Revista Montserratina 1917 Núm.121
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Año XI Enero 1 9 1 7 H ú m . 1 2 1 OOIST CE3STSXJR-A- ECLESIÁSTICA EPIFANIA a primera Epifanía fué la creación. Dios se manifestaba creando: creaba por amor, y la creación, el más sublime poema divino, tuvo por primer cántico el Fiat lux. Dios es luz y la luz se manifestó bella e irradiante en el caos. Del mismo modo que la primera, así también la segunda Epifa nía se revistió de fulgurante y divina luz cuando se manifestó el Verbo de Dios humanado. Recién nacido, de algunos días, recibidas las adoraciones de los Angeles, los homenajes y dones de los Pastores, El, siendo Dios, vivía la vida de tierno infante. Su alimento era la leche virginal de su Madre; sus sueños los sueños de la paz y del amor. Dormía plácido y sereno mientras la Virgen Madre cuidadosa y solícita 2 EKVI8TA M0NT8ERKATINA velaba alrededor de bu cuna extasiándose ante su amadísimo Hijo Jesús. Una mayor y más intensa llama de amor la había con gran vehemencia atraído a El y con mil caricias y besos se lo estrechaba contra su seno. Jesús durmiendo velaba y contemplaba la tierra que había venido a redimir; en tanto María descubría en sus cerra dos párpados una lagrimita que se depositaba en sqp. manos. Era como la primera flor que se desprendía de la corona de su futuro martirio. ¡Pobre Niño! No soñaba, no; el tiempo a venir se le mostraba presente. No había de ver más en torno suyo a los ángeles, a aquellos celestes espíritus con sus arpas de oro; no debían resonar más en los cielos paradisíacas armonías de gloria y de paz, pero debía, sí en cambio, en tiempo no muy lejano, recibir el auxilio, el consuelo del Angel que le ofrecería un cáliz repleto de hiel y vinagre, de copiosa e inenarrable amargura. T vió a la otra parte del Cedrón, cuyas aguas corrían amenaza doras, un monte áspero, triste, sobre del cual se erguía una cruz... Inclinó la cabeza, profiriendo allá dentro de su Corazón:—¡Ah! Pa dre mío, ¡no se haga mi voluntad sino la tuya! —Y estando en este sueño de congoja y dolor, despidió intenso gemido. Acudió entonces la Madre que lo levantó de su cuna diciéndole: —Tu luz ha llegado y la gloria del Señor se ha posado sobre Ti. Ve sobre tu cabeza la prodigiosa estrella vaticinada por Balaám: Orietur stella ex Jacob ; Tú la creaste y ahora viene ella a Ti para manifestarte a los Sabios.—Y el Niño sonrió y brillaron más her mosas y graciosas su» pupilas en la luz de aquella estrella que ha bía de El recibido resplandores insólitos: lux de luce. Se le presen taron y le adoraron postrándose de hinojos los Reyes, los sabios de Madian, de Efa, de Tarsis, de Sabá, ofreciéndole como a Rey de los reyes, Rey invisible de los siglos oro precioso, como a Dios per fumado incienso y como a Primogénito de los vivos y de los muer tos mirra verdadera. De lejanos países presurosos habían acudido después de asperí simo camino de muchos días, habiéndoles guiado la estrella mila grosa hasta mostrarles el lugar do estaba el Sol de la Eterna Justi cia. Jesús recibió los regalos y simbólicos dones, bendijo a sus ofe rentes, que fueron sus primeros apóstoles en el Oriente, retornando éstos a su patria iluminados y conducidos como a su llegada por los resplandores del fulgurante y maravilloso astro. Así Jesús se ha manifestado a las gentes, y por esta gran Epi fania se abrazaron en lo alto del cielo la Justicia y la Paz en el suave amplexo de Dios. Y El todavía se manifiesta y proclama: — Yo soy el camino, la verdad y la vida... —Felices aquellos que escu REVISTA MONTSERRATINA 3 chan su voz y a El recurren adorándole como a Dios, sometiéndose a su imperio de amor, siguiéndole en los dolores de su Cruz, de la cual, después de la mirra del sepulcro, dimanan el premio y la felicidad sempiternas. Objeto de la solemnidad y del tiempo de la Epifanía erivada del griego la palabraEpifanía significa manifesta ción. Empléala la Iglesia para designar el día en que en Duna misma festividad, recuerda el cumplimiento de tres aconteci mientos notables de la vida de Nuestro Señor Jesucristo por los que se manifestó, muy particularmente, como Dios a los hombres. Fué la primera de estas circunstancias o acontecimientos el ha ber poco después de su nacimiento, atraído a Belén, por medio de la aparición milagrosa de la estrella, a los Reyes Magos que desde el Oriente acudieron a tributar al tierno Infante su admiración y respeto, adorándole como a Dios. No podía, pues, la aparición de aquel astro indicar el nacimiento de un hombre: sino que al presen tarse a su vista, al atraer en seguimiento suyo a aquellos sabios as trónomos conduciéndolos hasta el miserable establo en que el Hijo de María, recién nacido, se encontraba, bien claro les dio a encen der que aquel Niño era el Mesías, el Señor de la naturaleza, el Dios de todo lo creado. ¿Qué otro, en efecto, sino Dios pudo hacer surgir y comunicar virtud de atracción a aquel milagroso astro? Pero no menos se manifiesta como Dios a los Magos el Salvador ocultando su divinidad por medio del milagro de su humillación y anonadamiento que sirviéndose del maravilloso astro para guiar sus pasos hasta el lugar en donde habla nacido. Al contemplar la debilidad del Niño, la pobreza de la Madre y el miserable lugar en que se alberga, «comprenden los Magos, dice un piadoso escritor de nuestra Orden, que el Dios Eterno, deseando visitar al hombre y demostrarle su amor, debía humillarse de tal modo que no hubie re grado alguno en la naturaleza de que no fuese El mismo cono cedor por experiencia propia. Conociendo los Magos por los instin tos de su corazón además lo profundas que en la humanidad tienen arraigadas sus raíces el orgullo y la soberbia, conocieron desde lue go que el remedio debió ser proporcionado al mal y en tan extraor dinaria humillación y abatimiento comprendieron asimismo el pen 4 REVISTA MONTSERRATINA samiento y modo de obrar de Dios. Israel espera el advenimiento de un Mesías rodeado de la aureola mentida de la gloria del mun do: los Magos, por el contrario, reconocen a ese Mesías precisamen te por su humildad, por la pobreza de que se rodea; y he aquí por qué vencidos por la virtud y poder de Dios se postran de hinojos y le adoran llenos de admiración y amor.» (1) El segundo hecho en que Nuestro Divino Kedentor se manifestó como Dios a los hombres, tuvo lugar, cuando queriendo dar co mienzo a la predicación de su Evangelio se trasladó a orillas del Jordán para recibir el Bautismo del Santo Precursor Juan. «Acu dió a dichos lugares, dice el glorioso P. San Bernardo, como uno de tantos pecadores, El que sólo estaba sin pecado. ¿Quién se hubiera imaginado que era el Hijo de Dios? ¿Quién hubiera sido capaz de descubrir en El al Señor lleno de gloria y majestad? ¡Ah, Señor, y cómo sabéis humillaros! Mas bien que sepáis ocultar vuestra divi nidad, no, no podéis pasar desapercibido para Juan. ¿No fué vues tro Precursor en efecto el que, aún antes de ver la luz del día supo reconoceros a pesar de estar encerrado en el claustro materno y Vos apenas concebido en las entrañas purísimas de María? No pu- diendo dirigirse a las turbas, supo sin embargo el Santo Precursor avisar a su Madre vuestra presencia saltando lleno de júbilo y ale gría en el seno materno». Mas en el día ¿qué es lo que sucede? Escuchemos lo que nos dice el Evangelista: Juan le vió venir y dijo: He aquí el Cordero de Dios, he aquí el que quita los pecados del mundo (2). Es decir, he aquí a aquel que borra nuestras iniqui dades, que viene a purificar nuestras miserias e infidelidades. «Tal vez, prosigue el Santo, no os fiáis demasiado del testi monio de Juan, puesto que le consideráis hombre y como a tal su jeto a error, y pariente, además, cercano de Aquel a quien trata de ensalzar. Pues bien, he aquí ahora un testimonio mucho más feha ciente que el de Juan, el testimonio de la paloma que se posa sobre la persona sagrada de Jesús. No sin razón aparece la paloma, pues to que no hay criatura alguna que esté más en relación con el cor dero que la paloma. Lo que es el cordero entre los mamíferos, viene a serlo entre las aves la paloma. Modelo perfecto de inocencia, dulzura y sencillez son uno y otra. ¿Hay cosa más contraria a toda malicia que un cordero o una pa loma? A nadie perjudican, ignoran completamente cómo se hace el mal. No creáis, no, que todo esto sucedió por casualidad, el testi- (1) Dom. Guéranger. Año litúrgico, 5.° dia de la octava de la Epifania. —(2) Juan, I, 29. KEVI8TA MONTSERKATINA 5 monio mismo de Dios Padre nos va a sacar de dadas. El Dios lleno de majestad divina dejó adivinar su presencia por medio de ma jestuoso trono, el Espíritu del Señor dejóse oir sobre las aguas. En él mismo instante escuchóse una voz del Cielo que dijo: Este es mi Hijo muy amado en quien yo me complazco (1). Jesús es, en efec to, el único que merece todas las complacencias del Padre; es el único en quien pueden posarse complacidos los ojos de la Divinidad. Por eso el mismo dice: Yo hago siempre lo que es de su agrado ; es cuchadle (2).