiento, con el mundo ultrapi­ renaico y en particular con el carolingio resultan impensables y no parecen justificadas por fuentes fidedignas. Por el contrario, el mundo tardorromano y visigodo estaba mu­ cho más cercano. Por eso, nada tiene de extraño que las grandes iglesias hispanovisigodas del siglo VII —San Juan de Baños de Cerrato, San Pedro de la Nave, Santa Comba de Bande y hasta la misma de Quintanilla de las Viñas— presenten similitudes estilís­ ticas notorias con la fundación de Silo en su corte asturiana, como se ha ido sugiriendo repetidamente a lo largo de este trabajo. Sin embargo, los parecidos de San Juan de Santianes con las iglesias más representativas del primer prerrománico asturiano, de manera especial con San Julián de los Prados —también iglesia palatina de un monarca, Alfonso II, que había dado los primeros pasos de su carrera política en la corte de Silo—, San Tirso de Oviedo y en algunos aspectos Santa Cristina de Lena, son innega­ bles y confieren a nuestra iglesia una significación histórica de notable relevancia. En la basílica de Silo y Adosinda tenemos, sin duda, el eslabón o punto de convergencia entre la arquitectura y la cultura hispanovisigoda y la característica de la época del pre-

(75) Ya hicimos referencia a esta conocida tesis un poco más arriba. Cfr. H. S c h l u, nl.c., k pp. 328-329, y nt. 48 este trabajo. 3 4 4 F.J. FERNANDEZ CONDE Y M.C. SANTOS DEL VALLE rrománico asturiano, aunque en este mundo cultural nuevo, el de los monarcas de Oviedo, incidan ya otras corrientes distintas y fo­ ráneas. Al fin y al cabo, el panorama político de la sede regia de Oviedo era ya muy diferente al de Pravia. La permeabilidad y las relaciones exteriores también (76). Santianes de Pravia constituye, por lo tanto, el primer hito de esas tendencias neovisigóticas que andando el tiempo, durante el reinado de Alfonso II (792-842) y de manera especial a lo largo del m andato de Alfonso III el Magno (866-910) se convertirán en justificación ideológica de determinados proyectos y situaciones políticas (*).

(76) Don José Menéndez Pidal en el Proyecto de obras de restauración. firmado en 1976, afirmaba ya: “las singularidades que nuestro primer monu­ mento presenta desde su trazado de planta, hasca sus detalles decorativos, hacen de él un ejemplar de transición entre formas arcaicas de tradición ro­ mana tardía, que perdurarían en la aislada comarca asturiana, y que enlazan con el desarrollo magnífico de las construcciones conocidas de Alfonso II”.

(*) Agradecemos a don Fidel Ibáñez el haber podido utilizar su magnífico “dossier” fotográfico, alguna de cuyas piezas publicamos aquí. Y también a Isidoro Cortina, que ha tenido la amabilidad y el placer de fotografiar todos los elementos arquitectónicos y decorativos de S. Juan Evangelista de Santianes. La mayor parte de las fotografías publicadas en este tra­ bajo se deben a su conocida pericia. APENDICE GRAFICO Fig. 1: La iglesia de Santianes antes del comienzo de la restauración de 1975.

Fig. 2: La iglesia de Santianes en plena restauración. Figura 3 : Las obras de reconstrucción del pórtico.

Fig. 4: La iglesia de Santianes, una vez terminadas las obras de restauración. Fig. 5 : Restos del paramento del pórtico antiguo.

Fig. 6 : Estado actual del pórtico reconstruido. Fig. 7: Panorámica del sector de las naves de Santianes.

Fig. 8: Interior de una de las ventanas de las naves laterales, reconstruido por J. Menéndez Pidal. Fig. 9: Basa y fuste de columna reutilizada.

Fig. 10: Basa y fuste de columna reutilizada. Fig. 11: Fuste de columna reutilizada.

Fig. 12: Basa de semicolumna reutilizada. Fig. 13: El altar actual de Santianes, réplica del antiguo y la traza del muro semicircular del ábside.

Fig. 14: El baptisterio o piscina bautismal de Santianes, desde un plano superior. La balustrada es moderna. Fig. 15: Altar y cancel originales, colocados actualmente en la iglesia del Pito (Cudillero).

Fig. 16: Detalle del cancel original. Fig. 17: Detalle del cancel original.

Figs. 18, 19, 20: R estos de las lápidas con inscripciones. Fig. 19

Fig. 20 Fig. 21: Cara externa de la ventana de la nave lateral norte.

Fig. 22: Trozo del ventanal de la cabecera oriental. Fig. 23: Ventanal reconstruido, quizá del crucero.

Fig. 24 : Fragmentos de columnilla o ajimez de ventanal. Fig. 25: Fragmento de columnilla o ajimez de ventanal.

Fig. 26 : Fragmentos de columnilla. Fig. 27: Fragmento de columnilla.

Fig. 28: Piezas de un cancel parecido al del presbiterio. Fig. 29: Barrotera del cancel anterior.

Fig. 30: Detalle del cancel anterior. Fig. 31: Detalle ornamentales de otro cancel.

Fig. 32: Detalle ornamental. Fig. 33: Candelero visigodo.

Fig. 34 : Base del candelero visigodo. Fig. 35: Diseño a bisel de un palacio.

Figs. 36, 37, 38, 39, 40: Trozos de ladrillo tegulae e ímbrices y fragmentos sueltos de cerámica. Fig. 37

Fig. 38 Fig. 39

Fig. 40 Fig. 41: Trozos cerámicos de vasija. Fig. 31: Detalle ornamentales de otro cancel.

Fig. 32: Detalle ornamental. Fig. 33: Candelero visigodo.

Fig. 34: Base del candelero visigodo. Fig. 35 : Diseño a bisel de un palacio.

Figs. 36, 37, 38, 39, 40: Trozos de ladrillo tegulae e ímbrices y fragmentos sueltos de cerámica. Fig. 37

Fig. 38 Fig. 39

Fig. 40 Fig. 41: Trozos cerámicos de vasija. SAN SALVADOR DE DEVA Y SU MONASTERIO HASTA LA EDAD MODERNA

POR

ISIDORO CORTINA FRADE

En el lado izquierdo de la nave de la iglesia de Deva sobre­ sale una lápida de reconocimiento dedicada por sus feligreses a la memoria de aquel venerable sacerdote, durante muchos años párroco de la misma, don Corsino Suárez Menéndez. El contenido de estas páginas está impregnado por ese> tri­ buto de trabajo que debo a Gi jón, pero en esta ocasión, además, mi tarea la comparto con la anterior dedicatoria, a la que rñe sumo de manera especial y se ve impulsada pOf 'el tárlñ o 'y gratitud que le debo a aquel virtuoso ánciáhó,' eri cüyá co'rhí pañía pasaron los primeros y azarosos méSes' dé rrti vidar y. ~á quien nunca podré agradecer bástante el haber sidó párá tifví — junto con el íntimo y precedente Sacramentó de SotGrr**1 que me impartió mi padre— la fuente de vida espiritual y^déi esperanza, iniciada con su mano paternal, que vertió sobré mi cabeza las aguas del Bautismo en la Fe, fuerza irttpulsói^á ésta que dio sentido y significado a San Salvador de Deva. r 346 ISIDORO CORTINA FRADE

La parroquia de San Salvador de Deva se encuentra situada en la zona Este y Sur del concejo de Gijón, a unos siete kilómetros de la villa y lindando con el concejo de Villaviciosa. Está casi cir­ cunvalada por un terreno alto y en gran parte montañoso. Este comprende la llamada cabecera de Rioseco y la Sierra de Deva o Monte de la Olla, en la que sobresale el Pico de Deva, con sus 426 metros de altitud. La zona Norte está constituida por un fértil valle de tierras bajas encuadradas entre las citadas elevaciones, y su punto capital es la Fuente o «Güeyu» de Deva, nacimiento del arroyo de Peña de Francia, el cual aguas abajo se junta con otros similares formando el río Piles. La demarcación parroquial de Deva tiene una extensión de 13,12 kms. cuadrados, y según el censo de 1981 una población de 493 ha­ bitantes de hecho y una cifra igual de derecho. Existen lugares que desde siempre tienen marcada una impronta indeleble que les caracteriza y les acompaña durante el transcurso de los tiempos. Esta señalización perpetua y definitoria puede tener orígenes diversos, preferentemente naturales, si bien muchas veces oscuros o de no comprensión general, por lo cual se impone en la mayoría de los casos el estudio profundo de su origen y de su esen­ cia. La nomenclatura y la toponimia nos ilustran casi siempre al respecto. San Salvador de Deva se encuentra en este caso. A lo largo de los siglos, Deva lleva en su nombre el reconocimiento de una idea o un significado mítico-religioso que le da vida y peculiaridad. Con él ha nacido en la oscuridad de la Protohistoria y ha evo­ lucionado enmarcada por unos cauces concretos. Pocos pueblos poseen una concepción tan homogénea como esta parroquia gi- jonesa. La idea religiosa es el germen de su inicio y su ámbito dentro del cristianismo medieval. La idealización de una divinidad es su proyección en los tiempos antiguos. En la Edad Moderna el panorama se muta. Su arquetipo eclesiástico del medievo se tras­ planta a la hegemonía señorial. Las casas de los Ramírez de Jove, marqueses de San Esteban del Mar y condes de Revillagigedo, en la línea de su troncal árbol genealógico, catalizan su devenir a partir del siglo XVI. La propiedad territorial de casi todo su ám­ bito demarcacional impuso hasta los tiempos actuales, en que se transforma por la enajenación de la tierra, unidad de criterio y tratamiento que mantiene la idea, en perfecto tracto sucesivo, del dominio eclesiástico anterior. «Initium doctrinae sit consideratio nominis» decía Epicteto, y a la verdad, examinar la significación de los términos suele ayudar SAN SALVADOR DE DEVA Y SU MONASTERIO HASTA LA EDAD MODERNA 3 4 7 no poco a descubrir la naturaleza de las cosas por ellos represen­ tadas (1). La palabra Deva tiene una etimología muy clara y precisa y que constituye la base de partida histórica de un proceso evolu­ tivo enraizado en hondas creencias que la marcan y la definen. Lingüísticamente, afirma María Lourdes Albertos, Deva es un nombre genuinamente indo-europeo, basado en «Deiva» (diosa di­ vina), frecuente en la formación de hidrónimos, por el carácter divino atribuido a los ríos, sobre todo en las regiones de estirpe céltica (2). Los celtas adoraban los accidentes naturales, para ellos representantes de la divinidad. Altuser define a este respecto la religiosidad como una representación seriada de los ríos, los mon­ tes, determinados lugares como cruces de vías, etc., que, además de los astros, eran objeto del culto céltico. Uno de los elementos esenciales de esta religión indígena es el naturalismo. Los acciden­ tes naturales eran morada de los dioses y aunque no eran deidades en sí mismos, eran representaciones suyas o sus lugares de habi­ tación. En Deva y barrio que lleva su nombre nace un río. El lugar de nacimiento o afloramiento es genuino como ninguno. Brota espon­ táneamente debajo de una alta y escarpada roca, no como una simple fuente, sino con un notable caudal. Une al verdor y a la frondosidad virginal, la frescura de un rincón de ensueño. Es el núcleo germinal de Deva, que aquí nace cara a la historia. El lugar es idóneo para la evocación de divinidades, ninfas y seres mitológicos. Constituye un ideal, como así fue, para la cimen­ tación de un habitáculo de deidad primitiva o para el origen de una leyenda. Hoy sobre esta roca está radicada la capilla de Peña de Francia, como así se denomina su pétreo basamento y en donde se venera la imagen de la Virgen bajo esta advocación. Es el pan­ teón familiar de la estirpe de los hoy condes de Revillagigedo, sus fundadores y patronos, quienes a su vera tienen su feudo. La denominación de Deva no es un caso insólito ni único; forma parte de una seriada repetición de advocaciones similares. Muchos autores coinciden en la identidad e identificación de su naturaleza. Podemos resumir sus apreciaciones en el sentido de la adoración que tenían los celtas a los ríos. Recuerdos de este culto son Jos nombres de los Deva de Guipúzcoa y Santander y Riodeva en Teruel, cuya

(1) M en d iz a ba l M a r t in . L .: Tratado de Derecho Natural. Madrid. 1928, pág. 13. (2) A l b e r t o s , M.L.: Alava prerromana y roma. Estudio lingüístico. Rev. “Estudios de Arqueología Alavesco”, n.° 4, 1970, pág. 169. 348 ISIDORO CORTINA FRADE

raíz indoeuropea es la misma, del latín «Divus, deus» (3). Moralejo Caso recoge las referencias gallegas sobre Deva y nos dice: «este nombre es igual al latín diva o dea, diosa, y se dio a los ríos divi­ nizados» (4). En Asturias, José Manuel González y Fernández-Valles ha estu­ diado el tema en profundidad y coincide en las anteriores aprecia­ ciones al referirse a topónimos foráneos a nuestra región (5). En lo que respecta a su enumeración, encontramos el vocablo Deva con una abundante vinculación fluvial. Además de los ya se­ ñalados de Guipúzcoa y Teruel, el término Fuente-Deva, junto a Salinas de Léniz, se repite en la provincia de Santander con el co­ nocido de Fuente-Dé, origen del río Deva que sirve de límite en un largo tramo entre Asturias y Cantabria. Existe otro río Deva, afluen­ te del Limia en Orense y otro Deva afluente del Miño. Con la misma denominación existe aún uno más, tributario de la ría de Vigo. Fuera de España, y en países de influencia céltica se localizan ter­ minologías de igual significado. Tal sucede en Escocia, Inglaterra, Irlanda y Francia, realidad ésta que nos expresa una vivencia cul­ tural radicada en una extensa área del Occidente europeo. En Asturias, además del epígrafe que ahora nos ocupa, se loca­ liza el río Deva en Covadonga, y en la desembocadura del Nalón un islote costero situado frente al aeropuerto de Ranón. Muy recientemente parece ser que en la antigua Bética ha apa­ recido una inscripción epigráfica en donde se consigna una alusión a Deva. Este descubrimiento, todavía no confirmado por el corres­ pondiente estudio científico, puede abrir nuevos horizontes en un campo carente de una influencia céltica directa. Esta reminiscencia —llamémosla céltica o más simple y apro­ piadamente indígena— se hace notar en Deva de Gijón, además de lo antedicho, por algún otro dato más positivo que la nomenclatura y la tradición. No hace todavía mucho tiempo y en compañía de un amigo, don Rodrigo Suárez Pastor, entusiasta de la infrahistoria gijonesa, en un recorrido efectuado por la parroquia de Deva, examinamos una tosca representación de cabeza humana empotrada en la pared de una casa de labor, sita en el lugar de Faro, Barrio de Pedroco, la

(3) L a p e s a , R .: Historia de la Lengua Española. Ed. Gredos. Madrid, 1980, pág. 22. (4) M o r a lejo C a s o , A .: Toponimia gallega y leonesa. El Pico Sacro. S a n ­ tiago, pág. 27. (5) G o n z á le z y Fernandez Valles, J.M .: Histeria de Asturias. V o l II. “Asturias Protohistórica”, pág. 96. - - SAN SALVADOR DE DEVA Y SU MONASTERIO HASTA LA EDAD MODERNA 349 cual había pasado hasta entonces desapercibida a efectos de estudio y atención. Los propietarios de la finca le otorgan un origen desco­ nocido y han manifestado que su radicación en el citado lugar data desde tiempo inmemorial. La pieza me llamó inmediatamente la atención y la asocié con la memoria que tenía de las cabezas cas- treñas expuestas en el Museo Arqueológico de Lugo y con la fami­ liaridad que irradia otra cabeza, con la que me encuentro vinculado, aunque de diferente naturaleza, situada en el ábside de la iglesia de Santa Eulalia de Baldornón, cuya filiación indígeno-romana pre­ cisé por primera vez (6). Este hallazgo de Deva puede calificarse como el primer testimo­ nio de una cabeza-trofeo en Asturias, como la califica la profesora Fernández Ochoa, a quien puse en antecedentes de las primicias del hecho, con sus testimonios gráficos correspondientes y mis apreciaciones al respecto, con ocasión de encontrarse entonces en Gijón dirigiendo las excavaciones arqueológicas que llevaron al descubrimiento de la muralla romana de la villa. Esta filiación ha sido unánimemente compartida por mis compañeros asistentes al Curso de Verano de 1983 sobre «Indigenismo y Romanización en el Conventus Asturum» celebrado en Gijón, con cuyo motivo tuve el honor de presentar una exposición fotográfica sobre la temática del Curso y en la cual se incluía la representación de la citada es­ cultura. Carmen Fernández Ochoa ha estudiado el tema que le aporté en profundidad y la encuadra dentro de la plástica del perío­ do castreño romano del Norte y Noroeste en la Península Ibérica (7). Es, desde luego, el ejemplar más septentrional y oriental del Nor­ oeste. Este hallazgo nos hace reafirmarnos en la idea de la existencia de un asentamiento indígena en Deva corroborando las anteriores apreciaciones expresadas sobre un lugar de culto en torno al naci­ miento del río. No existen noticias ni vestigios de tal radicación, al menos de tipo castreño, si bien el punto central y culminante de la actual finca del conde de Revillagigedo y sobre el lugar en donde se levanta un palacete constituye un emplazamiento no desdeñable para haber en su día constituido un hábitat de no muy extensas proporciones. En la catalogación que hace José Manuel González

(6) I.C.F.: Catálogo Histórico y Monumental de Gijón. Sta. Eulalia de Baldornón. IDEA, 1981, pág. 315. F e r n a n d e z O cho a , C .: Escultura de época romana hallada en Baldornón (Gijón). B. IDEA, n.° 107, 1982, págs. 759 y ss. (7) F e r n a n d e z O ch o a , C .: Escultura castreña hallada en Deva (Gijón). Revista “Archivo Español de Arqueología”, C.S.I.C., n.° 1982-83. 350 ISIDORO CORTINA FRADE de los Castros asturianos, solamente se citan en Gijón el de la Campa de Torres —más que posible Noega— el Pico de Alba, el Castiello de Serín y el Castiello de Bernueces (8). El más cercano de éstos es, desde luego, el de Castiello de Bernueces, enclavado a unos tres kilómetros en línea recta de San Salvador de Deva.

LA ROMANIZACION

Lo que sí podemos afirmar como un hecho cierto es el de la romanización del lugar y la posible existencia en el mismo de una villa romana. El terreno es adecuado e inmejorable a tal fin. El concejo de Gijón ha sido una de las zonas de romanización pre­ ferente de Asturias. El estudio del terreno y los hallazgos arqueo­ lógicos nos demuestran la existencia de una nutrida salpicadura de villas por toda su geografía. Lugares altos, bien orientados y con posibilidades de suministro de agua, son los principales con­ dicionantes para el establecimiento de estas explotaciones agrarias, base de la economía agrícola astur en tiempos de la dominación. Las inmejorables condiciones que presenta Deva no podían ser despreciadas, cuando consta su existencia en otros lugares del con­ cejo de inferiores posibilidades. El análisis de lo que hoy es la gran finca unitaria de los Condes de Revillagigedo cubriría todas las aspiraciones que podrían exi­ girse para el establecimiento de una villa en la época del Imperio: situación y orientación, fertilidad y abundancia de agua con el nacimiento del río dentro de su enclave. ¿Podría haber tenido ta­ les antecedentes, nos preguntamos? Carecemos de toda prueba al respecto. Del examen del archivo de la casa de los Ramírez de Jove, fun­ dadora del señorío y mayorazgo allí asentados, no resulta funda­ mento positivo alguno. Los antecedentes más antiguos datan de 1517 en que Juan García de Jove, llamado «El Fundador», adquiere «la casa de Arnado en Deva, con sus edificios y dos orrios y el molino debajo de ella, con la Torre de Deba, heredades, llantados, huertas, naranjos y limones, con los montes de Grandeño y más que en dicha parroquia pertenecen al vendedor (Miguel de Valdés) por herencia de sus padres y por la del bachiller de Gijón su abue-

(3) G o nzález y F er na n d ez V a l le s , J.M .: Catalogación de castros asturia­ nos. Rev. “Archivum”, XVI, 1966, pág. 265. SAN SALVADOR DE DEVA Y SU MONASTERIO HASTA LA EDAD MODERNA 351

lo» (9). Posteriores compras irán aumentando progresivamente el dominio territorial de la familia en la parroquia. Todas ellas cons­ tan reseñadas en el citado archivo. Se desconoce la naturaleza anterior de dichos bienes enumerados, pero es significativa la de­ signación de la Torre de Deva a efectos de consignar la preexisten­ cia de un posible feudo, cuya antigüedad e importancia se ignoran. De lo que sí hay referencia es del hallazgo de un tesorillo de monedas romanas en el término. Somoza nos da cuenta de ello: «En 1887 Francisco Suárez (a) Pachín de Cámpices, vecino de Rio- seco, en Deva, halló en el Monte Coriscao un lote de ochocientas monedas, en su mayor parte grandes y medianos bronces del Alto Imperio» (10).

LA IGLESIA DE SAN SALVADOR

Son sobradamente conocidas las tinieblas que envuelven a As­ turias y concretamente a Gijón durante la época visigótica, de la que ignoramos prácticamente todo y solamente vislumbramos una precaria perduración del régimen social legado por el Bajo Imperio en medio de un proceso de decadencia y degeneración. En la Alta Edad Media el panorama cambia, aunque no está totalmente escla­ recido. Quedan aún muchas incógnitas. La Diplomática aparece, si bien adulterada en muchas ocasiones, y la Arqueología nos permite adentrarnos en Deva con unos pasos más firmes que los anterior­ mente expuestos. En tiempos de la Monarquía Asturiana, Deva es patrimonio re­ gio como también parece que lo es la ciudad de Gijón y gran parte de su territorio. En sus términos se edifica la iglesia de San Salva­ dor, a unos trescientos metros a lo más del nacimiento del río y en la parte superior derecha de su margen. Suponemos que tal construcción lo haya sido de nueva planta y sin vinculación alguna con preexistentes ritos paganos situados en sus inmediaciónes, si bien este punto merece una consideración en otro aparte, en lo que se refiere a la actual ermita de Nuestra Señora de Peña de Francia. San Salvador de Deva es el único vestigio existente en Gijón, «in situ», del Arte genuinamente asturiano. Como se ha podido

(9) Archivo Conde de Revillagigedo. Casa Ramírez de Jove. Legajo 5.°, parroquia de Deva, n.° 1. 1908. Vol. I, pág. 350. (10) S omoza y G a rcía S ala , J .: Gijón en la Historia General de Asturias. 352 ISIDORO CORTINA FRADE comprobar, fueron edificadas, pero han desaparecido, otras igle­ sias de la época, como San Julián de Lavandera, de la cual sola­ mente nos resta un pedazo de cancel, expuesto hoy en el Museo Arqueológico Provincial (11). La enigmática —por lo indefinida, aunque de probable filiación— pieza ornamental que constituye una lauda labrada con un animal junto un árbol, orlada por una artística y laboriosa greca, procedente de la antigua casa solariega

dé los Valdés-Sorribas de San Martín de Huerces, propiedad de don Manuel San Román y en el Tabularium Artis Asturiensis, en concepto de depósito, constituye otra posible muestra del arte de la época, ésta dentro del campo de la ornamentación profana. De la primitiva iglesia de San Salvador de Deva solamente nos .quedan vestigios que perduraron a través del transcurso de los

(11) I.C.F. : Catálogo Histórico y Monumental de Gijón. IDEA, 1981. San Julián de Lavandera. SAN SALVADOR DE DEVA Y SU MONASTERIO HASTA LA EDAD MODERNA 353 siglos. Existen algunos estudios parciales sobre este tema, objeto ahora de este planteamiento (12). Del edificio original solamente queda hoy en pie una arcada y media en el lado Norte de la iglesia, resto de un conjunto de ma­ yores dimensiones, de cuya existencia se conservan constancias documentales. Los restos de esta arquería están constituidos por un arco completo y el arranque hasta el centro del otro. Su basa­ mento son sendos fustes rectos que coronan impostas al estilo de los existentes en las naves centrales de Valdediós, Nora, Priesca y Goviendes. La altura de dicho fuste hasta la imposta es de 2,60 metros. La imposta tiene una anchura de 65 cms., sobrevolando 5 por cada lateral de su soporte y una altura de 30 cms. El arranque del arco sigue la línea de 55 cms. que le marca el basamento infe­ rior en su inicio, disminuyendo en las dovelas superiores a 40 cms. El radio de dicho arco es de 80 cms., con lo que se obtiene una suma total de 4,10 metros, que es la altura de la arcada. Por testimonio del P. Risco, quien visitó la iglesia de Deva en 1790, sabemos que «éste advirtió que en la parte que mira al occi­ dente había tres arcos tapiados que sirvieron, sin duda, de comu­ nicación para el monasterio, cuyos vestigios se encuentran en tierra contigua «al mediodía», según se desprende de la letra de un apunte contenido en el Libro de Cuentas fechado en 1850 (folio 3.°)». Ciría­ co Miguel Vigil, que fecha su testimonio de visita en julio de 1852, dice al respecto: «Restaurado en diversas ocasiones, conserva de su primitiva fundación tres arcadas con sus pilastras, unidas y ta­ piadas, en la pared del lado del evangelio de su nave única, dando vista al exterior» (13). Examinada concienzudamente la técnica constructiva, y realiza­ do un análisis comparativo con otras iglesias de la época, así como estudiada en profundidad la orientación del templo, nos permiti­ mos discrepar de la apreciación de Risco, estimando que la arquería en cuestión constituía la arquería izquierda o del lado del evangelio de la nave central de la primitiva iglesia, que comunicaba con otra nave lateral y que no constituyó una salida o pórtico de comuni­ cación con el adjunto monasterio. La iglesia actual, que mantiene la misma orientación, fue levantada aprovechando al menos dicho

(12) I.C.F. : Gijón en el Arte Prerrománico Asturiano. B. IDEA, n.° 77. 1972. I zq u ier d o C a r m o n a , J.S. : Parroquia de San Salvador de Deva, Gijón. Tra­ bajo académico. Curso 1982-83. Manuscrito. (13) V ig il , C.M. : Epigrafía Asturiana. Vol. Texto, pág. 374. 354 ISIDORO CORTINA FRADE lateral, lo que nos permite, teóricamente y con base en elementos comparativos existentes de la época, practicar una reconstrucción, aunque sea aproximada de lo que pudo ser el templo original. Es posible que tal arcada triple fuera la completa del lado des­ crito de la nave mayor, siguiendo el modelo de Priesca y Tuñón, ambos pertenecientes al último período constructivo del ciclo es­ tilístico asturiano. Priesca sabemos que fue consagrada en el año 921, fallecido ya Alfonso II el Magno y trasladada la Corte a León. San Salvador de Valdediós, su precedente, tiene un tramo de cuatro arcadas similares. Fue levantada en el siglo anterior y es un mo-

RESTOS DE LA ARCADA Lado Norte.

numento de relevante importancia, que toma como patrón a San Miguel de Lillo y que tiene la trascendencia de ser templo regio. Santiago de Goviendes, del mismo período aproximado a Priesca, del siglo X, tiene un tramo de cuatro arcos y no de tres como la anterior. Concebimos a Deva, a falta de otras pruebas, como su homónima de Priesca y cubierta, salvo en la cabecera, por una techumbre de madera, al igual que aquélla y la de Goviendes. SAN SALVADOR DE DEVA Y SU MONASTERIO HASTA LA EDAD MODERNA 355

Dada la estructura de dichos arcos la estimamos, como sus con­ géneres, de tres naves, con cabeza tripartita, con un pórtico a los pies dividido en tres cámaras, con las capillas abovedadas y una cámara secreta en la parte superior de la capilla mayor, con co­ municación por una triple ventana con el exterior y concebida dentro de los patrones de ese primitivismo regresivo que caracte­ riza estos últimos ramalazos de nuestro prerrománico regional. Tenidas en cuenta las dimensiones del arco completo que nos resta, apreciamos que sus medidas aproximadas eran las siguien­ tes: Nave central, siete metros de longitud y tres y medio de ancho. Las laterales tendrían unos dos metros de anchura, lo que sumado a otros dos metros de las capillas, obtenemos una longitud interior del templo de nueve metros. El pórtico, a los pies, de existir, tendría otra longitud semejante a las capillas, de dos metros. Contando con el espesor de los muros, podríamos aventurar una longitud exterior de unos trece metros y una anchura cercana a los diez. La altura máxima del templo podría estimarse, de acuerdo con las nor­ mas constructivas del período, en tres veces y media la anchura de las respectivas naves. De las explicaciones que nos ha dejado Ciriaco Vigil parece desprenderse la existencia de una sacristía la­ teral. Esta estaría en el lado Sur. Recientemente, en 1985, se rea­ lizaron unas obras de parcial picado de la pared de yeso de la iglesia, para dejar vista su fábrica de piedra, y un arreglo completo de la techumbre del templo. Con este motivo ha quedado al descu­ bierto parte de la obra antigua, original y primitiva. En la fachada Sur han aparecido inesperadamente unos vestigios, que pudieran ser ilustrativos y servir de prueba a las posibles dimensiones y ca­ racterísticas, aunque muy precariamente, de la iglesia pre-románica. Al picar la pared de la iglesia y por su parte exterior —hoy pa­ ramento de una adyacencia moderna— se descubrió bajo la capa de cal que la cubría el sillajero del templo, con su remate final constituido por una base externa de zócalo. Adosada a esta esquina exterior, ángulo Este-Sur, y perfectamente conservada en su escua- dramiento, tiene su base de partida una pared posterior, cuya parte inferior está reforzada por un zócalo románico adornado con dien­ tes de sierra. En la parte baja de la confluencia de ambas cons­ trucciones quedó una especie de nicho u hornacina, la cual nos ha permitido el examen y características de la antigua esquina. La pared románica nos demuestra una ampliación del primitivo templo, en plena Edad Media. Nos inclinamos a datar esta obra en la última mitad del siglo XII. Como más tarde se expondrá, en 1147 la iglesia de Deva estaba destruida y Jiménez de Rada nos 356 ISIDORO CORTINA FRADE

confronta su existencia a principios del siguiente. Este añadido del lateral Sur se corresponde con el resto de la nave central. Su fá­ brica difiere de la obra pre-románica. El remate de la esquina de esta última es de sillar perfectamente escuadrado y de buenas pro­ porciones volumétricas. La pared románica es de material de piedra más pequeño y su prolongación no guarda línea con la anterior, de la que hoy es prolongación. A simple vista se aprecia bien el quie­ bro que produce, el cual posteriormente se ha tratado de disimular aplicándole una gruesa capa de cal o yeso. No obstante, si obser­ vamos detenidamente las paredes exteriores de la iglesia en su parte

RECONSTRUCCION IDEAL DE LA

PRIMITIVA IGLESIA DE SAN SALVA­

DOR DE DEVA

alta, es apreciable fácilmente dicho cambio de rumbo, por parte de la nueva pared, además de otras singularidades. Se desconocen los límites de esta ampliación al haber sido objeto la iglesia de otras obras posteriores de la misma naturaleza. Solamente por medio de trabajos de excavación podrían obtenerse nuevos datos sobre el particular. La esquina pre-románica referenciada guarda paralelismo con el remate lateral del arco completo que hoy nos resta de la triple arquería del lado Norte, la cual sólo la concebimos como colum­ nata lateral izquierda de la nave central, nunca como pórtico tripartito. SAN SALVADOR DE DEVA Y SU MONASTERIO HASTA LA EDAD MODERNA 357

La terminación a esta altura de la línea exterior primitiva no es óbice, entendemos, para concebir, como la describimos anterior­ mente, la estructura del templo, a base de tres naves con sus tres capillas a la cabecera, que teóricamente habrían de ir en la misma prolongación de la línea que se quiebra con la terminación de la arquería, en el lado Norte y con la esquina descubierta en el Sur. La casi totalidad de los monumentos asturianos tienen tres ca­ pillas a la cabecera. La única excepción es Santa Cristina de Lena, la cual posee una sola. La esquina descubierta puede ser indicio, también de un caso semejante, que no se puede descartar. De esta forma, el espacio que habría de ocupar la capilla correspondería al centro de la iglesia actual y el remate de la esquina en nada se opondría a que aquélla sobresaliera sobre la línea trazada entre la terminación de las dos naves y en la parte media de la misma. Comúnmente, como se dijo, la norma general del arte asturiano nos muestra la capilla tripartita, sin que con ello se rompa la so­ lución de continuidad como la mayoría, aunque con una variante, del que tenemos un precedente en Santullano. Finalizadas las naves y salvada la esquina, el arranque de las capillas está un poco reti­ rado hacia el interior, sin ser prolongación de las paredes laterales de las naves. La situación actual del templo impide excavaciones, único medio de solventar la exactitud de esta última afirmación, o la alternativa anterior, supuestos ambos que no pueden pasar de meras teorías basadas en la lógica. Un punto vital para la fijación de la premisa que nos ha servido de pauta para el descrito proceso reconstructor ha sido el relativo a la orientación de la iglesia. Sabido es que los templos cristianos medievales tenían el Este como normativa orientadora. El funda­ mento teórico de este hecho lo tenemos en diversos pasajes evan­ gélicos referidos al Oriente. Por este punto cardinal nace el sol; Jesucristo que nace en Belén, situado en el Este, es la Esperanza, que nos viene de allí; Jerusalén marca la trayectoria de la vida pública de Jesús, su muerte, su resurrección y su ascensión. El cristianismo medieval lleno de veneración hacia los Santos Lugares tiende de continuo su mirada en aquella dirección, de la misma forma que, a imitación suya, los musulmanes dirigen sus templos y miran en sus oraciones hacia el mismo punto cardinal en donde se encuentra la Meca. Las Cruzadas son la plasmación gráfica del fuerte significado representativo de Jerusalén. Es por tanto, hacia el Este, adonde debemos orientar la iglesia de San Salvador de Deva. Esta orientación nos conduce dentro de la lógica simple que nos había llevado antes por los mismos derro­ 358 ISIDORO CORTINA FRADE teros, a considerar la arcada existente como perteneciente a un lateral de la nave central y no considerarla como parte de un pór­ tico, el cual estaría, según toda normativa, a los pies del templo. La orientación buscada por los constructores no es exacta. El azimut del eje mayor es de 39 grados, es decir, el eje mayor forma un ángulo con el Este de 51 grados hacia el Norte. Lo excepcional sería que estuviera correctamente orientada. Unicamente hemos podido precisar una orientación exacta al Este en otro monumento de arte asturiano, en Santa María de Bendones. Los demás que hemos orientado acusan, con mayor o menor variación, la misma tendencia que San Salvador de Deva. Santo Adriano de Tuñón nos ofrece una desviación de 36 grados, 27 San Pedro de Nora y 20 Santiago de Goviendes, todas ellas con el índice común de inclina­ ción hacia el Norte, teniendo en cuenta la oportuna corrección debido a la declinación magnética, para la fecha de observación, por haberse realizado las medidas con brújula. El fenómeno es perfectamente explicable y lógico. En la Alta Edad Media aún no se conocía la brújula en Occidente. La primera referencia a su utilización la tenemos a fines del siglo XIII. Hasta entonces no se puede exigir exactitud en las operaciones orienta- tivas, las cuales buscan simplemente el Este sin tener en cuenta que Jerusalén se encuentra en un cuadrante inferior a este punto, con tendencia al Sur, si lo buscamos desde nuestra latitud. La orientación a estos fines hasta la generalización del empleo de la brújula, se verificaba mediante la observación del astro solar. El sol sale por el Este y se pone por el Oeste y, por tanto, si en un punto del terreno colocamos en el suelo una varilla vertical, su sombra nos señalará el Oeste a la saliad del sol y en el ocaso, el Este. La trayectoria aparente del sol es de 180° y la sombra de la va­ rilla pasará desde el Oeste al Este, discurriendo por el Norte al mediodía, es decir, a las doce hora solar. La sombra describirá un arco de 180° en doce horas, que es la duración teórica del día y, en consecuencia, la dirección de la sombra variará 15° cada hora. Esta explicación tiene grandes variaciones, según la estación en que se lleve a cabo la operación, ya que los días no tienen durante todo el año la misma duración. Si particularizam os el caso en el día de Navidad, 25 de diciembre, la duración del arco diurno es de nueve horas y treinta minutos. La sombra de la varilla arrojará una proyección que formará un ángulo de 39° con el Norte cuando hayan transcurridos 156 minutos (2 horas y 36 minutos) después de las doce, es decir, a las 14,36 hora solar, o a las 16,36 hora oficial SAN SALVADOR DE DEVA Y SU MONASTERIO HASTA LA EDAD MODERNA 359 actUal. Estos 39° de diferencia con el Norte son los existentes en la orientación de San Salvador de Deva. Asturias es una región eminentemente accidentada en su oro­ grafía. Es ésta una causa impediente para la obtención de una completa exactitud en las operaciones orientativas a simple vista, máxime teniendo en cuenta los rudimentarios medios y escasos conocimientos que se podían poseer en estas latitudes en el siglo X, en el cual tenemos la datación de la iglesia de Deva. El sol sale y se pone a efectos científicos por una línea imaginaria que marca el horizonte real, que a efectos gráficos pudiera ser el marino, co­ mo más clara expresión de carencia de obstáculos. Si en un valle como Deva observamos la salida del sol, este astro comenzamos a apreciarlo cuando ha remontado los montes de la Olla. Hasta en­ tonces no podemos obtener sombra alguna. Otro tanto y a la in­ versa, podemos afirmar, aunque en menor grado, a la hora del poniente, dados los obstáculos que no permiten conocer el ocaso verdadero, el cual se retrasa en invierno más de una hora sobre el horizonte aparente, constituido por una loma tomado desde la iglesia de Deva, como hemos comprobado. Esto es causa de gran­ des errores si nos basamos en la somera apreciación visual. Además de los citados restos de la arcada, obra de la fábrica en sí, cita también Vigil la existencia en el testero de la iglesia de un ajimez tapiado que comunicaba luz al altar principal, el cual está hoy desaparecido, sin duda alguna destruido como consecuen­ cia de las transformaciones posteriores habidas y de los avatares sufridos por la iglesia desde el pasado siglo. Este ajimez estaba cons­ tituido por «dos columnitas con capiteles de talla tosca y gruesa, con cornisa de adornos varios, cerrados por un arquillo circular». En el Libro de Fábrica de la Parroquia, que comienza en 1850 y en las anotaciones correspondientes al de 1860 (folio 8) se contie­ nen noticias de la existencia de piezas arqueológicas pertenecientes a la primitiva iglesia, que por aquellos tiempos se estaba desmoro­ nando. Al respecto, se puede leer: «el campanario antiguo contenía solamente una tronera de cortas dimensiones y era de cantería toscamente labrada, sin relieves, cornisas ni adorno alguno. Al de­ molerlo se encontraron vestigios de otras obras, entre las que figuraban una columnita redonda, como de una vara de alta, con su base y capitel en relieve sobre otra columna cuadrada, todo de una pieza; una pieza cuadrada también de una vara de diámetro y un palmo de ancho en la que se habían abierto dos troneritas arqueadas a medio punto con algún esmero; esta piedra se hizo pedazos por incuria de los peones. Por último el dintel de la puerta 360 ISIDORO CORTINA FRADE

mayor parecía haber sido la piedra principal - de un sarcófago o sepulcro tosco». La primera de estas piezas pudiera ser la que des­ cribe Vigil como colocada en el testero de la Iglesia. Cita también Vigil la existencia de ménsulas, sin labores, de la fachada principal. Estas han desaparecido asimismo, se cree que en las sucesivas y continuas reformas del templo habidas en la segun­ da mitad del siglo XIX. Existe constancia documental, en el citado libro, de que en 1854 se hace la capilla mayor, la cual costó 5.535 reales y de que en 1856 «se levantó el pórtico, se aumentó la sacris­ tía y se puso el tejeroz», con un costo de 3.964 reales y 22 mara­ vedises. En 1860 «se demolió el antiguo campanario, se hundió la mitad de la techumbre de la iglesia; como todo el techo estaba en muy malas condiciones fue necesario hacer una reparación total, bajo la dirección del arquitecto don Cándido González, de Gijón, junto con una pila de agua bendita que se compró en Santa María de la Cor­ te, ascendió todo a 1.605 reales con 42 maravedises (folios 16 y 17). Seguidamente se construyó la nueva espadaña. El libro en cuestión nos da datos concretos de cómo era la naturaleza del suelo sobre el que se construyó la iglesia. Dice: «A causa de ser el terreno falso, fué necesario abrir una zanja de más de ocho pies de profundidad y seis de ancho para echar los cimientos de la nueva espadaña; y como no se hubiese hallado peña ni terreno que inspirase bastan­ te confianza, toda la pared hasta el nivel del pavimento se hizo con grandes piedras, la mayor parte de a cerro, que atraviesan el hollo en todas las direcciones y con una fuerte argamasa formada de cal viva y de guijo. En el atrio, delante de la puerta mayor, se encontraron enterrados muchos huesos». Como se ve, la transformación y aumento de la iglesia fue total. Este proceso continuó en 1910, en que el templo se amplió nota­ blemente/dándole a la iglesia dos capillas laterales y habiéndose elevado las paredes en el resto del edificio. En julio de 1936 la iglesia de Deva fue quemada totalmente y destruida, en su mayor parte, hasta los cimientos. Su resconstruc- ción dio principio en 1938, siendo párroco don Corsino Suárez Menéndez, y procediéndose a su inauguración el 6 de agosto de 1941, festividad del Patrono y celebración de la Sacramental de la parroquia. Las obras, a las que contribuyeron los vecinos con su trabajo personal, costaron 77.486,99 pesetas. En 1971 se quitó la cal y descubrió la piedra, adoptando la iglesia el aspecto exterior que hoy nos ofrece. Mapa topográfico de Deva y y su entorno, dentro del concejo de Gijón. Nacimiento del río Deva y capilla Cabeza de escuela indígena de Peña Francia. de Pedroco.

Columna y capitel de San Salvador de Capitel de San Salvador de Deva. Deva, hoy en la capilla del cementerio. Arcada de la primitiva iglesia de Deva.

Lápida de consagración.—Versión original de D. Francisco de Paula Caveda

Ilustración de Ciriaco M. Vigil. Estado actual de la lápida.

Descubrimiento arqueológico en 1985.

Esquina Este-Sur del primitivo templo. Decoración románica —dientes de sierra— del zócalo de la pared descubierta en 1985. SAN SALVADOR DE DEVA Y SU MONASTERIO HASTA LA EDAD MODERNA 361

Hoy podemos observar, como únicos restos ornamentales, otras piezas que perduran de la antigua iglesia. Vigil nos dice: «Dos ca­ piteles decorativos de la puerta que por el interior comunicaba con la sacristía, yacen por el suelo; el uno horadado, servía de hornilla para la lumbre del incensario, y el otro, inmediato a la pila del agua bendita; sus adornos principales están caracterizados por ramaje abultado en sus cuatro partes, con los ángulos en chaflán». Estos capiteles son los que hoy se conservan en la capilla del cementerio colocados sobre sendos fustes redondos, con el máximo diámetro en su centro y rebajados proporcional y progresivamente en sus extremos, con su base y corona o imposta circulares, todo lo cual corresponde a la misma época. Otro capitel, tronco-piramidal se­ mejante, fue encontrado hace dos años aproximadamente entre un montón de piedra en las inmediaciones de la iglesia, en terreno co­ lindante con su fachada Norte, en donde parece ser que radicaba el antiguo monasterio. Este capitel está deteriorado en su volumen pero nos muestra un dibujo en muy buenas condiciones. Represen­ ta un follaje primorosamente labrado, en línea realzada, al estilo de encaje. La técnica empleada y la naturaleza de la ornamentación solamente tienen paralelo en nuestro arte con los capiteles de la puerta principal y en los del pórtico real o lateral de San Salvador de Valdediós, con los que les une una estrecha familiaridad y en los que pueden estar inspirados. San Salvador de Valdediós nos ofrece como peculiaridad —en las ventanas del ábside y de la fachada principal, en su espadaña, monumental celosía y en la concepción decorativa de los capiteles antedichos y de su pórtico— una innegable influencia mozárabe, de origen musulmán. Gómez Moreno opina de este trabajo que per­ tenece a «un tracista andaluz». Schlunk nos habla sobre la origi­ nalidad de este escultor que «representando la forma general de los-modelos 'asturianos, los enriqúece con él’rico ácérbo de la or­ namentación cordobesa, llegando a la máxima perfección. en los capiteles y celosías del pórtico» (14). • A nuestro juicio, los capiteles de Deva, si bien recuerdan el estilo lineal y la motivación de los de Valdediós, carecen de la riqueza que depara Ja tupida densidad de aquéllos, por Jo que los creemos, aparte de ser posteriores, inspirados en la obra del artí­ fice del Conventín.

(14) Schlunk , H. : Ars Hispaniae. Vol. II. “Arte A sturiano”, pág. 381. 362 ISIDORO CORTINA FRADE

LA LAPIDA DE CONSAGRACION Y LA DATACION DEL TEMPLO

La pieza arqueológica más importante que nos resta de San Sal­ vador de Deva es su lápida de consagración. Se conserva sobre el dintel de la puerta lateral de entrada, al lado Sur, y es vital para conocer el momento fundacional, aunque sobre su interpretación se han suscitado opuestas hipótesis. En la actualidad y como con­ secuencia de la destrucción de la iglesia en 1936, dicha piedra tes­ timonial se encuentra en muy deplorable estado. Rota entonces ha sido recompuesta en no toda su integridad y ha quedado gravemen­ te mutilada, faltándole además parte del texto en sus extremos laterales. Para su estudio fidedigno hay que acudir a tratadistas que la representaron en tiempos de su integridad. A este fin hay que citar el magnífico dibujo inédito de don Francisco de Paula Caveda y Solares, realizado a fines del siglo XVIII y que se conserva en la Biblioteca Asturiana del Colegio de la Inmaculada de Gijón, y una vez más la monumental obra de Ciríaco Vigil. Este autor nos da la siguiente transcripción:

«HINC NOMINE DOMINI IHESUCHRISTI PRO CUIS AMO- «RE VELASQUITAE REGINAE PROLIS RA- «NIMIRI EDIFICABIT TEMPLUM DOMINI SANCTI SALVA- «TORIS ET RELIOUIE QUI HIC SUN RECONDITE «UT IN SINU SANCTE RECIPIAT PREMIA DIGNA ET IC «FELICITER VIVAT ET REGNUM DEI POSSIDEA- «NT AMEN. QUOD CONSECRATUM EST TEMPLUM HOC».

La traducción de este latín, no muy académico por cierto, viene a decir:

«En el nombre del Señor Jesucristo, por cuyo amor la Reina Velasquita, hija de Ramiro, edificó el Templo del Se­ ñor San Salvador, y depositó las reliquias que aquí están escondidas, para aue reciba dignos premios en el seno santo y viva y posean felizmente el Reino de Dios. Amen. Queda consagrado este Templo».

La lápida tiene unas dimensiones de 1,53 m. de longitud por 53 cms. de altura y lleva en el centro una Cruz rehundida con las letras griegas Alfa y Omega pendientes de sus brazos, siguiendo la tradición marcada por Alfonso III el Magno de su plasmación en los edificios por él mandados construir. Así la vemos en San Sal­ vador de Valdediós, San Martín de Salas, en la Foncalada y en su SAN SALVADOR DE DEVA Y SU MONASTERIO HASTA LA EDAD MODERNA 363

propio palacio de Oviedo. También, y por un dibujo de Caveda, el cual se conserva, como el de Deva, en la biblioteca asturiana que regenta el P. Patac, S.I., conocemos la existencia de otra lápida orlada que lleva en su centro la Cruz de Alfonso III y que hoy desaparecida, estuvo en su día como blasón en la derruida iglesia de San Zaomín de Puelles. Después del reinado de Alfonso continuó esta costumbre de signar con la Cruz Astur edificios religiosos. Una Cruz de parecidas características a las de Deva la he contemplado recientemente en un fragmento pétreo adosado a la pared de uno de los claustros del monasterio de San Julián de Samos —Lugo— que posiblemente corresponda a las labores reconstructivas reali­ zadas en dicho monasterio en el año 922, en tiempos del reinado de Ordoño II (15). En el concejo de Gijón, la lápida de consagración de Santa Ma­ ría de Leorio ostenta también en su centro este signo de la monar­ quía asturiana. Como antes se apuntó, existen divergencias entre los autores en orden a la exacta inscripción del texto de la lápida. El punto más afectado y origen de las controversias es el de la interpretación de la sigla a m existente en el extremo inferior izquierdo de la pie­ dra. Caveda y Vigil la transcriben como «Amen», o que bien pu­ diera significar «Alfa y Omega». Comparto este criterio por varias razones, la primera de ellas por pura lógica. El vocablo Amen sig­ nifica la coronación de una oración, invocación que tenemos en el presente caso perfectamente terminada y, en segundo término, por­ que creemos que la utilizada es la abreviatura más adecuada a este fin, cuando la reducción de espacio impone constricción del texto. Como corroboración de esta tesis, la diplomática asturiana ofrece ejemplos en idéntico sentido. Concretamente, en un documento perteneciente también al concejo de Gijón, de 1216, obrante en el archivo de la Catedral de Oviedo, por el cual el obispo de Oviedo Juan cede a un tal Pelayo el mortuorio de Castañera, en Cenero, podemos leer: «In nomine Domini Amen». Esta última palabra vie­ ne indicada exactamente igual que en la lápida de Deva «a m» (16). El eminente latinista jesuíta P. García Frutos realizó una trans­ cripción del texto y consideró tal abreviatura como «Era milésima».

(15) Y e p e s , Fray A’.: Crónica General de la Orden de San Benito. Edición de Fray Justo Pérez de Urbel. Madrid, 1950. Vol. I, pág. 325. (16) A.C.O. Serie A, carpeta n.° 5. En la revista del 25 aniversario de las fiestas del Santo Cristo de la Abadía de Cenero, Gijón, mayo de 1984, este mismo autor da la transcripción del documento en un artículo titulado: “La Abadía de Cenero en la Edad Media”. 3 6 4 ISIDORO CORTINA FRADE

Somoza; a quien copia Alonso Bonete sigue esta teoría% Esta: tesif tiene un punto débil. La letra «a» que traducen-.como «Era». no tiene consistencia a estos fines; sí la tendría si 4a letra; fuera'la «E». Aunque el texto no es académico y contiene inexactitudes or­ tográficas —transcribe con «b» el «edificabit»; convirtiendo el .pa­ sado en futuro y omite- la «t» .final del «sunt» de la cuarta lin e a d carece de sentido lógico el tener que acudir a la-artimaña, de esti­ mar la existencia de un error tan garrafal como sería el de suponer una confusión de tan vital importancia como la sustitución • por error de tales vocales. Esta posición carece, a mi juicio, de consis­ tencia y merece el calificativo de gratuita invención. La aceptación de la apreciación de Somoza, de ser cierta, conllevaría riada-menos que a la solución exacta del momento fundacional 'de San Sálvador de Deva. En este caso habría sido en el año 962, descontados los treinta y ocho años de diferencia existentes entre-la Era hispánica o astúrica, entonces en vigor, y nuestro cálculo actual basado en;la cristiana. ■ , M '• ■' ■ Tanto la Arqueología como la Epigrafía y la Diplomática-son ciencias auxiliares y complementarias de la Historia; A ellas debe­ mos de acudir, como fuente, cuando la «Maestra de la Vida>$ ofrece lagunas o nos depara contradicciones. En el presente caso, la His­ toria es clara y contundente y hace caer por su base la tesis somo* cista, ya que el problema atañe exclusivamente a datos de exactitud de un encuadramiento histórico como es el reinado o la vida-de Velasquita, durante la cual tuvo lugar el acto fundacional. - . No existe unanimidad entre los historiadores acerca de la estir­ pe paterna de la reina Velasquita, dada la confusión existente eri torno a los matrimonios y descendencia de Ramiro TI, ei cual reinó del 931 al 951. Este era hijo de Ordoño II (914-924) a quien sucedió en el trono su primogénito Alfonso IV." llamado el Monje*(925-931), quien abdicó en su hermano Ramiro II (931-950).'Este-venció a los musulmanes en la batalla de Simancas y durante su reinado aplas­ tó la sublevación del conde de Castilla Fernán González-- Parece* ser que Ramiro estuvo casado con doña Urraca Teresa, hija-de Sancho Garcés y de doña Toda de “Navarra. . Casó en segundas nupcias :con una" dama francesa llamada Teresa, que fue la madre de Ordoño III (17). A la muerte de Ramiro II se entabla una lucha civil por el trono entre sus hijos Ordoño, el cual le sucede, y Sancho, a quien apoyan los navarros, y Fernán González. Muerto Ordoñó III (950- 95.6) le sucede su dicho hermano Sancho, antiguo rival síiyó, Sancho

(17) Aguado B l e y, eP .: Manual de Historia de España. T.: 488. SAN SALVADOR DE DEVA Y SU MONASTERIO HASTA LA EDAD MODERNA 365

I,'llam ado el Craso por su obesidad (955-958), el cual fue arrojado del trono por la nobleza, quien colocó en el mismo a Ordoño IV, llamado «El Malo», el cual era hijo de Alfonso IV y reinó del 958 al 960 y que estaba apoyado por Fernán González, quien le dio por esposa á su hija Urraca, que ya había sido esposa de Ordoño III y repudiada por éste, sin haberle dado descendencia. En el año 960 el destronado Sancho I, apoyado por los musulmanes, con quienes había pactado, recupera el trono y vuelve a reinar hasta el 965 en que fue envenenado. Le sucede su hijo Ramiro III (965-984), niño entonces de cinco años, cuyo reinado coincidió con el máximo es­ plendor y poderío de Almanzor. ;:. Aprovechando el debilitamiento producido por las luchas entre él monarca y los musulmanes, estalla una rebelión en Galicia que apoya y consigue poner en el trono a Bermudo II, llamado el Go­ toso (984-999), el eual se consolida como monarca con el apoyo de Almanzor. El leonés intentó, tiempo después, sacudirse el yugo de la sumisión‘ impuesta por el caudillo musulmán, quien le castigó terriblemente enviando a su reino varias expediciones punitivas y devastadoras ’ en los 987, 988, 995 y 997. En esta últim a expedición Almanzor tuvo por objetivo Santiago de Compostela, corazón. mis­ mo de la fe de la reconquista y santuario de la cristiandad, cuya ciudad fue destruida, la basílica saqueada y sus campanas —según lá tradición— llevadas a hombros de prisioneros cristianos hasta Córdoba, en donde fueron instaladas en su mezquita. Allí estuvie­ ron hasta la conquista de la capital del califato por el rey San Fer­ nando el año 1236; quien las hizo devolver a su lugaí* de origen, ésta vez a hombros de musulmanes cautivos. Este atribulado rey, Bermudo II, era hijo de Ordoño III y de su segunda esposa la as­ turiana Elvira. Como se observa, es éste un período abigarrado y confuso, lleno dé discordias, -sucesiones, repudios e intrigas y en los que se entre­ mezclan los más dispares intereses de toda índole. Doña Velásquita Ramírez fue la primera esposa de Bermudo II. No está perfectamente clara su filiación entre los historiadores. Pa­ ra Aguado Bléye, Velasquita era hija de Ordoño IV «El Malo» y de doña Urraca, hija dél condé Fernán González y que antes había sido répudrada por "Ordoño III. Sánchez Cedeira opina que Velasquita era hija del’conde castellano García Fernández y, por tanto, herma­ na dé la reina Elvira, segunda esposa de su marido, Bermudo (18).

(18) S á n c h ez C a l d e ir a , A.: La Reina Velasquita de León y su descen­ dencia. Madrid, 1952, págs. 449-505. 3 6 6 ISIDORO CORTINA FRADE

Se funda a tal fin en la siguiente frase: «... quas dedi suprino meo et privigno (hijastro) meo regí Adefonso». (Alfonso V el Noble). Es decir, en este soberano concurría un doble parentesco: ser sobrino e hijastro, aunque tales circunstancias pueden ser explicadas por otra vía: la de ser su antiguo esposo sobrino suyo y por tanto serlo también en un grado más lejano el hijo de éste y considerarlo, a la vez, hijastro suyo por ser hijo de su marido, sin que ello supu­ siera una forzada fraternidad natural entre Velasquita y Elvira. Fray Justo Pérez de Urbel no lo ve así. Considera a Velasquita como hija de Ramiro III y de Urraca la Navarra. Velasquita era tía de su marido, solamente por un lado, puesto que Bermudo era nieto de Ramiro II y de su primera mujer Adosinda la Gallega. Para este autor, Velasquita tenía otra hermana, Ildoncia, la cual contrajo matrimonio con Gonzalo Bermúdez, conde de Luna, muy influyente en la política del reino leonés. Velasquita pudo nacer en una fecha muy cercana al 950 y, por tanto, tendría unos años más que Bermudo, dos o tres, el cual había nacido hacia el 953 (19). Esta última teoría apunta más que posibilidades de certeza in­ discutible, ya que la lápida de Deva es claramente determinante al calificar a Velasquita como «prolis Raminiri». El matrimonio fue, desde luego, una medida política, la cual te­ nía por finalidad atraerse alianzas y el apoyo a su causa de nobles influyentes, entre los que se encontraban los condes del Cea y del Pisuerga y el ya citado conde de Luna. El 22 de octubre del año 985 existe constancia documental de la actuación por primera vez del rey Bermudo, con su mujer Velasquita, ya reyes desde hacía poco tiempo, pues el monarca había llegado al trono en el 984. En el documento se consigna una donación y en su texto se contiene la frase «in regno fultus», indicativo del aseguramiento del trono, ocu­ pado de forma irregular. Se ve claramente, por la historia, que el acceso al trono de Ber­ mudo y la adquisición del rango de reina por Velasquita no pudo haber sido anterior al año 984. Cae por tanto, por su base, la teoría de Somoza y la transcripción del P. García Frutos de interpretar «Era Milésima», con escueta exactitud, en donde se inscribió abre­ viadamente el vocablo «Amen». En el año 962, al cual corresponde­ ría la hipotética fecha de la era milésima, ni Bermudo ni Velasquita habían llegado al trono, el cual fue conseguido en plena mayoría de edad de ambos y como consecuencia de unas turbulencias civi-

(19) P e r ez de U r b e l , Fray J. : Historia de España dirigida por Menéndez Pidal. T. VI. “España Cristiana”. Ed. Espasa Calpe, págs. 164 y 192. SAN SALVADOR DE DEVA Y SU MONASTERIO HASTA LA EDAD MODERNA 3 6 7

les. En el año 962, antes indicado, Velasquita no tendría más de doce años, no llegando a dicha edad Bermudo. Del matrimonio de Bermudo con Velasquita nació una hija, la infanta Cristina, la cual contrajo matrimonio con el infante don Ordoño el Ciego, de cuya unión descienden los históricos infantes de Carrión. El matrimonio de Bermudo con Velasquita no tuvo buen fin. La reina fue repudiada por su esposo, quizá por el hecho de no haberle dado sucesión varonil en quien asegurar su descendencia monárquica. Este hecho es repetición de otros bastante comunes en la época, uniéndose posteriormente el monarca con doña Elvira, hija del conde de Castilla García Fernández y nieta, por tanto, del legendario Fernán González que logró la independencia de Castilla. De este matrimonio nació el futuro Alfonso V el Noble, quien reinó del 999 al 1028, y otras dos hijas. En lo que respecta a las hijas que tuvo Bermudo es digna de hacer notar una historia que tiene relación con Asturias. Según re­ fiere el historiador musulmán Ibn Saldún, Almanzor, como ya había hecho en alguna otra ocasión en otros reinos, exigió a Bermudo la entrega de una de sus hijas, a la que tomó como concubina. Más tarde la liberó de esta condición ominiosa y se casó con ella (20). Esta afirmación entra de lleno en el terreno de lo legendario, al igual que sucede con el llamado tributo de las cien doncellas esta­ blecido en tiempos del rey Mauregato, en el presente parece estar basado en un hecho real, aunque no exactamente determinado. Es­ ta hija llamada Teresa, según la Crónica del obispo Don Pelayo, escrita dos siglos después, había sido entregada a un rey toledano, no a Almanzor, como prenda de paz (21). Después de la muerte de su marido, Teresa regresó a Oviedo e hizo profesión religiosa en el monasterio de San Pelayo. Como dichos datos son contestables, a falta de un fundamento cierto científicamente y que están adorna­ dos con visos legendarios, no se puede determinar la auténtica filiación de la citada Teresa y sí pudiera ser hija de Velasquita. Por el tiempo en que sucedieron los hechos no pudo ser hija de la reina Elvira, dado que el matrimonio de esta última con Bermudo debió de efectuarse después del 990. Como Almanzor falleció en Medinaceli en el 1002, se hace difícil esta hipótesis, aunque posible, pues de ser así a lo sumo que podría tener tal niña a la muerte de

(20) Do z y : Recherches. I, 101 y apéndice III, pág. XV. (21) Crónica del Obispo Don Pelayo. Ed. Sánchez Alonso. Madrid, 1924, págs. 63-65. 36 8 ISIDORO CORTINA FRADE

Almanzor serían doce años. Solamente hay constancia de una hija habida del matrimonio de Bcrmudo con Velasquita, Cristina, como se dijo. Dada la convivencia posterior en San Pelayo entre Velas- quita y Teresa, en caso de ser hija de aquélla hubiera quedado constancia del hecho, como lo hay de otros parentescos. En el mo­ nasterio de San Pelayo estuvo enterrada esta Teresa, según afirma Tirso de Avilés, quien copia su epitafio. En el mismo se confirma su paternidad al definirla como «Prolis Veremundi Regis et Giloriae reginae generi clara parentum» (22). Esta inscripción parece des­ pejar la incógnita. Dice fray Justo Pérez de Urbel que fue, tal vez, a finales del 991 cuando se resolvió el divorcio del rey con Velasquita y su nue­ vo casamiento, en los tiempos en que León se estaba levantando de las ruinas en que fue convertido por las invasiones de Alman­ zor (23). Más de seis años hacía que Bermudo se había casado con Velasquita, matrimonio que debió de serle muy útil a aquél, a la hora de los apoyos y alianzas, en los años de lucha contra Ramiro III. Salvadas estas motivaciones políticas la repudió. El obispo Don Pelayo, con un criterio común en aquellos tiempos, ve como una punición divina los reveses producidos por el azote de Almanzor a los que se había hecho acreedor por sus crímenes, como fueron la unión ilegítima con Velasquita primero, bajo el impedimento de consanguinidad. Al no referir este mismo supuesto en el caso de Elvira, parece confirmarse la idea de oue ambas no eran hermanas. En segundo lugar, el arbitrario destierro del obispo de Oviedo Gu- desteo —el mismo que coi sagró la iglesia gijonesa de Santo Tomás de Baones— y las afrentas al obispo de Santiago, Ataúlfo, a quien obligó a luchar con un toro bravo y que, según la leyenda, se aman­ só milagrosamente dejando los cuernos en las manos del prelado, como dice el historiador benedictino. La confrontación documental del tiempo del divorcio puede deducirse por la existencia de una escritura otorgada el 2 de sep­ tiembre de 992, en la que Bermudo hace donación a la diócesis de Oviedo del castillo de Miranda en unión de su mujer «la sierva de Dios Elvira» (24).

(22) G o nzález G a r c ía , J.V.: “El Oviedo antiguo y medieval”, pág. 128. (23) P er ez de U r b e l , Fray J .: Historia de España dirigida por Menéndez Pidal. T. VI. “España Cristiana”. Ed. Espasa Calpe, pág. 163. (24) R isco: España Sagrada, XXXVIII, apéndice V, pág. 278. P er ez de U r b e l . Fray J.: Historia del Condado de Castilla. II, págs. 770 y ss. Risco: Historia de León. I, pág. 237. V i g il , C .: Asturias Monumental, pág. 357. SAN SALVADOR DE DEVA Y SU MONASTERIO HASTA LA EDAD MODERNA 369

Repudiada Velasquita, ésta ingresó en el monasterio de San Pe- layo de Oviedo, «Conventus dominarum», en donde también residía la reina Teresa Ansúrez, mujer de Sancho I el Gordo. Sentadas todas estas cuestiones históricas aclaratorias del mo­ mento, podemos preguntarnos acerca del momento fundacional del templo de San Salvador de Deva por la reina doña Velasquita. He­ mos visto que no consta en la lápida la fecha del mismo; solamente poseemos los datos concretos del hecho de la edificación y de su consagración por Velasquita. El vocablo «Regina» es intitulatorio y señala un tope marginal máximo de antigüedad del 984. En buena lógica cabría suponer que la titulación real que consta en la ins­ cripción es la plasmación de una posesión efectiva de un status real y por tanto habría que encuadrarlo entre dicha fecha y la del 991 en que Velasquita fue repudiada y, consiguientemente, dejó de ejercer sus funciones reales. Estudiado el caso en profundidad la cuestión resulta más com­ pleja. De la diplomática se desprende que hasta su muerte Velas- quita siguió utilizando la nominación real a pesar de vestir hábito religioso. Desde el punto de vista canónico de aquellos tiempos no estimamos que esto fuera ningún inconveniente. San Pelayo no era ningún centro monástico de estricta observancia; era un refugio de damas de alta alcurnia y de viudas, entre otras, y el ingreso en dicha comunidad no supondría una ruptura radical ni una des­ vinculación personal con antiguas situaciones, así como tampoco llegará a impedir la libre disposición patrimonial por parte de sus acogidas y mucho menos en orden a actos fundacionales píos como el de San Salvador de Deva, al menos hasta que asumió la discipli­ na de San Benito, después de la Reforma Gregoriana. En el siglo X pudo haber sido poco más que una residencia femenina, «Cimi- terium puellarum» como se la denominó. A este respecto cita Fer­ nández Conde el hecho de que en la donación que hace Bermudo II, antigüo marido de Velasquita, en Oviedo en el año 996 al mo­ nasterio de San Pelayo, en la validación del documento aparece «Velasquita Regina» confirmándolo (25). El mismo autor afirma en sus comentarios al respecto que Velasquita fue repudiada el año 991. Esta tesis se ve confirmada por su propio testamento del año 1006, en el cual se lee textualmente: «Ego Velasquita Regina...».

(25) F e r n a n d e z C o n d e , F .J.: Orígenes del Monasterio de San Pelayo. “Se­ mana de Historia del Monacato Cántabro-Astur-Leonés”. Monasterio de San Pelayo. 1982. 3 7 0 ISIDORO CORTINA FRADE

Da la impresión, por otro lado, de que la ruptura matrimonial no supuso una relación violenta perdurable. Esta apreciación se desprende del favorecimiento directo que hizo Bermudo a San Pe- layo, en donde está su antigua esposa, de la premisa en la utiliza­ ción de la titulación y de la recíproca consideración habida por la reina hacia el hijo del segundo matrimonio de su esposo, al que llama sobrino e hijastro, como prueba de parentesco y afinidad. La otra fecha marginal que sirve para encuadrar el hecho fun­ dacional y la consagración de San Salvador de Deva, además de la del 984, viene constituida por la del año 1006, dado que el 29 de agosto otorga Velasquita su testamento ante el obispo Gudesteo, ya rehabilitado, al parecer desde la muerte de Bermudo. En el testa­ mento no se menciona la iglesia pero sí el monasterio, criterio éste, a nuestro parecer, más amplio y que lleva incluido el templo como una de las esencias de su concepto.

EL MONASTERIO DE SAN SALVADOR DE DEVA

El citado testamento nos da la primera referencia que tenemos de su existencia. Habíamos dicho que había constancia de la iglesia de San Salvador, pero «contrario sensu» a lo que se desprende del testamento, en la lápida no existe indicación alguna referente al cenobio. El texto testamentario no deja lugar a dudas sobre su rea­ lidad. «In claris non fit interpretado». Al hacer donación «mortis causa» dice: «... et de monasterio Sancti Salvatoris de Deva cum ómnibus bonis et hereditatibus suis...». Incluye también a conti­ nuación la villa llamada Summco (Somió). Estimamos se trata de una antigua villa romana cuyo centro bien pudiera estar radicado —dada la toponimia existente— en el lugar de Villamanín, único vocablo de la parroquia de San Julián existente que pueda relacio­ narse con esta concepción. Posteriormente, concede también a la iglesia de San Salvador de Oviedo, como los anteriores, y a Poncio, titular de la sede «Arzobispal», el monasterio de San Juan de Aboño. Fernández Conde, máxima autoridad en la materia, estudia en profundidad el citado testamento (26). Tras un minucioso análisis de su terminología, del estudio de sus signatarios participantes y de ciertas irregularidades observadas en el mismo, llega a la con­ clusión de que el documento incluido en el Liber Testamentorum

(26) F er n a n d e z C o n d e . F .J .: El libro de los testamentos de la Catedral de Oviedo. Roma, 171, págs. 218 y ss. SAN SALVADOR DE DEVA Y SU MONASTERIO HASTA LA EDAD MODERNA 371

de la Catedral de Oviedo es «una falsificación forjada por la oficina pelagiana al servicio de los intereses de la Iglesia, a partir de un documento preexistente, no necesariamente de la reina Velasqui- ta». Estimamos que la concordancia entre el citado testamento y la lápida de Deva es fundamental para creer, no la integridad de la versión del documento pelagiano sino la realidad de la fundación de Velasquita y de la facultad de disposición que sobre su patrimo­ nio tenía. Sánchez Candeira, a pesar de hacerse eco de las irregu­ laridades que contiene, sostiene que el testamento es auténtico, en contra de lo dicho anteriormente y de la apreciación de Floria- no (27). Independientemente de que el testamento hubiera sido manipu­ lado en el «scriptorium» ovetense, el fondo de la cuestión que nos atañe, la existencia real del monasterio, no creo que sea discutible. Podrá serlo en plano relativo, solamente la preexistencia del mismo al siglo XII, durante el cual pudieron efectuarse tales manipula­ ciones documentales. Otros documentos medievales posteriores aluden a la existencia real del monasterio, si bien de una forma indirecta. La situación de Gijón en la época es oscurísima. Se nos habla de que era una ciudad desierta. Es posible que si bien creemos que tal despoblamiento afectaría a la vida ciudadana en sí, el hecho no tendría grandes repercusiones sobre la vida rural desarrollada en una zona privilegiada por la antigua radicación de explotaciones agrícolas y pecuarias y de donde existe constancia de la realidad de una convivencia social. Los templos de Deva, Baones, Lavandera y Leorio, así como Veranes son testimonios harto elocuentes que pertenecen a los siglos X y XI. Más al interior sí parece estar des­ truida Lucus Asturum por la frase de «Civitatem Lugo destructum» que se contiene en el testamento de Ordoño II —también falso—, si bien Santa María de Lugo se erigía en aquel lugar, como lo dan a entender los hallazgos arqueológicos encontrados recientemente. En estos tiempos en que la línea de la reconquista se había desplazado hacia la llanura, el peligro en las costas asturianas venía del mar. Si en tiempos de la monarquía asturiana eran frecuentes las incursiones normandas, luego lo fueron las piraterías musulma­ nas. La rica y poblada tierra de la costa era fácil presa, a pesar de las fortalezas existentes en los puntos estratégicos, como lo eran el castillo de San Martín en Soto del Barco en la desembocadura del Nalón, el de Gauzón a la entrada de la ría de Avilés y el peñón de

(27) F l o r ia C nu o m b r e, ñA.: o EsUtdios de Historia. págs. 68-69 y nt. 33. 372 ISIDORO CORTINA -FRADE

Santa Catalina en Gijón, el cual había sido convertido en recinto amurallado en tiempos del Bajo Imperio. Existe al respecto un curioso relato, escrito por un clérigo, qué data del año 1147, contenido en un códice que se conserva en el Colegio del Corpus Christi de la Universidad de Cambridge, en donde se narran los sucesos de una expedición de cruzados a Tierra Santa, una de cuyas naves, dispersada del resto por un temporal en el mar Cantábrico, arribó al puerto que llama de «Mala Rupis», el cual, por muy diversas razones, Uría Ríu identifica como Gijón. Al referirse a la citada Mala Rupis (Mala Roca), nos dice: «Ibídem enim ecclesia a mauris ante parum temporis fuerat destructa, mo- nachorum cenobio celeberrima» («Allí hay una iglesia muy célebre por un convento de monjes, que hacía poco había sido destruida por los moros») (28). • ., > No sabemos a ciencia cierta de qué monasterio pudiera tratarse'. En este año de 1147 en el núcleo urbano de Gijón no existía nin­ guno. En sus alrededores está enclavado el de San Salvador de Deva, el de San Juan de Aboño y el recién levantado, dos años an­ tes, de San Juan de Fano, el cual no podía merecer el título de monasterio «celebérrimo» y que ostentaba solamente la condición de priorato del de San Vicente de Oviedo. Por exclusión, cabe pen­ sar que tal cenobio habría de ser el de Deva o el de Aboño. Este último estaba radicado bajo la Campa de Torres y en la desembo­ cadura del río del cual toma su nombre. Había pertenecido, como se dijo, a la reina Velasquita, quien lo había donado al conde don Sancho de Navarra; después perteneció a Alfonso V, siendo parte integrante del patrimonio real hasta el 7 de noviembre de 1053 en que el rey Fernando I de Castilla y de León y su esposa doña San­ cha lo donan al monasterio de San Pelayo (29). Esta donación, perfectamente documentada y autenticada, parece desbaratar la te­ sis apuntada por el testamento atribuido a Velasquita del año 1006. El monasterio de Aboño, como el mismo documento especifica, es­ taba cerca de la orilla del mar, en la villa de Aboño, en el territorio de Asturias y poseía edificios, hórreos, lagares, pomaradas, saltos, prados, pastos, pesquerías y molinos, montes y fuentes con- sus acueductos. El monasterio pervive en el año 1158 después de esta narración. Es el 25 de agosto de este año cuando la reina doña

(28) U ria Riu, J .: Los cruzados del Norte en las costas asturianas en 1147. “Revista Universidad de Oviedo”. Año 1, n.° 3, Set. 1940, págs. 27 y ss. (29) F e r n a n d C eo z n d, eF.J.; T o r r e n, I,. t e y d e l a N o v a, lG: El Monas­ terio de San Pelayo. Vol. I, pág. 23. SAN SALVADOR DE DEVA Y SU MONASTERIO HASTA LA EDAD MODERNA 373

Sancha, hermana de Alfonso VII el Emperador, en cuyo patrimonio de infantazgo figuraba San Juan de Aboño —el cual se supone fue objeto de otra enajenación anterior por parte de San Pelayo—, hace donación.del mismo al monje Gonzalo Menéndez, con la condición de. que a su muerte revierta de nuevo íntegramente a la propiedad de San Pelayo. En la citada escritura se especifica muy explícita­ mente que tal monasterio radica en Carreño, en el alfoz de Gozón. Se ignora hasta cuándo continuó allí la vida monástica. En 1346 se considera desaparecida. El cellero de Aboño lo tiene arrendado San Pelayo, según consta en sendas escrituras de dicho año y del siguiente (30). . ■' El'monasterio de Aboño, aunque muy cerca, no radicaba en Gi­ jón sino en Carreño como se dijo, si bien inmediato a sus límites constituidos por él río Aboño, en aquellos tiempos un estero de muchísima más amplitud que el que todavía conocimos y el cual está ahora canalizado y su cauce convertido en zona industrial. Marifto Busto, Cronista Oficial de Carreño, opina que el límite no lo constituía el- río sino que estaba en la Campa, aguas vertientes a Carroño, y que el monasterio se asentaba en la base de la falda de dicha Campa de Torres. Esta península, antigua urbanización romana y posiblemente sede de la legendaria Noega, es un obstáculo natural qué rompe la continuidad orogràfica entre Gijón y Carreño, hecho éste que inclina el ánimo a creer en unas mayores posibili­ dades de que el cenobio aludido sea el monasterio de Deva. Seme- fante conclusión es a la que llega Uria por otros caminos. Lo que ignoramos és si1 el monasterio de Aboño estaría radicado en el lu­ gar utilizado' como embarcadero en los tiempos antiguos por los habitantes del poblado de la Campa. La corroboración de qüe Deva era la iglesia citada podemos tènerfà' éh la exposición que nos ha dejádo el historiador don Ro­ drigo Ximénez de Rada, arzobispo de Toledo y primado dé Éspañá, en su'obra «De rebus Hispaniae». Don Rodrigo (1170-1247) escribía á°principios del siglo XIII respecto de Gijón:

; «Licet autem civitas sit deserta: Giion terra vulgariter ape- llanatur, in qua est monasterium Sancti Salvatoris» (31).

(30) Fernandez Conde, F .J.; Torrente, I., y m~. la N oval, G .: El Monas­ terio de San Pelayo Vol. I, págs. 61 y ss., y Vol. II, págs. 228 y 229. (31) X imenez de R ada , R.: “De Rebus Hispaniae”. Libro IV, cap. IV. 3 7 4 ISIDORO CORTINA FRADE

Este monasterio no podía ser otro que el de San Salvador de Deva. Lo que ignoramos es si el arzobispo historiador tomaba los datos por propio conocimiento o narraba precedentes referencias. Es posible que, dando como válida la narración del cruzado britá­ nico, unos cincuenta años antes hubiera sido destruido el monaste­ rio de Deva. Nuestra documentación asturiana nada nos aclara. Una explícita referencia a Deva sí la tenemos en un documento catedralicio del 29 de noviembre de 1117, anterior por tanto al ma­ nuscrito de Cambridge, por el cual el obispo don Pelayo da a los canónigos de San Salvador de la capital el arcedianato de Oviedo, fijando su demarcación. Esta principiaba en la actual playa de España, en el concejo de Villaviciosa, seguía el río hasta Peón, en­ lazaba después Sariego y Nava y continuaba el curso del Nora hasta Trubia, en donde se juntaba con el Nalón. Luego ascendía hasta Olalies (Proaza) y Valle de Quirós y bajaba luego con el curso del Trubia hasta el Nalón, el cual servía de frontera hasta su de­ sembocadura en el mar por San Juan de la Arena. Todo el territorio comprendido dentro de esta línea constituía la jurisdicción del nue­ vo arcedianato. Los diezmos que se percibían en el mismo revertían a los canónigos, en la forma establecida, salvo dos excepciones:

«Exceptis his duobus prandiis de Deva et de Sarego que iure deben tur episcopo» (Excepto los beneficios de Deva y de Sa­ riego que por derecho son debidos al obispo) (32).

Esta reserva parece tener fundamento en su título original de fundación real, cuyos bienes no son objeto de enajenación por inalienables. El caso de Deva nos parece claro, pero el de Sariego no es tan meridiano. El Valle de Sariego, como unidad patrimonial, fue objeto de la primera gran donación real recibida por el monasterio de San Pe- layo otorgada en el año 996 por Bermudo II. En 1256 prevalece el señorío de San Pelayo en el valle. El 28 de mayo de ese año la abadesa recupera por compra una heredad en el lugar, y que antes ya le había pertenecido (33). En 1272 la jurisdicción del valle se repartía entre Valdediós y San Pelayo, cuyos privilegios reconoce un mandamiento de Alfonso X el Sabio (34). Si el obispo de Oviedo

(32) G a r c í L aa r r a q u. eS.: t aColección de Documentos de la Catedral de Oviedo, pág. 357. (33) F e r n a n dC eo zn d. eF.J.; T o r r e n, tI, ey d e l a N o v a, lG . : El Monaste­ rio de San Pelayo. Vol. I, pág. 197. (34) F e r n a n d C eo z n d, eF.J.; T o r r e n, tI., ey d e la N o v a, lG . : El Monas­ terio de San Pelayo. Vol. I, pág. 238. SAN SALVADOR DE DEVA Y SU MONASTERIO HASTA LA EDAD MODERNA 375 tenía alguna concesión real en Sariego, ésta habría de ser San Juan de Lamas, que se identifica como Sanctianes de Lama en una es­ critura de San Pelayo, iglesia existente en el citado valle y obtenida por testam ento de Ordoño II, del 921, al que Fernández Conde tampoco considera legítimo, al menos en su versión pelagiana. Lo que no se explica fácilmente es la exclusión de estas dos donacio­ nes cuando dentro del arcedianato existían muchísimos lugares, sobre los que no se hace ni mención, en idénticas circunstancias que los dos expresados. Sólo basta leer la larguísima enumeración de iglesias, villas y lugares donados por los reyes, constantes en el Liber Testamentorum, para darse idea del enorme conjunto patri­ monial de la Iglesia de Oviedo y con el mismo título adquisitivo que Deva y Sariego. En el citado documento se alude exclusivamen­ te a los derechos materiales dimanantes del señorío feudal sobre Deva, «prandiis», y no se cita en absoluto la existencia del monas­ terio y al cual damos como existente en estos inicios del siglo XII, vistos los testimonios expuestos. No obstante, su pervivencia no pudo ser muy prolongada. Las citas desaparecen y lo más que que­ da es un recuerdo en los escritos de los historiadores. En 1305 el monasterio ya no existe. Con fecha 8 de marzo de ese año se dicta una carta traslado de sentencia del Obispado de Oviedo dirigida a los feligreses de San Salvador de Deva y a los moradores de Las Faces, por la que se comunica el fallo del pleito entre el abad de San Vicente y Johan Pérez, capellán de Deva, sobre las feligresías de San Salvador y San Jorge y la distribución de los diezmos por parte de los feligreses de Faces (35). La iglesia de San Jorge es la parroquial de Santurio, contigua a Deva y que entonces era tributaria de San Vicente. En la relación de monasterios asturianos que nos ha legado el P. Yepes, Cronista General de la Orden de San Benito, monopoliza- dora ésta de la vida monástica regular durante un largo período en la Edad Media, no menciona tan siquiera a San Salvador de Deva, no obstante haber pasado el historiador benedictino seis años en Asturias, entre viejos monumentos y archivos de gran ri­ queza. Sí, en cambio, y en el concejo de Gijón, referencia el de «San Tianes de Zenero» y el de Fano. Una justificación a este silencio nos la da este mismo autor cuando afirma que muchos monasterios que existían en tiempos de la monarquía asturiana desaparecieron cuando la reconquista bajó a la tierra llana, con­ servándose muy poco, «y los más o se han vuelto parroquias o

(35) Archivo de San Pelayo. Fondo de San Vicente. Leg. XLVI, n." 1.366. 376 ■ISIDORO CORTINA FRADE reducido a ermitas, como los que agora viven en Asturias podrán conocer fácilmente de este catálogo que aquí les he puesto» (36). La concepción monástica en la Alta Edad Media defiere mucho, en cuanto a su estructura interna y regular, de la estable consolida­ ción que obtuvo más tarde con la implantación generalizadora de la Orden Benedictina y luego con la vinculación cluniacense. En el siglo X o principios del XI y en Asturias, época del posible na­ cimiento monástico de Deva, es de aplicación al mismo lo referido antes respecto de los primeros tiempos del de San Pelayo. Proba­ blemente tal monasterio lo era, en su forma y normativa, un tanto heterodoxo y habría de regirse por un pacto monástico entre el abad y sus monjes. Se desconoce si era masculino, femenino o dú- plice, figura ésta no infrecuente en dicha época. Por ello puede decirse que Deva nació y vivió monásticamente dentro de una línea indefinida y sin proyección de futuro como tal. Salvo los grandes mo­ nasterios que en Asturias pervivieron, consolidados por unas bases firmes —San Vicente, San Pelayo, Cornellana, Villanueva, Celorio, Obona, etc.—, los demás se esfumaron, de acuerdo con el fenómeno explicado por Yepes. De haber llegado a la benedictinización hu­ biera existido, al menos, referencias dentro de su Orden. Esto nos lleva a pensar que el monasterio de Deva nació acogido a una iglesia erigida bajo el régimen privado de la reina Velasquita y al amparo de la situación del derecho regulador de las «Iglesias pro­ pias», comúnmente conocido en Asturias por el nombre de «Régi-* men de herederos», cuyas características esenciales tan bien detalla Floriano (37). Este paralelismo lo encontramos un siglo después en el monasterio de Lapedo, luego puesto bajo la advocación de Santa María, en Belmonte, antes de someterse aquél a las normas regulares de San Bernardo, bajo el manto cisterciense, y en‘cuyo tiempo estaba ya caduca, por la evolución, esta antigua figura ju­ rídica del patrono. Aunque con el nombre de monasterio, nada se opone a que San Salvador de Deva fuera una simple iglesia incluida en el patrimo­ nio de su fundadora y sin sujeción a ninguna regla monástica y servida solamente por un clérigo o capellán, aunque esta aprecia­ ción parece contradictoria con la idea y atención prestada por Ximénez de Rada al referirse a él con la frase «Monasterium Sancti Salvatoris» y muchísimo más con la de «Monachorum Cenobio ce- leberrima» del cruzado británico.

(36) Y e p f: sCrónica General OSB. Vol. I, pág.240. (37) F l o r ia Cnü o m b r e, ñA.: o Colección Diplomática del Monasterio de Belmonte. SAN SALVADOR DE DEVA Y SU MONASTERIO HASTA LA EDAD MODERNA 377

LOS BIENES ECLESIASTICOS

Las grandes vicisitudes sufridas en la política del Reino de Cas­ tilla en el siglo XIV, motivadas por las luchas fratricidas que llevaron al trono a los Trastamaras, tuvieron una enorme reper­ cusión en Asturias y concretamente en Gijón. Hay que aludir a ellas forzosamente porque el nombre de Deva aparece vinculado al se­ ñorío de Noreña, del que fue desposeído el conde don Alfonso En- ríquez en favor del obispo de Oviedo don Gutierre de Toledo, el cual fue investido como nuevo conde de Noreña por el monarca Juan I, dados los servicios prestados por el prelado a su causa. Desaparecido lo que podíamos llamar coto monasterial o pose­ siones de la fundación por la disolución del cenobio, sus bienes pasan a denominarse Cellero. Este conjunto patrimonial lo encon­ tramos vinculado al señorío de Noreña en la segunda mitad del siglo XIV, desconociendo el motivo y la fecha de su enajenación por parte de la jurisdicción eclesiástica a la señorial civil. El señorío de Noreña constituía un poder feudal de primera magnitud en Asturias, amparado en la prepotente figura de su ti­ tular don Rodrigo Alvarez de las Asturias. A su muerte se transmite su sucesión a don Enrique de Trastamara, a quien había prohijado, y a sus descendientes. En el testamento de don Rodrigo, fechado el 16 de agosto de 1331, no consta expresamente, entre sus inmen­ sas posesiones, muchas de las cuales cita, las radicadas en Deva. Es posible que la transmisión del dominio haya sido posterior a esta fecha. En la carta que en 1381 envía el rey don Juan a «los Concejos et llugares; et cotos del Obispo de Oviedo para que non den yantar nin pecho, nin pedido Din trebuto alguno al Conde Don Alfonso nin a sus merynos e enque defienda a ellos que nono lo tomen», se citan una serie de tierras del obispo de Oviedo y de su Iglesia,, entre las que no se menciona a Deva y sí, en el concejo de Gijón, a Santa Eulalia de Baldornón, hecho éste que viene a con­ firmar la no pertenencia en estos tiempos de Deva al Obispado (38). Sí se nomina, en cambio, en un privilegio que Juan I otorga en las Cortes de Segovia el 20 de septiembre de 1383, por la que concede la casa y señorío de Noreña, «con todos sus cotos, et aldeas, et iuguerias et yantares, et comiendas, et presentaziones et con todos los otros sus derechos a Don Gutierre Obispo de Oviedo e a su

(38) Colección Asturias de Jovellanos. Vol. I, pág. 232. 3 7 8 ISIDORO CORTINA FRADE

Iglesia». Entre los bienes que constituyen la concesión figura: «... et con el Cellero de Deva...» (39). En la división que hizo don Gutierre al año siguiente, el 31 de mayo de 1384, con el deán y Cabildo, de la casa y señorío de Nore- ña, se adjudica de nuevo al obispo el señorío sobre estas tierras con las siguientes palabras: «... et asignamus dicto Domino Epis- copo, et constituimus plenarie dominium et merum et iuxtum imperium in tota iurisdictione... item. Cellarium de Deva quod est in Concilio de Gigion» (40). En el Libro Maestro de la Catedral de Oviedo constan dos asientos referenciales de últimos del siglo XIV relacionados con este Cellero. Dice el primero:

«Un pergamino por el que Alvar Rodríguez, vecino de Mareo en Gijón, se aparta del derecho que podría tener al Cellero de Deba, en fuerza de una donación que le havian hecho los Reyes de dicho cellero, y otros junto con la Casa de Noreña, Su fecha en 5 de enero de 1393, ante Juan Fernández nota­ rio».

El otro es del tenor siguiente:

«Un pleito con sentencia a favor del Obispo, Deán y Cabildo sobre el Cellero de San Salvador de Deba. Su fecha en el año de 1397; y una concordia otorgada en el mismo año so­ bre el propio asumpto» (41).

Los bienes de la Iglesia de Oviedo en Deva estaban constituidos por el dicho cellero y por la llamada yuguería de San Servando, repartida por la parroquia y la vecina de San Jorge de Santurio. Tal dedicación le venía por la existencia de una capilla dedicada a este Santo y que estaba situada en el barrio de Lloreda, lindante con el concejo de Villaviciosa. La pesquisa, apeo y formalización de los bienes que comprende dicha yuguería se contienen en un documento conservado en el Archivo de la Catedral y fechado el 5 de julio de 1454. Un antecedente de esta relación y deslinde aparece también en el cuaderno de «Pesquisas de los préstamos, yuguerías y rentas de los concejos de Gijón y Carreño, pertenecientes a la

(39) Colección Asturias de Jovellanos. T. I, pág. 297. (40) Colección Asturias de Jovellanos. T. I, pág. 250. (41) Libro Maestro Catedral Oviedo. Concejo de Gijón. Bienes de San Sal­ vador de Deva, págs. 752-3. SAN SALVADOR DE DEVA Y SU MONASTERIO HASTA LA EDAD MODERNA 379

Iglesia de Oviedo», que data de 1433 y conservado en el mismo ar­ chivo catedralicio. El Libro de Pesquisas de las Rentas de la Mesa Capitular o «Li­ bro del Prior» de la Catedral de Oviedo, del año 1494, vuelve'a repetir el apeo de la yuguería de San Servando y a continuación, y en otro apartado, la titulación y contenido de «El Cellero de Sant Salvador de Deva». Ya adentrados en la Edad Moderna, y a título referencial, po­ demos decir que existen diversas anotaciones referidas a ambas unidades patrimoniales en el «Libro Maestro» de la Catedral, y un apeo y deslinde completo de la parroquia y de la yuguería de San Servando datado en 1763. En esta fecha el cellero de Deva estaba compuesto por un conjunto de «cerca de treinta piezas maiores y menores». La yuguería de San Servando constaba de un total de dieciséis heredades.

APENDICE DOCUMENTAL

Gijón, 8 de marzo de 1305

Archivo de San Pelayo Fondo de San Vicente Leg. XLVI, n.° 1.366 Original.—Pergamino: 18 x 497. Gótica cursiva. Lectura deficiente por man­ cha. INEDITO.

Concierto sobre los diezmos entre las iglesias de San Salvador de Deva y San Salvador de Deva y San Jorge, toca al monasterio.

Connoscida cosa sea a quantos esta carta viren commo en presenta de my Gutier Pelaiz escusador de Iohan Alffonso notario del Rey publico en Oviedo de las testamunnas de iuso escripias, don Menen Rodriguez por la gracia de Dios abbat del monasterio de San Vicenti de Oviedo mostro e fizo leer una carta scripta en papel e seellada en cuesta con un seello de cera verde, que yera de don Iohan Perez arcediano de Tineo, e las letras derredor del seello dizian assi -I- .S. Iohannis Petri cantoris ovetensi e en medio del seello sia figura del annus Dei, enna dicha carta fecha so nomne de Iohan Perez escripto con sua mano, la qual yera fecha en esta manera. De mi Iohan Perez archediano de Tineo e vigario general del onrrado padre e sennor don Fernando por la gracia de Dios obispo de Oviedo, a los feligreses de la iglesia de Sant Salvador de Deva e a los ornes moradores en el logar que dizen las Fages, salut vos fago saber que ante my vinieron en juyzio don Menen Rodriguez abbat de San Vicenti de la una parte, e Iohan Perez capellan dessa iglesia de Deva de la otra. E el dicho abbat demando a Iohan Perez por nomme de si e del monesterio e dixo que vos los ornes moradores e Fagces yerades feligreses de la iglesia 380 ISIDORO CORTINA FRADE de Sant Georgio que yera'sua, e esti Iohan Perez que levara los dezftios de vos de vinti annos a aca contra sua veluntat e en periudigio del monesterio, e pedio a my que lo constrinniesse que lli entregasse todos los bienes que de vos, levara del tiempo passado e daqui en delante que les non levas, Otrossi dixo que algunos de vos los feleligreses de San Salvador de Deva veniades lavrar so la campana e que levaran los dezmos de vos entregamiente e non dava a el la meatat dellos assi como yera costume dél obispado. E pedio a my que lo confirmasse que lli diese la meatat de los dezmos passádos. E daqui en delante que lli mandase que lli diese la meatat. Otrossi assi commo yera derecho enno obispado. E Iohan Perez dixo que connosgia que levara la meatat de los dezmos de vos los ornes moradores ennas Faces por una composición que fra fecha por los capellanes de las dichas eglesias e los dichos ornes mo­ radores ennas Fages que yeran feligreses de San Georgio e que daqui ende- lante que lli plazgia qué se partissen los dezmos e vos los ornes moradores ennas Fages por medio entre las eglesias de San Salvador e de San Georgio e vos los ornes que fosedes feligreses de Sant Georgio. Otrossi dixo que. lli plazia que los ornes feligreses de San Salvador que veniesen lavrar so la feli­ gresía de San Georgio que diessen y la meatat de los dezmos assi commo yera costumme del obispado. E el abbat dixo que lli plazia que se pagassen los dezmos assi commo Iohan Perez dizia, e ambas las partes pediron a my ar- gediano ia dicho que lo diesse assi entre las por juyzio. E yo visto esto todo sobredicho julgando mande que vos los ornes moradores ennas Fages fossedes feligreses de la eglesia de San Georgio, e que los dezmos de vos los partiessen por medio a ambas las eglesias de San Salvador e de Sant Georgio, e que vos los feligreses de Sant Salvador que veniessedes lavrar so la campana de San Georgio que diessedes i la meatat del dezmó de lo que y lávrassedes assi commo yera costumme del obispado, porque ammesto á todos e a cada uno de vos por tres plazos de tres dias cada plazo del dia que esta carta virdes que vos los moradores ennas Fages vayades a la eglesia de San Georgio e die- des y todos los derechos de Sancta eglesia salvo la meatat de los dezmos e diedes a la eglesia de San Salvador e obedescades al capellan de San Georgio commo a vuestro capellan. Otrossi qué vos los feligreses de San Salvador que fordes lavrar so la campana de San Georgio que diedes y la meatat dél dezmó assi commo yera costumme del obispado. E aquellos a aquel de vos que lo assi non fezferdes dé los nueve dias'en delantre yo vos escommungó én este scnpto. E mando al capellán de San Georgio e dé Sant Salvador e a aqualquier delíos a quien esta carta fuer mostrada so pena descommonion que vos la lea y del plazo en delantre aquellos qué énna dicha seritengia cayerdes que vos denuncié por escominúrigados cada domingo e~ cada fiesta de /.../> al que la llieVa. É porqué yo non fizi fazer seello despos que fuy archediano mando seellar esta carta con él seello con que seellaba cuando yera chantre. marzo Dada en Oviedo doze días de Era M.CCC.XXX.VIIII. Iohan Perez. E esta carta leida el sobredicho abbat pidió a my Gutier Peláis escusador ia dicho que lli diesse el trasllado della escripto en pergamino e signado con temiendo que lli derramasse muyo signo porque dixo que lo avia mester ...... - marzo SAN SALVADOR DE DEVA Y SU MONASTERIO HASTA LA EDAD MODERNA 381 la dicha carta porque yera escripta en papel. Esto fue ocho días de / ...... / era de mili treszientos e quarenta e tres annos, presentes don Iohan Rodríguez prior /.../ Fernandiz monges, Fernán Iohaniz e Pero Iohannis moradores enna pobla grado, Pero Menendez e Gongalo Peláis Filio de Peley Perez de la No- zeda e otros ornes. Hyo Gutier Pelai escusador ia dicho fuy presente a esto e por rogo e ha pidomiento del dicho abbat fiz escribir este trasllado desta carta e fiz en ella esty signno semellante al de Iohan Alfonso notario sobredicho. LOCALIZACION Y ANALISIS FUNCIONAL DE LAS ENTIDADES DE POBLACION DEL CONCEJO DE LENA

POR

INOCENCIA FERNANDEZ FERNANDEZ

Cuando en el Boletín (BIDEA) núm. 119 de 1986 se abordó el análisis funcional de las entidades de población del concejo de Aller, se explicaron los fines perseguidos con este estudio y se de­ finieron conceptos tan importantes como «Teoría de los Lugares Centrales» y «Sistemas Territoriales». Pues bien, utilizando esta misma Metodología, efectuaremos el análisis funcional de las enti­ dades de población del concejo de Lena y también estableceremos una jerarquía y una tipología de núcleos que luego localizaremos sobre el espacio para comprobar si se cumple o no el modelo de Christaller. Pero en esta colaboración, a diferencia de la anterior, no anali­ zaremos un concejo aisladamente sino que trataremos de establecer comparaciones para apreciar la posible existencia de analogías y diferencias entre los dos concejos. Esas analogías y esas diferencias irán quedando patentes a medida que vayamos avanzando en el análisis del sistema territorial del concejo de Lena.

LOCALIZACION Y DELIMITACION DE LAS ENTIDADES DE POBLACION

En la anterior colaboración (véase BIDEA 1986, núm. 119) ha­ cíamos referencia a los problemas que se nos plantean cuando intentamos localizar y, sobre todo, delimitar entidades de pobla­ 384 INOCENCIA FERNANDEZ FERNANDEZ ción. Sin embargo, en el concejo de Aller, al estar muy poblado, la integración de esas entidades es mucho más compleja que en el de Lena, pues en este último la mayor parte de la población se concentra en la capital del municipio, que cuenta con 7.863 habi­ tantes, mientras que Campomanes sólo tiene 782, existiendo asi­ mismo una gran diferencia entre éste y Vega del Ciego.

Las mismas fuentes utilizadas para el estudio del concejo de Aller dieron como resultado el número de núcleos que debemos analizar en Lena, los cuales aparecen —ordenados de mayor a me­ nor, según el número de habitantes— en el cuadro I, el cual se corresponde con la figura 1, que es el mapa donde se encuentran situados. ENTIDADES DE POBLACION DEL CONCEJO DE LENA 385

CUADRO I: ENTIDADES DE POBLACION DEL CONCEJO DE LENA

(Complemento de la figura 1)

N.° Núcleo Pobla. N.° Núcleo Pobla.

1 Pola de Lena 7.863 42 Valle (El) 41 2 Campomanes 782 43 Tuiza de Abajo 40 3 Vega del Ciego 349 44 Congostinas 39 4 Villallana 335 45 Cruz (La) 39 5 Carabanzo 297 46 Peridiello 37 6 Zureda 274 47 Iglesia (La) 37 7 Muñón Fondero 215 48 Reconcos 37 8 Sotiello 213 49 Alcedo 33 9 Palacios 181 50 Herías 33 10 Vega (La) 173 51 Tuiza de Arriba 33 11 Piedraceda 153 52 San Martino 33 12 Puente de los Fierros 144 53 Navedo 32 13 Vega del Rey 137 54 Armada 31 14 Palacio (El) 122 55 Piñera de Arriba 30 15 Pajares 117 56 Maderada (La) 30 16 Jomezana de Arriba 108 57 Maramuñiz 28 17 Columbiello 103 58 Reconcos 28 18 Corrona (La) 96 59 Sorribas 27 19 Jomezana de Abajo 96 60 Buelles 27 20 Tiós 95 61 Redondo (El) 26 21 Casorvida 93 62 Cortina (La) 26 22 Piñera de Abajo 89 63 Corradón 25 23 Telledo 83 64 Cobertoria (La) 24 24 Parana 77 65 Romía de Arriba 24 25 Felgueras 75 66 Culquera de Abajo 24 26 Malvedo 73 67 Corraona (La) 23 27 Retrullés 73 68 21 28 Llanos de Somerón 71 69 Cornellana 20 29 Frecha (La) 64 70 Cotorraso 20 30 Vallinas 64 71 Tablado 20 31 Espinedo 62 72 Culquera de Arriba 18 32 San Miguel del Río 61 73 Otero 18 33 Carraluz 57 74 Venceyal 18 34 Riospaso 54 75 Campos (Los) 18 35 Mamorana 52 76 Castiellu (El) 18 36 San Feliz 48 77 Brañalamosa 17 37 Padrún (El) 48 78 Pontones (Los) 16 38 Brañillín (El) 44 79 Traslacruz 16 39 Muñón Cimero 43 80 Retrunal 16 40 Modín 42 81 Puente (El) 15 41 Valle 42 82 Heros 14 3 8 6 INOCENCIA FERNANDEZ FERNANDEZ

CUADRO 1 (Continuación)

N.° Núcleo Pobla. N.u Núcleo Pobla.

83 Campas (Las) 14 110 Bendueños 5 84 Campas (Las) 13 111 Cabo 5 85 Trechorio (El) 13 112 Caseta (La) 5 86 Corras (Las) 12 113 Corradavieja 4 87 Miera (La) 12 114 Fresnedo 4 88 Castañera 11 115 Mi siego s 4 89 Renueva 11 116 Sopera (La) 4 90 Fueyos (Los) 11 117 Nocedo (El) 3 91 Muela (La) 10 118 Santa Marina 3 92 Requejo 10 119 Fresnedo 3 93 Ferreras 9 120 Armada 3 94 Santa Cristina 9 121 Nozala (La) 2 95 Flor de Acebo 9 122 Pegas (Las) 2 96 Villar 9 123 Rúa (La) 2 97 Castro (El) 9 124 Torre (La) 2 98 Salas 8 125 Ablano 2 99 Pandiella (La) 8 126 Monas (Las) 2 100 Rasa (La) 8 127 Villar 2 101 Santomedero 8 128 Figares (Las) 2 102 Pedrosas (Las) 8 129 Collada (La) 2 103 Rónzón 7 130 Viña (La) 2 104 Mal ved a (La) 7 131 Cabezón 1 105 Campo (El) 7 132 Navidiello 1 106 Collado (El) 6 133 Bayo (El) 1 107 Rasa de Abajo 6 134 Viscarrionda 1 108 Malpique 6 135 Vega-Muro 1 109 Romía de Abajo 5

Fuentes: Nomenclátor, 1970. Padrón de habitantes, 1981. Elaboración propia.

CARACTERISTICAS DEL ESPACIO ESTUDIADO

En el análisis del concejo de Aller (véase BIDEA 1986, núm. 119) hacíamos alusión a la incidencia que tiene el relieve, las vías de comunicación y la densidad de población en la estructura de los sistemas territoriales y en la aplicación de la Teoría de los Luga­ res Centrales de Christaller. ENTIDADES DE POBLACION DEL CONCEJO DE LENA 387 a) El relieve.

Los concejos de Aller y Lena tienen unas características físicas semejantes, pues ambos son limítrofes y además están enclavados dentro de la Cuenca Carbonífera Central; por esa razón, el relieve de Lena se estudió en la colaboración anterior conjuntamente con el de Aller, lo cual hace que sea innecesario extendernos en este apartado al haber sido abordado y analizado anteriormente (véase BIDEA 1986, núm. 119). b) Las vías de comunicación.

El concejo de Lena está mejor comunicado que el de Aller. Con­ tribuye a esta comunicación la existencia de la carretera nacional 630, por la que circulan mayores flujos de transporte al ser la más importante de la región, pues es la principal vía que une Asturias con León. Atraviesa el concejo de Norte a Sur; es decir, desde Mie- res hasta internarse en la provincia de León a través del puerto de Pajares. De esta arteria principal —que comunica a Pola de Lena con Mieres y Oviedo mediante una red de autobuses constante— salen a su vez varias ramas de acceso a las distintas parroquias del concejo. Así, la capital del municipio Pola de Lena se halla si­ tuada en una encrucijada de carreteras que se dirigen hacia varias direcciones: a Quirós, El Valle, a Carabanzo; también existen otros ramales que van a Columbiello, Otero, Alcedo, y siguiendo la carre­ tera general hasta Campomanes —que también está en una encru­ cijada por ser un núcleo importante— se bifurcan los dos ramales más importantes: uno hacia Pajares y otro hacia el puerto de la Cubiella pasando por Tuiza; de aquí parten asimismo carreteras a Tiós, Sotiello, Zureda, Casorvida, Herías —pequeño ramal que par­ te de La Frecha—, Las Puentes, Parana; de Fierros parte otro ramal hasta Llanos de Somerón, etc. Además, Lena se comunica con todos los concejos limítrofes me­ nos con el de Aller, al no existir vías de comunicación entre ambos a causa de la dificultad que impone el relieve. Con Riosa se comu­ nica a través de una carretera que pasa por Muñón Fondero hasta atravesar la Soterraña, y con Quirós por medio de la que parte de Pola de Lena, atravesando Palacios, Piedraceda hasta internarse en dicho concejo. También hay una red de caminos que sirven al resto de los nú­ cleos situados en lugares menos accesibles a las vías de transporte 388 INOCENCIA FERNANDEZ FERNANDEZ y algunas líneas de autobuses que recorren casi todo el municipio. Por otra parte, la autopista del Huerna contribuye a evitar el difícil acceso que supone el puerto de Pajares y a descongestionar el tráfico entre nuestra región y la Meseta. Asimismo, esta mejor comunicación está facilitada por la línea de ferrocarril RENFE que atraviesa el concejo de Norte a Sur sir­ viendo toda la parte Este del mismo y favoreciendo la comunicación con Mieres y León. Las vías importantes de comunicación inciden en la funciona­ lidad y jerarquía de los núcleos. Así, si nos fijamos en el mapa (figura 2) vemos que los lugares centrales exportadores de bienes y servicios —Pola de Lena, Villallana, Campomanes, Puente de los Fierros, Pajares, etc.— se encuentran situados a lo largo de dichas vías, las cuales están a su vez adaptadas a las características físicas del concejo. ENTIDADES DE POBLACION DEL CONCEJO DE LENA 389 c) La densidad de población.

El mapa de densidad (figura 3) refleja una concentración im­ portante de población en la parroquia de Pola de Lena debido a la fuerte inmigración de los habitantes del resto de las parroquias a la capital del municipio, incrementando ésta su población de los

5.760 habitantes en 1970 a los 7.863 en el año 1980, m ientras que el resto de las parroquias la fueron perdiendo progresivamente. Esta emigración hacia la capital Pola de Lena hace que vayan que­ dando en el concejo espacios casi vacíos, como es el caso de las parroquias situadas al Sur y al Este, las cuales ya cuentan con me­ nos de 10 habitantes por Km2. Este trasvase de población desde las áreas más desfavorecidas orográficamente hacia las zonas don­ de existen mejores medios de comunicación y un relieve más favo- 390 INOCENCIA FERNANDEZ FERNANDEZ rabie compromete el futuro demográfico de muchas entidades, pues si tenemos en cuenta que en 1970 el concejo tenía 14.921 ha­ bitantes y en 1980 un total de 14.553, la pérdida de población es poco significativa; sin embargo, el descenso es importante en la mayor parte de las parroquias. Al igual que en el concejo de Aller, las mayores densidades de población se encuentran en los valles más importantes donde se hallan las vías de comunicación principales y las mejores condi­ ciones desde el punto de vista orogràfico, siendo muy bajas en las zonas montañosas de ambos concejos. Sin embargo, Lena, a pesar de tener una extensión menor —312,5 Km2, mientras que Aller tiene 376 Km2—, cuenta con un mayor número de parroquias y también de núcleos debido a las distintas formas de poblamiento (1), exis­ tiendo en Aller un hábitat más concentrado y unas densidades ma­ yores de población que superan en Caborana los 700 habitantes por Km2. Al ser Aller un concejo más poblado sólo cuenta con dos parroquias casi vacías, mientras que Lena tiene ya un total de seis parroquias cuyas densidades de población son inferiores a los 10 habitantes por Km2.

LA JERARQUIA DE NUCLEOS EN EL CONCEJO DE LENA SEGUN LA DOTACION DE ACTIVIDADES, ESTABLECIMIENTOS Y FUNCIONES

Para efectuar el estudio de la funcionalidad de las entidades de población del concejo de Lena hemos utilizado la misma meto­ dología y consultado la misma fuente que empleamos para el aná­ lisis del concejo de Aller; es decir, obtuvimos la información de la Lista Cobratoria del Impuesto Industrial, la cual fue definida y comentada en la anterior colaboración (véase BIDEA 1986, núm. 119). A través de la mencionada Lista Cobratoria del Impuesto In­ dustrial hemos podido conocer el número de núcleos que cuentan con actividades, establecimientos y también las funciones de cada uno de ellos, lo cual es imprescindible para establecer una jerar­ quía de los mismos. Los que serán objeto de estudio aparecen en la figura 4.

(1) Véase el origen del poblamiento en G arcía F ernandez , Jesús: “Orga­ nización del espacio y economía rural en la España Atlántica”, Madrid. 1975, pág. 15, y en el libro del mismo autor: “Sociedad y organización tradicional del espacio en Asturias”, Silverio Cañada, 1930, págs. 61-79. ENTIDADES DE POBLACION DEL CONCEJO DE LENA 391 a) Análisis de las actividades.

El número total de actividades de cada núcleo están recogidas en el cuadro II, donde, a pesar de que los núcleos no siguen un orden decreciente de actividades por estar ordenados según el nú­ mero de habitantes de mayor a menor, existe una jerarquía de actividades. Así vemos que Pola de Lena, con 287, y Campomanes, con 40, son los mejor dotados; les siguen Villallana que tiene 18, Pajares 13, Vega del Ciego 12, Puente de los Fierros 9, Sotiello 6, etc., hasta llegar a los 17 núcleos de una sola actividad. Por otra parte, existen en el concejo 87 núcleos con una dedica­ ción agraria exclusiva y son, por tanto, totalmente dependientes de otros (véase cuadro III).

Para conocer la relación que hay entre la población y las activi­ dades hemos elaborado un gráfico (figura 5) semejante al que rea­ lizamos para el concejo de Aller (véase BIDEA 1986, núrn. 119) que representa una nube de puntos, es decir, se trata de un eje de 392 INOCENCIA FERNANDEZ FERNANDEZ coordenadas en el cual colocamos la población én las abscisas y las actividades en las ordenadas, para luego hallar la recta de re­ gresión y poder conocer la media. Como ya hemos comentado, el gráfico nos permite hablar de núcleos de tipo A, B y C, según su situación en relación a dicha recta, la cual tiene muy poca pen­ diente, siendo casi horizontal, pues a excepción de Pola de Lena, el resto de los núcleos tienen poca población y pocas actividades. Eso nos obligó a establecer una discontinuidad en el gráfico que nos permitiera pasar de los 1.000 habitantes (aunque Campomanes no llega a dicha cantidad) a los 7.863 existentes en la capital para

poder efectuar la escala. Como vemos, éste es un hecho significa­ tivo que nos indica la mayor concentración de habitantes y activi­ dades dentro del sistema que estamos analizando. Aparte de Pola de Lena, existen otros núcleos de tipo A, es decir, que están por encima de la media, como Campomanes, Villallana, Puente de los Fierros, etc., algunos de los cuales están menos poblados que, por ejemplo, Carabanzo, Zureda, Muñón Fondero, Palacios, etc., y, sin embargo, éstos pertenecen al grupo B. Como ya sabemos, esto es debido a la existencia de otros factores diferentes a la población, que inciden en el número de actividades de un núcleo concreto. Así, la situación geográfica en relación con el relieve, el ser más o menos favorecidos por las vías de comunicación y la mejor accesi­ ENTIDADES DE POBLACION DEL CONCEJÓ DE LENA 393 bilidad a los mismos de medios de transporte, mercancías, etc., son circunstancias que favorecen las actividades comerciales y de ser­ vicios en unas entidades de población determinadas, mientras que otras están perjudicadas por carecer de las ventajas de dichos fac­ tores. Por otra parte, al igual que nos ocurre con Aller, los núcleos que cuentan con pocas actividades y tienen una población similar se acumulan, dando lugar a un amontonamiento de puntos que nos obliga a quitar algunos de ellos, no pudiendo aparecer todos re­ presentados, pero este problema no dificulta la posibilidad de establecer una clasificación de la totalidad de los mismos.

FIGURA 4: CORRESPONDENCIA DE LAS CLAVES NUMERICAS QUE APARECEN EN LAS FIGURAS

(Complemento)

N.° Núcleo N.‘> Núcleo

1 Pola de Lena 25 Malvedo 2 Campomanes 26 Llanos de Somerón 3 Vega del Ciego 27 Frecha (La) 4 Villallana 28 Espinedo 5 Carabanzo 29 San Miguel del Río 6 Zureda 30 Riospaso 7 Muñón Fondero 31 Mamorana 8 Sotiello 32 Brañillín (El) 9 Palacios 33 Muñón Cimero 10 Vega (La) 34 Valle (El) 11 Piedraceda 35 Tuiza de Abajo 12 Puente de los Fierros 36 Congostinas 13 Vega del Rey 37 Iglesia (La) 14 Pajares 38 Tuiza de Arriba 15 Jomezana de Arriba 39 Navedo 16 Columbiello 40 Armada 17 Corrona (La) 41 Piñera de Arriba 18 Jomezana de Abajo 42 Maderada (La) 19 Tiós 43 Sorribas 20 Casorvida 44 Buelles 21 Piñera de Abajo 45 Redondo (El) 22 Telledo - 46 Cobertoria (La) 23 Parana 47 Culquera de Abajo 24 Felgueras 48 Pontones (Los) 394 INOCENCIA FERNANDEZ FERNANDEZ

CUADRO II: NUMERO DE ACTIVIDADES POR NUCLEO EN EL CONCEJO DE LENA

N.° Núcleo Act. N.° Núclee Act.

1 Pola de Lena 287 44 Congostinas 1 2 Campomanes 40 45 Cruz (La) — 3 Vega del Ciego 12 46 Peridiello — 4 Villallana 18 47 Iglesias (La) 1 5 Carabanzo 5 48 Reconcos — 6 Zureda 3 49 Alcedos — 7 Muñón Fondero 5 50 Herías — 8 Sotiello 6 51 Tuiza de Arriba 1 9 Palacios 4 52 San Martino — 10 Vega (La) 4 53 Na vedo 1 11 Piedraceda 4 54 Armada 1 12 Puente de los Fierros 9 55 Piñera de Arriba 1 13 Vega del Rey 5 56 Maderada (La) 1 14 Palacio (El) — 57 Maramuñiz — 15 Pajares 13 58 Reconcos — 16 Jomezana de Arriba 4 59 Sorribas 1 17 Columbiello 4 60 Buelles 1 18 Corrona (La) 2 61 Redondo (El) 1 19 Jomezana de Abajo 2 62 Cortina (La) — 20 Tiós 1 63 Corradón — 21 Casorvida 1 64 Cobertoria (La) 2 22 Piñera de Abajo 4 65 Romía de Arriba — 23 Telledo 4 66 Culquera de Abajo 2 24 Parana 3 67 Corrona (La) — 25 Felgueras 2 68 Linares — 26 Malvedo 2 69 Comellana — 27 Retrullés — 70 Cotorraso — 28 Llanos de Somerón 4 71 Tablado — 29 Frecha (La) 4 72 Culquera de Arriba — 30 Vallinas — 73 Otero — 31 Espinedo 4 74 Venceyal — 32 San Miguel del Río 1 75 Campos (Los) — 33 Carraluz — 76 Castiellu (El) — 34 Riospaso 2 77 Brañalamosa — 35 Mamorana 1 78 Pontones (Los) 3 36 San Feliz — 79 Traslacruz — 37 Padrún (El) — 80 Retrunal — 38 Brañillín (El) 1 81 Puente (El) — 39 Muñón Cimero 1 82 Heros — 40 Modín — 83 Campas (Las) — 41 Valle — 84 Campas (Las) — 42 Valle (El) 1 85 Trechorio (El) — 43 Tuiza de Abajo 3 86 Corras (Las) -- ENTIDADES DE POBLACION DEL CONCEJO DE LENA 395

CUADRO II (Continuación)

N.° Núcleo Act. N.° Núcleo Act.

87 Miera (La) — 113 Corrada Vieja _ 88 Castañera — 114 Fresnedo — 89 Renueva — 115 Misiegos — 90 Fueyos (Los) — 116 Sopera (La) — 91 Muela (La) — 117 Nocedo (El) — 92 Requejo — 118 Santa Marina — 93 Ferreras — 119 Fresnedo — 94 Santa Cristina — 120 Armada — 95 Flor de Acebo — 121 Nozala (La) — 96 Villar — 122 Pegas (Las) — 97 Castro (El) — 123 Rúa (La) — 98 Salas — 124 Torre (La) — 99 Pandiella (La) — 125 Ablano — 100 Rasa (La) — 126 Monas (Las) — 101 Santomedero — 127 Villar — 102 Pedresas (Las) — 128 Figares (Las) — 103 Ronzón — 129 Collada (La) — 104 Malveda (La) — 130 Viña (La) — 105 Campo (El) — 131 Cabezón — 106 Collado (El) — 132 Navidiello — 107 Rasa de Abajo — 133 Bayo (El) — 108 Malpique — 134 Viscarrionda — 109 Romía de Abajo 135 Vega-Muro — 110 Bendueños I 111 Cabo Total ...... ,, 483 112 Caseta (La) —

Fuentes: Lista Cobratoria del Impuesto Industrial, 1980. Nomenclátor de po­ blación, 1970, y Padrón de habitantes, 1981. Elaboración propia.

CUADRO III: ENTIDADES DE POBLACION TOTALMENTE DEPENDIENTES EN EL CONCEJO DE LENA

N.° Núcleo Pobla. N.° Núcleo Pobla.

1 Palacio (El) 122 8 Valle 42 2 Retrullés 73 9 Cruz (La) 39 3 Vallinas 64 10 Peridiello 37 4 Carraluz 57 11 Reconcos 37 5 San Feliz 48 12 Alcedo 33 6 Padrún (El) 48 13 Herías 33 7 Modín 42 14 San Martino 33 396 a : ' ïn o c ë n c ià Fe r n á n d e z fernandízz

CUADRO III (Continuación)

N.° Núcleo Pobla. N.° Núcleo Pobla.

15 M aramuñiz 28 52 Rasa (La) 8 16 Reconcos 28 53 Santomedero 8 17 Cortina (La) 26 54 Pedrosas (Las) 8 18 Corradón 25 55 Ronzón 7 19 Romía de Arriba 24 56 M alveda (La) 7 20 Corraona (La) 23 57 Campo (El) 7 21 Linares 21 58 Collado (El) 6 22 C om ellana 20 59 Rasa de Abajo 6 23 Cotorraso 20 60 M alpique 6 24 Tablado 20 61 Romía de Abajo 5 25 Culquera de Arriba 18 62 Bendueños 5 26 Otero 18 63 Cabo 5 27 V enceyal (El) 18 64 Caseta (La) 5 28 Campos (Los) 18 65 Corrada Vieja 4 29 Castiellu (El) 18 66 Fresnedo 4 30 Brañalamosa 17 67 Misiegos 4 31 Traslacruz 16 68 Sopera (La) 4 32 Retrual 16 69 Nocedo (El) 3 33 Puente (El) 15 70 Santa Marina 3 34 Heros 14 71 Fresnedo 3 35 Campas (Las) 14 72 Armada 3 36 Campas (Las) 13 73 Nozala (La) 2 37 Trechorio (El) 13 74 P egas (Las) 2 38 Corras (Las) 12 75 Rúa (La) 2 39 Miera (La) 12 76 Torre (La) 2 40 Castañera 11 77 Ablano 2 41 Renueva 11 78 M onas (Las) 2 42 Fueyos (Los) 11 79 Villar 2 43 M uela (La) 10 80 Figares (Las) 2 44 Requejo 10 81 Collada (La) 2 45 Ferreras 9 82 Viña (La) 2 46 Santa Cristina 9 83 Cabezón 1 47 Flor de Acebo 9 84 N avidiello 1 48 Villar 9 85 Bayo (El) 1 49 Castro (El) 9 86 Viscarrionda 1 50 Salas 8 87 Vega-M uro 1 51 Pandiella (La) 8

Nota: Vallinas está integrada en Villallana; Las Campas, La Miera y Las Fi- gares son entidades ya absorbidas por Pola de Lena. Modín, La Torre, La Rúa están integradas en Campomanes.

Fuentes: Nomenclátor de población, 1970, y Padrón de habitantes, 1981. Lista Cobratoria del Impuesto Industrial, 1980. Elaboración propia. ENTIDADES DE POBLACION DEL CONCEJO DE LENA 397 b) Análisis de los establecimientos.

El cuadro IV nos indica la existencia de una jerarquía de nú­ cleos, según la dotación de establecimientos, similar a la de las actividades. Por ello, podemos hablar de una jerarquización, siendo Pola de Lena el más importante y siguiendo Campomanes, Villalla- na, Pajares, Vega del Ciego, Puente de los Fierros hasta llegar a los que cuentan con un solo establecimiento. El haber ordenado estos núcleos según sus habitantes, no es suficiente para ver la relación entre el número de establecimientos y la población de cada uno de ellos; por eso realizamos una repre­ sentación gráfica similar a la anterior, con el fin de obtener una información más clara y precisa acerca de dicha relación (figura 6).

Así podemos observar que la semejanza entre ambos gráficos es muy grande, y además, si exceptuamos Vega del Ciego, que tiene un número de actividades en relación con la población superior al de establecimientos, los núcleos de tipo A, B y C son los mismos, tanto en actividades como en establecimientos, por eso la jerar­ quía no sufre variación alguna. 398 INOCENCIA FERNANDEZ FERNANDEZ

CUADRO IV: CLASIFICACION DE LOS NUCLEOS SEGUN EL NUMERO DE FUNCIONES Y OTRAS VARIABLES

Núcleo (1) F I.D. E HLT P

Pola de Lena 50 1.109,17 245 32 26 A 7.863 Campomanes 16 151,78 37 21,1 15 A 782 Villallana 8 56,4 14 23,9 7 A 335 Puente de los Fierros 6 22,39 8 18 4 A 144 Vega del Ciego 5 18,16 9 38,7 9 B-C 349 Pajares 5 15,87 11 10,6 9 A 117 Carabanzo 3 9,5 5 59,4 —4 B 297 Muñón Fondero 3 10,02 5 43 —2 C 215 Vega (La) 3 6,71 4 43,2 — 1 B 173 Piedraceda 3 25,75 3 51 — 1 B 153 Vega del Rey 3 4,5 5 27,4 1 B-C 137 Piñera de Abajo 3 3,01 4 22,25 1 C 89 Frecha (La) 3 2,25 3 21,3 2 C 64 Zureda 2 3,01 3 91,3 —6 B 274 Sotiello 2 6,02 6 35,5 — 1 C 213 Palacios 2 3,77 4 45,2 —2 B 181 Jomezana de Arriba 2 3,74 3 36 1 C 108 Columbiello 2 3,77 4 25,75 1 C 103 Corrona (La) 2 2,25 2 48 — 1 B 96 Telledo 2 4,5 4 20,75 1 C 83 Parana 2 3,74 3 25,6 1 B 77 Felgueras 2 2,25 2 37,5 —0 B 75 Llanos de Somerón 2 3,77 4 17,75 2 C 71 Espinedo 2 3,01 3 20,6 2 B-C 62 Tuiza de Abajo 2 0,76 2 20 2 B-C 40 Pontones (Los) 2 3,01 3 5,3 2 C 16 Jomezana de Abajo 1 0,76 1 96 — 1 C 96 Tiós 1 0,76 1 95 —2 B 95 Casorvida 1 1,49 1 93 —2 B 93 Malvedo 1 0,76 1 73 0 B 73 San Miguel del Río 1 0,76 1 61 — 1 B 61 Riospaso 1 1,52 27 0 B 54 Mamorana 1 0,76 1 52 — 1 B 52 Brañillín (El) 1 0 1 44 —0 B 44 Muñón Cimero 1 0,76 1 43 —0 B 43 Valle (El) 1 0 1 41 —0 B 41 Congostinas 1 0,76 1 39 —0 B 39 Iglesia (La) 1 0,76 1 37 0 B 37 Tuiza de Arriba 1 0,76 1 33 0 B 33 Navedo 1 0,76 1 32 0 B 32 Armada 1 0,76 1 31 0 B 31 Piñera de Arriba 1 0,76 1 30 0 B 30 Maderada (La) 1 0,76 1 30 0 B 30 ENTIDADES DE POBLACION DEL CONCEJO DE LENA 399

CUADRO IV (Continuación)

Núcleo (1) F I.D. EHLT P

Sorribas 0,76 1 27 0 B 27 Buelles 0,76 1 27 0 B 27 Redondo (El) 0,76 1 26 0 B 26 Cobertoria (La) 1,49 1 24 1 B 24 Culquera de Abajo 1,52 2 12 1 B 24

(1) F: número de funciones. I.D.: Indice de Davies. E: número de estableci­ mientos. H: número de habitantes por establecimiento. L: número de li­ cencias básicas. T : tipo de núcleo. P : número de habitantes.

Fuentes: Lista Cobratoria del Impuesto Industrial, 1980. Nomenclátor de po­ blación, 1970. Padrón de habitantes, 1981. Elaboración propia. c) Análisis de las funciones.

Como ya hemos comentado, conocer el número de funciones con las que cuenta un núcleo es muy importante para poder esta­ blecer una jerarquía y efectuar el análisis correspondiente. Por esa razón, en el cuadro IV los núcleos están ordenados según el número total de funciones existentes en cada uno de ellos. La ubicación geográfica también tiene incidencia en la función e incluso en el origen de un asentamiento humano. En Lena esto sucede con El Brañillín, que nació como consecuencia del deporte y éste a su vez favoreció la instalación de una tienda de artículos deportivos en dicho lugar. Por ello, podemos hablar de una entidad de población que tiene una función, un establecimiento y una ac­ tividad. d) Número de habitantes por establecimiento .

En el cuadro IV aparece el número de habitantes por estable­ cimiento en cada núcleo del sistema que estamos analizando. Para conocer este dato y los correspondientes a los apartados siguientes hemos utilizado los mismos criterios que anteriormente cuando analizamos el concejo de Aller, por ello no creemos necesario vol­ ver a repetir aquí cómo elaboramos cada uno de los cuadros, pues ya lo hemos explicado en la colaboración anterior (véase BIDEA 1986, núm. 119). 4 0 0 INOCENCIA FERNANDEZ FERNANDEZ-

La media de establecimientos para el concejo de Lena es de 34,65 (media muy similar a la de Aller). Teniendo en cuenta esto, existen en el sistema un total de 27 núcleos que están por debajo de ésta, es decir, tienen establecimientos suficientes. Es éste el caso de Po­ la, Campomanes, Villallana, Puente de los Fierros, Pajares, Vega del Rey, etc. Pero estos datos no son fiables cuando los aplicamos a núcleos que tienen pocos habitantes y cuentan con un solo establecimiento, ya que al efectuar la división nos sale un número inferior a la me­ dia y, sin embargo, sus habitantes no están totalmente abastecidos. Esto sucede con Navedo, Armada, Tuiza de Arriba, Piñera de Arriba, La Maderada, Sorribas, Buellcs, El Redondo y La Cobertoria.

e) Número de licencias básicas y número de establecimientos básicos.

En este apartado hemos querido analizar, para luego poder comparar, las licencias básicas y los establecimientos básicos co­ rrespondientes a cada núcleo estudiado. Para ello realizamos los cuadros V y VI, que sirven para indicarnos la no existencia de diferencias sustanciales en lo referente a los núcleos exportadores de bienes y servicios, es decir, en ambos casos son los mismos si exceptuamos Vega del Ciego. Por ello, existen un total de 18 núcleos con un número positivo de licencias básicas y 17 establecimientos básicos, pues en este caso Vega del Ciego está en el límite. Como sabemos, esto quiere decir que abastecen a sus habitantes y a la vez exportan otros núcleos deficitarios o carentes de actividades comerciales.

f) Indice de centralidad de Davies.

Para evitar distorsiones producidas por las funciones esporádi­ cas, también en este caso hemos rectificado el índice de Davies, tal como lo hicimos cuando efectuamos el análisis del sistema te­ rritorial anterior (véase BIDEA 1986, núm. 119). Los resultados de estos índices se pueden ver en el cuadro IV, que resume todos los datos analizados, pero dando primacía al número de funciones por ser fundamentales a la hora de establecer una jerarquía de núcleos. ENTIDADES. DE POBLACION DEL CONCEJO DE LENA 401

La jerarquización es muy clara en el concejo de Lena, siendo Pola de Lena y Campomanes los que dominan sobre el resto por poseer un número mayor de funciones. A éstos les siguen Villalla- na, Puente de los Fierros, Vega del Ciego y Pajares. Todos ellos son de tipo A —según la tipología resultante del análisis de regre­ sión— y también poseen un número mayor de actividades y esta­ blecimientos. En el cuadro VII aparecen reflejados los núcleos de tipo A y B, que se clasifican según umbrales de población determinadas, te­ niendo en cuenta las funcionales, los establecimientos y otras va­ riables, lo cual nos permite establecer grupos y tipologías distintas. Partiendo de A-l hasta A-4 y de B-l a B-4 percibimos la jerarquía y el escalonamiento en pisos de las entidades —tanto vertical como incluso horizontalmente— mediante el establecimiento de grupos y niveles que incluyen núcleos diferentes.

CUADRO V: NUMERO DE LICENCIAS BASICAS POR NUCLEO

N.° Núcleo L.B. N.° Núcleo L.B.

1 Pola de Lena 26 25 Malvedo 0 2 Campomanes 15 26 Llanos de Somerón 2 3 Vega del Ciego 1 27 Frecha (La) 2 4 Villallana 7 28 Espinedo 2 5 Carabanzo —4 29 San Miguel del Río — 1 6 Zureda —6 30 Riospaso Ò 7 Muñón Fondero —2 31 Mamorana — 1 8 Sotiello — 1 32 Brañillín (El) —0 9 Palacios —2 33 Muñón Cimero —0 10 Vega (La) — 1 34 Valle (El) —0 11 Piedraceda — 1 35 Tuiza de Abajo 2 12 Puente de los Fierros 4 36 Congostinas —0 13 Vega del Rey 1 37 Iglesia (La) 0 14 Pajares 9 38 Tuiza de Arriba 0 15 Jomezana de Arriba 1 39 Navedo 0 16 Columbiello 1 40 Armada 0 17 Corrona (La) — 1 41 Piñera de Arriba 0 18 Jomezana de Abajo — 1 42 Maderada (La) 0 19 Tiós —2 43 Sorribas 0 20 Casorvida —2 44 Buelles 0 21 Piñera de Abajo 1 45 Redondo (El) 0 22 Telledo 1 46 Cobertoria (La) 1 23 Parana 1 47 Culquera de Abajo 1 24 Felgueras —0 48 Pontones (Los) 2

Fuentes: Lista Cobratoria del Impuesto Industrial, 1980. Nomenclátor de la población, 1970, y Padrón de habitantes, 1981. Elaboración propia. 4 0 2 INOCENCIA FERNANDEZ FERNANDEZ

CUADRO VI: NUMERO DE ESTABLECIMIENTOS BASICOS POR NUCLEO EN EL CONCEJO DE LENA

N.° Núcleo (1) E.B. N.° Núcleo (1) E.B.

1 Pola de Lena 25 25 Malvedo —1 2 Campomanes 15 26 Llanos de Somerón 2 3 Vega del Ciego 0 27 Frecha (La) 1 4 Villallana 5 28 Espinedo 1 5 Carabanzo —3 29 San Miguel del Río — 1 6 Zureda —5 30 Riospaso 1 7 Muñón-Fondero — 1 31 Mamorana 0 8 Sotiello 0 32 Brañillín (El) 0 9 Palacios — 1 33 Muñón Cimero 0 10 Vega (La) — 1 34 Valle (El) 0 11 Piedraceda — 1 35 Tuiza de Abajo 1 12 Puente de los Fierros 4 36 Congostinas 0 13 Vega del Rey 1 37 Iglesia (La) 0 14 Pajares 8 38 Tuiza de Arriba 0 15 Jomezana de Arriba 0 39 Na vedo 0 16 Columbiello 1 40 Armada 0 17 Corrona (La) —1 41 Piñera de Arriba 0 18 Jomezana, de Abajo —2 42 Maderada (La) 0 19 Tiós —2 43 Sorribas 0 20 Casorvida —2 44 Buelles 0 21 Piñera de Abajo 2 45 Redondo (El) 0 22 Telledo 2 46 Cobertoria (La) 0 23 Parana 1 47 Culquera de Abajo 1 24 Felgueras 0 48 Pontones (Los) 3

(1) E.B.: Número de establecimientos básicos.

Fuentes: Lista Cobratoria del Impuesto Industrial, 1980. Nomenclátor de la población, 1970, y Padrón de habitantes, 1981. Elaboración propia. ENTIDADES DE POBLACION DEL CONCEJO DE LENA 4 0 3

CUADRO VII: CLASIFICACION DE NUCLEOS POR TIPOS Y GRUPOS EN LENA

Tipo AB Variable Umbral 1 2 3 4 1 2 3 4

Población Máximo 8.000 700 100 50 400 200 100 50 Mínimo 700 100 50 10 200 100 50 10

Funciones Máximo 50 8 3 2 5 2 2 1 Mínimo 16 2 1 1 2 2 1 1

Estableci­ Máximo 245 14 4 2 9 4 2 1 mientos Mínimo 37 4 2 1 3 3 1 1

Ind. Davies Máximo 1.109,17 56,4 4,5 3,01 18,16 25,75 2,25 0,76 Mínimo 151,78 3,77 1,52 0,76 3,01 3,74 0,76 0

Licencias Máximo 26 9 2 2 1 1 0 0 básicas Mínimo 15 1 0 0 —6 — 2 —2 — 0

Habitantes/Estableci­ mientos Menor Menor Menor Menor Mayor Mayor Mayor Mayor

N.° de núcleos por grupo 2 5 7 12 5 4 8 5

Grupo A - l: Pola de Lena y Campomanes. Grupo A-2: Villallana, Puente de los Fierros, Vega del Rey, Pajares y Co- lumbiello. Grupo A-3: Piñera de Abajo, Telledo, Parana, Llanos de Somerón, Frecha (La), Espinedo y Riospaso. Grupo A -4: Tuiza de Abajo, Tuiza de Arriba, Navedo, Armada, Piñera de Arriba, Maderada (La), Sorribas, Buelles, Redondo (El), Cober- toria (La), Culquera de Abajo y Pontones (Los). Grupo B-l Vega del Ciego, Carabanzo, Zureda, Muñón Fondero y Sotiello. Grupo B-2 Palacios, Vega (La), Piedraceda y Jomezana de Arriba. Grupo B-3 Corrona (La), Jomezana de Abajo, Tiós, Casorvida, Felgueras, Malvedo, San Miguel del Río y Mamorana. Grupo B -4: Brañillín (El), Muñón Cimero, Valle (El), Congostinas e Igle­ sia (La). 404 INOCENCIA FERNANDEZ FERNANDEZ

CONCLUSIONES

La figura 7 nos permite conocer la ubicación de los lugares centrales en el espacio, así como sus relaciones de dominio-depen­ dencia y su posición jerárquica. Los dominantes en el sistema son Pola de Lena y Campomanes, los cuales están situados en la parte septentrional del concejo, formando una línea recta a lo largo de

las vías de comunicación y en una encrucijada de carreteras, ya que si superponemos la figura 7 con la 8 observamos que de ellos salen carreteras hacia diversos puntos del espacio y también po­ demos apreciar cómo la mayoría de los núcleos que cuentan con funciones, sobre todo los de tipo A, se hallan ubicados a lo largo de las mismas —tal como sucede en Aller—, bien sea de la Nacional 630 o de otras secundarias. ENTIDADES DE POBLACION DEL CONCEJO DE LENA 405

Por ser los más importante, Pola y Campomanes extienden sus áreas de influencia a todo el conjunto, al mismo tiempo que se impone entre ellos una fuerte competencia. No obstante, la influen­ cia de la capital es mayor sobre todo en lo referente a cierto tipo de actividades y funciones que se desarrollan exclusivamente en ella —bancarias, jurídicas, administrativas...— absorbiendo en este caso el área de influencia de Campomanes y extendiendo la suya a la totalidad del concejo al tener que trasladarse los consumido­ res a Pola de Lena para satisfacer ciertas necesidades.

Además de estos dos núcleos de tipo A-l, existen otros de tipo A-2 y A-3 que tienen unas áreas de influencia locales, relacionadas con unos servicios y un tipo de comercio concreto. Así, Villallana extiende su área a un gran número de núcleos rurales, como a La Vega (caso único de unidad funcional), San Martino, Retrullés, El Padrún, La Collada..., al mismo tiempo que entra en competencia 406 INOCENCIA FERNANDEZ FERNANDEZ con Pola de Lena. Columbiello y Vega del Rey también compiten entre ellos. Por otra parte, Puente de los Fierros y Pajares ejercen una gran atracción sobre sus respectivas parroquias e incluso abarcan núcleos de otras limítrofes. Además, estas dos entidades de pobla­ ción, al ser paso obligado hacia León, conocen flujos de circulación muy intensos, lo cual hace que tengan una situación privilegiada para el desarrollo del comercio. Pero esta jerarquía de núcleos tan fuerte en Lena no podemos aplicarla a las áreas de influencia, ya que éstas no aparecen nítidas debido a las interferencias, solapamientos y competencias, por lo cual es difícil establecer una jerarquización de las mismas. No obs­ tante, en la figura 9 hemos intentado plasmar las posibles áreas de influencia existentes en el sistema, señalando las principales y las secundarias. También podemos observar cómo los núcleos de tipo B están próximos e incluso rodean a los de tipo A (figura 9). ENTIDADES DE POBLACION DEL CONCEJO DE LENA 4 0 7

La adaptación de la red viaria al relieve, las irregularidades existentes en la densidad y distribución de la población, etc., hace que el espacio no sea isotrópico, lo cual evita la existencia de cual­ quier rigidez geométrica y no se cumple el modelo de Christaller en su formulación original y más importante. Tampoco debemos olvidar en este caso la importancia que dio Christaller a las vías de comunicación como alteradores de la estructura regular y geo­ métrica, es lo que él llamó el principio de circulación, del cual hablamos extensamente en la comunicación anterior dedicada al concejo de Aller (véase BIDEA 1986, núm. 119). Otra cuestión a tener en cuenta en nuestro caso, ya que conta­ mos con dos capitales de municipio como son, en Lena, Pola y, en Aller, Cabañaquinta, es lo que Christaller llama principio de admi­ nistración, respecto al que dice lo siguiente: «El sistema de lugares centrales puede ser también modificado mediante medidas políti­ cas y administrativas. Mientras que cuando se impone sólo el prin­ cipio de mercado, el anillo de lugares centrales de un determinado rango limite el área de influencia del lugar central de rango inme­ diatamente superior, la estructura jerárquica de la administración exige que los distritos administrativos dependan de un distrito su­ perior. Cuando se impone este principio, el lugar elegido como sede administrativa se desarrolla favorablemente, tendiendo a convertir­ se en el más importante aunque su localización no sea la adecuada». El principio de mercado es, sin embargo para Christaller, el factor principal de la explicación locacional de las ciudades, te­ niendo los principios de circulación y de administración el carácter de factores secundarios.

FUENTES

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1 B I B L I O G RAFIA '

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F E D E ERRATAS

En la colaboración anterior (BIDEA 1986, núm. 119, págs. 839-877) apare­ cen algunas erratas que es necesario señalar y corregir, son las siguientes:

Página 840: “Sistemas Terirtoriales” por “Sistemas Territoriales” Página 843: profundicar por profundizar. Página 849: difirente por diferente y ete por este. Página 854: Sistema Urbana por Sistema Urbano. Página 858: eje de las ordenas por eje de las ordenadas. Página 866: En el cuadro III aparece repetido Máximo Máximo en los distin­ tos umbrales y es Máximo y Mínimo. Página 872: la Enfistiello por la Enfistiella y absorven por absorben. Pagina 875: “teoría de oís centrales” por “teoría de los lugares centrales”. En las Fuentes utilizadas: Lista obratoria por Lista Cobratoria. APORTACIONES A LA EPIGRAFIA DE VALDEDIOS

POR

LEOPOLDO GONZALEZ GUTIERREZ

El suceder de los años va añadiendo mil pequeños detalles, que adquieren la categoría de testigos, a los edificios que podíamos denominar nobles y que se mantienen aún en pie, a pesar de la barbarie, inclusive la que parte de organismos más o menos ofi­ ciales. Quizá uno de los testigos más importantes lo constituya el cuer­ po de inscripciones de todo tipo, que por múltiples razones van incorporándose a la fábrica del edificio. En las centurias que van del siglo IX al XV, decir cultura en España equivale a decir Iglesia. Y la Iglesia era fundamentalmen­ te: monasterios, abadías; colegiatas, catedrales. Toda la ciencia conocida se conserva e incrementa, durante un período bárbaro, por un gran eclesiástico: San Isidoro de Sevilla. Le siguen sus dis­ cípulos, Ildefonso, Justo de Urgel, Julián, Braulio, Fructuoso, ecle­ siásticos y santos darán vida a las escuelas de Toledo, Sevilla, Braga, Zaragoza, Barcelona. Monjes y eclesiásticos son los primeros cronistas de España: Sampiro, obispo de Astorga; El Najerense, que escribe una historia curiosamente democrática; el monje de Silos que redacta la pri­ mera historia literaria. Monje fue el primer poeta castellano, Gon­ zalo de Berceo. Monje el autor del poema de Fernán-González. Monje el fundador de la única comunidad dedicada al estudio y la predicación, Santo Domingo de Guzmán. Monje quien dispuso de los destinos del reino de Aragón, San Vicente Ferrer. Monje el en- 412 LEOPOLDO GONZALEZ GUTIERREZ

cauzador de las energías bélicas en las Ordenes militares, Raimun­ do de Fitero. Clérigo quien primero intuyó la idea de Hispanidad, el arzobispo Ximénez de Rada, gran benefactor del monasterio cis- terciense de Santa María de Huerta. Religioso, un gran místico, Raimundo Lulio. Monjes, ascetas, humanistas, quienes llevaran a su apogeo el movimiento intelectual más importante del siglo XV: Alonso de Cartagena, Pablo de Santa María, Juan de Segovia, Alonso de Ma­ drigal, Fernando de Córdoba, a quien por su mucho saber acusaran de un pacto con el demonio. Monjes fueron los espíritus animadores de las grandes catedra­ les españolas: el arzobispo don Rodrigo en Toledo, don Mauricio en Burgos, el inquieto y revoltoso don Diego Gelmírez en Compos- tela. En la espesa selva de la cultura medieval española sólo cantan las aves, magistralmente por cierto, de la Iglesia. Cuando éstas ca­ llan, el silencio es total. Un estudio, aun tan parcial como puede ser éste, sobre el edi­ ficio que albergó uno de estos focos del saber nos puede acercar, de una manera imperfecta, a este tiempo ya historia, pero enorme­ mente sugestivo. El presente trabajo tratará de recoger las inscripciones conoci­ das, o no, del antiguo cenobio cisterciense de Santa María de Valdediós. Algunas razones lo aconsejan; primero, han sido varios los estu­ diosos que se ocuparon de la epigrafía de Valdediós: Risco, Tirso de Avilés, Yepes, Quadrado, Romey, Caveda, Vigil y Manzanares. Sus lecturas no siempre coinciden, algunas inscripciones se dan por desaparecidas, otras ya no existen, mientras que las modernas han sido desdeñadas, cuando ya son historia. Independientemente de ello tampoco son recogidas las inscrip­ ciones en madera, pintadas en muros, etc. En segundo lugar, la mayoría de estas inscripciones se encuen­ tran en condiciones que hacen temer su desaparición, situación que, unida a las obras que en la actualidad se pretenden realizar en el monasterio, puede provocar su desaparición definitiva. Es muy frecuente encontrarse con un error generado al tratar de enjuiciar las soluciones arquitectónicas de un edificio histórico y consistente en caer en la tentación de enmendar dichas soluciones bajo la disculpa de «indignidad» o no entonar con la nobleza del conjunto. APORTACIONES A LA EPIGRAFIA DE VALDEDIOS 413

El error es asumido por la propia Administración al aceptar proyectos de restauración a profesionales, que ante determinadas soluciones funcionales y realizadas, en muchos casos, de acuerdo con las constituciones y definiciones de la Orden en siglos pasados, no vacilan en proponer su desaparición con santa ingenuidad, que sólo puede derivarse de una ausencia preocupante de conocimien­ tos y criterios históricos-artísticos. Cualquier estudiante de primer año de Historia sabe que no se puede analizar un hecho, un objeto, sin situarlo previamente en su contexto. Así un objeto arqueológico cuya procedencia y estatigrafía se ignore, es nulo. Si el valor de un objeto, un edificio, reside en el mensaje que nos transmite como testigo histórico, ¿cuál será su valor una vez que se le haya adecuado a los cánones de laboratorio que algunos «profesionales» de la restauración tienen?

METODO

He optado por agrupar las inscripciones por los lugares donde se encuentran, por ejemplo la iglesia. En cada una se hace constar los autores que la han recogido; algunas aparecen también en la documentación del monasterio, pe­ ro como es lógico ésta no tiene autor; los copistas raramente dejan su firma en el documento. También se hace constar las distintas lecturas, siempre que exis­ tan diferencias notables entre una y otra. Finalmente, recoger la opinión del P. Juan María de la Torre (O.C.S.O.) ante las peculiaridades que presenta alguna de las ins­ cripciones de Valdediós. Dice el citado monje (1) que «ante una obra cisterciense debe­ mos precavernos contra cualquier indicio de tendencia gnóstica y mágica, ya que al ser el hombre quien crea los símbolos, las cosas no son hierofánicas por sí mismas». Sí acepta que el mundo de los símbolos nace en el ámbito cis­ terciense a la par que el carisma, pero su florecimiento será poste­ rior, y este «posterior» no siempre es fácil de evaluar. Carisma y símbolo implican un apoyo en la propia experiencia de la vida que siempre está tejida de incongruencia. Y precisamente

(1) Juan María de la Torre: El carisma cisterciense y bemardiano. 414 LEOPOLDO GONZALEZ GUTIERREZ

tendría que ser en este momento, que supone varios años, cuando el carisma espiritual se reviste del símbolo en su expresividad. El monje cisterciense comprueba en su actitud de sinceridad radical que la persona humana, y la suya lo es, adolece de una incongruencia suprema. Hablar de ocultismo o gnosticismo en las obras cistercienses de­ nota un desconocimiento total de la Orden y su carisma. No existe un solo caso de monje o persona cercana a la Orden que haya tra­ tado, aun de referencia, el tema del ocultismo.

CLAUSTROS Y DEPENDENCIAS

El claustro es un espacio fundamental en todo monasterio, en cierta manera el símbolo de una forma de vida. Para el monje cisterciense, Cristo es la piedra angular y con ella se forma el claustro que encarna la cifra «cuatro». La disciplina claustral que es la de Cristo estabiliza a la Comunidad (2). La disciplina del «cuatro» es la auténtica pedagogía de la expe­ riencia profunda del misterio del hombre, una aproximación a la cifra tres y al uno. La cuadratura de la disciplina claustral desbarata la otra cua­ dratura, origen de la ruina del hombre, según San Bernardo. La «cruz de salvación», mediante la disciplina del claustro, va a desplazar el signo de perdición. El claustro llega a ser «schola caritatis, schola humilitatis, scho- la Christi, schola Verbi» (3). Cristo es el maestro (4). La importancia dada a este recinto explica la magnificencia que de ordinario posee y su carácter de espacio central en cuyo entorno se ubican las principales estancias. Penetramos en el claustro de Valdediós por una puerta situada en su ángulo noroeste. La crujía que pisamos recibía el nombre de «claustro del mandato», en el extremo opuesto está la puerta de la iglesia, que los monjes denominaban «speciosa» (preciosa), no por su belleza, sino porque ante ella, y en determinadas fiestas de la Virgen, la comunidad entonaba la antífona «Speciosa facta est» antes de penetrar procesionalmente en el templo. Torciendo a la derecha nos encontraremos con varias estancias «reglares» en el

(2) San Bernardo: Cartas 385,3. (3) San Bernardo: Cart. 420,2; Id.: Cart. 341,1; Id.: Gr. H. 21. (4) San Bernardo: Var. 40.1. APORTACIONES A LA EPIGRAFIA DE VALDEDIOS 415 plano cisterciense; nos fijaremos solamente en la antigua sala capi­ tular, que da la impresión de no haberse terminado y ser coetánea al claustro; que sospecho obra de Diego de Isla y el cual forzosamen­ te hubo de ser construido en un período de tiempo posterior a 1550 y anterior a 1575, ya que en esta fecha lo encontramos trabajando para las cistercienses de Ferreira de Pantón. La destrucción del capítulo románico supuso también la de todas las inscripciones existentes en él, salvándose solamente el epitafio de un deán de la catedral de Oviedo de nombre Ordoño.

«OVETENSIS ERAT ORDONIUS ISTE DECANUS QUEM GENUS EXTULLERAT MENS SACRA LARGA MANUS QUI RELEVANS INOPES VIRTUTUM FLORE REPLETUS SEDIS DISCRETOS MULTIPLICAVIT OPES UT FACERET TOTUM CELESTEM PROSPERA FINIS CLAUSTRIS DEVOTUM SE MONOCHAVIT IN HIIS HIC LATUIT SUPLEX POST MC TER AUFER I DUPLEX».

«Era Ordoño deán de la iglesia de Oviedo, elevado a esta digni­ dad por su nobleza, observancia y liberalidad, alivió a los pobres, enriqueció la catedral, para llegar a mayor perfección y acabar su vida santamente se hizo monje en este monasterio. De 1300 años quita dos unidades y sabrás la era de su retiro, que es 1298 de la era» (año 1260). La recogen: Masdeu, Risco, Flórez, Yepes, Tirso de Avilés, Qua- drado, Romey y Vigil. Vigil corrige a Masdeu que lee MC Era en vez de MC TER, con lo que anticipaba en dos siglos la fecha de la lápida. El sepélido aparece en varios documentos de la catedral, siendo obispo don Rodrigo II, hasta febrero del año 1256. Su apellido era Díaz. La profesión de don Ordoño en Valdediós debió tener lugar en la primavera del año 1256. Debe proceder también de esta sala el trozo de lauda sepulcral que hoy podemos ver partida en dos en una de las instancias del Conventín. Tiene el epitafio grabado en letra gótica e incompleto, dice: AQUI YAZE DON JUAN D E ...... Por el tipo de letra, principios del XVI, podemos afirmar que pertenece a don Juan de Cano, que debió fallecer en los primeros meses de 1515 y fue el último abad comendatario de Valdediós. La recoge Manzanares. 416 LEOPOLDO GONZALEZ GUTIERREZ

ESCALERA PRINCIPAL. En el descanso de la misma y a la izquierda de una hornacina ocupada por una imagen de la Virgen se encuentra una lápida de mármol moderna.

«ALUMNOS DE ESTE SEMINARIO QUE DIERON SU VIDA POR DIOS Y POR ESPAÑA». Más abajo y a dos columnas.

MARTIRES

D. José Méndez Méndez (f 6-X-34). D. Angel Cuartas Cristóbal (f 7-X-34). D. Mariano Suárez Fernández (f 7-X-34). D. Jesús Prieto López (f 7-X-34). D. Gonzalo Zuño Fanjul (f 7-X-34). D. José M.a Fernández Martínez (t 7-X-34). D. Juan Castañón Fernández (f 7-X-34). D. Manuel Olay Colmega (t 22-IX-37). D. José A. Ortea Méndez (f 17-VIII-38). D. Luis Campomanes García (t 13-XI-36). D. Vicente García Posada (f 15-V-37). D. Sixto Alonso Hevia (t 26-V-37). D. Enrique Carús Lueje (f 28-11-37). D. Luis Prado García (f 4-IX-36).

HEROES

D. José Rodríguez González (f 21-X-37). D. Manuel Espiritusanto (f 7-VI-38). D. Emilio Delgado Fernández (f 28-11-37). D. Eloy Redondo Tesier (f 24-IX-37). D. José M.a Vigo García (t 4-III-37). D. Marcos Fernández Galán (f 18-X-37). D. Blas Rebollar Campo (t l-X-36). D. Herminio Fernández Alvarez (t 25-11-37). En su parte inferior: «VISI SUNT OCULI INSIPIENTIUM MORI, ILLI AUTEM SUNT IN PACE» (SAP 111-2,3) OVIEDO ABRIL DE 1940. «Son vistos a los ojos de los necios como muertos, mas ellos descansan en paz» (Sabiduría 111-2,3). APORTACIONES A LA EPIGRAFIA DE VALDEDIOS 4 1 7

Debajo del nicho de la Virgen una lápida dice: «OFRENDA DE CARIÑO A SU EXCELSA PATRONA LA PURISIMA CONCEPCION DE LOS PROFESORES Y ALUMNOS DEL COLEGIO SEMINARIO DE VALDEDIOS». 8-XII-1925

En el primer piso, grabadas en la puerta de la antigua sala aba­ cial, estas iniciales: T d V. Corresponden a las palabras «Teatro de Valdediós».—Esta am­ plia sala fue utilizada, primero como teatro y posteriormente como dormitorio, denominándose Santo Tomás. Saliendo al claustro, a la altura del primer piso nos encontra­ mos en la crujía que recibía el nombre de «claustro de la lección», ya que aquí se hacía la lectura de Completas. En el caso de Valdediós se le conocía como «claustro de la Ma- ristella», ya que en él se encontraba un cuadro de Bustamante (hoy desaparecido) que representaba el alimento místico de San Bernar­ do y que era llevado en las procesiones que manda la liturgia en tanto se entona la antífona «Ave Maris Stella». Desde aquí se asciende al segundo y último piso. Sobre la am­ plia entrada del salón de estudios una inscripción moderna dice: «Sala de estudio». En el ángulo diagonalmente opuesto, sobre la puerta allí exis­ tente:

HIZOSE ESTE CLAUSTR. AÑO DE 1776. La recoge Manzanares. En este mismo piso, y en el arquitrabe de la galería norte, so­ bre el hueco que la centra dando al jardín:

AÑO DE 1777. La recoge Manzanares. En este mismo piso, galería sur del «patio de oficinas», sobre el dintel de una puerta, una lápida moderna: 4 1 8 LEOPOLDO GONZALEZ GUTIERREZ

«AL M. I. Sr. Dn. ALFONSO RIVERO GLEZ. QUIEN DURANTE 25 AÑOS OCUPO COMO PROFESOR ESTA CELDA HOMENAJE DE LA HERMANDAD DE A N T o s ALUMNOS» 18-VII-1963. Medidas de la lápida: 0,75 X 0,39. En esta misma galería y sobre el dintel de la puerta sureste: AÑO DE 1828 La recoge Manzanares.

IGLESIA

Entrando en la iglesia, en el machón que hasta 1949 ocultó el retablo de San Bernardo, hoy en la antecueva de la Virgen de Co- vadonga, se encuentra esta inscripción: AQUI LLEGOL AGUA EN AGTO DE 1691. Se encuentra a 2,57 m. de altura. Vigil da como desaparecida esta inscripción, es posible que en su tiempo se encontrara cubierta de lanilla. En el tercer machón del lado del Evangelio, ocupado en la ac­ tualidad por un retablo con la imagen de Cristo atado a la columna que procede la sala capitular moderna, hay otra inscripción: AQUI LLEGOLO AGUA 1691. En el brazo norte del crucero, y ante la «puerta de los muertos», una lápida en letra gótica del siglo XVI dice: ESTA SEPULTURA ES DE ...... (ilegible) DE NAVA. Debajo figuran las armas de la casa de Nava. Leída por don Joaquín Manzanares el 12 de febrero de 1952. En la actualidad es imposible su lectura. Al ser sustituido el suelo de la iglesia, a cargo y por el organismo oficial correspondiente, quedó la lápida a unos ctms. por debajo del nuevo suelo; para igualar fué recubierta de una capa de cemento. En el crucero de la iglesia, colocados en los arranques de la bóveda, cuatro jinetes a caballo. Las esculturas son de Francisco de Nava. Fueron realizadas por encargo del abad don Carlos Va- llejo (1763-67), un monje de Osera que desplegó una enorme activi­ dad renovadora en Valdediós. Cada jinete lleva en la base una inscripción. El situado sobre el púlpito dice: APORTACIONES A LA EPIGRAFIA DE VALDEDIOS 4 1 9

S. R A IM d u s ABB. FUNDA TOR ORDINIS CALATRABA.

Su opuesto al lado de la Epístola dice:

D. F. DIDACUS VELAZ QVEZ COMES STI RA IMUNDI.

Representan a los fundadores de la Orden de Calatrava. San Raimundo, de quien no se sabe demasiado, fue el fundador de la abadía de Fitero (Navarra). En el año 1147, Alfonso VII había con­ quistado la plaza de Calatrava que entregó a los Templarios. Diez años más tarde llegó a Toledo el rumor que los almohades venían sobre el valle del Guadiana. Los caballeros del Temple, pensando ser incapaces de defender la plaza, la devuelven al rey Sancho III. Se encontraban en Toledo, en aquel momento, el abad de Fitero con un monje llamado Diego Velázquez que había sido soldado, antes de ser monje, junto al rey don Sancho. Nadie había querido hacerse cargo de la plaza, a pesar de que el rey había prometido darla a quien la defendiera. Se enteró de esta promesa Diego Velázquez, quien aconsejó al abad que la so­ licitara. Este se resistió en principio, pero terminó aceptando. El rey también aceptó. Entonces los monjes acudieron al primado de To­ ledo, Juan, quien ordenó predicar la Cruzada, otorgando el perdón de sus pecados a quienes acudieran en la defensa de Calatrava. El apoyo fue unánime, y la respuesta mayor de lo esperado. Se realizaron las obras de defensa, pero el ejército árabe no se pre­ sentó. Varios de los caballeros que habían acudido no quisieron regre­ sar, pidiendo al abad que los admitiera en su compañía, iniciándose con éxito algunas campañas contra los árabes. Ante la necesidad de recursos, S. Raimundo viajó a Fitero, don de hizo acopio de ganado y otros bienes de su monasterio. El abad contagió a su comunidad. En Fitero sólo quedaron los monjes más ancianos y débiles, para atender las obligaciones de la abadía. 4 2 0 LEOPOLDO GONZALEZ GUTIERREZ

A los monjes se les unieron otras gentes, siendo en estos mo­ mentos cuando al abad de Fitero se le ocurrió la idea de conjugar la unión monástica con la guerra contra el infiel (5). Así redactó unos estatutos inspirados en las Constituciones cis- tercienses por los que había de regularse la Orden Militar de Cala- trava (1158). Sus constituciones fueron aprobadas por Alejandro III en 1164. Custodiando la capilla mayor, otros dos caballos. En la base del situado al lado del Evangelio:

D. S. FERDINANo III REX BENEFACTOR CJEN BII HUIUS

Al lado de la epístola:

D. D. ILDEPHONSUS IX REX FUNDor CENOBII HUIUS

Se trata de un recuerdo al rey fundador y a su sucesor y bene­ factor del monasterio Fernando III el Santo.

(5) La idea de San Raimundo no era enteramente original en aquellos momentos. El monje cisterciense era un caballero “de la mejor caballería existente”, la de Dios. No hacía muchos años que San Bernardo de Claraval había redactado “De laude novae militiae ad milites Templi”, opósculo qué es tenido por la Regla de los Caballeros del Templo (templarios). La autoría de San Bernardo ha sido bastante discutida, ya desde los primeros momentos de conocerse el es­ crito y también se discute el sentido del mismo. Godofredo de Auxerre, biógrafo y secretario de San Bernardo, lo inventa­ ría como un sermón: “exhortatorius sermo ad Milites Templi”, atribuyéndolo sin dudar al abad de Claraval, pero el comienzo del escrito, con la fórmula epistolar en dativo “Hugoni militi Christo et Magistro Militiae Christo”, a mí, modestamente, me hace sospechar más bien en una carta. La fecha de su redacción es otra incógnita, y no se puede precisar más allá del tiempo comprendido entre el Concilio de Troyes (1128) y la elección del sucesor de Hugo, Roberto de Craon (1136), segundo gran maestre de la Orden del Temple. En definitiva, San Raimundo de Fitero, cuyo origen francés se sospecha, no hace más que continuar una tradición que procedía de la propia jerarquía de la Orden. APORTACIONES A LA EPIGRAFIA DE VALDEDIOS 421

Al efectuar las obras que se realizaron en 1918 se descubrió sobre el arco toral restos de pinturas y una inscripción que decía: «REITER PINXIT. Año de 1782». Sabemos por los cargos en los libros de cuentas, que en esas fechas Reiter pintó las bóvedas de la iglesia y San Salvador. Sería una decoración muy similar a la que presenta hoy la igle­ sia del monasterio de Osera (6). De la obra de Reiter no queda en Valdediós más que un ange­ lote sobre el altar central de San Salvador, al que ya he tenido que salvarle la existencia en cierta ocasión, y un gigantesco escudo en el techo de la estancia del segundo piso que estimo fue la biblioteca del monasterio. En el salmer derecho del arco que da entrada a la capilla de San José hay una inscripción de difícil lectura por su posición y lugar donde se encuentra. Dice:

EN EL AÑO DE 1746 SE HAN COMP UESTO ESTAS CAPILLAS ALTAR MAR Y CLAUS TRO P.P.

Finalmente la inscripción más notable de la iglesia. Se encuen­ tra en el exterior, en el dintel de la «puerta de los muertos» (7); es sin duda la inscripción fundacional, redactada de una forma cu­ riosa que nos lleva a pensar en una inscripción boustrofédica. Fue recogida por Risco, Tirso de Avilés, Flórez, Caveda, Quadrado y Vigil. Sólo conozco otro ejemplar tan curioso como éste en Asturias y se trata de la lápida sepulcral que hoy se encuentra empotrada en el pórtico de la iglesia de Bárcena del Monasterio. La lectura propuesta para esta inscripción de Valdediós es la siguiente:

(6) Importante monasterio cisterciense en la provincia de Orense. Una fundación de 1141. Se trata de un notable ejemplo de tenacidad, gusto, es­ fuerzo y cariño demostrado por la comunidad cisterciense que lo habita y que ha conseguido ponerlo en pie, algo que parecía imposible. (7) Recibía este nombre la puerta, por ser la salida al cementerio de la comunidad. Por ella salían los cadáveres de los monjes fallecidos. 422 LEOPOLDO GONZALEZ GUTIERREZ

TERIO QUI BASILICAM ÍSTAM CONSTRX RTVS POSITUM EST HOC FVNDAMENTVM PRESENTE MAGISTERIO GAL EPC AVTEM PVETENSIS IOANES ABBAS VALLIS DI IOANES QVA VI KALENDAS JVNII ERA MCCV1 RENATE DN ALFONSO IN LEGIONE.

«El día 6 de las kalendas de junio de la era 1256 (año 1218), en el reinado de D. Alfonso de León, siendo obispo de Oviedo Juan y abad de Valdediós Juan Quarto, se coloca la primera piedra, es­ tando presente el maestro Galterio que fue quien construyó esta basílica».

SACRISTIA

En los lunetos de la bóveda se han pintado, con un estilo ingenuo, en el siglo XVIII escenas sobradamente conocidas de la vida de San Bernardo. La escena que encontramos de frente, según entramos, corres­ ponde a la llegada del futuro abad y santo a Cister. Le recibe a la puerta del monasterio San Esteban Harding, abad de Cister. Los personajes tieneti unos «bocadillos» a'la' manera de los mo­ dernos «corrtic» que salen de sus bocas. ' ' San Esteban dice: «VIDERUNT OCULI MEI SALUTARE TUUM» (Luc., cap. 2). «Mis ojos han visto tu salvación». Se trata- de .unos versos tomados del «Nunc dimittis» o cántico de Simeón. ' .\ ' ‘ San Bernardo responde con estas palabras de Isaías: «L^ETARE STERIVS QU/EN PARIS» (Is., cap. 54). «Alégrase estéril que no pariste». La escena, muy repetida en la iconografía cisterciense, se trata de un momento capital en la historia de Cister. Según el Exordium Parvum, la vida en el nuevo monasterio (Cister) no presentaba unos comienzos fáciles. Conjurada una primera prueba de hambre, la crisis de vocaciones tomó una agudeza alarmante. El Exordium Magnum relata una mortandad excepcional. No se puede precisar si se trató de una epidemia, el resultado de la penuria pasada, o fallecimientos por muerte natural a intervalos relativamente cortos. APORTACIONES A LA EPIGRAFIA DE VALDEDIOS 4 2 3

La angustia de la comunidad llegó a ser tal, que los textos em­ plean el término «desperatio» para describir el estado de ánimo de los monjes. El Exordium Magnum narra la escena del abad San Esteban ordenando a un hermano que estaba a punto de morir que, en vir­ tud de santa obediencia, regresara después de muerto a comuni­ carle si Cister debía continuar. El fallecido se le apareció posteriormente para anunciarle la llegada de Bernardo y sus compañeros. Así, poco antes del día de Pascua (21 de abril) del año 1112 Ber­ nardo de Fontaines se presenta a las puertas de Cister seguido de treinta de sus familiares y amigos. Sólo conocemos el nombre de algunos: sus tíos Gaudry de Touillón y Miles de Montbard; sus hermanos Guido, Gerardo, Andrés y Bartolomé; su primo Godofre- do de la Roche, Hugo de Vitry, Godofredo de Aignay, Arturo, Hugo el pobre de Montbard y Arnaldo, que será el primer abad de Mo- rimond. Recientemente el Museo Provincial ha adquirido un cuadro de Reiter que describe esta misma escena. Se trata, a mi entender, de un ejemplar perteneciente a la serie de 16 que Reiter pintó preci­ samente para Valdediós. En el luneto de la derecha se describe otro momento muy co­ nocido de la vida del santo, el recibimiento de su hermana, Hum- belina, a la puerta de Clara val. San Bernardo sale de un reducido edificio que quiere repre­ sentar al monasterio y se encara con su hermana, que aparece lujosamente ataviada. Su hermano le recrimina el lujo con estas palabras: DEVS, OBSECRO SANA EAM (Num., cap. 12). « ¡Oh Dios!, te pido que la sanes». Su hermana le responde: NE DESPICIAT, SERVUS DEI, ANIMAM MEAM. «No despre­ cies, siervo de Dios, mi alma». La entrevista de los dos hermanos la conocemos por las tradi­ ciones cistercienses, y se sabe que fue bastante menos poética que la descrita aquí. La única hermana de San Bernardo se hizo monja en Jully, entonces no había monjas cistercienses, y es considerada como santa. En el espacio que queda entre las dos ventanas, a nuestra iz­ quierda, hay un escudo que normalmente no es fácil de ver por el reflejo de la luz. Es uno de los dos que representan la heráldica del monasterio, hasta ahora desconocida. En un campo con mon­ 4 2 4 LEOPOLDO GONZALEZ GUTIERREZ tañas lejanas, un brazo armado sostiene la Cruz de la Victoria, de la que penden el alfa y omega. En primer plano crece un lirio (fi­ gura muy común en la heráldica cisterciense). Orlando el escudo las siete mitras de los obispos que consagraron San Salvador. De­ bajo del escudo, VALLIS DEI. En el campo del escudo, ALPHA / OMEGA. La sacristía ha tenido hasta fechas muy recientes unos retablos encima del mueble que ocupa todo el frontal de ésta. Estos reta­ blos fueron desarmados y resultaron muy dañados en una de las últimas inundaciones. Se trataba de los antiguos retablos de la iglesia, a mi entender piezas no excesivamente interesantes de la escuela vallisoletana del XVI, reutilizados para decorar la sacristía. En el banco de uno de ellos se representa a San Ambrosio con un libro abierto en las manos. En la izquierda del libro la página apa­ rece ocupada por renglones. La página derecha ostenta la siguiente inscripción hoy incompleta:

RESTAUROSE Y (D)OROSE AÑO DE 1777 ROD ......

En el techo de la antigua biblioteca del monasterio, segundo piso, existe un gran escudo, obra de Reiter. Resulta una pieza muy interesante, ya que es la segunda y última representación de la heráldica del monasterio que conozco. Es un escudo partido en dos que aúna la heráldica de la Congregación de Castilla (el brazo cubierto con la cogulla que sostiene un báculo, una mitra como caída y tres flores de lis, todo ello partido por las barras del cas­ tillo de Fontaines) y la de Valdediós. Es una composición bonita. Se encuentra amenazado. En su parte inferior se lee: VALLIS DEI CONSECRATA JERA 931 DIE 16 OCTOBRIS «Consagrada Valdediós el día 16 de octubre de la era 931 (año 893)». Se refiere la fecha a la fundación de San Salvador. APORTACIONES A LA EPIGRAFIA DE VALDEDIOS 425

ANTIGUA CARCEL DEL COTO

Posee en el frontis dos escudos; uno real, otro de la Congrega­ ción de Castilla con una cartela que se leía muy bien hace unos años y ahora cuesta trabajo descifrarla. Dice:

REYNANDO LA MAGESTAD D. CARLOS III SEIZO ESTA CARZEL Año DE 1788

A la entrada de la abadía existe una cruz, ha sido desplazada de su sitio al levantar las edificaciones que hay a continuación de la antigua cárcel. Su primitivo emplazamiento era cercano al ca­ mino de Puelles. En su base, una cruz grabada y una fecha:

t 1692

El recinto monástico se encuentra aún hoy cercado. En otras abadías este cercado suele tener el aspecto de un recinto amuralla­ do, incluidas torres y algunas veces almenas. El de Valdediós es una simple tapia. En su esquina, en Santi, se encuentra empotrada una pieza de 1,10 por 0,54. Tiene una inscripción que dice:

AÍO DE 1790 Creo se trate del remate de la antigua arqueta que protegía el manantial, destruido por el Ayuntamiento de Villaviciosa hacia el año 1930.

INSCRIPCIONES FUERA DE VALDEDIOS

En el Postigo Alto de Oviedo, fuera de las murallas, tuvieron los monjes de Valdediós una pequeña casa, de la misma manera que poseyeron otra en Avilés que sabemos estaba al lado del con­ vento de las Bernardas; no se conserva, pero sí la de Oviedo. En la fachada de la casa figura el escudo de la Congregación de Castilla, debajo suyo una cartela con la siguiente inscripción:

BALDDIOS Año de 1791 426 LEOPOLDO GONZALEZ GUTIERREZ

En Arbazal, muy próximo al santuario de Ntra. Señora de las Angustias, existe aún, muy modificado, el edificio del antiguo me­ són. Por este lugar pasaba el Camino Real. Por tradiciones locales se sabe que el mesón estaba atendido por un monje que cambiaba cada semana. Sobre la puerta principal tiene un escudo circular de la Congregación de Castilla orlado por esta inscripción:

BERNARDUS FIDEI VEXILLO FVLGI: AVREO LILIO: BALTEO MULTIPLICIOR BELLICA CRUCE: MITRA BIS TRIPLICI: ET BACVLO: 1640.

«Bernardo brilla con el estandarte de la fe, con el lirio de oro, con el tahalí: mucho más con la Cruzada: con las seis mitras y el báculo.— 1640».

INSCRIPCIONES DESAPARECIDAS

El gran atentado contra la cultura y el patrimonio histórico-ar- tístico español durante el siglo XIX se llamó Desamortización. A los militares españoles del siglo XIX les resultaba más cómodo, y sobre todo más seguro para su integridad física, quedarse en Ma­ drid que ir al norte a «batir el cobre» con los carlistas, que no entendían de remilgos cortesanos y hasta utilizaban balas de ver­ dad en la contienda. En uno de estos momentos, en que extrañamente todos los ge­ nerales estaban en el norte, pudo Mendizábal poner en marcha la Desamortización. No vamos a insistir en sus consecuencias, aunque sí es curiosa la versión que de ella da José Luis L. Aranguren (8) cuando afirma que: «La Desamortización, amén de una oficina del ramo en cada provincia y de algunos cuartos que produjo al Teso­ ro Público, lo que hizo principalmente fue procurar negocios a los banqueros y trabajo a los jornaleros que se ocuparon de los de­ rribos. El derribo fue la última sopa que se repartió en los conven­ tos». En Valdediós tuvo también consecuencias que se traducen en atentados contra la integridad del edificio y su contenido. No tiene nada de extraño la constancia en documentos de ins­ cripciones que existieron y que hoy sólo podemos conocer a través de los mismos.

(8) José Luis L. A ra n g u r en : Moral y sociedad. APORTACIONES A LA EPIGRAFIA DE VALDEDIOS 4 2 7

Jovellanos vio este trozo de inscripción en una piedra que servía de umbral a una de las celdas. La que se encontraba «al salir del claustro alto, sobre la izquierda, qe en 21 de abril de 1791 habitaba Fr. Angel, donde yo la copié». Decía así:

FVNDATORES HVIVS CENOBII ALFONSVS REX LEGIONE ET BE (9).

En algún lugar del claustro existió una esquila que se utilizaba para anunciar la agonía de un monje y que tenía grabados sobre sí estos versos:

«HIC CUM QUIS MORITUR, AD ME CURRENDO VENITUR; ET ME CLAGENTE TURBANTUR CORDA REPENTE. SIGNA FERO MORTIS, ET SUM PRAENUNTIA LUCTUS: IAM HIC CUR TENEOR VOS BENE SCIRE REOR».

«Aquí, cuando alguien agoniza, se viene a mí deprisa; Y cuando me lamento, son turbados repentinamente los corazo- [nes. Porto los signos de la muerte y soy preanunciadora del dolor: Yo pienso que vosotros bien sabéis por qué estoy aquí».

En la iglesia, y más concretamente en el retablo de San Blas, existió una tablilla donde constaban las indulgencias que tal altar tenía y la forma de ganar el Jubileo del citado santo.

(9) “Esta letra, dice Jovellanos, aparecía representada por puntos”. Corres­ ponde a las dos primeras letras del nombre de su esposa D.a Berenguela. MENENDEZ PELA YO, SENADOR POR LA UNIVERSIDAD DE OVIEDO

NOTAS DE SU «EPISTOLARIO»

POR

FRANCISCO SERRANO CASTILLA

La Fundación Universitaria Española prosigue con admirable diligencia la publicación del «Epistolario» de Menéndez Pelayo, bajo el cuidado de don Manuel Revuelta Sañudo, director de la biblioteca santanderina del polígrafo. La acredita la reciente apa­ rición de su duodécimo volumen. Compuesto el mismo, se ha pro­ ducido la muerte de don Pedro Sainz Rodríguez, presidente de la Fundación, a quien con toda justicia Revuelta y sus colaboradores llaman «impulsor» y «verdadero padre» de la edición y afirman que la terminación será en su momento homenaje postumo a don Pedro, el sabio hombre de letras, una de las grandes figuras en la historia de la Universidad de Oviedo. Las 669 cartas escritas de julio de 1892 a mayo de 1894, unas de don Marcelino, otras de sus corresponsales, constituyen el tomo, lleno, como siempre, de nombres asturianos, entre los que figuran el propio padre del genio de nuestras letras; el obispo de Oviedo, Martínez Vigil; «Clarín», Luanco, el rector de la Universidad, Aram- buru; otros catedráticos y profesores, como Altamira, Canella, Díaz Ordóñez o Inocencio de la Vallina; el jovellanista Somoza, el ma­ temático Vallín y Bustillo o el marqués de la Vega de Anzo. Especial interés merece lo relativo al triunfo de Menéndez Pe- layo en las primeras elecciones de las tres en que se presentó y fue 4 3 0 FRANCISCO SERRANO CASTILLA elegido senador por la Universidad ovetense, las de 1893 —las otras dos fueron en 1896 y 1898— que son las correspondientes al perío­ do que abarca el volumen. La entusiasta colaboración de Leopoldo Alas y del rector Aram- buru, el proyectado viaje —que no pudo realizar— de don Marce­ lino a Oviedo y otros temas relacionados con Asturias, llenan de interés las cartas del gran polígrafo que siempre hacía honor a su preclara ascendencia asturiana. Era mucho lo que suponía Menéndez Pelayo para «Clarín». En carta de octubre de 1892 le pedía Alas a su amigo y condiscípulo una «síntesis de su sentir acerca de Renán», con motivo del folleto que preparaba sobre éste, y le decía: «Es Vd. —entonces la amis­ tad y el compañerismo no impedían el tratamiento— de los pocos europeos cuya opinión podría influir en la mía hasta el punto de hacerme re-pensar mi juicio acerca de este francés tan extraño». En febrero de 1893, habla Alas a Menéndez Pelayo de la buena acogida por el claustro de profesores universitarios de su candida­ tura. «Si la cosa fuera por votos de calidad ya era Vd. senador», afirmaba. Se hablaba de la situación en cuanto a votantes y nece­ sidad de que contase con el apoyo de Pidal y Mon. Don Marcelino le contestó seguidamente, diciéndole que había hablado con él, mostrándosele muy favorable Pidal, pero sin dar la cara por com­ promisos y exigencias de sus amigos de aquí, y que aun sin estar bien enterado de las cosas políticas de Oviedo, «vine a sacar en limpio que lo que él desea es que Vds. trabajen por su parte pre­ sentando mi candidatura como universitaria, lo cual será una de­ fensa para él y le librará de las embestidas de Covadonga —el barón— y otros candidatos, y que llegado el caso, él me dará sus votos». Le añadía que podían presentar su candidatura «sin escrú­ pulo alguno, en la seguridad de que no hemos de salir derrotados». «A él le complacería mucho que yo saliese senador por esa Univer­ sidad». Alas correspondió a esta carta en 18 de febrero, mostrándose optimista y dándole cuantos datos y orientaciones creía convenien­ tes, y en 23 de dicho mes, volvía a hacerlo. Hay nuevas epístolas entre ambos. «Clarín» le comunicaba que la opinión general era que don Marcelino no tendría lucha y que por unanimidad se reconocía la excelencia de su candidatura, que cabía creer que el barón de Covadonga, don Francisco Valdés Mon, se retiraría, aunque convenía seguir trabajando en el asunto. En 8 de marzo, don Marcelino decía a don Leopoldo que creía «asegurado el éxito de la elección de Oviedo, puesto que el barón MENENDEZ PELAYO, SENADOR POR LA UNIVERSIDAD DE OVIEDO 431 de Covadonga se retira. Le encontré ayer en la calle y él mismo me lo dijo». «Clarín» en el mismo mes, tras explicarle que su candidatura era ya la única y que sólo se trataba de reunir el mayor número para más lucimiento, le sugiere que venga a Asturias, que se cele­ braría una gran solemnidad cantábrica de Asturias y Santander en el teatro Campoamor e incluso le hablaba de que podía venir con Pidal y de que desde Santander lo hicieran Pereda, Pérez Galdós, el padre de Menéndez Pelayo y otros amigos. El 19 de marzo de 1893 fue elegido don Marcelino senador por la Universidad de Oviedo. Recibió muy numerosas felicitaciones, entre ellas del rector Aramburu, de Canellas, «Clarín», Moret, mi­ nistro de Fomento, departamento del que entonces dependía la educación, y un largo etcétera. Al contestar el rector, Menéndez Pelayo proclamó su ligazón con la Universidad y con Asturias. En junio, Alas le escribe sobre el proyectado viaje y le reitera que «no deje de venir dispuesto a visitar Covadonga», añadiéndole: « ¡Impresión solemne de las que hacen época! Yo no la había visto hasta el año pasado. Gran emoción». Le participa el leal don Leopoldo en carta de septiembre, que le habían dicho que llegaría «un día de éstos, que es en efecto el me­ jor tiempo, porque ya hay estudiantes». Le expresa la satisfacción con que era esperado y que tendrá cómodo albergue en casa del obispo, «que le recibirá con mil amores». Primero había decidido el rector Aramburu hospedarlo en su casa, pero ante imposibilidad surgida, lo haría el prelado Martínez Vigil. Desgraciadamente el viaje no pudo realizarse. Una enfermedad del padre de don Marcelino y los exámenes en la Facultad madri­ leña que estaba «en cuadro», entre otras cosas, hicieron que el sabio polígrafo tuviese que regresar a Madrid sin detenerse en Oviedo, aunque, dado su interés por la visita, pensaba entonces que en las vacaciones de Navidad podría cumplir su claro deseo. ¡Lástima grande que tuviese que quedar en ello! Terminaremos estas líneas rindiendo homenaje al genio de nues­ tras letras en este año de 1987, en que se cumple el setenta y cinco aniversario de su muerte, acaecida en su Santander natal el 19 de mayo de 1912, y recordando, una vez más, su gran vinculación a Asturias. Su padre, don Marcelino, y cinco hermanos de éste, tíos carna­ les del polígrafo, nacieron en ; su abuelo paterno, en San 432 FRANCISCO SERRANO CASTILLA

Julián de Lavandera, eri el concejo de Gijón, y su abuela paterna, en Oviedo, por citar sólo los ascendientes más próximos. En San Julián de Moldes, de Castropol, vivió y murió su primo hermano y tocayo, don Marcelino Menéndez Martínez, quien nos honró con su amistad, que conservamos con su hija Victoria y fa­ miliares residentes en el bello pueblo del occidente astur. Nuestro Principado estuvo siempre muy presente en el creador de la Historia crítica de la Literatura española. ASPECTOS REGIONALES EN JOVELLANOS, PALACIO VALDES Y CLARIN

POR

JOSE GONZALEZ FERNANDEZ

INTRODUCCION

Es incuestionable que Asturias es un tema que está de moda y que aspectos de ella brotan por todas partes como motivos litera­ rios, incluso en las páginas de escritores, que oriundos de aquí, emplearon el castellano como medio de comunicación. Con este convencimiento me he dedicado a escrutar cuáles son los aspectos regionales que aparecen en tres de esos autores del país: el gijonés Jovellanos, Armando Palacio Valdés, del que están recordando constantemente las gentes de Pola de Laviana que es de allí, y Clarín, que natural de Zamora, se le puede considerar tan asturia­ no como el que más, pues su lugar de nacimiento, algo que él mismo reconocía, es un puro accidente, ya que, y casi es tedioso repetirlo por sabido, vivió desde los nueve años y estudió en Ovie­ do, de cuya Universidad fue catedrático, desde la provincia, con escasas salidas, siguió la marcha del intelecto español y extranjero y de la vida nacional y descansa en el cementerio del Salvador, al lado de su mujer, que, todo hay que dcirlo, era de El Entrego, un conjunto muy de acuerdo para aplicarle lo que pone en «La Re­ genta» en palabras de don Víctor Quintanar, que repite al príncipe de Esquiladle:

«Porque es la patria al que dichoso fuere donde se nace no, donde se quiere». 434 JOSE GONZALEZ FERNANDEZ

Lo primero que salta a los ojos después de un examen es que, aunque la materia de este estudio, que ya se ha enunciado, es úni­ ca, en ella, como en todo, si bien se coincide en lo esencial, los puntos de vista varían de una persona a otra, por ser diferente el prisma afectivo-estético con que se ha observado, diversidad que siempre añade novedades sobre el asunto del que nos ocuparemos. Por todo esto y como preámbulo para lo que luego iremos desme­ nuzando, se podrían trazar las líneas maestras de cómo es y de qué tiene de peculiar el regionalismo de cada una de esas tres figuras, en lo que reincidiremos en ciertos apartados, mientras que, en otros, el trabajo se limitará a la constatación de esos elementos nuestros. Jovellanos vive en el S. XVIII, el de las luces, filantropismo y racionalismo y, por eso, se limita a dar datos sobre política, topo­ nimia, arte, raza o economía, y, por otra parte, el que su obra sea fundamentalmente didáctica y en pequeña proporción imaginativa pudo constituir una cortapisa para que se explayara en recuerdos hacia su sitio de origen; por esta razón, quizás, en él hay que bus­ car a Asturias en su correspondencia o en sus diarios casi exclu­ sivamente. Por su lado, Palacio Valdés cultiva, en cierta medida, un asturia­ nismo costumbrista, un poco al estilo del tono dulzón de Mesonero, perdiéndose, en momentos, en bucolismos y sin querer mirar el mundo que le rodeaba, sometido entonces a profundas transforma­ ciones, o al de Pereda, pues no olvidemos que la publicación de «José» coincidió con la de «Sotileza». Como ocurre con cualquier costumbrista, aspira a pintar tipos y costumbres y confesión suya es que nunca se lamentó de lo que le rodeaba y de que nunca había aspirado a moverse de su patria, pues padres, deudos, vecinos, ami­ gos y compañeros habían sido genios propicios para él; sin embar­ go, a esto le habría que contestar que no es del todo cierto, que su pluma no fue una cámara fotográfica como la de Fernán Caballero, valga la muestra, pues, como se ha apuntado, tiende a idealizar lo que le rodeaba. Finalmente, Clarín practica un regionalismo crítico y de ten­ dencia universalista, con un tipo de narrativa intelectual, cuyo mayor peligro es la frialdad, que no llega a surgir gracias al espí­ ritu astur que la impregna. Por ese camino seguirá más tarde Pérez de Ayala, de lo que sería una muestra el que en «La pata de la raposa» hace que se desarrolle una discusión profunda en un chi­ gre, mientras que, y como si quisiese huir de un fácil cosmopoli­ ASPECTOS REGIONALES EN JOVELLANOS, PALACIO VALDES Y CLARIN 435 tismo, lo más superficial de la novela se desenvuelve en Londres y Suiza. Y después de estas declaraciones de principios generales, entra­ mos ya en el análisis de los variados puntos, para los que se ha seguido el orden: entorno, economía, hombre, como nudos funda­ mentales de estructuración.

PARTE 1.a. EL ENTORNO

EL PAISAJE

Pasando por alto a Jovellanos, encontramos diferencias sustan­ ciales entre Palacio Valdés y Clarín a este respecto. En el primero domina la pormenorización y el ir dando nombres de pueblos y sus detalles curiosos, pero nunca ahonda en él y lo convierte en una especie de pintoresco decorado con escaso sentimiento, sirva de modelo su retrato del valle del Nalón, con un río majestuoso que surca las vegas de maíz, con un Entralgo envuelto en frondo­ sas pomaradas, en donde entre los árboles blanqueaban las casas con sus techos rojos y cuyos vecinos utilizaban una barra para pasar, o con los caseríos de Villoría esparcidos por la falda de las montañas. Frente a esto, Clarín, en el que es notable el lirismo de la natu­ raleza, que nos la presenta juntamente con el ataque sarcástico y cuyas descripciones se han convertido ya en clásicas, nos ofrece el verdadero paisaje astur, ese paisaje sobre el que Pérez de Ayala nos ha hablado del verde en todos sus matices como tono domi­ nante o de la fusión de los paisanos y él, de nuestro pretendido panteísmo, de lo que sería una muestra la Telva de «La Dama del Alba», de Casona, que después de que le mueren los hijos en la mina, planta en el huerto siete árboles para que los sustituyan y le hagan compañía como si fuesen ellos, y que ha llevado a Salva­ dor de Madariaga a explicar el carácter de los asturianos por el determinismo de la tierra, según el cual nuestra elevación de miras se debe a que los ojos están acostumbrados a los altos picos, la fantasía a los tortuosos valles, el espíritu generoso y abierto al mar y la sutileza y el sentido del matiz a la suave atmósfera. Del mismo modo, volviéndonos al mar, al Cantábrico, si quere­ mos algo fiel tenemos que remitirnos a un creador como Pérez de Ayala, que nos cuenta que rodea, llena y lo empapa todo o en «Luna de miel, luna de hiel» que sus resacas repercuten como una sierra 4 3 6 JOSE GONZALEZ FERNANDEZ

que mordiese los cimientos de una casa, pues Palacio Valdés nos proporciona únicamente anécdotas, como ocurre en «José», en don­ de aparece que no transcurren muchos años, sin que cobre su tri­ buto de carne durante las grandes «vagas de mar», nombre que los pescadores dan a los temporales, como ocurrió en el invierno de 1852, en el que perecieron ochenta hombres.

EL MARCO

A) Jovellanos

En el «Canto guerrero para los asturianos» y preferentemente en sus «Diarios», Jovellanos menciona casi todos los sitios de esta tierra, a causa de que nos refiere los traslados que tuvo que reali­ zar: el concejo de Carreño, y dentro de la parroquia de Avilés, la iglesia de San Nicolás y la capilla de Carbayedos; con motivo de un viaje a León, El Padrún, Mieres, Pola de Lena, los ríos Aller, Lena o Turón, y en más de un pasaje, la capilla de Santa Cristina, acompañando su pintura de tres dibujos; en otros momentos, de Covadonga, Caldas, Barco de Soto, etc., etc. Con todo, hay dos lugares en los que se detiene con mayor mo­ rosidad: Gijón y Oviedo. El que trate el primero con detenimiento, es lógico, por ser la villa de donde era originario y, por ello, desde las parroquias cercanas, como Granda, Roces o Tremañes o desde los montes de Castiello y San Pablo, pasa a la población para hablar de la calle de Las Cruces, en la que se encontraba la Escuela de Ni­ ñas Huérfanas de Nuestra Señora de los Dolores; de El Musel, puer­ to por cuya construcción demuestra gran interés en varios escritos; de la playa de San Lorenzo, en donde juegan sus alumnos; del río Piles o de la calle Corrida o la de San Esteban, y como, indudable­ mente, uno de sus amores fue el Real Instituto Asturiano, nos pro­ porciona. abundantes detalles sobre su inauguración y comienzo de las actividades, nos muestra sus temores de que quieran atacarlo, a pesar de que sólo hubiese sido fundado para la cultura y nos deja tres oraciones que pronunció en él: 1.a) para anunciar la apertura, con recuerdos al sitio de nacimiento, primeros estudios y compa­ ñeros de la niñez; 2.a) sobre la necesidad de unir el estudio de la literatura al de las ciencias; 3.a) para señalar el comienzo de la enseñanza de las ciencias naturales. De Oviedo, aparte de los «Diarios», es una breve guía la «Carta cuarta a don Antonio Ponz», y de ésta, la mayor parte la ocupa la ASPECTOS REGIONALES EN JOVELLANOS, PALACIO VALDES Y CLARIN 4 3 7 descripción e historia de la Catedral; de todos los rincones y esta­ blecimientos de la ciudad, hay dos que tienen un peso particular en la vida ovetense y asturiana: la ya mencionada Catedral y la Universidad, y relacionadas con ellas hay amplitud de informacio­ nes. De la primera describe y juzga en cuanto a lo artístico las capillas de Santa Bárbara y Santa Clementina, el Panteón de Reyes, claustro, las galerías de la bóveda... Con relación a la segunda, tiene dos cartas, una al doctor San Miguel sobre el origen y auto­ ridad legal de nuestros códigos, en la que hace un examen de «Las Partidas», y otra al doctor Prado sobre los métodos de aprender el Derecho, con una apología del castellano como instrumento de ese estudio y consejo para fijarse en los juristas españoles, con lo que vemos la importancia que ya por entonces tenían las discipli­ nas legales en dicha institución.

B) Palacio Valdés

Respecto a Palacio Valdés, seguiremos lo más posible el orden cronológico de la publicación de sus novelas ambientadas en nues­ tra región para ubicarlas, ya que, en ocasiones, enmascara los nom­ bres de los lugares. Pero antes y por la correspondencia entre lo escrito y la realidad, sobre todo en sus últimas obras, y, aunque a veces aplique los rasgos de un pueblo a otro, surge la pregunta de si es que carecía de imaginación para crear los escenarios o si fue movido por el amor hacia su país; la respuesta posiblemente esté en aquella frase «la realidad sirve de trampolín para el nove­ lista», en considerar que lo fundamental y algo más es resultado de la mente del creador, y como constatación de ello y más cerca en el tiempo, ahí tenemos el prefacio de «Nosotros, los Rivero», de Dolores Medio, en donde se lee, concretándolo sólo a la capital, que es deseo de la autora que nadie se sienta aludido ni ridiculiza­ do en la novela, pues, aunque ésta se desarrolla en Oviedo y por ella van desfilando sus calles, sus plazas, sus monumentos y ciertos sucesos históricos, los personajes y la trama son imaginarios. Terminado este inciso, comencemos a situar esas narraciones: «Marta y María» está localizada en Nieva (Avilés) y el palacio de Llano-Ponte, en el barrio de la villa propiamente dicha, mientras que el de Sabugo, el de los marineros y pescadores, se rememora en «La novela de un novelista», cuando se cuenta que había sido un gesto democrático encantador el que el príncipe de Asturias hubiese bailado con unas pescadoras de él, durante una visita. 4 3 8 JOSE GONZALEZ FERNANDEZ

«José» se desarrolla en Rodillero (Candás), donde él mismo dijo que se desenvolvía, y no Cudillero, como se ha interpretado en oca­ siones, de lo que no podemos extrañarnos, pues, al trazar el marco, nos cita el fondo de un barranco con las casas colocadas unas en­ cima de las otras, lo que se corresponde con este fragmento de Jovellanos que reproducimos literalmente: «Bajamos a Cudillero por una penosísima cuesta a una gran barranca donde se unen las aguas que bajan de las dos Piñeras (San Juan y Santa María), y unidas forman un torrente. La población está en las laderas de esta barranca. La barranca termina en el puerto». «El cuarto poder» se localiza en Sarrio (Gijón), «La fe» en Pe­ ñascosa (Luanco) y el comienzo de «La alegría del capitán Ribot» también en Gijón, que aquí se llama por su verdadero nombre. Lancia, su Oviedo, surge en dos relatos. En «El maestrante» se acuerda de la travesía de Santa Bárbara, cerca del palacio del obis­ po y por donde cae el pararrayos de la Catedral, de la calle de Santa Lucía, de las más cénticas, y cerrada por la base de la torre de la basílica y de la del Pozo, a la que se califica de lóbrega. En «La novela de un novelista», cuando es enviado a la ciudad para estudiar la segunda enseñanza, ve las calles estrechas e irregulares y el caserío mezquino, con pocos edificios notables que la decoren, y de ella menciona el arco del Ayuntamiento, la Fortaleza (la anti­ gua cárcel de Oviedo, cuyo solar ocupa hoy la Telefónica) adonde es llevado el escribiente Figaredo por una broma del literato, el Hospicio, que se pone para indicarnos que, a causa de una visita de la reina, un tío suyo hizo una canción a la que puso música el director de la banda de esa entidad, o el parque de San Francisco, en el que fue fundado por los monjes de San Vicente un monasterio, embrión de la futura ciudad, y que por dentro debía permanecer en bastante abandono, pues escribe que se consideraron magnas reformas el establecimiento de jardinillos o de un camino enare­ nado que lo comunicaba con la localidad. Por último, «El idilio de un enfermo» tiene recuerdos del valle de Laviana, en donde se encuadran «La aldea perdida» y «Sinfonía Pastoral».

C) Clarín

Finalmente, Clarín, como Pérez de Ayala, nos han dejado con sus narraciones una verdadera geografía espiritual, que nos lleva a tratar de ir reconociendo las casas o puntos en que se desenvuel­ ASPECTOS REGIONALES EN JOVELLANOS, PALACIO VALDES Y CLARIN 4 3 9

ven las acciones; sin embargo, en el primero y posiblemente por su tendencia al asturianismo universalista, su Vetusta podría ser el prototipo de cualquier ciudad provinciana, no una población concreta, tanto por los lugares, como por el ambiente. Veamos lo que es real y lo que tiende a la generalización en su obra. Entre los elementos reales de «La Regenta» estarían: la pintura de la torre de la Catedral, cuya fotografía fidedigna está corrobo­ rada por Palacio Valdés, que tiene igualmente una visión de ella, y ambos coinciden en que es maciza, aunque esbelta y armónica o que sube hasta el segundo piso como un fuerte castillo, lanzán­ dose desde allí en una pirámide de inimitables proporciones, las referencias a la plaza de esa Catedral, las calles de La Rúa y San Pe- layo, la Plaza Nueva, el casino, que en un tiempo era un caserón de piedra ennegrecida por la humedad, los conventos de las Her- manitas de los Pobres y las Salesas, la parte nueva con sus casas a la misma altura y galerías de cristales chillones; de «Su único hijo», en donde si no se da nombre a la localidad en que ocurren los acontecimientos, pero que muy bien se podría tratar de otra Vetusta, la Academia de Bellas Artes, el teatro del Fontán, del que se nos informa que era un viejo corral de comedias que amenazaba ruina y daba entrada a todos los vientos, o Cabruñana, y en « ¡Adiós, Cordera! » se cita El Humedal de Gijón, adonde Antón de Chita va a vender la vaca. A la tendencia a hacer de Vetusta algo tópico y prototípico res­ pondería el modo como divide a la población, que se puede aplicar a grandes rasgos a casi todas: 1.°) La Encimada, el barrio noble y el barrio pobre, que sería la parte vieja; 2.°) el Campo del Sol, con sus barriadas y en donde levantaba sus chimeneas la Fábrica Vieja, que sería como el núcleo de una ciudad industrial del S. XIX, con relación a lo cual hay que decir que hoy en Oviedo no se ven esas chimeneas por ninguna parte; y 3.°) La Colonia, con las calles tira­ das a cordel, la zona nueva; de la misma manera, respondería a eSta tendencia el referirse al Paseo de los Curas, en un principio patrimonio de sacerdotes y magistrados, pero que, más adelante, de octubre a Pascua, se convirtió en el Paseo de Invierno, un ape­ lativo que sirve para cualquier sitio, la tendencia a desfigurar los nombres propios, como «La Corralada» por Corrada o Corfín por Morcín, aunque esto tenga menos valor, pues ya hemos visto que es una práctica general en Palacio Valdés sin ir más lejos, y para terminar una cosa del orden del espíritu y de gran valor, que con­ sideraremos seguidamente: la censura del ambiente provinciano. 440 JOSE GONZALEZ FERNANDEZ

LA CENSURA DEL AMBIENTE PROVINCIANO

Se ha expuesto que el asturianismo de Clarín es crítico y, de acuerdo con ello, sintetiza el pueblerinismo de las personas que forman «la capital», de sus actitudes y de su modo de vida, en una serie de notas: 1.°) el mantenimiento de las apariencias a toda costa y, así, Ana Ozores comprende que sus tías lo perdonaban todo, mientras que no se las quebrantase o, cuando está a punto de fa­ llecer un personaje y se acuerda enterrarlo en el cementerio civil, rápidamente vienen las interrogaciones: «Pero ¿y la familia?, ¿y la sociedad?, ¿y la honra?»; 2.°) la rutina mental, el seguir los lugares comunes y la frase hecha, como el mismo autor comenta del modo cómo el Magistral consiguió tener mayor fama de predicador que el obispo Fortunato Camoirán; 3.°) el afán de semejarse a todo lo que viniese de Madrid, considerándolo como el no va más allá y juzgando que allí las posibilidades eran más amplias para figuras como un don Alvaro, que a su vuelta además estarían aureolados por el prestigio que proporcionaba el haberla corrido en la corte, como sucede, por ejemplo, con Paquito Vegallana. Con esto, no debe producir extrañeza su opinión negativa sobre la ciudad, y si en un momento se indica que en una bolsa del teatro se reunían los hombres de mundo, es para añadir sarcásticamente que en Vetusta el mundo se andaba pronto; la cristalización de todas estas cosas en «La Regenta» es una comunidad baja, de fa­ tuos y de frustrados en el deseo de pertenecer al gran mundo, como el Pepe Ronzal, que siempre tiene razón porque grita más fuerte, o en sus deseos eróticos que ocultan bajo una capa de conocimien­ tos que no interesan a nadie, como Saturnino Bermúdez, o de bea­ tería bullanguera, organizadora de novenas y bailes de caridad a puerta cerrada, al frente de la cual lleva la bandera doña Obdulia.

LAS CLASES SOCIALES

En Clarín son, como ocurría con otros aspectos, las típicas de cualquier capital provinciana con algunas reservas que ya veremos, y el que se coloque su examen aquí, en el lugar del análisis del entorno, tiene su sentido, pues la sociedad se puede considerar un ingrediente más de él, por lo menos en «La Regenta», en cuanto coacciona la actuación de los protagonistas: don Fermín y Ana; es por esta causa, aparte de alguna otra más, como la tendencia al descripcionismo o el que aparezca una figura del estilo de don Al­ ASPECTOS REGIONALES EN JOVELLANOS, PALACIO VALDES Y CLARIN 441 varo, un don Juan positivista que toma reconstituyentes para con­ trarrestar sus excesos eróticos, por lo que se puede hablar de cierto naturalismo en el relato, no olvidemos que esa escuela postula el que el hombre es un ser determinado por la herencia, la educación y el ambiente. Pero dejemos este tema de la coacción social y estu­ diemos las clases sociales que aparecen en esos escritores. La aristocracia era un coto cerrado para advenedizos, dentro del cual se realizaban los matrimonios, y cuyo clasismo o el de los clé­ rigos que se expresan por boca de ella resulta, a veces, repelente, como ocurre con el canónigo Glocester que llega a decir que «la Regenta» representaba una alianza nefasta en la que la sangre azul de los Ozores se mezcló en mala hora con sangre plebeya, aunque sus representantes no sean, en ocasiones, más que caciques, man- goneadores políticos, con una mano ejecutoria para disfrazarlo, tal cual el marqués de Vegallana. De la clase levítica se nos da un cuadro despiadado en «La Re­ genta», si bien en ella no son sólo dignos de crítica los clérigos, sino también los malos católicos que se conducen tan escandalosa­ mente y, de acuerdo con ello, si en un pasaje se escribe que los canónigos cumplen con su misión de alabar a Dios entre bostezo y bostezo, con el aire aburrido de todo funcionario que desempeña cargos oficiales mecánicamente, sin creer en la utilidad del esfuer­ zo con que gana el pan de cada día, en otro se señala que en el Cabildo sucede lo que es ordinario en muchas corporaciones y círcu­ los cerrados, que algunos no se hablaban y otros no se saludaban ni siquiera, y cuando se presenta a un hombre de verdadera fe co­ mo el obispo Camoirán, es para servir de escarnio para ellos. El resto, en éste y en las restantes figuras examinadas son tra­ bajadores de bancos, periodistas, oficinistas, estudiantes y aldeanos, demasiado idealizados en Palacio Valdés y de los que Dolores Me­ dio, tan idílica como él en su visión, afirma que tienen una vida sosegada por lo fértil de la tierra, porque ésta se encuentra muy repartida y, si no, porque pagan una renta escasa.

LAS DOS CLASES SOCIALES TIPICAS

Las reservas, que se han mencionado, son dos grupos sociales muy propios de la región: los indianos y los mineros. Sobre los americanos, por mucho que Jovellanos argumente que Asturias es tierra rica, en el sentido de que la medida de las riquezas de un país lo da la población y que el nuestro la tiene en abundancia, 4 4 2 JOSE GONZALEZ FERNANDEZ incluso después de que casi todas las familias hayan enviado a alguno de sus hijos a Ultramar, lo cierto es que esa emigración se producía por el deseo de hacer fortuna, aunque la realidad, como señala Palacio Valdés, era otra, pues, llegadas las personas, por ejemplo, a Cuba, el cincuenta por ciento moría al poco tiempo de vómito negro, los que quedaban trabajaban toda sil vida sin lograr otra cosa que comer y, finalmente, sólo algunos pocos favorecidos por la suerte conseguirían, ya maduros, restituirse ricos a sus pue­ blos; esos eran los indianos, como el Cortés de Cangas o el don Vicente Duyos, seres reales que cita Jovellanos, al lado de los cuales estarían otros literarios, como el padre de la Angelina de «Sinfonía Pastoral». Sobre ellos se nos han dejado unas notas que sirven para ca­ racterizarlos: a) el deseo de emparentar con las familias linajudas, que hace concebir esperanzas de matrimonio todavía a cuarento­ nas o permite que aparezcan frases como esta de un cuento de Clarín: «Animo, hombre; si te la llevarán... No faltan indianos», refiriéndose a alguna hija mayor; b) las abundantes burlas de que eran objeto por querer parecerse a la aristocracia en sus modales, como se ve en «La Regenta»; c) la ostentación de la riqueza, pues hasta tal punto era grande el lujo desplegado por ellos que, por reacción, un miembro de la nobleza como es el don Pedro Quiñones de «El maestrante» no se cuida de la decoración de su casa sola­ mente por el desprecio que siente hacia aquéllos; d) la avaricia, y, de esta manera, Palacio Valdés expone: «Como muchos de los in­ dianos, a pesar de ser inmensamente rico, tenía fama de avariento y no injustificada-. En cuanto a los mineros, de las difíciles condiciones de su tra­ bajo en el S. XIX resultaría su brutalismo y poco respeto hacia las situaciones establecidas, todavía Pérez de Ayala los considera seres envidiosos y cobardes, frente a los nobles campesinos. A te­ nor de ello, Clarín en «La Regenta» nos indica que aquellos indivi­ duos que salían de las cuevas negras, sudando carbón y con los ojos hinchados, eran adustos y blasfemos, o en «Teresa», su ensayo de drama, nos ofrece a un Roque completamente alcoholizado y Palacio Valdés en «La aldea perdida» hace que uno de los perso­ najes de la obra se sobrecoja cuando se tropieza con una cuadrilla de mineros, porque piensa que aquellos cafres no se distinguían pre­ cisamente por un respeto exagerado hacia el clero y la nobleza y, en efecto, le lanzaron una piedra y, luego, otra contra la gente que estaba en una esfoyaza, aunque para descargo nuestro se añade ASPECTOS REGIONALES EN JOVELLANOS, PALACIO VALDES Y CLARIN 4 4 3 que aquellas personas no eran asturianos, sino de afuera, y un tipo /semejante al Plutón de esta novela lo hace reaparecer en «Santa Rogelia».

MEDIOS DE COMUNICACION SOCIAL

No resulta de más considerarlos, aunque sea muy por encima, para concluir este apartado y, así, por Palacio Valdés nos entera­ mos de que Oviedo fue una ciudad rica en periódicos durante el S. XIX, ya que existían nada menos que once, seis diarios y cinco semanales.

EL AMBIENTE

Del orbayu, fenómeno general en el Norte de España, pero cuyo nombre es exclusivo de aquí, explica Jovellanos que es la niebla y también rocío que empapa los campos y los vidrios de las casas, lo que no es muy preciso, pues el orbayu es una lluvia fina y deli­ cada que, por ligera, sirvió a Alfonso Camín, es solamente una muestra, para expresar las quejas de amor de un modo gracioso:

« ¡Si hasta el orbayo tiene mucha más suerte que Pinón de Juana! ».

Respecto a la lluvia, sin que sea una constante como ocurre en la trilogía astur de Víctor Alperi —Sueño de Sombra, Agua India, Cristo habló en la montaña—, en donde pasa a ser el recuerdo de las cosas queridas, lo eternamente recurrente, la naturaleza frente a la razón o acentúa determinadas situaciones, en Clarín nos en­ contramos con frases como «esta tierra maldita del agua», «llueve como latigazos furibundos, como castigo bíblico» o « ¡Era un di­ luvio que anegaba la humanidad entera! », en las que es de notar su tono intelectual y la línea de no localismo que venimos seña­ lando en él. Con relación a la niebla, sin llegar al pródigo y multiforme uso que hace de ella Pérez de Ayala, Palacio Valdés la emplea como símbolo de la nostalgia de la infancia y de los amigos, de los que pregunta si sólo fueron fantasmas que se disiparon como la niebla, de la querencia de la tierra abandonada, al compararla con Castilla o del paso de una edad a otra, de lo que es ejemplo: «se disiparon 444 JOSE GONZALEZ FERNANDEZ las nieblas en que se envolvía mi infancia» y en Clarín se ve cómo ella hace desvanecerse las siluetas de las montañas o se funde con los picos en el capítulo XVIII de «La Regenta», lo más interesante de él en este sentido es la neblina de incienso que envuelve el des­ pertar de Ana Ozores, o en «Su único hijo» el abismo en el que cae el hijo de Emma, aún no nacido, durante el sueño que tiene ella en un viaje.

PARTE 2.a. LA ECONOMIA

EL TRIUNFO DE LA REVOLUCION INDUSTRIAL

Si se hojea a estos creadores nos enteramos, del mismo modo, del cambio industrial, y como exponente de ello, en «La aldea per­ dida» se señala que todo eran fábricas, chimeneas y carbón, cosas que hicieron desaparecer los valles deleitosos y virgilianos, los pra­ dos húmedos y los bosques de castaños, de recogimiento religioso, de leyendas y de encantamientos, a lo que contribuyó igualmente el ferrocarril, que se convierte en la síntesis de todas las transfor­ maciones y que para Clarín es algo que proviene de la civilización, de la ciudad, y llega al campo para dejar solas y sin comunicación a las personas, dañándoles su vida. Con ese cambio se produjo el triunfo completo del capitalismo que multiplica las sociedades anónimas, como la Unión Carbone­ ra, de la que habla Palacio Valdés, que tenía denunciados dos cotos mineros en Tiraña y Villoría, y los accionistas de ellas, que, a veces, recibían chascos con sus participaciones, como le sucede a la Emma de Clarín, a causa del constante saqueo a que era sometida.

LA AGRICULTURA

Sobre ella es interesante la correspondencia de Jovellanos con González Posada sobre «La agricultura asturiana» y un discurso pronunciado en la Sociedad de Amigos del País del Principado, en el que señala lo que ya ha sido hecho, como el haber reducido a cultivo hasta las zonas más quebradas o el esmero del labrado y abono de los campos, pues como bien ha dicho Pérez de Ayala, el labriego astur es esclavo para con la tierra, pero no con la servi­ dumbre del siervo de la gleba, sino con el renunciamiento humano del amante a su querida. Al contrario, en la «Carta sexta a don ASPECTOS REGIONALES EN JOVELLANOS, PALACIO VALDES Y CLARIN 445

Antonio Ponz» muestra los problemas que aquejan a nuestro agro y da algunas soluciones para ellos, como el que sean los monaste­ rios e iglesias casi los únicos propietarios, para lo cual propone como remedio el que se suprima de un modo casi absoluto los bie­ nes vinculados y en manos muertas, no olvidemos que, si bien hoy nos resulta hasta desfasado, Jovellanos fue un progresista para la época, y el que las explotaciones fuesen esencialmente minifundis- tas, con respecto a lo que propugna la concentración de bienes. Por el mismo autor sabemos de la existencia del tríente, que se puede considerar un instrumento típico, porque tiene cuatro dien­ tes, en la región, y él y Palacio Valdés nos informan de las diferen­ tes faenas agrícolas: la secha, palabra que viene de una cuchilla que iba delante del arado, el sechorio, y que consiste en arar sin surcos, el abatir o pasar un rastro de madera, el abono, la reco­ lección de la hierba, de la que se advierte que el heno para el ganado se siega mejor de madrugada o que aquélla se revuelve a las horas de más sol con una horquilla y que se seca en los hala­ gares, la cosecha del maíz, cuyo cultivo tiene una serie de opera­ ciones, como el sallarlo, esto es, remover la tierra, el arriendo o arranque de las plantas que estorban, el cortar las panoyas y te­ nerlas algunos días en pirámides llamadas cucas y la esfoyaza, y como término de esas faenas, estaba la recogida de la castaña, en la que solía haber desgracias, porque los mozos se encaramaban a lo alto de los árboles y se caían. Los dos, del mismo modo, nos explican otros productos de nuestro campo: habas, arvejos, panizo en algunas partes y, en me­ nor proporción, calabazas que se sembraban con el maíz, y además legumbres, berzas, patatas, cebollas y frutas. Con relación a éstas se cuenta que Asturias no es zona de naranjos, pero que en la orilla del mar, por la parte de Oriente, crecen algunos que dan una fruta bastante aceptable, sobre todo si se la come con azúcar, que es llevada a Oviedo en la fiesta de la Candelaria por la carretera de Gijón y que, en el polo opuesto, son abundantes las manzanas y peras, y así, se menciona a Aces, la patria de las ricas peras pestañinas, aunque con esta designación se bautizan todas las de Candamo. 446 JOSE GONZALEZ FERNANDEZ

EL GANADO

De él, fundamentalmente, estos literatos se han ocupado de las vacas, de las que Pérez de Ayala afirma que son resignadas y tristes, sesudas y pensadoras, una muestra de las cuales sería la «Cordera» de Clarín, la vieja vaca matrona y filósofa, que meditaba más que comía y que era tan doctoral como una obra de Horacio; por su parte, Palacio Valdés las divide en lecheras, es decir, aque­ llas que al mazar su leche, ésta da poca manteca, y mantequeras. A su lado, también se ha llegado a asegurar que hay caballos especial­ mente asturianos y de alma asturiana. El alimento de ambos es la hierba, y es Palacio Valdés nueva­ mente quien nos indica que los caballos comen la larga y dura y las vacas la corta, mezclada con manzanilla, y que ni unos ni otras la quieren mojada, por lo que si es recogida en ese estado, se hace con ella una vara que se guarda en la tenada, encima del establo, para proporcionarles comida durante el invierno; con todo, Clarín escribe que por falta de prados propios, el ganado se veía obligado a salir «a la gramática», esto es, a apacentarse por las rapadas pra­ deras del común. En cuanto a la trashumancia, aparece reflejada en «Sinfonía Pastoral», en la que vemos cómo durante los meses de calor se llevaba a las vacas a las altas montañas, en donde pacían en los pastos comunales, y al llegar el mes de octubre y con el otoño se bajaba el ganado del monte.

LA PESCA

Sobre la fluvial, Jovellanos en uno de sus diarios nos enumera las especies que se capturan en nuestras corrientes y hace algunas observaciones sobre los salmones, como el instinto de volver cada uno al río en que nació, sobre su forma, pues los del Nalón son más cortos, más anchos y más claros, o sobre la rapidez de su cre­ cimiento. De la pesca en el mar, los principales detalles los encontramos en «José», como el que las lanchas asturianas llevan siempre cinco velas, que son, por orden de magnitud, la mayor, la cebada, el trin­ quete, el borriquete y la unción, que cuando las presas andaban escasas por las costas de Vizcaya —solían venir lanchas de aquellas tierras a faenar por estos pagos—, y que las principales temporadas eran la costera del bonito y del besugo, la de la sardina, más des­ ASPECTOS REGIONALES EN JOVELLANOS, PALACIO VALDES Y CLARIN 447

cansada y de menos peligro que la del bonito, y que si no había Sardina, tampoco tenía la gente cebo para salir al congrio y a la merluza o para pescar, cerca de la costa, la lubina, el rollo y el salmonete.

LA INDUSTRIA

Tal como la pinta Jovellanos hasta el S. XVIII era fundamental­ mente artesana, de tejidos, mimbre y cerámica. La primera estaba repartida un poco por todas partes, pues apenas había concejo en que no se hilasen y tejiesen los lienzos, sayales y calzados que los habitantes necesitasen para sí, aparte de los muebles e instrumen­ tos rústicos que ellos precisaban. Respecto a la segunda, existió mucha cestería en Piñera, junto a Sorribas y en Villaviciosa, en donde se hacían muchos cedazos de cerda y buenos aros. Por últi­ mo, la cerámica, cuyas operaciones preparatorias se reducían a ma­ chacar el barro, pasarlo seguidamente con un tamiz, amasarlo en unos duernos con agua y, al fin, llevarlo a los tornos para darle forma, se localizaba en una serie de puntos, de los que menciona dos: Ceceda y Miranda, en la parroquia de Avilés. La ollería de Ceceda era de color amarillento y vasijas de diferentes tamaños que fabricaban solamente las mujeres debajo de los hórreos y en las corradas de sus casas y Miranda presentaba una cerámica de color rojo que se conservaba después de cocida, aunque un poco más claro y, a veces, tirando a blanco, si bien no lo era del todo por su vidriado blanco y amarillento y algunos rasgos verdes y azules, y otra de un negro fijo y brillante, para obtener el cual bastaba cerrar el horno completamente y dejar que el humo penetrase por todos los poros del barro; en este lugar había en aquel tiempo treinta hornos de barro negro y cuatro de blanco y todo cuanto se producía se arrebataba de las manos de los fabricantes y se con­ sumía en Asturias y en toda la costa septentrional, desde Vizcaya a Galicia. La situación era ésta hasta el S. XVIII, pero ya Jovellanos en el discurso mencionado más arriba y en la «Carta séptima a don Antonio Ponz» apunta la conveniencia de establecer en el país al­ gunas fábricas, cuya vida estaba asegurada por la riqueza en ma­ terias primas, sin pensar aún en los ramos que se deberían fomentar con preferencia; el tiempo acabó dándole la razón y si en «Marta y María» hay informaciones concretas sobre la de armas de Trubia y ya se ha hablado de los humos y chimeneas, que aparecen en otra novela, hoy es la industria uno de los puntales de nuestra economía. 4 4 8 JOSE GONZALEZ FERNANDEZ

EL COMERCIO

Palacio Valdés nos marca los días en que se celebraban ciertos mercados: los lunes en Sama de Langreo, los martes en Pola de Siero, los jueves en Pola de Laviana, jueves y domingos en Oviedo, viernes en Cabañaquinta y sábados en Mieres, y respecto a los lu­ gares en que se instalaban, que en Pola de Laviana había dos plazas, una en la parte de abajo cruzada por la carretera que conduce a Sobrescobio y Caso, en donde vendían sus géneros los mercaderes ambulantes, y otra, la más antigua, en la zona de arriba del pueblo, en la que se encontraba el mercado de ganado; y de Oviedo se acuerda del de Trascorrales, de pescado y verdura, en el que tenía su puesto «La Mirla»; por otra parte, el mismo escritor nos pinta pequeñas tiendas, como la de la madre de Elisa en «José», y en «La Regenta» el comercio de objetos religiosos propiedad de la madre del Magistral es un ingrediente de suma importancia en la estruc­ tura de la narración.

LAS MINAS

Son lo más característico de la economía asturiana; las noticias sobre ellas son para constatar realidades objetivas hasta el S. XIX y desde entonces se usaron como motivo de inspiración literaria; en la primera época estaría Jovellanos y en la segunda Palacio Val­ dés y Clarín. Los trabajos de Jovellanos sobre el asunto corresponderían a las etapas de descubrimiento casual y beneficio; él sentó las bases de la moderna legislación minera y nos habla, entre otras muchas cosas, del derecho de propiedad, del valor de las minas, de la ubi­ cación de algunas y de la navegación por el Nalón. Sobre la prime­ ra propone que se examine si el terreno es común o particular; si es común, que se vea si es baldío o concejil, y expone los caracteres de uno y otro, y si es particular, que se observe si la propiedad es del suelo o sólo del arbolado, puesto que las minas estaban ordi­ nariamente en los montes; con respecto a lo segundo, preconiza que las minas no tienen todavía valor conocido, pero que lo ten­ drán muy grande con el tiempo, y de los sitios de ellas, menciona las ya cegadas en su centuria de Piñera, Mones, Soto, Ovio o Riera de Colunga y las de Langreo y Carbayín, muy ricas y de un carbón que juzga superior a los de Newcastle. ASPECTOS REGIONALES EN JOVELLANOS, PALACIO VALDES Y CLARIN 449

El hacer navegable el Nalón fue un proyecto apasionante, aun­ que resultase un fracaso; Jovellanos no se mostraba muy partidario de la empresa, y no porque pretendiese monopolizar el comercio de carbones hacia Gijón, sino porque le parecía quimérica. Comien­ zan las noticias sobre ella al final del «Diario Cuarto», indicándo­ nos que había sido aprobada la idea y que vendrían delineadores a levantar el plano topográfico y a nivelar la corriente, si bien se mantendrían las carreteras necesarias para conducir los carbones, y en el Apéndice pone que la canalización se haría desde Sama a Pravia, estrechando el cauce con estacas, limpiándolo y dándole capacidad para una lancha yente y otra viniente. Sin embargo y en otras obras, ya señala que se empiezan a ver las dificultades de ese transporte, como el que las chalanas llevasen poco carbón y que se necesitasen de cuatro a siete hombres para manejarlas, se­ gún su tamaño, e incluso más gente cuando había repuntamiento de agua, el que se moviesen con lentitud y el que la subida fuese casi impracticable, por lo que las chalanas pequeñas tardaban dos días en bajar y seis en subir y las grandes seis días en hacer el trayecto completo, el que hubiese dificultades en los puntos no compuestos y que la llena hiciese destrozos y, así, en una carta se le comunica que se habían arruinado las obras del río hechas de firme en Barco de Soto, y el que los barcos no quisiesen ir a cargar a San Esteban porque temían el puerto y que exigiesen más alto flete si lo realizaban. Por todo esto, termina señalando en una carta que la navegación por el Nalón era una empresa más larga, más incierta y más dispendiosa de lo que se creyó en un principio. Posteriormente, llegaría la explotación capitalista y el aprove­ chamiento de las minas como asunto literario, de lo que se han proporcionado datos anteriormente y a lo que se podría añadir que Palacio Valdés toca el tema concretamente en «La aldea perdida» o que Clarín escribe en «La Regenta» que en las minas y en las fábricas que las rodeaban había empleo para los niños en cuanto podían sostener en la cabeza un cesto con un poco de tierra, buena muestra de lo inhumana que debía ser esta labor en aquellos mo­ mentos, según se ha esbozado con anterioridad. 450 JOSE GONZALEZ FERNANDEZ

PARTE 2.\ EL HOMBRE

LA RAZA

Sobre la pretendida celtización de nuestro territorio, aceptada por muchos, tal es el caso de Alfonso Camín de quien son estos versos:

«Pero los lobos celtas, valerosos centauros de la red, piedra y salitre» es innegable que se considera que el prototipo astur o, por lo me­ nos, el más característico es el que presenta sus rasgos, de lo que es exponente la Lena de «Nosotros, los Rivero», que piensa: «En verdad podía estar orgullosa de su hermano. Era un muchacho hermoso: blanco, rubio, etc». De acuerdo con esto, Clarín en «La Regenta» nos ofrece a Petra, la criada de los Ozores, rubia azafra­ nada, y en el cuento «Cambio de luz» a las tres hijas del protago­ nista, tres cabezas rubias, de las que él decía igualmente que eran tres almas rubias, y Palacio Valdés nos cita a una niña llamada Fraternidad, hija de un librepensador de Avilés, que excitaba la admiración de los que la veían, por su cabecita blonda y rizada y sus ojos azules, en «Marta y María» retrata a la segunda con una cabeza rubia, de rostro blanco y ojos azules, y el Quino y el Jacinto de «La aldea perdida» o la Josefina de «El maestrante» y su padre Luis presentan los mismos rasgos. Aquí es también interesante referirnos a un pueblo maldito, el de los vaqueiros de alzada, de los que Jovellanos dice que se les llama de ese modo porque alzan su morada y emigran anualmente con sus familias y ganado hacia las montañas altas y de los que se ocupa en «El origen y costumbres de los vaqueros de alzada en Asturias» y en la «Carta novena a don Antonio Ponz», en donde expone algunas de sus costumbres como las nupciales, discute tes­ timonios, añade observaciones particulares y los defiende, muy dentro del espíritu de la Ilustración, no sólo preocupada por lo etnográfico, sino también por la dignidad del hombre, y en el «Dia­ rio Cuarto» comenta un pleito escandaloso con los vaqueiros, a quienes no se les quiere dar la Sagrada Comunión, sino a la puerta de la iglesia, ni se les deja internarse en ella a los oficios divinos, y que como los hijosdalgo tienen lugar preferente en la iglesia pa­ ra toda concurrencia, los plebeyos la pretenden con respecto a los vaqueros y éstos luchan por no ser menos. ASPECTOS REGIONALES EN JOVELLANOS, PALACIO VALDES Y CLARIN 451

ONOMASTICA

Como ocurría con la raza, se da mayor cantidad de casos típicos en Palacio Valdés que en Clarín; uno de los nombres que más se repite es el de Pachu o Pachín, tal el de un personaje de «Sinfonía Pastoral», el tío Pacho, que va a vender sus gorrinos a la Pola y que disputa sobre su valor con Xuan de la Ortigosa, otro apelativo muy corriente; entre los diminutivos, que en asturiano son en in, tenemos Alvarín, Pinín, Florín, y entre los aumentativos, el Tori- bión de «La aldea perdida», para no ir más lejos.

EL HUMOR

Es uno de los rasgos que se ha señalado como más propio de nuestro carácter y del que nos da sus notas Palacio Valdés en «La novela de un novelista», en donde lo ve con una agudeza ni ligera ni aparatosa ni espumante como la de Sevilla o Málaga, pero con más profundidad en su ingenio, que es más penetrante y más des­ piadado y con una malicia más espiritual. Con todo, si Pérez de Ayala es el verdadero teorizador del humor asturiano en su tota­ lidad, Palacio Valdés, a pesar de que nos haya legado los rasgos generales que han sido señalados, se centra fundamentalmente en el de los ovetenses, del que nos da sus caracteres en la obra ya mencionada, como el donaire malicioso, la burla y la caza del ri­ dículo, a los que acompaña una maledicencia mucho menos agresiva que en otras partes y el decir a la cara frases que se acogen con carcajadas y que en otra parte harían funcionar las pistolas; tam­ bién en «El maestrante» nos repite que Lancia es una población en donde abundan los espíritus humorísticos. Aparte de esta doctrina, Palacio Valdés nos lega su aplicación en sus escritos. Con respecto a su humorismo se debe notar que es ante todo irónico y que se basa en dos procedimientos: 1.°) el uso de los contrastes, como la aplicación de un tono elevado, que no se corresponde, a cosas pequeñas, sirvan de ilustraciones el es­ tilo épico del comienzo de «La aldea perdida», aunque quizá creyó el novelista que era necesario para contar la epopeya del nacimien­ to de las minas, o lo que dice de la primera de los dos vejestorios Carmelita y Nuncita, de que la primera «apareció con los ojos res­ plandecientes y el ademán majestuoso que conviene a los que nece­ sitan dictar leyes a los seres que la providencia les ha confiado», después de una discusión entre ellas sobre si la segunda, «la pe­ 452 JOSE GONZALEZ FERNANDEZ

queña», debía participar o no en un juego; 2.°) la melancolía, el suave sentimentalismo y un escepticismo sin amargura, de lo que está plagada «La novela de un novelista», sea la confesión en la que el autor, de niño, no quiso decir quién era su novia para que no se la quitasen como había ocurrido con un nido, sea en la descrip­ ción del maestro de Avilés, don Juan de la Cruz. El humor de Clarín es de una socarronería intelectual y nace, por lo menos, en «La Regenta», de razones psicológicas de acuerdo con la gran penetración que tiene el relato en este sentido; está, por ejemplo, en el complejo de paletos que muestran los Infanzo­ nes, al comienzo, y en su reacción cuando se sienten burlados y llevados por sótanos y sitios oscuros durante su visita a la Cate­ dral, en la envidia frívola que siente Obdulia hacia la piel de tigre que Ana Ozores tiene a los pies de su cama, o en el tratamiento del canónigo Ripamilán, con sus chocheces inteligentes, sus leccio­ nes de baile a los jóvenes de la ciudad y sus epigramas amorosos.

LA LENGUA

Jovellanos, muy dentro de su época, presenta la corresponden­ cia mantenida con González Posada sobre «El dialecto asturiano» y a él se debe el término bables para referirse a nuestras hablas, pero como hace Clarín y en el polo opuesto de Pérez de Ayala, no las emplea, lo más que encontramos es alguna palabra suelta, de lo que es un caso el que en el «Diario Quinto» esté antroxo, es decir el nombre que se aplica en algunas partes de Asturias al antruejo o martes de carnaval, y en el «Diario Sexto» escribe «to provechu», pero indicando que se lo ha dicho una mujer o «¿Díxolo? Pos fa- ralo», pero en letra cursiva, como para señalar que es algo ajeno a él. Por su lado, Clarín en «Su único hijo» pone que empezaron a aprender el español en el dialecto del país oscuro y corrompido, tiene una opinión por el estilo acerca de él en «La Regenta» y nun­ ca llega a utilizar asturianismos completos, y así, dice «prao So­ monte», pero no prau, si usa xatu coloca toro entre paréntesis, como para aclarar el significado del término, aunque el exacto no sea ése, y si en el cuento «Benedictino» menciona los llacones, añade que cree que son pemiles, pero resulta muy interesante co­ mo muestra de localismo que se conjuga con la tendencia univer­ salista de «La Regenta» el « ¡Anday, judíos! » que grita una moza de partido durante el entierro de don Santos. ASPECTOS REGIONALES EN JOVELLANOS, PALACIO VALDES Y CLARIN 453

COSTUMBRES

Las encontramos en Jovellanos y Palacio Valdés, pero hay dife­ rencias entre ellos al exponerlas; el primero las cuenta objetiva­ mente, se detiene incluso en la más prosaicas y es aceptable sin reservas que se practican realmente; el segundo parte, de la misma manera, del entorno, pero las somete a una reelaboración literaria; por eso o por la naturaleza misma de las que describe es por lo que suenan a algo externo. De ellas, un bloque interesante está formado por las de la noche de San Juan, la versión cristianizada del hábito pagano de celebrar el solsticio de verano, sobre la que Palacio Valdés nos ha dejado una serie de datos, sin llegar a la profundización de Pérez de Ayala en «Tigre Juan» o de Casona en «La Dama del Alba», en la que se recogen las tradiciones de que aquel día el Bautista bendice las aguas, las propiedades del rocío que traía amores y libraba de da­ ños a personas y animales, el coger la flor del agua o buscar las muchachas para engalanarse el trébole, que si era de cuatro hojas proporcionaba riqueza para toda la vida. Aquél se limita a pintar las hogueras, alrededor de las cuales se cantaba y bailaba y que saltaban los mozos, nos recuerda la creencia de que si se echa un huevo en un vaso de agua, se ve un barco al amanecer ese día, pero para comentar en el capítulo «Rosas tempranas» de «La novela de un novelista», que él sólo encontró un licor amarillento y asque­ roso, sin figura de barco, o hace que se planten ramos delante de la ventana de la joven preferida, aunque en «Sinfonía Pastoral» lo hacen los mozos de Villoría frente a la habitación de Angelina des­ pués de la romería de San Roque y, a pesar de que no sea sanjua- nero, sí era festivo el vestir el ramo, de lo que se ocupa también el mismo literato, que nos relata que eran unos armatostes de palo, adornados con flores y cintas, de los que se colgaban panes que vendidos servían para el culto a la Virgen y que iban precedidos por una novilla y escoltados por las muchachas cuyas familias los habían costeado. Entre las costumbres sobre el trabajo, Jovellanos cita la mu- yenna, que era una figura de mujer con un zarcillo en la mano, que se colocaba para satirizar a la esposa del colono que no hubie­ se acabado el sallo para San Juan y el arriendo para la Magdalena, o que si algún labrador estaba enfermo, el cura permitía que, en un día festivo, los convecinos fuesen a realizar su trabajo, y Palacio Valdés menciona la de llevar a los segadores «la parva», un ligero desayuno compuesto de queso, pan y aguardiente, la esfoyaza del 454 JOSE GONZALEZ FERNANDEZ maíz, que se hacía por turnos en las casas de los labradores y en la que las mujeres desenvolvían las hojas y los hombres las tejían unas con otras, formando ristras, todo lo cual iba acompañado de cantares, retozo y merienda de tortilla de sardinas o jamón con borona, queso, peras y manzanas, o de un panecillo o de garulla, según los lados, y que terminaba avanzada la noche, y el filandón o reunión de mujeres de uno o más pueblos en la cocina de un veci­ no, en la que pasaban las noches invernales hilando, debiendo ejecutarlo una vez a la semana para el dueño de la casa, a fin de costearle el gasto de luz, y a donde acudían generalmente viejas, pero también jóvenes de ambos sexos, y solían haber canciones burlonas o laudatorias. Respecto al noviazgo, el mismo Palacio Valdés afirma que el que la muchacha entregase al novio la cinta del justillo es «el gran­ de y tierno testimonio que las nobles doncellas asturianas suelen dar de su amor», y con relación al matrimonio, si Jovellanos nos cuenta que cuando hay boda, va la novia con su madre por casa de los vecinos y cada uno les regala un piñón o ristra pequeña de maíz, la mitad para la madre y la otra para la hija, de modo que la nueva familia junta para sembrar y comer el primer año y las ganancias del trabajo le quedan libres, en «José» aparece que cuan­ do un mozo marinero pedía a una muchacha, lo hacía de un modo simbólico, enarbolando en su barca la pañoleta de su preferida, que los padres de la novia brindaban al novio una red y que el patrón de la barca concedía que la pesca de un día con aquella red se dedicase a los gastos de boda.

FIESTAS Y ROMERIAS

A ellas dedica Jovellanos la «Carta octava a don Antonio Ponz», en la que es de destacar la defensa que hace del derecho del pueblo a gozar libremente de sus diversiones contra los censores y la legis­ lación existentes, y Palacio Valdés señala que en Avilés las ferias principales eran las de San Agustín, de las que comenta con chanza que, como todo el mundo sabe, tienen la misma significación his­ tórica que los juegos olímpicos en la antigua Grecia y que en Oviedo se celebraba el 2 de febrero, en el monasterio de San Pelayo, la feria de la Candelaria o Romería de las naranjas. ASPECTOS REGIONALES EN JOVELLANOS, PALACIO VALDES Y CLARIN 455

LA GAITA

En esas fiestas y romerías se interpretaban tonadas y bailes, de lo que trataremos seguidamente, pero primero será referirnos a la gaita, el instrumento musical, si no exclusivo, pues es común a todos los pueblos de ascendencia celta, sí típico astur, que se tocaba en las celebraciones cívicas y en la misa, pero en «La Re­ genta» se lee que en un lugar que se encuentra en cualquier parte de la tierra, como es una catedral, son la gaita y el tambor los que llenaban las bóvedas verdes con sus chorretadas, primero alegres, luego melancólicas, pero cargadas siempre de ideales perfumes campestres, o es el órgano, algo de difusión mundial, el que suena como ella; nueva muestra del específico regionalismo de Clarín.

CANCIONES

Admitiendo la teoría de separar la danza prima del romance « ¡Ay! un galán de esta villa», encontramos dos menciones de él en «La aldea perdida»; una, cuando Jacinto se separa de Flora, la no­ che en que ésta le confiesa que lo quiere, la voz del mozo, al sepa­ rarse, rompió el silencio cantando: ¡Ay, que su amigo la espera! ¡Ay, que su amigo la aguarda! Al pie de una fuente fría, al pie de una fuente clara. Entonces una sonrisa iluminó el semblante de la niña y cantó muy queda siguiendo el romance: Que por el oro corría, que por el oro manaba. La segunda, es el caso del capitán don Fernando que un día se tropieza con tres hombres que iban cantando una de nuestras ba­ ladas más conocidas, se expone, la del galán d'esta villa, lo que motivó en él una serie de sentimientos indefinibles. En otra obra, en «La Regenta», y fijémonos nuevamente en el binomio fiesta católica, es decir, universal-canción propia, al co­ mienzo del capítulo XXIII y con motivo de la misa de gallo, el ór­ gano deja los motivos sacros y grita: La casa del señor cura nunca la vi como ahora. 456 JOSE GONZALEZ FERNANDEZ

BAILES

Tres son los que se nombran: la danza prima, la giraldilla y la muñeira, que no sólo es gallega, sino también del occidente de la provincia. De la danza prima, el primer testimonio válido es el de Jovella­ nos en la ya aludida carta octava, en la que intercala algunas can­ ciones en bable, y en otra a González Posada, pero su descripción está en Palacio Valdés, que nos cuenta que en ella los hombres se colocan a un lado y las mujeres a otro, cogidos por el dedo meñi­ que, y que la canción es una antigua balada asturiana, de la que las mujeres interpretaban un par de versos, los hombres respondían con otros dos y así se iba desenvolviendo la historia, y en «El maes- trante» se escribe que fray Diego prefería la danza prima a los bailes extranjeros, como el zapateado inglés que interpreta un ami­ go suyo en plena borrachera. En cuanto a la giraldilla, típica de Avilés, que se baila también algo en Laviana, quien nos la pinta con más precisión, como co­ rrespondía a un gesto de fidelidad hacia el sitio en que nació y hacia el que se crió, es Palacio Valdés, que informa que para ella los bailarines forman un círculo cogidos de la mano, dentro del cual quedan unos cuantos, que se cantaba dando vueltas y que, cuando llegaba un cierto pasaje convenido, los que estaban dentro elegían pareja entre los de fuera con un signo de la mano; enton­ ces se rompía el círculo y bailaban uno frente a otro, abrazándose después para dar las últimas vueltas, y que si intervenían los dos sexos, los hombres quedaban una vez dentro del corro y otra las mujeres. La muñeira la encontramos en Clarín, pero fijémonos en que mientras Palacio Valdés hace que las danzas sean interpretadas por paisanos, él, de acuerdo con la línea en que se insiste, pone: «Edelmira y Paco, espalda con espalda, como se baila la muñeira, sobre todo en el teatro».

JUEGOS

Es interesante mirar cuáles son los propios de Asturias, como colofón de este pasaje dedicado a las diversiones; de ellos, se lle­ van la palma los bolos, a pesar de que no sean únicos de aquí, a los que ya se refiere Jovellanos en la «Memoria para el arreglo de la policía de espectáculos y diversiones públicas», que se practica­ ASPECTOS REGIONALES EN JOVELLANOS, PALACIO VALDES Y CLARIN 457 ban en las boleras, como las famosas literariamente de Villoria y Entralgo y en las que mostraban sus habilidades personas muy consideradas por ellas, por ejemplo del Kórner de «Su único hijo» se señala que jugaba a los bolos con singular destreza, medio del que se sirvió, entre otros, para hacerse popular entre las personas. Y junto a los bolos, debía tener mucho éxito el de la barra, lo que notamos por los recuerdos a él, como el de Palacio Valdés so­ bre un tal Jacinto de Fresnedo que en un día del Carmen venció tirándola a todos los mozos de Langreo.

ENFERMEDADES

Entre las más características de los astures están la erisipela, con relación a la cual Jovellanos en el «Diario Sexto» nos dice que encontró su pierna algo erisipelada y la María Josefa de «El maes- trante» tiene, del mismo modo, el rostro hinchado por ella, y el asma, como corresponde a una zona húmeda, que aparece en «La alegría del capitán Ribot», en donde la señá Ramona «cayó en un espasmo de risa, seguido del correspondiente ataque de tos asmá­ tica».

ESPIRITUALIDAD

No encontramos en ninguno de estos escritores las creencias o deidades propias del fondo celta de nuestro pueblo, que se pierden en las tinieblas de los siglos, como la güestia, el Nuberu o las xa­ nas; los detalles son todos sobre el cristianismo, como los de Pa­ lacio Valdés en «La novela de un novelista», sobre la adoración a un cristo milagroso en dos calles de Avilés, la promesa de ir de peregrinación a Covadonga o la referencia a San Nicolás de Cam- piellos, y es que incluso todo el final de «José» es una verdadera apoteosis del Cristo de Candás, aun cuando todo suene a cartón-pie­ dra y no a algo profundo, si bien los datos sobre el hallazgo de la imagen o la descripción de la escalera de caracol, del camarín de la Virgen, etc., sean absolutamente exactos. 458 JOSE GONZALEZ FERNANDEZ

EL HORREO

Lo que resta de la exposición se va a dedicar al estudio de los aspectos domésticos, pero debido a la importancia que tiene, como muestra de la primitiva arquitectura asturiana, parece conveniente decir antes unas palabras sobre el hórreo. De él encontramos men­ ciones en los tres autores, bien sean irónicas, como la de Clarín en «Su único hijo», en donde escribe que el padre de Emma, teniendo que hablar en una ocasión de los pies del hórreo o pegollos, prefi­ rió decir los sustentáculos del artefacto, antes que proferir seme­ jante palabrota, o sean de carácter práctico, como la de Palacio Valdés que rememora el que delante de la casa en la que había nacido se levantaban dos grandes hórreos que servían para deposi­ tar el trigo, porque en aquella época las rentas se pagaban en espe­ cie. Sin embargo, quien mejor nos informa sobre ellos es Jovellanos, que en sus «Diarios» ofrece una completa enumeración de todas sus partes, que parece ocioso reproducir aquí, aunque confunda lo que es una panera, de seis patas, y un «horrio», como él dice y como se dice en Asturias, de cuatro.

LA CASA Y LA QUINTANA

Da la casa típica se citan una serie de utensilios de la cocina, co­ mo «les tayueles» o asientos de tres patas, que son los tajuelos de los que habla Jovellanos y, a su vez, Palacio Valdés hace aparecer las cucharas de madera, la masera que servía para amasar el pan y la borona, las herradas, en las que se metía el agua, y los cagilones de metal amarillo suspendidos de ellas. La casería, la unidad de explotación económica y de vivienda, es citada frecuentemente, pero mucho más llena de ecos astures es la quintana, que según se desprende de lo que escribe Clarín en «Doña Berta», al retratarnos un palacio, es un corral, y como sinó­ nimo de corraliza emplea igualmente la palabra Pérez de Ayala en «Tigre Juan». Con todo, la quintana es el espacio que queda en las aldeas entre las casas y otras construcciones como los hórreos, un lugar donde se pueden reunir las personas; con razón Casona en «La Dama del Alba» nos señala que en la quintana y en la taberna se critica a su Adela y a su Martín porque viven bajo el mismo techo sin estar casados y sin ser familia e, incluso, contrariando la afirmación anterior, el mismo Clarín en «Su único hijo» indica que Bonis llegó a Raíces a una plazoleta que servía de quintana a varias de las casas más viejas, pero de las de aspecto más noble. ASPECTOS REGIONALES EN JOVELLANOS, PALACIO VALDES Y CLARIN 459

EL ATUENDO

Haciendo un amasijo de datos, podemos saber cómo es el traje regional, sobre todo por Palacio Valdés, pues Clarín sólo viste de esa manera a Petra. El masculino, el de Quino de Entralgo, Manín, Nolo o el de Toribión de Lorio, constaba de las siguientes prendas: borceguíes de becerro, medias de lana, ligas de color, faja, chaqueta de mangas ceñidas hasta la muñeca, chaleco o xileco que para una ocasión solemne es floreado y con botones plateados y la montera, de paño grueso y pardo, aunque también se señalan las de pana negra y las de terciopelo, de lujo. La montera podía ser reempla­ zada por el sombrero calañés, y para las bodas el novio llevaba una abrumadora capa, aunque fuese en lo más riguroso del verano. Respecto al traje femenino, el de Petra, Griselda, Telva, Ange­ lina o Rosa tenía como partes: zapatos de cuero, medias blancas o azules, mandil de color, saya que podía ser negra, verde o encar­ nada y que se guarnecía con varias franjas de terciopelo, camisa blanca, blusa o chambra sobre la camisa, justillo o corpiño, que en la mayor cantidad de ocasiones se nos cuenta que es de seda y de colores como el escarlata o el rojo y, finalmente, el dengue, de per­ cal para los días de labor y de paño para los de fiestas y del que se aclara que era una especie de manteleta o chal estrecho, de picos largos que cubría el pecho y parte de la espalda, anudándose por detrás a la cintura y dejando descubiertos los brazos y parte del tronco; entre los adornos estaba un pañuelo para la cabeza, que se prendía con broche o alfileres o se sujetaba con un lazo al estilo aldeano, pendientes largos, collar y sarta de corales y, aun cuando no formen parte del traje típico, no falta en Palacio Valdés un re­ cuerdo para «les madreñes», nuestro calzado para la lluvia.

LA COMIDA

Hoy no es posible decir que haya una peculiar de aquí, pero de lo que no hay duda es de que existen unos platos que en un tiempo fueron exclusivos de la región. Los asturianos debimos te­ ner fama de tragones, y por lo menos Clarín parece ser de esa opi­ nión, pues si en un pasaje pinta, un poco a lo Zola, la despensa de los Vegallana repleta de todo, un detalle poco significativo porque es la de una casa rica, sin embargo en «Su único hijo» indica de Korner que para lucirse entre los montañeses del país tiene que aprovechar cualidades apreciadas en la tierra, como la gran capa­ 460 JOSE GONZALEZ FERNANDEZ cidad de estómago; la verdad, posiblemente, esté en un fragmento de Palacio Valdés, indicio más bien de penuria, cuando escribe que los paisanos, muy sobrios durante su vida, que se alimentan con un plato de alubias o patatas guisadas y una escudilla de leche, al llegar una boda están comiendo horas seguidas y no les hace daño. El pote peculiar asturiano es la fabada, que lleva al Manín de «El maestrante» a sentenciar que a su lado todo lo demás son per­ fumerías que deben callarse; luego, están los callos, que si no par­ ticulares, tienen mucho éxito en Asturias; con razón, al principio de «La alegría del capitán Ribot», éste comenta que todos los que le han servido en diferentes puntos, de ningún modo se pueden comparar con los que son guisados en una casa de comidas de Gi- jón; de cualquier manera, en el campo los alimentos eran más pobres: nabos, berzas y puches de harina de maíz, «les farrapes» de una ocasión de «La aldea perdida». De los pescados ya se han expuesto cosas, pues las especies que más se capturaban debían de ser a la fuerza las más consumidas, y de las carnes son de destacar los jamones que dieron fama a Avilés, hasta el punto de hacer avergonzarse a Palacio Valdés por­ que sólo fuese conocida en España por ellos la villa poética por excelencia, la de las canciones románticas y las mujeres hermosas. En lugar de pan de trigo, en Asturias se comió la boroña y el pan de escanda. La primera llegó a ser tan popular que en el cuento «Boroña», de Clarín, un emigante que vuelve a su Prendes natal lo da todo por bien empleado sólo por el mero hecho de volver a saborearla, y Palacio Valdés nos cuenta el proceso para su obten­ ción, que consistía en amasar la harina de maíz, colocar sobre el lar las boronas en forma de grandes quesos, cubrirlas con hojas de castaño y echar sobre ellas una capa de ceniza enrojecida y dejar­ las cocer. En cuanto al pan de escanda, lo encontramos en «Sinfo­ nía Pastoral», pues el padre de Román, el don Juan pueblerino de la obra, percibía su pequeña renta en él. Junto al pan era la leche alimento importante de los aldeanos, si bien la pobreza llegaba hasta aquí, y, así, en Palacio Valdés, de nuevo, encontramos el testimonio de dos que se quejan de que hace tiempo que no prueban una escudilla de leche caliente, sino siempre fría, explicándosenos que los paisanos llaman leche fría al suero que queda después de extraída la manteca de la leche y ca­ liente a la que aún no se ha mazado. En lo referente a las bebidas, es curiosa la información que da Palacio Valdés sobre el vino de Nava, del que se hiperboliza hasta llegar a afirmar que no cedía en aroma y energía ni al Falemo ni al ASPECTOS REGIONALES EN JOVELLANOS, PALACIO VALDES Y CLARIN 461

Siracusa, todo ello sin servir de obstáculo para que sea la sidra la más famosa. Finalmente y con relación a los postres, ya se han señalado indi­ caciones sobre los frutos, pero queda hablar de las castañas que se comían en el invierno cocidas o asadas al farol, un artefacto de hojalata con agujeros, todo ello según atestigua don Armando que, a su vez, enumera ciertos dulces característicos de Avilés: las rosquillas bañadas de Nepomuceno, las tabletas, las crucetas, las rosquillas que se fabricaban en el convento de San Bernardo em­ butidas de crema y el confite llamado flor de azahar, y de los que­ sos, es muy conocido el de Cabrales, sobre el que Jovellanos hace observaciones que todavía mantienen su actualidad en la «Carta séptima a don Antonio Ponz».

CONCLUSION

Y termino rumiando un pensamiento, el de que pretender re­ ducir a Asturias casi únicamente a la lengua, como se ha hecho en momentos no lejanos y hasta la saciedad, es verdaderamente dis­ minuirla, pues los elementos que la caracterizan y que pueden ser objeto de examen son muchos, tal como hemos visto, e incluso creo que existan otros que a mí no se me han ocurrido, lo que es una prueba indudable de su riqueza y personalidad, y no sólo eso, sino que también esos mismos ingredientes es posible enfocarlos desde distintos ángulos, algo que igualmente se ha esbozado a lo largo de estas páginas. LAS VARIANTES TEXTUALES DE EL SEÑORITO OCTAVIO, DE ARMANDO PALACIO VALDES

POR

BRIAN J. DENDLE

La primera edición de El señorito Octavio, publicada en Madrid por la Librería de Fernando Fe en 1881, contiene 385 páginas de texto (1). Una edición revisada, publicada por la Librería de Victo­ riano Suárez en Madrid en 1896 como tercer tomo de las Obras completas de Armando Palacio Valdés, es bastante más corta que la primera; contiene 294 páginas de texto, impresas en caracteres ligeramente más grandes que los de la primera edición. Para esta edición revisada (la cual forma el texto de toda impresión subsi­ guiente de la novela), Palacio Valdés corrigió con esmero el texto de 1881; casi no hay página que no contenga cambios. Unas 380 de estas variantes textuales son de poca significancia (omisión de alguna que otra palabra o frase, sustitución de palabras o frases por otras de igual sentido, etc.). Sin embargo, existen gran número de otras variantes de más importancia; éstas no han sido notadas por la crítica. El cambio que más inmediatamente llama la atención del lector es la eliminación sistemática —por omisión, por la sustitución de de «nosotros», por el uso de la voz pasiva— del «yo» del narrador, cuya presencia tanto se hace notar en la edición de 1881. Aparte de unas 54 eliminaciones del yo narrativo que introduce o se interpola

(1) Todas las citas en este artículo son de esta edición. Hubo, al parecer, cuatro impresiones de El señorito Octavio en 1881. 464 BRIAN J. DENDLE dentro de una frase, hay supresiones bastante significativas de la intervención del autor. Por ejemplo, se elimina en la edición de 1896 el pasaje (págs. 106-07) en el cual Palacio Valdés evoca joco­ samente la tentación que siente de introducirse en la novela como pretendiente de Carmen, en cuyo caso se hubiera convertido en ten­ dero en vez de novelista (para el texto de este pasaje, véase el Apéndice I); esa intervención del autor anticipa, pero de manera cómica, el procedimiento de Unamuno en Niebla, confundiendo la distinción entre novela y «realidad», entre narrador y personaje de novela. En otras ocasiones, el narrador se refiere al juicio del lec­ tor; así no quiere describir «una escena muy viva y muy conmo­ vedora, pero muy repugnante» (págs. 136-37), alaba las perfecciones de Laura (180-81), y se niega a dar más detalles sobre el conde:

En cuanto a la manera que el conde tenía de pasar el tiempo en su palacio, ni lo sé ni creo que a nadie le sería fácil saberlo. Y, sobre todo, ¿qué nos importa? Me parece que a los lectores les será tan simpático este señor como a mí, y que no tendrán mucho gusto en trabar relación más íntima con su excelencia. Lo mismo digo respecto a la blon­ da institutriz (págs. 235-36).

Muy afín a esta eliminación del yo narrativo está la supresión en la edición revisada de toda referencia a autores y políticos con­ temporáneos. En la primera edición, por el contrario, se mencio­ nan: Galdós, Alarcón, Valera (novelistas con quienes se compara el narrador) (pág. 107); Salmerón, Castelar, Silvela, Alarcón (conoci­ dos madrileños de Homobono Pereda) (pág. 131); Pérez Escrich (el autor favorito de doña Rosario) (pág. 168); Ponsson [sic] du Terrail, Paul Feval y Gaborieau [sic] (las lecturas de Octavio) (pág. 170); Octave Feuillet y Pérez Escrich (cuyos personajes es­ criben diarios que son el modelo para el diario de Octavio) (pág. 215); Salmerón, Sanz del Río, Ahrens (comentados en carta dé Homobono Pereda) (págs. 273-75); Ayala, García Gutiérrez, Tamayo (dramaturgos mencionados por Homobono Pereda) (pág. 278), y Azcárate, Moreno Nieto, Simarro y Montoro (ateneístas amigos de Homobono Pereda) (pág. 278). En la edición de 1896 quedan eliminados también unos 80 pa­ sajes que varían de dos frases a cuatro páginas en extensión; estas supresiones, que consisten sobre todo en la abreviación de monó­ logos y de descripciones, contribuyen por regla general a aligerar el texto. Los ejemplos más importantes son: la eliminación de dos páginas y media del pomposo discurso del conservador Lino Pereda LAS VARIANTES TEXTUALES DE «EL SEÑORITO OCTAVIO», DE A. P. V. 465 en defensa de las clases dirigentes (págs. 112-15), y la eliminación de una página del diario de Octavio, en la cual contrasta en prosa exaltada las bellezas de la religión y del heroísmo caballeresco con las exigencias de «una turba de hombres sucios, que sueltan las herramientas del trabajo para ir a vociferar delante del ayunta­ miento, pidiendo sus derechos» (págs. 221-22). A veces, la prim era edición contiene detalles que exageran los rasgos de los personajes principales (la fatuidad de Octavio, la ferocidad del conde, la bru­ talidad de Pedro); de esta manera, el autor nos informa que Pedro había matado con «placer» al negro que le había herido (págs. 159- 60), que el conde había matado a un hombre que había proferido una «palabra grosera» en la presencia de Laura (págs. 190-91), y que Pedro se sirve de su garrote para echar varios mozos al suelo durante la rom ería (pág. 208). En la edición revisada se suprime toda mención del «noviazgo» del krausista Homobono Pereda y de Adela, «la doncella de mi ca­ sa». Para cumplir «uno de los fines racionales y fundamentales de la vida», el fatuo Homobono Pereda, deliberadamente haciendo caso omiso de la diferencia de categoría social y desafiando la oposición de sus padres, decide casarse con la criada (págs. 274-76). Como educador (y egoísta), Homobono Pereda se siente atraído por la misma ignorancia de Adela, a quien quiere moldear a su gusto:

Por lo mismo que carecía enteramente de instrucción, pa­ recíame que debía tener el ánimo más dócil y más abierto para recibir la cultura proporcionada a sus facultades in­ telectuales, carácter y destino. No puedo negarte que me seducía la idea de ir formando por mí mismo su espíritu, para que fuese el regocijo y el sol de mi vida doméstica (pág. 364).

Desgraciadamente para el cándido krausista, sus sueños desapare­ cen cuando se descubre a un hombre en el cuarto de Adela. Otro cambio significativo es la supresión en la edición revisada del segundo sueño de Octavio en el capítulo IX. En la primera edi­ ción, Octavio sueña que rema por un mar silencioso y negro mien­ tras el sol se pone; al llegar a un palacio, ve a Laura reclinada, quien le mira irónicamente. El barco se hunde poco a poco; Octa­ vio, en el momento de ahogarse, ve al conde en la ventana. El sueño es bastante evocador, revelando los temores subconscientes de Oc­ tavio y presagiando el destino final de él y de Laura en las aguas del Lago Ausente. (Para el texto de este sueño, véase el Apéndice II.) 466 BRIAN J. DENDLE

El cambio más importante ocurre en el capítulo XIV. En la edición de 1896, Florencia, la querida del conde, subraya su des­ contento con su situación de «doméstica distinguida»; se comporta con ternura hacia el conde, aunque hay algo de siniestro en su ac­ titud. En la primera edición, el encuentro entre el conde y Florencia es muy distinto; es una escena de melodrama romántico del más exagerado. La sangre de los Médicis corre en las venas del conde vengador, quien se expresa en términos exaltados:

—Estoy conforme con morir a tus manos, y quisiera más allá de la tumba seguir sintiéndolas eternamente en la gargan­ ta... ¡Oh, qué hermosa eres!... Te has apoderado de todo mi ser, como un veneno que va matando, sin sentirlo... Mi alma es de otro temple que la de los demás hombres... por mis venas corre la sangre de los Médicis... y esta sangre pide un amor inquieto, palpitante, feroz. En ti sola pude hallarlo, porque eres aún más incomprensible y más lógica que yo... (pág. 307).

Florencia no quiere más ser la querida del conde, revelando su verdadera identidad aristócrata, la de la baronesa Zohiloff. El con­ de, como un tigre, se agarra de ella, quien se defiende con un cu­ chillo. En su degradación erótica, el conde se arrastra por el suelo. Al fin del capítulo se deja entender que Florencia ha pedido el asesinato de Laura. (Para el texto de la primera edición de este capítulo, véase el Apéndice III.) Otras supresiones ocurre en el capítulo XVI, el penúltimo. Lau­ ra había añorado «volar a la cima de la Peña Mayor, llevada por un ángel... pasar la vida acariciada por Dios y acariciando a sus hijos» (pág. 79); en la primera edición Octavio aparece sobre la Peña Ma­ yor ante la pecadora Laura «hermoso y siniestro como el ángel que guarda las puertas del Paraíso» (pág. 353); es curioso que esta fra­ se, que continúa el tema de la expulsión del Paraíso, desaparezca en la edición de 1896. Supresión más comprensible es la de las cuatro últimas páginas de este capítulo en la edición revisada. En estas páginas (357-61), de exagerado efecto melodramático, Pedro apare­ ce ante el conde, quien se regocija en su doble asesinato; Pedro proclama que fue él quien deshonró al conde, arrojando a los pies de su amo las cartas de Laura. Negándose a matar al conde, le per­ mite volver a su concubina; el conde termina en la locura:

—Ahora me retiro, conde. Ya sabes que he sido yo el que te ha deshonrado. Si fuese como tú, un asesino, te mataría, por­ que estás en mi poder. Por no manchar mi conciencia, te LAS VARIANTES TEXTUALES DE «EL SEÑORITO OCTAVIO», DE A. P. V. 467

permito que vayas a juntarte otra vez con la prostituta que tienes en casa. Adiós, señor conde... ¡Ah, maldito, tienes el corazón de hiena!

El conde lo miró alejarse por la pendiente arriba saltan­ do sobre la maleza como un corzo. La desesperación, la ira y la impotencia le tenían clavado al suelo, mordiendo rabio­ samente las manos trémulas. En sus airados ojos brillaba el fuego de la locura (pág. 360).

El señorito Octavio es, como ha señalado la crítica (2), la obra de un principiante. Aunque contiene elementos de valor literario —las evocaciones de la triste juventud de Laura y de la tertulia de la tienda de don Marcelino, un simbolismo sexual bastante sugestivo (3), y la interesante metáfora (desgraciadamente insufi­ cientemente desarrollada) de la lóbrega Peña Mayor y del paraíso perdido— El señorito Octavio fracasa como novela por su falta de intriga coherente, por su visión satírica desprovista de mensaje aparente (la primera edición llevaba apropiadamente el subtítulo «novela sin pensamiento trascendental»), y por sus personajes de una sola faceta o con contradicciones internas. La comparación de las ediciones de 1881 y de 1896 revela la manera en que el Palacio Valdés maduro trató de corregir su obra juvenil. La abreviación de numerosas descripciones y discursos aligera considerablemente el texto; la eliminación del «yo» del narrador, aunque llevada a cabo con exceso, libera la novela de la práctica periodística de la graciosa charla con el lector. El cambio de más beneficio es la eli­ minación del absurdo melodrama romántico del amor apasionado y frenético del conde y de la baronesa Zohiloff. Las únicas enmen­ daciones poco afortunadas son la eliminación del proyecto de matri­ monio del krausista Homobono Pereda (sus infortunios corroboran la sátira de los amores librescos, ejemplificada en el cortejo de Octavio a Carmen y a Laura), y la eliminación del segundo sueño de Octavio, vislumbre de la mente subconsciente que iba a ser un rasgo de las novelas del Palacio Valdés maduro.

(2) Véase, por ejemplo, Andrés G o n z al Bel z a n, c Historia o de la novela en España desde el romanticismo a nuestros días (Madrid : Sáenz de Jubera, 1909), págs. 516-17. (3) Véase el excelente estudio de Noël M. V a l i, s“Palacio Valdés, First Novel”, Romance Notes, XX (1980), .317-21. 468 BRIAN J. DENDLE

APENDICE I

Este ejemplo de la intervención imaginativa y graciosa del narrador en la novela ocurre en las páginas 106-07:

Confieso mi debilidad; estas mezclas de tierra y cielo en las muje­ res, siempre me han hecho un efecto extraordinario. Así que, no diré una, sino muchas veces estuve tentado a soltar la pluma del narrador e introducirme como uno de tantos personajes secundarios de la histo­ ria insignificante que voy relatando, tan sólo por el gusto de galantear a la hija de don Marcelino. Supongamos que no me hubiese dado cala­ bazas (todo cabe en el terreno de las suposiciones); pues ya saben us­ tedes que, dejando aparte las antedichas curvas, la niña no estaba en la calle, como decían en Vegalora. Y si don Marcelino me hubiese acep­ tado por yerno, a estas horas seguramente me tendrían ustedes, para lo que gustasen mandar, en su acreditado establecimiento, despachando con toda solemnidad camisetas de algodón y percal francés. De esta suerte hubiera podido evitar el humillante calvario que en España se ven obligados a recorrer los que, como yo, se dedican a las letras con más afición que ingenio; aunque tal vez cayesen sobre mi cabeza otros males de los cuales ruego a Dios les libre a todos ustedes, amén. Pero entonces, ¿quién hubiera escrito la novela del señorito Octavio? Galdós Alarcón y Valera son llamados a más altas empresas, y además estoy seguro de que no han entrado una vez siquiera en la tienda de don Marcelino ni han puesto los pies jamás en la Segada. Y lo que es en Vegalora y seis leguas a la redonda afirmo, aunque parezca inmodestia, que no hay un solo novelista que me llegue a la suela del zapato. Por no privar, pues, a las generaciones futuras de obra tan interesante y por cierto contrato que sobre ella tengo hecho con un librero, me pro­ pongo relatar fielmente la historia sencilla de nuestro amigo Rodríguez.

APENDICE II

El segundo sueño de Octavio, páginas 231-32:

Mas de improviso y sin saber cómo, encontróme sentado en una barca en medio de un mar verdoso y sombrío. El sol que se estaba po­ niendo le hería de través con sus pálidos rayos. El agua no se movía; el viento callaba. Creíme perdido y empecé a remar marchando a la ventura. Remé durante mucho tiempo sin percibir orilla ninguna, y ya me iban abandonando las fuerzas cuando acerté a ver las agujas de dos elevadas torres. Caminé hacia allá y pronto divisé un magnífico palacio que las aguas del mar lamían, y detrás de él se vislumbraban soberbios y frondosos jardines. Acerquéme cuanto puede, y ¿cuál fue mi sorpresa al observar que en una de sus ventanas ojivales estaba ella reclinada, hermosa como nunca y deshaciendo con sus dedos afi­ lados una rosa cuyas hojas arrojaba con desdén a la mar? Se posaron sus ojos sobre mí, pero con una expresión muy singular. Parecían a LAS VARIANTES TEXTUALES DE «EL SEÑORITO OCTAVIO», DE A. P. V. 469

primera vista risueños y benévolos, pero reparando mejor se observaba allá en el fondo mucha ironía. Miréla también y nos estuvimos con­ templando un gran rato en silencio. No sé por qué me acometió enton­ ces una tristeza profunda. La barca se balanceaba suavemente. Noté que se iba hundiendo poco a poco, pero no me importaba nada. Me era imposible separar la vista de aquellos ojos brillantes y cargados de malicia que estaban clavados en los míos. Parecía que ellos eran los que tenían la culpa de que me fuera hundiendo. Ya el agua iba alcanzando los bordes de la barca, ya penetraba dentro, ya me llegaba a la cintura. Entonces, sin dejar de mirarme fijamente, extendió su mano y señalando con el dedo los abismos de aquella mar siniestra, dijo con acento penetrante: “¡Ahí!... ¡ahí!... ¡ahí!”. El agua me lle­ gaba al pecho, a la garganta, a la boca, a los ojos... Al tiempo de sumergirme por completo, vi con sorpresa y horror que ya no era ella la que estaba a la ventana, sino el conde. No fue más que un relámpago.

APENDICE III

La versión original del encuentro entre el conde y Florencia, páginas 306-18:

El hombre le tomó una mano y la llevó suavemente a sus labios. Tampoco el aya hizo el menor movimiento. Entonces el hombre sacu­ dió ligeramente aquella mano, mientras con acento de cólera reprimida exclam aba: —¿No escuchas, di, no escuchas? Soy yo, el conde de Trevia, el que te habla. —¿Y qué tienes que decirme tú, el conde de Trevia? —repuso el aya, volviendo lentamente la cabeza. —Que hay en la tierra un hombre que se ha atrevido a escupir so­ bre el honor de don Carlos de Montreal, y que ese hombre todavía respira el aire puro de la atmósfera, y su sangre, sin faltar una gota, circula aún libremente por sus venas malditas... que mientras tanto la mía recorre a brincos el cuerpo como un corcel desbocado, y algu­ nas veces se me atraviesa en la garganta y amenaza ahogarme... que aún faltan muchas horas para que amanezca... que tengo el humor negro, muy negro, y que necesito que hoy al menos seas humilde... ¿Lo oyes, di, lo oyes?... De otro modo no respondo de mí... —Y yo te digo —repuso el aya mirándole a la cara— que me río de ti, de tu cólera, de ese hombre y de todas las necedades que acabas de pronunciar. El cuerpo del conde se estremeció de arriba abajo, y se advirtieron en él impulsos de ejecutar algo bárbaro, pero se contuvo al instante, y mirando a la institutriz con rabia mezclada de admiración, exclamó sordamente: — ¡Eres una fiera! —Lo sé —contestó ella con acento tranquilo. 4 7 0 BRIAN J. DENDLE

—Te amo y te aborrezco a un mismo tiempo... Te amo hasta el punto de que por un cabello tuyo daría cien vidas si las tuviera... A pesar de eso, el día que te ahogue entre mis manos sentiré un placer inmenso. Los ojos de la hermosa se suavizaron y pasándole con dulzura un brazo alrededor del cuello, le dijo al oído: —No lo sentirás tal, porque antes te ahogaré yo a ti. —Estoy conforme con morir a tus manos, y quisiera más allá de la tumba seguir sintiéndolas eternamente en la garganta... ¡Oh, qué hermosa eres!... Te has apoderado de todo mi ser, como un veneno que va matando, matando sin sentirlo... Mi alma es de otro temple que la de los demás hombres... por mis venas corre la sangre de los Médicis... y esta sangre pide un amor inquieto, palpitante, feroz. En ti sola pude hallarlo, porque eres aún más incomprensible y más loca que yo... El conde mientras decía esto acariciaba con la suya una de las ma­ nos primorosas del aya. De pronto un recuerdo fatal acudió a su me­ moria y quedó inmóvil. Sacó una carta estrujada del bolsillo, y después de desplegarla entrególa a miss Florencia diciendo: —Lee eso. El aya la aproximó a la chimenea y pasó rápidamente la vista sobre ella. Era el anónimo que no hacía aún dos horas escribiera el señorito Octavio. —¿Y qué tengo yo que ver en esto? —dijo con soberano desdén de­ volviendo la carta al conde. —Nada, pero ¿ves estas manos?... Mañana, antes que el sol se pon­ ga, las verás rojas de sangre... Hoy están nerviosas, convulsas y no pueden acariciarte como otras veces, hermosa mía... ¡Qué ajeno an­ dará ese hombre de que mañana dormirá para siempre!... Un amigo me lo dice... ¡Oh, si yo supiera quién es el amigo, amigablemente le mandaría a acompañar al otro amigo!... No hay duda que la venganza es el placer de los dioses, pues con sólo pensar en ella siento bañarse de dulzura el corazón... Ven. acércate un poco... déjame besar tus ojos... no los hay más admirables sobre la tierra... Dime, ¿conoces tú a ese hombre? —Quizá. •- —Pues di luego su nombre. • . —¿Y a ti qué te importa su nombre? ¿No aseguras que ha escupido sobre tu honor? ¿Qué más da que se llame de un modo o de otro para morir? —Tienes razón, más vale ignorarlo hasta que no se llame ya más que... un cadáver... Pero, mira, aquí en los oídos me está sonando desde que leí este papel. No necesito que me lo digas... Pensemos ahora en otra cosa... pensemos en ti. Hace ya algún tiempo que me tratas con mucha crueldad, ingrata; te encuentro casi siempre fría, desde­ ñosa ; mis caricias no logran despertar en tu corazón un movimiento de ternura, ni en tus labios una sonrisa; y a medida que mi amor crece, parece debilitarse el tuyo... Yo no sé de qué medio te has valido para ejercer sobre mí tal imperio... ¿Por qué lo ejerces de un modo tan tirano, dueña mía? LAS VARIANTES TEXTUALES DE «EL SEÑORITO OCTAVIO», DE A. P. V. 471

La bella extranjera sonrió corro una diosa que percibe el olor del incienso, y fue a sentarse sobre las rodillas del conde, con el silencio y la delicadeza de una gata. Los ojos opacos de aquél brillaron al reci­ bir el blando peso. El fuego lanzaba sobre ellos reflejos maliciosos. —No es verdad nada de eso —dijo la bella tomándole la barba en la punta de los dedos—. Ya sabes, Carlos, que mi corazón es insensible y duro para todo el mundo, menos para ti; que Dios me ha criado or- gullosa, fría, áspera y que me ha puesto en el pecho un poco de fero­ cidad como a las fieras. Pero tú no puedes quejarte, porque al cabo te has logrado introducir en el único rincón apacible que hay en él; has arrancado la única flor que ha crecido y crecerá en mi alma; conse­ guiste acariciar a la fiera. Si tú no me hubieses enseñado lo que es amor, moriría sin conocerlo, porque ningún otro hombre haría por mí lo que tú has hecho. Acuérdate de las humillaciones que has sufrido, las lágrimas de fuego que has derramado, las noches en vela que pa­ saste, temblando de frío, a la puerta de mi cuarto. Pero ya te las he pagado con usura; ¿no es verdad, querido mío?... Tú eres como yo; por satisfacer un capricho das con gusto la vida... Tú tienes el corazón más grande que los demás hombres; eres valiente como un león, sin perder jamás tus maneras cortesanas; eres orgulloso como un rey; tie­ nes el corazón de bronce y la voluntad de acero. ¡Desgraciado el hom­ bre que te ofenda! — ¡ Desgraciado! —repitió el conde. El aya acercó los labios a su oído y le preguntó en voz baja: — ¿Morirá él solo? — ¿Pues quién quieres que le acompañe? —repuso un poco espan­ tado. —Ella. — ¡ Ella, no! — ¿Por qué? —Porque no tengo ningún derecho para hacerlo; porque tú sabes mejor que yo hasta dónde le he clavado el puñal de los celos, hasta qué punto, bárbaro, inconcebible, he ofendido su dignidad; porque el mismo sol se nublaría al presenciar una acción tan baja y tan cobar­ de... ¿No te bastan las indignidades que me has obligado a llevar a cabo? Miss Florencia se había puesto en pie rápidamente desde las prime­ ras palabras del conde, y clavaba en él sus ojos coléricos. —¿Y tienes derecho a degradarme a mí, haciéndome representar el papel de concubina?... —Nadie lo sabe. — ¡Lo sé yo!... ¿Tú no comprendes que cada una de las muestras de respeto que prodigas a tu mujer en público, son otras tantas saetas envenenadas que van a clavarse en mi corazón, y que son tantas las que me has lanzado que ya no tengo corazón para llevarlas? ¿Tú no comprendes que mi vida es un martirio continuado, y que la caricia que me haces con una mano es borrada al instante por la herida que me haces con la otra?... —Esas heridas están bien compensadas por las que tú causas con­ tinuamente a la condesa. 4 7 2 BRIAN J. DENDLE

— ¡La condesa!... ¿Lo ves?... Ni aún conmigo prescindes de ese tí­ tulo, que me trae a la memoria la humillación en que vivo ¡Ah! No has medido aún la extensión de mi orgullo... Vamos, mírame bien. ¿No tengo porte de condesa?... ¿Mis manos, no son finas y delicadas como las de una dama encopetada?... ¿Mi cuello, no es erguido y esbelto?... ¿Tengo por ventura los ojos humildes y rastreros como una sirviente?... Contempla ahora mi marcha; di, ¿no es distinguida y majestuosa?... ¡Qué pobre diablo eres! ¡Cómo me río de ti!... Cuando me recibiste de manos de las monjas venerables que me educaron, creiste llevar a tu casa a la hija de algún desgraciado menestral a quien el fuego del horno hubiese tostado el rostro y el uso de la herramienta encallecido los dedos... Ibas muy engañado, conde de Trevia: mi familia es tan ilustre por lo menos como la tuya. Llevabas a formar parte de tu ser­ vidumbre a la baronesa de Zohiloff, a quien su padre había arruinado, y que antes de mendigar el socorro humillante de sus parientes, o ser­ vir de dama de compañía a alguna prima imbécil, prefería ganar el sustento fuera de la patria. Las monjas de Dublín te enterarán de todo cuando se lo exijas. Si ha salido tal secreto de mis labios, es por­ que ésta será nuestra última entrevista: de otra suerte, nunca lo hu­ bieras conocido. Puedo bajarme a desempeñar los oficios más viles, pero no tengo derecho a humillar un nombre insigne, respetado y te­ mido durante muchos siglos... ¿Qué te parezco ahora? ¿No es verdad que tengo figura aristocrática? De seguro adviertes en mí perfecciones que jamás habías visto. Ya puedes quedar tranquilo; no has arrastrado tu dignidad implorando el amor de una villana; la piel en que has posado los labios, oculta una sangre depurada por el heroísmo de ilus­ tres capitanes; los pies que acariciaste tantas veces, están más aveza­ dos a hundirse en las alfombras que en el barro de las calles .. Pero ahora, ni una palabra más. La baronesa de Zohiloff corre a ocultar su vergüenza entre la muchedumbre. Para darle satisfacción cumplida ne­ cesitas cometer un crimen, y prefieres la paz de tu conciencia a la de mi honor. Sea en buena hora. El mundo es grande y puede esconder perfectamente mi deshonra. Hazte cuenta que has poseído al aya de tus hijos, a miss Florencia, a una advenediza nacida entre las telas de arañas de alguna buhardilla... En cuanto a la baronesa de Zohiloff, es orgullosa como el águila que sus abuelos llevaban sobre el casco cuando marchaban a la guerra, y ten por cierto que sabrá morir antes que prostituir su nombre... Adiós. La extranjera al decir estas palabras se había erguido con altivez, y su figura aparecía más arrogante y majestuosa que otras veces: bri­ llaban sus ojos con inusitado fuego, y la sangre acudiendo a las meji­ llas, las había teñido ligeramente de carmín. El conde vio efectivamente en ella algo superior que se le había escapado hasta entonces, y que hizo de repente crecer su admiración. Fue para él un ser nuevo rodeado de todos los atractivos del antiguo y de Otros muchos más. Y aquel ser extraordinario que tanto había apetecido, aquel mundo vivo de place­ res infinitos huía para siempre de su vista. Los deseos que ya estaban despiertos se le encendieron, y despertaron los dormidos briosamente. Dio un paso adelante, y con los ojos extraviados y la frente acalorada LAS VARIANTES TEXTUALES DE-«EL SEÑORITO OCTAVIO», DE A. P. V. 473

' extendió‘íás maños'convulsas hacia aquélla mujer (Jüé fascinaba sus sentidos,5exclamando: - ' '* ' ■—¡Oh1, no me1 había-engañado mi instinto!... Eres lo qué debías ser..."Mi alma no te desconocía; ya lo sabes. El amor te-ha tratado como a una reina, porque tiene mejor vista que la fría razón.' No creas que deploro las horas en que no eras para mi más que una pobre mujer ' - abandonada, no; entonces te amaba con delirio y me sabían tus besos como si bajasen del mismo cielo: en esas horas yo no echaba de menos nada y me consideraba tan feliz como un ángel... Pero ahora te amo más, mucho más, y alcanzo con los ojos del alma horas dé mayor dicha que las pasadas, horas que alguna vez se sueñan en la vida y que jamás se realizan... Tú tienes poder bastante para’ dar forma a los sueños de : '' mi fantasía, para levantarme sobre el resto dé los mortales... ¿Por qué me pides una infamia tan horrenda én‘ cambió de esa dicha? .. Pide cualquier otra cosa... cualquier otra infamia...'Por ti estoy pronto a ser un héroe o'un malvado... La institutriz dio un paso atrás y repitió secamente: — Adiós. —Escucha... tú no puedes separarte de mí; tú no puedes romper el lazo de hierro que forjó el demonio para unirnos... Cerca de ti me en­ venena tu aliento, y lejos de ti me envenenaría el aire puro de la atmós­ fera... ¿Piensas, desdichada, que te voy a dejar partir con la serenidad de una estatua? ¿Has visto alguna vez a un tigre hambriento abando­ nar su presa?... Pues hazte cuenta que soy un tigre y que te echo la zarpa... ¿Lo ves?... ya estás cogida... El conde había cogido, en efecto, a su querida por las muñecas y la arrastraba hacia sí con fuerza. La embriaguez del apetito triunfante estaba pintada en su rostro. —Déjame... ¡ suelta, miserable!... —No... eres mía... mía para siempre. La institutriz forcejeaba por desasirse de las tenazas que la sujeta­ ban, y volvía el rostro para no recibir los besos abrasados de su amante. Al cabo, el orgullo, la rabia y la indignación le prestaron tal fuerza, que logró rechazarlo con una violenta sacudida. El conde tropezó al mismo tiempo en el pie de una butaca y fue a dar con la cabeza en el mármol de la chimenea. Cuando se levantó corrían algunas gotas de sangre por su frente. —Has conseguido herirme... me alegro... Los tigres al amarse se hacen sangre... —Yo no te amo, te aborrezco... mejor dicho, te desprecio... Eres un cobarde... Quiero borrar de mi memoria hasta el recuerdo de tu ima­ gen... la imagen del marido más condescendiente de la tierra... ¡Si supieras cuánto te desprecio! ¡Parece mentira que yo haya llegado a amar a un tonto como tú!... Ven, acércate... prueba a retenerme otra vez y sentirás mi última caricia... La extranjera se había apoderado vivamente de un cuchillo de mon­ te que había sobre la chimenea y lo apretaba con mano crispada. El conde exclamó con voz ronca: —Ya sabes que no temo a la muerte; la que tú me dieras, además, sería tan dulce, que antes debiera desearla... Pero no... no la deseo: BRIAN J. DENDLE yo necesito vivir todavía algún tiempo. Todavía me restan muchas ho­ ras de placer en este mundo... Hoy, como nunca, apetezco sentir el calor de tus manos en mis sienes, y la humedad de tus labios en los míos... Es preciso que viva, y que te ame... y que me ames... ¡Qué desgraciados son los demás hombres que cruzan por esta vida, y se mueren sin recibir una caricia tuya!... ¿Te acuerdas, hermosa, del via­ je que hicimos solos de Nápoles a Sorrento? La tarde era tibia y des­ pejada. El rumor del carruaje convidaba a dormir. Yo, que te amaba ya con frenesí, iba depositando besos tímidos sobre tu ropa con miedo de que despertases. Una vez me atreví a besarte en el pelo, y desper­ taste. La mirada que lanzaron tus ojos al comprender lo que había sucedido me hizo desgraciado mucho tiempo. ¡Cuánto me has hecho padecer!... Pero no me quejo... al contrario, me alegro. Yo no merezco que me ames; no soy digno de tanta dicha... pero ya me la has otor­ gado, y te juro por el cielo que no me la arrancarás... Perdóname... no sé lo que digo... Mírame a tus pies. No te vayas, no te vayas... Ten compasión de mí... Si te vas, húndeme antes ese cuchillo en el corazón, y déjame bien muerto para que no pueda recordarte... ¿Lo harás, sí, lo harás?... El conde se arrastraba por el suelo, trémulo, palpitante, con los sen­ tidos alterados, y besaba con frenesí las rodillas y los pies de la dama. Esta se inclinó lentamente sobre él y le hizo al oído una pregunta. La cabeza del conde se movió afirmativamente. El semblante de la baro­ nesa de Zohiloff, cuando tornó a alzarse, estaba iluminado por una feroz satisfacción. La lumbre fenecía, y antes de morir arrojaba sobre él algunos destellos rojos que lo hacían más hermoso y siniestro. UN SONETO NECROLOGICO DE MANUEL FERNANDEZ JUNCOS

POR

J.I. GRACIA NORIEGA

La influencia de Manuel Fernández Juncos (1846-1928), asturiano de Tresmonte, , que emigró a Puerto Rico a los once años de edad, en la vida cultural y literaria de la isla antillana (y en la social, filantrópica y política) es cuantiosa; acaso sea en Es­ paña, su patria, a cuya nacionalidad nunca renunció, donde menos se conoce y se reconoce su obra: pues como ya escribía J. Mercado en el semanario llanisco «El Pueblo», el 27 de mayo de 1911: «Su obra tuvo resonancia en todas partes más que en España. Hombres eminentes de Europa y de América estuvieron en correspondencia con él desde que apareció la inolvidable «Revista Puertorriqueña», que tenía corresponsales en París, Londres, Berlín, Madrid, Roma y Bruselas. Don Jacinto Octavio Picón y don Juan Valera tenían a su cargo en dicha revista la información mensual sobre el movi­ miento artístico y literario de España». De esta revista, Menéndez y Pelayo proclamó en su «Antología de poetas hispanoamericanos» que era una de las mejores revistas científicas y culturales del Nuevo Mundo. La personalidad de Fernández Juncos excedía el marco isleño, e incluso el de la lengua española, ya que, según Mercado, «fundó y propagó entre las más altas intelectualidades del país la Alianza Latina, de acuerdo con Víctor Hugo y Mistral, que estuvieron a la cabeza de este generoso movimiento». Constantino Suárez, en «Escritores y artistas asturianos», t. III, atribuye el relativo olvido de Fernández Juncos en España a su 476 J.I. GRACIA NORIEGA condición de autodidacta: «Entre los abundantes casos de asturia­ nos de formación intelectual autodidáctica en tierras de América, el de Fernández Juncos es uno de los más ilustres y memorables. No se suele en España, donde tanto abundan los galopines salidos de las universidades, acoger con favorable disposición de ánimo a los hombres que no se forman en ellas, y menos si la factura es americana. Si no se han recibido estudios oficiales, si no se es por lo menos licenciado en algo, como si sólo en los libros de texto estuviera contenido todo el saber humano, supone un titánico es­ fuerzo hacerse respetar entre los españoles como intelectual». Sin embargo, Fernández Juncos, aparte de fundar el semanario «El Buscapié» y la «Revista Puertorriqueña», dos publicaciones presti­ giosas en todo el ámbito americano, creó también bibliotecas e instituciones culturales, y no es exagerado considerarle como uno de los iniciadores de la literatura puertorriqueña. Ocupó, asimismo, altos cargos, tanto culturales como políticos, como los de presiden­ te de la Academia de la Lengua y del Ateneo puertorriqueños, y ministro de Hacienda en el gobierno autonómico de 1898; y es autor de veintiséis libros, de carácter literario, educativo, científico o antològico, como «Cuentos y narraciones», «Galería Puertorrique­ ña. Tipos y caracteres», «Galería Puertorriqueña. Costumbres y tra­ diciones» (reunidos posteriormente en un solo volumen, «Galería Puertorriqueña», Instituto de Cultura Puertorriqueña, 1958), «Don Bernardo de Balbuena, obispo de Puerto Rico. Estudio biográfico y crítico», «Varias cosas», «Semblanzas puertorriqueñas», «Habana y Nueva York», «De Puerto Rico a Madrid», «Los primeros pasos en castellano», «La lengua castellana en Puerto Rico», «Hostos, co­ mo educador», «Compendio de moral», «Canciones populares», «Lec­ turas escogidas», «Epístola satírica en verso», «Clemencia Real», «The visión of sir Laufal» (en colaboración con Mary E. Beckwith), «La última hornada», etc. Cultivó el cuento, la biografía, el ensayo, el artículo de periódico, la semblanza, el relato costumbrista, la poesía, la recopilación folclórica, etc.: como escribe Josefina Ri­ vera de Alvarez en «Literatura puertorriqueña. Su proceso en el tiempo»: «Desplegó en Puerto Rico, su patria adoptiva, una extra­ ordinaria labor periodística y literaria que abarcó distintas facetas, entre las cuales figuraron diversos aspectos del relato —cuadros de costumbres, tradiciones y leyendas, cuentos— vinculado al suelo isleño»; la cual añade: «Como prosista, demostró dotes de ver­ dadero maestro, de lenguaje pulcro y decoroso, y espíritu sereno desbordante de hidalguía y elevación». En cuanto a su influencia literaria, anota la mencionada autora: «Fueron muchos los poetas UN SONETO NECROLOGICO DE MANUEL FERNANDEZ JUNCOS 477 y prosistas noveles —entre otros, Luis Muñoz Rivera, José A. Negrón Sanjurjo, Matías González García, etc.— que se vieron alentados por la crítica paternal de este extraordinario promotor del desarro­ llo literario isleño, quien además daba acogida a sus producciones primerizas en las columnas de «El Buscapié». También fueron nu­ merosos los ensayos de justipreciación literaria que en ése y otros periódicos y revistas hubo de publicar este mismo autor sobre obras varias en el campo de las letras insulares. Asimismo vieron

la luz con el espaldarazo prologal de Fernández Juncos diversos li­ bros de plumarios nuestros como Francisco Alvarez, Salvador Brau, Manuel Padilla Dávila, José Gordils Vassallo, Sebastián Dalmau Canet, etc.». Más radical, J. Mercado asegura en el artículo citado: «Durante los últimos 50 años, raro fue el libro que no tuviera al frente un prólogo de Fernández Juncos». Josefina Rivera de Alvarez 478 J.I. GRACIA NORIEGA llega a la conclusión de que «la magnitud y generosidad que revis­ te esta particular fase de la labor escrita del literato y periodista que nos ocupa le concede en su tiempo indudables calidades de pre­ claro animador de nuestras letras criollas, como señala Pedreira». A esta labor ha de añadirse el esfuerzo de Fernández Juncos para preservar la lengua española de las acechanzas del inglés. «Fernández Juncos acometió y realizó en el plazo angustioso de dos meses la tarea de crear los libros nuevos en castellano», escribe Rafael Altamira en «Epaña en América», y añade: «Nuestro idioma se ha salvado en Puerto Rico. No lo han salvado las armas ni la diplomacia, sino el patriotismo inteligente de un español». Entre la ingente obra de Manuel Fernández Juncos se cuentan algunos poemas manuscritos, que la amistad de sus familiares pu­ so a mi disposición. Uno de ellos es el soneto titulado «A Salvador Brau, a los pocos días de su muerte». No puedo asegurar que sea enteramente inédito, pero la copia de que me he servido es de puño y letra de su autor, cuya firma se estampa al final; la ausencia de tachaduras hace suponer que se trata de una versión definitiva, pasada a limpio. Su texto es como sigue:

Salvador, si en el cielo donde moras Hay libertad y luz; si las pasiones No saturan de hiel los corazones Y es apacible el curso de las horas; Si del amor las leyes redentoras Rigen en esas plácidas regiones, Y no hay necios ni críticos ramplones Ni enemistades bajas y traidoras. Si hay junto a donde estás un lugarejo En donde quepa el ánima de un viejo, Sin tus vivos fulgores de poeta, Pídele un pase a Dios omnipotente Para un amigo y compañero ausente Que ya tiene arreglada la maleta.

No es ésta la primera vez que Fernández Juncos se ocupa en verso de Salvador Brau; en el poema satírico «En el Parnaso», le menciona en los versos:

— ¿Y qué hace Brau? —Cuenta cuartos. — ¡Buen provecho! UN SONETO NECROLOGICO DE MANUEL FERNANDEZ JUNCOS 479

—No son suyos. —¿Pues de quién son? —Del Estado.

Igualmente le dedica una de sus «Semblanzas puertorriqueñas», en la que le presenta con: «Rostro sereno y a veces algo sombrío, sin dejar de ser agradable; frente cuadrada, espaciosa y un tanto marchita por la constante labor intelectual; ojos grandes, negros y de mudable expresión... cejas arqueadas, cabello abundante, ne­ gro, bigote ralo y sedoso que tiende como a ocultar Una boca entre huraña y displicente, más dispuesta al silencio que a la conversa­ ción». Salvador Brau (1842-1912), según Josefina Rivera de Alvarez, «eminente historiógrafo, valiente periodista, y además autor dra­ mático, novelista y ensayista, encuadra como poeta dentro de los cánones del Romanticismo, pero cierto esmero por la corrección formal lo acerca también a las normas de perfección clasicista al estilo de Núñez de Arce». Entre sus poemarios se cita «Hojas caídas» (1909), y, de su obra teatral, «Héroe y mártir» (1871), am­ bientada durante la rebelión de los Comuneros de Castilla; «De la superficie al fondo» (1874), juguete cómico; «La vuelta al hogar» (1877) y «Los horrores del triunfo» (1887), pieza sobre piratería y aventuras en el mar Caribe. Probablemente este poeta y dramaturgo en verso, que se apro­ ximara a la manera de hacer de Núñez de Arce, no contaba, en el momento de su muerte, con que a los pocos días ese acontecimiento inspiraría un soneto necrológico casi festivo del asturiano, y buen amigo suyo, Manuel Fernández Juncos, en el que destaca la total ausencia de dramatismo y truculencias. LOS PRIMEROS NATURALES DE NAVIA QUE VIAJARON A INDIAS

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JESUS MARTINEZ FERNANDEZ

Las grandes corrientes migratorias del concejo de Navia acon­ tecieron en el siglo XIX y primer tercio del siglo XX. Recientemente nos hemos ocupado del fenómeno en sendas publicaciones estu­ diando su volumen, significado, resortes determinantes y eventuales retornos (1). Intentamos mostrar y demostrar cómo los datos ofi­ ciales disponibles no reflejaban la realidad de los montantes debido a la clandestinidad de las salidas, falsificación de respuestas o sim­ ple negligencia administrativa. Y para aproximarnos a la realidad hubimos de recurrir a laboriosas encuestas y pesquisas de difícil verificación. En los tres siglos anteriores (XVI, XVII y XVIII) se inició el éxodo de los primeros aventureros de una manera esporádica y paulatina. Pocos debieron regresar. Y si algunos volvieron, habrían tardado en hacerlo tantos años que sería impensable que hubieran deslumbrado a ulteriores imitadores diciéndoles lo que podrían encontrar allí. El viaje, por otra parte, constituía un auténtico sa-’ crificio. Además de las peripecias y riesgos que pudiera depararles la navegación, las gentes del norte de España tenían que atravesar todo el territorio nacional para llegar a Sevilla y preparar los em­ barques luchando contra toda suerte de dificultades. Se precisaban grandes dosis de audacia para realizar una proeza que iba a ser

(1) M artínez Fernandez, Jesús: “La emigración a las Américas”,. 1982.- 482 JESUS MARTINEZ FERNANDEZ

patrimonio de unos pocos. Sería difícil contabilizarlos si no exis­ tiera —por contra a lo que habría de suceder más tarde— un control riguroso de pasajeros que debían inscribirse en las corres­ pondientes oficinas de contratación. En los catálogos se consigna­ ban las referencias de cada uno y otras circunstancias particulares si las hubiere (2). Algunos viajaban por su cuenta. Otros como criados de altos funcionarios o llevados por éstos para poblar, cual consta en algu­ nos casos. La dependencia servil siempre explícita pudo haber sido también un subterfugio para obtener el permiso de salida; pues no se explica fácilmente que el personaje oficial llevase consigo, además de su familia, un séquito de 10-12 personas. Se ha publicado últimamente un trabajo sobre estos albores de la emigración asturiana a las Américas en el que, tras una glosa y sucinta revisión de los hechos, se ordena una relación nominal de algunos protagonistas (3). Ello nos ha impulsado a analizar el fenómeno centrándolo en nuestra demarcación municipal, con apor­ tación de nuevos patronímicos al rol de los expedicionarios. Apor­ tación que si numéricamente resulta insignificante (sin tener valor de muestra a efectos estadísticos) cobra cierta dimensión y un evidente valor histórico-anecdótico a la luz de las circunstancias, cultura y situación económica de la época, que convertían a los pioneros en unos verdaderos héroes. Parece justo no olvidar sus nombres, que deben figurar en letra impresa para admiración de muchas generaciones. Un intento de clasificación de los contingentes estudiados permi­ te discernir dos grupos de emigrantes: los indudablemente nativos a la vista de las filiaciones correspondientes y los sospechosamente naviegos en atención a los apellidos toponímicos evidentemente reveladores. La procedencia de las noticias la especificamos en la lista bibliográfica insertada al final.

(2) En el prólogo del Vol. IV del “Catálogo de pasajeros a Indias” (vide Bibliografía) la prologuista Rosario Parra aclara cómo el Archivo de la Casa de Contratación de Sevilla, inventariado por Agustín Ceán Bermúdez, consta de una sección de informaciones y licencias y otra de libros de asientos. En la primera se aportan pruebas de bautismo y matrimonio, datos genealógicos y constancia de ser los solicitantes cristianos viejos y no ser judíos, moros ni reconciliados con la Inquisición. En la segunda, que se efectuaba en el mo­ mento de embarcar, se constataban las filiaciones y se anotaba el nombre de la nave, de su capitán, etc. (3) Casariego , J.E.: “Transmigraciones asturianas. Asturianos en el des­ cubrimiento de América”, BIDEA núm. 120, 1986. LOS PRIMEROS NATURALES DE NAVIA QUE VIAJARON A INDIAS 4 8 3

En el segundo apartado encontramos a DIEGO NAVIA LOPEZ que participó con Alvar Núñez Cabeza de Vaca en la conquista del Río de la Plata, en 1542, resultando herido de un flechazo por los indios tamacois.

CATALINA SUAREZ DE NAVIA fue madre del licenciado Vasco López de Vivero, natural de Mondoñedo, que partió para Nueva España el 1 de julio de 1590 como Corregidor de Méjico con su esposa y tres hijos. 4 8 4 JESUS MARTINEZ FERNANDEZ

El licenciado Vasco López llevó como criado a JUAN FERNAN­ DEZ DE NAVIA, soltero, hijo de ARIAS FERNANDEZ DE NAVIA y de María Vázquez, el 1 de julio de 1590. FRANCISCO DE NAVIA, natural de Sevilla, soltero, hijo de CRISTOBAL DE NAVIA y de Juana Ortiz, embarcó para Nueva Es­ paña el 28 de agosto de 1567. PEDRO DE NAVIA, emigró a Méjico como Fiscal de la Real Audiencia el 4 de mayo de 1634. En el año 1728 encontramos un expediente de Fray Francisco Caballero, de la Orden de Predicadores, sobre la fundación en la villa de Santi Spiritus de un convento de su Orden en un oratorio intitulado Jesús Nazareno que con licencia del Ordinario habían erigido en ella ANDRES NAVIA CASTELLO, presbítero, y Cristóbal Díaz, donándolo a su religión para el expresado efecto. VICTORIO DE NAVIA, ilustre militar, aparece frecuentemente citado en el «Catálogo de documentos del Archivo General de In­ dias» (Santo Domingo, 1787) por sus intervenciones durante la época española de Luisiana. En el «Catálogo XXII del Archivo de Simancas» hay un FRAN­ CISCO DE NAVIA, Teniente de Milicias de infantería de Cuba y Bayamo (1799), y un JOAQUIN DE NAVIA, Sargento de los Drago­ nes de Buenos Aires (1787). JOSE MARIA DE NAVIA (1787) y JOSE BERNARDO DE NAVIA (1786) fueron escribanos en el Consejo de Indias. El último citado hizo un testimonio el 29 de diciembre de 1786 de las características físicas de la tilma del indio Juan Diego en la que quedó estampada la imagen de la Virgen de Guadalupe. La cuantificación de los nacidos en Navia que salieron con dirección a las Indias se traduce en una docena de nombres propios hallados en los treinta y ocho años analizados del siglo XVI que abarcan los siguientes períodos: 1535-1538, 1541-1542, 1560-1566, 1567-1574; 1567-1577, 1586-1599. He aquí las relaciones individuales: CRISTOBAL LEBRON, de Puerto de Vega, primer Togado de Indias en Santo Domingo (1511). ALVARO HERNANDEZ, hijo de Gonzalo de Ribera y de Teresa Hernández, vecino de Navia, a Veragua el 9 de abril de 1535. ' ALONSO LEBRON, de Puerto de Vega, participó con Alvar Nú- ñez Cabeza de Vaca en la conquista de Paraguay (1541), siendo el primer misionero franciscano que predicó la fe de Cristo, consi­ guiendo la conversión de la provincia de Vera. LOS PRIMEROS NATURALES DE NAVIA QUE VIAJARON A INDIAS 485

Licenciado ALVARO GARCIA DE NAVIA, natural de Navia, hijo de FRANCISCO GARCIA DE NAVIA y de MAYOR GARCIA DE NAVIA, con doña Antonia de Ruenes, natural de Valladolid, hija de Francisco de Ruenes y de María Rodríguez, y sus hijos Alvaro y Catalina. 28 septiembre 1560. El licenciado antedicho lleva consigo como criados al Perú a 20 personas, entre ellas a su hermano ALFONSO GARCIA DE NAVIA, natural de Navia, soltero, hijo de Francisco y Mayor, anteriormente citados. El licenciado SANTIAGO GARCIA, natural de Navia, hijo de Diego García y de Francisca Rodríguez, va a Santo Domingo como Fiscal de la Real Audiencia el 17 de mayo de 1566. JUAN ALONSO DE NAVIA viaja a Chile en 1573. Otro JUAN ALONSO DE NAVIA, contemporáneo del anterior, fue Gobernador de La Habana. JUAN LOPEZ DE QUIROS, natural de Navia, con su mujer Mar­ ta Hernández, natural de Luarca, a Nueva Andalucía como pobla­ dores con Francisco de Vides, el 13 de octubre de 1592. ADAN DIAZ, natural de Navia, soltero, a Nueva España como criado del licenciado Gutierre Bernaldo de Quirós, el 14 de junio de 1599. FERNANDO TRELLES DE VILLAIZ, natural de Villapedre, ocu­ pó el cargo de Corregidor en Perú desde 1764 hasta 1777. LA CASA DE LIENES contribuyó con muchos e ilustres nom­ bres a la emigración a partir del siglo XVI: ANTONIO NAVIA BOLAÑO, Oidor de la Real Audiencia de Mé­ jico, 2 marzo 1695. FRAY MATEO NAVIA BOLAÑO Y MOSCOSO, Obispo de Nica­ ragua (21 septiembre 1757). ÑUÑO NAVIA BOLAÑO, Oidor de Santo Domingo (18 junio 1764). ALVARO NAVIA BOLAÑO Y MOSCOSO, Oidor de Las Charcas (1705) y de Lima (1720) y Auditor General de Guerra del Perú (16 junio 1709). ANTONIO DE NAVIA MOSCOSO Y BOLAÑO, Oidor de Guate­ mala y Méjico (fines del siglo XVII). 486 JESUS MARTINEZ FERNANDEZ

OBRAS Y FONDOS CONSULTADOS

1.—“Catálogo de pasajeros a Indias durante los siglos XVI, XVII y XVIII”, Vol. II (1535-1538), por Cristóbal Bermúdez Plata, C.S.I.C., Sevilla, 1942, III-193, núm. 692. 2.—Id. Id. Id., Vol. IV (1560-1566), por Luis Romera Iruela y M.a Carmen Galbis Diez, D.G.B.A.A.B., 1980, págs. 547, 548, 561, 564, 589. En la pág. 279, núm. 2.283, se habla del licenciado Cristóbal Lebrón y de un hijo suyo, Cris­ tóbal Lebrón de Quiñones, Oidor y Alcalde Mayor de la Audiencia de Nueva Galicia, natural de Guadalupe, que va con Sebastián de Olano y cuatro cria­ dos a Nueva Galicia el 7 de marzo de 1560. 3.—Id. Id. Id., Vol. V, T° I (1567-1574), por Luis Romera Iruela, pág. 373, núm. 2.541, 1980. 4.—Id. Id. Id., Vol. V, T° II (1567-1577), por Luis Romera Iruela y M.a Car­ men Galbis Diez, D.G.B.A., núms. 2.541 y 2.542, 1980. 5.—Id. Id. Id., Vol. VI (1578-1585), por M.a Carmen Galbis Diez. Se consig­ na un Antón Lebrón que figura como padre de un hijo llamado Alonso Muñoz y sale para Quito el 29 de enero de 1582. No sabemos qué conexión podría tener con los Lebrón de Puerto de Vega. 6.—Id. Id. Id., Vol. VII (1586-1599), por M.a Carmen Galbis Diez, D.G.B.A. A.B., 1986, págs. 440-441. 7.—“Catálogo de los Fondos Cubanos del Archivo General de Indias. Expe­ dientes diarios”, T° II, 1642-1799, Sevilla, 1935, pág. 112. 8.—“Catálogo parcial de los fondos de la Sección XI —Cuba— del Archivo General de Indias”, por César García del Pino y Alicia Melis Cappa, Habana, 1978. Datos referentes al General Victorio de Navia (1777-1782) y al Teniente del Regimiento de Luisiana José Bernardo de Navia, que pasa a La Habana sin licencia (1805) desde el puerto de Santa Elena. 9.—“Catálogo de los documentos de la Sección Novena. Archivo General de Indias”, Vol. V (1724-1834), Santo Domingo, Cuba, Puerto Rico, Luisiana y Florida, Sevilla, 1935, pág. 219. 10.—“Catálogo de documentos del Archivo General de Indias. Sobre la épo­ ca española de Luisiana”, D.G.B.A.A.B., T° I, 1968, págs. 246, 247, 400, 472, 1968. 11.—“Catálogo XXII del Archivo de Simancas. Secretaría de Guerra (Siglo XVIII). Hojas reservadas de América”, Valladolid, 1958, pág. 211. 12.—“Títulos de Indias”, Catálogo XX del Archivo General de Indias, por Ricardo Magdaleno, Valladolid, 1954, págs. 22, 68, 139, 248, 272, 301, 519, 536. 557, 573, 618, 625. 13.—“El misterio de Guadalupe”, por J.J. Benítez, 1982, pág. 56. 14.—“La emigración a las Américas”, por Jesús Martínez Fernández, 1982. 15.—“Memorias históricas del Principado de Asturias y Obispado de Ovie­ do”, por C. González de Posada, 1794. Referencia a Alonso Lebrón (pág. 54) y a Antonio Navia Bolaño (pág. 383). De Cristóbal Lebrón hay una cita al final del libro IV de la primera parte de la “Historia General de las Indias” (1535) de Gonzalo Fernández de Oviedo. 16.—“Conquistadores del Río de la Plata”, por De la Fuente Machaín. Hay una alusión a Diego Navia López. Citado por J.L. Pérez de Castro en “Huella y presencia de Asturias en el Uruguay”, 1961, pág. 9. LOS PRIMEROS NATURALES DE NAVIA QUE VIAJARON A INDIAS 487

17.—“Catálogo de las consultas del Consejo de Indias” (1600-1604), por An­ tonio Heredia Herrera, Javier Rubiales Torrejón y M.a Dolores Vargas Zúñiga, Sevilla, 1983. 18.—'“Catálogo de las expediciones y viajes científicos españoles” (Siglos XVIII y XIX), por M.a de los Angeles Calatayud Arinero, C.S.I.C., Madrid, 1948. 19.—“Historia mundial de la Marina”, por M. Barjot, Madrid, 1965. En la pág. 72 publica la ilustración que adjuntamos al texto representando un navio en la época del descubrimiento de Las Antillas, según dibujo que se atribuye al propio Colón (1494). 20.—“Pasajeros de Indias”, J.L. Martínez, Madrid, 1984. LAS CAPITULACIONES MATRIMONIALES EN EL CONCEJO DE TINEO DURANTE LOS SIGLOS XVIII Y PRINCIPIOS DEL XIX

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RAMONA PEREZ DE CASTRO

INTRODUCCION

Los protocolos notariales son fiel reflejo de la vida y costum­ bres de nuestros pueblos, y expresión inequívoca de la Legislación a través de la historia. No podemos dudar de la gran importancia que representa el es­ tudio de los mismos, ya que nos dan a conocer de forma ordenada y precisa, y de generación en generación, los datos que conforman la vida de los otorgantes y de su época. Así nos lo confirma el es­ tudio sobre el valor de los protocolos ofrecido por don Agustín G. de Amezúa y Mayo en las primeras páginas de «La vida privada española en el protocolo notarial» (1). Con gran riqueza y erudición nos recrea en ese estudio preliminar sobre el notariado, su gran importancia y extraordinario valor histórico; ya reconocidos en Real Decreto del Ministerio de Justicia de 12 de noviembre de 1931. Es por ello, que teniendo a nuestra disposición estos escasos, pero expresivos documentos sobre capitulaciones matrimoniales, no hemos dudado en darlos a la luz, conocedores de su interés en

(1) G. d e A m ezu a y Mayo, Agustín: La vida privada española en el pro­ tocolo notarial, Madrid, 1950, pp. IX-XLI. 4 9 0 RAMONA PEREZ DE CASTRO cuanto que aportan algún dato nuevo para la historia de una de las instituciones jurídicas de Asturias. Antes de comenzar el estudio de algunos documentos que nos permitan conocer cómo se hacían las capitulaciones matrimoniales y, sobre todo, saber qué bienes eran los que por lo general confor­ maban el patrimonio que los novios aportaban para contraer su futuro matrimonio, creo que es preciso analizar qué artes emplea­ ban para conocerse y conquistarse y cómo se iba desarrollando el noviazgo hasta formalizar su situación. Aunque para nosotros lo interesante es el «trato» o concierto entre los padres de los novios, que solía ser muy peculiar y que recibió distintos nombres, según las zonas. Constituyen el noviazgo y los conciertos premisas para el cono­ cimiento de las capitulaciones matrimoniales, por otra parte no muy frecuentes, por hacerse generalmente de forma oral y mante­ nerse la palabra entre las partes sin necesidad de otorgarlas por escrito. No contamos con muchos documentos previos al otorgamiento de las capitulaciones matrimoniales que se refieran al concejo de Tineo en el siglo XVIII y principios del XIX; pero sí con los sufi­ cientes para comprobar los bienes que se solían otorgar, la forma de hacerlo, la cantidad que se estipulaba y el tiempo en que se eje­ cutaban las mandas por razón de matrimonio; del mismo modo que comprobamos cómo se transmitían las legítimas y herencias. Pero todos estos datos los analizaremos una vez hayamos visto el interesante y atractivo tema de conocer, como hemos dicho, el no­ viazgo y el «tratau». -El fondo documental pertenece a un archivo particular, y si bien hemos consultado-los archivos provinciales en que pudiese apare­ cer. algún otro documento de nuestro interés referido a este con­ cejo, el rastreo resultó infructuoso; razón por la que nos hemos decidido a trabajar solamente con aquellos de que disponíamos.

EL NOVIAZGO

El folklore asturiano es muy rico en este tema, siendo varios los autores que lo estudiaron, contando principalmente con el cancio­ nero y refranero, tan expresivos de la costumbre popular. Era corriente reflejar por símbolos visibles la soltería de una moza, para que de esta forma los mozos se fijasen en ella. Entre estos símbolos de soltería destaca el de llevar el pelo suelto, «moza LAS CAPITULACIONES MATRIMONIALES EN EL CONCEJO DE TINEO 491 en cabellos»; costumbre remota que ya recoge el Fuero Real en el Libro TV, Título XI, Ley VIII. Son muchos los cantares y refranes populares que hablan del pelo en relación con la soltería, como manifiesta el siguiente:

1 ■ < . «Ayer estabas soltera con el cabello tendido, y estás hora prisionera a la sombra del marido» (2).

-Otro símbolo de la soltería es que la moza «no cuelgue pendien­ tes»; expresión que recoge Martínez Torner en su cancionero mu­ sical de la lírica popular asturiana.- • Variadísimos resultaban los métodos o ritos de adivinación en torno al noviazgo y posterior casamiento. Y entre otros: Se escuchaba el canto del cuco, al que la moza le preguntaba para saber cuánto tardaría en casarse:

«Cuquiellín del rey rabuiquín d’escoba, ¿cuántos años faltan pa la mió boda?» (3).

Y cuantas veces cantase el cuco, tantos eran los años que tendría que esperar para contraer matrimonio. También se deshojaban las margaritas, y se arrancaba el fila­ mento de un helecho, que si salía recto presagiaba el casamiento antes de un año. En los pueblos de Somiedo se dobla una hierba, se mete en el puño y se va tirando por una punta, para que salga entera y no se rompa, lo que anuncia, que el.cariño de la persona amada está firme. . a„ __ ... ' Servían los naipes para el mismo fin (4); y había además otras fórmulas, como la. de soplar a la flor denominada «farol» .de la

(2) Recogido en varias localidades asturianas y que solía cantarse a las novias cuando acaban de casarse. C a b a l, Constantino: El individuo, Madrid, 1925, p. 225. (3) Perez de Castro; José Luis: El cuclillo en la tradición asturiana. Ac­ tas del 2.° Congreso Nacional de Artes y Costumbres Populares, Zaragoza, 1974, pp. 185-211. Recoge hasta trece fórmulas distintas para preguntarle al cuco sobre la fecha de la boda. (4) Estas artes adivinatorias son recogidas por Constantino Cabal en su obra ya citada - pp. 238-242; así- como por Elviro M a r t ín e z Costumbres astu­ rianas , León, 1982, pp. 46-48. ; •; ■.. 492 RAMONA PEREZ DE CASTRO

campiña, arrojar la «pulga» de la manzana o pera y ver en qué po­ sición cae, utilizar la «pebida» o semilla de una fruta y comprobar hacia qué parte va, etc. Del mismo modo presagian enamoramien­ to: el conseguir el alfiler del tocado de una novia, encontrar al sallar un maíz blanco (5), coger una rosquilla y tirar dos novios de ella para saber cuál de ellos quiere más. Contando nueve estre­ llas del cielo durante nueve noches seguidas se lograba novio, aun­ que caso de nublarse alguna, había que comenzar a contar desde el principio. Otras esperanzas de casamiento eran: el salto de la hoguera en la noche de San Juan, el beber en la fuente de Covadonga, tomar el agua de la ruda una vez cocida; y, por supuesto, el ruego a al­ gunos santos para que concedan novio: la Virgen de Covadonga, la del Carmen, el Cristo de Candás, la Virgen de la Consolación en Caravia, San Hilario en Llanes y la del Cristo de la Espina, que en su advocación dice:

«Adiós, Cristo de la Espina; adiós, camarín florido, que no pienso verte más a no ser con mi marido» (6).

Pero el que mayores ruegos recibió siempre fue San Antonio, al que rezaban no sólo las jóvenes, sino incluso las madres; que ala­ baban al Santo de esta forma:

«San Antonio, patines y manines, cara de cielo; ¿con quién casaré a la fia que tengo?» (7).

Todas estas esperanzas de casamiento se podían ver truncadas por circunstancias que presagiaban malos augurios y maldiciones; como sucedía cuando si al salir una boda de la iglesia, alguien ce­ rraba la puerta del todo, porque eso quitaba las esperanzas de casarse a las solteras asistentes a la boda. El hecho de pisarle la

(5) C a b a l, Constantino: Op. cit., p. 242; y M a r t ín e z , Elviro: Ibidem. (6) M a r t ín e z , Elviro: Op. cit., p. 53. (7) Cabal , Constantino: Op. cit., pp. 246-248, y Martínez , Elviro: Op. cit., pp. 52-53. LAS CAPITULACIONES MATRIMONIALES EN EL CONCEJO DE TINEO 493 cola a un gato significaba otro año de espera; si les barre alguien los pies, otro año; y si se enganchan a un escajo, no pueden sino casarse con un viudo (8). Eran lugares propicios para conocerse los mozos, las fuentes, molinos, romerías y filandones. En las fuentes, mientras la muchacha iba a por agua, el mozo que la pretendía se acercaba hasta allí, y mientras la «ferrada» se llenaba, charlaba con ella. La herrada constituía en algunos luga­ res prueba de la limpieza de la moza que fregaba los aros con arena hasta dejarlos como espejos para contemparse en ellos. Un cantar al respecto dice así:

«Una moza de este pueblo, por mirarse en la ferrada, tuvo miedo a les narices, y por correr vertió el agua...» (9).

En los molinos, al amparo de la noche y con la excusa de moler los granos, acudían los mozos. Del mismo modo, en fechas señala­ das las romerías eran el marco adecuado para conocerse y enamo­ rarse, bailando y jugando hasta el anochecer. En muchas aldeas incluso el día de San Silvestre, último del año, se celebraban las «estrechas», consistentes en un sorteo de novios. Se metían en una bolsa los nombres de los solteros y en otra los de las chicas in­ teresadas y se iban sacando por parejas; que terminaba con un baile (10). Los filandones constituían lugares adecuados en que se reunían las mozas para hilar y charlar, para la que las miradas lanzadas a hurtadillas de los mozos que acudían a ellos surtiesen los efectos amorosos deseados. El día más frecuente para los filandones y para el cortejo era el sábado:

«Hoy es sabadito alegre, último día de semana; es el día en que visitan los galanes a sus damas...» (11).

(8) C a bal , Constantino: Op. cit., pp. 245-246. (9) Cabal , Constantino: Op. cit, p. 250. (10) Martínez , Elviro: Op. cit., p. 49. (11) Cabal , Constantino: Op. cit., p. 251, y Martínez , Elviro: Op. cit., p. 66. 4 9 4 RAMONA PEREZ DE CASTRO

Las noches de ronda que los mozos hacían bajo la ventana de la moza que les gustaba (12), la correspondencia (13), el empleo del palo (14) que la moza escogía sabiendo cuál era su dueño y que una vez elegido dejaba el mozo afortunado a la entrada de la casa de la moza en señal de que la estaba cortejando; así como el grito que lanzaba el mozo cuando se aleja (ijujú) (15), que también se empleaba para retar al rival, constituían actos de gran significación en la conquista y cortejo de la moza. - - Costumbres muy 'enraizadas en la tradición popular asturiana eran las de cortejar-en la cocina de la.casa de la moza, a la que iban pasando por turno todos los enamorados (16), así como la de cortejar en la cama, que si bien puede parecer contrario a la moral, resultaba su práctica corriente y frecuente (17). Una vez efectuada la elección entre los pretendientes, y cuando el noviazgo era serio y comprometido, los novios solían hacerse entrega mutua de presentes: pañuelos, cintas, anillos, corales, me­ didas (cintas que se cortan al tamaño de una imagen y que llevan estampado el nombre de la moza) (18), alfileres, ligas :y navajas, etc., que si bien demostraban todo su, amor, en caso de ruptura del compromiso se devolvían mutuamente (19). Conocido es a este respecto el cantar que dice:

«Los corales que me diste - •• vuélvelos al coralero, si yo quiero más corales tiene mi padre dinero».

(12) C a b a l , Constantino: Op. cit., p p . 228 y s s.; L l a n o R o z a d e A m p u d ia , Aurelio de: Del folklore asturiano. Mitos, Supersticiones. Costumbres, en I.D.E.A., Oviedo, 1972, p . 170, y M a r t ín e z , Elviro: Op. c it., p p . 58-65. (13) M a r t í n e z , Elviro: Op. cit., pp. 71-74. — ...... (14) C a b a l , Constantino: Op. cit., pp. 269 y ss., y P e r e z d e C a s t r o , J.L.: El alarido y el palo en la cultura asturiana, “Revista de Dialectología y Tradi­ ciones Populares”, T. XVII, 1961, Cuaderno 3, Madrid, 1961. (15) C a b a l , Constantino: Op. cit., pp. 269 y ss., y L l a n o R o z a d e A m p u d ia , Aurelio de: Op. cit., pp. 171 y ss. (16) C a b a l , Constantino: Op. cit., pp. 255 y 256. ■ (17) C a b a l , Constantino: Op. cit., pp. 274 y ss., y M a r t í n e z , Elviro: Op. cit., pp. 80-83. ------(18) P e r e z S a n M a r t i n , Elsa, y P e r e z d e C a s t r o , J.L.: Las “cintas ” en la tradición asturiana, Actas 2.° Congreso Iberoamericano de Antropología (1983), Las Palmas de Gran Canaria, 1985, pp. 509-516. (19) C a b a l , Constantino: Op. cit., pp. 243 y 263 a 269, y M a r t ín e z , Elviro: Op. cit., pp. 83-87. LAS CAPITULACIONES MATRIMONIALES EN EL CONCEJO DE TINEO 495

LOS TRATAOS O CONCIERTOS ,

Las conversaciones previas al matrimonio celebradas entre los padres de los novios, para estipular la dote y lo que han de aportar cada uno en consideración al matrimonio, reciben en Asturias di­ versos nombres: «tratau», «tratao», «humaza», «concierto» o «com- postorio». Estos acuerdos tienen a veces lugar en situaciones en que los futuros cónyuges han de quedar separados cada uno en su casa, por no tener todavía edad suficiente para contraer matrimo­ nio, reservándose lo pactado hasta el momento en que aquel acto tenga lugar (20). Aunque son los propios novios los que deciden casarse, no por ello hay que negar que la mayor parte de las veces los matrimonios tienen lugar por conveniencias económicas, planificados por los padres. El origen de estos conciertos puede remontarse al derecho visi­ godo, en el que la mujer es propietaria de su dote, asegurada por el marido sobre sus propios bienes, que puede transmitir a sus hi­ jos y, de no tenerlos, disponer libremente al testar (21). Como tam­ bién expresa Elviro Martínez, la dote ex-marito figura en los fueros de la Reconquista, y entre ellos en el de Oviedo (1145). El «trato» puede celebrarse bien antes de la petición de la moza o bien en el mismo acto, suponiendo el «concierto» la petición y concesión de la mano de la moza (22). En algunos municipios asturianos como Somiedo, Belmonte, Tineo y Valdés, aunque poco frecuente, en ocasiones era el novio el que hacía la petición y regateaba el «trato»; costumbre ésta más

— G a r c ía R e n d u e l e s , Enrique: Liturgia popular, Oviedo, 1950, p. 17. — M a r t ín e z , Elviro: Op. cit., p. 93. (20) F e r n a n d e z M a r t ín e z , Rafael: La realidad de la casa asturiana, Ovie­ do, 1953, p. 24. Respecto de la “humaa” consultar: — In c l a n S u a r e z , Fernando: Voz: “Humaza”, en “Gran Enciclopedia Astu­ riana”, T. VIII, p. 161. — P er ez de C a s t r o , J.L .: Instituciones del D° tradicional asturiano, “Re­ vista de Etnografía”, núm. 22, Oporto. — P r ie t o B a n c e s , Ramón: “Cocktail ” asturiano, B.I.D.E.A. XXIX, Ovie­ do, 1956. — T u e r o B e r t r a n d , Francisco: Instituciones tradicionales en Asturias, Gi- jón, 1976, p. 70. (21) A este respecto ver: M a r t ín e z , Elviro: Op. cit., pp. 93 y 94. (22) F o n t R i u s , José María: Voz: Arras, en el “Diccionario de Historia de España”, E dit.: Revista de Occidente, Madrid, 1968, T. I, pp. 370 y 371. 4 9 6 RAMONA PEREZ DE CASTRO generalizada en Gijón, Ribadesella, Villaviciosa y Colunga, y que se refleja en algunas canciones populares como la que reza:

«—Agora ya no se estila el pedir la moza al padre: entra el mozu en la cocina. —Esta moza, ¿cuánto vale...?» (23).

«En Oviedo non se estila el pedir la fía al padre: éntrase por la ventana. —Y esta gocha, ¿cuánto vale?».

La forma de celebrar el «tratao», aunque parecida, no era igual en todos los municipios. En Tineo se llama «ir de chonganiza», recibiendo tal denomina­ ción porque en la casa donde se celebraba el acto, cuando estaban todos reunidos, se freía una longaniza, comiéndola al final, cuando el acto concluye (24). En Ponga integran el «compostoriu» los padres de ambos mo­ zos, y como testigos o consejeros, los parientes más ancianos o amigos de los chicos, dos por cada uno de ellos. Después de con­ versar durante unos instante de otros temas, el padre del novio comenzaba con el objeto que allí les llevó, llegando o no a celebrar­ se el trato (25). Entre los vaqueiros de alzada los «conciertos» tienen lugar en casa de la novia. Allí asiste el padre del novio y se determina y regatea lo que cada cónyuge ha de aportar al matrimonio. En oca­ siones, los padres del novio dan una comisión a un amigo para que medie y procure los conciertos, personaje éste que por sus exageraciones en pro de una de las partes se conoce con el nombre de «embustero» (26). En Oviedo, el sábado antes de «echar el primer pregón» —o lectura de proclama— se reunían los padres de los novios para hacer el trato. Solía tener lugar en un establecimiento público de

(23) F o n t R i u s , José María: Voz: Dote, en el “Diccionario de Historia de España”, E dit.: Revista de Occidente, Madrid, 1968, T. I, pp. 1.167 y 1.168. (24) F o n t R i u s , José María: Voz: Matrimonio, en el “Diccionario de His­ toria de España”, Edit.: Revista de Occidente, Madrid, 1968, T. II, pp. 963-965. (25) C a b a l , Constantino: Op. cit., pp. 298 y 299. (26) A c e v e d o y H u e l v e s , B .: Los vaqueiros de alzada en Asturias , Ovie­ do, 1915. LAS CAPITULACIONES MATRIMONIALES EN EL CONCEJO DE TINEO 4 9 7 comidas y bebidas. «Al principio nadie se atreve a hablar del asunto que la motiva, pero después de tomar un poco de vino, uno de ellos rompe a hablar. Intervienen los futuros consuegros y llegan otros hijos casados a ver si el «tratau» les perjudica a ellos, y entre tanto, los novios, o presencian la escena, o están en una esquina de la calle esperando el resultado de aquella reunión» (27). Es costumbre parecida a esta última, la de Cangas de Narcea. Los sábados, coincidiendo con los días de mercado, «se dan cita los padres de los novios en una confitería de la localidad, adon­ de acuden acompañados de sus hijos, y mientras los padres discu­ ten «el tratao», los futuros cónyuges, que en un gran número de ocasiones se ven por primera vez en ese día, se encuentran aparte, en el mismo local, sin intervenir para nada en la conversación de sus mayores, siendo costumbre el que al final de la reunión, los padres de la novia paguen los pasteles y los del novio el vino. Si en esta reunión se ponen de acuerdo sobre el capital que ha de aportar como dote la novia o como capital propio el marido (según cuál de los dos sea el que se casa en la casa), es frecuente el que, ya desde la confitería, se trasladen los futuros cónyuges, acompa­ ñados de sus padres, a la Notaría a otorgar la escritura de capitula­ ciones matrimoniales, o que quede ya señalada la fecha en que dicho otorgamiento ha de tener lugar» (28). A veces no llegan las partes a un acuerdo y no se celebra el «tratao», y aún así, si bien muy excepcionalmente, puede ocurrir que los novios se casen igual; como expresa el siguiente cantar:

«Aunque tus padres no quieran y los míos digan no, si tú quieres y yo quiero eso será y otro no» (29).

LA FORMA DEL CONCIERTO: CAPITULACIONES MATRIMONIALES

El resultado del «tratao» o «concierto» va a quedar reflejado en una escritura de capitulaciones matrimoniales, forma frecuente en la zona occidental de la región; en un documnto privado, con lo que se evitan liquidar al Fisco; o como en otros lugares, de forma

(27) Llano Roza de Ampudia, Aurelio de: Op. cit., pp. 173 y 174. (28) F e r n a n d e z M a r t í n e z , R . : Op. cit., p. 26. (29) M a r t í n e z , E lv i r o : Op. cit., p. 98. 4 9 8 RAMONA PEREZ DE CASTRO

tácita, «la sociedad familiar tácita» (S.A. Territorial de Oviedo de 5 de marzo de 1948); que no difiere en cuanto a su organización y fines, en absoluto, «de la que existe allí donde su escritura cons­ titucional se encuentra en las capitulaciones matrimoniales» (30). De los siete documentos de que disponíamos sobre bienes que van a conformar la dote de los futuros contrayentes, no todos ellos son propiamente lo que podríamos denominar capitulaciones ma­ trimoniales; sólo dos lo son en sentido estricto (Docs. 6 y 7), los restantes contienen: una carta de pago de haber recibido cierta cantidad ofrecida a la contracción de matrimonio (Doc. 5), una de­ claración respecto a una dote ya prometida (Doc. 4), una escritura matrimonial por la que se hacen mandas de bienes al contraer ma­ trimonio (Doc. 3), convenios sobre bienes y liquidación de una dote (Doc. 2) y una cláusula de escritura matrimonial otorgada para contraer matrimonio (Doc. 1). Como puede apreciarse, se trata de documentos variados por su significado aunque no en su contenido y fines. La variedad exis­ tente entre ellos nos permite conocer las distintas y posibles formas de otorgar una dote por razón del matrimonio de futuro. En todos ellos las mandas de las legítimas van a constituir el grueso de la dote que se otorgue a los hijos por cada una de las partes para que, con ello y una vez contraído matrimonio, puedan sustentar las cargas familiares. Todos pertenecen a distintos lugares del concejo de Tineo. En cuanto a sus fechas, el primero carece de ella, los cuatro siguientes van de 1726 a 1760 y los dos restantes son del siglo XIX (1811 y 1813). Antes de analizar lo que podríamos denominar puntos comunes y ahondar con mayor énfasis en algunos que para nosotros tienen mayor interés, intentaremos exponer el contenido de cada uno de forma un tanto esquemática y muy concisa.

(30) F u r jia n d e z M a r t í n e z , R .: Op. cit., p. 45. Este autor se refiere al con­ tenido de las capitulaciones matrimoniales que hace Constantino Cabal en su obra ya citada, pp. 299 y 300, que dice: “En el lugar de tal...fecha de tantos...reunidos los firmantes y previa la conformidad de los interesados en el caso acordaron...y a fin de que puedan llevar con tranquilidad las cargas matrimoniales somos gustosos en darles la finca A. valorada en tal cantidad, la finca B. valorada en tal otra, una pareja de vacas, valoradas en tanto”...y a veces añade aún “tal cantidad de dinero”. Aurelio de Llano (sigue diciendo Fernández Martínez en su nota 53, p. 45), op. cit., p. 192, señala también, al hablar del “tratao” que “en los concejos de Grandas de Salime, Pola de Allande, Tineo, Cangas de Tineo (hoy Cangas de LAS CAPITULACIONES MATRIMONIALES EN EL CONCEJO DE TINEO 4 9 9

Documento 1. Sin lugar, ni fecha.

Cláusula de la escritura matrimonial otorgada por doña Magda­ lena García^ y doña María Antonia Vidal para casarse don Juan Carrizo, hijo de- doña Magdalena, con doña María Francisca Aran- go, hija de doña María Antonia.

— Sin datar. — Atribución de dote «en cuenta y pago de lexítimas». — Se computa la donación hecha por su tío, que se viene a su- . mar a la parte correspondiente de la legítima de la herencia ^ _ de su madre. — La dote se fija en dinero. — La entrega de la dote se hará cuando vayan a contraer ma­ trimonio. — De la cantidad asignada, una parte (440 ducados), ha de sa­ tisfacerse en bienes muebles o raíces de su elección, de los que existan en la herencia, o de otros ajenos a ella. -r— Quedan en la escritura presente, a salvo, los derechos asig­ nados como dote. — La madre de la novia se compromete a no disponer de los derechos mencionados, ni mejorar a ninguna otra de sus hijas.

Narcea) y otros de occidente, los labradores y jornaleros otorgan escrituras de capitulaciones matrimoniales porque así les conviene, debido a la costum­ bre que tienen de casar (entroncar, como ellos dicen) para casa de los padres al hijo o hija que más les convenga, que suele ser, por lo general, el varón de más edad". . . El propio Fernández Martínez, en su obra citada, nota 69, p. 59, refirién­ dose a las., capitulaciones matrimoniales en Pola de Allande, incluye en su contenido las siguientes cláusulas: “1.a. Vivirán los nuevos cónyuges en la casa y compañía de los padres del novio, constituyendo con ellos la sociedad universal de ganancias y pérdi­ das acostumbrada en el país. 3.a. En consideración a dicho matrimonio Don... y Doña... (los padres del novio) mejoran a su hijo Don... en la tercera parte de todos sus bienes, derechos y acciones, cuyas mejoras serán efectivas desde el día de la celebración del matrimonio y se valoran en la cantidad de... cada una, que el Don... acepta. 4.a. En atención también al mismo enlace, Doña... constituye a favor de su hija Doña..: dote inestimada por valor de... pesetas y a su vez Don... dota también a su hermana en la cantidad de... renuncian­ do ésta por dicha suma a los derechos que le corresponden en la herencia de su fallecido padre Don... aceptando estas dotes que son entregadas en este acto a mi presencia, para su administración y restitución familiar, el cual da de ellas la más completa carta de pago”. 500 RAMONA PEREZ DE CASTRO

Documento 2. Vega de Urdial, 20 de octubre de 1726.

Convenio celebrado entre Alvaro Fernández, vecino de Conto, y Domingo Suárez, vecino de Foyedo, en representación de su mujer Magdalena García, sobre bienes y liquidación de la dote que a la dicha Magdalena le correspondía.

— Lugar y fecha de celebración. — Efectuada ante el escribano y testigos. — Liquidación de dote y gananciales. — Designación de bienes correspondientes a Alvaro Fernández, hermano del fallecido Domingo, primer marido de Magdale­ na García.

- Bienes raíces que lleva, goza y posee dicha herencia. - Llevar el suelo de un hórreo sito en Foyedo. - Llevar lo correspondiente a la legítima de la hermana de su mujer en Barzanallana. - Llevar las dos tierras de heredad de la Vega de la Dueña, en precio de 36 ducados.

En el concejo de Carreño las escrituras públicas de capitulaciones matri­ moniales, corrientemente contienen las cláusulas siguientes, según García Ren- dueles, op. cit., p. 61: “Que la novia pasará a vivir con el novio en la casa de los padres de éste, formando todos sociedad familiar. Raro es el caso de que el novio vaya para casa de la novia, y sólo ocurre cuando los padres de ella no tienen hijo varón, o, caso de que lo haya, el dueño de los bienes no quiera continúe él la llevanza al fallecimiento de sus padres. Los bienes de todas clases que aportan al matrimonio cada uno de los cónyuges. Los bienes de todas clases que éstos y los padres del novio aportan a la sociedad familiar, incluso créditos, activos y pasivos, si los hay. La proporción en que se han de repartir las ganancias de la sociedad fami­ liar y de pagar las deudas. Que los bienes aportados por las mujeres a la sociedad familiar responde­ rán de las deudas de ésta cuando no llegue a cubrirlas el valor de todos los que tenga el marido. Que aun cuando por la vejez se inutilicen para el trabajo los padres del novio, los tendrán en su compañía los nuevos esposos, tratándolos con cariño, alimentándolos, asistiéndolos, etc., como si estuvieran aptos para el trabajo. Que han de procurar que los bienes de la sociedad familiar no desmerez­ can y que vaya en aumento su valor. Que al hacerse la partición de las herencias de los padres del novio se liquidará en ella, primero, la sociedad familiar y, luego, la conyugal (Archivo del autor)”. LAS CAPITULACIONES MATRIMONIALES EN EL CONCEJO DE TINEO 501

- Lo que sobrepase los 36 ducados ha de ser para Domingo Suárez y para Magdalena. - En caso de que dichas tierras no valgan esa cantidad, que­ darán para Domingo Suárez, que habrá de satisfacer los 36 ducados a Alvaro Fernández. - Alvaro Fernández tiene tres censos: censo redimido de 10 ducados que los bienes de esta herencia debían a los here­ deros de Francisco Tineo Osorio; censo de 10 ducados que debe a la Cofradía del Santísimo Sacramento de Santa Ma­ ría de Cerdaín; censo de 9 ducados que debe a la Cofradía de Nuestra Señora de la Caridad de Nabelgas.

— Deja a Domingo Suárez y a Magdalena su mujer:

- Todos los demás bienes que están poseyendo. - Los bienes correspondientes a las legítimas de las herma­ nas de Magdalena, Francisca y Leonor. - La huerta y castañedo del «Posadoiro». - Censos a cargo de Domingo y su mujer: censo de 20 duca­ dos con sus réditos que debe a las capellanías que poseye­ ron los capellanes Arangos, de Cortina.

— Domingo Suárez se obliga a pagar y entregar por dichas ra­ zones a Alvaro Fernández 30 ducados de vellón, quedando redimidos de cualquier censo que pudiera tener éste contra aquéllos. — Obligan sus personas y bienes muebles y raíces, presentes y futuros, en cumplimiento de lo aquí expresado.

Documento 3. Zervo, 22 de abril de 1754.

Escritura matrimonial por la que María Antonia Suárez hace manda de bienes a su hijo Salvador García al contraer matrimonio con María Rodríguez, hija de Juan Rodríguez, que a su vez le hace manda.

— Lugar y fecha de celebración. — Ante el escribano y testigos. — El objeto de las mandas hechas en capitulaciones es el de tener rentas propias con que sustentar las cargas del ma­ trimonio. 502 RAMONA PÉREZ DE CASTRO

- — Manda de bienes hecha: en favor del hijo por sil madre, esti­ pulados parte en bienes inmuebles y otra parte én dinero. — La entrega de la manda se efectuará el día en que contraiga matrimonio.' , ...i. ■ — Hace asimismo la madre una manda en concepto de mejora, sobre la que impone una carga. — La manda es condicionada. — Se establece una relación sucesoria en la que prevalecerá el varón a la hembra. — En el mismo documento se hace una manda a favor de Ma­ ría Rodríguez, su hija, de los bienes correspondientes a sus legítimas, de los que entrará en posesión al fallecimiento de su madre.

Documento 4. Troncedo, 29 de agosto de 1754.

Declaración que se hace respecto a la dote prometida a Ana Carrizo por don Juan Antonio y Pedro Carrizo.

— Lugar y fecha de celebración. — Satisfacción de la dote, prometida en escritura matrimonial. — El objeto de la dote lo constituyen bienes o dinero.

Documento 5. San Martín, 3 de octubre de 1760..

Carta de pago dada por Bernardo Rodríguez, juntamente con su mujer, vecinos de Vega de Rey, de haber recibido del licenciado don Felipe Santos Fernández cierta cantidad ofrecida a la contrac­ ción de matrimonio.

• — Lugar y fecha de celebración. ¡ .. ^ ~ — Ante escribano y testigos. '' — Se estipula la cantidad y se especifica la forma de entrega. — Recibieron esta cantidad al día siguiente de la boda. — Para pagar esta cantidad se hizo renuncia de las legítimas paterna y materna a favor del prestamista. • — Se obligan al cumplimiento de todo lo referido con sus per­ sonas y bienes muebles y raíces presentes y futuros. — La carta de pago se otorga voluntariamente. LAS CAPITULACIONES MATRIMONIALES EN EL CONCEJO DE TINEO 503

Documento 6, Troneedo, 23 de febrero de 1811:

Capitulaciones matrimoniales entre doña María Francisca Aran- go y José Pérez, con motivo del matrimonio entre doña Juana Carrizo y Francisco Pérez.

— Lugar y fecha. — Ante escribano y testigos. — Dote de doña Juana en pago de sus legítimas y de un legado de cincuenta ducados. — La fecha de entrega será «el día de bodas solemnes». — Se le dona también cierta cantidad para su acomodo y sub­ sistencia. — Don José Pérez da a su hijo la facultad para disfrutar de los bienes heredados de su madre y una manda de su capital. — Se obligan ambos futuros contrayentes a cumplir la presen­ te escritura con su persona y bienes.

Documento 7. Troncedo, 3 de enero de 1813.

Capitulaciones matrimoniales con motivo del matrimonio de doña Bernarda Carrizo y don Manuel García del Valle, otorgadas entre éste y doña Francisca Arango en compañía de sus hijos.

— Lugar y fecha. — Ante el escribano y testigos. — Manuel García del Valle, mayor, nombra sucesor a su hijo del mismo nombre. ' — Se sigue orden de preferencia de varón a hembra y de pri­ mogénito (mayorazgo) al segundo, según los llamamientos regulares de los vínculos y mayorazgos de estos reinos. — Imposición de cargas. — Manuel García del Valle, mayor, mejora a su hijo en: El 1/3 y remanente de 1/5 de todos los bienes fincables de doña Ana, su esposa fallecida. Y en el 1/3 y remanente de 1/5 de sus bienes presentes y futuros. — Impone a esta segunda manda una condición. — La mejora que hace su padre de sus propios bienes debe entenderse una vez fallecido. — Doña Francisca Arango, madre de Bernarda, da a ésta a cuen­ ta de la legítima 400 ducados de vellón en metálico. 504 RAMONA PEREZ DE CASTRO

— La fecha de entrega será «el día de bodas solemnes». — Don José Carrizo, hermano de Bernarda, da a ésta en dote a cuenta de la legítima paterna: 300 ducados de vellón en metálico. La entrega será de 100 ducados el día de bodas, y los doscientos restantes dentro de dos años contados desde dicho día de bodas. — Don Manuel Carrizo, hermano de Bernarda, hace una manda a ésta, para aumento de dote; que se entregará en parte el día de boda y el resto dentro de cuatro años. — Don Pedro Carrizo hace una manda a su hermana Bernarda que se entregará cuando su hermana lo solicite. — Además de estas cantidades, en total 1.500 ducados, llevará Bernarda al matrimonio: ropas de ajuar, caudal y efectos que tiene de su propio peculio y los que adquirió de su in­ dustria fuera de la compañía de sus padres. — Ambos futuros contrayentes dan fe de cumplir con el pro­ yectado matrimonio.

Del análisis del contenido de cada uno de estos documentos po­ demos deducir unos rasgos comunes a todos ellos. En primer término, al comienzo del otorgamiento del documen­ to se indica el lugar y la fecha, así como que se realiza ante un escribano y unos testigos, cuyo número suele ser de tres. A conti­ nuación, las personas que constituyen las partes en el documento, con sus nombres, apellidos, lugar en que habitan y en ocasiones la relación o parentesco entre ellos. Después, se concretan el objeto y los fines propios del mismo. Estos que hemos escogido constituyen atribuciones de dote en cuenta y pago de legítimas, mandas y donaciones hechas tanto por los padres respectivos de los futuros contrayentes del matrimonio, como por sus hermanos, parientes próximos e incluso por otras personas. Las atribuciones de legítimas como dote respetan en cual­ quier caso las legítimas de los otros hermanos y se sigue una pre- lación sucesoria, un orden de preferencia de varón a hembra y de primogénito al segundo, según los llamamientos regulares de los vínculos y mayorazgos de estos reinos (Docs. 3 y 7) que no pode­ mos olvidar es uno de los aspectos sucesorios de mayor interés en nuestra región por darse tanta importancia y gozar de tanto arrai­ go, aún en nuestros días, la permanencia en la casa petrucial del hijo mayor, que seguirá manteniéndola junto con sus tierras y LAS CAPITULACIONES MATRIMONIALES EN EL CONCEJO DE TINEO 505 transmitiéndola de generación en generación: la llamada «casería asturiana» (31). El objeto de la concesión de la dote, según parece desprenderse de forma clara de todos estos documentos, no es otro que el dispo­ ner de rentas propias con que sustentar las cargas familiares y alimentar la descendencia que pueda tener, en el futuro, el matri­ monio. La dote se fijaba en metálico, bien en su totalidad o parcial­ mente, caso este último más frecuente. La moneda empleada era la de la época, ducados, reales u onzas; dependiendo su cuantía de varios factores: las legítimas, mandas y donaciones que se otorga­ sen, o de los bienes que poseyese la familia. Resulta por tanto os­ cilante su cuantía, en unos casos de unos trescientos ducados vellón (Doc. 5), en otros de mil quinientos ducados además de otros bie­ nes (Doc. 7), etc. También se fijaba la dote en especie, generalmente como hemos dicho en forma parcial. La constituían fincas y ganado (además del dinero ya mencionado). Los muebles, joyas y ropas constituyen el ajuar. Se daban a la vez dote y ajuar. «Cuando la dote sumaba una cantidad igual a la que el ajuar valía, de la que llevaba tal fortuna se decía que llevaba «doble ajuar» (32). Entre los bienes en especie de la dote figuran: lino en rama, trigo y centeno (Doc. 6); todos ellos productos apreciados en aque­ lla época en que la actividad era fundamentalmente agrícola y ganadera. El lino era aprovechado para la confección de ropa, una vez convertido en hilo después de un largo proceso; labores éstas del hilado que eran ejercidas por mujeres, que se reunían para tra­ bajarlo y charlar en los denominados «Blandones». Los semovientes también figuraban como bienes dótales, no siendo rara la donación de alguna vaca de leche o cerdo (Doc. 6), animales útiles y necesarios para una región ganadera por excelen­ cia como era Asturias. Como lo eran asimismo los bienes inmuebles que frecuentemente se donaban para constituir la dote: tierras

(31) Sobre este tema se pueden consultar: — B l a n c o G a r c í a , M odesto: Estudio Jurídico de la Sociedad Familiar As­ turiana (llamada también “al estilo del país” o “a mesa y mantel”), Oviedo, 1957. — I n c l a n S u a r e z , F em ando: La casería asturiana (Historia y perspecti­ vas), Oviedo, 1984. — P r i e t o B a n c e s , Ramón: Casa y casería en la vieja Asturias, Coimbra, 1964. (32) C a b a l , Constantino: Op. cit., p. 307. 506 RAMONA PEREZ DE CASTRO

(Doc. 2), diversos prados o una parte de alguno de ellos (Docs. 3 y 6), una huerta, un castañedo, o incluso la llevanza del suelo de un hórreo (Doc. 2), que servían para procurar alimento tanto a las personas como al ganado. El ajuar estaba compuesto: por ropa para la casa, ropa para la novia y muebles. Las ropas de casa solían ser: sábanas, cobertores, fundas, col­ chón, almohadas, mantas (Docs. 6 y 7), manteles (de tupido y de medio uso), paños de manos, servilletas (Doc. 7)... cuyo número y calidad eran variables. La cantidad no era muy abundante; y en cuanto a la calidad se diferenciaba entre nuevas o usadas, o incluso de medio uso. Las ropas de vestir para la novia solían estar sin estrenar y se las regalaba su padre. No era extraño incorporar entre los bienes del ajuar un jergón y/o un arca (Doc. 6), siendo ya más raro encontrar cubiertos de plata (Doc. 7) u otros enseres de más valor y que no fuesen de primera necesidad. También, y aunque no figuren relacionados en estos documentos, solían incluirse en el ajuar una masera, una fe­ rrada, una caldera de cobre, etc. (33). Al enumerar cada uno de estos bienes en la escritura, se ponía al lado de cada uno de ellos el precio correspondiente al bien u objeto citado, a fin de evaluar en su conjunto el total de la dote asignada. Como regla general, la entrega de la dote tenía lugar el día de la boda (Docs. 1, 3, 6 y 7), al día siguiente (Doc. 5), el día en que se solicite (Doc. 7), o en otra fecha posterior al día de celebración del matrimonio que se fija en la escritura (Docs. 6 y 7). La entrega de la dote puede hacerse en su totalidad o en pagos fraccionados, así lo expresa el documento número 6: «...excepto una de las dos arrovas de lino que se dara den­ tro de un año despues, y ciento y cincuenta ducados de los prometidos que se entregaran dentro de seis años».

Y dice este mismo documento:

«...se obliga también a dar a la misma ó a quien la repre­ sente seiscientos ducados de vellón, a saver los ciento de ellos en el dia de bodas; otros ciento en todo el mes de mayo que viene de este año; y los otros cuatrocientos restantes dentro de seis años, contados también desde el dia de bo­ das».

(33) C a b a l , Constantino: Op. cit., pp. 306 y 307. LAS CAPITULACIONES MATRIMONIALES EN EL CONCEJO DE TINEO 507

De forma parecida se expresa el pago fraccionado de la dote en el documento número 7:

«...tres cientos ducados de vellón en metálico que se oblig» a entregarle,...a saver en el dia de vodas cien ducados, y los dos cientos restantes dentro de dos años contados des­ de dicho dia».

Y de forma semejante:

«De cuyos setecientos ducados que promete el Dn. Manuel se obliga a entregar los trescientos en dicho dia de vodas y los cuatrocientos restantes dentro de cuatro años».

En ocasiones al recibir las donaciones, mandas y legítimas, el otorgante impone ciertas cargas y condiciones que han de ser cum­ plidas para poder hacer uso del bien, gozarlo y disfrutarlo. Una de las cargas que solían imponerse era la celebración de misas de aniversario y responsos por el alma de la persona donan­ te, una vez fallecida (Docs. 3 y 7). Las condiciones para recibir la manda podían ser genéricas, como la de no ser vendidos, cedidos, partidos, troncados, ni enaje­ nados y hechos siempre en llamamientos regulares (como se expresa en el documento 3); o más específicas como la de obligar a dar alimentos a una hermana soltera, en el momento en que deje de vivir con ella, mientras viva la susodicha y no se le entreguen o pida sus legítimas, momento en el que cesarán esos alimentos (Doc. 7). Obligan sus personas y bienes muebles y raíces, presentes y fu­ turos, en cumplimiento de lo expresado en la escritura (Docs. 2 y 5). Por último firman las partes, los testigos y el escribano dando fe de todo lo que queda dicho en el documento. No nos resta con esto más que concluir afirmando la gran im­ portancia que tenía la fijación de la dote en siglos pasados, como dejan traslucir claramente los documentos que acabamos de ana­ lizar. Por otra parte, nos dan muestra del tipo de sociedad que existía antaño en nuestra región, dedicada al cultivo de la tierra y a la ganadería como fuentes primordiales de la economía y como forma de vida de la mayor parte de los asturianos de la época. Dejando también patente la unidad familiar y el concepto tan arrai­ gado que de la casa (34) y de la formación de un hogar tenían, así como del sentimiento religioso que presidía cualquiera de sus actos.

(34) F e r n a n d e z M a r t í n e z , Rafael: Op. cit., pp. 54-62. 508 RAMONA PEREZ DE CASTRO

APENDICE DOCUMENTAL

DOCUMENTO N° 1

Sin lugar, ni fecha.

Cláusula de la escritura matrimonial, otorgada por doña Magdalena Gar­ cía y doña María Antonia Vidal, para casarse don Juan Carrizo, hijo de doña Magdalena, con doña María Francisca Arango, hija de doña María Antonia.

“Clausula al pie de la letra sacada de la scriptura matrimonial que otor­ garon Dña. Magdalena García madre de Dn. Juan Carrizo, Dn. Pedro Carrizo y Dn Francisco Carrizo para se casar dicho Dn. Juan con Dña. María Fran­ cisca Arango cuya scriptura también otorga Doña Maria Antonia Vidal madre de la citada Dña. Maria Francisca. Y para que este matrimonio tenga efecto en consideración a ser la citada Dña. Maria Francisca subzesora en los derechos, que con llamamiento regular vincularon sus ascendientes y desear la referida su madre lo sea igualmente en los que vincularon Pedro Pertierra el maior, e Isabel García su muger, y agrego a este vinculo Pedro Pertierra el menor. Los dichos Dña. Magdalena, Dn. Pedro y Dn. Francisco, juntos y amancomun a voz de uno y cada uno por si y por el todo renunciando, como renunciaron las leies “de duobus res de bendi y la absintea pres. hoc ita de fide jus oribus” en la mejor forma que pueden, y en dicho lugar aia prometen por dote en quenta y pago de sus lexitimas, de el legado, que resulta de el testamento de Dn. Juan Vidal tio de la nominada Dña. Maria Antonia, y otro qualesquiera derecho, que les competa a Dña. Theresa, Dña. Josepha y Dña. Luisa Arango y Vidal herma­ nas de la mencionada Dña. Maria Francisca; mili seiscientas y cinquenta du­ cados, los quinientos y cincuenta para dote de cada una de ellas, que se obligan a entregarles luego que lleguen a edad, y se les proporcione tomar estado de matrimonio en dinero efectibo y que no lo entreguen a cada una en esta es­ pecie dichos 440 ducados se los han de satisfacer en bienes muebles o raizes a su elecion y tasación de hombres = ya sean en los que dexo en su herencia dicho Dn. Juan Vidal ya de los que tengan espirituales o temporales los ex­ presados Dn. Pedro y Dn. Francisco sin exzepcion de unos ni de otros asta el cumplimiento de los 440 ducados a cada una de dichas Dña. Teresa, Dña. Jo­ sepha y Dña. Luisa, quienes y cada una por su respectivo haber pueda hazer libremente la tal asignación de bienes caso de no entregarlas en dinero efec­ tibo para su matrimonio, y al tiempo de contraherle. Y la referida Dña. María Antonia Vidal desde ahora para quando llegue el caso de haberse entregado a cada una de las nominadas sus hijas la cantidad de dote, que les va asig­ nada elige, y nombra por subzesora en los vienes que vincularon los mencio­ nados Pedro Pertierra el menor a dicha Dña. Maria Francisca su hija, y los descendientes de esta sin que le quede acción para llamar a la subzesion otra hija o nieto al que por testamento u otra disposición; esto con tal que a las tres sobredichas se halle satisfecha la dote que les ba asumida, para que la primogénita o el que lo sea suio pueda entrar en el gozo y posesion de los tales vienes, y ademas se obliga a entregar a dicho Juan los correspondientes por sus lexitimas y derechos a las otras tres pagados, que sean a cada una LAS CAPITULACIONES MATRIMONIALES EN EL CONCEJO DE TINEO 5 0 9 los 440 ducados de que ba echo expresión para que los disfrute a su voluntad entregándoselos al respecto de lo que los referidos Dn. Pedro y Dn. Francisco satisfagan, esto es, que pagada la dote a una, la ha de entregar los dos dere^ chos a esta correspondientes, y asi por lo que respecta a las otras dos; y es de la razón de esta scriptura y precisa condicion con que se otorga que los 1640 ducados, que de ella resultan los ha de pagar en la forma que ba asigna­ do el citado Dn. Pedro Carrizo, cuios derechos quedan los primeros obligados a su pagamento y satisfacción sin que mientras estos alcanzen se pueda pedir en manera alguna contra los de dicha Dña. Magdalena García Villademoros, y su hijo Dn. Francisco, como también lo es, que al siguimiento de ella han de estar siempre sujetos todos los derechos de dicho Dn. Juan Vidal y la ex­ presada Dña. Maria Antonia sin que esta pueda disponer de unos, ni otros para distinto efecto, ni mejorar a ninguna de sus hijas cumplida que sea la dote, que les ba prometida en cuia conformidad lo otorgaron. A la letra.”

DOCUMENTO N.° 2

Vega de Urdial. 20-oct.-1726.

Convenio celebrado entre Alvaro Fernández, vecino de Conto, y Domingo Suárez, vecino de Foyedo, en representación de su mujer Magdalena García, sobre bienes y liquidación de la dote que a la dicha Magdalena le correspondía.

“En el sitio de Vega de Urdial feligresía de Santa Eulalia de Miño del quarto de Tineo a veinte dias de el mes de octubre deste año de mil setecien­ tos y veinte y seis, ante mi escribano del numero publico y testigos infra escriptos parescieron presentes de la una parte Albaro Fernandez vezino del lugar de Conto desve dicho quarto y de la otra Domingo Suarez Figueroa vezino del lugar de Foyedo asimismo deste dicho quarto por lo que le toca y en nombre de Magdalena García su lexitima mujer por quien presta cau- zion en forma y se obliga a que la susodicha estara y pasara por lo aqui contenido, lo aprobara y ratificara en todo y por todo e dijeron los susodichos que por cuanto la dicha Magdalena García estubo casada de primer matri­ monio con Domingo Fernandez hermano del dicho Alvaro Fernandez y de quien asido unibersal heredero sin a ver dejado descendiente ni ascendiente alguno el dicho Domingo Fernandez y sobre la liquidación de los vienes do- tales capitales y gananciales an tenido diferenzias de que se podían seguir pleitos y gastos para evitarlos conservar la paz por aver intervenido de por- medio personas de vuen zelo y de toda autoridad y especialmente por el ser­ vicio de Dios nuestro Señor sean convenido y ajustado dichos otorgantes en la manera siguiente en que el dicho Alvaro Fernandez por la persona del diho Domingo Fernandez su hermano aya de llevar y lleve desde aora para en- sienpre jamas todos los vienes raizes que hoy lleva goza y posee de dicha herencia del referido su hermano y asimismo lleve el suelo de un orrio que esta en dicho lugar de Folledo que al presente lo lleva Santiago López y asi­ mismo lleve de el mismo modo lo correspondiente a la lexitima de Francisca García hermana de la dicha Magdalena García en los términos del lugar de Barzanallana que se entiende en la comunidad para poder usar de ella como 510 RAMONA PEREZ DE CASTRO le convenga. Asimismo a de llevar las dos tierras de heredad de la Vega de la Dueña que la una de ellas se llama el Lleron y la otra la Blinga que va al monte en precio de treinta y seis ducados la parte que de ellas fuere bas­ tante para dicha satisfazion y lo que balieren mas que los dichos treinta y seis ducados es y a de ser para los dichos Domingo Suárez y su conjunta y para la tasazion de las dichas dos tierras nombran a Diego Fernandez de Conto y a Santiago López de Foyedo y en caso que dichas tierras no balgan dicha cantidad se queda con ellas el dicho Domingo Suarez y entregue dichos treinta y seis ducados al referido Alvaro Fernandez quien tiene redimido un zenso principal de diez ducados que los bienes de dicha herencia devian a los herederos de Dn. Francisco Tineo Osorio queda asimismo por cuenta y a cargo de dicho Alvaro Fernandez otros dos censos el uno principal de diez ducados que se debe a la Cofradia del santísimo Sacramento de la parroquia de Santa María de Cerdain y el otro principal de nuebe ducados que se debe a la Cofradia de Nuestra Sra. de la Caridad de Nabelgas que dichos princi­ pales y réditos cargo del dicho Alvaro Fernandez y de sus bienes. Y queda para los dichos Domingo Suarez y Magdalena su mujer todos los demas bie­ nes que están poseyendo y los correspondientes a las lexitimas de Francisca y Leonor Garcia hermana de dicha Magdalena Garcia y la guerta y castañedo que llaman del posadoyro con los bienes que quedaron de las susodichas es- ceuto los que ban reservados y queda por quenta y a cargo de los dichos Domingo Suarez y su mujer un zenso principal de veinte ducados con sus réditos que se esta deviendo a los subcesores en las capellanias que poseyeron y gozaron los capellanes Arangos de Cortina y ademas de lo referido el dicho Domingo Suarez se obliga a entregar y pagar por dichas razones a dicho Ai- Maro Fernandez treinta ducados vellón para desde el dia de hoy en un año pena de ejecución costas y que se aga entero pago de sus bienes y quedan redimidos desde aora para ensienpre jamas qualquier zenso y sus réditos que el dicho Alvaro Fernandez tenga contra los dichos Domingo Suarez, sus bie­ nes, los de su mujer y de dichas herenzias y la referida guerta y castañedo del Posadoyro como ba dicho queda para los expresados Domingo Suarez y su mujer y en esta conformidad se convenieron y ajustaron quieren y con­ sienten que todo lo aqui contenido sea sienpre llevado apura, devida ejecución y a total cumplimiento sin que lo enbaraze excepción que en contrario se ale-- gue y para cumplir todo lo aqui contenido los dichos otorgantes obligan sus personas y todos sus bienes muebles y raizes presentes y foturos con poder y sumisión a las justicias del Rei nuestro Señor se lo agan cumplir como si fuera definitiva dada por Juez competente pasada en autoridad de cosa juz­ gada sobre que renuncian todas leyes, fueros y derechos de su favor en gene­ ral cada una en espezial y la ley que proybe la renunciación y assi otorgaron esta escriptura siendo testigos Dn. Bartolomé de Mera regidor deste quarto Dn. Pedro Garcia de San Frechoso, Juan Rui Coronas de Yerno y Pedro Rui de Muñalen todos deste diho quarto a quienes ya dichos otorgantes que lo firmaron yo escribano doy fe e conozco = Alvaro Fernandez = Domingo Sua­ rez = Pedro Garcia de San Frechoso = Bartolomé de Mera= Ante m i= Diego Garcia de Mera= Concuerda este traslado con su original y registro que es mi oficio y poder que da o que me refiero y de pedimento el dicho Albaro Fernandez y el dicho Diego Garcia de Mera escribano publico del numero y aiuntamiento perpetuo por su Magestad, Dios le guarde, y el signo y firmo como acostumbro en este pliego del sello tercero por no le aber en el estanco LAS CAPITULACIONES MATRIMONIALES EN EL CONCEJO DE TINEO 511

Real deste quarto del segundo, donde con toda diligencia le busque en el lu­ gar de Marabal de dicho quarto a veinte y quatro del referido mes de otubre de dicho año de mil setezientos y veinte y seis = En testimonio de verdad

Diego Garcia de Mera.”

En el reverso figura la siguiente inscripción:

“Rescriptura de conposicion entre Domingo Suarez Figueroa y Albaro Fernandez vecinos de Conto y Fozedo”.

DOCUMENTO N.° 3

Zervo. 22-abril-1754.

Escritura matrimonial por la que María Antonia Suárez hace manda de bienes a su hijo Salvador García al contraer matrimonio con María Rodríguez, hija de Juan Rodríguez, que a su vez le hace manda.

“Embargo y Autos de el molino de aquel cavo puestos por Juan Garcia y su madre Maria Rodríguez contra Pedro Rodriguez su hermano. Escriptura matrimonial= En el lugar de Zervo del concejo de Tineo a veinte y dos dias del mes de abril deste año de mil setecientos zinquenta y quatro ante mi escrivano y testigos parecieron presentes Maria Antonia Suarez Valentin, viuda de Fran­ cisco Garcia de Miranda, y Maria Sánchez viuda de Juan Rodriguez vecinas deste dicho lugar: dijeron que por quanto esta capitulado el que mediante la voluntad de Dios nuestro Señor y para su santo servicio contraygan ma­ trimonio solennemente según se dispone por nuestra Santa Madre Iglesia y Santo Concilio de Trento, salvador Garcia de Miranda yjo lexitimo de los dichos Francisco de Miranda y Maria Suarez; con Maria Rodriguez hija tam­ bién lejitima de los dichos Juan Rodriguez, su muger Maria Sánchez con Josefa Suarez Valentin y de Cathalina Garcia Valentin también difunta; y para dichos matrimonios surtan el devido efecto y que los que an de contraer- le tengan vienes propios para sustentar las cargas dellos y los hijos que Dios les diere dyo la dicha Maria Sánchez que manda a dichos sus hijos ademas de lo que tienen heredado de su padre al referido su hijo la tercera parte de todos sus vienes, derechos y pertenencias los que se obliga a entregar el dia que contrajere matrimonio y ademas desto le manda por via de mejora ade­ mas de sus legitimas, paterna y materna el tercio y quinto de todos dichos sus vienes y demas pertenencias para que los entre a llevar y gozar despues del fallecimiento de la susodicha y sobre los bienes correspondientes a dicha mejora las que valgan asta la cantidad de cien ducados por lo mejor y mas bien parado dellos a elección de dicho su hijo, funda una misa de aniverzario rezada y perpetua, dicha cada año en la Iglesia parroquial de Santa Eulalia de Miño el dia del glorioso San Juan veinte y quatro de junio, con limosna de tres reales de vellón para que se diga con cada misa un responso cantado 5 1 2 RAMONA PEREZ DE CASTRO las que han de comenzar a celebrarse luego que fallezca, los vecinos corres­ pondientes y sujetos ha dicha misa despues que fallezca dicho Pedro Rodrí­ guez han de suceder en su primer hijo varón y afata de varón en embra y siempre en un solo llevador, y con prohibición de poder ser vendidos, cedidos, partidos, troncados ni enajenados y siempre con llamamientos regulares. Y a la referida Maria Rodríguez su hija le manda los vienes correspondientes a sus legitimas los que le entregara y pueda entrarse en la posesion de helios luego que fallezca la prometiente y la dicha Maria Antonia Suarez Valentín manda para dicho efecto al espresado Salvador de Miranda su hijo allende de lo que tiene heredado asta cantidad de cien ducados por via de donacion, mejora o como mejor el derecho la permita pagar por lo mejor de sus vienes apeticion y voluntad de dicho su hijo quien los ha de entrar a llevar y gozar luego que fallezca la referida su madre y esta se obliga en forma a no hacer otra manda ni mejora a hijo ni otra persona alguna que no entre con ygual porcion al mas mejorado, el mencionado Salvador Garcia su hijo hademas de dicha mejora de dichos cien ducados y en atención a que los vienes de la dicha Maria Rodríguez heredados y por heredar escenden en valor, en buena cantidad a los que la dicha Josefa Suarez Valentín tiene heredados y que están conbenidos el que las dos han de permutar sus lexitimas y vienes para que la dicha Maria Rodríguez no vaya dannificada ni aminorada los dichos Maria Sánchez y Pedro Rodríguez, su madre y hermano respective le mandan para que los lleve y goze perpetuamente ademas de los correspondientes a la dicha Josefa su cuñada que ha de ser el prado nombrado de el banzado del molino de aquel cavo, y la parte que tienen en el que llaman de la Veyga de Zervo, que es la mitad de todo el y la otra mitad de Manuel Rodríguez de Santa Maria y el termino de prado avertal que llaman de las Rivas pesado y a la parte de abajo de el prado nombrado de Leyniella que es de dicho Salvador, Item la tierra que ese dice la Longa y de Cotariel sita en la sienrra de Llaneces y la tablada de tierra que llaman los Barganos, sita en la lavoria de abajo. Y asimismo le mandan el poder y facultad de poder moler sus gra­ nos perpetuamente forro, que se entiende sin maquila, en el molino de aquel cavo; y las dichas Josefa Suarez y Maria Rodríguez en cumplimiento de lo capitulado antes de aora entre todas dichas partes y en atención a ambas se les sigue utilidad siendo como dicen son savidoras de el derecho que a cada una pertenece y por escusar los costos de liquidarlos y partirlos se les avian de ocasionar por que permanezcan incorporados y por que con mas conenien- cia los podran administrar degen que como mejor aya lugar en derecho true­ can y permutan sus vienes de modo que la dicha María Rodríguez, además de dichos vienes espresados ha de llevar y gozar perpetuamente los que tiene heredados la referida Josefa Suarez, y esta en satisfación de ellos, ha de llevar y poseer los correspondientes a las legitimas pterna y mterna de la dicha...”

(Doc. incompleto). LAS CAPITULACIONES MATRIMONIALES EN EL CONCEJO DE TINEO 513

DOCUMENTO N.° 4

Troncedo. 29-agosto-1754.

Declaración que se hace respecto a la dote prometida a Ana Carrizo por don Juan Antonio y Pedro Carrizo.

“Junto a casa de Pedro Menendez vecino de dicho lugar de Villa pro mas toda la arboleda toda de Junto a casa cohmenzando por el camino, que biene de junto a casa de el cura asta la reguera de Lantero siguiendo el camino derecho desde dicha casa de el cura asta dicha reguera, y desde dicha reguera asta la Cruz de Maricalba siguiendo derecho arriba dicha reguera, y desde la Cruz de Maricalva asta dicha casa por el lado de arriba todos los que se hallaren ser mios y los que contiene el foro comprehendidos en este termino que se nombra de la fuente de el fonton, mas decimos que anuestra hija Ana Carrizo se le de satisfacción de la dote prometida en la escritura matrimonial o en bienes o en dinero de lo que le faltase de los bienes que lleba; asi lo otrogaron y firmaron dichos Don Juan Antonio y Dn. Pedro Carrizo y por dicha Dña. Magdalena lo firmo a su ruego un testigo, de que fueron Dn. Juan Feito vecino del lugar de Arvederas, Dn. Thomas Garcia Pajares, Francisco Rodriguez, y Francisco Perez, y Lorenzo Ganzedo todos vecinos de este coto de Barzena y de este concejo de Tineo. y lo firmaron en el lugar de Tronzedo a veinte y nuebe dias de el mes de agosto año de milsietecientos y cinquenta y quatro años, y para el cumplimiento de esta nombraron todos los tres otorgantes por sus testamentarios a sus hijos y so­ brinos Dn. Francisco Lorenzo, Dn. Manuel Antonio y Dn. Juan Carrizo de Elano, y por los testigos que no supieron firmo un testigo=

Juan Carrizo D. Pedro Carrizo de Llano

Como testigo y a ruego del otorgante =

Thomas Garcia.

Como testigo y por los que no supieron firmar

Juan Feito.

Francisco Rodriguez.”

DOCUMENTO N.° 5

S. Martín. 3>-octubre-1760.

Carta de pago dada por Bernardo Rodríguez, juntamente con su mujer, vecinos de Vega de Rey, de haber recibido del licenciado don Felipe Santos Fernández cierta cantidad ofrecida a la contracción de matrimonio. 514 RAMONA PEREZ DE CASTRO

“En el lugar de San Martin de Semproniana conzejo de Tineo a tres dias del mes de octubre año de mil setecientos y sesenta, ante mi escribano público de el numero y testigos presentes Bernardo Rodriguez y Antonia Fernandez su lexixima muger vezinos de el lugar de Vega de Rey de este mismo conzejo y precedida la lizencia que de uno a otro se requiere dada y aceptada a pre­ sencia de mi escribano y testigos de que doi fe; juntos y de mancomún a voz de uno y cada uno de por si y nsolidum y por el todo renunciando como renunciaron las leies de duobus reis debendi y la autentica presente hoc ita de fide y uxoribus excursión y dibision de bienes según y en cada una de ellas se contienen; y bajo de dicha mancomunidad dijeron; que mediante por la escriptura de capitulaciones que paso a testimonio de mi escribano en los veinte de septiembre proximo pasado deste presente año ha que se refie­ ren, Dn. Phelipe Fernandez cura de este lugar y parroquia y Nicolás Fernan­ dez vezino de el lugar de Conto de este mismo conzejo y hermano de dicha Antonia como apoderados de Dn. Phelipe Santos Fernandez tio de la susodi­ cha, y Capellan Mayor en el Conbento de los Angeles de la villa de Madrid les mandaron para ayuda de sustentar las cargas de el matrimonio, a los otorgantes por cuenta de Dn. Phelipe Santos, entre otras cosas que de su voluntad les mandaron trescientos ducados vellón y por quanto el dia prime­ ro de el que corre dia de bodas solemnes recibieron por mano de Dn. Carlos Fernandez presbitero residente en este dicho lugar en nombre de el zitado Dn. Phelipe Santos, y con consentimiento de sus apoderados los referidos trescientos ducados vellón en diez doblones de a ocho en oro y lo restante en pesos de la misma especie excepto el resto de uno que fue en plata todo ello moneda usual y corriente y de todos ellos dan y otorgan carta de pago rasa, finiquito y enforma, a fabor del zitado Dn. Phelipe Santos Fernandez y por aver sido cierto su entrega aunque la paga no pareze de presente renun­ ciaron las leies de la non numerata pecunia prueba para herror de cuentas dolo y engaño por darse como se dan de dicha cantidad por pagos contentos y satisfechos a su voluntad; y mediante la referida Antonia al tiempo del otorgamiento de la zitada escriptura de capitulaziones como mayor de veinte y cinco años hizo zesion y renuncia por razón de esta manda y cantidad de todas sus lexitimas paterna y materna a fabor de el nominado Dn. Phelipe Santos su tio y sus herederos por habérseles entregado como va dicho bajo de la misma mancomunidad de nuebo hacen y otorgan dicha renuncia de le­ xitimas en el predicho Dn. Phelipe Santos y los suios para que puedan hacer de ellas a su voluntad, y se obligan que al susodicho y sus herederos no les sern pedido ni demandado otra cosa por razón de dichos trescientos ducados como ni tampoco por razón de estas lexitimas; y'al cumplimiento de todo lo referido se obligan con sus personas y vienes muebles y raizes presentes y futuros con poder y sumisión a las justicias de Su Magestad para que asi se lo hagan cumplir como sentencia definitiba pasada en cosa juzgada, re­ nunciaron todas leies, fueros y derechos de su fabor con la general de el dere­ cho en forma; y la dicha Antonia las de el Veleyano, Emperador Justiniano Senatus Consultus Toro Madrid Partida Segundas nucías nueba y vieja cons­ titución las de la recopilazion y mas que hablan en favor de las mujeres de que fue avisada por mi escribano y sabidora quiere no le valgan ni apro- bechen; y declaro como en derecho se requiere de que para otrogar esta es­ criptura no fue forzada, atraida ni atemorizada por dicho su marido ni otra persona sino que la haze y otorga de su espontanea voluntad por conbertirse LAS CAPITULACIONES MATRIMONIALES EN EL CONCEJO DE TINEO 515 en su probecho y que de este juramento no tiene pedido ni pedirá absoluta­ mente ni relaxacion a su Santidad ni a otro que conzedersela pueda y si de propio motu le fuere conzedida de ella no usara pena de perjuro y cada vez que lo hiziere un juramento mas añade y a la conclusion dijo amen si juro, asi lo otorgaron y no firmaron por no saber de que fueron testigos Pedro Garcia, Luis Albarez, y Francisco Pelaez todos vezinos de este diho lugar, firmo uno de ellos por dichos otorgantes que a unos y otros yo escribano doi fee, conozco = Como testigo: Francisco Pelaez = Ante mi: Simon Francisco Rodriguez = Concuerda este traslado con el original que en mi poder y oficio queda ha que me refiero: En cuia fee yo el predicho Simon Francisco Ro­ driguez escribano de el numero perpetuo y antiguo de la villa y conzejo de Tineo doi el presente que signo y firmo como acostumbro en dicho lugar de San Martin, dia, mes y año de su otorgamiento, y en este pliego de papel de el sello quarto por no lo haber de el correspondiente en el estanco de el c’e este consejo donde lo busque, y de de pagos los derechos de Su Magestad de que doi fee = En testimonio de verdad. Simon Francisco Rodríguez.”

En el reverso figura la siguiente inscripción: “Carta de pago de la dote que recivio Antonia Fernandez vezina de Vega de Rey.”

DOCUMENTO N.° 6

Troncedo. 23-febrero-1811.

Capitulaciones matrimoniales entre doña María Francisca Arango y José Pérez con motivo del matrimonio entre doña Juana Carrizo y Francisco Pérez.

“En el lugar y parroquia de Troncedo coto de Barzana incluso en el con­ cejo de Tineo a veinte y tres de febrero año de mil ochocientos y once ante mi escribano y testigo de la una parte Dña. María Francisca de Arango viu­ da honesta de Don Juan Carrizo de Llano, y con ella sus hijos lexitimos y de dicho su marido, Don Josef, Don Manuel y Doña Juana Carrizo de Llano vecinos de este coto; de la otra parte Don Josef Pérez, Don Francisco Perez soltero hijo primogénito también lexitimo suyo, y de Doña Joaquina García Pajares difunta vecinos del lugar de Genestosa de dicho concejo, dixeron: Que mediante la voluntad de Dios nuestro Señor, y para su santo servicio tienen determinado que contrahigan matrimonio los mencionados Dn. Fran­ cisco Perez y D.a Juana Carrizo de Llano; a cuyo fin otorgan que capitulan lo siguiente = Primeramente los comparecientes D.a María Francisca Arango y Dn. Josef Carrizo de Llano su hijo primogénito mandan en dote a la D.a Jua­ na a buena cuenta de sus lexitimas, y en pago de un legado de cinquenta ducados que la hizo D.a Maria Fernandez Baquero vecina que fue de la ciudad de Oviedo; y por razón también de cualquier derecho que pudiere repetir por sus servicios la D.a Juana los bienes y cantidades siguiente = Doscientos y cinquenta ducados de vellón en metálico; una vaca de leche de valor de una onza de oro. Dos arrovas de lino en rama de valer doscien­ 516 RAMONA PEREZ DE CASTRO tos cinquenta reales; una hemina de trigo, y otra de centeno que valen con equidad en el año presente cien reales, un cerdo de sesenta, quatro savanas, quatro almoadas, un cobertor, dos mantas, un colchon, dos fundas, y un ger- gon, todo nuevo, tasada toda esta ropa en seiscientos noventa y seis reales que unidas dichas partidas ajustan en una quatro mil doscientos quarenta y dos reales; y ademas en ropas de vestir compradas para la novia, sin las estrenadas y de su uso ordinario un mil doscientos y doce reales; todo lo qual y una arca de valer seis ducados, que van inclusos en la suma anterior, se obligan los promitentes a entregar a quien sea la parte lexitima para el recibo en el dia de bodas solemnes; excepto una de las dos arrovas de lino que se dara dentro de un año despues, y ciento y cincuenta ducados de los prometidos que se entregaran dentro de seis años uno y otro vajo las penas de derecho= Y el cootorgante licenciado Dn. Manuel Carrizo de Llano en cumplimiento de lo que Dn. Francisco Carrizo de Llano presvitero su tio y de la D.a Juana mandó en sus dias y vida entregar a esta para su acomodo y subsistencia, se obliga también a dar a la misma ó á quien la represente seiscientos du­ cados de vellón, á saver los ciento de ellos en el dia de bodas; otros ciento en todo el mes de mayo que vienen de este año; y los otros quatrocientos restantes dentro de seis años, contados también desde el dia de bodas, pena de execución, y mas de derecho = Y el Dn. Josef Perez, por cuanto su hijo citado tiene heredado de su difunta madre considerables bienes vinculados y libres con que puede subsistir con decencia, teniendo aplicación y govierno, desde ahora le havilita y da facultad para que los disfrute, y con ellos se mantenga, sin mandarle por ahora de los de su capital cosa alguna, mas que la mitad del prado que llaman de Carril, sito en el casco del mismo lugar de Genestosa que es vinculado, tapin de una jugada de yerva, fértil en pa­ ciones y en verde, para que en el tenga el Dn. Francisco en proporcion y cerca de su casa, donde segar el verde que necesite: de cuyo prado vincular, ó de su dominio y acciones a disfrutarle se aparta el Dn. Josef, transfiriendo en el hijo para siempre, y que después de sus dias recaiga todo en el susodi­ cha, consolidándose la mitad restante con la que ahora cede, y de que se constituye inquilino y posehedor precario mientras el Dn. Francisco se casa y posesiona del dicho medio prado, que podra hacerlo con solo la copia de esta escritura: Vajo de cuyos pactos y promesas los referidos Dn. Francisco y D.a Juana se dan su fé y palabra de contraher promesa las de presente el proyectado matrimonio, no resultando impedimento canonico, dentro de un mes desde esta fecha: Y a la promesa de la presente cada uno por lo que le toca obligan sus personas y bienes: sometense a los Jueces competentes: Recibenlo contra si por sentencia definitiva: Renunciaron las leies de su y la que da por nula la general renunciación. Asi lo otorgan, a quienes doy fe conozco, firmaron los que supieron, y a rruego de las que dixeron no haber un testigo que lo fueron arlos Menendez vecino de Lavandera, Ra­ món Mendez vecino de Corias, y Manuel Perez de este lugar: Doy fe= testigo y a ruego Manuel Perez= Ante mi Manuel Rodríguez. Villademoros= Entre renglones= de cinquenta ducados=” LAS CAPITULACIONES MATRIMONIALES EN EL CONCEJO DE TINEO 5 1 7

DOCUMENTO N.° 7

Troncedo. 3-enero-1813.

Capitulaciones matrimoniales con motivo del matrimonio de doña Bernar­ da Carrizo y don Manuel García del Valle otorgadas entre éste y doña María Francisca Arango en compañía de sus hijos.

“En el lugar y parroquia de Troncedo coto de Barzana incluso en el con­ cejo de Tineo el dia tres de enero de mil ochocientos trece ante mi escribano de esta jurisdicción y testigos de la una parte Dn. Manuel Garcia del Valle su hijo lexitimo primogénito, y de D.a Ana Alvarez de la Reguerina su mujer difunta vecinos del lugar y parroquia de Naraval de dicho concejo; de la otra D.a Maria Francisca Arango viuda onesta de Dn. Juan Carrizo de Llano, D.a Bernarda Carrizo de Llano hija suya lexitima y de dicho su marido, Dn. Jo­ sé, Dn. Manuel y Dn. Pedro Carrizo de Llano hermanos germanos todos tres, é hijos respectivamente de los dos proximos citados vecinos de este coto y parroquia dixeron: Que a honra y gloria de Dios nuestro Señor y para su santo servicio tienen determinado que contraigan matrimonio los expresados Dn. Manuel Garcia de Valle menor en dias y D.a Bernarda Carrizo de Llano; y para que tenga efecto otorgan que capitulan lo siguiente = Primeramente el Dn. Manuel Garcia de Valle mayor en uso de las facultades que le han conferido sus padres Dn. Francisco Garcia de Valle, y D.a Blasa Garcia hoi difuntos, por la escritura matrimonial que en 15 de febrero de mil setecientos setenta y ocho otorgaron por testimonio de Juan Ignacio de Ñera numerario que fue de este concejo para haverse de casar el comparecente desde ahora nombra e dixe a su hijo del mismo nombre por subcesor para despues de los dias y vida del elector en la mejora vincular del tercio y remanente de quin­ to que contiene la citada escritura matrimonial, y a sus hijos y descendientes lexitimos por el orden y preferencia del varos a la hembra, y del hijo primo­ génito al segundo según los llamamientos regulares de los vinculos y mayo­ razgos de estos reinos; y con la obligación a todos los llamados de cumplir perpetuamente la carga de las dos misas de aniversario con que fue hecha dicha mejora. E igualmente el Dn. Manuel Garcia de Valle mayor en uso de la facultad que le ha conferido la citada su muger difunta por el testamento con que falleció autorizado por Alvaro López numerario de este concejo hace cosa de nueve años mejora en el tercio y remanente de quinto de todos los bienes fincables de la D.a Ana al Dn. Manuel su hijo; y finalmente le mejora también el Dn. Manuel su padre en el tercio y remanente de quinto de todos sus bienes presentes y futuros; con la precisa condicion u obligación de que en el caso de que D.a Maria Garcia del Valle de estado soltera permaneciendo en el se separe de la compañía del mejorado su hermano, heste haya de con­ tribuirla, y la contribuya por razón de alimentos cada año nueve heminas de pan en grano, a saver cinco de maiz dos de trigo y dos de centeno mientras viva la susodicha y no se le entreguen o pida sus lexitimas, pues entregadas cesaran estos alimentos; cuya mejora hecha al contrayente Dn. Manuel de los bienes de su padre es, y debe entenderse también para despues de los dias y vida de este= Y la D.a Maria Francisca Arango dota y manda a la D a Ber­ narda su hija en quenta de la lexitima materna cuatrocientos ducados de vellón en metálico, y se obliga a entregarlos en el dia de vodas solemnes á 51 8 RAMONA PEREZ DE CASTRO quien sea parte lexitima para el recivo= Igualmente el Dn. Josef Carrizo de Llano hermano primogénito de la contrayente la promete también en dote a quenta de la lexitima paterna otros tres cientos ducados de vellón en metá­ lico que se obliga a entregarla, o a el Dn. Manuel su futuro esposo o a saver en el dia de vodas cien ducados, y los dos cientos restante dentro de los dos años contados desde dicho dia= Y el Dn. Manuel Carrizo de Llano manda también a la referida su hermana D.a Bernarda para aumento de dote sete­ cientos ducados de la propia especie, los seiscientos de ellos en conformidad y cumplimiento que la hizo su tio Dn. Francisco Carrizo de Llano presvitero y los cien a cuenta de la lexitima paterna de la susodicha si la cupiese; y no la caviendo por via de donacion o como mas firme sea: De cuyos setecientos ducados que promete el Dn. Manuel se obliga a entregar los trescientos en dicho dia de vodas y los cuatrocientos restantes dentro de cuatro años: Y el Dn. Pedro Carrizo de Llano manda también a la misma su hermana por au­ mento de dote otros cien ducados de su propio caudal, que promete entregar cuando ella lo solicite. Y finalmente la D.a Bernarda se obliga a llevar al ma­ trimonio y compañia de dicho su futuro esposo a mas de los mil y quinientos ducados que van prometidos las ropas de ajuar caudal y efectos que de su propio peculio tiene y adquirió con su industria fuera de la ctimpañia de sus padres, y con asenso de estos; que son trece cubiertos de plata de peso de mas de cinco onzas cada uno, y de valor todos de un mil trescientos y mas reales, un colchon de valer seiscientos quarenta reales, tres cobertores dobles doscientos cuarenta; tres fundas con su lana sesenta reales, doce sabanas nuevas de tupido; siete ydem de medio uso, doce camisas nuevas, doce al­ mohadas también nuevas, seis de medio uso; cuatro mesas de mantel de tu­ pido también nuevas; diez paños de manos, siete servilletas nuevas; cuatro mesas de mantel de medio uso= Unos y otros se obligan a entregar lo ex­ puesto a quiensea parte lexitima para el recibirlo vaxo las penas de derecho: Y vaxo las mismas el Dn. Manuel Garcia de Valle menor en dias se obliga a tener por dote y capital propio de dicho su futura esposa todas las cantida­ des y efectos que esta lleve al matrimonio y compañia suya constando de ella en cualquier forma; y a otrogar de uno y otro la correspondiente carta < cartas de pago; como también de cualesquiera otras partidas o efectos oí” la susodicha entregue o por sus derechos o representación reciva el Dn. Ma­ nuel su esposo: Vajo de cuyas mandas y capitulaciones los mencionados Dn. Manuel y D.a Bernarda se dan su fe y palabra de contraher por las de pre­ sente el proyectado matrimonio no resultando impedimento canonico. Y a la firmeza de lo capitulado cada uno por lo que le toca obligan sus personas y bienes con poder a las Justicias de S.M. para que se lo hagan cumplir como sentencia pasada en juzgado que así lo reciven contra si. Renuncian las leyes de su favor contra la general que anula tal renunciación. Asi lo otorgaron £ quienes doife conozco firmaron las que supieron y por las que digeron r- saver un testigo a su ruego y lo fueroin Dn. Antonio Cuervo. Dn. Narciso Garcia Rayón y Ramón de Llano todos de este coto doife = Manuel Garcia de Valle = José Carrizo de Llano = Manuel Carrizo de Llano = A ruego Narciso León Garcia Rayón = Ante mi Manuel Rodríguez Villademoros.” NUEVAS CONSIDERACIONES EN TORNO A VARIAS MALATERIAS ASTURIANAS

POR

JOSE RAMON TOLIVAR FAES

Desde la publicación de nuestro trabajo sobre las malaterías asturianas (1) hemos podido anotar diversas noticias aportadas por distintos autores en relación a estos antiguos hospitales. De entre ellas seleccionamos, para comentar aquí, las que creemos encierran más importante novedad o exigen alguna rectificación por nuestra parte.

CAÑAMAL

A pesar de saber por Canella, Mijares, Carrera y otros autores que a esta malatería le era atribuible una antigüedad igual o mayor que la de Ardisana, la primera noticia fehaciente que de ella había­ mos hallado era ya del siglo XVIII, lo que, naturalmente, no quería decir que negásemos la existencia de otras noticias anteriores no halladas por nosotros. Así, el meritísimo trabajo de Luis Fernández Martín sobre las escrituras del monasterio de Celorio (2), recoge la venta, fechada en 1317, «que a favor de García Pérez y su mujer, otorgó Urraca Díaz de Parres, de la casería de Cué, que su madre

(1) Hospitales de leprosos en Asturias durante las edades Media y Mo­ derna (466 p., IDEA, Oviedo, 1966). (2) Registro de escrituras del Monasterio de San Salvador de Celorio (1270-1567). publicado en BIDEA, 78, 1973, pp. 33-139. 5 2 0 JOSE RAMON TOLIVAR FAES doña Sancha dejó por su alma a los malatos de la malatería de Cañamal». Y más recientemente, Fernández Conde (3) viene a ade­ lantar en diecisiete años la documentación de esta malatería al hallarla mencionada en el testamento del maestrescuela de Oviedo Roy Diez. En este testamento, de 1300, catalogado por García La- rragueta con el núm. 558, hemos podido verla, emparejada con la de Ardisana, detrás de las dos malaterías ovetenses y seguida de la de Marcenado.

CORNELLANA

Supuesta malatería que Fernández Conde (4) da como omitida en nuestro trabajo y que él cree hallar mencionada en el testamen­ to del canónigo don Bartolomé (17-11-1275). Tal creencia se debe, sin duda, a una lectura no correcta del documento, ya que donde él lee Cornellana lo que realmente dice es Ceruiellas (línea 19 del testamento). Por otra parte, ése habría sido, por ahora, el único documento en que se hablase de una malatería en Cornellana.

CORROS DE CANDAMO

Aunque no dudábamos que su antigüedad tenía que ser mucho mayor, era de 1618 la primera documentación que hallábamos de esta leprosería. Gracias a Ignacio Ruiz de la Peña sabemos ahora que en testamento otorgado en 23 de octubre de 1402 por Lorenzo Martínez y confirmado —muerto ya el otorgante— por su mujer Teresa Alfonso, moradora en Candamo, ante el juez y el notario de la puebla de Grado, aparece la siguiente manda: «a los malatos de Corros un gelemin de pan» (Arch. Cat. Oviedo, Serie A, carp. 25, núm. 20).

ENTRECAMINOS

Sobre esta vieja leprosería ovetense, cuya existencia —con el nombre de Cervielles— data cuando menos de la primera mitad del siglo XIII, debemos añadir que en escritura de 1242 relativa a

(3) La clerecía ovetense en la Baja Edad Media, IDEA, Oviedo, 1982, p. 62. (4) La clerecía..., p 62. CONSIDERACIONES EN TORNO A VARIAS MALATERIAS ASTURIANAS 521 una casa de la Noceda se menciona entre los testigos a «Roderico Petriz, prior conventu de Cerviellas», y en otra de 9-6-1245 por la cual Domingo Domínguiz de Paderni vende a Martín Gonzaluiz, presbítero, toda cuanta heredad tiene en Paderni «por precio que recibi de vos XXXVII morabetinos monete regis que ovi mester por dolor grant que he en mió corpo por comprar ración en Cas- tiella en una malateria», figuran entre los testigos «los ornes bonos de la casa de Cerviellas, Pedro Gonzaluiz, Pedro Abril, Alfonso Pe- driz filio de Pedro Ordonniz pellitero», nombres que aumentan la más antigua nómina de enfermos de Cervielles (5). Si donde se lee «Castiella en una malateria» se hubiera querido escribir «Cervie­ llas enna malateria» (?), Domingo Domínguiz de Paderni sería uno más entre los primeros leprosos de Cervielles cuyos nombres han llegado hasta nosotros. Por otra parte, en documento de 1-12-1267 por el que se vende una casa en el Portal, figura entre los testigos «Johan Estevaniz capellan de los malatos de Cerviellas», capellán que viene a ser el primero que conocemos de esta malatería (6). En los siglos inmediatamente posteriores es copiosa la docu­ mentación que se refiere a Cervielles, entre ella cierta escritura de 1323 relativa a una llosa de San Cipriano que confinaba con «here­ damiento de los malatos» (7). Llegado el siglo XVIII, los libros de acuerdos municipales si­ guen registrando peticiones de vecinos para ingresar en la malatería de San Lázaro de Entrecaminos; tales la «de Ana Fernandez ha- ziendo relazion en ella estaba padeziendo enfermedad de Lepra», o la de Magdalena Galán, por padecer «el achaque de lepra», acor­ dándose «pedir informe de cualquiera de los médicos titulares de esta ciudad» (8).

(5) Estas noticias, recogidas por Juan Ignacio Ruiz de la Peña en los fon­ dos de San Vicente que obran en el Archivo de San Pelayo, han sido parcial­ mente publicadas en “La Balesquida” de 1983. (6) F e r n a n dC eo z n d, eT o r r e n y t d e e l a N o v a, lMonasterio de San Pelayo de Oviedo, Colección Diplomática, I, Oviedo, 1978, p. 226. (7) Ibidem, doc. núm. 246. (8) Ayuntamientos de 16 enero y 1 abril de 1705, Acuerdos, fols. 12 y 47v. (Arch. Ayunt0 Oviedo). 5 2 2 JOSE RAMON TOLIVAR FAES

LA LLORAZA

Don Fernando de Valdés Sorribas, Capitán y Alférez mayor de Villaviciosa, que murió en 1627, había defendido el derecho de la casa de Sorribas a esta malatería, por haberla fundado y dotado, según decía, Alonso Pérez del Busto, citando siete generaciones siguientes al don Alonso que habían ostentado el patronazgo y ad­ ministración de dicho hospital (9). Sabido es que la malatería es­ taba fundada ya desde el siglo XIII cuando menos.

LA REBOLLADA

Al hablar del hospital del monte Copián como posible prece­ dente de esta malatería, citábamos (pág. 124, nota 4) la merced hecha en 1138 por Alfonso VII, pero es de advertir que ya en 16-3-1103 Alfonso VI había hecho donación de la población de Baíña a la Iglesia de Oviedo con cláusula de edificar una alberguería en el referido monte Copián (10).

LENDELAPILA

Al redactar el término Allande en la «Gran Enciclopedia Astu­ riana», A. G. Linares añade a los datos que ya conocíamos la precisa ubicación que en la parroquia de Villaverde tenía la desaparecida capilla de la malatería: «la Huerta de La Pila, entre los regueros de Malacanar y Vachexunto».

LINARES

Sin asegurar que se refiriera a ella, puesto que tampoco con­ creta el documento de qué Linares está hablando, decíamos en nuestro trabajo (pág. 146) que «esta malatería parece aludida por el canónigo don Bartolomé en su testamento de 17 de noviembre de 1275». Pero Fernández Conde (11) advierte: «La existencia de la

(9) M a r t í n, eElviro, z Los hospitales asturianos de Patronato Real en el siglo XVII, BIDEA núm 98, pp. 602 y 603. (10) Miguel V igil, “Epigrafía”, p. 84. (11) La clerecía..., p. 63. CONSIDERACIONES EN TORNO A VARIAS MALATERIAS ASTURIANAS 523

[malatería] de Linares (Proaza) no consta documentalmente hasta época tardía. Creemos que la referencia a la misma, deducida por Tolivar Faes del testamento de don Bartolomé (1275) corresponde a una lectura no correcta del testamento». Efectivamente, donde no­ sotros leíamos «que sien en palacio de Linares sont de Thomas Perez e del costo de las casas de las lazrades», él lee —y lee bien— «que sien en palacio de Linares, sont de Thomás Périz e del costo de las casas de las lámpades». De modo que si las casas son de las lámpadas y no de supuestas enfermas, tampoco el palacio debe ser considerado como sinónimo de la malatería que en aquella aldea hubo. Queda, pues, pendiente de documentación la existencia de esta leprosería antes del siglo XVIII.

LODOS

Incluíamos esta malatería entre las de oscura existencia (pág. 256) porque, aunque de existencia indudable ya que la hallábamos men­ cionada en testamentos de 27-7-1267 y 19-9-1348 (que transcribía­ mos), no habíamos encontrado otros documentos relativos a ella y sí tan sólo la noticia, aportada por Canella (12), de haber estado enclavada en la parroquia de Tamón (Carreño) y ser sus patronos los señores de Solís. Y aunque Marino Busto (13) ha llegado a es­ tablecer la situación de dicha «Malatería de San Bartolomé en el lugar de Villar (Tamón)», su existencia, a partir del siglo XIV, se­ guirá pareciéndonos oscura hasta que surjan nuevos documentos.

MARCENADO

Habíamos hallado noticias de esta malatería en todos los siglos, a partir del XIII, excepto del siglo XV. Gracias a Ignacio Ruiz de la Peña sabemos que en 13-2-1435 Alvar Rodríguez y su mujer Ma­ ría Pérez, de Huergo (Siero), hacen en su testamento una manda «a los malatos de Marcenado» (Arch. Cat. Oviedo). Ver también nota de Cañamal.

(12) Asturias, III, p. 220. (13) Historia del concejo de Carreño en la general de Asturias, p. 103. 5 2 4 JÓSE RAMON TOLIVAR FAES

PANICERES

El «Libro de Aniversarios de la Cofradía del Rey Casto» (códice núm. 7 del A.C.O.) estudiado por Ignacio Ruiz de la Peña (14), se­ ñala en 1297 cómo «algunos malatos e malatas depoes que entraren en Panizeras e avian la ración se casavan e se fazia hy luxuria e maluestat e perdían mucho del bien fazer de la tierra». Esta noti­ cia confirma la libertad de que en la práctica gozaban los enfermos y la frecuente «conversación» que entre ellos se establecía, según indicábamos, entre otras, en las páginas 64, 186 y 301 de nuestros Hospitales de leprosos...

RETUERTAS

Aunque documentada ya a partir de 27 de julio de 1267, el in­ ventario de parroquias ordenado por el obispo don Gutierre de Toledo (1385-86) y publicado por F. J. Fernández Conde (15) nos da la única noticia que por ahora tenemos de esta malatería en el siglo XIV: «San Martino de Retuertas húsala apresentar el abbad de Corias. Es capellán Iohán Rodríguez. Esta eglesia es malatería e de las elimosnas que ganan los malatos lieva el capellán todo el diezmo». La sospecha que teníamos de que la documentación de esta ma­ latería debía de hallarse en el monasterio de Corias fue confirmada por Emilio Marcos Vallaure, el cual, en 1972, tuvo la atención de comunicarnos el hallazgo allí de, al menos, un libro de Apeos de finales del siglo XVI.

lú JE D E s...... ' ' ' ' '

Gracias a la corrección que nos hace Fernández Conde (16) he­ mos revisado la lectura del testamento que el arcediano don Fer­ nando Alfonso otorgó en 7-4-1274 y hallamos que en la línea 22, donde leíamos Rodes (Ruedes) realmente dice Lodes (Lodos). Acaso nos sirva de disculpa el haber sido los primeros en transcribir estos

(14) “La Balesquida”, 1983. (15) La Iglesia de Asturias en la Baja Edad Media, IDEA, Oviedo. 1987, p. 181. (16) La clerecía..., p; 63. CONSIDERACIONES EN TORNO A VARIAS MALATERIAS ASTURIANAS 5 2 5 testamentos, pero la acertada rectificación que se nos hace obliga a considerar, por ahora, la fecha 9 de junio de 1289 del testamento de don Pedro Díaz de Nava como la de la más antigua documenta­ ción de Ruedes, es decir, la antigüedad de esta malatería es, por ahora, quince años menor de la que habíamos señalado. Otras noticias que merecen ser añadidas a las que ya teníamos de los siglos XVI y XVII son las siguientes: Un censo perpetuo, foro y venta que, en 4-2-1557, Gonzalo Menéndez de Pravia, prior de la orden y malatería de San Lázaro de Ruedes y Alonso Pérez de Villaviciosa, cura de dicha malatería, e Inés Fernández de Ga- belles, malata, otorgan a Diego de Valdés, vecino de Gijón (17). En 1608 era prior o mampostor de Ruedes el licenciado Toribio Vigil de Quiñones, hermano del gijonés don Juan que fue obispo de Va­ lladolid. Previamente lo habían sido, por Su Majestad, Santiago de Argüelles (15-1-1606) y Pedro de Cifuentes Valdés (18).

VALDEVENERO

La relación de esta malatería con la parroquia de San Juan de Riomera (Santibáñez de la Fuente), a cuya iglesia parece haber sido trasladado el Santín de Valdevenero, se pone de manifiesto en el ya citado inventario de don Gutierre de Toledo que publicó Fer­ nández Conde (19), inventario en el que una mano del siglo XVI anotó: «Sant Bartholomé de Valdevenero es de presentación de padroneros. Llévala toda el clérigo. E es malatería anexa esta ygle- sia a Ruidemera». La advocación de San Bartholomé, al cual per­ tenece, probablemente, la imagen del Santín, la hallamos también en Colmillera y Lodos, así como en San Bartolomé del Puente de las Rozas (Cangas de Onís).

(17) Comunicación de M.a Blanca Alvarez Pinedo, referida al Protocolo de Luis de Valdés Bango, año 1610, caja 15 bis. (Arch. Hist. Prov.). (18) M a r t ín e z , Elviro, ob. cit., pp. 599-603. (19) La Iglesia de Asturias..., p. 136. EL HISTORIADOR FLORO Y LA ROMANIZACION DE ASTURIAS

POR

NARCISO SANTOS YANGUAS Universidad de Oviedo

De manera tradicional se han venido considerando las afirma­ ciones del historiador latino Floro, enmarcadas en el contexto de las consecuencias derivadas de la finalización de las guerras astur- cántabras, y por consiguiente de la anexión definitiva del territorio peninsular ibérico por parte del Estado romano, como un indica­ dor y exponente evidentes del fenómeno de la romanización en el cuadrante noroccidental de la Península Ibérica (1). El contenido del escueto texto, en el que se trazan las líneas maestras de dicho proceso, es el siguiente:

«Tal fue el final de las campañas de Augusto y también de la revuelta de Hispania; su fidelidad fue asegurada al punto, lo mismo que una paz eterna, gracias al cambio sobrevenido en el temperamento mismo de sus habitantes, más dispues­ tos desde entonces a llevar una vida pacífica, así como a las medidas tomadas por Augusto: temiendo la confianza que les inspiraban sus montes, refugio seguro para ellos, les obli­ gó a habitar y vivir en el emplazamiento de su campamento, puesto que estaba en el llano; allí se celebraría la asamblea de la gente y deberían conservar este lugar como capital».

(1) II, 33, 59-60. 52 8 NARCISO SANTOS YANGUAS

Antes de pasar a analizar el marco geográfico-histórico corres­ pondiente a la Asturias antigua, con sus tres regiones culturales claramente delimitadas, se hace preciso referirnos al concepto de romanización, así como a las peculiaridades más destacadas que encierra la figura y la personalidad de nuestro historiador. En pri­ mer lugar hemos de hacer alusión a lo que supone el fenómeno de la romanización: desde hace algunas décadas existe consenso entre los investigadores contemporáneos a la hora de concretar lo que significa dicho concepto, a pesar de que, tras la lectura de ciertos trabajos de los últimos años, difícilmente podemos llegar a tal con­ clusión (2). De cualquier modo no resulta posible concretar con nitidez en todas las ocasiones los elementos de alteración, cambio o transformación que la romanización traería consigo en cuanto a las estructuras de la organización propia de los diferentes pueblos indígenas prerromanos, y menos aún en el caso de los que habita­ ban el cuadrante noroccidental hispano (3). El concepto de romanización se comprende, como ya lo hizo el Prof. Vigil de forma magistral y con una clarividencia inigualable, como una evolución y desarrollo de las formas de vida de las po­ blaciones ibéricas antiguas, que deben ser comprendidos a su vez en la confluencia de dos aspectos fundamentales, constituidos res­ pectivamente por las estructuras de organización correspondientes a los romanos y las propias de los grupos sociales indígenas prerro­ manos (4). Ahora bien, esta definición en modo alguno puede pre­ suponer el hecho de que la romanización implique y conlleve en sí misma una ruptura total y absoluta de las tradiciones indígenas (5), aun cuando resulta evidente que traería consigo una alteración y transformación paulatina y gradual de sus estructuras a los distin­ tos niveles, hecho que se vería aumentado además a medida que transcurrían los años y la presencia y contacto con el Estado y ad­ ministración romanos se iban haciendo cada vez más intensos.

(2) Ver, por ejemplo, J. Ferro Couselo: “La romanización en la parte bracarense del Sur de Galicia”, Bol. Aur. IV, 1974, pp. 255 y ss., quien trata de analizar este hecho entre un grupo de poblaciones septentrionales his­ panas. (3) G. F o r n i: “Dalle difficoltà di assoggettamento agli effetti della roma­ nità: sinossi asturo-caleca”, Actas del coloquio internacional sobre el bimile- nario de Lugo, Lugo, 1977, pp. 47 y ss. (4) Historia de España Alfaguara. I : Edad Antigua, Madrid, 19752, p. 271. (5) J.M. Vázquez Varela y F. Acuña Castroviejo: “Pervivencia de las formas culturales indígenas”, La romanización de Galicia, La Caruña, 1976, p. 79. EL HISTORIADOR FLORO Y LA ROMANIZACION DE ASTURIAS 529

Toda esta serie de características supondrán, desde el punto de vista de las poblaciones indígenas, y quizás de forma más acentua­ da todavía en el caso de los pueblos septentrionales ibéricos, la adopción de formas nuevas de vida, que de manera progresiva irían alterando, desplazando, transformando e, incluso, eliminando las propias de la organización de la cultura castreña (6). En este sentido el territorio correspondiente a la Asturias actual durante la Edad antigua constituía un marco de características es­ peciales geográficas e históricas, en el que puede observarse la asimilación o rechazo de los elementos implícitos en el concepto de romanización. Para ello se hace necesario partir de las peculia­ ridades que encierra el testimonio de Floro (entorno histórico, com­ posición, época...), al parecer redactado ya en una fase avanzada del Alto Imperio, en concreto en los años finales del reinado del emperador Adriano o aún después, en la que algunos elementos de la organización romana debían haber encontrado ya arraigo en­ tre las poblaciones astures y sus vecinas galaicas. Desde el punto de vista estrictamente literario la influencia de la sofística griega resulta bastante apreciable, a diferentes niveles, entre los escritores latinos más caracterizados del siglo II: de esta manera, por ejemplo, es posible observarlo en el caso de Floro, sobre cuya personalidad y aspectos particulares de su vida apenas conocemos muy pocos detalles con exactitud (7), y menos aún de la fecha precisa en que vivió; la obra de dicho historiador romano parece haberse circunscrito a simple vista a resumir la historia ro­ mana bajo el señuelo de un ejercicio de oratoria (8). Como sucesor directo de Suetonio, y casi un contemporáneo suyo, Floro compondría su obra histórica en dos libros (Cuadro o Epítome de la historia romana), que no podemos considerar exclu­ sivamente como un compendio abreviado de la Historia titoliviana y en la que parece poner un énfasis especial en los enfrentamientos bélicos, tanto interiores como exteriores. A pesar de revelarse como un asiduo lector de Livio, a quien llega casi a plagiar en algunas ocasiones, nuestro autor se manifiesta al mismo tiempo como un

(6) N. S a n t o s : “Organización social y económica de la Asturias castreña en época prerromana”, BIDEA núm. 107, 1982, pp. 785y ss. (7) Para un grupo de investigadores actuales el historiador Floro puede identificarse con Floro el retor y Floro el poeta. (8) En este contexto sabemos que la obra de Tito Livio (Ab Urbe condita) sería objeto de abreviaciones, más o menos originales, desde una época muy antigua. Cf. J.M. A nré y A. Hus: La historia en Roma, Madrid, 1975, p. 185. 530 NARCISO SANTOS YANGUAS recopilador cuasi perfecto de noticias procedentes de Catón, César, Salustio o Séneca el viejo (9). Por razones no sólo de forma sino también de contenido, así como por su concepción literaria y puntos de vista políticos, la obra de Floro parece identificarse bastante bien con el ambiente ideológico y cultural de la época de Adriano (10). No obstante, esta opinión no resulta coincidente en el caso de todos los autores, puesto que para algunos de ellos el Epítome de Floro, considerado como una obra única de la literatura latina y que se distingue de la de Veleyo Patérculo sobre todo por su optimismo y su confianza en el valor de la senectus, podría fecharse entre los años 144 y 148, cuadrando por tanto su pensamiento de forma casi perfecta con la época de Antonino Pío (11). Ahora bien, el historiador Floro parece oponer al pacifismo de Adriano el glorioso belicismo de las épocas anteriores, denunciando sin embargo al mismo tiempo las guerras civiles del pasado (12). En cualquier caso su erudición llega a mostrarse intencionadamen­ te geográfica, pudiendo destacar entre otros ejemplos la descripción correspondiente a las campañas de César en territorio peninsular ibérico o la de la batalla de Accio; de esta manera, aunque renun­ cia, al igual que sucede en el caso de Suetonio, al encadenamiento analítico, este hecho parece responder más a deficiencias de carác­ ter técnico que a la presencia como línea maestra de un plan destinado a reagrupar, simplificar o invertir ciertos acontecimien­ tos históricos (13). Así, pues, es posible considerar a este historiador más como un artista que como un historiador propiamente dicho, es decir como un panegirista que busca como objetivo prioritario magnificar los acontecimientos militares vinculados con la historia del pueblo romano, al que denomina, al igual que hace Tito Livio, con el cali­ ficativo de populus princeps (14). En esta misma línea más que un

(9) Junto a ello cultivaría con intensidad la erudición, aunque añadiendo igualmente toda una serie de preocupaciones políticas y convicciones de signo netamente patriótico. (10) A. Garzetti: “Floro e l’età adrianea”, Athenaeum XLII, 1964 (Me­ langes Malcovatti), pp. 136 y ss. (11) L. B e s s o n e : “Ideologia e datazione dell’Epitome di Floro*’, GFF II, 1979, pp. 33 y ss. (12) II, 6-9. (13) P. J a l : “Nature et signification politique de l’oeuvre de Florus”, REL XLIII, 1965, pp. 358 y ss. (14) V. A lb a : La concepción historiográfica de Lucio Anneo Floro, Ma­ drid, 1953. EL HISTORIADOR FLORO Y LA ROMANIZACION DE ASTURIAS 531 simple abreviador de este último autor Floro representa típicamen­ te a la historiografía retórica del siglo II y las ideas corrientes en la época, es decir el amor por un pasado glorioso, la tentativa de una nueva interpretación de las conquistas romanas, así como el gusto por lo pintoresco y lo ramántico (15). A pesar de todo, nuestro autor deja traslucir una cierta propen­ sión hacia la meditación histórica, de manera que su obra se halla ordenada de acuerdo con la teoría biológica de las 4 edades de la vida ( infantia en tiempos de los reyes (monarquía), adulescentia en el transcurso de la conquista de Italia o fase de la República pri­ mitiva, iuventus hasta el final de la etapa republicana, y senectus desde la formación del segundo triunvirato) (16). En este sentido, al igual que sucede en el caso de Tácito y Ammiano Marcelino, el historiador se preguntaría acerca de la fragilidad y la perennidad del Imperio romano (17). En resumen, pues, podemos afirmar que la estructura central del Epítom e de Floro parece estar constituida por la comparación que realiza entre las edades del hombre y las fases de la historia de Roma, al igual que encontramos, por ejemplo, en Séneca retor o en Lactancio, entre otros (18). En este contexto los temas funda­ mentales que configurarían dicha obra parecen identificarse con la antítesis existente entre virtus y fortuna, así como con la depen­ dencia de la primera con respecto a la libertas (19). ¿Cómo aparecen aplicados estos principios generales de su obra en las noticias de Floro que nos disponemos a analizar? Ante todo hemos de tener presente que este historiador, originario de Africa, para algunos autores de nuestros días sentiría una gran atracción por el territorio hispano, casi tanto como por la propia Roma (20)

(15) W. d en B o e r : “Florus und die römische Geschichte”, Mnemosyne XVIII, 1965, pp. 366 y ss. (16) Sobre esta cuestión a lo largo de la literatura latina cf. N. S a n t o s : “La concepción de la historia de Roma como sucesión de edades en los histo­ riadores latinos”, CFC XVII, 1981-1982, pp. 173 y ss. (17) N. S a n t o s : “Tácito y la decadencia del Imperio”, Emérita L, 1982, pp. 17 y ss., y “La decadencia del Imperio romano en Ammiano Marcelino”, MHA VIII, 1987 (en prensa). (18) I. H a h n : “Prooemium und Disposition der Epitome des Florus”, Eire­ ne IV, 1965, pp. 21 y ss. (19) J. Scholtem eijer : “Lucius Annaeus Florus. ’N annalise van struktu- rele temas ’n nuwe perspektief”, AClass XVII, 1974, pp. 81 y ss. Cf. J. S t r a u b : “Imperium-Pax-Libertas”, Gymnasium LXXXIV, 1977, pp. 136 y ss. (20) E. M alqovatti en Colloquio sulla Hispania Romana, Roma, 1974, pp. 122-125. 532 NARCISO SANTOS YANGUAS

El primer aspecto que destaca es el vinculado con las peculiaridades que en general encierra la documentación literaria concerniente a la cultura castreña del Norte peninsular; así, del mismo modo que sucede en el caso de las noticias transmitidas por el geógrafo Es- trabón con respecto a las estructuras de organización propias de las poblaciones indígenas septentrionales (21), la síntesis que nos ofrece Floro en el testimonio objeto de nuestro análisis adolece de varios defectos, entre ellos el de que quizás no estuviese en ningún momento de su vida en territorio ibérico, o si lo hizo no sería de forma prolongada, por lo que sus fuentes de información serían indirectas o de segunda mano, básicamente en lo que respecta a los pueblos del Norte peninsular. Es posible igualmente que, debido a ello, dicho pasaje nos pre­ sente un carácter generalizador, aplicable en todos sus extremos a un territorio excesivamente amplio, el correspondiente a las pobla­ ciones indígenas del área septentrional de la Península Ibérica, sin poder precisar las peculiaridades que dicho proceso pudo implicar, de forma más o menos arraigada, entre cada una de ellas (galaicos lucenses, galaicos bracarenses, astures transmontanos y augustanos, cántabros...), a pesar de que nos ofrezca en otros pasajes de su obra una visión de conjunto bastante completa sobre las diferentes provincias del Imperio romano, incluidas las hispanas (22). La conquista y anexión territorial del N.O. peninsular ibérico por parte de los ejércitos romanos tras los años de enfrentamien­ tos bélicos correspondientes a las guerras astur-cántabras (23) traerían consigo sin duda una transformación gradual de las es­ tructuras indígenas en todos los niveles de su organización, lo que se haría ostensible tanto en el plano económico como en el social, político-administrativo e ideológico-religioso. Ahora bien, en el caso concreto de los astures transmontanos (habitantes de la Asturias actual), así como de los galaicos lucenses asentados en la región del Occidente asturiano que se extiende desde el río Navia hasta el Eo, se hace necesario concretar el grado de asimilación, integra­ ción o rechazo de las estructuras romanas por el que atravesarían

(21) III, 3, 5 y 7-8. Cf. A . G arcía y B e l l id o : España y los españoles hace dos mil años según la Geografía de Estrabón, Madrid, 19684, pp. 114-125. (22) J. S t r a u b : “Reichsbewusstein und Nationalgefühl in den römischen Provinzen Spanien und das Imperium Romanum in der Sicht des Florus”, JRGZ XXV, 1978, pp. 173 y ss. (23) N. S a n t o s : “La conquista romana del N.O. de la Península Ibérica”, Latomus XLI, 1982, pp. 5 y ss. EL HISTORIADOR FLORO Y LA ROMANIZACION DE ASTURIAS 5 3 3 dichos pueblos indígenas y el proceso dialéctico y cronológico se­ guido en cada caso. Para ello es preciso delimitar, aunque sólo sea a grandes rasgos, las características de las tres zonas claramente definidas que se distinguen en la Asturias antigua. La separación entre cántabros y astures se suele situar en el río Sella, a pesar de que para algunos autores podría aceptarse como línea fronteriza la zona de Villavi- ciosa (24); de cualquier forma se trata de una zona escasamente investigada desde el punto de vista arqueológico, tanto por lo que respecta a la época prerromana como a los tiempos romanos, a pesar de que la presencia en la misma de aproximadamente una tercera parte de las inscripciones romanas de Asturias (25) ha sido considerada en ocasiones como un testimonio claro de romaniza­ ción y penetración romana, quizás de forma equivocada. Por su parte la región central asturiana, la propiamente astur, presenta síntomas de corresponder al territorio más romaniza­ do (26). No obstante, carecemos por completo hasta la fecha de información arqueológica adecuada acerca de los emplazamientos castreños prerromanos de dicha zona, de los que únicamente co­ nocemos su existencia a través de ciertos hallazgos esporádicos, aislados y sin contexto histórico preciso, en tanto que disponemos de bastantes materiales correspondientes a tiempos romanos. Finalmente el límite de los astures con los galaicos se ha venido situando tradicionalmente en el río Navia (27), aunque la existencia de poblados fortificados como el de Illaso, en el concejo de Villa- yón en la margen derecha del Navia (así como el de Armental, que junto con el de Coaña controlaría la ría de dicha corriente fluvial), y el de Hendelcastillo en Ranón, concejo de Luarca, en la margen derecha del río Esva-Canero, parecen aconsejar la situación de di­ cho límite en esta última cuenca fluvial, lo que había sido aceptado va, al menos en parte, por J.M. González (28) cuando afirmaba que los albiones se extenderían hasta la sierra de Panondres, cuyas

(24) J.M. G o n z á le z : El litoral asturiano en la época romana, Oviedo, 1954, pp. 59-61. (25) F. Diego Santos: Epigrafía romana de Asturias, Oviedo, 19852. (26) F. J o r d á : “La cultura de los castros y la tardía romanización de As­ turias”, Actas del coloqu,io sobre el bimilenario de Lugo, p. 29. (27) C. Sánchez Albornoz: “Divisiones tribales y administrativas del so­ lar del reino de Asturias en época romana”, BRAH XLV, 1929, p. 5, y J.M. G o n ­ z á l e z : El litoral asturiano en la época romana, pp. 86-87. (28) El litoral asturiano en la época romana, p. 89. 5 3 4 NARCISO SANTOS YANGUAS estribaciones orientales vierten sus aguas precisamente en el río Esva (29). Del testimonio de Floro parecen desprenderse en primer lugar las consecuencias correspondientes a las formas de hábitat. En este sentido tendríamos que destacar el hecho de que, en el transcurso de los años del gobierno de Augusto, los recintos castreños expe­ rimentarían una gran expansión entre las poblaciones indígenas septentrionales de la Península Ibérica, lo que parecen confirmarlo tanto las reformas llevadas a cabo en el marco de los poblados ya existentes como el surgimiento de muchos otros de nueva plan­ ta (30). De cualquier forma es posible observar que el recinto castreño en cuanto centro de hábitat se mantiene como el modelo más pres­ tigioso e idóneo de poblado, especialmente si tenemos presente que a partir de estos momentos (época julio-claudia) la cultura castreña llegaría a adquirir definitivamente la categoría de una cultura de piedra; en este contexto no podía resultar extraño que se produ­ jese una ampliación de los asentamientos poblacionales que ya habían surgido en época prerromana en la región, uniéndose a este hecho el de la fundación de otros nuevos. En el área geográfica correspondiente al convenías bracarense tenemos constancia de que, hasta los comedios del siglo I d.n.e., el número de castros y casíella aumentaría significativamente, pro­ duciéndose a un mismo tiempo un proceso de transformación ur­ banística en el interior de los mismos (31), lo que traería consigo que un grupo numeroso de los surgidos en esta época se ubicasen en promontorios de mediana o baja altitud, desde los que se domi­ naban las tierras de labranza circundantes, contando igualmente gara su defensa con toda una serie de aterrazamientos y fosos, que ofrecen una inspiración evidente en los campamentos romanos (321

(29) También hacia el interior existen asentamientos castreños de este mismo tipo en la región de Pola de Allande, como el de San Chuis, por ejemplo. (30) En este sentido C.A. F e r r e i r a (“Arquitectura e arte castreja. A sua liagao para os fenómenos de assimilagao e resistencia”. Asimilación y resis­ tencia a la romanización en el Norte de Hispania , Vitoria, 1986, p. 80) asegura que, sin temor a equivocarnos, es posible afirmar que desde la finalización de la conquista romana del territorio ibérico y hasta la época de los Flavios la cultura castreña alcanza su floruit y, por consiguiente, un desarrollo de carac­ terísticas excepcionales. (31) Uno de los ejemplos más sobresalientes lo constituye sin duda el re­ cinto fortificado de Sanfins. (32) Quizás haya que interpretar en este sentido las palabras de Floro (II, EL HISTORIADOR FLORO Y LA ROMANIZACION DE ASTURIAS 535

Esta incuestionable influencia de origen romano constituye una gran novedad en cuanto a las técnicas defensivas utilizadas en los poblados castreños del N.O. peninsular (33). Los problemas surgen a la hora de trazar el proceso concreto que se desarrollaría en tales centros de hábitat, puesto que desco­ nocemos las leyes por las que se regían, pudiendo deducirlo única­ mente de testimonios aislados de algunos autores antiguos y de las consecuncias que se seguirían del mismo. A este respecto resulta enormemente significativo el pasaje de Dión Casio (34) en el que asegura que, una vez finalizadas las guerras astur-cántabras, Augusto trataría por todos los medios de que los indígenas se establecieran en los campos, confirmando de esta manera las palabras de Floro en el sentido de que el emperador ordenaría que las poblaciones castreñas se concentrasen en poblados de llanura, a los que dotaría de una cierta capacidad administrativa (35). A través de esta política augustea, y sin duda también de otra serie de determinaciones de esta misma naturaleza, se pondrían las bases para el nacimiento de todo un conjunto de centros de hábitat de tipo agrícola, que podemos identificar con los castella (36), que se diferenciarían claramente de los recintos poblacionales de carác­ ter minero, muy extendidos sin embargo por el interior de Asturias en su región occidental como analizaremos más adelante (37). Ejem­ plos de este tipo de hábitat los hallamos en buen número en el territorio correspondiente a las poblaciones galaicas y astures, arrancando todos ellos de la época de Augusto (38).

33, 53) cuando asegura que Augusto, “temiendo la confianza que les inspira­ ban sus montes, refugio seguro para ellos, les obligó a habitar y vivir en el emplazamiento de su campamento, puesto que estaba en el llano”. (33) Al mismo tiempo este hecho constituye un claro exponente del des­ arrollo de los intereses agrícolas, así como la presencia cada vez más abun­ dante de pan de mijo o trigo en la alimentación, vinculado todo ello a unas perspectivas económicas y político-administrativas muy claras por parte del Estado romano. (34) LIV, 11, 5. (35) II, 33, 60: ibi gentis esse consilium illud observari caput. Cf. C.A. Fe- r r e i r a : op. cit., p. 81. (36) G. P e r e i r a : “Los castella y las comunidades de Gallaecia”, Zephyrus XXXIV-XXXV, 1982, pp. 249 y ss. — II Seminario de Arqueología del Noroeste, Madrid, 1983, pp. 167 y ss. (37) N. S a n t o s : “Poblamiento y minería romana del oro en la Asturias castreña (el concejo de Cangas del Narcea)”, MHA VIII, 1987 (en prensa). (38) Los restos arqueológicos de Coaña y Mohías parecen confirmarlo, en especial este último. 536 NARCISO SANTOS YANGUAS

En este contexto parece lógico pensar que esta especie de des­ doblamiento de los poblados castreños, que conllevaría a su vez la concentración de gentes con vistas a nuevas fundaciones, úni­ camente tendría realidad en el caso de que contasen con ciertos alicientes, como la adjudicación, a título individual y privado, de ciertas parcelas de terreno para su explotación y cultivo (39). Ahora bien, la importancia de estos castros de tipo agrícola parece haber decaído con cierta rapidez, quizás ya desde los mo­ mentos finales de la primera centuria de nuestra era, posiblemente como consecuencia de la entrega del ager a conductores particula­ res, según parece desprenderse de la inscripción de Rameseiros (40); tal vez fuese también ésta la causa por la que las alusiones al origen personal ligado a los castella comenzasen a desaparecer en torno a estas mismas fechas (41). En cualquier caso resulta evi­ dente que desde los primeros momentos de la centuria siguiente empezaría a tomar cuerpo un nuevo elementos vinculado al apro­ vechamiento de los recursos agrícolas, las villas, que pasarían a convertirse de esta forma no sólo en centros de hábitat sino tam­ bién en los núcleos de las formas económicas agropecuarias en los siglos siguientes. Los años inmediatos a la finalización de las guerras astur-cán- tabras parecen coincidir con la petrificación completa de los re­ cintos amurallados, que a partir de entonces presentan paredes verticales y aplomadas (42). Junto a ello la estructuración urba­ nística de los emplazamientos castreños, que parece manifestarse ya claramente a partir de dicha época, pone de manifiesto todo un conjunto de influencias romanas, que se hacen ostensibles en el aspecto reticular de la planta de dichos recintos poblacionales, así como en la presencia de una tendencia bastante acusada hacia la configuración cuadrangular de las murallas.

(39) Se potenciaba así la forma de propiedad privada frente a la comu­ nitaria existente en los siglos anteriores a nuestra era. (40) C.A. F e r r e i r a y G. P e r e ir a : “A grande inscripto do Penedo de Rameseiros”, Arqueología núm. 4, 1981, pp. 142-145. (41) G. P e r e i r a y J. S a n t o s : “Sobre la romanización del Noroeste de la Península Ibérica: las inscripciones con mención del origo personal”, Actas do Seminario de Arqueología do Noroeste, Guimaraes, 1980, vol. III, pp. 117 y ss. (42) Algunas de estas murallas del Norte de Portugal se impondrían más como síntoma de prestigio de los poblados, así como de valoración simbólica de los espacios habitados, que por razones estrictamente bélicas, como es el caso de Mozinho. EL HISTORIADOR FLORO Y LA ROMANIZACION DE ASTURIAS 5 3 7

¿Cómo se plasman estos principios en las tres regiones de la As­ turias de época romana? En el caso de la zona cántabra antigua correspondiente al territorio asturiano actual destaca el escaso nú­ mero de construcciones romanas detectadas, lo que resulta extraño si lo comparamos con los testimonios epigráficos (43). Por lo que respecta a la parte interior de dicha región hay que destacar la presencia de inscripciones vadinienses a ambos lados de la cordi­ llera cantábrica, en concreto en los valles altos de los ríos Sella y Esla, respectivamente (44), lo que parece ponernos en conexión con una población trashumante, dedicada de forma casi exclusiva al sector ganadero, contando quizás en sus rebaños con un número mayor de ovejas que de caballos. Sus estructuras sociales estarían basadas en el avunculado, que ha sido considerado por muchos investigadores contemporáneos co­ mo síntoma de tipo matriarcal en conexión con las características de organización de dicho pueblo que nos presenta Estrabón (45). De esta manera, aunque las conclusiones definitivas acerca de esta región permanecen todavía en el aire, su romanización sería bas­ tante tardía, puesto que los restos más antiguos de la misma no parecen anteriores al siglo II d.n.e. (46). Por lo que respecta a la zona central de la Asturias actual (te­ rritorio ocupado por los astures transmontanos) la penetración romana se produciría ya en tiempos de Augusto; como testimonio de este hecho contamos con la inscripción del cabo Torres, que se fecha en los años 9-10 d.n.e. (47) y que corrobora la llegada de tropas romanas a la costa gijonesa, señalando así un hecho que no parece reflejado en las fuentes literarias, que parecen circuns­ cribirse a reseñar los enfrentamientos bélicos referidos únicamente a la Asturia augustana (48); este monumento epigráfico marcaría el final de una vía de penetración por la que el ejército romano alcanzaría la región litoral asturiana.

(43) Hay que destacar que este nivel de romanización, más o menos ele­ vado, únicamente se alcanzaría en Ja rasa litoral y a partir del siglo III d.n.e. (44) J. S a n t o s y M.a C. G o n z á le z : “La epigrafía del conventus clunien- se. I: Las estelas vadinienses”, MHA VI, 1984 (1985), pp. 85 y ss. (45) III, 4, 17-18. (46) En este sentido, a pesar de que estas inscripciones se venían fechan­ do en dicha centuria en su gran mayoría, quizás muchas de ellas pertenezcan ya a la siguiente. (47) F. Diego Santos: “Salutación Imperator XX Augusto según la ins­ cripción del cabo Torres (CIL II, 2703)”, BIDEA núm. 12, 1958, pp. 234 y ss. (48) N. Santos: El ejército romano y la romanización de los astures, Ovie­ do, 1981, pp. 18-29 y 59-63. 5 3 8 NARCISO SANTOS YANGUAS

Junto a ello sobresale igualmente el carácter militar de las pri­ meras edificaciones romanas, quizás como consecuencia inmediata de la inestabilidad existente en dicho territorio a causa de las más o menos frecuentes sublevaciones de los astures, como lo confirma la que tuvo lugar a mediados del siglo I, siendo sometidos rápi­ damente por la legión VI Victrix (49). Será precisamente dicha inestabilidad la que impulsará a los Flavios al robustecimiento de sus bases militares en el Norte peninsular, dándose paso así al surgimiento del campamento de la legión VII Gemina en un em­ plazamiento apropiado para llegar en poco tiempo a la Asturia transmontana (50). De esta manera la administración romana contaría con un trián­ gulo defensivo-ofensivo con base en la costa, que se extendería entre Flavionavia (posiblemente Santianes de Pravia), el cabo To­ rres y Lucus Asturum, y cuyos objetivos estarían dirigidos hacia la zona montañosa del interior, sin duda la más inestable en sus relaciones con los romanos (51). Esta situación de inseguridad parece prolongarse todavía du­ rante los años de la dinastía de los Antoninos, por lo que se mantendría en vigor e, incluso, se potenciaría aún más la presencia militar romana en ciertas regiones: como indicador de ello conta­ mos con el descubrimiento en Ujo de la inscripción de G. Sulpicio Ursulo, prefecto de los symmachiarios astures (52), así como con la lápida perteneciente a un soldado enrolado en la legión VII Ge­ mina (53), que constituyen exponentes claros de la presencia de contingentes de tropas romanas destinados a vigilar algún punto neurálgico vinculado con la vía de penetración hacia la costa gijo- nesa. Igualmente como síntomas de inseguridad hay que resaltar la ocultación de ciertos tesorillos, como por ejemplo el de Coyanca en Perlora. concejo de Carreño (54), cuya serie recogida acaba con monedas del emperador Adriano, mientras que el tesoro de doña

(49) CIL IX, 395 = ILS 2648. Cf. A. S c h u lt e n : Los cántabros y astures y su guerra con Roma, Madrid, 19622, p. 190. (50) A. García y Bellido: “Nacimiento de la legión VII Gemina”, Legio Vil Gemina, León, 1970, pp. 321 y ss. (51) F. J o r d á : “La cultura de los castros y la tardía romanización de As­ turias”, p. 33. (52) N. Santos : “Los symmachiarii astures en el ejército romano”, Durius 1979, p p . 77-81. Cf. B. D o b s o n : “G. Sulpicius Ursulus, symmachiarii and the bellum Dacicum”, ES 8, 1969,p p . 122-124. (53) CIL II, 5733. (54) M. Escortell: “Tesorillo de áureos imperiales hallado en Coyanca”, BIDEA núm. 71, 1973, pp. 3-7. EL HISTORIADOR FLORO Y LA ROMANIZACION DE ASTURIAS 539

Palla, en el concejo de Pravia, tiene como límite final denarios de tiempos de Trajano (55). La vida agrícola con toda su intensidad no se desarrollaría has­ ta el siglo III d.n.e. en el N.O. peninsular, puesto que será entonces cuando contemos con información más o menos amplia acerca de las villas, debido a lo cual en modo alguno pudo constatar y reco­ ger este hecho el historiador Floro (56). Por último, en el territorio galaico de la Asturias antigua no disponemos hasta la fecha de yacimientos similares a los del área astur propiamente dicha, que nos permitan llevar a cabo una cla­ sificación de las diferentes etapas romanizadoras (en parte pode­ mos vislumbrarlo en los castros de época romana, como es el caso de los de Coaña y Mohías). Las inscripciones romanas aparecidas en estas zonas son poco abundantes, al tiempo que los centros de población continúan siendo similares a los recintos fortificados de todo el cuadrante noroccidental hispano. Sin embargo, aun cuando el número de prospecciones realiza­ das en los castros no sean muy ampios y éstas se hayan llevado a cabo de manera incompleta, han ido sacando a la luz materiales de gran interés a la hora de valorar la importancia y significado de la penetración cultural romana; éste es, por ejemplo, el caso de la cerámica (57), cuyos fragmentos nos llevan a distinguir las si­ guientes fases de uso: la sigillata sudgálica durante todo el siglo I, sigillata hispánica desde mediados de dicha centuria hasta los años finales de la siguiente y la sigillata clara con formas que van del siglo II al IV. Más interesante resulta, sin duda, la organización político-ad­ ministrativa de dicho territorio; al parecer los romanos aceptarían la organización castreña y el recinto fortificado como unidad bá­ sica de funcionamiento, estableciéndose una especie de protectora­ do, de manera que para algunos autores habría que referirse, más que a la romanización de esta región en sentido amplio, a un proce­ so de aculturación mediante el cual los distintos elementos romanos irían siendo aceptados en mayor o menor grado por parte de las

(55) M . M a l l o : “Tesorillo de denarios de doña Palla (Pravia)”, Archivum XIX, 1969, p. 93. (56) Para F . J ordá (“La cultura de los castros y la tardía romanización de Asturias”, p. 35) hasta el siglo IV no se produciría una verdadera coloniza­ ción agrícola entre las poblaciones astures transmontanas. (57) C.A. F e r r e ir a : “Cerámica castreja”, RG LXXXIV, 1974, pp. 171 y ss. 5 4 0 NARCISO SANTOS YANGUAS poblaciones castreñás, que continuarían viviendo a la manera an­ tigua (58). De acuerdo con estas características es posible afirmar que el N.O. hispánico en general se hallaría en una situación de subdes- arrollo con respecto al resto del territorio peninsular ibérico y al correspondiente a otras provincias romanas del Imperio (59). En este sentido desde hace ya algunos años se había formulado la existencia de un bajo nivel de romanización en las regiones septen­ trionales de Hispania (60), lo que se vería complementado con las alusiones de otros investigadores a la existencia de una parte de la Península Ibérica no romanizada, en cuyo territorio perdurarían las formas de organización económicas y sociales ya vigentes en tiempos prerromanos, y, como consecuencia de ello, no se produ­ cirían cambios profundos en sus estructuras (61). Por lo que concierne a la organización económica de Asturias durante los años de nuestra era anterior a Floro hay que partir sin duda de los condicionamientos geográficos, ya existentes en época prerromana (62). En las zonas en las que tiene lugar el sur­ gimiento de recintos castreños de nueva planta, que coinciden con terrenos aprovechables desde el punto de vista agrícola, se produ­ ciría no sólo un aumento de las actividades agrarias con respecto a las tareas de recolección sino también la utilización cada vez más frecuente del pan de mijo y/o trigo en la alimentación. Este hecho nos lleva a delimitar la unidad de producción: por lo general en los emplazamientos poblacionales mejor excavados de Galicia y el Norte de Portugal correspondientes a la época julio-claudia pode­ mos descubrir que las casas aparecen estructuradas en pequeños conjuntos, delimitados cada uno de ellos por medio de un muro que las rodea, al tiempo que disponen de una sola entrada que da a la vía pública (63); cada uno de tales conjuntos estaría integrado por tres o más edificaciones, que por lo general no son uniformes

(58) F. J ordá : “La cultura de los Castros y la tardía romanización de As­ turias”, p. 37. (59) A. Deman : “Matériaux pour servir à une étude du développement et du sousdéveloppement dans les provinces de l’Empire romain”, ANRW II, 3, Berlin-Nueva York, 1975, pp. 3 y ss. (60) M. C a r d o z o : “A romanizaçao do Noroeste da Peninsula Hispanica”, Etnos IV, 1965, pp. 75-82. (61) M. V i g i l : Historia de España Alfaguara 1, p. 388. (62) Strab. III, 1, 2 y 3, 8... (63) C.A. F e r r e ir a : “A casa caslreja”, MH A VI, 1984 (1985),p. 38. EL HISTORIADOR FLORO Y LA ROMANIZACION DE ASTURIAS 541

(unas redondas y otras cuadrangulares; unas con entrada a nivel del suelo y otras no...). Todas estas características se relacionarían con la función dife­ rente asignada a cada una de dichas construcciones, que parecen corresponder al espacio habitable propio de una familia; así, pues, no resulta descabellado pensar que cada uno de estos conjuntos equivaldría a una unidad de producción y consumo, pudiéndose explicar esta situación a través de los cambios sociales y económi­ cos que se producirían en estos momentos, así como gracias a una serie de influencias meridionales (64). El testimonio de Floro concerniente a las consecuencias de las guerras astur-cántabras consta de dos apartados claramente defi­ nidos: las alteraciones producidas en el marco de la organización político-administrativa indígena y las transformaciones que en el campo de la producción lleva consigo la presencia romana. En este segundo caso hay que considerar en primer término el sector eco­ nómico agropecuario, a pesar de que dicho testimonio no esté cla­ ramente conectado con dichos objetivos, pudiéndose vincular más bien con los aspectos referidos a la minería del oro (65). En las décadas previas a la época de Augusto la explotación y aprovechamiento del suelo, junto con las actividades relacionadas con la recolección, se llevarían a cabo en el marco del territorio perteneciente a cada uno de los centros fortificados, es decir en el territorio circundante, fácilmente vigilado y constituido en todos los casos por un espacio reducido, dedicado a huertas y no a ex­ plotaciones de carácter extensivo (66). Sin embargo, a medida que nos adentramos en la época julio-claudia se produciría cada vez más una asignación del territorio cultivable a los diferentes grupos sociales gentilicios superiores, cuyos integrantes habitaban en dis­ tintos recintos fortificados; continuando en esta dirección es po­ sible que, desde el último tercio del siglo I, las diferentes parcelas

(64) Este tipo de construcciones parece haberse generalizado desde los comedios del siglo I d.n.e. en los castros gallegos y del Norte de Portugal, acentuándose dicho proceso en tiempos de la dinastía flavia, que parece co­ rresponderse con la época de la cultura castreña de mayor auge del colectivo de personas dedicado al trabajo de la piedra. (65) El historiador se conforma con afirmar que “Augusto ordenó que se explotase el suelo; de esta manera los astures, esforzándose en trabajar la tierra para el provecho de otros, comenzarían a conocer sus propios recursos y riquezas” (II, 33, 60). (66) N. S a n t o s : “La arqueología castreña y el sector económico agrope­ cuario”, MHA VI, 1984 (1985), p. 52. 54 2 NARCISO SANTOS YANGUAS

territoriales fueran asignadas a arrendatarios particulares, dando origen de esta forma, al menos en parte, al nacimiento de las villae (67). En el contexto de las actividades propias de la economía pre­ datoria o de adquisición simple, y en concreto las vinculadas a la recolección, antes de las guerras astur-cántabras la bellota consti­ tuiría un producto enormemente abundante en el territorio astu­ riano, corroborando de esta manera los testimonios de Estrabón y Plinio (68) en el sentido de que los habitantes de los poblados castreños se alimentarían durante las tres cuartas partes del año de tal producto; no obstante, y quizás al contrario de lo que suce­ dería en otras zonas de la cultura castreña, el cultivo de trigo y/o mijo no sería demasiado abundante en esta época (69). Algunos años después, ya en tiempos de la dinastía julio-claudia, junto a indicios muy claros de utilización casi masiva de bellotas, quizás sea posible destacar una producción cerealística más amplia, según parece desprenderse de la existencia de silos y hórreos, a los que se refiere Plinio el Viejo (70). De cualquier forma no podemos llegar a creer que la bellota, como elemento integrante de la ali­ mentación castreña, experimentaría un descenso tan espectacular como el que llegaría a acusarse en el caso de los recintos fortifi­ cados del Norte de Portugal, aun cuando sin duda se intensificaría la producción cerealística (71). Por lo que respecta al sector económico minero, Floro se mani­ fiesta algo más explícito al señalar que las regiones septentrionales hispanas dispondrían de gran cantidad de oro y otros metales de menor importancia (72); en este sentido sabemos que los indígenas

(67) Recordamos, por ejemplo, que la villa de Beloño tendría su origen ya en esta centuria, a pesar de que intensificaría su importancia en las si­ guientes. Cf. F . J o r d á : Las Muñas de Beloño (Certero, Gijón). Una villa ro­ mana en Asturias, Oviedo, 1957. (68) III, 3, 7 y N.H. XVI, 15 respectivamente, mientras que Aulo Gelio (N.A. VI, 16, 5) afirma que se consumía en ocasiones como postre en algunas regiones hispanas. (69) Al menos el escaso número de excavaciones llevadas a cabo hasta la fecha en los recintos fortificados de la región asturiana no corrobora la pre­ sencia sistemática de dichos productos. (70) N.H. XVIII, 30, 306 y XXII, 24, 120 en cada caso. (71) Quizás la abundante presencia de piedras de cazoletas en los castros del Occidente asturiano de época romana (Coaña y Mohías fundamentalmen­ te) constituya un testimonio fehaciente de la importancia mantenida por la recolección de frutos. Cf. N. S a n t o s : “Significado de las piedras de cazoletas halladas en los castros asturianos”, BIDEA núm. 111, 1984, pp. 3 y ss. (72) II, 33, 60: “Estas medidas (las tomadas por Augusto) se veían refor- EL HISTORIADOR FLORO Y LA ROMANIZACION DE ASTURIAS 5 4 3

aprovecharían los recursos auríferos (casi exclusivamente en los pláceres de los ríos), así corno los de plata y otros metales (funda­ mentalmente el estaño), con anterioridad a los tiempos de Augusto, habiendo adquirido dichas tareas una cierta dimensión económica de acuerdo con la profusión de joyas castreñas prerromanas (73). Debido a esta actividad indígena podemos afirmar que el tes­ timonio de Floro en el que se asegura que los astures comenzarían a conocer sus propias reservas económicas y recursos al buscarlos para los romanos, especialmente al esforzarse en las profundida­ des (74), no debe comprenderse en modo alguno en el sentido de que la explotación de los recursos mineros del N.O. peninsular se iniciaría por parte de la administración romana inmediatamente después de la anexión de la zona, sino que lo que haría ésta sería acelerar e intensificar la producción que tradicionalmente venían realizando ya los indígenas durante los siglos previos a nuestra era (75); junto a ello la innovación romana consistiría en la apli­ cación de unos mecanismos de aprovechamiento de los recursos auríferos totalmente diferentes a los que habían sido comunes has­ ta entonces. Ahora bien, el testimonio de Floro en cualquier caso resulta bastante laudatorio de la labor de Augusto, ya que asigna a los años de su reinado una realidad económica que no le corresponde; en efecto, los astures conocerían ya, y explotarían en la medida de sus posibilidades, desde la época del Bronce las riquezas de su sub­ suelo, añadiéndose además el hecho de que la intensificación de los aprovechamientos mineros de oro no arrancan de la época de dicho emperador sino de al menos 50 años después de la pacifica­ ción definitiva de la región noroccidental (76). En consecuencia, a pesar de que tales actividades económicas comenzarían a intro­ ducir y aplicar los nuevos mecanismos técnicos en el transcurso de la época julio-claudia, la extracción y aprovechamiento intensivos zadas por la naturaleza del país: teda la región vecina contenía efectivamente oro, malaquita, minio y otros productos”. (73) Para el caso de Asturias remitimos a M .a P. M o n t er o y N. S a n to s : “Introducción al estudio del arte castreño prerromano en Asturias”, BIDEA núms. 109-110, 1983, pp. 394-399. (74) II, 33, 60: Sic Astures nitentes in profundum opes suas atque divi- tias dum aliis quaerunt, nosse coeperunt. (75) Aunque sin duda estas actividades prerromanas se desarrollarían un poco de forma artesanal y no industrial. (76) C. Do m e r g u e : “Les exploitations aurifères du Nord-Ouest de la Pé­ ninsule Ibérique sous l’occupation romaine”, VI Congreso Internacional de Minería, León, 1970, pp. 151 y ss. 5 4 4 NARCISO SANTOS YANGUAS de los recursos auríferos no entrarían plenamente en funcionamien­ to hasta los años correspondientes a la dinastía de los Flavios (77). Paralelamente a ello se produciría, desde el punto de vista in­ dustrial, una evolución enormemente significativa: en primer lugar, por lo que respecta a la artesanía de oro y plata (piezas de orfe­ brería castreña) asistiremos en los años inmediatos a la presencia de Augusto en el Norte peninsular a un florecimiento extraordina­ rio de las joyas de oro, lo que vendría acompañado de todo un conjunto de técnicas, como la soldadura, el granulado o la filigrana, siempre dentro de un marco local de elaboración (78). Sin embargo, la fabricación de piezas de orfebrería de este tipo, que seguiría en todos los casos los modelos prerromanos, decaería bruscamente en tiempos de la dinastía julio-claudia, de manera que acabaría por producirse su total extinción a partir de los años iniciales de la dinastía de los Flavios, coincidiendo con el momento en que el Estado romano se apropiaría por completo de dichos recursos auríferos y no permitía en modo alguno su empleo por parte de las poblaciones indígenas. Por lo que respecta a la utilización de otros metales, los objetos de bronce, que en las últimas décadas anteriores a nuestra era se hallaban inmersos en una artesanía de carácter local bastante des­ arrollada, en la que se aplicaban técnicas como el modelado y el repujado, experimentarían un decaimiento como industria artesanal a partir de los años de los emperadores julio-claudios, aun cuando siga existiendo todavía una cantidad abundante de instrumentos de este metal, elaborados como resultado de una producción local (79); finalmente, durante la dinastía de los Flavios se acentuaría aún más esta decadencia de producción local de piezas de bronce. Frente a ello el proceso que experimentarían los objetos de hie­ rro sería el contrario, puesto que, si con anterioridad a la época de Augusto los testimonios de la presencia de una metalurgia del hierro y de utilización de instrumental de esta naturaleza son muy escasos, a medida que nos adentramos en las décadas correspon-

(77) Como ejemplo en el Occidente de Asturias remitimos al concejo de Cangas del Narcea, en la actualidad objeto de estudio por un equipo interdis- ciplinar dirigido por nosotros, cuyo modelo de poblamiento castreño y minería aurífera romana es aplicable en general a todos los concejos occidentales de la Comunidad asturiana cuyo territorio se hallaba incluido en el filón esquis­ toso de oro aprovechable en época romana. (78) J.L. M a y a : “La cultura castreña asturiana”, Indigenismo y romaniza­ ción en el conventus Asturum, Madrid-Oviedo, 1983, p. 36. (79) C.A. F e r r e ir a : “Arquitectura e arte castreja.. p. 100. EL HISTORIADOR FLORO Y LA ROMANIZACION DE ASTURIAS 545 dientes a los emperadores julio-claudios se van haciendo mucho más abundantes, corroborando de esta manera la presencia del arte de la forja hasta desembocar en los años de la dinastía de los Fla- vios, etapa en la que pasarían a convertirse en algo común no sólo la elaboración de productos de hierro sino también su utilización. Por último, en lo que concierne a este terreno industrial, la fabricación de la cerámica típicamente castreña, de color oscuro, en las décadas previas a los enfrentamientos de las guerras astur- cántabras se elaboraría a mano, sin la utilización del torno, y presentando una cocción imperfecta; sin embargo, a medida que avanzamos en la época julio-claudia se produciría la introducción del torno de alfarero con vistas a la fabricación de la cerámica castreña y, de forma especial, en el caso de una vajilla alternativa a las sigillatas romanas y/o a la cerámica de paredes finas (80). Como paso final de esta evolución, en tiempos de la dinastía de los Flavios se daría paso a la romanización de las cerámicas locales, tanto por lo que respecta a sus formas y aspectos como al proceso de estandardización de las mismas (81), continuando este hecho igualmente durante las primeras décadas de la centuria segunda de nuestra era. En el marco de las actividades económicas, y sin extendernos demasiado, hemos de hacer alusión igualmente al consumo y a la comercialización de los productos; en primer término hemos de destacar, durante la época prerromana, la celebración de comidas en común (82), lo que deja traslucir al mismo tiempo la importan­ cia de la vida social en el ámbito de estos grupos gentilicios de carácter tribal en cuanto al consumo de bienes. No obstante, a medida que nos adentramos en la época de los emperadores julio- claudios la casa (más bien los conjuntos de tres o cuatro de ellas) comenzaría a erigirse en el entorno y unidad de producción y con­ sumo por excelencia, culminándose este proceso en las décadas finales del siglo I (83). En este contexto los restos arqueológicos permiten destacar un hecho enormemente significativo: con anterioridad al desarrollo de

(80) N. S a n t o s y M .a P. M o n t e r o : “Introducción al estudio del arte cas- treño en Asturias”, pp. 400-401. (81) J.L. M a y a : “La cultura castreña asturiana: su etapa romano-pro- vincial”, Lancia I, 1983, pp. 238-239. (82) Strab. III, 3, 7. (83) El primer tercio de la centuria siguiente, ocupado por la dinastía de los An toninos, se regiría por unas pautas de comportamiento similares de acuerdo con lo que pudo haber constatado Floro. 546 NARCISO SANTOS YANGUAS las guerras astur-eántabras las cerámicas indígenas de producción local no sobrepasarían el terreno correspondiente a cada uno de los poblados fortificados, de manera que no llegarían a ser inter­ cambiadas entre los habitantes de los diferentes recintos castre- ños (84). Sin embargo, avanzando un poco en el tiempo, ya en la época de los emperadores julio-claudios algunas formas cerámicas indígenas llegarían a ser comercializadas dentro de un ámbito re­ gional de forma más intensa, teniendo que esperar hasta los tiem­ pos de la dinastía de los Flavios para asistir a una producción más 0 menos sistematizada de cerámicas locales, algunas de las cuales llegarían incluso a adquirir el papel de alternativa frente a las va­ jillas de importación, tanto en estos momentos como en las décadas iniciales del siglo II. Por otra parte, en la etapa castreña prerromana hemos de des­ tacar la escasa variedad de formas cerámicas, hecho que se vincu­ laría con la presencia de hábitos muy elementales en cuanto a las comidas, así como en relación con la escasa variedad de vajillas utilizadas. Sin embargo, en torno a los años de los comedios del siglo 1 d.n.e. nos topamos con una diversidad mayor de formas en la ce­ rámica indígena, a lo que hemos de añadir los intentos de imitar los ejemplares de la cerámica romana ya conocidos en la región (85) Por último, a partir de la época de los emperadores flavios las va­ riedades de las formas cerámicas, tanto foráneas como de impor­ tación, son abundantes, indicándonos un cambio casi sustancial en cuanto a las costumbres de los comensales, lo que parece confir­ marse igualmente en tiempos de los primeros emperadores de la dinastía de los Antoninos. Por lo que concierne a la cerámica de importación, un número muy reducido de testimonios nos documenta acerca de la presencia de fragmentos cerámicos mediterráneos y meridionales en las déca­ das previas a la presencia de Augusto en territorio peninsular ibérico; algunos años después (mediados de la primera centuria de nuestra era) asistiremos a una presencia relativa de sigillatas aretinas y subgálicas, e incluso de piezas de vidrio semejantes a

(84) Quizás únicamente estos objetos serían comercializados de forma esporádica durante las últimas décadas anteriores a nuestra era en los cen­ tros de mercado, que se potenciarían después en época romana (los jora de Ptolomeo) hasta llegar a asignarles unas funciones político-administrativas. Cf. N. S a n to s : “Organización social y económica de Asturias castreña en épo­ ca romana”, p. 815. (85) Ver, para el caso de Coaña, J.L. M aya : “La cultura castreña asturia­ n a : su c'.apa romano-provincial”, p. 233. EL HISTORIADOR FLORO Y LA ROMANIZACION DE ASTURIAS 547 otras portuguesas (86). Como paso fina], en tiempos de la dinastía de los Flavios parece generalizarse la presencia masiva de cerámi­ cas sigillatas, así como de lucernas y objetos de vidrio (87). De todos estos datos parece deducirse que, durante la etapa prerromana de la cultura castreña, la circulación de bienes alimen­ ticios sería extremadamente limitada, de acuerdo con la rareza de ánforas de tiempos republicanos halladas en los recintos castreños de Asturias. Ahora bien, en el territorio del Norte de Portugal se han encontrado abundantes fragmentos de ánforas vinarias, lo que nos induce a pensar en la existencia de una cierta producción de vino, hecho que se incrementaría a lo largo de las décadas corres­ pondientes a nuestra era (88). No obstante, no parece ser éste el caso de Asturias, puesto que los fragmentos de cerámica detectados en las excavaciones arqueo­ lógicas no confirman este hecho, debido quizás a la escasez de acti­ vidades de esta naturaleza. En concreto algunas de tales ánforas castreñas asturianas resultan incalificables, destacando únicamente los ejemplares hallados en los poblados de Coaña y Arancedo (89). De cualquier forma, el aspecto mejor reseñado en el testimonio de Floro que estamos analizando, encuadrado en el marco de las consecuencias de la presencia romana en el Norte peninsular, lo constituyen las alteraciones, cambios y transformaciones operados en la organización socio-política de los indígenas septentrionales como consecuencia de la implantación de los elementos adminis­ trativos romanos (90). La primera fase de presencia romana en el cuadrante norocci- dental de la Península Ibérica no parece haber constituido un

(86) J.L. M a y a : “La cultura castreña asturiana: su etapa romano-pro­ vincial”, p. 237, donde se consignan ejemplares de Coaña y Arancedo. Cf. J. A l a r c a o : “Vidrios romanos do Museu de Martine Sarmentó”, RG LXXIII, 1963, pp. 188-189 y 197-198. (87) C. F er n á n d e z O c h o a : “Notas sobre lucernas romanas de Asturias”, BIDEA núm. 99, 1980, pp. 323-330. (88) Tales testimonios se hacen mucho más abundantes aún en tiempos de los emperadores flavios, de manera que el pan y el vino pasarían a con­ venirse en el símbolo más representativo de dichas poblaciones. (89) J.L. M a y a : “La cultura castreña asturiana: su etapa romano-provin­ cial”, pp. 239-240. (90) En cualquier caso la síntesis que nos presenta el historiador es ex­ traordinaria: “Temiendo la confianza que les inspiraban sus montes, refugio seguro para ellos, les obligó a habitar y vivir en el emplazamiento de su cam­ pamento, puesto que estaba en el llano: allí se celebraría la asamblea de la nación y c eberían conservar este lugar como capital” (II, 33, 59). 54 8 NARCISO SANTOS YANGUAS abandono brusco de las formas de vida de tipo comunitario, que continuarían vigentes en casi toda su amplitud en el interior de los recintos castreños durante las décadas correspondientes a la dinastía julio-claudia (91). Sería únicamente a partir de los empe­ radores flavios cuando dicho tipo de vida llegaría a ser absorbido cada vez más por los elementos característicos de la política, de manera que el componente social perdería buena parte de su im­ portancia. Paralelamente a ello, en el transcurso de la época castreña pre­ rromana no existirían edificios destinados inequívocamente a fun­ ciones político-administrativas, como el que podía dar acogida al consejo de la organización gentilicia correspondiente a cada recin­ to poblacional o las construcciones destinadas a baños de carácter público. Sin embargo, a los años de la dinastía julio-claudia co­ rresponderían las primeras edificaciones de esta naturaleza, que pudieron ser utilizadas tanto para reuniones públicas como para baños (92). Como fase final de dicho proceso, a partir de las últi­ mas décadas del siglo I d.n.e. no sólo se haría mucho más amplia la existencia de construcciones con fines públicos sino que incluso en algunos casos los poblados fortificados llegarían a dar acogida a algunos santuarios (93). Si profundizamos un poco más en los aspectos sociales veremos que en la época castreña anterior a Augusto hallamos una sociedad con síntomas de presencia del matrilinealismo o matrilocalismo, que para algunos investigadores constituirían restos del matriarcado. Frente a ello, a medida que avanzamos en la época julio-claudia esa misma sociedad iría adquiriendo una organización de tipo mascu­ lino (quizás a través del avunculado) o patriarcal, de manera que en el último tercio del siglo I y en las primeras décadas de la cen­ turia siguiente la única autoridad reconocida en el marco de la organización social indígena sería la del paterfamilias (94).

(91) J. C aro B a r o j a : “Organización social de los pueblos del Norte de la Península Ibérica en la Antigüedad”, Legio VII Gemina, pp. 45 y ss. (92) Cabe destacar los existentes en los recintos castreños de Coaña y Pendia, que equivocadamente venían siendo considerados hasta ahora como pertenecientes a la arquitectura funeraria. (93) Hasta la fecha no podemos afirmar que sea éste el caso de Asturias, posiblemente como consecuencia de la escasez de excavaciones y de la falta de sistematización con que se llevaron a cabo las pocas practicadas hasta nues­ tros días. (94) M. F a u s t : “Tradición lingüística y estructura social”, Actas del II coloquio sobre lenguas y estructuras prerromanas de la Península Ibérica . Salamanca, 1979, pp. 435 y ss. EL HISTORIADOR FLORO Y LA ROMANIZACION DE ASTURIAS 5 4 9

En consonancia con esto se pasaría de una originaria y primi­ tiva familia de tipo mixto padre-hijas a otra de naturaleza mucho más extensa en tiempos de los emperadores julio-claudios, para acabar desembocando por último en una clase de familia mucho más nuclearizada a medida que nos aproximamos a las décadas finales de la primera centuria de nuestra era. En este mismo sentido cabe destacar el hecho de que, mientras que en época prerromana la sociedad castreña presenta una ten­ dencia igualitaria bastante acusada en el marco de sus estructuras comunitarias, en la que la jerarquización estaría basada únicamen­ te en la edad, la dignidad y el sexo (95), a partir de los años de la dinastía julio-claudia algunas edificaciones castreñas, que aparecen decoradas en el caso del Norte de Portugal y Galicia, quizás tengan que ser identificadas con elementos correspondientes a una nueva jerarquización (96). Como hito final de este proceso en algunas zonas de la cultura castreña los recintos defensivos comenzarían ya a convertirse en formas de hábitat residuales desde las décadas finales del siglo I, hecho que se manifiesta bastante claro en el caso del territorio correspondiente al conventus bracarense, pero que en Asturias pre­ senta una situación algo diferente: mientras que en el interior (fundamentalmente en la zona occidental, vinculada a la minería) el abandono de los castros como principales centros de hábitat no se comenzaría a producir hasta bien avanzada la centuria siguiente a causa de los aprovechamientos mineros de oro (97), en la zona litoral asturiana pudo llevarse a cabo este fenómeno a un mismo tiempo que en el territorio portugués emplazado al Norte del Due-

(95) La jerarquización en ningún caso tendría una base económica (la apropiación desigual de las riquezas), hecho que privaría tras la desaparición de la organización gentilicia y la integración de las poblaciones castreñas en una sociedad de base eminentemente urbana. Cf. M. V ig il : Historia de Espa­ ña Alfaguara I, p. 392. (96) Tales construcciones constituirían las casas habitadas por los llama­ dos “guerreiros galaico-minhotos” y el grupo de personas que, de una forma o de otra, colaborarían con la administración romana y han de identificarse en muchos casos con los fundadores de los nuevos recintos poblacionales. (97) En contrapartida se crearían nuevos recintos de este mismo tipo, al tiempo que se daría paso a la romanización de los ya existentes, como sucede por ejemplo en los concejos de Cangas del Narcea, Allande, Tineo... Cf. J.L. M aya : “La cultura castreña asturiana: su etapa romano-provincial”, mapa de la p. 230. 550 NARCISO SANTOS YANGUAS ro, como nos testimonia por ejemplo la villa de Beloño en Cenero (concejo de Gijón) (98). En cualquier caso es posible afirmar que, como resultado de ello, los poseedores (dueños) de los nuevos centros poblacionales, que se convertirían igualmente en las nuevas unidades económicas de producción y consumo, acabarían por adquirir un significado y prestigio socio-económicos especiales en relación con el conjunto de la población de la región. En este hecho estribaría sin duda el asentamiento de la población en el llano en el caso de Asturias, ya que no conocemos hasta la fecha numerosos y amplios centros urbanos, por lo que dicho proceso comenzaría a tener fuerza ya en una fase avanzada del siglo II (99). Si pasamos al plano de las relaciones socio-políticas existentes entre los grupos gentilicios que habitaban cada uno de los centros fortificados, nos daremos cuenta de que, a una etapa anterior a Augusto, en la que la idiosincrasia localista, las rivalidades, los enfrentamientos y las situaciones tensas entre los diferentes pobla­ dos sería la norma más común de comportamiento, seguiría, desde aproximadamente los años medios del siglo I d.n.e., una fase nueva, caracterizada por el reconocimiento, por parte de las autoridades político-administrativas romanas, de los consejos de tribu, así co­ mo de la existencia y realidad de los poblados indígenas, hecho que se vería fortalecido aún más desde el punto de vista fiscal y de rea­ lización de nuevas construcciones (100). Siguiendo en esta misma dirección, aun cuando en tiempos de la dinastía de los Flavios existiría todavía un control fiscal por parte del Estado romano a través de una serie de contribuciones aplicadas a las diferentes comunidades o grupos gentilicios, hemos de contar ya con la presencia de una fiscalidad que recaería sobre algunas personas de forma particular (101).

(98) Hemos de tener en cuenta a este respecto que dicho concejo, eminen­ temente llano, contaría con el sector agropecuario como fundamental en su organización de época romana, al tiempo que el Estado romano trataría de controlarlo con unas perspectivas militares muy marcadas, por lo que no puede extrañarnos que en su suelo se erigieran abundantes villae desde los primeros momentos. (99) N. S a n to s : “Introducción al estudio y significado de las villas roma­ nas en Asturias”. BIDEA núms. 105-106, 1982, p. 115. (100) Es posible que implícitamente haga alusión a ello Floro cuando afir­ ma que en los asentamientos del llano deberían celebrarse los consejos de la gens, pasando a convertirse dichos lugares en capitales de cada región admi­ nistrativa (II, 33, 59). (101) La aparición de la propiedad privada sería en esa época, y en las EL HISTORIADOR FLORO Y LA ROMANIZACION DE ASTURIAS 551

Por lo que se refiere a los aspectos puramente jurídicos, las di­ ferentes comunidades castreñas, con anterioridad a los años de presencia romana en las regiones septentrionales hispanas, conta­ rían con un derecho de tipo tradicional por el que se regirían, propio y exclusivo en cada caso de cada uno de los grupos étnicos (derecho tribal). Sin embargo, a medida que nos adentramos en los años correspondientes a la dinastía julio-claudia, junto a ese dere­ cho tradicional, controlado en mayor o menor medida en el ámbito de cada uno de los recintos fortificados, la vida en el interior de los mismos se vería complementada cada vez más con la presencia y aplicación de los elementos propios del derecho romano (102). Como culminación de este proceso de destribalización desde el punto de vista del derecho político (debilitamiento y desaparición de los rasgos tribales propios de cada comunidad que habitaba un castro) asistiremos en la época de los Flavios a la concesión del ius Latii, en concreto por parte de Vespasiano, a todos los habitan­ tes libres del Imperio (103), medida que se vería acompañada a un mismo tiempo por el intenso proceso de municipalización en que estaría envuelto durante esta época todo el N.O. peninsular (104). En conexión con este hecho hemos de referirnos a la implanta­ ción del nuevo sistema de administración del territorio basado en los conventus jurídicos, así como su aplicación concreta en el caso del territorio noroccidental hispano (105); en este sentido las tres regiones diferenciadas de la Asturias antigua a que hemos hecho alusión más arriba, habitada por cántabros (Oriente), astures (zona central) y galaicos (Occidente), se corresponderían respectivamente con parte de los conventus cluniense, asturicense y lucense, de ma­ nera que Floro tendría conciencia de ello, a pesar de que no se refiera a este hecho en ninguno de los pasajes de su obra (106). primeras décadas de la centuria siguiente, un hecho contrastado, ligado sin duda al proceso de urbanización más o menos profundo en que se vio envuel­ to el N.O. peninsular. (102) J. S a n t o s : Comunidades indígenas y administración romana en el Noroeste hispánico, Vitoria, 1985, pp. 86 y ss. (103) A. M o n t e n e g r o : “Problemas y nuevas perspectivas en el estudio de la España de Vespasiano”, HAnt V, 1975, pp. 7 y ss. (104) E. S chof .n b a u e r : “Municipia und coloniae im Principatszeit”, AAWW XCI, 1954, pp. 13 y ss. Estos aspectos los analizaremos a continuación. (105) N. S a n t o s : “La administración romana del N.O. de la Península Ibé­ rica hasta finales del siglo I d.C.”, Boletín Brigantium núm. 2, 1981, pp. 60-71. (106) Es posible que haya que ver una conexión directa entre dicha or­ ganización y la puesta en funcionamiento completa de las actividades vincu­ ladas al aprovechamiento de los recursos auríferos. Sobre los distritos de la 5 5 2 NARCISO SANTOS YANGUAS

Ahora bien, en las regiones más atrasadas, como es el caso que venimos analizando, incluso los centros de población más destaca­ dos carecerían de los recursos necesarios para llegar a constituirse en municipios, por lo que la medida anteriormente señalada (la concesión del ius Latii) no alcanzaría prácticamente efectos nota­ bles (107), a pesar de que los componentes de la aristocracia local de tales regiones tendrían acceso tanto al derecho latino como al derecho romano. De acuerdo con esto, siguiendo las indicaciones del Prof. Vigil (108), hay que afirmar que las medidas derivadas de la actuación de Vespasiano favorecerían de forma especial a las minorías dirigentes de los distintos grupos sociales, tanto a las que habitaban en regiones urbanizadas como a las que vivían en zonas rurales. Pese a todo, para algunos investigadores actuales la concentra­ ción de nombres de dioses indígenas en la región noroccidental hispana, incluida Asturias, constituiría un síntoma evidente de la escasa romanización alcanzada por dichas regiones (109); a ello hay que añadir el hecho de que los nombres de personas que indi­ can una romanización de los individuos no son excesivamente nu­ merosos, fechándose en su gran mayoría en las décadas avanzadas del siglo II y la centuria siguiente para el caso de las regiones septentrionales, lo que nos permite comprender una etapa de la transformación de la vida de dichas gentes, ligadas a una promo­ ción jurídica asociada con relativa frecuencia a los servicios pres­ tados al Estado y/o a la ciudad (110). Sin embargo, la pervivencia de las estructuras sociales propias de la etapa prerromana tal v como podemos rastrearla en las ins­ cripciones latinas de los dos primeros siglos de nuestra era (111),

Hispania Citerior, que completarían la reorganización del territorio peninsular ibérico por parte de Augusto tras su segunda venida a nuestro suelo cf. E. K o r - n e m a n n : “Die Diözesen der Hispania Citerior”, Klio III, 1903, pp. 323 y ss. (107) R.K. M c E l d e r r y : “Vespasian’s Reconstruction of ”, JRS VIII, 1918, pp. 33 y ss. Cf. T.R.S. B r o u g h t o n : “Municipal Institutions in Roman Spain”, CHM IX, 1965, pp. 127 y ss. (108) Historia de España Alfaguara 1, p. 424. (109) J.M. B l á z q u e z : “Las religiones indígenas del área Noroeste de la Península Ibérica en relación con Roma”, Legio VII Gemina, pp. 63 y ss. (110) P. le Roux y A. T r a n o y : “Rome et les indigènes dans le Nord-Ouest de la Péninsule Ibérique. Proèmes d’épigraphie et d’histoire”, MCV IX, 1973, pp. 117 y ss. (111) M .a L. A l b e r t o s : Organizaciones suprafamiliares en la Hispania an­ tigua, Valladolid, 1975- BSAAV 40-41, 1975, pp. 5 y ss., y 47, 1981, pp. 208-214. Cf. M .a C. G o nzález : Las unidades organizativas indígenas del área indoeuro­ pea de Hispania, Vitoria, 1986. EL HISTORIADOR FLORO Y LA ROMANIZACION DE ASTURIAS '553

así como la perduración. de buena parte de las actividades econó­ micas indígenas de época prerromana significaría que en las" regio­ nes septentrionales no se extenderían los elementos característicos de la vida urbana antigua (propiedad privada de la tierra, utiliza­ ción del trabajo esclavo- a gran escala, elaboración de mercancías y comercio basado en la moneda acuñada), de manera que tan sólo en los centros urbanos creados de forma artificial por parte de los romanos arraigarían parcialmente, aun cuando no afectarían de manera profunda a las estructuras organizativas de toda la- pobla­ ción (112). ' De cualquier forma la intervención de los emperadores flavios sería de capital importancia para el proceso de romanización de esta región ibérica tardíamente anexionada al Estado romano. En este sentido el culto imperial, junto con el de los lares y el genio contribuirían enormemente a la transformación de la sociedad cel­ ta o celtizada en una sociedad céltico-romana (113), erigiéndose de este modo en una fase necesaria para alcanzar una romanización más o menos completa, que al mismo tiempo incidiría en la trans­ formación de su mentalidad. Sin embargo, los Flavios serían par­ tidarios de una evolución no brusca, permitiendo que el proceso de romanización se vinculase más con la transformación de, la deno­ minación que con la mentalidad de las personas. Ahora bien, la pervivencia de las organizaciones indígenas du­ rante todo el siglo I d.n.e. traería consigo la presencia de una doble realidad social en el territorio de Asturias: por un lado la existen­ cia de centros urbanos (de escasa entidad), asimilados a las formas propias de la administración romana, y por otro la persistencia de las organizaciones indígenas .(114). Si echamos una ojeada al' con­ junto de pueblos y ciudades que aparecen reflejados en las Tablas geográfico-históricas de Ptolomeo correspondientes al siglo IT po­ demos observar que' aparecen mencionados centros urbanos del Noroeste peninsular que en la mayoría de los casos se corresponden con organizaciones gentilicias (115), lo que nos llevaría a suponer que la vida Urbána, con todo lo que conllevaba, sé habría exten­ dido realmente en dicha zona. No obstante, en el caso concreto del territorio asturiano hemos de pensar más,.bien en una simple

(112) M. V ig il: Historia de España Alfaguara I, pp. 392-393. '. ' V' (113) J. ALARgAO, R. É t i e n n e y G. F a b r e : “Le cuite des Láres' a Conim- briga (Portugal)”, CRAI 1969, pp. 231 y ss. ' (114) J. S a n t o s Comunidades indígenas- y administración romana en el ■Noroéste- hispánico,- pp. -.72-73. ’ ;. - .I*?-' . .' *: r:.'.. (115) II, 6, 4-6, 28, 32 y 50/ -v .A "c,:zr.w 554 NARCISO SANTOS YANGUAS regularización administrativa, puesto que realmente no existirían grandes y numerosos núcleos de población (116). Si tuviéramos que sintetizar lo más posible el carácter de la si­ tuación histórica de los indígenas tal y como la venimos analizando hasta aquí, deberíamos afirmar que, sin duda, la municipalización constituiría un elemento esencial en la política de los emperadores flavios, lo que representaría a su vez un progresivo avance en la romanización; ahora bien, esta opinión no resulta uniforme, pues­ to que para algunos autores hay que hacer hincapié en la falta (o al menos escasez) de urbanización a la hora de explicar la casi nula romanización del cuadrante noroccidental de la Península Ibérica. En este sentido hemos de tener presente que la mayor parte de los municipios flavios aparecen registrados en la Bética (117), por lo que resulta difícil pensar que los emperadores de dicha di­ nastía contaran en su programa político con el objetivo prioritario de extender la municipalidad a zonas ajenas o escasamente roma­ nizadas (118). A ello hemos de añadir el hecho de que la gran mayoría de las personas que portan nombres flavios se correspon­ den con militares o funcionarios de la administración romana. Esta circunstancia nos puede llevar a pensar que razones de índole mi­ litar constituirían la base de la extensión del ius Latii a toda la Península Ibérica, de manera que se explicaría así en gran parte la relativa abundancia de nombres flavios en unas regiones que habían pasado a convertirse en cantera de reclutamiento de ele­ mentos auxiliares para el ejército hasta el punto de que, a partir de esta época, contamos con la presencia de numerosos soldados de origen septentrional hispano enrolados en los cuerpos de ejérci­ to romanos destacados en las líneas fronterizas, en especial en las renano-danubianas (119). Sin embargo, mientras que para algunos autores hay que hablar de un cierto proceso de desarrollo urbano durante la época de los

(116) M. V igil: Historia de España Alfaguara I, pp. 425-426. (117) B. Detlefsen : “Die Geographie der Provinz Bätica bei Plinius (N.H. III, 6-17)”, Philologus XXX, 1870, pp. 281 y ss. Cf. H. Braunert : “Ius Latii in den Stadrechten von Malaca und Salpensa”, Corolle memoriae F. Swoboda dedicata, Graz-Colonia, 1966, pp. 68 y ss. (118) J.M. B l ä z q u: e“La z romanización del N.O. de la Península Ibérica”, Actas del coloquio internacional sobre el bimilenario de Lugo, p. 71. (119) N. S a n t o: sEl ejército romano y la romanización de los astures, Oviedo, 1981; “Soldados lucenses en el ejército romano”, Boletín Brigantium núm. 5, 1984-1985, pp. 41 y ss.; y “Soldados brancaraugustanos en el ejército romano”, Bracara Augusta XL, 1986 (en prensa). EL HISTORIADOR FLORO Y LA ROMANIZACION DE ASTURIAS 555

Flavios en el cuadrante noroccidental, para otro grupo de ellos (120) existiría una revolución urbana de características espectacu­ lares, concentrada casi de forma exclusiva en el N.O. y llevada a cabo en un espacio de tiempo aproximadamente de un siglo (desde el momento en que Plinio el Viejo escribe sobre los núcleos urba­ nos peninsulares hasta la época correspondiente a la descripción de Ptolomeo a mediados del siglo II). Si comparamos las cifras que sobre centros urbanos y comuni­ dades rurales nos ofrecen ambos autores podremos llegar a alguna conclusión: mientras que para Plinio ( N.H. III, 18) en toda la pro­ vincia tarraconense existirían en su época 197 núcleos urbanos y 114 rurales o populi, Ptolomeo recoge los nombres correspondien­ tes a 248 ciudades y solamente 27 comunidades rurales (121). Debido a ello quizás haya que pensar que el problema de la municipalización del N.O. en general y de Asturias en particular no se encuentra ligado al de la romanización en sentido estricto, de forma que ambas civilizaciones, la indígena y la romana, se mantendrían vigentes tras muchas décadas de contacto entre sí; como consecuencia de ello, una vez superada esta extensa etapa, los elementos romanos serían poco numerosos entre una población indígena bastante abundante (122). Los componentes de los estra­ tos más bajos de la misma se encontrarían escasamente influen­ ciados por unas actividades que a duras penas modificarían sus condiciones de vida; además, en los centros urbanos habitaría una aristocracia indígena superficialmente romanizada. Por otra parte, para un número muy elevado de indígenas la condición social sería idéntica a la de los tiempos prerromanos; desde el punto de vista económico la recolección de frutos, agricul­ tura y ganadería seguirían constituyendo las principales fuentes de recursos; y, por último, el Estado romano trataría de implantar sus estructuras únicamente con vistas al mantenimiento de la paz

(120) A. G a r c íy a B e l l i d(Urbanística o de las grandes ciudades del mun­ do antiguo . Madrid, 1966, pp. 188-191) sería el mejor exponente. (121) Este notable descenso experimentado en cuanto al número de nú­ cleos de hábitat rural nos llevaría a pensar en que se habría producido un proceso de urbanización en las décadas anteriores a la época de Ptolomeo, no necesariamente en el transcurso de los años correspondientes a los Flavios. (122) Plin., N.H. III, 28: “Con estos últimos (los cántabros) limitan los 22 pueblos de los astures, que se hallan divididos en augustanos y transmonta­ nos, con Asturica (Astorga), que es una gran ciudad; entre estos pueblos es­ taban los gigurros, pésicos, lancienses y zoelas; la población total alcanza los 240.000 hombres libres”. 5 5 6 NARCISO SANTOS YANGÜAS y el orden, así como a la explotación y el aprovechamiento de los recursos mineros de oro (123). En este mismo sentido hay que destacar las apreciaciones de otros historiadores actuales, para quienes la administración roma­ na buscaría, a través de la política, la asimilación de las poblacio­ nes indígenas mediante la utilización y perfeccionamiento de los elementos de las estructuras locales que podían servir netamente a sus objetivos; de esta manera, en lo concerniente al campo pa­ rece deducirse que las actividades propias del medio rural continua­ rían vinculadas a hábitos y costumbres tradicionales, impermeables a cualquier clase de transformación o cambio (124). Así, pues, la no existencia de un número amplio de municipios y colonias en el territorio hispano al Norte del Tajo parece consti­ tuir un indicador evidente de la escasa romanización alcanzada por dichas regiones, lo que no implicaría la presencia de un número reducido de centros de población asimilados a ciudades (125). Qui­ zás este déficit de núcleos urbanos típicamente romanos pueda subsanarse en nuestro análisis si tenemos en cuenta la presencia de otros centros (los fora de Ptolomeo) que pudieron cumplir di­ chas funciones político-administrativas; en este sentido el propio Ptolomeo enumera, en varios pasajes de su obra, al referirse al territorio correspondiente a las poblaciones septentrionales, una serie de lugares destinados a congregar a varias comunidades gen­ tilicias y que serían utilizados como mercados (126). Los grupos de población así reunidos continuarían viviendo de acuerdo con las normas de su organización primitiva, al tiempo que la admi­ nistración romana fomentaría de esta manera una política de rasgos similares a una concentración urbana. ~ ' Los lugares así elegidos pasarían a ser considerados cómo nú­ cleos Urbanos de primera clase, puesto que á través de ellos era posible alcanzar una cierta regularización administrativa del terri­ torio que les rodeaba; por medio de esta política se haría posible no sólo la expansión cultural sino también la extensión de un buen

(123) J. S a n t o s : “Formas de propiedad y producción en el Noroeste his­ pánico en época romana altoimperial”, MHA III, 1979, pp. 63 y ss. (124) P. le Roux y A. T ra n o y : “Contribution á l’étude des régions rura­ les du N.O. hispanique au Haui-Empire: deux inscriptions de Penafiel”, Actas del III CNA, Porto, 1974, vol. I, pp. 249 y ss. (125) J.M. B l á z q u e z : “Astures y cántabros bajo la administración roma­ na”, Studia Histórica I, 1983, pp. (126) II, 6, 37, 42-43 y 48. Igualmente los lemavos se concentrarían 'en uno de estos foros (Plin., N.H. III, 28). EL HISTORIADOR FLORO Y LA ROMANIZACION DE ASTURIAS 557 número de elementos romanizadores: como consecuencia de ello estos nuevos centros poblacionales lograrían que zonas caracteri* zadas por un régimen de vida básicamente campesino se viesen favorecidas por los beneficios que alcanzaban a las actividades ur­ banas (127). De acuerdo con lo que acabamos de exponer en las páginas precedentes, el proceso de romanización en el territorio asturiano se iniciaría a través de una serie de signos externos, como la lati­ nización de los nombres de personas y de los dioses indígenas (128), la utilización de la toga como elemento indicador de la asimilación de los elementos romanos (129)... Sin embargo, si tenemos en cuen­ ta las apreciaciones de Estrabón (130), la plena romanización llevaría emparejado el status jurídico romano, así como el cambio de constitución política. De esta manera, el grado tan bajo de romanización en que se vería envuelto el N.O. peninsular hasta el siglo III, por lo que el historiador Floro nunca pudo apreciar el alcance completo de las instituciones romanas en el ámbito de las estructuras indígenas, aparece claramente reflejado en la escasez de térra sigillata y mo­ nedas aparecidas en los recintos castreños que pueden fecharse en las dos primeras centurias de nuestra era (131); este hecho consti­ tuiría a su vez un indicador evidente de la existencia de un comer­ cio extremadamente reducido con el exterior, por lo que en modo alguno la economía de intercambio con base en la moneda habría llegado a generalizarse. Frente a ello pervivirían en dicha época en territorio asturiano las formas de vida características de las poblaciones indígenas que nos describe el geógrafo de Amasia, asignándolas a los inicios del Imperio, por lo que en las relaciones

(127) A . G a r c ía y B e l l id o : Urbanística de las grandes ciudades del mun­ do antiguo, pp. 188-189. (123) N. S a n t o s : “Soldados astures en el ejército romano. Estudio proso- pográfico”, B1DEA núm. 102, 1981, pp. 281 y ss. Para el caso del sincretismo operado entre las divinidades indígenas y los principales dioses del panteón romano basta con aludir a la existencia del Iupiter Candamius (J.M. G o n z á le z : “Iupiter Candamius”, BIDE A núm. 10, 1956, pp. 370 y ss. = Miscelánea histó­ rica asturiana, Oviedo, 1976, pp. 187 y ss. (129) En el caso de Asturias el testimonio más fehaciente lo constituye la lápida del togado aparecida en Los Cabos (Pravia), a pesar de que se fecha a finales del siglo II o en las primeras décadas del siguiente. Cf. F. J o r d á : “Una nueva estela romana en Asturias”, BIDEA núm. 35, 1958, pp. 430 y ss. (130) III, 2, 6 y 3, 8. (131) J.M. B lázquez :. “La romanización del N.O. de la Península Ibérica”, p. 77. 558 NARCISO SANTOS YANGUAS comerciales, en lugar de la moneda, utilizarían el trueque (intercam­ bio de especies) o la transacción de pequeñas láminas recortadas de plata, cuya existencia no ha podido ser confirmada arqueoló­ gicamente hasta ahora (132). En este sentido hemos de contar con un factor igualmente sig­ nificativo: las tropas estacionadas en las regiones septentrionales hispanas llegarían a convertirse no sólo en un elemento de pacifi­ cación sino también de civilización y, por consiguiente, de romani­ zación ya desde los primeros momentos de su presencia en dicho territorio; no obtsante, para algunos autores de nuestro siglo esta influencia no alcanzaría una gran intensidad hasta el punto de lle­ gar a romanizar profundamente a las gentes de la región (133). En lo que respecta a las explotaciones mineras, las actividades desarrolladas en el cuadrante noroccidental de la Península Ibé­ rica no tendrían nada que ver con la colonización de elementos itálicos descrita por Diodoro de Sicilia para el caso del Sur penin­ sular durante la época republicana (134); este grupo de gentes, que en ocasiones llegarían a constituir compañías mineras y apro­ vecharían los recursos del subsuelo del S.E. y Sierra Morena, unido al que estaría dedicado a las actividades agrícolas, se mezclarían con los indígenas y en breve tiempo romanizarían las regiones me- ridicionales y levantinas del territorio ibérico (135). Por consiguiente, la no presencia en las regiones norocciden- tales hispanas de este colectivo de personas, en conexión con el aprovechamiento de los recursos mineros, traería consigo el hecho de que los mercaderes, que llegaron a convertirse en un elemen­ to destacado de romanización (136), nunca llegaran a interesarse

(132) Strab. III, 3, 7. (133) Más bien hay que pensar que este hecho tendría su importancia a partir del siglo II y que ni Estrabón (III, 3, 8) ni Floro pudieron llegar a ca­ librar su alcance. (134) V, 35-38. Cf. J.M. Blázquez:“Explotaciones mineras en Hispania durante la República y el Alto Imperio”, AHES II, 1969, pp. 3 y ss. ; C. D o m e r - gue:“Un temoignage de l’industria minière et métallurgique du plomb dans la région d’Azuaga (Badajoz) pendant la guerre de Sertorius”, IX CAN, Zara­ goza, 1970, pp. 608 y ss.... (135) Strab. III, 2,6. Cf. C. Dom e r g u“Rapports e : entre la zone minière de la S. Morena et la plaine agricole du Guadalquivir à l’époque romaine”, MCV VIII, 1972, pp. 614 y ss. ; y M. Ponsich:Implantation rurale sur le Bas Guadalquivir, Paris, 1974. (136) A. García y Bellido:“Los mercatores, negotiatores y publicani co­ mo vehículo de romanización en la España romana preimperiai”, Hispania núm. 109, 1966, pp. 497 y ss. EL HISTORIADOR FLORO Y LA ROMANIZACION DE ASTURIAS 559

vivamente por el mantenimiento de unas relaciones comerciales intensas y regulares con las regiones septentrionales de nuestra Península (137). Junto a ello hemos de destacar igualmente la ausencia de esta­ blecimientos destinados a dar acogida a grupos de colonos roma­ nos, cuyos objetivos estuviesen cifrados en la explotación agrícola del suelo; en este sentido al parecer la Península Ibérica en su conjunto no habría interesado de forma especial a la administra­ ción romana con posterioridad a la época de Augusto como lugar de establecimiento de elementos de la plebe de Roma y licenciados de los ejércitos (138), por lo que desde entonces su número no sería muy amplio, y en el caso del Norte peninsular estarían en relación con la política de organización administrativa y militar llevada a cabo por el Estado romano. En este contexto sería, sin duda, la falta de una explotación agrícola intensiva y que alcanzase una producción elevada lo que incidiría en el hecho de que el N.O. peninsular no se convirtiera en un polo de atracción para gentes procedentes de otras regiones hispanas (139), y en todo caso únicamente lo sería para un grupo de personas que procedían de regiones de escaso interés y atrac­ tivo para los romanos desde el punto de vista económico, como sucedía con la Meseta (140). En resumen, la romanización del territorio asturiano no sería intensa durante los dos primeros siglos de nuestra era, acentuán­ dose más esta influencia en el campo de la explotación económica que en el de la cultura (forma de vida, hábitat de tipo urbano, edificios típicamente romanos, alto nivel de vida...). En tal sentido no resulta descabellado pensar que el objetivo del Estado romano con respecto a dicha zona no consistiría en la fundación y conso­ lidación de centros de población importantes creados ex novo, sino en el aprovechamiento de los recursos mineros y agropecuarios de

(137) J.M. B l á z q u: e“Exportación z e importación en Hispania al final de la República romana y durante el gobierno de Augusto y sus consecuencias”, AHES I, 1968, pp. 37 y ss. (1 3 8 ) A . G a r c ía y B e l l i d o : “Una pausa en el proceso de romanización de Hispania durante los julio-claudias”, Homenaje a X. Zubiri, Madrid, 1960, pp. 607 y ss. (139) J.M. B l á z q u e z : “La romanización del N.O. de la Península Ibéri­ ca”, p. 80. (140) C!. G a r c ía M e r i n o : “Las tierras del N.O. de la Península Ibérica foco de atracción para los emigrantes de la Meseta en época romana”, HAnt III, 1973, pp. 9 y ss. 560: NARCISO SANTOS YANGL'AS la región, aquéllos en una primera fase y éstos a medida que las reservas auríferas y sus condiciones de extracción iban dejando de ser rentables, ya en las últimas décadas del siglo II y las prime­ ras del siguiente (141).

CONCLUSIONES

Sin adentrarnos en el análisis de los aspectos ideológico-religio- sos, a los que no hace alusión Floro en su escueto testimonio sobre la incidencia de la presencia romana en el territorio septentrional hispano tras las guerras astur-cántabras, pero que sin duda cons­ tituyen un hecho constatado, del que el historiador tendría un conocimiento más o menos profundo, vamos a sintetizar lo ex­ puesto hasta aquí. Ante todo hemos de afirmar que la descripción generalizadora de Floro se ve completada con los documentos arqueológicos y epigráficos. A partir de ellos se descubren claramente las diferentes etapas de lá cultura castreña en Asturias, coincidiendo las referen­ cias del historiador con las características básicas y definitorias de la cultura de los castros de época romana con respecto a la fase prerromana. Las peculiaridades que nos presenta la documentación literaria (escasez de testimonios, carácter generalizador de los mismos, in- concreción geográfica...) se ven subsanadas, al menos en parte, por la epigrafía como elemento destacado a la hora de analizar las es­ tructuras socio-políticas de la organización castreña. Frente a ello los resultados obtenidos de las excavaciones arqueológicas practi­ cadas hasta la fecha en el territorio asturiano no alcanzan un gran significado a causa de su escasez en número, por lo que se ve clara la necesidad de nuevas actividades en este campo, así como la com­ paración con lo que sucede en otras áreas culturales de los castros, como Galicia y el Norte de Portugal. El hábitat correspondiente a los años de nuestra era anteriores a Floro nos presenta diferentes tipos de asentamientos: en primer lugar descubrimos una pervivencia de los recintos prerromanos tras su remodelación; junto a ello tendría lugar igualmente el sur­ gimiento de nuevos núcleos de poblamiento en conexión con el aprovechamiento de los recursos auríferos de la zòna (construc-

(141) N. S a n t o s : “La provincia Hispania nova Citerior Antoniniana”, Bo­ letín Brigantium núm. 4, 1983, pp. 47 y ss. > ...... EL HISTORIADOR FLORO Y LA ROMANIZACION DE ASTURIAS 561

ciones y edificaciones de carácter castreño, por lo general en el Occidente asturiano); y, por último, desde el siglo II asistiremos a un abandono paulatino del hábitat castreño (en las regiones cos­ teras sobre todo) y a un asentamiento de la población en zonas llanas, lo que conllevaría a su vez la aparición de las villas como nuevos centros de aprovechamiento de los recursos económicos (agropecuarios y no mineros) y nuevas formas de poblamiento. En este sentido la síntesis histórica que nos presenta Floro y el sentido de su somera descripción se sitúan en un momento clave, tras más de un siglo de intentos de implantación del sistema ro­ mano en el territorio de Asturias. Desde el punto de vista económico hay que destacar los aprovechamientos mineros de oro» centrados básicamente en la intensificación de dicha explotación, así como en la introducción de nuevos mecanismos técnicos en el Occidente de la región; este hecho incidiría en el mantenimiento del tipo de hábitat castreño mientras se llevaran a cabo dichas actividades (hasta finales del siglo II al menos). Por lo que respecta al sector económico agropecuario, con res­ pecto a la época prerromana podemos afirmar que, al margen de esas labores mineras de gran alcance en el Occidente asturiano, el resto del territorio, y en especial las regiones litorales, asistiría a una introducción paulatina de los nuevos mecanismos y adelantos técnicos en el terreno agrícola, lo que no supondría necesariamente un retroceso acusado del sector ganadero. Quizás a partir de me­ diados del siglo II, y sobre todo durante la centuria siguiente, se produciría el asentamiento definitivo de la población en el llano y el reforzamiento de las actividades agrarias (en este sentido las villae se erigen en los nuevos centros de aprovechamiento intensivo de las tierras llanas y vegas de los ríos). De cualquier forma hay que destacar el desarrollo cada vez más amplio de ciertas activida­ des industriales (metalurgia, cerámica...). En cuanto a los aspectos socio-políticos de la organización de los indígenas de la Asturias antigua hay que destacar un arraigo más bien débil de las estructuras político-administrativas romanas, por lo que, aun cuando el territorio estaría integrado en el marco administrativo de las provincias y conventus hispanorromanos, no contamos con un gran número de centros urbanos, de manera que la asimilación de la organización romana en este sentido no sería amplia (y además a través de otras formas distintas a la civitas). En cualquier caso hay que contar con la pervivencía y reforza­ miento de ciertas realidades políticas indígenas por parte de la administración romana como la asamblea o consejo de la gente,- 5 6 2 NARCISO SANTOS YANGUAS que sería utilizado por parte del Estado romano con vistas a la integración de dichas poblaciones en el engranaje político-adminis­ trativo del Imperio. De esta manera la vida urbana se erigiría en desintegradora de las estructuras gentilicias, a pesar de que el asentamiento de las poblaciones en lugares llanos no constituye una fase uniforme en Asturias, puesto que no se produciría un abandono rápido ni sistemático de los castros como centros de hábitat en todo el territorio. Se manifiesta, a partir del siglo I, la presencia de nuevos grupos sociales, en parte potenciados y propiciados por la misma adminis­ tración romana, como la aristocracia gentilicia indígena. De este modo arraigará cada vez más la propiedad privada de la tierra, lo que traería consigo una incidencia acusada tanto en la configura­ ción como en la diferenciación de los nuevos grupos. Ahora bien, ¿a qué obedece esta somera y generalizadora des­ cripción de Floro? Es posible que el historiador no tuviera con­ ciencia del proceso de romanización (por otra parte no muy amplio, si exceptuamos los aprovechamientos mineros de oro) que se venía operando entre las poblaciones de las regiones septentrionales de la Península Ibérica; quizás este hecho obedecería a no conocer «directamente» las fases e intensidad de este proceso de asimila­ ción y/o rechazo de las estructuras sociales por parte de los indí­ genas. De cualquier forma es posible que en la época de Floro aún no fuera palpable ni cuantificable la amplitud de dicho proceso de romanización entre las poblaciones castreñas en general, y menos aún las que habitaban el territorio asturiano. Estas y otras hipótesis y conclusiones similares parecen despren­ derse de una lectura exhaustiva del corto relato de dicho historia­ dor, en el que no se vislumbran, más que de forma esquemática, las bases en que debería apoyarse el proceso romanizador (y por ende también colonizador) y que se observan sin embargo con cla­ ridad en el caso de otras regiones hispanas. Así, pues, hay que contar con una introducción paulatina de los elementos de romanización en el territorio asturiano a lo largo del siglo I, al tiempo que la resistencia o rechazo por parte de los in­ dígenas sería bastante fuerte. No obstante, a partir del siglo II (y siempre teniendo en cuenta las tres regiones claramente diferencia­ das de la Asturias antigua) se iniciaría un proceso de asimilación de los elementos o factores de la romanización por parte de dicha población. En síntesis, pues, la romanización del territorio de la Asturias antigua sería distinta en el caso de cada una de las tres circuns­ EL HISTORIADOR FLORO Y LA ROMANIZACION DE ASTURIAS 563 cripciones geográficas aludidas. Sin duda la región que alcanzaría una asimilación mayor de las estructuras romanas sería la central, la correspondiente al territorio astur, aun cuando los asentamien­ tos de población más abundantes se encontrarían en la costa y no en el interior, donde la ocupación romana se realizaría muy lenta­ mente (de manera que el siglo IV coincidiría con la fase de mayor propagación de los elementos romanos). En este sentido el proceso romanizador se llevaría a cabo en el territorio de la Asturias central, habitado por los astures transmon­ tanos, a través de varias etapas históricas: a un período de ocupa­ ción militar del territorio por parte de la administración romana, hasta aproximadamente mediados del siglo II, seguiría una fase de mayor estabilidad, en la que se irían imponiendo poco a poco los modelos romanos, en especial los relacionados con la explotación agrícola del suelo (a lo largo aproximadamente de una centuria), para acabar con una etapa más amplia de romanización, provocada como resultado de una intensa colonización agrícola (siglos IV y V). Por lo que respecta a la zona oriental, parece haberse romani­ zado con cierta fuerza en la región litoral, a pesar de hacerlo ya en una época posterior a la que vivió Floro, lo que no impide pen­ sar que existirían elementos romanizadores más antiguos; en este contexto la zona montañosa de la región se vería inmersa en un proceso de romanización vinculado con el de la vertiente sur de la cordillera cantábrica, en relación con los pueblos ganaderos de la Meseta norte. Por último, la parte occidental del territorio de Asturias se nos muestra como la menos romanizada, contemplándose en ella un proceso de aculturación, en el que se observa una pervivencia de la organización indígena de los castros, que serían aceptados por parte de los romanos como elemento fundamental de su organi­ zación; salvo algunas inscripciones aisladas carecemos hasta el momento de estructuras y edificaciones de carácter urbano bien definidas. ABADOLOGIO DEL MONASTERIO DE SANTA MARIA DE LA VEGA, DE OVIEDO (1196-1862)

POR

ANDRES MARTINEZ VEGA

SIGLAS

A.C.O. = Archivo de la Catedral de Oviedo. A.H.N. = Archivo Histórico Nacional. A.S.P. = Archivo del monasterio de San Pelayo. A.C.G. = Actas del Capítulo General (Silos); B.I.D.E.A. = Boletín del Instituto de Estudios Asturianos; F.S.M.V. — Fondo documental de Sta. María de la Vega F.S.P. ==. Fondo documental de San Pelayo. F.S.V. = Fondo documental de San Vicente. L.B. — Libro Becerro. >

El presente trabajo tiene por objeto, tal como su título indica, exponer el catálogo de las abadesas que han regido la comunidad de monjas benedictinas del monasterio de Santa María de la Vega, desde sus primeros tiempos hasta la segunda mitad del siglo XIX. El tema forma parte de un estudio mucho más amplio y pro­ fundo que como tesis doctoral estoy realizando en el Departamento de Historia medieval de la Universidad de Oviedo, dirigido por el Dr. Francisco Javier Fernández Conde, y que pretende abordar la historia de este cenobio, así como presentar la colección diplomá­ tica que guarda su archivo, en gran, parte inédito. 566 ANDRES MARTINEZ VEGA

Al presentar este abadologio somos conscientes de una publi­ cación anterior (1), ofrecida en este mismo Boletín sobre el mismo tema, que nos ha servido en gran medida para justificar nuestro trabajo, ya que no podríamos quedarnos indemnes ante un trabajo realizado sin el más mínimo rigor científico, basado en gran parte en fuentes impresas, parciales, muchas veces equivocadas, y otras tantas fundamentadas en simples conjeturas. En realidad, permitir todo esto sería contribuir a la reconstrucción de una historia to­ talmente artificiosa. Nuestro estudio es fruto de una labor de investigación reali­ zada, en su totalidad, sobre fuentes manuscritas que integran el archivo de San Pelayo de Oviedo (2) fundamentalmente. Con verda­ dera meticulosidad hemos revisado, sobre todo, la documentación del archivo del monasterio de la Vega, y así hemos podido recons­ truir la relación más completa, no por ello exenta de lagunas, de las abadesas de este cenobio, fundado a mediados del siglo XII (3), extramuros de la ciudad de Oviedo, por doña Gontrodo Petri, v sujeto en un principio a la disciplina de Fontevrault (4). Esta de­ pendencia hizo que fuera regido el monasterio en sus comienzos por prioras, en vez de abadesas, sometidas a la suprema autoridad de la abadesa de Fontevrault (5). A finales del siglo XII en nuestro monasterio ya aparece docu­ mentado el cargo de abadesa (6), lo que nos hace suponer la total independencia del yugo fontevrista. Es, pues, a partir de este mo-

(1) Z a r a g o z a P a s c u a l , E., “Abadologio del monasterio de Santa María de la Vega de Oviedo (1220-1862)”. B.I.D.E.A., núm. 108, pp. 127«-136. (2) En el archivo de San Pelayo se han revisado los fondos de este mo­ nasterio, así como los de Santa María de la Vega y San Vicente. (3) A .S.P.: F.S.M.V., Leg. 1, núm. 2. Public.. L. S e r r a n o , “Cartulario del monasterio de Vega con documentos de San Pelayo y Vega de Oviedo”. Ma­ drid, 1927. Apéndice núm. 16, pp. 166-168. A. de Y e p e s : “Crónica general de la Orden de San Benito”. Valladolid, 1615-1621. Vol. VII, fol. 437 (fragmento). (4) “Ego igitur Gontrodo Petri...do et concedo monasterium Sánete Ma- rie...que vulgo Fons Ebraudi vocitatur”. A.S.P.: F.S.M.V., Leg. 1, núm. 2. (5) Tenemos documentado el nombre de algunas de estas prioras. En el año 1157 ocupaba el cargo “priorisse domne Aleaidi et domne Gontrodi et priori domno Angoto...”. A.S.P.: F.S.M.V., Leg. 1, núm. 6. Public., L. S e r r a n o , o.c. núm. 20, pp. 172-174. En el año 1175, “domne Mahalde”. A.H.N., Carp. 1594, núm. 15. (6) No conocemos el nombre de tal abadesa, pero sí aparece como con­ firmante —“abaíissa de la Vega”— en un documento de donación que realiza la abadesa de San Pelayo a su propio monasterio. A.S.P.: F.S.P., Leg. B, núms. 38 y 39. Public., F.J. F e r n a n d e z C o n d e , I. T o r r e n t e F e r n a n d e z y G. d e la No- ABADOLOGIO DEL MONASTERIO DE SANTA MARIA DE LA VEGA, DE OVIEDO 5 6 7 mentó cuando comienza nuestro catálogo de abadesas, que hasta el siglo XVI no es todo lo completo que hubiésemos deseado por la falta de documentación al respecto. Las fechas extremas de mandato señaladas, en esta primera época, a cada abadesa están confirmadas en fuentes documentales, lo que no quiere decir que entre esas dos fechas extremas no haya existido el nombramiento de alguna otra que nos resulta imposible relacionar por la carencia absoluta de mención en las fuentes consultadas. Durante estos primeros cuatro siglos (XII-XVI) la comunidad de la Vega, en estricta correspondencia con la sociedad feudal y el resto de las organizaciones religiosas, aparece muy jerarquizada, siendo el abad, en nuestro caso la abadesa, el máximo responsable del monasterio así como su representante (7), y la encargada de todos los asuntos concernientes tanto a lo espiritual como a lo temporal (8). A ella le corresponde la administración del monas­ terio —y a la priora en su ausencia (9)— quien, aunque debe tener en cuenta los consejos de la comunidad, decide en última instancia. Los fondos documentales del monasterio, objeto de estudio, aluden primordialmente a las funciones temporales del grupo mo­ nástico, nos suministran datos con un marcado carácter económico, y no son lo suficientemente explícitas en cuanto a cuestiones espi­ rituales, hecho por el que no pudimos comprobar aspectos tan importantes como podrían ser la elección de abadesa, las causas de su cese en el cargo, etc. Suponemos que eran elegidas libre­ mente por todos los miembros de la comunidad, según las normas de la regla benedictina, y que su mandato era perpetuo hasta el siglo XVI. Tampoco hemos podido ofrecer una semblanza biográ­ fica, tal como hubiese sido nuestro deseo, de aquellas religiosas

val M e n e n d e z , “El monasterio de San Pelayo de Oviedo, historia y fuentes”. Oviedo, 1978. Vol. I, doc. núm. 43, pp. 94-96. L. S e r r a n o , o.c. núm. 3 2 , pp. 1 9 1 -1 9 2 . Por un error de transcripción este autor cree que la abadesa de la Vega es “dompna Geloira”, y en realidad ésta no es más que una confirmante más del documento, al igual que lo es la “abatissa de la Vega”. (7 ) M a t t o s o , J., “Le monachisme Iberique et Cluny. Les monasteres du diocese de Porto de l’an mili a 1200”. Lovaina, publications universitaires, 1968, p. 195. (8) Jean-Berthold M ah n afirma que el abad es el jefe indiscutible de la abadía y que “una cierta imprecisión de la Regla de S. Benito le da un carác­ ter casi ilimitado” (en “L’ordre cistercien et son gouvernement des origines au milieu du X lIIe Siecle (1098-1265)”. París, E. de Boccard Editeur, 1951, p. 81). (9) A.S.P.: F.S.M.V., Leg. 2, núm. 31. Arriendo que otorga la priora del monasterio de la Vega a Fernán Rodríguez. Año de 1319. 568 ‘ a n d r M eartínez s v e g a que; ocuparon el máximo cargo de este monasterio, precisamente por esa falta'de noticias. De todos modos ofreceremos uña aproxi­ mación al estudio de todas cuantas nos sea posible.. Abadologio del monasterio de Santa María de la Vega hasta el siglo XVI:

1196 «Abatissa de la Vega» (10). 1216 Gontro Roderici (11). 1221232 Berengaria (12). 1248 Toda Muñiz (13). 1253-1260 María Díaz (14).' 1265-1283 Teresa Alvarez (15). 1293 Mayor Guilelmiz (16). 1313-1320 Sancha Alvarez (17). La lápida sepulcral de esta abade­ sa ha sido objeto de múltiples estudios e investigaciones que no contribuyeron más que a perpetuar un error debido a la falsa lectura de su inscripción y a las con­ jeturas sin fundamento que sobre ella se hicieron (18). Se pensó que era de Sancha Alvarez,-madre de Alvar Díaz, hijo de Rodrigo Alvarez de Asturias, que fue mon­ ja en este monasterio. Sin embargo es necesario aclarar que no se trata de ésta, sino de otra Sancha Alvarez que fue abadesa de la Vega, hermana del obispo don Fernán'Alvarez y tía de Rodrigo Alvarez de Aguilar (19). : ' La citada lápida lleva las armas de Aguilar y de los -Al-

(10) Vid. nota núm. 6. (11) A.S.P.: F.S.V., Cap. XXXIX, núms. 1144 y 1145. (12) A.S.P:: F.S.M.V., pergaminos núms. 10'y 14. (13) A .S.P.: F.S.M.V., pergamino núm. 17. ( 14>-A .S.P .: F.3.M.V., pergaminos núms. 19, 22, 23, 24, 25. (15) • A.S.P.: F.S.M.V., pergaminos núms. 109,’ 30. (16) A.S.P.: F.S.M.V., pergamino núm. 28 y doc. en papel: Benaventfe (C. 16-L. 3-L. 1). En el pergamino núm. 53 (9 de febrero del 1348) se mencio­ na su fallecimiento, pero no se especifica el año en que ocurrió. (17) A.S.P.: F.S.M.V., pergaminos núms. 29 y 38. (18) Ciriaco M i g u e l V i g i l en su obra “Asturias, monumental, épigráfica y diplomática”, 2 vol. Oviedo, 1987, p. 148, afirma que la inscripción de esta lápida no proporciona otro dato más que el de haber muerto en la era 1329 (1291), y cita I05 razonamientos, confundidos, de Tirso de Avilés, el P. Luis Carballo y el abate Juan Francisco Masdeu. Unos y otros conjeturan aeerca de quién puede ser esta Sancha Alvarez, pero ninguno lo resuelve. (19) A.S.P.: F.S.M.V., Leg. 2, núm. 36; Lámina A: Lápida Sepulcral de D.a Sancha Alvarez. (Museo Arqueológico Provincial.) Lámina B: Retablo del monasterio de Santa María de la Vega de Oviedo, actualmente en la iglesia de Solís (Corvera). (Foto cedida por Javier González Santos.) ABADOLOGIO DEL MONASTERIO DE SANTA MARIA DE LA VEGA, DE OVIEDO 569

varez de Asturias y está fechada en el año 1320 (20) véase lámina A). El 19 de noviembre de 1319 ya otorga un arriendo la priora, Sancha Fernández (21), quizás por indisposición ya de la citada abadesa y en el mes de enero del año 1326 consta que había muerto (22). 1322-1341 Valesquida Díaz (23). Durante los tres primeros años que ocupa el cargo figura en la documentación como «eleyta e confirmada», siendo a partir de esa fecha cuando se la cita como abadesa. 1350-1421 Mencía López (24). Era hermana de don Pedro Bernal- do (25) y sobrina de doña Teresa Alvarez (26), abadesa del monasterio de San Bartolomé de Nava. Durante su mandato al frente del monasterio tuvo lugar en éste la celebración de una reunión de todos los defensores de la causa de Pedro I contra su rival, Enrique de Tras- támara (27). Además otros dos hechos importantes afec­ taron al cenobio en su abadiato, la reclusión en el mismo de unas monjas de Santa María de Villamayor y San Martín de Soto, cuyos monasterios habían sido supri­ midos por el obispo don Gutierre (28), y la promulgación de las Constituciones de reforma ordenadas por el mis­ mo prelado (29) para este monasterio.

(20) No se trata, tal como apunta V ig il , o.c ., p. 149, de tomar la era por año, sino de interpretar lo que él llama “guarismo X”I por la abreviatura Christi” (era Christi 1320) y no darle un valor numérico (IX-XI) al citado guarismo. (21) Vid. nota núm. 9. (22) A.S.P.: F.S.M.V.. Leg. 2, núm. 36. (23) A.S.P.: F.S.M.V., pergaminos núms. 32. 33, 34, 37, 38, 39. 40, 41, 42, 44, 46, 48. (24) A .S.R : F.S.M.V., pergaminos núms. 54, 56, 57, 58, 60, 64, 65, 67, 68, 69, 70, 71, 73, 74, 76, 77. (25) A.S.P.: F.S.M.V., Leg. 3, núm. 95. (26) A.S.P.: F.S.M.V., Leg. 3, núm. 61. Cfr. T o r r e n t e F e r n a n d e z , Isabel, “El dominio del monasterio de San Bartolomé de Nava”. Oviedo, 1982, pp. 276-277. (27) Ruiz de la P eña S o l a r . J.I., “Historia de Asturias”. Ayalga/Edicio- nes, 1977. Vol. V, pp. 36-37. (28) Esta decisión de don Gutierre se lleva a cabo entre los años 1377-1381. A.C.O.: L.B., fols. 40-42. Public., F .J . F er na n d ez C o n d e , “Gutierre de Toledo, obispo de Oviedo (1377-1389”). Oviedo, 1978, pp. 462'-463. (29) Estas Constituciones fueron promulgadas el 16 de mayo de 1379 se­ gún F e r n a n d e z C o n d e , o.c ., pp. 422-427. 5 7 0 ANDRES MARTINEZ VEGA

1428-1451 María Fernández (30). 1453-1468 Inés Fernández de Grado (31). 1472 María de Quirós (32). 1378-1500 Teresa González de Vigil (33). En esta época el monas­ terio sufre una nueva crisis económica, y entre los principales bienhechores que tratan de aliviar su esta­ do de pobreza figuran los Reyes Católicos que, por Cédula Real de cinco de julio de 1486, lo favorecen con la unión perpetua de los beneficios simples de San Juan del Campo, en Caso, y de Santa María de Pelúgano, en Aller (34), e incluso el mismo obispo de Oviedo, don Juan Arias, en 1491 se ve obligado a unirle perpetua­ mente el beneficio de la iglesia de Monesteruelo, en Benavente (35).

Con la alborada de un nuevo siglo asistimos a un hito signifi­ cativo en la historia de la Vega. Nos referimos a su integración en la Congregación de Valladolid, hecho que tiene lugar en 1529, con la visita que realiza a este monasterio fray Alonso de Toro (36). A partir de este momento las abadesas serán nombradas por el Capítulo General de Valladolid y su mandato será por tres años, y renovable «si la abbadesa es buena religiosa y ha bien governado su offigio» (37).

La relación de abadesas durante este siglo XVI es la siguiente:

1501-1537 Marina González de Vigil (38).

(30) A.S.P.: F.S.M.V., pergaminos núms. 80,' 87, 90, 92, 93, 94. (31) A .S.P.: F.S.M.V., pergaminos núms. 96 y 91 (folio 5). ' (32) A.S.P.: F.S.M.V., pergamino núm. 98. (33) A partir dé esta abadesa nos vemos obligados a registrar en las no­ tas solamente los documentos que marcan el principio y el fin dél cargó dé abadesa, pues la documentación ahora es en papel y resulta imposible citar todos aquellos documentos en los que aparecen. A.S.P.: F.S.M.V., Caia 18, C. 14. Leg. 4. NN. 1. C. 18. Libro 5.° de foros, fol. 21v. (34) A.S.P.: F.S.M.V., pergamino núm. 102. (35) A .S.P.: F.S.M.V., pergamino núm. 104. (36) Z aragoza P a sc u a l , E., “Los Generales de la Congregación de San Be­ nito de Valladolid”. II (Silos, 1976), p. 234. (37) A.C.G., I, fol. 124r. (38) A.S.P.: F.S.M.V., C. 18-L. 5.° de foros, fols. 33 y 33v. V illavieiosa: (C. 15-L. 2-A) y (C. 15-L. 2-A). En este último documento figura como abadesa ABADOLOGIO DEL MONASTERIO DE SANTA MARIA DE LA VEGA, DE OVIEDO 571

15404547 Marquesa Estébanez de Valdés de la Plaza (39). Aparece como abadesa en la documentación a partir del 4 de noviembre de 1540 (40), aunque es nombrada para el cargo por el Capítulo General del año 1541 (41). Es la primera abadesa nombrada por el Capítulo, una vez realizada la integración en la Congregación de Valla­ dolid. 1547-1556 María Menéndez de Prendes (42). 1556-1558 Marquesa Estébanez de Valdés (43). 1558-1562 M arquesa de Hevia (44). 1562-1574 Juana González de Hevia (45). Fue confirmada en su cargo en los Capítulos Generales de 1565, 1568 y 1571. 1575 Cecilia de Prendes. Esta abadesa sólo aparece nombra­ da en documentos del mes de febrero de este año (46). 1575-1578 Juana González de Hevia (47). Fallece en el año 1578, y consta por un documento del 25 de septiembre del citado año la actuación de la priora, doña Eufrasia de Cangas (48). Esta situación debió ser aprovechada por el abad de San Vicente para trasladar la comunidad de la Vega a San Pelayo y apropiarse del monasterio (49).

Marina González de Vigil y como presidenta marquesa Estébanez. Quizás en los últimos años de esta abadesa, incapacitada para dirigir la comunidad, ésta fuese regida por marquesa Estébanez que la sucederá en el cargo. (39) Esta abadesa figura desde el año 1537 ejerciendo funciones de aba­ desa con el título de presidenta. A.S.P.: F.S.M.V. (Corvera: C. 4-L. 1-B), fol. 129. (40) A.S.P.: F.S.M.V. (Corvera: C. 4-L. 1-B), fol. 130...... - ...... ' - (41); íA.G.G., I; fol.- S5rf ■•■■■ ;•••.;* : ' (42) A.S.P. í F.S.M.V. (Gijón :•• C.. 5-L.. 1-H. 4), Caja núm. -3-8, doc. suelto sin clasificar: “Abadesa que ha tenido esté Real Monasterio de Santa María de la : Vega”. : A.C.G.: Capítulo General de 1547. (43) A.S.P.: F.S.M.V., Doc. suelto citado en la nota anterior. (44) A.S.P.: F.S.M.V., Caja núm. 22, Libro 2.° de apeos, fols. lv-2v. (45) A.C.G.: Capítulo General de los años 1565, 1568, 1571. A.S.P.: F.S.M.V., Libro de foros núm. 1, fol. 27. (46) A .S.P.: F.S.M.V., Doc. Oviedo (C. 10-L. 2-M). Doc. Villaviciosa (C. 15- L.2-A). (47) A.S.P.: F.S.M.V., Libro 1.° de foros, fols. 8, 11, 14, 17, 20, 30, 40, 37, 6, 302v, 33. (48) A.S.P.: F.S.M.V., Libro 1,° de foros, fol. 310. (49) . ..S it g e s , J.B., “El monasterio de religiosas benedictinas de . San Pelayo el Real de Oviedo”. Madrid, 1913, pp. 164-165. Este autor dice que él hecho ocurrió el 27 de noviembre de 1578 y que intervino el rey Felipe II, en Cédula 572 ANDRES MARTINEZ VEGA

1580-1583 Catalina de Balbuena (50). Esta fue la primera abadesa nombrada tras el incidente de traslación de las monjas a San Pelayo. 1583-1586 María Estébanez de Argüelles y Santillana (51). 1586-1589 Isabel de Carreño y Valdés (52). 1589-1592 Eufrasia de Cangas Quiñones (53). 1592-1595 María de Nora (54). 1595-1598 Isabel de Carreño y Valdés (55). 1598-1601 María Estébanez de Argüelles y Santillana. Esta abade­ sa es hermana del canónigo de la Iglesia de Oviedo Diego de Argüelles. Durante el abadiato de esta religio­ sa tiene en su compañía a una sobrina llamada Catalina de Argüelles que quiere ser monja, y para dote de esta sobrina, el canónigo y tío, Diego de Argüelles, dona al monasterio el patronazgo de San Esteban de los Caba­ lleros (Aramil) (56).

El siglo XVII será la época en la que las sucesivas abadesas van a proseguir con la reedificación del monasterio que había co­ menzado en el siglo anterior, llegando incluso a finales del siglo XVII esta reedificación a transformar el primitivo templo monás­ tico (57). En los primeros años de esta decimoséptima centuria el cargo de abadesa es trienal, pero pronto pasará a ser por un pe­ ríodo de cuatro años, siendo reelegidas muchas de ellas.

de 27 de marzo de 1579, pidiendo al General de la Orden de San Benito que restituyese, en plazo de veinte días, las monjas a su propio monasterio así como todos los bienes que les habían sido usurpados. (50) A.S.P.: F.S.M.V., Oviedo (C. 10-L. 3-DD. 2). Las Regueras (C. 12-L. 1- B. 3). (51) A.S.P.: F.S.M.V., Siero (C. 14-L. 2-L. 3). (52) A.S.P.: F.S.M.V., C. de Onís (C. 10-L. 4-PP.). (53) A.S.P.: F.S.M.V., Corvera (C. 4-L. 1-A. 5). (54) A.S.P.: F.S.M.V., Caja 8, Leg. 2, fol. 53. C. 18, Libro 1.° de foros, fols. 442, 449, 456, 469. A.C.G.: Capítulo General de 1592. (55) A.C.G.: Capítulo General de 1595. A.S.P.: F.S.M.V., Libro 1.° de foros, fols. 41, 66v. (56) A .S.P.: F.S.M.V., Siero (C. 16-L. 1-A. 2). (57) R u b ia n o , Yldefonso Fray, “Indice del archivo de Santa María de la Vega”. Vol. I, fols. 6-6v. A.H.N., Secc. Clero. Leg. 5076. ABADOLOGIO DEL MONASTERIO DE SANTA MARIA DE LA VEGA, DE OVIEDO 573

Ocupan el cargo de abadesas a partir del año 1601 las siguien­ tes:

1601-1604 María de Nora (58). 1604-1607 Isabel de Hevia y Cerón (59). Era hija de Gaspar de Avilés, escribano y vecino de Oviedo, y de Catalina Alonso de Hevia (59A); hermana, por tanto, del canóni­ go de la catedral de Oviedo Tirso de Avilés. 1607-1610 María Estébanez de Argüelles y Santillana (60). 1610-1613 Escolástica de Cifuentes (61). 1613-1615 Isabel de Llano (62). 1615-1617 Isabel de Hevia y Cerón (63). 1617-1621 María Estébanez de Argüelles (64). 1621-1625 Isabel de Hevia y Cerón (65). 1625-1629 Isabel de Omaña Quiñones (66). 1629-1632 Inés del Llano (67). 1632-1636 Catalina de Argüelles (68). 1637-1641 Isabel de Omaña y Quiñones (69). 1641-1645 Catalina de Argüelles (70). 1645-1647 Francisca de la Rúa (71). En el año 1646 otorga una escritura la priora por hallarse indispuesta la abade­ sa (72).

(58) A.S.P.: F.S.M.V., C. 18, Libro 2.° de foros, fols. 115v, 114. (59) A.S.P.: F.S.M.V., C. 18, Libro 2.° de foros, fols. 47v, 95v. (59A) A .S.P.: F.S.M.V., Doc. Siero (C. 14-L. 1-T). (60) A.S.P.: F.S.M.V., C. 18, Libro 2.° de foros, fols. 98v, 107v. Libro 1.° de foros, fols. 269, 273, 278, 282, 285. (61) A.S.P.: F.S.M.V., Libro 1.° de foros, fols. 289v, 290v, 282v. (62) A.S.P.: F.S.M.V., Doc. Siero (C. 14-L. 3-V. 1). (63) A .S.P.: F.S.M.V., C. 18, Libro 1.° de foros, fols. 324, 345, 347. (64) A.S.P.: F.SM.V., Doc. Oviedo (C. 10-L. 2-L. 3). (65) A.S.P.: F.S.M.V., Carreño (C. 3-L. 1). (66) A.S.P.: F.S.M.V., Doc. Gijón (C. 5-L. 1). Doc. Oviedo (C. 10-L. 4- MM. 4). (67) A.S.P.: F.S.M.V., Doc. Llanera (C. 8-L. 3-Y). Doc. Gozón (C. 5-L. 2- N. 4). (68) A.S.P.: F.M.S.V., Doc. Llanera (C. 8-L. 1-H. 9). Doc. Candamo (C. 6- L. 1-A. 2). (69) A.S.P.: F.S.M.V., Doc. Oviedo (C. 10-L. 4-MM.2). (70) A.S.P.: F.S.M.V., Caja núm. 38, Doc. suelto sin clasificar: “Abadesas que ha tenido este Real Monasterio de Santa María de la Vega”. (71) A .S.P.: F.S.M.V., Doc. Oviedo (C. 10-L. 2-N). (72) A .S.P .: F.S.M.V., Doc. Oviedo (C. 10-L. 1-G. 1). 574 ANDRES MARTINEZ VEGA

1647-1649 Isabel de Sierra (73). 1649-1653 Antonia de Rojas (74). 1653-1657 Isabel de Omaña Quiñones (75). 1657-1661 Ana María Bernardo de Quirós (76). 1661-1665 Isabél de Sierra (77). 1665-1669 Isabel de Balcarce (78). 1669^1670 Catalina de Arango (79). 1670-1673 María de Yebra (80). 1673-1677 Bernarda Gertrudis de Argüelles (81). 1677-1681 Inés de Villamarín. Es nombrada abadesa el seis de ju­ nio de 1677 y cesa en el cargo el 24 de febrero de 1681 (82).Muere el 14 de mayo de 1693 (83). 1682-1685 Vicenta de Cancio. Es nombrada abadesa el 14 de mayo de 1682 hasta el 9 de mayo de 1685 (84). Durante su mandato es ayudada por las consejeras (85), cargo que contemplan las Constituciones de la Congregación del siglo XVII (86). Muere el 22 de junio de 1689 (87).

(73) A.S.P.: F.S.M.V., Doc. Oviedo (C. 10-L. 2-M. 3), ;C. 18, Libro 2.° de ventas, fol. 541. (74) A.S.P.: F.S.M.V., Doc. Llanera (C. 8-L. 1-G. 2). Doc. Oviedo (C. 10- L. 1-A. 2). (75) A.S.P.: F.S.M.V., Doc. Siero (C. 14-L. 3-Y). Doc. Grado (C. 3-L. 1- A. 36). ! (76) A .S.P.: F.S.M.V., Doc. Llanera (C. 8-L. 1-D. 1). Doc. Llanera (C. 8- L. 1-D. 2). (77) A .S.P.: F.S.M.V., Doc. Llanera (C. 8-L. 1-E. -1), Dóc. Lena (C. 7- L. 2-D. 2). (78) A .S.P.: F.S.M.V., Doc. Gijón (C. 5-L. 1-H.7). (79) A.S.P. t F.S.M.V.j Doc. Gijón (C. 5-L. 5). (80) A.S.P.: F.S.M.V., Doc. Lena (C. 7-L. 2-D. 3). (81) A.S.P.: F.S.M.V., Doc. Oviedo (C. 10-L. 2-N). (82) A.S.P.: F.S.M.V., Libro de Consejo. (83) A.S.P.: F.S.M.V., Libro de Gradas. (84) A.S.P.: F.S.M.V., Libro de Consejo. (85) A .S.P.: F.S.M.V., C. 18, Libro 2.° de ventas, fol. 579. (86) “Ordenamos, que en cada monasterio aya señalada para el Consejo la tercera parte de las monjas que tuvieren quarenta años de edad, y la que huviere de ser del Consejo, se elija con parecer de la mayor parte del”. Cons­ tituciones de la Congregación de Nuestro glorioso Padre San Benito... que desde el año 1610 hasta el de 1701 han sido establecidas y aprobadas en di­ versos capítulos. Impresas en Madrid, Año de 1706, fol, 281. (87) A .S.P.: F.S.M.V., Libro de Gradas, fol. 150v.' ABADOLOGIO DEL MONASTERIO DE SANTA MARIA DE LA VEGA, DE OVIEDO 5 7 5

1685-1689 Juana María de Valdés y Cobián (88). «Fue electa en el Capítulo General que se celebró en San Benito el Real de Valladolid en 19 de marzo de 1685. Contaba el mo­ nasterio en esta época con 50 monjas, tres novicias y siete religiosas de medio velo» (89). 1689-1693 Catalina de Villazón. Nombrada el 12 de junio de 1689 hasta el 8 de noviembre de 1693 (90). En su tiempo ha­ bía en el monasterio 50 religiosas de velo negro, siete de velo blanco y cinco novicias (91). 1693-1697 Isabel de Arango. Electa en el Capítulo General celebra­ do en Valladolid el 18 de abril de 1693. Contaba el mo­ nasterio, durante su abadiato, con 54 monjas de velo negro, tres novicias y ocho hermanas legas. En el año 1694 comienzan las obras de la iglesia, poniendo la pri­ m era piedra el día 4 de junio (92). 1697-1701 Catalina de Villazón. Electa en el Capítulo General de Valladolid el 4 de mayo de 1697. «En su tiempo se hizo la iglesia de este monasterio, el coro, la sacristía y la torre». Las obras de la iglesia habían comenzado en el año 1694 y «la última cornisa se acabó de poner el día * * 14 de agosto de este año de 1697» (93).-

■ En los dos últimos siglos de existencia de nuestro monasterio, las abadesas que lo rigen se verán inmersas en el acontecer político y social de la época. A finales del siglo XVIII, la comunidad sufre la expropiación de diversos bienes (94), y en la decimonovena cen­ turia es objeto de una nueva y grave crisis económica (95), con­ dicionada en gran parte por las diversas obras realizadas en el transcurso del primer cuatrienio 1801-1805, entre las que figuran un noviciado nuevo, el archivo del monasterio y la construcción

. (38) A.S.P.: F.S.M.V., Libro de Consejo. (89) A.S.P.: F.S.M.V., Libro de Gradas, fol. 4v. (90) A.S.P.: F.S.M.V., Libro de Consejo. (91) A.S.P.: F.S.M.V., Libro de Gradas, fols. 4v-5. (92) A.S.P.: F.S.M.V., Libro de Gradas, fols. 5-5v. (93) A .S.P.: F.S.M.V., Libro de Gradas, fol. 5v. (94) A.S.P.: F.S.M.V., “Indice del archivo de Santa María de la Vega”. Vol. I, fols. 162v-272v. Se le expropian heredades en Trubia para la ubicación de la Fábrica de Armas, y se le priva del derecho sobre el portazgo de Olio- niego. (95) A.S.P.: F.S.M.V.: Es un documento en Papel, sin catalogar, fechado en 1809 donde se indica que el monasterio tenía numerosas deudas. 5 7 6 ANDRES MARTINEZ VEGA de una nueva cerca para el cenobio (96). Esta crisis se agravará durante las dos primeras décadas del siglo, al verse inmerso en el escenario de la guerra de la Independencia. Así parece colegirse de un documento en papel fechado en 1815 en el que se afirma textualmente que las monjas «se ven obligadas a vender varias ca­ sas para pagar contribuciones extraordinarias de guerra y hacer reparaciones en el monasterio, que se encuentra en ruina» (97), pues sirvió de hospital durante esa guerra (98) y fue ocupado al­ ternativamente por tropas francesas y españolas debido muy pro­ bablemente a su situación estratégica (99). Todas estas vicisitudes, así como la distinta evolución de los dos frentes en la contienda, originan traslados temporales entre las comunidades benedictinas ovetenses. El 2 de octubre del año 1810 la comunidad de la Vega se desplaza al monasterio de San Pelayo, permaneciendo hasta el día 14 de junio, en que se marcha­ ron los franceses. Ese mismo día «a las cinco de la mañana salió la señora abadesa de la Vega con seis monjas y una hermana lega a tomar posesión de su monasterio, y permaneció allá; las demás religiosas permanecieron aquí por espacio de un mes por estar muy destrozado su monasterio» (100). Nuevamente tendrán que trasladarse a San Pelayo, ante la ame­ naza de ser invadida la capital por las tropas carlistas, y en este tiempo fallece en el citado monasterio la que había sido abadesa, doña Bonifacia García de San Pedro, debiendo ser enterrada en San Pelayo (101). El regreso a su monasterio será por poco tiempo, pues definitivamente la comunidad de la Vega se traslada a San Pelayo en el año 1854, siendo gobernada en este monasterio por doña An­ tonia Palacio, en calidad de presidenta (102). El seis de enero de 1863 fallece también en San Pelayo Angela de la Vara, monja de velo blanco (103), y tan sólo quedaba como religiosa de la Vega, Manuela Mier Castañón, que fue agregada canónicamente a la co-

(96) A.S.P.: F.S.M.V., Libro de Depósito (sin paginar). Datos extraídos de un resumen del cuatrienio 1801-1805. (97) A.S.P.: F.S.M.V., Doc. sin catalogar. (98) A.S.P.: F.S.M.V., Doc. sin catalogar, fechado en el año 1828. (99) A.S.P.: F.S.M.V., Libro de Depósito (sin paginar). Documento fecha­ do en 1818. (100) A.S.P.: F.S.P., Libro de defunciones: años 1670-1876, fol. 163v. (101) A.S.P.: F.S.M.V., Libro de Gradas, fol. 168. Fallece el 9 de diciem­ bre de 1838. (102) A.S.P.: F.S.M.V.: Fallece esta religiosa el 9 de marzo de 1862, a la edad de 90 años. Libro de Gradas, fol. 172. (103) A.S.P.: F.S.M.V., Libro de Gradas, fol. 172v. ABADOLOGIO DEL MONASTERIO DE SANTA MARIA DE LA VEGA, DE OVIEDO 5 7 7 munidad de San Pelayo en el año 1891, falleciendo en el mismo año (2 de junio), con cuya fecha queda extinguida la comunidad de Santa María de la Vega (104). La relación de abadesas de estos dos siglos está fielmente refle­ jada en el Libro de Gradas del monasterio, al igual que sus tomas de hábito, sus nombramientos y sus respectivos fallecimientos; por ello no consideramos necesario registrar con notas anexas sus abadiatos; limitándonos tan sólo a exponer sus nombres, así como las fechas en las que ocupan el cargo:

1701-1705 Isabel de Arango. En su tiempo se hizo el retablo del altar mayor, «que le fabricó Fr. Pedro Martínez, reli­ gioso de San Pedro de Cardeña, maestro de arquitectura de gran fama...» (105), y actualmente en la iglesia pa­ rroquial de Solís (Corvera) (106). (Véase lámina B). 1705-1709 Teresa de las Marinas. 1709-1713 Antonia Andrea Velarde. 1713-1717 Manuela de Velarde. 1717-1721 Eulalia de Vigil. 1721-1725 Manuela de Merás. 1725-1729 Jesefa Bernardo Argüelles. 1729-1733 Manuela de Merás. 1733-1737 Ana Isabel de Hevia. 1737-1741 Manuela Juana de las Marinas. 1741-1745 Manuela Ortiz. 1745-1749 Isabel Bernardo. 1749-1753 Teresa González. 1753-1757 M.a Teresa de Benavides. 1757-1761 Juana de Uría. 1761-1764 Eulalia Fernández de Zardain. 1764-1769 Manuela Gertrudis Merás. 1769-1773 Juana María de Uría.

(104) A.S.P. (S.P. Leg. 12-1). Esta religiosa ingresa como educanda el año 1830 en el monasterio de Santa María de la Vega de Oviedo, quedando luego en el mismo como novicia, donde profesó en 1831. Era hija legítima de don Antonio Mier y Castañón y de doña Teresa González de Lena, naturales de San Vicente de Columbiello, en el concejo de Lena. Al ingresar en el monas­ terio contaba con 16 años. (105) “Monasticon Hispanicum”, de la Biblioteca Nacional de París. Sec. manuscrits espagnols, núm. 321, fol. 399v. Cfr. Z aragoza P a sc u a l , E., o.c ., pp. 131-132. (106) Archivo Diocesano: Libro de fábrica de la iglesia de Solís. 5 7 8 ANDRES MARTINEZ VEGA

1773-1777 M.a Teresa de Benavides. 1777-1779 Juana María de Uría. ' 1779-1781 M.a Joaquina González de Arango. 1781-1785 Teresa Menéndez Luarca. 1785-1789 M.a Benita Merás. 1789-179,3 Jacinta Sánchez. 1793-1797 Teresa Menéndez de Luarca. 1797-1801 Micaela Sánchez Fano. 1801-1805 M.a Alfonsa García de San Pedro. 1805-1814 Plácida de Salas Omaña. 1814-1818 Benita Palacios. 1818-1824 Plácida de Salas y Omaña. 1824-1828 María del Carmen Infanzón. 1828-1832 Bonifacia García de San Pedro. 1832-1839 Nicolasa de Cañedo y Miranda. Ultima abadesa que tu vo el monasterio de Santa María de la Vega.

No quisiera poner punto final a este trabajo sin reconocer mi agradecimiento a la directora del Archivo Histórico Provincial de Oviedo, doña Blanca A. Pinedo; y a la facultativa Isabel" Aguirre por lo mucho que me facilitaron esta labor de investigación. No menos he recibido de la archivera del monasterio de San Pelayó, sor Guadalupe de la Noval; a ella le debo multitud de ideas, datos, sugerencias y el descubrimiento de muchos de los secretos que guarda el archivo que tan fielmente custodia, por todo ello mi ex­ preso y eterno agradecimiento a su persona. LA RECUPERACION DEL QUEISO DE BOTA Y DE PAN DE ESCANDA

POR

CELSO PEYROUX Cronista Oficial de Teverga y Miembro Correspondiente del I.D.E.A.

...La más antigua ermita tiene en Bermiego un tejo se sabe el siglo que labró la piedra mas no la mano que plantó el renuevo...

No es que Alfonso Camín sea mi poeta predilecto pero valga esta paráfrasis de uno de sus poemas para abrir el pregón de fiesta en esta II MUESTRA DEL QUEISO DE BOTA Y DE PAN DE ESCANDA. Pero es que el mítico árbol de más que conocidas re­ miniscencias célticas no puede pasar desapercibido en jornadas como ésta donde un dinámico grupo de gente intenta recuperar el tiempo perdido, de tal suerte y beneplácito para todos nosotros que nos vamos a encontrar con la grata simbiosis del folclore astur en todo su esplendor con el grupo de Valdesoto y las incon­ fundibles notas del puntero y del roncón de un quirosano de re­ nombrado prestigio: Manolo «el de Ricao», que acertó a ser profeta en su tierra —misión harto difícil—. Una concelebración religiosa en bable, la nuesa tsingua, para la cual tengo un amplio paréntesis a la vuelta de la página, y el recuperar de nuestros menesterosos ancianos el queiso de bota y el renacer a la siembra de las espigas de escanda que antaño se veían doradas bajo el cielo de Bermiego y en los cortinales de todas las aldeas de Asturias. Y de ello, de 5 8 0 CELSO PEYROUX nuestros mayores, de estos patriarcas de manos rugosas y frentes surcadas por el paso del tiempo, hemos de aprender, recuperar y mantener como un legado vivo sus ricas manifestaciones culturales, refranes y consejos. ¿O es que nos olvidamos, amigos bermeganos, de cuando la «noblina» cubre el pico de Pelitrón? Pues el refrán se repite muy a menudo: «Cuando Pelitrón pon capa, nun dexes la tuya en casa». Y el aprender de nuestros abuelos no ha de limi­ tarse a aforismos y a cultos paganos o religiosos como el de hoy en honor de San Antonio o de San Roque, a los que ellos veneran por fieles guardianes de sus animales, sino que bueno sería recoger las enseñanzas de nuestra rica artesanía popular con sus mesorias, cachapos, goxas, madreñas, escaños, murgazas, cotsares y cibietsas, pregancias y hasta carrancas para que los perros se defiendan de los lobos; si bien es verdad que son más frecuentes los lobos y lobas de dos patas. Hay que seguir recuperando, para que Asturias siga teniendo una identidad y nuestras generaciones venideras se sientan orgullosas, las antiguas creencias y los seres que animan nuestra mitología: desde el Nubeiru al Sumiciu pasando por el Cuélebre, Las Xanas, El Diañu Burlón, la Santa Compaña, Xuan Barbeiru y el Trasgu, entre otros, porque bien está el rock duro en la evolución de la música, si bien me encuentro un poco confun­ dido entre la evolución del juego infantil de la peonza, la paña- rruca, la pedriquina, la maya y las máquinas tragaperras y los sofisticados juegos electrónicos, donde los niños, como meras má­ quinas, no tienen ninguna creatividad. Mas volvamos al tejo, a ese hermoso árbol, el más bello ejem­ plar que jamás haya visto y que tenéis la suerte de guardar como una reliquia. Porque el tejo es tan nuestro y guarda tanta historia y leyenda a través de centurias de años que se dice que cuando se construía una ermita se plantaba uno de estos bellos árboles. Sin embargo, hay gentes que sostienen que las iglesias se levanta­ ban al lado del tejo por su personalidad señera y por lo que el majestuoso árbol representaba para los del lugar:

...Eternamente verde, bajo, callado y grueso, áspera rama oscura, fruto como el cerezo, todos los habitantes de la aldea pasarán junto a él: niños y viejos. Mecerá muchas cunas con el rumor del viento; LA RECUPERACION DEL QUEISO DE BOTA Y DE PAN DE ESCANDA 581

verá secarse en las cercanas huertas los cerezales viejos, caer el roble, en cuyas fuertes ramas se refugian el pájaro y el trueno, hundirse entre las hiedras las viejas casas como los ojos ciegos porque allá en el camposanto descansan ya los dueños.

Aún tendremos oportunidad de dar unas pinceladas a ese árbol monje de largas barbas, de igual manera que tendríamos que de­ dicarle un capítulo a otros árboles de la rica flora de nuestra geografía, entre ellos el roble, nombre que da a vuestra asociación cultural por ser árbol de madera noble y robusta, si bien es cierto que el que tenemos aquí en Bcrmiego, al decir de los viejos del pueblo: el rebosu «nunca valíu nin pa faer cibietsas». Pero este colectivo entusiasta que formáis en pro de la cultura y de la con­ vivencia entre los hombres, no solamente vale para hacer una sola cibietsa sino que son muchas, unas unidas a las otras, en una larga cadena de ilusiones. Sueños hechos realidad como la romería de hoy en la que se rescata, resurge y se hace potenciar un queso popular que se une a la ya larga lista de quesos asturianos, reali­ zado laboriosamente por manos artesanas a partir de la deliciosa leche del buen ganado vacuno de estos valles, elaborada con esme­ ro para que dejándola fermentar en la piel del cordero extraer un producto grato al paladar. Y quién sabe, por qué no habría de formarse —en estos tiempos difíciles a encontrar labor— entre la juventud una cooperativa de cuyo trabajo —en honrada andecha— pudieran extraerse beneficios para poder sobrevivir en este picaro mundo. Y si de pan necesita el vino para recorrer el camino, el queso, a este queiso nuestro de bota nada mejor para formar un excelente y completo plato gastronómico que el pan de escanda o pan de sucu. Espigas doradas que, a golpe de mesoria, se recogían otrora en animados grupos llenando maniegos y goxas que machadas con el mazo de madera o metidas en el rabil para separar el grano de la poxa iban luego, en los esterones de los burros, a la vieja noria del molino cuya piedra, después de vueltas y más vueltas, hacía brotar la harina tan blanca como los mismos copos de la nieve, mientras que el molinero o la molinera con el cliente de turno re­ tozaban amorosamente entre los juncos y los avellanos del arroyo, 5 8 2 GELSO PEYROUX cuyas aguas parlanchínas iban contando a su paso de pueblo en pueblo los devaneos eróticos que se traían la pareja amparados por el rumor del río:

...vengo de moler morena de los molinos de arriba, dormí con la molinera no me cobró la maquila...

Pero ya queda dicho que no ha de servir esta fecha sólo para dar a conocer las delicias de un queso vetusto o de un pan que ya se amasaba en la noche de los tiempos; a ellos, los dos productos de la tierra, les ocurre —como en la literatura— igual que a los buenos libros, que sobreviven por su mensaje. Hoy es una fiesta de asturianía con sabor a cultura popular, como popular fue nues­ tra lengua vernácula, a la que hay que seguir buscando «ente lus homes ya mucheres de las nuesas quintanas. Purque la cultura ya cum’un hurru onde etsa tien la xaceda inrriba lus cuatru pegochus que la sufitan; ya si un día cun l’aire un pegocho rabila, Vhurru da’l balto ya esbaldrónase en mediu la caleicha. Pur esu hai quaperu- chala ya naide michor que la xente de la Asociación El Roble ya outras paicías pa empubinar cousas ya puxar pur lu que ia de nuesu». Y dentro de la cultura cabe destacar, por servir de nexo entre los hombres, el habla; esto es, la lengua que nuestros padres y los padres de nuestros padres nos enseñaron y que hay que recuperar las múltiples lenguas de Las Asturias. Bien es verdad que la lengua hablada difiere de la escrita y ésta de la literaria, pero esto es cuestión del pueblo y una lengua vive si el pueblo la habla y la escribe...... Por eso, ya en las postrimerías de estos sencillos renglones —escritos a vuela pluma—, permitidme narraros una anécdota en el lenguaje de nuestros valles (Quirós, Teverga y Somiedo), no sin antes desearos un feliz día, donde sobre todo proliferen sinceros apretones de manos y sonrisas honestas en estos tiempos de tedio propios al odio, que diría Angel González. Pido también disculpas a todos aquellos presentes que no pue­ dan seguir al completo esta anécdota que recogí hace ya varios años, pero estoy seguro que si se presta un poco de atención se terminará comprendiendo en su contexto global: LA RECUPERACION DEL QUEISO DE BOTA Y DE PAN DE ESCANDA 5 8 3

«...N’algunus conczichus los gochus déixanse —pò lo menos deixábanse, de magar you m acuerdo— escalechar ya fucicar pul mediu la quintana, a la veriquina lus zarros o pur lus castañeos escontra d’alguna castaña o d’outras plantas melicinales que son mucho bonas pa la barriga. Ya cuandu tsega l’atardecerina ya lus gochus fozarun abondo, la xente tsámalus cumu el que tsama a outra res pa trancalu na cubil ya pa que nun s’abece a tirar pai monte ya tsi pase cumu a la gocha d’una paisana de Teberga, que tandu detrás d’un barganaz unus cazadorucus \reniegal pecaul afuracárunla a posta tsimpia pensandu que iara un xabaril. Vamus, que la xente, las mucheres en xeneral, dicen asina mien­ tras ximielgan dellas panochas de maizus nun maniegu pa faer ruidu: \ina-in\ \ina-in\ \ai-non\ \ai-nonl yal gochu gurniandu ya cui rabu enroscau cumu si fora una cibietsa, vien apriesa pai duer- nu a apurrile bonas tsambetadas a la chabaza. El casu ya que —fai d’istu abondo tiempu— vinu nuna ocasión un rapaz de Teberga a cortexar a Bermiegu ya cuandu pasaba pur Vitsamarcel, na mai trascantiar la pena Sobia, al mozu apretotsi las ganas de tirai pantalón. Abríu la cancietsa d’una güerta ya pùxuse esclicau detrás d’un barganaz pa empicipiar a faer la tsabor de la que naide s’escapa. N’estas, una mucheraca asomouse al cuar­ terón de la puerta ya empicipiou a vocinglar, a l’altu la tseva, a lus gochus qu andaban espenando una fuechas de cairuetas: \ai-non\ \aí-noni Yal rapaz, na mai uila xubíu’l pantalón en un tras ya salíu el probe de la güerta cumu alma que tseva’l diañu, sin poder cu­ char las berzas a la muchereta. El rapaz tiró pul camin pa baxu, cun unus puxus que paquei, ya sin más entrón n’outra güerta del curtinal. Acurrucouse detrás d’un zarnt ya gulvtu a - empicipiar la faena de xuru ista vez de tsevala hasta lu cab eira. Más n’estas, el mucheretu aquél volvou a las andadas: \aí-nonl \ai-nonl, vucin- glaba dende la ponte l’hurru, esfregandu las panochas pal maniegu: \ai-nonl \ai-nonl El mozu empetanauya la sangre feicha un ferve- deiru tiró’l probetaco pul pantalón parriba ya salíu sin gurgutar del curtinal esgazandu lu qu atoupaba pur delantre. Cumu la cousa taba que trinaba ya nun iara cuestión d’ir corte­ xar feicho un fedor, el probetón entelau cumu una mosea cuandu come miruxa caliente puxu’l culu a l’aire ya atsí mesmu tiroul pantalón bien tirau. Cuandu taba n’estas tsabores, la mucher que vulvíu a vocinglar a lus gochus: \aí-nonl \aí-nonl Nestas, el rapaz que taba engafentau va feichu un chichu respondiotse a l’altu la tseva: \mecaguntall \eiquí sil \eiqui si, que la boina ya miai ». 5 8 4 CELSO PEYROUX

Y termino volviendo —como al principio— al poema del tejo con unos versos que concluye con un vecino de Bermiego que acier­ ta a pasar al lado del árbol, varios años después de haberse mar­ chado de la aldea donde había nacido. Viene en busca de descanso o de dinero; no se sabe. Al caminante le ocurre como a mucha gente, que lejos de colaborar en las labores de mejora del pueblo y hacer suyas las inquietudes de sus parroquianos, como lo hacen los que participan en los colectivos de las antiguas estaferias o en la Asociación del Roble, critican la labor de los demás y llegan con aires de presunción y de soberbia. El tejo, grave y sereno, le dice:

Detente, pasajero : Soy el que hace el balance de los siglos, soy el depositario de los vientos. ¿Vienes del mar lejano? ¿Qué buscas? ¿La heredad? Igual que el fuego se anima si se sopla en las cenizas, mi ramazón te animará el recuerdo. Ahí. Ahí estaba la casa ; ahí estaban tus padres; eran buenos. Trabaja que trabaja en el verano canción y fogaril en el invierno, alegres o contritos, sembraron, cosecharon, vivieron y murieron. Yo, yo presencié sus bodas y presencié su entierro. Murieron con los ojos mirando hacia lo lejos, al camino del mar por donde un día despidieron a un hijo que no ha vuelto. Bajará la cabeza el visitante, saldrá al camino y, al mirar al pueblo, guardián de las cenizas familiares, volverá a ver el árbol misionero. LA RECUPERACION DEL QUEISO DE BOTA Y DE PAN DE ESCANDA 585

...La más antigua ermita tiene en Bermiego un tejo, se sabe el siglo que labró la piedra mas no la mano que plantó el renuevo.

Nota: El fonema/ts/ que recoge con esta grafía /lj/ la Academia de la Llin- gua Asturiana, es el que corresponde a la “ch” vaqueira y a este sonido característico de la zona occidental de Asturias. ASTURIAS Y AMERICA: LA EMIGRACION

POR

RAFAEL ANES ALVAREZ Catedrático de la Universidad de Oviedo

En este trabajo nos proponemos analizar, principalmente, la emigración de asturianos a América en las dos décadas últimas del siglo XIX y en las tres primeras del siglo XX, pre­ guntándonos acerca de las causas de esa emi­ gración, del número de emigrantes y de las consecuencias que tal fenómeno social ha te­ nido.

Lo que tal vez haya sido el fenómeno social más importante de la Asturias contemporánea, las transmigraciones a América, se ha­ cen masivas a partir de la década de 1880 y duran hasta 1930. Entra, pues, esa emigración en lo que se conoce como segunda oleada emigradora, cuando en España se facilita, al removerse los obstáculos legales y dejar de ser fraudulentos los pases a las re­ públicas americanas. En España, hasta 1853, estuvo prohibida la emigración a las repúblicas de América del Sur y México, cesando, por Real Orden de 16 de septiembre, la prohibición para los habitantes de las Islas Canarias, al haber en muchas de esas repúblicas «agentes diplomá­ ticos» y representantes del Gobierno español, que en todo caso protegerán los intereses, los derechos y las personas de los súbdi­ tos de S.M. Católica»; por tener que dejar «a los naturales de 588 RAFAEL ANES ALVAREZ

Canarias buscar con seguridad en otros países el sustento que no encuentran en su patria, y dar conveniente salida al exceso que, lejos de ser un elemento de prosperidad, sirve de rémora a sus adelantos». A la par que se autorizaba la emigración, se fijaban una serie de requisitos: una fianza de 320 reales al armador por cada emigrante; acreditación, ante la autoridad civil, para obtener el pasaporte, de que el emigrante salía voluntariamente y de que disponía del permiso pertinente del padre, tutor o esposo, si lo necesitaba por razón de edad o estado; que ningún barco llevase más pasajeros de los que podía transportar, y que llegados los pa­ sajeros a su' destino quedasen en libertad plena de dedicarse al trabajo u ocupación que más les conviniese. Con el fin de garan­ tizar el cumplimiento de lo establecido, fue dictada la Real Orden de 7 de septiembre de 1856, que exigía una responsabilidad mayor a las autoridades gubernamentales de los puertos. Era esa la primera medida de una serie de ellas tendentes a liberalizar la emigración, que culminarían con la Ley de 21 de di­ ciembre de 1907, debida a Juan de la Cierva, que consagra la liber­ tad de emigrar. Por Real Orden de 12 de enero de 1865, queda reconocida la facultad de emigrar a todos los españoles, aunque se continuase sosteniendo el derecho estatal en materia migratoria. En 1873, por Real Orden de 30 de enero, queda suprimida la fianza de 320 reales en metálico, que debían depositar los dueños o arma­ dores de los barcos. Aunque no había comenzado la emigración masiva, preocupa el fenómeno y el Gobierno, por medio del ministro de Fomento, José Luis Alvarez, elabora un proyecto de Decreto, que es aproba­ do el 18 de julio de 1881, en el que se llama la atención acerca de los perjuicios que ocasionaba la emigración creciente, «que lleva a las playas extranjeras preciosos contingentes de inteligencia, de esfuerzos y de brazos»; se acusa a los agentes que «fomentan la emigración, halagando el espíritu tradicionalmente aventurero de nuestro pueblo», y para estudiar las causas y efectos de la emigra­ ción y regularla crea una Comisión Especial de Emigración. Esa Comisión, por Real Orden de 16 de agosto de 1881, envió a las auto­ ridades de las provincias afectadas por la emigración un interro­ gatorio, en el que se preguntaba: el número anual de emigrantes, su edad y sexo; las causas de esa emigración; qué podría contri­ buir a contener o hacer variar la corriente migratoria, y si había agencias de emigración y, en su caso, qué ventajas y garantías ofrecían. ASTURIAS Y AMERICA: LA EMIGRACION 5 8 9

Se trata, en definitiva, de frenar el fenómeno emigratorio y, por Real Decreto de 6 de mayo de 1882, se crea la Sección de emigra­ ción, dentro de la Dirección General de Agricultura y el Negociado de emigración, dependiente del Instituto Geográfico y Estadístico. Pero esa corriente, que se consideraba era una sangría que debili­ taba al país, no se detenía y la Real Orden de 11 de julio de 1891 trata de que los agentes diplomáticos españoles en Africa y Amé­ rica conociesen la situación en que se encontraban los emigrantes. En ella se reconoce que habían caído en desuso las medidas ten­ dentes a reducir la emigración, porque toda persona tenía derecho a «buscar el sustento donde su voluntad le lleve», pero el Gobierno debía conocer las condiciones de trabajo de los emigrantes y ver si era posible la contención de la corriente migratoria o, al menos, dirigirla a las provincias ultramarinas. Parecía ya consagrado el principio de libertad de movimiento, pero seguía preocupando la emigración y el conocimiento de las causas y faltaba una Ley de emigración. En 1901 José Piernas Hur­ tado elaboró un proyecto, que no prosperó. Por Real Orden de 8 de abril de 1903 se facilita la adquisición del pasaje, al no ser ya necesario el permiso especial de la autoridad gubernativa y poder obtenerlo con la presentación de la cédula personal. La Ley de emigración fue aprobada el 21 de diciembre de 1907 y establecía la libertad de emigrar, un mecanismo de vigilancia de empresas y buques, así como facultaba al Gobierno para suspender la emigra­ ción de los mayores de quince años que no hubiesen cumplido el servicio militar. Hasta que se crean la Sección y el Negociado de emigración no comienzan a levantarse las estadísticas, pero el interrogatorio ela­ borado por la Comisión Especial de Emigración fue remitido a las provincias de Alicante, Valencia, Murcia, Almería, Málaga, Granada, Baleares, Canarias, La Coruña, Lugo, Pontevedra, Oviedo, Guipúz­ coa, Vizcaya, Alava y Navarra, por considerarlas las más afectadas. No toda la emigración era a los países americanos. Según la Reseña Geográfica y Estadística publicada en 1888 (1), el número de es­ pañoles que residían en países extranjeros, «según los datos más recientes», era de 332.485, sin incluir los residentes en Portugal, que se estiman en más de 14.000. El número mayor residía en América, 140.822, y los países americanos que tenían más españoles eran Argentina, Uruguay y México. Los 59.022 residentes en Argentina

(1) Dirección General del Instituto Geográfico y Estadístico, Reseña Geo­ gráfica y Estadística de España, Madrid, 1888, II, p. 52. 5 9 0 RAFAEL ANES ALVAREZ sólo eran superados por los 114.320 que estaban en Argelia y los 73.781 que había en Francia. Al ser una estadística de residentes en países extranjeros, no están incluidos los que vivían en Cuba, Puerto Rico y Filipinas. Desde el comienzo de esa corriente migratoria no participan todas las regiones, sino que es «un hecho localizado en una míni­ ma parte del territorio español», precisamente el que tenía una densidad de población mayor, por lo que cabe pensar «que el ex­ ceso demográfico ha sido la principal causa del fenómeno» (2). Asturias participó activamente en esa corriente migratoria, pues si la Comisión creada para que elaborase la contestación al inte­ rrogatorio recibido en 1881 sostiene que los asturianos no salen por sistema de la provincia, excepto para Cuba, ni en número gran­ de (3), y Fermín Canella, vocal ponente de la Comisión, que «los habitantes de esta provincia no emigran sistemáticamente fuera de España» y que las «emigraciones al extranjero son muy limita­ das y variables, y las que se verifican con frecuencia son a las an­ tiguas colonias, hoy Repúblicas de la América» (4), después sí tuvo emigraciones masivas. Sí parece era ya sistemática entonces la emi­ gración a Cuba. La misma Comisión, al señalar las causas generales de la emi­ gración, coloca en primer lugar «el exceso de población». Asturias tenía, según el censo de población de 1877, 576.352 habitantes, lo que daba 54,6 habitantes por kilómetro cuadrado, cuando la media española era de 32,6 y estaba creciendo la población a una tasa media anual acumulativa del 0,5 por 100. Pero la superpoblación relativa derivaba, según la Comisión, del atraso en que se encon­ traban las industrias agrícolas, de la falta de capacitación técnica de los campesinos y de la falta de inversiones, al no ser competiti­ vos los productos asturianos, por los impuestos altos y las malas comunicaciones, además de la carestía de los productos, por los «tributos mal llamados protectores de la industria nacional». El «exceso de población» en el campo asturiano hubo de aumentar,

(2) Jordi Nadal , La población española (siglos XVI a XX), Editorial Ariel, Barcelona, 1984, p. 182. (3) La Junta de Agricultura, Industria y Comercio creó una Comisión compuesta por: José García-Alegre y Alvarez, Félix de Aramburu y Zuloaga, Fermín Canella y Secades, César Argüelles y Piedra y Adolfo Alvarez-Builla y García-Alegre. “La emigración en Asturias”, Revista de Asturias, t. IV, año V, núm. 18 (30 de septiembre de 1881), p. 310. (4) Fermín C an ella y S ecades , “Emigración asturiana”, Revista de Astu­ rias, t. IV, año V, núm. 21 (15 de noviembre de 1881), p. 357. ASTURIAS~Y AMERICA: LA EMIGRACION 591

porque proseguía la «especialización ganadera». Al desarrollarse la actividad minera y la siderúrgica, en la segunda mitad del siglo XX, aumentó la cabaña de vacuno y la producción de leche, dis­ minuyendo las tierras dedicadas a cereales, a no ser el maíz, para disponer de más pastos. Con ello tendería a descender la propor­ ción de mano de obra necesaria para la actividad agraria. Parte de esa población que no era necesaria en el campo pudo emplearse en la minería y en la siderurgia, pero estos dos sectores no tenían capacidad suficiente para absorber ese «exceso de población», por­ que si bien la mano de obra empleada en la minería del carbón aumentó un 227 por 100, entre 1880 y 1900, y la empleada en la industria siderúrgica un 100 por 100, en el último de los años la primera empleaba 12,1 miles de personas y la segunda 3,8 miles. Las posibilidades que el campo asturiano no presentaba, las ofrecía América, de ahí que fuese una constante que los padres tratasen de imbuir en el ánimo de sus hijos la idea de emigrar, como señala Pérez de Castro: «se puede afirmar, con exactitud, que nuestra emigración era voluntaria, no por ser particular, pues en ésta suele pesar más que la propia voluntariedad la inculcación de los padres sobre sus hijos, desde la tierna infancia, de que llegados a los quince años tienen que partir para América, al lado del pa­ riente o del amigo» (5). Esto también nos lo refiere un emigrante liebaniego, al relatarnos que América era asunto «de constante conversación en veladas y reuniones. No había familia que no tu­ viera un hijo, un hermano o un tío en América... Allí marchaba toda la juventud; apenas contaba uno doce años, nuestros padres ya nos inculcaban la idea» (6). Porque América se mostraba como «imán irresistible, panal de promesas y faro de esperanza» (7). En ello tenía que incidir el ejemplo de los que regresaban «cargados de oro», los que, como ya escribía Jovellanos, con «su vajilla, sus alhajas, sus dádivas a los templos, sus socorros y regalos a la pa­ rentela, su ostentación y el crédito de su opulencia, siempre aumen­ tado y difundido por la opinión hasta los últimos rincones, ofrecen en este país laborioso y sencillo un espectáculo que deslumbra, y cuya triste influencia no puede esconderse a la reflexión del pa­

ís ) José Luis P e r ez de C a s t r o , Huella y presencia de Asturias en el Uru­ guay, Centro Asturiano de Montevideo, 1961, p. 15. (6) Eloy V ejo V ela r d e , Memorias de un emigrante, Santander, 1976, p. 45. Nació en 1901 y en 1918 embarcó para México, camino que habían emprendido antes tres de los seis hermanos varones. (7) Eloy V ejo V e l a r d e , Memorias de un emigrante, p. 34. 592 RAFAEL ANES ALVAREZ triotismo» (8). No podía desconocerse que la fortuna era alcanzada sólo por unos pocos, que el esfuerzo requerido era mucho, que las dificultades a vencer grandes, pero la confianza de todos suficiente para esperar que el éxito sonriera. Pero para que los padres inculcasen a sus hijos la idea de emi­ grar, había otra cuestión de importancia no menor, el servicio militar. Un servicio militar que podía suponer para el «quinto» sorteado siete u ocho años, tiempo que podía ser suficiente para emprender en América el camino que condujese a hacer fortuna, si las circunstancias eran favorables y el emigrante ponía en ello la capacidad y el esfuerzo necesarios. El «quinto» sorteado tenía la posibilidad de no hacer el servicio militar si ponía un sustituto o pagaba la redención, 6.000 reales u 8.000 reales, si le había co­ rrespondido el ejército colonial (9), pero por poco más de la décima parte se adquiría pasaje para América. Además de los años de du­ ración del servicio militar están las guerras, como riesgo añadido. Podríamos citar muchas referencias a estas cuestiones, con testi­ monios de los propios emigrantes, pero creemos son suficientes las de Eva Canel y Alfonso Camín. La primera les decía a sus pai­ sanos en el Centro Asturiano de La Habana, en 1893, «habéis salido por miedo al uniforme de soldado que un tiempo fue terror de las madres» (10). Camín, que llegó a La Habana el 4 de octubre de 1905, refiriéndose a sus primeros años en Cuba, dice: «Los barcos llegaban casi a diario al puerto de La Habana con los emigrantes en racimos, todos de catorce a quince años, huyendo de la guerra de Marruecos, que era impopular en la Península, desangraba el país y llenaba de luto los hogares, especialmente los hogares campesi­ nos, de donde salían los mayores contingentes para la guerra y para los barcos negreros de la emigración a la aventura» (11). Pero si esos testimonios no se consideran suficientes, tenemos el por-

(8) Gaspar M elcho r de J o v ella n o s , Cartas del viaje de Asturias (Cartas a Ponz ), Edición de José M . Caso González, Colección Popular Asturiana, Ayal- ga Ediciones, Salinas (Asturias), 1981, I, Carta Sexta, pp. 146-147. (9) José María M oro B a r r en a d a , “La ’Contribución de Sangre’ en Astu­ rias: servicio militar, traficantes y sustitutos de quintos”, Asturias, 2 (1984), p. 38. Con la Ley de Reclutamiento y Reemplazo del Ejército, de 1912, fue suprimida la redención a metálico, pero seguían existiendo “mozos de cuota”, que podían rebajar el tiempo de servicio en filas si pagaban 1.000 ó 2.000 pe­ setas. (10) Eva C a n e l , “Asturias y los asturianos”, Magosto, Est. Tip. F. Nozal, Madrid, 2.a ed., 1899, p. 76. (11) Alfonso C a m ín , Entre palmeras (vidas emigrantes ), Revista Norte, M é­ xico, 1958, p. 281. ASTURIAS Y AMERICA: LA EMIGRACION 593 centaje de «mozos» declarados prófugos en el sexenio 1915-1920, que es el de 38,4 por 100, sólo sobrepasado por Canarias; también tenían porcentaje alto de prófugos las cuatro provincias gallegas, Málaga, Almería (12). Para los contemporáneos no había duda de que la incomparencia de los mozos del reemplazo era debida a que emigraban para evitar el servicio militar. Que fuesen «especialmen­ te los hogares campesinos» los afectados, se explica por estar la mayor parte de la población en el medio rural. En 1900 el 69,76 por 100 de la población activa y el 75,48 por 100 de los hombres, dentro de esa población activa, correspondía al sector primario (13). Además, era difícil que el campesino pudiera pagar la redención, como ejemplifica Eva Canel en carta de un campesino a su hijo que está en La Habana: «Tu abuelo era labrador, desempeñado, y no era poco. Nada debía a nadie; cogía maíz para el año, pagaba poca renta y tenía ganado suyo; pero no quería pedir prestado para ponerme sustituto porque decía, con razón muy justa, que jamás acabaría de pagar los réditos cuanto más el préstamo que tomase para redimirme» (14). Sin duda el haz de causas de la emigración es mucho más am­ plio (15) y las interrelaciones complejas, por lo que es muy difícil construir una representación abstracta que incluya, no todas, la mayor parte de las variables y sus interdependencias. A las causas que hemos hecho referencia se les pueden añadir más, pero cree­ mos son las que han actuado en mayor medida, estando implícita la información que necesitaba el emigrante, información que no suponía llevase la formación que le sería precisa. Hubo intentos de crear centros de preparación de los emigrantes, pero las realiza­ ciones no alcanzaron la magnitud suficiente, ni la podían tener, por el número de asturianos que emprendieron el camino de la emigra­ ción. Respecto a la falta de preparación del emigrante, escribía Rafael Altamira, que había sido catedrático de la Universidad de

(12) Antonio G ómez M endoza y Vicente P er ez M o r ed a , “Estatura y nivel de vida en la España del primer tercio del siglo XX”, Comunicación presen­ tada al III Congreso de Historia Económica, Segovia, 3-5 de octubre de 1985. (13) Concepción M. C riado H er ná n d ez y Ramón P er ez G o n z á l e z , Notas sobre la dinámica y estructura de la población de Asturias (1857-1970), Depar­ tamento de Geografía, Universidad de Oviedo, 1975. (14) Eva C a n e l , “Carta de un aldeano instruido a un hijo comerciante”, Magosto, Est. Tip. F. Nozal, Madrid, 2.a ed., 1899, p. 85. (15) Luis Alfonso M a r t ín e z C ac h ero , “Historia económica de la emigra­ ción asturiana”, Conferencias sobre economía asturiana, III, Instituto de Estu­ dios Asturianos, Oviedo, 1959, pp. 19-36, y La emigración asturiana a América, Ayalga Ediciones, Salinas (Asturias), 1976. 5 9 4 RAFAEL ANES ALVAREZ

Oviedo desde 1897 hasta 1910: «salen de España, en el 90 por 100 de los casos, analfabetos o con escasísima instrucción. La causa de ello está, de una parte, en la carencia de escuelas en número sufi­ ciente; de otra, en la edad, a veces muy temprana, en que se emi­ gra, combinadamente con la sustracción del niño a la escuela... Esa desventaja cultural con que sale nuestro emigrante sería sufi­ ciente para colocarlo en la mayor inferioridad posible para la lucha en las sociedades americanas, donde hay competencia de elementos europeos, y en todo caso se exigen condiciones más rigurosas que las que aquí solemos pedir al trabajador en muchos sectores de la vida comercial e industrial» (16). Quizá no se deba terminar este apartado sobre las causas de la emigración asturiana a América sin hacer referencia a lo que ha sido un tópico, que el asturiano salía de su tierra impulsado por la miseria, cuando no por el hambre (17). Esto lleva a que se deba plantear la cuestión del nivel de renta de los emigrantes. A falta de información cuantitativa hay que recurrir a la cualitativa. Los que sostienen que la miseria hacía huir a los asturianos de su tierra siguen una corriente que ya defendía Feijoo, quien se pre­ guntaba: «¿Qué se ve en toda esta provincia, sino gente que con lágrimas y gemidos buscan pan para su sustento? ¿Qué se ven por estas calles de Oviedo, sino denegridos y áridos esqueletos, que sólo en los suspiros con que explican su necesidad dan señas de vivien­ tes?... El cielo, que decretó el daño, dispuso por otra parte el consuelo. Poco ha temíamos ver desierto este país, porque ya mu­ chos de sus habitantes se iban a buscar la conservación de la vida en otros» (18). También son frecuentes las referencias al Mani­ fiesto del hambre, de José María Bernardo de Quirós, marqués de Camposagrado, publicado en El Industrial, en 1854, a las crisis de subsistencia, a los efectos de la venta de comunales con la

(16) Rafael Altamira y Crevea, Ideario pedagógico, Editorial Reus, Ma­ drid, 1923, p. 224. Cuando, en septiembre de 1908, la Universidad de Oviedo celebró el tercer centenario de su inauguración se hizo firme el propósito de que un catedrático marchase a América en misión cultural. El Rector Canella comisionó a Altamira, quien embarcó en Vigo el 13 de junio de 1909, regre­ sando al puerto de La Coruña el 30 de marzo de 1910. En los meses que estuvo en América visitó y dictó lecciones en Argentina, Uruguay, Chile, Perú, Mé­ xico, Estados Unidos y Cuba. (17) Véanse los trabajos dedicados a la emigración asturiana en Indianos, Monografías de Los Cuadernos del Norte, Caja de Ahorros de Asturias, Ovie­ do, 1984. (18) Benito J e r o n im o F e ijo o , Cartas eruditas y curiosas, Imprenta de los Herederos de Francisco del Hierro, Madrid, 1742, t. I, p. 3. ASTURIAS Y AMERICA: LA EMIGRACION 59 3 desamortización de Madoz y, en general, a que «la pobreza era endémica entre la población rural» y a que «ante estas condiciones no es sorprendente que Asturias fuera, incluso a finales del siglo XVIII, una de las principales fuentes de emigración de España» (19). Lo primero que se puede decir es que todas esas manifesta­ ciones se refieren a épocas anteriores a la de la emigración masiva, mientras que para ésta no se pueden emplear, en principio, los mismos argumentos. Pero, además, desde Jovellanos, quien expli­ caba que aquellos que salían de la región que procedían en su mayor parte de los concejos que dedicaban más tierras a pastos y prados, lo hacían porque al quedar menos tierras de labor había menos posibilidades de establecer familias nuevas (20), son muchas las opiniones contrarias a que la miseria era la causa de la emi­ gración. Bástenos lo que decía, en 1893, Eva Canel en el Centro As­ turiano de La Habana: «Dicen ciertas gentes, mal avenidas por sistema, con todo lo que crece y se desarrolla y se engrandece, como la colonia asturiana en esta isla, que habéis salido de vuestra provincia arrojados por el hambre. No es cierto: Habéis salido para dar rienda a las aspiraciones vuestras de ser y tener; habéis salido por miedo al uniforme de soldado...; habéis salido porque vuestros padres, haciendo lo que la cangreja del cuento, quieren empujaros en los adelantos, mientras ellos continúan apegados a lo viejo sin dárseles un bledo que la ley haya destruido los mayo­ razgos y las primogenituras que conservan; pero arrojados por el hombre, no. En vuestras casas había pan; de maíz, bien, pero pan, y valiéndome de una palabra provincial diré, salvo tristísimas ex­ cepciones, que seguramente no faltaba algo para acompangar. Te­ níais leche, fruta, castañas, caza y pesca a vuestra disposición. ¿Podríais ser arrojados por el hambre? ¿Emigran los manchegos que tienen muchísimo menos? ¿Emigran los castellanos que viven eternamente sirviendo por mísero jornal a los grandes cosecheros? No. ¿Emigran los catalanes por hambre? Tampoco. Luego vosotros emigráis por vuestro carácter, poco conforme con lo pequeño, y por vuestro deseo de salir fácil, digna y rápidamente de la esfera en que habéis nacido» (21).

(19) Adrián S h u b e r t , Hacia la revolución. Orígenes sociales del movi­ miento obrero en Asturias, 1860-1934, Editorial Crítica, Barcelona, 1984, p. 29. (20) Gaspar Melchor de J o v e ll a n o s , Cartas del viaje de Asturias, vol. 2, p. 19. (21) Eva C a n e l , “Asturias y los Asturianos”, pp. 75-76. 596 RAFAEL ANES ALVAREZ

Tampoco emigraban, generalmente, los que pertenecían a fami­ lias de renta alta. Como le dice su padre al naviego Rafael Calzada cuando, terminada la Licenciatura de Derecho, le comunica su vo­ luntad de emigrar, «a la América se van los hijos de los pobres labradores, que no tienen más armas que sus brazos, ni más por­ venir que el del trabajo material...; pero eso de gastarse muchos años y mucho dinero en adquirir el título de abogado e irse por el mundo con la casi seguridad de que no ha de servir para nada, me parece el más garrafal de los disparates» (22). Los hijos de los labradores, para emigrar, debían tener la información necesaria y poder costearse el pasaje, que tuvo una elevación del precio del 34 por 100 en el último cuarto del siglo XIX y un 31 por 100 entre 1900 y 1923 (23). Si en 1887 en las fábricas de fundición de Oviedo, La Amistad y Bertrand, los salarios de los empleados iban de 1,75 a 4,50 pesetas diarias (24), los que cobraban el salario más bajo no conseguían reunir en un año para adquirir un pasaje La Coruña a La Habana, aunque no gastasen nada en otra cosa que no fuera en comer. Fernando García Arenal estima que la ración fisiológica de un obrero costaba 0,6592 pesetas, lo que suponía al año 241 pe­ setas, mientras que podía ingresar, el de 1,75 pesetas de salario/día, 415, si conseguía 237 días de trabajo (25). Debió ser frecuente que la familia del emigrante vendiese o hi­ potecase sus bienes, o parte de ellos, para sufragar los gastos del viaje. A mediados del siglo XX, Antonio Ferrer del Río, refiriéndose a un emigrante tipo gallego, asturiano o montañés, escribe que lle­ gaba al puerto correspondiente, adonde «le acompaña su padre o pariente más cercano, siendo portador del producto de su última aranzada de tierra, vendida para satisfacer el flete del viajero y para la manutención de ambos, mientras una velera fragata cierra su registro y sopla viento favorable» (26). Eva Canel nos lo ejem­ plifica así: « ¡Cuántos afanes, cuántos empeños, cuántos pasos de

(22) Rafael C alzada , Cincuenta años de América. Notas autobiográficas. Librería y Casa Editora de Jesús Menéndez, Buenos Aires, 1926, vol. I, p. 143. (23) En pesetas constantes, con base 1913=100, el coste del pasaje La Co- ruña-La Habana, era: en 1876, 193 pesetas; en 1900, 259 y e n 1923, 340. (24) Fermín C anella y S ec ad es , El libro de Oviedo. Guía de la ciudad y s^i concejo, Imp. de Vicente Brid, Oviedo, 1887, pp. 309-310. (25) Fernando G arcía A r e n a l , Datos para el estudio de la cuestión social. Información hecha en el Ateneo-Casino Obrero de Gijón, Imp. del Comercio, Gijón, 1885, pp. 38 y ss. (26) Antonio F e r r e r del R io , “El Indiano”, Los españoles pintados por sí mismos, Gaspar y Roig, Editores, Madrid, 1851, p. 17. ASTURIAS Y AMERICA: LA EMIGRACION 59 7

acá para allá costó a la pobre viuda del escribano lo que necesitaba para habilitar el viaje de sus hijos! Encontró, por fin, el dinero necesario, pagando un interés del siete por ciento, hipotecando la casa en que vivían» (27); y Ventura Pérez Suárez, los padres de Antonio Martínez determinaron mandarle a América y «para lograr­ lo viéronse precisados a empeñar su pobrísima hacienda, inclusive la casa en que vivían» (28). Una de las aspiraciones del emigrante era poder girar pronto dinero a su familia para que se desempeña­ sen, si esa era su situación, así como para demostrar que el éxito le acompañaba. Embarcaban los asturianos, en muchos casos, en Santader o La Coruña y desde la segunda década del siglo XX en mayor número en Gijón. Habían tomado, generalmente, pasaje de tercera clase, y «se hundían en los inmundos sollados de los buques trasatlánti­ cos» (29), preparados para ese transporte, como describe un emi­ grante: «Las literas en el fondo del barco. Los comedores y el servicio para la distribución del rancho estaba concebido tan prác­ tico y utilitario, que bien podía pensarse que había sido tomado el modelo de aquellos barcos de cuando los piratas ingleses reclu­ taban negros en Africa para luego llevarlos a vender como esclavos a la recién descubierta América» (30). Con la aspiración de ser y tener, como diría Eva Canel, puede que hayan tomado el camino de América 360.000 asturianos entre 1884 y 1930. A esa cifra llegamos tomando las de emigrantes, pa­ sajeros, que han declarado asturiana su última vecindad. Para los años comprendidos entre el de 1899 y el de 1911, en que falta tal información, creemos se puede hacer una interpolación lineal, en­ tre la media de 1896-1898 y 1912-1914, lo que supone no ha habido descenso de la emigración en la primera década del siglo XX. No hay nada que permita sostener hubo tal descenso; es más, hay re­ ferencias a «desbandada de españoles». Pudo haber, después de las guerras coloniales, tendencia al retraimiento en la emigración a Cuba, pero si no descendió inmediatamente la exportación de pro­ ductos españoles a esa isla, no tuvo por qué darse un retroceso notable en la transmigración. Por otro lado, estaban los demás

(27) Eva C a n e l , “El Esfoyón”, Magosto, Est. Tip. de F. Nozal, Madrid, 2.a ed., 1899, p. 19. (28) Ventura P e r ez S u a r e z , El oro de América (Historia de un emigrante Español ), Imp. Manuel León Sánchez, México, 1923, pp. 28-29. (29) Antonio L. O l iv e r o s , Asturias en el resurgimiento español (Apuntes históricos y biográficos), Madrid, 1935, p. 50. (30) Eloy V ejo V e la r d e . Memorias de un emigrante, p . 55. 598 RAFAEL ANES ALVAREZ países receptores de asturianos. Para ajustar las cifras de salidas reales a las que nos dan esas estadísticas, hay que aumentarlas en más de un 10 por 100, ya que había un porcentaje así de los que aparecían como de vecindad desconocida. Dado ese gran número de amigrantes, no son exageradas las palabras de Valentín Andrés Alvarez cuando escribía que, «en Cuba, en México, en la Argentina, diseminados por todo el orbe hispánico, hay miles de asturianos y cientos de colonias del pueblo astur. Nuestra región tiene, acaso, tantos hombres y tantas riquezas, tantas propiedades y tanta san­ gre fuera de sus límites como dentro de ellos» (31). El asturiano, «niño aún tomaba las rutas del mar sin otro ba­ gaje defensivo que sus alientos» (32). Además de esas referencias a la juventud de los emigrantes, entre los que había muy pocas mujeres, se conoce la edad de los que emigraron del concejo de Navia, entre los 14 y 17 años estaban los que salieron en el último

EMIGRANTES ASTURIANOS A AMERICA, 1884-1930

Años Emigrantes (1) Promedio anual

1884-1900 73.072 4.298 1901-1910 81.255 8.126 1911-1920 89.542 8.954 1921-1930 80.574 8.057

No t a : (1) La cifra de emigrantes de los años 1899-1911 se estimó por inter­ polación lineal entre las medias de los años 1896-1898 y 1912-1914.

F u e n t e s : Estadística de la emigración e inmigración de España, 1884-1898y Estadística de pasajeros por mar, 1912-1930. tercio del siglo XIX y entre los 17 y los 20 los que lo han hecho en la primera parte del siglo XX; el porcentaje de mujeres emi­ grantes de ese concejo fue del 13,5 por 100 (33). Que se emigrase a edad tan temprana parece lógico, si una de las causas de la emi-

(31) Valentín Andrés A lvarez y A lv ar ez , “La obra de los americanos de Asturias. La primera ’ayuda americana’ a la economía española”, Asturamé- rica, año III, 2.a época, núm. 27 (mayo, 1956). (32) Antonio L. O l iv e r o s , Asturias en el resurgimiento español, p. 50. (33) Jesús M a r t ín e z F e r n a n d e z , La emigración a las Américas (1870-1970 ), Imprenta La Cruz”, Oviedo, 1982, BIDEA, núms. 105-106, pp. 504 y ss. ASTURIAS Y AMERICA: LA EMIGRACION 5 9 9 gración era evitar el servicio militar; también lo puede explicar esa inculcación de los padres, la preparación de los hijos para que embarcasen en cuanto tuviesen edad para hacerlo. Destino tradicional de los emigrantes asturianos era la Isla de Cuba, por ser muy importante la tradición creada de cuando era uno de los pocos lugares adonde se podía ir e importante, por tanto, la colonia asturiana existente. Cuando se quitaron las res­ tricciones a la emigración, según fueron removiendo los obstáculos existentes, aparece con toda fuerza la atracción de otros países, que, además de sus posibilidades, ofrecían una salubridad mayor. Así, con el «país fabuloso, de onzas de oro, de centenes, de montañas de azúcar» (34), pero también de la latente fiebre amarilla y del «gusto cubano», una erupción que afectaba a los que llegaban, competirán otros, especialmente los del Río de la Plata y, sobre todo, Argen­ tina, el «país ancho y luminoso», como le definió José María Sala- verría (35). Eso nos lo relata perfectamente Rafael Calzada, quien, en 1875, con la Licenciatura en Derecho, conseguida a los 21 años, debiendo esperar cuatro para poder ejercer, se le ocurrió pensar que tal vez su porvenir podría estar en América y, nos dice, «pensé a orillas del Nalón, en aquella tarde, memorable para mí como muy pocas: ¿es, acaso, Cuba el único país de América?, ¿no había en el Nuevo Mundo países cuya salubridad nada tenían que envidiar a la de España? Y pasaron por mi imaginación el Uruguay, la Argen­ tina, Chile... Eran países nuevos, de inmenso porvenir, y acaso fuese más fácil abrirse camino y ganarse la vida en ellos que en aquella nada próspera España» (36). Decidido, al fin, por el Uru­ guay, en Montevideo le recomendaron, porque ofrecía posibilidades mayores, que se trasladase a Buenos Aires. Cuba y Argentina pa­ rece han recibido el número mayor de asturianos; el 35 por 100 de los emigrantes de Navia lo han hecho a la República Argentina y el 31 por 100 a Cuba (37). Aquélla fue captando rápidamente emi­ grantes, por presentar muchas posibilidades de desarrollo y por las medidas adoptadas para el fomento de la inmigración, entre las que destacan los del general Roca, elegido presidente el 12 de octubre de 1880. Resultado de ello fue el establecimiento de líneas regulares de vapores; a finales de enero de 1888 llegó el «Buenos

(34) Angel L a z a r o , Retratos familiares. Editorial Prisma, La Habana, 1945, pp. 46-47. (35) José María S a l v e r r ia , “El canto al emigrante”, Paisajes argentinos, Gustavo Gili, Editor, Barcelona, 1928, p. 123. (36) Rafael C alzada , Cincuenta años de América, vol. I, pp. 141-142. (37) Jesús M a r t ín e z F e r n a n d e z , La emigración a las Américas, p. 518. 600 RAFAEL ANES ALVAREZ

Aires», mandado por el capitán santanderino José Venero, primer vapor que enviaba la Compañía Transatlántica Española, de Anto­ nio López, marqués de Comillas. En medida menor también Uruguay recibió emigrantes y, al menos, en 1919 había semanalmente vapor con España. México, tradicionalmente, era país predilecto por as­ turianos de la parte oriental de la región y Puerto Rico tuvo el contingente mayor de inmigrantes de Oviedo, Gijón, Infiesto y Na- via (38). El emigrante, que salía muy joven de su región, con el afán de ser y tener, llevaba como aspiración primera poder mandar pronto algún dinero a su familia, bien para que se librasen de las deudas que habían contraído con su viaje o para que mejorasen su nivel de vida, y al cabo de los años poder regresar con la condición de «americano». Como versificaba Conrado Villar Loza, natural de Taramundi, que vivió quince años en la República Argentina, en «Lonxe d'aquí»:

Lonxe, muy lonxe d’aquí, donde ye chaman a Habana, teño al meu fiyo querido, teño al meu Pedro del alma. Veint'años ha que se foi, empuxado por a idea de xuntar ahí unhos cuartos, y volver longo pr’aldea.

Para facilitarle su inserción en la sociedad en la que iba a en­ trar, el emigrante era, teóricamente, «reclamado» por un pariente o amigo, aunque la realidad demostrase, en la mayor parte de los casos, que eso era algo puramente teórico. Al menos sí servía, a los que llegaban a Cuba, para que no fuesen internados en el Cam­ pamento de Tiscornia, si ese pariente o ese amigo se presentaba a la llegada del barco con «una carta de colocación». Rafael Calzada

(38) José María G a rcía -R o d r íg u e z . Sociedad Española de Auxilio Mutuo: Los años fundacionales, San Juan. Puerto Rico, 1983, p. 113. No obstante, la emigración a Cuba tenía una incidencia muy grande: “La villa de Miracielo estaba levantada más con nostalgias de emigrados a Cuba que con ladrillo y piedra. Todas las familias tenían deudos, más o menos allegados, en la isla. Se hablaba en la villa, de Cuba, con más afecto que de muchas provincias espa­ ñolas. Un viaje a Cuba daba parecida sensación que a Castilla”, Constantino S u a r ez (Españolito), Un hombre de nuestro tiempo, Est. Tip. de Sáez Herma­ nos, Madrid, 1931, p. 59. ASTURIAS Y AMERICA: LA EMIGRACION 601 se refiere a los «recomendados» que debió atender, lo que califica como «un verdadero azote», «a la enormidad de emigrantes que, día a día, me han venido asediando en busca de colocación, siempre bien recomendados, los unos, por el amigo íntimo, los otros, por el antiguo condiscípulo, aquéllos, por el pariente, los demás allá, por el correligionario, lo que me ponía, o me pone siempre en el caso de atenderlos y ampararlos. Además, en general, suele ser buena gente, salvo raras excepciones; y como yo no puedo ver su­ frir a nadie, no es para dicho el tiempo que he tenido que invertir en remediar sus lástimas y recomendarles» (39). Entraba así el emigrante en una sociedad que le exigía un modo de vida muy distinto al que estaba acostumbrado, una «existencia vertiginosa y llena de afanes» (40), estar dispuesto a ocuparse en todo, porque, como escribía Salaverría, «la vida difícil de estas ciudades cartaginesas no da plazo, como la miseria se avalanza a pasos largos, el joven inteligente hallará trabajo y vivirá. Si la suerte le es favorable, hasta puede ocurrir que alcance una posi­ ción». Pero esa posición no la conseguiría «con esfuerzo mínimo, sino con un esfuerzo máximo. Se ha de despedir de las horas del café, de las tertulias con los amigos, de la conversación... Si entra en una casa de comercio, trabajará desde la madrugada hasta la noche intensamente; querrá ascender en su cargo, y para eso se sobrepasará, hasta poder ganarse las simpatías de sus amos. Con­ versará siempre de negocios, de cosas prácticas. Leerá los anuncios de subastas; estará atento a una coyuntura que le proporcione una compra de terrenos... Siempre atentos a la ganancia, con un ideal único de codicia, no pensando sino en trabajar y aceptando las ocu­ paciones que se presenten, por duras y extrañas que sean, los indi­ viduos de la familia irán progresando, si antes no revientan al rigor de su afán» (41). Eso 1o resumía así un emigrante: «Poco saben ustedes, los que nunca han salido de este maravilloso rincón, las calamidades y privaciones que habrá tenido que pasar el «indiano» antes de poder volver con toda su carga de sacrificios y sinsabo­ res» (42). Quien se consideraba reunía las condiciones mejores párá ello era el campesino, porque «tiene la fortaleza, el tesón, el carác­ ter indomable, la capacidad de trabajo, de sacrificio y de ahorro

(39) Rafael C alzada , Cincuenta años de América, vol. I, p . 413. (40) Rafael C alzada , Cincuenta años de América, vol. I, p. 7. (41) José María Salaverría. A lo lejos. Renacimiento, Madrid, 1914, p p . 107-108. . : (42) Eloy V ejo V ela r d e . Memorias de un emigrante, p. 198. ■ ’ . 602 RAFAEL ANES ALVAREZ

que le falta a eso que en España se llamaba un señorito de la cla­ se media» (43). La aspiración de volver, de regresar, como triunfador muy po­ cos la han podido ver realizada. El modelo de «americano» que se presenta es el que describe Clarín en «Boroña», un hombre que ha conseguido una gran fortuna, pero que con ella no podía hacer na­ da de lo que quería (44). El tipo es el de «unos señorones... avieja­ dos y achacosos, amarillentos, con dentadura postiza, secos como espartos, y enfermos incurables. No hay uno de esos «americanos» que no parezca tísico. Diríase que han trocado la salud por el di­ nero» (45). Frente a esos retirados o jubilados, se coloca a los que retomaron después de la segunda guerra de Cuba, jóvenes y ricos, dispuestos a seguir en su tierra en el mundo de los negocios, unos «hombres con el temple, la experiencia y el dinamismo de jefes de empresa y capitanes de industrias bien dotados y probados, pues habían triunfado ya en América» (46). Con ellos llega «una riqueza en oro que va a levantar de su postración a la economía nacio­ nal» (47). Mucha importancia se ha dado a esas remesas de América, que en Asturias y en otras partes de España han contribuido a la crea­ ción y desarrollo de sociedades industriales y de servicios. Son relacionadas esas remesas con la diversificación de la actividad económica que se da en Asturias en los años finales del siglo XIX y los primeros del siglo XX y con el gran número de sociedades que entonces se crean. Entre 1898 y 1903 han sido creadas 284 so­ ciedades domiciliadas en Asturias, con un capital social de 214.313 (48) miles de pesetas, aunque el desembolsado fuese mucho menor. Sin duda, la participación de los «americanos» en ese alza de los negocios ha sido notable, pero no se puede olvidar a los capitales de vascos, catalanes, madrileños y asturianos no emigrantes. Tampoco cabe minusvalorar las pequeñas remesas que antes de esos años y después llegaban a Asturias y que debieron hacer me-

(43) Angel L a zar o , Retratos familiares, p. 105. (44) Leopoldo A las (Clarín), “Boroña”, Cuentos morales, Editorial Bru- guera, Barcelona, 1982. (45) Ventura P er ez S u a r e z , El oro de América, p. 24. (46) Valentín Andrés A lvarez y A lv ar ez , Guía espiritual de Asturias, Ca­ ja de Ahorros de Asturias, Oviedo, 1982, p. 18. (47) Antonio L. O l iv e r o s , Asturias en el resurgimiento español, p . 51. (48) Francisco E r ic e S e b a r e s , La burguesía industrial asturiana (1855- 1920), Aproximación a su estudio, Silverio Cañada, Editor, Asturias, 1980, Cua­ dros V y IX. ASTURIAS Y AMERICA: LA EMIGRACION 603 jorase el nivel de vida, especialmente el de los campesinos, lo que inspiró los versos de Marcos del Torniello: «Asturies sin indianos, la probitina... / lo que fos sin indianos non se adevina; / i con los habaneros tá qu’escentella, / porque non hai deyures otra como ella» (49). Eran esos giros, cantidades no muy grandes, que remi­ tían los emigrados a sus familiares, como los que recibía Juana de la Garvexa o del Camiso de sus dos hijos que desde La Habana «le mandaban dinero sin tasa para que no trabajase», aunque «ella continuaba haciendo su vida habitual, levantándose antes del alba para ordeñar las vacas y traer la leche a la villa en hora temprana, como cuando era una pobre labradora» (50). En las remesas de los emigrantes hay que distinguir, pues, las constituidas por cantidades grandes, que podían llegar a cientos de miles de pesetas, de las cantidades pequeñas, remitidas con al­ guna periodicidad o sin ninguna. Aquéllas, relacionadas con el retorno del «americano» o con el establecimiento de algún negocio, no solían ser enviadas de una sola vez, pues había que aprovechar el mejor cambio, y frecuentemente quedaban depositadas en Lon­ dres, sin duda por las garantías que ofrecían la libra esterlina y el sistema bancario inglés, hasia que se necesitaba disponer de ellas. Los giros pequeños eran expedidos por banqueros de Ultramar al cargo de banqueros asturianos, o de otras capitales españolas, que abonaban directamente o por medio de sus corresponsales, que en algún caso tenían el encargo de entregar una cantidad mensual­ mente (51). Ni unas ni otras de esas remesas han sido cuantificadas, aunque no se duda de su importancia e incidencia en la economía asturiana. Prueba de esa importancia puede ser la constitución del Banco Hispano Americano, que según proyecto presentado por An­ tonio Basagoiti y Arteta, Florencio Rodríguez, Bruno Zaldo y Luis Ibáñez, emigrados con negocios en Cuba y México, el 16 de junio de 1900, tendría como objeto principal fomentar la unión de los intereses económicos entre España y América.

(49) José Benigno G a rcía (Marcos del Torniello), “Entre habaneros”, Or­ bayos de la Quintana, Imprenta Helénica, Madrid, 1925, p. 231. (50) César F e r n a n d e z C alzada , Recuerdos del Terruño, Prologo, notas y epílogo de Jesús Martínez Fernández y José Luis Pérez de Castro, Oviedo, 1977, pp. 14 y 15. (51) José Ramón G a r c ía L ó p e z , Comerciantes-banqueros y banqueros en los orígenes de la banca regional asturiana. Facultad de Ciencias Económicas, Universidad de Oviedo, 1985, Tesis doctoral inédita, estudia las operaciones realizadas por la Casa Masaveu. 604 RAFAEL ANES ALVAREZ

Esos capitales remesados, además de servir para crear algún negocio o mejorar las condiciones de vida de la familia, parece que en parte se destinaron a adquirir tierras. Jovellanos escribía que el primer objeto de los «indianos es arraigarse comprando tierras, labrando casas, fundando patrimonio» (52). Eso se repite en diferentes momentos del siglo XIX y del siglo XX, hasta con­ vertirse en un lugar común. Ello tuvo que hacer subir el precio de la tierra, aunque no se conoce en qué medida, y lo más probable es que los precios variasen mucho de unos lugares a otros, en fun­ ción de las tierras que hubiese libres y comercializables. Con esos capitales también se han labrado casas, en el medio rural y en el urbano. Son muchos los palacetes que los «america­ nos» levantaron e importantes las urbanizaciones que llevaron a cabo: «Campomanes, Santa Susana, Fruela I, JJría y la urbaniza­ ción del Sr. González del Valle, son casi de ayer y ocupan los solares adquiridos por activos asturianos enriquecidos en América, o por castellanos y catalanes comerciantes en nuestra capital» (53). Ade­ más de lo invertido en esas construcciones están las rentas indirec­ tas generadas por dichas inversiones. Si Félix de Aramburu, antes de que terminase el siglo XIX, se refería, tratando de dar una idea de la importancia de los recursos metálicos llegados de América, a «las edificaciones urbanas moder­ nas de más lujoso aspecto, las quintas de recreo más ostentosas», añadía, «las mejoras obtenidas en los servicios públicos locales (alumbrado, comunicaciones, templos, escuelas, asilos, hospitales, etc.)» (54). En efecto, ha sido muy importante la obra de los «ame­ ricanos» en esos campos, que indudablemente debió generar bene­ ficios directos y también indirectos para la región, aunque sea muy difícil cuantificarlos, especialmente en lo que se refiere al efecto multiplicador. Quizá ha sido en el campo de la enseñanza donde esa obra fue más notable. Eran conscientes de la falta de preparación de los que emigraban, que participaban de la falta de preparación gene­ ral, y trataron de mejorarla. Ese debía ser un problema general, pues en el preámbulo del Real Decreto de 1 de enero de 1911, que creaba la Dirección General de Primera Enseñanza, debido al mi-

(52) Gaspar Melchor de J o v ella n o s , Cartas del viaje de Asturias, I, pp. 146-147. (53) Fermín C anella y S ecades , El libro de Oviedo. Guía de la ciudad y su concejo, Imp. de Vicente Brid, Oviedo, 1887, p. 132. (54) Félix de A r a m b u r u y Z u lo a g a , Monografía de Asturias, Est. Tip. de Adolfo Brid, Oviedo, 1899, pp. 462-463. ASTURIAS Y AMERICA: LA EMIGRACION 605

nistro Julio Burell, se decía: «La existencia de un número verda­ deramente aterrador de analfabetos y —lo que es más grave— de un estado medio de cultura muy inferior al de la inmensa mayoría de las naciones civilizadas y, desde luego, a lo que exigen la Historia y la representación en el mundo del pueblo español, plantea un sin­ número de problemas relativos a la enseñanza primaria de niños y adultos, en otros países ya resueltos, y aquí, por iniciar o satis­ fechos deficientemente». Los emigrantes, como relataba Antonio de las Barras, «en el contacto con una sociedad adelantada, muchos adquieren algunos rudimentos de educación y un barniz puramente exterior de refinamiento de costumbres y gustos» (55). Ese con­ tacto con sociedades más adelantadas debía hacerles ver mejor la pobreza cultural de su región de origen. El Inspector de la Primera Enseñanza Benito Castrillo Sagredo (56), en su estudio de la in­ fraestructura escolar, da muchas referencias a las construcciones debidas, en todo o en parte, a los «americanos». El censo de Cas- trillo fue estudiado por Jorge Uría (57), quien llega a la conclu­ sión de que esa obra fue muy importante en concejos como , El Franco, Navia, Luarca, Cudillero, Llanes y Ribadesella. Las cons­ trucciones fueron llevadas a cabo por particulares, quienes crearon incluso fundaciones, o por sociedades, como la de Naturales del Concejo de Boal, constituida en La Habana en 1912 (58), que levan­ tó la mayor parte de las escuelas del concejo. En los casos más notables, el modelo era norteamericano, tanto en la estructura de los edificios como en el material pedagógico. También estaban los emigrantes, aquellos que habían tenido éxito, dispuestos a prestar auxilios a la región cuando las circuns­ tancias lo requerían. Como muestra sirvan los dos ejemplos si­ guientes: en el mes de marzo de 1885 llegan noticias a Buenos Aires de que el invierno estaba siendo muy riguroso en Asturias y se promueve una suscripción de «socorros para Asturias», creándo­ se una comisión compuesta por Rafael Calzada, José María Jardón, Cayetano Sánchez, Manuel G. Llamazares, Angel Román ,

(55) Antonio de las B a r r a s y P rado , La Habana a mediados del siglo XIX. Memorias, Imprenta de la Ciudad Lineal, Madrid, 1926, p. 81. (56) Benito C a st r il l o S a g r edo , El aporte de los “indianos” a la Instruc­ ción Pública y al progreso en general de España y su historia hecha en la prensa de Buenos Aires, Oviedo, 1926. (57) Jorge Uria, “Los indianos y la Instrucción Pública en Asturias”, In­ dianos, Monografías de Los Cuadernos del Norte, Oviedo, 1984, pp. 102-119. (58) Celestino A lvarez G o n z á le z , Reflector sobre España, La Habana, 1946. 6 0 6 RAFAEL ANES ALVAREZ

Alejandro Caribe, Alejandro San Pedro, Ambrosio Rodríguez, An­ tonio González, Aniceto López, Alfredo G. Fernández, Aquilino Ro­ dríguez, Claudio Rodríguez, Casimiro Polledo, Esteban Cartavio, Francisco Suárez Aguirre, Francisco Llames, José Rodríguez, José Quintana, José Caribe, José Arroyo, Luciano Quintana, Manuel Méndez de Andrés, Manuel Magdalena, Manuel Caribe, Valerio Pico, Wenceslao García y Francisco Mier Alonso; que pronto reunieron más de 130.000 pesetas; en febrero de 1899, la noticia de los daños producidos en los montes de Quirós, Turón y Mieres por el incen­ dio de la noche del 9 al 10 de ese mes, que afectó a muchas familias, llevó a que el 17, en el Club Español, se crease una junta de astures para que promoviese una suscripción, y al día siguiente, el 18, gi­ raba a Fermín Canella 15.000 pesetas (59). Como parte negativa de la emigración se le achaca que provocó falta de mano de obra. A comienzos de la década de 1890, cuando Asturias había perdido su posición hegemónica en la producción de hierro y los intereses se centraban más en la minería del carbón, se señalan las dificultades existentes para disponer de una pobla­ ción minera, culpándose de ello a la emigración: «Si en todas par­ tes se ha luchado con dificultades para la creación de la población minera, y ésta ha sido el resultado de una larga y penosa elabora­ ción, júzguese lo que sucederá para conseguir este empeño cuando se observa el fenómeno de que no sólo se sostiene una activa e importante emigración entre los pueblos de la costa y de las regio­ nes oriental y occidental... y hasta de pueblos enclavados en las mismas zonas mineras» (60). No creemos que eso pueda ser sosteni­ do, pues en esa década de 1890 los empleados en las minas de carbón asturianas más que se doblan, ya que pasan de 5.378 a 12.100, y en la de 1910, cuando la emigración alcanza su cota má­ xima, vuelve a más que duplicarse la mano de obra empleada en la minería del carbón, pues pasa de 15.315 personas a 34.093. Si una de las causas de la emigración es la superpoblación relativa, tuvo que actuar como válvula de escape. Por otro lado, si había escasez de mano de obra, los salarios deberían mostrar una ten­ dencia al alza muy acusada, y no es así. Hasta los años de la pri­ mera guerra mundial el salario medio de la minería del carbón asturiana tiene aumentos muy uniformes; entre 1870 y 1880 crece un 20,8 por 100; un 20,7 por 100 entre 1880 y 1890; un 25,7 por

(59) Rafael C alzada , Cincuenta años de América, vol. I, pp. 321-322, vol. II, pp. 69-70. (60) Estadística Minera y Metalúrgica de España (1892), p. 248. ASTURIAS Y AMERICA: LA EMIGRACION 607

100 entre 1890 y 1900, y un 25,0 por 100 entre 1900 y 1913. Entre 1913 y 1920, cuando la mano de obra empleada tiene el aumento mayor, así como la emigración, el salario medio de la minería del carbón asturiana crece un 137,3 por 100. No hace falta decir que, después de la agricultura, era la actividad que más empleo gene­ raba. Ricos en ilusiones, cientos de miles de asturianos han salido muy jóvenes de su tierra persiguiendo otra riqueza, que sólo han conseguido aquellos que a su actividad inteligente, sin escatimar esfuerzo, vieron unirse lo que se conoce como «buena estrella». Por su magnitud y por las consecuencias que tuvo, a esa emigración se le considera el fenómeno social más importante de la Asturias contemporánea. LIBROS

R e s e ñ a d e V íc t o r H. E l b e r n

LAS CRUCES DE OVIEDO.—El último libro de Helmut Sehlunk, primer Director del Institu­ to Arqueológico Alemán en Madrid, sobre El Culto de la Vera Cruz en el Reino asturiano.

En agosto de 1977, en el curso de un robo en la Cámara Santa —Cámara del tesoro de la Catedral ovetense—, fueron sustraídos y destrozados preciadísimos objetos, que se hallaban catalogados entre las más venerables joyas de la Europa altomedieval: la Cruz de los Angeles, la Cruz de la Victoria y la Caja de las Agatas. Las tres pudieron ser posteriormente restauradas, tras la recuperación de los restos del robo. Los desgraciados sucesos acaecidos a estas inestimables obras del arte y el culto de los comienzos del Reino asturiano en los siglos IX y X, hacen que el libro aquí reseñado proporcione una docu­ mentación y estudio insustituibles:

Helmut Sehlunk, «Las Cruces de Oviedo. El Culto de la Vera Cruz en el Reino asturiano». Oviedo, Instituto de Estudios Asturia­ nos 1985. Pp. 112, figs. 102, 6 en color.

El autor se dedicó en sus trabajos científicos, como es sabido, a lo que de sustancial e importante tuvo lugar en esta parte de España, rebuscando e investigando más veces los fundamentos de los antiguos tesoros del arte asturiano. En este sentido, deben ci­ tarse dos de sus importantísimos trabajos: el libro «La pintura — 610 — mural asturiana de los siglos IX y X» (conjuntamente con Magín Berenguer), aparecido en Madrid en 1957, y el ensayo «The Crosses of Oviedo» (The Art Bulletin 32/1950). El estudio que tenemos aho­ ra delante, de nueva factura, vio la luz como obra postuma del infatigable investigador. El profesor Otto Feld, Achim Arbeiter y don Luis Vázquez de Parga tienen un gran mérito al haber ultimado la preparación de los originales para su publicación. Las cerca de cuarenta páginas de rico texto se completan de forma decisiva, gracias a una parte gráfica de gran lujo y exten­ sión, con numerosas ilustraciones, algunas de ellas en color. De esta forma, el carácter documental del libro queda definitivamente confirmado. Nos encontramos ante una obra que permite un estu­ dio comparativo, con detallado, abundante y accesible material fo­ tográfico que, con su disposición inteligente y simultánea de las imágenes, facilita de forma inmejorable el conocimiento de las cruces de Oviedo. El tema central del proyecto, al que se hace referencia en el comienzo del estudio, son las fuentes y testimonios principales de la veneración de la Cruz en la España altomedieval. Resulta par­ ticularmente instructivo para Asturias que la más antigua construc­ ción eclesial de Cangas de Onís (737) tuviese la advocación de la Santa Cruz. La probada existencia de reliquias de la Cruz en el país corrobora la existencia de relaciones con el Oriente cristiano, de la misma forma en que éstas se atestiguan, ya en el siglo VI, bajo la reina Radegunda, en el suroeste de la Galia. La Cruz de los Angeles y la Cruz de la Victoria son las dos joyas que, de forma conjunta, enérgica y brillante, atestiguan en la in­ terpretación de Sehlunk el culto de la Cruz en el Reino asturiano. En este caso no se han repetido los anteriores estudios del autor sobre el tema, pues éste ha realizado una obra encuadrada con nuevo enfoque, completada con una clara concepción de conjunto, teniendo en cuenta los resultados de investigaciones realizadas des­ de diversos puntos de vista. Esa disposición del autor para plantear los nuevos interrogantes es uno de los más relevantes méritos de la nueva interpretación. Nueva es por ejemplo, para la Cruz de los Angeles, la discusión sobre su utilización práctico-litúrgica, dado que en su estado original carecía de cualquier mecanismo de colo­ cación o suspensión. La referencia a la imagen en mosaico del arz­ obispo Maximiano de Ravenna, localizada entre las decoraciones de San Vital, llevando una cruz de piedras preciosas como cruz de mano, nos presenta una explicación creíble y posible por lo tanto. — 611 —

Más adelante, resultan esenciales las reflexiones sobre esa mis­ ma cruz que conduce a una definición de su carácter de relicario, como prueban las imágenes fotográficas de la vieja alma de madera que, ahora más que nunca, nos sugiere las únicas explicaciones. Con particular interés se dedica también Sehlunk a los problemas téc­ nicos, como por ejemplo a los diferentes modelos de filigranas y, sobre todo, a la disposición de las piedras preciosas en los brazos de la cruz. Su estructuración, con un total de cuarenta y ocho pie­ dras, se constituye en un verdadero significado simbólico, cuyo más relevante aspecto es la distribución en una cuádruple ordena­ ción duodecimal. Pero en los diferentes grupos numéricos (diez o, en su caso, nueve) pueden encontrarse indicaciones ocultas, simbo­ lismos numerológicos, cuyo desciframiento por de pronto perma­ nece pendiente, como es el caso de la comprensión de la forma en que se articulan los brazos de la cruz, mediante rombos alineados. La destacada significación histórica de la «Cruz de los Angeles» se afirma con los numerosos ejemplos similares a los de Asturias y en diferentes técnicas artísticas, como es el caso de documentos ilustrados. Con esto cobra entidad la hipótesis de que el pasado arriano del reino godo del Oeste jugase todavía en aquel entonces un papel en suelo español. Pero el hecho de que tanto en el Imperio Carolingio, en el ámbito franco, se encuentren gran número de cru­ ces de pedrería, habla antes en favor de esta segunda hipótesis, como fue puesto de relieve por el autor refiriéndose al emperador Teo- dosio II, que hizo una cruz con gemas en Jerusalén; la señal de la victoria «kat'exochén». De esto hubiera podido desprenderse tam­ bién una interesante tesis, si se hubiera demostrado que en el ca­ mafeo de la parte tresera de la Cruz de los Angeles, en su silueta femenina, hay una representación de Santa Elena, lo que conduci­ ría otra vez a la tradición de la «Verdadera Cruz». El último tercio del libro está dedicado a la «Cruz de la Victo­ ria», donada por Alfonso III a la Catedral de Oviedo en el año 908, un siglo más joven que la Cruz de los Angeles. Las explicaciones e incógnitas sobre esta cruz especialmente lujosa y de compleja téc­ nica, desveladas por el autor, proporcionan importantes estímulos para futuras investigaciones. Nunca hasta ahora habían sido tan pre­ cisos los diagnósticos técnicos sobre la Cruz de la Victoria. Se han puesto de relieve algunos problemas: en el engaste de las piedras observó Sehlunk cuatro tipos diferenciados, sobre los que prome­ tió interesantes explicaciones, en particular sobre sus paralelismos con otras piezas de orfebrería carolingia. Esto es válido también para la filigrana, que en esta joya aparece como fenómeno singular — 612 — dentro de la orfebrería española. Aquí también se muestra fructí­ fera la confrontación con los trabajos carolingios, especialmente con las obras que encontramos en el ámbito de la escuela cortesana de Carlos el Calvo. Otras dos particularidades técnicas son puestas de relieve por el autor, relaciones más o menos directas establecidas con los círculos artísticos ubicados fuera de España. Por una parte se citan los motivos realizados en alvéolos rellenos de pasta vitrifica­ da (verróterie cloisonnée) que se encuentran en la cruz en gran número. La continuidad de esa técnica que encontramos muy esti­ mada antes ya de la época carolingia y en la propia orfebrería carolingia, encuentra en la «Cruz de la Victoria» un último testi­ monio, que se puede encontrar también todavía en los trabajos de los talleres otónicos del arzobispo Egberto en Trier. Junto a esto hay que destacar también como desde siempre, los esmaltes alveo­ lados (émaillerie cloisonnée), que han concitado sobre ellos el ma­ yor interés. Se encuentran en lugar sacro, el más importante, el punto donde se cruzan los brazos de la cruz: sobre el medallón central y los cuatro cuadrantes divididos en diagonal. Cierta inse­ guridad en la comprensión de los motivos animales y vegetales de las placas esmaltadas que se conservan indica que no se encuen­ tran colocadas en su orden original (en la restauración se rectificó este error) —en lo que Sehlunk tenía razón—. El resto completa la interpretación de la representación animal, en el sentido de la iconografía de los «tria genera animantium» a través del capítulo primero del Génesis que en la cruz de la muerte de Cristo provocan la «nueva creación». El grupo de monumentos similares de la Alta Edad Media que fueron citados como ejemplo de esta interpre­ tación sobre los motivos esmaltados de la Cruz de la Victoria (Madrider Mitteilungen 1961) se hizo con el tiempo transcurrido aún más extenso y pudo quedar establecido definitivamente, que la misma iconografía se halla en otra obra de la orfebrería anterior encontrada en Oviedo, la «Placa franca» de la «Caja de las Agatas», que desgraciadamente fue víctima del robo en 1977, y afortunada­ mente recuperada. El autor dio las indicaciones decisivas en la historia del arte, para el conocimiento de los esmaltes de la Cruz de la Victoria, lla­ mando la atención sobre el altar dorado de Mailand y su entorno. De hecho las similitudes son grandes, sobre todo en las tres placas con motivos vegetales que rodean la (renovada) gran piedra del — 613 — centro de la cruz. Por último, la concordancia con los. correspon­ dientes esmaltes en diferentes partes del altar de oro parece muy convincente, no sólo respecto a los colores de esmalte. Por otra parte, se distinguen algunos de estos esmaltes en diseño y colora­ ción, de forma definida, de las restantes plaquitas esmaltadas en la cruz, que fueron recibidas de diferentes manos. Debe estimarse sobre todo la crítica del autor, en principio, cuando se pronuncia contra una localización puramente astur-hispánica de los esmaltes de la Cruz de la Victoria, que pudieran haber sido sustituidos a favor de una —como escribía el autor— «colaboración decisiva de artistas extranjeros». Quizá permite la cita mencionada una preci­ sión más amplia; acaso sobre un (anterior) trabajo conjunto entre orfebres de Milano. Se sabe bien que —con excepción de la precarolingia Roma— sólo en Milano se cultivaba la alta orfebrería de esmalte de celdilla en el reino Carolingio, en una tradición de trabajo de taller que duró hasta el siglo XI, como Sehlunk afirma. Muy útil en este sentido podría ser la posibilidad de un origen posterior del Altar de Oro, indicado por Sehlunk con el año 835. Porque el arzobispo Angilbert II, como comitente, habiendo muer­ to en el 859., la fecha de producción de este altar podría aproxi­ marse unos 20 años más a los esmaltes ovetenses. También podemos establecer «a priori» que las diferencias que se perciben en los motivos esmaltados, tanto en diseño y elabora­ ción, por artistas nacionales o por franco-nortealpinos, sobre todo en la mencionada escuela cortesana de Carlos el Calvo, son eviden­ tes. La semblanza de este considerable paso sobre el carácter caro­ lingio de la Cruz de la Victoria —de ahora en adelante distinto— indudablemente es una importante aportación del libro de Helmut Sehlunk. En resumen, por parte del autor se pone ante los ojos del lec­ tor, una vez más, el decisivo entendimiento. El lo consiguió con el profundo conocimiento de la historia de la veneración en Espa­ ña, o bien en Asturias, y de la notable relación con el oriente cristiano, o bien Bizancio. De aquí viene mejor conocida también la posible influencia de tendencias iconoclastas: el pliego de con­ troversia no está temporalmente lejos, y como es sabido ha tenido su repercusión en el reino Carolingio. De esta conexión se percató el autor por la ausencia de representación de figuras historiadas de cruces en relieve inscritas en Asturias, y halló un primer visible final en la Cruz de Marfil para San Isidoro de León del año 1063. — 614 —

Esto significa un cambio decisivo, y a la vez una más estrecha unión entre el arte y la iconografía de la Edad Media centroeuro- pea. Con ello termina a la vez una fascinante época de la temprana Edad Media en Asturias, donde la Cruz de las Gemas está también instalada en la Monarquía, y jugó un destacado papel como im­ portante escudo y signo de victoria en la lucha de la ortodoxia y Reconquista. Su reflejo no sólo se reconoce en las inscripciones de ambas cruces ovetenses, sino que también en no pocos manus­ critos de la época:

HOC SIGNO TUETUR PIUS — HOC SIGNO VINCITVR INIMICUS

Finalmente, es oportuno poner de relieve el meritorio trabajo de la señora Marianne Sehlunk en la realización conveniente de esta publicación. Ella misma en su concisa observación acentúa también el destacado mérito del profesor Magín Berenguer, viejo y entrañable amigo y científico compañero de su desaparecido es­ poso. Hay que añadir que la edición fue realizada por el Instituto de Estudios Asturianos, a quien hay que agradecer de manera especial el primoroso equipo del libro. NECROLOGICAS

JOSE MARIA FERNANDEZ PAJARES

Puede parecer tópico de nota necrológica, pero José María Fer­ nández era un hombre bueno: «en el buen sentido de la palabra, bueno», que escribió Antonio Machado. Siempre cordial, siempre atento, siempre maestro, como si padeciera la deformación profe­ sional de haber sido maestro en ejercicio durante muchísimos años: en escuelas rurales de Pajares (cuyo nombre añadió a su apellido), de Parres de Llanes, o en las de Llanes y del Fontán, de Oviedo, y en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad ovetense, en la que ejerció como profesor de semántica. Y era maestro tam­ bién en las tertulias, entre los amigos, en la calle. Le recuerdo, hace muchos años, en la tertulia del café «Alvabusto», en la que, como quien no quiere la cosa, hacía alardes de la erudición más sorprendente. Era erudito y culto a la vez (porque erudición y Cultura muchas veces no son la misma cosa), mesurado y entra­ ñable. «José María Fernández Menéndez nació en Santa Cruz de Mie- res, en 1907, y aunque huérfano desde muy temprana edad en hogar humilde, estudió en el Colegio-Seminario de Valdediós el ba­ chillerato y Humanides —escribe José Luis Pérez de Castro en la presentación de su libro «Del folklore de Pajares»—; de ahí su especial formación en lenguas y clásicos de la antigüedad. Más — 616 — tarde obtiene los títulos de Maestro Nacional y Licenciado en Fi­ losofía y Letras, y desempeña sendas carreras, ya como maestro y director del Grupo Escolar del Fontán, ya como profesor de la Universidad de Oviedo». La actividad erudita y literaria de José María Fernández fue muy variada: está entre los adelantados de los estudios folklóricos en Asturias, publicó trabajos de investigación histórica, fue un es­ pecialista en orfebrería y arqueología medieval y preparó la edición y puso prólogo a la «Biblioteca asturiana o Noticia de los autores asturianos», de González Posada; pero además cultivó la literatura de creación, bajo las formas de novela, teatro infantil y greguería. Igualmente, su labor de colaboración en los periódicos es impor­ tantísima, y dirigió, con sabiduría y acierto, este Boletín. José Manuel Gómez Tabanera, en una nota necrológica, señala que José María Fernández preveía, desde hacía meses, su muerte. En cualquier caso, sí mostraba cierto apresuramiento en recopilar su obra, la mayor parte dispersa. En el BIDEA de noviembre-di­ ciembre de 1986 reimprime su notable trabajo «Lo excepcional de Santa María del Naranco», con una advertencia al frente: «A peti­ ción de varios interesados, repetimos lo que hace algunos años escribíamos, porque creemos que sigue teniendo vigencia». Ultima­ mente, estaba en contacto conmigo para recopilar una suerte de greguerías publicadas en el semanario «El Oriente de Asturias» en los años de la República (durante los cuales estuvo de maestro en el concejo de Llanes e hizo buena amistad con mis padres) con el título de «Plecas», con objeto de reunirías en uno de los tomos de «Temas Llanes»: precisamente en la reseña de un libro mío se preguntaba hace unos años: «¿Se acordará algún lector de las ’Plecas’ de 'Mesor'?». Las últimas «Plecas» originales de José Ma­ ría Fernández se publicaron en 1968, en el número que conmemo­ raba el centenario de «El Oriente de Asturias». Asimismo, otro de sus proyectos era un catálogo de seudónimos de escritores astu­ rianos. Todo hombre es irrepetible y toda muerte, una pérdida irrepa­ rable. José María Fernández, singular erudito y hombre de letras que supo aunar lo universal y lo local, es una sugestiva figura irrepetible y una pérdida irreparable para la cultura asturiana.

J o se I g n a c io G r a c ia No r ie g a RECUERDO DE LA VIDA Y LA OBRA DE JOSE MARIA FERNANDEZ, DIRECTOR DEL BOLETIN DEL I.D.E.A.

Cuando se muere un verdadero amigo con quien uno convivió a lo largo de más de medio siglo, nos parece (y es verdad) que se nos muere algo de nosotros mismos. Eso me ha ocurrido con don José María Fernández Menéndez, de seudónimo literario «Pajares», quien durante varios años ejerció con sumo acierto la dirección de este prestigioso Boletín del IDEA, y que hace días que se nos fue a la otra orilla irremediable de la existencia terrena. No quisiera incurrir ahora en los tópicos comunes de una nota necrológica. Mi amistad, verdadera hermandad, con José María, tan sentida y auténtica, rechaza todo eso. El mejor elogio de José Ma­ ría está en su vida y en su obra, vida y obra que pueden servirnos de ejemplo a todos. Como es bien sabido, José María ejerció una de las más nobles y fecundas profesiones que pueden caberle a un hombre: la docen­ cia. la enseñanza. Y la ejercitó en todos sus grados, desde una escuela rural a una cátedra universitaria. Y en ellas demostró su altísima calidad humana, su superior formación intelectual, y sus no frecuentes cualidades didácticas. Fue también escritor público de gran crédito a través del periódico diario, la revista especiali­ zada y el libro. En la Universidad explicó semántica y entre sus quehaceres de estudioso, investigó en torno a las joyas de la Cámara Santa, sobre las que publicó trabajos cuya consulta es ya indispen­ — 618 — sable para cuantos se interesen seriamente sobre esa parcela de nuestra arqueología. Como pedagogo publicó varios importantes ensayos y fundó la revista «La Escuela», que fue, vistos su mérito e interés, subvencionada por la UNESCO e incorporada a su biblio­ grafía internacional. En la obra de José María tampoco faltan muestras de pura literatura creadora, a la que dio un sentido de ternura y humor muy asturiano. Así publicó en su juventud una novela corta, «Ba­ chiller elemental», que tuvo un éxito grandísimo, pues su edición se agotó en pocos días. Desgraciadamente para las letras asturia­ nas, José María no quiso insistir en esa rama de la literatura en la que tantos frutos de primera calidad nos hubiese dado. José María fue uno de los escritores con mejor sentido del hu­ mor y la gracia que tuvo Asturias en el presente siglo. Y este humor fluía también de su palabra amena, siempre oportuna, con finísi­ ma ironía cuando era necesaria, con el chiste de buena calidad cuando venía a cuento y encajaba, con la nota erudita exacta, siem­ pre con la medida y corrección de los que piensan bien y por lo tanto bien hablan y escriben. De ese modo venía a ser siempre el centro de las varias tertulias literarias a las que concurrió a lo largo de muchos años. José María y yo nos conocimos en Oviedo hacia el año 1930. Yo contaba entre los dieciséis y diecisiete años y estudiaba el primer curso de Derecho. José María, seis años mayor, había dejado no hacía mucho el Seminario, estudiaba la carrera de Magisterio y tra­ bajaba como redactor en el inolvidable diario ovetense «Región».

• A José María y a- mí nos unían dos vínculos: - la afición ar las letras y las ideas políticas. Los dos fuimos asiduos contertulios de la tertulia literaria del «Café Pasaje», donde por los dos reales que costaba el café, podíamos estar una o dos horas charlando de todo lo de tejas arriba y tejas abajo. Pero nuestros temas preferidos eran los que acabo de decir: la literatura y la política, ambas bas­ tante agitadas por aquellos años. La tertulia era heterogénea y pintoresca: allí acudían comu­ nistas, socialistas, republicanos de varios matices, monárquicos alfonsinos y carlistas; todavía no se habían iniciado en España los grupos fascistas. <. — 619 —

En literatura predominaban los seguidores de Rubén Darío en verso y de Pérez de Ayala en prosa. La mayoría eran estudiantes, empleados, periodistas y algún catedrático de instituto. Tampoco faltaban «intelectuales» de los pueblos, que a su paso por Oviedo no dejaban de hacer acto de presencia para enterarse de cosas y presumir luego en la villa o aldea de donde procedían. En general éramos todos jóvenes y yo el más joven de todos. El poeta allí presente más admirado era José M.a Uncal, que acababa de llegar de La Habana con una maleta cargada de versos y dos libros ya publicados. Pero de Uncal (gran poeta de sonoras estrofas) me ocu­ paré otro día. En esa tertulia, José María descollaba por su cultura humanís­ tica y su agudeza, y por esas mismas cualidades ante un público muy numeroso de lectores a través de sus artículos en «Región». En ellos, además del interés, amenidad y conocimientos con que desarrollaba el tema, había siempre una frase ingeniosa, rápida, a veces mordaz, que resultaba definitiva. Recuerdo un comentario suyo al fracaso de las gestiones para hacer una autopista de Oviedo a Gijón, fracaso debido en gran parte a la inhibición de las que en­ tonces se llamaban «fuerzas vivas» de la provincia. Pues bien, José María terminaba su editorial con este párrafo: «Está visto que nuestras fuerzas vivas están completamente muertas». Y en otra ocasión, discutiendo en la tertulia sobre la dilatación del hierro que había sido causa de que reventase un depósito en Langreo, y ante la cerrilidad de un contertulio que se negaba a admitir que el hierro pudiese dilatarse a causa de un gran calor veraniego, José María le atajó rápido: «No seas burro, el calor 'estira' el hierro y lo estira todo. ¡No ves que hasta los días son más largos en verano que en invierno! ». De esa forma convenció totalmente al cerril in­ crédulo. En otra ocasión se comentaba el mostruoso incesto de un gran canalla, primero con una hermana y luego con una hija. José María, que había escuchado en silencio, intervino de pronto y dijo muy serio: «Es un caso digno de azotes y horca y sobre él hay un refrán muy conocido: 'El que hace un incesto, hace ciento...'». En otra ocasión se hablaba de un tal Pepe, que dejó novia guapa pero pobre para casar con otra rica pero fea. Todos decían que se casaba «por interés». José María discrepó y dijo: «No es cierto, Pepe no se casa por el interés..., se casa 'por el capital'». La frase, certera y espontánea, tuvo fortuna y se repitió muchas veces. Una vez to­ mó un taxi en Madrid y el amigo dio la dirección: «Santa Engracia, 3, 2.°-A». Y José María advirtió al taxista: «Escalera de la derecha». Todo esto dio fama a José María de ocurrente, despejado, agudo, de inteligencia rápida y oportuna. — 620 —

— III —

José María era un lector infatigable y leía correctamente en la­ tín, francés, italiano, portugués e inglés. Estaba suscrito a nume­ rosas revistas culturales extranjeras y ello le tenía al día del estado del pensamiento universal, del último «ismo», de la última polémi­ ca. Por eso nos informaba a todos y aclaraba nuestras dudas. El atendía a todos, incluso a gentes que no conocía y que iban a con­ sultarle, seguros de la firmeza y actualidad o «puesta al día» de sus conocimientos. Así era juez o árbitro de muchas discusiones. En 1933, José María ganó con el número uno las oposiciones del magisterio en busca de una posición y porvenir económicamen­ te más seguros que los de la literatura y el periodismo y se fue a servir una escuela a Llanes (antes había estado de interino en Pa­ jares, de donde tomó el seudónimo). Allí, en Llanes, se encontraba al comenzar la guerra. Estuvo largo tiempo escondido en una pane­ ra y luego logró «emboscarse» en unas oficinas. Al fin le llegó la hora de la liberación, cuando las brigadas navarras entraron victo­ riosas en la capital llanisca. Yo iba en la sexta de Navarra al mando de una compañía de ametralladoras. Me tocaron las durísimas jor­ nadas de Sierra de Cuera y la sangrienta toma del Mazuco. José María se enteró que yo estaba allí por una prima mía que era tam­ bién maestra y perseguida. Y un día, cuando bajé a Llanes, nos dimos el más grande y emocionado abrazo. José María se incorpo­ ró inmediatamente al ejército y poco después era alférez provisio­ nal. Durante el resto de la campaña tuvimos poca relación personal, pues operamos en fuerzas distintas, pero nos escribíamos con frecuencia. José María, al desmovilizarse, volvió a su noble oficio, sin que­ rer nunca cargos ni sinecuras. Al cabo de años fue, por oposición, director del grupo escolar del Fontán y, ya en Oviedo, se licenció en Filosofía y Letras, aprobando con las máximas notas todas las asignaturas en dos convocatorias. Poco después pasó al profesora­ do universitario, como ya queda dicho. Durante esa etapa fue uno de los fundadores de la tertulia llamada de «los Clarisos» que tanto luchó por la cultura, especialmente por la restauración y respeto de los grandes monumentos de Oviedo y resto de Asturias. Dedicó alguna vez parte de sus ocios (en la fecunda acepción del otium latino) a la investigación demosófica. Y fruto de ella fue su libro «Del folklore de Pajares» en el que hace importantes apor­ taciones, publicado por el IDEA y prologado por el hoy máximo especialista en la materia y polígrafo don José Luis Pérez de Castro, — 621 —

miembro y directivo del Instituto. Igualmente estudió el folklore asturiano en relación con los animales que conviven y ayudan a vivir a nuestros aldeanos, en primer lugar la vaca. Estos trabajos inéditos y algunos sin terminar ofrecen un especialísimo interés y aportan también datos muy interesantes. Dios mediante, serán publicados por el IDEA.

— IV —

José María fue un hombre que se hizo a sí mismo. Perdió a sus padres (su padre era minero del concejo de Mieres) y quedó al cuidado de una tía. Muy joven ingresó en el Seminario, donde rea­ lizó los cursos de latino, filósofo y teólogo, en el que, siempre, estudiante inteligente y afanoso, se construyó los cimientos de su extensa y profunda cultura filológica y humanística. Conocía a fon­ do la lengua latina, tanto la clásica como la medieval. Por eso yo siempre acudía a él para que me hiciese el honor y el magisterio de ser corrector de las galeradas de mis traducciones latinas.

— V —

José María, era:

— En su vida privada austero, sobrio en el comer y modesto, den­ tro de la corrección, en el vestir.

— Padre de familia, supo crear la suya uniéndose a una mujer en todo digna de él. Fue un matrimonio verdaderamente ejemplar. Dios se lo bendijo con varios hijos y lo probó con el dolor de perder uno de ellos de una prolongada y angustiosa enferme­ dad que llegó a conmover a todo Oviedo.

— Católico «a machamartillo», como decía Menéndez y Pelayo, vi­ vió en todo como correspondía a su fe. Era caritativo, perdonó y aún amparó a los que le habían perseguido, acallando sus fechorías y dándoles avales. Conocía y amaba el sentido y la belleza de la liturgia tradicional y estaba contra las reformas imprudentes, frívolas y demagógicas que tanto daño hicieron a la fe y a las costumbres. Sobre todo le dolían las alteraciones r— 622 r-.

innecesarias que se impusieron en la esencial liturgia de la San­ ta Misa.

— En política era escéptico y desconfiado. En sus primeros años había militado en la Juventud Tradicionalista, de la que yo fui presidente en el Oviedo de 1931 y 32. Nos dio varias conferen­ cias en el Círculo de la calle Canóniga. Pero nunca fue eso que se llamaba «un activista». Más que «hombre de acción» fue siempre «hombre puramente intelectual».

— Su gran afición y su gran recreo era la tertulia, el diálogo. Era conversador amenísimo y resultaba delicia y aprendizaje el oírle especular sobre los más variados temas. A última hora, cuando sus achaques no le permitían deambular por sí propio, eran sus hijos los que le llevaban y traían a la «peña» del «Café Rialto», adonde asistió hasta pocos días antes de su muerte.

— Era un crítico benévolo, más dispuesto al elogio cordial que a la censura áspera. Naturalmente servicial y optimista, sabía ver siempre el lado bueno y amable de las cosas. Ejerció, con gran autoridad, la crítica de libros en «Región» y en la revista «Co- vadonga».

— Todo su lujo fue un «seiscientos» de segunda mano que le duró muchísimos años y que llevaba siempre lleno de libros y revis­ tas, cubriendo los exiguos asientos. Para poder sentarse en él había primero que ordenar aquella librería-hemeroteca ambu­ lante.

— A veces, sobre todo en su juventud, le venían aficiones raras. Por ejemplo, allá por los años treinta se interesó por la historia y las técnicas del tatuaje y llegó a reunir una copiosa bibliogra­ fía sobre tan extraño tema.

— José María no era aficionado a la caza. Pero una vez le llevé a las codornices, allá en las anchas y soleadas llanuras del Reino de León por la parte de Sahagún, donde él veraneaba. Pues bien, él conocía la vida y costumbres de aquellas aves y teóricamente las técnicas de su caza como un naturalista y un cazador consu­ mado. Y eso le pasaba con infinidad de actividades humanas. Como en el verso de Terencio, él era humano y nada de lo hu­ mano le resultaba ajeno. r-, 623

— Aunque, como ya queda dicho, benévolo y tolerante, siempre dispuesto a la comprensión y el diálogo, había algunas cosas que le indignaban y a las que solía asaetar con los flechazos de su ironía. Por ejemplo: los hipócritas de la Adoración Nocturna que del templo de Dios se iban a otros templos; los políticos renegados, trepadores y perjuros que sólo buscaban medrar a costa de los contribuyentes; los cobardes que fingían gran celo patriótico y se emboscaban en la retaguardia; los pedantes vanidosos que pretendían arreglar el mundo con fórmulas doc­ trinales teóricas, siempre sacadas del extranjero y siempre infe­ cundas en España (él era por naturaleza y hábito anti-pedante); los neobablistas del bable standard ( ¡ ¡ \bable standardl ! !) que con sus chanchullos pseudolingüísticos sabían acaparar cargos y organizar concursos para quedarse con los premios. En cam­ bio respetaba y colaboraba con las instituciones serias, laborio­ sas y eficaces como el Tabularium artis Asturiensis, el IDEA, la Cátedra Feijoo, las sociedades de bibliófilos, etc.

La obra de José María, como la de muchos de su generación y de la generación anterior a él, es una obra sumamente valiosa, im­ portante en algunos aspectos, pero con el defecto, o mejor dicho la dificultad externa, de ser una obra dispersa. José María consti­ tuye un caso parecido al del ilustre historiador don Juan Uría o de los eruditos juristas Traviesas y Estrada Acebal. José María escribió trabajos y ensayos muy notables en varias revistas de cul­ tura regionales, nacionales, extranjeras, publicados en castellano y otras lenguas. Escribió sobre arqueología y filología principalmen­ te. Habrá que hacer una lista, una relación de sus títulos con sus datos técnicos bibliográficos, lo que representa una labor dificul­ tosa y lenta; y habrá que publicar una selección de su obra. Como gran parte de su literatura se refiere a Asturias, es lógico que sea el IDEA quien se encargue de eso. Volveremos en este «Boletín» a ocuparnos de ello. José María fue, pues, un hombre sabio, un hombre de conducta rectilínea, en fin, un hombre bueno. Yo diría que uno de los últi­ mos representantes, en el campo de la cultura, de una generación cientifista en sus métodos, idealista en política, heroica en el es­ fuerzo bélico y de una formación intelectual sólida y rigurosa. — 624 —

José María murió en el mes de junio de 1987, cuando le faltaban dos meses para cumplir los ochenta años. Las ventanas de la vida se cerraron para él cuando la naturaleza se adornaba con las pom­ pas del verano. Recemos todos por el alma de José María. —Padre nuestro que estás en los cielos...

J. E. C a s a r ie g o MEMORIA DE JOSE MARIA FERNANDEZ MENENDEZ

Mi primer recuerdo del amigo que acaba de fallecer es lejano en el tiempo y no supuso entonces ninguna relación personal: creo que la guerra civil había terminado poco antes y fue en una asamblea diocesana de la Acción Católica juvenil donde corrió a su cargo una disertación sobre el cardenal Pedro Inguanzo y Rivero; leía sus cuartillas José María con acento entusiasmado, poniendo tal pasión en la lectura que diríase pretendía hacer entre sus oyen­ tes prosélitos de la figura evocada. Eran las suyas cuartillas doc­ tamente trabajadas, señal clara por otra parte de algo que uno corroboraría tiempo después y muchas veces: su rico y variado saber asturianista. Pero nuestra amistad nació años más tarde cuando él ejercía ya como maestro nacional en Oviedo, director del grupo escolar del Fontán, colaborador asiduo en la prensa capitalina, fundador de la revista pedagógicaEscuela. Y como si no bastasen semejan­ tes actividades para llenar su tiempo, decidió en los últimos años cuarenta cursar Filosofía y Letras (sección de Filología Románica) en nuestra Universidad y aquí fue donde yo, recién estrenado pro­ fesor, animoso e inexperto «Ayudante interino y gratuito de clases prácticas», le conocí personalmente. El maduro y sapiente alumno acudía con regularidad a mis clases de Literatura Española y Uni­ versal y mostraba un decidido interés por lo que en ellas se decía y hacía. Con frecuencia dichas clases se prolongaban en paseos por el claustro del edificio de la calle de San Francisco (que la Facultad de Letras compartía, como en situación de realquilada, con las de — 626 —

Derecho y Ciencias Químicas, más antiguas, numerosas y privile­ giadas) y, también, por la calle Uría o por algunos paseos del vecino Campo de San Francisco. Pronto se estableció entre los integrantes, alumnos y profesores, de grupo tan variopinto una cordial relación amistosa que aplacía el ánimo y alimentaba nues­ tra curiosidad intelectual. No estoy inventando un pasado de irreal maravilla sino recor­ dando una gozosa realidad, fatalmente irrepetible. Como testimo­ nio de la misma puede servirnos una ya muy rara publicación titulada Tertulia y aparecida (edición de 105 ejemplares) en Oviedo, a cargo de Gráficas Summa y con el patrocinio de la Librería Co­ lón, en 1949; se trata de un centenar de páginas en dieciseisavo, encuadernadas a la rústica, donde se recogen colaboraciones de suma brevedad, ya en prosa ya en verso, a dos por persona, de hasta once autores, los cuales éramos asistentes habituales de una reunión sabatina —confitería Machado, calle Jesús 3— y el librito fue una consecuencia, alentada y llevada a término principalmente por José María Fernández, de tal reunión. Copio ahora unas pala­ bras de la explicación que abre el volumen:

«(...) los sábados a la tarde charlamos agrupados ante una mesa de mármol blanco. Muchachas —una línea siquiera para las tres bellas, inteligentes y sensitivas muchachas que nos acompañan— y muchachos. Se habla de versos, de li­ bros, de comedias, de cine; se plantean los tremendos pro­ blemas insolubles; nunca nadie pontifica ni, engolado, se exhibe; proyectamos, soñamos y creamos. Sábado tras sá­ bado, de común acuerdo, se marca un tema. Una cuartilla v una semana para el tema propuesto, libertad completa de enfoque, de tratamiento, y prosa o verso. Al sábado que sigue, llegamos todos con nuestro mar, o nuestra aldea, o nuestros pájaros en el bolsillo. Se leen, se comentan, se votan; hay un ansiado y disputado premio y un no menos glorioso accésit. (...)»

A su salida Tertulia fue bastante y diversamente comentado en la ciudad y sus colaboradores convertidos por unos días y a su pesar en los más recientes y vivaces escritores que Vetusta alber­ gaba por entonces. De esos comentarios recojo palabras de uno (en Región del l-V-1949, por el poeta y novelista Luis Landínez) por referirse directamente al entusiasmo y magisterio de nuestro amigo muerto: — 627 —

«Como en toda asamblea, allí hay, más o menos constitucio­ nalmente, un jefe, una cabeza. José María Fernández está siempre insistiendo en que en el Machado no manda nadie o mandan todos; en realidad, quien dirige es él, con el bene­ plácito de todos. Pero tiene el buen tacto de no parecerlo.» Cuántas cosas por el estilo pudieran traerse a la hora de recor­ dar —y elogiar— el talante generoso, abierto, siempre joven de José María Fernández Menéndez. Precisamente su permanente ge­ nerosidad, su comprensión, su interés por lo que los demás estaban haciendo, su sentido del humor, su inextinguible ánimo joven se echaban de ver como en ningún otro lugar, en la tertulia, reunido con amigos y colegas. Desde hace unos días y ya en adelante todo esto será ya sólo un melancólico recuerdo...

Jó se M a r ía M a r t ín e z C achero Págs.

LIBROS

Las cruces de Oviedo, por Helmut Schlunk ...... 609

NECROLOGICAS

José María Fernández Pajares, por José Ignacio Gracia Noriega ...... 615

Recuerdo de la vida y la obra de José María Fernández, director del Boletín del IDEA, por J. E. Casariego ...... 617

Memoria de José María Fernández Menéndez, por José María Martínez Cachero ...... 625

INSTITUTO DE ESTUDIOS ASTURIANOS

PRESIDENTE J

I l t m o . S r . D . Ma n u e l F e r n a n d e z d e l a C er a

DIRECTOR:

D . Je s ú s E v a r ist o C a s a r ie g o

s e c r e t ae r n if o u n c i o: n e s

D . Ef r e n G a r c ía F e r n a n d e z

PRECIO DE SUSCRIPCION ANUAL España. 2 000 pesetas. Extranjero, 2.400 pesetas. Número suelto: España. 500 pesetas. Extranjero. COI) pesetas. Dirección: Plaza Porlier.—OVIEDO

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