REGISTRO MUNICIPAL Dirige: LUIS GONZALEZ S., Secretario Encargado Del Cabildo
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BOGOTA COLOMBIA REGISTRO MUNICIPAL Dirige: LUIS GONZALEZ S., Secretario encargado del Cabildo. AÑO LVII BOG TA, 30 DE SEPTIEMBRE DE 1937 N I' O S . 1 1 ) y 1 1 4 DISCURSO pronunciado en la inauguración del monumento a Diego Uribe, por el honorable concejal Juan de Dios Bravo. OGOT A, la ciudad muy noble y su caballerosidad y la arrulló con ~us muy leal, según el titulo que le cantos. El Concejo de B ogotá , de quien diera la real cédula de Felipe somos nosotros las muy modestos vo m ceros, por inmerec ido nombram iento JI; Bogotá, «la bella dur111iente del bos que» como lii comparara el vizconde que nos hizo el señor presidente de la de Fontenay, talvez porque para llegar corporación, acordó, en horél afortuna hasta ella se nece itó de tres aguerri da, la con agración de este justo home dos conquistadores, que al unísono la naje a los insignes méritos del poe ta requirieron galante , pero de los cua Diego Uribe. les ella prefirió al más letrado, al más N o somos nosotros, los que Jo co culto, al men os conquistador; Bogotá, nocimos, los que nos honra m os con su «la ciudad melancólica », como la ca li amistad, los que sabemos sus versos ficara Boba dilla,· acaso porque se im de memoria , porque se los oírnos reci pregnó de la frialdad tudesca de Nico tar en veladas y festivales inolvidables lás de Federmán; Bogotá la ciudad sin y que, en noches tropicales, impregna~ egoísmos, con los brazos muy abiertos das de recuerdos, de luz y de pe1 fu . para estrecharnos a todos los hijos de mes , los escuchámos entonéldos, al Colombia; con un estimulo siempre lis compás de tiples y guitarras, por voces to para el mérito verdadero, un aplau armoniosas, cuyo timbre aún perdura so para todo triunf<\ una lágrima para en el alma, con la dulce melancolía de todo dolor y una risa franca para toda las cosas para siempre idas, los que genial ocurrencia; Bogotá, qu e es algo ne cesita mos de esta recordación. No así como la casa de la abuela, en don es a ellos, a los de esos tiempos, a los de no se nos regaña y se compensan, que queremos dirigirnos, porque sería con mimos y golosinas, los tirones de algo así como una redundancia; repetir orejas de la casa paterna; Bogotá, la Jo que todos llevamos adentro; expli ciudad sin rival, la de un sabor único, car un axioma; recordar lo que nunca es también-y cómo no-ma<1re aman hemos olvidado y vivir uri pa sa do que tísima de sus propios hijos. Y es por ha sido siempre un presente. No es pa eso por lo que hoy, adornada con sus ra ellos: es para las generaciones de mejores galas. viene a rendir tributo de ahora y para las del futuro a las que te admiración y simpatía a un o de sus hi nemos que dt'cirles, aunque sea él vuelo j os más dilectos, que la ennobleció con de pé!labra, quién fue Oie~o Uribe. Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la Republica, Colombia. 506 HEGISTRO MUNICIPAL Y para que no se crea que nos prende una mirada no comprende una mueve un afecto exagerado, oigamos larga explicación, como dijo alguien, lo que un crítico eminente--el m a estro el que no siente · las poesías de Sanín Cano-dice de aquél, al prolo Diego Uribe, bien puede afirmarse gar el tomo de sus traducciones poé que no tiene corazón. Porque él fue, ticas: por encima de todo, un espontáneo, «Diego Uribe, el poeta de «Margari un emotivo, el poeta del sentimiento, ta», de la dicha familiar y del hogar por antonomasia. Su libro « Marga desamparado por su más bello adorno, rita », calificado en frase inmortal vive en la memoria de sus contempo por Guillermo Valencia, como « un ráneos y su obra llena un puesto de dolor cristalizado», frase que todo lo preeminencia entre los poetas de su dice, como que es un prodigio de con generación a quienes no atormentaba creción del pensamiento, es el más be aún el dolor nuevo, la sensación rara, llo homenaje que se puede rendir a la el calofrío desconocido. Su concepto mujer a m a da, a la que se amó desde de la belleza fue sereno, su manera de niño, a la que fue después la compañe ver la vida, aun en las grandes prue ra de la vida, la madre de los hijos y bas que le infligió el destino, no care que un día luctuoso dejó al esposo ció de cierta placidez resignada, apren amante desamparado en mitad del ca dida en los escritores cristianos de su mino, cubriéndolo con sombra inespe lengua castellana. Desconoció los acen rada de tristeza, a la manera que cae tos de rebeldía; aceptó con ánimo fuer la noche en la mitad del día, como lo te los reveses del destino, y ante ·la dijo un poeta. maldad de los hombres sonreía apaci "L es chanls desesperés sonl les chanls les plus blemente, con la misma benignidad beaux", dijo Co ppée, y l\'Iusset: "Le seul bien qui me reste au monde que ante la necedad infatuada y bulli esl d'avoir quelques fois pleuré". ciosa. En su concepto la maldad, el vi Diego Uribe, cuando llegó el supre cio, la necedad y la soberbia eran di mo dolor de su vida, se consagró a ferentes aspectos de una sola y desdi llorar su bién perdido, y ennobleció chada actitud espiritual. Pasó por el su pena oficiando en las aras del re mundo sin conocer la enemistad. Fue cuerdo y levantando, cual hostia, su superior a la envidia. Tuvo siempre fá dolor al cielo. El, como todo el que cil el aplauso para el mérito verdadero siente de verdad, gozaba en sufrir, y, y no hubo espíritu tan presuroso como por eso, en momento afortunado, pudo el suyo para adivinar el dolor ajeno y exclamar: para aliviar y hacerse partícipe, sin el Señor, Señor, en mi profundo duelo, más ligero asomo de emulación, en el esperanza y amor sólo te pido; aplauso que el buen gusto prodigaba a mas si es preci o, para hallar consuelo, que su impasible, tenebroso velo, sus amigos cultivadores de las letras. extienda sobre mí tiempo y olvido: De todo ello hay testimonio en su vida que no ande el tiempo que el dolor embota, que el negro olvido penetrar no pueda! de poeta, en los recuerdos de su vida, Amo la S:'\ngre que mi herida brota, según se conservan en la mente de sus quiero sentirme con el alma rota amigos .... » este resto de vida que me queda! 1 La obra poética de Diego Uribe, con La historia de la humanidad está lle todo y sus grandes méritos, no es pa na de nombres de mujeres inmortali ra ser analizada con la lente de una zadas por poetas, así como de nom crítica fría y sistematizada, sino para bres de poetas-y son los más- in ser sentida; y así como el que no com- mortalizados por mujeres, como que Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la Republica, Colombia. REGISTRO MUNICIPAL 507 en el fondo de toda obra humana está res que ya les pesan, para llevar lum siempre oculto un nombre de mujer, bre y pan a la lejana choza. 1 como causa única, impulsora y eficiente. Lo contemplamos después, melancó• Entre nosotros, Caro, el mayor, inmor lic o y apesadumbrado, entrar a su apo lizó el nombre de «Delina », Gutiérrez sento, donde lo aguarda un lecho mu González el de «Julia », y Diego Uribe, llid o y abrigado, y entonar el hermoso el de «Margarita ». po ema «Los abandonados», para cla T erminado el idilio de su vida y des mar ante los poderosos y ante los mi pués de rendir, como el fiel terranova, mados de la suerte, por esos pobres sobre la tumba del sér amado, el culto niños qu e, hacinados en la penumbra de la más tierna constancia, del más de algún escondido portón, no tienen sentido y férvido recuerdo, el poeta, en pan ni abrigo, y a quienes «sólo un una expansión de sus más íntimas ray o de luna, en la alta noche, como fibras, fuése en busca de la s tristezas único consuelo, los viene ·a acariciar». y sufrimientos de la humanidad, y en No lo podemos seguir, porque no peregrinación sublime de sentimiento, acabaríamos; pero allí está su obra se adentró en los tugurios del pobre, para los que la quieran apreciar en buscó las bohardillas de los obreros, y todo su val or y en toda su extensión. con ojo avizor y compasivo, oteó la En los últim os años de su vida, el extensión, para descender a los sitios poeta, como escarceos de sentimiento, donde hubiera un dol or, con el fin de como quien juega con sus p1 opias aliviarlo o siquiera para darle a la víc• ideas, se dio a la tarea de soltar pe tima una limosna de cariño y simpatía. queñas estrofas que, a la manera de De esa peregrinación surgió «Hielos », «Cocuyos» (así las tituló) iluminan un el libro donde el poeta nos dejó el ín• instante la negrura y luégo desa pare dice de su sensibilidad soc.ial , y allí cen. Luces fosforestentes de su inge podemos gozar con las cadenciosas nio poético, miniaturas artísticas, figu estrofas de «E l Ciego», que, acompa linas de porcelana, propias para ador ñándose de una guitarra, bordonea sus nar la repi sa de cristal en el tocador penas al pie de una barraca; o en don de una niña quinceañera.