“Empréstitos Negociados Por El Consulado Para La Lucha Contra La
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“Empréstitos negociados por el Consulado para la lucha contra la invasión francesa en España, 1809-1812” Guillermina del Valle Pavón Instituto de Investigaciones Dr. José Ma. Luis Mora La ocupación de la Península Ibérica por las tropas napoleónicas, de 1808 a 1814, constituye un momento clave en la Historia de la Vieja y la Nueva España porque dio lugar a la creación de la Junta Suprema Central Gubernativa que, tras asumir la soberanía ante la ausencia de Fernando VII,1 declaró la igualdad entre la Península y sus colonias; mientras que el Consejo de Regencia que la reemplazó, convocó a las Cortes que redactaron la Constitución de 1812. Son numerosos los historiadores que han investigado la crisis del Antiguo Régimen colonial español que desencadenó la invasión de las fuerzas de Napoleón.2 Sin embargo, pocos se han ocupado de indagar en dónde se consiguieron los fondos necesarios para sostener la lucha contra los invasores franceses. Ha habido esfuerzos por cuantificar los enormes caudales de la real Hacienda novohispana que se remitieron de Veracruz a Cádiz para satisfacer las demandas de la Suprema Junta Central en el bienio 1808-1809.3 Asimismo se hizo un examen general de los donativos y préstamos solicitados por las autoridades virreinales para apoyar a los gobiernos de la Metrópoli que lucharon por la liberación en el periodo 1809-1810.4 El propósito de este artículo consiste en analizar la participación que tuvieron los mercaderes de la ciudad de México y el Consulado en que se agrupaban, en los donativos y préstamos que demandaron los virreyes a petición de las autoridades de la Metrópoli que 1 La Junta Central se formó con dos representantes de cada una de las juntas provinciales que se formaron en España para llenar el vacío que dejó la captura del rey. En Nueva España el cabildo de la ciudad de México intentó formar una asamblea de gobierno con el apoyo de José de Iturrigaray, intento que dio lugar a derrocamiento del virrey por los mercaderes de México y otros poderosos peninsulares conservadores que se oponían a cualquier cambio en el Antiguo Régimen. La Junta Central invitó a los territorios de América a que enviaran a sus representantes. Al respecto pueden verse Anna, pp 2 Chust, 1808, 2007; Guerra, Modernidad Para el caso de Nueva España Villoro, Guedea, Rodríguez 3 El autor calculó que de Nueva España se habían remitido a Cádiz aproximadamente 60 millones de pesos fuertes en los dos años mencionados Andreo García, “Plata”, 2010, pp. 105-121. 4 Nota 7 Andreo En mi archivero buscar artículo de Vega, Josefa, resistían en Cádiz el embate de las tropas francesas de ocupación. Veremos la forma en que se demandaron a Nueva España los recursos extraordinarios para financiar la guerra que sostenían los españoles “en defensa de su Religión, su soberano, Fernando VII, su honor y su libertad.” Examinaremos los medios de que se valieron los gobernantes del virreinato para acopiar donativos, préstamos gratuitos a corto plazo y empréstitos a réditos con largos vencimientos, la forma en que fueron garantizados y los problemas crecientes que se enfrentaron para conseguir caudales, en especial, a raíz de que se desató el movimiento insurgente. Las elevadas contribuciones que aportaron los mercaderes y el papel de intermediario financiero que desempeñó el Consulado de México, revelan, tanto la lealtad y la fidelidad que profesaban a la “madre patria”, como su interés por impedir que los franceses penetraran en el comercio protegido con Nueva España y la necesidad de sus representantes de consolidar el poder político que habían adquirido luego de haber destituido al virrey José de Iturrigaray.5 LAS PRIMERAS DEMANDAS DE LA JUNTA CENTRAL El capitán general de la ciudad de Cádiz solicitó al virrey José de Iturrigaray el socorro económico de Nueva España para la lucha contra los invasores franceses a través de dos comisionados que llegaron al puerto de Veracruz a fines de agosto de 1808. A mediados de septiembre se dio el golpe contra el virrey José de Iturrigaray,6 de modo que hasta el 4 de octubre el nuevo mandatario Pedro de Garibay llamó a los súbditos y corporaciones novohispanas para que brindaran su respaldo a la Junta de Sevilla. Entre octubre y diciembre de 1808, los miembros del consulado y el regimiento de comercio de la ciudad de México entregaron cerca de 270,000 pesos en forma de donativo.7 Las aportaciones del Consulado de México, contrastan notablemente con las del cuerpo mercantil gaditano. De acuerdo con Moreno Salmoral, el Consulado de Cádiz abrió un empréstito por dos millones de pesos en 5 Sobre, ver reseñas, Valle Pavón, Finanzas, 2012. 6 Véase al respecto Valle Pavón, Finanzas, 2012, pp. 160-201. 7 Certificaciones de la Contaduría del Ejército y real Hacienda de México. México 1808 y 1809. AGI, México 2515. julio de 1808, para el cual sólo se efectuó un depósito por la ridícula suma de mil reales de vellón.8 En julio de 1809, el virrey Francisco Javier Lizana recibió orden de la Junta Central de Cádiz de pagar tres millones de pesos que Inglaterra había prestado el año anterior, los cuales se debían entregar al agente financiero de la tesorería británica que había desembarcado en Veracruz y estaba a punto de llegar a la ciudad de México. La hacienda virreinal carecía de fondos porque poco antes se habían remitido a la Metrópoli los caudales del erario. En consecuencia, el virrey tuvo que solicitar al Tribunal del Consulado de México que reuniera entre los miembros de la corporación un empréstito ejecutivo por los tres millones de pesos requeridos. Lizana se comprometió a devolver el dinero adelantado en dos o tres meses, plazo en el que esperaba que llegaran a la capital “los caudales de las cajas y tesorerías del interior, y se acuñaran las barras de plata" que había en la Casa de Moneda. De los 3,167,000 pesos que el virrey logró reunir, 2,100,000 pesos fueron entregados por los miembros del cuerpo mercantil. De acuerdo con sus representantes, se había hecho un gran sacrificio por “el deplorable estado en que ha quedado el giro mercantil” a causa de los suplementos que se habían remitido a la Península por concepto de la ley de Consolidación de vales reales.9 A principios de septiembre, antes de que hubiera transcurrido el término acordado para que el erario virreinal restituyera el dinero adelantado, se informó a los prestamistas que podían recoger sus depósitos en las cajas reales. Aun cuando la mayor parte de los mercaderes requerían de dichos capitales para el giro de sus negocios, ante una insinuación hecha por el virrey al Tribunal mercantil, varios mercaderes donaron las sumas que habían prestado y otros las dejaron depositadas como contribución a un empréstito que acababa de demandarse. El llamado préstamo patriótico se estableció en agosto de 1809, de acuerdo con la real cédula del 12 de marzo de dicho año. En esta, la Junta Central planteó cómo los generosos donativos efectuados hasta entonces resultaban insuficientes para equipar y mantener el ejército que sostendría la independencia de España, por lo que solicitaba un empréstito por “la mayor suma posible de dinero”.10 Con el propósito de conseguir los caudales que integrarían dicho empréstito, el virrey recurrió a los tribunales de minería y de los consulados de México, Veracruz y Guadalajara, así como a los ministros de las cajas foráneas del erario. Estos 8 Lucena Salmoral, "Préstamos”, 1977, pp. 153-167. 9 De Lizana al Consulado, México, 24 de julio de 1809. AGI, México 2515. 10 Bando del 5 de agosto de 1809. CEHM, I-2, leg. 684. recibirían depósitos por un plazo de cinco años, aun cuando los deponentes podían dejar a favor de la real Hacienda todo el dinero prestado, o la parte que les dicte su generosidad. Con el objeto de estimular el depósito de caudales, el virrey Lizana ofreció pagar una tasa de interés del 6%, que era un 1% superior a la tasa del 5% que había regido en Nueva España, y garantizó la restitución con la hipoteca de los productos de la renta del tabaco, que era la más solvente del virreinato, o con la que el prestamista eligiera. Unos días después, el obispo de Michoacán, Manuel Abad y Queipo, manifestó al virrey que no podrían cumplirse las expectativas de la Junta Central respecto al envío de grandes capitales, ya que en el último año, en que “tanto se ha inflamado el ardor y el entusiasmo nacional, sólo se juntó en toda la Nueva España por título de donativos poco más de un millón de pesos". El obispo planteó que el empréstito perjudicaría a la real Hacienda, la agricultura, la industria y el comercio, ya que el poco dinero que quedaba en Nueva España estaba en manos del comercio, que lo requería para mantener su giro, o era atesorado por ciertos individuos que no estarían dispuestos a entregarlo. Expuso que no podía contarse con los capitales que se destinaban al sostenimiento de las obras piadosas, otras instituciones religiosas y de beneficencia, porque a raíz de la aplicación de la ley de Consolidación se había suspendido toda redención voluntaria.11 En 1805, unos meses después de que se publicara el real decreto de consolidación, cuando Abad y Queipo estaba a cargo del Juzgado de capellanías y obras pías del obispado de Michoacán, había denunciado la escasez de efectivo que se padecía en su diócesis desde 1800.12 Como alternativa al préstamo patriótico, el obispo de Michoacán sugirió que se aumentara el derecho de alcabala en un 2% de manera temporal y que el precio de la libra de tabaco se elevara en 2 o 4 reales, lo que permitiría obtener cuatro millones de pesos anuales para “auxiliar a la patria ..