El.reparto agrario y.el fraccionamiento . de los territorioscomunitarios en el Sotavento veracruzano: construcción local del Estadoe impugnación del proyecto comunal

ErieLéonardy Emilia Velázqyez··

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INTRODUCCIÓN: EL ESTADO NACIONAL, '. LA POLíTICAAGRARIAY LA INTEGRACiÓN DE LAS COMUNIDADES INDíGENAS

En este.capítulo nos proponemos examinar.las formas de implantación y las expresiones locales del reparto agrario, en sus modalidadesdefinidas a partir de la administración cardenista, en dos regiones vecinas delSotavento vera- 'cruzano:Los Tuxtlas y la Sierra de Santa Marta. Para ello recurriremos a una perspectiva teórica que se centra en analizar los desfases, tensiones y nego­ ciaciones entre el proyecto nacionalelaborado desde el Estado posrevolu- , . cionario, en su fase de consolidación y perennización, y las lógicas propias de los diferentes componentes' de la sociedades locales. Consideraremos la polí• tica de reparto agrario como el elemento medular de un dispositivo de inter­ vención cuyo objetivo primordial fue asentar. la legitimidad del Estado en el .medio rural, y hacer de sus representantes actores centrales de los procesos de organización sociopolíticay de construcción/reproducción de los poderes locales y regionales. . Una vez consolidada la estructura del Estado posrevolucionario hacia fi­ nales de la década de!1920, su tarea prioritaria fue la integración de las orga­ nizaciones comunitarias aun referencial nacional centralizado. Estaintegración ¡' • • - pasaba necesariamente poi: un proceso de representación y legitimación del

. [399] 400 Erie Léonard y Emilia Velázquez

Estado nacional en el seno de las sociedades locales; es decir, por la.cons­ trucción de un dispositivo institucional eficiente de anclaje local del Estado que lo ubicaría como mi referente y un actor centrales de las dinámicas sociopolíticas.' De esta manera, el cuestionamiento a cualquier intento de autonomía sociopolitica de los pueblos indígenas y la propuesta de integración al proyecto de Estado-nación, que habían sido elementos relevantes en la estructuración de la acción pública desde los primeros gobiernos del México independiente, siguieron siendo asuntos centrales en la era posrevolucionaria. El grupo revolucionario que elaboró la Constitución de 1917, al instituir el reparto agrario y el libre en principios fundadores del nuevo pro­ yecto de nación, reconocía la centralidad y la legitimidad de dos de las deman­ das principales -tierra y libertad- de la Revolución, aunque en la práctica sólo se orientó a satisfacer las demandas de justicia agraria. En cambio, el tema relativo a la autonomía de gobierno de las comunidades indígenas, asociada muchas veces a las solicitudes de restitución de tierras, tuvo poco interés para la facción revolucionaria que hegemonizó la primera fase de construcción del Estado posrevolucionario, pues se advertía que ello le restaría capacidad de representación y legitimación al nuevo Estado que estaba en formación. En el estado de , las características de autonomía de los poderes locales y escasa institucionalización del Estado central fueron acentuadas por el desempeño del gobernador Adalberto Tejeda. Durante sus dos' man­ datos a la cabeza de la entidad, entre 1920 y 1924 Yde 1928 a 1932, Tejeda implementó un dispositivo peculiar de articulación entre el poder estatal y . los poderes municipales, basado en la construcción de una organización

La cuestión de! "anclaje local" del Estado nacional ha estado en el centro de la acción pública ~n la mayoría de los países europeos y latinoamericanos a lo largo del siglo XIX. En Francia, por ejemplo, entre 1870 y los albores de la Primera Guerra Mundial, la expansión espacial de un conjunto de instituciones --entre las cuales destacaban la educación pública y laica, e! servicio militar y e! ejército nacional, o e! sistema de ferrocarril- participó de la creación de una retícula territorial, tanto administrativa como institucional, que revistió los atributos comunes de los procesos de "colonización interna" de las regiones rurales y anclaje local y regional de! Estado republicano (Weber, 1976). El reparto agrario y el fraccionamiento de los territorios comunitarios 401

política campesina radical -la Liga de Comunidades Agrarias, LCA- y la de­ legación de amplias prerrogativas a las municipalidades en el manejo de la política agraria (Baitenmann, 1997; Fowler-Salamini, 1979; Ginzberg, 1997). En regionescorno Los Tuxtlas o el centro del estado de Veracruz (Baiten­ mann, op. cit.), el proyecto de Tejedapotenció, por medio de la gestión de las dotaciones de tierra, la reunificación de un poder político-militar en torno a una organización que heredaba muchas de las características de las comuni­ dades indigenas oficialmente disueltas durante el Porfiriato. Correspondió a la administración cardenista el mérito de crear un dispo­ sitivo de reconfiguración de l~s estructuras comunitarias, mediante el reparto agrario, que resultó tan eficiente desde la perspectiva del Estado que fue re­ producido con alteraciones mínimas durante cerca de 50 años, desempeñando una función clave en la difusión de un nuevo modelo de gobernancia en el espacio rural. En sus modalidades de implementación en el Sotavento vera­ cruzano, el reparto.agrario cardenista cobró la forma de una contrapropues­ ta al proyecto tejedista de fortalecimiento de las entidades estatales y municipales.' Aquél planteaba el desmembramiento definitivo de los antiguos territorios comunales, fueran ellos' todavía una realidad de Jacto (como en la Sierra de Santa Marta) o solamente un referente ideal (como en San Andrés Tuxtla). A cambio, se proponía la creación de una multiplicidad de "mini­ comunidades", organizadas bajo la figuralegal de ejidos "dotados" de tierras porla administración federal y subordinadas a ésta para el acceso a los recur­ sos materiales, políticos y simbólicos que permitirían su reproducción. EQ algunas regiones. del país este modelo se desarrolló plenamente, permitiendo el surgimiento de una nueva organización sociopolítica local y regional, en cuya consolidación jugó un papel preponderante un grupo de intermediarios políticos surgidos al amparo del agrarismo oficial.(Friedrich,

Los dos líderes, ambos surgidos de la corriente agrarista del movimiento constitucionalista, se enfrentaron en las elecciones presidenciales de 1934, Cárdenas por cuenta del oficialista PNR y Tejeda con Ía bandera del Partido Socialista de las Izquierdas, recientemente constituido con el' 'apoyo de amplios sectores de la LeA (Fowler-Salamini, 1979: 158-163). 402 Eric Léonard y Emilia Velázquez

1981; Salmerón, 1989; Rus, 1995). En otras regiones, en cambio, dicha pro­ puesta estatal tuvo escasa audienéia,en tanto que ciertos proyectos locales firmemente anclados en experiencias,"autonómicas" acotaron el avance del control estatal (véase al respecto Nugent y Alonso, 1994 y, en cierta medida, Michel, en este volumen). En el Sotavento veracruzano encontramos ejem­ plos de ambos tipos de desarrollo del reparto agrario en,dos regiones vecinas, caracterizadas por,la presencia anterior de organizaciones comunales y la fuerte influencia de las instituciones consuetudinarias, tales como el consejo de ancianos y el acceso comunal a la tierra (Sierra de Santa Marta) y la gestión . comunal de las tierras municipales (Los Tuxtlas). A partir de este hecho, nos . . preguntamos sobre las razones que condujeron a desarrollos tan diferentes en la aplicación de agraria posrevolucionaria, y acerca de los re­ sultados sociopolíticos derivados. También nos interrogamos sobre la expre­ sión espacial que en cada lugar tuvo el reparto agrario. La hipótesis que orienta esta reflexión es que, más allá de su objetivo de­ clarado de justicia social, el reparto agrario constituyó ante todo un instrumen­ to de reestructuración política, que apuntaba a desmantelar las dos formas de organización socioterritorial que habían dominado el México rural desde la época colonial: la comunidad indígena y la hacienda. Afirmamos que a partir del gobierno cardenista el reparto agrario adquirió un papel central de reorga­ nización político-territorial, mediante la creación masiva de esas nueyas entida­ des sociopolíticas que eran los ejidos, instalando como interlocutor casi exclusivo de los campesinos ejidatarios a la administración federal y sus anexos , corporativos -los sindicatos campesinos y posteriormente la CNC- y, de esta manera, marginando a las otras estructuras de poder local y regional relaciona­ das con la administración territorial: los y los estados federados. Nuestras indagaciones en torno a estas cuestiones han partido de conside­ rar la "producción" de la política agraria como un proceso de confrontación e interacción entre el proyecto centralista de reconfiguración político-territorial del medio rural y las agencias encargadas de su implementación, por una parte, y las estrategias de los actores individuales y colectivos afectados por El reparto agrario y el fraccionamiento de los territorios comunitarios 403

\:" dicho proyecto en los ámbitos locales y'regionales, por otra. Examinaremos .. la incidencia de este procesoen las formas de organización y gestión socio­ política en los niveles local y municipal, poniendo atención en la construcción .de los dispositivos de representación y legitimación del Estado, así como en las limitaciones que para ello pudieron significar las instituciones comunales. .En esta perspectiva, reflexionaremos sobre el alcance estructural de los jue­ gos de actores, interesándonos en la manera en que estrategias individuales pueden combinar y coordinarse en formas de acción colectiva que tienen un' impacto sobre las dinámicas de estructuración sociopolítica en la perspectiva del tiempo largo.' Prestaremos un interés particular a las dinámicas de cons­ trucción y actualización de arreglos institucionales en la interfase entre la intervención pública y los dispositivos consuetudinarios locales.

LA ADOPCIÓN DEL PROYECTO NACIONAL DE REPARTO AGRARIO: DESESTRUCTURAClÓN. DEL TERRITORIO . COMUNAL Y FUNDACiÓN DE UN NUEVO RÉGIMEN DE GUBERNAMENTALlDAD EN LOS TUXTLAS

EL REPARTO TEJEDISTA y EL INTENTO DE RECONSTITUCiÓN DEL PODER COMUNAL

El reparto agrario tuvo una primera gran fase de desarrollo en el estado de Veracruz bajo el primer gobierno de Adalberto Tejeda, entre 1922 y 1925.4

.1 Al respecto, nos ubicarnos en una línea de reflexión desarrollada, entre otros, por Mallan (1995), Rus (1995) y Zendejas (2003).

4. No queremos decir que la reforma agraria en Veracruz haya sido iniciada por Tejeda, sino que fue con el impulso de este gobernador que el reparto de tierras adquirió dimensiones importantes, a '404 Eric Léonard y Emilia Velázquez

El proyecto de Tejeda apuntaba a construirun régimen socialista en un marco federalista que dejaría una amplia autonomía a los estados de la Federación y los municipios (Ginzberg, 2000; Fowler-Salamini, 1.979). En este proyecto desempeñaba una función clave la LeA, en tanto organización política encar­ gada de tomar el control de los ayuntamientos y, a través de ellos, impulsar el reparto agrario. El gobierno tejedista apoyó la formación de comités campesinos a partir del tejido de líderes que habían encabezado las guerrillas revolucionarias, armando dichos comités y propiciando su hegemonía muni­ cipal. Los ayuntamientos fueron dotados de amplias prerrogativas en la gestión del reparto agrario,respecto de la formación de los comités agrarios locales y su armamento, de laposibilidad de imponer a los propietarios contratos de arrendamiento forzoso que permitían la implantación de dichos comités, del reconocimiento administrativo de los núcleos de población así constituidos, del registro de los demandantes de tierra y de la constitución de las juntas municipales de conciliación y arbitraje en materia agraria (ibidem). La política tejedista contribuía de esta forma a restaurar la fusión de las esferas agraria y política -así como, en cierta medida, militar- en torno al poder municipal. Hasta la ejecución de las leyes de desamortización, en 1886, el municipio había tenido en San Andrés Tuxtla una relación estrecha con la gestión de las tierras comunales. La conformación de un "común municipal", mediante la compra de terrenos a los herederos de Hernán Cortés, y su administración por una "Sociedad Agrícola" habían constituido un objeto central de las

diferencia de las acciones agrarias que unos años antes había concedido e! gobernador Cándido Aguilar en algunas regiones que enfrentaban fuertes disputas por tierras. Fue así como, en la cuenca de! Papaloapan, pueblos como Tesechoacán, Tlacotalpan, Cosamaloapan y Chacaltianguis recibieron restituciones de ejidos entre 1918 y 1921 (Ve!asco Toro, 2003: 354 y ss.; Sagahón, 2005); de igual modo, en e! Istmo veracruzano e! pueblo de 'Chinameca recibió tierras ejidales en 1919 (Velázquez, 2006). Sin embargo, las resoluciones de esta época generalmente abarcaron su­ perficies reducidas destinadas a un número limitado de beneficiarios, además de que en ocasiones tales resoluciones fueron después rev~rtidas, como ocurrió en Oteapan, cuyos campesinos reci-, bieron en 1918 la restitución de 400 ha, la cual fue revocada un año después por e! presidente de la república (Velasco Toro, 2003). El reparto agrario y el fraccionamiento de los territorios comunitarios 405

dinámicas políticas y las luchas por el control del ayuntamiento (Léonard, 2004 y 2007). Durante. el periodo revolucionario, y al igual que la mayor parte del Sotavento, la región fue escenario de operaciones de guerrillas que combinaban una afiliación cambiante entre las grandes facciones políticas nacionales y prácticas de bandolerismo (Delgado, en este volumen). En 1920, la mayoría de ellas se federaron en el ''Partido Rojo Sanandrescano", el cual conquistó el gobierno municipal enarbolando la bandera tejedista y solicitó, en 1922, la restitución de la tierras del común municipal disuelto en 1886. Aunque no procedió dicha solicitud, debido al hecho de que San Andrés no poseía TítulosPrimordiales por haber sido parte del Marquesado de Cortés, las demandas de tierras fueron satisfechas entre 1923 y 1932, me­ diantedotación a 17 ejidos, trece de ellos correspondientes a poblados indí• genas que habían integrado el común municipal.s Las autoridadesmunicipales ejercieron un control estrecho sobre los trámites de dotación a estos pueblos, así como una fuerte injerencia en .la constitución y el desempeño de los comités agrarios encargados de adminis­ trar las tierras. Ejemplo de ello son las funciones ocupadas por Manuel Azamar, figura prominente del Partido Rojo Sanandrescano, presidente de la Comisión Local Agraria entre 1923 y 1932 Yde la Junta Municipal en 1922­ 1924 Yde nuevo entre 1930 y 1932: Esta delegación de poderes.a los líderes de las guerrillas agraristas le aseguró a Tejeda una base política y militar sóli• da, cuya fiabilidad quedó demostrada cuando estas organizaciones campe­ sinas contribuyeron a sofocar los levantamientos de los generales De La Huerta-según R. González (1994), el Partido Rojo Sanandrescano habría movilizado 900 hombres armados en esta ocasión- y González Escobar en 1924 y 1929.

Estos trece pueblos eran: Axochío, Cerro Amarillo, Matacapan, Ohuilapan, Pizapam, Ranchoa­ pan, Soyata, Tehuantepec, Tepancan, Texalapan, Tilapan, Xoteapan y la cabecera de San Andrés. A ellos se sumaron las congregaciones mestizas de Calería, Comoapan, El Laurel y Sihuapan. ·... 4:06 Eric Léonardy Emilia Velázquez

.c'.'·.' 'p~rO lapolítica tejedista de apoyo a los líderes agrarios legÍtimó asimismo ..:·s~ g~~ti6n \li~crecio,nald~'1as. d~ta~iones de tierra a favor de sus clientelas .' '¡¿tales (Baitenmann, 1997). En San Andrés, la Comisión Local Agraria pre­ sidida por Azamat intervenía'en la distribución de los derechos agrarios a nivel local, vinculando el acceso a dichos derechos a los méritos militares adquiridos por los individuos o por las comunidades campesinas en las gue­ rrillas agraristas. El acaparamiento de los recursos locales -tierras, pastizales y maderas- por las élites agraristas se fundamentaba en amplia medida en la reivindicación de los principios comunitarios de libre acceso a la tierra en los ejidos nuevamente creados, lo cual daba pie a la disociación entre los dere­ chos otorgados mediante el proceso legal de dotación -el cual identificaba .un número determinado y limitado de beneficiarios- y los derechos efectiva­ mente ejercidos por los residentes de la comunidad (o por sus tutores políti• cos); fueran o no ejidatarios. Semejante a lo registrado por Baitenmann (ibidem) para el centro de Veracruz, en San Andrés Tuxtla los archivos agrarios dan cuenta de los abusos perpetrados por las autoridades locales y municipales en el uso de las tierras otorgadas en dotación: arrendamientos de pastizales y atribución de permisos de explotación forestal a miembros de la burguesía regional, privación de derechos a ciertos ejidatarios y atribución de sus parcelas a nuevos beneficiarios, tratamiento discriminatorio en la repartición de las tierras de cultivo a expensas de las localidades anexas y a favor de las c~be­ ceras ejidales, etc. Entre 1928 y 1931, los comités locales de Texalpan y Cerro Amarillo se quejaban así ante la Junta de Administración Civil de San Andrés del arrendamiento de terrenos de su ejido que realizaba Manuel '. Azamar a favor de los antiguos propietarios. A su vez, los habitantes de Texcaltitan denunciaban el trato discriminatorio del que eran objeto en el reparto de las tierras por parte de las autoridades de Xoteapan, la cabecera del ejido al que pertenecía su aldea." En varias ocasiones, los comités locales

ARAN, 140. El reparto agrario y el fraccionamiento de los territorios comunitarios 407

que formulaban estas quejas fueron disueltos por la Comisión Local Agraria bajo el cargo de sedición. Estas denuncias eran las mismas que habían sido dirigidas décadas antes a la Sociedad Agrícola de San Andrés en relación con el manejo de los terre­ nos comunales. De nueva cuenta, las normas de libre acceso a las tierras y los acaparamientos a los que dichas normas daban lugar por parte de las autori­ dades estaban en el centro de las disputas. Por eso, cuando el gobierno fede­ ral de Abelardo Rodríguez adoptó, en 1932, disposiciones legales que apuntaban a fraccionar los terrenos, ejidales en lotes individuales, las guerri- llas agrarias se opusieron a su aplicación en el estado de Veracruz, con el apoyo del gobernadorTejeda (Baitenmann, 1997).

EL REPARTO CARDEN/STA: SE~MENTACI6N SOCJOPOLíTICA y REORGANIZACiÓN TERRITORIAL

A partir de 1934 y con el acceso de Lázaro Cárdenas a la presidencia de la República, el reparto agrario tuvo modalidades que llevaron al desmantela­ miento del proyecto tejedista de desarrollo de un movimiento campesino radical, basado en el binomio -comunidad agraria. La adminis­ tración cardenista marginó a los gobiernos estatales y municipales en el ma­ nejo de la política agraria y emprendió lacreación de nuevas estru~turas comunitarias, desvinculadas de.las organizaciones comunales. El reparto te­ jedista se había apoyado en los pueblos indios integrantes del "común" de San Andrés, en tanto que las dotaciones de la década siguiente impulsaron una recomposición territorial y demográfica que resultó en la desarticulación definitiva de la organización política y espacial comunal. Dos fenómenos. son centrales en este proceso. En primer lugar, las cabeceras de los ejidos creados durante la década de 1920 enfrentaron a partir de 1934 una serie de insurrecciones microlocales 408 Eric Léonard y Emilia Velázquez

por parte de sus anexos. Los archivos agrarios dan cuenta de la multiplicación de . las demandas de segregación territorial o de dotación agraria independiente a favor de estos pueblos: las aldeas de Mata de Caña y Los Mérida solicitaron su separación del ejido Soyata, mientras los pueblos de El Huidero, Bezuapan y Eyipantla hicieron lo propio respecto de su cabecera ejidal, Comoapan. Lo mismo sucedió con los comités locales de Pueblo Nuevo -nombre revelador en sí- y Los Naranjos, que solicitaron una dotación independiente de la ca­ becera de Tehuantepec (hoy Tulapan); con Texcaltitan, que reclamó separarse de la tutela de Xoteapan; o con Chuniapan de Abajo, que pidió su segrega­ ción del ejido de Chuniapan.' Con excepción de Texcaltitan, cuya demanda perduraría hasta la realización del Procede, en 1997, todos estos pueblos consiguieron en los años siguientes una dotación propia, separada de su antigua cabecera o, en el caso de Chuniapan de Abajo, su erección como ejido independiente (véase figura 25). Por otra parte, si bien la mayoría de las dotaciones del periodo cardenista fueron realizadas en la periferia del antiguo común municipal, donde las .grandes propiedades habían tenido su mayor desarrollo, sólo beneficiaron en forma marginal a los trabajadores de las haciendas afectadas. Por el contrario, las fuentes de archivo sugieren que estos espacios fueron "purgados" de sus instituciones y,muchas veces, de sus ocupantes, en beneficio de nuevos acto­ res. Los censos realizados porel Agrario dan así una imagen de la población beneficiada que contrasta con la iconografía oficial: en mu­ chos pueblos (Abrevadero, Bodegas de Totoltepec, Coyoltepec, Los Mérida, Los Naranjos, Morelos, Pueblo Nuevo, San Leopoldo), los demandantes de tierra contaban con menos de cinco años de residencia y muchos de ellos acababan de llegar. A la vez, los archivos dan cuenta de múltiples quejas por parte de los arrendatarios de las propiedades afectadas, que declaraban ser víctimas de discriminación o expulsión por parte de los comités agrarios. Por último, los censos de 1930 y 1940 arrojan datos sorprendentes y aparente-

ACAM, 739 Y2023; ARAN, 140 Y2850. El reparto agrario y el fraccionamientó de los territorios comunitarios 409 .

mente paradójicos: l~s cabeceras de los ejidos dotados durante la década de 1920 perdieron población, mientras crecían sus anexos que habían solicitado una dotación: independiente y varias localidades eran creadas con la finalidad de formar un ejido," Estas dinámicas evidenciaban un deslizamiento de la población hacia las periferias del antiguo común municipal, donde la política agraria iba erigiendo nuevas entidades administrativas (véase figura 25). Los censos agrarios proporcionan información que permite identificar las claves sociológicas de esta migración masiva. Mientras que las dotaciones agrarias tejedistas habían sido otorgadas principalmente a hombres mayores de 35 años, los primeros en beneficiarse con el reparto cardenista fueron jóvenes de entre 15 y 24 años: e~os representaban cerca de 40% de los nue­ vos ejidatarios, frente a sólo 22% diez años antes. En1922 -cuando fue rea­ lizado el censo agrario municipal anexado a la solicitud de restitución de las tierras del común de San Andrés-, menos de 48% de los hombres de 15 a 24 años estaban casados, en un contexto normativo consuetudinario que con­ dicionaba el estatuto de adulto y el acceso a la tierra al matrimonio; en los ejidos formados a partir de 1934, en cambio, más de 60% de los jóvenes varones estaban casados y 90% de ellos fueron registrados como sujetos agrarios. Como consecuencia, las familias censadas en los nuevos ejidos eran pequeñas -35% de ellas contaban con uno o dos miembros, frente' a 15% en los viejos pueblos indios-, lo cual- reflejaba una instalación reciente y un po blamiento poco consolidado (véase figura 26).

. . El pueblo de Xoteapan es' particularmente' representativo de esta situación. En 1938, la viuda Mortera, Cuya propiedad era afectada por la creación de! ejido Francisco 1. Madero, denunció el carácter ficticiode dicho pueblo, según ella un simple de Xoteapan, convertido en localidad independiente con el fin de emprender los trámites de dotación agraria por cuenta propia (ACAM, . 2119). Tres años más tarde, e! comité agrario de Xoteapan se queja ante el Departamento Agrario de los intentos de segregaciónde su anexo de Texcaltitan, e! cual, "después de haber conseguido e! rango político de congregación [...] desea se le delimite la parte [del ejido] que Ve] corresponde, en proporción del número de campesinos que en él radican, y que al mismo tiempo se Ve] permi­ ta designar [sus]propias autoridades agrarias en forma independiente" (ARAN, 140, septiembre de 1941). 410 Eric Léonard y Emilia Velázquez

FIGURA 25 Evolución del poblamiento y la estructura agraria en Los Tuxtlas entre .1932 y 1942

1.Situación en 1932

Localidad con menos de 500 ttabnantes • Localidad con 500 a 1 000 habitantes • localidad con 1 000 a 1 500 babrtentee Pueblos cabeceras del antiguo "común municipal" Cabecera municipal Ejido creado entre 1923 y 1932 Y • origen qecqréñco de la dctacrón rv Vis de ferrocaml (\ i Cammo pnnclpal

2. Situación en 1942

Estencanuénto poblaoonal (entre -, y t 1.5% por año Baja moderada de ra población (entre -, y -3.5%) Baja fuerte de la pobración (entre -3.5 y -14% por ano) Incremento moderado de la pobtacon (entre 1.5 y 3%) Incremento fuerte de la coblacon (entre 3 y 12%) localidad creada entre 1930 y 1940 Ejido creado entra 1923 y 1932 Creación o ampliación de ejido entre 19'34y 1942 Desplazamiento documentado de poblad6n

Elaboración: Eric Léonard y Rafael Palma. Fuente: SIG Sotavento IRD-CIESAS. El reparto agrario y el fraccionamiento de los territorios comun itarios 411

FIGURA 26 Características sociodemográficas de la poblaci ón dotada con tierra en las décadas de 1920 y 1930

1. Distribución por edades 2. Tamaño de los hogares en las localidades de los beneficiados con dotación agraria beneficiadas con dotación agraria

22 , .....,,=--_ ...... _------_____. 30 ~_=------___. 20 g 18 e 16 2' •• II ' ~ 12 'ª ' 0 ~ 8 ~ 8

15·19 25-29 35-39 45-49 55-59 + de 65 4 5 6 7 8 9 10 11 D Década de 19'20 • Periodocard entsta (1934-1940) Numero de miembrosdel hogar

Fuente s: Censos agrarios, ACAM, ARAN, Xalapa, Ver.

E stos elementos sugieren que el proceso de creación de nuevos ejidos se asentó en amplia medida en - a la vez que revelaba- las fracturas intergene­ racionales que surcaban los viejos poblados indios dotados con tierra duran­ te la década anterior: la politica agraria cardenista se apoyó en las estrategias de emancipación de los jóvenes adultos respecto de los poderes patriarcales que se habían reconstituido en torno a los lideres de guerrillas agrarias. Un ejemplo llamativo en este sentido lo provee el ejido Pueblo Nuevo, derivado de una escisión interna de Tehuantepec (hoy Tulapan), que aglutinó a cam­ pesinos de Chuniapan y Xoteapan: en 1942, un informe oficial mencionaba que de los cinco integrantes de su comité agrario, tres eran men ores de 20 años y uno sólo mayor de 25.9 En forma significativa, la difusión de la educ ación pública en español conformó el segundo pilar del proyecto cardenista de integración de las co­ munidades campesinas a la nación posrevolucionaria. Mientras numerosas

ARAN, 2850. 412 Eric Léonard y Emilia Velázquez

escuelas fueron construidas en los poblados de la región, los maestros parti­ ciparon en la propagación de los temas agraristas y asumieron con frecuencia la organización de los comités agrarios locales. Apenas un año después de la investidura de Cárdenas, en 1935, Manuel Azamar fue trasladado a la ciudad de México y Enrique López Huitrón, un maestro oriundo de Michoacán, asumió la dirección de la Comisión Local Agraria de San Andrés.Durante la década qe 1940, el idioma nahua cayó rápidamente en desuso en los nuevos ejidos y sólo perduró unas décadas más en los viejos centros de poblamiento. En forma general, la educación en español contribuyó a romper los lazos intergeneracionales entre los mayores, nahua hablantes, y sus hijos, castella­ nizados.

Los EMPRESARIOS DE LA "FRONTERA AGRARIA": MONOPOLIOS DE INTERMEDIACIÓN y GESTiÓN PATRIMONIAL DE LOS RECURSOS LOCALES

El proceso de ruptura con las instituciones consuetudinarias se tradujo en el deslizamiento del centro de gravedad demográfica y política de la región hacia su porción sureña, donde se concentraron las nuevas dotaciones agra­ rias (véase figura 25). Localidades de segundo rango, como El Laurel, Bode­ gas de Totoltepec, Sihuapan o El Salto de.Eyipantla surgieron como nuevos centros del clientelismo agrario, cuando las viejas cabeceras indígenas del "común municipal" (Xoteapan, Cerro Amarillo, Ranchoapan, Soyata, Oh~a­ pan, Pizapam, Tepancan) fueron marginadas en forma duradera en el juego político regional. La evicción de M. Azamar de la presidencia municipal de San Andrés, en beneficio de una nueva generación de dirigentes campesinos, cuyas figuras principales -Juan Paxtián, Juan Atén y Nicolás Parra- eran oriundas del sur de la región, tuvo valor simbólico. . El reparto cardenista puso en evidencia una nueva figura: la del joven dirigente campesino, cuya autoridad derivaba de su inserción en el dispositivo El reparto agrario y el fraccionamiento de los territorios comunitarios 413

de anclaje regional del Estado que se estructuraba en torno a la administra­ ción agraria, la'LeAde Los Tuxtlas, pero también de su alianza conlos grandes comerciantes de granos, plátano y tabaco de San Andrés. A diferencia de los líderes de la época tejedista, estos dirigentes no tenían un pasado revolucio­ nario, aun cuando se habían formado en las guerrillas agrarias. Pertenecían a una generación que se había topado con la reconstitución de las estructuras patriarcales de gobierno local al amparo de la política tejedista. La clave del éxito de estos "empresarios políticos" radicaba en su habili­ dad para insertarse en las redes de patronazgo político vinculadas con el dispositivo regional del Estado posrevolucionario y, de manera simétrica, en su capacidad pata instaurar relaciones similares a nivel de una clientela local: se trataba de construir y extender un capital político con base en la trama territorial que iba surgiendo del proceso de dotación agraria. Su estrategia se orientó hacia la construcción de monopolios de intermediación con los grandes comerciantes de San-Andrés y la administración agraria y la creación' de mercados cautivos a escala de los territorios que se construían en la "frontera agraria" regional. A nivel de la comunidad ejidal, la legitimación del poder se fundamen­ taba en: amplia medida en la posición de anterioridad de la que se valía el "empresario agrario" en sus relaciones conelt'Estado local": él había sido el iniciador y el gestor de los trámites de dotación agraria; más importante aún, él era quien había establecido relaciones de exclusividad con los gran­ des comerciantes de granos, que financiaban y compraban las cosechas. Pero, al mismo tiempo, los requerimientos de agregación y clientelización de nuevos dependientes, en un contexto de fuerte actividad de la frontera agraria, llevaban al empresario político a reivindicar una ideología que ape- " lab~ a las metáforas de la igualdady el parentesco en las relaciones políticas (véase infra). Estos apremios resultaban tanto más fuertes en cuanto el em­ presario agrario fundamentaba su acción en la ruptura con las estructuras patriarcales de ,gobierno comunal y se apoyaba en actores provenientes de categorías de edad jóvenes. 414 Erie Léonard y Emilia Velázquez

Las lógicas de promoción individual mediante el desplazamiento hacia la frontera agraria y la construcción de un nuevo territorio, que se cristalizaban en la figura del empresario agrario, se inscribieron durablemente en la cultura politica. Tan pronto como se habían formado, algunos comités agrarios en­ frentaron intentos .de segregación por parte de sus administrados: fundado en 1935, en el momento de la creación del ejido R. Flores Magón, el anexo de La Boca constituyó dos años más tarde su propio comité agrario y solici­ tó la dotación de unejido propio, .aunque sin éxito.!" La competencia que libraban los empresarios agrarios. para agregar nuevas clientelas y expandir sur área de influencia politica alentaba tales estrategias: en 1939, tres años después de la formación del ejido Abrevadero bajo los auspicios de J. Paxtián, un grupo de ejidatarios apadrinado por N. Parra abandonó el pueblo para invadir una propiedad vecina, en el llamado Sayultepec, donde obtuvo una dotación de tierras.l" Estas iniciativas inducían movimientos continuos de población: en marzo de 1935, a seis años de su creación, el ejido El Laurel sólo contaba con 43 de los 93 integrantes de su censo básico, pero había acogido a 80 nuevos solicitantes de tierra;" en Tulapan, en 1952, sólo queda­ ban 18 de los 123 beneficiarios de la dotación otorgada 25 años antes: 57 de ellos habían fallecido, y otros 48 habían abandonado el pueblo con sus fami­ lias, sin que se supiera de su destino." Tales fenómenos no fueron exclusivos

10 ACAM,739.

11 ACAM,2779.

12 ACAM, 313.

13 ACAM, 3721. El expediente agrario de Tulapan da amplia cuenta de la recurrencia de las lógicas de segregación político-territorial en la dinámica institucional del pueblo, Nueve afios antes de la depuración censal de 1952, cuando Tulapan emprende trámites de ampliación de sus tierras ante el Departamento Agrario.Jos jóvenes del pueblo notifican al delegado comisionado para realizar los estudios preliminares que su solicitud responde a un objetivo de dotación independiente y que "desean designar por sí mismo sus autoridades, [...] con el fin de que sean independientes de . [Tulapan], porque si las tierras fueran concedidas en forma de ampliación, resultarían expuestos a los caprichos de las autoridades del antiguo pueblo" (ACAM, 3721, 26/02/1943). - El reparto agrario y el fraccionamiento de los territorios comunitarios 415

de Los Tuxtlas, sino que han sido documentados también en el occidente del país (Meyer, 1987; Nuijten, 2003).

LAS INSTITUCIONES DE LA FRONTERA AGRARIA: PLURALISMO LEGAL Y PERSONIFICACiÓN DEL PODER

El dispositivo de regulación sociopolítica que se construyó en la frontera agraria cardenista en Los Tuxtlas correspondía a una situación de pluralismo legal, que combinaba elementos, de la reglamentación legal y un conjunto de normas y prácticas que remitían ala "economía moral" (Scott, 1976) de las comunidades indígenas. La regulación agraria, en particular, apelaba a las normas comunales de acceso abierto a los recursos -tierras, pastizales, bosques, fuentes de agua­ para todos los jefes de, familia, fueran o no ejidatarios. Dicho acceso estaba condicionado solamente por elrespeto de las obligaciones comunitarias (faenas, contribuciones a la tesorería del ejido). En cambio, y conforme a las disposicio­ nes oficiales; la asamblea ejidal sustituyó al consejo de ancianos en el ejercicio del gobierno de las congregaciones indígenas, siendo elcomisariado, controlado ,por el empresario agrario, el que asumía sus prerrogativas. Esta situación de pluralismo legal llevóa una nueva disociación entre la distribución de los dere­ chos agrarios y.de los derechos políticos: surgió una categoría de ciudadanos locales sin estatuto agrario legal (llamados "comuneros"), cuyo acceso a la tierra era validado porla asamblea ejidal y actualizado mediante sus contribuciones a los cargos colectivos, pero cuyos derechos políticos eran restringidos por las disposiciones oficiales quelos excluíande los órganos de gobierno local. Al no poder ser modificado el número de los ejidatarios sin autorización de la admi­ nistración agraria, este grupo era destinado a crecer y a volverse mayoritario, a veces a partir de la segunda generación de residentes del ejido. La estratificación de las categorías sociopolíticas se superpuso, por tanto, a los principios, igualitariosde regulación agraria. Lasnormas de acceso abierto 416 Eric Léonard y Emilia Velázquez

a la tierra alentaban la creación de nuevas unidades de producción y la apertura de nuevas parcelas. Aseguraban de esta forma la prosperidad del empresario agrario y sus allegados, quienes centralizaban las funciones de financiamiento y comercialización de la producción. Permitían asimismo a estos operadores acumular tierras gracias a los medios financieros que podían movilizar para desmontar y cultivar o para cercar terrenos de pastoreo. Las relaciones jerár­ quicas y el acaparamiento de los recursos del ejido por el empresario agrario tendían así a desplazar los principios de igualdad y reciprocidad que funda­ mentaban su discurso político. Sin embargo, otros elementos del "fundo institucional" comunitario legitimaban sus funciones de mediación: el esta­ blecimiento de relaciones de parentesco simbólico (compadrazgo) soportaba las relaciones económicas internas al ejido y definía los contornos de la esfera de intercambio. De ahí que las metáforas de la igualdad (la figura del comu­ nero) y del parentesco (la del compadre) conformaran la trama del complejo ideológico que legitimaba la institucionalización del patronazgo y del clien­ telismo en tanto principios de regulación sociopolítica. Estas características -la organización jerárquica de las relaciones que conllevaban un grado de dependencia, la referencia al principio de anteriori­ dad para fundamentar la autoridad, el uso de los vocablos del parentesco como metáforas de las relaciones políticas- remiten a ciertos principios constitucionales de los procesos de.frontera interna analizados por Kopytoff (1987) en los contextos africanos. Al igual que en las situaciones descritas por este autor, conducían a la detentación vitalicia de los cargos de autoridad y a la gestión patrimonial de los recursos territoriales por parte del empresario político. Pero el poder de dicho empresario permanecía condicionado por su capacidad de garantizar el desarrollo de las capacidades productivas y el bienestar de sus administrados: su eficiencia en la relación con los mercados políticos -en particular la política agraria, a la que incumbía satisfacer las solicitudes de acceso a la tierra formuladas por las nuevas generaciones me­ diante la "ampliación" del ejido- y económicos legitimaba su gestión patri­ monial de los recursos locales. El "Estado local" desempeñó por tanto un El reparto agrario y el fraccionamiento de los territorios comunitarios 417

• papel clave en los procesos de legitimación y perennización del gobierno del . . empresano agrarlO. - El régimen de gubérnamentalidad surgido del proceso de frontera agraria en Los Tuxtlas retomó los principios de la relación patrón-cliente y sus fun­ damentos ideológicos -la lealtad asociada a las metáforas del parentesco y la igualdad comunitaria reafirmada mediante la ficción del intercambio recíproco-, a la vez que ubicó la figura del empresario agrario, depositario de la autoridad del "Estado local", en el centro de los procesos de organización sociopolítica. Esta personificación del Estado fundamentó la regulación dientelar de las relaciones políticas (panster, 1997). Un régimen de gubernamentalidad que :remite al modelo de "despotismo descentralizado" elaborado por Mamdani (1996) en referencia a la organización de lossistemas de gobierno colonial ­ y poscolonial en África subsahariana. La distinción operada por Mamdani entre "ciudadanos", habilitados para participar en la vida política fuera del ámbito local, y "sujetos", cuyo estatuto sociopolítico sólo tenía sentido en la esfera microlocal, cobra un matiz particular en su aplicación a los "sujetos agrarios", definidos como tales por la legislación agraria nacional.

IMPUGNACIÓN DEL REPARTO AGRARIO: RESISTENCIA COMUNAL Y DEFENSA DE PRÁCTICAS AUTONÓMICAS EN LA SIERRA DE SANTA MARTA

Hemos dicho que 'el reparto agrario fue uno de los elementos centrales de un proceso hegemónico orientado a construir una relación de dominio y control estatal sobre la población campesina. Asumiendo los planteamientos de Wi­ lliams (1980), todo proceso hegemónico tiene dos dimensiones: una que refie­ re a la creación y recreación de mecanismos de dominación de distinto tipo -aplicación de reglamentaciones y sanciones, ejecución de rituales oficiales, 418 Eric Léonard y Emilia Velázquez . etc.-, y otra que alude al permanente cuestionamiento y desafío a la domina- ción. Consideramos que el predominio de una u otra de estas dimensiones en distintos momentos históricos depende en gran medida de la historia local, lo cual explica que mientras en algunos lugares los proyectos estatales son adop­ tados con pocas modificaciones, en otras partes esos proyectos pueden en­ frentar una tenaz oposición de parte de ciertos grupos, recurriendo para ello a la defensa de estilos.locales de vida, la transgresión de las reglamentaciones o la .resignificación de las propuestas estatales. Desde esta perspectiva, la relación Estado-campesinos (sean o no indígenas) no se desarrolla en una sola vía -la del dominio-, sino que también fluye en sentido contrario -lade la resistencia-o Se trata, entonces, de una relación permanentemente negociada, en la que los márgenes de maniobra de los diferentes grupos varían de manera notable en el tiempo, dependiendo de diversas circunstancias, tanto extralocales como locales. Con este acercamiento teórico, en las siguientes páginas analizaremos el intento de instaurar el reparto agrario en la Sierra de Santa Marta -vecina a la región de Los Tuxtlas-, lo que nos permitirá dar cuenta de la dimensión de resistencia local al proyecto de reforma agraria del Estado posrevolucionario.

DE LA DESAMORTIZACIÓN DE TIERRAS AL AGRARISMO: PERMANENCIA DE UN PROYECTO LOCAL

La Sierra de Santa Marta ha estado habitada desde tiempos prehispánicos por indígenas zoque-popolucas y nahuas, quienes durante la Colonia adqui­ rieron tierras cuya posesión quedó amparada con la expedición de Títulos Primordiales por parte de las autoridades virreinales." Esta situación agraria

14 Mayor información al respecto puede encontrarse en Chevalier y Buckles (1995) para el caso de los nahuas de Pajapan y en Velázquez (2006) respecto de los zoque-popolucas de Soteapan. El reparto agrario y el fraccionamiento de los territorios comunitarios 419

cambió en el último. tercio del siglo XIX, cuando el régimen liberal de Porfirio Díaz impuso la ejecución de la Ley de Desamortización de los Bienes de las Corporaciones Eclesiásticas y Civiles. Esta ley fue finalmente asumida por los nahuas de Pajapan en la década de 1880, dividiendo sus tierras en grandes lotes de condueñazgo en los que mantuvieron el acceso comunal a la tierra, Por su parte, los zoque-popolucas de Soteapan, en contraposición a la vía seguida en la mayoría de las comunidades indígenas del Istmo veracruzano, se mantuvieron reacios a aceptar la división de sus terrenos comunales, los cuales compartían con los nahuas de Mecayapan por carecer éstos de tierras pro­ pias. Por último, en 1894 los zoque-popolucas iniciaron sus trámites para dividir sus tierras comunales, enfrentándose a numerosos problemas que alargaron el proceso hasta 1902, fecha en la que las autoridades porfiristas consideraron válida la reclamación que la familia Romero Rubio hacía de gran parte del territorio popoluca (Velázquez, en este volumen). Fue esa pérdida de buena parte de su territorio la que hizo que los zoque­ popolucas de Soteapan se decidieran a participar en el levantamiento armado magonista que en 1906 encabezó Hilario C. Salas (padua, 1941). El movimien­ to fue reprimido y gran parte de las antiguas tierras comunales de Soteapan siguieron siendo propiedad del empresario inglés Weetman Pearson, quien en 1905 las había adquirido de la familia Romero Rubio. Sin embargo, la propiedad privada sobre el territorio popoluca tenía rasgos muy peculiares, pues la empresa de Pearson nunca tomó posesión de las tierras, quizás por­ que éstas fueron adquiridas sólo para asegurarse el control de terrenos que podrían explorarse en busca de petróleo, lo cual nunca ocurrió." Esta situación

15 Bradley (1988: 96) narra que cuando la compañía Pearson realizaba los trabajos de construc­ ción de la vía del Ferrocarril Nacional de Tehuantepec sus ingenieros encontraron piedras con nódulos de petróleo cerca del río Coatzacoalcos. Cuando al poco tiempo Pearson visitó Texas y se enteró de las ventajas económicas de la industria petrolera, telegrafió a su principal ingeniero para ordenarle que tratara de adquirir no sólo todas las tierras con petróleo sino también las que se hallaban a varias millas a la redonda, explicándole que los depósitos de petróleo por lo regular se extendían sobre grandes áreas.. 420 Eric Léonard y Emilia Velázquez

les permitió a popolucas y nahuas seguir ocupando sus tierras para labores de agricultura, caza y recolección, aunque hubieran perdido la posesión legal de las mismas. Durante las décadas de 1910 Y1920 los campesinos popolucas siguieron haciendo uso de sus antiguas tierras comunales, las cuales continuaron com­ partiendo con sus vecinos nahuas de Mecayapan. Fueron años de zozobra a causa de la guerra, con constantes incursiones de rebeldes y tropa federal que perseguía a los primeros, pero también de enfrentamientos intracomu­ nitarios, como el ocurrido entre 1921 y 1922, cuando tuvo lugar un conflicto armado entre antiguos liderespopolucas que habían participado juntos en el levantamiento de 1906. En 1920 uno de estos lideres se incorporó a una nueva aventura bélica siguiendo al general Miguel Alemán González, quien había entrado en conflicto con el gobierno de Obregón. En contraste, otros tres importantes líderes habían decidido no participar en este movimiento, pues consideraban que con la caída del régimen porfirista estaban dadas las condiciones para recuperar sus tierras comunales. El enfrentamiento entre ambos grupos fue tan agudo y violento que la cabecera municipal quedó despoblada casi un año, hasta que en 1922 el jefe del grupo insurgente fue asesinado en Tatahuicapan (Velázquez, 2006). Los siguientes años, los cam­ pesinos popolucas se concentraron en resarcirse de las pérdidas ocasionadas por la ola de violencia, de tal manera que no estuvieron en condiciones de sumarse a la lucha agrarista apoyada por el gobernador Adalberto Tejeda en su primer periodo de gobierno (1920-1924). Fue hasta 1931, en el penúltimo año del segundo periodo del gobierno tejedista (1928-1932), que los popolucas de Soteapan iniciaron sus trámites para recuperar legalmente sus tierras. La solicitud de tierras estaba firmada por varios hombres, entre los que se encontraban Juan Arizmendi, Diego Gutiérrez y el presidente municipal Sixto Pascual, tres ex revolucionarios de 1906.16 En marzo de 1933, un ingeniero enviado por la Comisión Local

16 ACAM, 1432; Gaceta Oficial, 4 de abril de 1931, núm. 41,.r. xxv. El reparto agrario y el fraccionamiento de los territorios comunitarios 421

Agraria (CLA) se presentó en Soteapanpara levantar un censo general y agropecuario. El resultado de su indagación fue que-de un total de 739 habi­ tantes, había 175 individuos con derecho a parcela. En su informe, el técnico de la CLA señalaba que "por tradición saben los vecinos que en otra época el pueblo poseía grandes extensiones de tierra que compraron al gobierno es­ pañol o les cedió éste en calidad de merced, probablemente las 1143 hectá­ reas que posee actualmente el Ayuntamiento más las 39233 que pertenecen a la Cía Mexicana de Bienes Inmuebles". En realidad esta compañía, creada por W Pearson en 1913, era propietaria de" 78558 ha distribuidas en los municipios de Soteapan y Mecayapan," pero el técnico de la CLA se refería solamente a los terrenos ubicados en el primer municipio. Dos datos de este informe son en particular relevantes: en primer lugar, el ingeniero de la CLAindicaba que "las autoridades actuales y aún los mismos vecinos desean que se les restituyan tales terrenos, aunque la solicitud que presentaron es de dotación de tierras y no de res!itución";18 y en segundo­ lugar, el mismo ingeniero informaba que los dirigentes de la comunidad de Soteapan no estaban solicitando únicamente tierras para resolver las necesi­ dades de los 175 individuos con derecho a parcela que había censado en la cabecera municipal, sino que estaban pidiendo tierras para todos los rniem­ bros de la comunidad. Ahora bien, ¿quiénes integraban esta comunidad? Según la lógica de gestión comunal de la tierra, pero también de los vínculos religiosos, tales como las -"visitas" de los principales ~antos de la cabecera municipal a las congregaciones, o del santo patrono de Mecayapan (Santiago) al de Soteapan (San Pedro), la comunidadindígena estaba conformada por

17 Según un informe enviado el18 de julio de 1933 a la CLA por la delegación Acayucan de la admi­ nistración de rentas del estado, "los propietarios de la Cfu Mexicana de Bienes Inmuebles S.A. son de nacionalidad inglesa y americana. Dicha compañía posee una propiedad denominada 2" Zona B ubicada en el municipio de Mecayapan, Ver., con una extensión de 39233 ha [...] otra propiedad también llamada 2" Zona B con una extensión de 39233 ha [...] y otra más también llamada 2" Zona B con una extensión de 92 ha [...] estas dos últimas ubicadas en el municipio de Soteapan, Ver." (ACAM, 1432).

18 ACAM, 1432. 422 Eric l.éonard y Emilia Velázquez

todas las familias popolucas que habitaban tanto en la cabecera municipal como en sus congregaciones y rancherías; pero, además, en esta comunidad popoluca tenían cabida los nahuas de Mecayapan en tanto usuarios de las tierras comunales de Soteapan. Esto explica la inusual petición que las autoridades municipales de So­ teapan hicieron al ingeniero de la CLA, quien reportó que "el pueblo de Soteapan ha solicitado tierras más bien para congregaciones y rancherías que están bajo su jurisdicción política, que para sus vecinos [oo.] pero ya les indi­ qué que cada uno de estos poblados debe solicitar por separado la dotación de tierras a que tenga derecho". Esta recomendación se apegaba a la manera en que la legislación agraria revolucionaria había imaginado la comunidad indígena. En uno de los considerandos del Decreto del 6 de enero de 1915 se indicaba que el hecho de prever que los pueblos que hubieran sido despo­ jados de sus tierras pudieran recuperarlas no significaba "[tratar] de revivir las antiguas comunidades, ni de crear otras semejantes, sino solamente de dar esa tierra a la población rural miserable que hoy carece de ellas" (Zara­ goza y Macías, 1980: 100). Es decir, si bien la legislación agraria revoluciona­ ria reconocía el derecho de los campesinos indígenas a la tierra, al mismo tiempo impugnaba el modelo ,comunal. Así, la reforma agraria se convirtió en una arena de disputa entre dos proyectos políticos opuestos: uno que planeaba una relación de dependencia entre Estado y comunidad campesina -fuéra o no indígena-, y otro que reivindicaba la existencia de un importante margen de autonomía local. En Soteapan, los antiguos revolucionarios lideraban una propuesta de organiza­ ción local autónoma respecto del Estado, lo que se expresaba en la decisión de mantener una forma de vida.estructurada en torno al acceso comunal a la tierra, el cual permitía una libre movilidad por todo el territorio popoluca."

19 Acerca de la lógica que guiaba los diferentes usos del territorio popoluca véase Velázquez (2001). Un caso semejante en términos de la confrontación entre proyectos local y estatal ha sido anali­ zado por Nugent y Alonso (1994) para Namiquipa, Chihuahua, donde los campesinos reclamaban su derecho a regresar a ser pequeños propietarios en lugar de ser convertidos en ejidatarios. El reparto agrario y el fraccionamiento de los territorios comunitarios 423

Por ello, cuando en junio -de 1934 las autoridades municipales de Soteapan recibieron un comunicado de la CLA en que se les informaba del inminente inicio de los trabajos para las dotaciones ejidales, citaron de inmediato a una· reunión a la que acudieron los integrantes de todos los comités agrarios de la sierra. Ahi se decidió reiterarle al ingeniero comisionado "que el deseo de todos los habitantes del municipio de Soteapan, es que la Comisión Agra­ ria Mixta en el estado [oo.] haga gestiones para lograr que al municipio de Soteapan se le restituya de sus tierras que desde hace muchos años han po­ seído'tPara ello pedian que se les ayudara a recuperar los títulos virreinales de Soteapan, los cuales estaban extraviados. En la misma asamblea se acordó "que de ninguna manera permitirían los vecinos del municipio de Soteapan, que se hagan las dotaciones de tierra por parcelas individuales'V? Pero no sólo había la negativa a aceptar el reparto agrario en los términos planteados por la Comisión Agraria Mixta (CAM) también se rechazaba la injerencia de los dirigentes de la LCA. A diferencia de lo ocurrido en Los Tuxtlas, en Soteapan el grupo comunalista se negó a aceptar la mediación de la Liga por considerar que ésta actuaba en contra de sus intereses, por lo que en 1936 presentaron directamente al Departamento Agrario en la ciudad de México una solicitud de restitución de tierras. Un año antes el mismo grupo había logrado controlar el comité municipal del PNR y ganar la presidencia municipal, la cual retuvo en las siguientes elecciones municipales. Para en­ tonces estaba claramente definido el proyecto comunalista: se optaba por la autonomía local, y al Estado sólo se le pedia que validara jurídicamente una forma de organización endógena. Este proyecto no preveía la existencia de intermediarios entre la comunidad y.el Estado, fuera del liderazgo ejercido por los ex revolucionarios,cuya autoridad moral se fundamentaba no sólo en sus antecedentes de lucha sino también en la experiencia acumulada con la edad, así como en su compromiso con el bienestar colectivo al estar pen­ dientes de la organización del carnaval. Éste era un ritual público encabezado!

20 ACAM, 1432. 424 Eric Léonard y Emilia Velázquez

por la autoridad municipal, cuya finalidad era garantizar la obtención de buenas cosechas y la preservación de la salud de las personas." Pero si bien el proyecto comunalista dominó el escenario político local durante casi tres décadas, esto no quiere decir que la comunidad haya actu~­ do como un todo homogéneo y armónico. Desde mediados de la década de 1930 un grupo de campesinos popolucas se adhirió a la propuesta estatal de dotación de ejido a cada población por separado. Dichogrupo era liderado por jóvenes popolucas que habían establecido vínculos estrechos con la LCA de Acayucan, enfrentándose abiertamente a los antiguos revolucionarios: "O sea que Sixto Pascual [ex revolucionario] con Francisco González [líder agrarista de San Fernando] pues no, no se jalaban bien. [...] Francisco traba­ jaba junto con el de la Liga de Comunidades Agrarias. Entonces, Francisco lo que decía era pues vamos a solicitar el ejido y este Sixto Pascual decía que no, que debe ser restitución'V' Los jóvenes agraristas también cuestionaban el control politico que tenía la cabecera municipal sobre las congregaciones y rancherías de sujurisdic­ ción: los principales bastiones del agrarismo se encontraban, precisamente, en algunas congregaciones cercanas a la cabecera municipal, sobre todo en Amamaloya y San Fernando. Para los jóvenes lideres, los vínculos con la LCA de Acayucan eran un medio importante para adquirir prestigio a nivel local, al encargarse de gestionar el apoyo de la Liga pata resolver problemas de diverso tipo que los campesinos enfrentaban. De esta manera, en el ám­ bito local, el agrarismo fue también una vía para desafiar el poder de los ex revolucionarios y aspirar a la presidencia municipal, sin necesidad de ser originario de la cabecera municipal ni de pertenecer al grupo cercano a los ex revolucionarios. No obstante que durante la década de 1940 los agraristas locales lograron controlar el ayuntamiento con el apoyo de la Liga regional campesina, los

21 Una descripción detallada de este ritual puede consultarse en Velázquez (2006).

22 Entrevista con Damián López, hijo de un líder agrarista de San Fernando, 25/08/00. El reparto agrario y el fraccionamiento de los territorios comunitarios 425

comunalistas se mantuvieron firmes en su lucha por la restitución de tierras, como lo demuestra la convención comunalista que organizaron en octubre de 1946 en la cabecera municipal de Soteapan. El objetivo de esta convención -a la que asistieron grupos de casi todas las congregaciones del municipio-: era discutir y aprobar "la solicitud que debe elevarse a la superioridad con respecto a la medición de tierras en mancomún para todos los habitantes que representan los comités ejecutivos agrarios reunidos"." La exigencia de restitución de tierras hecha por los cornunalistas se apoyaba en los registros históricos del pasado colonial, aludiendo a "la escritura y testimonio que existe en el archivo general de la nación, en cuya escritura que está fechada en el mes de septiembre de 1619, el Marquez de Guadalcazar, por mando del virrey Pedro de la Torre, dotó al pueblo de San Pedro Soteapan, Ver., de cincuenta de ganado mayor [88750 ha], donde consta que somos dueños de dichas tierras" (ibidem). La petición de recuperar y hacer uso de sus tierras bajo las modalidades creadas en el siglo XVII fue sostenida de nuevo en noviembre de 1951, cuan­ do los grupos comunalistas de la cabecera municipal y de 13 congregaciones dirigieron un escrito al jefe del Departamento Agrario en la ciudad de Méxi­ co, En este documento insistieron en "que los terrenos a los que nos referi­ mos los queremos en mancomún, o sea en la misma forma como fueron dotados de aquella época [colonial]"." Para finales de la década de 1950 to­ davía era fuerte la oposición a la dotación de ejidos individuales a cada una de las poblaciones. Así, cuando en 1958 un ingeniero de la CAM se presentó en Ocotal Chico para levantar un censo, campesinos de este lugar le mani­ festaron que no consideraban necesaria tal acción y que su único deseo era que el gobierno les restituyera sus tierras comunales para ser usadas en forma mancomunada: "[piden] sencillamente que se les señale una superficie que

23 ACAM, 2737, Soteapan, restitución,

24 ARAN, delegación Veracruz, expediente 16243, ff. 39-40. 426 Eric Léanard y Emilia Velázquez

ellos mismos indiquen para posesionarse de ellas en un uso comunal con todas las congregaciones cercanas'V' ,

LA pOLíTICA DE COLONIZACIÓN DEL TRÓPICO MEXICANO: UN NUEVO FRENTE DE ACOSO AL PROYECTO COMUNALlSTA

Mientras comunalistas y agraristas se confrontaban en torno a la manera de recuperar las antiguas tierras comunales, estas tierras fueron objeto de distin­ tas maniobras legales llevadas a cabo por actores exteriores a la comunidad de Soteapan. Así, en 1938la Compañía Mexicana de Bienes Inmuebles inter­ puso y ganó un amparo mediante el cual se impidió que las tierras de Soteapan y Mecayapan, sobre las cuales tenía la propiedad legal, fueran expropiadas por el gobierno mexicano junto con el resto de las propiedades de la Com­ pañia Mexicana de Petróleo El Águila. Sin embargo, en 1948 la Secretaría de Bienes Nacionales e Inspección Administrativa adquirió dichas tierras y las traspasó al dominio de Pemex, para que esta paraestatallas administrara." Tres años después, Pemex puso a disposición de la Secretaría de Agricultura y Ganadería (SAG) parte de estas tierras, y esta última se comprometió a re­ gularizar su situación "en términos de la ley y procediendo desde luego a su mejor aprovechamiento, en beneficio de la economía agropecuaria del país"." Bajo estas condiciones, y conforme a la ley de colonización de 1946, la SAG comenzó a promover la creación de colonias agrícola-ganaderas en el norte y sur de la sierra.

25 ACAM, 3195, Ocotal Chico,

26 La escritura de esta compra-venta pertenece al archivo del Registro Público de la Propiedad,. sección 1, Coatzacoalcos, junio-diciembre de 1948, rollo 265, y puede consultarse en el Archivo General del Estado de Veracruz.

27 El acuerdo entre Pemex y la SAG se publicó en el Diario Oficia/ellO de agosto de 1951, t. CLXXX­ VII, núm. 35, pp. 5-6. El reparto agrario y el fraccionamiento de los territorios comunitarios 427

Fue así como ganaderos de Acayucan y del centro de Veracruz irrumpie­ ron en el escenario agrario regionaLA mediados de la década de 1950, varios ganaderos mestizos comenzaron a ocupar terrenos al norte y oriente de la Sierra, invadiendo parte de las tierras que eran trabajadas por campesinos de los poblados popolucas de Piedra Labrada y Zapotitlán y del poblado nahua Arrecifes. Ante la expansión de los ganaderos, los campesinos popolucas y nahuas del oriente de la Sierra recurrieron a la LeA para tratar de frenar las. acciones del ingeniero contratado por losintegrantes de la recién fundada colonia La Perla del Golfo, quien estaba abriendo brechas y delimitando la superficie d~ la cual pretendían tomarposesión," En 1958 los campesinos de Arrecifes solicitaron a las autoridades agrarias "que se nos de la posesión legal y legítima de nuestras tierras [...] ordenándose se nos deslinden las tierras, en vista de que últimamente han estado llegando por estos rumbos, gentes que están colonizando [oo.] tratando de despojarnos de nuestras tierras".29· Hacia finales de la misma década, un proceso similar se desarrolló al sur del municipio de Soteapan; en tierras que popolucas ynahuas habían estado usando en forma mancomunada. Dos eran las colonias que se pretendía crear en estos terrenos: la primera, La Costeña; ya disponía de un croquis, elaborado en diciembre de 1959 y ampliado en marzo de 1960, así como de un censo que registraba a 98 presuntos colonos; la otra, denominada Francisco Donaciano Valdés,disponía de un acta constitutiva del 29 de noviembre de 1959,un croquis elaborado en febrero de 1961 y de un censo con 42 presuntos colonos." Estos colonos, según las quejas interpuestas porlas autoridades municipales, causaban fuertes perjuicios a los campesinos deSoteapan, ya que "en tiempo de cosecha .quitan el alambre y sueltan el ganado, haciéndonos daño [...]. Todo el kilómetro 10, nuestras mejores tierras, están en manos de estos ganaderos",3l

28 Queja que en 1956 envió el comité agrario de la congregación de Zapotitlán al presidente de la LCA, ACAM:, 4416. 29 ACAM, 4766, Arrecifes.

30 ACAM, 1432, San Pedro Soteapan.

31 ACAM, 1432, San Pedro Soteapan. 428 Eric Léonard y Emilia Velázquez

De esta manera, en el contexto de una política pública orientada a volver "productivas" las tierras tropicales, y a favorecer la consolidación de la pe­ queña propiedad privada, el margen de negociación y resistencia del grupo comunalista se restringió notablemente. Desde finales de la década de 1950 los campesinos popolucas y nahllas de las congregaciones más amenazadas por la expansión ganadera empezaron a solicitar la intervención de las auto­ ridades agrarias y a acogerse a la única opción jurídicamente válida que les quedaba: aceptar la dotación de tierras ejidales para cada poblado por sepa­ rado. El reparto agrario se ejecutó entre 1960 y 1964. La prolongada resistencia del grupo comunalista, que durante casi 30 años logró impedir el reparto ejidal, fue una expresión del fuerte arraigo po­ pular que tenía la gestión comunal de la tierra, la cual permitía a los miembros de la comunidad acceden a recursos territoriales diversos y complementarios. Era ésta una forma de ocupación del espacio que resultaba incomprensible para los ingenieros de la CAM, quienes reportaban que los campesinos popo­ lucas sembraban café, maíz y frijol "por métodos anticuados e invadiendo las tierras que se les ocurren año tras año, en forma arbitraria y sin tener cuidado de señalar una zona determinada [...] que debe ocupar cada poblado, razón por la cual las siembras de los campesinos de todos aquellos núcleos se en­ cuentran muy diseminadas y revueltas entre sí".32 . La ejecución del reparto agrario puede ser vista como el triunfo del ¡ proyecto estatal sobre la propuesta local de organización social. Sin embargo, la derrota del proyecto comunalista fue parcial, pues al interior de los ejidos se reprodujo el acceso comunal a la tierra, lo cual permitió que tanto ejidata­ rios como no ejidatarios hicieran uso de las tierras ejidales. Los campesinos de Soteapan y Mecayapan resignificaron el reparto agrario, creando una modalidad local de ejido que llamaron "ejido comunal", término que indica­ ba que las tierras ejidales se usaban como recurso comunal. Formalmente los campesinos se dividieron en ejidatarios o "derechosos" -los que poseían un

32 ACAM, 1421. .El reparto agrario y el fraccionamiento de los territorios comunitarios 429

certificado agrario-, por un lado, y "comuneros" -todos aquellos que, sin ser ejidatarios, tenían derecho a hacer uso de las tierras ejidales por ser miembros de la cornunidad-, por el otro. En la práctica, la frontera entre ejidatarios y comuneros fue casi inexistente, con lo que se dio una alteración notable del marco legal del proyecto estatal. En suma, el ejemplo de Soteapan apuntala el planteamiento de que las regulaciones dictadas desde el Estado no son absolutas, directas ni uni­ direccionale~. Por el contrario, estas regulaciones son mediadas por la rela­ ción dialéctica entre los postulados de una determinada cultura popular -encarnados en símbolos y significados que se encuentran arraigados en las prácticas diarias de los grupos subordinados- y las propuestas que el Estado promueye y ejecuta mediante sus diversas agencias e instituciones -en cuya práctica diaria también se (re)producen símbolos y significados- (Nugent y Alonso, 1994).

RESPUESTAS LOCALES Y VIOLENCIA ANTE LA SUBVERSiÓN DE LA LÓGICA COMUNAL

Al igual que en Los Tuxtlas, el reparto agrario en Soteapan y Mecayapan dio lugar a un importante reordenamiento del espacio.· Por una parte, se fijaron linderos hasta entonces desconocidos, que marcaban límites que ya no po­ dían traspasar los campesinos de cada poblado ahora convertido en ejido. Por otro lado, se crearon nuevos ejidos en. áreas hasta entonces poco habitadas, particularmente en las vertientes oriental y meridional de la sierra. Esta últi­ ma era un espacio bastante despoblado, en el que hasta 1950 sólo había dos viejos poblados -Amamaloya y Cuilonia- (véase figura 27.2), pero que desde tiempo atrás era utilizado para sembrar maíz por campesinos nahuas y po­ polucas d~ distintas localidades. Hacia mediados de la década de 1950 varios . de estos c~pesinos d~cidieron asentarse cerca de sus milpas, comenzando 430 Eric Léonard y Emilia Velázquez

así un proceso de colonización del área sur de la sierra, al que se añadieron campesinos jóvenes de la cabecera municipal y de poblados del área occiden­ tal a quienes empezaba a dificuitárse1es el acceso a tierras en sus lugares de origen. Este proceso de expansión de la frontera agraria se intensificó con el reparto agrario, lo que condujo a la conformación de una microrregión de­ dicada principalmente al cultivo de maíz y, en mucho menor medida, a la ganadería extensiva. Por lo que respecta al oriente de la sierra, en 1950 sólo había cuatro poblados -Arrecifes, Piedra: Labrada, Sochiapa y Mirador Pila­ pa- rodeados de grandes extensiones de selva tropical, hacia donde durante las décadas de 1960-1980 se dirigieron diversos contingentes de población popoluca, nahua y mestiza para fundar poblados y de inmediato solicitar tierras en ejido. En el marco de este proceso de colonización ejidal se fue construyendo un espacio social estructurado en torno a la expansión de un modelo ganadero introducido por los colonos de La Perla del Golfo (véase figura 27.3). Lo apartado de esta área, la carencia de caminos y puentes, la existencia de ríos caudalosos y de lodosas que se volvían intransita­ bles en época de lluvias hicieron que, a diferencia de los habitantes de la microrregión sur, los pobladores del oriente de la sierra mantuvieran escasas relaciones con sus cabeceras municipales. La expansión de la frontera agraria hacia los márgenes del antiguo terri­ torio popoluca tuvo lugar inicialmente bajo la lógica de ocupación del espacio derivada del uso mancomunado de las tierras. Sin embargo, a los pocos años del reparto agrario la lógica comunal empezó a ser subvertida por la influen­ cia de una nueva actividad económica: la ganadería bovina. Para desarrollar esta actividad, en la microrregión sur33 se organizaron grupos cuyos inte­ grantes cooperaban con dinero ytrabajo para comprar alambre de púas y "encerrar" porciones de la superficie ejidal, estableciendo ahí los potreros

33 La expansión de la ganacÍeríabovina en e!oriente de la sierra siguió un patrón diferente, en e! que jugó un pape! central la presencia de los ganaderos privados de La Perla del Golfo. En este apar­ tado sólo nos referiremos a la microrregión sur o maicera. El reparto agrario y el fraccion amiento de los territ orios comun itarios 431

para el ganado. E stos grupos generalmente se crearon a partir de iniciativas individuales de campesinos, usand o para ello las ganancias obtenidas por la venta de sus cosechas de frijol y de los puercos que engordaban con sus ex­ cedentes de maíz.

FIGURA 27 Evolución del poblamiento y la estructura agrari a en la Sierra de Santa Marta entre 1942 y 1972

1 Situación en 1942

•Localidadexistente en 1940 el Estancamiento pcblacicnal (entre -, y + 1 % por afio) O Bala moderada de la población (enue - , y ~ 3. 5% por afio) O Baja fuerte de la población(er are -3.5 y ·14% por año) • Increment o modelado de la pcblaoón (ent-e 1 y 3% la no) • Incremento fuerte de la población (entre 3 y 12°k por año] • Localidadcreada en el interperiodo ~ Ejido creado en períodosentenores ==:; Ejido creado en el lnterpericdc ~ Desplazamiento documentado de población ,p- Carretera asfaltada ,/ Camino de terracerla ./ Ferrocarril

10 20 1

2. Snuacrón en 1961 3 . Situación en 1972

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Elabo ració n: Rafael Palma }' Eric Léon ard. Fuente : S¡G So tavento lRD-CfESt\S . 432 Eric Léonard y Emilia Velázquez

Es decir, se trataba de pequeños empresarios -en el sentido literal y occidental de este término- que arriesgaban sus capitales incursionando en una nueva actividad económica que parecía altamente prometedora. Pero, a diferencia de los ganaderos establecidos en otras regiones del Sotavento veracruzano, cuyas empresas florecieron cobijadas por las redes de relaciones político• económicas que tejieron al amparo del poder gubernamental (Léonard, en este volumen), los ganaderos popolucas debieron crear sus propios mecanis­ mos de acumulación, entre los que figuraba el inicio de un proceso de aca­ paramiento de tierras ejidales que provocó enojo y descontento entre otros campesinos. Para detener el avance de estos ganaderoslocales,los inconformes recurrieron a la violencia directa, lo cual se tradujo en verdaderos zafarran­ chasque derivaron en la expulsión de las familias perdedoras. Ejemplos para­ digmáticos de esta situación los encontramos en Amamaloya y Cuilonia. En este último lugar, a principios de la década de 1970 un ejidatario, en asocia­ ción con un ganadero de Soteapan, estableció un "encierro" para mantener las 35 cabezas de ganado que había logrado adquirir más las 25 reses de su socio. Este primer ganadero de Cuilonia fue asesinado cerca de la cabecera municipal. Según el relato de uno de sus hijos: "lo mataron porque él quería hacer su parcela a su manera, por querer abarcar más tierra".34 Para entonces, otro grupo familiar, que también se dedicaba a la ganadería, había logrado hacerse del control del comisariado ejidal y supuestamente ejercía su poder recurriendo al asesinato de sus oponentes. Sin embargo, esta familia y sus partidarios no podían realizar conlibertad sus actividades porque sus integrantes empezaron a ser víctimas de robos en sus milpas y sus potre­ ros. De ello hacían responsable a otro grupo familiar del ejido, que no se de­ dicaba a la ganadería pero que había tenido vínculos de amistad con el primer ganadero asesinado. En 1974, cuando las tensiones eran ya muy fuertes entre ambas familias, el presidente municipal pidió que se efectuara una asamblea ejidal para discutir el asunto de los robos. Durante dicha asamblea, miembros

34 Entrevista de E. L. YE. V. con Moisés Rodríguez, Cuilonia Vieja, 16/07/03. El reparto agrario yel fraccionamiento de los territorios comunitarios 433

de la familia acusada irrumpieron con armas y dispararon "para espantar" a la gente, matando a cinco miembros de la.familia ganadera, cuyos integrantes restantes decidieron abandonar de inmediato el poblado ante el temor de correr la misma suerte. Éstos, junto con sus allegados y otros ejidatarios te­ merosos de la violencia' desatada, se asentaron en otra parte del ejido y funda­ ron un nuevo poblado (Cuilonia Nueva), el cual con el tiempo se convirtió en una población de mayor tamaño que el viejo Cuilonia. El ejército no intervino sino hasta un mes después del zafarrancho, pero p.ara entonces la familia agresora había abandonado el ejido para evitar ser aprehendida. La violencia asociada a las rivalidades entre grupos de ganaderos no fue exclusiva de Cuilonia. Por la misma época hubo hechos violentos en Buena­ vista, Morelos y Amamaloya, pueblos asentados en la misma microrregión sur. En Amamaloya el conflicto se desarrolló' siguiendo un patrón semejante al de Cuilonia: una familia popoluca logró acumular capital mediante el co­ mercio, la venta de sus excedentes de maíz, la.obtención de la concesión de un depósito de venta de refrescos y la posesiónde 100 cabezas de ganado que engordaban en un "encierro" -que establecieron en tierras ejidales, sus­ trayendo este terreno al acceso comunal. Esta familia entró en fuerte conflicto con otro grupo familiar del mismo poblado, y la enemistad derivó en un zafarrancho que tuvo lugar en 1971; después del cual el único sobreviviente, de la familia adinerada huyó del pueblo. En Amamaloya, igual que en Cuilo­ nia, el descontento contra los ejidatarios dueños de "encjerros" ganaderos no provenía exclusivamente de otros ejidatarios deseosos de desplazarlos, sino también de campesinos que veían con desagrado cómo disminuía la extensión de tierras a las que podían tener acceso para abrir sus milpas. Éstos, en represalia, entraban durante las noches a los "encierros" y mataban parte del ganado, lo cual era interpretado por los agredidos como una expresión de envidia por el éxito económico que habían logrado." Lo notable en estos

35 Entrevistas de E. L. YE. V. con Crispín Gutiérrez, Cuilonia Nueva, 01/11/03, y con Lucio Mo­ rales (sobreviviente del zafarrancho de Amamaloya), Chínameca, 15/07/03. 434 Eric Léonard y Emilia Velázquet

procesos de acaparamiento de tierras -como había ocurrido poco antes con la organización interna de los ejidos y con la introducción de la ganadería• fue la casi total ausencia de las instituciones y agentes gubernamentales. De igual manera, las respuestas que estas situaciones generaron transcurrieron al margen de las instituciones oficiales. Tanto en Cuilonia como en Amamaloya las primeras familias que se enri­ quecieron tenían en común el haber conseguido controlar el acceso al comi­ sariado ejidal, lo que difícilmente podía haberse realizado sin el apoyo de la Liga regional campesina. En el caso del jefe de la familia impugnada de Ama­ maloya, sus nexos con el agrarismo se remontaban a la década de 1940, ya que el principal líder agrarista de esta localidad en esos años fue quien le enseñó a leer al joven que años más tarde se convertiría en el hombre rico de Amama­ loya. Este personaje mantuvo el contacto con los agraristas de la región, en particular con Jonás Bibiano, quien en la década de 1960 se desempeñaba como dirigente de la Liga regional campesina de Acayucan.é" En suma, los simpatizantes del orden comunalista impidieron que me­ diante el control de las nuevas instancias de gobierno local -comisariado ejidal-, y los nexos con instancias extralocales -Liga regional campesina, Unión regional ganadera-, se subvirtiera la lógica comunal. A diferencia de lo ocurrido en Los Tuxtlas, en la microrregión sur de la Sierra .de Santa Marta no hubo las condiciones sociopolíticas ni culturales para el desarrollo de agentes monopolizadores de la intermediación política y la gestión de recursos patrimoniales, que eran relevantes para el anclaje local del dispositi­ vo de dominio estatal.

36 Entrevista de E. L. YE. V. con Lucio Morales, Chinameca, 15/07/03. El reparto agrario y el fraccionamiento de los territorios comunitarios 435

LA POlÍTICA AGRARIA Y LA INTERNALlZACIÓN DE LAS REGLAS OFICIALES POR PARTE DE LAS COMUI'lIDADES INDíGENAS: DERROTEROS Y VERICUETOS· DE UN PROYECTO NACIONAL

¿EL REPARTO AGRARIO COMO PROCESO DE FRONTERA INSTITUCIONAL?

En los dos contextos estudiados podemos ver que la política de reparto agrario, tal como fue definida e implementadaa partir del gobierno cardenis­ ta, condujo al desmembramiento territorial de las comunidades existentes, apoyándose para tal efecto en las tensiones asociadas a las reivindicaciones de grupos subordinados -jóvenes, localidades anexas a determinados pobla­ dos, congregaciones sujetas a sus cabeceras- en relación con el acceso a los recursos políticos ya cierta autonomía de gobierno.37 El reparto agrario ofreció a estos grupos una "ruta alterna" de acceso a los recursos producti­ vos, a los órganos de representación sociopolítica y al poder locaL En Los Tuxtlas, la implantación exitosa de este reparto agrario descansó en la acción de líderes locales insertos en el dispositivo de anclaje local o regional del . Estado -agencias de la administración federal como el Departamento Agra­ rio, las organizaciones campesinas incorporadas a la LCA y la CNC, los profe­ sores agraristas, el incipiente Banco de Crédito Ejidal, etc.-. Esta "ruta alterna" de acceso al poder local posibilitó la segregación política y territorial ..respecto de la organización municipaL A partir del cardenismo,la política agraria cobró en Los Tuxtlas una di­ mensión sociocultural estructurante que puede remitir a procesos clave para entender las dinámicas del cambio institucional y de la organización política .. 37 Autores como Mallan (1995), Rus (1995) y Kourí (2004) han mostrado, para diferentes épocas y diferentes regiones del país, la recurrencia de este tipo de reivindicaciones. 436 Eric Léonard y Emilia Velázquez

en otras zonas rurales del Sotavento. Como hemos señalado, el reparto agra­ rio propició que ciertos sectores de la sociedad local seapropiaran de partes periféricas pero importantes del territorio comunal o municipal, vía la dota- .ción de ejidos y la creación de nuevas localidades. Estos nuevos poblados se sustrajeron al control comunitario que existía en sus lugares de origen, nego­ ciando en forma independiente de los poderes tradicionales la implantación de las reglas del Estado. En este proceso de escisión pueden observarse ciertos rasgos que corresponden al modelo de "frontera intersticial" pro­ puesto por Kopytoff (1987) para analizar la separación de su sociedad origi­ nal por parte de grupos organizados en África precolonial. Según este modelo, se generan en el seno de las sociedades nativas, en forma recurrente y casi sistémica, procesos de escisión por parte de grupos desfavorablemen­ te ubicados en las cadenas de transmisión de los recursos simbólicos y polí• ticos. Estos grupos se desplazan hacia espacios intersticiales escasamente controlados por el Estado del que son oriundos, o incluso sin ningún control estatal. Esta circunstancia facilita la creación de arreglos políticos novedosos, a los cuales se llega con bastante autonomía de los poderes locales -comuni­ dad y ayuntamiento en los dos casos estudiados aquí- y centrales -Estado-. En este proceso tienen un papel fundamental los llamados "empresarios políticos", quienes desarrollan y dirigen las estrategias de movilidad y posi­ cionamiento en las fronteras intersticiales." En este modelo explicativo, la frontera intersticial, más que un lugar físi• co, es un espacio social en el que el vacío institucional -existente o creado­ imperante posibilita la instauración de una organización política basada en la personalización de las relaciones de poder, que fue lo que ocurrió en Los Tuxtlas, o en las zonas de colonización ganadera de los llanos de Acayucan (Léonard, en este volumen): En este sentido, el concepto de frontera intersti­ cial refiere tanto a un proceso espacial como político: se trata de una periferia territorial en la que se crean y reproducen formas de organización política

38 En una perspectiva comparativa, véase Kopytoff (1987) y Chauveau etal. (2004). El reparto agrario y el fraccionamiento de los territorios comunitarios 437

con escasa regulación de las instituciones oficiales del Estado, pero que son toleradas por el poder central -y a veces incluso promovidas- durante su proceso de consolidación." Por otra parte, los ejemplos de Los Tuxtlas y de la Sierra de Santa Marta evidencian la variedad de las respuestas locales ante la implementación de un proyecto centralizador hegemónico. Si el proceso de frontera se desarrolló en ambas regiones ton características espaciales y sociológicas similares, no se tradujo de la misma manera exitosa -desde el punto de vista del Estado central- en la integración de las nuevas comunidades campesinas al disposi­ tivo de anclaje local del mismo; o mejor dicho, resultó en configuraciones . muy diferentes del "Estado local", Si bien el modo de gobernancia local ba­ sado en la concentración y personalización de las funciones de mediación política y económica se difundió ampliamente en Los Tuxtlas, en las comu­ nidades ejidales ubicadas al sur de lá Sierra de Santa Marta este modelo fue violentamente impugnado. Y mientras la gestión patrimonialista y el acapara­ miento de los recursos locales por parte de los "empresarios agrarios" cobró le~t:llp.idad en San Andrés Tuxcla,en la frontera sur del municipio de Sotea-

39 En el modelo sistémico de Kopytoff (1987), elaborado a partir de la experiencia africana, los inter­ cambios entte la "frontera" y la "metrópoli" (o poder centtal) conttibuyen a la reproducción de un modelo político que es constantemente revalidado y revitalizado desde las fronteras del sistema. De ahíque la frontera intersticial opere como una fuerza conservadora desde el punto de vista cultural e ideológico. En el caso de México, la extensión espacial y temporal del proceso de reparto agrario, a lo largo de 40 años y sobre la mitad del territorio nacional, perrnfte preguntarse si su papel en la consttucción de la cultuta política y del modelo de gubernamentalidad rural, marcados por la per­ sonalización de las funciones de mediación, la verticalidad de las relaciones políticas y la centtalidad de las relaciones de pattonazgo, no remite a los rasgos "culturales" fundamentales del modelo de frontera de· Kopytoff. En el sur de Veracruz, en particular, las modalidades de propagación del reparto agrario a las llanuras despobladas del Istmo centtal y del litoral sotaventino, a partir de los años 1950, mediante dinámicas de colonización, y la consttucció? de nuevos territorios por empre­ sarios político-económicos asociados a la actividad ganadera, en coordinación con las agencias fe­ derales y las organizaciones gremiales del Estado-partido, ilusttan el alcance sistémico y el papel conservador de la "frontera agraria" en la difusión del modelo dé gubernamentalidad rural asocia­ do al Estado corporativista posrevolucionario (véase Léonard, en este volumen). 438 Eric Léonard y Emilia Velázquez

pan estos personajes fueron por lo regular combatidos mediante acciones violentas que muchas veces llegaron al exterminio físico o la expulsión. Varios son los factores que pueden explicar esas dinámicas locales diver­ gentes. Un aspecto fundamental tiene que ver con la configuración socioes­ pacial, y en particular con el papel y la localización del centro rector de cada sistema regionaL En San Andrés Tuxtla, desde por lo menos la fundación del ayuntamiento, en los albores de la Independencia, la "comunidad de natura­ les" fue penetrada por empresarios, comerciantes y profesionistas criollos o afromestizos, quienes desempeñaron un papel protagónico en las dinámicas políticas y en la conversión de la villa de San Andrés en centro económico regional, desplazando a su antigua cabecera, Santiago Tuxtla (Léonard, 2007). Esto explica que el proceso de construcción del "Estado local" durante el periodo posrevolucionario fuera profundamente influido por las élites sa­ nandrescanas. Con leves cambios en su composición, estas élites sobrevivieron al decli­ ve del Porfiriato, conservando una posición clave en el financiamiento y el acopio deja producción agropecuaria -maíz, frijol, tabaco, plátano-, así co­ mo en la representación -o cooptación- del nuevo Estado en sus diferentes componentes -administración agraria; Banco de Crédito Ejidal; LCA y des­ pués Comité Regional Campesino de la CNC; Comité Municipal del PRI-. El poder político y económico que esta vieja élite -asentada en la ciudad de San Andrés- conservó bajo el nuevo régimen requirió de las relaciones clientela­ res que tejió con los "empresario agrarios" que dirigieron la ocupación de las fronteras intersticiales.Y, a la vez, la legitimación del accionar y el poder de dichos "empresarios" provino en gran medida del centro político de la re­ gión, a través, del dispositivo de representación formal e informal del Estado que se concentró en la ciudad de San Andrés Tuxtla. En cambio, la Sierra de Santa Marta ha constituido a lo largo de su his­ toria una periferia del sistema regional del cual forma parte. Este sistema se estructuró desde la Colonia en torno a la ciudad de Acayucan (Alcántara, en este volumen), y a partir de finales del siglo XIX incorporó dos nuevos cen- El reparto agrario y el fraccionamiento de los territorios comunitarios 439

tros rectores: Coatzacoalcos y Minatitlán (Velázquez, en este volumen). A diferencia de las élites de San Andrés, los comerciantes de estos centros rectores no intervinieron directamente en la organización de la producción campesina y tampoco en la compra de tierras o de bienes en la antigua co­ munidad de Soteapan, ni antes ni después de la Revolución." A partir de la década de 1940, además, el interés de las élites regionales se concentró sobre todo en la apertura del frente de colonización ganadera del Istmo central. En este contexto, ni las élites popolucas tuvieron influencia política y económica en el espacio regional, ni las élites económicas de los centros urbanos del Istmo ejercieron un control directo sobre la economía de la sierra. Como consecuencia de esta escasa compenetración de los intereses de las élites locales y regionales, el aparato administrativo y corporativo del Estado posrevolucionario -que se centró en la ciudad de Acayucan- tam­ poco desarrolló ramificaciones en la sierra. Ésta permaneció fuera de los dispositivos de intervención pública hasta mitad de los años 1970, cuando se estableció un comité regional campesino de la CNC en el municipio de Mecayapan y se implantaron programas de desarrollo (Fideicomiso Ejidal Ganadero y Pider) y apoyo a la educación y la cultura popular (INI, DGCP). En otros términos, mientras que en el municipio de San Andrés Tuxtla los dispositivos de anclaje local del Estado estaban firmemente establecidos

40 Los popolucas de Soteapan tenían además una reputación de revoltosos y violentos desde el siglo . XIX, ya que en la década de 1880 en tres ocasiones se sublevaron para protestar contra la política agraria y hacendaria. La más violenta de estas protestas tuvo lugar en 1888, cuando e!1 Ode mayo,' a las cinco de la mañana, más de 100 indígenas armados mataron aun español que fungía como tesorero municipal y juez auxiliar del Registro Civil, a su esposa y su hijo, a un sirviente, al secreta­ rio deayuntamiento, a un comerciante español y a dos guardias. Una vez hecho esto, los sublevados procedieron a romper todos los documentos de la tesorería, así como los libros de cuentas de! comercio que poseían e! tesorero municipal y e! comerciante muerto (Blázquez, 1986: 2764). La movilización de los popolucas en e!levantarniento magonista de 1906 reforzó la percepción que desde las ciudades de la planicie se tenía de la sierra como un lugar sumamente peligroso, por lo que los comerciantes itinerantes 'de Chimameca, Chacalapa y Minatitlán no se atrevían a incluirla en su ruta comercial. Bradley (1988) asegura que fue hasta la década de 1930 que algunos comer­ ciantes de Chinameca se arriesgaron a entrar a Soteapan y Mecayapan a comprar frijol y cerdos. 440 Eric Léonard y Emilia Velázquez

desde finales de la administración cardenista, en el municipio serrano de Soteapan tales dispositivos sólo lograron implantarse de manera intermi­ tente y con poca legitimidad. Así, la centralidad de las instituciones estatales en Los Tuxtlas contrastó con el carácter "descentrado" de la política local en la Sierra de Santa Marta. Estas diferencias en la configuración de los centros políticos se han tra­ ducido en divergencias en las fuentes y principios de legitimación de los poderes locales, y más específicamente del desempeño de los "empresarios agrarios". En Los Tuxtlas, la instituciones y reglas estatales sirvieron para revalidar la creación de monopolios de intermediación durante el proceso de frontera agraria, lo que condujo a que los líderes cardenistas ejercieran durante décadas un fuerte patronazgo sobre la población ejidal. En cambio, en la Sierra de Santa Marta la legitimación de los líderes que dirigieron el proceso de frontera agraria debiópasar por el referencial comunitario, desde el cual se limitó la consolidación de los "empresarios agrarios". Éstos, a di­ ferencia de los que surgieron en Los Tuxtlas, actuaban por cuenta propia, sin ningún apoyo económico de las élites regionales ni de las agencias finan­ cieras estatales, aunque sí contaban con la asesoría del Comité Regional Campesino de la CNC con sede en Acayucan. Aun cuando el reparto agrario a principios de la década de J 960 propició el desmantelamiento de la comu­ nidad indígena de Soteapan, la dinámica ejidal permaneció sujeta a la nor­ matividad agraria consuetudinaria hasta mediados de la década de 1970 y principios de la siguiente década, cuando tuvo lugar un proceso de parcela­ miento de los "ejidos comunales". Por la misma época, los ejidos que duran­ te el cardenismo se crearon en la frontera intersticial del municipiode San Andrés Tuxtla experimentaron también un proceso de parcelamiento, dando lugar al surgimiento de nuevas formas de ciudadanías locales, asociadas a la figura del ejido. El reparto agrario y el fraccionamiento de los territorios comunitarios 441

ENDOGEI\IEIDAD O EXOGENEIDAD DEL CAMBIO INSTITUCIONAL: PARCELAMIENTO EJIDAL y SURGIMIENTO DE NUEVAS CIUDADANíAS LOCALES

El parcelamiento de los ejidos regidos por normas comunales de acceso a la tierra ha constituido un momento clave de la dinámica institucional en ambas regiones. 'No deja de llamar la atención el carácter casi simultáneo de este cambio en las reglas de uso de las tierras en dos zonas que, hasta entonces, habían seguido trayectorias muy diferentes de organización sociopolítica. La endogeneidad de dicho cambio es otro punto que merece ser resaltado. Al inicio de lasañas setenta, varios factores contribuyeron a modificar las condiciones de uso de las tierras ejidales y llevaron a cuestionar las reglas que regulaban dicho uso. En primer lugar, la década de 1970 marcó un pe­ riodo bisagra en el relevo generacional, entre los campesinos que habían integrado los censos agrarios del reparto cardenista" y sus hijos, que los sustituyeron tanto en el uso de las tierras como en la posesión delos derechos agrarios. La integración de nuevas generaciones, más numerosas, en un espa­ cio ahora "cerrado" por la realización del reparto agrario planteó apremios nuevos para las instituciones que habían regulado el acceso a las tierras de los fundadores del ejido. En particular, las demandas de acceso a los recursos productivos formu­ ladas por los jóvenes ,campesinos se enfrentaron con las normas que regula­ ban la posesión de los, "acahuales". La práctica del acahual, consistente en dejar de trabajar durante varios años las parcelas previamente cultivadas, con .la finalidad de que recuperen su fertilidad, era parte del sistema de cultivo de roza, tumba y quema practicado tanto en Los Tuxtlas como en la Sierra de Santa Marta. Bajo la lógica comunal, la unidad doméstica que había abierto

41 En la Sierra de Santa Marta muchos ejidos creados en la década de 1960 fueron dotados con base en los censos levantados en la época cardenista, es decir, en referencia a un número de solicitantes, que distaba mucho de la realidad demográfica que imperaba en el momento de la dotación de tierras, y aún más de la que prevalecía al inicio de los años setenta. 442 Eric Léonard y Emilia Velázquez

al cultivo una parcela, del tamaño que fuera, adquiría derecho de posesión por tiempo indefinido sobre el terreno en el que había invertido su trabajo, aun cuando permaneciera como acahual; este derecho de posesión se traspa­ saba de padres a hijos o nietos. Al comenzar la década de 1970 se multiplica­ ron las impugnaciones hacia lbs campesinos, fueran o no ejidatarios, que "por ambición hadan muchos acahuales" y' acaparaban las tierras ejidales, restringiendo la posibilidad de los jóvenes de ocupar extensiones de tamaño suficiente para el establecimiento de sus milpas. Estos jóvenes comenzaron entonces a plantear la necesidad de parcelar los ejidos y asignarle a cada eji­ datario la superficie que le correspondiera según las dotaciones ejidales; en otros términos, lo que se reclamaba era sustraer a la colectividad las prerro­ gativas de regulación agraria, para transferirla a los ejidatarios y restringirla al ámbito familiar. En Los Tuxtlas, estas demandas fueron reforzadas por la difusión de nuevos medios de producción, asociados a la "revolución verde", y del crédito agrícola -herbicidas y fertilizantes químicos, y luego mecanización-, que permitieron incrementar la superficie que un jefe de familia podía cultivar solo: ésta pasó de 1 o 1.S ha de milpa a más de tres (Léonard, 2000). Los ejidatarios, que concentraban el acceso oficial al crédito, tuvieron por tanto un interés creciente a reclamar una redistribución de las tierras basada en la normatividad legal que les permitiera asegurar el futuro de sus hijos."

42 En San Andrés Tuxtla las reivindicaciones de parcelamiento surgieron tan temprano como se concluyó el reparto cardenista, pero tuvieron una audiencia muy escasa ante la CLA de Veracruz. Intentos de parcelamiento son mencionados para principios de la década de 1940 en los expe­ dientes agrarios de Xoteapan (ARAN, 140, septiembre de 1941) y Buenavista; en este último pueblo, el parcelamiento iniciado por el comisariado en turno fue cancelado por la administración agraria a raíz de las presiones ejercidas por un grupo de productores "que han acaparado grandes canti­ dades de tierras en el ejido" (ACAM, 812, junio de 1942). Esta tendencia no era exclusiva del sur de Veracruz: el parcelamiento ejidal había sido el objeto de uno de los primeros decretos del presidente Ávila Camacho, en 1941, con el fin de "impedir las hegemonías indebidas en el seno de las comunidades ejidales del país" (citado en Baitenmann, 1997: 146). Dicho decreto se con­ virtió en letra muerta en la mayoría de los estados del país. El reparto agrario y el fraccionamiento de los territorios comunitarios 443

En muchos ejidos, en particular en las partes sureñas de los municipios de Soteapan y San Andrés Tuxtla, estas condiciones fueron agudizadas por el peso creciente de la ganadería en las economías locales. En Los Tuxtlas, el desarrollo ganadero se había iniciado en la década de 1950, a 'manos de los empresarios agrarios y sus allegados, quienes -al igual que en la Sierra de Santa Marta- empezaron a establecer grandes "encierros" en los terrenos administrados bajo los principios comunales de libre acceso a la tierra. Pero a diferencia de lo ocurrido en pueblos de Soteapan -como Amamaloya o Cuilonia-, los ganaderos de ejidos como Bodegas de Totoltepec o Tulapan, en el municipio de San Andrés Tuxtla, pudieron valerse de sus relaciones con la administración agraria y los grandescúmerciantes de la cabecera municipal para mantener los acaparamientos que habían realizado. No fue sino hasta 20 años después, con el envejecimiento de estos lideres y la ruptura de sus monopolios de intermediación local a raíz de la intervención estatal, cuando el acaparamiento de los terrenos ejidales por parte de los ganaderos se con­ virtió en argumento central de los reclamos de parcelamiento, En la zona sur del municipio deSoteapan, después de los zafarranchos ocurridos a principios de los años setenta, el desarrollo de la ganadería fue impulsado por el Fideicomiso Ejidal Ganadero y el Pider, En Cuilonia y Amamaloya se organizaron grupos para obtener y administrar créditos gana­ deros, la mayoría de las veces en torno a organizaciones clientelares lideradas por ciertas familias. Dichos grupos fueron cercando partes de los ejidos comunales, en las que metieron a pastar el ganado adquirido con el crédito.43 Estas experiencias fueron percibidas como un resurgimiento de la amenaza de acaparamiento de tierras ejidales por parte de los ganaderos. A princi­ pios de la década de 1980 un grupo de jóvenes ejidatarios de Amamaloya, "que sabíamos leer y conocíamos la ley agraria comenzamos a luchar por el parcelamiento" del ejido, lo cual se logró hacia 1984. 44 Un proceso similar se

43 Entrevista de E. L. YE. V. con Nicasio Gutiérrez, Arnamaloya, 15/07/03.

44 Entrevista de E. L. YE. V. con Lorenzo Ramírez, Arnamaloya, 16/07/03. 444 Eric léonard y Emilia Velázquez

produjo en Cuilonia, donde la gran mayoría de los ejidatarios decidió dedi­ carse exclusivamente al cultivo del maíz. Por la misma época, la idea del parcelamiento como una solución para resolver el problema de acceso in­ .equitativo a las tierras ejidales fue sugerida a jóvenes ejidatarios inconformes de Kilómetro Diez, un ejido vecino, por Manuel Bibiano, secretario general del comité regional campesino de Acayucan. A pesar de esta última referencia, estos procesos de cambio en las normas . locales de acceso a la tierra se caracterizaron por su carácter fuertemente en­ dógeno en ambas regiones. La redistribución de las tierras, si bien fue reali­ zada en referencia a la reglamentación agraria, sólo en contados casos apeló a los servicios de la Secretaría de Reforma Agraria (SRA); los .expedientes agrarios de los ejidos, por lo regular, ni siquiera mencionan su realización. Ésta, sin embargo, tuvo un impacto muy difundido. Sólo los ejidos de la .zona cafetalera de Soteapan, donde la dispersión de las fincas y su carácter perenne dificultaban la redistribución de las tierras en parcelas del tamaño legal, permanecieron bajo la forma de ejidos comunales hasta el cambio de la legislación agraria y la realización del Programa de Certificación de los Derechos Ejidales (procede), en la segunda mitad de los años noventa.. Lo notabledelos procesos locales de parcelamiento es que parecen haber resultado de las transformaciones de las condiciones técnico-económicas de la producción campesina, antes que de las trayectorias sociopolíticas, las cuales -como lo vimos- difirieron notablemente de una región a la otra. En ambas, el agotamiento del modelo de acceso abierto a la tierra se relacionó ante todo con factores "estructurales", como el crecimiento demográfico y los cambios de los sistemas de producción agropecuaria, en una situación de agotamiento de la frontera agraria que obligaba a las comunidades ejidales a enfrentar en un espacio finito las demandas de acceso a la tierra de las nuevas generacIones. El parcelamiento de los ejidos "comunales" marcó un cambio mayor en la producción de la regulación agraria. Consagró el desplazamiento de las normas consuetudinarias asociadas a la organización comunal por las reglas El reparto agrario y el fraccionamiento de los territorios comunitarios 445

oficiales de la legislación agraria; y su carácter endógeno reforzó aúnmás la significación sociopolítica de dicha evolución. Se tradujo en un cambio muy significativo en el sentido yel contenido de las categorías de ciudadanía local, que la reforma del artículo 27 constitucional de 1992 Y la realización del Procede vino a formalizar y reforzar: a partir del parcelamiento, la figura del ejidatario, que ejerce el derecho de posesión de la tierra empareelada, se impuso a la del "comunero"." Como consecuencia, la ciudadanía agraria de tipo individual-aun cuando constituyera un estatuto sujeto a formas lo­ cales de regulación, ya que la as-amblea ejidal conservó hasta 1992 Ola prerro­ gativa de privar de sus derechos agrarios a los ejidatarios que infringían el reglamento interno-. se sobrepuso a la ciudadanía comunal, de tipo colectivo. El paso siguiente, con el "desernpoderamiento" de las instituciones ejidales ~ raíz de las reformas legales de 1992 y del Procede, contribuiría a reforzar el carácter individual de la ciudadanía ejidal, acentuando la estratificación de las categorías socioagrarias-.

CONCLUSiÓN: LA COI\JSTRUCClÓN LOCAL DEL ESTADO EN LAS REGIONES INDíGENAS DEl SUR DE VERACRUZ. ¿PROYECTO HEGEMÓNICO O SINCRETISMO INSTITUCIONAL?

El estudio comparativo de las modalidades locales de implantación del pro-. yecto agrarista nacional en dos regiones vecinas del sur de Veracruz deja .. entrever dos principales puntos de atención. El primero tiene que ver con la

45 Con la realización del Procede, la categoría local del comunero llegaría a desaparecer, al ser divi­ dida en.tres categorías jurídico-administrativas: el "posesionario", dueño de una parcela agrícola . en espera de su registro como ejidatario ante la asamblea local; el "avecindado", propietario de un solar en la zona residencial del ejido; y el "poblador", desprovisto de título de propiedad y por tanto no registrado como "sujeto agrario" por la administración federal (Pérez Castañeda, 2002). 446 Eric Léonard y Emilia Velázquez

vulnerabilidad contrastada de las organizaciones comunales ante las embesti­ das del Estado posrevolucionario en el Veracruz de los años treinta y cuarenta. Estos distintos rangos de vulnerabilidad de la organización comunitaria sólo pueden entenderse desde una perspectiva de larga duración. La historia de las comunidades indígenas de San Andrés y Soteapan se desarrolló por ca­ minos diferentes desde la Colonia. En los primeros años de este periodo los nahuasdeSan Andrés quedaron insertos en un sistema mercantil vinculado a la explotación de un nuevo cultivo -la caña de azúcar- y sus tierras pasa­ ron a ser parte del patrimonio del Marquesado del Valle de Hernán Cortés (Aguirre Beltrán, 1992; González Sierra, 1994). Por el contrario, los zoque­ popolucas de Soteapan se mantuvieron al margen de la actividad económica predominante en los llanos de Acayucan -la ganadería bovina-, y desde el siglo XVII adquirieron títulos virreinales que amparaban la posesión de sus tierras comunales (Velázquez, 2006). Esta situación influyó en la diversa manera en que ambas comunidades indígenas fueron impactadas por las leyes liberales decimonónicas. A partir del siglo XVIII, la dinámica agraria y política de San Andrés fue fuertemente influenciada por el desarrollo de un grupo local de empresarios criollos y mestizos, que fincó sus intereses primero en la producción campesina de algodón y luego en la de tabaco (González Sierra, 1989), desempeñando un papel central en la adquisición de las tierras del común municipal, en 1839, y su gestión ulterior, y controlando el ayuntamiento de la villa. Aunque dura­ mente negociada, la privatización de las tierras municipales, en 1886, permi­ tió a este grupo afianzar su control sobre los recursos territoriales y marginar por completo a las aldeas indígenas del poder político (Léonard, 2007). Así, al finalizar el primer tercio del siglo xx, en Los Tuxtlas las estructuras comu- . nales estaban profunda e irremediablemente debilitadas. Una expresión no­ table de este debilitamiento radicó en la manifestación de disensiones políticas y administrativas -entre cabeceras y congregaciones-, que encu­ brían muchas veces fracturas generacionales, por un lado, entre los líderes revolucionarios, comprometidos en el restablecimiento de un poder munici- El reparto agrario y el fraccionamiento de los territorios comunitarios 447

pal centralizado y, por otro, jóvenes campesinos marginados de las redes de acceso a los recursos politicos comunales. A diferencia de lo ocurrido con la mayoría de las comunidades indígenas de la planicie del Istmo veracruzano, Soteapan mantuvo la posesión de sus tierras' comunales hasta 1902, año en el que ,gran parte de estas tierras le fueron adjudicadas a las herederas de un funcionario porfirista, Manuel Ro­ mero Rubio, quienes las vendieron al empresario inglés Feetman Pearson. Sin embargo, ninguno de estos propietarios dio un uso productivo a estas tierras, lo que facilitó que los popolucas de Soteapan mantuvieran un control deJacto sobre las tierras, aun cuando legalmente hubieran sido desposeídos de las mismas (Velázquez, en este volumen). Pese a que su gobierno y sistema de autoridad comunal estaba sujeto a fuertes cuestionamientos'por parte de un grupo interno, el proyecto comunal tuvo en Soteapan la fuerza suficiente para detener el reparto agrario durante casi 30 años, de tal manera que ni el tejedismo ni e1cardenismo lograron instaurar la propuesta estatal de reforma agraria en la que el ejido se convertiría en el principal instrumento "para transformara los campesinos revolucionarios en partidarios del nuevo Estado" (Nugent y Alonso, 1994: 227). Sin embargo, una vez llevado a cabo el reparto agrario en Soteapan, tuvo lugar un:proceSosemejante al registrado años antes enLos Tuxtlas, Enam­ bas regioneslas dotaciones agrarias supusieron el desmembramiento territo­ rial y politico de las comunidades indígenas, elcualfacilitó el anclaje local de las instituciones oficiales del Estado posrevolucionario y sus apéndices cor­ porativos. Asociado a ello ocurrió un desplazamiento de los. referentes comunales, considerados por las élites nacionales desde los albores de la Independencia como los soportes de las reivindicaciones autonómicas de los pueblos indígenas. Sin embargo, la disolución politica de las comunidades no' derivó. en el abandono de los registros de justificación y regulación constitui­ dos por los sistemas de reglas y normas de tipo comunal: por el contrario, éstos sirvieron de base al surgimiento de los ejidos comunales, que fueron la expresión más generalizada del reparto agrario en las dos regiones. 448 Eric Léonard y Emilia Velázquez

El segundo punto que interesa resaltar radica en la capacidad de las orga­ nizaciones e instituciones de corte local para apropiarse y resignificar el cambio institucional propuesto por el Estado. En Los Tuxtlas y la Sierra de Santa Marta, el ejido resultante del reparto agrario pareció más una reproduc­ ción a escala reducida de la comunidad indígena de la que procedía -ampu­ tada, cierto es, de sus órganos de gobierno gerontocrático y los sistemas de cargo que operaban en las comunidades de origen, pero profundamente moldeada por las instituciones de corte comunal- que la implementación de un proyecto hegemónico de sujeción institucional. Al respecto, es necesario subrayar que el acceso comunal a la tierra debe analizarse en función de la organización política local y el entorno regional imperantes en determinados momentos históricos. Los casos narrados en este trabajo muestran que así corno las normas de acceso abierto a la tierra pueden derivar en regulaciones incluyentes, también son susceptibles de convertirse en una vía para la capitalización -política y económica- de unos cuantos. De la misma manera, la autonomía -comunal o municipal- puede ser parte tanto de un proyecto político democratizador como de un mecanis- . mo de dominio y control de unos cuantos sobre la comunidad. Finalmente, cabe decir que el reparto ejidalde corte cardenista realizado en las sierras de Los Tuxtlas y Santa Marta aparece ante todo como un proceso de reconfiguración, pero no de disolución, de la comunidad indígena, que impulsó primero su fraccionamiento y procuró luego, con un éxito variable y al cabo de plazos temporales diferentes, fomentar las condiciones del an­ claje local de las instituciones estatales. La figura del "empresario agrario", que cobró tal relevancia en Los Tuxtlas, personalizando las funciones de mediación política y económica con las estructuras regionales y nacionales de poder," puede ser analizada como un eslabón esencial del proceso de

46 Cabe establecer aquí un paralelo con la situación descrita por Rus (1995) para Los Altos de , donde ese autor atribuye una función parecida e igualmente relevante a los "escribas", que desempeñaron funciones clave de intermediarios administrativos y, en forma creciente, eco- . nómicos en las comunidades remodeladas por la intervención agraria. El reparto agrario ~. el fraccionamiento de los territorios comunitarios 449

"institucionalización" del Estado posrevolucionario y su cuerpo de reglas formales -las leyes y reglamentaciones administrativas- e informales -el clientelismo gremial, la delegación de prerrogativas estatales a actores priva­ dos, tales como los empresarios del sector tabacalero, los grandes comer­ ciantes de grano o los grandes ganaderos- en las zonas rurales marcadas por la presencia indígena. Las resistencias a la institucionalización de esa figura en la Sierra de Santa Marta pueden ser vistas por igual como consecuencia y causa de la permanencia de la sociedad regional en la periferia del sistema político surgido del cardenísmo. Con todo, el mayor cambio provocado por el proceso de reparto agrario radicó en el hecho de que, a partir de la fundación de los ejidos y cualquiera que hayan sido sus bases institucionales de regulación, las reglas oficiales aparecieron como una opción concreta y válida para alterar la correlación de fuerzas en los ámbitos locales y regionales. La apelación a esas reglas del Esta­ do, tal como se pudo observar en ocasión de los procesos locales de "paree­ lamiento económico", respondió muchas veces al surgimiento de apremios nuevos, vinculados con cambios estructurales mayores en la composición de la población -densidad demográfica, estructura por edades- o en el entorno económico de las comunidades campesinas. Igual que sucedió con el reparto agrario, el cambio generacional resultó ser un momento clave para modificar 'en forma radical las normas locales de regulación agraria y sociopolítica.

ARCHIVOS CONSULTADOS

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El Istmo mexicano: una región inasequible. . ,. . Estado, poderes locales y dinámicas espaciales (siglos XVI-XXI)-

Ernilia Velázquez, Eric Léonard, . Odile Hoffmanny M:-F. Prévót-Schapira . (coordinadores)

Eii"ii"~ ~ !!!H.'ll='~""" Institut de recherche . CliSM pour le développement 972.74 '1679 El Istmo mexicano: una región inasequible. Estado, poderes locales y dinámicas espaciales (siglos XVI-XXI)! coordinado por Emilia Velázquez, Erlc Léonard, Odile Hoffmann y Marie-France Prévót-Schapira, -- México: Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, Institut ~e Recherche pour le Développement, 2009 718 p. : il. maps. ; 26 cm. -- (publicaciones de la Casa Chata).

Incluye bibliografía ISBN 978-607-486-004-7,

1. Tehuantepec, Istmo de (México) - Historia. 2. Tehuantepec, Istmo de (México) ­ Descripción y viajes. 3. Tehuantepec, Istmo de (México) - Condiciones económicas ­ Siglos XVI-XXI. 4. Tehuantepec, Istmo de (México) - Política y gobierno - Siglos XVI-XXI. 5. (México) - Historia - Colonia española, 1540-1810. I. t.Tl, Velázquez, Emilia, coord. III. Léonard, Eric, coord. Iv. Hoffmann, Odile, coord. V. Prévót-Schapira, Marie-France, coord. VI. Serie.

Corrección: Norma Fernández y Bulmaro Sánchez Formación: Alógrafo Diseño de portada: Gabriel Salazar a partir del grabado Elviolín de Alec Dempster Edición de figuras: Pablo Guzmán de la Cruz

Primera edición: 2009

© Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS) Juárez 222, Col. Tlalpan, c.P. 14000, México, D. F. [email protected]

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ISBN 978-607-486-004-7

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