“Empréstitos negociados por el Consulado

para la lucha contra la invasión francesa en España, 1809-1812”

Guillermina del Valle Pavón

Instituto de Investigaciones Dr. José Ma. Luis Mora

La ocupación de la Península Ibérica por las tropas napoleónicas, de 1808 a 1814, constituye un momento clave en la Historia de la Vieja y la Nueva España porque dio lugar a la creación de la Suprema Central Gubernativa que, tras asumir la soberanía ante la ausencia de Fernando VII,1 declaró la igualdad entre la Península y sus colonias; mientras que el Consejo de Regencia que la reemplazó, convocó a las Cortes que redactaron la Constitución de 1812. Son numerosos los historiadores que han investigado la crisis del Antiguo Régimen colonial español que desencadenó la invasión de las fuerzas de Napoleón.2 Sin embargo, pocos se han ocupado de indagar en dónde se consiguieron los fondos necesarios para sostener la lucha contra los invasores franceses. Ha habido esfuerzos por cuantificar los enormes caudales de la real Hacienda novohispana que se remitieron de a Cádiz para satisfacer las demandas de la Suprema Junta Central en el bienio 1808-1809.3 Asimismo se hizo un examen general de los donativos y préstamos solicitados por las autoridades virreinales para apoyar a los gobiernos de la Metrópoli que lucharon por la liberación en el periodo 1809-1810.4

El propósito de este artículo consiste en analizar la participación que tuvieron los mercaderes de la ciudad de México y el Consulado en que se agrupaban, en los donativos y préstamos que demandaron los virreyes a petición de las autoridades de la Metrópoli que

1 La Junta Central se formó con dos representantes de cada una de las juntas provinciales que se formaron en España para llenar el vacío que dejó la captura del rey. En Nueva España el cabildo de la ciudad de México intentó formar una asamblea de gobierno con el apoyo de José de Iturrigaray, intento que dio lugar a derrocamiento del virrey por los mercaderes de México y otros poderosos peninsulares conservadores que se oponían a cualquier cambio en el Antiguo Régimen. La Junta Central invitó a los territorios de América a que enviaran a sus representantes. Al respecto pueden verse Anna, pp 2 Chust, 1808, 2007; Guerra, Modernidad Para el caso de Nueva España Villoro, Guedea, Rodríguez 3 El autor calculó que de Nueva España se habían remitido a Cádiz aproximadamente 60 millones de pesos fuertes en los dos años mencionados Andreo García, “Plata”, 2010, pp. 105-121. 4 Nota 7 Andreo En mi archivero buscar artículo de Vega, Josefa, resistían en Cádiz el embate de las tropas francesas de ocupación. Veremos la forma en que se demandaron a Nueva España los recursos extraordinarios para financiar la guerra que sostenían los españoles “en defensa de su Religión, su soberano, Fernando VII, su honor y su libertad.” Examinaremos los medios de que se valieron los gobernantes del virreinato para acopiar donativos, préstamos gratuitos a corto plazo y empréstitos a réditos con largos vencimientos, la forma en que fueron garantizados y los problemas crecientes que se enfrentaron para conseguir caudales, en especial, a raíz de que se desató el movimiento insurgente. Las elevadas contribuciones que aportaron los mercaderes y el papel de intermediario financiero que desempeñó el Consulado de México, revelan, tanto la lealtad y la fidelidad que profesaban a la “madre patria”, como su interés por impedir que los franceses penetraran en el comercio protegido con Nueva España y la necesidad de sus representantes de consolidar el poder político que habían adquirido luego de haber destituido al virrey José de Iturrigaray.5

LAS PRIMERAS DEMANDAS DE LA JUNTA CENTRAL

El capitán general de la ciudad de Cádiz solicitó al virrey José de Iturrigaray el socorro económico de Nueva España para la lucha contra los invasores franceses a través de dos comisionados que llegaron al puerto de Veracruz a fines de agosto de 1808. A mediados de septiembre se dio el golpe contra el virrey José de Iturrigaray,6 de modo que hasta el 4 de octubre el nuevo mandatario llamó a los súbditos y corporaciones novohispanas para que brindaran su respaldo a la Junta de Sevilla. Entre octubre y diciembre de 1808, los miembros del consulado y el regimiento de comercio de la ciudad de México entregaron cerca de 270,000 pesos en forma de donativo.7 Las aportaciones del Consulado de México, contrastan notablemente con las del cuerpo mercantil gaditano. De acuerdo con Moreno Salmoral, el Consulado de Cádiz abrió un empréstito por dos millones de pesos en

5 Sobre, ver reseñas, Valle Pavón, Finanzas, 2012. 6 Véase al respecto Valle Pavón, Finanzas, 2012, pp. 160-201. 7 Certificaciones de la Contaduría del Ejército y real Hacienda de México. México 1808 y 1809. AGI, México 2515. julio de 1808, para el cual sólo se efectuó un depósito por la ridícula suma de mil reales de vellón.8 En julio de 1809, el virrey Francisco Javier Lizana recibió orden de la Junta Central de Cádiz de pagar tres millones de pesos que Inglaterra había prestado el año anterior, los cuales se debían entregar al agente financiero de la tesorería británica que había desembarcado en Veracruz y estaba a punto de llegar a la ciudad de México. La hacienda virreinal carecía de fondos porque poco antes se habían remitido a la Metrópoli los caudales del erario. En consecuencia, el virrey tuvo que solicitar al Tribunal del Consulado de México que reuniera entre los miembros de la corporación un empréstito ejecutivo por los tres millones de pesos requeridos. Lizana se comprometió a devolver el dinero adelantado en dos o tres meses, plazo en el que esperaba que llegaran a la capital “los caudales de las cajas y tesorerías del interior, y se acuñaran las barras de plata" que había en la Casa de Moneda. De los 3,167,000 pesos que el virrey logró reunir, 2,100,000 pesos fueron entregados por los miembros del cuerpo mercantil. De acuerdo con sus representantes, se había hecho un gran sacrificio por “el deplorable estado en que ha quedado el giro mercantil” a causa de los suplementos que se habían remitido a la Península por concepto de la ley de Consolidación de vales reales.9 A principios de septiembre, antes de que hubiera transcurrido el término acordado para que el erario virreinal restituyera el dinero adelantado, se informó a los prestamistas que podían recoger sus depósitos en las cajas reales. Aun cuando la mayor parte de los mercaderes requerían de dichos capitales para el giro de sus negocios, ante una insinuación hecha por el virrey al Tribunal mercantil, varios mercaderes donaron las sumas que habían prestado y otros las dejaron depositadas como contribución a un empréstito que acababa de demandarse. El llamado préstamo patriótico se estableció en agosto de 1809, de acuerdo con la real cédula del 12 de marzo de dicho año. En esta, la Junta Central planteó cómo los generosos donativos efectuados hasta entonces resultaban insuficientes para equipar y mantener el ejército que sostendría la independencia de España, por lo que solicitaba un empréstito por “la mayor suma posible de dinero”.10 Con el propósito de conseguir los caudales que integrarían dicho empréstito, el virrey recurrió a los tribunales de minería y de los consulados de México, Veracruz y , así como a los ministros de las cajas foráneas del erario. Estos

8 Lucena Salmoral, "Préstamos”, 1977, pp. 153-167. 9 De Lizana al Consulado, México, 24 de julio de 1809. AGI, México 2515. 10 Bando del 5 de agosto de 1809. CEHM, I-2, leg. 684. recibirían depósitos por un plazo de cinco años, aun cuando los deponentes podían dejar a favor de la real Hacienda todo el dinero prestado, o la parte que les dicte su generosidad. Con el objeto de estimular el depósito de caudales, el virrey Lizana ofreció pagar una tasa de interés del 6%, que era un 1% superior a la tasa del 5% que había regido en Nueva España, y garantizó la restitución con la hipoteca de los productos de la renta del tabaco, que era la más solvente del virreinato, o con la que el prestamista eligiera. Unos días después, el obispo de Michoacán, Manuel Abad y Queipo, manifestó al virrey que no podrían cumplirse las expectativas de la Junta Central respecto al envío de grandes capitales, ya que en el último año, en que “tanto se ha inflamado el ardor y el entusiasmo nacional, sólo se juntó en toda la Nueva España por título de donativos poco más de un millón de pesos". El obispo planteó que el empréstito perjudicaría a la real Hacienda, la agricultura, la industria y el comercio, ya que el poco dinero que quedaba en Nueva España estaba en manos del comercio, que lo requería para mantener su giro, o era atesorado por ciertos individuos que no estarían dispuestos a entregarlo. Expuso que no podía contarse con los capitales que se destinaban al sostenimiento de las obras piadosas, otras instituciones religiosas y de beneficencia, porque a raíz de la aplicación de la ley de Consolidación se había suspendido toda redención voluntaria.11 En 1805, unos meses después de que se publicara el real decreto de consolidación, cuando Abad y Queipo estaba a cargo del Juzgado de capellanías y obras pías del obispado de Michoacán, había denunciado la escasez de efectivo que se padecía en su diócesis desde 1800.12 Como alternativa al préstamo patriótico, el obispo de Michoacán sugirió que se aumentara el derecho de alcabala en un 2% de manera temporal y que el precio de la libra de tabaco se elevara en 2 o 4 reales, lo que permitiría obtener cuatro millones de pesos anuales para “auxiliar a la patria ... sin trastornar el giro de la sociedad”. Asimismo propuso que se destinara a dicho fin la plata de las iglesias, ya que “como la extracción del numerario de

11 "Representación al excmo. e ilmo. sr. arzobispo virrey, sobre las dificultades de ejecutar la real cédula de 12 de marzo de 1809, sobre el préstamo a intereses de veinte millones de pesos; en la cual se proponen los medios de auxiliar a la madre patria y atender a la conservación de este reino por medio de contribuciones de más producto y menos perjuicio", en Mora, Obras, 1963, pp. 247-249. 12 Según Abad y Queipo: “durante el periodo 1780-1800 su oficina había recibido e invertido cada año un promedio de 96,885 pesos, que se derivaban de los redimidos de capellanías y fundaciones nuevas. Sin embargo, desde 1800 la escasez de efectivo y los bajos precios de los productos agrícolas habían hecho que esa cantidad se redujera a 64,000 pesos anuales, y durante 1805 sólo habían ingresado en sus arcas 21,000 pesos. Tanto escaseaban los fondos de inversión que al redimirse una dotación, ya había diez solicitantes ofreciendo garantías.” Brading, Iglesia, 1994, p. 250. Nueva España es sin retorno y ha excedido en estos años y debe exceder en el presente e inmediatos a la anual amonedación, ya se resiente su falta en la circulación y cada día se debe resentir más”.13 De acuerdo con lo planteado por Manuel Abad y Queipo, fueron los mercaderes de la ciudad de México los principales suscriptores del llamado préstamo gratuito de 1809. Varios de ellos donaron o mantuvieron depositado el total o parte de las aportaciones que habían suplido para el pago de la deuda con Inglaterra. El virrey Francisco Javier Lizana logró recaudar cerca de 1,400,000 pesos por concepto del mencionado préstamo gratuito, de los cuales 1,100,000 pesos correspondían a las aportaciones de los miembros del Consulado de la ciudad de México.14 Entre abril y diciembre de 1809 el Consulado de Cádiz también auxilió a la Junta Central al otorgarle cuatro préstamos por poco más de 2,219,000 pesos.15 En el primer acto público que realizó el virrey Francisco Javier Venegas en septiembre de 1810, leyó las gracias otorgadas por el Consejo de Regencia a quienes se habían destacado por los donativos y préstamos que habían otorgado. En nombre del rey concedió a los contribuyentes títulos de Castilla y a los miembros del Regimiento de comercio grados de coronel y otras condecoraciones. Mientras que en atención a los servicios que había prestado el tribunal mercantil, el Consejo de Regencia accedió a su petición de derogar la real orden que impedía ser electos para los oficios consulares a los oficiales del Regimiento urbano de comercio. Asimismo concedió a los miembros del tribunal mercantil la distinción de usar uniforme y bastón durante sus funciones y al término de las mismas, en razón de que los ex ministros debían seguir asistiendo a las juntas de comercio y cubrir a los jueces en caso de ausencia o recusación.16 De acuerdo con el historiador Lucas Alamán, la lectura de la lista de los honores conferidos a quienes habían brindado apoyo económico a las autoridades gaditanas, dispuso mucho la opinión a favor de la revolución que ... había comenzado, porque recayeron en los principales autores y colaboradores de la conspiración que había llevado al derrocamiento del virrey José de Iturrigaray, en septiembre de 1808. PRECISAR QUIENES ERAN Además,

13 "Representación al excmo. e ilmo. sr. arzobispo virrey, sobre las dificultades de ejecutar la real cédula de 12 de marzo de 1809, sobre el préstamo a intereses de veinte millones de pesos; en la cual se proponen los medios de auxiliar a la madre patria y atender a la conservación de este reino por medio de contribuciones de más producto y menos perjuicio", en Mora, Obras, 1963, pp. 247-249. 14 AGN, Donativos y préstamos, 11-49, f. 359 15 Lucena Salmoral, “Préstamos”, 1977, pp. 158-159. 16 Reales ordenes del 24 de noviembre de 1810 y del 29 de agosto de 1811. AGI, México 2515. dichos reconocimientos habían sido otorgados por el Consejo de Regencia, la mayor parte de cuyos miembros eran contrapartes de los mercaderes del Consulado de México, por lo que se decía en broma que tales gracias habían venido en factura, a estilo de comercio.17

EL "PRESTAMO PATRIOTICO" POR VEINTE MILLONES DE PESOS

Los crecientes gastos ocasionados por la defensa de la metrópoli frente a las fuerzas de Napoleón tornaron insuficientes los considerables caudales que se habían remitido de Nueva España. En enero de 1810, la Junta Central solicitó un nuevo empréstito por veinte millones de pesos, en marzo el virrey Francisco Javier Lizana designo a los sujetos que integrarían la junta que se haría cargo de ejecutar el empréstito, pero dejó pendiente la aplicación del empréstito en espera de nuevas instrucciones. El virrey expuso a la Junta Central los peligros que implicaba la demanda del préstamo y la extracción de caudales de Nueva España por la escasez que entonces se padecía,18 pero no fue escuchado. En el decreto del préstamo por veinte millones, la Junta Central estableció que el cuerpo general de comercio de Nueva España se hiciera cargo de dirigir y ejecutar dicha empresa “por los señalados servicios con que se ha distinguido y la confianza que inspiraba”. Para recaudar y administrar el empréstito la Junta Central mandó establecer una junta presidida por el virrey y conformada por siete vocales: un ministro de la real Hacienda y seis comerciantes de los consulados de México, Guadalajara y Veracruz. Dicha junta fue dotada de amplias facultades para determinar el ramo que sería hipotecado en garantía de los capitales recibidos y establecer la tasa de interés que se pagaría. Cada consulado se haría cargo del recibir los depósitos, pagar los premios y restituir los principales en su propia jurisdicción. Además, se estableció que los documentos que se otorgaran a los prestamistas en garantía del dinero recibido serían negociables o transmisibles por endoso, y las contadurías de los consulados tomarían razón de los cambios que se realizaran.19 El obispo de Michoacán, Manuel Abad y Queipo, alarmado ante la demanda de la Junta Central, escribió al Consejo de Regencia con el propósito de hacerle ver la debilidad de los lazos que unían a los novohispanos con la metrópoli y proponerle diversas providencias

17 Alamán, Historia, 1985, t. 1, pp. 342-344. 18 Alamán, Historia, 1985, t. 1, pp. 306, 307. 19 Real orden del 10 de enero de 1810, en Hernández y Dávalos, Colección, 1878, t. II, pp. 44, 45. para fortalecerlos. Una de ellas consistía en que se pidiera a la junta encargada de ejecutar el préstamo por veinte millones, que no se valiera de recursos “muy extraordinarios ni violentos” para recabarlo, porque se trataba de una demanda exorbitante, ya que aun cuando Nueva España era la principal fuente de la plata del Imperio, tenía muy poco dinero acumulado. Planteó que era imposible reunir los veinte millones de pesos requeridos, “no en el todo, porque no hay numerario suficiente en el reino para cubrirlo, a no ser que se eche mano de toda la plata de las iglesias y de la vajilla de los particulares”. Sin embargo, consideró que aun éstos eran recursos peligrosos por las críticas circunstancias en que se encontraba el virreinato. Además censuró a la Junta Central por haber recurrido a los préstamos, a pesar de que en 1809 le había propuesto obtener el socorro de Nueva España mediante el incremento del derecho de alcabala y del precio del tabaco, a partir del supuesto de de que la renta pública debía ser “cierta y necesaria por contribución forzosa, y no depender de los cálculos y especulaciones de la codicia mercantil”.20 A pesar de las objeciones formuladas por el virrey y el obispo de Michoacán al empréstito por veinte millones de pesos, este fue abierto en septiembre de 1810. En el bando que elaboró virrey Francisco Javier Venegas, con el apoyo de la junta encargada de recaudar el préstamo, exaltó el patriotismo de los posibles contribuyentes para que se esforzaran por contribuir al socorro de la metrópoli. En dicho documento se describían las sacrílegas profanaciones y las persecuciones de religiosos que realizaban las tropas de Bonaparte. Asimismo sugirió a la jerarquía, las comunidades y corporaciones religiosas, civiles y militares que se desprendieran de la plata labrada para auxiliar al Estado, obra que brindaría a sus propietarios “la considerable ventaja de adquirir un premio extraordinario con el que puedan reponerla de mejor gusto y acaso con menos costo”.21 La Junta del préstamo patriótico llegó a los siguientes acuerdos: 1) los depósitos debían ser entregados en los Consulados de México, Veracruz y Guadalajara; 2) sobre las cantidades recibidas en efectivo se pagaría un interés anual del 6% y por las piezas de oro y plata labradas el 8%; y 3) los documentos que se entregaran como constancia de los depósitos y el pago de réditos, serían negociables o transferibles por endoso. Para reembolsar los

20 "Representación a la Primera Regencia en que se describe compendiosamente el estado de fermentación que anunciaba un próximo rompimiento y se proponían los medios con que tal vez se hubiera podido evitar", en Mora, Obras, 1963 pp. 258-264. 21 "Bando del 23 de agosto de 1810", en Hernández y Dávalos, Colección, 1878, t. II, pp. 95, 96. capitales que se recibieran y sus premios se calculó que se requerirían 4,200,000 pesos anuales. Con el fin de garantizar la disposición de dicha suma se hipotecó el producto del derecho de alcabala que se cobraba en virreinato, el cual ascendía a 2,500,000 pesos anuales y para obtener 1,700,000 pesos restantes se aumentó 2% al mismo gravamen y a otros impuestos de importación.22 Las aportaciones de los miembros del Consulado de México fueron limitadas, tanto en los montos aportados, como en el número de los depósitos. Además, de las doce contribuciones que realizaron los mercaderes consulares para dicho préstamo, ocho se realizaron con objetos labrados en plata y oro, lo que se deduce de la tasa de interés que se les aplicó. Es posible que este fenómeno se debiera a la escasez de circulante, que había planteado el obispo de Michoacán, por lo que los mercaderes requerían sus capitales para negociar. El resto de las contribuciones más cuantiosas fueron efectuadas por la jerarquía religiosa, en razón del estrecho vínculo que existía entre la monarquía y el clero. Ojo Otro importante grupo de contribuyentes fueron las instituciones eclesiásticas y de beneficencia, como los juzgados de capellanías y bienes de difuntos. En mayo de 1811 el financiamiento del combate contra los insurgentes obligó a suspender la recolección del empréstito por veinte millones de pesos. Para entonces se habían percibido cerca de 1,070,000 pesos por dicho concepto.23 Aun cuanto la ¿Junta del Prestamo? había establecido que los productos de las alcabalas, ordinaria y extraordinaria, se canalizaran a las tesorerías de los Consulados para la constitución de un fondo destinado al pago de réditos y la amortización de capitales, los trastornos ocasionados por la insurgencia obstaculizaron la recepción de dichos ingresos. Además, en abril de 1811 empezaron a presentarse dificultades para obtener recursos de la renta de tabaco [ver mi art sobre Tabajo- Juanito] por lo que el tesorero del Consulado tuvo que tomar dinero del fondo del mismo préstamo para saldar los intereses del primer tercio del año. Más adelante, la situación bélica obligó a destinar parte de los productos de los ramos hipotecados al sostenimiento del ejército virreinal e impidió la recaudación de otros gravámenes. En mayo de 1815 el Consulado de México sólo percibía los productos de la alcabala extraordinaria y los impuestos que se

22 "Reglamento para el gobierno económico de los consulados, los administradores de aduanas y los receptores de rentas", en Ibid., t. II, pp. 60-63 23 Alamán, Historia, 1985, t. 2, pp. 233, 234 cobraban en la aduana de México sobre la cera y el cacao procedentes de otros dominios americanos,24 con lo que se pagaron los réditos hasta diciembre de 1820.25

SUPLEMENTOS A CORTO PLAZO PARA SOCORRER A ESPAÑA

Entre julio de 1810 y abril de 1811 las demandas de socorro urgente por parte de la Junta Central de Cádiz, se presentaron en momentos en que la tesorería de la ciudad de México disponía de escasos caudales. Ante la necesidad de remitir dinero a España y habilitar los buques en que se enviaría, el virrey tuvo que recurrir a los vecinos de la ciudad de México para que le concedieran suplementos, como se llamaba a los préstamos a corto plazo. El otorgamiento de dichos suplementos constituye una muestra del patriotismo de dichas personas, entre los que se destacaron los principales mercaderes del Consulado, para quienes, además, era prioritario mantener el monopolio comercial, que sustentaba sus negocios tradicionales, el cual era garantizado por la monarquía hispana. La alianza anglo-española hizo posible que el virrey de Nueva España dispusiera de los navíos de la armada británica para remitir a Cádiz caudales y otros bienes para apoyar al ejército y las guerrillas que resistían a la invasión napoleónica. En julio de 1810, cuando la audiencia gobernadora quiso enviar los capitales reunidos para socorrer a la metrópoli, no encontró fondos suficientes en las cajas de México, Puebla y Veracruz para el despacho del navío Baluarte, por lo que solicitó a los vecinos de la ciudad de México préstamos a corto plazo sin interés.26 Con el objeto de apresurar la entrega de caudales, el regente de la audiencia comunicó a los posibles prestamistas que en el mismo orden que efectuaran sus contribuciones a la tesorería de la Hacienda virreinal, esta se los devolvería. Para ello había destinado los fondos que ingresaran a las cajas reales luego de la partida del navío Baluarte. Al cabo de unos cuantos días se obtuvieron contribuciones de 191 individuos por poco más de 581,000 pesos

24 Ministros y subalternos del Consulado piden exención de la contribución extraordinaria de guerra, México, 1 de diciembre de 1815. AGN, AHH, caja 426, exps. 15 y 24. Sobre la deuda de la real Hacienda y medio de restablecer su crédito. México, 21 de febrero de 1817. BNMa, ms. 19,702/23, fs. 8 y 12 v. 25 Manifestación de los capitales que reconoce el Consulado a nombre de la Hacienda pública, 30 de junio de 1823. AGN, Consulados, 269-14. 26 Juntas del 19 y 20 de julio de 1810. AGN, AHH, v. 1, exp. 7. [[en el cuadro 556,210 pesos]], cantidad que el regente de la audiencia se comprometió a restituir en término de tres o cuatro meses.27 En septiembre de 1810, el Consejo de Regencia volvió a solicitar al virrey de Nueva España el urgente envío de caudales para aprovechar la ventajosa situación en que se encontraba el ejército español. La petición del Consejo se recibió en noviembre, cuando habían empezado a decaer los ingresos de la tesorería general de México porque los oficiales reales de las localidades mineras del Bajío retenían el dinero recaudado con el propósito de no correr el riesgo de enviarlos por los caminos que eran amenazados por los insurgentes. A fin de auxiliar a la Madre Patria lo más pronto posible, el virrey Francisco Javier Venegas abrió la suscripción de un empréstito/suplementos por dos millones de pesos, cantidad que se comprometió a restituir en cuanto llegaran los caudales que se esperaban de las cajas de tierra adentro.28 A fines de noviembre, el virrey Francisco Javier Venegas había recabado ¿¿¿de los mercaderes de la ciudad de México??? poco menos de 1,110,000 pesos [[en el cuadro 1,109,500 pesos]] por concepto del préstamo destinado a socorrer a la metrópoli. En el mismo mes de noviembre, el virrey Francisco Javier Venegas consiguió nuevos suplementos por 1,266,000 pesos para habilitar la salida del buque inglés el Implacable, en el que se embarcarían los auxilios que se remitirían a Cádiz. Este dinero fue otorgado por cerca de cuarenta mercaderes a través de libranzas giradas a favor de los ministros de la real hacienda de Veracruz, con cargo a diversos comerciantes del puerto. Las aportaciones se hicieron a condición de que fueran reintegradas a sus dueños en cuanto llegaran a dicha plaza los caudales del real erario que saldrían de la ciudad de México a principios de diciembre.29 En unas cuantas semanas el virrey logró obtener en la ciudad de México aproximadamente 2,336,000 pesos en suplementos a corto plazo. A dicho monto habría que agregar las contribuciones que hicieron otros mercaderes de la ciudad de México en el puerto de Veracruz.30 Para entonces empezó a haber indicios de las dificultades que padecía la hacienda virreinal para restituir los capitales adelantados.31

27 Circular del 19 y 20 de julio de 1810. AGN, AHH, v. 1, exp. 7. 28 Contribuyentes al préstamo de dos millones de pesos, 26 de noviembre de 1810. AGN, AHH, v. 1-3. Alamán 1985, México, 1985, t. 2, pp. 232, 233. 29 AGN, AHH, v. 1-3. 30 AGN, Donativos y préstamos, v. 5, exp. 33, f. 169. 31 AGN, AHH, v. 1-3. A fines de marzo de 1811, el virrey nuevamente convocó a los sujetos más acaudalados de la ciudad de México para pedirles otro empréstito a fin de socorrer a la Madre Patria con una lucida remesa que no bajara de dos millones de pesos. Estos caudales se remitirían a Cádiz en el buque de guerra Miño, el cual debía ser habilitado para su partida. Francisco Javier Venegas acordó reembolsar los capitales tomados en el término de tres meses, en el que consideraba llegarían los rendimientos de las cajas foráneas que aún se hallaban detenidos a consecuencia de la guerra. La obtención del nuevo empréstito se vio obstaculizada por los problemas y estragos que ocasionaba la insurrección popular. Por una parte, la retención de los productos del erario en el interior de Nueva España había impedido devolver gran parte del dinero que los vecinos de México había adelantado los meses anteriores. Algunos de los miembros del consulado, a quienes no se habían reembolsado los caudales que habían adelantado, se disculparon de contribuir al nuevo préstamo o aportaron cantidades pequeñas. Otros mercaderes no pudieron colaborar con el préstamo o efectuaron aportaciones mínimas porque habían sido afectados por los trastornos bélicos.32 No obstante, a principios de abril el tribunal del consulado había logrado reunir poco más de 742,000 pesos por concepto de las aportaciones de sus miembros. A esta suma se agregaron 452,000 pesos colectados por concepto del préstamo patriótico por veinte millones de pesos.33

CONSIDERACIONES FINALES

Los miembros del Consulado de la ciudad de México fueron los principales contribuyentes de los empréstitos destinados a auxiliar a las fuerzas que resistían a la invasión napoleónica en España. Entre 1809 y 1811, la Junta Central de Cádiz requirió a los virreyes de Nueva España seis préstamos a corto plazo para socorrer a la metrópoli y despachar los navíos Asia, Baluarte, Implacable y Miño. En reconocimiento a dicha colaboración el Consejo de Regencia otorgó diversos títulos honoríficos a los cinco mercaderes que efectuaron las mayores contribuciones. Los seis suplementos que abordamos se demandaron a causa de la insuficiencia momentánea de fondos en la tesorería general de la ciudad de México. Los

32 AGN, AHH, 1-3 y v. 2-7. 33 Informe de la Tesorería general del ejército y real Hacienda, México, 20 de abril de 1811. AGN, AHH, 2-7. virreyes se comprometieron a restituir el dinero adelantado en unas cuantas semanas, sin embargo, la rebelión insurgente impidió el pago de gran parte de los adeudos, ya que los productos del erario virreinal se destinaron al combate de los insurrectos El virrey solicitó al Consulado la negociación del préstamo patriótico que se abrió en agosto de 1809 para apoyar al ejército que combatía a los invasores franceses. A pesar de las advertencias del obispo de Michoacán se recaudó un caudal considerable, gracias a la actividad desplegada por el tribunal del Consulado de México. Ante la generosa respuesta de los mercaderes y éxito del primer préstamo patriótico, la Junta Central comisionó a los tres consulados de Nueva España (México, Veracruz y Guadalajara) para reunir otro empréstito por veinte millones de pesos. Los miembros de los tribunales de dichos cuerpos mercantiles fueron facultados para elegir los ramos fiscales que garantizarían el pago de capitales y réditos, así como para reembolsar los capitales adelantados con los productos que generaran. Sin embargo, a la escasez de capitales que privaba en Nueva España, la cual llegaba a sus límites, se aunaron los problemas ocasionados por el levantamiento de los insurgentes, circunstancia que limitó la recaudación del préstamo en cuestión. Cuando la real Hacienda empezó a tener problemas para restituir el dinero adelantado a causa de la guerra contra los insurgentes y la retención de los productos del erario en el interior, algunos mercaderes se negaron a contribuir con las demandas virreinales o lo hicieron con sumas menores a las que habían aportado hasta entonces. Poco después de que se desató el movimiento insurgente, el gobierno novohispano empezó a perder su capacidad para captar caudales a crédito. Los mercaderes del Consulado de México mostraron gran disposición a contribuir con los suplementos que se restituirían en el término de unos cuantos meses, pero tuvieron una participación mínima en los empréstitos que se establecieron a la largo plazo, aun cuando en éstos se garantizaba el pago de intereses. Tal comportamiento puede explicarse por el hecho de que los mercaderes adelantaban a la real Hacienda los capitales que empleaban regularmente en el comercio, de modo que únicamente podían disponer ellos por cortos periodos.

Fuentes y Bibliografía

Siglas y referencias AGN Archivo General de la Nación

AGI Archivo General de Indias

AHH Archivo Histórico de Hacienda

BNMa Biblioteca Nacional de

CEHM Centro de Estudios Históricos de México

Bibliografía

Andreo García, Juan, “Plata mexicana para la guerra española. El bienio de la Junta Central Suprema de España e Indias (1808-1809)”, en José A. Serrano y Luís Jáuregui (eds.), Corona en llamas. Conflictos económicos y sociales en las independencias Iberoamericanas, Castellón, Universitat Jaume I, 2010, pp. 87-104.

Alamán, Lucas, Historia de México desde los primeros movimientos que prepararon su Independencia en el año de 1808 hasta la época presente, 5 vols., México, Instituto Cultural Helénico / Fondo de Cultura Económica, 1985, t. 1.

Hernández y Dávalos, Juan E., Colección de documentos para la historia de la guerra de independencia de México de 1808 a 1821, México, José María Sandoval Impresor, 1878, t. II.

Lucena Salmoral, Manuel, "Los préstamos del Consulado de Cádiz a la Junta Central Suprema", Separata de Anales de la Universidad de Murcia, v. XXXII, 1977.

Mora, José María Luis, Obras sueltas de José María Luis Mora ciudadano mexicano, México, Editorial Porrúa, 1963.

Valle Pavón, Guillermina, Finanzas piadosas y redes de negocios. Los mercaderes de la ciudad de México ante la crisis de Nueva España, 1804-1808, México, Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, 2012.